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LINGÜÍSTICA GENERAL Profesores A. Castañeda Castro y J. Ortega Olivares

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LINGÜÍSTICAGENERAL

Profesores A. Castañeda Castro y J. Ortega Olivares

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ÍNDICE

Tema 1: La lingüística como ciencia – Página 5

Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje – Página 44

Tema 3: Las lenguas del mundo – Página 84

Tema 4: Fonética y fonología – Página 122

Tema 5: Morfología – Página 168

Tema 6: Semántica – Página 200

Tema 7: Sintaxis – Página 243

Tema 8: Pragmática – Página 288

Tema 9: Lingüística aplicada – Página 332

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LINGÜÍSTICA GENERAL Grado de filosofía TEMA 1 LA LINGÜÍSTICA COMO CIENCIA

1. La Lingüística y su objeto de estudio.- 2. Descripción y explicación. 3. Breve historia de la Lingüística. 4. Áreas de interés de la Lingüística.

1. LA LINGÜÍSTICA Y SU OBJETO DE ESTUDIO 1.1. Una noción intuitiva de ‘lenguaje’ Hoy en día se acepta generalmente la idea de que el lenguaje es la facultad de asociar dos órdenes distintos de entidades: el orden de los contenidos mentales, que por sí mismos no tienen medio alguno de manifestarse, pues son por naturaleza internos; y el orden de las realidades sensoriales, que permiten a los contenidos mentales manifestarse al exterior. Al primero de estos órdenes se le suele llamar orden del contenido, y al segundo orden de la expresión, o, de modo abreviado, contenido y expresión. Con estos términos, por tanto, podemos decir que el lenguaje es la facultad de asociar el contenido a la expresión con la finalidad de manifestarlo. Esta definición puede ilustrarse con ejemplos como los siguientes: a) El contenido que indicamos con las palabras “el número intermedio entre 4 y 5” no puede utilizarse en el cálculo si no se asocia a una expresión sensorial que lo manifieste, esto es, a la expresión gráfica <4,5>. b) El mensaje que una abeja exploradora lleva a sus compañeras de la colmena, y que les informa de la existencia, a una cierta distancia, de una fuente de alimento, no podrá ser transmitido y recibido si no va asociado a una forma concreta de ‘danza’ de la abeja en cuestión, que pueda ser captada por las demás abejas e interpretada de manera adecuada. c) El contenido «hijo varón del hermano del padre de X» no podrá ser utilizado en la comunicación hasta que no se asocie con alguna expresión, como, por ejemplo, primo en español, cugino en italiano, cousin en francés, etc.; a su vez, la expresión no tendrá ningún sentido si no va asociada a algún contenido. Estos ejemplos han sido extraídos de ámbitos muy distintos: de la Matemática, de la Etología animal y de las lenguas. Además se refieren a expresiones de naturaleza diferente: en el primer caso la expresión es una cifra gráfica (aunque se pueda pronunciar); en el segundo es una secuencia ordenada de movimientos del cuerpo de la abeja (la ‘danza’) que son captados por las compañeras con sus órganos sensoriales;

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en el último es una secuencia de sonidos (que puede ser también transcrita a letras). Todo esto significa que, para construir una noción intuitiva de lenguaje, no importa precisar cuál es la naturaleza de la expresión a la que el contenido se asocia. Es más, en el orden de la expresión hay una variedad ilimitada de tipos de expresión (signos gráficos, sonidos, movimientos, etc.). La única condición importante es que la expresión esté constituida por material sensorial producido por un organismo y capaz de ser percibido por los sentidos de otro organismo. El hecho de que, para que pueda haber lenguaje, sea necesaria una asociación de expresión y contenido se indica normalmente con el término biplanaridad: el lenguaje es biplanar porque está constituido por dos planos, el de la expresión y el del contenido. Entendido en este sentido, el lenguaje constituye una categoría más amplia de lo que podemos pensar a primera vista. La Matemática es lenguaje, son lenguaje los sistemas desarrollados por los animales para comunicarse, son lenguaje las lenguas verbales humanas. De ahí que se pueda decir que el lenguaje no es, en absoluto, exclusivo del ser humano: los animales hacen uso a su manera de la facultad del lenguaje porque tienen medios para asociar contenido y expresión; y los seres humanos mismos ponen de manifiesto la facultad del lenguaje de diferentes maneras: gestos, posturas del cuerpo, mímica, etc., además de con los sonidos verbales.

Ahora bien, como intentaremos mostrar a lo largo de éste y el siguiente tema, a la Lingüística le interesa el estudio del lenguaje en un sentido más estricto del que se considera en este epígrafe: la Lingüística se preocupa por el lenguaje en tanto que facultad específica del ser humano para desarrollar una forma particular de comunicación enormemente potente, que se manifiesta de forma universal en las lenguas verbales y cuyo principal rasgo definitorio es su carácter multiarticulado (vid. tema 2). 1.2 La lingüística como ciencia Según una definición corriente, la Lingüística es el estudio científico del lenguaje y las lenguas. Ciertamente es ésta una definición con la que sería difícil no estar de acuerdo. La cuestión es precisar en qué consiste el conocimiento científico aplicado al caso de la Lingüística y qué entendemos por lenguaje y lengua. Los próximos apartados y, en general, el presente tema, intentan precisar tales nociones. 1.2.1 Objetivos de la Lingüística La Lingüística no tiene una finalidad única, que se pueda formular con facilidad en una sola proposición. Al contrario, en cada parcela del estudio lingüístico se avanza en direcciones distintas, de tal manera que en algunos casos lingüistas de diferente especialidad o de diferente escuela pueden no estar de acuerdo sobre los mismos puntos de referencia fundamentales (como ocurre, por otra parte, en todas las demás áreas de investigación). Sin embargo, si intentamos identificar los objetivos recono-cidos y aceptados por casi todos los que practican esta disciplina, nos encontramos con que la Lingüística se propone:

a) especificar la naturaleza del lenguaje, y en concreto las potencialidades que éste aporta al ser humano o las limitaciones que le impone; es decir,

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especificar la naturaleza del lenguaje en tanto que facultad e intentar dar cuenta, por un lado, de cómo se adquiere y de qué nos puede enseñar sobre la mente humana y sobre la forma de percibir y representar el mundo; y, por otro, de cómo posibilita la comunicación y con ello el establecimiento de relaciones sociales complejas;

b) identificar las reglas y principios que aplican los hablantes de una lengua cuando producen y reciben mensajes lingüísticos;

c) describir y explicar los cambios que se producen, con el paso del tiempo, en la organización y la estructura de las lenguas.

Como es natural, es posible añadir otros objetivos más concretos a los que acabamos de mencionar (aludiremos a ellos a lo largo de este curso). Por ahora, sin embargo, nos limitaremos a éstos y subrayaremos que la Lingüística, como quizá todas las demás disciplinas que pretenden ser rigurosas, actúa entre dos extremos: por un lado, el específico del análisis empírico (llevado a cabo frecuentemente hasta niveles incluso microscópicos) de los hechos lingüísticos; por otro, el general y abstracto de la formulación de teorías globales. La acumulación de hechos lingüísticos, la constitución de grandes ‘depósitos’ de fenómenos y materiales lingüísticos es, sin duda, su fundamento operativo (como lo es para la Biología la acumulación de observaciones empíricas y de datos experimentales), pero la formulación de teorías generales es indispensable para enfocar debidamente los datos y darles un sentido. 1.2.2 Requisitos previos para el estudio del lenguaje

El estudio científico del lenguaje requiere tener en cuenta ciertas condiciones

de éste que pueden resultar un escollo a la hora de desarrollar su conocimiento riguroso. Se trata de ciertas dificultades que conviene resolver -o al menos conocer- para entrar en la manera de pensar propia de la Lingüística:

a) Una disciplina no prescriptiva. Para los diletantes (que abundan en el campo de

estudio del lenguaje), una de las características más sorprendentes de la Lingüística radica en que ésta no da consejos o prescribe comportamientos: no dice qué es bueno o qué es malo en la conducta lingüística de los individuos y de las sociedades. Esta precisión, dada su evidencia, debería ser inútil: ninguna disciplina científica es prescriptiva, aunque puedan serlo sus aplicaciones. La Economía no dice qué hay que hacer para obtener un determinado resultado económico; la Fisiología no dice qué es justo y qué es erróneo en el funcionamiento del organismo. Sin embargo, en el caso de la Lingüística esta situación no resulta tan clara: a menudo ha sido y es considerada la Lingüística como una suma de recomendaciones; incluso los mismos lingüistas son a veces imaginados como jueces del ‘buen comportamiento’ lingüístico. Por tanto, el carácter no prescriptivo del estudio lingüístico hay que subrayarlo una y otra vez. Conviene insistir, por tanto, en que la Lingüística tiene como objeto la descripción y explicación del lenguaje humano, en tanto que facultad específica, a través de su manifestación en las lenguas verbales.

b) Se estudia lo inobservable. El segundo obstáculo que hay que superar consiste en reconocer el hecho de que, al estudiar el lenguaje, se consideran sobre todo

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fenómenos que ‘no se ven’, es decir, fenómenos no observables. El contenido -uno de los dos planos del lenguaje- es interno por naturaleza y definición, y escapa, por tanto, a la observación directa. Es más, uno de los principales problemas técnicos de la Lingüística moderna radica precisamente en cómo representar gráfica y visiblemente el contenido, igual que se representan gráficamente con símbolos no equívocos otras entidades no observables como los números y las operaciones aritméticas. Ciertamente, la Lingüística no es la única disciplina que se ocupa de cosas que, en rigor, no se ven, o que aún no se ven: la Física, la Biología, la Astrofísica, la Economía, etc. están basadas también, en mayor o menor medida, en la investigación de objetos que no se ven. En algunas de estas ciencias esta limitación es sólo provisional. La Lingüística, en cambio, es una disciplina esencialmente de lo no observable: de los fenómenos de que se ocupa sólo algunos son visibles, y ello porque en alguna medida se plasman en forma escrita o están constituidos por comportamientos -visibles, audibles o grabables- de los hablantes. La variedad, pues, de los fenómenos lingüísticos que se pueden observar es limitada. ¿Quién ha visto o podrá ‘ver’ la organización sintáctica de una frase? ¿Quién podrá ‘ver’ cómo está hecha una regla gramatical? ¿Quién será capaz de ‘ver’ el significado de un discurso?

c) Renunciar a la ‘naturalidad’. La tercera dificultad radica en la necesidad de acostumbrarse a no considerar el lenguaje sólo como un comportamiento espontáneo y natural, como aparece a primera vista, sino a verlo como un objeto en cierta manera ‘externo’ y susceptible de estudio. El hecho de que todos los seres humanos dispongan del lenguaje y lo utilicen en todo momento con aparente libertad e independientemente de impedimentos externos, puede hacer pensar que no constituye por sí solo un problema científico, y que su organización es obvia y banal. Si no renunciamos a esta actitud y no nos acostumbramos a la idea de que también se puede someter a análisis un comportamiento en apariencia tan natural como es el lenguaje, el estudio lingüístico es literalmente imposible. Éste sólo tendrá lugar cuando se llega a pensar que el lenguaje, pese a su naturalidad y ‘facilidad’ aparentes, es un objeto complejo, muy organizado, que puede funcionar mal o resultar dañado o destruido (como cuando se dan determinadas circunstancias patológicas). Sólo con esta idea en la mente se puede entrar en el dominio de la Lingüística.

d) Las lenguas se estudian con otras lenguas. En cuarto lugar, la Lingüística tiene una peculiaridad que la hace probablemente única entre las demás ciencias. Tiene como objeto el lenguaje y las lenguas; pero, por una especie de círculo vicioso, para estudiar este objeto no puede servirse de otra cosa que de lenguas. Dicho de otra manera, en Lingüística, el objeto de estudio y el instrumento para estudiarlo son exactamente idénticos. No parece que existan otras disciplinas que se encuentren en esta posición de paradoja esencial.

e) Construir el propio objeto. Por último, la reflexión sobre el lenguaje y las lenguas se hace cada vez más compleja debido a que, como ya puso de manifiesto Ferdinand de Saussure, la Lingüística, a diferencia de otras disciplinas ‘duras’ y ‘blandas’, debe construir su objeto a medida que avanza. Dicho de otra manera: La Lingüística no se enfrenta a un objeto ya formado y listo para el análisis, un objeto que sólo haya que estudiarlo. En Lingüística se tiene que decidir en todo

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momento dónde empieza y dónde acaba el objeto de estudio; a menudo no se sabe qué puede haber o no haber en un fenómeno que esté sometido a examen; otras veces tiene incluso que construir, durante el análisis, categorías nuevas con las que poder tratar el objeto estudiado.

Esta circunstancia se debe en parte a que la Lingüística se ocupa a menudo de fenómenos lingüísticos que no se ven. Una gran parte de las discusiones metodológicas de la Lingüística moderna ha surgido precisamente aquí, lo que conduce a que el objeto de la Lingüística deba ser definido en el ámbito de la teoría que se adopte y que, debido a esto, la interpretación de las evidencias de base se vea sometida a numerosas fluctuaciones en conceptos y términos.

Esta circunstancia de que hablamos también se debe al carácter ‘heteróclito’ del lenguaje. Con el término heteróclito aludimos -siguiendo a Ferdinand de Saussure, quien lo extendió a comienzos del siglo XX- al hecho de que el lenguaje está estrechamente ligado a una enorme variedad de ámbitos de experiencia y de estudio, y que, por así decirlo, tiene lugar gracias a numerosos fenómenos que no son lingüísticos en sentido estricto. Así, desde cierto punto de vista, el lenguaje ‘es’ sonido, y por tanto forma parte de la Fisiología y de la Física; desde otro punto de vista, ‘es’ contenido mental y por tanto pensamiento, por lo que se adentra en la Psicología. Pero hay muchas más áreas en las que el lenguaje ahonda sus raíces: como nace de la especie humana en cierto momento de su evolución, el lenguaje penetra en el ámbito de la Biología y la Genética; desde el momento en que las lenguas se aprenden, es objeto de la Pedagogía; como las lenguas cambian con el tiempo, ‘es’ Historia; podemos describir muchos aspectos del lenguaje y de las lenguas con métodos matemáticos, y por tanto ‘es’ objeto de la Matemática; el lenguaje tiene lugar en el cerebro, está sujeto a disfunciones y por ello merece la atención de la Neurología. Como vemos, la lista de los ámbitos que contribuyen en cierta manera a dar al lenguaje su fisonomía es muy larga, y larga es también la lista de las disciplinas que pueden constituir al lenguaje como objeto de su estudio o que se aproximan a la Lingüística en el estudio de éste.

Así las cosas, no es de extrañar que, al ser ‘heteróclito’ el objeto de su estudio, la Lingüística misma también lo sea. Esta peculiaridad, que ha inquietado mucho durante algún tiempo a los lingüistas -que buscaban el camino para construir un método específico para la Lingüística-, hoy es asumida y aceptada sin mayores problemas. Esta propiedad de la Lingüística da lugar, sin duda, a confusiones y malentendidos, pero también constituye uno de los aspectos que más la distinguen de las demás disciplinas. La Lingüística no es propiamente una disciplina ‘humanística’, porque verifica los datos y emplea métodos de las ciencias ‘frías’ en una medida muy superior a como se suele hacer en los estudios humanísticos; tampoco es una disciplina estrictamente ‘científica’, porque su objeto, el lenguaje y las lenguas, a menudo es huidizo, una amalgama de subjetividades y de idiosincrasias demasiado amplia como para que pueda ser concretado y entendido con el mismo rigor con el que se podría, por ejemplo, describir la composición química de la sangre o medir un campo magnético.

El carácter ‘heteróclito’ de la Lingüística explica también por qué razón es a los ojos de muchos, e incluso realmente, una disciplina ‘mixta’, y hasta ‘impura’: toma datos, materiales, métodos y modelos de análisis de otros campos de estudio, y al mismo tiempo ofrece a estos campos hipótesis,

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generalizaciones, ideas. Con el tiempo, naturalmente, el repertorio de las ciencias con el que la Lingüística establece los mayores intercambios y contactos ha cambiado, y está destinado a cambiar también en el futuro. Si a comienzos del siglo XX generalmente era considerada como uno de los sectores de los estudios filológicos y sólo en algunos casos se acercaba a la Psicología, en los años sesenta tomaba contacto con ciencias más formales, como la Matemática y la Lógica, y a finales de ese siglo su posición en el ámbito general de las ciencias es todavía más compleja: aunque sigue estando en algunas de sus manifestaciones muy próxima a los estudios histórico-arqueológicos o a los psicológicos, sus conexiones más prolíficas parecen ser las establecidas con las ciencias neurológicas, antropológicas o con la informática. Esto no significa, desde luego, que los viejos contactos hayan sido arrinconados, sino solamente, por un lado, que la gama de intercambios y, por tanto, el perímetro exterior de la disciplina se han ampliado; y, por otro, que, como resultado de estas oscilaciones, el concepto de ‘lenguaje’ también haya ido cambiando.

2. DESCRIPCIÓN Y EXPLICACIÓN 2.1 Modelos y mapas

La experiencia del lenguaje, en tanto que conocimiento y comunicación, es,

como sabemos, extraordinariamente compleja. El propósito de la Lingüística es ofrecer alguna explicación de esta complejidad abstrayendo de ella lo que parece tener una significación esencial. La abstracción consiste, entre otras cosas, en idealizar los datos concretos, como parte del proceso de construir modelos de descripción lingüística.

La Lingüística, por tanto, ofrece modelos con que puedan ser revelados los rasgos del lenguaje que no se manifiesten de modo inmediato. Para ello, sin embargo, el modelo deberá ofrecer una versión simplificada e idealizada de la realidad: los rasgos de ésta que se consideran accesorios quedan descartados, para que así resulten destacados aquellos otros que se consideren esenciales. En este sentido, los modelos se parecen mucho a los mapas.

Un mapa no muestra las cosas tal como son. Cualquiera que sea su escala, es inevitable que siempre quede descartada una enorme cantidad de detalles, porque no hay, sencillamente, espacio para ello. En otras ocasiones, incluso cuando lo hubiera, se excluyen numerosos detalles para evitar que la atención se distraiga y pueda apartarse de la información considerada esencial. Pensemos un momento, por ejemplo, en el mapa del metro de una gran ciudad. No guarda éste, como es evidente, demasiado parecido con el trazado real de las vías por las que transitan los trenes, con las curvas y vueltas que presenta la intrincada malla subterránea. No hay indicación de las dis-tancias que separan las estaciones. El parecido es aun menor cuando pensamos en la ciudad que hay arriba, con sus parques, edificios públicos y el complejo tejido de calles. Ese mapa sería completamente inútil si pretendiéramos usarlo para llegar a algún lugar a pie. El mapa en cuestión es, en efecto, un modelo del sistema de transporte subterráneo, y, como ha sido pensado teniendo en cuenta las necesidades de los usuarios de este medio de transporte, deja de lado todo lo que resulte irrelevante en relación con ellas.

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Lo mismo ocurre con los modelos del complejísimo panorama del lenguaje: identifican ciertos rasgos como importantes, y los destacan evitando cualquier distracción en el detalle. Otros rasgos no serán tenidos en cuenta. Y, como es de suponer, los distintos modelos descansarán en diferentes escalas y darán, por ello, preferencia a diferentes rasgos. Como los mapas, todos los modelos son producto de la simplificación y de la selección. Son versiones idealizadas de la realidad, elaborados para revelar ciertas cosas mediante la anulación de otras. No puede existir un modelo que sirva para todo, como no puede haber un mapa que lo represente todo. Su validez es siempre relativa, nunca absoluta. Se los crea para explicar la experiencia, y no se ha de esperar, así, que se correspondan con ella. Ninguno puede captar la verdad totalmente, o la verdad solamente. Si lo hicieran, dejarían, desde luego, de ser modelos: igual que un mapa dejaría de serlo si se correspondiera exactamente con el terreno representado. Tanto en Cartografía como en Lingüística, el problema consiste en saber qué escala emplear, qué dimensiones identificar y dónde establecer, de acuerdo con los intereses de la explicación, la línea que separe las abstracciones idealizadas de los elementos particulares concretos. 2.2 Pautas y variaciones

En tanto que medio de interacción de las personas, el lenguaje es un fenómeno social. Nos permite expresar públicamente las experiencias personales y, así, comunicar y entrar en comunión con otros, llegar a significados concertados y regular las relaciones. Para que todo ello sea posible, las lenguas han de ser códigos relativamente estables a los que se someten las personas, pues este sometimiento es condición para ser miembro de las comunidades que los usan; además, tiene que haber maneras convenidas de usar la lengua en los diversos tipos de contexto social. En este sentido, pues, aprender una lengua es un acto de adaptación social.

Al mismo tiempo, el lenguaje también proporciona los medios para la autoexpresión no conformista. Siempre hay espacio para la manipulación personal. Por ejemplo, las personas que hablen francés, suahelí o mandarín podrán, por un lado, producir mensajes en esas lenguas, combinaciones de palabras, de acuerdo con los sistemas de reglas subyacentes y los significados establecidos que conforman los códigos lingüísticos en cada caso. Por otro lado, sin embargo, estarán produciendo expresiones únicas en la lengua de que se trate, pues explotan la potencialidad del código. Aunque los hablantes están sometidos a las restricciones que imponen las convenciones del código y del uso de éste, explotan no obstante la potencialidad del mismo de manera diferente. Pero esta explotación consciente no es la única causa de variación. El perfil que muestra el uso que una persona hace de una lengua es tan particular como sus huellas dactilares; es más, si una misma persona repite una misma expresión oral, las repeticiones, aunque puedan sonar de modo idéntico, nunca serán acústicamente lo mismo. Resulta obvio, por tanto, que se impone la necesidad de asumir que ciertas cosas son siempre las mismas, incluso si, consideradas más de cerca, se muestran diferentes.

La cosa está, en fin, en que, por un lado y desde cierto punto de vista, el lenguaje es un fenómeno muy general y abstracto: un cuerpo compartido y estable de saberes sobre formas lingüísticas y sus funciones, y establecido convencionalmente por la comunidad. Al mismo tiempo y desde otro, el lenguaje es también algo muy concreto y variable si observamos la realidad de la conducta lingüística. Cuanto más

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nos acercamos a lo concreto en la escala de idealización, más diferencias percibimos y más se difuminan los aspectos generales; y viceversa. En consecuencia, conviene que establezcamos en esta escala algunos puntos de referencia que nos ayuden a definir qué abarca en realidad la investigación lingüística. A continuación examinamos algunos de los puntos de referencia más destacados propuestos en el siglo XX. 2.3 Lengua y habla

Uno de esos puntos de referencia fue establecido por Ferdinand de Saussure, el lingüista ginebrino considerado por muchos como el padre de la Lingüística moderna. Propuso, en unas conferencias famosas pronunciadas a principios del siglo XX, que la Lingüística debe ocuparse únicamente del código social compartido, el sistema abstracto, que él llamó langue (lengua), y que quedan fuera de su ámbito todos los fenómenos concretos debidos al enunciado individual, a los que recogió en el concepto de parole (habla). Según este modo de ver las cosas, langue es un cuerpo colectivo de saberes, algo así como un manual de referencia común del que han adquirido un ejemplar todos los miembros de una comunidad de hablantes. Esta distinción entre lenguaje como sistema abstracto y discurso concreto puede justificarse con dos hechos. Primero, esta distinción resulta conveniente porque delimita un área de investigación que es practicable: es posible, en principio, concebir una Lingüística de la parole, pero las particularidades de los fenómenos lingüísticos individuales son tan variadas y heterogéneas que eluden cualquier descripción. En segundo lugar, se puede afirmar que el concepto de langue recoge el aspecto central y más determinante del lenguaje mismo. Según este modo de considerar los hechos, parole es el lado contingente y móvil de las cosas, el reflejo conductual, relativamente superficial, del saber lingüístico interno. Y, así, langue es el lado que admite ser considerado el principio más apropiado para la Lingüística, o el principio esencial del lenguaje mismo, o ambos.

Esta distinción saussureana, considerada desde la perspectiva actual, tiene consecuencias controvertidas. Así, para empezar, conviene destacar que el concepto de langue despoja al lenguaje de su inestabilidad intrínseca. El lenguaje es necesaria y esencialmente una realidad dinámica: es proceso, no estado, y cambia en el tiempo para ajustarse a las necesidades de los hablantes. Saussure -formado él mismo en la tradición de la lingüística histórica, la cual aspiraba a explicar los cambios de las lenguas en el tiempo, esto es, la dimensión diacrónica del lenguaje- era, sin lugar a dudas, consciente de esto. Por ello, concibe en realidad la langue como una sección transversal de ese proceso durante cierto período de tiempo, como un estado sincrónico. Esto puede ser representado del siguiente modo:

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Esta concepción presenta, sin embargo, una dificultad: al parecer se confunden sincronía y estabilidad. Siempre que tomamos una sección transversal de una lengua, lo que encontramos no es fijeza, sino flujo. Ello se debe a que el lenguaje no es que cambie a lo largo del tiempo, sino a que varía en todo momento. Las cosas no pueden ser de otra manera, habida cuenta de que los miembros de una comunidad que ‘comparte’ una lengua serán de diferente edad, utilizarán esa lengua de manera diferente, a la que asignarán diferentes usos comunicativos y sociales. Los cambios generacionales provocan diferencias lingüísticas. Por muy pequeño que sea un período de tiempo dado, o limitada cierta variedad lingüística, siempre habrá cambios, variabilidad, en uno y otra, pues el lenguaje se ajusta muy flexiblemente a las necesidades de los miembros de la comunidad hablante. Y cuando algunos de estos usos cambiantes se convencionalizan, entonces quedan establecidos como formas ya cambiadas. En otras palabras: el cambio diacrónico a lo largo del tiempo es simple e inevitablemente el resultado de la variación sincrónica que acontece en todo momento.

Para ilustrar esta distinción entre sincronía y diacronía, Saussure propuso como ejemplo el juego del ajedrez. La sección transversal sincrónica de una lengua (el estado de langue) es -afirmaba- como el estado que presenta una partida en determinado momento: podemos estudiar la disposición de las piezas en el tablero sin tomar en consideración la dimensión diacrónica del juego, es decir, los movimientos realizados previamente o los que se puedan hacer en el futuro. Podemos, dicho de otro modo, considerar la configuración adoptada por las piezas como un estado de la partida en cuestión, sin tomar en cuenta que también es una fase en el desarrollo de la misma. Pero esta comparación no puede mantenerse: el ajedrez es por naturaleza una secuencia de estados separados entre sí, pues el juego se detiene cada vez que un jugador mueve pieza y llega el turno al otro. En el lenguaje, en cambio, no caben divisiones de este tipo, pues todo en él es continuidad. Es la Lingüística la que propone estas separaciones.

Pese a todo, la afirmación de que diacronía y sincronía no son en realidad dimensiones distintas del lenguaje, no invalida la idealización que las presenta como si lo fueran, sino que sólo pone límites a que tal distinción sea asumida en términos absolutos. Esto, como ya hemos visto, es aplicable a todos los modelos del lenguaje. Si quisiéramos dar cuenta de la variación y el cambio, trazaríamos las líneas de la idealización de modo diferente, pero seguiría habiendo idealización. Y el modelo resultante necesariamente revelaría en menor grado la estabilidad relativa de la lengua

Estados sincrónicos de langue (las estructuras representan sistemas lingüísticos)

Dimensión diacrónica Presente

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que constituye el marco de referencia necesario para dar cuenta de esa variabilidad. Hay que asumir siempre en algún lugar algunos puntos de referencia fijos como base de la descripción.

Y esto acontece también en la conducta lingüística. La asunción de estos puntos fijos de referencia, de estabilidad, puede ser una realidad en sí misma. Saussure no es el único en concebir el lenguaje como un estado estable: aunque un examen cuidadoso de la producción lingüística real muestra todo tipo de cambio y variación, las personas de la comunidad en que tal producción ha sido registrada pueden, sin embargo, pensar que la lengua que hablan está fijada y establecida, y aceptan la validez de las gramáticas y diccionarios que describen y recogen sus distintos aspectos. Quizá los miembros de una comunidad lingüística no poseen en su mente un ‘ejemplar’ idéntico de la langue, pero pueden, sin embargo, creer que lo tienen, y pueden, por ello, considerar las numerosas diferencias que perciben como algo que carece de importancia. 2.4 Sistema, norma y habla

La dicotomía langue/parole saussureana, al tiempo que abría un horizonte metodológico nuevo en el campo de la Lingüística, también supuso un reto importante: el de aunar de algún modo los extremos de esa dicotomía para tratar, así, de dar mejor cuenta de los hechos lingüísticos (es decir, de su unidad y variedad).

Para Coseriu, uno de los lingüistas que mejor han tratado el problema, el puente que une la extrema abstracción de la langue (lengua) con la manifestación genuina del lenguaje que es la parole (habla), sólo es posible si, frente a la Lingüística de la lengua (que propugna el estudio de la langue y deja a un lado la parole), optamos por la Lingüística del hablar. Para Coseriu este enfoque se fundamenta, entre otros, en los principios siguientes:

a) La clasificación de los hechos lingüísticos debe basarse en el hablar. b) El hablar no puede distinguirse como realidad distinta de la lengua, pues ésta se

halla presente en el hablar y se manifiesta de modo concreto en los actos lingüísticos. Lengua y habla no designan secciones autónomas o maneras de presentarse el lenguaje, sino distintos puntos de vista, distintos grados de abstracción y formalización de una misma realidad objetiva. No son, pues, divisiones del hecho, sino de método.

Una vez que se reconoce la insuficiencia de la división dicotómica del lenguaje, Coseriu plantea una división tripartita: sistema/norma/habla, basada en tres posibles grados de abstracción desde los que se puede interpretar el hecho lingüístico:

a) Conjunto de elementos concretos, variados y variables. Estos elementos se integran en el habla, carente de abstracción.

b) Características normales y más o menos constantes (independientemente de la función del hecho estudiado). Formarán parte de la norma, que supone el primer grado de abstracción.

c) Características indispensables, es decir, funcionales. Se integran en el sistema, que es el segundo grado de abstracción.

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Es decir, Coseriu intenta clarificar el sentido y el alcance de la noción saussureana de langue, estableciendo para ello la distinción entre sistema y norma. Para ilustrar esta distinción, Coseriu propone una larga lista de ejemplos en los campos fónico, fonológico, morfológico, sintáctico y léxico:

I) FONOLOGÍA. En español no existe oposición entre vocales abiertas y cerradas. No importa que en malo la [o] se realice abierta o cerrada, pues el fonema es único: /o/. No obstante, la pronunciación varía, de acuerdo con la norma, según los fonemas contiguos: será abierta en rosa o dogma y cerrada en mole o boda. Alterar tales pronunciaciones no alteraría el sistema, pero resultaría insólito, anormal. Tenemos, así, un único fonema, dos realizaciones distintas y una infinidad de actos distintos:

Oa i Oa ii Oa Oa iii Oa iv Oa v ... O Oc i Oc ii Oc Oc iii Oc iv Oc v ... SISTEMA NORMA HABLA (Oa: [o] abierta; Oc: [o] cerrada.)

Otro ejemplo: La oposición fonológica /r/-/r'/ existe en español sólo en

posición intervocálica (caro-carro) y se neutraliza en las demás. En teoría, para el sistema es indiferente que en las posiciones neutralizadas el archifonema se realice como [r] o como [r']. Mas no así para la norma: [r'] aparece siempre en posición inicial y tras s, l, y n (rata, alrededor, enraizado). Por contra, [r] es lo normal tras oclusiva (presa, crudo); y es realmente facultativa (pero más a menudo simple) en posición final absoluta y ante consonante (puerta, ver). No obstante, cuando por fonética sintáctica la -r entra en contacto con otra vocal, difícilmente escucharemos una vibrante múltiple (ver y escuchar).

