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Cómo mejorar nuestra predicación sagrada Columna del padre Antonio Rivero LC Envíe São Paulo, 25 de enero de 2013 (Zenit.org ) Antonio Rivero | 1746 hitos Predicación sagrada Queridos amigos sacerdotes: Agradezco a Zenit la oportunidad de colaborar con un grano de arena en la formación sacerdotal en este campo de la Predicación Sagrada, tan importante hoy día. Hoy iniciamos este curso que con alegría y placer quiero compartirles, fruto de mi formación, primero como profesor de oratoria durante más de 30 años, y después, con la experiencia que Dios me ha concedido durante estos 26 años de sacerdote yendo por estos mundos de Dios predicando, llevando y explicando la Palabra de Dios. Todos los años tengo la gracia de predicar al mundo latino de los Estados Unidos. También Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú, además de Brasil, han podido oír mi voz. Y para ser más claro en esta presentación de mi curso, les dejo unos puntos para que queden grabados en el gran tesoro de la memoria: Toda nuestra vida como sacerdotes será predicar. Hay varias formas de predicar: la oración, el sacrificio, el testimonio personal, el ministerio de los sacramentos y el ministerio propiamente dicho de la predicación sagrada. La predicación sagrada u oratoria sagrada no es una técnica para vender nuestra “mercancía” de Dios. Esto sería una especie de profanación de la Palabra de Dios. Así hacen algunas sectas protestantes que se preparan en los resortes psicológicos de la oratoria para ganar adeptos y sacar dinero. Esto no se debe dar entre nosotros, ministros y predicadores de los Misterios de Dios. Nadie quiere tener un auditorio dormido, bostezando, disgustado…a la hora de la predicación. Queremos un auditorio que disfrute y esté bien dispuesto para nuestra predicación. Para esto, hay que saber predicar bien. No sólo predicar. Se trata de predicar bien, pues no siempre tendremos gente que por caridad nos soporta, nos aguanta y nada nos dice sobre nuestra predicación. Les ofrezco este curso de Predicación Sagrada fruto de mi experiencia como predicador durante mis 26 años de ministerio sacerdotal. Doce de esos años, prediqué diariamente en la parroquia de Buenos Aires; además de dar charlas, triduos, retiros y ejercicios espirituales que ofrecía a hombres y mujeres. Son consejos que a mí me han ayudado. Ojalá que también a ustedes les ayuden, queridos sacerdotes. Introducción general

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Page 1: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del padre Antonio Rivero LC

 Envíe

São Paulo, 25 de enero de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1746 hitos

Predicación sagrada

Queridos amigos sacerdotes: Agradezco a Zenit la oportunidad de colaborar con un grano de arena en la formación sacerdotal en este campo de la Predicación Sagrada, tan importante hoy día.

Hoy iniciamos este curso que con alegría y placer quiero compartirles, fruto de mi formación, primero como profesor de oratoria durante más de 30 años, y después, con la experiencia que Dios me ha concedido durante estos 26 años de sacerdote yendo por estos mundos de Dios predicando, llevando y explicando la Palabra de Dios. Todos los años tengo la gracia de predicar al mundo latino de los Estados Unidos. También Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú, además de Brasil, han podido oír mi voz.

Y para ser más claro en esta presentación de mi curso, les dejo unos puntos para que queden grabados en el gran tesoro de la memoria:

Toda nuestra vida como sacerdotes será predicar.

Hay varias formas de predicar: la oración, el sacrificio, el testimonio personal, el ministerio de los sacramentos y el ministerio propiamente dicho de la predicación sagrada.

La predicación sagrada u oratoria sagrada no es una técnica para vender nuestra “mercancía” de Dios. Esto sería una especie de profanación de la Palabra de Dios. Así hacen algunas sectas protestantes que se preparan en los resortes psicológicos de la oratoria para ganar adeptos y sacar dinero. Esto no se debe dar entre nosotros, ministros y predicadores de los Misterios de Dios.

Nadie quiere tener un auditorio dormido, bostezando, disgustado…a la hora de la predicación. Queremos un auditorio que disfrute y esté bien dispuesto para nuestra predicación. Para esto, hay que saber predicar bien. No sólo predicar. Se trata de predicar bien, pues no siempre tendremos gente que por caridad nos soporta, nos aguanta y nada nos dice sobre nuestra predicación.

Les ofrezco este curso de Predicación Sagrada fruto de mi experiencia como predicador durante mis 26 años de ministerio sacerdotal. Doce de esos años, prediqué diariamente en la parroquia de Buenos Aires; además de dar charlas, triduos, retiros y ejercicios espirituales que ofrecía a hombres y mujeres.

Son consejos que a mí me han ayudado. Ojalá que también a ustedes les ayuden, queridos sacerdotes.

Introducción general

I. Primero unos presupuestos:

Ser consciente de que somos ministros de la Palabra desde el bautismo, y después se agrava esta responsabilidad y tarea el día de nuestra ordenación sacerdotal. Por eso debemos leerla, meditarla, rumiarla durante toda nuestra vida. Debemos hacerla propia, revestirnos de esa Palabra, encarnarla en nuestra vida. Sólo así la transmitiremos fielmente, sin cortes, sin menguas, sin oscurecerla ni rebajarla.

Ser consciente de que es Dios quien convierte a las almas, no nosotros. Pero Él se sirve de nosotros como canales, altavoces, acueductos y ministros de su Palabra para iluminar las mentes, caldear los corazones y mover las voluntades para que amen a Dios y cumplan sus mandamientos. Por eso, debemos estar bien preparados en este campo de la predicación de la Palabra. Todos

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nuestros estudios humanísticos, filosóficos, teológicos, pedagógicos…tienen como término final nuestra predicación, sea escrita (libros, artículos…), sea oral (homilías, retiros, congresos, charlas…). Estudiamos para estar mejor preparados a la hora de nuestra predicación sagrada, no por prurito de vanidad, sino porque esa Palabra de Dios merece ser tratada y anunciada con dignidad, claridad y unción.

Ser consciente de que la Palabra de Dios está destinada a germinar, a crecer y a dar fruto en el alma de los hombres. Por sí misma, la Palabra tiene toda la potencia de entrar en el corazón del hombre y convertirle. ¿Entonces dónde está el fallo? Una de dos: o en el que predica, que no lo sabe hacer, o en el campo –el alma- que recibe esa Palabra predicada. Que al menos no sea por nuestra culpa como predicadores sagrados. Si el corazón de los hombres se cierra como nos narra Cristo en la parábola del sembrador por culpa de las piedras, de las espinas, de la superficialidad (cf. Mateo 13: parábola del sembrador)…ahí está el desafío de un buen predicador: ayudar a que esas almas se abran a la Palabra. ¿Y qué recurso tiene además de la oración y el sacrificio? ¡La predicación bien preparada, incisiva, respetuosa, profunda, clara, motivadora y bien pronunciada!

II. Después, unos consejos prácticos:

Conocer el auditorio, es decir, las almas a las que vamos a predicar. Conocer la idiosincracia de esas personas, sus cualidades, sus debilidades, sus problemas, su modo de ser. A eso la Iglesia llama “inculturación”. No es lo mismo el español que el brasileño; ni el francés que el norteamericano, el alemán que el africano…Hay que hablar con el lenguaje de las almas, hacernos todo a todos para ganarlos para Cristo, como san Pablo (cf. 1 Co 9, 20-22). No podemos ir a Latinoamérica con categorías europeas. ¡Simplemente no nos entenderán! O peor, ¡nos rechazarán! “Mañana te oiremos”.

