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OSE M.a LÓPEZ PINERO / MARÍA LUZ TERRADA FERRANDIS

LA OBRA DEIUAN TOMAS PORCELL / 1 5 6 5 /Y LOS ORÍGENESDE LA ANATOMÍAPATOLÓGICA MODERNA

PUBLICACIONES MEDICAS BIOHORM. • SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023-63 | D. L.: B. 27541-63 | EDITORIAL ROCAS. . DIRECTOR: DR. MANUELCARRERAS. COLABORAN: DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA - PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBOR - DR. A. MARTIN DE PRADOS - DOC-TOR CHRISTIAN DE NOGALES - DR. ESTEBAN PADROS - DR. SILVERIO PALAFOX -PROF. J. ROF CARBALLO - PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USANDIZAGA •PROF. UJ1S S. GfcANJB. - PROF JOSÉ M* LÓPEZ PINERO - DR. JUAN RIERA • SECRETARIO DE REDACCIÓN: DR. FELIPE CID - DIRECCIÓN GRÁFICA: PLA-NARBQNA

De esta edición se han separado cien ejemplaresnumerados y firmados por el autor.

Ejemplar n . ° ^ J | i ^

JOSÉ M.a LÓPEZ PINERO / MARÍA LUZ TERRADA FERRANDIS

LA OBRA DEJUAN TOMAS PORCELL/1565/Y LOS ORÍGENESDE LA ANATOMÍAPATOLÓGICA MODERNA

JUAN TOMAS PORCELL/1565/Grabado en madera que figura en su libro

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Hace dos años se cumplió el cuarto centenario de la publicación en Zaragoza de uno de los libros que señalan el puntode partida de la anatomía patológica moderna : la Información y curación de la peste, de Juan Tomás Porcell. Parasu adecuada valoración resulta necesario tener presente, en primer término, los rasgos fundamentales de cons-titución histórica de esta disciplina.1 Como es sabido, la práctica regular de autopsias de cadáveres humanos esun hábito que se inició durante los siglos bajomedievales en los países del Occidente europeo. Aunque la fina-lidad original de tal hábito fue la indagación anatómica o la resolución de problemas médico-legales, fue inevi-table que los disectores fueran descubriendo de un modo casual diferentes lesiones patológicas localizadas en losórganos internos. Este proceso culminó lógicamente en la intensa actividad disectiva de los grandes anatomistasdel Renacimiento, con Vesalio a la cabeza. No se trata, sin embargo, todavía, de los orígenes de la anatomíapatológica moderna. Tal como ha demostrado LAÍN ENTRALGO en sus magistrales estudios, para que ésta seaposible, la lesión anatómica ha de pasar de mero «hallazgo casual» a ser un «hallazgo buscado». El propósito derealizar la disección de cuerpos humanos con el exclusivo motivo de descubrir sus posibles lesiones orgánicas,es, por tanto, la clave que permite los primeros pasos de una disciplina patológica moderna, cuyos métodos em-píricos importa mucho diferenciar de la manera puramente conjetural con que la medicina galénica resolvía elproblema de las localizaciones patológicas internas. Fueron unos cuantos médicos del propio siglo xvi los que co-menzaron a buscar en la sala de autopsias la solución a tal problema. Es ya tópica la mención del librito De ab-ditis nonnullis et mirandis morborum ac sanationum causis (1502) del italiano Antonio Benivieni como la publica-ción que abre cronológicamente esta tarea. En años posteriores de la centuria renacentista, otros textos de auto-res de diferentes países europeos recurrirán, con creciente claridad y exigencia, a los datos anatomopatológicos,unas veces para dar razón de un caso clínico aislado, y otras para fundamentar una explicación patológica sis-temática.La participación española en este momento de constitución de la anatomía patológica moderna es de gran im-portancia,2 de acuerdo con el destacado lugar de la medicina y la ciencia de nuestro país ocupaban dentro delpanorama general europeo de la época. En otro lugar,3 hemos tenido ocasión de recoger la contribución de Fran-cisco Valles, uno de los más grandes e influyentes internistas europeos de la centuria. Recordemos como muysignificativo que llevara a su cátedra de Alcalá al anatomista valenciano Pedro Jimeno para que le sirviera depreparador, y anotemos su figura como la del primer médico europeo que dio lecciones de patología en una salade autopsias. El ambiente que permitía todo esto depende directamente de la activa participación de nuestropaís en el movimiento de la nueva anatomía centrado en la gran obra de Vesalio. Centros como la escuela deValencia,4 encabezados por personalidades como Luis Collado y Pedro Jimeno, influyeron, en primer término,en el desarrollo entre nosotros de la morfología normal : de Valencia partió la primera defensa de Vesalio frentea los ataques de las mentalidades conservadoras, y valenciana fue la procedencia de los catedráticos de anatomíaque tuvieron en este siglo las universidades de Salamanca y Alcalá. Pero en segundo término, pesaron tambiénen la difusión del pensamiento anatómico a otros campos de la medicina. Junto al caso de Valles, bastará querecordemos el desplazamiento a Valencia del gran cirujano castellano Francisco Díaz —padre de la urologíamoderna— para estudiar junto a Collado y Jimeno el saber anatómico que luego utilizaría en su clásico tratado.La escuela de Valencia no está, además, sola. El español Juan Valverde de Amusco es autor del texto anató-mico más leído en toda Europa durante este siglo, a través de sus traducciones a diferentes idiomas. Aunquemenos abierto a las nuevas corrientes hay que contar también con Valladolid como centro de cultivo del sabermorfológico. Y conviene también no olvidar que la universidad de Lérida tenía desde 1391 privilegio real para rea-lizar autopsias de cadáveres humanos, privilegio que Fernando el Católico había concedido en 1488 a la Cofradíade San Cosme y San Damián de Zaragoza, radicada en el mismo Hospital General de Nuestra Señora de Graciaen el que Porcell realizaría después su obra. La práctica de autopsias no era, por tanto, una excepción en la Es-paña en la que esta última se llevó a cabo, sino un procedimiento habitual, exigido incluso por minuciosos regla-mentos escolares. La aplicación de lo morfológico a la patología era, por otra parte, un recurso con auténtica vi-gencia en el ambiente. Estas son las circunstancias en las que Juan Tomás Porcell va a realizar su extraordi-naria contribución.

