03 - stay with me

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Entertainment & Humor


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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.

Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.

También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndole

en redes sociales y ayudándole a promocionar su libro.

¡Disfruta de la lectura!

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Lorena

Vani

iraleire

evanescita

BeaG

Mary Haynes

Nikky

Beatrix

Janira Miry GPE Nikky Vanessa Farrow

Mary Haynes SAMJ3 Yure8 Aleja E

Lorena Nani Dawson MaJo Villa Vanessa Farrow

Jasiel Odair Zafiro Josmary becky_abc2

ElyCasdel Ankmar Amélie. Jeyly Carstairs

iraleire Val_17 Perpi27 Annie D

Beatrix Kellyco Daniela Agrafojo Lauu LR

BeaG vals <3 Erly Obsess florbarbero

*~ Vero ~* Valentine Rose Jadasa evanescita

Vani Jane Fany Stgo. *Andreina F*

Nikky

Beatrix

Lorena

Iraleire

BeaG

Mary Haynes

Evanecita

Dey Kastély

Jane Esperanza Daniela Agrafojo Beatrix

*Andreina F* Laura PI Lizzy Avett’ LucindaMaddox

AriannyG florbarbero Adriana Tate Eli Mirced

Elizabeth Duran Dannygonzal Josmary Mire

Cotesyta Itxi Vane hearts Alessandra Wilde

Fany Stgo. Mary Sandry Victoria

ElyCasdel Anakaren Alysse Volkov Miry GPE

Michelle Amélie. MariaE. Val_17

Alessa Masllentyle

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Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Fall With Me

Sobre el Autor

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A los 21, Calla no ha hecho muchas cosas. Nunca ha sido besada,

nunca ha visto el océano, nunca ha ido a un parque recreativo. Pero al

crecer, presencio cosas que ningún niño debería. Aún carga las

cicatrices física y emocionales de vivir con su madre drogadicta, Mona

—secretos que mantiene lejos de todo el mundo, incluyendo su círculo

cercano de amigos del colegio.

Pero el capullo de seguridad que Calla cuidadosamente

construyo es destruido cuando descubre que su mama robó el dinero

para su universidad y tomo un gran crédito bancario a su nombre.

Ahora, Calla debe regresar al pequeño pueblo que pensó que había

dejado atrás y limpiar el desastre de su Madre de nuevo. Claro, cuando

llega al bar de su mama, Mona no está por ningún lado. En cambio, un

metro noventa de sensualidad llamada Jackson James está sirviendo

tragos y manteniendo el lugar zumbante.

Sexy e intenso, Jax está en el negocio de Calla desde el momento

en que se conocieron, dándole trabajo y ayudándole a buscar a Mona.

Y de la manera en que la mira deja claro que quiere ponerse

Horizontal... Y tal vez algo más. Antes de que Calla lo deje acercarse, sin

embargo, tiene que lidiar con el dolor del pasado, y algunos chicos

malos para dañarla si es que no les da a su mama.

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Traducido por Janira

Corregido por Jane

La Brigada de Chicos Calientes me rodeaba.

Muchas personas creían que la brigada de chicos calientes era

un mito. Nada más que una leyenda urbana del campus, algo así como

la historia sobre la reina del baile que se lanzó de una de las ventanas

del dormitorio porque se encontraba bajo la influencia de LSD o crack,

o se cayó en la ducha y rompió la cabeza, o algo así. ¿Quién sabe? La

historia cambiaba cada vez que la escuchaba, pero a diferencia de la

chica muerta que rondaba por Gardiener Hall, la brigada de chicos

calientes era real, criaturas viviendo y respirando, muchas criaturas para

ser exactos.

Muchas criaturas calientes.

Era raro que estuvieran todos juntos hoy en día, es por eso que se

convirtieron en una especie de tradición del campus, pero diablos,

cuando lograban juntarse, era toda una delicia para la vista.

Y era probablemente lo más cercano a la perfección que

conseguiría, eso y el maquillaje milagroso llamado Dermablend, ya que

casi cubría la cicatriz en mi cara.

Todos nos abarrotábamos en el departamento de Avery

Morgansten. Basándome en la roca que tenía por anillo en el dedo, se

encontraba bien con el cambio de apellido, y aunque no la conocía

bien, en realidad no conocía a nadie excepto a Teresa, me sentía feliz

por ella. Cada vez que me encontraba a su alrededor, siempre era

dulce. Podía ser un poco tranquila a veces, y parecía que desaparecía

en sus pensamientos, pero nadie podía dudar que ella y su prometido,

Cameron Hamilton, se encontraban profundamente enamorados por la

forma en que se miraban el uno al otro.

Así como la miraba ahora, como si no hubiera otra mujer en el

mundo que no fuera ella. A pesar de que se hallaban sentados juntos,

Cam en el sofá y Avery en su regazo, esos brillantes ojos azules se

encontraban fijos en ella mientras reía de algo que su hermana, Teresa,

dijo.

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Si tuviera que calificar a la brigada de chicos calientes, diría que

Cam era el presidente. No sólo por su apariencia, sino también por su

personalidad. Nadie se sentía raro o excluido a su alrededor. Él tenía

esta… calidez que era absolutamente contagiosa.

En secreto, que me llevaría a la tumba, envidiaba a Avery.

Apenas si la conocía, pero codiciaba lo que tenía, el magnífico chico

atractivo, quien también era verdaderamente un buen tipo, que podía

hacerte sentir a gusto a su alrededor. Eso era raro.

—¿Quieres otro trago?

Incliné mi cabeza a la derecha y luego para atrás, hacia la voz de

Jase Winstead, y contuve un poco la respiración. Era lo opuesto a Cam,

extremadamente guapo, pero no me hacía sentir cómoda cuando mis

ojos se topaban con sus ojos grises. Con su piel morena, largo cabello

castaño, y una casi irreal apariencia de modelo, sería el teniente de la

brigada de chicos calientes. Era por mucho, el más sexy de todos ellos, y

podía ser súper dulce, como ahora, pero no era fácil de tratar o

encantador como Cam, por lo cual Cam se mantenía en la primera

posición.

—Nah, estoy bien. —Levanté la botella de cerveza medio llena

que estuve bebiendo desde que llegué—. Gracias de todos modos.

Él sonrió y luego se alejó, rodeando con sus brazos la cintura de

Teresa. Ella inclinó su cabeza contra su pecho mientras colocaba sus

manos en sus brazos. El rostro de él se suavizó.

Sí, me sentía un poquito envidiosa de Teresa, también.

Nunca estuve en una relación seria. No tuve ninguna cita en la

secundaria. La cicatriz en mi rostro era mucho peor entonces, algo que

ningún maquillaje milagroso podía camuflar… y los chicos de la

secundaria, sí, ellos podía ser crueles cuando se trataba de defectos

muy visibles. E incluso si alguien podía haber mirado más allá de eso, por

la forma en que mi vida fue en aquel entonces, no había espacio o

tiempo para una cita y muchos menos para una relación.

Luego estuvo Jonathan King. Estaba en mi clase de historia de

primer año, realmente un chico lindo y nos habíamos llevado bien. Por

obvias razones, estuve reacia a salir con él cuando me le pidió, pero

demonios, fue persistente y finalmente dije sí. Salimos un par de veces,

pero mientras la relación progresaba y él, siendo un chico totalmente

normal, hizo un movimiento una noche, cuando estuvimos solos en mi

habitación, me encontraba estúpidamente convencida de que ya

podía ver más allá de la cicatriz en mi cara, fue capaz de ver más allá

de todo lo demás.

Me equivoqué.

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Ni siquiera nos besamos y nos aseguramos como el infierno no salir

de nuevo después de eso, no le dije a nadie sobre él y esa desastrosa

noche. No pienso en él. Nunca.

Bueno, excepto en estos momentos, maldición.

Mientras observaba a la brigada de chicos calientes siendo todos

calientes, fui totalmente consciente del hecho de que estaba loca por

los chicos debido a la falta de… bueno, de los chicos en mi vida.

—¡Lo tengo!

Levanté la barbilla mientras Ollie rodeaba el sofá, su novia,

Britanny, caminaba detrás de él, volteó tanto los ojos mientras negaba,

que pensé que podría desmayarse.

Ollie se acercó a la mesa de café y se agachó, sosteniendo una

especie de caja de tortuga en sus manos. Mis cejas se elevaron mientras

unas pequeñas piernas revoloteaban. ¿Qué de… ?

—No es una fiesta hasta que Ollie libera a la tortuga —dijo Jase, y

mis labios se curvaron en una sonrisa.

Cam suspiró mientras se inclinaba en torno de Avery. —¿Qué

demonios estás haciendo con Raphael?

—Corrección. —Ollie lo colocó sobre la mesa. Con una mano,

peinó su largo cabello rubio detrás de una oreja—. Este es

Michelangelo, creó que es muy jodido que ya ni siquiera sepas cual es

el tuyo. Probablemente deprimiste a Raphael.

—Traté de detenerlo —dijo Britanny, cruzando sus brazos. Los dos

se veían como los finalistas del Premio a la Pareja Perfecta de Rubios—,

pero ya saben cómo es.

Todos sabíamos cómo era.

Ollie se encontraba en la escuela de posgrado ahora, para

convertirse en doctor —sorprendentemente—, pero sus payasadas eran

una gran leyenda, como la brigada de chicos ardientes. Ollie sería el

segundo a ser teniente. Tenía muchos puntos extras por venir a

Shepherdstown cada dos fines de semana a ver a su novia y por ser un

tonto sinvergüenza.

—Como pueden ver, diseñé una nueva correa. —Señaló lo que

parecía una correa en miniatura asegurada alrededor del caparazón

de la tortuga.

Cam lo miró. —¿Hablas en serio?

—Puedes pasearlos ahora. —Y luego procedió a demostrarlo

conduciendo a Michelangelo a través de la mesa, y me tuve que

preguntar si Avery y Cam se lo creían—. Es mejor que el hilo.

¿Pasear una tortuga? Eso… Eso tenía que ser peor que pasear a

un gato. Comencé a reír. —Parece la correa de una Barbie.

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—Es una correa de diseñador —corrigió, con sus labios torcidos—,

pero tuve la idea mientras estábamos en Wal-Mart, mirando la sección

de juguetes.

Teresa frunció el ceño. —¿Por qué se encontraban en la sección

de juguetes?

—Sí. —Jase tomó la palabra—. ¿Hay algo que no nos están

diciendo?

Los ojos de Brit se agrandaron.

Olli sólo se encogió de hombros. —Me gusta mirar los juguetes. Son

mucho más geniales ahora que cuando nosotros éramos niños.

Esa declaración llevó a una gran discusión sobre como nuestra

generación fue gravemente engañada en cuanto a la sofisticación y la

genialidad de los juegues de hoy en día, y tuve que pensar mucho

acera de los tipos de juguetes con los que jugué. Hubo Barbies, por su

puesto, hubo Barbies, en lugar de triciclos y juegos de mesas, tuve

fajines de satén y coronas brillantes.

Y luego no tuve nada.

Mientras el grupo empezaba a hablar sobre los planes para el

verano, traté de prestar atención a donde planeaba ir cada uno. Cam

y Avery irían a pasar su verano en D.C. ya que Cam entró a la selección,

nunca estuve en D.C, a pesar de que Shepherd no se hallaba tan lejos

de la capital. Brit y Ollie harían algo completamente loco. Se irían una

semana después de salir de la escuela y se dirigirían a Paris, planeaban

un viaje por carretera a través de Europa. Nunca estuve en un avión y

mucho menos en el extranjero. Infierno, ni siquiera estuve en Nueva York.

Teresa y Jase todavía planificaban un impresionante viaje a las playas

de las Carolinas1 con sus padres y su hermanito. Consiguieron un

condómino en la playa, y todo de lo que Teresa podía hablar era de

remojar sus pies en el agua del océano. Tampoco estuve en la playa,

así que no tenía idea de cómo se sentía la arena bajo mis pies.

Realmente necesitaba salir más y tener una vida. En serio.

Pero esto estaba bien, porque esas cosas, incluyendo pasear a

través del continente con un Chico Caliente, no formaban parte de mis

metas:

Finalizar la universidad

Hacer una carrera en el campo de la enfermería.

Finalmente cosechar los beneficios de seguir algo hasta el final.

Las metas eran buenas. Aburridas. Pero Buenas.

—Estas muy callada esta noche, Calla.

1 Se refiere a Carolina del Norte y Carolina del Sur.

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Me puse nerviosa, incapaz de ayudarme a mí misma, y entonces

sentí el calor filtrarse a través de mi rostro ante el sonido de la voz de

Brandon Shiver. Bajando la botella entre mis rodillas, forcé a los músculos

a lo largo de mis hombros a relajarse. No era como si me hubiese

olvidado que Brandon se hallaba sentado a mi lado, a

mi izquierda. ¿Cómo podría olvidarlo? Sólo estaba fingiendo que no se

encontraba allí.

Humedecí mis labios mientras moví mi cabeza por lo que una

capa de mi propio cabello rubio caía sobre mi hombro izquierdo,

protegiendo mi mejilla. —Sólo estoy absorbiéndolo todo.

Brandon rió por lo bajo. Tenía una risa bonita. Y una cara bonita. Y

un cuerpo bonito. Y un realmente bonito trasero.

Y luego estaba Brandon. Suspiré. Un suspiro prolongado que se

sintió en todo el mundo. Él también se encontraba en segundo lugar

para ser teniente de la brigada de chicos ardientes, con su cabello

castaño y anchos hombros.

—Con Ollie aquí, siempre hay mucho que absorber —comentó,

mirándome por encima del borde de su botella—. Espera hasta que

empiece a hablar sobre la idea de patines para tortugas que tiene.

Me reí, relajándome un poco más. Brandon era ardiente, pero

siempre fue un buen chico, en algún lugar entre Cam y Jase. —No

puedo siquiera imaginar tortugas en patines.

—Ollie está totalmente loco o es un genio. —Se movió en el

sillón—. El jurado sigue deliberando el veredicto.

—Creo que es un genio. —Observé a Ollie recoger a la tortuga y

pasar alrededor del sofá al muy extravagante hábitat en el que vivía el

hombrecito verde—. Por lo que dice Brit, él sobresale en todos sus cursos.

La escuela de medicina no debe ser fácil.

—Sí, la mayoría de personas realmente inteligentes están

totalmente locas. —Sonrió cuando yo reí en voz baja—. Entonces

¿Tienes la gran batalla para el siguiente semestre finalizada?

Asentí mientras sonreía otra vez, recostándome en la silla de luna.

Con un solo semestre y medio más antes de graduarme de licenciada

en enfermería, conseguir ingresar a clases era como pulsear con Hulk

Hogan2. Todos los que conocían mi nombre, o lo escucharon, sabían

que estuve batallando con mi horario por lo que parecía una eternidad.

Estábamos a una semana de finalizar el semestre y a casi un mes de que

cierre la orientación académica para el próximo semestre.

2 Luchador profesional, también conocido como Hollywood Hogan.

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—Sí, por fin. Creo que tuve que sacrificar mi pierna derecha para

obtener mis clases, pero obtuve todas las que necesitaba. Tengo que

encontrarme con alguien de ayuda financiera el lunes. Pero estaré bien.

Su ceño se frunció mientras lo miraba. —¿Está todo bien con eso?

—Eso creo. —No podía imaginar alguna razón por la cual no lo

estaría—. ¿Algunos planes para este verano?

Encogió uno de sus amplios hombros. —En realidad no he

pensado mucho en ello, ya que tomaré clases de verano.

—Suena divertido.

Él bufó.

Empecé a decir algo ridículamente nada inteligente ya que lo

estaba haciendo bien con esta conversación cara a cara con Brandon,

pero perdí el hilo de lo que iba a decir cuando llamarón a la puerta. Mi

mirada siguió a Ollie hasta la puerta. Él atendió como si hubiese vivido

aquí.

—¿Qué pasa, chica bonita? —dijo, y me puse derecha,

apretando mis dedos alrededor del cuello de la botella de cerveza.

Una guapa morenita, cruzó el apartamento, una bolsa roja de

Sheetz colgando de sus dedos. Le sonrió a Ollie y le dio a Brit un

pequeño saludo.

No sabía su nombre.

En cierto modo me negué a aprenderlo, porque después de los

dos últimos semestres de conocer a Brandon, no hice el esfuerzo de

conocer alguna de las chicas con las que "salió", porque eran muchas y

nunca se quedaban mucho tiempo.

Pero esta chica, con su pequeño corte de hada y cuerpo de

bailarina de ballet, era diferente. Ellos tenían clases juntos este semestre

y comenzaron a salir en Marzo, pero esta era la primera vez que la veía

con Brandon fuera del campus.

En realidad, nunca la había conocido. Nunca conocí realmente a

alguna de sus “amigas”, solo las vi en la escuela y en algunas fiestas,

pero Brandon no iba a fiestas desde… bueno, desde marzo.

—Ahí estas. —Sus ojos verdes se iluminaron.

Oh mierda.

Era una tonta.

Inhalé por mi nariz y sonreí mientras ella caminaba alrededor de

las parejas y llegaba a Brandon, mientras él se paraba del sillón y abría

sus brazos. Ella fue directa a ellos, sentándose en sus rodillas y

envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. La bolsa de Sheetz

rebotó en su espalda y su boca descendió a Brandon como un misil

buscando calor, y no podía culparla por esos.

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Se besaron.

Un gran, húmedo y profundo beso, un beso real. No el tipo de

beso “estamos conociéndonos”, o el tipo “sólo estamos conectando”,

sino un beso del tipo “ya hemos intercambiado muchos líquidos

corporales”.

Y Dios, los observé besarse como si estuviesen tratando de

comerse la cara del otro, hasta el momento que supe que estaba

cambiando mi estatus de mirona a un nuevo nivel. Me forcé a mirar más

allá, y mi mirada chocó con Teresa.

Una mirada comprensiva cruzó su bonita cara mientras volvía a

los brazos de Jase, porque sabía… oh Dios, sabía que tenía un gran

enamoramiento por Brandon.

—Te traje un pretzel de queso —anunció la chica, cuando se

separaron para tomar aire.

Brandon amaba los pretzel rellenos de queso tanto como yo

amaba los brownies con chocolate doble.

—¿Te trajo un pretzel? —preguntó Ollie—. Hombre, ponle un anillo.

Brit rodó los ojos mientras envolvía sus brazos alrededor de la

cintura de Ollie. —No se necesita mucho para impresionarte.

Girándose en sus brazos, Ollie bajó su cabeza a la de ella. —Tú

sabes lo que se necesita para impresionarme, bebé.

Seguí esperando que Brandon volara de la silla y huyera ante la

idea de comprometerse con una chica que conocía solo por un par de

meses, pero ya que no tuve la hermosa vista de su trasero yendo a la

puerta, lo miré aun cuando sabía que no debería. Me encantaba el

castigo.

Brandon miraba a la chica, sonriendo de una manera que

decía… decía que era absolutamente feliz.

Me tragué mi suspiro.

Y entonces me miró, y antes de que pudiera enloquecer por el

hecho de que me sorprendió mirándolo como una acosadora, su

sonrisa brilló a un más. —Todavía no has tenido la oportunidad de

conocer a Tatiana.

Maldita sea. No quería aprender su nombre, pero Tatiana era un

nombre jodidamente genial.

Ella negó mientras volvía sus ojos marrones hacia mí. —No, no lo

hemos hecho.

—Esta es mi amiga, Calla Fritz —dijo, pasando suavemente una

mano por su espalda—. Teníamos clase de música juntos el semestre

pasado.

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Eso era lo que yo era, Calla Fritz, siempre y para siempre la amiga

de la brigada de chicos calientes. Nada más. Nada menos.

Parpadeé para alejar el estúpido y repentino ataque de lágrimas

mientras meneaba mis dedos en dirección a Tatiana. —Encantada de

conocerte.

No era mentira. No realmente.

El lunes salí de mi dormitorio lo suficientemente temprano para

dirigirme a Ikenberry Hall, lo que fue toda una caminata hasta una

enorme colina que mi trasero no apreció. Era principios de mayo, pero

la temperatura se hallaba alcanzando los veintiséis grados, e incluso

con mi cabello recogido en un moño desordenado, podía sentir la

humedad cubriendo mi piel y enredando sus molestos dedos por mi

cabello.

Pronto, antes de terminar mi último final de hoy, luciría todo

encrespado.

Reduje el paso fuera de Ikenberry e hice una mueca cuando tuve

que abrir la puerta y entrar, antes de que una gran telaraña bajara

desde el pequeño techo, pasara por la puerta y terminara sobre mi

cabeza.

El aire frío viraba en el edificio mientras ponía mis lentes de sol

sobre mi cabeza y caminaba por el pasillo, entrando a las oficinas de

ayuda financiera. Después de decir mí nombre, la saturada y agotada

mujer de mediana edad me hizo una señal para que tomara asiento.

Sólo tuve que esperar cinco minutos antes que una alta y esbelta

mujer mayor, con cabello canoso, cortado a la moda saliera a

buscarme. No fuimos a uno de los cubículos donde trabajan los asesores

de ayuda financiera. Oh no, ella nos condujo a una de las oficinas

cerradas más lejanas del pasillo.

Luego cerró la puerta detrás de nosotras y camino detrás de su

escritorio. —Por favor, tome asiento, señorita Fritz.

Mientras me sentaba, unos nudos se formaron en mi bajo vientre.

Eso nunca sucedió antes. Usualmente, cuando me llamaban aquí,

era debido a que se perdía información del archivo o por un papel que

necesitaba ser firmado. Después de todo, no podía ser un gran

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problema. Sólo usaba ayuda financiera para los gastos que mi trabajo

de mierda como camarera no cubrían, y fue realmente útil cuando tuve

que dejarlo a principios del semestre para concentrarme por completo

en mis estudios.

El programa de enfermería no era un juego.

Despacio, puse mi mochila en el piso, al lado de mis piernas

mientras escaneaba su escritorio. Su placa de identificación decía

Elaine Booth, a menos que estuviera fingiendo ser otra persona, era

quien se hallaba sentada frente a mí. También había un montón de

fotos en su escritorio. Fotos familiares, en blanco y negro, a color, fotos

que van desde niños pequeños, hasta chicos de mi edad, quizá

mayores.

Aparté la vista rápidamente cuando una vieja punzada me

golpeó en el pecho. —Así que... ¿qué está pasando?

La Sra. Booth cruzó las manos sobre un archivo. —Recibimos

noticias de la oficina de admisiones la semana pasada, su cheque para

la matrícula del próximo semestre fue rechazado.

Parpadeé una vez, y luego dos veces más. —¿Qué?

—El cheque no estaba bien —explicó, mirándome desde el

archivo. Su mirada vagó por mi cara y luego la apartó rápidamente de

mis ojos—, debido a falta de fondos.

Debía de estar equivocada. No había manera de que el cheque

fuera rechazado porque ese cheque se encontraba adjunto a una

cuenta de ahorros que sólo he utilizado para la matrícula, una cuenta

que tenía todo mi dinero para la escuela. —Tiene que haber algo mal.

Debe haber suficiente dinero allí para el próximo semestre y medio.

No sólo eso, debería haber suficiente dinero en esa cuenta en

caso de alguna loca emergencia, y para ayudarme al menos un par de

meses después de la graduación, mientras buscaba empleo y decidía

donde quería vivir, si me quedaba aquí o...

—Verificamos con el banco, Calla. —Omitió mi apellido, y de

alguna manera parecía peor—. A veces tenemos problemas con los

cheques debido a la cantidad o un error tipográfico al ingresar el

número de cuenta, pero el banco confirmó que no había fondos.

No lo podía creer. —¿Cuánto dijeron que había en la cuenta?

Ella negó. —Esa es información confidencial que desconocemos,

así que tendrías que hablar con el banco sobre eso. Ahora, la buena

noticia es que siempre pagaste la matrícula antes, lo que quiere decir

que tenemos tiempo para trabajar en algo. Lograremos arreglar esto,

Calla. —Haciendo una pausa, abrió mi archivo, mientras la miraba, mi

trasero de repente se congeló en mi asiento—. Ya estás en el sistema de

ayuda financiera, lo que podemos hacer es modificar las solicitudes

para el próximo semestre, garantizando que tus clases estén cubiertas…

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Mi estómago cayó hasta mis rodillas en algún momento, y siguió

cayendo rápidamente en picado hasta el piso mientras ella seguía

hablando de incrementar las cantidades de préstamo, aplicar a becas

Pell3 e incluso un montón de mierda sobre escolaridad.

En este momento, me importaba una mierda algo de eso.

Esto no podía estar pasando.

No había manera de que no hubiera dinero en esa cuenta. Era

muy cuidadosa cuando se trataba de la cuenta que usaba para las

facturas o necesidades, nunca usaba esa cuenta a menos que fuera

para la matrícula. Ni siquiera activé la tarjeta de débito que viene con

la cuenta.

Entonces caí en la cuenta, mientras miraba a la señora Booth

sacar formulario tras formulario del estante junto a su escritorio, apilarlos

ordenadamente y con calma, como si toda mi vida no se hubiese

detenido de golpe.

El hielo cubrió mis venas mientras trataba de inhalar mi próxima

respiración, pero se quedó atorada en mi tórax. Esto podía no ser una

enorme broma del banco y la universidad. Podría muy bien estar

sucediendo en serio.

Oh Dios Mío.

Ya que había alguien aparte de mí que tenía los medios para

acceder a esa cuenta, una persona que se hallaba prácticamente

muerta para mí, por lo que me actué como si estuviera muerta, no

podía creer que fuera a hacer esto. No había manera.

El resto de la reunión con la señora Booth fue confusa para mí.

Aturdida, tomé las solicitudes FAFSA4 y salí de las frías oficinas, a la

brillante luz del sol de una mañana de principios de mayo, cargada de

formularios.

Todavía había tiempo antes de mi final, encontré el banco más

cercano, me senté y metí los papeles en mi bolso. Saqué mi celular con

dedos temblorosos, busqué el número en el banco de regreso a casa, y

apreté a llamar.

Cinco minutos después, sentada en el banco, sin ver nada más

allá de las sombras de mis lentes de sol, y sin sentir nada, lo cual era

bueno, el blanco y vacío sentimiento en la boca de mi estómago

estaba bien porque sabía que se volvería al rojo vivo, con cegadoras y

asesinas ganas de herir a esa perra, en poco tiempo. No podía hacer

3 Las becas Pells son unas becas que da el gobierno de Estados unidos para ayudar a

universitarios de bajos recursos.

4 FAFSA: Free Application for Federal Student Aid, es un formulario que se llena para

determinar qué tan elegibles son los estudiantes para recibir ayuda del gobierno.

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eso. Tenía que conservar la calma. Mantener mis emociones en control,

porque…

Todo mi dinero desapareció.

Y sabía, todas las células de mi cuerpo sabían, que esto era el

principio, la punta del iceberg.

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Traducido por Mary Haynes & Lorena

Corregido por *Andreina F*

Cómo mi vida pasó de estar en su mayoría bien, con la excepción

de estar un poco sola a veces, a un enorme lío caliente en un lapso de

una semana se encontraba más allá de mi capacidad de comprensión.

Me hallaba tan jodida, y no en la manera divertida y sudorosa.

No era sólo que mi cuenta de ahorros, literalmente, hubiera sido

limpiada dos semanas antes de que hubiera escrito mi cheque para

pagar la matrícula. Oh Dios, si sólo eso fuera todo. Podría haberme

recuperado de eso. Podría incluso haber dejado eso atrás, porque ¿qué

otra cosa podría haber hecho?

Después de todo, sabía que fue mi propia carne y sangre la que

me dejó limpia, mi propia madre, mi drogada con pastillas, y lo más

probable borracha hasta el culo, madre, que mis amigos más cercanos

creían que se hallaba muerta. En cierto modo, no es que estuvieran

demasiado lejos de la verdad. Una terrible mentira, pero hacía años que

no hablaba con ella y el alcohol, las pastillas y Dios sabe qué más de lo

que hubiera tenido en estos años, mataron a la madre cariñosa y

divertida que recordaba de cuando era pequeña.

Pero seguía siendo mi madre. Por lo tanto, la última cosa que

quería hacer era involucrar a la policía, porque en serio, su vida era ya

una mierda así como era, e inexplicablemente, después de todo el

drama y el dolor de corazón, un torbellino de piedad siempre surgía

cuando pensaba en ella.

Esa mujer tenía que experimentar cosas que ninguna madre

debería.

Pero no solo fue mi cuenta de ahorros. En el transcurso de la

semana pasada, durante mis exámenes finales, que de alguna manera

me las arreglé para todavía completarlos sin perder mi siempre amorosa

mente, la punta del iceberg hundió el Titanic.

Saqué mi tarjeta de crédito porque sí... bueno, tuve la horrible

sensación de que podía ser peor. Y lo fue. Tarjetas de crédito que

nunca vi en mi vida fueron sacadas en mi nombre y llegadas al máximo.

Un préstamo de estudiante con un banco importante que ni siquiera

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sabía que existía también fue sacado, y el costo por sí solo eran más

que cuatro semestres en Shepherd.

Me encontraba endeudada, por una suma de más de cien mil

dólares cuando todo estuvo dicho y hecho, y ni siquiera incluía la

deuda que acumulé por mi cuenta con los pequeños préstamos

estudiantiles que tomé y el préstamo de coche que ahora no sabía si

podría pagar.

Mi estómago se hundió y mi pecho se detenía cada vez que

pensaba en lo muy jodida que me encontraba, y tomó todo en mí para

calmarme a mí misma para no perder la cordura. El crédito y las deudas

te hacían o te rompían en este mundo. No sería capaz de obtener un

préstamo si necesitaba uno. Peor aún, incluso si me las arreglara para

reunir el dinero para terminar la universidad, cualquier trabajo que

solicitara podía mirar mi crédito y basar su decisión de contratarme

dependiendo de lo que mostrara.

El jueves, después de mi último final, sufrí un pequeño colapso

nervioso, que involucró un montón de lágrimas, incluso el doble de

brownies con chocolate derretido, tal vez un poco de balanceo en la

esquina. Me hubiera quedado en esa esquina por lo menos durante un

mes, pero me negué, absolutamente, rotundamente me negué, a

permitir que mi vida fuera alejada de mí otra vez.

Obviamente, ninguno de mis amigos sabía por lo que pasaba, o

sabían algo de mí. Diablos, pensaban que mi madre murió y Teresa

pensaba que era de alrededor del área de Shepherdstown.

Todo era mentira.

¿Y cómo podría decirle a Teresa, o peor aún, a Brandon? Oh oye,

tengo que ir a casa, y ya sabes, cometer un acto de homicidio y

estrangular a mi madre —sí, la que pensabas que se encontraba

muerta, porque también soy una mentirosa terrible— hasta la muerte

por joderme la vida. ¿Podemos pasar el rato en tu casa y tomar unos

tragos cuando regrese?

Esa conversación era demasiado humillante para siquiera pensar

en ella, porque entonces tendría que decirles acerca de las drogas, el

alcohol, el absoluto fracaso en la vida, y luego de la extraña separación

entre mamá y papá, que en realidad era sólo papá enloqueciendo y

desapareciendo, y luego esa conversación sería la última instancia que

llevaría a la pena y al incendio que destruyó a toda mi familia y que casi

me destruyó.

No iba a ir por allí.

Así que les dije que iba a pasar el verano con unos parientes

lejanos, y con suerte, no terminarán leyendo acerca de mí en las

noticias después de que mate a alguien.

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Nadie cuestionó esos planes, porque el año pasado pretendí ir a

casa durante las vacaciones, cuando en realidad me registré en un

hotel en Martinsburg, y derroché en el servicio de habitaciones... como

una perdedora.

Una total perdedora.

De todos modos...

Iba a poner mis metas en espera y me iba a casa. Y

esperanzadoramente, le rezaba a todos los dioses por ahí, que mamá

todavía tuviera algo del dinero del que se le adjudicó, y que ese dinero

fuera sustancial. No existía manera de que pudiera haberse gastado

todo su dinero y el mío. Sólo tenía que conseguir que —no sé— hacer

que arreglara esto de alguna manera.

Ese era el plan A.

El plan B consistía sólo en la comprensión de que si ella no tenía ni

un centavo a su nombre, por lo menos —de nuevo con suerte— tuviera

casa gratis para el verano, un verano en el que estaría orando para que

mi ayuda financiera durara ese tiempo. También oraba para que me las

arreglara para pasar a través del verano en una ciudad en medio de la

nada y no asesinar a mi madre, así podría poner en uso la ayuda

financiera si la tuviera.

Mis manos temblaban mientras apretaba el volante y tomaba la

salida que conducía a Plymouth Meeting, un pueblo a pocos kilómetros

fuera de Filadelfia. Pensé que podría vomitarme encima cuando los

gruesos robles y los nogales se amontonaron en la carretera de dos

carriles que empezaba a ensancharse y las colinas dejaron de subir. El

viaje no fue largo, un poco menos de cuatro horas desde

Shepherdstown, pero se sintió eterno.

Ahora me hallaba detenida en la luz roja cruzando la calle de una

tienda de dólares, en una ciudad a la que nunca —jamás— quería

regresar, y apoyé la frente contra el volante.

Fui a casa primero. Sin coches. Sin luces encendidas.

Levantando mi cabeza unos cinco centímetros, la dejé caer de

nuevo en el volante.

Saqué una llave de la casa que nunca —jamás— quería usar otra

vez, y me permití entrar. La casa virtualmente se encotraba vacía. Un

sofá y una vieja pantalla plana en la sala de estar. El pequeño comedor

se hallaba vacante con la excepción de unas pocas cajas sin abrir.

Apenas algo en la nevera. El cuarto de abajo tenía una cama en ella,

pero sin sábanas. La ropa de mamá se encontraba amontonada en el

suelo y era un desastre, salpicada de papeles y otras cosas de las que

no quise tomar un vistazo demasiado cerca. Arriba, el dormitorio del

desván que fue mío durante unos años, cambió por completo. La cama

desapareció, al igual que la cómoda y la pequeña mesa que mi abuela

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0

me compró antes de morir. En cambio tenía un sofá cama que parecía

poco limpio, y ni siquiera quería saber quién dormía allí. La casa no lucía

habitada. Como si alguien, es decir, mi madre, hubiera desaparecido

de la faz de la tierra.

Esto no era un buen augurio.

Tampoco había ni una sola foto en la casa. Sin marcos de

cuadros en las paredes. Sin recuerdos. Eso no me sorprendió.

Levanté la cabeza y la dejé caer sobre el volante de nuevo. —

Ugh.

Por lo menos la electricidad todavía funcionaba en la casa. Esa

era una buena cosa, ¿no? Eso significaba que mamá tenía algún tipo

de dinero.

Hice una mueca en mi tercer golpe de cabeza sobre el volante.

Una bocina sonó detrás de mí, y de inmediato me enderecé y

miré a través del parabrisas. Luz verde. Upps. Mis manos se apretaron en

el volante mientras dejaba escapar un suspiro determinado y seguí. Sólo

existía otro lugar en el pudiera estar.

Ugh.

También otro lugar que nunca —jamás— quería volver a ver.

Obligándome a tomar varias respiraciones largas y profundas, me

deslicé a lo largo de la carretera principal, probablemente

conduciendo bajo el límite de velocidad y molestando a cada coche

detrás de mí, pero no pude evitarlo.

Mi corazón golpeaba alrededor de mi pecho mientras fijaba la

derecha y daba a lo que se consideraba la calle principal de la ciudad,

solo porque era donde todos los restaurantes de comida rápida y las

cadenas de restaurantes rodeaban el centro comercial y los comercios.

Cerca de unos diez kilómetros por la carretera se asentaba Mona’s,

frente a lo que parecía un club de striptease muy arriesgado que se

alineaba con las motocicletas que lucían rudas-y-listas.

Oh, chico.

Las calles se hallaban congestionadas, pero mientras atravesaba

el carril y me metía al demasiado familiar estacionamiento, lleno de

baches y Dios sabe qué más, no se veía una gran cantidad de autos allí.

Por otra parte, era la noche del lunes.

Aparcando el coche en la parte posterior del estacionamiento,

bajo el letrero de neón parpadeante al que actualmente le faltaba una

a en el nombre de Mona’s, tomé varias respiraciones más profundas y

me repetí—: No voy a matarla. No voy a matarla.

Una vez que me sentí segura de que no iba a quebrarme e ir toda

incivilizada sobre su culo cuando la viera, salí de mi Ford Focus y tiré

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sobre el borde de mis pantalones cortos de mezclilla, y luego reajusté la

blusa color crema suave y fluida de manga larga que hubiera sido más

larga que mis pantalones cortos si no me hubiera metido la parte

delantera en ellos.

Mis sandalias resonaron en el pavimento mientras cruzaba el

estacionamiento, agarrando la correa de mi bolso de una manera que

significaba que podía arrojar esta cosa alrededor como un arma mortal.

Al acercarme a la entrada, enderecé mis hombros y dejé escapar

una respiración baja. La ventana cuadrada en la puerta se encontraba

limpia, pero quebrada. La pintura blanca y roja que solía ser tan

vibrante y llamativa empezaba a despegarse como si alguien hubiera

salpicado ácido a través de las paredes. La gran ventana, teñida de

negro y con una señal de ABIERTO llamativa, también estaba rota en la

esquina, formando diminutas fisuras en forma de telaraña en todo el

centro del cristal.

Si el exterior se veía así…

—Oh Dios. —No quería hacer esto.

Mi mirada se desvió de nuevo a la ventana cuadrada y oscura en

la puerta, y mis ojos azules parecían demasiado amplios y mi rostro

demasiado pálido en el reflejo, lo que también hizo que la reciente

cicatriz que bajando por mi mejilla izquierda, comenzando justo debajo

de la esquina de mi ojo a la esquina de mi labio, fuera más visible.

Tuve suerte. Eso es lo que declaraban los médicos, los bomberos y

todos en el mundo que tenían una opinión. Unos centímetros más arriba,

y hubiera perdido mi ojo izquierdo.

Pero de pie donde me hallaba ahora, no me sentía tan

afortunada. En realidad, me sentía bastante segura de que la Diosa de

la Fortuna era una perra sin corazón que necesitaba morir.

Diciéndome a mí misma que podía hacer esto, agarré el mango

áspero y abrí la puerta. E inmediatamente me encontré en una

incómoda parada justo dentro del bar, perdiendo una de mis sandalias

cuando el olor familiar de cerveza, perfume barato, y la comida frita se

apoderó de mí.

Hogar.

No.

Mi mano libre se cerró en un puño. Este bar no era un hogar para

mí. O no debería ser un hogar para mí. No importaba que me hubiera

pasado casi todos los días después de la secundaria escondida en una

de las habitaciones traseras de aquí o que me escapara a la planta

principal para ver a mamá porque era el único lugar donde ella sonreía.

Probablemente porque por lo general se mantenía borracha cuando se

encontraba aquí, pero lo que sea.

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Las cosas se veían iguales. De algún modo.

Mesas cuadradas y redondas, altas con tapas duras y gastadas.

Sillas de bar con respaldos y sillas altas. El sonido metálico de las bolas

de billar chocando la una con la otra llamó mi atención a la parte de

atrás del bar, más allá de una pista elevada de baile vacía, a las mesas

de billar.

Una máquina de discos en la esquina tocaba algún tipo de

lágrima-en-mi-cerveza música country mientras que una mujer de

mediana edad que nunca vi antes salía disparada de las puertas

holandesas frente a la pista de baile. Llevaba su cabello rubio brillante,

obviamente, no natural, colocado encima de su cabeza. Tenía metida

una pluma detrás de su oreja. Vestida con pantalones vaqueros y una

camiseta blanca, parecía un cliente, pero por otra parte, Mona’s nunca

fue un bar del tipo de usar uniformes. Llevaba dos cestas rojas apiladas

con alas de pollo frito mientras desfilaba hasta una de las cabinas que

recubren la pared cerca de la máquina de discos.

Servilletas hechas ovillo se situaban debajo de las mesas y había

manchas en el piso que parecían pegajosas. Otras secciones parecían

que simplemente necesitaban ser reemplazadas. Con la iluminación

tenue del bar, sabía que ni siquiera veía la mitad de ellas.

Mona’s parecía una mujer que fue montada duro y dejado

colgada. No se encontraba sucio, sino más como casi limpio. Como si

alguien tratara desesperadamente de mantenerse en la cima de la

batalla perdida y hacía lo mejor que podía.

Esa no podía ser mamá. Nunca hizo mucha limpieza, pero solía ser

mejor. Tenía lejanos recuerdos borrosos de ella siendo mejor.

Ya que estuve en la puerta el tiempo suficiente como para

parecer idiota, mientras escaneaba el suelo, no vi a mamá, decidí que

sería una buena idea, no sé, moverme. Di un paso hacia delante,

entonces me di cuenta de que dejé una de mis sandalias en la puerta.

—Maldita sea. —Me giré, agachando la barbilla mientras movía

mis dedos de los pies de vuelta al zapato.

—Parece que te vendría bien un trago.

Me giré hacia el sonido de una voz masculina sorprendentemente

profunda, una voz tan profunda y suave, que rodó por mi piel como si

me hubieran envuelto en satén. Empecé a señalar que, obvio, ya que

me hallaba en un bar, probablemente me veía como si necesitase una

bebida, pero las irritadas palabras murieron en mi lengua mientras me

enfrentaba a la barra en forma de herradura.

Al principio, el hombre tras la barra parecía haberse enderezado,

como si estuviera retrocediendo. Fue una reacción extraña. En esta

baja iluminación y la manera en la que se encontraba de pie, era

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imposible que hubiese visto la cicatriz, pero luego tuve una buena vista

de él, y no le prestó atención a eso.

Oh mí, mi, mi…

Había un hombre detrás de la barra, el tipo de hombre que

nunca en la historia hubiera esperado ver detrás de la barra de Mona´s.

Guau, alerta máxima al Barman Caliente.

Por dios, era precioso, impresionante en la forma en la que Jase

Winstead lo era, tal vez incluso más, porque no podía recordar haber

visto a alguien que luciese tan bien como él lo hacía en la vida real, y

sólo veía al Barman Caliente de cintura para arriba.

Tenía un cabello marrón que parecía de un rico color cálido bajo

las brillantes luces de la zona de la barra. Lo llevaba rapado a los lados

y un poco más largo en la parte de arriba. Ondulado, y peinado hacia

atrás de su frente con un aspecto artísticamente desordenado,

mostrando sus fuertes y altos pómulos. Su piel era morena, haciendo

alusión a algún tipo de ascendencia extranjera. Con una fuerte y

esculpida mandíbula que podría cortar piedra, podría ser un chico de

poster para anuncios de afeitado. Bajo una nariz recta que tenía una

leve curvatura en la parte más ancha, se encontraban los más

rotundamente pecaminosos, pares de labios que vi en un hombre.

Señor, podría mirar esos labios por horas, como más allá del límite

de tiempo aceptable y hasta alcanzar villa-extraño, población: Calla.

Forcé mi mirada hacia arriba.

Sus cejas parecían estar arqueados naturalmente sobre las

esquinas de sus ojos, lo que atrajo la atención hacia sus ojos.

Ojos marrones.

Ojos marrones que se hallaban lentamente y de forma casual

sobre mí de una manera que se sentía como una cálida caricia. Mis

labios se abrieron en una inhalación.

Vestía una desgastada camiseta gris que se aferraba a unos

hombros anchos y a un pecho increíblemente definido. Quería decir,

podía ver el corte de su pecho a través de su camiseta. Santa mierda,

¿quién sabía que eso era posible? Por lo que pude ver, hasta donde la

barra del bar le cortaba, tenía un igualmente duro, y probablemente

igual de deslumbrante, estómago.

Si este tío fuese a Shepherd, habría destronado a Jase de teniente

de la Brigada de Chicos Calientes. Y el suspiro del Barman Caliente se

sentiría sin duda alrededor del mundo y en las partes femeninas.

Probablemente también en algunas masculinas.

Esos deliciosos labios se curvaron en un lado. Si, tenía incluso una

mirada baja bragas. —¿Estás bien, cariño?

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Usó el termino cariño como si fuese normal para él. No cursi o

pegajoso, sino una sexy palabra de afecto que tenía a mi estómago

calentándose.

Y yo lo miraba como una idiota.

—Sí. —Encontré mi voz para decir una palabra, y la grazné fuera

de mí. Dios, quería estrellarme contra el suelo mientras el calor cruzaba

mis mejillas.

Esa sexy media sonrisa se elevó mientras extendía un brazo,

curvando sus dedos hacia él. —¿Por qué no vienes aquí y te sientas?

Está bien.

Mis pies se movieron hacia delante sin ninguna intervención del

cerebro porque, en serio, ¿quién no respondería cuando Barman

Caliente movía largos dedos así hacia ti? Encontré mi culo plantado en

un taburete con un rasgado y levemente incómodo cojín.

Querido Dios en el Cielo, desde aquí cerca, era verdaderamente

una masculina obra maestra de apetecible atractivo.

Esa media sonrisa no desapareció mientras colocaba sus manos

encima de la barra. —¿Cuál es tu veneno?

Parpadeé hacia él, muy despacio, y todo en lo que podía pensar

era en, ¿por qué demonios trabajaba en este basurero? Podría estar en

las revistas, o en la TV, o al menos trabajando en el restaurante de carne

al final de la calle.

Barman Caliente inclinó la cabeza hacia un lado mientras su

sonrisa se extendía a la otra esquina de esa impresionante boca. —

¿Cariño… ?

Resistí la tentación de dejar caer mis codos encima de la barra y

mirarle, a pesar de que me hallaba a medio camino de hacerlo. —¿Si?

Rió suavemente mientras se inclinaba hacia delante, y quiero

decir, muuuuuy adelante. En menos de un segundo, se encontraba

completamente en mi espacio personal, su boca a escasos centímetros

de la mía, y sus bíceps flexionados, estirando el desgastado material de

su camisa.

Oh Dios mío, esperaba que su camisa se rasgase por los lados y

cayese.

—¿Qué te gustaría beber? —me preguntó.

Lo que quería era ver su boca moverse un poco más. —Um… —Mi

cerebro se vació.

Arqueó una ceja mientras su mirada iba de mi boca a mis ojos. —

¿Necesito pedirte identificación?

Eso me sacó de mi caliente estupor. —No. En absoluto. Tengo

veintiuno.

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—¿Estás segura?

Calor llenó mi cara de nuevo. —Lo juro.

—¿Promesa de meñiques?

Mi mirada cayó a su ahora extendida mano y a su meñique. —

¿En serio?

Un hoyuelo empezó a formarse en su mejilla derecha cuando

sonrió. Santa mierda, si tenía un par de hoyuelos, me encontraba en

problemas. —¿Parece que no lo diga en serio?

Parecía que no hacía nada absolutamente bueno mientras le

miraba. Hubo un atisbo de un brillo malicioso en sus calientes ojos de

cacao. Mis labios comenzaron a temblar, y luego extendí la mano y

envolví mi meñique alrededor del suyo mucho más grande.

—Promesa de meñiques —dije, pensando que ese era un infierno

de manera para comprobar la edad.

Esa sonrisa suya era francamente deliciosa. —Ah, una chica que

hace promesas de meñiques es como yo.

Sí, no tenía ni idea de cómo responder a eso.

En lugar de dejarme ir mientras apartaba mi mano, deslizó sus

dedos alrededor de mi muñeca en un amable, pero firme, agarre. A

medida que mis ojos empezaron a salir de mi cabeza, de alguna

manera se acercó más, y olía… bien. Una mezcla de especias y jabón

que fueron directamente a mis antes mencionadas partes femeninas.

Mi teléfono sonó en mi bolso, a todo volumen, “Brown Eyed Girl”.

Mientras lo buscaba, Barman Caliente se rió.

—¿Van Morrison? —preguntó.

Asentí distraídamente mientras mis dedos se cerraron alrededor

del delgado teléfono. La llamada era de Teresa. Lo puse en silencio.

—Buen gusto musical.

Mis pestañas se levantaron mientras dejaba el teléfono de vuelta

en el bolso. —Yo... um, me gustan las cosas de la vieja escuela más que

lo que es grande en la actualidad. Quiero decir, ellos realmente

cantaban y tocaban en ese entonces. Ahora sólo hacen el loco medio

desnudos, gritando, o hablando en las canciones. Ni siquiera es acerca

de la música.

Apreciación iluminó sus ojos. —¿Haces promesas de meñiques y

escuchas música de la vieja escuela? Me gustas.

—Entonces no eres muy difícil de impresionar.

Echó la cabeza hacia atrás, mostrando su cuello mientras reía, y

santa madre, era una maldita risa agradable. Profunda. Rica.

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Juguetona. El sonido volvió mi estómago en papilla. —Las promesas de

meñiques y la música son muy importantes —dijo.

—¿Es así?

—Sí. —Diversión bailó sobre su cara—. También lo es jurar sobre el

honor de un Boy Scout.

La contracción de las comisuras de mis labios se extendió en una

sonrisa. —Bueno, nunca fui un Boy Scout, así que...

—¿Quieres saber un secreto?

—Claro. —Suspiré.

Bajó la barbilla. —Tampoco fui un Boy Scout.

Por alguna razón, no me sentía muy sorprendida por eso.

Especialmente cuando seguía sujetándome la muñeca.

—No eres de por aquí —anunció.

Ya no. —¿Qué te hace pensar eso?

—Bueno, esta es una ciudad pequeña, y a Mona´s normalmente

vienen asiduos, y no pequeñas piezas calientes de distracción como tú,

así que estoy bastante seguro de que no eres de por aquí.

—Yo solía… —Espera. ¿Qué? ¿Pequeñas piezas calientes de

distracción como tú? Mi tren de pensamientos fue totalmente

descarrilado.

Soltó mi muñeca, y no de golpe, y tampoco rompió el contacto

visual. Oh no, fue un lento desplazamiento de sus dedos por la parte

interior de mi muñeca y luego por la palma hasta la punta de mis

dedos, enviando una ola de escalofríos subiendo por mi brazo y luego

haciendo un baile de jazz por mi espalda.

Dios, me hizo sentir loca, pero se sentía como si hubiera una

chispa allí. Algo tangible que se rompió entre nosotros. Totalmente loco,

pero me resultaba difícil respirar y dar sentido a mis pensamientos.

Sin apartar sus ojos de mí, metió la mano en la nevera y sacó una

botella de cerveza, quitó la tapa, y la puso en el mostrador. Un segundo

más tarde, me di cuenta de que había alguien de pie junto a nosotros.

Eché un vistazo a mi lado, espiando a un joven y guapo chico con

la cabeza casi rapada. Asintió hacia Barman Caliente mientras

agarraba el cuello de la botella. —Gracias, amigo.

Y luego se fue y estábamos solos de nuevo.

—De todos modos —dijo Barman Caliente—. ¿Qué tal si te hago

mi bebida especial?

Normalmente cuando un chico me ofrecía hacerme su “bebida

especial,” hubiera corrido por las colinas gritando asesinato sangriento y

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caos, pero me encontré asintiendo de nuevo, lo que consolidó

totalmente el hecho de que era superficial y quizás un poco tonta.

Y totalmente sin el control de la situación, lo que era una…

experiencia única para mí.

Lo vi moverse alrededor, y los músculos de su espalda

ondulándose bajo su camisa mientras alcanzaba el licor en la estantería

tras la barra. No vi qué botella agarró, pero se movía con una fluida

gracia, agarrando uno de los vasos roca, usados para pequeñas

bebidas mezcladas y chupitos sobre hielo.

El hecho de que recordase el tipo de vaso me hizo querer golpear

la cabeza contra la barra. También resistí ese impulso, gracias a Dios.

Mientras le veía hacer la bebida, intenté averiguar su edad. Tenía que

ser por lo menos uno o dos años mayor que yo. A los pocos segundos,

colocó una impresionante bebida mezclada frente a mí.

Era rojo por arriba, después gradualmente en el color de una

puesta de sol, con una cereza para adornar. Cogí la copa y di un sorbo.

Mis papilas gustativas tuvieron un orgasmo ante el sabor afrutado. —Ni

siquiera puedes notar el licor.

—Lo sé. —Parecía satisfecho—. Es suave, pero ve con cuidado.

Bebe muy rápido y mucho, y te golpeará completamente en tu bonito

culo.

Apuntando el comentario del “bonito culo” al encanto típico del

barman, tomé otro pequeño trago. No tenía que preocuparme de ser

cuidadosa. Nunca me pasaba con el licor de todos modos. —¿Cómo se

llama?

—Jax.

Mis cejas se elevaron. —Interesante.

—Oh, lo es. —Cruzó los brazos sobre la barra y se inclinó,

dándome lo que aprendí rápidamente que era una distractora y

devastadoramente sexy media sonrisa—. Así que, ¿tienes planes para

esta noche?

Le miré. Eso era todo de lo que era capaz. Además del hecho de

que después de un puñado de minutos de estar en su presencia, casi

había olvidado por qué me hallaba aquí, que no era socializar, él no

podía estar haciendo lo que pensaba.

Coqueteando conmigo.

Pidiéndome salir.

Estas cosas simplemente no ocurrían en la tierra de Calla. Ni

siquiera podía creer que le pasasen a chicas calientes como Teresa o

Brit o Avery, pero definitivamente sabía que no me pasaban a mí.

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Barman Caliente cambió su peso hacia delante, y eso hizo cosas

increíbles con los músculos de sus brazos, y luego esos magníficos ojos

suyos se bloquearon con los míos, y me olvidé de cómo respirar por un

segundo.

La forma en la que sus labios se curvaron en ese momento me dijo

que era plenamente consciente de su efecto. —En caso de que

necesite aclarar lo que acabo de decir, quiero saber si estás libre para

hacer algo conmigo.

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Traducido por Jasiel Odair

Corregido por AriannyG

Mierda santa.

Era una buena cosa que bajé la bebida porque probablemente

la hubiera dejado caer.

—Ni siquiera sabes mi nombre —solté.

Su mirada bajó, dándome una vista de pestañas ridículamente

largas.

—¿Cómo te llamas, cariño?

Lo miré boquiabierta en lo que probablemente fue algo muy

poco atractivo. No podía estar hablando en serio.

El Caliente Tipo Barman esperó mientras levantaba las pestañas.

Oh mi Dios, ¿era realmente serio?

—¿Le pides salir a cada chica que entra en este bar? —Si es así,

después de tomar una larga vista del bar, él tenía algunas verdaderas

raciones bastante pequeñas. Con la excepción del tipo que consiguió

la cerveza y se encontraba sentado con un par de chicos, la mayoría

de la gente en el bar se encontraba a unos escasos años de jubilarse.

Su media sonrisa se extendió.

—Solo a las guapas.

Volví a mirarlo boquiabierta.

Una parte de mí no se hallaba sorprendida por su respuesta.

Tenía una expresión. Siempre tenía una expresión, desde que era un

pequeño saltamontes hasta las rodillas y llevaba trajes enteros.

Mamá solía alabar la forma simétrica de mi rostro, lo perfecto que era.

Cuando era más joven, me parecía a una de esas muñecas de

porcelana y me hizo desfilar como tal. Y a medida que fui creciendo,

mis facciones se quedaron, labios llenos, pómulos altos, nariz pequeña y

ojos azules para que coincida con el cabello rubio —cabello rubio

natural.

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Pero las palabras claves aquí son tenía y era, y mientras que yo

era un montón de cosas, estúpida no era una de ellas.

Bueno, casi todos los días.

En este momento, mirando a este hombre, me sentía cerca de

tres clases de estúpidas.

—Corrección —continuó el Caliente Tipo Barman, sonriendo hasta

que ese hoyuelo apareció en su mejilla derecha—. Chicas calientes con

piernas sexy.

Este tipo era tan arrogante.

—¡Estoy sentada! ¿Cómo puedes ver mis piernas?

Se rió entre dientes profundamente, y maldita sea si eso no era un

sonido agradable, también.

—Cariño, te he visto entrar al bar, y lo primero que noté fueron tus

piernas.

Bueno. Tengo muy buenas piernas. Pretendía estar en forma física

y corría tres días a la semana. Tenía suerte cuando se trataba de mis

piernas. La grasa nunca se depositó en mis muslos o pantorrillas. Terminó

en mi culo y caderas. Y bien, también hubo un zumbido agradable

corriendo por mis venas en respuesta a sus palabras, pero yo…

Aspiré una bocanada de aire, dejando pasar el frío en el interior.

El Caliente Barman y yo nos encontrábamos cara a cara,

completamente cara a cara, y estuvimos así el tiempo entero. No había

manera de que no viera la cicatriz en mi rostro, y no una vez, ya que

desde que puse mis ojos en el tipo Caliente Barman no pensé en la

cicatriz. Atrapada con la guardia baja por él, ni siquiera se me pasó por

la cabeza.

Pero ahora que me encontraba pensando en eso,

inmediatamente metí mi barbilla hacia abajo y hacia la izquierda

mientras envolvía mis dedos de repente alrededor de la bebida. Ahora

sabía que no podía hablar en serio, porque él era totalmente una parte

de la Brigada de Chicos Calientes, y yo era Calla, la amiga de la

Brigada de Chicos Caliente. No Calla, la chica con que coqueteaban

descaradamente.

Tal vez él se encontraba drogado.

Decidí ignorar lo que dijo mientras estudiadamente me obligué a

recordar por qué me encontraba aquí.

—Es una muy buena bebida. —Manteniendo mi mejilla derecha

hacia él, comencé a comprobar la barra de nuevo. Aún sin hay señales

de mamá—. Linda y deliciosa.

—Gracias, pero no estamos hablando de la bebida. A menos que

hablar de una bebida nos involucre a ti y a mí consiguiendo una bebida

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cuando salga —dijo, y mi mirada volvió a la suya sostenidamente. Él

arqueó una ceja cuando tuvo mi atención—. Entonces, soy todo

acerca de tomar una bebida.

Mis ojos se estrecharon mientras me retorcía en mi asiento. Esto…

A esto no me hallaba acostumbrada.

—¿Hablas en serio?

Ambas cejas se levantaron, pero en lugar de dar marcha atrás,

hizo la cosa con sus ojos de nuevo, recorriendo lentamente mi rostro,

demorándose en mis labios, antes de atrapar mis propios ojos mirones

azules.

—Sí, cariño, hablo en serio.

—Ni siquiera me conoces.

—¿No es eso lo que el conseguir bebidas juntos generalmente

resuelve? El llegar a conocerse unos a otros.

Me quedé anonadada.

—Literalmente nos acabamos de conocer unos pocos minutos

atrás.

—Ya expliqué eso, pero voy a explicarte algo más. Cuando quiero

algo, voy por ello. La vida es demasiado corta para vivir de otra

manera. Y quiero llegar a conocerte mejor. —Esas pestañas bajaron una

vez más, su mirada siguiendo a mis labios como si fueran una especie

de atracción turística—. Sí, definitivamente quiero llegar a conocerte

mejor.

Santas Campanas.

Abrí la boca, pero no tenía ni idea de cómo responder a eso, y

antes de que pudiera llegar a una respuesta coherente y digna, salté

ante el sonido de mi nombre.

—¿Calla? —Retumbó una voz profunda y ronca—. Calla, ¿eres

tú?

Mi atención se volvió hacia las puertas holandesas, y mi boca se

secó ante la voz familiar del tipo grande y voluminoso, calvo.

Tío Clyde, que no era mi tío, pero estuvo presente desde, bueno,

desde siempre, se encaminó hacia nosotros. Una grande, sonrisa

dentuda estalló en su rostro rojizo.

—Santa mierda de la cena del sábado, ¡eres tú!

Moví mis dedos en su dirección, y mis labios se separaron en una

sonrisa. Tío Clyde no cambió nada en los tres años que me fui.

Caliente Tipo Barman estuvo silencioso, ya que se echó hacia

atrás, pero yo sabía lo que tenía que estar pensando si se dio cuenta de

que era la hija de Mona.

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Entonces el tío Clyde estaba sobre mí. El gran viejo oso puso sus

enormes brazos alrededor de mí y me levantó con fuerza del taburete

de la barra. Mis pies colgaban en el aire mientras me abrazaba, me

obliga a apretar mis dedos alrededor de la correa delgada de mis

chancletas.

Pero no me importaba si perdía mis zapatos o me encontraba

teniendo problemas para respirar. Tío Clyde… Dios, estuvo allí desde el

principio, en la cocina cuando papá y mamá abrieron Mona’s primero,

y estuvo alrededor después de que todo se fue a la mierda y algo más.

Y él todavía se encontraba aquí.

Las lágrimas pinchaban mis ojos mientras me las arreglé para

poner mis brazos alrededor de sus enormes hombros, inhalando el olor

débil de comida frita y su antigua colonia de especias. Extrañe a Clyde.

Él era lo único que extrañé de este pueblo.

—Dios mío, pequeña, es tan bueno verte. —Me apretó hasta que

solté un chillido como un juguete—. Tan malditamente bueno.

—Creo que eso se puede decir —dijo Caliente Tipo Barman

secamente—. Debido a que la estás asfixiando y exprimiendo hasta la

muerte.

—Cierra la boca, muchacho. —Clyde me bajó a mis pies, pero

mantuvo un brazo alrededor de mis hombros. Su altura y anchura me

empequeñecía, siempre lo hacía—. ¿Comprendes quién es, Jax?

—Voy a ir con un sí. —Fue otra respuesta baja y seca atada con

un borde de humor.

—Espera. —Me moví a un lado, girando hacia Caliente Tipo

Barman—. ¿Tu nombre es Jax?

—Jackson James en realidad, pero todo el mundo me llama Jax.

Repetí mentalmente su nombre. Es cierto, Jax era un apodo

jodidamente sexy y me hizo pensar en un cierto bebé motorista de

ficción.

—Suenas como si pertenecieras a una banda de chicos.

Una risa baja retumbó desde su respiración.

—Supongo que me perdí mi llamado entonces.

—Infiernos. —El brazo de Clyde se tensó sobre mi hombro—. Jax

realmente puede cantar, incluso rasguear algunos acordes en la

guitarra, si le acercas suficiente whisky.

—¿En serio? —Mi interés se despertó, sobre todo porque no había

nada más caliente que un tipo con una guitarra.

Jax se apoyó en el lavabo detrás de la barra, cruzando los brazos

sobre su pecho.

—He sido conocido por tocar una o dos veces.

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3

—Así que, ¿qué te trajo de vuelta aquí, pequeña? —preguntó

Clyde, y no hubo calidez en el duro significado de sus palabras. Así

como en, ¿qué demonios estás haciendo de vuelta en este basurero?

Me volví hacia él lentamente. Cuando me fui a la universidad,

Clyde estuvo triste viéndome marchar, pero él fue la fuerza impulsora

detrás de mí para salir de esta ciudad y lejos de… bueno, todo.

Probablemente hubiera sido más feliz si hubiera elegido una universidad

en el otro lado del país, pero elegí una que todavía era en cierto modo

cercana por si acaso… solo en caso de que algo como esto sucediera.

—Estoy buscando a mamá. —Y eso fue todo lo que dije. Ahora

mismo, no quería entrar en lo que estaba pasando delante de Jax. El

hecho de que ahora se encontraba mirándome como si realmente me

viera como algo más que una chica que había vagado en un bar lo

suficientemente malo.

Algunas personas creían que la manzana no caía muy lejos del

árbol.

Y a veces me preguntaba eso a mí misma.

No extrañé la forma en que Clyde se puso tenso, o cómo su

mirada fue hacia Jax rápidamente, y luego de nuevo a mí. La inquietud

cortando más profundo, entonces se retorció y se extendió como una

mala hierba a través de un lecho de flores.

Centrándome completamente en Clyde, me preparé para lo que

estaba a punto de venir.

—¿Qué?

Su gran sonrisa disminuyó y se volvió nerviosa mientras dejaba

caer su brazo.

—Nada, pequeña, es solo eso…

Tomé una respiración profunda y esperé mientras Jax cogió otra

cerveza de la nevera, entregársela a un hombre mayor de franela roja y

rota que ni siquiera tuvo la oportunidad de pedir lo que quería, pero

arrastró los pies con una feliz, aunque un poco borracha, sonrisa.

—¿Mi madre está aquí?

Clyde negó.

Crucé los brazos alrededor de mi cintura.

—¿Dónde está?

—Bueno, ya ves, pequeña, realmente no lo sé —dijo Clyde,

cambiando su mirada hacia el techo y al, necesitado de una limpieza a

fondo, piso.

—¿No sabe dónde está? —¿Cómo era posible?

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4

—Sí, bueno, Mona no ha estado alrededor por como… —Se calló,

inclinando su barbilla contra su pecho mientras pasaba una mano por

la calva.

Esos nudos se hallaban de vuelta, apretando hasta que presioné

la palma de mi mano contra mi estómago.

—¿Hace cuánto tiempo se ha ido?

La mirada de Jax cayó a mi lado y luego parpadeó hasta mis

ojos.

—Tu madre se ha ido por lo menos dos semanas. Nadie ha sabido

nada de ella, ni siquiera la han visto. Se fue del pueblo.

El piso se sentía como si se hubiera caído debajo de mí.

—¿Ha estado desaparecida por dos semanas?

Clyde no respondió, pero Jax se movió más cerca de la barra

superior y bajó la voz.

—Llegó una noche, molesta y llorando a la oficina como una

loca, que, por cierto, no era realmente diferente de cualquier otra

noche.

Eso sonaba familiar.

—¿Y?

—Olía a alcohol —agregó suavemente, mirándome fijamente

desde detrás de gruesas pestañas.

Lo cual era otra ocurrencia común.

—¿Y?

—Y olía como si hubiera estado en una habitación encerrada,

fumando marihuana y cigarrillos durante varias horas.

Bueno, la marihuana era algo nuevo. Mamá solía hacerlo en

pastillas, muchas pastillas, una mezcla heterogénea de pastillas.

—Y eso no era demasiado raro, tampoco, en el último año más o

menos —dijo Jax, sin dejar de mirarme, y ahora sabía que él había

estado alrededor por algún tiempo—. Así que en realidad nadie le

prestó mucha atención. Ya ves, tu mamá es el tipo de…

—¿Que no hizo nada mientras estuvo aquí? —suministré cuando

su mandíbula se tensó—. Sí, eso no es nada nuevo, tampoco.

Jax sostuvo la mirada por un momento, y luego su pecho se

levantó con una respiración profunda.

—Se fue esa noche alrededor de las ocho o así, y no hemos

sabido nada de ella desde entonces. Como Clyde dijo, eso fue hace un

par de semanas.

Dios mío.

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5

Me dejé caer en el taburete de la barra.

—No te he llamado, pequeña, porque… bien, esta no es la

primera vez que tu madre solo se va y desapare. —Clyde apoyó la

cadera contra el mostrador mientras colocaba una mano sobre mi

hombro—. Cada dos meses, ella sale a la carretera con Rooster y…

—¿Rooster? —Mis cejas se alzaron. ¿Acaso mamá tenía un gallo5

como mascota? Por extraño que parecía, no me sorprendería. Ella

creció en una granja, y cuando yo era pequeña, tenía una cosa por los

animales domésticos del tipo bicho raro. Tuvimos una cabra, una vez

llamada Billy.

Clyde se estremeció.

—Es tu mamá… Mmm, él es el hombre de tu madre.

—¿Su nombre es Rooster? —Oh querido señor.

—Eso es lo que es él —dijo Jax, atrapando mi mirada de nuevo.

Dios, esto era humillante en muchos sentidos. Mamá era una

drogadicta borracha que abusaba de pastillas, nunca hacía nada con

la barra que poseía, y se escapó con algún tipo, que era, sin duda, muy

elegante, y tenía como nombre Rooster.

Puf.

Entonces, iría a averiguar dónde se encontraba trabajando a

tiempo parcial en la calle y cuál club de striptease. Necesitaba

encontrar un cómodo rincón oscuro para quedarme.

—Hace unos meses, se fue por alrededor de un mes antes de que

apareciera de vuelta —dijo Clyde—. Así que, no hay realmente nada

de qué preocuparse. Tu madre, bueno, está ahí fuera y volverá. Siempre

vuelve.

Cerré los ojos. Ella no tenía por qué estar allí. Tenía que estar aquí,

para poder hablar con ella, y poder averiguar si tenía algo del dinero

sobrante que no debería tener, y así podría gritarle de rabia, y hacer

algo al respecto con el hecho de que mi vida entera se salió de control

por su culpa.

Clyde me apretó el hombro.

—Te puedo llamar cuando vuelva.

Eso me sorprendió tanto que mis ojos se abrieron justo a tiempo

para ver a Jax intercambiar una mirada dura y larga con Clyde.

—No tienes que quedarte aquí, pequeña. Creo que es genial que

hayas venido a visitar, y estoy seguro de que ella estará…

5 Juego de palabras, ya que Rooster significa gallo.

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6

—¿Quieres que me vaya? —Mis ojos entrecerrados mientras mis

oídos se agudizaron. Oh, allí había sin duda más artimañas de las que yo

sabía.

—No —aseguró Clyde rápidamente.

Y al mismo tiempo Jax dijo—: Sí.

Me quedé mirándolo, mi piel picando.

—Uh, no creo que tengas algo que decir en esto, chico barman.

Esos ojos marrones parecían negros mientras la frialdad se deslizó

en él. Un músculo apareció en su mandíbula mientras sostenía su

mirada, desafiándolo a discrepar. Cuando no dijo nada, me volví hacia

Clyde, quien observaba a Jax. Algo estaba pasando, y con mi mamá

todo era posible. Pero no me iba, no podía salir porque no tenía a

dónde ir. Literalmente. A diferencia de los últimos dos semestres, no

estaba tomando cursos de verano, porque este año no podía

permitírmelo. Lo que significaba que tampoco podía permanecer en los

dormitorios, así que cuando empaqué para venir aquí, tuve que

empacar en serio todo. La pequeña cantidad de fondos que tenía en

mi cuenta personal tenía hacerme sobrevivir hasta que encontrara a

mamá o tuviera otro trabajo. De cualquier manera, no podía permitirme

un apartamento o un hotel, y de seguro que no iba a meter a Teresa en

un lugar para quedarse hasta que las cosas se solucionaron.

Mi mirada parpadeó sobre la gastada barra, en los viejos letreros

de las calles y las fotos en blanco y negro enmarcadas en la pared, y,

por alguna razón no las vi antes. Probablemente porque estaba

demasiado ocupada centrándome en los dulces ojos que se

encontraban delante de mí, pero las vi ahora.

Detrás de la barra, bajo el signo de color rojo que tenía el nombre

de Mona en elegante letra cursiva, había una foto enmarcada.

El aire se alojó en mi garganta.

Era una foto, brillante y colorida, de una familia de la familia real.

Dos padres sonrientes, atractivos y felices. La madre sostenía un niño, de

no más de un año y tres meses. Otro niño pequeño en un suéter azul, de

diez años y cinco meses al lado de una niña que acababa de cumplir

ocho años, y se encontraba vestida con un vestido de estilo princesa

azul afeminado, y ella era hermosa, como una muñequita , sonriendo a

la cámara.

Mi estómago se revolvió.

Tenía que salir de aquí.

Deslizándome del taburete, agarré mi bolso de la parte superior

de la barra.

—Vuelvo enseguida.

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7

Jax frunció el ceño mientras me miraba de vuelta, pero él

también… pareció aliviado. El músculo con espasmos se detuvo en la

mandíbula, los hombros se relajaron, y era obvio que se hallaba feliz de

ver que me iba mientras que un puñado de minutos antes, estaba

tratando de llegar a compartir bebidas.

Sip. Así como pensé, el tipo no era serio.

Clyde me alcanzó, pero salí fácilmente de su espacio.

—Pequeña, ¿por qué no vuelves a la oficina y te sientas?

—No. Está bien. —Me giré y corrí alrededor de la barra, en el aire

cálido de la noche antes de que Clyde pudiese continuar.

Presión cerró sobre mi pecho cuando la puerta se cerró tras de mí

y mis pies golpearon el pavimento. Había unos cuantos autos más en el

estacionamiento, así que pasé entre ellos mientras me dirigía hacia la

parte posterior.

Concéntrate, me dije. Concéntrate en solucionar el problema que

importa.

Me gustaría volver a casa de mamá, ordenar la basura en su

dormitorio, y tal vez me encontraría alguna pista de a dónde

desapareció su culo. Era lo único que podía hacer.

Apartando la imagen de la foto de familia de la cabeza, giré

hacia un viejo-modelo de camión que estuvo en el estacionamiento

cuando llegué y caminé hacia mi auto.

Estaba oscuro en el estacionamiento y la iluminación de techo no

funcionaba, así que mi pobre coche se encontraba envuelto en

sombras espeluznantes. Ignoré el escalofrío que serpenteó por mi espina

dorsal. Cogí el mango a mi puerta cuando vi algo que no lucía bien.

Mis dedos se cerraron alrededor de aire vacío cuando me alejé

de la puerta y giré hacia el frente. Un grito ahogado y sorprendido se

me escapó.

El parabrisas se había ido.

Ido, a excepción de trozos irregulares que se aferraban a la

estructura, y aunque estaba oscuro, pude ver un ladrillo tendido en la

consola.

Alguien lanzó un ladrillo en mi parabrisas.

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Traducido por ElyCasdel & iraleire

Corregido por Elizabeth Duran

―¿Manejas un Ford Fuckus?

Apretando mis ojos, dejo salir una respiración frustrada. Luego de

descubrir que el parabrisas se topó con un ladrillo, regresé al bar.

Aturdida, me encontraba parada al lado de Jax diciéndole lo que

pasó.

Incluso cuando estuve en un estado de shock, reconocí que no

parecía sorprendido. Enojo destellaba en su llamativo rostro,

profundizando sus ojos, sí; pero ¿sorprendido? No. Casi como si lo

esperara.

Y era raro, pero realmente no era importante ahora. Tenía un

parabrisas que no podía pagar por arreglar.

Abriendo los ojos, me giré hacia él, no noté cuán alto era mientras

se encontraba detrás de la barra, pero estando a su lado ahora, era

unos treinta centímetros más alto que yo, midiendo uno ochenta y algo.

Su cintura era estrecha y era obvio que se cuidaba. —Es un Focus.

—También conocido como Fuckus6 —respondió con sus ojos

estrechándose mientras se recargaba en el capó—. Diablos.

Metió la mano a través del cristal, haciéndome tensar. —

¡Cuidado! —casi grité, tal vez un poquito dramáticamente, porque me

cortó con una mirada sobre su hombro, su ceja se levantó. Me alejé—.

El vidrió es peligroso —añadí tontamente.

Su labio se elevó de un lado. —Sí, lo sé. Tendré cuidado. —

Levantó el ladrillo y lo volteó en su enorme mano—. Mierda.

No me pude permitir pensar en cuán caro sería arreglar mi

parabrisas, porque si lo hacía, probablemente ni siquiera esperaría a

encontrar una esquina para comenzar a balancearme.

Lanzó el ladrillo al suelo y se giró. Tomando mi mano en la suya,

enorme y cálida, comenzó a jalarme hacia el bar. Mi estómago terminó

6 Hace un juego de palabras con Focus y Fuck que significa follar.

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9

en algún lugar en mi garganta por el contacto. Un paso o dos detrás,

tuve una buena vista de su parte trasera.

Diablos. Incluso tiene lindo trasero.

Así que necesitaba priorizar.

—Traeré a alguien de afuera para que vea tu auto —dijo, y tuve

que caminar rápido para mantener su enorme paso de piernas largas.

Parpadeé rápidamente. —No…

—Tengo un amigo que trabaja en un garaje a unos kilómetros

hacia el centro comercial. Me debe un favor —continuó como si no

hubiera hablado. Abriendo tanto y tan rápido la puerta que pensé que

saldría volando de las bisagras; entró jalándome.

—Quédate aquí —dijo, dándome una mirada de advertencia.

—Pero…

Dejando ir mi mano, se volvió completamente hacia mí y se coló

en mi espacio personal. Sus botas en mis pies, su esencia me rodeó, y

luego bajó su barbilla. Desacostumbrada, giré mi mejilla a la izquierda, y

luego jadeé cuando sentí sus dedos curvarse en mi barbilla, guiando mi

rostro hacia el suyo.

—Quéjate justo aquí —dijo otra vez, su mirada bloqueándose con

la mía—. Solo será un minuto. Máximo.

¿Minuto para qué?

—Lo prometo.

Derribada, susurré—: Está bien.

Su mirada sostuvo la mía un instante más, y luego se dio la vuelta,

y todo lo que pude pensar fue en lo que dijo. “Definitivamente quiero

conocerte mejor”. Con largos pasos elegantes, desapareció cerca de

las mesas de billar, dirigiéndose al área de la cocina.

Me quedé ahí.

No menos de un minuto después, reapareció con las llaves de su

coche tintineando en sus dedos. Deteniéndose cerca de la camarera

que vi cargando las canastas antes, la agarró suavemente del codo. —

¿Puedes ocuparte del bar mientras llega Roxy?

La mujer me miró y luego de nuevo a Jax. —Seguro, pero ¿todo

está bien?

Jax la guió hacia donde me encontraba clavada en el suelo. De

cerca era muy bonita, y mientras pensaba en que tal vez tenía treinta,

no vi la arruga en su rostro. —Esta es Pearl Saders. —Luego extendió una

mano hacia mí—. Y ella es Calla, la hija de Mona.

La mandíbula de Pearl cayó.

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0

Uuf.

Y luego la mujer se hizo hacia adelante. Con un brazo, me dio un

rápido fuerte abrazo, que me dejó ser la única que parada ahí, con la

boca abierta.

—Es muy bueno finalmente conocerte, Calla. —Se giró hacia Jax,

sacando la pluma de detrás de su oreja—. Cuídala, ¿bien?

—Por supuesto —murmuró como si fuera la última cosa que

quisiera hacer, lo que era estúpido, porque no necesitaba que me

cuidaran, y seguro como el infierno que no le pedí que lo hiciera. Y ¿qué

diablos le pasaba a él queriendo llegar a conocerme mejor?

—Creo que necesito…

—Vamos. —Me volvió a agarrar de la mano. Lo siguiente que

supe, es que me encontraba siendo llevada y apresurada por la puerta,

de regreso a la noche, y luego estábamos al lado de la camioneta que

se hallaba frente a mi pobre auto. Abrió la puerta del pasajero—. Allí

vas.

Me detuve. —¿Qué?

Me jaló de la mano. —Ahí vas.

Liberando mi mano, me presioné contra la puerta. —No voy a

ningún lado. Necesito ocuparme…

—De tu auto —terminó por mí, inclinando su cabeza hacia un

lado. La luz de la luna parecía encontrar sus altos pómulos, acariciando

sobre el ángulo de su cara—. Lo tengo, y como dije, tengo un amigo

que se ocupará de eso por ti. Clyde ya se está poniendo en contacto

con él, lo que es bueno.

Mi cerebro gritaba—: ¿Por qué?

—Porque va a llover.

Lo miré. ¿También era el hombre del clima?

—Puedes olerlo, final de primavera, principios de lluvia de verano.

—Se inclinó, y mi cabeza inmediatamente se inclinó a la izquierda—.

Inhala profundo, cariño, y puedes oler la lluvia.

Por alguna maldita razón, inhalé profundo, y sí, la olí, la esencia

húmeda y almizclada. Gruñí. Sin parabrisas, significaba daños por lluvia.

—Haremos que se ocupen de tu auto, así no va a estar aquí

afuera cuando comience a llover —terminó.

—Pero…

—Y no creo que quieras manejar por ahí con tu bonito culo

sentado en vidrio y el viento soplando en tu cara.

—Eh, de acuerdo. Buen punto, pero…

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1

—Te voy a sacar de aquí —suspiró, pasando una mano por su

cabello desordenado—. Mira, podemos quedarnos aquí afuera y

discutir por ello los siguientes diez minutos, pero vas a entrar a esa

camioneta.

Mis ojos se estrecharon. —Déjame recordarte algo. No te

conozco. Nada.

—No te estoy pidiendo que te desnudes y me des una función

privada. —Deteniéndose, su mirada parecía vagar por mi cuerpo de

nuevo—. Aunque, es interesante. Una mala idea, pero interesante.

Un segundo pasó antes de que sus palabras hicieran a mi

mandíbula caer.

Murmurando, me rodeó. Un momento después, tenía sus manos

bajo mis axilas, y me sorprendí por el contacto. Sus manos eran

increíblemente grandes y eso significaba que se hallaban súper cerca

de mis senos. Las puntas de sus dedos rozaron la parte baja de estos.

Una dura ola de escalofríos, apretados e inesperados, salió de mis

costillas.

Luego me levantó. Literalmente. Pies sin tocar el piso. —Agacha la

cabeza, cariño —ordenó.

Obedecí porque, en serio no tenía idea de qué rayos pasaba

aquí. Me encontré sentada en su camionera y la puerta cerrándose.

Cristo. Pasé mis palmas por mi rostro, bajando mis manos justo a tiempo

para verlo trotar por el frente. Se encontraba en la camioneta en nada

de tiempo, cerrando la puerta detrás de él.

Una vez que me encontré asegurada, le di una mirada y dije la

primera cosa que saltó en mi cabeza—. ¿Conduces un Chevy?

Se rió. —Ya sabes lo que dicen de los Chevys.

—Sí, y ¿prefieres empujar uno que conducir un Ford? —Rodé los

ojos—. Porque eso tiene sentido.

Se rió mientras cambiaba la velocidad. No dije nada mientras

salía del estacionamiento a la carretera. Preguntándome de su

coqueteo conmigo antes, preocupándome de que MIA y mamá no

estuvieran en mis pensamientos principales, mientras comenzaba a

morderme el labio inferior.

—¿Cuánto crees que cueste arreglar el parabrisas? —pregunté.

Me miró, mientras se paraba en un semáforo cerca del centro

comercial. —Al menos ciento cincuenta, y con todo lo que ha estado

pasando, tal vez más.

Mi pecho se contrajo mientras mentalmente lo descontaba de mi

cuenta de cheques y gruñí. —Simplemente genial.

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2

Estuvo callado mientras las luces cambiaban a verde y entró en

nuestra intersección. —Te vas a quedar en uno de los hoteles.

Bufé. Sip. Como un cerdo. —Eh, no. Demasiado dinero

—¿Te vas a quedar en casa de tu mamá? —Incredulidad sonó en

su tono.

—Sí.

Fijó la mirada de regreso en el camino. —Pero no está ahí.

—¿Y? Yo vivía ahí. —Me encogí de un hombro mientras bajaba mi

mano a mi regazo—. Además, realmente no voy a gastar el dinero en

un hotel cuando me puedo quedar gratis en un lugar. —Incluso si era

verdaderamente el último lugar donde quería estar.

No dijo nada un largo momento y luego—: ¿Has comido algo?

Agitando la cabeza, apreté los labios. No he comido desde esta

mañana, e incluso entonces sólo fueron Rice Krispeas Treat. He estado

demasiado nerviosa para comer algo más. Mi estómago gruñó,

aparentemente molesto de que hasta ahora ponía atención a eso.

—Tampoco yo —comentó.

Hicimos una rápida parada en un lugar de comida rápida, y

porque me encontraba hambrienta, ordené una hamburguesa y té

dulce, pero cuando busqué en mi bolsa, el limitado efectivo que tenía

conmigo, Jax ya le dio dinero al del servicio.

—Tengo dinero. —Agarré mi cartera.

Me dio una mirada insulsa mientras descansaba un brazo en su

ventana. —Ordenaste una hamburguesa y té dulce. Creo que lo tengo

cubierto.

—Pero tengo dinero —insistí.

Arqueó una ceja. —Pero no lo necesito.

Negué mientras comenzaba a abrir mi cartera. —¿Cuánto… ¡Oye!

―espeté mientras me quitaba la cartera y bolsa de las manos—. ¿Qué

rayos?

—Como dije, cariño, lo tengo cubierto. —Cerrando mi cartera, la

dejó caer en mi bolsa y luego la empujó detrás de su asiento.

Mis ojos se estrecharon. —Eso no está bien.

—Sin embargo, un gracias estaría bien.

—No te pedí que lo pagaras.

—¿Y?

Parpadeé.

Jax guiñó.

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3

Me hice un poco hacia atrás. Guiñó, mis partes femeninas

estaban como vaya, a bordo con eso, lo que probablemente es una

buena indicación de que necesitaba poner más atención a dichas

partes, porque se estaban desesperando.

Y me sentía un poquito loca por un chico, pero ¿quién me

culparía?

Un minuto después regresamos a la carretera y tenía una gran

bolsa de comida en mi regazo y dos tés dulces zarandeándose en un

soporte. Realmente no puse atención a lo que ordenó, pero por el peso

de la cálida y bien oliente bolsa, era la mitad del menú.

—No te pareces en nada a tu mamá —dijo inesperadamente.

Eso era muy cierto. Mamá teñía su cabello de rubio soleado, o

solía hacerlo. No me encontraba segura ya que no la he visto en un

tiempo, pero la última vez que estuve cerca de ella, el día que dejé

Plymouth Meeting para ir a Shepherd, se veía… despeinado.

—Su vida… ha sido difícil. Solía ser realmente bonita. —Me

escuché decir, mientras miraba por la ventana, viendo el centro

comercial y los conjuntos de comida rápida desaparecer.

—Lo imaginé, si se parecía en algo a ti.

Mi mirada voló a él bruscamente, pero no me miraba. No se reía o

sonreía. Nada me dijo que no era una declaración genuina, pero yo no

era bonita, y esa idea no tenía nada que ver con baja autoestima.

Tenía una cicatriz cruzando mi mejilla izquierda. Eso tendía a

universalmente arruinar mis rasgos.

No sabía en qué estaba Jax y no quería averiguarlo. Tenía cosas

más grandes y más importantes en que enfocarme y por las que

preocuparme.

Pero cuando vi que salía de la calle principal, yendo hacia un

camino secundario —un atajo— lo miraba de nuevo. —¿Sabes dónde

es la casa?

Gruñó y supuse que era un sí.

—¿Has estado ahí antes?

Sus manos se apretaron en el volante. —Algunas veces.

Una idea horrible se formó en mi cabeza. —¿Has estado en su

casa?

—¿No te refieres a nuestra casa, ya que solías vivir ahí?

—Eh, no. tal vez viví ahí mientras estuve en la escuela, pero nunca

fue mi hogar.

Me miró, y luego fijó la mirada en la carretera. Un momento pasó.

―La primera vez que tuve que venir a casa de tu mamá fue con Clyde.

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4

Mona… se fue de parranda. Se encontraba tan pasada, que pensamos

que tendríamos que llevarla al hospital.

Hice una mueca.

—Luego un par de veces cuando desapareció algunos días y nos

preocupamos por ella. —Su mano se relajó en el volante y ahora daba

golpecitos con sus dedos—. Algunos otros días, Clyde o Pearl la verían

solo para asegurarse que estuviera bien.

—¿Y tú? ¿También la venías a ver?

Asintió.

Mordiendo mi labio, ignoré la ola de culpabilidad fangosa que

amenazaba con subir por mi garganta. Estas personas, a excepción de

Clyde, eran extraños, y yo era familia, y no hacía viajes diarios, o siquiera

anuales, para asegurarme de que estuviera viva o para descubrir si tuvo

una sobredosis. Después de todo, sabía que eso era lo que “venir a ver”

significaba.

Intenté controlar la culpa y fallé. —No soy cercana a mamá.

Nosotras…

—Calla, me di cuenta de que no eran cercanas. Lo entiendo. —

Me cortó, dándome una sonrisa temeraria. Y era temeraria porque tenía

que saber cuán poderosa era esa curva de sus labios y sólo la lanzaba

por ahí—. No necesitas explicarme nada.

—Gracias —susurré antes de pensarlo, y me sentí estúpida. Todo lo

que hizo fue asentir en respuesta.

El resto del viaje a casa de mamá fue silencioso, y me sorprendí

cuando aparcó su camión en la calzada y me siguió hasta la puerta,

llevando los dos tés dulces.

Mientras desbloqueaba la puerta, lo miré. ―No tienes que entrar.

―Lo sé ―sonrió―. Pero prefiero no comer en el camión mientras

estoy conduciendo. ¿Te parece bien?

El no se hallaba en la punta de mi lengua, pero mi mente tenía sus

propias ideas. Asentí mientras abría la puerta.

―Genial. ―Jax me adelantó y entró en la casa antes que yo.

―Siéntete como en tu propia casa ―murmuré.

No me oyó porque se movía por la casa sigilosamente, buscando

los interruptores de la luz en las paredes encendiéndolas. Escaneó la

casa con una intensa, cautelosa mirada, como si esperase que un troll

fuese a saltar por debajo del desaliñado sofá. Cuando se dirigió a la

cocina, lo seguí, y cuando me dijo que necesitaba usar el baño, apoyé

la bosa en la encimera y empecé a sacar las cosas.

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5

Mierda, él sí que ha estado aquí antes, ya que no usó el baño del

primer piso. Oí como sus pies golpeaban la escalera, y me pregunté por

qué eligió el baño de arriba, pero mi mente se encontraba agotada

como para pensar mucho en ello. Para cuando regresó, encontré mi

hamburguesa entre la variedad de comida que ordenó.

Sacó una silla que se hallaba cerca de mí, y se sentó con gracia.

Se encontraba a mi derecha. ―Así que. ―Estiró las palabras mientras

desenvolvía un sándwich de pollo. ―¿Cuánto tiempo piensas quedarte

aquí?

Me encogí de hombros mientras quitaba los pepinillos de mi

comida. ―Aún no lo sé.

―Seguramente no mucho tiempo, ¿verdad? No hay nada que

hacer aquí, y con tu madre fuera haciendo de las suyas, no hay muchas

razones para quedarse por aquí. ―Hubo una pausa. ―¿Vas a comerte

esos pepinillos? ―Cuando sacudí la cabeza, se los quedó para él.

No respondí, y conseguí dos mordiscos más antes de que hablara

de nuevo.

―¿Estás en la universidad? ¿Shepherd?

Mis manos se quedaron quietas a medio camino de mi boca.

―¿Cómo lo sabes?

Ya había empezado con su hamburguesa, colocando los

pepinillos prestados en el pan. ―Clyde habla de ti de vez en cuando.

Como también lo hace Mona.

Todos mis músculos se bloquearon, y sentí acido en mi estómago.

Nada que mi madre dijera de mí podría ser bueno.

El silencio se instaló entre nosotros, mientras él quitaba uno de los

panes, y doblaba su hamburguesa en un burrito de un solo pan. ―Así

que, ¿qué estás estudiando?

Dejé mi hamburguesa medio comida en su envoltorio.

―Enfermería.

Sus cejas se alzaron mientras dejaba salir un bajo silbido. ―Bueno,

mis fantasías de enfermeras con pequeñas faldas blancas se acaban

de volver mucho más interesantes.

Mis ojos se estrecharon.

Sonrió. ―¿Qué te hizo escoger enfermería?

Enfocándome en envolver mi descartada hamburguesa, me

encogí de hombros otra vez. Sabía exactamente por qué, pero la

respuesta no era fácil de admitir, por lo que cambié de tema. ―¿Y qué

hay acerca de ti?

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6

―¿Quieres decir que hago aparte de trabajar como barman?

―Acabó su hamburguesa y agarró las patatas fritas.

―Sí. ―Lo miré ―. Aparte de eso y de comer mucho.

Jax volvió a reírse con esa profunda sexy risa. ―Ahora mismo soy

barman. Pero tengo mis dedos en otras pocas cosas.

No lo elaboró, al igual que yo, por lo que no seguí con el tema,

aunque eso dejaba muy poco de lo que hablar.

―¿Papas?

Negué.

―Vamos. Es la mejor parte de la comida basura. No puedes

rechazar una papa frita. ―Sus ojos se calentaron incluso más ―. Es pura

grasa, carbohidratos, y sal. El cielo.

Mis labios se curvaron. ―No parece que comas muchos

carbohidratos.

Un amplio hombro se levantó. ―Corro todos los días. Pasó por el

gimnasio antes de ir al bar. Eso significa que como lo que quiero,

cuando quiero. De lo contrario, la vida apestaría si te pasaras la mitad

de tu tiempo prohibiéndote a ti mismo la mierda que quieres.

Dios, ya sabía cómo de cierto era eso.

Por lo que cogí una patata. Y luego dos. Bueno, tal vez cinco

papas antes de levantarme para tirar nuestra basura al pequeño

contenedor que, sorprendentemente, tenía una bolsa de basura nueva

dentro. Mientras me lavaba las manos, Jax se levantó y caminó hacia la

nevera, dejando salir otro silbido bajo cuando lo abrió. No tenía ni idea

de lo que se encontraba haciendo. La nevera se hallaba vacía,

exceptuando los condimentos.

―No vas a quedarte aquí ―anunció.

Parpadeé mientras me giraba para que mi lado derecho fuera

visible para él. ―Pensaba que ya tuvimos esta conversación.

―No hay comida en la nevera.

―Ya, como que me he dado cuenta. ―Hice una pausa,

cruzando mis brazos―. Tampoco habría comida en un hotel. Un hotel

que tendría que pagar.

Jax giró su cuerpo hacia el mío, y mi mirada cayó. Estrecha

cintura y caderas. Claramente un corredor. ―Los hoteles no son tan

caros por aquí.

La irritación pinchó por mi piel. Sabía que iba a tener que ir a la

tienda de comida en algún momento, porque planeaba quedarme, lo

que significaba que iba a necesitar comida. También necesitaba un

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coche para ser funcional, así que solo Dios sabía cuánto dinero iba a

tener que gastar. Sabía que cuanto más me quedara aquí, antes me

iba a quedar sin dinero, pero era seriamente mi única opción. No tenía

otro lugar al que ir, al menos no hasta que las clases empezasen a

finales de agosto.

Y eso solo si me aceptaban para las ayudas financieras.

¿Qué pasaría si no lo hacían?

Tal vez podría conseguir una esquina en una habitación

acolchada donde quedarme.

Había cosas que Jax no necesitaba saber. ―Gracias por traerme

aquí y por conseguirme comida. Realmente aprecio eso, y si me dijeras

a quién tendría que contactar por mi parabrisas, eso sería aún mejor.

Pero estoy cansada y…

De repente se encontraba directamente en frente de mí. En un

segundo él se encontraba junto a la nevera, y en el siguiente estaba

justo allí. Me tragué una respiración sorprendida mientras me presionaba

contra la encimera.

―No creo que estés entendiendo lo que estoy diciendo, cariño.

Claramente no.

―Tu madre está destrozada. Sabes eso.

Bueno. Una cosa era que yo dijera que mi madre estaba jodida.

Otra cosa totalmente diferente era que eso saliese de su boca. ―Mira,

mi madre…

―¿No va a ganar el premio a la madre del año? Sí, lo sé ―dijo, y

mis dedos se curvaron contra mis palmas―. Tampoco va a ganar el

premio a la jefa del año. Pero seguramente tú ya sabes eso.

―¿Qué tiene que ver esto con que yo me quede aquí o no?

―solté.

―Tú realmente no necesitas quedarte en este pueblo, aún menos

en esta casa.

Mi boca se abrió, ya que no esperaba esa declaración. ―¿Qué?

―Necesitas quedarte en un hotel por esta noche, y luego, tan

pronto como tu coche este arreglado, necesitas poner tu bonito culo en

la carretera, que espero que pase mañana en la tarde, y realmente

necesitas no volver.

Bien. Eso era todo. Aguanté hasta aquí con todo, y no me

importaba que Barman Caliente fuera probablemente el chico más

ardiente que haya visto, o que fuera lo suficientemente amable como

para traerme hasta aquí y comprarme comida. O que pensara que mi

culo era bonito y que le gustasen mis piernas.

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Me cuadré ante él, olvidando todo lo demás. ―Respóndeme una

pregunta.

Sus ojos marrones se trabaron con los míos. ―Hecho.

Mi voz goteó con una dulzura azucarada cuando hablé. ―¿Quién

demonios te crees que eres para decirme que hacer?

Parpadeó una vez, y luego echó su cabeza hacia atrás, riendo.

―Tienes actitud. Realmente lo tienes. Como que me gusta eso.

Eso me molestó aún más, y encima, era algo retorcido. ―Puedes

irte ahora.

―No hasta que entiendas qué está pasando aquí. ―Apoyó sus

dos manos en la encimera, una a cada lado de mis caderas, y

entonces se inclinó, encerrándome―. Necesito que me escuches.

Levanté la mirada y era incapaz de recordar la última vez en la

que un chico estuvo tan cerca de mí.

―Calla ―dijo, y temblé por lo profunda y suave que era su voz

cuando se envolvía alrededor de mi nombre―, no creo que te des

cuenta de lo mucho que Mona ha hecho, y de lo que eso significa para

toda la gente que la conoce.

El aire se detuvo en mis pulmones. ―¿Cuánto?

―No es bonito.

―No pensaba que lo fuera.

Sus ojos siguieron los míos. ―Esta casa ha sido la sede central de

las fiestas en los últimos años. No de la clase de fiesta genial a la que

cualquiera con dos neuronas querría ir. Los policías son regulares por

aquí. Esta casa básicamente se ha convertido en una casa de drogas, y

no me sorprendería que encontraras tubos de crack acumulados en

uno de los cajones de la cocina.

Dios mío.

―¿La clase de gente con la que sale? Son el fondo del jodido

barril. No puedes caer más bajo que ellos. Y no puedes volverte más

turbio que ellos. Y eso ni siquiera es la peor parte.

―¿No lo es? ―¿Cómo podía ser peor que mi madre poseyendo

una casa de crack? Supongo que un laboratorio de metanfetamina

sería peor.

―Ella ha enfadado a mucha gente mala ―dijo y mi estómago

cayó a mis pies―. Les debe mucho dinero, o eso he oído. Como

también lo hace su hombre Rooster.

¿Le debe dinero a más gente? Dios, esas eran malas noticias.

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―Sé que seguramente Clyde no querrá que tú sepas esto, pero

no creo que protegerte de esta mierda sea lo correcto por hacer. Mona

tiene a mucha gente mala apuntándole con una pistola. La clase de

gente con la que tu madre tiene problemas son malas noticias. ¿El

parabrisas?

―¿Qué tiene que ver esto con el parabrisas?

―Viniste aquí primero, ¿no? Seguramente alguien estará vigilando

la casa, te vio, y decidió darte un buen aviso de la vieja forma. Puede

que aún no se hayan dado cuenta de que eres su sangre, pero saben

que claramente la conoces, ya que estás aquí. Y oye, puede que todo

el tema del parabrisas sea una jodida coincidencia, pero lo dudo.

Esperemos que no se den cuenta de que eres familia.

Santa mierda en una galleta, esto no era bueno. Mi pecho subió

bruscamente mientras mi pulso aumentaba. Esto ha pasado de mierda,

directo a ciudad Mierda.

―Sí, veo que está empezando a tener sentido ―dijo suavemente,

casi gentilmente―. Irá empeorando, en especial si no sale de su

escondite.

Girando mi cabeza a la izquierda, oí sus palabras. Se hundieron,

causando que un estremecimiento bajase por mi espalda. Dios, un

laboratorio de metanfetamina sería mejor que esto.

Mamá, ¿en qué te has metido?

Su vida, en lo que se convirtió, dolía como una ráfaga física de

dolor, y algo que hacía tiempo que creía muerto, apareció vivo dentro

de mí. Una necesidad que sufrí por muchos años, un impulso e instinto

para arreglarla, para arreglar a mamá.

Dos dedos se apoyaron en mi mentón, suavemente forzando a mi

cabeza a girar. Mis ojos se ampliaron cuando, una vez más, se

conectaron con los suyos. ―Podrían usarte para llegar a ella.

Inmediatamente, mi cerebro se cerró antes eso. Toda la cosa era

demasiado. Mamá nos robó dinero a mí y a una banda de locos rompe

parabrisas que buscan venganza. Sonaba como la trama de alguna

película en la que aparecería algún actor de acción pasado de moda.

―Cariño, lo mejor que puedes hacer es darte la vuelta y dejar el

pueblo. ―Volvió a decir, sus ojos marrones atrapando los míos en una

mirada de acero―. No hay nada para ti aquí. ―Casi sonó arrepentido

al decir eso, y cuando mi respiración volvió a quedarse atrapada, su

mirada dejó la mía, para bajar a mis labios abiertos. Su voz era más

profunda, más dura, cuando volvió a hablar―. Nada más que

problemas.

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0

Traducido por Beatrix & BeaG

Corregido por Cotesyta

No me fui a casa al día siguiente como Jax me ordenó hacer. No

porque actualmente no tenía posesión de mi propio coche o porque él

no tenía absolutamente ninguna obligación de decirme que hacer.

Sinceramente no tenía otra opción excepto quedarme y… y ¿para

qué? Dar con el paradero de mamá y averiguar en qué tipo de basura

se metió a sí misma, y ¿esperar recuperar mi dinero?

La idea de que no había dinero de sobra en absoluto era algo

sobre lo que no podía permitirme pensar, pero en este punto, era o bien

estar aquí durante el verano o vivir en mi coche. Cuando recuperara mi

coche.

Pero era más que eso. Sí, el dinero era importante, se encontraba

vinculado a mi vida, pero también era de mamá. Siempre se trataba de

mamá.

Cuando dejé a Jax la noche anterior, quería que me fuera con él,

para que pudiera dejar caer mi "bonito culo" en un hotel que realmente

se ofreció a pagar, pero me negué, calculando que la última cosa que

necesitaba era deberle dinero a alguien. Advirtió que se encontraba

enviando un taxi.

En realidad tuvo la osadía de decir—: Sé que eres más inteligente

que esto, cariño, así que voy a darte cuarenta minutos para que te

pongas mejor, y cuando un taxi se detenga frente a tu casa, vas a

poner tu culo dulce en él.

¿Qué demonios?

Así que cuando el taxi se detuvo y tocó la bocina por un minuto

consecutivo, lo ignoré, y eventualmente se alejó.

Sí, era un poco amable de su parte ofrecerse a pagar por un hotel

y enviar un taxi, agradable en una forma muy rara y autoritaria. Pero fue

algo, su amabilidad dominante, que no podía permitirme a darme

mucho sobre lo que pensar.

Tuve una noche agitada en el sofá y me pasé una buena parte

de la mañana examinando el lio de mamá en el dormitorio, y no

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encontrando absolutamente nada de cualquier uso, ni siquiera una

pipa de crack. Sin embargo, el armario tenia algunas cosas que ojalá

no hubiera visto.

Una de ellas era una foto enmarcada mía de cuando tenía

alrededor de ocho o nueve años. Otra era un trofeo, cerca de dos

metros de altura, todavía reluciente y brillante. Eran recuerdos de un

pasado que ya no podía reclamar.

Después de colocar esos elementos en el fondo del armario,

cubriéndolos con viejos pantalones vaqueros, me encontraba

preparada para ir al bar. Realmente no me importaba cómo me vestía,

pero me tomaba mi tiempo con el maquillaje, mezclando con cuidado

hasta que la cicatriz que descendía por mi mejilla era menos roja, más

rosa, y casi invisible si alguien se hallaba lo suficientemente lejos. Podía

salir de casa llevando un chándal andrajoso y una camiseta llena de

agujeros, pero nunca salía de casa sin tener el maquillaje grueso

golpeando en mi cara. Una vez que terminé, llamé a Clyde, sabiendo

que había sólo un lugar donde podría haber alguna información como

cuentas bancarias o evidencias de dónde ella podría haber huido.

Se presentó un poco después del mediodía, y yo estuve

esperando en la entrada. Me subí a su camioneta, una Ford que era

mucho más vieja que la de Jax, y abrochándome antes de que él

pudiera obtener su enorme tamaño sobre el vehículo.

—Pequeña…

—Como he dicho por teléfono, tengo que ir al bar. No te habría

llamado si tuviera mi coche.

—Jax está cuidando de tu coche.

Arrugue mi nariz mientras dejaba mi bolso en mi regazo. —Eso es

tranquilizador —murmuré, estaba malhumorada, porque a pesar de que

él era un poquito mandón, fue de gran ayuda.

Moviendo su cintura en el asiento, giró hacia mí. —Pequeña —

comenzó de nuevo—. ¿Realmente te estas quedando en este lugar?

Suspiré mientras me deslizaba mis gafas de sol. Eran muy bonitas.

De total imitación, pero pensé que me veía bien en ellas. —¿En la

supuesta casa de crack? Sí. No estoy consiguiendo una habitación de

hotel.

—Calla…

—Jax ya trató de llevarme a uno. ¡Incluso llamó a un taxi! —

Aunque agité mi mano alrededor, no me perdí la manera en que los

labios de Clyde se crisparon—. Mamá… realmente me jodió. Muy mal. Y

me imagino que lo que está pasando es bastante malo, también.

Clyde apretó los labios mientras tiraba la camioneta marcha

atrás. —Eso es malo.

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Una exhalación se estremeció a través de mí. —¿Es tan malo

como Jax me dijo? —Había una pequeña parte de mí que tenía la

esperanza de que Clyde me diría que Jax tendía a exagerar.

No hubo suerte.

Aunque no dio más detalles, gruñó una afirmación. —No sé

exactamente lo que dijo, pero me estoy imaginando que no te dijo

todo.

Cerré mis ojos, sólo escuchando a los neumáticos devorar la

carretera. Dios, ¿qué estaba haciendo? Tal vez debería haber ido al

hotel y regresado a la escuela, llamado a Teresa… No. Me detuve allí.

Ella y Jase tenían muchos planes para este verano. Viajando. Playas. Sol

y arena. No iba a ensuciar eso vertiendo mis problemas sobre

ella, sobre ellos. Además había algo totalmente fuera de control sobre

pasar la noche en los sofás de amigos que no podía tratar.

Los minutos pasaron antes de que Clyde hablara otra vez. —Esta

es la última cosa que quería que hicieras.

No abrí mis ojos.

—¿Volver aquí? Bueno, siempre he sido honesto contigo,

pequeña, y voy a seguir siendo honesto contigo.

Mi corazón dio un vuelco en mi garganta, y lo único en lo que

podía pensar era en lo que me dijo Jax. Que no había nada más que

problemas aquí.

—Este es el último lugar donde quería que fueras y, bueno, hay

cosas que no debes saber. Que nunca debes saber, pero una cosa no

ha cambiado, y eres tú, pequeña.

Mis ojos se abrieron de golpe.

—Eres buena de corazón. Siempre lo has sido, no importa qué

mierda te hizo pasar Mona, incluso antes del incendio.

Un pinchazo iluminó mi pecho, barriendo todo mi cuerpo, y se

extendió a través de la cicatriz en la mejilla, y se apoderó de las otras

cicatrices, las peores. Era como si sólo hubiera sido ayer. El incendio.

—Pero sabes que no habrá ninguna ayuda de tu mamá.

—Lo sé —dije en voz baja alrededor de un repentino nudo en la

garganta—. No es por eso que estoy aquí. Me hizo daño, Clyde. No

estoy mintiendo.

Me dirigió una rápida mirada de complicidad. —Lo sé y creo eso,

pero también sé que estás aquí, y ahora que sabes que tu mamá tiene

un lío, vas a querer ayudarla de alguna manera.

Aspiré una bocanada de aire.

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—Pero vale la pena repetir —continuó—, no habrá ninguna ayuda

de Mona. No esta vez. Lo mejor que puedes hacer es volver a esa

escuela y no mirar hacia atrás.