Preparar bien cada predicación, sin improvisar, dejándolo todo para última hora. La predicación no es algo que hagamos a título personal. ¡No! Lo hacemos en nombre de la Iglesia. Es la Iglesia quien en ese momento explica la Palabra de Dios, a través del predicador sagrado. Por tanto, preparar la predicación desde la oración personal. Pero también leyendo comentarios de Papas, de autores espirituales bien sólidos y probados, acerca de esos textos litúrgicos o sobre ese tema del que predicaremos. Los mejores comentarios que existen a los evangelios son LOS SANTOS PADRES. Tenemos que leerlos mucho y siempre. Son siempre actuales. Son un auténtico tesoro por descubrir todavía. Ejemplo de esto es el Papa Benedicto XVI. Por eso son tan profundas sus predicaciones, al tiempo que tan sencillas.

Ser ordenado y estructurado en las ideas de la predicación: hoy debemos dar solamenteuna idea en la homilía o en la plática, y desarrollar esa idea en dos o tres aspectos. Pero solamente una idea. Sólo así el oyente saldrá con una idea bien aprendida y tratará de vivirla en su día a día. De las tres lecturas dominicales se puede sacar perfectamente una sola idea, desarrollada en dos o tres aspectos. P.e. una homilía con la liturgia de un domingo: Dios nos invita a la conversión (única idea, sacada del evangelio); esa conversión supone reconocernos pecadores (primer aspecto de esa única idea, sacada tal vez de la primera lectura dominical o del salmo responsorial); esa conversión traerá como efecto la paz interior y la reconciliación con Dios (segundo aspecto de esa única idea, sacada tal vez de la segunda lectura dominical). Y ambos aspectos deben estar apoyados en los textos litúrgicos leídos. ¡Una sola idea! Quien habla de muchas ideas lo único que hace es dispersar al oyente y no saldrá con nada claro ni concreto. Quien dice muchas ideas está manifestando que no preparó a fondo la predicación.

Ser ingenioso a la hora de exponer la idea: esa idea tiene que estar presentada con alguna metáfora, imagen, novedad, un hecho o anécdota…Sólo así se graba más fácilmente en el alma del oyente, pues sonará a novedad y originalidad. En esto el cardenal vietnamita Van Thuan, que en paz descanse, era modelo. No ser aburridos con ideas ya trilladas y sin mordiente. Hay que ser atractivos. Esto no se logra con excentricidades ni con cuentitos ni haciendo reír, ¡no! Esto se logra habiendo meditado mucho y con profundidad en la Palabra de Dios. Y observando mucho el devenir humano.

Distinguir el modelo de predicación que se me pide y el lugar donde se da la predicación: primero, distinguir qué clase de predicación debemos dar, pues una cosa es predicar una homilía que una reflexión en una hora santa con Cristo Eucaristía ahí expuesto; distinta es una charla abierta en un auditorio que una meditación en un retiro; una cosa es predicar una conferencia a

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jóvenes y otra predicar a adultos o a niños o a sacerdotes. Y el lugar: porque una cosa es predicar en la capilla, otra cosa es predicar en un salón de estar o en un estadio o en una fábrica. Todo esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de predicar.

Ser siempre expresivo: sin forzar el temperamento propio, sin querer ser el otro que es tal vez más apasionado y dinámico…pero hay que ser expresivo. Recordemos los tres elementos de toda predicación: fondo de ideas, forma concreta de esas ideas y expresión (ritmo y temperatura oratoria) de esas ideas. Hay que conjugar los tres elementos para que la predicación sea perfecta. Todo nuestro ser debe ser expresivo: voz, gestos, manos, cuerpo, ojos, sentimientos, emociones, silencio, interpelación y preguntas directas…No debemos ser acartonados, ni tener miedo ni hablar con voz apagada o monótona, o en abstracto o sin mirar al auditorio. Así se duerme la gente. Así odiarán las predicaciones, en vez de gozar de la predicación sagrada. Fides ex auditu, nos dice san Pablo, “la fe entra por el oído” (Rm 10, 17) .

Predicar a todo hombre y a todo el hombre: A todo hombre: al niño, al joven, al adulto, al anciano, al enfermo, al que sufre, al ignorante y al sencillo, al complicado y cuestionador…Y a todo el hombre: inteligencia, sentimientos, afectos, corazón, voluntad… Y la Palabra de Dios predicada tiene que “tocar” la existencia humana en todos los campos: personal, familiar, laboral, profesional, religioso... Por eso, el predicador tratará de aplicar esa Palabra de Dios y “hacerla caminar” por los vericuetos de la vida del oyente. El oyente durante la predicación debería decir:“¡Justo!, eso es lo que yo necesito, me viene a cuento lo que dice este predicador”. Es así cómo el oyente se dejará transformar por esa Palabra de Dios que el predicador supo bajar a la vida de ellos en concreto. Y de seguro que tendremos a esa persona en todas nuestras predicaciones porque nos entiende y entiende que la Palabra de Dios explicada es muy actual para su vida, y no algo del pasado o de museo.

Ser sencillo, respetuoso y positivo al predicar: no insistas tanto en lo que está mal. Presenta mucho más el bien que necesariamente atrae. No estamos en el siglo de cierta apologética agresiva, inflexible, estricta y un tanto altanera. Hoy hay que ganarnos a la gente con la bondad, con la sencillez, con el encanto y la gota de miel. Esto no significa que no digamos la verdad. Hay que presentarla, pero con bondad y respeto, para que atraiga. Cuando haya que decir algo fuerte, duro y negativo (p.e. los que viven juntos o divorciados y casados en segundas nupcias no pueden ni deben comulgar, etc…), hay que decirlo en tercera persona y nunca interpelar a la persona en cuestión. No decir: “Tú que estás juntado…no debes comulgar”. Sería muy ofensivo. Decir mejor: “Quien se encuentra en esa situación no debería acercarse a la comunión por estas razones…”. Y cuando es algo positivo, entonces sí, interpelar en segunda persona: “¡Qué bueno que fuiste generoso y fiel! Dios lo será también contigo”.

Sentir con la Iglesia en todo aquello que proponga para ese año: si es el año sacerdotal, no debería haber ninguna predicación durante el año sin hacer alguna mención a esa circunstancia…si es el año paulino, lo mismo. O el año dedicado a Jesucristo (1997), o al Espíritu Santo (1998), o a Dios Padre (1999), o el año de la Eucaristía (2000). O el año de la fe, en el que ahora estamos. No se puede ir en paralelo con la Iglesia. Los triduos de ese año y los ejercicios espirituales y los retiros, las homilías deberían estar enfocados y marcados por esa circunstancia eclesial. Esto es parte del “sentire cum Ecclesia”. Debemos ir al paso de la Iglesia. También en esto.

Sacar con frecuencia en las predicaciones aspectos y virtudes de los santos: los santos son hermanos nuestros que ya consiguieron lo que nosotros estamos buscando: la santidad de vida. Ellos nos dan ejemplo y nos dicen qué aspectos hay que practicar para agradar a Dios, crecer en las virtudes y alcanzar la salvación eterna, que es la gracia de las gracias. ¡Cuánto edifican las anécdotas de los santos! Cómprate libros de santos y léelos. Y así podrás poner en las predicaciones ejemplos maravillosos y edificantes de los santos en los temas que estás tratando en tu predicación.

Conclusión: Espero que estos consejos les sirvan para que su predicación sea cada día de calidad, para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Esto es lo que a mí me ha ayudado. No sé si ayudará a todos, pues todos somos distintos.

El padre Antonio Rivero nació en Ávila en 1956. Fue ordenado sacerdote legionario de Cristo en Roma en 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas, en Filosofía por la Universidad Gregoriana, y licenciado y doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma.

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Ha escrito cinco libros de espiritualidad y ha grabado más de 200 CDs de formación católica. Da congresos y conferencias en Los Ángeles. Ofrece también cursos, retiros y ejercicios espirituales a laicos, religiosas y sacerdotes en Colombia, Perú y Brasil. Actualmente ejerce su ministerio sacerdotal como profesor de teología y oratoria, y director espiritual en el seminario Maria Mater Ecclesiae de Brasil.

