04 buen servicio

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El Heraldo Hispano 19 de Noviembre de 2014 Página 7 BUEN SERVICIO Cuando era niño, me gustaba jugar a empujar una rueda. Pasaba horas en el patio de mi casa corriendo y mi madre aprovechaba mi afición para enviarme a hacer los “mandados” a la tienda. Fingía ser el conductor del autobús “Unión Jumay”, que pasaba por mi pueblo. Admiraba a aquellos pilotos quienes día a día recorrían los deteriorados caminos de tierra para llegar a la cabecera departamental de nuestro municipio, en jornadas de hasta doce horas diarias, sin importar las inclemencias del clima. Siempre, a pesar del cansancio, nos daban la bienvenida a bordo con un gesto amable y un saludo cordial; de igual manera nos deseaban un excelente día al llegar a nuestro destino y antes de descender del vehículo. Con el tiempo aprendí que aquella amabilidad se llama: vocación de servicio. Hoy en día es difícil encontrar esas características, pero la historia que les traigo habla de una persona que mantiene vigente la práctica de esos hábitos de cortesía. Se trata de Enrique, quien desde hace casi cuatro años conduce un autobús del servicio urbano en la capital de Guatemala. Ha conducido ese vehículo desde jovencito: “No es una tarea fácil, especialmente en el tráfico agobiante de esta ciudad. Pero, si el trabajo se hace con amor, aparte que nos permite llevar los alimentos al hogar, produce enormes satisfacciones”. Son la 4:00 de la mañana y llueve copiosamente en Ciudad de Guatemala. Suena la alarma del despertador de Enrique; se le levanta de un salto y se da una ducha; mientras tanto, su esposa Noelia le prepara el desayuno. Minutos más tarde, se dirige en su motocicleta al predio donde lo aguarda su autobús para inciar su jornada diaria de trabajo. Enrique realiza una minuciosa inspección del vehículo: frenos, presión de aire en los neumáticos, sistema eléctrico, luces; y que los asientos que serán ocupados por los pasajeros estén limpios y en perfecto estado. Nuestro amigo sabe que tendrá la responsabilidad de transportar personas y que sus vidas dependen del cuidado que él ponga en cumplir adecuadamente su tarea. Su recorrido diario por la ciudad es constantemente monitoreado desde un centro de operaciones, a través de un sistema satelital de localización. Con un saludo amable, Enrique da la bienvenida a cada pasajero que aborda su autobús para viajar por un tiempo promedio de una hora. Si surge algún inconveniente o tiene que desviarse de su ruta original debe reportar la novedad por medio de un radiotransmisor a su centro de operaciones. Los buses están botados con un “botón de pánico” que alerta a la Policía de cualquier situación que ponga en riesgo a los pasajeros. Enrique ofrece un trato paciente y especial a los ancianos, los niños y las personas discapacitadas quienes necesitan más tiempo para el abordaje y descenso del autobús. “Resulta reconfortante poder ayudar a estas personas a que se sientan tratadas como los demás pasajeros, con igualdad y respeto” nos explica, “en muchas ocasiones me expresan verbalmente el agradecimiento y en otras lo hacen simplemente por medio de un gesto”. Nos comenta además que en su profesión también tiene que lidiar con pasajeros que no colaboran en “correrse para atrás” u otros malhumorados no tan educados. “Acá es donde el don de la paciencia debe ponerse de manifiesto, para evitar caer en la confrontación” nos indica. Son las 8:30 de la noche. Enrique está de regreso en el predio, después del último circuito de servicio. Agotado, tras haber soportado más de doce horas de tráfico intenso, los distintos temperamentos de miles de personas, lluvia, frío y calor extremos y presenciado uno que otro accidente vial; pero satisfecho de haber hecho el mejor esfuerzo, de haber puesto su mejor actitud al servicio de los pasajeros. Se va a descansar a casa, para renovar las energías que le permitirán mañana levantarse de madrugada con actitud positiva para atender nuevamente a miles de usuarios que le confiarán su vida por unos momentos. Está consciente que por muy mal que una persona haya iniciado su jornada, un saludo o una sonrisa amable, pueden transformarle el día y esa es su misión: trascender a través de un buen servicio. "Enrique ofrece un trato paciente y especial a los ancianos, los niños y las personas discapacitadas quienes necesitan más tiempo para el abordaje y descenso del autobús..."