II) MORFOLOGÍA. La mayoría de las evidencias de la distinción entre sistema y

norma, y también para aclarar el carácter sociocultural de esta última, se encuentra en errores de flexión o analogías que producen los niños o ciertas personas que no conocen suficientemente la norma. Tales errores proceden casi siempre de una aplicación de las oposiciones funcionales del sistema contraria a la aplicación consagrada como normal en la respectiva comunidad lingüística. Si un niño inglés dice oxes como plural de ox («buey»), en lugar del normativo oxen, es porque el sistema inglés contiene como legítima la oposición “sing. -ø/plural –es”, pero en la norma oxes queda fuera de ella. Lo mismo ocurre en español con andé (como canté) por anduve, o quereré (como temeré) por querré. También se pueden rastrear otros muchos casos en el ámbito de la derivación, composición y formación de palabras.

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III) SINTAXIS. La distinción entre sistema y norma aparece aquí como diferencia entre tipos generales o ‘regulares’ de construcción y las fórmulas fijas. Mientras los pri-meros representan al sistema, las segundas representan las realizaciones tradi-cionales de esquemas contenidos por el mismo sistema. Son, por tanto, reali-zaciones de norma. Entre las variantes de un esquema sintáctico permitidas por el sistema, una adquiere rango de norma, mientras las demás o bien son anormales, o bien adquieren normalidad únicamente en una determinada convención estilística. En español normativo, es normal la frase se me ha dado, y no me se ha dado, que, sin embargo, mantiene todas las distinciones requeridas por el sistema y aparece frecuentemente en determinados estratos sociocultu-rales. Además, es la elección normal en italiano: mi si è dato.

IV) LÉXICO. La enorme variedad de oposiciones que se establecen en el léxico, y que

hacen tan difícil el estudio del vocabulario, provocan también una mayor difi-cultad para distinguir sistema y norma. De todas formas, se pueden rastrear algunos aspectos donde la distinción resulta oportuna. Así, muchas veces hay dos o más palabras con significados prácticamente idénticos, pero una es la «normal» mientras la otra está marcada estilísticamente: perro-can, cama-lecho, rápido-raudo. En el ámbito de las asociaciones de palabras, hay muchas que están permitidas por el sistema, pero son inéditas en la norma. La labor poética busca muchas veces esas nuevas asociaciones. Por el contrario, otras asociaciones ya se hallan plenamente consagradas: a agua salada se opone agua dulce, que es simplemente agua no salada (y no agua con azúcar). Usar agua insípida como opuesto a agua salada es válido en el sistema, y hasta resultaría técnicamente más exacto, pero la norma no recoge dicha asociación.

Después de todo esto, podemos extraer diversas conclusiones. Entre ellas, que el

sistema es más general que la norma. El sistema comprende aquellos elementos funcionalmente inherentes a una lengua, considerada en sí misma. El sistema es único y posee un alto grado de estabilidad. La norma se refiere a otros muchos elementos que, sin ser funcionales, se integran plenamente en los usos lingüísticos de la comunidad hablante. Las normas son varias, y aumentan a medida que haya un mayor número de comunidades geográficas o socioculturales entre el conjunto de hablantes de una lengua. Podemos hablar de distintas normas parciales. La estabilidad de la norma es mucho menor, y los cambios (en el espacio, en el tiempo o en la escala social) de una norma a otra provocan situaciones de incertidumbre, en las que dos o más variantes «pugnan» por la hegemonía. Tal es el caso, en español, del uso etimológico de los pronombres frente al leísmo y al laísmo, o al ya mencionado andé/anduve.

Pero al mismo tiempo, y desde otro punto de vista, la norma es más restringida que el sistema. Ambos pueden coincidir aparentemente si el sistema ofrece una única posibilidad. Pero lo más general es que el sistema, una vez fijadas las oposiciones funcionales, permita una más amplia gama de variables, todas ellas igualmente válidas, y en estos casos la norma, que los hablantes seguimos por ser miembros de la comunidad, selecciona una de las variables y relega las demás como anomalías o simples hechos aislados de habla.

El sistema y la norma no existen aisladamente, sino que están contenidos en el lenguaje como actividad: en el hablar concreto. A partir de éste se pueden realizar sucesivos procesos de abstracción inductiva que nos pueden llevar desde el acto aislado hasta el comportamiento individual (Coseriu distinguirá después entre norma individual y norma social), el comportamiento colectivo y, por último, hasta el sistema,

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pero sin olvidar que éstos no son sino distintos grados de formalización del hablar mismo. Se sigue así el mismo camino que puede conducir a los hablantes a un cambio de sistema. Los cambios comienzan siempre mediante actos concretos y aislados en el habla, inicialmente anómalos. Cuando estos comportamientos se generalizan y son aceptados por la comunidad adquieren rango de norma. Por último, si dicha norma triunfa por completo y supone una modificación en las oposiciones funcionales, entrará a formar parte del sistema. 2.5 Competencia y actuación

Otra distinción parecida a la de Saussure, pensada para idealizar los datos lingüísticos y definir el ámbito de la investigación lingüística, es la propuesta por Noam Chomsky. Distingue este autor entre competencia, el conocimiento que el hablante nativo tiene de su lengua en tanto que sistema de relaciones formales, y actuación, la conducta lingüística concreta de este mismo hablante. Aunque la actuación tiene que conformarse, evidentemente, en la competencia, a la que, por tanto, siempre está referida, sin embargo no se corresponde con ella de un modo directo. Como sucede en otros aspectos de la vida humana, no configuramos nuestras acciones exclusiva y necesariamente con el conocimiento apropiado, y ello sencillamente porque las acciones siempre ocurren en determinadas circunstancias que las restringen o que les imponen alguna condición. Por tanto, la actuación lingüística concreta está condicio-nada, además de por el conocimiento de la lengua, por otros numerosos factores distintos de este conocimiento. Estos factores son, en opinión de Chomsky, inciden-tales, es decir, carecen de relevancia por lo que respecta a la descripción lingüística. La actuación es particular, cambiante, dependiente de las circunstancias; puede ofrecer evidencias de la competencia, pero éstas son circunstanciales y, por tanto, susceptibles de no ser tomadas en cuenta. Los conceptos abstractos de la competencia y los hechos concretos de la actuación son fenómenos completamente distintos y, así, no cabe inferir unos de otros: lo que sabemos no puede identificarse con lo que hacemos.

La distinción de Chomsky se corresponde, obviamente, con la de Saussure en algunos aspectos: muestra una dicotomía similar entre conocimiento y conducta lingüística, así como una delimitación similar de lo que constituye el ámbito de la investigación lingüística. Pero también hay diferencias. Primero, en Chomsky no hay ambivalencia alguna en lo concerniente al estatus de la distinción. No es que la competencia sea presentada como un constructo conveniente y por tanto como principio útil para el estudio del lenguaje, sino que se la presenta como constructo válido, como el principio fundamental del lenguaje mismo. Centrarse en la compe-tencia equivale a centrarse en lo que es esencial y primario. La actuación es una categoría residual de fenómenos secundarios, incidentales y periféricos.

Segundo, aunque langue y competencia admiten ser definidas en términos de conocimiento abstracto, la naturaleza de tal conocimiento es concebida en cada caso de modo diferente. Saussure lo considera algo socialmente compartido, conocimiento común: ve la langue como un libro del que hay numerosos ejemplares distribuidos por toda la comunidad. Constituye, por tanto, una generalidad de los factores más comunes. Pero para Chomsky la competencia no es un fenómeno social, sino una realidad psicológica; no es una generalidad compartida, sino cierta dotación genética de todo individuo. Naturalmente, las personas no están programadas innatamente para adquirir la competencia en una lengua particular, sino que, más exactamente, la

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competencia en una lengua puede considerarse una variante en relación con los rasgos universales del lenguaje.

La langue, por tanto, es concebida como cierto conocimiento que está determi-nado por los miembros de una comunidad social, y esta circunstancia explica que la atención se centre, como es natural, en aquello que hace diferente a cada langue. En esta definición de conocimiento lingüístico la pregunta más importante puede ser ésta: ¿qué es lo distintivo en las lenguas particulares en tanto que fenómeno social? La competencia, en cambio, es concebida como aquel conocimiento que está determi-nado por la pertenencia a la especie humana; por ello, el interés aquí está, no en lo que hace diferentes a las competencias, sino en lo que constituye su base común. En esta definición de conocimiento lingüístico la pregunta más importante sería ésta: ¿qué es lo distintivo del lenguaje en general, como nota específica de la especie humana?

Vemos, entonces, que la distinción chomskyana lleva a definir la Lingüística como actividad investigadora referida sobre todo a los universales de la mente humana. De hecho, Chomsky ha definido la Lingüística como una rama de la Psicología cognitiva. Su idealización es estrictamente de carácter formalista, en tanto que se centra en las formas de las lenguas como evidencias de tales universales, sin ocuparse de cómo esas formas actúan en el tráfago de la comunicación, en la vida social de las distintas comunidades. A este respecto, la definición de competencia de Chomsky como el objeto propio de la Lingüística, se halla, en el continuum de abstracción, mucho más allá de donde se encuentra la definición que Saussure propone de langue, pues se deja totalmente a un lado cualquier consideración de carácter social.

Hay otros dos aspectos que conviene resaltar en relación con esta definición formalista del lenguaje. En primer lugar, como ya se dijo antes, es evidente que cuanto más se avanza en la abstracción, mayor riesgo se corre de perder contacto con la realidad concreta del uso del lenguaje. Si la competencia es el conocimiento de los principios abstractos de la organización lingüística, que pueden no hacerse evidentes en la actuación, incluso ni siquiera hacerse accesibles a la consciencia, entonces, ¿qué cuenta -cabría preguntarse- como evidencia empírica de la existencia del lenguaje? La respuesta a esta pregunta generalmente ha sido que los lingüistas mismos, en tanto que hablantes nativos representativos de una lengua, pueden obtener evidencias a partir de sus propias intuiciones. Pero, ¿qué razón podría esgrimirse para sostener como autoevidente que los lingüistas son informantes fiables? El sentido común nos dice que, como partes interesadas en el proceso e inclinadas al análisis, los lingüistas mostrarían evidencias muy sesgadas de los hechos lingüísticos, por lo que no serían, ciertamente, los hablantes más representativos. Hay medios para salir al paso de este argumento, pero lo cierto es que los problemas concernientes a la relación entre abstracción y concreción siguen estando planteados: por un lado, cuanto más se aparta al lenguaje de su entorno natural, mayores son las dificultades en esa relación; por otro, cuanto más sea circunscrito el lenguaje a su ámbito natural, menos podrán quedar al descubierto las generalidades significativas. El dilema de la idealización, ya considerado más arriba, siempre acompañará la labor del lingüista.

Si el aspecto que acabamos de tratar se refería a la metodología de la investigación lingüística, esto es, a cómo justificar los asertos que se puedan hacer sobre el lenguaje, el segundo tiene que ver con el abarque de la investigación lingüística, es decir, con aquello de que han de tratar de hecho tales asertos. Y aquí la postura de Chomsky pudiera resultar paradójica. Lo que este autor plantea como realidad central del lenguaje es un conjunto abstracto de principios organizativos que, de una parte, definen un área de la cognición humana, una facultad lingüística específica, y, por otra, determinan los parámetros de la Gramática Universal. Las diversas formas de las

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diferentes lenguas resultan de interés en la medida en que pueden considerarse como las numerosas disposiciones adoptadas por estos parámetros generales. Las funciones comunicativas que tales formas asumen en el uso concreto de las lenguas carecen de todo interés: no aportan evidencias fiables de los principios cognitivos subyacentes, habida cuenta de las muchas distracciones que afectan a los datos, debidas a las variables de la actuación. Así las cosas, desde este punto de vista, el aspecto más importante del lenguaje es que constituye la evidencia de otra cosa, a saber, determinada facultad de la mente humana, específica e innata a la especie. En cierto sentido, por tanto, parece que lo que es central en el lenguaje es que éste no es en sí mismo algo central. Paradójicamente, para Chomsky el estudio del lenguaje descansa en descartar, como irrelevantes, muchos de los aspectos que lo constituyen. Y así, en esta perspectiva, la Lingüística de lo que se ocupa de hecho no es del lenguaje, sino de la gramática, y, más en concreto, de esa área de la gramática que concierne a las relaciones estructurales de los constituyentes de la oración, esto es, de la sintaxis.

La delimitación del abarque que Chomsky establece para la Lingüística es en extremo amplia y de amplio alcance por lo que respecta a sus implicaciones, pues sólo se tienen en cuenta los universales de la mente humana. Pero también es, complementariamente, extremadamente estrecha y excluyente por lo que toca al fenómeno familiar del lenguaje en sí mismo. Lo que Chomsky plantea es una explicación abstracta del lenguaje que está muy lejos de la experiencia concreta. No es de extrañar, pues, que suscite críticas y discusiones. 2.6 Saber y habilidad

Una objeción al modelo de Chomsky es que en él se define la naturaleza del

conocimiento lingüístico de un modo excesivamente estrecho: conocimiento de la forma gramatical y, más en concreto, de la sintaxis. Pero saber una lengua -se sigue diciendo en la objeción- consiste en mucho más que en conocer sólo la forma que adopta: saber una lengua tiene también que ver, y mucho, con las funciones que asume. Y esto implica, además, conocer numerosos aspectos de las palabras, no tanto como elementos formales, como constituyentes de frases, cuanto como unidades de sentido que interactúan con la sintaxis de modo muy complejo. Los sistemas formales de una lengua se han desarrollado, después de todo, en conjunción con las palabras, como codificación semántica interna de cierta realidad social externa. Por tanto, si hemos de dar cuenta cabal del conocimiento gramatical -sigue el argumento- no puede pasarse por alto el hecho de que la forma lingüística está funcionalmente motivada. Si lo hacemos, si despojamos a la forma completamente de su función, ello equivale a presentar una visión distorsionada de la naturaleza del lenguaje. En esta perspectiva, la Lingüística es esencialmente el estudio acerca de cómo las lenguas significan, acerca de cómo están configuradas funcionalmente: ahora es la semántica lo que prevalece. Por ejemplo, desde ese punto de vista funcional, una oración no es sólo una estructura sintáctica organizada en distintos niveles de constitución, sino también, y esencialmente, el vehículo simbólico complejo con el que expresamos para nuestro interlocutor una determinada actitud enunciativa sobre determinados hechos; y un sujeto no es sólo el constituyente de la oración que se caracteriza por ciertas propiedades formales (concordancia, marca de caso especial, posición en la oración, etc.), sino el participante en la relación descrita por un verbo que se escoge como figura principal de la misma.

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La gramática formal de Chomsky se propone identificar determinados rasgos de la sintaxis relacionados con los principios universales e innatos de la cognición humana. Pero también pueden considerarse los hechos lingüísticos en términos de gramática funcional, esto es, considerando cómo el lenguaje se vea influido de muy diversos modos por el entorno, cómo es moldeado por el uso social y refleja las funciones que asume.

Pero, además, junto a lo anterior se esgrime que saber una lengua también incluye el conocimiento sobre cómo acceder a la gramática y a otros aspectos formales de la misma, para expresar sentidos apropiados a los diferentes contextos en los que la comunicación tiene lugar. Esto es también de naturaleza funcional, pero desde otro punto de vista: ahora lo que consideramos no es lo que una lengua puede significar, es decir, lo que pudiéramos llamar la función interna de las formas de un código lingüístico, sino lo que los hablantes quieren decir por medio de una lengua, es decir, con qué función externa se emplean las formas en la comunicación. El saber abstracto tiene que actualizarse en términos concretos, y esto normalmente se lleva a cabo usándolo en la comunicación, no citando frases al azar. Los hablantes no se limitan simplemente a mostrar su saber lingüístico: actúan sobre este saber y sus acciones en este sentido están reguladas de muy diversos modos. Así, según este punto de vista, la competencia no es sólo un conjunto de saberes abstractos, sino también la habilidad para explotar esos saberes en el uso comunicativo de acuerdo con ciertas conven-ciones.

Hay, por tanto, dos maneras de revisar la concepción chomskyana de competencia, de replantear las líneas de idealización al elaborar un modelo del lenguaje. En primer lugar, podemos redefinir lo que deba constituir el código o la lengua interna, incluyendo ahí aspectos concernientes a la naturaleza del lenguaje en tanto que instrumento de comunicación. Ello nos lleva a una gramática funcional, por lo que -cabría decir- se amplía el concepto de saber lingüístico.

En segundo lugar, se podría extender la noción misma de competencia para que incluyera tanto el saber como la habilidad para manipularlo comunicativamente. La actuación, así, equivale a cualquier muestra concreta de conducta resultante del ejercicio de la habilidad aplicada al saber lingüístico, y no simplemente de éste último. La habilidad es el brazo operativo de la competencia, por decirlo así, y nos permite lograr cierto sentido explotando los recursos del saber lingüístico. Se podría esgrimir que, de no existir esta habilidad para acceder a las estructuras abstractas de una lengua -la competencia lingüística pura-, éstas permanecerían siempre en los niveles internos de la mente y no verían la luz del día. Como esta habilidad sólo se activa mediante una u otra finalidad comunicativa, podemos, congruentemente, denominarla competencia comunicativa.

Las finalidades comunicativas no son más que las funciones que se pueden

acometer mediante el uso del lenguaje. Tales funciones, como podrá suponerse, son variadísimas. Muestra de ello son las distintas clasificaciones que se han propuesto para dar cuenta de ellas. La debida a M. A. K. Halliday goza, por su coherencia y operatividad, de bastante aceptación entre los lingüistas no formalistas. Consiste esta propuesta, en pocas palabras, en lo siguiente. Según Halliday, las funciones que puedan realizarse mediante el lenguaje responden siempre, básicamente, a tres macrofunciones:

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a) Función ideativa: contiene todas aquellas microfunciones que de un modo u otro permiten usar una lengua como código simbólico para representar el mundo que nos rodea (identificar objetos, cuantificarlos, expresar las rela-ciones, los papeles de los agentes que intervienen en los procesos, etc.). Gracias a la función ideativa podemos ‘conceptualizar’ el mundo y aprehen-derlo lingüísticamente de algún modo. En cierto sentido, hacemos que el mundo exista lingüísticamente. Por ejemplo, en la expresión Juan le entregará a María los libros azules hoy existe una estructura ideativa que podríamos representar así:

Juan entregará le ... a María los libros… hoy

{AGENTE – PROCESO – DESTINATARIO – OBJETO – CIRCUNSTANCIA}

Las propiedades de esta conceptualización de la realidad se recogen en la estructura sintáctica comúnmente denominada ‘transitiva’. Adviértase, por otro lado, que esos hechos podrían expresarse con una frase como María recibirá los libros hoy de parte de Juan, con la que podemos aludir a las mismas circunstancias objetivas pero captándolas desde otro punto de vista, el que caracteriza al verbo recibir, que escoge como sujeto, a diferencia de lo que ocurre con entregar, al receptor de esa transferencia y no al donante. En la función ideativa podemos reconocer, por tanto, un aspecto factual o proposicional relacionado con los hechos a los que nos referimos y un aspecto representativo relacionado con la perspectiva que escogemos para expresar esos hechos.

b) Función interpersonal: recoge todas aquellas microfunciones que revelen las

relaciones que mantengamos con los demás o con las cosas. Es natural que, además de servirnos del lenguaje para representar el mundo, lo usemos como instrumento con el que actuar y establecer diversas relaciones. Con la función ideativa logran los hablantes dar existencia lingüística al mundo; con la inter-personal, en cambio, lo que consiguen esos hablantes es que cobran, como tales, existencia lingüística: como hablante o interlocutor, como poseedores de ciertos papeles sociales, como actores de múltiples acciones, como partes de cierta relación social, etc. Tanto es esto así que podemos comunicarnos en algunas ocasiones sólo mediante el establecimiento de alguna microfunción interpersonal (es decir, sin recurrir a la función ideativa). Así, siguiendo con el ejemplo de arriba, podríamos decir de distintas maneras la expresión que está constituida por los elementos:

Juan entregará le... a María los libros azules hoy SUJETO – VERBO – OBJ. INDIRECTO – OBJ. DIRECTO – ADJUNTO

Si la secuencia aparece en cierto orden y con cierto tipo de entonación, configura una función de alcance interpersonal: la aseveración. El hablante expresa cierto hecho y se compromete con su veracidad ante el oyente. Si tales elementos cambian de orden y reciben otro patrón entonativo, entonces podríamos estar ante una pregunta, o una orden, por ejemplo. Así, si formulamos la pregunta ¿Juan le entregará libros azules a María hoy?, el contenido de la anterior aseveración se presenta como un acto comunicativo

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muy distinto, en el que la intención del hablante es obtener una confirmación de parte del oyente sobre la situación aludida.

c) Función textual: a ella remiten, por ejemplo, todas aquellas microfunciones que

sirvan para construir debidamente la secuencia de nuestros enunciados orales o escritos. Gracias a ella lo que producimos lingüísticamente es reconocido y aceptado como ‘texto’. Es obvio que cuando hablamos o escribimos no nos limitamos a la producción de una oración o frase, sino que solemos casi siempre usar varias de estas unidades engarzándolas de algún modo. Hay en toda lengua palabras y expresiones que están especialmente diseñadas para este fin. Considérese, por ejemplo, el fragmento siguiente:

Un día apareció en nuestra calle una señora. Llevaba un gorro de colores vivos que resultaba allí totalmente fuera de lugar, pues iba adornado con tres plumas y una ancha banda azul que flotaba alegremente al viento.

Como se ve, hay en este texto ciertos elementos que indican que las oraciones que lo componen se refieren a la misma historia. Por ejemplo, en la segunda oración la desinencia –aba de llevaba indica claramente que el autor del texto está haciendo referencia a otra expresión previa: una señora, que aparece en la oración anterior. Del mismo modo, allí mira hacia nuestra calle, y resulta comprensible porque se puede establecer esta relación. El elemento que se refiere en un caso a un gorro de colores vivos y en otro a una ancha banda azul, y en ambos casos permite la unión de una oración con un elemento previo (las frases a que hace referencia). Los elementos examinados, por tanto, aseguran la trabazón de las oraciones, hacen que el texto resulte reconocible y aceptable; mantienen, por tanto, la cohesión de tal texto.

3. BREVE HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA El lenguaje ha fascinado a los seres humanos y se ha investigado con seriedad durante más de 2000 años. A menudo ha habido reflexiones sobre materias como la naturaleza del significado, los ideales de corrección o los orígenes del lenguaje que han dado lugar a observaciones subjetivas y anecdóticas. Pero también ha habido desde los tiempos más antiguos estudios objetivos en los que los estudiosos han examinado de modo detallado y organizado no pocos aspectos de la gramática, el vocabulario y la pronunciación. El lenguaje atrajo la atención de un número de estudiosos cada vez mayor a finales del siglo XVIII. El interés era tan grande que rápidamente fue posible advertir el surgimiento de un nuevo campo de investigación centrado en el estudio del lenguaje. Este enfoque, conocido primero como Filología, abordaba de forma exclusiva el desarrollo histórico del lenguaje. El campo que aborda la Filología se amplió extraordinariamente, como hemos visto en otros lugares de este tema, durante el siglo XX, abarcando un extenso conjunto de materias (vid. § 4) remisibles a la Lingüística, tal como es entendida hoy en día.

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3.1 Griegos, romanos e indios Muchas civilizaciones antiguas disponían de un conocimiento religioso o filosófico del lenguaje. En particular, los antiguos gramáticos y filósofos de Grecia, Roma e India abordaron varios aspectos importantes relativos al análisis del lenguaje. 3.1.1 Grecia El debate lingüístico que ha sobrevivido se encuentra en las obras de Platón (c. 427-347 a. C.). Cratilo es el diálogo sobre los orígenes del lenguaje y la naturaleza del significado que se desarrolla primero entre Sócrates y Hermógenes, y luego entre Sócrates y Cratilo. Hermógenes sostiene la opinión de que el lenguaje tuvo su origen como producto de la convención, de modo que la relación entre las palabras y las cosas es arbitraria, “pues nada tiene su nombre por naturaleza, sino sólo por el uso y la costumbre”. Cratilo sostiene la postura opuesta, según la cual el lenguaje surgió de modo natural y, por tanto, existe una relación intrínseca entre las palabras y las cosas: “existe un nombre correcto de modo natural para todas las cosas: un nombre que no es simplemente aquel que varias personas acuerdan de modo conjunto para llamar a una cosa”. El debate continúa con todo detalle, pero no se llega a una conclusión firme. La segunda postura se presenta de modo más completo y se invoca en apoyo el origen divino: “un poder mayor que el del hombre asignó los primeros nombres a las cosas, de modo que por necesidad deben ser correctos”. Por el contrario, Aristóteles (384-322 a. C.), en su ensayo Sobre la interpretación, apoyó el primer punto de vista. Consideró que la realidad de un nombre se encuentra en sus propiedades formales o forma, siendo su relación con el mundo real secundaria o indirecta: “no existe ningún nombre por naturaleza, sino sólo convirtiéndose en un símbolo”. Estas primeras ideas desembocaron en dos escuelas de pensamiento filosófico denominadas desde entonces convencionalista y naturalista. Los lingüistas modernos han señalado que ninguna de las dos es válida en sus formas extremas. Sin embargo en aquella época se formularon varias posturas modificadas e intermedias y gran parte del debate inspiró un profundo interés en la lengua griega. En esa época se discutió otro aspecto teórico: si la regularidad (analogía) o la irregularidad (anomalía) explicaba mejor los hechos lingüísticos del griego. Según la primera concepción el lenguaje es totalmente regular y manifiesta simetrías en sus reglas, paradigmas y significados. La atención de la segunda se centra en las numerosas excepciones a esas reglas, como la existencia de verbos irregulares o la falta de correspondencia entre género y sexo, por ejemplo. La Lingüística moderna no opone los dos principios de esta manera; en la actualidad se analizan las lenguas haciendo referencia a sus reglas y a sus excepciones con el objetivo de comprender la relación entre ambas, en lugar de negar la importancia de cualquiera de las dos. La significación histórica del debate radica en que estimuló estudios detallados de la gramática griega y latina. En el siglo III a. C. los estoicos establecieron de modo más formal las nociones gramaticales básicas que se han hecho tradicionales desde entonces en el pensamiento occidental a través del latín. Los estoicos agruparon las palabras en

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partes del habla, organizaron sus formas variantes en paradigmas y crearon nombres para ellas (por ejemplo, los casos del nombre). Dionisio de Tracia (c. 100 a. C.) escribió la primera gramática formal del griego, un trabajo que sirvió de referencia durante más de mil años. Los trabajos se orientaron por completo hacia el lenguaje escrito durante todo este período. De hecho, la palabra gramática (en griego, grammatiké) significa “el arte de escribir”. Se concedió cierta atención a algunas nociones básicas sobre la articulación del habla y se añadieron tildes en la escritura como guía para la pronunciación; pero el interés se centró principalmente en los campos de la gramática y la etimología, no en el de la fonética. También surgió una doctrina de la corrección y la estilística: se establecieron normas lingüísticas por comparación con el lenguaje de escritores antiguos (por ejemplo, Homero) y, como el griego hablado (la koiné) se separaba cada vez más de la norma literaria, es posible encontrar también las primeras discusiones sobre la naturaleza indeseable del cambio lingüístico: era necesario preservar el lenguaje de la corrupción. 3.1.2 Roma Los escritores romanos siguieron en gran parte el precedente griego e introdujeron un enfoque especulativo para el lenguaje. Por lo general, emplearon, en las obras descriptivas del latín, con pocos cambios las categorías y terminología griegas. Sin embargo, el trabajo más influyente del período romano resultó ser una excepción a esta tendencia: la codificación de la gramática latina realizada por Marco Terencio Varrón (116-27 a. C.) bajo los encabezamientos de etimología, morfología y sintaxis. Su obra, De Lingua Latina (“Sobre la lengua latina”), constaba de 26 libros, aunque se conserva sólo una cuarta parte de ellos, y tenía en cuenta varias diferencias entre el latín y el griego (por ejemplo, la ausencia de artículo definido en latín). Varrón sostenía también la opinión (notablemente moderna) de que el lenguaje es, en primer lugar y de manera básica, un fenómeno social cuyo propósito es la comunicación, y que sólo secundariamente constituye una herramienta para la investigación lógica y filosófica. Varios autores escribieron trabajos importantes en el campo de la gramática y la retórica. Entre ellos destacan Cicerón (106-43 a. C.), sobre estilo, y Quintiliano (siglo I), acerca del uso del lenguaje y sobre cómo hablar en público. Julio César (100-44 a. C.) escribió sobre la regularidad gramatical y se dice que lo hizo mientras cruzaba los Alpes en una campaña militar. Elio Donato (siglo IV) trató en sus escritos la gramática latina (Ars maior) y su obra se utilizó hasta la Edad Media. El hecho de que fuera la primera obra en imprimirse en tipos de madera y que contara con una edición abreviada para niños (Ars minor) constituye una prueba de su popularidad. Otro trabajo influyente en el siglo VI que se siguió empleando durante la Edad Media fueron las Institutiones grammaticae (“Categorías gramaticales”) de Prisciano: contiene 18 libros y sigue siendo la gramática más completa de la época de que disponemos. El principal resultado del período romano fue un modelo de descripción gramatical que se transmitió a través de muchos escritores de Europa y que, en último término, se convirtió en la base de la enseñanza de la lengua en la Edad Media y el Renacimiento. Con el tiempo, este modelo se convirtió en el enfoque “tradicional” de

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la gramática, que sigue ejerciendo su influencia en la enseñanza de las lenguas modernas. 3.1.3 India Los lingüistas indios elaboraron por esta misma época técnicas de análisis descriptivo minucioso que podrían haber gozado de gran influencia si hubieran llegado al mundo occidental, hecho que no tuvo lugar hasta el siglo XIX. La motivación de los trabajos realizados en la India difería bastante de las materias especulativas que atraían a los pensadores griegos y romanos, aunque no les eran desconocidas. Los sacerdotes hindúes sabían que su lengua se había alejado de la lengua, el sánscrito, de sus textos sagrados antiguos, los Vedas, tanto en la pronunciación como en la gramática. Una parte importante de sus creencias estipulaba que ciertas ceremonias religiosas debían reproducir de modo preciso la forma original de los textos para ser apropiadas. Los cambios lingüísticos no constituían una corrupción, como en Grecia, sino una profanación, por lo que se desarrollaron, a fin de superar este problema, varias disciplinas auxiliares (Vedanga, “miembros de los Vedas”), que incluían la fonética, la etimología, la gramática y la métrica. La solución consistía en establecer de modo preciso y sistemático los diversos hechos de la lengua antigua y elaborar así un texto autorizado. La prueba más antigua de esta hazaña es el trabajo que el gramático Panini (c. 540-460 a. C.) llevó a cabo en forma de 4000 enunciados aforísticos conocidos como sutras (“hebras”). Los Astadhayayi (“Ocho libros”), que recogen principalmente las reglas de formación de palabras, se compusieron en un estilo tan condensado que han requerido amplios comentarios, habiéndose establecido una importante tradición descriptiva desde entonces. El trabajo es notable por sus detalladas descripciones fonéticas: por ejemplo, se describen de modo claro los lugares de articulación, se introduce el concepto de sonoridad y se reconoce la influencia mutua de los sonidos en el habla seguida (la noción de sandhi). Varios conceptos de la Lingüística moderna derivan de esta tradición. 3.2 Edad Media No se sabe demasiado acerca del desarrollo de las ideas lingüísticas en Europa durante la Edad Media, aunque es evidente que el latín, como lengua de la educación, permitió la continuidad de la tradición entre los períodos clásicos y medievales. En el Medioevo el aprendizaje se basaba en siete “artes”, tres de las cuales –gramática, dialéctica y retórica- formaban una división conocida como Trivium. La gramática, que se basaba principalmente en Prisciano y en Donato, se consideraba el fundamento de todo el aprendizaje. En los siglos XIII y XIV se desarrolló una tradición de gramáticas “especulativas”, en las que se interpretaban las nociones gramaticales dentro del marco de la filosofía escolástica. Los autores (los modistae) buscaban en la filosofía la explicación última de las reglas gramaticales. Una cita famosa de este período afirma que no es el gramático, sino “el filósofo [quien] descubre la gramática” (philosophus

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grammaticam invenit). Se pensaba que las diferencias entre las lenguas eran superficiales y que escondían la existencia de una gramática universal. La Edad Media presenció también el desarrollo de la lexicografía occidental e importantes avances en el campo de la traducción, debido, sobre todo, al aumento de la actividad misionera cristiana. En Oriente, los escritores bizantinos continuaron exponiendo las ideas de los autores griegos y existía una fuerte tradición de estudios en lengua árabe relacionados con el Corán (que no debía traducirse). En torno al siglo VIII se elaboraron varias gramáticas y diccionarios importantes, así como trabajos descriptivos sobre la pronunciación del árabe que no se conocieron en Europa Occidental durante largo tiempo. Las oportunidades de contacto con las tradiciones lingüísticas griega, árabe y hebrea llegaron únicamente después, como resultado de las Cruzadas. 3.3 Del Renacimiento al siglo XVIII El redescubrimiento del mundo clásico que llegó con el “despertar del aprendizaje” y el descubrimiento del Nuevo Mundo, transformó el estudio del lenguaje. La labor de los misioneros dio lugar a una gran cantidad de material lingüístico, especialmente de Oriente Medio. Se descubrieron las tradiciones lingüísticas chinas. Los estudios árabes y hebreos progresaron; éstos últimos en especial, en relación con la Biblia. En el siglo XVI se escribieron varias gramáticas de lenguas exóticas (por ejemplo la del quechua, en 1560). Se estudiaron de forma más sistemática las lenguas europeas, especialmente la familia románica. Las primeras gramáticas del español e italiano datan del siglo XV. Se iniciaron proyectos importantes de diccionarios en muchas lenguas y nacieron las academias. La disponibilidad de la imprenta provocó una rápida diseminación de ideas y materiales. La llegada de la época moderna trajo consigo la emergencia de nuevas cuestiones filosóficas. El siglo XVII se caracteriza por los debates entre “racionalistas” y “empiristas” acerca del papel de las ideas innatas en el desarrollo del pensamiento y del lenguaje. Según la filosofía cartesiana, las ideas innatas suministraban la base para la certidumbre del conocimiento. Pero los filósofos para quienes el conocimiento se deriva del modo en que la mente actúa sobre las impresiones externas de los sentidos (como Locke, Hume y Berkeley) negaron la existencia de tales ideas. Esta cuestión ha surgido de nuevo en el siglo XX. Durante los siglos XVII y XVIII fueron testigos de hechos importantes: la caída del latín como medio universal de comunicación y su sustitución por las lenguas modernas; las numerosas propuestas de lenguas universales, sistemas taquigráficos y códigos secretos; los principios de un enfoque sistemático para la fonética; el desarrollo de gramáticas “generales”, basadas en principios universales, como la gramática de Port Royal (siglo XVII), y las importantes elaboraciones de la gramática tradicional en las escuelas. La primera formulación del parentesco entre el sánscrito, el griego y el latín se realizó cerca del siglo XIX, en un anuncio de lo que sería la Filología comparada.