Roma, 08 de febrero de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1267 hitos

Hablemos ahora del predicador sagrado: catequista, diácono, sacerdote, obispo.

¿Qué debe hacer un predicador antes de predicar?

En primer lugar, debe primero escuchar la Palabra de Dios, pues es ahí de donde “toda la instrucción cristiana, y en puesto privilegiado la homilía, recibe de la Palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos de santidad” (Concilio Vaticano II, Dei Verbum 24). Puede seguir estos pasos:

Tomar el texto bíblico y leer: Debe ser una lectura en la fe y desde la fe: el predicador se aproxima al texto en la fe de la Iglesia, en un tiempo litúrgico, en un momento determinado de la vida eclesial y en medio del quehacer pastoral con su comunidad.

Le ayudará también un mínimo trabajo de exégesis de esos textos: ese enfrentarse científicamente con el texto, para llegar al sentido literal. El sentido literal (humano) logra llegar a lo que el autor sagrado quiso expresar, en su contexto histórico, sus destinatarios y el género literario empleado. Para la exégesis el predicador también puede ayudarse de comentarios a ese texto bíblico: Dicho comentario no debe ser muy prolijo, ni se debe perder en detalles, sino que nos acerque al contexto histórico y al sentido del texto. Pero no puedo quedarme aquí.

El predicador debe encontrar el sentido profundo de los textos, su alcance espiritual. Y esto lo logra mediante la propia meditación personal de esos textos. “Es en el interior de la letra, en la profundidad del sentido literal, donde debe buscarse el sentido espiritual del texto sagrado”(Ignacio de la Potterie, “La interpretación de la Sagrada Escritura”). Por tanto, hay que llegar alsentido espiritual (divino) del texto sagrado, a lo que Dios quería dar a conocer con esas palabras del autor sagrado. Este es el sentido que más nos interesa en la predicación, y se logra llegar a él cuando se leen y se meditan esos textos bíblicos bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él. Como predicador me interesa el sentido literal (exégesis) en orden al sentido profundo espiritual para que sea alimento para los oyentes. Así se pasa del “entonces” al “hoy”. Esto es la predicación.

Por tanto, nadie tiene que ser un oyente de la Palabra de Dios tan puntual y dispuesto como el mismo predicador. La Palabra de Dios va a penetrar primero en el predicador. Este conocimiento rumiante y sapiencial de la Escritura es el que más necesitamos como predicadores, y el que más nos dará luces y fuerzas para el camino tanto para nosotros (para no estar diciendo nuestras ideas personales o caer en la vanidad) como para los que nos escuchen.Sin meditación, la predicación se convierte en un producto de la mesa de despacho, que luego hay que verter al pueblo desde el púlpito. En la meditación se experimenta la fuerza viva del texto. Sólo cuando el predicador se ha dejado interpelar por el texto, puede invitar también a su comunidad. Se trata de hacer pasar el sentido de la página sagrada a la vida propia y a la vida de los fieles. La meditación es el puente donde se encuentran la Palabra de Dios y el hombre de hoy. Todo predicador debería decir lo mismo que san Juan: “Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos…os lo anunciamos a vosotros” (1 Jn 1, 1-3). Don Ángel Herrera decía que “las homilías deben caldearse en el Sagrario y en la oración…La Palabra de Dios, sea cual fuere el tono, el lugar y el auditorio, no puede servirse fría” (La Palabra de Cristo, I, 67).

En pocas palabras, como decía D. Bonhoeffer, el predicador debe encontrarse con la Palabra de Dios: en la mesa de estudio, preparando seriamente su ministerio con la ayuda de los oportunos subsidios y comentarios; en el reclinatorio, orando la Palabra que va a predicar, de modo que no sólo sepa hablar “de” Dios, sino ante todo hable “a” y “con” Dios en su oración personal; y finalmente en el púlpito, dejando que en el momento mismo de su ministerio resuene en él mismo, antes que en sus hermanos, lo que Dios nos comunica.

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Roma, 15 de febrero de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1389 hitos

Seguimos ofreciendo la columna de nuestro colaborador, el padre Antonio Rivero LC, con útiles sugerencias a los predicadores para mejorar la comunicación de sus homilías.

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Sigamos con lo que debe hacer el predicador:

En segundo lugar, el predicador debe también escuchar a la comunidad a la que va a predicar

Toda predicación debe tener en cuenta dos cosas: el mensaje bíblico y la situación de los oyentes. Hablemos ahora de los oyentes.

Importancia de los oyentes

Los oyentes son el otro libro de Dios “en el que tendremos que leer constantemente, con el mismo amor, con la misma humildad y con la misma perseverancia que ante la Escritura y los sacramentos”. El predicador debe ser un “contemplativo de la calle”, capaz de asombrarse, maravillarse, entristecerse y sobre todo comulgar con lo que sucede a su alrededor. Nada le es ajeno. Debe abrir su corazón para acoger, escuchar y hacer suyo lo que va sucediendo.

El oyente debe sentir durante nuestra predicación que se trata de algo suyo, que se da una respuesta a sus interrogantes. Tenemos que tener en cuenta sentimientos, miedos, expectativas y gozos. Tenemos que conocer el contexto habitual de nuestros oyentes, su modo de ser, sus problemas, su trabajo y sus fiestas. No es lo mismo un pueblo de secano que un pueblo de regadío, ni uno del litoral que uno de montaña. No es lo mismo una comunidad rural que una comunidad urbana. Por eso, el predicador se debe preguntar qué es lo que determina la vida de sus oyentes, dónde tienen puesto su corazón. Una predicación sobresale no sólo por su profundidad teológica, sino también por su profundidad en la situación. Los oyentes son hijos de la época y constituyen un trozo de la actualidad.

El predicador no puede encerrarse en la sacristía o en el despacho parroquial. Tiene que pisar los espacios donde vive la gente, para conocerla mejor. El conocimiento amistoso, de simpatía y de bondad del predicador con el pueblo es fuente de una mutua interacción. El pueblo debe encontrar en el predicador a un amigo, a un hermano conocido, y con una predisposición confiada y abierta, que propiciará para que ese pueblo reciba a gusto la semilla del Reino. Ahora bien, esto no quiere decir que el predicador sermonee cada domingo sobre las cosas negativas que vio en la semana. Juan XXIII aconsejaba lo siguiente: “estar informado de todo, pasar por algo muchas cosas y corregir poco”. Quien trata con mucha gente necesita una buena dosis de paciencia. Si reacciona inmediatamente con amonestaciones se volverá un crítico y un gruñón. Hay que saber guardar un recto equilibrio entre no dar cabida en la predicación al chismorreo diario y llamar valientemente la atención sobre los desórdenes de la comunidad.

Ayudará mucho al predicador reunirse de vez en cuando y tener un diálogo con los colaboradores más comprometidos de la parroquia y hacerles estas preguntas: ¿qué mueve a la gente? ¿De qué se habla? ¿Qué se cuenta en la comunidad parroquial? ¿Qué tendría que cambiarse? ¿Qué les resulta tan vez desagradable?

Al próximo día veremos los diversos tipos de auditorio u oyentes que tendremos

Roma, 22 de febrero de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1232 hitos

Ofrecemos la habitual columna sobre homilética a cargo del padre Antonio Rivero LC.

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¿Cuáles son los diversos tipos de oyentes que tendremos en nuestra predicaciones?

Debemos adecuar a nuestro auditorio u oyentes tanto el contenido como la forma de la predicación.

Niños

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En el Directorio para las misas con niños que la Santa Sede publicó en 1973 se resaltan estas cosas:

La homilía puede hacerse en forma de diálogo con ellos.

Se recomienda un breve silencio después de la homilía para que los niños vayan aprendiendo el arte de recogerse para orar a Dios.