Un plato de frutos secos de maíz se posó en una rayada mesa de

roble en la oficina situada en el extremo del pasillo que conducía a los

baños. Había dos archivadores detrás de la recepción, y chocando

contra la pared un sofá de cuero que parecía sorprendentemente

nuevo, mucho más nuevo que en el que me acosté anoche.

No pude volver a dormir en el piso de arriba.

Nunca hice funcionar un bar antes y no era perfecta cuando se

trataba de números, pero después de examinar las declaraciones,

recibos y facturas que encontré perfectamente organizadas, sabía dos

cosas.

Primero, no había manera de que mamá mantuviera un registro

de nada de esto durante el último año. Si se mirara lo contrario de

organizada, habría una foto de mamá sonriendo felizmente. Alguien

más se encontraba manteniendo un registro de los libros, y tenía serias

dudas de que fuera Clyde. Dios lo bendiga, era bueno en mantener las

cosas reales, grande en ser prácticamente el único modelo positivo

alrededor, e impresionante en la cocina, pero ¿haciendo funcionar el

aspecto financiero de un bar? Eh. No.

Lo segundo que aprendí fue que el bar no estaba sangrando

dinero por así decirlo fue apuñalado varias veces con un cuchillo de un

malvado cazador. Esta noticia me confundió. Si mamá despilfarró todo

mi dinero y potencialmente el de ella, me imaginaba que el bar sería el

siguiente en su lista. Además, no se encontraba en el mejor estado.

Bueno, pensándolo bien…

Comprobé el bar ya que me hallaba sola cuando Clyde se dirigió

a la cocina para hacer un poco de limpieza después de explicar que mi

coche, ya no se encontraba en el aparcamiento, se encontraba en la

calle en un garaje consiguiendo un reemplazo del parabrisas.

De ninguna manera quise pensar en esa factura.

En el pasado, antes de que fuera a la universidad, Mona’s era un

desastre. La parte superior de la barra se hallaba siempre pegajosa y

también el suelo, pero el origen de esa pegajosidad era siempre

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cuestionable. Los grifos estaban rotos. Los barriles de cerveza deberían

haber sido vetados hace mucho tiempo. Los limones de un día siendo

usados, jugo de frutas más allá de las fechas de vencimiento, y

continuaba un montón de otras asquerosidades. Mamá siempre

contrató a sus amigos para servir copas. Sus amigos siendo básicamente

hombres de mediana edad y mujeres que no maduraron y la idea de

trabajar detrás de una barra significaba que tenían bebida gratis. Por lo

que la limpieza nunca se hallaba en lo alto en la lista de prioridades.

Aunque el bar no parecía como si estuviera en su mejor momento

por más tiempo; más como si fuera en su etapa geriátrica, se

encontraba más limpio de lo que daba crédito por lo de ayer. Detrás

de la barra, el hielo se encontraba recientemente desecho y el hielo

salía bien con agua caliente, evitando crecer un montón de aparatosas

bacterias. No vi moscas de la fruta o pequeños excrementos de bichos,

que por desgracia eran comunes en los bares. La parte de arriba de la

barra recién se limpió y el suelo detrás de la barra también se hallaba

limpio; las botellas fueron apiladas y organizadas.

Incluso fue limpiado el suelo de las mesas de afuera, como los

ceniceros. Así, mientras que el bar podía ser que necesitara una

renovación, definitivamente alguien se preocupó por él y sabía que no

era mamá.

Mi mirada se desvió a la hoja de cálculo impresa, por el último

mes grapada a un montón de recibos, y ojeé las líneas. Al igual que la

docena de hojas de cálculo anteriormente que me encontré, hasta

marzo del año pasado, todo fue rastreado, las facturas mensuales,

como electricidad y otros servicios públicos, los ingresos entrando, los

costos de alimentos y bebidas y averías, y lo más sorprendente las

nóminas.

Estrafalarias nóminas.

La razón por la que mamá siempre tenía amigos que trabajan

para ella quienes estaban interesados sólo en bebidas gratis era que

ella nunca podría alcanzar esas nóminas. La idea de Mona de hacer

dinero suficiente para pagar a sus empleados de forma regular era

ridícula. No ridículo de gracioso, sino desquiciado, un poco de ridículo

trastornado.

Pero Mona estuvo haciendo la nómina alrededor de un año y

tenía nombres de empleados que no reconocí, con la excepción de

Jax y Clyde. Incluso había un tío que trabajaba en la cocina en las

noches de fin de semana, ayudando a Clyde.

Mona se encontraba obteniendo beneficios durante los últimos

cuatro meses. Nada importante, o para conseguir demasiado

entusiasmado, pero un beneficio era un beneficio.

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Echándome hacia atrás en la silla, sacudí mi cabeza lentamente.

¿Cómo era esto posible? Si Mona se hallaba ganando dinero, por qué

robaba…

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

Emitiendo un grito bajo, salté de la silla mientras mi barbilla me dio

un tirón. Todo el aire pasó zumbando por mis pulmones. Jax se hallaba

parado en la puerta, y debe haber sido parte fantasma y parte ninja,

porque ni siquiera le oí acercarse. Los suelos crujían sobre cualquier otro

paso cuando caminaba por el pasillo a la oficina.

Sólo pasaron unas cuantas horas desde que vi por última vez a

Jax, y no es que me olvidara de lo caliente que era en esas horas, pero

vaya, todo lo que podía hacer era mirarlo fijamente por un momento.

Recién duchado, su pelo era un poco más oscuro, mientras se

rizaba contra su frente. La camisa de color negro que llevaba parecía

más ajustada que la que llevaba la noche anterior, que me hallaba

bastante segura de que la población femenina estaba agradecida.

Pero él no se veía nada contento de verme.

Ajustando la mandíbula y apretando los labios, me miraba

mientras estúpidamente le devolvía la mirada como un cervatillo. —

¿Qué estás haciendo aquí, Calla?

Ante el sonido de mi nombre, me recupere rápido. Colocando la

hoja de cálculo y recibos en el escritorio, entrecerré los ojos en él. —

Bueno, considerando que este bar es de mi mamá, tengo todo el

derecho a estar en la oficina.

—Eso es una razón tonta teniendo en cuenta que he estado en

este bar durante unos dos años y anoche fue la primera vez que vi tu

bonito culo.

Calor pasó a través de mis mejillas mientras incliné mi silla a la

izquierda. —¿Puedes dejar de referirte a mi culo como bonito?

Sus ojos se profundizaron a chocolate negro. —¿Preferirías que me

refiriera a él como caliente?

—No.

—¿Sexy?

Aspiré a través de mi nariz. —No.

—¿Qué tal en forma de corazón y marcado?

Mis manos se cerraron en puños. —¿Qué hay de nada?

Sus labios temblaron y luego el humor huyó de él cuando su

mirada cayó a la pila de papeles. Caminó hacia el escritorio. —¿Ibas a

través de los archivos?

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Me encogí de hombros con indiferencia forzada. —Quería ver

cómo lo estaba haciendo el bar.

—Estoy seguro de que en realidad no es tu asunto.

¿Qué demonios? —Estoy bastante segura de que lo es.

Plantó una mano en el escritorio, justo encima de las hojas de

cálculo. —Explícalo.

Girando la silla, incliné el lado derecho de mi cuerpo hacia el

suyo. —Bueno, teniendo en cuenta que este bar es lo único que mi

mamá me va a dejar un día, tengo todo el derecho a ver esos papeles.

Algo brilló en su rostro mientras inclinaba la cabeza hacia un

lado. —¿Dejarte este bar?

—Mamá tiene un testamento. Ha tenido uno por años. Así que a

menos que lo haya cambiado recientemente, lo cual dudo que haya

estado en lo alto en su lista de cosas por hacer, si algo le pasara a ella,

Dios no lo quiera, el bar es mío.

Una vez más, hubo un endurecimiento extraño en la piel

alrededor de los ojos que no entendía. Pasó un momento. —¿Es eso lo

que quieres? ¿El bar?

Infierno en el no. Yo no he dicho eso.

—¿Qué harías con este bar si terminaras inesperadamente con él?

—exigió.

Dije lo primero que me vino en mi cabeza. —Probablemente

venderlo.

Jax se apartó del escritorio, alzándose en toda su estatura. Sus ojos

eran como oscuros fragmentos de vidrio en el momento en que miró

hacia mí. Se había ido lo burlón y coqueto de barman. —Si no te

importa este bar…

—Nunca dije eso —No exactamente.

Ignoró eso. —¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por tu madre? Esa

es una causa perdida y tú lo sabes jodidamente bien. ¿Y no te quedaste

en un hotel anoche, verdad?

El rápido cambio de tema dejó a mi cabeza dando vueltas. Había

días en los que pensaba en ella como una causa perdida y otros en los

que no me podía permitir a mí misma pensar eso. —Gracias por enviar el

taxi, pero…

—Dios, tú vas a ser una dolor en mi trasero. —Se movió lejos del

escritorio, pasando sus dedos a través de su cabello mojado. Los

músculos en su espalda se tensaron debajo de su franela.

Di una respiración fuerte, sintiendo mis mejillas sonrojarse una vez

más. —No soy un dolor en ninguna parte de tu cuerpo, amigo.

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Soltó una carcajada mientras me enfrentaba. —¿No lo eres? Te

dije en qué clase de mierda está metida tu mamá, y el hecho de que

un montón de gente desagradable quiere un pedazo de ella, y aún

estás aquí. Además del hecho de que rompieron tu ventana…

—Mira, entiendo que mi mamá es un problema y todo eso.

Entérate, eso no es nada nuevo para mí. —Bueno, ella parecía estar en

más problemas de lo normal, pero a este punto, no importaba—. ¿Y lo

que pasó con mi auto? Estuve en la casa por un par de minutos. No hay

manera de que alguien me viera tan rápido. Sin mencionar que mi auto

se encontraba estacionado en el garaje de un bar en frente de un club

de strippers. Estas cosas pasan.

—¿Lo hacen? —Cruzó sus brazos en su pecho de nuevo—. ¿Estás

frecuentemente alrededor de bares de strippers?

—No —siseé.

Un musculo sobresalió en su mandíbula. Estábamos

compenetrados en una épica batalla de miradas por lo que se sintió por

una eternidad antes de que hablara de nuevo. —¿Por qué estás aquí,

Calla? ¿La verdad? No hay nada para ti aquí. Tu madre no está. No

tienes familia aquí. Y por lo que sé de ti, has pasado el último par de

años en la universidad, ni siquiera haciendo pequeñas visitas. Sin juzgar,

pero no te ha importado todo este tiempo. Así qué ¿Por qué ahora?

Guau. Sus palabras se deslizaron a través de mí como una capa

de hielo.

Jax comenzó a moverse hacia la puerta, sus ojos nunca dejando

mi rostro. —Solo ve a casa, Calla. No eres…

—¡Toda mi vida está en suspenso! —El momento en que esas

palabras dejaron mi boca… santa mierda, me di cuenta de lo verdad

que eran. Y eso apestaba tanto como si hubiera tragado un vial de

ácido. Ni siquiera sabía que me dijo decirlo. Quizás era la suavidad en su

voz que le daba lástima. No sé.

Tragando fuertemente, lo miré detenerse y observarme. —Toda mi

vida está en suspenso —dije de nuevo, mucho más bajo, y luego todo

vino en el peor caso de diarrea de la boca—. Mamá me dejó en la

quiebra. Sacó todo lo de mi cuenta de ahorro, todo mi dinero, el dinero

para mi matrícula y lo que tenía planeado usar en caso de emergencia

y para cuando buscara un trabajo. No solo eso, tomó un préstamo y

tarjetas de crédito en mi nombre y no hizo ni un solo pago. Derrumbó mi

crédito, y ni siquiera estoy segura de que califique para un préstamo

estudiantil.

Sus ojos se abrieron un poco mientras levantaba un brazo,

corriendo su palma sobre su pecho, encima de su corazón.

—No tengo ningún otro lugar a dónde ir —continué, sintiendo un

bulto extraño en mi garganta y un ardor en mis ojos—. No me puedo

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quedar en los dormitorios porque no me pude alistar en los cursos de

verano. Me dejó sin nada excepto el poco dinero que tenía en mi

cuenta de cheques y una casa que aparentemente es una casa de

drogas. Además de eso ella se ha ido haciendo Dios sabe qué con un

tipo llamado Rooster. Y mi única esperanza… mi única oración en este

punto, es que ella tenga algo de dinero, algo con qué pagarme. Así

que, si, sé que no hay nada aquí para mí y que soy un gigante dolor en

tú trasero, pero realmente no tengo ningún otro lugar adonde ir.

—Mierda. —Miró lejos, con la mandíbula tensa.

Entonces me di cuenta. Humillante. Cerré mis ojos. ¿Dónde

estaban las grapas? Las necesitaba para mi boca.

—Mierda —dijo de nuevo—. Calla, no sé qué decirte.

Forcé a mis ojos a que se abrieran y lo encontré mirándome. No

había lastima en su mirada, pero sus ojos estaban más ligeros de nuevo.

—No hay nada que puedas decir.

—No hay nada de dinero aquí, cariño. Nada que ella te pueda

dar. —Sus ojos buscaron en los míos—. No te estoy jodiendo. Esto apesta.

Jodidamente apesta, pero no hay nada. Ni una gota fuera de lo que

este bar está empezando a hacer y no es mucho.

Me senté de nuevo mientras dejaba escapar un suspiro

tembloroso. No. No. No. Esa sola palabra se encontraba en repetición.

—Si tomó tu dinero, no lo tiene. Y si ella tenía algo de dinero,

también eso se ha ido. Créeme. —Su voz bajó de tono—. No pasa una

semana en la que no haya alguien merodeando alrededor del bar

buscándola porque les debe dinero.

Cambiando mi mirada, tomé otra respiración profunda. —De

acuerdo. Necesito aceptar el hecho de que no hay dinero y no

conseguiré ni un centavo de vuelta. —No respondió a eso, lo que

estaba bien, porque me hallaba hablando a mí misma—. Eso es todo.

Estoy en quiebra. Todo lo que tengo que hacer es que se dé la ayuda

financiera.

La bilis subió por mi garganta mientras lo que decía se hundía en

mí. Me hallaba realmente en la quiebra. Mi vida se encontraba

realmente en suspenso. Y quizás me hallaba realmente enfermándome.

—Lo siento —dijo suavemente.

Me estremecí.

Jax se movió alrededor del escritorio. No lo quería cerca. Nerviosa,

pasé mis manos sobre mis muslos vestidos en mezclilla. —Plan B —

susurré.

—¿Qué?

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Mi voz tembló mientras hablaba. —Plan B. Necesito conseguir un

trabajo y hacer tanto dinero como sea posible este verano. —Miré

alrededor de la oficina y de repente me di cuenta de lo que necesita

hacer, obtener el control de nuevo. Había un nudo en mi garganta, y

quería cortarlo, pero no se cortaría—. Puedo trabajar aquí.

Me miró, y luego frunció el ceño. —¿Trabajar aquí? Cariño, este no

es tu tipo de lugar.

Le di un vistazo. —No se ve como si fuera tu tipo de lugar

tampoco.

—¿Por qué dices eso?

—Mírate. —Señalé un gran círculo en frente de él—. No te ves

como si deberías estar trabajando en un bar de pasada.

Una ceja se alzó. —Me gustaría pensar que está un paso más

adelante que un bar de pasada.

—Un pequeño paso —murmuré.

Un lado de sus labios se alzó hacia arriba. —¿Dónde crees que

debería estar trabajando?

—No lo sé. —Sentándome de vuelta, peiné mi cabello fuera de mi

frente y suspiré—. Quizás en Chicos Calientes Somos Nosotros7

Sus cejas se alzaron. —¿Así que piensas que soy caliente?

Rodé mis ojos. —Puedo ver muy bien, Jax.

—Si piensas que soy atractivo, ¿entonces por qué tan resistente a

salir conmigo cuando viniste por primera vez al bar?

Lo miré, preguntándome como la conversación se desvió a esto.

—¿Importa realmente?

—Sí.

—No, no lo hace.

Sus ojos brillaron con diversión. —Estaremos de acuerdo en estar

en desacuerdo.

—No nos estamos poniendo de acuerdo en nada. —Me levanté.

Él no se movió y el espacio era agobiante. No podía caminar a su

alrededor—. Puedo trabajar aquí.

—Una multitud fuerte viene los fines de semana. Tal vez deberías

intentar en el restaurante Outback que está bajando la calle.

—No estoy asustada de ningún cuello rojo8 —me quejé.

7 Juego de palabras con el nombre de la jugetería Toys ´R` Us

8 Nombre que se le da a los americanos pobres del sur de los EE.UU

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0

Jax entrecerró sus ojos hacia mí

—¿Qué? —Alcé mis manos—. No es como que el bar no podría

necesitar mi ayuda. Y necesito dinero. Obviamente. Tal vez trabajando

aquí puedo hacer algunas propinas y quizás recuperar algo del dinero,

incluso si es en un pequeño porcentaje.

—¿Haciendo propinas? —Tomó otro paso hacia adelante, y yo

me hallaba atrapada entre él y la silla—. ¿Qué crees que estarías

haciendo aquí?

—Puedo atender en el bar.

—¿Lo has hecho antes? —Cuando me encogí de hombros de

nuevo, se echó a reír. Ahora mis ojos estaban entrecerrados hacia él—.

Cariño, no es tan fácil

—No puede ser tan difícil.

Jax me miró por un largo momento, y luego una de las cosas más

extraordinarias de ver pasó. Cada tenso musculo se relajó, y

lentamente, una sonrisa sabedora apareció en sus labios.

Mi estómago hizo una voltereta.

—Bueno, ¿no podemos permitir esto, cierto?

—¿Permitir qué? —¿Mi estómago dando vueltas? No había

manera de que él supiera sobre eso.

—Tú no teniendo ningún lugar a dónde ir. —Cuando no tuvo una

respuesta, inclinó la cabeza hacia un lado—. De acuerdo cariño, tú

quieres esto… lo tendrás.

Por alguna estúpida razón, sentí como si él estuviera hablando de

algo más, y pequeños rollitos se formaron en mi vientre. —Bien.

Su sonrisa se extendió hasta que un destello de dientes blancos

apareció. —Grandioso.

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1

Traducido por *~ Vero ~*

Corregido por Fany Stgo.

El bar abrió a la una de la tarde, y ya que nadie entró, Jax me

puso detrás de la barra a cortar limas y limones frescos, con una

advertencia.

—Por favor, no cortes tus dedos. Eso sería un asco.

Rodé los ojos y no me molesté en responder, trabajando en

silencio hasta que los tuve todos cortados y listos para rodar. En su

mayor parte, me encontraba cómoda detrás de la barra, siempre y

cuando no le prestara atención a la foto enmarcada que quería rasgar

y tirar.

Pero tengo mejores cosas que ver.

De vez en cuando, robaba un rápido vistazo a Jax. Se encontraba

apoyado en el rincón más alejado de la barra, los tobillos cruzados, los

brazos doblados sobre el pecho y su cabeza inclinada hacia la pantalla

del televisor que cuelga del techo.

Cuando dejamos la oficina, explicó que estaría en su rutina, que

al parecer empezaba a las cuatro de la tarde y seguía hasta el cierre.

Por qué había estado en la barra esta madrugada, no tenía ni idea.

Trabajaba las noches más concurridas, miércoles a sábados por la

noche, turnos de diez horas.

Mucho más allá de mi normal y aburrida hora de acostarme,

como a las once, pero no podía hacerlo. Tenía que hacerlo. No tenía

tiempo que perder tratando de conseguir un trabajo en el Outback

como sugirió.

A medida que seguí robando pequeños vistazos, intenté una vez

más averiguar su edad. Podría simplemente haberle preguntado, pero

no me hallaba segura de si eso era mi asunto. No podía ser mucho

mayor que yo, pero había algo en él que gritaba madurez. La mayoría

de los chicos de veintiún años o menos que conocía, apenas podían

lograr salir de la cama por la mañana, incluyéndome, pero él tenía este

aire de confianza y los conocimientos técnicos que pensaba que

venían con alguien mayor, alguien con muchas responsabilidades.

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2

Eché un vistazo alrededor de la barra, viendo que todavía se

encontraba vacío, y me llamó la atención entonces, algo que estaba

justo en mi cara. Mi mirada parpadeó de nuevo a Jax, su cabello ahora

seco y sin peinar, y las profundas ondas marrones caían de un lado a

todo alrededor de la corona de su cabeza.

Dirigía el bar.

Tenía que ser él.

Por supuesto, no conocí a nadie más aparte de Pearl. Vi el

programa en la oficina y tenía escrito el nombre de dos camareros más,

una Roxy y un tipo llamado Nick. Otra que trabajaba sólo los viernes y

sábados por la noche llamada Gloria, y luego un Sherwood que

trabajaba en la cocina con Clyde.

Tal vez estaba equivocada y era uno de ellos, pero tenía la

sensación de que no lo era, y no tenía idea de qué pensar en cuanto a

eso. Pero tenía curiosidad. ¿Por qué habría de invertir tanto en Mona’s?

Fuera de mi control, mi mirada se desvió desde donde su pelo se

encontraba cortado limpiamente por encima de la parte trasera del

cuello de su camisa, a lo largo de la espalda y luego me detuve en sus

muy bien vestidos y gastados vaqueros.

Dios, tenía un buen trasero. Una maldita obra de arte. A pesar de

que los vaqueros no eran muy apretados, pero la forma en general...

Jax torció inesperadamente el cuello, mirándome por encima del

hombro y yo lo miraba fijamente. Como, totalmente mirándolo.

Un lado de sus labios se torció hacia arriba.

Me había atrapado.

El calor se apoderó de mi cara mientras miraba a otro lado,

encadenando una cantidad increíble de insultos. No lo estaba mirando.

No lo necesitaba. Quiero decir, me pasé un montón de tiempo viendo

chicos, porque mirarlos nunca llevó a nada.

Nunca podía.

—¿Qué sigue? —pregunté, aclarando mi garganta mientras

lavaba mis manos antes de que terminara con los dedos cubiertos de

jugo de limón en mis ojos.

—No tenemos una barra atrás, por lo que todos los días tenemos

que asegurarnos que el bar tiene todo. También tenemos que hacer un

recuento de lo que hay en el almacén. Ya se hizo hoy, pero puedo

mostrarte dónde está. Estoy seguro de que ha cambiado desde que

llegaste aquí.

Un montón de cosas cambiaron aquí desde que llegué. Mientras

me sequé las manos, me pregunté si mamá hizo un verdadero recuento

del almacén. —¿Quién se encarga el bar?

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3

La línea de su espalda se puso rígida, y luego se volvió

completamente hacia mí. —Necesito mostrarte donde guardamos

todo. La cerveza se mantiene refrigerada, junto a la cocina. El licor está

atrás en el almacén. —Levantó la tapa de la barra y salió sin dejarme

más remedio que seguirlo por el pasillo.

Cuando se detuvo frente a la puerta cerca de la oficina, moví mi

pelo por encima de mi hombro izquierdo. —Sé que no es Clyde.

Sacó un llavero. —No estoy seguro de lo que estás hablando,

cariño.

Fruncí el ceño mientras abría la puerta. —¿Quién ha estado

funcionando el bar? ¿Haciendo un seguimiento de todo?

La puerta se abrió. —¿Ves este portapapeles? —Hizo un gesto con

la barbilla hacia donde se encontraba, junto a los estantes llenos—.

Cualquier cosa que se saca de aquí, se marca. Cualquier cosa. Esta es

también la misma hoja con la que hacemos inventario.

Eché un vistazo rápido sobre ella. Se explica bastante por sí

misma.

—Lo mismo con lo que entra. Todo está bien organizado aquí, por

lo que será fácil buscar las cosas. —Se volvió entonces, llevándome

fuera del salón, pero cuando pasó más allá de mí, me puse en su

camino.

—¿Quién lleva el bar, Jax? —pregunté de nuevo, y cuando su

mirada cambió detrás de mí, entornando los ojos ligeramente, se

confirmaron mis sospechas—. Eres tú, ¿no es así?

No dijo nada.

—Has estado manejando el bar y es por eso que no es un

completo basurero.

—¿Completo? —Sus ojos marrones aterrizaron en los míos.

Sacudí mi barbilla hacia la izquierda. —No es nada de lo que solía

ser. Las cosas están organizadas y limpias. Mona está haciendo dinero.

—No mucho dinero.

—Pero está haciendo un infierno de mucho más en tan sólo un

año de lo que hizo durante años —señalé—. Eso es porque... —Mis

palabras se atascaron en mi garganta mientras sus manos se posaron

en mis hombros. Tragué saliva.

Bajó la cabeza, su mirada en la mía mientras hablaba en voz

baja—: No es sólo por mí. Tenemos un personal al que le importa una

mierda, y a Clyde siempre le ha importado una mierda. Es por eso que

estamos mejor. Ha sido un esfuerzo de grupo. Sigue siendo un esfuerzo

de grupo.

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4

Nuestras miradas estaban trabadas y al igual que ayer por la

noche en la cocina de mi madre, me quedé inmóvil silenciosamente

ante su cercanía. No me gustaba que nadie estuviera cerca,

permitiéndoles ver más allá del maquillaje.

—Tenemos mejores personas viniendo ahora —continuó, y su

mirada me negó a permitir que mirara hacia otro lado o me escondiera.

Y maldita sea, era mayormente incómodo teniendo en cuenta que era

una especialista cuando se trataba de esconderse. Su voz se redujo aún

más baja—. Policías fuera de servicio. Algunos estudiantes de la

universidad local. Incluso los motociclistas que vienen no causan

problemas. Sin la gente de mierda que Mona tenía aquí, a pesar de que

las personas puede ponerse un poco raras a veces, ha mejorado.

—Obviamente —murmuré.

Sus pestañas imposiblemente gruesas bajaron, y luego lo hizo mi

mirada, bajó justo a sus labios carnosos. Dios, ¿cómo consiguió una

boca así? Esa media sonrisa apareció, haciendo que toda mi cara se

calentara. —Interesante —dijo.

Parpadeé. —¿Qué es interesante?

—Tú.

—¿Yo? —Traté de dar un paso atrás, pero las manos sobre mis

hombros se apretaron—. No soy nada interesante.

Su cabeza se inclinó hacia un lado. —Sé que eso es mentira.

¿Por qué sentía como si el peso de sus manos sobre mis hombros

fuera posiblemente la cosa más agradable que jamás sentí? A pesar de

que sólo me tocaba allí, sentí la exquisita pesadez a través de mi

cuerpo.

Oh espera, esto era malo.

—No lo es —susurré finalmente, y después la diarrea verbal estaba

de vuelta como la venganza de Moctezuma9—. Soy la persona más

aburrida que haya existido. Ni siquiera he ido a una playa o a la ciudad

de Nueva York. Nunca hice un viaje en avión o incluso ido a un parque

de diversiones. No hago nada cuando estoy en la escuela y yo... —Me

callé, soplando un suspiro—. De todos modos, soy aburrida.

Una ceja se arqueó. —Bueno.

Dios, tenía que encontrar una aguja y un poco de hilo para mi

boca.

—Pero vamos a tener que estar de acuerdo en estar desacuerdo

en eso, también. —Humor brillaba a través de sus ojos cálidos y entre

9 Fue un orador y gobernante de la ciudad mexica de Tenochtitlán.

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5

más cerca estábamos, notaba las manchas oscuras de color marrón

junto a sus pupilas.

Traté de alejarme de nuevo, pero no llegué a ninguna parte. Mi

pecho se levantó bruscamente en una inhalación profunda. —¿Por qué

te preocupas tanto por este bar?

Era su turno a parpadear. —¿Qué quieres decir?

—¿Por qué has puesto mucho esfuerzo en él? Podrías estar

trabajando en un lugar mejor, probablemente tratando con un menor

nivel de estrés que el de dirigir un bar del que no eres dueño.

Jax se me quedó mirando un momento y luego sus manos se

deslizaron de mis hombros, por mis brazos, dejando un rastro de

escalofríos a su paso antes de que los dejara caer por completo. —

Sabes, si me conocieras mejor, no tendrías que hacer la pregunta.

—No te conozco.

—Exactamente. —Caminó a mí alrededor y se dirigió a la barra,

dejándome de pie en el pasillo, más que un poco confundida.

Por supuesto que no lo conocía. Sólo lo conocí ayer, así que ¿qué

demonios? Era sólo una pregunta. Me volví, acomodando mi pelo hacia

atrás por encima del hombro izquierdo. Inhalé. Luego exhalé.

Tenía un problema.

Bueno, tenía un montón de problemas, pero también tenía uno

nuevo.

Quería conocer a Jackson —Jax— James mejor y no debería. Esa

debería ser la última cosa que quisiera, pero no lo era.

Atender un bar era difícil.

Debido básicamente a crecer en bares, los evité una vez que me

fui de casa y habían pasado años desde que estuve realmente dentro

de uno. En ese entonces, sabía cómo hacer las bebidas de sólo verlas

hacerse tantas veces, ¿pero ahora? Oficialmente apestaba en ello. En

un nivel elevado. En casi cada bebida, mis ojos se hallaban pegados a

la carta de cócteles grabada cerca de la barra.

Por suerte, Jax no era un idiota al respecto. Cuando alguien

entraba, lo que comenzaba a eso de las tres, uno tras otro, y pedían

una bebida que sonaba como una lengua diferente para mí, no me lo

hizo difícil. En cambio, daba un paso atrás, dándome suaves

correcciones si tomaba el mezclador equivocado o servía muy poco o

demasiado de un licor.

Después de haber trabajado como camarera, sabía que podía

sonreír y salirme con la mía en cada lío. Con los viejos y de ojos

legañosos, funcionaba aún mejor.

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6

—Tómate tu tiempo, cariño —dijo un hombre más viejo cuando

tuve que tirar su bebida ya que no era buena en verter libre y

probablemente serví suficiente licor como para matar al tipo—. Todo lo

que tengo es tiempo.

—Gracias. —Sonreí cuando hice de nuevo la copa, que era un

sencillo coctel de ginebra y tónica—. ¿Mejor?

El hombre tomó un sorbo y guiñó un ojo. —Perfecto.

Mientras se apartó, en dirección a una mesa cerca de una de las

mesas de billar, Jax se movió por detrás de mí. —Aquí. Te voy a enseñar

cómo verter libre. —Llegó a mí alrededor, tomó uno de los vasos cortos y

luego tomó la ginebra —. ¿Estás prestando atención?

Eh.

Se encontraba de pie tan cerca de mi lado que podía sentir el

calor de su maldito cuerpo. Podría estar hablando de cuántas veces el

planeta Marte giraba alrededor del sol por lo que sabía. —Claro —

murmuré.

—No utilizamos realmente medidas, pero es bastante simple.

Básicamente, para cada cuenta, viertes un cuarto de onza. Así que si

viertes una onza y media, vas a contar hasta seis. Para una media onza,

vas a contar hasta dos.

Sonaba fácil, pero después de verter un par de ellos, todavía no

me hallaba vertiendo la misma cantidad con cada cuenta, y lo único

que hacía era desperdiciar licor.

—Sólo se pone mejor con la práctica —dijo, apoyando su cadera

contra la parte superior de la barra—. Por suerte, la mayoría de la gente

es amiga de la cerveza, chupitos, y algunas de los cócteles más simples.

—Sí, pero alguien va a venir aquí pidiendo un Jax especial, y voy a

quedar como una idiota —dije mientras limpiaba el licor que había

tirado en la barra.

Jax se rió entre dientes. —Sólo yo puedo hacerlo, así que no tienes

que preocuparte de eso.

Me lo imaginé ofreciendo la bebida a las chicas con las que se

quería acostar, y luego fui perturbada inmediatamente por lo mucho

que no me gustaba esa imagen. —Bueno, eso es bueno saberlo.

—Lo estás haciendo bien. —Empujando la barra, puso su mano en

la parte baja de mi espalda mientras se inclinaba, sus labios

peligrosamente cerca de mi oído, haciendo que me pusiera rígida

mientras hablaba, y el aire caliente rozó sobre mi piel—. Sólo sigue

sonriendo como lo estás haciendo, y cualquier chico te perdonará.

Mis ojos se agrandaron mientras pasaba fuera al otro extremo de

la barra, inclinándose sobre sus brazos cruzados cuando uno de los

chicos en el bar le dijo algo.

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7

Creo que olvidé cómo respirar mientras estaba allí, mirando a la

parte trasera de una difusa cabeza blanca y calva de un hombre.

No había duda en mi mente que Jax sabía cómo flirtear. Al

alejarme de la barra, limpiando mi cara de lo que yo esperaba no fuera

una estúpida sonrisa, me atreví a mirar hacia la barra.

Jax se reía. Tenía una risa profunda y sin restricciones, donde

levantaba la barbilla y dejaba salir un ruido sordo profundo como si no

tuviera ninguna preocupación en el mundo. El sonido tiró de las

comisuras de mis labios. Con quién sea que se encontraba hablando se

veía de su edad, que era una edad misterio actualmente. El tipo era

también de pelo castaño oscuro, un poco más largo de lo que me

gustaría, pero no tanto como Jase. Por lo que podía ver, también era

de hombros anchos.

Chicos calientes siempre andaban juntos, y tenía que haber algún

tipo de evidencia científica que apoyara este hecho.

Roxy llegó al comienzo del turno de la noche y fue otra sorpresa.

No era la chica más alta, siendo más baja que el resto por algo así

como de cinco y siete centímetros, pero ella era una cosa pequeña. A

penas llegando más de metro y medio, tenía lo que parecía una masa

de pelo castaño con rayas de color rojo oscuro en un moño en la

coronilla. Se balanceaba como Buddy Holly10 con unos espejuelos

negros, que agregaban ternura pícara a su cara, y vestía mucho como

yo, con vaqueros y una camisa. Decidí que inmediatamente me

gustaba, sobre todo porque llevaba una camisa de la serie Supernatural

con Dean y Sam en ella.

Sus grandes ojos parpadearon sobre mí mientras cruzaba la barra,

y Jax rápidamente la llamó, indicando hacia donde todavía estaba

apoyado en la barra. Cualquier cosa que le dijo a Roxy le causó mirar

en mi dirección.

Odiaba ser la nueva.

Cuando finalmente terminó con ella, volvió a su conversación con

el otro chico caliente. Me obligué a tomar una respiración profunda

para calmarme. Conocer a gente por primera vez era... duro. Teresa

probablemente nunca vio ese lado de mí, porque nos unimos

rápidamente por nuestra falta de interés mutua en la apreciación de la

música, pero por lo general, no era buena en conocer gente. Cuan

patético sonara, siempre me preocupaba de si estaban ocupados

preguntándose acerca de la cicatriz en mi cara, y sabía que lo harían,

porque yo lo haría. Era la naturaleza humana.

10 Compositor y cantante estadounidense, considerado uno de los más destacados

pioneros y creadores del rock and roll.

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8

Cuando ella rodeó el bar sonriendo, me pregunté si la gente

podía verla detrás de la barra. —Hola —dijo, estirando una delicada

mano—. Soy Roxanne, pero todo el mundo me llama Roxy. Por favor,

llámame Roxy.

—Calla. —Le di la mano, riendo—. Encantada de conocerte,

Roxy.

Deslizó su bolso de su hombro. —Jax dice que vas a la universidad

en Shepherd, ¿estudiando enfermería?

Mi mirada parpadeó hacia donde él se encontraba. Maldita sea,

trabajaba y hablaba rápido. —Sí. ¿Estás en la universidad de la

comunidad?

—Sipidipi. —Estirándose, ajustó sus gafas—. Nada tan genial como

la enfermería. Trabajando para un título de gráficos por ordenador.

—Eso es bastante malditamente genial. ¿Puedes dibujar también?

Asintió. —Sip. Dibujar y pintar como que corre en la familia. No es

la elección de carrera más lucrativa, pero es algo que me encanta

hacer. Imaginé que tomarlo hacia el mundo del diseño gráfico sería

mejor que elegir la vida de un artista muerto de hambre.

—Estoy celosa —admití, pasando mi pelo por encima de mi

hombro izquierdo—. Siempre he querido ser capaz de dibujar, pero ni

siquiera puedo dibujar una figura en palitos sin que se vea medio

estúpido. Dos cosas de las que por lo general carezco: arte y talento.

Una carcajada brotó de ella. —Estoy segura de que tienes talento

para algo más.

Arrugue mi nariz. —¿El hablar y no saber cuándo callarse cuenta?

Roxy se rió de nuevo y vi a Jax mirarnos. —Eso es un verdadero

talento. Voy a dejar mi bolso. Enseguida vuelvo.

Cuando regresó, trabajamos en el bar juntas y como Jax, ella fue

muy genial y paciente. Los clientes amaban su sentido del humor

chiflado, que incluía garabatear en las servilletas que daba, y al

parecer tenía que ver con sus elecciones de camisetas. Parecía que un

montón de gente miraba lo que decía en su camisa antes de incluso

hacer un pedido.

El bar no se hallaba muy concurrido, pero a medida que la noche

del jueves pasó, la zona de estar se llenó, y como era lenta, me mudé

de detrás de la barra.

Jax tomó mi brazo. —Te estás olvidando de algo.

—¿Qué?

La media sonrisa apareció mientras giraba su mano alrededor de

mi brazo, tirándome hacia él. Me mordí el labio mientras me tropecé

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9

hacia delante, sin tener idea de a lo que iba. Me acerqué a él, tan

cerca que cuando se agachó a un cuchitril, su brazo rozó mi muslo.

—Tienes que usar un delantal cuando estás por ahí.

Mis cejas se elevaron mientras miraba el medio delantal. —¿En

serio?

Señaló con la barbilla a Pearl.

Suspiré cuando vi que tenía uno atado alrededor de su cintura y a

continuación, se lo arrebaté. —Lo que sea.

—Va muy bien con tu camisa.

Rodé los ojos.

Jax se echó a reír. —Déjame ayudarte.

—La última vez que lo comprobé, puedo atarme un delantal sin...

—Lo miré boquiabierta. De alguna manera el delantal se encontraba

de vuelta en su mano y la otra mano se posó en mi cadera, me

sobresaltó. —¿Qué estás haciendo?

—Ayudándote. —Inclinó la cabeza hacia mi oído izquierdo, y de

inmediato moví mi mejilla—. ¿Saltarina? —preguntó.

Negué con la cabeza, viendo que no tenía idea de cómo formar

sílabas, y eso era vergonzoso.

Sin decir una palabra, me giró para que le diera la espalda, y

luego deslizó un brazo entre su cintura y la mía. No me atreví a

moverme.

—Puedes respirar, sabes. —Su brazo se deslizó por mi parte baja

del estómago, lo que desencadenó una cadena de aleteos, mientras

extendía el delantal.

—Estoy respirando —me obligué a decir.

Diversión coloreó su tono. —Cariño, ¿estás segura de eso?

—Sí.

Pearl entró en el bar justo en ese momento, con una bandeja de

vasos limpios. Arqueó las cejas en nuestra dirección. —Chico Jackie,

¿metiendo mano?

—¿Chico Jackie? —murmuré.

Jax se rió no demasiado lejos de mi oído. —Atar nudos es difícil.

—Ajá —respondió Pearl.

—Y me gusta meter mano con ello —agregó.

Mi cara se sentía como si hubiera sido cocinada al sol para el

momento en que terminó, que fue un absurdo largo tiempo si pensabas

en ello. Cuando sentí el tirón final del nudo siendo asegurado, sujetó

ambos lados de mis caderas.

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Chispas santas en una habitación de material inflamable.

—Todo bien. —Sus manos dejaron mis caderas, y luego me estaba

dando un suave empujón hacia la salida de la barra—. Diviértete.

Disparándole una mirada por encima del hombro, mis labios se

fruncieron mientras él soltaba esa maldita risa que decidí que bajo

ninguna circunstancia encontraría sexy. Nop. De ningún modo.

Era totalmente sexy.

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1

Traducido por Vani

Corregido por ElyCasdel

Ayudar a trabajar el suelo con Pearl, recibir órdenes en la barra, y

correr a la cocina no estaba mal. No me encontraba segura de lo que

quería decir cuando se trata de consejos, y como yo no era una

realmente empleada, no había salario por hora, así que esperaba que

eso no significara algo malo.

Insensato, pero no pensé en nada mientras zumbaba de aquí

para allá, y casi podía fingir que elegí este trabajo porque quería y no

porque lo necesitaba. La única cosa con la que no podía evitar

preguntarme era en mamá, dónde se encontraba y si estaba bien. Era

una preocupación familiar con la que pasé muchos años obsesionada

hasta que podía sentir prácticamente que las úlceras se formaban en

mi vientre. No iba a hacer esto otra vez. Al menos eso es lo que me dije,

pero si era honesta conmigo misma, y quería hacerlo regularmente,

sabía que no era así.

Dejé un plato de alitas en una mesa que suponía se encontraba

llena de policías fuera de servicio o soldados, basada en sus cortes de

pelo casi idénticos. Y Santas Cabras, había un montón de deliciosos

chicos atractivos allí sentados. El chico caliente con el que Jax estuvo

charlando antes, se unió a ellos, y me hallaba un poco nerviosa sobre su

mesa, ya que me encontraba ocupada imaginando a cada uno de

ellos en diferentes uniformes y gustándome lo que veía en mi cabeza.

—Gracias —dijo uno de los chicos mientras colocaba una carga

de servilletas en la mesa. De cerca, tenía los ojos azules más increíbles.

Sonreí mientras aplaudía. —¿Necesitan algún relleno o algo?

—Estamos bien —habló otro, sonriendo.

Asintiendo, rápidamente volví al bar para relevar el descanso de

Roxy. No tenía ni idea de cómo Jax parecía acabado de llegar, lleno

de sonrisas y energía, a pesar de que estuvo aquí todo el tiempo que yo

estuve. Trabajando una torcedura en mi cuello, me dirigí hacia un tipo

que esperaba, quien no podría ser mucho mayor que yo. El día fue

largo y tenía sandalias que no eran apropiadas para el trabajo en el

bar, causando que mis pies dolieran, pero no quería quejarme.

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2

El dinero en el bolsillo de mi delantal ayudó a mantener mis labios

formando una sonrisa.

—¿Qué te sirvo?

Se pasó una mano por la pechera de la camisa blanca de gran

tamaño mientras su mirada rápidamente se alejó de mí. —Uh, ¿qué tal

un cerveza?

—¿Barril o botella?

—Botella. —Su mirada volvió de nuevo hacia mí cuando se subió

los pantalones anchos.

—En seguida. —Volteándome, caminé alrededor de Jax y agarré

una botella. Cuando Mona’s se llenaba, debía ser una locura aquí, y yo

me encontraba sorprendentemente, entusiasmada con la idea. Tenía

que haber una especie de tranquilidad en estar tan ocupado. De

vuelta al cliente, hice reventar la tapa, sonriendo mientras un poco de

aire fresco entró por mi cuello abierto—. ¿Te cobro o pagas cuando te

vayas?

—Pago cuando me vaya. —Tomó la cerveza mientras se

recostaba en el bar y murmuró—: Qué pena.

Mi ceja se arqueó. —¿Pena? —Tenía serias dudas de que ese

fuera su nombre o algo—. ¿Perdón?

El chico tomó un largo trago de su cerveza y frunció sus cejas. —Es

una pena.

Miré alrededor, sin estar segura de lo que hablaba y

preguntándome si ya se encontraba borracho. No había tenido que

echar a nadie todavía, y realmente no tenía ganas de eso en este

momento. De la esquina de mis ojos, vi a Jax pararse y mover su cuerpo

hacia nosotros. —Lo siento —dije—. Realmente no te estoy siguiendo.

Con la mano sosteniendo su cerveza, hizo un círculo en el aire

alrededor de donde se encontraba mi cabeza. —Tu cara —aclaró, y

tomé una fuerte respiración—. Es una pena.

Cada músculo de mi cuerpo se bloqueó mientras miraba

fijamente al tipo. De alguna manera, tal vez porque estuve tan

ocupada yendo y viniendo, hice lo imposible. Olvidé mi cicatriz. Esa no

era una cosa fácil de hacer. No sólo la cicatriz cortó mi piel, cortó

profundamente, haciéndose una parte muy tangible de mí. Sabía que

era visible, hasta con maquillaje, sólo desaparecía en un corte fino, pero

lo había olvidado.

Tomando otro profundo trago de su cerveza, agregó—: Apuesto a

que eras muy caliente.

Esa declaración picó. Oh sí, era como remover un avispero. La

opinión de un imbécil al azar no debería molestarme, pero lo hizo. No

sabía qué hacer o cómo responder. Pasó tanto tiempo desde que

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3

alguien incluso comentó sobre ella. Probablemente porque la gente

que me conocía, no se sorprendían por la cicatriz, siempre me

rodeaban cuando el maquillaje se desvanecía después de un largo día.

—Vete a la mierda.

Salté ante el sonido de la voz profunda gruñendo detrás de mí y

me volví. Jax se quedó allí, con los ojos brillantes y la mandíbula

apretada, situada en una línea dura. Sin decir nada, me pregunté por

qué quería que me fuera. No hice nada, y no era como si él no se diera

cuenta de que el lado de mi cara se hallaba un poco desfigurado.

Pero no me hablaba a mí.

Por supuesto que no.

Obvio.

Jax miraba hacia abajo al tipo al otro lado de la barra, y luego se

movía hacia adelante. Golpeando una mano hacia abajo en la barra

superior, se lanzó a lo largo de la barra, aterrizando ágilmente en el otro

lado, a escasos centímetros del chico.

—Mierda —dije en voz baja, los ojos muy abiertos.

Nunca vi a nadie hacer algo así. Ni siquiera sabía que era posible.

Jax ni siquiera alcanzaba un taburete de la barra. Era como si se

impulsara sobre la barra todo el tiempo. Tal vez eso es lo que hacía

durante el tiempo libre, volando una y otra vez sobre la barra.

Pearl se detuvo en medio del bar, mirando a Jax, y no se veía muy

sorprendido, lo que me pareció extraño. Su compañero en la mesa se

puso de pie. El resto de los chicos de la mesa se retorcieron en sus

asientos, mirando, pero no con curiosidad. Más como listos para saltar a

sus pies en cualquier momento.

Jax arrebató la botella de las manos del chico mientras lo

golpeaba en el centro del pecho, haciéndolo retroceder varios metros.

—Vaya, hombre, ¿cuál demonios es tu problema? —preguntó

Camisa Blanca, agarrándose.

—Dije, vete a la mierda. —Jax levantó la cara y siendo una

cabeza más alto que el otro tipo, era bastante impresionante—. En este

maldito segundo, jodido aspirante a gánster.

—¿Qué diablos? No he hecho nada malo —replicó Camisa

Blanca—. Sólo intento conseguir una bebida.

—Me importa una mierda lo que tratabas de hacer. —Los

músculos de su espalda ondulaban bajo su camisa—. Lo único que

importa ahora es que te vayas a la mierda del bar.

—Hombre, eso es un lío. —El Chico de la Camisa Blanca ladeó la

cabeza como si estuviera a punto de tirarlo, que por el sonido y la

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mirada de Jax, diría que eso sería una idea muy mala—. No me puedes

echar sólo por esa mierda.

Y Camisa Blanca señaló directamente hacia mí.

Mi estómago cayó de nuevo, y antes de darme cuenta de lo que

hacía, levanté la mano, presionando mis dedos contra la línea

ligeramente elevada de mi mejilla. Moví mi mano.

Él no había terminado. —¿Qué esperabas, hombre? No es mi

culpa que sea la hija de Mona. No es como si no pudieras notar su

cara...

—Termina esta frase y destruiré tu cara tanto que vas a ver doble

por el resto de tu vida, imbécil.

Oh Dios, esto se está saliendo de control. Di un paso hacia la

barra superior. —Jax, simplemente déjalo. No es gran cosa.

El rostro de Camisa Blanca se sonrojó de un color rosa oscuro. —

Au, hermano, estás empezando a molestarme.

Gracias a Dios que su amigo se levantó y se puso de pie junto a

ellos ahora, porque Jax no pareció oírme. —Vamos, Mack —dijo el

amigo de Jax, agarrándolo del brazo y llevándolo no demasiado

gentilmente a la puerta—. Lárgate de aquí antes de que Jax te haga

irte.

—¿Qué diablos? —explotó Mack, causándome saltar de nuevo, y

los músculos de mi cuello y espalda se apretaran—. No te encuentras en

servicio, Reece, puedes...

—En servicio o no, es posible que desees volver a pensar esa frase.

Ah, así que Reece, su amigo, era un policía. Suavicé mis manos

temblorosas por mis muslos, esperando que toda esta escena terminara

pronto. Todo el mundo en el bar escuchaba sobre la música, viendo la

confrontación disiparse. Eso hizo que todo fuera mucho peor.

Jax los dirigió a la puerta, con las manos apretadas en grandes

puños a los costados.

—Jódete —dijo Mack, parado en la puerta, tratando de conseguir

la última palabra—. ¿Crees que tienes problemas ahora? No has visto

una mierda, tu madre...

—Dios, ustedes chicos nunca malditamente aprenden —murmuró

Reece, empujando a Mack por la puerta, y cuando desapareció en la

noche, Reece miró a Jax—. Voy a hacer que ese pedazo de mierda

salga de aquí.

—Gracias —murmuró Jax, dándose la vuelta. Su mirada se posó

en mí.

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—¿Fue por Mona? —preguntó Pearl en voz baja, y eso respondió

el por qué ella no se sorprendió cuando Jax saltó por encima de la

barra—. ¿Ella...

—No —gruñó, dirigiéndose alrededor de la barra—. Vigila el bar

hasta que Roxy salga del descanso.

Confusión tiró de los labios de Pearl, pero asintió mientras se

pasaba una mano por encima de su cabello rubio. —Lo tengo.

No me moví mientras veía a Jax acechar alrededor de la barra,

parado en la entrada. Hizo un gesto hacia mí. —Ven aquí.

Mi corazón latía con fuerza, y no quería seguir adelante, porque

parecía enojado, y no me sentía segura de sí se encontraba enojado

conmigo. Después de todo, él cedió rápidamente a toda la idea de yo

trabajando aquí, pero no significaba que estuviera a favor de Calla.

Considerando que una pelea casi estallaba en la primera noche que

trabajaba probablemente no era bueno.

—Ven aquí —exigió Jax una vez más, la voz dura como la

pizarra—. Ahora.

Consiguiendo un aliento desde algún lugar de mi garganta, mis

pies se dirigieron hacia él. Al pasar a Pearl en la salida, me envió una

mirada de preocupación. Yo sabía que no hice nada malo, pero aun

así, nada de esto era bueno.

—Jax...

Estrechó mi mano, jalándome el resto del camino de detrás de la

barra. —No en este momento.

Tomando mucho de mí, mantuve la boca cerrada mientras me

llevaba por el pasillo, hacia la oficina. Al abrir la puerta, me arrastró

dentro, y mi estómago se hallaba en algún lugar alrededor de mis

dedos de los pies cuando cerró la puerta. Lo intenté de nuevo, pero

cuando me hizo girar, su mano todavía alrededor de la mía, todas las

palabras murieron en la punta de mi lengua.

Nuestras miradas chocaron durante una fracción de segundo, y

luego bajé la barbilla hacia la izquierda y respiré profundamente. —Lo

siento por lo que pasó allí. Yo...

—¿Estás jodidamente disculpándote?

Mi mirada se elevó a la suya. —Sí, supongo. Quiero decir, el tipo

era un idiota, pero él...

—¿Estás hablando en serio? —Sus ojos eran tan oscuros que me

pregunté cómo cambiaron a ese color—. No hay razón para disculparse

por ese maldito idiota.

—Es mi primera noche y tuviste que echar a alguien.

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—No me importa si era tu primera noche o tu décima noche, si

alguien actúa así, entonces está fuera. No hay segundas oportunidades.

—Me miraba, y la mirada de sus ojos era tan intensa que era como si

pudiera ver a través de mí.

—¿No estás enojado conmigo?

—¿Qué? —Sus ojos se abrieron mientras su mano se deslizaba

hasta mi codo—. ¿Por qué diablos iba a estar enojado contigo, Calla?

Negué. Pensando en ello, sonaba como una pregunta estúpida.

Sus ojos se estrecharon. —No puedes estar hablando en serio.

De repente, la desesperación de estar fuera de esta sala, o por lo

menos cambiar de tema, se apoderó de mí con la fuerza un maremoto.

—Dijo algo sobre problemas; Mack. ¿Hablaba de mamá?

—Eso no importa ahora mismo.

Pensé que lo hacía. —Entonces, ¿por qué estoy aquí?

—Quería asegurarme de que te encontrabas bien.

Las palabras se repetían en mi cabeza. Quería asegurarse de que

estuviera bien y eso... era tan dulce.

—No hiciste nada malo allí —siguió Jax cuando me apretó el

brazo con suavidad, tranquilizadoramente—. Estoy enojado porque eso

fue absolutamente mentira.

—Sí, bueno, lo era, pero...

Ladeó la cabeza hacia un lado. —¿Pero qué?

El calor se deslizó en mi cara, y di un paso atrás, yendo tan lejos

como podía con su mano alrededor de mi codo.

—¿Qué, Calla? —Reclamó el espacio, las puntas de sus botas

rozando los dedos de mis pies.

Di otro paso hacia atrás, y me encontraba contra la pared,

pegada a ella, y todavía justo frente a mí. La longitud total de mi

cuerpo brillaba con conciencia. Empecé a mirar a otro lado, para

voltear mi cabeza.

Al igual que la noche anterior, dos dedos se cerraron alrededor

de mi barbilla, forzando mi cara frente a la suya, con la cabeza baja,

cerca de la mía. Y su boca... a centímetros de la mía.

—No crees lo que él dijo ¿verdad? —Su voz era engañosamente

baja, suave.

Mi garganta se secó.

Soltó mi brazo y apretó su mano contra la pared, al lado de mi

cabeza, manteniendo la otra en mi barbilla. —No puedo creer esta

mierda.

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Parpadeé. —No es como si tuviera baja autoestima. Sólo creo en

la realidad, soy como la Rachel Realista.

—¿Rachel Realista? —Su ceño se frunció cuando pronunció las

palabras de nuevo en silencio.

—Si —suspiré. Lo que iba a decir era verdad—. Sé lo que la gente

ve cuando me miran. La mayoría de la gente no dice nada porque no

son idiotas, pero sé lo que ven. Ha sido así desde que tenía diez años. Y

no va a cambiar.

Jax me miró fijamente, sus labios carnosos entreabiertos. —¿Qué

es lo que ven, Calla?

—¿Realmente necesito describir eso? —Respondí, irritada y

frustrada y mil cosas más—. Creo que es bastante obvio.

Sus ojos buscaron los míos. —Sí, es obvio.

A pesar de que es lo que estuve diciendo todo este tiempo, oírlo

estar de acuerdo se sintió como un puñetazo en el pecho. Quería mirar

hacia otro lado, pero él no lo permitía. —Creo que necesito volver

afuera...

Su boca se posó en la mía.

Oh mi Dios...

No hubo ninguna advertencia, nada dio a conocer lo que él

estaba a punto de hacer. Un segundo hablaba, y luego al siguiente, su

boca caliente se hallaba sobre la mía.

Jax me besó.

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Traducido por Miry GPE

Corregido por Michelle

Mi cerebro hizo cortocircuito al momento en que reconoció

completamente que Jax me besaba; que de hecho, sus labios

realmente estaban sobre los míos.

Y no era sólo un beso sobre los labios.

No, no era profundo y no había lenguas involucradas, nada como

los besos de los que leí en las novelas románticas, el tipo húmedo que

parecía un poco asqueroso para mí, pero imaginé, que si se hace bien,

me tendría sin importarme nada, como si no hubiera un mañana, pero

este beso... era real.

Sus labios se fundieron con los míos, y me encontraba

impresionada por la forma en que se sentían. Eran suaves, pero firmes, y

no sabía que algo podría ser ambos a la vez. Siguieron la curva de mis

labios, como si simplemente estuviera registrándolos.

Mis brazos se congelaron a mis costados, pero podía sentir que mi

cuerpo comenzaba a inclinarse hacia adelante, fuera de la pared,

hacia él. Sin embargo, nuestros cuerpos no se conectaban, eso

probablemente era algo bueno.

Yo me hallaba a unos segundos de la combustión.

Jax levantó su cabeza de la mía, y entonces comprendí que mis

ojos se hallaban cerrados. Aun así, podía sentir su mirada en mis mejillas

calientes, en la punta de mi nariz... mis labios.

—Me besaste —susurré, y sí, fue una declaración estúpida, pero

me sentía muy estúpida.

—Sí. —Su voz sonó más profunda, ronca. Más sexy—. Lo hice.

Me obligué a abrir mis ojos y miraba a un miembro no oficial de la

Brigada Chico Caliente.

Se inclinó, su brazo contra la pared sosteniendo su peso mientras

dejaba caer su mano de mi barbilla. —No beso a chicas que no

encuentro bastante calientes o hermosas. Así que, ¿entiendes mi punto?

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Tenía bolas de pelusa en mi cerebro. —¿Me besaste para probar

un punto?

El fantasma de una sonrisa apareció. —Sentí como que era la

forma más rápida de probar el punto.

Eso era. No sabía si debía sentirme ofendida de que me besara

para probar un punto y que muy probablemente quería decir que no

había nada más que saliera de ese beso, o si debía sentirme halagada

de que al besarme él creía que yo era bastante caliente y hermosa.

No sabía qué pensar ni qué decir, así que simplemente me apoyé

contra la pared mientras él se alejaba de ella. Con una media sonrisa,

se inclinó y abrió la puerta.

—Nada como eso volverá a suceder en este bar de nuevo —dijo

Jax, y luego salió por la puerta.

Dijo eso como si fuera una promesa; una promesa que no había

manera que él pudiera mantener, pero era otra... cosa dulce de hacer.

Cerré mis ojos de nuevo, dejando salir un suspiro mientras

apoyaba mi barbilla contra mi pecho. Hace tres semanas, vivía en

Shepherdstown con mis Tres Metas, a punto de graduarme, y este bar

no estaba siquiera previsto en mi cabeza. Mi vida se centraba en torno

a metas; graduarme, encontrar un trabajo de enfermera y cosechar los

beneficios de seguir adelante con dichas metas.

Eso era todo.

Semanas más tarde, todo cambió. Ahí me encontraba, de pie en

Mona, con mamá Perdida En Acción, sin dinero, mi futuro

completamente en el aire, y un miembro no oficial de la Brigada de

Chico Caliente que me besó.

Ningún plan sobre eso y nada de esas cosas caía en el plan de las

Tres Metas cuidadosamente elaborado.

Pero ese beso... para probar un punto o no, fue importante.

Realmente importante. Después de todo, fue mi primer beso real.

Por cerca de millones de razones, me alegré cuando Pearl

apareció en el pasillo, diciéndome que me llevaría a casa. A pesar de

que odiaba ser arrastrada de un lado a otro como si no tuviera nada

que decir en lo que hacía, después de lo que sucedió con Mack y

luego con Jax, no estaba en contra de salir del bar y aclarar mi cabeza

de lo desagradable y no tan desagradable.

Tomé mi bolso y le dije adiós a Clyde. De camino a la salida, me

dije que no debía mirar hacia Jax, y me las arreglé para obedecer esa

demanda durante dos segundos. En la puerta, mire hacia la ocupada

barra. Jax se hallaba ahí con Roxy. Ambos sonriendo y riendo mientras

atendían a los clientes.

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0

Roxy levantó su mirada, y me dio un saludo rápido y distraído, al

cual respondí.

Jax ni siquiera levantó la mirada.

Una punzada de inquietud, y algo mucho más molesto y ridículo,

se sintió en mi pecho. Alejé la sensación mientras seguí a Pearl fuera y

me enfoqué en conseguir mi coche de regreso lo antes posible al día

siguiente.

Pearl hablaba ociosamente mientras me llevaba a la casa, una

vez más sin que tuviera que darle instrucciones. Ella me agradaba, y ya

que probablemente era de la misma edad que mi mamá, como que

imaginé que así sería como se vería mi mamá si no hubiera decidido ir

penosamente a través de Villa Basura.

Cuando Pearl llegó a la casa, me detuvo antes de que saliera. —

Oh, casi lo olvido. —Estirándose hacia atrás contra el asiento de su

Honda modelo-viejo, sacó un fajo de billetes—. Los chicos que

ordenaron las alitas te dejaron propina.

Ah, la mesa de los policías. Sonriendo, tomé el dinero, ya sabiendo

que era demasiado para una propina normal. —Gracias.

—No hay problema. Ahora lleva tu trasero dentro y descansa un

poco. —Mostró una gran sonrisa.

Abrí la puerta del auto. —Conduce con cuidado.

Pearl asintió y esperó hasta que abrí la puerta y entré.

Encendiendo la luz del pasillo, traté de ignorar el sentimiento de

nostalgia esparciéndose sobre mí. Mis ojos se cerraron y me transporté

de nuevo a cuando tenía dieciséis años, llegando tarde a casa por

pasar la noche en el bar con Clyde. No tengo que imaginar el sonido

de la risa de mamá. Siempre tuvo una buena risa; bulliciosa y gutural, el

tipo de risa que atraía a la gente hacia ella, pero la desventaja de su

risa era que no reía a menudo. Y cuando lo hacía, por lo general

significaba que volaba tan alto11 que podía lamer las nubes.

Esa noche fue mala.

La casa se encontraba llena con sus amigos, otros crecidos niños

quienes probablemente tenían niños reales en casa y se hallaban más

interesados en ir de fiesta que en ser responsables.

Caminé por el pasillo, viendo lo que estuvo ahí hace cinco años.

Algunos tipos extraños desmayados en el suelo de la sala. Mamá en el

sofá, botella en mano; otro tipo que nunca vi antes tenía la cara

enterrada en su cuello y una mano entre sus piernas.

El tipo en el suelo no se movía.

11 Se refiere a que estaba muy drogada.

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1

Mamá apenas fue consciente de que me encontraba en casa.

Quien me notó fue el tipo que se hallaba sobre ella y me llamaron para

que me uniera, a la fiesta. Subí las escaleras y quise fingir que no

estaban ahí.

Excepto que el tipo en el suelo aún no se movió durante una hora,

y finalmente alguien en la casa lo notó.

Estuvo muerto por Dios sabe cuánto tiempo.

Miré fijamente el lugar cerca del sofá, temblando, porque aún

podía ver al tipo. Sin camisa. Vaqueros sucios. Acostado boca abajo y

sus brazos se hallaban en una posición incómoda a los costados. La

gente salió de la casa más rápido de lo que yo podía parpadear,

dejándonos a mamá y a mí solas con un hombre muerto en el piso de la

sala. La policía llegó. No fue lindo. El papeleo fue llenado, pero nadie de

los servicios infantiles apareció. Nadie se acercó. Ninguna gran sorpresa

real ahí.

Mamá consiguió mantenerse limpia después de eso... bueno,

durante unos meses.

Esos fueron un buen par de meses.

Sacudiendo mi cabeza, dejé caer mi bolso en el sofá y alejé esos

pensamientos. Alcancé mi bolsillo y saqué una banda para el cabello,

elevé mi cabello en un rápido giro.

Sin querer pasar otra noche en el sofá y tampoco querer estar en

el piso de arriba, finalmente cedí y quité las sábanas de la cama del

piso de abajo, y las eché en la lavadora con la manta que encontré en

el armario de ropa en el piso de arriba, resistiendo el impulso de bañar

con desinfectante el colchón. Lo único que me detuvo fue que el

colchón parecía relativamente nuevo, y no tenía manchas sospechosas

u olores que salieran de él.

Sintiéndome inquieta y llena de energía en lugar de cansada,

limpié la habitación de mamá, tiré todo lo que parecía basura en bolsas

negras de basura que encontré en la despensa, y luego las coloqué en

el porche trasero. No había nada de ropa en el ropero y en la cómoda

con espejo, algo que no comprobé antes, y había sólo unos vaqueros y

suéteres en el armario. Lo que encontré en el suelo no se sumaba a un

armario lleno.

Una prueba más de que mamá realmente se fue.

No sabía qué pensar sobre eso o cómo sentirme. Me robó,

lanzando una llave importante en mi vida. Le robó a otros. Y estaba ahí

afuera, ya sea volviéndose loca o tan mal que ni siquiera sabía lo que

hizo.

Saqué dinero de mi bolsillo, conté treinta dólares y los añadí a los

veinte dólares que dejaron los policías. Esa cantidad parecía excesiva, y

probablemente tenía más que ver con la compasión que por mi

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servicio, pero cincuenta en propinas en mi primera noche no estaba

mal. Guardé el dinero en mi billetera después de mover mi bolso a la

habitación de abajo.

Suspirando con cansancio, hice la cama y guardé la ropa que

traje conmigo. Me di una ducha rápida y me sequé en lo que mamá

solía llamar baño “acogedor”. Acogedor, porque si separas tus piernas y

estiras los brazos, casi puedes tocar el lavabo, la bañera, y el inodoro.

Cuando me giré para salir a la habitación, el espejo sobre-

empañado llamó mi atención. No sé por qué hice lo que hice a

continuación. Pasaron años desde que incluso brevemente tuviera esa

idea, pero me incliné hacia adelante, deslizando mi mano a través del

espejo, limpiándolo.

Tal vez fue el estrés de todo lo que sucedía. Tal vez fue lo que el

chico —Mack— dijo en el bar. Tal vez fue Jax y su beso. Probablemente

el beso, pero no importaba, porque hacía lo que lo que hacía.

Siempre evité mirarme a mí misma, en especial, inmediatamente

después, y luego de pasar por los muchos injertos de piel que vinieron

después. Como dije; hacía años desde que miré mi cuerpo en el espejo.

Era algo que no me permitía hacer.

Mordí mi labio inferior mientras me forzaba a realmente mirarme.

No un vistazo, y mi siguiente aliento se detuvo en algún lugar entre mi

esternón y mi garganta.

Mi clavícula estaba bien, una tez a crema de melocotón. Tenía un

gran tono de piel, perfecto para poner maquillaje y lucirlo. La parte

superior de mi pecho era suave. Luego bajé la mirada.

Todo parecía un jodido cuadro de Picasso desde ahí.

El mismo tipo de cicatriz que arruinó mi cara, se encontraba ahí

en mi seno izquierdo, cortando justo por encima de la curva, a través de

la areola, pasando muy cerca de mi pezón. Tuve suerte. Tener un solo

pezón apestaba. No es que nadie haya visto alguno de mis pezones,

pero aun así, no quería pensar en mí como la Calla de Un Pezón. Mi otro

seno se encontraba bien. Ambos eran de una talla decente, pensé,

pero la piel entre ellos se hallaba descolorida, un tono más claro.

Quemaduras de segundo grado. Las cicatrices fueron simplemente

cambios de pigmentación, pero después estaba mi estómago.

Me veía como un viejo sofá en el que alguien utilizó telas de

diferentes tonos de piel para reconstruirlo. De verdad. Las quemaduras

de tercer grado no eran ninguna broma. Ninguna en lo absoluto.

Los parches de piel eran de un rosa oscuro, otras partes se

desvanecían a un rosa, y de lo contrario suaves, pero los bordes de las

cicatrices a lo largo de mi costado se elevaron. Pude ver eso en el

espejo. Se parecía un poco a una mancha de nacimiento, pero

cuando me di la vuelta y estiré mi cuello, vi mi espalda. Desde justo

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encima del trasero y a todo lo largo hasta mis omóplatos, coincidía con

mi parte frontal, salvo que las cicatrices eran peores, piel rugosa y

levemente fruncida, casi arrugada en algunas áreas, y un color mucho

más profundo, casi marrón.

No hubo injertos de piel ahí.

Papá se fue para ese momento, desapareciendo en el grandioso

libre-de-drama-y-dolor de lo desconocido. Cuando me gradué de la

preparatoria, con la ayuda de Clyde, me las arreglé para localizar a mi

padre.

Se volvió a casar.

Vivía en Florida.

No tenía hijos.

Y después de una llamada telefónica con él, supe que no quería

volver a restablecer cualquier vínculo padre/hija.

Así que él se fue cuando llegó el momento de hacer los injertos de

piel en mi espalda, y mamá... bueno, supuse que olvidó las citas con el

médico o dejó de importarle o algo.

La parte trasera de mis ojos picó cuando forcé a que el aire

saliera. El dolor de las quemaduras fue lo peor que jamás experimenté

en mi vida, al menos físicamente. Muchas veces, incluso tan joven como

fui, deseé la muerte en esas horas y días que siguieron. Las cicatrices ya

no dolían. Sólo lucían como una mierda.

Cerré los ojos mientras me giré, pero aún me podía ver. Eso no fue

lindo. Pudo ser peor. Cuando estuve en el suelo quemado, me veía

peor. Niños pequeños jugando con fuego. Adultos en accidentes

automovilísticos con fuego. Piel literalmente derretida. Y luego estaban

las personas —los niños— que no sobrevivieron en los incendios, ya sea

por el calor o el humo. Así que sabía que pudo ser peor, pero no

importa lo que hice, no importa qué tan lejos viajé ni cuánto tiempo

estuve fuera, la noche del incendio dejó su huella en mí, física y

emocionalmente.

Y eso dañó a mamá.

Besar.

Mordí mi labio hasta que probé la sangre.

Besar era estúpido. Tener un enamoramiento por Brandon fue

tonto. Besar a Jax Johnson fue aún más tonto. Todo era tonto.

Huyendo del espejo, me vestí con una par de pantalones cortos

de algodón para dormir, con una fina camiseta de manga larga. Por

alguna razón, no importa la época del año, esta casa siempre se

mantenía fresca y francamente podría tener frío por la noche, así que

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me puse un par de calcetines largos para mantener mis dedos

calientes.

Me dirigí a la cocina, mi estómago gruñía, pero el viaje fue

bastante inútil porque todo lo que tenía en la despensa eran galletas

saladas. Agarrando la caja, me prometí que no importaba en qué

condición estuviera mi auto, iría al supermercado y gastaría algo de

esos cincuenta dólares en fideos ramen.

Llevando un paquete de lo que esperaba no fueran galletas

rancias y el té sobrante de la noche anterior a la sala de estar, me

detuve sobresaltada cuando escuché un golpe en la puerta principal.

Solté el paquete de galletas en el cojín del sofá y me giré para

mirar el reloj de pared. Si la hora era correcta, era casi la una de la

mañana, así que, ¿qué demonios?

Permaneciendo quieta, me estremecí cuando escuché el golpe

de nuevo. Nerviosa, me giré y me apresuré silenciosamente por el

estrecho y corto pasillo. Estirándome, me asomé por la mirilla.

Fruncí el ceño.

Por lo que pude ver, no había nadie ahí. Presionando mis manos

contra la puerta, miré por la mirilla. El porche se hallaba vacío.

—¿Qué demonios? —murmuré.

Pensando que podría estar volviéndome loca, me hice hacia

atrás y abrí la puerta. Al abrirla alrededor de unos treinta centímetros,

inmediatamente reconocí mi error. El porche no se hallaba vacío. El tipo

se sentó y se levantó de repente, haciendo que mi corazón se lanzara

contra mis costillas dolorosamente.

Lo que pude ver del hombre en la penumbra no era bueno. Alto y

demasiado delgado, tenía cabello rubio largo, hasta los hombros,

viscoso y grasiento. Su rostro se encontraba demacrado y sus labios

agrietados. Puaj. No quería ver nada más. Me moví un poco hacia

atrás, agarrando el pomo de la puerta, a punto de cerrarla cuando él

golpeó de pronto con su gran mano en la puerta.

—Necesito ver a Mona —dijo con voz áspera y seca.

—Ella n-no está aquí. Lo siento. —Empecé a cerrar la puerta de

nuevo, pero metió una pierna y luego empujó; empujando más fuerte

de lo que pensé que él podía, lanzándome hacia atrás. Reboté en la

pared, golpeando mi nuca. Hubo un estallido de dolor que

rápidamente se disparó cuando la puerta se abrió hacia mí,

golpeándome en la frente.

—Santa mierda —jadeé.

El tipo grasiento entró, echando un vistazo a donde me

encontraba aplastada como un bicho asqueroso. —Lo siento —gruñó,

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me quitó la puerta de encima y la pateó para cerrarla con una bota

raspada de motociclista—. Necesito ver a Mona.

Parpadeé un par de veces mientras presionaba mi mano contra

el costado de mi cabeza. Por un momento, creo que vi pajaritos.

—¡Mona! —gritó el hombre, yendo por el pasillo.

Haciendo una mueca, dejé caer mi mano y me enderecé justo

cuando el hombre entró en la sala, aun gritando el nombre de mamá

como si fuera a aparecer mágicamente de la nada.

Corrí por el pasillo, todavía algo aturdida. —No está aquí.

Tipo Grasiento se hallaba de pie frente al sofá, con sus hombros

encorvados. En la luz brillante, realmente no quería ver lo que vi. El

hombre se encontraba sucio —su camisa y sus pantalones vaqueros. Sus

brazos se hallaban desnudos, su interior cubierto de rojas marcas

fruncidas.

Mierda.

Marcas de inyecciones.

Tipo Grasiento estaba drogado.

Mierda a montones.

—Mona no está aquí. —Lo intenté de nuevo, mi corazón latiendo

a toda marcha, lo que causó que el dolor en mi sien se sintiera como un

martillo neumático en miniatura.

Se giró hacia mí, con la mandíbula tensa. —Ella me debe.

Mierda a montones en todas partes y en mis zapatos.

Tipo Grasiento se giró hacia mí, y sus ojos de un azul pálido

estaban desenfocados. No me sentía segura de que siquiera me veía.

—Ella tiene mierda aquí. Sé que la tiene.

Mis ojos se abrieron ampliamente. Sería mejor que no hubiera

ninguna mierda aquí.

Sin decir una palabra, pasó junto a mí, en dirección al dormitorio.

Mi corazón dio un vuelco en mi pecho. —¿Qué estás haciendo? —exigí.

No respondió mientras se fue directo a la cama, arrancando las

sábanas y mantas limpias.

—¡Oye! —grité.

Aun así, me ignoró mientras deslizaba las manos bajo el colchón, y

luego le dio la vuelta. Cuando no encontró nada, soltó una sarta de

maldiciones.

Oh, esto no era bueno y rápidamente giraba fuera de control.

Comencé a caminar hacia él, pero levantó su brazo y gruñó—:

Mantente jodidamente detrás.

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Mi estómago se desplomó, y me quedé jodidamente detrás

mientras fue a la cómoda, sacó mi ropa doblada, y luego fue hacia el

armario. Fuera de un pequeño milagro, optó por ir por mi bolso después

de demoler la habitación que había ordenado.

Luego se detuvo en la entrada al cuarto de baño, su espalda

derecha. Una extraña expresión cruzó su rostro. —Maldita sea. —El Tipo

Grasiento se volvió y corrió fuera de la habitación, en dirección a las

escaleras.

Oh, no. ¿A dónde demonios creía que iba? Con las manos

temblando, me di la vuelta y me puse delante de él, bloqueándole las

escaleras. —Lo siento, pero ella no está aquí. No sé dónde se encuentra

o qué buscas, pero necesito que…

Fijó una mano en el centro de mi pecho, empujándome hacia

atrás, luego se colocó justo en mi cara. Tenía los dientes amarillos,

algunos completamente podridos, y su aliento olía a días de basura

acumulada. La bilis subió por mi garganta.

—Mira, no sé quién eres tú y me importa una mierda. Pero no

tengo problemas contigo —dijo—, así que no me hagas tener un

problema contigo. ¿De acuerdo?

Forcé una inclinación brusca de cabeza. No quería tener un

problema con él. —Lo tengo.

Me miró un momento, y luego su mirada se estrechó sobre mi

mejilla izquierda. —Tú eres la niña de Mona, ¿verdad?

No respondí porque no estaba segura de si eso significaría que

tendría un problema con él si lo hacía.

—Estás jodida —dijo, y luego dejó caer la mano. El Tipo Grasiento

subió las escaleras.

Contra el sentido el común, lo seguí por las escaleras hacia el

dormitorio en el ático; mi viejo dormitorio. El Tipo Grasiento sabía lo que

buscaba. Fue directamente al armario y abrió bruscamente la puerta,

tan duro que me sorprendió que no se saliera de las bisagras. Luego se

dejó caer de rodillas y se inclinó hacia el ajustado espacio.

Conteniendo el aliento, me arrastré detrás de él, debatiendo si

debía ir por la lámpara de la mesita de noche y noquearlo.

El Tipo Grasiento se inclinó, sacando las cajas de zapatos fuera del

camino, y entonces no pude ver lo que hacía cuando gruñó y se echó

hacia atrás. Arrojó un pedazo de la pared a un lado —una pieza que

fue recortada—, que probablemente podría ser un casillero.

Oh, no.

—Demonios, sí —respiró mientras se escabullía al salir del armario,

tropezando con sus pies—. El premio mayor. El hijo de puta premio

mayor.

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No quería mirar, pero tenía que hacerlo. Sostenía, no una, sino al

menos ocho bolsas Ziploc en sus manos, llenas de algo color marrón que

me recordó al azúcar morena grumosa.

—Oh, Dios mío —susurré.

El Tipo Grasiento no me escuchó. Miraba las bosas en sus manos

como si estuviera a segundos de rasgar una y empujar su rostro hacia la

mierda.

Mis rodillas se sentían débiles. Había drogas en la casa, drogas

escondidas en un lugar secreto en el armario de mi antiguo dormitorio.

No hierba, o algo relativamente inofensivo, sino algo que apostaba era

realmente malo y costoso.

Pareció olvidar mi existencia, lo que se sentía realmente bien

conmigo.

Bajó las escaleras, y luego, unos segundos más tarde, escuché la

puerta del frente cerrarse, haciéndome saltar.

No sé cuánto tiempo me quedé en la habitación, mirando hacia

la puerta abierta del armario antes de obligar a mis pies a moverse. Bajé

las escaleras y entré al dormitorio, sacando mi celular del bolso. Mi

mano tembló cuando llamé a Clyde.

Contestó al tercer timbrazo. —¿Estás bien, pequeña?

Era tarde, y él probablemente todavía se encontraba en el bar. —

Un tipo estuvo aquí.

Hubo una pausa, y luego su voz se volvió baja y muy seria. —¿Qué

sucedió?

Le dije todo deprisa, y luego me dijo que me asegurara de que la

puerta estuviera cerrada con llave —buen punto—, y que me quedara

tranquila. Él iba a venir. No había nada que pudiera hacer ahora, pero

lo aprecié. Es cierto que me asusté. Extremadamente asustada.

Me aseguré de que la puerta del armario del dormitorio de mamá

estaba cerrada, me apliqué de nuevo maquillaje, incluso si solo era

Clyde, y luego durante los siguientes veinte minutos más o menos, me

senté en el sofá, sosteniendo el teléfono contra mi pecho hasta que

hubo un llamado rápido y fuerte en la puerta delantera.

Revisé la mirilla de nuevo, y esta vez vi a alguien ahí afuera;

alguien que hizo que mí ya sobre cargado corazón incursionara al

territorio de un paro cardíaco.

Jax se encontraba de pie al otro lado de la puerta.

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Traducido por SAMJ3 & Nani Dawson

Corregido por Esperanza

—¿Qué demonios estabas pensando? —Fue lo primero en salir de

la boca de Jax cuando abrí la puerta delantera.

Yo tenía una mejor pregunta. —¿Qué estás haciendo aquí? Llamé

a Clyde.

—Y Clyde me lo dijo, así que estoy aquí. —Entró, quitó la puerta de

mis manos y la cerró, poniéndole el seguro—. No respondiste mi

pregunta.

No habiendo procesado el hecho de que Jax se hallaba parado

en la entrada, pestañeé lentamente. —¿Qué pregunta?

—¿Por qué diablos atendiste a la puerta en medio de la noche?

—Oh, miré a través de la mirilla primero, sabes.

Jax me miró.

—Y no vi a nadie —añadí en mi defensa.

Dobló sus bien definidos brazos sobre su pecho. —Así que, déjame

ver si estoy en lo correcto. ¿Escuchaste golpes en tu puerta, fuiste y

miraste por la mirilla pero cuando no viste a nadie, pensaste, oh, qué

demonios, solo voy a abrir la puerta? ¿Nunca se te ocurrió que alguien

podría estar ocultándose?

Oh guau, se veía y sonaba enojado, pero podía besar mi

sonrosado trasero. —El tipo no se estaba escondiendo. Se encontraba

sentado.

Sus cejas oscuras se elevaron. —¿Sabías eso cuando abriste la

puerta?

—Bueno, no, pero…

—¿Entonces por qué demonios abriste la puerta? —preguntó de

nuevo, sus ojos volviéndose oscuros.

—Mira, entiendo que abrir la puerta fue estúpido. —Mi mano se

cerró alrededor de mi celular, y como que quería estrellar mi otro puño

contra su pecho—. No estaba pensando.

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—No me digas —gruñó.

Entrecerré mis ojos. —Lo entiendo. No necesitas seguir

señalándolo.

—Jesucristo, Calla. Te he dicho acerca de la clase de mierda en

la que tu mamá se encontraba involucrada, y te dije que no te

quedaras aquí. Lo menos que podrías hacer era no abrir la puerta en

medio de la noche.

Tomé un profundo respiro mientras llevaba mi aún mojado cabello

detrás de mí oreja izquierda —Lo entiendo. Gracias por el mensaje

enviado personalmente. Ahora puedes… —Dejé de hablar mientras mis

ojos se agrandaban.

Una mirada aterradora apareció en sus ojos y de repente se

hallaba frente a mí, moviéndose como lo hizo en la oficina más

temprano. Caminé hacia atrás, golpeando la pared, y no tenía ningún

otro lugar a donde ir. Las puntas de dos de sus dedos se presionaron

ligeramente bajo mi sien derecha. Su mirada, problemática y

tormentosa, se hallaba fija en esa área.

Mi corazón se encontraba golpeando tan fuerte como lo hizo

cuando el chico grasiento entró en la casa. —¿Jax… ?

Su mirada se centró en la mía. —¿Él te golpeo?

—No —susurré.

—¿Entonces que te pasó en la frente? Está roja e inflamada. —Su

voz era fría y dura.

—Fue la puerta. Cuando la empujó, me encontraba parada en el

camino. —Enojo apareció en esos ojos y su mandíbula se apretó—. Él no

intentaba lastimarme Jax. Solo quería obtener lo que estaba en la casa.

La tensión en su mandíbula no disminuyó y un largo momento

pasó donde no creí que tomé un solo respiro. —¿Estás bien?

Nuestras miradas se encontraron. —Sí. Es solo que… me sacudió.

No esperaba eso. —Sonaba estúpido considerando lo que me advirtió—

. No sabía que esa cosa se hallaba en la casa.

—Lo sé. —Su voz bajó de tono, se suavizó, y mientras más tiempo

me miraba, más crecían los aleteos en mi pecho, lo que causo que una

docena o más de advertencias se dispararan—. ¿Clyde dijo que tú le

comentaste que el tipo encontró cosas?

Asentí —Sí. Arriba en mi antiguo cuarto. El armario.

—Mierda —murmuró, claramente disgustado. Sus dedos

lentamente acariciaron el lado de mi cabeza y después se movió,

entrando más profundamente en la casa.

Un momento pasó en el que yo solamente me quede ahí, la

mano aun sosteniendo el teléfono presionado contra mis pechos.

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Después me forcé lejos de la pared. No teniendo idea porque fue Jax el

que vino en lugar de Clyde, lo seguí. Estaba a mitad de las escaleras, y

ninguno de los dos habló hasta que él estuvo agachado enfrente del

armario, sosteniendo el pedazo de pared seca.

—¿Viste exactamente qué fue lo que tomo? —preguntó.

—Fueron varias bolsas de algo que parecía azúcar moreno. Estoy

suponiendo que no lo era.

—Carajo —murmuró, sonando distraído—. Suena como heroína.

¿Pequeñas bolsas o grandes?

Heroína. Dios, ¿mamá estaba metiéndose eso ahora? —¿A qué te

refieres con pequeña? ¿Cómo del tamaño de una bolsa para

sándwich?

—No. —Tosió una risa mientras se levantaba, poniéndose frente a

mí—. Una bolsa de sándwich de heroína. ¿Hablando así de pequeña?

—Sostuvo su dedo y pulgar, cambiando el espacio entre ellos unos

pocos centímetros—. ¿Qué tal así?

—Eran varias bolsas del tamaño de las de Ziploc, Jax. Como ocho

de ellas, y se encontraban llenas. —Mi corazón dio un salto cuando su

rostro se quedó en blanco—. Eso… eso es malo, ¿cierto?

—Mierda, sí. —Paso sus manos a través de su cabello—. Suena

como si pudiera haber sido un kilo o más lo que había en esas bolsas,

suena como heroína de alquitrán negro.

Sabía lo que era un kilo por las clases que tomaba, pero no tenía

idea de cómo traducirlo en el mundo de las drogas. —¿Alquitrán negro?

—La mierda más cara por lo que escuchado.

Las paredes se movieron de repente. —¿Cómo de cara?

—Mierda. Algo entre setenta mil y cien mil por kilo —explicó,

tomando un profundo respiro—. Depende de que tan pura sea. Podría

valer un par de millones.

—Oh Dios mío. —Mis rodillas se sentían débiles—. ¿Cómo sabes

estas cosas?

Su mirada aterrizó en mí. —He estado por la cuadra un par de

veces.

—¿Usabas heroína?

—Diablos no. —No dijo más—. Dime como lucía este tipo. —

Después de terminar de describir al chico grasiento, Jax se veía incluso

más tenso—. Dudo que fueran sus porquerías lo que se hallaba

recuperando. Y no creo que fueran de Mona tampoco.

Mi estómago dio un giro. —¿Crees que ella se encontraba…

guardándolo para alguien?

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Asintió. —Vamos a rezar para que este tipo sea al que se lo estaba

guardando. Si no…

Oh Dios, no tenía que ser una maestra de las drogas para saber lo

que quería decir. Si mamá se encontraba guardando drogas de ese

valor, el dueño eventualmente vendría buscándolas, y con las drogas

desaparecidas, ella se hallaba más allá de estar con el agua hasta el

cuello. Se estaba ahogando. Lo único que podía hacer era esperar

que, como dijo Jax, la porquería perteneciera al chico grasiento. El

parecía saber exactamente dónde se hallaba.

Mientras nos dirigíamos hacia abajo, mi celular sonó en mi mano.

Levantándolo, vi que era Clyde el que llamaba. —¿Hola?

—¿Estás bien, pequeña? —dijo, su voz profunda.

—Sí.

—¿Jax está ahí?

—Sí.

Dejó salir un largo suspiro. —Es un buen chico. Él te protegerá.

Fruncí el ceño, no solo por las palabras de Clyde, sino porque Jax

se encontraba en el cuarto, recogiendo las cosas que el chico grasiento

tiró, lo que incluía algo de ropa interior. —Uh, tío Clyde… tengo que

irme.

—Lo digo enserio, pequeña, él será bueno para ti. —Clyde siguió y

sus palabras causaron que el aleteo regresara a mi pecho, más fuerte

que antes—. ¿Me escuchaste?

—Sí —susurre—. Te escuché.

—Bueno. Llámame en la mañana. ¿De acuerdo?

—Lo haré. —Colgué y lentamente entré en la habitación, mi

corazón dio un brinco en mi pecho. Me detuve justo al lado de la

puerta.

—Jax, ¿Qué estás haciendo?

—¿Qué parece? —Enderezo el colchón—. Dudo que fuera tu idea

reorganizar la habitación.

—No, pero puedo encargarme de eso. No necesitas…

—Estoy ayudando así que no me discutas sobre eso. —Se inclinó y

tomó una sábana, lanzándola hacia a mí—. Y voy a quedarme.

La sabana cayó al piso —¿Qué?

—Me quedaré contigo. —Acomodó el otro lado de la sabana al

colchón—. Puedo tomar el sofá. —Sus gruesas pestañas se levantaron y

sus ojos eran de nuevo de un café claro—. O puedo quedarme aquí…

No tenía palabras.

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Tomó la otra sabana de donde se encontraba en un montón, y

solo me quedé ahí mientras él terminaba de hacer la cama y fue de

nuevo a recoger la ropa. Cuando agarró un par de coloridos y sedosos

objetos, desperté del trance.

Me lancé hacia a él, arrebatándole la ropa interior de sus manos.

—No te vas a quedar aquí.

—Entonces tú vendrás a quedarte conmigo.

Un minuto pasó antes de que pudiera procesar eso. —No me voy

a quedar contigo.

—Bueno entonces me quedaré contigo. —Empezó a tomar lo que

quedaba de mi ropa en el piso mientras yo metía la ropa interior en un

cajón—. La casa no es segura, obviamente, sobre todo cuando le abres

la puerta a ladrones extraños.

—¡No abriré la puerta de nuevo! —grité.

Haciendo una pausa mientras cerraba el cajón, se enderezo, y sus

labios se levantaron en una esquina. —¿Qué estas usando?

—¿Qué? —Miré hacia mí misma. La camisa era negra, con un

buen sostén, gracias a Dios, porque no quería ser todo senos, y los

pantalones cortos de dormir eran de un rosado suave—. ¿Qué tiene de

malo lo que estoy usando?

—Nada. —Sonriendo, cerró el cajón—. Me gustan los calcetines.

Son lindos. Eres linda.

Los calcetines eran de un decorado azul y rosado, y eran lindos.

—Gracias —murmuré, distraída por la placentera emoción invadiendo

mis pensamientos. Lo que era malo. Muy malo. Como, muy, muy malo,

porque no necesitaba haber ninguna emoción. Abofeteé esa emoción

muy lejos—. No vas a quedarte.

—¿Entonces vendrás a mi casa? Genial.

Mi cabeza empezó a doler. —No iré a tu casa.

Jax se movió hacia el pie de la cama, cerca de la montaña de

almohadas. Esa era una cosa sobre mamá que nunca cambiaba.

Siempre tenía al menos cinco almohadas en cada cama y siempre

tenían menos de un mes de usadas. —¿Siempre eres tan

argumentativa?

Lo miré de soslayo. —¿Siempre eres tan mandón?

Me dirigió una sonrisa. —Cariño, aún no me has visto mandón.

—Vaya… —Lo bendije con unos nada entusiastas dedos alegres.

Sonriendo, agarró dos almohadas y caminó alrededor de la

cama. Sus largas piernas lo llevaron directo a mí, y se detuvo a solo

centímetros de mi rostro. —Puedes decirme que no me quede aquí todo

lo que quieras. Gritar. Agitar tus dedos hacia mí. Lo que sea. No va a

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cambiar nada porque realmente dudo que puedas hacerme dejar esta

casa. ¿Entiendes lo que digo?

Sentí que mis ojos se abrieron. Sí, entendía lo que estaba diciendo,

y no me gustaba, así que me pregunté que si lo pateaba en las bolas,

eso lo ayudaría a entender lo que yo quería decir.

Jax inclinó su barbilla hacia abajo, y al hacerlo, sus labios

quedaron al mismo nivel que los míos. A pesar de la irritación que se

extendía por mi piel como hormigas en fuego, mi corazón saltó en mi

pecho. —Sé que en el fondo, entiendes por qué estoy aquí en lugar de

Clyde.

Uh. De hecho. No lo hacía. Empecé a decirle eso, pero él siguió

hablando.

—Quiero asegurarme de que estés bien ya que te estás

quedando por… quién sabe cuánto tiempo. —Se movió ligeramente,

inclinando su cabeza hacia un lado. Un latido paso y sus ojos se

encontraron con los míos—. Y estar aquí sola no es seguro, así que haré

que sea seguro para ti.

Un respiro salió de mis ahora entreabiertos labios. Una urgencia se

elevó de la nada. Mi cuerpo quería inclinarse hacia el suyo. Maldición.

Esta era la cosa más extraña del mundo. Nunca antes quise inclinarme

contra un chico, leí acerca de la necesidad, pero nunca lo creí

realmente. Pero se sentiría seguro apoyarme en él y estar cerca. El

deseo me pegó fuerte y peor aún, sabía que su cuerpo sería cálido, y

duro en los lugares más interesantes.

Oh hombre, mis pensamientos estaban yendo por el lugar

equivocado —el lugar pervertido— pero no podía detenerlo. Jax… era

hermoso en una manera que parecía imposible, intocable y también

tenía geniales cejas. Enserio. Más oscuras que su cabello ondulado.

Naturalmente inclinadas. Remarcables. Solo eran cejas, pero eran

calientes.

Pero era más que eso.

Dios todopoderoso, puede ser que acabara de cometer un

pecado cardinal solo por pensarlo, pero era como Cam 2.0.

Porque, por lo que sabía acerca de Jax, era lindo, muy lindo, lo

cual lo hacía, oh tan peligroso para mi estado mental, pero imaginé

que volverme loca por él sería una aventura divertida.

Pero sabía que probablemente nunca me recuperaría de algo

como eso.

Pero casi podía sentir sus labios en los míos. Cuando me besó

antes, fue breve y para probar algo, pero podía sentirlos ahora.

Algo profundo y cálido despertó en sus ojos y me pregunté si sabía

lo que me encontraba pensando. Oh Dios, recé a un regordete bebé

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Jesús porque no lo supiera. Sus pestañas bajaron y mis labios picaron por

el peso de su mirada.

—Sí, pienso que estas empezando a entenderme. —Entonces

caminó y fue a la sala.

—Necesito un adulto —murmure, lentamente volteándome para

verlo por el sofá en la sala.

—Oh, antes de que olvide…

—¡No cambies el tema! —Golpeé mi pie contra el suelo y me

hallaba malditamente orgullosa de eso, también.

Me miro sobre su hombro, sus cejas alzadas. —¿Acabas de

golpear tu pie?

Calor se extendió por mis mejillas mientras refunfuñaba. —Tal vez.

Los labios de Jax se retorcieron. —Lindo.

—¡No es lindo! Y no te quedaras aquí. Y yo…

—Y tú vas a darme un aventón a casa mañana en la mañana

cuando vayas al bar. —Terminó, deteniéndose frente al sofá.

—No voy… —Mi grito se desvaneció mientras sus palabras

entraron en mi cabeza—. ¿Qué?

—Necesitaré un aventón mañana —repitió, dejando caer las

almohadas contra un brazo del sofá—. Manejé tu carro hasta aquí. El

parabrisas ha sido arreglado.

Lo miré por tanto tiempo que probablemente pensó que algo se

encontraba mal conmigo, y luego caminé hacia la ventana cerca de la

televisión. Jalé las cortinas y ahí se hallaba, mi focus situado en la

entrada.

—Déjame adivinar. ¿No hay cable? —preguntó, Jax.

—¿Qué? —Mire hacia la ventana, mi corazón acelerado.

—¿La televisión? Mona probablemente no siguió pagando las

cuentas del cable. —Lo que sonaba como el control remoto cayó en la

mesa de café—. Tengo cable en mi casa. HBO. Startz. Solo digo.

Había un nudo en mí garganta cuando lo miré. —Cuanto…

Cuanto te debo por el parabrisas.

—Nada.

—Necesito pagarte por eso. No es lo mismo que tú dándome

comida rápida. No estoy tan quebrada. Puedo pagar.

—No pagué por eso. —Movió sus dedos a través de su cabello

mientras me miraba—. Como dije, el chico, su nombre es Brent, me

debía un favor. Se hizo cargo del parabrisas. Sin cobrar.

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—¿Te debía un favor? —repetí tontamente—. ¿Eres como la

mafia?

Tiró su cabeza hacia atrás y dejo salir una profunda risa que causó

que mi estómago se retorciera. —No.

Me gustaba su risa.

Alejándome de la ventana, de repente me sentí… no sé cómo me

sentí. ¿Aliviada? ¿Tensa? ¿Impactada? Todas esas cosas al mismo

tiempo, pero sabía que no debía mirarle los dientes a un caballo

regalado. —Gracias.

Un amplio hombro se levantó. —No es gran cosa.

—Lo es.

Un momento pasó. —¿Estas cansada?

No. Me encontraba acelerada, tan ansiosa que sentí como si mis

huesos y músculos fueran a salirse de mi piel, pero mentí y dije que sí,

porque no pensaba que pudiera estar más tiempo con él en el cuarto.

Había una picazón en mis ojos que necesitaba poner bajo control.

Sus ojos se encontraron con los míos por un segundo y después se

dejó caer en el sofá. No dijo nada más y caminé al pequeño armario de

lineo y tomé la otra manta que vi antes, colocándola en el brazo del

sofá que se hallaba más alejado de él.

—Por cierto… —Jax me dio esa media sonrisa que hacía que mis

dedos se retorcieran dentro de mis medias—. ¿Esos pantalones y esas

piernas? Son la jodida perfección.

Dándome la vuelta, lo miré con los ojos abiertos. Varios de los

pequeños paneles de las cortinas cubriendo la ventana estaban rotos,

así que pequeños destellos de la luna se esparcieron como dedos

jugando en el techo.

Di vueltas por lo que se sintieron como horas, incapaz de parar mi

cerebro. Cada vez que me movía, la cama crujía un poco. O tal vez

mucho. Sonaba súper fuerte para mí, pero también lo hacia mi corazón

mientras bombeaba sangre a través de mis oídos.

Jax se hallaba recostado en el sofá, a unos metros del cuarto. Y

me besó antes. Y arregló mi parabrisas. Y dijo que mis pantalones cortos

y piernas eran la jodida perfección.

¿Qué pasaba con su fascinación con mis piernas?

Girándome sobre mí estómago, gruñí contra la almohada. Mis

piernas no deberían importar. Obviamente no eran importantes, pero

estaba pensando en cómo eran mis piernas en lo que se seguía fijando.

Había otras cosas, más notables como mi rostro. No mis piernas.

Pero me besó y ahora se encontraba en el cuarto de al lado, ahí

mismo, y mis labios se hallaban vibrando de nuevo. Mi primer beso, a la

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edad de veintiuno, experimenté mi primer beso. Finalmente. Y ni siquiera

me sentía segura que fuera un beso real.

—Dios —gemí en la almohada.

Me volteé a mi lado, decidiendo que no pensaría en Jax, porque

no tenía sentido. Así que lo siguiente que pensé fue en heroína.

Toneladas de heroína. Como cientos de miles de su valor. ¿Cuánta

heroína era eso en realidad? ¿Cómo en la calle? ¿Cuántas vidas

podrían afectar y arruinar? ¿Cientos? ¿Miles?

Estuvo en la casa, en la casa de mamá.

Apreté mis ojos cerrados mientras la ansiedad se enroscaba en mi

estómago, esparciéndose como gas nocivo. ¿Estaba haciendo esas

cosas ahora?

Está bien. Esto no era bueno para pensar tampoco. Mi mente se

encontraba vacía por unos dichosos momentos, y luego comencé a

pensar en la escuela. El pánico inicial sobre cómo iba a pagar la

matrícula se desvaneció de alguna manera, y sabía que tendría ayuda

federal. Ellos no usaban crédito, pero eso no solucionaba todo.

Necesitaría conseguir un trabajo de mesera cuando regrese porque

necesitaba dinero para pagar las cuentas. Eso apestaba, porque los

últimos semestres de enfermería serán ridículamente difíciles. Y terminar

la escuela no arreglará el resto de la mierda, la deuda, el mal crédito y

todo lo demás.

No sabía lo que iba a hacer, y no quería seguir pensando en eso

porque estaba haciendo lo mejor que podía. Hice cincuenta dólares

hoy y eso era mejor que nada.

Cincuenta dólares.

Dios.

Rodeé a mi espalda y esa posición duró cinco minutos enteros.

Esto apestaba, y me moví de nuevo, esta vez congelándome mientras

me acomodaba hacia mi otro lado, mirando hacia el baño.

Las viejas bisagras de la puerta del cuarto chillaron mientras fue

abierta lentamente. Sostuve mi aliento. Me hallaba de espalda a la

puerta, pero sabía que era Jax. Su presencia prácticamente

succionaba todo el oxígeno de la habitación.

¿Qué estaba haciendo? ¿Lo despertaron mis movimientos?

Probablemente, desde que la puerta de la habitación no cerraba del

todo, dejado un espacio de medio pie entre la puerta y el umbral. Algo

se encontraba mal con esas bisagras. No sabía lo que era y no

importaba.

Las tablas de suelo chirriaban bajo sus pasos.

Oh por Dios.

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—¿Calla? —Su voz no era fuerte, pero aún era como chasquido

de trueno.

¿Debería pretender estar dormida? Apreté mis ojos, pensando

que era estúpido, pero me hallaba dispuesta a darle una oportunidad.

—Sé que no estás dormida.

Demonios.

Aún no decía nada porque me hallaba muy segura que se

encontraba más allá del habla. Una ola de piel de gallina se esparció

por todo mi cuerpo mientras lentamente abría mis ojos. Triste pero cierto,

nunca estuve en la cama con un chico en la misma habitación antes.

Bueno, no es enteramente cierto. Jacob, un compañero de la

universidad, estuvo en mi dormitorio una vez, pero eso no era lo mismo

que ahora.

El piso no chilló de nuevo, pero la cama se hundió de repente

bajo su peso. Olvida pretender estar dormida. Mi cuerpo no lo permitiría.

Me elevé sobre mi codo, retorciendo mi cuello, mis ojos amplios. En la

plateada luz de la luna, podía ver las puntas de sus altos pómulos y la

forma de su cuerpo. Eso era más que suficiente.

—¿Qué estás haciendo? —mi voz se encontraba

vergonzosamente aguda.

Jax se hallaba apoyado en su cadera, su mano plantada en la

cama junto a la mía.

—No estabas durmiendo.

—Sí, lo estaba. —Era una terrible mentirosa.

—Creo que te he escuchado moverte por más de una hora.

No sabía qué decir a eso, pero mi corazón se convirtió en un

tambor de acero.

—Y lo admitiré, es bastante entretenido. —En el cuarto

sombreado, se movió más cerca y me tensé.

—Lo siento —solté abruptamente.

Su risa fue profunda y baja.

—No necesitas disculparte. Fue entretenido de una buena

manera.

Después de repetirlo mentalmente, no sé lo que eso significaba.

—¿Normalmente tienes muchos problemas para dormir?

—¿Eh?

—Dormir —repitió, y podía escuchar el asombro en su voz—.

¿Normalmente tienes muchos problemas con eso?

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¿Normalmente tenía muchos problemas manteniendo una

conversación? Mordí mi labio por dentro y agité mi cabeza.

—No hasta que regresé aquí.

Jax no respondió por un momento, luego dijo—: Te comprendo.

—¿Lo haces? —La sorpresa se transportó a través de mí.

—Sí, cuando vine a casa por primera vez, no aquí sino mi hogar,

tuve un gran trabajo para irme a dormir y mantenerme dormido todo la

noche. Pasaba mucho por aquí. —Alzó su mano hacia donde se situaba

su cabeza.

El sentido común me decía que debía decirle que se fuera de mi

cama o necesitaba pisar fuera de ahí y poner algo de espacio entre

nosotros, pero la curiosidad obtuvo lo mejor de mí.

—¿Hogar de dónde?

Hubo otra pausa, y luego se alzó de nuevo, rodo sobre su espalda,

su cabeza en las almohadas junto a la mía. ¡En su espalda, a mi lado, en

la cama en al que me encontraba! ¿Qué carajos? Mi lengua se hallaba

atrapada en el techo de mi boca mientras mi corazón rebotada por

doquier, y luego el palpitar en mi estómago se encontraba muy

emocionado.

—Estaba en el extranjero —dijo y me tomo un momento recordar

de que se encontraba hablando.

Mi cerebro ordenó eso y solo pude pensar en una sola palabra de

respuesta.

—¿Extranjero?

—¿Por qué no te tumbas y te digo?

¿Tumbarme? ¿En la cama? ¿Con él? No. De ninguna manera.

Estaba congelada en esa posición. No. No. No.

—Vamos —dijo con voz suave, la clase de tono que hacía cosas

graciosas en mis neuronas, derritiéndolas como si pusieran mantequilla

en el microondas—. Túmbate, Calla. Relájate.

No sé qué había en el tono en el que lo dijo, pero mi brazo

izquierdo cedió y lo siguiente que supe, mi mejilla derecha se hallaba

pegada a la almohada.

Su voz era maldita magia.

—Me enlisté a los dieciocho, tan pronto como me gradué —

explicó—. Era eso o trabajar en una mina de carbón como mi papá y mi

hermano mayor.

¿Minas de carbón? Mierda. —¿De dónde eres?

La cama se hundió de nuevo, he imaginé que rodó a su lado,

encarándome.

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—Oceana, Virginia Occidental.

—Oceana… —murmuré, mirando a la pared desnuda frente a la

cama—. ¿Por qué me suena familiar ese nombre?

Jax se rió.

—Probablemente porque le dieron el sobrenombre de Oxyana y

hubo un documental sobre el pueblo. Ha sido un pequeño problema

con el analgésico OxyContin, como si, la mitad del pueblo estuviera en

esa mierda.

Sí, ahora eso si sonaba familiar.

—Trabajar en las minas, es trabajo duro, y algunos piensan que

pagan bien, pero no quería eso. No hay mucho más alrededor, y quería

irme de ese maldito pueblo. —Una repentina dureza en su voz causó un

escalofrió por mi espinal—. Enlistarme parecía como la única otra

opción.

—¿En qué… En qué rama te enlistaste?

—Marines.

Guau, los marines eran fantásticos. Eran los mejores de la milicia. El

hermano de mi padre fue un marine, y recuerdo las historias que solía

contarme sobre el entrenamiento y cómo de duro era. No todos

estaban hechos para ser marines, pero aparentemente Jax lo hacía,

podía ver el marine en él.

Algo caliente.

Una imagen de Jax en uniforme, del tipo que vi en el armario de

mi tío cuando era pequeña, se formó en mi cabeza.

Está bien, muy caliente.

—Me enlisté por cinco años, estuve en la guerra activa dos años,

pase más de tres años en el desierto —explicó, y tragué fuerte. La guerra

activa no era una broma—. Cuándo mi periodo terminó, no estaba

seguro de si quería alistarme de nuevo. Y cuando regresé a casa, no

podía dormir. No sabía lo que iba a ser conmigo mismo. No había ni una

mierda de regreso en casa y estar ahí no era exactamente lo mejor del

mundo, ¿sabes? Es una vida diferente ahí y eso te cambia. Las cosas

que debes hacer. Las cosas que terminas viendo. Algunas noches sólo

podía dormir por unas horas. Algunas noches no dormía para nada. Mi

mente no se callaba, así que tenía muchas noches sin descanso.

Quería rodar y voltear a verlo, pero no podía moverme.

—¿Te arrepientes de enlistarte?

—Demonios, no. —Su respuesta fue rápida y firme—. Me sentía

bien haciendo algo por el país y toda esa mierda.

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Algo caliente invadió mi pecho, y en serio quería verlo, pero eso

requería esfuerzo y coraje. Así que, fui con las palabras porque era todo

lo que podía ofrecer, y quería darle algo.

—Creo que eso es asombroso.

—¿Qué?

Calor se trepo por mi rostro.

—Enlistarse en los marines y pelear. Es valiente, honorable y

asombroso. —Tres cosas que no era, y tres cosas que no podría decir

sobre muchas personas que conozco, incluyendo al chico guapo de

brigada. Bueno, con excepción de Brandon. Él estuvo en el extranjero

también.