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Page 1: 04 buen servicio

El Heraldo Hispano 19 de Noviembre de 2014 Página 7

BUEN SERVICIO

Cuando era niño, me gustaba jugar a empujar una rueda. Pasaba horas en el patio de mi casa corriendo y mi madre aprovechaba mi afición para enviarme a hacer los “mandados” a la tienda. Fingía ser el conductor del autobús “Unión Jumay”, que pasaba por mi pueblo. Admiraba a aquellos pilotos quienes día a día recorrían los deteriorados caminos de tierra para llegar a la cabecera departamental de nuestro municipio, en jornadas de hasta doce horas diarias, sin importar las inclemencias del clima. Siempre, a pesar del cansancio, nos daban la bienvenida a bordo con un gesto amable y un saludo cordial; de igual manera nos deseaban un excelente día al llegar a nuestro destino y antes de descender del vehículo. Con el tiempo aprendí que aquella amabilidad se llama: vocación de servicio. Hoy en día es difícil encontrar esas características, pero la historia que les traigo habla de una persona que mantiene vigente la práctica de esos hábitos de cortesía. Se trata de Enrique, quien desde hace casi cuatro años conduce un autobús del servicio urbano en la capital de Guatemala. Ha conducido ese vehículo desde jovencito: “No es una tarea fácil, especialmente en el tráfico agobiante de esta ciudad. Pero, si el trabajo se hace con amor, aparte que nos permite llevar los alimentos al hogar, produce enormes satisfacciones”. Son la 4:00 de la mañana y llueve copiosamente en Ciudad de Guatemala. Suena la alarma del despertador de Enrique; se le levanta de un salto y se da una ducha; mientras tanto, su esposa Noelia le prepara el desayuno. Minutos más tarde, se dirige en su motocicleta al predio donde lo aguarda su autobús para inciar su jornada diaria de trabajo. Enrique realiza una minuciosa inspección del vehículo: frenos, presión de aire en los neumáticos, sistema eléctrico, luces; y que los asientos que serán ocupados por los pasajeros estén limpios y en perfecto estado. Nuestro amigo sabe que tendrá la responsabilidad de transportar personas y que sus vidas dependen del cuidado que él ponga en cumplir adecuadamente

su tarea. Su recorrido diario por la ciudad es constantemente monitoreado desde un centro de operaciones, a través de un sistema satelital de localización. Con un saludo amable, Enrique da la bienvenida a cada pasajero que aborda su autobús para viajar por un tiempo promedio de una hora. Si surge algún inconveniente o tiene que desviarse de su ruta original debe reportar la novedad por medio de un radiotransmisor a su centro de operaciones. Los buses están botados con un “botón de pánico” que alerta a la Policía de cualquier situación que ponga en riesgo a los pasajeros. Enrique ofrece un trato paciente y especial a los ancianos, los niños y las personas discapacitadas quienes necesitan más tiempo para el abordaje

y descenso del autobús. “Resulta reconfortante poder ayudar a estas personas a que se sientan tratadas como los demás pasajeros, con igualdad y respeto” nos explica, “en muchas ocasiones me expresan verbalmente el agradecimiento y en otras lo hacen simplemente por medio de un gesto”. Nos comenta además que en su profesión también tiene que lidiar con pasajeros que no colaboran en “correrse para atrás” u otros malhumorados no tan educados. “Acá es donde el don de la paciencia debe ponerse de manifiesto, para evitar caer en la

confrontación” nos indica. Son las 8:30 de la noche. Enrique está de regreso en el predio, después del último circuito de servicio. Agotado, tras haber soportado más de doce horas de tráfico intenso, los distintos temperamentos de miles de personas, lluvia, frío y calor extremos y presenciado uno que otro accidente vial; pero satisfecho de haber hecho el mejor esfuerzo, de haber puesto su mejor actitud al servicio de los pasajeros. Se va a descansar a casa, para renovar las energías que le permitirán mañana levantarse de madrugada con actitud positiva para atender nuevamente a miles de usuarios que le confiarán su vida por unos momentos. Está consciente que por muy mal que una persona haya iniciado su jornada, un saludo o una sonrisa amable, pueden transformarle el día y esa es su misión: trascender a través de un buen servicio.

"Enrique ofrece un trato paciente

y especial a los ancianos,

los niños y las personas

discapacitadas quienes necesitan más tiempo para

el abordaje y descenso del

autobús..."