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ÁREA TEMÁTICA: Dimensión argumentativa y géneros discursivos EL LUGAR DE LA VERDAD EN UN RELATO POLIFÓNICO Mónica Cecilia Aprile IES en Lenguas Vivas Juan R. Fernández / Argentina [email protected] Introducción Una primera lectura, aproximativa a El perjurio de la nieve (A. Bioy C., 1944) permite di- lucidar inicialmente la presencia de dos clases de elementos que, por su naturaleza, adscriben a dos códigos literarios tradicionales: el policial y el fantástico. Establecida esta diferenciación, nos fue posible detectar claramente la articulación del es- pacio textual en varios planos que presentan dos perspectivas opuestas en torno al mismo acontecimiento central: el develamiento de un enigma de carácter fantástico. Al avanzar en la observación de estos dos códigos iniciales, ya en un segundo momento de la lectura, pudimos advertir una cierta simetría de estructuración basada en la existencia (en ambos casos) de: a) un narrador; b) un investigador; c) un enigma; d) un orden especial de pistas; e) un estilo particular. Frente a esta disposición textual, se abría la posibilidad de considerar que nos hallábamos ante un relato dividido, o articulado sobre oposiciones irreconciliables. Pero un nuevo paso de acercamiento al texto, en un nivel más profundo de lectura, nos permitió acceder a la presencia de una red de elementos convergentes. El perjurio de la nieve es un texto construido sobre la base de la técnica del encuadre na- rrativo (relato dentro del relato) lo cual permite la participación bien definida de dos narrado- res: 1. Alfonso Berger Cárdenas (A.B.C.) cuya enunciación abre y clausura el relato y parece absorber en forma mayoritaria las notas correspondientes al código policial. 2. Juan Luis Villafañe, cuyo manuscrito es insertado por A.B.C.,que será el encargado de instaurar en el texto el código fantástico. De esta manera el código policial actúa imponiendo al lector una primera aproximación al relato desde esta perspectiva que se configura inicial- mente en torno a la repetición de un esquema funcional, básico en este tipo de literatura, que podemos sintetizar de la siguiente manera: Enigma – proceso de desciframiento – develamiento del enigma. Este esquema es reiterado a lo largo del texto concretándose, no sólo en las unidades ma- yores del universo representado, sino instalándose también en otras unidades menores conte- nidas en las primeras. El más representativo y abarcador de estos núcleos está dado a través de

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ÁREA TEMÁTICA:

Dimensión argumentativa y géneros discursivos

EL LUGAR DE LA VERDAD EN UN RELATO POLIFÓNICO

Mónica Cecilia Aprile IES en Lenguas Vivas Juan R. Fernández / Argentina

[email protected]

Introducción

Una primera lectura, aproximativa a El perjurio de la nieve (A. Bioy C., 1944) permite di-

lucidar inicialmente la presencia de dos clases de elementos que, por su naturaleza, adscriben

a dos códigos literarios tradicionales: el policial y el fantástico.

Establecida esta diferenciación, nos fue posible detectar claramente la articulación del es-

pacio textual en varios planos que presentan dos perspectivas opuestas en torno al mismo

acontecimiento central: el develamiento de un enigma de carácter fantástico.

Al avanzar en la observación de estos dos códigos iniciales, ya en un segundo momento de

la lectura, pudimos advertir una cierta simetría de estructuración basada en la existencia (en

ambos casos) de:

a) un narrador;

b) un investigador;

c) un enigma;

d) un orden especial de pistas;

e) un estilo particular.

Frente a esta disposición textual, se abría la posibilidad de considerar que nos hallábamos

ante un relato dividido, o articulado sobre oposiciones irreconciliables.

Pero un nuevo paso de acercamiento al texto, en un nivel más profundo de lectura, nos

permitió acceder a la presencia de una red de elementos convergentes.

El perjurio de la nieve es un texto construido sobre la base de la técnica del encuadre na-

rrativo (relato dentro del relato) lo cual permite la participación bien definida de dos narrado-

res:

1. Alfonso Berger Cárdenas (A.B.C.) cuya enunciación abre y clausura el relato y parece

absorber en forma mayoritaria las notas correspondientes al código policial.

2. Juan Luis Villafañe, cuyo manuscrito es insertado por A.B.C.,que será el encargado de

instaurar en el texto el código fantástico. De esta manera el código policial actúa imponiendo

al lector una primera aproximación al relato desde esta perspectiva que se configura inicial-

mente en torno a la repetición de un esquema funcional, básico en este tipo de literatura, que

podemos sintetizar de la siguiente manera:

Enigma – proceso de desciframiento – develamiento del enigma.

Este esquema es reiterado a lo largo del texto concretándose, no sólo en las unidades ma-

yores del universo representado, sino instalándose también en otras unidades menores conte-

nidas en las primeras. El más representativo y abarcador de estos núcleos está dado a través de

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“la verdadera historia de los sucesos de Gral. Paz”, su descifrador es A.B.C. y el develamiento se realiza al final del relato.

El esquema serial, al entrar en una instancia iterativa, privilegia dentro del texto, las pautas correspondientes al código policial.

El perjurio de la nieve se ubica en la línea tradicional de enigma o novela problema. Lo expuesto acerca de la estructura policial de El perjurio de la nieve puede esquematizarse de la siguiente manera: (Ver cuadro 1.)

Código fantástico

Este segundo código se introduce en el espacio textual a través del manuscrito de J. L. Vi-llafañe, ubicado en el centro del relato.

Desde el comienzo un campo semántico expresivo, configurado en torno a un “vocabulario del horror”, distingue este nuevo discurso del de A.B.C. preciso y racional:

“....experiencia terrible (...) siniestro valor simbólico”

Una aproximación más profunda al proceso serial enigma-descifrador-develamiento, carac-terístico del código policial permitirá ir alejándolo de esta dirección genérica, advirtiéndose en su estructuración nuevas instancias.

Estructuralmente la narración de J.L. Villafañe se puede segmentar en tres grandes secuen-cias. Dentro del texto, este nuevo sistema de significaciones, a diferencia del anterior, no pre-senta las acciones insertadas una dentro de la otra sino ligadas en sucesión causal: cada una provoca el advenimiento de la que le sigue.

El narrador es generoso en indicaciones temporales, lo cual nos permite saber que la acción de esta primera secuencia transcurre exactamente durante tres días. Pero en el interior de este sistema temporal sólidamente construido y delimitado se insertan otros tiempos y otras accio-nes cuyo significado, mucho más rico y profundo, se cierne sobre el primero.

En la tercera secuencia, (DEVELAMIENTO) se revela el enigma. Pero sucede que por la ín-dole de la verdad que se nos revela, el texto nos fuerza a abolir la realidad de las formulacio-nes racionales. (Ver cuadro 2.)

A través de nuestro análisis, se nos ha revelado en primer término una estructuración tex-tual aparentemente dominante donde se actualizan determinadas convenciones que la encua-dran dentro del código policial.

Luego y como agazapada en el interior del relato, surge una segunda dimensión textual que derrota las anteriores expectativas del lector respondiendo a otras convenciones que insertan la prevalencia de un nuevo código literario: el fantástico. Al abordar la última etapa de nues-tro acercamiento a El perjurio de la nieve accedemos a un tercer sistema de significaciones al que hemos atribuido el calificativo de sintetizador respecto de los códigos postulados ante-riormente. Los elementos policiales y fantásticos comienzan a desdibujarse, privilegiando esta nueva estructura significativa que no los anula, sino que los recupera como partes constitu-yentes de un sistema más abarcador. (Ver cuadro 2)

Una complejización visible se opera en todos los niveles del texto. La superposición de distintas versiones de los sucesos narrados y la inserción en forma de “collage” de numerosas opiniones, comentarios y citas de otros textos otorga al espacio textual las características de un laberinto de datos que requiere del lector no ya una común lectura lineal sino una actitud mucho menos pasiva.

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Intertextualidad, texto-laberinto, lectura-desciframiento... estamos ante la representación de una determinada concepción de la escritura literaria que obliga al lector a reflexionar sobre cómo se construye un texto y sobre sus mecanismos de organización.

En última instancia A.B.C. también es un lector que efectúa una lectura-desciframiento del “manuscrito de Villafañe”, es un lector que cumple con los requisitos: reconstruye, interpreta, y... hasta introduce cambios: “me he permitido ingenuos anacronismos y he introducido cam-bios en las atribuciones de personas y de lugares;...” (PN p. 45)

Y es esta concepción de la escritura-lectura la que instaurará más allá del policial y del fan-tástico el verdadero enigma planteado que es el de la producción-lectura y del juego de rela-ciones que recibe su entorno.

El perjurio de la nieve comienza con un epígrafe destinado a recordar un fragmento titula-do “El Rey Secreto del Mundo”. En una primera etapa de acercamiento al texto, el sentido de esa frase se nos presenta como una incógnita por resolver. Pero una vez que hemos avanzado nuestras aproximaciones, en esta etapa, su significado se manifiesta con total claridad: el Rey secreto de este mundo, de este universo textual no puede ser otro que el enunciador que rubri-ca sus dichos con las iniciales A.B.C. De él dependen su gobierno y su organización.

A.B.C. ha puesto en orden el caos, ha ordenado el laberinto de frases, aclarando metódi-camente las claves que permiten desentrañar la verdad.

Los mismo elementos de la historia central han servido para producir textos diferentes; pe-ro A.B.C. los contiene a todos.

Pero así como A.B.C. (en cuanto Alfonso Berger Cárdenas) contiene en su enunciado los de Villafañe y Oribe, es lícito suponer que las iniciales A.B.C. que rubrican el texto, remiten a otro sujeto, más abarcador aún (que engloba a todos los demás) que es quién transforma los enunciados. (Ver cuadro 3.)

Ahora bien, la pregunta que nos haremos a continuación es: ¿qué ocurre con la lectura de El perjurio de la nieve? A medida que se avanza sobre el texto se van entretejiendo diferentes interpretaciones, a partir de su ambigüedad. El perjurio de la nieve es un texto en alguna me-dida laberíntico, cuya experiencia de lectura provoca en los alumnos calificaciones como “compleja” y difícil en cuanto a su comprensión. Con frecuencia y ante el asombro del profe-sor, expresan: “Yo lo que no entendí es: si Lucía murió naturalmente o la mataron”, o pregun-tan: “¿quién fue el asesino?” Manifiestan en general cierta expectación frustrada ya que –expresan a menudo– “ni siquiera se esclarece el autor del crimen”. Lo que pretende la dimen-sión argumentativa es instalar el orden de la verdad en el discurso rubricado por A.B.C. Inten-ta evitar la construcción de un texto virtual con una compresión no regulada de los hechos relatados.

Hablaremos entonces de un texto externo, resultado de la elaboración del autor y de un tex-to interno reelaborado en la mente del lector desde el texto externo, indispensable para que se pueda concretar la comprensión. Ésta es parte de un complejo proceso de colaboración entre quien produce un texto y quien lo reconstruye en su mente como una unidad de sentido que se concreta mediante el proceso mental que realiza el lector-intérprete sobre el texto base. Am-bos deben usar a su tiempo y estratégicamente sus competencias, sus conocimientos previos y sus procesos cognitivos básicos. A través de un proceso de interacción conjunta con el lector que tiene lugar tanto en la activación de conocimientos previos relevantes durante y después de la lectura del texto se asientan las bases para acceder a significados compartidos sobre el texto, intentando coordinar las diferentes hipótesis de compresión. El discurso argumentativo

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tiene especial incidencia en las mediaciones que el anunciador proporciona a los lectores para guiarlos en la formulación de sus diferentes hipótesis de modo de facilitar las condiciones que garanticen la construcción compartida de los significados implicados en el texto narrativo. En este punto de la exposición podemos señalar que el discurso argumentativo pretende en este relato implicar a los lectores en la compresión de la narración. En el proceso de compresión del texto narrativo los lectores elaboran sus hipótesis de comprensión confiriendo un sentido que implica haber accedido a la red que integra las diferentes categorías nucleares. La supues-ta pretensión de la enunciación rubricada por A.B.C., es que el lector reconstruya el texto vir-tual entendido no ya como el resultado de la trama narrativa sino como algo racional del or-den de la verdad. Así los diferentes recursos lingüísticos y discursivos relacionados con la estructura lógico-retórica de la argumentación son utilizados para articular las diferentes hipó-tesis y vincular la construcción del texto virtual con el estatuto de lo verdadero.

Para ello resulta relevante la utilización de los diferentes tipos de conectores (causales, temporales y contrastivos) y modalidades que caracterizan al discurso argumentativo. En otras palabras la dimensión argumentativa intenta orientar la compresión mediante la intervención sobre las operaciones mentales que los lectores mantienen antes, durante y después de la lec-tura. Procedo a mostrar la ejemplificación:

Componente Retórico

Técnicas argumentativas

Argumentos pseudoformales: pretenden convencer presentándose de modo semejante a los razonamientos lógicos o matemáticos: “Como lo habrá notado el lector, en el relato de Villa-fañe se encuentran las indicaciones que imponen en todas sus partes esta conclusión.”

Definición: en su propuestas diferentes del lenguaje natural, pretenden influir en el conjun-to del sistema del pensamiento: “Poseía ese modesto y útil sustituto del conocimiento del griego y del latín que es el conocimiento del francés y del inglés”.

Ridículo: presenta la adhesión a dos hipótesis incompatibles: “Oribe ha plagiado algunas veces, pero a causa de la riqueza de su ingenio.”

Regla de la justicia: “Nada más difícil que lograr la expresión justa: no ser deficiente, no excederse.”

Argumentos basados en el orden de lo real: Tienen particular fuerza argumentativa en este texto, los enlaces de sucesión que unen los fenómenos con sus causas y consecuencias:

Orden temporal: “Pero recapitulemos la historia: por la ventana del hotel en gral.Paz (...) ven a lo lejos un bosque de pinos: una estancia dela que nadie entra ni sale desde hace un año. (..) A la noche sale del hotel; sale también Villafañe. A la mañana siguiente muere Lucía (...) Oribe después va al velorio y se mueve en la casa como si la conociera. Después Vermerehren mata a Oribe.” Pág. 67.

Orden causa efecto: “La realidad (como las grandes ciudades) se ha extendido y se ha ra-mificado. Esto ha influido en el tiempo: el pasado se aleja con inexorable rapidez.”

Medios y fin: “No he callado mi conclusión con el propósito literario o pueril de reservar una sorpresa para las últimas páginas; he querido que el lector siga a Villafañe libre de toda sugestión mía.”

Estructura

Es factible, en este punto, focalizar la mirada en la estructura canónica de los lugares clási-cos de la antigua retórica, así el texto se organiza de la siguiente manera:

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1. Exordio se corresponde con el primer segmento del texto rubricado A.B.C.

A) Captación del auditorio: el sujeto de la enunciación alega justificaciones sobre el posi-ble olvido y confusión de los sucesos. Invoca citas de autoridad y sostiene su discurso con las técnicas descriptas arriba.

B) Presentación del plan del texto: anticipa que reproducirá el relato de Villafañe. Expone que realizó “ingenuos y pequeños cambios”

2. Narratio

Introduce el texto de Villafañe, con subtítulos en caracteres mayúsculos

3. Confirmatio

Exposición de los argumentos, efectúa una recapitulación de los hechos y resalta en ellos los elementos y pistas para argumentar sobre su proposición: “Oribe no entró en su casa, quien entro fue Villafañe”. Ordena y recapitula: “La intervención de Oribe (a) y Villafañe (b) en los hechos quedaría aclarada así...” (a continuación desarrolla [a] y [b] en extensos párra-fos)

4. Epílogo

Apela a los sentimientos e insiste en la justificación y nobleza de su tarea:

“Pero mi último recuerdo será para Carlos Oribe (...) lo imagino repitiendo este involunta-rio dodecasílabo:

¡No todos, no todos se olviden de mi! La suplica del poeta fue escuchada.”

Figuras

Ironía: “Nunca se ocupó del estilo, por eso observaba normas severísimas: Puntualmente suprimía cuanto que fuera necesario a su texto y en trance de evitar repeticiones no había os-curidad que lo arredrara.”

Amplificación y acumulación “la realidad, como las grandes ciudades se a extendido y ra-mificado en los últimos años”, a esta afirmación prosigue una extensa acumulación de prue-bas ocho en total de las cuáles seis provienen de datos de la realidad urbana : “de la extensa Calle Corrientes perduró más alguna de sus casas que su memoria”.

Oxymoron: “Laboriosa inmortalidad” (en referencia al orden impuesto por el danés en su casa).

Paradoja: “Me atendió él mismo y me dijo que no estaba.”

Componentes discursivos

En cuanto a los componentes discursivos, básicamente apuntan a la producción de dialogi-cidad a través de diferentes recursos:

Técnica del reflejo (esto es, atribuciones sobre lo que se presupone que los lectores deben compartir) a través de modalizadores y estructuras impersonales “No deberá asombrarnos” “hoy se reciba como la tortuosa invención de una fantasia desacreditada” “Es verdad que la última frase ambiciona el patetismo, la pompa y el mal gusto de un final” “Como lo habrá notado el lector…; Incorporación de voces y opiniones ...era aseado para hablar como decía uno de sus mejores amigos...” “se dirá: esto es pueril, inofensivo” el relato de Villafañe inclu-ye sus propias referencias a las versions del médico, la policía, el hno de V., los Anales de la Marina danesa y múltiples referencias a las citas hechas por Oribe. La dialogicidad profusa y premeditada articula este género discursivo complejo con la polifonía de la enunciación.

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Esto es:

En efecto, se trata de contrarrestar la polifonía en su parte considerada riesgosa para la di-mensión de lo verdadero, para ello se utiliza la modalidad veredictiva en los enunciados que juzga a los propios como necesariamente verdaderos “no digo que la mía sea la única versión de los hechos sino la única verdadera” “hablar de eminencias grises para calificar a Villafañe es un error porque tergiversa aparentemente los hechos” y con un comienzo de texto cohesio-nado en torno al conector “entonces” que da a los párrafos iniciales la apariencia formal de una estructura canónica de silogismo tradicional. Al tiempo que las recapitulaciones introdu-cidas por “pero” sostienen la interpretación pretendida de los de los hechos, los conectores de tipo contrastivo: “Sin embargo atendiendo hipotéticas susceptibilidades...” “A pesar de los cambios señalados...” “No sugiero, sin embargo, que Villafañe haya inventado esa indefendi-ble calumnia” “A pesar de los cambios señalados la relación que hoy publico es la única que expone con exactitud y que permite comprender una tragedia...”

Por lo tanto es posible afirmar que esta dimensión intenta evitar la construcción de un texto virtual con una comprensión no regulada de los hechos narrados. (Ver cuadro 4.)

De acuerdo con J. Bruner es necesario leer e interpretar de una manera múltiple si quere-mos extraer un significado literario de un texto. De hecho, como genialmente lo propuso Bor-ges en Pierre Menard, hay múltiples y variadas maneras de realizar una lectura, o sea que si preguntáramos al lector sobre el género del relato que está abordando o recreando no solo estamos formulando una pregunta de tipo morfológico sobre el texto real sino además sobre los procesos interpretativos que son liberados en su mente por el texto, ya que éste desenca-dena en él un conflicto de géneros. Cito a Bruner: “Las diferentes maneras de realizar la lectu-ra pueden atacarse mutuamente, constituir un maridaje, burlarse una de la otra en la mente del lector”. Algo en el texto real desencadena una interpretación de género en el lector, interpre-tación que domina luego su propia creación del texto virtual. En cuanto a las dos modalidades de funcionamiento cognitivo, cada una de ellas brinda modos característicos de ordenar la experiencia, de construir la realidad, ambas hacen a la diversidad que encierra el pensamiento. Tienen principios funcionales propios y sus propios criterios de corrección. Difieren funda-mentalmente en sus procedimientos de verificación. Un buen relato y un argumento bien construido son clases naturales diferentes. Los dos pueden usarse como un medio para con-vencer a otro. Empero, aquello de lo que convencen es completamente diferente: los argumen-

Enunciados polifónicos

• Mostrar en el habla la aserción de una pro-posición.

• Encadenar frases sobre esta aserción como se lo haría sobre una proposición considerada una verdad.

Enunciación

• El concepto propio de una consideración po-lifónica del sentido es mostrar cómo el enunciado señala en su enunciación la super-posición de varias voces.

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tos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida. El texto que analizo apela a las dos, tratando de presentar un relato verosímil y una exposición que convenza, sobre una verdad diferente de la que se da en el texto que se entrega a los lectores. El discurso de la na-rrativa debe permitirle al lector construir su propio texto virtual y hay tres características del discurso esenciales en este proceso de compromiso:

La primera es el desencadenamiento de la presuposición, la creación de significados implí-citos en lugar de significados explícitos. Pues con estos, los grados de libertad interpretativa del lector quedan anulados.

La segunda es lo que denomina subjetivización, la descripción de la realidad realizada no a través de un ojo omnisciente que ve una realidad atemporal, sino a través del filtro de la con-ciencia de los diferentes protagonistas de la historia.

La tercera condición es una perspectiva múltiple: se ve al mundo no unívoca sino simultá-neamente a través de un juego de prismas cada uno de los cuales capta una parte de él. Juntos logran subjuntivizar la realidad. El subjuntivo designa un modo cuyas formas se emplean para denotar una acción o estado concebidos (y no realizados) y, por consiguiente, se utiliza para expresar un deseo, una orden, una exhortación, o un suceso contingente, hipotético o futuro. Por ende, estar en el modo subjuntivo es estar intercambiando posibilidades humanas y no certidumbres establecidas. Un acto de habla narrativo “logrado” o “aceptado” produce, por lo tanto, un mundo subjuntivo. No obstante proporcionan los medios para el tipo de conversa-ción indirecta que obliga al lector a “producir el significado”.

A medida que nuestros lectores leen, a medida que empiezan a construir un texto virtual propio, es como si emprendiesen un viaje sin llevar mapas y, no obstante, poseen una cantidad de mapas que podrían dar indicios y, además, saben mucho sobre viajes y sobre la confección de mapas. Las primeras impresiones del terreno nuevo se basan, desde luego, en viajes ante-riores. Con el tiempo, el nuevo viaje adquiere un perfil propio, aunque su forma inicial fuese un préstamo del pasado. El texto virtual llega a ser un relato por mérito propio, y su misma extrañeza es sólo un contraste con el sentido de lo ordinario que tiene el lector. Por último, debe darse al panorama ficcional una “realidad” propia, el paso ontológico. Es entonces cuan-do el lector hace la pregunta decisiva de la interpretación: “¿De qué se trata?” Pero no se re-fiere, desde luego, al texto real- por muy grande que sea su riqueza literaria- sino al texto que el lector ha construido bajo su influencia. Y ése es el motivo por el cual el texto real necesita la subjuntividad que permite que el lector cree un mundo propio.

Bibliografía

BRUNER, J. Realidad mental y mundos posibles. DUCROT, O. El decir y lo dicho. SUAREZ, S. Argumentación y narración. Claves para la reflexión. Departamento de Psicología Evolutiva y de la

Educación, Universidad de Salamanca. TODOROV, T. ´Tipologie du roman policier” en Poetique de la Prose, 1971. TODOROV, T. Introducción a la literatura fantástica, 1974. TODOROV, T. Literatura y significación, 1967. TODOROV, T. Lo verosímil, 1970. BOILEAU-NARCEJAC, La novela policial.

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Cuadro 1

ENIGMA (1)

Verdadera historia de los sucesos de Gral. Paz .

ENIGMA (2): Causa de la muerte de L.V. DEVELAMIENTO (2)Culpabilidad del Destino

ENIGMA (3)Ruptura de un orden DEVELAMIENTO (3)Culpabilidad de Oribe

ENIGMA (4) Asesinato de O.

DESCIFRADOR (4)

Cuerpo Policial

DEVELAMIENTO (4) Culpabilidad de

Vermehren

DESCIFRADOR (1) A.B.C.

DESCIFRADOR (2) Villafañe

DESCIFRADOR (3): Vermehren

DEVELAMIENTO (1) Culpabilidad de

Villafañe

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Cuadro 2

Secuencias del Relato Fantástico

PRESENTA-CIÓN DEL ENIGMA

VIAJE AL SUR

-Encuentro con Ori-be y Villafañe.

-Misterio en torno a la casa del danés.

-Muerte de Lucía.

INDAGACIÓN INVESTIGACIÓN de:

Vermehren

-Velorio de Lucía. -Persecución de Oribe. -Asesinato de Oribe.

Villafañe

-Entrevista con daneses. -Entrevista con el médi-co. -Entrevista con A.B.C. -Entrevista con Vermeh-ren.

DEVELAMIENTO REVELACIÓN DE LA VERDAD: DETENCIÓN DEL TIEMPO

Confesión de Vermehren.

2)

3)

1)

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Cuadro 3

Código Policial ¬ Su narrador. ¬ Su investiga-

dor. ¬ Su enigma. ¬ Su especial

orden de pis-tas.

¬ Su estilo.

Código Fantástico ¬ Su narrador. ¬ Su investiga-

dor. ¬ Su enigma. ¬ Su especial

orden de pis-tas.

¬ Su estilo.

AMBOS CÓDIGOS SE UNEN EN DIVERSOS NIVELES:

¬ Temática del tiempo. ¬ Isotopía Memoria-

Olvido. ¬ Repeticiones como re-

curso. ¬ Intertextualidad como

tema. ¬ Intertextualidad como

procedimiento.

CÓDIGO TEXTUAL (ESCRI-TURA- LECTURA)

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Cuadro 4

.

Mediaciones para operar sobre la comprensión del relato

Procesos argumen-tativos básicos

Ejemplificación

1) Modo de acti-vación de los conocimientos previos

Proceso de capta-ción de los lectores. -Argumentos basa-dos en elementos de la realidad compar-tida

“las 30 caras Bonitas” “la Calle Corrientes” “el Crimen de la Calle Bustamante” “El Sr. Baigorri

2) Tipo de moda-lidad cognitiva representada

Proceso formal agumentativo -recursos discursi-vos asociados con la modalidad lógi-co-paradigmática

“la intervención de Oribe (a) y de Villafañe (b) en los hechos quedaría aclarada así:

a) para hacer ... b) Villafañe salió después”

“Confío en que sea lícita ya que todas sus premisas pueden en-contrarse en este documento”

3) Reformula-ción de los hechos relatados. -Feedback que se proporciona du-rante la com-prensión de lo leído.

“No creo que la única interpre-tación de los hechos sea la mía, creo simplemente que es la úni-ca verdadera” “Como lo habrá notado el lector en el relato de Villafañe se en-cuentran todas las indicaciones que imponen en todas sus partes esta conclusión”

Proceso de refuta-ción. -reformulaciones -Procesos discur-sivos articulados sobre la dimensión dialógica (Recapi-tulaciones, res-puestas en espejo)

LOS CHISTES ÉTNICOS DIMENSIÓN ARGUMENTATIVA

Mirta Susana Barbosa

Universidad Autónoma de Entre Ríos / Argentina [email protected]

Sigmund Freud (1906/1969), interesado por los procesos de liberación de energía psíquica posibilitados por el humor, considera que el chiste es tendencioso o no tendencioso, depen-diendo del hecho de que esté al servicio de una intención determinada o que tenga fin en sí mismo, respectivamente. Los chistes tendenciosos pueden ser hostiles –destinados a la agre-sión, la sátira o la defensa– u obscenos –destinados a mostrarnos una desnudez. Todos ellos precisan tres personas:

además de aquella que lo dice, una segunda a la que se toma por objeto de la agresión hostil y sexual, y una tercera en la que se cumple la intención creadora del placer del chiste. (Freud, op.cit: 86)

El parámetro del número y de la naturaleza de los actantes es retomado por Kerbrat-Orecchioni (1986) para referirse al discurso polémico, quien considera que, al igual que el chiste tendencioso, compromete a tres actantes abstractos, a saber: un locutor polemista, que apunta a desacreditar un centro del blanco, a los ojos de un destinatario, al que L trata de hacer cómplice” (Kerbrat-Orecchioni, op.cit: 203).

Por su parte, Christie David (1996) señala que los chistes conocidos como étnicos son Chistes acerca de pueblos (que) consisten en breves narrativas o acertijos con finales cómicos que impu-tan un determinado rasgo cómico o patrón de comportamiento al blanco del chiste (David, op.cit:1).

El rasgo cómico o patrón de comportamiento es ejemplificado por Davies cuando refiere a la variedad de chistes sobre pueblos en lengua inglesa, en los que pueden encontrarse: “astu-tos escoceses”, “irlandeses borrachos”, “polacos sucios y tontos”, “italianos cobardes”, “ale-manes militaristas”, “australianos toscos”, “negros promiscuos” y hasta “galeses devoradores de queso que luego se tornan descarriados y mojigatos”. En general, el tema central de estos chistes es atribuir una cualidad indeseable a un determinado grupo étnico de manera cómica y hasta cierto punto ridícula.

El blanco del chiste, la complicidad, la cualidad negativa son los tres aspectos básicos de los que podemos partir, en el marco de una teoría polifónica (Ducrot, 1990), para sostener que los chistes étnicos son enunciados cuya orientación argumentativa definen la relación entre locutor y alocutario1, en el sentido de que este último debe aceptar la intención del locutor quien pone en escena a un enunciador, cuyo punto de vista se utiliza como argumento para justificar una conclusión del tipo X Z, donde X corresponde a la identidad étnica y Z , a la cua-lidad indeseable, cómica o ridícula. Raskin y Attardo (1990) denominan target al sintagma constituido por esos dos elementos. Davies (op. cit.) sostiene que no debe confundirse el scritp étnico que es convencional, ficcional y mitológico con el estereotipo. Si bien acepta que en algunos casos puede existir un estereotipo equivalente, afirma que hay muchos scripts étni-cos cómicos para los que no existe el estereotipo “significativo y seriamente sustentado”, agregando que muchos estereotipos étnicos no han dado origen a chistes.

1 Los alocutarios son las personas a las que el locutor declara dirigirse. Se trata, por consiguiente, de una función que el locu-tor confiere a tal o cual persona por la fuerza de su mismo discurso, de modo que el simple conocimiento de las circunstan-cias no basta para determinarlo, su determinación forma parte de la comprensión del discurso. (Ducrot:1984:136)

Mirta Susana Barbosa Los chistes étnicos. Dimensión argumentativa

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Nuestra postura al respecto es que el target, o guión étnico, coincide con el estereotipo, en-tendiendo por estereotipo “una idea convencional (frecuentemente maliciosa y que puede ser harto imprecisa) de cómo parece ser, de cómo es, o de cómo se comporta un X” (Putnam 1975:169). Por su parte, Lakoff considera los estereotipos como “casos de metonimia, donde una subcategoría tiene un estatuto socialmente reconocido que ocupa el lugar de la categoría como un todo, generalmente con el propósito de hacer juicios rápidos acerca de la gente” (La-koff 1987:79). Habida cuenta de que desde el punto de vista cognitivo nos estamos refiriendo a un conjunto de creencias construidas por el individuo sobre la base de esquemas de clasifi-cación, cuya función es la de posibilitar el procesamiento de la información sobre el mundo (“idea convencional”; “juicios rápidos”), distinguimos estereotipo de prejuicio. El prejuicio es el conocimiento simplificado, generalizado que los hablantes tienen sobre un determinado grupo y consiste en una evaluación negativa (Van Dijk, 1999:84). El chiste étnico, en tanto está destinado a la aceptación de un juicio negativo exige, y nos atrevemos a decir, más que cualquier otro tipo de chistes, la existencia de un prejuicio. El estereotipo se expresa en la conclusión de la estructura argumentativa del chiste.

Así en el siguiente chiste: Va un gallego conduciendo por Londres y enciende la radio cuando justo estaban dando las noticias. Es-cucha:-Atención, atención, se le comunica a los automovilistas que hay un loco manejando en sentido contrario al tránsito!. Tengan cuidado. El gallego dice: ¿Cómo que uno? ¡Miles!

El gentilicio gallego evoca un prejuicio “Los gallegos son brutos” que favorece la prosecu-ción del chiste en una dirección determinada, esto es a proveer argumentos que justifiquen la conclusión no explícita que, en este caso, es coincidente con el prejuicio.

Portolés (1987), en el marco de la Teoría de la Argumentación en la Lengua de J.C. Ans-combre y O. Ducrot (1988) refiere a los principios argumentativos o topoi que convocan los gentilicios y aporta el ejemplo de “catalán” asociado a “trabajador”, “bilingüe”, etc. En efecto, para Ducrot :

La palabra antes de designar un concepto, remite a un topoi, o conjunto de topoi, a un principio de eva-luación de las acciones humanas, siendo la enumeración de estos topoi, en una época determinada de una sociedad, la única descripción exacta de lo que la palabra significa en una sociedad, en una época. (Du-crot, 1990)

Si adoptamos este enfoque, podemos sostener que en los chistes étnicos, la selección del grupo étnico convoca un topos cuyo valor argumentativo dependerá de la comunidad en don-de aquéllos se profieran.

Teniendo en cuenta la polifonía, los topoi y el encadenamiento discursivo en orden a arri-bar a una conclusión2, centramos nuestra atención en los chistes sobre argentinos con el propósito de ilustrar las estrategias3 y los recursos lingüísticos utilizados.

Los textos utilizados en nuestra ejemplificación son parte de un corpus de 15 chistes, y fue-ron extraídos de páginas web de habla hispana y seleccionados sobre un total de 150. La elec-ción de la fuente obedece a la forma en la que en el mundo moderno se difunden . Los chistes fueron agrupados en tres series que dan cuenta de distintos estereotipos del argentino. Los estereotipos correspondientes a los chistes de la primera serie son: el argentino es narcisista, el argentino es soberbio, el argentino es fanfarrón, el argentino se hace el vivo. Todos pueden subsumirse en uno: el argentino es narcisista, si tenemos en cuenta que la personalidad narci- 2 Un locutor argumenta “cuando presenta un enunciado o una serie de enunciados E1 [argumentos] en el sentido de hacer admitir otro enunciado(o serie de enunciados) E2 [conclusión]” (Anscombre y Ducrot, 1988:8). 3 Se entiende por estrategia un plan intencional de prácticas discursivas que se adoptan para conseguir un objetivo específico. (Wodak, 2000)

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sista se caracteriza por la preocupación del aspecto físico, obsesión por la crítica de los demás y por la aprobación social, por la necesidad de aplausos y atención y por la creencia exagerada en el propio valor (lo que los psiquiatras llaman “grandiosidad”). Estos rasgos dan lugar a comportamientos tales como mostrarse seguro de sí mismo, ser arrogantes, considerar a los otros menos importantes, conducirse de tal modo que no haya sospechas de debilidad ni de fragilidad, reclamar que las propias necesidades sean satisfechas sin demoras, usar la astucia para ganarse el éxito y la admiración. Los estereotipos de la segunda serie son: el argentino es un delincuente y el argentino es corrupto, subsumidos en el argentino es deshonesto. Final-mente, los correspondientes a la tercera serie son: el argentino es un castigo de Dios, los ar-gentinos no valen nada, el argentino es peor que el negro, el argentino es peor que el judío, los argentinos son peores que los judíos y que los negros.

Veamos el primer ejemplo de la primera serie: Un argentino entra a un quiosco en Madrid. Autosuficiente y seguro, sin siquiera saludar, le dice al que atiende:

–Gallego, dame un paquete de cigarrillos.

–Aquí, a los cigarrillos les llamamos pitillos –dice el quiosquero.

–Está bien, ahora dame una caja de fósforos.

–Aquí a los fósforos les llamamos cerillas.

–Y decíme una cosa –pregunta el argentino–, ¿acá cómo llaman a los boludos?

–A los boludos no los llamamos –replica el quiosquero–, vienen solos por Aerolíneas Argentinas.

Desde el primer enunciado se establece el punto de vista del enunciador quien se constitu-ye en un grupo distinto del representado por el gentilicio. Hemos anticipado que la presencia del gentilicio en los chistes evoca un prejuicio, contenido negativo de la evaluación. Los mo-dificadores locativos “entra a un quiosco” y “en Madrid” proponen un situación en la que el argentino es turista o inmigrante y, desde esta perspectiva, se convoca el topos de el argenti-no, turista o inmigrante en Madrid, no se comporta bien. La aplicación de este topos posibili-ta la asignación de un sentido negativo a los adjetivos “autosuficiente” y “seguro”, a los que se agrega el modificador realizante4 “sin siquiera saludar”, aumentando la fuerza argumenta-tiva del topos.

El diálogo subsiguiente proporciona el argumento de la conclusión ya expresada en la pri-mera parte del chiste. La primera palabra que tiene a su cargo el enunciador argentino corres-ponde al apelativo gallego, con la que se predica un juicio despectivo en tanto es un gentilicio usado por extensión. Al mismo tiempo, el vocativo anticipa un diálogo conflictivo instaurado a partir de las variedades dialectales: español de España/ español de Argentina. El intercambio verbal realiza la estrategia de oposición de grupos que corresponde a ustedes (argentinos) /nosotros (los españoles). La réplica del enunciador español contiene los sobreentendidos5: “ustedes son los boludos” y “a ustedes nadie los llama”. Los rasgos atribuidos al argentino, su autosuficiencia, su seguridad configuran la personalidad del narcisista, pero dichos atributos no le alcanzan para salir triunfante del diálogo.

En algunos casos, la estrategia de oposición de grupos no se desarrolla en forma explícita como en el chiste anterior. Veamos los siguientes ejemplos:

4 Los modificadores explicitan caracteres cuya presencia disminuye o aumenta la aplicabilidad de un predicado, es decir, la fuerza con que se aplican, a propósito de un objeto o de una situación, los topoi que constituyen su significación. Entre ellos denomino “realizantes” (MR) aquellos que aumentan esta fuerza (...) (Ducrot: 1995.) 5 Mientras que lo afirmado es lo que sostengo como hablante, y lo sobrentendido lo que dejo que mi oyente deduzca lo pre-supuesto es lo que presento como si fuera común a los personajes del diálogo. (Ducrot,1984:14.)

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- ¿Qué es la infidelidad para un argentino? Dejar de mirarse en el espejo.

- ¿Cómo comienzan los argentinos sus cartas de amor? “Ya sé que me extrañás.”

- ¿Cuáles son los tres monosílabos que jamás pronuncia un argentino? “No lo sé.” Los tres chistes presentan la misma estructura de pregunta / respuesta, uno de los patrones

básicos de los chistes. Para Attardo y Chabanne (1992), este tipo de estructura puede reducir-se al modelo dialógico de los chistes que presentan la estructura narrativa. Los autores señalan que la pregunta inicial no es una pregunta real porque el locutor no espera una respuesta más allá del silencio del oyente. Entienden que esta estructura es una ficción de diálogo, una repre-sentación, en la que el locutor desempeña dos roles: un locutor ficcional que formula la pre-gunta y el alocutario ficcional que proporciona la respuesta divertida o extravagante para el alocutario real.

Pero, además, las respuestas pueden ser anticipadas6 con las siguientes formas proposicio-nales: La infidelidad para un argentino es x; Los argentinos comienzan sus cartas de amor diciendo x; Los argentinos nunca dicen x, en las cuales x, necesariamente, ha de tener un con-tenido negativo si pensamos en términos de polifonía, esto es, desde la perspectiva de un locu-tor con intención de desacreditar a los argentinos, cuya presencia se indica en el primer enun-ciado por medio de los gentilicios. Cuando decimos “contenido negativo” nos referimos a un contenido que difiere del punto de vista del alocutario coincidente con el del locutor. La opo-sición de grupos no se encuentra explícita, no aparece en superficie ninguna marca de deno-minación del grupo que se identifique con el locutor, tal como ocurría en el primer ejemplo presentado.

Los tres chistes presentan la misma conclusión: el argentino es un narcisista. Dicha conclu-sión no se manifiesta ya que en estos casos no hay encadenamientos del tipo argumento + conclusión, sino un encadenamiento en el que el segundo segmento es una explicitación del primero, constituyendo el enunciado completo el argumento que orienta a la conclusión.

En el caso del chiste de la infidelidad, el locutor convoca el topos extrínseco de quien se mira al espejo es fiel. Anscombre y Ducrot distinguen entre dos tipos de uso de los topoi:

Cuando el topos (o la forma tópica) en juego sea el topos (o la forma tópica) que funda la significación de una unidad léxica, hablaremos de topos intrínseco (...) En cambio, cuando el encadenamiento se hace me-diante otros topoi (o formas tópicas) distintos de los topoi (o formas tópicas) intrínsecos [le llamaremos] topoi extrínsecos (Anscombre y Ducrot: 1988: 249).

En el segundo caso, la presencia de las comillas señala la secuencia directamente referida en la que se introduce la voz del enunciador argentino. Lo relevante en esta construcción es la colocación del pronombre personal de primera persona con un verbo que por su significación no lo admite. Por vía de este recurso, se representa al argentino narcisista.

Para ilustrar la segunda serie, hemos elegido el tópico de la corrupción. Veamos el ejem-plo:

La NASA llama a concurso para candidatos a astronauta para ir al centro del SOL. Se presentan un chino, un alemán y un argentino. El chino presenta antecedentes: ingeniero aeronáutico, aficionado a la cohete-ría, estudioso del sistema solar, y pide 1 millón de dólares. El alemán es licenciado en física, postgrado en mecánica quántica nuclear, aviador profesional y debido a su interés altruista en la ciencia desea ir al Sol a un costo de 2 millones de dólares. Cuando le toca el turno al argentino, este es el diálogo:

–Yo sólo sé hacer avioncitos de papel, pero todo queda solucionado con 3 millones de dólares.

–Pero... dígame una buena razón para que lo elija a usted.

6 Durante una enunciación, un locutor hace algunas indicaciones sobre el camino que escogió, y el receptor intenta recons-truir un itinerario a partir de las indicaciones recibidas. Llamaremos “topoi” estas indicaciones que permiten operar una elección entre los itinerarios (Anscombre, 1995: 38).

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–¡Ay mi dios! ¡Qué lentos que son acá!, un millón para mí, un millón para vos y lo mandamos al chino.

El topos intrínseco que permite llegar a la conclusión de que el candidato argentino es co-rrupto se vincula con el pedido de dinero (+dinero, –antecedentes, –capacidad). De hecho, la comparación con los otros dos candidatos se torna relevante, dado que la pregunta del entre-vistador se realiza sobre la conclusión: el argentino no me conviene porque los otros dos can-didatos son mejores (+barato, +antecedentes). La conclusión del chiste Los argentinos son corruptos no se encuentra explícita.

En la tercera serie, los chistes concluyen en el estereotipo: el argentino no vale nada. A di-ferencia de las anteriores, en las que el narcisismo y la deshonestidad constituían los rasgos asociados, en ésta la propia etnia resulta denostada. La característica principal de estos textos consiste en que en ellos se nombran otros grupos étnicos tradicionalmente discriminados, co-mo son los negros y los judíos. Consignamos a continuación los ejemplos:

Un argentino y un negro son sentenciados a muerte. ¿A quién ejecutan primero? Al argentino, porque primero está el deber y después está el placer.

Va un negro por la calle con un bonete de estos de judíos en la cabeza y lo para un colega de S.O.S. Ra-cismo: - Caballero, usted debe tener muchos problemas en la vida, siendo negro y además judío.- Che, pi-be, aún no sabés lo peor.

En el primer caso, el locutor introduce la situación en la que involucra dos grupos étnicos: un argentino y un negro. La sentencia a muerte invoca el topos: quien es sentenciado a muerte es peligroso, topos que orienta a la conclusión de que el argentino y el negro son peligrosos. La peligrosidad instaura la simetría entre los dos participantes. El segundo enunciado interro-gativo tiene la función de interpelar al interlocutor con el presupuesto de que uno de los dos debe morir primero. En el encadenamiento discursivo la simetría desaparece en tanto uno es más peligroso que el otro, lo que se confirma en el contenido semántico de los sustantivos deber y placer. Las dos conclusiones son: matar a un negro es un placer y matar a un argenti-no es un deber. El pasaje a estas conclusiones se realiza a través de los topos intrínsecos: el deber es una obligación y el placer es una diversión, una opción.

En el segundo caso, es interesante observar que no se nombra a los argentinos por medio de un gentilicio, tal como ha acontecido en los ejemplos anteriores. Se recurre a una metoni-mia: la variedad dialectal por las personas. El personaje que pone en escena el locutor se iden-tifica como argentino por el uso de dos vocativos propios del dialecto: che y pibe. El sentido de la construcción lo peor surge de la puesta en relación con los otros dos grupos étnicos. El punto de vista convocado relaciona negro y judío con muchos problemas en la vida; el adjeti-vo realizante judío aumenta la fuerza argumentativa ya que está precedido por el conector discursivo y además que relaciona ambos adjetivos. Es posible realizar el siguiente razona-miento: negro y además judío= muchos problemas en la vida (topos externo); negro+judío+ argentino= peores problemas. El topos Quien es negro y además de judío es argentino tiene muchos problemas en la vida, nos permite el pasaje a la siguiente conclusión: Ser argentino es peor que ser negro y judío.

El punto de vista adoptado por el locutor en los chistes de esta última serie es, evidente-mente, racista. Su orientación a la aceptación por parte del alocutario configura un grupo dis-criminador del argentino, cohesionado por el rechazo a la identidad étnica y por el valor atri-buido a la etnia que se le contrapone. De esta manera, la estrategia consiste en la oposición de grupos, en términos de polarización Ellos/ Nosotros, en la que ellos ( el exogrupo) se desvalo-riza frente a Nosotros (el endogrupo).

A lo largo de este trabajo hemos tenido la intención de mostrar que los chistes étnicos re-quieren de una mirada diferente de la que han tenido las teorías lingüísticas sobre el humor

Mirta Susana Barbosa Los chistes étnicos. Dimensión argumentativa

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verbal, concentradas en dar cuenta de los mecanismos que elicitan el humor. Tal mirada privi-legia el valor argumentativo sobre el lúdico.

Finalmente, y debido a la naturaleza misma de los estereotipos como esquemas clasificado-res y simplificadores de información sobre el mundo, los chistes étnicos al reproducir y fijar los prejuicios, condicionan y limitan el conocimiento sobre un grupo determinado, al que se suman otros prejuicios provenientes de otras prácticas discursivas, como las frases hechas, las bromas, los chismes.

Estimamos que el análisis realizado puede extenderse a todo tipo de chistes en los que se desacredite a un grupo, porque siempre que se construya un estereotipo, éste se ha de susten-tar en un prejuicio.

Bibliografía

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ECOS DE LIBERTAD LA DIMENSIÓN ARGUMENTATIVA EN NUESTRA AMÉRICA, DE JOSÉ MARTÍ

Osvaldo Beker

Universidad de Buenos Aires / Argentina [email protected]

“...una argumentación está construida siempre para alguien, al contrario de una demostración que es ‘para todo el mundo’. Se trata, entonces, de un proceso dialógico...”

(Jean-Blaise Grize, De la logique à l’argumentation)

“...no hay que discutir con todo el mundo, ni hay que ejercitarse frente a un individuo cualquiera.”

(Aristóteles, Tópicos)

I. Introducción

Cada tanto, muy cada tanto, se puede encontrar algún que otro texto con el que uno en-cuentra una plena identificación. Menos aun serían los instantes en los que se hallan escritos en donde, además de lo anterior, se articulan lo político y lo poético. Pero, indudablemente, muy pocas son las manifestaciones en las que se conjugan todo lo dicho previamente y una fortísima cuota de operaciones y fenómenos que se vinculan con el poder argumentativo. Este es el caso, afirmo, de una crónica del escritor cubano José Martí, Nuestra América, del año 1889, de la semana de la Navidad, publicada por primera vez en el diario argentino La Na-ción. Brevísima crónica pero fructífera en lo relacionado a las estrategias retóricas. Vieja cró-nica pero pasible de ser constantemente aggiornada. Texto universal si es que se considera al adjetivo como aquello que ha de servir para la comprensión para todos los tiempos y todos los espacios.

Nuestra América nació como un discurso oral (pronunciado en una velada: la de la Socie-dad literaria hispanoamericana de Nueva York el 19 de diciembre de 1889) en el que Martí pretendía honrar a los delegados a la Conferencia internacional americana de Washington. El “Señoras y señores” con el que se inicia el discurso ya establece, en principio, la pertinencia genérica. El vocativo es claro: el remitente parece indiscutible. No obstante, a medida que se avanza en la crónica se advierten operaciones sospechosas que muestran que se quiere ir más allá de un sencillo primigenio destinatario.

En pocas palabras, Nuestra América instala la posibilidad, por medio de la prensa escrita, de concientizar a los pueblos: los americanos, en este caso, del continente americano, de todo el continente, de la “patria americana”. América estaba viviendo los últimos años de un siglo diecinueve plagado de luchas por la independencia de España (Cuba no se había desatado aun de ese yugo) o de otros países. Y Martí ve –y pronostica– que la “patria grande” se levantará como un pueblo solo de modo tal que alcanzará la victoria. El uso del futuro, en este metatex-to, no quiere ser casual ya que desea vincularse con el empleo constante de este tiempo verbal en el texto analizado. En efecto, abunda en Nuestra América el futuro, sistema temporal que alterna en ciertas ocasiones con los imperativos.

II. El problema genérico

Osvaldo Beker Ecos de libertad. La dimensión argumentativa en Nuestra América, de José Martí

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Lo que sorprende de la primera lectura de Nuestra América es la problemática vinculada en relación con el rotulamiento genérico. Crónica, poética, discurso oral, carta, prosa, polémica: todo es posible, todos los géneros se hacen presentes: hay rasgos típicos de todos ellos1. Las marcas del discurso oral se advierten desde el principio. El clásico comienzo incluye la insos-layable apóstrofe. Por lo demás, a lo largo de todo el artículo, se da la presencia del nosotros inclusivo, de modo constante:

“A unos nos ha echado aquí la tormenta; a otros, la leyenda; a otros, el comercio; a otros, la determina-ción de escribir, en una tierra que no es libre todavía...”

“¿Cómo podemos pagar a nuestros huéspedes ilustres esta hora de consuelo?”

“Tantas escuelas tenemos como familiares del Santo Oficio tuvimos antes.”

“¡Donde no se olvida, y donde no hay muerte, llevamos a nuestra América como luz y como hostia...” Martí incluye a su auditorio permanentemente. Su “yo” se ve solidarizado en la operación

de inclusión. La empatía, entonces, es evidente. En el texto como discurso oral, con notables e insoslayables ribetes políticos, aparecen también las preguntas retóricas (el carácter netamente dialógico de la interrogación dialógica trabaja como un fuerte enfatizador de la aserción: el destinatario, por su parte, se ve obligado a responder lo que ya estaba respondido implícita-mente):

“Y, ¿cómo no recordar, para gloria de los que han sabido vencer a pesar de ellos, los orígenes confusos y manchados de sangre de nuestra América...?”

“¿Qué importan las luchas entre la ciudad universitaria y los campos feudales? ¿Qué importa el desdén, repleto de guerras, del marqués lacayo al menestral mestizo?”

“¿Quién de nosotros ha de negar...que...hemos sentido...que nuestras ganancias eran mayores y seguras, como que en el vaso seco volvía a nacer la flor?”

El tono para el discurso oral se vuelve altisonante con presencia no solamente de numero-sas preguntas retóricas sino de múltiples exclamaciones, como la del final de todo:

“¡Madre América, allí encontramos hermanos! ¡Madre América, allí tienes hijos!” La crónica fue, por su parte, un género cultivado frecuentemente por Martí y por otros con-

temporáneos (piénsese en el nicaragüense Rubén Darío). Bartolomé Mitre posibilitó que el cubano desarrollara este género a lo largo de una importante cantidad de años en las páginas del tradicional diario argentino. Martí se había vuelto los ojos de América Latina en los Esta-dos Unidos. No solo en la crónica aquí abordada; también en “Fiestas de la estatua de la liber-tad” o en “Un drama terrible” (en la última de ellas, Martí hizo referencia al trágico primero de mayo en el que en Chicago, Illinois, se dio uno de los episodios más sangrientos por las luchas de los trabajadores), el cubano reveló su pasión por convertirse en reportero y cronista.

La prosa contiene a la poesía, además, en Nuestra América. Con solo ver el siguiente pasa-je, se advierte la presencia solapada, en el conjunto del texto, de distintos sintagmas que se corresponderían más con el género que pudiera llegar a presentar alguna composición poética:

“...cien picas y mosquetes van delante, y detrás los dominicos con la cruz blanca...”.

Y no es poesía. Es un fragmento del texto analizado. Otros que presenten una estilística similar:

“¡Donde no se olvida y donde no hay muerte, llevamos a nuestra América como luz y como hostia...”

1 M. M. Bajtin, en Estética de la creación verbal, definió los géneros discursivos como “tipos relativamente estables de enun-ciados” vinculados con distintas prácticas sociales en diversas esferas de la actividad del ser humano. La estabilización se halla en contenidos, recursos propios de la gramática y del léxico de la lengua, el estilo verbal y, fundamentalmente, en la estructura o composición del discurso.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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“Por entre los cimientos desencajados en la estupenda convulsión se pasea, codiciosa y soberbia, la victo-ria...”

“Todo lo vence, y clava cada día su pabellón más alto, nuestra América capaz e infatigable.” Es comprensible, con estas ejemplificaciones, asegurar la existencia de un lazo permanen-

te, en Martí, entre crónica y poesía. Esta característica se correspondería con la condición del artista moderno: la crónica pertenece y circula en el interior de un espacio heterónomo como lo constituye la prensa escrita, mientras que la poesía se considera uno de los modos ligados al arte. Por ello mismo es que se advierte, entonces, una serie de fuertes contaminaciones, una fuerte presencia de la poesía en las crónicas al mismo tiempo que se da una insistencia en las reflexiones. Se conoce el particular efecto retórico de la poesía, con la articulación de versos o significantes cargados de significación, polisémicos.

Entonces son la oralidad, la crónica y la poesía tres ingredientes por los que puede caracte-rizarse fácilmente al texto presente. De allí la dificultad en la categorización. Es por medio de esta hibridez que se plantea la difícil tarea de rotularlo genéricamente. Por otra parte, esta po-sibilidad se conlleva con la ideología martiana: combinar la prensa con la poesía apunta a combinar el mundo del trabajo con el mundo del arte: a su vez, a través del trabajo de la pren-sa, vale destacar la consideración en cuanto a la formación de la conciencia de los países lati-noamericanos, a los que Martí describe como “repúblicas rudimentarias”. Se podría decir que Martí está pensando o que puede haber recuperado la idea de las “repúblicas aéreas” de Bolí-var, preocupado, por una parte, por la fascinación, la seducción de la modernidad de otros centros (conviene recordar que este texto fue leído en Washington) y, por otra parte, por la incapacidad de generar un pensamiento propio. Martí tiene que ver con esta cuestión que más tarde, por supuesto, cobraría otra envergadura, que sería la de la independencia cultural.

III. El problema enunciativo

Hay marcas claras en Nuestra América de quién está hablando, en nombre de quiénes lo hace y a quiénes se está dirigiendo. No obstante, a lo largo del texto, evidentemente la opera-ción se va, poco a poco, confundiendo. En el momento en que se está procurando cristalizar la labor argumentativa, esto es, de llevar a cabo un acto por el que se está queriendo influir, a través de un discurso, de modo tal que un auditorio determinado pueda llegar a adherirse a las palabras de quien en ese momento ostenta el poder de la palabra, hay condiciones que se vuelven insoslayables (psíquicas y sociales). Ese es el objeto de la argumentación. Ch. Pe-relman y L. Olbrechts-Tyteca son claros –y determinantes– a este respecto:

Toda argumentación pretende la adhesión de los individuos y, por tanto, supone la existencia de un con-tacto intelectual.

“A unos nos ha echado aquí la tormenta; a otros, la leyenda; a otros, el comercio; a otros, la determinación de escribir, en una tierra que no es libre todavía”: el nosotros inclusivo es claro. El nosotros inclusivo es la estrategia por la cual se integra al auditorio, al “tú” (“voso-tros”, en este caso) que está escuchando, que es el interlocutor. He aquí la diferencia con el nosotros exclusivo. El nosotros inclusivo tiene dentro suyo la clásica fórmula YO+TÚ, donde se da la idea de incorporación frente a una temática determinada. José Martí, en el texto abor-dado, apela constantemente a esta estrategia: clama solidaridad, brega por la unión de los americanos, frente a la amenaza de un “otro” que mantiene todavía un pie en el continente: España, el otro, el que habrá que combatir:

“Cortés atrae a Moctezuma al palacio que debe a su generosidad o a su prudencia, y en su propio palacio lo pone preso.”

Osvaldo Beker Ecos de libertad. La dimensión argumentativa en Nuestra América, de José Martí

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“...por entre los de Atahualpa y los de Huáscar pasa Pizarro en el Perú...”

“De España nombran el virrey, el regente, el cabildo.”

“El primer criollo que le nace al español, el hijo de la Malinche, fue un rebelde.”

¡De debajo de la capucha de Torquemada sale, ensangrentado y acero en mano, el continente redimido! Prodestinatario, Paradestinatario y Contradestinatario son las tres categorías conceptuales

que acuña Eliseo Verón para todo discurso político. En Nuestra América, la identificación con estos conceptos se hace bastante evidente a partir del mismísimo instante en el que José Martí intenta cobijar dentro de su nosotros inclusivo a todos los americanos, a uno de los “america-no” del presidente James Monroe (al que se relaciona con los habitantes del continente y no solamente al de los Estados Unidos). El ellos, el contradestinatario, son los españoles que aún siguen con sus colonias en el Nuevo Mundo. El paradestinatario es, casi seguramente, el con-cepto más delicado y más interesante ya que se trata de aquellos a quienes hay que convencer de lo que se está diciendo, que no tienen mayores intereses ni están involucrados, en princi-pio, en lo que atañe a la temática en cuestión. Pues bien, son estos los norteamericanos, el modelo del continente, librados hacía ya más de un centenar de años del yugo británico. Son los vecinos del Norte hasta donde Martí se acercó a trabajar durante una buena cantidad de años. Son todos los presentes en aquel auditorio, partícipes de una velada literaria pero que se ven sorprendidos por una instigación, un conminación a la acción inmediata. El paradestinata-rio es entonces siempre lo más sutil en el momento de la determinación discursiva. Aquí Mar-tí hace uso pleno de esta posibilidad en un juego bien particular: Martí escribe crónicas para acercar a los latinoamericanos lo que se está vivenciando en los Estados Unidos pero también, además, para mostrarles a los norteamericanos lo que está sucediendo al sur de aquel país: estrategia peculiar, pionera de cientos de profesionales del periodismo de allí en más.

En Nuestra América, las modalidades de la enunciación se acercan mucho más a la dimen-sión imperativa que a otras (la declarativa o la interrogativa), no en cuanto a la gran cantidad de frases exortativas existentes sino más bien a la descripción tendenciosa que se hace del decurso histórico del continente: abundan, entonces, las frases afirmativas, las aseverativas y son de gran presencia además las preguntas de corte retórico. La apóstrofe a la América es la invocación a los americanos, en un juego metonímico astuto: la invocación a los americanos se lleva delante de manera explícita solamente casi al final del texto:

Enseñemos el alma como es a estos mensajeros ilustres que han venido de nuestros pueblos, para que vean que la tenemos honrada y leal, y que la admiración justa y el estudio útil y sincero de lo ajeno, el es-tudio sin cristales de présbita ni de miope, no nos debilita el amor ardiente, salvador y santo de lo propio; ni por el bien de nuestra persona, si en la conciencia sin paz hay bien, hemos de ser traidores a los que nos manda hacer la naturaleza y la humanidad.

IV. El problema de la organización.

La estructuración del texto analizado permite dar cuenta de que se trata de un modelo ca-nónico para un objeto del discurso vinculado con las prácticas argumentativas. La regulación de este tipo de discurso se ve discriminada a partir de que se postula un modelo particular: dar cuenta del estado de las cosas, notablemente cargado de una tendenciosidad evidente, seguido de una clara apóstrofe a un auditorio de modo tal que se tome parte en la cuestión. No se daría aquí, en este caso, la presencia del discurso entimemático, ese que Marc Angenot caracteriza-ra como el que no incluye dentro suyo lo esencial. En el discurso entimemático lo esencial es lo no dicho (lo “presupuesto”, por oposición a lo que es “expuesto” en forma explícita). Más bien lo que prevalece en Nuestra América está relacionado con la catarata de descripciones históricas de las que se hace mención. El recorrido organizacional es clarividente: en primer

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lugar, una concientización del devenir de los tiempos en América, articulado con innumera-bles referencias que hacen pensar en el rigor en los conocimientos del cronista y con un gran número de estrategias provenientes del ámbito de la poesía; luego, finalmente, haciendo juego simétrico con la introducción, la exhortación al auditorio a tomar parte de los acontecimien-tos.

El uso de ideologemas2 está también comprobado en: Pero por grande que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos los pueda te-ner a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juá-rez. (Las cursivas son mías).

De aquella América enconada y turbia, que brotó con las espinas en la frente y las palabras como lava, sa-liendo, junto con la sangre del pecho, por la mordaza mal rota, hemos venido, a pujo de brazo, a nuestra América de hoy, heroica y trabajadora a la vez, y franca y vigilante, con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro: una América sin suspicacias pueriles, ni confianzas cándidas, que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a las razas todas, porque sabe que es la América de la defensa de Buenos Aires, y de la resistencia del Callao, la América del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya.

Como el título, el significante América (significante porque cobra valor también a partir de su sonoridad en el conjunto del escrito) está antecedido por determinantes y atributos varios: adjetivos posesivos, artículos definidos o artículos indefinidos, lo que personaliza bastante al concepto, acercándolo al receptor y convirtiéndolo de esa manera en un término más com-prensible y entrañable. No se trata de cualquier América: se trata de Nuestra América.

V. El problema adversativo

Hay un fragmento del texto que dice: En la casa hecha por sus manos vivían, señores y siervos de sí propios: y de la fatiga de bregar con la na-turaleza se consolaba el colono valeroso al ver venir, de delantal y cofia, a la anciana del hogar, con la bendición en los ojos, y en la mano la bandeja de los dulces caseros, mientras una hija abría el libro de los himnos y preludiaba otra en el salterio o en el clavicordio. La escuela era de memoria y azotes; pero al ir a ella por la nieve era la escuela mejor. Y cuando, de cara al viento, iban de dos en dos por los caminos, ellos de cuero y escopeta, ellas de bayeta y devocionario, a oír iban al reverendo nuevo, que le negaba al gobernador el poder en las cosas privadas de la religión; iban a elegir sus jueces, o a residenciarios. (Las cursivas en negritas son mías).

Planteo aquí un clásico problema generado por el conector adversativo por excelencia y lo amalgamo con el estilo poético martiano, gracias a una estilística de neto corte oximorónico.

El pero argumentativo, a diferencia por ejemplo del sino (conector que actúa en principio en el terreno de la refutación), une clásicamente, dos actos distintos. Analía Reale y Alejandra Vitale dicen, en relación a los conectores:

A menudo el enfoque logicista de la argumentación ha intentado equiparar conectores lógicos y conecto-res argumentativos, sin embargo el funcionamiento discursivo de estos últimos difiere notablemente de la función de la función que cumplen los conectores en el lenguaje lógico. Mientras que un conector lógico une exclusivamente proposiciones, el conector argumentativo puede unir tanto enunciados y enunciacio-nes o también articular un enunciado con elementos de la situación extralingüística o con elementos que no se manifiestan en forma explícita en el enunciado.

Pues bien, ese pero que inserta Martí en la frase de más arriba representa un salto, enton-ces, a lo esperable desde el terreno de la lógica: “La escuela era de memoria y azotes; pero al

2 Marc Angenot define al “ideologema” como toda máxima cuyo sujeto circunscribe un campo de pertenencia particular (la patria, el valor moral, la democracia). Estos sujetos son seres ideológicos definidos y determinados por el conjunto de máxi-mas que los insertan en un sistema ideológico.

Osvaldo Beker Ecos de libertad. La dimensión argumentativa en Nuestra América, de José Martí

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ir a ella por la nieve era la escuela mejor.” La lengua poco tiene que ver con la lógica: hay algo que es huidizo en la lengua y se hace presente en el instante en el que uno debe toparse frente a la problemática de la semántica, dimensión resbaladiza y compleja. El pero de la frase martiana nada tiene que ver con la adversación, con la polémica, con la contracara, con la contraposición de dos elementos en primera intancia, opuestos, es decir, de naturaleza contra-ria. Los dos elementos en el decir martiano apuntan para el mismo lado, hacia dos esferas de significación negativa (la dificultad que supone la constancia en el uso militar de la memoria y la existencia del castigo en esa institución / la dificultad en el traslado hacia y desde la es-cuela): el pero, entonces, nada tendría que ver si es que se lo ubica como anticipador de una vuelta de tuerca: “...al ir a ella por la nieve era la escuela mejor”, lo que lleva entonces al vue-lo poético, de la creación, de la inserción de una estrategia digna de ser categorizada como oximorónica, para dar cuenta de lo que responde a la conocida sentencia latina: Via victoriae saepe rustica est.

VI. Conclusiones

Nuestra América, texto breve, oral, altisonante, histórico, canónico, presenta, además del contenido de utilidad para la universalidad en lo que se refiere a la libertad de un continente, o más aun, a la libertad, en términos estrictos, y todo lo que ella supone, una gran cantidad de elementos a ser considerados a la hora de establecer un trabajo de índole argumentativa. En primer lugar, ya desde el arranque, la improbabilidad de asegurarle un lugar en una clasifica-ción genérica, cosa que siempre jaquea al receptor de un discurso escrito pero que no por ello le hace restar su valor formal. En segundo lugar, la constante recurrencia de sintagmas que se corresponderían más con la esfera poética que con el horizonte de expectativas que traza el género de la crónica (así todavía hoy se la rotula a Nuestra América en todas las ediciones existentes en múltiples lenguas: se la equivale a otras crónicas de Martí que sí presentan la estructura genérica y los rasgos estilísticos que les corresponden). En tercer lugar, la dimen-sión enunciativa: el yo que se vuelve nosotros; el nosotros que se origina y de manera sempi-terna se muestra como un nosotros del tipo inclusivo; el ellos que se lo equipara con otro al que habría que neutralizar o, al menos, relativizar. Finalmente, la presencia de un claro orden argumentativo, conciencia de efecto, matizado por distintos conectores un tanto tergiversados en cuanto a su prístina funcionalidad, lo que hace aun más comprender la necesariedad de establecer una clara diferenciación entre la lógica y la lengua. Nuestra América, texto favori-to, es caro a la argumentación.

Bibliografía

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BAJTÍN, MIJAIL, Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1992. PERELMAN, CH. Y OLBRECHTS-TYTECA, L., Tratado de la argumentación. La nueva retórica, Madrid, Gredos,

1989. VERÓN, ELISEO, “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”, en VERÓN E. ET. AL., El

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res, Ars, 1995.

OTRAS FORMAS DE PERSUASIÓN LA INTERPRETACIÓN DE TEXTOS BÍBLICOS

María Imelda Blanco

Universidad de Buenos Aires / Argentina [email protected]

Elvira Narvaja de Arnoux Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

El presente trabajo se inscribe en una investigación acerca de las estrategias argumentati-vas empleadas en la predicación cristiana, de la eficacia de los modos propios de convencer y conmover, y de su incidencia en discursos políticos de religiosos y de laicos que recibieron educación religiosa.

Debemos señalar que el Cristianismo hereda, por un lado, las formas retóricas de la tradi-ción judía vinculadas con el culto en la sinagoga, en el cual la lectura de las Escrituras se acompaña de la explicación e interpretación oral. Pero en la medida en que la predicación se extiende a ámbitos cultural, social y religiosamente diversos se plantean nuevos problemas ligados fundamentalmente a esta heterogeneidad del auditorio. Pensamos que una parte im-portante de los aportes de las artes de predicar deriva de este requerimiento inicial, en pala-bras de Jesús: “Haced discípulos míos a todos los pueblos”1.

La necesidad de adecuar el discurso a variados destinatarios lleva, entonces, a que tempranamente la Iglesia se interrogue acerca de los modos de interpretación según los sujetos –histórica, alegórica, moral y espiritual– y de las modalidades y estilos retóricos más adecuados para persuadir2. Respecto de esto último, la tradición de la Retórica clásica se presentaba como el estudio más detenido y sistemático, de allí que se generaran discusiones acerca de su utilización. Así como algunos pensaban que se debía conservar el gesto “espontáneo” de los primeros cristianos que desplegaban el discurso a partir de ejes interpretativos y que atendían a formas de construcción colectivas, otros consideraban que era necesario apropiarse de las estrategias de la oratoria greco-latina aunque adecuándolas a los requerimientos propios de la predicación cristiana. En relación con esto es interesante, por ejemplo, la reflexión respecto de los estilos que se encuentra en Sobre la Doctrina Cristiana de San Agustín3, donde sigue a Cicerón aunque considerando los modelos cristianos y la especificidad del discurso religioso. Reconoce que no se puede relacionar el estilo –elevado, moderado o sencillo– con la mayor o menor importancia o centralidad del tema abordado, como en el discurso forense, ya que la predicación habla siempre de algo fundamental como es el camino para lograr la salvación del alma. Los estilos dependerán, entonces, fundamentalmente de la función que predomine en el discurso: enseñar, deleitar o mover –en su doble aspecto de conmover y movilizar–. Pero como el orador cristiano debe articular las tres funciones, lo conveniente es que alterne hábilmente los tres estilos. Conservará de esta manera la atención del auditorio y alcanzará con la predicación a sus diversos integrantes. El estudio acerca de los niveles de interpretación, de los objetivos de la oratoria cristiana y del estilo derivan, así, de la consideración de la diversidad de destinatarios a los que se debe

1 Mateo 28, 16-20. 2 Ver al respecto: James Murphy, La Retórica en la Edad Media, México, Fondo de Cultura Económica, 1986. 3 Obras de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1987, Tomo XV, edición preparada por f. Balbino Martín.

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dad de destinatarios a los que se debe persuadir y de la necesidad de interpelar, a la vez, a todos y a cada uno.

Por otra parte, debemos recordar que el texto bíblico es un componente esencial del discur-so, no solo como disparador de la actividad interpretativa sino también como ilustración y como prueba. La dificultad reside en que al mismo tiempo que se debe conservar la estabili-dad y distancia del texto sagrado, a lo que ayuda el efecto de extrañeza que generan persona-jes y lugares, debe mostrarse como algo próximo, como un texto que habla de nosotros en nuestro aquí y ahora. La interpretación resulta, así, de la reformulación del texto bíblico en la tensión inevitable entre fidelidad a la fuente y las exigencias de la nueva situación de enuncia-ción. Lo que los manuales de predicación señalan como “actualización” es este necesario an-clar en el presente que admite alcances variados y que autoriza incluso, como en muchas oca-siones se ha podido apreciar, deslizamientos hacia la reflexión política4.

Adecuación a los diversos destinatarios aunque manteniendo la unidad de la grey y refor-mulación actualizadora del texto bíblico sin superar el “umbral de distorsión”5 admitido orien-tan y tensan la predicación cristiana. Ilustraremos estas observaciones generales con algunos aspectos del análisis de la Homilía que pronunció el cardenal Jorge Bergoglio frente a las más altas autoridades políticas del País, en el tedéum que se celebró en la Catedral de Buenos Ai-res el 25 de Mayo de 20026 para analizar las estrategias gracias a las cuales el discurso políti-co se articula con la interpretación del episodio bíblico elegido.

La conformación del auditorio

La ceremonia del tedéum integra la serie de actos tradicionales con los que las autoridades argentinas celebran las fechas patrias. Se trata de un evento religioso católico cuya finalidad es dar gracias a Dios por los acontecimientos históricos rememorados en la celebración patria, en este caso, por la Revolución de Mayo. Habitualmente, el presidente de la Nación concurre a la Catedral Metropolitana para asistir a esta ceremonia que es oficiada por la más alta auto-ridad eclesiástica nacional. Como parte del ritual se lee un pasaje bíblico y se pronuncia una homilía7, es decir, un discurso orientado a la explicación e interpretación de la lectura. Forma parte del horizonte de expectativas8 el hecho de que la homilía aluda tanto a los acontecimien-tos históricos rememorados cuanto a la coyuntura en la que se la pronuncia y que construya un doble auditorio: un auditorio universal9, el pueblo argentino que sigue las celebraciones a través de los medios masivos, y un auditorio particular, las más altas autoridades políticas del País. El orador parte entonces del hecho de que, en esta ocasión, su auditorio comprende tam-

4 Cf. Luis Maldonado, La homilía. Predicación. Liturgia. Comunidad., Ed. Paulinas, 1993 ; AA.VV., El arte de la homilía, Barcelona, Centre de Pastoral Liturgica, 1994. 5 La expresión es de Catherine Fuchs, Paraphrase et énonciation, París, Ophrys, 1994. 6 EL texto completo de esta homilía se encuentra en la página web del Arzobispado de Buenos Aires (http://www.arzbaires.org.ar/Homilias2002.htm). 7 Este género de antigua tradición se revitaliza como práctica a partir del Concilio Vaticano II. Leemos en el artículo 52 de la Constitución "Sacrosanctum Concilium" (sobre la Sagrada Liturgia): “Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma Liturgia, la homilía, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los miste-rios de la fe y las normas de la vida cristiana. Más aún: en las Misas que se celebran los domingos y fiestas de precepto, con asistencia del pueblo, nunca se omita si no es por causa grave”. 8 Empleamos este término de acuerdo con la presentación de Theodor Lewandowski, Diccionario de Lingüística, Madrid, Cátedra, 1995. 9 Tomamos la definición de auditorio universal de Perelman Ch. Y Olbrechts-Tyteca: Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Madrid, Gredos, 1989, pág. 71 a 78.

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bién individuos que no están familiarizados con las lecturas bíblicas ni con las operaciones de exégesis que integran las prácticas religiosas habituales de la Iglesia Católica.

La heterogeneidad del auditorio exige un trabajo más detenido en la preparación de la homilía, labor que se inicia con la selección de la lectura bíblica sobre la cual se va a predicar. Esta tarea implica tanto el recorte del fragmento cuanto la elección de una traducción apro-piada para el auditorio y para la orientación argumentativa que se le quiere imprimir a la homilía. En el caso de la lectura seleccionada por el cardenal Bergoglio para la ceremonia del tedéum debemos observar que no se trata de ninguno de los textos indicados en la agenda bíblica para la fecha de la celebración10. El trozo elegido por el oficiante es un pasaje narrati-vo con diálogo del Evangelio según San Lucas (Lc. 19, 1-10) que refiere la conversión de Zaqueo. El argumento es el siguiente: mientras Jesús atravesaba la ciudad de Jericó, un publicano llamado Zaqueo sintió deseos de verlo pero no podía lograrlo porque la multitud que lo rodeaba no se lo permitía ya que era de baja estatura. Entonces, Zaqueo se trepó a un árbol. Cuando Jesús pasó por el lugar se detuvo e invitó al publicano a descender porque había decidido alojarse con él. El pueblo comenzó a criticar la decisión de Jesús de hospedarse en casa de un pecador, a pesar de ello, Zaqueo proclamó su decisión: compartir la mitad de sus bienes con los pobres y reparar a los que había perjudicado. El episodio se cierra con las palabras de Jesús que anuncian la salvación de Zaqueo.

A la elección deliberada de este pasaje bíblico se suma la opción por una versión más ase-quible para el auditorio previsto11. En efecto, el texto leído es una traducción a una variedad de la lengua castellana próxima a los usos locales, que prefiere una sintaxis simplificada y un vocabulario más específico en comparación con otras que circulan en nuestro país. Además, se intensifican las marcas de la modalidad verbal definiendo con mayor claridad las intencio-nes de los personajes del relato.

Sin embargo, hay rasgos de esta traducción que queremos señalar en particular porque en-tendemos que van a ser explotados en la homilía. Por una parte, y a pesar de la voluntad de elegir una versión más sencilla, lo que presupone que se busca la comprensión del auditorio, se conserva el término sicómoro y no se lo reemplaza por higuera, cuasisinónimo de uso más frecuente en la cultura meta o bien por el término hiperónimo árbol (opción presente en la llamada Biblia Latinoamericana). Este hecho se puede explicar como una voluntad de con-servar una marca de extrañeza que recuerde al auditorio el carácter sagrado del texto bíblico.

Por otra parte, se mantiene el término publicano –frente a una expresión más asequible como cobrador de impuestos– a modo de señalamiento de la distancia cultural e histórica con el episodio narrado. Pero también el hecho de no revelar, para una gran mayoría, la función social de Zaqueo expone cómo el discurso religioso contempla distintos destinatarios, en este caso, los que saben qué es un publicano y los otros que no tienen ese conocimiento. La con-versión de Zaqueo es el relato ejemplar de la retractación del funcionario corrupto. Recorde-mos que los publicanos eran cobradores de impuestos del Imperio Romano sin ser romanos, o sea, eran agentes locales del imperio. Los publicanos eran considerados pecadores por los abusos que cometían en el desempeño de su función pública y eran despreciados por sus compatriotas. Sin embargo, la homilía no va a explicar ni el significado ni los sentidos del

10 La agenda señala para el día 25 de mayo de 2002 las siguientes lecturas: Carta de Santiago 5, 13-21; Salmo 140: 1, 3 y 8; Marcos 10, 13-16. 11 Se trata de la versión El libro del pueblo de Dios. La Biblia. Ediciones Paulinas, 1986. Censor: Pbro Luis H. Rivas, impri-matur: Card. Raúl Francisco Primatesta. Esta traducción es la que se sigue en el nuevo Leccionario del Misal Romano publi-cado por la Conferencia Episcopal Argentina.

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término publicano sino que utilizando un lugar común actual respecto de la corrupción de los políticos argentinos va a plantear una analogía con ellos sutilmente subrayada por la homofo-nía en el español de Buenos Aires entre el nombre del protagonista del relato bíblico –Zaqueo– y la denominación del efecto del robo violento de todo cuanto se halla –saqueo. El delito se convierte así en nombre propio del funcionario público, a la par que nos recuerda el saqueo de los supermercados (en busca de alimentos) que tiene su origen en los delitos come-tidos por los funcionarios. Como vemos, el texto autoriza interpretaciones que no expone: solo accederán a ella los que están en condiciones de hacerlo y para lo cual deberán apelar a competencias de distinto tipo. En este decir y no decir reside la fuerza de un discurso que no debe “exponerse” totalmente para evitar ser blanco de polémicas. Hablar de la situación impe-rial pero no decirlo entusiasma a algunos –los que comprenden la alusión– y no perturba a otros, ya que no está dicho.

Finalmente, debemos señalar que la heterogeneidad de su auditorio orienta otro cambio significativo: el predicador reemplaza en el cuerpo de la homilía el nombre de la ciudad en la que se produce el encuentro entre Zaqueo y Jesús –Jericó– por el de Jerusalén. Creemos que este cambio puede recibir por lo menos dos explicaciones: por una parte, la ciudad de Jerusa-lén es más conocida por la audiencia, en especial por aquella que está menos familiarizada con el texto bíblico. Así, este cambio buscaría facilitar la compresión al simplificar un dato poco relevante para la orientación general dada al discurso comentante. Sin embargo, no po-demos dejar de señalar también que para la audiencia más religiosa el nombre de la ciudad de Jerusalén se asocia fácilmente con la Jerusalén celestial, es decir, con la promesa de la salva-ción eterna. En este caso, el cambio del nombre de la ciudad está marcando otra orientación interpretativa de la homilía, que no excluye la anterior.

En el desarrollo de la homilía la ruptura de isotopía estilística muestra también la voluntad de alcanzar a distintos destinatarios. La presencia de frases que connotan el discurso cotidiano es una de las manifestaciones más evidentes de la alternancia de estilos: “piezas de un table-ro”, “hilos de una telaraña”, “más sangre corra al río”, “orgullo herido”, “regla de oro”, “chi-vo expiatorio”, “sorda guerra”.

La modalidad y el estilo retóricos más efectivos para persuadir

A partir de la lectura, el oficiante desarrolla una homilía exegética, es decir, una forma de predicación pastoral en la que se explica, comenta e interpreta el fragmento bíblico para la edificación de los fieles12. Se trata pues de un género didáctico cuya finalidad es acercar al auditorio a la comprensión de la palabra de Dios para ponerla en práctica. Es por esto que el texto comentado deberá ser leído como un relato ejemplar y que el texto comentante deberá desarrollar una dimensión persuasiva.

La homilía que sigue a la lectura es una reformulación explicativa que despliega un con-junto de estrategias argumentativas para alcanzar la persuasión del auditorio, en términos de la ya clásica definición de Perelman13, “la adhesión de las personas a las tesis presentadas para su asentimiento”, pero que no se vale del encadenamiento de argumentos enlazados a través de conectores lógicos sino que despliega una analogía entre el relato bíblico y la situa-ción actual del País, hecho que le permite transitar el discurso político, regresar al plano reli-

12 Seguimos en esta descripción del género a Raimondo Spiazzi en su Teologia Pastorale, Didattika Kerigmatica e Omileti-ca. Roma, Mariettti, 1965. 13 Perelman y Olbrechts-Tyteca, op. cit.

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gioso y finalmente derivar normas de acción comunes y al mismo tiempo diferentes según los grupos identificados discursivamente.

En primer lugar notamos que la homilía realiza un anclaje en el aquí y el ahora de la enun-ciación: la Argentina del 25 de mayo de 2002. Esto se observa en el cambio del tiempo verbal respecto del texto bíblico: el pretérito de la narración es reemplazado por el presente de la argumentación, y en las marcas pronominales y léxicas, en particular, en el uso del nosotros inclusivo (ejemplos del párrafo 1: “nuestra historia”, “esta sociedad malherida”, “nuestros padres y próceres”, “hermanos nuestros”).

Estas operaciones de anclaje se realizan tanto a través de alusiones y señalamientos claros y directos a la situación actual (por ejemplo, el párrafo siete comienza así: “Hoy como nun-ca…”) como a partir de las referencias a la historia argentina, a los hechos de mayo de 1810 (leemos en el párrafo 11: “como aquel día que hoy rememoramos en que la comuna se consti-tuyó en Cabildo”)

Esta homilía no sigue un plan textual como los que describen y prescriben las artes de la predicación herederas de la tradición retórica clásica, sino que sigue los rasgos propios del género homilía y se organiza a partir de ejes de interpretación cuyas claves las provee el texto fuente. Es por esto que no vamos a seguir un orden lineal en el análisis, sino que vamos a or-ganizar nuestra exposición a partir del desarrollo de cada una de ellas. Las claves de interpre-tación que el texto comentante identifica en el pasaje bíblico son tres: altura, abajamiento y reparación del mal cometido14. Intentaremos mostrar cómo cada una de estas claves se asocia con estrategias discursivas diversas que concurren a la finalidad persuasiva de la homilía.

Altura:

A partir del hecho de que Zaqueo, el publicano del texto comentado, era de baja estatura, el texto comentante se desliza de una isotopía a otra. Reinterpreta, así, la altura en los campos moral, intelectual, político y religioso.

En el segundo párrafo se produce el deslizamiento desde la falta de altura física, pequeño de estatura, a la chatura moral y a la mirada baja, sin esperanza, resignada a sus límites, caren-te de creatividad. En el siguiente párrafo, se atribuye a las culpas el hecho de haber achatado las miradas y a la incapacidad de sentir culpa, la chatura espiritual y ética. En el párrafo cua-tro, contrasta la altura espiritual con la cortedad de miras y en el quinto párrafo se presenta al publicano que se eleva sobre su mediocridad y encuentra la altura donde subirse.

La síntesis de los campos discursivos privilegiados - el religioso y el político – se concreta en una definición de política, presentada en términos polémicos: como si la política –a su vez- no fuera una alta y delicada forma de ejercer la justicia y la caridad. A partir de esta defini-ción, la homilía va a llamar enanos en el espíritu a quienes no renuncian a querer tener toda la razón; a mantener los privilegios; a la vida y la renta fácil, en una clara alusión a la clase política argentina.

Abajamiento:

La segunda clave de interpretación está dada por el término abajarse, verbo que el diccio-nario de la lengua marca como un término rústico pero que en la homilía se emplea para seña-lar que el verbo bajar contenido en la orden que Jesús le da a Zaqueo (párrafo sexto: “Zaqueo

14 Leemos en el segundo párrafo de la homilía que estamos analizando: “En la escena evangélica se nos da la clave en tér-minos de altura y abajamiento; y en el duodécimo: Además del subirse para ver a Jesús y abajarse luego para seguir su invitación hay una tercera clave en el texto evangélico: el dar, el darse reparando el mal cometido”. (Los destacados son nuestros)

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baja pronto”) debe interpretarse en su sentido espiritual, es decir, como una invitación a reali-zar un acto de humildad.

En este caso, el discurso explota los efectos persuasivos del ritmo producto de la repetición léxica y sintáctica, la anáfora y el paralelismo:

Esta es la segunda clave de este pasaje evangélico: Zaqueo responde a un Jesús que lo llama a abajarse. Bajarse de sus autosufuciencias, bajarse del personaje inventado por su riqueza, bajarse de la trampa montada sobre sus pobres complejos. En efecto, ninguna altura espiritual, ningún proyecto de grandes es-peranzas, puede hacerse real si no se construye y se sostiene desde abajo: desde el abajamiento de los propios intereses, desde el abajamiento al trabajo paciente y cotidiano que aniquila toda soberbia.

Reparación del mal cometido:

La tercera clave de interpretación que señala la homilía es la reparación del mal cometido mediante dos acciones: dar y darse, es decir, devolver el dinero mal habido y ponerse al servi-cio de los demás.

Si la primera clave interpretativa permite al auditorio reconocer los enlaces entre el sentido religioso y el sentido político de la homilía y la segunda clave fija mediante la repetición in-sistente cuál es el curso de acción que debe seguirse para lograr la conversión individual y social, espiritual y temporal, la tercera clave va a permitir el despliegue de la analogía entre el deseo imperioso de cambio que siente Zaqueo convertido y los anhelos del pueblo argentino:

Como el Zaqueo convertido, este pueblo, siente el deseo de “dar la mitad” y “devolver el cuádruplo”. Quiere rescatar del fondo de su alma el trabajo y la solidaridad generosa, la lucha igualitaria y la conquis-ta social, la creatividad y la celebración. Sabemos bien que este pueblo podrá aceptar humillaciones, pero no la mentira de ser juzgado culpable por no reconocer la exclusión de veinte millones de hermanos con hambre y con la dignidad pisoteada.

Diluir a Zaqueo en el colectivo amplio “pueblo” permite construir la unidad desde las opo-siciones que el mismo texto establece entre “el que debe dar la mitad” y “los veinte millones de hermanos con hambre y con la dignidad pisoteada”. La unidad se construye gracias a la voluntad solidaria que el texto supone en ese colectivo, resolviendo, así, discursivamente, gracias a la “conversión”, el enfrentamiento de los sectores sociales con intereses contrapues-tos:

Si Zaqueo, antes de dejarse mirar por Jesús, ideaba la forma de que sus deudores se hundieran cada vez más, no podía entonces reclamar supuestas obligaciones éticas ni castigos ejemplares. Una vez convertido debe reconocer su estafa usurera, y devolver lo que robó.

Si bien el discurso religioso propone la salvación posible, el arrepentimiento y la repara-ción, no deja de señalar enérgicamente a lo largo de todo el texto a los “pecadores” y al hacer-lo adopta las modalidades del discurso político, particularmente la descalificación del otro. Ejemplos: “adictos al poder y a las riquezas”, “incapacidad de sentir culpa”, “ambiciosos es-caladores que tras sus diplomas internacionales y su lenguaje técnico”, por lo demás tan fá-cilmente intercambiable, disfrazan sus saberes precarios y su casi inexistente humanidad (párrafo tres); “quienes ya no saben cómo mentir y contradecirse para mantener sus privilegios, su rapacidad y sus cuotas de ganancia mal habidas” (párrafo siete); “entre los propios y los opuestos hay muchos Zaqueos, con distintos títulos y funciones; Zaqueos que intercambian papeles en un escenario de avaricia casi autoritaria, a veces con disfraces legítimos” (párrafo ocho). El discurso político, hacia el que la homilía se desplaza permanentemente también advierte y formula un llamamiento: “cuando el peligro de la disolución nacional está a nuestras puertas, no podemos permitir que nos arrastre la inercia, que nos esterilicen nuestras impotencias o que nos amedrenten las amenazas”. Pero todos los gestos políticos se apoyan en el marco religioso del género. No solo se vuelve al episodio de Zaqueo sino que también nuevas citas bíblicas remiten a pasajes más amplios cuyo

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citas bíblicas remiten a pasajes más amplios cuyo significado se integra a la explicación que está desarrollando el discurso exegético. En el primer párrafo se da una definición que Jesús (“Aquél que es Camino, Verdad y Vida”). En el párrafo segundo se cita el versículo 9 del salmo 34: “gustar y ver qué bueno es el Señor”. Este salmo es un canto de alabanza que reali-zan los pobres y los humildes al Dios que los libera de las angustias y las aflicciones mientras que los ricos quedan pobres y con hambre. En el párrafo ocho se menciona el “el becerro de oro (‘de la estabilidad consumista y viajera de algunos’)” en clara alusión al episodio del An-tiguo Testamento en el cual el pueblo judío se aparta del camino de la salvación pues fabrica un ídolo de oro y lo adora mientras su jefe, Moisés, se encuentra en el Monte Sinaí recibiendo las tablas de la Ley.

Conclusiones

Partimos de que la reformulación explicativa del texto bíblico conlleva necesariamente una dimensión persuasiva de la que se derivan normas de acción. Pero el despliegue discursivo se diferencia claramente de la tradición que privilegia las estrategias de encadenamiento de ar-gumentos a partir de enlaces lógicos, ya que el discurso religioso opera por sucesivos desli-zamientos semánticos y reformulaciones que permiten el paso de una isotopía a otra, funda-mentalmente de la religiosa a la política. Este paso lleva a integrar las modalidades del discur-so político con el riesgo de representar y fijar el enfrentamiento social. Para evitarlo la homi-lía vuelve al texto bíblico e interpela y convoca de manera amplia a todos. La salvación o no dependerá entonces de cada uno.

Mediante este análisis que acabamos de presentar, hemos intentado mostrar la productivi-dad de esta forma de discurso persuasivo que facilita desplazamientos desde el universo del discurso religioso hacia otras esferas. Queda para futuros trabajos el análisis del empleo de estrategias propias del discurso religioso en los discursos políticos.

JUICIO ORAL Y PÚBLICO LA ATRIBUCIÓN

Isolda E. Carranza CONICET / Argentina [email protected]

El objeto de estudio elegido es la argumentación espontánea en un dominio específico y se plantea como problema de investigación identificar formas de argumentación en el discurso natural situado que se produce en el hecho de habla institucional del juicio penal oral. La res-tricción que de esta etapa del trabajo define el alegato final como el género textual a observar y obliga a tener en cuenta las características distintivas de estos textos destinados a persuadir al tribunal, ofrecer una versión congruente de los hechos supuestamente delictivos, y refutar los argumentos defendidos por la contraparte en las etapas anteriores del debate oral. Los da-tos considerados son los alegatos finales de 18 juicios penales de tribunales ordinarios (no federales) recogidos mediante observación etnográfica, grabación y entrevista a algunos de los acusadores y defensores.

El acusador y el defensor tienen en el alegato la oportunidad de confrontar sus versiones contrapuestas de la conducta del imputado. Las versiones sobre los hechos que motivaron el juicio pueden fundarse en las acciones que se seleccionan para constituir un relato sobre el pasado, o en una clasificación los elementos narrativos (v.g. protagonista, víctima, aconteci-mientos pasados, conflicto) que igualmente equivale a una interpretación preferida de la reali-dad. De ahí que la tarea de clasificar como modo de argumentar resulta de interés. Por otro lado, como es sabido, la administración de la justicia consiste, entre otras cosas, en la aplica-ción de las figuras delictivas a casos particulares, y la reflexión sociológica sobre las prácticas de poder ha señalado que las categorías conducen a la objetivación del sujeto y la existencia de tipos de sujeto, lo que a su vez refuerza los efectos de poder (así actúan también en otros dominios como la salud mental y la educación). El foco de este estudio no son las categorías jurídicas, es decir, oficiales en este dominio, sino el empleo de categorías ordinarias o del mundo de la vida, puesto que son éstas las que no han recibido especial atención en el campo de los estudios del discurso del derecho. El punto de partida es la atribución –como operación retórica que consiste en asignar propiedades a entidades discursivas– a fin de observar, prime-ro, cómo ella sirve a la tarea de categorizar y en segundo lugar, a la tarea de establecer analo-gías. La mirada se restringe aquí a los alegatos de la defensa.

Es evidente que el razonamiento depende de concepciones sobre estados de cosas específi-cos, de tal modo que, en el contexto que nos ocupa, un argumento sobre el pasado pone en juego y combina las concepciones del proponente sobre ese hecho particular. Pero además, el razonamiento depende de las nociones generales sobre la naturaleza de las cosas, es decir, las categorías están contenidas en una teoría sobre el mundo. Amsterdam y Bruner (2000) seña-lan que teorías, relatos y normativas como la religión contienen categorías que les son pro-pias. Por tanto, se postula aquí que si identificamos las categorías de lenguaje ordinario que se ponen en juego en el discurso bajo estudio podremos aproximarnos a la teoría (en sentido cognitivo y social) que les da origen.

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En el fragmento reproducido abajo, mediante el empleo de adjetivos y la evaluación coin-cidente (“desgracia”) adjudicada a un testigo, el litigante logra representar el homicidio en cuestión como una acción no intencional realizada en estado de inconsciencia.

1) Acontecimiento. “Para llegar al grado en que llegó en el momento de la culminación de esta historia que el señor fiscal ha llamado acertadamente también lo llamó así un día en los comentarios de pasillo ‘Un hecho absurdo’ dijo. Y yo le dije que era un hecho inexplicable. Absurdo. Inexplicable. Insólito. Imprevisible y hasta diría, por su dinámica, inédito en el mundo del delito. (‘delito’ en timbre muy bajo) […emisiones omitidas …] Ya vamos a ver que hay alguien de la brigada que dice que esto es una desgracia, que es el subcomisario Chávez, y que concientemente esto nunca habría ocurrido.”

Del mismo modo, otro litigante ofrece una visión alternativa muy diferente a la calificación del acontecimiento como homicidio doloso en ocasión de robo. Según esta categorización alternativa, la muerte de la víctima del despojo no había sido siquiera deseada.

2) Acontecimiento. “La hipótesis de esta defensa es que esos sujetos .. que, uno de los cua-les yo creo que no es Agrelo, los vieron a los Cattani ir con la bolsa de la recaudación y dije-ron ‘Se la arrebatamos.’ Y se la arrebataron, esto es un arrebato, un arrebato que terminó en una desgracia mayúscula y en el peor de los delitos.”

Es común encontrar que los defensores cuestionan la categoría, adjudicada al defendido, de “culpable” según se la concibe en el mundo de la vida, por ejemplo, enunciando que uno de sus rasgos distintivos, la huida, no está presente porque el imputado siguió con su rutina coti-diana.

3) Cliente. (Ruptura de la tipificación) “Además González no cambió nunca los hábitos de vida. Siguió yendo al mismo lugar que iba siempre, al videojuego. Ortiz lo dijo acá. ‘Después de la muerte del joven Cipriani, González fue varias veces a mi local de videojuegos.’ […emisiones omitidas …] Ahora yo me pregunto, ¿es la conducta que tomó González de una persona que está sospechada, porque ya la policía a la hora de acaecido el hecho lo empieza a investigar, de quedarse en su casa, sabiendo que puede, si es considerado culpable, y el juez de menor lo condena, tener una gravísima pena? ¿y pasar muchos años en prisión?”

En definitiva, este frecuente movimiento argumentativo consiste en sostener que el defen-dido no actuó prototípicamente como delincuente. Aunque es el reverso de los dos casos ante-riores, también se alude a una categoría compartida con el auditorio. En el campo de las cien-cias cognitivas se ha señalado que se categoriza un objeto ya sea comparando los atributos observados con la lista de componentes de su definición, o asimilando directamente el objeto a un prototipo. Esta segunda vía es la que parece predominar en todos casos de este estudio, como se verá también en lo que sigue.

Otra faceta del empleo de la atribución en los alegatos concierne un uso tradicionalmente denominado falaz, pero sin embargo característico entre los instrumentos retóricos del aboga-do defensor. Al autor de declaraciones que perjudican la posición de la defensa suele atribuír-sele propiedades negativas en lugar de refutar el contenido de su argumento (falacia ad homi-nem), mientras que apelando a la compasión del tribunal se atribuyen propiedades positivas o negativas al imputado (falacia ad misericordiam).

La falacia ad hominem consiste en dirigir un ataque personal. No se vierte sobre el conte-nido, el asunto o la proposición que se pretende refutar sino contra el autor de esa proposi-ción. No involucra la verdad sino que es un intento de persuadir a partir del grado de verdad que se le adjudica al adversario. En general, puede valer como simple confrontación dialéctica ya que el golpe dado a la credibilidad del contendiente, aunque se descarte, deja una marca en

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el auditorio. Los ejemplos que la ilustran provienen de diferentes defensores: (4) se refiere al perito psiquiatra que ha declarado durante el debate y (5) a un joven que se encontraba cerca del lugar de los hechos.

4) Perito de la contraparte. “Yo había advertido cierta precipitación de Aguilar en sus con-clusiones, por eso lo llamé poco dotado, para la función, porque justamente en base a lo que él había dicho, es que se había construido la acusación contra Arce.”

5) Testigo de la contraparte. “Han hecho referencia a Emanuel Zaya. El Tribunal sabe que no tengo los mejores conceptos. No puedo aclarar en el alegato, no es parte del juicio. Pero es un fabulador. Primero porque su declaración no la dijo espontáneamente, instantáneamente. Primero no sabía y después supo de estas cosas. […] Y Emanuel Zaya, a veinte metros dos personas, trotando, escucha que uno le dice al otro “nos salió mal” y el otro le contesta ‘sí, le pegué un tiro’. […] Gritar corriendo. No se puede. […] Entonces, ni gritaron ni los pudo es-cuchar hablar. Un fabulador. Un enfermo.”

El recurso de argumentum ad misericordiam defiende una posición involucrando no el jui-cio sino las emociones de la audiencia, en particular la compasión. Sin embargo, el aspecto emocional puede no ser del todo extraño a la prueba. De hecho, en el final del juicio oral el Presidente del Tribunal otorga la palabra al imputado para que diga aquello que desea, opor-tunidad que normalmente es empleada para declarar el arrepentimiento y pedir clemencia al Tribunal. El ejemplo que ilustra lo expuesto tiene la característica de referirse a virtudes (honestidad, valentía) y adversidades (carrera trunca, accidente) que no están directamente relacionadas con los hechos que motivaron el juicio (una agresión que causó muerte). Estas características y la extensión de este pasaje lo distinguen de la mera consideración de circuns-tancias atenuantes (juventud, falta de antecedentes penales, soporte de familia, etc.) típica de la fundamentación de la solicitud de la pena.

6) Cliente. “García dos meses después, de esa bomba, que él dijo que tenía poder explosivo y lo demostró incluso corriendo un riesgo personal, ofrendando casi su vida como lo dice esa crónica, contra la tesis militar, Arce fue desplazado después de dieciocho años de la Brigada de Explosivos. Donde había descollado como un policía preocupado. especializado. en constante superación. Es decir que no era un improvisado. No era un burócrata. no era un personal rutinario. De la policía. Era un hombre identificado con su tarea, un apasionado con su tarea, como hoy es un apasionado con la cultura, con el intelecto, y con la prepa-ración. Está a cargo de la biblioteca en la Cárcel de Encausados de la Provincia de Córdoba, y tiene a su cargo también la dirección de la publicación de una revista. en la Cárcel de Encau-sados. Vale decir que diez años después de aquellos acontecimientos, García sigue siempre apostando a la mejoría. Personal. Aquella vez, en el orden funcional y ahora, en el orden per-sonal. Como un alimento espiritual. Y también para afrontar las duras condiciones de la incer-tidumbre carcelaria. Bien.

“No consta por qué salió. De la policía. De la Brigada de Explosivos. Pero sí consta que entró en un cuadro de depresión, según lo atestigua dramáticamente el legajo cuando dice ‘Padece un cuadro de depresión’. Tiempo después del traslado. Ya se consideraba un inútil. Un inservible. Había entregado su vida a la Brigada de Explosivos y de pronto, por haber opi-nado en contra de una tendencia represiva muy instalada en aquel entonces, era desalojado de sus funciones. Después pasó sin pena ni gloria como sumariante de la Seccional Décima, y finalmente es pasado a retiro obligatorio, no como un ser antisocial, ni como un ebrio, ni co-mo un alcóholico, ni por tener una conducta desarreglada, sino pasa por los fundamentos del decreto que he traído incorporado como prueba nueva, y sin que eso vaya en mengua de su

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reputación, de su trayectoria y de sus condiciones, porque hay otros que aspiran a tener esa función, él tenía ya más de 15 años de antigüedad y el dato sobresaliente, es que muchas ve-ces pasan a retiro aquellos, que como García, tienen una carpeta médica, de inasistencia de casi un año y medio, dos, derivada de un accidente de motociclista que había tenido justa-mente al salir de una dependencia policial que era la del último destino de él. en las filas policiales. Vale decir que García no fue sacado de las filas policiales por ebrio, ni fue retirado obligatoriamente por ebrio.”

Es necesario tener en cuenta que si bien el destinatario directo del alegato de la defensa es el Tribunal, el blanco indirecto (en la terminología de Levinson 1988) es el cliente y sus fami-liares. Esto da cuenta de la presencia recurrente de la apelación basada en la categorización favorable del imputado en los alegatos tanto de defensores privados como de asesores letrados provistos por el Tribunal. Aun en juicios abreviados (donde la pena ya está acordada por ne-gociación entre las partes), se observa que el litigante se dedica extensamente a caracterizar al defendido como un tipo de persona, tal como ilustra el siguiente fragmento.

7) Cliente. “Mi defendido es una persona que sin duda se ha puesto al margen de la ley por eso que ha sido condenado o va a ser condenado en la presente causa pero no es una persona de aquellas que tengan un desprecio absoluto a la ley y mucho menos de aquellas personas que tengan un desprecio absoluto por la vida de un tercero. Ha sido realmente un chico bue-no a lo largo de sus veinte y pico de año(s), no ha tenido -fíjese que de autos surge que no ha tenido que sufrir medidas corre-correctivas de ningún tipo en su estado de adolescencia o de ( ... ). Mi defendido quizá haciendo una incorrecta equivocada elección en el método resolutivo, plantea la vida, y las circunstancias actuales de la vida en sociedad, ha elegido el camino de lo incorrecto, para proveerse de medios materiales. Pero: sin duda que esta:s cuestiones no son cuestiones de las leyes naturales, no existe la predeterminación natural para que una persona sea pobre, no encuentre trabajo, o no se eduque. E:: m son situaciones que vienen muchas veces, y la mayoría de las veces, decididas por el ámbito social, político y estadual en el que nos movemos. Y mi defendido ha sido expulsado de ese ámbito, Sr. Presidente.”

En diversos paradigmas teóricos se acepta que el éxito de la argumentación es el grado de adhesión del auditorio. Por tanto, los parámetros de juicio y valoración que aplica el auditorio son de importancia capital y en un estudio como el presente de argumentación contextualizada dentro de un área de práctica determinada cabe notar que el litigante asume que el tribunal comparte su concepción de, por ejemplo, “chico bueno” o “persona de bien” como parte de una base de creencias comunes. Más aún, cabe preguntarse a qué teoría sobre el orden social remite tal categoría. En el siguiente caso, minutos después de categorizar favorablemente a su defendido, la asesora letrada elogia a los abogados adversarios y se refiere a los propios testi-gos, varios de ellos familiares del imputado, como constituyendo un tipo social.

8) Cliente. “Voy a hablar primero de las condiciones de mi asistido. Mi asistido, un mu-chacho bueno, humilde, trabajador, aunque a veces no recuerde o no sepa explicar dónde trabajaba. Pero ha quedado probado aquí, en todos los testimonios, en toda la gente que ha pasado por esta silla, que este muchacho ha tenido siempre una conducta intachable. Que es una persona de bien, con una familia bien constituida, donde su madre se ha preocupado permanentemente por su persona, y que ha callado quizás porque haya sido una estrategia defensiva, en fin, por los avatares del proceso. [… emisiones omitidas …]”

Testigos de parte. “Esta defensa ha permitido que las partes, que el señor fiscal de Cámara, que el señor representante de la querella, dos personas a quienes respeto profundamente y también admiro, porque creo que son uno de los mejores fiscales, y uno de los mejores abo-

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gados penalistas de Córdoba, les preguntaran todo lo que necesitaran para saber, para sonsacar de esta gente cuál había que- había sido la verdad de los hechos. Esta gente, si bien no sabían dar detalles, vacilaban, seguía rondando el fantasma del miedo, el miedo quizás a los estrados. El miedo a estar en un ambiente que no es el propio. a esta gente, desgraciadamente, no les ha sido dado el don del verbo.”

Al representar los allegados al imputado como pertenecientes a una categoría única, dife-rente y distante de la de sus colegas y miembros de la institución, la hablante asume que su destinatario directo, el tribunal, comparte su teoría sobre el orden social en la que tales catego-rías existen.

La última faceta del empleo de la atribución que será examinada aquí combina la alusión a categorías con el establecimiento de una relación analógica que pretende ser favorable para la defensa del imputado. En (9) se rechaza la aplicabilidad de una categoría basada en la propie-dad “frecuentar malas compañías”.

9) Analogía. Cliente. Ruptura de la tipificación porque el rasgo no es distintivo. “Porque sino, si fuera por las malas juntas, todos estaríamos sospechados. Porque yo … tengo colegas y gente de la política. a la cual también me dedico (timbre más bajo, tempo rápido) que han estado presos y sospechados. El abogado querellante también. Y hasta algunos de los funcio-narios del Magistrado. Porque el doctor Serra que ha sido condenado por la Justicia fue miembro del Tribunal Superior de Justicia y algunos han sido funcionarios o empleados de ¡él! Si es por las malas amistades, estaríamos todos sospechados entonces.”

El fragmento (10), abajo, fue producido por la misma hablante de (8). A pesar de las emi-siones iniciales que indican razones para que un día particular fuera memorable, la abogada comienza a emplear una categoría para los participantes expertos del juicio, y construye luego dos analogías con su experiencia personal para exonerar a los testigos de parte de tener que recordar con precisión.

10) Analogía. Testigos de parte. “Y el crimen que había sucedido en el barrio hizo que mu-cha gente recordara cosas que uno habitualmente, uno no tiene en cuenta. Ni siquiera noso-tros, que por designio de Dios o no sé por qué, pertenecemos a un segmento social, y de algu-na manera somos privilegiados, no podemos recor- yo no recuerdo qué comí antes de anoche, y para mí antes de anoche fue una noche muy importante, porque falleció una persona amiga muy querida y tuve que ir al velatorio. Entonces antes de anoche es una noche que yo tendría que acordarme según las preguntas que se hicieron a estos testigos qué hice, no sé ni qué co-mí. No sé a qué hora fui al velatorio. Lo que sí sé es que trasnoché por el velatorio. y después tuve que venir acá. Entonces si a nosotros que somos personas que supuestamente tenemos … estudios, tenemos un lenguaje- supuestamente técnico, se nos pasan esos detalles, en momen-tos importantes para la vida de uno, como son las pérdidas o a lo mejor las adquisiciones.

“Tampoco me acuerdo, si vamos- y no los quiero cansar. qué fue- cómo fue el almuerzo del día en que juré como asesora letrada, que hace meses que soy asesora letrada, si bien mi trayectoria en tribunales data de largo.

“Entonces por qué se tenían que acordar los Acosta quién fue el que precisamente se subió al árbol, si normalmente lo hacen entre los tres. por qué tenían los dos que coincidir.”

Aunque no sea necesario destacar la debilidad de los argumentos del ejemplo, es pertinente notar que, junto con el argumento ad hominem y el argumento ad misericordiam, el razona-miento analógico que observamos es parte de la batería de recursos argumentativos de todos los defensores sujetos de este estudio y por lo tanto, se emplean en la práctica cotidiana de la administración de justicia. En los manuales de la profesión, el razonamiento de jueces y abo-

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gados se denomina, sin distinguir entre ellos, razonamiento forense y se caracteriza como “primordialmente –y no totalmente– deductivo” (Ghirardi 1998) puesto que, una vez que una norma se toma como premisa universal y la calificación de un caso concreto se establece co-mo premisa menor, ellas conducen a una conclusión necesaria. Sin embargo, el análisis empí-rico del género alegato final de defensores en el juicio penal oral proporciona indicadores que contradicen la primacía del razonamiento deductivo en el nivel local del discurso jurídico efectivamente producido. Esto sugiere la necesidad, de aquí en más, de contrastar la propor-ción existente entre la ocurrencia de diversos esquemas argumentativos y de comparar el uso que de ellos hacen defensores y fiscales.

Del mismo modo, parte del componente discursivo de la práctica jurídica es la puesta en juego de categorías sociales existentes más allá de la institución, en la sociedad en la que se imparte justicia.

La autonomía de la ley como norma aplicada independientemente de los intereses sociales particulares enfrentados no cancela el hecho de que “el derecho siempre ha sido dependiente de las estructuras sociales con las que tiene que tratar” (Teubner 1984 citado en Morales de Setién Rabian, 2000). De hecho, en la administración de justicia, como hemos visto, se expre-san contenidos directamente relacionados con la identidad individual, grupal e institucional. Por tanto, esta aproximación a la práctica jurídica desde la argumentación oral, más que ofre-cer conclusiones, abre vías de reflexión sobre los modos de reproducción de la institución y del orden social.

Bibliografía

AMSTERDAM, ANTHONY Y JEROME BRUNER. 2000. Minding the Law. Cambridge: Harvard University Press. GHIRARDI, OLSEN A. 1998. El razonamiento forense. Córdoba: Ediciones del Copista. LEVINSON, STEPHEN. 1988. “Putting Linguistics on a Proper footing: Explorations in Goffman’s Concepts of

Participation” En PAUL DREW Y ANTHONY WOOTTON (comps.), Erving Goffman: Exploring the Inter-action Order. Boston: Northeastern University Press.

MORALES DE SETIÉN RAVINA. 2000. “La racionalidad jurídica en crisis” En Pierre Bourdieu y Gunther Teubner, La fuerza del derecho. Bogotá: Ediciones Uniandes.

EL DISCURSO PEDAGÓGICO DE LAS CIENCIAS SOCIALES

UNA MIRADA COMPARATIVA

Guillermina Castro Fox Universidad Nacional del Sur / Argentina

[email protected]

Este trabajo se inscribe en la línea de la lingüística sistémico funcional, más precisamente entre aquellos estudios orientados al discurso pedagógico en el campo de las ciencias sociales (Halliday y Martin,1993 ; Christie y Martin, 1997), y se vale de las herramientas propuestas desde la lingüística crítica para el análisis de los procesos ideológicos implicados en el discur-so (Fairclough, 1989).

Partimos de la noción de discurso como práctica social realizada a través de metafunciones que integran valores experienciales (función ideacional), relacionales y expresivos (función interpersonal) en la construcción de la experiencia y de las relaciones de distinta índole entre hablante y oyente o autor y lector (cfr. Halliday, 1994). Así, "el discurso es un campo a la vez de procesos ideológicos y de procesos lingüísticos (...) El análisis nos da una visión de las determinaciones ideológicas del discurso, y muestra su compromiso en los procesos ideológi-cos y de los estadios que constituyen la reproducción de la ideología" (Trew, 1983: 208-211).

En este sentido, el discurso pedagógico se manifiesta como una práctica que parte de una asimetría entre autor y lector, y que -en virtud de su pertenencia a la institución educativa - está destinado a legitimar la existencia y el comportamiento de las instituciones de poder (cfr. Kress, 1985: 67).

El campo de las ciencias sociales es especialmente propicio para reconocer ideologías sub-yacentes en el texto . Para su análisis trabajamos comparativamente con dos libros de texto de la asignatura Instrucción Cívica pertenecientes a diferentes épocas: "Formación Moral y Cívi-ca"de R. Kechichian, de 1979 (en adelante llamado corpus A) y "Formación Ética y Ciudada-na" de Schujman y otros, de 1999 (en adelante, corpus B). Elegimos dos períodos históricos de nuestro país con características bien diferenciadas en cuanto a su situación político-institucional, y sobre la base de la noción de valores experienciales, relacionales y expresivos intentamos verificar si existen diferencias ideológicas entre ambos textos, y en tal caso qué recursos lingüísticos codifican estas distintas representaciones del mundo.

Valores experienciales

Vocabulario

a) Esquemas de clasificación y selección

El ámbito de los deberes y el de los derechos tienen diferente jerarquía en los corpus. En el corpus A, los deberes y obligaciones aparecen en primer lugar en el desarrollo del texto, y se les otorga un espacio considerable. En el B, sólo se habla acerca de los derechos de los ciuda-danos; no hay ningún apartado destinado a sus deberes. Ambos fenómenos responden a una selección ideológica de los contenidos, que quedará mejor explicada a través del análisis del componente experiencial en ambos corpus. Comenzaremos enfocando nuestro análisis en los derechos que se presentan.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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En el corpus A encontramos que la caracterización de los derechos políticos adopta un formato diferente a la presentación de los demás derechos. En este caso, no se desarrollan a través de incisos donde esté destacado cada uno de los derechos, sino que se presentan en forma de dos oraciones sin negrita, cursiva o formato de inciso alguno:

Tienen relación con la calidad de ciudadano y se refieren a la intervención del mismo en la vida política mediante el ejercicio del derecho del sufragio. También tienen relación con la presentación de candidatu-ras para los cargos electivos de la Nación, las provincias y los municipios. (K: 174)

Fuera de las características gramaticales de este fragmento relativas a la nominalización –que abordaremos más adelante–, nos interesa destacar aquí algunos términos que se presen-tan de manera especialmente "vaga", tales como calidad de ciudadano y cargos electivos. No se explicita en el texto el alcance de tales términos (por ejemplo, cuáles son los cargos electi-vos a los que se podría aspirar). Además, nos resulta significativa la elección de la palabra sufragio en lugar de la posible alternativa voto. El concepto de sufragio es más técnico y es su primera aparición en el texto; sin embargo, queda sin explicar por parte del autor. Este pare-ciera refugiarse en la tecnicalidad de la palabra - que puede tener como consecuencia su falta de comprensión - para generar en el lector mayor alejamiento con el contenido de su enuncia-do.

Este tema se aborda también en el corpus B, que lo presenta a lo largo de tres párrafos ex-tensos, con abundantes cursivas y varias reformulaciones de carácter explicativo:

Ej.: (...) que toda persona tenga el derecho de acceso a las funciones públicas de su país, en condiciones de igualdad, y el derecho de elegir a los representantes, es decir, que la voluntad del pueblo se exprese mediante elecciones auténticas celebradas periódicamente, por sufragio universal u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad de voto. (S: 155)

Los derechos se presentan en su formulación original (como en la Constitución) y en cursi-va, y además se los explica, de tal manera que queden destacados y claros. La opacidad y cla-ridad relativas de los distintos fragmentos responde a la posición ideológica de cada etapa histórica respecto del ejercicio de los derechos políticos.

b) Relaciones de sentido entre palabras ideológicamente significativas.

En primer lugar analizaremos aquellas relaciones que Dubois llama "asociativas" (cfr. 1962) referidas al concepto de libertad. Si bien este término aparece con mayor frecuencia en el corpus B que en el A –lo que es consistente con la mayor o menor relevancia relativa otor-gada al campo de los derechos y al de las obligaciones en ambos corpus–, observamos que presenta una carga connotativa distinta.

En el corpus A la libertad se enfoca desde los límites que debe tener para no transformarse en libertinaje:

En los países democráticos (...) se ha criticado una falta de valor (...) ante la libertad de tantos individuos para obrar en cualquier momento fuera del límite de la ley. La libertad mal empleada, la libertad del irres-ponsable parece en muchos casos triunfar frente a los que obran el bien. (K: .30)

El concepto de libertad aparece aquí en conjunción con otros términos como violencia mo-ral, mal, pornografía, crímenes y satanismo. En tanto, en el corpus B, encontramos el concep-to de libertad asociado a términos como convivencia, participación, tolerancia y pluralismo, ya que se la enfoca desde la posibilidad de disentir en un régimen democrático:

la democracia (...) no sólo permite la crítica y el disenso, sino que debe proteger a quien disiente y permi-tirle expresarse libremente. (S: 118)

En el corpus A el autor establece una oposición entre estados democráticos y gobiernos to-talitarios. Inmediatamente después, presenta un artículo aparecido en una revista porteña, precedido por la siguiente aclaración:

Guillermina Castro Fox El discurso pedagógico de las ciencias sociales. Una mirada comparativa

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Mediante su lectura comprenderá el alumno qué sentido da el gobierno comunista a la dignidad humana. (K: 28)

La identidad así presupuesta entre gobiernos totalitarios y comunistas queda ilustrada a partir de la transcripción de las características de la vida en Camboya. En el artículo transcrip-to, el campo léxico1 de la "democracia" (entre comillas en el título, con connotaciones iróni-cas) queda estructurado a partir de términos tales como “pueblo condenado, torturado y asesi-nado”, “lágrimas, despojos de los intelectuales”, “señalamiento y muerte” (K: 29-30). Nos parece importante destacar que aquí tampoco se hacen referencias explícitas a la libertad , sino que se argumenta que lo que falta en Camboya es el respeto por la dignidad humana.

En contraposición, los autores de B, a partir de una serie de posibles opuestos para demo-cracia (que incluye tiranía, absolutismo, dictadura y totalitarismo), eligen el término autori-tarismo. La justificación está basada nuevamente en el concepto de libertad : "Cuando rige el autoritarismo no hay sitio para la libertad. Por ende, el autoritarismo es contrario a la democracia" (S: 120).