Jax no respondió a eso, y el silencio se estrechó entre nosotros y

apreté mis dedos juntos.

—¿Cuánto tiempo… has estado fuera? —pregunté.

—Mmm, serán dos años la primavera siguiente. —Su voz sonaba

más cerca.

Rápidamente hice un excelente trabajo de matemáticas en mi

mente, finalmente encontrando la respuesta a una de mis preguntas.

—Entonces, ¿tienes veinticuatro?

—Sip, y tú verdaderamente tienes veintiuno, aunque pareces de

diecisiete.

Mis labios se crisparon. —No parezco de diecisiete.

—Como sea —murmuró—. ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—Es en Abril, el quince.

—¿En serio? —Una risa profunda vino de él, causando que se

ensanchara el crispo de mis labios.

—Mi cumpleaños es en Abril, el diecisiete.

Sonreí. —Abril es un mes genial.

—Eso es.

Mientras me acostumbraba a su cercanía, mi cuerpo se relajó.

—¿Cómo terminaste aquí?

—Conociste a Anders, ¿correcto? ¿En el bar?

—¿Anders? —Fruncí el ceño.

—Probablemente lo conoces como Reece.

Oh. —¿El joven policía?

—Él es en realidad un subjefe interino del condado de Filadelfia.

Lo conocí cuando me enlisté. Salió un año antes que yo, pero seguimos

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en contacto —explico—. Él sabía que odiaba estar de regreso en casa.

Me ofreció un lugar donde caer. Le tomé la oferta y me vine hacia aquí.

Primero, estaba por todo el lugar.

Mordisqueando mi labio, miré la oscuridad.

—¿Cómo?

—Solo por todo el lugar —contestó sin responder realmente—. Me

fui con Mona una noche, terminé con un trabajo, finalmente obtuve mi

propio lugar y aquí estoy, acostado con la linda hija de Mona. La vida

es condenadamente extraña así.

Succione un suave aliento. ¿Linda Hija? —Estás… Dices cosas

lindas. —Era algo estúpido de decir, pero ahora me sentía cansada y mi

mente no estaba funcionando propiamente.

—Digo la verdad.

Un momento pasó. —¿Aún tienes problemas durmiendo?

No hubo una respuesta a eso, y mientras más silencio se iba a la

deriva, lo dejé y murmuré con preocupación—: ¿Crees que alguien

vendrá a buscar esas drogas?

Inhaló un profundo aliento. —No lo sé, Calla.

No le creía. Probablemente tenía que ver con la duda que

expresó más temprano sobre el Tipo Grasiento siendo el dueño de toda

la tonelada de mierda de heroína y honestamente, el tipo no se veía

como si tuviera los medios para tener esa cantidad de drogas.

—Mamá… Está en muchos problemas, ¿verdad?

—Sí, lo está.

Mi corazón se volteó pesadamente.

—No es el tipo de problemas en los que tienes que involucrarte —

agregó Jax, firmemente—. Y este es el tipo de problema que no podrás

reparar esta vez.

Dios, eso apesta, porque sabía que era verdad, pero no sé cómo

se dio cuenta que conforme pasaban los años, pasé mucho tiempo

arreglando los problemas de mamá. Era como un trabajo después de

clases.

—Está bien —susurré, porque no sabía que más decir.

Mientras me encontraba acostada ahí, tratando de tragarme un

largo y ofensivo bostezo, recordé algo que él dijo cuándo nos

conocimos, sobre la vida siendo muy corta. Imaginé que tenía

experiencia de primera mano con vidas cortas mientras se encontraba

en servicio. Esa mentalidad venia de experiencia. Lo sabía ahora. Podía

hasta entenderlo, pero había algo que no entendía.

—¿Por qué? —pregunté.

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Hubo un latido.

—¿Por que qué?

Jax sonaba cansado, y debería callarme o señalar que ahora

estaba cansada y podía dormir, para que se pudiera ir. Pero no lo hice.

—¿Por qué estás aquí? No me conoces y… —Mi voz se apagó,

porque no tenía nada más que decir.

Un minuto pasó y no respondió a mi pregunta, y luego pensé que

otro minuto pasó y estaba bien con él no respondiéndome porque tal

vez no lo sabía. O quizás solo se sentía aburrido y por eso se encontraba

aquí.

Pero luego se movió.

Jax se presionó contra mi espalda, y el siguiente aliento que tome

se atoro en mi garganta. Mis ojos se abrieron de golpe. La sabana y la

cobija estaban entre nosotros, pero se sintieron como nada.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

—Poniéndome cómodo. —Descansó un brazo sobre mi cintura, y

mi cuerpo entero se sacudió contra él—. Es hora de dormir creo.

—Pero…

—No puedes dormir cuando hablas —remarcó.

—No necesitas estar sobre mí —puntualicé.

Su risa en respuesta revolvió el cabello de mi nuca.

—Cariño, no estoy todo sobre ti.

Rogué por diferir con ese punto. Empecé a serpentearme lejos,

pero el brazo en mi cintura se apretó, sosteniéndome en mi sitio.

—No iras a ningún lado —anunció casualmente, como si no me

mantuviera prisionera en la cama.

Está bien. Lo de prisionera en la cama fue algo melodramático,

pero no me dejaba levantarme. No mientras se ponía cómodo detrás

de mí.

Oh por Dios, esto es acurrucarse. Totalmente acurrucarse. Me

encontraba acurrucándome con un miembro honorario de la brigada

de chicos calientes. ¿Desperté en un universo paralelo?

—Duerme —demandó, como si esa palabra cargara mucho

poder—. Vete a dormir, Calla. —Esta vez su voz fue más suave, callada.

—Sí, no funciona así, Jax. Tienes una linda voz, pero no contiene el

poder para hacerme dormir a tu comando.

Rió.

Puse mis ojos en blanco, pero la cosa más ridícula fue el hecho de

que mis ojos se mantuvieron cerrados después de unos minutos. Yo… En

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realidad me acomodé contra él. Con su frente pegada a mi espalda,

sus piernas largas meciendo las mías y su brazo ceñido sobre mi cintura,

me sentía segura. Más que eso, sentí algo más, algo que no sentí en

años.

Me sentí querida… Apreciada.

Lo que era el paradigma de lo tonto, porque apenas lo conocía,

pero sentir eso, reconocer el calor, sintiéndome cálida, me dormí.

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Traducido por Zafiro & Ankmar

Corregido por Laurita PI

Era cálido y oh, tan calentito cuando desperté, no quería salir de

la cama. Me encontraba en este apretado capullo de genialidad y

quería acurrucarme, acomodarme contra…

Mis ojos se abrieron de par en par. Toda somnolencia desapareció

y me encontraba bien despierta.

No me encontraba sola.

Oh, diablos no, así que no me hallaba sola en la cama, sabía que

no me fui a la cama sola, pero si recordaba correctamente, no me

quedé dormida con mi mejilla en un duro pecho masculino. Lo cual era

muy extraño, porque yo era una de esos durmientes que nunca se

movían una vez se quedaban dormidos. Permanecía en la misma

posición toda la noche, por lo que esto... esto era extraño y no tenía

ninguna responsabilidad por mi actual posición.

Oh mi Dios, cada músculo de mi cuerpo se bloqueó mientras

comprendía completamente cómo estuve durmiendo.

Mi mejilla no era la única cosa encima de Jax. Mi hombro y mis

pechos se aplastaban sobre su costado, así que no había ni siquiera un

centímetro de espacio entre nosotros. Mi brazo izquierdo atravesaba su

estómago, y con cada respiración que él tomaba, podía sentir la

dureza de sus abdominales, firmemente enrollados. Todavía vestía una

camisa, gracias a Dios, porque probablemente ardería en llamas si no lo

hubiera hecho. Una de sus piernas se incrustaba entre las mías,

presionando contra un área que no había tenido prácticamente nada

que no me pertenecía apretado contra ella. Nuestras piernas

literalmente se encontraban curvadas juntas.

Jax se movió un poco, haciendo mover su pierna entre las mías.

Me mordí el labio mientras la parte baja de mi estómago se apretaba y

una ola de afilados cosquilleos se contoneaba por mi columna

vertebral. Su respiración no cambió, seguía siendo profunda y

constante, pero la mano curvada a lo largo de mi cadera comenzó a

deslizarse.

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Un escalofrío fue tras su mano, y mi pecho se levantó

bruscamente contra el costado de su cuerpo. Su mano se deslizó más

abajo.

Jax cogió mi nalga.

Prácticamente acunaba mi nalga.

¡Bolas de santa mierda llueven del cielo!

Debería haber estado enojada porque me tocaba en su sueño,

pero eso no era lo que sentía en absoluto. Un calor lánguido invadía mi

cuerpo, hundiéndose más allá de la piel y los músculos, propagándose

a través de cada célula. Un leve palpitar recogido en determinadas

áreas de mi cuerpo. Mi respiración llegó en cortas inhalaciones mientras

mis caderas se sacudían contra su muslo. Los sentimientos se

intensificaron, corriendo a través de mí como lava fundida. El palpitar

entre mis piernas aumentó.

Esto era malo, porque no era justo. No había ninguna razón para

permitirme estar tan alterada cuando nada saldría bien de ello, así que

tenía que salir de esta cama. El pánico se arremolinó alrededor de mí

como una tormenta de polvo, mezclado con la aguda y rápidamente

inflamable excitación.

Sacudiéndome hacia atrás, empecé a subir, pero no llegué muy

lejos. La mano en mi trasero se trasladó para aplanarse a través de mi

estómago mientras su brazo se apretaba a lo largo de mi espalda.

—¿A dónde vas? —Su voz era ronca por el sueño.

Mi mirada se dirigió hacia él. Sus ojos estaban muy pesados, los

labios entreabiertos. Oscura barba se extendía por su mandíbula,

añadiéndose al ridículamente sexy aspecto de recién levantado.

Volvió la cabeza hacia un lado, mirando el reloj en la mesita de

noche. Un gemido retumbó a través de él. —Es muy temprano. Vuelve a

dormir.

¿Muy temprano? ¡Eran casi las nueve en punto! Por supuesto, ser

un camarero significaba que la propia idea de temprano y tarde eran

dos cosas diferentes.

Cuando no me moví, Jax me tiró hacia abajo de manera que me

hallaba medio tendida sobre él una vez más.

—Jax…

—Duerme —refunfuñó.

—Yo no…

—Hora de dormir.

¿Qué demonios? Me las arreglé para moverme hacia atrás lo

suficiente para poner mi mano entre nosotros. Empujé mientras me

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levantaba. —No voy a volver a dormir y no creo que esto es realmente

apropiado. Necesito... —Me callé mientras miraba hacia él.

Oh, vaya.

La cabeza de Jax se inclinaba hacia atrás sobre la almohada,

dejando al descubierto su cuello largo y moreno, y las puntas de los

blancos y rectos dientes mordían el labio inferior. La expresión de su

rostro, como si estuviera deteniéndose a sí mismo de hacer algo muy

malo y muy divertido, me confundió.

Y entonces me di cuenta de por qué.

Planté mi mano en su bajo vientre, como de camino a su bajo

vientre, y mi muslo ahora se apretaba entre sus piernas. —Oh Dios —

susurré, sintiendo mi cara calentarse a medida que tiraba de mi mano

hacia atrás.

Jax se movió rápido como un rayo, capturando mi muñeca en su

mano. —Probablemente deberías sólo volver a dormir.

Mi corazón hizo aspavientos en mi pecho. Sí, literalmente, hizo

aspavientos.

De repente, rodó y antes de que pudiera tomar mi próximo

aliento, me hallaba de espaldas y él se movía por encima de mí, una

mano todavía enroscada alrededor de mi muñeca y la otra plantada

en la cama junto a mi cabeza, su antebrazo curvado en el colchón.

—¿Qué estás haciendo?

No inmediatamente poniéndome al tanto, su mirada marrón

cálido recorrió mi cara, mi cara, antes de fijarse en mi boca. —¿Sabes lo

que dicen de los chicos en la mañana?

—¿Qué?

Uno de los lados de sus labios se curvó, y entonces lo entendí y

luego mi cara realmente ardía. Una profunda y ronca risa lo sacudió. —

Me alegra que no volvieras a dormirte. Esto es por mucho más

interesante.

Mi cerebro se vació.

La mano alrededor de mi muñeca se deslizó por mi brazo,

deteniéndose en mi codo, donde este se clavaba en el costado de mi

estómago. —¿Sabes qué más me parece realmente interesante?

—¿Qué? —¿Por qué lo preguntaba? ¿Por qué me importa?

Bajó la cabeza hasta que sentí su nariz rozar la mía, y me tensé. —

Es interesante lo mucho que me gustó despertar con mi mano en tu culo

y mi pierna entre las tuyas.

—¡Estabas despierto!

Sonrió. —Tal vez.

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Usando el otro brazo, empujé mi mano contra su pecho. —Bájate.

—Me encantaría.

Mis ojos se estrecharon con irritación. —Sí, eso no es de lo que

hablo, idiota.

Totalmente imperturbable, movió su dedo pulgar en un lento

círculo en el interior de mi codo. Ese pequeño toque, casi inconsciente

envió una onda de choque de sensaciones a través de mi sistema. Un

segundo me disponía a darle un rodillazo en las bolas y al siguiente

pensaba en otras cosas más agradables que implican dichas bolas.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté de nuevo, mi pulso

acelerado e incluso golpeando.

Su pecho se expandió, rozando el mío, y mis dedos de los pies se

curvaron en respuesta. —Hacer algo mejor que dormir.

Eso realmente no era una respuesta.

Jax bajó la cabeza y la punta de su nariz rozó mi mejilla derecha.

—Me gustas.

Mi corazón dejó de revolotear e hizo un giro en un dedo del pie.

—¿Qué?

—Me gustas —repitió, su voz cayendo a un susurro que se deslizó

sobre mi piel.

—No me conoces —señalé por lo que pareció la centésima vez

en el poco tiempo que lo conocía.

—Lo que sé de ti me gusta.

Respuesta perfecta. Realmente lo fue. Tragué saliva. —Pero…

—No pienses demasiado, cariño. La vida es demasiado corta

para esa mierda —dijo, sus labios rozando mi piel. Todos los músculos

apretados en la manera más deliciosa, y su pulgar, aún seguía

arremolinándose, aún arrastraba una serie de sensaciones—. Me gustas.

Eso es todo.

—Pero no puedes. —Las palabras surgieron de pronto de mí.

Sus labios se detuvieron en mi mejilla y luego levantó la cabeza.

Nuestras miradas chocaron, y quería mirar hacia otro lado, pero no

pude. —Yo puedo.

Entonces Jax se dejó caer, y todo el aire en el mundo fue

succionado de esa habitación. Su peso... Nunca sentí algo así antes. Era

pesado, pero era bueno, y sus caderas estaban acunadas entre mis

piernas, y...

¡Madre santa! No cabía duda de lo que sentí presionado contra

mí.

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—¿Lo entiendes? —preguntó con una voz que probablemente

atrapó cien bragas en fuego.

No lo entiendo.

A Jax le gustaba y me conoció sólo por un puñado de días. Eso no

tenía sentido. Si me viera como Avery o Teresa, podría entenderlo. A su

manera, eran preciosas, prácticamente sin jodidos defectos. Tenían a

los miembros de la Brigada de Chicos calientes, con razón. Y yo era

Calla —Calla cuyo maquillaje, mi Dermablend, muy probablemente se

desprendió de mi rostro, dejando la maldita cicatriz mucho más visible.

Tampoco era como si fuera la Señorita Personalidad Brillante y

Maravillosa. Diablos, por todo lo que Jax sabía, un pedazo de roca

podría ser más inteligente que yo.

Así que no entendía y se lo dije.

—Me gustas, Calla. Sí, sólo te he conocido por un par de días.

Pero me has hecho reír —dijo, su mirada nunca dejando la mía—.

También puedo decir que eres agradable y dulce cuando quieres serlo.

Creo que eres linda como el infierno y que me pones duro.

¡Guau! ¿Acaso en serio acaba de decir eso?

—Me has puesto duro un par de veces en las últimas setenta y

algunas más horas y tengo que decir que no es una mala cosa —

prosiguió—. Quiero follarte, y todo lo que necesito para querer hacer

eso contigo es que me gustas. Realmente no es tan difícil llegar del

punto A al punto C sobre eso, cariño.

Doble guau.

Me explicó la situación, directo al punto y sin tomar prisioneros, y

me pareció algo refrescante... caliente sobre eso, lo que

probablemente significaba que algo estaba mal conmigo. O era sólo la

falta de experiencia cuando se trata de chicos diciendo que querían

conseguir la cosa-chica-caliente conmigo.

¿De cualquier manera? ¡Maaaaaldición!

Tomando mi devastador silencio como una aceptación, bajó de

nuevo su cabeza, y no me asusté esta vez. Me deseaba, y yo

honestamente no sabía cómo se sentía hasta... hasta ahora, y me

maravillaba el ondulante calor que florecía a través de mí. Me olvidé

del hecho de que la mayor parte de mi maquillaje tenía que haberse

borrado durante la noche. Mis ojos se cerraron y mis dedos hicieron lo

de curvarse una vez más. Iba a besarme, y no iba a detenerlo. Quizás

esta vez sería con lengua. Me encontraba muy interesada en explorar

eso.

Jax no me besó.

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No mis labios por lo menos. Su boca se desvió a la izquierda en el

último segundo, patinando sobre mis labios a mi mejilla izquierda. Besó

la cicatriz.

El maldito besó la cicatriz.

Una emoción —violenta y enérgica— peleó dentro de mí. Una

mezcla de un millar de jodidos pensamientos y sentimientos. Belleza.

Miedo. Pánico. Lujuria. Hielo. Calor. Repulsión. Confusión. Sentí todo y

eso era demasiado.

Golpeé mis manos en su pecho. —Bájate.

Se quedó paralizado. —¿Qué?

—Por favor.

Jax se bajó. Tenía que haber algo en mi voz, porque sólo rodó

fuera de mí, y yo rodé fuera de la cama, poniéndome de pie. Retrocedí

hasta que golpeé la esquina de la cómoda, enviando un estallido de

dolor a través mi cadera.

Se sentó y se movió sobre la cama, las dos manos sobre el

colchón. —Calla, nena, ¿tienes miedo de mí?

—No. Sí. Quiero decir, no. No tengo miedo de ti. —Apreté los ojos

brevemente cerrados—. No es así.

—¿Cómo es entonces?

Nunca follaríamos.

Ya está. No podría decirlo en voz alta, pero allí estaba. Nunca me

desnudaría con él. Nunca llegaría tan lejos.

Dios, eso no debería ser tan decepcionante como lo era, pero

esto con Jax —estar en la cama, enredados juntos y deseándonos— era

normal. Y yo no conseguiría cualquier tipo de normal, no con un tipo

como Jax. No cuando él podría haber superado mi destrozada cicatriz

en la cara, pero no había visto o sentido el resto de mí.

No se trataba de tener una baja autoestima, ser inexperta o débil

o estar demasiado nerviosa por desnudarse porque necesitaba bajar

nueve kilos. Mi cuerpo se encontraba destrozado. No había nada

atractivo en ello.

Tomando varias respiraciones profundas, forcé la picadura de mis

ojos y la parte posterior de mi garganta. —Es sobre lo que soy. ¿Bien? Así

que esto no va a suceder.

Sus oscuras cejas se levantaron.

Maldita sea, tenía buenas cejas.

Me distraje de nuevo. —Quiero decir, eres realmente caliente. No

me malinterpretes. Y estoy segura de que lo sabes, porque no hay

manera de que no sepas eso.

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Las comisuras de sus labios comenzaron a inclinarse hacia arriba.

Dios, necesitaba callarme. —Y me siento halagada de que tu...

um, de gustarte, pero esto... no puede suceder. ¿Bien? No hay forma.

No soy tu tipo de chica.

—¿Cómo conoces mi tipo de chica? —preguntó, sonando

genuinamente curioso.

Casi rodé mis ojos. —Lo conozco. Confía en mí. Y eso está bien.

Eres agradable y aprecio todo lo que has hecho y estás haciendo por

mí, pero esto... no va a suceder. ¿Bien? ¿Lo entiendes?

Me miró fijamente un momento, pareciendo querer insistir en el

tema, pero luego asintió lentamente.

—Entendido —dijo Jax.

Y luego sonrió.

No creo que lo hubiera captado en absoluto.

Jax vivía más cerca del bar, en una fila ordenada y bien cuidada

de casas adosadas, ni siquiera a una milla fuera de la ciudad. No entré

cuando lo dejé y no me colgué a su alrededor después de que salió de

mi coche. Habiendo despertado de la manera en que lo hicimos y mi

posterior descontrol me había enviado a clamar por un tiempo a solas.

Tiempo en el que podía dar sentido a lo Jax quería y cómo podía

quererlo. No debería importar. Nunca sucedería, pero Jax era

increíblemente precioso. No podría estar herido, cuando trataba con

mujeres dispuestas a saltar a su cama. Existían un montón de obvias

razones de mierda por las que no debería estar en cualquier lugar cerca

de la parte superior de su Lista de Querer Follar.

Dios, no había tiempo suficiente en el mundo para darme cuenta

de eso.

En realidad tampoco fui al bar cuando dejé a Jax. Ese día me

moví al turno que él trabajaba y no tuve que ir hasta esa tarde. Así que

recogí sólo un puñado de comestibles que me hizo sentir como que iba

a hacer dieta y luego me dirigí de nuevo a la casa. Durante el día, no

me preocupaba demasiado por los drogadictos o los locos señores de

la heroína, lo que probablemente era estúpido, porque ellos no eran

como vampiros y sólo salían de noche.

Las cosas eran simplemente más atemorizantes por la noche, y

después de mi turno en la noche del viernes —y después de que hice

propinas bastante decentes, hubiera temido volver a casa si no

estuviera tan condenadamente cansada. Me quedé mientras Jax me

mostró cómo cerrar el bar, incluida la forma de cerrar los registros y el

dinero en efectivo.

Todo ese turno actuó como si nada hubiera pasado entre

nosotros esa mañana, como si las cosas fueran normales. O al menos lo

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que pensaba que era normal con él. Era encantador y coqueteaba. Por

segunda noche consecutiva, insistió en atar mi delantal cuando trabajé

el piso y sus manos se detuvieron en mis caderas, haciendo que me

sonrojara, pero eso era todo.

Sólo me dirigía a mi coche cuando escuché que me llamaban

por mi nombre. Me giré, sintiendo mi corazón hacer un salto rápido

cuando vi a Jax.

—Voy a estar justo detrás de ti —dijo, parado al lado de su

camioneta.

Mis cejas se fruncieron. —¿Para qué?

Sacó las llaves del carro de su bolsillo. —Rumbo a tu casa, nena.

Me quedé mirándolo, pensando que mis oídos tomaron un coche

a ciudad loca. —No estás viniendo a mi casa.

Y entonces empezó una discusión sobre si iba a ir o no a mi casa,

que duró unos treinta minutos, y terminé renunciando, porque

bostezaba más de lo que hablaba.

Así Jax me siguió hasta la casa.

En realidad, trajo un cambio de ropa con él, por amor de Dios —

un maldito cambio de ropa.

Cuando llegamos a casa, traté de ignorarlo mientras me hice una

taza de té caliente, pero pareció grosero, al menos no ofrecerle una;

desde que se plantó asimismo en el sofá y se había convertido en mi

sistema de seguridad personal.

—Gracias —le dije mientras colocaba la taza sobre la mesa de

café.

Cansada y nerviosa, encontré difícil mirarlo mientras acunaba la

taza entre mis manos. —No sé si te gusta el azúcar o la miel, así que no

añadí mucho tampoco. —Por el rabillo de mis ojos, vi que alcanzó la

taza y tomó un sorbo—. Si quieres esas cosas, están en la cocina.

—Es perfecto. —Hubo una pausa rápida—. Fuiste a la tienda.

—Sí. —Balanceé mi peso sin descanso.

—¿Por qué no te sientas conmigo un rato?

Un aleteo se alojó en mi barriga. —Estoy muy cansada.

—No estás acostumbrada a esos turnos, ¿eh?

Mi mirada se deslizó lentamente sobre él, y fue cuando vi un libro

escondido en su regazo. ¿Él leía? Oh Dios mío, chicos que leían eran

como los unicornios. Ellos sólo existían en los cuentos de hadas. Quería

preguntarle que se encontraba leyendo, pero no lo hice. Todo lo que

hice fue asentir.

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Una parte de mí esperaba que batallara, pateándome con su

encanto, pero lo único que hizo fue levantar sus pies cuando se tumbó

en el sofá. —Nos vemos en la mañana, nena.

Y me quedé allí por un segundo, extrañamente decepcionada

hasta que me obligué ir a mi habitación, donde la puerta no cerraba de

todas maneras. Después me lavé y me cambié —muy cansada para

bañarme— me quedé dormida en cuestión de minutos y desperté con

Jax haciendo los huevos y el tocino que compré en la tienda.

El sábado por la noche fue una repetición del viernes, con la

excepción de mi primer encuentro con Nick. Dado mi anterior teoría

sobre que los chicos calientes andaban juntos, no me sorprendí cuando

vi al camarero alto de pelo oscuro y ojos verdes que podría ser

presentado en el Calendario de Sexis Camareros que necesitaba crear.

La cantidad de dinero que podría generar con sólo Jax y él...

Nick era diferente a Jax, mucho más tranquilo, más reservado.

Cuando nos conocimos, me miró durante un largo rato, hasta que sentí

el calor de mis mejillas. Hubo un extraño tirón en su rostro, un

reconocimiento en su mirada que no entendía, y me pregunté si era de

esta zona. Pero luego dijo hola y siguió adelante. Podríamos haber

intercambiado un par de palabras en ese turno. No era que lo hubiera

encontrado grosero. Más como el tipo de chico que no hablaba a

menos que tuviera algo que quisiera decir. Era un poco melancólico.

Al igual que la noche anterior, cerré el bar y Jax me siguió a casa.

Era un poco espeluznante pensar que él o alguien sintiera la necesidad

de estar allí porque algo podría pasar, así que traté de no centrarme

realmente en eso.

Esa noche cuando hice el té, no salí huyendo directamente al

dormitorio. Me quedé en la sala de estar y finalmente, me senté en el

brazo del sillón. El libro se hallaba en su regazo de nuevo.

—¿Qué estás leyendo? —pregunté dado que no lo hice la noche

anterior.

— Lone Survivor12.

Mis cejas se levantaron. —¿Eh... ?

Me dio una media sonrisa. —Es una historia real acerca del marine

SEAL, Marcus Luttrell y su misión fallida. No es una lectura feliz para

dormir, pero es bueno.

—¿Así qué lees solamente no ficción? —La curiosidad iba a

matarte Calla, pero no pude evitarlo.

—Nah. Me gusta David Baldacci, John Grisham, e incluso algunos

de Dean Koontz y Stephen King. —Miró hacia otro lado mientras

12 Libro de no ficción de 2007 escrito por Marcus Luttrell y Patrick Robinson.

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apoyaba su cabeza en el respaldo del sofá mientras empecé a ver un

tema allí—. No leí mucho en la escuela secundaria, pero al estar en el

extranjero, hubo períodos de tiempo en que no tenía mucho que hacer.

Mejoré mi lectura y me impidió ir hasta la locura del desinterés y...

—¿Y? —pregunté cuando él no terminó.

Jax no respondió, y no necesitaba mi imaginación para averiguar

con qué la lectura le ayudó además del aburrimiento. Pensé en sus

antecedentes —un militar. Eso explica por qué era tan protector, pero

tenía que haber mejores cosas que podría estar haciendo en un

sábado por la noche, porque él no era como yo.

Quiero follarte.

Un calor casi sofocante se inyectó en mi piel mientras las palabras

se reprodujeron a través de mis pensamientos. Mi mirada rebotó

alrededor de la sala de estar escasamente decorada antes de aterrizar

en Jax. Me observaba con una mirada en su rostro que no podía

descifrar. Sentí un burbujeo inmediato de miedo que por fin iba a

abordar lo que pasó entre nosotros esa mañana.

No lo dudé. Me quedé de pie. —Tú sabes que no tienes que

quedarte...

—No empieces —replicó, abriendo su libro. Había terminado

conmigo.

No mucho tiempo después me fui a la cama, apoyando mi

cabeza en la almohada, mis ojos entrenados en la puerta del

dormitorio. Me quedé dormida rápidamente y por la mañana, Jax no

hizo el desayuno y se había ido bastante temprano.

Al estar libre el domingo, llegué a hablar con Teresa y se sintió

genial. La extrañaba y a Jase, y la forma en que eran el uno con el otro.

Estaban a días de partir hacia la playa, y sabía que Teresa se

encontraba tan emocionada como nerviosa. Era su primer viaje juntos

como pareja. Nunca experimenté eso, pero podía entender por qué

eso sería estresante.

—Así que, ¿en realidad estarás allí todo el verano? —preguntó

Teresa, la sorpresa causando un cambio de tono en su voz.

Asentí, como un idiota, ya que no podía verme. —Sí.

—Nunca has hablado de tu familia... —La voz de Teresa se fue

apagando, pero lo que no se decía era obvio.

Nunca hablé de mi familia por muchas razones, por lo que tuvo

que confundirla mi repentina voluntad de pasar tiempo con dicha

familia, que en realidad no existía. —Se me ocurrió hacer algo diferente

este verano.

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—Pero normalmente tomas clases —remarcó, y oí una puerta

cerrándose en su extremo, seguido de una voz profunda y masculina.

Jase. Caliente-sexy-Jase.

—Sí, lo sé, pero he estado de camarera y haciendo dinero.

—¿Camarera? No sabía que sabías como atender una barra.

Hice una mueca. —Bueno...

Hubo un forcejeo por teléfono y luego—: Espera, Jase. Dios mío,

mis labios aún estarán aquí en cinco segundos, al igual que el resto de

mi cuerpo.

Oh, querido. —Uh, puedo dejarte ir.

—No. —Su respuesta fue inmediata—. Jase puede esperar. —

Hubo una risa ronca, y mis labios se curvaron en las esquinas. Entonces

Teresa dijo—: Siento que toda mi vida ha sido una mentira.

—¿Qué? —Parpadeé mientras me asomaba por la ventana del

frente.

—Tú. Nosotras. Nuestra vida juntas. Hay tantas cosas que no sé de

ti.

Me eché a reír. —No hay mucho que saber.

—Eres una camarera. Y no lo sabía. —Hubo una pausa—. Cuando

Jase y yo volvamos de la playa, a lo mejor podemos ir a visitarte.

Mis ojos se abrieron. Eso no fue una pregunta, fue más como una

declaración, y estaba segura de que sería una mala idea, pero no era

como que pudiera decirle que no. Eso hubiera sido grosero, así que

murmuré mi aprobación y luego colgamos el teléfono ya que Jase

aparentemente necesitaba acceso a su boca u otras partes de su

cuerpo.

Quiero follarte.

Oh hombre, realmente necesitaba dejar de pensar en eso.

Tenía cinco minutos para entrar en pánico sobre la posible visita

de mis amigos en un momento indeciso en el futuro, antes de que el tío

Clyde apareciera al azar. Me reuní con él en la puerta.

—¿Qué tienes en la lista de hoy, pequeña? —preguntó,

deambulando en la casa, llevando una camiseta de los Eagles de

Filadelfia que incluso en su gran estructura parecía dos tallas más

grande.

—Um... —Miré alrededor. Desconociendo que existía una lista.

Clyde me dio una amplia sonrisa. —Lo primero es lo primero,

pequeña. Tenemos que revisar esta casa, de arriba abajo, y

asegurarnos de que no hay más basura aquí.

Oh.

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Esa era una idea increíble. Clyde y yo paseamos alrededor de la

casa la mayor parte del domingo. Paseando en la búsqueda de más

cubículos llenos de drogas. Era una cosa extraña para hacer, pero me

encantó tener Clyde cerca, era una clase de momento de unión.

Como si estuviéramos repitiendo la historia, juntos a la hora de tratar con

mamá. Y Clyde y yo fuimos los únicos en tratar con ella la mayor parte

de mi vida. Era un poco triste, pero era familiar, y en este momento,

familiar sentía bien.

No encontramos más drogas, gracias al buen Dios por eso, y

terminé corriendo a la tienda antes de que oscureciera y regresar con

las cosas para hacer tacos.

Tacos.

Mientras Clyde puso carne de hamburguesa en el mostrador y

encontró una sartén en los armarios, me quedé mirándolo desde la

puerta de la cocina, mis labios temblando y mis manos se apretaron

contra mi pecho.

Clyde estuvo casado una vez. Apenas recordaba a Nettie, su

esposa, porque falleció inesperadamente de un aneurisma cerebral

cuando tenía seis años de edad y eso fue hace muchos años. Al menos

quince años y Clyde nunca volvió a casarse. Ni siquiera me hallaba

segura de si él salía. Había amado Nettie y algunas noches, cuando yo

vivía aquí, hablaba sobre ella.

Creo que nunca superó su pérdida.

Pero una de las cosas que recordaba que contaba era sobre el

ritual de la noche del domingo de Nettie —hacer tacos desde cero.

Buenos tacos. Pimientos rojos y verdes, salteados con cebolla, y

cubiertos con queso derretido y lechuga picada.

También se convirtió en un ritual de la noche del domingo para

Clyde y para mí, y a veces cuando mamá se encontraba alrededor y

tenía la cabeza bien puesta, ella tomaba parte.

Sonreí cuando lo vi descargar las bolsas. Esto era tan familiar, y lo

pasé por alto. Extrañaba tener a alguien que se sentía como familia a

pesar de que no era de sangre.

En ese momento, algo se desquició en mi pecho. No lo entendía,

pero de repente me sentía incómoda. No con lo que sucedía ahora,

pero que había estado sucediendo en el último par de años.

Las lágrimas quemaron la parte de atrás de mis ojos. No sé por

qué. Era tonto. Volvía a ser tonta.

Clyde sacó una cabeza de lechuga. —Sabes qué hacer,

pequeña, así que saca tu trasero de allí y empieza a cortar.

Me arrastré hacia el mostrador, tragándome las lágrimas. No voy

a llorar. No voy a perder el control. Mis mejillas se hallaban húmedas.

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—No recogí esa mezcla de quesos mexicanos. Vamos a hacer

esto desde... Ay, pequeña. —Clyde dejó el bloque de queso y giró su

gran cuerpo hacia mí—. ¿Esas lágrimas por qué son? —preguntó.

Levantando mi hombro, me limpié mis mejillas mientras le susurré—

: No sé.

—¿Es por tu madre? —Esas grandes manos eran suaves contra mi

cara, sus dedos callosos de años de trabajo perseguían las lágrimas—.

¿O es por los chicos? ¿Kevin y Tommy?

Absorbí una respiración agitada. Nunca pensé en ellos o en esa

noche en que el mundo entero se quemó en brillantes naranjas y rojo.

No quiero ser fría o indiferente, pero era demasiado difícil pensar en

ellos, porque apenas podía recordar qué aspecto tenían, pero me

acordé de sus ataúdes, especialmente el de Tommy. Así que me negué

a pensar incluso en sus nombres, pero sus nombres giraban una y otra

vez.

—¿O es todo? —pinchó suavemente.

Dios, Clyde me conocía. Apretando los ojos cerrados, asentí. —

Todo.

—Pequeña —murmuró contra la parte superior de mi cabeza

después de que me atrajo hacia él, envolviéndome en uno de sus

abrazos grandes de oso—. Todo puede parecer que es demasiado

grande, pero no lo es. Has visto y pasado por cosas peores, pequeña.

—Lo sé. —Estuve de acuerdo. Mi aliento hipaba mientras luchaba

por refrenar mis emociones adentro—. Es sólo eso... esto es tan familiar.

Hicimos esto durante años, y nunca pensé que lo haríamos de nuevo. O

que estaría aquí de pie y trabajando en el bar de Mona. Iba a ser una

enfermera. Lo tenía todo planeado. —Y nada de esto incluía a un tipo

como Jax o hacer tacos con el tío Clyde, pero no compartí eso—. No

tengo todo resuelto, ya no más.

Clyde me dio unas palmaditas en la espalda como un bebé que

necesitaba eructar, pero me encantó. —Niña-Calla, eres una gran

cantidad de cosas, un montón de cosas hermosas enrolladas en una

sola. Eres fuerte. Tienes una buena cabeza sobre tus hombros. Todavía

vas a ser una enfermera. Esto no va a ser tu vida. Aún tienes todo

resuelto.

Asentí, pero él entendió mal. La histeria no era porque me

encontraba decepcionada por la forma en que se desvió mi vida de su

curso o por esa noche de pesadilla. No es que no preferiría que algunos

aspectos fueran diferentes, concretamente la heroína y mamá estando

en problemas, pero no lloraba por eso.

Esa no era la razón de las lágrimas. Lloraba, porque todo esto era

familiar y la familiaridad me hizo feliz.

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Traducido por Val_17 & Kellyco

Corregido por florbarbero

Pasó una semana desde la noche en que el Tipo Grasiento se

presentó en la casa de mi mamá y se fue con una fortuna en heroína.

No hubo más visitas así y podría deberse a que siempre tenía algún

amigo al azar en mi casa. Está bien. No eran al azar. Eran Clyde o Jax.

En mis días libres, lo hacía Clyde y cuando volvía al trabajo, los

miércoles, era Jax el que me seguía a casa, lo que me sorprendió un

poco. Durante mi tiempo libre, no escuchaba de él. Ni una sola vez.

Sabía que tenía acceso mi número de celular, porque tuve que dejarlo

en la oficina, junto a los números de teléfono de todo el mundo en caso

de emergencias.

Por supuesto, tampoco traté de ponerme en contacto con él,

porque me dije que sería inútil y tonto. Y trataba de evitar todas las

cosas tontas, aunque en realidad esperaba ansiosa los miércoles para

regresar a Mona`s, y eso era un poco tonto.

Así que fallé como una ballena gigante evitando lo tonto.

En mis días libres, Jax no existía, pero el miércoles cuando iba al

trabajo, ya se encontraba allí, inspeccionando los recibos en el

escritorio. Cuando entraba en la oficina para guardar mi bolso,

levantaría la mirada, sonreiría, y me llamaría cariño.

Y entonces actuaría como lo hizo el sábado, cuando trabajamos

juntos por última vez, coqueto, encantador… y delicado. Pero aun así

actuaba como si no me hubiera dicho que quería llegar a conocerme

en el sentido bíblico inapropiado.

Tal vez cambió de opinión desde entonces, tal vez ese día sólo

despertó con un buen caso de erección mañanera y quería echar un

polvo.

Y estaba bien que cambiara de opinión.

Totalmente.

No fue por eso que puse esfuerzo extra en mi cabello, maquillaje y

ropa hoy. Era por las propinas.

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Jax se encontraba aquí ahora, en la oficina haciendo Dios sabe

qué, y sentía como si tuviera que volver allí, porque después de todo

este era el bar de mi mamá, pero antes de que pudiera hacer eso,

Reece se acercó a la barra. A veces cuando veía a Reece, pensaba en

mi hermano Kevin. A él le fascinaban los bomberos y agentes de policía.

Había una buena probabilidad de que si se le hubiera permitido crecer,

si el cielo no hubiese necesitado ángeles, habría sido un policía o un

bombero.

No más de un segundo después de que Reece alcanzó la barra,

Roxy giró sobre sus talones y fingió estar desempolvando botellas o

alguna mierda. Esta no era la primera vez que hacía eso.

Cada vez que Reece se hallaba en el bar, lo que parecía ser

siempre que no trabajaba, lo que sucedía a menudo, Roxy rebotaba

como una pelota saltarina. Y era obvio.

—Hola —me dijo Reece, pero sus ojos se hallaban fijos en la

espalda de Roxy—. ¿Puedo tener dos cervezas?

—Síp. —Ladeé la cabeza a la izquierda mientras agarraba las

botellas refrigeradas. Sacando las tapas, se las entregué—. ¿En una

bandeja?

—Así está bien para mí. —Su mirada finalmente se desplazó hacia

mí. Tenía unos bonitos ojos azules, vibrantes y casi sorprendentes por su

profundidad—. Así que, ¿en serio te vas a quedar?

Dado que Reece no me miraba como lo hacía con Roxy, quien

seguía de espaldas a él, no me sentía tímida. Bueno, no realmente. Era

como hablar con Cam, Jase, u Ollie. En otras palabras, chicos calientes

que tenían ojos para una sola mujer y no les importaba si me veía como

la prima del Guasón.

Funcionaba para mí.

—Sí, por lo menos hasta el final del verano. —Las palabras

sonaban extrañas a mis oídos, y no entendía bien por qué.

—Genial. —Se apoyó contra la barra, con la cabeza inclinada

hacia un lado. Tenía una maravillosa mandíbula y estructura ósea. Y me

distraje con facilidad—. Este bar realmente cambió desde que Jax

intervino.

Tenía que estar de acuerdo con eso. —Cuando vivía aquí, mamá

tenía a algunos… um, verdaderos ganadores trabajando en el bar.

Reece se rió, y fue una risa agradable. —Estoy bastante seguro de

que tenemos archivos en la oficina del sheriff de los hijos de puta que

ella tenía trabajando aquí.

Mis labios se curvaron. —Probablemente sea cierto.

Sonrió, y un hoyuelo apareció en su mejilla izquierda. —Te veo en

un rato.

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Roxy esperó a que Reece estuviera de vuelta en la mesa cerca

de donde se jugaba un partido de pool que parecía bastante serio

antes de acercarse a mí. La miré en tanto tiraba las tapas a la basura.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro.

—¿Por qué te alejas cada vez que Reece se acerca a la barra?

Se quitó las enormes gafas por lo que tenía que ser la primera vez

desde que la conocí y limpió los lentes con el dobladillo de su camiseta

sin mangas. Sin las gafas, tuve un buen vistazo de su cara. La chica

literalmente era tan linda como un montón de gatitos durmiendo juntos.

Pequeña nariz respingona y labios de muñeca, junto con grandes ojos

marrones. Labios fruncidos en forma de arco.

—Yo no le sirvo —dijo, mientras se colocaba las gafas.

Antes de que pudiera seguir estudiando esa declaración, las

palabras—: ¿Calla-jodida-Fritz? —Fueron gritadas desde la puerta del

bar—. ¡De verdad estás trabajando aquí!

¿Qué demo…?

Me giré hacia dónde provenía el sonido, y al principio no tuve

idea de quién se hallaba de pie allí.

Era una Barbie de tamaño real.

Algo así.

Si Barbie tuviera pechos pequeños y se vistiera como una

desnudista.

La mujer brincando hacia la barra llevaba algún tipo de vestido

de licra muy ceñido que la cubría desde el trasero hasta sus pechos, y

nada más. Parecía como si alguien hubiera cubierto el vestido de

lentejuelas. Era tan brillante como una bola de discoteca en la víspera

de Año Nuevo.

Su pelo rubio y largo se hallaba suelto, y mientras corría hacia mí

en zapatos de tacones altísimos, su cabello fluía como si estuviera

pavoneándose por la pista.

En tanto se acercaba y su gran sonrisa se extendía, empecé a ver

más allá del brillo en sus pómulos y párpados. La reconocí.

—¿Katie? —Puse las manos en la barra, atónita.

—¡Me reconociste! —Se detuvo y luego hizo algo en esos tacones

que si yo intentara imitar, me rompería el cuello. Saltó, rebotando

mientras aplaudía con entusiasmo—. ¡Nadie me reconoce!

Podía ver porque. Katie Barbara era una chica tranquila en la

secundaria. Algunos podrían haberla llamado diferente. Siempre llevó su

almuerzo en una lonchera de Hello Kitty, hasta su último año de

secundaria. Siempre tenía la nariz en un libro y siempre llevaba

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sombreros enormes que en algún momento, durante el día, un profesor

le haría quitarse. La recordaba vagamente dando un discurso en la

clase de inglés en tercera persona. A lo largo de la escuela, su pelo fue

de una multitud de colores: rubio, marrón, negro, púrpura, y rojo camión

de bomberos. Sin embargo, el rosa siempre fue su favorito, y todavía lo

era, porque ahora podía ver que los extremos de su pelo se

encontraban tenidos de rosa, coincidiendo con su vestido.

—Te ves… diferente —dije, sin saber qué decir.

—Por supuesto que sí. Conseguí un cuerpo. —Deslizó las manos

por los lados de dicho cuerpo mientras hacía un poco de meneo—. Me

hice un pequeño cambio de imagen.

Roxy se rió desde algún lugar detrás de mí.

—Luces genial. —Los vestidos bola de disco no eran lo mío, pero

Katie lucía caliente. Caliente de la manera en que los chicos

probablemente hacían cosas estúpidas sólo para acercarse a ella. Muy

diferente de la secundaria, y me pregunté qué pensaban de ella

nuestros compañeros ahora.

—Tú te ves igual. La cicatriz se ha desvanecido mucho. Apenas

puedes verla con maquillaje —dijo Katie, y Roxy inhaló un aliento

cuando Katie se sentó en el asiento vacío delante de mí.

Me di cuenta de que ella no cambió por completo. Todavía era

dolorosamente directa. No grosera. Simplemente no tenía filtro en

absoluto. Sonreí en lugar de dejar que el comentario me afectara,

porque sabía que no venía con mala intención. —Sí.

Puso sus codos bronceados sobre la barra y apoyó la barbilla en

la palma de su mano. —No puedo creer que estés de vuelta en la

ciudad, trabajando en el bar de tu mamá. Pensé que estabas haciendo

cosas más grandes y mejores.

Bueno, esto era incómodo. Era como el niño que festejó cuando

ellos no entraron a la universidad volviendo a casa con el rabo entre las

piernas. —Estoy aquí por el verano.

—¿La visita del año a mamá?

Roxy inhaló otra bocanada de aire y susurró—: Maaaaldición.

Una vez más, Katie fue tan directa como un choque. —Eso

planeaba, pero ella no ha estado mucho alrededor.

—Probablemente eso es una bendición disfrazada, chica. —Rodó

sus ojos azules—. Creo que es genial que hayas vuelto.

—Gracias. —Me mordí el labio mientras miraba a Roxy. Ella le

sonreía a Katie—. Así que, ¿qué has estado haciendo?

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Katie se echó hacia atrás en el taburete mientras agitaba sus

manos alrededor de su cuerpo. —Um, ¿qué es lo que parece? No

trabajo en una oficina.

Pensaba que parecía una stripper, pero si ese no fuera el caso,

entonces realmente sería muy incómodo decirlo.

—Ella trabaja en la calle de enfrente —explicó Roxy, inclinándose

contra el mostrador—. En el club.

Oh. Doble oh. Así que sí era una stripper.

Katie rió agitando sus espesas y largas pestañas. —Me encanta

totalmente.

Triple oh.

—Déjame decirte que a la mayoría de las chicas les gusta. ¿Ese

asunto de que te desnudas porque tienes problemas con papi? —

Sacudió la muñeca con desdén—. Me desnudo porque los chicos

idiotas me pagan por mostrar un poco de piel cuando pueden

conseguir esa mierda gratis en sus casas, y gano un maldito buen dinero

haciéndolo.

Bueno, si era feliz haciéndolo, entonces lo que sea. Sonreí. —

Suena bien.

—¿Y tú? —Batió esas pestañas de nuevo—. ¿Trabajando en un

bar? No pensé que bebieras en absoluto —afirmó, sus brillantes labios

rosados curvándose en las esquinas con confusión—. ¿Alguna vez te has

emborrachado?

No me emborrachaba. Bueno, a causa de mamá. Podía sentir los

ojos de Roxy en mí. —Puedo beber una cerveza o dos, pero nunca he

estado borracha.

—¿Qué? —Roxy casi gritó.

Reece y los chicos levantaron la vista de sus mesas. Bajé la voz

cuando sentí mis mejillas calentándose. —Bueno, probablemente sea

bueno que no beba realmente ya que estoy trabajando en un bar.

Roxy me miró boquiabierta. —¿Nunca has conocido las maravillas

de estar con resaca?

—Emborracharse es divertido… —Katie se fue apagando cuando

un hombre guapo, tal vez al final de los veinte, se sentó a la barra.

—Whisky. Puro —ordenó él, su mirada parpadeando sobre mí y

luego a Roxy, quien alcanzó un vaso de chupito.

Katie miró fijamente al hombre desde sus botas color oscuro,

hacia sus pantalones, camisa blanca, viajando hasta su ondulado

cabello rubio cenizo. —Demonios, me gustaría emborracharme con eso.

El chico le dio una larga, y prolongada mirada, puramente

masculina, igual a la que veía constantemente alrededor del bar, esa

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que indicaba que quería tenerla desnuda. Luego sonrió al voltearse,

dirigiéndose a la mesa donde Reece se sentaba.

—De todos modos, toda tu vida está a punto de cambiar —

anuncio Katie de repente. Dejo caer su barbilla sobre la palma—. De

verdad.

Parpadee una vez y luego otra vez, y me las arregle para ignorar

el codo de Roxy que empujaba discretamente mi lado. —¿Vamos de

nuevo?

—Te lo estoy diciendo. Toda tu vida está a punto de cambiar —

continúo Katie, y Roxy golpeo su cadera contra la mía—. Este verano

será épico.

No tenía idea a donde se dirigía esta conversación. —Bueno, mi

vida ya ha tenido toda clase de cambios.

—Oh, no. No estoy hablando de lo que ya sucedió. Hablo de lo

que va a pasar. —Katie se inclinó sobre el bar, y pensé que sus pechos

se derramarían hacia un lado de su vestido de lentejuelas y limpiarían la

barra por mí. Serían algo así como pezones limpiadores—. Ya ves, tengo

el don.

¿El don de stripper? —Um, ¿Qué tipo de don?

—Oh, amiga —murmuro Roxy.

Katie golpeteo su larga uña con manicura francesa en su sien. —El

don. De ver. Psíquica. De cualquier forma que lo llamen hoy en día.

Tengo presentimientos y se cosas.

Um…

No tenía idea de cómo responder a eso, y no sabía si hablaba en

serio, pero Katie siempre fue extraña, así que diría que sí, y Roxy no

ayudaba en absoluto. Desde atrás de sus gafas, entrecerraba los ojos

hacia el techo, sus labios tensos, formando una línea recta.

—Así que, um… ¿Tenías este don en la escuela secundaria? —

pregunte.

Katie rió. —No. Tuve un accidente. Y desperté al otro día con el

don.

—Qué… ¿Qué tipo de accidente? —pregunté, cuestionándome si

quería saberlo o no.

—Oh Dios santo —murmuro Roxy.

—Me caí de un maldito tubo.

Oh mi Dios. —¿Del tubo?

Asintió pasando un dedo por su labio inferior. —Sip. Esas perras se

aceitan como si fueran a meterse en una freidora, así que a veces el

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tubo esta resbaloso si no lo han limpiado. Y créeme, después de algunas

chicas, tú quieres limpiar ese tubo.

Mis ojos se abrieron, y lo único que pude imaginar fue un tubo de

striptease resbaladizo.

Una risita escapo de Roxy que intentó ocultar detrás de una

forzada tos falsa, luego tomó una botella y tres vasos de chupitos.

Oh no.

—De cualquier manera, me dieron el tubo para mi espectáculo.

Noche ocupada. Era sábado, y hacía cosas como colgar de cabeza. —

Katie se echó hacia atrás y levantó los brazos, y por un segundo pensé

que iba a recrear todo el asunto, y tenía el presentimiento que estaba a

punto de convertirse en un apocalipsis de tetas—. Y hacía esto. —

Retorció sus brazos, en tanto una convincente mirada sexual cruzo por

su linda cara—. Solo que cabeza abajo ¿correcto?

—Correcto —murmure mientras Roxy vertía líquido marrón en tres

vasos de tequila.

—La próxima cosa que supe, era que mis piernas se deslizaban

por el tubo, y yo me encontraba como “¡hombre cayendo!” o al menos

“¡Stripper cayendo!”

Otro sonido gracioso escapo de Roxy cuando dejó caer de golpe

la botella en el bar, y me obligue a tomar varias respiraciones profundas

antes de murmurar—: Oh no.

—Sip —dijo—. Me golpee la cabeza a con el escenario. Quedé

fuera como un ombligo.

¿Fuera como un ombligo? ¿Qué demonios?

—Y el resto es como la historia de la película Médium en Long

Island, pero sin las visiones de las personas muertas o los escalofríos, solo

con cabello rubio esponjado.

—¿En serio? —jadee.

Asintió. —Así que tu vida va a cambiar. No será fácil, pero

cambiara.

Me giré y miré a Roxy.

—¿Alguien quiere tequila? —ofreció.

—¡Chupitos! ¡Chupitos! ¡Chuuuuupitos! —chillo Katie, agarrando

sus gafas, rebotando hacia adelante y atrás. Un maldito segundo más

tarde, su chupito se había ido.

—Impresionante —dije.

Katie sonrió.

Después de que Roxy tomara su chupito, ambas chicas me

miraron, y sacudí mi cabeza. —No lo creo.

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—Te lo dije —dijo Katie.

Katie frunció el ceño. —Quiero verte probar el licor por primera

vez, y te serví algo verdaderamente bueno.

Mi estómago se apretó. La idea de beber demasiado, de no tener

control y… ni siquiera puedo pensar en eso.

Suspirando, Katie se inclinó y tomo mi chupito. —Por lenta,

perdiste. —Se lo tomó y golpeo el vaso sobre el bar—. Sí, acabo de decir

eso. Y sí, iré a hacer algo de ¡dineeero! ¡Las veo luego, perras!

Vi a Katie girar como una bailarina sobre sus talones y dirigirse a la

puerta mientras se abría y otras dos chicas entraban. Una de ellas, una

pelirroja tetona, hizo un puchero a Katie y le susurró algo a su amiga,

causando que la otra chica se riera.

Estreche los ojos, me di cuenta que no me agradaba eso.

Katie se detuvo, y miró a la pelirroja directo a los ojos, y dijo—: Te

haré pedazos perra.

La boca de Roxy se abrió.

Solté un bufido. Sip. Como un cerdito.

La pelirroja se puso pálida y la otra chica se sonrojó.

—Y esas perras de atrás no te van a servir, así que te puedes ir a

pasar el rato a Apple-Back al final de calle. —Katie miro por encima del

hombro hacia nosotras—. ¿Cierto?

Comprendiendo que era yo quién tenía cierto dominio sobre la

barra, asentí. —Cierto.

—Váyanse, perras. —Katie las escolto a la puerta, deteniéndose

para lanzarnos lo que parecía un saludo de pandillera—. Paz,

¡hermanas!

Con Roxy nos quedamos calladas por un buen minuto y entonces

la miré. —Katie siempre ha sido un poco diferente, pero siempre me ha

agradado.

Asintió, agarrando otro chupito, y sonriendo. —Por raro que

parezca, ha estado en lo cierto con algunas predicciones. Me dijo algo

una vez… —Su pequeña nariz arrugándose—. Algo que realmente

tendría que haber escuchado.

La mire boquiabierta. —Estas bromeando, ¿Verdad?

—Nop —comentó—. Pero amo a esa chica. Cosas locas pasan

siempre que ella está aquí. Y me gustan sus sentimientos.

—Seentimientos…

—Seeeentimientos —canturreo Roxy lo suficiente alto para que la

mesa de Reece se volteara a nuestra dirección.

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Específicamente Reece.

Sus labios se levantaron en las esquinas cuando miró a Roxy dar

vueltas como una bailarina borracha y poner los vasos de chupito en la

bandeja para lavarlos. Se giró hacia mí y me señaló. —Nada más que

eso…

—Seeeeeentimientos —cantó, demasiado mal y fuerte—.

Intentando olvidar mis seeentimientos…

—Deeee aaaaamor —cantó Roxy extendiendo sus brazos y

agachándose dramáticamente.

Una ronda de aplausos provino de la mesa de Reece, y rompimos

en un ataque de risa cuando Jax apareció en la barra. Se detuvo a

unos metros de nosotras, sonriendo cuando dijo—: ¿Qué demonios está

pasando aquí?

—Nada —cantó Roxy, y lo miró por un momento demasiado

largo, él se veía bien en sus pantalones, y su camisa desgastada, como

siempre, pero luego se volvió hacia mí—. ¿Así que nunca has estado

borracha?

—¿Volvemos a esto de nuevo? —Crucé mis brazos. Prefería

cantar.

La sonrisa de Jax se convirtió en una mirada incrédula. —¿Qué?

Rodé los ojos. —¿Es realmente una cosa tan importante?

—Ella nunca se ha emborrachado. —Señaló Roxy a Jax, quien

seguía mirándome como si me hubiera quitado mi camisa y estuviera

sacudiendo mi trasero hacia el—. Jamás.

—¿Bebes algo siquiera? —preguntó, dando un paso más cerca, y

de alguna forma arreglándoselas para ubicarse en el minúsculo espacio

entre Roxy y yo, lo que significaba que todo el lado izquierdo de su

cuerpo se presionaba contra el mío.

Traté de reprimir el escalofrío en respuesta y fallé. —Bebo una

cerveza o dos de vez en cuando. —La verdad es que. Nunca me

terminé toda una cerveza en mi vida.

Poniendo una mano sobre la barra, inclinó su cuerpo hacia el mío,

lo que alineó nuestras caderas y puso al nivel de mis ojos la camisa

negra apretada extendiéndose sobre su pecho. Oh mí Dios. Podía ver

sus pectorales. El chico realmente tenía pectorales. —¿Has bebido licor

alguna vez?

Sacudí la cabeza, mirando su pecho.

—¿Ni una vez?

—No —susurré. Mirar el pecho del chico como si fuera pastel de

chocolate era una tontera, pero era la clase de tontera que me

gustaba.

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—Antes de esa bebida que intenté darle, nunca probó un licor —

suspiró Roxy—. Nunca estuvo borracha. Se ha perdido un montón de

estupideces.

—Tendremos que cambiar eso. —Por el rabillo de mi ojo, podía ver

a Jax moviendo su otra mano. Alcé la barbilla cuando él acomodó un

mechón de mi cabello detrás de mí oreja—. Pronto.

Cuando expuso mi mejilla izquierda, di un paso atrás, golpeando

mi trasero contra el depósito de hielo. Pude ver a Roxy observándonos,

con las cejas levantadas, riendo. Dios, este bar necesita más

concurrencia los jueves por la noche, así Jax tendría menos tiempo para

torturarme.

Y Jax realmente se encontraba de buen humor para torturarme

con su encanto y coqueteo. Agachó su cabeza, y supe que no solo

Roxy nos observaba. —¿Qué más no has hecho? Creo que dijiste algo

sobre esto antes.

Mi aliento se quedó atorado en mi garganta y entonces lo noté. Él

ese hallaba muy cerca de mí. —No he ido a la playa.

Roxy sacudió la cabeza.

—Y… y no he estado en la ciudad de Nueva York o en un avión.

Nunca he ido a un parque de diversiones. —Divagué, mi estómago

retorciéndose—. No he hecho un montón de cosas.

Jax me sostuvo la mirada por un momento y luego se apartó,

dirigiéndose al otro lado del bar. Me quede quieta, encontrando la

mirada de Roxy.

Se arqueo y vocalizo, ¿Qué?

Sacudí la cabeza, sintiendo caliente el rostro cuando me volví

hacia Jax, su sonrisa extendiéndose. No tenía idea que era lo que

pensaba, pero me hallaba segura de que implicaba algo tonto.

Volviéndome hacia la pila de vasos sucios, noté que era hora de ir a la

cocina.

La puerta se abrió, y sentí el cambio en la atmosfera antes de ver

quien entraba. La tensión llenó el aire. Mordiendo mi labio, mire en la

forma en que Jax se puso rígido cuando me giré.

Oh no.

Mack Attack regresaba, y no se hallaba solo esta vez. Un amigo

enorme de aspecto sombreo estaba con él. Miraron hacia la mesa de

Reece, y luego Mack me observó de regreso a mí.

Me dio una sonrisa llena de suficiencia.

Mi estómago se revolvió un poco más.

—No eres bienvenido aquí.

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Eso vino de Jax, y cuando mi mirada viajó hacia él, vi como su

barbilla se encontraba tan tensa que podría cortar hielo.

—Oh chico —murmuro Roxy.

El amigo de Mack rió oscuramente, enviando un escalofrío por mi

columna.

—No tengo intención de quedarme —respondió Mack, sus ojos

nunca dejando los míos—. Solo tengo un mensaje para entregar, un

mensaje que estoy malditamente encantado de entregar.

Jax se puso delante de mí. —No me importa una mierda, Mack.

Vete de aquí antes de que yo haga que te largues de aquí.

Guau.

Los ojos oscuros de Mack se convirtieron en piedras obsidianas. —

Te lo dije una vez y te lo diré de nuevo, no sabes con quien te estás

metiendo.

—Sé exactamente con quien me estoy metiendo. —Jax se inclinó

sobre el bar, su voz baja y peligrosamente calmada, como el ojo de un

huracán—. Con un don nadie.

Mack me miró como si quisiera decir algo, pero su amigo se

movió, también, así que lo pude ver por el costado de Jax. —Isaiah

necesita hablar con tu madre. Como la semana pasada.

¿Quién demonios era Isaiah?

—Ese no es su problema —respondió Jax.

—Es la madre de la perra, y desde que su madre no está por aquí,

es su trabajo asegurarse que su madre hable con Isaiah —escupió Mack

de regreso.

¿La madre de la perra? Que demo…

La mesa de policías empezó a prestar atención. Dudaba que este

tipo que buscaba a mamá, Isaiah, estuviera limpio. Mack y su amigo

eran bastantes estúpidos haciendo esto frente a un grupo de policías

fuera de turno.

—Tiene una semana —dijo Mack, caminando hacia la puerta—.

Antes de que Isaiah se ponga impaciente.

Mack y su amigo se encontraban fuera de la puerta antes de que

pudiera decir una palabra. Mi corazón saltaba cuando Jax se volvió

hacia mí, su barbilla palpitando. —¿Quién es Isaiah? ¿Algún tipo de jefe

mafioso?

Parte de la tensión se fue de su rostro cuando sus labios se

torcieron. La mirada en sus ojos marrón se suavizó un poco. —No

exactamente. Pero cerca.

Oh no. No me gustó la última parte.

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—¿Qué está pasando? —Reece se presentó en la barra, su

mirada puesta en Jax.

—Isaiah está buscando a Mona —respondió Jax.

Mire hacia Roxy, un poco sorprendida de que no hubiera

escapado pretendiendo hacer algo. —No sé quién es Isaiah y no sé

dónde está mi mamá —dije, sintiendo la necesidad de aclararlo.

—Lo sé. —La voz de Jax era alta—. Reece también sabe eso.

Su amigo policía me miro. —¿Estás segura que quieres quedarte

aquí por un tiempo?

Empecé a abrir la boca.

—Es un hecho —respondió Jax por mí—. Ella se va a quedar.

Mi mirada viajó hacia él; sorprendida de que hubiera hecho eso.

Por un lado, me sentía feliz de no tener que tropezar diciendo una no

embarazosa explicación de porqué tenía que hacerlo. Por otro…

bueno, no me hallaba segura de que hubiera un lado negativo.

Reece dejó escapar un suspiro mientras se concentraba en mí de

nuevo. —Si tienes algún problema con ese estúpido o cualquiera de

esos idiotas, déjame saberlo.

Asentí.

—Ella me lo dirá primero —me dijo Jax, y otra vez, lo miré

boquiabierta—. Entonces se lo diremos a ustedes.

Reece arqueó una ceja. —Hombre, no sé qué es lo que tú haces

aquí —dijo, y mi columna vertebral se puso rígida—. Pero necesitas estar

fuera de cualquier mierda que implique a Isaiah

—Ya estoy en mierda con Isaiah, por este lugar, y tú lo sabes. —

Jax elevo su barbilla—. Y no es mi mierda con él lo que me preocupan.

Oh cielos.

—Está bien. ¿Quién es Isaiah? —pregunté, determinando qué era

más importante—. ¿Y por qué la palabra mierda se incluye tanto junto a

su nombre?

Los labios de Reece formaron una medio sonrisa. —Él causa

algunos problemas por aquí. Por lo general se mantiene a los

alrededores de Filadelfia, pero su hedor ha viajado por todo el mundo.

—Drogas —agregó Jax en voz baja.

Pensé en la heroína. Mierda.

—Haré que algunos chicos lo visiten —dijo Reece, volviéndose

hacia Jax—. Me aseguraré que entienda que Mona no es problema de

Calla.

—Te lo agradecería —respondió, relajándose un poco.

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Así que también me relajé. —Gracias… supongo.

Reece rió entre dientes.

Levantando un brazo, Jax pasó sus dedos a través de su

desastroso cabello. —Roxy, ¿Puedes cerrar el bar esta noche?

Asintió. —Claro.

—Me voy a quedar aquí —lancé, pero Jax sacudió la cabeza—.

¿Qué? Tengo horas pendientes en mi turno.

—Ya no más. —Tomó mi mano y empezó a caminar, no

dejándome otra opción que seguirlo. En el camino a través del bar,

tomó una botella de licor marrón—. Vamos a realizar algunas de las

cosas “que nunca has hecho antes” esta noche.

—¿Qué? —chillé.

La sonrisa de Roxy se tornó aún más grande. —Buen plan.

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Traducido por vals <3

Corregido por Dannygonzal

Uno pensaría que Isaiah, quien podría o no ser un capo de la

droga, enviando a sus secuaces al bar sería el problema más grande de

tratar, pero porque me especialicé en estupidez, no lo era.

De pie en la cocina de la casa, mi mirada cambió de la botella

de José y los dos vasos de tragos que Jax también tomó del bar, al

constante y enorme dolor en mi trasero.

La mitad de sus rellenos labios inclinados hacia arriba en una

perezosa sonrisa que concordaba con la perezosa mirada en sus ojos

cafés. Él se encontraba apoyado contra el mostrador, con sus brazos

bien definidos plegados sobre su pecho.

Un atractivo dolor en mi culo, pero aun así, un dolor en mi culo.

—No —dije de nuevo, por probablemente décima vez.

Regresamos a la casa hace casi catorce minutos, y cada uno de ellos

estuve gastándolos con él diciéndome que tomara un trago y yo

diciéndole varias razones por las que no podía.

Ni una vez perdió su paciencia.

Ni una vez se enojó.

Ni una vez se burló de mí por no querer tomar.

Ni una vez no tuve que detenerme de decirle la verdad del

porqué no tomaba.

Estaba sin excusas, y mi miraba regresó a los vasos de tragos

llenos. Tragué, frustrada y… solo realmente frustrada. No era como si

nunca hubiese querido tomar. Quería. Quería la experiencia que todo el

mundo y a la que sus madres aparentemente les gustaba introducir.

Estar borracha era un placer incierto para mí.

Un montón de cosas eran placeres inciertos para mí.

Quería tirarme al suelo y rodar como un niñito, como mi hermano

solía… Corté ese pensamiento, sacudiendo la cabeza.

—Cariño, tienes que intentarlo. Solo un trago.

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Mi mirada parpadeó a la suya. Me gustaba cuando me llamaba

cariño, lo que fue la guinda del pastel de la estupidez. Nuestros miradas

colisionaron, y aquellas espesas pestañas, esos ojos, esas cejas, y esa

cara.

Mierda.

Si ser distraída por un chico caliente con una hermosa cara me

hace unidimensional, entonces al menos reconocí eso sobre mí.

—¿Esto es por Mona? —preguntó.

Guau. La fuerza de él dando justo en el clavo me hizo dar un paso

atrás. Golpeé la silla de la mesa y sus patas se sacudieron contra el

suelo.

—¿Qué? —murmuré.

Se quita del mostrador, los brazos yendo a sus lados. —¿Es esto por

tú mamá? ¿Por cómo es ella?

Santos hoyos en la luna, mis pies se hallaban arraigados al suelo

mientras miraba a Jax. No lo había conocido por más de una semana y

unos cuantos días, y él seriamente lo entendió. Solo así. Tal vez tiene

algo que ver con el hecho de que él conocía a mi mamá cuando

nadie, ni Teresa o Avery, nunca pusieron los ojos en ella o han tenido la

oportunidad de experimentar la maravilla de Mona.

Era por culpa de mi madre. Eso no era una sorpresa para mí, pero

escucharlo a él dar en el punto me anonadó.

Vi a mi madre hacer cosas terribles y estúpidas cuando se

encontraba borracha o drogada. Vi cosas horribles y humillantes hechas

a ella cuando estaba borracha o drogada. Nunca tuvo ningún control

cuando se hallaba así. Demonios, nunca tuvo ningún control antes de

eso, pero era peor cuando bebía o tomaba pastillas. Era la razón por la

que no hacía esas cosas y quería todo el control, porque yo…

Nunca quería ser ella.

No era ella.

Nunca sería ella.

Mis pies se movieron antes de que mi cerebro atrapara lo que iba

a hacer. Caminando a través del mostrador, rocé pasando a Jax y lo

sentí voltearse mientras buscaba el trago. Mis dedos temblaban al

cerrarse alrededor del frío vaso.

Me volteé a donde Jax se encontraba, mi mano estabilizándose.

—No soy mi madre.

Y entonces incliné el vaso hacia mis labios.

Solo un trago. ¡Ja! Famosas últimas palabras.

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Cuatro tragos después, me encontraba tendida en el suelo, de

lado, abrazando la botella de licor medio vacía en mí pecho. Mis ojos

cerrados. Había una cálida, manta eléctrica enrollada en mi vientre y

un zumbido agradable trinó a través de mis venas. Hacía mucho desde

que me quité los zapatos y repentinamente estaba decidiendo si quería

quitarme la blusa o no. Tenía una camiseta sin mangas debajo, pero

sentarme y levantar mis brazos, parecía que requería demasiado

esfuerzo.

Una caricia suave, un toque ligero como una pluma, viajó sobre

mi frente, haciendo que la manta eléctrica en mi vientre se calentara y

el trinar en mi sangre zumbara más fuerte.

—Tequila… Jax, el tequila es… —Me quedé sin palabras, porque…

bueno, las palabras eran tan difíciles de pensar y encadenar.

—¿Increíble? —Arrastró las palabras, quitando sus manos.

Abrí mis ojos y sonreí. Se encontraba sentado junto a mí, sus largas

piernas estiradas frente a él con su espalda presionando el sillón. Solo

nos encontrábamos a unos cuantos centímetros de distancia, y no

recordaba cómo terminé acostada en el suelo, pero sabía que él se

había sentado allí conmigo inmediatamente.

—¿Calla?

—¿Mmh? —Mis ojos se cerraron por su cuenta, así que los abrí de

nuevo. Buscó, tanteando mis rodillas con sus dedos, y reí—. Soy un peso

ligero, ¿cierto?

Su sonrisa se extendió. —Desde que es la primera vez que te

emborrachas, voy a decir que cuatro tragos es bastante malditamente

bueno.

—El tequila es como un viejo, perdido, no tan molesto amigo. —

Aprieto la botella en mis brazos, presionándola contra mi pecho—. De

verdad me gusta el tequila.

—Veremos cómo te sientes a la mañana.

Un ceño tiró de mi boca. —Pero me gusta. No puedes quitarme

eso.

Jax se inclinó hacia delante, riendo. —No voy a herir la botella,

Calla.

—Tal vez quiera otro trago.

—No creo que sea una buena idea.

Traté de lanzar una mirada enojada, pero creo que todo lo que

terminé haciendo fue ponerme bizca. Suspirando fuertemente,

acomodé mi botella en un agarre de muerte.

Gentilmente me quitó la botella y la puso en la mesita de café,

solo fuera de mi alcance. Inmediatamente extrañé la botella dorada de

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felicidad, y pensé que debería sentarme y recuperarla, pero de nuevo,

esfuerzo. Cuando su mirada regresó a mí, su sonrisa me hizo sentir algo

divertido en mi pecho y en mi pancita.

Y en un montón de otros lugares que me hicieron reír.

—Así que de vuelta a las cosas que no has hecho. —Se recostó

contra el sillón, obviamente no sintiéndose tan bien como yo lo hacía.

Fuimos más lejos de lo que lo hice en todos mis veintiún años de vida,

una asombrosa lista de material embarazoso, pero no me importaba.

Me gustaba cómo sonreía cada vez que le decía lo que no hice y

como de aterradora se veía en su llamativa cara, como si le hubiese

surgido algo inteligente—. ¿Nunca has sentido arena en tus dedos? —

añadió.

Sacudí mi cabeza. Creo que lo hice.

—Tengo planes. Mis planes no involucran esas cosas.

—¿Cuáles son tus planes?

—Hay tres F’s.

Sus cejas se levantan. —¿Tres F’s?

—¡Sip! —grité y entonces dije más bajo y en una voz mucho más

seria—. Terminar la universidad. Encontrar una carrera como enfermera

de campo. Yyyyyyy finalmente recoger los beneficios de seguir con

algo. —Me detuve, mordiendo mi labio superior—. Aunque no estoy

segura con la parte de seguir algo. Yo como que sigo a través de la

mayoría de las cosas, pero no hay muchas que empiecen con la letra F

que involucrarían un plan, así que…13

—¿Así que eso es? ¿Tus grandes planes son básicamente terminar

la universidad y encontrar un trabajo?

—¡Sip con pimientos y pandas!14

Sacudió su cabeza hacia mí. —Cariño, eso no es mucho.

Empecé a decirle que era todo, pero entonces pensé en ello, y

debió haber sido el tequila, porque pensé que tenía razón.

Y entonces dije—: Fuiste mi primer beso.

—Necesitamos conseguir, espera. —La sencilla, perezosa sonrisa

se deslizó de su cara—. ¿Qué?

Al principio no me di cuenta de lo que le dije, así que no tenía

idea de por qué se hallaba mirándome como si hubiese dicho algo

13 Cuando habla de tres F se refiere a las cosas que quiere hacer empiezan con F pero

a la hora de traducirse pierde el sentido; (terminar sería Finish, encontrar sería Find, y

seguir Following)

14 Frase para decir que si en inglés es “¡Yeppers peppers and pandas!”

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loco. Entonces me di cuenta de lo que admití… sí, no me importaba

que hubiera revelado ese pequeño humillante hecho.

El tequila era increíble.

—Nunca antes me besaron —le dije.

Una ceja café oscura se levantó. —¿En absoluto?

Sacudí mi cabeza. O una clase de meneo en el suelo.

Sus ojos cafés se ampliaron. —Tienes veintiuno y nunca te han… —

La mirada en su cara se hacía cada vez mejor mientras miraba al techo,

como si le estuviese rezando al cielo.

Ahora sintiéndome un poco rara acostada, me forcé por

levantarme. El cuarto giró por un segundo y mi estómago se hundió

precariamente. No me gustó ese sentimiento, las vueltas, pero me senté

rápidamente y entonces miraba a Jax.

Dios, era tan… tan apuesto. Entre más lo miraba más me daba

cuenta de que no era un ser caliente convencional. Algunos podrían

pensar que sus labios estaban demasiado llenos o que sus cejas eran

muy tupidas, pero lo que hizo por mí. Me hizo desear que fuera…

Realmente necesitaba detener los pensamientos de cuan

caliente era, porque abajo en mi vientre, mis músculos estaban

apretados y mi respiración se sentía pesada.

Jax inclinó la cabeza hacia mí, con una expresión extraña.

—Maldición, cariño, eso no fue ni siquiera un beso real.

—Oh —murmuré.

Oh.

Bajando mi barbilla, dejé que se asentara, y aunque no llegó muy

lejos a través de la bruma del tequila, había todavía un pellizco

profundo en mi pecho, la sensación de las cosas acomodándose en el

lugar en donde debían estar. Por supuesto.

—¿Qué? —preguntó Jax.

Dije eso en voz alta. Levantando la mirada, me concentré en su

hombro. Me sentí un poco estúpida por pensar que fue un beso de

verdad. Quiero decir, en este momento apenas me conocía, pero

entonces, solo me conocía por unos días. Y los chicos como él, tipos que

se parecen a él, hablaban como él y caminaban como él… y

respiraban como él, no besaban a las chicas como yo. No a las chicas

que lucían como yo, y que crecían tirando el blanco en gentuza.

—¿Calla? ¿Te sientes bien?

La preocupación en su voz pellizcó en mi pecho.

—Yo… Todavía me gusta el tequila.

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Hubo una pausa y Jax se echó a reír—. Espera hasta que intentes

el vodka.

—Mmm. Rusos.

Jax sonrió.

—Y no se puede olvidar el whiskey.

—¿Whiskey? —Jadeé, abriendo mucho los ojos mientras juntaba

las manos debajo de mi barbilla. Empezaba a darme cuenta de que

era un poco dramática cuando bebía o cuando esperaba estar

sobria—. No. Whiskey no. Mamá solía beber whisky y cosas… sí, ella

estaría muy feliz o muy triste. —Me puse de rodillas, empujando mi pelo

hacia atrás sobre mis hombros—. ¿Hace calor aquí?

—Es agradable. —Envolvió su mano alrededor de mi muñeca,

estabilizándome—. A Mona le gusta su whiskey.

Sí, obvio. Jax conocía a mamá. Nuestras miradas chocaron, y

pensé… Que le podría decir esto.

—Pensaba... Que sería como ella si bebía, ¿sabes? Haría cosas

tontas y…Vi las cosas que hacía cuando bebía.

Un estado de alerta parecía sangrar en Jax, y tal vez después

cuando no hubiese tanto tequila agitándose alrededor dentro de mí,

me daría cuenta de que él no se encontraba cerca de estar tan

destrozado como yo. —¿Qué tipo de cosas?

Retrocedí así que mi trasero se apretaba contra mis pantorrillas,

sabía que no debería decirle lo que vi. Nadie quería escuchar eso. Era

complicado. Era feo. No del tipo de fealdad como las cicatrices en mi

cuerpo, sino más profundo y desagradable.

Pero tenía lengua de tequila.

—La primera vez, y fue la primera vez porque pasó más de una

vez, haciendo una fiesta. Siempre hacía fiestas, pero esa noche era

tarde y tenía sed. Tenía un resfriado o gripe. Algo. Necesitaba conseguir

algo de beber. Tuve que bajar. Mamá me dijo antes que no bajara

cuando hacía una fiesta, pero tenía que hacerlo.

—Te entiendo —dijo rápidamente—. ¿Qué edad tenías?

Me encogí de hombros, yo luchaba por girar a través de mis

recuerdos.

—Doce, ¿creo? No lo sé. No fue hace mucho… Bueno, de todos

modos, bajé y había personas tiradas por el suelo, y oí a mamá. Ella

estaba haciendo esos ruidos extraños, no buenos ruidos y la puerta de

su dormitorio se hallaba abierta. Miré, y ella se encontraba en el suelo.

Un tipo se encontraba con ella. Él estaba… —Sacudí la cabeza

lentamente, viendo las imágenes, nubladas y borrosas en mi cabeza—.

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Mamá me vio. También lo hizo el tipo. Ella enloqueció, y corrí escaleras

arriba. Estuvo tan borracha esa noche.

Su pecho se levantó bruscamente. —¿Alguno de esos hombres

alguna vez… se metieron contigo?

Me quedé mirándolo un momento y luego reí. No era divertido.

Estaba lejos de ser gracioso, pero en aquel entonces… Lucía peor de lo

que lo hace ahora. —No.

—Eso no significa que sea mejor.

—No. Supongo que no.

—He visto a gente meterse en situaciones estúpidas mientras

bebe y he visto algunos meterse en situaciones realmente precarias —

dijo, con los ojos marrones serios—. Tú no tienes que preocuparte por

nada de eso aquí. Estás a salvo para disfrutar de ti misma.

—Gracias —le dije, pensando que necesitaba decirlo.

—Pero maldita sea, Calla… —Sus dedos apretaron mi muñeca

gentilmente mientras una mirada dura entraba en sus ojos—. No debiste

haber visto mierda como esa.

—Lo sé, pero lo hice y no hay devoluciones en la vida. —Mi voz se

apagó mientras su mirada se mantuvo con la mía. Me hubiera gustado

que él pensara que yo era bonita y que su beso fue real—. Pero no es

así. El tequila es mejor que el whiskey.

Su expresión se suavizó. —Vamos a sacar al whiskey de la lista,

cariño.

Sonreí. —Bueno. Esta... esta no ha sido como esas veces con

mamá. ¿Por qué estaba tan asustada? —No le di la oportunidad de

responder, porque me puse de pie, mi muñeca deslizándose libremente

de su agarre perdido. El movimiento repentino me hizo tambalear,

y lancé los brazos para no perder el equilibrio—. ¡Hala! perrito…

Jax se levantó con facilidad y él no se sacudió. —Calla, nena, tal

vez deberías sentarte.

Sentarse sonaba inteligente.

—¿Qué iba a hacer?

Se encontraba sonriendo de nuevo. —No estoy seguro. Hablando

acerca de tener miedo.

Arrugué mi nariz, y entonces me di cuenta. —¡Oh! Quédate justo

aquí. —Me quité antes de que pudiera detenerme.

—Calla…

Me metí al cuarto, fui al armario y agarre las cosas.

Sosteniéndolas cerca de mi pecho, me tropecé hacia la sala. Jax se

hallaba de pie junto al sofá, ambas cejas levantadas.

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Camine hacia donde se encontraba y coloqué el trofeo que

gané en el desfile de Señorita Sunshine, o alguna mierda estúpida de

nombre como ese, en la mesa de café.

—Es mío.

Jax se sentó en la orilla del sillón, su mirada cayendo al trofeo. El

metal y el plástico brillando bajo la luz del techo de la sala.

—Solía estar en desfiles. —Parte de mí, el lado tímido atrapado en

una bruma en mi cabeza. No podía creer que le estaba diciendo esto a

él. No se lo dije a nadie—. Desde que era, como, una recién nacida. Sin

bromear. No podía siquiera sentarme y mamá me llevaba a desfiles.

Pude haber estado en un show de Tv, ya sabes, ¿Toddles & Tiaras? Eso

era tan yo, como por años.

Su mirada finalmente se va a la deriva de mí, a la foto que

sostenía cerca de mi pecho. De nuevo, había una cosa extraña con la

manera en la que me miraba.

Así que levanté el marco y lo giré, de frente a él.

—Así es como solía lucir. Quiero decir, si, tenía como ocho o

nueve en las fotos o lo que sea, pero así es como solía lucir.

Las pestañas de Jax bajaron por tal vez una fracción de segundo.

Empecé a parlotear de nuevo. —He ganado trofeos, coronas,

bandas y dinero. Había más, cientos de coronas y trofeos, pero una vez

me enojé, de todos modos tenía catorce o quince, estaba en la

escuela secundaria y las tiré por la ventana. Se rompieron. Mamá

enloqueció. Se fue de borrachera por días. Era malo. No había comida

en la casa o cualquier detergente para lavar mi ropa.

Sus cejas se fruncieron mientras me miraba ahora, no a mi imagen

en ese entonces. —¿Hacía eso a menudo?

Bajé la mirada hacia mi foto, todos los rizos rubios y una gran

sonrisa, con grandes falsos dientes blancos, aletas, se les llamaban

aletas, y odiaba la forma en que se sentían y el sabor. Los dientes falsos

hirieron mi boca, pero cuando los llevaba mamá me decía que era

hermosa. Todos los jueces dijeron que era hermosa. Gané premios

debido a los estúpidos dientes. Papá… él sólo sacudía la cabeza. —

¿Qué?

—Dejarte durante días sin comida y mierda básica para cuidar

de ti misma.

Encogiéndome, sacudí la cabeza. —Clyde usualmente vendría y

se quedaría conmigo. O yo me quedaría con él. No era gran problema.

—Eso es un gran problema, cariño —dijo en voz baja.

Mi mirada se alzó a la suya y ahí estaba otra vez, ese algo que no

entendía, pero quería. Levanté la foto de nuevo, prácticamente

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empujándola en su rostro. —Solía ser muy bonita —le susurré,

compartiendo el secreto—. ¿Ves? Solía…

—No hay “solías” ser. —Me arrebató el marco, y mi boca se abrió

mientras lo arrojaba. La foto pasó zumbando por el aire, rebotando en

un cojín y aterrizando sin causar daños en el sofá—. De verdad eres

malditamente bonita en este momento.

Abrí la boca y me eché a reír a todo volumen. Incluso podría

haber inhalado. —Eres tan…

—¿Qué? —Sus labios se volvieron hacia abajo.

—Eres tan... malditamente bonito —terminé, levantando mis

brazos en un gran gesto—. Eres lindo. Y eres un mentiroso.

—¿Qué? —repitió.

Me dejé caer en el sofá, de repente cansada y tal vez un poco

mareada. —En realidad no soy bonita.

Bajó la mirada hacia mí. —Acabo de decir que eres muy bonita

en este momento. Así que eres realmente bonita. Jodido final de la

discusión sobre eso.

Mi boca se abrió para señalar todas las razones por las que no era

cierto, pero entonces me encogí de hombros. Fue amable de su parte.

Lo tomaré. —Eres lindo —dije de nuevo—. Esto fue muy agradable.

Gracias por hacerlo conmigo. Quiero decir, estoy segura de que podrías

estar haciendo como montones de cosas más interesantes que de

niñera mientras me emborracho por primera vez.

Inclinó la cabeza hacia un lado. —No es necesario que me des las

gracias.

—Gracias —murmuré.

Un lado de sus labios pateó. —Cada vez que desees beber, estoy

aquí para ti.

Bueno, eso también era agradable. De la nada, un nudo se formó

en mi pecho. Se sentía húmedo y complicado. —¿En serio?

Asintió. —Como he dicho, estás a salvo conmigo. Siempre. En

serio. Lo que desees explorar, siempre estarás a salvo conmigo.

Esas palabras... oh Dios mío, esas palabras desquiciaron algo en

mí. No es que me haya sentido insegura. Bueno, las cosas no eran

cálidas y difusas cuando vivía con mi mamá, y la mierda, obviamente,

tuvo un tiempo difícil o dos.

—En realidad, ya sabes… Creo que puedo ayudarte a sacar

algunas de esas otras cosas en tu lista —continuó, y esa sonrisa ladeada

se extendió en una sonrisa plena que podría detener corazones.

Realmente no lo escuchaba porque lo miraba mientras ese nudo

se trasladaba desde el pecho a la garganta, y fue definitivamente

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mojado y complicado. Jax era algo más que un bombón que le ponía

fin a todas las bellezas. Él era agradable, más que Jase, probablemente

incluso más que Cam e incluso Brandon.

Me dijo que me hallaba a salvo con él.

Y dijo que era jodidamente bonita.

Salté hacia arriba y hacia él. Ni siquiera me detuve a pensar en lo

que hacía, pero me encontraba en mis pies, y menos de un segundo

después, lanzaba mis brazos alrededor del cuello de Jax.

Mi movimiento repentino lo atrapó con la guardia baja y él se

tambaleó hacia atrás un paso antes de que se estabilizara. Pasó un

momento, y luego sus brazos me rodearon, plegado alrededor de mi

espalda.

—Gracias. —Mi voz amortiguada contra su pecho, su muy duro

pecho—. Sé que dijiste que no agradeciera, pero gracias.

No respondió de una. En su lugar, un brazo se aflojó y su mano se

arrastró por mi columna vertebral, enredándola en los extremos de mi

pelo. Una oleada de escalofríos siguió esa mano, y esos escalofríos se

extendieron a través de mis brazos, hasta la punta de mis dedos y hacia

los dedos de mis pies, y en todas partes en el medio, sobre todo la parte

de en medio.

Dios, su pecho era muy duro.

Saqué mi cara de su pecho y luego levanté las pestañas. Jax se

encontraba mirándome, una sonrisa suave curvada en sus labios. Su

otra mano se movía en mi espalda baja, alisó su camino a mi cadera, y

genial, eso se sentía bien. Tan bien que ni siquiera tomé en

consideración lo que él podría haber sido capaz de sentir a través de mi

camisa y camiseta de tirantes.

El tequila era malditamente increíble.

Su mirada de chocolate caliente se desvió por encima de mi cara

mientras su mano se apretó en mi cadera, lo que provocó que muchos

de mis músculos se ablandaran.

—Me alegro de que hayas venido a casa, Calla.

Mi corazón se detuvo. El maldito mundo se detuvo.

—¿En serio? —Me oí decir.

—En serio —contestó.

Bueno. No me importaba si era el tequila haciéndome oír cosas, y

no me importaba que todo mi pecho estaba convirtiéndose en papilla,

y si eso me hacía estúpida o no, y no me importaba que me encontrara

a punto de hacer algo que nunca hice antes, o que la habitación

giraba lentamente como si estuviéramos en un carrusel.

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Me empiné sobre los dedos de mis pies mientras bajaba mis

manos a sus hombros y fui a por su boca. Iba a darle un beso. Nunca

intenté besar a un chico antes, pero iba a hacerlo ahora. Iba para un

jonrón de mis labios contra sus maravillosos labios, porque dijo que me

hallaba a salvo, y que se sentía contento de que hubiese vuelto a casa,

y que yo era en serio malditamente…

Jax hizo un gesto con la cabeza hacia atrás. En realidad todo el

cuerpo se echó hacia atrás, y mi boca no aterrizó en la suya, pero más

o menos patinó fuera de la barbilla y hacia abajo en el cuello. Como mi

boca se encontraba abierta, conseguí una buena probada de su piel.

Diablos, su piel tenía buen sabor.

¿Quién diría?

Él esquivó la mesa de café, poniendo espacio entre nosotros. Sin

él estando allí, me caí hacia adelante. Sus manos se cerraron alrededor

de mis brazos, deteniendo mi caída y… y me mantuvo a un brazo de

distancia.

Confundida, me quedé mirándolo. Sus ojos de nuevo estaban

muy abiertos, toda la pereza y la calidez yéndose de ellos. Uh oh. Esto

no era bueno.

—Calla —comenzó suavemente, demasiado cuidadosamente. Al

igual que demasiado cuidadosamente.

Oh, no Esto era tan malo.

—Cariño, eso es…

Mi corazón comenzó a golpear violentamente, ahogando lo que

fuera que Jax se encontraba diciendo. Esto era como jodidamente

malo. Al igual que en el tipo de cosa mala que no superaba la

vergüenza. Traté de besar a Jax, hermoso, encantador y tan

jodidamente lindo Jax.

¿Realmente traté de besarlo?

Dios mío… el tequila apestaba.

—… Te dije que te encontrabas a salvo conmigo. —Su voz era

más profunda, más baja cuando sintonicé de nuevo de lo que

hablaba—. No mentía.

¿Qué demonios tenía eso que ver con el precio del té en China15?

¿O el tequila de repente me convirtió en una adicta al crack con una

cuchara oxidada? Traté de darle un beso y se apartó de mí, físicamente

se removió a sí mismo de mi boca.

Santas bolas de Mierda.

15 Manera de referirse a que tiene que ver eso con lo de rechazar el beso.

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La desordenada y húmeda bola regresó, esta vez en mi

estómago y en mi pecho, pero se mezclaba con algo más que era vil, y

que crecía rápidamente.

¡Oh, no¡

Me tambaleé hacia atrás, saliéndome de su agarre. —Oh, Dios

mío. —Solté un jadeo—. No puedo creer que lo intenté… —Me tragué

un hipo, un mal hipo—. Oh, guau.

—Está bien. ¿Por qué no nos sentamos? —Se ofreció, dando un

paso hacia mí.

Otro contratiempo. —El tequila es una puta sucia.

Jax frunció el ceño, bajándolo. —Calla…

Girando alrededor, me lancé hacia el dormitorio. Podía sentirlo. El

lío estaba casi allí. Tropecé alrededor de la cama, mis pies deslizándose

mientras golpeaba la puerta del baño, cerrando mis manos en ella. La

puerta agrietó la pared, sin duda abollé el yeso.

Me arrodillé de golpe delante de la taza del baño, oh Dios,

¿Incluso este inodoro se encontraba limpio? Demasiado tarde. Agarré

los lados mientras mi estómago se soltó y dio vueltas, dejando todo y

cualquier cosa.

Maldito tequila…

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Traducido por Valentine Rose & Jane

Corregido por Itxi

El tequila era el trago maldito del diablo y nunca volvería a

tomarlo de nuevo.

Lo más jodido era que la gente siempre afirmaba que nunca

recordaban que lo hacían cuando estaban borrachos. Creo que es una

mierda, porque recordaba —oh Dios, podía recordarlo todo— cada

meticuloso y humillante detalle.

Le conté a Jax todas las cosas que no hice, y algo de esa mierda

que era simplemente ridícula. Como las cosas que puede que lo

hicieron pensar que crecí en un bunker o algo por el estilo.

Entonces abracé la botella. La abracé. Como si fuera un

cachorrito. O un gatito. O lo que sea. Cualquier cosa peluda que no

sea una maldita botella de licor.

También le mostré un trofeo y una foto de mí vestida como una

muñequita y le dije que solía ser linda. Sólo eso me hizo querer meter mi

cabeza en un horno, pero, espera, había más.

Le dije sobre las cosas de mamá, lo cual era horrible incluso

repetirlo.

Y también intenté besarlo.

Y luego derramé mis sesos mientras Jax sostenía mi cabello y

frotaba mi espalda. En serio, frotó —guau— mi espalda, y creo que me

hablaba mientras lo hacía. No sé lo que dijo, pero recordaba su voz,

baja y relajante mientras mi estómago se contraía y se vaciaba. Pero

tuvo que haber sentido las cicatrices. Mi piel ni siquiera era plana en mi

espalda. Era dura y levantada en algunas áreas, y sabía que podía

sentirse a través de mi camiseta.

Una vez que terminé de sacar todo el tequila de mi cuerpo y lo

que quedaba de mi orgullo, me acosté en el suelo del baño, porque

era frío, suave y perfecto. Me dejó quedarme ahí mientras él mojaba

una toalla y luego —oh, Dios mío, aún más vergonzoso— la pasó por mi

rostro. Para colmo, me tomó en brazos una vez que se aseguró que no

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iba a vomitar en él y me cargó hasta la cama, donde forzó agua y a

dos ibuprofenos bajar por mi garganta.

Me quedé completamente dormida con Jax a mi lado, su pierna

presionada en mi cadera, y, cuando desperté en algún momento en la

mañana, sintiéndome como si hubiera sido golpeada por un camión

lleno de calientes y musculosos bomberos, Jax aún seguía ahí.

Se estiró detrás de mí, la delantera de su cuerpo presionada con

la trasera del mío, y su brazo era un fuerte peso en mi cadera. Si no me

hubiera sentido como si mi cabeza se abriría, hubiese disfrutado

despertar así. En cambio, entré en pánico como si hubiera colapsado

en la cama de otra persona.

Literalmente, salté de la cama y casi me comí el suelo. No tenía

idea de cómo agarré ropa limpia y conseguí llegar a la ducha,

eliminando toda la crudeza del tequila que parecía haberse

impregnado en mi piel, sin sentarme en la bañera y llorar por el dolor

detrás de mis ojos y por todas las estúpidas, estúpidas cosas que hice y

dije anoche.

Cuando salí del baño, Jax se encontraba despierto y con energía

mientras entraba al baño con su propio cepillo de dientes, el cual

guardó ahí después de la segunda noche de quedarse en esta casa.

Cuando salió, tenía su cabello húmedo por, obviamente, echarse

agua en su rostro y cabeza. Me hallaba sentada en el sillón y alejé mi

mirada con rapidez, observando al lugar del suelo donde abracé la

botella de tequila.

Misteriosamente, la botella de tequila desapareció. Espero que

estuviera enterrada en el hoyo del que fue sacada.

Intenté besarlo y él se alejó.

Dios, que alguien me dispare ahora.

No podía mirarlo. No podía hacerlo. Ni siquiera cuando dijo mi

nombre.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, cuando no respondí.

Levantando un hombro, estudié las uñas moradas de mis pies. —

Como la mierda.

—Tenga la cura para eso.

¿Qué? ¿Una arma semiautomática?

—Iremos a disfrutar el desayuno oficial para los campeones de la

resaca.

Frunciendo el ceño, levanté la cabeza. Me sonreía como si no me

hubiera intoxicado y abusado de él anoche. —¿Qué?

—Waffle House.

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Lo observé, parpadeando con lentitud, y luego alejé la mirada

sintiendo mis mejillas calentarse bajo el maquillaje que usaba. —No

quiero comer. Ni siquiera quiero pensar en comida.

—Eso piensas ahora, pero, créeme, la grasa hará maravillas a tu

estómago. Lo sé. He tenido un montón de práctica.

Sacudiendo mi cabeza, me puse de pie, ahora observando la

ventana. —Realmente creo que solo necesito tomar una siesta de ocho

horas antes de dirigirme al bar. Y creo que necesitas irte. No quiero ser

grosera, pero…

—No lo hagas —dijo, junto a mí. Ni siquiera lo escuché

acercarse—. No lo estés, Calla.

Mi mirada se dirigió a su pecho. ¿Cómo podía lucir bien en la

misma maldita camiseta que durmió anoche? Quería gritar de injusticia.

—¿No esté qué?

—No estés avergonzada —dijo con suavidad.

Cerré mis ojos con fuerza, arrugando mi nariz. —Es fácil para ti

decirlo.

—Nada es fácil para mí. No tienes motivo para estar

avergonzada. Bebiste anoche. Te divertiste, o al menos lo hacías hasta

que te embriagaste…

—Gracias por recordármelo —gruñí.

—Es normal. Demonios, ¿sabes cuántas veces me he encontrado

abrazando un inodoro, jurando que nunca más volvería a beber? Ni

siquiera quieres saber las terribles historias que podría contarte.

Pero apuesto que nunca intentó besar a una chica y resultó ser

rechazado.

—Calla, mírame.

Maldita sea, no lo haré. —Como dije, estoy muy cansada y quiero

tomar una siesta. —O tener una lobotomía—. Así que si pudiera hacerlo,

sería genial.

—Cariño, no. —Dos dedos curvan mi barbilla, y luego ya no luché

más cuando levantó mi mirada hacia la suya. Me quedé sin respiración,

sintiéndome mareada otra vez, y me pregunté si aún tenía tequila en mi

cuerpo—. No vas a escucharme así que esto requiere decisiones

drásticas.

Abrí mi boca, pero luego Jax retrocedió, bajando sus dedos. Tal

vez pasó un segundo y luego se agachó. Antes que pudiese moverme o

procesar lo que hacía, deslizó un brazo detrás de mis rodillas y el otro

alrededor de mi cintura, y de repente estuve en el aire, presionada

contra su pecho.

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—¿Qué demonios? —Grité, aferrándome a su hombro cuando se

volteó—. ¿Qué estás haciendo?

Bajando la mirada para observarme, respiró profundamente. —

Cuando tenía catorce años, bebí una cerveza por primera vez. Bebí

demasiado en la casa de un amigo y pasé toda la noche abrazando el

retrete.

Miré por la habitación. —De acuerdo.

—Lo hice tantas veces cuando era adolescente que pensarías

que aprendí mi lección —continuó, observándome—. Luego cuando

regresé del extranjero, algunas noches el whiskey era lo único que

conseguía cerrar mis ojos por unas horas.

Mi cuerpo se tensó aún más. Whiskey. Dios, odiaba el whiskey,

pero en realidad no pensaba en mi mamá. No podía imaginarme qué

tipo de cosas lo tuvieron despierto en la noche.

—Incluso cuando llegué aquí, era un whiskey y… bueno, de todas

formas, el punto es que he pasado muchos días y noches

arrepintiéndome de lo que hice. Pero lo que tú hiciste anoche y aunque

te sientas como la mierda ahora mismo, no hiciste nada malo de lo que

necesites arrepentirte.

Muy profundo en mi pecho, mi corazón se contrajo cuando

nuestras miradas se encontraron. —¿Qué… qué más hiciste?

Algo tintineó en sus rasgos, y sacudió su cabeza. —Vámonos.

Fruncí el ceño al repentino cambio de tema. —¿A dónde?

—Te llevaré a Waffle House.

—¡No tienes que cargarme!

Me sonrió. —Y tú no tienes que gritar.

—¡Bájame! —Grité de nuevo, provocando que mis propias sienes

punzaran.

Ignorándome, se dirigió a la puerta y luego se detuvo, regresando

a la cocina. —Agarra tus llaves y lentes. Vas a necesitarlos.

Lo miré y me sonrió. —Venga, Jax, suéltame.

Bajó su cabeza, hablando en voz baja, provocando que los

dedos de mis pies se doblaran. —Cariño, puedes discutir y gritar todo lo

que quieras, pero aun te cargaré hasta la camioneta, te dejaré ahí e

iremos a Waffle House. Comerás huevos fritos, tocino y un maldito

waffle.

Entrecerré mis ojos. Dios, era un maldito arrogante.

Había un brillo en lo profundo de sus ojos. —Y tal vez un pedazo

de pastel de manzana si eres una buena chica y dejas de discutir

conmigo.

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—Nunca he comido un pastel de manzana —dejé salir.

De pie en medio de la cocina, acunándome en sus brazos como

si yo no pesara nada —y en serio pesaba algo—, abrió su boca por

completo. —¿Nunca has comido un pastel de manzana?

—No.

Frunció sus cejas. —¿Por qué?

—No lo sé. Nunca lo he probado.

—Eso es tan… anti-americano —dijo, y rodé mis ojos—. ¿Eres

terrorista?

—Dios mío —murmuré y comencé a menearme para liberarme.

Jax tensó sus brazos. —Cariño, me matas. En serio lo haces. Nunca

has estado borracha. Nunca has ido a la playa. ¿Nunca has comido un

pastel de manzana? Ya hemos tachado uno de tu lista, y estamos a

punto de tachar otro.

Me di cuenta que este no era un buen momento para compartir

el hecho de que tampoco nunca estuve en un Waffle House.

Su sonrisa volvió, y había algo completamente encantador en

ella. —Quédate conmigo, cielo, y cambiaré tu vida.

Las palabras de Katie me invadieron. Tú vida va a cambiar. Dejé

de pensar, al menos por un ratito, y dejé de luchar. Alargué la mano,

agarrando mis llaves y mis lentes, y me coloqué éstas últimos.

Lo que Jax no sabía es que ya cambió mi vida, incluso si sólo fue

un poco. Pero lo que sí hizo a sabiendas fue sacarme de la casa en sus

brazos, situarme en su camioneta y llevar mi trasero a Waffle House.

—Así que, ¿Jax te quitó tu virginidad?

El vaso que tenía en mis manos casi se me escapó de ellas

cuando me volteé hacia donde se hallaba Roxy. Detrás de ella, Nick

nos miraba. Probablemente, era la primera vez desde que lo conocí

que, en realidad, mostraba interés en Roxy o en mí. Pero de nuevo,

cuando decías cosas como “tomar virginidad”, tiende a tomar la

atención indeseada de la gente.

—Oh Dios míos, qué conversación más perfecta.

Mis mejillas se sentían sonrojadas cuando miré hacia Katie. —No

es una conversación perfecta.

Sus ojos con arrugas se agrandaron. —¿Eras virgen? Como… ¿en

el pasado?

El chico detrás de ella, se volteó y me miró. Me sentía a segundos

de gritar. —Roxy habla de tener una borrachera. Nunca he estado ebria

antes. Anoche fue mi primera vez. Jax quitó mi…

—¿Quité qué? —Jax apareció de la maldita nada.

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Oh, Dios.

Katie se inclinó hacia adelante y sus pechos casi se salieron de su

top y me cegaron. —¿Quitaste la virginidad de Calla?

—Quité… ¿Qué? —Parpadeó y luego me miró, su cabeza

inclinada hacia un lado—. ¿Hay algo de anoche que no recuerde?

Porque, cariño, estaré muy decepcionado si pasó y no lo recuerdo.

Como, en serio, muy jodidamente…

—¡No! —chillé, provocando que varias personas en el bar se

voltearan en mi dirección—. Está hablando sobre no haber bebido

nunca. No mi… ya sabes…

—¿Virginidad? —agregó Roxy mientras arreglaba sus lentes.

Dios mío…

Jax me miró fijamente por un momento, su mandíbula

moviéndose, y luego se volteó hacia Nick diciendo algo en voz baja

que recé que no tuviera nada que ver conmigo.

Fue difícil sentarse en el desayuno con él sin sentirme como una

idiota por lo de anoche, pero no sacó el tema, y el pedazo de pastel

que comí fue jodidamente exquisito.

—Oh. —Katie lucía decepcionada. Al igual que el chico detrás de

ella—. Bueno, demonios, no importa. Volveré al trabajo.

La observé saltar del taburete mientras nos guiñaba el ojo, y luego

se fue a un ritmo tranquilo por la multitud.

—Pero no tomé solo su virginidad… —anunció Jax.

Oh, doble Dios.

La cabeza de Roxy se volteó hacia él, una entusiasta mirada

apareciendo en su lindo rostro. —¿Ah sí?

Nick se volteó otra vez.

Una sexy y lenta sonrisa apareció en los labios de Jax. —No.

Nunca comió un pastel de manzana. Cambié eso esta mañana.

—¿Nunca habías comido un pastel de manzana? —exclamó ella.

—Aquí vamos —murmuré.

Jax no terminó de hablar. Para nada. Sus ojos buscaron los míos, y

algo en ellos provocó un temblor en lo bajo de mi vientre. —También la

llevé a Waffle House por primera vez.

Mi boca se abrió por completo. —¿Cómo sabías que nunca

estuve allí antes?

—Cariño, sé ciertas cosas. —Nos miramos el uno al otro, y sip, ese

temblor creció porque decía algo ciertamente diferente que no tenía

nada que ver con Waffle House, tequila o pastel de manzana.

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Pero claramente tenía algo que ver con virginidades.

—¿Anoche fue la primera vez que te embriagaste? —habló Nick,

sorprendiéndome por completo.

Roxy asintió mientras se dirigía a una chica que meneaba su

mano como si hubiese estado de pie allí por diez minutos cuando solo

fueron diez segundos.

—¿Qué bebiste? —preguntó.

—Tequila —respondió Jax, guiñándome el ojo—. Comenzó con un

poco de tequila.

Nick juntó sus labios. —Eso es una mierda fuerte.

—Bueno, nunca, jamás beberé de nuevo —dije, dirigiéndome a

buscar mi delantal. Con todos los camareros experimentados detrás de

la barra, necesitaba estar entre las mesas ayudando a Pearl dado que

Gloria estaba desaparecida.

Nick asintió. —De acuerdo.

—Nunca.

Hubo un pequeño movimiento en sus labios como si estuviera

cerca de sonreír. —Entendido.

Lo miré por un momento; en realidad me detuve en medio del

bar, y miré a Nick. —El tequila es una sucia perra —le dije.

Una baja y ronca risa escapó de sus labios. —Lo he escuchado

antes.

Mis labios se convirtieron en una sonrisa.

La mano de Jax envolvió la mía. —Ven conmigo.

Mi mirada fue del rostro de Jax hasta donde su mano cubría la

mía. —¿Ir a dónde?

No contestó, pero tiró suavemente de mí, llevándome más allá del

mostrador, hacia la salida de la barra. Más curiosa que molesta, dejé

que me llevara por el pasillo hasta la oficina. Entramos, cerrando la

puerta, y recordé la última vez que hizo eso. Me besó, pero no fue un

beso de verdad.

Jax no soltó mi mano mientras se apoyaba en el borde de la

mesa, y no dijo nada.

Cambié mi peso de un pie a otro y traté de quitar mi mano, pero

no la soltó. —¿Qué?