Porcell 5 nació el año 1528 en Cáller o Cagliari, capital de la entonces provincia aragonesa de Cerdeña. Estudióen varias universidades españolas, cursando medicina en la de Salamanca, donde fue discípulo del célebre Lo-renzo de Alderete, al que cita con gran elogio en su obra. Terminada su formación, «escogí por el mejor y másfamoso lugar en donde hubiese de hacer mi asiento y morada, la famosa y leal ciudad de Zaragoza».6 Allí ejercióla medicina y llegó a ser catedrático en el Estudio General que precedió a la fundación de la universidad. Contoda probabilidad, allí murió también en una fecha anterior a 1583.

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Portada dellibro de Porcell

El motivo inmediato de su obra fue la terrible epidemia de peste que sufrió la misma ciudad de Zaragoza du-rante el año 1564. Porcell se hizo cargo de la asistencia de los ochocientos apestados que se amontonaban en elHospital de Nuestra Señora de Gracia, en unas circunstancias extremas : «Por haberse muerto los cirujanos quecuraban los pobres heridos de peste en el Hospital General de dicha ciudad de Zaragoza, y el físico que los visi-taba haberse herido y adolescido de dicho mal, desde los primeros de mayo hasta los últimos de julio, y entoncesno hallar médico ni cirujano alguno que, o por dinero, o por caridad juntamente con dinero, los quisiese visitarni curar —tanto era el miedo que en ellos reinaba, por la muchedumbre de enfermos que al hospital acudía,y haber estado los pobres enfermos sin ser curados ni visitados tres o cuatro días... —los jurados de dicha ciu-dad... me enviaron a llamar... y me encargaron y rogaron tuviese en bien de visitar dichos dolientes de pesteen dicho hospital...».7 No es éste el momento de detenernos en la forma ejemplar en la que cumplió tal fun-ción, demostrando «que con el favor divino y el orden que con dichos dolientes en dicho hospital se ha tenido,no sólo ochocientos, más aún, dos mil, puede visitar y curar un doctor solo con cuatro cirujanos».8 Sabemos que«los visitaba y curaba a todos dos veces al día, tres o cuatro horas por la mañana, y otras tantas por la tarde...viendo algunas orinas, tocando los pulsos y tumores, siquiera apostemas, y hallándose siempre presente al tiem-po de curar y nunca consentir que curen los cirujanos sin que el médico esté presente».9

El resultado de tan rica experiencia lo expuso Porcell en una monografía que apareció impresa en Zaragoza alaño siguiente : la citada Información y curación de la peste de Zaragoza, y preservación de la peste en general, quededicó al propio Felipe II, «protector y restaurador de la fe». Se trata de un volumen de casi 250 páginas en lasque se exponen de modo sistemático las cuestiones relacionadas con la naturaleza, la clínica, la terapéutica, laprevención y la asistencia de la terrible enfermedad. No podemos detenernos en todos los aspectos de su ricocontenido, que ha merecido que esta obra sea considerada como una de las cumbres de la epidemiología renacen-tista.10 Nuestra función se limita en este momento a dar noticia del lugar que dentro del mismo desempeña laanatomía patológica. Para ello es indispensable que digamos algo del pensamiento médico de Porcell y de los mé-todos que utilizaba en su trabajo.Encontramos en Porcell una típica muestra de lo que fue la incipiente modernidad de las mejores figuras crea-doras de la medicina del Renacimiento. Sus esquemas patológicos continúan siendo los del humoralismo galé-nico, pero manejados desde posiciones ideológicas inéditas y desde hábitos prácticos radicalmente nuevos. En loque al tema presente importa esos elementos «modernos» pueden reducirse a una actitud distinta ante el conoci-miento de la enfermedad, y a su expresión en el continuo recurso a la propia experiencia clínica y en la utili-zación de los datos anatomopatológicos como fundamento. En la misma dedicatoria a Felipe II lo expresa yamuy claramente: «...informar a Vuestra Majestad brevemente de ella según la realidad y la verdad, y ponerel modo como se ha de curar y los remedios que por continua y larga experiencia, juntamente con la razón... hepodido alcanzar ser mejores y más seguros, y con los cuales ha curado y convalescido mucha e infinita gente.