Gramática

Para el análisis de los valores experienciales de las características gramaticales en los tex-tos, elegimos dos ejes temáticos distintos entre sí, pero de gran peso relativo en cada uno de los discursos: el del cumplimiento de la ley en el corpus A, y el de la democracia en Argenti-na, en el B.

En el corpus A, analizando la gramática de la transitividad, encontramos la oración "La ley es coactiva y prevé una sanción para sus incumplidores" (K: 26).

Aquí tenemos un participante sujeto inanimado al que en primer término se le atribuye una característica (coactiva) y que en virtud de tal, en la segunda claúsula se transforma en un agente animado que prevé sanciones hacia otros posibles participantes en el proceso. La ley (y no aquellos que se encargan de hacerla cumplir) tiene en todo el texto un status especial: se-gún esta visión, las autoridades quedan libradas de toda responsabilidad pues son meros ins-trumentos de la ley, y no a la inversa.

Esta idea queda reforzada a través del desdibujamiento de otros posibles agentes, como por ejemplo con el uso de la pasiva con se en la frase "Hay ciertas cosas que no se pueden cam-biar (...) Una de ellas es el respeto a la ley" (K: 26). En este ejemplo, la modalidad deóntica de la segunda parte del primer enunciado sumada a la categórica de la primera (hay) y del segun-do enunciado colaboran para destacar el carácter definitivo e inamovible de la ley, y su pre-eminencia sobre otros posibles agentes a los que se les quita todo poder. La nominalización funciona en este texto como otro procedimiento para borrar todo agente animado y dar así prevalencia a la ley y al hecho de cumplirla: "Su acatamiento debe fundarse en las energías morales o grado de virtud de los habitantes". Expresado de esta manera, acatamiento es una forma de quitarle el poder al pueblo tanto en lo semántico (implica sometimiento) como en lo gramatical, dado que los habitantes aparecen al final de la frase y su condición de agentes del proceso queda borrosa a raíz de la metáfora gramatical.

La idea de quitarle poder al pueblo se manifiesta en otras expresiones del texto, en las que aparentemente se nos está informando acerca del control que el pueblo ejerce sobre la autori-dad: "La autoridad es de alguna forma controlada por el pueblo" (K :188). El uso de la voz pasiva aquí desplaza la importancia del agente (pueblo) y destaca la de la autoridad en un pro-

1 Es necesario aclarar que tomamos el campo léxico en su sentido amplio, incluyendo las relaciones paradigmáticas y sintag-máticas que se establecen con respecto a un término en el discurso.

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cedimiento que se ve reforzado por la utilización del atenuador de alguna forma que relativiza aún más el poder del pueblo.

En el texto queda establecida una clara cadena de poder según la cual prevalece la ley so-bre las autoridades, y las autoridades sobre el pueblo.

En el corpus B aparecen prioritariamente entidades no animadas como sujeto de los proce-sos a la hora de estructurar las cláusulas. Se trata de resultados de procesos de nominalización del siguiente estilo: "La inestabilidad institucional se convirtió en uno de los principales pro-blemas de la Argentina" o "Las interrupciones del orden constitucional fueron cada vez más violentas y duraderas" (S: 122).

Tales estructuras vuelcan la carga de los procesos sobre los sujetos inanimados, y generan un efecto de aparente objetividad, ya que los autores evitan referencias claras a los responsa-bles de tales interrupciones. Cuando aparecen los responsables, lo hacen a través de un sujeto compuesto en el que las cargas de la agentividad quedan repartidas de igual manera: "Durante 50 años, los gobiernos civiles y militares se alternaron en el poder en forma permanente". En este ejemplo, podemos apreciar que no se hacen diferencias entre los tipos de gobiernos que alternan en el poder, ni en los métodos de acceso a poder.

Esta forma de presentación se genera ante hechos valorados como negativos por los pro-pios autores (“dictadura terrible”) como aquellos evaluados como positivos ("la transición democrática iniciada luego de la derrota de Malvinas parece haberse consolidado definitiva-mente", –donde quien haya iniciado tal transición queda desdibujado a través de la pasiviza-ción de la estructura de la oración–).

Valores relacionales

Vocabulario

Según Fairclough, "quienes producen textos a menudo adoptan estrategias para evitar la presentación de valores expresivos de las palabras por razones relacionales" (1989:117, nues-tra traducción). Como resultado de este proceso encontramos en A expresiones eufemísticas tales como ideas confusas en un contexto en el que se equipara esta noción con “rebelión ju-venil” y se opone a “respeto a la ley”, “convivencia pacífica” y “progreso social”. Lo confuso, al manifestar rebeldía ante el respeto por la ley, queda así ubicado en la misma serie relativa a las formas de violar la ley enumeradas en el texto: “delincuencia juvenil”, “organizaciones de contrabandista” y “traficantes de drogas”. Lo confuso –que se impregna de valoraciones nega-tivas al presentarse en términos de oposición con lo considerado "correcto" por el autor– es aquello ante lo que "padres y maestros no deben ceder terreno" (K: 26).

Ya hemos mencionado la elección que los autores del corpus B hacen de algunos términos (nominalizaciones). Se usan en el texto expresiones que podrían ser consideradas eufemísti-cas, como por ejemplo: "interrupciones del orden constitucional" en vez de una posible alter-nativa como “golpes de estado” ( S:122). Este fenómeno parecería no estar fundado en la in-tención de "esconder" valoraciones negativas por parte de los autores -que en el mismo texto califican a uno de esos gobiernos de facto como terribles -, sino más bien para reforzar en la elección de expresiones referenciales una ilusión de objetividad o distanciamiento que ya ve-rificamos en el ámbito de lo gramatical.

Guillermina Castro Fox El discurso pedagógico de las ciencias sociales. Una mirada comparativa

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Gramática

a) Modo

El modo predominante en ambos corpus es el declarativo. Esto resulta consistente con el tipo de discurso con el que se articula el texto: el discurso de carácter didáctico. Según Fair-clough, "las asimetrías sistemáticas en la distribución de los modos entre participates son im-portantes en términos de relaciones entre participantes (..):dar información es generalmente una posición de poder" (1989:126- nuestra traducción). Tal asimetría, asumida como base del proceso explicativo (cfr. Zamudio y Atorresi, 1998: 34), refuerza entonces el manejo ideoló-gico en el que el autor es el que tiene el 'saber' , y el lector-alumno, quien debe 'aprenderlo'.

b) Pronombres de primera persona

Uno de los usos más significativos del nosotros en el corpus A lo encontramos cuando se define la democracia. Hasta el momento, las formas de primera persona de plural no incluían al lector, sino que se referían al autor mismo (ej. "reproducimos a continuación un artículo" K: 28). En la definición de democracia, el autor organiza el siguiente contrapunto:

Antiguamente, democracia designaba una forma de gobierno (...) En la actualidad, empleamos más bien la palabra democrática como adjetivo (...) Así decimos: país democrático, gobierno democrático (...) co-legio democrático. La utilizamos para referirnos a la manera de ser (...) a un estilo de vida. (K, 188).

Vemos cómo el lector queda claramente incluido en el texto, y se lo hace aparentemente partícipe de las decisiones respecto de cuándo aplicar el término democracia, cuyo significado ha sido recortado y convenientemente adecuado a la situación política del momento.

Podríamos comparar esta elección de formas gramaticales con la que encontramos para la definición de república, en la que el autor también compara el concepto en la antigüedad y en la actualidad, pero lo hace en ambas oportunidades utilizando verbos en tercera persona pasi-va (se la usó; se aplica K: 184). En este caso, el esfuerzo del autor por incluir al lector en la apli-cación de la definición no se hace necesario, ya que el término república no genera un des-acuerdo2 con la situación política vigente en el momento.

Con respecto al corpus B, se utiliza un nosotros que incluye al lector para escapar al condi-cionamiento ideológico de la forma explicativa en la siguiente sección del libro que nos sirve de ejemplo: "Las cosas que ya sabemos; las cosas que ya pensamos". Aquí los autores pretenden ir en contra de su mismo modo declarativo, renunciando a su posición de poder relativo sobre los lectores e incluyéndolos en el grupo de los que ya tienen el conocimiento. Esta maniobra parece ser un intento de "democratizar" la relación entre autor y lector.

Valores expresivos

Vocabulario

Ya hemos presentado algunos términos evaluados de manera positiva o negativa en ambos corpus, y que refieren a esquemas de clasificación ideológicamente contrastivos (cfr. Fair-clough 1989: 119), como por ejemplo el caso de libertad y democracia.

2 Trew dice al respecto: "Las anomalías surgen constantemente ante teorías (...) Tiene que encontrarse una resolución del conflicto, ya sea cambiando la teoría o reinterpretando el acontecimiento de tal modo que se presente después de todo como la clase de cosa que era justamente de esperarse" (1983:131)

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Gramática

La certeza es la modalidad dominante en ambos corpus. En el corpus A alterna mayormen-te con expresiones deónticas; en el B, aparece atenuada en ocasiones -siempre dentro del ám-bito de lo epistémico- a través de índices de posibilidad (es posible que, pareciera que).

Según Fairclough, "la prevalencia de modalidades categóricas sostiene una visión del mundo como transparente- como señalando su propio significado a cualquier observador, sin necesidad de interpretación ni representación" (1989: 129- nuestra traducción). Este fenóme-no nos remite nuevamente a la cuestión pragmática que le es inherente al texto pedagógico: una situación básica de "asimetría" entre autor y lector, y una intención por parte del partici-pante con mayor poder relativo de "equilibrar" la situación.

Conclusiones

La dimensión ideológica que atraviesa ambos corpus de textos analizados se manifiesta en dos ámbitos distintos.

Uno de ellos es aquel relacionado con la ideología político-institucional que se pretende legitimar a través de mecanismos de selección de los recursos lingüísticos. Aquí es donde encontramos más diferencias entre los textos. En el corpus A se establece un esquema de po-der que presenta a la ley imponiéndose sobre los ciudadanos, y a las autoridades como el ins-trumento de la ley. Los ciudadanos quedan ubicados en el sector menos poderoso; se priorizan sus obligaciones y deberes por sobre sus derechos. Prima el concepto de dignidad humana por sobre el de libertad.

El corpus B gira en torno al concepto de democracia, y el poder pasa efectivamente al pueblo, quien según el esquema generado en el texto pareciera tener sólo derechos y ninguna obligación.

Esta interpretación es lógicamente consistente con la situación político y social vigente en cada momento histórico: el discurso de las instituciones públicas legitima el mantenimiento del orden social.

Sin embargo, hay otro orden que mantener. Es aquel vinculado con la situación de poder relativo y acceso al conocimiento dentro de la institución escolar. Esta constituye la segunda dimensión ideológica que se puede desentrañar en los discursos, y no encontramos grandes diferencias en su manifestación dentro de los corpus analizados. Ambos se valen de estructu-ras gramaticales para generar un efecto de neutralidad por parte del autor hacia el contenido del texto (modo, modalidades). En ambos se selecciona y jerarquiza la información según criterios ideológicos, y ambos esconden en mayor o menor medida este proceso de interpreta-ción de la realidad detrás de un discurso aparentemente "transparente". La intención es expli-cativa; la realización - en tanto atravesada por una ideología- es argumentativa.

Resta analizar hasta qué punto el grupo de menor poder involucrado en la interacción -el alumno- está advertido acerca de esta situación, y en qué medida cuenta con las herramientas necesarias para desentrañar los mecanismos de manipulación presentes en el discurso pedagó-gico.

Corpus analizado

KECHICHIAN R. (1979 ) Formación Moral y Cívica Buenos Aires, Stella.

Guillermina Castro Fox El discurso pedagógico de las ciencias sociales. Una mirada comparativa

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NICET.

LA ARGUMENTACIÓN DIDÁCTICA

ESTRATEGIAS EXPLICATIVAS DEL PROFESOR Y CAPACIDAD REFLEXIVA DE LOS ALUMNOS1

Nina Crespo Allende

Universidad Católica de Valparaíso / Chile [email protected]

Perelman y Olbrechts (1989) sostienen que todo discurso es -en última instancia- una ar-gumentación que busca influir en el receptor y generar una adhesión del público a las ideas de aquél que está hablando. En el caso del discurso áulico del profesor, nos dice Vilá (2000), esta adhesión implica una acción didáctica cuyos objetivos son enseñar nuevos conceptos a los alumnos e interesarlos en el proceso de aprender.

Con este marco, y en un intento por realizar un análisis de la interacción verbal que ocurre entre docentes y alumnos en las aulas de lengua, nos interesa observar cuáles son las caracte-rísticas del discurso didáctico –sobre todo interactivo y explicativo– que utilizan para enseñar ciertos profesores. Ellos están a cargo de cursos cuyos alumnos demostraron un conocimiento metacomprensivo muy bueno. El presupuesto de base sostiene que la eficiencia de un profesor en su tarea de explicar y transmitir información en un marco didáctico, debería influir en la capacidad de sus alumnos de pensar más reflexivamente sobre la lengua en general y sobre la lectura en particular.

Marco Teórico

Todo lector desarrolla con el tiempo una representación de lo que es su lectura. El término conocimiento metacomprensivo –relacionado con el concepto de metacognición, acuñado por John Flavell (1985)– alude a este saber reflexivo que el alumno posee. Es importante porque manifiesta la existencia de un modelo mental de lo que la lectura es para cada sujeto y -de alguna manera- guía su quehacer cuando se encuentra enfrentado aquellas tareas que involu-cren la habilidad de leer.

Algunas investigaciones (Crespo, 2001) parecen indicar que existe una relación entre el conocimiento metacomprensivo del niño y el de su maestro. Ahora interesa saber de manera más precisa en qué medida la actividad verbal que el docente despliega tiene relación con lo que el niño manifiesta saber y alcanza a reflexionar. Interesa sobre todo acá observar las ca-racterísticas de las explicaciones orales en la sala de clases.

Zamudio y Atorresi, (2000) señalan que el término “explicar” es de naturaleza ambigua, pero que –a pesar de todo– es posible rescatar un concepto básico: la idea de desenvolver algo que estaba envuelto, de desplegarlo y volverlo claro. Por este motivo, las autoras señalan que toda explicación involucra dos segmentos: el explicando (aquello que debe ser aclarado) y el explicante (que vuelve a presentar el objeto para hacerlo conceptualmente más claro) relacio-nados en forma causal o en forma ecuativa (paráfrasis).

Sin embargo, las explicaciones orales que se desarrollan en una sala de clases constituyen un género muy específico dentro de los intercambios verbales que ocurren en las distintas

1 Investigación financiada por proyecto FONDECYT 1010319.

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esferas del quehacer humano. En este sentido “el tipo de actividad impone restricciones for-males, orienta la representación semántica y nos da la clave para identificar los actos de habla que la conforman” (Ribas, 2002:19). Por este motivo, puede decirse que las interacciones ver-bales tienen lugar en una situación comunicativa particular que es la dinámica de la enseñan-za-aprendizaje y por eso aparece con ciertos rasgos particularizadores (Vilá, 2000). Por un lado, el profesor –principal emisor y gestor de este discurso– posee un propósito bien definido que es hacer que sus alumnos aprendan ciertos conceptos que difícilmente podrían aprender por sí mismos y, por otro, busca interesarlos en aquello que explica. Es este último punto, la búsqueda de una motivación, lo que le permite a Vilá señalar que las explicaciones generadas en ámbitos académicos se acercan a la argumentación porque buscan crear en el público no sólo la claridad conceptual sino también un entusiasmo y motivación por el tema.

Así mismo, los participantes del evento explicativo que ocurre al interior de una sala de clases pueden considerarse como conformando dos grupos distintos –los que aprenden y el que enseña– que colaboran para construir un significado común. Ambos son participantes activos por lo cual, la explicación didáctica más que ser un discurso monogestionado, se pare-ce a un diálogo en el cual todos participan. Aunque un alumno no verbalice explícitamente su colaboración en un discurso de aula producido por su profesor, es muy posible hallar en él marcas de cuestionamientos, interrogaciones, anticipaciones que indican que el docente ha tenido en cuenta a sus interlocutores y ha ido dialogando con ellos en la construcción de signi-ficado.

De acuerdo con distintos autores (Sánchez Miguel, 1993; Vilá, 2000; Santibañez, 2000) es posible distinguir en el discurso expositivo didáctico diversas características, que devienen de su naturaleza intermedia entre lo oral y lo escrito (Vilá, 2000). Este es un discurso que tienen rasgos de la espontaneidad propia de la oralidad pero a su vez es posible reconocer en él ras-gos más formales propios de la escritura, debido a la temática y a la finalidad última de este tipo de lenguaje. Por otra parte, este discurso es estratégico en el sentido de que es gestionado por un individuo que busca claramente un objetivo y que además está sujeto a una serie de cirsunstancias a las que debe adaptarse, como las características de los estudiantes, sus saberes e intereses en el tema que les propone, el grado de cansancio que tanto él como sus aprendices poseen, etc. Es por todo esto que, siguiendo a Vilá (2000), consideraremos estos rasgos como estrategias comunicativas del docente, es decir, como acciones intencionadas y contingentes que él implementa para lograr su finalidad didáctica.

En primer término, cabe citar aquellas estrategias para explícitar la estructura del texto que incluyen el planteo del tema, la anticipación de lo que se va a explicar, la indicación de cada idea nueva que se introduce y la recapitulación total o parcial de las ideas. Estos elemen-tos actúan como guías que permiten al que escucha seguir el hilo del discurso hablado, contra-rrestando las pérdidas de información que se provocan a causa de la naturaleza evanescente propia del discurso oral. A través de estos recursos (que pueden ir apoyados con el pizarrón u otro medio gráfico), el profesor le señala al alumno los temas que debe atender, preparándolo para escucharlos a través de las anticipaciones y repasándolos en cada recapitulación.

Asimismo, es necesario señalar aquellos apoyos verbales (Sánchez, 1993) que utiliza el docente y que le permiten desarrollar las ideas propuestas. En parte, coinciden con el expli-cante, citado por Zamudio y Atorresi (2000), pero se diferencian en dos aspectos. Por un lado, que no siempre implican una reformulación de lo dicho en la idea central , a veces son sólo una reiteración idéntica. Por otro, una misma idea puede tener dos o más apoyos verbales o explicantes y no uno sólo como ocurriría en una explicación ideal. Vilá (2000) los considera

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fundamentales para disminuir la densidad informativa de los textos y mejorar aquello que Sánchez (1993) denomina “el coeficiente retórico” del discurso oral, es decir, la proporción de apoyos respecto de las ideas propuestas. El autor describe esta relación en una fórmula (Nº de apoyos/ Nºideas+Nº apoyos) e indica que los docente más expertos suelen alcanzar un índice que alcanza o supera 0.70, mientras que los inexpertos se mantienen siempre por debajo de él.

Dentro de este grupo, Vilá (2000) incluye tres tipos de recursos. El primero está represen-tado por las estrategias de énfasis, que permiten destacar aquellos conocimientos que el profe-sor considera esenciales. Ellos incluyen la repetición idéntica de una idea, la pregunta episté-mica para indicar la reflexión o preparar para la formulación de un concepto y los marcadores de inportancia que -a través de recursos léxicos o de la entonación- permiten destacar una idea que ha sido señalada.. En segundo término, cabe citar las estrategias de expansión de las ideas, que permiten desenvolver un concepto inicial a través de diferentes paráfrasis, como: el ejemplo, la comparación metafórica y los distintos tipos de definiciones (sinonímica, antinó-mica, hiperonómica o hiponómica y etimológica). Finalmente, cabe señalar aquellas estrate-gias destinadas a mantener la cohesión de lo expuesto como son el encadenamiento y la deixis discursiva.

Por otra parte, tenemos aquellas estrategias que el docente implementa para mantener la re-lación dialogal con sus alumnos e interacuar con ellos. De esta manera, acentúa unas veces y atenúa otras la relación asimétrica que implica la situación áulica en cuanto a roles de poder y dominio de conocimiento. En líneas generales, y siguiendo explícitamente a Vilá (2000), las llamamos estrategias de interacción e incluyen diversas categorías. Una de ellas corresponde a las referencias al conocimiento previo por evocación (de algo ya mencionado o conocido) o indagación directa (a través de preguntas a los alumnos). Otra tiene que ver con las estrate-gias de participación con las cuales el profesor involucra al alumno con lo que dice a través de preguntas que pueden tener como objetivo comprobar si se ha entendido, realizar una sín-tesis parcial o realizar una recapitulación total del tema. Finalmente tenemos las estrategias de implicación que incluyen bromas, cambios de registro, referencias directas a los alumnos, alusiones a posibles problemas de comprensión (Sánchez lo denomina “reflejo”), el uso de la primera persona plural que incluye a los alumnos y las heterorrepeticiones, es decir, aquellas repeticiones que el profesor realiza de las respuestas de sus alumnos para confirmarlas (tono enunciativo) o corregirlas (tono interrogativo) consideradas en el estudio de Martiviano (1995). A este último grupo hemos incluído las estrategias para regular el orden a través de llamados de atención, pedidos de silencio, etc.

Finalmente, cabe citar aquellas estrategias que utiliza el emisor para autorregular su discurso oral (Vilá, 2000) que se producen debido a las características de espontaneidad que posee este tipo de discurso y que –a diferencia de las otras estrategias citadas– no facilita la recepción del auditorio sino que se encuentra centrado en el propio emisor. Entre ellas pueden citarse las muletillas, las repeticiones aleatorias o redundantes que no tienen un objetivo claro, las formas léxicas vacías de significado y, por último, las autocorrecciones.

Metodología

En este trabajo se analizarán las estrategias explicativas e interactivas (Vilá 2000, Zamudio y Atorresi 2000) que aparecen en el discurso didáctico de un profesor cuyos alumnos obtuvie-ron el máximo puntaje en conocimiento metacomprensivo en una muestra total de veinte cur-sos de colegios municipales de una comuna de la quinta región en Chile.

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Cabe señalar que una observación persistente realizada a las clases del profesor (Quaas, 2002) lo señaló como un sujeto que prefería una metodología expositiva-demostrativa en su sala de clases y que presentaba características positivas en su interacción con los alumnos. El supuesto de base es que dado que las clases de este profesor fueron eminentemente expositi-vas, al igual que las de los profesores de otros 21 cursos cuyos resultados en conocimiento metacomprensivo fueron diversos (Quaas, 2001), es posible que existan elementos en el dis-curso de este docente que expliquen por qué él logra que sus alumnos sean más reflexivos respecto a algunas tareas cognitivas como sería la lectura.

Inicialmente, es un trabajo descriptivo que busca realizar una caracterización de las expli-caciones verbales de un docente de lengua y –en este sentido- coincidiría con trabajos simila-res a los citados por Emilio Sánchez (1993) y Monserrat Vilá (2000). Para ello se dividió el material verbal en enunciados que fueron clasificados y valorados de acuerdo con las catego-rías discursivas citadas en el marco teórico.

El discurso grabado y transcripto corresponde a tres horas pedagógicas de un profesor de lengua. Dentro del mismo, es posible observar dos tipos de secuencias explicativas: uno co-rresponde a procedimientos a seguir, ya fuera que estuviera dando instrucciones para el actuar de los alumnos o estuviera indicando los errores y aciertos de trabajos realizados en una for-ma de evaluación formativa. El otro refiere a la explicación de conceptos clave que tienen que ver con la actividad que ha sido pedida, como por ejemplo, lo que son las figuras del discurso o las partes fundamentales de una carta.

Análisis de los datos

El análisis del discurso de este profesor corresponde a una clase teórico práctica que trata tres tópicos fundamentalmente. Uno de ellos corresponde a la evaluación de una tarea que los alumnos llevaron a cabo la clase anterior (la escritura de un poema), en la cual el mismo pro-fesor les señala los aciertos y los fallos. El otro se refiere a la explicación de una tarea que él desea que los alumnos lleven a cabo (creación de imágenes retóricas y redacción de una carta) y el último, de raíz más eminentemente teórica, alude a ciertos conceptos básicos necesarios para llevar a cabo la tarea práctica (caracterización de las diferentes imágenes retóricas y par-tes de una carta).

En cuanto a las estrategias referidas a la estructuración del discurso podemos decir que de dos clases observadas, sólo en una de ellas el profesor estableció el tema a tratar en forma explícita y en la otra sólo hizo referencia a lo trabajado en la sesión anterior, mientras que en ningún caso realizó anticipaciones claras de los subtemas que iba a desarrollar. Además, el docente enuncia once ideas centrales en once enunciados que representan el 9% del total de las intervenciones verbales y sólo realiza en forma clara una recapitulación o síntesis de sus ideas. Dichas ideas desarrolladas en el aula fueron respaldadas por diversos apoyos verbales que le permitieron al profesor disminuir la densidad informativa de su discurso enfatizando ciertos puntos, expandiendo otros y subrayando la cohesión discursiva. Abarcaron el 49 % de los enunciados del docente y entre ellos predominaron la reiteración idéntica (“van a poner un asterisco al lado del verso” “vamos a poner un asterisco”), la definición sinónimica (“Compa-ración.” “Yo comparo un elemento con otro, establezco una relación, una comparación”) y el ejemplo (Personificación. “donde ustedes se dan cuenta, por ejemplo, de que el sauce o las ramas del sauce se reían, el agua susurraba”); aunque también fue posible pesquisar la presen-cia de preguntas epistémicas (“¿Cuál es la diferencia entre metáfora y comparación? Que no teníamos elemento comparativo.”), marcadores de importancia (el profesor dice con tono más

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fuerte: “esa es la diferencia”), encabalgamiento sintáctico (“Porque el poema se prestaba ... el poema se prestaba para ello”) y deixis discursiva (“Lo señalamos antes: ustedes debían escri-bir un poema”).

Dado que el discurso explicativo de la sala de clases posee características tanto de la orali-dad como de la escritura (Vilá 2000), la presencia de estos apoyos verbales que permiten des-arrollar las ideas o enfatizarlas tiene fundamental importancia porque a través de ellas el pro-fesor facilita que sus alumnos comprendan la información que se les está tratando de transmi-tir, siguiendo las premisas propias del discurso explicativo (Zamudio y Atorresi, 2000 ) la “desenvuelve” a través de esta serie de recursos asegurándose que se le ha entendido bien. Ademas, esta estrategia le permite guiar la atención de su auditorio hacia aquello que él con-sidera fundamental, estableciendo los puntos clave que deben registrarse del total del dicurso. Cabe destacar, además, que este docente logra un coeficiente retórico (es decir, una propor-ción de apoyos respectos de las ideas planteadas) del 0.82, es decir, logra un manejo de la densidad informativa muy bueno y se encuentra dentro de lo que Sánchez (1993) denomina un profesor experto.

Por otra parte, es necesario señalar que las estrategias de interacción de este profesor abar-can el 25 % del total del discurso de su sala de clases. Allí, se incluye un 8% de enunciados que el docente realiza para evocar el conocimiento previo que tienen sus alumnos (“ Recor-demos rápidamente cuando hablamos de personificación”) o para indagar qué recuerdan ellos de un tema ya tratado (“Ahora, ¿ quién se asemeja a la comparación, Jimena? ¿Qué figura?”). Este tipo de intercambios no sólo tiene que ver con la relación docente alumno, sino también con la negociación cognitiva que los aprendices necesitan realizar para llevar a cabo la co-nexión entre lo que ya saben y lo que van a aprender. Sánchez (1993) considera que en este inter-juego de lo dado y lo nuevo descansa la esencia del discurso explicativo de la sala de clase.

Dentro de las mismas estrategias de interacción, cabe citar aquellas que el profesor utiliza tanto para implicar a sus alumnos como para hacerlos partícipes de lo que se está explicando (Vilá, 2000), alcanzan a un 17% del total de los enunciados ya sea que se refiera directamente a los alumnos (“Por ejemplo, Paola tienes una repetición”), utilice la primera persona plural para incorporarlos en la tarea (“Nosotros nos reímos, pero el poeta lo relaciona”), apruebe la respuesta de una alumna con una heterorrepetición (Alumna: “la metáfora.” Profesor: “la me-tafora”) o realice expresiones para regular el orden (“Ahora sí, pongan antención acá, por fa-vor”) .

Finalmente, se puede señalar que el 17 % de los enunciados que realizó este profesor en el transcurso de sus explicaciones, correspondierona estrategias reguladoras de la propia produc-ción, que se encuentran a menudo en el discurso oral espontáneo y que son indicadoras de fallos en la memoria y reflejan la necesidad de encauzar las ideas. Las mayoría de ellas co-rrespondieron a muletillas (¿no es cierto?) y a sintaxis truncada (“Lo que pasa es que yo...”).

Conclusiones

Dado lo exiguo del material considerado en este trabajo es imposible sacar conclusiones que fueran enteramente extrapolables. Sin embargo, es necesario hacer algunas reflexiones respecto a las características del discurso de este profesor que pueden permitirnos atisbar en su modus operandi y explicar de alguna manera el buen rendimiento que tienen sus alumnos. Dejando de lado el 17% de los enunciados que sólo apuntaban a la autorregulación del emi-sor, en el resto de su discurso prevalecieron los apoyos verbales o estrategias para manejar la

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densidad informativa (49 %) frente a aquellas que se utilizan para estructurar la información que se presenta (9%). El docente parece más interesado en ir aclarando cada punto que desa-rrolla y no evidencia una estructura general de exposición. El mismo rasgo parece evidente en los profesores expertos que estudia Sánchez (1993) quien indica una estructura totalmente implícita que consiste en enumerar una serie de ideas y desarrollarlas con numerosas explica-ciones.

Asimismo, es necesario señalar que un cuarto de los enunciados está enteramente ligado a la interacción con los alumnos y entre ellos predominan aquellos que buscan activar el cono-cimiento previo y los que permiten referir en forma directa a los destinatarios que escuchan. Estos recursos parecieran aumentar el carácter dialógico del discurso de este profesor, expli-carían -en parte- la ausencia de una estructuración clara y apuntarían a indicar un aula donde los conocimientos son construidos a partir de la colaboración activa de ambas partes: docentes y alumnos.

Ya hemos sostenido algunos fundamentos que nos permiten caracterizar la explicación en general y aquella que se da en el ámbito de clases en particular como una forma de argumen-tación. No obstante, a la luz de este análisis preliminar, es necesario destacar este concepto basándonos en las ideas propuestas por Ribas (2002). La autora sostiene que todo profesor realiza en su sala de clases una “explicación –argumentación”, porque más que explicar un conocimiento que el alumno debe reproducir, le está haciendo “participar de una experiencia en la que cada uno va generando, dentro de los límites que le impone el conocimiento com-partido de mundo, sus propias representaciones y actitudes” (Ribas: 2002:19). Pareciera ser que esto es lo que permite en última instancia que el aprendiz desarrolle un pensamiento críti-co y reflexivo más personal y –por ende- una mayor metacognición de sus tareas escolares en general y más específicamente de su lectura.

Bibliografía

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FICCIÓN Y ARGUMENTACIÓN

UNA DIALÉCTICA POSIBLE A LA HORA DE ENSEÑAR

Gloria Fernández Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

Paula Labeur Universidad de Buenos Aires - IES 1 / Argentina

[email protected]

Tomando en cuenta recientes investigaciones en las que se comprobó la presencia excesiva de estereotipos, la dificultad para desplegar argumentos y la falta de coherencia conceptual por parte de los alumnos del Ciclo Básico Común1 postulamos la necesidad de incluir el géne-ro literario a la hora de elaborar una didáctica de la argumentación. El propósito del presente trabajo es sentar las bases teóricas para generar una didáctica que tome en cuenta los textos literarios , por una parte, como portadores de razonamientos lógicos, representaciones de re-ceptores y un léxico considerable que podría colaborar en la incorporación de saberes respecto de la argumentación, y por otra, por el propio pacto de lectura que exigen, como propiciadores de un distanciamiento que permita desprenderse de lugares comunes que dificultan o imposi-bilitan el desarrollo de un plan textual para argumentar.

Ya que nos han hecho trampas suprimiéndonos los documentos, tenemos derecho a dedicarnos a los ilíci-tos goces de la ficción”2

En efecto, según nuestra hipótesis, la lectura de textos literarios en los que la argumenta-ción resulta constitutiva, sumado al grado de instrucción provisto, incrementaría la calidad de las producciones argumentativas de los alumnos.

Desde una mirada vigotskiana, tres son las razones que nos inducen a considerar que la li-teratura es un discurso privilegiado como activador de procesos cognitivos complejos.

En primer lugar habría que tomar en cuenta que los individuos aprenden en relación con los objetos, los otros y consigo mismos. En la lectura literaria se activan estas tres formas de adquisición, en tanto el objeto-mundo narrado da lugar a una trama configurativa de persona-jes con los cuales el lector, a la vez, se configura por semejanza o diferencia. Si aceptamos que el yo no se estructura per se sino que necesita de instrumentos semióticos para lograr su distanciamiento y control, podríamos reconocer en la ficción una forma estructurante objetiva a partir, justamente, del efecto de distanciamiento que promueve lo literario.

Por otro lado, si el habla social da origen al habla para el autocontrol3 podríamos postular que la literatura, como voz y mirada que diferencia al yo de los demás, induce al metacono-cimiento a través de la abstracción. El principal beneficio cognitivo, en este sentido, sería el desplazamiento, descentramiento o distanciamiento psicológico a través del recorrido por unas historias cuyo contexto es una realidad diferente a la que habitualmente no se accede. Al respecto, dice Pierre Bange: “Lo que caracteriza al discurso ficcional, en oposición al discurso científico y al discurso cotidiano, es que no tiene alcance práctico inmediato. Así, en lugar de 1 Proyecto UBACyT U 018, 2000/01. 2 Enrique Anderson Imbert, “Al rompecabezas le falta una pieza” en Cuentos policiales argentinos, Buenos Aires, Alfaguara, 1997.p.172 3 Frawley, William, Vigotsky y la ciencia cognitiva, Barcelona, Paidós, 1997 Barcelona, p. 213.

Gloria Fernández et al. Ficción y argumentación. Una dialéctica posible a la hora de enseñar

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plantear principalmente la transformación del estado de cosas ligado estrechamente a una si-tuación en un ‘aquí’ y ‘ahora’, y de instrumentar otros parámetros de comunicación, el discur-so literario puede evocarlos y manipularlos en todas sus posibilidades lógicas; ya sea en lo que concierne a los actores, cuestionará modelos de comportamiento y pensamiento, en lugar de apoyarse en aquellos que la sociedad ha establecido y validado; ya sea en lo que concierne al problema y la situación a propósito de los cuales puede experimentar todo tipo de modelos de análisis, poner en escena las consecuencias de toda clase de normas, sin contar que puede también jugar con el instrumento de solución de los problemas: el lenguaje mismo”4.

En tercer lugar, respecto a la asimetría en Zona de Desarrollo Próximo, el enseñante debe estar más capacitado que el aprendiz pues, según Vigotsky, lo que una persona puede hacer con ayuda es más indicativo de su inteligencia que lo que puede hacer por sí misma. En tal sentido, podríamos postular que los textos literarios constituyen modelos de inteligencia en tanto reúnen secuencias textuales disímiles a descifrar por sujetos que, en nuestro caso, in-crementarían conocimiento luego de su interpelación.

En la respuesta a la pregunta de cómo operaría la lectura del género policial en el incre-mento de las posibilidades argumentativas de los alumnos, cabe distinguir una serie de opera-ciones cognitivas relativas a tres planos preponderantes: en relación al discurso, a la media-ción semiótica y a la descontextualización.

Valor cognitivo del policial en relación al discurso

Pensamos en un corpus de textos del género policial clásico5 ya que, como la argumenta-ción, el policial pone en un lugar privilegiado la situación discursiva al contar al mismo tiem-po dos historias, la del crimen, ausente en cuanto está concluida en el presente de la narración y la de la investigación, la que articula el relato e intenta persuadir acerca de cómo y por qué ha pasado lo que ha pasado, si pasó.

Los textos hacen explícito, por un lado, el aspecto discursivo de la situación que se relata: “Toda la acción que el lector pueda esperar de este relato se reduce a las palabras cruzadas entre un joven acostado en la cama y un joven sentado en una silla.”6 y, por otro, la importan-cia de la representación del auditorio al que se intentará persuadir: “el analista penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con frecuencia alcanza a ver de una sola ojeada el único método (a veces absurdamente sencillo) por el cual puede provocar un error o preci-pitar a un falso cálculo”, la eficiencia en el whist implica la capacidad para triunfar en todas aquellas empresas más importantes donde la mente se enfrenta con la mente. Cuando digo eficiencia, aludo a esa perfección en el juego que incluye la aprehensión de todas las posibili-dades mediante las cuales se puede obtener legítima ventaja.”7

El argumentativo no necesita mostrarse como un discurso objetivo, ya que, por conven-ción, este tipo de producciones busca una valoración, un enfoque particular de hechos o te-mas, o la fundamentación de un juicio. Detectada la dificultad para percibir esta convención

4 Bange, Pierre, “Argumentation et fiction” en L´argumentation, Lyon, P.U.L., 1981. 5 Corpus: Edgar Allan Poe, Los crímenes de la calle Morgue, Madrid, Alianza, 1994. Colección Alianza Cien. Trad. Julio Cortázar. G.K. Chesterton, “La honradez de Israel Gow” en El candor del padre Brown, Barcelona, Bruguera, 1981. Colec-ción Club del Misterio. Trad. Alfonso Reyes. Enrique Anderson Imbert, “Al rompecabezas le falta una pieza” en Cuentos policiales argentinos, Buenos Aires, Alfaguara, 1997. Rodolfo Walsh, “La aventura de las pruebas de imprenta” en Variaciones en rojo, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1985. Los números de página remiten a estas ediciones. 6 “Al rompecabezas le falta una pieza”, p.166. 7 “Los crímenes de la calle Morgue” p. 7 y 8.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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en las producciones textuales de los alumnos pensamos que el corpus seleccionado a la vez que permite al lector adentrarse en las reglas del policial clásico, promueve –dentro del géne-ro– la puesta en cuestión de la posibilidad de arribar a una verdad única y evidente, más allá de los discursos que se entraman para postularla y que, en algunos casos se ocupan de señalar esa imposibilidad.8

Frente a un “inventario de todas las cosas inconexas e inexplicables que hemos encontrado en el castillo” y frente a la afirmación de que “no hay hilo de imaginación que pueda conectar el rapé, los diamantes, las velas y los mecanismos de relojería trucados”9, el padre Brown ensaya tres conexiones posibles que convencen a su auditorio sin ser, necesariamente, verda-deras. Tres conexiones posibles se muestran también en “La aventura de las pruebas de im-prenta”; una de ellas justificada por su enunciador a partir del desarrollo de la hipótesis de que “todas las cosas pueden mirarse desde muchos ángulos”10. Solo el hallazgo de una nueva prueba derribará las dos argumentaciones anteriores, y sin embargo, ésta se presenta reforzan-do la “gratuidad” de la situación discursiva: “Para los fines de mi demostración importa bien poco en realidad quién es el asesino. Lo fundamental, lo que constituirá el tema de la mayor parte de mi exposición, es el procedimiento que he seguido para llegar a conclusiones que colocarán el problema en un plano rutinario donde los métodos policiales serán mucho más eficaces que los míos” 11. Esta gratuidad aparece presentada como “placer” en “Los crímenes de la calle Morgue” 12 y como diversión o producto de la imaginación en “Al rompecabezas le falta una pieza”.13

En cualquiera de los textos, el lugar de la verdad queda cuestionado, más allá de las reglas del género: ¿el detective ha encontrado la verdad o el suyo es el discurso más eficazmente persuasivo?

Valor cognitivo del policial como instrumento de mediación semiótica

Los procesos psicológicos culturales superiores tales como la lectura y la escritura apare-cen bajo la influencia de los instrumentos semióticos que proporciona la cultura. Si aceptamos que la enseñanza de los diferentes géneros y tipologías ha sido productiva en cuanto a la in-corporación de saberes que posibilitaron la comprensión y producción de textos, por qué no incorporar el texto argumentativo de la mano de la ficción policial siendo que dicho género constituye un modelo cultural rico en argumentos lógicos pertinentes y relevantes. Así pues, en la lectura del texto policial, el lector, convocado a evaluar dichos argumentos, pone en marcha la segmentación de los sucesos constituyéndolos cronológicamente, advierte la pre-sencia del pasado en el presente y corrobora los procedimientos lógicos en base a lo que lla-mamos plan textual.

Previamente a la organización del discurso del detective y a su oralización delante del au-ditorio, los cuentos ponen en acto la inventio: especialmente destacada en el texto fundador del género, –lo necesario consiste en saber qué se debe observar–14 la búsqueda precede a la

8 “me habría sido difícil probarlo en una forma absoluta” dice Daniel Hernández en “La aventura de las pruebas de impren-ta” p.64 9 “La honradez de Israel Gow” p. 317 y 318. 10 “La aventura de las pruebas de imprenta” p.42 11 “La aventura de las pruebas de imprenta” p.53 12 “el analista halla su placer en esa actividad del espíritu consistente en desenredar”, p.5 13 “divertirnos rellenando el hueco del rompecabezas” p.172 ;“no le he dicho que descubriré la verdad; le he dicho que me la voy a imaginar” p.169 14 “Los crímenes de la calle Morgue” p.7

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organización del discurso, el que finalmente ordenará los argumentos: “Garay le suministraba datos como el aprendiz alcanza piedras al maestro para que las coloque en un mosaico”15. Pese a la obviedad de la situación –obviedad que no siempre resulta tal en el aula–, resulta didácticamente interesante esta puesta en acto de la necesidad de saber acerca de qué se va a argumentar cuando se argumente, esta “investigación” del tema como primer paso, que habili-ta a un ir más allá de lo dado, de lo evidente, a cuestionar aquello que socialmente se compar-tía como verdadero.

La exposición del caso y su resolución a cargo del/los detective/s en los cuatro cuentos puede presentarse como un discurso modélico de la argumentación tal como fue planteada por la retórica clásica definida como “la facultad de descubrir los posibles significados de la per-suasión en referencia a cualquier asunto.”

El detective16 construye el discurso con el que intentará imponer su verdad en base a los dos movimientos de conmover y convencer.

En el exordio, el momento de la captatio benevolentiae apela a la dimensión emotiva y sensibiliza al auditorio: “yo debo destruir la imagen de un héroe y sacar a la luz a un asesino”. La partitio expone el plan que seguirá el detective para demostrar su hipótesis: “Mi demostra-ción es múltiple. Parte naturalmente, de un razonamiento por probable inferencia, y se va apoyando en no menos de catorce demostraciones parciales, sin contar algunas deducciones marginales.”

Precedida por la narratio que se remonta a la historia del crimen, que el argumentador cuenta así como ha podido reconstruirla, la confirmatio expone los argumentos y enuncia las pruebas elaboradas durante la inventio. Estos dos momentos aportan a la demostración y la racionalidad e incluyen la altercatio que abre a la dimensión polémica al exponer la postura del adversario para descalificarla y refutarla: Daniel Hernández se ocupa de señalar cómo han leído las pruebas de imprenta el comisario y el representante de la compañía aseguradora para mostrar dónde –según la lectura que él mismo ha podido hacer– se han equivocado.

En el epílogo, el argumentador da cierre al desarrollo argumental y vuelve a lo pasional, al apelar nuevamente a la emotividad de sus interlocutores: “Existían las dos alternativas. Morel se apoyó en una de ellas para seguir su vida normal, su trabajo, sus estudios. Alberta y Bena-vídez se apoyaron en la opuesta para resolver que había llegado el momento de cometer el crimen.”

Valor cognitivo del policial en cuanto a la descontextualización

Vigotsky considera que los mecanismos de mediación semiótica proporcionan la métrica básica a través de la cual se puede medir el cambio de los diferentes dominios. La descontex-tualización, en nuestro caso, estaría provista, en gran parte, por la construcción de escenarios artificiales a reponer por un lector cuyo contacto con los espacios, personajes y tramas que propone el cuento policial no es habitual pues estamos en presencia de un texto autónomo que habla por sí. A partir del pacto literario, el lector enfrenta un escenario que propone un nuevo concepto de verdad que sólo se valida en la coherencia de la trama y no fuera de ella. Al pro-poner al lector entrar en el pacto ficcional, se le propone negociar una nueva relación con la

15 “Al rompecabezas le falta una pieza” p. 168 16 Si bien el siguiente plan textual puede verse en las argumentaciones de los cuatro detectives –y aún en las exposiciones del comisario y del representante de la compañía de seguros en el caso del texto de Walsh- a los fines de la ejemplificación nos remitimos exclusivamente a la presentación de Daniel Hernández en “La aventura de las pruebas de imprenta”.

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verdad y el mundo de la experiencia. Entrar en ese pacto supone, entonces, considerar como no pertinentes los criterios de verdadero y falso que rigen fuera de él y aceptar un nuevo vero-símil no necesariamente refrendado por la experiencia.

A modo de conclusión provisoria o “Fácil es construir falsas filosofías sobre los datos del Universo”17

Más allá del desconocimiento de procedimientos y estrategias que se observa cuando se pide a los alumnos de la escuela media que produzcan textos argumentativos, se detecta que –dentro de un modelo de realidad socialmente válido– las hipótesis se elevan al rango de ver-dad evidente y, en consecuencia, resulta obturada tanto la posibilidad de encontrar argumen-tos que la justifiquen como de imaginar un argumentatario que no la comparta porque sostiene otro sistema de creencias. El distanciamiento promovido por el pacto ficcional permitiría bus-car y basar los juicios sobre razones más objetivamente evaluadas puesto que no parten de un criterio apriorístico de verdad social, exigiría demandar justificaciones, investigar demandas sin sustancia, rechazar la arbitrariedad; en síntesis, comprometerse con una actitud crítica. En ese sentido, las características del discurso literario posibilitarían el distanciamiento de verda-des sociales cristalizadas: la entrada a un nuevo verosímil permitiría tanto imaginar hipótesis y argumentos despegados del criterio de evidencia como participar del “juego” discursivo de lo argumentativo sin tener que, necesariamente, defender una verdad en la que, con valor de dogma o axioma, se cree. Al problematizar, entonces, el lugar de la verdad y poder reflexionar acerca de la importancia de argumentar para construir una “verdad” posible, el discurso litera-rio –al abrir a otros mundos y poner a prueba otros modos de ver– se constituye en un medio de conocimiento y de puesta en cuestión del modelo social de la realidad.

Bibliografía

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1992. PLANTIN, CHARLES, Essais sur l´argumentation, París, Kimé, 1990. RESNICK, L. y KLOPFER,L., La educación y el aprendizaje del pensamiento, Buenos Aires, Aique, 1999. RIVIERE, A. y NÚÑEZ, M. La mirada mental, Buenos Aires, Aique, 1996 VIGOTSKY, L. Obras Escogidas, Aprendizaje Visor, 1995. Tomo III.

17 “La honradez de Israel Gow” p.318.

LA PUESTA EN DISCURSO DE LA NARRACIÓN Y SU DIMENSIÓN ARGUMENTATIVA

María del Rosario Fernández CONICET- Universidad Nacional de Rosario / Argentina

[email protected]

0. Presentación

En esta ponencia partimos de la hipótesis de que la capacidad inherentemente humana del narrar, en tanto derivada del lenguaje, entrañaría siempre una dimensión argumentativa. Sub-sidiariamente, hemos postulado que la mayor o menor incidencia de lo argumentativo en los textos de los niños se vincularía con ciertas consignas que, o bien “imponen”, implícita o ex-plícitamente, un diálogo con otro (modelo narrativo- cuento clásico- correspondiente a los textos tratados en el corpus B, o alocutario predeterminado- nota- correspondiente a los tex-tos tratados en el corpus C), o bien dejan al arbitrio del locutor el diálogo con el “otro” que permanecía, por las características propias de la consigna (contar algo- correspondiente a los textos tratados en el corpus A), implícito. En tal sentido, abordamos los textos escritos por niños de 7 año de la EGB bajo estas consignas a fin de señalar las marcas lingüístico / discur-sivas (conectores, operadores, modificadores - realizantes, desrealizantes y sobrerrealizantes) que nos permitirían dar cuenta de la dimensión argumentativa de un texto.

1. Breve perspectiva teórica

Consideramos, siguiendo a Raccah (1998) que el estudio de los conectores y operadores resulta de vital importancia puesto que “...la lengua es, de alguna manera, un espejo de las representaciones cognitivas de los locutores (...) el estudio de los conectores y operadores argumentativos pudo enriquecer nuestra comprensión del razonamiento” (Raccah,1998, pág. 163). Si bien consideramos como esencial la de descripción del léxico en tanto revela “el pa-pel esencial que desempeña la inferencia argumentativa en la construcción (la escultura) del sentido” (Raccah,1998, pág. 163), en esta ponencia sólo expondremos nuestro análisis de los marcadores, operadores, conectores y expresiones conectivas. Para ello, hemos seguido la clasificación ofrecida por Portolés (1998) y Montolío (2001). Desde la perspectiva de Portolés deben distinguirse los conectores de los marcadores. Para este autor, el término de conector se limita a “un tipo concreto de marcadores que realmente conectan de un modo semántico- pragmático un miembro del discurso con otro expreso en la mayoría de sus usos o si no, con la suposición contextual fácilmente accesible.” (Portolés, 1998, págs. 36 y 37). Los marcado-res, en cambio, son entendidos, en un sentido más genérico1 , que puede o no incluir la carac-terística de “conectar” enunciados (ya sea porque la conexión que pueda realizarse no se pro-duce con un enunciado lingüístico precedente, sino con un dato contextual, ya sea porque al-gunos marcados sólo en ocasiones conectan enunciados), en tal sentido, este autor piensa a los

1 Este sentido más genérico es el que Montolío (2001) utiliza para definir a los conectores y expresiones conectivas (a los que no discrimina como una subclase dentro de los marcadores) en tanto piezas léxicas cuyo significado “constituye una especie de instrucción que se da al interlocutor, del tipo de: ´ lo que sigue constituye la causa de lo que se ha dicho antes ´ (significado, por ejemplo, de porque) o ´ lo que viene a continuación es la conclusión que se deduce de la información ante-rior ´ (instrucción de, entre otros, por lo tanto) , etc. Así pues, los conectores, en general, tiene un significado que consiste en una instrucción para el interlocutor sobre cómo tiene que procesar las informaciones que se plantean en el enunciado” (Mon-tolío, 2001, págs. 29 y 31).

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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conectores como una subclase en el conjunto de los marcadores que son entendidos como “unidades lingüísticas invariables, [que] no ejercen una función sintáctica en el marco de la predicación oracional y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuer-do con sus distintas propiedades morfológicosintácticas, semánticas y pragmáticas, las infe-rencias que se realiza en la comunicación.” (Portolés, 1998, págs. 48 y 49). Rescatando el sentido semántico – pragmático (y no el estrictamente gramatical), Portolés conceptualiza a los marcadores como aquellas unidades cuyo significado es de procesamiento (y no concep-tual) que “guía las inferencias que se han de efectuar de los distintos miembros del discurso” (Portolés, 1998, pág. 75). En este sentido, se retoma la concepción de Ducrot en función de la cual cada marcador consta de una serie de instrucciones que permiten la descomposición del significado de procesamiento. Las instrucciones semánticas revisten, entre otras, un carácter argumentativo, de formulación o de estructuración de la información. En el apartado 2 realizaremos una exposición general que, tomando en consideración la incidencia de marca-dores, operadores y conectores, nos permita caracterizar, en grandes rasgos, cuál de todas es-tas instrucciones semánticas se ha priorizado conforme a las consignas dadas.

2. Algunos datos generales

A fin de analizar la incidencia y el tipo de marcadores, operadores y conectores utilizado en los textos, presentaremos un cuadro general en el que intentamos señalar su distribución conforme a las distintas consignas dadas (“Contar algo” –corpus A– “Contar Caperucita Ro-ja” –corpus B– y “Escribir una nota a la madre/padre de un alumno, como si fueras la maes-tra/o del grado, informándole que su hijo llegó tarde a clases y justificando la sanción que se le aplicará” –corpus C–) y al tipo de instrucción que imponen al lector. De este modo, hemos valorado la presencia de conectores contraargumentativos, causales, consecutivos y aditivos con valor argumentativo (Montolío, 2001) y de los operadores de refuerzo argumentativo (Portolés, 1998) como elementos que denotaría una tendencia hacia construir un texto en el que se privilegia la instrucción de tipo argumentativa. Los reformuladores explicativos y de recapitulación, como los operadores de formulación (Portolés, 1998) se vincularían con una instrucción de tipo de formulación, en tanto que la instrucción tendiente a la estructuración de la información se asociaría a la presencia de conectores aditivos no argumentativos organiza-dores de la información y de marcadores de continuidad / cierre (Montolío, 2001). La fre-cuencia relativa de aparición de los conectores, operadores, reformuladores y marcadores ha sido calculada sobre el total de palabras de cada uno de los corpus analizados (1701, para el A; 4021, para el B y 1123 para el C). Adoptamos como criterio la cantidad de palabras (con-siderando su tratamiento tal como lo indica la normativa ortográfica, más allá de los fenóme-nos de hipo e hiper segmentación habituales en los textos infantiles) y no la cantidad de enun-ciados candidatos a “ser” conectados / asociados de algún modo, puesto que este trabajo se enmarca en el contexto más amplio de una investigación acerca de la dimensión argumentati-va de la narración que incluye el tratamiento de otros aspectos como por ejemplo los tipos de adjetivos (calificantes o clasificantes, Milner, 1978), las formas de negación (polémica y me-talingüística, Ducrot, 1984) y la presencia de modificadores (realizantes, desrealizante –Ducrot, 1998- y sobrerrealizantes- García Negroni, 1995) cuya incidencia nos parece más pertinente señalar en relación al total de palabras que los niños utilizan en sus textos.

María del Rosario Fernández La puesta en discurso de la narración y su dimensión argumentativa

1073

TIPO DE INSTRUCCIÓN

ARGUMENTATIVA DE FORMULACIÓN DE ESTRUCTURA-

CIÓN DE LA

INFORMACIÓN

Corpus

Conectores Oper. Reformuladores Oper. Conectores Marcadores

Contraarg.

(26

casos

totales)

Caus.

consec.

(57

casos

totales)

Ad. De

ref.

Arg.

Explic.

(3

casos

totales)

De

recap.

(3

casos

totales)

De

form.

(6

casos

totales)

Sin valor

argumenta-

tivo

(312 casos

totales)

De

continuidad/

cierre

A 0.004 0.01 0 0 0.0006 0 0.004 0.04 0

B 0.005 0.001 0 0 0.003 0.003 0 0.06 0

C 0 0.02 0 0 0 0 0 0.01 0

En tanto que la incidencia de elementos que nos permitan vislumbrar en los niños la puesta

en marcha de una estrategia tendiente a la producción de una instrucción expresamente ar-gumentativa es de 0.02 para quienes escriben una nota en la que el alocutario es explicitado desde la consigna (“Escribir a la madre y/o padre...”), la frecuencia de 0.006 (0.005 + 0.001) nos indicaría que el carácter expresamente argumentativo presenta su más baja incidencia cuando se ha impuesto un modelo narrativo (hipotexto al que consideramos, siguiendo el cri-terio adoptado en Fernández, M.R., 1998, como un alocutario implícito), en este caso particu-lar, el del cuento clásico (“Contar Caperucita Roja”). Tal como hemos podido analizar en otras investigaciones (Hachén- Fernández,1995; Fernández, M.R,1998 y 2000) el cuento clá-sico resulta un hipotexto privilegiado por la institución escolar como modelo del “buen na-rrar”. Esto nos permite interpretar que los niños, expuestos a la tarea de narrar un cuento clá-sico, no manifestarían una necesidad de tomar en consideración la voz censora del “otro” (puesto que ese “otro”, la escuela, le ha dado como consigna escribir un texto fundado en un modelo que ella misma privilegia), lo que explicaría por qué aparecen tan escasos elementos que nos permitan focalizar la dimensión argumentativa. El modelo actúa, por decirlo de algu-na manera, como suerte de “confortable” soporte sobre el cual se asentará el texto, permitien-do trabajar sobre un acuerdo previo y fundamental que aseguraría a los niños que el texto que escribirán será “bien recepcionado” por la institución escolar, lo cual los liberar de una actitud “defensiva”, permitiéndoles que la narración fluya (tal como lo indica la incidencia de 0.06 conectores aditivos no argumentativos en la narración de Caperucita Roja en oposición a la de 0.01 en la redacción de la nota) . Sin embargo, este “fluir” de la narración, tal como veremos más adelante en el tratamiento del conector “pero”, si bien asegura lo narrativo, desdibuja el componente argumentativo, lo que produce en los textos, en muchas oportunidades, la apari-ción de “huecos” que requerirán la reposición de redes causales (Lo Cascio, 1990) por parte del lector con quien, habiendo “acordado” el hipotexto, parece no ser necesario dar demasia-das explicaciones. El hecho de que el componente argumentativo se “desvanezca”, a nuestro juicio, no es un dato menor, puesto que, el acuerdo con el “otro” y el dejar por su cuenta la comprensión de las redes causales (que, por otra parte, duplican su frecuencia en las notas –0.02– frente a la consigna de, simplemente, “contar algo”, quedando muy lejos de la escasí-

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sima frecuencia que presentan en la narración de “Caperucita”- 0.001) , imposibilita, de algún modo, que el niño tome conciencia del texto que escribe, es decir, que realice la labor meta-cognitiva que toda escritura alfabética requiere.

3. El dominio de la contraargumentación

En los textos de los niños se dan, básicamente, dos posibilidades para el análisis de “pero” que, tal como hemos visto, sólo funcionan como formas de interposición de excepciones or-dinarias (“pero” de antiorientación correspondiente a la argumentación directa- Anscom-bre, 1998). Si recordamos la lúcida y sutil distinción que este autor realiza entre “pero” y “sin embargo”, advertiremos que los niños, aún efectuando un “gesto” polémico (al que obligaría la básica relación de antiorientación de “pero”- Portolés, 1998) no se salen del marco que el garante impone puesto que “pero presenta una excepción que queda compatible con la re-gla”en tanto que “(y) sin embargo” “cuestiona la validez de la regla a la que alude por medio del garante, y sitúa el debate fuera del marco de esta regla” (Anscombre, 1998, pág. 97). En muy pocos casos, hallamos “pero” de coorientación, asociado con enunciados con modalida-des sobrerrealizante que aquí no trataremos por exceder los objetivos de esta ponencia. Tal como nos indican los datos, de los 25 casos en que “pero” impone una excepción ordinaria, tan sólo 4 (16%) se producen cuando los niños simplemente cuentan algo (corpus A), en tanto que 21 (84%) se producen en la narración de Caperucita (corpus B), no presentándose ningún caso en la escritura de la nota (corpus C). Esto parece evidenciar que, aún convocando una cierta “polémica”, el hipotexto del cuento clásico que la escuela privilegia, impone un marco que, en definitiva, no es cuestionado por los niños, al no ser, precisamente, puesto en tela de juicio el garante2. El análisis de nuestro corpus nos ha permitido discriminar que estos “pero” antiorientados que interponen una excepción ordinaria, pueden o no requerir de la re-construcción de las redes causales (Lo Cascio, 1990). Así, hablaremos de “pero”:

a) Asociado a una argumentación directa que no requiere de la reconstrucción de redes causales que lo expliquen.

b) Asociado a una argumentación directa que requiere de la reconstrucción de redes causa-les que lo expliquen.

Sobre un total de 25 casos en la aparición de “pero” de antiorientación, hallamos que tan sólo 1 (el 4 % ) corresponden al primer grupo3 y la inmensa mayoría, 24 casos (el 96%), al segundo. Esta peculiaridad nos condujo a pensar que, al ser mucho más numerosos los casos de una contraargumentación directa en la que se impone una excepción ordinaria que requie-ren de una reconstrucción del razonamiento por la reposición de las redes causales (Lo Cas-cio, 1990), parecería que los escritores no pueden ser conscientes de la dimensión argumenta-tiva que la narración entraña, dejando por cuenta del lector/maestro (con quien se ha acordado previamente nada menos que el hipotexto) , la reposición de las mismas. Tal como hemos visto en nuestro trabajo (Fernández, M.R, 2001) la consideración o no de la voz del otro pue-de ser analizable a partir de la reposición de reglas implícitas. La imposibilidad de poner en práctica un diálogo con el “otro” puede ser interpretada a partir del no cuestionamiento del garante- excepción ordinaria. A nuestro juicio, la no conciencia acerca de las reglas denota

2 Tanto “pero” como “sin embargo”, en la argumentación directa se apoyan en un garante que permite la siguiente formula-ción G (p,q) en donde “p es argumento para q en el encadenamiento discursivo p + q, según en garante G (p,q) si se satisfacen los siguientes requisitos: a) G (p,q) es una frase genérica vinculada con p y con q. b) El conjunto de ambos enunciados G (p,q) y p, lleva a la conclusión q.” (Anscombre, 1998, pág, 92) 3 Nos referimos al siguiente ejemplo: “la miro muy bien pero bio que no era igual”

María del Rosario Fernández La puesta en discurso de la narración y su dimensión argumentativa

1075

que el niño no puede pensar en la voz presupuesta del “otro” (institución, adultos, o quien fuere) que las formula. Por supuesto, y de hecho rescatando permanentemente el dialogismo inherente a cada texto, esta suerte de “ausencia” resulta por demás significativa y no por ser tal, debemos pensar en un sentido monológico del texto. Expondremos, brevemente, algunos ejemplos de este tipo de argumentación que requiere de la reconstrucción de redes causales y opera básicamente en dos sentidos: por la utilización de contrafácticos y por la restricción del campo de aplicación de la regla que implícitamente se convoca.

3.1: Utilización de contrafácticos

...su mamá le dijo que le lleve a su abuelita pero en eso la niña se encontró con el lobo y el lobo la engañó a ella.

p1: Caperucita se encontrará con su abuelita (validado por la voz de la madre que “dice”/ da la orden de que “le lleve a su abuelita”)

Reposición de la regla que sostiene el garante:

G (p q): Toda vez que Caperucita se encuentre con su abuelita (p1) no será engañada (-q1) Si p1 ⇒ -q1

Planteo de contrafáctico que invierte la regla formulada por el garante:

p2: Caperucita NO se encontró con su abuelita (“se encontro con el lobo”)

Si - p ⇒ q: Si Caperucita no se encuentra con abuelita (-p2 ) será engañada (q2) (“el lobo engaño a Caperucita”)

En este ejemplo llama especialmente la atención que su autor haya repetido innecesaria-mente información: “le lleve a su abuelita”; “la niña se encontró con el lobo y el lobo la en-gañó a ella”. Creemos que este fenómeno podría interpretarse como una estrategia remedial que, a partir de la duplicación de la información intenta subsanar un tipo de razonamiento que se percibe, tácitamente, como “problemático” al sustentarse en una estrategia que requiere, para su completamiento y entendimiento, de la reposición de redes causales por parte del lec-tor.

3.2: Restricción del campo de aplicación de la regla que implícitamente se convoca

Nos levantamos y nos fuimos al arroyo Urquiza a las ruinas de donde nació ese hombre que se nombraba mucho (todo se llamaba Urquiza calles, cines, kioscos, etc. Pero cuando va uno de otra pcia. Lo nombran mucho pero no te dicen quién es ni qué hizo ni nada.

p1: todo se llamaba Urquiza calles, cines, kioscos, etc.

Reposición de la regla que sostiene el garante:

G (p q): Toda vez que un nombre es muy usado (p1) debe explicarse el porqué (q1)

Si p1 ⇒ q1 donde q1 resultaría ser: El nombre de Urquiza debe ser explicado.

Se plantea una restricción en la aplicación de esta regla formulada por el garante:

p2: La gente que vive en esta provincia conoce la explicación de por qué se usa el nombre Urquiza.

Enunciado que desata otra regla que implica una restricción de la general formulada ante-riormente:

G (p q)1: Toda vez que se vive en un lugar (p2) no es necesario explicar el porqué del uso de los nombres (-q2) Si p2 ⇒ -q2

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Lo que permite concluir -q2: En esta provincia no es necesario explicar el porqué de la uti-lización del nombre de Urquiza.

Nuevamente se plantea un razonamiento que opera por contrafácticos: Si - p2 ⇒ q2

Si no se vive en el lugar (- p2 : “va alguien que no es de la pcia”) entonces, es necesario ex-plicar el porqué de la utilización del nombre de Urquiza (q2), lo cual nos permite comprender el sentido de antiorientación (“pero”) del enunciado “no te dicen nada” (equivalente a -q2: No explican el porqué de la utilización del nombre de Urquiza).

5. Algunas conclusiones

Creemos que la relevancia del análisis que hemos realizado radica, tal vez, en señalar cómo el dominio de lo argumentativo puede, o no, ser “despertado” por ciertas consignas. Ahora bien, la cuestión que deseamos plantear se vincula con el tipo de intervención que el docente debería realizar al abordar el tratamiento de los escritos de sus alumnos, aspecto que, por su-puesto, excede en mucho las pretensiones de este trabajo. En tal sentido, deseamos señalar que, si no somos capaces de comprender el razonamiento que nuestro alumnos realizan cuan-do narran, difícilmente podremos intervenir a fin de que ellos tomen conciencia del texto que “ponen en página” (Gombert, 1990). De este modo, se verá, sin duda, entorpecida la posibili-dad de revisión y reescritura del texto. Los “huecos” argumentativos que los niños dejan en sus textos deberían poder “ser llenados” con la intervención del docente quien tendría a su cargo la formulación de las reglas implícitas a fin de hacer consciente el razonamiento in-consciente y, de este modo, recuperar las redes argumentativas de los textos infantiles.

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UNA ESTRUCTURA ARGUMENTATIVA PECULIAR EN EL QUECHUA

Ana María Fernández Lávaque Universidad Nacional de Salta / Argentina

[email protected]

Juana del Valle Rodas Universidad Nacional de Salta / Argentina

[email protected]

Retomando una línea de trabajo anteriormente desarrollada, la de comparar estructuras dis-

cursivas en lenguas diferentes, este trabajo intentará probar que las diferencias tipológicas

entre el quechua y el español, aglutinante la primera, analítica la segunda, proyectan en la

secuencia del discurso esa misma impronta estructural del orden morfosintáctico.

El texto que en esta ocasión se analizará es un fragmento extraído del libro titulado Grego-

rio Condori Mamani. Autobiografía (Valderrama y Escalante, 1982). Los autores transcriben

en él un relato autobiográfico en primera persona: la voz de un aborigen del Perú, Gregorio,

que cuenta sus andanzas de pobre cargador, al que los blancos explotan, mientras trata de ex-

plicarse su situación y la de otros runas marginados como él, apelando a mitos y creencias

ancestrales de la cultura andina. Los últimos capítulos del libro recogen también la voz de

Asunta, la segunda mujer de Gregorio, quien al igual que él cuenta las vicisitudes miserables

de la vida que llevaban y llevan en el Perú las minorías indígenas. A lo largo del relato puede

encontrarse numerosas secuencias argumentativas, sobre todo en aquellos pasajes donde estos

dos narradores intentan explicar o justificar aspectos de la vida del hombre del altiplano. A

través de esa sucesión argumentativa ambos enunciadores buscan incidir en el sistema de

creencias y representaciones de sus interlocutores, y más tarde de los lectores, por vía de la

persuasión, antes que de la argumentación, pues apelan a las emociones más que a la razón.

Así lo confiesa Gregorio, cuando dice que la finalidad de su relato era cumplir un deseo: “que

se conozcan los sufrimientos de los paisanos” (op. cit.15). La narración, lograda a través de

discontinuas pero repetidas entrevistas a ambos personajes, es conmovedora especialmente

por la increíble resignación del indígena ante la adversidad y el maltrato. El volumen conden-

sa el infinito drama que viven las clases populares de toda Latinoamérica y acerca del cual los

protagonistas van reflexionando mientras evocan sus vidas. El conjunto de sucesos desgracia-

dos acaecidos a lo largo de la vida de la pareja autóctona están reunidos en dieciséis capítulos

bilingües, en cuanto los antropólogos que registraron el relato tienen al quechua como lengua

materna y de allí que la traducción se mantenga “lo más cercana posible al texto quechua,

conservando la forma peculiar de expresarse de los bilingües andinos de la zona” (loc. cit.).

A continuación se reproduce el fragmento seleccionado en el que se procurará relevar una

forma peculiar del discurso argumentativo, que consiste en retomar la tesis después de cada

argumento, de modo que la misma intensifica su contenido semántico por vía de la recurren-

cia y por efecto de las estrategias de persuasión.

Esta forma de ayudarse a través del ayni no sólo es en la chacra, está en todo: te casas, te ayudan en ayni;

cuando alguien de tu familia muere, te ayudan en el entierro por ayni.

Cuando en la cosecha te faltan caballos o burros para trasladar la cosecha de papas de la chacra al troje, te

prestan en ayni, pero eso sí, todo ayni tienes que devolver con todo corazón. Si uno no tiene caballos, bu-

Ana María Fernández Lávaque et al. Una estructura argumentativa peculiar en el quechua

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rros y otros animalitos que carguen guano, no puedes hacer la chacra. Si tienes estos animales y parientes que los necesitan, tienes que prestarlos…A ver, ¿cómo, pues, harías si no hay animales que carguen el guano, la semilla? Así también tiene que haber animales que caguen guano, porque si no hay animales que caguen guano, menos habrá para cargar en la siembra o en la cosecha. Por eso, tienes que ayudar en el trabajo a las personas que tienen estos animales, por su guano, por sus animales de carga. Por eso las personas con más animales hacen harta chacra, porque los pobres sin animales van a ayudarles, ya sea por su guano o por sus animales de carga . Quienes no tienen animales y quieren hacer chacrita en un layme1, no pueden hacer harta chacra, salvo que ayuden también hartos días a los que tienen animales.

De todo esto nunca se paga en dinero: de lo que ayudas ni de lo que te ayudan. Esto es el ayni. Aquí en Cusco, he visto poco esta costumbre del ayni, desde que vine. Será porque el corazón de todo paisano que se instala en el Cusco ya no escucha las costumbres del pueblo. Por eso todo trabajo que hay aquí en la barriada es por plata, ya no por ayni. (Op. cit., 36-37.)

Los narradores de esta autobiografía pertenecen al grupo social de los indigentes y son cul-turalmente analfabetos; ambos son quechua monolingües. De allí que su discurso puede con-siderarse típico de la modalidad de habla del campesino quechua.

El fragmento se inicia con una frase que sintetiza una tesis ya desarrollada anteriormente: el valor de la reciprocidad como principio tradicional de la organización socioeconómica an-dina. Esta misma tesis, que opera como exordio, es la que el párrafo seleccionado desarrolla-rá: “Esta forma de ayudarse a través del ayni no sólo es en la chacra, está en todo”. El núcleo semántico de esta tesis es precisamente el ayni. Los tres primeros argumentos disocian ese todo en algunos de sus componentes: “Te casas, te ayudan en ayni; cuando alguien de tu fami-lia muere, en el entierro te ayudan por ayni. Cuando en la cosecha te faltan caballos o burros [...] te prestan en ayni”. Es esta costumbre solidaria la que aparece subrayada a través de los ejemplos mencionados, que operan como fundamento de lo real construido en el discurso. La enumeración de los casos que patentizan el ayni finaliza con la necesaria retribución del favor recibido: “pero eso sí, todo ayni tienes que devolver de todo corazón”. Aquí, con el inicio de una segunda tesis, aparece claramente la peculiar dispositio argumentativa en el quechua. Esta segunda tesis deriva de la primera, a la que también procura confirmar. Se trata de la interre-lación solidaria y afectiva implícita en ese recurso tradicional de intercambio de servicios y de bienes. A través de esta segunda secuencia argumentativa que se desarrolla por medio de es-tructuras condicionales (“Si tienes estos animales y parientes que los necesitan, tienes que prestarlos...”) el texto se dirige nuevamente al punto inicial o sea a proporcionar nuevos casos ejemplificadores que muestran la ineludible presencia del ayni en la comunidad campesina quechua. Estas tesis encadenadas, una de las cuales sirve a su vez de argumento a la anterior y se sostiene en nuevos argumentos que fundamentan el núcleo semántico de la primera tesis, guardan semejanza en el nivel del discurso con el aglutinamiento morfosintáctico del que-chua, en el cual un núcleo lexemático es modificado por morfemas sufijados que precisan o amplían el contenido de aquél (por ejemplo willawara tiene la raíz verbal willa-, -wa pronom-bre objeto de primera persona y –ra pasado no experimentado traducible al español como ‘me informó pero no me consta que fuera cierto’).

Por su parte, los argumentos que se dirigen a probar los beneficios del ayni incorporan, como una estrategia más, la pregunta retórica, que en este discurso equivale a un desafío: “A ver, ¿cómo pues harías si no hay animales que carguen el guano, la semilla?”.

El hecho de que los enunciados retornen de continuo a la tesis inicial, según el modo con que la lengua quechua organiza el pensamiento, puede parecer al lector occidental un discurso que avanza demasiado lento. Sin embargo, esa arquitectura argumentativa del texto quechua,

1Layme: parcela de tierra que es cultivada en forma rotativa cada cierto tiempo (op. cit., 121).

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1080

que obliga a conservar la referencia por medio de la redundancia del mismo núcleo semántico de la tesis, favorece la conexión del pensamiento y contribuye a destacar la hipótesis en la que converge todo el discurso. Esta morosidad en el desarrollo discursivo es correlativa con una concepción pausada y aun estática de la interacción del hombre andino con el mundo que lo circunda; un “solo estar”, como decía un poeta salteño refiriéndose al modo de ser y actuar del campesino de la Puna.

Desde el punto de vista retórico, la técnica argumentativa del discurso quechua es reiterati-va. Se basa en proponer una estructura a lo real -en este caso la relación recíproca implicada en el ayni- y en fundamentar su necesidad, es decir sostener esa organización de la realidad en el discurso. Como estrategia persuasiva, dicha técnica procede desde el todo a sus aspectos. Los argumentos se disponen en enlaces de sucesión (R. Marafioti, 1988, 202); de este modo, tanto los positivos como los negativos constituyen condiciones seguidas por consecuencias invariables, estableciéndose una dinámica de causa-efecto. La argumentación está dominada por esta estrategia, cuyo contenido es, en síntesis, el siguiente: si uno cuenta con animales debe prestarlos al que no los tiene porque necesitará de él para ayudarle a cultivar su chacra; si en cambio no se tienen animales de carga habrá que ayudar en las tareas de siembra y cose-cha al que los posee, para recibir a su vez animales en préstamo cuando se los necesite. En suma, la técnica argumentativa del texto conduce a presentar la costumbre del ayni como con-dición ineludible de la vida rural andina.

Es también destacable en cuanto a la dispositio, la técnica de disociar las nociones o los hechos, como se acaba de señalar, en lo que respecta a las condiciones positivas y negativas que determinan consecuencias coherentes. Idéntica disociación ya se indicó respecto a la divi-sión del todo en partes.

Como sucede en la mayoría de los textos argumentativos, el estudiado aquí presenta, entre sus argumentos, uno que funciona como confirmatio: “Por eso las personas con más animales hacen harta chacra porque los pobres sin animales van a ayudarles...” Y en seguida, otra ora-ción que -de la misma forma en que hasta el momento se desarrolló la argumentación- opone a la anterior su versión negativa: “Quienes no tienen animales y quieren hacer chacrita [...] no pueden hacer harta chacra salvo que ayuden también hartos días a los que tienen animales”.

Finalmente, en el último párrafo se encuentra el epílogo del discurso, y aquí ya no es ex-traño el retorno a la tesis inicial, pues se requiere esa vuelta para agregarle una precisión. Se trata de un dato que permite comprender el ayni como el precedente del trueque, si bien con alguna diferencia pues mientras este último es una forma de comercio, el ayni se presenta como intercambio de servicios. Lo que enlaza ambas costumbres es el hecho de que en ningu-na de ellas media el dinero. El discurso concluye así: “De todo esto nunca se paga en dinero [....] Esto es el ayni”. Esta precisión se amplía afirmando que esa pauta cultural, cuya necesi-dad se ha puesto en evidencia, es sólo propia del campo; en la ciudad no se observa y por ello el protagonista lamenta la pérdida de “las costumbres del pueblo”.

En síntesis, la estructura del discurso argumentativo en este texto transcripto del quechua es la siguiente:

Dispositio: a) Exordio: tesis principal del discurso.

b) Narratio:

Argumentos: - los que disocian el todo en partes;

- los basados en la estructura de lo real.

Tesis derivada y subrayada con la pregunta retórica.

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Argumentos encadenados que sostienen la estructura de lo real y se basan en las relaciones condición-consecuencia o causa-efecto.

c) Confirmatio: argumento expresado en tono de máxima a través de dos cláusu-las, positiva una y negativa la otra, con sus respectivas consecuencias.

d) Epílogo: retorno a la tesis inicial a la que se agregan dos precisiones.

Cada argumento no constituye otra cosa que un nuevo modo de aludir al ayni, núcleo de la tesis principal.

Ya en el plano de la materialidad lingüística del discurso estudiado, esto es en el texto, se muestra un enunciador que tiende a permanecer oculto detrás del enclítico impersonal “se” (“ayudarse”), del pronombre indefinido (“alguien de tu familia; si uno tiene”) o del pronom-bre personal usado como indefinido (“te casas; te ayudan”). El locutor sólo se muestra en el desafío al interlocutor cuando le dice: “A ver, ¿cómo, pues, harías...”. El resto del texto, a pesar de que sus aserciones aparecen ejemplificadas con casos concretos, tiene un valor to-talmente generalizador apoyado en la impersonalidad de las oraciones. Este tono impersonal cumple con la función de diluir la responsabilidad personal del locutor en relación con su enunciado, permitiendo que lo dicho aparezca como la voz de todos.

En cuanto al uso de las formas verbales, cabe señalar que en el texto predomina, con una frecuencia relativa importante, el tiempo presente de indicativo con un 83% sobre las formas de subjuntivo, potencial y futuro de indicativo. En cuanto al modo, significa la prevalencia en el discurso del mundo concreto que rodea al hablante. Por su parte, el relieve otorgado al pre-sente se vincula al tono aforístico de la mayor parte del texto, cuyo contenido adopta la forma de máximas ejemplificadoras o aleccionadoras. La estructura predominante de la oración es la condicional, en la que a una prótasis positiva o negativa correponde siempre una apódosis de similar contenido: “Si tienes estos animales... tienes que prestarlos” / “Si uno no tiene estos caballos...tienes que ayudar en el trabajo a las personas que los tienen”. Puede observarse que el contenido de la apódosis implica siempre la necesidad de respetar el ayni, es decir la ayuda mutua.

El mismo realismo que se observa en el predominio del modo indicativo lo exhibe también el léxico. En efecto, los campos léxicos más nutridos son los que se refieren al ámbito domés-tico y al de las labores rurales: familia, casamiento, entierro, caballos, burros, cosecha, pa-pas, chacra, guano, semilla.

En la construcción del texto se destaca la intención argumentativo-persuasiva del hablante, no sólo en la estructuración del discurso y en la elección de las estrategias destinadas a mos-trar al interlocutor las ventajas de una determinada costumbre, la del ayni, sino también en la presencia de conectores y organizadores discursivos. Por ejemplo: “Así también tiene que haber...”, “Por eso tienes que ayudar...” son organizadores propios de la argumentación en la medida en que tienden a plantear la consecuencia o resultado de acciones antes propuestas. Por su parte, “A ver cómo pues harías” organiza el discurso como un reto.

Importa finalmente destacar que, si bien la estructura textual responde al discurso argu-mentativo, las secuencias que integran este fragmento son eminentemente descriptivas. La argumentación es el trasfondo que lo sostiene y le da coherencia, pero las distintas oraciones -salvo la pregunta retórica- son enumeración de ejemplos, de casos concretos.

El análisis discursivo realizado confirma lo que se anticipó: la proyección de un rasgo tipo-lógico de orden morfosintáctico, propio del quechua, en el nivel del discurso. En este último plano ese rasgo aglutinante se manifiesta como la recurrencia circular de un concepto clave a

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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lo largo de todo el texto, con cada uno de los argumentos aportados para sostener la tesis. De este modo, a ese concepto clave (comparable a la base léxica en el nivel morfosintáctico) se le van aglutinando oraciones-argumentos.

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MARCADORES DE MODALIDAD EPISTÉMICA EN ARTÍCULOS DE INVESTIGACIÓN

Laura Ferrari Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

1. Introducción

Este trabajo forma parte de una investigación más amplia cuyo objetivo general es el estu-dio de la modalidad epistémica en la comunicación académica .Su objetivo es analizar los procedimientos gramaticales que expresan la modalidad epistémica en algunas clases de tex-tos propias de la comunicación académica. En la primera etapa de esta investigación se estu-dian los procedimientos gramaticales y léxicos utilizados para la expresión de la modalidad.

A su vez, también se enmarca en la tradición del la lingüística del texto especializado (Ka-plan 1966; Clyne 1987; Swales, 1990; Clyne 1991; Schröder, 1991). En este trabajo en parti-cular, me propongo colaborar en la caracterización del artículo de investigación (AI) como clase textual y relacionar su estructura retórica con la forma en que es presentado el concoci-miento científico.

Los objetivos son:

1 Analizar el uso de ciertos marcadores de modalidad epistémica en las secciones “intro-ducción” y “conclusiones” del artículo de investigación.

2 Describir la relación entre los marcadores de modalidad epistémica analizados y las partes textuales consideradas: “introducción” y “conclusiones”.

2. Marco teórico

La “probabilidad” y sus realizaciones lingüísticas han sido consideradas usualmente “hed-ging”: una categoría lingüística que engloba todas las expresiones cuyo significado parece difícil de analizar y categorizar: verbos modales, adverbios, partículas, el uso de ciertos pro-nombres personales y la ausencia de otros, el uso de pasiva sin agente y otras expresiones impersonales (Ventola 1997).

Modalidad epistémica

Se aplica a las aserciones e indica el grado de compromiso que el hablante tiene en relación con la verdad de la proposición. El caso no marcado en este dominio es el compromiso total con la verdad de la proposición, y los marcadores de modalidad epistémica indican algún gra-do menor de compromiso con la verdad de la proposición. Las modalidades epistémicas co-múnmente expresadas son : “posibilidad”, “probabilidad”, y “certeza inferida”.

Palmer (1986) sostiene que el término ‘epistémico’, en lingüística, no debe aplicarse sola-mente a los sistemas modales que abarcan las nociones de posibilidad y necesidad, sino a cualquier sistema modal que indica el grado de compromiso del hablante con respecto a lo que dice. Este autor incluye en la modalidad epistémica dos subsistemas: los evidenciales y los juicios. Los evidenciales expresan los distintos tipos de evidencia que sustenta el com-promiso del hablante. Los juicios abarcan las especulaciones y deducciones expresadas lin-güísticamente.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Un aspecto importante de la modalidad es el de la mitigación que ha sido considerada una estrategia para suavizar o reducir la fuerza de un acto de habla cuyos efectos pueden no ser bien recibidos por el oyente.

Hedges (mitigadores) y boosters (intensificadores) son estrategias comunicativas para re-ducir o aumentar la fuerza de las aserciones (Hyland 2000). Como se puede observar en el ejemplo siguiente:

1., A través de la descripción semántico-argumentativa trataremos pues de demostrar que a diferencia de las negaciones descriptiva y polémica, la metalingüística se caracteriza por descalificar el marco o espacio de discurso del interlocutor... (Signo y Seña 9)

En 1. el verbo tratar se utiliza para no realizar una afirmación categórica.

Ambos procedimientos muestran que los enunciados no sólo comunican ideas sino también indican la actitud del escritor hacia el contenido de sus textos y hacia los lectores. Estos recur-sos son importantes rasgos del discurso académico que demuestran que los escritores pueden usar el lenguaje flexiblemente para adoptar posturas, expresar puntos de vista y señalar alian-zas. Representan también una contribución importante a la negociación social del conoci-miento y a los esfuerzos del escritor para persuadir a los lectores de la verdad de sus planteos, para ganar aceptación en la comunidad científica por su trabajo.

Para el análisis de la estructura retórica de la “Introducción” del AI he utilizado el modelo de Swales (1990) “creación de un espacio de investigación”.

Modelo de la estructura retórica de la “Introducción” (Swales 1990):

Movida 1 Estableciendo el territorio

∂ Reclamo de centralidad y/o ∂ Hacer generalizaciones temáticas y/o ∂ Revisión de investigaciones anteriores

Movida 2 Estableciendo el nicho

∂ Contradicción con la tradición o ∂ Marcación de una brecha o ∂ Formulación de preguntas o ∂ Continuación de la tradición.

Movida 3: Ocupando el nicho

∂ Presentación de objetivos o ∂ Anuncio de la presente investigación ∂ Anuncio de los principales descubrimientos. ∂ Presentación de la estructura del artículo.

En el análisis de la estructura retórica de la sección “Conclusiones” el modelo de Swales ha sido extendido por autores como Dudley-Evans y Hopkins (1988) y Dudley-Evans (1994). En este trabajo se ha hecho una adaptación del modelo de estos autores..

En las “Conclusiones” el autor busca resaltar sus descubrimientos y situarlos en el contexto de un cuerpo de conocimientos más amplio relacionando los resultados con el trabajo de otros.

Las “movidas” o “segmentos textuales” (Gnutzmann y Oldenburg 1991) que se han identi-ficado son las siguientes:

Laura Ferrari Marcadores de modalidad epistémica en artículos de investigación

1085

1. Formulación por parte del investigador de un título para el “nicho” creado en la “Introducción” y posteriormente ocupado en la sección de “Métodos y Resultados”.

2. Demostración de que los resultados se relacionan con la literatura científica y con te-mas más amplios, reestableciendo el citado nicho.

3. Comentarios finales del autor sobre implicaciones futuras.

4. Limitaciones de la presente investigación en relación con los resultados obtenidos, la metodología aplicada o las implicaciones futuras.

5. Sugerencias para líneas futuras de investigación o desarrollos metodológicos en rela-ción con la presente investigación con miras a establecer territorio adicional.

De acuerdo con Hyland (2000: 91) el mayor número de recursos mitigadores y resaltadores aparecen en las “Introducciones” y “Conclusiones”, en consonancia con la afirmación de Ba-zerman (1988: 243) de que los físicos es lo que leen primero en una lectura rápida para juzgar el valor del artículo para su propia investigación.

Rasgos superficiales de hedging

En este trabajo se analizarán sólo tres tipos de marcadores de modalidad epistémica. Se ca-racterizan brevemente a continuación.

Verbos modales

Si bien se identifican con claridad, su significado real en los distintos registros no es muy preciso.

Coates (1983) ve la polisemia de los verbos modales como una función de los contextos en los que pueden ocurrir. Es decir el significado de los verbos modales no reside en sí mismos sino está asignado a las expresiones que los contienen. Un adecuado marco descriptivo de la modalidad requiere una explicación del lazo entre la semántica lingüística y los contextos pragmáticos.

Verbos epistémicos

Verbos tales como sugerir, indicar, predecir son la forma más común de expresar mitiga-ción en el corpus científico. Los verbos epistémicos representan los medios más transparentes de codificar la subjetividad de la fuente epistémica y están usados para mitigar compromiso o certeza. Su número significativo refleja su versatilidad retórica en contextos en los cuales las aserciones categóricas raramente expresan la forma más efectiva de expresión. Al indicar la confianza del escritor en un enunciado contribuyen al razonamiento evidencial entre funda-mentos y reclamos y permiten una evaluación del grado de certeza.

Existen por lo menos cuatro maneras mediante las cuales un escritor puede expresar el es-tatus no factual de una proposición que Palmer (1986) llama especulativa, deductiva, citativa y sensorial; es decir, los escritores pueden mitigar sus afirmaciones indicando que están pre-sentando la información como una opinión subjetiva, una deducción, un rumor o basada en la evidencia de los sentidos.

Los verbos epistémicos señalan el modo de conocimiento y la fuente (creencia, deducción, reporte, percepción) y por lo tanto tienen implicaciones en cuanto a la confiabilidad del cono-cimiento en sí mismo.

Verbos epistémicos de juicio

Reflejan las apreciaciones del hablante sobre el status factivo de los eventos e incluyen es-peculación y deducción. Se distinguen por el hecho de que el grado de compromiso con la

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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verdad de la proposición se predica en relación con la falta de certeza de la evaluación huma-na.

En el subconjunto de los verbos de juicio, los verbos especulativos indican que hay cierta conjetura acerca de la verdad de la proposición. Comprenden pricipalmente los verbos “per-formativos” que realizan más que describen los actos que enuncian: proponer, sugerir, de-mostrar. También se incluyen verbos que involucran inobservables estados cognitivos o pro-cesos que no realizan actos de habla: creer, especular, suponer. Estos verbos parecen dar un significado más conjetural que asertivo a las proposiciones que los siguen, dando como hipó-tesis un mundo en el que p podría ser verdadera.

El segundo tipo de verbos de juicio deriva más obviamente de razonamiento inferencial o cálculo teórico y se presentan como deducciones o conclusiones: calcular, inferir, concluir, deducir.

Por ejemplo: 2. Aunque el análisis aquí esbozado es indisutiblemente incompleto y quizá defectuoso en algunos deta-lles, hemos intentadodo proponer un tratamiento unificado de una serie de construcciones, algunas de las cuales no figuran en las gramáticas del español. (Signo y Seña 7)

Además del uso de las formas pasivas los escritores pueden distanciarse de su proposición a través de procedimientos (abstract rhetors) que implican que los actos retóricos pueden cumplirse sin voluntad humana:

La evidencia taxonómica sugiere... El modelo implica que... El presente trabajo indica...

Este procedimiento contribuye a la despersonalización del discurso al hacer aparecer el texto o los datos como fuente de los juicios epistémicos.

Verbos epistémicos evidenciales

Estos verbos refieren a una justificación evidencial basada o bien en el reporte de otros, o en la evidencia de los sentidos, o en la posibilidad de hacer converger la evidencia con los objetivos.

Los científicos descansan abundantemente en la evidencia proporcionada por la bibligrafía y la elección del verbo de reporte muestran la actitud adoptada hacia esos descubrimientos refiriéndolos como juicios especulativos o deductivos.

Un segundo grupo de verbos epistémicos se refieren a la percepción o aprehensión del co-nocimiento científico que se intenta trasmitir, verbos tales como: parecer, aparecer, como por ejemplo:

3. Las relaciones que se producen entre los actantes del acontecer o evento, que orienta la relación predi-cativa- atributiva, media o activa, en términos de Poittier 1987 (123)-, en cuanto dan cuenta de diferencia-ciones semánticas profundas, parecen tener más interés, como se ve, que las identificaciones automáticas basadas en indicios formales, normalmente equívocos. ( RLA 36)

Un tercer grupo de verbos evidenciales tienen la función de mitigar la fuerza con la que los objetivos de la investigación o la posibilidad de adquirir evidencia apropiada se expresan. Según Hyland (1998) provocan un contraste entre los objetivos de la investigación y la posibi-lidad de adquirir evidencia apropiada. Por un lado enfatizan los propósitos de la investigación y por el otro, ponen en un segundo lugar el hecho de que se haya alcanzado la evidencia nece-saria para sustentar las hipótesis formuladas.

Laura Ferrari Marcadores de modalidad epistémica en artículos de investigación

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El científico reconoce que sus resultados no pueden incluir todas las variables, ni dar cuen-ta de todas las posibilidades y que su información es incompleta.

La elección del recurso es esencialmente estratégica.

En síntesis los verbos epistémicos léxicos son, según Hyland, la forma más frecuente de expresar mitigación en el corpus de AI. Otorgan significado al estatus no factual de la propo-sición. Estos verbos indican precisión en relación con el grado de compromiso del escritor con lo que ha dicho e indican si la justificación para ello proviene del juicio del hablante o de evi-dencia proveniente de distintas fuentes.

3. Corpus y metodología

El corpus está constituido por la “Introducción” y las “Conclusiones” de diez artículos de investigación de cuatro revistas especialializadas: Signo y Seña, Revista de Lingüística Teóri-ca y Aplicada, Revista Argentina de Lingüísitca y Cuadernos del Sur. Se han seleccionado autores nativos y artículos que tengan un desarrollo teórico.

Las variables estudiadas son esencialmente algunos de los recursos lingüísticos que propo-ne Hyland, adaptados al español, a partir de las segmentación de las partes textuales, “intro-ducción” y “conclusiones”, realizada a partir de la propuesta de Swales, Dudley-Evans y Hopkins y Hyland.

Se parte de la hipótesis de que existe una relación entre la clase de marcadores epistémicos utilizados y la estructura retórica de la “Introducción” y “Conclusiones” de los artículos de investigación.

Se trata de un trabajo exploratorio, y los datos obtenidos, dado el carácter ejemplar de la muestra, sólo muestran tendencias, que deberán ser corroboradas o rectificadas en trabajos posteriores.

4.Análisis de los datos

4.1 Presencia de marcadores epistémicos en las movidas de la sección “Introducción”

La tabla 1 da cuenta del tipo de marcadores epistémicos en las “movidas” o “segmentos textuales” de la “Introducción” en los AI analizados.

Tabla 1

Tipos y fecuencia de marcadores en las “movidas” de la “Introducción”

Perífrasis modales

Verbos epistémicos de juicio

Verbos epistémicos evidenciales

Totales

Establecer el territorio 5 8 1 14 (12%) Establecer el nicho 8 16 8 32 (37%) Ocupar el nicho. 6 30 3 39 (45%) Totales 19 (22%) 54 (64%) 12 (14%) 85

Esta tabla pone en evidencia que los verbos epistémicos de juicio constituyen el marcador epistémico más utilizado en la “Introducción”, en el corpus analizado. En esta muestra ejem-plar conforman el 64% del total de los marcadores utilizados en la sección. En segundo lugar

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1088

las perífrasis nodales constituyen el 22% de los recursos utilizados y por último los verbos epsitémicos evidenciales, el 14%. En relación con la estructura retórica de las introducciones analizadas, la concentración mayor de recursos se da en la movida 3 “ocupación del nicho” (45%); no sólo de marcadores sino de verbos epistémicos de juicio. En segundo lugar, en la movida 2 “establecer el nicho” (37%), también los verbos epistémicos de juicio representan el mayor recurso utilizado. En la movida 1 “establecer el territorio” se repite el mismo fenóme-no.

4.2 Presencia de marcadores epistémicos en las movidas de la sección “Conclusiones”

La tabla 2 da cuenta del tipo de marcadores epistémicos en las movidas de la sección “Conclusiones” y de su distribución y frecuencia.

Tabla 2

Tipos y fecuencia de marcadores en las “movidas” de las “Conclusiones”

Perífrasis modales Verbos epistémicos de juicio

Verbos epistémicos evidenciales

Totales

Formulación de resultados

10 12 2 24 (58%)

Redescricpción de la brecha

- 1 1 (2,4%)

Implicaciones 1 10 2 13 (31%) Limitaciones de la presente investigación

1 - - 1 (2,4%)

Sugerencias para inves-tigaciones futuras

1 1 - 2 (4,8%)

Totales 13 (31%) 24 (58%) 4 (9,75%) 41

Esta tabla pone en evidencia que los verbos epistémicos de juicio son el recurso lingüístico que tiene una frecuencia mayor en la sección ”Conclusiones” del corpus. Constituyen el 58%. En segundo lugar las perífrasis modales , un 31%, y por último, los verbos epistémicos evi-denciales, un 9,75%. En relación con la distribución de los marcadores y la estructura retórica de las conclusiones, la movida 1, “Formulación de resultados” es la que posee un mayor nú-mero de recursos epistémicos, el segundo lugar lo ocupa la movida 3 “Implicaciones”.

La comparación de ambas tablas pone en evidencia que la parte textual “Introducción” pre-senta el 67% de los marcadores epistémicos identificados en el corpus. Y a su vez, muestra que la distribución de los procedimientos es paralela en la “Introducción” y en las “Conclu-siones”, es decir la mayor frecuencia la presentan los verbos epistémicos de juicio, en segun-do lugar las perífrasis modales y por último los verbos epistémicos evidenciales.

4.3 Análisis de marcadores y estructura retórica de la “Introducción” y las “Conclusio-nes”

4.3.1 “Introducción”

La observación de la tabla 3 muestra que la movida que presenta mayor número de marca-dores es la 3: “ocupar el nicho”:

Laura Ferrari Marcadores de modalidad epistémica en artículos de investigación

1089

Tabla 3

Perífrasis modales Verbos epistémicos de juicio

Verbos epistémicos evidenciales

Totales

Ocupar el nicho. 6 (15%) 30 (76%) 3 (7%) 39

Si retomamos el análisis de Swales, podemos ver que en este segmento textual los pasos son :

∂ Presentación de objetivos ∂ Anuncio de la presente investigación ∂ Anuncio de los principales descubrimientos.

A su vez los marcadores más frecuentes (75%) son los verbos epistémicos de juicio; estos ítemes léxicos indican precisión en relación con el grado de compromiso del escritor con lo que ha dicho e indican que la justificación para ello proviene del juicio del hablante.

4.3.3 “Conclusiones”

Tabla 4

Perífrasis modales Verbos epistémi-cos de juicio

Verbos epistémi-cos evidenciales

Totales

Formulación de resultados

10 (41%) 12 (50%) 2 (8%) 24

Implicaciones 1 (7%) 10 (76%) 2 (15%) 13

En la tabla 4 se han identificado las movidas que presentan una mayor frecuencia de mar-cadores. Los verbos epistémicos de juicio son los procediemientos lingüísticos más utilizados, y en segundo término las perífrasis verbales.

Conclusiones

Los resultados de los análisis presentados en este trabajo permiten presentar algunas con-clusiones que tienen carácter provisorio y que deberán ser refrendadas en corpora más am-plios y con otras disciplinas.

1. La presencia de marcadores de modalidad epistémica en las partes textuales analizadas demuestra que constituyen un recurso utilizado por los escritores en la estructuración de los Artículos de Investigación.

2. En este trabajo se han analizado sólo formas verbales, perífrasis modales y verbos epis-témicos, quedan por estudiarse otros recursos gramaticales y léxicos que también ex-presan la modalidad epistémica.

3. De acuerdo con el análisis realizado en esta muestra, la “Introducción” posee un núme-ro mayor de marcadores que las “Conclusiones”. Esto contradice los resultados obteni-dos por Hyland 1998.

4. Los verbos epistémicos de juicio han demostrado ser en todos los casos el recurso más utilizado. Estos verbos se caracterizan por el hecho de que el grado de certeza de la verdad de la proposición se predica en relación con la evaluación que realiza el hablan-te.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1090

5. Los verbos epistémicos evidenciales, el recurso menos utilizado en el corpus, expresan distintos tipos de evidencia que proviene de distintas fuentes alternativas.

6. En síntesis, la elección de un recurso y no de otro supone una elección estratégica de parte del escritor en la formulación y estructuración de sus trabajos y, por ende, en la forma de presentar el conocimiento científico a la comunidad académica.

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EFECTO DEL USO DE VERBOS ILOCUCIONARIOS EN EL REPORTE DE NOTICIAS POLÍTICAS

Inés Frigerio

Universidad Nacional de Río Cuarto / Argentina [email protected]

El lenguaje impregna la acción humana. Consecuentemente, no se pueden concebir las prácticas sociales separadamente del uso del lenguaje. Desde el punto de vista de Norman Fairclough, “los fenómenos lingüísticos son fenómenos sociales” (Fairclough, 1989, p.23). Las convenciones sociales determinan la forma en que la gente se comunica a través del len-guaje, y este concepto lleva a la idea de que el discurso es una forma de “práctica social” (p.22), definida dentro del contexto de situación y de cultura. Dentro de este marco, los signi-ficados del lenguaje encuentran su “forma material” (Kress, 1985, p.18) en textos, que están socialmente determinados y construidos. Esta “interacción práctica de lenguaje y contexto” (Fowler, 1996, p.10) es uno de los intereses del Análisis Crítico del Discurso dentro de la Lingüística, que estudia las prácticas discursivas como parte de nuestra vida diaria.

La intención del Análisis Crítico del Discurso , como así también de la Lingüística Crítica, ha sido “revelar los mecanismos de poder y sus efectos a través del análisis de poderosos ob-jetos culturales – los textos” (Kress , 1996, p.15).

Teun van Dijk piensa que hay una relación entre el discurso y el poder social (1996, p.84) y que es a través de los textos que este poder se ejecuta. Por medio del análisis de la estructura de los textos se puede observar cómo los medios de comunicación pueden influir sobre los lectores que acceden al discurso público escrito, tal como aparece en las noticias.

Dentro del discurso como práctica social está el texto, que es el resultado de procesos de producción y de interpretación, de acuerdo con Fairclough (1989, p.25). Todos esos elemen-tos son interdependientes e interactivos, y a su vez dependen de las relaciones sociales que los generan.

Los eventos sociales se representan lingüísticamente a través de un sistema de significados –o signos– y diversas situaciones sociales producen discursos e identidades discursivas dife-rentes porque los roles están en constante negociación durante la interacción. Fowler expande este concepto diciendo que “las circunstancias sociales de la comunicación “ (1991, p.66) ejercen presión sobre la estructura del texto, y así se establece una conexión entre la estructura lingüística y los valores sociales. Por lo tanto, se puede inferir que formas diversas de expre-sión pueden llevar a diversas formas de representaciones, a diferentes puntos de vista ideoló-gicos específicos.

La cuestión de quién dice qué a quién y cómo denota los aspectos funcionales del lenguaje. El lenguaje es una forma de actuar. La gente realiza actos a través del lenguaje, y el lenguaje ocasiona cambios en la sociedad al estar en relación constante con el contexto situacional.

Como expresa Kress (1985, p.18), “el lenguaje siempre ocurre como texto”, y los que utili-zan el lenguaje tienen propósitos específicos al involucrarse en interacciones lingüísticas.

Los textos se ven intensamente influenciados por el contexto social de modo que su cons-trucción, significados y funciones dependen de los objetivos de los participantes. Además, los textos también están regulados por géneros particulares, o “formas convencionalizadas de textos” (Kress, p.19). Los géneros son los vehículos que el lenguaje utiliza para lograr cual-

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1092

quier objetivo comunicativo, y “están sujetos a reglas específicas, que gobiernan la interac-ción” (Caldas-Coulthard, 1992, p.29).

Este trabajo analiza específicamente cómo las palabras textuales de los políticos son repor-tadas por los periodistas de un diario local. De acuerdo con Peter White, el reporte del discur-so político está relacionado con “la reacomodación de las relaciones de poder” (1997, p.105). En realidad, se espera que los periodistas reporten la información en forma objetiva, neutral e impersonal. Sin embargo, y como se verá en este análisis, muy frecuentemente el reporte de las palabras textuales en este caso, de políticos, están cargadas de interpretaciones personales del discurso directo y de esta manera, la noticia se transforma de lo que realmente pasó o se dijo, a lo que se ‘reconstruye’ a través del lenguaje del periodista. Por medio de ciertos ins-trumentos lingüísticos, el hablante / escritor –el periodista en este caso– reporta las ideas de otra/s persona/s. Estas herramientas pueden incluirse dentro de uno de los significados fun-cionales categorizados por M.K.Halliday – la función interpersonal, cuyo objetivo es estable-cer conexiones entre la estructura de la oración y los valores sociales. Es precisamente en esta instancia cuando la ‘voz’ del periodista “debería ser factual, neutral y libre de subjetividad” (White, p.106).

Este análisis descriptivo de los verbos ilocucionarios utilizados para el reporte de noticias políticas se realizó en base a dos parámetros categorizados por N: Fairclough (1995), en vir-tud de los cuales los textos se pueden comparar con respecto a la representación del discurso en diarios.

A)

1- Dentro del parámetro de “modo” (p.55) se hallan el discurso directo y el discurso indi-recto. El presente análisis enfoca noticias expresadas en forma directa, en la cual el hablante- o escritor en este caso- repite las palabras producidas por otra persona sin hacer ningún tipo de cambio, es decir, relata verbatim, al pie de la letra, usando los términos exactos de la decla-ración. El narrador de este discurso directo es considerado como un “intermediario” (Leech & Short, 1981, p.322) entre el autor de las palabras orales y el receptor del mensaje, es decir, el interlocutor o el lector.

2- Dentro del parámetro de “ entorno” (“setting”) (Fairclough, 1995, p.60), el cotexto que acompaña al discurso puede controlar la interpretación que el lector hace de las palabras tex-tuales.

B)

Específicamente, enfocaré este análisis en los verbos ilocucionarios categorizados por Cal-das-Coulthard (1992, p.92), concentrándome en el efecto que éstos producen cuando preceden al discurso directo de los políticos, aunque también haré referencia a los verbos que estructu-ran este tipo de discurso, e igualmente a los verbos neutros (p. 91/2) que componen estos tex-tos.

Análisis

1) En primera instancia, consideraré textos donde se observa la evaluación personal por parte del reportero de las palabras textuales producidas por el otro-el político. Esta interpreta-ción del discurso directo está realizado por los verbos introductorios de la cláusula (en negrita en las transcripciones de los artículos periodísticos).

Inés Frigerio Efecto del uso de verbos ilocucionarios en el reporte de noticias políticas

1093

A continuación se hallan los verbos que exhiben una función metapropositional (Caldas-Coulthard, 1992, p.92) debido a su fuerza pragmática, extraídos de los artículos periodísticos bajo estudio:

“volvió a arremeter” “atacó” “acusó” “desafió” “cuestionó” “se quejó” “rechazó” “de-nunció” “rechazó” “fustigó” “criticó” “objetó” “lamentó” “negó” “responsabilizó”

La interpretación que se desprende de este uso de verbos ilocucionarios por parte del pe-riodista es que, cuando éstos preceden el discurso directo del hablante, predisponen al lector hacia una interpretación del mensaje originalmente producido –en este caso– por el político. Al respecto, debemos considerar las palabras de Fairclough (1989, p. 26): “la forma en que uno interpreta el texto seguramente va a influir en la forma en que lo transcribe”. Aunque el periodista no participa del discurso en forma directa, se ‘apropia’ del texto que sigue y lo in-terpreta, por medio del empleo de los verbos ilocucionarios anteriormente listados. De esta forma, el lector se ve ‘negativamente’ predispuesto hacia la interpretación de la cita directa que los continúa, debido al significado de estos verbos. A continuación, tres ejemplos literales precedidos por la “evaluación negativa” (en negrita) del periodista:

1) La diputada nacional Elisa Carrió acusó al candidato... de ser “un delincuente involucra-do en negociados” .

Debido a su posición precedente y al cotexto, el verbo ilocucionario “acusó” prepara al lec-tor hacia la interpretación de la carga negativa de las palabras textuales de la diputada.

2) “Elisa Carrió....” Así, fustigó la posición asumida por Alfonsín afirmando que “no me dejó sola, simplemente eligió”.

En este caso, la fuerza metaproposicional de “fustigó” es muy fuerte. “Fustigar” significa “castigar”, así que el significado agregado por el periodista es de ‘condena / censura’, pero de una manera explícita, directa, como si estuviera de acuerdo con la posición de la diputada contra el ex - presidente.

3) “Al opinar sobre de la Rúa, el titular de la UCR-Angel Rozas- dijo...”, y lamentó que “los argentinos estemos siempre en la búsqueda de un papá, de un líder”.

El verbo expresivo “lamentó” provisto por el periodista muestra como éste se apropia de la idea del político, y nosotros, como lectores, nos vemos inducidos a creer que ese comporta-miento –la búsqueda de un líder– es una forma equivocada de pensar y/o de actuar. Parece como si los lectores no pudiésemos pensar por nosotros mismos, o hacer nuestras propias in-ferencias sobre el significado de la cita directa del político.

A continuación, un ejemplo literal de la fuerza ilocucionaria del “ entorno”, también de-nominado ‘cotexto’, que acompaña al discurso directo:

4) El dirigente radical comentó con ironía “que los funcionarios que no sabían por quién votar...estarán distraídos”.

Aquí, el periodista agrega la frase adverbial “con ironía”, que conlleva un sabor distintivo a las palabras “estarán distraídos” expresadas por el dirigente radical. Este agregado es lo que se puede interpretar como una apropiación de un texto que pertenece a otro. Como declara Fair-clough, lo que el lector puede interpretar está también controlado por la ubicación de adver-bios o frases adverbiales específicas, con una gran carga de intención y significado.

También podemos observar la “intrusión dentro del acto de habla” (Fowler, 1991, p.69) por parte del periodista, cuando éste emplea los siguientes verbos metaproposicionales en las noticias políticas:

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1094

-“enfatizó” “insistió” “remarcó” “afirmó” “resaltó” “recalcó” “puso de relieve” “desta-có” “ratificó” “hizo hincapié” “aseguró” “admitió” “justificó” “reclamó” “reivindicó” “exhortó” “instó a” “aprovechó” “sostuvo” “descartó”.

5) Elisa Carrió insistió en que “hay una campaña brutal” en su contra desde el oficialismo.

En este ejemplo notamos el énfasis del periodista sobre la firme aseveración del discurso directo de la diputada, a través del verbo que precede sus palabras textuales.

6) Elisa Carrió volvió a arremeter ayer contra D. Cavallo, a quién calificó como “un pobre niño desequilibrado”.

La apropriación del discurso de la diputada por parte del periodista tiene seguramente una influencia notable sobre la opinión del lector acerca de la persona que está siendo verbalmente atacada.

7) El ex-primer mandatario Alfonsín reconoció “que la Alianza estaba un poco enferma, pero de ningún modo ha desaparecido”.

Aquí, el uso por parte del periodista del verbo ilocucionario ‘reconociò’ está indicando cla-ramente que el político está admitiendo con renuencia una realidad que le compete directa-mente, y nos incluye a los lectores dentro de su ‘intrusión’ en el texto del otro.

Al categorizar los eventos de discurso directo a través de verbos ilocucionarios, se puede observar que el reportero / periodista se inmiscuye en ellos. En este punto, la función interper-sonal descripta por Halliday (Eggins, 1994, p.193) explica lo que los hablantes de una lengua pueden realizar a través del lenguaje: en este estudio en particular, cómo el periodista expresa su evaluación del discurso directo del político. De esta manera, la interpretación del lector sobre el significado de las palabras textuales se ve anticipada. Además, el lenguaje cumple la función de establecer relaciones interpersonales debido a que el lector está emocionalmente involucrado en el texto por medio del rol comunicativo adoptado por el periodista.

En este corpus de noticias políticas, se observó un uso limitado de verbos neutrales (Cal-das-Coulthard, 1992, pp.91/2), siendo el más usual “dijo”, al cual se agregan “contestó”, “co-mentó”, “consideró” y “se refirió”. En lo referente a verbos que señalizan y marcan un orden en el discurso (p. 92), “agregó” es el único en este corpus que marca la relación entre las citas textuales y otras partes del mismo texto.

El hecho de que los verbos que reportan actos de habla metaproposicionales pragmáticos sean abrumadoramente más numerosos que los verbos textuales en los artículos de diario bajo estudio puede indicar, en mi opinión, que los periodistas que reportan el discurso político “no se apartan”, como lo sugiere Caldas-Coulthard (1987, p. 152), de los actos de habla que están directamente citados, sino que en cambio, interpretan la cita explícitamente.

Conclusión

Indudablemente, la sociedad se encuentra en la actualidad intensamente influenciada por las noticias recibidas a través de los medios masivos de comunicación. Esta producción inva-de los hogares, y al ponernos en contacto con el discurso mediático, nuestros valores e ideolo-gías se ven moldeadas por él. Consecuentemente, puede afirmarse que la realidad se “recons-truye a través de los ojos de los lectores de noticias” (Caldas-Coulthard, 1992, p.33), y esta reconstrucción se lleva a cabo, de acuerdo con Kress (1985, p.32), por medio de textos, de agentes sociales que producen cambios lingüísticos y culturales en la sociedad.

Inés Frigerio Efecto del uso de verbos ilocucionarios en el reporte de noticias políticas

1095

A través de este breve análisis del discurso he tratado de demostrar cómo los reporteros de noticias políticas parecen no sólo ‘co-producir’ lo que están reportando, sino también realizar su propia interpretación y evaluación de las palabras textuales de los políticos –sin alterar su contenido–, obstaculizando así la inferencia de parte del lector en relación con el significado ilocucionario de la proposición que está siendo citada. Esta “mediación entre la producción oral y el lector” (Caldas-Coulthard, 1987, p.152) se realiza a través del uso de verbos meta-proposicionales empleados por el reportero precediendo la cita directa . Cuando los reporteros categorizan los actos lingüísticos –el discurso directo- de esta forma, ellos “proyectan” (Eg-gins, 1994, p.137) su propio punto de vista evaluativo de la ‘voz’ del político presente en la cita directa.

También he intentado ejemplificar cómo la dimensión interpersonal en la noticia política involucra a los lectores emocionalmente y ejerce, desde mi perspectiva, una influencia per-suasiva sobre su interpretación del discurso.

Como sugiere Fairclough, los valores, relaciones y estructuras sociales construyen y son a su vez construidos por los discursos humanos. Es mi opinión que los educadores deberían guiar a sus alumnos hacia una concientización de la influencia extremadamente poderosa que ejerce el lenguaje sobre la mente humana, con el propósito de capacitarlos en una lectura acti-va y crítica, involucrada interactivamente con los distintos discursos y sus contextos.

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“volvió a arremeter” “atacó” “acusó” “desafió” “cuestionó” “”se quejó” “rechazó” “denunció” “rechazó” “fustigó” “criticó” “lamentó” “negó” “responsabilizó” “enfatizó” “insistió” “remarcó” “afirmó” “resaltó” “recalcó” “afirmó” “puso de relieve” “destacó” “ratificó” “aseguró” “hizo hincapié” ”admitió” “justificó” “reclamó” “reivindicó” “exhortó” “instó a” “aprovechó” “sostuvo” “descartó” (Caldas-Coulthard, 1992)

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Extractos de noticias bajo análisis (noviembre-diciembre 2001)

- La diputada nacional E.C. acusó al candidato... de ser “un delincuente involucrado en negociados”.

- E.C. .... Así, fustigó la posición asumida por A. afirmando que “no me dejó sola, simplemente eligió”.

- Al opinar sobre d.l.R, el titular de la UCR-A.R.- dijo”...”, y lamentó que “los argentinos estemos siem-pre en la búsqueda de un papá, de un líder”.

- El dirigente radical comentó con ironía que “los funcionarios que no sabían por quién votar...estarían distraídos” (ejemplo de “entorno” “setting” Fairclough, 1995).

- E.C. insistió en que “hay una campaña brutal” en su contra desde el oficialismo.

- E.C. volvió a arremeter ayer contra D.C., a quién calificó como “un pobre niño desequilibrado”

- El ex-primer mandatario R.A. reconoció “que la Alianza estaba un poco enferma, pero de ningún modo ha desaparecido”.

NUEVAS LÓGICAS, VIEJOS DISCURSOS

LA ARGUMENTACIÓN EN EL MARCO LEGAL DE LA DESCENTRALIZACIÓN EDUCATIVA EN LA

PROVINCIA DEL NEUQUÉN (1997-2000)1

Alicia Frischknecht Universidad Nacional del Comahue / Argentina

[email protected]

Introducción

Toda acción jurídico-legal introduce, con referencia a la actividad que regula, una trans-formación en las relaciones existentes entre los individuos involucrados: para ello, construye, necesariamente, el marco intelectual y político en el que los enunciados se inscriben. El abor-daje de los documentos que prescriben el marco regulatorio de las políticas de descentraliza-ción en la Provincia del Neuquén permite poner en evidencia la ocurrencia de esquemas que renuevan las relaciones al interior de las instituciones educativas, al tiempo que distraen la potencialidad de los conflictos al seno mismo de la sociedad. Estos nuevos esquemas se cons-tituyen como tales a través de la imposición de una nueva lógica discursiva, que es preciso analizar para determinar cuáles son las prácticas sociales que definen, quiénes son los respon-sables de las acciones y qué se silencia.

Los discursos producidos en la Provincia en este marco se inscriben en diferentes clases e, incluso, organizan nuevos formatos dependiendo del complejo tejido constituido por los dis-tintos niveles de participación en la toma de decisiones –desde el ámbito del Gobierno Pro-vincial, hasta la conducción de las instituciones escolares. Se ensayará el abordaje en diversos sentidos: se intentará, por un lado, describir los modos en que se construye la argumentación en algunos de estos discursos y, por otro, poner en evidencia cuál/es es/son la/s lógica/s que los fundamenta/n y qué componentes permiten desnudarla/s o enmascararla/s.

Marco conceptual

Los documentos a considerar, en tanto inscriptos en la categoría de acciones jurídicas (Du-crot, 1982: 71), pretenden la transformación de las relaciones legales existentes entre los indi-viduos afectados. En el caso de las políticas educativas y las de este contexto histórico-político en particular, estas acciones son indefectiblemente recursos de una autoridad definida que, aunque remiten a la participación de los cuerpos colegiados, no son siempre resultado del consenso entre sus actores. Si bien la actividad lingüística transforma las relaciones, el reco-nocimiento de una autoridad no siempre está dado por la mera aceptación de una enunciación prescriptiva. En el ámbito educativo, en particular, dicho reconocimiento debería responder a un acuerdo real entre razones y prácticas, entre representaciones del mundo y propósitos y/o políticas.

Los núcleos de sentido común inscriptos en los documentos que permiten circunscribir un determinado contexto ideológico-político parecerían ser el reconocimiento del derecho indivi-

1 El presente trabajo forma parte del proyecto de investigación “ Descentralización Educativa: las políticas, las instituciones, los sujetos”, 04/C046, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue, dirigido por la prof. Silvia Barco.

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dual a la educación, de la aceptación de la responsabilidad del Estado en lo relativo a la garan-tía a la educación de la sociedad, y de la redefinición del Estado. Este contexto impone una lógica que se constituye como medio de racionalizar las imágenes del mundo (Habermas, 1998). Sin embargo, dicha racionalización orienta las acciones jurídicas más hacia una refor-mulación administrativa del sistema que a una reconfiguración efectiva de las relaciones entre sujetos y prácticas para el logro de dichos núcleos. La imperturbabilidad de los sujetos ante esta desviación se debe, fundamentalmente, a la multiplicación de acciones que circulan en los diversos niveles de gobierno del sistema reproduciendo, regulando y transformando las imágenes. Pero influyen también a) la rutina histórica de aceptación de la norma, b) el sistema de valores que se refiere al lugar de la política y c) la falta de recursos de los sujetos para de-codificar el complejo entramado. De este modo el sistema educativo favorece esta reformula-ción administrativa al tiempo que distrae la atención de los sujetos afectados por los cambios, en el sentido de no habilitar la decodificación de los sentidos que solapadamente se constitu-yen.