—Quiero llevarte a una cita el domingo.

—¿Qué? —No me esperaba eso. Nop.

Una sonrisa cruzó su rostro. —Una cita. Tú y yo. Domingo por la

noche. Pero no al Waffle House.

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Mis oídos me engañaban. No había manera de que dijera lo que

creía que decía.

—Hay una nueva casa de carne en la ciudad. Sólo lleva abierta

un año o dos, pero todo el mundo la ama —continuó mientras me

miraba—. Puedo recogerte a las seis.

—Tú… ¿Me estás pidiendo en serio una cita?

—En serio.

Dos cosas ocurrían en mi interior. Una de ellas era el calor que me

azotaba en todas partes, iluminándome desde el interior. La otra era la

fría incredulidad. No entendía por qué me pedía una cita, a menos que

fuera una especie de extraña, cita por lástima.

Mi estómago se desplomó.

Oh, Dios mío, era una, cita por lástima.

—No —dije, tirando de mi brazo. No lo soltó, pero yo tampoco iba

a ser una parte de esto—. No voy a ir a una cita contigo.

Su mano se deslizó fuera de la mía y se deslizó a mi muñeca. —

Creo que sí.

—No. No lo haré.

—Te gustarán sus filetes —continuó como si no hubiera hablado—.

Tienen un gran filete.

—No me gustan los filetes —mentí. Me encantaba la carne roja,

todo tipo de carnes rojas. Era una chica de carne, carne y más carne.

Él arqueó una ceja mientras su pulgar recorría el interior de mi

muñeca. —Por favor, dime que te gustan el bistec. No sé si podemos ser

amigos si dices que no.

Casi me reí, porque eso era ridículo. —Me gustan los filetes, pero…

—Perfecto —murmuró, inclinando la cabeza hacia atrás—.

¿Trajiste vestidos contigo? Me gustaría verte en un vestido.

Traje vestidos de verano y chaquetas apropiadas conmigo para

ocultar las cicatrices, pero eso se hallaba fuera de lugar. —¿Por qué

querrías salir conmigo?

—Porque me gustas.

Mi corazón saltó en mi pecho, y si tuviera las manos, habría

aplaudido alegremente. —No te puedo gustar.

—Ya te he dicho que quiero follarte. No puedes olvidar eso.

Mierda. —Como que bloqueé eso.

Se rió profundamente, claramente divertido. —No puedes estar

sorprendida de que me gustes.

—Follar y gustar son dos cosas diferentes.

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—Sí. Y no. —Sus ojos permanecieron en los míos—. ¿Estás diciendo

que no, porque piensas que no eres bonita?

Mierda era un Conquistador.

—Lo sé.

Traté de apartarme esta vez, moviendo mis pies, pero su brazo se

curvó, manteniéndome quieta. El pánico cavó sus garras con ácido en

mi piel. Mi pecho se levantó con una respiración profunda y obligué a

mis ojos a estrecharse, dándome el aspecto más insolente que pude

formar, cualquier cosa para apartar la atención de cómo dio en el

blanco en la causa de mi rechazo.

—Lo sé —dijo de nuevo, tirando de mí hacia adelante mientras

extendía sus piernas. Terminé entre la V de sus muslos. Cerca, muy cerca

de él.

No entendí esa declaración, así que continué mirándolo con mi

mirada maliciosa. —Déjame ir.

Un brazo se deslizó alrededor de mi espalda y no dejó de mover

su dedo pulgar hacia arriba en el interior de mi brazo. El toque, su

cercanía, todo le hacía cosas extrañas a mi cuerpo. Mis rodillas se

debilitaban mientras cada músculo se tensaba. —Ya sabía acerca de

los concursos —dijo, manteniendo su mirada en la mía—. Antes de que

me mostraras la foto y el trofeo de la noche anterior, ya lo sabía.

No tenía palabras.

—Tu madre solía hablar mucho sobre ello, diciéndonos cuan

hermosa es su bebé. No solías ser, sino eres.

Iba a matar a mi mamá.

—Clyde hablaba de eso, también —continuó, sin tener idea de

que acaba de agregar al tío Clyde a mi lista de asesinatos, y entonces

tendría que suicidarme por lo de anoche, porque hice lo mismo—. Él no

era fan de los concursos o la forma en que tu mamá te mostraba.

Tampoco tu papá, ¿verdad?

Clyde odiaba los concursos, pero mi papá… —No lo sé —me oí

decir—. Papá nunca le decía nada a mamá.

—Creo que él habló con Clyde. —Jax sonrió un poco—. ¿Sabes lo

que dije anoche acerca de todo esto? Que no me andaba por las

ramas. Es por eso que te llevaré a una cita.

Entonces su brazo se curvó aún más, y me hallaba pecho a

pecho con él. El contacto envió una onda de sensaciones por mi

cuerpo. Su cabeza cayó, su boca a centímetros de la mía. Mi mano

libre terminó presionada contra su pecho.

No podía respirar.

No me importaba.

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—No me besaste anoche —le dije, y entonces quise patearme en

mis partes femeninas.

Sus ojos se estrecharon ligeramente. —Joder no, no lo hice.

Una punzada recorrió en mi pecho. —Entonces, ¿por qué quieres

llevarme a una cita?

Jax se me quedó mirando un momento, y luego su rostro retomó

el aspecto perezoso, relajado que de alguna manera era

increíblemente sexy y angustioso. —Cariño, no voy a hacer nada con

una chica que está borracha, especialmente contigo. No hay manera

en el infierno. Cuando te dije que estabas a salvo conmigo, no mentía.

Incluso te lo dije la noche anterior.

—¿Lo hiciste? —Lo único que recordaba era a Jax apartándose,

pero estuvo hablándome mientras me encontraba de rodillas

enloqueciendo y a punto de vomitar—. Oh.

—Oh —murmuró, y luego sacudió mi mundo—. Y te recuerdo

diciéndome que fui tu primer beso. Esa mierda en la oficina de antes no

cuenta, pero voy a ser tu primer beso real. Después de llevarte a una

cita el domingo.

Mi boca se abrió. Iba a enloquecer de nuevo, porque él sabía de

mis años como reina de desfiles, y la necesidad de escapar y ponerme

cachonda. Sí, me sentía cachonda. Podría ser muy inexperta, por

razones obvias, pero notaba lo que le pasaba a mi cuerpo. Lo cual no

era bueno, porque no era posible que pudiera explorar nada de eso

con él y no planeaba quedarme el tiempo suficiente para darnos

tiempo.

—En realidad… —Su cabeza bajó de nuevo y la barbilla rozó mi

mejilla derecha—. Quiero besarte ahora.

Me estremecí.

Jax lo sintió. —Y creo que quieres que te bese. Corrección. Sé que

quieres que te bese.

Me estremecí esta vez, casi derrotada por la pesadez en mis

pechos y el fuerte hormigueo allá abajo. Mi mano empuñó su camisa.

No me podía besar. No podía salir con él. Esto no era por lo que me

hallaba aquí.

¿Por qué estaba aquí? No importaba. La razón tenía que ser

tonta.

Él hizo un sonido profundo en la parte posterior de su garganta

que realmente me hizo retorcer en deliciosos pequeños nudos y ahora

deslizaba sus labios sobre mi mejilla, siguiendo la curva del hueso,

dirigiéndose directamente a…

La puerta de la oficina se abrió de golpe. —Jax, ¿estás…? guau.

No esperaba eso.

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Salté ante el sonido de la voz del tío Clyde y empecé a

apartarme. Jax me dejó girar, pero no me dejó ir. Su brazo todavía

permanecía alrededor de mi cintura.

Clyde me miró y su mirada se movió por encima de mi hombro.

Podía sentir el calor de Jax detrás de mí, y luego Clyde me miró de

nuevo.

Sonrió, una gran sonrisa con dientes.

¡Sonrió!

—No esperaba eso —dijo, pasando su mano sobre su delantal—.

De ningún modo.

Tenía que hacer control de daños. De inmediato. —No es lo que…

—Vamos a salir el domingo —anunció Jax ante mi incredulidad.

Luego me atrajo hacia su pecho, a su calor, y casi morí allí mismo. Por la

forma en que mi corazón se aceleró, sabía que iba a suceder—. La

llevaré a Apolo.

¿Apolo?

—Buena elección, muchacho, muy buena elección. —Clyde selló

el comentario con un gesto de aprobación.

¡Mierda!

Tenía que salir de aquí. Esta vez, cuando intenté liberarme, Jax me

dejó ir. Tropecé hacia adelante, disparándole una mirada por encima

del hombro.

Jax me guiñó un ojo.

¡Me guiñó un ojo!

Me fui pisoteando, pasando a Clyde, o tratando de pasarlo, pero

me miró y también me guiñó un ojo. —Buena elección, chico, muy

buena elección.

Simplemente no había palabras.

De vuelta en la barra, tomé varias respiraciones profundas. Con

las manos temblorosas, no hice caso de las miradas que Roxy y Nick

dispararon en mi camino cuando agarré mi delantal. Atándolo, me

apresuré hacia la pista semi-ocupada antes de que Jax saliera.

Quería besarme.

Quería llevarme a una cita a comer filetes en Apolo.

Y el tío Clyde lo aprobaba.

Oh querido Señor en el cielo, ¿cómo rayos terminé dónde estoy?

Pero hice lo correcto al salir de esa habitación, e iba a hacer lo correcto

al no ir a una cita con Jax. Necesitaba un corazón roto tanto como

mamá necesitaba estar en un lío más grande del que ya estaba.

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Mi paso vaciló ante ese pensamiento, y casi se me cayó la cesta

de patatas fritas que agarré de la ventana sobre la cabeza del chico al

que se las llevaba.

¿Corazón roto?

El hombre mayor levantó la vista, la piel alrededor de sus ojos se

arrugó. —¿Estás bien, chica?

Asentí, reconociendo al hombre. Se encontraba en el fin de sus

cincuenta. Cliente regular. Trabajé en el bar todas las noches, incluso las

noches más ocupadas cuando la multitud era más joven, al igual que

esta noche. —Mi mente está en otro lugar, Melvin.

—Conozco el sentimiento.

Dejando la cesta en la mesa, sonreí. —¿Necesitas algo más?

¿Otra cerveza?

—No, cariño, eso es todo por ahora. —Cuando empecé a

alejarme, me detuvo colocando su mano sobre mi brazo—. Es bueno

verte por aquí, haciendo lo que tu mamá debería estar haciendo.

Mi mandíbula se abrió, pero no tenía ni idea de qué decir a eso, o

cómo sentirme acerca de que todo el mundo supiera quién era yo. Por

otra parte, no era un secreto. Palmeó mi brazo y luego se volvió hacia

sus patatas fritas, cubiertas con Sazonador Old Bay.

Bueno. Esta noche iba a ser rara. Mi vida era extraña. Y seguiría

así.

Me di la vuelta y vi a Jax jactándose detrás de la barra. Se veía

satisfecho. Encantado. Totalmente confiado. Su mirada se desvió en mi

dirección.

Me volví, yendo a la parte delantera de la pista para comprobar

mesas que no necesitan ser comprobadas. La barra se llenó, y sólo fui

detrás de la barra para relevar a Nick. Luego tomé mi almuerzo, y era

extraño tomarlo tarde en la noche. No tenía hambre, todavía me sentía

llena de grasa, y no quería pasar el rato en el bar o en la cocina,

considerando que Clyde probablemente planeaba mi boda.

Hubo tormenta más temprano, pero se calmó cuando salí. El aire

era espeso aún con humedad. Caminando sin rumbo alrededor del

edificio, levanté mi pelo de mi cuello y deseaba poder llevar una cola

de caballo en noches como esta.

Me gustas.

Te dije que quería follarte.

Mis rodillas temblaban un poco, y me pregunté si sería extraño si

me golpeaba en la cabeza.

Di dos pasos más cuando vi las sombras agrupadas en torno a los

contenedores de basura alejarse y volverse más gruesas, sólidas. Mi

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corazón tartamudeó mientras retrocedía un paso. El movimiento

inesperado los alteró. Girando sobre mis talones, me dirigí de nuevo

hacia la parte delantera del edificio. Probablemente alguien fue a los

contenedores de basura para aliviarse o hacer alguna otra cosa

desagradable, pero seguí caminando. Una cesta de patatas fritas sería

buena ahora mismo.

Me hallaba casi a la esquina del edificio, cuando, sin previo aviso,

los diminutos pelos de todo mi cuerpo se levantaron. El golpeteo

constante de pasos detrás de mí estaba cerca. Se me cortó la

respiración. Cada instinto en mi cuerpo se disparó.

Un segundo más tarde fui agarrada por detrás y empujada contra

la pared de ladrillo mientras una mano húmeda y cálida se enroscaba

alrededor de mi garganta.

Entonces Mack se encontraba justo en mi cara.

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Traducido por Nikky

Corregido por Mary

—Di una palabra que no quiero que digas y te arrepentirás —

amenazó, y en la penumbra, algo brillante y afilado destelló en la

esquina de mi ojo derecho—. Voy a emparejar esa cara tuya.

Incluso cuando la ira creció, frialdad se construyó en la boca de

mi estómago mientras miraba fijamente a sus ojos oscuros. La rígida

actitud de su rostro y la mueca en sus labios me dijo que no hacía

amenazas vacías. Todo lo que fui capaz de conseguir fue una

respiración superficial.

—¿Entiendes? Asiente si lo haces.

No quería asentir, porque no quería perder un globo ocular, pero

hice lo que me ordenó. Asentí.

Su mueca se extendió en una tensa, fría sonrisa. —Buena chica.

Ahora, intenté darte un mensaje la noche anterior, pera ese hijo de puta

tuvo que entrometerse, y no estoy diciéndole a Isaiah que está jodido,

¿me entiendes?

Realmente no lo entendí en la última parte, pero asentí de nuevo,

porque de verdad no quería otra cicatriz. Y también pensaba que

Reece, o uno de sus amigos polis, iba a tener que pagar una visita a

Isaiah y explicarle que yo no tenía nada que ver con las travesuras de mi

mamá. O eso no había ocurrido o no le importaba a Mack o a Isaiah.

—Mona tiene poco menos de una semana antes de que Isaiah se

ponga realmente impaciente —continuó, y la cuchilla que sostenía se

movió. Aire se atoró en mi garganta—. Si ella no se presenta el próximo

jueves, será tu problema. Va a ser un problema del hijo de puta,

también.

Suponía que el hijo de puta era Jax. —Yo...Yo no sé dónde está.

—Ese no es mi problema. Y no es el problema de Isaiah tampoco.

—Mack se movió, y la parte delantera de su cuerpo estuvo presionada

contra mí, y había una buena posibilidad de que vomitara de nuevo—.

Es tu problema. Y ni siquiera pienses en hacer alguna estupidez y dejar la

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ciudad. Sabemos dónde encontrarte y realmente no quieres que tus

amigos de esa escuela estén involucrados. ¿Entendiste?

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras asentía por

tercera vez.

—No quieres ver el lado malo de Isaiah. O el mío. No andamos

jodiendo. —Cuando se movió contra mí esta vez, sostuve el poco

aliento que tenía en mis pulmones. No había espacio entre nosotros, y

no se sentía para nada como cuando Jax se encontraba tan cerca.

Esto me puso mi piel de gallina—. Si ella no se presenta, vamos a

enviarle un mensaje. No quieres ser parte de ese mensaje.

Realmente no quería ser una parte del mensaje.

Sus malvados ojos recorrieron mi cara, demorándose en mi mejilla

izquierda. —Sabes, no eres una vista demasiado jodida. Podría

hacértelo a lo perrito. Te dos la vuelta. Te follo por detrás.

Mis ojos se ampliaron, y ahora mi piel se sentía como si quisiera

saltar de mis huesos y correr muy, muy lejos. Acidó se revolvió en mi

estómago, impulsado por el pánico y más que sólo un poco de una

mezcla entre miedo e ira.

Mamá provocó esto, arrastró este repugnante pedazo de mierda

justo a la puerta de mi casa.

Su sonrisa se volvió aún más vil. —Sí, creo que tengo una buena

idea de que mensaje enviar. Aún mejor, se enviará otro mensaje al hijo

de puta.

Oh Dios, esto no era bueno. Estaba presionando la espalda contra

la pared, absolutamente horrorizada por lo que estaba dando a

entender su amenaza. Sabía lo que implicaría ese mensaje.

Mi estómago se revolvió.

—Y mejor mantienes esa boca cerrada —añadió, tirando hacia

atrás. La cuchilla desapareció por un segundo, y entonces sentí la punta

debajo de mi barbilla, haciendo que mis dedos se clavaran en la pared

detrás de mí—. ¿Me entiendes?

—Sí —susurré, sin pensar asentir esta vez.

Mack se rió de manera amenazante, y entonces se encontraba

lejos de mí, caminando por el estacionamiento todo casual, como si no

me hubiera sólo amenazado con desagradables cosas o sostenido una

cuchilla en mi garganta. Se metió en una SUV y se marchó.

Luego me moví.

Rodillas débiles, puse un pie delante del otro y volví a entrar al bar

aturdida. Caminé derecha pasando la barra, y me pareció oír a alguien

llamándome, pero seguí caminando. Fui a la oficina y me senté en el

primer lugar disponible para sentarme. El cuero hizo un sonido divertido

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mientras me dejé caer en el sofá. Manos temblando, las puse contra mi

frente húmeda, y me obligué a tomar varias respiraciones profundas.

Esto no estaba para nada bien.

—¿Calla? —llamó Roxy desde la puerta. Como una idiota, no la

cerré—. ¿Estás bien?

No levanté mi cabeza o dije una palabra, porque me encontraba

bastante segura de que si hacia cualquiera, literalmente, perdería mi

mierda. Todo lo que hice fue sacudir mi cabeza, y no me sentía segura si

era una sacudida buena o una mala.

Roxy no volvió a hablar, y cerré mis ojos. ¿Qué demonios iba a

hacer ahora? No tenía idea de dónde se encontraba mi mamá o por

dónde empezar siquiera a buscarla, y tuve esta horrible sensación de

hundimiento, un mensaje iba a ser entregado, porque nunca fui capaz

de encontrar a mi madre en el pasado cuando desapareció, por lo que

ahora no sería diferente.

Tal vez realmente debería haberme marchado como Jax y Clyde

me dijeron que hiciera al principio.

—¿Calla? —Esta vez fue la voz de Jax y se hallaba más cerca de

lo que Roxy estuvo. Podría decir que él se hallaba justo en frente de mí,

su cabeza al nivel de la mía. Tenía que estar de rodillas, porque el chico

era del tamaño de Godzilla—. ¿Qué está pasando?

Cuando no respondí inmediatamente, porque trataba de

averiguar qué diablos podría decir, sentí sus manos rodear mis muñecas

y suavemente apartándolas de mi cara. Tenía razón. Se encontraba en

cuclillas delante de mí, y su llamativo rostro estaba contraído con

preocupación.

Se movió sobre sus rodillas mientras dejaba ir una de mis manos y

ahuecaba mi mejilla derecha. —Habla conmigo, cariño. Estás

comenzando a preocuparme.

Eso era cierto. Sus ojos eran más oscuros de lo normal y su

mandíbula se hallaba fija en una línea dura. Nuestros ojos se

encontraron, y sabía lo que tenía que hacer.

No estaba manteniendo mi boca cerrada.

Al diablo con ello.

Mantener mi boca cerrada fue absolutamente la cosa más tonta

de hacer porque no podía manejar este lío por mi cuenta. Lo sabía. No

había manera. —Mack estuvo aquí. Se encontraba fuera cuando salí.

Supongo que me estuvo esperando.

Jax tomó una profunda respiración mientras su mirada se enfocó y

sus hombros se encorvaron. —Se acercó a ti.

—Sí —dije con una seca risa.

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Sus facciones se endurecieron, diciéndome que no creía que la

risa fuera divertida. No lo fue.

—Dijo que tenía que encontrar a mi mamá. Que ella estando

desaparecida era mi problema. Y dijo que si mamá no se presentaba el

jueves, ese realmente iba a ser mi problema. —Mientras hablaba, el

rostro de Jax literalmente se bloqueó. Sin emoción. Nada. Su expresión

era sosa, pero fue tan fría como una explosión en el Ártico—. Dijo que

me convertiría en un mensaje que enviarían a mamá.

Hubo un ligero temblor en su mano y luego Jax la dejó caer

mientras se levantaba rápidamente. Dio un paso atrás. Un músculo

palpitó a lo largo de su mandíbula.

—No quiero ser un mensaje —dije, mi voz baja—. Realmente no

quiero ser el tipo de mensaje del que estaba hablando.

Se me quedó mirando un momento y entonces la comprensión

cruzó su rostro, y todo el ambiente de la sala cambió. Tensión se

derramó como la lluvia lo hizo antes. —Voy a encontrar a ese hijo de

puta y malditamente matarlo.

Guau.

Me pare, levantando mis manos. —Está bien. No creo que esa

sería la respuesta adecuada.

—¿Te amenazó? —espetó.

—Bueno, sí, pero...

—¿Te amenazó con lo que creo que lo hizo? —Aunque no

confirmé eso, y fue una buena cosa no compartir que Mack pensó que

también sería un mensaje perfecto para enviarle a Jax, él todavía lo

entendió—. ¿Y te amenazó en mi maldito suelo?

No estaba segura de cómo esta era su tierra, pero lo que sea. —

Jax...

—¿Te tocó? —preguntó, y contuve el aliento.

Sacudí mi cabeza. —No. No realmente.

—¿No realmente? —su voz fue baja, alcanzando un campo que

se encontraba más allá de la calma.

Nick estuvo de repente en la puerta. —¿Está todo bien?

—Ahora no —Jax escupió esas dos palabras en una forma que

me habrían enviado corriendo en la dirección opuesta, pero Nick se

quedó, su mirada rebotando entre nosotros, obviamente, leyendo que

algo se estaba hundiendo—. Calla.

Tal vez decirle a Jax no fue una buena idea. Probablemente

debería haber ido directamente a la policía, porque se veía como si

quisiera dar alguna buena anticuada pueblerina justicia. Tragué fuerte.

—Mack tenía una cuchilla.

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—Mierda —murmuró Nick.

Jax se puso rígido, su espalda se tensó. —¿Te hizo daño?

—No —susurré—. Todo lo que hizo fue amenazarme. Dijo que iba...

—Miré a Nick, pero se encontraba como Jax, alerta y listo. Bajé mi voz—.

Dijo que iba a igualar mi cara si gritada.

Hubo un momento de silencio y entonces Jax explotó

completamente. Como un cohete de botella. —¡Hijo de puta! —gritó, y

salté un buen par de centímetros del suelo—. Voy a matar a ese hijo de

puta.

—Jax, tiempo en la cárcel no es realmente lo que tienes en tu

plan de cuatro años —dijo Nick, y sin decir nada me preguntaba si Jax

realmente tenía un plan de cuatro-años, y también estúpidamente me

di cuenta que esto era lo más que alguna vez escuché a Nick hablar al

mismo tiempo—. Sabías que esto tenía que suceder.

Mi mirada giró rápidamente a Nick, y ellos lo sabían. Clyde me

advirtió. Jax me había advertido. Dijeron que mamá se metió en una

mala mierda, y dijeron que la mierda se extendería a mí. No habían

estado jodiendo, pero no pensé que realmente era tan malo, incluso

con la heroína, no me di cuenta de que era así. Estuve más

preocupada por conseguir mi dinero de vuelta y estar cabreada con

mamá y sentirme mal por mí misma.

Debería haber vuelto a Shepherd. Debería haber llamado a

Teresa y preguntado si podía quedarme en su lugar. Debería haber

conseguido el escapar fuera de Dodge.

Debería. Podría. Hubiera.

Era la verdad, sin embargo, incluso si hubiera sabido desde el

principio que era seriamente tan malo, no estaba segura que me

hubiera ido sabiendo en lo que mamá se hallaba metida.

Probablemente habría tratado de encontrarla el primer día aquí si me

hubiera dado cuenta de que era tan malo. Encontrarla, robar dinero, y

enviarle un billete de ida a cualquier parte menos aquí.

Jax se retorció, empujando una mano por su cabello. —Saber que

iba a pasar y verlo irse abajo son dos cosas malditamente diferentes,

Nick.

—Lo sé —respondió en voz baja, manera tranquila.

Crucé mis brazos alrededor de mi estómago, temblando de

nuevo. En su mayor parte, pensé que estaba manejando esto bastante

bien. Quería palmearme a mí misma en mi espalda, pero cuando hablé,

escuché el temblor en mi voz. —¿Qué voy a hacer? No tengo ni idea de

dónde está mamá y él me dijo que si trataba de irme, ellos sabrían

dónde encontrarme. Voy a terminar hecha un verdadero desastre...

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Jax se encontraba de repente justo en frente de mí, ahuecando

ambos lados de mi cara. Su pulgar tocó mi cicatriz, pero la expresión de

su rostro era más escalofriante que cualquier cosa que jamás había visto

en todos mis veintiún años de vida, y vi un montón de cosas aterradoras

—Tú no vas a ser un mensaje. No vas a ser una mierda para

ninguno de ellos. ¿Me sigues? Nadie te está tocando —dijo, y lo dijo

justo delante de Nick. Me tocó justo delante de Nick, tocó mi cicatriz—.

Vamos a tener cuidado de esto y ninguna de esta mierda va a caer

sobre ti. ¿Bien?

Le creí.

Guau. Realmente le creí.

—Bien —susurré.

Jax bajó la cabeza, rozando sus labios en mi frente, e hizo eso

justo delante de Nick, también. Y eso tiro de algo en mi pecho,

realmente lo jaló. Luego se volvió hacia Nick, y mientras lo hacía, deslizó

un brazo alrededor de mis hombros, arrastrándome contra él. Dudé por

un segundo, pero luego fui. Me incliné hacia él, porque en este

momento, pensé que realmente tenía que apoyarme en alguien.

—Necesitamos llamar a la policía —dijo Nick. Abrí la boca, pero él

continuó—. Vamos a tener que esperar y no hacerlo aquí.

—Necesitamos hacerlo donde no sea público —confirmó Jax, con

la mano curvada alrededor de mi cintura—. Voy a llamar a Reece,

dejarle saber lo que está pasando. ¿Tienes el bar por la noche?

Nick alzó su barbilla en el idioma universal-de-chicos. —Lo he

tenido antes que tú.

Hubo un momento de silencio y luego Jax dijo—: Cierto.

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Traducido por Yure8

Corregido por Anakaren

Clyde estaba más allá de cabreado, en un arrebato, cuando Jax

le puso al corriente de lo que pasó. No quise decirle, pero tratándose de

él, tampoco debería dejarlo apartado.

—Voy a matarlo —casi gritó Clyde.

Muchas personas iban a matar a Mack.

Clyde me dio uno de sus abrazos de oso que se sentía tan bien y

prometió que se encargaría de esto. Lo hizo con una espátula en la

mano.

Amaba al tío.

Esperamos una hora, y aunque me sentía distraída, trabajé en el

bar durante ese tiempo, manteniendo las apariencias. Jax me advirtió,

al igual que Clyde y Nick, que el bar podía estar vigilado, que incluso

podría haber personas dentro del bar vigilando. No personas que

pertenecían a Mack, porque todos juraban que todavía era un

aspirante a gánster de bajo nivel, pero las personas de Isaiah e Isaiah,

eran todo menos de bajo nivel, lo averiguaría más tarde esa misma

noche.

Era cerca de medianoche cuando Jax y yo salimos del Mona’s, y

odiaba salir tan temprano en un viernes, una de las mejores noches

para las propinas, pero el dinero, por increíble que parezca, era el

menor de mis problemas.

Fuimos en coche hasta mi casa, y Jax me siguió, manteniéndose

cerca. No se encontraba realmente hablador mientras me cambiaba

rápidamente en un nuevo par de pantalones vaqueros y una camisa

que no oliera a bar.

—Vamos a reunirnos con Reece. —Fue todo lo que dijo antes de

dirigirme al dormitorio.

Retoqué mi maquillaje por costumbre y luego nos encontrábamos

en la camioneta de Jax, conduciendo de vuelta hacia la ciudad. Mi

estómago se hizo un nudo en el momento en que reconocí que

estábamos yendo en dirección a su casa.

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—¿Vamos a tu casa? —pregunté.

Asintió, con los ojos en la carretera. —Reece se detendrá por aquí.

Si estás siendo vigilada, con suerte pensarán que solo viene a verme.

Todo el mundo sabe que somos amigos.

Mis manos se cerraron en puños. —¿Crees que me vigilan?

Su mano se tensó sobre el volante. —Es posible.

—Dios —respiré, sacudiendo la cabeza lentamente. Todo esto…

parecía irreal.

No hablamos mientras se detenía en una plaza de aparcamiento,

bajó rápido y corrió a mi lado justo en el momento que abrí la puerta.

Me tomó la mano, sujetándola firmemente mientras me dirigía hacia la

puerta que tenía el número cuatrocientos setenta y cuatro en plata.

No me encontraba segura de qué esperar cuando entrara a la

casa de Jax. No había estado en muchas casas de chicos, por lo menos

no de uno que no tuviera una novia, entonces como que esperaba que

el lugar fuera un desastre, lleno de cajas de pizza y latas de cerveza.

Eso no es lo que vi.

Justo dentro de la puerta había un par de pares de zapatillas de

deporte, cuidadosamente apiladas contra la pared. Me recordó a

zapatillas de baloncesto, y una imagen de un muchacho joven con el

pelo rubio corriendo a través de una casa, sosteniendo una pelota de

baloncesto contra su pecho, llenó mis pensamientos.

Kevin.

Sacudiendo esos pensamientos de mi cabeza, me quité las

sandalias, pero Jax se quedó con sus zapatos. Al frente se encontraba

una escalera que conducía arriba y abajo, a lo que supuse era el

sótano.

Lo seguí a un salón muy masculino, sofá de color marrón oscuro y

reclinable colocado alrededor de un televisor del tamaño de un coche

pequeño. Había un par de macetas frente a la ventana. Las persianas

estaban cerradas. El comedor tenía una pequeña mesa de madera

color oscuro, y llevaba directamente a una cocina que parecía que la

limpiaron recientemente. Con el espacio libre, era agradable y aireado.

—Me gusta tu lugar —dije, y luego me sonrojé, porque estaba

bastante segura de que sonaba como una idiota.

Sonrió sobre su hombro hacia mí mientras dejaba caer sus llaves.

—Funciona por ahora, pero con el tiempo, quiero un lugar con un patio

y sin vecinos justo encima de mí. De vez en cuando, la pareja de al lado

se pone ruidosa. Escuchas todo. A veces es entretenido. Otras no tanto.

Por alguna razón, sentí que mi estómago se derrumbó. Sólo era

unos pocos años mayor que yo y ya tenía lo que quería y ahora sabía lo

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que quería en el futuro. Yo no sé si me gustaría vivir en un apartamento,

una casa adosada o una casa. Nunca lo pensé antes y no sabía por

qué. Fue algo que seriamente me acababa de dar cuenta, justo en

este momento.

Mi plan de las tres F realmente no era un gran plan.

—¿Estás bien?

Parpadeé lentamente, encontrando a Jax mirándome con

curiosidad desde la cocina. —Sí, sólo muchas cosas en mi mente.

—Comprensible. —Jax se movió a donde yo me encontraba, justo

dentro de la zona del comedor. Bueno, él no se movió. Caminó hacia

adelante con la gracia de un bailarín. Deteniéndose justo frente a mí,

puso sus dos manos a ambos lados de mi cuello e inclinó mi cabeza

hacia atrás con los pulgares debajo de mi barbilla—. Todo va a estar

bien.

Mi corazón dio un pequeño golpeteo, y juro por mi vida, que no

podía evitarlo. Quería preguntarle por qué estaba involucrándose hasta

este punto, pero palabras como “me gustas” y otras cosas que dijo

llegaron a mi mente. Y besó mi frente delante de Nick.

Bajó su cabeza y rozó sus labios sobre mi frente. —¿Quieres algo

de beber? Tengo soda. Agua. Jugo de manzana.

No me di cuenta que mis ojos se cerraron hasta que oí su

profunda risa y los abrí. —Agua —dije, aclarándome la garganta—. Eso

estaría bien.

Un lado de sus labios se levantó. —Sí, estoy deseando esa cita el

domingo.

¿Qué demonios? Si recordaba correctamente, no acordé la

fecha. Me soltó, sus manos se deslizaron de mi cuello, dejando un rastro

de escalofríos a su paso.

Dios mío, acababa de besar mi frente otra vez.

No sabía qué hacer con esto o cómo responder. Me temblaban

las manos de nuevo, pero por razones muy diferentes. Me apresuré al

salón y me senté en el sofá. No me sentía de veintiún años. Catorce

hubiera sido demasiado.

—En realidad —dije en voz alta, girando alrededor. No podía ver

en qué parte de la cocina se encontraba—. ¿Puedo tener el jugo de

manzana?

Otra profunda, sexy risa viajó hacia mí. —Por supuesto.

Mordí mi labio inferior. Jax salió con una caja de jugo con la

pajita asomada por la parte superior. Mi mirada se desvió de su rostro a

la caja y de nuevo a su cara. No podía evitarlo. Una risa se arrastró por

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mi garganta y se liberó. Allí se encontraba él, este hermoso chico que

tenía este lado sexy, áspero y tenía cajas de jugos en su casa.

Me encantaba.

Mis labios se curvaron cuando tomé la caja de jugo. —Gracias.

Jax se quedó mirando. No había sonrisa de un solo lado en este

momento. Sonrió, y chico, dio una gran sonrisa. Llegaba a sus ojos,

convirtiéndolos en chocolate derretido. —Tienes una gran risa —dijo—. Y

una hermosa sonrisa. Deberías hacerlo más a menudo. Las dos cosas.

Sonreír y reír.

La caja de jugo casi se deslizó de mis dedos. Una vez más, me

dejó sin habla. No tenía ni idea de qué decir, y entonces solté lo único

que se me ocurrió. —Gracias.

¿Acabo de darle las gracias por eso?

Síp.

Mi boca seguía balbuceando, porque me enfoqué directamente

en el modo de desviación. —Pero tú realmente tienes una hermosa

sonrisa. Quiero decir, es realmente impresionante ¿y tú risa? Guau. Creo

que son tus labios, tienes excelentes labios...

¿Acabo de decir eso en voz alta de verdad? ¿Dije que tenía

excelentes labios?

La sonrisa de Jax pareció haber aumentado, e infiernos, era como

la única estrella en el cielo, era tan brillante.

Síp, dije eso en voz alta.

Oh Dios mío, era un idiota.

Afortunadamente, sonó el timbre, salvándome de decir más cosas

estúpidas. Extendió la mano, deslizando su pulgar debajo de mi labio

inferior, absolutamente atontándome. Luego se giró y se dirigió a la

puerta.

Bebí un gran trago de mi jugo de manzana y apenas me había

recuperado cuando Reece entró en la casa y Jax cerró la puerta.

Reece se encontraba en su uniforme, y estaba tan acostumbrada

a verlo en vaqueros, que lo miré boquiabierta con la pajita de mi caja

de jugo apoyada en mi labio inferior. De alguna manera, sus hombros

parecían más amplios en el uniforme azul oscuro a medida, mostrando

su abdomen plano, las caderas estrechas y las piernas fuertes.

—Hola, Calla —dijo Reece con una sonrisa.

Cerré de golpe mi boca. —Hola —murmuré, tomando otro sorbo.

La sonrisa de Reece pasó a otro nivel cuando miró a Jax. —Siento

haber tardado tanto. Cambié de coche y conduje mi propio auto aquí

por si acaso había ojos en la carretera.

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Me estremecí ante la idea de que podría haber gente vigilando el

bar, las carreteras, e incluso la casa de Jax.

—Buen plan —dijo Jax, sentándose a mi lado en el sofá. Y

realmente se sentó a mi lado. Todo su muslo se hallaba presionado

contra el mío—. Pero lo que quiero saber es ¿cómo es que uno de los

malditos secuaces de Isaiah está afuera corriendo alrededor,

amenazando a Calla, cuando se suponía que ibas a advertir a los hijos

de puta?

Oh. Guau.

Reece entrecerró sus ojos en Jax, y ya no era un chico caliente al

azar que pasaba el rato en el bar o simplemente algún policía caliente.

Toda su actitud cambió. Hombros cuadrados, ojos afilados, y piernas

extendidas mientras permanecía de pie frente al sillón reclinable. —No

hemos sido capaces de seguir al imbécil. No parece fácil de alcanzar,

pero llegaremos a él.

—Hazlo fácil —dijo Jax en voz baja.

—Jax —advirtió Reece.

Oh. Mierda.

—Tu trabajo es servir y proteger, ¿no? —contraatacó Jax,

endureciendo la mandíbula—. Jodidamente servir y proteger.

Por un tenso momento, pensé que iban a tirarse sobre el suelo,

pero luego Reece respiró hondo. —Tienes suerte de que salvaste mi culo

en el desierto o estaría golpeando el tuyo.

¿Jax salvó su culo? Quería saber más sobre eso.

Sonrió a su amigo. —Intentarías hacerlo. La palabra clave es

intentar.

Ese comentario fue ignorado mientras Reece se sentaba en el

brazo del sillón, su atención en mí, y sabía que no iba a enterarme

acerca de salvar culos. —Necesito que me cuentes todo, Calla.

Miré a Jax por alguna tonta razón desconocida, y cuando asintió,

bebí más jugo de manzana, encontré la caja vacía, y suspiré. Así que le

conté todo a Reece, comenzando con el dinero que mamá me robó, la

verdadera razón por la que me encontraba aquí, y por qué estaba

trabajando en el bar. Mientras le contaba eso, Reece envió a Jax una

extraña mirada que no pude averiguar, pero su atención se centró en

mí cuando le dije sobre el Tipo Grasiento, la heroína, y luego lo que me

dijo Mack fuera del bar.

—Mierda —gruñó Reece cuando terminé, y supongo que lo

resumí todo bastante bien—. Esto es definitivamente algo de mierda en

la que directamente te has metido. No hace falta pasar a la lógica

para darse cuenta que esa heroína no era de tu mamá. Hay una buena

probabilidad que la guardaba para alguien, y cuando miras ese tipo de

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cantidad, entonces probablemente era de Isaiah. Y solo Dios sabe qué

clase de mierda tiene él sobre tu mamá, para que ella voluntariamente

mantenga ese tipo de droga. Eso es una gran mierda de

responsabilidad.

Por la forma en que mi corazón latía, no me gustaba cómo

sonaba nada de esto. —¿Quién es éste Isaiah?

—Trafica drogas, un montón de drogas, entre otras actividades

ilegales. La cosa es que, cuando ves a Isaiah, lo cual sería jamás, no se

ve como un maldito distribuidor. Aparece como un hombre de

negocios. —Los labios de Jax se encontraban fruncidos con disgusto—.

Creo que la última vez que lo vi, vestía de jodido Armani.

—Tiene negocios de fiar y es malditamente poderoso —agregó

Reece, y realmente no me gustaba lo que escuchaba—. Tiene ojos y

oídos en todas partes, y un montón de mierda de gente en su bolsillo,

incluso policías. Él es el verdadero negocio cuando se trata de gente

con la que no quieres joder. Tu mamá y los imbéciles con los que ella

trafica no son personas que él normalmente trata. Cuán involucrada

está ella con él está más allá de mí.

—No es como si eso importara ahora —dijo Jax—. Mona está

arruinada con Isaiah y le debe dinero o, sabiendo nuestra suerte, una

tonelada de heroína. —Jax se recostó, dejando caer su brazo en el

respaldo del sofá. Su mano se posó en mi hombro contrario, causando

que saltara—. Y eso se ha extendido a Calla.

—Entiendo —dijo Reece.

Mientras me encontraba allí sentada y escuchaba a los chicos,

pensé en la última noche que pasé el rato con mis amigos en Shepherd,

Cam y Avery, Jase y Teresa, Brit y Ollie, e incluso Brandon y cual sea su

nombre. Habíamos hablado de la escuela, ir a la playa, y viajar por el

mundo. No de la heroína y un narcotraficante que probablemente tenía

mucha experiencia dando a la gente un baño de cemento.

—Si sabes que él trafica drogas, ¿cómo es que no está en la

cárcel? —pregunté.

Ambos chicos se me quedaron mirando, y luego Jax murmuró—:

Linda. Es linda.

Le lancé una mirada que decía vete a saltar de un puente.

—Cuando dije que Isaiah es poderoso, no bromeaba. Los policías

que no están en su bolsillo han tratado de tomar su culo. Incluso los

federales lo persiguen, pero las pruebas... bueno, simplemente no

parecen ajustarse —explicó Reece cuidadosamente, y tuve la

sensación que había mucho que no me decía—. Hay todo un mundo

ahí fuera que no opera por el bien y el mal y todo lo que podemos

hacer es tratar de reducir los daños colaterales.

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Daños colaterales. Guau. Fue entonces, en ese momento,

mientras miraba mis dedos, que me di cuenta de que yo era un daño

colateral. Y el mundo ahí fuera, en el cual crecí, era mucho más grande

y mucho peor de lo que he conocido.

—Tenemos que encontrar a mi mamá —dije, mirando hacia

arriba—. No tengo ni idea de dónde podría estar, pero tal vez Clyde lo

sabe. O tal vez puedo tratar de hablar con Isaiah, explicar mí…

—No estás yendo a ninguna parte cerca de Isaiah —dijo Jax, su

mano apretando mi hombro—. Y hay algunos lugares donde podemos

comprobar a tu mamá, pero son agujeros de mierda a los que tampoco

estás yendo.

—¿Perdón? —Giré hacia él mientras me inclinaba hacia adelante,

pero su mano se quedó en su lugar—. La última vez que comprobé, no

eras mi jefe, amigo. —Sí, eso no fue una respuesta muy inteligente, pero

lo que sea—. Este es mi problema.

—Es mi problema. —Sus ojos se encontraron con los míos.

Un escalofrío recorrió por mi espalda. —No es tu problema.

—Demonios si no lo es.

Mi mano apretó la caja de jugo, aplastando el cartón. —Mona

puede ser tu jefa, pero es mi mamá. Es mi problema.

—¿Jefa? —murmuró Reece.

Jax se inclinó hacia delante, su cara a centímetros de la mía. —

Es mi problema, porque es tu problema.

—¡Eso no tiene sentido! —Frustración picoteó en mi piel, mezclada

con confusión—. Apenas me conoces, Jax. No tienes razón para

involucrarte en esto.

—Oh, aquí vamos de nuevo, con la mierda de “apenas me

conoces”. No necesito ser tu mejor amigo para siempre, cariño, para

involucrarme —dijo, ojos del color marrón más oscuro que jamás vi—. La

verdad es que te he conocido desde hace un tiempo. Sólo no me

conoces.

Parpadeé, un poco sorprendida por eso, pero me recuperé

rápidamente. —Sólo porque conoces a Clyde y a mi mamá no quiere

decir que me conoces o puedes decirme lo que puedo o no puedo

hacer.

Reece suspiró. —Niños…

Fue ignorado. Una vez más. —Oh, no es solamente eso. He

dormido contigo. Eso te convierte en mi problema.

—Guau —murmuró Reece.

Mi boca se abrió. —¡No has dormido conmigo!

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—Oh, dormimos juntos. —Sus labios se levantaron hacia un lado—.

Y sé malditamente bien que no has olvidado eso.

Dios mío.

—O despertar conmigo —añadió, sus ojos ardiendo—. Sí, eso.

Oh mi buen Dios. Giré hacia Reece. —Él no quiere decir lo que

piensas que quiere decir.

Reece levantó sus manos como si estuviera diciendo no me

metas en esto.

Giré de regreso hacia Jax, que sonreía con aire de suficiencia,

pero antes de que pudiese decir una palabra, y no tenía ni idea de qué

decir después de todo eso, llevó su mano a mi nuca, sus dedos

enhebrando por mi pelo.

—Es nuestro problema —dijo en voz baja—. ¿Está bien? Quieres

encontrar a tu mamá, te ayudaré y estaré a tu lado, pero no harás esto

sola.

Abrí mi boca para argumentar que no necesitaba su ayuda. Pasé

la mayor parte de mi vida sin necesitar ayuda, pero Reece me

interrumpió antes de que pudiera decir algo. —Lo hiciste bien, Calla,

diciéndole a Jax lo que está pasando. Mucha gente por ahí cree que

puede manejar la mierda solo, cuando en realidad, incluso un niño de

primer año sabe que necesitan ayuda. Continúa siendo inteligente

sobre esto. Mientras que algunas de las personas de por aquí son

principalmente inofensivas, toda esta situación está pisando en terreno

peligroso. Sé inteligente. Permanece segura.

Esas palabras de alguna manera lograron borrar la bruma de la

irritación. Sé inteligente. Permanece segura. En otras palabras, no seas

tonta. Y una cosa era ser tonta cuando se trataba de Jax, pero otra

cuando se trataba de llegar a ser herida o algo peor.

Así que asentí.

Jax apretó suavemente mi nuca y luego dejó caer su mano. —Eso

es ser una buena chica.

Rodé los ojos.

—Pondré a algunos de los chicos a buscar a Mona también, e

iremos paso a paso hasta ponernos en contacto con Isaiah. Mientras

tanto, te sugiero permanecer cerca de Jax o Clyde. —Reece tomó

aire—. Y quiero hablar con Mack.

Me puse rígida. —No puedes hacer eso.

—No he dicho que iba a hablar con Mack sobre ti. No me gusta el

hecho de que te ha amenazado, pero también voy a ser inteligente al

respecto.

—No puede rebotar sobre ella —dijo Jax.

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—No lo hará. —Reece sonrió con fuerza—. Confía en mí, Mack

hará algo dentro de las veinticuatro horas que garantizará una visita

mía. Puedo forzar su atención en otra parte, al menos por el momento.

—Suena como un plan —dijo Jax.

Nada de esto realmente sonaba como un gran plan para mí,

pero ¿qué sabía yo? Reece se levantó para irse, diciendo que estaría en

contacto, y Jax caminó afuera con él. Me dejé caer de nuevo en el

sofá y me encontraba en medio de un desagradable bostezo cuando

Jax regresó.

—¿Está todo bien? Quiero decir, cuando fuiste afuera con Reece?

—Sí. En realidad hablaba de algo no relacionado con esto. Uno

de nuestros amigos se va a casar. Soy uno de los padrinos de boda.

—Oh, que detalle. ¿Es uno de los chicos que vienen al bar?

—Asintió. —Es Dennis. Se aseguraba de que pudiera hacer la despedida

de soltero, ya que será entre semana. —Me miró por un momento—.

¿Cansada?

Realmente lo estaba. El tequila de anoche y los acontecimientos

de hoy me alcanzaron. Quería cerrar mis ojos y olvidar por un rato.

Asentí mientras me ponía de pie, pensando que era hora de que Jax

me llevara de vuelta a casa.

—Sí, lo estoy —respondí.

En vez de agarrar las llaves que dejó en el mostrador, se quitó las

botas. No entendía lo que hacía ya que no creo que conduzca

descalzo. —¿No vas a llevarme a casa?

Se sacó los calcetines, y cayeron cerca de las botas. —Me he

estado quedando contigo. También lo ha hecho Clyde. Eso

definitivamente no cambia ahora.

Me hacía feliz de que uno de ellos se quedara conmigo ahora.

—Es tarde. No hay razón para que conduzcamos de nuevo —

continuó—. Puedes quedarte aquí.

Mi corazón dio una voltereta hacia atrás. Nunca estuve en la casa

de un chico antes. —No creo que debería quedarme aquí.

—Puedes tener otra caja de jugo.

Eché un vistazo a la puerta principal mientras mis entrañas se

anudaban y mis manos empezaban a ponerse un poquito sudorosas. —

No quiero más jugo de manzana.

—Tengo ponche de frutas también. No esa mierda genérica. Sino

Capri Sun16.

16 Marca de jugo

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¿Tenía una variedad de cajas de jugo? Negué con la cabeza. Eso

no era importante. Fue definitivamente lindo, pero no importa. —No

tengo ropa para cambiarme.

Jax sonrió mientras rodeaba el sofá y se acercaba a mí. Cada

músculo de mi cuerpo se tensó. —Estoy seguro de que tengo algo que

puedes ponerte. Y también tengo cepillos de dientes sin abrir. Estás

cubierta.

Maldición.

—Calla, no es diferente a que yo me quede en tu casa.

Pero lo era. Mi pulso se aceleró mientras buscaba una razón

lógica que no implicara ser tonta, pero realmente no había una que

pudiera utilizar. —Está bien —respiré.

Esa maldita sonrisa regresó y ahora mi estómago hacia volteretas.

—Voy a… Voy a dormir en el sofá.

—No va a pasar.

—Entonces ¿estás durmiendo en el sofá? —pregunté,

esperanzada.

Se rió. —Por supuesto que no, esa cosa no es cómoda. Nadie que

remotamente me gusta duerme en el sofá.

Oh cielos. —¿Tienes otra cama?

—Sólo una, pero es grande. —Se acercó más a mí, tomó mi mano,

y me encogí, porque seriamente esperaba que mi mano no estuviera

sudorosa—. Tamaño extra grande. Hay espacio para los dos y un San

Bernardo.

—¿Tienes un San Bernardo?

Sonrió. —No.

Eso era una pregunta estúpida. —No creo que sea bueno

dormir juntos. Quiero decir, eso es como realmente... No sé,

simplemente no es una buena idea.

Arqueó una ceja. —Las mejores cosas de la vida rara vez son

buenas ideas.

Mis labios se separaron, pero los volví a presionar juntos. ¿Cómo

respondo a eso? Entonces Jax tiró de mi mano mientras se giraba en

dirección a la escalera, y me arrastró tras él en silencio, mi corazón

latiendo en mi pecho. No protesté mucho mientras me llevaba por las

escaleras, porque me encontraba demasiada ocupada flipando.

Había un pasillo, un baño y dos dormitorios. Ambas puertas

abiertas. Una de las habitaciones se convirtió en una sala de oficina y

entrenamiento. Pesas se alineaban en la pared, apiladas

ordenadamente cerca de un banco. Pero no fuimos allí. Me llevó

directamente a la otra habitación y encendió la luz.

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Tenía problemas para respirar.

Jax no pareció darse cuenta mientras caminaba alrededor de la

cama enorme y comenzó a revolver en un armario oscuro de roble. Me

quedé completamente inmóvil.

Me encontraba en la habitación de Jax.

En medio de la noche.

Sus músculos se flexionaron y rodaron debajo de la camisa que

llevaba mientras se enderezaba, y deseé que yo fuera normal. No como

aquel deseo que tenía la primera vez, y deseé esto por una tonelada

de motivos, pero si fuera normal, estaría aquí de pie emocionada en

vez de asustada y llena de desesperación. Estaría ansiosa y no probaría

el sabor amargo del miedo. Estaría preocupada acerca de qué tipo de

ropa interior me puse esta mañana en vez de pensar en las cicatrices.

Simplemente sería una chica de pie en la habitación de un chico

que le gustaba. Y querido Dios, me gustaba Jax. Sí, no lo conocía de

mucho tiempo, pero lo que sabía de él, me gustaba.

—Esta camisa probablemente funciona como un camisón en ti. —

Caminó de vuelta, entregándomela mientras miraba hacia él—. La

puerta de allí conduce a un cuarto de baño. Hay cepillos de dientes

nuevos en el cajón debajo del lavabo.

Todavía lo miraba fijamente.

—Voy a asegurarme de que todo está bajo llave. ¿Está bien?

Sosteniendo la ropa prestada contra mi pecho, no dije nada ni

me moví mientras Jax caminaba a mí alrededor. Se detuvo, colocando

una mano sobre la parte baja de mi espalda y se inclinó, hablando en

mi oído. Su cálido aliento allí se sentía bien. —¿Recuerdas lo que te dije?

Me dijo un montón de cosas.

—Imagino que no has pasado la noche en casas de muchos

chicos antes.

Mi nariz se arrugó. ¿Era tan obvio? Sí.

—Me gusta eso de ti —continuó, y pensé que era una cosa rara

para que le guste—. Es lindo.

Él era raro.

Pero hubo una blandura en mi pecho.

—Te dije que te encontrabas a salvo conmigo. —Su mano se

deslizó a mi cadera y apretó tentativamente—. Eso no ha cambiado,

Calla.

Exhale lentamente. Dijo eso y confiaba en él. Es hora de madurar.

Me quedaba aquí, durmiendo en la misma cama, pero no tendría sexo

con él.

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—Te quedas —dijo.

Suspiré. —Me quedo.

—Y no dormirás en el sofá. Yo tampoco.

Mi corazón dio otra voltereta, suspiré una vez más y volví a asentir.

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Traducido por MaJo Villa & Vani

Corregido por Amélie.

En cuanto Jax dejó la habitación, no hice más que correr al baño

y cerrar la puerta a mi espalda. Al igual que el resto de su casa de

campo, se hallaba limpio y ordenado. La alfombra azul en el suelo

combinaba con la cortina azul de la ducha. No había más

decoraciones. Sin mirar al vidrio ancho y largo, me desnudé con

rapidez. Tenía que sacarme el sostén. No podía dormir usando uno, y no

tenía idea si esto era por las cicatrices o si solo era terriblemente

incómodo. Pero Jax tenía razón, la camisa era tan grande y larga que

me cubría hasta la mitad de los muslos y no me quedaba tan apretada.

Además me coloqué la sudadera debajo de la camiseta prestada y me

brindó capas adicionales de ropa.

Mi ropa interior era linda, a la moda de color rosa intenso con un

pequeño lazo en el medio, pero eso no importaba, porque de ninguna

manera iba a ver mi ropa interior, por lo que pensar en ello o en el

pequeño lazo era tonto.

Me quité el maquillaje de los ojos y tomé uno de los cepillos de

dientes, y traté de no pensar en el hecho de que tenía tantos cepillos

de dientes sin abrir en su baño.

Una vez que estuve de regreso en el dormitorio, crucé la

habitación, apagué las luces, rápidamente agarré las sábanas del lugar

más alejado de la puerta, y me subí a la cama. Rodé hacia mi lado, y

me quedé mirando a las puertas del armario cerradas por unos buenos

veinte minutos más o menos, de repente ya no me hallaba cansada.

La cama olía bien. Olía como él, en realidad, una mezcla entre su

colonia y alguna clase de jabón. Aspiré y luego casi me ahogé. ¿En

serio me encontraba oliendo su cama? Se sentía como un nuevo nivel

de bajeza.

Entonces lo oí subiendo las escaleras.

Tuve que hacer todo el esfuerzo para no rodar alrededor

agitando y actuando como una real idiota, y quedarme quieta. Acabé

por presionar mis labios y apretar mis manos mientras sus pasos llegaban

al dormitorio. Lo escuché caminar hacia la cómoda, y después los

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siguientes sonidos me hicieron desear haber tomado una respiración

profunda antes de retenerla.

Una cremallera fue bajada, el sonido metálico crispó mis nervios.

Ropa crujiendo.

Los pantalones golpearon el piso.

Metí mi barbilla, y aunque la habitación se encontraba oscura y

todo lo que podía ver era la su silueta, me esforcé por ver más. Podría

verme como una pervertida, pero bueno. Se estaba colocando algo,

en la parte de arriba, pero no parecía estar usando una camisa cuando

volvió de nuevo hacia la cama.

Daría un ovario por ver esos abdominales en la luz brillante.

La cama se hundió bajo su peso y sentí un leve tirón cuando tiró

de las mantas. Se movió, y aunque no se hallaba cerca de mí, pude

percibir su calor. No dijo nada, y pensé en lo que dijo más temprano,

sobre lo de conocerme por mucho más tiempo de lo que yo le conocía.

Eso no tenía sentido porque se sorprendió cuando se dio cuenta de que

Mona era mi mamá.

No pretendía pensar sobre eso o sobre cualquier otra cosa, pero

mi mente se lo preguntaba e iba a toda velocidad, negándose a

apagarse. Y aunque por lo general me sentía cómoda permaneciendo

de lado, de repente deseé yacer sobre mi espalda, pero no me quería

mover. Moví mis caderas, con la esperanza de ponerme cómoda y

esperando que ya se hubiera dormido. La primera noche en la otra

cama se quedó dormido bastante rápido.

—¿Calla?

Mantuve mis ojos cerrados apretándolos y contuve la respiración.

—Sé que estás despierta.

¡Maldición! —Estoy durmiendo.

Jax rió profundamente. —Es asombroso que puedas responder

mientras duermes.

—Estoy hablando dormida.

Hubo otra risa bochornosa. —Ahora no estás cansada, ¿no?

—Sí —mentí—. Estoy exhausta.

—¿Esa es la razón por la que has estado retorciéndote desde que

te metiste en la cama?

Abrí mis ojos de golpe con un gran y dramático suspiro. —¿No

estás cansado?

—Ya no —respondió, y ¡vaya!, su voz hizo esa cosa profunda que

hacía que mis labios se abrieran—. ¿Te va bien con todo?

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¡Maldito! Ahora el sentimentalismo se hallaba de vuelta en mi

pecho. Fue dulce por preguntar. Dios, era tan bueno, y ni siquiera se

encontraba bebiendo tequila, y le quería contar. —Sí. Y no. Quiero

decir, pudo haber sido peor.

—Sí, supongo que sí. —La cama se agitó un poco, y podría decir

que se acercó más. Pude sentir su calor debajo de las sábanas—. Sé de

un par de lugares donde tu mamá podría estar. Podemos revisarlos

mañana antes de dirigirnos al bar.

Asentí. —Eso… eso sería bueno.

—Y Reece se asegurará de que Mack no esté en los alrededores

por una semana. No tienes que preocuparte por él.

—Pero ¿me tengo que preocupar por Isaiah? —pregunté en voz

baja.

La cama se movió de nuevo mientras Jax se levantaba sobre su

codo. Se encontraba cerca, sin tocarme, sin camisa, y podía sentir sus

ojos sobre mí, incluso en la oscuridad. —Debemos encontrar a tu mamá.

Obtuve una respuesta a la pregunta sin ni siquiera ser

verdaderamente contestada. Mis labios volvieron a presionarse juntos, y

tenía un nudo en la base de mi garganta. Mamá… ¿en qué se metió?

Necesitando concentrarme en otra cosa, recordé cuando Reece

estuvo aquí. —¿Salvaste la vida de Reece?

Pasaron varios segundos, y luego Jax se acomodó detrás de mí,

más cerca una vez más. Casi podía sentir sus piernas detrás de las mías.

—En realidad eso no es material para la hora de dormir.

Me lo imaginé. —Quiero saber.

—¿De verdad?

Preguntándome a mí misma la misma pregunta, me di cuenta de

que de verdad quería saber, saber más sobre él. —Sí.

Hubo una pausa más. —Estuvimos juntos en Afganistán, fuimos

parte de un grupo de exploración. Por lo menos éramos como veinte y

lo habíamos hecho tantas veces que era como un hábito. Todos

nosotros nos encontrábamos alerta, aunque no preocupados, pero eso

es lo malo de los hábitos. También pueden romperte.

Me mordí el labio inferior, incapaz de imaginar el tipo de mundo

que había visto.

—Nos hallábamos a las afueras de un pequeño pueblo, uno que

lucía igual que cualquiera de los otros que exploramos en el pasado,

pero era diferente. Resultó ser que se encontraban muy bien armados, y

no todos ellos eran parte de la causa. Había una bomba en el camino.

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Me estremecí. Por Dios ¿una bomba? En la última década no

vives en América sin estar familiarizada con la destrucción que una

bomba en el camino, incluso las más pequeñas, puede causar.

—Fue una emboscada —añadió tranquilamente, casi como una

ocurrencia de último momento—. Estas cosas suceden a menudo. En un

momento todo va sin problemas, y luego lo siguiente que ves, es que el

mundo entero comienza a explotar. Nuestro grupo se dispersó. Reece

recibió un disparo en el estómago. Yo lo recibí al salir de allí.

La siguiente respiración que tomé se sintió rara. —¿La recibiste al

salir de allí?

—Sí.

Y eso fue todo lo que dijo sobre el tema, pero sabía que tenía que

haber algo más. No era algo tan simple como sacar a alguien de allí

cuando las bombas empezaron a estallar y las personas comenzaron a

disparar. —Era… ¿era eso lo que te mantenía despierto por la noche?

No respondió por un momento largo. —Algunas noches… sueño

que no llego a Reece a tiempo. Después otras noches, veo las cosas

que se vinieron abajo ese día. Es loco cómo el cerebro se aferra a esa

clase de imágenes.

Mi pecho comenzó a doler. —¿Y el whisky te ayuda con eso?

—Algunas veces —murmuró—. Como que lo alivia todo, los

detalles pierden intensidad.

Deseaba preguntarle más, pero entonces hizo una pregunta que

me tomó desprevenida.

—¿Te gustó hacer todo eso de la reina de belleza?

Mis ojos se abrieron como platos. —Yo… —No quería contestar la

pregunta porque no me gustaba ni siquiera pensar en eso, pero

dudaba de que a Jax le gustara hablar sobre personas disparándole y

de bombas, así que se lo debía—. Algunas veces me gustó.

Está bien. Eso no fue mucho, pero al menos fue algo.

—¿Algunas veces?

Me mordí el labio inferior entre los dientes y después cerré mis ojos.

—Algunas veces fue divertido. Era una niña pequeña y me gustaba

disfrazarme. Me sentía como una princesa de un cuento de hadas. —

Solté una risa irónica—. Así que era como jugar a disfrazarme todas las

semanas y hacía… hacía que mi mamá fuera feliz cuando tenía mi

cabello arreglado con todo el maquillaje puesto y arriba del escenario.

Y la ponía bastante contenta cuando ganaba, especialmente los

grandes títulos.

—¿Qué clase de títulos? —preguntó en la oscuridad.

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—El Gran Supremo es uno de ellos. —Tuve que abrir mis ojos,

porque podía verme a mí misma sobre el escenario, girando, lanzando

besos y doblando las manos debajo de mi barbilla—. Cuando mamá se

encontraba feliz era como si me amara. Sé que me ama, pero entonces

era como si de verdad me amara. —Moví las caderas de nuevo,

tratando de encontrar un lugar sin colocarme sobre mi espalda—. Pero

hubieron momentos en los que quería ser… no lo sé, solo ser una niña.

Deseaba jugar, pero tenía que practicar cómo caminar, o quería pasar

el rato con mi papá, pero no le gustaba ir a esa clase de cosas, y

algunas veces quería pasar tiempo con… —Mi voz se apagó y cerré la

boca.

—¿Pasar qué?

A veces quería estar en casa, pasando el tiempo persiguiendo a

Kevin. Era mayor que yo, el hermano mayor, y cuando me encontraba

en casa, era su sombra. Y también me gustaba estar con Tommy,

porque era tan pequeño y tan lindo, como un muñeco de bebé

verdadero con el que jugaba.

Pero no dije eso, porque pasaron años desde que mencioné sus

nombres en voz alta, y pasaron años desde que alguien más dijera sus

nombres, hasta que Clyde los nombró durante el fin de semana.

—Estuvo bien —dije, continuando apresuradamente—. Es algo

que pienso jamás haría si tuviera un hijo.

—Yo tampoco. Creo que provoca que las niñas pequeñas se

concentren en las cosas equivocadas, que todo es sobre la apariencia.

Entonces eso es algo en lo que estamos de acuerdo.

—Sí —susurré, sintiendo a mi vientre apretarse. Era diferente yacer

en la cama con Jax y hablar de lo que estábamos de acuerdo a la hora

de criar a un hijo.

—¿Qué era lo que te gustaba cuando eras una niña que no

involucrara toda la mierda de reina de belleza? —preguntó.

Mi corazón se apretó porque no podía contestar con la verdad.

Mi cosa favorita era salir con Kevin. Así que fui por la siguiente mejor

cosa. —Jugar al baloncesto.

—¿Baloncesto? —La sorpresa fue evidente en su voz.

—Sí, ¿qué hay sobre ti?

No hubo ninguna vacilación. Ninguna en absoluto. —Pretender

que mi hermanita me sacaba completamente de quicio cuando en

realidad amaba que me siguiera a todas partes, porque con ella,

siempre nos estábamos metiendo en algo.

Mi respiración se detuvo, y no sabía qué me afectaba más, si el

hecho de que tuviera una hermana o que tuviera una relación con ella

que sonaba muy parecida a lo que Kevin y yo teníamos o que

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podríamos haber tenido. —¿Tienes una hermana? —le pregunté

después de unos minutos.

—Tenía.

Una pesadez se asentó en mi pecho y no de la buena. —¿Tenías?

—Tenía —repitió.

Oh no. Apreté mis ojos. —¿Ya no está… con nosotros?

—No.

Rodé sobre mi espalda. Ni siquiera me detuve a pensarlo, y

cuando giré mi cabeza, el rostro de Jax se encontraba a centímetros de

la mía. —¿Qué sucedió?

Su mirada se encontró con la mía. —Cuando tenía dieciséis,

estuvo en un accidente de auto con su novio. Él iba a alta velocidad y

la camioneta que conducía se volcó. Murió en el accidente y mi

hermana, bueno, se rompió la pierna y la clavícula. Así que después del

accidente se encontraba con mucho dolor y no sólo del físico.

Oh, tuve un mal presentimiento de adonde se dirigía esto.

Una pequeña y triste sonrisa apareció en sus labios carnosos. —

Jena… era una niña genial, tenía muchas más agallas que la mayoría

de chicos que conocía. Iba a esquiar, hacía salto de base y

paracaidismo, y constantemente le daba a nuestros padres ataques al

corazón, pero después del accidente, cambió.

—¿Cómo? —susurré, pero el sabor amargo en la parte de atrás de

mi boca me dijo que no me encontraba muy segura de querer saber.

Porque me hallaba mirándolo al rostro, no vi su mano moverse en

el pequeño y oscuro espacio entre los dos, pero sentí el movimiento de

su dedo pulgar sobre mi labio inferior, me estremecí por completo. —Le

dieron muchos medicamentos para el dolor. Empezó legalmente, pero

después se hizo adicta. ¿Sabes? creo que estar drogada la ayudaba a

no tener que lidiar con su dolor.

Oh Dios, lo sabía. Lo miré, sin parpadear y le susurré—: Sí.

—Eventualmente los doctores le cortaron la medicación, pero ya

se encontraba enganchada. No quería lidiar con nada, así que utilizó

otras cosas, heroína y oxicontina. —Su pulgar se deslizó sobre mi labio

inferior de nuevo, haciendo que me estremeciera. —Mis padres trataron

de conseguirle ayuda, pero nada podía parar lo que estaba por venir.

Me encontraba en el campo de entrenamiento cuando nuestra mamá

la encontró en su dormitorio. Tuvo una sobredosis. Murió en algún

momento durante la noche. —Tomó una respiración profunda—.

Durante mucho tiempo, me culpé.

Mi ceño se frunció. —¿Por qué?

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—Pensé que si yo hubiera estado en casa, podría haberla

detenido —respondió—. Infierno, una parte de mí sigue pensando eso.

—No se puede ayudar a las personas a menos que quieran ser

ayudadas —dije—. Confía en mí. Lo sé.

—Sé que lo haces —su respuesta fue tranquila—. Pero esto es un

poco de culpa que llevaré probablemente conmigo un rato, si no para

siempre. Ella era... era mi hermana pequeña. Era mi trabajo mantenerla

a salvo.

—Oh Jax —susurré. El nudo era más grande en mi garganta—. Lo

siento mucho —dije, y sabía que sonaba poco convincente, pero no

sabía qué más decir.

Su pulgar pasó de nuevo y luego su mano se alejó. —No hay nada

por lo que necesites disculparte.

—Lo sé. —Pasó un momento mientras arrastré una respiración

profunda, y luego me di la vuelta de nuevo en mi otro lado, frente a la

puerta del armario de nuevo. Me dolía el corazón por él y su familia y

una hermana que nunca tuvo la oportunidad de convertirse en

cualquier cosa. No teníamos el mismo pasado. De ninguna manera.

Pero había una similitud allí. Mamá era quien era hoy porque no podía

superar el dolor y la angustia, y me pregunté, si Jax sabía sobre los

desfiles, ¿entonces él sabía sobre el incendio y sobre Kevin y Tommy?—.

Siento que hayas perdido a tu hermana y lo que experimentaste en el

extranjero. Tú... debes ser muy valiente.

—Creo que ha sido más no querer morir o ver a mis amigos morir

que estar siendo valiente.

Eso fue una cosa muy modesta que decir. Desde que él

compartió mucho conmigo, sentía como que tenía que compartir algo

muy desconocido sobre mí, pero era difícil. Tomó un poco para

conseguir que mi lengua formule las palabras. —Soy una mentirosa.

Hubo una pausa y luego—: ¿Qué?

A pesar de que estaba oscuro, mi expresión se encontraba llena

de fuerza. —Soy una mentirosa. Mis amigos de vuelta a casa, Teresa y su

novio Jase, Avery y Cam. Cam es el hermano mayor de Teresa, y él y

Avery son como la pareja más linda del mundo —divagaba, nerviosa—.

Cam tiene una tortuga de mascota y él le consiguió una a Avery.

Su cuerpo se estremeció con una risa tranquila. —¿Las tortugas

están enamoradas?

—Sip. No puedes dejar de sentir el amor cuando estás cerca de

ellos; ni siquiera las tortugas son inmunes a ello. —Y seguí—: Teresa y Jase

son como la pareja más caliente en el mundo. En serio. Luego está

Brandon.

Otro momento pasó. —¿Brandon?

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Probablemente no debería haberlo nombrado. —Es otro amigo. Él

tiene una novia —agregué rápidamente y luego me moví a la

derecha—. De todos modos, son geniales. Realmente lo son, y los amo,

pero les he mentido. Ellos no saben nada acerca de mí y yo les he dicho

tantas mentiras.

—Cariño...

—No. En serio. Les he dicho que mamá murió. —Cuando se hizo el

silencio, hice una mueca en la oscuridad—. ¿Ves? Eso es una mentira

horrible. Pero nunca hubo alguna posibilidad de que fueran a reunirse

con ella y en cierto modo, es una especie de muerta, ¿sabes? El alcohol

y las drogas mataron a mi madre hace años.

—Ya veo —murmuró.

No me encontraba segura. —Y ellos piensan que estoy visitando

familiares.

—Eso no es una mentira. Clyde es como de la familia.

Mi boca se abrió para corregirlo, pero él se encontraba en lo

cierto. Claro. —El semestre pasado, le dije a Teresa que me iba a casa

para las vacaciones y ¿sabes que hice, Jax?

—¿Qué? —Su respuesta fue suave.

—Me alojé en un hotel y pedí servicio a la habitación. —Cuando

no respondió, agregué—: El servicio de habitación era muy bueno, sin

embargo.

—No eres una mentirosa —dijo después de unos momentos.

—Um ¿qué parte te perdiste? Le he mentido a todos. Fin. —Y

ahora que realmente hablé de ello, me sentí como una tonta.

—Tenías tus razones, Calla. No estabas mintiendo por ser una

perra o lo que sea. No tuviste una gran infancia y tu relación con tu

madre es inexistente en el mejor caso. Estoy seguro de que tus amigos lo

entenderían si supieran la verdad. —Hizo una pausa—. Y todo el mundo

tiene secretos, cariño. Ni una sola persona está siendo siempre un cien

por ciento honesta en cada situación. Y eso va para tus amigos.

Cerré los ojos mientras sus palabras se hundieron y no podía negar

que ayudó a sentirme mejor acerca de todo lo que les había guardado

a mis amigos. —Gracias.

No dijo nada por un rato y luego se volteó de nuevo. Sus piernas

estaban definitivamente tocando las mías. —¿Calla?

Mir espiración se detuvo una vez más. —¿Si?

Después de un instante de silencio, preguntó—: ¿Así que crees

que tengo grandes labios?

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—Oh Dios mío —me quejé, olvidando que dije eso antes. La risa

de Jax danzó sobre mi piel, y así como así, todo se sentía bien—. Te

odio.

Se echó a reír de nuevo. —No, no lo haces.

La habitación se hallaba a oscuras, así que sonreí, y sabía que él

no lo vio, pero tenía la sensación de que sabía que me encontraba

sonriendo y él tenía razón. No lo odiaba.

—¿Calla?

—¿Jax? —No tenía idea de lo que iba a decir a continuación.

Me tocó el pelo, o pensaba que lo hizo. Fue tan ligero y breve,

que no me encontraba segura, y luego dijo—: Hay que ser muy valiente,

también.

Solté una suave respiración. —¿Sobre qué?

Jax no contestó, y no empujé, porque tenía miedo de que él

expandiera esa declaración, y ni siquiera estaba segura de por qué

tenía miedo. Después de un rato, oí su respiración profundizarse y sabía

que él se encontraba dormido, y me acosté a su lado, sintiendo un

nudo en mi pecho ahora. Fue un largo tiempo antes de que mis

pensamientos se establecieron a partir de lo que él me contó, lo que

había compartido y dicho. Y sobre todo lo demás que yo no le dije.

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Traducido por Josmary

Corregido por Daniela Agrafojo

Despertar por segunda vez junto a Jax James fue como despertar

la primera vez. A él definitivamente le gustaba arrimarse mientras

dormía.

Cuando por fin me quedé dormida, sus muslos se encontraban

contra la parte trasera de los míos, pero ya no era así. Todo su frente se

hallaba al ras de mi espalda, y no sólo eso, una de sus piernas se

empujaba entre las mías, y su brazo se enroscó alrededor de mi cintura.

Nuestras cabezas tenían que estar compartiendo la misma almohada

porque su cálido aliento agitaba el pelo a lo largo de mi sien y bailaba

a través de mi mejilla.

Estábamos cuchareando de nuevo.

Y se sentía tan bien y tan tonto como la última vez, pero tonto en

el buen sentido. Un tonto sobre el que quería jugar, porque el calor de

su cuerpo había creado este cómodo capullo del que no quería

desprenderme, pero me acordé de lo que pasó la última vez.

Expulsando una respiración profunda, comencé a alejarme de

Jax y a salir de la cama, pero no sucedió. Al momento en que me moví,

el brazo en mi cintura se apretó, y de repente me encontré rodando

sobre mi espalda.

Jax arrojó su pierna sobre la mía y se movió… no, se acurrucó

contra mí. Cuando habló, sus labios rozaron el costado de mi cuello,

enviando una onda de piel de gallina a través de todo mi rubor.

—¿A dónde crees que vas?

Oh, guau. Su voz, profunda y áspera con el sueño y mezclada con

el hecho de que sus labios rozaban mi piel mientras hablaba, era una

combinación tremendamente seductora. Mi corazón saltó, acelerando

mi pulso.

—Yo... me estaba levantando.

—Mmm —murmuró, deslizando su mano por mi estómago y hacia

arriba, descansando justo debajo de mis pechos. Me mordí el labio

cuando una sensación aguda lleno mis entrañas. Su mano se hallaba

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muy cerca y si extendía sus dedos, su pulgar definitivamente conseguiría

algo de acción—. No entiendes el concepto de tiempo de sueño.

Mis ojos se encontraban muy abiertos y fijos en el techo. Sabía

que debería quitar su mano. No creí que pudiera sentir alguna

diferencia en mi piel a través de la camisa prestada y mi camiseta, pero

una energía nerviosa se construyó en mi estómago, mezclándose con

una sensación que reconocí.

Nunca eché un polvo, o tenido una vida sexual activa, o lo que

fuera. Obviamente. Pero curioseé como cualquier chica que pasó por

la pubertad y todo eso, así que conseguí familiarizarme con mi cuerpo

más que un par de veces, y reconocía esa tensión nerviosa que

zumbaba a través de mis venas.

—¿Lo haces? —preguntó.

—Yo... —Mi lengua dejó de moverse, ya que su mano hizo el más

mínimo movimiento, sus dedos extendidos. Su pulgar rozó el bulto bajo

mi seno izquierdo, y me sacudí en reflejo. No sé si tenía que ver con las

cicatrices o no, pero mi seno era muuuy sensible.

Su mano se detuvo después de eso. Esperando. El instinto me dijo

que Jax sabía exactamente lo que rozó su dedo pulgar y ahora

esperaba a ver cómo respondía. O tal vez lo hizo de forma somnolienta,

sin darse cuenta.

Los labios de Jax rozaron un lugar sorprendentemente caliente

justo bajo mi oreja, y todo el aire salió de mis pulmones. Guau. De

acuerdo. Probablemente no se encontraba somnoliento y sabía

exactamente lo que hacía.

Necesitaba retirar su mano.

Necesitaba salir como el infierno de esta cama.

Pero no me moví.

Y cualquiera que fuera la respuesta que él esperaba, debía de

haberla conseguido. Su pulgar fue a la deriva a lo largo de la curva de

mi pecho y mi garganta se secó. Santa calentura, ¿qué estábamos

haciendo?

—Olvídate del tiempo de sueño —dijo, moviendo los labios contra

la piel de mi garganta otra vez—. Creo que me gusta el hecho de que

no lo entiendas.

—¿Lo haces?

Ese pulgar subió cerca de medio milímetro, y me mordí el labio

inferior.

—Sí. Me alegro de que te despertaras.

No tenía ni idea de qué decir a eso, y mis pestañas bajaron

lentamente, pero sin pausa, incluso mientras mi corazón aceleraba su

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ritmo y el calor invadía mi cuerpo, aliviando la tirantez en mis músculos

al mismo tiempo que se construía un tipo diferente de tensión.

—Sabes lo que está pasando aquí. —Su declaración provocó que

mis ojos se abrieran con sorpresa una vez más. Hubo un latido—. Por

favor, dime que entiendes lo que está pasando aquí abajo.

—Si —susurré, y luego dije—: No.

—¿Sí y no? —Su voz se volvió más profunda, más áspera. Un

hormigueo bailó desde las puntas de mis pechos hasta mi vientre y

hacia abajo, mucho más abajo—. ¿Te importaría explicarme?

—¿Por qué? —Fue todo lo que pude decir.

Esos labios patinaron a lo largo del costado de mi garganta. —

¿Por qué, qué?

Tenía problemas para formar pensamientos. Nunca fui tocada de

esta forma antes, y era apenas un toque, pero tenía mis sentidos

corriendo.

—¿Por qué está pasando esto?

—Porque quiero. —Su pulgar se deslizó de nuevo.

Eso no era una respuesta. —Pero ¿por qué?

—Ya te lo dije. —Apretó sus labios contra mi pulso, haciéndome

jadear, y luego levantó la cabeza, apoyando su peso sobre el brazo

cerca de mi costado. Bajó sus ojos hacia mí, su mirada intensa—. Es la

misma razón por la que te voy a llevar a cenar mañana por la noche.

Mis ojos se hallaban fijos en él y mi corazón latía como si estuviera

atrapado en un tambor de acero. Ese maldito dedo pulgar estaba en

movimiento de nuevo, evocando otra ola de hormigueo.

—Me gustas, Calla —dijo, su voz era apenas un susurro.

Cambié mi siguiente pregunta. —Pero, ¿cómo?

Jax parpadeó.

Cambiar una palabra sonaba patético incluso a mis propios oídos,

pero en serio, no lo entendía. La mitad de mi cara se veía bien. La otra

mitad no. Ni siquiera vio el resto de mí, y él era el tipo de chico sobre el

que escribirías a tu mamá, tu papá, y cada una de las personas que

conoces. Y no sabía si me había conocido el tiempo suficiente para

juzgar qué tipo de personalidad tenía o… por Dios, no podía creer que

estuviera pensando esto, si era acerca de mi belleza interior.

—¿Qué? —dijo, entrecerrando los ojos.

Un tipo diferente de calor invadió mis mejillas. —Soy realista, ¿de

acuerdo? Lo he sido durante mucho tiempo. Tengo que serlo, y que

estés interesado en mí, queriendo llevarme a una cita y…

—Cosas realmente divertidas e interesantes para ti —ofreció.

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Me sonrojé. —Sí, eso.

—Cosas traviesas que van a hacer que te sientas muy bien. —

Siguió Jax, y sus palabras y la forma en que me hablaba me

encendieron como nunca—. Eso es lo que quiero hacerte.

—Está bien —respiré—. Entiendo.

Levantó un lado de sus labios. —Bien.

—Pero no tiene sentido. —Me empujé hasta que empuñé la

manta con mis manos—. Eres caliente y…

—Bueno, gracias.

No le hice caso y traté desesperadamente de ignorar la forma en

que su mano ahuecaba casi por completo mi seno izquierdo. No quería

pensar en eso, porque me hacía pensar que si no estuviera cubierto, él

no estaría haciendo lo que hacía ahora. Tomé una respiración

profunda.

—No soy caliente. No soy…

Mis palabras terminaron porque bajó su cabeza y sus labios

rozaron los míos.

—Ya hemos tenido esta conversación —dijo, moviendo su boca

sobre la mía—. Y te he dicho que no besaría a una chica que no me

pareciera atractiva.

—Pero dijiste que no era un beso de verdad.

—No lo era. Este sí.

Y luego Jax me besó, como… realmente besarme. Sus labios se

apretaron contra los míos, moviéndose como si estuviera

familiarizándose con el diseño de los mismos. Mis dedos aflojaron la

manta y los coloqué en su pecho, justo debajo de su garganta, para

empujarlo. Su piel era caliente, dura y áspera. Se sentía diferente, pero

antes de que pudiera realmente investigar eso, tomó mi labio inferior

entre sus dientes y me mordió. Di un grito ahogado por la mordida

inesperada y el torrente de sensaciones en erupción. Se aprovechó de

eso y profundizó el beso, deslizándose dentro de mí, y yo ya no pensaba

en empujarlo.

El beso... era húmedo y profundo y no era bueno o agradable. Era

genial y era el tipo de beso que todos los libros de romance clamaban.

Jax me saboreó. No había otra palabra para describir ese tipo de beso.

No cuando inclinó su cabeza y tocó su lengua con la mía. No cuando

movió su lengua a lo largo de mi paladar, arrastrando un gemido

gutural desde lo más profundo de mí ser.

Jax se echó hacia atrás para decir—: Me gusta ese sonido. Joder.

Me encanta ese sonido.

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Mis ojos permanecieron cerrados mientras mis labios

cosquilleaban.

—Yo... no sabía que podría ser besada de esa manera.

—Joder. —Se quejó.

Me besó de nuevo, y fue tan genial como el anterior, pero este…

este beso se convirtió en algo más. La mano que casi ahuecaba mi

pecho ahora lo ahuecaba de verdad, y mi cuerpo se movía por sí solo.

Mi espalda se arqueó, e hice ese sonido nuevamente, y pareció gustarle

de nuevo, porque un rico, decadente gruñido, retumbó a través de él.

Entonces sus dedos se movieron sobre mi pecho, y ese maldito, experto

pulgar encontró la punta de mi seno con desconcertante exactitud. Mi

cabeza cayó de nuevo en la almohada, y su boca me siguió,

mordiendo y besando mientras su pulgar acariciaba el pico endurecido.

La parte baja de su cuerpo se movió bajo las sábanas,

colocándose sobre el mío. Usando su muslo, separó mis piernas y se

metió entre ellas. Me quedé sin aliento cuando un agudo dardo de

placer golpeó a través de mí, centrado en un solo lugar.

Mi cerebro se apagó. No estaba pensando en nada, y lo hice. Le

devolví el beso. Deslicé una mano por la parte superior de su pecho, en

torno a su nuca. Mis dedos se enredaron en su cabello. Lo perseguí,

queriendo saborearlo, y lo hice. Me dejó tomar tanto como él tomaba,

y me permitió aprender el diseño de sus labios y su boca. Mis caderas se

movían por su propia voluntad, presionando contra su muslo en un

instinto primario.

—Dios, eres dulce. —Se movió un poco, levantándose para tener

suficiente espacio para deslizar su mano lentamente por mi estómago—

. ¿Sabes lo que quiero? Quiero verte volviéndote más dulce aún.

¿Más dulce? Respiraba pesadamente, jadeaba, en realidad. Mis

labios se sentían hinchados; también mis pechos. La tensión entre mis

piernas me mareaba.

—¿Te has venido antes? —preguntó mientras su mano alcanzaba

el dobladillo de mi camisa, que se hallaba retorcido alrededor de mis

caderas.

Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Qué estaba haciendo? No podía

dejar que metiera la mano bajo mi blusa. El pánico se sobrepuso al

placer cuando levanté mi otra mano y agarré su muñeca.

Abrió los ojos, y eran del color del chocolate oscuro. Me hicieron

temblar y querer las cosas traviesas de las que hablaba.

—¿Te has venido antes? —preguntó de nuevo.

Calor llenó mi cara y tartamudeé una respuesta. —S-sí. Un poco.

—¿Un poco? —Tiró de su brazo, y ya que era mucho más fuerte

que yo, no pude detenerlo. Sus dedos se metieron por debajo del

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dobladillo, pero no por completo—. ¿Eso significa que nadie te ha

hecho venirte nunca? ¿Nadie más que tú misma?

Oh mi Dios, no podía creer que me estuviera preguntando eso, ni

siquiera que estuviera sucediendo esta conversación. Mi corazón latía

demasiado rápido y me dolía; mi cuerpo, literalmente, dolía.

Sus pestañas bajaron hasta ocultar su mirada. —Sí, voy a ser el

primero en darte uno.

Santos escalofríos calientes, él no dijo eso. —Jax...

Un instante después, su boca se encontraba sobre la mía de

nuevo, y puso su mano más abajo, muy por debajo del dobladillo de mi

camisa. La parte trasera de sus nudillos rozó el interior de mi muslo, y mi

espalda casi se salió de la cama. Su mano se movió hacia arriba, el

ligero toque contra mi muslo interior me sorprendió. Traté de cerrar las

piernas, pero todo lo que conseguí fue apretar sus piernas con las mías.

—Voy a tocarte —dijo contra mi boca, y mi estómago se apretó.

Otras partes de mi cuerpo se tensaron, y me pregunté si era posible que

un hombre hiciera que te vinieras con sólo palabras—. Eso es todo lo

que voy a hacer, ¿de acuerdo?

¿Eso es todo? Antes de poder preguntar eso, se encontraba

besándome otra vez, y la parte posterior de su mano rozó mí… mi

centro. Esta vez, mi espalda se separó de la cama, y él hizo un profundo

sonido de aprobación. Mis dedos se apretaron en su pelo y mi otra

mano apretó su muñeca. A continuación, las puntas de sus dedos

patinaron sobre mis bragas, y pensé que iba a tener un ataque al

corazón.

—Calla, nena... —Besó en la comisura de mis labios—. Déjame

tocarte.

No podía. No había manera. Dejar que me tocara era tonto.

—Déjame —dijo, y su voz era como la seda sobre mi piel.

Mi corazón tartamudeó, y aflojé mi mano alrededor de su

muñeca y la deslicé hasta su antebrazo, a sus bíceps flexionados.

Era tan tonta.

—Esa es mi chica.

¿Mi chica? Partes de mí zumbaron por cómo sonaba eso, y

entonces mi sangre realmente cantó, porque sus dedos hicieron un par

de pases más, un círculo ocioso sobre mi ropa interior que se acercó

más y más hasta que moví mis caderas, y él estuvo tocando el manojo

de nervios, presionando con dos dedos. Rodando. Presionando.

Rodando.

—Oh Dios —jadeé contra su boca.

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Sentí sus labios curvarse en una sonrisa, y el beso se volvió más

salvaje mientras mis caderas se movían contra su mano.

—Eso es todo —instó, trabajando algo parecido a la magia con

sus dedos—. Déjame verte volverte más dulce.

Empujé mi cabeza hacia atrás y su boca patinó sobre mi mejilla

cuando grité. Pude haber dicho su nombre. No lo sabía. Me sentía

demasiado centrada en la forma en la algo enrollado en lo profundo

de mí se desataba, azotando a través de mi sistema en apretados,

intensos choques.

Podía sentirlo viéndome mientras las olas de placer se aliviaban, y

mi cuello se enderezó. Una parte de mí se sentía como si debiera estar

avergonzada. Esta era la primera vez que experimentaba algo como

esto con alguien. Cuando la agradable neblina de liberación volvió mis

músculos gelatina, no supe qué hacer más que sólo estar allí. Le solté el

pelo y mi mano se deslizó a su cuello.

—Más dulce de lo que imaginaba —murmuró, besando el

costado de mi cuello. Luego rodó hacia su lado, y su mano se deslizó

lentamente por entre mis piernas, deteniéndose en mi pelvis—. ¿Todavía

estás viva?

—No estoy segura. No puedo sentir mis piernas.

Se rió entre dientes. —Sólo piensa. Realmente no es nada

comparado con lo que será cuando esté dentro de ti.

Mis ojos se abrieron de golpe y miré el techo. Sus palabras me

sorprendieron, y luego pensé en el hecho de que definitivamente me

vine, pero él no, y lo miré, a punto de señalar lo que sería

probablemente la cosa más incómoda del mundo, pero todo lo que

podía hacer era mirarlo.

Jax se hallaba tumbado sobre su costado, apoyando la cabeza

en su palma. La manta se bajó hasta sus caderas y sus pantalones

colgaban bajos, mostrando las líneas sexys como el infierno a cada lado

de sus caderas y los músculos fuertemente enrollados de sus

abdominales. Sí, tenía un paquete de seis, y sí, mientras arrastraba poco

a poco mis ojos a sus pectorales, podría haber babeado un poco. O

mucho. Mi boca se hallaba definitivamente colgando abierta, pero por

razones distintas.

Su cuerpo era cincelado e increíble, pero su piel… era otra

historia. Había marcas, docenas y docenas de ellas, sobre su pecho y

abdomen, y comprendí por qué pensé que su piel se sentía áspera.

Sentándome, le eché un vistazo a su cara —a su media sonrisa

perezosa y sus cejas elevadas—, y luego otra vez a su cuerpo. Las

marcas eran como cráteres en algunas zonas, donde pedazos de carne

habían sido retirados o hundidos. Otras marcas eran fruncidas, como

cicatrices.

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Sin pensarlo, me acerqué a él, y su mano libre se disparó como un

relámpago, tomando mi brazo alrededor de la muñeca. Tragué saliva

mientras levantaba mis pestañas.

—¿Qué sucedió? —Me oí preguntar y luego juré en voz baja,

inclinando mi barbilla. Mi cabello se deslizó por encima de mi hombro,

cayendo entre nosotros—. Lo siento. Esa es una pregunta malditamente

grosera. Debería saberlo.

—Está bien. —Trajo mi mano hacia adelante, y las puntas de mis

dedos rozaron una cicatriz—. Bomba de carretera. —Me recordó—.

Maldita metralla.

Oh por...

Sabía que no lo dije todo anoche. Levanté la mirada. —Así que

¿sacaste a Reece de allí, pero tienes metralla en ti?

—Sí —dijo como si no fuera gran cosa.

Pero tenía que serlo, porque muchas de esas marcas se

encontraban por encima de su corazón y un montón de otros lugares

vitales. Algunas eran profundas. Tuvieron que haber dolido y sangrado

mucho. ¿Y se las arregló para conseguir que Reece saliera de allí? Dios,

él no solo era valiente. Era locamente valiente. Nuestras miradas se

encontraron, y no sé lo que hizo que mi boca se moviera.

—Fue un vidrio explotando lo que cortó mi cara.

Jax no respondió mientras deslizaba su mano hacia abajo,

presionando sus dedos sobre los míos, en contra de su piel.

—E… Era una llamarada —le dije—. Hubo un incendio y la presión

acumulada en la habitación… —Mi mirada se alejó de la suya,

cambiando a su cuerpo, para conectar el mapa de puntos de

cicatrices. Nunca le dije a nadie esto. Nunca—. Cuando abrí la puerta,

el oxígeno se vertió o algo por el estilo y la ventana estalló.

—Tienes suerte. —Se levantó a una posición sentada y sus rodillas

golpearon las mías. Bajó la cabeza y nos quedamos cara a cara—.

Podrías haber perdido un ojo.

O un pezón, pero no iba a compartir eso. —Tuviste suerte,

también.

—Maldita recta.

Ninguno de los dos habló por un largo rato, y luego se levantó y

salió de la cama en como un nanosegundo.

—Vamos a conseguir el desayuno. Tal vez IHOP hoy —anunció

mientras lo miraba fijamente—. Después, vamos a ir a buscar a tu

madre. ¿De acuerdo?

Parpadeé una vez, y luego dos veces. —Está bien.

Esa sonrisa torcida apareció. —Tienes que salir de la cama.

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Sí, tenía un buen punto, pero...

—Espera. —Cojeé fuera de la cama, sintiendo el calor en mis

mejillas mientras las palabras rodaban de la punta de mi lengua—.

¿Qué pasa contigo?

Se detuvo a los pies de la cama, con la cabeza inclinada hacia

un lado, sus pantalones colgaban tan bajos que realmente podía ver el

rastro de su camino feliz.

—¿Qué pasa conmigo?

—Ya sabes... Yo, bueno, me vine y tú...

—¿No lo hice? —Su sonrisa se extendió.

—Sí. Eso.

Echó la cabeza hacia atrás y se rió.

Mis labios se deslizaron hacia abajo en las esquinas. —¿Qué es tan

gracioso?

—Tú lo eres. Eres graciosa. Eres linda. —Se acercó y se quedó justo

en frente de mí—. Y eres dulce como el infierno cuando te estás

viniendo.

Oh. Guau.

—Sé que no me he venido, pero cariño, nunca antes habías

tenido a nadie más excepto tus propias manos entre esas bonitas

piernas. —Su mirada bajó al decir piernas, y me estremecí—. Es la

primera vez que has tenido eso y tenía que ser acerca de ti. No de mí.

Oh. Doble guau.

Me quedé boquiabierta mientras se daba la vuelta, yendo al

cuarto de baño. Mis entrañas comenzaron a derretirse, volviéndose un

poco pegajosas.

Luego se detuvo y giró hacia mí, con los labios curvados algún

tipo de gesto malicioso.

—Voy encargarme de mí mismo en la ducha.

Mi mandíbula cayó al suelo.

Jax se chupó el labio inferior entre sus blancos y rectos dientes. —Y

estaré pensando en ti cuando lo haga.

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Traducido por Amélie. & perpi27

Corregido por Lizzy Avett’

Las cosas cambian después de que un chico te da un orgasmo.

No es algo que yo haya considerado antes, ya que ningún chico me dio

uno, pero lo estaba captando bastante rápido.

Volví a la cama mientras él se duchaba, ya que resultó que

realmente nos levantábamos temprano. No eran incluso ni las ocho de

la mañana. Traté de no imaginarlo tocándose a sí mismo, pero mis

pensamientos se mantenían volviendo a eso y a todo lo similar, y eso

era, bueno, me estaba poniendo, lo que era bastante chocante

considerando que todavía no me hallaba segura de que tenía el uso

completo de mis piernas. Realmente necesitaba dejar de pensar en

todo eso.

Así que usé ese tiempo para hacer un balance de mi vida.

Finalmente tuve un orgasmo no-Calla-inducido, que fue bastante

épico. Una parte de mí se sentía orgullosa de que finalmente salté ese

obstáculo, a pesar de que tenía veintiún años cuando sucedió. Pero no

me sentía segura de qué hacer con eso. Quiero decir, ¿qué significa

para mí? ¿Para Jax? ¿Para nosotros?

Oh, Dios mío, ¿había un "nosotros" ahora?

Mi ritmo cardíaco pateaba a un nivel superior mientras estaba

sentada derecha en la cama, mirando a la puerta del baño cerrada

mientras sostenía la manta en mi barbilla. Podía oír el agua corriendo

del baño y luego… Lo escuché. No gimiendo ni nada de eso, pero se

encontraba tarareando algo o tal vez cantando, pero sonaba como

tarareando por el agua. De repente, todo esto era tan íntimo que

quería saltar de la cama y correr gritando y agitando a través del centro

y salir a las calles.

¿Qué estaba haciendo aquí?

No podía haber un "nosotros" que involucrara orgasmos y duchas

y canciones siendo cantadas y desayunos. Yo no tenía intención de

estar aquí para siempre y planeé volver a la universidad en agosto una

vez que llegara a la aprobación de la ayuda financiera, y eso es lo que

quería, ¿no?

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No había un futuro entre nosotros.

Parpadeé lentamente.

Y tenía que estar centrada en la búsqueda de mi mamá, así yo no

terminaría siendo cortada por algunos gánster de bajo nivel, o peor aún,

encontrándome de cara a cara a Isaiah.

Más importante, alguien como Jax no podía estar en mi vida. La

piel a lo largo de mi espalda tenía la consistencia de…

Me hallaba tan perdida en mí propia cabeza, que no oí el agua

apagarse, así que cuando la puerta del baño se abrió y Jax entró en el

dormitorio, no me lo esperaba.

Había una toalla anudada alrededor de sus delgadas caderas y

su cabello se encontraba empapado, peinado hacia atrás, y todo su

cuerpo se hallaba en exhibición.

Caramelos ricos para la vista.

Maldita sea, se veía bien. Lo suficientemente bueno que me

encontraba babeando otra vez.

—¿Quieres ducharte antes de que salgamos? —preguntó,

paseándose hacia la cama como si no llevara nada más que una

toalla.

—¿Eh?

Una media sonrisa apareció. —¿Una ducha? ¿Quieres una

ducha?

Yo era una imbécil. —Si —chillé, saliendo de la cama. Tome mi

ropa de la cómoda—. Una ducha es una buena idea. —Divagaba,

tratando de no mirarlo—. Eres tan inteligente.

Jax se torció hacia el lado mientras lo pasaba y golpeó mi trasero.

Salté, dando otro chillido de sorpresa, y se rió entre dientes.

Mirando por encima de mi hombro para dispararle una mirada, me di

cuenta entonces que no me golpeó con la mano.

Fue la toalla que estuvo alrededor de sus caderas.

Y no sólo me encontraba mirando a su espalda musculosa, que,

guau, era una buena espalda, pero también a su culo musculoso. —¡Oh

Dios mío! —chillé—. ¡Estas desnudo!

Esa sonrisa se convirtió en una risa, y me di la vuelta, casi

tirándome en el baño, pero ya era demasiado tarde. Esos globos firmes

estaban grabados en mi memoria.

¡Estuvo desnudo! Totalmente desnudo, y no le importaba. Había

una total falta de modestia allí, lo que cimentó aún más que nunca

podría haber un “nosotros”. Yo tenía más pudor que una iglesia llena de

monjas viejas.

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Aproveché el jabón que olía a él y el champú y acondicionador

dos-en-uno. No fue sino hasta después de que me duché, que me

cambié en mi propia ropa, y de que estaba torciendo mi pelo mojado,

en un moño en la parte superior de mi cabeza, que me di cuenta que

no tenía maquillaje puesto.

Nada.

Lo poco que tenía en mi cara esta mañana, ya no se encontraba,

dejando el espectáculo de la cicatriz con mayor claridad. Dermablend

era algo serio, pero sin duda no había nada en mi cara ahora.

—Oh Dios.

Mis grandes ojos me devolvieron la mirada en el reflejo, el azul tan

brillante a principios del sol de la mañana por inercia a través de la

pequeña ventana cuadrada. Mi cara tenía esa tez de melocotones y

crema sin el Dermablend —un color que el maquillaje en el mundo no

podría replicar.

Si sólo viera el lado derecho de mi cara, sabía que se veía mejor

sin maquillaje, pero yo no ando por ahí con sólo la mitad de una cara.

Sin maquillaje, la cicatriz era todavía una sombra profunda de

color rosa, destacándose crudamente contra mi tez, cortando desde la

esquina de mi ojo izquierdo hasta casi a la esquina de mi labio. Era lo

único que podía ver.

—¿Calla?

Me puse rígida al oír el sonido de la voz de Jax y luego agarré el

lavabo. No podía salir. Era ridículo, pero no podía dejar que me viera

así.

—¿Estas bien? —dijo en voz alta.

Sosteniendo mi aliento, me volteé hacia la puerta. ¿Sería obvio si

salía con una toalla sobre la cabeza? Estaba siendo estúpida.

Sabía esto, pero Jax acababa de besarme, había tenido sus manos

sobre mí, y me tocó, haciéndome sentir algo tan hermoso y esto—

esto era tan feo. Yo no quería que…

Una brisa de aire frío barrió a través de mi cuerpo y cerré los ojos,

tomando varias respiraciones profundas. Jax sabía que la cicatriz se

hallaba en mi cara. Había estado tan cerca y personal con mi cara.

Incluso me besó.

La puerta del baño se abrió, golpeando la pared, y mis ojos se

abrieron mientras Jax irrumpió dentro.

No cerré la puerta del baño.

Suspiró.

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Hizo un escaneo de mi cuerpo, como si estuviera comprobando

para ver si me hallaba herida o algo. —Jesús —gruño entre dientes—.

Pensé que te caíste aquí y te golpeaste y quedaste inconsciente o algo.

Bueno, eso fue un poco embarazoso, pero no es el asunto más

urgente. Incliné mi cuerpo hacia la izquierda para que pudiera ver mi

perfil derecho. —No puedo ir a desayunar.

—¿Qué?

—No puedo ir a desayunar. Necesito volver a casa. —Sabía que

sonaba absurdo y estúpido—. ¿Podemos volver a casa?

Jax se movió y sus piernas vestidas en los vaqueros entraron en mi

punto de vista. Sus pies se encontraban desnudos, asomando desde el

borde deshilachado de sus pantalones. —¿Por qué?

—Sólo tengo que volver a casa. Si quieres ir primero a IHOP,

puedo conseguir mi coche y encontrarme contigo allí. Eso

probablemente…

—Diablos, no.

Mi barbilla se alzó y cayó a la izquierda. —¿Discúlpa?

Sus ojos brillaron con ira. —No estábamos teniendo coches

separados cuando tenía mi mano entre tus piernas, y te venías mientras

decías mi nombre.

Abrí la boca, pero en realidad, ¿qué dices en respuesta a eso?

—Vamos a salir de aquí juntos, comer un poco de sustancia

grasienta, y luego vamos a ir a ver ese lugar por tu mamá —continuó—.

Y cuando hayamos terminado, si tenemos tiempo antes de que

empiecen nuestros turnos, vamos a disfrutar de una siesta.

—¿Una siesta? —¿De verdad, de todo eso, es eso en lo que me he

centrado?

—Juntos.

—¿Una siesta juntos?

—Sí. —Y luego su voz bajo—. Y si tenemos tiempo, podría hacer

que te vengas diciendo mi nombre otra vez.

Santa mierda, no dijo eso.

Luego dio un paso más en el cuarto de baño, viniendo hacía mí, y

retrocedí, golpeando el lavabo. Me acorraló y mientras yo trataba de

mirar hacia la izquierda, con su mano ahuecada en mi mejilla derecha

con la otra dio la vuelta al lado izquierdo de mi cuello. Volteó mi cara

hacia la suya. Me di cuenta que no era la primera vez que hizo eso.

—No soy estúpido —dijo él, suavizando el pulgar a lo largo de los

huesos de mi garganta—. También soy muy observador cuando tengo

que serlo.

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—¿Está bien? —susurré—. Mm, gracias por decírmelo.

Sus labios temblaron mientras inclinaba la cabeza hacia atrás

para que nuestros ojos se encontraran. —Sé por qué te escondes en el

baño.

Oh Dios. —¿Porque me temo que vas a hacerme probar otro

pastel que nunca comí antes?

—Ja. No. —Bajó su cabeza, y tragué saliva—. No lo noto.

Mi corazón cayó y me fui con fingir ser tonta. —¿Notar qué?

—Calla, nena, tú sabes de lo que estoy hablando. Esto. —

Entonces inclinó su cabeza y sentí sus labios en la esquina de mi ojo

izquierdo, justo debajo.

Tomé un respiro fuerte que dolió. Hizo esto antes, también, y se

creó el mismo remolino de emociones en mí, pero lo hizo más esta vez.

Sus labios siguieron esa cicatriz todo el camino por mi mejilla, justo a la

esquina de mi labio izquierdo, y entonces me besó. Era suave y dulce y

se demoró. Mis manos fueron a su pecho y me apoyé en él.

Cuando levantó su boca de la mía y presionó su frente contra la

mía, las lágrimas se construyeron en la parte posterior de mi garganta.

—No me preocupo por eso, Calla. Ni siquiera pienso en ello —dijo—. Ni

siquiera lo veo.

Apreté los ojos cerrándolos mientras mi corazón se ablandó.

Inmediatamente, no le creí, porque es obvio, pero me detuve —solo

me detuve. Dejé de decirme a mí misma que sabía lo que pasaba por

la cabeza de Jax y que sabía lo que quería y no quería. Me detuve.

Porque yo no lo sabía —nadie supo nunca, con cicatrices o no.

Me detuve de decirme a mí misma que no tenía sentido, porque

planeaba irme. Y todo lo que tenía era lo que Jax me decía, y lo que se

encontraba mostrándome. Así que pare todas las demás tonterías, me

sacudí esa basura fuera y fue quitarme el Dermablend de mi cara por la

noche, cuando finalmente me sentí como yo. Todo esto podría ser

tonto. Me podría arrepentir más tarde, pero iba a ser tonta. Iba a ser la

mejor tonta que podría ser.

Guau.

Me tambaleé un poco y exhalé por la nariz y cuando hablé, mi

voz era inestable y la parte de atrás de mis ojos ardían, pero seguí

adelante. —Bueno. Vamos a hacer esto. Y vamos a terminar con esto,

porque realmente quiero esa siesta.

Esos labios se curvaron contra los míos. —Esa es mi chica.

Cuando Jax salió de la casa del pueblo, estaba tirando la parte

de atrás de su camisa hacia abajo mientras caminaba por el pequeño

conjunto de escaleras en la entrada. Él balanceaba un par de gafas de

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sol, estilo aviador como las que llevaba Jase, le quedaban igual de

bien.

No hablamos mucho mientras conducía a IHOP, lo cual fue

bueno, porque me encontraba obsesionada con lo que podría suceder

antes o después de la posible siesta. ¿Más orgasmos no-auto inducidos?

Cuenta conmigo. Me hallaba decidida a seguir adelante con mí recién

deseada tontería y no preocuparme de nada más mientras exploraba

la tontería.

Como cualquier mujer de sangre roja normal, pensé en una

buena cantidad en el sexo, pero no tanto como en la última hora o así.

Mi cerebro jugaba felizmente en el desagüe, justo hasta el plato de

tocino, galletas y algo que Jax dijo que era sémola y que tenía que

probarlo.

Fue difícil no pensar en estar fuera en público sin maquillaje, pero

cada vez que mi mente vagaba a eso o pensaba que alguien estaba

mirándola, igual que cuando un niño pequeño se asomaba sobre la

parte posterior de la cabina o cuando la camarera me sonrió, me

obligué a salir de mis pensamientos.

Y entonces mis pensamientos fueron a esta esta cosa —Jax y yo.

Había una cosa. Como dije antes, él tenía su mano entre mis piernas y

yo dije su nombre, así que había una cosa. Una cosa en la que tenía

poca experiencia, y no me encontraba segura de hasta qué punto esto

realmente iba a ir, porque si mi ayuda financiera empezara a hacer

efecto, estaría dirigiéndome tres horas por la carretera. ¿Qué clase de

futuro estaba allí para nuestra cosa cuando yo estaría en la universidad

y él estaría todo sexy trabajando en el bar?

¿Por qué me hallaba incluso pensando en esto? Porque era tonta

y ya decidí que iba a seguir con esta cosa, lo que fuera, y lo que

esta cosa significaba.