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3.4 La Lingüística de los siglos XIX y XX Dos enfoques principales para el estudio del lenguaje, uno europeo y el otro americano, se unen para formar el contenido de la Lingüística moderna. El primero surge de los objetivos y métodos de la Filología comparada del siglo XIX, que, nacida en el contexto del romanticismo y del afianzamiento de los nacionalismos europeos, se centra en registros escritos y se interesa por el análisis y la interpretación históricos. Una obra pionera en este sentido fue la de Franz Bopp (1791-1867): Ueber das Konjugationssystem der Sanskritsprache in Vergleichung mit jenem der griechischen, lateinischen, persischen und germanischen Sprache (“Sobre el sistema de la conjugación del sánscrito comparado con el de las lenguas griega, latina, persa y germánica”). Esta obra puso las bases para la Lingüística comparada e histórica, propias de este siglo. En efecto, en años posteriores, los germanistas y los romanistas, que disponían de abundantísimos testimonios escritos de las lenguas estudiadas, afinaron extraordinariamente esta metodología y lograron dar una imagen fidedigna del devenir de tales grupos de lenguas y del parentesco entre ellas. En el ámbito de las lenguas románicas fue sobresaliente la obra de Friedrich Diez (1794-1876): Grammatik der romanischen Sprachen (“Gramática de las lenguas románicas”), publicada entre 1836 y 1838; y en el de las lenguas germánicas lo fue la de Jakob Grimm (1785-1863): Deutsche Grammatik (“Gramática alemana”), publicada entre 1819 y 1837. En ambas se utilizó el método comparado sobre una base histórica, lo que permitió a sus autores reconstruir, respectivamente, el desarrollo de las lenguas románicas y germánicas estudiadas desde sus orígenes comunes. Fueron los primeros estudios sistemáticos de carácter diacrónico. La corriente histórico-comparada determinó sustancialmente el desarrollo de los estudios sobre el lenguaje durante el resto de este siglo.

Los comienzos del siglo XX presenciaron un radical cambio de énfasis gracias al estudio de los principios que rigen la estructura de las lenguas propuesto por el lingüista ginebrino Ferdinand de Saussure (1857-1913). Los primeros trabajos de De Saussure versaban sobre Filología, pero se recuerda principalmente a este autor por sus ideas teóricas, resumidas en el Cours de Linguistique Générale (“Curso de Lingüística general”), considerado mayoritariamente como el fundamento de la Lingüística moderna. En esta obra se exponen los conceptos de lengua y habla, sincronía y diacronía, significante y significado, constitutivos del signo lingüístico, los ejes sintagmático y asociativo (después denominado paradigmático). Como estos conceptos, que son ya parte indiscutible del acervo de la Lingüística, se explican en éste y otros temas, nos los resumiremos aquí. El segundo enfoque nació de los intereses de los antropólogos americanos, preocupados por elaborar, antes de que desaparecieran, descripciones adecuadas de las lenguas y culturas indígenas americanas. En este caso, a diferencia de la Filología comparada europea, no existían registros escritos en los que basarse, por lo que el análisis histórico no resultaba posible. Además, la estructura de tales lenguas era muy diferente de la de las lenguas estudiadas en la tradición europea. Por tanto, el enfoque debía ofrecer una descripción cuidadosa de los patrones hallados en el habla de las lenguas examinadas. Un pionero en este campo fue Franz Boas (1858-1939), que publicó el primer volumen del Handbook of American Indian Languages (“Manual de las lenguas indias americanas”) en 1911. Diez años después apareció otro libro de inspiración antropológica: Language (“Lenguaje”), de Edward Sapir (1884-1942).

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Ambas obras demostraron tener un influencia formativa en el desarrollo inicial de la Lingüística en América. Estos dos enfoques se desarrollaron rápidamente. Varios grupos de especialistas en Europa (particularmente en Suiza, Chequia, Francia y Dinamarca) recogieron las ideas de De Saussure y de este impulso surgieron escuelas de pensamiento basadas en sus principios: de modo notable, el Círculo Lingüístico de Praga (en el que militaron lingüistas tan prestigiosos como Trubetzkoy o Jakobson) o el Círculo Lingüístico de Copenhague (con L. Hjelmslev a la cabeza). El campo de la fonología fue el primero en desarrollarse y los avances posteriores llegaron a áreas como la gramática y el estilo. La influencia de De Saussure continuó siendo poderosa durante buena parte del siglo XX: su noción de “sistema” fue el punto de arranque de numerosas investigaciones de carácter semiótico y estructuralista. En América, el desarrollo de los minuciosos estudios descriptivos de las lenguas habladas dio lugar también a importantes avances en los ámbitos de la fonética y la fonología, y se dedicó especial atención a las peculiaridades distintivas halladas en la morfología y sintaxis de las lenguas indias americanas. La primera formulación importante de los principios teóricos y prácticos del análisis lingüístico surgidos en este enfoque fue Language (“Lenguaje”) de Leonard Bloomfield (1887-1949), obra aparecida en 1933. Este libro dominó el pensamiento lingüístico americano durante más de veinte años y estimuló numerosos estudios de gramática y fonología. Con el tiempo, el enfoque bloomfieldiano recibió el nombre de “estructuralismo”, debido a las distintas clases de técnicas que empleaba en la identificación y clasificación de los rasgos de la estructura oracional (en particular, de los relativos a las partes constituyentes de una oración). El enfoque de Bloomfield presentaba también una visión conductista de la Lingüística, en especial por su modo de ver el significado. Sin embargo, su atractivo disminuyó en la década de los 50, momento en que tuvo lugar una violenta reacción contra las limitaciones de la metodología estructural, sobre todo en el campo de la gramática. En 1957, Avram Noam Chomsky (n. 1928) publicó Syntactic Structures (“Estructuras sintácticas”), obra que se convirtió en un hito de la Lingüística del siglo XX. Chomsky desarrolló en ésta y otras muchas publicaciones posteriores la concepción de la gramática generativa, que se apartaba del estructuralismo y del conductismo propios la Lingüística americana de décadas anteriores. Mostraba que los análisis anteriores de las oraciones eran inadecuados en varios aspectos, principalmente debido a que no tenían en cuenta la diferencia entre los niveles “superficial” y “profundo” de la estructura gramatical. Por ejemplo, dos oraciones como Juan es partidario de convencer y Juan es fácil de convencer pueden analizarse superficialmente del mismo modo, pero difieren desde el punto de vista de su significado subyacente: poseen la misma estructura superficial pero diferentes estructuras profundas. Un propósito fundamental de la gramática generativa consistía en establecer un método de análisis de las oraciones que tuviera en cuenta ambos niveles de estructuración. Para hacerlo, Chomsky propuso la distinción entre competencia y actuación (similar hasta cierto punto a la saussureana de lengua y habla (vid. 2.5)), propugnó el carácter “mentalista” que debería asumir la Lingüística frente al conductismo del enfoque bloomfieldiano y propugnó la necesidad de alcanzar el conocimiento de los factores comunes a todas las lenguas, lo que determina la naturaleza del lenguaje humano, lo que en última instancia, en su opinión, constituye

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el verdadero objeto de la Lingüística. Ya hemos visto más arriba con algún detalle todos estos aspectos (vid. 2.5). 3.6 La Lingüística en la actualidad: formalismo y funcionalismo en el estudio del len-guaje

Se puede afirmar que la Lingüística actual, que cubre un campo sumamente complejo de fenómenos ligados al lenguaje, se basa fundamentalmente en dos corrientes de pensamiento: la formalista, fundamentada en los modelos chomskyanos, y la funcionalista, nacida, en buena medida, de diversas reacciones a tales modelos.

Como es bien sabido, las ideas de Chomsky han dado lugar a planteamientos muy diversos tanto por parte de él mismo (son conocidas las constantes revisiones a que somete sus modelos de explicación del lenguaje) como por otros investigadores. Se suele decir que tales aproximaciones al estudio del lenguaje y las lenguas son formalistas, pues descartan todo lo social y concreto y se limitan a lo más abstracto.

Paralelamente al desarrollo de las propuestas formalistas, surgieron también otras muchas (piénsese, por ejemplo, en la Escuela de Praga, la Gramática sistémico-funcional de Halliday, las diversas propuestas cognitivas, etc.) que insistían en el papel del lenguaje y las lenguas en la comunicación y en cómo los hablantes y otros agentes externos inciden en uno y otras. Todas ellas suelen remitirse al ámbito del funcio-nalismo.

Examinaremos a continuación los rasgos más sobresalientes de una y otra ten-dencia. 3.6.1 Formalismo

Aunque de modo muy resumido (y, por tanto, inexacto), las ideas centrales que aglutinan e identifican las investigaciones de esta corriente son:

a) El lenguaje es fundamentalmente un fenómeno individual que está incardinado en la mente o, en términos menos ambiguos, el cerebro. En consecuencia, la Lingüística debe considerarse como parte de la Psicología (de ahí la enorme influencia de Chomsky sobre esta disciplina, que ha cambiado tanto como la Lingüística en los últimos cuarenta años).

b) Los datos lingüísticos que recibe el niño durante sus primeros años de vida no son suficientes para permitirle aprender una lengua; además, cualquier niño puede aprender cualquiera sin diferencia alguna. En consecuencia, debe existir una predisposición mental para el lenguaje, una cierta arquitectura cerebral propia de la especie humana. Es la gramática universal, responsable de las coincidencias que realmente existen entre todas las lenguas, así como cierta capacidad para elaborar los datos lingüísticos recibidos durante el aprendizaje. El conjunto se denomina facultad del lenguaje.

c) La facultad del lenguaje es eminentemente sintáctica: la forma en que se enlazan y estructuran jerárquicamente los elementos.

d) La facultad del lenguaje, y sobre todo la gramática universal, es independiente del resto de las funciones mentales o cerebrales: el lenguaje no utiliza capacidades cognitivas útiles también para otras funciones, sino que representa

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un módulo independiente, aunque mantenga ciertas relaciones con el resto del cerebro.

e) La facultad del lenguaje es independiente del uso del lenguaje, hasta tal punto que éste debe considerarse secundario y accesorio: de ningún modo puede ser el centro principal de atención de la Lingüística. El uso, llamado actuación, está sometido a gran cantidad de circunstancias que no tienen nada que ver con el lenguaje en sí.

f) El lenguaje es un sistema de representación, no de comunicación: «está ahí» para permitirnos pensar sobre el mundo, no para comunicarnos sobre él.

g) La facultad del lenguaje no es estudiable de forma cabal a partir de sus manifestaciones en la actuación. Esto determina en buena medida el método científico que pueda seguirse; el trabajo puramente empírico y la inducción a partir de los resultados de éste es insuficiente e incluso inútil y contrapro-ducente. Igual que se hace en otras ciencias (como, por ejemplo, en la Física), el procedimiento debe ser fundamentalmente deductivo y basado en la introspección ya que, como seres humanos, tenemos impresa en nuestro cerebro la gramática universal, aunque esté disfrazada y oculta por las contingencias de la actuación. El estudio lingüístico debe seguir los preceptos del método científico y buscar la predicción exacta; por ejemplo, de lo que es una oración permisible en una lengua concreta o, más aún, su estructura permisible en el lenguaje humano, en la gramática universal. Debe evitarse toda ambigüedad, indefinición e imprecisión, y la teoría ha de ser internamente coherente.

h) Lo visible directamente en la actuación no tiene por qué corresponder con lo que existe en la gramática universal; más concretamente, en ésta puede haber cosas que carezcan de representación superficial en las lenguas, tal como aparecen en la actuación. De manera que pueden postularse distintos niveles estructurales y, dentro de ellos, elementos que no se representan directamente en el más superficial.

3.6.2 Funcionalismo

Las ideas que de uno u otro modo subyacen a las investigaciones lingüísticas

enmarcadas en esta tendencia son, más o menos, las siguientes:

a) El lenguaje sólo existe en el uso, en la comunicación. Postular su existencia como algo independiente del uso no tiene sentido, pues toda observación del lenguaje nos proporciona siempre una misma realidad: algo que desempeña ciertas funciones en la interacción de los seres humanos. El uso de lenguaje es necesariamente social, y el lenguaje mismo desempeña en la sociedad y la cultura un papel semejante al de otros fenómenos de distinto carácter.

b) Ciertamente existe un elemento individual que tiene que entenderse en términos de ciertas configuraciones cerebrales. Pero el lenguaje tiene características que comparte con otros fenómenos sociales y cognitivos; debemos pensar que existe una relación muy estrecha entre el funcio-namiento del lenguaje en el cerebro y el funcionamiento de esos otros

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fenómenos. En consecuencia, el lenguaje no es autónomo, no es un módulo cerebral independiente.

c) No tiene sentido postular una «realidad esencial del lenguaje» totalmente distinta de sus manifestaciones en el uso, de manera que la descripción del lenguaje no debe postular entidades ocultas motivadas exclusivamente por necesidades del sistema formal utilizado, sino que debe atenerse más a la realidad misma del lenguaje.

d) Si el lenguaje es esencialmente uso y está dedicado primariamente a la comunicación, las estructuras lingüísticas deben estar estrechamente rela-cionadas con las condiciones de uso y las exigencias que éste plantea. Incluso deben derivarse de éstas.

e) El lenguaje es natural y necesariamente vago, impreciso, mal definido; las predicciones sólo pueden ser probabilísticas. Eliminar del lenguaje estas características es falsear su realidad. En consecuencia, hay que buscar nue-vos métodos científicos.

4. ÁREAS DE INTERÉS DE LA LINGÜÍSTICA

Se podría afirmar, en términos generales, que la Lingüística ha ido definiendo, a lo largo de su historia y de sus contactos con otras disciplinas, algunos ámbitos temáticos y metodológicos que forman parte de su corpus, y que ello ha acontecido a partir, sobre todo, de dos dimensiones esenciales del lenguaje y las lenguas: los fundamentos biológico (natural) y social (humano) de uno y otras. En efecto, estos dos caracteres básicos del hecho lingüístico han sido reconocidos de una u otra manera desde los albores de la Lingüística. Desde antiguo se ha observado que la regularidad más inmediata comprobable a partir de la observación de los fenómenos lingüísticos es que tales fenómenos existen en ciertas coordenadas sociales, es decir, que sólo existen en tanto que permiten la comunicación, la interacción en los individuos de una comunidad. Y también se ha observado que, al producirse los hechos lingüísticos y comunicativos en los seres humanos, ello es evidencia indiscutible de que éstos están dotados, en tanto que especie, de la capacidad del lenguaje: los mismos hechos manifiestan la regularidad de que deban ‘ser adscritos naturalmente’ a la base biológica que los determina. La base social ha permitido el establecimiento de las dimensiones cultural y simbólica, y la biológica ha favorecido el de las dimensiones neuronal y psicológica. Y estas dimensiones han llevado al establecimiento de diversas áreas de estudio dentro del ámbito general de la Lingüística. Reseñaremos las más importantes.

La dimensión cultural (o antropológico-cultural) ha dado origen -entre otros- al tema de la relación «lenguaje-visión del mundo», y ha pesado en la concepción del relativismo y determinismo lingüísticos, planteamientos éstos discutidos desde comienzos del siglo XX en torno a los presupuestos defendidos por B. L. Whorf (1897-1941) y E. Sapir (1884-1939). En esencia, se trata de desentrañar el grado de implicación de los «patrones cognoscitivo-culturales» en la codificación lingüística, así como la incidencia que ello pudiera tener en la comparación de lenguas y en el trasvase de unas a otras -difícil, si no imposible, por sus especificidades, por su relativismo, en opinión de los autores mencionados-. Gracias a estudios como éstos se ha propiciado el desarrollo y asentamiento de áreas de la Lingüística como son la

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Etnolingüística (o Antropología lingüística) y, en buena medida, la Tipología lingüística, cuyo origen se funda en esta perspectiva antropológica pero que después se refina metodológicamente (como veremos en el tema 3) con independencia de la preocu-pación sobre la relación estructura del lenguaje/estructura del pensamiento.

La dimensión cultural muestra otras facetas: la sociológica se hace patente, por ejemplo, en la elección de variedades o de lenguas en los actos de comunicación concretos, y con la que se comunica un determinado significado social que puede ocasionar efectos de ruptura, identificación y solidaridad. Las ramas denominadas Sociolingüística y Sociología del lenguaje (cuyos límites mutuos son muy discutidos) se ocupan de dar cuenta de fenómenos como el aludido. La faceta interactiva se muestra en los modos en que los hablantes ajustan, para alcanzar sus objetivos, sus actuaciones lingüísticas a las exigencias del contexto y del interlocutor. Ello es el ámbito básico de la Prágmatica. Por último, si la estructura y uso del lenguaje se considera desde el ámbito de la Filosofía, surge la Filosofía del lenguaje. La dimensión simbólica de las lenguas, lo concerniente a sus funciones «representativas», está estrechamente ligada, como es de suponer, al carácter comunicativo de las mismas: si son un instrumento para comunicar, por fuerza han de ser también un mecanismo de representación, esto es, constituido por signos (símbolos) y reglas para combinarlos. En una expresión como Este mes tengo tres pruebas se hace necesario que la persona que habla y la que escucha compartan ese mecanismo (ese código), para que la comunicación tenga éxito (para que el contenido transmitido mediante tal expresión pase del emisor al receptor). La dimensión simbólica ha sido especialmente productiva en la propuesta de temas y el plantea-miento de problemas concernientes a la constitución interna de las lenguas, y ello muy especialmente a raíz de que sean consideradas, sobre todo desde perspectivas estructurales, como sistemas de signos. El carácter de los signos lingüísticos y su organización en planos (de la expresión y del contenido) y en componentes (fónico, gramatical y léxico) son aspectos que han requerido la delimitación de las áreas tradicionales de la Fonética, la Morfología, la Sintaxis y la Lexicología. En lo que se refiere a la base biológica, sobre todo en sus aspectos neuronal y psicológico, se han permitido delimitar temas relativos a la patología lingüística, la localización del lenguaje en ciertas áreas del cerebro, la lateralidad de la habilidad lingüística, la adquisición del lenguaje o el procesamiento del lenguaje oral y escrito, temas todos ellos cuyo estudio ha conducido a la aparición y desarrollo de áreas como la Neurolingüística y la Psicolingüística. En la orientación aplicada se abordan problemas reales -por tanto, problemas complejos e interdisciplinares- que afectan al lenguaje. Así, derivados de la naturaleza social y comunicativa del lenguaje, se plantean los aspectos y las necesidades relativos a cómo elaborar diccionarios (Lexicografía), a la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas (ámbito de la Glotodidáctica), y surgen, para su examen, la actividad y el proceso de trasvase de información de unas lenguas a otras (ámbito de la Traductología), o los problemas planteados por la modernización, mantenimiento o normalización de las lenguas o de sus variedades (ámbito de la Planificación lingüística). Por otro lado, derivadas de la naturaleza neuropsicológica del lenguaje, son objeto de gran atención las deficiencias lingüísticas, que primero han de evaluarse para intentar encontrar paliativos o algún procedimiento terapéutico adecuado (ámbito de la Lingüística clínica). Por último, el desarrollo tecnológico de los últimos años, asociado con el propio devenir metodológico en el campo de la Lingüística, ha provocado que se preste especial atención al procesamiento artificial de las lenguas, al

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tratamiento informático de ingentes bases de datos lingüísticos, a los medios automáticos de traducción (ámbito de la Lingüística computacional).

El esquema siguiente expone las dimensiones asociadas a los aspectos biológico y social de la naturaleza del lenguaje, así como las disciplinas (o ramas o divisiones) fundamentales que ha establecido la Lingüística para dar cuenta de aquéllas. Sin embargo, al considerar la multiplicidad de ramas y divisiones de la Lingüística, debemos tener presente que las diferentes facetas del lenguaje no están desconec-tadas y que el objetivo último es encontrar teorías de los distintos ámbitos que sean congruentes entre sí. Por ejemplo, hay que elaborar teorías sobre la configuración o constitución del lenguaje de tal manera que sea posible explicar con ellas que los seres humanos sean capaces (teniendo en cuenta sus limitaciones psicológicas y neuro-lógicas) de adquirirlo, dominarlo y recrearlo históricamente.

EL LENGUAJE Y LAS LENGUAS LA LINGÜÍSTICA

Naturaleza Dimensiones Algunos temas de interés Disciplinas

Adquisición de la lengua Psicológica Cognición y habilidad lingüística Psicolingüística

BIOLÓGICA Patología lingüística Neuronal Localización y lateralidad del lenguaje Neurolingüística RAMAS Lengua y visión del mundo Etnolingüística Cultural Modos de interacción Pragmática Usos lingüísticos y estratos sociales Sociolingüística

SOCIAL Ontología de los elementos lingüísticos Filosofía del lenguaje Simbólica Fonética Constitución y estructura de las

lenguas

Fonología Gramática

DIVISIONES

Lexicología

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EJERCICIOS 1 He aquí algunas definiciones del lenguaje. ¿Qué aspectos de éste se destacan en ellas? ¿En qué concuerdan? ¿En qué se diferencian?

a) «El lenguaje puede ser definido, con brevedad y en sentido estricto, como el medio de expresión del pensamiento humano. En un sentido más amplio y más libre, todo aquello que es la manifestación del pensamiento y lo hace aprehensi-ble, sea por el medio que sea, es llamado lenguaje; así, decimos con bastante propiedad que los hombres de la Edad Media, por ejemplo, nos hablan de las grandes obras arquitectónicas que nos legaron y que éstas nos manifiestan su genio, su religiosidad y su valor.» (W. D. WHITNEY [1874]: The Life and Growth of Language. Nueva York: D. Appleton & Co., 1896; p. 1)

b) «El lenguaje es un método exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar

ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. Estos símbolos son, ante todo, auditivos, y son producidos por los llamados “órganos del habla”. (E. SAPIR [1921]: El lenguaje. México: Fondo de Cultura Económica, 1966; p. 14)

c) «El hombre tiene una capacidad específica, un tipo único de organización inte-

lectual que no puede atribuirse a órganos exteriores ni relacionarse con la inteli-gencia general y que se manifiesta en lo que podemos denominar aspecto creador del uso del lenguaje corriente, y cuya propiedad consiste en ser ilimitado en cuanto a su alcance y en no precisar de estímulo». [...] «El lenguaje humano está libre del control de los estímulos y no sirve a una simple función comunicativa, sino que más bien es instrumento para la libre expresión del pensamiento y para la respuesta adecuada ante situaciones nuevas.» (N. CHOMSKY [1966]: Lingüística cartesiana. Madrid: Gredos, 1969; pp. 19 y 36)

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2 Coméntese el texto siguiente haciendo hincapié en los rasgos que el autor destaca como propios de la Lingüística:

«La lingüística opera, al menos, en dos terrenos: se ocupa del estudio de las lenguas particulares, como objetos en sí mismos, para obtener de ellas descrip-ciones completas y adecuadas; y también estudia las lenguas con la finalidad de lograr información sobre la naturaleza del lenguaje en general. Así, es lingüista aquel que quiere descubrir cómo funciona el lenguaje, estudiándolo a través de las lenguas particulares. Trata el lingüista de ser tan objetivo como sea posible y hace por evitar los juicios erróneos, que tan frecuentemente han prevalecido, sobre la naturaleza del lenguaje y las lenguas. Consecuentemente, centra su atención en los hábitos vocales de una comunidad y sólo secundariamente en los hábitos gráficos (a menos, evidentemente, que se trate de lenguas que sólo existan en su forma escrita, como el hebreo clásico). Intenta describir cada lengua a partir de sus propias características -cuidando de no imponerle categorías que sólo son aplicables a alguna otra lengua-, y la estudia en todos sus estilos y niveles de uso (y no sólo concentrándose en los estilos literario y académico). Trata de salvaguardar el carácter lingüístico de la descripción; es decir, se atiene a la naturaleza del lenguaje y no hace intervenir criterios propios de otros aspectos del comportamiento humano, tales como los patrones de la lógica, de la estética o de la belleza literaria, para explicar los problemas del uso. Mantiene con nitidez la diferencia entre la información diacrónica y la sincrónica, y no permite que los datos irrelevantes sobre los usos del pasado tiñan sus afirmaciones acerca de un estado de lengua. Evita ser prescriptivo. También evita formular juicios descuidados o subjetivos sobre los hechos lingüísticos y tiene en cuenta en su investigación los usos de los hablantes nativos. Procura sistematizar sus observaciones sobre la lengua remitiéndolas a una teoría lingüística diseñada con este fin. Y, finalmente, trata de ir más allá de los aspectos superficiales de la estructura lingüística con el objeto de comprender cuáles son las fuerzas realmente importantes que operan sobre la lengua y dentro de la lengua. Podríamos decir que ésta es la actitud del “lingüista integral”.»

(D. CRYSTAL: What is Linguistics? Londres: Arnold, 1977; pp. 26-27.

Traducción de J. Tusón.) 3 Ordena las siguientes afirmaciones en orden ascendente según su nivel de abstracción y ponlas en relación con los niveles señalados a la derecha. - En español peninsular estándar actual los pronombres clíticos preceden a las formas verbales finitas: Se lo dijo, ¿Me quieres?, etc. - Ciertas lenguas presentan un orden de constituyentes Núcleo (+ Complementos) y otras un orden (Complementos +) Núcleo.

Norma

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- Esta chica pone los pronombres siempre después y dice díjome en vez de me dijo. - Algunas lenguas presentan el orden S(ujeto) V(erbo) O(bjeto) y otras el orden SOV. - Todas las lenguas poseen estructuras sintácticas jerárquicas, con elementos centrales o núcleos y complementarios. - En español los pronombres clíticos pueden preceder o seguir a las formas verbales finitas: Se lo dijo /Díjoselo.

Lenguaje Sistema Tipo Habla

4 ¿A qué nivel de abstracción (sistema, norma, habla) corresponde cada una de las siguientes constataciones? Justifique las respuestas:

a) El individuo x no articula claramente la distinción entre la fricativa labiodental sorda [f] y la fricativa interdental sorda [θ].

b) En español, comedor se refiere tanto a la ‘persona que come’ como a la ‘habi-

tación donde se come’; sin embargo, bebedor no se refiere más que a la persona que bebe.

c) Los fonemas del español /r/ (vibrante simple) y /r’/ (vibrante múltiple) sólo se

oponen funcionalmente en posición intervocálica: pero/perro, caro/carro. En las demás posiciones, por ejemplo en posición final o en posición inicial, su alternancia no conlleva un cambio de significado. Da igual que pronunciemos [róta] o [r’óta] para hacernos entender en español. Sin embargo, lo usual es utilizar la vibrante múltiple en posición inicial de palabra.

d) Juan llama pezones a los peces grandes. e) El vocablo desapercibido indica usualmente “inadvertido”. Los puristas, sin em-

bargo, prefieren usarlo en su significado original de “desprovisto de lo nece-sario”.

f) En el diálogo de una telenovela mexicana se oye decir a un personaje femenino:

“Me embaracé. Vas a ser padre.” 5 N. Chomsky ha usado el famoso ejemplo Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente para mostrar que la correcta formación sintáctica de una oración es independiente de su significado. Esta oración llena de sinsentido y de contra-dicciones semánticas flagrantes posee, sin embargo, una estructura sintáctica perfectamente congruente con las reglas gramaticales del español. Su estructura sintáctica podría representarse en el siguiente esquema:

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Lingüística. Tema 1: La Lingüística como ciencia

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Sin embargo, hagamos el siguiente ejercicio inverso. Supongamos que escu-chamos la siguiente frase: Las utras eltes chalotas rutean dilamente También aquí reconocemos una estructura sintáctica aunque no sepamos el significado de ninguno de los lexemas que la constituyen. La cuestión es si, al escuchar esa frase somos incapaces de decir nada sobre su significado o, por el contrario, sí podríamos decir algo. En realidad, sí podemos interpretar algo, aunque tenga un carácter muy genérico o abstracto. Por ejemplo, es posible interpretar, gracias a la entonación que caracteriza a esta expresión, al orden de palabras y a las desinencias de lo que parece el único verbo (rutean), que se trata de un aserto en el que se nos informa de cierta situación. ¿Qué más podemos saber, a partir de nuestro conocimiento de la morfosintaxis del español, de lo que alguien ha expresado con esta frase, aunque ignoremos la naturaleza específica de lo que se dice?