Vale decir que dichas imágenes del mundo abstraen una nueva jerarquía de valores para la que el marco legal global, el que justificaría las regulaciones en las que nos detendremos, va perdiendo progresivamente su base ético-moral. En este contexto, el mencionado núcleo de sentido común, tanto como los supuestos de consenso, participación y mediación pierden su significado y su base ético-moral se desplaza del ámbito de decisión de los sujetos a la racio-nalización de las acciones que, a partir de estos nuevos marcos, sólo serán reguladas por la normativa –y, consecuentemente, no por una lógica– que las sustenta. La noción de sujeto como “fuente autónoma de acción” es sustituida por la de “parte integrante de un sistema que no debe constituir de por sí ninguna forma de coherencia”. A diferencia de las pretensiones de totalidad constituidas por el discurso de lo sagrado, esta nueva lógica sólo atiende a la particu-larización, en la que la fragmentación y, posteriormente, la desarticulación de las redes, queda justificada (Habermas, 1998).

A través de la identificación de los modos de interacción propuestos por los documentos a considerar, se puede ver claramente que no son ni la identidad colectiva, ni la coordinación de acciones en un marco práctico-moral, ni el sostenimiento de una tradición institucional, los propósitos de la nueva política a diseñar. La compleja red discursiva lleva a distraer, o más bien a ocultar, cuáles son los contextos de justificación, cuáles las intencionalidades, cómo se redefinen los sujetos, las prácticas y los objetos, al mismo tiempo que se encubre la responsa-bilidad de la enunciación centralizada.

Los cruces discursivos entre los diferentes tipos de documentos que regulan las relaciones al interior de las instituciones educativas tanto como aquellos que vinculan el sistema educati-vo con la programación política gubernamental, constituyen para los investigadores del ámbi-to de las políticas educativas un campo problemático. Por un lado, porque se inscriben en un tejido en el que las distintas interacciones determinan la ocurrencia de distintos clases de tex-tos. Por otro, porque ese mismo tejido, la reglamentación a las leyes –nacionales, provincia-les, comunales– se construye como un continuum de respuestas a situaciones puntuales, a la vez que como acumulación no siempre coherente ni dirigida a esclarecer los marcos de legali-dad de una situación dada.

Para colaborar con este campo de estudios el recorrido teórico que aquí se propone abreva en algunas respuestas de la teoría política como también en las perspectivas teórico-metodológicas de la nueva retórica, de la lingüística crítica y de la semántica lingüística. Esta trama ha permitido una primera aproximación a este complejo campo de investigación que, de

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hecho, no queda cerrado y que debe ser ciertamente afinado. Es preciso anticipar que se trata de un ámbito en que la individualización de documentos se vuelve muy compleja dado que el solapamiento de unos documentos sobre otros contribuye no sólo al borramiento del sentido que pretendieran construir sino también a la desaparición de los mismos. La reconstrucción es, por tal motivo, otra de las dificultades que los investigadores encontramos. Para garanti-zarla en los términos lo más absolutos posibles, es que se hace necesario recurrir tanto a la memoria institucional como a la de los sujetos involucrados. El análisis de dichos discursos conllevará la selección de otro corpus teórico-metodológico.

Interpretación del corpus documental

De los documentos involucrados con la etapa mencionada –1997 a 2000– he seleccionado sólo dos: la resolución n° 1945 del año 1997 y la n° 120 del año 2000. El recorte se justifica en la necesidad de ir construyendo categorías, tanto empíricas como teóricas, que viabilicen una tipologización exhaustiva de las acciones jurídicas vinculadas con las políticas de descen-tralización en Educación. Ambas fueron emitidas por el Consejo Provincial de Educación, ente autárquico, y pretenden establecer la regulación de acciones al interior de las institucio-nes educativas. Sin embargo, las seleccionadas cobran carácter político, en el sentido de que no establecen cambios efectivos en las prácticas institucionales, sino más bien intentan la re-producción de las líneas ideológicas que sostienen el proceso de transformación, no claramen-te justificadas, según se verá más adelante, para los sujetos mismos involucrados en el último nivel de toma de decisiones: los que son parte de la comunidad educativa de la institución escolar.

La base de la consideración de los mismos será por lo tanto comparativa ya que mi objeti-vo es detectar de qué modo las diversas fuentes ideológicas se cruzan y dan sentido a las pro-puestas o bien cómo las regulaciones consideradas pretenden justificarse mediante lógicas, no del todo coherentes, vinculadas con el diseño de las políticas públicas y de las políticas socia-les. Las respuestas a estos interrogantes permiten inferir que las sugerencias de renovación inscriptas en la lógica de la postura neoliberal tienden a constituir significantes provenientes, más bien, de una lógica conservadora.

La estructura argumentativa de estos documentos se organiza en dos secciones: los “vistos” y los “considerandos”; el segmento final es resolutivo, pero se enmarca en el contexto dialó-gico, base de los componentes nombrados en primer término. El emisor de los mismos es el Consejo Provincial de Educación, el órgano colegiado de gobierno formado por representan-tes tanto del Gobierno Provincial como por los gremiales y los de los docentes2. De hecho, la aparición de las firmas de sus integrantes llevaría a lugar a suponer que los “vistos” dieran cuenta del carácter deliberativo de los mismos. Sin embargo, desde la n° 1945, en la que se resuelve el “fortalecimiento de la organización y gestión institucional” en el marco del “Pro-ceso de transformación del Sistema Educativo Provincial”, la escueta formulación de éstos no remite a antecedentes documentales ni a deliberaciones. Ya desde esta formulación se pone en evidencia el solapamiento antes mencionado: la transformación “en que se halla inmerso el Sistema Educativo provincial” supone antecedentes documentales también en proyecto, ins-

2 Es necesario aclarar que estos componentes pierden su base argumentativa desde el momento en que los interlocutores sólo reconocen su valor prescriptivo. En las instituciones escolares, las resoluciones sólo interesan por ese carácter, difícilmente los sujetos atienden al hecho de que sus representantes son responsables de la toma de decisiones. El sentido práctico es el que gobierna todos sus movimientos y el sentido no se construye a partir de una posición política global sino a partir de la solución a emergentes puntuales y, generalmente, cotidianos.

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criptos en el proceso de transformación global, el de transformación del Estado y, consecuen-temente, la del Consejo Federal de Educación.

Vale la pena agregar al análisis que los “considerandos” dan cuenta de una incongruencia básica: por un lado la transformación está ya definida pero, por otro, los actores son responsa-bles de lograr el consenso sobre aquellos puntos que ya fueran decididos fuera del ámbito de participación3.

Sólo al llegar al segmento final, se esclarece el verdadero carácter prescriptivo del docu-mento como también el rol asignado al órgano de gobierno: más allá de los términos contra-dictorios relevados en los considerandos, es el CPE quien resuelve tanto la transición como las propuestas de transformación. Tanto el “colectivo”4 como la “comunidad”, nociones pre-viamente enunciadas, quedan excluidas de la discusión de fondo sobre la política a instrumen-tar.

En este segmento es también donde se produce la textualización de las perspectivas que, según creo, entran en contradicción y dan lugar, más que a un contexto de justificación ideo-lógico, a una lógica que escapa a toda justificación. Las propuestas de transformación atien-den por un lado a las premisas de “calidad del proceso de enseñanza aprendizaje”, de relación con el mundo del trabajo, de relación con la ciencia y la tecnología junto con la de evaluación y control sistemático. Por otro, suponen la garantía del derecho a la educación y de la educa-ción permanente, el rescate de la “memoria educativa neuquina” y la participación comunita-ria. Estas lógicas contradictorias, políticamente hablando, se justifican con la premisa final, “el fortalecimiento de la organización y gestión institucional”. En el mismo sentido, las series léxicas que caracterizan al lexema “escuela” como “espacios pedagógico-administrativos”, “servicios educativos”, “dependencias del CPE”, al mismo nivel que “Escuela Pública” con-solidan la lógica político-administrativa que justifica todos y cada uno de los documentos del corpus amplio relevado. En el caso de este primer documento no hay referencia alguna a “descentralización”, sin embargo la aparición de fórmulas como “organización y gestión” como las que se refieren a “organizaciones locales y distritales” suponen la desconcentración tanto pedagógica como administrativa.

Por medio de la Resolución n°120/00 se pone en evidencia que la promoción del período de transición –en que según la resolución anteriormente analizada se consolidarían las pro-puestas y acciones tendientes a la transformación– se da por cerrado para dar lugar a la ejecu-ción de acciones. A lo largo de este período se han emitido el Convenio Marco “Fortaleci-miento de instituciones educativas a través del proceso de descentralización en la provincia del Neuquén”5 y “Proyecto de descentralización para el fortalecimiento Institucional de las Unidades Educativas”6, ambos desde el centro mismo del poder político provincial. Los nive-les de decisión se han redefinido en este período: el Consejo Provincial de Educación es acompañado por la Dirección Provincial de Administración y el Equipo Técnico Dirección General de Desarrollo Organizacional, borrando así la supuesta autarquía y la voluntad de

3 Los ‘considerandos’ pueden sintetizarse a través del siguiente cuadro de contenidos proposicionales: a) El consejo aspira a resignificar el rol de la Escuela. b) La resignificación conlleva la ejecución de propuestas. Las acciones coadyuvan a la ejecu-ción de propuestas. c) El colectivo es responsable de la modificación del sistema. El colectivo requiere de espacios y tiempos de transformación. El colectivo debe desarrollar propuestas. El colectivo debe propender acciones. d) Las leyes permiten conformar un sistema de educación mejor. 4 Los entrecomillados remiten al documento inmediatamente referido. 5 El convenio fue firmado por el gobernador de la Provincia, Jorge Sobich, y por el ministro de Educación de la Nación, Dr. Llach, en diciembre del año 1999. 6 La fecha en que se firma es enero de 2000.

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consulta a los sujetos involucrados que supone la aparición en éstos del órgano colegiado de gobierno.

Cabe aclarar también que estas regulaciones –Convenio y Proyecto antes mencionados– redefinen los circuitos de toma de decisiones de modo que el contexto de justificación ideoló-gico es trasladado del discurso de la Ley y de los proyectos gubernamentales, a aquéllos que deberían asumir sólo la regulación de las prácticas. El gobierno central, entonces, asume los espacios considerados como lugar del consenso y reglamenta la instrumentación de acciones desde su seno, es decir, sin la intervención de los sujetos.

No sólo se da por cerrado el proceso que pretendiera involucrar a los sujetos en la toma de decisiones sino que los argumentos que sostenían la regulación anterior –inscriptos en la tópi-ca de la cantidad, más educación para más personas por más tiempo- son desplazados por otros justificados por la necesidad de actualización, que se traduce más bien en una ‘puesta al día’. El contenido proposicional “la sociedad se caracteriza por sus continuos cambios / las unidades educativas manifiestan la necesidad de cambios en ese sentido”7, oculta el hecho de que la decisión no fue tomada a nivel del gobierno colegiado de la Provincia: los objetos pre-supuestos del cambio son la necesidad de promover la redistribución de responsabilidades, la flexibilización laboral, las nuevas modalidades de conducción, junto con la recentralización de la toma de decisiones.

El de “las normas jurídicas reguladoras del sistema son obsoletas” se inscribe en la misma tópica y responde a la necesidad -no enunciada por este contexto aunque sí por los proyectos de reforma del Estado- de la desburocratización, confirmada por el enunciado referido a la definición de las condiciones de la “descentralización administrativo-financiera”. Recupera así el nudo del discurso de la “transformación educativa” que se presenta como lo nuevo, lo no atado al pasado, lo adecuado a un presente dado y a un futuro previsible –necesarios para la definición del poder de una imagen del mundo) y dispone así, como sugerencia, una opera-ción de cierre que inmoviliza porque no admite la mirada hacia el pasado. El presente es un dato y el futuro está ya diseñado.

La resolución n° 120/00 es el primer documento en que se refiere concretamente de este modo al proceso que supone integración, efectivización, actualización, financiamiento de pro-yectos - los mismos términos que los enunciados en el marco global, Ley Federal de Educa-ción, permanentemente solapada en la definición de antecedentes documentales. Resulta sig-nificativo el que la reflexión no sea también orientada al condicionante de “gobernabilidad” en ella referido, condicionante que se relaciona con la participación comunitaria en la toma de decisiones en el último eslabón del esquema de gobierno de la educación.

El contexto dialógico es, por lo tanto, dirigido hacia la superestructura del sistema y no como se describía en el documento del año 97 –como también en los anteriores PEP y EMER– hacia los sujetos convocados por las acciones diseñadas para la formulación del pro-yecto mismo. El “colectivo” y la “comunidad” presentes en el ’97 han desaparecido del texto de la Resolución n° 120/00 para dar lugar a nominalizaciones que tienden a disolver la idea de participación en algún espacio de decisión. Estas son “la sociedad”, “la actividad pedagógi-ca”, los “miembros”. Al mismo tiempo, la posición del Consejo Provincial de Educación es desplazado por “Estado”, que va progresivamente asumiendo posiciones centrales en los seg-mentos argumentativos del texto. Sólo en el segmento resolutivo es el CPE el sujeto inscripto, pero sólo para “aprobar el proyecto” gestado en niveles superiores, para “facultar” a las Di-

7 La reconstrucción del contenido proposicional es nuestra. En adelante, en bastardilla.

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recciones de Nivel y Modalidades a A) “generar líneas de acción (...)”, B) “proponer normas legales que faciliten un nuevo enfoque de gestión y organización escolar” y C) “adoptar nue-vos mecanismos y procedimientos que favorezcan la implementación (...)”.

En síntesis, la autonomía del Consejo queda simplificada a la reproducción del control, en el nivel de la Unidades Educativas. Sin embargo, el control sustantivo del sistema en cuanto a financiación, evaluación de la calidad y distribución de partidas de incentivo a proyectos, es responsabilidad de los órganos no deliberativos de gobierno.

También puede observarse que el del argumento básico de la ‘Educación como derecho’ es desplazado del discurso del 97 al del 2000 por el de la ‘Educación concebida como bien so-cial’. Esta redefinición inscribe a la escuela como “institución que aprende”, como aquélla que deberá aprehender las lógicas que sustentan los aires de renovación para poder, a largo plazo diseñar, más que líneas de acción pedagógica, líneas administrativas y generadoras de recursos propios de cuyo origen tampoco se habla. El rol del Estado de “crear, organizar, au-ditar, mantener, perfeccionar y asegurar la prestación” está directamente asociado a su doble función de control: el pedagógico a través de la evaluación y el administrativo financiero, a través de la supervisión de la ejecución de este nuevo orden impuesto a las instituciones edu-cativas. El bien social distribuido es un “servicio” homologable por tanto a los otros inscriptos en el proceso de transformación del Estado.

Algunas conclusiones

El propósito general de establecer bases empírico-teóricas para lograr una descripción aca-bada de los distintos instrumentos por los cuales se establece una transformación ideológico-político-práctica ha ido trazando el camino de este análisis. Por un lado fue necesario selec-cionar componentes para describir una clase de discursos, el de las resoluciones, para ver có-mo a través de la identificación de los contenidos proposicionales, las justificaciones y el compromiso con los enunciadores y enunciatarios se dejaba traslucir la base argumentativa para los componentes prescriptivos diseñados en el seno del cuerpo colegiado de gobierno del sistema educativo. Por otro, la recurrencia de determinadas series léxicas, las selecciones y las omisiones han puesto en evidencia que, tras las voluntades de consenso y de participación democrática que dan sentido a la transformación, otra es la lógica política que se pretende imponer. Además, y pese a que no se expresa la adhesión al marco normativo global, dichas selecciones abonan a una adhesión concreta.

Las consignas de descentralización, desburocratización y renovación tienden entonces a una redefinición de un nuevo modo de centralización –de la evaluación y del control–, a un nuevo aparato burocrático tendiente a regular y controlar la administración del sistema y a garantizar la no participación en el mismo, como a imponer -ahora sí de acuerdo con los aires de cambio impuestos por los tiempos modernos- renovaciones que pretendieron instrumentar-se ya desde la década del ’70.

Nuevas lógicas para justificar los mismos viejos discursos.

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SILOGISMO PRÁCTICO Y NARRACIÓN

Marcelino García Universidad Nacional de Misiones / Argentina

[email protected]

“[...] el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante; y toda cosa que tiene en

sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno. [...] que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la

verisimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfección de lo que se escribe. [...] –Y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que

fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que después de acabada, tal perfección y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pre-

tende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente [...]. Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas

aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y la oratoria.”

Don Quijote de la Mancha (I, 48).

Carácter retórico-argumentativo del relato histórico escolar

Frente al precepto de Ranke (contar los hechos tal y como sucedieron), o junto con, por de-trás de él, o adelantándose(le) a la divisoria de aguas respecto del estatuto del conocimiento, y el conocimiento histórico, resuenan dis-contiguamente los aforismos de Nietzsche: no hay hechos, sólo interpretaciones, y valoraciones que no pueden ser suspendidas fácilmente; de donde la importancia que adquiere la cuestión de los hábitos (en general, epistémicos, prácti-cos, estéticos) en relación con la creencia (en los términos de los aforismos y de Peirce, tener algo por verdadero), si de acuerdo con Ricoeur (1987) por medio de la actividad de configu-ración narrativa se produce un reenvío “al campo de la praxis y a sus recursos de pre-comprensión”, a un horizonte cultural, al trasfondo del mundo de la vida. La vía nietzscheana puede proporcionar alguna clave para leer textos, como los aquí tratados, cuya razón (raciona-lidad y estatuto razonable) es la de la pasión, por la que se realiza la puesta en escena del suje-to (y la subjetividad). Esto significa re-introducir al “hombre en su discurso” (Parret, 1993, 1995a, 1995b) y tener presente que son los historiadores los que han contado siempre histo-rias (Stone).

El tipo de proposición de contrato fiduciario (de comunicación), que constituye el texto escolar de historia, prevé como su efecto de sentido lo verdadero: un decir-verdadero, un hacer parecer verdadero (veri-dicción), y posible, creible (vero-similitud), de modo que resul-ta difícil distinguir entre verdad y certeza, entre saber-verdadero y creer-cierto, dificultad que viene a problematizar la relación (intrínseca) entre saber y creer (Greimas, Parret). Narrar es ya interpretar, comprender, explicar, problematizar, argumentar, conforme algún patrón de racionalidad, a partir, por ejemplo, de uno de los dos espectros siguientes, aunque no homo-géneos: razón teórica, episteme, racionalidad mono-lógica, verdad como adecuación, demos-tración “científica”; razón práctica, o estética, racionalidad dialógica, pragmático-

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hermenéutica, verdad pública como consenso comunitario, falibilidad, phronesis-felicidad, argumentación con razones.

Los momentos-hitos fundamentales (fundacionales) de la narración de historia nacional en el texto escolar de Argentina1, y su “enseñanza” (moraleja) final, prueban el carácter “conmemorativo” y “moralizante” de la narración histórica escolar. La moral de (la narración de) una historia “dispone de un determinado poder de seducción que domina perfectamente”: el cortejo de Clío es capaz de entusiasmar2. Este, juntamente con otros rasgos, permiten ubicar este tipo de discursividad en el campo del hacer retórico. La narración escolar histórica, por su intencionalidad, y dada la “intencionalidad del conocimiento histórico” (Ricoeur, 1990), se define como un hacer saber y creer que recurre a procedimientos, técnicas y estrategias dis-cursivos y de construcción textual propios del discurso retórico, aquellos que “permiten pro-vocar o aumentar la adhesión de las personas a las tesis presentadas para su asentimiento” (Perelman y Olbretchs-Tyteca, 1989: 34). La finalidad es persuadir por medio del lenguaje: hacer creer acerca de la cuestión tratada, producir efectos en el receptor en cuanto al conoci-miento y/o comportamiento3. En definitiva, se trata de valores, creencias, hábitos.

Desde el mismo momento de su nacimiento, Clío “echaría a andar por las calles” (Borges) de las ilimitadas Comarcas de Mnémesis –y también se zambulliría en las aguas del Leteo–, de Cronos, Logos y Graphos. Y desde entonces no para. De la mano de sus primeros ‘peda-gogos’: El Gran Viajero, que emprendió su Averiguación (la primera), desplazándose en el espacio y en el tiempo, mitigando la curiosidad y la sed de saber en las fuentes del camino, regadas por los propios sentidos y los ajenos –oído atento a la voz que corre <*acoe>, obser-vación <*opsis> y notación esmerada–, para “impedir que caigan en el olvido las grandes hazañas realizadas por los griegos y los bárbaros” (durante las Guerras Médicas). Y con Heródoto, Tucídides, que instituye la disciplina, de puño y letra: relato verídico con preten-sión de ser juzgado útil. Marcas de cuna que no siempre se des-cubren en los combates por la historia: las huellas etimológicas (genealógicas) siempre frescas de historia –ver, testigo, tra-tar de saber, indagar; el ojo como núcleo (epistemológico) metafórico.

El contar como generador de comunidad, el relato como modo y medio de socialización, portador de historicidad, indicarían esa necesidad originaria y originadora que lleva al hombre a contar historias, lo que autorizaría a definirlo como homo narrans4. La moralidad narrativa consiste en la fuerza de socialización del relatar y el relato, que ponen en comunidad a los 1 Título de mi tesis de doctorado (donde analizo la sección de Historia de los manuales de quinto grado de diferentes editoria-les, desde 1976 hasta 1998), de donde procede el presente trabajo. 2 En su comentario a la crítica kantiana de la historia, Lyotard (1994), hace tres observaciones desde “el punto de vista que domina la elaboración del signo de historia” _el “sentido” de la historia tiene lugar en el escenario histórico y en el senti-miento de los espectadores: *el entusiasmo de los espectadores es un sentimiento sublime; *ese entusiasmo probaría la pro-posición según la cual la humanidad progresa hacia un estado mejor; el entusiasmo como sentimiento estéticamente puro supone un sentido comunitario; *el sentimiento sublime apela a un consenso (indeterminado), el sensus communis funda una apelación a la comunidad que se enraiza a priori y que tiene lugar sin determinación. 3 Con la Retórica, desde Aristóteles –para quien la argumentación es un método retórico y dialéctico de construcción del razonamiento, válido para el campo de lo “opinable”–, y su reformulación actual, se pone en discusión el estatuto de la “evi-dencia” (científica) y se propone completar la teoría lógica de la demostración con la teoría de la argumentación, que trata de los medios de pruebas propios de las ciencias sociales, la filosofía, la política, el periodismo; en suma los discursos propios del campo de la argumentación, que “es el campo de lo verosímil, lo plausible, lo probable, en la medida en que este último escapa a la certeza del cálculo” (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989: 30, 42). Para estos últimos autores, que proponen la nueva retórica en 1958 (aunque el primero de ellos presentó su primer trabajo al respecto en 1949), esta teoría se ocupa de las estructuras de la argumentación, sus esquemas y procedimientos, su clasificación, variedades y combinación posible; los medios discursivos que sirven para obtener la adhesión. Así, por ejemplo, se puede ponderar la eficacia de una “exposición”, que pretende la adhesión del auditorio a la tesis presentada, de acuerdo con los objetivos que se propone el destinador; tam-bién de los textos que tienen como propósito crear una comunidad en torno de valores reconocidos y producir consenso. 4 H. Parret (1995b). Vid. Smorti (2001), Bruner (1995).

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participantes, los religa. La inscripción de la temporalidad en el relato y de éste en la tempora-lidad ubica este “juego de lenguaje” en el reino de la memoria y, también, re-articula nuestra historicidad, como pertenencia y rememoración (Vattimo, 1991). Como tal se conjuga con otros juegos y otras prácticas, y se incardina en el reticulado de la praxis social que constituye una “forma de vida” (Wittgenstein). Por lo tanto, la narración practica una racionalidad5, puede reivindicar para sí el tenor de la verdad y su función comunicativa y comunitaria de de-marcación de (un tipo de) racionalidad6. La narración postula un mundo, y su sentido. La práctica narrativa, en cada uno de sus actos, produce y ofrece una (recon)versión de la reali-dad y la experiencia, a la vez que sustenta una clave de intelección de la misma realidad, de la experiencia, y de la propia forma narrativa. Es así que ya no importa si la ‘historia’ es verda-dera o no, lo importante es que haya sido referida y creída, y recordada7.

La textualización de matriz narrativa (i. e. histórica), en cuanto práctica semiótica compleja y artificio mediador, puede aprovechar o no su potencialidad para la comprensión dialógica, del hacer histórico social del hombre, de sus obras, de la otredad. En este sentido, se puede caracterizar el texto narrativo, a partir de un entrelazamiento teórico de base semiótica, como un complejo mito-poiético, retórico-argumentativo y hermenéutico –lo que equivale a decir un constructo semiótico complejo, puesto que todas estas operaciones constituyen algunas de las semiosis posibles–8. La narración sería una realización del triple arte de configurar, argu-mentar y redescribir: en el proceso comunicativo activado por la narración se re-construyen tramas, que pueden ampliar el imaginario; se esgrimen y evalúan-critican argumentos, que pretenden la adhesión del público a la opinión sustentada; se interpretan textos en los contex-tos respectivos, para “descubrir nuevas dimensiones de la realidad”9. La textualización, en su dimensión narrativa, implica producir, fabricar una obra (poíesis); componer una trama, re-presentar el mundo de la praxis (mímesis); interpretar ese mundo, y argumentar sobre él (her-meneusis, heúresis = hallar argumentos). La operatividad narrativa (Ricoeur) estructura heu-rística, epistémica y normativamente el mundo de la acción y de las pasiones, que trata de reencauzar, purgar y purificar (kátharsis); (re)construye la temporalidad humana; y trata de persuadir acerca de la validez y legitimidad del sentido postulado. Este estatuto de lo narrativo exige un modo peculiar de inteligibilidad, que se ubicaría en el nivel de la inteligencia prácti-ca (phrónesis, en el sentido de Aristóteles, 1994; Carr, 1990), y el ejercicio de la capacidad de juicio (Kant, Peirce)10.

Tipos de discursos como los que estudiamos aquí argumentan con razones. Razones (y ‘ra-tio’) que se sostienen en las confrontaciones sociales por definir lo verdadero, lo bueno, lo útil, lo justo, lo bello11. La acción retórica, que se realiza por medio de la actuación textual

5 Parret confronta los dos tipos de racionalidad (tradicionalmente mantenidos a raya uno con relación al otro), y por medio de Platón ilustra el “origen paradisíaco” donde relatar y argumentar pertenecen a una misma racionalidad universal. Señala una proveniencia común: legein, hablar, relatar y razonar _al pasar observamos que es la misma para ‘lectura’_. 6 Vincenzo Vitiello entiende que la Hermenéutica “ha hecho valer contra la ‘lógica’ los derechos de la narración. El saber narrativo histórico en el sentido originario se acerca a las cosa y a la vida precisamente en la medida en que se aleja de la verdad absoluta y eterna: se acerca a las cosas, que siempre son ‘relativas’ y a la vida del hombre, que transcurre en el tiem-po” (“Racionalidad hermenéutica y topología de la historia”, en G. Vattino, comp. (1994). 7 En palabras de Borges. En “Palermo de Buenos Aires”, Evaristo Carriego (entre otros lugares), dice: “Afortunadamente, el copioso estilo de la realidad no es el único: hay el del recuerdo también”. 8 Cfr. Ricoeur, “Hermenéutica y semiótica”, en G. Aranzueque, edic. (1997). 9 Ricoeur, “Retórica, poética y hermenéutica”, en G. Aranzueque, edic. (1997). 10 En términos generales, a partir de Ricoeur, los dos artículos citados arriba. 11 En el texto escolar concurren formas peculiares de los tres géneros retóricos (deliberativo, judicial, epidíctico), dado cierto desajuste, o aplicación actualizada, con los cuatro criterios que determinan el ámbito y el estilo de cada uno, según la clasifi-cación de Aristóteles: contenidos de la tópica específica, tiempo al que se refieren, lugar en el que se realizan, tipo de audito-

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escolar, (se) mueve (por) el engranaje del ethos (“carácter”, enunciador, instancia de produc-ción discursiva) y el pathos (pasión, receptor), para lograr el propósito de “emocionar” y “convencer” (Barthes, 1982). Basta con señalar la fuerza argumentativa (persuasiva, morali-zante) de los exempla, definidos por Aristóteles como una de las clases de pruebas y formas de razonamiento, por inducción, propias de la Retórica; junto con el entimema, razonamiento por deducción. Además de las “acciones”, “obras” y “sucesos” narrados en distintas formas (como la anécdota), tienen valor ejemplar (paradigmático) para la conformación (iconográfi-ca) del imaginario histórico, los próceres (“ilustres patriotas”, forjadores de la patria), presen-tificados por el género epidíctico (retrato, biografía)12. La operación histórica transmuta de-terminados hechos, sucesos, acciones individuales o colectivas, agentes sociales, en “aconte-cimientos”, “personajes”, “etapas”, “hazañas”, “proezas”, “héroes”, “próceres”, que perviven en/por el mito de nuestra historia con el valor del ejemplo, consagrados por el oficio de la Historia. Se consuma el sacrificio (sacro oficio) por la Patria, que exige pruebas de fe (fideli-dad, compromiso).

MANUAL KAPELUSZ (1996).

Los estancieros contribuyeron con ganado para alimentar a las tropas y los comerciantes colaboraron en los gastos de los ejércitos patriotas [organización de los ejércitos americanos, que debían luchar por la in-dependencia]. En un informe a la Junta, [Belgrano] escribió: “/.../ No es fácil expresar lo que han trabaja-do las milicias [...], lo que han padecido los oficiales y toda la tropa [...] /.../”. El pueblo cordobés colabo-ró con la expedición que marchaba al Norte. A mediados de septiembre se reunieron casi 300 soldados bien armados y con la contribución de la población se instaló una fábrica de pólvora, indispensable para las operaciones militares.

El reconocimiento y el entusiasmo constituyen la base de la configuración (patémica) de la trama y de la constitución de la identidad (nacional) narrada. El fin (el sentido del final y la finalidad) de la narración consiste en integrar en un todo unánime, indiviso, a todos los miembros de la comunidad nacional (imaginariamente semiotizada por estos medios, y me-diada pedagógicamente), a quienes se interpela (por medio de recursos retóricos-argumentativos) y se demanda un mutuo reconocimiento entusiasta, el sentido y el sentimien-to de pertenencia a la comunidad, el fervor patriótico13.

Inferencia práctica

De nuestro proceso indagatorio, en lo que concierne a las estrategias discursivas (retórico-argumentativas, que materializan la operación historiográfica propia del campo educativo) implementadas para re-construir la ‘historia’ nacional que se enseña y se aprende por medio de los manuales escolares, emergió, como una de las característica de la narración histórica

rio. Mas, en todos los casos se trata de convencer de que algo es bueno y de que algo es malo (Hernández Guerrero y García Tejera, 1994; Albaladejo, 1991; Barthes, 1982). 12 Para Perelman (1997) el género epidíctico es central en virtud de su función de intensificación de la adhesión a los valores, con base en los cuales el discurso pretende conmover y mover (a la acción). El discurso epidíctico se relaciona con el género educativo (y con la filosofía práctica), pues: “pretende menos que suscitar una acción inmediata crear una disposición a la acción, esperando el momento apropiado” (41-42). 13 Vinculamos la historicidad directamente con la solidaridad, ese sentimiento infundado fundamental para el proceso de construcción de la democracia (Rorty, 1996), cuyos principios primeros son el entusiasmo y el reconocimiento, por lo que se llega al ámbito de la estética, que genera una ética y una política de vida. Parret (1995a, 195b); Anderson (1997).

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escolar, la ocurrencia de lo que llamamos inferencia práctica (o silogismo práctico)14, cuya formulación final Georg H. von Wright esquematiza así15:

A se propone de ahora en adelante dar lugar a p en el momento t. A considera de ahora en adelante que, a menos de hacer a no más tarde de t’, no estará en condiciones de dar lugar a p en el momento t. Por consiguiente, A se dispone a hacer a no más tarde de cuando juzgue llegado el momento t’, a no ser que se halle imposibilitado.

La secuencia de acciones que constituye el tramo narrativo en el que se construye una infe-rencia práctica, o que todo él constituye algún tipo de silogismo práctico, sitúa la acción na-rrada (o la conducta, que “adquiere su carácter intencional del hecho de ser vista por el propio agente o por un observador externo en una perspectiva más amplia”) en un contexto de objeti-vos y creencias, normas, intenciones y conocimientos, actitudes y hábitos, delimitado por el narrador, y conformado por el relato en su totalidad. El silogismo práctico, que conduce a una acción, es un tipo de realización del discurso práctico, de y para la praxis; y la necesidad del esquema de la inferencia práctica es “una necesidad concebida ex post actu” –la misma podría considerarse también como una realización de alguna forma de modalización, como la deónti-ca; en ese caso sería la realización de alguna de las líneas de acciones que constituyen el pro-grama modal que el narrador diseña para que sus “personajes” lo lleven adelante–. Von Wright examina el problema de la verificación de la conclusión de una argumentación prácti-ca, y concluye que una verificación tal “presupone la capacidad por nuestra parte de verificar el conjunto correspondiente de premisas que implican lógicamente que la conducta, observa-da, es intencional a tenor de la descripción dada de ellla en la conclusión”; y la verificación de las premisas presupone la capacidad de “identificar algún ítem de conducta registrado como intencional a tenor de su descripción en esas mismas premisas”. La rectitud del argumento de la conexión lógica consiste en esta interdependencia entre ambas verificaciones16.

MANUAL ESTRADA (1996).

Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de que el imperio español quedaba sin gobierno se produjo una gran conmoción y muchos vecinos consideraron que no tenía sentido seguir obedeciendo a una autoridad española. El virrey había sido nombrado por un gobierno español que ya no existía. Entonces, ¿debía se-guir gobernando?.

14 En “Viajar/contar” (VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de Comunicación (ALAIC), Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 5 al 8 de junio, 2002) analizo el recurso de la inferencia práctica en relatos de viaje de ingresantes a la Universidad . 15 G. H. von Wright (1987, cap. 3). Caben algunas de las observaciones del propio von Wright. Del hecho de que A se pro-ponga dar lugar a p y considere suficiente a tal efecto hacer a, no se sigue que se disponga a hacerlo. Si a es lo único que A considera suficiente hacer para lograr su objetivo, no hay problema; pero si existe más de un procedimiento para ello, A se ve ante la necesidad de hacer una cosa u otra de las que considera suficientes para dar lugar a p, lo que introduce la cuestión de explicar por qué eligió hacer a en lugar de b _”No existe de necesidad una razón para cada opción. La elección, aun si nece-sariamente intencional, puede ser con todo enteramente fortuita”_. Aunque “Alegar que A hizo a porque esto lo conduciría finalmente a p podría tomarse por una respuesta plenamente satisfactoria a la pregunta de por qué A hizo a”, esto “no puede convertirse en un argumento concluyente a no ser que se aduzcan datos complementarios sobre las intenciones y conocimien-tos de A” (y sus creencias); lo cual es ciertamente problemático en Historia, y (nos) permite aducir el carácter conjetural del relato histórico. Von Wright considera que “debe asumirse que el agente piensa que puede llevar a cabo lo requerido para el cumplimiento de sus propósitos”, de manera que la primera premisa del silogismo implica que “el agente cree saber cómo da lugar al objeto de su intención”, que incluye, así, un elemento cognoscitivo; pero no pueden separarse los aspectos volitivo y cognoscitivo “de manera que el primero quede comprendido totalmente en la primera premisa y el segundo comprendido en la segunda premisa”, la primera presenta necesariamente los dos aspectos. 16 Von Wright advierte que “a pesar de la rectitud del argumento de la Conexión Lógica, las premisas de una inferencia prác-tica no implican una conducta con necesidad lógica. No implican la ‘existencia’ de una conclusión vinculante”. Por otra parte, la corrección formal de la inferencia práctica “requiere que la conducta mencionada en la conclusión sea descrita (en-tendida, interpretada) como una acción, como un hacer o probar a hacer algo por parte del agente de que se trate. Para llegar a ser explicable teleológicamente, cabe decir también, la conducta ha de ser primero comprendida intencionalmente”.

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Este problema se debatió en un Cabildo Abierto el 22 de mayo de 1810. [...]. La mayoría se pronunció porque el virrey dejara el mando. [...] Muchos vecinos y milicianos se dirigieron entonces a la plaza para exigir que el virrey abandonara el gobierno y los líderes del movimiento lograron la formación de una Junta que gobernó en lugar del virrey. Así se constituyó la Primera Junta, que seguía gobernando en nom-bre del rey prisionero. Pero como ya no obedecía a ninguna autoridad de España, de hecho el virreinato dejó de ser una colonia. Por esa razón comenzó una larga guerra contra quienes no aceptaban que las pro-vincias del Río de la Plata tuvieran un gobierno propio”.

(Lo que se plantea a modo de pregunta, ¿de los vecinos? el narrador, a los alumnos, puede considerarse como una conclusión de una argumentación práctica. Lo mismo respecto de la necesidad de la guerra, confirmada por la consigna inclusiva “¡A pelear por la Revolución!”, una exhortación, ¿de los agentes de la historia, del narrador?).

MANUAL PLUS (1997).

Había que organizarse para estar prevenidos frente a un nuevo ataque. Se decidió, entonces, formar mili-cias, un ejército de soldados voluntarios [...]. Casi todos los hombres de Buenos Aires formaron parte de las milicias. Para los criollos fue la primera oportunidad de ocupar puestos de importancia.

Después del 25 de mayo todo estaba por hacerse. El paso más importante era informar al resto del Virrei-nato los últimos sucesos de Buenos Aires. Y no sólo eso: había que convencer a las demás provincias de que aceptaran a las nuevas autoridades. La Primera Junta de Gobierno tomó, entonces, dos decisiones: in-vitar a los Cabildos de cada ciudad del interior a que mandaran sus representantes a Buenos Aires y en-viar expediciones militares para exigir obediencia al nuevo gobierno. ¿Por qué la Junta envió expedicio-nes militares? Buenos Aires nunca había tenido buenas relaciones con el resto de las provincias del inter-ior del Virreinato. [...] La Primera Junta sabía que las decisiones que habían tomado los porteños no iban a ser aceptadas fácilmente. En muchos lugares del Virreinato [...], deberían pelear contra las autoridades españolas para que reconocieran al nuevo gobierno criollo. Por eso el siguiente paso de la Revolución fue la guerra.

MANUAL SANTILLANA (1997).

Los puntos de discusión más importantes entre los federales de Buenos Aires y los del Litoral eran el puerto y la aduana. Los federales del Litoral reclamaban que los puertos situados en sus provincias se abrieran al comercio con el exterior; algunos federales del interior pedían que Buenos Aires no dejara en-trar mercaderías extranjeras, porque competían con las que se fabricaban en sus provincias. Todos recla-maban que Buenos Aires repartiera el dinero de la aduana con las demás provincias.

Si se pemitía que otros puertos comerciaran con el exterior, Buenos Aires perdería dinero; lo mismo si compartía lo que cobraba. Los federales porteños, entonces, se negaron tanto a repartir el dinero como a abrir puertos en otras provincias. En cambio, aceptaron durante algún tiempo el pedido del interior de que se prohibiera la entrada de algunos artículos.

MANUAL KAPELUSZ (1996)

Los hombres que participaron de la Revolución de 1810 creyeron que con la libertad de comercio comen-zaba una época de grandes negocios. Pero cinco años después las cosas habían cambiado mucho. Era ne-cesario ganar la guerra de la independencia: había que equipar las expediciones, comprar las provisiones para los ejércitos, armar a los soldados y pagar a los oficiales. El gobierno tuvo que recurrir a los que te-nían más dinero, es decir a los comerciantes. Al principio, realizaron donaciones, pero luego fueron obli-gados a pagar fuertes impuestos. En cinco años no quedaron comerciantes ricos en las ciudades.

Los dueños de las estancias ubicadas en las zonas que atravesaban los ejércitos, debieron donar su ganado para alimento de los soldados. Los hacendados vieron cómo, poco a poco, su riqueza ganadera se fue ago-tando.

La libertad de comercio no logró las ventajas que los criollos esperaban.

Los capitales provenientes de Europa aumentaron a partir de 1880. Ingresaron fundamentalmente capita-les ingleses, que se instalaron en el país para construir ferrocarriles, puertos, líneas de tranvías y servicios de agua corriente. La realización de estas grandes obras estaba fuera de las posibilidades de nuestro país, y la gente las admiraba porque significaba el ‘progreso’.

Los puertos y los ferrocarriles eran necesarios para transportar los productos del campo hasta los barcos que se encargaban de trasladar la carne y los cereales a Europa.

En diez años construyeron los puertos de Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca y La Plata.

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El crecimiento de los ferrocarriles fue enorme [...].

Las zonas laneras y cerealeras, las ciudades y los puertos por donde pasaba el ferrocarril, crecían en todo sentido <...>. A esas regiones llegaba el progreso.

Las otras zonas del país, las provincias del interior, se empobrecieron [...].

Del examen de estas ocurrencias de inferencia práctica (que se construye “para que case, al modo como las premisas hacen que case una conclusión dada”), resultan algunas observacio-nes. En primer lugar, se podría “tildar a la inferencia genuinamente ‘práctica’ de compromiso con la acción” (como lo hace von Wright; si de la inferencia resulta una regla para la acción, un hábito, en los términos de Peirce), en tanto es una argumentación formulada en primera persona, cuya conclusión expresa es: Haré a (ahora), o Haré a no más tarde de t (“a menos que ...” puede presentarse como excusa si no se cumple el compromiso). Cuando se enfoca el caso desde el punto de vista de un espectador, en tercera persona, “se habrá de establecer la con-clusión en una forma más circunspecta de ‘disponerse’ a actuar por parte del agente y quedará sujeta a cualificaciones relativas a las circunstancias de no impedimento y de no despreocupa-ción”. Ahora bien, en los relatos se produce una solución de compromiso, que combina estas dos posibilidades en lo que se denomina el estilo indirecto librre (subrayado en los ejemplos): en el discurso del narrador está presente la “voz” del agente histórico (personaje), de manera que resulta problemático decidir en primera instancia quién habla, quién realiza el silogismo práctico, y a quién imputar el compromiso con la acción.

El procedimiento discursivo que Voloshinov/Bajtín (1992) llama estilo indirecto libre, constituye una de las formas de resolución del problema del discurso ajeno, planteado cuando el discurso autorial admite en su composición un discurso ajeno, y uno de los modos de inter-relación entre el discurso referido y el discurso autorial (las otras dos formas son el estilo directo y el estilo indirecto)17. El discurso ajeno puede constituir el tema del discurso autorial, y puede formar parte del mismo y de su construcción “como un singular elemento estructural”, en cuyo caso “conserva su autonomía estructural y semántica, sin destruir, sin embargo, el tejido del contexto que lo adoptó”18. El estilo indirecto libre es un caso importante del fenómeno de la interferencia discursiva, de “la fusión interferente de dos discursos entonacionalmente apuntados en sentidos diversos”: cada uno de los componentes del discurso o fragmento discursivo elaborado en este estilo “simultáneamente forma parte de dos contextos entrecruzados, de dos discursos”, el discurso del autor-narrador y el del personaje (Idem, cap. 3). En esta forma discursiva bifronte hablan a la vez tanto el autor como el héroe, y se conservan los acentos de dos voces, aunque en ocasiones resulte difícil reconocer ambas voces, percibir la ambigüedad o el vaivén entre el horizonte axilógico del autor y el horizonte del personaje19. Voloshinov cree que estamos ante una tendencia nueva “de la percepción activa de un enunciado ajeno, ante una orientación peculiar <axiológica> de la dinámica de la interrelación entre el discurso del autor y el discurso del otro”; que por otra parte no se materializa en la comunicación oral, sino sólo en las formas de elaboración 17 En general, en todos los casos reproducidos, de los diferentes manuales, se puede observar el sesgo monovocal, como estrategia de re-apropiación autorial del discurso ajeno, con fines retórico-argumentativos. En varias ocasiones el estilo indi-recto libre introduce un silogismo práctico, dada la mutua impregnancia particular entre el discurso propio autorial y el dis-curso ajeno, habida cuenta que el discurso del autor se conforma en un cruce de orientaciones-acentuaciones de otros discur-sos sobre el mismo objeto. 18 Dice Voloshinov: “siendo elemento estructural del discurso autorial, del que forma parte por cuenta propia, el enunciado ajeno al mismo tiempo aparece como el tema del discurso autorial, participa de su unidad temática justamente en cuanto enunciado ajeno, mientras que su propio tema autónomo se manifiesta como el tema del tema del discurso del otro” (1992, 3ª parte, cap. 2). 19 El estilo indirecto libre “está lejos de expresar una impresión pasiva surgida a partir del enunciado ajeno, sino que revela una orientación activa que no se reduce en absoluto a la transformación de la primera persona en tercera: más bien aporta sus propios acentos al enunciado ajeno, acentos que colisionan e interfieren con los acentos de la palabra ajena” (Idem, cap 4).

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municación oral, sino sólo en las formas de elaboración (artísticas) secundarias escritas, y en las formas de elaboración de la comunicación pedagógica modeladas “artísticamente”, más o antes que “científicamente”.

En segundo lugar, hay que señalar la indiferencia de la fórmula “respecto de los hechos que pasan por ejemplificarla”, dado el carácter “enteramente formal” del esquema, de manera que sólo cabe “mostrar cómo se relaciona el hablar de acciones con la referencia a determina-das creencias, intenciones, etc.”20. Según Martin, el esquema “justifica nuestro tratamiento de intenciones, creencias, escrúpulos y otros motivos particulares de este género como factores explicativos de acciones concretas”.

Con el mismo Rex Martin podemos decir que una explicación cobra fuerza cuando sitúa los hechos en una trama apropiada o contexto lógico, que viene suministrada precisamente por el esquema de la inferencia práctica; es decir que “la idea o forma de una explicación te-leológica está dada en el propio esquema”, en cuyos términos (re)presentamos nuestra con-cepción de que la acción en cuestión es un medio para determinado fin o forma parte de su consecución. Además, para nosotros, la fuerza de la explicación (de la inferencia) viene dada por la ubicación de los “hechos” en una ‘trama’ apropiada, en el contexto adecuado, consti-tuido por el propio relato, que hace las veces de un macro-silogismo práctico, y que puede deparar los medios para la comprensión, en tanto se proporciona un relato que se pueda “se-guir”, una versión de la acción que se pueda “reactualizar”, “enactuar” –más allá de dejar constancia de la circunstacia de que los hechos encajan en el esquema. Pues, comprender “consiste en la habilidad para construir, a la vista de un conjunto determinado de hechos, un relato fluido”; la comprensión “radica simplemente en el relato hilado de una historia (story) plausible, cuyos detalles fácticos pueden desplegarse como instancias de los elementos de von Wright de la inferencia práctica”, con lo que Martin muestra su interés por la tesis de que la comprensión “es la ‘dimensión narrativa’ de una explicación teleológica” (como la que se ajusta al esquema de la inferencia práctica), y sostiene que un modelo integrado de explica-ción (la aplicación del esquema de von Wright en concurrencia con el criterio de comprensión narrativa) “está especialmnte bien dispuesto para ejercer de modelo de explicación en histo-ria”21.

El propio proceso de configuración de la trama histórica (un proceso complejo que incluye el relato propiamente) acusa “un rasgo sumamente característico de la empresa acedémica llamada historiografía” (von Wright) y (de)muestra el carácter de la operación historiográfica que estudiamos: se realiza un proceso de reinterpretación del pasado remoto a la luz de un pasado más próximo. Esto explica de algún modo la dificultad para ofrecer una descripción completa y definitiva del pasado histórico; la imposibilidad del cierrre definitivo del relato y la necesaria re-apertura de la narración histórica, que no puede estar completa (en los términos de Bajtin, la índole no acabada del tratamiento del objeto, las intrincadas combinaciones y versiones a que puede dar lugar el juego y el cruce de las orientaciones del discurso y del gé-nero, y el trabajo de re-acentuaciones permanentes). La narración histórica (y pese a las reali-zaciones pedagógicas que nos ocupa) no puede más que poner en obra uno de los itinerarios

20 R. Martin, “Explicación y comprensión en Historia”, en Hintikka et al. (1980). 21 Martin toma la idea de reactualización como “una forma peculiar de decir que comprendemos un acto cuando lo podemos acomodar en un relato acerca del trasfondo contextual de motivos y del propósito de un agente”. Aclara, también, que emplea “narrativa” en el sentido especificado por Danto. Su tesis subyacente es que “el modelo de la noción de comprensión no es otro que el suministrado por el hecho de contar una historia y, más precisamente, por el propio discurso. Si se recuerda que historia significa indagación, investigación, e historiador es quien narra historias, parece aceptable que la índole de la com-prensión histórica se muestre en la narración.

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posibles de Clío, registrado y re-construido en función de tal narración, a sabiendas de que es posible tramar otra historia, remontar otras trayectorias, seguir otros caminos frente a cada una de las encrucijadas en las que Clío se debate (al hilo de Peirce, los procesos de semiotiza-ción, de conocimiento, no pueden clausurar las semiosis posibles, las complejas remisiones triádicas posibles, que siempre pueden re-actualizar otros signos, otros objetos, y otros inter-pretantes, re-abrir y reacomodar una y otra vez esos repertorios semióticos que conforman y transforman nuestra memoria y nuestra semiosfera). Pero no sólo la eventualidad histórica (y el azar) impiden una narración completa y definitiva. Además de que pueden producirse, des-cubrirse, re-construirse nuevos acontecimientos, es propio de la operación histórica tratar de resignificar el pasado más remoto a la luz de los acontecimientos más recientes. Es así que se ofrece una explicación del pasado más reciente, y del presente, a la vez que se re-presenta un visión del futuro, al señalar, por ejemplo, los posibles derroteros que se le presentan a Clío en cada una de sus encrucijadas (Lotman). En y por medio del relato, un acontecimiento del pa-sado es objeto de investidura de sentido en tanto en cuanto hizo posible algún otro aconteci-miento posterior; o bien se realiza un pronunciamiento sobre “la necesidad del primero con vistas a la ocurrencia del segundo” (von Wright).

La narración, entonces, puede entenderse como un dispositivo de conexiones, que postula una vinculación dada entre los acontecimientos históricos, y que puede ejercitar la astucia de la razón –i. e. las relaciones entre los momentos claves que estructuran la trama histórica na-cional–, y cuyo funcionamiento “cabe reconstruir a manera de secuencia de inferencias prácti-cas”22; a la vez que, y por lo mismo, permite reconocer la performatividad, y figurativización, de un dispositivo tal. Pero también, la narración puede ofrecer amplios márgenes para la expe-rimentación respecto de la racionalidad narrativa, precisamente en cuanto a su con-formación23. De ahí también el sentido del final de la narración histórica escolar, o el sentido que adquiere la historia a partir de su fin (y de la finalidad que se postule), dado que el proce-so de producción de la narración parece inaugurarse en el momento en que termina el relato, cuyo “punto final” inviste de sentido a la historia por efecto retrospectivo (porque el relato no hace más que seguir, certificar, el destino nacional, revelado en el origen, a partir del punto axial, y confirmado en cada uno de los grandes momentos de la gesta patria; pero que sólo pudieron ser consagrados una vez concluida ésta)24. Y de ahí también la continua re-escritura de la historia, dado que la instancia de enunciación se ubica en el presente (el momento “ac-tual”, el de la edición, por más que algunos relatos se ubiquen tácticamente en un presente eterno, acrónico), un presente que siempre es diferente, reactualizado cada vez y en cada una de las prácticas comunicativas en las que está en juego el texto, y que da lugar a las distintas versiones re-construidas.

22 Von Wright continúa así: “Los acontecimientos a los que se atribuye un cometido causal dan lugar a una nueva situación y, con ello, deparan una base fáctica para inferencias prácticas que no podrían haberse hecho antes”. 23 Una racionalidad que cristaliza en un guión (narración), cuyo desarrollo supone, depende teleológicamente, de la capacidad de (conjugación de) emoción y juicio, si todo juicio está modalizado por alguna pasión o complejo pasional, y si a toda emo-ción le subyace algún juicio –vemos con Parret que la fuerza emotiva es el operador de la ejecución, realización [performan-ce, de donde la performatividad del texto] de la narración, y re-anima el [libre] juego de acción y pasión, conocimiento, imaginación. Una racionalidad que implica la evaluación, por inferencias estratégicas, de “las posibilidades de un recorrido”: las posibilidades de fabulación de nuestro quehacer histórico-social y nuestro imaginario, de nuestro devenir, no sólo de nuestro pasado, sino de nuestro por-venir (si cabe hablar, desde otra perspectiva, de las “enseñanzas” de la historia). Parret (1995a). 24 Cfr. La obra de Kermode sobre el sentido de un final.

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Conclusión La misma tela de araña que se ofrece para enseñar y aprender historia exhibe la mano teje-

dora, e indica la vía para dar con la punta del ovillo y des-articular el proceso discursivo de referencialización que se desarrolla (Jitrik), de orientación (Bajtin), y de modalización (paté-mica) (Greimas, Parret). La instancia de enunciación (producción, textualización, narración) se re-inscribe en el enunciado, en el que se pueden re-conocer y seguir las huellas (indicios) de su procedencia, itinerario, finalidad y destino25.

La escuela es el garante del (saber y el creer del y por medio del) texto. El texto debe per-suadir, hacer saber y creer, involucrar al sujeto “con alma y vida”, y no sólo llenar una alcan-cía vacía con conocimiento o tallar una tabula rasa. El texto argumenta con razones y pasio-nes, más o menos fuertes, convincentes (no puramente formales, o por el recurso a silogismos, como una forma de inferencia válida) para lograr la admisión o el rechazo a la tesis en cues-tión, para influir en el auditorio; por lo cual colocaríamos tanto este tipo de discursos como el de la ciencia dentro de los límites del imperio retórico (Perelman, 1997), que se vienen re-definiendo (negociando) desde Aristóteles. Un inconveniente para aplicar la Teoría de la Ar-gumentación, que abreva en la Retórica clásica, al campo educativo es la distancia que nos separa del ágora pública en el que se intercambiaban libremente opiniones entre iguales, lo que hace de la persuasión el modo recto de procurar la adhesión o disuadir. De modo que no es fácil decidir si el alumno adhiere (libremente, razonablemente) a la “tesis” presentada o “debe” aprender “la lección”, en un proceso pedagógico controlado sobre la marcha o al final por la evaluación –un proceso “monitoreado” en el mismo texto de las últimas ediciones. Pre-senta serias dificultades el intento de comprobar si el educando ha pasado por la experiencia de aprendizaje, si se ha producido una “negociación” abierta y amplia, una “asimilación” re-levante y significativa, o más o menos “mecánica” o “crítica”. No obstante, el texto pedagógi-co se propone convencer, persuadir acerca de la “verdad”, los “valores” , en torno de los cua-les se pretende constituir una comunidad.

La narración histórica escolar puede aprovechar o no los recursos disponibles para abonar el terreno que propicie una cabal comprensión del obrar humano, en general, y del “hacer his-tórico”, en particular (es decir, dilucidar la ‘historia’, siempre compleja y abierta); de donde el saber histórico propiamente dicho estaría directamente vinculado con dicha comprensión na-rrativa, toda vez que al hacer historia se actualice el sentido de búsqueda, indagación, que recuerda el término, y que al contar una historia se experimente lo posible, se viva la expe-riencia de un viaje y se aliente el impulso para la transformación.

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LA NARRACIÓN DE VIDA

ARGUMENTAR LA FICCIÓN DE SÍ MISMO

Irene Klein Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

Dice Manuel Cruz1 ( 1986) que cuando alguien contesta a la pregunta: `¿quién es ?´ con el tautológico `soy yo´, “no está expresando un reconocimiento vacío: confía en que recuerden su voz, que alguna vez fue conocida. Todos somos yo, pero no a todos se les abre la puerta. Al desconocido se le exige que manifieste su identidad, que se identifique. ”

La narración de vida se inscribe en esa búsqueda. Por eso, cuando alguien cuenta su vida, despliega una retórica de autovalidación a fin de convencer al auditorio no tanto de la verdad de los hechos que ha vivido sino, sobre todo, de la necesidad de que su vida sea narrada y recordada. Porque lo real, afirma Manuel Cruz, solo alcanza la categoría de tal cuando además de haber ocurrido es conocido y relatado, pues si no se nos conoce o se nos olvida, no somos nadie, que es lo mismo que decir que carecemos de identidad. El otro –el auditorio del relato– se erige en una suerte de tribunal que juzga, al modo del coro de las tragedias griegas, el valor de lo sucedido y reviste al narrador de identidad y de reconocimiento. El que narra su vida necesita siempre del respaldo ajeno para que le asignen una identidad, esto es para pasar de ser un individuo que forma parte de las cosas que ocurren a ser un sujeto al que le ocurren cosas o, lo que es lo mismo, para pasar de una dimensión temporal individual, que es la bio-grafía, a una colectiva, que es la historia.

Si definimos a la argumentación como el conjunto de actividades del enunciador para anticipar y guiar la interpretación del receptor, podemos considerar la argumentación –como afirma Pierre Bange2 (1981)– una dimensión funcional de todo discurso. Desde el momento en que todo relato biográfico implica un balance valorativo de la vida narrada y a su vez una función ejemplarizante de un relato que se pretende moralmente útil, enfatizamos también dicha dimensión en el relato de vida.

Lo que dimos por llamar “narración oral de vida” no es un determinado tipo de historia o relato basado en la tradición oral, ni alude al método de la investigación sociohistórica con-temporánea denominada “historia oral” sino el proceso narrativo a través del que un sujeto cuenta –en una situación de entrevista– su historia de vida. En este sentido, tal vez sea lícito considerar la narración de vida como mediadora entre la vida y la historia de vida Cuando Labov y Waletzky (1967) estudian las narraciones orales de experiencias personales de hablantes corrientes en situaciones naturales de comunicación, subrayan la combinación de segmentos narrativos y de segmentos evaluativos. La enunciación narrativa, o sea la intención y la finalidad de los hablantes, da sentido al enunciado narrativo o sucesión de hechos. El sen-tido del relato perdería su razón de ser si no responde a una intencionalidad con relieve y sig-nificación en el contexto en que se encuentra. La evaluación es el medio por el que narrador indica la razón de ser de su acto narrativo. También Jean Michel Adam3 (1994) considera que

1 Manuel Cruz Rodríguez, Narratividad: la nueva síntesis, Península, Barcelona, 1986. 2 Bange, Pierre, “Argumentation et fiction “, en L´Argumentation, Lyon, P.U.L., 1981 (traducido al castellano por Inés Pallei-ro). 3 Adam, Jean-Michel, Le texte narratif, Nathan Université, Tours, 1994.

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el resumen, la coda, la moralidad o evaluación final son proposiciones que juegan un papel esencial en el acto de la enunciación narrativa. Por lo tanto, no solo habrá que considerar unos fines inmediatos ( informar/interesar) sino también las intenciones y los fines que el relato, entendido como macroacto de habla, tiene. Es decir, en la medida en que todo relato está ins-cripto en una interacción particular y responde al principio dialógico enunciado por Mikahil Bakhtine, pone en juego determinadas operaciones y estrategias a fin de producir un efecto en el lector o en el auditorio al que va dirigido. “La retórica práctica –señala Adam– (que se pro-pone vencer eventuales resistencias, excitar o mantener la atención, captar la benevolencia o desarmar la hostilidad) está relacionada a una situación dialógica y a un proceso de compren-sión que implica una forma de respuesta.” No pocas veces, en los relatos de vida, la anécdota es precedida o finalizada por una evaluación del narrador que traduce una regla de acción.

Entonces, en tanto se narra para dar cuenta de comportamientos y para establecerlos como modelos, es frecuente que los narradores justifiquen una acción persuadiendo al auditorio de los valores que determinan un comportamiento concreto. Es así como muchos narradores, por ejemplo, justifican aun las conductas más autoritarias o injustas de sus padres en base a la educación o crianza poco agraciada de la que fueron objeto.

El narrador de vida parecería recuperar la figura del narrador auténtico que Benjamin4 (1986) define como aquel que transmite, para aquellos que lo escuchan, lo acaecido como experiencia. “La narración tiene –afirma–, abierta o secretamente, su utilidad. Esa utilidad puede consistir a veces en una moral, otras veces, en un refrán o en una regla de vida -en to-dos los casos el narrador es el hombre que da un consejo a quien lo oye.” De ese modo, “el consejo entretejido en la tela de la vida, es sabiduría”.

En los relatos de vida, esa sabiduría se traduce sobre todo en un sistema de valores que, a modo de premisas, responde a lo que llamaríamos la hegemonía dóxica, la que parecería ga-rantizar la aceptación y el reconocimiento de un auditorio determinado. De esa forma, las narraciones de vida suelen repetir los estereotipos del imaginario social.

de mi infancia, recuerdo... saber obedecer a los mayores –dice Ramón (42 años, tucumano)– que es el primer paso que te da el respeto hacia los mayores; después la escuela que te da mayores obligaciones, la maestra es tu segunda madre ...”; “la vida rural era una vida sana, el padre que los hijos que tenía su fami-lia ya, era el dominante que, donde decía una palabra el viejo, era sagrado ...

La hegemonía dóxica aparece sobre todo en aquellos narradores que cuentan su historia al abrigo de su historia familiar. En este tipo de relato, configurado al modo de una saga fami-liar, la identidad narrativa del entrevistado –que suele ser dependiente de sus grupo primario (sobre todo si pertenece a un espacio rural)–, se funda en la identidad de familia como organi-zación conservadora y estable que reposa sobre determinada escala de valores. El narrador enfatiza ese sistema de valores, que responde a la concepción de familia monolítica (familia creada por lazos de amor y organizada en base a la división sexual del trabajo: un marido que trabaja y una mujer–madre de tiempo completo). De ese modo, su relato actúa estratégica-mente sobre sus miembros y sus conductas futuras:

teníamos como un orgullo no permitir que las mujeres salieran a trabajar –afirma Juan Jorge (74 años) con orgullo–, que vivieran con lo que nosotros producíamos en el trabajo. (...) Espiritualmente estábamos todos unidos en una misma religión, que entraba por la piel, era la decencia, la moral, el trabajo. (...) Mis padres se casaban sin pensar en separarse, además todas la familias eran numerosas, eran tres, cuatro, cin-co hermanos en cada familia...

En la medida en que toda narración de vida avanza con el afán de legitimarse como historia “digna de narrar”, o sea como historia que puede ser comprendida y aceptada por dicha co-

4 Benjamin, Walter: “ El narrador”, en Sobre el programa de la Filosofía Futura, Barcelona, Planeta-Agostini, 1986.

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munidad establecida como auditorio, adhiere al conjunto de normas o valores instaurados en ella. De ese modo convocan el sentido que la tradición cultural o el imaginario social les ha conferido. El narrador de vida intenta probar que forma parte de su acervo o código cultural a fin de perdurar, como todo mito, en su memoria. En tal sentido, algunos relatos de vida se constituyen en base al esquema o paradigma de los ritos de pasaje o de iniciación, es decir en base a la serie de pruebas que ha atravesado –por lo general victoriosamente– el sujeto narra-dor a fin de ser admitido en un determinado grupo social o comunidad. Entre ese tipo de rela-tos podemos mencionar los relatos de iniciación que narran las aventuras que protagonizó un sujeto varón para poner a prueba su heroísmo y virilidad antes de ser aceptado en el mundo adulto; los relatos al modo del Bildungsroman o, lo que Pierre Bourdieu5 (1982) llama, relatos de legitimación, que narran las habilidades y saberes que alguien debió adquirir progresiv-mente y no sin esfuerzo en su oficio o profesión o para lograr el anhelado ascenso social y los relatos de inmigración que recuerdan las visicitudes que los inmigrantes sufrieron antes de formar parte de la comunidad argentina.

En estos últimos, tal vez, es donde con mayor facilidad podemos reconocer lo que Carmel Camlieri (1990) llama “estrategias de identidad”, o sea la particular retórica de un narrador que intenta convencer a su auditorio de su pertenencia cultural. Dichas estrategias se fundan en un relato pormenorizado de las duras pruebas que exige el pasaje de una identidad cultural a otra. Esas pruebas, tal como el viaje en barco, la discriminación, el aprendizaje del idioma castellano, el trabajo arduo, la lucha por la casa propia, la familiarización con una nueva cul-tura, se atraviesan a modo de estaciones obligadas de un peregrinaje y una integración siem-pre costosa:

... nos tenían que revisar –recuerda Ibañez– para ver si estábamos enfermos. Me acuerdo que los ponían a todos ahí, los hacían bañar, lavar, no sé cómo explicarte, era como un lugar para ver si estábamos limpios, prolijos, si no teníamos piojos. ... Y si tenías piojos no te dejaban pasar ...

Los relatos que intentan probar los resultados de una integración satisfactoria, urden estra-tegias narrativas “identitarias” que exponen una familiarización con los nuevos códigos culturales (repiten nombres de marcas, de calles, revistas, diarios, canciones que se identifican con la cultura que adoptaron) o enfatizan la sustitución de bienes (el despojo de su lengua es reparado por el aprendizaje de la nueva lengua, el despojo de su dote por la posesión de una casa propia).

Lo que se narra es muchas veces lo que una cultura ya ha articulado previamente como re-lato, “actualizaciones sociogramáticas” (Regine Robin6, 1997) tales como la el inmigrante pobre pero honrado o trabajador. Si los relatos de iniciación están abocados en persuadir al auditorio la virilidad y el heroísmo como aquellos valores que determinan un comportamiento concreto, los relatos de inmigración se fundan, sobre todo, en el valor del esfuerzo:

nosotros, los inmigrantes no veníamos con nada ... la gente como nosotros levantó el país porque acá no había nada ... –dice Estela (84 años, italiana).

Otros destacan el valor de la educación dado que –en otras épocas, hoy dolorosamente le-janas en la Argentina– era promesa de movilidad social:

fuimos pobres ... pero les pudimos dar estudio a nuestros hijos. Nuestros hijos en muy poco tiempo fueron distintos. (Juan, 83 años, italiano)

Muchas narraciones de vida ilustrarían, por lo tanto, al modo del exemplum narrativo, el valor persuasivo de la narración. La argumentación opera, entonces, de modo explícito a tra-

5 Bourdieu, Pierre en Rites et Rituels contemporaines, Segalen, Martine,Paris, Nathan Université,1998. 6 Robin,Régine, “¿Es la historia de vida un espacio al margen del poder?”, en Historia Oral, comp. por Jorge Acevedo Loza-no, Instituto Mora, México, 1997, pág.

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vés de la redundancia y la repetición. En los relatos de vida en los que la significación está excesivamente nombrada, se impone –como en las novelas de tesis– un sentido único que suele responder a un sistema de pensamiento o ideología que puede estar explícita o funcionar como contexto intertextual. Este es el caso de las narraciones inscriptas en la época de la dic-tadura militar en las que suele predominar la explicación evaluativa sobre la narración, la cró-nica histórica sobre la historia individual.

si vos estabas en la lista, te llevaban ... Cuando había una patrulla que te paraba y la veías con tiempo, re-trocedías. Podía ser cualquiera. Podías ser vos, un amigo que tenía en la agenda... Porque era un sistema de terror. (57 años)

El uso frecuente de la segunda persona del singular obliga al interlocutor a participar de los hechos y recibir el relato como manifestación particular de una verdad. En otros relatos, cuando el narrador ostenta el monopolio de la autoridad histórica y enfatiza la relación asimé-trica que lo une con el interlocutor, la historia puede adoptar ribetes de cuento infantil:

vivíamos felices y contentos hasta que un día el famoso, nuestro enemigo, el señor Hitler se le ocurrió hacer una guerra... –cuenta Alfredo (75 años, polaco).

Sin embargo, toda historia que se cuenta no es un material empírico bruto sino un particu-lar recorte o enfoque de la realidad que realiza el narrador. Por lo tanto, en la medida en que no se puede absolutizar la realidad como la verdad, los relatos tienden a imponer al interlocu-tor su visión particular sobre los hechos a fin de que quede afectado por ellos. Omar (85 años, español) describe la guerra civil española de este modo:

... los republicanos eran gente fanática, quemaron cuadros de la Virgen, rosarios, incendiaron iglesias en Madrid, el colegio donde yo estudié... luego Franco recuperó Madrid. Franco los ponía en el paredón y los fusilaba, pero ¿por qué? porque ellos eran asesinos.

Cuando en las narraciones la repetición es insistente y predomina un punto de vista, que puede reconocerse, por ejemplo, a través de la modalización de la descripción –el uso de ad-verbios y adjetivos–, la evaluación explícita se vuelve innecesaria. El narrador no tiene nece-sidad de pelear contra los vacíos textuales y los espacios de indeterminación.

Es así como, cuando Manuela (54 años) recuerda como a los 12 años dejó Buenos Aires para ir a vivir a Milán, no explicita el sabor amargo del desarraigo, lo representa por medio de la descripción:

Milán es una ciudad fría, primero empieza un otoño con una neblina que es brutal. A vos te pasa una per-sona a medio metro y no la ves, oís los pasos pero no sabés quién está pasando; ves una cosa blanca que no es la calle...

Si en su relato encontramos enunciados explícitos que describen la ciudad –la neblina, el otoño–, hay otros, implícitos que aluden a la sensación de ajenidad de Manuela– que los com-pletan y que obtenemos por interpretación. La interpretación no es otra cosa que el término de la operación de inferencia que es guiada por la dimensión retórica del relato, o sea por las estrategias que realiza el narrador para conducir la interpretación del receptor del relato.

Podemos decir que estas escenas que comprometen fundamentalmente la experiencia sen-sorial se constituyen en los momentos más bellos de las narraciones de vida. ¿Por qué? Por-que esta argumentación indirecta actúa a través de los recursos de “manipulación” con los que opera la ficción. Por lo tanto, el préstamo que la narración de vida toma de la literatura no se reduce al plano de la composición –la construcción de la trama recibidos de la tradición litera-ria–, sino que comprende también a la función representativa de la imaginación retórica, esto es la elocución o dicción de la antigua retórica que tiene la virtud de “colocar delante de los ojos” y hacer ver. Daniel cuenta de este modo su participación en la guerra de Malvinas:

...estábamos todos en un pozo y se producía el cañoneo naval, los disparos caían muy cerca de donde es-tábamos nosotros, escuchábamos ruidos y la tierra se movía, como era el más antiguo yo tenía que tomar

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una decisión, ... yo veía mi helicóptero y el resto no veía más nada,... cuando levanto la vista, el otro heli-cóptero que estaba más cerca de donde venían avanzando los ingleses veía los trazantes que son rojas por la velocidad del proyectil con el roce del aire como si se encendieran.

La focalización, o sea la restricción del campo visual –la posición de Daniel le impide ver qué ocurre en el frente– “escenifica” su miedo de modo tal que el lector se vuelva testigo de la escena: ve y escucha solo lo que el narrador relata. De esa forma, también él ignora y teme. Pero la focalización o perspectiva elegida no solo genera una respuesta emocional sino tam-bién (como en el caso de Operación Masacre7) refuerza la autenticidad del testimonio. De este modo, convence.

La argumentación en el relato de vida, por lo tanto, no solo se limita al nivel enunciativo, sino que, como señala Pierre Bange, comienza “con los actos cognitivos destinados a hacer creer, es decir a construir relaciones de sentido entre la significación lingüística y las estructu-ras de saber fijas en la memoria, con vistas a hacer –hacer, es decir, a sugerir una relevancia para las conductas ulteriores del enunciatario”. Por eso, para él los textos literarios tendrían también una función argumentativa. Esa argumentación, que opera bajo la forma de la míme-sis como estrategia persuasiva, permanece implícita.

Al igual que el relato literario, el relato de vida organiza los hechos en una trama en una re-lación de causa y efecto. De ese modo puede introducir lo contingente (cambios de fortuna, peripecias, casualidades) como necesidad que rige el relato.

Juan repite que si no se hubiera ido en el auto con sus amigos, ese día hace veinte años, no hubiera conocido a su mujer. Si lo hubiera hecho, la pareja no se habría formado. M. del Car-men recuerda que de chica, la maestra le ofreció llevarla con ella en barco a Buenos Aires, pero el papá no quiso. El barco naufragó. Si ella hubiera ido, estaría muerta. La fórmula si no hubiera hecho - no hubiera pasado sostiene un razonamiento que interroga el lazo que une las premisas a la conclusión: se conjeturan trayectorias en un intento de hacer equilibrio sobre los bordes resbaladizos de lo real.

Si el discurso científico puede verificar la realidad objetiva y establecer leyes de un acon-tecer previsible, el discurso narrativo argumenta a favor de una concordancia de lo contingen-te o discordante de la vida real. Así, a diferencia del mundo real en que el individuo no sabe cuáles son las consecuencias de su acción, en el relato, todo suceso tiene un correlato poste-rior, tal como en el razonamiento de la superstición:

y me acuerdo –cuenta Inés (45 años)– que siempre que me ponía una pollera verde, plisada con una pinti-tas amarillas, llovía. Y me decía: me pongo esta pollera y va a llover. Y llovía.

Al relato de vida lo guía el propósito de descubrir –siempre retrospectivamente– los indi-cios que anticipan la imprevisible evolución de los hechos.

Esta “ilusión retrospectiva de fatalidad” (Raymon Aron) que identifica lo irreversible con necesario, transforma el pasado en un espacio en que resulta inconcebible predicar el azar.

yo por eso digo que las cosa tienen que ser, no son así porque sí, porque hay una causa para todo (...) por eso yo digo que me parece que hay mucho causa y efecto, que es una ley. –proclama Mariana (48 años)

Esta suerte de garantía de la existencia de una ley como fatalidad, ofrece consuelo sobre todo para las desgracias: si sucedió, se debe poder explicar.

es el destino, que mi hermano haya fallecido cumpliendo con su servicio militar...Esas cosas que uno las cuestiona al principio y después te consolás y decís es el destino... –dice Alfrieda (53 años)

Es así como en las narraciones de vida, los accidentes (la imprevisibilidad del destino o la acción que se produce independientemente del agente ) se ordenan bajo dicha condición de 7 Walsh, Rodolfo, Operación Masacre: en el capítulo 24 “ El tiempo se detiene”, la elección de la focalización refuerza la verosimilitud del testimonio de Horacio di Chiano y Livraga, sobrevivientes del fusilamiento.

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necesidad. Todo hecho que empuja al hombre al abismo de su existencia que excede a su comprensión, genera relato: frente a la conspiración del azar, el sujeto urde la conspiración de una trama. De este modo, lo contingente de la acción humana se resuelve en destino.

El relato de vida se traduciría, de este modo, en el intento de convencer al auditorio de la relación de inferencia causal que une los hechos o premisas con la desgracia, accidente o hecho fortuito, a modo de conclusión. En ese final se vuelve presente de manera invertida el comienzo, que es releído como conjunto de condiciones que conducen hacia ese final.

mi tío era agregado militar –cuenta Hebe (48 años)– y cuando fue a Rosario en época de Onganía tuvo que redactar un bando represivo. Lo firmó. Luego se mató.

Muchas veces, los relatos, en tanto intentan convencer de la relación que existe entre los hechos y la conducta moral de un sujeto, parecerían afirmar el valor moral de la acción y constituirse en una suerte de narración moral, si bien no en el sentido de una ética filosófica sino en lo que Jolles llama “la ética del acontecimiento” o “moral ingenua”. Narrado de esta forma, los hechos ocurren como el narrador considera deberían ocurrir en el mundo, aun cuando muchas veces los sujetos, como en los cuentos de Kafka, están sujetos a un azar cuya lógica los vuelve siempre responsables aun cuando sean inocentes.

Mirta recuerda cuando Sara y Rafael fueron al cuartel de policía a buscar a su hijo: Los encapucharon y los llevaron en auto. Primero escucharon sus gritos en la otra habitación, luego, cuando lo vieron, Rafael gritó: ¡Qué hiciste, en qué te metiste! Luego los volvieron a encapuchar y los llevaron en auto. Creyeron que se lo llevarían a casa, pero nunca más vieron a su hijo. Ahí –dice Mirta–, cuando Rafael le gritó “qué hiciste”, ahí el propio padre condenó al hijo. Ahí lo mató.

Insólito modo de ver las cosas. Y, acaso, ¿no es lo que define a la argumentación?

Aun cuando la proposición que aparezca como conclusión no sea siempre la consecuencia ló-gica de las proposiciones enunciadas como premisas. El relato de Sara, que intenta explicar el origen del lupus de su hermana, es el más ilustrativo:

Blanca cuando iba al colegio era compañera de una chica que se llamaba René Manebí (...).esa chica te-nía un muchacho que la pretendía y ella no le daba bolilla (...) y cuando la chica venía para el colegio la mató de un tiro. Se sentaba en el mismo banco de Blanca (...) Después a Blanca le apareció una manchita en la cara que no se le iba, con la forma de una mariposa. (...) muere un día de calor. Era carnaval, podés creer.

La muerte de Blanca, que adopta la forma de mariposa, se instala en ella cuando su com-pañera de banco muere sobre el blanco mármol virginal como si se muriera sobre su nombre. Nada parece vincular los hechos entre sí y sin embargo, misteriosamente, se relacionan.

En síntesis, si la narración de vida, para argumentar lo que no se puede explicar, urde his-torias y si argumentar implica interrogar lo inefable y alucinar relaciones entre el azar y la previsibilidad, entonces argumentar es sobre todo también construir una ficción. Aun cuando sea, como en este caso, la ficción de nosotros mismos.

LA ARGUMENTACIÓN EN LOS GÉNEROS ACADÉMICOS

Carmen López Ferrero

Universitat Pompeu Fabra, Barcelona / España [email protected]

1. Introducción

El análisis de la argumentación en distintos ámbitos comunicativos ha puesto de relieve las peculiaridades de determinados discursos sociales (la publicidad, por ejemplo) y profesionales (el discurso de los científicos, entre otros), en relación con el proceso retórico seguido, las estrategias pragmáticas privilegiadas y los recursos lingüísticos seleccionados. No obstante los avances, consideramos que en un mismo campo de actividad, como es el ámbito académi-co, se dan variaciones en la construcción de la argumentación no suficientemente puestas de relieve y que requieren ser descritas para lograr una mejor interpretación del acontecimiento comunicativo.

Nuestro propósito es describir y explicar los procedimientos discursivos (entendidos como “técnicas argumentativas”) y los mecanismos lingüísticos utilizados en diferentes géneros académicos cuya base textual dominante es la argumentativa. Para ello, partimos del marco teórico de la lingüística del texto (Werlich 1975, Heinemann y Wiehweger 1991, Adam 1992 y 1999) y de las aportaciones de la nueva retórica (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1958, Ans-combre y Ducrot 1983, Plantin 1996), para analizar los mecanismos argumentativos en cuatro géneros académicos distintos: el artículo de investigación, el examen, la reseña y el informe científico.

2. Metodología: niveles de análisis y corpus de estudio

Partimos de los modelos de análisis textual muldimensionales e interactivos que, desde la lingüística del texto, se han propuesto para dar cuenta del procesamiento retórico del discurso escrito (Beaugrande 1984, Trimble 1985). Estos modelos nos permiten delimitar las unidades de análisis de nuestro estudio y, complementados con los trabajos sobre argumentación (Pe-relman y Olbrechts-Tyteca 1958, 1989; Plantin 1996), contribuyen a identificar las estrategias o técnicas argumentativas que funcionan en los textos de comunicación científico-académica. Desde la perspectiva de los modelos procesuales de composición textual, la argumentación puede ser estudiada como un “saber estratégico” (en términos de Heinemann y Viehweger 1991) que privilegia unas técnicas lingüísticas frente a otras en cada situación particular de comunicación.

Según Trimble (1985), el proceso de selección y organización de la información para la producción de un discurso científico se produce en cuatro niveles retóricos al mismo tiempo: en el nivel de los objetivos pragmáticos globales (“nivel A”), el de las que él llama funciones retóricas generales (“nivel B”), el de las funciones retóricas específicas (“nivel C”) y el de las técnicas retóricas específicas (“nivel D”).Trimble define “función retórica” como una unidad de discurso con un objetivo determinado en el texto, que puede ser “general” (estable-cer el marco teórico de una investigación, plantear un problema, mostrar los resultados, etc.) o “específico” (definir, describir, clasificar, etc.). Define, por último, “técnica retórica” como la manera de relacionar el objetivo de una unidad de discurso o función retórica específica (en el

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nivel C) con el objetivo informativo de las unidades precedentes o siguientes. Las técnicas retóricas serían como “lazos cohesivos”, definidos como “elementos semánticos”, tanto explí-citos como implícitos, que relacionan ítems de información dentro del párrafo y muestran las relaciones de estos ítems con la idea principal. Para llevar a cabo una función retórica especí-fica se recurre a patrones de relación que permitan establecer la conexión entre estas unidades y el tema principal del discurso.

Dentro de este modelo, la argumentación sería concebida como una función retórica espe-cífica en los textos científicos, que se vehicula a través de distintas técnicas retóricas. Mos-tramos estos niveles de procesamiento en el siguiente cuadro 1, en donde debe tenerse en cuenta que las informaciones y organizaciones que se escogen en un nivel inevitablemente determinan casi siempre las que se deben escoger en el siguiente nivel más bajo1:

nivel A : objetivos pragmáticos globales nivel B : funciones retóricas generales (superestructura) nivel C : funciones retóricas específicas: argumentación nivel D : técnicas retóricas específicas: técnicas argumentativas

CUADRO 1. LA ARGUMENTACIÓN Y LAS TÉCNICAS ARGUMENTATIVAS INTERPRETADAS DESDE EL MODELO DE

TRIMBLE (1985)

También el modelo de producción textual propuesto por Beaugrande (1984) distingue va-rios estadios que actúan en paralelo en el proceso de composición e interactúan entre sí. Para Beaugrande, el proceso de producción es un continuo de decisiones que el escritor realiza en diferentes niveles que pueden concurrir a la vez. Dichos niveles o estadios son los siguientes, por orden de mayor a menor profundidad en el procesamiento cognitivo2:

1. Fase de planificación de objetivos (goal-planning) 2. Fase de ideación (ideation) 3. Fase de desarrollo conceptual (conceptual development): argumentación 4. Fase de expresión (expression): técnicas argumentativas 5. Fase de linealidad de la frase (phrase linearization) 6. Fase de linealidad de sonidos y letras (sound/letter linearization) CUADRO 2. MODELO PROCESUAL DE PRODUCCIÓN TEXTUAL “DE INTERACCIÓN DE ESTADIOS EN PARALELO” DE R. DE BEAUGRANDE (1984)

En este modelo, la argumentación se despliega en la fase de desarrollo conceptual, como un reflejo de la planificación de objetivos y la ideación; en la fase de expresión se seleccionan las técnicas argumentativas más operativas en cada clase de texto. Los modelos de procesa-miento textual paralelos e interactivos nos permiten situar la “dimensión argumentativa” de los géneros académicos en el marco de las etapas que se suceden en la construcción de cada clase textual.

En las investigaciones sobre los géneros académicos (cfr., entre otros trabajos recientes, Battaner et al. 2001; Vázquez 2001) se destaca la argumentación como modo de organización o secuencia prototípica (Werlich 1975, Adam 1992 y 1999) en esta clase de textos: el desarro-llo informativo (el “desarrollo conceptual” en términos de Beaugrande 1984) se consigue

1 Presentamos sombreados en el cuadro los niveles en que se centra nuestro análisis. 2 También aquí destacamos los niveles a los que prestamos atención específica en este trabajo.

Carmen López Ferrero La argumentación en los géneros académicos

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principalmente con las “funciones retóricas específicas” descripción y argumentación (Batta-ner et al. 2001:35). Según Vázquez (2001:41):

además de ser expositivos, los textos académicos son frecuentemente textos polémicos en los cuales la persona que escribe opone su opinión a la opinión de otras personas. El texto académico está organizado de tal manera que la atención de quien lee se concentre principalmente en las tesis de quien escribe, de-jando más bien en la sombra las antítesis o las tesis alternativas.

Una característica de los géneros académicos es que la argumentación ha de ser explícita (cfr. Battaner 2001:38; Vázquez 2001:42), pues conviene marcar que en la exposición hay un razonamiento, ya que estamos en el terreno de la exposición de conocimientos académicos. Son varias las expresiones características que intentan explicitar la argumentación, como, por ejemplo, las relaciones de condición, de causa, de finalidad, de efecto o consecuencia. Váz-quez (2001) destaca varios tipos de estrategias para argumentar en un artículo de investiga-ción: la estrategia del contraste entre tesis y antítesis; la ejemplificación; la argumentación “in crescendo”; la estrategia de la tábula rasa; y las conclusiones intermedias. Los estudios centrados en la argumentación como operación persuasiva (cfr. Plantin 1996) presentan como recursos prototípicos de la argumentación, entre otros, los siguientes: la causalidad, la ejem-plificación, la analogía, la definición, el contraste, la metáfora, o la cita de autoridad. Estas técnicas y sus expresiones lingüísticas constituyen el objeto de nuestro estudio.

En los trabajos que se han centrado en estas unidades de análisis, en el nivel de las funciones retóricas y técnicas específicas (cfr., a modo de ejemplo, Kaldor, Herriman y Rochecouste 1997, Martínez 20013), no se presentan listas cerradas de categorías, lo cual ha sido objeto de crítica por algunos investigadores. Según Sanders (1997), ninguna de las propuestas realizadas hasta el momento presenta una lista cerrada de funciones posibles, por lo que a su juicio son listas desor-ganizadas que pueden extenderse indefinidamente. Es, por ello, todavía una línea de investiga-ción que desarrollar.

A continuación analizamos la dimensión argumentativa como una de las funciones retóricas específicas de los textos académicos desde la metodología de análisis aplicada, para observar cuáles son las técnicas retóricas características de cada género discursivo, los “patrones” de rela-ciones más empleados en cada situación de comunicación para expresar esta función en sus dis-cursos. Una concreción más en el análisis que realizamos consiste en describir los recursos gra-maticales y léxicos que se utilizan para conformar lingüísticamente estas técnicas. En resumen, establecemos la correspondencia que pueda darse entre argumentación, técnica argumentativa y formas gramaticales y léxicas, en cuatro géneros académicos4:

3 Estos autores establecen para los textos académicos, en el nivel del párrafo y oración, la siguiente lista de relaciones retóri-cas: elaboración, metadiscurso, causa, cita, clasificación, comparación, concesión, condición, consecuencia, consolidación, contraste, definición, ejemplificación, generalización, introducción, justificación, enumeración, localización, paráfrasis, prediccion, propósito, calificación, pregunta, recapitulación, especificación, repetición, restricción, resumen, evidencia, etc. 4 Hemos incluido en el conjunto de textos analizados corpus de estudio ya existentes sobre dos géneros académicos, disponi-bles para investigadores de lengua española: específicamente, hemos manejado cinco artículos de investigación del trabajo sobre Discurso Académico en la Unión Europea (proyecto 37255-CP-3-97-1-DE LINGUA-LD-A.D.I.E.U.), coordinado por G. Vázquez; y cinco exámenes del Corpus 92: Lengua escrita por aspirantes a estudios universitarios (proyecto PB93-0392 de la DGICYT), dirigido por P. Battaner. En ambos proyectos ha participado como investigadora la autora de estas páginas.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Género académico Ejemplares textuales Artículo de investigación • Alonso, Mª R. (1994). “Expresión escrita y transferencia: análisis de errores en la lengua

escrita de estudiantes de español como segunda lengua”. REALE, 2, pp. 23-37. • Chacón. P. (1995). “La teoría de la identidad”. En Chacón, P. (ed.). Lecciones de filosofía

de la Psicología, Facultad de Psicología, Universidad Complutense de Madrid. • Moreno Fernández, F. (1992). “Norma y prestigio en el español de América. Apuntes para

una planificación de la lengua española”. Revista de Filología Española, LXXII, pp. 345-359.

• Rey Huidobro, L.F. (1990). “Drogas ilegales y criminalidad”. Revista de Derecho Públi-co, 2ª Época, XVI. III-IV, pp. 331-339.

• Sáez Lozano, J.L. (1996). “Elecciones, economía y partidos”. Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, 45, pp. 83-95.

Examen de acceso a la Universidad (1992)

• Examen SA/HA/10 de Historia del Arte del Corpus 92 • Examen BA/HA/03 de Historia del Arte del Corpus 92 • Examen MA/LI/11 de Literatura Española del Corpus 92 • Examen MA/FS/07 de Física del Corpus 92 • Examen SA/MA/08 de Matemáticas del Corpus 92

Reseña • Roura Poch, M. (2000). Reseña de “La biología en el nuevo milenio” de J. Bertranpetit (ed.). En Quark. Ciencia, Medicina, Comunicación y Cultura, 19, p. 89.

• Domènech, A. (2000). Reseña de “El documental de divulgación científica” de B. León. En Quark. Ciencia, Medicina, Comunicación y Cultura, 19, pp. 92-93.

• Lomas, C. (2002). Reseña de “Feminismo y misoginia en la literatura española” de C. Segura (coord.). En Textos, 30, pp. 120-122.

• Zayas, F. (2002). Reseña de “Teoría lingüística y enseñanza de la lengua (Lingüística para profesores)” de L. González Nieto. En Textos, 29, pp. 122-124.

• Poch Olivé, D. (2000). Reseña de “La oralización” de S. Alcoba (coord.). En Revista Española de Lingüística, 30, pp. 291-293.

Informe científico • Informe final de un proyecto de investigación de la DGES. (2000). • Informe de la actividad realizada en el Programa de cooperación interuniversitaria E.AL.

2000 • Informe del Programa de Pasantía (2001). • Informe académico final del III Simposio de Educación Matemática (2001) • Informe del Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de

las Radiaciones Atómicas (2001)

CUADRO 3. CORPUS DE TEXTOS ACADÉMICOS ANALIZADOS

Las muestras de textos académicos escogidas pertenecen tanto al ámbito de las disciplinas científicas como humanísticas; en consecuencia, los textos varían en cuanto al tema y en cuanto al campo disciplinar. En ellos hemos procedido del siguiente modo:

1º) identificación de las partes o secuencias textuales argumentativas;

2º) categorización de las técnicas argumentativas, esto es, de las relaciones entre los argu-mentos que se presentan;

3º) descripción de las formas lingüísticas que vehiculan las técnicas argumentativas.

3. Resultados

En el artículo de investigación, la abundancia de formas léxicas, como verbos de eviden-cialidad, adjetivos ponderativos, sustantivos de causa y consecuencia (“ser consecuencia de”) muestran de forma explícita los pasos argumentativos (“moves” en términos de Swales 1990) que el escritor va dando en su discurso, como mostramos en el siguiente cuadro 4:

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Artículo de investigación Técnicas retóricas Formas léxicas y gramaticales Las partes argumentativas son fundamentalmente tres: la in-troducción, la discusión y el resumen-conclusión

Evidencialidad Ponderación/énfasis Atenuación de la te-sis/objetivos Explicitación de la polémica Citas en estilo indirecto Comparación y contraste Causa-consecuencia Ejemplificación Preguntas retóricas

“demostrar”, “deducir”, “inferir”, “concluir”, “depren-derse”, “reflejar”, “indicar”, “apuntar”, “afirmar”, “mos-trar”, “entresacar” “hacer ver” // “En definitiva”, “sin duda” “interés”, “es preciso destacar”, “ante todo”, “parece claro”, “es importante”, “no debemos olvidar que”, ... “intentar”, “parece [existir]”, “sería legítimo añadir”, “en nuestra opinión”,... “debate”, “dialéctica” verbos de decir “no obstante”, “no parece...sino que” “ya que”, “deberse a”, “debido a”, “puesto que” “ser consecuencia de”. “por todo ello” “así”, “por ejemplo”

CUADRO 4. LA ARGUMENTACIÓN EN EL ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

Como se observa en el cuadro, destaca la abundancia y variedad de elementos léxicos que expresan la “evidencia” de la tesis defendida, en convivencia con la atenuación de la conclu-sión, como muestran los siguientes ejemplos:

Un análisis pormenorizado de esta información demostró que los errores son comunes a todos los apren-dices. (M. R. Alonso 1994)

Finalmente, parece claro que entre los estratos socio-culturales más bajos de las comunidades hispánicas hay un distanciamiento lingüístico (en todos los niveles) provocado por la falta de contacto con otras normas, que no se conoce entre los estratos más elevados. (F. Moreno Fernández 1992)

De todo lo dicho hasta ahora puede concluirse que la concepción moderna del Estado en nada se parece a la visión que del mismo se tenía a finales de la década de los cincuenta. (J.L. Sáez Lozano 1996).

En cuanto a los exámenes, en el análisis de los textos inexpertos del Corpus 92 se ha ob-servado que los mejores ejemplos de argumentación se encuentran en los temas de Ciencias, especialmente en Matemáticas y en ciertos aspectos formalizados de Física. Como se muestra en Battaner et al. (2001: 42), en la resolución de problemas de los exámenes de niveles pre-universitarios se encuentran argumentos completos en los que el punto de partida es manifies-to (son los datos de la enunciación del problema), la justificación viene representada por el planteamiento y desarrollo, y el final del argumento es la solución. A continuación mostramos este recorrido argumentativo en un examen de matemáticas:

Construimos una función <fórmula>

y suponemos que cumple las condiciones del teorema de Rolle. <fórmula>

Si se cumplen las condiciones anteriores, entonces el teorema está demostrado

<fórmula>

F(a) sí es igual a F(b).

F(x) derivable

<fórmula>

Es derivable y por tanto es continua.

Sí se cumplen las condiciones y por tanto sí podemos aplicar Rolle, de tal manera que existe un c que pertenece al intervalo abierto (a,b) tal que F'(c) = 0.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1126

Ahora bien, como hemos demostrado en la última parte, <fórmula>

y por tanto <fórmula>” (SA/MA/08)

En los exámenes de Humanidades, en cambio, muchas veces falta la razón que permite sostener determinadas aserciones, con lo que se aporta información que no se “demuestra”, poco convincente. Los estudiantes abordan este tipo de examen como textos expositivos en los que el valor radica en la cantidad de datos que se ofrecen, aunque no se justifiquen. Pero la explicación causal concedería mayor calidad a textos como el siguiente, en que no se da razón de las influencias que se destacan:

De 1939-1936 es la época de la república, aquí los autores empiezan hablar de la realidad que les rodea, con todos sus problemas e inquietudes. En un lado nos encontramos a Alberti y en el otro a Gerardo Die-go, y entre estos dos se encuentran el resto. Están influenciados por Pablo Neruda.

De 1936-1939 corresponde con la guerra civil española [...]

Como observamos en este ejemplo de examen de literatura, es escasa la explicitación lin-güística de las relaciones conceptuales que conforman un razonamiento coherente; se presen-tan las causas con frecuencia de forma asindética, con poca conexión léxica o gramatical. Las técnicas retóricas más frecuentes son las que se detallan en el cuadro siguiente:

Examen Técnicas retóricas Formas léxicas y gramaticales De las disciplinas científicas fundamentalmente

Hipótesis / condición Finalidad / aplicación Causa Ejemplificación

“si y solo si”, “si... entonces” “es necesario” “para poder explicar”, “para explicar” “debido a” “por ejemplo”

CUADRO 5. LA ARGUMENTACIÓN EN EL EXAMEN

Por lo que respecta al género reseña, las técnicas más empleadas son las relaciones de or-den de importancia en cuanto a los argumentos presentados, la comparación y contraste y la intensificación de la conclusión, como mostramos en el siguiente cuadro 6:

Carmen López Ferrero La argumentación en los géneros académicos

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Reseña Técnicas retóricas Formas léxicas y gramaticales I ) marco: contextualización II) contenidos del libro: obje-tivos III) conclusión valorativa

Orden de importancia Comparación y contraste Causa-consecuencia Citas directas de la obra Finalidad Evidencia Ejemplificación Intensificación de la valora-ción

“sobre todo”, “especial interés”, “el principal centro de interés”, “especialmente”, “queremos resaltar por su importancia...” “esta parte es más extensa que la anterior...”, “sino que”, “Al igual que en los demás capítulos”, “mien-tras que...”, “no obstante” S.Prep.: “por...”, “porque”, “ya que”, “pues”, “movi-do por” “contribuirá”, “lo cual contribuye...”, “lleva a”, “de ahí”, “por lo que...” “en opinión de...” “Para ello”, “con el fin de” “se mostrará cómo [...] nos permiten definir” “sin duda”, “sin reservas”, “obvio interés” , “gran interés”, “intento exitoso”, “excelente muestra”, “suma utilidad”, “queda sobra-damente demostrado”, “consigue alcanzar los objeti-vos...”

CUADRO 6. LA ARGUMENTACIÓN EN LA RESEÑA

En este caso, la argumentación se centra en razonar la consecución o no de los objetivos que persigue el libro comentado. Los argumentos se aportan a lo largo de la reseña, sobre to-do, por orden de importancia, y a través de la comparación y contraste. Estas técnicas argu-mentativas conducen a una conclusión final que intensifica los aspectos positivos del libro como estrategia para persuadir al destinatario de las virtudes de la obra reseñada, como obser-vamos en los siguientes párrafos finales:

El documental de divulgación científica constituye un intento exitoso de acercar este género a aquellos que, por necesidad o por interés, requieran una información completa y accesible sobre lo que es y debe-ría ser un documental divulgativo sobre ciencia. (A. G. Domènech 2000).

Cabe concluir estas líneas subrayando el obvio interés que para la educación literaria tienen este tipo de planteamientos ya que nos invitan tanto a volver a pensar sobre los criterios de selección de las obras lite-rarias como a insistir en la oportunidad de una lectura crítica de los arquetipos sexuales y socioculturales que se manifiestan en la literatura, especialmente cuando esos arquetipos reflejan –como queda sobra-damente demostrado en este libro– actitudes, valores y estereotipos que contribuyen al menosprecio de las mujeres y a la desigualdad sociocultural de algunas personas a causa de su origen sexual, social y ra-cial. (C. Lomas 2002)

Finalmente, comentamos brevemente las técnicas argumentativas más frecuentes en los in-formes científicos analizados. Observamos los siguientes recursos:

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Informe científico Técnicas retóricas Formas léxicas y gramaticales Consecución de resultados Confirmación de hipótesis

Evidencialidad Orden de importancia Causa-consecuencia Contraste Finalidad

“poner de manifiesto [...] la importancia”, “poner de relieve”, “constatar”, “mostrar”, “reflejar”, “ver”, “adjuntar”, “dejar constancia”, “demostar”, “indicar” “La actividad principal”, “principalmente”, “funda-mentalmente”, “los aspectos más valorados”, “espe-cialmente”, “esencialmente”, “sobresalir” “pues”, “puesto que”, “hacer que”, “por tanto”, “hasta el punto de que”, “contribuir” “pero”, “sino que”, “sin embargo”, “ “ha servido para”

CUADRO 7. LA ARGUMENTACIÓN EN EL INFORME CIENTÍFICO

En el informe observamos que lo relevante en la argumentación es aportar las evidencias, los datos que permiten fundamentar la actividad científica de la que se ha de dar cuenta. Por ello, abundan las marcas de evidencialidad. Además, la información se organiza por orden de importancia, destacando los logros que permiten convencer mejor del trabajo eficaz realizado, y de su relevancia en el campo científico en el que se desarrollan, como puede observarse en el siguiente ejemplo:

La información lexicográfica de los adjetivos calificativos

El estudio se ha llevado a cabo en diccionarios monolingües del español (DRAE, DUE, VOX informatizados) y bilingües (Collins English-español / español-English).

Principalmente se han estudio los adjetivos calificativos patrimoniales, no derivados; es decir, los adjeti-vos que suelen ser polisémicos, y que semánticamente están inscritos en relaciones de oposición polares o binarias.

Para empezar a estudiarlos se ha atendido a un adjetivo o adverbio, derivado del verbo modalizador de-ber, debido/-a, lo debido, debidamente que aparece en la lexicografía monolingüe española de forma re-gular y cuyo artículo lexicográfico no contempla este uso (en DRAE, exclusivamente contempla la frase “como es debido”). El adjetivo marca un significado que se actualiza cuando se cumple o se incumple una norma conocida o requerida socialmente (articular es “pronunciar debidamente los sonidos...”): esta inci-dencia en el grado con el que se actualizan los significados de muchas voces, pone de manifiesto la im-portancia que este aspecto toma en la información lexicográfica y que no había estado señalado ni se-mántica ni lexicográficamente. (informe final de un proyecto DGES 2000).

4. Conclusiones

Hemos analizado en cuatro géneros académicos distintos las técnicas retóricas o mecanis-mos semánticos que los diversos autores han empleado para desarrollar la argumentación en su escrito. Estas estructuras, situadas en el contexto del estudio del propósito comunicativo del escritor y de las estrategias argumentativas, permiten observar su eficacia comunicativa y establecer técnicas específicas para la composición de cada género de discurso. La incidencia de este planteamiento en el proceso de redacción académica se podría plasmar en una catego-rización más exhaustiva que la aquí presentada, para guiar en los pasos que seguir para actuar discursivamente en cada situación de comunicación (del género de discurso al texto, cfr. Adam 1999).

Desde el punto de vista lingüístico (del texto al género discursivo), el análisis realizado permite establecer paralelismos claros entre forma gramatical y función discursiva. La identi-ficación de las técnicas retóricas se ha llevado a cabo sobre la base de evidencias lingüísticas

Carmen López Ferrero La argumentación en los géneros académicos

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(gramaticales y léxicas). Estas marcas, recurrentes en cada género de discurso, ofrecen herra-mientas para poder caracterizar cada clase textual desde un punto de vista argumentativo y retórico, y establecer semejanzas y diferencias entre ellas. “Conforman” el desarrollo concep-tual seguido en cada tipo de género, y muestran los rasgos estilísticos compartidos dentro de la comunidad académica general (rasgos comunes a varios géneros) y dentro de la comunidad discursiva particular del texto (rasgos diferenciadores de cada género).

5. Bibliografía citada

ADAM, J.-M. (1992). Les Textes: types et prototypes, París: Ed. Nathan. ADAM, J.-M. (1999). Linguistique textuelle. Des genres de discours au textes, París: Ed. Nathan. ANSCOMBRE, J.C. y DUCROT, O. (1983). La argumentación en la lengua. Madrid: Gredos, 1994. BATTANER, P., ATIENZA, E., LÓPEZ, C. y PUJOL, M. (2001). Aprender y enseñar: la redacción de exámenes.

Madrid: Antonio Machado Libros, S.A. BEAUGRANDE, R. A. DE (1984). Text Production. Towards a Science of Composition. Norwood, N.J.: Ablex

Publishing Corporation. HEINEMANN, W. y VIEHWEGER, D. (1991). Textlinguistik: eine Einführung, Tübingen: Niemeyer. KALDOR, S., HERRIMAN, M. y ROCHECOUSTE (1997). “Cross-disciplinary and discipline-specific discourse fea-

tures in student academic writing”. En GOLEBIOWSKI, Z. Y BORLAND, H. (eds.). Academic Communica-tion across Disciplines and Cultures. Selected proceedings of the First Tertiary Literacy: Research and Practice, Melbourne: Victoria University of Technology, pp. 198-208.

MARTÍNEZ, Mª CRISTINA (2001). Análisis del discurso y práctica pedagógica, Buenos Aires: Homo Sapiens Ediciones, 3ª edición ampliada y mejorada.

PERELMAN, CH. y OLBRECHTS-TYTECA, L. (1958). Tratado de la argumentación. Madrid: Gredos, 5ª ed., 1989. PLANTIN, CH. (1996). La argumentacíón, Barcelona: Ariel Practicum. SANDERS, T. (1997). “Semantic and Pragmatic Sources of Coherence: On the Categorization of Coherence Rela-

tions in Context”. En SPOOREN, W. Y RISSELADA, R. (eds.). Discourse Processes, vol. 24, Special Issue on Discourse Markers, Greenwich: Connecticut. Ablex Publishing Corporation, pp. 119-147.

SWALES, J.(1990).Genre Analysis: English in Academic and Research Settings.Cambridge: CUP. TRIMBLE, L.(1985).English for Science and Technology. A discourse approach,Cambridge: CUP. VÁZQUEZ, G. (coord.) (2001). Guía didácctica del discurso académico escrito. ¿Cómo se escribe una monogra-

fía?. Madrid: Edinumen. WERLICH, E. (1975). Typologie der Texte, Munich: Fink.

LOS ARGUMENTOS POSIBLES EN EL DISCURSO TEATRAL

(HACIA UNA GRAMÁTICA DEL TEXTO DRAMÁTICO)

Gustavo Manzanal IES Nº 2 Mariano Acosta / Argentina

[email protected]

Prefacio

El filósofo Leibniz fue quien, unos siglos atrás, introdujo la concepción natural de los MUNDOS POSIBLES: “Porque la creación fue posible es que es posible un Dios Creador”. La VERDAD capaz de ser construida por el Discurso Teatral se sostiene en esta razón: ‘–No se escuche nada de lo que digo en tales circunstancias (hoy, aquí, así, etc.) –alega cualquier per-sonaje–, sino lo que sea digno de ser escuchado también fuera de ellas’. Con esto se abre y se extiende todo un juego de perspectivas que no acaban ni con el texto ni con la puesta, que se deslizan hacia el tiempo y el espacio y culminan instalándose en la historia como principios universales. Así, toda pieza o montaje son parte de un discurso que contiene todas las POSIBI-

LIDADES ya existentes en la naturaleza del hecho dramático.

Queremos conducirnos, a través del presente trabajo, en torno a la intención de dar cuenta del caudal argumentativo que surge de las multiplicidades sígnicas, tomándonos de una opo-sición que abordaremos entre la labor dramatúrgica clásica, ortodoxa –por decir–, donde el conglomerado de signos se presenta en consonancia, y el ‘dramaturgismo’ actual, pleno de aspectos disonantes y donde cada signo comporta un modo conceptual desuncido del Núcleo vinculante, lo transmisible.

Es decir, se trata de la observancia del carácter de interacción verbal que prohija el teatro, y de la argumentación natural que destilan dichas interacciones –el germen de la argumentación teatral se halla en la idea de CONFLICTO que implica. Se trata, de paso, de una justipreciación del discurso audiovisual con que se compone el Hecho Teatral, opuesta al malabaratamiento de sus capacidades comunicativas, generadoras de MP, que subyacen al entramado general de una representación como microorganismos de un totum discursivo del cual el personaje teatral representa la minúscula porción que le interesa para el caso al autor. Todo lo que constituye el marco escénico (lo que pertenece al episodio montado, más elementos, desplazamientos, efec-tos, etc.) se desborda hacia una concepción más amplia de la realidad.

Creemos que la vía a través de la que se pueden deslindar las estructuras subyacentes que venimos mencionando es un eje gramatical, o más precisamente, morfosintáctico, pues es en la tarea del Análisis donde asoman las Estructuras Profundas que constituyen la relación tría-dica TEXTO-ACTOR-ESPECTADOR. Este análisis debe situarse en el marco de la comprensión general. de textos, a fin de resultar vehículo ineludible de interpretación.

En el reflejo del circuito intercomunicacional del teatro, o mejor, en la formalización de una sintaxis teatral, podrán desentrañarse los movimientos e imbricaciones desde donde la palabra se conjuga con la acción en un planteo que excede las márgenes del texto. GRAMATI-

CALIZAR el texto dramático es un modo de encauzar ‘lo posible’ en un suceso inexorable, es decir, de lo que es pero también de lo que pudo llegar a ser ese suceso representado, con lo cual resulta factible universalizar sus propósitos argumentativos.

Gustavo Manzanal Los argumentos posibles en el discurso teatral. (Hacia una gramática del texto dramático)

1131

Nuestro postulado es que si los MP describen la zona más genuina del hecho discursivo, y están en su naturaleza al punto de que un análisis gramatical se justifica en tanto se proponga dar cuenta de los mismos, los argumentos posibles forjan el hecho teatral como objeto artísti-co a través de mecanismos generales para la construcción de discursos comunicativos.

1. Características de lo argumental-dramático

“Incluso si no comunica nada, el discurso representa la existencia de la comunicación; in-cluso si niega la evidencia, afirma que la palabra constituye la verdad; incluso si está destina-da a engañar, especula sobre la fe en el testimonio” –cito a Lacan.

Otra cita. Dice el personaje César en “Todo está permitido” de E. Mallea: “–Lo importante es que abras la boca y te abandones en lo posible a la elocuencia. Lo 1ro. que debe saber un hombre es hablar, porque no hay más defensa útil que la que uno sea capaz de hacer de sí. Lo que uno mismo no puede amparar mediante hábiles argumentos es lo que la muerte ha ganado de antemano. Así, el médico mismo cura por lo que dice, y la belleza de las mujeres y el po-der de los hombres se manifiestan mediante sus formas propias, que son formas de elocuen-cia.”

Ambos epígrafes comparten un aspecto esencial del fenómeno escénico: lo ficcional de su discurso, expresado en Lacan de manera general por la idea de ‘engaño’ como soporte de una fe, y en Mallea sosteniéndose de su capacidad de manifestación por medio de la ‘elocuencia’.

En efecto, el Mensaje Teatral, con todas las formas de discurso que engloba, es una fic-ción, un mito (de ahí tal vez la recurrencia ostensible de los intervenientes tanto en la mitolo-gía como en las tragedias), que se entabla a partir de un contacto entre fuerzas, en síntesis, un diálogo, que al mismo tiempo de constituirse como tal se vuelve polílogo, diciendo a tantos como asistieran al espectáculo: ‘esto lo digo principalmente para que lo escuchen, lo vean, lo comprendan y lo crean ustedes.’ La verdad teatral es producto de una fe, la fe creadora; se construye de a retazos: es verdad que alguien padece o disfruta y habla y acciona, es verdad que otro/s interacciona/n con él, es verdad que los hechos se desarrollan y concluyen, los co-lores y las formas y los sonidos son verdad. Finalmente, y por el contrario, el enjaezamiento de todos esos retazos termina por producir un evento que no ocurre verdaderamente, ni lo que dice cada quien es su pensar propio más extremo –aunque el actor pueda coincidir con su per-sonaje–, etcétera, etcétera.

Sin embargo, ese totum expresa un sentimiento y un saber compartidos: por el autor, por el director, por el elenco, por los técnicos. Es decir, cada elemento ha sido utilizado como ins-trumento para edificar esa Verdad Superior que engloba tanto las verdades parciales como la mentira general que resulta de sus hipervínculos. Es una opinión, un decir, un cuestionamien-to. Y por si fuera escaso presentado de este modo su carácter argumentativo, se las toma adre-de con opiniones adversas, con decires en rebeldía, que en el seno de esa VS a la que se aspira alimentan el fuego intencional con el cual se busca hacerse oír (y particularmente, por la fac-tura artística de lo escénico, hacerse ver).

Los estudios recientes sobre ‘polifonía’ han hecho notar que el hablante se expresa por más de una voz y que formula sus enunciados teniendo en cuenta qué continuaciones podrá darles su interlocutor. Este procedimiento se observa concluyentemente en ámbitos de la justicia, donde los monólogos respectivos de jueces, abogados y peritos están de continuo albergando a través casi de una estructura dialógica las emisiones con que proyectan irrumpir los otros, respondiendo de antemano a preguntas factibles y manifestándose sobre pareceres potencial-mente reactivos a lo que se dice. Los recortes que cada uno de ellos efectúa tiene que ver con

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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su autoridad (podría pensarse que el juez ‘dialoga’ con los otros jueces del tribunal cuando monologa), pero en el teatro esa tal autoridad está abolida por la sola presencia en el escenario en calidad de personaje, con lo que podríamos asumir que cada personaje es interlocutor de un mismo discurso. Cada uno variando de momento a momento su posición relevante, pero segu-ros de que el E está allí en condiciones de captar esas relevancias respectivas para incluirlas en el destino común que persiguen: causar algún tipo de efecto más o menos profundo en quien estaría capacitado para testificar por cada uno, justamente el E. Casi podría alegarse que es él el que (re)construye el discurso común de una pieza, como artífice incluso de los marca-dores del discurso: él es quien se vale de los Estructuradores de la información, sean comen-tadores (‘así las cosas’), ordenadores (‘por una parte’ / ‘por otra’) o digresores (‘a propósito’), de los Conectores (especialmente de los contraargumentativos ‘en cambio’, ‘por el contra-rio’), de Reformuladores del tipo ‘en suma’ o ‘al fin y al cabo’, de Operadores argumentativos como ‘en el fondo’ o de Marcadores conversacionales (muletillas y apoyaturas); decimos se vale de todos estos instrumentos para encauzar una literariedad y una fisonomía que fortalez-can y consoliden cada una de las ‘elocuencias’ (al decir de Mallea) que aparecieron por sepa-rado.

La Poética de la Mirada que propone Anne Ubersfeld circunda por similar rumbo: entre dos imágenes construidas, entre dos grupos de signos que la vista ha fragmentado y rearmado, lo que se establece es una metáfora. Esa tal metáfora conduce la trama a lo largo de reenvíos individuales que el E hace desde y hacia su ‘enciclopedia personal’ (lo que sólo él sabe y re-conoce, no otro) otorgándole una potestad absoluta y particular sobre el fenómeno al que asis-te (basta imaginar sencillamente al E 1 que observa en lateral izquierda a un actor retorcién-dose, al mismo tiempo que E 2 se deja ganar por un sonido que surge cuando sobre foro se modifica el ambiente ámbar por un rojizo, o a uno y otro degustando un texto recién soltado, cada cual en su tiempo interno –tal vez alguno se pierda parte del parlamento que sigue–).

Los Actos de Habla participan también de este juego de perspectivas: se trate de conoci-mientos, emociones o acciones (es decir, manifiestos por expresiones asertivas o interrogati-vas, de énfasis expresivo o de dictado de órdenes), la relación entre Hablante-Oyente dispara un raid argumentativo que incluye a los personajes de la obra (en tanto H unas veces, O otras) como al H que ES la pieza y al personaje O que representa el público. Ese raid se proyecta en torno a un esquema trinario: actos locutivos (por la simple proferencia), actos ilocutivos (por, además, afirmar, pedir, o lo que se haga) y actos perlocutivos (que es lo que se espera que haga el oyente con lo que uno ha dicho). Es decir, estamos en el dominio de la intencionali-dad, que Habermas definió como ‘toma de postura subjetiva’ frente a un contenido proposi-cional: lo cual podría considerarse sin más como una estrategia argumentativa del tipo de las que se usan en los textos judiciales. Por otra parte un Macro-Acto de Habla es el que resulta de una secuencia de actos de habla y pasaría a constituir el Asunto de la pieza (casi todo lo que dice y hace Macbeth en su tragedia, incluido lo que le sucede sin él proponérselo, es un Macro-Acto que anuncia ‘las consecuencias del remordimienrto y la debilidad del espíritu cuyo apetito de poder ha sido más incitado que genuino’).

Por otra parte, esa Metáfora de la que habla Ubersfeld es la que dota al texto dramático de su carácter estético; o sea, el E construye una metáfora de la metáfora, igual que para Barthes el mito es un signo de otro signo. Pero más bien, entre la Metáfora del original y la del E se ejerce un forcejeo: la del dramaturgo aleja los postulados de sus dichos y hechos de los luga-res comunes en que suele asentarse la estructura dialógica cotidiana (todas las mujeres prota-gonistas en Lorca, p.e., son la metáfora del sometimiento y la resignación que se difunde a través de un destino fatal, casi un subrogante de ‘Mirá, pobre, a esa mujer cómo la tratan’), el

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E restablece con su Mirada (y digamos más precisamente, con su atención local) la metáfora que sea capaz de explicarle y hacerle sentir ‘cómo trata el mundo a esa mujer’.

En resumen, podríamos situarnos en un enfoque sobre los discursos argumentativos donde el teatro se enrolaría en la llamada Pragmática Radical, de Sperber y Wilson, en la que las observaciones en detalle del fenómeno generan inferencias contextuales que le permiten al destinatario acceder a lo que el locutor quiere comunicar, interpretando ‘ideologemas’ (prin-cipios reguladores subyacentes) como axiomas formadores de ideología y convocadores de una legitimidad y coherencia que todo discurso social necesita para insertarse. Esto a través de la disputa entre personajes, los enunciados (audiovisuales) implícita o explícitamente adversos y los valores compartidos o rechazados desde el escenario a la platea y desde ésta al mundo como instalación estilística e histórica del producto artístico resultante.

La búsqueda de argumentos apropiados desentraña técnicas expresivas en abundancia que derivan de preguntas y respuestas solapadas en el transcurso de la acción cuando no efectiva-mente pronunciadas, marco dentro del cual también entran las falacias (por falsa generaliza-ción, falsas causas-consecuencias, falsa analogía, oposición inexistente, círculo vicioso, anfi-bología, apelación al gran número, ataque personal, etc.) dirimibles argumentativamente si se confrontan con el resto de los indicios del debate instaurado a partir del Superobjetivo Espec-tacular (todo aquellos que arrima elementos de juicio que permitan el montaje sin daño del texto o idea germinadora). Dichas falacias, por idéntico funcionamiento al del conflicto escé-nico, necesitan resolverse antes del TELON FINAL como una directriz que inculque los propó-sitos perseguidos a fin de su aceptación o desacuerdo (cuando quedan inconclusas, puede de-cirse que eso forma parte del superobjetivo apuntado, y, por otro lado, no hay que olvidarse que toda la vida ahí representada dura una, dos o tres horas y es dentro de ese lapso que se deben desenvolver tanto los pro como los contra situacionales, sea en sentido filosófico o do-méstico).