Jugué con la basura abultada blanca con mi tenedor. —¿Esto es

sémola?

—Pruébalo.

—Parece algo salido de una película de terror. —Continué

jugando—. Me temo que va a lanzarse fuera del plato y cubrirá mi

cara.

Jax se rió entre dientes mientras añadía algunos panqueques al río

de jarabe.

—No es divertido. Voy a terminar dando a luz a un bebé de

sémola alien o algo así —murmuré—. Y entonces, ¿qué vamos a hacer?

Miró a través de sus pestañas, una pequeña sonrisa divertida

jugando en sus labios. —Solo pruébalo.

—¿A que sabe? —me resistí.

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—A sémola.

Bajé mi tenedor, mirándolo con suavidad. —Detalles.

Se echó a reír mientras cortaba a través de lo que parecía diez

panqueques apilados. —Uno no puede simplemente describir a la

sémola. Solo hay que disfrutar de ella.

Mis ojos rodaron, pero me aseguré de tomar un buen pedazo con

queso y cautelosamente lo probé. Todo el tiempo Jax observaba y

esperaba. Tragué saliva, sin saber qué pensar. Probando un poco más.

—¿Entonces? —preguntó.

—No sé. —Tome un bocado—. No he decidido todavía. Creo que

saben bien, pero son llamados sémola; por lo tanto, no estoy segura de

que pueda admitir libremente a gusto de algo llamado sémola. Tengo

que pensar realmente acerca de esto.

Jax rió. —Lindo.

Sonreí mientras tomaba una rebanada de tocino. —Entonces, ¿a

dónde vamos después de esto?

—Al centro de Filadelfia —dijo en entre bocado y bocado—. Hay

una casa que ella utiliza para salir. Tal vez tengamos suerte y ella estará

allí o la hayan visto recientemente.

—Suena como…

—¡Calla! ¡Y Jax! —gritó una voz familiar. Giré en la cabina,

espiando a Katie. Ella trotaba hacia nosotros. Literalmente trotando, y

parpadeé, preguntándome si nuestro tiempo volvió a los ochenta y no

me di cuenta.

Katie llevaba calientes medias rosa, calcetines morados holgados,

zapatillas de deporte y una camisa de color negro fuera del hombro. Y

una bufanda, un pañuelo rojo y azul de lunares, y era junio.

—Hola —dije, agitando una rebanada de tocino alrededor.

—Chica. —Katie se detuvo en nuestra mesa, aferrándose a una

maleta—. Mírate. Te dije que tu vida iba a cambiar.

Mm.

Jax tomó una enorme porción de panqueque en su boca, y me di

cuenta de que se encontraba tratando de no sonreír.

—¿Qué haces levantada tan temprano? —preguntó, y luego

pasó antes de que pudiera responder—. Yo hacía yoga. Todas las

mañanas. Y vengo a IHOP, Waffle House, o a Denny todas las mañanas.

Es como el contrapeso universal o alguna mierda por el estilo. Pero

todavía es un poco temprano para que los camareros calientes

ocupados estén desayunando. Juntos.

Mi mirada se desvió a Jax.

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—Nos despertamos juntos —dijo, y eso fue todo lo que dijo.

Los ojos de Katie se convirtieron en naves espaciales, y casi me

gritó que no era lo que ella estaba pensando, pero luego me di cuenta

de que era lo que se encontraba pensando, así que me obligué a no

decir nada.

Una gran sonrisa apareció en su cara bonita. —Cosa

impresionante. En serio. Si los dos terminan juntos y acaban por casarse y

teniendo un hijo, creo que deberían nombrar a su bebé Katie.

El calor se deslizó en mis mejillas. —¿Queeé?

—Quiero decir, podrías nombrar a un niño Katie, pero

probablemente será burlado en la escuela, y no creo que ustedes dos

quieran eso. Oh, ¿es eso sémola? —Cambió el tema, sin ni siquiera

tomar una respiración—. Necesitas más queso en ellos. Una mañana,

tienes que venir a mi casa. Puedo hacer muy buena sémola.

—Eso suena bien — respondió Jax suavemente, sus ojos negros

centelleantes en las luces—. Y vamos a tener el nombre en cuenta.

Volví la mirada "qué demonios" a él.

Katie rió. —Impresionante. Bueno, tengo que llegar a casa con mis

magdalenas y galletas. Nos vemos más tarde.

Viéndola girar sobre sus talones y salir del restaurante, no tenía

nada de valor que decir, así que me fui con la siguiente mejor cosa. —

¿Sabías que ella se cayó de un poste, se golpeó la cabeza, y ahora es

psíquica?

—Eso es lo que he oído.

Me mordí el labio inferior. —Roxy dice que ha estado bastante en

lo cierto.

—Katie —dijo Jax, arrastrando las palabras, y lo miré por encima

de la mesa. Estaba sonriendo—. No me opondría a nombrar a un bebé

Katie.

—Oh Dios mío —dije.

Jax echó la cabeza hacia atrás y rió con esa profunda risa sexy, y

yo no podía, pero sonreí.

No sonreía cuando entramos en la parte de la ciudad en donde

no me hubiera atrevido a ir cuarenta minutos más tarde. La calle no se

hallaba muy activa, ya que no era mediodía todavía.

Jax encontró un estacionamiento delante de las casas de ladrillo

desgastados, enfrente de un parque urbano que parecía que

pertenecía a una película post-apocalíptica.

Mi mirada paso por alto las ventanas y puertas aseguradas con

tablas de madera en algunas de las unidades. —No estoy segura de

esto.

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—Este es el último agujero de mierda al que quiero traerte, pero la

última vez que revisé, me diste una dosis de actitud sobre que este es tu

problema y mierda. —Apagó el motor y se giró con lo que

probablemente era dándome una mirada engreída—. Así que por eso

estamos aquí.

Tenía un buen punto, pero no era como que iba a admitir eso. —

Lo que sea.

Sus labios se retorcieron—. Quédate cerca de mí. ¿Bien? Y déjame

hablar a mí, no, no me mires como si chupaste algo amargo. Déjame

hablar a mí. Si no puedes estar de acuerdo con eso, entonces nos

vamos, voy a encerrarte con Clyde o Reece, y luego volveré aquí solo.

Mis ojos se estrecharon en él. —No tienes que ser tan

malditamente mandón.

—Sí, tengo que serlo. —Se inclinó hacia delante y besó la punta

de mi nariz. Fue rápido, pero aun así me sorprendió. Cuando se retiró,

Sonreía—. ¿Estás de acuerdo?

Dudé y luego suspiré. No era como si fuera Rambo e iba a correr

hacia las casas de ladrillo sola, exigiendo que entregaran a mi madre—.

Oh, bien. Sí. Estoy de acuerdo.

Jax asintió y luego salió. Me quede allí por un segundo, dije una

pequeña oración, y luego salí. Realmente me quede cerca de él

mientras caminábamos por la cuadra y luego nos dirigimos hacia la

deteriorada serie de peldaños a una casa de ladrillos vieja que tenía

dos ventanas aseguradas con tablas de madera en el segundo piso.

—¿Mamá solía venir aquí? —pregunté, cruzando mis brazos

alrededor de mi cintura.

Asintió mientras miraba hacia mí. —Sí.

Presionando mis labios juntos, sabía que no debería sorprenderme.

No era como que esto era algo nuevo, pero al ver esto e imaginando a

mi mamá pasando el rato en un lugar como este simplemente no

encajaba bien, no importa de cuántos remolques la saqué cuando era

una adolescente.

Jax golpeó con sus nudillos la puerta. Unos momentos pasaron y

cuando nadie respondió, me imaginé que esto iba a ser un fracaso,

pero luego Jax dio un puñetazo en ella.

—Guau —murmuré, mirando a su alrededor—. ¿Crees que es una

buena idea?

Me ignoró mientras se inclinaba. —Abre la puerta, Ritchey. Sé que

estás ahí. Tu coche pedazo de mierda está en el frente.

Mis ojos se ampliaron mientras mi estómago cayo.

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Hubo un momento de silencio y luego la puerta principal se abrió

a una grieta. No podía ver a nadie, pero oí una voz rechinante. —¿Qué

coño es lo que quieres, Jackson?

Um.

Jax puso la mano en el centro de la puerta roja descolorida. —

Tenemos que hablar.

—Hablar. —Era la respuesta.

—No estás en el escalón de entrada de tu maldita casa, Ritchey.

Déjanos entrar.

Hubo una pausa. —¿Déjanos? —Entonces se abrió la puerta

aproximadamente un pie y la cabeza de un hombre apareció. Tomé un

paso involuntario hacia atrás de la vista a la cara sin afeitar, ojos

inyectados en sangre, y nariz protuberante cubierta de vasos

sanguíneos rotos—. ¿Quién coño eres tú?

Reconocí al hombre a pesar de que se me quedó mirando como

si nunca me hubiera visto antes. Mierda, no había modo de que

olvidaría esos ojos llorosos y nariz. Solía venir a casa y festejar con mamá.

—Realmente no es asunto tuyo, Ritchey, y no estoy aquí para

hacer las presentaciones. —Jax lo corto, y su tono de voz… guau, era

toda agresiva. En realidad me encontraba mirando hacia él, en especie

de conmoción—. Abre la puerta.

Ritchey no abrió la puerta.

Hubo una maldición en voz baja y luego Jax se movió. Plantando

su pie en la puerta, empujó con su bota y mano. La puerta se abrió y

Ritchey rodo hacia atrás.

—Um…

Jax tomó mi mano, tirándome adentro, y el olor, Dios, el olor era la

primera cosa que noté mientras cerraba la puerta detrás de nosotros. La

habitación, que consistía en un televisor a todo volumen y dos sofás que

vieron mejores días, olía a una mezcla de orina de gato y licor.

Por favor, no dejes que mi mamá esté aquí.

Sé que me equivoqué por pensar eso. Encontrarla aliviaría mis

problemas de forma rápida, pero no quería pensar en ella en un lugar

como este.

—No es bueno, hombre. —Ritchey retrocedió, rasguñando su

garganta con las uñas sucias. La piel de su cuello se encontraba roja—.

Empujar la puerta abierta como si fueras un maldito policía o algo así.

—No abriste la puerta —respondió Jax.

Tuve que preguntarme cuánta práctica tenia interrumpiendo en

casas con um… cuestionables residentes, porque se hallaba

completamente a gusto haciéndolo. Di un paso al lado, porque me di

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cuenta que había un agujero en el suelo delante de mí, y pude ver por

encima del respaldo de un sofá.

Mi pecho se contrajo.

Había un niño pequeño, tal vez de cinco o seis, acurrucado en el

sofá, acostado bajo un fino edredón. Un gato se metió en el regazo del

niño pequeño. Me quedé mirando el niño, poniéndome enferma.

—¿Qué pasa? —preguntó Ritchey.

Jax mantuvo sus brazos sueltos en sus costados. —Buscamos a

Mona.

—¿Mona Fritz?

—Como hubiera otra Mona que habría venido buscando aquí. Y

esta no es la primera vez que he venido aquí en busca de Mona —dijo

Jax, sorprendiéndome. Pero entonces me acordé de él diciendo que él

y Clyde hicieron esto antes—. No empieces con esa mierda. Ya sabes

cómo funciona esto.

¿Funciona de cierta manera?

Ritchey siguió rascando la piel de su garganta, pero un

incuestionable brillo se deslizó en sus ojos. —No tengo ningún papel en la

mierda de Mona.

Jax dio un paso adelante, sacando la barbilla. —Sólo voy a

preguntar una vez, Ritchey.

—Hombre, yo no…

—Una vez —advirtió Jax.

Ritchey no contestó, y luego Jax saltó adelante, agarrando la

parte delantera de la camisa de Ritchey y levantándolo en la punta de

sus pies descalzos.

Mierda, esto iba a ponerse físico.

Mi boca se abrió y luego me moví adelante, manteniendo mi voz

baja cuando llegué a su lado. —Hay un niño en el sofá durmiendo, Jax.

—Mierda —murmuró Jax, pero sus manos no dejaron al tipo—.

¿Tienes a Shia aquí, en este agujero de rata?

—Su maldita madre desapareció. Estoy haciendo lo mejor que

puedo.

Sus bíceps se flexionaron. —Vamos a hacer esto en la cocina y vas

a portarte bien. Por Shia, ¿de acuerdo?

Lo llevamos a la cocina, o lo que podría haber sido la cocina. No

tenía un fregadero, sólo un enorme agujero donde habría que estar. Por

el rabillo de mis ojos, me pareció ver algo de color marrón y

asquerosamente grande apresurarse sobre la pared cerca del

refrigerador.

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—Mona no está aquí —dijo Ritchey finalmente.

—¿Te importa si compruebo eso?

—Hazlo. —Ritchey se hizo a un lado y se apoyó en el mostrador—.

Pero te lo estoy diciendo. No está aquí y no son las primeras personas en

venir a buscarla.

Me calmé—. ¿No lo somos?

—¿Quién más la ha estado buscando? —preguntó Jax, sin

moverse.

Los ojos llorosos de Ritchey se estrecharon en mí. —Hay algo

sobre…

—Los ojos en mí, Ritchey. —Cuando obedeció la demanda, Jax

no se veía más relajado. Inquietud se formó en mi vientre—. ¿Quién vino

buscando a Mona?

—Algunos tipos. Algunas jodidos tipos malos —contestó, cruzando

los brazos sobre su pecho escuálidos de aspecto frágil. Pensé que esto

probablemente no era la mejor conversación para tener en una

habitación en la cual un niño pequeño dormía, pero continuó—. Los

tipos que trabajan para Isaiah.

Oh. Malas noticias.

—Ya sabemos eso —respondió tranquilamente Jax.

—Hay un poco de habladuría —dijo después de unos

momentos—. Mona está en serios problemas.

—Otra cosa que ya sabemos.

Ritchey hizo una mueca. —Sí, pero ¿Sabían que era la

intermediaria para lo que era cerca de tres millones en heroína para

Isaiah? ¿Y se suponía que debía entregar esa cosa hace más de una

semana?

Casi gemí. Se confirmaron mis peores sospechas. Las drogas

pertenecían al súper narcotraficante y no al Señor Grasiento.

—El rumor en la calle es que alguien más tiene la mierda e Isaiah

quiere oír de primera mano que ella ya no tiene la mierda más. —

Ritchey soltó una risa seca—. Hombre, si supiera que la sustancia estaba

en la casa y ella no se encontraba allí, la habría terminado todo yo

mismo.

Genial.

Y continúo. —Ella es una perra muerta caminando. Sabes eso, Jax.

Lo bueno es que dio…

—Eso es suficiente —interrumpió con dureza mientras mi estómago

terminó en algún lugar del asqueroso suelo—. ¿Tienes alguna idea de

dónde está? ¿O Rooster?

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—¿Rooster? —Ritchey rió de nuevo—. El hombre, está escondido

donde quiera que Mona esté, o si es inteligente, está tan lejos de donde

ella esté. Hombre, Jax, ya sabes cómo era Mona. Se drogaría, se

pondría a hablar y actuar como si fuera la gran mierda porque era la

mula de Isaiah y la mierda escapó. Mona no es inteligente. Debería

haber entregado esa droga en lugar de ocultarla.

—¿Por qué no lo hizo? —pregunté, y podía sentir los ojos de Jax en

mí—. ¿Has oído algo de eso?

Asintió. —El imbécil de Rooster se hallaba hablando de tratar de

dirigir algún juego sobre Isaiah. En lugar de tomar la porción por ir y

recoger la droga, quería más antes de entregarla. Así que la ocultaron.

Y pusieron el culo de Mack en una mala posición, porque se suponía

que debía conseguir esa mierda de ellos y entregarla. Porque tú ya

sabes, Isaíah, no quiere ensuciarse las manos.

Oh Dios, eso era sólo peor en quinientas maneras diferentes. No

sabía qué decir.

—Y conociendo a Mona y Rooster, probablemente agarraron un

poco de ella para sí mismos, lo arruinaron, y luego se asustaron,

sabiendo que han enojado a Isaiah. Mierda, no se ve bien para ellos. —

Hizo una pausa, abriendo los brazos—. Y ahora, aquí estamos, y toda

esa mierda rueda cuesta abajo, directamente a través de Mack,

Rooster y Mona.

Un músculo palpitaba a lo largo de la mandíbula de Jax. —

Maldita sea.

—Sí. ¿Sabes quién podría tener una pista sobre dónde están? —

Ritchey inclinó la cabeza hacia un lado. La barbilla de Jax subió más—.

¿Conoces a Ike?

—Lo he visto una o dos veces.

Ritchey asintió. —Síguele la pista, ha estado viviendo al norte de

Plymouth, en el campamento llamado Happy Trails. No lo puedes

perder. Tienes uno de esos camiones tuneados. —Me miró de nuevo—.

Nos conocemos, ¿no? Hombre, porque me pareces familiar. No puedo

acordarme. Espera… —Sus ojos pálidos se abrieron—. Mierda, es verdad.

—Ritchey —advirtió Jax en voz baja mientras metió la mano en el

bolsillo—. No me cabrees.

—Guau, hombre, no estoy tratando. Me gustas. Siempre lo haces,

estando ambos viendo la batalla. —Levantó sus manos, y lo vi entonces,

las viciosas marcas de huellas de color rojo en sus brazos—. Pero tienes

que saber, que hay más rumores en la calle, hablando de cómo la hija

de Mona está aquí. No lo creía. Mejor espera que Isaiah no escuche los

rumores de esa mierda.

Bueno, un poco tarde para esperar por eso.

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—Deja de mirarla —ordenó Jax, y Ritchey dejó de mirarme

mientras Jax sacó un fajo de billetes de su bolsillo y lo dejó caer sobre el

mostrador—. Usa esto para conseguir un poco de comida a tu chico. Si

escucho jodidos rumores de ti gastándolo en droga, voy a volver y no

va a ser bonito.

Me quede sin aliento mientras miraba el dinero. No era una

tonelada entera de ello, pero era un fajo de tamaño decente. Entonces

me quedé mirando a Jax. Le daba dinero a Ritchey para su niño. Creo

que en ese momento, fui definitivamente de gustarme Jax a

directamente el territorio de enamoramiento.

Después de que Jax dejó caer el dinero en el mostrador, le dijo

algo a Ritchey acerca de nosotros no estando allí, y luego tomó mi

mano y me llevó fuera de la casa. Quería agarrar al niño y huir, pero

teniendo en cuenta cómo todo iba para mí, dudaba de que estuviera

mejor conmigo.

—¿Deberíamos haber comprobado el piso de arriba? —pregunté

mientras se cerró la puerta detrás de nosotros.

Jax sacudió la cabeza—. Ritchey no está mintiendo. Mona no está

allí. Comprobaremos a Ike y ver si tiene alguna idea.

Camine por las escaleras, mi mente envuelta en todo. Me gustaría

volver a casa pensando que podría conseguir de vuelta mi dinero de

mama, o al menos solucionarlo con ella; me di cuenta de que ninguna

de esas dos cosas iban a suceder; y trate de hacer algo de dinero muy

necesario, pero al final, me encontré en medio de una disputa de

drogas de un millón de dólares.

Mamá.

Suspiré.

—¿Estás bien? —preguntó silenciosamente, apretando mi mano

mientras llegamos a la acera.

Mirándolo, me di cuenta de algo más, algo que era

probablemente la parte más inesperada en todo esto. Me encontré con

Jax. Asentí, y entonces dije—: No. Quiero decir, ha pasado tanto tiempo

desde que he estado alrededor de cualquiera de estas cosas. Me

olvidé de cómo era.

Jax me tiró más cerca hasta que caminaba con mi cuerpo

apretado contra su costado y soltando mi mano, puso su brazo sobre

mis hombros. Esto era muy agradable. Brandon haría esto a veces, pero

nunca me sentí así.

—No es bueno que tengas que recordar cómo era esto —dijo—.

Que no pudieras solo olvidar. No quería esto…

Neumáticos rechinaron, chillando, y el olor a goma quemada

llenó el aire. El sonido levantó los pelos por todas partes de mi cuerpo

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mientras el brazo de Jax apretó mis hombros. Se dio la vuelta,

manteniéndome cerca, justo a tiempo para ver un todoterreno negro

atravesar entre dos coches aparcados, golpeando a uno. Metal

aplastado y machacado, cediendo el paso mientras el todoterreno

brinco la acera.

Mi corazón se detuvo y luego se aceleró.

El todoterreno venía directamente hacia nosotros.

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Traducido por Beatrix & MaJo Villa

Corregido por Adriana Tate

¡Por la madre de todas las mierdas!, íbamos a ser atropellados en

medio de la peor parte de Filadelfia, en busca de mi desgraciada

madre.

La camioneta se hallaba tan cerca que podía distinguir el maldito

emblema y oler el humo del motor. El aire se alojó en mi garganta,

mientras mi corazón se lanzaba contra mis costillas.

Jax saltó en acción.

Un segundo tenía su brazo alrededor de mis hombros y al

siguiente, tenía un brazo alrededor de mi cintura y mis pies se hallaban

elevados del suelo. Volábamos, o al menos se sentía así, porque me

encontraba en el aire y nos movíamos rápido.

Nos estrellamos contra un arbusto seco. Pequeñas ramas rasposas

rozaron mis brazos, y se enredaron en mi cabello recogido en un moño

en la nuca. Jax rodó en el último minuto, y cuando llegamos a tierra, caí

encima de él. El impacto fue discordante y me quedé sin aliento,

abriendo mis ojos ampliamente.

Jax rodó al mismo tiempo que me empujaba sobre mi espalda y

se estiraba hacia atrás. Se incorporó en una posición sentada, con su

cuerpo protegiendo el mío, mientras extendía su brazo derecho. Algo

negro y delgado se encontraba en su mano.

La camioneta dio vueltas sobre la acera, rebotando de nuevo en

la carretera y arrancando, enviando nubes de humo blanco en el aire

mientras los neumáticos chirriaban de nuevo. Con fluidez, Jax mantuvo

su brazo apuntando hacia la camioneta que se retiraba rápidamente.

Me quedé allí, con una mitad en el arbusto y la otra mitad sobre

un pedazo de hierba de color amarillo, quemada, absolutamente

atónita. A menos que la capacidad de conducción de los que vivían en

Filadelfia fuera desastrosa, alguien intentó atropellarnos. Y Jax sostenía

un arma. No sólo sostenía un arma, sino que tuvo que tener el arma

todo el tiempo, y lo recordé saliendo de la casa, tirando de la parte

trasera de su camisa hacia abajo. Y no sólo eso, si no fuera suficiente

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razón para estar totalmente pasmada, se escondió y rodó como un

profesional y manejó esa arma como si supiera lo que hacía.

Jax me miró y de repente se arrodilló a mi lado, poniendo sus

manos sobre mis hombros. Los cuales temblaban. —¿Estás bien?

—Sí.

Su rostro se hallaba pálido y tenso. —¿Estás segura?

Asentí mientras mi corazón latía con fuerza por una razón

diferente. Había pánico en su cara, un miedo marcado. —Estoy muy

bien.

Cerró los ojos por un momento. —Cuando vi ese auto

acercándose pensé… —Sacudió la cabeza—. La bomba en la

carretera nunca la vimos.

—Oh Dios —le susurré.

Sus ojos eran oscuros cuando se reabrieron. —Simplemente jodió

con mi cabeza por un segundo.

—Es comprensible. ¿Estás bien ahora?

Asintió, y el color se encontraba de vuelta en su rostro.

Maldiciendo en voz baja, Jax se sacudió a la vez que una de las puertas

calle abajo se abrió y alguien gritó algo. Sonaba como Ritchey, y

también sonaba como si estuviera gritando algo acerca de traer

problemas a su puerta, pero mi atención se centró en Jax.

Me miró.

—¿Si quiera te conozco? —le pregunté.

Una ceja se elevó mientras extendía una mano alrededor de su

espalda, y cuando sus manos volvieron a donde las podía ver, ya no

sostenía el arma. —Me conoces.

Parpadeé mientras me sentaba. —Eso… eso fue bastante

impresionante. Ya sabes, todo el asunto.

—Tuve mucha práctica esquivando mierda en el pasado, cariño.

Así era. El entrenamiento militar. Obvio. —¿Y el arma?

—Trabajando en Mona’s, he terminado hablando cara a cara

con personas que me hacen sentir un poco mejor sabiendo que estoy

sosteniendo un arma. —Se agachó, tomó mis manos entre las suyas, y

me puso de pie—. Además, sostener y disparar un arma no es nada

extraño para mí.

Doble obviedad. El entrenamiento militar. —¿Qué… qué piensas

que fue todo eso?

Una puerta, probablemente la de Ritchey, se cerró de un portazo.

—Probablemente no es algo bueno. —Sujetó mi rostro, echando mi

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cabeza hacia atrás—. ¿De verdad estás bien? —me preguntó una vez

más.

Con la respiración pesada, asentí. Aparte de un poco de dolor y

miedo en mi cabeza, me encontraba bien. —Alguien trató de

atropellarnos.

—Trataron y fracasaron —señaló.

—Pero lo intentaron. —Y entonces realmente me di cuenta. Que

alguien trató de atropellarnos y que Jax llevaba un arma debido al local

de Mona, o lo más seguro debido a Mona, y que alguien realmente

intentó atropellarnos.

Mis rodillas empezaron a ceder. Esto me hizo sentir débil, pero en

toda mi vida, no importaba cuán loca o desagradable se volviera,

nunca tuve un cuchillo en mi cara y casi fui atropellada en menos de

veinticuatro horas. Eso daba un poco de miedo.

—Mierda —dijo Jax, y luego me tiró hacia delante, contra su

pecho, y me dejé llevar, agarrando los lados de su estómago—.

Cariño…

Cerré los ojos, absorbiendo su calor y su fuerza, y me aferré.

No hubo siestas u orgasmos por la tarde después de casi ser

atropellados. Lo cual era lamentable por varias razones. Además de

orgasmos sólo siendo una gran cosa para experimentar, realmente

podría haber tomado una siesta después de la mañana y la tarde que

tuve.

Jax llamó a Reece en el momento en que llegamos a su

camioneta y nos marchamos de allí. Acabábamos de presentar un

informe policial con un policía que nunca vi antes, un señor mayor con

piel oscura y ojos cansados, pero una cálida sonrisa. Su nombre era

Detective Dornell Jackson, y parecía saber lo que pasaba, porque hizo

muchas preguntas que tenía que ver con mi mamá y Mack e incluso

Isaiah. Luego nos encontramos con Reece, y Jax lo puso al tanto. Reece

no parecía feliz, sobre todo cuando llegamos a la casa de Jax y ambos

chicos notaron algunos pequeños, y por pequeños, me refiero a

inofensivos arañazos a lo largo de la parte superior de mi brazo.

Ese descubrimiento dio lugar a que fuera arrastrada al baño en la

planta baja, que agua oxigenada se sacara rápidamente, y bolas de

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algodón fueran aplicadas a lo largo de mi brazo como si existiera una

posibilidad de que podría infectarse y mi brazo se desprendería.

Se suponía que alguien estuvo observando la casa de Ritchey, lo

más probable por Mona, y así es como terminamos casi consiguiendo

ser atropellados, pero eso no explicó el por qué. Si era potencialmente

vital en la entrega de mi mamá o atrayéndola a salir, ¿por qué tratar de

convertir a Jax o a mí en un animal atropellado?

Nadie tenía una respuesta para eso.

Antes del comienzo de mi turno, Jax me llevó de regreso a la casa

para que pudiera alistarme. En lugar de irse, pasó un rato afuera hasta

que se hizo la hora. En algún momento, tomó la decisión universal de

que me iba con él hacia y desde el trabajo.

—No creo que sea necesario —le dije.

Jax se desplomó en el sofá, con las cejas levantadas. —Te quiero

a salvo, Calla. Y obviamente están ocurriendo cosas. Así que, vas a estar

a salvo. Además de eso, literalmente, trabajamos en el mismo turno.

Puedes ahorrar dinero en la gasolina.

Realmente no podía discutir con eso.

—Empaca algo de ropa, también, te vas a quedar conmigo esta

noche —continuó, y mi boca se abrió—. Calla, se remonta a

mantenerte a salvo. Mi casa es mejor. Sin ofender, pero tengo más que

un montón de fideos en el gabinete y tengo TV por cable.

Bueno. Comida de verdad y TV por cable eran una ventaja. —Eso

es mucho Jax. Quiero decir, quedarme contigo es…

—Bueno. —Me interrumpió, sonriendo—. Diversión. ¿Mejor que

quedarse en esta casa?

Presioné mis labios mientras mis ojos se entrecerraron.

Se inclinó hacia delante, apoyando las manos sobre sus muslos

mientras suspiraba. —Calla, sólo quiero asegurarme de que estás a salvo

mientras nos ocupamos de esta mierda, y, cariño, sabes que esta casa

no es segura. Nadie va a irrumpir en mi casa, ¿pero este lugar?

Cualquier cosa puede pasar.

Dudando en la puerta de la habitación, tuve que reconocer que

tenía un buen punto y tenía razón. Esta casa no estaba cada vez mejor.

Y quedarse en su casa significaba algo, y…

Maldita sea.

Eso significaba algo. Fue la tercera obviedad del día. Jax me

quería en su casa, porque esto realmente significaba algo para él, para

nosotros, para lo que tenemos.

—Veo que lo captas —comentó Jax con aire de suficiencia.

Me di media vuelta. —Cállate.

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Se rió mientras yo hacía todo menos dar saltos en la habitación.

Después de cambiarme a un par de pantalones oscuro que eran

ajustados, me puse un par de tacones bajos, un estándar top negro y

una camisa fina suelta que tenía tendencia a deslizarse de un hombro,

pero sin exponer mi espalda. Cuando solté mi cabello, se encontraba

seco en ondas por estar en el moño, y luego busqué mi estuche de

maquillaje morado.

Miré hacia el espejo. Me lavé la cara antes de cambiarme, me

hallaba toda limpia y fresca. Me sentía ligera, como siempre lo hacía sin

untar el abundante maquillaje.

Presionando mis labios, miré la base en el tubo. Me fui toda la

mañana y parte de la tarde, sin una pizca de maquillaje, y nadie, ni

siquiera los niños, que se asustaron fácilmente, corrieron gritando por las

colinas. Realmente nadie me miró. Y sinceramente no pensé en ello. El

encontrarme con Ritchey y casi ser atropellada podría tener algo que

ver con eso, pero aun así.

Mi estómago se revolvió un poco.

La mayoría de la gente no lo entendería, pero fue una gran cosa

para mí poner ese tubo de vuelta en la bolsa sin aplicármelo. El

maquillaje era como un escudo y era literalmente una máscara.

Tenía un nudo en la garganta y mis dedos temblaron ligeramente

cuando agarré la otra base que usaba, una especie de maquillaje

duradero que le daba a mi rostro una tez hidratada, pero realmente no

hacía mucho para la cobertura. Me la puse, alisándola sobre la cicatriz

ligeramente elevada. Tuve que parpadear un par de veces antes de

hacerlo en mis ojos, maquillándolos de forma ahumada, trabajando el

aspecto apropiado de bar. Me puse un poco de brillo labial y estaba

lista.

Me aparté del espejo lentamente.

Tomando una respiración profunda, salí del baño y agarré el bolso

de la cama. Cuando entré en la sala de estar, Jax levantó la mirada, y

luego se sentó más a la orilla, inclinando la cabeza hacia un lado. Sus

ojos caídos, su mirada fija girando lentamente, mientras vagaba por mi

cara.

Jax sonrió.

Y mi corazón dio una voltereta, no una pequeña, sino una grande.

La noticia sobre el asesino de la camioneta y los ataques de Mack

viajaron a la velocidad de un cohete.

Clyde me agarró al momento en que me dirigí a la cocina para

saludar y me dio uno de sus abrazos de oso gigante. —Pequeña, Jax me

dijo que iban a salir a buscar a tu mamá, pero no me gusta eso.

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No me gustaba, tampoco, pero el jueves no se hallaba

demasiado lejos y necesitaba encontrar a mamá. —Podría haber sido

una coincidencia —le dije en su enorme pecho.

—No existen tales cosas como las coincidencias. —Me apretó de

nuevo, y si fuera un juguete, habría chillado—. No quiero que corras

peligro.

La cosa era, que tenía la sensación de que me encontraba en

peligro, incluso si no buscara a mamá, pero no le dije eso. —Voy a estar

bien. Lo prometo.

Clyde se echó hacia atrás y se pasó una mano por la cabeza. —

Pequeña, me alegro de verte y verte sonreír de nuevo…

¿Sonreía nuevamente? ¿Cuándo dejé de sonreír? Bueno, cuando

viví aquí antes no tenía mucho por lo que sonreír.

—Pero si estar más segura significa regresar a la universidad,

entonces prefiero verte a salvo.

—No puedo volver ahora —le dije, y le sonreí—. Sabes eso. —Pero

omití la amenaza de Mack sobre encontrarme si me iba—. Todo va a

estar bien.

La preocupación contrarió su rostro y sabía que no me creía

cuando se giró, agarró la espátula con una mano, y se frotó el pecho

con la otra. Me quedé en las puertas dobles, deseando poder hacer

algo para aliviar su preocupación, pero la única cosa que podía hacer

era mantenerme a salvo.

De regreso en la planta baja, sólo quedaba una ligera prorroga

de preocupación por los hechos fortuitos. Tan pronto como Nick entró

en su turno, se ofreció a llevarme en el auto, lo que me sorprendió

muchísimo, pero esa oferta fue rechazada con desdén por una sola

mirada de Jax. Pero si Jax no se encontraba en la planta baja mientras

trabajábamos, me di cuenta de que Nick nunca se hallaba tan lejos.

No sabía qué pensar sobre eso. Apenas conocía a Nick, pero era

dulce y un poco encantador.

Roxy se sentía preocupada y me ofreció su apartamento como un

lugar para dormir, pero eso también fue echado por tierra cuando Jax

anunció que iba a estar “durmiendo” en su casa, antes de desaparecer

en el almacén.

—¿Te vas a quedar con Jax? —me preguntó cuándo nos

encontrábamos en el estrecho pasillo—. ¿Cómo quedándote en su

casa?

—Supongo, por esta noche. —Me detuve, frunciendo el ceño—. Y

también la noche pasada.

Sus ojos se hicieron enormes detrás de sus anteojos. —¿Pasaste la

noche con él? ¿Y tomó tu bebida de cereza la noche anterior?

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—Bueno, sí…

Una amplia sonrisa apareció. —¿Ustedes están juntos?

No contesté, porque Jax salió de la sala de licores, cargando

muchas botellas. Sus ojos se estrecharon hacia nosotras mientras

pasaba a nuestro lado, pero tenía una pequeña sonrisa en sus carnosos

labios. Me guiñó un ojo.

Mi estómago se agitó, porque era estúpido.

—Ya sabes, de verdad es un excelente tipo —dijo, como si ya no

me hubiera dado cuenta de eso—. Como el tipo que de verdad cuida

tu espalda. El año pasado, Reece —dijo su nombre con una pausa que

causó que mi ceja se alzara—. Estuvo en un tiroteo con oficiales

involucrados. Totalmente de fiar, pero ya sabes, creo que dispararle a

alguien como que causa líos en tu cabeza. Jax estuvo

incondicionalmente ahí para él.

Ahora ambas de mis cejas se encontraban arqueadas. Demonios.

No sabía qué decir a eso.

Agarró mi mano y me metió en la oficina. —Entonces ¿ustedes

dos están juntos?

—No. Quiero decir, no lo sé. —Apreté mis ojos con fuerza y

suspiré—. Supongo que sí. Algo así.

—¿Algo así? —Sus cejas se levantaron—. O están juntos, como en

una relación personal con reglas.

—¿Reglas?

—Sí, como que son exclusivos.

Oh. Esa era la cuarta obviedad del día. —No hemos discutido eso.

—Entonces ¿son amigos con beneficios? —preguntó,

entrecerrando los ojos.

Mis mejillas se sonrojaron. —No creo que tampoco seamos eso. —

¿O lo éramos? Quiero decir, no era como si nada fue etiquetado o

discutido o algo por el estilo.

—De acuerdo. —Roxy me dio unas palmadas en el brazo, y llevó

lejos los pensamientos de amigos con beneficios—. Lo que puedo decir

es que ser amigos con beneficio no estaría bien para ti. Así que, eso nos

deja, que ustedes chicos están juntos, como saliendo, y teniendo citas,

¿cómo está yendo eso?

—Eso suena bastante bien. Mañana vamos a salir al Apolo.

Aplaudió. —¡Oh! Ese es un lugar malditamente bueno. Magníficas

carnes.

—Eso es lo que he oído —murmuré.

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—Los amigos con beneficios no van juntos al Apolo. —Sus labios se

curvaron en las comisuras—. Te llevan a lugares como Mona’s. Confía

en mí, lo sé.

Me di cuenta del ceño fruncido, pero continuó—: Apolo es para

aquellas citas que son serias. Al igual que, el tipo conoce qué clase de

café te gusta en la mañana y cómo te gusta. Apolo es impresionante. Y

¿mencioné que la carne es genial?

De repente, quería hablar con Teresa. Deseaba decirle lo que

ocurría porque tenía un presentimiento de no saber en verdad lo que

pasaba. Pero era tarde y Teresa se encontraba en la playa con Jase.

Miré a Roxy y me mordí el labio inferior. No sabía… oh al demonio, que

se pudra. —Jamás he tenido un novio.

Roxy pestañeó lentamente y luego dio un paso hacia atrás.

Levantó un dedo, se acercó a la puerta y la cerró, después se dio la

vuelta hacia mí. —¿Ni un sólo novio?

Negué con la cabeza.

—¿Has tenido alguna vez un amigo con beneficios?

Negué con la cabeza nuevamente.

Se apoyó contra la puerta. —Entonces ¿asumo que la charla

sobre la cereza que tuvimos antes te llegó?

—Eh. Sí. —Me senté en el borde del escritorio, cruzando mis

tobillos—. La cereza está intacta.

—¡Vaya! —murmuró.

Fruncí el ceño. —¿Qué?

—No lo sé. Las vírgenes a los veintiún años son como una especie

de Pie Grande.

Mi estado de ánimo decayó. —Cielos. Gracias.

—Sabes a lo que me refiero. —Deslizó sus anteojos hacia la parte

de arriba de su cabeza—. Has oído sobre Pie Grande, pero nadie en

verdad lo ha visto en persona. Lo mismo sucede con las vírgenes a los

veintiún años.

Empezaba a pensar que hablar fue una mala idea.

—¿Por qué? —preguntó, y mis cejas se alzaron—. ¿Por qué no has

tenido novio?

Ladeando mi cabeza hacia un lado, la miré. —¿En serio?

—En serio.

Crucé los brazos sobre mi pecho. —Puedes ver con los anteojos,

¿cierto?

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Entrecerró los ojos, arrugando su nariz. —Sí, puedo ver. Y eres muy

bonita. Y agradable. Tienes que ser inteligente para estar en un

programa de enfermería, así que ¿cuál es el problema?

—¿Bonita? —murmuré.

Entonces parpadeó de nuevo mientras se apartaba de la puerta,

acercándose. —Lo entiendo. ¿La cicatriz en tu rostro? No distrae de tu

hermosura. Tienes que saber eso. Y como que quería decirte algo más

temprano, pero pensé que no sería tan genial traerlo a colación —

continuó—. Pero te ves bien esta noche. Me doy cuenta que no estás

usando un montón de maquillaje, y antes te veías bastante genial, pero

sin él luces maravillosa.

El Dermablend no era ningún chiste, un maquillaje pesado usado

para coberturas máximas, y siempre supe que se notaba. Sólo pensaba

que lucía mejor con él.

—Mataría por tener tus labios —continuó Roxy, llamando mi

atención a los suyos. Eran lindos labios. En forma de arco—. Y asesinaría

a alguien por tener tus tetas. Las cubres, pero sé que se encuentran ahí,

y lucen bien.

—No es cierto —espeté antes de detenerme.

La confusión marcó su rostro. —¿Qué quieres decir? ¿Tienes,

como, el sostén más impresionante en la historia de los sostenes? Si es

así, ¿me puedes decir dónde lo conseguiste? —Colocó sus manos sobre

sus pequeños senos—. Porque éstas bebés podrían necesitar un poco

de ayuda.

Le sonreí tenuemente. —No. No es eso. Lo siento.

—Maldita sea. —Hizo un mohín—. Entonces ¿qué?

Jamás hablé con nadie sobre cómo lucía desnuda y encontrar las

palabras correctas era más que difícil. —La cicatriz en mi rostro es nada

en comparación con el resto de mí. Es bastante malo. De verdad.

Roxy abrió la boca, pero era obvio que no sabía qué decir, así

que me apresuré. —No tengo mucha experiencia con los chicos, así

que pienso que estamos saliendo y creo que… eso me gusta.

—Le gustas —corrigió en voz baja.

Suspirando, asentí. —Sí. Sí le gusto. Y sé que es tonto.

—No es tonto.

Continué como si no la hubiera escuchado. —Quiero decir, es

sexy, como muy atractivo y agradable, es la combinación perfecta, y

con todo lo que está sucediendo con mi mamá, probablemente ahora

no es el momento más inteligente para involucrarme con nadie.

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—Sí, la situación con tu mamá en verdad apesta. —Cambió su

peso ligero de un pie a otro—. Apesta a lo grande, pero en verdad no

tiene nada que ver con Jax, ¿sabes? Son dos cosas separadas.

Podía ver eso. —Pero tengo la intención de regresar a la

universidad en Agosto.

—¿Y? —dijo—. Shepherd está como a tres horas de aquí. Gran

cosa. Ustedes chicos pueden seguir saliendo. No solamente pueden

conducir, también existen estas cosas interesantes llamadas trenes.

Me reí. —He escuchado sobre esas cosas antes un par de veces.

—Le gustas —dijo Roxy, y después asintió para darle énfasis—.

Calla, le gustas a Jax. Confía en mí, lo sé.

—¿Lo sabes?

Su barbilla se sacudió de arriba abajo de nuevo, pero antes de

que pudiera continuar, la puerta se abrió y Nick asomó la cabeza. —Si

ustedes dos han terminado con lo que sea que están haciendo aquí,

nosotros podríamos necesitar realmente de su ayuda.

Eché un vistazo hacia Roxy, y rodó los ojos. —Chicos —dijo, dando

vueltas—. ¿Qué harían sin nosotras?

No contesté, pero quería reír al ver la mirada que Nick le disparó

en su dirección. Nos dirigimos de nuevo afuera y el bar se encontraba

lleno. Jax me detuvo, ató mi delantal y me dio un golpecito no tan

discreto en el trasero, y me envió a planta baja.

—Chica, no sé qué es lo que está ocurriendo esta noche, pero es

una casa de locos —dijo Pearl mientras agarraba el cuaderno para

escribir las órdenes.

Lo era.

La multitud era una mezcla de jóvenes y viejos, y en el momento

en el que Melvin me vio, me hizo un gesto hacia la mesa con un dedo

torcido. No se encontraba solo. Esta noche lo acompañaba un tipo

igual de viejo.

—¿Qué es eso que oigo sobre ti y Jackson casi siendo

atropellados hoy por un auto? —preguntó Melvin, y me recordó, una

vez más, cuán rápido las noticias viajaban.

Eché un vistazo a su amigo, y no tenía la certeza de qué decir.

—Te presento a Arthur. —Melvin señaló a su amigo—. Ella es la hija

de Mona.

Arthur alineó su arrugado rostro mientras sus ojos oscuros se

centraban en mí. —Querida encantado de conocerte.

Dándole un movimiento corto, algo torpe, admití casi ser

atropellada, pero le resté importancia con el altercado con un muy mal

conductor porque no quería preocupar a ninguno de los dos. Melvin no

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parecía demasiado convencido cuando me dio unas palmaditas en el

brazo y me dijo que tuviera cuidado.

La multitud no disminuyó mientras avanzaba la noche, y cuando

remplacé a Nick por el descanso, me encontraba feliz de estar en la

parte de atrás del bar y no afuera corriendo por la planta baja como

una loca.

Me hallaba haciendo dos bombas Jäger cuando levanté la

mirada y los vi. Bueno, lo vi primero a él y casi dejo caer el vaso más

pequeño de una manera en la que no se supone que debe caer en

una bomba Jäger.

El tipo era enorme, como más grande y más amplio que Jax,

incluso más alto. Usaba una camiseta negra que se extendía tensada

sobre su pecho, y sus brazos definidos. Su cabello castaño sobrevolaba

a sus costados, un poco más largo arriba, y en la punta, un poco más

largo que el de Jax, el cual lucía como si fuera rizado si crecía más. Este

tipo tenía un rostro anguloso con descendencia hispana. La lisa piel

marrón cubría sus pómulos altos y gruesas pestañas marrones

enmarcaban sus ojos oscuros. Tenía una cicatriz en forma de luna

debajo de su ojo izquierdo y otra debajo en medio de sus labios,

cortándolo.

Lucía mal, como mal en un muy buen sentido.

La chica detrás de él en serio podría haber sido Britney Spears en

carne y hueso, la Britney colegiala católica. Su cabello rubio era

ondulado y se encontraba cortado perfectamente para enmarcar un

rostro en forma de corazón. Tenía labios carnosos, grandes ojos

marrones y un buen cuerpo. ¿Cómo sabía que tenía un buen cuerpo?

Debido a que la mayor parte se encontraba exhibida.

Llevaba una blusa sin mangas de tiras que mostraba su vientre

esbelto y una falda de mezclilla corta que revelaba piernas muy

impresionantes. La chica tuvo que morir por esas tetas, y era

universalmente sexy.

Y no le prestaba atención al gran y guapo tipo a su lado. Se

encontraba mirando directamente hacia la barra. No hacia mí. No

hacia Roxy. Su mirada marrón se hallada fija en el lado más alejado de

Roxy y de mí.

En Jax.

Yyyyyyy no sólo lo miraba.

—¿Sabes quién es ese? —preguntó Roxy, cargando un montón de

hielo—. ¿Ese chico sexy como el infierno que está por allí?

Mi mirada pasó de la chica hacia él. —¿Cómo pude no darme

cuenta? —Entregué las bombas de Jäger con una sonrisa y tomé el

dinero—. ¿Quién es él? —pregunté cuando en realidad quería saber

quién era ella y por qué miraba a Jax como si fuera la cena.

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—Brock —respondió Roxy, y empezó a abanicarse—. El Brock.

—¿Quién? —pregunté mientras me giraba hacia un chico en

edad universitaria—. ¿Qué te sirvo?

—Ese es Brock “La Bestia” Mitchell —dijo el chico en vez de

contestarme, y parpadeé—. ¿No sabes quién es?

Miré a “La Bestia” y negué con la cabeza. —¿Debería?

El chico resopló mientras sacudía la cabeza. —Hace AMM, un

asunto bastante grande. O a punto de convertirse en algo bastante

grande. —Miró por encima, con una expresión de asombro

introduciéndose en su rostro—. Chica, no es un tipo al que quisiera hacer

enojar. No sabía que se encontraba en la ciudad. De todos modos, voy

a tomar una cerveza Bud.

Agarrando la cerveza, eché una ojeada por encima de Brock.

Sabía lo que AMM era, Artes Marciales Mixtas, y suponía que a gran

asunto se refería a que estuviera peleando a favor de uno de esos

circuitos con los que Cam y Jase se encontraban obsesionados. Sabía a

ciencia cierta que el tipo no era local. Habría recordado un rostro como

ese incluso si hubiera sido mucho menor en nuestros días de escuela.

—Genial —murmuré, entregándole la cerveza.

El tipo olvidó mi existencia mientras tomaba su bebida y se dirigía

hacia Brock como si se sintiera atraído por el tipo.

—Ay mierda. —Se enderezó Roxy, y vi que ahora se hallaba

mirando a la chica. Se giró, y su mirada se posó en Jax—. Ay mierda.

—¿Qué? —Mi corazón dio un salto en mi pecho.

Roxy se volvió hacia mí, con los labios fruncidos como si hubiera

probado algo malo. —Esa es Aimee, Aimee con dos e y una i.

—De acuerdo. —Era oficial. Me sentía confundida.

—No tengo ni idea de lo que está haciendo con Brock. Bueno,

está bien, tengo un par de ideas, pero no tengo ni idea de por qué está

aquí con Brock.

Y ahora empezaba a tener un muy mal presentimiento sobre esto,

especialmente porque varios chicos atestaban a Brock, y Aimee con

dos e ni siquiera se hallaba prestándole atención. Empezaba a rodear al

grupo.

Roxy lucía como si hubiera entrado en una tela de araña e iba a

comenzar a agitarse, y había gente que necesitaba ser atendida, pero

mi mirada se encontraba rastreando a Aimee, y cuando hizo su camino

a través de la longitud del bar, miré a Jax.

Apoyado en el mostrador, se encontraba entregando dos

bebidas mezcladas a un grupo de chicas risueñas, y cuando se

enderezó y miró alrededor, su mirada pasó junto a Aimee con una i y

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luego se recuperó. Parpadeó, enderezándose como si alguien le

hubiera agarrado el trasero, y mi estómago se hundió un poco.

Oh no.

—Oh no. —Se hizo eco Roxy.

Aimee con dos e se metió entre las chicas risueñas y un tipo

mayor, plantó las manos en la parte superior de la barra, y se estiró

hacia arriba, lo que hizo que sus deliciosas tetas se presionaran contra la

blusa sin mangas.

Entonces habló en una manera profunda y gutural. —Jax, bebé,

te he echado de menos.

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Traducido por Daniela Agrafojo & Erly Obsess

Corregido por Josmary

Jax miró a Aimee por un momento y luego le dio una media

sonrisa, no la media sonrisa, sino una sonrisa ladeada que retorció mis

entrañas. Dijo algo y ella lanzó su cabeza hacia atrás y se rió

roncamente.

Me di la vuelta y me enfoqué en las personas que esperaban por

sus tragos. No estaba segura de cuántos minutos transcurrieron, y ni

siquiera traté de evitar mirar hacia ellos, pero todavía hablaban.

No era la gran cosa.

Cuando busqué a Brock, el tipo con el que ella entró, no lo vi en

ninguna parte, pero había un enorme grupo rodeando las mesas del

billar, y me imaginé que se encontraba allí.

Sintiéndome rara y como si me hubiera tragado un montón de

píldoras de energía, estuve demasiado sonriente y feliz mientras

ayudaba a los clientes hasta que volviera Nick. Para entonces, estaba

lista para caer agotada y pasé a Roxy, quien me lanzaba una mirada

de “tenemos que hablar” y a la cual le respondí con una mirada de “no

tenemos que hablar”.

Salía rápidamente de detrás de la barra, con los ojos enfocados

en Pearl, cuyo cabello rubio escapaba de su moño, cuando fui

enganchada alrededor de mi cintura y empujada a un lado.

Tragándome un chillido mientras me daba la vuelta, me encontré entre

Jax y el extremo de la barra, enfrentando a Aimee.

Um.

Aimee se veía tan confundida como yo me sentía mientras

miraba entre Jax y yo, y luego su mirada cayó al brazo rodeando mi

cintura.

—Aimee, no estoy seguro de si has tenido oportunidad de

conocer a Calla —dijo Jax, y su brazo era como una banda alrededor

de mí cintura—. Es de aquí, pero estuvo fuera en la universidad. Regresó

por…

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—Sé quién es —respondió ella, y su tono no era ni frío ni estirado, o

cualquier otra cosa, realmente.

Mi ceja se elevó. No tenía idea de quién era, y tenía la sensación

de que la reconocería si lo hiciera.

Aimee sonrió mientras empujaba su cabello sobre su hombro.

—Obviamente no me recuerdas. Fue hace años que nos

conocimos.

Jax se movió y presionó todo su lado contra el mío. —¿Cómo la

conoces? Creciste como a un condado de distancia.

No me importaba en absoluto que él supiera que Aimee creció a

dos códigos postales de distancia.

—Fue hace mucho tiempo —dijo ella, elevando la voz cuando un

brindis ruidoso se elevó de las mesas de billar—. Participamos juntas en

algunos de los concursos.

Santa mierda.

Me puse rígida mientras la miraba. ¿Aimee…? ¿Aimee…? —

¿Aimee Grant?

Su sonrisa se extendió, y maldición, era asombrosa. Jodidos

dientes perfectos, como si todavía estuviera usando implantes. —¡Sí! Sí te

acuerdas. Oh, por Dios, Jax. —Sus ojos se enfocaron en él mientras

alcanzaba la barra, colocando su mano sobre su otro brazo como si lo

hubiera hecho un millón de veces—. Calla y yo prácticamente crecimos

juntas.

Uh, yo no iría tan lejos. Probablemente nos encontrábamos cada

dos meses en los concursos y no éramos amigas. Si recordaba

correctamente, nuestras madres se odiaban entre sí con la pasión de

todas las madres de ese mundo. Mamá era considerada de poca

cultura por ser dueña de un bar, y la mamá de Aimee era de las que se

quedaban en casa, casada con un doctor, o por la apariencia de esos

perfectos dientes falsos, un dentista.

—¿En serio? —Jax deslizó su mano hacia mi espalda baja, y

presioné mis labios. Inclinó su cuerpo hacia el mío, retrocediendo para

que así su mano no estuviera descansando en su brazo, e incluso

aunque nunca hice la cosa de las relaciones, sabía lo que decía con su

cuerpo. Vi a Jase hacerlo. Vi a Cam hacerlo.

Tuve una sensación de felicidad por dentro.

O Aimee se encontraba ignorando el mensaje o no lo entendía.

—Sí, es un mundo pequeño. No te había visto en años. —Su mirada se

encontraba centrada en mí ahora—. No desde que dejaste de

participar en concursos.

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Con una bola formada en la boca del estómago, pesada como

plomo, y por reflejo, traté de retroceder, pero con Jax estando tan

cerca, no había lugar a dónde ir.

—Ella solía derrotarme —continuó Aimee, y la bola en mi

estómago se volvió un carámbano—. En cada uno de los concursos. Yo

conseguía el grand supreme y Calla casi siempre lograba el ultímate

grand supreme.

Los labios de Jax se curvaron en una sonrisa fácil mientras me

observaba, pero yo me arrastraba fuera de mi piel para alejarme de él,

del bar, y de Aimee.

Su cabeza se inclinó a un lado mientras ella se recostaba de la

barra.

—No te había visto desde el incendio.

El aire se atoró en mi garganta y se elevaron los diminutos pelos a

lo largo de mi espalda.

—Muchas de las organizaciones corrieron para recaudar fondos.

Lo recuerdo —continuó alegremente—. Las chicas que ganaban dinero

en sus concursos volvieron sus ganancias para ti por casi seis meses.

Oh Dios mío.

Yo también recordaba eso, recordaba a papá diciendo algo

sobre eso mientras estuve en el hospital, y mamá había estado

demasiado desconectada por la pena para siquiera ir a mi habitación

del hospital.

—Tan terrible —dijo Aimee, pestañeando sus enormes ojos—. Todo

lo que te pasó, a tu familia. ¿Cuánto tiempo estuviste en el hospital?

¿Quién hacía preguntas como esas? Pero sabía la respuesta. A lo

largo de mi vida, completos extraños metían sus narices en mis cosas y

hacía preguntas que uno pensaría que estarían bajo la mesa o que

simplemente no eran apropiadas. Las personas no pensaban o

simplemente no les importaba.

—Meses. —Me escuché decir.

La mano de Jax se aplanó contra mi espalda, y sentí los músculos

tensarse en su cuerpo. Los diminutos cabellos hormigueaban.

—Discúlpenme. —Mi voz era áspera mientras me liberaba de Jax y

de la barra—. Tengo que volver al trabajo.

Me alejé, sin escuchar lo que fuera que Aimee se encontraba

diciendo mientras tomaba la bandeja redonda y me dirigía a la pista

para encontrar vasos y botellas vacías. Corrían tantos pensamientos por

mi mente que no podía escoger alguno para enfocarme.

Aimee fue una inesperada e indeseada ráfaga del pasado. Era

una parte de los recuerdos con los que, todos estos años después, aún

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no me había reconciliado, y no sabía si alguna vez lo haría. No solo eso,

sino que representaba todo lo que yo debería haber sido.

El nudo se hallaba en mi garganta de nuevo mientras agarraba

botellas vacías, ignorando el débil olor de la cerveza cuando las

colocaba en mi bandeja. Más tarde, probablemente diría que Aimee

representaba mierda, pero en este momento, si pensaba en ella,

pensaba en todo antes del incendio. Pensaba acerca de cómo habría

sido la vida para mi familia, para mamá, para Kevin y Tommy, y para

papá y para mí, si el incendio nunca hubiera pasado.

Probablemente estaría parada justo aquí.

Me detuve, respirando pesadamente mientras mis dedos se

curvaban alrededor del cuello de otra botella vacía. Me quedé

mirando al frente, hacia las espaldas de los agrupados alrededor de las

mesas de pul.

Me golpeó, en ese mismo momento, tan fuerte que los dedos de

mis manos y mis pies se estremecieron. Si ese incendio nunca hubiera

sucedido, probablemente estaría justo aquí en donde me encontraba.

Me habría estado preparando para asumir el control de la barra,

porque había tenido éxito, y fue algo que mis padres construyeron para

dejarnos a nosotros. Kevin habría estado corriendo por el lugar. Tommy

habría estado aquí. También mamá y papá.

Habría estado justo aquí donde estaba, y no tenía idea de cómo

tomar esa epifanía. En absoluto. Mis pensamientos se sentían afilados, mi

piel frágil.

—Calla.

Mi pecho se apretó mientras mi espalda se ponía rígida. No me di

la vuelta. —Tengo mesas que limpiar —le dije—. Un montón de mesas.

La mano de Jax aterrizó en mi hombro y me dio la vuelta. Nuestros

ojos se encontraron, y cuando habló, supe —solo supe— lo que quería

decir y me destrozó.

Se movió más cerca, bajando su boca a mi oído y dijo—: Lo sé.

Estuve callada en el camino a la casa de Jax, pasé el trayecto

mirando por la ventana hacia las casas oscuras y las vitrinas. Me sentía

cansada, mental y físicamente, y todo lo que quería hacer era

acurrucarme en una cama, meter una manta sobre mi cabeza, y decir

buenas noches.

Aimee se quedó hasta el cierre, sin unirse a Brock ni una vez, quien

terminó yéndose antes que ella. Roxy dijo que se fue con una chica

diferente, así que no tenía idea de lo que sucedía entre él y Aimee, pero

ella no se veía perturbada. Y sabía por qué se quedaba. Quería ir a

casa con Jax.

Eso no pasó.

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Cuando se hizo la última llamada y Aimee se encontraba mirando

a Jax, según me dijo Roxy y que él suave y amablemente le preguntó si

necesitaba un aventón a casa, pero antes de que ella respondiera, le

dijo que podía llamarle un taxi.

Movimiento suave.

Roxy me dijo que Aimee se veía como si un fantasma hubiera

caminado a su lado, y mientras habría sido divertido ver eso, me

pregunté si, en caso de que yo no hubiera estado ahí, Jax la hubiera

llevado a casa. Eso no debería importar, pero lo hacía, porque yo era

una chica y me sentía especialmente extra tonta.

Lo sé.

Mi aliento se cortó cuando Jax giró hacia la calle que iba a su

casa. Sabía que hablaba acerca del incendio. Desde que trabajaba

con mi mamá y ella le contó de los grandiosos días de concursos, no

tomaba ni una pizca de lógica descubrir que le habló del incendio,

¿pero hasta qué punto? ¿Cuánto sabía cuándo sus ojos aterrizaron en

mí por primera vez cuando regresé al Mona’s?

En la casa, cargué mi bolso escaleras arriba mientras Jax se dirigía

a la cocina, haciendo lo que hacía previamente, pateando sus zapatos

y dejando caer sus llaves en el mostrador.

Me desvestí, esta vez usando una camiseta bajo mi delgada

camisa manga larga y mis pantaloncillos para dormir, y después de

lavarme la cara, me amarré el cabello en una cola de caballo. Cuando

dejé el dormitorio, tomé mi teléfono de mi bolso y encendí la lámpara

de la mesita de noche. Emitió un suave brillo en la larga habitación.

Tenía un mensaje que me envió Teresa, una foto de ella y Jase en

la playa. Ella se encontraba en sus brazos, levantando cuernos de

diablo con sus dedos, y él sonreía ampliamente, sus hermosos y

completamente únicos ojos grises escondidos detrás del mismo tipo de

lentes de sol que Jax usaba.

Pasos atrajeron mi atención mientras colocaba mi teléfono de

vuelta en mi bolso y ahí se encontraba Jax, caminando dentro de la

habitación. Perdió su camisa en algún lugar entre el piso inferior y aquí, y

no me quejaba, porque la robusta y viciosa extensión de carne era

bastante malditamente agradable a la vista, especialmente cuando sus

vaqueros colgaban bajos en sus caderas.

Sostenía una cerveza en una mano y una caja de jugo en la otra.

Mi sonrisa se amplió. —¿Para mí?

—Me imaginé que te vendría bien un trago de la clase de ponche

de frutas.

—Gracias. —Tomé la caja de jugo y luego me senté al estilo indio

en la cama. La pajita ya se había metido de nuevo. Perfecto.

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Levantando mis pestañas, lo vi tomar un trago de cerveza y luego bajó

la botella y pasó su otra mano por su cabello. Sentí un brillo de inquietud

en mi vientre mientras veía su pecho subir y bajar con una respiración

profunda—. ¿Está todo bien?

Sonaba como una pregunta tonta.

Su mirada se deslizó lateralmente a la mía, mientras llevaba la

botella de regreso a sus labios. No dijo nada mientras trabajaba su

garganta, y maldición, él drenó su botella y yo solo tomé un pequeño

sorbo de mi caja de jugo.

El malestar creció hasta que fue como la mala hierba floreciendo

en un jardín. ¿Cambió de opinión sobre quedarme con él? No se veía

muy feliz. Tal vez deseaba haber llevado a Aimee con dos e a casa.

Dada su piel y sonrisa perfecta, y una madre que actualmente no se

encontraba desaparecida y en problemas con traficantes de drogas,

podría totalmente entender por qué probablemente él esté

replanteándose un montón de cosas. Después de todo, él casi fue

atropellado hoy y no fue su culpa.

Ni siquiera debería estar en la casa, y mucho menos sentada en

su cama, porque yo no pertenezco aquí.

Todo a la vez, quería estar de vuelta en Shepherd, sentada con

Teresa y viendo a la Brigada de Chicos Calientes desde una distancia

segura. Allí me encontraba segura, porque nadie sabía nada de mí, y

tenía mis Tres F, y eso era todo, lo que conocía y con lo que me obligué

a estar bien.

Apretando la caja de jugo hasta el punto que casi estalló como

un volcán, empecé a deslizarme fuera de la cama, mi vientre haciendo

este terrible movimiento tortuoso. —Puedo dormir abajo esta noche y

luego mañana...

—¿Qué?

Mis dedos estaban casi en el duro piso de madera. —Dije que yo

podría dormir abajo y mañana puedo…

—Te he oído. —Puso la lata de cerveza vacía en la parte superior

de la cómoda mientras me enfrentaba.

Eché un vistazo alrededor. —Estoy confundida. Si has oído lo que

dije entonces ¿por qué has dicho qué?

—Bueno. Tal vez debería haber ampliado esa declaración. —Se

corrigió, y con los ojos muy abiertos, lo vi inclinarse, y luego contuve una

corta respiración mientras agarraba mis caderas. Un profundo

estremecimiento irradió por mis muslos, porque diablos, este hombre

sabía cómo agarrar caderas—. ¿Por qué mierda dormirías abajo?

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Poco a poco, levanté mi ponche de frutas y tomé un trago

enorme. —Sólo pensé que después de... um, todo... —Me callé mientras

me levantaba hacia atrás para que mis pies no estuvieran en el suelo.

—¿Pensaste qué? ¿Que no quiero que estés aquí conmigo?—Él

merodeaba sobre la cama. No había otra palabra para lo que se

hallaba haciendo. Una pierna se encontraba a un lado de la mía, y la

otra en el otro lado. Sus manos estaban todavía en mis caderas—. ¿Que

no me di cuenta de lo bien que te veías hoy? ¿Y ni una sola vez giraste

tu mejilla a la izquierda para esconderla?

Oh dios mío.

El ponche de frutas quedó en el olvido.

—¿Pensabas que no quería dormir a tu lado otra vez? Has

deducido mal si ese es el caso. —Sus dedos se cerraron en mis caderas,

enviando una oleada de calor a través de mis venas—. En verdad

disfruté jodidamente dormir a tu lado y despertar a tu lado. Lo que es

nuevo para mí. Normalmente no soy un gran fan de eso, pero tú... sí, tú

eres diferente.

Nunca quise ser más diferente en mi vida.

Sus manos se arrastraron hasta mis lados. —¿O pensabas que no

noté que lo estabas haciendo bien todo el día, a pesar de la mierda

con que nos topamos en la mañana? Fuimos a un agujero de mierda y

casi fuimos atropellados, pero todavía sonreíste después de todo. Tú lo

manejaste, fuiste a trabajar. Entonces Aimee apareció.

Jax bajó la cabeza y rozó sus labios con los míos. —Aimée y yo

nunca salimos.

Mis músculos se tensan mientras mi cerebro dice que eso es una

mierda. —No creo que eso sea realmente de mi incumbencia.

Hizo un sonido profundo de desaprobación. —Estás en mi cama

ahora mismo, ¿verdad?

—Bueno, sí.

—Y mi boca esta sólo en ti, ¿correcto?

Asentí.

—Mi mano ha estado entre esas bonitas piernas, ¿correcto?

Oh guau. Esa calidez se volvió en un calor líquido que se centró

entre dichas piernas.

Su frente apretada contra la mía. —Y te voy a llevar a cenar más

tarde. Así que dime, ¿cómo diablos una chica que se presenta esta

noche, colgándose sobre mí, e insinuando que tenemos un pasado, no

tiene nada que ver contigo?

—Está bien —le susurré—. Ya que lo pones de esa manera,

supongo que si tiene que ver conmigo

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—¿Supones? —Se echó hacia atrás, sacudiendo la cabeza. Y

luego cruzo sus piernas a cada lado de las mías, sus manos apoyadas

en mi cintura—. Entiendo que no has hecho esto antes.

Levanto mi ponche de frutas y tomo otro trago mientras sentía un

aleteo en el estómago.

—Pero tienes que entender a dónde va esto. Ya te he dicho que

me gustas. Creo que lo he hecho condenadamente obvio. Y cuando

terminemos con esta conversación, voy a hacer que sea aún más

evidente para ti.

No voy mentir a gran parte de mí le gusta cómo suena eso.

—Aimee y yo nos enganchamos un par de veces —continuó, y

una desagradable sensación se encendió en mi pecho a pesar de que

ya lo imaginé—. Ella normalmente se queda en Filadelfia y supongo que

todavía va a la universidad en el Norte. No lo sé, y honestamente, no

me importa. Las cosas eran casuales entre nosotros. Ella ha estado en mi

casa. Nunca ha pasado la noche aquí. Ni una sola vez. Y seguro como

el infierno que nunca llegó a beber ponche de frutas en mi cama.

—Estoy feliz de escuchar la última parte —admití.

Una sonrisa cruzó por su rostro. —Aimee es una chica hermosa.

Sabe cómo divertirse, pero no es la chica para mí. Nunca lo ha sido.

Ese aleteo se hallaba en mi pecho de nuevo.

Movió sus manos mientras inclinaba su cabeza hacia un lado. —Y sé lo

que está pasando por tu cabeza, que es algo más que una chica con

quien he dormido en el pasado. Es lo que ha dicho esta noche.

Me tensé de nuevo. —Jax…

Puso su dedo índice sobre mis labios, silenciándome.

Normalmente, si alguien me hiciera eso, me inclinaría a morder su

dedo, pero el asunto era demasiado intenso para eso.

—Lo sé —dijo en voz baja—. Lo sé todo sobre el fuego.

El aire quedo atrapado en mi garganta. Colocó una mano en la

cama mientras me inclinó lejos de él, pero sus manos se apretaron

alrededor de mi cintura. No llegué muy lejos. Yo no podía hacer esto.

Podía sentir el ligero agarre en mi control resbalándose.

—Mona hablaba de ello de vez en cuando y Clyde completó lo

que ella no dijo —continuó con esa paciente voz baja—. Sé lo que

pasó.

Mi corazón comenzó a golpear en mi pecho, y cuando hablé, mi

voz era ronca. —No quiero hacer esto.

—Lo sé. —Jax se acercó más de alguna manera, su pelvis encima

de la mía, pero su peso se encontraba apoyado en sus piernas. Estaba

cerca, demasiado cerca—. El bar fue un éxito en la ciudad. Siempre

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lleno. Haciendo un montón de dinero. Tus padres decidieron construir su

casa de ensueño.

Aparté la mirada de sus ojos marrones, mi mano libre clavándose

en el edredón. —No quiero hacer esto —repetí en un susurro.

Bajó la cabeza, presionando un rápido beso contra el centro de

mi mejilla izquierda, y mi aliento se deslizo. —Era el tipo de casa en la

que tus padres soñaban tener una familia, suficiente espacio para que

todos ustedes crezcan, especialmente Kevin y Tommy.

Oh Dios.

Aire frío cortó a través de mi pecho, y yo negué con la cabeza. —

No puedo hacer esto.

Jax no dio tregua. —Lo que tus padres no sabían es que ellos

contrataron a un electricista que no era fiable. Quién cortó esquinas en

los sitios de trabajo para poder embolsarse más dinero. Su licencia se

hallaba bajo investigación por un trabajo desastroso en la casa anterior

en la que trabajó. Lo que tus padres no sabían cuando se mudaron y

fueron felices y celebraron, era que el electricista no siguió los códigos

de instalación en el interruptor de luces en el pasillo del segundo piso, el

piso con todos los dormitorios de los niños.

Bajando mi barbilla, cerré mis ojos. Fue una mala idea porque

pude ver esa noche claramente. El día en que morí, soy capaz de ver

esa noche, al despertar en mi nueva habitación, con sus paredes de

color rosa y mi nombre escrito con letras mayúsculas pegado a la

pared, llenos de humo. Nunca olvidaría ese primer gran aliento que

tome quemando el interior de mi garganta y mi pecho. Pánico se vertió

en mí interior a medida que tropezaba fuera de la cama y vi la pintura

descascarada de color rosa de las paredes, el terror cuando abrí la

puerta del baño y el mundo entero explotó. El humo se volvió amarillo y

marrón —recordé eso— un momento antes de que todo sucediera.

Fragmentos de vidrio se arrojaron por el aire, cortando en mi piel. Las

llamas estaban por todas partes, parecía arrastrarse por el suelo y lamer

sobre el techo y las paredes. Fue como un destello gigante. Y hubo

gritos. Horribles gritos que ni las películas de terror podrían incluso

realmente imitarlos y algunos de ellos fueron míos. Algunos de ellos

habían sido de Kevin.

—Hacía tanto calor. En la pintura se estaban formando ampollas.

No había aire y... —Respiré inestable y no me di cuenta de que hablé en

voz alta hasta que sus labios se apretaron contra mi sien de nuevo.

—Sé que has tenido suerte de sobrevivir —dijo, paseando sus

pulgares a lo largo de los lados de mi cintura—. Tu padre llegó a ti

primero y te sacó fuera. Y entonces él y tu mamá trataron de volver a

entrar, de nuevo arriba, pero estaba por completo en llamas. No podían

volver a subir las escaleras... ya era demasiado tarde para tus

hermanos.

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Me retorcí de nuevo, pero Jax se aferró. El hielo en mi pecho se

estaba extendiendo, convirtiéndose en un verdadero dolor tangible. —

Tommy nunca despertó. —Recuerdo escuchar que mamá dijo eso una

vez. Después de que se realizó la autopsia, se reveló que murió por

inhalación de humo. Una bendición disfrazada, ya que para el

momento de que el fuego fue apagado, su habitación no era más que

ceniza carbonizada y madera—. Kevin... se encontraba despierto.

Una vez más, con voz tranquila—: Lo sé.

Abrí los ojos lentamente y sentí mis pestañas húmedas. —Sus

ataúdes —susurré, apretando mis ojos con fuerza una vez más y

viéndolos—. Eran tan pequeños. Ya sabes, más pequeños del que crees

es el modelo de ataúd más pequeño. Y, sin embargo, sé que ellos eran

aún más pequeños, pero Dios... eran tan pequeños.

Sus labios rozaron la esquina de mi ojo derecho, y supe —Oh Dios,

mi pecho dolía—, supe que él cogió una lágrima, y la frialdad en mi

pecho, invadiendo mi estómago y mi alma, se redujo un poco.

—Nunca tuvieron una oportunidad —le dije, tomando otra

respiración profunda—. El fuego comenzó justo afuera de sus

habitaciones, en el techo y las paredes. Se extendió tan rápidamente.

Jax se quedó quieto, y unos momentos pasaron antes de que

hablara de nuevo. —Nuestra familia recibió una gran suma de dinero

una vez que se descubrió que el fuego... que era debido al cableado

defectuoso. Papá puso un poco en un fondo universitario para mí. Ese

es... ese es el dinero que Mamá ha drenado. Y ella tenía una gran

cantidad de dinero, cientos de miles que tuvo que haber gastado. —Mis

dedos se relajaron en la manta—. No pasó ni un año cuando papá nos

dejó. No podía enfrentarlo.

—Hijo de puta —murmuró Jax.

Mis ojos se abrieron y empecé a defender a mi papá, pero me

contuve. Sí, él era una especie de hijo de puta. Yo lo acepté hace

mucho tiempo. El próximo aliento que tomé fue más fácil. —Nunca he

hablado con nadie sobre esto. Ni siquiera mis amigos en casa. No es

que no haya... superado, lo hice. Yo era joven cuando todo esto ocurrió

y mis hermanos más jóvenes aún. Es que es tan malditamente triste.

—Lo es.

Nuestras miradas se encontraron, y sentí que mi corazón se volcó

fuertemente en mi pecho. Sabía que él no terminó.

—Sé que esto no es la única cosa. —Levantó una mano y pasó

un dedo a lo largo de la longitud de mi cicatriz—. Sé que tienes otras

cicatrices.

No podía apartar la mirada. Maldita sea si no quería hacerlo, pero

su mirada me detuvo, y sus ojos eran cálidos, estaban concentrados.

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—Y sé que te quemaste, Calla. —En eso, mi pecho se apretó con

una mezcla de vergüenza y alivio—. Sé que tuviste cirugías y sé que esas

cirugías se detuvieron antes de lo que se suponía.

—Mamá... ella...

—Ella quedó atrapada en su propia mierda. Se olvidó o no podía

hacerle frente —confirmó—. Nunca dijo por qué, y sé que esto no lo

cambia nada, pero sentía un montón de culpa por ello. Eso es obvio.

Sí, eso no cambió nada. Nunca lo haría. No sé si eso me hace una

perra fría o no, pero algunas cosas no podían ser fácilmente olvidadas.

No fueron diseñadas de esa manera.

—Nunca he... nadie ha visto las cicatrices —le dije, mi voz apenas

un susurro—. No son bonitas.

—Son una parte de ti.

Asentí lentamente. Mis pensamientos se hallaban de nuevo en un

torbellino mientras mi mirada buscó la suya. Supo desde el primer día

que escondía una gran cantidad de cicatrices. Diablos, él supo incluso

antes de que pusiera sus ojos en mí, debido a mi mamá y Clyde. No me

sentía segura de qué pensar sobre ellos diciéndole a alguien que era un

virtual desconocido para mí, pero no pude reunir el enojo suficiente. No

podía sacar a relucir más emoción mientras lo miraba fijamente. —Te

gusto.

Sus labios temblaron. —No es una noticia nueva, cariño. Me

gustas, sabiendo que las cicatrices son una parte de ti.

—Pero, ¿cómo? —No era la primera vez que le preguntaba a

esto.

—Ya te he dicho cómo. —Ambas manos se hallaban de vuelta en

mi cintura, y mi respiración se cortó—. Creo que es hora de que

simplemente te lo muestre.

Mis cejas se elevaron. —¿Mostrarme?

—Sí, mostrarte.

Sus manos se curvaron bajo mis brazos mientras me levantaba, y

apreté mi agarre en mi bebida. Me levantó hasta que estuve más cerca

de la cabecera de la cama, justo en el medio de la cama. Llegó entre

nosotros, tomó mi ponche de frutas, y la colocó en la mesita de

noche. Luego se puso a la tarea de hacer realmente obvio lo mucho

que yo le gustaba.

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Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por Vane hearts

La luz del sol al amanecer entraba a raudales por la gran ventana

cuadrada cuando parpadeé abriendo mis ojos y desperté con una

boca sobre mi cuello, arrastrando pequeños besos calientes por el

costado de mi garganta.

Oh guau. Las comisuras de mis labios se curvaron y luego me

quedé sin aliento cuando su lengua se movió sobre el punto sensible

justo debajo de mi oreja. Mi espalda se arqueó en su propio acuerdo

cuando su mano se deslizó desde donde descansaba sobre mi

estómago, por encima de mi blusa hacia la curva de mi cadera.

Esa era una increíble manera de despertar.

Anoche fue... bueno, literalmente orgásmica y aunque no

dormimos muchas horas, desperté sintiéndome como que dormí

durante un año. Aunque dudaba que el orgasmo que me dio con su

habilidosa mano, tuvo algo que ver con eso. Era el hecho de que

anoche, algo sucedió. Un poco del peso en mi pecho se aligeró. No

había esa pared entre nosotros.

¿Alguna vez hubo una?

Lo gracioso es que era posible que la pared nunca estuviera ahí,

al menos no de su lado. Él sabía sobre el fuego, sobre mis hermanos, el

dinero, las cicatrices y lo horrible que fue todo. Lo sabía incluso antes de

verme alguna vez cara a cara. Y no le importaba. No lo entendía por

completo. Probablemente nunca realmente lo entendería, pero

anoche, cuando se dispuso a demostrar que se había enamorado de

mí, con todos esos besos y caricias, como decidí anteriormente, iba a

dejar de intentar averiguarlo.

Mis pantalones cortos se hallaban fuera, yacían olvidados en

algún lugar sobre el piso de la habitación de Jax, cuando su mano vagó

por debajo del tirante delgado de mi ropa interior y se deslizó sobre mi

piel desnuda, mordí mi labio inferior. Su otra mano se dirigió hacia abajo,

por encima de mi muslo y se curvó alrededor de la parte posterior de mi

rodilla. Levantó mi pierna, forzando a que mi trasero se alineara en el

hueco de su regazo.

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Definitivamente, había más que una palpitación entre mis piernas

ante la sensación de él presionando contra mí desde atrás. La pesadez

se encontraba de nuevo en mis pechos, con un beso húmedo y sensual

en contra de mi pulso, ya me encontraba húmeda y tomó todo de mí

para no comenzar inmediatamente a retorcerme.

Anoche, Jax no... no se corrió. Después de que me hizo lo suyo,

me acurrucó contra él, mi espalda contra su pecho y eso fue todo. Me

pregunté entonces cómo podía dar y no recibir nada a cambio, pero

estuve demasiado desecha por todo para cuestionarlo y un poquito

eufórica para moverme, no tuve el valor para cambiarlo.

Principalmente porque tenía la idea genérica de qué hacer para

enmendar ese problema, pero probablemente necesitaba aprender.

Pero hoy era un día diferente e iba a actuar maduramente como

mujer, empezando ahora mismo. Me volví sobre mi espalda y Jax bajo

su mirada hacia mí, todo soñoliento y sexy. Antes de que pudiera decir

o hacer cualquier cosa, sus labios se posaron sobre los míos, empezando

un beso lento y dulce. La escasa barba sobre su mejilla hacía cosquillas

en mi palma mientras pasaba mi mano por su cara. Se movió sobre mí,

apoyando una pierna entre las mías, presionando su muslo contra mi

parte más suave y podía sentir su dureza contra mi bajo vientre. La

sensación me dejó sin aliento.

—Buenos días —murmuró contra mis labios entreabiertos.

—Hola.

Un lado de sus labios se levantó.

Mi corazón comenzó a acelerarse por varias razones. Por un lado,

su boca se encontraba sobre la mía de nuevo y este beso era mucho

más profundo. Su lengua se movía contra la mía y luego estaba su

mano derecha. Se movía y tenía la sensación de que se dirigía a donde

fue anoche. Hacia mis pechos. Me tensé, como lo hice antes y tuve que

esforzarme para no agarrar su mano, como lo hice anteriormente. Esta

vez, no lo hice, porque sabía que no serviría de nada. Si me quería

tocar, iba a tocarme.

Y me tocó de nuevo.

Su gran mano se cerró sobre mi pecho izquierdo y sabía que

podía sentir las cicatrices ahí, pero la caricia no se detuvo mientras

dirigía su atención a la punta ahora adolorida. Jax era bueno... tan

bueno que incluso a través de una camiseta y una camiseta sin

mangas, tenía mi pezón fruncido cuando su pulgar y dedo índice se

pusieron en marcha, y un hormigueo intenso se movió de mis pechos

hacia el sur. Jadeé con el sensual beso, arqueando mi espalda y no me

decepcioné cuando se movió a mi otro seno.

—Joder, me encanta ese sonido que haces —gruñó contra mi

boca. Besándome de nuevo―. Quiero escucharlo otra vez.

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Entonces me hizo hacer ese sonido otra vez y termine por

retorcerme, pero quería tocarlo. Sabía que necesitaba actuar ahora,

porque si no lo hacía, su mano iría de nuevo al sur e infiernos, todas las

apuestas se cerrarían.

Quitando mi mano de su nuca, la deslizó a través de la piel áspera

de su pecho y casi olvidé lo que hacía cuando imaginé como se sentiría

si no hubiera nada entre nuestra piel. No es como que alguna vez iba a

suceder, así que reenfocándome en mi recorrido, arrastré mi mano por

su costado, luego a través de la extensión plana del dorso de su

estómago.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con voz ronca.

—Nada.

Jax se levantó así que había espacio entre nuestros cuerpos y

adoré la forma en que sus abdominales se tensaron con el movimiento.

Arqueó una ceja. —¿Nada?

Sacudiendo mi cabeza, mordí mi labio mientras mis dedos se

deslizaban alrededor de su ombligo y llegaban a la goma elástica de su

bóxer negro. Con una respiración profunda, deslicé mis dedos debajo

de la goma elástica.

Agarró mi muñeca. —¿Quieres tocarme?

Calor inundó mi cara y diferentes tipos de ardor golpearon mis

venas. —Sí. —Me forcé a levantar mi mirada para encontrarme con la

suya―. Quiero darte... lo que me diste.

El hambre en su mirada envió un consiente escalofrío por mi

columna. —Me gusta eso. Deseo eso. —Bajando su cabeza, capturó mi

labio inferior en un rápido beso—. Haremos un trato.

—¿Un trato?

Arrastró sus labios a través de mi mentón. —Sí. Un trato. Puedes

tocarme. —Movió mi muñeca unos pocos centímetros, bajando mi

mano por sus vellos cortos y ásperos—. Pero tienes que sacarte la blusa.

—¿Mi blusa?

Besó mi frente. —Sí. La blusa. Tienes que sacártela.

Mi corazón bombeaba mientras me tensaba. Quitarme la blusa

no significaba que me quedaría desnuda. Tenía una camiseta debajo,

pero mostraría las cicatrices sobre mi pecho y expondría algunas de mi

espalda. Pero también me hallaba acostada sobre mi espalda, así que

no era como que vería eso.

—Quiero que me toques —dijo Jax y me estremecí de nuevo—.

Demasiado. Lo quieres, también. —Rozando sus dientes sobre el lóbulo

de mí oreja—. Solo la blusa.

No sabía si podía hacerlo, pero asentí y luego susurré—: Está bien.

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Jax actuó rápido. Alejó mi mano de él y agarró mi blusa por el

dobladillo con su puño. Su otra mano se deslizó bajo mi cintura y me

levantó lo suficiente para sacarme la blusa, luego, en un segundo, esta

se encontraba sobre mi cabeza.

Me recosté de nuevo, con mis ojos bien abiertos y mi corazón

latiendo rápidamente. Su mirada se encontró con la mía mientras

dejaba caer la blusa al suelo y luego la arrastró lentamente por mi cara,

por encima de mi garganta y más abajo. Su mirada se detuvo sobre mi

pecho y el miedo perforó mi vientre. Me moví para cruzar mis brazos.

—No te atrevas —ordenó de una manera sutil—. No hay nada

que necesites ocultar.

Mi pecho se apretó mientras arrastraba su mano por encima de

mi seno. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que miraba. No era

la pequeña mancha visible de piel entre mis pechos o el corte que se

mostraba por encima de mi pecho izquierdo.

Era otra cosa.

Las puntas de mis pechos se encontraban adoloridas y duras,

empujando contra la fina tela de mi camiseta sin mangas y mi aliento

quedó atrapado en mitad risa, mitad sollozo. Levantó rápidamente su

mirada, sosteniendo la mía mientras bajaba su cabeza.

Primero, su boca golpeó la piel entre mis pechos y me besó ahí,

luego fue a la punta de uno de mis pechos, también besándome allí, a

través de la tela y succionó profundamente, haciendo que mi espalda

se arqueara, levantándose de la cama mientras un derroche de

sensaciones se disparaban, atravesándome.

Dios, nunca antes me sentí así.

—¿Te gusta esto? —preguntó.

Respiré entrecortadamente. —Sí.

Se movió a mi otro pecho y eso fue increíble. Apenas podía

respirar cuando su mano se involucró y casi me olvidé del propósito

detrás de quitarme mi blusa, porque no tenía ni idea de lo sensible que

podía ser ahí, pero entonces levantó su cabeza. Fue directo al grano

con su parte del trató y fue rápido al respecto. Extendiéndose, metió sus

dedos debajo de la goma elástica de su bóxer y se contoneó

bajándolo por sus caderas.

Tenía mi primera visión completa de él.

Guau.

Eso también era impresionante.

Jax era... Lo miré fijamente, observando el grosor y la longitud, sí,

realmente no tenía palabras.

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—No me importa que me mires así, pero esto acabará incluso

antes de que siquiera me toques si sigues mirándome así.

—¿En serio? —Arrastré mi mirada hacia él.

Sonrió. —En serio.

—Como que me gusta eso —admití.

Hubo una pausa, y luego echó su cabeza hacia atrás y soltó una

carcajada profunda. —Apuesto eso.

Antes de perder mi coraje, extendí mi mano entre nosotros y la

envolví alrededor de él. Su risa se desvaneció en un gemido masculino y

luego sus caderas se sacudieron mientras deslizaba mi mano por su

longitud.

No tuve que buscar a tientas alrededor y averiguar lo que le

gustaba, porque puso su mano sobre la mía, estableciendo un ritmo y

presión. Incluso hizo esta cosa con mi pulgar, donde lo movió sobre su

punta, y por la manera en que me besó después, profundamente, supe

que le gustaba eso. Así que después de que hice otra pasada desde el

inicio hasta la punta, lo hice otra vez.

—Joder —gruñó, enterrando su cabeza en mi cuello; besando,

lamiendo y tocando ya tenía a mi cuerpo muy excitado. Cuando puso

una mano entre nuestros cuerpos, cuidando lo que hacía, extendí mis

piernas para él—. Dios.

Uno de sus dedos se movió sobre el centro de mi ropa interior y

luego sus dedos se encontraban dentro. Ante el primer contacto de su

piel con la mía, grité, y cuando dije su nombre, dejó salir otro—: Joder.

Movió su mano y luego levantó mis caderas, arrastrando mis

bragas por mis piernas. Mi mano se cerró sobre él cuando realmente

comenzaba a quedarme sin aliento. Abrí mis ojos y la tensión se envolvió

fuertemente en mi vientre.

Lo que vi era como una explosión de hormonas. Mi mano se

envolvió alrededor de él y se encontraba hinchado, rosado y duro. Pero

más allá de eso, mi ropa interior se encontraba en mis muslos, casi en

mis rodillas, mis piernas abiertas y su mano entre ellas.

Entonces deslizó un dedo en mi interior y mi cuerpo reaccionó. Mis

caderas se levantaron y lance mi cabeza hacia atrás.

—Calla, nena, estás tan apretada —murmuró y por la pesadez en

su voz, pensé que eso era una buena cosa. Movió su dedo lentamente,

mucho más lento y más suave de lo que yo lo hacía y luego dejé de

hacer todo, porque tomó ritmo―. Creo que te gusta de esta manera.

—Yo… —No sabía qué decir a eso, pero sabía que quería más. Lo

deseaba. Su dedo era genial, pero quería más. No me detuve a pensar

sobre a donde me llevaba esto—. Te deseo.

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—Lo sé.

Entrecerré mis ojos y rió entre dientes mientras mi mano apretaba

alrededor de él. Podía sentirlo pulsando contra la palma de mi mano. —

Quiero esto —dije en un débil susurro—. Quiero esto en mí.

Sus caderas empujaron a la mitad de lo que decía y de nuevo,

hizo ese sonido profundo que me hacía encoger los dedos de mis pies.

Dejó caer su frente sobre la mía y el siguiente beso fue dulce y

conmovedor, un tipo diferente de beso. Cuando ese beso cambió en

algo mucho más sensual, añadió otro dedo.

—Oh Dios —jadee contra su boca.

—No deseo nada más que estar en tu interior. Dios, podría

venirme de solo pensar en ello. —Se movió lentamente, arrastrando la

sensación—. Pero esta cosa tuya tiene que salir.

Sus palabras despejaron la bruma. —¿Mi camiseta?

—Síp, nena, tiene que irse. —Arrastró su lengua a lo largo de la

comisura de mis labios—. ¿Estás lista para eso?

Bueno. Hoy era un día diferente, pero no tan diferente y hay cosas

que nunca cambiarían. Podría sacarme mi blusa, pero la camiseta sin

mangas jamás, nunca me la sacaría.

—No —susurré.

—Eso es lo que pensé. —Besó la punta de mi nariz—. Pero

necesitas entender algo, cariño, no voy a entrar en tu interior hasta que

estemos piel con piel.

Mi pulso resonó ante sus palabras, pero la mirada que le di, dijo

que veríamos sobre ello, respondió con una risita divertida y otro beso

húmedo y ardiente. Su mano se movió entre mis piernas, colocando su

pulgar directamente sobre mi parte más sensible. No pasó mucho

tiempo antes de que mis caderas estuvieran moviéndose contra él,

siguiendo el ritmo que estableció y luego siguiendo el mío. Me dio lo que

podía con dos dedos deslizándose adentro y afuera, su pulgar

presionando el manojo de nervios.

—Eso es. —Bajó su boca a la mía, inclinando su cabeza y

besándome profundamente mientras el nudo aumentaba mucho

más—. Monta mi mano.

En cualquier otro momento, probablemente me moriría de la

vergüenza al escuchar esas palabras y quizás más tarde me importara,

pero, ¿en este momento? Hice lo que me dijo. Monté su mano mientras

movía la mía sobre él. Entonces ahí hubo solo una sutil advertencia, una

profunda agitación y luego el nudo se liberó, deshaciéndose en mi

interior y grité mientras me venía. Él continuó, prolongando la sensación

hasta que mis piernas se debilitaron.

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Luego, lentamente, deslizó sus dedos fuera de mí y luego curvó su

mano alrededor de la mía. Lo miré, nos miré, a través de mis ojos caídos.

Había algo totalmente íntimo acerca de esto, algo que se asentaba en

mi pecho y se quedaría atascado ahí. Su cuerpo se movía

hermosamente, lleno de gracia masculina. Los músculos a lo largo de

sus caderas se flexionaron y movieron sinuosamente mientras empujaba

contra mi mano.

Su boca estaba sobre la mía cuando se vino y eso tenía que ser la

cosa más impresionante de todo esto. El sentir los estremecimientos en

su cuerpo, el gruñido de su liberación que fue capturado por mi lengua

y la manera en que sus caderas desaceleraron. Sin embargo la parte

más sorprendente fue los minutos que siguieron inmediatamente.

Jax se quedó conmigo por unos instantes, con la mitad de su peso

sobre mí y los besos fueron de nuevo a algo dulce, una ternura que

quería decir más y además esa sensación se quedó en mi pecho.

Cuando se levantó, pavoneándose al baño en su gloria desnuda y

regresó rápidamente con un paño húmedo. Limpió lo que dejó atrás y

luego deslizó mi ropa interior de nuevo sobre mis caderas, pero no

terminó ahí.

Envolviendo sus manos alrededor de mis muñecas, me obligó a

sentarme y fue demasiado tarde cuando me di cuenta de que mi

espalda se hallaba expuesta y todo lo que él podía ver, era lo que la

camiseta sin mangas no cubría.

El pánico estalló en mis entrañas y comencé a esconderme bajo

las sábanas, pero Jax fue rápido, el hijo de puta era astuto. Se deslizó

detrás de mí, sentándose contra la cabecera y entonces envolvió sus

brazos alrededor de mi cintura. Me tiró entre sus piernas abiertas y

contra su pecho, mi espalda totalmente alineada con su pecho.

Sabía que podía sentir las cicatrices ásperas en mis omoplatos,

debido a que la camiseta sin mangas era una de esas malditas que

dejan muy al descubierto los hombros. Y también sé que las vio antes de

colocarme contra él. Quizás no fue un buen vistazo, pero tenía que

haberlas visto.

Con los músculos tensos, me concentré en la ventana al otro lado

de la habitación mientras el envolvía sus brazos alrededor de mi cintura

y bajaba su barbilla, apoyándola sobre mi hombro.

—¿Te conté acerca de la primera vez que conocí a Clyde? —dijo.

Sacudiendo mi cabeza, susurré—: No.

—Fue un domingo. Lo conocí en el bar. Terminó haciéndome

tacos. —Hizo una pausa, riendo suavemente en mi oído—. Dijo que era

una tradición si iba a ser parte de su familia.

El siguiente aliento que tomé fue profundo, mientras un poco más

de ese peso que me ahogaba se levantaba.

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Era tarde y Jax terminó con su ducha antes de llevarme de vuelta

a casa para que pudiera alistarme para nuestra cita.

Nuestra cita.

Guau.

Parecía extraño ir a una cita, con todo lo que ocurría, pero Jax

funcionaba bajo la mentalidad de la vida es corta, así que no me

encontraba demasiado sorprendida por ello. Y a pesar de todas las

locuras y mis obsesiones, me sentía bien sobre la cita, sobre esta

mañana y sobre nosotros.

Ya que se encontraba ocupado, intenté llamar a Teresa y me

emocioné cuando contestó al tercer timbrazo. —Oye —chilló en el

teléfono—. Pensaba en ti.

Me senté en el borde del sofá de Jax. —¿Sí?

—Sip. Me preguntaba si todavía trabajabas en el bar, si es así, vas

a ser nuestra coctelera oficial de bebidas cuando regreses a

Shepherdstown.

Me reí. —No sé si quieras eso. La mayoría de la gente aquí, ordena

directamente del grifo, de botellas o licores, lo cual es una buena cosa,

porque no soy muy buena mezclando bebidas.

—Aún no puedo creer que sigas trabajando en el bar.

Estaba segura de que había un montón de cosas que Teresa

probablemente no creería de mí. —¿Cómo está la playa? —le

pregunté.

El suspiro de Teresa fue audible. —Está genial. Tengo un

bronceado increíble y a Jack realmente le encanta este lugar. Es la

primera vez que ha estado en la playa.

Jack era el hermano menor de Jase, los cuales eran muy

cercanos.

—Y deberías verlos juntos en la arena. Nada hace a tus ovarios

completamente felices que ver a un caliente chico con un niño

―explicó, sonreí y luego me imaginé a Jax con un niño y sentí un

estremecimiento en alguna parte de abajo—. De todos modos —

continuó—, nos vamos en un par de días, pero te juro, creo que podría

vivir en la playa.

En algún momento, realmente necesitaré llevar mi trasero a la

playa.

—Entonces cuéntame sobre las cosas en el gran estado de

Pennsylvania. ¿Está todo bien?

—Bueno, sí, las cosas han estado... han estado muy bien —le dije,

mirando hacia las escaleras—. Yo, eh... conocí a un chico.

Hubo un silencio.

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Y más silencio.

Fruncí el ceño. —¿Estás ahí?

—Sí. ¡Sí! Solo me atrapaste con la guardia baja. Pasaste de las

cosas están bien a hay un chico y esperaba, ya sabes, más detalles. —

Casi gritó la última palabra—. Como un montón de detalles.

Con otra mirada hacia donde se encontraba la escalera, le conté

sobre Jax y nuestra cita de esta noche. Terminé mi confesión

improvisada con—: Entonces, sí, estoy muy segura de que le gusto.

—Bueno, es obvio. Por supuesto que le gustas. ¿Así que el lugar se

llama Apolo? Espera un segundo —dijo y luego su voz sonaba más

lejana—. Oye, Jase, busca Apolo fuera de Filadelfia. ¿Qué?

Simplemente hazlo.

Oh Dios mío.

—Regresa a la cosa de que le gustas. ¿Por qué te sorprende que

le gustes? Le gustabas completamente a Brandon, pero tú…

—¿Qué? —interrumpí—. No le gustaba.

—Oh, sí, le gustabas. Era lindo. Estabas toda tranquila cuando por

primera vez comenzó a frecuentarnos y siempre te miraba, pero

entonces realmente no le prestaste ninguna atención. Pensé que quizás

te interpreté mal y no te encontrabas interesada en él.

Teresa fumaba crack.

—¿Te gusta? —preguntó de repente—. Porque Jase acaba de

buscar Apolo. Por cierto, Jase dice hola.

—Hola —murmuré en respuesta.

—¡Ella dice hola! —gritó y luego—: dice que el lugar se ve muy

elegante. Calla ¿te gusta?

Cerré mis ojos y asentí. —Sí, me gusta. En verdad me gusta.

—Bueno. No puedo esperar a conocerlo. Y verte. Pero realmente

quiero conocerlo. —Se rió cuando me eché a reír—. Estoy feliz por ti. En

serio.

Suspirando, admití algo un poco escalofriante. —También estoy

feliz.

Terminé la llamada después de hacer la promesa de darle los

detalles y fue cuando metí mi cabello detrás de mí oreja, que lo sentí:

Tomé conciencia de que no me hallaba sola.

Oh, no.

Mordiendo mi labio inferior, me di la vuelta y vi a Jax de pie en la

parte inferior de las escaleras, ya vestido para nuestra cita. Pantalones

de mezclilla oscuros y una camisa blanca. Se veía jodidamente bien.

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También sonreía con una pequeña sonrisa satisfecha. —¿Entonces

te gusto? ¿De verdad te gusto?

Gemí, mis mejillas sonrojándose. —Cállate.

Jax reclinó su cabeza y se rió. Tenía suerte de que tenía una linda

carcajada.

El brillo de labios era casi el toque final y me alegré de que

estuviera terminando de prepararme. Mi estómago gruñía y en verdad

esperaba que a Jax le gusten las chicas con gran apetito, porque tenía

la sensación de que iba a atiborrarme con comida.

Dejé mi cabello suelto en ondas y lo separé a los costados. Me

salté el Dermablend de nuevo, optando por iluminar mi mirada con ojos

ahumados.

El vestido que traía puesto, ya que tuve que traer toda mi ropa

conmigo, era lindo y coqueto. Era un vestido azul oscuro de tiras que se

ajustaba a través del pecho y de la cintura. Quizás también un poco

ceñido alrededor de las caderas, pero caía fluidamente, la falda era

abullonada y terminaba justo debajo de la mitad de mi muslo. Lo

combiné con un par de sandalias de tacón bajo. El toque final fue el

cárdigan azul bebé que terminaba justo debajo de mis pechos y

también se ajustaba.

Mirándome en el espejo, tenía que decir que me veía

malditamente bien.

Asentí ante mi reflejo como una idiota y luego entré en la sala de

estar. Mientras estuve preparándome, Jax pasó el rato alrededor de la

casa y luego se dirigió al sofá, donde leía su libro.

Observando su perfil, con su barbilla hacia abajo y su rostro

enmascarado de concentración, tenía que decir que lucía sexy. Pero

cuando levantó su mirada y me vio, lucía aún más sexy.

—Estoy lista —dije y luego añadí—: Para ir a la cena y comer.

Sip. Era oficial. Era una idiota.

Sus ojos se oscurecieron y ardieron. En un segundo se puso de pie

y entonces se paró delante de mí. Una mano se cerró alrededor de mi

nuca y la otra se apoyó sobre mi mejilla. Su pulgar se movió a lo largo

de la parte inferior de mi labio y tenía a mi estómago dando vueltas.

—Te ves hermosa —dijo.

Y me sentí hermosa cuando dijo eso. —Gracias. También te ves

hermoso.

Arqueó una oscura ceja.

Uf.

—Te ves hermoso varonilmente —modifiqué, pero eso sonó aún

más estúpido—. Está bien. Eso fue tonto. Te ves sexy.

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Se rió entre dientes mientras se movía, rozando sus labios sobre la

curva de mi pómulo. Besó de nuevo la cicatriz, y me puse tensa, pero

fue por una razón diferente a lo normal, porque sus labios se deslizaron

al espacio debajo de mi oreja.

—Soy sexy y te gusto —murmuró—. Es mi día de suerte.

—Cállate.

Otra risa profunda y luego su boca reclamó la mía. Me gustaba…

no, me encantaba la manera en que Jax me besaba. Comenzó lento y

luego se convirtió en algo completamente diferente, sin duda ya no era

lento, mucho más profundo y caliente. Antes de que lo supiera, mis

manos se encontraban aplanadas contra su pecho, deslizándose hasta

sus hombros.

—Cena. —Me besó de nuevo, su boca permaneciendo de la

manera más dulce—. Vamos a llegar tarde.

Mis dedos se clavaron en su camisa mientras me aferraba a él. No

tuve la oportunidad de responder, porque de nuevo me besaba, de

una manera en que me sentía devorada.

—Cena —repitió, y sus labios rozaron los míos—. Hice la

reservación.

Moviendo mis manos hacia abajo por su pecho, recliné mi

cabeza y abrí mis ojos. —Sí. Comida.

—Filete. —Apretó su brazo a mí alrededor—. Muy buen filete.

Un gruñido vino de mi estómago y me alejé mientras se reía. —

Cállate —dije de nuevo.

—Es lindo. —Sus manos cayeron a mis caderas, así que no fui muy

lejos.

Rodé mis ojos. —Es más como cuando mi estómago está

hambriento. No es lindo. Así que si no llegamos…

Mis palabras fueron interrumpidas cuando algo pesado golpeo en

frente de la casa. Tragando un chillido de sorpresa, salté y me di la

vuelta. —¿Qué demonios?

Jax ya comenzaba a ir hacia la puerta cuando escuché

neumáticos rechinando, alejándose. Mi corazón se atascó en mi

garganta mientras seguía a Jax.

—Quédate atrás —ordenó, alcanzando la puerta.

No le hice caso.

Los músculos de sus hombros se tensaron mientras desbloqueaba

la puerta y la abría.

Golpeando mi boca con mis manos, di un paso atrás horrorizada.

Jax maldijo y se dio la vuelta, protegiéndome de lo que nos esperaba

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en el porche delantero, pero ya era demasiado tarde. No había

manera de no ver el inmóvil pálido cuerpo fantasmal o al pequeño

agujero carmesí justo en el medio de la frente.

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Traducido por Fany Stgo.

Corregido por Sandry

La cena en Apolo fue cancelada.

Un cadáver fue arrojado —literalmente— en la puerta de una

casa, ¿quién haría eso? Y el cuerpo seguía allí, justo donde aterrizó,

mientras la policía hacía lo que fuera que los forenses creyeran mejor.

El cuerpo tenía un nombre, que descubrí —un nombre que

enviaba una sacudida de miedo y pavor directamente a mi corazón.

Pertenecía a Ronald R. Miller, también conocido en las calles

como Rooster, y se rumoreaba que era el novio de mi madre.

Esto no era bueno.

Rooster tenía una bala en el centro de su frente y escuché a

Reece afuera hablando con otro oficial. Los vaqueros de Rooster tenían

manchas de hierba en la rodilla y no tuve que dar un gran salto a la

lógica de que estuvo de rodillas cuando el gatillo fue apretado.

Estilo clásico de ejecución.

¿Dónde se encontraba mamá? La pregunta se reproducía una y

otra vez, porque todo el mundo dijo que huyó con Rooster.

Quien ahora tenía una bala en su cabeza.

Me estremecí cuando enfoqué mi mirada en Jax. Se encontraba

de pie al lado de la ventana, con la espalda tensa y la línea de su

mandíbula rígida. No ha dicho mucho desde que todo sucedió. Ya

hemos declarado, lo que no era mucho.

Clyde acercó su mano y apretó la mía. —¿Lo llevas bien,

pequeña?

Asentí. Se presentó una hora después de que llegara la policía.

Cómo se enteró de lo que pasó, no tenía ni idea, pero llegó en su viejo

camión, rugiendo y gritando que lo dejaran entrar en la casa para ver a

su “pequeña” en medio de esta “traumática” experiencia que “no era

correcta” y un montón de cosas más que incluían maldiciones. No lo

dejaban pasar al porche delantero, por obvias razones y no querían

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que entrara, pero él gritó hasta que encontró el camino y entró por la

puerta trasera, la cual se hallaba junto a la cocina.

—¿Cuánto tiempo más piensas… ? —Hice una pausa, tragando

contra la náusea repentina— ¿Qué hará falta antes de que lo muevan?

—Pronto —dijo Clyde con brusquedad—. Tiene que ser pronto.

Mi mirada pasó por él y noté una capa fina de sudor brillando

sobre su cabeza calva.

Jax se apartó de la ventana y se acercó a donde me encontraba

sentada junto a Clyde. No dijo nada mientras tomó asiento en el brazo

del sofá. Un segundo después escuché la puerta principal abrirse y

Reece entró con un detective llevando pantalones de vestir color

canela y una camisa blanca abotonada como la de Jax, pero

combinada con una corbata que hacía juego con sus pantalones.

Por alguna extraña razón, pensé en lo que Roxy me dijo acerca

de Reece estando involucrado en un tiroteo. Era la última cosa en la

que necesitaba pensar, pero me preguntaba si le molestaba ver a

Rooster como… como se encontraba. Por otro lado, él probablemente

veía eso a menudo.

Casi me olvidé su nombre —él del detective. No era mucho mayor

que nosotros, quizás a finales de sus veinte o principio de sus treinta. Era

guapo, bastante, con el pelo castaño bien recortado y ojos azules

claros.

—Vamos a terminar ahora —dijo, su mirada pasando sobre

nosotros—. Ahora mismo, tenemos algunos sospechosos y vamos a

encontrar quién hizo esto.

Asentí. —Bien. Eh. ¿Gracias?

Sus labios temblaron. —Ahora, él Oficial Anders me dijo que

ustedes dos estuvieron buscando a la señora Fritz.

¿Oficial Anders? Parpadeé lentamente y luego me di cuenta de

que hablaba de Reece. Espera un segundo… —¿Están relacionados?

—Hermanos —contestó Jax.

—Yo soy el guapo —dijo Reece sonriendo.

El detective Anders inclinó su cabeza hacia el que era,

obviamente, su hermano menor.

—Definitivamente no el más inteligente.