O

SN

N’

N Adj. Det. Adv. V

SV

N’

Adj.

ideas Las verdes incoloras duerme

furiosament

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Lingüística. Tema 1: La Lingüística como ciencia

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6 ¿Puede distinguir los aspectos relacionados con la competencia estrictamente gramatical de los que constituirían otros aspectos de la competencia o habilidad comunicativa?:

1. Saber tomar el turno de palabra y dejar que otros lo tomen. 2. Saber distinguir el uso de sin embargo, por el contrario, en cambio y no

obstante. 3. Saber reconocer los sufijos que permiten derivar un sustantivo de un

verbo. 4. Distinguir la entonación de una pregunta de la de un aserto. 5. Reconocer el estilo informal de una conversación y adaptarse a él. 6. Saber que cuando en español alguien pregunta ¿Por qué no vamos al

cine? está haciendo una propuesta y no sólo preguntando por la razón por la que se deja de hacer algo.

7. Saber escribir una carta de recomendación. 8. Saber cuándo ha de hablarse de usted y cuándo es posible tutearse. 9. Saber usar los distintos modos verbales (subjuntivo, indicativo, etc.). 10. Saber cómo establecer concordancia entre adjetivo y sustantivo o entre

verbo y sujeto. 11. Saber reconocer en un párrafo el antecedente de un pronombre. 12. Saber los términos que se refieren a las partes del cuerpo. 13. Saber qué decir en un velatorio al saludar a los parientes del difunto. 14. Saber que si alguien dice “yo me lavo las manos” en relación con cierto

asunto escabroso o problemático quiere decir que quiere mantenerse al margen, no tomar partido o no implicarse en él.

15. Saber que los hispanohablantes prefieren decir ¿Qué edad tienes? antes que ¿Cómo eres de viejo?

16. Saber cuándo alguien está hablando en broma o haciendo un chiste. 17. Saber cómo se ordenan las palabras al formular preguntas. 18. Saber que los morfemas gramaticales (número, género, caso, etc.) se

integren en una palabra después que los morfemas derivativos. 19. Saber cómo se construyen las estructuras comparativas. 20. Saber pronunciar la diferencia entre /l/ y /r/.

7 Según la distinción de Halliday, con la lengua expresamos fundamentalmente tres tipos generales de significado: ideativos o proposicionales (los que se refieren a las cosas y a sus relaciones, a los hechos), interpersonales o pragmáticos (los que tienen que ver con las intenciones que tenemos cuando hablamos respecto de nuestros interlocutores y las actitudes que queremos expresar ante los hechos de los que informamos), y textuales o discursivos (los que tratan de la relación entre lo que decimos y lo que suponemos que sabe o necesita saber nuestro interlocutor). Según esta clasificación ¿a qué tipo de función corresponden estas distinciones? ideativa interpersonal textual 0a Este cuadro fue pintado por Picasso 0b Picasso pintó este cuadro [ ] [ ] [ ]

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Lingüística. Tema 1: La Lingüística como ciencia

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1a .No has comido mucho 1b No has comido tanto [ ] [ ] [ ] 2a Cuando llegaba a casa, lo vi 2b Cuando llegué a casa, lo vi [ ] [ ] [ ] 3a Cómete las patatas 3b Que te comas las patatas [ ] [ ] [ ] 4a ¿Tienes hora? 4b ¿Tiene usted hora? [ ] [ ] [ ] 5a Pepa escribió la carta con el ordenador 5b Pepa escribió con el ordenador la carta [ ] [ ] [ ] (En una tienda) 6a Querría probarme estos pantalones 6b Quiero probarme estos pantalones [ ] [ ] [ ] 7a ¿Te pones el cinturón de seguridad?, por favor 7b ¿Te pones el cinturón de seguridad? [ ] [ ] [ ] 8a Oye, ¿tú cómo te llamas? 8b Oye ¿tú cómo te llamabas? [ ] [ ] [ ] 9a Sabe mucho de enfermedades pero no sabe tratar a la gente 9b Sabrá mucho de enfermedades pero no sabe tratar a la gente [ ] [ ] [ ] 10a El gatito está sobre el felpudo 10b El gatito está bajo el felpudo [ ] [ ] [ ] 11a Me han regalado una pelota 11b Me han regalado la pelota [ ] [ ] [ ] 12a Pedro es más alto que Juan 12b Pedro es tan alto como Juan [ ] [ ] [ ] 13a Queda un poco de papel 13b Queda poco papel [ ] [ ] [ ] 8 Cada una de las siguientes afirmaciones se compadecen con una visión formalista o funcionalista del lenguaje y la Lingüística. Señálelo en las casillas vacías:

Muchas estructuras lingüísticas son como son para atender mejor a sus condiciones de uso.

La Lingüística se inscribe en el marco de la Psicología. El objeto de estudio de la Lingüística es, en gran parte, un objeto cultural.

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Lingüística. Tema 1: La Lingüística como ciencia

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La Lingüística se inscribe en el marco de la Semiología. Muchos recursos lingüísticos poseen en última instancia una motivación icónica.

El objeto de la Lingüística es esencialmente un objeto natural. Las estructuras sintácticas pueden y deben describirse como resultado de reglas sintácticas ajenas al uso que se haga de ellas o al significado que puedan transmitir.

La Lingüística estudia el lenguaje en tanto que facultad de la mente.

La Lingüística debe atender no sólo a la descripción del conocimiento lingüístico, sino también a la de la habilidad para ponerlo en práctica en su uso efectivo.

La Lingüística estudia el lenguaje en tanto que instrumento de comunicación.

Las estructuras sintácticas son esencialmente arbitrarias en la medida en que no están determinadas por las funciones que desempeñan.

Los datos de actuación lingüística no son suficientes ni apropiados para descubrir la naturaleza esencial del lenguaje.

Las estructuras sintácticas, al igual que morfemas y palabras, deben concebirse como formas asociadas a un significado, por abstracto que resulte éste.

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LINGÜÍSTICA Grado de Filosofía  

TEMA 2 ASPECTOS SEMIÓTICOS DEL LENGUAJE 

  1. Semiótica, semiología y códigos.‐ 2. Relaciones entre el orden de la expresión y del contenido: Tipos de señales.‐ 3. Los rasgos constitutivos de las lenguas verbales.‐ 4. Ejemplos de comunicación animal.‐ 5. Pertinencia.‐ 6. Forma y sustancia.‐ 7. Recapitulación.  

 

 

1. SEMIÓTICA, SEMIOLOGÍA Y CÓDIGOS 

 En  este  tema  nos  ocuparemos  de  examinar  las  propiedades  esenciales  de  las 

lenguas,  y  lo  haremos  poniendo  esas  propiedades  en  relación,  sobre  todo,  con  la Semiótica (del griego semeîon «signo»), la disciplina que estudia los sistemas de signos y de comunicación. 

Las lenguas verbales son relevantes desde el punto de vista semiótico (como había demostrado De Saussure a principios del siglo XX) porque son sistemas de signos. Sin embargo,  la Semiótica  considera  las  lenguas no por  sí mismas,  sino  como objeto de comparación con otros sistemas de signos. Es, precisamente, esta comparación la que puede  servir  para  aclarar  algunos  aspectos  de  las  lenguas  en  sí,  y  para  establecer tipologías. 

Desde  el  punto  de  vista  semiótico,  las  lenguas  son  códigos  (un  término equivalente a  sistemas de  signos, pero mucho más  cómodo a  la hora de usarlo), es decir,  sistemas  de  correspondencias  entre  el  orden  de  la  expresión  y  el  orden  del contenido, destinados a  la transmisión de  información entre un emisor y un receptor mediante la producción y difusión de mensajes. Los códigos constituyen una clase muy amplia,  prácticamente  ilimitada:  es  un  código  el  sistema  de  numeración  árabe  o romano, son códigos  los sistemas de señalización de carretera, como  lo son también los sistemas de luces con los que se señalan las condiciones de funcionamiento de un coche. Pero no todos los sistemas son tan obvios como los enumerados: es un código también el sistema de signos que el médico capta en el paciente y a  través del cual identifica  la enfermedad  (por algo el estudio de  los  signos clínicos  se  llama desde  la Antigüedad  semeiotica);  es  un  código  la  lengua  de  los  gestos,  etc.  De  ahí  que, considerada  la  Semiótica  como  la  disciplina  que  tiene  por  objeto  el  estudio  de  los hechos  significativos,  pueda  ser  subdivida  en  dos  parcelas:  la  Semiología,  que  se ocuparía de los procesos de comunicación, aquellos en los que hay intencionalidad por parte del emisor de comunicar algo a un receptor, y la Sintomatología, que se ocuparía de  los procesos de significación, aquellos en  los que no hay intencionalidad por parte del emisor. 

La operación de  formación de un mensaje por parte de un emisor mediante  los recursos que ofrece un código se llama codificación, mientras que descodificación es la operación, por parte de un receptor, de interpretación del mensaje. Desde el punto de 

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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vista  semiótico,  la  codificación  consiste  en  asignar  a  un  determinado  contenido  la expresión  apropiada;  la  descodificación,  en  identificar  el  contenido  a  partir  de  la expresión, como muestra el esquema que sigue: 

 Codificación  Descodificación 

 Contenido 

 

 

 Expresión 

 

 Expresión 

   Contenido 

 

 La capacidad del ser humano para elaborar continuamente códigos distintos para 

usos  nuevos  es  uno  de  sus  recursos más  extraordinarios  y  es  también  una  de  las razones más  evidentes  que  lo  hacen  diferente  del  resto  de  los  animales. Mientras todas  las especies animales están obligadas a usar  su  tipo o  sus  tipos específicos de expresión, y por tanto no están capacitadas para ampliar el repertorio de  los códigos que pueden usar, el ser humano puede servirse de una gama virtualmente ilimitada de expresiones y, así, de códigos. No hay prácticamente nada que no pueda ser utilizado como expresión de cualquier otra cosa, con tal de que se pueda percibir a través de los sentidos. Los seres humanos, por consiguiente, no son solamente usuarios de códigos, sino también creadores de códigos, mientras que las especies animales son usuarias de códigos, pero no tienen la capacidad de elaborar otros nuevos en relación con aquellos de que están dotadas genéticamente. 

A todo lo dicho se suma otra característica de los códigos humanos: el significado puede estar relacionado con realidades físicas que no tienen nada que ver con él, que no  se  le  parecen  en  absoluto  (sonidos, movimientos,  gestos, marcas  en  un  soporte estable, como el mármol o el papel, luces, disposiciones de objetos y de colores, etc.). La capacidad humana de crear códigos está, por  lo  tanto, marcada  también por una drástica heterogeneidad semiótica de  la expresión  respecto del contenido  (vid.  tema 1). 

 Podemos ahora definir el código, con mayor precisión, como un sistema de signos, 

o sea de objetos complejos y abstractos, en el que algo  (susceptible de manifestarse física y perceptiblemente) está en lugar de otra cosa (que puede no ser susceptible de manifestarse física ni perceptiblemente). Si llamamos planos (como hemos visto en el tema  1)  a  la  expresión  y  al  contenido, podemos  también decir que  el  código  es un conjunto compuesto de signos biplanares.   

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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2. RELACIONES ENTRE EL ORDEN DE LA EXPRESIÓN Y EL DEL CONTENIDO: TIPOS DE SEÑALES  

Conviene,  llegados  a  este punto, que presentemos  los  conceptos  semióticos de señal, índice, icono y símbolo, pues ayudan a comprender mejor los múltiples aspectos que puede adoptar  la congruencia o no de  la expresión y el contenido y, por ende,  la naturaleza de los signos que conforman un código.  

 2.1 Señales  

Una señal no es ni más ni menos que cierta realidad (objeto, proceso, acción, etc.) que da  información de algún tipo sobre otra realidad (otro objeto, otro proceso, otra realidad, etc.). Así, una estela oleosa en el mar (realidad A) nos informa sobre al paso previo de una embarcación (realidad x); unas latas vacías, papeles grasientos, mondas de naranjas y cascos de botellas abandonados en un bosque (realidad A) nos hablan de que  ese  lugar  sufrió  la  presencia  de  unos  excursionistas  poco  preocupados  por  la naturaleza (realidad x); un cartel que contenga una calavera montada sobre dos tibias (realidad A) nos informa del estado en que podemos quedar (realidad x) si tocamos un poste de alta  tensión;  cuando  conducimos, un  triángulo de metal, elevado  sobre un poste, de bordes rojos y fondo crema en el que aparece, con trazo grueso, un cuarto de circunferencia girado de izquierda a derecha y hacia arriba (realidad A), nos informa de  la existencia de una curva a  la derecha  (realidad x);  si digo en cierto momento a alguien: Canelo está ladrando en la calle (realidad A), le informo, entre otras cosas, de que cierto perro ladra en la calle (realidad x). En casos como éstos, diremos que A es la señal  y  que  x  es  lo  señalado. Una  señal  es  cierta  realidad  (A)  cuya  percepción  nos informa de otra realidad (x), sea ésta material o conceptual. 

Ahora bien, para que una realidad  (A)  informe acerca de otra realidad  (x), ha de existir entre ambas algún tipo de vinculación. Obsérvese que la relación que asocia las realidades (A) con las (x) en los ejemplos anteriores no es la misma en todos ellos. Las diferencias de relación entre (A) y (x) serán las que proporcionen los criterios con que se pueda establecer la clasificación de las señales. En general, se parte de considerar el criterio  de  la  vinculación  natural  o  no  de  (A)  respecto  de  (x),  esto  es,  de  tener  en cuenta la ausencia o presencia de intencionalidad en lo que atañe a la constitución de (A).   2.2 Índices (indicios o síntomas)  

Se  dice  que  el  humo  es  una  señal  natural  del  fuego,  que  las  huellas  de  unos zapatos son señal natural del paso de una persona. En casos como éstos hablaremos de  índices  (indicios o «síntomas»). Así, afirmaremos que el humo es  índice  (indicio o síntoma) de la combustión, que la fiebre es índice de una afección patológica, etc. (A) emana de (x); (A) es un efecto producido por la causa (x); (A) muestra algún grado de contigüidad con (x), etc. La relación, pues, entre (A) y (x) es natural, esto es, ajena a la voluntad o intencionalidad humanas.    

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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2.3 Iconos y símbolos  

Por  eliminación,  el  resto  de  las  señales  no  gozan  ya  de  ese  carácter  natural: dependen de la voluntad humana, que las instituye como instrumentos de significación intencional.  Entre  esas  otras  se  reconocen  los  iconos.  Estas  señales  se  prestan  al equívoco, como ocurre con no pocos  indicios, cuando son  interpretadas, aunque esta ambigüedad  se  reduce  en  función  del  grado  de  convencionalidad  que  hayan alcanzado:  a  mayor  uso  convencional,  menor  subjetividad  en  la  interpretación,  y viceversa. Piénsese en  la calavera sobre  las dos  tibias, ya aludida. Obsérvese que  los iconos, como los indicios, establecen la relación de que (A) informa acerca de (x), pero no porque (A) emane de (x), sino porque existe cierta semejanza entre una y otra reali‐dad. Esta semejanza es la que provoca que muchos iconos sean ambivalentes: como el parecido de (A) respecto de (x) puede ser muy fuerte o muy tenue,  los  iconos sufren muy frecuentemente un proceso de convencionalización: la relación entre contenido y expresión se hace cada vez menos evidente. De ahí que ya no puedan funcionar como los  índices: no son válidos para toda  la especie humana, sino sólo para  los miembros de una comunidad en que se ha acordado atribuir una realidad (x) concreta (un signifi‐cado) a un determinado icono (A). 

En  los  signos  convencionales  o  símbolos,  al  igual  que  en  los  iconos,  el  tipo  de relación que se establece entre (A) y (x) no es natural, pero los símbolos se diferencian de  ellos  en  que  no muestran  semejanza  alguna  entre  (A)  y  (x).  Los  símbolos  son señales estrictamente convencionales que sólo pueden ejercer su función significativa en virtud de un pacto, explícito o no. Los conocidos colores del semáforo son símbolos relativos  a  la  circulación  vial. Otros  símbolos  son  las  banderas  de  los  estados,  cuya convencionalidad  se  demuestra  con  los  cambios  que  unas  y  otros  sufren  en  el transcurso del tiempo; la sirena de una ambulancia, cuyo (x) es la petición de paso por razones de urgencia;  los signos de  la química relativos a  los elementos, etc. Como se ve,  en  el  caso  de  los  símbolos  la  convencionalidad  pierde  toda  posible motivación, cualquier resto de congruencia entre expresión y contenido, por  lo que estamos ante realidades estrictamente arbitrarias. 

De entre los símbolos, interesan sobre todo los lingüísticos (los signos lingüísticos). En todos los casos anteriores el vínculo que une el símbolo (A) con la realidad señalada (x) es estrictamente convencional (arbitrario), establecido por un pacto, bien explícito (los  signos  de  los  elementos  químicos,  por  ejemplo),  bien  tácito  (los  signos lingüísticos). Así las cosas, una lengua es, sobre todo, un conjunto de símbolos (en este caso, de signos convencionales). Estos  instrumentos simbólicos no han surgido de un pacto rígido o explícito, por  lo que, desde cierto punto de vista, el grado de precisión de las lenguas naturales deja mucho que desear: son fuente de polisemia, sinonimia y, por  tanto, de ambigüedad, como sabemos. Así y  todo, el  lenguaje es  la herramienta más flexible y eficaz con que los humanos cuentan para relacionarse entre sí. 

 En  resumen,  los  índices  se  caracterizan  por  ser  señales  naturales  y motivadas. 

Naturales, porque no  interviene en su producción  intencionalidad alguna; motivadas, porque (A) es efecto de (x). Puede decirse, pues, que en estos casos semióticos se da una relación metonímica, o de contacto, entre la señal y lo señalado. Los iconos, por su parte,  no  son  naturales  pero  sí  motivados;  no  naturales,  puesto  que  hay  una intencionalidad  que  los  crea; motivados,  porque  (A)  se  asemeja  a  (x).  Diremos,  en consecuencia, que en el icono se manifiesta una relación metafórica, o de semejanza, entre la señal y lo señalado. Al ser intencional, el icono sufre o puede sufrir un proceso 

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de  convencionalización  (las  relaciones  entre  expresión  y  contenido  tienden  a desdibujarse).  Por  último,  los  símbolos  se  definen  porque  ni  son  naturales  ni motivados; no naturales,  como en  el  caso de  los  iconos; no motivados, porque  son fruto de un pacto o convención estricta. La relación, pues, entre (A) y (x) es arbitraria.   

3. LOS RASGOS CONSTITUTIVOS DE LAS LENGUAS VERBALES  

Una vez señalados  los distintos  tipos de elementos susceptibles de constituir un código, pasaremos a  comentar  los  rasgos que éste puede asumir. Ello nos permitirá delimitar  las  lenguas  verbales  de  otros muchos  códigos  y medios  de  comunicación utilizados por seres humanos o animales. 

La reflexión sobre las características específicas de las lenguas verbales recibió una aportación decisiva en  los años  sesenta, cuando Ch. F. Hockett propuso una  lista de dieciséis  rasgos  constitutivos  (design  features)  para  delimitar  la  naturaleza  de  las lenguas verbales, los cuales han sido ampliamente aceptados y reconocidos como base para  posteriores  argumentaciones.  Estos  rasgos  no  se  encuentran  juntos  en  ningún código  de  comunicación  que  no  sea  humano,  aunque  algunos  de  ellos  se  pueden encontrar  por  separado  en  los  distintos  códigos  de  comunicación  animal.  En  este epígrafe  discutiremos  algunas  propiedades  distintivas  de  las  lenguas  verbales  con respecto a  los demás códigos, y  lo haremos  remontándonos en unas ocasiones a  las ideas  de  Hockett,  destacando  algunos  de  los  rasgos  de  su  propuesta,  y  en  otras proponiendo una perspectiva distinta. 

  

3.1 Rasgos presentes en todos los códigos  3.1.1 Medio de comunicación  

Las lenguas naturales utilizan para expresarse el medio vocal‐auditivo. Es un hecho fundamental  para  todas  las  lenguas  exteriorizar  los mensajes mediante  la  voz  y  los gestos  articulatorios que  ejercen perturbaciones  en  las ondas  sonoras que  llegan  al oído de otros hablantes y permiten la recepción del mensaje. Muchas lenguas carecen de  escritura.  Las  que  poseen  sistemas  escritos  no  tienen  alfabetizados  a  todos  sus  hablantes, pero todos éstos utilizan la vía vocal‐auditiva. 

  Es importante tener en cuenta que no todos los sonidos o ruidos que se pueden hacer con el aparato vocal son susceptibles de formar parte de los inventarios fónicos de  las  lenguas  del mundo.  Con  frecuencia  las  clases  de  sonidos  se  repiten  en  las lenguas,  lo  cual  implica  un  condicionamiento  anatomo‐fisiológico  (tanto  desde  el punto  de  vista  articulatorio  como  perceptivo)  que  restringe  las  posibilidades  de utilización de los sonidos con fines comunicativos. 

  Aunque otras especies animales utilicen el canal vocal‐auditivo, no  lo emplean del mismo modo. El carácter vocal implica además uno de los rasgos que De Saussure puso  como  característica  fundamental de  los  significantes de  sus  signos: el  carácter lineal. Puesto que utilizamos sonidos en el tiempo, unos han de ir forzosamente detrás de otros. Lo cual fundamenta la articulación lingüística, como más adelante veremos. 

Los  animales pueden utilizar otros muchos  canales:  los  insectos, el químico;  las abejas, el visual;  los erizos, el táctil. Hay animales, como  los grillos, que utilizan  la vía auditiva, pero no  la vocal. Los primates utilizan  la vía auditivo‐vocal, pero  también y 

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quizá mucho más la visual en gestos y posturas. Para el ser humano, la vía principal y muchas veces única es  la vocal‐auditiva, aunque está claro que es complementaria  la vía visual cuando estamos en presencia de la otra persona. La visual es el canal de las lenguas de signos de los sordos. 

3.1.2 Semanticidad  

  Cualquier código que establezca un  lazo entre una expresión y un contenido, una  situación,  una  cosa,  etc.,  tiene  la  propiedad  de  la  semanticidad. Gracias  a  esta propiedad  podemos  aludir  a  esa  realidad  sin  necesidad  de manejarla directamente, poniendo en  su  lugar  los  signos necesarios. En este  sentido, podemos decir que  las expresiones  lingüísticas  “significan” algo diferente de ellas mismas y que, por  tanto, están conectadas simbólicamente con elementos de  la realidad. Los códigos animales tienen  propiedades  semánticas,  aunque  muy  limitadas:  apareamiento,  lugar  del alimento, alarma, etc. Pero  también hay códigos no animales que pueden presentar estas  limitaciones:  las  señales  de  tráfico  pueden  expresar  sólo  autorizaciones, prohibiciones, órdenes, precauciones y unas pocas informaciones a la hora de circular; no  pueden,  sin  embargo,  hablar,  por  ejemplo,  del  estado  de  ánimo  del  que  las  ha pintado o las ha puesto. Todos estos códigos son, por tanto, capaces de expresar una parcela limitada de contenidos. 

En el  lado opuesto se sitúan  los códigos que no  tienen  límites de contenido. Las lenguas verbales parecen responder más que ningún otro código a este requisito. La infinitud  semántica  de  las  lenguas  verbales  se  observa  en  el  hecho  de  que  ofrecen paráfrasis posibles de  los mensajes  formulados en  (casi)  cualquier otro  código.  Si  la danza de las abejas no puede dar expresión a un contenido como No tengo claro lo que acabas de decir, porque  la gama de  significados que puede expresar es  limitada,  sin embargo,  una  lengua  verbal  puede  parafrasear  cualquier mensaje  formulado  en  el código de la danza de las abejas.  

La  omnipotencia  semántica  de  las  lenguas  verbales  la  constatamos  también  de otra  manera,  aparentemente  más  evidente:  puesto  que  con  ellas  podemos  dar expresión a cualquier mensaje formulado en (casi) cualquier código, también podemos con ellas dar nueva expresión a cualquier mensaje formulado en la lengua verbal. Una lengua  verbal,  en  resumen,  puede  parafrasearse  ilimitadamente  a  sí misma,  puede “hablar de sí misma” (vid. más adelante: Reflexividad o capacidad metalingüística). 

 3.1.3 Función pragmática  

Todos  los  códigos  son  instrumentos  cuyo uso  supone el  alcanzar, por parte del agente que los utiliza (ser humano o animal), un determinado objetivo (apareamiento, defensa, intimidación, ayuda, influencia en el otro, etc.).   

3.2 Rasgos presentes en algunos códigos  3.2.1 Intercambiabilidad    Cualquier ser humano puede ser emisor y receptor de mensajes, siempre que haya adquirido la madurez lingüística. Su conocimiento lingüístico es independiente de 

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estas dos  funciones, pues  tal  conocimiento puede  ser utilizado  indistintamente para realizar labores de emisión o de recepción y procesamiento de mensajes. Esto elimina la necesidad de contar con unas reglas gramaticales para  la emisión diferentes de  las utilizadas para la recepción, lo cual aumentaría el espacio de la memoria a largo plazo, al  duplicarla.  La  comunicación  animal  frecuentemente  está  ligada  a  las  relaciones sexuales o de trabajo, y por ello sólo algunos miembros de la especie pueden emitir un mensaje y otros sólo recibirlo. Así, sólo los machos de los grillos emiten el canto. En el caso  de muchas  aves  sólo  los machos  cantan.  En  el  de  las  abejas,  sólo  las  obreras danzan;  las  reinas  y  los  zánganos  están  excluidos.  Las  hembras  del  Bombyx  mori (gusano de  la  seda) excretan, cuando están  listas para aparearse, una  señal química mediante  la cual se comunican con el macho; éste sólo puede ser el  receptor de  tal señal. En el  ser humano,  cuando utiliza  las  lenguas verbales, no existen  limitaciones para la comunicación en ambos sentidos. 

3.2.2 Transmisión cultural  

Este rasgo se refiere a  la necesidad de que algún aspecto de un código deba ser aprendido mediante  la  interacción  comunicativa  con  otros  usuarios  de  ese mismo código. Las lenguas verbales muestran esta peculiaridad, pues los seres humanos, para hacerse con ellas, deben aprender multitud de elementos (aunque la habilidad básica para aprenderlas es innata (vid. tema 1)). Así, un niño de padres rusos aprenderá inglés si es ésta la lengua a la que se ve expuesto. 

En otros casos, en los de muchos códigos animales, la situación es diferente, pues tales  códigos  y  la  habilidad  para  utilizarlos  se  transmiten  exclusivamente  por  vía genética. Las abejas no aprenden a danzar: ya al nacer vienen provistas de  las pautas de la danza. Una abeja italiana trasladada a Austria danza como las italianas, no como las  austriacas  (es  decir,  no  aprende  a  danzar  de  otra manera).  El  ser  humano,  que posee  una  dotación  genética  específica  para  el  lenguaje,  no  viene,  sin  embargo, programado genéticamente para aprender una lengua concreta, pues puede aprender más  de  una  (todas  las  lenguas  verbales  responden,  en  un  nivel  profundo,  a  los imperativos universales de esa dotación genética). Las  lenguas verbales, a diferencia de numerosos códigos animales,  se aprenden con el uso,  se  transmiten de padres a hijos de generación en generación. Esto no quiere decir que no haya códigos animales (aunque nunca en el grado de las lenguas verbales) que sean híbridos. Algunas aves y chimpancés,  por  ejemplo,  emiten  señales  que  están  totalmente  programadas genéticamente  y  otras  que  son  aprendidas.  Estos  códigos,  pues, muestran  también transmisión cultural. 

3.2.3 Arbitrariedad    Este  rasgo  alude  a  la  propiedad mostrada  por  los  signos  de  ciertos  códigos consistente  en  que  la  expresión  de  ese  signo  no  está  relacionada  de  ningún modo lógico con su significado  (la propiedad de  los símbolos, como se ha visto más arriba: vid.  2.3). Obsérvense,  por  ejemplo,  algunas  de  las  diferentes  palabras  (signos)  que significan «perro» en varias lenguas: dog (inglés), chien (francés), lééchaa‘í (navajo). En la  comunicación  animal  generalmente  existen  elementos  arbitrarios  e  icónicos.  Por ejemplo, la asociación entre el grito de un mono (expresión) y el peligro (significado) es 

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arbitraria, pero la correlación entre inminencia (contenido) e intensidad (expresión) es icónica  (es decir, cuanto más  inminente es el peligro, más  intenso es el grito,  lo que supone una motivación del grado de  inminencia del peligro sobre el de  la  intensidad del grito).  

3.2.3.1 Dos tipos de arbitrariedad 

 Será conveniente diferenciar en el término arbitrariedad de las lenguas dos signi‐

ficados, uno obvio (bastante acertado, pero insuficiente) y otro más profundo (a cuya definición contribuyó fundamentalmente De Saussure). 

En  la primera acepción,  las  lenguas  son arbitrarias en  la medida en que no hay ningún vínculo natural y necesario entre el significante y el significado de cada signo. Si imaginamos el significado “silla”, comprobamos  inmediatamente que no hay ninguna razón especial por  la que tal significado sea expresado en español con el significante silla, en italiano con sedia, en inglés con chair y en árabe con kursi. Entre el significante y  el  significado  no  hay  necesariamente  ninguna  semejanza:  podemos  analizar  el significante  todo  lo  que  queramos,  pero  casi  nunca  (o  no  siempre)  conseguiremos prever  las  características  del  significado  (analizando  el  significante  silla  no conseguimos  entender,  por  ejemplo,  cómo  está  hecha  una  silla  o  la  finalidad  que cumple este objeto), y, al contrario, analizando el significado, no conseguiremos prever cuál es el significante que lo expresa. Naturalmente, existen hechos que ponen límites a  estas  afirmaciones;  por  ejemplo,  las  onomatopeyas.  Palabras  como  kikirikí  (it. chicchirichi; al. kikeriki; fr. cocorico; jap. kokekokkoo, etc.) se asemejan icónicamente al sonido que  evocan,  y  también palabras no  exactamente onomatopéyicas,  como,  en español piar, susurrar, en italiano pigolare, bisbigliare o en inglés puff «hinchar», sigh «suspirar», splash «salpicar», etc., pueden sugerir algunos aspectos del significado al que  se  refieren.  Pero  el  grupo  de  palabras  verdaderamente  onomatopéyicas  es relativamente pequeño, y en algunos casos el efecto onomatopéyico se ha conseguido sólo  con  el  paso  del  tiempo,  a  partir  de  palabras  que  originariamente  no  eran,  en absoluto, icónicas. 

Esta  primera  noción  (que  ya  Aristóteles  identificó  claramente,  y  que  ha  sido retomada numerosas  veces  a  lo  largo de  la historia del pensamiento  lingüístico) no basta para dar  cuenta del  complejo  fenómeno de  la  arbitrariedad.  Fue De  Saussure quien la completó con una noción más refinada, que salva a este tema de la obviedad que siempre  lo ha caracterizado. Según De Saussure, son arbitrarias no solamente  las relaciones entre cada significante y su significado (Ste‐Sdo), sino también las que existen entre  un  significante  y  los  demás  significantes  (Ste1‐Ste2)  y  las  que  hay  entre  un significado y los demás significados (Sdol‐Sdo2). 