Vamos a redondear este apartado con una paráfrasis de las enseñanzas del gran maestro brasileño Augusto Boal, con el objetivo de incorporar la argumentación asimismo al trabajo del actor; para el proceso de creación de un personaje, Boal señala como punto de partida la Idea Abstracta, lo que podríamos denominar ‘el Tema que acucia’ (supongamos tanto para Romeo como para Julieta el enamoramiento temprano); de ahí se pasa al ejercicio de una Vo-luntad (quiero entregarme a ese amor) en franca puja con la Contra-Voluntad (no debo, mi familia no lo verá bien), de cuyo combate surge la Dominante (posición tomada finalmente: me entregaré pero para eso tendré que faltar a mi familia); esa Dominante entra durante el transcurrir en conflicto con otras Dominantes (la madre de Julieta quiere casarla con Paris, Romeo hiere a un Capuleto y empeora las cosas) generando una Realidad Objetiva (lo que sucede: odio creciente entre las familias, impedimentos concretos para la realización de los jóvenes amantes); esa Realidad, en circunstancias dadas (según concepto de Stanislavski fuer-temente arraigado para la aproximación consciente al contexto en que habrá de desarrollarse el encarnamiento), es provocadora de Emoción: la peripecia más la Emoción da una Forma Teatral determinada (para el caso, el teatro isabelino) y dispara un Efecto sobre el Espectador, quien paralelamente ha ido recorriendo similar camino de acuerdo con sus propios recortes y la atracción particular que le haya deparado el material. Un proceso doblemente dialéctico que dictamina los alcances de la ideología (en nuestro ej., shakespeareana) y el encauce con que se haya emprendido tal ideología (buena parte de esa ideología, como suele suceder en el teatro, es arrastrada desde la poesía de los textos en clara simbiosis con la transparencia de los hechos).

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2. Hacia una gramática del teatro

Los Campos Argumentales establecen la síntesis de los episodios lingüísticos a través de su absorción de los componentes de frase: ALGUIEN HACE ALGO a ALGUIEN sería la expansión máxima de base predicacional, capaz de incluir al Argumento Actante (el 1°, identificado con la función sintáctica S o simplemente Agente), al Argumento Paciente (es decir, el 2°, OD desde la perspectiva de la sintaxis, sobre quien recaen los efectos de la acción) y al Argumen-to Destinatario (3° o Dativo, efectivamente OI en cuanto a su función). Todos estos Argumen-tos ligados a un eje que atraviesa el campo, el Verbo (conjugado a nivel proposicional o ape-nas Verboide en un nivel de dependencias sucesivas donde se presenta incluido un Stg ver-boidal). La periferia de este campo la constituye un Entorno que puede ser llamado Circuns-tante, como asociación legítima con las circunstancias en el seno de las cuales acaecen los sucesos expresados argumentalmente, y, desde ya, con el mentado CC de la sintaxis.

Esa base predicacional máxima (pueden faltar, según la naturaleza verbal, uno o dos argu-mentos), no obstante, acepta dos posiciones más para su expansión indefinida (a través de pronombres generalizadores): una formal, que es la que corresponde a asignar al V su carácter Rector (en el marco de las relaciones sintáctico-morfémicas) y adosarle entonces dentro del CA que atraviesa un Régimen Posible: ‘Sufre de apendicitis’ >>> A SUFRE de A (formal es porque el Rég se comporta sintácticamente como tal en virtud de obedecer a la estructura de-venida de la dependencia verbal –en nuestro ejemplo: stg prepositivo con ‘de’-); la otra refe-rencial, y es la que resulta de incorporar al campo de los argumentos (o sea de las derivacio-nes verbales) al reconocido sintácticamente como Pred, instalado en fase nuclear junto con el V Copulativo, puente o conductor de la referencia subjetiva: ‘El es/está viejo’ >>> A ES/ESTÁ

TAL (no ha de procederse así con el resto de los Pred –‘El entró contento’ >>> A ENTRÓ- que pasarían a jugar junto con los CC no regímenes un rol funcional de Circunstantes en la perife-ria de los CA, casi a modo de accidentes).

Bien, una expansión completa de base predicacional podría ser: ‘La niña está contenta y da de comer miguitas a los peces’ >>> A ESTÁ T / A DA de A A a A.

Esta síntesis estructural, como decíamos, subyace a los enunciados y desemboca en la idea de MP: cada base predicacional representa un MP (repárese en el ej.de arriba, donde es preciso expandir dos bases para una misma oración, constituyéndose ésta entonces de dos MP a des-plegar), pero no en el sentido que lo toma la Semántica (como que tal acepción es posible en un mundo pero podría no serlo en otro) ni la Gramática del Discurso (esto mismo puede apa-recer en distintos mundos), sino en cuanto a las potencialidades que encierra la marca verbal (y en el teatro resulta particularmente imperioso agregar lo transverbal, lo situacional, que también encierra tales potencialidades): es suficiente que esté allí el V para suponer (entrañar o implicar) alguno de sus argumentos, regímenes o ítems referenciales (en el teatro, un basti-dor con una abertura contiene en sí mismo como signo la acción posible de alguien entrando). Por el principio lógico de la Recursividad (las estructuras pueden repetirse infinitamente) la operatoria de la subyacencia puede multiplicarse a lo largo de un diálogo de manera geomé-trica: cabría imaginarse un número siempre acrecentable de EP (así mencionamos, en segui-miento de Chomsky, a nuestras unidades constitutivas de MP o expansibles como Bases Pre-dicacionales) en cada parlamento de cada personaje (incluyendo como vía de dichas repeti-ciones efectos ambientales que acompañen esos parlamentos, a saber: una luz que cambia, una escenografía que gira, una música que entra...). Esto quiere decir que cuando una luz cenital comienza a caer progresivamente sobre un personaje se podría expandir predicacionalmente así: A (esa luz) ilumina a A (en tales circunstancias: progresivamente), y esto con un valor expresivo y discursivo en oposición como mínimo al menor detalle posible que cupiere inser-

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tar en la base, p.e., A ilumina a A (de repente, o como se dice en jerga técnica teatral, ‘a cuchi-lla’).

Finalmente, una Gramática del Hecho Teatral debe conducirse por vía de una operatoria morfosintáctica –morfológica por la combinatoria de formas con que se expone el tal hecho, y sintáctica por la función de cada uno de los elementos que lo pueblan, actores, objetos, espa-cios, efectos luminotécnicos o sonoros, etc., en calidad de Constituyentes Internos; como ob-jetivo debe plantearse dar cuenta de los MP que como EP se expanden a modo de un sistema de redes dentro del cual cobran incumbencia significativa, y por tanto argumental, los signos de orden discursivo, los signos actitudinales (gestuales, proxémicos, kinésicos, etc.), los signos situacionales (el/los suceso/s) y los signos dimensionales (marco de acción), en fusión anali-zable y transportadora de los contenidos formales y conceptuales con que el Teatro sale a par-ticipar de una Realidad Dialéctica; en definitiva, se propondrá, a través de puntos de vista, conductas e imágenes, una identificación emocional o intelectual integradora de los signos componentes de su naturaleza tripartita (ACTOR-TEXTO-ESPECTADOR).

3. El ‘dramaturgismo’ como forma de anti-argumentación

En estos tiempos se aferra una brocha a la trompa de un elefante, se coloca al animal frente a una tela de considerables dimensiones, éste comienza instintivamente a ‘trompearla’ –en sentido literal-, la misma luce de repente unos manchones y unos trazos que se repiten en dife-rentes gamas toda vez que el cuidador (para el caso el asistente artístico) cambia de brocha tras embeber esta nueva en otro de los baldes que contienen óleos de cada color. El ejercicio se practica con insistencia desde que se descubrió que importantes galeristas y coleccionistas se interesaban por estas ‘obras’, cuyo alto costo pasó a engrosar los presupuestos para campa-ñas preventivas de la extinción de elefantes en ciernes.

Entre otras de las crisis contemporáneas, tenemos que mencionar, y a los móviles de este Congreso, la crisis argumentativa. La anécdota que abre el presente apartado no es invento: a una época que acuña valoraciones hechas ‘a trompadas’ y solamente por instinto, no se le puede reclamar responsabilidad dialéctica; todo puede ser dicho, todo puede ser hecho.

No está mal, por supuesto, en el terreno social y de los derechos y libertades individuales y de la comunidad cultural, en fin, en los dominios de lo ético. Pero, ¿y en los de lo estético? Y peor aún: ¿en el área política? ¿O no se ha instituido acaso que la tarea del hombre de partido es una construcción coyuntural? Con lo que debe aceptarse que el discurso más radical sea el menos constrito, que la afirmación más enfática sea motora de la negación más acomodaticia, y, en el paroxismo, que cada ingreso concreto en la cosa pública demarque ni más ni menos que el pretexto para no tener nada que ver con la ‘construcción antecedente de la misma cosa pública’, lo que conduce inexorablemente al silogismo ilógico de que la vocación de ocuparse de los destinos consiste en admitir el desconocimiento de la suerte de tales destinos en su rumbo hasta el instante, y además tal admisión se efectúa a posteriori de haberse involucrado con la cosa pública, es decir, una vez que se han agotado con tono triunfal las estrategias para apoderarse del ‘más desconocido’ de los sitiales.

En el discurso teatral sucede otro tanto: ya hace unos cuantos años el teórico marxista Leo Kofler se preguntaba si es posible escribir tragedias en la actualidad, y decía: “Ya no es posi-ble la situación trágica, situación provocada en su tiempo por individuos destacados, es decir, capaces de desenvolverse independientemente y sostenidos por la conciencia de la responsabi-lidad personal, pues precisamente esta situación engendraba lo que se denomina tragedia en los encuentros conflictivos con otros individuos configurados de modo semejante.” Los

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héroes o heroínas de Brecht, o de Shakespeare, luchan contra los poderes objetivos y conocen el problema de la conciencia, de la decisión y de la culpabilidad. Se hallan en contradicción consigo mismos, con su fuerza activa, o con la falsa valoración de la realidad con la que en-tran en relación. Agrega Kofler: “El arte clásico y los que han seguido sus leyes –trátese de tragedia o no– han intentado transparentar el fenómeno de la culpa, culpación de las fuerzas y de las personas implicadas y confrontadas entre sí (nosotros sumamos al E en la contienda), y el fin perseguido ha sido elevar el arte al nivel de un escenario moral.”

Una visión retrospectiva nos lleva a clasificar los tiempos previos a Constantin Stanislavski (primer maestro de actuación en los albores del s. XX) como la ‘era del dramaturgo’ (se trata-ba de la figura prominente en torno de la cual se desarrollaba todo el arte del espectáculo has-ta entonces); después del método pasó a hablarse de la ‘era del actor’, gracias, está claro, al avance de una técnica específica de interpretación escénica inexistente hasta ahí; a partir de las innovaciones de posguerra –y más fuertemente en el curso de los años ‘60/’70– comienza la llamada ‘era del director’ (instalaciones, experimentación en campos de la luz y el espacio, ritmos escénicos, etc.). En el centro de lo que podríamos considerar la ‘escena posmoderna’ se sitúa la apelable ‘era del dramaturgista’. ¿De quién se trata? De alguien que se ocupa de as-pectos extraextradiscursivos, extraextrasituacionales, como son asesoramiento en elección de materiales, programación teatral y empresarial, organización de eventos promocionales, reco-rrido por festivales a fin de una inserción marketinera y vinculante en el mundo del discurso instituido, etc., etc., pero, además de fusionarse con el director en las distintas áreas de creati-vidad, interceder en las relaciones que se establecen entre realizadores, técnicos y empresa-rios, además de todo eso, ES el autor del texto, y por supuesto ese texto redunda en lineamien-tos notoriamente condicionados por el emprendimiento en totalidad: las producciones son normalmente de una cantidad de personajes / actores supeditada a costos, las escenografías livianas o corpóreas según el grado de institucionalidad del Proyecto, en la mayoría de los casos la escritura es resultante de talleres o creaciones colectivas, donde el tiempo de trabajo y la historia particular de los interesados son desiguales, donde los propósitos espaciales o suge-rentes pierden de vista (o no se interesan por ver) a aquellos con quienes podrían ejercitar alguna forma de comunicación u oposición, no limitadas al sulfuro reactivo esperable ante efectos de netos cortes manieristas, ilusionistas o snobs.

No estamos depreciando la tarea de laboratorio ni las nuevas tendencias; del seno de estas aventuras alternativas han surgido autores de valía, como nuestro Ricardo Monti en décadas pasadas o el muy en boga Heiner Müller como maestro internacional. En España y en Francia han crecido notoriamente las experiencias inusitadas, igual que en nuestro continente (espe-cialmente en Venezuela, Colombia, Brasil y aquí, en especial en Bs.As.), y el mismo Odin Teatret de E.Barba lleva ya casi cuarenta años de producciones fuertemente investigativas y anímicas. No desdeñamos en absoluto esas intentonas, pero pasa que nuestro tema es la argu-mentación, y por haberla considerado parte inmanente a la confección de un texto dramático es que apuntamos que, no habiendo dramaturgo, no hay lenguaje natural en el teatro; el dra-maturgismo imperante, como vimos, ocupa al hombre de teatro en muy otros menesteres: hay operaciones, sí, lenguajes formales o artificiales pergeñados a través de entramados legítimos y sinceros, y hasta bellos y comunicadores, pero a expensas de obligar al que asiste desarma-do a buscar en su ‘enciclopedia’ una página en blanco –lo que no es regañable, desde ya, pero sí resentidor de la interacción necesaria yo/otro (el otro que pude haber sido yo mismo hasta este instante)–, o, en casos más graves, puede llevar a confundir esa página ya borroneada por uno con alguno de los puntos de llegada, terminando por dejar inclusive sin la posibilidad atractiva de un juicio esclarecedor que permita explicarse por qué me pasó lo que me pasó

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ante la obra, tal vez el acceso de un gusto amargo, más útil seguramente que un disfrute o una conmoción sin sospechas de qué puerta se abrió en mí.

Insisto, no hablo de ambiciones personales ni apetitos ni gustos: hablo de MP, y reitero, és-tos no son la posibilidad de que cualquier cosa ocurra sino de que ocurran aquellas que por la naturaleza misma desde la que brotaron estaban destinadas a ocurrir. El mundo de las ocu-rrencias es natural, no artificial: los mundos artificiales, aunque muchas veces necesarios en ciencias y artes (la cibernética es buen modelo), son tendenciosos (persiguen corroboración de postulados). La argumentación más pura es la que surge de un estado de cosas, la instauración de un estado de cosas para provocar argumentación es lo que suelen hacer varios gobernantes de turno.

Por último, digamos que esta forma de composición escénica, el dramaturgismo, atenta co-ntra lo que daríamos en llamar la ‘selección argumental’: el conjunto de las posibles interpre-taciones semánticas (y/o sensoriales) de un espectáculo contiene un número finito de opcio-nes, es decir, para la escena entre dos romanos que se miran y luego uno de ellos se va no entra en su conjunto opcional de dictámenes interpretrativos, p.e., el sentido cosmológico del otoño en las Islas Vírgenes. Con lo que los lindes de la argumentación tienen sus límites y la cara y la cruz no consiguen salirse del marco del objeto que los representa. Estamos queriendo reafirmar que la ausencia de argumentatividad (opiniones refrendables sobre un tema) en cuantiosos montajes contemporáneos (incluyamos texto, situación escénica, contacto con el E) implica flaquezas en la calidad de representación de los mismos; con lo que el drama entra a carecer de rigurosidad en beneficio de una efectividad apenas ocasional.

No estamos abusando en un deseo de hiperjustificación de cuanto se ponga a prueba en un objeto de arte; al menos abogamos por no caer en lo que Strawson marcaba sobre que hay nombres de sensaciones y la condición de que los haya es que ellas se manifiesten en la con-ducta de las personas: reconocer la existencia de esta condición es muy diferente a decir que el dolor sólo es la exclamación; sin embargo, sin la exclamación no podríamos identificarlo ni nombrarlo. Si ese reconocimiento no se produce, el lenguaje, de hecho, no es comprendido por nadie, aparte del que lo habla, y si los reportes de sensaciones son ininteligibles para otros, aparte del que los hace, se está en presencia de un ‘lenguaje privado’ con el riesgo de desvirtuarse como lenguaje en el afán de ponerlo en consideración (como se hace con el even-to que se pone sobre las tablas a consideración de un público especialmente convocado para ello).

De cualquier modo, también sabemos que hay otros artífices igual de implicados en el va-cío argumental con que nos enfrentamos hoy: zonas colectivas en las que se alienta el interés individual, la desvalorización y, fundamentalmente, la impunidad de los discursos (la TV, p.e., como vehículo de despropósitos instituidos o como reestructuración de una realidad exhibible o vendedora, inescrupulosa, ya ni digna de análisis). Hasta estamos convencidos de que exis-ten méritos en varias de las producciones experimentales (no en la TV, allí no) en tanto se eri-gen impulsadas por motivos de enfrentamiento, de reacción, de valentía en asumir una aventu-ra desatada ante un mundo que se hace añicos, donde el discurso, cual fuese, brega por sobre-vivir entre escombros y desde ruinas a fin de proponer su iamgen de la sociedad.

4. Epílogo

Remedando a Michel Arrivé digamos, en primer término, que usamos ‘epílogo’ en lugar de conclusión ya que más bien intentamos abrir un cauce de problemáticas y lejos estamos de pretender que lo expresado a lo largo de este trabajo se reciba como una sentencia. Nos posi-

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cionamos, sin más, en una fase de interrogatorios y planteos que nos concedan el miramiento sobre la argumentación en el teatro como eje primordial de su razón de ser, alumbrando tales miramientos una búsqueda intensa de causas concretas para la inconsistencia en la producción de verdaderas piezas dramáticas durante los tiempos que corren. En segundo término, Arrivé dice (o repite) “Saber escuchar y poder hablar es la única posibilidad de cura. Todo lo demás es inútil y dañino.” Si suplantamos cura por interacción verbal, en virtud de tratarse el teatro de un modelo en semejante sentido (acción – palabra – varios intervinientes), todo lo demás, lo inútil y dañino, pasarían a ser cualesquiera de las señales –en jerga semiológica– no ejecu-tadas con el fin de transmitir mensajes, ni enfocadoras de objetos reconocibles como miem-bros de la extensión de un concepto, ni operativas de una utilidad ‘pertinente’ –en parte por la relación con el logro buscado y en parte por la relación con el recurso empleado para eso–, ni vinculantes de esa misma operación con un criterio generalizador al cual adscribir –entiéndase ‘la concepción ideológica’–; ni, por último, consecuentes con la clase de comunicación ‘lite-raria’ a la que aporta el teatro –otras clases de comunicación artística serían la arquitectural y la musical, aspectos que se integran a la actividad del drama– en la cual la operación de base es una operación comunicativa y su útil una señal, es decir una cosa que está en lugar de otra, que dice o representa algo distinto de ella misma. Lo contrario a una comunicación sistémica son los códigos analógicos, funcionando a nivel denotativo y cuyos contenidos están referidos únicamente a una realidad subjetiva.

Aludimos ya un par de veces a la transparencia: la de los hechos, que se une a la poesía del texto, dijimos, y la de la culpa, como sustento trágico del arte clásico. La transparencia en el lenguaje está ligada con la añeja reyerta entre naturalistas y convencionalistas, respecto a si la significación es la resultante de un apareamiento entre el sonido y el sentido de las palabras, o si éstas son fruto de un contrato social. Después de Saussure con su terminante ‘el signo lin-güístico es arbitrario’, de diferentes estudios sobre los efectos motivadores, sobre las onoma-topeyas e interjecciones, y también sobre la opacidad o no de citas y de discursos menciona-dos, es absurdo tomar una posición taxativa en torno del asunto: hay mucho de convención en la plasmación de los lenguajes naturales, y bastante de naturalidad en la apropiación de los lenguajes aceptados e instalados en una comunidad. Con lo que, hemos pensado, la transpa-rencia bien podría redefinirse como una cualidad de las lenguas consistente en reunir proce-dimientos morfosintácticos, fónicos y semánticos, para la expresión de imágenes causadas sobre nuestras esferas sensorial, intelectiva y emocional, a los fines de sugerir al oyente una impresión copia de la original. ¿Cuál no sería la transparencia del teatro si no la identificación profunda de lo trágico o lo ridículo, de lo justo o de lo traicionante, en tránsito sobre el esce-nario como una representación de los propios estados del E, asimilables gracias a la ceremo-nia irrepetible de la que está participando?

Ahora, la definición propuesta aproxima los conceptos naturalista y convencionalista del lenguaje, al punto de que todos los que participan de una u otra manera del hecho artístico son tocados por una sensibilidad comprensiva, con lo que se vuelven fundadores cada vez de nue-vas fórmulas de absorción y registro de esa comprensión (grupos, escuelas, estilos, movimien-tos...). La motivación es naturalista, enrolarse en qué deviene motivador y qué no, convencio-nal. Este acercamiento como muestra de la integración de ambos procesos en la producción del mensaje pone fuera de los efectos transparentes del discurso la preponderancia excesiva de uno u otro proceso. Así como la jerga técnica basa la composición de sus materiales léxicos en la arbitrariedad (o más bien elige arbitrariamente sus materiales léxicos), y por ello dificul-ta la impresión de sus significados a quien se encuentre fuera del alcance de su campo de ac-ción, así la poesía particulariza y entorpece la argumentación aunque, por vía de sus múltiples figuras y entablamientos, sea psicológicamente persuasiva (si hay crisis de expresión la hay

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de impresión, dice el pedagogo A.Fernandes). El teatro es una forma de poesía y por ende también en su seno la atingencia psicológica –sentimientos y manifestaciones de estados– puede confundirse legítimamente con la atingencia lógica –verdad o falsedad de las conclu-siones que se pretende establecer–; la transparencia debe tender a la ‘no falacia’, o sea a evitar mecanismos que llegaran a provocar cualquier idea equivocada o creencia falsa: si a una pre-gunta retórica se contesta, se habrá caído en el defecto de no percibir que una pegunta que no exige respuesta es una pregunta compleja en tanto y en cuanto encierra en sí misma otras cuestiones no formuladas (‘¿qué hice yo para merecer esto?’ conlleva ‘yo hice cosas’ / ‘las cosas son merecedoras de algo’ / ‘esto es una cosa perteneciente al conjunto de las que me tocan en suerte y es algo que puede ser merecido, pero ¿por cuáles de las que yo hice?’ / etc.), y se comete falacia cuando se devuelve una respuesta única a una pluralidad de preguntas. Muchos de los experimentos teatrales redundan en contra de su íntima argumentación (pues algo buscan expresar, aunque no tengan del todo claro qué ni les interese aclararlo), como si fueran Figuras Dialécticas, es decir, o como ‘argumentum ad hominem’, en el que uno de los intervinientes (el realizador, pongamos) en la discusión (encuentro teatral) puede ignorar to-talmente la cuestión relativa a la verdad o falsedad de sus propias afirmaciones (de sus ejerci-cios experimentales) y tratar de probar, en cambio, que su antagonista (el E, por caso) debe aceptarlas; o como ‘argumentum ad populum’, en el que se dirige un llamado emocional con el afán de ganar un asentimiento para una conclusión que no está sustentada por un razona-miento válido. Esta imposibilidad de interacción entre las distintas esferas perceptivas es fuente inobjetable de opacidad. Y en el marco de todo lo que hemos expuesto, asoma como indicio de antiargumentación, es decir, a menor sugestividad en el discurso teatral, menor carga argumentativa y aplazamiento de indicios de proyección sobre el devenir.

El mismo Fernandes alerta de que leemos siempre lo que entendemos y no lo que está ahí, y revertir eso impone un esforzado aprendizaje. Ese aprendizaje incluye tomar conciencia de que no se trabaja con el otro en el teatro sino que yo lo hago al otro y el otro me hace a mí: entre ambos forjamos una estética nunca ortodoxa (no hace falta ser intratables para ser hete-rodoxos); la estética es un lenguaje, y por lo tanto, lo primero que tengo que saber es lo que tengo que decir, de qué quiero hablar.

La cohesión en un texto (o en una textura, su toma de cuerpo), que resulta de la unión de sus partes en secuencia explícita o implícita, y la coherencia, como reaseguro de la relevancia que presenta una unidad textual respecto de lo asentado en unidades precedentes, ambas tan volcadas en las investigaciones emprendidas por la Lingüística en los últimos años, deben subrayarse cuando del decir se pasa al acto. Porque en verdad, como advirtiera Austin, ‘todo decir es un hacer’, y todos los tipos de decir –aseveraciones, preguntas, órdenes y ruegos- están regulados por conceptos remarcables de autoridad y compromiso. En el juego de roles, cada quien ocupa un sitial. Los que quepan todavía en el discurso teatral se han de jugar du-rante los próximos años, según lo que este y los futuros estados de cosas vengan a exigir y, en consecuencia, a engendrar.

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EL DISCURSO PARLAMENTARIO

LA PALABRA VACÍA EN EL RECINTO DE LA PALABRA

Roberto Marafioti Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

Introducción

Este trabajo intentará dar cuenta de la situación peculiar que ha adquirido el debate parla-mentario en la Argentina de los últimos años poniendo en consideración que la crisis política actual no es un momento único y episódico sino que se venía gestando desde hace tiempo y tuvo como uno de sus epicentros al ámbito legislativo.

Se suscribe aquí la concepción que sostiene que el lenguaje en general y el discurso políti-co en especial construye a las personas que lo usan, concepción inversa a la del sentido común que afirma que la gente construye el lenguaje que usa. Entonces, para todo problema político hay un conjunto de enunciados y expresiones que se usan reiteradamente. La elección entre las formas existentes de lenguaje no es en sí misma una elección libre sino restringida.

Se tratará de dar cuenta de dos fenómenos simultáneos que se han perfilado en el tiempo y que ponen de manifiesto la crisis de representatividad que acarrea el Parlamento y el descrédi-to social en el que se encuentra.

Los dos fenómenos son la paulatina pérdida de protagonismo específico que ha ido adqui-riendo el Poder Legislativo hasta transformarse en un apéndice funcional a la voluntad del Poder Ejecutivo y la caída de la identidad discursiva de los protagonistas parlamentarios. La denuncia de diputados y senadores que están sospechados en sus conductas pero también en la posibilidad de articular discursos creíbles ha sido un componente inexcusable de esta realidad.

Esta situación desembocó en dos actitudes. Una se refiere a que las bancas, cuando se for-ma parte del oficialismo, son trampolines para otros cargos en el Ejecutivo. Se supone que allí tendrán más posibilidades de ejecutar políticas acordes con los principios de sus partidos polí-ticos. La otra es la búsqueda de mecanismos de reconocimiento en los medios masivos para el desarrollo de políticas, oficiales o alternativas.

Desde esta óptica si bien se puede delimitar el discurso parlamentario y la identidad de sus estilos argumentativos también se demuestra que decae la oratoria y el despliegue de herra-mientas persuasivas o demostrativas en beneficio de acuerdos que impongan las votaciones. El recinto de la palabra con el consiguiente culto a ella se diluye en función de acuerdos des-tinados a imponer leyes que responden, en general, a la voluntad de quien ejerce el Ejecutivo.

En la Argentina a partir de la restauración democrática se ha tenido un Parlamento gober-nado por dos partidos mayoritarios. Han sido ellos los que han ido imponiendo sus puntos de vista y sus proyectos a lo largo de casi dos décadas. Esta realidad significó una restricción respecto a la posibilidad de articular de manera creíble el discurso de terceras fuerzas que jue-guen un papel decisivo a la hora de influir en los debates.

El deterioro de la calidad parlamentaria no es un rasgo exclusivo de este poder del Estado sino que se suma a la debilidad de la democracia. La escasa preparación de los legisladores se

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corresponde con la débil formación y la escasa imaginación que evidencian los funcionarios y el resto del conjunto de quienes comandan el gobierno del estado.

La institución parlamentaria dejó de rendir culto a la palabra y en consecuencia sus actores dejaron de ser artífices de argumentaciones que se impongan en los debates por la fuerza de sus contenidos. Nadie muda de opinión en el transcurso de un debate. A manera de ejemplo se puede recordar el discurso de la diputada Carrió en marzo del 2001. Su cierre contiene una amenaza de denuncia colectiva por traición a la patria que permitió que se revisara algún artí-culo pero no que se cayera el proyecto en debate.

Discurso político: discurso electoral y discurso parlamentario.

A partir del reconocimiento del discurso político como un conjunto específico dentro de los discursos sociales con rasgos propios también se pueden ubicar las variedades del discurso político electoral y del discurso político parlamentario. Sería también pertinente señalar otras subvariedades como el discurso político televisivo o radial y aquel que, en revistas y diarios, desarrolla un juego argumentativo más rico.

La labor parlamentaria comprende los discursos parlamentarios pero también el trabajo de las Comisiones. Son ellas las que posibilitan que los proyectos estén habilitados para acceder a su tratamiento1.

De manera esquemática se puede señalar que el debate legislativo tiene una finalidad pro-pia que es la sanción de las leyes que fijan el funcionamiento institucional de una Nación. Sus protagonistas son los legisladores que argumentan a favor o en contra de las posiciones que se someten a debate. Pero esos protagonistas lejos de funcionar autónoma o individualmente, actúan no sólo en función de sus representados (categoría que va resultando cada vez más difícil de precisar) sino, sobre todo, en nombre de partidos políticos que se expresan en el recinto y en los ámbitos públicos en los que se someten a debate no sólo los proyectos legisla-tivos sino las actitudes y posiciones más generales sobre el manejo del país.

Esta visión torna relativa, pero no descalifica, la función de la oratoria que tradicionalmen-te ha cumplido un papel determinante en el ámbito parlamentario. En la historia nacional hubo legisladores destacados por su capacidad de argumentar y de hacer escuchar su posición más allá del recinto específico. Pero hoy, los mismos legisladores no son reconocidos por sus pa-res por su desempeño específico o por la agudeza en las posiciones que adoptan sino por la repercusión que tienen fuera de esos sitios y más específicamente en las pantallas. Allí es donde se instalan y adquieren un protagonismo que se reproduce a veces y otras no en el re-cinto.

En más de una ocasión para descalificar una intervención se señala que se está hablando de una manera u otra porque se ha descubierto una cámara de televisión que transmite la sesión.

1 El trabajo legislativo tiene una doble vertiente. Es oral y escrito. El oral es el que despliega el Diputado en las Comisiones o

en el recinto. Pero, al mismo tiempo, el trabajo es eminentemente escrito y en este punto tiene un conjunto de pautas que deben ser respetadas, desde la corrección en la presentación de los proyectos de Ley (Fundamentación, Normativa) hasta disposiciones que llevan a respetar la gradación de los temas de mayor generalidad a menor generalidad, hasta el debate acerca del grado de generalidad y especificidad que debe tener una norma legal. El aspecto escrito que, además de ser un Proyecto de Ley, puede ser un Proyecto de Resolución, de Declaración o pedido de Informes a otro poder del Estado tiene un orden decreciente en cuanto a la jerarquía no sólo desde el punto de vista de quien lo presenta sino también de quien está destinado a quedar nombrado como el autor de una Ley sancionada. Así es el caso de aquellas leyes que se las conoce no por su contenido sino por su autor. La caída de este tipo de costumbre es una prueba más del deterioro en el que se ha sumido el poder Legislativo y en el hecho que los Diputados o Senadores han dejado de tener una consideración en la sociedad como autores de normas jurídicas de trascendencia.

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Ello pone de manifiesto no sólo la veracidad eventual de esta realidad sino que la calificación de un discurso es una u otra según exista la amplificación que supone una cámara de televi-sión.

Frente a la caída del peso de la argumentación, como discurso capaz de torcer la voluntad de los interlocutores, se apela a gestos que escenifican las diferencias. El caso más próximo fue en el 2002 la entrega de la bandera de los EEUU a la presidencia de la Cámara de Diputa-dos por parte de la diputada Castro en el momento de sanción de la derogación de la ley de subversión económica.

El discurso político parlamentario.

Un elemento crítico del discurso político parlamentario es la creación de significado. La construcción de creencias sobre los acontecimientos, los problemas y las crisis, racionalizan o cuestionan realidades existentes. El objetivo estratégico es paralizar a la oposición, lograr el apoyo, ganar votaciones e imponer decisiones legales.

El discurso político parlamentario construye una realidad y pugna por que ella sea la única válida. En este punto conviene recordar a Schopenhauer para quien la dialéctica erística era “el arte de discutir, pero de discutir de manera tal que se tenga razón tanto lícita como ilícita-mente”.

El discurso político parlamentario revela la concepción que tiene el orador de la realidad en un momento dado y la interpretación de la audiencia es un indicio de lo que puede ser una realidad compartida o diferente. Si no existe conflicto sobre el significado, la cuestión deja de ser política.

Razón y racionalización, en este contexto, se entrelazan. Ese entretejido y la imposibilidad de reunir pruebas persuasivas universales son las marcas claves del discurso político parla-mentario. La ambigüedad, la contradicción y las falacias que se reflejan en los debates parla-mentarios son realidades centrales, profundas, extendidas y, al mismo tiempo, quizás inevita-bles.

El análisis del debate parlamentario es revelador porque el interminable horizonte de sig-nos que se evocan despliegan con más ingenuidad y cinismo aquello que en los escritos más sofisticados se evita.

No es la “realidad” en cualquier sentido aprensible u observable lo que importa sino más bien las creencias que el discurso despierta sobre las causas de los descontentos y las eventua-les reparaciones que las normas legales provocarán en el futuro.

El discurso conforma una faceta de una situación, pero es una faceta crítica. Es el aspecto que más directamente interpreta la realidad insertándola en un relato que le da al pasado, al presente y al futuro un significado compatible o no con una audiencia. Esos relatos pueden ser vulnerables pero evitan la incredulidad. Tratan de conservar el respaldo político y encuadran al oponente.

Los debates legislativos significan poco para la vida de las personas hasta que se lo instru-menta en forma de leyes.

El espectáculo que construye el debate parlamentario es dinámico: tiene que ver con pro-blemas, crisis, desafíos y diferencias de opinión acerca de cómo abordarlos con nuevas leyes y acciones. Sitúa a la audiencia en un mundo signado por constantes amenazas y mecanismos de reparación.

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Para el observador político que se centra en el cambio histórico y no en el rompecabezas de los acontecimientos cotidianos, en el debate político parlamentario más ampliamente difundi-do hay mucho menos que lo que pueden percibir el oído y el ojo. Si bien la mayor parte del debate determina poco cambio en el bienestar general, es determinante para la legitimación de un régimen y para el acuerdo acerca de acciones en cuya iniciación no siempre ha habido par-ticipación popular.

El significado de las intervenciones en los debates parlamentarios brota de las interaccio-nes con otros, de la forma de procesar la realidad pero no del interior de la mente de un hablante que fundamenta una posición u otra.

Por paradójico que pueda parecer, en el debate parlamentario se excluyen las consecuen-cias perturbadoras de las medidas que se adoptarán y ello en beneficio de presentar un discur-so objetivo, quien llama la atención sobre las consecuencias es definido y comúnmente acep-tado como ideológico y polémico.

Harold Lasswell sostenía que “la política es el proceso por el cual salen a luz las bases irracionales de la sociedad”.

La mente humana racionaliza fácilmente cualquier posición política de un modo que le re-sultará persuasivo a una audiencia que quiera ser persuadida. En esto consiste principalmente el debate político. La fuerza y el atractivo de un argumento político dependen mucho más de cómo racionaliza sensiblemente la situación social de su audiencia que de cualquier otra ra-cionalidad intrínseca, pues la racionalidad es en sí misma una construcción.

Una razón es más o menos buena según sea su premisa, pero en política, y mucho más en el debate parlamentario, la premisa es opinable y no susceptible de verificación. Lo que se acepta como una “buena razón” no necesariamente dice mucho sobre la fuerza de la argumen-tación pero sí es un índice sensible de los problemas, las aspiraciones y la situación social del que propone y de la audiencia.

El discurso parlamentario puede verse como una cadena interminable de asociaciones y construcciones ambiguas que permiten ampliar potencialidades de interpretación y manipula-ción.

El discurso que justifica mayores recortes presupuestarios, restricciones a los derechos ciu-dadanos, subsidios a determinadas industrias, rebajas salariales, etc. es casi siempre altamente convencional y previsible, aunque quienes lo emplean lo experimentan como síntesis de una argumentación creativa y racional.

Estas observaciones no pretenden obviamente sugerir que todos los argumentos políticos son igualmente válidos o inválidos. Se trata de que las situaciones y discursos sociales gene-ran argumentos de difícil verificación o refutación.

En política la condición del éxito es el respaldo de una parte sustancial del público. Para conservar un apoyo y ganar un acuerdo, los aspirantes a ganar o mantener un liderazgo y aceptación social eligen en un conjunto delimitado de argumentaciones ya existentes que siempre coinciden en alguna medida con la voluntad de las audiencias.

Los aspirantes más exitosos pueden encontrar frases felices o posturas no verbales para ex-presar posiciones y su inventiva estilística se confunde fácilmente con la creatividad sustan-cial. Un catálogo de los hallazgos por sus aptitudes lingüísticas seguramente revelaría una pauta limitada de formas retóricas que influyen en las grandes audiencias. Sus frases más ce-lebradas se vuelven trilladas si se las parafrasea en el lenguaje corriente. (cfr. las intervencio-

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nes de Pugliese, Storani, Álvarez, Baglini, A. Cafiero, Carrió, C. F. de Kirschner, por nom-brar sólo unos pocos).

No es la creatividad lo que en tales casos se impone a una audiencia sino más bien el hecho de que se le dice lo que quiere escuchar en un contexto que hace creíble el mensaje.

El problema actual del Parlamento es que desde hace años se ha dado un divorcio entre lo que se dice en los debates parlamentarios y lo que desde afuera se escucha como aquello que deberían decir los legisladores.

El lenguaje de la promesa de que las metas políticas deseadas se van a alcanzar ilustra de un modo análogo el sentido en el que el lenguaje construye lo que la gente experimenta como su subjetividad. El discurso político se funda, en gran medida, en promesas sobre los benefi-cios futuros que se generarán y sobre las acciones que se deben adoptar para alcanzar esas metas.

Las promesas son piezas de lenguaje siempre listas para su uso. Crean sujetos que se con-funden con un “otro” convencional, un líder, una visión utópica, una devoción o una antipatía a una causa, un apego a una forma de racionalidad.

Quien controla el discurso público, por lo menos parcialmente, controla la mente colectiva. El meollo está en saber las características de tal control. En marzo del 2001 con el cambio del ministro de Economía, Cavallo reunía un setenta por ciento de imagen positiva y en menos de nueve meses el gobierno del que formaba parte cae y uno de los centros de la hostilidad social se centra en la figura de ese mismo personaje.

La incorporación de Zamora como diputado sumó un discurso que, más allá de las imposi-bilidades fácticas de llevar a cabo sus propuestas, sí significa una voz disidente respecto de los discursos homogéneos de los bloques mayoritarios.

El lenguaje, la subjetividad y las realidades se definen recíprocamente, y esta función per-formativa del lenguaje es más potente en política cuando está enmascarada y se presenta co-mo una herramienta para la descripción objetiva.

El debate parlamentario

Ahora bien, ¿cómo identificar al debate parlamentario? ¿en qué medida se puede tomar a los debates parlamentarios como un conglomerado específico y cuál es el papel de la oratoria y de la retórica en este punto?

Aunque resulte tautológico, un debate es parlamentario porque tiene lugar en la institución del parlamento, porque forma parte del proceso de construcción de la legislación de un país y porque es una actuación política. Ese entendimiento no es simplemente cognitivo, trasciende a la propia interacción.

La construcción del debate en una sociedad vertiginosa, afiebrada y tejida por un compo-nente tecnológico fundamental se entrelaza con los mitos y los ritos de las culturas que se superponen y que conforman una realidad propia en donde cada elemento juega más allá y más acá de los procesos institucionales en los que actúan.

Si en todo momento el discurso debe ser visto como una construcción que produce, circula y se consume de un modo determinado, en el discurso parlamentario esta característica es central ya que trata no sólo de dejar huellas sino también de operar sobre las acciones que se realizarán en el presente y en el futuro a partir de normas legales que influirán sobre toda la sociedad.

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Pero otro rasgo que es determinante es que el que pide la palabra en el debate accede a él a partir de concebir que se está en el curso de una batalla que debe ganar con cualquier medio disponible. No se trata de convencer sino de ganar. El que resulta vencedor no se lo debe agradecer tanto a la certeza del juicio que ha formulado como a la astucia y a la habilidad que demuestra en el empleo de maniobras que inhabilitaron al adversario.

El sistema discursivo que se opera en el Parlamento conforma un “lugar de habla”2. La función parlamentaria en la Argentina ha atravesado períodos prolongados en los que el Par-lamento no pudo desarrollar sus funciones, por tanto, no desenvolvió eficazmente la función legislativa en la faz que nos interesa investigar aquí que es la conformación y desarrollo de un sistema discursivo propio que identifique una continuidad histórica sobre todo desde el punto de vista de la organización de un aparato de enunciación que fortalezca los rasgos esenciales de la democracia.

El quiebre del desarrollo institucional argentino impidió el mantenimiento de prácticas y hábitos de la escena discursiva parlamentaria en la que los participantes pudieran desplegar una forma propia que incluya a la retórica y a la oratoria en sus facetas más ricas y fecundas. Si bien es cierto que se cuenta con oradores parlamentarios que pueden ser reconocidos y, más aún, que se puede ir siguiendo sus discursos en las diferentes sesiones, ello no deja de ser más que una característica individual y no es el resultado de la continuidad de un ritmo histó-rico que va promoviendo diferentes generaciones de oradores parlamentarios.

El Parlamento no es un lugar de habla exento de contradicciones y luchas por el poder. La batalla por el acceso a la palabra en el curso de las sesiones es una parte crucial de la confron-tación que la escenifica y materializa. Desde este punto de vista cada Diputado o Senador tratará, según sus posibilidades, de desplegar todo su aparato argumentativo destinado a lla-mar la atención de sus colegas como así también de los otros destinatarios de los discursos que son, ya sea los asistentes al debate, los medios parlamentarios o los medios de comunica-ción que van fortaleciendo y ganando en su capacidad de convertirse en competencia del po-der a partir de seleccionar a aquellos diputados o senadores que cuentan con un discurso me-diático y que, en consecuencia, serán convocados fuera del recinto legislativo.

Si se toman los debates producidos en el recinto se podrá constatar que los oradores con-forman, en verdad, un puñado reducido de legisladores. Del conjunto de 257 diputados y los 78 senadores no son todos los que acceden al empleo de la palabra. En este sentido se puede reconocer que aparte de las autoridades de la Cámara, de los diferentes bloques que tienen un lugar reservado en el listado de oradores y de los miembros informantes de cada proyecto específico, el resto aporta a la hora de la votación pero no accede a hacer escuchar su voz. Esta descripción no implica la descalificación de cada legislador sino más bien da cuenta del sinnúmero de variables que hay que tomar en cuenta a la hora de realizar el estudio de la labor argumentativa parlamentaria. Tampoco implica que no efectúen otro tipo de actividades en los cuales pueden ejercitar su capacidad argumentativa. Lo que sí da cuenta es del peso que im-plica el recinto como ámbito en el que aún se juegan posiciones de poder que tienen al discur-so como elemento fundamental.

Se puede, en este punto, hacer un recuento de aquellos diputados o senadores que nunca han hecho uso de la palabra, aquellos que prefieren insertar sus discursos pero no pronunciar-los y también da cuenta de esta realidad el hecho que el mismo Reglamento especifique que 2 El concepto pertenece a Teresa Carbó, El discurso parlamentario mexicano entre 1920 y 1950. Un caso de estudio en

metodología de análisis de discurso, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, El Colegio de México, México, 1996.

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no se pueden leer los discursos sino que es necesario pronunciarlos de viva voz, sólo se pue-den usar apuntes y leer citas o documentos breves (Art. 179). Ello posibilita el despliegue oratorio a aquellos legisladores que tienen ya un ejercicio en este tipo de habilidades. En los bloques mayoritarios es evidente que hay legisladores que están en condiciones de exceder con creces el tiempo reglamentario pero también hay otros que no están en condiciones de cubrir los escasos minutos que les brinda el reglamento. Se conforma entonces una jerarquía informal que juega a la hora de reconocer el papel de los legisladores en la vida democrática.

De este señalamiento se desprende que las instituciones generan sus propios condiciona-mientos para el ejercicio de los discursos. No son los actores los que hablan sino que ellos mismos están limitados por las instituciones.

El recinto de la Cámara de Diputados y el de la Cámara de Senadores está construido a la manera de un hemiciclo. La Presidencia de ambas Cámaras se sitúa en el centro en una posi-ción muy por encima de las bancas. A ambos costados se ubican las Secretarías encargadas una, la Parlamentaria, de llevar los asuntos específicamente legislativos, y la otra, la Adminis-trativa, encargada de llevar las informaciones relativas a las votaciones electrónicas que reali-zan los legisladores. Es muy notorio en ambos casos la función rectora del debate que cumple la Presidencia. Las jerarquías están impuestas desde el escenario y desde la cesión de la pala-bra.

Es el mismo ámbito el que también impone una jerarquía que se mantiene en el momento de emplear la palabra.

El debate es regulado por el Reglamento y las costumbres pero ello hace que haya normas que no se pueden evadir y que señalan un camino mucho más estrecho de lo que se podría creer.

La palabra sólo puede ser otorgada por el presidente del cuerpo quien además regula la lis-ta de oradores y el tiempo que asigna a cada orador. Toda esta normativa es la que conforma la realidad de la institución y es uno de los motivos por los cuales la lista de oradores siempre transita por los mismos personajes.

La imposibilidad de mantener un diálogo entre los diputados o senadores por fuera de la figura del presidente al tiempo que hace que se ordene el debate reitera un criterio de autori-dad que está presente de modo permanente a lo largo de las sesiones.

La apelación al “Señor Presidente” y el uso del “nosotros” que en algunos casos alude a los argentinos, en otros a los peronistas o radicales o cualquier otro bloque, son todos rasgos que confluyen para marcar un orden discursivo institucional que se superpone a la figura del legis-lador.

El recinto está estructurado de modo tal que pueda funcionar como un ámbito polifónico donde cada uno podría expresar sus posiciones pero la realidad actual ha impreso un estilo en donde sólo están en condiciones de hacer oír su voz e imponer sus criterios aquellos que for-man parte de la jerarquía que se ha establecido dentro de los bloques mayoritarios.

Es por encima de este orden discursivo institucional que surgen las estrategias argumenta-tivas que transitan por un angosto camino que va de los argumentos definitorios a los argu-mentos definitivos. Esta distinción es preciso realizarla en función del tipo de definiciones que se formulan que tienen en general la característica de ser operativas para una circunstan-cia determinada, lo definitivo alude a que siempre es preciso tomar una actitud conclusiva en torno a una postura y que obliga a decidir una votación.

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Desde este punto de vista es útil recordar la distinción que plantea Pascal en cuanto a las definiciones nominales y las reales3. Las primeras surgen de las convenciones y están exentas de contradicción, en tanto las segundas son axiomas que requieren ser probadas. En estos ca-sos, como señala Paul De Man, “la palabra no funciona como un signo o un nombre, como en el caso de la definición nominal, sino como un vector, un movimiento direccional, que se ma-nifiesta tan sólo como un giro, ya que el objetivo hacia el cual el giro se verifica permanece desconocido. En otras palabras, el signo ha pasado a ser un tropo, una relación sustitutiva que tiene que afirmar un sentido cuya existencia no puede ser verificada, pero que dota al signo de una función significante ineludible”. El discurso parlamentario se mueve en este tipo de rela-ción.

Y se sostiene sobre un conjunto de diferencias que está en la base misma de su conforma-ción. No sólo resulta imprescindible el reconocimiento de los otros como diferentes sino que es esta condición la que establece la posibilidad de existencia de esta variedad discursiva. Se-ría imposible pensar en un poder legislativo homogéneo, sin las necesarias diferencias de opi-nión y de fundamentos sobre las opciones que ofrece la realidad. Estas mismas diferencias son las que posibilitan que se sostenga la institución. La dificultad sobreviene cuando las alterna-tivas se manifiestan en el ejercicio de la función opositora u oficial. Así, si se toman los fun-damentos para la sanción de las leyes más controvertidas de los últimos años y se las compara con los argumentos asumidos a partir de la experiencia del gobierno de la Alianza se verá que, en un conjunto importante de casos, las opciones no estaban marcadas por el contenido de lo que se argumentaba sino por el lugar de oposición o de oficialismo que tenían las posturas mayoritarias. El debate acerca de la reforma laboral, el otorgamiento de superpoderes, la ley de quiebras y la de subversión económica, por poner sólo ejemplos próximos y muy resona-dos marcan con elocuencia esta realidad. Y al mismo tiempo, es uno de los motivos que, des-de nuestro punto de vista, fundamenta el desplome en la credibilidad en la que cae el Parla-mento.

En un contexto en el que los fundamentos ideológicos caen en desuso por las limitaciones y la complejidad que ofrece la realidad, las diferencias se convierten en matices y no llegan a ser evidentes para quienes ven en la realidad parlamentaria un juego discursivo que no trans-forma el drama que persiste en las calles.

Si todo sistema se organiza sobre la base de las diferencias y cada uno asume una posición a partir de lo que el otro no es, cuando se borran estas diferencias el sistema en su conjunto se cae. Y ello va más allá de la voluntad de los actores. Son los mismos actores los que son ope-rados por una lógica discursiva que se impone por fuera de su voluntad. El único rasgo defini-torio que termina siendo relevante es la capacidad de sumar el conjunto de votos suficiente para que las leyes sean aprobadas. Pero es al mismo tiempo esta misma lógica la que se con-vierte en el germen del descrédito.

Las argumentaciones que circulan en los debates parlamentarios recogen la más pura tradi-ción retórica. Van de las definiciones a las argumentaciones que se basan en la estructura de lo real y que fundamentan la estructura de lo real. Pero al mismo tiempo evidencian marcas propias de esta realidad discursiva. Así, se evitan las alusiones ejemplares pero se transitan con frecuencia los argumentos que remiten a las ilustraciones y a los modelos. Se argumenta desde el deber ser y las relaciones entre causa y consecuencia se alteran según la voluntad y el

3 El concepto está citado en el texto de E. Laclau que figura en la Bibliografía.

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criterio del orador con una lógica que es difícil de seguir si se quieren respetar ciertos cánones clásicos.

El recinto parlamentario es el lugar donde debería manifestarse con mayor elocuencia aquello del “decir y hacer” que se ha planteado como una de las marcas definitorias de la pragmática. Sin embargo, es aquí en donde muestra con mayor virulencia la debilidad de este planteo ya que el decir y el hacer están condicionado por una realidad de poder que limita el decir al mero hecho de ser coincidente con las relaciones de poder que se instalan en una so-ciedad en un momento dado. La crisis del sostenimiento de la palabra y el descrédito de sus protagonistas señalan que no sólo no se está en condiciones de responder al contrato de soste-nimiento de la relación representante / representado sino que es la situación de poder la que limita las posibilidades de responder por este compromiso.

Bibliografía

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de 2001, Madrid.

RÁFAGAS INFORMATIVAS

(LAS NOTICIAS EN LA PRENSA ROSARINA EN LAS PRIMAVERAS DE 1955 Y 1973)1

Elizabeth Martínez de Aguirre Universidad Nacional de Rosario / Argentina

[email protected]

Como el que un día leyendo el diario

se sorprende en la Sección Extraviados

y quién soy y dónde estoy se pregunta

Leonidas Lamborhgini en Leyendo el diario2

Hace unos años, la publicación de la Crítica de la comunicación de Lucien Sfez llamó la atención a más de un investigador del campo de los estudios comunicacionales3. Ocurre que el destacado especialista francés en ciencias políticas desarrolló allí –con su teoría/denuncia del tautismo (una contracción que surge de la síntesis entre tautología y autismo)– una recensión de las contradicciones que asedian a la investigación comunicacional señalando los riesgos de un eventual estancamiento de la actividad en las aguas de la reiteración o el retraimiento. Desde su perspectiva, algunas formulaciones tenderían a reproducir –en el espejo de determi-nadas teorías mediáticas– los decursos de las formas simbólicas generadas en las prácticas comunicativas mismas. Por otra parte, también observaba la tendencia de ciertos estudios a naufragar en una especie de sordera teórica e inevitable aislamiento conceptual. Aunque tal vez no debería preocuparnos demasiado el alcance de la conmoción disciplinar que denuncia Sefz; después de todo, otras ciencias vecinas también atraviesan en la actualidad un período de profunda crisis: la antropología, por ejemplo, que ha conceptualizado esta circunstancia con mayor benevolencia caracterizando a esta etapa como un momento experimental.

Así las cosas, probablemente los estudios comunicacionales puedan experimentar una re-novación de sus marcos conceptuales a partir de la revisión de algunas de las tradiciones teó-ricas que alberga el pensamiento occidental: la retórica, por ejemplo. En este sentido, los avances más recientes en el estudio sobre la argumentación publicitaria4 señalan que –desde sus orígenes en la Antigüedad– la retórica ha sido (y sigue siendo) una teoría (y una didáctica) de lo que actualmente llamamos comunicación.

Entonces, podría resultar una empresa estimulante repasar algunas vías de análisis en este terreno para consolidar una mirada crítica acerca de los fenómenos comunicacionales –el dis-curso de la información, entre otros– que reclama tanto Sfez como nuestra propia urgencia por afinar instrumentos para la comprensión y la resolución de los conflictos del mundo don- 1 Este trabajo se realizó en el marco del Proyecto de Investigación denominado Los procesos de construcción del discurso

informativo bajo la dirección del Dr. Nicolás Rosa, en la Universidad Nacional de Rosario, en el período 2000-2001. 2 En La canción de Buenos Aires. Responso para porteños, Ediciones Ciudad, Buenos Aires, 1968.

3 Cfr. HÉTOR SCHMUCLER, Memoria de la comunicación, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1997.

4 Cfr. JEAN-MICHEL ADAM y MARC BONHOMME, La argumentación publicitaria, Editorial Cátedra, Madrid, 2000.

Elizabeth Martínez de Aguirre Ráfagas informativas. (Las noticias en la prensa rosarina en las primaveras de 1955 y 1973)

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de nos ha tocado vivir... ¿Es necesario aclarar el sentido y la referencia (vale decir, el compo-nente rético) del enunciado anterior? Creo que no ya que –seguramente– todos hemos visto la primera plana de los diarios de la mañana.

Digamos también que, desde el punto de vista teórico, nuestra propuesta –en realidad– no es demasiado original: en 1964 Roland Barthes publicó en la revista Communications el artí-culo “Retórica de la imagen”5 donde analizaba una publicidad de las pastas Panzani cuyo corolario –después del estudio minucioso de la imagen denotada y la imagen connotada– ase-vera: la retórica es la cara visible de la ideología. Recordemos, de igual forma, que fue justa-mente la revista Communications la partida de nacimiento de la semiología y su programa de estudio cuya aspiración era constituirse en una disciplina autónoma. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos teóricos realizados, y tal como lo señalara recientemente Eliseo Verón, esta ‘aventura semiológica’ fracasó debido a la trasferencia excesiva de la teoría lingüística a “objetos que no pueden separarse de prácticas sociales específicas”6: la fotografía en la pren-sa, la imagen en la publicidad.

Por otro lado, Humberto Eco también propuso desarrollar durante el mismo período una “semiótica de los códigos visuales” y como Barthes situó sus investigaciones sobre la imagen en el movimiento estructuralista con referencias a Saussure, Hjelmslev y Prieto completando su visión con una apertura hacia la obra de Peirce que le permitiría elaborar la noción de “có-digos débiles”, es decir, aquellos que se resisten al mecanismo lingüístico de la doble articula-ción, entre los cuales anotamos los que más nos interesan7: los códigos icónicos, los códigos iconográficos y los códigos estilísticos. Y con respecto a sus investigaciones sobre la imagen publicitaria, vale la pena examinar el modelo analítico que propone articulando cinco niveles diferentes clasificados por su creciente complejidad: icónico, iconográfico, tropológico, tópi-co y del entimema. Los dos últimos, como es evidente, desbordan el tratamiento de los valores icónicos de la imagen y se vuelcan de lleno sobre el ámbito de la argumentación.

En este rápido recorrido que intenta dar cuenta de algunas de las posibles relaciones entre el campo de la retórica y el de los estudios comunicacionales no deberíamos olvidar el modelo sistemático de Louis Porcher ni el modelo estructuro-generativo de Jean Marie Floch que jun-to a los anteriores han podido establecer las correlaciones de naturaleza semiológica entre las formas icónicas y su contenido semántico en el marco de los corpus específicos que conside-raron8. Y, por último, convengamos con Verón en que, a pesar de sus limitaciones, “el impul-so semiológico de comienzos de la década del 1960 enriqueció luego los campos de investi-gación de ciertos sectores, históricamente constituidos, de la discursividad social” 9.

De hecho, los aportes de la sociosemiótica, la semiolingüística y el análisis del discurso han colaborado –desde distintas perspectivas– en la dilucidación de los problemas relativos a los modos de producción, circulación y consumo del sentido. Los estudios comunicacionales contemporáneos han registrado la enorme importancia de esta contribución al tiempo que se 5 Cfr. ROLAND BARTHES, “Retórica de la imagen” en Lo obvio y lo obtuso, Barcelona, Paidós, 1986.

6 Cfr. ELISEO VERÓN, “De la imagen semiológica a las discursividades”, en Espacios públicos en imágenes de I. Veyrat-

Masson y D. Dayan (Comp.), Gedisa, Barcelona. 1997. 7 Eco propone una “codificación en capas sucesivas”, inventariando diez familias de códigos: las cuatro primeras categorías

que anota (códigos perceptivos, tonales, de reconocimiento y de transmisión) conciernen a los fundamentos físicos de la comunicación icónica. Las otras seis categorías detallan la organización propiamente dicha de la codificación visual. Cfr. Umberto Eco “Semiología de los mensajes visuales” en Análisis de las imágenes de AA.VV., Ediciones Buenos Aires, Bue-nos Aires, 1982. 8 Para un comentario ampliado del tema: Jean-Michel Adam y Marc Bonhomme, Op. Cit.

9 Cfr. ELISEO VERÓN, Op. Cit.

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han interrogado acerca de la influencia que ejercen los soportes mediáticos y las tecnologías de la comunicación sobre los procesos socio-semióticos. En particular, el proyecto de la me-diología –propuesta como nueva disciplina por Regis Debray a lo largo de gran parte de su obra– podría dedicarse a estudiar, como lo expresa Daniel Bougnoux, “esos entornos, indiso-lublemente sociales y técnicos, que modelan y reciclan nuestras representaciones simbólicas y nos permiten mantenernos juntos”. Si bien la mediología tampoco logró constituirse en una disciplina autónoma su integración a la perspectiva teórico-metodológica del análisis del dis-curso parece esencial ya que, siguiendo la síntesis de Dominique Maingueneau: “el modo de existencia material y el modo de difusión de un discurso no se agregan a él de manera contin-gente, intervienen en su propia constitución: no es posible separar lo que es dicho de las con-diciones materiales e institucionales de lo dicho”10. O planteado de otro modo (esta vez en las palabras de Mc Luhan) podríamos recitar una vez más: el medio es el mensaje.

En este sentido, el soporte tiene un papel determinante en el surgimiento y establecimiento del género discursivo y es evidente que, por ejemplo, aquello que genéricamente entendemos como discurso de la información está íntimamente asociado a la invención de la imprenta y, correlativamente, a la aparición de la prensa periódica. Desde las noticias diarias del César hasta el diario electrónico no solamente han pasado muchos años sino también muchas tradi-ciones: entre el texto escrito y el texto impreso se interpone el paso de las técnicas11 y el peso de la cultura escritural en sus diferentes versiones –manual y caligráfica o mecánica y tipográ-fica– y con ella todos los cambios que históricamente se han introducido tanto en los estilos cognitivos como en los modelos de organización social de las comunidades. Y todo esto sin tomar en cuenta, la influencia de las nuevas tecnologías de la comunicación en la conforma-ción de novedosos objetos culturales como el diario digital o la infografía12. En síntesis, de la cultura libresca a la cultura mediática hay un pasaje abismal que compendia las luchas por la hegemonía que libran los bienes simbólicos, una lucha que también condensa el rumbo de las pasiones humanas en la circulación social –en las lecturas posibles, de los sujetos posibles– de los textos escritos, impresos.

Autores y lectores podrían pensarse, entonces, como tipos específicos de estrategias textua-les ancladas en los vendavales de la historia (y la evolución de las técnicas) cuya manifesta-ción (en una de sus dimensiones) aparece sólo como “un estilo reconocible, que también pue-de ser un idiolecto textual o de corpus o de época histórica”13: desde (digámoslo así para sub-rayar un trayecto textual reconocible) los manuscritos devotamente preparados por los ama-nuenses medievales que laboriosamente dibujaban y escribían a mano diccionarios y tratados religiosos para eruditos y creyentes hasta los diarios y revistas contemporáneos creativamente armados por diseñadores gráficos que cuidadosamente compaginan los nuevos media para el gran público con recursos tecnológicos cada vez más sofisticados. En todos los casos, un hipotético autor fabula con un lector probable.

Con respecto al discurso de la información es importante señalar que su producción ha es-tado encadenada –entre diversas ataduras– a un protocolo técnico/editorial a partir del cual la

10

Cfr. DOMINIQUE MAINGUENEAU, Términos clave del análisis del discurso, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires 1999, pág. 71 11

Cfr. NICOLÁS ROSA “Los pasos son inciertos” en Estudios psicoanalíticos en la Universidad II – Serie psicoanálisis, Edito-rial Homo Sapiens, .Rosario, 2000. 12

Cfr. ROBERTO MARAFIOTTI, “Estrategias argumentativas: el caso de la infografía” en Revista de Ciencias Sociales nº 3, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1995. 13

Cfr. UMBERTO ECO, Lector in fabula, Editorial Lumen, Barcelona, 1987 (2º edición).

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noticia deviene en texto impreso: en la prensa diaria, la escritura del acontecimiento –en tanto proceso de producción de sentido– estará sujeta a la ley de Gutenbreg y a variable del diseño, entre otras. Entre la iconización del discurso y la discursivización de la imagen el discurso de la información se escribe, se imprime y las noticias llegan a nuestras manos, todos los días.

Desde esta perspectiva, entonces, ¿sería posible investigar la argumentación icónica? Por nuestra parte, consideramos pertinente proponer el estudio de la dimensión argumentativa del diseño en los géneros mediáticos y, especialmente, en el discurso de la información habida cuenta del trabajo incesante que cotidianamente despliegan en los procesos de construcción del sentido en varios sentidos: el de la historia, el de las identidades colectivas y el del con-senso en las comunidades. Llevan adelante un quehacer fundamentalmente persuasivo: el discurso, como nos lo enseña Foucault, no sólo expresa las luchas por el poder sino, y más específicamente, constituye aquel objeto por cuya posesión se lucha para evitar, hasta donde sea posible, el fuego de las armas. Es el eterno problema de la hegemonía que no ha abando-nado el centro de la escena sociocultural permanentemente atravesada por la guerra de los lenguajes14, aún en los tiempos en los que se había decretado el fin de la historia.

Y en la actualidad –y sobre todo en países políticamente arrasados como el nuestro– la ob-servación de la función argumentativa del diseño en el discurso de la información podría re-velarnos la naturaleza y la eficacia simbólica de ciertos mecanismos sociosemióticos sobre los cuales se asientan algunos de nuestros pensamientos y fantasías colectivas acerca de los me-dios informativos: tanto el continuismo de la falacia objetivista15 que ha alimentado (y sigue alimentando) la imaginación de generaciones y generaciones de periodistas y lectores de dia-rios (y de los media en general) como la eficiencia de una retórica informativa verbal/visual en la construcción del acontecimiento16 y su interpretación.

En este sentido, tanto el estilo de primera página como la organización de las secciones del diario constituyen elementos característicos del diseño de la información en la prensa diaria y los rasgos dominantes de la composición gráfica de los periódicos ha sido objeto de interés para los estudiosos del diseño gráfico o la semiótica de los medios masivos17. Principalmente, a partir de las conclusiones elaboradas en este último campo es posible establecer que la orga-nización visual/gráfica de las noticias; es decir, la disposición que adoptan en las distintas páginas y en los diferentes espacios de cada página implanta un horizonte de visibili-dad/legibilidad del discurso de la información que, entre otras finalidades, cumple con el co-metido de situar al lector en una cierta perspectiva interpretativa: lo interpela.

Para explicar este punto de vista voy a referirme brevemente a dos aspectos de la elocuen-cia informativa del estilo gráfico del diario La Capital en dos primaveras cruciales en nuestra historia reciente: setiembre del ’55 y setiembre del ’73.

A mediados del siglo XX el formato sábana del decano de la prensa argentina, un diario de opinión, impactaba no sólo por su enorme tamaño (durante el mismo período otros medios nacionales ya habían adoptado otras dimensiones menos aparatosas como el tabloide) sino también por la curiosa elección gráfica que caracterizaba su estilo: nueve columnas en vez de siete u ocho, que es la norma para este tipo de periódicos, y una diagramación de la portada 14

Cfr. ROLAND BARTHES, “La guerra de los lenguajes”, en El susurro del lenguaje, Editorial Piados, Barcelona, 1994 (2º edición). 15

Cfr. LUCRECIA ESCUDERO CHAUVEL, Malvinas, el gran relato, Editorial Gedisa, Barcelona,1996. 16

Cfr. ELISEO VERÓN, Construir el acontecimiento, Editorial Gedisa, Buenos Aires, 1983. 17

Cfr. OSCAR STEIMBERG y OSCAR TRAVERSA, “Por donde el ojo llega al diario: es estilo de la primera página” en Estilo de época y comunicación mediática, Editorial Atuel, Buenos Aires, 1997.

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que, vista desde el presente, resulta como mínimo sorprendente: en la primera página del dia-rio se ubicaba, habitualmente y a la vieja usanza de los periódicos europeos del siglo XIX, una prolija cuadrícula que hoy nos resultaría ilegible: los avisos clasificados.

Esta singular disposición de las secciones del diario (entre las cuales también se contaban la editorial, las noticias de policía, las notas sociales, los suplementos literarios además de la información local, nacional e internacional dispersa en columnas y recuadros) confirma la presencia de un estilo sostenido en una regla de composición cuya trasgresión sólo podía estar justificada por razones de peso. En el caso que analizamos, la apacible información provin-ciana y doméstica referida a la compraventa de una máquina de coser Singer, en buen estado, o al ofrecimiento laboral de una fábrica de arañas de bronce que necesitaba un oficial pulidor cedió, ante el apremio del conflicto político que se iniciaba, el lugar de privilegio que ocupaba en la diagramación.

El 1º de septiembre de 1955 con fabulosos titulares el matutino anunció categóricamente y en primera plana: EL PUEBLO ARGENTINO RECUPERÓ A SU LÍDER. Recordemos que en el atarde-cer del día anterior Perón había retirado formalmente la renuncia (que había presentado por escrito unas horas antes) al cargo de Presidente de la República frente a una multitud que lo aclamaba en la mítica Plaza de Mayo donde todavía se respiraba el olor a pólvora y retumba-ba el estruendo de las bombas que la habían enlutado a mediados de junio cuando oficiales de la Marina y políticos opositores intentaron un golpe de Estado. Ese día muchos argentinos juraron dar la vida por Perón y luchar en nombre del pueblo y de la patria enarbolando con-signas –casi incomprensibles en la actualidad– cuyo sentido habría que buscar en los pliegues de nuestra historia política, de la historia de la violencia política que nos atraviesa.

En este contexto, La Capital –aún bajo la dirección de la enigmática Nora Lagos– inte-rrumpió su rutina18 informativa publicando una edición vespertina que con desmedido opti-mismo y grandes titulares anunciaba el fin de un conflicto que sin embargo recién comenzaba: EL PUEBLO RECHAZA CATEGÓRICAMENTE LA RENUNCIA OFRECIDA POR SU CONDUCTOR (31/09/55:1). Aunque la edición especial de la tarde, que incluía en la tapa el TEXTO DE LA

HISTÓRICA DIMISIÓN DEL LÍDER DE LOS TRABAJADORES, no fue la única excepción en la pro-ducción de las noticias Al día siguiente los rosarinos seguramente habrán comprendido en un instante, en un golpe de vista, la dimensión del conflicto que estaba en curso cuando encontra-ron (por segunda vez consecutiva) en la tapa del diario, un lugar usualmente ocupado por los avisos clasificados, la enorme foto del presidente y la trascripción de su discurso ante la Plaza. Evidentemente, la conmoción social y política de aquellas horas justificaba más el cambio de criterio en el diseño gráfico que el arrebato informativo en virtud del cual ya desde el título se anticipaba un tratamiento eufórico de los sucesos políticos en las noticias. Sin embargo, esta no fue la única ocasión en la que el diario alteró el estilo de primera página; al contrario, su rutina diagramática se vio recurrentemente perturbada durante el transcurso del mes de sep-tiembre al tiempo que se agravaban las luchas políticas en el país. También en ediciones pos-teriores los avisos clasificados fueron desplazados hacia las páginas interiores y en su lugar se ubicaron grandes titulares en bandera (que ocupan las nueve columnas que conforman la ma-queta de la página): hacia fines de setiembre una secuencia de cuatro tapas19 marcaría el pro-ceso final del derrocamiento de Perón.

18

Cfr. ELIZABETH MARTINEZ DE AGUIRRE, “La investigación en comunicación: ¿cómo analizar una noticia?” en N. ROSA (dir) El discurso social, Editorial Laborde, Rosario, 2000. 19

Los anuncios, además, irían cambiando progresivamente su color político: EL PUEBLO ESTÁ A LA EXPECTATIVA (20/09/55); LA JUNTA MILITAR Y LOS REVOLUCIONARIOS SE HAN REUNIDO A BORDO DEL CRUCERO “17 DE OCTUBRE” (21/09/55); POR

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Después, la recuperación de la regularidad gráfica –tanto como la retórica apaciguadora que iba tiñendo el texto de las noticias– mostraría la eficacia persuasiva del diseño: orientar sutilmente la opinión instalando la imagen pública de una reinstauración de los hábitos y transmitir la sensación de estabilidad mediática y, por extensión, también social reforzada por el efecto de clausura20 que comunica el texto escrito/impreso. La Capital retomaba el estilo de su diseño gráfico –una composición abigarrada de noticias que saturaban el espacio gráfico de la página repleta de pequeños títulos y subtítulos que apenas cumplían con la función de dis-tinguir una información de la otra– mientras la tensión política iba en aumento, silenciosa-mente, y la sociedad se fragmentaba cada vez más profundamente en el antagonismo peronis-tas/antiperonistas

Nadie hubiera imaginado en ese momento que dieciocho años más tarde la primavera del ’73 llegaría cargada de esperanzas y con la promesa de saldar la histórica amargura social que la proscripción del peronismo había dejado en la sociedad. Después del período de virtual empate, como lo denomina Juan Carlos Portantiero, que caracterizó a la vida política de nues-tro país entre 1955 y 1966 se abriría una nueva etapa colmada de expectativas... y de malos presagios. Aquella ansiada primavera de los pueblos estuvo doblemente condenada: a ser de-masiado breve y a constituirse en la antesala del horroroso Proceso de Reorganización Nacio-nal. De todos modos, por aquellos años la sociedad argentina transitaba una etapa de rebeldía y creatividad y se proponía diferentes vías para la resolución de los problemas políticos y económicos de aquél momento. En este contexto, diversas organizaciones armadas de iz-quierda21 entraron a la escena política disputando un espacio de poder y buscando encabezar la conducción del movimiento popular. Al mismo tiempo, desde el Estado comenzaba a orga-nizarse la represión ilegal a través de la figura del tenebroso e influyente López Rega –el bru-jo– y la tristemente célebre Acción Anticomunista Argentina, más conocida como Triple A. En este contexto, las acciones guerrilleras se sucedían y las respuestas de la derecha armada no se hacían esperar. El clima social era de amenaza creciente y la intención del gobierno na-cional de generar un pacto social y político en torno a la figura aglutinadora de Perón resulta-ba cada vez más inviable.

Los medios, obviamente, no permanecieron ajenos al conflicto y también en esta ocasión el diseño gráfico en la prensa diaria demostró su eficacia simbólica y su capacidad persuasiva. Encontramos aquí otro dato llamativo en la composición gráfica de La Capital (que, por su-puesto, ya se había modernizado su estilo en la portada al compás de la época): consiste en la ubicación de las informaciones sobre ciertos acontecimientos vinculados con los hechos de violencia política del país en la sección policiales. El relato de aquella coyuntura aparecerá fuertemente marcado por las reglas de un género dedicado a establecer, como lo ha estudiado Foucault, la crónica de los sucesos criminales que “por su redundancia cotidiana vuelve acep-table el conjunto de los controles judiciales y policíacos que reticulan la sociedad; refiere cada día una especie de batalla interior contra el enemigo sin rostro, y en esta guerra, constituye el boletín cotidiano de alarma o de victoria”22.

ACUERDO DE COMANDOS EL GENERAL EDUARDO LONARDI ES EL PRESIDENTE PROVISIONAL DE LA NACIÓN (22/09/55); QUEDÓ

CONSTITUIDO EL GOBIERNO PROVISIONAL DE LA NACIÓN QUE PRESIDE EL GENERAL LONARDI (25/09/55). 20

Cfr. WALTER ONG; Oralidad y escritura, Editorial Fondo de cultura Económica, Buenos Aires, 1993 (2º Edición) 21

Montoneros; Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). 22

Cfr. ESTEBAN RODRÍGUEZ, “La gestión de la (in)seguridad” en Contra la prensa de E. Rodríguez (comp.), Editorial Coli-hue, Buenos Aires, 2001.

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Siguiendo este razonamiento, Esteban Rodríguez ha analizado la cuestión de la criminali-zación mediática, un proceso discursivo (y, también, una nueva forma jurídica) mediante el cual se constituye al “otro” como peligroso y, por extensión, a la sociabilidad en un cotidiano inseguro. Así, una retórica discursiva abonó el terreno de una operación política: la institucio-nalización del miedo a través de la espectacularización de los conflictos en la búsqueda del consenso para las sangrientas políticas de seguridad que se perfilaban: “lo que antes podría haber sido información, ahora se transformó en novedoso rudimento de legitimación”23. La espeluznante “paz social” que sobrevino después mientras proliferaban los centros clandesti-nos de detención, sede de los crímenes de lesa humanidad más abominables de nuestra histo-ria no fue una buena noticia y, por supuesto, la información acerca de sus móviles y efectos sociales no aparecieron en el diario sino hasta mucho tiempo después.

Desde el presente, una lectura a primera vista o “lectura por barrido” de aquellos diarios nos muestra la decisiva importancia del diseño gráfico en los procesos de construcción del sentido en discurso de la información: un momento antes de la lectura detenida de las noti-cias, la percepción del estilo de la primera página o la aceptación de la adecuación entre in-formación y sección informativa constituye para el lector un verdadero ‘aparato de recep-ción’; es decir, un paratexto24 que, como decíamos hace un momento, lo interpela indicándole con claridad tanto la agenda de los acontecimientos relevantes como la naturaleza y el calibre de los conflictos noticiables. Así, en los ejemplos que hemos visto, la diagramación de La Capital invitaba al vecino cuando el diario se iniciaba con los avisos clasificados o convocaba al ciudadano cuando reemplazaba la cuadrícula de anuncios por los titulares en bandera que emplazaban las grandes noticias en el centro de la página, de la agenda, de la escena pública. O intimidaba a vecinos y ciudadanos deshistorizando los acontecimientos al publicar las noti-cias sobre la violencia política en la sección policiales.

Por último, el diseño en el discurso de la información se nos presenta como un “filtro argumentativo cargado de instrucciones que el lector puede o no activar”25. Las páginas de un diario –al igual que las de todo texto impreso, salvo excepciones literarias– se leen de izquier-da a derecha, de arriba hacia abajo, en orden secuencial.. pero ¿cómo se comprenden?. La profundización de estas observaciones acerca de la dimensión argumentativa en el discurso de la información nos permitiría resignificar la presencia siempre invisible (y por eso más eficaz y enaje-nante) de los códigos (icónicos, visuales, retóricos) y la manifestación del espesor histórico de esas presencias en la inscripción del diseño en la trama semiótica de la cultura26. Y también resignificar nuestra propia experiencia de lectura según el posicionamiento que adoptemos frente a las condicio-nes de recepción a las cuales el discurso de la información se expone: hegemónica, negociadora u opositora. En cada una de las instancias el sujeto que lee construye su identidad.

23

Cfr. ESTEBAN RODRÍGUEZ, Op. Cit. 24

Cfr. GÉRARD GENETTE, Umbrales, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2001. 25

Cfr. JEAN-MICHEL ADAM y MARC BONHOMME, Op. Cit. 26

Cfr. LEONOR ARFUCH, “El diseño en la trama de la cultura: desafíos contemporáneos” en Diseño y comunicación, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997.

APUNTES PARA UN CRUCE ENTRE LA TEORÍA DE LA ARGUMENTACIÓN EN LA LENGUA Y EL ENFOQUE SEMIOPOLÍTICO

Pablo Martínez Sameck Universidad de Buenos Aires / Argentina

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La ideología es un asunto de “discurso” más que de “lenguaje”

E. Benveniste

Dos décadas y media atrás, las certezas campeaban dentro de las principales corrientes teó-ricas de la Sociología y la Ciencia Política. Brindaban categóricas respuestas, mientras que el autor advertía severas restricciones acerca de que sus encuadres y demarcaciones pudieran relevar con pertinencia y rigurosidad los acontecimientos y eventos político-sociales, sobre todo, las sublimes batallas en los conflictos al interior de los universos micro. Los grandes paradigmas teóricos ceñían y circunscribían de manera externa y a priori los términos del grueso de los conflictos. Involucrados en alineamientos macro dentro de las grandes corrien-tes, se encontraban asociados a las aserciones acerca de quiénes eran los agentes de cambio o de conservación social. Prefiguraban los límites de los acontecimientos con relación a sus actores. Un montaje supra que desdeñaba toda tensión al interior de los análisis de coyuntura, en las aproximaciones de alcance intermedio, porque los escenarios ya se encontraban pre-constituidos, configurados por las grandes categorías que succionaban al grueso de los ins-trumentos de análisis de los pequeños y grandes conflictos. Desde tan previsible lectura de lo social, desde las distintas ortodoxias marxistas que impedían el análisis de interesantes desa-rrollos, como los del “marxismo occidental”, en un clima epocal en donde el predominio es-tructuralista, con sus particularidades, convergía con este tipo de restricciones, se abría así un confuso panorama para una singularización que aportase, desde lo específico, a las nociones de totalidad, de historicidad, de complejidad y a una creativa articulación entre teoría y praxis que dieran cuenta de la realidad socialmente constituida. En su vereda opuesta, la ciencia empírica positiva y acrítica resolvía la cuestión con su racionalidad práctica e instru-mental, al interior de la sociología estructural funcionalista o de una política comparada nu-trida de una trivial teoría de la democracia -v. g. de los “totalitarismos”, con sus políticas teorizaciones de alcance menor, o de la teoría económica de la democracia-, inscribiendo a las Ciencias Sociales al interior de una lógica política ajena, privativa de la tercera guerra mundial: “la guerra fría”. Comenzaba así a plasmarse el contrabando con categorías propias de la economía neoclásica al interior de la politología en las Ciencias Sociales: rational choi-ce, teoría de los juegos, y demás. Se caía, de esta manera, dentro de estos reagrupamientos categoriales que eran los que constituían al grueso de las Ciencias Sociales. Sus análisis des-deñaban toda respuesta rigurosa con relación a universos micro y/ u otros temas conflictivos macro. De manera subrepticia, los a priori categoriales prevalecían como absolutos. Las gra-ves transformaciones producidas en los terrenos político, ideológico y epistemológico, en el orden local, con posterioridad al ’75, y la impensada implosión en Occidente de los otrora grandes paradigmas herederos de la Ilustración, abrieron una posibilidad inédita: el camino hacia la interdisciplina. Las pequeñas patrullas locales dispersas, emergentes de la diáspora, se refugiaron en los múltiples exilios o en grupos de estudio subterráneos orientados a la bús-queda de respuestas de una obligada indagación intelectual frente a la amenaza de la amnesia. Se necesitaban respuestas más satisfactorias y novedosas que las existentes. Con el derrumbe

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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de los otrora grandes modelos, se reconfiguraba toda una novedosa realidad controversial, compleja por su desestabilización de las certezas adjudicadas a la ciencia como concepto. Abriéndosele crédito al relevamiento posmoderno, al postestructuralismo y a la deconstruc-ción, que vinieran a anoticiarnos acerca de un descentramiento de los convincentes axiomas de la cientificidad y la razón, con consecuencias inevitables. En las Ciencias Sociales se pro-dujeron tanto un fuerte cuestionamiento al concepto de sociedad civil como al de legitimidad. Ya no funcionarían los grandes relatos de justificación respecto del organismo social. Ya no habría lugar para la Filosofía, las Humanidades, y las Ciencias Sociales tradicionalmente concebidas. Heridas de muerte en dicha legitimidad, como absoluto, ya no cabrían metadis-cursos genuinos. Se presentaba la idea de que en la cultura posmoderna los interrogantes eran insolubles. Ninguna instancia discursiva brindaba ya legitimidad como equivalencia general de todos los discursos. Se hacía presente la interpretación, a este entender radical, del Tratac-tus Logico-Philosophicus del segundo Wittgenstein con sus juegos de lenguaje. La sociedad postindustrial mostraría su multiplicidad de juegos del lenguaje, abiertos, en donde ya no ten-drían más cabida los metajuegos. Nadie poseería atributo suficiente como para deslegitimar otros discursos. Con autonomía de estos juegos, sin una equivalencia genérica que fundamen-te su legitimación, se cristalizarían reglas propias que harían a su particular especificidad; caracterizadas como discursos emergentes de universos relativamente clausurados. El juego de la ciencia podría enunciar, pero ninguno ya aleccionar, debido a que cada juego del len-guaje se expresaría al interior de su propia interioridad. Menudo contratiempo con relación a los absolutos inmediatamente anteriores, aun también para quienes desconfiaran de ellos. Mas se poseen sospechas y prevenciones sobre un giro tan tajante y sin fisuras. Porque, liberados del carácter de las contradicciones de índole antagónica, de una situación de abierta equiva-lencia general de todos los discursos, se desplegaría, con G. Deleuze y F. Guattari, una mode-lística social sin centro, a-centrada, atomizada, con una fuerte relevancia de lo local en su tensión dialéctica con lo global. Desde otro corpus paralelo, se sostendría, dentro de una tra-dición marxista más dura pero actualizada, la caracterización del Empire de A. Negri & M. Hardt. Ya no sería un rapto de Lyotard y sus sucedáneos, sino una firme tendencia epocal que señalaría de forma manifiesta la crisis de las ideologías globalizadoras. Como se puede ob-servar, quien procure arribar a proposiciones admisibles, debería adentrarse en una formula-ción bajo nuevas lógicas de apertura como para elucidar un esbozo de un enfoque semiopolíti-co observando el carácter polisémico de los acontecimientos de la significación social en las lecturas de los episodios políticos, económicos, sociales y culturales del fin de siglo1, o con relación a los mecanismos ideológicos operantes al interior del dispositivo del discurso auto-ritario del PRN

2. La apertura a este tipo de estudios tuvo sus inicios hacia fines de la década de los años ’70. Los paradigmas, por entonces dominantes en derredor de un específico con-cepto de la Semiótica estaban asociados a una teoría del discurso marcada por las produccio-nes de autores tales como un M. Pêcheux, F. de Saussure, E. Benveniste, R. Jakobson, J. La-can. Las primeras lecturas de O. Ducrot, T. Todorov, V. Voloshinov, Ch. S. Peirce, E. Verón, N. Chomsky, entre otros, bajo la heteróclita óptica de los grupos de estudio con Armando

1 Pablo Martínez Sameck: Una aproximación al carácter “polisémico” de la significación social en las lecturas de

los acontecimientos políticos, económicos, sociales y culturales de fin de siglo, en Revista Argentina de Econo-mía y Ciencias Sociales, Primavera 1998, Volumen 2, Ediciones de la Universidad, Buenos Aires, ISSN: 0328-2058. 2 Pablo Martínez Sameck: Malvinas: Crisis y Entropía Social. Notas sobre Ideología y Política. “Breakdown” del

Discurso Autoritario, tesis para el Curso Tutorial de Postgrado de la Maestría en Ciencias Sociales, con orienta-ción en Ciencias Políticas, de la FLACSO, Programa Buenos Aires, inédito.

Pablo Martínez Sameck Apuntes para un cruce entre la teoría de la argumentación en la lengua y el enfoque semiopolítico

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Sercovich. Iniciación que jugaría, en pos de realizar una suerte de preparación básica e ins-trumental, para la adquisición de nuevas herramientas que permitiesen confrontar con la con-cepción de la teoría de la comunicación -de fuerte influencia por aquellos años-, con ideas tales como la “teoría de la manipulación”, dominante en la lectura de una Sociología de la Comunicación con las peculiaridades propias del clima cultural de aquel período. En tal senti-do, se corona una búsqueda que terminaría recurriendo a la Semiología, como corolario acerca de lo que se entendía como una severa vacancia al interior de la Sociología y las Ciencias Sociales. Disciplina sociológica que, en las primeras décadas del siglo pasado, había produci-do una construcción específica, nutriente y vital, como fuera la Sociología del Conocimiento. Razones de interés y políticas, llevaron a que la lectura parsoniana, dejara vacante a una ins-tancia nuclear de su acerbo, cuales fueran la problemática de la cognición sociológicamente constituida, la exploración del problema de las condiciones sociales en que nace el pensa-miento, de las relaciones que existen entre el conocimiento y la existencia y de las formas que ha asumido esta relación en el desarrollo intelectual del género humano3. Es más, esa dimen-sión, años después, fue cubierta por la denominada teoría de la estructuración, con autores sin par, tales como P. Bourdieu, A. Giddens, P. Berger y T. Luckmann, pero sin que sus pro-ducciones llegaran a suplir tal vacío. El bache que la teoría crítica de las ideologías dejara, tanto en la Sociología como en la tradición marxista, produjo una vacancia signada por la des-calificación de las lecturas maximalistas y simplificadoras de los círculos áuricos de la orto-doxia oficialista del “socialismo realmente existente”, e hicieron que se dejaran de lado pro-ducciones de fuste, tales como las de A. Gramsci, G. Lukacs, la Escuela de Franckfürt, K. Kosik, K. Kosch y demás heterodoxos. De allí la necesidad de un giro hacia el centro clave a construir, de una teoría asociable a las prácticas sociales discursivas, con sus potenciales de registro, ocultamiento, develamiento e indagación del sentido del material significante con relación a sus condiciones de producción, circulación y reconocimiento, y con los dispositivos subsecuentes alrededor del concepto interesantemente problemático de hegemonía. En defini-tiva, la existencia y significatividad de un bloque ideológico/ cultural, de la estructuración de un bloque intelectual, a “ser descubierto” en la especificidad de cada período histórico, y que se expresa de manera discursiva en la dimensión política de la sociedad. Esta aproximación fue la responsable de la seducción provocada por la productividad de un concepto semiológi-co asociado al bloque ideológico cultural, centro clave, “alguien dice algo para alguien en algún aspecto o carácter”. La noción sociológica de vínculo simbólico, implícito en todo vín-culo social y político, como noción extensa de discurso, cobra un explosivo potencial de ilu-minación. Si, como E. Verón planteara, “la ideología es un fenómeno de la Sociología, a nivel de la sociedad global”4 que implicaría el desafío de poder tomar la idea de sujeto, posición, práctica e ideología no sólo como fenómenos globales, en términos clásicos, sino como no-ciones que impliquen cómo los sistemas de representaciones y de concepciones del mundo acerca de lo social, (que) tienen que ver con fenómenos tales como los procesos económicos, el comportamiento político(, etc.)5. Esta cuestión del sujeto, su posición, sus prácticas y la ideología sería una temática definitoria que tendría que ver con el sentido de las prácticas, con el sentido de la acción. Todo ello en respuesta para unas Ciencias Sociales improntadas de manera fuerte por la fenomenología weberiana y restringidas por su lectura instrumental parsoniana funcionalista y sistémica. No todo comportamiento o conducta es relevante para la

3 Karl Mannheim, Ideología y Utopía, Cap. V: Sociología del Conocimiento, pp. 231-271, (1936) 1966.

4 Eliseo Verón, Psicología social e ideología, 1975, mimeo.

5 Ibidem.

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Sociología sino, y es ahí donde nos sumamos, sólo aquellas que posean significación, que tengan sentido, que se encuentren signadas por su orientación. Como dijera muy recientemen-te O. Ducrot: “las palabras abstractas se corresponden a verdades profundas”, con relación a su habituación, a sus “usos” en la cultura, v. g. al bloque ideológico cultural. Y es allí, en la originaria concepción de la ADL, donde con admirable sorpresa, inicialmente por fuera del interesado registro de una actualizada y reverdecida concepción de la Sociología del Conoci-miento y de una actualizada noción de la aún vigente teoría crítica de las ideologías, se pro-duce una suerte de analogía y una trasposición de los objetos de estudio, que inicialmente se presentaran con alcances diferenciales, con recortes inclusivos y hasta antagónicos, tal como prima facie pareciera tener una lectura lingüística fundada en la ADL. Pero que, en lo sustan-tivo, confluyen con un paralelo potenciador en cuanto a aportar a la descalificación de la in-genua concepción del absoluto de sujeto de conciencia, en la impugnación del postulado de la unicidad del sujeto hablante. La primera observación que se debiera realizar es que la ADL concibe que los encadenamientos discursivos no se realizan sobre la base de los valores in-formativos de sus enunciados, sino sobre la base de sus valores argumentativos. En tal senti-do, el enfoque semiopolítico hace suya la noción de una reformulación por la cual “cada enunciado posee un solo AUTOR y sólo uno”. O. Ducrot define a la disciplina como pragmáti-ca semántica o pragmática lingüística, nos habla de una pragmática del lenguaje como aque-lla que concierne a la acción humana, que se cumple por medio del lenguaje, pero ¿cómo es posible el servirse de las palabras para ejercer una influencia? Ya no se la debe entender res-tringidamente acotada respecto de “lo que se hace al hablar”, sino de “lo que el habla, según el enunciado mismo, supuestamente hace”. Ahora bien, esto que nos podría remitir a una to-pología platónica esencialista, también se puede llegar a entender en el sentido de un adentrar-se en las prácticas discursivas que poseen una dimensión instituyente inequívoca en derredor del factor ideológico como poder constituyente de los discursos que, por su propia naturaleza, más allá o más acá, se presentan, en definitiva, para nuestro registro como haces de relaciones sociales. Esta incitación a la acción o a responder, se brinda como efectos de la enunciación. “Todo enunciado aporta una cualificación de su enunciación”, un sentido del enunciado. El objetivo de la pragmática es el de describir las imágenes de la enunciación, que son vehiculi-zadas a través del enunciado. La ADL expresa que el objeto de la pragmática es el de “descri-bir las imágenes de la enunciación que son vehiculizadas por el enunciado”, desde otro recor-te, brinda un riquísimo aporte al enfoque semiopolítico, al interpretar la apertura del proceso de enunciación disparado a partir de un enunciado. Lo que el lingüista puede considerar como observable, v. g. el enunciado, mas tras de él hay un proceso de naturaleza sígnica, del cual él es una manifestación particular, tangible, observable, como la sustanciación en el aquí y ahora de una frase. Al respecto, O. Ducrot nos dice: “Para segmentar el enunciado de un discurso dado, (se) debe admitir que este recorte reproduce la sucesión de elecciones relativamente autónomas que el sujeto hablante, pretende haber operado. Decir que un discurso constituye un único enunciado es inversamente suponer que el sujeto hablante lo ha presentado como objeto de una elección única”. Al respecto y asociado a un concepto trabajado en los semina-rios con Armando Sercovich: el prejuicio del invariante referencial, es a partir del cual lo antedicho cobra sentido. Como modelo se tomará a la conflictiva figura de Mario Eduardo Firmenich (MEF), comandante montonero. En su gramática de reconocimiento, discursiva-mente, se lo podía leer dentro de los medios en una enorme polaridad enunciativa. Las enun-ciaciones que lo traían como sujeto en cuestión, adoptaban puntos de vistas contrapuestos. Recuérdense los discursos de esos años. Integrado al corpus de “compañero de las formacio-nes especiales”, o integrado al interior de otro corpus discursivo, el de la DSN, como el “delin-

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cuente subversivo de la banda marxista leninista: montoneros”. ¿Qué Firmenich? ¿Cuál? Este proceso, aquí relevado por los instrumentos de la ADL, nos deja ver la importancia que ad-quiere la argumentación interna de palabras tales como compañero, que orientan el discurso hacia una conclusión de tipo positiva, un compañero es un amigo, un camarada, un compañe-ro de ruta en quien se puede confiar. Mientras que desde el otro corpus propuesto, la conclu-sión en la que se inscribe es altamente negativa; sostenida en la carga argumentativa del uso de palabras como delincuente, o subversivo, y reforzada por la modalidad discursiva que aporta el agregado de banda a marxista-leninista, dado que en su argumentación intrínseca las mismas orientan al discurso hacia lo altamente peligroso. Delincuente y subversivo, fun-cionan como realizantes superlativos, en tanto que el agregado de banda desrealiza el valor del marxismo-leninismo, lo degrada, orientando al discurso a producir un efecto amenazador, de enemigo. Es en tal sentido que la acción, el acto locutorio, para este caso una designación, debiera ser entendida como una materia significante, como un discurso, la acción es un dis-curso. Cualquier secuencia de la práctica social es discursiva. La teoría de la argumentación, tal como la concibe O. Ducrot, es discursiva, porque el enunciado MEF es polifónico, no posee una sola significación o un sentido, sino muchos. Toda práctica social está asociada a una pluralidad de dimensiones, vale decir, que se la debiera concebir como pluridimensional en cuanto a su significación. La Sociología tradicional, en su concepción clásica, tanto en la fenomenológica que procura indagar el carácter intencional subjetivo, como la que toma a los fenómenos sociales como hechos a ser estudiados como datos de laboratorio, reniegan de la pluridimensionalidad y de una noción dinámica de práctica en tanto sentido de la acción. Sin una teoría de las ideologías y una sociología del conocimiento, sin una teoría de la argumen-tación, sin una teoría crítica o de un enfoque semiopolítico, se reduce a que toda motivación, orientación, de fin, metas, y/ o de comportamientos, conductas, se vuelva una simple referen-cia, un modelo unidimensional. Es así como un actor, al producir una acción, para este caso un simple nombre propio, puede generar muchos hechos, e inclusive avanzar sobre orienta-ciones, prima facie, contradictorias, cuando no de carácter antagónico. La Sociología Clásica se encuentra así en evidentes aprietos como para dar cuenta frente a una simple designación de un enunciado: MEF. Enunciado que referencia, denota, alude y que abre paso a un proceso de enunciación. Esto se haría más complejo, si a los conceptos de la ADL de gradualidad in-herente, se le sumaran observaciones de motivaciones, o de propósitos inconscientes. Toda esta línea de razonamiento nos lleva a que el modelo clásico unidimensional de cuenta empo-brecidamente del concepto de sentido, que resultan ser los lineamientos de una orientación determinada, como de manera unívoca, y ello es literalmente insuficiente e impropio para brindar cabal registro. Es una modelística basada en la conciencia de la acción. Es una con-ciencia social ilusa, idealista, tanto del lenguaje como de las prácticas, que se mueve en una lógica unidimensional. Existen variadas razones al interior de la lógica lingüística como para madurar el carácter productivo del lenguaje. El hablante nativo, no posee reflexión mediada. Su conciencia individual no posee entendimiento preciso de que abre un proceso de enuncia-ción al emitir un enunciado. Cuando alguien realiza una acción posee una lectura unilateral, muchas veces superficial y subjetiva de los fines que coloca en movimiento. Cuando la plas-ma, es insuficiente que siquiera medite sobre lo que está actuando. La conciencia -de quien se encuentra inserto al interior del lenguaje ordinario- está restringida para saber que se encuen-tra inscripta al interior de una secuencia discursiva, que remite a otro discurso, condición que le deniega toda especulación mediada, y ello no debiera ser entendido como un juicio peyora-tivo, ya que ella se encuentra sujeta a otra lógica que le es propia, no posee reflexión alguna sobre lo que todo enunciado abre, en su pluralidad de significados, ya que consigna a un

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hecho de conciencia. De este modo, la simple designación de un sujeto, puede referir a una secuencia de prácticas, de referencias, que se plasman en un fenómeno discursivo, que forma parte de una secuencia discursiva. Tanto la referencia lingüística como la acción son mate-rias significantes. Vale decir, manifestaciones susceptibles de significación que expresarán un sentido, condiciones que siempre generarán efectos. En la concepción clásica de la lingüística, el lenguaje ha sido entendido como una herramienta de comunicación, con su concepción representacional “ingenua”, por fuera de la dimensión ideológica que discursivamente lo constituye. Una noción simplificada, representacional, que transita de una manera no delibe-rada. La ADL actual invoca una idea de un estructuralismo del tipo saussureano que niega, por principio metodológico, de conformidad a la noción de O. Ducrot, a buscar por fuera del lenguaje a los fenómenos lingüísticos. Es aquello que Anscombre y Ducrot denominaran como “lo argumentati-vo” -aunque Ducrot no dudaría en denominarlo como discursivo-. Es en los sentidos de las palabras donde residen las potencialidades que permiten la elaboración de un discurso: es en la argumentación interna y externa de una palabra donde se especifican los virtuales encadenamientos que ella misma invoca. Es justamente allí, en el material discursivo, donde se deben indagar los indicios y la naturale-za de la gradualidad lingüística. Razón por la cual, desde el enfoque semiopolítico se reafirma el com-ponente ideológico de la significación, ya que para nuestro autor un enunciado es gradual de confor-midad a su ajuste, si se declara pertinente dicha secuencia al interior de su discurso, con el cual carac-teriza un objeto. Y para este caso, valga la importancia, que sea un sujeto propio, MEF, ya que dicha caracterización se puede emplear o dejar de lado en grados diferenciales, de manera independiente de las intenciones y grados metódicos con que el sujeto hablante pueda remitir a niveles de conciencia y, aun, del sistema de creencias y de los matices explícitos de su propia locución. Estos procedimientos constituyen una nítida operación discursiva de matriz ideológica, expresan fuerzas argumentativas contrapuestas, patrón que, para el enfoque semiopolítico, y para la ADL, según este entender, sean imposibles de soslayar. El enunciado es el que transporta la intención del sujeto hablante, para revelar su decir en lo dicho. La frase es una construcción seca, propia del lingüista, que permite dar cuenta de una complejidad: el proceso discursivo, de la práctica ideológica abier-ta a partir de la práctica significante que se vuelve fácticamente observable y, por lo tanto, anali-zable por la operación semiopolítica, a partir del disparador que da cuenta de los enunciados. Los enunciados son entidades abstractas susceptibles de manifestarse, o mejor dicho de abrir un proceso, a partir de una infinidad de enunciados. Según se nos permite entender, con J. C. Anscombre y O. Du-crot, para la ADL no es posible plasmar un acto de lenguaje por el solo hecho de declarar explícitamen-te que se cumple. Vale decir, que se parte de un proceso, de un acontecimiento abierto constituido a partir de la irrupción del enunciado. La constitución de un enunciado, es un acontecimiento de carác-ter histórico, témporo-espacialmente ubicuo que debe ser indagado, vale decir que brinda existencia a una situación de algo que, de manera previa, bajo tales condiciones, –salvo la excepción aún tangen-cial y discutible del lenguaje ritualizado–, no existía de forma previa al momento que se enunciara y que fenecerá con su realización en un indecible efecto de sentido, sometida a condiciones de recono-cimiento específicas. Este es otro relevante atributo de la enunciación, su aparición momentánea, que no se proferiría nunca como inmotivada, pero sí circunstancialmente delimitada a una secuencia espe-cífica. Se trata de que un enunciado aparezca; mas no como un acto circunscripto producto de un acto de habla puntual por el cual alguien genera ese enunciado. Para la elaboración de una teoría del senti-do, se haría necesario indagar en una imperiosa teoría sobre lo comunicado. Un concepto de enuncia-ción que no se restrinja en su cerrazón, a una noción de sujeto hablante, tal como lo propone Ducrot, es una herramienta mucho más que sugestiva para producir un viraje enriquecedor en tal sentido. La metáfora como modo de encuentro con lo más profundo de las palabras.

EL DISCURSO ARGUMENTATIVO EN EL LENGUAJE JURÍDICO DE LA ÉPOCA COLONIAL1

Ana María Moisá de Bonorino

Universidad Nacional del Sur / Argentina [email protected]

1. Introducción

La presente ponencia se inscribe en el marco del Proyecto “Evolución histórica del español bonaerense. Perspectiva diacrónica y proyección actual”, cuyo propósito es la profundización en distintos aspectos de esta variedad dialectal con el fin de lograr una mejor comprensión de los cambios ocurridos a lo largo de su desarrollo, desde el siglo XVI hasta la actualidad. En ese marco estamos abordando cuestiones referidas a distintos tipos textuales coloniales y hemos centrado nuestra atención en el estudio de expedientes judiciales. En tal sentido, este trabajo tiene como objetivo analizar, en el marco de la retórica aristotélica y la teoría de la argumentación de la lengua, los discursos argumentativos de los abogados, incluidos en un expediente judicial correspondiente al ámbito penal del siglo XVIII, titulado “Causa criminal seguida contra el indio Tomás de Villanueva por matar a otro indio” (Rigatuso y Suardíaz, en Rojas, Comp., 2001: 65)2.

2. La justicia en la época colonial

Los procedimientos judiciales en materia penal durante la época colonial eran exclusiva-mente escritos y se sustanciaban en doble instancia. Una vez iniciado el proceso y cumplidas las instancias correspondientes se pasaban los autos al Promotor Fiscal que presentaba su dic-tamen acusatorio, a continuación de lo cual el Protector de Naturales, que oficiaba de aboga-do defensor, realizaba un auto de defensa. Acto seguido el juez, que era el Alcalde de 2º Voto, decretaba “la publicación de probanzas” y los abogados realizaban nuevos alegatos de bien probado, después de lo cual se dictaba la sentencia. En el caso de un fallo condenatorio, el defensor podía solicitar la apelación ante la Real Audiencia. Una vez concedida por el Alcal-de, el Fiscal realizaba una nueva acusación, el Protector hacía su alegato de bien probado a favor del reo y, por último, el gobernador dictaba la sentencia definitiva.

3. Metodología empleada Hemos estudiado los discursos argumentativos de los letrados en los siguientes aspectos:

en primer lugar, la composición de las exposiciones, según el orden canónico relativo a la presentación y organización de una argumentación, lo que corresponde a un nivel de análisis

1 Este trabajo se enmarca dentro del proyecto Evolución histórica del español bonaerense. Proyección diacrónica y perspec-

tiva actual, dirigido por la Dra. Elizabeth Rigatuso, que se lleva a cabo en el Centro de Estudios Lingüísticos “Dra. María Beatriz Fontanella de Weinberg” de la Universidad Nacional del Sur. Se deja constancia que dicho proyecto tiene el apoyo de la Secretaría General del Ciencia y Tecnología de la U.N.S. dentro del Sistema de Subsidios: P.G. I. 2 En el juicio analizado se juzga a un indio, Thomas Villanueva , por haber matado de un ladrillazo a otro indio, Antonio. Los

hechos sucedieron de la siguiente manera: una noche ambos protagonistas se reunieron en casa de Antonio, se embriagaron y luego se pelearon. En dicha pelea Antonio golpeó a Thomas, quien luego se retiró del lugar. A la mañana siguiente volvió a la casa de Antonio, lo llamó y, cuando éste salió, le tiró un ladrillo por la cabeza, lo que le causó la muerte. En la primera instancia del juicio, el Alcalde de 2º Voto condena a Thomas a la pena de muerte, pero luego de la Apelación, el Gobernador conmuta dicha pena y lo condena a ocho años de destierro en el presidio de Montevideo.

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global que abarca cada uno de los textos como un todo. En segundo lugar, nos hemos ocupado de las técnicas argumentativas utilizadas por los abogados para fundamentar cada uno de los argumentos, para lo cual seguimos a Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989)3. Por último, anali-zamos las figuras de la aserción y de la agresión, según la clasificación de Marc Angenot (1982), y también algunas de las operaciones discursivas empleadas.

4. El discurso argumentativo judicial

Toda argumentación se identifica con el enunciado de un problema, que en el caso de que sea dialéctico, admite la argumentación a favor de una tesis y en contra de ella. Las acusacio-nes del fiscal en un juicio y los alegatos del defensor son muestras ejemplares de dicha carac-terística.

Aristóteles (1966:53-54) considera que el discurso argumentativo está conformado por tres elementos: el que habla, aquello acerca de lo cual habla y aquél a quien se dirige y en base a estos componentes indica la aparición de los géneros que conforman la retórica: el deliberati-vo, el judicial y el demostrativo. Al respecto, Roland Barthes (1982) ha elaborado un esquema de cada uno de estos géneros y, respecto del género judicial, nos dice que tiene las siguientes características: 1) el auditorio son los jueces, 2) su finalidad es acusar/defender, 3) su objeto es lo justo/lo injusto, 4) el tiempo es el pasado, 5) el razonamiento dominante es el entimema, y 6) los lugares comunes que aparecen son: lo real / lo no real4.

En cuanto a la composición del discurso argumentativo Aristóteles distingue cinco operaciones: 1) la inventio, 2) la dispositio, 3) la elocutio, 4) la actio y 5) la memoria. A su vez, con relación a la estructura del discurso, dividió la dispositio5 en cinco partes: el exordio, la narración, la confirmación, el epílogo y la digresión .

5. Estructura de los alegatos

Los letrados, en el momento de organizar sus respectivas exposiciones, tienen en cuenta: 1) la situación en la que se desarrolla el debate, que en este caso es el ámbito judicial donde se juzga a un hombre que puede recibir la pena de muerte y en el cual los roles de los participan-

3 Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca (1989) sostienen que los argumentos se presentan bajo la forma de un nexo que permite

transferir a la conclusión la adhesión acordada a las premisas y responden a lo que denominan el repertorio de las técnicas argumentativas. Entre los esquemas de enlace mencionan: a) los argumentos cuasi-lógicos, que incluyen el ridículo, la defini-ción, la regla de justicia, la inclusión de la parte en el todo, la división del todo en sus partes, 2) los argumentos basados en la estructura de lo real, donde se hallan los argumentos por los enlaces de sucesión y los argumentos por los enlaces de coexis-tencia y 3) los enlaces que fundamentan la estructura de lo real, en los que aparecen el fundamento por el caso particular y el razonamiento por analogía. En cuanto a las técnicas de ruptura o disociación, ellas comprenden los argumentos por la diso-ciación de las nociones y la retórica como procedimiento. 4 La tópica es una parte de la inventio que se ocupa de llenar de contenidos a los razonamientos. A lo largo de los años se la

ha concebido 1) como un método o conjunto de medios para hallar argumentos, 2) como una red de formas vacías y 3) como una reserva de estereotipos de temas y soluciones que se incluyen en el tratamiento de cualquier tema. Está conformada por dos partes: la tópica de los lugares comunes, que pueden ser utilizados por cualquier ciencia y en relación con cualquier tema, y la tópica de los lugares especiales, que son propios de una ciencia o género determinado (Marafioti: 26) 5 Aristóteles considera que la dispositio es el “arte de ordenar lo que se ha encontrado”. La dividió en cinco partes: el exor-

dio, la narración, la confirmación, el epílogo y la digresión. El exordio y el epílogo tienen como finalidad conmover al audi-torio, a través de un llamado a sus sentimientos, en tanto la narración y la confirmación buscan convencerlo a través de la información y de un llamado a la razón. En la narratio el locutor relata los hechos sobre los que se va a opinar y su función es preparar el terreno para la argumentación que se desarrolla en la parte siguiente. En la confirmatio se exponen los argu-mentos y allí debe quedar demostrado que la postura del enunciador es la verdadera. Es, por lo tanto, la parte nuclear del discurso. El epílogo está conformado por los párrafos finales del discurso.

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tes están completamente acotados, 2) el auditorio6 al que dirigen los discursos es el Alcalde en 2º Voto, que oficia de juez y, en la segunda instancia, el Gobernador. El discurso judicial, en este punto, tiene características especiales. Los abogados se dirigen al juez, pero a excep-ción de las dos primeros autos, que efectivamente se dirigen a él, en los siguientes, los letra-dos refutan, además, a los respectivos oponentes. Sus argumentaciones ya son polémicas, 3) el objeto del discurso es persuadir al juez para que adhiera a la tesis sustentada y actúe por con-siguiente de determinada manera, de allí que los alegatos son persuasivos y exhortativos a la vez, y 4) la posición de los enunciadores: son abogados que se dirigen al juez, por lo que exis-te una relación asimétrica entre ambos.

6. La dispositio

Comprende las partes que componen el discurso. Los subtipos textuales presentes en un expediente judicial, no sólo en la época colonial sino también en la actualidad, se caracterizan por ser sumamente estereotipados, de allí que las estructuras de los autos de ambos letrados sean muy similares.

En los alegatos que analizamos, la Dispositio está conformada solamente por tres partes: la narratio o exposición, la confirmatio o demostración y el epílogo o peroración.

6.1. Narratio o exposición. Es la presentación clara del tema del discurso. En esta parte el enunciador relata los hechos sobre los que va a opinar y su función es preparar el terreno para la argumentación que se desarrolla en la siguiente etapa. En nuestro caso, los abogados se presentan e indican sobre qué proceso penal van a argumentar:

El q.e hace de fizcal en la causa q.e de oficio se sigue contra el Indio Thom.s Villanueva preso en esta R.e car.l pr la muerte qe hizo en la persona de Antonio Indio. Dice:...

El Protector Gral de Naturales en nombre de Thomas de Villanueba Indio preso en esta Real Carcel en la causa criminal, qe se le sigue de oficio sobre vn homicidio, qe se dice haver perpetrado en la persona del Indio Antonio Perez, satisfaciendo al traslado, qe se me ha comunicado de la acusación fiscal con lo de-más deducido,dixe (Rigatuso y Suardíaz, 2001: 78-79).

6.2. Confirmatio, demostración o prueba. En la Confirmación, los letrados exponen sus argumentos y enuncian las pruebas. Comprende tres partes: la propositio, la argumentatio y la altercatio, de las cuales sólo están presentes, en los autos estudiados, las dos primeras.

6.2.1. Propositio: es el núcleo de la discusión, la definición concentrada del problema.

El fiscal, en su dictamen acusatorio y en sus acusaciones posteriores defiende la misma te-sis: el reo es culpable de la muerte de un hombre, por lo que debe ser condenado a muerte, mientras que el defensor, en su auto de defensa, en sus alegatos de bien probado y en la ape-lación, considera que el acusado debe ser dejado en libertad. Veamos cómo lo expresan:

...que de la sumaria resulta plenamente comprobado el homicidio q.e este reo injustamente perpetro; p.r lo que le acusa grave, y criminalm.te sirviendose vm en justicia imponerle la pena del ultimo suplicio en q.e

ha incurrido, en satisfac.n de la publica vindicta. que pide... (Op.cit.: 79)

6 Dado que el discurso argumentativo es una operación discursiva mediante la cual el locutor intenta que su interlocutor

admita determinada conclusión o tesis trata de influenciar, transformar o reforzar las creencias o comportamientos del o de los destinatarios, para lo cual aporta cierto número de razones. La argumentación está construida siempre para alguien, lo que la diferencia de la demostración que se realiza para “todo el mundo”. Perelman y Olbrechts.Tyteca afirman que para argu-mentar “es preciso atribuir un valor a la adhesión del interlocutor” lo que implica cierta modestia por parte del argumentador ya que es conciente de que debe influir en el alocutario, debe persuadirlo, convencerlo, hacerlo actuar, de allí que la construc-ción que haga del auditorio debe ser la adecuada para la ocasión.

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...qe en Justicia se ha de servir Vmd declarar por libre al Reo de la pena, qe. de contrario se pide, y en su consecuencia declararlo por libre, por todo lo que resulta del processo grâl, favorable, y siguiente... (Op cit:79)

Con relación a los lugares especiales3 del género judicial, observamos que el status causae, es decir el contenido, el punto sobre el cual se desarrolla el juicio, se encuentra en la narratio y en la propositio, que constituyen los momentos en que se produce el primer enfrentamiento entre las partes. En tal sentido encontramos los tres status causae más comunes: 1) la conjetu-ra: ¿tuvo lugar el crimen o no? 2) la definición ¿cuál es la calificación legal del hecho? y 3) la cualidad ¿el hecho es permitido, útil, excusable?

En nuestro juicio penal, observamos que el acuerdo entre las partes reside en el punto 1: Sí, hubo una muerte. En cuanto a la definición, para el Promotor el hecho en cuestión es un homicidio en primer grado, no así para el Defensor, que no afirma en ningún momento que su defendido mató al otro indio. Por otra parte, respecto de la cualidad, veremos más adelante que el Fiscal no reconoce ninguna circunstancia atenuante, en cambio el Protector expone razones valederas que pueden contribuir a mitigar la pena, expresándose siempre contrafacti-vamente, es decir en el “ caso negado” de que Thomas hubiese cometido el crimen.

6.2.2. Argumentatio. Es la exposición propiamente dicha de los argumentos7.

El primer dictamen acusatorio del fiscal es muy breve y apenas si examina las constancias del proceso. Emplea un solo argumento: el reo es culpable porque está plenamente comproba-do que el acusado mató al indio Antonio. En cambio, el Protector de Naturales, como debe evitar que su cliente sea ahorcado, considera que hay hechos atenuantes que impiden conde-narlo a muerte. Confrontemos los argumentos esgrimidos por cada uno de los abogados:

7 El argumentador para defender su posición se apoya en hechos que puedan confirmar su proposición, es por ello que pre-

senta una serie de datos. Ahora bien, para que los datos puedan justificar la proposición de partida y ésta se convierta por lo tanto en conclusión, se debe proporcionar una garantía, una ley o principio general, la premisa mayor de un silogismo, que sirve para fundamentar el pasaje de dato a argumento y de proposición a conclusión. Esta ley de pasaje otorga a los datos el sentido argumentantivo que todavía no poseían. Según Angenot (1982) estas proposiciones reguladoras que subyacen al enunciado y que determinan su interpretación son las máximas ideológicas, máximas de carácter general que la Retórica tradicional ha identificado como topoi o lugares de la argumentación, y considera que la relación entre el entimema como proposición opinable particular y el topos subyacente es un caso particular de la relación de presuposición 7.

Ana María Moisá de Bonorino El discurso argumentativo en el lenguaje jurídico de la época colonial

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Argumentos del Protector de Naturales Argumentos del Fiscal Los hechos no están plenamente probados. No se pueden aceptar las declaraciones de los

testigos, pues son menos de seis, y además cons-piran contra el reo.

El homicidio fue realizado sin intención de matar. El homicida no fue al lugar del hecho con el áni-

mo de matar, sólo para fue vengarse por los gol-pes recibidos.

La pena de muerte está impuesta no precisamente

al que vulnera sino al que con efecto mata. La pena de muerte solo se debe imponer a aque-

llos que con dolo malo quitan la vida El acusado tiene a lo sumo dieciocho años, lo que

invalida su condena a muerte. A los menores de 25 años se les debe conmutar la

pena de muerte por la de destierro. El tipo de arma usada aminora la culpa. El ladrillo

es un instrumento más débil que el cuchillo. El crimen se produjo en momentos en que el

acusado se encontraba en estado de embriaguez, por lo que no merece la pena de muerte sino sólo la de destierro

Un hombre en estado de ebriedad no tiene libre albedrío

El herido no fue atendido por un médico La presentación hecha por el Fiscal es superficial, La sentencia se ha dictado con mucha ligereza.

Está plenamente comprobado que el reo mató al

indio Antonio Las declaraciones de los testigos se deben aceptar

aun cuando no lleguen a ser seis. El homicidio no es casual Hubo ánimo de matar en el indio, es decir preme-

ditacion y alevosía. Se debe castigar la intención con que se cometió

el homicidio. No consta fehacientemente que Thomas sea me-

nor de edad. El ladrillo o el hueso es similar a la piedra, que a

lo largo de los siglos ha servido para hacer estra-gos.

La embriaguez, en lugar de disculpar al asesino, hace más grave el proceder del reo.

Los indios se valen de ese pretexto para que sus culpas queden impunes.

La herida recibida fue mortal. No importa que no

haya recibido atenciones médicas.

El defensor, en la primera instancia, sustenta su defensa en cinco puntos: 1) No se pueden aceptar las declaraciones de los testigos, 2) No hubo intención de matar, 3) El arma empleada, un ladrillo, no es apropiada para causar la muerte, 4) El estado de embriaguez aminora la cul-pa, 5) El reo es menor de 18 años. Y en la instancia apelatoria, agrega dos razones más que son, de por sí, polémicas: 6) La presentación hecha por el Fiscal es superficial y 7) La senten-cia se ha dictado con mucha ligereza. En tanto, el fiscal aduce las siguientes razones, que se limitan a negar los argumentos esgrimidos por su antagonista: 1) Está probado que el acusado es culpable, 2) Hubo premeditación y alevosía, 3) El arma es apropiada para ocasionar la muerte, 4) No es seguro que el reo sea menor de edad y 5) La ebriedad agrava el hecho.