Hermanos Policías. Sexy.

Suspiro.

Necesitaba comprobar mi cabeza.

—De todos modos —dijo el detective—- Él me decía que

estuvieron tratando de encontrar a tú madre y tuvieron algunos

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problemas ayer cuando estuvieron en la ciudad. Sé lo que ha estado

pasando.

Los ojos de Jax se estrecharon y mi estómago se hundió. No

importa qué, si la policía sabía lo que pasaba, ella se encontraba en

problemas. Un montón de problemas.

Reece le sostuvo la mirada, una que parecía decir lo siento

amigo, tenía que hacerlo. —Sabe acerca de Mack. Y ese delincuente

es el primero en nuestra lista de sospechosos.

—Esto fue una advertencia claramente para Calla —respondió

Jax, con su voz recortada—. Pero no tiene sentido. Si Mack encontró a

Rooster, entonces ¿cómo no encontró a Mona?

—Rooster pudo haber decidido que quería salir de este lío —dijo el

detective Anders, cruzando los brazos sobre su pecho—. Pudo haber

vuelto y si lo que tus… fuentes dicen es cierto, si regresó sin la droga o el

dinero equivalente a lo que se aferraban, hubiera conseguido una

cálida bienvenida.

Sí, consiguió una bala en la cabeza. Mamá no tenía la droga. Y

estoy segurísima de que no tenía el dinero.

Tenía que ser Mack, porque como dijo Ritchey, la mierda rodó

cuesta abajo y esa mierda rodó sobre Mack.

—También estamos buscando al hombre que coincide con tú

descripción, que entró a la casa y cogió las drogas. Los encontraremos

—dijo el detective Anders—. Pero necesitamos que se retiren. Dejarnos

hacer nuestro trabajo. No los queremos cerca de esta gente.

No quería estar cerca de esta gente, pero me

quedaban días para encontrar a mi madre. No respondí porque

realmente no quería escucharlos decirme sobre las cosas que no

debería hacer.

Teníamos una ventaja.

Ike

Y Jax no le mencionó a la policía sobre Ike o a Reece por lo que

pude saber.

Otro oficial asomó su cabeza en el cuarto, anunciando que el

porche delantero se hallaba limpio y suspiré de alivio. Jax siguió a Reece

y a su hermano mayor afuera después de que la conversación

terminara aquí.

Clyde pasó la mano por su pecho. —Esto es un desastre.

Suspiré. —Lo sé. Mamá… ¿piensas que tiene alguna idea de la

clase de problema en la que se encuentra?

Clyde asintió. —Creo que lo hace y creo que si es inteligente, se

encontrará viviendo en México en estos momentos.

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Dios, eso apestaría, ella mudándose lejos y que nunca la vuelva a

ver, pero si mamá fuera inteligente, eso es lo que debería hacer. No

había ninguna manera en la que fuera capaz de regresar aquí. —Si no

regresa… ¿qué pasa con el bar? —pregunté, enfocándome en lo

menos importante, porque eso era mejor que todas las cosas locas

importantes. Sabía que el bar sería mío… si ella moría, pero no tenía ni

idea que cosas técnicamente implicaba el que desapareciera.

—Pequeña, no necesitas preocuparte por eso. —Se puso de pie,

su pecho moviéndose en respiraciones profundas—. El bar estará bien.

Mis cejas se fruncieron con preocupación. —¿Te encuentras bien?

—Sí, estoy bien. No necesitas estar preocupándote por mí.

No me encontraba segura de eso, pero entonces Jax volvió sin los

sexys hermanos policías. Caminó directamente a donde me encontraba

sentada, tomó mi mano y me puso de pie. —¿Quieres salir de aquí? —

preguntó.

Asintiendo, no quería nada más que salir de este lugar.

Clyde se dirigió hacia mí y sin Jax soltar mi mano, me dio un

abrazo de oso.

—Me gusta que no te vayas a quedar aquí. Eso es bueno. Muy

bueno.

Me resistí a dejarlo ir cuando se apartó. —Todo estará bien —le

dije, porque sentía la necesidad de decirlo en voz alta.

Me dio una sonrisa completa mientras su mirada se dirigía hacia

Jax. —Sí, pequeña, lo estará.

Cuando Clyde se fue, empaqué mi ropa y mis cosas personales,

luego nos dirigimos a la camioneta de Jax. Era difícil caminar por el

porche sin imaginar el cuerpo allí.

Una vez en la cabina de la camioneta, Jack me miró. —¿Te

encuentras bien?

Lo pensé por un momento. —Tan bien cómo puedo estar.

Una leve sonrisa apareció mientras se acercó, rozando su pulgar

sobre mi labio inferior.

—Esta mierda con Rooster y Mack… con tu madre, no está bien.

Es serio. No es normal. Y está bien no sentirse bien con nada de esto.

—Lo sé —susurré.

Su sonrisa se extendió en un lado de sus labios. —Como dije. Eres

valiente.

Mi pechó se calentó y en vez de negarlo, sonreí un poco. —

¿Podemos detenernos en el camino a tú casa por algo de comer?

—Cualquier cosa por ti, nena.

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Me gustaba el sonido de eso. Mucho.

Era demasiado tarde para cenar de todos modos, así que comida

basura se hallaba en el menú. En este punto, probablemente comería

carne de caballo, así que no me quejé cuando entramos a un

restaurante de hamburguesas.

No eran las mejores carnes del estado, pero serviría.

Ninguno de nosotros realmente habló en el camino hasta su casa

mientras comíamos. No fue hasta que estuvimos limpiando y tiré mi lata

de refresco en la basura que supe que debíamos hablar de esto.

O yo tenía que hablar de esto.

—¿Crees que mamá esté bien?

Jax se encontraba en la mesa junto a la puerta que conducía a

una pequeña cubierta y un patio trasero. Se giró, inclinando su barbilla.

—No lo sé.

Cerré mis ojos mientras una oleada de temor aumentó.

—Odio decir esto, pero debo ser honesto contigo.

—Aprecio eso.

—Sé que lo haces —dijo y lo sentí más cerca mientras abría los

ojos. Se encontraba frente a mí—. Si Rooster hizo algo, es porque

probablemente sentía la presión. Lo que significa que tu madre debe

seguir allá afuera.

Porque ella no se hallaba tendida en el porche junto a Rooster.

—Pero esto no es bueno —terminó él.

Como dijo Clyde. —No hay forma de que ella pueda arreglar

esto. Incluso si atraparan a Mack por lo de Rooster, aún sigue presente

Isaiah. Esa era mucha droga y dinero. No puede salir de esto.

—No. No puede.

Una bola se alojó en la parte posterior de mi garganta. —

Realmente lo hizo esta vez. Quiero decir, realmente lo hizo Jax. No hay

arreglos. No hay una forma de hacerlo bien. Y me arrastró a esto, lo que

te arrastró a ti. Y lo siento por eso. No necesitas esto. No deberías haber

visto a Rooster hoy.

—Cariño —dijo suavemente, ahuecando mis mejillas. Inclinó mi

cabeza hacia atrás—. Nada de esto es tu culpa. Entiende eso. No hay

necesidad de disculparte por cualquier cosa de estas. Tú no pediste

meterte en esto.

Lo que dijo era cierto, pero no podía evitar sentirme un poco

responsable, porque era mi madre después de todo. Colocando mis

manos en su cintura, hice algo que nunca hice antes. Me apoyé en él,

descansando mi mejilla en su pecho.

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—¿Qué vamos a hacer? —Y esa pregunta era importante y difícil

de responder, pero me encontraba preguntando acerca de “nosotros”,

como si no estuviera esperando hacer esto por mí misma. Eso era un

gran paso, uno aterrador.

Jax envolvió sus brazos en mi cuerpo. —Todavía tenemos que

hablar con Ike. Si podemos encontrar a tu madre…

—¿Y qué? —pregunté—. No podemos entregarla. Vimos lo que le

hicieron a Rooster.

—No sugería que la entregáramos, cariño. Llegamos a ella

primero, nos aseguramos de que entienda en qué tipo de mierda anda

metida y luego… bueno, seguimos desde allí.

Seguir desde allí significaba que nos aseguraríamos que

entendiera que volver a Pensilvania y no obtener un disparo era

imposible. —¿Pero qué con Mack?

—No se te va a acercar. —Jax retrocedió, sus ojos encontrándose

con los míos—. Puedes confiar en eso. Tampoco lo hará Isaiah.

Quería creer eso. Casi lo creí, porque lo dijo de tal forma que salió

como si él pudiera controlar las cosas.

Pegó su frente a la mía. —Apesta, por la cena.

Mis labios temblaron y dije con voz ronca—: Sí, realmente estaba

muy entusiasmada por esa carne.

—Siempre hay un mañana. Demonios, siempre hay un siguiente

domingo.

Cerré mis ojos, disfrutando del sonido de sus planes tan lejanos.

Sólo era una semana, pero una semana era mucho tiempo. La siguiente

cosa sólo explotó en este momento. —Esa es la segunda vez que veo un

cadáver.

—Nena…

—No los de mis hermanos. Sus ataúdes estuvieron cerrados y yo

no… no los vi cuando los sacaron de la casa. Pero he visto un cadáver

antes. —Hice una pausa, soltando un respiro tembloroso—. Había un

montón de gente en una fiesta con mamá. Este hombre, supongo que

tuvo una sobredosis o algo y los demás se hallaban en muy mal estado

como para darse cuenta. Entré a la sala y él se encontraba boca abajo

en el suelo, sin moverse o respirar.

El pecho de Jax se levantó contra el mío. —Mierda, cariño, no sé

qué decir.

Nunca debería haber visto algo así.

—No quiero ver más cadáveres.

Una brecha de silencio se extendió sobre nosotros. —No es algo a

lo que te acostumbras —admitió él—. Vi muchos en la zona protegida

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en el desierto. A veces eran insurgentes, otras veces civiles inocentes

atrapados en el fuego cruzado y…

—¿Y a veces eran tus amigos? —pregunté con cuidado.

—Sí —respondió—. Nunca me olvido de ninguno de sus rostros.

Mordí mi labio con fuerza. Entendí totalmente lo que decía. Había

algunas cosas que nunca se pueden olvidar.

Había tantas cosas dando vueltas en mi cabeza. Mack. Mamá.

Cadáveres con heridas de bala en sus frentes. Clyde frotando su pecho,

obviamente preocupado y estresado por todo. Una cena de carnes

gloriosas que nunca sucedió. Regresar aquí. Irme de aquí. La manera

en la que Jax me sujetó esta mañana con mi espalda contra su pecho.

No quería seguir pensando.

Alzando la mirada, me encontré la suya. —No quiero pensar.

Jax no cuestionó ni comentó esto. Hubo un destello de algo

caliente y embriagador en sus ojos, entonces pegó su boca en la mía y

me besó dulcemente —el tipo de beso que iba más allá de aquellos

profundos y sensuales. Significaba algo y me pareció abrirme hacia ello,

realmente creerlo, creer en ello.

Y eso era malditamente bastante espectacular.

Cuando el beso se volvió más caliente, mi boca se abrió ante la

suya y en el momento en que nuestras lenguas se tocaron, sus manos

cayeron en mi cintura. Me atrajo a él y podía sentirlo presionando

contra mi estómago. Recordé esta mañana, mi mano alrededor de él,

su poderoso cuerpo temblando con alivio. Esos recuerdos quemaron mi

piel, pero no eran nada comparado a los besos que iba dejando por mi

mentón, por mi oreja y por debajo, sobre mi garganta. Mi cabeza se

inclinó hacia atrás mientras mis dedos pasaban por su suave cabello.

—No vas a pensar —me dijo entre pellizcos malvados—. Ni por un

jodido segundo.

—Bien —dije

Sonrió entre dientes contra mi garganta mientras sus manos se

deslizaron por mis caderas y rápidamente fueron bajo mi vestido. En

verdad me gustaba a donde iba esto, especialmente cuando metió sus

dedos debajo de la banda de mis bragas.

Golpearon el suelo en un nanosegundo.

—¿Lista para esto? —preguntó.

Asentí mientras abría los ojos.

Sonrío, me besó rápidamente y luego se aferró a mis caderas. Me

levantó del suelo y me colocó en el mostrador de la cocina.

Sip.

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Mi trasero desnudo se hallaba en el mostrador de la cocina.

Y eso era toda la clase de cosas inapropiadamente sexys.

Jax pasó sus manos por el interior de mis piernas. Cuando llegó a

mis rodillas, las abrió. El aire quedó atrapado en mi garganta y el instinto

me exigió que cerrara las piernas, pero sus gruesas pestañas se elevaron

y sus ojos ardientes atraparon los míos.

—No las cierres, cariño. —Su voz era profunda y retumbó a través

de mí.

No las cerré.

Cuando las abrió un poco más, pude sentir el aire fresco soplando

sobre mí.

El calor se deslizó por mis mejillas, sonrojándome hasta mi

garganta y mi pecho. Mi corazón latía con fuerza mientras bajó la

cabeza, besándome suavemente mientras sus manos siguieron

moviéndose a lo largo de la parte superior de mis muslos. Enganchó el

dobladillo de mí vestido más alto mientras sus manos exploraban. Me

mordí el labio mientras la falda de mi vestido terminaba alrededor de

mis caderas y la cintura. Mis manos se apretaron sobre el borde del

mostrador.

—Hermosa —murmuró.

Oh Dios mío. No tenía idea de que hacer o decir. Me encontraba

completamente expuesta. Literalmente abierta, y sus ojos se

encontraban enfocados en mis partes femeninas de una forma intensa.

Mientras sabía que lo que iba —íbamos— a hacer no era nada anormal,

era completamente inspirador y nuevo para mí.

Entonces sus manos comenzaron a moverse otra vez, sobre la

parte interna de mis muslos, empezando por mis rodillas y poco a poco,

tortuosamente dirigiéndose hacia arriba. —Realmente eres

hermosa, Calla. Nunca lo dudes. Diablos, no hay manera en que

puedas hacerlo.

Mi corazón creció alrededor de cinco veces más grande en mi

pecho. Mi piel se estremeció con sentimientos intensificados cuando se

apartó.

—¿Confías en mí? —preguntó.

Oh Dios, ahora mi corazón era unas diez veces demasiado

grande. —Sí.

Una sonrisa torcida apareció y luego sus manos estaban en mis

caderas. Me arrastró por encima del mostrador —uno que no volvería a

ver de la misma manera— hasta que me sentí deslizarme

inmediatamente.

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No me tocó ni jugó. Un momento se encontraba sonriéndome y al

próximo, su tronco se inclinó y su boca se hallaba sobre mí. Me moví con

el beso íntimo y el calor inundo mis venas.

Lo que hizo fue húmedo, caliente y abrumador de una manera

que me dejó alucinando. La forma en la que su boca se movía sobre mí,

la forma en la que trabajó su lengua en probadas burlonas,

levantándome hasta que mi cabeza se pegó contra los gabinetes de

atrás y mis caderas se levantaron claramente del mostrador,

encontrándome con las caricias de su lengua. Las sensaciones que me

golpeaban eran crudas, primitivas y hermosas.

Se encontraba haciendo lo que le pedí. No me encontraba

pensando en ninguna de esas cosas terribles. Nop. Mi cerebro me

abandonó y mi cuerpo se balanceaba. Jadeaba y estos pequeños

ruidos que no tenía idea que fuera capaz de hacer salían de mí. Y

entonces fue profundo, más fuerte, más rápido. Pensé que mis dedos se

romperían por lo fuerte que sujetaba el mostrador.

—Jax —respiré.

Mi cuerpo se retorcía firmemente mientras abría los ojos. No podía

mantenerlos cerrados. Quería ver cada momento de esto. Mi barbilla

bajó y todo lo que podía ver era la parte superior de la cabeza de

bronce entre mis muslos.

Tomé una respiración. Llegando a ninguna parte.

La vista de él me llevó al límite.

Grité y él gruño contra mí. Alivio se vertió atravesándome y me

perdí mientras cada hueso se licuaba y el torbellino de sensaciones latía

y me palpitaba.

Jax se quedó conmigo hasta que mi espina dorsal se curvó y

respiré lentamente, entonces levantó su cuerpo, presionando su boca

en mi cuello.

—Me encantaron esos sonidos que hiciste, cariño. Mejor aún,

¿cuándo dijiste mi nombre de la manera que lo hiciste? Sí, realmente

me encantó.

Mi mejilla bajó, apoyándose en él. —Eso… eso fue increíble.

—Eres increíble.

Esas dos palabras eran tan simples y dulces que rompieron algo

profundo y confuso en mí. Era como el sol saliendo luego de un mes si

nada más que triste lluvia. Pero era mucho más que esas dos palabras.

Levantando mi cabeza, solté el mostrador y coloqué mis manos

en sus hombros. Lo empujé hacia atrás y retrocedió, sólo porque

pareció cogerlo por sorpresa. Me bajé del mostrador, sintiendo mi

vestido alrededor de mis muslos.

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Era mucho más que esas dos palabras.

Fueron semanas que pasé llegando a conocerlo. Fueron las cosas

que compartí con él y las que compartió conmigo. Era el hecho de que

él me vio, todo de mí y más allá de mi piel, sabía lo que existía dentro de

mí y no sólo físicamente.

—¿Calla? —Inclinó su cabeza a un lado mientras decía mi

nombre en voz baja.

Dios, sus labios brillaban conmigo y eso era como recibir un golpe

en el pecho de la mejor manera. Involucrase con alguien en este

momento con todo sucediendo y sin resolver era simplemente una

locura, no era inteligente. Era estúpido.

Pero era el tipo adecuado de estupidez.

Mientras miraba sus ojos marrones que me derretían de adentro

hacia fuera, lancé mis tres F por la ventana mientras levantaba mi

mano, tomando los bordes de la chaqueta que llevaba y la deslicé por

mis hombros y mis brazos. Dejándola caer en el suelo.

Observó mi chaqueta y luego su mirada voló de regreso a mi

rostro.

Arrojé la conciencia lejos mientras alcanzaba el cierre a un lado

de mi vestido, tirando de él y no me detuve hasta que lo abrí.

Una mirada asombrada apareció en su rostro, con una firmeza

que tiró de mi corazón.

—Calla… —La manera en la que dijo ahora mi nombre era

diferente.

Y tuve que admitir que no solo me gustó, mientras agarré los

tirantes de mi sujetador y los deslicé por mis hombros. Me dije a mi

misma justo cuando el vestido arremolinado en mis caderas caía al

suelo con un poco de oscilación excesiva, que me había enamorado

de él.

Luego me encontraba de pie frente a él, en la cocina, en la

brillante luz, en nada más que mis tacones y Dios mío, estaba asustaba.

Loca y jodidamente aterrorizada y mi piel se sentía entumecida mientras

me di cuenta que no era porque me encontraba prácticamente

desnuda por primera vez en mi vida en frente de alguien, sino porque

estaba enamorada de él.

Estaba enamorada de Jax.

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Traducido por Vanessa Farrow & Aleja E

Corregido por Alysse Volkov

Temblaba cuando me paré frente a Jax. Incluso mis dedos se

retorcían a mis costados. Lo amaba. Estaba enamorada de él. No tenía

idea de cuándo sucedió, pero así era y era una sensación increíble y

aterradora, pero maldita sea, también me sentía tan esperanzada,

porque a pesar de que me gustaron chicos en el pasado, incluso deseé

a unos pocos, nunca estuve enamorada de uno y realmente no pensé

que conocería a un hombre lo suficiente como para enamorarme de él.

Pero lo hice.

Los ojos de Jax se fijaron en mi rostro y parecía que leía algo en mi

expresión, porque hizo un sonido en la parte posterior de su garganta

que envió un temblor a través de mi núcleo.

Y entonces se encontraba sobre mí.

Sus manos sujetaron mis mejillas e inclinó mi cabeza hacia atrás

mientras su boca se posó en la mía. El beso fue profundo y conmovedor.

Podía saborearlo a él y a otro sabor salado que sabía que me

pertenecía y que giraba mis sentidos. Su lengua se movía con la mía y

luego giró sobre el techo de mi boca antes de ahondar

profundamente. Todo lo que necesitaba era la sensación de ese beso.

—¿Estás segura de esto? —preguntó.

Tomé un respiro, pero no expandió mis pulmones. —Estoy aquí de

pie desnuda. Estoy segura de esto.

Jax se rió y el sonido bailó sobre mi piel. —Esperaría eso, pero

cariño, no has hecho esto antes y quiero asegurarme de que estás al

cien por ciento conmigo.

La presión se cerró sobre mi pecho mientras asentía. —Estoy

segura, Jax.

Hizo ese sonido de nuevo antes de besarme. —Estoy tan

jodidamente contento de escuchar eso, no tienes idea. —Entonces

tomó mi mano y la puso sobre su pecho, sobre su corazón—. Puedes

confiar en mí.

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Confiaba en él.

Sosteniendo mi mano, caminamos fuera de la cocina con luces

brillantes y a través de la sala oscura y luego hacia la escalera. Mi

corazón latía mientras subíamos las escaleras y nos detuvimos en su

habitación, frente a su cama.

Soltó mi mano y lo vi caminar a la mesita de noche. Abrió un

cajón y tomó lo que parecía ser un puñado de envolturas de aluminio.

Mis cejas se alzaron. Umm, ¿cuántos necesitaba? Sonrió cuando vio mi

mirada y lanzó unos cuantos sobre la cama. Entonces me miró.

Con la mirada fija en la mía, se agachó y se quitó la camisa antes

de pasar a la correa que llevaba. Soltándola, giró el botón y luego bajó

la cremallera. Se despojó de sus pantalones y sus boxers negros siguieron

rápidamente.

Y se encontraba tan desnudo como yo.

Era precioso. Cada centímetro de su cuerpo. Desde la cima de su

cabello dorado desordenado, a través de los amplios pómulos y labios

carnosos, el cuello, sobre sus pectorales cincelados y el estómago

fuertemente agitado. Más abajo, era aún más magnífico. Los músculos

a cada lado de sus caderas atrajeron mi atención por un momento y

entonces mi mirada se movió sobre la fina capa de pelo donde se

encontraba más duro.

Buen Dios.

Chupé mi labio inferior y sentí un zumbido agradable en mis

venas. Jax no se hallaba deficiente en ese departamento.

Uno de los lados de sus labios se curvó hacia arriba. —Ven aquí.

Con mi corazón latiendo con fuerza en todos los puntos del pulso,

me acerqué a donde se encontraba de pie a un lado de la cama. Puso

sus manos sobre mis hombros y me guio hacia abajo, para que me

sentara en la cama. Luego se arrodilló, pasando sus dedos por la parte

exterior de mis piernas, desde los muslos hasta los tobillos. Una vez que

llegó a la correa en mis sandalias, ágilmente las desató.

—La próxima vez, quiero que uses estos zapatos —dijo,

mirándome a través de sus espesas pestañas—. ¿Lo entiendes?

Oh mi Dios. Asentí.

—Esa es mi chica —murmuró, pasando a la otra sandalia. Una vez

que me quitó los zapatos, sus manos hicieron el viaje de regreso por mis

piernas mientras se levantaba. No se detuvo. Rozando sobre mi

estómago, las curvas externas de mis pechos, con el tiempo llegaron a

mis mejillas y se detuvieron allí.

Sus labios se hallaban en los míos de nuevo, moviéndose

lentamente, saboreando y tentándome hasta que su lengua rozó la

costura de mi boca. La abrí para él y tuve esa sensación de nuevo, esa

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calidez embriagadora. Mientras me besaba, sus manos se deslizaron por

mis brazos y luego debajo de ellos. Me levantó, empujándome más

adentro en la cama y subió sus piernas a cada lado de mí.

Mi respiración se aceleró mientras me guiaba sobre mi espalda y

de repente lo miraba fijamente a los ojos. Los nervios estallaron en la

boca de mi estómago. ¿Qué si me decepcionaba? ¿Qué si no me

gustaba? No todas las mujeres lo pasaban muy bien durante el sexo. Lo

sabía. ¿Qué si…?

—Podemos detenernos en cualquier momento que desees. ¿De

acuerdo? —dijo, con voz estrepitosa de una manera que hizo que mis

dedos se curvaran—. Si te duele, me avisas. Si no te está gustando lo

que está pasando, me dices. ¿De acuerdo?

—Está bien. —Respiré, obligándome a relajarme.

Sonrió con fuerza y luego sus labios descendieron sobre los míos.

Este beso era diferente, más profundo, más devastador. Su boca trabajó

la mía hasta que jadeé para recuperar el aliento, hasta que mis manos

se ubicaron sobre sus hombros. Los nervios se calmaron y sus labios se

apartaron de los míos, viajando por mi cuello y sobre la línea recta de mi

clavícula con una serie de pequeños besos calientes y movimientos

rápidos de su lengua.

Dios, sabía cómo usar esa boca.

Cerré los ojos y sus labios se movieron a mis pechos, sobre las

cicatrices cortadas, para cerrarse en un pezón. Mi espalda se arqueó

de la cama cuando chupó profundamente y el sonido ansioso

repentino que surgió de mí, quemaría mis oídos después. Se preocupó

por el pico dolorido mientras sus dedos se posaron sobre mi otro seno.

Cada tirón de su boca, de sus dedos enviaba una descarga de placer

por todo mi cuerpo y directamente a mi núcleo, donde la bola de

tensión comenzaba a construir todo de nuevo.

Movió su boca a mi otro pecho y repitió esas acciones sensuales,

acelerando mi pulso en varios lugares muy interesantes. Mis caderas se

inclinaron contra las suyas incansables, empujando su dura longitud y

jadeé cuando una pequeña explosión de sensación se disparó a través

de mí.

Su boca continuó lamiendo, chupando, tirando y burlándose

mientras movía su cuerpo, trabajando la mano entre mis muslos. Podía

sentirlo allí, acariciándome y mis caderas reaccionaron por instinto,

presionándose contra él.

Levantó la cabeza de mi pecho mientras deslizaba un dedo

dentro de mí. Me arqueé de nuevo, inhalando una respiración profunda

cuando añadió otro. —¿Te gusta? —preguntó.

—Sí —susurré y luego asentí en caso de que no entendiera el

punto.

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Su sonrisa se volvió diabólica mientras bajaba la cabeza,

chupando la punta conjuntamente con el empuje de sus dedos. Las

sensaciones duales fueron como un momento de esplendor. Un

incendio se inició en mi sangre y mis dedos se clavaron en sus hombros.

Un aleteo comenzó muy dentro de mí, latiendo alrededor de sus dedos.

Torció la mano, presionando su palma contra el manojo de nervios y

sacudí las caderas contra su mano descaradamente. La liberación se

construyó rápidamente y cuando se rompió, eché la cabeza hacia

atrás, mi grito fue ronco cuando la liberación se construyó a través de

mí por segunda vez esa noche.

Jax se alejó rápidamente, alcanzando un envoltorio en la cama.

Pequeñas sacudidas de placer seguían lanzándose a las terminaciones

de mis nervios cuando se elevó por encima de mí, alineando sus

caderas conmigo. Lo sentí allí, contra mi carne húmeda y mis ojos se

abrieron de golpe.

Apenas respiraba mientras lo miraba a los ojos.

—¿Estás segura? —preguntó de nuevo, con los brazos temblando

donde los apoyaba a cada lado de mi cabeza—. Dime que lo estás,

cariño.

—Lo estoy.

Cerró los ojos un momento antes de mirarme. —Gracias a Dios,

joder. Te deseo tanto que me voy a salir de mi maldita piel.

Me habría reído, pero cambió su peso sobre un brazo mientras

alcanzaba entre nosotros, guiándose a sí mismo en mí. El primer punto

de presión me robó el aliento y me sacudí. No podía ni haber metido un

centímetro, pero me sentí a mí misma expandiéndome. Había una

sensación de ardor que no estaba segura de sí me gustaba o no. Me

mordí el labio inferior.

Su mirada sostuvo la mía y movió su mano a mi mejilla. —

¿Aún conmigo?

Asentí, porque no me sentía segura de poder hablar. Su pulgar

recorrió mi labio inferior, jalándolo de entre mis dientes. Movió las

caderas, un pequeño movimiento que lo empujó más profundamente.

Mis muslos se sujetaban sobre él y la quemadura se propagó,

aumentando, teñida en algo que no era muy doloroso, pero era más

que una presión.

Su brazo al lado de mi cabeza se estremeció con el control

que ejercía. —Estás tan apretada. Maldita sea, Calla, me estás

matando.

Una disculpa se encontraba en la punta de mi lengua, pero luego

su pelvis se movió otra vez y las palabras salieron como un jadeo.

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Se quedó inmóvil, con la mano curvada alrededor de mi

mandíbula. —Necesito escuchar que estás lista, cariño. Necesito

escucharte decirlo.

Tenía la boca seca, pero forcé las palabras a salir. —Estoy lista.

Jax sostuvo mi mirada por un momento y luego me besó. Mis

labios se sellaron con fuerza en ese punto, pero los trabajó hasta que los

abrí para él y mientras el beso se profundizaba, se empujó hacia

adelante, hasta el fondo. El beso se tragó el grito y un estallido de dolor

irradió de entre mi piernas, seguido por una quemadura intensa. Se

hallaba dentro de mí, sin moverse y supe en el segundo que ya no era

virgen. Sip. Claro que sí.

—¿Estás bien? —Su voz era gutural.

Tragué saliva. —Sí.

Y eso era cierto. El dolor se desvaneció. La quemadura seguía allí.

En realidad no se sentía mal. Simplemente era algo allí.

—Bueno, estoy a punto de convertirlo de algo bueno a grandioso

—dijo contra mis labios y no me sentía tan segura de eso.

Pero mientras me besaba de nuevo, comenzó a moverse,

saliendo lentamente hasta que estaba a la mitad y luego empujando

hacia adentro de nuevo. Su plenitud estirándome fue una sensación

extraña. Una vez más, no dolorosa, sino algo más, algo que cada vez

que salía y se balanceaba dentro, la sentía en todo mi cuerpo.

Jax lo mantuvo lento y constante hasta que la presión quemando

no era algo en absoluto doloroso, sino completamente diferente. Esa

quemadura se convirtió en un estallido bajo de placer que aumentaba

con cada tirón y empujón.

Sintiéndome más cómoda con esto, deslicé mis manos por sus

costados para descansarlas en sus caderas y moví mis caderas con su

siguiente empuje.

—Maldita sea —gruñó y descubrí muy pronto que moverme en

conjunto con él era algo bueno, muy, muy bueno, así que lo hice de

nuevo y de nuevo y su siguiente palabra exhalada fue dura contra mi

boca—. Joder.

Moví mis caderas, rodándolas al ritmo que me dejaba poner y esa

bola de sensación se encontraba de vuelta, construyéndose y

construyéndose. Moví mis piernas, envolviéndolas alrededor de sus

caderas, y de alguna manera fue más profundo. Sus besos se volvieron

salvajes, su lengua empujando en sintonía con sus caderas y mis uñas

recorrieron la carne a lo largo de sus caderas.

—Más. —Me oí susurrar, sin tener idea de dónde vino esa palabra,

pero respondió.

Dio más.

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Mucho más.

Su movimiento se incrementó y bajó la cabeza en el espacio

entre mi cuello y hombro. La presión en mi centro se convirtió en todo.

Cualquier remanente de dolor se encontraba muy lejos en el pasado.

Nuestros movimientos se volvieron frenéticos y cualquiera que fuera el

ritmo que estaba ahí se perdió por completo. Gruñó en mi oído y mi

espalda se arqueó, las manos jalándolo hacia abajo.

—Dios, Calla, me encanta cómo te sientes —susurró en mi oído—.

Puedo sentirte apretada. Jodidamente hermosa.

Me cortó la respiración. Estaba al borde de algo más grande,

algo hermoso y poderoso sucediendo en mi cuerpo y parecía saber

porque sus embestidas arqueaban sus caderas moliendo más fuerte

contra las mías. La fricción era intensa, consumidora. Susurré su nombre

y mi agarre en él se apretó. La tensión cayó en espiral con fuerza y

luego explotó de placer contundente y nada como las veces anteriores.

Era más profundo, más concentrado.

Sus caderas se estrellaron contra las mías, todas las pretensiones

de control se fueron y enterró su cabeza en mi hombro. Empujó,

profundizó y luego se quedó inmóvil por un momento antes de que sus

caderas se sacudieran. Mi nombre fue lanzado ronco contra mi piel

cuando encontró su propia liberación. Me aferré a él, moviéndome más

de lo que pensaba que alguna vez haría en el sexo, apretando los ojos

con fuerza mientras respiraba profundamente.

Se sintió como una eternidad antes de que se moviera,

levantando la cabeza lo suficiente para presionar un beso contra un

lado de mi garganta, justo debajo de mi pulso lento. —¿Estás bien?

—Sí —le susurré—. Eso fue... —No había palabras para cómo se

sentía eso. Ninguna en absoluto.

Se levantó sobre sus antebrazos y bajó su boca a la mía. Aún

dentro de mí, me besó lentamente. —Eso fue... jodidamente perfecto.

Abrí los ojos. —Lo fue. Yo no…

—¿Qué? —preguntó cuándo no terminé.

—No sabía que podía ser así —admití, sintiéndome un poco

tonta—. Simplemente no creí que podría ser así.

Una especie de sonrisa de suficiencia apareció en sus labios y

luego me besó de nuevo antes de salir de mí. Hubo una punzada de

incomodidad y rareza ante la sensación de perder la plenitud.

Mi cuerpo se encontraba exhausto mientras salió de la cama y se

dirigió al baño. Cuando regresó, había tirado del condón y llevaba un

paño húmedo. Mientras se colocó a lado mío en la cama y suavemente

limpió la prueba de lo que acabó de pasar ahí abajo, me quedé muy

sorprendida por la intimidad del momento. De alguna manera parecía

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más de lo que acababa de hacer. Mi garganta se sentía apretada

cuando se fue a lanzar el paño en el baño.

No dije nada cuando subió a la cama conmigo y tiró las mantas

sobre nosotros. Me acomodo, por lo que él y su brazo descansaban

sobre mi cintura, nuestras rodillas curvadas y presionadas una contra la

otra. Jugó con los mechones de mi cabello, entrelazándolo por sus

dedos. El silencio se extendió durante tanto tiempo que empecé a

preocuparme de que no le haya gustado tanto como a mí, que no

estuviese emocionado como yo.

—Gracias —dijo.

Parpadeé. —¿Qué?

Una pequeña y divertida sonrisa jugó en sus labios. —Gracias por

confiar en mí con esto.

Mi boca se abrió.

—Es algo grande. —Sus pestañas se alzaron y sus ojos se

encontraron con los míos—. Lo que hicimos. Fue tu primera vez. Me

siento honrado.

¿Era esto real?

—Así que gracias.

Jax cerró la distancia entre nosotros, juntando nuestros labios en lo

que tenía que ser el beso más dulce posible y me di cuenta de que esto

era real. No era una alucinación inducida por el orgasmo y no había

realmente duda del porqué me enamoré de él.

Mis dedos se clavaron en el pecho de Jax cuando lleve mi

cabeza hacia atrás, gritando mientras me corría. Sus manos se

encontraban en mis senos y sus caderas se tensaron mientras me

derrumbaba sobre su pecho. Sus brazos me rodearon mientras se corría

y me concentré en respirar, porque era una necesidad, cuando sentí su

cuerpo estremeciéndose a mí alrededor.

Me encontraba saciada y compuesta por nada más que aire

mientras una de sus manos rodeó la parte de atrás de mi cabeza,

presionando mi mejilla contra su pecho. Podía sentir su corazón latiendo

tan rápido como el mío. Sonriendo, cerré los ojos

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¿Cómo se las arregló para convencerme que lo hiciera de esta

manera? —Encima de él, no tenía ni idea. Probablemente todo

comenzó al despertarme la mañana del lunes con su boca en mi

pecho, mordisqueándolo y lamiéndolo. Eso lo llevó a moverse dentro de

mí, mucho más lento que la noche anterior, si eso era posible. Y podría

haber tenido algo que ver la forma en que me desnudo de la cintura

para abajo la noche del lunes en su cocina, me gustaría volver a

recrear lo que hicimos la noche anterior, pero con su polla y no su

lengua.

Nunca, nunca miraré al mostrador de la cocina de la misma

manera.

O podría haber sido la noche del martes, después de dirigirnos al

campamento donde se suponía que Ike iba a pasar el rato, lo que

resultó ser un fracaso total. Él no se encontraba allí. Nadie lo vió en días.

Se fue, al igual que las cenizas en un huracán. Eso fue decepcionante,

porque estuve esperando que fuera un buen líder, pero la decepción

se desvaneció en el viaje de regreso a la casa de Jax.

Jax podía hacer miles de cosas a la vez como una bestia,

conducir con una mano y la otra metida en mis pantalones. Lo

recompensé cuando llegamos a su casa, feliz y de rodillas en la sala de

estar. Había algo increíblemente travieso en eso.

Tal vez fue la noche del martes lo que lo ayudó a convencerme

de estar encima de él esta tarde, porque estuve bastante segura que

después de la última noche, sabía de primera mano lo que era “follar

hasta reventar” y lo que en realidad quería decir y como se sentía.

Y se sentía bien.

Podría haber sido también esta mañana, porque definitivamente

le gustaba el sexo por la mañana. Era entonces cuando se tomaba más

tiempo para los dos y se convertía en una épica sexcapada. Pero fue

cuando me interrumpió tratando de prepararse para una ducha que

terminé en su cama, con él recostado y yo a horcajadas.

Sin embargo me sentía nerviosa. Con él encima, realmente no

pensaba en la condición de mi cuerpo. Ahora podía ver totalmente

todo mi frente, pero funcionó. Muy bien. Creo que estar

encima probablemente es mi nueva posición favorita de todos los

tiempos.

—Tenemos que alistarnos para el trabajo —dijo.

—No me quiero mover.

Se rió entre dientes. —Realmente no quiero que lo hagas, pero...

Suspiré. —¿Puedo quedarme aquí, así como, para siempre?

Eso lo hizo reír de nuevo y entonces me dio una nalgada.

Gruñendo bajo mi aliento, salí de encima de él y aterricé en un montón

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de cosas junto a la cama. —Puedes ducharte primero. Me voy a dormir

un rato más.

Se movió hacia un lado, pasando los dedos sobre la curva de mi

cadera. —Podemos ducharnos juntos.

Solté un bufido. —No nos ducharíamos.

—¿Por qué no? —bromeó, besando la punta de mi hombro.

—Terminaríamos haciéndolo y no estoy segura de sí puedo

soportar otro orgasmo sin perder mis preciadas células cerebrales.

Se rió contra mi piel. —Tienes un punto. —Entonces movió la

cabeza, encontrando mis labios y besándolos—. No me voy a demorar.

—Ajá.

Jax tomaba las duchas más largas que cualquier chica que haya

conocido. Me sorprendía constantemente de que hubiera algo de

agua caliente cuando conseguía sacar su trasero de ahí. Pero como

sea. Una ducha fría podría ser una buena cosa al ritmo al que íbamos.

Así que me quedé allí, entrando y saliendo del sueño, dejándome

ir a ese lugar cálido y difuso donde admitía totalmente que estaba loca

y profundamente y quizá tontamente enamorada de él. Pero lo que

sea. No me preocupaba por la destrucción potencial de mi corazón, o

del sufrimiento y del fin del mundo después de la etapa post-sexo.

Cuando Jax finalmente salió de la ducha, me tomó un poco más

de tiempo prepararme. Me movía a velocidad de tortuga. Mientras me

cepillaba mi cabello aburridamente recto, ya que me encontraba más

allá del punto de poner cualquier esfuerzo en ello, me preguntaba

cómo sería el trabajo ahora que totalmente lo habíamos hecho.

Muchas veces. En toda la casa. Explorando con sexo todas las partes

donde se podía hacerlo.

Me preocupaba un poco acerca de eso mientras nos dirigíamos a

Mona’s. Hacia todo lo posible para no preocuparme cuando oí el

timbre de mi teléfono en el bolso. Feliz por la distracción, lo tomé y lo

saqué, descubriendo que tenía un correo electrónico del asesor de

ayuda financiera de Shepherd.

El latido de mi corazón titubeó. —Oh Dios.

—¿Qué? —preguntó Jax, mirándome mientras salía a la carretera

principal.

—Tengo un correo electrónico de mi asesor financiero. Tiene que

ser acerca de los préstamos a los estudiantes y si tengo mi aplicación a

tiempo —le dije.

Su mirada se movió de nuevo a la carretera. —¿Y bien?

—Tengo miedo de leerlo.

—¿Quieres que te lo lea? —ofreció.

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Podría haberlo abrazado y besado en ese momento. —Sí, pero

estas conduciendo y si es buena o mala noticia no quiero morir en un

accidente de auto.

Soltó un bufido.

Respirando hondo, abrí el correo electrónico y esperé a que el

maldito mensaje se descargara Por supuesto, tomó demasiado tiempo y

estaba cerca de golpear mi cabeza contra el salpicadero mientras

esperaba, pero el mensaje finalmente apareció. Me apresuré a exploré,

en busca de palabras clave. Cuando encontré la palabra felicitaciones

entre otras cosas como los montos del préstamo, dejé escapar un grito

emocionado y me giré hacia Jax tan rápido que casi me ahorqué con

el cinturón de seguridad.

Sus labios carnosos se curvaron en una amplia sonrisa. —Estoy

asumiendo que es una buena noticia.

—¡Totalmente! Me aprobaron. Es bastante dinero. La ayuda va a

seguir y ayudarme con mis clases —le dije, prácticamente rebotando en

mi asiento.

Extendió la mano, colocándola sobre mi rodilla y la apretó

suavemente. —Eso es una gran noticia, cariño.

Realmente lo era. —Esa es una gran cantidad de estrés fuera de

mis hombros. Por lo menos sé que voy a ser capaz de terminar la

universidad. Eso es enorme.

—Lo es. Estoy feliz por ti.

Por el tono y la sonrisa en su cara, me di cuenta que realmente se

encontraba feliz por mí y que eso me hizo sentir toda cálida y difusa

hasta que me di cuenta de que significaba que realmente me iría en

agosto para volver a la escuela y Jax estaría aquí.

Mierda.

¿Cómo pude haber olvidado de eso?

Algo de mi felicidad se fue en picado, no mucha, pero lo

suficiente para que estuviese molesta conmigo misma por dejar que

pase y frustrada porque de repente sentí que necesitaba definir

exactamente lo que éramos y lo que significaría que la escuela

comenzara de nuevo.

En el momento en que llegamos a Mona’s ya estaba detrás de la

barra, cortando limas y algunas mentas frescas, me las arreglé para

encontrar un término medio entre los dos. Iba a disfrutar de lo que tenía

ahora y no me preocuparía por lo que me deparaba el futuro, porque

existían un montón de cosas que todavía desconocía acerca de él.

Como el hecho de que tenía que encontrar a mi mamá antes de

mañana por la noche.

Algo que no iba a suceder.

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El hecho de Jax me besó antes de desaparecer en la oficina,

delante de Nick y Clyde, podría haber tenido algo que ver con no

estresarme más, sobre las cosas de las que no tenía control

—Ese es mi muchacho. —Fue todo lo que dijo Clyde antes

de deambular a la cocina.

Sonriendo, negué mientras movía la tabla de cortar a un lado.

Todas las cosas eran buenas, supuse. Ya no era virgen. Estaba

enamorada del chico que tomó dicha virginidad y me hallaba bastante

segura de que le gustaba. Mucho. Y aprobaron mi ayuda financiera.

Y era todo lo hice un miércoles por la noche, sin que nadie

pasara por encima de nosotros, o sin encontrar cuerpos en el jardín

delantero, o usar Dermablend.

Fueron tres días grandiosos, me decidí.

El bar se encontraba vacío con sólo Nick y yo detrás de la barra

cuando una joven pareja entró. Al momento en que lo hicieron, supe

que no eran habituales, mientras los veía ocupar dos taburetes vacíos.

Hacían una pareja adorable, ella era bajita, muy pequeña con la

contextura de una muñeca de trapo y él súper alto, con el pelo

castaño desordenado. La chica tenía los ojos azules más bonitos, un

fuerte contraste con su oscuro cabello.

—¿Qué puedo hacer por ustedes? —les pregunté.

La chica pasó una mano sobre una camiseta de la Universidad de

Maryland. —Sólo una Coca Cola, por favor.

—Y un menú —añadió el chico, dejando caer los codos en la

barra superior—. Y otra Coca Cola.

—Enseguida. —Después de agarrar sus bebidas, les entregué un

menú de plástico para que compartieran—. Las papas fritas son

geniales. También las alas de pollo, si eres fan del condimento Old Bay.

Los ojos de la chica se iluminaron. —Me encanta Old Bay. Creo

que es un requisito para ir a la escuela en Maryland.

La Universidad de Maryland no se hallaba demasiado lejos de

Shepherd. —¿Ustedes viajan cerca?

Él asintió. —Visitamos Filadelfia. Syd nunca ha ido.

—¿Se divirtieron?

Syd asintió. —Me llevó a mi primer juego de los Filis, pero no

ordenó nada para comer, así que ahora me muero de hambre.

El chico escaneó el menú. —Creo que vamos a ir por una orden

de papas fritas y alitas.

Me retiro para hacer el pedido y cuando volví, el anciano Melvin

estaba en el bar, esperando por mí.

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¡Oh, no!

Le sonreí a pesar de que parecía que se encontraba listo para

sentarse, pero mi sonrisa vaciló cuando la puerta se abrió y Aimee con

doble e entró. Su mirada recorrió el bar, buscando a Jax, tomó un

lugar del bar alejado de mí, delante de un Nick luciendo molesto.

Coloqué la cerveza en una servilleta delante de Melvin sin

preguntarle, con la esperanza de que de alguna manera fuera a

zafarme de él.

No funcionó.

—¿Qué es eso que oí que el cuerpo de Rooster fue arrojado en

frente de tu puerta? —preguntó, Envolviendo su mano alrededor de la

botella.

El chico se puso tenso, y los ojos de la chica se ensancharon.

—Maldita sea la vergüenza que estos drogadictos están haciendo

a esta ciudad —continuó Melvin, ajeno a los ojos en él. Tomó un trago

fuerte de su cerveza—. Esta solía ser una buena ciudad, un buen lugar.

Ahora tenemos heridos, muertos, balas en la cabeza. Qué vergüenza.

—Kyler —susurró la chica mientras hablaba con él en voz baja—.

¿Umm... ?

No dijo nada mientras su mirada se movió hacia mí. Antes de que

pudiera hablar, Melvin decidió que no había acabado. —No se puede

decir que es una pena lo de Rooster, sin embargo. ¿Quién no vio ese fin

venir para él? No era más que un delincuente y…

—¿Hoy quieres alitas o papas? —le pregunté, con la esperanza

de distraerlo antes de que enviara a la pobre pareja corriendo y

gritando por el sangriento asesinato.

Distraído por mi pregunta, finalmente pidió una orden de alitas. Al

ir a colocar la orden, las alas y las papas fritas de la pareja estaban

listas. Cuando volví, agradecí a los cielos que el amigo de Melvin

apareció y lo alejo de la barra.

—Lo siento —le dije, colocando las cestas sobre el mostrador—.

Por lo general, no tenemos ese tipo de problemas.

El chico se inclinó. —¿Hubo realmente un cuerpo en tu porche?

Hice una mueca. —Sí. Es una larga historia.

—Guau —murmuró, sentándose de nuevo.

La puerta se abrió de nuevo y vi a Katie entrar. Supe el momento

exacto en que la chica la vio, porque sus ojos se abrieron aún más.

Podría tener algo que ver con el hecho de que Katie llevaba un vestido

de rejilla de color rosa sobre lo que parecía ser un bikini. O unos cubre-

pezones. No quería mirar el tiempo suficiente para averiguarlo.

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Sonriendo, rebotó hacia donde yo me encontraba. —Chica, te

ves bien hoy. A pesar del hecho de que conseguiste un cadáver en tu

puerta.

Oh. Mi. Dios.

—En realidad, luces como alguien que tuvo sexo hace poco —

continuó y mi boca se abrió—. Sí, lo hiciste.

Estaba seriamente empezando a preguntarme si realmente tenía

habilidades de una súper stripper o algo así. Pero no iba a discutir esto

con completos extraños sentado justo al lado de nosotras. —¿Estás en tu

descanso, Katie?

—Nop. Hasta el tope de trabajo. Pensé en venir y asegurarme de

que no estuvieras meciéndote en algún rincón susurrándote a ti misma

por el trauma o alguna mierda.

—Estoy totalmente bien —dije—. Pero gracias por comprobarme.

—Y yo realmente quería decir eso.

Empezó a decir algo, pero luego Jax apareció al final de la sala,

viniendo de las profundidades de la oficina. Me miró y guiñó un ojo.

Sentí la curva de una estúpida sonrisa en mis labios.

—Se metió totalmente en tus pantalones —susurró y el chico sonó

como si se hubiera atragantado con una alita de pollo.

Jax salió y antes de que pudiera encontrar la manera de manejar

esa declaración, Aimee se volvió hacia nosotras, mostrando un

elegante giro de su cuello.

—Es tan caliente, ¿no? —dijo, batiendo sus grandes ojos en mí—.

Jax.

Rodando los ojos, Nick se apartó de ella y trasladó las botellas a la

parte posterior de la barra.

Abrí la boca, pero Katie me adelantó. —Perra, ¿estás drogada?

Porque estoy bastante segura de que el chico caliente llamado Jax le

guiñó a Calla y ni siquiera te vio sentada allí. Sólo para tu información.

Apreté los labios con tanta fuerza que pensé que se me partieron

mientras el rostro de Aimee enrojeció. Miró a Katie por un momento y

luego se dio la vuelta, yendo en dirección hacia donde Jax agarraba

vasos vacíos y las cestas de la mesa.

Suspiré.

Katie se volvió hacia mí. —Voy a patear a esa perra de este bar

un día de estos. Toma nota de lo que digo, lo juro por Dios y todas esas

cosas.

¿Por qué de repente tengo visiones de Bruce Willis?

Luego ella de la nada se dirigió en dirección opuesta, hacia la

puerta.

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Mi mirada se desvió hacia donde la joven pareja se hallaba

sentada, con sus ojos muy abiertos y la boca ligeramente abierta. Me

miraron al unísono.

—Bienvenidos a Mona’s —les dije secamente.

Traducido por Erly Obsess & Zafiro

Corregido por MariaE.

Roxy se encontraba parada detrás de la barra el sábado por la

noche, sus delgados brazos cruzados sobre su pecho y las piernas

extendidas. Sus gafas de montura negra se deslizaron hacia arriba,

descansando justo debajo del moño perfectamente desordenado.

Sus ojos se estrecharon en rendijas delgadas y su resaltada barbilla

maliciosa era linda. Yo le dije eso unos minutos antes, cuando

abandoné la barra para sacar unas cervezas para el grupo de chicos

en la parte de atrás, y ella no pensaba que era linda, lo que la hacía

parecer más maliciosa.

Y más linda.

La víctima de su mirada de la muerte era Aimee con dos e. Por

cuarta noche consecutiva, Aimee se hallaba allí, sentada en el bar con

una amiga que parecía una especie de naranja. Roxy apodó a la

amiga Oompa One17.

Tuve que sonreír, porque las miradas de muerte eran para mi

beneficio. Aimee era muy agradable con Roxy e incluso conmigo, pero

ella dejó claro por qué se encontraba allí, y Roxy no estaba tan de

acuerdo con eso.

Cada vez que Jax venía detrás de la barra, Aimee monopolizaba

su atención cuanto podía. Y como todas las noches anteriores, él debió

haber sido ridículamente gracioso sobre las cosas, porque no pasó un

minuto en el que Aimee no se reía en voz alta. O moviera de un tirón su

pelo sobre su hombro. O apoyándose en el bar, dando a Jax y Roxy una

vista clara de su escote.

17 Se refiere a un Oompa loompa de Charlie y la Fábrica de Chocolates

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Y de vez en cuando, al igual que los últimos cuatro días, Jax

atraparía mi atención, dándome una mirada, y no me importaría qué

Aimee estuviera sentada en el bar, haciendo todo lo posible para

conseguir de vuelta un poco de flirteo.

Por otra parte, me imaginaba que Jax podría poner fin a los

intentos de Aimee diciéndole que no se encontraba disponible. Quiero

decir, no nos dimos a cada uno etiquetas, pero estábamos juntos en

todas las maneras que pudiéramos estar juntos.

Y... y yo lo amaba, así que lo que sea. Estábamos juntos.

Él no me dijo esas palabras, pero yo tampoco lo hice. Y no iba a

pensar en eso en este momento o hacer una gran cosa de ello. A pesar

de todas las cosas, era en realidad un poco feliz y era sábado sin

indicios de Mack.

Yo no arruinaría esto.

Tomando la orden de alitas de pollo Old Bay a la mesa de Melvin,

sonreí al anciano cuando coloqué la canasta entre ellos. —Aquí tienes.

¿Algo más?

—Estamos bien. —La piel alrededor sus los ojos se asentó en

profundos surcos mientras sonreía—. Siempre y cuando nos des otra de

esas sonrisas.

Me eché a reír. —Viejo coqueto.

Él se rió entre dientes mientras cogía una ala de pollo. —Si fuera

veinte años más joven, tú y yo estaríamos rompiendo ese piso.

Levantó una ceja. ¿Veinte años? Tendría que ir por el doble de

eso, pero lo que dijo me hizo sonreír y también me hizo decir—: Siempre

que quieras bailar, me lo haces saber.

Casi no podía creer que dije eso, pero sus oscuros ojos parecían

brillar. —Voy a hacer eso.

Enviándole otra de "esas sonrisas", me volví y me dirigí hacia otra

mesa donde sus vasos se veían vacíos, y antes de darme cuenta, eche

un vistazo al bar.

Roxy parecía una camarera dragón por completo, agitando una

coctelera con tanta fuerza que esperaba que el contenido volara

alrededor de la barra. Mi mirada se dirigió hacia donde se hallaba

sentada Aimee y mis ojos se abrieron.

¿Pero qué… ?

Aimee se encontraba prácticamente sentada en la barra y tenía

las manos en las mejillas de Jax, en sus mejillas. Ella ahuecaba sus

mejillas. La ira pinchó a lo largo de mi piel, pero algo pequeño, helado y

feo se formó en la boca de mi estómago, y esa cosa pequeña, helada

y fea causó que mi pecho se apretara de manera desagradable.

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Porque ¿por qué —por qué diablos— estaría ella tocándolo de esa

manera y por qué —por qué demonios— Jax le permitía eso?

Antes de darme cuenta, empezaba a ir hacia la barra. No tenía ni

idea de lo que iba a hacer cuando lleguara allí, pero me encontraba

segura de que no iba a ser lindo y podría lamentarlo más tarde, pero al

diablo.

—Oye, chica.

Llegué a un abrupto fin con el sonido de la familiar voz.

Incredulidad tronó a través de mí. De ninguna manera. Así atrapada

con la guardia baja, arranqué mis ojos de Aimee y Jax y di la vuelta. Mi

mandíbula cayó al suelo.

Jase Winstead guiñó un ojo.

Jase maldito Winstead se hallaba de pie aquí.

Jase —miembro de la Brigada de Chicos Calientes— se hallaba

de pie en el bar.

—¡Sorpresa! —Salió Teresa detrás de él, toda bronceada y

hermosa.

Mi mirada se movió de Teresa a Jase y luego detrás de ellos, y casi

caigo muerta. No estaban solos. Cameron Hamilton —el presidente de

la Brigada de Chicos Calientes— estaba con ellos. Igual que Avery. Él

tenía un brazo por encima de su hombro, metiéndola cerca de su lado

en una manera ridículamente adorable.

Jase se rió entre dientes. —Creo que la hemos impactados hasta

el silencio.

—Oh, Dios mío —le dije, parpadeando un par de veces—. Ustedes

totalmente lo hicieron. No tenía ni idea.

—Es por eso que es una sorpresa. —Teresa miró por encima del

hombro a su hermano mayor y su novia—. Decidimos venir al último

minuto. ¡Te he echado de menos!

Entonces saltó hacia adelante y me abrazó. La había extrañado y

me sentía feliz de que ellos se encontraran aquí, pero cuando me

aparté y Teresa comenzó a decirle a Jase de como nunca supo de que

yo podía usar un grifo, y ni hablar de mezclar un trago, me di cuenta de

que realmente no sabían nada acerca de mí. Al menos nada de lo que

era cierto.

Mierda, mi castillo de naipes de mentiras se hallaba a punto de

abofetearme en la cara. Lo único que tenía a mi favor era que Jax

sabía de las mentiras que dije. Probablemente él sería lo suficientemente

consciente para no romperme.

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Pero aun así, yo era una gran mentirosa, mentirosa, cara de osa18.

Mi ritmo cardíaco se elevó. Además del hecho de que pensaban

que mi madre murió, esto podría ser potencialmente desastroso si más

cuerpos terminaban arrojados en mi dirección o si alguien decía algo en

frente de ellos. Pensé en la adorable pareja del miércoles que escuchó

sin saberlo todo acerca de la desaparición de Rooster.

De repente quería correr a través del bar gritando a todo

pulmón.

—¿Así que Teresa nos decía que hay un tipo con quien has estado

saliendo? —preguntó Avery.

—¿Qué? —Mi mente se hallaba en otra parte, todavía atrapado

en la imagen de cadáveres que caían del techo, junto con bolsas de

heroína. Sería como llover muertos y droga.

—Un chico —dijo Teresa, corriendo su brazo alrededor de la

cintura de Jase—. Dijiste que su nombre era Jax. ¿Ustedes fueron a

cenar? ¿Él trabaja aquí? ¿Te suena?

—Oh. Sí. —Sonaba como una idiota. Mi mano agitó mi pelo y lo

peinó de nuevo detrás de mí oreja. Me di cuenta de que Teresa

parpadeó ante el movimiento—. Él está aquí. Es um... —Me volví hacia

la barra.

¡Oh, no!

Roxy pasó de señora de dragón que escupe fuego a arma de

destrucción masiva y Jax se encontraba todavía detrás de la barra. Y

Aimee con una i y dos e ya no se hallaba en la barra, sino que tenía las

manos sobre su pecho, presionando sobre su pecho como si estuviera

sintiendo sus pectorales.

—¿El tipo que está consiguiendo una mamografía? —preguntó

Jase.

Tragué saliva, pero mi garganta se encontraba seca como un

desierto durante el mediodía.

Cam se movió hacia adelante, con Avery junto con él. —No es él,

¿no?

Oh Dios mío, mis amigos se encontraban aquí y querían conocer a

Jax y la pequeña Miss Poconos Aimee Grant se encontraba

actualmente manoseándolo.

Teresa miraba a su alrededor, en busca de otro tipo, pero sólo

estaba Roxy y ella no se veía como un tipo, así que...

18 En ingles: liar, liar, panties on fire, es una rima.

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A medida que todos miramos al bar, Jax dio un paso atrás, fuera

del alcance de Aimee, y dijo algo que hizo que ella se riera como si

fuera la reencarnación de Tyler Perry19.

—Ese es Jax —le dije con una voz extraña.

Jase me miró, inclinó la cabeza hacia un lado, y luego miró de

nuevo a donde se hallaba Jax. —¿En serio?

Oh, no.

El sonido de su voz, dijo que iba a cambiar de alguna manera el

hecho de que ese tipo era Jax.

Vagamente me preguntaba lo raro que sería si me subiera en una

mesa y comenzara a balancearme.

Jax miró entonces y sus labios se dividieron en una sonrisa cuando

sus ojos se encontraron con los míos. Esa sonrisa no duró mucho tiempo,

porque Jase puso su mano sobre mi hombro, y cuando miré detrás de

él, Teresa ya no estaba envuelta alrededor de él como una sexy pulpo.

Sus ojos se estrecharon.

Todo esto fue cuesta abajo.

Jax comenzó a ir alrededor de la barra, lo que causó que Aimee y

su amiga giraran alrededor como si fueran un tocadiscos, pero él

merodeaba por delante de ellas como si no existieran.

Cosa que habría encontrado muy irónico cualquier otro día.

Se detuvo frente a mí, pero sus ojos se hallaban en Jase. —¿Todo

bien por aquí, Calla?

No podía ver a Jase, pero me imaginé que tenía esa sonrisa de

comemierda en su rostro. —Sí, este es Jase —Me volví un poco—. Y esta

es Teresa. Ese es Cam y Avery. Ellos son…

—Tus amigos de la universidad. —Demostrando que él me

escuchó cuando yo divagaba, se relajó mientras empujaba una mano

hacia Jase—. Encantado de conocerte.

Jase dejó caer la mano y sacudió la de Jax. —Igualmente.

Sí, eso no sonaba sincero. Y esto era muy raro. —Um, se les ocurrió

darme una sorpresa.

—Eso está bien —respondió, con la cabeza inclinada hacia un

lado mientras se volvía a Teresa—. Calla realmente los extrañaba.

—Eso es porque somos impresionantes —respondió Teresa—. Y

amamos a Calla. En serio. Todos nosotros. Mucho. Y somos muy

protectores con ella.

19 Tyler Perry es un actor, director, guionista, dramaturgo, productor, autor y

compositor, que se especializa en el género gospel.

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Jax se quedó mirándola.

En este momento, estaría bien con un cadáver cayendo sobre mi

cabeza, y extrañamente, me preguntaba quien vigilaba a Raphael y

Michelangelo, sus tortugas mascotas, ya que Cam y Avery se

encontraban aquí.

Cam de repente se puso rígido. —Pero que...

Sabía a quién vieron en el segundo en que Cam y Jase se

convirtieron en chicas adolescentes.

—Joder —respiró Jase.

—Puedes decir eso dos veces.

Brock se hallaba de pie a pocos metros detrás de Jax,

sosteniendo un palo de billar. Era obvio que Cam y Jase estaban

mirándolo abiertamente, y él se lo tomo tranquilamente, dándole a los

dos chicos una elevación de barbilla.

—¿Quién es ese? —murmuró Teresa.

—¿Quién es ese? —Jase se volvió con los ojos muy abiertos hacia

ella—. No creo que pueda estar contigo nunca más.

Ella le rodó los ojos mientras le golpeó el brazo. —Lo que sea.

—¿Quieren conocerlo? —ofreció Jax, guiñándome un ojo, y mi

corazón dio un pequeño bailecito, porque en serio, él dio un buen

guiño.

Jase y Cam olvidaron efectivamente la existencia de sus chicas y

siguieron a Jax como si fuera el maldito flautista de Hamelín de los

luchadores de la UFC20.

—¿En serio? —Teresa se cruzó de brazos—. ¿Quién es ese?

—Es un ninja de las artes marciales mixtas o algo así. Las peleas en

la televisión —le expliqué—. Entrena en Filadelfia.

—Oh. —Avery asintió—. Cam está en esas cosas.

Teresa todavía parecía un poco impresionada.

—¿Ustedes quieren algo?

—Un refresco estaría bien —dijo Avery, y fue entonces cuando me

acordé de que Teresa no tenía edad suficiente para estar legalmente

aquí, pero en este punto, que diablos. Yo les acerqué a la barra y luego

me dirigí detrás para agarrar dos refrescos.

—¿Amigos? —preguntó Nick.

20 La Ultimate Fighting Championship es la mayor empresa de artes marciales mixtas en

el mundo, que alberga la mayor parte de los mejores peleadores del ranking en el

deporte y produce eventos por todo el mundo.

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Asentí.

—Tómate tu tiempo. Tenemos la barra.

—Eso no es…

—Tómate tu tiempo, Calla —repitió solemnemente—. Está bien.

Roxy y yo tenemos la barra.

Sonriéndole, asentí. —Bueno. Gracias.

Tomé las bebidas del bar y fui a donde las dos chicas estaban

acurrucadas detrás de los taburetes ocupados. Roxy se afanaba

sirviendo bebidas, y recordé que tenía que presentarla.

Después de entregar las bebidas, me apoyé en la pared, cerca

de una foto enmarcada de un tipo que lucía como que perteneció a

los Ángeles del infierno. Avery me miraba de manera extraña y cuando

mis ojos capturaron los suyos, sonrió tentativamente.

—Te ves muy bien, Calla.

—Gracias. Es... um, es el maquillaje. —Mis mejillas se calentaron y

me sentí como una idiota por decir eso—. Bueno, quiero decir, no estoy

usando mucho.

—Me gusta. —Sacudió su muñeca por lo que el brazalete de

plata se deslizó en su lugar.

—Te ves muy bien. —Teresa se mordió el labio y luego cortó

directo al grano—. ¿Quién es la chica?

Me entraron ganas de llorar. Quería golpear mi frente de la

barra y llorar. —Es una chica con la que conectó hace un tiempo.

—¿Hace un tiempo? —Teresa miraba a Jax mientras permanecía

de pie con los chicos, de cara a nosotras. Su tono sangró duda, y quería

tirarme delante de un camión en movimiento.

—Sí —susurré, respirando hondo mientras Jax miraba en mi

dirección. La sonrisa en su rostro se desvaneció. Aparté la mirada,

enfocándome en mis amigas, y sonreí, porque estaba encantada de

que estuvieran aquí—. De todos modos, me alegro de que estén aquí.

¿Cuánto tiempo se están quedando?

—Nos registramos en un hotel no muy lejos de aquí. —Avery

colocó su cabello detrás de un hombro. Era tan condenadamente

bonita con el pelo rojo y tenues pecas—. Y vamos a recorrer la ciudad

mañana.

—Estás libre, ¿verdad? —preguntó Teresa.

Asentí. —Sí, puedo unirme a ustedes. Sera divertido. —Al menos,

esperaba poder unirme a ellas, considerando todas las cosas.

—Asombroso. Avery nunca estuvo en Filadelfia antes —explicó.

Se echó a reír. —Yo casi nunca he estado en ningún otro sitio.

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Avery y yo... sí, éramos un tipo de almas gemelas a pesar de que

no la conocía tan bien como conocía a Teresa. Le sonreí. —Nunca he

estado en medio de ninguna parte, así que está bien.

Su sonrisa se extendió, llegando a sus ojos, y miró por encima

hacia los chicos en el mismo momento exacto que Cam miró. Sus labios

se curvaron hacia arriba.

Maldición, eran tan lindos como un libro de romance.

Abrí la boca, pero luego la puerta se abrió y Katie paseó dentro,

resplandeciendo como un hada. La chica brillaba desde la parte

superior de su rubia cabeza, todo el camino hasta sus dedos de los pies

color rosa chicle que asomaban a través de sus plataformas doradas. Su

vestido era más como una camisa o una camiseta demasiado larga. Se

aferraba a sus pechos y caderas, pero era suelto alrededor de la cintura

y terminaba a la mitad del muslo. Lo hacía funcionar.

Incluso tenía alas.

Traslúcidas alas de color rosa —no alas de ángel— sino alas de

hadas, atadas a la espalda, y también las hacía funcionar.

Teresa abrió la boca y luego la cerró de golpe, y una risa burbujeó

en mi garganta ante la forma en que sus ojos se cruzaron.

Katie miró alrededor del bar, entrecerrando los ojos cuando divisó

a Aimee y a su amiga, pero luego miró a nuestra dirección. Una amplia

sonrisa estalló en su cara bonita. Trotó hacia nosotras.

—Chica, estoy en un descanso. Tú estás de descanso.

¡Obviamente! —gorjeó—. Nuestros descansos estaban destinados a ser.

—Totalmente —le dije, sonriendo—. Katie, quiero que conozcas…

—¿Tus amigas de la universidad? —Juntó las manos en su cintura

recatadamente.

No tenía ni idea de cómo suponía que eran mis amigos de la

universidad, pero no me quería preguntar, porque tenía la sensación de

que iba a decir que fue porque se cayó del poste. Así que, sólo lo dejo

ir. —Sip. Esta es Teresa y Avery.

Avery meneó los dedos un poco tímidamente. —Hola.

—Todas-mis-cabras, ¡tienes el pelo precioso! —Katie tendió la

mano, levantando un rojo rizo—. Traté de hacer mi cabello rojo una vez

y terminé luciendo como una zanahoria.

¿Todas-mis-cabras? Dios mío. Aspiré un agudo aliento que terminó

en un atractivo resoplido.

—Y en mi línea de trabajo, parecer una zanahoria no consigue las

facturas pagadas. —Katie continuó en tanto dejó de jugar con el

cabello de Avery, girando hacia Teresa—. Y oh mi cielo, eres

impresionante. Como que podría estar pensando en cambiar de lado.

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¡Ja!

Teresa sonrió. —Lo tomaré como un cumplido.

Katie ladeó la cabeza hacia un lado. —Podrías hacer un montón

de dinero bailando.

—Oh. Solía bailar, en realidad. También lo hacía Avery.

Oh, no.

Los ojos de Katie se deslizaron a Avery y luego de vuelta a Teresa,

que se encontraba sorbiendo su refresco. —Me rompí la rodilla —agregó

Teresa—. Pero bailé durante años.

—Dudo que hicieras el tipo de baile que hago. Ninguna de

ustedes —explicó Katie, sin un ápice de vergüenza, y la amaba por

eso—. Trabajo en la calle de enfrente.

Las cejas de Avery se fruncieron, y yo sabía que estaba viendo

mentalmente el exterior de nuevo, y al momento en que la comprensión

se filtró, sus ojos se abrieron. —Tú...

—¿Me quitó la ropa? —Katie se echó a reír—. Destelló mis bienes

de vez en cuando, pero es más elegante que el promedio empujando

su vagina en rostros inocentes.

No pude evitarlo. Una risa salió de mí, pero Teresa mantuvo una

cara seria. —Tienes que odiar cuando eso sucede.

—O cuando se trata de un pene —respondió Katie.

Mi mandíbula dolía de lo duro que apreté mis labios, y Avery se rió

detrás de su copa.

—Sabes, siempre he querido hacer eso, desnudarme, al menos

una vez —anunció Teresa pensativa, y mis ojos casi se salieron de mi

cabeza—. Parece que sería muy divertido.

La emoción inundó el rostro de Katie. —¡Podría ayudarte con eso!

Um. Tuve una sensación de Jase estaría no tan a favor de eso y

tampoco lo haría su hermano. En realidad, quería estar cerca cuando

Teresa anunciara que quería tachar desnudarse de sus cosas por hacer

antes de morir.

Pearl estaba empezando a correr como una loca y me sentía mal

por estar charlando alrededor. —Chicas, tengo que ayudar. Lo siento,

pero...

—Está bien —Teresa agitó la mano, sonriendo a Katie—. No te

preocupes. Probablemente estaremos aquí por un rato.

—Está bien —Salté hacia delante y besé su mejilla y luego la de

Avery—. Sé buena.

Teresa se rió cuando abracé a Katie y luego me apresuré, con la

esperanza de que cuando regresara Teresa no estaría al otro lado de la

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calle haciendo calentamiento en un poste. Bordeé alrededor de los

chicos, pero había caminado cerca de un metro cuando Jax se

encontraba de repente a mi lado. Dejó caer su brazo sobre mis hombros

y me condujo por el pasillo hacia la oficina y almacén antes de que

pudiera abrir y cerrar de ojos.

Allí, se detuvo frente a la puerta y me miró. Agachando la

cabeza, habló en voz baja. —¿Que está mal?

—Nada.

Sus ojos se estrecharon. —Hay algo mal contigo.

Había un montón mal conmigo en este momento, pero

realmente no quería entrar en ello con Jax. —Estoy bien. Probablemente

saldré con todo el mundo mañana, ya que van a estar en la ciudad.

Un músculo se contrajo en su mandíbula. —No estás bien. Y estás

totalmente tomándome el pelo.

Crucé los brazos sobre mi pecho. —¿Cómo es eso?

—Estabas ahí, hablando con tus amigas como si alguien dejo caer

y pateó a tu cachorro en el tráfico.

—No me parezco a alguien pateado... —Mi pecho se levantó con

una respiración profunda y luego me dije que se joda y me dispuse a

descargar, porque ¿cuál era el punto de mentir y agitarse al respecto?

Encontré su mirada—. ¿Sabes qué? No estoy bien. Y tal vez es porque le

dije a Teresa sobre ti.

—¿Lo hiciste? —La frustración se filtró fuera de su expresión y

comenzó a sonreír—. Bien.

Iba a pegarle. —No está bien. Porque ella le dijo a Jase, quien a

su vez le dijo a Cam, quien luego le dijo a Avery, que por cierto son

como la pareja más increíblemente adorable en convivencia de pareja,

y vinieron hasta aquí para sorprenderme, pero también sé que todos

ellos tienen una agenda oculta, y eso es comprobarte, porque abrí mi

gran boca y les dije sobre eso.

Su sonrisa se extendió. —Buenos amigos. Me gusta eso.

Realmente, iba a darle un puñetazo en la garganta. —Bueno,

estoy tan contenta de que te guste eso, pero la primera vez que te ven

es cuando hay otra chica que tiene sus manos sobre ti.

Jax se echó hacia atrás, enderezándose.

—Sí. Eso —continué. Ahora que no le tomaba el pelo, estaba en

una racha—. Ellos te vieron y vieron a Aimee antes de que tuviera la

oportunidad de incluso presentarte a los chicos, y eso... bueno, eso

apesta.

—Nena...

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—No me digas “nena” —le espeté, dando un paso atrás—. Sé que

no hay etiquetas entre nosotros y no nos conocemos tanto tiempo y tal

vez esto es algo casual para ti, pero realmente me hubiera gustado que

la primera vez que mis amigos te conocen no fuera cuando Aimee te

daba un examen de senos.

—¿Algo casual? —Repitió, y me pregunté si escuchó algo de lo

que dije—. ¿Es esto algo casual para ti?

Empecé a decir que sí, porque... bien, porque quería ser una

perra, y esa fea sensación helada se encontraba de vuelta en mi

estómago. Mis sentimientos fueron heridos y me daba vergüenza, y

quería jugar ese juego, pero eso no es lo que dije, porque no tenía ni

idea de cómo jugar a ese juego. —No. Esto no es casual para mí. No en

lo más mínimo.

Su expresión se suavizó mientras daba un paso hacia adelante. —

Nena, esto no es casual para mí, tampoco, y el hecho de que pienses

que podría serlo explota mi mente.

—¿Lo hace?

—Cariño, cada señal, cada acto y palabra que he enviado en tu

dirección desde el primer día dice que esto no es casual para mí —dijo,

apoyando su cadera contra la pared—. Sé que no tienes mucha

experiencia con las relaciones y eso es genial, pero la verdad es que no

sé de qué otra manera mostrarte eso. ¿Y toda la etiqueta de mierda? —

Continuó mientras curvaba sus dedos a lo largo de mi barbilla—. Creo

que sabes lo que somos.

La cosa era, que no lo hacía. Podría haber tenido una conjetura

el domingo por la noche cuando me desnudé hasta mi ropa interior y él

adoró mi cuerpo como si fuera una especie de diosa, y lo hizo cada vez

desde entonces, ¿pero al verlo con Aimee? Sí, era inexperta en lo que

respecta a las relaciones, pero no era tonta y no era estúpida.

Y no era como que fue atrapado enrollándose con ella o que

incluso sabía que mis amigos estarían apareciendo, pero estaba aún el

hecho de que todas las noches que él trabajaba, Aimee se encontraba

aquí. Y cada noche que trabajaba, Aimee se hallaba en su culo. Y

todas las noches que trabajaba, hasta donde podría decir si estaba

siendo honesta conmigo y, a menos que ella fuera la chica más

estúpida de la tierra, en realidad él no hizo nada para detener sus

avances.

Y dejó que lo tocara.

Repetidamente.

Y eso no era genial.

La parte de atrás de mis ojos picaba, porque eso era todo. Lo que

estaba ocurriendo no era una cosa enorme, pero no era apropiado. Por

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el amor de Dios, trabajaba aquí. Y realmente no sabía qué decir en este

momento, porque no me sentía bien con eso.

Di una respiración profunda. —Mira, tengo que salir a la pista.

Estamos ocupados.

—Y no hemos terminado de hablar.

—Sí, hemos. Por ahora, ¿de acuerdo? Podemos hablar de esto

más tarde o lo que sea. —Empecé a dar la vuelta, y su mano se deslizó

de mi barbilla.

—Nunca pensé que serías del tipo celosa.

Mis pies se detuvieron por completo mientras me volví hacia él y lo

miré fijamente. Oh, muchacho, eso era la cosa incorrecta para decir. —

No estoy celosa.

Arqueó una ceja.

Entrecerré los ojos en él. —Está bien. Tal vez lo estoy. ¿Es eso tan

sorprendente? Quiero decir, acabo de decir que esto —moví mi mano

entre nosotros como si estuviera teniendo un ataque—, no es casual, así

que sí, no me va a gustar ver a una chica colgando en ti, noche tras

noche. Especialmente una chica con la que has conectado.

Tensó la mandíbula e inclinó la cabeza. —No tienes nada de que

estar celosa, Calla.

Una risa seca salió de mí. —¿En serio?

—Sí, en serio. Y el hecho en cuestión es que todo lo que tienes que

hacer es confiar en mí. No en ella. Sino en mí. Y si confías en mí,

entonces no estés celosa.

Lo miré boquiabierta. Parte de eso tenía sentido. Toma dos para

bailar el tango y todo ese jazz, ¿pero en serio?

—Y si esto va a funcionar entre nosotros, vas a tener que confiar

en mí —continuó, y eso, el si esto va a funcionar entre nosotros, hizo a mi

estómago caer—. Porque tu ayuda financiera llego y vas a volver a la

escuela en agosto, va a haber algunas millas entre nosotros, y todo lo

que vamos a tener es la confianza. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?

Por todas-mis-cabras entendí lo que decía. La mitad de mi

corazón dio un pequeño salto y chilló, porque él se hallaba planeando

para cuando regrese a la escuela y eso era enorme, pero la otra parte

de mi corazón se encontraba en algún lugar de mi estómago. Confiar

en él era una cosa, pero esto no estaba bien. Podía confiar en él todo lo

que quería, pero eso no significaba que tenía que estar genial con él

dejando que las chicas lo sientan y apunten hasta que yo esté celosa.

Necesitaba tiempo para pensar en esto.

Suspiró. —Calla...

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Sacudiendo la cabeza, me alejé. —Realmente tengo que volver a

la pista.

Cuando me di la vuelta esta vez, Jax no me detuvo. Regresé a la

pista y tomó todo lo que estaba en mi poder no saltar en la parte

posterior de la luminosa cabeza rubia de Aimee como un rabioso mono

araña.

Sí, estaba celosa.

También era humana.

Jase y Cam fueron con las chicas, y Brock se encontraba con

ellos. Katie no se hallaba a la vista y me pregunté si Teresa iba a estar

buscando una nueva profesión. Quería hablar con ellos, pero cuando vi

a Pearl, se veía como el rabioso mono araña.

Enviando a Pearl una mirada de disculpa, empecé a trabajar

mesas y corriendo las órdenes de la cocina a la pista. En poco tiempo,

mi cerebro se hallaba vacío a excepción de pedidos de bebidas y

alimentos, y eso era perfecto. A pesar de que necesitaba tiempo para

pensar en lo que pasó, no quería pensar en ello entonces.

Acababa de correr una orden de papas cubiertas con queso y

carne de cangrejo —con las que planeaba atiborrarme durante el

descanso— para una mesa junto a la pared cerca de la puerta,

cuando giré la cabeza hacia el grupo de mesas redondas circundando

la mesa de billar y sentí una mano curvarse alrededor de mi brazo, justo

por encima de mi codo, y luego hubo una voz que no reconocí, justo en

mi oído.

—Provoca una escena, y voy a encender este lugar.

Cada molécula de mi cuerpo se convirtió en hielo en tanto me

quedé inmóvil. Lo único que se movía era mi corazón latiendo con

fuerza.

—Buena chica —dijo el hombre, su mano apretando alrededor de

mi brazo—. Vamos a salir fuera de este bar. Compórtate y nadie saldrá

herido. ¿Me entiendes?

Mi boca se secó, y me sacudí cuando sentí algo presionar en mi

espalda baja. ¿Una pistola? La conmoción jodió a través de mi sistema,

la comprensión de lo que estaba pasando. El hombre detrás de mí

comenzó a guiarme hacia la puerta, e imaginé que para cualquiera a

nuestro alrededor, parecía que nos conocíamos. Bueno, aparte de lo

que tenía que ser una mirada de horror en mi cara, pero estábamos en

la puerta en cuestión de segundos.

Había una multitud alrededor del bar. Roxy, Nick y Jax estaban

todos sirviéndose bebidas, y había bastante gente que ni siquiera podía

ver a Aimee o a mis amigos mientras el hombre alcanzó a mí alrededor

y abrió la puerta.

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Nadie miró.

Nadie nos detuvo.

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Traducido por Alessandra Wilde

Corregido por Beatrix

¡Raptada!

¡Estaba siendo jodidamente raptada!

Esto no sucedía en la vida real. Tal vez en los libros y en las

películas, pero no a la gente real.

Pero en verdad estaba ocurriendo a menos que estuviera

teniendo una alucinación de un completo espectro. Mi corazón

trabajaba en territorio cardiaco cuando me apresuraron al pasar por el

lado del Mona’s, hacia el aparcamiento trasero, el cual se encontraba

rodeado de árboles, almacenes vacíos, y, probablemente, donde la

gente iba a morir.

La mano en mi brazo era dura, pellizcando mi piel, y ya no podía

sentir lo que sospechaba que era un arma presionando en mi espalda.

Mis piernas temblaban tanto que me sorprendió que pudiera caminar o

incluso estar de pie, pero luego vi el SUV oscuro estacionado cerca de

los contenedores de basura con el motor en marcha.

Bajaron la ventana del lado del conductor y de las profundidades

de los oscuros recovecos, una voz retumbó. —Date prisa de una puta

vez, Mo.

Oh, Dios mío, había dos hombres y, había una buena

probabilidad de que fuera a terminar como Rooster.

A cada mujer en el mundo se le enseñaba a nunca dejar que un

secuestrador te alejara de cualquier ubicación en la que originalmente

estuvieras. Que el riesgo de luchar y conseguir un inesperado disparo en

tu cuerpo era mucho menor que permitir que te llevaran para siempre.

Esa realización, algo que aprendí hace mucho tiempo, me sacó

de mi estado de conmoción.

Me moví hacia adelante, el movimiento cogiendo a mi

secuestrador con la guardia baja. Tropezó, pero su agarre se apretó

hasta que grité. Me giré hacia él, capturando un destello de un rostro

desconocido. Abrí la boca para gritar más fuerte de lo que nunca grité

en toda mi vida. Solo pude soltar un pequeño grito antes de que el

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hombre maldijera, tirando de mi brazo con fuerza. Mi espalda de

repente se apretó contra su frente y su mano golpeó mi boca,

tapándola.

Olí cigarrillos y algún tipo de desinfectante antibacteriano de

manos, y de inmediato el pánico se levantó mientras trataba de respirar

por la nariz, pero me di cuenta de algo importante. Con una mano en la

boca y el otro brazo sujetando mi cintura, eso significaba que no

sostenía un arma de fuego o de otro tipo a menos que tuviera un tercer

brazo.

Así que le mordí la mano, hasta que sentí el estallido de su piel. Mi

estómago se revolvió, pero seguí mordiéndolo.

—¡Mierda! —explotó Mo, sacudiendo su mano. Estuve libre por un

segundo y luego salté alejándome de él alrededor de medio metro y

me giré para enfrentarlo. Le vi levantar la mano y esa fue la única

advertencia que tuve.

El dolor estalló a lo largo de mi mandíbula y mi boca, y me

tambaleé hacia atrás. Diminutos destellos explotaron en mi visión

cuando el dolor irradió por mi cuello.

—¿Qué demonios? —reclamó el tipo en la camioneta, y luego

soltó una sarta de maldiciones.

—¡La perra me mordió! —gritó Mo—. Joder, estoy sangrando.

—Eres un jodido marica. Jesús. Métela en el coche y vamos…

No oí el resto, porque mi presión arterial estaba por el techo,

ahogando todo el sonido, me di la vuelta y corrí.

Las zapatillas que llevaba no eran muy propicias para correr, pero

ignoré los trocitos de grava que se clavaban en las finas suelas. Corrí

hacia la parte delantera del edificio, dejando escapar un grito

ensordecedor cuando fui empujada desde atrás. Me caí, estampando

mis rodillas en el suelo.

Un brazo rodeó mi cintura, tirando de mí hacia arriba, y esto no

era bueno. Esto era malo. Tan malo. Mo se dio la vuelta, llevándome

hacia la camioneta, que ahora tenía la puerta del conductor abierta.

Luché como un gato a punto de ser sumergido en una bañera.

Agitaba mis piernas hacia arriba y moviendo los brazos como molinos

de viento, mientras que Mo luchaba conmigo, y mis acciones volvieron

las suyas más lentas. Todo el tiempo grité.

—¿Qué demonios? —gritó una voz desde detrás de nosotros.

Esperanza surgió ante el sonido de la voz. —¡Clyde! —grité,

poniendo todo en tirar mi peso al lado para empujarlo fuera de la acera

con mis pies—. ¡Clyde!

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La puerta del conductor se cerró de golpe y el hombre que me

sostenía maldijo en mi oído, y luego me dejó ir, tirándome al maldito

suelo. No es que me quejara, pero me caí al suelo de rodillas y palmas.

—Santa mierda —jadeé, tratando de conseguir el control de mi

respiración mientras empujaba mis manos y levanté la mirada para ver

la pesada estructura de Clyde correr hacia mí—. Santa mierda.

Me temblaban las manos cuando las alcé y empujé mi pelo fuera

de mi cara. Me di cuenta entonces de que había más gente afuera,

cerca de la esquina de la parte frontal del Mona.

Cuando Clyde llegó a mi lado, la camioneta arrancó de la zona

de aparcamiento, llantas girando y levantando grava, separando al

grupo de personas cerca de la parte delantera. Hubo gritos. Alguien tiró

algo en la camioneta. Vidrio se rompió.

—Calla. —Clyde resopló—. ¿Estás bien?

Podía decir que de seguro me hallaba a un segundo de perder la

cordura por completo, pero aparte del dolor en mi mandíbula y los

dolores de golpear el suelo, estaba viva. —Estoy bien.

—¿Estás segura? —jadeó, y ese sonido me hizo olvidar de lo que

acaba de suceder. Era el tipo equivocado de sonido, un sonido que un

ser humano no debía hacer.

Me acomodé en mis pantorrillas, a punto de ponerme de pie. —

¿Estás bien, Clyde?

Su cabeza se movía con movimientos espasmódicos, y no estaba

tan segura de eso. —Te vi… salir. No… reconocí al hombre. Yo… no me

encontraba seguro. Con todo lo que está pasando…

Unas manos de repente se posaron en mis hombros. Jax se

encontraba allí, de rodillas a mi lado. Su rostro era pálido, tenso como el

día en que casi nos atropellaron. —¿Qué diablos está pasando? La

gente está diciendo que alguien trató de raptarte.

—Alguien lo intentó. —Mis palabras sonaron raras mientras miraba

a Clyde.

Las manos de Jax se apretaron sobre mis hombros. —¿Qué diablos

hacías aquí?

—No vine aquí porque quise. El tipo se encontraba dentro. Me dijo

que si causaba una escena, le dispararía a alguien —le dije, y mi mirada

se dirigió a Clyde. Lucía mejor. Un poco pálido, pero ya no hacía ese

sonido—. Pensé que tenía un arma.

—Jesús. Joder —murmuró Jax. Una mano se deslizó alrededor de

mi cuello e inclinó la cabeza hacia atrás. Mi mirada se desplazó

finalmente a la suya, e inhalé fuertemente. Furia y preocupación se

hallaban grabadas en su rostro y luego la ira ganó—. Te golpeó.

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No era una pregunta, y no podía negarlo. —Lo mordí.

—¿Y te golpeó? Joder, nena. —Jax bajó la cabeza, presionando

sus labios en mi frente, y luego se echó hacia atrás, sosteniendo mi

mirada.

—Tenemos que llamar a la policía —gruñó Clyde.

La mandíbula de Jax se apretó y sus ojos nunca dejaron mi cara.

Había un brillo en sus ojos que daba miedo, una rabia al rojo vivo,

rebosante y explosiva cerca de la superficie.

—Hijo, sé lo que estás pensando —anunció Clyde—. Pero tienes

que llamar a tu chico Reece. No te corresponde manejar esto.

¿Qué? ¿Jax iba a tratar de manejar esto? Entonces me di cuenta.

Me olvidaba de que él no era como Cam y Jase. No es que hubiera

algo malo con ellos, pero Jax era diferente. Era más rudo y vi cosas que

Cam y Jase ni siquiera podrían empezar a comprender. No era como

ellos; por lo tanto, potencialmente podría manejar las cosas.

Su mano se apretó alrededor de mi cuello mientras me ayudaba

a ponerme de pie y luego me tiró contra su pecho, y un

estremecimiento se abrió camino a través de mí. —Llamaré a Reece.

Por encima del hombro de Jax, vi un montón de gente fuera.

Parecía la mitad de la gente del bar, pero lo más importante, mis

amigos. La boca de Teresa se hallaba abierta. Jase y Cam lucían

enojados, y la pobre Avery tenía una expresión en su cara que decía

que no tenía idea de lo que pasaba.

Incluso Brock se encontraba fuera, y por la expresión de su cara,

parecía listo para usar algunas de sus impresionantes artes marciales

mixtas ninjas.

Pero entonces Teresa irrumpió hacia adelante, con las manos

apretadas a los costados. —¿Qué diablos está pasando, Calla?

Apreté los ojos cerrados. Ya no podía esconder mi pasado o mis

problemas de ellos ahora.

Ya era tarde cuando me encontré de pie en la habitación de Jax

en su casa del pueblo. Ni siquiera sabía lo que hacía allí. No era como si

me estuviera preparando para la cama, porque había una casa llena

en la planta baja y lo estaba desde que el detective Anders y su equipo

de la policía llegaron al Mona’s, tomaron mi declaración, e hicieron

todas esas cosa que se convirtieron en un proceso terriblemente

familiar.

Peor aún fue el hecho de que el nombre de Mo no era uno que el

detective Anders conocía. Obviamente, tenía que ver con mamá, así

que no era como que tuvieran algunas pistas, pero Mack se hallaba en

un escondrijo en alguna parte y nada, ni una sola pieza de evidencia,

llevaba de regreso al misterioso Isaiah.

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Teresa y Jase, y Cam y Avery se hallaban abajo junto con Brock.

Mis amigos fueron puestos al corriente de mi drama, en parte por mí y

por estar cerca cuando Reece apareció y luego su hermano mayor.

Lo que me trajo a la verdadera razón por la que me hallaba aquí.

No sabía por qué me encontraba en el dormitorio de Jax mientras todos

los demás estaban en la planta baja.

El castillo de naipes se derrumbó más rápidamente de lo que me

di cuenta de que podía. A través de lo que le dije a Reece y a su

hermano y lo que entonces tenía que decirles, ahora sabían que mi

mamá probablemente rondaba por los alrededores y se veía envuelta

en un montón de mierda desagradable que se extendió a mi vida. La

única cosa que no fue objeto de debate fue el incendio, pero eso era lo

de menos importancia que saber sobre mí en este momento.

Así que, sí, sabía por qué me encontraba sentada en el borde de

la cama de Jax, incapaz de bajar y hacerle frente a mis amigos. Me iba

a quedar aquí, rodeada por el aroma de la colonia de Jax y las

imágenes de todas las cosas traviesas que hice aquí, en la cama, el

piso… el cuarto de baño.

Sí, sólo iba a quedarme aquí para siempre. Sonaba como un plan

decente y de fiar. Tal vez podría convencer a Jax para traerme la

comida, al menos, dos veces al día. Si es así, este plan totalmente se

ponía mejor.

—¿Calla?

Levantando mi cabeza, me giré hacia la puerta abierta. Mi

espalda se enderezó. Teresa se hallaba en la puerta. No estaba sola,

tampoco. Avery se encontraba con ella.

—Jax nos dijo que podíamos venir aquí —explicó Avery cuando

Teresa abrió la puerta un poco más con su cadera—. Así que

totalmente no acabamos de colarnos.

Supuse que Jax hizo eso. Dios sabe que estuvo aquí por un

tiempo. —Lo siento —les dije, centrando mi atención en mis dedos de los

pies—. Perdí la noción del tiempo.

—Es comprensible. Has tenido una noche loca —dijo Avery en voz

baja.

Teresa entró y se dejó caer en la cama junto a mí. —Al parecer,

has tenido una vida loca.

Hice una mueca.

Avery le envió a Teresa una mirada que totalmente ignoró. —Te

estás ocultando aquí —dijo Teresa.

Mis labios temblaron y ese movimiento dolió un poco. Cuando me

miré en el espejo antes, una contusión leve se formaba en mi

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mandíbula, y mi labio inferior tenía un corte cerca de la esquina

derecha. —¿Es tan obvio?

Se encogió de hombros. —Un poco.

Tomé una respiración profunda. Como no iba a ser capaz de

ocultarme aquí arriba, necesitaba ponerme mis bragas de chica

grande. Cuando lo hice, aspiré. —Lo siento, chicas. Sé que les he

mentido a todos ustedes y realmente no tengo una buena razón para

hacerlo.

Teresa ladeó la cabeza hacia un lado mientras Avery rondaba

por el borde de la cama, sus delgados dedos jugueteando con la

pulsera a lo largo de su muñeca izquierda. —Así que… no eres de

Shepherdstown, ¿verdad?

Mortificada, negué. No me sentí así desde que tenía seis años y

tiré chicle en el pelo de una chica que se encontraba a punto de subir

al escenario delante de mí. No tuve intención de tirarlo en la masa de

rizos castaños, pero mamá estuvo de pie junto a la parte delantera del

escenario y cuando se dio cuenta de que todavía tenía la goma en la

boca, tuvo esa mirada de mamá súper loca en su cara y me entró el

pánico.

—Estuve en Shepherd desde que tenía dieciocho años y, para ser

honesta, si se siente como mi único hogar —le dije, mirando a Teresa.

Ella me miraba de cerca—. Sé que eso no justifica la mentira, pero yo

sólo… nunca pensé de este lugar como mi hogar, al menos por un largo

tiempo.

Teresa asintió lentamente. —Pero ¿qué pasó cuando dijiste que

fuiste a visitar a tu familia para las vacaciones? Por lo que me enteré

antes, no has estado aquí en años.

—No fui a casa. —Mis mejillas se calentaron—. Me registré en un

hotel.

Sus cejas se fruncieron.

Los ojos de Avery se abrieron con simpatía. —Oh, Calla…

—Sé que suena estúpido. Sinceramente, sólo lo hice porque

quería alejarme por un rato y fue realmente la única opción. Como que

estuvo bien, de verdad. Y sé que lo que dije sobre mi madre estando

muerta fue malditamente terrible y probablemente piensan que soy una

persona horrible.

—En realidad, no, no lo hacemos. —Teresa se giró hacia mí

estirando la pierna que se hirió por primera vez por el baile y luego otra

vez cuando el novio de su compañera de cuarto le empujó, poniéndole

fin a los sueños de Teresa de bailar profesionalmente para una escuela

de ballet de elite—. Calla, no sé todas tus razones para no decirnos

acerca de tu mamá y tu vida aquí, pero por lo que hemos aprendido el

último par de horas, entiendo por qué no quisiste hacerlo.

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—Lo comprendemos totalmente —concordó Avery, y sentí un

poco de esperanza flameó en mi pecho.

Teresa empujó mi rodilla con la de ella. —Pero espero que sepas

que cualquiera que fuese tu pasado o lo que sea, no vamos a juzgarte.

Puedes ser sincera con nosotras.

—Confía en nosotras con eso —agregó Avery—. Somos las últimas

en juzgar.

Mi mirada rebotó entre las dos y se daban entre sí una mirada que

no entendía totalmente. Entonces Avery fue a sentarse a mi otro lado.

Nerviosa, colocó un mechón de pelo rojo detrás de su oreja.

Entonces tomó una respiración profunda que pude oír, miró a

Teresa una vez más, y luego su mirada se posó en mí. Los músculos de mi

estómago se apretaron y supe que estaba a punto de decirme algo

importante. Se encontraba escrito en toda su cara un poco pálida. —

Cuando era más joven, fui a una fiesta que un chico mayor en la

escuela estaba dando en su casa. Era lindo y yo coqueteaba con él,

pero las cosas se salieron de control. Fue realmente malo.

Oh Dios, no. Una parte de mí ya sabía a dónde se dirigía esto, y

extendí la mano, envolviéndola alrededor de la suya, y se la apreté.

Ella apretó los labios y me di cuenta de que lo que se encontraba

a punto de decir era duro, más duro que cualquier cosa que tuviera

que admitir. —Él me violó —dijo Avery en voz baja, tan baja que apenas

pude oírla, pero lo hice y, en respuesta, se apretó mi pecho—. Hice lo

correcto. Al principio. Les dije a mis padres y a la policía, pero sus padres

y los míos eran amigos del club de campo y le ofrecieron a mis padres

un montón de dinero si me callaba. Además había una foto de mí

temprano esa noche sentada en su regazo y había bebido. Mis padres

estuvieron más preocupados por lo que la gente decía de mí en lugar

de lo que él me hizo, así que estuve de acuerdo. Tomé el dinero y eso

me carcomió por dentro, Calla. Me sentí como una mierda por ello.

Las lágrimas pinchaban en mis ojos cuando soltó mi mano y poco

a poco se quitó el brazalete. Giró su muñeca hacia arriba, y contuve el

aliento e inmediatamente deseé no haberlo hecho. Vi la cicatriz. Sabía

lo que significaba.

Avery sonrió débilmente. —Esa no es la peor parte. Porque por no

presentar cargos, el chico continuó haciendo lo que me hizo.

—Oh, Dios mío. —Respiré, con ganas de abrazarla—. Cariño, no es

tu culpa. No lo obligaste a hacerte esas cosas o a cualquier otra

persona.

—Lo sé. —Su sonrisa se volvió un poco más firme—. Lo sé, pero me

hizo llevar algo de responsabilidad en eso. Y la razón por la que te estoy

diciendo esto es porque pasé años sin decirle a nadie lo que me pasó y

cuando conocí a Cam, tomó mucho para que me abriera y le dijera la

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verdad. Casi lo perdí porque no lo hice. —Tomó otro respiro—. ¿El

punto? Estoy avergonzada de que traté de quitarme la vida y que cedí

ante mis padres, pero he llegado a un punto, con terapia, en el que

entiendo por qué hice esas cosas y no me hacen una mala persona o

menos amigable con la gente si no me abro o lo que sea.

—No —dije en voz baja, parpadeando para contener las

lágrimas—. No eres una mala persona.

Teresa se aclaró la garganta y cuando habló, su voz fue gruesa, y

cuando la miré, me tensé de nuevo. —Cuando estaba en la

secundaria, mi novio me golpeó. Más de una vez. Muchas veces, en

realidad.

Oh Dios.

No lo podía creer. Teresa nunca me pareció como alguien que se

quedaría en una relación abusiva, pero tan pronto como terminé ese

pensamiento me di cuenta de cuan criticona era.

—Era joven, pero esa realmente no es la mejor excusa para estar

con un tipo que me golpeaba —dijo, siguiendo mis pensamientos—. Lo

guardé para mí misma y lo escondí. Me inventaba historias cada vez

que los moretones eran visibles, pero un año, justo antes de Acción de

Gracias, mi mamá me vio y no pude esconder lo que sucedía por más

tiempo. La cosa era que la peor parte no fue que me encontraba en

una relación abusiva, sino lo que le hizo a mi hermano. Lo perdió, Calla.

Condujo a la casa de mi novio. Cam lo enfrentó y… y se empezaron a

pelear. Cam lo golpeó tan mal que el chico terminó en el hospital y mi

hermano fue arrestado.

—Mierda. —Me quedé sin aliento, con los ojos abiertos.

Teresa asintió. —Cam se metió en un montón de problemas y viví

con las conjeturas por un largo tiempo. ¿Y si no me hubiera quedado

con él? ¿Y si le hubiera dicho a alguien? ¿Cam hubiera terminado casi

perdiéndolo todo? Y en serio perdió mucho. Un semestre de la escuela.

Lo expulsaron del equipo de fútbol, y también tuvo que lidiar con la

mierda que hizo. Me llevé una gran cantidad de culpa por eso. Incluso

hoy en día, lo lamento.

—Estoy segura de que Cam no te culpa —le dije.

—No lo hace. —Fue Avery quien respondió—. Nunca lo hizo.

La sonrisa de Teresa tambaleó. —Eso es porque mi hermano es

muy muy impresionante.

Estiré la mano y apreté la suya, sintiendo las lágrimas realmente

comenzar a brotar de mis ojos.

Avery se presionó contra de mi lado. —Igual que Jase. También es

bastante impresionante.

Una risa débil burbujeó.

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—Y él tenía secretos. Muy grandes y muy importantes, secretos

que no puedo contar, porque son suyos, pero estuve en la oscuridad

durante mucho tiempo y cuando me dejó entrar, entendí por qué

mantuvo algunas cosas para sí mismo. —La emoción se vertió en el

hermoso rostro de Teresa cuando continuó—. El punto de esto, Calla, es

que todos tenemos cosas acerca de las que hemos mentido y cosas de

las que estamos avergonzados y cosas que desearíamos haberle

contado a alguien mucho tiempo antes.

—Pero decirle a alguien, admitir todo... —Avery sonrió de nuevo

cuando la miré. Me apretó la mano de regreso, y me di cuenta de que

a través de mí, todas estábamos conectadas en ese momento—. No

quiero parecer completamente cliché y cursi como el infierno, pero lo

cambia todo.

—Sobre todo cuando le dices a tus amigos —añadió Teresa

suavemente.

Al presionar mis labios, asentí un par de veces y no me hallaba

segura exactamente con qué cosas estaba de acuerdo.

Probablemente todo, y tal vez medio minuto pasó antes de encontrar lo

que fuera que me dio la capacidad de decirle a Jax que no implicara

tequila.

Les hablé de mamá —de verdad. La forma en que era antes y la

forma en que era ahora y les dije lo que causó el cambio. El incendio.

Les hablé de Kevin, Tommy y mi padre, que renunció a todos nosotros. Y

les dije acerca de las cicatrices, todas ellas y lo hice llorando como un

bebé que acababa arrojar su chupete al suelo y nadie lo recogía. En

realidad, todas nos quedamos con un gran festival de sollozos, pero

había algo purificador en abrirse y compartir con ellas después de que

hubieran compartido historias privadas y poderosas conmigo. También

había algo purificador en llorar.

Para el momento en que todo terminó, las tres tuvimos nuestros

brazos alrededor de la otra y, finalmente, me sentí como lo que Jax

creía —que era valiente, porque eso tomó mucho para que les dijera

todo. No importaba que Jax supiera, y estas chicas entendieran que no

importaba cuántas veces se lo dijeras a alguien: podría ser un poco más

fácil, pero todavía era difícil.

Y mientras nos abrazábamos, me di cuenta de algo muy

importante entonces. Era un poco triste que tomara veintiún años

realmente darme cuenta de ello, pero la familia no era sólo sangre y

ADN. La familia iba mucho más allá de eso. Al igual que con Clyde, a

pesar de que no estaba relacionada con Teresa o Avery, eran mi

familia.

E igual de importante, incluso con los ojos hinchados y todas las

lágrimas corriendo por mi cara, sentí lo que Jax dijo sobre mí, algo que

sentí cuando me desnudé para él.

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Me sentí valiente.

Sollozando, Teresa se echó hacia atrás y se limpió bajo sus ojos

con los lados de sus dedos índices. —Ahora que tenemos todo eso

cubierto, ¿a quién tenemos que patearle el culo para mantenerte

alejada del desastre de tu mamá?

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Traducido por becky_abc2

Corregido por LucindaMaddox

El amanecer se aproximaba, a una hora o casi cuando todos

salieron de la casa del pueblo de Jax. Teresa y compañía todavía

estaban planeando el tour de Filadelfia para mañana, pero por mucho

que quería pasar tiempo con ellos, no era inteligente y el detective

Anders parecía que perdería su mierda si yo deambulaba por la ciudad.

Lo que realmente apestaba, porque extrañaba a mis amigos y

había más de un momento en que me pregunté si esto sería mi vida

ahora, era no hacer cosas a causa de esta amenaza que realmente se

hallaba colgando sobre mi cabeza.

Algo tenía que dar. No sabía qué, pero no estaba segura de

cuánto tiempo más podría seguir así sin perder mi cabeza.

Sin embargo, Jax tuvo una gran idea, un desayuno tardío o

almuerzo temprano en la casa de pueblo con todo el mundo, antes de

que se dirigieran a la ciudad y lo más probable se dirigieran de nuevo a

West Virginia. Así podría verlos... detrás de cuatro paredes.

Eso era mejor que nada.

Sólo me cambié a mi habitual ropa de dormir cuando estuve, por

fin después de horas, a solas con Jax. Se puso de pie justo dentro de la

puerta de la habitación y su expresión se encontraba en alerta, la

mandíbula tensa y los labios apretados en una línea firme.

Un repentino nerviosismo aumentó dentro de mí, mezclado con

una corriente de malestar. Con todo lo que pasó, no me olvidé de que

nos metimos en una especie de discusión que no fue resuelta, pero no

estuvo en el primer plano de mis pensamientos.

Ahora corría ahí, codeando a todas las otras cosas fuera del

camino. No importaba que las cosas con Aimee no fueran tan

importantes como todo los demás.

La intensidad tallada en el rostro de Jax me sostuvo inmóvil

mientras él me acechaba acercándose, deteniéndose justo en frente

de mí. Nuestras miradas se encontraron y tragué saliva mientras

levantaba una mano. Tocando mi mejilla izquierda, algo a lo que

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lentamente me empezaba a acostumbrar, las puntas de sus dedos

rozaron mi mandíbula y luego la esquina de mi labio cortado.

—¿Te duele? —preguntó.

Le di una pequeña sacudida de con mi cabeza. —No. En realidad

no.

El color de sus ojos se oscureció mientras dejaba caer su mano. —

No debería haber ocurrido.

Bueno, no iba a discutir con eso.

Metió la mano por su cabello. —No me di cuenta que te fuiste.

Tenías una pistola en la espalda y me encontraba justo ahí, no tan lejos

y ni siquiera lo noté. Debería haberlo sabido.

—Guau. Espera un segundo. Nada de esto es tu culpa Jax. Te

encontrabas ocupado en el bar y me alegro de que no hayas visto lo

que sucedió —le dije—. Podrías haberte hecho daño.

La incredulidad nubló su expresión. —¿Yo podría haber sido

dañado? Tú saliste dañada, Calla. El hijo de puta te golpeó, ¿y estás

preocupada por mí?

—Bueno, sí... eso y todo un bar lleno de gente que él amenazó

con disparar. —Tan pronto como dije esas palabras me di cuenta de

que no importaba. En todo caso, se enojó más. Alejándose, me dejé

caer en la cama—. Estoy bien, Jax. En serio.

—Tuviste que morder a una persona. Pusiste tu boca en la piel de

algún hijo de puta y lo mordiste para defenderte. ¿Cómo diablos hace

eso que estés bien?

—¿Cuándo lo pones de esa manera? No estoy segura.

Su mandíbula se endureció mientras caminaba hacia adelante y

se arrodilló frente a mí. —Te prometí que no saldrías herida.