El predicador tiene que conocer a fondo al niño y su ambiente. Le ayudará tener algunas nociones de psicología infantil. Ayuda explicar los textos de la Sagrada Escritura que son gráficos, que presentan acontecimientos o sucesos, como los milagros o las parábolas, aptos para captar la imaginación infantil. Hay que traducir el Evangelio al lenguaje del niño y a la vida del niño.

Consejos:

Hay que familiarizar al niño con Jesús.

Hay que introducirlos poco a poco a la vida religiosa de la comunidad, explicando los signos y vestimentas litúrgicos, los períodos litúrgicos, los cánticos, las partes de la misa.

Hay que ayudarles a que sigan a Jesús, a que se parezcan a Jesús.

El tono de voz y el rostro del predicador de niños tiene que ser muy cordial, amable y sencillo.

Hay que salpicar las predicaciones de los niños con ejemplos y vida de santos.

Es bueno solamente dejar una sola idea para los niños.

Ser breves.

Jóvenes

Cristo es tu Ideal, tiene algo que decirte y es amigo de los jóvenes. Debemos presentar a Cristo tan atrayente que los jóvenes quieran seguirlo e imitarlo.

Aprovechar el optimismo del joven, su impulso a la acción y la nostalgia de amistad y de comunidad.

El predicador debe demostrar que ama a los jóvenes y los acepta como son: idealistas, inquietos, inseguros, etc. Sólo así se hará joven con los jóvenes y los conquistará para la causa de Cristo. No los debe atacar, sino alentar, estimular y ofrecerles ideales nobles y altos.

Hay que lograr que experimenten confianza en la Iglesia, que siempre quiere su bien y su felicidad.

El tono con los jóvenes debe ser vibrante, convencido, positivo y siempre transparente y veraz. Nunca perdonarán al predicador que les ocultó las exigencias de la vida cristiana. Siempre se recordarán del predicador que les explicó con respeto, pero con sinceridad, la verdad de Cristo y de la Iglesia.

Adultos

De ordinario los adultos buscan una predicación de cierta hondura, para profundizar su fe.

Esto no significa que sea seca y sin vida. Siempre hay que hablarles a todas las facultades del hombre: inteligencia, voluntad y corazón.

Hay que comprometerles a que sean apóstoles en su medio ambiente. Por tanto, las predicaciones deben ser concretas y con aplicaciones para la vida de ellos.

El tono del predicador de adultos tiene que ser seguro, con aplomo, fuerza y siempre motivador y positivo.

Ancianos y enfermos

En muchas iglesias predomina la gente mayor ya enferma, que es de ordinario la de mayor práctica religiosa, pues tienen más tiempo y la tradición de ir a misa. Muchos como la anciana Ana y Simeón del Evangelio, esperan el atardecer de la vida en la casa de Dios.

Los ancianos y enfermos no quieren que se apele a la compasión, pero sí que se les comprenda. No quieren ser tratados infantilmente, como si fueran niños o débiles mentales, sino que desean ser tratados con dignidad y cariño.

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Tanto el tono como el fondo de las homilías tienen que ser suave, amable, esperanzador y siempre cariñoso.

Hacerles ver cómo pueden ayudar a sus nietos con su ejemplo y su fe, y, si están enfermos, que ofrezcan sus dolores por la Iglesia, el Papa, las vocaciones y la humanidad necesitada.

Con religiosas y sacerdotes

Hay que ser profundos, con cierta originalidad al tratar los temas, pues son personas ya cultivadas, no pueden estar escuchando siempre los mismos temas del mismo modo.

Tiene que haber siempre mucha unción por parte del predicador.

Valorarles su entrega al Señor para que crezcan en su amor a Cristo y estén orgullosos de pertenecer a Él.

Les ayudaría mucho sacar a colación los Santos Padres y los documentos de la Iglesia respecto a ese tema que se está tratando.

Tienen que ser homilías y charlas más bien breves, pero enjundiosas, positivas, motivadoras, y con un tono cordial, alegre y bondadoso.

Con los pobres y necesitados

Es el público más receptivo y amable que tenemos como sacerdotes, el más gratificante, y el que más llena nuestro corazón sacerdotal de alegría, simpatía y profundo amor, como le sucedía a Jesús. Ellos nos evangelizan en cada predicación que les ofrecemos. Sus ojos atentos, su sonrisa sincera, su abrazo cariñoso, su familia numerosa que semana tras semana participa de la santa misa… es para nosotros un incentivo para nuestra fidelidad como sacerdotes.

Tenemos que hablarles con mucha sencillez, cariño, aliento y claridad. Basta una verdad sacada de las lecturas bíblicas y explicada más con el corazón que con la razón. Los pobres tienen que sentir que son los consentidos y privilegiados de Cristo y de la Iglesia.

No olvidemos exponer algún ejemplo de la vida de los santos, que sea para ellos un estímulo para sus vidas.

Tienen que irse cada semana con algo, no sólo en el corazón, sino también en las manos, como manifestación caritativa de la comunidad parroquial

São Paulo, 02 de marzo de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1303 hitos

Después de haber analizado los diversos oyentes que tendremos, dediquemos unas líneas a la figura del predicador.

La figura del predicador

Ningún predicador puede predicarse a sí mismo, sino que tiene que dar testimonio de la Palabra de Dios, que se hizo hombre y habitó entre nosotros. La doble tarea del sacerdote según Orígenes será: “Aprender de Dios leyendo las Escrituras divinas y meditándolas muy a menudo y enseñar al pueblo. Pero que enseñe lo que ha aprendido de Dios, no de su propio corazón o en un sentido humano, sino lo que enseña el Espíritu” (In Num hom., 16, 9).

El predicador es servidor de la Palabra para que se realice el gran encuentro no sólo entre él mismo y los oyentes, sino, sobre todo, entre Dios y los oyentes a través de él. La predicación ha de ser un medio para que una comunidad, y cada uno de sus miembros en particular, vaya siendo “oyente de la palabra”. Tiene que hablar de esto afectado personalmente y no distanciando, indicando un camino y no sólo informando. No basta proporcionar frases correctas teológicamente. Entre una teología bien aprendida y una profunda convicción personal existe una gran diferencia.

Características del predicador

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El predicador del mensaje cristiano es un enviado. Le fue encargado este ministerio, como aconteció con los profetas; no es una distinción sino una responsabilidad, de la que no podemos escapar, como quisieron algunos profetas1. Por eso debe ser un fiel administrador (cf 1 Cor 4, 2), porque no anuncia su propio mensaje, sino el de otro. En este caso, el de Dios y de la Iglesia. La misión permanece en nosotros pese a nuestra debilidad.

El predicador del mensaje cristiano es un testigo. Se exige del predicador no sólo la fidelidad externa al contenido del mensaje, sino también la entrega personal a la Palabra. No puede haber una contradicción entre su palabra y su vida. El predicador tiene que ser siempre testigo de su fe personal, si no quiere que su palabra sea al final una palabra vacía, no digna de crédito. El primer testimonio que se requiere del predicador es el de su lealtad absoluta de su humildad ante Dios, de su renuncia a sí mismo para ser portavoz de una verdad que no le pertenece. La predicación es la interpretación y la transmisión de lo oído. Por ello, el testigo dará a sus oyentes parte de lo que para él significa el Mensaje y de su experiencia personal con éste. El predicador transmite el mensaje cristiano no sólo con sus palabras, sino todavía más con sus obras2.

El predicador del mensaje cristiano es un traductor. El mensaje de Dios pronunciado en otro tiempo, en otras circunstancias sociales y culturales, en una situación histórica determinada, y a unos oyentes históricamente distintos…ese mensaje tiene el predicador que traducirlo para el mundo de hoy. Debe traducirlo con toda exactitud, pues en toda traducción existe el peligro de la traición (“traduttore…traditore”) . No se puede retocar el contenido de la fe, sino la forma de transmitirlo. Juan Pablo II nos invitaba a nuevos métodos, nueva expresión, nueva fuerza, nuevo entusiasmo…pero no, a nuevos contenidos.