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Marca del Impresor del

libro de Porcell.

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Y esto en romance para que todos lo entiendan... Según la realidad de la verdad por haber abierto y hecho ana-tomías en cuerpos diferentes que se han muerto de dicho mal, y haber visto al ojo y claramente conoscido elhumor malo y predominante, sus asientos y origen, y a qué parte inclinaba, y las causas de los grandes y bravosaccidentes que consigo traía. Según la experiencia por haber visitado desde los primeros de mayo hasta el mes dediciembre de dicho año de 1564, los pobres enfermos de peste en el Hospital General de la dicha ciudad, en dondecon el gran número de enfermos que ordinariamente ha habido (porque ha llegado día de 800 con los convales-cientes, que estaban fuera de la ciudad, en la torre) medianamente se ha podido practicar y ejercitar lo que losautores en semejante enfermedad mandan hacer y guardar; y de todo ello, escoger lo mejor y más seguro».11

Ese deseo de «haber visto al ojo» la realidad de los fenómenos, no se reduce a un mero deseo de comprobar me-diante la experiencia los datos de los autores clásicos —lo que ya de por sí hubiera sido interesante— sino quepara Porcell la experiencia misma se convierte en el criterio superior. Encontramos en su libro, por tanto, nadamenos que una terminante superación del criterio de autoridad : «De esta suerte —dice al iniciar su espléndidadescripción clínica de la peste— primero trataré de los accidentes en general, después en particular, ansí de losmalos como de los buenos, confirmándolo con autoridades de Hipócrates y Galeno los que se pudieran confir-mar, aunque para esos y para los otros bastaría decirlo yo, no porque sea yo más que los otros, antes bien soyel más mínimo de todos, sino por haberlos visto y notado muchas infinitas veces y más que todos juntos.» 12 Nopuede extrañarnos que Porcell sea uno de los médicos renacentistas que adelantan la nosografía moderna : la ti-pificación de la peste en todos sus aspectos la realiza por generalización de lo observado y comprobado en su pro-pia casuística clínica. Todavía más : lo vigoroso de su modernidad se demuestra en que fuera uno de los inicia-dores de la estadística médica: «Yo estaba allí asentado —dice, describiendo la organización de su trabajo—con mi cartapacio, hecho por orden de abecedario, escribiendo y notando los que se habían muerto, y a cuantosdías de su dolencia y abertura (del absceso) se habían muerto ; y si se habían muerto por haberlos abierto antesde tiempo, o por qué y cómo ; y los que se habían de purgar por cámara para minorar su materia, y todos losremedios que se les hacía y todo lo demás que era necesario...».13 Al argumentar luego en defensa de sus crite-rios terapéuticos recurrirá a los medios estadísticos así reunidos : «Y ansí, me convalecieron sólo en dicho HospitalGeneral, en el mes de mayo pasadas doscientas personas, y en el mes de junio pasadas seiscientas ; y en el mesde julio pasadas también de seiscientas, y el mes de agosto ciento y sesenta mujeres solas (no digo de los hom-bres que convalescieron en dicho mes de agosto porque el médico que primero los visitó, como convaleció a losúltimos de julio, volvió a visitar los hombres, que eran setenta, y yo me quedé con las mujeres, que eran cientosetenta) ; y en el mes de septiembre, que el mal iba ya muy de caída, sesenta y tantas mujeres ; y en el octubrecerca de treinta ; y en el mes de noviembre, pasadas veinte...»,14

No obstante, lo más destacable de su labor en este terreno es, sin duda, el uso que hizo de la investigación ana-tomopatológica como clave del conocimiento de la naturaleza de la enfermedad y como base de la orientaciónde su terapéutica. Formado en el ambiente español de interés hacia lo morfológico al que antes nos hemos referi-do, es evidente que Porcell no es solamente un entusiasta de la nueva anatomía, sino también de sus aplicacio-nes a la medicina. El texto que transcribimos a continuación resulta tan claro a este respecto que tal realidadapenas necesita ser subrayada. Sabemos su notable actividad de disector —«pasan de cincuenta (anatomías) lasque hasta hoy he hecho» 15— y conocemos incluso su intención de publicar una obra de anatomía «en diálogo».16

No podemos, por el contrario, juzgar qué circunstancias pesaron en su formación y en su mentalidad como nior-fólogo, aunque puede conjeturarse con bastante seguridad que se inician en Salamanca con Cosme de Medina, elvalenciano discípulo de Collado que enseñó anatomía en dicha universidad a partir de 1551, y que también leinfluyera el favorable ambiente hacia la práctica de autopsias existente en el mismo Hospital de Nuestra Seño-ra de Gracia. Hemos podido, en efecto, comprobar la continuidad de su tradición en este sentido desde los añosfinales del siglo xv hasta comienzos de la centuria dieciochesca.17