Por  lo que se refiere a  las relaciones entre significantes, consideremos  la que se establece entre las expresiones [pino] y [pi:no] (o sea, una pronunciación con i breve y otra con  i  larga). En español ambos  significantes designan  sin posibilidad de duda el significado «pino»; o, dicho de otra manera, el español no pone ningún límite entre la i breve  y  la  larga.  En  español,  esta  distinción  no  es  pertinente  (vid.  más  adelante: Pertinencia). En inglés, el mismo fenómeno se presenta de distinta manera: [ip] y [i:p] (es decir, dos pronunciaciones que son diferentes exactamente por la misma razón que el español: una i breve frente a una i larga, justo en la misma posición) designan no el mismo  significado,  sino  dos  significados  distintos  y  carentes  de  relación  entre  sí: 

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respectivamente  «barco»  y  «oveja».  Podemos  representar  esta  situación  con  el esquema siguiente: 

 i  i: 

 Como  puede  verse,  en  la  materia  fónica  del  inglés  se  introduce  una  frontera (representada en el esquema con la separación entre las dos casillas), mientras que en la del español esto no ocurre. La relación que existe en español entre  la  i breve y  la  i larga no es tan necesaria y obligatoria como  la que existe en  inglés. La relación entre los dos significantes es arbitraria.  

El mismo razonamiento se puede repetir también en cuanto a las relaciones entre significados.  El español, por  ejemplo,  establece una diferencia entre  los  significados «rebanada» y «loncha», que el  italiano no hace:  los dos  significados  son designados exactamente en italiano por un mismo significante: fetta. El esquema representa esta diversidad de relaciones: 

 español  rebanada lonchaitaliano  fetta

 No hay ninguna razón natural por la que se tenga que distinguir (o no distinguir) entre los dos significados. En  la evolución histórica de  las  lenguas se pueden hacer nuevas distinciones y se pueden eliminar otras ya antiguas. La relación entre los significados es arbitraria. 

A esta más profunda concepción de la arbitrariedad lingüística se le puede llamar arbitrariedad horizontal  (porque  tiene que  ver  con  relaciones  entre  entidades de  la misma  naturaleza:  entre  significantes  por  un  lado  y  entre  significados  por  otro), mientras a la concepción tradicional de la arbitrariedad se le puede denominar con el término  de  vertical.  Las  lenguas  son,  por  tanto,  doblemente  arbitrarias,  en  sentido vertical y en sentido horizontal (vid. más adelante: Forma y Sustancia). 

  

3.2.3.2 Limitaciones de la arbitrariedad: rasgos icónicos   

En verdad, el mismo De Saussure, después de haber enunciado el principio de  la arbitrariedad lingüística y precisado que «su importancia es capital y sus consecuencias son  innumerables», añadía que entre  las  tareas de  la  Lingüística está  también  la de estudiar las limitaciones de la arbitrariedad. Parece que Saussure era particularmente sensible a esta cuestión y a ella dedicó muchos pasajes de sus reflexiones teóricas. En efecto,  la  actitud  de De  Saussure  no  era  ciegamente  ‘arbitraria’.  En  el  capítulo  del Curso de lingüística general dedicado a la motivación, observaba que en el vocabulario de  las  lenguas existen dos tipos de palabras:  las completamente  inmotivadas (alemán Hand  «mano»,  Schuh  «zapato»)  y  las  parcialmente  inmotivadas  (alemán Handschuh «guante»,  lit. «mano‐zapato»), y que, por consiguiente, en  las  lenguas no  se da una arbitrariedad total, sino distintos grados de arbitrariedad.  

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Este tipo de consideraciones ha constituido posteriormente el punto de partida de una  serie  de  investigaciones,  como  las  de  Charles  Bally  y  otros,  que  han  llegado  a establecer sutiles tipologías lingüísticas basadas en la distinción entre lenguas (como el alemán  o  el  griego  clásico)  en  las  que  la  estructura  de  las  palabras  está  hecha  de manera que permita al usuario ‘leer en ellas’ el significado de la palabra entera, y otras (como el francés, el  inglés, el  italiano o el español) en  las que esta operación es sólo parcialmente posible y las palabras son sólo transparentes en una mínima parte. 

El  planteamiento  de De  Saussure  no  era más  que  una  respuesta  a  una  larga  y compleja cadena de reflexiones. La historia de la Lingüística está ciertamente recorrida en toda su extensión por dos tendencias contrapuestas en torno a este problema: por un  lado,  los que  sostienen  la  completa  arbitrariedad del  lenguaje; por otro,  los que defienden  la presencia en  las  lenguas de un rasgo, de una huella  icónica del mundo, aunque sólo sea parcial y  filtrada mediante elaboraciones diferentes. Históricamente hablando,  la  primera  tendencia  ha  prevalecido  y  se  ha  impuesto  hasta  llegar  a  ser virtualmente  institucional:  no  hay,  en  efecto, manual  de  Lingüística  que  no  la  sitúe entre  los  fundamentos  de  la  teoría  del  lenguaje.  Pero,  a  pesar  de  eso,  no  hay  que pensar que  la segunda  tendencia no  tenga buenas  razones de su parte: para darnos cuenta  de  su  importancia  baste  pensar  que  con  ella  han  tenido  que  ver  (por  no mencionar más que algunos) filósofos como Platón, Leibniz, Vico, Cassirer, y no pocos lingüistas modernos. 

Por otro lado, no hay duda de que De Saussure, con su doctrina, ha impuesto a la reflexión  en  este  campo  su  orientación  con  una  fuerza  tal,  que  ha  acabado  por constituir  una  especie  de  deformación.  Su  razonamiento  sobre  la  arbitrariedad  se refiere solamente a la naturaleza de las palabras aisladas: son éstas, efectivamente, las que  para  él  pueden  ser motivadas  o  arbitrarias. De  esta manera,  durante  bastante tiempo,  la discusión sobre  la arbitrariedad se ha  limitado a ocuparse del nivel de  las palabras  aisladas,  y  al  resto  de  las  unidades  lingüísticas  no  se  le  ha  dedicado  casi ninguna atención. 

Hoy,  la  reflexión sobre  los  fundamentos del  lenguaje ha conseguido  liberarse de esta  limitación  y  volver  sobre  el  problema  con  un  horizonte  bastante más  amplio. Ciertamente,  está muy  difundida  la  convicción  de  que  las  lenguas  registran  rasgos también  notables  de  iconicidad,  y  que  ésta  se manifiesta  en  diversos  niveles  de  la organización de aquéllas. Para ilustrar este hecho nos serviremos de algunos ejemplos.  

En  el  plano  fonológico,  todas  las  lenguas  tienen  que  respetar  determinados requisitos formales para poder funcionar: por ejemplo, una lengua no puede tener un número de sonidos demasiado reducido, debido a que esto supondría la imposibilidad de diferenciar las palabras entre sí; las palabras no pueden ser más largas de lo que el usuario pueda controlar (no existen palabras, por ejemplo, de quinientos sonidos); no hay  lenguas  constituidas únicamente por monosílabos, etc. Además,  se  registran en todas las lenguas singulares correspondencias entre diversos aspectos paralingüísticos y  los  significados:  por  ejemplo  el  volumen  de  la  voz  o  la  velocidad  del  habla  se relacionan  con  determinados  estados  de  ánimo:  una  voz  «iracunda»  expresa  su significado  aunque  no  entendamos  lo  que  dice;  un  habla muy  rápida  expresa  ansia aunque  no  la  entendamos.  En  el  plano  de  los  sonidos  aislados,  por  otra  parte,  se insiste desde hace mucho tiempo en que determinados valores fónicos suelen expre‐sar en distintas lenguas las mismas cosas: la r expresaría fluidez, la u tristeza y temor, la  i  pequeñez  y  alegría,  etc.  Los  lingüistas  plantean  dudas,  en  cambio,  ante  estas ‘correspondencias’; pero no pueden observar más que con sorpresa ciertos hechos. En muchas  lenguas,  por  ejemplo,  las  palabras  que  significan  «aquí»  contienen  una  i, mientras las que significan «allí» contienen una a o una vocal posterior (al. hier/da, fr. 

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ici/là, ár. huna/hunaka, chino mandarín juh li/nah li, etc.; pero el español, al igual que el italiano, por ejemplo, no respeta esta regularidad: esp., allí/allá ‐ aquí/acá; it., li/là ‐ qui/qua).  De  la  misma  manera,  no  puede  pasar  inadvertido  el  fenómeno  de  la reduplicación, mediante el cual se designa en muchas lenguas una intensificación o un aumento cuantitativo o dimensional (a partir de un principio claramente  icónico, que se puede formular así: mayor intensidad o tamaño = más material fónico): piénsese en el español caliente caliente, despacito despacito, alto alto, etc., y en otros fenómenos de otras lenguas. 

También  en  sintaxis  podemos  destacar  diversos  hechos  que  no  se  pueden  in‐terpretar a no ser en términos de iconicidad. El más típico es la secuencia, es decir, el caso  en  el  que  el  orden  de  los  elementos  sintácticos  reproduce  el  de  los  acon‐tecimientos de  la  realidad de  la que el enunciado habla. En español, una estructura como sigue así y ya verás se compone de dos partes (“sigue así” y “ya verás”), que no pueden  cambiarse  de  orden:  su  orden,  en  efecto,  describe  el  orden  de  los  aconte‐cimientos de los que se habla. En otras lenguas la iconicidad sintáctica va mucho más allá  y, por  así decirlo, está más  gramaticalizada.  En  chino, por ejemplo,  cuando dos frases  están  ligadas por  conectivos  temporales  como  cái  («por  consiguiente,  enton‐ces»), la primera no puede intercambiar su lugar en la frase con la segunda:                   ni gei ta qián,                                   ta cái gei ni shu                             1                                                            2                 «hasta que no le des el dinero,     no te dará el libro»  Mientras en español podemos decir No te dará el libro hasta que no le des el dinero, en chino el orden de los elementos no puede invertirse. 

Normalmente,  los  signos  más  fuertemente  icónicos  tienen  la  ventaja  de  que cualquier persona los puede interpretar. La señal siguiente: 

   

   (aunque conlleve también un cierto grado de elaboración y de arbitrariedad) permite ahorrar traducciones en otras lenguas. 

La iconicidad, pues, favorece la descodificación. La arbitrariedad, en cambio, exige que el usuario haya aprendido el código, y que haya adquirido la capacidad de asociar un contenido concreto a una expresión concreta, realidades heterogéneas entre sí. La máxima  heterogeneidad  semiótica  exige  aprendizaje;  a  medida  que  esta  hetero‐geneidad se reduce (hasta llegar a la iconicidad máxima), el esfuerzo de aprendizaje se reduce. Desde este punto de vista, por tanto, los códigos arbitrarios son menos mane‐jables  que  los  icónicos.  Pero  superan  enormemente,  desde  otra  perspectiva,  a  los icónicos: mientras que éstos, por naturaleza propia, están destinados solamente a una reducida gama de contenidos, teniendo que  limitarse a  indicar entidades que puedan ser  sensorialmente  expresadas  (no  se  puede  expresar  a  nivel  icónico  el  significado trascendental u otros de ese tipo), los códigos arbitrarios permiten dar expresión a una infinidad de contenidos, especialmente en el caso en el que permitan la combinación y la asignación de diversas posiciones a sus elementos. No sorprende, por consiguiente, que las lenguas verbales sean esencialmente códigos arbitrarios. 

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Como en todas las dicotomías, también en la que existe entre códigos arbitrarios y códigos  icónicos es difícil trazar una clara demarcación que separe  las dos categorías sin dejar casos intermedios. Algunos códigos son, al mismo tiempo, en parte icónicos y en parte arbitrarios (como las lenguas verbales), y a menudo el estado de arbitrariedad no  es más  que  el  punto  de  llegada  de  un  proceso  de  neutralización  de  la  relación expresión/contenido a partir de un estado de iconicidad inicial. En la lengua de signos española, la configuración de gestos que significa “sábado” es ésta: 

   

    Para realizar este signo el emisor se acaricia  la barbilla con el dorso de  la mano. Hoy, esta  configuración  es  totalmente  arbitraria;  pero  originariamente  representaba  con cierto grado de iconicidad un rasgo que se consideraba típico de los sábados, o sea, el afeitado.  Por  otro  lado,  también  en  la  lengua  de  signos  americana  ha  habido  una evolución muy marcada  de  signos  puramente  icónicos  a  signos  gradualmente más arbitrarios, en los que solamente un análisis histórico profundo consigue reconocer las fases que  lo han precedido: por ejemplo, el  signo para  “informar”, antes  compuesto por  la sucesión “saber” + “ofrecer”, está actualmente constituido por un movimiento fluido unitario, en el que los dos elementos originarios ya no se reconocen:  

        

 Las  lenguas  de  signos  que  usan  los  sordos  ilustran muy  bien  la  flexibilidad  que 

proviene de la arbitrariedad: el paso de un vocabulario formado por palabras gestuales que  describen  como  pueden  el  objeto  que  designan,  a  palabras  cada  vez  más independientes del objeto representado, conduce, en efecto, a  la adquisición de una capacidad semiótica cada vez más amplia.  

 

3.2.3.3 Apertura y cierre  

Los  códigos  arbitrarios,  a  diferencia  de  los  icónicos,  pueden  integrar  ilimita‐damente  signos  nuevos,  y,  por  tanto,  son  por  naturaleza  abiertos.  Los  códigos  no arbitrarios, al estar vinculados a un dato externo, con el que tienen que conservar una relación  de  (aproximada)  similitud,  no  se  prestan  a  la  misma  capacidad,  y  son normalmente cerrados. Las  lenguas verbales presentan esta característica en  su más alto  grado:  el  vocabulario  de  una  lengua  integra  ilimitadamente  palabras  nuevas,  y entre  las  distintas  palabras  pueden  establecerse  relaciones  de  diverso  tipo.  La flexibilidad que este carácter confiere a las lenguas es de enorme importancia desde el 

Saber    Ofrecer      Informar 

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punto de vista del usuario, que puede disponer de nuevos medios para dar expresión al contenido. 

3.2.4 Discreción  

Una  distinción  esencial  entre  los  códigos  tiene  que  ver  con  la manera  en  que codifican y transmiten la información. Desde este punto de vista, podemos reconocer, por un lado, códigos analógicos, y, por otro, códigos digitales. Para aclarar la diferencia que existe entre ambos, habrá que establecer una comparación. 

Imaginemos los tipos de relojes que existen actualmente, el de agujas (analógico) y el electrónico con números (digital). En el primero, las agujas recorren el espacio del cuadrante  de manera  continua:  la  punta  de  las  agujas  pasa,  sucesivamente,  sobre todos  los  puntos  de  la  corona  del  cuadrante.  Desde  el  punto  de  vista  de  la descodificación, eso  significa que este  reloj  indica  cada momento del  tiempo  y que, dados dos momentos T1 y T2 cualesquiera, puede  indicar cada momento  intermedio entre  ellos,  aunque,  para  quien  descodifica,  pueda  no  ser  relevante  leer  cada momento del tiempo. En este sentido, este reloj indica el tiempo de manera analógica (una determinada posición de  las agujas  sobre el  cuadrante  se  interpreta analógica‐mente como indicadora de un momento del tiempo) y continua (no hay ningún punto del cuadrante que no sea cubierto). 

Los  relojes  digitales  funcionan  de manera  completamente  distinta.  Imaginemos que tenemos en un momento determinado la siguiente configuración: 

 (estado 1) 15:35:12  

que significa “15 horas, 35 minutos, 12 segundos”. Si esta configuración se refiere al estado 1 del reloj, el estado 2 inmediatamente siguiente será: 

 (estado 2) 15:35:13  

En otras palabras, el reloj digital no tiene la posibilidad de indicar todos los momentos intermedios entre  los 12 y  los 13 segundos:  ‘salta’ del estado 1 al estado 2 sin cubrir los puntos intermedios. Indica el tiempo de manera digital (del inglés digit «cifra»: es decir,  suministra  directamente  en  cifras  la  indicación  del  tiempo)  y  discreta  (un término  matemático  que  significa  no‐continuo;  o  sea  ‘saltando’  de  un  estado  al siguiente).  La  manera  de  avanzar  discreta  del  reloj  digital  se  destaca  con  mayor claridad si el cuadrante no tiene el indicador de segundos: en estos casos, en efecto, el reloj salta un  intervalo todavía mayor, pasando de un minuto determinado al minuto siguiente. 

El reloj digital avanza con una especie de  ‘mentira’: en cada uno de sus estados, sigue  ‘diciendo’  que  esa  ‘es’  la  hora  que  está  indicando,  aunque, mientras  tanto, obviamente, el tiempo no se detiene. Si, supongamos, el reloj indica las 11:12 seguirá diciendo que la hora es ésa hasta que no aparezcan las 11:13. El reloj digital ‘finge’ que el  tiempo se queda parado durante un minuto entero, porque no  tiene medios para indicar la variación continua de la dimensión tiempo. 

En cuanto a los códigos, hay que decir que los analógicos funcionan más o menos como  los  relojes  analógicos  y  los  digitales  como  los  relojes  digitales.  Un  código analógico,  en  efecto,  expresa  una  variación  de manera  continua, mientras  que  uno 

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digital la expresa en forma de ‘saltos’ (ya sean pequeños o grandes, según el intervalo elegido, que no es necesariamente regular). 

En el ser humano, la fiebre es una dimensión que varía de manera continua: no se puede  tener  una  temperatura  de  38,2  sin  haber  pasado  por  todas  las  gradaciones anteriores  a  partir  de  la  primera.  El  termómetro  de  mercurio  (que  es  analógico) expresa esta variación de manera continua. Sin embargo, desde el punto de vista del observador  (como  el  médico,  por  ejemplo,  que  busca  signos  para  diagnosticar  la enfermedad),  la  temperatura  se  presenta  como  un  código  discreto:  si  está  en  37, normalmente  no  se  considera  alarmante, mientras  que  si  está  en  38,5  el médico supone que se está poniendo en marcha un proceso de enfermedad. Pero, desde su punto de vista, es imposible decir cuándo deja la situación, concreta y rigurosamente, de  ser  ‘normal’  y  se  hace  ‘patológica’.  Una  dimensión  que  en  sí  es  continua  (la temperatura)  se  descodifica  de  forma  discreta.  El  código  de  la  temperatura  es,  por tanto, desde el punto de vista de la descodificación, un código discreto. Esta situación está representada en el esquema siguiente: 

         

  

  

También las lenguas verbales, desde el punto de vista de la expresión, son códigos esencialmente  discretos.  Dos  palabras  como  pera  /’pera/  y  pena  /’pena/,  aunque siendo diferentes sólo por un detalle mínimo desde el punto de vista de  la expresión (la primera  tiene una  /r/ en  la posición en que  la  segunda  tiene una  /n/), no  tienen nada  que  ver  desde  el  punto  de  vista  del  contenido.  Una  pera  no  es  una  pena particularmente mayor  (como sería, sin embargo, si el código  fuera analógico); de  la misma manera, una perra no es una pera más grande, etc. El carácter discreto de  las lenguas  verbales  está  ligado  a  su  arbitrariedad,  en  la  medida  en  que  una  lengua analógica sería inevitablemente, en parte, icónica.  

Por otro  lado, algunas  lenguas presentan aspectos que pueden ser considerados como  rasgos  de  analogicidad.  Por  ejemplo,  la  intensificación  de  significado  que normalmente  se  expresa  en  español  con  el  superlativo,  en  turco  se  expresa  (casi analógicamente)  con  la  duplicación  del  adjetivo:  kadIn  «bello»  =  kadIn  kadIn «bellísimo». En turco encontramos incluso reduplicaciones del nombre: sIra sIra dağlar «largas  cadenas  de  montañas»,  literalmente  «cadenas  cadenas  de  montañas»,  o reduplicaciones parciales, siempre con valor  intensivo: sIkI «cerca», sIkI sIkI «íntimo». La  reduplicación  como medio  de  intensificación  del  significado  la  encontramos,  por otro  lado,  en  diversas  lenguas.  En  el  criollo  haitiano  el  superlativo  del  adjetivo  se expresa así: /blãs blãs/ «blanquísimo», /dus dus/ «dulcísimo»; en el criollo portugués de Annobón se da el mismo fenómeno: /lõgo lõgo/ «larguísimo». Además, en todas las lenguas  aparecen  fenómenos  ‘expresivos’  de  índole  analógica:  por  ejemplo,  el volumen de  la voz, o  la rapidez del habla son normalmente  interpretados como algo 

Temperatura continua 

División en el termómetro (discreta) 

36º  37º  38º 

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que  tiene  que  ver  directamente  con  el  estado  de  ánimo  del  emisor. Un  enunciado ‘gritado’ es entendido  como algo  ligado analógicamente al grado de nerviosismo de quien lo emite. 

Pero,  a  pesar  de  estos  fenómenos,  que  limitan  (aunque  sea  en  aspectos secundarios y periféricos) el carácter digital de las lenguas verbales, es difícil poner en entredicho la esencia fundamentalmente discreta de éstas. Algunos códigos animales, en cambio, ponen de manifiesto un carácter analógico más acentuado. La danza de las abejas,  por  ejemplo,  es  analógica  en  lo  que  se  refiere  al  número  de  vueltas  y  a  la dirección  del  eje  central  del  ocho  respecto  al  sol  (vid. más  adelante:  Ejemplos  de comunicación animal), y funciona sobre la base de una variación continua: cuanto más aumenta el número de vueltas realizadas, menor es la distancia que se expresa; de la misma manera, una rotación incluso mínima del eje central de la forma de ocho que la abeja  descubridora  realiza  en  su  danza  está  analógicamente  relacionada  con  la dirección de  la  fuente de alimento. Se ha comprobado que el carácter discreto sirve para asegurar a  los códigos verbales una mayor  flexibilidad y eficiencia. En efecto, si imaginamos  un  código  en  el  que  exista  una  correlación  analógica  entre  las  dimen‐siones del objeto significado y la longitud de la expresión fónica con el que se designa, tendríamos  que  tener  palabras  larguísimas  para  indicar  objetos  de  gran  tamaño  y palabras muy breves para objetos microscópicos. Lo mismo ocurriría si  la correspon‐dencia analógica no se diera entre la longitud de la expresión y la dimensión del objeto designado, sino entre ésta y la intensidad de sonido de la palabra correspondiente: en este caso, objetos grandes serían designados con palabras ‘gritadas’, objetos pequeños con  palabras  ‘susurradas’.  Swift,  en  Los  viajes  de Gulliver,  imaginó  algunas  lenguas fantásticas vagamente analógicas, y, en efecto, imposibles de utilizar. 

  

3.3 Rasgos presentes en las lenguas verbales   3.3.1 Desplazamiento  

Este  rasgo  alude  a  la  capacidad  de  las  lenguas  verbales  consistente  en  que,  al enunciarse una expresión, su referente no ha de estar inmediatamente presente en el tiempo o en el espacio. Usando una  lengua natural se puede hablar sobre el mundo real o sobre mundos  imaginarios. Como existe un vínculo fijo entre  las expresiones y las  entidades  denotadas,  no  hace  falta  que  éstas  estén  física  o  psíquicamente presentes para que aquéllas puedan denotarlas, ya que se explota la propiedad evoca‐dora  del  significado.  La  comunicación  animal  siempre  se  realiza  sobre  hechos presentes  e  inmediatos.  (El  código  de  las  abejas  podría  presentar  cierto  desplaza‐miento: las abejas indican con exactitud a qué distancia se halla un banco de alimento, pero no pueden emitir mensajes referidos al pasado o al futuro. La presencia de este rasgo en este caso está muy discutido.) 

3.3.2 Prevaricación (falsedad)    Se  trata  de  una  propiedad  íntimamente  relacionada  con  la  anterior.  Con  las lenguas verbales podemos emitir enunciados falsos, es decir, enunciados en los que no hay conformidad entre el símbolo emitido y el estado de cosas representado. Un mono no puede dar un grito de alarma falaz, ni una abeja danzará para engañar a las compa‐

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ñera, por ejemplo. Esta característica supone una explotación del principio del despla‐zamiento: aquello que se representa puede estar alejado del mundo real en el sentido de que no se puede encontrar en él. 

3.3.3 Contextualidad (eficiencia)  

La interpretación de los signos lingüísticos depende de su relación con el contexto de formas distintas. No sólo porque las palabras tienen significados generales que sólo se concretan cuando hablamos de objetos y procesos particulares en  relación con el contexto en el que se usan, sino también al menos en otros dos sentidos: 

a)  Por  un  lado,  una  buena  parte  de  los  enunciados  lingüísticos  tiene  sentido únicamente  en  el  momento  en  que  forman  parte  de  un  tejido  junto  con  otros enunciados: Yo no, por ejemplo,  se  justifica gramaticalmente  como  respuesta a una pregunta del tipo Yo voy al cine, ¿y tú?; de la misma manera que un enunciado del tipo Y yo una tónica se explica únicamente como especificación a un enunciado anterior del tipo  Yo  tomo  un  café.  Dicho  de  otra  manera,  el  funcionamiento  de  numerosos enunciados depende del contexto lingüístico del que forman parte. 

b) Por otro  lado, una parte considerable de enunciados se explica solamente en cuanto que hace referencia a un cuadro objetivo externo, a una situación no  lingüís‐tica: un enunciado como Dame eso encuentra un  sentido solamente  si  se  inserta en una  situación de enunciación en  la que haya objetos a  los que eso  se pueda  referir. Esto  significa  que  los  enunciados  están  en  relación  con  el mundo  externo  de  dos maneras distintas: (i) porque lo designan, (ii) porque lo evocan como marco necesario para adjudicar un sentido al enunciado en sí. 

Esta propiedad sólo se en las lenguas verbales. 

3.3.4 Retroalimentación (feedback)    El  hablante  percibe  constantemente  lo  que  va  diciendo:  es  a  la misma  vez emisor y receptor, lo cual le permite corregirse sobre la marcha, controlar el volumen de voz que emite; es decir, la retroalimentación le permite un dominio absoluto sobre su propia habla. Las personas mayores que han perdido un poco su capacidad auditiva suelen gritar porque de  lo contrario no controlan  lo que van diciendo ni cómo  lo van diciendo. La retroalimentación va más allá porque también sirve para controlar todos los  aspectos  lingüísticos  conforme  van  apareciendo  en  el  habla  y,  junto  con  la intercambiabilidad,  permite  al  ser  humano  hablar  consigo mismo  al  interiorizar  los papeles de otros. 

3.3.5 Reflexividad (capacidad metalingüística)  

Este rasgo se refiere a la capacidad de las lenguas verbales que permite que con ellas se pueda hablar de ellas mismas. Ningún sistema de comunicación animal posee esta característica: ninguna abeja danza sobre la danza o explica danzando su danza a las  demás.  Ejemplos  triviales  de  esta  capacidad  son  enunciados  como  ¿Qué  quiere decir  la  palabra  ‘exiguo’?,  o  también  ¿Qué  quieres  decir  con  esas  palabras?  Estos enunciados, por muy banales que puedan parecer, representan el resultado de una ex‐

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traordinaria potencialidad de las lenguas verbales. Las abejas no pueden usar metalin‐güísticamente  su  propio  código:  una  abeja  no  puede  ‘decir’  a  la  compañera No  he entendido tu danza, ni ¿Qué quiere decir el eje de tu última danza en forma de ocho? Será interesante tener en cuenta que precisamente la capacidad metalingüística de las lenguas permite el nacimiento de la Lingüística, que no es más que una formalización de los usuales interrogantes sobre el lenguaje. 

3.3.6 Doble articulación (dualidad)  

Si examinamos el código constituido por la luz que indica la reserva de la gasolina de un coche, comprobamos lo siguiente: 

a) El código está constituido por dos únicos signos: (1) testigo apagado = “gasolina suficiente”,  (2)  testigo  encendido  =  “gasolina  insuficiente”.  Estos  signos  son  los  ele‐mentos del código en sí. 

b)  Estos  elementos  no  se  pueden  descomponer  en  partes:  el  testigo  no  puede encenderse a medias para indicar que la reserva está a la mitad, sino que tiene sólo la posibilidad de encenderse completamente; por tanto, los elementos de este código no están compuestos de partes más pequeñas y no pueden, por tanto, ser analizados en componentes más pequeños.  

c) Los dos elementos presentan limitaciones de aparición: por ejemplo, no pueden aparecer simultáneamente, sino solamente uno cada vez. 

Mientras  la característica a) es completamente evidente,  las otras dos no  lo son. Podemos formular la característica b) diciendo que nuestro código no es articulado (no está  constituido  por  elementos  parciales),  y  la  c)  diciendo  que  el  código  no  admite combinaciones de elementos. 

Estas propiedades no dependen de la sencillez estructural del código que estamos considerando. Aparecen  también en códigos mucho más complejos. Si pensamos en un código animal, como la danza de las abejas, comprobamos claramente que en él se registran  las circunstancias b) y c). En efecto, en  la danza que  la abeja ejecuta no se pueden separar  los elementos que  la componen: por ejemplo, no se puede decir que la parte curvilínea de  la danza  tenga un  significado concreto o que  se pueda omitir; además, no podemos tener mensajes compuestos de dos o más trazados en forma de ocho (vid. más adelante: Ejemplos de comunicación animal). 

 Si pasamos al código numérico decimal y tomamos el número 14, comprobamos 

que: a) se puede descomponer en partes constituyentes (1 y 4), y que, por lo tanto, es 

articulado; b)  sus  partes  componentes  admiten  combinaciones  de  diferente  naturaleza: 

podemos tener tanto un 14 como un 41; podemos tener 1414, 4411, 4141, 1441, etc. Este  código  representa  también  otra  potencialidad  importante  de  los  códigos 

articulados y que es denominada posicionalidad: en este código, el significado no está determinado únicamente por  los elementos como tales, sino también por  la posición que cada uno de ellos ocupa en la cadena. En el código numérico decimal, en efecto, la posición más a la derecha (o inmediatamente antes de una coma) significa “unidad”; la que está más a la izquierda significa “decena”, la siguiente siguiendo hacia la izquierda, “centena”,  etc.  De  esa  manera,  cada  número  ofrece  simultáneamente  dos  tipos distintos de información: dice cuál es la cantidad que cada cifra representa, y cuál es el 

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rango (unidad, decena, centena, etc.) en el que se sitúa. Podemos aclarar este hecho con el siguiente esquema:  

Cifras  1  4 posiciones  I  II significados  “decenas”  “unidades” 

 La posicionalidad es una contribución fundamental a  la flexibilidad de un código, 

pues permite asignar significados distintos a un reducido número de elementos, favo‐reciendo así la manejabilidad del mismo. 

 Las lenguas verbales se parecen más al código numérico que al de los testigos de 

reserva de  gasolina.  En efecto, están  constituidas por elementos de diferente natu‐raleza  (sonidos,  sílabas,  palabras,  etc.),  y  se  pueden  tanto  articular  (o  sea,  descom‐poner en partes), como combinar posicionalmente. Si tomamos un grupo de palabras como  Ladra  el  perro,  comprobamos  que  podemos  analizarlas  de  distintas maneras (distinguiendo  sonidos,  sílabas,  etc.),  que  podemos  cambiarlas  de  posición  (El  perro ladra) y que podemos, incluso, combinarlas con otras palabras. 