El predicador del mensaje cristiano es un comentador. El predicador tiene que comentar, explicar, aplicar a las necesidades correspondientes, a la situación histórica del mundo, a los fieles concretos que tiene delante. El predicador es un humilde servidor de la palabra revelada. Nada puede hacer mejor que presentar a los fieles la palabra revelada de la Escritura de un modo que la puedan entender. No usarla como asidero o trampolín para los propios pensamientos e ideologías, o bien como adorno de la elocuencia del predicador.

1 Por ejemplo, Jonás (Jon 1, 2), o Jeremías (Jer 20, 8), o Elías (1 Re 19, 4).

2 San Gregorio Magno dirá: “A cualquier predicador se le oiga en las obras más que en las palabras; y viviendo él deje impresas las huellas para que le sigan; es decir que, más bien obrando que hablando, muestre por dónde se debe caminar” (Regula Pastoralis III, 40).

Brasilia, 08 de marzo de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1133 hitos

Seguimos ofreciendos los artículos del padre Antonio Rivero LC, dirigidos a la formación continuada de los sacerdotes, con una serie de sugerencias sobre las homilías.

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Hablemos ahora de las condiciones esenciales del predicador.

El ser del predicador se compone de dos elementos, uno objetivo y otro subjetivo. Expliquemos ambos.

Primero, el elemento objetivo se basa en la misión. El ministerio de la predicación no se basa en último término ni en la ciencia teológica ni en la comunidad y su aprobación, ni tampoco en la fe personal del predicador ni en su capacidad de predicar. La predicación está fundada primariamente en la misión y vocación por parte de la Iglesia. Pero se basa secundariamente en el carisma del predicador.

Y segundo, el elemento subjetivo: la competencia del predicador. El predicador es un mediador. Entendemos por competencia el conjunto de capacidades que son de desear en aquel que a va a desempeñar hoy el menester de la predicación1.

¿Cuáles son esas capacidades o competencias?

Page 9: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Primero, la competencia jurídica: el uso más antiguo procede del terreno jurídico. En el trasfondo de este concepto está la organización social, el sistema social de reparto del trabajo en el que hay diferentes roles y correspondientes incumbencias a respetar. El predicador sagrado tiene la competencia jurídica, un encargo pastoral, una misión canónica, un nombramiento como representante de la Iglesia.

Segundo, la competencia profesional: competencia significa aquí el conocedor de cierta ciencia o materia o experto o apto en la cosa que se expresa o a la que se refiere el nombre afectado por competente. El predicador sagrado debe tener esta competencia profesional, debe conocer la tradición cristiana y desde una interpretación de la Sagrada Escritura sabe iluminar las situaciones humanas.

Y tercero, la competencia comunicativa: presupone una competencia personal. Significa que el predicador tiene que estar bastante lleno de Dios para darlo al pueblo cristiano. Quien más lleno está de Dios más lo comunicará.

Después de haber visto las condiciones del predicador veamos ahora las dimensiones de la formación homilética en el predicador

Primera, la dimensión intelectual. “El fundamento de la elocuencia –afirma Cicerón- como de cualquier otra cosa, es la sabiduría”. Lo que el orador latino llama sabiduría es lo que en castellano expresamos como sentido común. El estudio proporciona al predicador los conocimientos necesarios y le familiariza con el estado actual de la investigación teológica. Es lo que llamamos competencia profesional: conocimiento de la tradición de la Iglesia, de la Sagrada Escritura, de la teología, del mundo de hoy, etc.

Segunda, la dimensión pastoral. Se trata de adquirir seguridad en los objetivos con las personas que me fueron encomendadas.

Tercera, la dimensión humana. La predicación es predicación a personas. Por tanto, el predicador tiene que prepararse para esta comunicación con las personas. Le ayudará mucho el estar cercano con la gente con sencillez y humildad, y dialogar con ellos con franqueza y respeto.

Y cuarta, la dimensión espiritual. Esta dimensión es la que da hondura a las otras. La dimensión espiritual es tratar de ver todo con los ojos de Dios y dar respuesta desde Dios a todos las situaciones y problemas personales y comunitarios.

1 Santo Tomás recoge en un texto las diferentes imágenes con que la Escritura designa al predicador: “El apóstol denomina con diversos nombres el oficio del predicador, puesto que lo llama, en primer lugar, soldado, pues defiende a la Iglesia contra los enemigos; en segundo lugar, viñador, ya que poda los sarmientos superfluos o dañados; también pastor, pues apacienta a los súbditos con el buen ejemplo; buey, porque en todo debe proceder con gravedad; arador, puesto que tiene que abrir los corazones a la fe y a la penitencia; en sexto lugar, trillador, pues tiene que predicar frecuentemente y con fruto; arquitecto del templo, dado que ha de construir y reparar el edificio de la Iglesia; y, finalmente, ministro del altar, pues ha de enfrascarse en un oficio grato a Dios” (In I ad Cor., c. 9, lect. 1).

São Paulo, 20 de marzo de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1065 hitos

Continuamos la serie mantenida por el padre Antonio Rivero LC. Por razón de los últimos acontecimientos eclesiales, esta columna aparece hoy en lugar del viernes pasado. El próximo, aparecerá la siguiente entrega como acostumbrado.

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Seguimos con la figura del predicador sagrado.

Veamos ahora las actitudes que favorecen la comunicación en el predicador

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Primera, aceptación incondicional del otro. Sólo así se podrá dar la comunicación. Sólo así el oyente no será utilizado como un medio u objeto para alcanzar un fin. Sólo así el oyente escuchará al predicador y le aceptará. Los oyentes no son enemigos del predicador, sino sus hermanos. Así fue Jesús. El predicador no está por encima de nadie. Él es un hermano mayor que trata de explicar con cariño la palabra de Dios y pone a disposición de sus hermanos menores lo que él aprendió. ¿No es esto una auténtica obra de misericordia?

Segunda, comprensión empática. Es decir, “meterse en el pellejo del otro”, para ver el mundo con los ojos del otro. Los oyentes esperan del predicador que no haya nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. Esperan comprensión de “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (Gaudium et Spes 1).

Y tercera, autenticidad. El predicador tiene que aparecer tal como es. Para ser auténtico no basta un precalentamiento en la preparación inmediata de la predicación, sino que se exige una experiencia de la vida sacerdotal. El oyente puede aceptar tanto mejor el mensaje de la predicación cuanto más está el predicador detrás de lo que dice, con autenticidad. No se trata de hablar desde lo que he leído, sino desde lo que he vivido. Nadie da lo que no tiene. El lema del cardenal Newman era: “Cor ad cor loquitur”, es decir, “el corazón habla al corazón”.

El predicador va creciendo en edad, sabiduría y en gracia. Veamos ahora las edades del predicador.

Está el predicador joven. El primer peligro –normal- es la falta de material y, en consecuencia, la palabrería vacía. Otro peligro es la escasa madurez. Las ventajas de la juventud son el fuego, la intensidad y la energía. La entrega se aprende en la juventud. Por eso, urge que el predicador joven prepare a fondo sus predicaciones, con buenos comentarios de Santos Padres o de autores probados en homilética.

Está también el predicador maduro. La madurez preserva de la exaltación juvenil y de la resignación de la vejez. Las ventajas de la edad madura son la madurez creciente y la fuerza tranquila, recogida. La predicación se hace más profunda y más rica por la experiencia que se tiene de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo. El peligro está en la rutina y el estancamiento, que impiden el renovarse en las ideas y en la forma de decirlas.

Y está finalmente el predicador mayor. Con la vejez comienza el peligro del cansancio. Se predica desde el pasado, y no desde el presente. El predicador mayor no debe parecer cansado, sino bondadoso; no senil, sino sabio.

Quiero terminar esta parte del predicador con esto que encontré, titulado “Decálogo del predicador”1:

--No subas al ambón sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo hayas dicho, bájate: no te alargues inútilmente.