En cualquier caso, la obra anatomopatológica de Porcell es un hito de primera magnitud dentro de la historiauniversal de la medicina. En primer lugar, por lo que hizo : su prioridad es absoluta en cuanto a la realizaciónsistemática de autopsias de apestados. Desde J. A. F. OZANAM

18 se viene repitiendo en numerosos lugares quelos primeros intentos en este sentido fueron los realizados en la epidemia de Ñapóles el año 1656 por orden delos magistrados de la ciudad, pertenecientes entonces, por cierto, a la corona de España. Las primeras investí-

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gaciones sistemáticas serían las realizadas por varios autores en el sur de Francia durante la epidemia 1720-21.Estos esquemas desconocen la obra de Porcell —mucho menos difundida entre los historiadores que otras gran-des contribuciones de nuestra medicina renacentista 19—, pero dan idea de lo indiscutible de su prioridad. Parajuzgar su mérito, resulta asimismo interesante conocer que el holandés Diemmerbroeck —el más celebrado delos tratadistas de peste del siglo xvn europeo— rehusó realizar autopsias en la peste de Nimega de 1631, pormiedo al contagio.20

Pero la importancia de la contribución de Porcell no reside únicamente en lo que hizo sino en las razones de suactuación y en la forma que utilizó sus resultados. Hizo autopsias, según hemos dicho, para conocer la natu-raleza de la enfermedad sobre bases objetivas) y ordenar consecuentemente una terapéutica adecuada. Los datosconseguidos con sus autopsias los aprovechó para explicar las manifestaciones clínicas de la enfermedad de for-ma más ajustada a «la realidad de la verdad». Como consecuencia práctica fundamental pudo cambiar radical-mente las indicaciones terapéuticas tradicionales, oponiéndose terminantemente a medidas como las sangrías,las purgas y la apertura intempestiva de los abscesos. Ya hemos visto cómo llegó a utilizar incluso argumentosestadísticos en defensa del extraordinario avance que significaba su nueva pauta terapéutica. No cabe duda deque la anatomía patológica moderna había conseguido con su obra uno de sus primeros éxitos.

Ofrecemos a continuación una transcripción del capítulo III de la primera parte del libro de Porcell,21 en el quese encuentra la descripción de las cinco autopsias que realizó en cadáveres de apestados. Conforme a las normashabituales, hemos utilizado en ella la puntuación y la ortografía actuales, al mismo tiempo que suprimíamos al-gunas citas y aclaraciones ajenas al tema central del texto.

CAPITULO III

EN QUE SE TRATA DE LAS CINCO ANATOMÍAS QUESE HICIERON, Y DE LO QUE EN ELLAS SE HALLO DIGNODE CONSIDERACIÓN Y NOTAR

Como toda la dificultad y trabajo del docto y buen médico (porque el idiota y ruin no tiene que conjeturar nipensar) consista, no en acumular grande número de remedios, sino en conocer y saber las causas de la en-fermedad, porque entendidas y conocidas una vez aquéllas, fácilmente ordenará y aplicará el remedio con-veniente y necesario para la tal enfermedad, y éstas no pueda alcanzar ni entender por certidumbre algunaexacta, mas de lo que por conjetura puede colegir de lo que el enfermo y ministros le dicen, y con sólo estono pudiese yo venir en exacta consignación de dicha peste y de la causa de los accidentes que consigo traía...,determiné de abrir algunos cuerpos de los que morían de dicha enfermedad pestilencial, y en ellos hacer ana-tomía, para ver y conocer el humor malo y predominante, su origen y asiento, y a qué parte se inclinaba, y lacausa de los grandes y fuertes accidentes que consigo traía, no obstante que era enfermedad contagiosa y degran peligro.La primera, pues, anatomía que hice, fue en una mujer preñada de seis meses. La cual, estando visitando ycurando los enfermos, murió, y como la criatura estuviese viva y le saltase dentro de la barriga, para que di-cha alma tuviese agua de baptismo y se salvase, la abrí luego y saqué la criatura, que aún boqueaba, y comoel vicario de los heridos de peste estuviese presente, tuvo agua de baptismo y luego murió. Esta mujer era deedad de veintiocho hasta treinta años; tenía el tumor o apostema debajo el brazo izquierdo, muy grande, an-cho y llano; tenía grandes ascos y vómitos allende de otros accidentes que padescía; murió al cuarto día de sudolencia. Halláronse en ella tres cosas dignas de consideración. Lo primero fue que la vejiga de la hiél eratan grande como un huevo de ansarón, llena toda de cólera, la cual no tenía su color natural, ques como de unamarillo claro, sino como de un rubio encendido...; y el meato o vía que va de la vejiga de la hiél y se injierepor la mayor parte al fin de la primera tripa que se llama duodenum intestinum y al principio del segundo que sellama ieiunum, ...el cual de su naturaleza es muy delgado que apenas se puede hallar y comúnmente no tieneramillo alguno que vaya al hondón del estómago, en ésta era tan gordo como un dedo auricular de un mucha-cho, y tenía un ramillo que iba al hondón del estómago... todos llenos de dicha cólera en aquel espacio de tripaque había de donde se injería dicho meato hasta el hondón del estómago, y de allí regurgitaba al estómago; yen la parte interior del hondón del estómago, junto al agujero interior (el cual se llama en griego píloros, enlatín ianitor, y barbara portanarius, cuyo oficio es en sana salud, y no corrompiéndose el manjar en el estómagoni menos estando muy repleto y lleno, no dejar salir nada del estómago sin que primero esté cocido) había por-ción o cantidad como de un huevo de una cólera que tenía el color de cardenillo, que es como de un verde cla-ro... La cual era causa de los grandes, fuertes y bravos accidentes que tenía esta mujer cuando vivía y solía tener