—Jax...

—Y lo hiciste. —Sus manos se cerraron alrededor de la parte

posterior de mis rodillas y les tiro aparte mientras se inclinaba. Se

encontraba mirando mi brazo, y mi mirada siguió la suya. Había un

moretón ahí, también—. No estoy de acuerdo con eso. Jode mi cabeza

la sola idea de lo que hubiera pasado. Ya he ido por ese camino antes.

No entendí lo que decía al principio, y cuando lo hice, negué con

la cabeza. —Esto no es como con tu hermana.

Jax no dijo nada.

—¿Lo sabes, verdad? No soy tu responsabilidad. No de esa forma

—insistí—. Y tampoco lo era Jena.

Miró hacia otro lado, con la mandíbula apretada.

—Incluso si tú hubieras estado...

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—Calla —me advirtió.

No le hice caso. —Incluso si hubieras estado en casa, Jax, no

existe un qué habría pasado si... estuvieses involucrado.

—Solo... solamente déjalo.

—No. —No iba a retroceder de esto—. Hubiera tenido una

sobredosis si hubieras estado en la habitación de al lado. Que hubieras

estado ahí no habría cambiado el resultado. De una forma u otra,

habría encontrado la forma de hacerlo.

Su mirada regreso a la mía. —¿Cómo sabes eso?

—Porque he vivido a través de eso, también. —Sostuve su

mirada—. No había nada que pudiera hacer para alterar la partida de

mamá y lo intenté. Lo intenté un millón de veces. Sabes en el fondo que

hubiera sido lo mismo con tu hermana.

Pasó un largo momento y luego un profundo suspiro salió de él. —

No lo sé. Calla. Eso es... sí, eso es realmente difícil de aceptar.

—Lo sé. —¡Oh Dios! Alguna vez lo supe, y también sabía que no

había mucho que pudiera decir para cambiar realmente la culpa que

Jax albergaba. Eso era algo que llevaría mucho tiempo y que él tendría

que encontrarla por sí mismo.

—Creo que necesitas estar aquí por unos días —dijo después de

un momento.

Mis cejas se fruncieron. —Ya me estoy a quedando aquí, ¿no?

—Eso no es lo que quise decir, nena. —Sus dedos rozaron las

marcas de dedos por encima de mi codo—. Mantente fuera del bar

hasta que... bueno, hasta que esto se calme.

—¿Qué? —Alejé mi brazo, y su barbilla se elevó, sus ojos

regresaron a los míos—. No me estoy escondiendo en esta casa o en

cualquier lugar. Y no es porque no me doy cuenta de lo que está

pasando, pero necesito el dinero.

Sus manos se cerraron alrededor de la parte posterior de mis

rodillas de nuevo. —Calla...

—Necesito el dinero en serio. Más de cien mil en deuda, Jax. No

estoy haciendo un montón de dinero, pero estoy haciendo algo. No

puedo darme el lujo de relajarme en el Programa de Reubicación de

Jax.

Sus labios temblaron. —¿Programa de Reubicación de Jax?

Mis ojos se estrecharon.

Se rió entre dientes y una parte, no toda, de la ira desapareció de

su expresión. —Me gusta cómo suena ese programa.

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—Estoy segura que te gusta —repliqué secamente—. Sólo... tengo

que ser más cuidadosa, más consciente de mi entorno y esas cosas.

Quiero decir, estoy segura que Mo no se veía muy inofensivo en el bar.

Tengo que prestar más atención.

—Yo también. —Estuvo de acuerdo con firmeza.

Empecé a negarlo pero pensé que no tenía sentido. Parte de la

dureza se hallaba todavía en su rostro y me acordé de la furia casi

asesina en sus ojos cuando estuvimos en el bar.

Mientras lo observaba, algo cambió en sus ojos. El color todavía

era oscuro, pero estaban más calientes, ardientes. Era tarde. O

temprano. Dependiendo de cómo lo miraras. Y había mucho de lo que

teníamos que hablar, es decir, Aimee con una "i" y sus dos "e" y con su

solución de "tienes que confiar en mí" solución que la hacía sentir como

si estuviera ablandando la carne.

Sí, realmente necesitábamos hablar de eso.

Pero mientras miraba hacia mí me di cuenta de lo que se

encontraba pensando, podía sentir lo que pensaba. Y después de casi

ser secuestrada y después de que finalmente, me abrí a Teresa y Avery,

la última cosa que quería hacer a las cuatro y algo de la mañana era

hablar de Aimee, de sus manos errantes y de la forma en que me hizo

querer convertirme en un canguro rabioso y patearle la cabeza de los

hombros.

Necesito hablar con él. Realmente, y estaba en lo cierto, habría

algunos kilómetros entre nosotros y tenía que confiar en él.

Y lo hice.

Algo así.

Mi cerebro suspiró, literalmente suspiró.

Pero entonces mi cuerpo hizo un suspiro feliz cuando las manos de

Jax se trasladaron hasta mis muslos, alcanzando el dobladillo de mi

short. Uno de los lados de sus labios se curvó en esa media sonrisa sexy.

De acuerdo.

Podríamos hablar más tarde.

Sin darle oportunidad a mi cerebro de argumentar que esto era

una mala idea y que estaba lanzando el poder femenino o la mierda

que sea a un lado por un encuentro sexual, agarré los costados de su

camisa y la jalé para arriba. Sin decir una palabra, Jax dio marcha atrás

y levantó los brazos. En muy poco tiempo, se encontraba sin camisa y

mis manos estaban en su duro y áspero pecho, y una vez más me

pregunté cómo estuve tanto tiempo sin conocer el pecho de un

hombre, el pecho de Jax, sentirlo bajo mis dedos.

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Bajé la cabeza, y Jax eliminó la distancia, reuniéndose conmigo

antes de que siquiera estuviera a mitad de camino hacia él, y el beso

fue dulce, fue cuidadoso y suave. La oferta dulce de sus labios alcanzó

directo abajo de mi pecho y me apretó el corazón.

Dios, estaba tan ida por él.

Sus manos se deslizaron hasta mis lados, agarro mi blusa y

entonces me la quitó. Me hallaba desnuda de cintura para arriba y el

aire fresco se apoderó de mi piel caliente cuando Jax se levantó,

poniendo sus manos sobre mis hombros. Besó la comisura de mis labios

suavemente y luego arrastró su boca sobre la piel amoratada de mi

mandíbula mientras me empujaba sobre mi espalda. El vello rizado de

su pecho tentaba mi pecho mientras su boca se deslizó por mi

garganta. Mis manos se posaron en sus brazos, sintiendo los músculos

flexionarse en sus bíceps mientras se sostenía a sí mismo.

Luego sus labios se cerraron sobre la punta de mi pecho y mi

cuerpo estallo en vida. Mi espalda se arqueó y mi boca se abrió en un

suave gemido.

—Eres tan sensible —dijo contra mi pecho—. Hace que estés

encendida y lista tan fácil.

Se encontraba en lo cierto. —¿Lo siento?

Jax se rió entre dientes. —Sólo tú te disculpas por eso. —Entonces

movió su lengua sobre la protuberancia endurecida y mis uñas se

clavaron en su piel. Cambió su peso en un brazo y luego su mano se

involucró con mi otro pecho y esto era la tierra feliz de Calla, sobre todo

cuando pude sentirlo duro y presionando contra mi muslo.

La sensación vibró a través de mis venas mientras su mano

izquierda dejaba mi pecho y bajaba por mi vientre. Su mano se aplanó

justo debajo de mi vientre y luego se deslizó debajo de la banda de mis

pantalones cortos. Grité mientras succionaba profundo y duramente,

como si pudiera sacarlo de mi cuerpo.

Y realmente pensaba que él podía.

Mordisqueó la sensible carne y luego se levantó, rodando

completamente fuera de mí mientras se incorporaba y sostenía mis

pantalones cortos y ropa interior. Se fueron y luego sus ropas se hallaban

fuera. Desapareció y volvió, con un paquete de papel de aluminio en la

mano. Una vez hubo terminado de ponerlo con cuidado, su cuerpo se

hallaba sobre el mío de nuevo y empezó todo de nuevo, besando la

comisura de mis labios suavemente, moviéndose a través de mi

mandíbula golpeada y luego hacia abajo, a mi seno izquierdo y luego

el derecho.

Un gemido se me escapó cuando mi espalda se arqueó. —Jax...

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—Maldita sea. —Su voz era áspera, profunda mientras sus caderas

rodaron contras la mías y extendí mis muslos, dándole la bienvenida,

deseándolo.

Cuando empezó a alejarse, sabía que tenía la intención de frenar

esto un poco, para atraer esto y llevarme a la locura, pero yo no estaba

teniendo nada de eso.

—De ninguna manera. —Respiré, jadeó realmente—. Te deseo.

Ahora.

Una ceja se levantó. —La paciencia da sus frutos, nena.

—Al demonio con la paciencia.

Se echó a reír, pero su risa terminó en un gemido cuando llegué

entre nosotros, envolviendo mi mano alrededor de la base de su pene.

—Maldita sea, nena, estás realmente impaciente esta noche.

Mis dedos se cerraron alrededor de él mientras sus caderas

golpearon de nuevo, dándome un vistazo de esos músculos sexy a

cada lado de sus caderas. —Tal vez un poco.

Una de sus manos se deslizó a mi cadera, a lo largo de mi muslo y,

mientras levantaba mi cadera, lo guié derecho a donde quería.

Presionó su punta ahí y todo se centró en mi núcleo. Moví mi mano,

rodeando mi brazo alrededor de su cuello.

Más fuerte que yo, Jax se contuvo. Su sonrisa se volvió petulante.

—Jax —susurré.

Situado justo ahí, se deslizó dentro quizá unos centímetros mientras

bajaba su boca hasta que estuvo a pocos centímetros por encima de

la mía. —¿Quieres esto?

—Esa es una pregunta tonta.

—¿Ah, sí? ¿Lo es? —Pasó su pulgar sobre mi pecho y atrapó mi

pezón entre sus dedos, grité con la exquisita sensación.

Di un grito ahogado. —No es justo.

—No estoy seguro de cómo me siento de que estés diciendo que

la pregunta es tonta. —Bajando su cabeza, dejo un rastro de besos

sobre el comienzo de mi hombro mientras seguía tirando de mi pezón

hasta que mis pechos estaban pesados e hinchados. Mordisqueó mi

piel—. ¿Aún sigue siendo una pregunta tonta?

—Sí. —Me obligué a decir mientras moví mi otra pierna libre. La

enganché alrededor de su cadera y con mis dos piernas, lo presioné y

empuje sus caderas hacia mí.

Aire siseaba entre sus dientes mientras se hundía en mí,

directamente. La pequeña muestra de él llenándome era una

sensación que nunca podría olvidar. —Nena —gimió a cabo—. Creo

que tienes hambre de mí.

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Lo estaba.

Y no se movía. Nop. El tipo tenía el autocontrol de su trasero. Se

hallaba completamente inmóvil, enterrado profundamente y yo me

encontraba completamente impaciente. Sacudí mis caderas y ambos

gemimos al unísono.

—Dios, realmente quieres esto en este momento. —Besó donde

latía mi pulso—. Ya estás lista para esto.

Sentí el calor de mis mejillas cuando dije—: Lo estoy.

Jax bajó la cabeza, pasando la lengua por el centro de mis labios

hasta que los abrí para él. Me besó profundamente, todavía de alguna

manera consciente del corte en mi labio, y luego levantó la cabeza. —

¿Estás conmigo?

Recordando que lo dijo antes, en nuestra primera vez, asentí y

susurré—: Sí.

Me besó de nuevo. —Entonces quédate conmigo.

Antes de que pudiera cuestionar eso, rompió el dominio de mis

piernas y las separo. Mi gemido de protesta se perdió cuando cogió mis

caderas y me volcó sobre mi estómago.

Me quedé helada.

Mi cabello se expandió encima de mi hombro y mi espalda se

hallaba completamente expuesta a él, la peor parte de mí y que había

visto antes, pero esto era diferente, muy diferente. Empecé a

empujarme hacia arriba, para darme la vuelta otra vez, pero me agarró

las caderas y me levantó sobre mis rodillas. Su frente se hallaba contra

mi espalda, y el pánico se mezcló con los otras miles de emociones que

estaba sintiendo.

—Quédate conmigo, nena —dijo contra mi nuca.

—Jax... —Perdí la capacidad de hablar mientras me penetraba

desde atrás.

La sensación de él era diferente, más plena y más fuerte. Me

hallaba sobre mis rodillas y las manos y él estaba clavado en mí. No

podía respirar. La sensación era intensa, abrumadora y de gran

alcance.

—¿Todavía conmigo? —preguntó.

Lo estaba. No podía creerlo. Pero lo estaba. Me hallaba

completamente con él.

Pasó una mano sobre mi hombro. —¿Calla?

—Sí. —Espiré—. Estoy contigo.

—Bien —murmuró.

Y entonces me lo dio duro.

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Se movió dentro de mí profunda y rápidamente, disminuyendo

cada par de estocadas contra mí y en esta posición, por detrás de mí,

no había nada como las otras veces. Un motín de sensaciones

diferentes me iluminó. Mis dedos se clavaron en el edredón mientras mis

caderas naturalmente se inclinaban hacia atrás contra él.

—Oh, Dios mío —susurré. No sabía mucho sobre el sexo y cada vez

que lo había hecho era con él, estuve sorprendida por eso, pero nunca

supe que podría sentirse de esta manera.

El estruendo de aprobación irradiaba a través de mí, rodeó con

un brazo mi cintura, acercando su cuerpo al mío. Luego, su mano se

encontraba entre mis piernas, su pulgar presionando contra mi centro y

eso era demasiado y mucho más que todo. Mi cuerpo se estremeció de

placer tan fuerte, aumentó tan rápidamente que estaba mareada, me

aferré cuando se estrelló contra mí, y mis movimientos se convirtieron en

frenéticos mientras empujaba contra él.

En contra de mi cuello, gruñó—; Nunca ha sido así. No con

cualquier otra persona. Sólo tú.

Me cortó la respiración y luego me perdí en esas palabras, en

cómo su cuerpo se movía detrás mía, rápido y hermoso en su salvajismo

y pronto la habitación se llenó de los sonidos de nuestros cuerpos

chocando juntos y nuestras respiraciones y gemidos. El ritmo entre

nosotros se perdió, como si fuera su voluntad de hierro, y la tensión

estuviera en una espiral apretada y podía sentir que él se encontraba

cerca, se contrajo y se sacudió dentro de mí.

—Nunca fue así —gruñó en mi oído.

Entonces di giros sobre el borde. Mi cuerpo se cerró sobre él, mis

brazos, mis piernas y cada parte de mí, lancé mi cabeza hacia atrás y

grité. El placer dentro de mí estalló, arrasando a través de mí mientras él

gimió con cada poderoso empuje. Mis brazos cedieron. Mi mejilla

golpeó la cama y él siguió, su peso alucinante y continuó mientras

envolvía un brazo alrededor de mi pierna, deslizándolo hacia arriba y

golpeando cada parte de mí.

La sensación, los sonidos de él, de nuestros cuerpos, me pusieron

al límite de nuevo y, esta ocasión grité su nombre, y luego empujó más

profundamente que antes, su gemido fuerte y sensual en mi oído

mientras se acercaba.

Sólo entonces se deslizó hacia abajo, su cuerpo parecía deslizarse

por sí mismo mientras él llegaba, y después de los estremecimientos de

mi propia liberación aún me sorprendía con cada sublime sacudida.

No sé cuánto tiempo pasó con él todavía moviéndose en un

balanceo dentro de mí antes de que llegara a su alivio, salió de mí y se

fue a deshacer del condón. No me moví. No era capaz de moverme

más allá. Mis músculos estaban hechos papilla. Me encontraba donde

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me dejó cuando regresó a la cama y no era de absoluta ayuda

cuando metió mi cuerpo bajo las sábanas o cuando me rodó hacia mi

lado, metiendo mi cuerpo contra el suyo.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Mmm-hmm —murmure adormilada.

Hubo una pausa. —¿Te he dañado?

—No. Fue maravilloso.

Besó la parte de atrás de mi hombro. —Te gustó.

No era una pregunta, no por la forma en que lo dijo, pero

murmuré otra vez. —Mmm-hmm.

La risa de Jax rozó la parte trasera de mi cuello mientras me

apretó más contra él, así que no había espacio entre nosotros. —¿Aún

estás conmigo?

—Todavía estoy contigo.

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Traducido por Jeyly Carstairs

Corregido por Eli Mirced

Acostada sobre mi vientre en la cama, con un brazo metido bajo

la almohada donde mi mejilla descansaba y el otro brazo doblado a mi

lado, poco a poco me fui despertando al sentir un toque ligero como

una pluma sobre mi cadera y abajo hacia la curva de mi trasero.

Me moví inquieta, abriendo mis ojos, e inmediatamente fui

segada por la luz brillante que entraba inundando el dormitorio.

Gimiendo, cerré los ojos y traté de acurrucarme. Mis huesos no se

sentían como si estuvieran unidos a algún musculo y eso de alguna

manera era una sensación agradable. Así como lo era el toque

trazando diseños despreocupados sobre mi piel.

Nunca dormí sobre mi estómago antes y sinceramente ni siquiera

recordaba quedarme dormida. Supuse que fue en algún momento

después de que Jax curvo sus brazos a mi alrededor y tomé mi próximo

aliento.

Mi cuerpo todavía se sentía trabajado de la mejor manera

posible. Tanto así que…

Entonces mis ojos se abrieron de nuevo.

Todo lo que vi una vez mi visión se ajustó a la luz fueron las puertas

del armario de Jax, y me di cuenta de que él era el responsable de lo

que parecía ser una figura de ocho en mi nalga derecha, a menos que

algún artista al azar se hubiera subido a la cama conmigo.

Mi espalda se hallaba desnuda.

Demonios, la sabana y el cobertor estaban enredados en algún

lugar alrededor de mis muslos y me encontraba segura de que Jax

podía ver el desastre en mi piel, como la última vez, cuando me dio la

vuelta y me tomó por detrás. Mi espalda estando visible la noche

anterior fue… algo bueno, porque dudaba que él estuviera realmente

prestando atención.

Me tensé y dejé escapar un suspiro tembloroso, preparándome

para apartarme de él, lo que le daría un vistazo de mis tetas. Y mientras

que ya no estaba tan cohibida sobre mi parte delantera tanto como de

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mi espalda a su alrededor ahora, me hallaba segura de que tenía

extrañas líneas de su sabana arrugada clavadas en mi piel, y que eso,

encima de todo lo demás, no sería atractivo. Por así decirlo, me

encontraba bastante segura de que estaba en el lado negativo del

campo sexy en este momento.

—No.

Me quedé mirando al armario, considerando fingir que todavía

dormía, y luego descarte esa idea porque era estúpida, así que opté

por jugar a hacerme la tonta. —¿No qué?

La mano de Jax se curvó sobre mi cadera desnuda. —No te

escondas. Sé que te encontrabas a punto de darte la vuelta. No lo

hagas.

Mis ojos se cerraron de golpe y me obligué a quedarme quieta.

Después de unos segundos, volvió a trazar caras sonrientes sobre mi

trasero o lo que sea que estuviera haciendo. Se sentía como si sus ojos

estuvieran taladrando agujeros en la piel descolorida y áspera, como

desprendiendo las capas con visión de rayos X.

—Tienes un culo adorable.

Eh.

—Hablo en serio, de verdad. Tu culo es malditamente bonito,

nena —continuó, mis pestañas se levantaron y mis cejas se

contrajeron—. Eres una de esas mujeres que simplemente nacen con un

buen culo. Ninguna cantidad de entrenamientos puede crear ese culo.

—Eso es correcto —dije después de unos segundos—. Creo que

fueron los Big Macs y los tacos los que crearon este culo.

La profunda risa de Jax tiró de la comisura de mis labios y luego

sentí su pierna moviéndose sobre la mía, seguida de su longitud caliente

y dura presionada en dicho culo dulce. —Entonces ni se te ocurra dejar

de comer esos Big Macs y esos tacos.

Inmediatamente, estuve mojada. Totalmente. No sé si fue la

sensación de tenerlo tan cerca de mi parte más suave, o el hecho de

que acabara de decirme que nunca dejara de comer Big Macs y

tacos. De cualquier manera, estaba lista.

—Puedo hacer eso —dije, mi voz ronca—, comer Big Macs y

tacos.

Dejó caer un beso en mi hombro mientras su rodilla se empujaba

entre mis muslos y su mano se deslizaba entre su cuerpo y el mío. —

Deberíamos levantarnos pronto.

Podría haber gruñido algo en negativa.

Su risa bailaba sobre mi hombro. —Son casi las diez. No tengo ni

idea de cuándo vendrán tus amigos.

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—Tenemos tiempo —le dije aun cuando no tenía idea de si lo

teníamos o no.

La mano de Jax hizo su camino entre mis piernas, y mis caderas se

sacudieron cuando sus dedos rozaron mi humedad. —Maldición, cariño,

eres malditamente insaciable. Lo amo.

Oh, mi corazón dio un pequeño baile feliz con el uso de la

palabra amor, aun cuando probablemente no significaba nada.

Su mano desapareció y esperaba que se levantara y agarrara un

condón, pero no se movió, y después de unos pocos segundos empecé

a sentir esas espirales de nuevo. Me levante sobre mis codos, mirando

sobre mi hombro hacia él.

Dios, solo él podría verse tan maldita y ridículamente sexy después

de tener unas pocas horas de sueño, con su pelo sobresaliendo por

todas partes y un rastrojo áspero a través de su mandíbula. Por un

momento, conseguí perderme mirándolo y entonces me di cuenta de

que miraba hacia mi espalda. De verdad. La tensión se deslizó en mis

hombros, y después de lo que pareció toda una vida, su mirada

encontró la mía.

Y dije lo que necesitaba decir. —No me gusta esto.

Su expresión se endureció. —¿Por qué, nena?

Sabía por la forma en que preguntó, que la pregunta era

genuina, y por alguna razón, se formó esa maldita bola en mi garganta.

Mis brazos se resbalaron y apoyé mi mejilla contra la almohada. —Son

feas —susurré.

Jax se mantuvo tranquilo mientras arrastraba un mechón de mi

cabello hacia atrás. —¿Sabes lo que veo cuando miro tu espalda?

—¿Eso que se parece a un mapa de las montañas Apalaches? —

bromeé, pero cayo completamente como un grillete.

—No, cariño. —Tomó una respiración profunda—. Voy a ser

honesto, ¿está bien? No voy a sentarme aquí y decirte que lo que veo

en este momento es fácil de ver.

Oh, Dios. Mi corazón cayó y pensé que podría vomitar.

—Pero no por las razones que piensas —continuó y luego lo sentí,

su mano sobre la peor parte de mi espalda, y todo mi cuerpo parecía

tener un bucle reflexivo, pero no podía ir a ninguna parte, porque

estaba prácticamente tumbado sobre mí—. Cuando veo tu espalda, en

lo que pienso es en el dolor que tuviste que haber experimentado. No sé

personalmente lo que se siente, pero he sentido fragmentos calientes de

metralla rasgar a través de mi piel, y estoy seguro de que ni siquiera eso

puede compararse un poco a todo lo que sentiste. Pero cuando la

bomba se activó en el desierto, vi soldados, mis amigos, atrapados en el

fuego.

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Cerré mis ojos con fuerza, pero sus palabras desencadenaron

imágenes que no quería, pero necesitaba ver.

—Y sé que no hay ninguna cantidad de medicamentos para el

dolor que en realidad alivie este tipo de quemaduras y tú viviste a través

de eso. Eso es lo que pienso cuando las veo. Y también pienso en como

esas malditas cicatrices formaron tu vida. Como estas te han destruido

cuando todavía eres una de las chicas más hermosas que alguna vez

he visto y esas cicatrices ni siquiera tocan eso. Estas no son nada

comparadas con tu sonrisa, esos bonitos ojos azules o ese bonito culo.

Oh, mi Dios.

No se detuvo. —¿Sabes que más veo? Un recordatorio físico de lo

jodidamente fuerte que eres, Calla, lo jodidamente valiente que eres.

Eso es lo que veo cuando miro tu espalda. Un mapa de lo valiente que

eres, de tu fuerza y tu coraje.

Oh, mi Dios.

Lágrimas pinchaban mis ojos. Esa bola de emoción se hallaba en

mi garganta otra vez, lista para derramarse e inundar la tierra.

—Y esa mierda no es fea. —Su voz se convirtió en un susurro.

Me giré, empujándome hacia arriba sobre mis codos, y mirando

por encima de mi hombro hacia él de nuevo. Su cara borrosa —Jax…

—Esa mierda es hermosa a su manera, pero aun malditamente

hermosa.

Algunas de las lágrimas se derramaron, sabía que estaba

realmente a punto de empezar a llorar, porque esa era la cosa más

perfecta que nunca había escuchado y todo lo que pude decir fue un

débil. —Gracias.

Un lado de sus labios se elevó.

Quería decir algo más e incluso llorar un poco más, y fue bueno

que su teléfono comenzara a sonar, porque estaba a segundos de

decirle que lo amaba y que quería tener sus bebés. No tener sus bebés

en este momento, pero más adelante y me di cuenta de que podría

haber sido demasiado pronto para decir algo así, pero Dios, lo amaba.

Jax ignoró su teléfono mientras me colocaba sobre mi espalda. —

Creo que lo conseguiste —apoyándose en un brazo presionado contra

la almohada, alejó las lágrimas con la otra mano—, finalmente.

Un pequeño grano de “conseguirlo” se hallaba allí, y era pequeño

y frágil, pero lo estaba, almacenado en mi estómago como una

pequeña semilla que acaba de empezar a germinar. Necesitando

amor y cuidado, pero empezaba a conseguirlo.

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Sonrió y dijo—: Si. —Entonces bajo la cabeza, besando mi mejilla

izquierda justo cuando su teléfono comenzó a sonar de nuevo. Se echó

hacia atrás, lanzando una mirada en dirección a la mesita de noche.

—Deberías contestar eso. —Mi voz era gruesa.

Jax realmente no se veía como si quisiera hacerlo, pero con una

maldición, se movió de encima de mí y agarró su teléfono. Respondió a

la llamada con un—: ¿Qué?

Acababa de recostarme contra la almohada, a punto de repetir

todo su discurso otra vez en una forma un poco obsesiva, cuando Jax

de repente se sentó. —¿Qué?

El tono de su voz provocó una oleada de inquietud, y reaccione a

esta. Sentándome, agarre la sabana y la tire hacia mis pechos.

—Sí, soy Jackson James. ¿Qué está pasando? —Hubo un tramo

de silencio y entonces se puso de pie y yo me encontraba mirando a su

culo firme. Miró por encima de su hombro hacia mí, su mandíbula

dura—. Sí. Gracias. Sí.

—¿Qué está pasando? —pregunté tan pronto bajo el teléfono.

Jax agarro sus pantalones y ropa interior del suelo. —Tienes que

levantarte y vestirte, cariño.

El tono de su voz no admitía lugar a discusión y sabía que algo

pasaba, así que hice lo que me dijo. Arrojé la sabana y me pare. Jax ya

tenía sus pantalones vaqueros puestos, cuando estuvo de repente

frente a mí.

El aire me dejo cuando vi la mirada en sus ojos. Oh, no. Mi corazón

dio un salto. —Es mamá, ¿no es así? Han encontrado su cuer…

—No, cariño, no es tu madre. —Tomó mis mejillas, sus ojos

buscando los míos—. Es Clyde. Y es serio. Tuvo un ataque cardiaco.

Una de las razones por las que quería ser enfermera era que

odiaba los hospitales. Eran como un pozo negro de recuerdos

desagradables de la pena, el dolor y la desesperación, y en cierto

modo, convertirme en una enfermera era una manera de superar ese

odio y ese miedo. Pero incluso por razones más que obvias, en estos

momentos no pensaba en mi futuro profesional y los odiaba aún más

hoy en día que hace mucho tiempo, porque me hallaba a punto de

tener otro horrible recuerdo unido a un hospital.

Nos encontrábamos en la sala de espera, fuera de la unidad de

cuidados intensivos y estuvimos allí por lo menos una media hora.

Cuando ingresamos, nos dijeron que el médico de Clyde nos vería

pronto, pero nadie venía.

Eso no podía ser bueno.

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03

La habitación se encontraba vacía excepto por Jax y yo, y eso

me alegraba mucho, porque estaba apenas sosteniéndome unida.

Cuando Teresa llamó porque se hallaba a cinco minutos de la casa de

Jax, me había olvidado de ellos. Una vez que le explique lo que pasaba,

inmediatamente dijo que venían hacia el hospital Montgomery, pero les

dije que no y que los mantendría informados. En primer lugar, quería que

disfrutaran de su día en Filadelfia, y en segundo lugar, lo perdería si ellos

estuvieran aquí.

Iba a perderlo de todos modos.

Ahora me paseaba por la longitud de la estéril habitación blanca

con sillas y sofás color marrón grisáceo. Todo lo que sabía era que se

trataba de un ataque cardiaco y que era malo. Clyde se encontraba

en cirugía. Eso era todo.

—Cariño, creo que deberías sentarte —sugirió Jax.

—No puedo. —Pasé por la fila de sillas—. ¿Cuánto tiempo más

crees que va a tomar?

Se inclinó hacia adelante, apoyando los brazos sobre sus muslos.

—No lo sé. Este tipo de cosas pueden tomar mucho tiempo.

Asintiendo distraídamente, crucé mis brazos sobre mi pecho y

seguí caminando. —Sabía que algo estaba mal con él, especialmente

anoche. Estuvo frotándose mucho el pecho, viéndose con la cara roja o

muy pálida. Y sudaba…

—Calla, no sabías. Ninguno de nosotros lo sabía. No puedes

culparte por esto.

Tenía un punto, pero vi la forma en que Clyde se veía anoche

cuando apareció y se fue persiguiendo al secuestrador. Negué con la

cabeza mientras la ira se alzaba sobre mí como una sombra en la

noche más oscura. —Maldita sea ella. —Yo hervía.

Jax se enderezó.

Lo miré por un momento y luego miré hacia otro lado. —Sé que

mucha de la tensión que tiene sobre él es por el bar y porque ella se ha

ido. Diablos, ¡una gran cantidad de estrés esta sobre ti! Tú has estado

haciendo funcionar el bar por ella y, ¿por qué? ¿Propinas y un salario

mínimo?

Una mirada extraña contrajo sus rasgos mientras pasó una mano

a lo largo de su mandíbula sin afeitar.

—Casi me secuestraron ayer por la noche por ella y Clyde se

encontraba ahí. Él no necesita ese tipo de estrés. ¿Mira lo que ha hecho

con él? —Me detuve, desplegando los brazos y apretando mis manos

en puños. La ira se convirtió en veneno en mi sangre mientras decía—:

La odio.

Jax parpadeo. —Nena…

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Contuve mi respiración. —Sé que no debería, pero no puedo

evitarlo. Mira lo que le ha hecho a todo el mundo. ¿Y para qué? Sé que

su vida ha sido dura, porque ¡Yo la viví! ¡Me encontraba allí con ella,

Jax! La viví, también, pero yo…

—Probablemente no estaríamos donde estamos hoy. Lo sabes,

¿verdad? —dijo en voz baja—. Ella nos dio esto.

Ella nos dio esto.

Sujeté mi boca cerrándola, apretando mis hombros. Miré

fijamente a sus ojos y luego desvié la mirada. La quemadura en mi

pecho dolía. Y entonces tan pronto como la mordedura venenosa entro

en mis venas, me aparte y susurré. —Sí, nos dio esto.

—No la odias.

Mis ojos se cerraron contra la oleada de lágrimas de frustración. —

Lo sé.

La verdad era que a veces quería odiarla, porque entonces no

me importaría lo que le estaba sucediendo y lo que hizo con su vida. No

me preocuparía por lo que las drogas estaban haciéndole. No me

importaría si tenía un techo sobre su cabeza o ropa limpia en su

espalda. No me importaría, y mierda, cuidarla de hacerse daño.

Mientras la cruda emoción que había estado allí mucho antes de

hoy, esta semana, o incluso este año comenzó a hincharse dentro de

mí, empecé a pasear de nuevo para quemarlo. Me centre en algo más.

—¿Por qué te llamaron?

—Supongo que soy su contacto en emergencias.

Significaba que yo no lo era. No era el contacto del hombre que

prácticamente ayudó a criarme. Era una estupidez sentirme culpable

por no ser el contacto de emergencia de Clyde, pero sabía que si

hubiera estado más alrededor, hubiera estado en la posición de ser su

contacto. Me aterrorizaba saber que esto podría haber sucedido y

nadie me hubiera notificado.

Y eso me golpeó con la fuerza de un camión con exceso de

velocidad.

Estuve haciendo esto mal. Mi vida. Completamente equivocada,

porque fueron mis elecciones las que me llevaron a dejar esta ciudad y

fueron mis elecciones las que prácticamente terminaron una relación

con un hombre que fue el único buen modelo a seguir en toda mi

maldita vida. Todavía podría haberme mantenido en contacto. Todavía

podría haber vuelto. Joder. Tal vez si lo hubiera hecho, mamá habría

encontrado más difícil acabarme. ¿Quién sabía? Pero corrí en la

primera oportunidad que tuve, y sabía que Clyde no me culpaba por

ello, pero aun así. Me dije a mí misma que odiaba el bar, pero mis

recuerdos más felices eran estando allí. Me mentí a mí misma. Mucho.

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Si llevaba un mapa de coraje, valentía y fuerza en mi espalda,

seguro como el infierno no me comporté de esa manera en un largo

tiempo. No desde que mamá tomó mi dinero y me encontré con Jax.

Mis rodillas estaban débiles, y no tenía idea de lo que planto mi

culo en el suelo. —Dios mío.

Jax miró hacia mí. —Cariño, va a estar bien.

—Si no hubiera regresado aquí este verano y si hubiera tenido un

ataque al corazón, no lo habría sabido. —Me detuve frente a él—. Jax,

nunca lo habría sabido, y ¿si se muere? ¿Qué si esta hubiera sido mi

última oportunidad de verlo?

Sus facciones se tensaron y luego enganchó un brazo alrededor

de mi cintura y me atrajo hacia su regazo. Su otra mano tomó mi mejilla.

—Cariño, si algo le hubiera sucedido a Clyde yo me habría puesto en

contacto contigo.

Nuevas lágrimas salieron. —Pero, ¿Cómo? Tú no me conocías o

sabias como encontrarme realmente. Tú sabías de mí, pero eso es

diferente.

Esa mirada cruzó su cara otra vez, pero su mano se deslizó

alrededor de mi cuello y guio mi mejilla contra su pecho. —Te habría

encontrado, cariño, pero estas aquí y eso es todo lo que importa.

Acurrucándome profundamente, envolví mis brazos a su

alrededor libremente e hice algo que no había hecho en años. Oré, de

verdad oré para que Clyde estuviera bien. Y de alguna manera me

sentí como una impostora por orar, pero lo hice.

Me quede allí hasta que la puerta se abrió y me aparté,

esperando ver al médico, pero fue Reece quien entró, vistiendo su

uniforme. Se hallaba de servicio. Me tensé, y él debió haber visto la

mirada en mi cara e inmediatamente me tranquilizo. —Me enteré de lo

de Clyde. Solo quería comprobarlo.

—Está en cirugía —le dije—. No sé nada más.

—He conocido a Clyde por un par de años —dijo Reece después

de que se sentó en un asiento al lado de nosotros—. Es un hombre

fuerte. Va a salir adelante.

Tomé una respiración inestable y Jax pasó su mano sobre mi

columna vertebral. —Gracias.

Reece no dijo mucho, pero se sentó como si planeara quedarse

por un tiempo, y eso me dejo cálida y confusa. Cuando la puerta se

abrió de nuevo unos diez minutos más tarde, vi a Teresa entrando por la

puerta, seguida de mis amigos, y mi corazón se encogió.

Me quedé mirando cómo se dirigían hacia donde estábamos

sentados. —¿Qué están haciendo aquí chicos?

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—Teníamos que venir —dijo Teresa, sentándose al otro lado de

nosotros. Extendió la mano y apretó mi brazo—. Queríamos asegurarnos

de que estuvieras bien.

Cam y Avery tomaron la misma posición que teníamos nosotros,

ella en su regazo y apoyando la cabeza contra su pecho. —Ninguno de

nosotros se sentía bien.

—Queríamos estar aquí contigo —agregó Jase, sentándose al

lado de Teresa.

Abrí la boca, balbuciendo algún tipo de agradecimiento, y luego

me di la vuelta enterrando mi cara en la garganta de Jax. Sus brazos se

apretaron a mi alrededor y me dije a mí misma que no llorara, porque

era tonto, pero entonces me encontraba demasiado agitada por la

cosa emocional, y me quedé así hasta que mis ojos se sintieron un poco

secos, y entonces les di las gracias de nuevo. Me recompuse y me las

arregle para mantener y seguir la conversación a mí alrededor.

Durante el próximo par de horas, Roxy y Nick aparecían en

diferentes momentos, quedándose hasta que tuvieron que volver al bar.

Roxy se mantuvo evitando a Reece, pero cuando ella se fue, él

misteriosamente se puso de pie y camino hacia afuera, también. Me

pregunte sobre eso. Todo el mundo que trabajaba en el bar pasó en

algún momento, y eso hizo las cosas buenas para mi alma al ver que

tantas personas se preocupaban por Clyde.

Cuando le susurré eso a Jax, él susurró—: Ellos también se

preocupan por ti.

Y tenía razón. Como siempre. Lo que se estaba haciendo un poco

molesto.

La puerta se abrió de nuevo poco después de eso y mi estómago

cayó cuando vi que era el médico. Empecé a levantarme, pero Jax

apretó su agarre en mí, y todo lo que pude hacer fue enfrentar al

médico.

—¿Cómo está? —pregunté, mi corazón golpeando rápido.

Vestido con una bata azul y viéndose absolutamente agotada, la

mujer mayor deslizó una pequeña y delicada mano sobre su cabello

entrecano. —¿Usted es de la familia?

—Si — respondí inmediatamente. De sangre o no, Clyde era de mi

familia.

Sus ojos color avellana recorrieron la sala de espera. —¿Todos

ustedes son familiares?

—Sí, todo somos familia —respondió Jax entonces, su mano

moviéndose a través mi estómago—. ¿Cómo está?

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Se acercó a un sofá vacío en la esquina con vista hacia donde

estábamos sentados y juntó las manos entre las rodillas. —Salió bien de

la cirugía.

—Oh, gracias a Dios —dije en voz baja, cayendo hacia atrás

contra Jax.

—No estamos fuera de peligro todavía —continuó diciendo, y

sabía por mis estudios que las próximas cosas que dijera eran serias—.

Sufrió un ataque al corazón debido a varios bloqueos. Le pusimos unos

stents21, porque por lo general…

Ellos por lo general veían una recuperación más rápida en los que

tenían stents en comparación con un bypass. Mientras la doctora

continuó, las dos partes de mi cerebro funcionaban

independientemente una de la otra, el punto de vista clínico y el

personal. Pero al final, Clyde lo hizo a través de la cirugía y aunque esta

era una cirugía mayor y sabía que las cosas podrían ir horriblemente mal

desde este punto, él salió bien de la cirugía y eso era enorme. Lágrimas

de alivio se formaron en la parte de atrás de mis ojos.

—Está durmiendo ahora y estará así probablemente por el resto

del día, y ahora mismo, realmente tenemos que dejarlo descansar. —El

médico se levantó, sonriendo débilmente—. Si todo sale bien mañana,

al menos uno de ustedes podrá visitarlo si está despierto.

Me levanté entonces, y Jax no me detuvo. —Gracias… muchas

gracias.

Su leve sonrisa se mantuvo. —Ahora todos ustedes deben ir a casa

y descansar un poco. Si algo cambia entre hoy y mañana, nosotros se lo

haremos saber, ¿está bien?

Mientras el doctor se iba, me di la vuelta y Teresa se hallaba

parada allí. Envolvió sus brazos a mí alrededor, y me abrazo. —Eso es

bueno —dijo—. Eso es realmente bueno.

Parpadeando para alejar las lágrimas, asentí. —Lo sé. Clyde es

fuerte. Él va a salir adelante. —Sollozando, me aparte y le sonreí. Jax se

encontraba de pie junto a mí, y se apoderó de mi mano, entrelazando

sus dedos con los míos. Apretó. —Gracias —dije de nuevo, totalmente

con un nudo en la garganta cuando me gire hacia mis amigos—.

Gracias.

Avery me devolvió la sonrisa, y mis ojos cayeron a su cintura por

alguna razón. Realmente no supe por qué, pero vi que estaban siendo

la típica pareja más adorable de todas las parejas, su mano más

pequeña se hallaba en la de Cam, sus palmas presionadas juntas y sus

dedos entrelazados alrededor de los suyos.

21 Es una cánula muchas veces biodegradable que se utiliza para abrir venas que han

sido previamente tapadas u obstruidas.

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Igual a como Jax sostenía la mía.

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Traducido por Valentine Rose & Vanessa Farrow

Corregido por Mire

No fue hasta la tarde del lunes que Clyde estuvo lo

suficientemente bien para una corta visita. Jax tuvo que quedarse en la

sala de espera mientras una joven enfermera me guiaba a su

habitación.

Me impresionó el verlo tendido en la estrecha cama, su forma tan

grande y corpulenta una vez luciendo tan frágil, y cubierto con tubos y

cables.

Mis rodillas se juntaron cuando parpadeó con lentitud, y luego

tragué la cruda emoción que se construía en mi garganta. Tomé asiento

en la pequeña silla junto a su cama. Levantando la mano, pasé mis

dedos por los suyos. —Hola tú.

Una débil, y cansada sonrisa apareció en sus labios. Su tez era

terriblemente pálida. —Pequeña…

Mi respiración se atascó. —¿Cómo te sientes?

—Listo para… correr una maratón.

Reí y mi sonrisa se volvió floja. Varios minutos pasaron mientras nos

mirábamos, y tuve que tragar con fuerza otra vez. —Quiero que te

mejores.

La débil sonrisa revoloteó. —Estoy en ello.

—Quiero que te mejores así cuando la universidad empiece otra

vez y vuelva a casa, me hagas tacos —le dije—. ¿De acuerdo?

Sus cejas se levantaron por unos cortos centímetros, y murmuró—:

¿A casa?

Preocupada que el ataque al corazón haya dañado algo más

que su corazón, asentí. —Sí, cuando vuelva a casa, quiero que tú… —

Dejé de hablar cuando la comprensión me invadió.

Casa.

Llamé aquí mi casa.

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Y no llamaba aquí a mi casa en años, porque no se sentía de esa

manera desde que mamá fue de mal en peor y papá se fue. Mi boca

se abrió sin palabras, pero no sabía qué decir. Lo más extraño fue que

no tenía la intención de corregir lo que dije, porque aquí… aquí se

hallaba mi casa otra vez.

Vaya.

No tenía idea de qué hacer con el entendimiento.

Esa cansada sonrisa dio paso a una completa sonrisa que

desapareció con rapidez. —Pequeña, nunca… creí que lo... escucharía

de nuevo.

—Yo… nunca creí que lo diría de nuevo. —Maldición. Las lágrimas

inundaron mis ojos, y me pregunté si este era el verano que tomé

antidepresivos—. Pero, es la…

—Es la verdad. —Suspiró profundamente e hizo una mueca de

dolor—. Eso es bueno, pequeña. Es… muy bueno.

Apreté sus dedos con suavidad y me incliné más cerca,

susurrando—: Lo es.

Y no mentía. En serio lo era. Mi corazón golpeó contra mi pecho

mientras limpiaba mis mejillas con el reverso de mi otra mano.

—¿Sientes eso? —preguntó muy silenciosamente.

—¿Qué cosa? —solté.

—Ese pequeño peso… abandonándote —dijo—. ¿Lo sientes?

Mis labios temblaron mientras asentía. —Sí, tío Clyde, lo siento.

Otro profundo suspiro pasó, y le tomó mucho esfuerzo voltear su

mano. Apretó mis dedos con la presión de un bebé, y fue fuerte de ver.

—Tu mamá… te amaba, pequeña. Aún te ama. Lo… sabes, ¿verdad?

Juntando mis labios, asentí. Sí, lo sabía. Pese a todas las cosas

horribles que hizo, sabía que todavía me amaba. Simplemente

necesitaba más la droga de lo que necesitaba mi amor y a mí. Era una

simple verdad de alguien adicto a las drogas.

Su agarre se relajó y cerró sus ojos. Me senté ahí por un par de

minutos más. —Necesitas descansar. Volveré más tarde.

Con lentitud, asintió, pero cuando comencé a levantarme, abrió

sus ojos y su mano rodeó la mía. —Ese chico… se ha preocupado por ti

por… —Dejó de hablar y me congelé, medio de pie, medio sentada.

Luego continuó—: Es un buen chico, pequeña. Jackson siempre ha sido

perfecto para ti.

—¿Siempre ha sido? —pregunté.

Pero no hubo respuesta. El tío Clyde se durmió y sus palabras me

dejaron confundida. La manera en que hablaba era como si Jax

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siempre hubiera estado en mi vida por mucho tiempo, y no era así. Por

otro lado, Clyde se hallaba inyectado con muchos analgésicos. Me

quedé ahí por un par de minutos más, observando su pecho bajar y

subir, volviendo a asegurarme que se encontraba muy vivo y que iba a

mejorarse. Presioné un beso en su mejilla, y después abandoné la

habitación.

Volví al pasillo, pasando la ocupada estación de enfermeras, y

me dirigí hacia la sala de espera.

El detective Anders se hallaba inclinado contra la pared,

esperándome. No pude detener la tensión que me irrumpió cuando lo

vi.

—Hola —dije, deteniendo mi paso. Miré a las ventanas de la sala

de espera. Se encontraba vacía.

—Jax bajó para conseguir una bebida de esas máquinas

expendedoras —explicó el detective Anders—. Debería estar de vuelta

dentro de poco. Le dije que te esperaría. Marqué a tu celular y cuando

no hubo respuesta, llamé a Jax.

—Ah. —Me crucé de brazos cuando levanté la mirada,

agradecida que no pensara en cuan apuesto era como la última

vez. Mierda. Ahora pensaba en eso. El hombre podía trabajar en un

traje. Alejando la mirada, quería golpearme un puñetazo—. Dejé mi

celular en su camioneta.

—¿Cómo está? —preguntó.

Suspirando profundamente, me volví a concentrar. —Estuvo

despierto por un rato, así que conseguí hablar con él. —Detesté lo que

dije después—. Aunque se encontraba muy débil, y sé que está

sufriendo, pero él… él logrará salir de esto.

—Es un tío duro. También tengo que creer que logrará salir de

esto.

Asentí, apoyando mis brazos contra el frío del hospital. —Detective

Anders…

—Llámame Colton.

¿Colton? ¿Su nombre era Colton? Pasé toda mi vida sin conocer

a alguien llamado así, y pensé en que le asentaba, un fuerte y sexy

nombre. —Colton, ¿verificabas a Clyde o… ?

—Un poco, y quería comprobar cómo te encontrabas, y hacerte

saber que aún seguimos trabajando duro en todo.

—¿Entonces no hay malas noticias?

Una simpática mirada pasó por su rostro. —No, Calla, en realidad

ya no hay malas noticias para este entonces. No hemos sido capaces

de localizar a nadie que encaje con la descripción que nos diste con los

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antecedentes criminales, y Mack todavía sigue al acecho, pero eso es

algo bueno. La última parte, quiero decir.

Fruncí el ceño. —¿Cómo?

Echó un vistazo alrededor, luego apuntó a la sala de espera con

un asentimiento de su barbilla. —Hablemos de eso allí.

Uh oh.

Pasé por la puerta que mantuvo abierta, y me senté en la primera

silla. Mientras desabrochada su chaqueta, se sentó frente a mí. —Hemos

tenido vigilado mucho a Isaiah. No hemos encontrado nada que lo

culpe, no hubo ninguna sorpresa, y pese a que mantiene sus manos

limpias, sabemos que aquellas manos están sobre toda esta mierda.

¿Me comprendes?

El misterioso Isaiah lo hace de nuevo. —Sí.

—No le gusta que arruinen las cosas, o no terminar las cosas.

Ahora mismo, Mack está haciendo ambas cosas, y está llevando la

atención a Isaiah. Además, Isaiah no puede estar feliz sobre la droga

perdiéndose —explicó, sus ojos fijos en mí—. Mack va a hacer las dos

cosas. Está en el mismo bote como…

—¿Cómo mi madre?

No alejó la mirada. —Sí. Odio decírtelo, pero sí.

Pasando mis manos sobre mis vaqueros, suspiré. No había nada

que pudiera responder. Nada en lo absoluto.

—Si escuchas algo de tu mamá, necesitas decírnoslo —continuó—

. Sé que será difícil, pero no es seguro para ella. Somos, literalmente, el

menor de los males. ¿Entiendes lo que digo?

Incapaz de saber si podría hacerlo y entregar a mi madre a la

policía, alejé mi mirada. Sabía que tendría que hacerlo si mamá volviera

a aparecer y pese a que quería decir que podría, sería diferente

cuando la ocasión llegara.

El detective Anders se puso de pie, y supuse que la conversación

finalizó. Se detuvo en la puerta, inclinando su cabeza. —¿Tienes algo

bueno aquí, no es así?

Pensando que era algo bizarro que decir, todo lo que hice fue

asentir.

—Entonces toma en serio sobre lo que dije de tu madre, Calla. Sé

que es tu familia. Sé que la amas. Y sé que esto es difícil, pero no

permitas que aleje lo bueno de ti.

Las palabras del detective Anders se quedaron conmigo por el

resto de la tarde y el comienzo de la noche. Intenté no pensar en ello

cuando Jax y yo fuimos a comer algo en un pequeño sitio en el centro,

o mientras pasamos la noche relajándonos en su sala de estar. Era

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mucho con lo que lidiar —todo— y era agotador, tanto mental como

emocionalmente.

Eran casi las ocho de la noche y acababa de disfrutar un

paquete de caramelos. Al volver de tirar el envase a la basura, pasé mi

mano por mi cabello a pesar que, probablemente, aun lucía como un

desastre y luego rodeé el sillón.

Desde donde Jax se hallaba sentado, se inclinó hacia adelante y

situó sus manos en mis caderas cuando lo pasé para sentarme junto a

él. Al parecer, aquello no iba a suceder. —Creo que no iré a la

despedida de soltero de Dennis.

Dios, me olvidé por completo que era mañana por la noche. —

¿Por qué?

Encogió un hombro mientras pasaba sus manos arriba y debajo

por mis caderas. —Con todo lo que está pasando con Clyde y contigo,

creo que lo último que necesito es estar sentado en un club de

strippers.

—Estoy bastante segura que con todo lo que está pasando,

podrías necesitar un descanso. Simplemente no entres a ninguna

habitación privada —bromeé.

—Los jueves por la noche están ocupados, cariño, y no me siento

con…

—Tenemos el bar y la cocina controlados. Y prometo que no me

secuestrarán o algo loco.

Arqueó una ceja. —¿Lo prometes?

—Por supuesto.

Sonrió con suficiencia. —No creo que sea algo en lo que tengas

necesariamente el control.

—Si me quedo detrás de la barra, creo que estaré bien. Además,

Nick estará allí. Y tú ya conseguiste que te cubra el martes. Estaremos

bien.

—Seguro que estarás bien.

Suspiré. —Jax.

Con una malvada sonrisa en sus labios, me jaló a su regazo y fui

hacia él, apretando mis muslos. Me gustaba esto. Me gustaba mucho.

Pero no iba a distraerme. —Ve. Está bien. Estaré en la barra y vendrás

antes que cerremos. Estaré bien.

Se recostó contra el cojín del sofá. —¿Pero qué pasa si quiero

llevar a una chica conmigo a casa?

—Oh, no lo sé. Por lo que dice Katie, aquellas chicas se rocían de

aceite. Puede que se te haga difícil aferrarte a alguna de ellas.

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Jax echó su cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. —Bien.

Entonces algo se me ocurrió. —¿Qué pasa si Katie baila?

Sacudió su cabeza. —Ese será el momento en que vaya al baño.

—Es muy ardiente.

Enganchando sus brazos alrededor de mis caderas, extendió sus

piernas y caí más cerca de él. —No es eso. Es solo que es Katie… y no

quiero verla de esa forma.

Sonreí con suficiencia y esperaba que estuviese vestida de hada

otra vez. —¿Entonces irás?

Una mano subió por mi columna, enredándose en mi cabello y

jaló mi cabeza hacia sus labios. —Iré.

—Muy bien.

Mordisqueó mi labio inferior. —Probablemente, eres la única chica

en el mundo que diría muy bien al hecho de que su hombre vaya a un

club de strippers.

¿Mi hombre? La frase me pilló un poco desprevenida por lo que

no puntualicé que creía que, en realidad, muchas chicas no le

importaban los clubes de strippers, porque comenzó a besarme lenta y

delicadamente.

Cuando su boca abandonó la mía, sus labios rozaron la curva de

mi barbilla. El moretón del secuestro fallido ya comenzaba a

desvanecerse, pero situó un beso allí, y mi corazón hizo un pequeño

baile.

Me acomodé en sus brazos mientras él iba distraídamente de

canal en canal en la televisión, y no tomó mucho tiempo para que mis

ojos se cerraran. Me tranquilizaba el suave movimiento de su mano a lo

largo de mi columna. Era extraño. Nunca creí que alguna vez permitiría

a alguien tocarme ahí, incluso si usaba ropa, y aquí estaba, cómoda

por una caricia que, hace un tiempo atrás, me hubiera hecho

encogerme.

Tantas cosas cambiaron.

Una vez que se decidió por un partido de béisbol, dejó caer el

control remoto y su mano terminó en mi pelo. —Reece llamó antes,

cuando te encontrabas en la computadora, haciendo tus cosas de la

escuela

Mis ojos se abrieron, pero no me moví. Me sentía demasiado

perezosa para ese nivel de esfuerzo. —¿Qué quería?

—Solo mantenernos actualizados sobre Mack. Reece y Colton

piensan que ha muerto, especialmente desde que ellos han estado

vigilando a Isaiah, que tampoco presagia nada bueno para Mack —

dijo mientras retorcía el cabello alrededor de sus dedos.

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—Sí, el detective Anders dijo algo así ayer cuando me llamó. —Mi

mano se hallaba sobre su pecho, así que empecé a dibujar un círculo

con el dedo—. Es una locura. Es como que todos ellos saben que este

Isaiah es sucio, pero no hacen nada.

—No pueden, cariño. Isaiah es inteligente. Limpia después de

todo y nada conduce de nuevo a él. Es por eso que no estará feliz con

Mack. Jode con tu mamá y Rooster, obviamente sacó a Rooster…

—¿No podría haber sido Isaiah? —le pregunté.

Jax volteó la masa de cabello sobre mi hombro. —No creo. Es

más limpio que eso. Y es inteligente. No va a botar un cuerpo a la luz del

día en un pórtico delantero. Es más de ir por un chico del tipo amarrado

a una base de cemento en el fondo del agua.

Me estremecí. —¿Qué tan bien conoces a Isaiah?

—Tan bien como quiero hacerlo y nada más. —Aplanó su mano a

lo largo de la curva de mi trasero y la dejó allí—. Ha estado en lo de

Mona un par de veces. Creo que comprobando el lugar.

—Eso es un poco espeluznante.

—Es Isaiah. —Palmeó mi trasero—. De todos modos, si Mack ha

muerto, hay una buena probabilidad de que hayas terminado con esta

mierda.

Eso es lo que el detective Anders dijo, también, pero realmente no

me hizo sentir como si debería ir a pasear por Main Street ni nada. —

¿Encontraron a Ike?

—No.

—¿Piensas... que también le sucedió algo?

—No sé. El tipo de vida que estas personas viven, no es raro que

desaparezcan. Podría no tener nada que ver con esto.

Eso esperaba. Bueno, esperaba que cualquiera que fuera el tipo

de Ike, no estuviera perdido en un mal camino. No lo conocía, nunca lo

vi, pero aun así, una vida humana era una vida humana.

—He estado pensando —dijo mientras desenredaba suavemente

los dedos de mi cabello—, cuando regreses a Sheperd, te vas a quedar

en un dormitorio, ¿verdad?

Asentí. —Estoy en los apartamentos Printz este año. O lo hacía

antes de la aprobación. Supongo que todavía lo estoy, pero Printz es un

dormitorio con apartamentos de dos a tres dormitorios en ellos.

—¿Así que tienen privacidad?

—Sí. Al igual que un edificio de apartamentos normal, pero mejor.

—Me reí.

—Esto es bueno, porque vamos a necesitar privacidad.

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Me mordí el labio inferior, pero no detuvo que mi sonrisa se

extendiera. —¿La necesitamos?

—Cariño, no quiero estar desnudo en la cama contigo, con una

chica en otra cama a un par de jodidos metros de nosotros.

—Buen punto. —Me reí.

En realidad, jodidamente me reí. Era tan tonta.

—Si mantengo mi horario como está, podría bajar el domingo y

quedarme contigo por unos días. —Tomó un mechón de mi cabello de

nuevo y lo metió atrás—. Y tal vez cuando tu trabajo escolar no sea

demasiado pesado, puedas venir el fin de semana.

Levantando la cabeza, me encontré con su mirada.

—Por supuesto, a trabajar, eso es.

Me reí de eso, y sonrió. —Puedo hacer eso. —Su sonrisa se

convirtió en una risa y dije—: Creo que te gusto, Jackson James.

Levantó una ceja. —Guau. ¿Estás entendiéndolo finalmente?

Empujé la mano en su pecho, y se rió entre dientes. —No. Creo

que realmente te gusto.

—Como dije, ¿estás entendiéndolo finalmente?

—Lo que sea.

Besó la comisura de mis labios. —Es algo bueno que tengas un

bonito culo.

Golpeé su pectoral por eso, pero entonces tomó mi muñeca y

levantó mi mano a su boca. La besó en el centro de la palma. —Sí,

nena, realmente me gustas.

Mis ojos se clavaron en los suyos. —Realmente también me gustas.

—Lo sé —murmuró perezosamente.

—Presumido.

—Confiada.

—Arrogante —le susurré, y luego le di un beso rápido antes de

instalarme en su pecho de nuevo, no queriendo que viera que mi

“realmente me gustas” entró en el territorio “realmente te amo”.

La conversación se desvaneció cuando volvió su atención al

juego de béisbol, y me relajé por completo, acurrucada en sus brazos.

Nunca pensé que tendría esto con alguien, especialmente alguien tan

maravilloso como Jax.

Y de una manera extraña, tenía que agradecer a mi mamá por

eso.

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No pasó mucho tiempo antes de que me quedara dormida así, y

cuando se encontraba listo para la cama, simplemente apagó el

televisor, me recogió, y se levantó.

—Puedo caminar —murmuré.

Sus brazos se apretaron. —Te tengo.

Me gustaba ese sonido y esto era agradable, él haciendo esto.

Mientras envolví un brazo alrededor de su cuello y cerré los ojos, me

permití ser una sensiblera total y mis entrañas se fundieron en un

menjunje sensiblero.

A pesar de todo, tenía suerte. Mucha maldita suerte.

Me cargó arriba y luego también me gustó cuando me ayudó a

desvestirme, lo que terminó conmigo usando nada más que una de sus

camisas. Me metí en la cama mientras él se dirigió a la planta baja y

cerró con llave. No pasó mucho tiempo antes de que estuviera en la

cama conmigo, su frente presionando mi espalda, una pierna entre las

mías y un brazo asegurado alrededor de mi cintura.

Los labios de Jax rozaron mi nuca, y antes de que me deslizara de

nuevo en la tierra del sueño, sin ninguna razón en absoluto le oí decir—:

Eres hermosa, nena.

Cuando me desperté, sabía que algo era diferente. Jax no se

encontraba detrás de mí, tan cerca cómo podía. Rodé en su espacio,

capturando el ligero aroma de su colonia, y parpadeé hasta que mi

visión se adaptó a la oscuridad.

La luz de neón verde del reloj de la mesita de noche, decía que

eran las tres de la mañana.

Sentada, miré alrededor de la habitación. No había luz asomando

bajo la puerta del baño cerrada, pero la puerta del dormitorio se

encontraba abierta. Esto era extraño para mi cerebro somnoliento. No

podía pensar en un momento en el que compartí su cama que se

hubiera levantado en medio de la noche. Por supuesto, no estuvimos

compartiendo camas tanto tiempo.

Me senté allí por un momento, mientras mi mente empezaba a

volver en línea. Sabía que una gran cantidad de personas que vieron

batallas, tenían problemas con el sueño y Jax dijo que cuando regresó,

tenía problemas con él. Preocupación tiró de mí, despertándome.

¿Estaba teniendo una mala noche? Ya que no estuvimos durmiendo

juntos tanto tiempo, era posible que las tuviera y no lo supiera.

Quitándome la sábana, me deslicé fuera de la cama. Su camisa

se asentó alrededor de mis muslos y me acerqué a la puerta

entreabierta. Fue entonces cuando oí su voz.

—Ahora no.

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Mis cejas se fruncieron cuando abrí la puerta y caminé la corta

distancia hasta la parte superior de las escaleras. Desde mi punto de

vista, podía ver toda la escalera y podía ver la puerta principal. Se

encontraba abierta, pero no había nadie allí.

Entonces oí la segunda voz.

—Sé que debería haber llamado.

Mi corazón se detuvo en mi pecho, se detuvo como si hubiese

chocado contra una pared de ladrillo. Esa era sin duda una voz

femenina. En la casa. A las tres de la mañana.

Si Jax respondió, no lo escuché, pero oí la chica de nuevo. —Me

encontraba fuera y te extrañé, bebé. Te he echado mucho de menos.

Oh. Mi. Dios.

Extendí la mano, agarrando la pelota de madera tallada en la

cima de la barandilla para no perder el equilibrio. Tenía que estar

soñando. No eran las tres de la mañana y una chica, que sonaba

vagamente familiar, no se hallaba en la casa de Jax, diciéndole lo

mucho que lo extrañaba y lo llamaba bebé. De ninguna manera.

Entonces oí a Jax, pero eran solo pizcas de lo que decía—:

...ahora no es un buen momento... ningún momento... primero llama,

pero...

Hielo empapó mis venas.

Por lo que pude escuchar, era bastante obvio. Llama antes de

venir, porque puede haber alguien más aquí. Un segundo más tarde, se

confirmó mi teoría.

—¿Hay alguien aquí? —La voz se elevó.

Oh Dios...

Entonces oí a Jax alto y claro. —Baja la voz, Aimee.

No es de extrañar que la voz sonara familiar para mí.

¿Aimee? Hermosa ex-concursante de reina con los dientes

perfectos, Aimee, ¿con quien tuvo una historia y a quién le hizo

exámenes de pecho gratuitos en el bar? ¿Tal vez con una historia no

muy lejana?

Creo que necesitaba sentarme.

—¿Eso es un bolso? —demandó Aimee—. ¿Qué mierda, Jax?

Tienes alguien aquí. ¿Dónde está? ¿Y ella sabe que la última vez que

estuve en la ciudad, estuvimos juntos? Lo cual, por cierto, ¿no fue como

hace un mes?

Mi estómago cayó a mis pies. ¿Hace un mes? Hice un cálculo

rápido del momento desde cuando vine de casa y ahora, y realmente,

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eso no cuadraba, lo que hizo que mi estómago volviera a donde

pertenecía.

—Mierda, Aimee, fue hace más de un mes —dijo Jax, su voz más

fuerte, también—. Mira, sabes que me preocupo por ti…

—¿De verdad? —contraatacó ella.

Sabes que me preocupo por ti.

Apreté los ojos con fuerza. Hace un par de horas, nos

encontrábamos en la cama, y él me abrazaba diciéndome que era

hermosa, y unas horas antes me dijo que realmente le gustaba, y

hacíamos planes para cuando volviera a Sheperd, pero ahora Aimee,

con dos e, se encontraba en su casa y estuvieron juntos hace un mes, y

se preocupaba por ella. Abrí los ojos. Ellos no se sentían irónicos. La

puerta principal se hallaba todavía abierta.

Esto ocurría. Esto realmente sucedía.

Algo en mi pecho dolía, como herido físicamente, solté la

barandilla y presioné la palma de mi mano entre mis pechos.

Entonces Aimee se encontraba en el fondo de las escaleras.

—Santo... —Su voz se desvaneció y sus ojos se abrieron como

platos—. No. Esto no está sucediendo.

Bueno, Aimee y yo estábamos en la misma página por una vez,

porque pensábamos exactamente lo mismo.

—¿Estás con ella? —Su voz aguda mientras su cabeza se giraba

en la otra dirección, y me pregunté si podía girarla como la chica de El

Exorcista—. ¿En serio? ¿Calla Fritz?

Me estremecí.

Hijo de puta, en realidad me estremecí.

Porque yo podría conseguir la expresión de Que Demonios que

llevaba y la sorpresa en su voz. Lo entendía. Jax era precioso de una

manera que era casi irreal. Podía lograr que las chicas dejaran caer sus

bragas simplemente dándoles una media sonrisa y un gancho de su

dedo. Tenía una cicatriz gigante por mi cara y algo más. Y mi madre era

una drogadicta conocida. Yo no era exactamente alguien que la gran

mayoría de la gente imaginaría con Jax. Seriamente entendía eso,

porque era la naturaleza humana querer emparejar personas sin

defectos con otras personas sin defectos.

Jax apareció en mi línea de visión. Sin camisa. Todos esos

músculos en exhibición. Por alguna razón, eso me impactó más fuerte.

Que estuviera medio desnudo con Aimee en su casa, que hubiera un

nivel de intimidad entre ellos. Lo cual era un gran jodido duh, porque

habían estado follándose uno al otro como puerta mosquitera barata

en algún punto que no fue hace mucho tiempo.

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—Tienes que irte —le dijo Jax, sin mirarme—. Ahora.

Aimee ignoró eso. Levantó un brazo delgado y dorado y me

señaló. —Tienes que estar bromeando, ¿verdad? ¿Ella? Quiero decir, sé

que a los chicos les gustan los barrios pobres de vez en cuando, ¿pero

en serio?

Otro golpe directo a mi pecho, pero hombre, ese pequeño

comentario desagradable me golpeó como una chispa en un charco

de gasolina, y sucedió.

Exploté.

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Traducido por Annie D

Corregido por Alessandra Wilde

—¿Qué carajo? —Las palabras estallaron fuera de mí como un

cohete de botella y me encontré bajando las escaleras y a centímetros

del rostro de Aimee antes de que siquiera lo supiera—. En primer lugar,

no creo que nadie en los últimos diez años usara la palabra barrios

pobres, pero probablemente sabrías eso si no hubieras frito tu cerebro

con tus intentos de hornear o por una sobredosis de blanqueador para

obtener tu cabello de ese color. —Tiré un mechón de su cabello y dio un

paso atrás. Avancé, más que furiosa—. Sí, el mío es natural. Y en

segundo lugar, te superé.

Su piel palideció un poco debajo de su bronceado y un rubor

corrió por su rostro y por su cuello. —Lo siento. ¿Es basura una palabra

mejor para ti?

Jax debió haber salido de su estupor y por el rabillo de mis ojos

pude verlo moviéndose hacia adelante. —Eso es suficiente. Aimee, tú…

—¿Basura? —interrumpí, mis manos formándose en puños. Jax se

equivocaba. De ninguna forma era suficiente—. ¿A quién carajo estás

llamando basura?

Su mirada pasó sobre mí desde la parte superior de mi cabeza

desaliñada, todo el camino hasta mis piernas desnudas. Se burló. —

¿Podría ser a la puta de pie delante de mí en nada más que una

camisa?

Jax se disparó hacia adelante, enlazando un brazo alrededor de

mi cintura, arrastrándome fuera del camino y alejándome de ella, y

entonces estuvo en el rostro de Aimee. —Pedirás disculpas, maldita sea.

Ahora mismo.

—¿Pedir disculpas por qué? —gritó.

Su mandíbula se bloqueó, los músculos tensos a lo largo de su

espalda. —Discúlpate, maldita sea, Aimee. Lo digo en serio.

Aimee debió haber probado su ira, porque se encogió un poco,

como una mala hierba ahogada por una fanega de malditas rosas. —

Jax —susurró.

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Escucharla susurrar su nombre así, como si no pudiera creer que

me defendía sobre ella, me envió a la estratosfera. No iba a ser

colocada a un lado. Avancé, llegando a Aimee desde el otro lado. —

¿Sabes qué? No necesitas disculparte. No necesito tus malditas

disculpas. El hecho es que tú quieres ser la chica usando su camisa que

estuvo durmiendo en su cama. Apestas a celos.

Se giró con una mirada intensa hacia mí, pero mis escudos de

perra estaban levantados. —Yo era esa chica, cariño, y por un infierno

mucho más de tiempo que tú.

Auch.

De acuerdo. Quemada. No podía argumentar en contra. Y mi ira

se agitó, mezclándose con el dolor crudo que se rebanó

profundamente en mi pecho. —¿Sabes qué, Aimee? Llámame basura.

Lo que sea. No soy la chica en el bar que todas las noches se está

lanzando a un chico que está con alguien más. Y no soy la chica cuya

idea de ganarse la vida es ser una “chica de anillo”. Estoy en la

universidad. Para ser una enfermera. Ya sabes, haciendo cosas con mi

vida. Así que sí, ¿si eso me hace basura y una puta? Entonces,

jodidamente estoy orgullosa de eso.

Se rió con dureza. —¿Qué? ¿Crees que eres realmente especial

para él? —Antes de que pudiera responder, continuó—: ¿Que eres su

primera y única?

—Aimee —dijo Jax, en voz baja.

—Porque no lo eres —comentó—. Su cama es como la estación

de trenes de Filadelfia, especialmente ahora.

Algo golpeó mi pecho. No sabía... no sabía eso, y mientras

echaba un vistazo a Jax, no había nada en su rostro que lo negara.

Exhalé duramente. —Entonces supongo que también eres solo una de

muchas.

Sus ojos brillaron, y no supe si la herí o si algo de eso hizo una

diferencia para ella. —Por lo menos y no tengo tu rostro, perra.

Sí. No hizo una diferencia.

Mis pies se movieron, y, sinceramente no sabía lo que iba a hacer,

si iba a presentarle mi épica bofetada perra o si iba a estampar mi

rodilla en la ingle de Jax, pero él se volvió hacia mí. Enganchando un

brazo alrededor de mi cintura, me levantó sobre mis pies mientras se

movía y retorcía su cuerpo por lo que yo me hallaba frente a la pared y

él frente a Aimee. Estiré mi cuello para verla.

Él tenía un dedo en su rostro. —Vete.

La palidez bajo su bronceado aumentó. —Pero…

—Lárgate, maldita sea, Aimee.

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Ella respiró hondo y sus ojos azules se volvieron vidriosos. Entonces

su rostro se desmoronó, y podría haberme hecho la idiota más grande

en el mundo, pero hubo una pequeñísima, diminuta parte de mí que en

realidad se sintió mal por ella, porque reconocí ese dolor que rompió su

rostro.

Lo sentí hace pocos minutos.

Entonces Aimee parpadeó, contuvo sus lágrimas, y tragó saliva. —

Lo entiendo. Sea lo que sea. Lo entiendo.

Me pregunté qué diablos entendió.

Sonrió entonces, como si él no le hubiera dicho que saliera de su

casa. —Hablaremos más tarde, cariño.

Y entonces salió de la casa.

¿Qué en la jodida mierda?

Jax pateó su puerta para cerrarla y luego se dio la vuelta,

manteniéndome sobre mis pies. Empecé a jalar para liberarme, pero su

brazo alrededor de mi cintura se apretó, y arrastró mi espalda contra su

pecho.

—Déjame ir —dije, agarrando su brazo.

—Está bien —murmuró en mi oído—. Lo admitiré. Tu gritando en su

rostro de esa forma fue caliente.

La furia se encendió y pulsó alrededor del profundo y palpitante

dolor. —Déjame ir, Jax.

—Especialmente tú de pie allí, ¿toda enardecida en mi camisa?

Sí. Caliente como el infierno —continuó y mi ira anuló la herida.

Una mano cayó de mi cintura y se aplanó contra mi vientre bajo.

Apretó y mi trasero se inclinó contra él, y sí, totalmente entendí que él

realmente encontró eso caliente. La evidencia estaba allí, y mi cuerpo,

porque era un tonto borracho, reaccionó. Mi estómago se agitó y la

zona idiota entre mis muslos palpitó.

Y eso solo me molestó aún más.

—Si no me dejas ir, te juro por Dios, Jax —advertí, apretando sus

brazos con mis manos.

Bajó su barbilla a mi hombro y dijo—: Está mal que encuentre eso

caliente, también, porque realmente lo encuentro.

Lo perdí y grité lo suficientemente alto como para despertar a los

vecinos. —¡Déjame ir, maldición!

Los brazos de Jax cayeron como si yo fuera una patata caliente, y

me giró sobre él, respirando fuerte. Nuestras miradas se encontraron, y la

diversión en su voz se fue completamente de su expresión. Se me quedó

mirando. Lo miré de regreso. En esos momentos, escuché lo que había

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escuchado cuando estuve en las escaleras de nuevo. Sentí lo que sentí

cuando vi la expresión de Aimee cuando me vio de pie en la parte

superior de las escaleras.

La tensión se formó alrededor de su boca. —Calla...

Mis pies retrocedieron. Necesitaba espacio. Necesitaba tiempo

para pensar en todo lo que sucedió.

Avanzó, y me mantuve en movimiento hasta que mi pierna chocó

con el brazo del sofá. Se detuvo a unos metros de mí. —No sé lo que

estás pensando ahora mismo, pero voy a hacer una suposición aquí, y

decir que lo que pasó no es en lo que estás pensando.

En mi pecho, mi corazón se lanzó contra mis costillas. —¿No lo

es?

—No tenía idea de que aparecería esta noche. No ha estado en

mi casa en…

—¿Un mes? —Terminé por él—. ¿Todo un mes?

La tensión alrededor de su boca aumentó. —Ha sido más de un

mes, Calla. No sé el tiempo exacto, pero no ha estado aquí desde que

llegaste. Tienes que creer eso. Prácticamente he pasado cada noche

contigo desde que has estado aquí.

—No cada noche.

—Cada noche desde que ella volvió a la ciudad —dijo, y tuve

que admitir, que era cierto—. Tú y yo no estamos juntos cada minuto del

día, pero dame un descanso con eso. No es como si tuviera todo el

tiempo del mundo para estar enganchándome con ella.

Otro buen punto. —Pero estabas enganchándote con ella hace

un poco más de un mes.

—Antes de que vinieras aquí, Calla.

¿Eso importaba? Sabía que no debía hacerlo. Ni siquiera me

encontraba en la ciudad y no podía estar molesta sobre con quién se

enganchó antes de conocernos, pero maldita sea, me enojaba. Me

enojaba totalmente y estaba celosa. Era lo suficientemente mujer como

para admitir mi ira irracional sobre eso, pero había más.

—Para alguien a quien no estás viendo, ella se puso horriblemente

enojada por el hecho de que una chica se encontraba aquí, Jax.

Apareció en el medio de la noche como si tuviera el derecho de estar

aquí.

—Calla…

—Y cada noche, ella ha estado en el bar, pasando el rato

encima de ti y tú la dejas. —Mis manos se cerraron en puños de nuevo—

. La primera vez que mis amigos te conocieron te estuvo manoseando.

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La frustración cruzó su rostro. —¿Estamos de vuelta a eso de

nuevo?

—¡Sí! —grité—. Estamos de vuelta a eso, cariño. Ya sabes, el

asunto de “necesitas confiar en mí” y, básicamente tratar con el hecho

de que tienes a una chica colgando sobre ti delante de mí y de mis

amigos.

—Nunca dije que tenías que tratar con eso, Calla.

—¿No lo hiciste? —Me reí con dureza—. Así no es como recuerdo

terminar la conversación.

Jax tomó aire y un músculo se tensó en su mandíbula. —En

realidad, la conversación terminó contigo alejándote. No me diste la

oportunidad de decir cualquier otra cosa o de incluso a explicar.

—¿Qué hay que explicar? Estuvo sobre ti, múltiples veces, ¡y tú

solo le sonreíste! —Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar de mi

cuello—. ¿Y se supone que confíe en ti y esté bien con eso? ¿Incluso

cuando la tienes apareciendo en tu casa a las tres de la mañana como

si perteneciera aquí y no tuviera idea de que estás viendo a alguien?

—Corrección —gruñó—. A ella no le importa que esté viendo a

alguien.

Totalmente atrapada en mi ira, continué—: ¡Y se fue de aquí

como si ustedes todavía fueran a engancharse!

—Calla…

—¡Dijiste que te preocupabas por ella! —En el momento en que

esas palabras salieron de mi boca, me di cuenta cuan ridículo sonaba.

Me di la vuelta, entrando en la zona del comedor. Supe que me siguió

sin escucharlo—. Le dijiste que te preocupabas por ella. Te escuché.

También te escuché decirle que este no era un buen momento y que

necesitaba llamar primero antes de venir.

—Espera un minuto. —Su voz se hizo baja, salió demasiado

tranquila—. No sé lo que crees que escuchaste o qué mierda estás

sacando en eso, pero no me jodas, Calla. Necesita llamar antes de venir

a mi casa y a las tres de la mañana no es un buen momento.

Le di la espalda, con el corazón acelerado. —Así que si llamaba

primero, y yo no estuviera aquí, ¿habría sido un buen momento

entonces, Jax?

Sus hombros se tensaron mientras se echaba hacia atrás. —

¿Estas jodidamente hablando en serio?

—¿Lo estás tú? —disparé de regreso, sacudiendo los puños—. No

sé si te das cuenta de esto o no, pero no soy la que está aquí teniendo

chicos apareciendo a todas horas de la noche o dándome exámenes

de pecho gratuitos. Y no me has escuchado decirles a otros chicos que

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me preocupo por ellos cuando obviamente trataban de echar un

polvo.

Jax apartó la mirada mientras empujaba una mano por su

cabello desordenado. —Sí, solía pensar que Aimee no era mala chica,

¿sabes? Nunca iba en serio con ella, y para ser honesto, nunca me dio

la sensación de que quisiera algo serio conmigo. Así que, sí, me

preocupo por ella. No quiero ver que ninguna mierda le suceda.

Todavía no quiero ver eso, pero estoy reconsiderando toda la cosa de

chica-agradable después de esta noche. —Dejó caer su mano, su

mirada de regreso a la mía—. Preocuparme por ella no es la misma

cosa. Calla. Y lo siento…

—¿Es por eso que tienes tantos cepillos de dientes? —le espeté.

—¿Qué?

—Cepillos de dientes —comencé, señalando detrás de él, hacia

las escaleras—. Tienes todas estas cajas sin abrir de cepillos de dientes

en tu baño. ¿Los tienes para las chicas con las que estás? ¿Uno para mí

y otro para Aimee y quien más?

Un momento de completo silencio absoluto pasó entre nosotros

mientras él me miraba boquiabierto. Tan silencioso, que podías oír

estornudar a un grillo.

—De verdad estás jodidamente hablando en serio —dijo, y eso

realmente no hizo nada para calmarme—. En primer lugar, tengo

bastantes malditos cepillos de dientes porque mi mamá me consigue

uno para cada maldito cumpleaños y vacaciones. Siempre lo ha

hecho. Es una jodida tradición, y los conservo.

Oh.

Bueno, eso sonaba algo creíble.

—En segundo lugar, ninguna chica, ni una sola maldita chica,

excepto tú, ha utilizado alguna vez uno de esos cepillos de dientes. Ni

siquiera Aimee. Cuando estaba con ella, o con otras chicas, me las

follaba, ellas me follaban, algunas podrían haber pasado la noche,

pero todas ellas se fueron en la mañana o antes, y de seguro como el

infierno no usaron ninguna de mis mierdas. Ni siquiera la maldita ducha.

Realmente no quería escuchar acerca de él follando a nadie.

—No estoy tratando de sonar como un idiota, y entiendo la forma

en que esto luce, y lo siento, realmente lo siento, porque esta es la

última cosa que necesitas, lidiar con ella estando aquí. Y entiendo que

no tienes mucha experiencia con estas cosas —continuó, y sentí mis

mejillas colorarse, porque lo que decía era cierto. Tenía veintiún años y

no tenía absolutamente ninguna experiencia con chicos—. Así que

comprendo y estoy tratando de estar bien con el hecho de que no

entiendes la diferencia entre las chicas que he follado y tú.

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—Realmente no quiero escuchar sobre las chicas que has follado

—dije, expresando mis pensamientos anteriores—. Pero ya que lo

mencionas, ¿qué hay de tu cama estación de trenes?

Algo cruzó su rostro cuando se echó hacia atrás, y no sabía por

qué lucia herido, porque él era la última persona que debería estar

sintiéndose dolorido. —Sí, está bien. No estoy particularmente orgulloso

de algunas de las mierdas que he hecho en mi pasado, ni la bebida y ni

dormir por ahí. Malas decisiones, pero esa mierda... esa mierda está muy

en el pasado.

Oh mi Dios.

Me di cuenta entonces, la cosa que nunca me dijo que hizo

cuando regresó a los Estados Unidos y cuando estuvo aquí, y no podía

alejar su mente. El alcohol y el sexo van de la mano. Un poco de culpa

se liberó. —No quiero escuchar esto.

—Vas a escuchar sobre eso, Calla, ya que es algo tan

jodidamente grande que estamos discutiéndolo en el medio de la

noche. —Su voz todavía era nivelada pero sus ojos eran tan oscuros que

casi parecían negros —. Solo voy a decir esto una vez. He estado con

bastantes personas que conozco la diferencia entre lo que pasó con

ellas y lo que está pasando contigo. Tú no eres una de ellas. No eres

Aimee. Ni siquiera entras en la misma categoría.

Estremeciéndome, me puse rígida.

—Oh, no, no, no lo tomes como si te acabara de insultar. No estás

en la misma categoría, porque no estoy jugando ningún juego de

mierda contigo. ¿Me entiendes? Lo que tuve con ellas o lo que no

tuve no es nada parecido a lo que tengo contigo. ¿De acuerdo? —

continuó antes de que pudiera responder—. Y quise hablar contigo

acerca de lo que pasó en el bar cuando tus amigos se presentaron,

pero fuiste casi secuestrada y luego Clyde tuvo un ataque al corazón,

así que en realidad, no ha habido un buen momento para hablar de

esa mierda.

Una vez más, hizo un buen punto, y odiaba eso. En serio.

—Pero vamos a hablar de eso ahora, vamos a terminar la

conversación que deberías haberme dejado terminar antes de que te

alejaras de mí. —Avanzó, y cielos, estaba enojado. Me obligué a no

moverme—. Tenías razón.

Parpadeé.

—Debería haber hecho más para asegurarme de que Aimee

entendiera que no me interesaba y que no me gustaba. Cada vez que

me tocaba o se ponía encima de mí, daba un paso atrás. No me

quede solo allí y la dejé. Pero sí, obviamente no hice lo suficiente. Y ni

siquiera me di cuenta de lo mucho que no hice, porque nunca esperé

que ella apareciera aquí. Y no solo eso, pero cuando me di cuenta

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cuan herida y avergonzada estabas, sí me sentí como una mierda por

eso. Todavía me siento como una mierda por eso. No había mucho

tiempo para decirte eso o siquiera mostrártelo, pero lo estaba. —Hizo

una pausa, sus ojos oscuros e intensos sosteniendo los míos—. Nunca

quiero que te avergüences de mí o cualquier cosa que haga, pero lo

estuviste, y por eso, jodidamente lo siento. Realmente lo siento. Y esa

mierda no va a suceder de nuevo.

Algo de mi ira comenzó a disolverse, y me agarré de eso, tratando

de mantenerlo cerca, porque la ira me ayudaba a sobrellevar muchas

cosas, pero lo que él dijo fue lo correcto para decir. Y tenía razón. Un

montón de mierda ocurrió entre el sábado y ahora. Tanto que no había

realmente pensado en cómo Aimee se comportó en el bar hasta que se

presentó esta noche.

—¿Tienes algo que decir a eso? —preguntó.

Lo tenía. Había mucho que pudiera decir. Este era el momento en

que él me dejaba llevar toda esta tormenta de mierda a un lugar

racional, pero no dije nada, porque había una parte de mí que todavía

se hallaba enojada y herida y avergonzada de todo eso y más. Y quería

ser una perra. Así que le devolví la mirada en silencio.

—Genial —replicó.

Una ola de piel de gallina se precipitó por la parte de atrás de mi

cuello. Necesitaba abrir mi boca. Tenía que decir algo.

Luego se movió un paso más y estuvo justo en frente de mí. —Voy

a decirte algo más, Calla. Como tu vida no ha sido normal. No ha sido

en gran parte una vida.

Y allí fue cuando encontré la capacidad de hablar. —¡Tengo una

vida!

—¿La tienes? ¿En serio? —desafió—. Porque estoy bastante seguro

de que has hecho un montón de nada cuando se trata de la vida real.

Todo lo que tenías son tus tres F. ¿Qué mierda es eso? De verdad.

La sorpresa me sacudió. —¿Cómo sabes de eso?

—Tequila, nena. Fuiste muy habladora.

¡Mierda! Por supuesto que él recordaría eso. Y ahora mi vergüenza

no conocía límites. Compartí mi tres F, y eran simplemente tristes. Y

maldita sea, tenía razón acerca de no vivir realmente. Pero eso no lo

hacía más fácil de escuchar.

—Soy el primer hombre que has besado o con quien has estado

—dijo.

—Oh, gracias —contesté sarcásticamente, porque ahora tenía un

firme control sobre mi ira.

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Sacudió su cabeza. —No estás entendiendo lo que estoy

diciendo. Esa mierda no es algo para estar avergonzada. Todo lo que

estoy diciendo es que no has dejado a nadie acercarse y apuesto que

ha habido chicos que querían hacerlo y nunca viste eso. Como dije, no

tienes mucha experiencia con esto.

—Sí, creo que entiendo eso. Lo has dicho lo suficiente.

O bien sabiamente ignoró ese comentario o terminó conmigo en

general, porque, dijo—: Pero solo hasta aquí voy a estar bien con esta

mierda.

El aire salió en una lenta y baja respiración, y mis músculos se

inmovilizaron. —¿Qué estás diciendo?

—Obviamente no confías en mí, pero eso ni siquiera es la parte

más jodida acerca de esto, Calla. Obviamente no piensas muy

jodidamente bien de mí si realmente crees que estaría bien con hacer

planes para engancharme con alguna chica mientras tenía una en mi

casa, en mi cama, usando mi camisa, obviamente, no me conoces en

absoluto.

Esta vez cuando me estremecí fue por una razón diferente.

—Y esa mierda duele —dijo.

Jax sostuvo mi mirada mientras yo respiraba profunda y

dolorosamente, y luego se dio la vuelta y se alejó. Lo observé alrededor

de las escaleras y lo escuché dirigirse a ellas. Entonces escuché una

puerta cerrarse de golpe.

No sé cuánto tiempo me quedé allí antes de enrollar mis brazos a

mí alrededor. Apreté mis ojos, ya no tanto enojada sino confundida.

¿Cómo habíamos pasado de él estando equivocado y yo teniendo la

razón, a él estando molesto conmigo y dejándome afuera? No hice

nada malo.

¿O sí?

¿Me precipité a llegar a conclusiones? No escuché todo lo que le

dijo a Aimee. Solo oí retazos. Y se disculpó por la noche del sábado. Dijo

que nunca volvería a suceder, pero, ¿eso compensaba lo que sucedió?

No lo sabía. Ese era el problema. No lo sabía.

Dios sabe cuánto tiempo me quedé allí antes de reunir mi coraje y

lentamente subir las escaleras. Cuando llegué al rellano, esperé

encontrar la puerta de la habitación cerrada, pero se hallaba abierta.

Era el dormitorio extra que se encontraba cerrado. Empecé a

avanzar hacia él, para llamar a la puerta, pero me detuve en seco,

congelada por la indecisión. Estuve de pie afuera de la habitación, las

manos juntas contra mi pecho, pero no sabía qué decir si llamaba y él

contestaba. Manchas de ira al rojo vivo todavía se arremolinaban

alrededor de mí, mezclándose con la vergüenza y la confusión.

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Mis oídos se esforzaban por escuchar movimiento dentro de la

habitación extra, y me pareció escuchar pasos acercándose a la

puerta, y me tensé ante la expectación de la puerta abriéndose pero

después de unos momentos, me di cuenta que no iba a hacerlo.

Mordiendo mi labio, cerré mis ojos, le di un par de momentos, y

luego me di la vuelta, porque realmente no sabía qué otra cosa hacer,

fui al dormitorio principal y me metí a la cama. Me arrimé hacia mi lugar

y esperé, mirando el reloj en la mesita de noche. Los minutos pasaban

lentamente, y finalmente me acosté, frente a la puerta abierta. Todo

esto se sentía mal, acostada en su cama con él enojado conmigo y yo

enojada con él.

Tragué saliva, pero el nudo en mi garganta no fue a ninguna

parte, y con el próximo abrir y cerrar de mis ojos, mis pestañas estuvieron

húmedas. También lo estaban mis mejillas. Agarré la almohada con la

que él dormía y la metí fuerte contra mi pecho cuando cerré mis ojos.

Mis entrañas se sentían tan huecas mientras yacía allí, tratando de darle

sentido a como todo salió tan mal y como se suponía que debía

arreglar esto.

En algún momento mis pensamientos se volvieron uno y debí

haberme dormido y entre en un sueño donde estaba en esta casa

siguiendo a Jax y llamándolo, pero nunca podía llamar su atención o

atraparlo. Y cuando ese sueño se desvaneció, soñé que sentí su mano

sobre mí, rozando sobre la parte superior de mi cabeza, metiendo con

cuidado mi cabello detrás de mis orejas. Y sentí sus labios rozar mi

mejilla.

Se sintió tan real que cuando desperté, cansada y con cara de

sueño, casi pensé que estaría en la cama junto a mí. Que el lugar junto

a mí, no estaría frío, pero lo estaba. Todavía tenía su almohada

acurrucada cerca de mi pecho y Jax no se hallaba allí.

No me quería levantar.

Se sentía como si no hubiera dormido más de unos pocos minutos,

y mis ojos dolían; mi garganta y la boca se sentían demasiado secas.

Tenía dolor en mis sienes. E inmediatamente comencé a pensar en lo

que pasó entre nosotros y con Aimee. A la luz de la mañana, podía

admitir libremente que Jax estuvo en lo cierto. No tenía mucha

experiencia con nada de esto. No sabía la diferencia entre los

diferentes tipos de relaciones, no personalmente. Todo lo que sabía era

lo que había visto de mis amigos.

Había tanto con lo que él tuvo razón.

Estuve legítimamente molesta con él el sábado, pero no le di la

oportunidad de explicar y él se disculpó. Y no tenía control sobre Aimee.

No era como si la hubiera invitado a venir.

Apreté almohada fuertemente.

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Ahora que la ira se calmó, también podría admitir que no

escuché todo lo que dijo anoche, como seriamente admitir eso, y

aparte de no hacer lo suficiente para disuadir a los avances de Aimee,

Jax no hizo nada malo.

En realidad me defendió anoche.

Se disculpó y admitió sentirse como una mierda.

Y me lo explicó.

Necesitaba hablar con él sin gritar, sin reaccionar de manera

exagerada, y necesitaba hablar con él mientras escuchaba.

Soltando la almohada, salí de la cama y mis pies descalzos se

acolcharon sobre el suelo. Salí al pasillo. La puerta del dormitorio extra se

encontraba abierta y él no se hallaba allí. Girándome hacia las

escaleras, me dirigí hacia ellas y luego a través de la silenciosa sala de

estar y a la cocina.

No se encontraba allí, tampoco.

Mi corazón se encogió y una sensación de malestar se formó en

mi estómago cuando me di la vuelta lentamente. ¿Dónde estaba? La

casa no era lo suficientemente grande para que no pudiera

encontrarlo, por el amor de Dios. Mi mirada se posó en las ventanas

delanteras. Me apresuré hacia ellas, tirando de las cortinas de color

hueso endebles, y luego me asomé a través de las persianas. El aire se

alojó en mi pecho mientras mi mirada escaneaba el estacionamiento,

una vez y luego dos veces. Su camioneta no se encontraba allí.

No se encontraba allí.

Jax se había ido.

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Traducido por Nikky y Jane

Corregido por Victoria

No sabía qué hacer ni qué pensar.

Jax se fue y no dijo nada. No había ninguna nota, texto o mensaje

de voz en mi teléfono. Simplemente dejo la casa sin despertarme y

mientras eso no parecía como una gran cosa, debe haber estado

realmente molesto.

Me senté en el borde del sofá y pude oír lo que dijo. Que no podía

creer que yo pensé lo que hice por él y que no lo conocía.

Mis uñas se clavaron en mis palmas. Estuvo muy enojado, se fue a

la cama así o había hecho lo que sea que hizo en su dormitorio extra, y

dijo algunas cosas realmente estúpidas. Sabía que algunas palabras no

podían ser borradas, no podían ser retiradas.

¿Hubiera llegado a ese punto?

¿Era esta su manera de terminar las cosas?

Oh Dios Mío.

¿Que si se fue y quería que me fuera antes de que él volviera? Y

aquí me hallaba yo, sentada en el sofá, todavía en su camisa, ¿cómo

una idiota? Esto era completamente posible. Estaba cabreado, porque

insinué que estuvo follando con Aimee.

Me puse de pie, con las manos temblando mientras empujaba mi

pelo fuera de mi cara. Jax era un buen tipo. De verdad. No querría una

escena. Infiernos, él fue amable con Aimee hasta que ella me insultó.

Probablemente solo quería que me fuera.

Dios, realmente me defendió y yo fui tan... tonta.

Me lance escaleras arriba, quitándome la camisa, y dejándola

caer sobre su cama. Rápidamente me coloque la mía, puse mi cabello

en un moño desordenado sin peinarlo, y luego metí toda mi mierda en

mi bolso grande.

Mientras tiraba de la cremallera cerrada en la bolsa llena, me

detuve por un momento y la pequeña voz en la parte posterior de mi

cabeza me advirtió que parara de una puta vez, a pensar, porque

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podría estar exagerando, pero el miedo de estar aquí cuando regresara

y que no queriéndome aquí era demasiado.

Comencé a irme, pero luego me di la vuelta y agarré la camisa

que dejé sobre la cama. Ni siquiera sé por qué lo hice, pero la agarré y

la llevé conmigo mientras cogía mi bolso y luego salía de su casa.

Demasiadas vueltas daba mi cabeza mientras conducía, al

principio no sabía dónde iba, y luego reconocí donde mi

subconsciente me llevaba.

La casa de mamá.

Ni siquiera sé cómo llegué allí, porque no recordaba el viaje. La

casa se encontraba silenciosa, más cálida de lo normal porque no

estuve alrededor para encender el aire acondicionado. Dejé mi bolso

sobre el sofá y luego saqué mi celular.

No había llamadas o textos, y no sé porque pensé que las habría.

Mi corazón latía muy rápido, el interior de mi estómago retorciéndose, y

comencé a llamar a Teresa, necesitaba hablar con alguien, pero ella no

conocía a Jax.

Hice un par de rondas alrededor del sofá antes de que golpeara

el nombre de Roxy en mi lista de contactos. Respondió al tercer timbre.

—Hola —dijo, voz ronca por el sueño.

Me encogí. —Lo siento. Es temprano, ¿verdad? Puedo llamar

luego.

—Está bien. —Se aclaró la garganta—. ¿Está todo bien?

Casi dije sí. —No.

—¿Es tu mamá o Clyde? —El sueño desapareció de su voz.

—No. No es eso. Es... —Lamí mi labio—. Creo que Jax y yo

rompimos.

Hubo una pausa y entonces gritó—: ¿Qué?

Me dejé caer en el sofá. —Quiero decir, estábamos juntos.

Supongo. No llamábamos al otro novio o novia. Como nosotros no

tuvimos esa conversación.

—Chica, no creo que las personas tengan esa conversación. En

cierto modo solo pasa. Ustedes dos están absolutamente juntos.

—Él dijo que era mi hombre, así que sí, pero luego anoche... —Mi

voz se apagó, sintiéndome enferma de nuevo—. No lo sé. Se fue.

—¿Qué quieres decir con que se fue?

Ese sentimiento enfermo viajó hasta mi pecho. —Cuando me

desperté, se había ido, y no durmió conmigo anoche.

—¿Dónde estás? —pregunta de repente.

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—Estoy en la casa.

—¿De Jax?

—No. La casa de mi mamá. No podía permanecer en su lugar. Ni

siquiera sé si me quiere allí y no quería estar allí cuando llegara a casa, si

ese es el caso. —Mi mano se cerró alrededor del teléfono—. Así que

estoy... estoy en casa de mamá.

—¿Crees que es una buena idea? —preguntó, y su voz cambió

como si se estuviera moviendo rápidamente—. ¿Con todo lo que pasa?

Mi corazón dio un vuelco pesadamente. Santa mierda. —Soy una

idiota. Soy como algo más que solo tu idiota normal. Soy tu súper idiota.

Ni siquiera pensé en eso. —Santa mierda, realmente no pensé en eso.

Me puse de pie y luego corrí hasta la puerta principal para asegurarme

de que se encontraba cerrada—. Soy verdaderamente demasiado

estúpida para vivir.

—Bueno. Estas estresada. No pensando claramente. No

demasiado estúpida para vivir. O tal vez solo un poco —respondió, y

entonces su voz sonaba más lejos—. Te tengo en altavoz. Me estoy

vistiendo. Quédate donde estas. Voy para allá. Envíame la dirección.

Mis ojos se abrieron. —No tienes que hacer eso.

—Si tengo. Soy tu amiga. Estas teniendo problemas de chicos y

fuiste casi secuestrada hace unos días. Esto es completo deber de

amiga, así que voy para allá. Por lo que quédate justo ahí, cierra las

puertas, y oculta a los niños. Estoy llegando.

Resoplé. —¿Acabas de citar a Antonie Dodson?

—Quizásss. —Roxy alargó la palabra—. Voy a estar allí en como

quince minutos máximo. ¿Bueno? Solo tengo que cepillarme los dientes

y quizás mi cabello.

—Muy bien. Voy a estar aquí.

Ni siquiera creo que pasaron veinte minutos, cuando me pregunté

donde vivía ella exactamente, porque no lo sabía, y cuán rápido se

encontraba conduciendo, pero entró a la casa llevando pantalones

vaqueros cortos y una camiseta sin mangas demasiado grande que

apenas cubría su sujetador deportivo, el pelo recogido en un nudo más

desordenado que el mío. Se veía increíblemente linda, de una manera

que yo no podía esperar si me vistiera así.

También llevaba una caja blanca que dejó caer sobre la mesa de

café. —Traje donas. Necesitamos grasa para esta conversación.

No creo que pueda comer sin tirarlo, pero fue muy dulce por su

parte. Se sentó en el sofá y se inclinó hacia adelante, abriendo la tapa y

revelando un surtido de golosinas. Agarré unas servilletas de comida

rápida sobrantes de la encimera de la cocina y me reuní con ella en el

sofá.

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Ya había demolido la mitad de una dona cubierta de chocolate.

—Dime todo.

Exhalando una respiración contenida, me senté a su lado y le dije

todo, comenzando con Aimee, algo de lo que se hallaba muy

consiente, y terminando con esta mañana. Incluso le dije acerca de

hacer planes para cuando yo volviera a la escuela. Cuando terminé,

me sorprendí al recoger una dona glaseada.

—Bien. —Cogió su cuarta dona y me pregunté donde metió las

otras tres—. Vamos a comenzar con Aimee. La chica no cree que

ningún hombre la rechazaría y estoy bastante segura de que ella tiene

que saber que él está contigo, porque todo el mundo lo sabe. Infiernos.

Ellos lo ven.

—¿Lo ven?

Roxy sonrió con la boca llena de dona. —Desde el momento en

que te presentaste, Jax tuvo sus ojos en ti, literal y figurativamente. Es

bastante obvio.

Calidez me lleno mientras medite eso. Me gustó saber que las

personas pensaban eso. Entonces me sentí un poco tonta, ya que

probablemente no era tan impresionante para otras personas como lo

era para mí.

—Sabes que me he dado cuenta de la forma en que Aimee se

aferra a Jax —continuó—. He estado perfeccionando mi mirada de la

muerte sobre ella desde que llegó al bar. Desgraciadamente, no está

funcionando.

Sonreí ante eso mientras llevaba un pequeño bocado a mi boca.

Su mirada de muerte tampoco funcionaba en Reece.

—Jax no contribuirá en eso. Por supuesto, podría hacer más para

asegurarse de que ella recibió el mensaje, pero no está

correspondiendo el sentimiento. Ni una sola vez. Pero es un buen tipo. —

Recogiendo una servilleta, se limpió los dedos—. Se necesita mucho

para meterse bajo su piel. Has visto eso. Es de una forma que nos

agrada a las mujeres. Simplemente fue criado correctamente.

—Lo fue —susurre.

—Pero tú también tienes el derecho de estar enojada con todo.

—¿Lo hago? ¿En serio?

Asintió.

Gracias a Dios, no me hallaba completamente loca y no fue una

metedura de pata gigante.

—Estaría tan enojada si ella apareciera en el medio de la noche

en la casa de mi hombre, si tuviera un hombre, pero lo que sea.

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Probablemente, también, querría lastimarlo, y me gustaría tomar algún

tiempo para superarlo, pero...

Me recosté, doblando mis rodillas contra mi pecho. —¿Aquí viene

la parte de “la jodí”?

—Sí. Y no. —Roxy sonrió mientras se retorcía contra mí—. Esta es tu

primera relación y tu primera pelea. Esperemos que sea tu única

relación, pero sin duda no va a ser tu última pelea. Probablemente va a

pasar un montón de veces.

Lo sabía. Solo me olvide de eso porque era una idiota.

—Y tú básicamente acusaste a Jax de ser un mujeriego mientras

ha estado contigo, así que va a estar enojado, pero no vas a dejar de

gustarle. Y si lo hace, no es digno de tu tiempo. Pero no es así como es

Jax. Se va a tranquilizar y ustedes dos van a estar bien.

Mordisqueando mi labio inferior, dejé que sus palabras golpearan

dando vueltas lo que se encontraba pasando en mi cabeza. Todo lo

que dijo era razonable. La esperanza se desató. —¿Crees que debería

llamarlo?

—Creo que deberías darle un poco de tiempo —sugirió—. Nunca

es malo dejar que el chico venga a ti. ¿Cierto? Ambos estaban

equivocados y necesitas recordar que no eras la única que se

equivocó.

—Tienes razón. —Suspiré, inclinando mi cabeza hacia atrás contra

el sofá—. ¿Crees que debería haberme ido esta mañana?

—Em.... —Se ajustó los lentes—. Bueno, si no tenías ¿todas estas

cosas locas pasando? probablemente no habría importado. Jax

probablemente no es feliz, pero te vera esta noche.

—No. Va a la fiesta. Tú y Nick están trabajando esta noche,

¿recuerdas?

—Mierda —se quejó, colapsando contra el brazo del sofá—. Me

olvidé por completo.

—Hiciste planes, porque estoy segura que estaremos bien esta

noche.

Roxy se rió. —Necesito tener una vida para tener planes, pero

planeaba mentir, leer y comer comida basura a altas horas de la noche

como cualquier caliente soltera de-veintidós-años.

Me reí.

Su sonrisa se ensanchó y entonces nuestros ojos se encontraron

cuando ella se acercó y le dio unas palmaditas a mi brazo. —Todo va a

estar bien.

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Le devolví la sonrisa, a pesar de que estuve a punto de un

colapso total esta mañana, me sentí mucho mejor, como que todo

realmente estaría bien. —Gracias.

—Si no, estoy segura de que tu madre tiene un pequeño libro

negro por aquí y probablemente conoce a alguien que podamos

contratar para patear su trasero.

—Oh Dios Mío —dije riendo.

Se rió mientras se acurrucaba contra el brazo. Era tan pequeña,

que apenas ocupaba la mitad de un cojín. —Vamos a llamarlo Plan B.

—¿Cuál es el plan A?

—Te apareces en su lugar usando nada más que un elegante

abrigo negro y cuando abra la puerta, saltas sobre él.

Riendo de nuevo, sacudí mi cabeza. —Me gusta el Plan A.

—Y apuesto que a él también.

Miércoles por la noche, era un manojo de nervios. Mi estómago se

encontraba lleno de ellos, y apenas podía mantener dentro de mí el

almuerzo tardío que comí con Roxy después que visitamos a Clyde, que

no fue más que la mitad de un sándwich de ensalada de pollo.

Por una tonelada de razones femeninas, me tomé mi tiempo

mientras me preparaba para mi turno mientras Roxy me

esperaba. Ondulé mi cabello, expertamente apliqué maquillaje en mis

ojos, y me coloqué un tono más claro que el carmesí en mis

labios. Sabía que los chicos de la despedida de solteros, probablemente

llegarían a la barra en algún momento; y Jax estaría con ellos.

No intentaba encontrarme con Jax hasta que me metí en mi

propio auto y Roxy en el suyo. Le envié un mensaje rápido diciéndole

que esperaba verlo esta noche. Entonces, debido a que tenía miedo

como una niña pequeña con un monstruo en el armario, tiré mi teléfono

en mi bolso y subí el volumen la música. No comprobé si él respondió

hasta que llegué a la barra. Sin respuesta.

—No es gran cosa —me dije a mí misma mientras salía y me dirigía

hacia adentro, pero mi corazón latía con fuerza.

No hubo ninguna respuesta a las seis.

No hubo ninguna respuesta a las nueve.

Y para que todo fuera aún más jodido, Aimee brillaba por su

ausencia en el bar. Por supuesto, podría finalmente haber entendido el

mensaje, pero mi corazón no se calmaba, y yo empezaba a pensar que

tal vez Roxy se equivocó esta mañana. Tal vez él cambió de opinión.

—¿Te sientes bien? —preguntó Roxy después de entregarle un

Martini de manzana, no me hallaba segura de sí lo hice correctamente.

Me sentía totalmente paranoica. —Sí.

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Ella me miró con atención. —No has oído hablar de él, ¿no?

Apretando mi mandíbula, sacudí la cabeza.

—Calla, yo no…

La puerta se abrió y mi mirada se volvió hacia ella bruscamente y

mi corazón saltó como hizo cada vez esta noche. No era Jax.

Katie entró, meciéndose en tacones que podrían duplicar a los

zancos. Ella no se tambaleaba en ellos. Nop. Ella se paseó hacia la

barra, golpeando a una mujer en el hombro. —Estás en mi asiento.

Suspiré.

Roxy se rió en voz baja.

La mujer debía estar acostumbrada a Katie, porque murmuró algo

en voz baja mientras salía del asiento. Katie se dejó caer, enganchando

el tubo brillante sobre sus pechos. —Whiskey. Solo.

Mis cejas se levantaron. —¿Mala noche?

Puso los ojos en blanco. —June, una de las chicas, está probando

una nueva rutina. La danza del vientre. La chica ni siquiera puede bailar

hip-hop sin hacer que los hombres corran por la puerta como si sus

esposas se presentaran.