6.3. Epílogo. Es la parte final del discurso y, en él, el argumentador hace el último esfuer-zo para que el auditorio se vuelque a favor o en contra de lo que ha presentado. Tanto el Pro-

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1168

tector como el fiscal concluyen todas sus autos manifestando que lo expuesto justifica el pe-dido, que realizan en forma de súplica, al Alcalde, de que el reo quede en libertad o que sufra la pena máxima, respectivamente:

Otras circunstancias pudiera exponer à favor del Reo,pero le parece qe todo lo dicho es suficiente para li-bertarlo.por tanto= A Vmd pide, y suplica se sirva proveer como Va expressado por ser de justª....(Op.cit: 82)

...â q.n es de just.a se le imponga la pena, q,e ella tiene fulminada, y pide.= D.r Conty” (Op. cit.: 117)

En su último alegato, el Protector trata de conmover al Alcalde apelando a sus sentimientos de piedad cristiana, para lo cual emplea un argumento ad misericordiam:

Parece increíble sino se viese, q.e en vista de los legales fundam.tos q.e ponen à este reo sin disputa alguna â cubierto de la pena de muerte, se le havía con todo de imponer, desàtendiéndose enteram.te de ellos, co-sa q.e verdaderam.te disuade la Cristiana piedad q.e debe siempre inclinar, y mover al Juez mas â la man-sedumbre, q.e â la severidad, mas bien â absolver, q.e ha condenar, pues menos reparable seria cualquier defecto cometido â impulso de una Cristina commiseracion, q.e el q.e tiene su origen de una severidad atrós... (Op. cit. 113)

7. Técnicas argumentativas

Perelman y Olbrecht-Tyteca consideran que las técnicas argumentativas forman parte de la inventio. En los discursos que estamos analizando, tanto el Protector de Naturales como el Promotor Fiscal, emplean un conjunto variado de estrategias argumentativas que contribuyen a la construcción de sus respectivas argumentaciones. En este trabajo nos referiremos sola-mente a las que se emplean con preferencia.

Para Aristóteles existen dos tipos básicos de razonamientos, que se transforman en persua-sivos por las operaciones lógicas de la inducción y de la deducción, el exemplum y el entime-ma, que es el preferido en los discursos jurídicos.

a) El entimema: Es, para Aristóteles, un silogismo retórico, cuyas premisas son sólo proba-bles. Una segunda acepción de entimema, la que seguimos en nuestro estudio, es que es un silogismo incompleto dado que falta alguna de las premisas o la conclusión8. En nuestro cor-pus vemos que ambos letrados se valen de esta técnica con mucha frecuencia. Por ejemplo el Protector emplea entimemas para fundamentar su argumento más fuerte: el crimen fue casual pues el arma utilizada no es apropiada para causar la muerte:

Lo primero, si el homicidio fue perpetrado con dolo malo, y con directo animo de inferir la muerte por qe

si este falta seria entonces el homicidio casual, qe no merece la pena ordinaria de muerte. Una de las seña-les comúnmente recibida de los Criminalistas, para deducir este animo, es la calidad del instrumento, con qe se causo la herida pe si fue espada, daga, â cuchillo, entonces es claro, qe la herida fue causada con ani-mo de inferir la muerte: pero por el contrario, si el instrumento fue piedra ladrillo, û otro de esta naturale-za, entonces se debe presumir, qe no huvo tal animo de causar la muerte; y por lo mismo, qe no debe ser el homicidio castigado con pena de muerte... (Op.cit.: 80)

Vemos que en el primer ejemplo falta la premisa mayor:

• Si el homicidio se perpetra con ánimo de matar, entonces se merece la pena de muerte.

• El homicidio fue casual

8 El concepto de discurso entimemático fue propuesto por Marc Angenot, quien considera que la unidad funcional de este

tipo de discurso es el “entimema”, el cual depende de la lógica de lo probable y al que define como “todo enunciado, sobre un tema cualquiera, que plantea un juicio, es decir, opera una puesta en relación del fenómeno tratado con un conjunto con-ceptual que lo integra o que lo determina. Una relación de este tipo se produce sólo si ella deriva de un principio regulador más general que se encuentra, por lo tanto, presupuesto en su enunciado” (1982:31).

Ana María Moisá de Bonorino El discurso argumentativo en el lenguaje jurídico de la época colonial

1169

• Entonces no se merece la pena de muerte

y en el último, se observa la ausencia de la premisa menor:

• Si el instrumento que se usa es un ladrillo entonces no se tiene intención de matar • El arma utilizada fue un ladrillo • Por lo tanto no se tiene intención de matar.

b) El ejemplo: El caso particular con función de ejemplo fundamenta una generalización. Olbrecht y Tyteca lo incluyen entre los enlaces que fundamentan la estructura de lo real. Leamos un ejemplo donde el fiscal pondera el valor de la piedra como arma mortal:

...tanto inculca sre la involuntariedad, con q.e Villanueva cometio el homicidio, como si nunca se hubiese perpetrado con semejante arma, para deducir de su eleccion, la ninguna intensión con q.e lo executo con vna intentó,y consiguió el S.to [...] Profeta hechar â sus plantas todo vn Gigante. Y no hubo en los prime-ros siglos del Mundo, casi Nacion, que no se valiese de ellas, para develar enemigos exercitos desmoler murallas, ganar Provincias, y conquistar Reynos... (Pág. 98. Op. cit)

c) La analogía: Constituye una igualdad de estructuras, cuya fórmula es A es a B como C es a D. La encontramos en la argumentación del Promotor cuando compara el disimulo con que actúan los indios con el disimulo de Bruto:

... como aquel Romano â q.n su cordura, y propria tuicion hizo, y denomino Bruto, hasta q.e libre su Patria de la opresión de los Tarquinos, descubrio el subido fondo de sus magnanimos designios, se han propues-tos estos Yndios simular sus naturales luces, y ventajosos alcances, para q.e el baxo concepto, en q.e se les tiene, haga menos estraños y culpables, sus maliciosos flagicios. (Op.cit.96)

c) El argumento causal: es un enlace de sucesión que se caracteriza por unir un fenómeno con sus causas o con sus consecuencias. Lo encontramos, por ejemplo, cuando el defensor afirma que no está probado el crimen porque las declaraciones de los indios son menos de seis:

“... el número de sies Indios Juramentados no se merecen mas fee, qe la de un solo testigo... no llegando en la sumaria los tgos producidos al numero de seis estamos en el caso, de qe no haya ni avn semiplena probanza de haver sido el Reo quien perpetro el homicidio...” (Op.cit.:80)

d) La definición: es un procedimiento de identificación que concede identidad a elementos cotejados. La definición pretende influir en el uso de la noción y en el conjunto del sistema de pensamiento (Reale y Vitale, 1995:48). Así vemos cómo el fiscal define homicidio:

A este proposito, los Autores graduan por voluntario el Homicidio, q.e si formalm.te no fue intentado, se reputa como tal. Esta es la definición del voluntario, (...) aquel es expresam.te proiectado, que con animo de matar, se vulnera: y aquel es estimado como si fuera intentado. que no pensando sino en herir al con-trario, o lastimarlo, de tal modo, q.e se creiera que havia de seguirse la muerte, dejaria de vulnerarlo, pero q.e con todo, no supo, ô no pudo atemperar la mano, el impulso, y la herida de suerte q.e no lo matara, es propriamente Homicida voluntario. (Op. cit. 99-100)

f) La cita a la autoridad: es otro de los argumentos basados en la estructura de lo real. Se emplean juicios de alguien con prestigio como medio de prueba a favor de una tesis. En el discurso jurídico incluimos en esta técnica, las citas de famosos legistas y la mención de leyes que fundamentan las aserciones de los abogados:

...en la qual edad la ley 8º tit 3 de la septima partida con la glossa prescribe qe debe el Juez precissamte

minorarle la pena; y si mayor avn qe quede à su adbitrio el minorarla: Pero Antº Gomez es de sentir en su Capº 1º de delictum qe hazta la edad de veinticinco a.s se le minore, y así lo aconseja à los Jueces... (Op. cit. 82)

g) La regla de justicia: por ella se exige que se aplique un tratamiento idéntico a las perso-nas que están incluidas en una misma categoría, por ejemplo cuando el fiscal dice de los indi-os:

... que no hagan con otros, lo q.e no quieren que se practique con ellos. (Op. cit .Pág. 97.)

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1170

h) La argumentación ad hominem: es una técnica de refutación que consiste en señalar al antagonista una contradicción con sus afirmaciones anteriores. El defensor rebate el argumen-to del Fiscal, quien había citado a los legistas Molina y Cobarrubias como respaldo de su ar-gumento de que el instrumento empleado era circunstancia suficiente para considerar el homi-cidio de voluntario, indicando los errores en que ha incurrido. Cita nuevamente a Cobarrubias y vuelve el argumento en su contra:

...ya q.e con Molina y Cobarrubias, quiere hazernos ver, q.e el homicidio de que se disputa tiene la sufi-ciente voluntariedad p.a q.e se le imponga la pena ordinaria con los mismos, le manifestara el Protector, q.e la debilidad del instrmí.to es circunstancia suficiente p.a conocer si el homicidio fue voluntario, con volun-tariedad suficiente p.a imponerle la pena de muerte. Oyga pues â Cobarrubias en la Clementina siforio-sus, q.eel propio cita parte 2, en el parágrafo 5 (...)Vea pues aquí el fiscal como este sabio Autor en cuya autoridad afianza su solicitud p.a imponer la pena ordinaria de muerte no solo requiere cualquiera volun-tariedad, sino una voluntariedad directa de inferir la muerte... (Op.cit:. 106-107)

i) La apodioxis: es también una técnica de refutación que Marc Angenot señala como una forma de “terrorismo discursivo”. Consiste en rechazar un argumento del antagonista por el hecho de que se lo considera absurdo. Vemos que el defensor emplea esta estrategia para re-batir al fiscal quien afirma la superioridad de la piedra sobre el cuchillo

¿No beya q.e con el ladrillo podría verosimilm.te errar el golpe, y q.e con el cuchillo lo aseguraba? A la verdad q.eel fiscal conociendo la fuerza de esta reflexión no ha tenido reparo alguno en caer en el absur-do? (Op.cit.108)

j) El paralogismo imputado al adversario y la descalificación del mismo. Se cuestiona el modo de razonar del adversario, por lo que el antagonista mismo es descalificado. Lo encon-tramos, por ejemplo, cuando el Protector considera que el fiscal responde con palabras ofensi-vas a su alegato en lugar de utilizar argumentos legales:

El Fiscal no ha dudado llamar ineptissimo el medio con q.e el Protector se ha propuesto defender â este reo graduando de involuntario à este homicidio, pero el modo de impugnarlo no debia ser con vitupe-rios(...) sino con desbanecer los irrefragables textos del dro sitados en los antecedentes escritos de los q.e hasta ahora se ha hecho enteram.te desentendido. (Op. cit. 105)

8. Las figuras

La elocutio es la tercera operación aristotélica y consiste en la búsqueda de “figuras” a tra-vés de las que se presentan los argumentos. Mencionaremos solamente dos figuras de la aser-ción, que son las más empleadas en el juicio:

a) La amplificación y acumulación: se refuerza una tesis repitiendo los datos, como por ejemplo cuando el fiscal considera que Thomas es culpable porque es como todos los indios:

Todos los días hay mas muertes, por ellos perpetradas; por vna corta disencion, voluntariedad y antojo; alevosias, robos, violencias, perjuros y lastimosas scenas. Son infelices, pusilánimes, estultos y personas miserables, proditorios, cruentos, faltos de fee, y llenos de dolo, y ocultas maquinaciones... (Op.cit 96)

b) Las preguntas retóricas: obligan al adversario a asumir la respuesta que está implícita en la pregunta formulada. Es un importante enfatizador de la aserción:

...Y si el temor de la muerte es innato â todo viviente, ¿Cómo es creible qe estando este hombre en su sano juicio se rindiesse à ella sin la menor resistencia? (Op. cit.: 82)

En cuanto a las figuras de la agresión, correspondientes a la argumentación polémica, mencionaremos las siguientes:

a) La descalificación del adversario: Se invalida la tesis del adversario a través de la desca-lificación personal. Es un ataque ad personam. En este juicio colonial esta descalificación

Ana María Moisá de Bonorino El discurso argumentativo en el lenguaje jurídico de la época colonial

1171

aparece en boca de uno y otro letrado. Así vemos cómo el defensor califica al fiscal de des-prolijo:

... su solicitud la afianza en un texto de la ley antigua pero si él hubiera tenido la proligidad de verlo en su propia fuente (...) defecto q.e debe atribuyrse no a equibocasion, sino á incuria del fiscal de no haverlo buscado en su fuente... (Op.cit.:105)

Y el acusador, a su vez, tilda de inepto a su adversario, como en el ejemplo visto arriba.

b) El sarcasmo: Esta figura, que aparece cuando el Protector inicia su segundo alegato, consiste en disimular una agresión detrás de una expresión aparentemente condescendiente. En ella observamos, además, que se emplea la metáfora como técnica argumentativa:

Parece q.e el fiscal q.e asta ahora havia tenido en prissión el torrente de su eloquencia en esta ocasión lo ha dexado correr librem.te y à fin de darnos una idea, de su erudición en la historia Sagrada, y profana se ha empeñado en persuadir à Vmd. la pena q.e este reo se merece... (Op.cit:105)

c) La concesión retórica: es incluida por Marc Angenot dentro de las figuras de la agresión. El polemista simula estar de acuerdo con su adversario en algunos aspectos, pero luego pro-cede a su refutación. Así vemos que, si bien el fiscal acepta que por las leyes vigentes las de-claraciones de seis indios equivalen a un solo testigo, sin embargo considera que puede darse por cierto lo afirmado, aunque se cuente con sólo dos o tres testimonios:

... aunq.e no es permitido dudar del municipal establesim.to ref.do por el S.r Solórzano, de sies Indios no se merecen mas fee, que la de vn testigo; esta, como infinitas otras ordenanzas, se miran sin eficacia en la practica, habiendose abolido, por el contrario concepto, con q.e generalmente han procedido los tribunales superiores, e Inferiores, en que dos ò tres Naturales se han estimado p.rsuficientes para determinar la cau-sas, en q.e deponen, y no se designara ejemplar aquí opuesto à esta observancia. (Op. cit. 101)

9. Operaciones discursivas

El que argumenta, en la elaboración de su discurso, realiza operaciones que implican pro-cesos de selección, preferencia o rechazo de unas formas lingüísticas sobre otras. Dentro del dominio léxico, es dable mencionar que el lenguaje jurídico se caracteriza por tener un voca-bulario específico al que los abogados acuden para realizar sus alegatos. Sin embargo, en el momento en que los letrados argumentan, emplean no sólo numerosos ideologemas –que en este juicio colonial podemos incluir dentro de dos campos semánticos: la religión y la justicia: espíritu cristiano, cristiana piedad, mansedumbre, inocencia, justicia, equidad, etc.– sino también evaluativos axiológicos negativos, como lo observamos en la presentación del fiscal cuando describe el crimen:

...homicidio verdaderamente atros por la premeditada, y pensada intencion con que desde la noche prece-dente fraguo ejecutarlo... tan flagicioso este crimen, con irreligioso el animo, y deliveración, con que ma-quino negarlo (...) la falsa imputacion; que horroriza (...) y con quanta impavidez inflinge este reo lo mas sagrado atropellando los sentimientos todos de la humanidad y veracidad (...) voluntarioso y cruel homi-cida (...) Barbara resolucion q.e escandaliza.. las perniciosas incidias, solo queda à su reparo, el ruidoso escarmiento... (Op. cit.: 89).

Dentro del dominio morfosintáctico las modalidades del discurso son una de las operacio-nes discursivas más importantes. En tal sentido, encontramos numerosos enunciados modali-zados deónticamente que expresan juicios de necesidad o de obligación, que son empleados argumentativamente cuando, por ejemplo, el defensor alega que el primer fallo del juez ha sido dado con ligereza:

Todos los dros encargan la madurez con q.e debe el Juez examinar el prosesso, pesar la gravedad de los fundamtos q.e pr una y otra parte se alegan... (Op.cit.113)

o cuando el fiscal afirma que el reo, aunque sea menor de edad, tiene que ser condenado:

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1172

debe por consiguiente sufrir aquella pena, q.e por el crimen de Homicidio se aplicaria a los adultos. (O.c 103)

Respecto de la modalidad epistémica, vemos que es empleada especialmente, por ambos letrados, como refuerzo de la aserción para subrayar la absoluta certeza:

Es desde luego engaño manifiesto; pensar q.e vn ladrillo ô hueso, que le es equivalente, no es acomodado, y manejable mas q.e otro instrum.to p.r estos estragos... (Op. cit.: 99)

Los recursos que se usan son significativos en tanto se oponen unos a otros dentro de los textos9. En tal sentido encontramos una oposición significativa en el inicio de las actuaciones de los abogados, donde se observa que el acusador emplea el modo indicativo, el modo de lo real, de lo efectivamente sucedido, de allí la modalidad epistémica de máxima certidumbre: por la muerte que hizo (el indio), mientras que el defensor usa una forma impersonal del ver-bo decir, que connota la no certeza de los hechos por parte del enunciador:

...sobre vn homicidio, qe se dice haver perpetrado en la persona del Indio... (Op. cit. 79).

Otra de las oposiciones características la hallamos en el empleo de los tiempos verbales, como por ejemplo los períodos condicionales, que oponen la modalidad real a la modalidad irreal y posible dentro del discurso. En el siguiente enunciado, el uso del pretérito pluscuam-perfecto del modo subjuntivo le permite al defensor negar la voluntad de matar de su defendi-do:

...no fue su animo el matar, sino solamente el Vengar de vn modo no tan riguroso la injuria, que havia re-civido del muerto en los palos qe le dio; pues si otra huiviesse sido su intención, huviera consigo llevado, y usado de aquella mas poderosa arma, qe dice el testigo que tenía.. (Op. cit. 81)

También nos ocupamos de analizar los enunciados polifónicos cuya intención argumenta-tiva es evidente. En los discursos de ambos abogados los encontramos especialmente en los enunciados negativos donde hay un enunciador que afirma algo y un segundo, con quien se identifica el locutor, que niega lo que el primer enunciador afirma (Ducrot,1984). Esta opera-ción se presenta en las partes polémicas de los alegatos, donde se oyen las voces de los anta-gonistas. En el siguiente ejemplo vemos que el fiscal manifiesta que el crimen no es casual, refutando así uno de los argumentos principales del Protector:

... el Homicidio perpetrado por Tho.s Villanueva, no es de los q.e por casuales, e indeliberados dispensa la equidad de los Drôs... (Op. cit. 35)

13. Conclusiones

Los subtipos textuales presentes en un expediente judicial se caracterizan por ser estereoti-pados ya desde la época colonial. Los legistas poseen un saber activo y pasivo sobre clases textuales, lo que les permite activar modelos de formulación para cada una de las instancias de un juicio. En tal sentido, la estructura de los alegatos de los abogados está estrictamente formalizada y sigue los lineamientos clásicos de la disposición retórica. Por lo tanto, la origi-nalidad de los escritos estriba en la variedad y gradación de los argumentos empleados. En cuanto a las técnicas utilizadas, son todas ellas recursos característicos de la retórica clásica.

Las exposiciones de los abogados defensores en la época colonial son más bien suscintas en el estudio del hecho incriminado, pero revelan lectura minuciosa de los autos y algunas veces una crítica exacta de los mismos. En nuestro caso, el Protector de Naturales ha buscado argumentos fuertes para elaborar su defensa y los ha graduado según el orden homérico, es

9 Al respecto nos dicen García Negroni y Zoppi Fontana (1992:68). “Su fuerza argumentativa está dada por el hecho de que

co-ocurran en una misma instancia discursiva entrando en relaciones secuenciales de oposición sintagmática (dentro de una oración o entre oraciones contiguas) y de contraste”.

Ana María Moisá de Bonorino El discurso argumentativo en el lenguaje jurídico de la época colonial

1173

decir, en primer lugar los de mayor fuerza argumentativa, luego los más débiles y por último, un argumento muy fuerte. Su primera argumentación es solamente persuasiva, pero luego de la acusación formal del fiscal, sus alegatos de bien probado son argumentaciones polémicas.

Las exposiciones del fiscal también tienen una estructura simple, sin embargo se distin-guen de las del Protector en que se limitan a rebatir los argumentos de su antagonista. En el dictamen acusatorio no se preocupa de fundamentar profundamente su tesis, pero en sus pos-teriores presentaciones se ve obligado a responder a los alegatos del defensor y debe comple-jizar sus argumentaciones, que ya son refutativas Uno de los recursos que emplea profusa-mente son los subjetivemas, evaluativos y axiológicos, e ideologemas, que tienen como fina-lidad magnificar el delito y por lo tanto la culpabilidad del acusado, apelando a los sentimien-tos del auditorio. En este sentido el defensor es mucho más sobrio. Sólo en la instancia de la apelación, donde debe persuadir al gobernador para que conmute la pena de muerte por la de destierro, los emplea con el fin de conmoverlo.

Por último, en relación con las operaciones discursivas presentes en los discursos judiciales analizados, hemos visto que tanto en el aspecto léxico-semántico como en el morfo-sintáctico las elecciones realizadas por los enunciadores responden a claras intenciones persuasivas.

Este trabajo constituye un primer acercamiento al discurso judicial colonial. En una etapa posterior nos proponemos analizar un juicio penal actual, a fin de comparar los alegatos de los letrados coloniales con los de los abogados contemporáneos con el objeto de corroborar, o no, la aseveración de Bartolomé Ronco, quien en su obra La justicia colonial, donde analiza pro-cedimientos penales llevados a cabo en juzgados de la provincia de Buenos Aires durante esa época, afirma que la estructuración de los juicios se mantiene casi sin cambios desde hace doscientos años, que son, según sus palabras, doscientos años de “cristalización y misoneísmo procesal”(1921: 40).

Fuentes documentales

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Bibliografía

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CARACTERIZACIÓN TAXONÓMICA DE LA EVOLUCIÓN DE TEMA EN EL

DISCURSO ARGUMENTATIVO

Ann Montemayor-Borsinger Instituto Balseiro - Universidad Nacional de Cuyo - CNEA / Argentina

[email protected]

1. Introducción

Los artículos de investigación científica son textos altamente argumentativos, por lo que tienen particular interés lingüístico. El presente estudio es parte de una investigación más am-plia donde, en el marco del análisis sistémico-funcional, desarrollamos una nueva taxonomía para elementos temáticos (Montemayor-Borsinger 2001). Dicha taxonomía se aplica aquí al análisis de un corpus de artículos de investigación publicados en inglés por físicos con distin-tos niveles de experiencia. Se busca demostrar que, aún dentro de un género formalizado co-mo éste, los autores pueden hacer elecciones muy distintas en la estructura del texto y en el empleo de modalidades discursivas propias de la argumentación, y que el dominio de éstas se incrementa con la experiencia. Para ello se hacen dos tipos de análisis distintos, uno sincróni-co y otro diacrónico. El análisis sincrónico compara dos versiones de un mismo artículo, una escrita por un investigador novel, y otra rescrita por un investigador experimentado publicada en Physical Review Letters (Pardo et al. 1997), mientras que el análisis diacrónico compara artículos escritos por un mismo investigador en diferentes etapas de su carrera publicados en Physical Review B (Jagla et al 1995, 1997).

En lo que sigue damos un esquema de la nueva taxonomía para elementos temáticos, plan-teada en el contexto del enfoque sistémico-funcional. Se centra en aspectos interpersonales de Tema. El método de análisis parte de una formulación de Tema con raíces en Halliday (1994), pero incluye sujeto gramatical como elemento obligatorio y marco contextual como elemento optativo. Luego discutimos los resultados del análisis realizado con este enfoque. Finalmente consideramos cómo el estudio de elementos interpersonales presentes en Tema permite un análisis más fino de las modalidades discursivas de la argumentación en este género

2. Método de Análisis

2.1 Componentes de Tema

En el enfoque sistémico-funcional hay posiciones muy diferentes con respecto a qué com-prende Tema. El Tema de una oración, de acuerdo con una definición hallidayana, es el ele-mento que está en primera posición y que sirve como punto de partida del mensaje (Halliday 1994:38). En este estudio definimos, siguiendo a investigadores de la escuela sistémica fun-cional como Davies (1988, 1997) y Berry (1995, 1996), como Tema a todo lo que precede al verbo principal, y en particular incluimos como componente obligatoria al sujeto gramatical. Esta definición es apropiada porque se trabaja sobre textos en inglés donde el sujeto no puede ser implícito. Evidentemente, si tratáramos de aplicarla a otro idioma, como ser el castellano, es necesario revisarla y adecuarla a sus particularidades.

Incluir como elemento temático obligatorio al sujeto permite ampliar el potencial pedagó-gico de Tema, pues se ajusta más a una noción intuitiva de su papel como aquello a lo que se

Ann Montemayor-Borsinger Caracterización taxonómica de la evolución de tema en el discurso argumentativo

1175

refiere la cláusula (ver nuevamente Halliday 1994:38). El inglés es un idioma donde típica-mente en oraciones afirmativas el sujeto está primero y representa el contenido de un Tema No Marcado. Cuando otros elementos preceden el sujeto se realizan Temas Marcados. Estos elementos presujeto son los que aquí se denominan ‘marcos contextuales’, cuya función pue-de ser ayudar al desarrollo sucesivo de sujetos en el correr del discurso y también señalar cambios en la progresión de este discurso. El ejemplo a continuación ilustra cómo el elemento optativo de ‘marco contextual’ marca al sujeto, y cómo ambos constituyen un Tema Marcado:

In this regime the lattice is found to be quite disordered ... MARCO CONTEXTUAL SUJETO

TEMA MARCADO REMA

Antes de pasar a discutir las taxonomías propuestas para sujeto y marco contextual, cabe señalar que este estudio analizará en ambos textos sólo los Temas principales correspondien-tes a cláusulas paratácticas. Esto permite tener una visión más global del desarrollo temático de textos muy complejos, y ver cómo cláusulas subordinadas pueden a su vez ser marcos con-textuales si preceden el sujeto de la cláusula principal.

2.2 Clasificación de funciones discursivas de sujeto

Para clasificar el sujeto se propone una taxonomía que comprende cuatro clases: sujeto Personal, sujeto Deíctico, sujeto Convencional y sujeto Instancial-Teórico (Montemayor-Borsinger 2001). La última clase es de particular relevancia para el discurso argumentativo. Las caracterizaciones son las siguientes, con ejemplos del presente corpus:

- Sujeto Personal: comprende pronombres personales como We … , donde el autor apare-ce abiertamente en el texto.

- Sujeto Deíctico: típicamente comprende expresiones donde el autor ha nombrado el texto y sus partes, de allí el nombre de sujeto Deíctico. Ejemplos son The results of the experiments previously described…, Figure 1…, This work …

- Sujeto Convencional: comprende expresiones comúnmente usadas dentro del área en la cual se trabaja , tal como those crystals… que representan sus objetos de estudio.

- Sujeto Instancial-Teórico: comprende elementos mucho más complejos que las tres cla-ses precedentes. Son expresiones altamente contextuales que el autor ha tenido que crear es-pecialmente para un pasaje dado, con la consecuente dificultad para dar ejemplos con el sujeto aislado como en las clases precedentes.

Al crear sujetos Instanciales-Teóricos el autor no se muestra, aunque logra poner en posi-ción de sujeto expresiones complejas que le permiten presentar sus propios enfoques, puntos de vista e hipótesis, las cuales afectan la forma en que los resultados de la investigación se van a percibir por otros investigadores. Al poder componer expresiones de esta clase el autor hace pleno uso de medios a la vez sutiles y esenciales para la argumentación y la interacción con sus lectores. Más aún, el sujeto Instancial-Teórico permite tratar las teorías, hipótesis, modelos y categorías propuestas por el autor como actores objetivizados en la oración. O sea, la capacidad del autor de poder crear sujetos Instanciales-Teóricos le permite reducir su pre-sencia abierta en el texto, pero de hecho aumenta su posibilidad real de influenciar el lector por el manejo persuasivo de elementos lingüísticos puestos en una posición claves tales como:

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1176

The best available data from small angle neutron scattering are consistent with this picture [2,4].

The minimizing of F with respect to ξc and ξab allows one to obtain the ξc(T) and ξab(T)$ functions, which in turn are used to detect the superconducting transitions

En este último ejemplo el autor ha elegido poner en posición de sujeto una operación ma-temática, lo que le da un carácter más ‘objetivo’. En vez de escribir I have minimized F with respect to ξc and ξab so that I can obtain the new functions I need to detect superconducting transitions, el autor presenta The minimizing of F with respect to ξc and ξab como una entidad objetiva. En consecuencia parece que no es el investigador que minimiza F para que pueda obtener ξc(T) and ξab(T), sino que es la minimización misma de F –presentada como una enti-dad objetivizada e independiente del investigador– quien “da permiso”, por así decirlo, al investigador a hacer otras operaciones, cuando en realidad es al revés.

Sujetos Instanciales-Teóricos pueden también ser lo que varias corrientes gramaticales llaman Existential-There y Anticipatory-It. En estos casos sujetos expresados como There o It tienen un fuerte ‘sabor’ catafórico, y se clasifican según hacia que tipo de elemento se proyec-tan. En los ejemplos a continuación, tanto There como It proyectan hacia expresiones comple-jas y abstractas, lo que explica su inclusión en sujetos Instanciales:

There are many ways of imaging vortices in a type II superconductor… El Existential-There proyecta hacia adelante, y se hubiera podido escribir Many ways of imaging vortices in a type II superconductor exist. La elección por parte del autor del Existential-There es bási-camente para permitir un desarrollo más fluido del texto.

It is notoriously hard to deduce real space defect structures from reciprocal space im-ages…. Aquí también el Anticipatory-It, como su nombre lo indica, proyecta hacia adelante, y se hubiera podido escribir To deduce real space defect structures from reciprocal space ima-ges is notoriously hard. Se eligió utilizar el Anticipatory-It aquí también para permitir que el texto fluyera más fácilmente.

2.3 Clasificación de funciones discursivas de marco contextual

Hemos visto que Tema puede ser marcado opcionalmente por un marco contextual. Ejem-plos son cierto tipo de elementos de origen conjuntivo o adverbial, generalmente vistos dentro del enfoque sistémico-funcional como de origen más Textual o Interpersonal. De hecho, estos mismos elementos son ahora a menudo considerados como multifuncionales (Berry 1996, Taylor-Torsello 1996), y como pertenecientes también a la metafunción Lógica, a su vez parte de la metafunción Ideacional. Aquí se distinguen cuatro clases de marco contextual, las de Orientación, Conexión, Intención y Evaluación. Nuevamente la última clase es de particular relevancia para el discurso argumentativo. Las caracterizaciones son las siguientes:

- Orientación: marcos contextuales cuya función discursiva es la de ubicar al lector, tanto con respecto al texto mismo (In Figure 1… In this work…) como con respecto al contexto teórico dentro del cual se sitúa el texto (In reference [9]… In Type II superconductors…)

- Conexión: marcos contextuales cuya función discursiva es la de establecer conexiones entre cláusulas, incluyendo típicamente elementos conjuntivos relacionados con la adición, la concesión, la consecuencia, el contraste, la condición y la comparación. Ejemplos del presente corpus son Despite this difference… As a consequence,…

- Intención: marcos contextuales cuya función discursiva es la de esclarecer metas para el lector. Ejemplos son To confirm this,… In order to estimate the time scale of the defect re-

Ann Montemayor-Borsinger Caracterización taxonómica de la evolución de tema en el discurso argumentativo

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laxation process induced by the Lorentz force,… In order to decide between these possibili-ties…

- Evaluación: marcos contextuales cuya función discursiva es permitir al autor comentar, opinar y hacer aclaraciones al lector por medio de expresiones que enmarcan el sujeto grama-tical principal. En particular, hay cierto tipo de expresiones del tipo Anticipatory-It, a la vez impersonales y evaluadoras, típicas del discurso argumentativo académico. Ejemplos de estos marcos de Evaluación que vienen antes del sujeto principal y que revelan la actitud del inves-tigador con respeto a su trabajo son: It is important to remark … Theoretically, it has been suggested … An unresolved issue is why…

3. Resultados

En esta sección se analizan los textos y se comparan las opciones hechas por los autores tanto desde una perspectiva sincrónica como diacrónica. El análisis sincrónico examina dos versiones de un mismo artículo. SINCRÓNICO 1 es la versión escrita por un investigador novel en física que trabajaba en superconductividad en un laboratorio experimental. SINCRÓNICO 2 es la versión publicada en Physical Review Letters de la American Physical Society que fue reescrita por un físico experimentado que trabajaba en el mismo proyecto de investigación. Por su parte, el análisis diacrónico compara artículos escritos por un mismo investigador pu-blicados a tres años de diferencia. DIACRÓNICO 1 es el primer artículo publicado en Physical Review B de la American Physical Society por el joven investigador, y DIACRÓNICO 2 es el quinto publicado en la misma revista. La serie de cinco artículos discuten resultados del mis-mo modelo teórico en superconductividad, y usan el mismo tipo de simulaciones numéricas.

Un criterio esencial para la selección de estos textos era su comparabilidad, ya que tanto en el caso sincrónico como en el diacrónico son artículos completos reportando resultados del mismo tipo de experimento escritos para su publicación en la misma revista.

3.1 Análisis comparativo de sujeto

La tabla a continuación muestra las diferencias en los sujetos utilizados en los textos:

CLASES DE SUJETO

SINCRÓNICO 1 porcentajes

SINCRÓNICO 2 porcentajes

DIACRÓNICO 1 porcentajes

DIACRÓNICO 2 porcentajes

Personal 6% 11% 19% 23%

Deíctico 21% 8% 4% 8%

Convencional 70% 73% 61% 40%

Instancial-Teórico

3% 9% 16% 29%

Desde el punto de vista del discurso argumentativo, los cambios más interesantes se ven en Sujetos Personales e Instanciales-Teóricos. Los autores con más experiencia (SINCRÓNICO 2 y DIACRÓNICO 2) tienden a estar más abiertamente presentes al escoger una cantidad mayor de sujetos Personales. Más aún, hay diferencias notables en sujetos Instanciales-Teóricos. Pode-mos observar que el experto en SINCRÓNICO 2 elige tres veces más tales sujetos que el inves-tigador novel en SINCRÓNICO 1, mientras que en DIACRÓNICO 2 elige casi dos veces más es-tos sujetos. Vimos arriba que sujetos Instanciales-Teóricos permiten al investigador tratar teorías, hipótesis, modelos y categorías como entidades ‘existentes’, poniéndolos en posición

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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de sujeto, aunque sabe que tales entidades tienen un estado hipotético. El investigador, al pre-sentar hipótesis y resultados de trabajo como entidades ‘existentes’ que ‘son’ o que ‘hacen cosas’, da a estos elementos otro peso dentro de una argumentación científica. En particular, un investigador experimentado es capaz de componer algunos sujetos de tal manera que su evaluación personal parece estar incluida dentro de los paradigmas de su comunidad de inves-tigación. Esta capacidad de entretejer evaluación personal con paradigmas compartidos es particularmente importante, teniendo en cuenta que en artículos de investigación las evalua-ciones son, de hecho, dependientes del sistema de valores de la comunidad discursiva en la cual este tipo de texto se produce (ver por ejemplo Hunston 2000).

Más aún, las diferencias en el uso de sujetos Instanciales-Teóricos son no sólo cuantitati-vas, sino también cualitativas. Por falta de tiempo no puedo profundizar en aspectos cualitati-vos, los que discuto en parte en Montemayor-Bosinger (2002).

Otro resultado muy interesante arrojado por la nueva taxonomía, y en particular por sujetos Instanciales-Teóricos, es la visualización de diferencias sutiles a nivel del género de los tex-tos, aunque todos tratan de la superconductividad. Los textos SINCRÓNICO 1 y 2 son de física experimental, mientras que los textos DIACRÓNICO 1 y 2 son de física teórica, lo que permiti-ría explicar los porcentajes mucho más bajos de sujetos Instanciales-Teóricos en el artículo experimental comparado con el artículo teórico. Esto es materia de otra investigación que se está desarrollando. Lo interesante aquí es que, tanto en el caso sincrónico como en el caso diacrónico, los autores más experimentados usan una proporción mucho mayor de sujetos Instanciales-Teóricos.

3.2 Análisis comparativo de marco contextual

En marco contextual, la diferencia más grande se presenta en Evaluación. De hecho, la ta-bla a continuación muestra que el SINCRÓNICO 2 tiene tres veces más marcos contextuales de Evaluación y el DIACRÓNICO 2 dos veces más que SINCRÓNICO 1 y DIACRÓNICO 1 respecti-vamente:

CLASES DE Marco

Contextual

SINCRÓNICO 1 porcentajes

SINCRÓNICO 2 porcentajes

DIACRÓNICO 1 porcentajes

DIACRÓNICO 2 porcentajes

Orientación 20% 21% 19% 18% Conexión 55% 47% 66% 42% Intención 20% 17% 10% 11% Evaluación 5% 15% 15% 29%

Además, las diferencias nuevamente son no sólo cuantitativas sino también cualitativas, ya que un análisis más detallado permite apreciar que el tipo de Evaluación utilizado por los in-vestigadores noveles es cauteloso y convencional, mientras que los expertos tienden a ser más seguros de sí mismo y originales en sus apreciaciones. También se vislumbran diferencias que podrían ser debidas al género levemente distinto de los textos. Se está investigando el hecho que los artículos en física teórica tienen porcentajes más altos de marcos contextuales de Eva-luación y más bajos de marcos de Intención que los artículos de física experimental. Lo inte-resante aquí es que, tanto en el caso sincrónico como en el caso diacrónico, los autores más experimentados usan una proporción mayor de marcos de Evaluación.

Ann Montemayor-Borsinger Caracterización taxonómica de la evolución de tema en el discurso argumentativo

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4 Conclusiones

En esta charla se han examinado y comparado las distintas opciones en Tema adoptadas por investigadores noveles y otro expertos. Las opciones elegidas en Tema tienen que ver con la organización y estructura del flujo del discurso, donde se plasman significados de origen Ideacional e Interpersonal. Al estudiar estas opciones, hemos encontrado que las diferencias entre los textos de noveles y expertos conciernen mayoritariamente a significados de origen Interpersonal, o sea significados que tienen que ver con el discurso argumentativo, ya que es allí donde el autor toma posición con relación a su trabajo e interactúa con su comunidad científica.

Las diferencias que afectan significados de origen Interpersonal se evidenciaron en distin-tos usos de sujetos Personales, de sujetos Instanciales-Teóricos, y de marcos contextuales de Evaluación. Los expertos eligen aparecer más en el texto. Lo hacen abiertamente, por medio de una mayor proporción de sujetos Personales, y también de manera sutil eligiendo una pro-porción mucho mayor de sujetos Instanciales-Teóricos. Estos juegan un papel particularmente importante dentro de la argumentación, ya que dan al autor una mayor influencia sobre el lec-tor por medio de la ‘objetivización’ de hipótesis y teorías, lo que a su vez da más peso a la validez de resultados. Los expertos usan recursos similares en posición pre-sujeto al eligir una proporción mayor de marcos contextuales de Evaluación, de origen claramente Interpersonal, que les permiten contextualizar sus resultados e influir nuevamente en la apreciación que de ellos hacen sus lectores.

El estudio de elementos interpersonales en Tema da valiosos indicios sobre el tipo de inter-acción presente en el discurso científico y permite un análisis más fino de las modalidades discursivas de la argumentación en este género. Con aplicaciones pedagógicas en mente, el presente análisis ilustra la necesidad de concientizar a autores principiantes sobre la importan-cia del uso estratégico de estos elementos en posición temática para aumentar la efectividad en la comunicación de resultados.

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EL ARS ARGUMENTANDI DE JORGE LUIS BORGES

María del Carmen Mora de Nieva

Universidad Nacional de Tucumán / Argentina [email protected]

Consideraciones previas

Antes de abordar el tema propuesto, creo necesario deslindar el concepto de argumentación que voy a tener en cuenta.

Entiendo por argumentar el aportar razones para defender una opinión. De acuerdo con es-te criterio, la argumentación se propone, entonces, la persuasión del lector u oyente, o bien su convencimiento (Perelmann y Olbrecht, 1989) para que adhiera a una tesis propuesta.

No dejo de tener presente el hecho de que la argumentación está en la esencia de toda co-municación verbal, y que constituye una dimensión del lenguaje que persigue la orientación del destinatario a la dirección impresa al discurso. Desde este punto de vista, todos los discur-sos serían argumentativos. Sin embargo, algunos tipos discursivos presentan con mayor clari-dad lo que podría denominarse “índices argumentativos”, de modo que tomaré en considera-ción ese aspecto, y en ese sentido voy a dirigir mi análisis.

Uno de los índices argumentativos es, por ejemplo, que el texto argumentativo se funda-menta sobre determinadas categorías, como las premisas y las conclusiones. Además, suele presentarse, con variantes, una superestructura que consta de un punto de partida, el enuncia-do de la proposición o tesis, el cuerpo argumentativo con los argumentos a favor o en contra, y el cierre o la conclusión. Esta organización abstracta guarda cierta correspondencia con las cuatro instancias fijadas por la Retórica clásica:

1) exordio; 2) proposición; 3) confirmación o prueba, con tres momentos:

a) propositio: definición concentrada de la causa, del problema a discutir; b) argumentatio: exposición de los argumentos o razones, c) altercatio: especie de diálogo en que el orador se enfrenta con el adversario;

4) Peroración final (epílogo): clausura del discurso. Resumen de la causa expuesta y apela-ción a los sentimientos del auditorio. (En este último aspecto estriban Perelmann y Ol-brecht (1989) la diferencia entre convencer y persuadir).

La argumentación en Borges.

Borges evidencia una especial preocupación por la literatura y el lenguaje, por el ars poeti-ca y por el ars dicendi. Se puede rastrear esta afición a lo largo de su obra, pero se manifiesta particularmente en sus ensayos, en donde son numerosos los temas tratados, entre ellos la metáfora.

En este trabajo me interesa mostrar, por un lado, cómo nuestro autor se explaya sobre al-gunos procedimientos argumentativos –lo que revela su competencia en este tipo de discurso, sin duda resabio de su formación en Ginebra-, pero también, por otro lado, cómo despliega en acto esa competencia en textos que pueden tomarse como modelos de argumentación. En su-

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ma, intento demostrar su uso consciente de la lengua para obtener determinados resultados, su recurso a los procedimientos o técnicas argumentativas, es decir, lo que podríamos llamar el dominio del ars argumentandi.

Con solo leer los títulos de algunas de sus obras podemos advertir su propensión a la retó-rica argumentativa. Por ejemplo, Discusión es el título de una colección de ensayos que voy a tener en cuenta en mi análisis. Y discusión es un lexema que guarda relación de parasinonimia con el término argumentación, ya que discutir es contender y alegar razones contra el parecer u opinión de otro, y con la palabra dialéctica, que significa también discusión y contituye asimismo un razonamiento que contiene oposiciones.

También el término vindicación, de recurrente aparición en la obra borgeana, y que figura como título de varios ensayos (“Una vindicación de la cábala”, “Una vindicación del falso Basílides”, “Vindicación de Bouvard ét Pécouchet”), está dentro del campo semántico de la argumentación, puesto que se trata de una defensa, especialmente por escrito, de quien ha sido calumniado, atacado o censurado injustamente. Una defensa (o vindicación, como la llama Borges), es, precisamente, un acto que puede ser objeto de argumentación, ya que en ella se dan las razones para defender algo, se exponen los argumentos que rebaten la acusación.

No sólo aparece la vindicación en los ensayos citados, cuya caracterización a modo de ró-tulo está en el título, sino hasta en la cuentística.

Así, el tan conocido, analizado y lamentablemente parafraseado cuento “La casa de Aste-rión” (en El Aleph, 1949: 569) tiene el comienzo, el planteo y el desarrollo de una argumenta-ción de defensa: “Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones –que yo castigaré a su debido tiempo– son irrisorias”.

La confrontación de puntos de vista: el de los otros y el del yo enunciador, es ya un índice de argumentación dialéctica, con el procedimiento de la refutación.

Después de ese comienzo, el personaje hegemónico va exponiendo los argumentos, y utili-za en algunos casos el procedimiento de la concesión, típico de la argumentación: Es verdad que... para luego introducir la restricción del pero.

Otro aspecto a considerar en este cuento es que las secuencias van determinando relaciones de causa-efecto, características de los discursos argumentativos, aunque obviamente no exclu-sivas de ellos.

Siguiendo con los ejemplos de textos no ensayísticos, se observa que Borges comienza muchos de ellos con una negación o un elemento negativo. Es el caso de “Laberinto” (En E. de la S., 1969: 986), cuya construcción se funda en la negación:

No habrá nunca una puerta. Estás adentro Y el alcázar abarca el universo Y no tiene ni anverso ni reverso Ni externo muro ni secreto centro. No esperes que el rigor de tu camino Que tercamente se bifurca en otro, Tendrá fin. Es de hierro tu destino Como tu juez. No aguardes la embestida Del toro que es un hombre y cuya extraña Forma plural da horror a la maraña De interminable piedra entretejida. No existe. Nada esperes. Ni siquiera En el negro crepúsculo la fiera.

María del Carmen Mora de Nieva El ars argumentandi de Jorge Luis Borges

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En este poema, el sentido de la negación es el de refutar el enunciado contrario. Esto cons-tituye el aspecto polémico de la negación, (Ducrot, 1984) ya que cuando se la utiliza, se pre-senta, se imagina o se construye un punto de vista contrario. Lo que se ha dicho efectivamente o se supone dicho se toma como tesis adversa o punto de vista opuesto. Desde la considera-ción “polifónica”, se ve a la negación como la puesta en escena de una confrontación. Aquí el yo enunciador se dirige a un alocutario virtual, in abssentia, que puede ser considerado un desdoblamiento de sí mismo, un alter ego a quien quiere disuadir de su errónea creencia. La tesis que propone está en el centro mismo de la composición, encabalgada entre el último ver-so del segundo cuarteto y el primero del segundo terceto: “Es de hierro tu destino / como tu juez.” Borges expresa su tesis por medio de un enunciado afirmativo, en tanto que en las construcciones negativas está implícita la tesis contraria.

Siendo los textos poéticos de Borges, en especial los sonetos, de contenido predominante-mente filosófico, no es de extrañar que aun en su efusión lírica puedan advertirse sus “desli-ces” argumentativos, para persuadir al lector con sus razones –metafóricas, pero razones al fin–, de sus íntimas convicciones. Borges parte, entonces, de una idea que lo obsesiona, y el desarrollo de esa idea en formato narrativo o lírico persigue la persuasión del lector, su se-ducción para que la comparta.

Todo esto que se puede corroborar con una lectura heurística de sus cuentos y poemas, lo encontramos desplegado en forma amplia y sin duda intencional en sus ensayos.

Lo que intento probar es que en ellos no solo pone en acto una argumentación, sino que usa también su metalenguaje, de modo que inscribe a su texto deliberadamente en el discurso ar-gumentativo, y recurre para su organización a la superestructura que presenté en la introduc-ción de esta exposición.

El ensayo “Arte de injuriar” (en H E , de “Dos notas”, 1936:419-423) puede servir de ejemplo para algunos conceptos vertidos.

En el comienzo, que corresponde en la superestructura al punto de partida, Borges explicita su condición de estudioso de la literatura (a la que me referí anteriormente) y la confirma:

“Un estudio preciso y fervoroso de los otros géneros literarios, me dejó creer que la vitupe-ración y la burla valdrían necesariamente algo más. (...) Ella (la imaginación, lo que él cree) se disipó cuando dejé la complacida lectura de esos escarnios por la investigación de su méto-do.” (p. 419)

Se puede hablar, por lo tanto, de un ahondar en su conciencia lingüística y en su conciencia literaria, o si se quiere textual, por parte de nuestro autor. Además, se infiere aquí una indica-ción implícita de tipo procedimental con respecto a cómo leer, por el ordenamiento jerárquico que establece: primero, la lectura “complacida”; luego, la lectura con otra finalidad, ya no placentera, sino en este caso de pesquisa intelectual.

Este ensayo se ocupa justamente de la injuria, acto que entra en la constitución del discurso polémico, que juzgo un subtipo del discurso argumentativo.

El título, “Arte de injuriar” puede considerarse desde dos perspectivas: si se apunta a lo connotativo, resulta ser un oxímoron, pero, stricto sensu, designa el método (o sea, los proce-dimientos que conducen a) de ofender al contrario. (Justamente lo opuesto a lo que consigné en la vindicación o defensa). La palabra “método” figura como sustituto léxico (sinonímico) de “arte” al final del párrafo citado. El título sirve, entonces, de presentación de la macroes-tructura global.

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Mi aseveración de que se trata de un discurso polémico queda confirmada por el hecho de que el mismo Borges lo inscribe en esta dirección, ya que habla de “polemistas”, de “conven-ciones de la polémica”, de “controversia” (que entra en el campo sinonímico de polémica) y a los actantes de ese evento los denomina “los contrarios”. Habla también de “comercio oral”, pero en este caso no para obtener un beneficio, sino para producir una agresión.

Se refiere asimismo a los “mecanismos”, es decir, a los procedimientos que él ha notado en una muestra de discurso polémico como lo es el epigrama.

Interesa la postura que adopta frente a estos procedimientos, y cómo los califica (más bien los des-califica). Así, llama al primer mecanismo descubierto “una mera falacia de confusión” (p. 420), y lo analiza, poniendo en práctica –como se anunció– el metalenguaje de la argu-mentación, con la perspectiva de alocutor competente en ese tipo de discurso:

“El auditor acepta el argumento sin vacilar, porque no se lo proponen como argumento. Bien formulado, tendría que negarle su fe” (p. 420)

Con esto ya empieza a entenderse la connotación irónica de “arte de injuriar”, su condición de oxímoron a la que me he referido antes. La injuria carece de status argumentativo, desde la consideración de una argumentación bien formada; se funda, en cambio, en sus errores, en la “falacia”, término fuertemente negativo. También son negativos los elementos léxicos de esta aseveración: “Repito lo formal de ese juego, su contrabando pertinaz de argumentos necesa-riamente confusos.” (p. 421).

Menciona, además, otros recursos de lo que llama “tradiciones satíricas”: a) la inversión incondicional de los términos, “receta famosa”, dice, ya que “no la desprecian ni Macedonio Fernández, ni Quevedo, ni George Bernard Shaw”. Y b) el cambio brusco, que interpreto co-mo lo que hoy denominamos ruptura de la isotopía. (p. 420)

Otros procedimientos que cita están conectados directamente con el autor que los emplea: “Groussac (...) cumple con el más ansioso ritual del juego satírico. Simula que lo apenan los errores del adversario (...), se vale de términos laudatorios para agredir (...). No comete peca-dos en la sintaxis, que es eficaz, pero sí en el argumento.” (p. 421)

La significación de argumento es para Borges axiológicamente positiva. Su opuesto es el sofisma, o sea un argumento aparente, falso, y por ende, valorado negativamente. De allí que en la conclusión de este ensayo diga, con respecto a la sátira: “Su método es la intromisión de sofismas. Su única ley, la simultánea invención de buenas travesuras”. (p. 423)

La impresión que le da la injuria o agresión verbal está mostrada a través de un ejemplo concreto: “A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: “Esto, señor, es una digresión. Espe-ro su argumento”. (p.423)

Su preocupación por la argumentación dialéctica, que ya señalé arriba, es evidente en el úl-timo párrafo: “Una tradición oral que recogí en Ginebra durante los últimos años de la prime-ra guerra mundial refiere que Miguel Servet dijo a los jueces que lo habían condenado a la hoguera: Arderé, pero ello no es otra cosa que un hecho. Ya seguiremos discutiendo en la eternidad” (p. 423) (Recordemos que este tema fue desarrollado en “Diálogo de muertos”, ejemplo en su narrativa de discurso polémico).

Se ha podido observar que en este ensayo Borges se vale reiteradas veces de la palabra argumento. Esto puede también registrarse en otros ensayos. Por ejemplo, en “El Biathanatos” (O.I., 1952:700), encontramos: “Epicteto (...) y Schopenhauer (...) han vindicado con acopio de páginas el suicidio; la previa certidumbre de que esos defensores tienen razón hace que los leamos con negligencia. Ello me aconteció con el Biathanatos hasta

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leamos con negligencia. Ello me aconteció con el Biathanatos hasta que percibí, o creí perci-bir, un argumento implícito o esotérico bajo el argumento notorio”. (p. 700, 701)

Planteos semejantes a los que vimos en el “Arte de injuriar” se encuentran en “La supersti-ción ética del lector”(Disc., 1930: 202). Allí Borges se opone a la escritura con receta, a la entronización de lo normativo, a lo que él llama “los ansiosos artificios verbales del estilista”. Habla, así, de la “vanidad de la perfección” y cita una sentencia de Flaubert como muestra de lo que considera “falacia en perduración”: “La corrección (en el sentido más elevado de la palabra) obra con el pensamiento lo que obraron las aguas de la Estigia con el cuerpo de Aquiles: lo hacen invulnerable e indestructible. (Correspondance, II, p. 199)”. El comentario de Borges es el siguiente: “El juicio es terminante, pero no ha llegado hasta mí ninguna expe-riencia que lo confirme.” Es decir, hay una refutación implícita por la falta de pruebas; luego, mediante una acotación parentética, condena ostensible e irónicamente el procedimiento: “(Prescindo de las virtudes tónicas de la Estigia; esa reminiscencia infernal no es un argumen-to, es un énfasis)” (p. 203)

En “Historia de la Eternidad” (En H E, 1936: 353) dice, en un determinado momento: “Una prolija discusión del sistema platónico es imposible aquí, pero no ciertas advertencias de intención propedéutica” (p. 355) y más adelante declara: “Ignoro si mi lector precisa argu-mentos para descreer de la doctrina platónica. Puedo suministrarle muchos”. (p. 357)

Está bien clara la idea de argumento, que proviene del latín arguo, discutir, y designa una unidad temática, eventualmente estructurada, usada para persuadir, para sostener una tesis. Y además, también conoce muy bien Borges las características del ensayo, que tiene en cuenta especialmente al lector, del cual se pretende que comparta la opinión vertida en el enunciado.

Por último, quiero referirme a la obra “El escritor argentino y la tradición” (Discusión, 1932: 267). Este ensayo es una muestra del manejo del ars argumentandi propia de Borges. Se trata de una argumentación dialéctica que refuta explícitamente una tesis contraria.

En el punto de partida se plantea el problema del escritor argentino y la tradición, aunque a la vez le quita categoría de problema: “se trata de una apariencia, de un simulacro, de un seu-doproblema.” (p. 267)

Luego sigue la enunciación de la proposición o tesis adversa, desplegada en tres partes, que Borges ordena en primera, segunda y tercera solución.

La primera parte del cuerpo argumentativo está constituida por los argumentos contrarios a la aseveración de que la tradición argentina ya existe en la poesía gauchesca. Después de re-batir la postura asumida por autoridades como Lugones y Ricardo Rojas, concluye: “Todo esto puede resumirse así: La poesía gauchesca, que ha producido –me apresuro a repetirlo– obras admirables, es un género literario tan artificial como cualquier otro.” (p. 268)

Se puede observar su precavida y reiterada concesión. No niega el valor de algunas obras de la poesía gauchesca, pero refuta su entronque con la poesía gaucha, y se opone a su carác-ter de arquetipo.

La segunda parte da por tierra con otra tesis: “La idea de que la poesía argentina debe abundar en rasgos diferenciales argentinos y en color local argentino me parece una equivoca-ción”. (p.269) Su procedimiento argumentativo es el contraejemplo: desde “La urna” de Enri-que Banchs hasta Racine y Shakespeare. Cita a Gibbon como autoridad, y se pone como ejemplo también a sí mismo. Cierra estos contraejemplos con el caso de Don Segundo Som-bra, considerado modelo de obra nacional, pero de inspiración en Kipling y Mark Twain y con influencia de poetas franceses.

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La tercera proposición a la que se opone es la que dice que los argentinos debemos acoger-nos a la tradición de la literatura española.

Enuncia entonces su tesis, introduciéndola con una erotesis:

“¿Cuál es la tradición argentina? Creo que podemos contestar fácilmente y que no hay problema en esta pregunta. Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esta tradición.” (p.272)

También demuestra esta aseveración con nuevos argumentos, y concluye con una exhorta-ción:

“Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas y no solo concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentinos es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara.

“Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos, también, buenos o tolerables escritores” (p.274)

Este texto es, sin duda, una argumentación de defensa; una vindicación de su propia condi-ción de escritor argentino, que reclama su derecho a ser incluido como tal, a pesar de no se-guir la corriente “oficial”.

En conclusión, se puede decir que la argumentación es una constante en Borges. La discu-sión, la polémica, la controversia, la vindicación o defensa, la refutación, son a la vez temas y procedimientos en muchos de sus textos. Teoriza sobre los mecanismos argumentativos, con-denando lo que juzga sofismas o no-argumentos.

Lo que he denominado “índices argumentativos” aparecen tanto en su obra no ensayística (cuentos, poesías) como en los ensayos, pero éstos presentan, obviamente, en su máximo gra-do las características del texto argumentativo.

Bibliografía

PERELMANN Y OLBRECHT, 1989, Tratado de la argumentación, Gredos, Madrid. DUCROT, OSWALD, 1984, El decir y lo dicho, Hachette, Buenos Aires. BORGES, JORGE LUIS, 1974, Obras Completas. 1923-1972. Emecé Editores, Buenos Aires. Abreviaturas de libros citados:

E. de la S: Elogio de la Sombra.

O. I. : Otras Inquisiciones.

Disc.: Discusión.

H.E.: Historia de la eternidad.

LA SECCIÓN “DISCUSIÓN” DE ARTÍCULOS CIENTÍFICOS EN DISCIPLINAS RELACIONADAS CON LA PRODUCCIÓN ANIMAL: ESTRUCTURA GENÉRICA

Estela Inés Moyano

Universidad Nacional de General Sarmiento / Argentina [email protected]; [email protected]

Con la finalidad de hacer aportes para la construcción de un modelo genérico para los artí-culos científicos en castellano y su aplicación a una didáctica de la escritura de géneros cientí-ficos y académicos, se realizó el estudio exploratorio preliminar que se pone a consideración en esta ponencia, sobre la base de trabajos anteriores (Moyano, 2000; 2001) y en el marco de la teoría de géneros de James Martin, con perspectiva sistémico-funcional.

Martin (1984, citado por Eggins, 1994) define el concepto de género como un “proceso so-cial [realizado mediante el lenguaje] orientado a una meta y dividido en estamentos (stages), en el cual los hablantes se interrelacionan como miembros de su cultura”. Esto significa con-siderar que el comportamiento lingüístico está orientado a cumplir una finalidad específica, tiene lugar en una situación comunicativa concreta y en el marco de una cultura, en relación con la cual puede ser evaluado como apropiado o inapropiado. Al considerar los géneros (Martin, 1993), se está especialmente interesado en el modo como ellos logran un propósito social, lo que normalmente hacen en más de un paso. Esta definición de género permite esta-blecer que hay tantos diferentes como actividades sociales existen en una cultura. “Es el con-texto cultural lo que permite dar sentido a un texto: encontrar un tipo de actividad social en el que el tipo de significados realizados tengan un propósito definido” (Eggins, 1994).

Un texto puede ser identificado como perteneciente a un género mediante el análisis de su realización mediante el lenguaje. Por un lado, considerando la estructura del texto, realizada por su organización en estamentos (stages) que expresan propósitos sociales y responden, por lo tanto, a una determinación funcional; por otro lado, teniendo en cuenta los patrones de rea-lización (modo como el significado se encodifica en un sistema semiótico), expresados me-diante elecciones o decisiones lingüísticas (choices) que establecen los límites entre los esta-mentos y las diferentes funciones de cada uno. La relación entre los estamentos de una estruc-tura textual y su realización lingüística es el procedimiento central para el análisis de género. Puesto que los géneros son diferentes maneras de usar el lenguaje, los patrones de realización diferirán entre ellos; pero, además, también los diferentes componentes de la estructura (esta-mentos) ponen de manifiesto diferentes decisiones léxico-gramaticales, de manera que tam-bién difieren entre sí los patrones de realización entre estamentos de un mismo género (Eg-gins, 1994).

En el presente trabajo intentaremos describir la estructura genérica de la Discusión de los artículos científicos producidos en las disciplinas relacionadas con la producción animal en la Argentina, dando cuenta de la meta perseguida por la sección, el modo como este propósito se realiza en pasos o estamentos y las relaciones que se establecen entre el hablante y sus inter-locutores en el marco de una actividad cultural signada por las convenciones de la comunidad científica disciplinar. Si bien el análisis genérico en la tradición sistémico-funcional se realiza sobre interacciones lingüísticas completas (textos completos), es posible analizar la sección “Discusión” en este sentido, en tanto el artículo es suficientemente complejo como para per-

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1188

tenecer a la categoría de macro-género, en la que es posible reconocer otros géneros (sub-géneros o micro-géneros) como constituyentes. Se analizaron las secciones “Discusión” de 10 artículos en castellano publicados por la Revista de la Asociación Argentina de Producción Animal1. Los artículos fueron seleccionados al azar, pero teniendo en cuenta la existencia de la sección como unidad independiente del capítulo “Resultados”.

Como primer paso, se identificaron constituyentes de los textos, determinados por su fun-ción (propósito) en la Discusión de cada artículo, con la finalidad de encontrar algún patrón de regularidad en la estructura del género (Martin, 1997; 1992; Eggins, 1994). En segundo lugar, se procuró identificar patrones de realización lingüística de los diferentes estamentos. En este sentido, resultaron de particular interés los usos de los tiempos y modos verbales, así como la presencia de verbos modales y otros de contenido que producen atenuación de las aseveraciones, además de un uso generalizado del estilo impersonal, que crea la ilusión de objetividad en el texto, rasgo de estilo reclamado para las producciones escritas por la comu-nidad disciplinar que nos ocupa.

Los estamentos identificados y descriptos a continuación recibieron las siguientes etique-tas, a las que se codificó con un número para facilitar su inclusión en las tablas2:

1. Repetición de resultados (RdeR): Recupera datos obtenidos en la investigación, ya mencionados en el capítulo “Resultados”, con la finalidad de que reciban una explica-ción en la Discusión y sean comparados con otros datos del mismo estudio, con los ob-tenidos por otros investigadores en trabajos anteriores y con los conceptos del marco teórico.

2. Interpretación de resultados (IdeR): El propósito de este estamento es explicar un re-sultado, ya sea mediante el establecimiento de sus causas o por comparación con datos de otras investigaciones o su consonancia con una teoría.

3. Referencia a estudios anteriores (Ref): Las citas o referencias a la bibliografía consul-tada cumplen con varios propósitos: permiten la explicación de los resultados obtenidos y su comparación con los registrados por otras fuentes o con los principios del marco teórico; inscriben el artículo en una cadena comunicativa, en la que unos textos de la disciplina responden a los otros en una actitud dialógica, así como también ofrecen un marco de inserción en la disciplina para el texto y su autor (Moyano, 2000).

4. Descripción del estudio(DE): Retoma información ofrecida en “Materiales y métodos”, considerada pertinente para la interpretación de los resultados.

5. Justificación de métodos (JdeM): Explica por qué ha sido usado un método determina-do para la recolección de datos o para su análisis.

6. Repetición de objetivos (RdeO)

7. Repetición de hipótesis(RdeH)

8. Confirmación de hipótesis (CdeH): Destaca la manera como los resultados permiten confirmar las hipótesis del trabajo de investigación.

1 El corpus analizado para el presente trabajo fue tomado de los siguientes números de la Revista Argentina de Producción

Animal (Buenos Aires, Argentina): Vol 14 Nº 3-4 (1994); Vol 18 Nº 1 (1998); Vol 18 Nº 2 (1998). 2 Para la determinación de estamentos y de la secuencia de aparición se tomó en cuenta la ponencia presentada por Ana

María Miret (Dto de Inglés, Facultad de Filosofía y Letras UNCuyo) en el Simposio Internacional de la Cátedra UNESCO organizado en 2002 por la Universidad de Cuyo: Potencial de la estructura genérica de la sección “Discussion” en artículos de investigación científica en medicina. Quiero expresarle mi agradecimiento por su colaboración desinteresada.

Estela Inés Moyano La sección “discusión” de artículos científicos en disciplinas relacionadas con la producción animal: estructura…

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9. Justificación del estudio (JdeE): Expone las razones por las cuales ha sido conveniente o necesario realizar la investigación, ya sea por su interés, su utilidad para resolver pro-blemas o simplemente porque hubiera un vacío de información en el área.

10. Recomendaciones (Rec): Este estamento tiene como función señalar los aportes que hace la investigación para la actividad profesional (en este caso la producción animal) así como para otras investigaciones, ya sea en cuanto a métodos o áreas de estudio.

11. Mención de resultados inesperados (RI): Básicamente, se trata de un componente que tiene como función señalar las contradicciones de los resultados con las hipótesis del trabajo, contradicciones que deberán ser también explicadas.

12. Conclusión (C): En algunos casos, la Discusión incluye la conclusión del trabajo, que por convención plantea los nuevos conocimientos generados por la investigación y, por lo tanto, confirma o rechaza la hipótesis. Tres razones hacen que no se lo considere un constituyente del mismo tipo que el estamento 8, etiquetado CdeH: su posición final, la consecuente desaparición del capítulo “Conclusiones” y el carácter de respuesta global a las hipótesis, mientras el componente 8 las confirma una por una. Además, esta dis-tinción se verá confirmada por la falta de regularidad en el uso de los verbos para la Conclusión, mientras sí podremos hallar alguna para CdeH, lo que marca una diferen-cia en la realización en el nivel gramatical (Martin, 1992; Eggins, 1994).

13. Predicción (P): Anticipa resultados de aplicación.

14. Generalización (G): Establece una regla general para la disciplina o generaliza la in-formación producida en el contexto de la investigación a otros contextos.

15. En la Tabla 1 se presenta la secuencia en que los constituyentes de cada texto se orde-nan. Como puede observarse, la mayoría de los estamentos son recurrentes y su fre-cuencia de aparición es muy variable, así como también lo es el orden en que se ubican. De este modo, no es posible establecer una secuencia prototípica y, por lo tanto, se re-quiere de mayor investigación para establecer el potencial de estructura genérica (Has-san, 1985, citada por Eggins, 1994).

Artículo Nº

Secuencia de constituyentes

1 1 <3>* 3 4 6 3 1 5 3 1 3 2 1 2 3 1 2 3 1 2 1 3 1 2 3 1 2 3 1 2 8 10 <3> 2 9 <3> 1 3 2 <9> 4 <3 9 > 4 <5> 1 <3> 2 <3> 2 5 <3> 1 2 1 2 1 2 5 2 <1> 8 2

12 3 12 <10> 14 3 9 <3> 1 2 1 2 1 2 1 2 1 3 2 1 3 9 4 3 6 3 1 4 2 3 2 <3> 5 1 <3> 2 3 2 3 1 2 1 12 5 6 3 1 2 <3> 3 2 1 3 4 <3> 3 1 2 1 2 3 2 12 6 1 3 2 <3> 3 2 1 2 1 2 1 2 10 3 1 2 3 <1> 3 1 <3> 2 <3> 1 2 1 2 1 2 1 2 <3>

<1> 2 11 1 2 1 3 <1> 2 7 2 3 <1> 1 <3> 2 <3> 2 1 8 2 3 1 3 3 1 3 1 11 2 10 7 8 <1> 3 <3> 1 2 3 8 1 3 3 2 1 2 3 11 3 1 2 13 1 2 3 1 2 13 10 8 8 3 8 1 8 3 1 3 1 2 1 2 1 2 <3> 1 2 <3> 8 9 <3> 1 2 9 1 <3> 1 2 3 1 2 3 2 3 <3> 2 1 <3> 2 3 10 3 <1> 3 <3> 2 3 3 2 3 1 3 2 3 2 1 3 2

3 1 3 1 3 2 <3> 2 1 3 1 2 3 1 <3> 10 10 3 1 3 1 3 1 3 2 3 1 3 2 3 2 3 1 3 2 3 1 3 1 3 2 <3> 1 3 1 3 1 2 1 3 2 3 1 10

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1190

* El símbolo < > indica que el estamento está subsumido en el que le antecede o en el que le sigue TABLA Nº 1: ESTRUCTURA GENÉRICA POR ARTÍCULO

Sin embargo, pueden identificarse secuencias de estamentos que se presentan de manera regular. Tienen un alto grado de repetición, especialmente las siguientes: 1-2 ; 1-2-3, 2-3, 3-2, 1-3, 3-1, conformadas por los tres estamentos presentes en todos los textos, considerados, por lo tanto, obligatorios en la estructura genérica de las discusiones. Los restantes (4 al 14), en cambio, son opcionales pues sólo aparecen en algunos de los textos analizados. En la Tabla 2 puede observarse la cantidad de trabajos en los que se registra la aparición de cada estamento y su expresión en porcentaje.

Estamento

Cantidad de artículos en los que aparece

Porcentaje

1. Repetición de resultados (RdR) 10 100% 2. Interpretación de resultados (IdeR) 10 100% 3. Referencia a estudios anteriores (Ref) 10 100% 4. Descripción del estudio (DE) 3 30% 5. Justificación de métodos (JdeM) 3 30% 6. Repetición de objetivos (RdeO) 3 30% 7. Repetición de hipótesis (RdeH) 1 10% 8. Confirmación de hipótesis (CdeH) 5 50% 9. Justificación del estudio (JdeE) 2 20% 10. Recomendaciones (Rec) 6 60% 11. Mención de resultados inesperados (RI) 2 20% 12. Conclusión (C) 4 40% 13. Predicción (P) 1 10% 14. Generalización (G) 1 10%

TABLA Nº2: NÚMERO DE ARTÍCULOS EN LOS QUE APARECE CADA ESTAMENTO

Uno de los parámetros de realización lingüística considerados para la distinción entre es-tamentos de la Discusión, fue el uso de los tiempos y modos verbales. Para hallar patrones de regularidad en el uso de los verbos, se analizaron los estamentos encontrados en 5 ó más tex-tos. Así, RdeR se construye en pretérito perfecto simple de indicativo, aunque un artículo (el Nº2) presenta el uso del presente y en otro (el Nº4) se registra el modo potencial en dos ocu-rrencias, caso más extraño por su menor frecuencia de aparición en este estamento.

Para IdeR, en general se utilizan verbos en el modo potencial, verbos modales como “po-der” o “parecer” y verbos de aseveración atenuada, como “sugerir”, que tiene una alta fre-cuencia de aparición. Con este recurso, los investigadores se presentan como “modestos” (Swales, 1990), moderados, precavidos en hacer afirmaciones terminantes que luego puedan ser objetadas, con una conciencia del valor provisional de las interpretaciones en ciencias3. Merece ser mencionado aquí uno de los textos analizados, producido por un investigador de muy larga trayectoria, referente para la disciplina, que usa el presente en todos los estamentos del género, excepto en Rec. En oposición a todos los otros textos del corpus, el estamento

3 Información relevada en la interacción con investigadores en el contexto de talleres de escritura de artículos, informes y

tesis dictados por la autora de este trabajo.

Estela Inés Moyano La sección “discusión” de artículos científicos en disciplinas relacionadas con la producción animal: estructura…

1191

IdeR del texto Nº2 no sólo tiene los verbos en presente de indicativo (aseveración con valor universal) sino que presenta refuerzos de la aseveración, como verbos del deber (“debe inter-pretarse”) o expresiones como “[los resultados] explican con suficiente exactitud...”. En algu-na oportunidad, el autor atenúa sus dichos: “Esta argumentación tiene validez parcial...”.

Para las Ref, en general se utiliza el pretérito perfecto simple para citar antecedentes; con menor frecuencia, el presente y, por último, el potencial. Para las referencias teóricas predo-mina el uso del presente (que otorga valor universal a las aseveraciones), aunque también apa-recen verbos en pretérito indefinido. Para CdeH, se encontró que la mayoría de los casos pre-senta los verbos en presente de indicativo, aunque en un texto (Nº7) alterna con pretérito per-fecto simple. No se encontró, en cambio, regularidad ni para JdeM ni para Rec. Lo más llama-tivo de este estamento es que invierte los términos de IdeR: los investigadores de mayor tra-yectoria modalizan la aseveración para atenuar su valor en Rec (Nº2), mientras que los de menor trayectoria son los que utilizan modalizadores de obligatoriedad (Nº9 y 10) para este estamento.

En cuanto al grado de distancia entre el hablante y lo dicho en el texto, se observa una pre-tensión de objetividad en todos los estamentos de la Discusión, logrado por el uso de la terce-ra persona y el dominio casi absoluto de las construcciones pasivas cuasi-reflejas. Sin embar-go, esta pretensión se ve atenuada dadas la estructura argumentativa de la sección, la presen-cia de modalizadores lógicos léxicos (“indudablemente”) y sintácticos (“puede deberse a”, “pudo estar asociada”), particularmente en los estamentos IdeR y Rec. Este hallazgo coincide con lo ya señalado en trabajos anteriores (Moyano, 2000), en el sentido de que si bien la pre-sencia del autor es mitigada mediante el uso del estilo impersonal en la Discusión, se eviden-cia en la modalización y en funciones como la interpretación de resultados, la predicción, la justificación y la recomendación.

Un rasgo de interés para dar cuenta de las relaciones entre el autor del artículo y la comu-nidad a la que pertenece (su interlocutor en la interacción) es el uso de las referencias biblio-gráficas en la Discusión. Estas referencias tienen tres funciones, según lo encontrado en las discusiones analizadas. La primera, presentar antecedentes de la investigación, es decir, la información registrada en artículos producidos por otros investigadores sobre el mismo cam-po en el que se ha trabajado. Esta función permite la construcción de un investigador autor del artículo en conocimiento del cuerpo de información aplicada producido en la disciplina. La segunda, la confrontación de los propios resultados con los de esas investigaciones, lo que permite establecer acuerdos y sentar diferencias, que merecen una explicación por parte del autor del trabajo, que se construye así como experto. De ahí la recurrencia de las secuencias que asocian los estamentos 1, 2 y 3 (RdeR, IdeR y Ref). La tercera función hallada para las citas es la referencia teórica, que permite al investigador asociar los resultados obtenidos y su interpretación al cuerpo teórico de la disciplina. Cabe mencionar aquí, nuevamente, una dife-rencia entre el trabajo Nº2 y los restantes: el autor hace casi exclusivamente referencias teóri-cas (de antigüedad marcada) y señala la falta de antecedentes de investigaciones similares en el campo elegido, lamentándose de ello (efectivamente, usa el modalizador apreciativo “la-mentablemente”).

Una cuestión que interesa analizar es la relación entre la sección “Discusión” del artículo científico y las secciones “Introducción” y “Conclusiones”, que se presenta en la Tabla 3.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1192

PRESENTA CONCLUSIONES DISCUSIONES CON CDEH

PRESENTA HIPÓTESIS EN

LA INTRODUCCIÓN COMO SECCIÓN INDEPENDIENTE

COMO ESTAMENTO DE LA DISCUSIÓN

Nº 1 -- X -- Nº 2 X -- X Nº 6 X X -- Nº 7 X -- -- Nº 8 X X --

TABLA Nº 3: RELACIONES ENTRE LA SECCIÓN “DISCUSIÓN” Y LAS SECCIONES “INTRODUCCIÓN” Y “CONCLUSIO-

NES”.

Cuatro de las cinco discusiones en que aparece CdeH pertenecen a textos que exponen las hipótesis en la Introducción y que incluyen entre sus autores a investigadores de mucha expe-riencia, reconocidos en el ámbito de la disciplina. Estos trabajos presentan la Discusión con estructura argumentativa, en tanto presentan pruebas proporcionadas por los resultados y apo-yadas por la bibliografía para confirmar las hipótesis y finalizan en un capítulo conclusivo (Moyano, 2000) excepto uno (el Nº7), que no presenta conclusiones ni en capítulo aparte ni al final de la Discusión. Uno de los cinco artículos con CdeH (el Nº1) no expone las hipótesis en la Introducción, de manera que deben ser inferidas, pero concluye confirmándolas o recha-zándolas, haciendo generalizaciones y recomendaciones para futuros ensayos. En cuanto a los cinco trabajos restantes, no presentan hipótesis en la Introducción ni concluyen en sentido lógico: hacen una síntesis de resultados e incluyen en la Conclusión estamentos como Rec (textos Nº 4 y 5), Rec y JdeE (Nº3) o RdeR, IdeR, Ref, Rec (Nº 9 y 10).

Hemos dicho en otras oportunidades (Moyano 2000; 2001), que uno de los problemas de la comunicación científica y de su didáctica en la Argentina estriba, precisamente, en que no hay acuerdos suficientes sobre la constitución de los géneros que permiten a los investigadores comunicar sus hallazgos y especulaciones. Esta afirmación parece estar confirmada, al menos, en lo que se refiere a los artículos científicos de las disciplinas que nos ocupan en el presente trabajo, dadas las variaciones genéricas registradas, según lo que se ha dicho hasta aquí.

Por el momento –pese a que sobre la base de este corpus no podemos establecer una es-tructura genérica potencial–, podemos afirmar que la Discusión de los artículos científicos producidos en disciplinas relacionadas con la producción animal parecen tener como función la de conducir el razonamiento que permite confirmar o rechazar las hipótesis planteadas en la Introducción, si se tienen en cuenta los textos producidos por investigadores experimentados En esta sección, los autores analizan los resultados obtenidos, los interpretan y evalúan, los confrontan con los resultados obtenidos por otros investigadores y con los conceptos teóricos del cuerpo disciplinar, con la finalidad de legitimarlos ante la comunidad científica y de ocu-par ellos mismos una posición en ese contexto, excepto en el caso de los investigadores muy experimentados, que parecen dar por sentada esa posición y simplemente la ocupan (Nº2). Puede sostenerse, entonces, que la función predominante de esta sección es la persuación acerca de la validez de los resultados y las conclusiones así como sobre la posición de los au-tores como integrantes de la comunidad científica disciplinar.

El autor del artículo se construye como más o menos experto a través de la manifestación de su conocimiento de la información producida en el campo y su capacidad para establecer relaciones con la información disponible. Asimismo, el uso de los tiempos verbales y de los modalizadores de la aserción contribuyen a esta conformación. Baste con citar de modo pre-

Estela Inés Moyano La sección “discusión” de artículos científicos en disciplinas relacionadas con la producción animal: estructura…

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liminar en este sentido las diferencias señaladas entre el trabajo Nº 2 y los restantes, entre los cuales también se distinguen los Nº 1, 6, 7 y 8. Estos rasgos sugieren, a modo de hipótesis, una posible distinción entre trabajos producidos por “expertos” o por “menos expertos” o “novatos”.

Será necesario continuar con los esfuerzos para describir la estructura genérica de la sec-ción “Discusión” de artículos científicos. En primer lugar, se necesitará ampliar el corpus, de manera que el mayor número de textos analizados ofrezca información suficiente para con-firmar las tendencias señaladas en los resultados o modificarlas. Por otra parte, el encadena-miento entre estamentos merece un estudio pormenorizado que permita sistematizar los recur-sos de cohesión utilizados, como el uso de conectores lógicos y la organización de las cláusu-las para que se adecuen a su contexto (Halliday, 1985; Martin, 1993).

Bibliografía

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SWALES, J. 1990. Genre Analysis. Cambridge University Press.

ARGUMENTAÇÃO E ESPAÇO DISCURSIVO EM LIVROS DE AUTO-AJUDA

Julio Neves Pereira Pontificia Universidade Católica de São Paulo / Brasil

[email protected]

Introdução

Este trabalho pretende analisar as estratégias persuasivas em livros de auto-ajuda, e, na mesma medida, observar de que modo elas marcam a criação semiolingüística da narrativida-de do aconselhamento terapêutico, de modo que se possa afirmar que há uma relação entre argumentação e espaço discursivo. Parte do pressuposto de que o espaço da interação entre terapeuta e cliente pode ser compreendido como um sistema semiótico por meio do qual se figurativizam as realidades que constituem, explicam ou manifestam o mundo concreto, a ordem social e as atividades no campo cognitivo e afetivo. Privilegia nesse exame a caracteri-zação discursiva do lugar tópico, paratópico e heterotópico (A. J. Greimas) para analisar as marcas lingüísticas que apontam o "lugar" de onde fala o terapeuta e em que "lugar" coloca a pessoa desejosa de ajuda, considerando a ausência física de um em face do outro, pois que a comunicação do livro ocorre em situação de disjunção de seu remetente e destinatário. O cor-pus analisado é composto de fragmentos de um texto do autor brasileiro que teve o maior nú-mero de edições vendidas no último ano. A pesquisa ainda se encontra em fase inicial.

A persuasão do enunciador

Considerando que comunicar não é apenas informar, mas também tentar persuadir o enun-ciatário a aceitar a mensagem contida no texto, fica implícita, no processo comunicativo, a existência do jogo de persuasão do enunciador que procura levar o enunciatário a querer estar em conjunção com um objeto-valor, por meio de estratégias discursivas. Nesse sentido, como esse jogo estabelece-se no discurso de auto-ajuda? Isto é, que estratégias são utilizadas para tanto?

Ao analisar fragmentos da introdução do livro O sucesso não ocorre por acaso (1999), po-de-se encontrar algumas respostas. Veja-se:

(1) Tomar café da manhã em Londres e, quatro horas depois, almoçar em Nova Iorque era totalmente im-possível há alguns anos. Hoje, você pode fazer isso: basta viajar em um avião supersônico (...) (p.7)

Os elementos semiolingüísticos Tomar café/ em Londres/ almoçar/ em Nova Iorque/ , re-metem a coisas e a ações do mundo, utilizados para o chamamento daquilo que é universal, comum, portanto, para o que supostamente poderá ser desfrutado por todos. Aqui, observa-se que o autor instala um narrador, EU/TU, que instala um narratário. Além desses elementos, tem-se, em seguida, marcado um tempo que é o da enunciação: /hoje/ e, ao mesmo tempo, a instalação de um enunciatário marcado pelo elemento lingüístico /você/, que, como o enun-ciador, tem a competência de poder deslocar-se de lugar (livre arbítrio) e o instrumento (para tanto, (...) basta viajar em um avião supersônico.).

Observa-se uma estratégia discursiva em que o autor, que fala por meio de um narrador, primeiramente, quer possibilitar a conjunção visto que, dessa condição universal, desfruta evidentemente o narratário, que quer e participa dessas coisas do mundo. E, ao instalar enun-ciador e enunciatário, cria um espaço de proximidade.

Julio Neves Pereira Argumentação e espaço discursivo em livros de auto-ajuda

1195

Vê-se que o enunciador cumpre o papel de sedutor que guarda os valores e a ideologia pre-sentes no discurso de tal modo que leve o enunciatário a identificar-se com ele e, portanto, a um querer crer e a um querer fazer. E ainda: o percurso caracteriza o sujeito-sedutor, visto que possui competência persuasiva a ponto de constituir no enunciatário a competência modal para crer nos valores comunicados e se deixe manipular.

No segundo fragmento do mesmo livro, isso fica mais caracterizado. (2) (...) que antes levaria um longo tempo para se aprender, hoje pode ser apresentado em um livro rela-tivamente curto e fácil de ser entendido. (idem)

Observa-se a referência a /Um livro/ que ainda não é o da enunciação, cuja competência também está enunciada: a de que com rapidez traz todas as informações necessárias para po-der mudar a situação de vida. Sugere que a possibilidade de poder fazer mudanças rápidas é presente, atual, por isso possível. Fica estabelecida uma analogia entre a diminuição da relaç-ão tempo/espaço entre duas Capitais que representam os centros do poder mundial e a apren-dizagem que se dará em um tempo muito pequeno por meio do livro. Tal analogia sugere que o livro estabelecerá a conexão necessária entre o poder externo (dinheiro, prestígio) e o poder interno (capacidade de realização e de sucesso).

E no fragmento três, constata-se que por meio do elemento semiolingüístico /agora/ o livro que não era da enunciação passa a sê-lo.

(3) Você tem um desses livros agora em suas mãos. A leitura destas páginas pode transformar sua vida para todo o sempre. Eu disse ‘ pode’; não estou garantindo que irá transformar, porque só ler não resolve nada.(idem)

Vê-se que pertence tanto ao enunciador como ao enunciatário. Isso fica evidente se consi-derar: destas páginas e Suas mãos, um desses livros como pontos marcados. Constata-se também a instalação do enunciador por meio da marca /eu/. É interessante notar que o enun-ciador instalado assume posição contrária ao do enunciatário, estabelecendo uma narrativa de disjunção. Isso ocorre ao primeiro afirmar que falta ao segundo a competência do querer mu-dar. É uma estratégia pela qual se coloca o enunciatário na posição (lugar) daquele que preci-sa motivar-se para conquistar as competências necessárias para operar a transformação. No entanto, no fragmento 4

(4) Mas a leitura deste livro, aliada ao entendimento do material apresentado e à sua aplicação no dia-a-dia, pode trazer resultados surpreendentes ao seu viver. (idem)

O eu que fala reafirma a condição de poder do livro (que é sua), mas só efetivar-se-á se for um objeto de desejo, por causa do qual o /você/ deverá, para entrar em conjunção, desenvol-ver as competências necessárias: querer crer para querer fazer para poder fazer. Como se de-monstra na neutralização do eu/tu (A LEITURA DESSE LIVRO/ ENTENDIMENTO DO MATERIAL /

APLICAÇÃO NO DIA-A-DIA), em que quem lê (você) passa a ter a possibilidade de entusiasmar-se e empenhar-se em adquirir as competências.

Como se nota, tecem-se, nesse processo, estratégias persuasivas de estabelecer identidade a partir de uma auto-imagem: o sujeito destinador da cura é alguém que está apto a ajudar o outro, pois é homem de sucesso, famoso, (portanto) sabe o que diz, porque sempre soube fa-zer o que havia para ser feito para conseguir êxito; mas não se pauta só pela experiência pes-soal do sucesso. É alguém cientificamente atualizado, sempre em sintonia com todas as teo-rias capazes de explicar o desenvolvimento humano. Mesmo diante da complexidade do psi-quismo, tem a competência de a simplificar de modo que o interlocutor possa usufruir dessa habilidade.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Seu sucesso é tanto do indivíduo (sujeito da enunciação) como também do ator que repre-senta, médico, ou seja, ele é enunciador com função para curar:

(5) Este livro analisa e simplifica idéias complexas a respeito da essência do sucesso pessoal e profissio-nal. O conhecimento aqui apresentado foi extraído tanto de minha vivência pessoal – do meu sucesso como individuo e como medico – como também das últimas descobertas científicas no campo do desen-volvimento humano(...) (idem)

(6) Tudo que aqui é apresentado tem por finalidade apoiá-lo no uso do seu potencial de transformar seus sonhos em realidade. As instruções, metáforas e histórias são instrumentos utilizados para incorporar à es-trutura psicológica os princípios comuns às pessoas bem sucedidas. (idem)

O sujeito da enunciação, que poder fazer e quer fazer, propicia a seu enunciatário, por meio da comparação entre o ontem (impossibilidade) e o hoje (certeza de realização), porque pode-rá locomover-se de um espaço para outro, um modo rápido e prazeroso (tomar café e almoçar) de poder sair de um espaço psicológico desfavorável (insucesso) para outro satisfatório (de sucesso). O meio para isso não seria o concorde (avião supersônico), mas o livro, cujo poder é o de permitir a aquisição da competência de poder mudar de um espaço psicológico para o outro sem traumas e com muita rapidez.

Assim, as estruturas narrativas do texto de auto-ajuda convertem-se em estruturas discursi-vas quando assumidas pelo sujeito da enunciação e o discurso se configura a partir dos modos pelos quais a enunciação relaciona-se com o discurso que enuncia.

Como se detectaram as projeções da enunciação no enunciado, foi possível identificar nos enunciados as marcas dos sujeitos que compõem o que se pode chamar “sujeito enunciador”, e que só podem ter o seu fazer enunciativo reconhecido como tal porque se revela como ac-tante da comunicação contextualizado como “real” aquele presente por meio da assinatura do livro e da fotografia da contra capa.

O esquema narrativo canônico repete-se quer explicitamente, quer sob a forma de pressu-posição, a relação entre o sujeito e o objeto, que é caracterizada pelo desejo do primeiro em relação ao segundo, em que o objeto valor é o sucesso. Essa “junção” ocorre de duas formas, identificadas como enunciados conjuntivos: a possibilidade de viagem pelos dois pólos de poder mundial em pouco tempo, aqui a relação sujeito e objeto, que pode ser dotado de dife-rentes valores, “objetivos” ou “subjetivos”. E também por enunciados disjuntivos, o objeto, embora dotado de valor, não está em conjunção com o sujeito, de modo que fique virtualizada a relação entre sujeito e objeto, mantendo-a como uma possibilidade de conjunção, aqui uma forma de persuadir. É o caso em que o enunciado aponta para o problema de que é necessário ler o livro e praticar o que se manda.

O espaço discursivo e argumentação

Essa correlação, no entanto, não pode prescindir de estudar a posição em que se encontram os actantes (observador e o observado). O espaço é um importante suporte para a ocorrência do programa. De acordo com Denis Bertrand (1985), deve-se levar em consideração o conjun-to das categorias que assegura a disposição espacial e que as delimita.

Como se trata de um lugar discursivo, faz-se uma distinção importante entre espacialidade e aspectualidade espacial. A primeira diz respeito à disposição dos lugares em relação às suas categorias, é um enunciando de estado. A segunda refere-se ao ponto de vista do sujeito ob-servador, ou seja, é um enunciado cognitivo que denuncia uma posição e um compromisso do sujeito observador. Assim, essas categorias do esquema narrativo heterotópico e tópico reve-lam a dimensão aspectual. E, ao ter como principio básico a existência de um observador im-

Julio Neves Pereira Argumentação e espaço discursivo em livros de auto-ajuda

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plícito, pode-se considerar a aspectualidade como uma dimensão constante da espacialidade. Essa visão possibilita ver o enunciado espacial como um acontecimento gerado por um olhar, por um posicionamento e, dessa forma, como um espaço discursivo.

O ponto de vista do sujeito enunciador, no livro analisado, dar a ver um tipo de relaciona-mento enunciador/enunciatário em que supostamente o livro será o espaço possível em que o pretendente da cura terá a competência poder fazer (se aquele que quer ser ajudado cumprir o que se manda com aplicação e entendimento). Então, são instaurados três espaços: o da cura (o sucesso, espaço eufórico); o da doença (o insucesso, espaço disfórico) e o espaço (ilusório) físico da transformação em que a interação efetivar-se-á. (o livro é o espaço eufórico). Há, ao que parece, discursivamente, recriados o cenário da terapia psicológica; o cenário religioso (o sujeito enunciador passa a ser uma espécie de oráculo), em que há aconselhamento e promes-sa, em que a autoridade de quem diz tem peso influente sobre quem ouve.

Veja-se que, dependendo do ponto de vista do sujeito enunciador, instalou-se um enuncia-tário com um tipo de comportamento, com um tipo de expectativa, com um modo de ver e de ver-se no mundo.

Assim, de modo bastante adverso, o paciente parece assumir o lugar (no espaço disfórico): (a) do indeciso que provavelmente tomará uma decisão caso algum superior (intelectual, sá-bio, especialista competente) ordene; (b) daquele que tem pela frente um caminho de sucesso porque é um predestinado que ainda não se reconhece como tal; (c) daquele que se espelha nos vencedores, mas sente-se culpado por se sentir forte; (d) do problemático, mas que quer se ver livre do problema; (e) daquele que não se responsabiliza pelos seus atos.

Essa característica é corroborada quando se nota que em nenhum caso observou-se o uso do pronome VOCE em sua função de indeterminação. Nos enunciados, sempre o sujeito diri-ge-se para alguém, supostamente, bastante conhecido. A imagem social que o autor tem do leitor é muito clara. O anunciatário, ao ser instalado, assume características muito definidas e claras.

Pelas análises, essa perspectiva teórica ficou evidente uma vez que todos enunciados apon-taram para uma caracterização positiva do livro como um espaço possível de resolução de problemas e transformação da vida. Seus possíveis semas parecem ser os da /cientificidade/ e da /lucidez/ e, contraditoriamente, os da /magia/ e do /mistério/ (5,6,7). Por extensão tem-se o sema /bem sucedido/ . O que reforça que o sujeito enunciador coloca-se no lugar (sob o ponto de vista) daquele que possui a competência do saber fazer/ do querer fazer e do poder fazer. Competências essenciais para que o sujeito a ser curado tenha a virtualidade de um querer a competência para poder crer e, em um espaço possível para ele, leitor, receber um saber-poder-fazer sua própria cura. Ou seja, o espaço do livro configura a subjetividade virtual do enunciador.

Esse espaço torna-se o paratópico que anuncia a possível transformação, a cura, não mira-culosa (apesar de isso ficar marcado nos itens 5,6,7), mas científica e volitiva; Nele tem-se a condição de harmonia entre médico (saber) e paciente (querer). Ao analisar o debreante espa-cial aqui (=> livro), no fragmento 6, que cria a ilusão de um diálogo em que enunciador e enunciatário, observa-se, estão compartilhando o mesmo espaço “real”: Tudo que aqui é apresentado tem por finalidade apoiá-lo. Ou por meio de um PONTO MARCADO (debreagem enunciva): destas páginas, (que não aponta para fora da enunciação, mas para a própria); por-tanto comungando os princípios comuns do sucesso.

Na mesma medida, implicitamente, a caracterização do pólo contrário (negativa): o que não sai do lugar/ o que não tem dinheiro/ o que não tem prestígio social nem intelectual/ o que

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1198

não tem posses/ o que não tem tempo/ o que não tem calma. Isso é: são constituídos, no pólo oposto, o sema /não-científico/ e o sema /não-bem sucedido/. E será no espaço do livro que a disjunção tornar-se-á conjunção: o perdedor empenhará uma luta para conquistar o espaço do sucesso.

Conclusão

Após essa rápida análise, observou-se que o espaço de onde fala o terapeuta é o da autori-dade e sua argumentação sustenta-se pela necessidade de o paciente querer sair do espaço negativo (o insucesso), e passar para o espaço da cura, o livro (espaço paratópico). Nesse sen-tido, numa perspectiva semiótica, o enunciador seduz o enunciatário, colocando-o em um jo-go, por meio do qual a identificação poderá ocorrer. O percurso do sujeito sedutor é formado por competência persuasiva e por sua autoridade de possibilitar ao enunciatário a virtualidade da competência modal (crer nos valores comunicados pelo destinador), deixando-se seduzir. Como se nota, há vários papéis a serem desempenhados tanto no pólo do destinador como no do destinatário. O discurso da auto-ajuda é constituído por uma série de estratégias discursi-vas que virtualizam as relações entre o saber e o querer, num espaço da possibilidade virtual de cura: o livro.

Bibliografia

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ORGANIZACIÓN ARGUMENTAL DE LA MACROESTRUCTURA DISCURSIVA

Cristián Juan Noemi Padilla Universidad de La Serena / Chile

[email protected]

Parece no haber discusión en admitir que el lenguaje no es exclusivamente un medio a tra-vés del cual un emisor y un receptor comparten una determinada información: “On parle gé-néralement -remarque banale- pour exercer une influence: consoler, persuader, convaincre, faire agir, ennuyer ou embarrasser /.../" (Anscombre ,1983: 7).

Al ‘hablar’, en efecto, no solamente se procura construir una representación de un determi-nado ‘mundo’ posible o de unos determinados ‘hechos’con vistas a que ellos sean comparti-dos por un destinatario; junto a esto, se intenta que los actos por medio de los cuales se refie-ren estos ‘hechos’ sean convenientemente juzgados por los receptores como ‘adecuados’, ‘normales’ o ‘correctos’ y que, de otro lado, las opiniones relativas al ‘mundo’ o a los ‘hechos’ expresadas en el contenido proposicional de los mismos sean consideradas, a su vez, como ‘verosímiles’.

Cuando elaboramos ‘discurso’, no solamente informamos a nuestros receptores de una ma-nera neutral, sino que, por el contrario, lo hacemos la mayor de las veces con un sesgo deter-minado, con una cierta intención argumentativa. Esta finalidad, entendida en muchos casos como añadida al valor referencial de la lengua puede, no obstante, concebirse, desde otra pers-pectiva, como una de las funciones básicas del lenguaje. En razón de ello, siguiendo a Adam, podemos admitir que: "/.../ l'argumentation pourrait fort bien être concue comme una quatrième ou une septième fonction du langage après les fonctions emotive-expressive, cona-tive-imperative et reférentielle de Bühler ou encore métalinguistique, phatique et poétique-autotélique de Jakobson" (Adam,1992: 103). Desde esta óptica, a su vez, la información refe-rencial no se considera como prioritaria en la construcción del sentido del enunciado, sino más bien como derivada de su valor argumentativo.

Concibo la función retórico-argumentativa del lenguaje como una consecuencia natural del empleo de la lengua al tenor de la forma de organización social del hombre del tercer milenio. De igual modo como la sociedad nos obliga a ejecutar cualquier otro tipo de actos bajo ciertas condiciones adecuadas a determinados contextos y en procura de ciertos fines, nos sentimos similarmente presionados a ejecutar actos verbales socialmente aceptables.

El propósito de este trabajo consiste en indagar inicialmente el tipo de conocimiento que subyace a las estrategias formales que emplean los hablantes en la elaboración de sus discur-sos argumentativos, procurando determinar cuál es la relación existente entre ellas y el con-junto de conocimientos, creencias, valores, ideologías, normas, pautas de comportamiento social, etc. , que éstos poseen.

En mi opinión, el contexto social que enmarca los principales productos discursivos (al menos en Occidente) conforma peculiarmente una suerte de ‘estructura retórica’ (ausente-presente) que sirve como trasfondo de referencia doctrinal argumentativo. Esta estructura re-tórica, que según sugiero forma parte de la ‘norma’ lingüística en sentido amplio, se proyecta sobre los discursos y reproyecta dialógicamente en la forma de sucesivos nuevos discursos a

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1200

modo de recreación de la tradición escritural determinada que ha sido sancionada histórica-mente.

Sin negar, de otra parte, que todo ‘modelo del evento’ ha de expresarse al cabo discursi-vamente en todos los niveles de organización estructural del texto en la forma de estrategias retóricas de índole superretórica, macrorretórica y microrretórica, en términos generales, el fuerte de su componente argumentativo se ofrece a nivel discursivo en lo que propongo en llamar la ‘modalidad del texto’.

Concibo la ‘modalidad del texto’ como la expresión discursiva del conjunto de conoci-mientos de que disponen los hablantes naturales para organizar argumentativamente un dis-curso en lo que concierne particularmente a un aspecto del nivel macroestructural del mismo. El conocimiento discursivo formal para ‘llenar’ la modalidad del texto se puede representar en una suerte de reglas (i.e. ‘macrorreglas macrorretóricas’), que suponen, en términos amplios, el despliegue discursivo de la información general que comprende la macroestructura. Las reglas de producción retórico-discursiva que parecen ser las más rentables a este respecto son básicamente tres: ‘adjuntar’, ‘particularizar’ y ‘especificar’.

La regla ‘adjuntar’ representa la operación contraria a la macrorregla ‘omitir’ (cf. van Dijk:1989; 1990). A través de la aplicación de ésta podemos ‘arropar’ al discurso con una serie de proposiciones que no son relevantes en relación con la macroestructura, por lo que resultan un índice de elaboración retórico-argumentativa. Por norma general, el tipo de infor-mación que genera la aplicación de la regla ‘adjuntar’ es de baja relevancia semántica (cf. Sperber & Willson: 1986) y está relacionada con detalles espaciales, temporales y modales que, en cierta medida, cabría ‘esperar’en el discurso. Como se podrá intuir, la principal cons-tricción a la aplicación de esta regla es que los detalles no sobrepasen el límite de característi-cas verosímiles posibles de las entidades, acciones, cualidades, relaciones, etc., referidas en el contenido proposicional.

La regla ‘particularizar’ representa la operación contraria de la regla ‘generalizar’. A través de su aplicación, es posible descomponer una macroproposición en una serie de proposiciones menores que la impliquen. La regla ‘especificar’, finalmente, se concibe como la regla inversa de la operación de ‘integrar’. Mediante la puesta en ejecución de esta regla podemos generar discurso en términos de proposiciones que estén subsumidas bajo el ‘marco’ correspondiente en que se inscribe la macroestructura.

Estimo que a partir de la aplicación de las ‘macrorreglas macrorretóricas’ a una macroes-tructura determinada, satisfacemos parte de las constricciones sociales impuestas sobre los actos de habla en general, y obtenemos, en consecuencia, un conjunto de proposiciones dis-puestas en la forma de un discurso retórico-argumentativo que alcanza diferentes grados de adecuación de ‘verosimilitud’, según los niveles de actuación particular de los hablantes.

Según podemos advertir a partir de nuestra experiencia lectora cotidiana, toda vez que efectivamente leemos y ‘comprendemos’ un discurso determinado (i.e., develamos su ma-croestructura) estamos en condiciones de comprobar, a la vez, la existencia de un número importante de proposiciones que no guardan relación directa con el sentido general del texto.

El conjunto de información de reducida relación semántica con respecto a la macroestruc-tura del discurso, una suerte de macroproposiciones no macroestructurales, parece poner en evidencia un tipo de conocimiento retórico-argumentativo que opera en este nivel de organi-zación textual y que se expresa, precisamente, en la capacidad de los hablantes para generar series de oraciones libres de las constricciones semánticas impuestas por el sentido general del discurso.

Cristián Juan Noemi Padilla Organización argumental de la macroestructura discursiva

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Según propuse en Noemi (1999), lo que sugiero es admitir a nivel textual, como expresión máxima de la proyección de la estructura retórica (vs. no-retórica), la existencia de unidades similares a las categorías Proposición (Prop) y Modalidad (Mod) de la teoría fillmoreana (cf. Fillmore: 1968), una suerte de Prop y Mod ampliados desde la categoría oración hacia la ca-tegoría texto.

En este sentido, Mod ampliado (o ‘modalidad’) me parece el punto nexual donde conflu-yen coincidentemente estrategias retóricas de nivel superestructural, macroestructural y mi-croestructural; por ello una categoría de análisis que puede hacer manifiesta de manera explí-cita la relación forma-sentido. En mi opinión, Mod ampliado está conformado por el conjunto de proposiciones de naturaleza textual opcional o ‘libre’ con respecto a la macroestructura del discurso (i.e., libre de la exigencias de subcategorización de la gran base predicativa que re-presenta la macroestructura). En este sentido, me parece igualmente un buen índice para ad-vertir el grado de elaboración argumentativa de un discurso determinado.

Como se esbozó ligeramente, estimo que la organización retórica concreta que se proyecta en un discurso en la forma de una ‘modalidad’ textual constituye la expresión de una parte del modelo del evento que construye el sujeto hablante (periodista) al tenor de sus opciones cog-nitivas y de sus constricciones culturales. Según puede intuirse, la modalidad en cuanto expre-sión de la estructura retórica es no-informativa, esto es, libre de las obligaciones impuestas por el sentido general del texto o de baja relevancia semántica en el sentido de Sperber y Wil-son:1986, y por tanto, su elisión en un discurso no debiera ocasionar quiebres en lo que res-pecta a la coherencia global del mismo.

2.1. Con vistas a comprobar lo anterior, podemos admitir que la macroestructura del Texto Nª 1 (cf. Anexo) se puede expresar en (1) por medio de las siguientes macroproposiciones (MP), presentadas a partir de la categoría superestructural que las ‘domina’ estructuralmente:

(1)

*SUCESOS PRINCIPALES : MP1 Expulsan a 4 policías por torturas

*ANTECEDENTES GENERALES: MP2 Gobernador fue testigo

*HISTORIA : MP3 No es el primer caso registrado

*SUCESO/ACCIONES CONSECUENTES: MP4 Se han presentado querellas

Según estimo, (1) representa las proposiciones no argumentativas dependientes de la cate-goría Prop. Ellas son esenciales para alcanzar un grado de información textual básico que dé cuenta de un determinado ‘marco’ cultural (en este caso referido al hecho ‘tortura’), y del contenido específico del discurso (asociado en esta noticia con la expulsión de cuatro policí-as). Como (1) pareciera mostrar, las reglas de comprensión que conducen a la macroestructura (cf. van Dijk: 1989,1990) pueden obviar completamente la información semántica de un grue-so número de oraciones que se observa en la estructura de superficie. Como he dicho, éstas, no se hallan ligadas semánticamente con la macroestructura (en el sentido usual del término) y representan un índice de elaboración retórica. Así, por ejemplo, la información expresada por (2)

(2) Los antecedentes del caso fueron entregados al Ministerio del Interior y a la jefatura nacional de la po-licía civil cuyo director, Nelson Mery, envió a Chiloé en la misma tarde del viernes a funcionarios del Departamento Quinto de la institución, además de un perfecto investigador especial para el caso. Simul-táneamente se constituía el Consejo Superior de Etica Policial que, tras conocer los antecedentes recaba-dos, determinó el llamado a retiro del subcomisario de Castro, Fernando Moraga Avendaño, y de los de-tectives. Rubén Mauricio Jara Hidalgo, Miguel Ponce Aguilera y Claudio Alejandro Norambuena Esco-bar.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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La información fue confirmada por el jefe de la Décima Zona Policial, prefecto Raúl Valenzuela Figue-roa, quien indicó que los funcionarios llamados a retiro transgredieron abiertamente el reglamento institu-cional . A raíz del hecho, el subcomisario de Ancud, Jorge Carmona, fue designado jefe de la comisaría judicial de Castro.

presentada a través de la categoría superestructural ‘antecedentes generales’ (cf. van Dijk: 1989) y de contenido general modal. En igual sentido, la información representada por (3)

(3) De acuerdo al relato de la autoridad, los hechos se registraron en el cuartel de la Policía de Investiga-ciones, ubicado en la calle Balmaceda 253, en Castro, la capital chilota. Moraga señaló haber recibido va-rios llamados de personas que transitaban por el lugar y que afirmaban haber escuchado gritos, golpes y amenzadas desde el interior del recinto policial.

expresada por medio de la categoría ‘antecedentes generales’ y de contenido general loca-tivo; la proporcionada en (4)

(4) "Cuando llegué, pude escuchar claramente lo que estaba ocurriendo: los golpes, las amenazas, los gri-tos, todo lo que implica este tipo de vejamen", relató Moraga.

presentada a través de la categoría ‘antecedentes directos’ y de contenido modal; la expre-sada por (5)

(5) Frente a esto la autoridad ingresó inmediatamente al recinto, pese a la oposición inicial de algunos funcionarios

formalizada por medio de la categoría ‘antecedentes directos’ y de valor semántico general modal; la representada en (6)

(6) "y comprobé con mis propios ojos esta situación, en la persona que estaba esposada, desnuda, con una venda ya que trataban de llevar hacia el patio para que escapara a mi presencia.

proporcionada por medio de la categoría ‘antecedentes directos’ y de valor general ‘mo-dal’; la expresada por (7)

(7) El gobernador Moraga explicó que los funcionarios que trataron de impedirle el acceso al casino del cuartel donde se encontraba el detenido; no eran los guardias del establecimiento, sino que los funciona-rios directamente involucrados en la situación.

hecha manifiesta bajo el campo de dominio de la categoría ‘antecedentes directos’, y, fi-nalmente la expresada a través de (8)

(8) "Hay dos funcionarios involucrados en forma directa, pero la institución ha dispuesto la baja de cuatro policías los dos que estaban con el detenido el jefe de la unidad y el jefe de la guardia", detalló Moraga.

puesta de manifiesto a partir de la categoría de ‘antecedentes directos’ y de sentido global modal.

Según se ha señalado, el conjunto de información contenido en los ejemplos (2)-(8) es irre-levante en relación con las necesidades comunicativas básicas que debe satisfacer el texto, se encuentra en dependencia de la categoría ‘modalidad textual’, es no informativo en sentido estricto y probablemente constituye la expresión a nivel discursiva de elaboración argumenta-tiva.

De otra parte, en virtud de que he atribuido a la información representada en los ejemplos (2)-(8) un carácter opcional-argumentativo, cabría esperar que si se elide de la estructura de superficie textual, esta operación no debiera ocasionar algún tipo de trastorno en lo concer-niente a la cohesión global del texto, hecho que parece ocurrir, según se desprende de (9):

(9) EXPULSAN A 4 POLICIAS POR TORTURAR A DETENIDO.

Consejo Superior de Etica de Investigaciones dio de baja al subcomisario y tres detectives de Castro.

CASTRO. Cuatro funcionarios de la Comisaría Judicial de la Policía de Investigaciones de Castro fueron llamados intempestivamente a retiro. La enérgica medida se adoptó por la responsabilidad que les cabe en la aplicación de apremios ilegítimos a un detenido. El hecho fue constatado el viernes por el gobernador de Chiloé, Jaime Moraga, y por el juez del Crimen de Castro, Francisco Javier del Campo.

Cristián Juan Noemi Padilla Organización argumental de la macroestructura discursiva

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Este es el segundo caso de torturas que se conocen en los últimos meses. A comienzos de este año el taxista Raúl Palma Salgado resultó muerto luego de ser sometido a un interrogatorio en el cuartel de la Sección de Investigaciones Policiales de Carabineros. La causa actualmente se encuentra radicada en la justicia militar.

“Yo fui testigo de los hechos”, explicó el gobernador de Chiloé, Jaime Moraga. Inmediatamente, el go-bernador llamó al juez del Crimen de la ciudad, magistrado Francisco del Campo, solicitándole que con-curriera el cuartel a imponerse de la situación. Acto seguido, Moraga se comunicó a Santiago, al Ministe-rio del Interior, y con el director de la Policía de Investigaciones, Nelson Mery.

La del viernes pasado no, sería la primera denuncia sobre apremios ilegítimos en la isla de Chiloé. Así al menos lo dejó entrever el magistrado a cargo de la investigación ; juez Francisco del Campo.

Hasta ahora, la denuncia presentada la misma tarde del viernes, se sumaría una querella presentada por el gobernador de Chiloé y el diputado Gabriel Ascencio miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara. La acción está encaminada en contra de quienes resulten responsables de los hechos. A ellas se agregaría, durante la semana una presentación del mismo detenido que habría sido objeto de apremios.

En relación al conocimiento que pudiera tener el jefe de la unidad, subcomisario Fernando Moraga -quien se encontraba en el cuartel al momento de registrarse los hechos-, el magistrado señaló que eso se estaba investigando.

Como se ha podido comprobar a partir de la muestra sometida a análisis (constituida por los periódicos más representativos de la prensa española y chilena) las secuenciaciones retóri-co-argumentativas tienen asociados valores semánticos de índole global de naturaleza ‘locati-va’, ‘temporal’ y ‘modal’, aunque, por supuesto cabe señalar que aquellas muchas veces no son puras y en ocasiones expresan sentidos mixtos.

En el mismo tenor, es posible advertir que la formalización argumentativa en este tipo de discurso se distribuye en sectores superestructurales muy precisos, a saber, sobre las categorí-as ‘antecedentes directos’ (38,4%), ‘antecedentes generales’ (23%), ‘contexto actual’, ‘suce-sos consecuentes’ y ‘reacciones orales’ (el resto de la distribución) .

Por su parte, se ha observado que, en el marco de este género prototípico, las reglas que generan discurso correspondiente a la categoría ‘modalidad’ lo hacen en la forma de secuen-ciaciones principalmente narrativas (73.8%) y descriptivas (12.3%), y, en menor grado, de tipo explicativo o argumentativo, aunque en muchos casos éstas tampoco suelen ser comple-tamente puras.

Por lo anterior, resulta posible delinear una estrategia ‘modal’ prototípica del género ‘noti-cia’, la que se expresa textualmente en secuenciaciones narrativas de valor semántico general de tipo modal, locativo o temporal, centradas principalmente en la categoría superestructural de los ‘antecedentes directos’.

El valor retórico-argumentativo que he atribuido a la capacidad de generación textual que se expresa en la ‘modalidad’ radica básicamente en su potencialidad para provocar un efecto de verosimilitud respecto del contenido macroestructural del discurso, al reproducir, por me-dio de macroproposiciones del valor semántico referido, las circunstancias probables de la forma en que los hechos se nos ofrecen a la percepción. De esta forma, a partir de la configu-ración inicial de un ‘modelo del evento’ se ‘construye’ discursivamente una realidad plausi-ble.

Estas observaciones parecen poner de manifiesto que, en virtud de la condición de sujetos históricos, la mayor parte de los actos -incluidos, entre ellos, los verbales- que son realizados por la especie se hallan pautados de tal forma que resultan en muchos casos predecibles y pueden ser descritos a través de ‘reglas’ de variado alcance. Si aquéllas que he procurado des-cribir parcialmente aquí son pertinentes, representarían parte de la capacidad de que disponen los hablantes para interactuar socialmente a través del lenguaje.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Bibliografía

ADAM, J. 1992. Les textes: types et prototypes. Récit, description, argumentation, explication, et dialogue. Édi-tions Nathan, París.

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nes Paidós, Barcelona. Anexo (Diario La Tercera, Chile)

EXPULSAN A 4 POLICIAS POR TORTURAR A DETENIDO.

Consejo Superior de Etica de Investigaciones dio de baja al subcomisario y tres detectives de Castro.

CASTRO. Cuatro funcionarios de la Comisaría Judicial de la Policía de Investigaciones de Castro fueron llamados intempestivamente a retiro. La enérgica medida se adoptó por la responsabilidad que les cabe en la aplicación de apremios ilegítimos a un detenido. El hecho fue constatado el viernes por el gobernador de Chiloé, Jaime Moraga, y por el juez del Crimen de Castro, Francisco Javier del Campo.

Los antecedentes del caso fueron entregados al Ministerio del Interior y a la jefatura nacional de la policía civil cuyo director, Nelson Mery, envió a Chiloé en la misma tarde del viernes a funcionarios del Depar-tamento. Quinto de la institución, además de un perfecto investigador especial para el caso. Simultánea-mente se constituía el Consejo Superior de Etica Policial que, tras conocer los antecedentes recabados, de-terminó el llamado a retiro del subcomisario de Castro, Fernando Moraga Avendaño, y de los detectives. Rubén Mauricio Jara Hidalgo, Miguel Ponce Aguilera y Claudio Alejandro Norambuena Escobar.

La información fue confirmada por el jefe de la Décima Zona Policial, prefecto Raúl Valenzuela Figue-roa, quien indicó que los funcionarios llamados a retiro transgredieron abiertamente el reglamento institu-cional . A raíz del hecho, el subcomisario de Ancud, Jorge Carmona, fue designado jefe de la comisaría judicial de Castro.

Este es el segundo caso de torturas que se conocen en los últimos meses. A comienzos de este año el taxista Raúl Palma Salgado resultó muerto luego de ser sometido a un interrogatorio en el cuartel de la Sección de Investigaciones Policiales de Carabineros. La causa actualmente se encuentra radicada en la justicia militar.

"Yo fui testigo de los golpes" explicó el gobernador de Chiloé, Jaime Moraga. De acuerdo al relato de la autoridad, los hechos se registraron en el cuartel de la Policía de Investigaciones, ubicado en la calle Bal-maceda 253, en Castro, la capital chilota. Moraga señaló haber recibido varios llamados de personas que transitaban por el lugar y que afirmaban haber escuchado gritos, golpes y amenzadas desde el interior del recinto policial.

"Cuando llegué, pude escuchar claramente lo que estaba ocurriendo: los golpes, las amenazas, los gritos, todo lo que implica este tipo de vejamen", relató Moraga. Frente a esto la autoridad ingresó inmediata-mente al recinto, pese a la oposición inicial de algunos funcionarios, "y comprobé con mis propios ojos esta situación, en la persona que estaba esposada, desnuda, con una venda ya que trataban de llevar hacia el patio para que escapara a mi presencia.

Inmediatamente, el gobernador llamó al juez del Crimen de la ciudad, magistrado Francisco del Campo, solicitándole que concurriera el cuartel a imponerse de la situación. Acto seguido, Moraga se comunicó a Santiago, al Ministerio del Interior, y con el director de la Policía de Investigaciones, Nelson Mery.

El gobernador Moraga explicó que los funcionarios que trataron de impedirle el acceso al casino del cuar-tel donde se encontraba el detenido; no eran los guardias del establecimiento, sino que los funcionarios di-rectamente involucrados en la situación.

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"Hay dos funcionarios involucrados en forma directa, pero la institución ha dispuesto la baja de cuatro policías los dos que estaban con el detenido el jefe de la unidad y el jefe de la guardia", detalló Moraga.

Algunos detectives, explicó el gobernador, dijieron desconocer la situación, "pero la verdad es que, dada la configuración del inmueble -una casa antigua, de madera, estrecha- todo era audible hasta en la vía pú-blica; toda la unidad podía escuchar". Al interior del casino, agregó, los detectives mantenían el televisor a todo volumen aparentemente, tratando de acallar los gritos del detenido; identificado como Pedro Gas-tón Navarro Pozo. Este registra antecedentes policiales y presenta una orden de arresto por robo.

Moraga indicó que ninguno de los policías les dio algún tipo de explicaciones en torno a lo que estaba ocurriendo. "Todos guardaban silencio y en el momento en que me encontré rodeado de funcionarios ar-mados, decidí mejor dejar la situación a cargo del comisario", dijo. Moraga abandonó entonces el cuartel, en lo que describió como momentos de gran tensión, "rodeado de funcionarios y con el tipo esposado, desnudo y flagelado".

"Es un hecho francamente escandaloso, dentro de lo que corresponde también considerarlo: escandaloso pero aislado", concluyó Moraga. La del viernes pasado no, sería la primera denuncia sobre apremios ilegítimos en la isla de Chiloé. Así al menos lo dejó entrever el magistrado a cargo de la investigación ; juez Francisco del Campo.

Hasta ahora, la denuncia presentada la misma tarde del viernes, se sumaría una querella presentada por el gobernador de Chiloé y el diputado Gabriel Ascencio miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara. La acción está encaminada en contra de quienes resulten responsables de los hechos. A ellas se agregaría, durante la semana una presentación del mismo detenido que habría sido objeto de apremios.

En relación al conocimiento que pudiera tener el jefe de la unidad, subcomisario Fernando Moraga -quien se encontraba en el cuartel al momento de registrarse los hechos-, el magistrado señaló que eso se estaba investigando.