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esta enfermedad, que eran: postración grande de apetito, grandes ascos y ganas de revesar, dolor y bascasgrandes de estómago, en tanto que solía decir cuando viva (y lo mismo decían los otros heridos de este mal)que no tenía otro mal sino en el estómago, y que si le quitaban aquello, que luego estaría buena. Lo segundoque hallé de notar fue que todos los miembros nutritivos, hígado, bazo, riñones, tripas, estaban tan buenos,en color, sustancia y magnitud, cuanto en un hombre sanísimo se puede desear. Porque los abrí y reconocí to-dos, y primero las tripas quitadas fuera del cuerpo según y como se requiere y lo manda Galeno, y no hallémás de que, en la última y penúltima tripa (que se dicen rectum intestinum y colon intestinum), había unaspocas de hiesces. Secundariamente abrí el hígado, sacándolo afuera, y lo deshice todo mirando y consideran-do en él, ansí la carne como las venas y la sangre que en él estaba; y lo hallé todo como de la mujer más sanadel mundo, y la sangre tan buena y tan colorada cuanto se podía desear. Abrí también después el bazo, y nohallé cosa de notar. También abrí los riñones, y hallé una poca más acuosidad de la que se suele hallar enotros. Lo tercero que hallé de notar que debajo el brazo donde tenía el tumor o apostema, no entre cuero ycarne, sino entre la carne y las costillas, había porción y cantidad como de un grande huevo de cólera, casi delmismo color como la que estaba en la vejiga de la hiél, aunque no tan rubia encendida, sino algo más oscura,y ansí retirada ella algo a verde. Empezábase a cuajar como una yema de huevo, aunque no tan densa, y es-taba llena, de la cual salían por medio de la carne hacia el cuero unos filarchos o filamentos, y acuerdómeque antes que muriese, le toqué y tenté el tumor, y lo tenía tan sensible que apenas se lo dejaba tocar. Y estome parece que es (como lo es) el oficio del buen médico en semejante enfermedad, ver y tocar un tumor a lomenos una vez al día. Porque es con quien se ha de llevar cuenta (no descuidándose de lo demás) y de quiense ha de tomar indicación de lo hacedero, como sea basis y fundamento de todos los accidentes que despuéssuceden, y no sólo en ver la urina y tocar el pulso (como algunos médicos en semejante enfermedad suelenhacer) ni menos en confiarse de lo que el cirujano le dice. Porque coeteris paribus, mejor lo entenderá y co-nocerá el médico que el cirujano. Y ansí como no viendo ni tocando el médico los tumores una vez al día, estáa lo que el cirujano le diga, y está cierto de lo hacedero, ansí, viéndolo y tocándolo, tendrá más certidumbre delo que ha de hacer y dirá al cirujano lo hacedero y como se ha de regir... En los livianos no hallé cosa algu-na digna de notar. En el corazón hallé unos cuajones de sangre, harto más negra de la que en otros suele sery se suele hallar; echó de sí alguna hediondez, aunque no mucha.

La segunda anatomía que hice fue en un mancebo robusto y recio, de edad de treinta y tres años. Habíanlosangrado antes que entrase en el Hospital, tenía la hinchazón en la ingle izquierda, de magnitud de una ave-