La propiedad determinante de esta clase de códigos es el hecho de ser articulados: en  realidad,  las  demás  propiedades  derivan  de  la  articulación.  Si  un  código  es articulado,  sus elementos pueden combinarse entre  sí y esta circunstancia  se puede aprovechar  para  expresar  contenidos  distintos.  Por  otro  lado,  el  hecho  de  que  los códigos  sean  articulados  nos  permite  obtener  enormes  resultados  con  recursos relativamente modestos, es decir, conseguir una radical economía semiótica. Efectiva‐mente se notará que, a causa de  la posibilidad de combinación y del número teórica‐mente  ilimitado  de  posiciones  que  un  signo  puede  ocupar,  los  códigos  articulados permiten  formar  un  número  ilimitado  de  signos.  El  código  numérico  decimal  ilustra este  hecho  claramente  (podemos  imaginar  números  de  longitud  infinita  –esto  es, compuestos por un ilimitado número de posiciones‐, aunque, para designarlos, apenas nos sirvamos de las formas de cuantificación excesivamente altas); las lenguas verbales son de la misma naturaleza.  

La  idea  según  la  cual  las  lenguas  son articuladas es muy antigua, y ha pasado a formar parte de la conciencia lingüística común. En efecto, también en la conversación ordinaria se habla normalmente de ‘lenguaje articulado’. Pero las lenguas no son, sim‐plemente, articuladas: son doblemente articuladas. La doble articulación es  la propie‐dad por  la  cual  las  lenguas  están organizadas  en dos niveles  estructurales distintos: a) las unidades fónicas (por sí mismas carentes de significado) que, al combinarse, dan lugar  a  b)  unidades  de  nivel  superior  dotadas  de  significado.  Algunos  ejemplos aclararán esta formulación.  

Los sonidos normalmente representados por  las  letras s,  l, a, e no tienen ningún significado  propio.  Son  elementos  de  un  nivel  indispensable  para  las  lenguas  (sin sonidos, una  lengua verbal no existe), que originan al  combinarse unidades de nivel distinto,  es  decir,  palabras:  en  nuestro  caso,  sale,  leas.  Estas  palabras,  aun  estando constituidas  por  las mismas  unidades  fónicas,  son  portadoras  de  significados  com‐pletamente distintos. Por consiguiente,  los  sonidos  son unidades primarias, carentes de significado como tales pero  indispensables para  la formación de unidades de nivel superior, dotadas de significado. Según propone A. Martinet, el nivel de los sonidos se 

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denomina segunda articulación, y el nivel superior (en el que los sonidos se combinan dando lugar a entidades dotadas de significado), primera articulación. 

También la doble articulación parece específica de las lenguas verbales. No pode‐mos considerar que la danza de las abejas esté formada por elementos más sencillos. No se puede decir que la parte curvilínea de la forma de ‘ocho’ que la abeja ejecuta en su danza signifique “alimento”, o que el eje central del ocho signifique “distancia”. Es un bloque único, inanalizable, cuyo significado reside en la forma completa. 

La  dualidad  está  relacionada  con  la  arbitrariedad,  ya  que,  si  todo  elemento fonológico tuviera una relación icónica con algún aspecto del significado, habría serias restricciones en  las posibilidades combinatorias de  los elementos fonológicos. Existen pocos sistemas doblemente articulados. Éstos poseen una cualidad importantísima: la economía que supone su uso, pues con unas pocas unidades de la segunda articulación se puede componer un ilimitado número de unidades de la primera.  

  No hay ningún sistema de comunicación animal atestiguado que posea la doble articulación. 

3.3.7 Productividad (composicionalidad y recursividad)  

Las  lenguas  verbales  son  sistemas  productivos  porque  permiten  al  usuario producir  e  interpretar mensajes  nuevos  ilimitadamente  diferentes,  con  tal  de  que formen parte del ámbito de las reglas de la misma lengua. La productividad es una de las más extraordinarias propiedades de  las  lenguas humanas: cualquier combinación regular de elementos  lingüísticos puede ser producida e  interpretada por un usuario, aunque éste no se haya encontrando nunca con ella anteriormente. 

La  productividad  puede  ser  ejemplificada  de diversas maneras.  En  el  léxico,  los mecanismos de  la derivación permiten obtener, a partir de una palabra básica (como sano),  otras  palabras  formal  y  semánticamente  emparentadas  con  ella  (insano, sanidad,  sanitario...), ahorrándole así al hablante  la  tarea, que  sería muy pesada, de tener  que  aprender  para  cada  objeto  palabras  completamente  distintas.  Esta posibilidad de expansión del  léxico a partir de un punto de partida es  teóricamente ilimitada, y es uno de  los aspectos más relevantes de  la productividad. También en el plano  sintáctico  se  puede  encontrar  esta  característica:  se  pueden  formar  frases completamente  nuevas  a  partir  de otras  (de Bebo  agua  se  puede  tener Bebo  agua fresca; de Bebo agua fresca se puede obtener No bebo agua fresca, y así muchas más en una  sucesión  ilimitada de expansiones),  las cuales, a  su vez,  son  siempre  suscep‐tibles de interpretación. Las lenguas tienen por tanto la capacidad de reutilizar hasta el infinito su propio material. 

Los  códigos  animales  no  tienen  esta  característica.  Los  animales,  por  lo  que sabemos, tienen generalmente una lista cerrada de mensajes (parecida, por ejemplo, a la  que  un  hablante  puede  conocer  de  una  lengua  extranjera  cuando  tiene  a  su disposición solamente un repertorio de frases hechas). 

La  productividad  está  estrechamente  ligada  a  otra  característica  importante,  la composicionalidad.  Este  término  se  refiere  al  hecho  de  que  las  lenguas  verbales consienten, a partir de un elemento cualquiera (sonido, sílaba, palabra, etc.), combina‐ciones de elementos de  ilimitada variedad. Con otro término, podemos decir que  las lenguas son intrínsecamente sintácticas, en cuanto que permiten ‘poner juntos’ (es el significado  del  verbo  griego  syntásso)  elementos  simples  para  obtener  elementos complejos, y hacerlo en un continuum teóricamente ilimitado.  

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Además,  las  lenguas  se caracterizan por una  importante propiedad, que  se  rela‐ciona con el principio de economía ya mencionado. Tomemos un enunciado, como Luis está durmiendo. Podemos introducir en él, relacionándola con Luis, una frase relativa, obteniendo así: Luis, que se ha bebido  la manzanilla, está durmiendo. En este enun‐ciado, más complejo, podemos  introducir todavía otra  frase relativa, relacionada con la manzanilla, y obtener: Luis, que se ha bebido la manzanilla que le has traído tú, está durmiendo. El proceso de  introducción de  frases  relativas en el  cuerpo de un enun‐ciado anterior  (que puede  ser ampliado de  forma  teóricamente  ilimitada) da  lugar a enunciados siempre nuevos y diferentes, pero basados en un único mecanismo, que podemos formular así: 

 Regla de la Relativa: N  N + Orel  

Es decir: un nombre puede ser sustituido por sí mismo y por una oración de relativo relacionada con él. Este fenómeno se puede expresar también diciendo que la Regla de la Relativa puede ser aplicada indefinidamente al resultado de su misma aplicación. 

Una regla que se pueda aplicar al resultado de una aplicación anterior de sí misma se denomina (con un término tomado de la matemática) recurrente. Y recursividad se llama  al  fenómeno por el  cual, en un  código, pueden existir  reglas  recurrentes. Por tanto la Regla de la Relativa es recurrente. 

No todos  los códigos son recurrentes, y pocos  lo son en  la medida de  las  lenguas verbales.  Los  códigos  animales,  por  ejemplo,  no  permiten  ninguna  recursividad.  El código matemático en cambio es recurrente en muy alto grado: entre otras cosas, es precisamente  una  regla  recurrente  la  que  genera  la  serie  de  los  números  enteros: aplicando  la regla n  n + 1, o sea, ‘vuelve a escribir cada número sumándole 1 a su anterior’  (según  uno  de  los  axiomas  de  Peano),  de  1  generamos  2  (=  1  +  1),  de  2 generamos 3 (= 2 + 1), y así sucesivamente hasta el infinito. En el caso de las lenguas, la recursividad tiene una gran ventaja en cuanto a  la economía: constituye, sin duda, uno de los mecanismos sobre los que se basa la productividad sintáctica.   

4. EJEMPLOS DE COMUNICACIÓN ANIMAL  

  En el epígrafe anterior hemos hablado de los rasgos constitutivos del lenguaje y de cómo algunos de éstos se hallan presentes en diversos códigos animales. Ahora conside‐raremos más en detalle algunos de estos códigos.   4.1 Abejas    K.  von  Frisch  y  sus  colegas,  tras  pacientes  investigaciones,  identificaron  las propiedades más  importantes del mecanismo de comunicación de  las abejas europeas. Cuando  una  abeja  libadora  descubre  un  aprovisionamiento  abundante  de  alimento  y regresa  al panal, es  capaz de  transmitir  a  sus  compañeras un mensaje extraordinaria‐mente complejo. Se trata de un mensaje de reclutamiento que  indica a  las compañeras de panal hasta qué distancia hay que volar, en qué dirección hay que hacerlo y qué tipo de  alimento hay que buscar. Para ello hay que  interpretar hechos  como  a) el  tipo de danza que realiza la abeja en su vuelo ‐danza en círculo o danza de la cola‐, con lo que se indica  la distancia;  b)  la  velocidad  y duración de  la danza,  que  sugiere  la  cantidad de 

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alimento; c) el olor de  la abeja, que  indica el  tipo de alimento. Curiosamente, ninguna abeja  exploradora  ejecutará  la  danza  en  círculo  en  una  colmena  vacía  (ni  en  una previamente vaciada con propósitos experimentales),  lo cual  indica que  la danza no es simplemente una  respuesta  automática  condicionada por el  regreso  a  la  colmena  con una provisión abundante de alimento. Para que la danza se desencadene, es preciso que se hallen presentes otras  abejas,  subrayándose  así  la naturaleza  comunicativa de esta función.   La danza en círculo indica que la fuente está en un radio de 10 metros alrededor de la colmena. La danza de la cola, en cambio, indica que la fuente de libación se halla a más de 100 metros del panal (figuras 1 y 2). En el primer caso las abejas buscan al azar, pero en el segundo caso es necesario indicar el lugar exacto de la fuente de alimento. La danza de la cola permite comunicar la dirección que ha de tomar el vuelo de las compa‐ñeras y la distancia que ha de recorrerse. Para ello se describe un vuelo en que se trazan casi dos semicírculos complementarios que se unen en un segmento vertical. La danza se realiza en  vertical, pues éste es el único espacio operativo  en el  interior del panal.  El coleteo  intenso señala si el recorrido del segmento vertical apunta hacia arriba o hacia abajo y si coincide con la dirección de la fuerza de la gravedad o si se desvía a la derecha o a la izquierda. Las abejas convocadas interpretarán la danza con referencia a la posición del sol (figura 3). La distancia, por su parte, es indicada por el tiempo que la abeja baila‐rina, produciendo un zumbido más fuerte, se mantiene en el segmento de la línea recta y mueve la cola. Diversos experimentos han mostrado que la precisión que conllevan estas señales es prodigiosa. Incluso hay pruebas de que la abeja reclutada anticipa la distancia antes de volar a la fuente de alimento, ya que carga el combustible (la miel) en propor‐ción a la distancia que ha de recorrer.                           

(Figura 1: danza en círculo) 

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                          Pero  hay  variaciones  (podríamos  hablar  de  «dialectos»)  en  las  especies  empa‐rentadas. Lo descrito hasta ahora corresponde a la abeja austríaca. La abeja italiana, por ejemplo,  sabe  realizar  una  danza  en  hoz  para  indicar  la  dirección  de  las  fuentes  de alimento situadas entre 10 y 100 metros, que consiste en una figura en forma de ocho, curvada  en  semicírculo:  el  centro  del  semicírculo  apunta  hacia  la  fuente  de  alimento (figura 4).            La  aptitud  de  las  abejas  para  la  danza  es  innata,  pero  la  experiencia  puede desempeñar su papel en el aumento de  la precisión de estas actividades. Esta caracte‐rística aparece igualmente válida para ciertas especies de aves y primates, es decir, que el sistema de comunicación es innato aunque los detalles más refinados del mismo pueden ser modificados por el aprendizaje. Una prueba del  innatismo es que  las descendientes híbridas de abeja  italiana y abeja austríaca harán,  según  los  rasgos predominantes, un tipo de danza u otra.   

alimento

(Figura 4: danza en hoz de la abeja italiana)

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4.2 Aves    En  el  caso  de  las  aves,  cuyo  sistema  de  comunicación  guarda  sorprendentes semejanzas con el de los primates, nos encontramos con dos tipos de vocalizaciones que cumplen funciones comunicativas. Por una parte, las llamadas son pautas de sonido que constan de una  sola nota o de breves  secuencias de notas asociadas con  los aconteci‐mientos  y  actividades  funcionales:  vuelo,  alarma  especializada  (como  la  de  acoso  en tropel o la del depredador aéreo), placer, peligro, defensa territorial, alimento, construc‐ción de nidos, reunión de la bandada, agresión, alarma general. Se trata de una serie de sonidos discretos, cada uno de los cuales tiene una gama fija de funciones. Por otra, los cantos, más complejos que las llamadas, son usados principalmente por los machos para establecer sus territorios y para atraer a la hembra en la estación de cría. A veces se trata de  dos  cantos  distintos  para  dos  funciones.  Un  ejemplo  notable  lo  tenemos  en  el petirrojo de Pekín. En ciertos casos los cantos son a dúo, de notable complejidad,  inter‐pretados por el macho y la hembra. Los científicos han adoptado la hipótesis de que las parejas de pájaros emplean estos  cantos para mantenerse en  contacto en  la  zona de maleza que habitan.   Como en  las abejas, también aquí existen «dialectos», sobre todo en  los cantos, que parecen  ser aprendidos. En general,  las  llamadas  son en  su mayoría  innatas  y  los cantos  son  aprendidos.  Pueden  ser  innatos  los  patrones  básicos,  pero  la  adquisición completa recorre varias y críticas etapas. Un ejemplo típico es el del pinzón, que dispone de un período de tres meses (con distintas fases), después del cual, si ha sido aislado, no podrá aprender el canto de sus compañeros.   

4.3 Primates    En  el  caso  de  los  primates,  la  observación  y  estudio  de  sus  medios  de comunicación no deben estar motivados por  la búsqueda de un origen para el  lenguaje humano,  pues  la  brecha  existente  entre  unos  y  otro  es  enorme,  ni  tampoco  por  la sorprendente disparidad entre la inteligencia, tan notable, de los monos, y la pobreza de sus logros comunicativos. Lo que importa es contrastar los mecanismos de comunicación animales con los de los seres humanos.   Las señales de  los primates tienden a estar  ligadas al contexto, en el sentido de que  el mensaje  enviado  depende  estrechamente  de  los  rasgos  preeminentes  de  ese contexto.  Otra  característica  primordial  es  que  las  señales  son  multimodales,  en  el sentido  de  que  puede  funcionar  e  intervenir  simultáneamente  una  gran  cantidad  de canales  sensoriales,  entre  los  cuales  son  los más  frecuentes  la  visión  y  el  olfato.  La distancia entre  los sistemas de  los primates y el  lenguaje humano puede  inferirse de  la definición de significado y comunicación en que suelen basarse  los estudios sobre estos animales: el significado se determina a partir de las reacciones de otro animal; la comuni‐cación se produce cuando cualquier señal emitida por un animal es usada por otro para predecir ya la conducta del primero ya otra cosa presente en su entorno.   Por  lo  general  los primates  tienen una  visión excelente  y, en distancias  cortas, donde el  follaje no plantea problemas,  tienden  a apoyarse  sobre  todo en  recursos de comunicación visuales. En distancias más  largas tienden, en cambio, a apoyarse más en señales auditivas.   Daremos  cuenta  de  algunos  aspectos  en  relación  con  éstas  últimas.  Los  dos primates más  estudiados  son  el  cercopiteco  de  Etiopía,  que  habita  en  las  selvas  del sureste de África, y el rhesus. El repertorio vocal del cercopiteco se sitúa en alrededor de 

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36 sonidos físicamente distintos, evocados en 21 situaciones diferentes y susceptibles de transmitir aproximadamente 222 mensajes distintos. Entre las más interesantes de estas vocalizaciones se encuentran tres llamadas de alarma en particular, porque, al parecer, se usan  para  transmitir  información  sobre  el  entorno  del  cercopiteco:  el  siseo  de  la serpiente, que evoca una respuesta de acoso en tropel; la llamada del depredador aéreo, que hace que  los  receptores busquen  cobijo en el  suelo,  y  la  llamada del depredador terrestre, que provoca que los oyentes se suban a los árboles y se aposten en lo alto de las ramas.   En el rhesus se da una diferencia entre dos tipos de vocalizaciones: ruidos ásperos y llamadas claras. Unas y otras se relacionan con las condiciones de producción, como la amenaza en un nivel inferior, la alarma, o algo relacionado con el alimento,  la cría o  los movimientos de otros animales. Las llamadas claras parecen relacionarse con situaciones que, por  sí mismas, no desencadenarían ningún  tipo de  vocalización  (gruñido,  ladrido, grito, etc.), si no fuera por algún propósito comunicativo. Los ruidos ásperos se relacionan con  situaciones comparables a  la emisión de un grito cuando  se experimenta dolor,  lo cual tiene más carácter de síntoma que de símbolo.   A diferencia de la danza de las abejas, pero al igual que las llamadas de las aves, los  repertorios  vocales del  cercopiteco de Etiopía  y del Rhesus parecen  constar de un pequeño «vocabulario» de llamadas bien diferenciadas, aunque no se combinan entre sí de una manera sistemática.   En cuanto al sistema de desarrollo y adquisición del sistema de comunicación de estos monos, parece, habida cuenta de la poca información disponible, que la estructura general del sistema de comunicación se halla fijada biológicamente y que se aprende  la estructura pormenorizada de los elementos del mecanismo comunicativo. Esto se ilustra mediante  la  comparación  de  los  mecanismos  comunicativos  de  monos  criados  en laboratorios,  con  los  de  otros  de  la misma  especie  que  viven  en  libertad.  El  de  los primeros es más pobre y carece de no pocas de las sutilezas que poseen los de los otros. Sin  embargo,  las  vocalizaciones  agonísticas, manifestaciones  de  estados  emocionales básicos, suelen estar biológicamente determinadas. 

5. PERTINENCIA  En  un mensaje  cualquiera,  sea  cual  sea  el  código  en  el  que  esté  formulado,  el 

poder de dar expresión al  contenido no afecta al mensaje entero,  sino  solamente a algunos rasgos del mismo. Tomemos, por ejemplo, una danza de abejas en forma de ocho: el contenido “existe una fuente de alimento a la distancia X en la dirección Y” no lo  expresa  la  totalidad  del  mensaje,  sino  solamente  determinadas  características específicas, que  son: a)  la  forma  (efectivamente,  si  la danza es  circular,  la distancia indicada es menor que cuando es en  forma de ocho), b) el número de veces que el ocho es  recorrido,  c) el ángulo del eje  central  respecto al  sol. Otros  rasgos, aunque pueden ser identificados en la danza contemplada en su realidad física, no parece que tengan ninguna función: por ejemplo, no tiene ninguna función la dimensión del ocho. Por eso,  la descodificación de  la danza por parte de  las abejas compañeras tenderá a basarse solamente en los rasgos que son portadores de función, dejando a un lado los demás. 

Este ejemplo demuestra que, en un código, algunos rasgos son pertinentes (o sea, que sirven para desarrollar una función), y otros no. Pertinente es un término clave de la Lingüística moderna, que luego ha sido utilizado ampliamente por la Semiótica y que se refiere a todo  lo que está en situación de establecer distinciones. Sin embargo, no 

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hay que creer que los rasgos pertinentes se establecen siempre del mismo modo en un código cualquiera. En efecto, la pertinencia cambia según el uso que se hace de dicho código. Por ejemplo, en el rostro humano, el funcionario de policía  identificará como pertinentes  únicamente  algunos  rasgos  (color  de  los  ojos,  color  del  pelo,  ‘rasgos personales’), mientras que no  le  interesarán  la  forma de  la boca o de  la nariz  (salvo que éstas formen parte de los ‘rasgos personales’), que son, sin embargo, importantes en  la  apreciación  de  los  rostros  que  pueden  hacer  el  resto  de  las  personas.  Las características  pertinentes  de  un  código  son,  por  tanto,  arbitrarias,  es  decir,  se establecen  según  diversas  exigencias  y  variables.  Cuando  el médico  reconoce  una enfermedad, algunas características son pertinentes y otras no. Pero si el médico hace hipótesis  sobre  otra  enfermedad  distinta  pueden  convertirse  en  pertinentes  las características que antes no  lo eran. Así, por ejemplo, si supone que se  trata de una apendicitis, considerará pertinente el estado del abdomen; si diagnostica sarampión, por el  contrario, no  considerará pertinente el estado del abdomen  sino más bien el color de las encías. 

La  aplicación  de  un  criterio  de  pertinencia  se  puede  comprobar  claramente también  en  el  ámbito  de  la  comunicación  animal.  El macho  de  la mariposa  Sátiro común (Hipparchia semele) vuela detrás de la hembra cuando ve diseños de mariposas grises o de otros colores, preferiblemente oscuros:  lo que hace que se  lance tras ella no es el parecido entre el diseño y  la mariposa auténtica, sino el color; si se cambia dicho  color,  la  respuesta de  la mariposa no  tiene  ya  lugar. En este  caso, el  color es pertinente para el Sátiro, mientras que la forma no lo es. Del mismo modo, el petirrojo macho desencadena  su  respuesta  agresiva  ante el  color  rojo del  rival,  y no  ante  su forma.  También  en  este  caso,  la  pertinencia  tiene  que  ver  con  el  color  y  no  con  la forma. 

Si  llamamos pertinentización a  la operación con  la que decidimos cuáles  son  las características que en un determinado momento consideramos pertinentes, podemos también decir que toda pertinentización divide el universo en dos clases diferentes: la de  los objetos que presentan una determinada característica, y  la de  los objetos que no la presentan: 

           Si buscamos en una habitación oscura un jersey de lana que se halla en un cajón, 

nos  detendremos  solamente  en  los  tejidos  que  resulten  al  tacto,  por  ejemplo, ‘rugosos’ y  ‘suaves’. Los  rasgos guía de nuestra búsqueda  serán estos dos:  todos  los objetos  que  no  los  presenten  en  alguna  medida  serán  descartados.  Por  muchos motivos,  pues,  el  conocimiento  se  basa  en  una  serie  de  operaciones  de  pertinen‐tización. 

Los rasgos pertinentes deben tener una propiedad: deben constituirse, para todo tipo de objeto, en número finito, de modo que resulten controlables para el usuario. Si esta  condición no  tiene  lugar, el uso del  código puede  llegar  a  ser  imposible,  como 

Objetos que sí tienen el rasgo pertinente x. 

Objetos que no tienen el rasgo pertinente x. 

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ocurriría  si,  para  reconocer  a  una  persona,  tuviéramos  que  examinar  una  variedad demasiado extensa de rasgos: tipo de piel, dimensión de la nariz, forma de las orejas, protuberancia del mentón, etc. El usuario humano tiene normalmente la posibilidad de elaborar un número  limitado de  rasgos que  supone pertinentes, y de  reconocer con ellos el objeto que tiene ante sí. 

La  limitación del número de  los  rasgos potencialmente pertinentes nos conduce una vez más al problema de la limitación de las capacidades de elaboración del usuario del código. Los ‘buenos’ códigos son los que aúnan, por un lado, una buena capacidad de distinguir el mayor número de objetos y, por otro, una fácil manejabilidad por parte del usuario. Desde este punto de vista,  las  lenguas verbales no son siempre  ‘buenos’ códigos. 

6. FORMA Y SUSTANCIA  En  su momento  veíamos  cómo  la  naturaleza  de  los  signos  no  consiste  primero 

(como podría creerse a primera vista) en favorecer la comunicación, sino en permitir la distinción  de  elementos  diferentes.  Sin  la  posibilidad  de  crear  distinciones  entre elementos  de  la  expresión  y  elementos  del  contenido,  probablemente  ni  siquiera existiría  la  comunicación. Hay  que  aclarar  ahora  este  punto  afrontando  una  clásica dicotomía semiótica (aunque, históricamente, una dicotomía sobre todo  lingüística, si tomamos en consideración las teorías de De Saussure y Hjelmslev), que es la que existe entre forma y sustancia del signo lingüístico. 

Para  empezar,  volvamos  a  la  diferencia  entre  expresión  y  contenido.  Como  ya sabemos, un código es una asociación estable y regular del orden de la expresión con el orden del contenido. Pero expresión y contenido, que hasta el momento habíamos utilizado  como  nociones  simples  y  ‘monolíticas’,  requieren  ahora  un  estudio  más detallado. 

Imaginemos  la expresión concreta de  las  lenguas verbales, que es primariamente fónico‐acústica. Desde el punto de vista estrictamente físico, está constituida por toda la  gama  de  sonidos  que  el  aparato  fonador  humano  es  capaz  de  producir  y  que  el aparato  auditivo  es  capaz  de  percibir.  Estos  sonidos  están  dotados  de  diversas características que físicamente se pueden describir (frecuencia, amplitud, timbre, etc.). Este material  fónico, en  lo que  se  refiere a  su  concreta  realidad  física,  constituye  la sustancia de la expresión (la materia prima en bruto expresiva) de las lenguas verbales. Sin embargo, las lenguas no lo utilizan funcionalmente en su estado amorfo, tal como como es en un principio. En español, por ejemplo,  la porción de sustancia fónica que hay  entre  [a]  y  [e]  se  divide  en  segmentos  diferentes:  no  podemos  confundir  la pronunciación  [‘kaso] con  [‘keso], ni  [‘paso] con  [‘peso]. Estas parejas de palabras se diferencian exclusivamente porque la primera palabra de cada pareja presenta una [a] exactamente  en  la  misma  posición  en  la  que  la  segunda  palabra  de  cada  pareja presenta una [e]. Desde este punto de vista, podemos decir que el español articula la parte de sustancia fónica que está entre [a] y [e] en dos áreas diferentes: 

 [a‐‐‐e]      /a/  /e/ 

 En árabe, en cambio, esta misma porción de sustancia  fónica no  tiene el mismo 

tratamiento: podemos pronunciar  indistintamente  [kita:b] y  [kit:b];  la diferencia de sustancia fónica que existe en español no se reconoce en árabe. Comparando  las dos lenguas desde este punto de vista, podemos entonces trazar el esquema siguiente: 

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 español a eárabe a, 

 En términos  intuitivos, podemos decir que el español ‘corta’ en dos  la misma porción de sustancia que el árabe cubre con una sola casilla. De  forma algo más rigurosa, se puede decir que cada una de  las dos  lenguas conforma de manera distinta  la misma porción de sustancia fónica, o también que la misma sustancia tiene forma distinta en cada una de  las dos  lenguas. Si  ‘quitamos’ del esquema anterior  la  sustancia  fónica, obtenemos  un  casillero  vacío,  que  representa  la  forma  de  esa  porción  de  sustancia (vid. 3.2.3.1: Dos tipos de arbitrariedad):  

   

 Está claro, pues, que  la expresión de un código  tiene dos aspectos: una  forma y 

una sustancia (respectivamente: forma de la expresión y sustancia de la expresión). Esta distinción no es válida solamente para  las  lenguas verbales. A primera vista, 

los sistemas de numeración árabe y romano son perfectamente sinónimos: II = 2, IV = 4, etc.; pero la semejanza se vuelve más tenue si dejamos aparte los números enteros y pasamos a  los números decimales. Efectivamente,  la numeración árabe, al disponer de  decimales,  permite  expresar  cualquier  número  intermedio  entre  dos  números dados: 

 5 < 5,5 < 6 5,5 < 5,75 < 6 5,75 < 5,875 < 6 

 y  así  infinitamente.  Esta  progresión  se  basa  en  un  algoritmo  simple,  que  puede formularse así: dados dos números A y B, el intermedio entre ellos es x = (A + B)/2. La numeración romana, en cambio, no posee las mismas potencialidades: su organización en tanto que código le permite solamente expresar sucesiones de enteros, y el número intermedio entre otros dos se puede encontrar con tal de que sea entero: VII < VIII < IX, pero VIII < ? < IX. También aquí la sustancia ‘cuantitativa’ es la misma para los dos códigos, pero se forma de dos maneras distintas en uno y otro. La numeración árabe tiene  una  forma  infinitamente  segmentable,  mientras  la  romana  tiene  una  forma rígidamente  segmentada.  Podemos  probar  a  expresar  este  hecho  con  el  esquema siguiente: 

      La  misma  distinción  entre  forma  y  sustancia  vale  también  para  el  plano  del 

contenido.  La  sustancia  del  contenido  está  constituida  por  la  totalidad  de  los significados  pensables  (una  realidad  más  bien  huidiza,  como  vemos  por  esta definición), y la forma del contenido, por la manera en la que esta sustancia se forma 

I  II  IV  VII VI V III 

1  2  4  5 3 

[a‐‐‐e]      

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(o,  como  hemos  dicho  anteriormente,  se  segmenta  en  porciones). Una  vez más,  la mejor manera de  ilustrar este par de nociones es  la de presentar algunas  compara‐ciones sirviéndonos de algunos ejemplos que ya se han hecho clásicos. 

En latín existía, en la denominación de los colores, una distinción importante en lo que  se  refiere al blanco y al negro, entre  la versión  ‘brillante’ y  la  ‘mate' del mismo color. El esquema que sigue aclara la cuestión (vid. 3.2.3.1. Dos tipos de arbitrariedad):  

‘mate’ ‘brillante’“negro”  ater niger“blanco”  albus candidus

 En  español,  la  situación  es más  sencilla:  la  designación  del  blanco  y  del  negro 

cuenta con un término para cada color, y cuando es necesario precisar si se trata de una  variedad  ‘mate’  o  ‘brillante’  del  color  no  hay  otra  manera  de  hacerlo  que añadiendo nuevas palabras (así: blanco mate, blanco brillante, etc.). La relación entre español y latín, desde este punto de vista, se puede representar así:  

‘mate’ ‘brillante’latín  ater niger

español  negrolatín  albus candidus

español  blanco En otras palabras,  la misma porción de contenido (de sustancia del contenido) que el latín divide (o conforma) en dos partes está cubierta en español por una sola casilla. La forma del español, en relación a estos términos de color, es distinta de la del latín. 

Según  algunos  lingüistas  clásicos  (concretamente  De  Saussure  y  Hjelmslev),  las lenguas  están  caracterizadas más  por  su  forma  que  por  su  sustancia. Más  aún, De Saussure defiende que las lenguas «son forma, no sustancia». No podemos entrar aquí en este delicado problema teórico. Bastará con hacer ver que esta afirmación proba‐blemente debe  ser  limitada. Mientras  algunos  códigos pueden  sufrir  sin  alterarse  la sustitución,  incluso drástica, de una sustancia por otra, para otros eso no es posible. Por  ejemplo,  el  simple  código  luminoso  que  señala  la  cantidad  de  gasolina  en  un depósito puede ser sustituido, modificando su sustancia, por un código numérico; pero para las lenguas verbales eso no parece que sea posible: la cantidad de distinciones y de matices que se pueden obtener dando  forma a  la sustancia  fónico‐acústica no se puede sustituir, por ejemplo, por una sustancia gestual  (mímico‐visual), y ni siquiera por la más típica de sus sustancias sustitutivas, o sea, la escritura. 

Visto así, el problema parece más atenuado: si las lenguas se caracterizan en gran medida  por  su  forma,  también  su  sustancia  contribuye  al  pleno  desarrollo  de  sus potencialidades semióticas, o, por usar un término más intuitivo, de su flexibilidad. En cierto  modo,  la  sustancia  (esa  sustancia)  de  las  lenguas  contribuye  a  su  pleno funcionamiento. 