--Hazte el guión de lo que vas a decir: en el papel o en la cabeza.

--Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará de tu predicación.

--Cuanto digas, sea provechoso para el oyente. La misión del predicador no es entretener, sino evangelizar.

--La brevedad no es el supremo de los valores: no debemos sacrificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de que “lo bueno y breve es dos veces bueno”.

--Habla con naturalidad: lo teatral puede resultar repelente.

--Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda precisión para que las personas cultas acepten lo que dices.

--Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido de lo que dices: no prediques lo que no vives.

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--Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio usar aparatos malos mientras que el mal se difunde con técnica excelente. La buena tecnología puede y debe ponerse al servicio de la evangelización.

--No pretendas jamás tu éxito personal, sino el bien de las personas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.

1 Para salvarte, padre Jorge Loring, S.I. Cortesía de “Vida sacerdotal” : información para sacerdotes en www.vidasacerdotal.org.

Brasilia, 22 de marzo de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 1053 hitos

Ofrecemos a los lectores la habitual columna sobre Homilética, a cargo de nuestro colaborador el padre Antonio Rivero LC.

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Diversos tipos de predicación

Después de haber visto la figura del predicador, veamos los diversos tipos de predicación sagrada.

Veremos los siguientes tipos de predicación:

--Homilía.

--Charla o discurso explicativo.

--Charla o discurso persuasivo.

--Charla o discurso emotivo.

--Charla o discurso demostrativo.

--Reflexión evangélica delante de Cristo Eucaristía.

--Meditación en un día de retiro espiritual.

--Predicación de ejercicios espirituales.

--Predicaciones circunstanciales: bautismo, casamiento, exequias, fiesta, brindis.

--Tema apologético.

--Panegírico.

--Congreso.

--Radio.

--Televisión.

De entrada, digamos que en toda predicación deberíamos seguir este esquema:

Primero, una introducción o exordio. Es decir, un inicio atractivo, original con alguna anécdota, estadística, un hecho, un acontecimiento, un evento…que capte la atención de los oyentes, y siempre relacionado lógicamente con la idea o tema que será tratado.

Segundo, un desarrollo de ideas. Debemos ofrecer una sola idea, para no provocar una indigestión en los oyentes con muchas ideas inconexas. Idea desarrollado en dos o tres aspectos claros, lógicos y estructurados. Idea expresada con fuerza, convicción, entusiasmo, originalidad, imaginación, viveza. Una imagen o metáfora puede ayudar mucho para explicar esa idea que estamos comentando. Emplear un lenguaje concreto que toque la vida y el corazón de los oyentes. Ser siempre positivo y motivador. Con una cita de un Santo Padre o de un santo de la Iglesia, para dar peso a esa idea.

Page 12: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Y finalmente, una conclusión o peroración, que resume en pocas palabras el discurso y la predicación. Terminemos invocando a la Virgen Santísima para que nos ayude en la vivencia de ese tema tratado.

Y ahora comencemos con los tipos de predicación.

HOMILÍA

Finalidad de la homilía: llevar el mensaje bíblico de la liturgia de ese día para la vida de los oyentes para que toque sus vidas y se conviertan, o mejoren su vida espiritual.

Modo de preparar la homilía:

Se parte de los textos bíblicos de la liturgia, sacando una sola idea para mis oyentes: por ejemplo, la conversión, la esperanza, la alegría, la oración, etc…Pero sólo una sola idea.

Después esa idea se desarrolla en dos o tres aspectos claros, lógicos y estructurados, sacados de los textos bíblicos de esa misa. También es bueno que esa idea esté apoyada en alguna cita de los Santos Padres que comenten esa idea y que dará peso a nuestra homilía. Citar a los Santos Padres es subirse en hombros de gigantes.

Más tarde, tratemos de llevar ese mensaje divino a la vida concreta de los oyentes: vida familiar, laboral, profesional, estudiantil…El citar un hecho de la vida de un santo respecto a esa idea que estoy comentando sería excelente, pues los santos nos incentivan a vivir esas verdades.

Tipos de homilías:

Está, primero, la homilía evangelizadora que despierta e incrementa la fe del oyente. Tenemos también la homilía catequética, que profundiza la fe a la luz de la historia de la salvación en los diversos períodos litúrgicos. Por supuesto que hay homilías proféticas que provocan una respuesta de conversión al plano de Dios desde los textos bíblicos. Está la homilía mistagógicaque explica ese sacramento que se está celebrando (confirmación, bautismo, casamiento, unción de enfermos, orden sacerdotal, etc…) para que lo valoren y lo gusten más y mejor. Y finalmente tenemos la homilía temática: cuando uno lleva varios años en una parroquia, puede aprovechar de lunes a viernes ir llevando homilías temáticos. Eso hice yo en una parroquia de Buenos Aires en la que estuve doce años como vicario parroquial. Después de los primeros cinco años en que daba la homilía sobre la liturgia del día, comencé a hacer homilías temáticas, y me dio mucho resultado. Temas que duraban incluso meses: expliqué el credo, los sacramentos, los mandamientos, la oración, la liturgia, la Virgen, la Misa, el Rosario, las virtudes, los vicios capitales, las obras de misericordia, etc…

Les ofrezco esta esquema de una posible homilía: el tema de la liturgia de hoy es la conversión (un solo tema). (1) La conversión consiste, siguiendo la primera lectura leída, en abandonar nuestros ídolos, infidelidades y pecados (enumerar esos posibles ídolos en nuestra vida). (2) Esa conversión tiene que pasar por la cruz, como nos dice san Pablo en la segunda lectura (concretar esa cruz en nuestra vida). (3) Y finalmente, la conversión traerá unos frutos maravillosos en la vida personal, familiar, laboral, como nos dice el Evangelio (enumerar esos frutos). San Agustín resume este tema de la conversión con esta frase o con este hecho de vida.

Brasilia, 01 de abril de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 811 hitos

Estamos explicando los diversos tipos de predicación sagrada. La semana pasada vimos la homilía. Hoy veremos la predicación o charla explicativa.

PREDICACIÓN O CHARLA EXPLICATIVA

Quiero explicar una verdad de la fe, de la liturgia o de la moral, para que los oyentes la entiendan bien. Aquí el predicador echa mano de la explicación clara, ordenada y estructurada para que la inteligencia del oyente entienda. Se trata de una charla explicativa o discurso explicativo, dirigido sobre todo a la mente de los oyentes para que entiendan ese tema.

Page 13: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Esta predicación tiene su importancia: hoy más que nunca se necesitan discursos explicativos por la ignorancia religiosa que cunde por doquier. No demos por supuesto que las personas saben estas verdades.

También esta predicación exige unas cualidades: Un solo tema. Desarrollado en tres o cuatro aspectos claros, interesantes, estructurados, lógicos y con cierta originalidad en el enfoque.

Propongo este esquema para un discurso explicativo:

Una introducción atrayente: con alguna estadística, un ejemplo, una noticia, un hecho histórico sobre ese tema.

Una proposición escueta que resume en dos líneas lo que se va a desarrollar después.

Un desarrollo del tema estructurado, claro, progresivo y con ejemplos y ritmo oratorio La claridad se logra explicando algunos de estos puntos: importancia del tema, definición, clases o tipos, obstáculos, medios y frutos. Ayuda también aquí sacar a colación un ejemplo, una imagen, una anécdota que haga ese tema agradable y quede grabado en la mente. Usar un lenguaje claro, sencillo y siempre expresivo, nunca monótono.

Y una conclusión breve que resume lo dicho y exhorta a vivirlo.