LA OBRA DEJUAN TOMAS PORCELL/1565/Y LOS ORÍGENESDE LA ANATOMÍAPATOLÓGICA MODERNA

llana y muy sensible; murió al segundo día de su dolencia. En el cual hallé tres cosas de notar. La primera fuecomo en el precedente, la vejiga de la hiél muy grande y aún mayor que la otra, llena de una cólera de uncolor de un amarillo oscuro, y en el meato o vía que sale de ella y se injiere en el fin de la primera tripa, y alprincipio de la segunda, para el efecto que en la precedente anatomía dije, lleno también de esta misma có-lera, aunque más oscura. De este meato salía también un ramillo para el hondón del estómago, lleno de estamisma cólera, aunque más escura. De este meato salía también un ramillo para el hondón del estómago, llenode esta misma cólera, y en la parte inferior del hondón del estómago había porción o cantidad como de unhuevo de cólera de un color de un verde oscuro... La cual era causas de los grandes y fuertes accidentesque tenía antes que muriese, que eran: prostración grande del apetito, grandes ascos y ganas de revesar, do-lor de estómago y cabeza, no poder dormir, inquietud grande, etc. La segunda cosa digna de grande conside-ración y admiración fue en el corazón, el cual, sacado afuera del cuerpo (atado primero en todos los cuatro ori-ficios, para que no saliese nada de lo que en él estaba dentro) abrí, y en abriéndolo, echó de sí tan grandehedor y corrupción, que pensamos todos cuantos allí estábamos caernos muertos, tan grande fue la corrupcióny vapor malo que nos dio a todos, y en especial a un cirujano de los que allí estaban, el cual pensé que se mequedara allí muerto, y ansí estuvimos todos de mala gana algunos días, pero no de tal suerte que dejásemosde curar y visitar los pobres dolientes. En las tripas y en el bazo no hallé cosa de notar; en los ríñones halléuna acuosidad algo oscura, y por eso se quejaba en sana salud de los riñones, según que allí dijeron algunosque lo conocían. El hígado y masa sanguinaria hallé tal y tan bueno, que no lo puedo más encarecer ansí encolor como en todo lo demás. Lo tercero que hallé de notar fue que dentro de la túnica que cobija y envuelvetodos los miembros nutritivos y tripas, que se llama en latín peryíoneos y en arábigo ziphac, en la parte in-ferior, junto al peine, hacia la ingle izquierda, que era donde tenía la hinchazón o tumor, había porción o can-tidad como de dos huevos grandes de una cólera que tenía un color como de un buen azafrán... no estaba nadacuajada sino muy líquida, y en esto se diferenciaba de la otra, y no había salido casi nada hacia la hinchazóno landre. La cual abrí y era como dicho tengo, pequeña en magnitud, y figura como de una avellana, y por elrededor había un licorcillo amarillo, aunque en poca cantidad, y una poca de sangre cuajada, porque entoncesse dejaban de echarle unas ventosas con sangre.La tercera anatomía que hice fue en una muchacha de edad de doce años; flaquezuela, colérica, tenía una hin-chazón debajo del brazo derecho algo grandezuela y llana; murió al quinto día de su dolencia. Tenía cuandovivía grandes desmayos y ascos de revesar; y revesó unas cóleras amarillas. No hallé cosa que diferiese de lasotras, más que la cólera que estaba en la vejiga de la hiél, y la que estaba en el meato que va a las tripas, y laque estaba dentro en el hondón del estómago, y la que estaba en la misma hinchazón, era de un mismo color,

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que era rubio encendido. Y la que estaba en la hinchazón no estaba cuajada como en la primera, sino muylíquida; y no entre cuero y carne, sino entre la carne y las costillas como en la primera. Todo lo demás eracomo en las otras. La vejiga de la hiél y el meato que va a las tripas, muy grandes y llenas de dicha cólera.La sangre que estaba dentro en el corazón era algo acuosa y muy hedionda, aunque no tanto como en la pre-cedente. Todos los otros miembros nutritivos, hígado y masa sanguinaria, estaban tan buenos así en sustanciacomo en el color, cuanto en un hombre sanísimo se puede desear.La cuarta anatomía que hice, fue de otra mujer de edad de veinte y seis años de muy mala complexión; teníala hinchazón en la ingle derecha y muy pequeña; murió al cuarto día de su dolencia. Tenía grandes ascos yfuertes accidentes antes que muriese, y vomitó unas cóleras verdes oscuras... No diferenciaba nada de lasotras, ansí en la vejiga de la hiél y el meato que va a las tripas ser grandes y llenos de cólera, como en todoslos otros miembros nutritivos, hígado y masa sanguinaria ser tan buenos en sustancia y color cuanto en unhombre sano se puede desear, más de que en el estómago tenía una especie de cólera que se dice bilisporracea, y en corazón grande putrefacción y corrupción, que aunque no fue tanta como la del segundo, fueharta para mí, que me encontraba ya bien cansado. En el hinchazón diferenciaba de las otras que tenía másporción de cólera entre cuero y carne que entre carne y huesos, y tengo para mí que si no hiciera los desór-denes que hizo, porque se bebió una redoma de vino que la trujo su marido, y en beber agua a menudo y enpoca cantidad, que no muriera.La quinta y última anatomía que hice fue en un mancebo de edad de hasta veinte y cinco años, de buena com-plexión. Tenía el tumor en la ingle derecha, de magnitud de un piñón con cascara; murió al tercer día de sudolencia. Tenía grandes ascos y vómitos antes que muriese, y vomitó unos cóleras que no eran bien amari-llas, ni bien verdes, sino entremezcladas. Y porque se decía que había muerto desmastado por haber tenidomucha conversación y trato con mujeres, y yo nunca haber hecho anatomía en semejantes (aunque hartas,porque pasan de cincuenta las que hasta hoy he hecho), la hice de mejor voluntad y gana que las otras, por veral ojo lo que muchas veces había leído en muchas partes de Galeno, y en especial en el libro de semine y enotros muchos lugares y autores, cómo viene a echar sangre y se muere el que mucho trata y conversa con mu-jeres. Lo primero que hallé digno de consideración fue la vejiga de la hiél, porque era mayor que ninguna delas otras, de magnitud de una pera grande, llena toda de una cólera de color verde claro... y el meato que deella sale y se injiere comúnmente al fin de la primera tripa y al principio de la segunda, por los efectos en laprimera anatomía recitados, era muy grande y lleno de dicha cólera, aunque no tenía el color tan verde; y enel espacio que había desde donde se injería este meato en la primera tripa hasta el agujero inferior del estó-mago, había grande porción de cólera de color de azafrán quemado. Y en la parte inferior del hondón del es-