EL DESARROLLO DE LA COMPETENCIA ARGUMENTATIVA ESCRITA

Constanza Padilla de Zerdán

Universidad Nacional de Tucumán - CONICET / Argentina [email protected]

0. Introducción

Este trabajo forma parte de una investigación más amplia acerca del desarrollo de la com-petencia escrita. En esta oportunidad, se presentan los resultados obtenidos del análisis de producciones argumentativas escritas de una población de 308 varones y mujeres de distinto nivel sociocultural y edades comprendidas entre los 10 y 20 años, atendiendo, en particular, a las variables sexo, edad/grado de escolaridad, nivel sociocultural y un aspecto puntual de la variable didáctica.

Para el marco teórico de la argumentación, se tuvieron en cuenta los aportes realizados desde distintas líneas teóricas (J. Anscombre y O. Ducrot, 1983; T. van Dijk, 1978; J.M. Adam, 1990; P. Charaudeau, 1992; C. Plantin, 1996, entre otros).

A continuación se considerarán sucintamente algunos aspectos teóricos de base, para luego presentar los resultados obtenidos en el trabajo de campo.

1. Acerca del discurso argumentativo

Para el análisis del discurso argumentativo se tuvieron en cuenta las contribuciones de dis-tintas líneas teóricas, atendiendo a sus preocupaciones centrales y a su poder explicativo. En este sentido, se ha distinguido la argumentación como:

- operación intelectual (S. Toulmin, 1958; Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, 1979); - operación pragmático-discursiva (J. Anscombre y O. Ducrot, 1983; J. Grize, 1982); - organización textual (J.M. Adam, 1990; C. Plantin, 1996; M. Charolles, 1990; T. van

Dijk, 1978); - conjunto de marcas lingüísticas (V. Lo Cascio, 1998); - modo de organización: organización de la lógica argumentativa y puesta en escena

discursiva (P. Charaudeau, 1992).1

En relación con estas perspectivas, para la evaluación de los datos, se atendió a tres niveles de análisis: el marco del discurso o nivel pragmático, la estructura textual y las realizaciones argumentativas locales.

Con respecto al marco discursivo, que permite concebir la argumentación como una comu-nicación contextualizada e intencional, se ha centrado la atención, para el análisis de las pro-ducciones, en tres estrategias discursivas que representan tres modos de configuración de la intención argumentativa:

a) Estrategia de justificación: se justifica con uno o más argumentos una tesis explicitada desde el comienzo, sin tener en cuenta la postura del destinatario.

1 Para una explicación de estos enfoques, véase C. Padilla de Zerdán (1999).

Constanza Padilla de Zerdán El desarrollo de la competencia argumentativa escrita

1207

b) Estrategia polémica: se contraponen tesis y argumentos propuestos con tesis y argu-mentos adversos, para concluir reforzando la propia postura.

c) Estrategia deliberativa: sin manifestar de entrada una posición tomada, se proporcionan elementos de juicio para llegar a la tesis o conclusión.

Estas estrategias guardan relación con dos posibilidades de movimiento discursivo2, en cuanto al desarrollo de la lógica argumentativa:

- Un movimiento progresivo (datos + argumentos + tesis o conclusión) que no recurre a una toma de posición de entrada sino que proporciona los argumentos (y/o contraargu-mentos) para llegar luego a la tesis o conclusión. En este caso pueden utilizarse las es-trategias deliberativa y polémica.

- Un movimiento regresivo (datos + tesis + argumentos + conclusión) que parte de una explicitación de una postura tomada (tesis) para luego dar los fundamentos de la mis-ma, recurriendo o no a tesis y argumentos adversos.3 En este caso puede recurrirse a las estrategias de justificación y polémica.

Es decir, tanto en el movimiento progresivo como en el regresivo, se puede recurrir a con-traargumentos (estrategia polémica), incluyendo, de este modo, en el propio discurso, la figu-ra del adversario.

En cuanto a la estructura textual, se clasificaron las producciones escritas en argumentati-vas y no argumentativas. Para determinar esta distinción se observó si los textos presentaban todas o algunas de las categorías superestructurales básicas del texto argumentativo (datos o premisas + tesis + argumentos + contraargumentos + conclusión). A la vez, dentro de la cate-goría texto argumentativo, se observó si los textos respondían predominantemente a un movi-miento regresivo o progresivo (teniendo en cuenta el desarrollo de la lógica argumentativa). Para catalogar un texto como no argumentativo, se tuvo en cuenta que no presentara ni argu-mentos ni una tesis (explícita o implícita). En este sentido, pudieron determinarse las siguien-tes posibilidades que, si bien no poseen la base de la célula argumentativa (C. Plantin, 1996) –y por tanto no se los puede catalogar como argumentativos–, presentan el germen de la di-mensión pragmática por cuanto implican distintos grados de apelación al destinatario:

1) Información o narración (sería el grado cero de apelación al destinatario): se informa o se narra un hecho ocurrido.

2) Protesta: se protesta por un hecho ocurrido.

3) Pedido: se pide una solución al hecho ocurrido, con recursos de atenuación o cortesía (por favor podrían..., les rogaría..., etc.)

4) Prescripción: se ordena o exige una solución a un hecho o problema fundamentalmen-te a través de modalidades deónticas (se debe, es necesario, etc).

Por último, en relación con las realizaciones argumentativas locales, se observó el uso de recursos retóricos tales como: la ironía, las preguntas retóricas, las oposiciones, las citas de autoridad para repaldar la propia tesis o refutar la tesis adversa, datos cuantitativos o enume-raciones que apelan al lugar de cantidad (Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, 1979), entre otros. 2 Se sigue el concepto de movimiento discursivo de J. Moeschler (1985: 129-150) pero no su clasificación (argumentación

concesiva, conclusiva y consecutiva). 3 El movimiento progresivo es el más aceptado por la mayoría de los autores como propiamente argumentativo; el movimien-

to regresivo estaría más próximo al concepto de prototipo secuencial explicativo, diferenciado por J.M. Adam (1990) del prototipo secuencial argumentativo.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1208

2. Método

Se constituyó el corpus de análisis, a partir de 308 producciones argumentativas escritas, con los siguientes valores de las variables sexo, edad, nivel sociocultural y grado de escolari-dad:

1) 16 Varones, 10 años, nivel medio-bajo, 5º año de EGB. 2) 17 Mujeres, 10 años, nivel medio-bajo, 5º año de EGB. 3) 15 Varones, 10 años, nivel medio-alto, 5º año de EGB. 4) 15 Mujeres, 10 años, nivel medio-alto, 5º año de EGB. 5) 16 Varones, 11 años, nivel medio-alto, 6º año de EGB. 6) 21 Mujeres, 11 años, nivel medio-alto, 6º año de EGB. 7) 17 Varones, 12 años, nivel medio-bajo, 7º año de EGB. 8) 22 Mujeres, 12 años, nivel medio-bajo, 7º año de EGB. 9) 16 Mujeres, 12 años, nivel medio-alto, 7º año de EGB. 10) 16 Mujeres, 16 años, nivel medio-alto, 4º año de secundaria. 11) 18 Mujeres, 17 años, nivel medio-alto, 5º año de secundaria. 12) 20 Varones, 20 años (edad promedio), ingresantes a 1º año de la carrera de Letras

(nivel universitario). 13) 15 Varones, 19 años (edad promedio), cursantes de 1º año de la carrera de Letras

(nivel universitario). 14) 61 Mujeres, 20 años (edad promedio), ingresantes a 1º año de la carrera de Letras

(nivel universitario). 15) 23 Mujeres, 18 años (edad promedio), cursantes de 1º año de la carrera de Letras

(nivel universitario).

Cabe aclarar que se ha dividido, tanto a los varones como a las mujeres estudiantes de 1º año de la universidad, en dos grupos: alumnos ingresantes a quienes se les tomó la prueba de producción escrita al comienzo del año académico, y alumnos que siguieron cursando la ca-rrera luego de tres meses y recibieron una instrucción didáctica básica acerca del texto argu-mentativo.

La consigna para los grupos de 10 a 18 años fue la de escribir una carta de lectores sobre la basura que se arroja al Río Salí (río de Tucumán). La consigna para los grupos de la univer-sidad fue la de escribir una carta de lectores sobre un tema que les preocupara de su comuni-dad, país o el mundo.

3. Resultados

Para la clasificación e interpretación de los datos, se trabajó, en primer lugar, con la distin-ción entre textos argumentativos y textos no argumentativos. A la vez, dentro de la categoría texto argumentativo, se ha observado si los textos respondían predominantemente a un movi-miento regresivo o progresivo.

Para catalogar un texto como no argumentativo, se ha observado que no presente argumen-tos ni una tesis (ya sea explícita o implícita). En este sentido, se han observado las posibilida-des ya mencionadas que presentan el germen de la dimensión pragmática por cuanto implican distintos grados de apelación al destinatario. Se han registrado también algunas de estas posi-bilidades en forma combinada. Por ejemplo: información / pedido; información / prescripción; protesta / pedido; protesta / prescripción.

Constanza Padilla de Zerdán El desarrollo de la competencia argumentativa escrita

1209

Pasaremos entonces a considerar la Tabla nº 1:

TABLA Nº 1 CARTAS DE LECTORES PRODUCIDAS POR LOS ESTUDIANTES

SEXO, EDAD, NIVEL SOCIOCULT. GRADO ESCOLAR

TEXTO ARGUMENTATIVO:

MOVIM. PROGRESIVO

TEXTO ARGUMENTATIVO:

MOVIM. REGRESIVO

TOTAL TEXTO

ARGUMENTATIVO

TEXTO NO ARGUMENTATIVO:

información protesta, pedido, prescripción, etc.

1) Varones, 10 años, NMB, 5º EGB.

- 62,5% 62,5% 37,5%

2) Mujeres, 10 años, NMB, 5º EGB.

45% 22% 67 % 33%

3) Varones, 10 años, NMA, 5º EGB

- 25% 25% 75%

4) Mujeres, 10 años, NMA, 5º EGB.

47% 15% 62% 38%

5) Varones, 11 años, NMA, 6º EGB

7% 60% 67% 33%

6) Mujeres, 11 años, NMA, 6º EGB

28,5% 28,5% 47% 43%

7) Varones, 12 años, NMB, 7º EGB.

10% 70% 80% 20%

8) Mujeres, 12 años, NMB, 7º EGB.

68% 5% 73% 27%

9) Mujeres, 12 años, NMA, 7º EGB.

67% 16,5% 83,5% 16,5%

10) Mujeres, 16 años, NMA, 4º año secund.

64% 36% 100% -

11) Mujeres, 17 años, NMA, 5º año secund.

94% 6% 100% -

12) Varones Ingresantes a 1º año univ.

5% 80% 85% 15%

13) Varones. 1º año univ.

29% 71% 100% -

14) Mujeres, ingre-santes a 1º año univ.

30% 64% 94% 6%

15) Mujeres. 1º año univ.

52% 39% 91% 9%

Si tenemos en cuenta la variable edad, puede observarse que los porcentajes de textos no argumentativos disminuyen notablemente con la edad hasta desaparecer en los grupos de 16 y

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1210

17 años de nivel medio-alto [grupos 10 y 11]. En los grupos de la universidad reaparecen en los varones ingresantes (15% )[grupo 12] y en las mujeres ingresantes (6%) [grupo 14] y cur-santes (9%) [grupo 15].

Con respecto al predominio del movimiento regresivo y progresivo, puede apreciarse que la preferencia notable por el movimiento progresivo en las mujeres se mantiene en todas las edades, a excepción del grupo de 11 años de NMA [grupo 6] en donde se presenta una equiva-lencia porcentual (28,5%), y del grupo de mujeres ingresantes a la universidad [grupo 14], en el cual hay un predominio del movimiento regresivo (64%). En el caso de las mujeres cursan-tes [grupo 15], se mantiene la preferencia por el movimiento progresivo (52% frente a 39%).

En cuanto a los varones, inversamente, se observa en todas las edades un amplio predomi-nio del movimiento regresivo que, a la vez, aumenta con la evolución cronológica.

Por último, en relación con la variable sociocultural, en los grupos comparables por tener los mismos valores de la variables sexo y edad (grupos 1 y 3; grupos 2 y 4, y grupos 8 y 9), puede observarse que no hay diferencia a favor de los grupos de nivel medio-alto en cuanto a mayores porcentajes de textos argumentativos en los grupos 1 - 3, y 2 - 4. Por el contrario, en los grupos de 10 años, los porcentajes son notablemente superiores en los varones de nivel medio-bajo (grupo 1,62% frente a grupo 3,25%) y levemente superiores en las mujeres de nivel medio-bajo (grupo 2,67% frente a grupo 4,62%). De todos modos, en el grupo 3, en el cual se registra el porcentaje mayor de textos no argumentativos (75%), es donde se ha encon-trado más casos de las variantes prescripción o protesta/prescripción. Parecería que los niños de este grupo consideran de una evidencia tan grave el hecho ocurrido (la basura en el Río Salí) que no ven la necesidad de argumentar a favor de una solución sino de utilizar una op-ción más contundente: el mandato o la exigencia. Por su parte, en los grupos 8 (mujeres, NMB) y 9 (mujeres, NMA) sí hay una diferencia porcentual a favor de este último grupo (83,5% frente a 73%). Parecería entonces que las diferencias significativas a favor de los gru-pos de nivel medio-bajo sólo se observan en el caso de los varones.

Volviendo a la consideración de la variable edad, un elemento que parece constituirse co-mo indicador de una evolución en la competencia argumentativa, es el recurso a la estrategia polémica, es decir, la explicitación de argumentos, posturas o actitudes de adversarios a las propias tesis. Pasemos a considerar la Tabla nº 2.

TABLA Nº 2 CARTAS DE LECTORES USO DE LA ESTRATEGIA POLÉMICA

SEXO, EDAD, NIVEL SOCIOCULTURAL, GRADO ESCOLAR

SÍ USAN NO USAN

9) Mujeres, 12 años, NMA, 7º EGB. 25% 75% 10) Mujeres, 16 años, NMA, 4º año secund. 27% 73% 11) Mujeres, 17 años, NMA, 5º año secund. 13% 87% 12) Varones ingresantes a 1º año univ. 30% 70% 13) Varones, 1º año univ. 71% 29% 14) Mujeres, ingresantes a 1º año univ. 39% 61% 15) Mujeres, 1º año univ. 56% 43%

En esta tabla sólo se registran los datos de los grupos 9 a 15 puesto que en los grupos de menor edad (10 a 12 años), no se observan casos de uso de la estrategia polémica; sólo apare-

Constanza Padilla de Zerdán El desarrollo de la competencia argumentativa escrita

1211

cen algunos casos en el grupo de mujeres de 12 años de nivel medio-alto (25%), con porcenta-jes similares a los que se registran en los grupos de mujeres de 16 y 17 años (27% y 13% res-pectivamente).

En cambio, en los grupos de la universidad, se aprecian mayores diferencias a favor de la utilización de la estrategia polémica en los estudiantes cursantes (71% en los varones y 56% en las mujeres), frente a los alumnos ingresantes (30% en los varones y 39% en las mujeres). Esto evidencia la influencia de la variable didáctica en la producción de los textos de los alumnos cursantes. Recordemos que estos grupos recibieron una instrucción básica acerca de la especificidad del texto argumentativo. Esta influencia también puede apreciarse en los si-guientes aspectos:

- Mayor cantidad de argumentos. - Presencia de contraargumentos explícitos. - Utilización de mayores refuerzos. - Mayor explicitación de la conclusión. - Mayor uso de recursos retóricos, tales como: ironía, preguntas retóricas, oposiciones,

citas de autoridad para respaldar la propia tesis o refutar la tesis adversa, datos cuantita-tivos o enumeraciones que apelan al lugar de cantidad (Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, 1979), entre otros.

Conclusiones

Los resultados globales obtenidos de la clasificación e interpretación del corpus estudiado (grupos de varones y mujeres de entre 10 y 20 años) han permitido arribar a las siguientes conclusiones, con respecto a las producciones escritas de los estudiantes.

En relación con la variable edad:

- Disminución notable de textos no argumentativos en los grupos de mayor edad. - En relación con la variable edad y didáctica, a mayor edad y mayor instrucción: - Mayor recurso a la estrategia polémica. - Mayor presencia de categorías superestructurales: más argumentos, contraargumentos,

refuerzos y conclusión. - Mayor utilización de recursos retóricos: ironía, preguntas retóricas, oposiciones, citas,

lugares de cantidad.

En relación con la variable sexo:

- Mayor utilización de un movimiento regresivo en los varones y de un movimiento pro-gresivo en las mujeres, lo que permite a éstas una configuración más sutil de la inten-cionalidad persuasiva. A esto se suma el mayor uso, en ellas, de recursos persuasivos tales como: el refuerzo (por medio de expresiones modalizadas), la atenuación (a través del uso del condicional y de fórmulas de cortesía) y las preguntas retóricas.

Por último, en relación con la variable sociocultural, no se han observado diferencias signi-ficativas.

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AMBIENTALISMO Y ARGUMENTACIÓN EN EL DISCURSO PEDAGÓGICO DE LAS

CIENCIAS NATURALES

Daniela Palmucci Universidad Nacional del Sur / Argentina

Nora González Universidad Nacional del Sur / Argentina

[email protected]

La presencia de una intención argumentativa en los manuales de ciencias naturales que se utilizan hoy en nuestras escuelas está relacionada con la influencia de un pensamiento “am-bientalista”, en el cual la concepción científica tradicional de un mundo natural inmutable, observado objetivamente por un sujeto, es sustituida por la visión de un hombre responsable de la transformación del ambiente. Como lo ha demostrado Veel (1998), este cambio de pers-pectiva conlleva una modificación sustancial en el discurso que expresa esta nueva relación entre el hombre y su entorno natural. El lenguaje del ambientalismo introduce la argumenta-ción para construir nuevos significados y produce modelos textuales que vale la pena explorar si deseamos desarrollar en nuestros estudiantes habilidades discursivas que les permitan acce-der al pensamiento científico.

Como bien señala Eugene Odum (1978), la modificación del concepto de ecología mani-fiesta este ‘cambio de énfasis’. De ser considerada “biología del medio ambiente”, pasó a ser el “estudio de los sistemas del medio ambiente”, cobrando un enfoque más integrador, que deja de acotarse a una división de las ciencias biológicas para ser una ciencia principal inter-disciplinaria que agrupa a las ciencias biológicas, físicas y sociales, en la que el hombre ocupa un papel protagónico.

El objetivo de este trabajo es describir el componente argumentativo del discurso científico pedagógico empleado en los manuales del área de ciencias naturales. Creemos que dicha des-cripción puede ofrecer criterios que ayuden en la tarea de selección de textos para trabajar en el aula, que orienten la intervención pedagógica del docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje y que faciliten el diseño de estrategias de comprensión lectora destinadas a los estudiantes.

El presente análisis es parte de una serie de estudios descriptivos del discurso científico pedagógico realizados en el marco de una investigación sobre la alfabetización científica en el nivel medio, dentro del proyecto “Prácticas discursivas en la producción del conocimiento científico” dirigido por la Doctora Patricia Vallejos de Llobet. (SGCyT 24/I089 U.N.S.)

El corpus fue seleccionado a partir de un relevamiento de textos editados entre 1979 y 2000, de manuales de los primeros años de nivel secundario (anteriores a la Reforma Educati-va) y del tercer ciclo de EGB (posteriores a la Reforma Educativa). Elegimos para nuestro aná-lisis cuatro textos que evidencian distintas instancias de inclusión de lo argumentativo en el discurso científico pedagógico.

Los textos han sido estudiados aplicando el enfoque teórico-metodológico de la Lingüísti-ca Sistémico-Funcional desarrollada por M.A.K. Halliday (1985) y la teoría de género y regis-tro (Halliday-Martin, 1993 - Martin, 1997). Halliday plantea que el lenguaje y el contexto social son dos sistemas indisociables y que en todo texto existen marcas del contexto en el

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1214

cual se produjo, por lo tanto los textos se configuran como espacios sociales en los cuales el lenguaje opera para expresar tres dimensiones de significado: la representación del mundo construida por el emisor (significado ideacional), la actitud asumida por el emisor respecto de su propio mensaje y del receptor potencial (significado interpersonal) y el rol del lenguaje en la organización del mensaje (significado textual).

Por su parte, la teoría funcional de género y registro establece que los géneros son defini-dos por su propósito social, es decir, por la función comunicativa que tienen dentro de una cultura, y por cierta estabilidad de su estructura y de sus características léxico-gramaticales que permiten a los hablantes reconocerlos como tales. En síntesis, el concepto de género da cuenta del modo en que los textos difieren entre sí y además explica las motivaciones cultura-les de esa diferencia. El concepto de registro se refiere a la selección de rasgos léxico-gramaticales que acompaña la configuración de un género. En tanto el género da lugar al for-mato de un texto en relación con el contexto comunicativo y cultural, el registro se manifiesta a través de elecciones lingüísticas específicas que codifican las dimensiones contextuales. Seguiremos la clasificación de géneros propuesta por Martin (1993: 186-202) y Robert Veel (1997: 166-182), quienes incluyen entre los formatos textuales más frecuentes en el discurso científico pedagógico el informe, la explicación, el experimento, la exposición y la discusión.

En los textos escogidos para este análisis encontramos explicaciones y exposiciones. En tanto la explicación da cuenta de procesos causales que son expresados a través de secuencias ordenadas lógicamente en las que predominan los verbos de acción, la exposición se caracte-riza por presentar argumentos que defienden una visión del mundo y su estructura equivale a la del género que habitualmente se denomina argumentación (Halliday-Martin, 1993). Cabe aclarar que en el presente trabajo utilizaremos la nomenclatura de exposición como sinónimo de argumentación.

Análisis de los textos: Textos A y B

En la primera etapa de nuestro estudio rastreamos el cambio en la elección de género a par-tir del desplazamiento desde el polo explicativo al argumentativo. Presentamos para ello dos textos de manual de ciencia escritos por un mismo autor entre los cuales hay trece años de diferencia. El primero, del año 1981, fue seleccionado porque pertenece a la primera edición de este autor en la que aparece un texto complementario con función argumentativa. El se-gundo texto elegido es de la última edición publicada de este autor, de 1994, que preanuncia los textos posteriores a la Reforma Educativa de 1995.

La configuración genérica de estos textos se resuelve de acuerdo con su función comunica-tiva: en el primer caso, se trata de un texto explicativo apoyado con definiciones y clasifica-ciones. El segundo texto, en cambio, responde a la estructura de la exposición, según la clasi-ficación genérica presentada.

Texto A - Explicación “Las relaciones entre poblaciones” (Plus Ultra, 1981)

Explicación de la variación de la relación entre poblaciones a causa de la acción del hombre.

Clasificación de la ruptura del equilibrio biológico: a) introduciendo especies exóticas;

b) eliminando especies autóctonas;

Definiciones de flora y fauna.

Clasificación de flora y fauna: a) autóctona; b) exótica.

Ejemplificación de cada tipo.

Explicación y ejemplificación de trastornos en el equilibrio biológico por introducción de una especie

Daniela Palmucci et al. Ambientalismo y argumentación en el discurso pedagógico de las ciencias naturales

1215

exótica.

Texto complementario (A’): “Conservación de flora y fauna exótica”

Objetivo: interpretar los beneficios que puede reportar la introducción de especies exóticas.

Texto B - Exposición “Contaminación ambiental debida a los desechos producidos por el hombre” (Plus Ultra, 1994)

Tesis: son necesarios sistemas de reincorporación de desechos humanos al ciclo de la materia.

Argumento 1: contaminar siempre implica un cambio perjudicial para la vida del planeta.

Argumento 2: disminuir o eliminar los residuos contaminantes es difícil pero no imposible.

Argumento 3: el aumento de población y su capacidad productiva están relacionados negativamente con el aumento de contaminación.

Texto complementario (B’): sin título. Describe el proceso de concentración de los insecticidas dieldrin y DDT en los diversos consumidores marinos y su comprobación por parte de científicos.

En ambos casos atendemos a la relación texto principal / texto complementario. Intentamos confirmar la hipótesis de que los textos de función argumentativa eran subordinados a otros textos principales en 1981, mientras que en 1994 ocupan el centro de atención completado por información anexada.

La realización de los géneros en ambos textos se expresa a través de la selección de rasgos léxicos-gramaticales que, como hemos señalado, construyen significados en los niveles idea-cional, interpersonal y textual. Limitaremos nuestro análisis al estudio de lo ideacional y de lo interpersonal. El primer componente, portador de una representación de la realidad construida por el emisor, privilegia, en el texto explicativo, la ocurrencia de procesos naturales, en tanto que, en el texto argumentativo, se destaca el rol del hombre como agente transformador del medio. El componente interpersonal, vinculado a la valoración que el emisor hace del mundo y de su propia situación comunicativa, es significativo en el caso de la argumentación porque introduce una visión subjetiva del mundo en la cual intenta involucrar al destinatario, en tanto que en la explicación esta intención no está marcada.

Entonces, en el nivel ideacional, consideramos relevante el estudio de la construcción de las cláusulas: el tipo de procesos que involucran (por ejemplo, si implican cambio o estatis-mo), el agente responsable de ese proceso y su grado de exposición en el texto, el objeto o paciente que recibe los procesos y la existencia de beneficiarios finales de esas acciones.

En el texto A predominan las cláusulas con procesos relacionales, (constituyen, son, perte-necen, están representadas), los agentes responsables más expuestos de los procesos son ele-mentos de la naturaleza, a quienes se adjudican los procesos materiales (las poblaciones de) y el hombre interviene sólo para hacerse cargo de la ruptura del equilibrio biológico a través de la incorporación de especies exóticas (introducción, introduzca, fue introducido).

En el texto B el hombre interviene en la mayoría de los procesos, ya sea como responsable mostrado (el hombre ha sido factor...) o retrasado en nominalizaciones (desechos humanos, contaminación). En este caso el mismo hombre es agente y beneficiario de los problemas y soluciones que implican los procesos de contaminación que se exponen en el texto (residuos contaminantes, búsqueda de soluciones).

A – texto explicativo

A’- texto argumentativo

B – texto argumentativo

B’- texto explicativo

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Es evidente la diferencia de visión del grado de responsabilidad del hombre en los procesos ecológicos de A y B. El texto A, de intención explicativa, muestra al hombre como un partici-pante más de las relaciones causales de la naturaleza. El texto B, en cambio, focaliza al hom-bre como protagonista de la destrucción del medio. Esta configuración del estatus humano se profundiza argumentativamente en el nivel interpersonal, que atiende a la presencia del enun-ciador dentro del texto a través de las modalizaciones empleadas y de la carga evaluativa de los términos seleccionados. En lo que respecta a la modalización, en los textos explicativos A/B’ la certeza excluye a las restantes modalidades, mientras que en A’ se introduce la posibi-lidad (...puede llegar a facilitar...) y cierto matiz hipotético (...podría disminuir...) que indican la incertidumbre del destino de esos procesos ecológicos. La certeza de B también se rompe, pero no para dudar, sino para exigir soluciones, a través de la modalidad deóntica: ...exigen la búsqueda de soluciones..., ...debe encontrar el procedimiento.

En referencia a la carga evaluativa, tanto en A como B’ son muy escasas las expresiones subjetivas, mientras que A’ emplea términos positivos para reforzar los beneficios de la intro-ducción de especies exóticas (atractivo turístico) contra los negativos que ahondan sus perjui-cios (peligro de invasión). Por su parte, B está plagado de palabras de evaluación negativa dependientes de “contaminación” (malgastar, nocivamente, problemas). Podemos observar, entonces, que hubo un corrimiento en la ubicación de la intención evaluativa propia de la ar-gumentación: en un comienzo se la relega a un segundo plano ilustrativo o complementario. En la última edición aparece en el cuerpo central.

Según Odum, el modelo funcional de una situación ecológica constaría de cuatro compo-nentes, en su versión formal: variables, fuerzas, trayectorias de flujo e interacciones. Las pro-piedades o variables de estado (relativamente estables) son impulsadas a actuar entre sí (pro-cesos de cambio) por una fuerza o energía causal (responsable inicial) que constituye una tra-yectoria de flujo (positiva o negativamente hacia un beneficiario). Variable 1 Fuerza interacción flujo Variable 2

En los textos A y B se evidencia un cambio en la ubicación y el status del componente “hombre” en el modelo. La visión del mundo que transmite A muestra al hombre actuando ‘dentro’ de la naturaleza, hasta volver a una estabilidad natural. El texto B, en cambio, lo fo-caliza actuando ‘sobre’ la naturaleza, que se destruye y en esa destrucción arrastra al mismo hombre.

Modelo del texto A Modelo del texto B especies autóctonas (+) naturaleza hombre cambios naturaleza hombre cambios (-) hombre especies exóticas (-) desechos humanos

La aplicación del modelo propuesto por Odum desde la ecología al análisis de los textos confirma la variación del rol humano en relación con el medio verificada previamente a través del relevamiento de rasgos léxico-gramaticales.

Texto C: “Equilibrio ecológico y contaminación” (Santillana, 1995)

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El texto pertenece a un manual de Ciencias Naturales y Tecnología, destinado a alumnos de primer año de nivel secundario, editado en 1995 y fue seleccionado porque ofrece un ejemplo de estructura genérica mixta en la cual coexisten dos funciones comunicativas. Por un lado, es evidente la intención argumentativa que se traduce en la presencia de una tesis y argumentos que la sustentan. Por otro lado, encontramos un formato explicativo que da cuenta de la ocurrencia de procesos en el mundo natural.

En efecto, esta organización textual en la cual un género, identificado como predominante, realiza además de su propia función comunicativa la función de otro género es denominada por Martin metáfora situacional. En el caso que nos ocupa, el género predominante, la exposi-ción, tiene por función comprometer al lector en un análisis crítico de la realidad y promover un cambio de conducta. El género que se realiza a través de la argumentación, la explicación da cuenta de procesos que afectan el mundo natural. Veamos, esquemáticamente cómo se realizan ambos géneros:

Explicación causal con apoyo de definiciones

equilibrio ecológico afectado por a)utilización irracional de recursos naturales ; b)contaminación

definición: respetar relaciones

armónicas establecidas entre definición: alteración del estado de equilibrio

los organismos y su medio de un ecosistema

contaminación causada por adición de sustancias que en condiciones normales no se encuentran presentes

Exposición

Tesis: Para mantener el equilibrio ecológico es necesario respetar las relaciones armónicas establecidas entre los organismos y su medio.

Argumento 1: la utilización racional de los recursos naturales es la única manera de asegurar el equilibrio

Argumento 2: evitar la contaminación es la otra forma de preservar el equilibrio.

El análisis de los rasgos gramaticales determinantes del registro refleja la doble función observada en el texto. La función explicativa se realiza a través de recursos lingüísticos fre-cuentes en el discurso científico tradicional tales como la utilización de la nominalizaciones para convertir procesos en entidades teóricas (contaminar-contaminación), la presencia de verbos de estado para introducir definiciones o descripciones (...la contaminación es la alte-ración..., ...la atmósfera se halla contaminada...), el empleo de metáfora gramatical para construir relaciones de causa-consecuencia (La contaminación es la alteración del estado de equilibrio de un ecosistema como consecuencia de la adición de sustancias…)

En tanto, la intención argumentativa se manifiesta por un lado en la construcción de un campo de conocimiento en el que el hombre es visto como agente transformador del medio y responsable de su deterioro y por el otro en la búsqueda de un compromiso con esta realidad por parte del lector. Los rasgos léxico-gramaticales que realizan estos significados son:

a) En el nivel ideacional, en el que la experiencia se configura en términos de procesos y participantes, los seres humanos son presentados como agentes gramaticales de procesos ma-teriales que expresan cambio, el participante afectado por dichos procesos es la naturaleza: …transgredimos esas leyes (de la naturaleza)…, …provocamos desequilibrios…, …el hombre modificó la naturaleza…

b) En el nivel interpersonal, en el que la evaluación del mundo y del acto comunicativo se realizan mediante selecciones de deixis, modalidad y léxico encontramos:

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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• Presencia de deixis que incluye al lector y al enunciador como integrantes del género humano y los compromete con la acción transformadora del medio: …cuando trans-gredimos…,…provocamos desequilibrios…,…no podemos eludir el problema de la contaminación…

• Modalización que expresa la obligación o necesidad de promover un cambio de con-ducta del hombre hacia la naturaleza: …no podemos eludir…, es fundamental tener presente que no existe la contaminación aislada.

• Empleo de léxico subjetivo que valora negativamente la actitud humana frente al medio y positivamente la posibilidad de un cambio de conducta: transgredimos, respetar.

Texto D

Este texto, extraído de un manual de 8o EGB editado en 1998, también aborda el tema de la contaminación y se caracteriza por combinar recursos lingüísticos y visuales para desarrollar la información. Está incluido en una sección dedicada a presentar el tema de la contaminación del suelo. Se trata de un gráfico en el cual las imágenes y las palabras se complementan para desplegar la información: origen y efecto de los contaminantes del suelo. Lo hemos elegido porque en él la función argumentativa está depositada en los elementos icónicos.

Para analizar este texto en el que predominan los recursos visuales utilizaremos el modelo formulado por Jay Lemke (1997) que es equivalente al que propone Halliday para el lenguaje. Según Lemke, en el texto realizado a través de la imagen también coexisten tres funciones semióticas que dan cuenta de distintos niveles de producción de significado. La primera de ellas, llamada presentacional (equivalente a la ideacional en Halliday), se refiere a la creación de una escena y a la construcción de una relación entre los elementos presentados. La segun-da, llamada orientacional (interpersonal en términos de Halliday), tiene que ver con la eva-luación que hace el emisor del mundo representado, con la creación de una perspectiva para el receptor y con la construcción de una relación social entre emisor y receptor. La tercera, fun-ción organizacional, (textual en el modelo de Halliday), representa la composición del texto visual en elementos y regiones, colores y texturas, la unión de partes en un todo. Lemke seña-la que lo icónico en los textos científicos no necesariamente funciona como ilustración de lo verbal, sino que posee una función comunicativa propia agregando nueva información y com-pletando los textos verbales, por lo tanto el lector debe ser capaz de establecer relaciones de significados entre ambos. Veamos cómo se cumplen estas condiciones en nuestro ejemplo.

En el texto verbal que acompaña la imagen predomina la función explicativa. Esta se reali-za en el nivel ideacional por medio de recursos gramaticales, tales como: nominalizaciones que convierten las acciones humanas responsables de la contaminación en entidades abstrac-tas y clasificables (residuos de explotación minera, derrames de petróleo, residuos enterra-dos), cláusulas que expresan causalidad (...el lugar puede convertirse en un foco infeccioso ya que en los desperdicios viven microorganismos...), predominio de un campo léxico destinado a establecer taxonomías relacionadas con la contaminación (residuos de explotación minera, residuos industriales, residuos domiciliarios).

En la imagen, que consiste en un dibujo, vemos una extensión de tierra desierta y contaminada, atravesada por un río también contaminado, un cielo rojo atravesado por una columna de humo y tres elementos responsables de la contaminación: una mina, una fábrica y un camión que arroja residuos. La imagen no está destinada a la descripción de un proceso y a la enumeración de factores perjudiciales para el medio porque esa función está depositada en las palabras. Si analizamos los elementos icónicos teniendo en cuenta su función co-

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palabras. Si analizamos los elementos icónicos teniendo en cuenta su función comunicativa desde el enfoque propuesto por Lemke veremos que la selección gráfica está puesta al servi-cio de una intención argumentativa.

En el nivel presentacional, portador de la visión del mundo que el enunciador desea cons-truir, encontramos: a) representación simultánea de todos los niveles que alcanza la contami-nación: subsuelo, suelo, agua, aire, b) agentes de procedencia humana que agreden el medio: fábrica, camión, mina, c) proliferación de elementos contaminantes en contraste con un paisa-je estéril, sin signos de vida, d) naturaleza en proceso de transformación a partir de la influen-cia de elementos nocivos.

En el nivel orientacional, transmisor de la valoración que el enunciador hace de su mensaje y de su enunciatario, advertimos una visión negativa del paisaje afectado por la acción del hombre y una búsqueda del compromiso del receptor con dicha visión que se expresa a través de: a) la acumulación de elementos negativos todos de procedencia humana, b) la referencia a la muerte y a la destrucción dado que los únicos participantes son animales muertos (osamen-tas) y el hombre cuya presencia está simbolizada por la mina, la fábrica y el camión.

En el nivel organizacional la selección y distribución de elementos y colores contribuyen a generar los significados descriptos en los niveles precedentes: a) distribución de elementos contaminantes en toda la escena que afectan la totalidad del paisaje (subsuelo, suelo, agua, aire), b) utilización de colores puros y contrastantes para los escasos espacios limpios (rojo para el cielo y blanco para el agua), c) predominio de colores oscuros y mezcla de tonalidades para presentar espacios contaminados que ocupan mayor superficie que los limpios, d) con-trastes definidos en la forma y el color (nube de humo que se recorta contra el cielo y cruza horizontalmente la imagen) que marcan la diferencia entre espacios limpios y contaminados.

Conclusión

El análisis de los textos seleccionados nos permite afirmar, en primer lugar, que el trata-miento de temas relacionados con la ecología en los libros de ciencias naturales presenta un desplazamiento desde polo explicativo hacia el polo argumentativo. En segundo lugar, es po-sible observar que el despliegue del género argumentativo se produce de diferentes maneras y por medio de diversos recursos. En tercer lugar, podría sugerirse que la incorporación de lo argumentativo en estos textos está relacionada con la influencia creciente de un pensamiento ambientalista reflejado en la formulación de nuevos objetivos pedagógicos que se hacen más explícitos en los manuales editados a partir de la Reforma Educativa.

Este cambio de contexto que demanda un lugar en el género argumentativo se hace eviden-te a lo largo del análisis de los textos precedentes: la argumentación comienza ocupando un espacio periférico en los manuales de ciencia, completando textos básicos tradicionales de carácter explicativo. Un segundo estadio de esta evolución muestra la argumentación coexis-tiendo también con formatos tradicionales pero en un primer plano: las exposiciones constitu-yen el texto central y son acompañadas por textos satélites de índole informativa. El tercer texto, posterior a la Reforma Educativa, da cuenta de un fenómeno de estructura mixta en la cual una argumentación proyecta una explicación. Finalmente, el cuarto texto abre un nuevo campo de lectura que mantiene esta dualidad explicativa-argumentativa, pero la potencia hacia la dimensión visual a través de la imagen. En este caso, el dibujo no opera como simple apoyo del texto lingüístico, sino que carga con la tarea de argumentar sobre la información que proporcionan las palabras.

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La aparición de estructuras genéricas mixtas en los manuales que circulan actualmente en las clases de ciencia presupone un lector competente en la deconstrucción de estos formatos complejos. Esta realidad nos enfrenta al desafío de estudiar los modos en que los alumnos procesan e interpretan esta clase de textos, lo que constituirá la segunda parte de nuestro aná-lisis.

Fuentes

BARDERI, M.G. Y OTROS (1995) Ciencias Naturales y Tecnología I, Buenos Aires, Santillana. COSTAGUTA, MARIANA Y OTROS (1998) El libro de la naturaleza y la tecnología 8, Buenos Aires, Estrada. ZARUR, PEDRO (1981) Biología 1, Buenos Aires, Plus Ultra. ZARUR, PEDRO (1994) Biología 3, Buenos Aires, Plus Ultra. Bibliografía

HALLIDAY, M.A.K (1985) An introduction to functional grammar, Londres, Edward Arnold. HALLIDAY, M.A.K. AND J.R. MARTIN (1993) Writing Science. Literacy and discursive power, London: The Fal-

mer Press. LEMKE, JAY (1998) “Multiplying meaning. Visual and verbal semiotics in scientific text” en J.R. MARTIN AND R.

VEEL, Reading Science, London: Routledge. ODUM, EUGENE (1978) Ecología: el vínculo entre las ciencias naturales y las sociales, México D.F., Compañía

Editorial Continental. VEEL, ROBERT (1997) “Learning how to mean – scientifically speaking: apprenticeship into scientific discourse

in the secondary school” en FRANCES CHRISTIE AND J.R. MARTIN, Genres and Institutions, New York: Continuum.

ZAMUDIO, BERTA Y ANA ATORRESI (1998) El texto explicativo, su aplicación y su enseñanza, Buenos Aires, CONICET.

Anexo

Textos completos sobre los que se ha realizado el trabajo. Texto A - Zarur, Pedro (1981) Biología 1, Buenos Aires, Plus Ultra.

La relación entre poblaciones

La relación entre poblaciones, especialmente entre los predadores y sus presas, puede variar naturalmente, pero generalmente cambia por la acción directa del hombre, que provoca así la ruptura del equilibrio bio-lógico.

El hombre rompe casi siempre el equilibrio biológico de dos maneras:

Introduciendo nuevas especies en un ecosistema

El conjunto de animales que habitan un lugar constituyen su fauna.

El conjunto de plantas que habitan un lugar constituyen su flora.

La fauna y la flora de un lugar pueden ser autóctonas o exóticas.

La fauna y la flora autóctonas son las que están representadas por animales o plantas originarios o nativos del lugar, es decir, pertenecen a ese lugar desde tiempos desconocidos. El jaguar y el quebracho son re-presentantes de la fauna y flora autóctonas.

La fauna y flora exótica de un lugar son las que son originalmente de otra región y se han adaptado a vivir en un lugar distinto al de su origen. En nuestro país el gorrión y el cardo son representantes de la fauna y al flora exótica.

La introducción de una especie exótica, por ejemplo, un animal, en un ecosistema trae generalmente se-rios trastornos en su equilibrio.

La especie nueva o introducida no encuentra enemigos naturales, es decir, los que en su patria impedían que se reprodujera exageradamente. Al no existir la especie predadora que los controle se multiplican ex-cesivamente.

He aquí algunos ejemplos:

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El jabalí europeo fue introducido en La Pampa y Neuquén con fines deportivos. Las poblaciones de jaba-líes han aumentado de tal manera que destrozan, no sólo los sembrados, produciendo enormes pérdidas a los agricultores, sino que también el equilibrio biológico consumiendo gran cantidad de especies vegeta-les que les sirven de alimento.

El visón, que vive en las zonas frías de América del Norte, fue introducido en nuestro país para criarlo en cautividad por el valor extraordinario de su piel. Algunos animales, posiblemente escapados de sus jaulas, se han reproducido y colonizado zonas donde no tienen enemigos ni competidores. Hoy es un terrible predador en la región andino-patagónica, especialmente en el Parque Nacional Los Alerces, donde está exterminando la rica fauna compuesta por aves acuáticas y costeras, roedores como el coipo o la falsa nu-tria y peces. Realiza también devastadoras visitas a los gallineros para consumir gallinas, patos y gansos.

Eliminando una especie autóctona

Texto complementario A’

Conservación de flora y fauna exótica.

Objetivo: interpretar los beneficios que puede reportar la introducción de especies exóticas.

Debemos recordar que algunas especie exóticas, sean ellas plantas o animales, pueden llegar a convertir-se, por su agresividad y eficaz grado de competencia, en malezas o plagas importantes en desmedro de especies autóctonas, por falta de control o manejo adecuados. Lógicamente, esas especies no son motivo de conservación alguna.

En el caso de algunas especies animales, como el ciervo colorado y el jabalí europeo, los cuales por esca-par de cautiverio o haber sido intencionalmente liberados, han proliferado desde mucho tiempo atrás, su erradicación se hace muy difícil. Sin embargo, una vigilancia y manejo bien planificados de esos nuevos recursos, podría disminuir los perjuicios provocados y eliminar el peligro de invasión a otras regiones, a la vez que constituir un atractivo turístico-deportivo para los aficionados a la naturaleza y a la caza. (...)

El propósito estético, recreativo y turístico ha promovido la forestación en áreas carentes de bosques o en las que los bosques nativos fueron diezmados o no alcanzaban un desarrollo apto para tales fines.

Así en todo el mundo, han aparecido numerosas y a menudo vastas áreas boscosas que no fueron planta-das con fines comerciales-industriales y que hoy son centro de intensas actividades recreativas y turísti-cas. (...)

Estos bosques pueden llegar también a facilitar el desarrollo de una biota que les otorgue carácteres parti-culares, biota que podrá perpetuarse si sus componentes alcanzaran a reproducirse normalmente y evolu-cionar a medida que el ambiente se transforme. “Conservación de flora y fauna exótica” por el Dr. Ricar-do Luti (extraído de Áreas Naturales y Turismo, publicación de la Secretaría de Información Pública y Turismo de la Provincia de Chubut).

Texto B - Zarur, Pedro (1994) Biología 3, Buenos Aires, Plus Ultra.

Contaminación ambiental debida a los desechos producidos por el hombre

Desde tiempos remotos el hombre ha sido un factor de contaminación: el solo hecho de respirar basta para alterar la composición del aire. El manejo de los desechos humanos requiere de sistemas adecuados que reincorperen a estos materiales (sustancias excrementicias, orina, aguas cloacales, basura, gases tóxicos, etc.) al ciclo de la materia, con un ritmo similar al que los produjo.

Según E. Odum: “La contaminación en un cambio perjudicial en las características físicas, químicas o biológicas de nuestro aire, nuestra tierra o nuestra agua, que puede afectar o afectará nocivamente la vida humana o de las especies beneficiosas, nuestros procesos industriales, nuestras condiciones de vida, o que puede malgastar y deteriorar nuestros recursos de materias primas”.

La disminución o eliminación de los residuos contaminantes producidos por el hombre, plantea proble-mas muy difíciles de resolver; no obstante, las soluciones posibles tienden a:

Disminuir la utilización de sustancias y procedimientos contaminantes.

Sustituir el uso de sustancias y/o procedimientos contaminantes por otras que no actúen con esa caracte-rística.

Instrumentar procesos destinados a integrar con cierta rapidez los contaminantes a los ciclos naturales de la materia.

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La contaminación del ambiente está estrechamente relacionada con el aumento de la población y con su capacidad productiva. Es por ello que las condiciones sanitarias de la comunidad exigen la búsqueda de soluciones que concilien los aspectos biológicos con los socioculturales. Una fábrica que contamina las aguas de un río con sus residuos debe encontrar el procedimiento adecuado para que, sin interferir en la producción industrial, contribuya a mantener el equilibrio biológico del medio ambiente.

Texto complementario B’

(sin título)

Los insecticidas dieldrin y DDT, vertidos en el mar, se encuentran en tan pequeña cantidad que es impo-sible medir su concentración en el agua. Por su gran afinidad con las grasas son absorbidos directamente por el plancton, en donde se concentran, y pasan sucesivamente a los consumidores de los niveles tróficos III y IV.

En el cormorán, ubicado en el nivel trófico V, alcanzan una concentración 1600 veces superior a la del fi-toplancton.

Actualmente, numerosos científicos de las bases antárticas que investigan el nivel de contaminación de la fauna de la zona, han comprobado la presencia de residuos de insecticidas en los tejidos adiposos de todos los peces, aves y mamíferos, inclusive en los de gran tamaño, como las ballenas.

Texto C - Barderi (1995) Ciencias Naturales y tecnología, Buenos Aires, Santillana

Equilibrio ecológico y contaminación

La naturaleza posee leyes propias que encierran mayor sabiduría que las del hombre. Cuando transgredi-mos esas leyes, provocamos desequilibrios. Hablar de equilibrio ecológico significa respetar las relacio-nes armónicas establecidas entre los organismos y su medio. La utilización racional de los recursos natu-rales es la única manera de asegurar dicho equilibrio.

Por otro lado, al referirnos al equilibrio ecológico no podemos eludir el problema de la contaminación.

La contaminación es la alteración del estado de equilibrio de un ecosistema como consecuencia de la adición de sustancias que en condiciones normales no se encuentran presentes, o que, si lo están, han au-mentado o disminuido significativamente su cantidad normal.

Es fundamental tener presente que no existe la contaminación aislada de alguno de los recursos, ya que todos forman parte del mismo sistema ecológico. Por lo tanto, si la atmósfera se halla contaminada, el suelo y el agua, a corto o largo plazo, también lo estarán.

En los últimos siglos, el hombre modificó la naturaleza más de lo ésta había cambiado en el millón de años anterior. Y, al introducir cambios en un ecosistema también se alteran, de alguna manera y a corto o largo plazo, los ecosistemas próximos, provocando una especie de reacción en cadena.

LA IRONÍA COMO ESTRATEGIA DE LA ARGUMENTACIÓN CRÍTICA EN TEXTOS DE AUGUSTO MONTERROSO

Ana María Paruolo

Universidad de Buenos Aires / Argentina [email protected]

La zarpa de Monterroso me recuerda al sutil alfanje del verdugo que con diestro e insen-sible tajo decapita. El condenado le implora cumplir sin tardanza su labor.

El verdugo le recomienda mover los hombros. Los mueve y rueda la cabeza.

Luis Cardoza y Aragón

Ironía

Para constituir el corpus tomaré como punto de partida el discurso pronunciado en oportu-nidad de recibir el premio Príncipe de Asturias de Letras, en Oviedo, España (27.10.2000); algunos ensayos breves de La vaca (1998) y La letra e (1986), la fábula “La oveja negra” de La oveja negra y demás fábulas (1983) reportajes de Viaje al centro de la fábula (1982); Lo demás es silencio (1978) y el cuento “El eclipse” de Obras completas (y otros cuentos) (1959).

Trataré de realizar una muestra en el breve espacio que debe ocupar esta ponencia: un máximo de nueve hojas.

El concepto de ironía desde la época de Platón y Aristóteles y hasta el siglo XVIII era con-siderado como uno de tantos artificios retóricos. En un segundo período que puede situarse a fines del romanticismo alemán, deja de ser una mera figura retórica del discurso y se trans-forma en un principio de la creación literaria, según el cual el texto debía reflejar el mundo paradójico extratextual. En un tercer período y debido al inmanentismo defendido por algunos teóricos la ironía se aparta de la mímesis y se transforma en ambigüedad estructural, juego de contradicciones y oposiciones intratextuales. Finalmente, con la aparición del concepto de intertextualidad y la negación del autor como “dueño del texto” o al menos de “su” lectura, la ironía es cuestionada como acto de comunicación.

Sin embargo, no puede negarse que es el rasgo distintivo de la literatura del siglo XX.

Más allá de lo que pueda decirse desde el punto de vista historiográfico, es una caracterís-tica en quien habla o escribe, para algo que hay en la obra y/o para algo que le ocurre al lec-tor o al oyente. Como tropo o figura puede estar presente en todo tipo de textos: tragedia, co-media, sátira, épica, poesía lírica, alegoría, discursos parlamentarios, réplica cotidiana, discur-sos críticos –“más allá de los géneros”– y no sólo se circunscribe a los discursos orales sino también a los escritos, con los cuales dialoga y en algunos casos pone en cuestión.

Si tomamos la definición tradicional de ironía como un juego del lenguaje que consiste en que A dice –o escribe– P, piensa no-P y B comprende no-P, resulta interesante pensar cómo escritores y lectores, locutores y receptores consiguen ser cómplices y entonces partícipes de ese juego.

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Con respecto a la complicidad existen opiniones diversas de las que sólo se mencionarán algunas ya que la lista podría ser excesiva pues la discusión todavía continúa y no es la pre-tensión de este trabajo cerrar el tema.

Algunos teóricos sostienen la idea de “transparencia” de la ironía, sin tener en cuenta la in-competencia de algún receptor o la confabulación del emisor con parte de su audiencia (que posee la información a priori) para atribuir al enunciado una intención irónica. Otros postulan la existencia de una doble audiencia, una implícita perceptiva con atribución de la intención irónica que capta el enunciado transliteral, y otra ingenua que sólo capta el enunciado literal1.

Para Tzvetan Todorov2, habría una distinción entre el modo de significación y el modo de simbolización, más abierto a la interpretación de cada lector; para Northorp Frye3 el escritor irónico se menosprecia a sí mismo como Sócrates y pretende no saber nada, ni siquiera que es irónico. Una objetividad total y la supresión de todo juicio moral son esenciales a su método, el ironista fabula sin moralizar.

Según Wayne Booth4 la afirmación irónica puede ser estable o no. Si hablamos de la pri-mera, cuya característica principal es ser descriptiva y realizativa a la vez, proporciona un conocimiento de que “X ha dicho P y querido decir no-P” pero depende del “conocimiento de cómo”.

Cuando leemos la ironía vamos más allá del significado superficial, lo que se rechaza es la forma gramatical de la afirmación –o al menos se pone en duda– dramatizando cada momento de la lectura porque realza las consecuencias de errar el blanco enfrentando al lector ante una ausencia, la ausencia de certeza.

¿Cómo se podría reconstruir una ironía estable? Para la reconstrucción verbal compleja de lo que Booth llama ironía estable, es necesario en primer término un rechazo del significado literal, en segundo término el ensayo de posibles interpretaciones o explicaciones alternativas; en tercer lugar la toma de una decisión sobre los conocimientos o creencias del autor y por último la elección de un significado o un conjunto de significados de los que estemos seguros. Pensar la ironía como una forma de conocimiento es pensar en un juego con reglas preesta-blecidas tras mucha reflexión, que requieren de la participación de por lo menos dos personas, de las cuales el lector o receptor debe seleccionar un significado transliteral.

Argumentación

El narrador de Monterroso es irónico y el escritor Monterroso que recibe premios y escribe ficciones también lo es. Por esta razón el gesto irónico puede ser reconstruido aun si partimos como lo propone este trabajo, de un discurso pronunciado en el momento de recibir un premio y lo derivamos “hacia” y “desde” otros textos del autor, puesto que es allí mismo en donde se escenifican los recursos de los que hablamos:

Quisiera considerar también este Premio un reconocimiento a la literatura centroamericana, de la que, guatemalteco, formo parte. Centroamérica, como bien pudiera haber dicho Eduardo Torres, ha sido siem-pre vencida, tanto por los elementos como por las naves enemigas: me refiero a los desastres naturales de últimos años, y a los económicos y políticos a que nos han sometido los intereses de poderosas compañías extranjeras productoras de ese fruto por el que nuestros países son llamados repúblicas bananeras.

1 D. C. Muecke (1982:40.1)

2 T. Todorov (1978:90.1)

3 W. Booth (1989:14.15)

4 Op.cit. (1989:50.2.3)

Ana María Paruolo La ironía como estrategia de la argumentación crítica en textos de Augusto Monterroso

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Discurso pronunciado en Oviedo, España, "Premio Príncipe de Asturias" (2000)

En este fragmento bajo la apariencia de la cita de autoridad, a la que se recurre con fre-cuencia en los discursos polémicos o científicos, para refrendar, reforzar o respaldar el propio discurso, se refiere indirectamente un enunciado que pertenece a un personaje de ficción: Eduardo Torres, de Lo demás es silencio y esto puede ser leído como una estrategia de vero-similización de la propia argumentación:

EPITAFIO *

Aquí yace Eduardo Torres quien a lo largo de su vida

llegó, vio y fue siempre vencido tanto por los elementos

como por las naves enemigas.

*El padre Benito Cereno, cura párroco de San Blas tiene depositado, en la urna funeraria correspondiente, el epitafio de Eduardo Torres. Compuesto por el propio Torres, será grabado algún día en su lápida. Con-tra su deseo, casi todo lo suyo empieza a conocerse antes de su muerte, que esperamos aún lejana. Otros eruditos samblasenses consultados quisieron ver en este epitafio, aparte de las acostumbradas alusiones clásicas tan caras al maestro, una nota más bien amarga, cierto pesimismo ineludible ante la inutilidad de cualquier esfuerzo humano.

El semiólogo italiano Umberto Eco sostiene que el usuario –lector– escoge las propias orientaciones y los propios vínculos y percibe o sospecha las otras identificaciones posibles que se excluyen pero que subsisten contemporáneamente, es decir el cruce de los otros discur-sos. Cuando le preguntan a Monterroso en algún reportaje acerca de si tiene o no un método para escribir, o la que él mismo sugiere en el discurso antes citado acerca de la brevedad de sus textos, y responde a la primera que no tiene un método, y a la segunda que aprendió a ser breve leyendo a Proust, podemos percibir o al menos sospechar otras posibles lecturas: si no tiene un método entonces puede tener varios o ninguno. Y para la segunda respuesta: si Proust ha sido un novelista y la novela no es una forma breve (entre otras cosas) entonces Monterro-so es lo contrario de Proust.

Crítica

En este punto del desarrollo de la propuesta es pertinente preguntarnos por qué la ironía puede ser pensada como un procedimiento estratégico de la argumentación y por qué aún en los textos de ficción podría hablarse de crítica.

Como esbozo de una respuesta posible, cito a continuación el cuento El eclipse: Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendie-ra una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de índígenas de rostro impasible que se disponían a sacri-ficarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo al-gunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

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–Si me matáis –les dijo– puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura. Los indígenas lo miraron fija-mente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y es-peró confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses so-lares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Con el tópico organizado desde la oposición de saber-poder, Monterroso cuestiona –y he aquí parte de la respuesta– el saber que impuso la conquista, y en cierto modo con la figura metonímica: sinécdoque, del corazón sobre la piedra de los sacrificios, cumple una función crítica sobre los siglos de dominación y aculturación que ha sufrido América Latina a través del clero primero, las compañías exportadoras ¿explotadoras? y los banqueros, después.

Parafraseando a Roland Barthes, si el arte de la palabra está ligado en su origen a una rei-vindicación de la propiedad, como si el lenguaje, en cuanto objeto de una transformación, condición de una práctica, se hubiera determinado no a partir de una sutil mediación ideológi-ca (como les ha sucedido a tantas formas de arte), sino a partir de una socialidad en su máxi-mo grado de desnudez, afirmada en su brutalidad fundamental, a la de la posesión de la tierra. ¿Posesión de la tierra? ¿Posesión de la palabra? ¿Posesión del saber?

La estrategia de la argumentación del estilo de Monterroso como dije antes es la ironía, y el juego con el que traza, trama y da el zarpazo recurre a tópicos especiales, me refiero a los que Roland Barthes define como proposiciones aceptadas y vinculadas a un tema, estas pro-posiciones son innumerables y no deben tomarse como frases sueltas sino como desprendi-mientos de otros textos los cuales funcionan como redes que vinculan el texto con algún tipo de enunciados de los que mantienen una huella, un eco. El lector vinculará con el tópico una serie de frases (que acarrean creencias y valores) y que circulan por los textos como si fueran verdades indiscutibles para la sabiduría popular.

Cito a continuación los tópicos: producción/explotación que se infiere de “repúblicas ba-naneras” y ordinario/extraordinario que se infiere de “la oveja negra”, aclarando que cualquier semejanza con la situación actual de países situados al sur del río Bravo es pura coincidencia.

/.../ me refiero a los desastres naturales de lo últimos años, y a los económicos y políticos a que nos han sometido los intereses de poderosas compañías extranjeras productoras de ese fruto por el que nuestros países son llamados repúblicas bananeras. Op.Cit. pág.4

Es lógico que estemos cansados ya de que países más desarrollados que nosotros acarreen con nuestro cobre o nuestro plátano en condiciones de intercambio cada vez más deterioradas, pero cualquiera puede notar que el temor de que además se lleven nuestros cerebros resulta vagamente paranoico, pues la verdad es que no contamos con muchos muy buenos /.../ La exportación de cada racimo de plátanos le ha estado produciendo a Guatemala alrededor de un centavo y medio de dólar, que la United Fruit Company paga como impuesto, y que sirve sobre todo al gobierno para mantener la tranquilidad social y el orden policía-co que hacen posible producir otra vez sin tropiezos ese mismo racimo de plátanos. Los racimos se expor-tan por miles cada año, es cierto, pero hay que reconocer que aparte de aquel orden, los beneficios obteni-dos han sido más bien escasos, si uno no toma en cuenta el agotamiento de la tierra sometida a esta siem-bra. ¡Qué diferencia cuando se exporta un cerebro! Es evidente que la exportación del cerebro de Miguel Ángel Asturias le ha dejado a Guatemala beneficios más notables, un premio Nobel incluido.

¿A qué debemos dedicarnos entonces? ¿A producir plátanos o cerebros? Para cualquier persona que ma-neje medianamente el suyo, la respuesta es obvia.

La exportación de cerebros de “Movimiento perpetuo”.

Ana María Paruolo La ironía como estrategia de la argumentación crítica en textos de Augusto Monterroso

1227

Confabular, del latín Confabulari, de fabulari, “hablar” tiene según el diccionario de María Moliner dos acepciones: (I) *Conversar. (II) (ant.) *narrar fábulas. Entonces fabular con po-dría ser pensado como un ciframiento hermético y secreto propio de ciertas cofradías o élites pero también como una apertura: la dimensión dialógica del discurso argumentativo, la que atrae otros discursos y arma una red de sentidos diferentes, estableciendo un modo de circula-ción de los textos, otro, que pondría en cuestión el orden de legibilidad, el límite entre orali-dad y escritura, lectura y escritura, lectura y oralidad.

A continuación cito “La oveja negra de” La oveja negra y demás fábulas: En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura”.

La fábula está tramada sobre la urdimbre del dicho popular con el cual se designa lo extra-ordinario como “fuera de orden”, lo que se distingue llevando la significación en el orden simbólico, a la oposición blanco-bueno-luminoso versus negro-malo-oscuro. Desde el Rena-cimiento o tal vez mucho antes esta connotación ha cruzado todo tipo de discursos, sobre todo mediáticos.

Cabe destacar que oveja está con mayúscula y en consecuencia adquiere la entidad de nombre propio y quiebra la isotopía estilística desde la connotación gráfica.

El tópico ordinario/extraordinario “atrae” a mi lectura un texto de Ítalo Calvino que lleva el mismo título que el de Monterroso y pertenece al libro Prima che tu dica “Pronto”, apólogos (manuscrito fechado el 30 de julio de 1944) en el que la oveja negra alude a “un hombre hon-rado”. Cito un fragmento:

Érase una vez un país donde todos eran ladrones.

Por la noche cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna sorda, para ir a saquear la casa de un vecino. Al regresar al alba, cargado, encontraba la casa desvalijada.

Y todos vivían en concordia y sin daño, porque uno robaba al otro y así sucesivamente, hasta llegar al úl-timo que robaba al primero. La vida transcurría sin tropiezos, y no había ni ricos ni pobres.

Pero he aquí que, no se sabe cómo, apareció en el país un hombre honrado. Por la noche, en lugar de salir con la bolsa y la linterna, se quedaba en casa fumando y leyendo novelas...

Tanto en el texto de Monterroso como en el de Calvino, se recurre a la complicidad del lec-tor que registra en la dimensión de la argumentación la tensión irónica que supone la oposi-ción ordinario/extraordinario: “oveja negra” como lo contrario a lo que se infiere del dicho popular. Si bien “oveja negra” se presenta como algo extraordinario ligado en los dos textos, a la serie isotópica negro-oscuro-bueno-(héroe), para el primer caso, y negro-oscuro-bueno-(honrado) para el segundo, quiebra la serie negro-malo-oscuro.

Entonces Monterroso esgrime la crítica a la sociedad de su tiempo, en especial la de ciertos fenómenos que, aunque históricos, no han sido resueltos: la explotación de Latinoamérica de la que como guatemalteco forma parte y el control del pensamiento que los países ricos ejer-cen sobre los países pobres. Lo hace desde los discursos que pronuncia en distintos ámbitos culturales, abriendo la dimensión dialógica no sólo con el auditorio, sino con sus propios tex-tos de ficción y el discurso de la historia, al que parodia.

La migración de algunos enunciados de un discurso a otro –polifonía–, el juego con el uso convencional de los fenómenos de intertextualidad y paratextualidad, de recursos argumenta-tivos y de las connotaciones instituidas por ciertos tópicos y estereotipos van entrelazando

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1228

discurso sobre discurso, tramando un metalenguaje que cumple función crítica y que establece un modo de circulación de los textos que, aunque verosímil, hace dudar al lector no sólo de las certeza de su lectura, sino también de los límites entre oralidad, escritura, lo ya leído, lo ya escrito.

En los textos de Monterroso –lo que he llamado “el decir Monterrosiano”– más que la pre-gunta ¿cómo hacer hablar a la gente? o ¿cómo hacerla callar?, se plantea ¿cómo hacerla re-flexionar?

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de Wil H. Corral, México D.F., 1995.

TRES ELECCIONES DE GESTIÓN ARGUMENTATIVA EN LA CONSTRUCCIÓN

DEL DISCURSO PUBLICITARIO

Norma Beatriz Pesce Instituto Superior Nº 12 G.M. Zuviría / Argentina

[email protected]

Lidia Dellacasa de Bosco Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales / Argentina

[email protected]

Introducción

El presente trabajo constituye el inicio de una investigación referida al discurso publicitario en el marco de la Teoría de la Argumentación en la Lengua. Consideramos a esta clase de discurso como un espacio organizado, enunciativa y argumentativamente, en función de un objetivo (hacer vender) y del punto de vista seleccionado. En tal sentido, nos detendremos especialmente en tres elecciones: la articulación, la negación y la sobrerrealización, y en los efectos semántico-pragmáticos que la combinatoria de los mismos produce.

Resulta necesario puntualizar las restricciones tanto del corpus seleccionado en esta prime-ra etapa, como de las conclusiones que de ellas se derivan:

- Coincidiendo con Adam y Bonhomme (2000) en la evidencia de que, tratándose de la publicidad, el soporte pesa sobre el desarrollo de la comunicación, elegimos preferente-mente publicidades de dos revistas pertenecientes a los diarios más vendidos del país, co-mo son “VIVA” (diario CLARÍN) y “REVISTA LA NACIÓN” (diario LA NACIÓN). Este sopor-te, al tiempo que permite variedad en los objetos publicitados, predetermina los caracteres constitutivos del discurso en función del tipo de receptor.

- La selección obedeció también a la intención de relevar posibles variantes en la estrate-gia de sobrerrealización, a partir de diferencias surgidas del contexto temporal y socio-económico.

- La restricción del corpus, sumada a la cantidad de publicidades analizadas, no habilita aún conclusiones generales.

Es necesario aclarar también que, sin desconocer la retórica bífida (Adam y Bonhomme, 2000): verbal e icónica, del texto publicitario, ni la iconización que frecuentemente caracteri-za a su constituyente redaccional, nos abocaremos específicamente a la argumentación lin-güística.

El discurso publicitario: tres mecanismos de gestión argumentativa al servicio de la re-

tórica de la ponderación

Coincidimos con Tordesillas (1998) en que la gestión argumentativa implica una selección

de elementos de los planos enunciativo y argumentativo cuya combinatoria depende de la mirada del locutor. Del mismo modo, la tensión argumentativa del discurso se logra a través de distintos mecanismos, entre los cuales se destacan los tres que nos ocupan.

Resulta fundamental, a manera introductoria, recordar la finalidad de la argumentación pu-blicitaria en el espacio textual que le es propio. Se trata de HACERLE CONOCER al destinatario las bondades de un Objeto Positivizado, para que CREA en él y se disponga a ADQUIRIRLO. A

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1230

través de esa dinámica discursiva, el consumidor potencial deviene, a su vez, en Sujeto Positi-vizado (Adam y Bonhomme, 2000).

En función de esa finalidad, la argumentación publicitaria es idealizante, implicitante y proléptica, directamente persuasiva, privilegiadora de lo epidíctico en detrimento de lo deli-berativo. Por estos rasgos puede hablarse de la incompletitud de la argumentación publicita-ria.

Atendiendo a tal incompletitud en relación con el valor altamente ponderativo del discurso, intentaremos describir el funcionamiento de los mecanismos elegidos. Partiremos de la si-guiente hipótesis:

Mientras que los sobrerrealizantes (García Negroni, 1998) se vinculan con la retórica de la amplificación, propia del género epidíctico, el articulador pero y la negación actúan co-mo ejes de organización discursiva que instauran el marco del objeto positivado, en relación con una lectura ascendente. En tal sentido, restringen, cancelan o invierten conclusiones que se derivan de los enunciados y proponen instrucciones de interpretación.

El funcionamiento de pero en la argumentación persuasiva

Sostenemos que la recurrencia del articulador pero tiene directa relación con un rasgo constitutivo del discurso publicitario, su incompletitud argumentativa.

La sustitución de la argumentación transaccional por una argumentación directamente persuasiva reclama un proceso de interpretación fuertemente basado en las inferencias y los cálculos de sentido, en tanto las hipertrofias de la matriz argumentativa devienen en una enunciación singular, caracterizada por la economía de lo deliberativo.

En ese particular proceso de gestión discursiva, la aparición del articulador pero contraría, refuta o restringe la puesta en relación de los datos con una conclusión, que el esquema argu-mentativo elemental reclama.

Al mismo tiempo, la incompatibilidad de contenidos semánticos que instala guía la inter-pretación de un tipo de discurso argumentativo pragmáticamente orientado a la positivización del objeto de consumo.

Este funcionamiento se hace evidente en ejemplos como el que sigue: (1) 6.000.000 de personas hay en el mundo. 30.000 botellas de Chandon Cuvée Réserve.

Pero bueno, nuestra misión en el mundo no es hacerlo más justo.

En el texto de esta publicidad, el segundo segmento, iniciado por el articulador pero, refuta la conclusión implícita asociada al primero, en tanto introduce un nuevo topos, que garantiza la ponderación del producto. A la falta de equidad distributiva que se deriva de la producción limitada de Chandon Cuvée Réserve, el articulador opone la exclusividad de la excelencia. En realidad, la primera conclusión se resemantiza a partir de la lectura que instala el articulador, en un efecto asociado al del marcador discursivo bueno y al adjetivo justo, que aparecen en el segundo segmento.

En el marco del funcionamiento del articulador pero, reconocemos por lo menos dos va-riantes:

- Habilita el paso de una escala ordinaria a una escala extraordinaria. Dentro de una es-cala positiva, que desestima el predicado antonímico, instala al producto publicitado en un grado extremo.

Norma Beatriz Pesce et al. Tres elecciones de gestión argumentativa en la construcción del discurso publicitario

1231

- Señala que debe reconsiderarse la información anterior, porque el enunciado que intro-duce presenta una información inesperada que se desvía de la línea argumentativa previa y conduce a una conclusión diferente de la que podía inferirse a partir del primer segmento (Montolío, 2001).

Ejemplo de la primera variante: Curitas (nueva banda refrescante). (2) Es como el remedio de la abuela para la fiebre,

pero de una abuela que estudió ingeniería en Alemania.

El articulador pero instala una lectura ascendente del segundo segmento, al tiempo que obliga a reinterpretar el primero como insuficiente para la aprehensión argumentativa de la situación. El argumento del remedio tradicionalmente bueno de la abuela resulta débil frente al argumento del avance científico-tecnológico contenido en la referencia a la abuela que es-tudió ingeniería en Alemania. El locutor publicista se identifica con el punto de vista del gra-do extremo, que satura la positivización del objeto. A la tradición, aludida a través de la abue-la y del nombre del producto, se suma la eficacia garantizada por la ciencia y la tecnología.

Ejemplo del segundo funcionamiento: EuroMédica (medicina prepaga). (3) No es príncipe, no es hijo de emperador,

pero lo atienden los mejores profesionales del país.

La presencia de pero obliga a reconsiderar la conclusión implícita que se deriva del primer segmento (no puede aspirar a una excelente atención médica), al introducir la conclusión opuesta: lo atienden los mejores profesionales del país.

El efecto ponderativo de la negación

Un análisis semántico-argumentativo de los distintos tipos de negación que pueden ras-trearse en el discurso publicitario nos lleva a seleccionar, por su recurrencia, la negación me-talingüística (García Negroni, 1998) y los enunciados imperativos negativos (Ducrot, 1986). El uso de la primera adquiere relevancia dado el carácter fingidamente dialógico del texto publicitario. En ciertos casos, la palabra refutada es la del probable comprador, la que aparece como insuficiente o no adecuada para la valoración hiperbólica del producto. Es lo que ocurre, por ejemplo, en este anuncio para Renault Clio 2:

(4) Lo primero que podés pensar es:

Y... es un Clio 2 con baúl, pero no, es mucho más que eso. El Clio 2 cuatro puertas es el auto más com-pleto de su categoría y además ahora tiene un enorme baúl (...)

En otros casos –la mayoría–, el locutor descalifica un marco de discurso previo e instala otro espacio, concebido como el único adecuado para caracterizar argumentativamente el ob-jeto que publicita. Esto se advierte en el siguiente ejemplo:

(5) Montchenot 2000

Hicimos un champagne. No para despedir el milenio, sino para recibirlo.

El locutor rechaza el marco discursivo que corresponde a los otros champagnes, hechos para despedir el milenio, puesto que se trata de un marco ordinario, no adecuado para caracte-rizar a Montchenot. Producido el cambio de marco, aparece la rectificación: este champagne ha sido elaborado para recibir el milenio, con lo cual queda instalado en un nivel de excelen-cia por su excepcionalidad.

El mecanismo de la negación metalingüística impone una lectura ascendente y en tal senti-do se constituye en una estrategia de sobrerrealización.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1232

Los enunciados imperativos negativos parecen, en cambio, dirigidos a reclamar explícita-mente la implicación del destinatario en el universo cuasi ficcional creado por la publicidad. Así, el texto del siguiente anuncio de Correo Argentino se enmarca en este encadenamiento argumentativo:

(6) Somos el correo más eficiente del país. Podría ser mentira.

No nos crea. Pruébenos.

Siguiendo el análisis de Ducrot (1986) es posible reconocer en el enunciado imperativo negativo dos enunciadores diferentes. El Enunciador 1 describe la acción: creer en las bonda-des del servicio que narrativamente ha enumerado el locutor en el texto central. El Enunciador 2, por su parte, demanda la anulación de esa acción. En este caso, incita al destinatario a poner a prueba al correo, convencido de la segura elección que se derivará de ese acto, tal como lo demuestra la frase de asiento que cierra el anuncio: Correo Argentino. Si nos prueba, nos eli-ge. Al poner en suspenso la credibilidad que la empresa merece por su eficiencia, aseverada en el enunciado introductorio, y desafiar al interlocutor a una comprobación práctica (al mis-mo tiempo, de la eficiencia y de su afirmación), es posible reconocer en el imperativo ne-gativo cierto grado de redundancia, puesta al servicio, en este caso, de la valoración de alto grado del objeto que se publicita.

La sobrerrealización: un mecanismo privilegiado en la retórica epidíctica

El objeto de consumo (Objeto positivizado) es, tal como afirma Baudrillard (1972), un ob-jeto simbólico que ha perdido su estatuto de nombre común y de utensilio, para adquirir un estatuto de nombre propio que la marca garantiza. De este modo, la publicidad se aleja del principio de realidad al construir un mundo ficcional sometido a sus propias leyes. Ya dijimos que ese funcionamiento imaginario permite explicar, en el discurso publicitario, la retórica epidíctica. Si bien esta retórica de la ponderación no descarta el componente deliberativo, que está presente en el discurso, tal componente aparece debilitado en razón de la argumentación idealizante.

En el modelo altamente ponderativo de la seducción comercial, el mecanismo de la sobre-rrealización se constituye, por lo tanto, en una de sus estrategias recurrentes.

Así, por ejemplo, en el texto de una publicidad seriada de Renault Laguna se destaca una selección de léxicos de alto grado que García Negroni (1998) denomina sobrerrealizantes:

(7) Francia en su máxima dimensión.

La Defense. El último exponente de la arquitectura francesa. Un complejo de oficinas ultramoderno, don-de trabajan miles de personas con la más alta calidad de vida. Pero los franceses no se conformaron y crearon el Renault Laguna. El símbolo más perfecto del confort francés. Estilo y tecnología al servicio del hombre. El mejor ejemplo de que los franceses saben vivir. Importado de Francia (...)

Tanto sustantivos como adjetivos calificantes (Milner, 1978) designan propiedades del au-to que no podrían ser definidas objetivamente. En las tres series es posible rastrear los proce-dimientos de sobrerrealización mediante los cuales el locutor construye la ponderación del producto. El desarrollo de estas series muestra no sólo la descripción hiperbólica de las pro-piedades del vehículo, ubicadas en el punto más elevado de la escala extraordinaria, sino tam-bién las relaciones que se establecen entre los sobrerrealizantes del primer segmento de cada discurso complejo y los del segundo. Los primeros son atribuidos a tres elementos representa-tivos de Francia; la sobrerrealización de grado extremo, a Renault Laguna.

Entre los términos y marcas de sobrerrealización elegidos por el locutor pueden reconocer-se desde superlativos morfológicos como ultramoderno y estructuras formadas por: artículo-

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sustantivo-adverbio más-adjetivo (el símbolo más avanzado, el símbolo más perfecto), hasta expresiones calificantes como andar sublime, dimensión superior, intrínsecamente sobrerrea-lizantes, ya que, por su propio semantismo, designan el grado elevado.

Los mecanismos de articulación y negación contribuyen a la calificación hiperbólica del producto, en tanto funcionan como ejes organizadores del movimiento argumentativo de cada serie.

De este modo, mediante un procedimiento descriptivo de puesta en relación comparativa (Adam, 1999) con La Defense, el TGV y el Concorde, la dinámica discursiva instala la idea de que la máxima dimensión alcanzada por Francia obedece a Renault Laguna: Francia en su máxima dimensión.

Cabe aclarar que el ejemplo analizado fue extraído de la revista “NOTICIAS” (1997), mien-tras que el resto de los textos pertenece, tal como señalamos en la introducción, a las revistas “VIVA” y “LA NACIÓN”. La elección se debe, en este caso, al propósito ya expresado de ras-trear variantes contextuales en relación con el soporte y el público destinatario.

Una publicidad extraída de revista “VIVA” (10-02-02), referida a la misma marca (Re-nault), muestra claramente algunas diferencias impuestas por factores contextuales:

(8) ¿Quién eligió a quién?

Cuando hicimos Renault Clio 2 pensamos en un auto que te guste, en el que entren todos, con un precio que puedas pagar, con versiones para que elijas y en el que estés seguro. Cuando elegiste el Clio 2 pensas-te lo mismo.

Construida sobre un mecanismo aparentemente dialógico, la ponderación se desplaza del objeto al potencial sujeto comprador, que aparece como Sujeto Positivizado. La positivización se plantea, en realidad, desde el enunciado interrogativo ¿Quién eligió a quién? Esta estructu-ra especular se sostiene argumentativamente al atribuírsele al sujeto comprador las mismas elecciones tenidas en cuenta por la empresa Renault a la hora de crear el producto: belleza-comodidad-accesibilidad-variedad de modelos-seguridad.

La selección léxica, de menor sobrerrealización, elude los términos altamente calificantes, en consonancia con un registro conversacional que denota la destacada presencia del receptor-comprador potencial.

Así como Renault Laguna aparecía ubicado en el grado extremo de una escala extraordina-ria, por sobre los máximos exponentes de la tradición, la tecnología y el confort franceses, Re-nault Clio 2 resulta convertido en objeto de valor en tanto responde a las expectativas del comprador común, también valorizado desde la argumentación publicitaria.

A modo de conclusión

Ɣ En el discurso publicitario, la retórica de la argumentación se vincula estrechamente con el género que prevalece: el epidíctico, por sobre el deliberativo.

Ɣ En tanto lo epidíctico se relaciona con la parte descriptiva de la lengua, el discurso pu-blicitario se asienta en una descripción de alabanza y de adhesión a valores subyacentes idea-lizados en una cultura. Por eso, la sobrerrealización del objeto publicitado resulta un meca-nismo por excelencia de gestión argumentativa, que el receptor admite en tácita complicidad con el locutor. Los sobrerrealizantes definen, así, una visión extrema de la escala argumenta-tiva que legitima la constitución del producto en objeto positivado.

Ɣ Como el discurso publicitario se dirige interlocutivamente hacia una respuesta, se estruc-tura bajo la influencia de ese discurso réplica previsto. En consideración de este último (y

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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atendiendo ya a las articulaciones microlingüísticas), la presencia de pero permite, según los casos:

– Oponer dos maneras diferentes de considerar la situación, para instaurar el marco ade-cuado a los fines de la ponderación del producto.

– Introducir un segmento basado en la elección de los elementos descriptivos supuesta-mente más valorados por el receptor aludido.

– Reforzar la retórica ponderativa del discurso publicitario, estetizante y gratuito, al favore-cer una conclusión fundada en el argumento-pasión y no en el argumento-razón.

– Aprovechar, en todos los casos, el frecuente camuflaje de la enunciación argumentativa publicitaria, que instaura un pacto de lectura abierta con el destinatario.

Ɣ Atendiendo a ese carácter fingidamente dialógico del discurso publicitario, el mecanismo de la negación se convierte en sobrerrealizante en tanto:

– Refuta la palabra del probable comprador o descalifica un marco de discurso previo, co-rrespondiente a un topos ordinario (implícitamente relacionado con otros productos de la misma especie), para instalar un espacio más apropiado a la valoración hiperbólica del ob-jeto. En la configuración semántica de ese universo discursivo caracterizado por el exceso, la negación metalingüística, en efecto combinado con otros mecanismos de sobre-rrealización, desencadena una lectura ascendente.

– Reclama la implicación del receptor en el universo cuasi-ficcional que crea el discurso publicitario (enunciados imperativos negativos).

Consideramos, en razón de lo expuesto, que los tres mecanismos analizados se hallan en la base de una dinámica argumentativa que convierte el objeto publicitario en puro objeto de discurso.

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ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA ARGUMENTATIVA DE UNA SENTENCIA DE

PEDRO LOMBARDO, Y DEL COMENTARIO PARALELO DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

Luis Poenitz

Universidad Austral / Argentina [email protected]

Me gustaría, con esta ponencia, hacer conocer muy someramente el valor argumentativo de dos textos medievales cuyas estructuras argumentativas pueden analizarse como si fueran de discursos de hoy, y a la luz de los más recientes y criteriosos estudios sobre el tema. Tales textos son la “Sentencia 37” del Libro III de Sentencias, de Pedro Lombardo, y el Comentario sobre ella de Santo Tomás de Aquino. La traducción completa de esta Sentencia y de su Co-mentario paralelo, que se editará próximamente y por primera vez en lengua castellana, ha sido una gozosa tarea para mí y para mi estrecho colaborador, Cristián Dodds Achával. De esta traducción están tomados los fragmentos que cito en el trabajo.

Pedro Lombardo nació a fines del siglo XI o principios del XII en Lumello, cerca de Nova-ra, en Lombardía. Murió en 1160 en París, hasta donde había llegado para realizar su educa-ción teológica; allí enseñó luego en la escuela catedralicia y, finalmente, ejerció como obispo, elegido un año antes de su muerte. Sus obras auténticas se reducen a cuatro: Comentarios a los Salmos, Comentarios a las Epístolas de San Pablo, Los Sermones y Cuatro Libros de Sen-tencias. Estos IV Libri Sententiarum significaron su reconocimiento como Magister sententia-rum y constituyen su obra principal. Durante la Edad Media y hasta el siglo XVI fue manual escolar, sustituido después por la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino. Su mérito radica en que el autor hizo una adecuada selección de textos patrísticos, expuso las diversas opiniones ante cada tema y utilizó criteriosamente fórmulas de diversos autores. Coloca en primer plano los argumentos de autoridad; usa la dialéctica; reconoce la primacía de la razón, pero cuando se trata de verdades de fe, apela a la autoridad de los grandes maestros, espe-cialmente de San Agustín. De él toma Lombardo la división de los Libros (De doctrina chris-tiana, Liber I, cap. 2)1. El Libro III, que analizaré parcialmente, contiene 40 “distinctiones”, que tratan de Verbo incarnato et de Christo redemptore, de virtutibus y de decem mandatis. La Distinción 37 considera “De decem praeceptis, quomodo contineantur in duobus mandatis caritatis” (“Respecto de los diez preceptos, de qué modo están contenidos en los dos manda-mientos de la caridad”). En el “Comentario” respectivo, Santo Tomás realiza la “División del texto”, la cual sinópticamente puede expresarse en el siguiente esquema:

Parte I: I.1. Acerca de los ocho primeros mandamientos I.1.A. Mandamientos de la Primera Tabla I.1.A.1. Primer Mandamiento I.1.A.1.a. Distinción de los preceptos I.1.A.1.b. Desarrollo del primer mandamiento I.1.A.1.c. Desarrollo de la cuestión surgida de las cosas antedichas I.1.A.2. Segundo Mandamiento

1 Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, Edic. Rialp, 1981, T. XVIII, pp. 180-181.

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I.1.A.3. Tercer Mandamiento I.1.B. Mandamientos de la Segunda Tabla I.1.B.1. Primer Precepto (Cuarto Mandamiento) I.1.B.2. Segundo Precepto (Quinto Mandamiento) I.1.B.3. Tercer Precepto (Sexto Mandamiento) I.1.B.4. Cuarto Precepto I.1.B.4.a. Exposición del Séptimo Mandamiento I.1.B.4.b. Cuestión de si los hijos de Israel pecaron al robar, y otras I.1.B.5. Quinto Precepto I.1.B.5.a. Exposición del Octavo Mandamiento I.1.B.5.b. Cuestión de si se prohíbe toda mentira I.2. Acerca de algunos que se entienden prohibidos por alguno de los ocho Mandamientos antes mencionados Parte II: (Los dos últimos Mandamientos)

Dadas las limitaciones de espacio, analizaré el contenido de los Mandamientos de la Pri-mera Tabla (I.1.A.). Las consideraciones son válidas para los restantes temas de esta Distin-ción 37 de Pedro Lombardo.

Se inicia con una introducción encabezada por el enlace extraoracional2 sed: Sed iam dis-tributio decalogi [...] consideranda est (“Pero ahora debe considerarse la distribución del De-cálogo”). Volverá a utilizarlo con ese valor, otras dos veces: para comenzar –como aquí– un párrafo, y una oración dentro de un párrafo. Como extraoracional, este enlace se utiliza fre-cuentemente para cambiar el rumbo de las ideas. En estos tres casos, la conjunción sed es una “partícula” marcadora del discurso3 que desempeña una función no habitual en la sintaxis oracional latina. De suyo, se emplea como nexo adversativo y así lo utiliza diez veces, por ejemplo: Origines dicit sed Augustinus; non videt oculus, sed animus sibi fingit; non idolum, sed similitudinem facit. Para oponer ideas entre dos párrafos o entre dos oraciones de un mis-mo párrafo, utiliza las más habituales conjunciones autem –una vez– y vero –siete veces–, y el adverbio tamen –una vez–. Este adverbio tamen está funcionando como partícula marcadora del discurso, tal como ocurre con la conjunción y la preposición4.

Para explicar cada uno de los tres primeros mandamientos, en primer lugar los cita de Éxo-do 20: “No tendrás otros dioses, ni construirás para ti imagen ni nada semejante”, “No toma-rás el nombre de tu Dios en vano” y “Acuérdate de santificar el día sábado”, respectivamente. En cuanto al primer mandamiento, centra el interés en distinguir los conceptos sculptile (‘imagen’) e idolum (‘ídolo’), según se citan o se definen en Orígenes, San Agustín, San Pa-blo, San Jerónimo y en “algunos” u “otros” a los que no nombra. Respecto del segundo man-damiento, afirma que el precepto significa secundum litteram (‘literalmente’) “no jurar nada en el nombre de Dios”; pero allegorice (‘en sentido alegórico’), implica “no considerar que Cristo, hijo de Dios, es criatura, sino igual al Padre”; y lo fundamenta con cita de San Pablo. Sobre el tercer mandamiento, asevera que literalmente prescribe la observancia del sábado; pero, metafóricamente, sugiere la espera, en el Espíritu Santo, del descanso de los vicios y de la futura contemplación de Dios. No cita autoridad alguna. Concluye afirmando que estos tres

2 Concepto de Gili y Gaya, citado en: Martín Zorraquino, M. A. y Portolés Lázaro, J., “Los marcadores del discurso”, en:

Bosque, I. y Damonte, V., Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa, 1999, Tomo 3, cap. 63, p. 4057. 3 Martín Zorraquino y otro, op.cit., p. 4055.

4 Ibíd.

Luis Poenitz Análisis de la estructura argumentativa de una Sentencia de Pedro Lombardo, y del Comentario paralelo…

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mandamientos de la Primera Tabla se refieren a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, respecti-vamente.

Los restantes enlaces que emplea en esta parte son: neque, una vez, y et, dieciocho, tres como extraoracional (copulativos, p. ej., ipse est Patris et Filii amor et connexio); vel (disyun-tivo, siete veces sólo con el matiz de indiferencia ante una elección, p. ej. si quis in auro vel ligno vel alia re faciat); enim, seis veces, utique y quidem, una (aseverativos, p. ej. habet enim decalogus decem praecepta); inquantum,, cuatro veces, scilicet e idest, dos, verbi gratia y ut, una (explicativos, p. ej., ex Spiritu Sancto, idest ex caritate et dono Dei); quia, cuatro veces y cum, dos (causales, p. ej., forma idoli non est naturaliter, quia naturae iustitiae non servit); ideo, dos veces, y unde, una (extraoracionales, con matiz causal, p. ej., Ideo iustificatio nostra et requies ei attribuitur saepius).

La primera mitad de un párrafo sirve como ilustración del estilo argumentativo de Pedro Lombardo: Ideo dicit Apostolus, quia “idolum nihil est in mundo” (1 Cor. 8,4). Non enim aliqua ex rebus constantibus assumitur species; sed quod mens otiosa et curiosa reperit. Simi-litudo vero est dum aliquid ex his quae sunt vel in caelo vel in terra vel in aquis formatur. Augustinus vero ita exponit illud[...] (“Por esto, dice el Apóstol que “no existe ningún ídolo en el mundo”. En efecto, no se adopta ninguna figura a partir de cosas existentes sino que una mente ociosa y curiosa la descubre. En cambio, hay imagen cuando algo se forma de cosas que están en el cielo o en la tierra o en las aguas. A su vez, San Agustín expone del siguiente modo aquello [...]”).

Hasta aquí, las consideraciones respecto de Pedro Lombardo.

De Tomás de Aquino (1215-1274), santificado en 1323 por el Papa Juan XXII, diré lo esencial. En toda su obra demuestra un buen sentido extraordinario y, aunque maestro de ex-quisiteces teológicas, un gran apego a la realidad natural y al equilibrio terrenal. No “aristote-liza” el cristianismo, sino que cristianiza a Aristóteles. Alineó las opiniones divergentes y aclaró el sentido de cada una; cuestionó todo, incluso los datos de la Revelación, enumeró las objeciones posibles e intentó la mediación final; proporcionó a la Iglesia un sistema doc-trinal que la puso de acuerdo con el mundo natural. El Papa Juan Pablo II, en su reciente En-cíclica Fides et ratio (1998), dedica el capítulo IV a justificar “ la relación entre la fe y la ra-zón”; los parágrafos 43 y 44 refieren “la novedad permanente del pensamiento de santo To-más de Aquino”, el filósofo ‘angélico Doctor’ al que considera “Maestro del pensamiento y modelo del modo correcto de hacer Teología”.

El Comentario de Santo Tomás a la Distinción 37 del Libro III de Pedro Lombardo está es-tructurado con orden y claridad, propios de un método escolástico y paradigma para cualquier argumentación moderna. Se inicia con la división del texto de Lombardo, ya anticipada en un esquema de contenido. Le sigue la Cuestión I, donde enuncia los temas de las seis “Cuestion-cillas”5 que abordará. Éstas se exponen en sendos Artículos, organizados en partes idénticas: Ad primum (secundum, tertium, etc.) sic proceditur (“Ante lo primero se procede del siguiente modo”); Sed contra (“Pero contrariamente”); Solutio –o Solutiones– (“Solución”) y Ad obiec-ta ([Respuesta] “A las objeciones”). Los Artículos segundo y quinto contienen tres subtemas. La Distinción se cierra con una Exposición del texto.

Analizaré la estructura argumentativa, resaltando los enlaces, del Artículo tercero, Utrum omnia legis praecepta ad haec decem ordinentur (“Si todos los preceptos de la ley se ordenan

5 N. del T. Neologismo, mejor que ‘problema’ o ‘planteo’, para Quaestiunculae, por analogía con Quaestio, ‘cuestión’,

término habitual en filosofía escolástica

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a estos diez”), el cual trata uno de los aspectos antes citados en el fragmento de Pedro Lom-bardo. Las consideraciones son válidas para los restantes Artículos.

1ª. Parte: Ad tertium sic proceditur. Videtur quod non [...] reducantur. Cum enim [...] con-tineant, non poterunt [...] reduci. Sed [...] sicut etiam Philosophus [...] dicit. Ergo non omnia [...] reducuntur. (“Parece que no se reducen. En efecto, dado que contienen, no pudieron ser reducidos. No obstante, así como también Aristóteles dice. Por lo tanto, no todos se reducen.”). Los cuatro párrafos siguientes, en los que se omite videtur quod (“parece que”), están encabezados por el adverbio praeterea (“además”), marcador de continuidad los tres primeros y de cierre el último. Para una traducción estilísticamente variada, sugiero se traduz-can, respectivamente, por “además, además de eso, más aún, y finalmente”. Asimismo, los cuatro primeros párrafos se cierran con el mismo enlace consecutivo, la conjunción ergo, que puede traducirse, respectivamente, “por ende, así pues, luego, y por lo tanto”. El quinto, en cambio, concluye con una afirmación de la primera idea: videtur quod non omnia praecepta legalia ad haec reducantur. La tesis de esta primera parte es que los preceptos del Decálogo contienen el derecho natural, pero prohíben otros (los ceremoniales y los legales) que no pro-vienen de este derecho; por lo cual no todos los preceptos de la ley se reducen a los diez esti-pulados en las dos Tablas.

2ª. Parte: Sed Contra. Comienza con el enlace extraoracional adversativo y el adverbio fu-sionados, para oponer las ideas antedichas con las tres que le siguen. Reaparecen praeterea, continuando la cadena anafórica, que conviene traducir ahora “además, y además de eso” (como ut supra); y ergo, siguiendo la cadena epifórica, “por ende, y así pues” (ídem). La se-gunda idea se estructura casi análoga a la primera de la primera parte ([...] sicut Celsus dixit [...] Sed [...] Cum [...] videtur quod [..]). Como citas de autoridad, recurre a Celso y nueva-mente a Aristóteles. La tesis es que todos los otros preceptos se reducen a los diez, pues son justos por haberse formulado racionalmente y todo razonamiento recto se deduce del conoci-miento natural.

3ª. Parte: Solutio. Resuelve la cuestión en dos párrafos. En el primero apela a la evidencia de las cosas naturales: las que ‘existen siempre’, que son causa y regla de las que ‘existen frecuentemente’; y estas dos, también causa y regla de las que ‘existen raramente’. Esto sirve como analogía para aseverar, en el cierre del segundo, ‘que todos los preceptos de la ley divi-na o civil se reducen en cierto modo a los diez’ de las Tablas. Utiliza los enlaces enim, vero, vel, autem, et, unde, sicut, ut, ideo, sed (con los mismos valores ya analizados en Pedro Lom-bardo) y seis veces el adverbio huiusmodi, muy frecuente en los textos tomistas (operador de concreción, p. ej., et huiusmodi similantur his quae raro accidunt in natura, “y del mismo modo se asemejan a los fenómenos que raramente ocurren en la naturaleza”). Las citas de autoridad remiten a Aristóteles y a Cicerón.

4ª. Parte: Ad obiecta. Son cinco respuestas a los cinco cuestionamientos de la primera par-te, encabezadas por los respectivos adjetivos ordinales: ad primum, secundum... quintum. El verbo principal es el mismo, dicendum [est], el cual, con distintos matices de obligatoriedad puede ser traducido “debe decirse, hay que decir, ha de decirse, tiene que decirse y es necesa-rio decir”. Utiliza casi los mismos enlaces anteriores y sólo se fundamenta en Aristóteles. Se destaca la conjunción ergo al comienzo de la primera respuesta, pues adquiere el valor de cierre conclusivo de todo el Artículo.

Luego de algunas consideraciones teóricas, clasificaré los enlaces de la lengua latina según la función en el discurso argumentativo de los dos autores. Sigo a Martín Zorraquino y Porto-

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lés Lázaro, en su exhaustivo trabajo “Los marcadores del discurso” de la Gramática descrip-tiva de la lengua española6.

Los ‘marcadores del discurso’ son unidades lingüísticas invariables que no cumplen fun-ción sintáctica en la predicación oracional, pues tienen un fin coincidente con el del discurso. Son ‘signos’ que no contribuyen directamente al significado conceptual de los enunciados, sino que orientan y ordenan las inferencias que deben obtenerse de ellos. Cuando se encuen-tran en una unidad sintagmática, se relacionan sintácticamente con todo el sintagma; en el caso de ser una oración, no dependen sintácticamente del verbo. Hay marcadores que relacio-nan por su significado dos o más miembros del discurso (estructuradores de la información, conectores y reformuladores) y otros cuyo significado afecta sólo a un miembro (operadores).

I.Estructuradores de la información: carecen de significado argumentativo y sirven para in-dicar la organización informativa de los discursos. Se dividen en:

I.1.Comentadores: introducen un nuevo comentario, distinto del discurso previo (iam, y ahora, pues bien).

I.2.Ordenadores: señalan el lugar que ocupa un miembro del discurso en el conjunto de una secuencia discursiva ordenada por partes; presentan al conjunto de esta secuencia como un único comentario, y a cada parte, como un subcomentario. Se subdividen en:

I.2.a.Marcadores de apertura: abren una serie en el discurso (praeterea, autem, en primer lugar, por una parte, de un lado).

I.2.b.Marcadores de continuidad: indican que el miembro al que acompañan forma parte de una serie (praeterea, autem, en segundo lugar, por otra parte, además).

I.2.c.Marcadores de cierre: concluyen la secuencia (praeterea, ergo, por último, en fin, fi-nalmente).

I.3.Digresores: introducen un comentario lateral en relación con el asunto principal del dis-curso.

II.Conectores: vinculan semántica y pragmáticamente un miembro del discurso con otro anterior, de manera que el marcador guía las inferencias que deben realizarse del conjunto de los dos miembros discursivos conectados. Se dividen en:

II.1.Aditivos: unen a un miembro anterior otro con su misma orientación argumentativa. Hay dos grupos:

II.1.a.Los que vinculan dos miembros discursivos ordenados en una misma escala argu-mentativa (et, neque, y, y no, ni).

II.1.b.Los que no cumplen esta condición (vel, etiam, incluso, es más, aun, hasta).

II.2.Consecutivos: presentan el miembro del discurso donde se encuentran como una con-secuencia de un miembro anterior (ergo, unde, igitur, por ende, así, entonces, de donde).

II.3.Contraargumentativos: relacionan dos miembros del discurso de modo tal que el se-gundo aparece como supresor o atenuador de alguna conclusión que pudiera obtenerse del primero (sed, autem, vero, tamen, sed contra, por el contrario, en cambio, pero, con todo, sin embargo, no obstante).

II.4.Causales (ideo, quia, cum, unde, por esto, pues, porque, por lo que). Al igual que los enlaces concesivos o los condicionales, los causales no están contemplados en la clasificación que estoy aplicando.

6 Op. cit.

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III.Reformuladores: presentan al miembro siguiente del discurso como una mejor expre-sión de lo que se pretendió decir con el miembro precedente. Se distinguen cuatro grupos:

III.1.Explicativos: reformulan el mismo asunto o expresan las conclusiones que deberían inferirse del primer miembro (idest, enim, scilicet, inquantum, es decir, esto es, a saber, en cuanto, en otras palabras).

III.2.Rectificativos: corrigen un miembro discursivo anterior por otro que lo mejora.

III.3.De distanciamiento: muestran la nueva formulación como la que debe condicionar la prosecución del discurso, y privan de pertinencia al miembro discursivo precedente.

III.4.Recapitulativos: introducen un resumen o conclusión de un miembro discursivo ante-rior o de una serie de ellos; el miembro recapitulador puede mantener la misma orientación argumentativa o tener una distinta (igitur, en conclusión, en resumen, en fin).

IV.Operadores: condicionan por su significado las posibilidades argumentativas del miem-bro en el que se incluyen sin relacionarlo con otro anterior. Se dividen en:

IV.1.De refuerzo argumentativo: refuerzan como argumento el miembro del discurso en el que están frente a otros posibles argumentos, a los que limitan como desencadenantes de po-sibles conclusiones.

IV.2.De concreción: muestran el miembro del discurso donde están como una concreción o un ejemplo de una expresión más general (ut, verbi gratia, por ejemplo, por caso, en particu-lar).

Respecto de ‘partículas’ discursivas que aparecen más frecuentemente en la conversación, destaco las que funcionan como “marcadores de modalidad epistémica”: señalan el grado de certeza o evidencia que el emisor atribuye a un miembro o miembros del discurso con que se vincula cada partícula (enim, utique, quidem, autem, en efecto, sin duda, por supuesto, real-mente).

La inclusión de algunos marcadores en diferentes categorías obedece a los distintos mati-ces que pueden adquirir en el discurso. Por ejemplo, autem: sigue a la palabra a la que se re-fiere, señalando una débil oposición con lo dicho antes; o marca simplemente un contraste; o adquiere significado restrictivo en una enumeración; o inicia el desarrollo de una idea; o sub-raya una afirmación.

Pedro Lombardo escribió Sentencias: del latín, sententia, pensamiento, opinión, parecer, y especialmente en esta obra, sentido o significación de una palabra o frase. Santo Tomás reali-zó sendos Comentarios: del latín, commentarium, meditación, reflexión de la mente, estudio. Ambos, filósofos, porque etimológicamente son “amadores de la sabiduría” y, en consecuen-cia, poseen el conocimiento de las cosas divinas y humanas, según San Isidoro de Sevilla (Etimologías). El santo español, de los siglos VI-VII, llama ‘lógicos’ a los filósofos que hacen intervenir el raciocinio en el estudio de la naturaleza (propio de los ‘físicos’) y en el de las costumbres (propio de los ‘éticos’)7. De ahí que Lombardo y S. Tomás hayan apelado a la Dialéctica, como parcela de la Filosofía, para investigar, definir y exponer mediante la capa-cidad de la razón. Pero, además, se sirvieron de la Retórica, como ciencia del bien decir para persuadir lo justo y lo bueno, la cual está inseparablemente ligada a la Gramática, que instruye en el arte de hablar correctamente. San Isidoro retoma una larga tradición que destaca, en el discurso retórico, al menos cuatro partes: el exordio, la narración, la argumentación y la con-

7 San Isidoro de Sevilla, Etimologías. Libro VIII, 6,, Madrid, BAC, 1982, Tomo 1, pp. 703-705. Texto latino, versión espa-

ñola y notas por Oroz Reta, J. y Marcos Casquero, M.

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clusión. Define ‘argumentación’ a partir de sus componentes latinos: argutae mentis oratio, discurso de una aguda mente; exige que tal argumentación deje firmemente corroborada la tesis y que rebata, a continuación, la del adversario, para llegar a una conclusión tal que em-puje al oyente a admitir lo que se dice. En Santo Tomás se comprueban admirablemente estas características. Y en los dos autores, Lombardo y S. Tomás, se evidencia el rasgo esencial que el obispo sevillano requería de una buena ‘elocución’: “Hay que expresarse con pureza latina y con claridad. Habla con pureza latina quien utiliza las palabras apropiadas y genuinas sin apartarse de la manera de hablar y de la elegancia propia de la época en que vive”.8

Por lo tanto, apropiada y oportuna resulta una conclusión que se deduce de un estudio de Ducrot9: el buen uso de un ‘marcador’ depende no solo de las propiedades gramaticales sino del esfuerzo del emisor para lograr la comprensión de su discurso; y compele al receptor a realizar las inferencias de un modo determinado.

Bibliografía de consulta

BOSQUE, I. Y DAMONTE, V., Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa, 1999. COROMINAS, J., Diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1976. DUCROT, O. Y OTROS, Les mots du discours, París, Minuit, 1980ª. GRAN ENCICLOPEDIA RIALP, Madrid, Edic. Rialp, 1981. SAN ISIDORO DE SEVILLA. Etimologías, Madrid, BAC, 1982. VARIOS (GAFFIOT Y LEWIS, SCHROEDER, GUILLÉN, ETC.) Diccionarios y Gramáticas de latín.

8 Op. cit., pp. 363, 369, 371, 379.

9 DUCROT, O. y otros, Les mots du discours, París, Minuit, 1980a, pp. 7-5

MODOS DE ARGUMENTAR/FICCIONALIZAR EN DOS ESCRITORES

HISPANOAMERICANOS DEL 900

Eduardo Romano Universidad de Buenos Aires / Argentina

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Hacia 1900, ciertos centros intelectuales de la América Hispánica, como México o el Río de la Plata, comienzan a dudar, todavía débilmente, de la dogmática aceptación del positivis-mo europeo, sobre todo en la versión británica de Herbert Spencer, y del biologismo evolu-cionista de Charles Darwin, amalgamados a su turno con aportes filosóficos de Hipólito Tai-ne, sociológicos del italiano Gabriel Tarde, psicológicos del francés Gustave Le Bon.

Es lo que deja entrever, en algunos lugares, el diagnóstico que sobre Nuestra América. En-sayo de psicología social (Henrich y Cía., Barcelona, 1903) escribe el argentino Carlos Octa-vio Bunge (1875-1918). Voy a detenerme en algunas de esas vacilaciones (otras ya las señaló Oscar Terán en Carlos Octavio Bunge: raza y nación, en Terán, 2000, capítulo III), las que evidencian una fisura respecto de las dicotomías civilizado/bárbaro tal como las planteara el liberalismo romántico, desde Echeverría hasta Sarmiento. Bunge, por supuesto, no reniega de ellas, ni del determinismo geográfico, ambiental o genésico.

Pero cree que “la política criolla, la enfermedad objeto de este tratado de clínica social” (Bunge, 1926, 49) –metáforas que remiten claramente al positivismo naturalista–, es tratable con estos remedios: “difundir la ilustración, mejorar la situación económica, sanear las condi-ciones de vida física...” (Bunge, 1926, 51).

La aleación de vicios españoles (pereza, arrogancia, ferocidad) e indígenas (pasividad, re-signación, fatalismo) generó un “híbrido inarmónico” cuyos resultados “en ninguna parte fue-ron más funestos” (Bunge, 1926, 151), aunque la europeización inmigratoria, además de “el alcoholismo, la viruela y la tuberculosis –¡benditos sean!”–, ha iniciado un proceso de “rege-neración” y el hispanoamericano del futuro está en marcha.

Ese término, “regeneración”, denuncia el puente que los pensadores americanos encontra-ban para aprovechar la campaña autocuestionadora de los llamados escritores del 98 en Espa-ña y bastante descuidada por las revisiones críticas –Terán no es el único ejemplo– de esa época. Bunge confesaba en carta a Miguel de Unamuno, con quien mantenía desde tiempo atrás frecuente intercambio epistolar, pocos días antes de partir hacia Europa:

“No necesito decirle que uno de los más poderosos alicientes de este viaje es peregrinar a la vieja Sala-manca, a estrechar sus generosas manos de amigo. Cuando uno va viendo romperse los ídolos de barro de la primera juventud, nada más hermoso que hallar algo nuevo, y de piedra.” (Cárdenas y Payá, 1997, 103).

En esa encrucijada, la principal paradoja que distingue el discurso bungeano es que conde-na toda dualidad –étnica, sicológica, moral, etc.–, pero razona ambivalentemente; execra a Juan Manuel de Rosas por haber gobernado con los “forajidos” de La Mazorca, “las incultas masas de gauchos rurales” (Bunge, 1918, 270) y la delación de los criados negros y mulatos, que atribuye a “no sé qué oscura ley de servilismo atávico” (Bunge, 1918, 278), pero le reco-noce su condición de “degenerado superior” (Bunge, 1926, 281), “concordante” con las con-diciones de su época y de su medio.

Eduardo Romano Modos de argumentar/ficcionalizar en dos escritores hispanoamericanos del 900

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Esa dualidad puede leerse como una salida al rígido cientificismo inmediatamente anterior, aunque en el caso de Bunge, pienso, tiene que ver con su acendrada defensa de las virtudes cristianas y sus efectos civilizatorios –en los textos, en su cara pública digamos–, y su incon-fesada propensión a transgredirlas con sus disimulados hábitos homosexuales.

La novela de la sangre, publicada también en 1903 y en España, por Sempere, depliega en forma ficcional núcleos argumentativos del ensayo. Por el modo de contraponer aristócratas a plebeyos, “hombres civilizados y de exquisita sensibilidad” (Bunge, 1926, 9) a perversos tor-turadores, pareciera haber conjurado las anteriores ambivalencias. Sin embargo, ya el título resulta dual: su relato se ocupa “de la sangre” vertida por los sicarios de Rosas, en escenas que multiplican los grotescos hiperbólicos que mucho antes compusieran al respecto José Mármol o el Hilario Ascasubi de La refalosa. Pero también “de la sangre” como herencia que va de lo biológico a lo psíquico, de las pulsiones tan inexplicables como arrolladoras que diri-gen nuestra conducta.

Menos controlado racionalmente, el discurso novelesco abunda en paradojas irresueltas, como que uno de los rosistas que se ensaña con el selecto Regis, prisionero, sea Lucas Ferra-gut, “gaucho semiindio, de siniestro aspecto, que llevaba retratados sus vilísimos antecedentes en su rostro” (Bunge, 1926, 77), aunque se acuse luego al gobernador de Santa Fe, Estanislao López, de emplear a sus “gauchos mestizos y semiinquisidores” (Bunge, 1926, 165) para ca-zar indios despiadadamente y someterlos a toda clase de vejaciones.

Mayor paradoja aún encierra el hecho de que un hermano débil mental de Blanca, la amada de Regis, cumpla la función de adelantar que el traidor Julio Pantuci, ex condiscípulo de Re-gis y quien lo ha denunciado ante Rosas por unitario, visita la casa no con el declamado pro-pósito de consolarla, sino porque le gusta. A través de ese tipo de personajes y sobre todo de la morbosa descripción de su monstruosidad física, exorcizaba Bunge, como Dorian Grey, sus propios monstruos.

Ese resentimiento del mestizo, del híbrido étnico que se aprovecha incluso de la debilidad nativa, reaparece en un escritor boliviano, Alcides Arguedas (1879-1946), quien reconoce en varios momentos de Pueblo enfermo. Contribución a la psicología de los pueblos Hispanoa-mericanos (1909) su admiración hacia Bunge .

Además, en su caso, el pasaje de la ficción (Wata-Wara, 1904) a la argumentación –el ci-tado Pueblo enfermo– y luego a una reescritura de aquella temprana novela en Raza de bronce (1919) dota de particular interés al correlato entre la programática argumentativa y sus trans-formaciones ficcionales.

Si nos atenemos al narrador de Wata-Wara, la pareja de enamorados que forma la india con Agiali es la de dos seres “rústicos e ignorantes” (Arguedas, 1989, 364), pero menos “des-graciados” y “cobardes” (idem, 363) que el resto de la población aborigen cercana al lago Titicaca, de origen quechua, resignadamente sumisa. Que ella fuera “la más linda pastora de la hacienda Pucuni” (idem, 361) y que él sobresaliera en “gallardía” o por su “soberbia con-textura” (ídem, 362) no bastaba para darles relieve protagónico y heroico en una historia que desemboca en rebeldía.

Arguedas recurrió por eso a otra excepcionalidad, la de Choquehuanka, el viejo sabio de la aldea. Ya en el final del primer capítulo, el hilacata reprende a Coyllor Zuma por sacrificar animales en ritos inútiles, vaticina “para la raza grandes días” (ídem, 366). A comienzos del segundo, aclara que pensar “en los suyos tan miserables y tan pobres” (ídem, 367) le infunde negra tristeza, “una de esas que después de pasadas nos dejan un tizne en el alma”.

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No es poco que el pronombre personal y plural aúne al viejo con el narrador; eso ocurre porque Arguedas lo ubica en un escalón distinto del que ocupa el resto de su raza. No sólo porque en “su rostro severo se transparentaba la hermosura de sus sentimientos” o porque conservaba fuerza física a sus casi noventa años, sino también porque poseía animales y era respetado, incluso por los cholos y patrones.

Pero lo que influía más para que su autoridad fuese respetada, lo que atraía sobre sí la consideración gene-ral, lo que pasaba de lo estupendo, llegaba a los límites de lo extraordinario y hacía que fuese mirado co-mo un ser excepcional y único en la clase, era que entregado a sus lecturas, solía hablar de cosas nunca oídas, de aquellas que son buenas para soñadas pero no para sabidas. (ídem, 368)

Es decir que Choquehuanka era “excepcional y único”. Desde ese sitio consigue que tam-bién Wata-Wuara salga de lo común: “con sus consejos, con sus advertencias, había logrado insuflar un soplo de alma en ese cuerpo gallardo”, pero “¡esto es lo extraño! la había dejado en la ignorancia y en la ceguedad”. No la había alfabetizado, reservándose para él ese privile-gio. El que le permitía sobreponerse al resto, “porque comprendían que siendo de los suyos por el corazón, era de los otros, de los blancos, por el espíritu”.

Se desprende, de estos atributos narrativos, que el “espíritu” es casi un privilegio de raza, aunque se pueda acceder al mismo a través de la lectura. Una concepción que ubica al autor entre los liberales reformistas bolivianos, quienes tomaban distancia de otro sector, rigurosa-mente evolucionista, que dejaba librada a leyes naturales la redención –o extinción– del nati-vo. Para los reformistas, en cambio, la posibilidad de leer y sobre todo de educarse, eran las llaves maestras del futuro nacional.

Esa posibilidad de redención provenía de curiosas coincidencias con el regeneracionismo español, que Arguedas había tenido oportunidad de conocer en La Paz, adonde llegaban pu-blicaciones como Vida Nueva o La España Moderna, pero más directamente con motivo de su primer viaje a la península: Wata-Wuara está fechada en La Paz 1903 - Sevilla 1904.

Luego de justificar la excepcionalidad de Choquehuanka en pretérito, pasa el texto a una caracterización poco comprensiva y típicamente argumentativa, en presente, del indio. A lo sumo es “fiel como el perro” (ídem, 370) o “sumiso como la bestia” (ídem, 371); sólo cuando se siente abrumado por el trato injusto y cruel, “despierta de su estupidez y se venga como las fieras, dando un zarpazo”.

Tampoco “sabe equilibrar sus pasiones” ni sus mujeres difieren de ese retrato animalizado: En sus odios es tan exaltada como el varón. No conoce ni gusta de las exquisiteces propias del sexo. Ruda y torpe, se siente amada cuando recibe golpes del macho; de lo contrario, para ella no tiene valor un hom-bre. Hipócrita y solapada, si quiere, quiere como una fiera...

Sobre tal fondo se destaca aún más la excepcionalidad de Choquehuanka, a cuyo contacto adquieren Wata-Wuara e incluso Agiali, por carácter transitivo, relieve novelesco, y su condi-ción de soporte de algunos núcleos semánticos del texto. Por ejemplo el intelectual, pues el viejo hilacata, pese a que razona “por una incompleta sucesión de ideas, vagamente” (ídem, 372), desacredita las creencias y supersticiones, tanto indígenas como católicas, lo cual con-firma esos presupuestos ideológicos, liberales y reformistas, que atribuí a Arguedas.

En efecto, la figura del cura está muy ridiculizada y agrava su conducta con la población india el hecho de que tenga su mismo origen étnico. Abusador y lascivo, odia a Choquehuan-ka y juzga su influjo sobre la indiada “pernicioso”, en tanto, según él, los “instiga a la insu-bordinación” (ídem, 379).

Las conversaciones de los amigos del patrón hacendado con éste y con el cura componen un segundo nivel significativo, alrededor del eje moral. La escena, que sobreviene después de

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misa, dota al texto de un cierto dialogismo. El cura discute con el poeta Darío Fuenteclara (el nombre concreta su filiación modernista y por eso mismo el apellido suena irónico), aunque está “completamente subyugado” por el discurso del otro (¿su inferioridad se debe a la sangre indígena más los estudios teológicos?), quien se resiste a creer que esos mismos indios hayan sido capaces, en el pasado, de levantar la edificación de Tiahuanaco.

Prefiere creer que fue obra de “dioses mitológicos” –¡adelantándose a quienes recurrirían, avanzado el siglo XX, al recurso de los extraterrestres para devaluar la creatividad artística de los primigenios habitantes de este continente!–, pues “una raza que ha sido inteligente y activa no degenera hasta el extremo de perder su personalidad” (ídem, 383). No admite que pueda “regenerarse de pronto” y, en todo caso, “para mejorarla serían necesarios muchos siglos de constante labor”.

El juicio resulta válido en ese contexto verbal, dado el carácter excéntrico de Choquehuan-ka, cuya sabiduría en definitiva es libresca y ajena al carácter supersticioso de los suyos. En cuanto a los amigos del patrón, hasta el refinado poeta comparte las apetencias lúbricas de Carmona y en la escena de la violación todos participan, persiguiendo a Wata-Wuara “como acosa una jauría hambrienta a una res herida.” (idem, 401).

En este plano moral, el texto relega a segundo plano e incluso ironiza las diferencias inte-lectuales que marcaban las distancias del primero; cuando consuman el crimen, acota el na-rrador:

Y entonces ellos, los civilizados, los cultos, ciegos de lujuria y de coraje, disputándose el cuerpo de la in-dia con avidez de famélicos, saciaron en él, sin pudor, sin vergüenza, el torpe deseo de que estaban ani-mados (ídem, 402).

Poco después –en el capítulo VII–, García es el único decidido a calificar de “infame” lo que hicieron, mientras los demás temen por una posible represalia, que el patrón desestima, aunque alega conocer bien la hipocresía de sus colonos aborígenes. La venganza, en fin, es narrada con tintas sombrías, hipernaturalistas: las viejas harpías “sorbían”, “paladeaban con fruición” la sangre de los blancos sacrificados y bailaban alrededor de los cuerpos “armadas de chuzos y de alfileres largos en aquelarre espantoso” (ídem, 421).