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7. RECAPITULACIÓN  Los rasgos que hemos explicado como definitorios de las lenguas verbales pueden 

ser puestos en relación gracias a los siguientes tres aspectos básicos:    a) Economía   b) Creatividad   c) Simbolismo  

Las lenguas verbales obedecen a tres imperativos. La economía está determinada por  las  limitaciones  físicas  y  psíquicas  de  los  seres  humanos.  Como  sabemos,  sólo podemos emitir y diferenciar eficientemente un número limitado de sonidos; además, nuestra  capacidad  de memoria  a  corto  y  largo  plazo  es  limitada,  así  como  nuestra capacidad de procesamiento de información.  

En segundo lugar, el lenguaje humano es eminentemente creativo; somos capaces de  emitir  y  entender  expresiones  totalmente  nuevas  gracias  a  que  nuestro  cono‐cimiento  lingüístico  nos  permite  aplicar  patrones  generales  a  casos  particulares  y reutilizar elementos disponibles en nuevas combinaciones.  

En  tercer  lugar,  el  lenguaje  es  eminentemente  simbólico,  ya  que  remite  a  una realidad distinta de la de sí mismo. 

Entre estos tres rasgos básicos podemos atribuir a la creatividad un lugar central, puesto que en cierto modo  la creatividad  (nuevas aplicaciones de elementos conoci‐dos) es la solución al doble imperativo que la economía y el simbolismo le imponen al lenguaje.  La  limitación  de  recursos  a  la  que  se  ven  sometidos  los  seres  humanos impone  la  exigencia de  economía  al  sistema de  comunicación que usen  y, por otro lado,  sus  necesidades  expresivas  o  de  representación  son  enormes,  ilimitadas  en realidad, por lo que dicho sistema debe ser muy simbólico. La satisfacción simultánea de  esos  dos  requisitos  se  logra mediante  la  constitución  de  un  código  creativo  que atienda a cualquier nueva necesidad explotando los recursos limitados ya conocidos.  

Sin  embargo,  podemos  concretar  aún más  de  qué  forma  específica  las  lenguas consiguen ser tan creativas y gracias a ello tan económicas y simbólicas. La creatividad en  las  lenguas  verbales  se  construye,  en  efecto,  sobre  la  base  de  una  propiedad fundamental  de  éstas:  la  doble  articulación,  que  es  el  principio  constitutivo  y estructural  con  el  que  las  lenguas  logran  ser  productivas  y  creativas.  Con  la  doble articulación  podemos  construir  un  número  ilimitado  de  signos  (gran  capacidad simbólica)  a  partir  de  la  combinación  y  recombinación  de  un  número  limitado  de unidades (economía). 

Más  allá de esta  caracterización  general de  la  relación entre doble  articulación, economía  y  capacidad  simbólica,  debemos  recordar  que  en  la  doble  articulación reconocemos muchos de las propiedades fundamentales  que hemos ido destacando a lo  largo del  tema.  En  la definición  cabal de  la doble  articulación debemos  tener  en cuenta  no  sólo  la  composicionalidad  y  todos  los  aspectos  relacionados  con  la sintacticidad  de  las  lenguas,  sino  también  la  arbitrariedad  y  la  discreción.  La composicionalidad está implicada tanto en el juego de la segunda articulación como en el de la primera. Podemos crear nuevas formas a partir de la combinatoria de unidades fonológicas y podemos crear nuevos signos complejos a partir de  la combinatoria de las  unidades  morfológicas  de  la  primera  articulación.  La  discreción  es  un  rasgo fundamental  de  la  relación  entre  las  unidades  de  la  segunda  articulación,  que  se traslada a la distinción de las unidades de la primera articulación. La arbitrariedad es el 

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modo  fundamental  en  que  se  define  la  relación  entre  la  segunda  articulación  y  la primera:  las  unidades  no  significativas  de  la  segunda  articulación  (los  fonemas)  se agrupan  en  cadenas  que  se  asocian  arbitrariamente  a  significados,  dando  lugar  a unidades de  la primera articulación. Y  ya hemos  comentado  cuáles  son  las  ventajas que conllevan simultáneamente  la composicionalidad,  la discreción y  la arbitrariedad sometidas  a  su  vez  al  juego  de  la  doble  articulación.  Esta  solución  de  ingeniería semiótica que representa  la doble articulación se erige, por consiguiente, en  la clave de  la  especificidad  de  las  lenguas  entre  todos  los  demás  códigos  y  sistemas  de representación y comunicación.             

CREATIVIDADDoble articulación 

(composicionalidad, arbitra‐riedad y discreción en dos niveles generales de organización) 

ECONOMÍA  SIMBOLISMO 

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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BIBLIOGRAFÍA  AKMAJIAN, A., DEMERS, R. A., HARNISH, R. M. (1984), Lingüística: una introducción al 

lenguaje y la comunicación. Madrid: Alianza.  CASETTI, F. (1977), Introducción a la semiótica. Barcelona: Fontanella, 1980.  COSERIU, E. (1962), Teoría del lenguaje y lingüística general. Madrid: Gredos.  ECO, U. (1976), Tratado de semiótica general. Barcelona: Lumen, 1977.  ECO, U. (1973), Signo. Barcelona: Labor, 1976.   HOCKETT, CH. (1958), Curso de lingüística moderna. Buenos Aires: Eudeba, 1971.  LYONS, J. (1968), Introducción en la lingüística teórica. Barcelona: Teide, 1971.  LYONS, J. (1981), Introducción al lenguaje y a la lingüística. Barcelona: Teide, 1984.  MALMBERG, B. (1973), Teoría de los signos. México: Siglo XXI, 1977.  MARTINET. A. (1960), Elementos de lingüística general. Madrid: Gredos, 1965.  MORENO CABRERA, J. C. (1991): Curso Universitario de Lingüística General. Tomo I: 

Teoría de la gramática y sintaxis general. Madrid: Síntesis.  SAUSSURE, F. de (1917): Curso de lingüística general. Madrid: Alianza, 1982.  SERRANO, S. (1981), La semiótica. Una introducción a la teoría de los signos. Barce‐

lona: Montesinos.  

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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EJERCICIOS   

1 Dígase si las señales siguientes son indicios (índices, síntomas), iconos o símbolos:  

a) La fiebre de un enfermo  

 b)     «Cruz Roja» /      c) La oración ¿Dónde vas tan temprano? 

  

d)     «No planchar» /    

 e) La bandera de un país  

f) ‘+’ / «más»; ‘‐’ / «menos»; ‘’ / «menor o igual que»  

g) ‘A’ [letra] / «sonido vocálico, medio, oral»  

h) Mondaduras  de  fruta,  latas  de  alimentos  en  conserva,  envases  de  cerveza, papel de aluminio, etc., todo ello abandonado en algún paraje natural.   

 i)    «Tóxico» /    

   Algunas de estas  señales  son de asignación dudosa.  Indique cuáles, en  su opinión, pueden serlo y explique por qué.   

2 a) Las  luces  del  semáforo  constituyen  un  código,  como  sabemos.  Explíquense  las 

características  de  este  código  (los  signos  que  los  forman,  los  mensajes  que permite transmitir, etc.) 

 b) Examínense las siguientes señales de circulación:               1)                                                       2)    

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                  3)                                                       4)        ¿Qué factores componen estas señales? ¿Cuál es la expresión y el contenido de tales factores?  ¿Qué  carácter  muestran:  sintomático,  icónico  o  simbólico?  Razone  las respuestas. ¿Se puede afirmar, sobre la base de las respuestas dadas, que las señales de  tráfico  son  señales  complejas?  ¿Están  doblemente  articuladas?  Razone  las respuestas.   

3 ¿Qué propiedad del lenguaje humano predomina en cada uno de los fenómenos que detallamos a continuación? Razónense las respuestas:  

a) La  derivación  morfológica  (por  ejemplo,  de  donar  podemos  obtener donación). 

b) El significado de una oración se deduce del significado de su sujeto y del de su predicado. 

c) En ciertos estados de coma, el enfermo recibe  los mensajes pero no puede reaccionar a ellos. 

d) El uso de una lengua para redactar su gramática. e) El  peculiar  significado  y  utilización  de  palabras  como  ayer,  él,  aquí,  venir, 

traer, etc. f) El uso de la ironía. g) La posibilidad ilimitada de expandir las oraciones mediante coordinación. h) La hipérbole. i) Cuando  se  escribe,  se  puede  leer  y  releer  lo  escrito  para modificarlo  y/o 

corregirlo. j) Expresiones  del  tipo  Es  tonto  con  todas  las  letras,  Pedro,  Juan  y  María 

salieron de la habitación en ese orden. 

4 Determínese si las siguientes realidades son de carácter continuo o discreto:  

a) El tiempo y su transcurso b) Un grito de terror c) Las danzas de las abejas d) La temperatura de los cuerpos e) Los fonemas que constituyen la expresión /méta/ f) La presión sanguínea 

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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g) La  pronunciación,  en  un momento  dado,  por  parte  de  alguien  del  signo meta. 

 Si se miden  las realidades anteriores, ¿cómo se podrían expresar  los resultados, en términos de continuidad, de discreción, o de ambas cosas? Pónganse algún ejemplo que justifique la respuesta.   

5 ¿Qué  elementos  de  los  enunciados  siguientes  han  sido  utilizados metalingüística‐mente?  Tales  elementos,  ¿cómo  manifiestan  en  cada  caso  la  función  metalin‐güística?    a)  Escribe: “El guajiro mojigato no toma jengibre ni ajonjolí”.   b)  «El sí de las niñas»   c)  ¿Significan lo mismo ‘tomar’, ‘beber’ y ‘coger’?   d)  ‘Haber’ se escribe con ‘h’ y con ‘b’.   e)  A.  Dame el libro.     B.  ¿Cómo?     C.  Que me des el libro.   f)  A.  ¿Vendrás al cine?     B.  Quizá.     [Más tarde:]     C.  ¿Vendrá [B] también al cine?     A..  Se lo pregunté y me contestó con un ‘quizá’ elusivo.  ¿Por qué en unos casos los elementos usados metalingüísticamente aparecen deter‐minados  (por  ejemplo,  por  «el»,  «un»,  etc.)  como  en  el  uso  primario,  y  en  otros casos parecen no admitir tal determinación (por ejemplo, «*El ‘haber’ se escribe con ‘h’ y con ‘b’»)?   

6 Son hechos difundidos y aceptados que los signos lingüísticos son arbitrarios, que la arbitrariedad es un aspecto fundamental de  las  lenguas verbales humanas, pues en esta propiedad descansan en gran medida la flexibilidad y el carácter ilimitado de las mismas. Pero, igualmente, son innegables los aspectos icónicos que siempre muestra el  lenguaje  humano.  He  aquí  algunos  de  ellos.  ¿Puede  dar  una  explicación  a  la iconicidad de estos casos?  

a) Normalmente se dice Entró en el baño y se duchó, pero resultaría extraño decir Se duchó y entró en el baño. 

b) Cuando digo Ese perro  ladra demasiado,  la palabra «perro», que utilizo en  la expresión «[ese] perro» para aludir a cierto animal, no muestra  ‐como se ve‐ motivación  alguna  con  la  entidad  designada.  Pero  si  digo  «Perro»  es  una palabra  que  contiene  cuatro  fonemas,  en  esta  ocasión  la  palabra  «perro», 

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usada  aquí  metalingüísticamente  (vid.  3.5),  parece  responder  a  cierta motivación. 

c) El  sonido  [i]  tiende  a  asociarse  en  numerosas  lenguas  con  las  ideas  de ‘pequeñez’,  ‘cercanía  al  hablante’,  ‘cercanía  afectiva’,  etc.  En  cambio,  los sonidos  [a]  y  [o],  con  las  de  ‘grande’,  ‘lejanía’,  ‘distancia  afectiva’,  etc.  Por ejemplo, esp. chiquitín, aquí, etc., frente a ancho, grande, allá, etc.; ing. teeny, little, bit,  this, etc.,  frente  a  large,  vast,  that, etc.;  fr. petit,  ‐ci, etc.,  frente  a grand,  ‐là, etc. Aunque hay contraejemplos: esp.: allí (frente a aquí, acá);  ing. big (frente a small), etc.  

d) Tuve un  sueño: me encontraba  en un  campo  solitario; a  lo  lejos  vi una  casa; caminé hasta ella; la puerta estaba abierta; entré; había una inmensa escalera; la  subí; alcancé un  rellano en el que había dos puertas; abrí una y miré: una habitación vacía con una ventana enorme que daba a un campo extraño. Las oraciones que  componen esta narración  las ha dispuesto el emisor de  cierto modo para asegurarse de que la información transmitida llega al receptor de la forma  debida.  Obsérvese  cómo,  para  lograr  este  objetivo,  aquél  expone primero  la  información compartida  (o que supone compartida) con éste, para añadir  a  continuación  la  que  considera  novedosa  (poco  o  nada  compartida). ¿Qué  ocurriría  si  se  alterara  el  orden  de,  por  ejemplo,  los  oraciones  que componen el relato? ¿Qué reacción suscitaría esto en el receptor? Hablante y oyente parecen respetar un principio que puede ser expresado así: “primero, lo compartido; después, lo novedoso”. 

  

7 Los hechos que presentamos a continuación admiten ser explicados desde diversos puntos  de  vista.  Para  el  propósito  de  este  ejercicio,  le  invitamos  a  que  lo  haga teniendo en cuenta sobre todo la dicotomía “forma/sustancia”.  

a) Cuando se disponen a iniciar una partida de ajedrez, los jugadores comprueban que se les ha perdido un alfil, y deciden, por esto, sustituirlo por un botón. ¿Por qué, a pesar de tal cambio, pueden jugar? 

 b) Observe las siguientes muestras de letras: 

A B C a b c  A B C a b c  A B C a b c A B C a b c A B C a b c

A pesar de sus distintas formas y tamaños, es seguro que usted reconoce en todas ellas las letras ‘a’, ‘b’ y ‘c’ mayúsculas y minúsculas. ¿Cómo podría explicar este hecho?  

c) El hecho externo que en español comúnmente es expresado mediante el signo caer, en navajo recibe las denominaciones siguientes: 

Naalts’id  ‘caer un objeto sólido redondeado’ 

Nááldéél  ‘caer un objeto alargado y flexible’ 

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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Náálkééz  ‘caer un objeto alargado y rígido’ 

Náána’  ‘caer un objeto liso y flexible’ 

Nááltizh  ‘caer una entidad singular y animada’ 

Náálheezh  ‘caer algo pulposo y viscoso’ Así, si tuviéramos que expresar en navajo los hechos siguientes: 

Cae un ladrillo 

Cae una escoba 

Cae un trozo de mantequilla 

Cae una galleta ¿cuál de las denominaciones anteriores habría que elegir para cada uno de estos casos? Si un hablante de navajo tuviera que expresar los hechos anteriores en español, es obvio que sólo dispone de un signo: caer. ¿Qué le resultaría extraño a este hablante? Explique con algún detenimiento estos procesos y algunas de las causas que los determinan. 

 

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8 Como  sabemos,  el  lenguaje  natural  es  el  resultado  de  tres  fuerzas:  economía, simbolismo  y  creatividad.  Los  rasgos  constitutivos  del  lenguaje  propuestos  por Hockett  no  son más  que manifestaciones  concretas  de  esos  tres  factores  básicos. ¿Podría hallar  la  correspondencia de unos  con otros? Seguramente algunos  rasgos admitirán ser  remitidos a más de un  factor. Razone su propuesta.  (Para  facilitar  la tarea, marque con una cruz en el cuadro siguiente  las correspondencias oportunas; los signos ‘+’ y ‘‐’ expresan correspondencia fuerte y menos fuerte respectivamente.)  

    CREATIVIDAD  ECONOMÍA  SIMBOLISMO 

Dualidad  +       

  ‐       

Intercambiabilidad  +       

  ‐       

(Eficiencia)  +       

  ‐       

Composicionalidad  +       

  ‐       

Recurrencia  +       

  ‐       

Semanticidad  +       

  ‐       

Especialización  +       

  ‐       

Arbitrariedad  +       

  ‐       

Reflexividad  +       

  ‐       

Falsedad  +       

  ‐       

Desplazamiento  +       

  ‐       

 9 Los textos siguientes tratan de la arbitrariedad. Delimítense los aspectos tratados en ellos que estén directamente relacionados con el tema que nos ocupa. Muéstrense semejanzas y diferencias en este tratamiento.  «La naturaleza del signo no depende necesariamente de la naturaleza del objeto designado. Entre signo y objeto designado puede no existir ninguna relación causal. La función sígnica frente al objeto, cualquiera que sea, puede ser desempeñada y es desempeñada por los elementos más dispares. En este sentido, la relación entre signo y objeto designado es arbitraria. El signo puede no presentar ninguna semejanza con el objeto designado. Casi todos los signos lingüísticos son de este tipo. Esta falta de semejanza determina la gran importancia del signo, ya que, gracias a ella, el signo es el mejor medio para mostrar los distintos aspectos esenciales de los objetos y obtener, 

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de estos últimos, nociones generales. La semejanza del signo con el objeto designado fijaría el pensamiento en aspectos externos, sensoriales, del objeto y obstaculizaría la determinación de aspectos generales y esenciales, que muchas veces no son perceptibles por los sentidos. Por ello resulta evidente que son precisamente los signos carentes de semejanza con los objetos designados los que facilitan la asunción de nociones generales y permiten las operaciones que se realizan por medio de tales nociones. Por lo tanto, la carencia de vínculos naturales y de semejanza entre signo y objeto designado y la constatación de una cierta arbitrariedad en las relaciones no sólo no suponen un obstáculo para la importante función que el signo desempeña en el proceso cognoscitivo, sino que constituyen la condición necesaria para la formación de nociones que reflejen adecuadamente los objetos y fenómenos de la realidad en sus aspectos generales y esenciales.» 

(L. O. REZNIKOV: Semiótica y teoría del conocimiento. Madrid: A. Corazón, 1970; pp. 18‐19) 

   «Lo arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de toda tentativa que pueda modificarla. La masa, aunque fuera más consciente de lo que es, no podría discutirla. Pues para que una cosa entre en cuestión es necesario que se base en una norma razonable. Se puede, por ejemplo, debatir si la forma monogámica del matrimonio es más razonable que la poligámica y hacer valer las razones para una u otra. Se podría también discutir un sistema de símbolos, porque el símbolo guarda una relación racional con la cosa significada; pero en cuanto a la lengua, sistema de signos arbitrarios, esa base falta, y con ella desaparece todo terreno sólido de discusión; no hay motivo alguno para preferir soeur a sister o a hermana, Ochs a boeuf o buey, etc.» 

(F. DE SAUSSURE [1916]: Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1967; pp. 137‐138) 

 

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Lingüística. Tema 2: Aspectos semióticos del lenguaje 

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10 

¿Puedes caracterizar según los criterios expuestos en el tema los rasgos semióticos fundamentales del lenguaje musical?   

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LINGÜÍSTICA

TEMA 3

LAS LENGUAS DEL MUNDO

1. Las lenguas del mundo: conceptos preliminares.- 2. Universales lingüísticos y clasificación tipologica.- 3. Clasificación genética.- 4. Lenguas en contacto.

1. LAS LENGUAS DEL MUNDO: CONCEPTOS PRELIMINARES

Existen en el mundo en la actualidad miles de lenguas diferentes, cada una con su propia estructuración fónica, sintáctica y léxica. Sin embargo, bajo estas diferencias se esconden similitudes de diversa clase que permiten a los lingüistas clasificar las lenguas en grupos según los rasgos que compartan. En este tema describiremos los métodos utilizados, en el ámbito de la Lingüística, para establecer esa clasificación, y algunos de los hallazgos a que ha dado lugar esta investigación.

1.1 Lengua y dialecto

A menudo resulta difícil determinar si dos comunidades lingüísticas utilizan lenguas diferentes o sólo dialectos diferentes de una misma lengua. Un test que suelen usar los lingüistas para establecer esta distinción se basa en el criterio de inteligibilidad mutua. Las variedades de una misma lengua mutuamente inteligibles son comprendidas por los hablantes de cada variedad. Según esto, el inglés de Milwaukee, el de Toronto y el de Londres son dialectos de una misma lengua. El español de ciudad de México, el de Madrid y el de Granada son dialectos de la lengua española. Por otra parte, si dos hablantes no pueden entenderse entre sí, entonces los lingüistas concluyen que en tal caso tales personas hablan lenguas diferentes. El italiano de Florencia y el francés de París son casos de variedades de habla que no son mutuamente inteligibles.

Existen diversos factores de carácter político, cultural, histórico y religioso que a menudo interfieren cuando se trata de establecer si una variedad lingüística es lengua o dialecto. Por ejemplo, los serbios y los croatas, sobre la base de que su historia, cultura y creencias religiosas son diferentes, debaten con frecuencia sobre sus diferencias lingüísticas y defienden la existencia de dos lenguas: el serbio y el croata. Sin embargo, y aunque utilicen alfabetos diferentes, las variedades lingüísticas serbia y croata son mutuamente inteligibles, lo que los lingüistas llaman el serbio-croata. En contraste, a menudo hablamos del chino como si se tratara de una sola lengua, cuando en realidad en China se hablan lenguas que son mutuamente ininteligibles (el mandarín (o pequinés), el cantonés, el miao, el vuyú, etc.), cada una con numerosas variedades dialectales.

A los problemas planteados por estas consideraciones no lingüísticas, hay que añadir las dificultades que surgen cuando se intenta dividir el continuum conformado por una serie de dialectos mutuamente inteligibles a excepción de los que se hallan al

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Lingüística. Tema 3.

comienzo y al final de tal serie, que no lo son. El neerlandés y el alemán, por ejemplo, son mutuamente inteligibles en la frontera entre Holanda y Alemania. Sin embargo, el neerlandés de Amsterdam y el alemán de Múnich no lo son. De modo similar, el árabe palestino y el sirio son mutuamente inteligibles, pero el árabe marroquí y el de Arabia Saudí no lo son.

Si tenemos en cuenta estas consideraciones, ¿cuántas lenguas existen en el planeta en la actualidad? Las mejores estimaciones disponibles, como las propuestas por la Ethnologue Organization (www.ethnologue.com), elevan la cifra de las lenguas existentes a unas 6800, distribuidas geográficamente del modo siguiente1:

Región Número de lenguas % del total

América 1013 15

África 2058 30

Europa 230 3

Asia 2197 33

Pacífico 1311 19

Total 6809

En la lista siguiente se muestran las veinte lenguas más habladas (los datos están tomados de la Ethnologue Organization2). Las cifras sólo reflejan el número de hablantes nativos3:

Lengua Número estimado de hablantes

Mandarín 874.000.000

Inglés 341.000.000

Español 322.200.000

Bengalí 207.000.000

Hindí 182.000.000

Portugués 176.000.000

Ruso 167.000.000

Japonés 125.000.000

Alemán 100.000.000

Coreano 78.000.000

Vuyú (China) 77.175.000

Francés 77.000.000

Javanés 75.500.800

1 Los datos corresponden al año 2003.2 Los datos corresponden al año 2003.3 Otros recuentos no dan los mismos resultados. Por ejemplo, el de Décsy (1988), que responde a estimaciones hasta el año 1985, incluye entre las veinte lenguas más habladas al árabe o al indonesio, por ejemplo, que no aparecen aquí. La razón de esta diferencia está, sobre todo, en la base del recuento. En el caso de la propuesta de la Ethnologue Organization, las variedades del árabe han sido consideradas lenguas en muchos casos, mientras en el cómputo de Décsy todas esas variedades han sido consideradas dialectos de una misma lengua. Lo mismo ocurre con el indonesio. (Vid. Moreno Cabrera, 1990.)

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Lingüística. Tema 3.

Yue (China) 71.000.000

Telugú (India) 69.660.000

Maratí (India) 68.022.000

Vietnamita 68.000.000

Turco 61.000.000

Urdú (India, Pakistán) 60.290.000

Estas cifras son elevadas, pero no son las más típicas: la mayor parte de las lenguas tienen menos de 10000 hablantes, y muchas de ellas corren el riesgo de desaparecer. Si le pedimos a una persona normal y corriente que nos diga el nombre de alguna lengua muerta, es muy probable que mencione el latín. Pero esta lengua, de hecho, no está completamente muerta. En realidad evolucionó durante cierto período de tiempo a otras lenguas como el francés, el español, el italiano, el portugués, el rumano y otras lenguas románicas. Esta situación contrasta con la del manés, una lengua céltica oriunda de la Isla de Man, una pequeña isla a medio camino entre Irlanda y Gran Bretaña. Su último hablante, Ned Madrell, falleció en 1974. Justo cien años antes había 12000 personas que hablaban el manés. Hoy ya no hay nadie que hable esta lengua. El manés no evolucionó con el tiempo: simplemente dejó de ser hablado.

Este modo de extinguirse una lengua es el que se está haciendo cada vez más común en el mundo contemporáneo, acelerándose un proceso que antes duraba siglos. Así, y según ciertas estimaciones, el 60 % de las lenguas del planeta corren en la actualidad el riesgo de desaparecer, pues tienen pocos niños, si es que los tienen, que las aprendan. La situación es especialmente grave en algunas áreas. De las 300 lenguas indígenas habladas en el área que corresponde a los EEUU en tiempos de Colón, quedan ahora sólo 175 (muchas de ellas a punto de desaparecer). Más de la mitad de estas lenguas tienen menos de 100 hablantes y sólo 20 lenguas nativas americanas de los EEUU se están transmitiendo a los niños. El 90 % de las 250 lenguas aborígenes de Australia está al borde de la extinción.

La muerte de las lenguas es lamentable por varias razones. Desde una perspectiva puramente lingüística, la pérdida en la diversidad de las lenguas significa que disponemos de menos información acerca de cómo funciona el lenguaje y de las diversas manifestaciones que éste puede adoptar. Por ejemplo, cuando el último hablante de ubijé (una lengua caucásica de Turquía) murió en 1992, los lingüistas perdieron para siempre la oportunidad de estudiar un sistema fonológico completamente inusual (el ubijé tenía 81 consonantes y sólo 3 vocales).

Igual de grave es la pérdida de patrimonio cultural que conlleva la muerte de una lengua. El vocabulario de una lengua codifica gran parte del acervo cultural y científico de la comunidad que la habla. Ese saber, que ha ido sedimentándose a lo largo de siglos, es todo menos insignificante. Muchas lenguas indígenas diferencian millares de especies de plantas, peces y otros animales sobre la base de su aspecto, conducta, de si pueden consumirse o no e incluso de sus propiedades medicinales.

¿Por qué mueren las lenguas? En algunos casos, porque las personas que las hablan fallecen a consecuencia de la guerra o la enfermedad. Así, y de acuerdo con algunas estimaciones, el 95% de la población nativa de América del Norte murió a consecuencia de las enfermedades que trajeron al continente los colonizadores europeos. Hoy en día, sin embargo, las lenguas mueren porque sus hablantes las utilizan cada vez menos en favor de otra lengua cuyo uso les ofrece más oportunidades económicas o educativas. El inglés, el español o el francés son ejemplos obvios de estas lenguas internacionales que

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cada vez aprenden más personas por las razones vistas. Pero otras muchas lenguas, a menor escala, también asumen un papel dominante: el tai, el indonesio, el suahelí o el filipino (entre otros) compiten ventajosamente en sus respectivos territorios, en el sentido que estamos considerando, con otras lenguas minoritarias. El patrón básico que suele seguir el proceso de la pérdida de una lengua es el siguiente: los padres son monolingües; los hijos se hacen bilingües tras la adopción de una nueva lengua, y los nietos se hacen monolingües en ésta última. Los nietos difícilmente llegan a utilizar la lengua de sus abuelos.

Hoy, con más de 6000 lenguas y unos 200 países en el planeta, la mayor parte de las lenguas carece de protección gubernamental. Además, las comunidades lingüísticas minoritarias no pueden competir, generalmente por falta de recursos, con la atracción que las lenguas más poderosas ejercen en los jóvenes.

Esta indefensión de la diversidad lingüística es algo que preocupa extraordina-riamente a muchos lingüistas: no pocos de ellos están dedicados a estudiar y documentar lenguas que están a punto de desaparecer. Allá donde es factible, tales lingüistas, además, buscan la manera de mejorar las condiciones de las lenguas que están en peligro: participan en programas lingüísticos, sociales y educativos diseñados para promover y proteger el uso de las lenguas indígenas.

1.2 Tipos de clasificación

En el ámbito de la Lingüística se han propuesto tres enfoques para clasificar las lenguas. Son los siguientes:

a) Clasificación genética. Las lenguas con clasificadas de acuerdo con su ascendencia. Las lenguas que se han desarrollado a partir de una misma lengua madre se agrupan en una misma clase, pues se dice de ellas que están emparen-tadas genéticamente. La lengua madre puede estar atestiguada (mediante textos escritos en esta lengua descubiertos o conservados, como, por ejemplo, en el caso del latín o del griego clásico), o puede ser una lengua reconstruida (y no existen registros escritos de ella), como, por ejemplo, en el caso del indoeuro-peo.

Aunque las lenguas que están emparentadas genéticamente compartan a menudo características estructurales, no tienen que mostrar necesariamente similitudes de estructura. Por ejemplo, el letón y el inglés están emparentados (ambos descienden del indoeuropeo), pero su estructura morfológica es diferente. En inglés una expresión como It has to be figured out (‘tiene que ser resuelto’) puede expresarse en letón mediante una sola palabra: jāizgudro. Obviamente, letón e inglés están emparentados muy lejanamente. Otras lenguas, más cercanamente emparentadas, muestran muchas más similitudes (piénsese, por ejemplo, en las similitudes entre el francés, el español, el italiano, descendientes directos del latín).

Por otra parte, conviene tener en cuenta que las lenguas no emparentadas genéticamente pueden mostrar similitudes en algunos aspectos. Por ejemplo, el inglés, el tai y el suahelí, sin relación genética entre sí, utilizan la estructura ‘sujeto-verbo-objeto’ (SVO) en las oraciones simples aseverativas:

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1) SuahelíMaria anapenda AnnaMaría (Suj.) gustar (V) Ana (Obj.)(‘A María le gusta Ana’)

2) TaiRoudbuntuk ding roudCamión (Suj.) empujar (V) coche (Obj.)(‘Los camiones empujan a los coches’)

3) InglésCats like miceGatos (Suj.) gustar (V) ratones (Obj.)(‘A los gatos les gustan los ratones’)

Volveremos a esta clasificación en el epígrafe 3.

b) Tipología lingüística. El hecho de que las lenguas no emparentadas presenten, como se ha visto, similitudes estructurales, es lo que ha llevado a las clasificaciones tipológicas. Estas clasificaciones organizan las lenguas sobre la base de los rasgos estructurales de éstas, sin tomar en consideración las relaciones de familia. De ahí que los tipólogos puedan agrupar lenguas que muestran patrones fónicos similares o que poseen estructuras gramaticales parecidas. Los estudios tipológicos están de un modo u otro orientados a dar cuenta de los universales lingüísticos, es decir, de aquellas características estructurales que se hallan en la base de todas (o casi todas) las lenguas. Trataremos con más detalle estos aspectos en el epígrafe 2.

c) Clasificación por contacto. Gracias a ella se delimitan las características compartidas por las lenguas que se hallan en contacto geográfico. Las lenguas en contacto a menudo toman de otras lenguas elementos tales como palabras, sonidos, morfemas e incluso estructuras sintácticas. El resultado de ello es que las lenguas vecinas tienden a parecerse progresivamente entre sí, y ello incluso aunque no haya entre ellas relación alguna de parentesco. Abordaremos estos aspectos en el epígrafe 4.