El antiguo Hospital de NuestraSeñora de Gracia, según un dibujode José Galiay Sarañana

tómago había porción de media escudilla de una acuosidad que no era del todo verde ni del todo negra, sinocomo verdinegra, muy hedionda y pestilencial. Lo que hailé digno de consideración y ser visto era el hígado,porque era muy grande y mayor que dos hígados juntos; había grande copia y cantidad de sangre, pero muybuena y de muy buen color, sin infección alguna. Las venas que del tronco inferior de la vena cava salen yse injieren en los ríñones, que se llaman venae emulgentes eran muy más gordas de lo que suelen ser, ytodas llenas también de una sangre muy colorada. Y también en los mesmos ríñones había buena cantidadde sangre, lo que hasta hoy en cuantas anatomías he hecho nunca he hallado ni visto. Los vasos espermáti-cos, el uno de los cuales sale de la vena emulgente que se injiere en el riñon izquierdo y va al compañón iz-quierdo, y el otro de! mismo tronco de ¡a vena cava y va al compañón derecho, y antes que lleguen a los com-pañones dan unas voltecicas (in capnoü modum) para que se detenga allí la sangre, y tome algún color ypreparación de simiente, los cuales se llaman vasa preparantia... en éste eran muy grandes y todos llenos demucha sangre, en tanto que no les pude hallar dichas voltecicas; y el vaso espermático derecho, que era ellado de la ingle donde tenía el.tumor o apostema, era mayor y había más copia de sangre que en el izquierdo,aunque más negra y toda cuajada. Los compañones tenía todos llenos de sangre pura, sin que se pareciesenada a esperma o simiente. Los vasos espermáticos deferentes, que son los mismos en continuidad con lospreparentes, y diferentes en cuanto al lugar y oficio que tienen y poseen... estaban también todos llenos desangre. Allende de todo lo sobredicho, que es de harta consideración, tenía las arterias que van a los com-pañones muy llenas de una sangre muy más colorada y rubia que la otra. Lo tercero y último que hallé deconsideración fue el tumor, que era como una granzuela, que de tan sensible, cuando vivo, no se la dejabatocar; y alrededor de ella había una poquita de cólera vitelina; y luego después alrededor había una poca desangre cuajada. En el corazón había grande abundancia de sangre muy negra y algo hedionda.Estas son las anatomías que en la peste de Zaragoza he hecho, y lo que en ellas he visto y hallado digno deconsideración. Las cuales han sido causa que convaleciese tanto número de gente en el Hospital General dedicha ciudad, porque después de hechas he curado todo al contrario de como curaba antes de haberlas he-cho, que no es sangrando, ni sajando, ni menos purgando por cámara. Porque vea Vuestra Majestad, cuan ne-cesarias son hacellas luego a los principios de semejantes enfermedades.

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BIBLIOGRAFÍA

1. Los mejores estudios históricos relativos a la anatomía patológica actualmente existentes son los de P. LA|N ENTRALGO :«1.a patografía del método anatomoclínico». La historia clínica. Historia y teoría del relato patográfico, Madrid, 1950, pá-ginas 179-365 ; y los diferentes capítulos sobre el tema en la Historia de la medicina moderna y contemporánea, 2.* ed.Barcelona-Madrid, 1963. Del resto de los trabajos, recordaremos los tomitos de E. B. KRUMBHAAR (Pathology, vol. XIX dela serie «Clio Medica», New York, 1937) y de E. R. LONG (A history of pathology, London, 1928). Éste último publicó tam-bién una interesante antología de clásicos (Selected readings in Pathology, Springfield, 1929). También resulta útil el librode EDGAR GOLDSCHMIDT : Entwicklung und Bibliographie der pathologisch-anatomischen Abbildung, Leipzig, 1925; así comoel capítulo que sobre esta materia escribió H. CHIARI en el Handbnch de Historia de la Medicina dirigido por M. Neuburger yJ. Pagel («Geschichte der pathologischen Anatomie des Menschen», Vol. II, págs. 473-559). Anotemos, por último, que CHERLESSINGER editó hace pocos años la traducción inglesa del libro de Benivieni que después se cita en el texto (Springfield, 1954).2. La historia de la anatomía patológica española no ha sido hasta ahora objeto de una investigación sistemática. En al-gunos de nuestros trabajos hemos procurado ir aportando materiales para la misma :a) La anatomía patológica microscópica anterior a la obra de Cajal se encuentra en gran parte recogida en el libro deM. L. TERRADA y R. MARCO : La histología española anterior a Cajal, vSalamanca (en prensa).b) En otros estudios hemos recogido algunos aspectos aislados de la anatomía patológica macroscópica del siglo xix(J. M.a LÓPEZ PINERO : «Francisco Javier Laso de la Vega y la introducción en España del método anatomoclínico». Bol. Soc.Esp. Hist. Med., II (1962, núm. 2) de finales del siglo xvn (J. M.» LÓPEZ PINERO : «La obra cardiológica de Joan d'Alós. Suspuntos de vista acerca de la fisiología circulatoria, la transfusión sanguínea y la anatomía patológica cardiovascular». Med.Esp., XLIX (1963, 409-423) y del mismo siglo xvi (J. M.* LÓPEZ PINERO y L. GARCÍA BALLESTER : «Francisco Valles y losorígenes de la anatomía patológica moderna». Arch. Ibe. Hist. Med. XIV (1962) 129-132.3. V. el último trabajo citado en la nota anterior.4. V. J. M.a