En un tercer nivel significativo, tal vez el más abstracto, la novela escenifica la reacción que puede generar tanta arbitrariedad y tantos abusos entre los débiles y sometidos indios, si bien necesitan la arenga de Choquehuanka para decidirse a actuar. El gesto final de Agiali, al arrancar “de un tirón las entrañas” de Carmona y colocar entre las manos de su amada muerta “el sangriento despojo” (ídem, 422), parece remitir a los sacrificios sangrientos que, según ciertos arqueólogos, también los incas practicaron, y a lo cual contrapone la conversión en leyenda de los “gemidos y sollozos” de la joven inmolada.

Tras un regreso poco afortunado a La Paz, pues colisiona con el liberalismo principista del presidente Ismael Montes, Arguedas vuelve a expatriarse. Desde París, envía textos para la sección “El Carnet Mundano” de El Diario y trabaja en la redacción de su ensayo Pueblo en-fermo, que edita Tasso de Barcelona en 1909. La Carta Prólogo de Ramiro de Maeztu con-firma el mencionado vínculo con los noventaiochistas españoles, acentuado por esta circuns-tancia: para Maeztu, Arguedas “ha hecho por su país, con este libro, lo que algunos españoles hicimos por el nuestro hace diez años” (Arguedas, 1910, 16), una crítica valiente y despiadada desde “las grandes corrientes mundiales” (Arguedas, 1910, 17) del pensamiento, un punto de partida para “la obra reformista” que debe ser tarea generacional más que individual.

Como vemos, traslada sin mediaciones la problemática del eximperio a sus excolonias. De igual manera procede Arguedas cuando, en el decisivo capítulo La terapéutica nacional, es-

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boza un programa de mayor instrucción, mejores comunicaciones, facilidades a la inmigra-ción, campañas antialcohólicas y tolerancia religiosa, apoyándose en Joaquín Costa (Recons-trucción y europeización de España, 1900, y libros posteriores). Cita sus consejos y aclara, entre paréntesis: “donde dice España, léase Bolivia” (Arguedas, 1910, 257).

Esa equiparación invalida buena parte de las soluciones “importadas” de un contexto nada homológico; de la misma manera, acata el juicio de Miguel de Unamuno sobre los pueblos hispanoamericanos: no están maduros todavía para vivir según principios republicanos. Si a la hora de ficcionalizar razonamientos Arguedas perfiló un argumento novelesco interesante, muy superior a los esquemas o paradojas narrativas de Bunge, a la hora de argumentar sigue de cerca su modelo argentino, al que llama “diestro psicólogo” (Arguedas, 1910, 99), o tras-planta sin más consideraciones extrañas.

La suma de “tradiciones legadas por los conquistadores” y la “sangre indígena” generan “males” insuperables, agravados por una educación defectuosa, componentes étnicos hetero-géneos e imposibles de unificar, falta de laboriosidad y una geografía que dificulta los contac-tos con el exterior. La importancia adjudicada al “caciquismo” tiene que ver con Costa y otros pensadores españoles de ese momento, pero también con las principales explicaciones de Nuestra América.

A la postración continental, en todo caso, cabe añadir en Bolivia una prensa sin vuelo, que no podría competir con los grandes diarios liberales argentinos (La Prensa y La Nación); el exceso de abogados y las falencias de la clase dirigente, cuyas vidas superficiales y matrimo-nios estériles fustiga sin hesitar. Al margen de estas consideraciones generales, su reflexión sobre la vida rural recala en un sector que no había tenido representación en Wata-Wuara: los cholos o mestizos.

En el segundo capítulo nos dice que se desviven por acceder al círculo privilegiado de los blancos dirigentes, por disimular su origen y su herencia. Al respecto, su juicio suena ahí más drástico que en la novela:

De no haber predominio de sangre indígena, desde el comienzo habría dado el país orientación consciente a su vida, adoptando toda clase de perfecciones en el orden material y moral, y estaría hoy en el mismo nivel que muchos pueblos más favorecidos por corrientes inmigratorias idas de este viejo continente (Ar-guedas, 1910, 41).

Y lo confirma con estadísticas de una Geografía Nacional aparecida en 1905: casi la mitad de los 1.744.568 bolivianos son indígenas y hay 485.293 mestizos. Estos, pocos laboriosos, se dejan arrastrar por sus “instintos dominadores”; “díscolo, mordaz, envidioso, agresivo y sus-ceptible en extremo”, el cholo respaldó a los peores dictadores del país: Belzu, Melgarejo, Morales, Daza.

Otros diez años transcurren hasta que Arguedas vuelve a reescribir su primera novela, aprovechando materiales bibliográficos aparecidos durante ese lapso, tanto históricos (Tia-huanaco, estudio de arqueología americana, 1906, de Belisario Díaz Romero) como político-culturales (Nuestros indios, 1910, del peruano Manuel González Prada). Respecto del pro-blema pedagógico, había sostenido incluso una polémica con su compatriota Franz Tamayo cuando éste publicó Creación de una pedagogía nacional, en 1910.

Raza de bronce aparece en La Paz, 1919, editada por González y Medina. Reitera, bajo la forma de acotaciones laterales, la insensibilidad del indio, sea cuando muere uno de ellos, en viaje hacia el valle (“Estaban entontecidos de dolor, no tanto por el compañero como por el dinero perdido...”, Arguedas, 1919, 57), sea cuando llegan a las impresionantes alturas de Cotaña: “Tan fuerte era la la visión del paisaje, que los viajeros, no obstante su absoluta in-

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sensibilidad ante los espectáculos de la naturaleza, sintiéronse, más que cautivados, sobreco-gidos por el cuadro...” (Arguedas, 1919, 68).

Pero dispone de un mejor conocimiento de la vida y costumbres nativas, lo cual le permite detenerse a señalar diferencias entre costeños y vallunos, a precisar sus comidas, viviendas, trabajos, vestimentas, maneras de comerciar, y sobre todo sus fiestas religiosas (chaulla-katu) o familiares (el casamiento de Wata-Wara con Agiali). Esa mejor información va acompañada de algo todavía más importante e inexistente en sus textos comentados con anterioridad: la valoración del saber tradicional.

Puedo consignar numerosos ejemplos a lo largo de la novela, aunque me voy a limitar sólo a algunos. En el segundo capítulo, cuando Manuno alecciona a sus compañeros acerca de có-mo los habitantes de la pampa de Mallasa “sin tener la más remotas noticias del cultivo de secano, aplicaban, desde tiempos inmemoriales, por rutina, los procedimientos aconsejados por los modernos tratados de agricultura” (Arguedas, 1919, 19/20).

Pero es sobre todo saber abductivo lo que no vacila en reconocerles a los lugareños. Al atravesar una meseta, Agiali advierte a sus compañeros: “Por este camino hace tiempo que no ha venido nadie: no hay rastro fresco...” (Arguedas, 1919, 43). El mismo, poco después, busca una de sus mulas perdida “siempre con los ojos en el suelo, como un sabueso (...), cerro arri-ba, sin detenerse, cual si en tierra hubiese descubierto alguna señal conocida para él” (Argue-das, 1919, 83).

Sin embargo, ese tipo popular de saber, al que adjudicara tanta importancia la semiótica pragmática de Charles S. Peirce y que contribuyera a difundir en el ámbito latino Humberto Eco –véase, sobre todo, I limiti della interpretazione, 1990–, descuella a partir del capítulo IV y en torno a la figura de Choquehuanka. Allí demuestra que sabe leer sobre las piedras o a partir del lugar en que hacen nido las aves, si el año siguiente traerá o no sequía, pero también dónde conseguir buena caza, “los sitios dilectos de los espíritus tenebrosos y las alturas donde se posan las aves de mal agüero”. Su saber no queda limitado, tampoco, a la naturaleza:

Agudo, perspicaz, malicioso y zahorí, con una sola mirada leía, como en un libro, lo que pasaba en el fondo de un corazón o de una conciencia... (Arguedas, 1919, 183).

En este texto, y a diferencia de lo revisado en Wata-Wuara, el hilacata se ha convertido en “jefe espiritual incontestable de la comarca” (Arguedas, 1919, 181) no por razones librescas, sino por otras muy diferentes. Ante todo, “había saludado en Huaraz al Libertador”, con una “gallardía y elevación” que le dio fama en diversas regiones. A esa simpatía republicana, se le añade que “era consejero, astrónomo, mecánico y curandero”, que sabía mucho sobre cultivos o las maneras de construir balsas, que hablaba poco y sibilinamente.

Todo eso le había ganado respeto entre los indios adultos y cariño entre los niños, al mar-gen de los privilegios que le otorgaban los patrones y sus subordinados. Lo cual no impide que el narrador, al mencionar los procedimientos empleados por la curandera Chulpa para intentar la salvación de Quilco, quien había contraído las fiebres tercianas en el valle, diga que le preparó “un menjurje apestante y de horrenda fabricación, porque estaba hecho con orines podridos, sal y polvo finísimo de vidrio molido” y que forzaron al enfermo para vaciarle en el gaznate “la inverosímil cochinada” (Arguedas, 1919, 193).

Mientras tanto, Troche, el administrador mestizo, huía ocultando entre sus ropas un frasco de quinina, que pudo haber aliviado al enfermo y su presencia confirma lo que Pueblo enfer-mo aportara para una mejor caracterización de la sociedad andina. Troche es un “cholo grose-ro, codicioso y sensual”, al que el patrón pagaba “un sueldo mezquino a trueque de permitirle carta blanca en sus manejos con los colonos” (Arguedas, 1919, 129).

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Poco más adelante –capítulo III del Segundo libro– incluye el origen de la relación entre ambos: Tomás Troche había sido intendente de La Paz dada su mala catadura; era un matón capaz de “castigar a golpes y patadas las opiniones políticas de sus adversarios” (Arguedas, 1919, 174) y “únicamente era audaz cuando estaba con sus amigos o contaba con el apoyo de alguien” (Arguedas, 1919, 175) poderoso.

El recurso dialógico para introducir argumentaciones en el tejido ficcional también reapa-rece, pero con significativas modificaciones respecto de Wata-Wara. Va precedido, en este caso, de acciones y consideraciones mediante las cuales el narrador alcanza a representar me-jor, con cada uno de ellos, a sectores diferenciados de la opinión pública boliviana. Así, cuan-do el patrón Pantoja llega al fundo acompañado de sus amigos, colonos y peones los reciben con una música que espanta sus cabalgaduras y fingen no entender las órdenes del patrón para descalabrar a los jinetes inexpertos.

El poeta, rebautizado Alejandro Suárez, no funciona ya como caricatura del modernismo, cuya epidemia había pasado; es abogado e hijo único de “un acaudalado minero”, llena “los ocios de su vida inútil publicando gratis sus versos y sus escritos sin ambiente ni color” (Ar-guedas, 1919, 242), es decir sin los rasgos que posiblemente más enorgullecían al propio Ar-guedas, quien trata de ambientar mejor la acción que en su primer intento novelesco y de darle especial relieve pictórico a sus descripciones.

Por eso acusa a Suárez, más adelante, de que le faltan “hábitos de observación y de análi-sis” (Arguedas, 1919, 325), de que sólo ha “ojeado ligeramente” al Inca Garcilaso, el padre Blas Valera y otros cronistas, de que su imaginación legendaria –la que los románticos lega-ron al modernismo– “no le dejaba ver la realidad de su momento” (Arguedas, 1919, 325-326), desplegar procedimientos literarios realistas.

Pantoja había heredado de su padre “un profundo menosprecio por los indios”, los que no le merecían mayor respeto que las piedras o las aves. Tres de sus acompañantes compartían su condición de heredero latifundista, consideraban como él “ingenuamente, por atavismo”, que el sometimiento indígena era “natural” y que educarlos subvertiría el orden social en el que ellos servían de agricultores y de pongos (criados domésticos).

Cuando Suárez (en el capítulo X del Segundo libro) cuestiona el cruel autoritarismo de Pantoja, la principal réplica de éste se basa en que el poeta no es latifundista y, como otras gentes de las ciudades, opinan acerca del indio sin conocerlo. Por fortuna, añade Pantoja, los aborígenes son incapaces de transformarse; de lo contrario, y por constituir una amplia mayo-ría, acabarían con “el derecho de propiedad, sagrado aun entre los salvajes...” (Arguedas, 1919, 303).

Ante esa razón, Suárez deja de discutirle. También el propio autor parece sentirse persua-dido, aunque se permitiera en esta novela llevar la defensa humanitarista del indio y de su cultura hasta niveles superiores de los que alcanzara en Wata-Wuara y por lo que se convirtió su autor, como afirma Teodosio Fernández (Arguedas, 1989, 479-485), en “el insospechado iniciador de la narrativa indigenista contemporánea” (Arguedas, 1988, 470). Sin exceder un lugar enunciativo de latifundista, denuncia a patrones, administradores mestizos, curas y fun-cionarios de deshumanizar la vida indígena, cuando deberían ser los “encargados de redimir-la”.

El pasaje de la ficción narrativa (Wata-Wuara) al ensayo argumentativo (Pueblo enfermo) y a una reescritura ficcional (Raza de bronce) de aquella novela le permitió elaborar una posi-ción reformista frente al problema indígena, cierto que a lo largo de quince años; entrelazar proposiciones y acciones en un tejido complejo, al que sólo me pude referir aquí parcialmen-

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te, pero que, confrontadas con las de su mentor ideológico, el argentino Carlos O. Bunge, re-velan hasta dónde la ficción puede multiplicar y diversificar los esquemas argumentativos, servirles de pantalla, de amplificador, de corrector...

Bibliografía:

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Eudeba. TERÁN, OSCAR. “Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910)” Derivas de la ´cultura científi-

ca´. 2000. México, Fondo de Cultura Económica.

O EMPREGO DE EXEMPLA NA ARGUMENTAÇÃO DO TRATADO MEDIEVO

CASTELO PERIGOSO

João Antonio de Santana Neto Universidade Católica do Salvador - Universidade do Estado da Bahia

[email protected]

A argumentação pelo exemplo supõe um acordo prévio sobre a possibilidade de generali-zação a partir de casos particulares. Nesse tipo de argumentação, o exemplo invocado deverá, para ser tomado como tal, usufruir estatuto de fato, pelo menos provisoriamente; a grande vantagem de sua utilização é dirigir a atenção a esse estatuto. Assim, trata-se de um relato concreto que o ouvinte não tem nenhuma razão para pôr em dúvida. A rejeição do exemplo, quer pelo fato de ser contrário à verdade histórica, quer por não ser possível opor razões con-vincentes à generalização proposta, enfraquecerá a adesão à tese que se queria promover. Isso se baseia no fato de que a escolha de um exemplo, como elemento de prova, compromete o orador e é legítimo supor que a solidez da tese seja solidária com a argumentação que a pre-tende estabelecer.

Alguns enunciadores escolhem os exemplos de tal forma que se fique seguro do caráter re-presentativo das amostras extraídas do real. Relevante papel, em alguns casos, é desempen-hado igualmente pelo caso invalidante, o exemplum in contrarium, que impede uma generali-zação indevida, ao mostrar que ela é incompatível com ele, e, indica, portanto, em qual direç-ão somente a generalização é permitida. Segundo Perelman e Olbrechts-Tyteca (1996, p. 406), parte da argumentação consiste em levar os auditórios a pensar no fato invalidante, ou seja, a reconhecer que os fatos que admitem contrariam regras que eles também admitem.

O uso da ilustração difere do emprego do exemplo em razão do estatuto da regra que uma e outro servem para apoiar. Ao exemplo compete fundamentar a regra, enquanto a ilustração possui a função de reforçar uma regra conhecida e aceita e, a partir de casos particulares, es-clarecem o enunciado geral.

Os exemplos podem vir depois de uma regra que devem provar, as ilustrações de uma re-gra cabalmente aceita podem preceder seu enunciado.

Se bem que sutil, a pequena diferença entre exemplo e ilustração não é irrelevante, pois permite com-preender que não só o caso particular nem sempre serve para fundamentar a regra, mas também que às vezes a regra é enunciada para vir apoiar casos particulares que pareciam dever corroborá-la (Perelmen e Olbrechts-Tyteca, 1996, p. 409).

A ilustração visa aumentar a presença, concretizando uma regra abstrata por meio de um caso particular. Isso faz com que seja comum a tendência de se ver nela uma imagem, a vivid picture of an abstract matter. Contudo, a ilustração não tende a substituir o abstrato pelo con-creto, nem a transpor as estruturas para outra área. Ela é um caso particular que corrobora a regra e que, até pode, como no provérbio, servir para enunciar. Às vezes, a escolha da ilus-tração é definida pela repercussão afetiva que pode ter e o seu objetivo é facilitar a com-preensão da regra, por meio de um caso de aplicação indiscutível.

Todavia, a ilustração inadequada não desempenha o mesmo papel que o caso invalidante, pois, não estando a regra questionada, o enunciado da ilustração inadequada repercute mais

João Antonio de Santana Neto O emprego de exempla na argumentação do tratado medievo. Castelo perigoso

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naquele que a formula e dá provas de sua incompreensão, de seu desconhecimento do sentido da regra.

Quando se trata de conduta, um comportamento particular pode não só servir para fundamentar ou ilustrar uma regra geral, como para estimular uma ação nele inspirada (Perelman e Olbrechts-Tyteca, 1996, p. 413).

Dada a freqüência da conduta espontânea de imitação, esta foi considerada amiúde um ins-tinto, da maior conseqüência, pela sociologia. A repetição de uma mesma conduta não tem de ser justificada, ao contrário da alternação e da mudança. A argumentação, fundamentada na regra de justiça ou num modelo, poderá levar à imitação de uma conduta.

Podem servir de modelo pessoas ou grupos cujo prestígio valorize os atos. O valor da pessoa, reconhecido previamente, constitui a premissa da qual se tirará uma conclusão preconizando um conportamento parti-cular. Não se imita qualquer um; para servir de modelo, é preciso um mínimo de prestígio (Perelman e Olbrechts-Tyteca, 1996, p. 414).

O modelo prestigiado é, então, proposto para a imitação de todos. Por vezes, é reservado a um pequeno grupo ou a uma só pessoa; outras vezes, é um padrão (pattern) a ser seguido em certas circunstâncias. Conseqüentemente, um homem, um meio, uma época são caracterizados pelos modelos que se propõem e pela forma como são concebidos.

O modelo, em suma, indica a conduta a seguir e serve de garantia a uma conduta adotada. O fato de seguir um modelo reconhecido garante o valor da conduta e, portanto, o agente que essa atitude valoriza pode, por seu turno, servir de modelo.

Enquanto a referência a um modelo visa promover certas condutas, a referência a um con-traste, a um antimodelo permite afastar-se delas, possibilitando, assim, a obtenção do efeito de contraste. A escolha de um comportamento oposto ao do antimodelo pode ser causada pela repulsa, provocando a mudança de uma atitude anteriormente adotada.

Brisson (1974, p. 189-194) observa o procedimento textual, que se prende com o intuito re-tórico de monere o destinatário, levando-o a agir de acordo com regras espirituais fixadas. Segundo Lausberg (1982, p. 104), trata-se da

criação, por meios intelectuais, de uma convicção também intelectual de que é justa a opinião partidária defendida, junto ao árbitro da situação, pelo orador, parte do princípio de que a convicção intelectual é um impulso (que leva à acção) importante e talvez já suficiente para que se dê a alteração da situação, al-teração essa provocada pelo árbitro da situação e pretendida pelo orador.

A influência intelectual, que o orador pretende exercer sobre o árbitro da situação, chama-se docere (διδασκειν) e tem dois graus de intensidade:

1 A comunicação (dar a conhecer), p. ex., na propositio e na narratio.

2 A prova (com função de probare), p. ex., na argumentatio.

Para tanto, Frère Robert utiliza o recurso das micronarrativas com caráter exemplar, a qual corrobora uma “verdade” que pretende veicular. Reforça estas impressões com citações bíbli-cas do Antigo e Novo testamentos, como também referências a Padres da Igreja, objetivando despertar no destinatário o desejo da perfeição, através da execução dos preceitos.

O exemplum consiste numa narrativa curta, apresentada como verdadeira, que visa conven-cer o destinatário através da lição. Trata-se da figurativização do tema que, conforme se es-clareceu anteriormente, era utilizada largamente para a doutrinação cristã.

A partir da formulação abstrata dos valores, conhecida como tematização, assegura-se a conversão da semântica narrativa em semântica discursiva, havendo, então, discursos pura-mente temáticos ou não-figurativos, que possuem figuração esparsa, em que assumem re-levância as leituras temáticas. O discurso literário caracteriza-se por ser figurativo, ou seja, manifesta-se através da instalação de figuras do conteúdo que recobrem o nível abstrato dos

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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temas. A narrativa da busca do saber ocorre com investimento figurativo esparso ou totalmen-te recoberta de figuras.

O exemplum, como um tipo de narrativa breve, “destinada a ilustrar uma afirmação simples de tipo ético, religioso ou social” (Júdice, 1991, p. 190), constitui-se uma figurativização do tema. No Castelo perigoso, o uso do exemplum é bastante explorado, objetivando conseguir a adesão dos leitores e/ou ouvintes às teses apresentadas.

Nos capítulos 3 e 4, figuram dois breves exemplos acerca das vantagens da confissão. Po-de-se observar o emprego do recurso argumentativo do viés, o qual se constitui um expediente explorado pelo enunciador com vistas a levar o enunciatário a crer naquilo que é enunciado, através da escolha dos fatos e da ênfase atribuída a certos pormenores.

Assim, os exemplos apenas figurativizam o tema do ponto de vista doutrinário da época, revelando os valores ideológicos da Igreja. O quadro semiótico, então, pode ser representado como se segue:

bem mal

Não-explícito Explícito

salvação condenação

Os exempla apresentam explicitamente o tormento que as mulheres obtiveram como sanç-ão pelo pecado cometido e deixa para o enunciatário a interpretação da ação oposta, ou seja, a salvação como recompensa pelo não-pecado.

O processo argumentativo do viés presta-se à manipulação por intimidação, a qual consiste em apresentar a sanção negativa (castigo) para quem não aceita ser manipulado. O manipula-dor deve possuir o poder para aplicar a sanção e este fato tem que ser do conhecimento do manipulado para que este venha a aceitá-la. Nesse caso, Frère Robert é o enunciador-manipulador pelo qual os dogmas da Igreja são veiculados e esta, além de também manipulá-lo, é o veículo pelo qual “Deus fala”.

Ao manipulado resta, então, dever não-fazer, no que tange ao pecado da castidade, e, uma vez cometido, o dever fazer a confissão como forma de redimi-lo. As duas mulheres arroladas foram punidas por não cumprirem o estabelecido na manipulação.

Os exemplos apresentam um jogo de verdade e de decepção, apoiado na primeira articu-lação semântica das proposições atributivas (Greimas, 1970, p. 192): ser x parecer. O predi-cado modal pode ser tratado como uma categoria e decomposto em:

S V E R D A D E M E ser parecer E G N R T E não-parecer não-ser I D R O F A L S I D A D E A

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A categoria articula-se em dois esquemas: o da imanência /ser x não-ser/ e o da manifes-tação /parecer x não-parecer/1. Comporta dois eixos: o dos contrários - verdade - e o dos sub-contrários - falsidade. Também encontram-se duas dêixis: a positiva - segredo - / ser + não-parecer/ e a negativa - mentira - /não-ser + parecer/.

A partir do ponto em que se situa o enunciatário, pode-se interpretar o jogo de verdade e decepção da seguinte forma:

a) as mulheres eram pecadoras, mas não aparentavam, /ser + não-parecer/, escondendo um segredo, o qual as levou à condenação;

b) as mulheres não eram puras, mas aparentavam ser aos olhos dos outros, /não-ser + pa-recer/, que, ao ser descoberto, revelou-se uma decepção para aqueles que nelas acredita-vam.

Ambas as mulheres relacionadas, no curso de suas vidas, apresentam, segundo Greimas e Fontanille (1993, p. 63), o processo da obstinação, o qual consiste na “disposição para prosse-guir num caminho previamente traçado, sem se desencorajar pelos obstáculos”. A obstinação apresenta a particularidade de manter o sujeito em estado de continuar a fazer, ainda que o sucesso da empresa esteja comprometido, ou seja, as mulheres são tidas como possuidoras da fama de “santidade”, pelos moldes da Igreja (uma é beguina e a outra é monja), logo, estão conscientes da importância da confissão. Ao pecarem contra a castidade, sabem que incorre-ram num erro grave e que devem confessá-lo, mas não ousam fazê-lo, o que as torna mais culpadas, uma vez que têm conhecimento do erro e da forma de remissão.

Então elas sabiam não-ser dignas de salvação, porque mantinham uma relação de disjunç-ão com o objeto-valor (a confissão); não-podiam ser salvas, pois não se confessaram; mas queriam ser salvas, insistindo em uma conjunção e tudo fazendo para isso.

Na obstinação, o querer-ser contradiz o poder-ser ou contraria o não-poder-ser, enquanto o saber-não-ser pressupõe o não-poder-ser ou se conforma ao poder-não-ser. Em seguida, enquanto conjunto de ter-mos suscetível de ser linearizado, o dispositivo deve ser ordenado, seguindo um princípio de pressuposiç-ão (Greimas e Fontanille, 1993, p. 66).

Nos exemplos arrolados, o saber não-ser pressupõe o não-poder ser, e o querer ser pres-supõe, paradoxalmente, os outros dois. O paradoxo resulta da projeção sobre o eixo sintagmá-tico (regido pela pressuposição) de relações de não-conformidade. O dispositivo, assim linea-rizado, apresenta-se como uma seqüência modal, /não-poder ser, saber não-ser, querer ser/, a qual reflete uma ideologia doutrinária inerente à época e à Igreja, da qual faziam parte o enunciador-manipulador e o enunciatário-manipulado.

Considerando que a visão de mundo dominante é a da classe dominante, a formação ideo-lógica pode ser definida como “um conjunto de representações que explicam as condições de existência” (Fiorin, 1995, p. 81). Observa-se que a mulher do segundo exemplo (cap. 4) é uma “monja nobre de linhagem”, assim como se acredita a respeito do enunciador (Frère Robert) e do enunciatário (Soeur Rose). Pela contextualização apresentada no capítulo 1 deste trabalho, percebe-se que a castidade é um dos pilares da ideologia dominante na época, especialmente para os membros da Igreja, e que atentar contra a castidade constitui um dos pecados mais graves, digno da condenação espiritual e temporal. Tal asserção pode ser corroborada pelo fato de os quatro exemplos da primeira parte do tratado Castelo perigoso abordarem esse te-

1Os termos imanência x manifestação são emprestados de Hjelmslev, mas podem ser utilmente comparados às categorias

superficial x profundo, em lingüística; manifesto x latente, em psicanálise; fenomênico x numênico, em filosofia.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1254

ma. Os capítulos 14 e 15 o figurativizam diretamente, ao passo que os capítulos 3 e 4 o fazem considerando a importância da confissão. Pois aquele que, mesmo tendo fé, não segue os en-sinamentos de Frère Robert, vivendo plenamente o plano temporal (X), não alcançará a sal-vação, nem o plano espiritual (~Y).

Referências Bibliográficas

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UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA A LA DIMENSIÓN ARGUMENTATIVA DE LAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS

Sebastián Sayago

Universidad Nac. de la Patagonia San Juan Bosco [email protected]

1. Presentación

La presente ponencia pretende explorar los fundamentos sociológicos de la dimensión ar-gumentativa de las prácticas discursivas o argumentatividad.

Para tal fin se adopta la perspectiva de la teoría de los sistemas complejos, en las versiones de Merton y de Luhmann, con el propósito de demostrar, entre otras cosas, que la argumenta-tividad es un fenómeno que se revela: a) en un nivel manifiesto, a través del uso de recursos lingüísticos orientados argumentativamente; b) en un nivel latente, mediante la función repro-ductiva que normalmente todo acto comunicativo cumple en el interior de un sistema dado.

Los resultados que se exponen son provisorios, ya que forman parte de una investigación todavía en curso.

2. La dimensión argumentativa de las prácticas discursivas

Como lo demuestra gran parte de los trabajos presentados en este Congreso, se puede re-conocer la existencia de recursos argumentativos en diferentes situaciones comunicativas y en diferentes tipos de textos.

La presencia generalizada de estos recursos es denominada argumentatividad por Ans-combre y Ducrot (1986), quienes la conciben como una dimensión de la lengua, y también por Lavandera (1992), quien, en cambio, la concibe como una dimensión del texto.

En el primer caso, se afirma que todo encadenamiento argumentativo está prefigurado en el nivel lexical. En el segundo, se considera que todo texto es un devenir que se va completando semánticamente mediante el empleo de conectores, paradigmas léxicos y diferentes tipos de alternancias.

La principal crítica que se puede hacer a estos dos enfoques es que no son suficientemente explicativos. El enfoque centrado en la lengua no señala las causas que hacen necesaria la existencia de orientaciones, significados o valores argumentativos inmanentes. El enfoque centrado en el texto tampoco dice nada acerca del porqué de la existencia de los recursos ar-gumentativos. En cambio, se limita a justificar su utilización presuponiendo un hablante con un plan en mente.

En esta ponencia se avanza hacia un plano más sociológico al afirmar que la argumentati-vidad es una dimensión de toda práctica discursiva.

Se supone que sólo a partir de esta afirmación se puede responder a la pregunta ¿por qué hay argumentatividad? O, dicho en otros términos, ¿por qué argumentan los seres humanos en la mayoría (si no en todos) sus actos comunicativos?

Una primera respuesta podría apuntar a la misma noción de práctica discursiva, tal como la define Fairclough (1995), por ejemplo. De este modo, sería posible afirmar que toda prácti-ca discursiva tiene necesariamente una dimensión argumentativa porque es en la instancia de

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1256

la interacción social donde se actualiza, reproduce y transforma la sociedad. Podría decirse también (casi parafraseando lo anterior) que, a través de las prácticas discursivas, los sujetos constantemente y de diferentes formas negocian representaciones que legitiman o deslegiti-man el orden social.

Pero esta respuesta, compatible con la mayoría de las teorías del Análisis del Discurso (so-bre todo con las denominadas “críticas”), plantea la conveniencia de explicar: 1) ¿cómo se pasa de la elaboración de un texto concreto a la transformación o reproducción de la socie-dad?; 2) ¿qué función cumple la argumentatividad en este proceso?

A continuación, se tratará de demostrar que la teoría de los sistemas complejos puede satis-facer, al menos parcialmente, esta carencia teórica.

3. Argumentatividad y sistema social

3.1. La argumentatividad como función latente

Para Merton (1964), la sociedad humana puede ser vista como un sistema complejo y di-námico compuesto por diferentes sistemas en su interior. Dentro de cada sistema o subsistema se desarrollan dos tipos básicos de procesos: las funciones, que son los procesos que favore-cen la adaptación o ajuste del sistema, y las disfunciones, que son los procesos que obstaculi-zan esta adaptación o ajuste.

A la vez, las funciones pueden ser manifiestas o latentes. Las primeras son buscadas y re-conocidas por los participantes en el sistema o subsistema, mientras las segundas no son bus-cadas ni reconocidas.

Así, a nivel de ciertas unidades sociales (un grupo, por ejemplo), es posible postular la existencia de funciones manifiestas y funciones latentes en los procesos comunicativos desa-rrollados. Mientras unas pueden apuntar a la supervivencia de la unidad social o no, las otras inexorablemente están orientadas a la supervivencia de la unidad. Un padre, por ejemplo, puede amenazar o reprender con dureza a su hijo. En un nivel explícito, ambos deben recono-cer que se trata de una amenaza o de una reprimenda y puede que uno de los dos piense (posi-blemente el hijo) que acciones de este tipo terminarán por poner fin a la relación que los une. Sin embargo, a nivel latente, estas acciones (dentro de ciertos márgenes, claro) garantizan la supervivencia del vínculo.

Todo lo que se dice (e incluso lo que no se dice) está incluido en un movimiento argumen-tativo subyacente al nivel de las palabras, en el que se consolidan y redefinen relaciones so-ciales, se defienden imágenes públicas, se reproducen y transforman representaciones acerca de cada sistema social, del entorno del sistema o de sus componentes, etc.

Obsérvese ahora el siguiente fragmento de una clase de octavo año de Enseñanza General Básica:

Maestra: empiezo a llamar / pablo / vamos traé una silla // bueno empezá

Pablo: bueno empiezo por acá / durante la edad media los imperios se encontraban divididos por los seño-res feudales y que todas las decisiones las tomaban los feudales y más cuando era sobre la justicia

Maestra: bien

Pablo: habían reinos que estaban distantes entre sí y que gobernaba un solo señor feudal

Maestra: ah

Pablo: y que al señor le costaba difícilmente llegar a // al final de la época medieval / los nobles perdieron el poder como surgimiento de la burguesía en el sistema y en el país

Maestra: sí sí ¿qué pasó?

Sebastián Sayago Una aproximación sociológica a la dimensión argumentativa de las prácticas discursivas

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Pablo: también continuaron en el poder los señores feudales y siguieron como base de gobierno como la unificación

Maestra: ¿como qué?

Pablo: la unificación de los territorios descentralizados // los europeos lograron afirmar su poder en sí mismo y también salieron a la burguesía la cual le proporcionó los medios necesarios para eh pelear con-tra el señor feudal y arrebatarle su poder

Maestra: ajá

Pablo: a cambio de eso la burguesía recibió títulos / que como que hubieron más influencias en el gobier-no

Maestra: bien

En principio, es válido hacer notar que ni la exposición del alumno ni las lacónicas res-puestas de la maestra constituyen argumentaciones en el sentido restringido, en tanto no pre-sentan una tesis, ni desarrollan una prueba, ni proponen una conclusión. Sin embargo, la se-cuencia conversacional es argumentativa en el sentido amplio que se le está dando aquí.

La exposición del alumno consiste en la narración de los acontecimientos históricos referi-dos a la caída del sistema feudal. La coherencia de esta narración depende de la argumentati-vidad, en tanto se asienta en una lógica causal que relaciona diferentes instancias de un proce-so histórico a partir del reconocimiento de los factores que llevan de una a otra:

1º instancia: existencia del reinos autónomos. Causa: gobierno feudal.

2º instancia: caída del sistema feudal. Causa: surgimiento de la burguesía.

3º instancia: ascenso de la burguesía al gobierno. Causa: éxito en la lucha contra los no-bles.

La argumentación del alumno es regulada por los actos metacomunicativos (Stubbs, 1983) de la docente, orientados a controlar la cantidad de habla, a demostrar atención y a confirmar la comprensión.

En el nivel manifiesto, se puede estudiar el modo en que se selecciona, jerarquiza y moda-liza la información a nivel de la frase.

Las dificultades manifestadas por el alumno para dominar lo que Bernstein (1993) deno-mina código elaborado y la ausencia de correcciones por parte de la maestra podrían conducir a pensar que la comunicación pedagógica no es exitosa. Sin embargo, lo que ocurre en el ni-vel latente indica lo contrario. La interacción es un perfecto encadenamiento de movimientos argumentativos orientados al respeto de la norma que funda la asimetría de ambos roles, al cuidado de ambas imágenes públicas, del ritual pedagógico, etc. En síntesis, orientados a la reproducción de la unidad pedagógica entendida como sistema social. Las intervenciones del alumno apuntan a construir una imagen correspondiente a un ‘buen alumno’ (tal como es re-querida en el evento comunicativo), competente en el dominio de los saberes teóricos y dócil frente a las demandas de la docente. Las intervenciones de esta última, a la vez, apuntan a mantener una imagen correspondiente a una ‘buena docente’, atenta al proceso de apropiación de saberes y útil en el proceso de verbalización del alumno.

Como puede verse, en el estudio del nivel latente pueden recuperarse los aportes de la mi-crosociología de Goffman y de la etnometodología de Garfinkel, entre otros.

La separación de estos dos niveles permite explicar los casos de argumentaciones fallidas. Piénsese, por ejemplo, en los debates parlamentarios donde los participantes tienen una posi-ción tomada de antemano, que no modifican en el transcurso de la discusión mediante la acep-tación del mejor razonamiento (porque obedecen mandatos de sus respectivas bancadas u otro

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1258

tipos de pactos). Si bien en un nivel manifiesto la imposibilidad de evaluar racionalmente las razones esgrimidas por otro puede dar la apariencia de frustración de la esencia misma del sistema parlamentario, en un nivel latente este tipo de argumentación autista se revela como algo fundamental para la reproducción del sistema. No importan los argumentos, sino la re-presentación del acto de argumentar.

3.2. La argumentatividad como autopoiesis

Luhmann (1975, 1978, 1984) retoma la idea de sistema social utilizada por Parsons (1968, 1984) y Merton (1964), enriqueciéndola con los avances logrados en el campo de la teoría de los sistemas, la cibernética y la sociobiología. Define a la sociedad humana como un sistema autorreferente y autopoiético que no está constituido por seres humanos sino por comunica-ciones. Es autorreferente en tanto tiene la capacidad de representarse y de reflexionar sobre sí misma. Es autopoiética (en un sentido adaptado de Maturana y Varela, 1973) en tanto tiene la capacidad de modificar su propia estructura y la de crear nuevos subsistemas (el derecho, la economía, la política, la religión, etc.).

Luhmann distingue tres tipos básicos de sistemas autopoiéticos: los sistemas vivos, los sis-temas psíquicos (que reemplazan en su teoría al sujeto humano) y los sistemas sociales. Cada uno de ellos desarrolla formas características de operación: la vida, la conciencia y la comuni-cación, respectivamente.

Los sistemas autopoiéticos son cerrados y abiertos a la vez. Por una parte, su clausura es la condición esencial para el mantenimiento de las estructuras necesarias para su supervivencia. Por otra parte, su apertura permite la interacción con el entorno (el conjunto de elementos externos que tienen influencia sobre el sistema o que son influidos por él).

La subsistencia del sistema depende de su habilidad para convertir en información el hori-zonte de complejidad que es el entorno. Para eso debe contar con un sistema de comunicacio-nes que le permita procesar esa información de manera eficaz a fin de realizar las modifica-ciones estructurales que sean necesarias.

El proceso de comunicación incluye tres componentes: 1) la información, 2) el mensaje, 3) la expectativa de éxito. Luhmann sustituye los conceptos de emisor y receptor por los de Ego y Alter, designando el primero al sistema que comunica y el segundo al sistema que es infor-mado.

Al suponer la selección de contenidos informativos, de modos de codificar la información y de tipos de sistemas receptores, la comunicación implica siempre la reducción de la com-plejidad. Pero esta operación de reducción de complejidad está supeditada al problema de la contingencia: sobre cada proceso de comunicación pesa siempre la amenaza de un exceso de posibilidades, de relaciones, de referencias, de sentidos, etc., por lo que puede fracasar de distintas maneras. Las expectativas de Alter y Ego (que, respectivamente, tienen en cuenta las del otro) se pueden ver frustradas, pudiendo ser incluso su desajuste la causa de la frustración.

Dado este marco de indeterminación e inestabilidad, cada sistema social prevé el riesgo de la contingencia y la convierte en un factor dinámico para la creación de nuevos elementos y estructuras.

Desde esta perspectiva no sólo se puede explicar la emergencia y estandarización de diferentes géneros discursivos (los que, como Bajtín afirmara, están directamente asociados a la apertura de nuevas esferas de actividad social o, dicho en otros términos, a procesos de diferenciación funcional), sino también se puede asumir que se argumenta porque es necesario reducir la amenaza de la contingencia, es decir, la amenaza de la posibilidad

Sebastián Sayago Una aproximación sociológica a la dimensión argumentativa de las prácticas discursivas

1259

reducir la amenaza de la contingencia, es decir, la amenaza de la posibilidad ofrecida por la lengua para decir ‘no’ y cancelar el conjunto previsto o deseado de selecciones.

Se trata de una visión no cooperativa de la comunicación, ya que presupone la inexistencia de un acuerdo tácito entre los participantes para la eliminación del conflicto.

Volviendo al ejemplo de la clase, la exposición del alumno es el producto del proceso de reducción de complejidad: es su respuesta a un entorno social que incluye una situación de examen, entre otros aspectos. El componente argumentativo está orientado por la expectativa de éxito que acompaña la elaboración del mensaje, es decir, por la búsqueda de la minimiza-ción de la posibilidad de rechazo por parte de la maestra.

También el poder juega aquí un rol importante, ya que él mismo es un medio de comunica-ción, en tanto limita la gama de selecciones del otro. En los sistemas sociales avanzados éste opera a través de sustitutos tales como las jerarquías que actualizan en cada situación comuni-cativa una densa historia de selecciones previas.

Luhmann postula que, a partir de la Modernidad, los sistemas sociales desarrollaron me-dios de comunicación simbólicamente generalizados (categoría propuesta inicialmente por Parsons, 1949, 1951). Son estructuras sistémicas creadas con el fin de favorecer determinados cursos de comunicación y acción por sobre otros. Implican tanto valores y normas específicas como estilos retóricos especiales.

Uno de estos medios de comunicación simbólicamente generalizados es la educación. Ésta define las condiciones de realización de los discursos de la maestra y del alumno.

Por último, desde la perspectiva de Luhmann se puede sostener que la existencia de ele-mentos argumentativos en la lengua y en los textos está relacionada con las limitaciones de los sistemas psíquicos para reducir la complejidad. Ego procesaría mejor la información lin-güística si es guiado mediante el uso de operadores argumentativos, marcadores discursivos, etc.

4. Consideraciones finales

Lo dicho hasta aquí tuvo por objetivo dar un comienzo de respuesta a la pregunta: ¿por qué existe la argumentatividad? ¿Por qué la mayoría de los textos (si no todos) están constituidos por recursos argumentativos?

Nociones tales como propósito, plan, intención, objetivo, etc., asiduamente utilizadas en el campo de la lingüística para interpretar dichos recursos, presuponen un individuo solitario dotado con la capacidad de decidir si va a argumentar o no, así como de elegir el modo de hacerlo. Si bien, en general, se reconoce la existencia de restricciones socioculturales y con-textuales de diferente tipo, se le otorga la libertad de elegir casi sin condicionamientos el obje-to de su argumentación.

Esta aparente libertad podría ser revisada por una teoría de la ideología que actúe como in-terfase entre el sujeto y la sociedad, pero ninguna de las propuestas vigentes en la actualidad (Hodge y Kress, 1993; van Dijk, 1995, 1998; etc.) ha alcanzado un grado de desarrollo y soli-dez suficiente para hacerlo.

Aquí se intenta cambiar de punto de vista, pasando del individuo al sistema. Sintetizando los aportes de Merton y Luhmann, las conclusiones obtenidas son las siguientes:

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1260

-en el nivel manifiesto del texto, la argumentatividad incluye diferentes recursos lingüísti-cos y paralingüísticos con el fin de posibilitar la completitud semántica de los textos;

-en el nivel latente está ligada a procesos comunicativos que reproducen y transforman in-formación de distinta clase (representaciones sociales) y que, al realizarse, reproducen y transforman el sistema de autoridad que articula el sistema social;

-es uno de los resguardos que toma el sistema frente al riesgo de la contingencia que pesa sobre toda comunicación;

-forma parte de los procesos autopoiéticos del sistema social.

De lo expuesto se puede inferir, entre otras cosas, que la producción de esta misma ponen-cia se originó más allá de la voluntad o inspiración del autor, ya que está determinada por el constante esfuerzo efectuado por el subsistema de la ciencia para reducir la complejidad. En particular, es un intento del subsistema de los estudios del lenguaje por resolver una pregunta formulada desde el entorno constituido por otros subsistemas científicos: ¿es posible concebir el discurso relativizando la importancia del sujeto, es decir, de esa entrañable construcción psicologista que, desde Descartes, pone al yo como centro del universo y que pareciera ser ella misma el límite y la meta de todo análisis?

Para finalizar, es necesario aclarar que esta propuesta de relativización del sujeto no impli-ca su negación. Indudablemente, los seres humanos no sólo producen materialmente los dis-cursos sino que además lo hacen como parte de una conducta estratégica. El desafío consiste en tratar de reconocer el peso de todo lo otro que determina y es determinado por cada pro-ducción discursiva.

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LA ARGUMENTACIÓN EN ARTÍCULOS CIENTÍFICOS ESCRITOS EN ESPAÑOL

SUPERESTRUCTURAS, EVALUACIONES Y HEDGES1

Guillermo Soto

Universidad de Chile / Chile [email protected]

1. Mientras el estudio del discurso científico en inglés ha tenido un gran desarrollo en las últimas décadas, la investigación en castellano, en especial la referida a los artículos de inves-tigación, es aún escasa2. Si bien el inglés se ha ido constituyendo progresivamente como una verdadera lingua franca de la investigación científica contemporánea, diversos argumentos justifican la necesidad de explorar, también, este dominio en la lengua castellana. Entre ellos, destacan la constatación de la existencia de normas de escritura académica específicas de len-gua y/o cultura (cf. Ventola y Mauranen 1996); la presencia de publicaciones científicas y una tradición académica de antigua data en español; y el estatus internacional de la lengua caste-llana.

En esta ponencia, se adelantan resultados teóricos y empíricos de una investigación en cur-so sobre los artículos de investigación escritos en castellano. En primer lugar, a partir funda-mentalmente del trabajo de Bazerman (1988), se mostrará que, como resultado de un proceso histórico, caracterizable tanto sociopragmática como cognitivamente, el modelo esquemático argumentativo predomina en los artículos de investigación. Posteriormente, con el objeto de ilustrar su funcionamiento en español, se observará el componente argumentativo en la sec-ción final de tres artículos de distintas disciplinas, con especial énfasis en el papel de las eva-luaciones y los hedges, fenómeno semántico y pragmático ligado a restricciones categoriales y discursivas (cf. Clemen 1997, Markkanen y Schröder 1997, Vartalla 2001). A diferencia de las perspectivas dominantes en el campo, se sugerirá la relevancia del enfoque cognitivo en los estudios del discurso científico.

Si bien el foco de este trabajo radica en la organización lingüístico-discursiva del discurso científico escrito en castellano, no debe entenderse que se destacarán tan sólo sus peculiarida-des idiosincrásicas. Por el contrario, se consideran también los hallazgos de los estudios exis-tentes en lengua inglesa, toda vez que, en última instancia, la actividad científica tiene, de suyo, pretensiones de universalidad. Más específicamente, considerando la internacionaliza-ción de las comunidades científicas y la función, en gran medida –aunque no totalmente–, independiente de lengua y cultura que desempeñan los artículos de investigación científica, consideramos, inicialmente, universales las propiedades fundamentales asignadas a ellos, es-pecialmente cuando éstas no se refieren a cuestiones de retórica gramático-textual.

1 Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto DID SOC-01/01-2 de la Universidad de Chile.

2 En el contexto hispanohablante son escasas las investigaciones que aborden el discurso científico. Sin ánimo de ser exhaus-

tivos, puede afirmarse que, de los estudios realizados, algunos se han centrado en los informes de investigación y en su re-formulación en textos de divulgación (Cassany, López, Martí 2000, Ciapuscio 2000, Granato y Harvey 2000, Harvey 1994, 1995, Harvey y Aravena 1994), mientras que otros han abordado la organización de distintos tipos de resúmenes científicos (Albano de Vásquez 1998, Bolívar 1997, Harvey 1986, Núñez y Soto 1999). Gutiérrez Rodilla (1998, 2000) ha estudiado más detenidamente el lenguaje científico, en especial el de la medicina, aunque sin un énfasis lingüístico discursivo.

Guillermo Soto La argumentación en artículos científicos escritos en español. Superestructuras, evaluaciones y hedges

1263

2. En términos generales, los artículos científicos de investigación suelen incorporar como parte de su elaboración discursiva, además de la exposición, un importante componente argumentativo (Vásquez 2001). De acuerdo con la jerarquía de funciones del lenguaje de Popper (1979, cit. por Leech 1983), el discurso científico realizaría las funciones superiores de las lenguas humanas, a saber, la descriptiva –centrada en la descripción de los referentes del mundo externo– y, fundamentalmente, la argumentativa –centrada en la presentación y evaluación de explicaciones y argumentos–. En especial, los textos científicos tendrían, como señalan de Beaugrande y Dressler (1983), el propósito de contribuir al incremento y la distribución del conocimiento mediante la exploración, la extensión o la clarificación del conocimiento que la sociedad tiene de un dominio específico de fenómenos. Para ello hacen uso extenso de los recursos argumentativos, tanto en el micronivel textual como en la superestructura esquemática que organiza formalmente el texto.

En efecto, por una parte los textos científicos emplean recursos léxicos y gramaticales aso-ciados a la argumentación, como perífrasis verbales, verbos y adverbios modales, y diversos tipos de hedges. En especial, el componente modalizador de la lengua parece desempeñar un papel importante en este tipo de discurso, toda vez que permite el adecuado posicionamiento del investigador respecto del alcance de sus proposiciones. Por otro lado, en lo que dice rela-ción con su organización global, como muestra van Dijk (1978/1983) el artículo de investiga-ción “presenta una variante especial de las superestructuras argumentativas” (p. 164). Éste consiste, por lo general, en la presentación de una tesis central, la cual debe comprobarse me-diante la exposición de pruebas cuya naturaleza depende en gran parte de la disciplina especí-fica. Los resultados derivados del análisis permiten establecer una consecuente conclusión que puede validar –parcial o totalmente– la tesis central, invalidarla o promover el plantea-miento de una tesis alternativa. Además, los artículos pueden presentar tesis ulteriores que se proyectan a partir de la investigación presentada.

3. En las últimas décadas, diversos investigadores han explorado la constitución social de los discursos científicos, en especial del artículo de investigación, mostrando cómo éste se ha ido constituyendo tanto en el contexto macrosocial del surgimiento de las ciencias como en el microcontexto de la interacción social entre los investigadores que participan de una comuni-dad científica determinada. Así, por ejemplo, Atkinson (cit. por Varttala 2001) da cuenta de una serie de transformaciones en el desarrollo del artículo científico, que pasa desde un dis-curso centrado en el autor a un discurso informativo centrado en el objeto, en el que se ha incrementado la abstracción y la pasivización del discurso, junto con disminuir los elementos narrativos. En especial, el trabajo de Bazerman (1988) sobre el origen del artículo experimen-tal en física, muestra cómo éste fue generándose a partir de otros géneros escritos existentes hacia el siglo XVII, como el ensayo o la carta, en el marco de los procesos dinámicos que ocurrían

en el foro de una revista especializada [que] reconfigura las fuentes iniciales para crear una nueva forma comunicativa, lo suficientemente poderosa como para influir en otras formas de comunicación y en la es-tructura social de la comunidad que la emplea (p. 63)

3.

Para Bazerman, la configuración progresiva del artículo experimental debe entenderse en el marco de cambios existentes en la propia actividad científica a que ese género se refiere y de las soluciones retóricas que desarrollan los investigadores en el intento por comunicar efi-

3 Tanto esta traducción como la siguiente son del autor de la presente ponencia.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

1264

cazmente sus hallazgos a una audiencia de especialistas. La organización del género, en con-secuencia, respondería tanto a la representación de la actividad científica como a la represen-tación de la tarea comunicativa, constituyendo una solución a un problema a la vez semántico y sociopragmático.

En cuanto a la representación de la actividad científica, Bazerman destaca el papel crucial que la concepción de experimento desempeña en el desarrollo del artículo de investigación. De acuerdo con este autor, mientras hacia 1665 cualquier manipulación o perturbación de la naturaleza podía considerarse como experimento, hacia 1800 el experimento se entiende ya como la prueba de una tesis. Para Bazerman, en este tránsito hacia una concepción cada vez más investigativa, corroborativa y argumentativa del experimento, se pasó por etapas inter-medias en que éste se empezó a comprender, primero, como un tipo de investigación inten-cional y, posteriormente, como el test de una teoría (cf. pp. 65 y ss.).

Estas transformaciones en la concepción de experimento modificaron, a su vez, la organi-zación de los artículos. Bazerman expone un desarrollo que va hacia una mayor extensión textual, un mayor papel de la argumentación en torno al experimento y la presentación de experimentos lógicamente conectados. Mientras en un principio, los artículos se organizaban de acuerdo con un esquema que partía con una breve aseveración de lo hecho, a lo que seguía una narración de los resultados y, opcionalmente, una discusión de sus causas o significado, a fines del período estudiado por Bazerman, éstos ya empleaban los experimentos con el objeto de probar tesis generales, ajustándose a un esquema que se iniciaba con aseveraciones filosó-ficas de conocimiento general; seguía con la presentación del problema mediante un resultado experimental sorprendente o una carencia en el conocimiento; continuaba con una serie de tesis que resolvían el problema; proseguía con una secuencia de experimentos que probaban las tesis; y concluía discutiendo las consecuencias de las tesis.

A nuestro entender, la obra de Bazerman no sólo muestra el carácter social y retórico del texto científico, aun cuando el autor enfatice estos aspectos en su investigación. Junto a ello, da argumentos para un análisis centrado en las representaciones que tienen los investigadores con respecto a la actividad científica y en el papel que éstas desempeñan en la construcción del texto científico, en otras palabras, para un estudio cognitivo del discurso científico. El progresivo abandono de esquemas narrativos en la ciencia y su sustitución por formatos expo-sitivo-argumentativos responde, a nuestro juicio, a un modelo de la actividad científica y de la práctica de investigación compartido, en líneas gruesas, por los miembros de la comunidad científica; una suerte de modelo folk de la ciencia, si se acepta la figura rayana en el oxímo-ron. La mediación que desempeña, por ejemplo, la conceptualización del experimento en la organización del texto científico sugiere que este último no responde tan sólo a presiones so-ciales ni es simplemente un hecho de lenguaje. Contra la línea dominante en el campo, que reduce la explicación a variables puramente sociales o a una relación directa entre sociedad y lenguaje, pensamos que un estudio que considere el nivel representacional podría dar cuenta, unificadamente, tanto de la dimensión normativa observable en el discurso científico como de las variaciones individuales existentes.

4. En la actualidad, el modelo esquemático argumentativo predomina en los artículos de investigación, donde se ha incardinado en la denominada estructura IMRD (introducción, método, resultados y discusión), la que, como afirma Varttala (2001), parece ser el reflejo de un “procedimiento de investigación idealizado” (p. 64). Como indica este mismo autor, mientras este esquema predomina en ciencias como la medicina, la física o la economía, es posible encontrar textos que se alejan de él en disciplinas como la lingüística o la ingeniería.

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encontrar textos que se alejan de él en disciplinas como la lingüística o la ingeniería. Por otra parte, mientras en los textos de disciplinas experimentales generalmente se proponen al inicio una o más hipótesis que serán sometidas a prueba, organizándose, en consecuencia, el texto completo de acuerdo con un formato argumentativo, existen estudios más descriptivos en los que los argumentos se construyen tan sólo hacia el final del artículo, a partir de los resultados de observaciones no experimentales. Así, por ejemplo, en uno de los artículos que hemos es-tudiado, basándose en un concienzudo análisis de restos botánicos de ciertos sitios arqueoló-gicos la autora infiere algunas conclusiones que se organizan a la manera de argumentos co-mo los propuestos por Black (1983), esto es, como procesos de organización intermedia del discurso.

En todo caso, trátese de textos experimentales donde la superestructura completa obedece a una especificación del modelo argumentativo o de trabajos más bien descriptivos en los que los argumentos contribuyen a la sección final de discusión, las estructuras argumentativas son fundamentales para el estudio del texto científico. Como han afirmado recientemente Gross y Harmon (1999):

El artículo científico tiene que ver con persuadir a los lectores de la importancia y la confiabilidad de las nuevas propuestas, no con la recreación cuidadosa de las prácticas que llevaron a ellas.

5. A continuación exponemos algunos análisis de artículos científicos escritos en castella-no, provenientes de disciplinas de las ciencias sociales y de las naturales, atendiendo al papel de la argumentación en la estructuración textual (cf. Black, 1985). El análisis se concentró en la sección final de los artículos, denominada, en estos casos Discusión o Conclusiones4. Se ha prestado especial atención al papel de los hedges y del componente modalizador epistémico –tanto en el nivel gramatical como en el léxico y discursivo– en la construcción de los argu-mentos, bajo el supuesto de que éstos están restringidos por variables no sólo semánticas sino también sociopragmáticas (cf. Givón 1995, Hyland 1996a, 1996b, 1998). Por hedge se en-tiende aquí, siguiendo a Markkanen y Schröder (1997), un fenómeno semántico y discursivo-pragmático relacionado, fundamentalmente, con la difuminación de las fronteras de las cate-gorías y la modificación del compromiso del emisor con el valor de verdad de sus proposicio-nes. En este último sentido, siguiendo a Skelton (1997), los hedges pueden entenderse en el marco más general de los recursos de evaluación de las proposiciones, lo que los emparenta con los intensificadores.

5.1. El primer texto corresponde a un artículo publicado por la Revista Chilena de Anato-mía, titulado “Caracterización, aislamiento y cultivo de células germinales primordiales de conejo” (2001). El texto presenta una estructura canónica IMRD, donde M comprende “Mate-rial y métodos”. Como ya hemos indicado, observaremos las estructuras argumentativas que se concentran en la sección final del texto, Discusión, en que los autores plantean nuevas pro-puestas, a partir de los resultados y considerando el conocimiento previo en el campo.

Dos grandes procesos de argumentación se advierten en esta sección. De un lado, el plan-teamiento, a partir de los resultados, de nuevas propuestas que explican fenómenos en rela-ción con el conocimiento existente en el campo y, del otro, la evaluación de los resultados, proceso que, a nuestro entender, responde a argumentaciones implícitas. Ambos recursos se entrelazan, como se verá con más detalle al analizar el siguiente artículo.

4 De acuerdo con la literatura, esta sección, junto con la Introducción, es la que contiene mayor cantidad de recursos argu-

mentativos (cf. Horn 2001).

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En cuanto a la evaluación de los resultados, éstos son cuantificados y valorados mediante palabras y frases como “muy escaso”, “muy poco”, “sólo”, “muy baja” o “mejor”. Como se sabe, estas construcciones se interpretan en el marco de dominios que pueden estar explícitos o implícitos (cf. Talmy, 1983). Así, “había poca gente” se interpreta de modo distinto en el dominio de los asistentes a un estadio de fútbol y en el de los participantes de una fiesta de cumpleaños. En este artículo, y los siguientes, el dominio normalmente está establecido por algún subconjunto del cuerpo de conocimientos que se supone compartido por los miembros de la comunidad y, en consecuencia, no se explicita. La existencia de este cuerpo de conoci-mientos explica que la proposición “el número de células germinales fue muy escaso” adquie-ra sentido, aunque no preciso sí pertinente, para el experto que sabe lo esperable.

En cuanto a las nuevas propuestas que se presentan en el artículo, éstas normalmente se construyen como proposiciones que conectan los resultados con conocimientos establecidos en el campo, como en el siguiente ejemplo: “Esto se puede relacionar con los trabajos que indican que las células de epiblasto proximal y distal son igualmente competentes para formar CGP [...]”. Mientras los conocimientos establecidos se comunican como verdades, las nuevas propuestas presentan frecuentemente hedges que modalizan epistémicamente las proposicio-nes, mitigando el compromiso de los autores con el valor de verdad de las mismas. Entre éstos destaca el verbo modal “poder”, pero se encuentran también otras palabras como “similar”, “relación”, “relacionado”: “esto es similar a las observaciones de Stott y Wyllie”, “puede estar relacionado con [...]”.

Tal y como predice Skelton (1997), encontramos casos de acumulación de hedges: “lo que podría deberse, en parte, a los medios de cultivos de origen murino”. En este caso, los autores disminuyen la fuerza de la nueva propuesta empleando el condicional del indicativo, el verbo modal “poder”, y la frase preposicional “en parte”. Interesante resulta observar que en la pro-posición siguiente el alcance de la propuesta anterior se restringe más aún pues se informa que se sabe que las líneas celulares murinas permiten aquello que aparentemente los medios de cultivo murino disminuían. Es precisamente en este contexto, de escaso apoyo en el cono-cimiento establecido para la propuesta avanzada por los autores, que los hedges múltiples parecen cobrar sentido. Cabe resaltar que el conocimiento establecido que debilita el propues-to por los autores se presenta en el texto empleando un modalizador deóntico: “se debe desta-car que..”. Al parecer esta construcción apunta a un modelo de argumentación donde tiene un lugar importante el ideal de honestidad intelectual.

En algunos casos se emplean recursos epistémicamente más neutros para introducir propo-siciones, como ocurre con el verbo “indicar”, que se utiliza para comunicar conocimiento es-tablecido y, en un caso, una propuesta avanzada por lo autores: “lo cual indica que éstas aún no se han diferenciado”. Finalmente, en el otro extremo del continuo de calificación de la fuerza de las nuevas propuestas se encuentra un caso de refuerzo: “guarda también una estre-cha relación con [..]”.

5.2. El segundo texto corresponde a un artículo publicado por la Revista Chilena de Antro-pología, titulado “Análisis de restos botánicos de dos sitios alfareros tempranos en la Bahía de las Cañas (VII Región)” (1995-6). El texto presenta estructura canónica IMRD, donde M es “Metodología”. De manera más profusa aún que en el caso anterior, observamos evaluaciones y planteamiento de nuevas propuestas. A diferencia del otro texto, existe un abanico mayor de recursos tanto para evaluar como para relacionar. Así, se habla de “conclusiones importantes”, “reducido tamaño”, “factor principal”, “pésima conservación”, “destaca el alto porcentaje”, “los restos relativamente más frecuentes”, “resalta”, “cantidades pequeñas”, etc. En todos

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estos casos, la evaluación perfila un juicio que descansa en un cuerpo de conocimientos com-partidos por los miembros de la comunidad o, en menor grado, en otra información explícita en el texto.

En relación con las nuevas propuestas, se presenta acá también una mayor variación en los hedges: “permiten”, “sugerir”, “pensamos”, “posiblemente”, “aún no ha podido”, “no indica necesariamente”, etc. Junto a los hedges que afectan la proposición, figura también acá un aproximador: “aparecen representados en casi todos los niveles del pozo 1 [..]”. A diferencia del texto anterior, que incorporaba como verdadera la información previa, en éste se observa lo que probablemente corresponda a un ‘hedge heredado’, es decir un hedge empleado por un autor que se cita o se parafrasea: “[Según Ramírez] fueron utilizadas probablemente tanto para la construcción como de comida”5.

5.3. El último texto corresponde a un artículo de Cuadernos de Economía, titulado “La im-portancia relativa de las pequeñas y medianas empresas: un análisis de sus determinantes en la industria manufacturera chilena” (2001).En este texto, las secciones se escapan de la norma: “Introducción”, “Características y evolución de las PYMEs6”, “Determinantes de la importan-cia relativa de las PYMEs”, “Análisis empírico” y “Conclusiones”. Aunque relativamente más breve, la sección “Conclusiones” desempeña acá una función análoga a las discusiones anteriores.

Con relación a las propuestas (tanto nuevas como, en menor cantidad, establecidas), desta-ca el empleo de un rango amplio de construcciones que indican diversos grados de compromi-so con el estatus epistémico de éstas: “la mayoría de los hallazgos son consistentes con”, “se puede concluir que”, “tienden a ser”, “se ha establecido que”, “se puede inferir que”, “se pue-de afirmar que”, e incluso, “por definición”. Este último reforzador se emplea para predecir lo que ocurrirá con las empresas pequeñas a partir de, al parecer, una teoría económica general a la que apelan los autores. Interesantemente, hacia el final de este artículo aparece una modali-zación deóntica obligativa: “como surge de este trabajo, no sólo se deben poner en práctica políticas de crédito en este sentido, sino también en la incorporación de trabajo más calificado [...]”. A diferencia de los textos anteriores, acá no se trata sólo de establecer propuestas váli-das para explicar un dominio de la realidad sino también de incidir directamente en las políti-cas públicas.

Esta mayor preocupación por las consecuencias sociales se observa también en el empleo de hedges de cortesía: “según ello se puede concluir que las empresas”. El contexto clarifica la interpretación de este hedge: los autores no disminuyen su adhesión a la proposición pues luego derivan de esa conclusión consecuencias que asumen como verdaderas. A lo anterior se agrega, sorprendentemente, un menor empleo de hedges epistémicos. A primera vista, pare-ciera haber en este texto una mayor conciencia retórica que en los anteriores, observable no sólo en los fenómenos ya mencionados sino también en el empleo de formas indirectas. “No son desconocidos los problemas que tienen las empresas [...]” y, probablemente, de estrate-gias para implicar a la audiencia objetivo (el estado): “los avances logrados en este sentido durante los últimos años por la labor de las instituciones de fomento productivo”. Por supues-to, se requiere mayor análisis para aventurar un juicio, pero es posible especular que estas

5 La conservación y el cambio de hedges en las citas y paráfrasis ha sido estudiado por Horn (2001). De acuerdo con su

investigación, estas acciones modifican el significado y el valor de las conclusiones alcanzadas en investigaciones anteriores, sea por un fin persuasivo o por una meta cognitiva. 6 Pequeñas y medianas empresas.

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características podrían relacionarse con un intento por persuadir en términos prácticos, más allá de la comunidad científica.

6. El análisis desarrollado hasta ahora muestra dos grandes procesos de argumentación re-lacionados. En primer lugar, evaluaciones de los resultados que descansan sobre argumentos normalmente implícitos en los supuestos compartidos por los miembros de la comunidad científica. Estas evaluaciones perfilan cierta información con respecto al trasfondo comparti-do. En ocasiones, secciones del trasfondo se explicitan, típicamente como verdades, aunque en un caso se observó un “hedge heredado”. Es interesante destacar que mientras en los textos de biología y antropología las propuestas son de naturaleza empírica, en el de economía se encuentran propuestas directamente irrebatibles.

En segundo término, en los textos analizados se proponen nuevas propuestas que emergen de la re-lación entre los resultados y el conocimiento establecido. Típicamente, estas nuevas propuestas apun-tan a una mejor comprensión de una parcela de la realidad, aunque en el texto de economía se intenta también influir sobre las conductas públicas. Las nuevas propuestas se presentan generalmente marca-das con algún recurso de modalización epistémica, frecuentemente un hedge que debilita el compro-miso del autor con el valor de verdad de la proposición.

Se han dado tres explicaciones para el uso de hedges en los textos científicos (cf. Meyer, 1997). Por una parte, se sostiene que los autores siguen simplemente convenciones del discur-so académico; por otra, se afirma que éstos se emplean pragmáticamente por cortesía; final-mente, Meyer (1997) defiende el empleo de estos recursos por referencia a un modelo implícito del proceso de investigación. Pensamos que, en los textos analizados, los hedges se emplean general-mente con referencia a estándares de evaluación de la información en ciencia y dan cuenta de un modelo estricto donde la calidad de las nuevas propuestas es sopesada con arreglo a criterios mu-chas veces operacionalizables, como ocurre, por ejemplo, con la interpretación del adjetivo “signifi-cativo” en los textos del área médica (cf. Skelton, 1997). Con todo, como se observó en el análisis, existen también hedges que parecen obedecer a criterios de cortesía.

Skelton (1997) ha propuesto estudiar los hedges como parte del potencial evaluador del lenguaje, lo que es concordante con la postura asumida acá en que tanto los hedges como las evaluaciones se interpretan, generalmente, por referencia a un trasfondo normativo. Esta eva-luación tendría que ver típica –aunque, como hemos visto, no únicamente– con el estatus epis-témico de las nuevas propuestas, entendido éste como la fuerza con que los resultados y el conocimiento previo apoyan el nuevo. Como se ha dicho, en estos casos la magnitud de la fuerza se determinaría a partir de criterios que no se explicitan en el texto pero que comparten los miembros de la comunidad. Este tipo de hedges indican que la calidad de las propuestas en ciencia parece determinarse idealmente por referencia a criterios normativos, y que las formas de argumentar descansan sobre modelos complejos en que se relacionan los diversos componentes del proceso de investigación.

Junto a los hedges e intensificadores que denominaremos epistémicos, hemos observado otros que llamaremos deónticos, proyectando a este dominio una distinción común en el estu-dio de la modalidad (cf. Givón 1995). En los ejemplos presentados, estos últimos tienen que ver con la obligatoriedad de ciertos actos, aunque el alcance de ésta no es el mismo en el artí-culo de biología que en el de economía. En efecto, mientras en el primero la obligatoriedad apunta a una suerte de ética del investigador; en el segundo, se trata, aparentemente, de con-vencer a la autoridad pública para que tome ciertas medidas. Probablemente, esto tenga que ver con que el último artículo se enmarca en la economía política, disciplina que tiene por

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objeto la estructuración de la sociedad de manera de darles una dirección específica a las fuer-zas productivas.

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LAS FIGURAS ARGUMENTATIVAS EN EL DISCURSO PUBLICITARIO

Mabel Tassara

Universidad de Buenos Aires / Argentina [email protected]

La publicidad ha sido, sin duda, desde su instauración, uno de los discursos persuasivos más fuertes de la sociedad mediática. Si bien la argumentación publicitaria puede encuadrarse globalmente en los parámetros argumentativos desarrollados por la retórica clásica, presenta en su construcción, sobre todo en los últimos tiempos, modalidades singulares. Uno de sus principales aspectos diferenciales se vincula con la participación privilegiada de la figuración retórica en la articulación de la propuesta argumentativa, participación que se ha ido incre-mentado, históricamente, de manera notoria. Este uso peculiar de la figura en la argumenta-ción de la comunicación publicitaria se ve favorecido por el tipo de producción semiótica que la alimenta: la mayor parte de la publicidad masiva mediática –la gráfica, la televisiva y la cinematográfica– se apoya de manera privilegiada en la significación generada por imágenes. En esta semiosis particular la operatoria figural muestra caracteres distintivos respecto de la elaborada por los discursos verbales, permitiendo el desarrollo de construcciones argumenta-tivas propias de estos lenguajes.

El estudio de este tipo de operatorias resulta de interés, me parece, para fomentar el acer-camiento analítico al comportamiento figural en los discursos visuales y audiovisuales, terri-torio todavía, a mi entender, no suficientemente explorado en relación con la gran compleji-dad que presenta. En tanto la tradición teórica de la figura ha estado marcadamente ligada a su uso en la lengua, gran parte de lo dicho sobre el tema resulta de difícil traslación al ámbito visual y ello suscita una larga serie de problemas.

Mencionaré dos que, creo, son representativos de las dificultades con que puede encon-trarse un análisis figural en este ámbito. En primer término, y como veremos en los ejemplos que citaré más adelante, en los discursos visuales y audiovisuales la circunscripción de la fi-gura y el espacio ocupado por ésta es ya un problema a resolver; la noción clásica de “figura de palabra” no puede ser considerada y la tradicional distinción entre “metaplasmos”, “meta-taxis”, “metasememas” y “metalogismos” no puede sostenerse, debiendo atenderse sólo a las operaciones semióticas que el movimiento figural pone en funcionamiento, las que compro-meten componentes discursivos de orden muy diferente del de la palabra o del de la frase. En segundo lugar, respecto de la delimitación del sentido producido por la operación figural, las ya de por sí elusivas distinciones de la retórica clásica entre “figuras” y “tropos”, “figuras de la expresión” y “figuras del pensamiento”, se tornan aún más difusas.

Momentos argumentativos de la publicidad

A mi juicio, pueden distinguirse tres grandes momentos en la argumentación publicitaria. Los denomino momentos porque su emergencia ha sido histórica –no han aparecido de mane-ra simultánea sino sucesivamente– pero ello no quiere decir que uno haya reemplazado al otro, por el contrario, a partir de la incorporación de cada modalidad ha ido creciendo el uni-

Mabel Tassara Las figuras argumentativas en el discurso publicitario

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verso de los posibles argumentativos de la publicidad y en la actualidad las tres modalidades coexisten y se interpenetran.

En un primer momento la argumentación se propone resaltar atributos del producto. Si bien siempre se trata de un producto/marca, los atributos recaen sobre rasgos que el produc-to/marca comparte con el genérico de producto; la marca opera sólo desde el lugar de la dis-tinción, de la superación en relación con otras marcas. Esta modalidad es ilustrada de manera ejemplar por las viejas publicidades de Colgate y Gillette, en donde a partir de una estructura narrativa, con marcada exposición de la carencia (dientes oscuros, cara barbuda por exceso de sensibilidad al afeitado), el producto disparaba a partir de sus atributos –siempre probados desde la referencia científica– un proceso de transformación que culminaba en la superación de la carencia. En este momento la transformación suele incidir de modo restringido en la vida del usuario, lo hace privilegiadamente en aquel espacio afectado directamente por el pro-ducto, aunque aparecen ejemplos en que la carencia y la transformación afectan globalmente al usuario –como, justamente, es el caso de los dos ejemplos citados– pero lo diferencial de este momento es que la trasformación se produce esencialmente por la acción del producto. La argumentación se apoya aquí marcadamente en significados –los remitidos a los beneficios obtenidos a partir del consumo– que recaen sobre el referente/producto.

Un segundo momento es aquel en que los atributos son de marca; esto implica que si bien pueden comunicarse cualidades del genérico, lo dominante es la comunicación de la marca; por ello la marca puede detentar atributos que no pertenecen al universo de cualidades del genérico, ya sea porque hiperbolizan de manera notoria esas cualidades, ya sea porque incor-poran cualidades que no puede proveer el genérico, tales como cualidades de orden maravillo-so. Esta es la modalidad que ha llamado la atención, por su alto grado de elaboración textual, de autores provenientes del estudio de otros ámbitos discursivos supuestamente más presti-giados socialmente, como es el caso de Roland Barthes. Los dos esloganes que siguen, citados por Barthes (1990), Cocine en oro con Astra y Un helado Gervais es derretirse de placer ejemplifican bien esta modalidad. Cuando la publicidad recae sobre el poder de la marca, usar un champú permite ser la reina de la fiesta, usar un auto permite acceder a un lugar social pri-vilegiado, utilizar la tarjeta de crédito x hace posible ser recibido como un rey en todos los lugares del mundo y consumir la galletita i logra instantáneamente cambiar la depresión en felicidad; algunas marcas también permiten adquirir la posibilidad de volar, la de generar má-gicamente trasformaciones en los objetos, los espacios o las personas, etc.

En el desarrollo de este segundo momento la argumentación acentúa los efectos generados sobre la totalidad de la vida del usuario, por ejemplo, aparece una variedad que se apoya de manera fuerte sobre el logro de estilos de vida social y culturalmente jerarquizados.

Otra de las variaciones que existen dentro de este tipo es la que opera con modelos de refe-rencia; es el caso en el que la argumentación se mediatiza a través de una imago, una figura pública que al utilizar la marca legaliza sus atributos, los jerarquiza, y a veces les transfiere sus propios atributos. Esta publicidad con personajes que operan como modelos de referencia también aparecía en el momento anterior pero el modelo de consumidor solía ser el experto o el consumidor tipo que ha probado ya las ventajas del producto. Al centrarse la argumenta-ción sobre cualidades de marca y no de producto, la figura de referencia puede ser alguien que no tenga ninguna relación con el producto, y cuyo consumo, a diferencia del experto, nada pruebe; en verdad las imagos publicitarias no son más que consumidores comunes cuyo lugar de consenso público ennoblece la marca.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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En esta modalidad reina la figura retórica; no es que en el primer momento no hubiera apa-recido, pero ahora su uso es más marcado y juega, además, roles originales. Se presenta bajo dos formas: como puesta en ejercicio de la función poética (Jakobson: 1983), es decir como retorización del discurso publicitario para hacerlo más bello, más original, etc., o retorizando los efectos generados por el producto, básicamente a partir de operaciones de orden metafóri-co1. Esta segunda forma de aparición es la que nos interesa porque es la que se conecta espe-cíficamente con la operatoria argumentativa. A diferencia de la modalidad anterior, los signi-ficados que dispara la argumentación –siempre sobre los beneficios obtenidos del consumo– se asocian al consumo de la marca, antes que al consumo del producto, pero también recaen sobre el referente del discurso publicitario. La argumentación publicitaria promete algo que es del orden del mundo, es un logro que tiene vigencia en la realidad exterior al discurso publi-citario, sea ese algo más o menos fantástico.

Se integra en esta modalidad la comunicación de neumáticos Pirelli en la que se ve a un atleta que atraviesa las aguas, sube a la estatua de la libertad, salta a la ciudad, y por fin, cuan-do nos muestra las plantas de sus pies, descubrimos que ellas son de neumático. Si bien la argumentación hiperboliza en principio atributos del producto (velocidad, resistencia, etc.), el alto impacto audiovisual determinado por el estilo de filmación, que incluye fuertes efectos especiales, recorta una personalidad de marca que podríamos calificar al menos como audaz, creativa y poderosa, cualidades que exceden sin duda la predicación sobre un neumático pero que no resultan extrañas al universo simbólico de las marcas.

Veamos otro ejemplo. En una publicidad televisiva del champú Guhl encontramos una fi-gura femenina portando un exótico peinado cuya forma se asemeja a la de un pino, inmedia-tamente descubrimos que nuestra percepción era errónea: se trataba de una ilusión generada por la pose y el ángulo de toma; al moverse la cámara descubrimos que la modelo se hallaba parada delante de un árbol; el juego se repite con otro árbol, un arbusto, una palmera y una nube. Finalmente nos enteramos de que se trata de la publicidad de un champú, y el eslogan Guhl, su segunda naturaleza redunda la significación ya percibida a través de las imágenes: el producto se relaciona con elementos naturales. Ha operado aquí de manera importante una relación de contigüidad discursiva entre el cabello y elementos de la naturaleza; a través de esa contigüidad el cabello se ha cargado con las propiedades de los elementos naturales; al separarse de ellos el pelo da cuenta, metonímicamente, de esas propiedades –como signo, indicialmente, está en lugar de–. Por último, a partir de la construcción metonímica no deja de elaborarse una operación de orden metafórico, porque ya habíamos percibido que el pelo, a través del peinado, tenía una relación de semejanza con elementos de la naturaleza y, aunque esta relación deviniese falsa, ese sentido no se evanesce totalmente. Las operaciones figurales visuales descriptas generan un abanico de significaciones no enteramente precisable: que el producto se elabora con elementos naturales, que a partir del uso del champú el pelo mantiene su propiedades naturales, que el pelo tiene la riqueza y la fuerza de la naturaleza, que el pro-

1 En la línea de lo que señalara en el inicio, estoy considerando aquí el tipo de operación sobre el lenguaje realizada , más que

figuras específicas del listado histórico generado por la teoría retórica , en la línea de las orientaciones desarrolladas por R. Jakobson (1980:99-143) y, sobre todo, C. Metz (1977:145163). Siguiendo la tradición de los retóricos que han buscado cir-cunscribir el listado de figuras a unas pocas operaciones esenciales, ellas han planteado dos grandes operatorias, la metafórica y la metonímica. Metz, particularmente, propone reunir bajo la operatoria metonímica a todas las figuras en las que se genere una asociación por contigüidad y bajo la operatoria metafórica a todas las figuras donde la asociación es por comparabilidad, criterio que le resulta más acertado que similaridad, en tanto las figuras de la oposición no dejan de trabajar sobre un aspecto común a partir del cual se establece la diferencia. En este sentido, incluyo la hipérbole, porque si bien ella genera un efecto aumentativo, no deja de existir un reemplazo por comparabilidad. Asimismo considero del orden de lo metafórico la fábula o la alegoría, construcciones frecuentes en la publicidad, en tanto también presentan también operaciones de comparación.

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ducto es tan compatible con el cabello que es como el cabello mismo y, finalmente, lo que también implica una metaforización de los beneficios del uso del champú, que después de usarlo tu pelo es la naturaleza misma, con toda la carga emotiva que la metáfora dispara. La mayor ambigüedad y polisemia de la imagen permiten así la construcción de una significación compleja, de gran riqueza semántica. Acá la figura ya no opera sólo como modalización del discurso sino que toda la argumentación se construye a través de las operaciones figurales. Es un lugar común de la publicidad de champú legalizar los beneficios desde el uso de ingredien-tes naturales, desde la protección de los componentes naturales del cabello, pero una cosa es visualizar la composición del producto o el proceso de elaboración, en cuyo caso la legaliza-ción aparece en el referente y el discurso se entiende sólo como representación, y otra cons-truir textualmente esa legalización a través de una operatoria retórica. A diferencia de la pu-blicidad de Pirelli, donde la metáfora se representaba visualmente en el discurso, pero prece-día a éste –en muchos otros discursos de la cultura, el atleta opera como metáfora de la fuerza, la potencia, la velocidad, etc.– en la publicidad de Guhl la metonimia y la metáfora se cons-truyen discursivamente.

La publicidad narrada forma parte de un tipo de argumentación hoy muy usada por la pu-blicidad, la de derivar los atributos de la marca de una operación metonímica que se despren-de de una contigüidad discursiva en la comunicación publicitaria. Productos cosméticos, be-bidas sin alcohol, alimentos light cercanos o inmersos textualmente en flores, hierbas, fores-tas, bosques, lagos; genéricos diversos que adquieren refinamiento y prestigio a partir de su contigüidad con un universo de lujo y sofisticación son desde hace un par de décadas un lugar común argumentativo de la publicidad actual. El caso de Guhl tal vez sea ejemplar, porque a la operación metonímica se suma la metafórica y porque al desprenderse las modelos femeni-nas de los elementos naturales se percibe con claridad como la contigüidad espacial se trans-forma en un reemplazo metonímico (metonimia puesta en paradigma), reemplazo que siempre tiene lugar, aun cuando los dos elementos estén presentes en el sintagma (metonimia puesta en sintagma) pero que aquí resulta marcado2. Este ejemplo es también claramente una publi-cidad de marca porque si bien se predican atributos del producto, el juego retórico empleado, la sofisticación de las modelos, el despojado tratamiento visual, confieren a la marca una per-sonalidad singular que excede la predicación sobre el producto.

A veces este tipo de operatoria puede alcanzar niveles de barroquismo mayores aún que los descriptos. Veamos una publicidad de coñac Martell: sobre imágenes producidas por una téc-nica de animación, una voz en off cuenta que en el lugar donde se fabrica desde hace siglos la bebida la atmósfera es tan especial que una golondrina se sintió tan subyugada por ella que retornó todos los años, hasta que finalmente se tornó dorada. Observamos esta transformación de la golondrina en imágenes y en el cierre vemos cómo el ave vuela hacia el logo de Martell y se posa allí. Qué tipo de operaciones encontramos aquí: en principio una metonimia, la go-londrina se vuelve dorada por su contacto con la atmósfera de la región, pero una vez que se ha realizado esta transformación se genera un efecto de sentido doblemente metafórico, en tanto el oro, remite por una parte al color del coñac, pero también a su valor (ambas metáforas –aunque con diferente grado de expansión– ya preexistentes a la producción semiótica de la publicidad). Al dirigirse la golondrina hacia el logo su valor se traslada hacia la marca, la marca se carga metonímicamente con sus propiedades, y al mismo tiempo, en tanto la golon- 2 C. Metz, en relación con las figuras retóricas en el cine, ha procurado desalentar las equiparaciones metonimia/ sintagama y

paradigma/metáfora, mostrando que ambas operaciones retóricas pueden aparecer con presencia sobre el sintagma de los dos elementos que intervienen en ella o mediante una elección paradigmática con la sola presencia en el sintagma del elemento reemplazante (1977: 157-163).

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drina integra actualmente la simbología de Martell, ella da cuenta metafóricamente del valor del coñac. El círculo se ha cerrado, la golondrina se ha investido de los atributos del coñac a partir de su contacto con el aire, pero al posarse en el logo legaliza la marca y es símbolo de su valor. Debe agregarse, además, el clima mágico que transmite esta comunicación: la ani-mación crea un universo irreal, del orden de lo maravilloso; la narración en off registra una modalidad que remite al estilo de narración oral de las fábulas, las leyendas, los cuentos popu-lares. Este clima mágico se transmite también metonímicamente a la marca. El cognac, ade-más del valor de su producto y su tradicionalidad –expresada directamente a partir de infor-mantes verbales (“desde 1715 “) pero también a través de la remisión global discursiva al gé-nero leyenda– ostenta otros atributos difíciles de precisar pero que se perciben también del orden de lo mágico. A ello debe sumarse que el refinamiento presentado por la comunicación no deja de transmitir a la marca también fuertes connotaciones de prestigio y consumo elitista.

Los casos descriptos permiten apreciar ya como en el registro discursivo de la publicidad la figura se desplaza de su lugar tradicional de figura de estilo para ir incrementado cada vez más un rol de figura argumentativa, consolidando cada vez más un desempeño determinante en la construcción de la propuesta argumentativa de la marca.

El momento de la marca vedette

Un tercer momento es el que algunos autores han definido como publicidad posmoderna (Krief, 1984). En él la argumentación recae también sobre la marca, pero de modo diferente. Presenta diversas modalidades, en una de ellas no se expresan atributos de marca capaces de beneficiar al consumidor: un relato que cita géneros cinematográficos, un gag de humor, un momento musical sin relación alguna con la marca puede ser todo lo que se encuentre en esta modalidad. No hay aquí gratificación propuesta y la única obtenida es la que resulta del dis-frute de la publicidad como espectáculo. En consecuencia, no es necesario ser consumidor para disfrutar del discurso publicitario de la marca como espectáculo, cualquier receptor pue-de hacerlo. Es una publicidad de mera nominación de marca, que no predica nada, ni del pro-ducto ni de la marca, sea real o maravilloso. En consonancia con lo anterior, no adopta la forma del discurso argumentativo, entendiendo que el discurso argumentativo presenta carac-teres diferenciales en su articulación retórica3 respecto de otros discursos: construye un enun-ciador-argumentador y un enunciatario a quien se busca persuadir, y ello es diferente de gene-rar efectos persuasivos sin intención textual, lo que puede suceder con cualquier discurso. En consecuencia, si una publicidad de este tipo seduce lo suficientemente para acercar a la marca –porque la marca demuestra ser inteligente, ingeniosa, irónica o divertida– ello sucede inde-pendientemente de la propuesta discursiva, que no propone un enunciatario al que busque convencer o seducir. Un ejemplo de este tipo podría ser la publicidad gráfica de Luis Vuitton donde se ve en la parte derecha de la comunicación una valija de la marca llevada por una mujer con un atuendo muy elegante, y muy abrigado, y a la izquierda, en un afiche, la misma valija llevada por una mujer desnuda. Los efectos de sentido generados por este juego de opo-siciones –desenfado, ironía, etc.– resultan difícilmente traducibles en palabras, simplemente la publicidad está allí con su oferta lúdica invitando a ser disfrutada.

3 Lo retórico esta considerado aquí como uno de los niveles de significación de los textos, caracterizado por ser el productor

de la organización textual singular, que establece la diferencia del texto con otros textos; entonces comprende tanto un aspec-to morfológico-estructural, el que da lugar a las grandes formas discursivas –en la publicidad: un relato, un testimonial, un collage, etc.–, como un aspecto figural, el que comprende toda la operatoria realizada por las figuras retóricas. Un desarrollo de este enfoque puede encontrarse en Steimberg 1998: 43-50 .

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La ludicidad de la marca puede combinarse a veces con modalidades anteriores. En una comunicación de Pepsi Cola se ve al basquetbolista Shaquille O´Neill desaparecer de la can-cha y pasar por varios programas televisivos, hasta que llega a uno en que se apropia de la marca para consumirla. Aparece aquí una imago fuerte, la del deportista, además de otras imagos que circulan en los programas transitados por O´Neill (desde Cindy Crawford al Pája-ro Loco) pero intervienen en esta comunicación recursos muy propios de la estilística llamada posmoderna: una fuerte intertextualidad, la mixtura de géneros, estilos y registros discursivos, la yuxtaposición de niveles de realidad y ficción, y operaciones de orden metatextual; se im-pone, finalmente, la propuesta de juego y diversión.

En el momento en el que se instaura una publicidad que centra su actuación en el discurso, aparece también otra variante que si adjudica cualidades a la marca esas cualidades no están en el referente sino en el discurso. Un ejemplo es la comunicación de Heineken en la que se presenta a un personaje que resuelve de manera rápida e ingeniosa una situación difícil y, apa-rentemente, sin salida. El producto no tiene lugar significativo en el relato desarrollado y el eslogan es Pensá en verde. La argumentación articulada aquí es altamente elaborada y en ma-nera alguna unidireccional, en tanto podría entenderse que quienes consumen Heineken desa-rrollan su ingenio, pero también que quienes consumen la marca integran un segmento de individuos privilegiados en términos de inteligencia y creatividad, y que por eso consumen la marca. La apelación al usuario es entonces, de todos modos, que el consumo de Heineken le permitirá integrar un segmento de personas con valores que él privilegia.

Si bien habíamos visto que la promesa publicitaria hiperbolizaba o mistificaba los atributos del producto, alguna relación todavía conservaba con ellos. En este caso ha desaparecido toda relación, dado que si no es creíble que un auto caro pueda llevarnos a integrar un segmento social de referencia, y que el uso de un desodorante corporal pueda hacernos una mujer irre-sistible, alguna conexión existe entre las cualidades de la marca y la obtención de logros; en la publicidad de Heineken no existe modo de relacionar el consumo de una gaseosa con la ad-quisición de algún ingenio particular, esta aproximación es exclusivamente de orden discursi-vo y no podría tener ninguna vida en el referente, es un puro ejemplo de publicidad marcaría sin referencia alguna a atributos posibles del producto, como la de Vuitton, pero a diferencia de aquella que no construye argumentación, ésta sí lo hace.

La expresión “pensá en verde” que procura anclar el sentido del relato conectando un mo-do de pensar y actuar a la marca (el verde integra de manera protagonista la simbología de marca) construye, además, una semantización original, en la medida que no existen antece-dentes en el uso del idioma que conecten esta expresión verbal con significados de rapidez mental o astucia. Esta última operatoria no es para nada desdeñable porque, creo que no ha sucedido respecto de esta comunicación pero sabemos que muchas veces éste tipo de expre-siones pueden pasar al acerbo idiomático de una comunidad e integrarse en el habla cotidiana. En el discurso de Heineken, a partir de una operación de orden metonímico, la marca se carga con las cualidades valiosas que la sociedad atribuye a un tipo de comportamiento (ser “pio-la”), y entonces la frase “pensá en verde” se convierte en metáfora de esas cualidades, nueva-mente se muestra que la publicidad no sólo utiliza para argumentar metáforas socialmente cristalizadas sino que puede crear otras propias; si esta frase hubiera pasado al uso social (más o menos amplio) como, insisto, ha sucedido en otras oportunidades con expresiones que sólo retorizaban un sentido ya vigente en lo social, nos encontraríamos con una incorporación si-nonímica/metafórica al lenguaje hablado por la comunidad, o al menos por segmentos de ella.

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Qué hace que en este tercer momento el receptor ligue el discurso al registro publicitario. La vigencia de la modalidad parece probar que el destinatario del mensaje publicitario no es-pera que la argumentación esté sustentada por fundamentaciones de orden lógico. Es habitual que los consumidores manifiesten que no creen en la publicidad y no se guían por ella, la se-gunda parte de esta aserción es difícil de verificar, la primera es probable que sea cierta, aun-que no en el sentido que los consumidores quieren darle. Esta cuestión es ya planteada por Krief, quien acerca el comportamiento de las marcas al de los mitos y los dioses en las socie-dades paganas, los que operarían sólo como significación, sin importar si se cree o no en su existencia. Más allá de la lectura antropológica, acuerdo con este autor en el lugar dominante que adquiere el aspecto enunciativo en la publicidad actual: la publicidad significa la majes-tuosidad de la marca, es el espacio donde ésta despliega su poderío simbólico. Podríamos en-carar el tema también desde otro punto de vista. El vínculo que el receptor establece con el discurso publicitario podría encuadrarse en lo que E. Verón (1985) denomina “contrato de lectura”. Verón refiere este concepto al vínculo histórico que se conforma con un género-producto, por ejemplo, un medio gráfico, a partir de ciertas propiedades semióticas de los tex-tos que articulan un universo de expectativas para el usuario, pero creo que la noción podría extenderse también a la relación establecida con todo un registro discursivo, por ejemplo, en este caso, el de las comunicaciones publicitarias.

La relación histórica que el usuario entabla con la publicidad se ha constituido alrededor de algunos componentes invariantes. Sin duda la operatoria retórica ha estado siempre en perma-nente movimiento y transformación y, por lo que veíamos, se han generado grandes cambios en la tópica fundante de la argumentación, pero permanecen invariantes los elementos que definen a esta área discursiva como publicidad: los componentes paratextuales –el texto pu-blicitario se inscribe en determinados formatos, en determinados espacios, etc.– y la arquitec-tura enunciativa básica –los receptores saben que el discurso publicitario se define por la exal-tación de la marca–. Entonces, quizá no importa lo que la marca diga, sólo que se muestre allí, en el discurso de la publicidad, después se entenderá que dice lo mejor de sí misma, aun cuando no lo diga. Los consumidores suelen expresar que no creen en la publicidad, pero también evidencian no creer en las marcas que no hacen publicidad; tal vez generaciones de publicitarios empeñados en encontrar pruebas argumentativas para la fundamentación de las aserciones de la marca no advirtieron aquello que los consumidores no sabían que sabían: que la publicidad era, después de todo, sólo una cuestión de eficacia simbólica.

Bibliografía

BARTHES, R, “El mensaje publicitario”, La aventura semiológica, Barcelona, Paidós, 1990. JAKOBSON, R., “Lingüística y poética”, Ensayos de Lingüística General, Barcelona, Seix Barral, 1981. JAKOBSON, R., “Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos”, Fundamentos del lenguaje, Ma-

drid, Pluma, 1980. KRIEF, Y., “Jeux du publicité. Les conditions postmodernes de la publicité”, Sémiotiques II, París, IREP, 1984. METZ, C., “Metáfora/metonimia, o el referente imaginario”, Psicoanálisis y Cine, Barcelona, Gustavo Gili, 1979. STEIMBERG, O., “Proposiciones 8. sobre el género”, Semiótica de los medios masivos, Buenos Aires, Atuel,

1998. VERON, E., “L´anályse du ‘contrat de lectura’: une nouvelle méthode pour les études de posittionement des sup-

ports presse”, AA.VV., Les Médias Espériences, recherches actuelles, aplications, Paris, IREP, 1985.

ALGUNAS INCURSIONES EN LAS ACTITUDES ARGUMENTATIVAS DE ESTUDIANTES

UNIVERSITARIOS

Carmen Torres Universidad de la República / Uruguay

[email protected]

Introducción

Este trabajo pretende incursionar en las condiciones que rodean la acentuación y desarrollo del discurso argumentativo académico por parte de los estudiantes universitarios. El abordaje de los datos se realiza en el marco del proyecto “Características y condiciones en la apropia-ción de instrumentos de trabajo intelectual en la Universidad”, llevado adelante en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Este proyecto indaga en distintos tópicos relacionados con la apropiación de instrumentos que intervienen en la formación universitaria, incluyendo las creencias y valoraciones asociadas a los mismos. Sus fuentes de inspiración en su punto de partida las componen autores neovigotskyanos y la perspectiva discursiva de Bakthine.

Junto con otros investigadores y docentes en sus prácticas de enseñanza, hemos constatado la dificultad que presentan los estudiantes universitarios para elaborar un discurso que ponga de manifiesto estrategias argumentativas académicas. Esta dificultad se presenta tanto en es-tudiantes que inician su formación universitaria, como en estudiantes que la culminan. Pero cobraría diversas características según las áreas de conocimiento y las dependencias asociadas a la inscripción en las prácticas institucionalizadas de formación.

La evaluación general que trasunta la bibliografía dedicada a cuestiones sobre aprendizaje y lectura y escritura en el contexto universitario, ligado a la centralidad que reviste la apropia-ción crítica del conocimiento, torna de particular el interés este tema no sólo desde el punto de vista de la producción de teorías e hipótesis que den cuenta más comprensivamente de los procesos, sino desde la comprometida toma de posición sobre las estrategias instruccionales y pedagógicas que pueden influir en la mejora de la enseñanza.

En este trabajo estoy interesada en algunas condiciones relacionadas con el dominio del discurso y los géneros argumentativos académicos.

Discurso académico y actitudes argumentativas en los estudiantes

Como sabemos, desde la tradición de la retórica, la argumentación queda relacionada tanto con la habilidad de convencer y persuadir. La acción argumentativa desde el punto de vista pragmático conlleva la contrastación y controversia, y exige la diferenciación de posturas en relación con un enunciado o tesis bajo el intento de convencimiento o demostración del pro-pio punto, en esta misma medida es portadora de una tensión entre voces que se canaliza a través de los diversos recursos que dan forma en el interior del texto a secuencias argumenta-tivas.

Para este trabajo interesa el discurso académico, que es con el que los estudiantes tienen que familiarizarse en la universidad y de cuyo dominio dependerá tanto la pertenencia como la posibilidad de contribuir a la producción de conocimiento en la comunidad académica. El

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discurso académico supone diversos géneros argumentales que se diversifican en función del contexto disciplinar asociado al área de conocimiento y la comunidad académica específica, como también se subdivide dentro de la propia comunidad generando un tapiz de múltiples propuestas de lectura y escritura que comandan las exigencias a las que tienen que acomodar-se los estudiantes.

Este trabajo apunta a la búsqueda de correspondencias entre las concepciones y descripcio-nes que realizan los estudiantes sobre la modalidad de componer textos, leer y estudiar y los rasgos de las producciones escritas desarrolladas como parte de diversas actividades de eva-luación. Parto de que la creencia de que ambos aspectos relativos a las concepciones y las producciones escritas ofrecen pistas para interpretar el relacionamiento con los textos acadé-micos y el curso que siguen los procesos de apropiación de diversos recursos, entre los cuales, cuentan los argumentativos.

Estas correspondencias pueden ubicarse en el marco de hipótesis genéticas sobre las habi-lidades argumentativas a partir del establecimiento de relaciones entre al eje contextualiza-ción-descontextualización asociado a las situación de enunciación y a recursos inter e intra-textuales. El polo de la descontextualización se vincula a menudo a los entornos de enseñanza formal y al pensamiento conceptual propiamente dicho (Vigotsky, 1986; Wertsch, 1992). Aparece aquí un punto de particular interés que es el relacionado con la conciencia y las mo-dalidades de metaconciencia. Característicamente, la toma de conciencia ha sido descripta como propia de estos contextos y ejerciendo su influencia sobre los procesos más espontáneos y contextualizados. La conciencia metadiscursiva y metalingüística se ve estimulada en los estudiantes, particularmente, por el grado de dificultad que les representa el aprendizaje de modalidades discursivas en las que no son competentes y que no ingresan al polo espontáneo como recurso ya automatizado, pero no suelen serlo en cuanto al discurso docente. Sin em-bargo, el dominio más explícito y consciente del género, y la pérdida de soporte en las cir-cunstancias inmediatas de enunciación puede ser relacionado con estos rasgos. La conciencia metalingüística y pragmática se conecta de modo explícito con la escritura y las posibilidades de autorregulación sobre el propio pensamiento (Cfr. Milan y Camps, 2000; Pozo y Monereo, 1999).

Las actitudes son pensadas como parte de un complejo sistema que se expresa en compor-tamientos, creencias y valoraciones en relación con los significados y objetos que circulan en distintas esferas sociales y que por lo mismo remiten a condiciones extralingüísticas. Para Bakthine (1959) el diálogo integra las condiciones mismas de la producción del discurso indi-vidual y se hace manifiesto en los diversos géneros discursivos bajo una modalidad polifónica más o menos explícita e intencionada. Se vincula a la toma de posición evaluadora con res-pecto al otro, en las distintas manifestaciones de “otredad” y se moldea en géneros que inter-vienen como programas reguladores de la producción y de la expectativa de recepción como lectores y oyentes. Predominan en el discurso académico los procedimientos asociados al pensamiento racional conceptual y por lo mismo el sometimiento a regulaciones más explíci-tas y factiblemente más conscientes que las que predominan en las formas cotidianas también argumentativas. Esta diferencia es la que ha buscado enunciarse bajo la perspectiva de la ar-gumentación razonada. Si bien, es dable considerar que no se agota en este tipo de recursos el discurso académico y las habilidades que los estudiantes deben adquirir para dominarlo. Así como tampoco puede leerse su énfasis en función de la alerta crítica que plantea Tannen (2000). Puesto que se parte de una perspectiva que ubica las adquisiciones individuales en dependencia de las oportunidades de interacción social, una dimensión para situar las hipóte-sis se vincula al plano de las tensiones interactivas que se propician en las situaciones de en-

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señanza y se traducen en las orientaciones dadas por los docentes en la aproximación a los textos y modalidades legitimadas de interpretación, entre otros.

El discurso argumentativo académico exige quizás, y más que cualquier otro, un control de aquellos recursos que se relacionan con la proyección diferenciada del otro y del locutor en sentido concreto y de los enunciadores como parte del complejo juego de voces en la escena discursiva. Este aspecto que puede ser conectado con el cambio de perspectiva característico de la descripción piagetiana del progresivo descentramiento y la concomitante adopción de un punto de vista relativo al otro, e integrar desde el punto de vista discursivo la posibilidad de dialogicidad polifónica, lo que supone competencias específicas a nivel lingüístico y discursi-vo. Considero por esto como indicador y evaluador inicial de las disposiciones hacia la pro-duccion académica argumentativa las creencias que manifiestan los estudiantes sobre los cri-terios a priorizar en la lectura, la actividad de estudio y la producción de textos. Asumo para esto una relación muy estrecha entre estas tres actividades desde el punto de vista psicolin-güístico, tanto como a las prácticas que desempeñan los estudiantes.

Las actitudes argumentativas se manifestarían a nivel del texto bajo la intención de dife-renciación de puntos de vista, resolución de controversias y fundamentación, independiente-mente del grado de eficacia o dominio de los géneros. A nivel de las creencias manifiestas en el relato de las entrevistas, interpreto como parte de estas actitudes las que expresan una in-tención paralela, manifiesta en las priorizaciones que establecen al relacionarse con los textos y reflexionar sobre su manera de componerlos. Se consigna pues como actitud característica de los géneros académicos la que se esfuerza en el sentido de dotar de una multivocidad orientada al discurso y, por lo tanto, de evitar una pespectiva monológica no regulada o regu-lada por una versión fosilizada del conocimiento, más característica de la representación gene-rada en la enseñanza secundaria. Estas actitudes reflejarían algunas de las disposiciones para argumentar académicamente, permitiendo relevar las orientaciones futuras en los procesos de apropiación que siguen los estudiantes en la formación universitaria específica. Las distintas fuerzas que intervienen serían encargadas de regular la orientación y generación de habilida-des relativas a la producción de discursos.

Los reportes verbales que obtenemos en las entrevistas sobre las prácticas y concepciones relativas a la lectura, la actividad de estudio y la escritura no son tomados por cierto como indicio de lo que efectivamente hacen al momento de producir o comprender textos argumen-tativos, pero sí como parte del “revestimiento” que cobra el hacer concreto y las valoraciones sobre este hacer que provienen tanto de la propia práctica como del contexto interactivo aso-ciado a la comunidad de formación universitaria.

Las relaciones contrastivas entre producciones finales para instancias de evaluación con producciones intermedias, del tipo de los esquemas y resúmenes, puede contribuir a reafirmar algunas de las hipótesis sustentadas, puesto que los estudiantes los suelen utilizar como mate-ria prima para el asentamiento final de lo estudiado tanto como para la producción de trabajos. En particular, este tipo de comparación parece interesante puesto que deja en evidencia la diferencia de géneros discursivos y de disposiciones argumentativas vinculadas al continuo contextualización-descontextualización.

Metodología

El corpus para el análisis incluye producciones escritas y entrevistas en profundidad, reali-zadas a estudiantes universitarios de diversas carreras y a distinta altura de la formación de

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grado. En estas entrevistas se indaga acerca de antecedentes académicos, modalidades de pro-ducción y estudio, creencias y valoraciones asociadas. El proyecto abarca muestras de estu-diantes de distintas licenciaturas en las áreas de conocimiento relativas a las ciencias de la salud, las humanidades y las ciencias de la naturaleza. Para este trabajo consideramos las li-cenciaturas en Filosofía, Lingüística y Psicología. De estas muestras se analiza el material aportado en las entrevistas y, parcialmente, dado que no se ha terminado de sistematizar y recoger el corpus total, las producciones escritas entregadas como parte de evaluaciones fina-les para cursos. Las muestras contempladas en este trabajo abarcan 15 y 14 estudiantes de Psicología, 7 y 7 de Filosofía, y 6 y 7 en el caso de Lingüística, de ingreso y egreso respecti-vamente.

Dado que tomamos las producciones que son realizadas en el marco de los cursos, se parte de la heterogeneidad de géneros, con lo cual no es posible hacer determinado tipo de contras-taciones, pero sí contar con un reflejo directo de lo que los estudiantes hacen efectivamente en función de la formación que siguen. Las producciones intermedias se emplean, en este caso, solamente a título de reductores de sesgo, ya que se parte de la hipótesis de que estas produc-ciones que son realizadas por los estudiantes como parte de su actividad de estudio pueden considerarse una vía para manifestar cómo leen y qué les interesa retener de lo que leen. Por esta razón, la interpretación de este material puede servir de contraste corrector del reporte verbal sobre procesos de producción que son conscientes o están tamizados por la ideología institucional.

De los relatos en las entrevistas se tomó en cuenta los siguientes aspectos:

- la referencia explícita al relacionamiento entre voces como parte de la representación de las coordenadas para la producción escrita,

- el tipo de relación entre voces y de orientación intertextual proyectada sobre el texto, - la conciencia de género a partir de indicadores que permitan revelar la gestión cons-

ciente sobre el texto y las intenciones discursivas.

A nivel de las producciones escritas:

- los marcadores de organización textual y de estructura argumental, - el relacionamiento entre voces a nivel del discurso referido y - los recursos argumentativos empleados.

Descripción y análisis de los resultados

Estudiantes de todas las licenciaturas, pero con diferentes intensidades y bajo distintos significados, explicitan la creencia en la importancia de plasmar la propia opinión, ser críticos, no “repetir” o “copiar” lo que dicen los autores.

La búsqueda de argumentos y contraste entre posiciones aparece muy escasamente refleja-da en los estudiantes de primero y, cuando lo hace, se concretiza más en torno a la postura del docente que sobre otros textos o puntos de vista.

En la situación de evaluación los estudiantes producen textos dentro de un sistema interac-tivo representable en función de la relación de búsqueda de adecuación al discurso docente, o a la orientación impartida por el curso, su epistemología, etc. Esta circunstancia, paradójica-mente, puede llevar a una reducción de la polifonía en términos de posturas diversas que en-globen la propia, tanto como a ser fuente de su realce, cuando esta posición forma parte de la ideología de la comunidad o de determindas estructuras docentes dentro de la formación. La

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reducción de la actitud polémica se pone de manifiesto por ejemplo en el siguiente comentario de una alumna:

Yo quiero salvar una materia porque si no me trancan lo demás aunque no me guste, el profesor se cuelga en determinada cosa, pongo lo que ellos quieren escuchar pero yo, por otro lado, me quedo con otra cosa, como que trato de encontrar el balance. (05LinIn2001M).

El peso de la voz del docente no está presente homogéneamente en los estudiantes de las distintas licenciaturas, destacándose sobre todo en el caso de Psicología y reduciéndose notoriamente en el caso de Filosofía, en donde se afirma la relación más personal con el texto y el proceso intelectual relacionado.

Los apuntes de clase son una fuente de recuperación de la voz del docente que parece muy presente sobre todo cuando se interpreta la dificultad del curso o de la propia licenciatura, esto sucede por ejemplo con notoriedad en el caso de Lingüística. Esta tendencia es predominante en los estudiantes de inicio, y se reduce hacia el egreso. Aparece en la mayoría de los estu-diantes de todas las licenciaturas una tendencia a la discriminación de voces que incluyen la propia como portadora de “opiniones” que pueden ser o no coincidentes con lo que leen o con lo que piensa el profesor. Esta tendencia no es la que parece plasmarse en los textos explíci-tamente, salvo cuando resulta parte de la estructura del mismo, como ser el caso de los traba-jos que piden una “reflexión personal o grupal”. En el caso de los trabajos de talleres en Psi-cología esto es frecuente.

La intención de ser “críticos” está muy presente en los estudiantes de todas las licenciatu-ras seleccionadas para este trabajo. Por ser “crítico” se comprende básicamente dos tipos de descripciones: “poner la opinión” y “oponerse”. Pueden considerarse que ambas descripcio-nes se relacionan con una actitud favorable y conciente a la argumentación, que va más allá de los tipos de texto que producen en el marco de su formación. Sin embargo, el dar la “opinión” no siempre resulta una instanciación de la crítica.

A nivel de las producciones escritas se encontran rasgos como los siguientes, que aun re-quieren continuarse sistematizando como para permitir diferenciar las distintas muestras:

- Predominio de marcadores de organización textual, antes que argumentativos. - Dificultad para construir la posición del locutor por adhesión y contraste de posiciones

entre distintos puntos de articulación de argumentos. - A nivel del discurso referido esto se manifiesta en dificultades para presentar las citas y

diferenciar voces en términos de una actitud del locutor diferenciada posicionadamente de otros enunciadores. O frecuentemente, la tendencia a manifestar un punto de vista al que busca subsumirse todo el texto, lo que conduce a veces a contradicciones epistémi-cas que desarticulan una aparente coherencia de perspectiva que no es tal.

- La ausencia de citas de autoridad que resulten integradas al proceso argumentativo explícito.

- Sobregeneralizaciones o particularización excesiva en la estrategia argumentativa, observada sobre todo en el caso de Psicología.

Las producciones intermedias, en general, no colaboran para mejorar la situación por las estrategias que siguen en su elaboración, en donde se refleja una actitud mimética o mínima-mente transformadora, a menudo con supresión de aquellos encadenamientos que dan cohe-rencia argumentativa al escrito. En los estudiantes de primero la manera frecuente de estudiar y componer textos es basándose en resúmenes “reductores” y “simplificadores” y apelando muchas veces a la memoria como garantía de conservación de lo leído, lo que no facilita la

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recuperación de argumentos y contrastes entre enunciadores en el texto, sino que más bien supone un acto de depuración de los mismos en aras de quedarse “con lo que se entendió”. El riesgo de trasladar la propia voz al texto a su vez deriva, en algunos casos, en contrastaciones sobregeneralizadoras que no asientan las líneas de oposición mediante estrategias que contro-len la relación entre el nivel microtextual y el macro.

Por otra parte, los estudiantes revelan diversidad de criterios en los procesos de selección y recuperación de argumentos de los textos que estudian, apreciándose una paulatina diferen-ciación y una conciencia discriminativa mayor en los estudiantes avanzados de las carreras humanísticas. En aras de especificar algunos otros aspectos comento, a continuación, algunas particularidades por licenciatura.

Estudiantes de Psicología

Los estudiantes de primero manifiestan una clara preocupación por dejar plasmada la pro-pia opinión como parte de la composición del texto, diferenciándola de la voz del docente y de los autores que leen. Resaltan una intención crítica que muchas veces parece confundirse con la expresión de la opinión personal. Un estudiante comentaba a propósito de las relacio-nes entre crítica y opinión: si es una opinion, ya es crítica...

Las producciones ponen de manifiesto la presencia de la estructura interativa que incluye al docente en sus propios pasos argumentativos. Esto se muestra en los estudiantes de primero a nivel de la producción escrita, tanto como en su descripción de los procedimientos.

Es interesante consignar que la opción que muestran los estudiantes de situar como anta-gonista al docente puede revelar tanto la dificultad para distanciarse de las circunstancias de enunciación y tomar como fuente de referencias los autores o concepciones dentro del campo de conocimiento, así como puede develar la tendencia a incluir, a través de la consideración de la voz del docente, otro plano de enunciadores factibles de ser objeto de debate. En este caso, y particularmente, porque este fenómeno se consigna en los estudiantes de primero, pa-rece más plausible que se trate de la primera situación.

Los criterios de selección que denuncian como parte de sus opciones al manifestar la rela-ción con autores identificados es la de lo que se refiere como “estar de acuerdo”. Esta actitud revelaría una tendencia a la adhesión y a la identificación por medio de este procedimiento de las zonas articuladoras de argumentos.

Estudiantes de Lingüística

En los estudiantes de Lingüística se verifica una clara conciencia metalingüistica sobre as-pectos relacionados con la composición del texto que no están presentes en las otras muestras. En el siguiente ejemplo esto se muestra claramente en una estudiante de primer año.

...entonces leer para estudiar es como leer analizando, leer con más detenimiento, leer con un sentido crí-tico, tratar de posicionarse en el lugar del que escribió y entender qué es lo que quiso decir y eso es como bastante complicado, qué es lo que no quiso decir, pero a veces hay algo que se dice pero con el fanatis-mo de oponerse a otra cosa, entonces eso también es importante porque de repente el que se fanatiza con defender esto es porque hay otros que dicen lo contrario, entonces como que hay una nueva rama y como eso estaría dentro de la globalidad de la que te hablaba (05LinIn2001M).

Esta concepción de las regulaciones que pesan sobre los textos a producir, se ve claramente articulado en la descripción de una estudiante que egresa acerca de cómo elaboran un informe escrito. Dice la estudiante:

Carmen Torres Algunas incursiones en las actitudes argumentativas de estudiantes universitarios

1283

Íbamos citando al autor o por ahí íbamos citando a otros que no estaban de acuerdo, para contraponer opiniones (04LinFin2001F).

En este ejemplo se pone claramente en evidencia la intencionalidad de contrastar distintos puntos de vista discursivos.

Estudiantes de Filosofía

Los estudiantes de Filosofía, desde primer año manifiestan en las entrevistas una concien-cia bastante nítida de que la metodología de trabajo intelectual en filosofía requiere de lidiar con argumentos y estrategias argumentales, tanto como parte de las obras de referencia como de la producción activa de los comentarios sobre ellas. Claramente, se hace notoria una con-ciencia de rasgos asociados al discurso argumentativo que reviste carácter de conceptualiza-ción específica sobre el género. Esta conciencia de género se pone de manifiesto en el tipo de criterio que dicen aplicar al momento de elaborar resúmenes o esquemas, los cuales buscan rescatar “los argumentos principales”.

En los estudiantes existe la preocupación explícita por preservar las propias “ideas” u “opiniones” que se generan durante el proceso de lectura y estudio. Esta preocupación parece orientada por la preocupación por lidiar con los autores a partir de la controversia posible que éstos pueden suscitar.

Comentarios finales

Se verifica en los estudiantes de las tres carreras universitarias lo que calificamos como una disposición a generar una matriz argumental del texto en el plano de las creencias e inten-ciones de textualización, si bien, lo hacen desde creencias muy asociadas a las regulaciones normativas de la comunidad académica de pertenencia. Por otra parte, esta pronta asimilación de criterios guarda una aparente correspondencia a corroborar con las tendencias que siguen en la producción escrita a nivel de sus actitudes, pero no así en cuanto al nivel de logro. El contraste entre las muestras de inicio y muestras de finalización confirman la tendencia hacia la consolidación de disposiciones argumentativas específicas en los estudiantes de las distin-tas licenciaturas. En el caso de Lingüística y de Filosofía que existe una mayor concentración en el texto, establecida en función del patrón disciplinar y se destaca una metaconciencia relativa a los mismos y a las propiedades argumentativas de los textos. Este aspecto se expresa tempranamente en el caso de los estudiantes de Filosofía bajo una conciencia asociada a rasgos prototípicos del género.

De acuerdo con las consideraciones y aportes empíricos que se relevan en este trabajo se intenta continuar interrogando el significado y el origen que tienen las creencias y prácticas estudiantiles de producción e interpretación de textos, apuntando a la especificación de las matrices discursivas y los géneros argumentativos por esfera profesional y académica, como fuente de reveladores aportes para la teorización y la enseñanza.

Bibliografía

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LA ARGUMENTACIÓN EN EDITORIALES DE LA REVISTA HUMOR

Carolina Tosi

Universidad de Buenos Aires / Argentina [email protected]

Acerca de Humor

Nuestro objeto de análisis, la revista Humor, que fue la sucesora de las revistas humorísti-cas Satiricón, Chaupinela, Mengano y El Ratón de Occidente, todas de editorial La Urraca, surgió en 1978, en pleno régimen militar y fue, tal como coinciden los periodistas Sasturain (1998) y Ulanovsky (1997), la única que en esa época hacía humor de la realidad “sin obse-cuencia, complicidad ni mediocridad”. Humor llegó a tener un alcance amplio y masivo en la sociedad argentina (en 1982, por ejemplo, se vendieron más de cuatro millones de ejempla-res), y su publicación prosiguió durante el periodo democrático, hasta que en el año 1999, cuando finalizaba el segundo gobierno menemista, se declaró en quiebra y cesó definitiva-mente.

Hemos elegido trabajar con algunas publicaciones de los años 1981 y 1982, ya que en ellos la revista habría adoptado un discurso combativo, según la clasificación propuesta por la so-cióloga Andrea Matallana en Humor y Política. En este trabajo la autora señala que el discur-so de Humor transitó por tres periodos:

La revista generó tres momentos de articulación de discurso político, que podemos definir como Crítico (desde sus comienzos hasta 1980); Combativo (desde 1981 hasta 1983); y Democrático-Pluralista (1983/4 en adelante).

En términos de un discurso ideológico la revista fue progresivamente a través de estas etapas definiendo un adversario y delineando un ideario democrático. Primero criticando, ironizando, aclarando cuando fue-ra necesario que eran simples bromas o caricaturas hacia el gobierno, y progresivamente ridiculizándolo hasta colocarse en una posición combativa respecto del Proceso y los militares (Matallana, 1999, 96).

Los discursos a analizar son los artículos editoriales de Humor, a los cuales definimos co-mo textos periodísticos de opinión que expresan la visión o “línea” de la revista respecto de un tema determinado. El editorial en las revistas Humor de esta etapa posee características singulares ya que no se constituye como sección fija sino que aparece únicamente cuando un hecho del contexto exigía una definición clara y una toma de posición.