—Entonces, ¿cómo se desnuda? —preguntó Roxy.

Incluso Nick parecía estar escuchando desde donde se

encontraba a pocos metros, en el otro lado del congelador.

—¿Quién sabe? Tiene grandes tetas y un buen culo. De todos

modos, no puedo lidiar con eso.

Sonreí mientras le servía el trago y luego deslizaba el vaso hacia

ella. Ni una gota derramada.

—Oh, mira, eres como una verdadera camarera ahora —

comentó Roxy.

Nick resopló.

Le disparé una mirada y luego la puerta se abrió. Mi cabeza giró

hacia ella tan rápido que me sorprendió no conseguir un traumatismo

cervical. Mi respiración se cortó y casi se me cayó la botella de whisky.

Reece fue el primero en entrar, vistiendo vaqueros desgastados y

una camisa abotonada, se veía bien.

—Maldita sea —gruñó Roxy—. En serio. Estaba segura de que esta

noche no tendría que lidiar con mirarlo.

La miré.

Katie resopló mientras levantaba su copa. —Me gustaría tener

varias noches largas con él. —Entonces se bebió el whisky de un solo

trago. —Santo Guacamole. —Se quedó sin aliento.

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Maldita sea.

Un par de otros chicos se acercaron. Vi a su hermano mayor, y me

sorprendió ver a Colton con ellos, pero tenía sentido. El próximamente

marido, era policía. Mi corazón realmente bailaba ahora, porque Jax

tenía que estar con él. Katie miró sobre su hombro. —¡Ves! ¡Incluso June

los ahuyentó! —Alzó las manos.

La puerta se cerró y el grupo de hombres sonrientes se trasladó a

una mesa cerca de las mesas de billar. Mi corazón se hundió en mi

estómago.

Jax no se hallaba con ellos.

—Ellos se encontraban en el club, ¿no? —Me oí preguntar.

—Sip. Se nos fue de las manos. —Katie inspeccionó sus uñas por un

momento y luego levantó la vista, sus ojos azules llenos de simpatía.

Oh, no.

Di un paso hacia atrás, chocando con Sherwood, quien, como un

maldito fantasma, se metió detrás de la barra y estaba haciendo algo

con las gafas.

Roxy me observaba, frunciendo el ceño. —Calla...

Seriamente dudaba que Katie hubiera caído del tubo y

desarrollado habilidades de super-striper, pero me miraba como si

supiera exactamente lo que me molestaba.

—Jax se encontraba con ellos —dijo.

No era una sorpresa. Sabía que estaría.

Roxy se acercó mientras examinaba el bar. Su mirada captó a

Nick y se movió para atender a un cliente.

—Está bien —susurré, y no estaba segura de cómo me oyó por

encima del ruido.

Katie lamió su labio de color rosa brillante. —Los muchachos

tuvieron un buen momento, pero Jax no se veía muy feliz y entonces tal

vez una media hora antes de venir, Aimee se presentó.

El peor tipo de sentimiento estalló en mi pecho.

—Fue muy diferente, porque Aimee nunca ha puesto un pie en el

club.

Por supuesto que no, porque Aimee se encontraba allí, porque

Jax se hallaba allí.

—Unos diez minutos después de que ella apareció, Jax se fue. —

Los ojos de Katie encontraron con los míos—. Y Aimee se fue, también,

justo detrás de él. No estoy diciendo que estuvieran juntos. Pero ella

iba literalmente justo detrás de él.

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Dios mío.

—Calla. —Roxy me tocó el brazo—. Aimee está cerca a ser una

acosadora. Sabes que Jax no pidió que ella fuera.

La miré, pero no estaba segura de verla. El vacío de antes

volvió. —Él no me ha regresado el mensaje que le envié antes de venir a

trabajar. Le envié un mensaje. No ha respondido.

—Bueno. Eso no quiere decir nada —dijo Roxy rápidamente.

¿En serio? Aimee se presentó anoche. Él la echó, pero la

conversación era cuestionable. Nos metimos en una gran pelea. No

durmió conmigo, se fue cuando me desperté, y no intentó ponerse en

contacto conmigo todo el día y no me respondía. Nada de esto se veía

bien.

Mi garganta ardía.

Algo poderoso me desangraba mientras me encontraba allí,

como sangrado de una herida de arma blanca en buena posición que

estaba destinada a matarte lentamente.

—Ustedes dos son más que amigos. No me has dicho eso, pero lo

sé —dijo Katie mientras ella golpeó su dedo en el lado de la cabeza—

. Lo sé.

—Katie. —Roxy suspiró.

—Te dije que tu vida iba a cambiar —continuó—. ¿Recuerdas? Te

lo dije. No dije que sería fácil.

La miré fijamente.

Por suerte, todo un grupo de personas entró, corriendo al bar, así

que no tuve la oportunidad de responder a Katie, y me lancé a las

órdenes de una manera que rayaba en la obsesión. Ni siquiera me di

cuenta cuando Katie se fue.

Roxy trató de hablar conmigo varias veces, pero la evité, porque

sabía que quería hablar de Jax y yo no podía hacer eso. No podía

hacerlo.

Hice tres tés helados Long Island y sonreí. Me reí. Tomé el

dinero. Propinas. Y entonces hice una tonelada de bombas Jäger para

la mesa de Reece donde Roxy repentinamente ayudaba a Gloria.

No mencionaron a Jax.

No lo hice, tampoco.

En el momento en que él y los chicos se fueron era casi una hora

antes de que cerráramos, y lo único que quería hacer era ir a casa y

meterme en la cama. Probablemente no era la cosa más inteligente

que hacer. En un momento de la noche Roxy mencionó que podía

quedarme con ella, pero necesitaba estar sola. Me hallaba dispuesta a

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correr el riesgo de estar sola, porque todo lo que comenzó a sangrar en

mí anteriormente, seguía haciéndolo.

Eché un vistazo a las puertas una vez más esa noche y mis labios

temblaban y el dolor de hielo en mi pecho llenaba el vacío

retorciéndose en mis entrañas. Podía sentirlo construirse dentro de

mí. Iba a romperme y esa sería la guinda del jodido pastel.

Girando hacia Roxy y Nick, tomé una respiración profunda. —¿Estaría

bien que me vaya?

Roxy asintió. —Sí. Podemos con esto, pero…

—Bueno. Gracias. —Corrí hacia ella, le di un rápido abrazo, y

luego la rodeé y a Nick. Cogí mi bolso de la oficina y cuando me dirigía

a salir, Nick rodeó la barra.

—Te puedo llevar —sugirió.

—No —dije rápidamente, inclinando la cabeza hacia la

izquierda—. Tengo mi auto. No tienes que hacer eso.

Nick miró a Roxy, y tomé eso como mi señal para salir antes de

que terminara yendo a casa con uno de ellos, y entonces también

terminaría llorando sobre uno de ellos. Me apresuré a salir del bar y el

olor de la lluvia era pesado en el aire de la noche.

Me detuve, busqué mi teléfono de mi bolso, y golpeé el botón. Mi

pantalla apareció. Sin llamadas perdidas. Sin mensajes perdidos.

Solté una carcajada seca cuando levanté mi cabeza, dejando

caer mi celular en mi bolso. Mis dedos picaban por llamarlo mientras me

quedaba mirando el estacionamiento lleno de enfrente. Por supuesto, la

camioneta de Jax no estaría allí, porque se fue unos pocos segundos

antes de que Aimee lo hiciera, y él no apareció en Mona’s esta

noche. No intentó ponerse en contacto y no respondió a mi mensaje.

No debí dejar que Jax se acercara.

No debía enamorarme de él.

No. Eso no era cierto.

Limpiando mis ojos, caminé a través del estacionamiento. El Wal-

Mart de abajo de la calle se encontraba abierto. Iba a gastar una parte

del dinero que acaparé en una de las cestas de mano llenas de

comida basura y helado. Entonces iría a casa y comería hasta que no

me importara. Entonces mañana... bueno, no lo sabía todavía. Me

encontraba a unos metros de mi auto cuando oí que me llamaban.

—¿Calla?

Mis ojos se abrieron y mis dedos se sacudieron alrededor de la

correa de mi bolso cuando me di la vuelta, de espaldas a la carretera,

la incredulidad me recorrió cuando mi mirada se precipitó

violentamente y cayó en la fuente.

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Ella se hallaba de pie bajo la luz parpadeante del

estacionamiento. Incluso en condiciones de poca luz, pude ver su

descolorido, pelo rubio, con raíces oscuras, con el rostro demacrado y

delgado. Ropa arrugada. Una camiseta vieja colgaba de sus hombros

delgados. Sus vaqueros eran ceñidos pero se inflaban desde las rodillas.

Dio un paso hacia mí, y yo di un paso atrás. Su sonrisa era tensa y

frágil. —Bebé...

No lo podía creer.

Mamá se encontraba de pie justo en frente de mí, viéndose

nerviosa y llamándome bebé. Literalmente clavada en el lugar,

absolutamente estupefacta. Ni siquiera sabía qué decirle, porque

quería gritarle mil cosas, pero ninguna de estas cosas salió de mi boca.

—¿Estás bien? —Eso fue lo que dije.

Ella abrió la boca, pero lo que dijo fue interrumpido por un sonido

rugiente, como un motor encendiéndose. Mi cabeza se sacudió y miré

detrás de mí. Un auto de cuatro puertas con vidrios polarizados aceleró

en el estacionamiento, deteniéndose bajo la señal. Una ventanilla bajó

en el lado del conductor. Diminutas chispas se esparcieron en la noche.

Hubo un sonido de explosión.

Mamá gritó, y creo que gritó mi nombre, pero hubo más sonidos

de disparos, como una docena de corchos siendo destapados a la vez,

y más chispas. Vagamente me di cuenta que eran disparos cuando el

vidrio estalló a mi alrededor. El metal rebotó cerca de mí, muy cerca, y

mi bolso resbaló de mis dedos mientras un grito se construía en mi

garganta.

Nunca dejé salir sonido, porque mi respiración salió de mí cuando

un ardor extraño recorrió mi estómago, agudo y repentino, intenso y

robando mi aliento.

Miré hacia abajo mientras me tambaleaba hacia atrás,

chocando con un Jeep. Me pareció oír gritos, pero mi cabeza daba

vueltas de una manera extraña. Me temblaban las manos mientras las

presionaba contra mi costado. Sentí algo cálido y húmedo.

—Mamá —grazné cuando mis huesos dejaron de sostener mis

piernas. No recordaba caer, pero la parte de atrás de mi cabeza dolía,

pero no tanto como mi estómago. Miraba hacia el cielo, pero las

estrellas se movían, como si estuvieran lloviendo—. ¿Mamá?

No hubo respuesta.

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Traducido por Lauu LR

Corregido por Miry GPE

Cuando abrí los ojos de nuevo, no miraba a las estrellas o incluso

una luz brillante. Era un techo, un techo blanco con una iluminación

suave en él. El resto era sombrío y mientras mi mirada llegó a la pared

de enfrente, vi una cortina azul pálido. Mis pensamientos eran espesos y

me sentía extraña, como si flotara, pero sabía que me encontraba en el

hospital. Tenía una sensación incómoda de algo en mi mano derecha, y

cuando mi mirada lentamente llegó a donde ésta descansaba en la

cama, pude ver una intravenosa.

Definitivamente un hospital.

Ah, sí, cierto, recibí un disparo. Realmente un disparo de una

pistola. En serio.

Dios, mi suerte apestaba.

Comencé a sentarme, pero el dolor sordo se volvió más fuerte,

penetrando a través de mi vientre, el aire salió de golpe de mis

pulmones con lo repentino del mismo. Las paredes giraban como en un

mal viaje de droga.

Un movimiento a la izquierda de la cama agito el aire a mí

alrededor y una mano gentil se posó en mi hombro. Parpadeé para

enfocar el cuarto de nuevo mientras mi cabeza era guiada de regreso

sobre la sorprendente pila de almohadas.

—Apenas despierta por un par de segundos y ya tratas de

sentarte.

El monitor de corazón registro el repentino aumento en mi ritmo

cardiaco mientras giraba la cabeza a la izquierda. Mi latido saltó

vacilante.

Jax se encontraba sentado en una silla junto a la cama y lucía…

lucía como la mierda. Manchas oscuras se veían bajo sus ojos, los cuales

normalmente eran del color del whisky caliente. La sombra de barba en

su barbilla era más gruesa de lo normal.

Pero sonrió cuando mis ojos encontraron los suyos, dijo en una voz

ronca y gruesa—: Ahí estas.

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—Tomé tu camiseta.

Sus cejas se fruncieron. —¿Qué?

No sé porque dije eso. Podía decir que algunas drogas realmente

dulces recorrían mi sistema justo ahora. Así que las culparía. —Tomé tu

camiseta cuando me fui de tu casa, porque quería una parte de ti por si

decidías que no querías verme más.

Se enderezó en su silla y sus labios se abrieron mientras me miraba.

—Me siento rara —admití—, creí que me dispararon.

Su expresión se tensó. —Te dispararon, dulzura. En el estómago.

Humedecí mis labios resecos. —Eso suena malo. —Sabía que

podía ser malo, ahora que lo pensaba. Tuvimos, como, una semana

entera o algo así, dedicada a heridas de bala en una de mis clases.

—Fuiste realmente afortunada. El doctor dijo que la bala esquivó

todos los órganos vitales. Entrada y salida limpia —explicó, en voz baja—

. Hubo un poco de sangrado interno.

—Oh, eso definitivamente es malo.

Inclinó la cabeza hacia un lado y cerró los ojos. —Sí, cariño, es

malo.

Jax sonaba tan preocupado, así que… no sé, fuera de esto, sentía

la necesidad de tranquilizarlo. —En realidad no me duele.

—Lo sé —murmuró—. Dijeron que te darían medicamentos para el

dolor. Yo… demonios Calla. —Se inclinó hacia adelante, acercando

tanto su cara a la mía que capté el tenue aroma de su colonia—. Oh,

cariño… —Negó con la cabeza y la oscuridad de sus ojos alcanzó una

intensidad torturada. Puso su mano en mi mejilla izquierda y sentí el

temblor que lo atravesó—. Sé que probablemente tienes preguntas,

pero hay algo que tengo que decirte, ¿está bien?

—De acuerdo.

—Cuando despertaste ayer y me había ido, no fue lo que

pensaste.

Las últimas veinticuatro horas comenzaron a repetirse en mi

cabeza, uniéndose como un libro de imágenes en cámara lenta.

Ayer apestó.

—Tenía que ir al pueblo por un atuendo apropiado para la boda y

tuve que salir temprano. Debí dejar una nota, pero aún me sentía

enojado sobre la noche anterior. Me fui creyendo que estarías ahí

cuando volviera y hablaríamos, pero Roxy me llamó.

Le fruncí el ceño. —Ella… ¿Te llamo?

—Sí. —Su mirada recorrió mi cara y luego bajó, juro que veía mi

pecho moverse, como si se tranquilizara porque yo respiraba—. Me

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llamó de camino a tu casa, porque se preocupó por tu seguridad. Supe

que te fuiste, y sí, me molesté por eso. Pensé que nos encontrábamos en

la misma página —soltó una carcajada seca—, llame a Reece,

informándole que te fuiste a tu casa. Tenían un auto vigilándote.

Ni siquiera me di cuenta de eso. Garantizado que no era la

persona más observadora aparentemente, así que tal vez debería

reconsiderar la carrera en enfermería.

Su pulgar frotó mi barbilla y su mirada encontró la mía de nuevo.

—Pasé todo el día de ayer enojado contigo, con nosotros, conmigo.

Bueno, esas eran cosas que realmente no quería escuchar en este

momento, pero sentí que lo que sea que tuviera que decir, tenía que

sacarlo, así que permanecí en silencio mientras lo observaba.

Un músculo se movió en la esquina de su ojo. —Todo el día —dijo,

negando con la cabeza de nuevo—, todo el maldito día desperdiciado

en estupideces y debí saberlo mejor. He probado este tipo de

arrepentimiento, sabes, con mi hermana. Gasté tanto tiempo estando

enojado con Jena, que cuando se fue, no podía siquiera empezar a

contar todas esas horas perdidas que pude gastar estando ahí para

ella.

—Jax —susurré, mi corazón apretado.

Apoyó su peso en el otro brazo, cuidando de no mover la cama o

a mí, aunque no me hallaba segura de lo mucho que podría sentir en

este momento. —El punto es, estaba enojado, pero eso no cambia

cómo me siento por ti o lo que quiero de ti. No soy perfecto. Lejos de

eso, solo era un idiota. Pude llamarte para asegurarme de que

entendías. Pude haber respondido tu texto. No lo hice. Pensé que tal vez

ambos necesitábamos algo de espacio para enfriarnos, de ese modo

cuando habláramos, podríamos hacerlo. Y anoche, cuando llegué al

club, Aimee se presentó.

Ahora recordaba eso, también, y ese sentimiento enfermo creció,

más moderado que antes, y me sentí agradecida por eso.

—Eso me molestó aún más. Me fui. Me siguió afuera. Tuvimos que

desahogarnos ahí, en medio de un estacionamiento de mierda. Y te lo

juro, incluso la ruptura más desastrosa con alguien con quien realmente

tenía una relación, fue más fácil que hablar con ella. Ella ya no será un

problema, pero demonios, fue más pérdida de tiempo. Después de eso,

volví a mi casa. Planeaba volver al bar para alcanzarte antes del cierre.

No imagine que saldrías temprano, pero iba a ir por ti. Solo que nunca

llegué.

Cuando volvió a hablar, la ronquera en su voz, el dolor muy real

en ella, llego a mí. —Me preparaba para salir. Tenía las llaves en mi

maldita mano, Calla. Casi me encontraba en la puerta. Pensando en

enviarte un texto y mi teléfono sonó. Era Colton. Casi no contesté,

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porque sabía que podían seguir de fiesta y no me encontraba de humor

para esa mierda, pero respondí. Y me dijo que lo acababan de llamar

algunos informantes, que hubo un tiroteo en el bar y alguien salió herido.

Eso era todo lo que sabía, y demonios, nena, mi corazón… hizo lo mismo

que cuando recibí la llamada de mis padres. Es un sentimiento enfermo

como la mierda, como si no estuviera de pie pero lo estaba. Traté de

llamarte, y cuando no respondiste lo supe; sólo lo supe, porque si hubo

un tiroteo en el bar, me habrías contestado el teléfono si pudieras.

—Estoy bien —le susurré con fervor, porque pensé que necesitaba

escuchar eso, pero fue ignorado totalmente.

—Cuando llegue al bar, vi tu carro tiroteado hasta la mierda y no

te encontrabas ahí. Tampoco Roxy… —Pareció reunir fuerzas mientras su

mano tiembla contra mi mejilla—. Fue Nick quien me dijo que eras tú.

Estuvo afuera. Llegó a mí antes que la policía. Todo lo que sabía fue que

te dispararon y que no te encontrabas despierta cuando los

paramédicos llegaron. Calla yo… ni siquiera puedo poner en palabras lo

que sentí en ese momento, o lo que sentí mientras traía mi culo a este

hospital. Todo lo que sabía es que la jodí ayer. —Su pecho se levantó

con una respiración profunda—. Pude haberte perdido. Diablos,

realmente pude haberte perdido. Y si no tuviera esta oportunidad de

hablar contigo justo ahora, si hubieras sido arrebatada de mí, perdí la

oportunidad de pasar el día de ayer contigo, de estar contigo,

amándote, nunca me habría perdonado por eso. Así que sabes, Calla,

renunciaré a toda la mierda en este momento. Y espero que estés

conmigo en esto, pero incluso si no lo estás, tengo que dejar salir esto y

no me arrepentiré de decírtelo.

Respiraba pesadamente, no de manera exigente, pero sabía que

algo se acercaba, mi garganta quemaba y no porque estuviera seca.

Mis ojos se encontraban igual. Se sentían húmedos, porque una palabra

realmente destacaba de entre todas las palabras poderosas que dijo:

Amándote.

—Tengo que decirte que te amo Calla —dijo, y me sorprendió que

el monitor de corazón no detectara el hecho de que sentí mi corazón

detenerse por un momento—. Sin mentiras. Lo hago. Amo la manera en

que piensas, aunque sea demasiado molesto a veces, e incluso

entonces, aún es lindo. Me encanta que haya un montón de cosas que

nunca has experimentado, y que las experimentarás conmigo. Que

tengo ese honor. Amo tu fuerza y todo a lo que has sobrevivido. Amo tu

coraje, amo que hagas bebidas horribles, pero que a nadie le importe,

porque eres tan malditamente linda.

Una suave risa sorprendida salió de mí, mis palabras fueron

inestables cuando hablé—: Hago algunas bebidas horribles.

—Las haces. Es verdad. Estoy bastante seguro de que tu té helado

Long Island puede matar personas, pero está bien. —Sus labios se

curvaron de un lado mientras su mirada encontró la mía—. Amo tu

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sentido del humor y el hecho de que nunca comiste sémola antes. Hay

tantas cosas que amo de ti, que sé que estoy enamorado de ti. Así que,

cariño, puedes tener tantas camisetas mías como quieras.

Mi respiración se detuvo de nuevo, abrí la boca, pero no hubo

palabras al principio, porque tenía tantas cosas que quería decirle.

Quería enlistar las cosas que amaba acerca de él, pero todo lo que

pude decir fue—: Estoy enamorada de ti.

Jax tomó aliento con fuerza mientras sus ojos se abrieron

ampliamente, y me di cuenta que no pensó que le diría eso. Era un

idiota, pero era el idiota que amaba, así que lo dije de nuevo y

entonces se movió, trayendo su boca a la mía, y ese beso… oh Dios,

reconocí ese beso, porque me besó así antes y se encontraba lleno de

tanto amor como lo estuvo cada vez que me besaba de esa manera.

Y luego, tal vez porque Jax me amaba —estaba enamorado de

mí— y yo estaba enamorada de él, o tal vez porque acababan de

dispararme y me hallaba bajo los efectos de medicamentos muy

buenos, comencé a llorar.

Jax murmuró algo contra mis labios y atrapó las lágrimas con sus

pulgares. Porque no había manera de que él consiguiera subir a esta

cama conmigo, hizo lo siguiente mejor. Jaló la silla lo más cerca que

pudo y colocó su parte superior al lado de mi cuerpo, pasando un brazo

alrededor de mis hombros mientras descansaba su mejilla en la

almohada junto a la mía. Pasó algo de tiempo antes de que el

abastecimiento de agua cesara, y me encontré sonriéndole. Me las

arreglé para mover mi brazo derecho, puse la mano en la parte trasera

de su cuello, mis dedos lentamente pasando a través de su cabello

mientras me explicaba, con gran detalle, cómo planeaba demostrarme

cuanto me amaba cuando mejorara, tan detalladamente que estaba

segura que mi cara se encontraba roja como un tomate, pero vaya que

tenía algo que esperar.

Más tiempo pasó, lo suficiente para que me preguntara cómo

convenció al personal de dejarlo en mi cuarto, pero no me

preocupaba. Se hallaba aquí y era todo lo que importaba.

Empezábamos a sentirnos cansados cuando dijo—: Hay algunas cosas

de las que tenemos que hablar, pero pueden esperar hasta que salgas

de aquí, ¿está bien?

Para ese momento, dijo todo lo que yo necesitaba escuchar

desesperadamente, así que podía esperar para escuchar cualquier otra

cosa que quisiera decirme. Asentí y sentí mis parpados cayendo, fue

entonces, después de estar despierta por Dios sabe cuánto tiempo, me

golpeó.

—Oh, Dios. —Comencé a sentarme de nuevo, pero Jax se

encontraba ahí, manteniendo mis hombros gentilmente abajo.

—¿Qué? —Preocupación se vertió en su voz—. ¿Que está mal?

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Agarré su muñeca con la mano derecha. —Mamá, mamá se

encontraba ahí Jax. En el estacionamiento. ¿La lastimaron?

Me miró fijamente un momento, luego negó con la cabeza

mientras sus cejas se fruncían. —¿Mona se encontraba ahí?

—¡Sí! Se hallaba afuera, esperándome, pero un auto se detuvo y

entonces alguien comenzó a disparar. ¿Le dieron?

—Está bien. Necesitas calmarte. —Puso su mano en mi mejilla de

nuevo—. Esta es la primera vez que alguien escucha algo sobre tu

madre, cariño. Nadie sabía que se encontraba ahí.

Confundida, lo miré fijamente. —Espera. Ella se encontraba ahí.

Hable con ella. Me llamo bebé. Estaba ahí, Jax.

No dijo nada.

Mi mente corrió. —Ella se hallaba ahí cuando comenzaron a

disparar, y escuché el auto alejarse…

—La policía encontró el coche que creen fue el que utilizaron,

abandonado a pocos kilómetros del bar —explicó—. No sé a nombre

de quién está registrado, pero piensan que probablemente fue robado.

Estoy seguro que tendremos más información después.

—Pero… eso no tiene sentido.

Sus ojos encontraron los míos y entonces beso mi mejilla. —Cariño,

lo… lo siento.

Comencé a preguntarle porque se disculpaba, pero entonces lo

supe. Lo comprendí. Se disculpaba porque mi madre se presentó en el

bar, me vio y yo la vi, personas que se hallaban molestas con ella

abrieron fuego, fui herida y… mamá debió saberlo.

Parpadeé lentamente, negué con la cabeza. —Ella debió saber

que fui herida.

Frotó el pulgar por debajo de mi labio, sentí la incredulidad

llenándome. Recordé gritar llamándola y no recibir respuesta. —Me dejó

ahí, Jax, en un estacionamiento, sangrando por un disparo que se

suponía era para ella. Me dejó.

—Cariño —dijo suavemente—. No sé qué decir.

Porque, ¿qué demonios dices ante algo como eso? Mi propia

madre me dejó sangrando en un estacionamiento. Buen Dios, ¿acaso le

importó? Mi labio inferior tembló y Jax se movió de nuevo, sus dedos

extendiéndose por mi mejilla mientras movía mi cabeza hacia la suya.

Sus labios encontraron los míos y dijo—: Te amo.

Cerré los ojos mientras asentía suavemente. Presionó su frente

contra la mía, sosteniéndome de la única forma que podía hasta que el

cansancio finalmente pudo conmigo, llevándose completamente lo

muy bueno y lo muy malo.

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Durante los siguientes dos días, mientras permanecí en el hospital

en observación, mi cuarto se convirtió en un lugar muy animado. El

detective Anders entró y salió más de una vez, así como Reece. Roxy y

Nick se presentaron, la primera trayéndome furtivamente donas que

aún no tenía permitido comer, pero no tuve el corazón para decírselo, y

el último siendo más amigable que nunca. Me sentí responsable por eso.

Él se ofreció a llevarme a mi casa, tal vez si hubiera aceptado su oferta,

mi madre no habría intentado acercarse a mí y no estaría yaciendo en

una cama de hospital, volviéndome loca con el encierro.

El tiroteo llegó a las noticias, y de algún modo, Cam escuchó de

él o Teresa estuvo llamando a mi celular y Jax finalmente respondió; no

sabía cuál o si fue un poco de ambas, pero mis amigos —Dios los ame—

se hallaban de vuelta en el pueblo, después de conducir hasta ahí al

momento que se enteraron que me dispararon. Se quedaron en un

hotel a unas cuadras del hospital y lo llevaban muy bien. Jase incluso

bromeó sobre cómo seguía manteniendo las vacaciones de verano, de

todos ellos, interesantes, pero podía decir que se encontraban

seriamente preocupados, especialmente cuando Teresa dijo que quería

que volviera a casa, de vuelta a Sheperd tan pronto como fuera

posible. Pero tampoco tuve el corazón para decirle que eso no

resolvería nada.

Resultó que me hallaba en el mismo hospital que Clyde. Se

encontraba lo suficientemente bien como para levantarse por cortos

periodos, eso significaba que estaba en mi cuarto, maldiciendo con

energía y por lo general consiguiendo que lo llevaran de regreso a su

habitación antes de tener otro ataque al corazón.

A lo largo de todo esto, Jax raramente dejaba mi lado. Tomó

tiempo libre del bar, Nick y Roxy realmente se acercaron a ayudar. Él

tenía algún tipo de control mental Jedi de chico caliente sobre el

personal, ya que se quedaba en mi habitación toda la noche y sabía

que eso era un gran no-no, pero no lo cuestioné. Esas largas horas en

medio de la noche, cuando no podía dormir y todo lo que quería era

conseguir largarme de aquí, él se hallaba ahí. Hablábamos de cosas

importantes, como por lo que habíamos luchado, y después

hablábamos de cosas estúpidas como a donde ir en caso de un

apocalipsis zombi o cuales eran nuestros programas de televisión

favoritos. Admití que aun veía Toddlers & Tiaras, y que podría tener un

viejo enamoramiento con Property Brothers, y él era un fan de Kitchen

Nightmares y Bar Rescue, tenía más que un pequeño enamoramiento

por Robbie Welsh de Shipping Wars. Cuando comenzó a hablar de su

equipo de futbol favorito, me quedé dormida, cuando desperté algún

tiempo después, él se encontraba dormido en la que tenía que ser la

posición más incómoda conocida por el hombre.

Se durmió en su silla, pero su cabeza descansaba en sus brazos,

los que se hallaban doblados en la cama junto a mí. Su mejilla se

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encontraba volteada hacia mí, y yo acababa de llegar a un

excepcional nivel de rareza, porque no sabía cuánto tiempo permanecí

ahí, mirando la forma en que sus pestañas revoloteaban en su sueño o

solo mirando fijamente su cara.

Fue así durante dos noches, y en la mañana del día tres, fui dada

de alta para ir a casa y descansar. En la mañana, las enfermeras me

dieron permiso de lavar mi cabello mientras Jax iba de vuelta a casa

para traerme algo de ropa. La esponja de baño no lastimaba, pero la

pequeña cicatriz inflamada en la parte superior de las cicatrices

desvanecidas, la punzada de dolor si me volteaba demasiado rápido o

respiraba muy profundo, me dijeron que debía tener cuidado.

Incluso ahora no podía creer que me dispararan.

Mis amigos aún permanecían en el pueblo y no tenía idea de

cuánto más se iban a quedar, pero sabía que volverían mañana ya que

me ordenaron no hacer nada hoy, así que supuse que hicieron de su

segundo viaje unas mini vacaciones.

Mientras el doctor me revisaba, Jax estaba de regreso, esperando

en la puerta, los pensamientos que evité desde mi primera noche en el

hospital se deslizaron en mi mente.

Mamá.

Cerré los ojos mientras el doctor tomaba mi presión sanguínea.

Mi propia madre de carne-y-sangre me dejó yaciendo sobre mi

sangre. Eso dolía igual a tener un clavo oxidado clavado en tu corazón.

Repetidamente. No importaba la excusa que tuviera o cuán asustada

pudo estar, no había justificación para eso, sin embargo, era una gran

llamada de atención, porque no entendía, hasta el momento en que

comprendí que ella me dejó, que aún guardaba un poco de esperanza

de que algún día sería como era antes del fuego, las muertes y las

drogas.

Ahora no tenía esperanza.

Hice lo correcto cuando hablé con el detective Anders. Le dije

que vi a mi madre, no pareció muy feliz de escuchar eso y no estaba

muy emocionada acerca de incluso hablar de eso.

Justo ahora, no podía permitirme pensar en ella, porque incluso

aunque recibir un disparo apestaba, y verme obligada a endeudarme

tampoco era muy bueno, me encontraba viva y tenía muchas cosas

por las cuales sentirme agradecida.

Miré sobre mi hombro hacia Jax mientras el doctor deslizaba el

brazalete para tomar la presión para quitarlo. Me guiñó y sonreí.

Casi morir realmente ponía las cosas en perspectiva.

Me encontraba libre para irme, e hicimos una parada rápida en

la habitación de Clyde antes de dirigirnos a casa de Jax. De lo que nos

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enteramos, Clyde sería dado de alta para al final de la semana, tal vez

incluso mañana si sus exámenes eran positivos.

Cuando llegamos a casa de Jax, me dirigí al sofá y me deje caer

ahí, cansada de un maldito viaje en coche.

—¿Estas bien? —Jax se arrodillo frente a mí.

Asentí. — Sí. Solo cansada. No tengo sueño.

No lucía convencido. —¿Tu estómago no te duele?

Sonreí. —Solo si hago cosas estúpidas.

Sus ojos buscaron los míos y luego se levantó, poniendo una mano

en el brazo del sillón. Sus labios se rozaron sobre los míos. —¿Crees que

puedes comer algo? Dijeron comida blanda, ¿verdad? Como, ¿sopa

de fideos con pollo?

—Eso estaría bien.

Se echó hacia atrás, sus ojos aun nublados por la preocupación.

Agarró una de esas mantas ultra cómodas del respaldo del sillón y la

puso a mí alrededor. —Quédate aquí.

Mientras se alejaba, salí de debajo de la manta y lo tomé del

brazo. —Gracias.

Una de sus cejas se elevó. —¿Por qué?

—Por todo y nada.

Sus labios se curvaron y luego se acercaron, besándome una vez

más. —No hay nada que agradecer, cariño. En todo caso, es al revés.

Confundida, hice un puchero. —¿Cómo es eso?

Antes de responder alisó el puchero fuera de mis labios creando

una serie de temblores en mí bajo vientre. —Te encuentras sentada

aquí, en mi sofá, y no hay nada que pueda hacer que supere esto.

Guau. Mi pecho se volvió todo blando, lo que era otra razón para

estar agradecida por él. Cuando se fue a preparar la sopa, me

acurruqué profundamente en la manta, después, comimos sopa

mientras veíamos un maratón de Property Brothers, lo cual me hizo

querer comprar una casa vieja y hacer que la renovaran con pura

genialidad. Y el hecho de que eran gemelos calientes, también pudo

tener algo que ver.

Era temprano en la noche cuando alguien llamó a la puerta de

Jax. Me hallaba tumbada en el sofá, mi espalda contra el frente de él y

casi me quedaba dormida. Estire el cuello y vi el gesto en sus labios

carnosos.

—¿No esperas a nadie? —pregunté.

Negó con la cabeza mientras, con cuidado, deslizaba su brazo de

debajo de mis hombros. —Quédate aquí, ¿está bien?

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Asintiendo, me senté después de que prácticamente pasó por

encima de mí. Caminó alrededor del sofá, dirigiéndose a la puerta,

donde se asomó por la mirilla. —¿Que carajos?

La inquietud explotó en mi interior y me puse de pie, tirando de la

piel sensible. Puse mi mano sobre la herida. —¿Qué es?

Su cabeza se inclinó hacia un lado cuando escuché una voz

apagada a través de la puerta. No tenía idea de lo que decía, pero

pasaron varios segundos, luego Jax se dio la vuelta. Mi boca cayó

abierta mientras él iba a un aparador en el comedor, lo abrió y sacó

una pistola. La inquietud se disparó a un nivel completamente nuevo.

A pesar de saber que tenía un arma y que la vi antes, aun fue una

sorpresa cuando la sacó. —Jax…

—Está bien —dijo deteniéndose por donde me encontraba. Su

mano libre se envolvió alrededor de mi cuello e inclinó mi cabeza hacia

atrás, besándome rápidamente—. Solo es por precaución.

En mi libro, no había nada bien acerca de una pistola como una

medida de precaución, mi corazón latía con fuerza mientras él volvía a

la puerta y quitaba el seguro. Mis músculos se tensaron mientras abría la

puerta, sosteniendo el arma a plena vista.

—Me importa una mierda quien eres, haz un movimiento que no

me guste, y no saldrás caminando de esta casa —advirtió Jax en voz

baja mientras daba un paso a un lado.

Hubo un momento de silencio, luego una voz masculina

respondió—: Me gusta pensar que soy lo suficientemente listo para no

provocarte a usar el arma en tu mano.

—Y yo soy lo suficientemente listo para saber que probablemente

tienes mi casa jodidamente rodeada, y si no te dejo entrar, habrías

entrado de todas formas.

¿Qué carajo pasaba?

Una profunda risa masculina resonó. —Podría ser cierto, pero no

vengo aquí para causar algún problema, Jackson. Vengo para

terminarlo.

Esas palabras fueron como hielo perforando mi columna.

Jax se paró ahí por un momento y luego asintió secamente.

Un segundo pasó y luego el hombre entró en la casa. Diablos, se

deslizó. Vestía un traje gris oscuro, obviamente adaptado a sus

estrechas caderas y anchos hombros, cabello negro brillantemente

peinado hacia atrás, desde la frente alta y pómulos, apestaba a dinero

y poder.

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El hombre se detuvo justo al entrar, con los ojos café oscuro

puestos en mí, no pude reprimir el escalofrió que acompañó su aguda y

afilada mirada.

Maldiciendo por lo bajo, Jax cerró la puerta y nos enfrentó.

Empujando el arma en la parte trasera de sus pantalones, suspiró. Me

encontraba clavada en mi lugar, respirando superficialmente mientras

el hombre esperó a que Jax regresara a mi lado y envolviera un brazo

protectoramente alrededor de mi cintura.

El hombre se movió hacia adelante y se detuvo frente a nosotros,

extendiendo una mano. —Calla Fritz, un gusto conocerte finalmente.

Mi mirada se movió de su apuesto rostro a la mano delante de mí.

Le di un apretón débil e inmediatamente dejé caer su mano. —Hola.

Um, ¿y tú eres?

Sonrió entonces, mostrando sus dientes perfectos y blancos. —

Algunos me llaman Sr. Vakhrov.

¿Sr. que de qué? No tenía idea de cómo deletrear o incluso

repetir lo que dijo.

—Pero otros me conocen como Isaiah.

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Traducido por florbarbero

Corregido por Val_17

Mis ojos se abrieron hasta que se sintió como si fueran a salirse de

mi cara. Santa mierda. ¿Éste era Isaiah? ¿Y se encontraba frente a mí,

en la casa de Jax? ¿Y lo dejó entrar?

Sentí el pánico presionándome con sus dedos helados, y mi

cabeza giró bruscamente hacia Jax. Su brazo de tensó. —Está bien —

me tranquilizó—. Isaiah nunca hace su propio trabajo sucio.

Mi mirada volvió hacia él.

La sonrisa de Isaiah se ensanchó, asustándome

endemoniadamente. —A veces hago excepciones. Es raro, pero

sucede.

Uh, eso realmente no me tranquilizó ni un poco.

—¿Puedo? —Isaiah sacudió la barbilla hacia el sillón desgastado,

y cuando Jax asintió, se sentó.

Casi me reí, porque parecía tan fuera de lugar sentado en una

silla que sin duda vio mejores tiempos, con un traje que probablemente

costó más que cada pieza de mobiliario en la sala de estar. Pero reír me

haría parecer una loca, aunque verdaderamente sentía como si

hubiera enloquecido un poco. El hombre al que mi mamá le debía

millones y que podría tener algo que ver con el nuevo agujero en mi

cuerpo se encontraba sentado frente a mí.

Jax me guió hacia el sofá, manteniendo su brazo a mí alrededor.

Fue al punto. —¿Qué quieres, Isaiah?

Él ladeó la cabeza y aunque continuaba sonriendo, en realidad la

sonrisa nunca llegó a sus ojos. El legendario Isaiah era más joven de lo

que imaginé para un jefe supremo de las drogas y Dios sabe qué más.

¿Tendría tal vez un poco más de treinta años? —En primer lugar, me

gustaría disculparme por Mo —dijo, desabrochándose la chaqueta del

traje. Pude sentir que Jax se tensaba a mi lado, pero Isaiah juntó las

manos.

¿Mo? ¿Quién era…? —¿El tipo que intentó secuestrarme?

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—No soy fanático de la palabra secuestro, querida.

¿En serio? ¿Cómo quería que lo llamara?

—Se suponía que mi socio te llevara hasta mí, pero no por la

fuerza. Necesitaba hablar contigo. Por desgracia, es un poco

demasiado ansioso cuando se trata de un encargo.

—¿Ansioso? —repetí tontamente.

—Él la golpeó —dijo Jax, su voz cortante—. Diría que fue algo más

que demasiado ansioso.

Asintió. —Eso fue solucionado. Aborrezco la violencia contra las

mujeres inocentes.

Mis cejas se elevaron. ¿Contra mujeres inocentes…?

—Necesitaba hablar contigo acerca de lo que ha estado

sucediendo. Se suponía que sólo te trajera hacia mí. Eso era todo, y me

disculpo sinceramente por sus acciones esa noche —dijo Isaiah—.

Como he dicho, ya fue solucionado. Así como solucionamos o

solucionaremos en breve otro de tus problemas.

Mi columna se puso rígida y susurré—: ¿Qué problema?

Isaiah me miró por un momento y luego se recostó, doblando una

rodilla sobre la otra, acomodando un brazo al borde el sillón. —Tengo

muchos negocios, señorita Fritz, hay algunos que conoces y es posible

que especules sobre otros, tengo muchas responsabilidades. Además,

tengo que mantener una imagen y cada vez que se ve amenazada,

bueno, tomo esas situaciones muy en serio.

Me encontré asintiendo a pesar de que no me sentía muy segura

de a dónde se dirigía con esto. Entendí lo que decía sin decirlo

realmente. En otras palabras, él tenía negocios legales y otros no tan

legales, como ya sabía.

—Cierto socio mío era responsable de una transacción muy

grande. Pero francamente delegó parte de esa responsabilidad en

personas equivocadas —explicó, su oscura mirada sosteniendo la mía.

Sabía que hablaba sobre Mack, Rooster, y mi mamá y también sabía lo

que era esa transacción—. En última instancia, cuando ésta operación

se vino abajo… —de nuevo, en otras palabras, hablaba del Tipo

Grasiento robando la heroína—, mi socio era el responsable de esa

operación y era muy consciente de lo mucho que detesto cuando las

cosas salen mal.

Me estremecí, sabiendo que nunca querría estar en el otro

extremo de la decepción de Isaiah.

—Mi socio no sólo falló en la realización de la transacción,

también impactó mi imagen. No pasan más de cuarenta y ocho horas

sin que un miembro de nuestras estimadas fuerzas policiales esté

respirando en mi cuello. —La fría sonrisa se deslizó de su rostro y su

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expresión se volvió glacial—. Y una vez que mi compañero se dio

cuenta de eso, se volvió poco comunicativo, y por lo que entiendo,

creyó que la mejor manera de corregir ésta situación era

amenazándote, aunque no tuvieras nada que ver con esto, y tomando

medidas con sus propias manos. Al parecer, pensó que encargándose

de aquellos en quién delegó su propia responsabilidad, de alguna

manera, me haría sentir feliz. Se equivocó.

Oh. Guau.

—¿Así que estás diciendo que no tuviste nada que ver con Mack

amenazando a Calla o con que ella recibiera un disparo hace unos

días? —preguntó Jax.

—Como dije, Jackson, aborrezco la violencia de cualquier tipo

contra mujeres inocentes. Mi socio se hallaba desesperado.

Desenfocado. Continuó estropeando las cosas, haciendo difícil para mí

continuar con mis transacciones comerciales sin interferencias, y por

supuesto, afectándola, señorita Fritz. Sinceramente estoy agradecido de

verte sentada aquí hoy. Sé que todo esto podría haber terminado en

una forma mucho más triste.

Una vez más, me encontré asintiendo y preguntándome si esto

realmente sucedía. No estaba segura de por qué a Isaiah le importaba

lo que me pasó, y honestamente, probablemente no le importaba y

solo no quería involucrarse con lo que hizo Mack.

—Con esto dicho —continuó Isaiah, sonriendo de manera

espeluznante—, mi socio ya no será un problema.

—¿Qué? —Parpadeé.

El brazo de Jax se deslizó de mis hombros y su mano terminó

alrededor de la mía. —¿Estás diciendo lo que creo que dices?

Él inclinó la cabeza. —Lo que estoy diciendo es que ya no va a ser

un problema. Tú ya no tendrás que preocuparte porque alguien

aparezca para molestarte en Mona’s, tu casa o cualquier otro lugar.

Me quedé mirándolo.

Jax me apretó la mano.

Entendía completamente lo que decía, de nuevo sin decirlo

realmente. Mack ya no sería un problema para mí, y ya que

aparentemente Isaiah nunca tuvo un problema conmigo, las

repercusiones de lo que mi mamá hizo finalmente no me afectarían.

Pero necesitaba saberlo. —Significa eso que Mack…

—Lo entendemos. —Me interrumpió Jax, apretando mi mano de

nuevo. Le disparé una mirada, pero se centró en Isaiah—. ¿Eso es todo?

La mirada de Isaiah se desplazó hacia él y luego de un segundo

respondió—: Si, lo es.

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—Entonces, no quiero ser grosero, pero…

Sus labios se curvaron. —Siempre me gustó tu franqueza, Jackson.

—Estoy asumiendo que es algo bueno.

Isaiah simplemente sonrió mientras se levantaba, abrochándose la

chaqueta. —Les deseo buena suerte en el futuro. Saldré solo. —Pasó

junto al sofá, pero se detuvo frente a la puerta y nos miró—. Una última

cosa, señorita Fritz.

Mi corazón retumbó contra mis costillas. —¿Si?

—Si ves a tu madre o sabes algo de ella, por favor, hazle saber

que no es bienvenida en este condado ni en el estado —dijo en voz

baja—. Como dije, no me gusta que las cosas salgan mal.

Luego desapareció.

—Oh, Dios mío —susurré.

Jax se levantó con rapidez, se inclinó y me besó en la frente antes

de dar grandes zancadas hacia la puerta principal. Comprobó el

exterior y luego la cerró. Girándose hacia mí, estiró el cuello y suspiró. —

Bueno, entonces…

Negué con la cabeza lentamente. —No sé qué decir.

Básicamente, me acaba de decir que todo va a estar bien y luego

amenazó a mi mamá, ¿no? Quiero decir, ¿eso es lo que pasó?

—Sí, lo es. —Jax se acercó a mí y se agachó, así nuestras miradas

quedaban niveladas—. No esperaba eso.

Solté una risita y luego me encogí de hombros. —Yo tampoco.

Quiero decir, guau. Eso fue como algo salido de una película de la

mafia. Tú…

Su teléfono sonó desde el interior de su bolsillo. Enderezándose, lo

tomó, miró la pantalla, y luego maldijo antes de contestar. —¿Sí?

Lo vi girar y caminar hacia la ventana del salón. —¿En serio? —

Pasó la mano por su pelo y luego dejó caer el brazo—. Bueno, no puedo

decir que estoy demasiado desgarrado por eso.

Fruncí el ceño. ¿Qué pasaba ahora? Tomé una frazada, la enrollé

en una bola gigante, y la sostuve contra mi pecho.

—Bueno. Sí, tenemos que hablar. Mañana está bien. Tengo que

atender el bar mañana por la noche. —Se giró hacia mí—. Sí, Calla está

bien. Estará bien. —Otra pausa—. Muy bien, hablaré contigo más tarde,

hombre.

Jax colgó y esperé tan pacientemente como era humanamente

posible mientras regresaba hacia mí. —Bueno, eso fue rápido. Como

muy rápido.

—¿Qué?

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Se sentó, puso sus brazos a mí alrededor, y me acurrucó con

cuidado en su pecho, con la bola de frazada y todo. Bajando la

barbilla, sus ojos encontraron los míos. —Era Reece. Probablemente

conseguirás una visita de su hermano mañana por la mañana.

Esa quemazón familiar de ansiedad se deslizó por mis venas. —

¿Por qué?

Sus ojos buscaron los míos por un momento. —Acaban de

encontrar el cuerpo de Mack en una carretera del condado. Con una

bala en la cabeza. Parecía una ejecución.

—Santa… —Respiré—. Oh, Dios mío. —No dijo nada mientras

acomodaba el pelo de mi cara, y nos quedamos en silencio por un

largo rato, asimilándolo. No sabía cómo sentirme. Mack me disparó…

realmente me disparó. Me amenazó. Y probablemente no le importaba

si vivía o moría mientras trataba de “arreglar” las cosas con Isaiah, pero

de todas formas, ahora se encontraba muerto y no creía que hubiera

razón para sentirme bien con eso. Así que no sabía cómo sentirme—.

Eso fue rápido —dije estúpidamente.

—Sí.

—Entonces Isaiah realmente lo hizo…

—No termines eso. —Presionó un dedo contra mis labios por un

segundo—. No queremos saberlo y no haremos suposiciones, Calla. Es

tan simple como eso. Lo negamos, y joder, no tendrás esa mierda en tu

conciencia. ¿Bien? Eso no nos incumbe.

Bajé la mirada. —Sé que no nos incumbe. Mack no terminó así por

mi culpa. Es consecuencia de lo que hizo. Sólo… no sé cómo sentirme

acerca de esto.

Sus labios rozaron mi frente. —Cariño, no es necesario que sientas

nada excepto un poco de alivio. Estás a salvo. Y joder, eso es todo lo

que importa.

Asentí y luego realmente lo asimilé todo. Susurré—: Se acabó.

Sus brazos se apretaron a mí alrededor mientras rozaba sus labios

sobre mi mejilla. —Sí, cariño, se acabó.

Desperté con la sensación más agradable del mundo, tan buena

y deliciosa que al principio pensé que tenía que estar soñando. Pero no

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lo estaba. Oh no, esto era un sueño, pero del tipo de sueño que se

vuelve realidad.

Parpadeando, me mordí el labio inferior mientras bajaba mi

barbilla y miraba la longitud de mi cuerpo.

Unos calientes ojos color marrón chocolate, llenos de maldad, se

encontraron con los míos. —Buenos días —dijo con una voz ronca que

retumbó en absolutamente todas mis partes sensibles.

Tenía que ser mitad de la noche o muy temprano en la mañana,

pero todavía se encontraba oscuro más allá de la ventana. La luz en la

mesita de noche se hallaba encendida, las sábanas habían sido

bajadas y la camiseta de Jax que usaba, la que le robé hacía un par de

días, se encontraba enrollada alrededor de mi cintura. La banda de mi

ropa interior se deslizó lentamente por mis caderas, lo suficiente como

para que no hubiera nada entre su boca y yo.

—Buenos días —jadeé, y antes de que pudiera decir otra

palabra, se arrastró sobre mí y me dio un beso tan suave, tan tierno, que

sentí una pequeña bola formarse en mi garganta. Levantó la cabeza, y

me besó de nuevo, pero esta vez en la punta de mi nariz, y entonces se

movió hacia abajo de nuevo.

Enganchando los dedos debajo de la banda de mi ropa interior,

la tiró hacia abajo hasta que estuvo fuera, yaciendo en algún lugar

desconocido. Se ubicó entre mis muslos, y me miró a través de sus

espesas pestañas. —¿Prometes comportarte?

—¿Yo? ¿Estás preguntando si prometo comportarme?

Chupó su labio inferior entre los dientes y luego dijo—: Tienes que

quedarte quieta, nena. No quiero que haya algún problema con los

puntos de sutura. —Su mirada cayó a mi zona íntima y luego se lamió los

labios. Santo dios, casi me corrí justo allí—. Debería esperar hasta que

estés cien por ciento recuperada, pero estoy hambriento de ti y no

puedo esperar.

Escalofríos recorrieron mi cuerpo.

Levantó la mirada de nuevo. —¿Te quedarás quieta?

Realmente no podía hacer ninguna promesa, pero asentí de

todas formas. Su mirada sostuvo la mía por un momento más, y luego se

estiró y me dio un beso justo por encima de mi ombligo, en mis

cicatrices.

Eso ni siquiera me perturbó.

Jadeando, lo vi arrastrar la boca alrededor de mi ombligo, sacar

la lengua y deslizarla alrededor. Me quedé sin aliento de nuevo mientras

seguía adelante, besando y lamiendo como si tratara de probar cada

curva. Se tomó su tiempo en mi estómago y para cuando llegó a la

zona entre mis muslos, mi cabeza cayó sobre la almohada.

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Primero me tocó, realizando un roce suave con su dedo y deseé

que mi cuerpo se quedara quieto, pero mis caderas se sacudieron

suavemente, sin lastimar mi estómago. Su dedo se movió otra vez,

dando vueltas y luego deslizándose en el interior.

Gemí, agarrando la sábana por debajo, pero él no terminó y

empezó a avanzar lentamente dentro y fuera de mí. Mi respiración se

aceleró cuando sentí su boca y luego su lengua contra la cara interna

de mi muslo. Fue lento… tan condenadamente lento, reclamándome

con cada caricia de sus labios y movimiento de su lengua.

Un sonido estrangulado se escapó de mi garganta cuando su

lengua se sumergió, remplazando a sus dedos, y mis caderas se

sacudieron una vez más. Antes de conocer a Jax, nunca pensé que

haría algo así. Parecía demasiado extraño, tan íntimo, pero buen Dios,

me equivoqué. Esto era increíble. Tal vez era Jax. O tal vez todos los

hombres tenían una lengua que era, literalmente, un arma masiva de

seducción. De cualquier manera, me hizo gemir, jadear y suspirar hasta

que me encontraba más allá de poder realizar sonidos o respirar.

Se movió, lanzando un brazo sobre mis caderas, sosteniéndome

en mi lugar. Notó que me encontraba cerca. La tensión y el calor se

acumularon en mi interior, y luego explotaron en un destello,

produciendo una explosión de sensaciones, deshaciendo cada

terminación nerviosa con una ráfaga caliente de placer. Las réplicas de

los temblores me sacudieron mientras disminuía el ritmo, y levantando la

cabeza, besó la cara interna del muslo y luego justo debajo de mi

ombligo. Cuando se levantó, alcancé el elástico de sus viejos

pantalones cortos. Contuvo el aliento cuando mis dedos rozaron su

dureza a través de la tela.

—Calla —advirtió.

Me humedecí los labios. —Puedo devolverte el favor.

—No lo hice por eso.

—Lo sé. —Me giré con cuidado sobre mi lado no lesionado y el

mantuvo su cuerpo apoyado sobre un brazo. Su boca se encontraba

tan cerca que seguí adelante y lo besé, capturado su sabor y el mío

mezclados.

Jax era un gran besador. Eso era algo que aprendí de primera

mano. A él le gustaba hacerlo, lo disfrutaba, y era malditamente bueno

en eso. Y mientras estaba en ello, bajé la mano entre nosotros de nuevo.

El sexo puede estar prohibido por el próximo par de días, sólo para estar

seguros, pero eso no significaba que no podía usar mi mano. O mi boca.

Tiré de sus pantalones cortos de nuevo, pero atrapó mi muñeca y

gruñó contra mis labios. —Calla, cariño…

—No estoy inválida, Jax. Quiero hacer esto.

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No se movió durante lo que pareció una eternidad, luego tomó mi

mano y la metió debajo de la banda de sus pantalones cortos. Bien, era

bueno ver que definitivamente se hallaba a bordo.

Su cuerpo se estremeció cuando envolví mi mano alrededor de su

espesor y soltó mi muñeca, enganchando sus dedos en los pantalones

cortos. Los bajó por sus muslos mientras besaba su cuello.

Ayudándolo, empujé con mi otra mano y me miró desde donde

se encontraba, tumbado sobre la espalda. Lo recorrí con mi mirada,

moviendo lentamente mi mano. Dios, era precioso. Cada tramo de piel

dura, cada músculo bien desarrollado, y cada imperfección.

Sus caderas se sacudieron cuando mi pulgar acarició suavemente

la punta, y sonreí, recordando cuando me lo enseñó y lo mucho que le

gustaba.

—Dios, Calla —gimió, enredando los dedos en mí cabello—. Me

estás volviendo loco.

Sonreí. —No he hecho nada.

—Oh, estás haciendo lo suficiente. Estás… —Sus palabras

terminaron en un profundo gemido, porque me deslicé hacia abajo y

bajé la boca sobre él—. Joder, Calla…

Tuve una leve punzada de molestia cuando me deslicé, pero

nada importante y seguro como el infierno que no me disuadió de lo

que quería hacer. Mi boca se deslizó sobre él, y la mano en mi pelo se

cerró en mi nuca. Su pulgar se movió a lo largo de la base de mi cráneo

cuando levanté mi cabeza, lamiendo y chupando hasta que sus

caderas se movieron en pequeños empujes, apenas controlados. Su

mano se cerró sobre mi cuello y pude sentir las palpitaciones en su base.

Su respiración se volvió irregular, y cuando fui tan profundo como pude,

lo que probablemente no era mucho, dejó escapar un grito ronco.

En el último momento, me arrastró fuera de él y levantó. Los

puntos de sutura en mi costado protestaron sólo un poco. Mi mano

todavía se encontraba a su alrededor y sentí su liberación mientras

inclinaba su espalda y apretaba sus manos en mis brazos. Vi sus

músculos flexionándose, los tendones de su cuello destacarse, y la

tensión destellar en su cara mientras sus caderas se ralentizaban y

respiraba con dificultad.

—Maldita sea, Calla. —Me levantó y puso su boca sobre la mía,

besándome profundamente, el calor incrementándose en mis muslos y

mis venas cuando me acomodé sobre mi espalda. El beso se

desaceleró y descansó su frente contra la mía—. Eres perfecta, ¿lo

sabes?

—No, no lo soy. —Sin embargo, sonreí, porque me gustaba que

pensara eso.

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—Lo que sea. Digo la verdad. —Me reí en voz baja mientras se

alejaba—. Ya regreso —dijo, yéndose por un momento, volviendo con

un paño húmedo. Nos limpió, y cuando terminó, curvó su cuerpo

alrededor del mío.

—¿Hora de dormir? —pregunté.

Su risa me sacudió. —Ajá.

Sonreí en la oscuridad. —¿Qué hora es, de todos modos?

—No lo sé —respondió, besando mi hombro—. No me importa.

—¿Así que despertaste en medio de la noche sólo para… ?

—Jodidamente sí.

Riendo de nuevo, me acurruqué en su calor. —Te amo.

Su pecho subió fuertemente contra mi espalda y luego presionó

besos lánguidos contra mi garganta y mejillas. —También te amo.

—¿Estás segura de que estarás bien aquí? —preguntó Teresa

mientas se acercaba para darme un abrazo—. Podemos pasar el rato.

Jase está bien con eso.

Miré hacia donde Jase se encontraba apoyado contra la pared

justo dentro de la casa. Durante la última hora, miraba a Teresa como si

quisiera tenerla para el postre. Así que dudaba de que estuviera bien

con eso. Le sonreí. —Estoy bien. Sólo voy a descansar y ver la televisión

el resto de la tarde y no creo que Jax vaya a trabajar un turno

completo. Creo que dijo que estaría de vuelta alrededor de la

medianoche.

—Estaremos despiertos hasta tarde —respondió Jase—. Si

necesitas algo, simplemente llámame.

—Apuesto que lo estarán —respondí.

Sonriendo, se apartó de la pared y rodeó la cintura de Teresa por

atrás. Me guiñó un ojo mientras bajaba la cabeza, besando su cien. —

Vamos, cariño, volvamos.

Teresa cruzó las manos sobre sus brazos, comenzando a

retroceder hacia la puerta. —¡No te olvides de mañana! Si tú y Jax están

bien con ello, todos podemos salir a comer antes de regresar. ¿Bien?

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—No lo olvidaré. —Jase lucía desesperado en la puerta. Estuvieron

aquí durante horas después de que Cam y Avery se fueron a hacer lo

que sea que una pareja adorable hacía en su tiempo libre—. Debería

estar bien. Vayan a divertirse.

La sonrisa de Jase se volvió francamente mala. —Lo haremos.

Teresa rodó los ojos cuando la arrastró por la puerta, pero en un

último momento se liberó, corrió de vuelta a donde me encontraba en

el umbral, y me abrazó de nuevo. —Estoy contenta de que todo esté

bien —susurró, y entonces se giró en su pierna buena.

Corrió y saltó desde lo alto de los escalones de cemento. Jase,

que se encontraba abajo, maldijo cuando la agarró, tambaleándose

un paso hacia atrás. —Jesús, me vas a dar un ataque al corazón.

Ella se rió, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura.

Cuando se giró para dirigirse a su auto, me saludó por encima del

hombro. Le devolví el saludo, pensando que ellos conseguirían superar a

Cam y Avery.

Cerré la puerta y me dirigí de nuevo al sofá. Un poco cansada de

pasar la mayor parte del día con mis amigos y Jax, me coloqué una

manta alrededor y me acurruqué en el extremo del sofá. No pasó

mucho tiempo para quedarme dormida y cuando lo hice, tan cursi

como suena, viajé en una nube de pensamientos felices.

Hoy fue un día bueno, incluso genial. Todo fue totalmente normal,

lleno de risas, sonrisas, conversaciones, y besos, muchos besos dulces y

no tan dulces. Podría acostumbrarme a esto y lo haría. Sería difícil

cuando volviera a Shepherd, pero lo haríamos funcionar. Esa nube de

felicidad seguiría siendo toda esponjosa e increíble.

No sabía cuánto tiempo dormí, pero fui despertada por el suave

roce de dedos fríos a lo largo de mi mejilla. Abrí mis ojos lentamente,

esperando ver Jax a mi lado, pensando que dormí más tiempo de lo

que en realidad lo hice.

Pero no era Jax quién se encontraba sentado a mi lado.

Mi corazón saltó a mi garganta, y me senté rápidamente, tirando

de la piel lastimada en mi estómago, haciendo una mueca de dolor. —

Dios mío.

Mamá se encontraba aquí.

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Traducido por ElyCasdel & Val_17

Corregido por SammyD

La miré por lo que tuvo que ser una maldita hora antes de

encontrar la habilidad de hablar. —¿Cómo entraste? —pregunté,

estirando mi cuello para ver si Jax se hallaba por algún lado, pero al

parecer éramos las dos únicas personas en la casa. Tal vez no era la

mejor pregunta para comenzar pero fui atrapada con la guardia baja,

absolutamente impresionada.

Se alejó del sillón y se levantó. Ahí fue cuando noté que usaba la

misma ropa con la que la vi la última vez, y cuando inhalé

profundamente, mi corazón… Dios, dolió como si alguien hubiera

alcanzado mi interior y envuelto un puño alrededor de él. Olía como si

alguien no hubiera visto el interior de la ducha en días.

Dios.

Frotando su mano izquierda por su brazo derecho, miró alrededor.

—Me permití entrar.

—¿Cómo?

—La puerta trasera. Es una de esas viejas cerraduras. Sin cerrojos.

La forcé.

—Tú… ¿forzaste una cerradura? —Cuando asintió, solo la miré—.

¿Sabes cómo forzar una cerradura?

Asintió de nuevo mientras dejaba de frotarse el brazo. Sin

embargo, su mano permaneció alrededor del interior de su codo. —

Bebé, no tengo…

—Me dejaste. —Saliendo de mi estupor, me puse de pie mientras

su mirada se clavaba en mí fuertemente.

Mamá parpadeó rápidamente. —Necesito decir…

—No me importa lo que tengas qué decirme. —Y eso era verdad.

Tan terrible como era, era completamente cierto—. Me dispararon. ¿Te

diste cuenta de que me dispararon?

—Bebé…

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—¡Deja de llamarme así! —chillé, mis manos haciéndose puños

apretados—. Responde mi pregunta, mamá. ¿Te diste cuenta de que

me dispararon?

Sus labios agrietados se abrieron, pero no habló. En su lugar,

agachó la barbilla mientras comenzaba a rascar su brazo derecho.

El dolor se posó en mi garganta como si hubiera tragado una

pastilla amarga. La miré, mi madre, y era como ver un fantasma. —

Sabías que me dispararon y me dejaste en el estacionamiento,

sangrando. Estuve en el hospital dos días. Tuve hemorragia interna.

¿Siquiera te importa?

Su mandíbula sobresalía, su mirada acuosa encontró la mía por

una fracción de segundo y luego su mirada se alejó. —Me preocupo

por ti, Calla. Te amo. Eres mi hija, sólo… yo…

—¿Amas más estar drogada? —Una risa fracturada salió de mí—

La historia de mi vida y de tu vida. Las drogas siempre han sido más

importantes.

No dijo nada al principio y luego dijo lo que en mi corazón sabía

que diría—: Mis bebés se fueron, Calla. Kevin y Tommy, ellos…

—¡Están muertos! —grité mientras las lágrimas picaban mis ojos. El

aire sacudió mis pulmones mientras todo… todo salía—. Están muertos,

mamá. Han estado muertos por mucho tiempo. Y sabes qué, papá ha

estado muerto por un maldito largo tiempo, también. No eres la única

persona en todo el maldito mundo que los perdió. Y ninguna cantidad

de mierda que has puesto en tu cuerpo va a traerlos de regreso.

Sus piernas dieron marcha atrás como si pudiera escapar de lo

que decía, pero ésta no era la primera vez que le decía esto. Pero sabía

que era la última.

Y me encontraba en un giro. Años y años de frustración,

decepción, y jodido sufrimiento dentro de mí, explotando como una

botella agitándose. —Me robaste, mamá. ¿Siquiera lo recuerdas?

Drenaste mi cuenta, acumulaste más de cien mil dólares en deudas a

mi nombre, y ¡ahora necesito ayuda financiera para terminar la escuela!

Parpadeó.

—No sólo eso, sino que casi haces que me maten. Como en serio

muerta, muerta como si estuviera completamente muerta, maldita sea,

mamá. —Retrocedió de nuevo, pero no podía ser ésta la primera vez

que eso cruzara su mente—. Clyde tuvo un ataque al corazón porque la

gente que se enojó contigo se metía conmigo. Casi murió.

Movió su boca, pero no la escuché.

—Mi vida entera ha sido un sube y baja. Otra vez.

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Sacudiendo la cabeza, miró alrededor de la sala de Jax mientras

fibrosas hebras raídas de su cabello golpeaban sus delgadas y pálidas

mejillas. —Pensé… pensé que podía tener el dinero de regreso.

—Sí, robándole heroína a Isaiah. Bueno, eso no funcionó,

¿verdad? —Respiraba pesadamente, mi corazón golpeando con furia y

algún tipo de tristeza—. Ya sabes, estuvo aquí. Dijo que ni siquiera

puedes estar en éste estado. ¿Sabes lo que significa, mamá?

—Me voy —dijo con voz áspera, su mirada alejándose de mí,

hacia las paredes. Se hallaba tan nerviosa y acorralada como un

ratón—. Tengo algunos amigos en Nuevo México con los que voy a

pasar el tiempo. Quería verte antes de irme.

Se iba, en serio se iba.

De acuerdo.

Vaya. Eso me sorprendió más de lo que pensé que lo haría, lo que

era estúpido.

Me imaginé que esto pasaría. La única opción era que se

quedara, lo que era igual a una muerte segura, estilo Mack. La miré

moverse lentamente, en círculos al azar frente a mí, cavando su brazo

con uñas sucias. Apreté mis labios, cortando lo que hubiera sido un

sollozo.

—Estás drogada ahora, ¿no?

Detuvo su paso del pequeño círculo que hacía. —No estoy

drogada. Sólo necesitaba algo, bebé. Las cosas no están bien.

Cerré mis ojos e inhalé profundamente. Demasiado enojo creció

en mí, comiéndome como el cáncer. Y era un veneno que ha estado

dentro de mí, picoteando, desde que era una niña. No era nuevo, pero

mientras abría los ojos y la miraba rascarse el brazo mientras caminaba,

de pronto me hallaba demasiado cansada para contener más los

afilados bordes de la ira. Luego de esta noche, nunca vería a mi madre

de nuevo, se habría ido. Durante el último par de años fue como si

hubiera estado muerta, pero ahora sería más real. Antes sabía que

estaría aquí o en los alrededores, pero luego de esta noche, no tendría

idea de dónde estaría. Si salía lastimada o algo peor le ocurriera, no

habría Jax o Clyde para llamarme. Nunca lo sabría. Estaría en serio ida.

Me senté, exhalando.

—Lo siento —dijo.

Mi mirada se levantó y se encontraba más cerca ahora, aun

caminando, aun rascando donde lo más probable es que hubiera

marcas. Me tensé. —Lo sé.

Se detuvo. Mirándome como un venado ante un auto a toda

velocidad, y luego comenzó a caminar. Frunciendo el ceño, me giré y

la miré caminar hacia la mesa del comedor que dudé que Jax usara.

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Había un par de hojas de papel.

Con manos temblorosas, mamá levantó las hojas de papel y se

giró hacia mí. Comenzó a acercarse, deteniéndose a unos metros

detrás del sillón. —Esto es… tuyo.

Juntando las cejas, me levanté y me acerqué a ella. —¿Qué es?

Se secó la frente sudada con el dorso de un demacrado brazo. La

temperatura se hallaba puesta en “helado” en esta casa. —Es tu vida

de regreso.

La miré, sin tener idea de a qué se podría referir con eso. Luego

extendió el brazo, entregándome los papeles. Preparándome para lo

que fuera, los tomé y rápidamente los miré.

Luego realmente les di una larga mirada.

Los papeles resultaron ser tres hojas, y una era más larga,

doblada, y mientras la desdoblaba, mi respiración se trancó. —Mamá…

—Es tuya. La casa —dijo, y mientras levantaba la mirada, pasaba

ambas manos por sus mejillas—. Nunca estuvo hipotecada. Nunca tomé

un préstamo a su nombre… sólo la dejé en paz.

No sabía eso. Asumí que existía un préstamo en el que me

encontraba retrasada meses y que el lugar sería embargado en

cualquier minuto. El hecho de que no usara la casa como fondos

adicionales voló mi mente. Bajé la mirada a los papeles y me aseguré

que las palabras no hubieran cambiado. Nop. Aún las escrituras. Aún

firmadas por mamá y otro chico cuyo nombre no reconocí.

—Todo lo que tienes que hacer es firmarlas, pero está hecho. —Se

alejó de la mesa y luego se detuvo—. La casa es tuya. Véndela. Te

darán al menos cien mil por ella.

Mis manos temblaban mientras sentía el suelo moverse bajo mis

pies. No podía siquiera procesar esto. La casa era mía —si esto era

legítimo— la casa era mía. Podía venderla, recuperar todo, sino la

mayoría, del dinero de la deuda. Mi vida estaría de regreso donde

estaba, pero mejor, más brillante, porque ahora tenía mucho más en mi

vida.

La miré, la bola de emoción de regresó otra vez, pero esta vez del

tamaño de una pelota de baloncesto en mi pecho. —Mamá, no sé qué

decir.

—No me agradezcas. Lo que sea que hagas, no me agradezcas.

—Tragó saliva—. Tú y yo sabemos que no lo merezco.

Mi labio inferior tembló. —Mamá.

—Te amo, bebé. —Dio un paso adelante, a un brazo de distancia

de mí, pero luego retrocedió rápidamente—. Sé que no parece así,

pero te amo. Siempre te he amado. Siempre lo haré.

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Cerré los ojos mientras inhalaba temblorosamente.

—Me enorgulleces tanto —murmuró.

Mi cuerpo se balanceó y mis ojos se abrieron de pronto. Se

encontraba ahí parada, mirándome mientras lentamente se alejaba, de

mí, y sabía que podía abrazarla. Esa sería la última vez que lo haría por

siempre. Debía abrazarla. Era mi mamá y tanto como la odiaba a

veces, la amaba. Siempre la amaría.

Pero no me dio la opción.

Se alejó, yendo por la puerta trasera, y sabía que esta era su

manera de decirme no tocar. Se iba y mi corazón firmemente se atoró

en mi garganta, la miré abrir la puerta, la que eligió para forzar la

cerradura.

Y luego pensé en Mona’s.

—Espera —grité, sosteniendo los papeles pegados a mi pecho. Y

sabía que no era mi preocupación por el bar lo que me hacía llamarla.

Retrasaba lo inevitable—. ¿Qué hay de Mona’s… el bar?

Sus cejas negras se notaron preocupadas. —¿Qué con eso,

bebé?

De acuerdo. Dudaba que se olvidara de ello. —El bar, mamá.

¿Qué harás con eso? Si me dejas la casa, ¿también firmaste por el bar?

—Porque el bar solo pasaba a mí en caso de su muerte, y seguro que no

quería decir o pensar eso.

Negó con la cabeza. —Bebé, ya no poseo el bar. No lo he hecho

en…. Un año o algo así.

El suelo se movió de nuevo. —¿Qué?

—Lo vendí para… —Dejó salir una risa seca y débil—. Eso no

importa. Lo vendí y está en buenas manos, bebé.

El cabello de mi nuca se erizó, algo raro se apresuró por mi piel.

De pronto pensé que debería estar sentada.

—Y estás en buenas manos. Siempre pensé… que tú y Jackson

serían perfectos el uno para el otro. Es un buen chico. Sí, realmente un

buen hombre. Ama fuerte y se preocupa, realmente se preocupa. —

Siguió adelante mientras me estiraba, sosteniéndome poniendo una

mano en la parte trasera de la silla del comedor—. Ha sido bueno para

el bar. Lo cuidará como lo ha hecho hasta ahora.

Expulsé un pesado suspiro. —¿Jax es el dueño del bar?

Asintió y sus manos se apretaron en el pomo de la puerta. —No

quiero ese tipo de vida para ti. Eres una buena enfermera, ¿verdad?

Vas a hacer la diferencia en la vida de las personas. Cosas buenas. Eso

está… es tu camino.

Parpadeé. Espera. ¿Qué? —¿Cómo supiste eso?

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Abrió la boca y luego su cabello fibroso rebotó en sus mejillas otra

vez. —Me tengo que ir, bebé. Se buena. Sé que lo serás, pero sé

buena… y sé feliz. Te lo mereces.

Luego se fue, deslizándose por la puerta como un fantasma, y ahí

me quedé, atrapada entre tantas emociones para siquiera moverme.

Mamá se fue. En serio se fue, y antes de que se fuera me dio el mundo.

Y también movió una gran parte del mismo directo a sus bases

ahora agrietadas.

Me sentía como una idiota.

Levantando los papeles que mamá me dio, los llevé conmigo al

sofá y tomé mi teléfono de la mesa de café. Desearía tener mi auto.

Dado que la ventana trasera fue destrozada y había algunos agujeros

innecesarios en la carrocería durante la versión de O.K. Corral en

Pennsylvania, mi auto se hallaba en el taller de reparaciones por

segunda vez, y dudaba que esas reparaciones fueran gratis. Sin

embargo, nada de eso importaba en este momento. Sólo quería salir de

aquí. Tenía que hacer algo, porque mi cabeza giraba y la presión se

construía en mi pecho.

Eran casi las once. Jax debería estar en casa pronto, y mientras

aflojaba mi agarre del teléfono, consideré enviarle un mensaje o

llamarlo. En su lugar, dejé caer el teléfono en la mesita de café.

Fui tan malditamente distraída y estúpida.

Todo tenía sentido ahora y debí saber que mamá ya no tenía

nada que ver con el bar. El estado en que se encontraba, la forma en

que funcionaba sin problemas, y toda la documentación legítima

gritaba que alguien más tenía el control. Y Clyde me dijo que no

necesitaba preocuparme por el bar. Obviamente no.

Mamá se lo vendió a Jax y él nunca me lo dijo. Tampoco lo hizo

Clyde, pero no dormía con Clyde, no estaba enamorada de Clyde; por

lo tanto, la falta de información de Jax sobre ese pequeño detalle

parecía mucho más importante.

No sabía qué pensar. Ni siquiera entendía por qué no me lo dijo,

sobre todo después de la primera vez que estuve en la oficina,

revisando los papeles y pensando que tenía todo el derecho a hacerlo

cuando aparentemente no tenía derecho alguno.

Frotándome las manos por la cara, me quedé mirando el título de

propiedad de la casa de mi madre… ahora mi casa, mi boleto para salir

de la deuda en la que mamá me metió. Eso arreglaba el problema

principal cerniéndose sobre mi cabeza, el que nunca olvidé pero traté

de no pensar demasiado porque me volvería loca, pero ahora… ahora

esto.

Jax me mintió.

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No sabía qué sentir sobre esto y sentía demasiado, porque mamá

estuvo aquí y se fue para siempre, y Jax escondió algo tan grande de

mí. Mi confianza fue sacudida. Fue destrozada, apenas se mantenía

unida.

Si mintió acerca de esto, si escondió esto de mí, ¿en qué más me

mentiría u ocultaría? No pensé que fuera una pregunta irracional. Por

experiencia sabía que cuando las personas escondían cosas de los

demás, existía mucho más escondido en sus profundidades.

Demonios, yo era un buen ejemplo.

Mi mirada parpadeó a mi teléfono mientras bajaba mis manos,

luego me incliné hacia delante, sacándolo de la mesa, e hice algo que

nunca había hecho en el pasado.

Me sentí un poco mal por llamar a Teresa, porque era tarde y

estaba segura de que podría haber interrumpido algo de tiempo uno-a-

uno con Jase basado en su ropa arrugada y el estado actual de su pelo

desordenado.

Pero como una verdadera amiga, respondió a la llamada. No sólo

eso, sino que ella y Jase condujeron de vuelta a la casa de Jax y me

recogieron, llevándome a la suite que compartían con Cam y Avery.

Era más de medianoche, abrieron la puerta de la suite, y me

quedé allí sentada con ellos. Acurrucada en uno de esos incómodos

sillones florales, contándoles todo lo que acababa de pasar.

Avery parecía atónita.

Cam, que se sentaba detrás de ella en el suelo con el brazo

alrededor de su cintura, sus largas piernas acunando su cuerpo, no

parecía muy feliz con las últimas revelaciones, todo el asunto de Jax

siendo el dueño del bar que un día pensé que sería mío.

Teresa tenía una expresión reflexiva en su rostro.

Jase se apoyaba contra la cabecera de la cama y su rostro era

ilegible, pero fue el primero en decir algo realmente distinto de “qué

demonios” y “santa mierda”.

—La gente tiene sus razones para mantener algunas cosas en

secreto —dijo—. No estoy diciendo que eso justifica algo de eso o lo

que sea, pero tienes que escucharlo.

Cam rodó los ojos. —Amigo, eso no es algo que mantienes en

secreto.

—Sí, lo sé todo sobre cosas que no se deberían mantener en

secreto. —La mirada que Jase le envió a Cam tuvo sonando mi radar.

Había algo en su intercambio—. Pero la gente tiene sus razones. Parece

ser un tipo bastante genial y no lo escondería sólo por ser un idiota.

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—Jase tiene razón —dijo Teresa antes de que Cam pudiera

responder—. Quiero decir, no es genial que escondiera esto de ti. Es

importante, pero tiene que haber una razón.

Asentí mientras mi mirada caía a mi teléfono, que descansaba en

mi regazo. Hacía unos veinte minutos, Jax llamó. No contesté, pero le

envié un mensaje, y todo lo que dije fue que me encontraba con

Teresa. Respondió, pero no me permití revisarlo. Llamó otra vez, y

entonces puse en silencio el timbre. No era la cosa más madura para

hacer, pero todavía no tenía idea de qué decirle, ni siquiera qué

pensar.

Pero Teresa y Jase tenían un punto. Todos teníamos nuestros

secretos y todos dijimos mentiras. Era bastante mujer para admitir que

les dije algunas grandes mentiras a mis amigos, pero ellos me

escucharon y perdonaron.

Solo necesitaba arreglar mi cabeza. Pasaba demasiado en muy

poco tiempo. Dudaba de todo.

—Realmente se preocupa por ti —dijo Avery, y mi mirada se

movió hacia ella. Me pregunté si era una adivina y una preciosa

pelirroja—. Cuando estabas herida, no se fue de tu lado.

—Lo sé —susurré.

—No —dijo—. Quiero decir, cuando saliste de ello, tu amiga Roxy

nos contó cómo actuó. Se puso furioso cuando no quisieron hablar con

él sobre tu estado porque no era un familiar.

Mi corazón dio un vuelco. —¿Qué?

Asintió. —Casi lo echaron. Fue uno de sus amigos policías quien

finalmente lo calmó y habló con los doctores. Realmente se preocupa

por ti, Calla, así que tiene que haber una razón para…

Un golpe en la puerta del hotel la interrumpió, haciendo que

enderezara mi espalda. Era muy tarde, así que esto era extraño. —

¿Esperaban a alguien, chicos?

Cam se desenredó de Avery y se levantó. —No, pero estoy

dispuesto a apostar un beso acerca de quién es probablemente.

Los ojos de Teresa se abrieron hacia mí, y mi pulso empezó a

golpear. Estiré mis piernas y agarré un lado del sillón.

Cam miró a través de la mirilla. —Síp. Tenía razón.

Oh guau.

Empecé a levantarme, pensando que probablemente debería

haber contestado el teléfono o lo que sea, porque ahora tenía una

enorme sospecha de quién se trataba.

Cam abrió la puerta y se hizo a un lado, revelando quién se

encontraba en la puerta y confirmando mis sospechas.

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Jax se quedó allí, y la expresión en su rostro, la tensión en la

delgada línea de sus labios y alrededor de sus ojos oscuros, me dijo que

sabía que yo lo sabía.

Que lo sabía todo.

Entró en la habitación mientras Cam cerraba la puerta,

murmurando—: Entra.

Jax lo ignoró, su mirada fija en mí. —Tenemos que hablar.

Mi corazón latía con fuerza cuando me levanté, apretando el

teléfono en mi mano. —Sí, tenemos que hablar.

—¿Soy el único que se pregunta cómo supo que se encontraba

aquí, en este hotel? —preguntó Cam mientras caminaba de vuelta

hacia donde se encontraba Avery.

—No hay demasiados hoteles alrededor del hospital —respondió,

sin dejar de mirarme—. Y tengo amigos que pueden encontrar mierda

para mí muy rápido.

—Bueno, eso es un poco espeluznante —murmuró Cam en voz

baja mientras extendía un brazo, ayudando a Avery a levantarse.

Jax cuadró los hombros, tenso. —Lo sé.

Parpadeé. —Tal vez deberíamos…

—Estoy seguro de que ya lo saben, porque fuiste a ellos y no

viniste a mí, así que también van a escuchar esto.

Oh doble guau.

Cam y Avery se detuvieron de donde se encontraban junto a la

puerta de su habitación, atrapados escabulléndose. Un rápido vistazo a

Jase y Teresa me dijo que deseaban tener palomitas para compartir.

—Jax, podemos ir afuera.

—Llegué a casa y no te encontrabas allí —dijo, y luego continuó—

: Considerando todo lo que ha pasado, eso realmente me molestó. Sí,

ya sé que estamos todos bien, pero aun así un mensaje de texto o algo

que me diera un aviso habría sido apreciado.

—Ahora. Espera —dije—. Te dije que me hallaba con mis amigos.

—Después de que llegué a casa y vi esos papeles en la mesa de

café —corrigió, sus ojos llameando casi negros. Maldita sea, tenía un

punto, así que mantuve la boca cerrada, y continuó—: Viste a tu mamá.

Así que de inmediato supe que eso tuvo que haberte confundido y

también vi que te dejó la casa. Eso es bueno. Estoy feliz de verlo.

Eché un vistazo alrededor de la habitación, sintiendo el calor en

mis mejillas mientras mis amigos miraban con ávido interés, incluyendo a

Cam y Avery.

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—Pero sé que no es por eso que estás sentada en esta habitación

de hotel en vez de mi cama ahora mismo.

Oh. Mi. Dios. Mi cara se puso completamente roja.

Teresa apretó los labios mientras sus ojos se iluminaban.

Tiempo para cortar de raíz la dirección de esa conversación.

Quería hacer esto frente a mis amigos, íbamos a hacerlo. —Eres dueño

de Mona’s. Has sido dueño de Mona’s por más de un año, ¿y nunca

pensaste que deberías decírmelo?

Su pecho subió. —Planeaba decírtelo. Iba a…

—¿Es eso lo que ibas a decirme mientras me encontraba en el

hospital, acerca de necesitar hablar conmigo sobre algo? Has tenido

tiempo para decírmelo. ¡Toneladas de tiempo antes de eso, como

cuando me presenté por primera vez y empecé a hurgar en la oficina!

Jase giró la cabeza de vuelta a Jax, como si la pelota estuviera

de su lado ahora.

No respondió de inmediato, lo cual estaba bien, porque ahora

me preparaba para todo un ataque de palabras y preguntas y tal vez

un poco de maldiciones, pero cuando habló, por segunda vez en una

noche todo mi mundo fue sacudido.

—Te conozco desde hace más de un año —dijo, y la tensión se

drenó de sus hombros, como si algún tipo de peso se levantara—. No

estoy hablando acerca de conocerte a través de Clyde o lo que tu

mamá me contó. Te conocía. Te vi antes de que incluso supieras que

existía.

Abrí la boca mientras la confusión me inundaba. —¿Qué?

—La primera vez que te vi fue la primavera pasada, hace más de

un año. Te encontrabas fuera de tu dormitorio, caminando a clase —

dijo, y de repente sentí que necesitaba sentarme. Todos en la

habitación se desvanecieron a un segundo plano. Era sólo él y yo—. Me

encontraba allí con tu mamá. No fue la última vez. Cada par de meses,

cuando Mona se encontraba sobria por un día o dos, quería verte. Así

que la llevé a verte, porque sé… sé lo que se siente no tener esa

segunda oportunidad. Lo sabes. Así que no la desanimé. Una vez te

hallabas fuera de otro edificio hablando con ella. —Hizo un gesto con la

barbilla hacia Teresa—. Te encontrabas allí con otro tipo. Eran ustedes

tres hasta que Jase apareció.

Oh Dios mío, mis piernas se sentían débiles. Mis pensamientos

pedalearon hacia atrás y existía una buena probabilidad de que

estuviera hablando de Brandon.

—La última vez fue en la primavera. Te sentabas en un banco

junto a lo que creo era la biblioteca. Leías. Y cada vez que llevé a tu

madre allí, nunca siguió adelante. No tuvo la valentía de tratar de

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enmendar algo de la mierda que tiró, pero quería hacerlo. Simplemente

nunca lo llevó a cabo, porque siempre te veías tan feliz. —Exhaló

lentamente—. Siempre te veías tan malditamente feliz. Sonriendo.

Riendo. Tu madre no quería arruinar eso.

Di un paso atrás, encontrando difícil quedarme quieta.

—En cada viaje, habló sobre ti y era real, ¿sabes? No se hallaba

drogada o perturbada. Así fue como lo supe todo. No fue Clyde y no

fue cuando se encontraba borracha, a pesar de que a veces también

hablaba de ti en esos momentos, pero realmente lo hacía cuando se

encontraba sobria. Averiguó que te ibas a especializar en enfermería y

no se sorprendió por eso. Una vez me dijo que creciste cerca de las

enfermeras cuando estuviste en el hospital.

Cerré los ojos contra el ataque de inestabilidad. Eso era cierto, lo

que mamá dijo. Crecí cerca de las enfermeras, y ahora sabía cómo

mamá conocía mi especialidad. Estuvo en Shepherd, con Jax.

—Todas esas veces que vino, ¿iba a hablar conmigo? —pregunté,

y mi voz sonó increíblemente pequeña.

—Sí. Reconoció sus errores y cagadas más que cualquier persona

—dijo, y cuando abrí los ojos, seguía mirándome—. Nunca quiso la vida

del bar para ti. Sabía que la probabilidad de que estuvieras alrededor

no era buena. Cuando supo que quería encargarme del bar, que lo

haría bien, me lo vendió. No quería que ni siquiera lo tuvieras como una

opción.

Realmente necesitaba sentarme.

Él no terminó. —No te dije sobre esto, porque no sabía cómo te

sentirías sabiendo que tu madre iba a verte. Ustedes no se encontraban

en grandes términos, y explicar esto me hace quedar como una

persona extraña, así que no era algo que estuviera muy ansioso por

hacer, pero iba a hacerlo.

—No eres para nada extraño —susurró una asombrada Teresa.

Sus labios se curvaron por un momento y luego volvió a mirarme.

—Cada vez que te vi, me sentí como… me sentí como si te conociera

un poco mejor. Nunca hablé contigo, pero verte siempre sonriendo o

riendo… o estando pacífica… —Negó con la cabeza, y mi corazón se

contrajo—. Hay algo acerca de eso que… me atrajo, Calla. Mierda. Me

enamoré de ti antes de que incluso supieras mi nombre.

Oh, santo cielo. Las lágrimas se apresuraron a mis ojos y su cara se

puso borrosa.

—Y debería haberte dicho sobre Mona’s. Iba a hacerlo ese día en

la oficina, pero cuando dijiste que lo venderías, no pensé que te

importara. Y luego, cuando me di cuenta de que a pesar que nunca lo

dijiste, supe que el bar significaba mucho para ti. —Dio un paso

adelante, su avance seguido por todos en la habitación—. No supe

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cómo romper eso. Honestamente, he estado luchando con la idea de

mantenerlo. El lugar me dio un propósito cuando regresé a casa

después de estar a la deriva, pero no se sentía bien. No contigo aquí.

No conmigo conociéndote de verdad.

Tragué, pero el nudo quedó atascado en mi garganta.

Sus ojos buscaron los míos. —Te amo, Calla. Que el bar sea mío no

cambia eso. Y si lo hiciera, entonces no quiero ni una maldita parte de

él. Tú eres todo lo que quiero.

Mirándolo, no pude conseguir que ninguna palabra saliera de mi

boca. Todo lo que dijo giraba en mi cabeza. Me sentí abrumada.

—Calla —susurró.

Negué con la cabeza, sin saber qué decir.

—Di algo, cariño. No quiero renunciar a ti, pero tienes que decir

algo para detenerme de caminar por esa puerta.

Había tantas cosas que quería y necesitaba decir subiendo por mi

garganta, pero no salió nada. Era como tener un ataque de ansiedad.

Me quedé congelada donde me encontraba y la habitación se

encontraba tan tranquila que juré que todos podían escuchar mi

corazón latir.

Jax soltó una pesada respiración mientras sostenía mi mirada y

luego se dio vuelta y se alejó. Caminó por esa puerta, y me quedé allí,

mirando su forma retirándose, viendo la puerta cerrarse.

No dije nada.

Me quedé seriamente parada allí.

Y lo vi alejarse.

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Traducido por evanecita

Corregido por Alessa Masllentyle

—Oh, Dios —dijo Avery, sentándose en el borde de la cama.

Levantando la vista hacia mí—. ¿Se enamoró de ti antes de que siquiera

supieras su nombre?

Teresa también me miraba con ojos llorosos muy abiertos. —

Calla…

Todavía no podía respirar, no podía pensar en nada que decir.

Era una estatua.

Jase volteó su cabeza hacia mí, con las cejas levantadas. —Si me

gustaran los chicos, ya sabes, batear de ese lado, estaría desnudo

después de eso.

Parpadeé. Ah.

—Y pondría un anillo en eso —añadió Cam, dirigiéndose hacia

donde Avery se hallaba sentada.

Parpadeé de nuevo. Eh.

Teresa resopló. —Estoy en una relación feliz con el amor de mi

vida, así que Jase, no te ofendas por lo que voy a decir, pero estoy a

punto de decir todas estas cosas. Mi Dios, chica, eso fue hermoso. Fue

real. Y dolió escuchar eso y sólo lo dejaste salir de aquí.

Lo hice.

Lo dejé salir de aquí.

—Calla —llamó Teresa suavemente.

Sacudiendo la cabeza, la miré. —¿Qué voy a hacer?

—No lo sé —dijo—. Pero creo que ya sabes lo que necesitas

hacer.

Lo hago. Oh Dios, realmente sabía lo que tenía que hacer. El bar.

Los secretos. Lo que sea. No importaba. —Soy tan jodidamente estúpida

—dije.

Las cejas de Cam volaron hacia arriba.

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Entonces me fui, apretando mi celular como si me diera la

capacidad adicional para pensar que un Tiranosaurio Rex me perseguía

detrás de mí. Abrí la puerta sin mirar atrás y salí hacia el pasillo. Por

supuesto, Jax no se encontraba allí. Corrí por el pasillo, pasando por el

ascensor, y choqué con el hueco de la escalera. Me encontraba en el

tercer piso, nunca bajé escaleras tan rápido como lo hice en este

momento y no me rompí el cuello.

Para el momento en que llegué al vestíbulo, corrí pasando a un

empleado del hotel de aspecto asustado, la punzada que sentía a un

lado se extendía por todo mi estómago. Salí disparada a través de las

puertas como algo sacado de una película cursi de Hallmark22 y

aspirando oxígeno.

—¡Jax! —grité, saliendo disparada desde debajo del toldo del

hotel. Mis ojos recorrieron el estacionamiento, no veo su camioneta. El

lugar estaba lleno en la parte delantera—. ¡Jax!

No hubo respuesta de la tierra o de las estrellas. Reduje la

velocidad al borde del estacionamiento, respiré profundamente

mientras me di vuelta y corrí por la fila, mi mirada lanzándose sobre los

coches. ¿Se había ido? Mi corazón se hundió cuando me detuve de

nuevo, agachándome y presionando mi mano contra mi lado.

Bueno, presionando mi celular contra mi lado.

Lo llamaré. Dios, era tan tonta. Podría sólo haberlo llamado.

Enderezándome, toqué la pantalla cuando mi corazón se entrecortó

hasta detenerse.

—Calla.

Girando a mí alrededor, casi se cayó mi teléfono cuando vi a Jax

de pie a varios metros lejos de mí. No me detuve a pensar en hacer algo

o en convertirme en otra estúpida estatua.

Mis sandalias casi salieron volando de mis pies mientras salía de

nuevo, corriendo directamente hacia él y sin detenerme. Nop. Golpeé

justo en su duro cuerpo y lancé mis brazos alrededor de sus hombros,

aferrándome con tanta fuerza que pude haberlo envuelto como un

Snuggie23.

Jax no se movió durante unos segundos y luego sus brazos

barrieron a mí alrededor, cuando dije—: Te amo. Conserva a Mona's. Es

tuyo. Y sí, deberías habérmelo dicho, pero aun así te amo. Lo hago.

Se echó hacia atrás para que pudiera ver su rostro ensombrecido.

Cuando no dijo nada, empecé a divagar—: Soy una tonta. ¿De

acuerdo? Tengo esta historia de hacer cosas tontas, así que me quedé

22 Hallmark: Canal de televisión por suscripción emitido por el grupo NBC Universal.

23 Snuggie: es una prenda de vestir unisex cuya apariencia es la de una bata

empleada del revés.

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allí. Pero en mi defensa, un montón de cosas locas han sucedido

últimamente y sólo admitiste verme mucho antes de que supiera que

existías. Eso por sí solo es mucho para procesar. Y dijiste que te

enamoraste de mí, incluso antes de conocerme, y ahora las cosas

tienen sentido para mí, porque no podía entender cómo pudiste estar

tan dispuesto a aceptarme cuando me conociste, pero tú…

Cortó mi flujo de palabras con su boca y no había nada gentil

sobre este beso. Era rico y profundo, consumía todo, no era una lenta

seducción. El beso me quemaba, me reclamaba, y cuando su lengua

se deslizó contra la mía, gemí en su boca.

Cuando rompió el beso, sus labios rozaron los míos mientras

decía—: Todo lo que tenías que decir era que me amabas. Eso era

todo.

Una risa ahogada salió de mí. —Te amo, James Jackson. Te amo.

Te am…

Sus brazos me apretaron de nuevo y un profundo gruñido de su

pecho me silenció. Nuestras miradas se encontraron. —Tengo que estar

dentro de ti. Ahora. —Mis ojos se abrieron—. No puedo esperar para ir a

casa. —Luego tomó una de mis manos y comenzó a caminar hacia la

entrada del hotel.

—¿Jax?

Me miró, con ojos llenos de hambre. —No puedo esperar.

Pues bien. Me encontraba toda temblando.

Terminamos regresando al hotel, de pie frente a un empleado con

ojos muy abiertos. —Necesito una habitación —dijo Jax, sacando su

billetera—. Ahora.

Tal vez mañana podría estar avergonzada, porque los ojos del

empleado miraron de mí a Jax y luego al brazo ceñido apretado

alrededor de mi cintura. Todo lo que el hombre mayor hizo fue sonreír y

asentir.

Nos dieron una habitación.

En la primera planta.

Tan pronto como pateó la puerta detrás de nosotros, Jax se

hallaba sobre mí. Sus manos extendiéndose a través de mis mejillas,

inclinando mi cabeza hacia atrás, me besó profundamente. Cuando

nos separamos, traté de alcanzar su camiseta, pero atrapó mis

muñecas.

—Antes de que esto vaya más lejos, tenemos que tener en claro

algunas cosas.

Asentí. —Bueno. Menciónalas.

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—Lo siento por no habértelo dicho. Lo arruiné. Mereces estar

enojada conmigo.

Escuché eso. Entiendo. —Tienes razón, pero les dije una mentira

peor a mis amigos por mucho más tiempo. Ni tú eres la olla y ni yo la

tetera. Ojalá me lo hubieras dicho, en serio me preocupaba por Mona's

y tenías razón, más de lo que pensé, pero es tuyo, Jax. No mío. En

realidad nunca fue mío, pero de alguna manera… todavía como que lo

es, gracias a ti. Lo es.

La dureza de su mandíbula se suavizó. —Realmente quieres decir

eso, porque si tú…

—Lo digo en serio. —Quería tocarlo. Desnudarlo. Mostrarle que lo

decía en serio—. Es tuyo.

Cerró los ojos por un momento y luego dijo—: Sólo hay una cosa

más. Te amo, pero si te vas a quedar conmigo, tienes que darlo todo.

Tienes que estar conmigo, Calla. Cuando algo suceda, no te cerrarás.

Vendrás a mí. Hablaremos de ello. ¿De acuerdo?

Al presionar mis labios, asentí. —Estoy dentro.

—Eso es…

—Pero eso no significa que no haré cosas tontas. Que siempre

sabré cómo reaccionar o que no necesitaré tiempo para digerir cosas.

—Me apresuré en decir—. Y hare un montón de cosas tontas sobre una

base regular. Como todos los…

—Honorable —murmuró, sonriendo—. Lo entiendo.

Sonreí. —¿Estamos bien?

En vez de decirlo, me mostró lo bien que estábamos. Nuestra ropa

se fue en tiempo récord. Resultó que tenía protección en su billetera,

por lo que levanté mis cejas.

—Nunca salgo de casa sin uno —bromeó.

Negué. —Bésame ya.

Nos encontrabamos desnudos en la cama, nuestras manos y

bocas siendo codiciosas. Prestó atención extra a la nueva cicatriz y

luego su cabeza se hundía entre mis piernas, mis dedos clavándose en

sus sedosos mechones. Justo antes de que la tensión explotara en mi

cuerpo, se subió encima de mí, estableciéndose entre mis piernas.

—Tendré cuidado —dijo, mordiendo mi labio.

—No quiero que tengas cuidado.

Su boca se levantó en una esquina. —Esa es una de esas cosas

tontas.

—Cállate. —Arrastré mi pierna alrededor suyo, para traerlo más

cerca.

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Se rió entre dientes, pero luego se deslizó dentro de mí y ya no

había nada porque reír realmente. Fue tan lento y suave como nuestra

primera vez, tomándome con mucho cuidado, me olvidé

completamente de mi lado tierno. Mi espalda se arqueó y mis caderas

rodaron, sacudiendo las suyas.

Una de sus manos se cerró alrededor de mi pecho, trabajándolo

con las yemas de sus dedos estremeciéndome, mientras apoyaba su

peso sobre su brazo anclado al lado de mi cabeza. Tenía las dos piernas

a su alrededor ahora, mis talones cavando en su espalda, instándole a

moverse más rápido.

—Tan impaciente. —Besó una de la comisura de mis labios y luego

la otra, antes de profundizar el beso.

Y entonces se movió más rápido.

Su mano dejó mi pecho y encontró la mía entrelazando nuestros

dedos mientras empujaba dentro de mí, conectándonos en otro lugar.

Dijo mi nombre en mi oído y retumbó a través de mí. El calor fluyó y

nadaba en rigurosas sensaciones cuando mi pecho presionó el suyo,

tan cerca que podía sentir su corazón latiendo.

Entonces levantó la cabeza, su mirada encontrando la mía, y

aumentando la presión dentro de mí. Apreté a su alrededor.

—Eso es todo —dijo con voz áspera.

Mis suaves gemidos aumentaron, uniéndose a sus gruñidos

cuando el ritmo se convirtió en febril. Me moví más rápido, moliendo mis

caderas contra las suyas. Me hallaba sin sentido, arrastrándome,

cuando grité su nombre me corrí en apretadas oleadas sensuales y llegó

justo detrás de mí, uniéndose a mí mientras enterraba su cabeza en mi

hombro.

—Creo que te gusto —dije, con voz ronca y gruesa,

estremeciéndome cuando un temblor me sacudió.

Jax se rió entre dientes en mi cuello y luego nos giró a los dos para

que estemos lado a lado, uno frente al otro. —Eres una tonta.

—Sí. —Puse mi mano en su mejilla—. Lo soy, pero te encanta.

Cerró los dedos alrededor de mi muñeca y llevó mi mano a su

boca. La besó en la palma. —Lo hago.

Mantuve a Jax despierto la mitad de la noche, hablando y

besándonos, ambos deseando tanto que hubiera tenido más condones

escondidos en su cartera. Nos quedamos dormidos un par de horas

antes del amanecer, y cuando lo sentí besando mi mejilla en la

mañana, parecía que minutos pasaron en lugar de horas.

—Es hora de levantarse, dormilona —dijo. Me hice una bolita,

murmuré algo sobre la necesidad de dormir más, pero era implacable,

tirando suavemente de mi pelo—. Tenemos planes hoy.

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Abrí un ojo. Y luego el otro cuando me di cuenta de que se

hallaba vestido y sentado en la cama. —¿Por qué estás vestido ya?

—Porque si no tengo algo puesto, voy a terminar diciendo a la

mierda ser responsable y estaré dentro de ti con nada entre nosotros.

Bueno.

Simplemente lo dijo así como así.

—Tengo que conseguir la píldora —dije, cerrando los ojos de

nuevo.

Jax se rió en voz alta. —Creo que puedo respaldarlo totalmente,

pero tienes que conseguir levantar tu dulce culo.

—Buu.

—Tenemos planes, cariño, tenemos que registrar nuestra salida,

llegar a casa, ducharnos, y si te levantas ahora, vamos a tener el tiempo

suficiente para follar hasta sacarnos los sesos.

Mis ojos se abrieron de nuevo. Me gustaba como sonaba eso. —

¿Qué planes tenemos?

—Planes geniales. No iré al bar, tú y yo vamos a hacer algo

divertido. Así que levántate. —Golpeó mi trasero cuando no me moví—.

Tus amigos te esperan, también.

—¿Lo hacen? —Como una idiota, miro alrededor de la

habitación, agradecida de no encontrarlos sentados en nuestra

habitación del hotel.

—Vamos a hacernos cargo de otra de tus primeras veces.

Me apoyé en mi codo, agarrando la sábana. —¿Mis primeras

veces?

Sonrió y sus ojos eran cálidos de un hermoso color whisky. —Sí,

¿todo ese montón de mierda de cosas que nunca has experimentado?

Tenemos que empezarlas hoy si tengo la más mínima esperanza de que

obtengamos algunas de ellas antes de que regreses de nuevo a

Shepherd.

Oh, guau, mi corazón hizo algo así como una voltereta en mi

pecho. Fácilmente alejó mis dedos de la sábana y se deslizó hasta mi

cintura. Estaba demasiado ocupada mirándolo para detenerlo o poner

atención a la mitad de mi cuerpo expuesto. Barrió el pulgar sobre mi

endurecido pezón, distraído ahora.

—¿Qué en primer lugar? —pregunté.

Bajó su cabeza, besando donde su pulgar había estado. —Vamos

a Hershey Park.

—¿Hershey Park?

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Levantó la cabeza y acurrucó su mano errante detrás de mi

cuello. —Sí, cariño, es un parque de diversiones. En el que nunca has

estado. Y cuando me encontré con Jase fuera, en el vestíbulo, le dije

que quería llevarte. Todos están a bordo.

Tomé aire y sonando divertida. —¿Me estás llevando a un parque

de diversiones?

Sonriendo, asintió. —Mírate. Estás a punto de echarte a llorar.

—Cállate —susurré, parpadeando las lágrimas—. Es sólo que, eres

increíble, Jax. Realmente lo eres.

—No —murmuró.

—Te acordaste de mi lista de cosas estúpidas. —Me incorporé

completamente y me siguió. Me incliné, presionando mi frente con la de

él—. Eso te hace increíble.

Su otro brazo rodeó mi cintura y me atrajo hacia su regazo. Me

agarré a él, apretando mis ojos. Un pensamiento se me ocurrió, algo

que Jax dijo una vez. Había estado bien entonces, también. Las

circunstancias apestaban y estábamos locos, pero tenía a mi mamá

gracias a eso, por Jax. Nuestra relación resultó ser un rayo de luz muy

brillante en una triste y oscura nube.

—¿Aun estás conmigo? —preguntó sobre mi boca.

Mis labios se curvaron en una sonrisa mientras mis dedos

trabajaban en el pelo de su nuca y en su cuello. A medida que mi

corazón se hinchaba, lágrimas se formaban en mis ojos de nuevo, pero

no las dejé caer, incluso si lo hiciera, habrían sido lágrimas de felicidad,

porque no importaba donde me encontrara, si estaba aquí o de

regreso en Shepherd, estaría con él. Lo sabía, como sabía que tomaría

otro respiro después de que el último se desvaneciera. —Estoy contigo.

Jax sonrió mientras el fuerte brazo alrededor de mi espalda me

estrechaba. —Esa es mi chica.

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Hace once meses, la camarera y

conocida por usar camisetas raras Roxy,

y el oficial Reece Anders tuvieron una

aventura de una noche. Bueno, algo así.

Ella ha estado enamorada de él desde

que tenía quince años, y él desea que

aquella noche que compartieron nunca

hubiera pasado. Ella ha jurado alejarse

para siempre, pero el pasado y el futuro

chocan, obligándola a depender del

hombre que rompió su corazón no una,

sino dos veces.

Su mejor amiga desde que nació ha

estado en un centro de cuidados a

largo plazo desde que fue víctima de un

crimen de odio hace años, y la persona

que lo puso ahí está fuera de la cárcel y

quiere hacer las paces él y con Roxy. Ella

no está segura de tener espacio para el

perdón y cuando empieza a recibir aterradores mensajes y es

receptora de la incrementada violencia, cree saber quién es el

culpable. El hombre que ya destruyó una vida.

Pero Reece no está convencido. Las amenazas son demasiado

personales, e incluso si Roxy no le cree, él no está dispuesto a dejar que

nadie le haga daño. Incluido él mismo. Ya ha arruinado las cosas más

de una vez cuando se trata de Roxy y no va a dejar que la historia se

repita.

Wait For You, #4

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La autora USA Today Bestselling, Jennifer L. Armentrout,

vive en Martinsburg, Virginia Occidental. Todos los

rumores que han oído sobre su estado no son verdad.

Bueno, la mayoría. Cuando no se encuentra escribiendo,

pasa su tiempo leyendo, haciendo ejercicio, viendo

películas sobre zombies, pretendiendo a escribir y

pasando el tiempo con su esposo y su Jack Russell, Loki.

Sus sueños de convertirse en autora iniciaron en la clase

de álgebra, donde pasó la mayor parte de su tiempo

escribiendo historias cortas… lo que explica sus

deprimentes notas en matemáticas. Jennifer escribe YA

Paranormal, ciencia ficción, fantasía y romance contemporáneo. También

escribe novelas para adultos bajo el nombre de J. Lynn.