LÓPEZ PINERO y L. GARCÍA BALLESTER : Antología de la Escuela Anatómica Valenciana del siglo XVI. Va-lencia, 196a.5. El mejor estudio dedicado hasta el presente a Porcell es el discurso de ingreso de N. MARISCAL GARCÍA en la Real Acade-mia de Medicina de Madrid : El Doctor Juan Tomas Porcell y la peste de Zaragoza de 1564. Madrid, 1914 (2.* ed. Ibid., 1945).Con todo, dista mucho de ser un estudio realmente comprensivo de su obra, y adecuado a las exigencias de la histografíamédica actual.Muy deficientes son los otros tres trabajos consagrados a su figura : M. AINSA PONT : «Contribución al estudio de la pestebubónica en España: Juan Tomás Porcell.» Trab. Cat. Hist. Crit. Med., IV (1953), 27-583; M. ALVIRA MALLÉN : «Porcelly la peste de Zaragoza en el año 1565». Clin. Lab., LI (1951), 225-234; F. OLIVER : El doctor Don Juan Tomás Porcell.Madrid, 1956 (folleto de 8 páginas publicado con motivo del XV Congreso Internacional de Historia de la Medicina).También hay que contar las referencias que dedican a su vida y a su obra algunos tratados de tipo general, entre los querecordaremos las de NICOLÁS ANTONIO : Bibliotheca Hispana Nova. Madrid, 1783-88, I, pág. 786; II, págs. 311, 361 y 364;FÉLIX DE LATASSA : Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses, vol. II, Zaragoza, 1885, pág. 580; JOAQUÍN DE VI -LLALBA : Epidemiología española, Madrid, 1803, vol. I, pág. 102-105 ; ANTONIO HERNÁNDEZ MOREJÓN : Historia bibliográficade la Medicina española, vol. III. Madrid, 1843; págs. 110-123 ; ANASTASIO CHINCHILLA : Historia de la Medicina española, vol. IValencia, 1841, págs. 395-4°4 í EDUARDO GARCÍA DEL REAL : Historia de la Medicina en España. Madrid, 1921, págs. 219-25;PEDRO LAJN ENTRALGO : Historia de la Medicina moderna y contemporánea, 2.a ed. Barcelona-Madrid, 1963, págs. 43-44; yLuis S. GRANJEL : Historia de la Medicina española. Barcelona, 1962, págs. 54 y 58.6. JUAN TOMÁS PORCELL: Información y curación de la peste en Zaragoza, y preservación contra peste en general... Za-ragoza. Viuda de Bartolomé de Nágera, 1565. Dedicatoria del autor a Bernardo de Bolea.7. PORCELL : op. cit. fol. i.r

8. PORCELL : op. cit. fol. 1/9. Ibid.10. LAÍN ENTRALGO : op. cit. en la nota 5.11. PORCELL : op. cit. Dedicatoria del autor al rey Felipe II.12. PORCELL : op. cit. fol. 27*13. PORCELL : op. cit. fol. 3 /14. PORCELL : op. cit. fol. i5v-i6r

15. PORCELL : op. cit. fol. 7/16. PORCELL : op. cit. «Censura» del Licenciado Mores.17. V. J. M.a

LÓPEZ PINERO : Los comienzos de la medicina moderna en España. Valencia (en prensa).18. J. A. F. OZANAM : Histoire medícale genérale et particuliere des maládies épidémiques. Vol. VI. Lyón, 1835. El númerode publicaciones históricas que siguen en el criterio citado es tan abundante que renunciamos a intentar reproducir siquie-ra una selección de las mismas. Anotaremos tan sólo el trabajo de J. MAHE : «Peste». Dictionnaire Encyclopédique des Scien-ces Medicales, dir. por A. Dechambre. 2.a serie, vol. XXIII, París, págs. 641-752, que da una útilísima exposición histórica de laanatomía patológica de la enfermedad.19. Ello se refleja incluso en su ausencia de los repertorios bibliográficos habitualmente manejados en la investigaciónhistórica-médica. Únicamente el Biographisches Lexicón de Hirsch y Gurlt y el viejo diccionario de Manget le dedican unasbrevísimas líneas.20. J. MAHE : op. cit., pág. 684.ai. PORCELL : op. cit., fol. 3.v-8.r