Ejemplo de un esquema de discurso explicativo sobre el matrimonio que yo ofrecí en Los Ángeles y las personas que me escucharon no olvidaron esta imagen que empleé: Queridas familias, les invito a construir su edificio matrimonial ladrillo a ladrillo. (1) En primer lugar, veamos los cimientos de ese edificio matrimonial: oración, sacramentos, piedad…(2) Los muros de este edificio tienen que ser sólidos para que resistan los vientos y los terremotos de las dificultades: amor, diálogo, comprensión, perdón… (3) Este edificio tiene que contar con unasventanas amplias que dan luz a nuestro matrimonio: sinceridad, transparencia y fidelidad. (4) No olvidar poner una antena parabólica que sepa captar las ondas: vigilancia para que no entren los ladrones. El día de la muerte ustedes están poniendo el último ladrillo…

Otro ejemplo de esquema explicativo más simple sobre el tema de la humildad: (1) Veamos la importancia de la humildad. (2) Definamos la humildad: virtud que se desprende de la templanza y nos pone en nuestro justo lugar. (3) Clases de humildad: falsa humildad y verdadera humildad. (4) Enemigos de la humildad: soberbia, vanidad... (5) Campos para ser humildes: con Dios, con los demás, con nosotros mismos. (7) Medios para alcanzar la humildad: meditar los atributos de Dios, meditar en las propias miserias. (8) Frutos de la humildad en nuestra vida: Dios me bendecirá, los demás me aceptarán más fácilmente y sentiré una gran paz interior. Terminemos con el ejemplo de algún santo que vivió de manera especial la humildad. Esta charla puede ser desarrollada en dos días.

Brasilia, 05 de abril de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 769 hitos

Sigamos explicando los diversos tipos de predicación sagrada. La semana pasada vimos la charla o discurso explicativo. Hoy veremos la predicación o charla persuasiva.

PREDICACIÓN O CHARLA PERSUASIVA

Toda charla o discurso persuasivo está dirigido especialmente a la voluntad de los oyentes para que se decidan a hacer lo que les estoy proponiendo, porque es un bien que les realiza como hombres, como cristianos, como profesionales. Recuerden que la charla o discurso explicativa estaba dirigido sobre todo a la mente. Esta irá dirigida a la voluntad.

Primero, demos las características de este discurso persuasivo:

Un solo tema, en forma persuasiva y convincente: “Deja la droga…Confiésate una vez al mes…Ve a misa todos los domingos…Obedece a tus padres…Estudia con responsabilidad y seriedad…Haz apostolado…Ayuda económicamente a tu parroquia…haz deporte todos los días durante media hora, etc…”.

Page 14: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Debo probar ese tema con dos o tres motivos fuertes y convincentes sacados de la Sagrada Escritura, de la historia, de la experiencia propia o de otras personas. La voluntad sólo se moverá si encuentra los motivos fuertes para hacer o dejar de hacer eso que el predicador le propone.

Debo dar peso y valor a esos motivos con la fuerza del sentimiento, desentrañado algunos de los famosos tópicos del filósofo griego Aristóteles: quién, qué, cuándo, dónde, por qué, para qué, cuántas veces, cómo (quis, quid, quando, ubi, cur, ad quid, quotiens, quomodo). El hombre no es sólo cabeza o voluntad, sino también afectividad y corazón; por eso tenemos que tocar la sensibilidad del oyente para que sienta esa verdad que le estoy proponiendo.

Debo pronunciarlo todo con fuerza persuasiva, variedad de tono de voz, preguntas a los oyentes, ironía fina, momentos de silencio y siempre dando énfasis a los aspectos positivos.

Debo poner ejemplos de santos o de personas ejemplares en ese tema que estoy dando.

Y al final, es siempre recomendable dar una cita de un Santo Padre sobre ese tema, pues citar un Santo Padre es como subirse en hombros de gigantes.

Segundo, demos ahora el esquema de todo discurso persuasivo:

Una introducción atrayente con estadísticas, ejemplos, noticias, hechos históricos, contrastes. Desde aquí hay que lanzar ya algunas objeciones que los oyentes tienen al respecto de ese tema que se tratará, y que después el predicador irá dando respuestas.

Formular un párrafo estructurado y vigoroso (en oratoria se llama “proposición”) , donde uno mi fin con los motivos que probaré y valoraré. Por ejemplo: joven, si estudias con responsabilidad (mi fin) podrás tener un mejor porvenir y conseguirás un óptimo trabajo (primer motivo), madurarás como persona humana (segundo motivo) y ayudarás sin duda a la humanidad con el resultado de tus estudios (tercer motivo), ¿no crees?

Desarrollo de esos tres motivos que formulé en esa párrafo o proposición: motivos que deben ser probados, valorados, y pronunciados con fuerza, vigor, variedad de tonos, énfasis…como ya dijimos anteriormente.

Una conclusión o peroración donde se resume brevemente el discurso. Procurar dejar una frase breve y clave, a manera de consigna.

Tercero, les ofrezco el esquema de un posible discurso persuasivo sobre las drogas a jóvenes. Objetivo: Joven, deja la droga cuanto antes. Motivos: Primero, deja la droga, porque la droga destruye tu organismo físico (dar estadísticas científicas y médicas para probar este primer motivo)….conozco el caso de un joven (prueba de experiencia)…¿Por qué se drogaba, cuándo se drogaba, qué experimentaba….? Segundo, deja la droga porque la droga destruye tu psiquismo…El doctor X tiene un estudio muy interesante al respecto. Tercero, deja la droga porque la droga destruye tu familia. Dios en la Sagrada Escritura nos dice…La beata Madre Teresa de Calcuta tiene este texto maravilloso sobre este tema.

Brasilia, 12 de abril de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 500 hitos

Después de explicar los discursos explicativos y persuasivos, hoy quiero hablarles del discurso emotivo.

PREDICACIÓN O CHARLA EMOTIVA

Toda charla o discurso emotivo está dirigido especialmente a la sensibilidad, afectividad y sentimientos de los oyentes porque quiero hacer sentir esa verdad, para que se emocionen, se sensibilicen y obren en consecuencia. Recuerden que la charla o discurso explicativo estaba dirigido sobre todo a la mente. La charla persuasiva iba dirigida a la voluntad. Esta charla emotiva está orientada principalmente a la sensibilidad. Es una charla muy propicia en determinados momentos del año: Navidad, Semana Santa, bodas, cumpleaños, misas de exequias, discurso después de la graduación del hijo…etc.

Page 15: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Primero, demos las características de este discurso emotivo:

Debo dar como siempre un solo tema, en forma sentida, desarrollado en dos o tres aspectos lógicos y estructurados.

Debo suscitar diversos sentimientos según la circunstancia: gozo o tristeza, temor o confianza, amor o desafección, atracción o aversión.

Debo hacer uso –como también en el persuasivo- de los famosos tópicos del filósofo griego Aristóteles: quién, qué, cuándo, dónde, por qué, para qué, cuántas veces, cómo (quis, quid, quando, ubi, cur, ad quid, quotiens, quomodo).

Debo pronunciarlo con emoción y carga afectiva. Ya decía el poeta Horacio: “Si quieres que yo llore, tienes que llorar tú primero….si vis me flere, dolendum est primum ipsi tibi ”.

Debo evitar palabrería de ternura barata y párrafos patéticos de oratoria pasada de moda. Hoy emociona más un hecho histórico, el ejemplo de alguien bien narrado que no tantas palabras altisonantes y lagrimeos fáciles.

Y al final, es siempre recomendable dar una cita de un Santo Padre sobre ese tema, pues citar un Santo Padre es como subirse en hombros de gigantes.

Segundo, demos ahora el esquema de todo discurso emotivo:

Una introducción sentida y emocionada con estadísticas, ejemplos, noticias, hechos históricos, contrastes. Todo narrado con carga afectiva fuerte.

Formular un párrafo estructurado y cargado de sentimiento (en oratoria se llama “proposición”) , donde enumero el fruto espiritual e interior a conseguir en esa charla.

Desarrollo del tema en dos o tres aspectos valorados, desentrañados y visualizados.

Una conclusión o peroración sentida donde se resume brevemente el discurso.