Como corpus específico de este análisis seleccionamos sólo seis editoriales, porque prefe-rimos realizar un trabajo cualitativo y exhaustivo antes que cuantitativo. Si bien se trata de un corpus reducido, el material escogido presenta las características centrales discursivas más significativas del periodo analizado. No obstante, esperamos realizar futuros trabajos que complementen y retomen los resultados que obtengamos en éste. Contamos con el siguiente corpus: dos editoriales publicados en 1981 y cuatro en 1982, que se han elegido porque tratan una temática similar –aunque abordada de distinta manera– y por demás conflictiva y signifi-cativa, ya que constituye un rasgo propio del sistema democrático: la libertad de expresión. Al hacer referencia a algunos de los editoriales mencionaremos el mes y año de publicación res-pectivo, de forma abreviada, a saber: mz.81 (marzo de 1981), oct.81 (octubre de 1981), ab.82 (abril de 1982), sept.82 (septiembre de 1982), oct.82 (octubre de 1982) y nov.82 (noviembre de 1982).

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Mediante el análisis del corpus observaremos que la dimensión argumentativa de los edito-riales se articula a través de la construcción de los lugares enunciativos y varía en los distintos periodos. En una primera etapa (año 1981) encontramos que los editoriales analizados tienden a la construcción de una autodefensa y justificación frente a la censura. Luego, durante la Guerra de las Malvinas, puede rastrearse un periodo de transición (que a veces comparte ras-gos con la primera etapa, y otras con la segunda) hacia una segunda etapa (finales de 1982) de ruptura, en la que la revista, a través de una actitud claramente combativa, se construye como oposición. Es decir, ante la ausencia de oposición en el plano político, la revista –junto con otras publicaciones del periodo, ya sea de la prensa o de organizaciones nacionales e interna-cionales en favor de los Derechos Humanos– estaría ocupando ese lugar; pero no es una opo-sición partidaria sino que lo que plantea es la lucha entre sistemas de gobierno: autoritarismo versus democracia. De esta manera, el discurso va a ir progresivamente definiendo una postu-ra ideológica determinada y construyendo a la revista como emisor político que incitará a los lectores a la participación política, como ya veremos más adelante. Según Foucault, la tarea inicial de un emisor político, que es anterior y simultánea con la posibilidad de luchar por el poder, consiste en la lucha por el “poder decir”: por constituirse en emisor válido, reconocido como tal dentro de la red discursiva. Podemos postular que Humor se construye como emisor político, en tanto emprende una lucha por el poder: por poder oponerse al Gobierno Militar. Entonces, siguiendo a Foucault, Humor, primero y simultáneamente, lucha por el “poder de-cir”, por constituirse como emisor político válido. Al respecto Sasturain sostiene que “el sín-toma externo más obvio de la evolución de Humor: [es] la pretensión y la necesidad de decir” (Sasturain, 1998, 366).

Argumentación y lugares enunciativos

En esta instancia de análisis nos referiremos particularmente a cómo se produce la argu-mentación a partir de la articulación de los lugares enunciativos en los editoriales analizados. Para ello utilizaremos los aportes de Hodge y Kress, de la lingüística crítica, y nos basaremos en la teoría de la enunciación de Ducrot (1984) que establece la construcción de los lugares simbólicos de los participantes y sus interrelaciones, y caracteriza tres lugares enunciativos: el de enunciador, el de destinatario y el de tercero discursivo, que es quien posee ideas opuestas y contrarias al emisor.

En función de nuestro corpus hemos encontrado que la construcción de los lugares enun-ciativos varía en relación con las etapas a las que pertenecen. Observamos que principalmente la constitución del destinatario y del tercero discursivo cambia en cada etapa, y además regis-tramos algunas variantes en la construcción del emisor de un periodo a otro.

En la primera etapa, así como en la transición, el emisor se presenta bajo formas de la pri-mera persona del plural exclusivo (no incluye al destinatario) y mediante colectivos restringi-dos, tales como nuestro equipo, esta redacción, esta revista, nuestra revista, Humor, etc., que lo posiciona en tanto voz institucional. Esta construcción se corresponde con los objetivos perseguidos por dichos editoriales: construir una defensa institucional para responder ante las acusaciones y los ataques, y la de tomar una posición clara ante un determinado hecho, como ocurrió en el caso de la Guerra de las Malvinas.

En tanto que el enunciador de la segunda etapa, además de construirse mediante el noso-tros exclusivo y los colectivos restringidos que lo posicionan como la voz institucional, utiliza colectivos amplios (algunos argentinos: justamente el uso del pronombre algunos estaría re-mitiendo solo a una parte del país, la que adhiere a la democracia y no está a favor de los mili-

Carolina Tosi La argumentación en editoriales de la revista Humor

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tares), el nosotros inclusivo (incluye al lector) y el pronombre todos, que logran la identifica-ción del destinatario. De esta forma el enunciador no es sólo la voz ideológica de la revista sino también del sector de la sociedad argentina que aboga por la democracia y que se opone a la dictadura. Así observamos que ya no se trata simplemente de un emisor institucional, sino de un emisor político que presenta una determinada postura ideológica: la adhesión al sistema de gobierno de la democracia. No obstante, es importante destacar que en esta segunda etapa aparece un único editorial firmado (oct.82). La firma consta de dos siglas: E.V., que corres-ponden a Enrique Vázquez, uno de los secretarios de redacción, que de esta forma está ava-lando una denuncia institucional que consiste en que la Junta Militar podría censurar la revis-ta. En este editorial en particular prevalece la primera persona del plural exclusivo y el uso del colectivo restringido Humor que construye al enunciador desde el lugar de denunciante insti-tucional que, además, expone las pruebas pertinentes, ya que se publica el comunicado emiti-do por la Junta.

Con respecto a la construcción del destinatario y del tercero discursivo observamos, como ya hemos adelantado, diferencias en función de las etapas.

En la primera etapa se construyen dos destinatarios: uno de ellos mediante el uso de colec-tivos restringidos (nuestros lectores) y amplios (todo el país) y pronombres impersonales (se). Se trata de un destinatario explícito: el lector de Humor, quien comparte ciertos lineamientos de la revista, como por ejemplo adherir al principio de la tolerancia. Por ello podemos suponer que el verdadero destinatario es otro: el Gobierno Militar, al que dirige, a partir de la referen-cia al humor y a la tolerancia, una explicación o justificación para evitar posibles actos de censura. Este destinatario, en los pocos casos en que aparece explicitado, se construye a través de referencias generales y poco concretas, agentes institucionales (gobernantes), pronominali-zaciones (quienes, se, los que) y nominalizaciones (mensaje oficial). Es decir que se trata de un destinatario al que se lo quiere persuadir de que la revista no posee una ideología determi-nada, ya que el humor la constituiría como neutral.

En tanto, podemos señalar que como tercero discursivo en esta etapa se coloca a quienes atacan la revista, ya sean integrantes del gobierno o medios de prensa, a través de referencias vagas y pocos concretas: colectivos amplios (ciertos sectores) y restringidos (un asesor del gobierno) y pronombres impersonales (se). No obstante se usan referencias más concretas y particulares cuando se posiciona a los medios de prensa en este lugar enunciativo, ya que se utilizan nombres propios para remitirse a éstos (revistas Cabildo y Línea y el diario La Nueva provincia).

Por otra parte, vemos que en el periodo de transición existe una variante en la construcción de estos lugares enunciativos.

El lector y el gobierno siguen siendo los destinatarios. El gobierno, que va a aparecer me-diante el agente institucional gobierno y la nominalización acto de recuperación, va a ser el receptor de los elogios y, además, se lo intenta persuadir de que ejecute otras acciones “cohe-rentes” en el país. Mientras que al lector, que va a ser el destinatario privilegiado, se le va a explicar por qué Humor adhiere al acto de recuperación de las Malvinas. Incluso hay un sec-tor del editorial que incita a los lectores a que sumen a dicha postura: Esperamos no ser los únicos, dice.

En tanto que el tercero discursivo, enunciado con el colectivo amplio compañías no del to-do gratas refiere a quienes (ya sea periodistas, políticos, medios de prensa, figuras públicas, etc. –el uso de este colectivo nos permite hipotetizar sobre sus posibles referentes–) estuvie-

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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ron elogiando y apoyando al gobierno, siempre, en toda circunstancia obsecuente y sistemáticamente.

Es a partir de la segunda etapa que la construcción enunciativa va a cambiar radicalmente. Aquí la revista, constituyéndose ya como emisor político, construye como único destinatario al lector, que es a quien se busca persuadir y convencer para adherir a la postura ideológica de Humor. Éste, dentro del imaginario político, sería, en términos de Verón, el destinatario posi-tivo. Mientras que el destinatario negativo es el tercero discursivo, en este caso el Gobierno Militar, al que se lo posiciona como adversario político.

En estos editoriales el destinatario positivo se presenta generalmente a través de referencias abstractas y generales, que se explican porque en este periodo aún existían actos de censura y represión. Se construye con colectivos amplios (mucha gente, algunos argentinos, preclaras figuras democráticas) y restringidos (nuestros lectores, los lectores, jóvenes y pensantes), y abstracciones (democracia). Se trata de un destinatario particular: el que integra al sector pen-sante del país, el que adhiere al régimen democrático.

El destinatario negativo se construye en forma concreta mediante la utilización de agentes institucionales (Junta, Junta Militar, Proceso, gobierno, Fuerzas). Es decir que se define cla-ra y precisamente al adversario político.

Es interesante observar cómo va cambiando en los editoriales la forma de referirse al go-bierno. En la primera etapa no era siquiera nombrado o bien se hacía referencia a él única-mente mediante generalizaciones y abstracciones. En cambio, en la segunda etapa no sólo se lo nombra con referencias concretas sino que, por ejemplo, se incorpora su propia voz cuando se publica un comunicado emitido por la Junta (oct.82) o se introduce un “chiste” que ironiza y caricaturiza la represión militar (nov.82). Incluso podemos observar que en el editorial adjunto al corpus la figura del ex presidente Galtieri, que sufrió un gran desgaste luego de la derrota de Malvinas, es tomada como centro de sátira y ridiculización. En este caso “Aprenda a bailar en Academias Leopoldo” constituye una sátira en referencia al suntuoso casamiento de la hija del general.

También, con respecto a la dimensión argumentativa, es importante analizar cómo cambia el resto de los paratextos de los editoriales (además de la gráfica y de las ilustraciones) a lo largo de las etapas. En todos se mantiene el nombre de la sección “Nada se pierde”, que la estaría identificando como tal, pero el subtítulo “Editorialoide” y la firma correspondiente, “Los irresponsables”, aparecen en la primera etapa pero no en la transición ni después de ésta. Con respecto al subtítulo “Editorialoide” podemos señalar que el elemento composicional-oide significa “parecido a” o “en forma de”, es decir la sección se parece a un editorial pero no lo es. Esto, sumado a la firma “Los irresponsables”, constituiría una estrategia defensiva ante la represión porque estaría brindándole a la sección un tono menos comprometido y arriesgado. Luego de la primera etapa, cuando la revista adopta una postura ideológica deter-minada y comienza a asumir una postura más crítica y combativa, este tono se abandona completamente: dicho paratexto no vuelve a aparecer e, incluso, como ya hemos mencionado antes, Enrique Vázquez, secretario de redacción, en uno de los editoriales se hace “responsa-ble” de emitir una denuncia ante la posible censura de la revista por parte del Gobierno Mili-tar, firmando el texto con sus iniciales.

Además, podemos agregar como diferencias significativas entre las etapas que, en la pri-mera (1981), se registra un privilegio de agentes nominalizados (poderes, influencia, supre-sión, procesos, tara al desarrollo) y referidos mediante colectivos amplios (asesor, cosas, sectores, corrientes) y abstracciones (libertad, frivolidad, anticultura, chabacanería, intole-

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rancia). Mientras que en la segunda (1982) los sucesos se enuncian de manera más concreta ya que, por ejemplo, se registra un aumento de agentes institucionales (Proceso, Fuerzas Ar-madas, Policía, Ministerio de Acción, Junta Militar, Armada) o nombres propios (Martínez de Hoz, Massera, Lacoste, Magdalena Ruiz Guiñazú, Julio Petrarca, Malasangre, Galtieri).

Algunas conclusiones

Por lo desarrollado hasta aquí hemos observado que en los editoriales de los años analiza-dos, la argumentación se estructura en función la construcción de los lugares enunciativos. En el primer periodo, año 1981, la dimensión argumentativa se centra en realizar una defensa institucional para proteger a la revista de la censura. Con ese fin el enunciador se articula en tanto voz institucional y su verdadero destinatario es el Gobierno Militar a quien dirige una justificación o una explicación sobre determinados hechos. Por el contrario, en el segundo periodo, finales de 1982, la argumentación está enfocada a adherir al sistema democrático, y por eso la construcción de los lugares enunciativos varía. El enunciador se conforma en tanto voz política, cuyo destinatario es ahora los lectores de la revista, a quienes va a persuadir para que adhieran al régimen democrático, y su opositor es el gobierno dictatorial, posicionado ya como adversario político.

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USOS RETÓRICOS DEL DISCURSO CIENTÍFICO EN LA CONSTRUCCIÓN DEL DOMINIO

SOCIAL A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

Patricia Vallejos Llobet CONICET - Universidad Nacional del Sur / Argentina

[email protected]

Mariana García Zamora Universidad Nacional del Sur / Argentina

[email protected]

1. Presentación

1.1 Orientación general. De acuerdo con la perspectiva crítica de distintos teóricos en el tema, el presente estudio parte de una concepción del discurso como práctica social que influ-ye sobre los scripts cognitivos, las categorías y la lógica central a todo tipo de acción, para centrarse en un tipo particular en este sentido: el discurso científico.1 Este tipo de discurso, en la medida en que disfraza en su racionalidad y pretendida objetividad el carácter contingente e inestable de las realidades que construye, resulta una fuente privilegiada de legitimación de determinados modos de intervención o acción sobre lo social.

El objetivo de este trabajo es estudiar, en un corpus de textos correspondientes a principios del siglo XX, la apelación al discurso científico como técnica de legitimación del accionar político-institucional en la etapa positivista argentina. Dicho estudio se inscribe en el marco general de nuestras investigaciones sobre la historia del discurso científico en la Argentina (Cfr. Vallejos Llobet y García Zamora, 2000 a y b; Vallejos Llobet, 1998 y 2002).

1.2 El contexto. Los procesos de inmigración masiva, urbanización e industrialización re-gistrados en la Argentina en la última década del siglo XIX transformaron al país a la vez que generaron importantes trastornos sociales vinculados a la vivienda, la sanidad y salud pública, la criminalidad y la agitación obrera, y dieron lugar a la difusión de ideologías radicales que amenazaban la vigencia de las instituciones políticas y económicas tradicionales.2

Esta complejidad en lo social constituyó un verdadero desafío para los intelectuales positi-vistas, quienes desde las universidades u otras instituciones académicas3 dieron un giro cientí-fico a los debates sobre la cuestión, debates que, en última instancia, se orientaron a la refor-

1 Al respecto sostiene Ken Hyland: “Academic discourses are a powerful cultural form in modern society, influencing and

being influenced by the societies of which they are part ... Socio-political dynamics influence the questions disciplines ask, the conceptual frameworks they employ and the methodologies they follow. At the same time, truth-claiming discourses themselves exercise social authority, possessing considerable prestige in the wider world.” (2000:158). 2 Zimmerman explica esta situación centrándose en la ciudad de Buenos Aires: “La alta concentración urbana promovió una

serie de problemas comunes a las grandes ciudades del mundo occidental: por una parte, la urgencia en solucionar las necesi-dades básicas de los inmigrantes en materia de vivienda y salud; por otra, los aumentos registrados en las estadísticas oficia-les en áreas de “alta sensibilidad” como la criminalidad, la prostitución, la mendicidad y el alcoholismo, agregaron una di-mensión moral al debate sobre la cuestión social. Por último, el surgimiento de las primeras organizaciones obreras y sus campañas reivindicativas, y las amenazas del terrorismo anarquista introdujeron un fuerte contenido político-ideológico...” (1995:12-3). 3 El interés que revistió la cuestión social en el mundo académico tuvo una importante manifestación: “la transformación del

contenido de los cursos universitarios dedicados al estudio de distintas facetas de la cuestión social, principalmente en mate-rias como sociología y economía política, pero también en el derecho civil... la higiene y la medicina social, y la criminolo-gía.” (Zimmerman,1995:78).

Patricia Vallejos Llobet et al. Usos retóricos del discurso científico en la construcción del dominio social a principios del siglo XX

1291

ma institucional del país. De esta manera, la actividad de positivistas fue afianzándose en la generación y legitimación de modelos para pensar la sociedad y actuar sobre ella. Su influen-cia se impuso a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX en diferentes instituciones (Departamento Nacional de Higiene, Asistencia Pública de Buenos Aires, Instituto de Crimi-nología) desde las que logró diseñar un importante aparato de control social que afectó los métodos de la justicia, la policía y la salud, al proporcionar al Estado una visión científica de la política y la sociedad. (Cfr. Salvatore, 2001:113).

1.3 Los textos. El presente trabajo responde al objeto de estudiar de qué manera la persua-sión de lo científico ejercida en el terreno político-institucional “bajaba” al común de la po-blación mediante el mecanismo de la divulgación científica y reproducía así un modelo gene-rado desde las esferas del saber positivo.

El material de estudio seleccionado con tal fin corresponde a una publicación editada, des-de el comienzo de su actividad en 1905, por una importante institución de divulgación cientí-fica conocida como Universidad Popular.4 La revista, titulada como la institución –Universidad Popular–, difundía las conferencias que en ella se dictaban, además de artículos originales sobre ciencias de importantes colaboradores pertenecientes a distintos ámbitos científicos.5

De esta fuente se seleccionaron para el presente estudio tres conferencias relativas al cam-po de la medicina, en particular, a la rama de la higiene, considerando el grado de relevancia de esta disciplina en el debate social de la época, así como su fundamental injerencia en la acción institucional correspondiente.6

Estas conferencias datan de los años 1906 y 1911. En el primer caso, la conferencia titula-da “Aspecto social de la tuberculosis” aparece reproducida en los números de enero y febrero de 1906 y su autor se identifica como “un doctor en medicina”7. La segunda conferencia se-leccionada, “Patología Social”, corresponde al mes de enero de 1911 y su disertante es identi-ficado como el Dr. F. Rurio.8 La tercera, “Higiene y Acción Social contra la Tuberculosis”, dictada por el Dr. A. Galcerán Granés, aparece en el mes de septiembre de 1911.9

2. La construcción del dominio social: estrategias

Expresa Norman Fairclough en una presentación del Análisis Crítico del Discurso: “Es conveniente distinguir tres amplios dominios de la vida social que pueden constituirse en el discurso y que podemos denominar sintéticamente como representaciones, relaciones e iden-tidades: representaciones del mundo, relaciones sociales interpersonales e identidades sociales y personales” (2000:390). Con una misma perspectiva crítica, nos centraremos en la construc-

4 Así define Nicanor Sarmiento, conocido militante de las filas del liberalismo porteño, los propósitos de la institución que

preside: “Difundir de una manera práctica y elemental los conocimientos de todas las ciencias, así sociales, médicas, físicas, como naturales y las bellas artes, a fin de que la investigación y constatación positiva de los fenómenos de la vida real, los alcance la mente del pueblo y su cerebro se ilumine con la verdad.” (Universidad Popular, vol.Vº, Dic.- Ene. 1908: 33) 5 Entre estos colaboradores se destacan José Ingenieros, Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Alfredo Ferreira, Rodolfo Senet,

Rodolfo Rivarola, Eduardo Wilde, Eusebio Gómez, Octavio Bunge, Nicolás Repetto, entre otros. 6 Al respecto véase Zimmerman, (1995), Salessi (1995), Salvatore (2001), Kohn Loncarica y Agüero (1985).

7 Universidad Popular, año I, nº 10, enero de 1906, pp. 310-14; Universidad Popular, año I, nº 11, febrero de 1906, pp. 342-

45. 8 Universidad Popular, año VI, nº 8, enero de 1911, pp. 172-76.

9 Universidad Popular, año VII, nº1 al 4, septiembre de 1911, pp. 241-249.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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ción de estos dominios desde las prácticas científicas de la etapa positivista, para detenernos, en particular, en su reproducción mediante la práctica de la divulgación científica.

El discurso positivista construyó apelando a distintas ciencias –la biología, la sociología y la psicología social, la economía política, el derecho y la medicina– una representación de la sociedad argentina de principios de siglo que confirió legitimidad a muchas de las decisiones o acciones del Estado orientadas al control social. Una labor fundamental en este mismo sen-tido era lograr el apoyo de la población y uno de los mecanismos más interesantes para con-seguirlo fue la reproducción mediante el discurso de divulgación de esta construcción “cientí-fica” entre el común de la gente.

Esta reproducción desde la divulgación científica, que implica la construcción reformulada del modelo científico original, se realiza en los textos estudiados mediante el recurso a dos tipos de estrategias fundamentales. Podemos referir el primer tipo al orden de lo que el lin-güista Michael Halliday define como componente o función experiencial de los textos, que se vincula con la construcción lingüística del mundo: de sus categorías, fenómenos y relacio-nes. El segundo tipo de estrategias se refiere al componente o función interpersonal, es de-cir, el orden que construye mediante el discurso el tipo de relación de autoridad o solidaridad entre los participantes en la comunicación, es el ámbito también de la autoexpresión y de la provocación del otro (Halliday, 1998).

El presente trabajo integra esta concepción funcionalista del texto, presupuesto básico de nuestros estudios, con una perspectiva retórica de raíces clásicas. Esta integración resulta de sumo interés para explicar, por un lado, el empleo en los textos considerados, de rasgos y ope-raciones que en el discurso científico construyen una particular representación experiencial de la realidad (terminología técnica, clasificación, definición, matematización), como estrategia de persuasión dirigida a convencer mediante la vía del logos, del razonamiento. Por otro lado, permite reconocer, desde la dimensión interpersonal de estos textos, otro tipo de estrategias tendientes a conmover mediante las vías del ethos, concerniente a los atributos del orador constituidos mediante el discurso, y del pathos, relativa a los atributos, pasiones y emociones del auditorio.10

En lo que sigue centraremos nuestro estudio en el reconocimiento de estas estrategias en la construcción del concepto de enfermedad social como una categoría central desde la que el higienismo justificó la vigilancia / discriminación social, pero también reformas orientadas al “saneamiento” de la política nacional.

2.1 Estrategias del orden experiencial

2.1.1 Clasificación

Entre las estrategias dirigidas a la constitución de la ‘enfermedad social’ como categoría científicamente legitimada, ocupa un lugar fundamental la delimitación de la realidad en sus términos, mediante la operatoria típicamente científica de la clasificación. Esto quiere decir: se parte del supuesto de enfermedad social y se desarrolla el concepto mediante el recurso a la clasificación, que proporcionará una discriminación de categorías descriptas con casos especí-ficos de la realidad social a los que cabe aplicar la noción.

Así, el foco de la conferencia titulada “Patología Social” –lo que su disertante denomina una clínica viva y efectiva de algunos enfermos bajo su aspecto pático individual y social– consiste en una clasificación que incluye categorías como el caciquismo y su manifestación

10

Cfr. Aristóteles, Retórica, I, Cap. 2, 1356a– 1356b, pp. 52-55.

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individual el cacique; el vago (no menciona aquí el término correspondiente a la enfermedad); la heterotopía o heterotopatía y el correspondiente heterotópico o heterotópata; vinculada a esta última clase incorpora indirectamente la de los fanáticos; y, por último, la clase de los ainéticos a los que hace corresponder la enfermedad que designa como anestesia de la con-ciencia, o, en su grado más extremo, cretinismo de la conciencia.

De esta manera, la clasificación no sólo aporta a la confirmación del concepto de ‘enfer-medad social’ sino que, además, establece categorías que, dada la condición típicamente cien-tífica asociada a la organización taxonómica y el contexto académico de la Universidad Popu-lar, contienen un presupuesto de verdad indiscutida. Por otra parte, al no especificarse la fuen-te de esta clasificación o su condición de hipótesis dentro de un marco teórico particular, que-da implicada su correspondencia auténtica con la realidad social.

Un empleo similar de esta operación se da en la conferencia “Higiene y Acción Social con-tra la Tuberculosis”. Su autor establece una clasificación en términos socio-médicos de lo que denomina, sin discriminar entre unos y otras, vicios y enfermedades del cuerpo social, todos –indica– predisponentes de la tuberculosis. Entre éstos identifica: “el pauperismo, la vagancia, la prostitución, la intemperancia, el juego, el duelo, las utopías político-sociales”11 (nº 1 al 4, septiembre1911:245). A algunos de estos tipos hace corresponder una subclasificación basada en su etiología, en vías de una terapéutica causal: vagos innatos, pervertidos, enfermos; pros-titutas natas, neurópatas, por influencias sociales. El objetivo de esta terapéutica es repartir las responsabilidades en el tratamiento. Sólo que, para concluir, hace aparecer al poder jurídi-co como principal responsable de su aplicación:

El poder jurídico... complementa el utilitario fin de conservar y perfeccionar el cuerpo social... contribuye a sanearlo y a abroquelarlo contra las causas naturales de destrucción, porque extingue los vicios y enfer-medades sociales. El pauperismo, la vagancia, la prostitución, la intemperancia, el juego, el duelo y las utopías político-sociales, dependen en gran parte de la ineficaz administración de la justicia. (pp. 248-9)

De esta manera queda justificada la necesaria vinculación entre estas enfermedades socia-les, identificadas mediante la clasificación, y los mecanismos de defensa social diseñados desde la criminología en la época.

2.1.2 Definición

El esfuerzo argumentativo de la conferencia “Patología social” va dirigido principalmente a la determinación de los tipos clasificados de conductas sociales como “enfermedades”. La terminología que emplea en la designación de estos tipos poco ayuda al caso, en especial los ítem caciquismo –cacique– y vago que están muy lejos de pertenecer al registro de la medici-na. Un recurso fundamental en este sentido es la definición o descripción conceptual de las categorías ordenadas en la clasificación.

Anunciado el propósito del disertante de presentar los tipos de enfermos o enfermedades sociales, se podría esperar en su definición el despliegue de rasgos que caractericen en térmi-nos médicos estas categorías de enfermos. Encontramos, en cambio, que estos rasgos preten-didamente patológicos aparecen, en su mayoría, expresados en un registro del orden de lo político-social. Ejemplificamos esta situación con la primera de las categorías definidas, el caciquismo:

Demos a conocer primeramente el tipo del cacique, que es un verdadero enfermo social... de la grave y le-tal enfermedad del caciquismo... ¿Qué es el caciquismo? Es un estado atávico. Se presenta como un fe-nómeno regresivo en los pueblos que no adelantan y tienden hacia atrás (nº 8, enero 1911: 172).

11

Nótese que esta clasificación incluye como categoría las utopías político-sociales, que no se corresponde con un tipo de conducta social determinada sino con una ideología política en clara referencia al anarquismo.

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Se emplea en este caso una categoría tomada de la sociología de la época –atávico es un término que la sociología positivista toma de la biología12– para definir lo que se designa con un término propio del registro político: caciquismo. Es en este mismo registro que se realiza la descripción completa del referente de la clase:

El caciquismo es anterior al feudalismo... Adaptándose á la faz de los tiempos, afecta una forma política bastarda... Forma el caciquismo una institución y una red, que empieza en los caciques rurales y acaba en los ministerios y en las presidencias de los cuerpos legisladores. Raro es el personaje político que no ten-ga por feudo –cacicato– una o varias provincias. ¡Ay del juez que no encause, prenda y encarcele con ley y contra ley al que designe el cacique! ¡Ay del gobernador que no se preste á cualquier iniquidad! (pp. 172-3)

Se da así en el desarrollo del concepto un movimiento que parte de lo teórico-general en una terminología técnica y desciende a lo concreto-cotidiano expresado en un registro de crí-tica política. El remate de esta descripción –Diréis que esto es política– es un reconocimiento explícito de la dificultad de adscribir al orden médico de la patología una categoría definida en estos términos, el disertante debe recurrir entonces, para clausurar toda posible controver-sia, a su autoridad como científico: Yo os digo que esto es patología. (Ídem: 173)

2.1.3 Matematización

Señala Alan Gross en su obra The Rhetoric of Science: “La observación, la predicción, las medidas, y su matematización: éstas son las fuentes para los argumentos en ciencia de la misma manera –exactamente de la misma manera – que la virtud es la fuente de los argumen-tos para el orador epidíctico” (1996:11-2, nuestra traducción). En nuestro material encontra-mos también el recurso a la matematización como mecanismo que legitima la categorización de la tuberculosis como enfermedad de tipo “social”.

En efecto, así como en la conferencia sobre “Patología Social” el objetivo central es con-vencer sobre la categorización de determinadas conductas sociales, política y éticamente inaceptables, como “patologías”, en la conferencia sobre el “Aspecto social de la Tuberculosis” el objeto de la argumentación está focalizado en lograr el reconocimiento de la tuberculosis como patología de índole “social”. Para ello, el disertante construye metafóricamente lo que denomina la fórmula científica de la enfermedad:

Por cualquier lado que miréis esta fórmula, encontraréis en el término de los dos sumandos la triste con-dición de la miseria social como foco potente, semillero perpetuo, parte abonada para que fermente el mal ... Por el lado del germen todo lo que permite su conservación ...: el abandono, la aglomeración, el haci-namiento, la suciedad, el contagio ... Por el lado de la predisposición, todo lo que desgasta y debilita y arruina: hambre, trabajo, excesos ... insuficiencia nutritiva y respiratoria (Petter), falta de resistencias (Herard), miseria orgánica (Bouchard), bancarrota fisiológica (Mariani), predisposición y tubérculo.

En la miseria confluyen, pues, todas las causas tuberculizantes; ella sintetiza... toda la fórmula científica de la infección tuberculosa. (nº 10, enero 1906:311).

Para reforzar este desarrollo argumentativo, el conferenciante recurre a otra manifestación del tópico de la matematización: apela a las estadísticas. Reproduce a continuación las cifras de mortalidad por tuberculosis entre las clases pobres en relación con las correspondientes a los ricos:

12

En su ensayo de psicología social Nuestra América, aparecido en 1903, Octavio Bunge explica el origen biológico del término: “la biología nos suministra dos o tres principios generales aplicables a todas las castas, variedades y especies: el atavismo en el mestizaje, y la correlación de los caracteres... Aplicado este criterio a las razas humanas, llegamos a la conse-cuencia de que el mestizo tiende a reproducir un tipo de hombre primitivo, ... Tal es el principio del atavismo en el mestizaje humano.” (1918:138-9).

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Y los números confirman esta amarguísima verdad; en los ricos, de cada 1.000 muertos hay, según Bu-chardat, 63 tuberculosos, y de 1.000 pobres 232, y según Bertillón, hay entre los ricos el 3 por 100 de los tuberculosos, y entre los pobres el 33 por 100. (Ibid.).

2.2 Estrategias del orden interpersonal

Las relaciones e identidades sociales constituidas en el discurso desde el componente in-terpersonal del lenguaje refuerzan esa particular representación de la realidad como ‘enferme-dad social’. Quién habla, desde qué lugar, qué relación establece con su audiencia y qué iden-tidades construye en su discurso, así como el ejercicio de las funciones expresiva e impresiva, son los objetos del dominio interpersonal constituidos mediante este segundo tipo de estrate-gias.

2.2.1 La vía del Ethos: la autoridad del saber científico

En las tres conferencias consideradas, la persona retórica del orador es construida en prin-cipio desde el saber científico, un ámbito socialmente sancionado como prestigioso, que le confiere un alto grado de autoridad y credibilidad y se constituye en la fuente de legitimación de las categorías experienciales representadas.

En la primera conferencia, “Aspecto social de la tuberculosis”, la posición del orador, que desde el comienzo se identifica exclusivamente en términos de su rol social, se funda en un doble origen: el peso de la autoridad inherente al conocimiento científico y la autoridad de la experiencia profesional. El primer recurso es utilizado en la argumentación que fundamenta la categorización de la tuberculosis como enfermedad social, ya sea mediante la expresión explí-cita: seguro como estoy, por mi ciencia, o por el uso de terminología técnica, o mediante el recurso a la evidencia de la estadística. A la autoridad basada en la experiencia, a su vez, se recurre en la demostración de la tesis central del texto que categoriza la enfermedad social como peligro que amenaza el orden social. Aquí aparece aisladamente la primera persona: lo que sí comprendo porque lo veo a diario y lo toco de cerca, pero más a menudo esta primera persona se ampara en un nosotros exclusivo circunscripto al campo profesional:

Nosotros los médicos la tenemos [exacta noción de lo que en el mundo de la miseria pasa], tocando tan de cerca como tocamos, por los deberes de nuestra profesión, todas las desdichas... (nº 11, febrero 1906: 343)

Los médicos lo sabemos y en secreto nos lo decimos... (pp. 344).

ante largo infortunio de enfermedad y de miseria que hemos estado presenciando... (pp. 344).

que veamos lo médicos morir a los tísicos pobres... (pp.345).

Esta identidad social que el orador se atribuye, fundada en la autoridad del saber científico, tiene como contraparte una audiencia cuya identidad se construye en términos de una carencia de conocimiento:

Vosotros no sabéis cuán cruel resulta el destino para el hombre que tiene que morir tísico luchando con la miseria. Habréis visto la tisis en las clases acomodadas... la habréis visto alguna vez en el teatro... pero no sabéis lo que es esa enfermedad... (nº 10, enero 1906: 314)

La cita nos lleva a suponer que esta construcción no representa al auditorio real sino al au-ditorio creado en el espacio simbólico del texto, al que realmente se dirige el orador: los miembros de la sociedad pudiente responsable de la tuberculosis de los pobres.

En la segunda conferencia, “Patología social”, la autoridad del orador proviene también de su posicionamiento en el campo del saber científico. Sin embargo, la dificultad que exhibe, como hemos visto, para definir científicamente las categorías que designa lo lleva a construir su credibilidad estableciendo una relación de solidaridad con el auditorio, mediante el concur-

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so de formas y expresiones típicas del habla coloquial: quieras que no quieras, lo peor es que..., travieso y de manga ancha, bribones encopetados, etc. En la medida en que la ciencia –el aspecto médico invocado como laguna que el científico pretende llenar– se debilita como fuente de legitimación, porque las definiciones que aporta corresponden al orden de lo políti-co, recurre entonces a otra fuente: la complicidad con la audiencia.

La última conferencia, “Higiene y acción social contra la tuberculosis”, construye una persona retórica vinculada a lo deóntico: el ethos del saber legitima una voz que impone el deber hacer. La operación taxonómica, clasificación y subclasificación, basada en un criterio estable, valida el estatus científico del concepto de ‘enfermedad social’, y en ese saber autorizado se sostiene el poder implicado en la modalidad deóntica del orador. Sus preceptos, sus indicaciones de tratamiento, designados globalmente como terapéutica causal, bajo el tono instruccional de la indicación médica, apuntan de hecho a la regulación de las prácticas sociales conformando un diseño de control social. En efecto, las enfermedades del cuerpo social son ubicadas como objeto del poder jurídico y las medidas curativas que se proponen, el reformatorio, el taller, la escuela, el asilo de curación, la separación del seno social, constituyen prácticas específicas de un sistema destinado a controlar los conflictos sociales.

2.2.2 La vía del Pathos: la intimidación

Otro de los recursos del orden interpersonal se vincula con la función impresiva en el ejer-cicio de la influencia.13 En un estudio sobre la tópica de la influencia, Bremond (1982) deter-mina cuatro tipos: incitante, inhibitoria, neutralizante y ambivalente. Para el presente análisis interesa particularmente la influencia inhibitoria en la modalidad que Bremond denomina intimidación, que consiste en provocar en el otro la aversión y el miedo de ver realizarse un acontecimiento en el que se teme experimentar un displacer o un daño.

En relación con este recurso a la intimidación nos detendremos en la conferencia de 1906.

Con el foco centrado en demostrar el carácter social de la infección tuberculosa, la diserta-ción define esta condición en dos sentidos. Por un lado, la tuberculosis es una patología “so-cial” en tanto ataca y mata principalmente a miembros de una determinada clase social: las clases pobres o menesterosas, el proletariado, y esto porque son las condiciones de vida es-pecíficas de esta clase las que constituyen el caldo de cultivo de la enfermedad, así lo ha de-mostrado –expresa el autor– al presentar su fórmula científica. Por otro lado, es enfermedad “social” en la medida en que contiene el germen temido de la agitación social y, por tanto, de la disolución social. En este sentido advierte el conferenciante:

Esa labor lenta de sufrimientos y de penas, ese calvario que a diario cruzan los tísicos pobres, debe pro-ducir en los que lo pasan y mueren tristezas muy hondas, que han de dejar sembradas en los que le sobre-viven y les lloran iras muy comprimidas. (nº 11, febrero 1906: 343).

De esta manera moviliza el miedo no tanto a la tuberculosis, sino principalmente a los tu-berculosos y esto es decir: se moviliza el temor a los pobres en general. Se trata de un miedo que se corresponde con los dos sentidos mencionados: miedo a los proletarios que, como por-tadores del bacilo, son quienes lo extienden, y miedo, a la vez, a la reacción proletaria, gene-rada por los sufrimientos de una enfermedad discriminatoria. La referencia intimidadora a la tempestad no se hace esperar:

13

Al describir el rol del “influenciador” en relación con las estrategias retóricas de su ejercicio, Claude Bremond define la influencia como la función que “tiende a modificar las disposiciones de la persona influenciada respecto de una situación presente o de acontecimientos futuros en los que pueda participar, ya sea como simple paciente, ya sea como paciente y agente a la vez.” (1974:93).

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Y como no es una ira, ni dos, ni ciento... habréis de ir sumando aquellas tristezas y aquellas iras, como se suman las gotas de agua para formar el torrente... Nosotros los médicos... al formar en nuestra mente la síntesis de tanto infortunio, de tanta desesperación y de tanta angustia, oímos ese grande y doloroso cla-moreo cual si fuese bronco y lejano rumor de un océano inmenso, que, tranquilo por arriba, tuviese en sus abismos, rugientes y condensadas, las olas de la tempestad. (Ibid).

Con este concepto de la enfermedad en su base, el texto construye una temible realidad que justifica la acción “profiláctica” descripta en su conclusión, acción que tiene como blanco privilegiado al proletario –una acción de vigilancia y un sistema de control institucional de las clases pobres–:

Un reconocimiento periódico hecho por médicos competentes en los talleres, en los barrios obreros, en los presidios, en los cuarteles, en todo lugar en donde haya, por la aglomeración y la miseria, masa viva apropiada para la fermentación del veneno; un sistema de colonias, de casas de profilaxia, de sanatorios, de casas de salud, no importa el nombre, en donde encuentre el tuberculoso los positivos remedios salva-dores y la sociedad en general garantías contra la propagación del mortífero germen (nº 11, febrero 1906: 345).

El discurso higienista se convierte, en última instancia, en un discurso de legitimación de la política social aplicada desde el Estado en la época.14 Así lo confirma el historiador Ricardo Salvatore (2001), acordamos con él en que: “Muy perceptivamente, Vezzeti sugiere que el modelo médico, como forma de aprehender la realidad social, implicaba un conjunto definido de intervenciones políticas; no era políticamente neutral.” (pp. 109).

3. Conclusión

En el discurso de la higiene, el concepto de ‘enfermedad social’ encapsula significados provenientes de dos órdenes de discurso diferentes, el de la medicina y el de la política, me-diante la representación de los problemas sociales como enfermedades.

Por un lado, la enfermedad es una anomalía individual, de modo que su extensión al domi-nio social permite presentar los conflictos sociales como una consecuencia de anomalías indi-viduales y reducirlos, por lo tanto, a la observación, la experimentación y la terapia.

Por otro lado, la enfermedad es una fuerza ciega, irracional, originada por un elemento ex-traño al organismo –el germen patógeno– y que tiene que ser combatida, eliminada, extirpada. En este sentido, la conceptualización del problema social como enfermedad conlleva dos sig-nificaciones: una de ellas tiende a borrar la responsabilidad de los grupos de poder y la otra sirve para justificar la drástica eliminación del conflicto y anular así la posibilidad de que éste sea dirimido en su ámbito propio, el terreno de las ideas, dado que esto implica, a su vez, la posibilidad de negociación.

La construcción del concepto de ‘enfermedad social’ es, en definitiva, el resultado de una operación discursiva en la que el discurso científico, que es el orden de discurso desde el que se construye el concepto, se articula con los discursos del dominio político-social. De esa arti-culación surge así una nueva categoría analítica de la realidad que servirá para reinterpretar los conflictos de clase, en el campo de lo social, y para reelaborar el modelo de control social, en el campo de lo político, y que forma parte del paradigma que los positivistas aportaron para analizar la sociedad y actuar sobre ella.

14

Ya desde fines del siglo XIX se habían implementado estos mecanismos de vigilancia y control, que llegaban incluso a las visitas de inspección higiénica a domicilios particulares. Conscientes de que las leyes de higiene que proponían entraban en conflicto con las libertades individuales, los higienistas argumentaban: “De aquí que la higiene no admite el principio de que un individuo sea dueño de disponer de su persona o propiedad hasta el punto de causar con ello perjuicios a la salud pública” (Cit. en Salessi, 2000:101).

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La difusión del concepto mediante la divulgación científica apela, precisamente, a su esta-tus de categoría científica. Para ello, el discurso recurre tanto a los tópicos propios de la cien-cia como al efecto persuasivo de la autoridad del saber científico y de las pasiones provocadas desde ese saber.

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ESTRATEGIAS DE ARGUMENTACIÓN EN LA NOTA AL TÍTULO DE LA SEGUNDA

SECCIÓN, LIBRO SEGUNDO, DEL CÓDIGO CIVIL ARGENTINO

María del Carmen Vaquero Universidad Nacional de La Rioja / Argentina

[email protected]

Silvia Sosa de Montyn Universidad Nacional de Córdoba / Argentina

[email protected]

Norma Ceballos Aybar Universidad Nacional de Córdoba / Argentina

[email protected]

I. Introducción

En este trabajo analizaremos una de las notas del Código Civil Argentino, como parte de un estudio en curso (Proyecto Secyt 05/L023). La unidad de análisis es la nota al título de la Sección Segunda, Libro Segundo, y la perspectiva metodológica adoptada, en la línea del Análisis del discurso, pretende la reconstrucción de las estrategias discursivas y lingüísticas, inscriptas estas últimas en el texto a partir de marcas léxicogramaticales. Describir y explicar la interrelación de los recursos empleados posibilitará caracterizar la conformación del texto como argumentación secuencial en un contexto determinado. Seguimos a Lavandera (1993), en considerar “argumentativas” aquellas estrategias que van creando y permitiendo avanzar el texto desde la primera señal lingüística hacia el final; además de esta perspectiva, daremos cuenta de aquellos procedimientos propios de la argumentación, desde los enfoques lógico-discursivos, en cuanto al encadenamiento de significados que el autor desea probar.

Comenzaremos con una ubicación contextual para una mejor comprensión del análisis. Luego, abordaremos la organización estructural y estratégica tal como se presenta: tesis, tres argumentos y conclusión, para terminar con nuestras personales consideraciones sobre la nota en cuestión.

II. Estructura: argumentos y estrategias

2.1. Marco contextual

El vencedor de Caseros, Juan José de Urquiza, elegido Director Provisorio de la Confede-ración Argentina, debió encarar el largo y espinoso problema de organizar definitivamente la Nación. La primera iniciativa orgánica orientada a tal finalidad es el decreto de Urquiza de agosto de 1852, que se transformó en precepto constitucional: Constitución de 1853, Art. 64, inc. 11.

Las luchas intestinas demoraron la organización jurídica del país pero en 1864, el entonces presidente de la República, Bartolomé Mitre, encomendó a Dalmacio Vélez Sársfield, en cumplimiento de la Ley 36 de 1863, la preparación de un Código Civil.

La técnica legislativa considera que la existencia de las notas en los Códigos no ayuda a la interpretación de la letra de la ley y aconseja evitarlas. Sin embargo, Vélez Sársfield coloca numerosas notas en el Código Civil Argentino y éstas tienen su propia historia.

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1300

Las notas le fueron encargadas al codificador, cuya cultura jurídica superaba la de sus co-legas contemporáneos, por el Ministro de Justicia de Mitre con la finalidad de que quedara “anotada” la conformidad o disconformidad de Vélez Sársfield, con los Códigos Civiles de las principales naciones del mundo y para que dichas notas ayudaran a sancionar la ley a “libro cerrado”. El codificador cumplió el encargo y al elevar el primer libro, en la nota de remisión del 21 de junio de 1856, expresó su deseo de que se suprimieran las notas pues éstas sólo cumplían con la finalidad de facilitar la sanción parlamentaria. El Código se sancionó y pro-mulgó por la ley 340, cuyo artículo 1ro. dice con toda claridad que lo sancionado es el texto del Código y no sus notas.

Lo cierto es que el Código Civil Argentino presenta la curiosidad de tener notas al pie de página. Los hombres dedicados al Derecho vieron en ellas una especie de “Instituta” que en-señaba y a la vez, tenía valor casi normativo, al punto de que las notas, como los artículos, motivaron publicaciones en periódicos, posteriormente libros, y comenzaron a estudiarse, en cátedras de las Universidades de Córdoba y Buenos Aires, apenas sancionado el Código en 1869, hasta la actualidad.

El propósito de la nota que Dalmacio Vélez Sársfield coloca al título, de por sí muy exten-so, de la Sección Segunda del Libro Segundo, es definir los que considera “principios más importantes del Derecho”, “siempre incompletos en otros Códigos”. Al título le agrega una “a” que remite al pie de página a esta nota singular, que constituye una unidad retórica porque posee un conjunto de características específicas que operan en todos los niveles del discurso, desde la expresión hasta los significados, para acrecentar el grado de comprensión y sobre todo, de aceptación del lector.

Mediante esa nota, el autor quiere persuadir a un lector específico: los legisladores, motivo por el cual posee una modalidad argumentativa, que la diferencia del corpus restante.

Trataremos de mostrar que en un texto eminentemente normativo como el Código Civil Argentino, el codificador incorpora un texto argumentativo con las finalidades expresas de contribuir al exacto conocimiento del derecho privado y lograr que se interprete en forma ca-bal la norma contenida en la ley.

2.2. Punto de partida

La nota constituye una argumentación secuencial porque Vélez Sársfield coloca la tesis al principio del texto y va incorporando los tres argumentos que son los pilares de la configura-ción argumentativa. Finalmente, retoma la proposición inicial y la refuerza en la conclusión. Esto da a la nota un carácter circular propio de los textos fuertemente argumentativos.

La unidad retórica está organizada sobre un esquema básico: punto de partida, tesis, cuerpo argumentativo y conclusión.

Punto de Partida: “En esta sección se verán generalizados los más importantes principios del derecho, cuya aplicación parecía limitada a determinados actos jurídicos”. (1ª oración)

Tesis o tema: “De los hechos y actos jurídicos que producen la adquisición, transferencia o extinción de los derechos y obligaciones”. (Título de la Sección)

Desde el punto de vista estratégico, observamos en la oración que abre el texto:

En esta sección se verán generalizados

El demostrativo, marca deíctica, establece una conexión entre la mente del lector y el obje-to, el cual entabla relación de intertextualidad con el artículo al que precede; sin embargo, la función de esta nota al título es discursivamente independiente de la del Artículo 896 porque tiene sus propias convenciones de producción.

María del Carmen Vaquero et al Estrategias de argumentación en la nota al título de la segunda sección, libro segundo, del Código…

1301

El verbo, en futuro simple del indicativo con función prospectiva al anticipar el tema, se encuentra en voz pasiva refleja, utilizada como recurso de impersonalidad semántica para descentralizar al autor. El sujeto gramatical es el objeto nocional del verbo que aparece pos-puesto pero no hay agente expreso. A. Mendikoetxea (1999:1644 y ss) considera que el sujeto nocional implícito puede ser “inespecífico” o “genérico”; este último es el del texto, donde por el carácter oracional indeterminado, el propio autor aparece como agente de la acción de “generalizar” expresada en el participio.

Ese sujeto genérico agrega de modo muy acentuado la noción de validez universal a la va-lidez que quiere dar a los enunciados siguientes, mediante recursos como el léxico y el uso del superlativo. Con respecto al primero, el ítem lexical “generalizados” tiene valor argumentati-vo pues “generalizar” es lo que pertenece a todos o casi todos y “un principio general, por ejemplo, engloba a todos en conjunto” (Gili Gaya, 1974), idea declarada por Vélez Sársfield a través de una construcción que obliga a la continuidad discursiva por la intensidad máxima de la cualidad de “importancia”.

...los más importantes principios del derecho

Otro ítem lexical, el superlativo y su individualización por el artículo y el genitivo, como equivalente a “únicos”, generan expectativas en el receptor que van prolongando el texto ante la manifestación segura, de ponderación, por parte del autor.

El ítem “importantes” es valorativo o evaluativo, según la clasificación léxicosintáctica de Demonte (1999:179) y como tal, va antepuesto; colocación propia de este tipo de adjetivos orientados al hablante, pues “invitan a que la acepción correspondiente se aplique al referente con todas sus consecuencias, sin ningún género de dudas” (Demonte, 1999:207).

La intensidad del adjetivo y el superlativo con su particularidad de cuantificación son mar-cas de modalización. Idéntica función desempeña el sintagma “del derecho”, cuyo valor res-trictor conlleva idea de cuantificación universal explícita, al delimitar el campo al cual perte-necen “los principios” que “se verán”; y la inclusión del punto de vista del autor en el mensa-je, apenas iniciado el texto es, ya, recurso de argumentación.

...cuya aplicación parecía limitada a determinados actos jurídicos.

La subordinada adjetiva constituye un indicador de varias funciones:

a) Amplía la referencia establecida por el sustantivo “principios” mediante información remática.

b) Como suele ser habitual en las adjetivas explicativas, comporta un presupuesto: la apli-cación de esos tan importantes principios ya no parece limitada a ciertos actos jurídicos a par-tir de lo que enunciará. No adjunta empero, como sería normal después de coma, información prescindible sino fundamental, ya que la subordinada posibilita, desde aquí, el despliegue de argumentos.

El autor concluye la primera oración de la nota con el sintagma “actos jurídicos” que crea vías de desarrollo argumental, porque todos los enunciados siguientes aportarán información que validará esta expresión remática.

c) Por su parte, la subordinada presenta internamente marcas de argumentatividad y de argumentación: el uso de una particular construcción pasiva y el cambio de tiempo verbal.

La noción léxica del participio “limitada” confiere sentido agentivo al verbo para constituir una pasiva que, como la anterior, posee valor de impersonalidad. Así, el autor no atribuye directamente a nadie, al comienzo del texto en cuestión, la aplicación limitada de esos princi-pios. Consideramos que se trata de una pasiva de resultado al denotar estado procedente de

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“limitar”, a través del aspecto durativo del verbo, que pasa del futuro y la pasiva de proceso, empleados anteriormente, al pretérito imperfecto del indicativo.

Esas construcciones pasivas con valor modalizador imponen un efecto de neutralización sobre las acciones, percibidas como algo que se debe aceptar. Constituyen modalidades de mensaje, como la focalización de la información más relevante en posición final y la omisión del agente, que posibilitarán el avance informativo, debido a las cargas semánticas, fuerte-mente concentradas en esta primera oración.

La modalidad epistémica explica el paso de una forma verbal a otra porque el predicado no es factivo, ya que el autor no restringe ni reduce la certeza de la aserción enunciada con el imperfecto. Se trata de una aserción atenuada procedente de una inferencia suya por experien-cia directa: la aplicación de los más importantes principios del derecho, efectuada a “determinados hechos jurídicos” hasta ese momento de enunciación. Respecto de ello, argumentará. 2.3 Cuerpo argumentativo

Argumento nro. 1: “La jurisprudencia en mil casos deducía sus razones de lo dispuesto respecto de actos que en verdad, no eran siempre semejantes”.

Para sostener este argumento recurre a la ejemplificación: “Si el vicio, por ejemplo, de vio-lencia o intimidación debía anular los contratos...”. El pretérito imperfecto, como el condicio-nal empleado a continuación, “para transmitir precaución epistemológica” (Reyes, 1994:31) responden a cierta cautela en la expresión de una aserción atenuada, aunque los enunciados en que aparecen, epistémicamente modalizados, poseen objetividad por el compromiso del autor con sus informaciones. Así, transmite una postura frente al conocimiento, y pone distancia epistemológica en algo que conoce muy bien, con actitud de reserva.

Esos usos se asemejan a los de actuales discursos científicos en relación con la audiencia de “semilegos o legos” a quienes se dirige el mensaje (Ciapuscio, 2001), en una situación de comunicación interna a la disciplina, de relación asimétrica entre los interlocutores.

Argumento nro. 2: El segundo argumento está introducido por una serie de preguntas re-tóricas encadenadas. La interrogación sin intenciones de obtener respuestas es una técnica dialéctica, forma hábil de llamar la atención del interlocutor para que inicie un razonamiento.

En la primera pregunta: “... ¿Por qué no anularía también el reconocimiento de un hijo na-tural, la aceptación de una letra, la entrega al deudor del título del crédito, etc. etc.?...” esta-blece una relación causa-efecto y termina la pregunta con la repetición asindética de la pala-bra “etcétera” en abierta alusión al hecho de que posee una lista extensa de ejemplos. En este punto del texto aparece súbitamente la primera persona del plural, repetida sólo dos veces. Cabe destacar que el autor no usará la primera persona del singular.

En la segunda pregunta retórica, separada de la primera por un guión corto con valor de coma, generaliza, avanzando a favor de su tesis: “... ¿Por qué no diríamos en general que los actos que crean o extinguen obligaciones, ..., generalizando así los principios, generalizando también su aplicación?”.

Utiliza el recurso retórico de la generalización para incrementar la efectividad de la afir-mación. Insiste aún más con la estrategia semántica y retórica a la vez, de la repetición. Reite-ra anafóricamente el adjetivo cardinal “mil”, no sólo para destacar la información sino tam-bién para intensificar la paradoja conceptual, que destaca una contradicción interna de las leyes, origen del aislamiento de fenómenos que son efecto de las mismas causas y han permi-tido que muchas especies escaparan de los principios que debían regirlas: “mil veces nuestras leyes se ven en la necesidad de repetir que el incapaz de derecho, no puede hacer determina-dos contratos, y mil veces guardan silencio con respecto a los incapaces...”.

María del Carmen Vaquero et al Estrategias de argumentación en la nota al título de la segunda sección, libro segundo, del Código…

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La triple repetición de “mil” constituye una exageración de cantidad, que contrasta con la exactitud de la lengua jurídica. Son elementos hiperbólicos de un autor que se entusiasma con su discurso y necesita exagerar la realidad jurídica existente en esa época, a fin de que su tarea se califique verosímil y, sus argumentos, creíbles.

La argumentatividad se logra por la alternancia pretérito imperfecto-condicional-presente, voz pasiva-activa, las interrogaciones retóricas. No encontramos en el texto verbos de opinión ni conectores exclusivos del discurso argumentativo, salvo uno, pero sí el procedimiento de la cuantificación y la polifonía enunciativa que van delimitando el texto.

Argumento nro. 3: El recurso retórico que sostiene el tercer argumento es la cita de auto-ridad “Todos los códigos publicados, con excepción del de Prusia, dice Freitas, tienen el gra-vísimo defecto de haber legislado...”.

Esta cita le permite sustentar su tercer argumento pues en ella encuentra la causa: la confu-sión de que hay en los códigos. Da a conocer el efecto: reunir “las disposiciones susceptibles de una aplicación común” en una sola sección. De este modo en la mitad de la nota, retoma la tesis mediante un deíctico de distancia intermedia –“esas disposiciones”–; emplea el presente, un deíctico espacial adverbio, que expresa el anclaje del enunciado en la posición del yo del enunciador y finaliza, repitiendo la misma frase inicial del texto: “… son las que ahora en su carácter propio, se han reunido en esta Sección”.

Enuncia, como apoyo, una definición de “hecho jurídico”, cuyo autor es Ortolán –segunda cita de autoridad– y se remonta a la etimología para aclarar aún más el verdadero significado de la palabra. Apuntala su postura frente a “hecho”, al coincidir con jurisconsultos romanos: “hecho por su etimología supondría una acción del hombre...” “En esta significación es usada esta palabra por los jurisconsultos romanos en todo el Título de Juris et facti ignorantia.”

La polifonía enunciativa se evidencia en la existencia de esas voces mediante variados procedimientos de cita: directa e indirecta sin indicar la procedencia.

Luego utiliza, como recurso retórico, la explicación indicando las distintas causas y situa-ciones que producen hechos: “El hecho puede producirse, ya por causa que se halle entera-mente fuera del hombre y a la que éste no haya podido ni auxiliar ni poner obstáculos...”. La repetición de “ni” resalta el carácter negativo de cada miembro coordinado e indica refuta-ción, destacada por la repetición anafórica del adverbio “ya”. Éste otorga sentido disyuntivo a tres alternativas que se excluyen entre sí.

El sexto párrafo está introducido por el único ordenador lógico-textual específico de argu-mentación, “Por último”, que le permite concluir la explicación del concepto “hecho” con dos ejemplos: a) “La muerte de un ausente...” b) “… el domicilio del menor...”.

La ejemplificación es usada por Vélez Sársfield como recurso, en forma sistemática porque busca acentuar las discrepancias de sus normas con las de otros códigos sancionados en Euro-pa y América. Y así, avanza hacia la conclusión a través de ejemplos: “Los hechos pueden recaer sobre el hombre mismo, tales son, por ejemplo, su nacimiento...”.

En el final, se destaca una estructura sintáctica paralelística, donde repite la conjunción disyuntiva con valor de alternativa excluyente, que continúa la estrategia de ejemplificación: “O sobre las cosas, como por ejemplo, su creación o composición... O en fin, sobre uno y otro objeto combinados”.

Una vez explicado y ejemplificado el valor de la palabra “hecho”; Vélez Sársfield pasa a definir “la función de los hechos en la jurisprudencia” y cierra el cuerpo de la argumentación con otra repetición, en este caso, de cuatro subordinadas condicionales “reales”: “si los dere-

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chos nacen, si se modifican, si se transfieren... es siempre a consecuencia o por medio de un hecho”.

2.4. Conclusión

En la conclusión llega en forma contundente a la generalización; partió de lo específico –“hecho”– y arriba a lo general –“acto jurídico”–, conceptos que desarrolla el Libro Segundo del Código Civil Argentino: “Éstos son los hechos que designamos bajo la calificación gene-ral de actos jurídicos”.

La nota concluye con el mismo sintagma “actos jurídicos”, con que había terminado la pri-mera oración del texto. Además, aparecen los verbos “establecer/crear/modificar/transferir/ aniquilar” los cuales son una reformulación que confirma la circularidad textual, pues consti-tuyen una verbalización de los sustantivos “adquisi-ción/modificación/transferencia/extinción”, empleados en el título de la Sección Segunda al que se refiere la nota. Esta repetición lexical es propia de la argumentación y utilizada no sólo con la finalidad de otorgar dinamismo comunicativo al texto y permitir su avance, sino tam-bién de brindar mayor claridad.

La repetición lexical y de conectores mencionados, “ya, o, ni, si”, impone mayor fuerza ilocutiva al texto y facilita al lector la recuperación del antecedente anafórico a pesar de que éste se encuentra alejado. Se trata de una repetición funcional para indicar en forma unívoca las referencias.

Resalta el uso de la primera persona del plural en oposición a la impersonalidad de la ora-ción inicial, porque luego de apoyarse en la legislación y en la doctrina, concluye con “su” definición en la que la autoridad es él mismo, a través del plural de modestia. Este final re-fuerza los argumentos presentados y da paso a la tesis nueva que desarrollará en la Sección Segunda.

III. A modo de síntesis

La nota al título de la Sección Segunda del Código Civil Argentino pondera la necesidad de legislar de modo general sobre los actos voluntarios y sobre los actos jurídicos. Además, Vélez Sársfield explica y demuestra que los principios jurídicos aplicables a todos los actos en general deben estar agrupados en un determinado lugar a fin de constituir una generalización. Observamos cómo el autor continúa ciertas líneas de la tradición jurídica y a la vez, innova, reforma y da unidad a la legislación del derecho privado. El codificador es consciente del va-lor que tiene la contribución que hace al derecho. Esta nota, netamente argumentativa y de carácter circular, es una declaración de intención y una justificación del origen y función de toda la Sección que encabeza el Libro Segundo del Código Civil Argentino.

Decíamos que la nota analizada es una unidad retórica que respeta la estructura secuencial de la argumentación. Al mismo tiempo, es un macroacto lingüístico complejo que utiliza la referencia sucesiva de las tres grandes áreas del derecho: la jurisprudencia, la legislación y la doctrina, para finalizar con la postura del propio codificador. Hemos comprobado también, que la circularidad se manifiesta en la estructura, el léxico y los rasgos lingüísticodiscursivos. De esta manera, Vélez Sársfield otorga univocidad semántica a la argumentación desplegada desde el primer vocablo.

A pesar del carácter de argumentación secuencial, hemos verificado usos lingüísticos tipi-ficados actualmente como característicos del discurso especializado, por ejemplo, el predomi-nio de la tercera persona, la voz pasiva con sentido de impersonalidad, sujeto no agentivo, terminología jurídica y léxico con alta carga de dinamismo semántico, usos verbales para ate-

María del Carmen Vaquero et al Estrategias de argumentación en la nota al título de la segunda sección, libro segundo, del Código…

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nuar afirmaciones propias, entre otros. Podríamos concluir, entonces, que el autor, sin tener el propósito, inaugura en la Argentina la doctrina civilista con el estilo propio de las argumenta-ciones jurídicas, ya que la nota analizada presenta algunas restricciones genéricas cercanas a la demostración y no existía aún, hacia el año en que fue sancionado el Código, la comunidad discursiva de la Ciencia del Derecho.

Bibliografía

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a) Sección Segunda: De los hechos y actos jurídicos que producen la adquisición, modificación, transferencia o extinción de los derechos y obligaciones.

“En esta sección se verán generalizados los más importantes principios del derecho, cuya aplicación pere-cía limitada a determinados actos jurídicos”.

“La jurisprudencia en mil casos deducía sus razones de lo dispuesto respecto de actos que en verdad, no eran siempre semejantes”.

“Si el vicio, por ejemplo, de violencia o intimidación debía anular los contratos. ¿Por qué no anularía también el reconocimiento de un hijo natural, la aceptación de una letra, la entrega al deudor del título de crédito, etc., etc.? –“¿Por qué no diríamos en general que los actos que crean o extinguen obligaciones, se juzgan voluntarios si son ejecutados con discernimiento, intención y libertad, generalizando así los prin-cipios, generalizando también su aplicación?”.

“Mil veces nuestras leyes se ven en la necesidad de repetir que el incapaz de derecho, no puede hacer de-terminados contratos, y mil veces guardan silencio con respecto a los incapaces, tratándose de actos que hacen nacer obligaciones iguales a las que nacen de los contratos”.

“Todos los códigos, con excepción del de Prusia, dice Freitas, tienen el gravísimo defecto de haber legis-lado sobre materias de aplicación general a casi todos los asuntos del Código Civil, del Código de Co-mercio y del Código de procedimientos como si fuesen exclusivamente aplicables a los contratos y testa-mentos”.

“...Esas disposiciones susceptibles de una aplicación común, que en todos los códigos han sido particula-rizadas a los contratos y testamentos son los que ahora en su carácter propio, se han reunido en esta sec-ción”.

“Podemos decir con Ortolan, que hecho, que por su etimología supondría una acción del hombre, se toma en el lenguaje jurídico en su sentido más amplio, como designando un suceso cualquiera...En esta signifi-cación es usada esta palabra por los jurisconsultos romanos en todo el Título Juris et facti ignorantia”.

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“El hecho puede producirse, ya por una causa que se halle enteramente fuera del hombre, y a la que éste no haya podido ni auxiliar ni poner obstáculo, ya con participación directa o indirecta del hombre, y ya finalmente por efecto inmediato de su voluntad”.

“Los hechos pueden recaer sobre el hombre mismo, tales son, por ejemplo, su nacimiento...”.

“O sobre las cosas, como por ejemplo, su creación o composición, el embellecimiento de ellas...”.

“O en fin, sobre uno y otro objeto combinado...”.

“...Si los derecho nacen, si se modifican, si se transfieren..., si se extinguen, es siempre a consecuencia o por medio de un hecho”.

“Hay ciertos hechos que tienen especialmente el objeto de establecer entre las personas, relaciones jurídi-cas, crear, modificar, transferir o aniquilar derechos... Estos son los hechos que designamos bajo la calificación general de actos jurídicos”.

MEMORIAS RETÓRICO ARGUMENTALES Y DISCURSOS GOLPISTAS LIBERALES EN LA

ARGENTINA (1930-1976)

María Alejandra Vitale Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

1. Introducción

Estoy desarrollando una investigación que tiene por objeto estudiar, en los editoriales y comentarios emitidos por la prensa escrita argentina ante los golpes militares (1930-1976), las memorias discursivas (Courtine, 1981), entendidas como el retorno, transformación u olvido de enunciados producidos en 1930 en las coyunturas golpistas posteriores. Al investigar las series discursivas en el eje de la duración histórica, el Análisis del Discurso ha privilegiado el análisis de las relaciones parafrásticas (Courtine, 1981; Serrani, 1993) o de determinadas re-currencias lingüísticas (Guilhaumou y Maldidier, 1986), pero le ha prestado poca atención al plano argumentativo de los enunciados. Para dar cuenta del componente argumentativo de las memorias discursivas, introduzco en mi investigación la noción de “memoria retórico argu-mental”, concebida como las recurrencias discursivas que se manifiestan en la dimensión del ethos (Aristóteles, 1978; Maingueneau, 1987), de las tópicas (Amossy, 2000; Angenot, 1982) y de la construcción del pasado para fundamentar las posiciones defendidas en el presente (Aristóteles, 1978; Veyne, 1984).

En mi investigación, analizo la emergencia en 1930 de los discursos fundadores de dos ti-pos de discursos golpistas que están ligados a dos posiciones ideológicas, el liberalismo y el nacionalismo antiliberal, y que bajo el modo de memorias retórico argumentales retornaron en las coyunturas golpistas posteriores. He observado que estas memorias contienen zonas de límites más nítidos como otras de fronteras más imprecisas, y que están integradas por una red polémica conformada en 1930, cuyos ejes e intensidades varían acorde a las diferentes coyun-turas de los golpes militares.

En esta comunicación, me centraré en la dimensión de las tópicas en la memoria retórico argumental de los discursos golpistas liberales, tópicas que, en efecto, se ubican en el horizon-te ideológico del liberalismo político. Por cuestiones de brevedad expositiva, focalizaré el análisis en los discursos emitidos por la prensa escrita comercial en los dos extremos de la serie discursiva estudiada: 1930 y 1976.

II. Breves aclaraciones teórico-metodológicas

Inscribo mi trabajo en el marco del Análisis del Discurso interesado por las materialidades discursivas de la ideología. Estudio la dimensión argumentativa de las memorias discursivas desde las propuestas de la Retórica, tanto las antiguas como las más recientes.

Entiendo por tópica un conjunto de ideologemas (Angenot, 1982), concebidos como máximas ideológicas que sostienen los encadenamientos argumentativos y que constituyen elementos dóxicos atribuibles a posiciones sociopolíticas determinadas. En cuanto a la noción de entimema, retomo a Aristóteles (1978) considerándolo un tipo de silogismo, el retórico, que parte de premisas probables, no necesarias, y a Quintiliano, quien acentúa que se trata de un silogismo incompleto, que presenta una parte implícita. Sobre este punto, Angenot (1982)

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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destaca que toda proposición aislada que puede ser integrada en un entimema tiene calidad per-suasiva.

Analizo asimismo la recurrencia de ciertas técnicas argumentativas que Perelman y Ol-brechts-Tyteca (1989) exponen en su Tratado de la Argumentación y que en los discursos estu-diados suelen estar articuladas con las tópicas.

III. La memoria retórico argumental golpista liberal

Ante el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930 que derrocara al presidente radical Hipólito Yrigoyen, emergen los discursos fundadores de la memoria retórico argumental gol-pista liberal1, que apoyaron dicho acontecimiento desplegando una estrategia argumentativa basada en la valoración de la Constitución y la democracia parlamentaria, y que por eso se ubica en el horizonte ideológico del liberalismo político.

El diario La Prensa, por ejemplo, sostiene: El procedimiento / la revolución / cabe dentro de la Constitución cuando quien debía aplicarla y respetarla desde el poder público la sofistica y somete su acción a simulaciones abominables. Quien proclame lo contrario, no conoce el fin de las Constituciones ni la vida real que éstas deben amparar y contener

2

El primer enunciado citado expresa al modo de una sentencia (Amossy, 2000) una afirma-ción general cuya aceptabilidad depende de un horizonte doctrinario en el que se inserta la Constitución nacional. Dicha afirmación general funciona como la premisa mayor de un enti-mema que el lector completa con dos enunciados sobreentendidos:

Yrigoyen no respetó la Constitución

La revolución contra Yrigoyen cabe dentro de la Constitución

La premisa menor sobreentendida remite de modo directo a una doxa compartida por los opositores al gobierno derrocado: Yrigoyen no respetaba la Constitución. Este elemento dóxi-co funcionó en 1930 como un ideologema que prolifera en los discursos fundadores de la memoria retórico argumental golpista liberal, y que se articula a otro muy emparentado según el cual el gobierno de Yrigoyen no respetaba la democracia.

La revista Atlántida, por ejemplo, sostiene: Siendo indiscutiblemente cierto que la dictadura derrocada estaba fuera de la legalidad, no existía otro camino para volver a ella que el elegido

3.

El enunciado citado constituye un entimema que tiene una premisa mayor implícita que se ubica en aquel mismo horizonte doctrinario presente en La Prensa: “Cuando un gobierno es una dictadura fuera de la legalidad, no existe otro camino que la revolución para volver a ella”. La premisa menor que manifiesta el ideologema de que Yrigoyen no respetaba la demo-cracia es la afirmación “la dictadura derrocada estaba fuera de la legalidad”, con lo que se impone la conclusión: “no existía otro camino que el elegido”, es decir, la revolución.

En el enunciado se advierte una negación polémica (Ducrot, 1984), “no existía otro camino que el elegido”, que refuta a un enunciador que opinaba que existía otro camino que el golpe para volver a la legalidad. El entimema mismo tiene una función refutativa de un discurso social que cuestionó el golpe de Estado de 1930 y que se manifestó en La Época, diario filo-radical, La Protesta, órgano de difusión de los anarquistas, y, de modo más atenuado, en La Vanguardia, expresión de los socialistas. La dimensión refutativa del entimema citado en

1 Estos discursos fundadores aparecen en los diarios La Prensa, La Nación, La Razón, El Cronista Comercial, Crítica y la

revista Atlántida. 2 Ver La Prensa, editorial del 9-9-30.

3 Ver Atlántida, “Vida que pasa”, 18-9-30.

María Alejandra Vitale Memorias retórico argumentales y discursos golpistas liberales en la argentina (1930-1976)

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Atlántida aparece también en el entimema analizado en el caso de La Prensa, pues iba acom-pañado del distanciamiento respecto de quienes no consideraban que la revolución contra Yrigoyen cabía dentro de la Constitución: “Quien proclame lo contrario, afirmaba el diario, no conoce el fin de las Constituciones ni la vida real que éstas deben amparar y contener”.

Ante el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que derrocó a “Isabel” Perón, los discur-sos fundadores en 1930 de la memoria retórico argumental golpista liberal retornan de modo más nítido en el diario La Prensa4, que, por ejemplo, sostiene:

Lo que hay es que una República no consiste solamente en la observancia de ciertos ritos electorales y parlamentarios. Ella reposa, como enseñó el filósofo que más perdurable influencia ejerció en el pensa-miento occidental, en el principio de la virtud

5.

Se utiliza aquí un entimema que parte de una afirmación general con forma de sentencia: la República radica en el principio de la virtud y no sólo en el cumplimiento de los ritos electo-rales y parlamentarios. Como La Prensa enumera una lista de errores y de vicios cometidos por el gobierno de “Isabel” Perón, se sobreentienden dos enunciados que funcionan, respecti-vamente, como la premisa menor y la conclusión del entimema: durante el gobierno peronista no regía el principio de la virtud y, por lo tanto, no regía una República.

En esta misma línea argumentativa, La Prensa afirma: En nuestro país, hasta la caída del gobierno, la CGT disponía de fondos enormes y de los sufragios com-pulsivamente arrancados a los afiliados, la 'verticalidad' había destruido la separación de los poderes del Estado, una corrupción generalizada se había manifestado en escándalos administrativos y negociados impunes (...) Por si esto no bastara, la subversión y la violencia habían sumido a los habitantes en la inse-guridad y el temor, mientras que las garantías y los derechos dejaron de existir por las constantes viola-ciones de la Constitución y el orden jurídico, sin que los jueces contuvieran estos abusos y extravíos.

Por eso repetimos que acá ha habido un gobierno, pero las instituciones en realidad habían caído en 19736.

Retornan así los ideologemas fundadores de 1930 según los cuales el gobierno derrocado no respetaba las instituciones ni la Constitución, pues La Prensa sostiene que en el gobierno de “Isabel” Perón la separación de poderes estaba destruida y la Constitución y el orden jurí-dico fueron violados. Estas afirmaciones funcionan como la premisa menor de un entimema, cuya conclusión es que las instituciones habían caído en 1973 (cuando volvió el peronismo al poder) y que se basa en una premisa mayor implícita que afirma: Para que rijan las institucio-nes el gobierno debe respetar la Constitución y la división de poderes. En la referencia a la corrupción generalizada, vuelve también un ideologema fundador de 1930 que afirma el ca-rácter corrupto del gobierno derrocado, y que se acompaña en este caso de un ideologema que es característico de la coyuntura de 1976: la llamada violencia subversiva. Ambos ideologe-mas fueron compartidos por el golpismo nacionalista antiliberal.

En los discursos fundadores de 1930 emergen también otros ideologemas que, a diferencia de los que se refieren a los gobiernos derrocados, representan a las FFAA como respetuosas de la democracia y de la Constitución, sosteniendo que gracias a ellas la Argentina gozaría de las instituciones democráticas. La Nación, por ejemplo, afirma:

Después de completar así la jornada del día 6, es necesario que las fuerzas populares se organicen para tomar parte en los actos electorales destinados a restituir al país el goce de las instituciones que habían si-

4 En 1976, la memoria retórico argumental golpista liberal se manifiesta también en los diarios La Nación y La Opinión y en

la revista Siete Días. 5 Ver La Prensa, editorial del 31-3-76.

6 Ver La Prensa, editorial del 31-3-76.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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do conculcadas por el régimen depuesto. (…) ´Ahora envainamos nuestras espadas, ha dicho uno de los militares, y son las urnas las que tienen la palabra´

7.

Junto con el ideologema de que Yrigoyen no respetó las instituciones, aparece otro según el cual las FFAA restituirían la vigencia de las instituciones, y como prueba de ello el diario refiere en estilo directo las palabras pronunciadas por el general Uriburu el mismo 6 de sep-tiembre. Este ideologema se reitera cuando Atlántida sostiene: “La Junta provisoria asumió el poder para que vuelva a ser una verdad la democracia”8, donde emerge una técnica argumen-tativa que retornará en la memoria golpista liberal luego de 1930: la disociación de la noción de democracia9. En este caso, se disocia la noción de democracia entre una falsa, la que regía, se sobreentiende, durante el gobierno de Yrigoyen, y una verdadera, la que gozaría Argentina gracias a las FFAA. Por otra parte, la frase verbal “vuelva a ser” presupone que la democracia verdadera rigió en el país antes de dicho gobierno.

Para estos discursos fundadores, la democracia verdadera es la que se inscribe en el libera-lismo político y en la Ley Sáenz Peña, de allí que polemicen con los fundadores de la memo-ria retórico argumental golpista nacionalista antiliberal, que apoyaron también el derroca-miento de Yrigoyen pero a partir de ideologemas que impugnaban la democracia parlamenta-ria y la Ley Sáenz Peña10. La Nación, por ejemplo, refuta con la negación polémica (Ducrot, 1984) a un enunciador identificado con dichos sectores:

Para alcanzar ese objetivo / las elecciones /, el pueblo cuenta con una ley –la Ley Sáenz Peña– que no ha dejado de ser una garantía sino cuando se ha interpuesto en su aplicación la voluntad de los gobernantes desorbitados

11.

La negación se articula con un ideologema subyacente que afirma: “El problema son los hombres, no las instituciones”, al que los sectores nacionalistas antiliberales oponían otro: “El problema son las instituciones, no los hombres”, promoviendo la sustitución del régimen libe-ral de la Argentina.

En la coyuntura del golpe militar de 1976 retornan los ideologemas según los cuales las FFAA son respetuosas de las instituciones y permitirían la vigencia de la democracia en la Ar-gentina. De esta manera, La Prensa sostiene:

Sobre las ruinas de la crisis económica y moral, hay que volver a crear, en el menor plazo que sea posible, sin ánimos de venganza, solamente aguardando justicia, las condiciones para que la democracia auténtica pueda funcionar

12.

Vuelve aquí también la disociación de la noción de democracia presente en los discursos fundadores de 1930, en este caso entre la democracia inauténtica, la que regía durante el go-bierno de “Isabel” Perón, y la democracia auténtica, que la Argentina alcanzaría gracias a las FFAA. El comentario de La Prensa sobre la proclama del golpe de Estado de 1976, definido como “un documento-programa (…) insertado en la tradición viva de nuestras instituciones

7 Ver La Nación, editorial del 9-9-30.

8 Ver Atlántida, “Vida que pasa”, 18-9-30.

9 Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989:627) denominan disociación de las nociones a la diferenciación de elementos confun-

didos en el seno de una misma concepción, designados por una misma noción. Como efecto de la disociación de las nociones pueden ser identificadas las parejas filosóficas, llamadas así porque suelen constituir el objeto específico de la reflexión filosófica, como las parejas falso-verdadero, apariencia-realidad, accidente-esencia, entre otras. En estos pares de opuestos, reconocen un término I, en general con valor negativo, como en el ejemplo citado la democracia falsa, y un término II, con valor positivo, en nuestro caso la democracia verdadera. 10

Los discursos fundadores de esta memoria golpista surgieron en el periódico La Nueva Repúblcia, el diario La Fronda y la revista católica Criterio. 11

Ver La Nación, editorial del 9-9-30. 12

Ver La Prensa, editorial del 31-3-76.

María Alejandra Vitale Memorias retórico argumentales y discursos golpistas liberales en la argentina (1930-1976)

1311

republicanas y democráticas”13, confirma que para el diario las FFAA estaban dispuestas a asumir esa tarea democratizadora.

En el diario La Opinión, asimismo, se reitera el ideologema según el cual FFAA son respe-tuosas de las instituciones democráticas y de la Constitución, de allí que destaque que “en la misma noche en que se producía la intervención militar, las Fuerzas Armadas reafirmaron su fe en el sistema”14 y que la Junta Militar no proscribió a los partidos marxistas donde impera-ban “el respeto a la pluralidad de ideas y el reconocimiento de las instituciones republica-nas”15

Las argumentaciones que buscaron legitimar el golpe de Estado de 1930 para hacerlo com-patible con un imaginario liberal democrático, y que retornaron en 1976, se acompañaban con el empleo de otros elementos dóxicos que también volverían en los quiebres posteriores de la democracia. Entre ellos, se destaca el que afirma que la Argentina avanzaba hacia el abismo o la desintegración, que fue compartido por la memoria retórico argumental nacionalista antili-beral, y que se relaciona con el uso de la técnica argumentativa que Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989) denominan argumento de la dirección. En efecto, este argumento consiste en presentar un hecho como una etapa en una caída, imposible de ser detenida, hacia un estado u objeto temidos. Atlántida, por ejemplo, afirma en 1930:

El balance de la dictadura muerta ha comenzado. El abismo moral y económico hacia el cual era empuja-do el país causará estupor

16.

Con el uso de este argumento el golpe militar queda valorado, en tanto había detenido la caída de la Argentina hacia el abismo.

En la coyuntura del golpe militar de 1976, la revista Siete Días sostiene: las Fuerzas Armadas, que habían elegido para sí un destino profesional y respetuoso del poder civil, asis-tían con estoicismo a un paulatino derrumbe del país (…) Si han asumido ahora la conducción del Estado, lo han hecho obligadas por la descomposición total y como último recurso para evitar el derrumbe total

17.

La relativa apositiva, como marca de presuposición, manifiesta el ideologema de que las FFAA son respetuosas de la democracia, que se acompaña del retorno del argumento de la dirección, que sirve también para apoyar al golpe de Estado, pues lo representa como el últi-mo recurso para detener la caída de la Argentina hacia el abismo total.

IV. A modo de conclusión

Son marcadas las diferencias que se podrían enumerar entre las coyunturas de los golpes de Estado de 1930 y 1976, sin embargo, es posible identificar ciertas recurrencias argumentativas que a nivel de las tópicas se manifiestan en los discursos emitidos por los medios escritos an-tes dichos acontecimientos. La noción de memoria retórico argumental contribuye a explicar dichas recurrencias que fueron brevemente sintetizadas en este trabajo, pues permite dar cuen-ta del retorno de lo ya dicho, antes, con anterioridad, y analizar cómo operó la memoria argu-mental en un sector sociopolítico, la derecha conservadora liberal, proveyendo una serie de ideologemas, de campos entimémicos y de técnicas argumentativas que buscaron provocar la adhesión a los golpes de Estado en la Argentina esgrimiendo, paradójicamente, valores como

13

Ver La Prensa, editorial del 27-3-76. 14

Ver La Opinión, “El principio de la fe en el sistema”, 27-3-76. 15

Ver La Opinión, “La Junta ante la diáspora marxista”, 27-3-76. 16

Ver Atlántida, “Vida que pasa”, 18-9-30. 17

Ver Siete Días, “Fuerzas Armadas: estoicismo y unidad”, 2-4-76.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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el respeto a la Constitución, a las instituciones democráticas y a los principios republicanos. De allí que resulte pertinente cuestionar la reducción del autoritarismo político en la Argenti-na al pensamiento nacionalista antiliberal, error en el que suelen caer tanto manuales de histo-ria dirigidos a la escuela media como estudios historiográficos producidos en particular en el campo anglosajón18.

Pero las memorias retórico argumentales incluyen también las transformaciones y los olvi-dos que constituyen efectos coyunturales. En los discursos analizados, es ejemplo de ello la diferencia en la dimensión polémica entre los discursos de 1930 y los de 1976. En el 30, los discursos estudiados refutaron tanto a quienes se opusieron al derrocamiento de Yrigoyen como a quienes lo apoyaron desde otra posición ideológica, la nacionalista antiliberal; en el 76, en cambio, el Terrorismo de Estado determinó que los enfrentamientos ideológicos se intensificaran en el real de los cuerpos al mismo tiempo que tendieran a acallarse en la prensa.

Bibliografía

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nas: Editora UNICAMP VEYNE, P. (1984) Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Madrid: Alianza Editorial.

18

Son ejemplos de esta reducción el manual de Historia 3, Kapelusz, 1987, y el libro de David Rock, La argentina autorita-ria. Los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública. Bs. As.: Hyspamérica, 1993.

¿QUIÉN, A QUIÉN Y PARA QUÉ?

LAS CARTAS DE LECTORES DESDE LA TEORÍA DE LA ENUNCIACIÓN

Julia Zullo Universidad de Buenos Aires / Argentina

[email protected]

Introducción

El objetivo de este trabajo es establecer una aproximación a un género o tipo textual que consideramos híbrido como es el de las cartas de lectores. Decimos “aproximación” porque la exhaustividad de esta investigación, de igual modo que la muestra de textos seleccionada no intenta más que establecer algunas líneas de exploratorias las cuales deberían corroborarse en estudios posteriores de carácter descriptivo. Más específicamente, intentaremos esbozar –desde los aportes de la lingüística de la enunciación– cómo se inscribe y (auto) define el locu-tor en su discurso, qué tipo de relaciones enunciativas establece con su/sus interlocutores y cómo las construye y de qué modos se configura el lugar del otro en este tipo de texto. Se trata, entonces, de establecer semejanzas entre las diversas piezas textuales que constituyen nuestro corpus dejando de lado, por el momento, las diferencias.

El corpus

El corpus fue seleccionado a partir de las cartas de lectores publicadas durante el mes de octubre de 2001 en los diarios Clarín, La Nación (matutinos de mayor tirada nacional) y La Razón –vespertino y de distribución gratuita en medios de transporte de pasajeros–. La selec-ción del período si bien fue arbitraria, estuvo condicionada por la necesidad de fijar una fecha anterior a los sucesos ocurridos durante el mes de diciembre. A partir de ese corpus general, se realizó un recorte para lograr que la cantidad de cartas constituyera un número acotado para el análisis. De este modo, se fijó el criterio sobre los días de semana en los que la sección “Cartas de lectores” fuera fija. Resultó así un corpus de 49 cartas1. Cabe aclarar que esta muestra no es homogénea dado que cada periódico publica una cantidad variable de cartas: de un mínimo de una por sección, para el caso de La Razón, hasta un máximo de ocho, en el caso de La Nación2.

Acerca del género. Objetivo del trabajo

El problema de la clasificación de los discursos no es nuevo ni es inherente a la lingüística. El concepto de género ha sido definido y redefinido y sin dudas, ha atravesado todas las co- 1 La sección “Cartas de lectores” no aparece diariamente en los periódicos analizados, por lo menos durante el mes de octu-

bre del presente año. Para Clarín, se seleccionaron las cartas publicadas cuatro martes del mes (9, 16, 23 y 30 de octubre); para La Nación, las publicadas en los cuatro domingos (7, 14, 21 y 28 de octubre) y para La Razón, los tres lunes (1, 15 y 29 de octubre). Contamos sólo con tres cartas del diario La Razón correspondientes a los lunes 1, 15 y 29 de octubre. El lunes 8, como fue feriado nacional, el diario no se publicó. 2 Desde el punto de vista de la exposición, se introducirán citas textuales a modo ilustrativo a medida que avance el análisis

teniendo siempre en cuenta el criterio de semejanza. En otros casos, se utilizarán cuadros para establecer similitudes en los tres diarios analizados. Para facilitar la ubicación en el corpus, las cartas han sido numeradas. En cada ejemplo se hará refe-rencia al periódico, la fecha y el número de carta. En el apéndice del trabajo se presenta el corpus completo.

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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rrientes del estudio del uso del lenguaje. No es nuestra intención entrar en el debate sino sim-plemente, tomar posiciones para encarar el análisis. Desde una primera aproximación, pode-mos entender, junto con Ciapuscio (1994) una distinción entre clase textual y tipo textual en el sentido de que los hablantes competentes de una comunidad lingüística son capaces de en-globar y dar unidad a determinados eventos comunicativos, es decir, conocen y reconocen intuitivamente esquemas globales que caracterizan y agrupan los textos que producen y com-prenden cotidianamente. A este saber intuitivo lo podemos denominar clase textual. Por otro lado, la caracterización lingüístico-estructural-funcional que realiza el analista provee herra-mientas para delimitar tipos textuales. Desde esta perspectiva, entonces, las cartas de lectores, como clase textual, son fácilmente identificables por cualquier lector de un periódico: son textos escritos, breves, que se publican en diarios o revistas, generalmente aparecen en sub-secciones o recuadros que se distinguen tanto de los contenidos informativos como de los espacios publicitarios, nunca aparecen en primera plana y poseen dos marcas características de la clase textual “cartas”: fórmulas de encabezamiento, dirigidas al director del medio y fórmulas de cierre (firmas) que varían según los requerimientos explícitos del medio o bien, según las necesidades/estilos de cada autor. Estos datos incluyen en todos los casos, la men-ción de nombre y apellido del firmante, aunque también en muchos casos, número de docu-mento, barrio de residencia, ocupación, título universitario, cargo en el que se desempeña (o en el que se desempeñó alguna vez), dirección de correo electrónico y domicilio. En muchos casos, además, aparecen recuadros o notas aclaratorias indicando qué características deben reunir las cartas para ser publicadas: extensión máxima en líneas o caracteres, tipo y/o tamaño de letra, dirección a la que deben dirgirse, etc.

Pero como contrapartida, no vamos a abordar el estudio de las cartas de lectores como tipo textual (aunque en algún momento utilicemos el término “tipo” como sinónimo de “género”): ante todo porque no intentamos incluir las cartas de lectores en una lista de tipos de textos, ni plantear una serie de rasgos universalizables. En segundo lugar, porque los estudios tipológi-cos incluyen actualmente varios niveles de clasificación y tienen en cuenta en muchos casos los mecanismos cognitivos que hacen que un texto se incluya o no en determinado tipo (ver, por ejemplo, la tipología de varios niveles de clasificación de Heinemann y Vieweger de 1991). En este sentido, este trabajo tiene metas mucho más modestas: considerando que los llamados “géneros discursivos” están social, histórica y culturalmente determinados, intenta-remos caracterizar las cartas de lectores como un género híbrido que, en los periódicos que circulan masivamente en la Ciudad de Buenos Aires, aparece hoy en día como la intersección de dos géneros: la carta formal y el comentario editorial. En las páginas que siguen, intenta-remos demostrar esta afirmación a través del análisis del corpus desde la lingüística de la enunciación.

Las cartas de lectores desde la Teoría de la Enunciación

A partir de los trabajos de O. Ducrot (1984 entre otros) podemos encarar el estudio de la enunciación no sólo como la actividad psicofísica mediante la cual un hablante produce un enunciado sino también como el acontecimiento histórico (único e irrepetible) que constituye la aparición de un enunciado. Esta segunda aproximación permite, entonces, alejarnos de la idea de un sujeto empírico productor de enunciados y acercarnos al estudio de las marcas con las que se inscribe ese sujeto en sus enunciados. Pero esas marcas no remiten a un sujeto úni-co sino que ese sujeto “de papel” es capaz de convocar otras voces y establecer relaciones de proximidad o distancia con ellas. Se trata, en términos teóricos, de los conceptos de locutor y

Julia Zullo ¿Quién, a quién y para qué? Las cartas de lectores desde la teoría de la enunciación

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enunciador. El locutor, responsable de la enunciación y a quien remiten las marcas de primera persona, puede convocar otras voces, otros puntos de vista (locutores respetivos de otros enunciados) y tomar posición respecto de esos enunciados. De manera análoga, desde el punto de vista de la destinación, se pueden distinguir dos lugares enunciativos: el del alocutario, a quien remiten las marcas de segunda persona y el del destinatario, a quien se dirigen los enun-ciados de los distintos enunciadores que el locutor convoca. A diferencia del papel del alocu-tario que surge del acto mismo de la enunciación, el lugar del/los destinatario/s se va perfilan-do a lo largo de la dinámica del discurso y no necesariamente coincide con las marcas de se-gunda persona. Para algunos autores, este lugar simbólico es clave para la conformación de la dimensión polémica de diversos tipos discursivos, entre ellos, el discurso político3. En los puntos que siguen veremos cómo se constituyen estos lugares enunciativos en las cartas de lectores analizadas:

1. Explicitación del alocutario: las cartas, por definición, deben hacer explícita desde el encabezamiento la destinación del mensaje. La carta de lectores no es ajena a esta “norma”: todas las cartas están dirigidas al/la directora/a del periódico. Muchas veces, estas marcas se repiten en algún momento del desarrollo de las cartas bajo la formas de vocativos o apelacio-nes: La verdad, señor Director, es que estamos cansados de comprobar que las soluciones que se hubieran podido poner en marcha... (La Nación, 14/10, carta 7).

2. Explicitación del locutor: del mismo modo y por definición, el locutor debe inscribirse obligatoriamente en el mensaje a través de la firma. Esta inscripción debería aparecer tam-bién, en los primeros enunciados de las cartas, pero esta caracterización no es tan simple. En los puntos siguientes intentaremos describir las cuatro variantes con las que nos encontramos:

a. Primera persona del singular en el inicio o en el desarrollo de la carta: Quiero aportar una idea cuya propiedad intelectual aguardo sea respetada... (Clarín, 23/10, carta 5); Mi factura de electricidad domiciliaria registra... (La Nación, 21/10, carta 5); Deploro las agraviantes expre-siones que para con el presidente G.W. Bush ha vertido... (La Nación, 7/10, carta 5); He trabajado du-rante 57 años en la misma empresa... (Clarín, 9/10, carta 4).

...creo que hay que preservar con toda la eficacia la seguridad de la represa Itaipú... (Clarín, 16/10, carta 1); A Castro le comunico que en la zona norte... (La Nación, 28/10, carta 3); Yo era el capellán de Punta Indio en esa época... (La Nación, 28/10, carta 1);... en pocas líneas condensó un caudal de información que en mi trabajo monográfico... ocupa 68 páginas. (La Nación, 14/10, carta 3).

En esta primera descripción, con sus dos variantes, encontramos las formas deícticas de primera del singular acompañadas por verbos que introducen autopresentación o bien, que expresan las intenciones comunicaitvas del locutor. En general, para el segundo caso, las car-tas cuentan con una introducción “neutral”, sin marcas deícticas que refieren a un estado de cosas dado, a partir del cual el locutor luego se posiciona.

b. Primera persona del plural como locutor grupal (llamaremos a esta realización “nosotros exclusivo”). En estos casos, las cartas aparecen firmadas por un grupo de personas y las mar-cas pronominales aparecen en las primeras líneas:

...se duele de haber sido condenado por el tribunal que integramos... (La Nación, 28/10, carta 2); Los vecinos, maestros y cooperadores que firmamos esta nota realizamos en vano esfuerzos para ser escu-chados por el Gobiernos de la Ciudad (Clarín, 9/10, carta 3); Nosotros somos alumnos de 4° grado A de la escuela N°20, D.E.19. Estamos preocupados por las noticias (La Nación, 14/10, carta 4).

3 E. Verón (1986) por ejemplo, incluye la configuración de un paradestinatario y de un contradestinatario en el dispositivo de

enunciación característico del discurso político.

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c. Primera persona del plural institucional. Se trata del uso especial de un “nosotros exclu-sivo” ya que la carta aparece firmada por una sola persona. En los tres casos hallados, se acla-ra junto a la firma el cargo que ocupa en una institución:

...elevamos una oración al Altísimo por las víctimas y sus familias (...). Llamamos a los líderes mundia-les para que eviten la guerra... Firma: Monseñor J. Rivas Ottone (Presidente Alterno del Parlamento Ar-gentino de Religiones) (La Razón 15/10); En esta etapa comenzamos con una merienda reforzada (...). Agradecemos de antemano una respuesta favorable e invitamos a conocer nuestras instalaciones. Firma: G. Annan de Urreaga. Coordinadora, Capital Federal (Clarín 23/10, carta 2); El 4 de noviembre realiza-remos nuestra 41° campaña solidaria (...). Como siempre, repartiremos personalmente los elementos que recibamos... Firma: J. Barberis, Apuntes F.M, director, Santos Lugares, Prov. De Bs. As. (Clarín, 30/10, carta 3).

d. Primera persona del plural inclusiva (locutor + alocutario + posibles destinatarios). Este recurso aparece en muchas de las cartas, tengan o no marcas previas de primera persona. En general, el alcance del pronombre incluye al conjunto de los argentinos, colectivo que en al-gunos casos está restringido a los ciudadanos, lectores del periódico, votantes, ciudadanos no funcionarios de gobierno o no pertenecientes a la clase política:

Creo que se nos presenta la oportunidad cívica de manifestarnos expresamente... (La Nación, 7/10, carta 7); Por la falta de controles y la vista gorda de algunos funcionarios nos enteramos de accidentes en cons-trucciones antiguas... (Clarín 30/10, carta 2); ...una crisis sin precedentes aflige a nuestra Argentina (Cla-rín 23/10, carta 1); Abreviando, no tenemos soberanía, hacemos lo que nos imponen (La Razón, 1/10); Si se desea cambiar el nombre a la fecha hagámoslo glorificando uno de los mayores hechos ocurridos en la historia... (La Nación, 21/10, carta 4).

Hasta aquí tenemos la caracterización de los tipos de locutores que aparecen en el corpus. Podría pensarse que, por la típica instauración del alocutario y por los tipos de inscripción del locutor, estas cartas no se diferencian de otros tipos de cartas formales, dirigidas a institucio-nes no mediáticas. Sin embargo, nuestra caracterización no pudo dar cuenta de todas las cartas porque de la clasificación resultan siete cartas que no poseen referencias explícitas en primera persona4. Si bien son cartas firmadas (una, por una institución y seis por individuos), se dis-tinguen de las demás por el predominio de formas despersonalizadas: verbos impersonales (hay, hace), formas con Se impersonal (como pudo palaparse de inmediato...; se educa con el ejemplo, no con discursos.), referencias al/los locutor/es en tercera persona (...la joven tatara-nieta de Hernández, quien también suscribe esta carta...) y la puesta en relieve de los “temas” tratados intentado ocultar el punto de vista (La plaza se encuentra en un estado como ninguna otra).

Si bien ésta no es una diferencia cuantitativamente crucial en lo que hace a la caracteriza-ción del género, estamos marcando una primera diferencia en lo que hace a la delimitación de los lugares enunciativos con respecto a otro tipo de cartas.

Para ser más precisos, deberíamos hablar de cierta gradualidad en lo que hace a la inscrip-ción del locutor en sus enunciados porque además de estos siete casos “especiales”, encon-tramos una serie de cartas en las que, si bien aparecen formas en primera persona del plural en la variante inclusiva, esta inclusión es tan general que resulta imposible reconstruir a través de las marcas pronominales la figura del locutor5. Podríamos pensar que, en estos casos, el locu-tor se va apartando del la primera persona típica de la enunciación epistolar y, paralelamente, se aproxima al lugar del cronista/comentarista. El producto final, salvo por las marcas de apertura y cierre, se asemeja más al editorial que a la carta formal. Sin embargo, esta intuición 4 Para ubicar estas cartas en el corpus: Clarín, 9/10, carta 2; Clarín, 16/10, cartas 2, 3, 4 y 5; Clarín, 23/10, carta 3; La

Nación, 7/10, carta 3. 5 Ver La Razón, 1/10 y Clarín, 16/10, carta 1.

Julia Zullo ¿Quién, a quién y para qué? Las cartas de lectores desde la teoría de la enunciación

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necesita, para dejar de serlo, progresar en el análisis y en la aplicación de las herramientas teóricas.

3. Acerca de los destinatarios: iniciamos ahora el desarrollo de uno de los puntos que con-sideramos fundamentales en esta caracterización. Como dijimos al comienzo de este apartado, el mismo Ducrot y varios autores (Verón, 1986; García Negroni, 1986 y Pereyra de Palma, 1998; entre otros) consideran la destinación como un mecanismo complejo que no siempre depende de las referencias pronominales de segunda persona. Se trata de un proceso que se da a lo largo de una pieza textual completa y que no necesariamente tiende a construir una ima-gen unívoca. En los cinco puntos que siguen intentaremos dar cuenta del amplio espectro de destinatarios que aprecen configurados en nuestro corpus.

a. Entre las estrategias de enunciación anteriormente descriptas, podemos pensar que el uso de las formas inclusivas del “nosotros” apunta no sólo a diluir la imagen del enunciador como parte de un grupo sino también, en algunos casos, a conseguir adhesiones a sus afirmaciones o propuestas:

Y allí empezaremos también a dejar de ser ciudadanos de segunda clase y a gozar lo que, por legítimo de-recho, nos corresponde (La Nación, 7/10, carta 6).

No le tengamos miedo a Richard Wagner y dejémonos encantar por su obra. (La Nación, 14/10, carta 5).

Esta forma pronominal a la que atribuimos esta función especial en la construcción de los destinatarios suele ir acompañada por verbos de acción, en futuro o bien se incluyen en interr-ogaciones retóricas.

Tenemos, entonces, que el uso inclusivo del pronombre de primera persona plural muchas veces apunta a crear un destinatario adherente. Debemos concluir, por lo tanto, que las cartas de lectores poseen además de la destinación “de rigor”, un orden persuasivo. Está claro que a quien se intenta convencer no es sólo al director del periódico sino a un público más amplio: todo aquel que se siente convocado/identificado en ese “nosotros”.

b. La configuración del destinatario no se agota en buscar adhesiones, procedimiento que, por otra parte, no se da en todas las cartas analizadas. También el enunciador instala, en mu-chos casos la imagen de un oponente, de un individuo, de una institución, de un colectivo so-cial contra el cual dirige sus argumentos. A él (o a ellos) apuntan las opiniones desfavorables, las evaluaciones negativas, el uso de la ironía y de la negación y muchas veces, los reclamos, pedidos, denuncias y demás actos de habla más o menos directamente. En el corpus, tenemos dos cartas en las que este destinatario está explícitamente señalado en segunda persona (La Razón, 29/10 y La Nación 14/10, carta 6).

Ustedes, que en nombre del bien del pueblo toman decisiones, ¿podrán enfrentar sus miradas y no sentirse responsables de su actual situación? (La Razón, 29/10).

Dr. Infanzón: obras son amores y no buenas razones. Antes de quejarse por supuestas discriminaciones y esperar aportes de las exhaustas arcas públicas, ¿por qué no presta atención a quienes ya han apostado fuertemente al desarrollo de su partido? (La Nación, 14/10, carta 6).

Estas marcas pronominales no implican que las cartas se dirijan a un alocutario diferente. Ambas, como todas las demás, están expresamente dirigidas desde el encabezamiento al di-rector del periódico.

Paralelamente, y esto es lo importante, hay una gran cantidad de cartas en las que este pa-pel se construye a través de marcas de tercera persona:

Comprendemos que es difícil romper la inercia de la absoluta inoperancia de nuestras autoridades... pero nos contentaremos con un acuse de recibo y una respuesta... (La Nación, 14/10, carta 1).

Actas del Congreso Internacional La Argumentación Dimensión argumentativa y género discursivo

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Entonces, además de un orden persuasivo, las cartas de lectores poseen un orden polémico en el cual el enunciador apunta a construir una imagen negativa de otro al que indirectamente dirige su fuerza ilocucionaria.

En el cuadro 1, intentamos ubicar y sintetizar a quién/es se destinan indirectamente las car-tas y cómo se canaliza la fuerza ilocucionaria en cada caso, es decir, cuál es el macroacto de habla involucrado (van Dijk, 1978). Son 29 cartas sobre un total de 49. En todos los casos, se trata de un destinatario evaluado negativamente, aun en los casos en los que el macroacto de habla es “proponer”. No se trata de proponer, por ejemplo, una mejora para algo que no se evalúa en su estado actual6 o se considera que funciona bien y podría perfeccionarse. Más bien todo lo contrario: sobre el supuesto –a veces explícito y otras indirectamente señalado– de que algo “está mal” se proponen acciones para salir de ese estado. Se evalúa negativamente tanto la situación como los destinatarios, construidos en este caso como responsables de tal situación.

c. En otros casos –4 en total– este destinatario es construido de manera positiva, sobre la base de lo expresivo-afectivo, y la fuerza ilocucionaria de los enunciados apunta al elogio, la felicitación o el agradecimiento. De igual manera que en el punto anterior, encontramos una carta en la que esta destinación aparece directamente construida en segunda persona:

Que Dios te bendiga en este día de la madre patria mía (La Nación, 21/10, carta 2)

En las tres restantes, esta destinación –si bien se concreta a través de marcas en tercera persona– es fácilmente recuperable. En el cuadro 2, se sintetizan estos casos que aparecen en el corpus.

d. Lectores y autores concretos del medio. Se hace referencia a ellos individualmente o como colectivo institucional. En algunos casos aparece la referencia concreta a otra u otras notas, en otros, a determinadas cartas de lectores. Es llamativo cómo en esta dimensión, ex-clusivamente en el diario La Nación, aparece un constante “diálogo” entre las cartas de lecto-res. Como vemos en el cuadro 3, en el corpus escogido esta estrategia se repite: un lector que escribe una carta de lector cita a otro lector/autor de una carta anterior. Así se crea la ilusión de que los lectores del diario mantienen un diálogo “a solas”, un intercambio epistolar reser-vado en el que el diario es pura y exclusivamente un canal, un “medio” en sentido estricto. En estos casos, la referencia al director del periódico estaría cumpliendo una función puramente fática (Jakobson, 1960). En general en estas cartas, se evita la evaluación de las acciones de estos destinatarios –en tanto actores– y, sólo en algunas, se hacen críticas (modalizadas, en todos los casos) de algunas de sus acciones verbales: declaraciones, afirmaciones, juicios de valor, etc. Las alusiones a estos destinatarios no son ambiguas, como veíamos para el punto b, sino muy concretas: no sólo se menciona la “fuente” con nombre y apellido sino que además se cita la fecha en que esos dichos fueron publicados y, en algunos casos, el título de la nota o carta y la página del periódico en que apareció.

e. Público en general, lectores en sentido amplio: finalmente, un grupo de cartas dirigidas al conjunto de lectores del periódico sin distinción. No se trata como en el primer grupo de intentar incluirlos en un “nosotros” inclusivo sino de apelar a ellos con una intencionalidad concreta: invitaciones, pedidos de colaboración, donaciones, etc.:

6 Tal es el caso, no incluido en el cuadro, de la carta 5 de Clarín, 23-10, en la que el locutor no expresa su opinión sobre las

medidas que se han tomado hasta el momento sobre la seguridad de la correspondencia (acerca del tema del Ántrax) sino que se limita a hacer una propuesta.

Julia Zullo ¿Quién, a quién y para qué? Las cartas de lectores desde la teoría de la enunciación

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...es el primer curso en castellano para profesionales7 técnicos y estudiantes que se dicta por Internet (...). Mayor información en... (Clarín, 16/10, carta 5).

En los casos que aparecen en el corpus –tres en total–, firman estas cartas representantes de instituciones. Es evidente que estas cartas distan mucho de aquellas que inscriben un orden polémico más o menos explícito (descripto en los tipos 2 y 4 de esta sección) y se aproximan más a lo que podríamos denominar discurso publicitario: proponer, invitar, sugerir para que el lector participe de determinadas actividades. Este último grupo no sería incompatible con la aparición del “nosotros inclusivo” descripto en el primer grupo pero, en el corpus de trabajo, estas formas no fueron coocurrentes8.

Recapitulando hasta aquí, entonces, tenemos la figura de un locutor/enunciador que puede configurarse desde la singularidad de su propio punto de vista hasta la ausencia absoluta de marcas, pasando por –al menos tres– variantes de la pluralidad. Ese locutor/enunciador se dirige siempre a un alocutario singular y, al mismo tiempo, siempre se dirige a otro, más o menos concreto, con distintos grados de fuerza ilocucionaria. En el diagrama, intentamos re-sumir este esquema:

Locutor/enunciador yo, “nosotros” exclusivo, “nosotros” inclusivo

Alocutario (director)

Destinatarios

• Nosotros inclusivo (persuación-adhesión)

• Autoridades, instituciones públicas y privadas (polémica-reclamo)

• Instituciones (halago)

• Lectores, redactores concretos (polémica-comentario)

• Lectores en general (persuación-invitación)

Tenemos, entonces, un dispositivo de enunciación complejo en el que prácticamente todo es posible: un esquema formal simple que parece establecer una relación entre dos participan-tes (locutor-alocutario) sirve de soporte para un despliegue de estrategias que van desde la expresión de opiniones a la apelación, el cuestionamiento, la denuncia y, por qué no, la publi-cidad. Un locutor que se ampara en la construcción obligatoria –para el tipo textual carta– de un alocutario singular para referir sobre un tercero discursivo, otro que en otras circunstancias (en otra carta, dirigida a una institución concreta, por ejemplo) sería alocutario pero que, gra-cias a este dispositivo, le permite decir aquello que, en esas circunstancias no sería tan “efec-tivo”. ¿Por qué hablamos de efectividad? Porque en otras circunstancias, en otras cartas si-guiendo con el ejemplo y más allá del efecto concreto que cada carta en particular tenga, esos enunciados no serían aceptados y, sobre todo, no tendrían el aval institucional que otorga el

8Sí resultaron coocurrentes, en cuanto a la delimitación del locutor, la figura del “nosotros exclusivo” definida en el apartado

anterior (ver Clarín, 30/10, carta 3): Como siempre, repartiremos personalmente los elementos que recibamos...

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medio y, además, no contarían con la presencia efectiva de un conjunto de testigos. En efecto, una de las particularidades eseciales de las cartas de lectores reside en que, más allá de que se configure discursivamente el lugar del lector como destinatario de los enunciados, toda carta cuenta con una “audiencia” potencial constituida por cada uno de los lectores del periódico. Se trata, entonces, de una puesta en escena formal que encubre estrategias típicamente argu-mentativas en contra (o a favor, en pocos casos) de un tercero (que es en realidad, a quien se dirige cada enunciador) montada ante un auditorio que actúa muchas veces como testigo mu-do pero que, en ciertos casos, puede convertirse en locutor. De este modo, el circuito puede perpetuarse ya que ese destinatario/tercero (oponente, en la mayoría de los casos analizados) también forma parte del auditorio (lectores anónimos) y puede, desde este lugar, instaurarse como nuevo locutor.

Conclusiones: Otra vuelta de tuerca al dispositivo de enunciación

Llegado este punto del análisis cabe preguntarnos por el contexto de aparición de las cartas de lectores. Hemos dicho, muy brevemente cuando las caracterizamos como clase textual, que estas cartas aparecen en secciones fijas, en días prestablecidos y, muchas veces, acompañadas de textos aclaratorios-directivos acerca de las condiciones de su publicación. Es entonces, el momento de ubicar el dispositivo de enunciación descripto en uno más amplio: el del diario que publica las cartas. En trabajos anteriores (Zullo, 1998, 2000) hemos analizado cómo se configura la imagen de un enunciador en un tipo de discurso como el periodístico que, por definición, no posee marcas personales, salvo en editoriales y columnas de opinión firmadas. Además, habitualmente, no leemos un diario por un autor/periodista en particular sino por las características generales del diario9. Por algo los diarios tienen nombre: no sólo le otorga identificación al medio sino que además define una línea determinada con resepecto al estilo, a la selección e interpretación de las fuentes y al tipo de público al que está dirigido (van Dijk, 1980). Propusimos entonces, siguiendo a Fairclough (1993) que cada diario construye una figura de “enunciador global”, que sin ser una persona física se constituye en la voz del diario y a la vez se constituye como un tercero. De esta forma es común escuchar o leer frases del estilo “Clarín dijo....”, “El matutino publicó las declaraciones de....”, etc., que adjudican ac-ciones a agentes que, de hecho, no pueden concretar y, al mismo tiempo, encontrar frecuen-temente marcas de autorreferencia y autopromoción.

Siguiendo esta línea, podemos plantear que es ese enunciador global quien efectúa la se-lección de las cartas que llegan a la redacción, las ordena y las titula colocándoles de esta forma un rótulo que muchas veces, condiciona la lectura10. Es significativo, desde este punto de vista, que las cartas de lectores aparezcan en los tres medios analizados, en la sección de editoriales que es, por definición, el lugar en el que un periódico se posiciona ideológicamente respecto de otras instituciones, fuerzas y prácticas sociales, donde evalúa los acontencimien-tos y los actores, establece relaciones causales entre diferentes hechos y se anticipa a lo que

9 Fairclough (1993) subraya la importancia de las distintas posiciones involucradas en la producción del discurso periodísti-

co, distinguiendo textos que se producen a través de rutinas colectivas y textos de autoría individual. En este sentido, hay determinadas secciones que leemos prestando especial atención a su autor (editoriales, comentarios de libros, historietas, etc.) y otras que sólo importan por su “contenido” (el pronóstico del tiempo, por ejemplo). 10

La relación entre los contenidos de las cartas y los títulos con que el diario las presenta daría lugar a otro trabajo. Muchas veces, estos tíulos condesan el macroacto de habla implicado (Aclaración, Agradecimiento, Piden ayuda), otras reproducen literalmente sintagmas significativos de las cartas (“Quiero confirmar”, “Lucidez y simpleza”). En otros casos, se trata de una de las posibles interpretaciones de la carta.

Julia Zullo ¿Quién, a quién y para qué? Las cartas de lectores desde la teoría de la enunciación

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vendrá. Estos procedimientos no sólo se realizan explícitamente mediante las columnas de opinión sino también, como señala Trew (1979), a través de “mediadores”:

Los periódicos no hablan directamente a los lectores, sino más bien a través de los grupos y organizacio-nes a los que pertenecen los lectores, las instituciones, movimientos y secciones de la sociedad con los que se identifican o a los que apoyan o respetan. Los representantes y voceros de estos grupos e institu-ciones desempeñan un papel decisivo en los procesos de mediación de la percepción. T. Trew (Trad. 1983, pág. 189).

A partir de esta lectura, entonces, las cartas de lectores se inscriben en un dispositivo de enunciación más amplio en el cual el enunciador global elige determinados posicionamientos ideológicos de sus lectores (y sus estrategias argumentativas) y los utiliza como voceros de sus propias posiciones e intereses. De esta manera, se configura un circuito que se realimenta permanentemente:

El enunciador global construye un perfil de sí mismo y del lector, entre otras estrategias, a través de la publicación de (determinadas) cartas de lectores; los lectores concretos del perió-dico se sienten (o no) identificados con esta imagen de sí mismos que les brinda el enunciador global y contribuyen a sostenerla, entre otras estrategias, escribiendo a los demás lectores y al diario, mecanismo por el cual se refuerza el perfil del lector y el del enunciador global11.

Tenemos, además, una relación de complementariedad entre enunciadores: el locu-tor/enunciador de cada carta necesita del medio como aval y como garantía de no quedar “a solas” con su/s destinatarios, el enunciador global necesita de la expresión de sus lectores para producir y reproducir sus propias posiciones frente a la realidad. Estas posiciones pueden es-tar expresadas de otros modos en otras secciones del diario o, por algún motivo, el medio de-cide instalarlas como demandas desde “afuera” de su propio dispositivo de enunciación.

Podemos concluir, entonces, que a través de este estudio acotado hemos dado cuenta de un lugar, de un punto en la trama de los discursos sociales que, contra las apariencias, no parece estanco ni predeterminado. Un lugar en donde se entrecruzan intereses individuales, grupales e institucionales. Un lugar en el cual logran tener voz aquellos que habitualmente no tienen la palabra y, al mismo tiempo, un lugar que sirve potencialmente como forma de expresión de aquello que los periódicos no se atreven a decir “en voz alta”.

Bibliografía

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control. México. FCE. 1983. VAN DIJK, T. (1978): La ciencia del texto. Barcelona. Paidós. 1992

11

De este modo, siguiendo durante un período determinado la sección de cartas de lectores, sería posible recuperar cuáles son las “áreas” de interés para cada periódico y cómo éstas van sufriendo modificaciones a lo largo del tiempo y de los acon-tecimientos del país.

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VAN DIJK, T. (1980): La noticia como discurso. Barcelona. Paidós. 1990 VERÓN, E. (1986): “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política” en El discurso político.

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cional de la Sociedad Argentina de Lingüística. San Martín de los Andes, Neuquén. ZULLO, J. (2000): Las estrategias de la prensa argentina: ¿información publicitaria o publicidad informativa?

Para el IV Congreso de Lingüística General. Universidad de Cádiz, España. Anexo

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CUADRO 1

UBICACIÓN DESTINATARIO MACROACTO DE HABLA Clarín 9-10 Carta 1 Legisladores Proponer Carta 2 Decano facultad agronomía Criticar-Denunciar Carta 3 Gobierno de la Ciudad Reclamar Carta 4 Anses-AFJP Nación Reclamar Clarín 16-10 Carta 1 Autoridades-FFAA Advertir Carta 2 Autoridades UNLP Denunciar Carta 3 Banco Ciudad Solicitar Clarín 23-10 Carta 1 Cámara de Senadores Reclamar Carta 3 Autoridades municipio Denunciar Carta 6 Aguas Argentinas Denunciar Clarín 30-10 Carta 1 Clase política, funcionarios, etc. Criticar-Proponer Carta 2 Autoridades provinciales, municipales Advertir Carta 4 Autoridades, Policía Federal Denunciar La Nación 7-10 Carta 2 Clase política Criticar Carta 4 Autoridades (de Salud Pública) Criticar Carta 5 Tomás E. Martínez Criticar Carta 6 Autoridades provinciales Criticar La Nación 14-10 Carta1 Gobierno de la Ciudad Reclamar Carta 4 Gobernantes, lectores Pedir Carta 6 Intendente-lector Aclarar-Desmentir Carta 7 Autoridades nacionales y provinciales Denunciar-Reclamar La Nación 21-10 Carta 5 Estado, empresa de electricidad Denunciar Carta 6 Gobierno de la Ciudad Reclamar La Nación 28-10 Carta 3 Autoridades Comfer Reclamar Carta 4 Autoridades: legisladores y políticos Criticar-Proponer Carta 5 Gobernantes y clase política Proponer La Razón 1-10 Gobierno Reclamar La Razón 15-10 Líderes mundiales Convocar La Razón 29-10 Presidente, ministros Reclamar

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CUADRO 2

Clarín 23-10 Carta 4 Niños y docentes de una escuela Felicitar La Nación 7-10 Carta 8 Personal Hospital Rivadavia Agradecer La Nación 21-10 Carta 2 Patria Expresar sentimientos La Nación 28-10 Carta 6 Personal clínica Agradecer CUADRO 3

UBICACIÓN DESTINATARIO MACROACTO DE HABLA La Nación 7-10 Carta 1 Argentino de la ONU-cronista Disentir-aclarar Carta 3 Vocero papal y enviada especial Aclarar Carta 5 T. Eloy Martínez Disentir Carta 6 Autor artículo del 25-8 Opinar Carta 7 J.M de la Sota (LN 3-10) Disentir La Nación 14-10 Carta 2 Autor artículo del 7-10 Ampliar Carta 3 C. Thays (carta del 8-10), y cronista del

28-9 Ampliar-felicitar

Carta 5 Autores de dos cartas Explicar Carta 6 C. Infanzón (carta del 7-10) Criticar La Nación 21-10 Carta 3 Lucero Torres (carta 29-9) Confirmar-ampliar La Nación 28-10 Carta 1 R. Domínguez (carta 17-10) Confirmar Carta 2 A. Harriott (carta del 18-10) Responder Carta 3 Sres. Repetto y Castro Disentir Carta 4 E. Cárdenas (carta del 20-10) Disentir