Tercero, les ofrezco el esquema de un posible discurso emotivo. Tema: el pecado lastima a Dios. Primero, el pecado lastima a Dios que es tu Padre….¡qué tristeza para Dios! Segundo, el pecado lastima a Cristo que es tu amigo íntimo…¡Qué ingratitud por tu parte! Tercero, el pecado lastima al Espíritu Santo que es el dulce Huésped de tu alma, ¡qué descaro! Por eso, aparta de tu vida el pecado para que sientas que Dios está feliz contigo y al mismo tiempo sientas la felicidad y el amor de Dios en tu corazón. San Juan Crisóstomo tiene un texto espléndido sobre este tema. Te voy a narrar el caso de la niña santa María Goretti, mártir de la pureza que prefirió morir antes que ofender a Dios con el pecado.

Brasilia, 22 de abril de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 573 hitos

Hoy nos toca explicar el discurso o charla demostrativa. Ya vimos el discurso explicativo, el discurso persuasivo y el discurso emotivo.

PREDICACIÓN O CHARLA DEMOSTRATIVA

Toda charla o discurso demostrativo está dirigido especialmente a la razón. Recuerden que la charla o discurso explicativo estaba dirigido sobre todo a la mente que quería explicación clara. La charla persuasiva iba dirigida a la voluntad que reclamaba motivos fuertes. La charla emotiva a la sensibilidad para conmoverse. Éste, a la razón.

En todo discurso demostrativo queremos demostrar una verdad para que los oyentes se convenzan, desterrando sus prejuicios teóricos o prácticos. Aquí el predicador echa mano de argumentos y silogismos para que la razón del oyente derrumbe los muros de los prejuicios. Es importante este discurso porque existen prejuicios mentales y afectivos, detrás de los cuales se puede esconder una actitud de vida contraria a Dios y a su santa Ley. Por eso, muchos no quieren cambiar de vida. Ya decía san Agustín que algunos niegan a Dios porque les conviene que no exista para seguir haciendo lo que les da la gana.

Primero, demos las características de este discurso demostrativo:

Page 16: Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Debo dar como siempre un solo tema, en forma razonada, desarrollado en dos o tres aspectos lógicos, estructurados y contundentes.

Debo demostrar todo con fuertes y sólidos argumentos científicos, filosóficos y teológicos que deshagan los prejuicios mentales o afectivos del oyente.

Debo pronunciarlo con grande fuerza argumentativa, agilidad, ironía. De ordinario son personas muy inteligentes las que en ese momento me están escuchando.

Debo dar ejemplos que prueben esa verdad que estoy demostrando.

Y al final, es siempre recomendable dar una cita de un Santo Padre sobre ese tema, pues citar un Santo Padre es como subirse en hombros de gigantes.

Segundo, demos ahora el esquema de todo discurso demostrativo:

Una introducción firme, fuerte, decidida, planteando el problema existencial, filosófico o teológico. Ayuda dar algunas estadísticas o poner un caso concreto.

Proposición clara, enunciando las pruebas que después demostraré con vigor, contundencia y convicción.

Desarrollo del tema con los silogismos científicos, filosóficos y teológicos, bien probados y con ejemplos.

Una conclusión clara y contundente. El oyente tiene que salir con la mente bien clara. Que acepte o no esa verdad que el predicador expuso, es otro cantar, pues el orador no puede obligar a nadie.

Tercero, les ofrezco el esquema de un posible discurso demostrativo.

Tema: Quiero demostrar la existencia de Dios.

Primero, Dios existe, amigo, y la ciencia nos da la razón (traer aquí argumentos científicos que prueban esto).

Segundo, Dios existe, y la filosofía corrobora esta afirmación (explicar las pruebas de la existencia de Dios de los grandes filósofos).

Tercero, Dios existe, así lo prueba también nuestro corazón hecho para Dios, como nos decía san Agustín al inicio de su libro “Confesiones”. Por tanto, Dios siempre existirá, lo creas o no lo creas, pues la existencia de Dios no depende de ti

Brasilia, 26 de abril de 2013 (Zenit.org) Antonio Rivero | 168 hitos

Resumamos un poco los cuatro tipos de charlas o discursos explicados hasta ahora y que de ordinario pronunciaremos durante nuestro ministerio sacerdotal, diaconal o como catequistas.

Primero, el discurso explicativo dirigido a la mente del oyente, donde explicaré ordenadamente las verdades de la fe.

Segundo, el discurso persuasivo dirigido a la voluntad del oyente, donde daré los motivos más fuertes para que se decida a hacer lo que le propongo.

Tercero, el discurso emotivo dirigido a la sensibilidad y emoción, donde trataré de conmover el corazón delante de una verdad.

Y, cuarto, el discurso demostrativo dirigido a la razón, donde daré pruebas filosóficas, teológicas y científicas para demostrar una verdad de fe, de razón o de ciencia.

PREDICACIÓN O CHARLA APOLOGÉTICA

Ahora, daré un paso más en la explicación de los diversos tipos de predicación que haremos. Expliquemos lo que es un tema apologético.

Primero, ¿qué es y cuál es la finalidad de la apologética? La apologética es la parte de la teología que busca explicar lo que creemos y hacemos como católicos y, asimismo, expone los errores para proteger la integridad de la fe.Con ese tema apologético pretendemos defender la

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propia fe delante de muchos incrédulos y agnósticos que niegan o atacan esa verdad bíblica, teológica, moral, filosófica o científica. Pretendemos también defender esa fe a quien nos pida razones de ella. No es sólo mostrar el error de los escépticos y herejes, sino sobre todo traerlos para la luz de Cristo y así se abran a la salvación. No les obligo, simplemente los propongo esta verdad y la defiendo.

Segundo, ¿cuáles son las cualidades al dar un tema apologético?

Los argumentos deben ser sacados de la filosofía, teología, dogma, ciencia y de la experiencia.

Dichos argumentos deben ser expresados con orden y estructura, con fuerza y convicción, agilidad e ironía. Y siempre en diálogo con el oyente que está ahí presente. Tenemos que tenerlo en vilo todo el tiempo.

Pero también expresando todo con mansedumbre y bondad, sin ser rudo, agresivo, furioso e irrespetuoso.

Algunos de los temas más típicos de apologética son éstos: la Iglesia no es santa, las riquezas de la Iglesia, los evangelios son auténticos o no, el celibato de los sacerdotes, la Iglesia católica es la verdadera Iglesia fundada por Cristo, la Iglesia apoya la ciencia, la ideología del género no es moralmente aceptable, mujeres sacerdotes: si o no, todas las religiones son iguales o no, y otros mil temas…

Tercero, he aquí un ejemplo de un esquema de un tema apologético. Tema: quiero defender el celibato de los sacerdotes. Primero, señor X, ¿usted no sabe que el celibato es un don de Dios que da a quien Él quiere…? Y ahora es el momento de explicar este don del celibato con argumentos teológicos, escriturísticos y de la Tradición de la Iglesia. Segundo, Señora X, usted quería que los padres se casasen porque no entendía el celibato, sepa que además de ser un don de Dios es también una opción de ese hombre escogido por Dios que siente ese llamado a ser sacerdote. Nadie obliga al sacerdote a ser célibe. Tercero, usted joven que me preguntó sobre el por qué del celibato, sepa que es muy oportuno vivir así como célibe para que ese sacerdote esté disponible las 24 horas a todos como Cristo que vivió célibe toda su vida; el sacerdote es otro Cristo. Por tanto, es lógico que el padre viva como Cristo. La Iglesia católica nos confirma en estos documentos que el sacerdote católico debe abrazar libremente el carisma del celibato: “Sacerdotalis coelibatus” del Papa Paulo VI…Santo Tomás de Aquino tiene este bella comparación para explicar el carisma del celibato. Dios dará las fuerzas para que esos sacerdotes sean fieles a ese don y misterio del celibato.