2. UNIVERSALES LINGÜÍSTICOS Y CLASIFICACIÓN TIPOLÓ-GICA

La Tipología lingüística se ocupa, como acabamos de decir, de la clasificación de las lenguas en función de las propiedades gramaticales de éstas. Los estudios tipológicos agrupan a las lenguas sobre la base de ciertas peculiaridades de los patrones sintácticos, la estructura morfológica y el sistema fonológico. Un área importante de investigación en el ámbito de la Tipología la constituyen los universales lingüísticos. Se denominan universales absolutos aquellos patrones y rasgos que aparecen en todas las lenguas, y los que sólo aparecen en un buen número de lenguas, tendencias universales. Muchas generalizaciones tipológicas describen universales de implicación, los cuales explicitan que la presencia de un rasgo implica la presencia de otro (pero no a la

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inversa). Por ejemplo, las lenguas que poseen fonemas fricativos (como la /f/ o la /s/) también tienen fonemas oclusivos (como la /p/ o la /t/), aunque lo contrario no tiene por qué darse necesariamente. Otro modo de analizar los universales lingüísticos es aplicando la teoría de lo marcado. Según los supuestos de esta teoría, se considera que los rasgos marcados son más complejos y/o, desde el punto de vista de la universalidad, más raros que los rasgos no marcados. Además, normalmente se encuentra en una lengua un rasgo marcado si en ella también existe la contrapartida no marcada. Como se ve, la teoría de lo marcado está estrechamente relacionada con el estudio de los universales de implicación. Consideremos un ejemplo para ver con más claridad el alcance de estos conceptos. Los fonemas vocálicos nasales son más complejos que los fonemas vocálicos orales: la emisión de los primeros se hace expulsando el aire a través de la nariz y la boca, en tanto que la de los segundos se hace expulsando el aire sólo por la boca. Desde un punto de vista interlingüístico, comprobamos que todas las lenguas tienen vocales orales, y que sólo algunas tienen vocales nasales. Es más: en las lenguas que tienen ambos tipos de vocales, las orales siempre son más numerosas que las nasales. Según esto, las vocales orales son elementos no marcados, pues son más comunes y fonológicamente menos complejos que las vocales nasales, que son los correspondientes elementos marcados. Podemos presentar este hecho con ayuda de la siguiente jerarquía de marca, en la que el símbolo ‘>’ significa ‘menos marcado que’ o ‘implicado por’:

Vocal oral > vocal nasal

Esta generalización, a su vez, permite hacer las siguientes distinciones:

Vocales orales Vocales nasales

sí no posible

sí sí posible

no sí imposible

En las secciones que siguen presentaremos algunas de las generalizaciones tipológicas y universales que se han propuesto en los ámbitos de la Fonología, la Morfología y la Sintaxis.

2.1 Fonología

En esta sección hablaremos de los sistemas vocálicos y consonánticos en términos fonológicos (vid. Tema 4), pues con ello se simplifica la explicación. Téngase en cuenta, sin embargo, que puede variar mucho la realización fonética que de ellos se haga en una lengua concreta.

2.1.1 Sistemas vocálicos

Las lenguas son clasificadas a menudo según el tamaño y la estructura de sus sistemas vocálicos. El sistema vocálico más común está configurado por cinco fonemas: dos vocales altas, dos vocales medias y una vocal baja. Las vocales anteriores (frontales) y la baja son no redondeadas, mientras que las posteriores son redondeadas:

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i u

e o

a

La mitad aproximadamente de las lenguas del mundo, incluyéndose aquí lenguas como el vascuence, el havayano, el japonés, el español y el suahelí, presenta este sistema. La mayor parte del resto de las lenguas muestran sistemas vocálicos conformados por tres, cuatro, siete, ocho o nueve vocales diferentes (no tenemos en cuenta los contrastes basados en la longitud vocálica o la nasalización, que pueden llegar a duplicar o triplicar el número de fonemas vocálicos en un sistema). Las lenguas con menos de tres vocales distintivas o con más de nueve son raras. He aquí algunos sistemas vocálicos típicos:

i u i i u

e o e o

a a

a

Sistema de tres vocales Sistema de cuatro vocales Sistema de siete vocales

Gudanyí (Australia) Navajo (Arizona) Gueez (Etiopía)

El análisis de muchas lenguas ha conducido al descubrimiento de cierto número de tendencias universales relativas a los sistemas vocálicos. A continuación vamos a comentar algunas de ellas.

a) El fonema vocálico más común es /a/, pues se halla en casi todas las lenguas del mundo. Los fonemas /i/ y /u/ son casi tan comunes como /a/.

b) Los fonemas vocálicos anteriores /i, e, , / normalmente son no redondeados, mientras que los fonemas vocálicos posteriores no bajos /, , / son normalmente redondeados.

c) Los fonemas vocálicos bajos /, , / normalmente son no redondeados.

Ciertas relaciones entre vocales (por ejemplo, entre fonemas vocálicos orales y nasales, o entre largos y breves) pueden expresarse en términos de universales de implicación, pues la presencia de un tipo de fonema vocálico implica la presencia del otro (pero no al contrario):

a) Como ya hemos visto, si en una lengua hallamos vocales nasales que se oponen entre sí, también hay en ella vocales orales que lo hacen. Por ejemplo, en francés

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se oponen diversas vocales nasales entre sí: long /l/ ‘largo’ se opone a lent /l/ ‘lento’, y también las nasales y orales: las /la/ ‘cansado’ frente a lent //l/ ‘lento’. Y, como es de prever, también se oponen las vocales orales entre sí: clos /klo/ ‘cerrado’ frente a clou /klu/ ‘clavo’. En español y en inglés no hay oposición entre vocales orales y nasales. Por ejemplo, en español no hay oposición entre, pon /pon/ y */p/, o en inglés entre bought /bt/ ‘comprado’ y */bt/.

b) Si en una lengua hallamos vocales largas que se oponen entre sí, también hay en ella vocales breves que lo hacen. Por ejemplo, en finés hay vocales largas que se oponen entre sí, y, como es de prever, también las hay breves que hacen lo mismo:

Contrastes vocálicos en finés

Larga /vs/ larga /vili/ ‘dulce de leche’ /vali/ ‘elección’

Breve /vs/ breve /suka/ ‘cerda (pelo)’ /suku/ ‘familia’

Breve /vs/ larga /tuli/ ‘fuego’ /tuli/ ‘viento’

Lo contrario no se da necesariamente. El español distingue sus vocales mediante la cualidad (el grado de abertura): sin /sin/ frente a san /san/, pero no por la longitud: sin /sin/ no se opone a */sin/.

2.1.2 Sistemas consonánticos

Resulta extraordinariamente complicado (y poco útil) clasificar las lenguas en función del número de consonantes que posean sus sistemas consonánticos, pues éstos pueden contener desde sólo ocho (como el havayano) hasta más de noventa (como es el caso del cungo, una lengua hablada en Namibia, que cuenta con noventa y seis). Sin embargo, el análisis tipológico de los sistemas consonánticos ha permitido vislumbrar un buen número de universales bien asentados:

a) Todas las lenguas tienen consonantes oclusivas.

b) Los fonemas oclusivos más comunes son /p, t, k/. Muy pocas lenguas carecen de alguno de estos fonemas, y no hay ninguna lengua que carezca de los tres. Si una lengua carece de uno de ellos, es muy probable que sea /p/. Por ejemplo, el aleuta, el nubio y el quivira carecen del fonema /p/. El fonema más frecuente de esta serie es /t/.

c) El fonema fricativo más común es /s/. Si una lengua tiene sólo una fricativa, seguramente es /s/. Es la única fricativa que hay en nandí (una lengua de Kenia) o en uerí (lengua de Nueva Guinea). Al fonema /s/ le sigue en frecuencia el fonema /f/.

d) Casi todas las lenguas conocidas tienen al menos un fonema nasal. En los casos en que sólo haya un fonema nasal, éste es comúnmente /n/ (como en arapaho, hablado en Wyoming). Si hay dos fonemas nasales en oposición, normalmente son /m/ y /n/.

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e) La mayoría de las lenguas tiene al menos un fonema líquido. Sin embargo, un pequeño número de lenguas no tiene ninguno de este tipo. Es el caso, por ejemplo, del Pies Negros, el dacota, el efé (hablado en Nigeria) o el siona (descubierto en Ecuador).

Los fonemas consonánticos están sujetos a varios universales de implicación:

a) Si una lengua tiene fonemas obstruyentes (los que, al ser emitidos, se basan en algún tipo de obstrucción a la salida del aire) sonoros (oclusivos, fricativos o africados), también tendrá fonemas obstruyentes sordos. Lo contrario no tiene por qué darse necesariamente. Por ejemplo, el ainú (lengua del norte de Japón) tiene sólo fonemas obstruyentes sordos: /p, t, k, , s/.

Obstruyentes sordas Obstruyentes sonoras

sí no Posible (ainú)

sí sí Posible (inglés, español)

no sí imposible

b) Las consonantes sonantes (nasales y líquidas) son generalmente sonoras. Muy pocas lenguas tienen sonantes sordas, y en este caso siempre tienen sonantes sonoras también. Por ejemplo, el birmano tiene nasales y laterales que se oponen en función de la oposición ‘sordo/sonoro’.

Sonantes sonoras Sonantes sordas

sí no posible (inglés, español)

sí sí posible (birmano)

no sí imposible

c) Si una lengua tiene fonemas fricativos, también tendrá fonemas oclusivos. No hay lenguas que carezcan de fonemas oclusivos. Sin embargo, sí hay lenguas que carecen de fonemas fricativos. Por ejemplo, el gilbertés (Islas Gilbert), el quitaval (Australia oriental) y el nuero (Sudán sudoriental) no tienen fricativas.

Oclusivas Fricativas Africadas

sí sí sí posible (inglés, español)

sí sí no posible (francés)

sí no no posible (quitaval)

no sí sí imposible

no sí no imposible

no no sí imposible

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Lingüística. Tema 3.

2.1.3 Sistemas suprasegmentales

Las lenguas pueden también clasificarse en función de sus rasgos suprasegmentales (o prosódicos). Las lenguas que utilizan el tono para distinguir el significado de las palabras se denominan lenguas tonales. Muchas lenguas del mundo son de esta clase. El mandarín, por ejemplo, tiene cuatro tonos. Las otras lenguas de China, así como muchas lenguas del Sudeste asiático, de África y de América son también lenguas tonales. Europa cuenta con unas pocas. Por ejemplo, uno de los dialectos del lituano distingue entre tres tonos.

Contrastes tonales en mandarínTono alto // ‘construir’Tono ascendente /á/ ‘conseguir’Tono descendente-ascendente // ‘golpear’Tono descendente /dà/ ‘grande’

Contrastes tonales en lituanoTono descendente Loks /lùoks/ ‘arco (arquit.)’Tono alto Loks /l/ ‘cebolla verde’Tono ascendente-descendente Loks /loks/ ‘ventana’

Hay dos tipos de tonos: los de nivel y los de contorno. Los primeros se asocian a distintos registros tonales: generalmente a los registros alto, medio y bajo (la vocales que los llevan se emiten en un tono uniforme). Los segundos, a un contorno tonal (las vocales que los llevan se emiten con variación tonal): contorno simple ascendente o descendente; contorno complejo ascendente-descendente o descendente-ascendente. Los sistemas del mandarín y del lituano están constituidos por tonos de uno y otro tipo. Las lenguas tonales oponen muy a menudo dos tonos de nivel (generalmente alto y bajo). Sin embargo, las oposiciones sobre la base de tres tonos (como alto, bajo y medio) son también relativamente comunes. Las oposiciones sobre cinco o más tonos son prácticamente desconocidas. Los sistemas tonales responden a varias tendencias universales:

a) Si una lengua tiene tonos de contorno (por ejemplo, ascendente o descendente), entonces es muy probable que también tenga tonos de nivel (como alto, medio o bajo). El birmano, el absáraca (lengua siu, Montana, Wyoming), el lituano y el mandarín son ejemplos de lenguas que responden a este patrón. Por el contrario, las lenguas que poseen tonos de contorno pero carecen de tonos de registro son extremadamente raras, como es el caso del dafla, una lengua del norte de la India.

Tonos de registro Tonos de contorno

sí no posible (sarsí (Alberta))

sí sí posible (mandarín)

no sí muy raro (dafla)

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b) Si una lengua tiene tonos de contorno complejos (como ascendente-descendente o descendente-ascendente), entonces también tendrá tonos de contorno simples (ascendente o descendente). El mandarín y el lituano responden a este patrón.

Tonos de contorno simple

Tonos de contorno complejo

sí no posible (hausa)

sí sí posible (mandarín)

no sí imposible

Las diferencias de acento también resultan muy útiles en la clasificación de las lenguas. Las lenguas de acento fijo son aquellas en las que la posición del acento es predecible. Es el caso del hebreo moderno, el quiché (una lengua maya) o el francés: en ellas el acento siempre se halla en la sílaba final de la palabra; en polaco, suahelí y samoano el acento recae en la penúltima sílaba; en checo, finés y húngaro la sílaba acentuada es siempre la primera. Las lenguas de acento libre son aquellas en las que la posición del acento no es predecible y ha de ser aprendido para cada palabra. En este caso el acento resulta ser un instrumento fundamental para distinguir unas palabras de otras. El inglés, el español, el italiano, el ruso, por ejemplo, son casos de lenguas de acento libre.

Contrastes por el acento en ruso

múka ‘tortura’ muká ‘harina’

zámok ‘castillo’ zamók ‘cerradura’

rúki ‘manos’ rukí ‘de la mano’ (genitivo sing.)

Contrastes por el acento en español

cántara cantara cantará

cante canté

hablo habló

2.1.4 Estructura silábica

Los tipos silábicos CV y V son no marcados. Son más sencillos que otros tipos silábicos (CVC, VCC, etc.), se hallan en todas las lenguas y son los que primero aprenden los niños.

Dada una lengua, la cabeza de la sílaba puede estar estructurada de modo distinto a como lo está la coda4. Por ejemplo, en inglés la combinación /nasal+oclusiva/ está permitida al final de sílaba (en una palabra monosilábica como hand), pero no al comienzo (no hay sílabas inglesas que comiencen por /nd/). Sin embargo, en suahelí ocurre al contrario: la secuencia /nd/ está permitida al comienzo de la sílaba (es posible

4 Consideramos aquí que la estructura de la sílaba está constituida por los siguientes elementos: cabeza, núcleo y coda. En /hand/ la cabeza es /h-/, el núcleo /-a-/ y la coda /-nd/. En la sílaba /cons-/ de construir la cabeza es /k-/, el núcleo /-o-/ y la coda /-ns/. La cabeza y la coda pueden no estar presentes: por ejemplo, español /an/ (han), /a/ (a).

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la palabra ndizi ‘banana’), pero no en la coda, porque esta lengua carece de ella: sus sílabas terminan siempre en vocal.

Las diferencias existentes en las restricciones con que las lenguas conforman sus sistemas silábicos pueden dar lugar a importantes consecuencias cuando las lenguas entran en contacto. Por ejemplo, en havayano sólo las sílabas de tipo V y CV están permitidas, y cuando esta lengua toma prestadas palabras del inglés, cuyo sistema silábico es más complejo, inserta vocales en tales palabras para ajustarlas al esquema propio. Por ejemplo, cuando la expresión Merry Christmas pasa al hayanano, se la reformula como mele kalikimaka (hay, además, otros cambios consonánticos, dado que en havayano no posee los fonemas /r/ y /s/).

Presentamos a continuación dos casos de universales de implicación concernientes a la estructura silábica. Ambos tratan de la estructura de la cabeza frente a la de la coda.

a) Si una lengua permite secuencias de consonantes en la cabeza, entonces también permite sílabas con una sola consonante en la cabeza y sílabas sin cabeza:

Cabeza C única/Sin cabeza Cabeza C múltiple

sí no posible (havayano)

sí sí posible (inglés, español)

no sí imposible

b) Si una lengua permite secuencias de consonantes en la coda, entonces también permite sílabas con una sola C en la coda y sílabas sin coda:

Coda C única/Sin coda Coda C múltiple

sí no posible (cantonés)

sí sí posible (inglés, español)

no sí imposible

2.2 Morfología

En todas las lenguas hay palabras y morfemas. Sin embargo, hay muchas diferencias en lo concerniente a cómo las lenguas individuales combinan los morfemas para crear palabras. Se pueden distinguir cuatro tipos.

2.2.1 Aislante

Una lengua aislante o analítica pura contendría sólo palabras que estarían formadas únicamente por un solo morfema (raíz). En tal lengua no habría afijos, y categorías como el número y el tiempo tendrían que ser expresadas mediante palabras separadas. En mandarín, que es básicamente una lengua aislante, el morfema le se usa a menudo para indicar una acción pasada o terminada. Aunque este morfema es, como se ve, semánticamente similar al de tiempo pasado, se comporta como una palabra independiente, ya que su posición en la frase puede variar:

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a. T fàn le.Él comer comida pasado‘Él comió la comida.’

b. T le fàn.Él comer pasado comida(‘Él comió la comida.’)

Otras lenguas de base aislante son el cantonés, el vietnamita, el lao (Laos) y el jemer (Camboya).

2.2.2 Polisintético

En una lengua polisintética las palabras pueden estar formadas por largas cadenas de raíces y afijos cuyo contenido a menudo se corresponde con el que en otras lenguas se expresa mediante una oración. La siguiente palabra del inuktitut (lengua esquimo-aleutiana de América del Norte) ilustra esta combinatoria:

Qasuiirvarvigssarsingitluinarnarpuq. Qasu -iir -sar -vig -ssar -si [[[[[[[[[[Cansado] no] causar-estar] lugar-para] adecuado] encontrar]-ngit] -luinar] -nar] -puq]no completamente alguien 3SG(‘Alguien no encontró un lugar de descanso completamente adecuado.’)

La polisíntesis es común en muchas lenguas nativas de América del Norte, como el inuktitut o el sarsí, por nombrar algunas.

Los términos aislante y polisintético hacen referencia a dos extremos: el primero alude a las palabras que constan solamente de un morfema; el segundo, a las que pueden constituir una oración completa. Muy pocas lenguas (si es que hay alguna) son estrictamente aislantes o polisintéticas. En vez de esto, en la práctica casi todas las lenguas son sintéticas, es decir, permiten diversas combinaciones de morfemas en sus palabras, aunque nunca llegan al extremo de que éstas lleguen a expresar el contenido de una oración. Hay dos tipos de lenguas sintéticas: aglutinante y flexivo.

2.2.3 Aglutinante

Una lengua aglutinante muestra palabras que pueden estar integradas por varios morfemas y que pueden descomponerse con facilidad (normalmente en raíz y afijos). En tales lenguas cada afijo es claramente identificable y representa una sola categoría gramatical o un solo contenido. He aquí unos ejemplos tomados del turco:

a. ‘aldea’

b. -aldea-PL‘aldeas’

c. --aldea-PL-GEN‘de las aldeas’

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Las palabras en turco pueden exhibir una estructura morfológica compleja, pero cada morfema tiene una única función claramente identificable. Así, en c), por ejemplo, - marca ‘plural’ e -in, ‘genitivo’.

2.2.4 Flexivo

Las palabras de una lengua flexiva también pueden estar conformadas por varios morfemas. Sin embargo, a diferencia de las lenguas aglutinantes, aquí los afijos a menudo expresan simultáneamente diferentes categorías gramaticales. En ruso, por ejemplo, un único afijo flexivo expresa a un mismo tiempo el género nominal (masculino, femenino o neutro), el número (singular o plural) y la función en la oración (sujeto, objeto directo, etc.). Todo ello es lo que expresa, en el caso mostrado a continuación, el afijo –u:

m -.nosotros vemos mano-FEM.SG.AC.(‘Vemos una/la mano.’)

La distinción entre el tipo aglutinante y el flexivo tiene mucho que ver con el número de “unidades” semánticas de información que son denotadas por un afijo. En una lengua aglutinante cada afijo contiene normalmente un elemento de contenido gramatical o léxico, mientras que en las flexivas los afijos expresan varias unidades de información.

2.2.5 Tipos mixtos

Muchas lenguas (quizá la mayoría) no pertenecen exclusivamente a uno de los tipos examinados. Por ejemplo, el inglés utiliza estructuras aislantes en muchas construcciones verbales, en las que cada noción se expresa por medio de una sola palabra. El futuro, por ejemplo, está expresado por la palabra independiente will (y no por un afijo) en una estructura como I will leave. Por otro lado, el inglés muestra también un número considerable de palabras derivadas por aglutinación, como es el caso de re-en-act-ment, formada por una serie de morfemas claramente identificables, cada uno con su propio significado o función. Sin embargo, el sistema pronominal inglés es ampliamente flexivo, pues una sola forma puede denotar a un mismo tiempo ‘persona’, ‘número’, ‘género’ y ‘caso’. La palabra him, por ejemplo, expresa ‘tercera persona, singular, masculino, objeto directo’. Lo mismo ocurre, aunque en grado diferente, en alemán, español, francés o italiano.

Dado que muchas (si no todas) las lenguas del mundo presentan estructuras mixtas como las que acabamos de considerar, se ha llegado a sugerir que los términos aislante, aglutinante y flexivo deberían usarse para hacer referencia, no a una lengua en su con-junto, sino a determinadas estructuras de ésta.

Es importante tener en cuenta que estas clasificaciones no consideran procesos morfológicos como la composición (por ejemplo, español bocacalle, o inglés green-house), la reduplicación (por ejemplo, tagalo sulat ‘escribir’ /vs/ susulat ‘escribiré’), el uso gramatical del acento o del tono (por ejemplo, inglés présent ‘presente’ /vs/ presént

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‘presentar’) o los cambios internos en las palabras (por ejemplo, la alternancia ( ablaut), como en inglés run /vs/ ran) (vid. tema 5).

2.2.6 Universales de implicación: Morfología

La estructura que las palabras muestran en las diferentes lenguas del mundo permite que se establezcan diversas generalizaciones:

a) Si una lengua tiene afijos flexivos, también tiene afijos derivativos (afijos de carácter léxico, no gramatical, que incrementan el contenido del morfema raíz). Por ejemplo, el español (como otras muchas lenguas) no sólo tiene afijos flexivos como –o (habl-ó) o –s (perro-s), sino afijos derivativos como re- (re-hacer) o –ero (tint-ero).

b) Si una lengua tiene afijos derivativos (AD) y flexivos (AF), el AD está más próximo a la raíz:

AD AF

Inglés

friend-ship-s *friend-s-ship

amigo-tad-SG (‘amistad’) amigo-SG-tad

raíz-AD-AF raíz-AF-AD

Turco

- - * --

Trabajar-dor-PL ('trabajador') trabajar-PL-dor

raíz-AD-AF raíz-AF-AD

c) Si una lengua tiene sólo sufijos (afijos que van detrás de la raíz), también tiene sólo posposiciones (equivalentes a las preposiciones en aquellas lenguas que colocan el núcleo al final de la frase). En turco, por ejemplo, sólo hay sufijos. Como cabe prever, esta lengua muestra, más que preposiciones, posposiciones. Esto se ilustra en la frase siguiente:

- -Ahmet Ayshe para libro-AC comprar-PAS(‘Ahmet le compró un libro a Ayshe.’)

2.3 Sintaxis

Como no se dispone de descripciones detalladas de la mayoría de las lenguas del mundo, los estudios tipológicos sobre los universales sintácticos han tenido que reducir su campo de estudio al orden de palabras en oraciones declarativas simples (del tipo La presidenta inauguró la exposición). La clasificación básica, según este criterio, se fundamenta en el orden relativo que asumen el sujeto (S), el objeto directo (O) y el

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verbo (V). Los tres órdenes más frecuentes (frecuencia descendente) son SOV, SVO y VSO. Aproximadamente el 95 % de las lenguas del mundo usa alguno de estos patrones para conformar el orden de palabras básico.

SOV (turco)

- -.Hasan buey-AC comprar-PAS

(‘Hasan compró un buey’)

SVO (español)

El atleta batió el récord.

VSO (galés)

Lladdodd y ddraig y dyn.

Mató el dragón el hombre

(‘El dragón mató al hombre.’)

Estas tres estructuras tienen un rasgo en común: el sujeto aparece siempre antes que el objeto directo. La prevalencia del patrón SO puede deberse a que el sujeto usualmente coincide con el tema de la oración (es decir, con aquello de que habla la oración), y a que, por ello, resulta más útil al comienzo del enunciado.

Aunque en su gran mayoría las lenguas del mundo coloquen el S antes que el O en su orden de palabras básico, este patrón no es universal. Existen unas pocas lenguas que responden al tipo VOS, de las que la mejor conocida es el malgache (Madagascar):

VOS (malgache)Nahita ny mpianatra ny vehivavy.Vio el estudiante la mujer(‘La mujer vio al estudiante.’)

Igualmente, hay unas pocas lenguas del tipo OVS o OSV, y todas ellas parecen estar localizadas en Sudamérica, como son los casos del hixkaryana (hablado en Brasil, en la cuenca superior del río Namundá, afluente del Amazonas) y el apuriña (hablado en Brasil, en la Amazonia):

OVS (hixkaryana)Kana janmno brjekomo.Pez capturó muchacho(‘El muchacho capturó un pez.”)

OSV (apuriña)Anana nota apa.Piña yo voy a buscar(‘Voy a buscar una piña.’)

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Lingüística. Tema 3.

2.3.1 Universales en el orden de palabras

A veces el orden mostrado por los elementos de una determinada estructura tiene consecuencias para el orden de los elementos de otras estructuras. Muchas de estas implicaciones tienen que ver con las relaciones existentes entre el verbo y su objeto:

a) Si una lengua tiene el orden VO, entonces tiene preposiciones antes que posposiciones. Entre las lenguas de este tipo se cuentan el bereber (Marruecos), el hebreo, el maorí (Nueva Zelanda), el masái (Kenia), el galés o el gaélico irlandés.

Gaélico irlandésa. Patrón VSO

Chonaic mé mo mháthair.Vi yo mi madre(‘Vi a mi madre.’)

b. Patrón preposicionalsa teachen casa(‘en la casa’)

b) Si una lengua tiene el orden OV, entonces probablemente tiene posposiciones antes que preposiciones. A este tipo remiten lenguas como el vascuence, el birmano, el hindí, el japonés, el coreano, el quechua, el turco o el yimidiro (Australia).

Yimidiroa. Patrón SOV

Gudaa-ngun yarrga dyindaj.Perro-ERG chico mordió(‘El perro mordió al chico.’)

b. Patrón posposicionalyuwaal nganhplaya desde(‘desde la playa’)

c) Las frases preposicionales (FP) preceden al verbo en las lenguas del tipo OV, y normalmente siguen al verbo en las del tipo VO.

Japonésa. Patrón SOV

Gakusei-ga hon-o yonda.Estudiante-NOM libro-AC leyó(‘El estudiante leyó un libro.’)

b. FP precede al verboTaroo-ga [fp nitiyoobi ni] tsuita.Taroo-NOM [sábado en] llegó(‘Taroo llegó el sábado.)

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Lingüística. Tema 3.

Española. Patrón SVO

Juan compró el periódico.b. FP sigue al verbo:

Juan se fue en bicicleta.

d) Los adverbios de modo preceden casi siempre al verbo en las lenguas OV y generalmente van detrás de éste en las lenguas VO.

JaponésPatrón SOV, el adverbio precede al verbohayaku hasirurápidamente corre(‘Corre rápidamente.’)

EspañolPatrón SVO, el adverbio sigue al verboJuan canta bien.

e) Por lo que respecta a las estructuras posesivas, está muy extendida la tendencia a usar el orden GEN (posesivo) + N en las lenguas OV, mientras que en las lenguas VO la tendencia (aunque menos extendida) es a usar el orden N + GEN (posesivo).

JaponésPatrón SOV, GEN+NTaroo-no honTaroo-GEN libro(‘El libro de Taroo’)

Francésa. Patrón SVO

Pierre aime MariePedro ama María(‘Pedro ama a María.’)

b. N + GENla maison de Mariela casa de María(‘la casa de María’)

El inglés, aunque es una lengua SVO, muestra el orden GEN + N y el N + GEN.

a. GEN + Nthe country’s lawsel país GEN leyes

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Lingüística. Tema 3.

b. N + GENthe laws of the countrylas leyes de el país(‘las leyes del país’)

Casos como éste son raros, sin embargo, y no invalidan las tendencias que estamos considerando.

2.3.2 Jerarquías gramaticales

Los universales de implicación son descritos frecuentemente en términos de jerarquía de categorías o relaciones. Una de las jerarquías más importantes de esta clase se refiere a las relaciones gramaticales de sujeto y objeto directo, que ha sido establecida así:

Sujeto > objeto directo > otro

Según esta jerarquía, los procesos que sólo sean aplicables al sujeto son menos marcados que los procesos aplicables al objeto directo, y así sucesivamente. Dicho de otro manera, si determinado fenómeno se da con el objeto directo, también se debería dar con el sujeto. Por el contrario, no sería sorprendente encontrarse con un proceso que, siendo asumido por el sujeto, no puede serlo por el objeto directo.

Entre los numerosos fenómenos tipológicos que recoge esta jerarquía se cuenta la concordancia verbal. Como muestran los ejemplos siguientes, hay lenguas en las que el verbo concuerda sólo con el sujeto, y hay otras en las que concuerda, además de con el sujeto, con el objeto directo:

EspañolConcordancia con el sujetoSujeto

Juan parti-ó

SuahelíConcordancia con el sujeto y el complemento directoSujeto objeto directo

Juma a- li- wa- pika watotoJuma 3SG PAS 3PL golpear niños(‘Juma golpeó a los niños.’)

Sin embargo, tal como predice esta jerarquía, no hay lenguas en que el verbo concierte sólo con el objeto directo.

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Lingüística. Tema 3.

2.4 Explicación de algunos universales

No han llegado los lingüistas todavía a conclusiones definitivas que expliquen la existencia de muchos universales lingüísticos. No obstante, se han propuesto algunas explicaciones interesantes sobre muchos de ellos, de las que consideraremos algunas.

2.4.1 Fonología

Parece ser que ciertos factores relacionados con la percepción ejercen una influencia considerable en la conformación de los universales. Por ejemplo, el hecho de que el fonema /s/ sea la fricativa que más aparece puede deberse a su prominencia acústica: las variedades que adopta /s/ son inherentemente más claras y estridentes que las de los otros tipos de fonemas fricativos.

Los sistemas vocálicos tienden a configurarse de modo que las vocales se distingan lo más posible entre sí. Un sistema de tres vocales, como el que sigue:

/i/ /u/

/a/

deja, por decirlo así, mucho ‘espacio’ entre las vocales, lo que permite que puedan ser distinguidas las unas de las otras más fácilmente.

Lo mismo ocurre en la distribución de los fonemas oclusivos. Puede ser que /p/, /t/ y /k/ sean las oclusivas más comunes porque se articulan en tres puntos que están muy alejados entre sí en el tracto vocal supralaríngeo. Estos tres fonemas, cuando son emitidos, son percibidos y distinguidos con mayor facilidad que la secuencia de fonemas oclusivos dentales, alveolares y palatales, por ejemplo, pues todos estos últimos se articulan en una región más estrecha: la central de la cavidad bucal.

Se ha sugerido que los sistemas consonánticos responden en general a las restricciones articulatorias que dan lugar a sonidos y sistemas no marcados. Las obstruyentes básicas, desde el punto de vista articulatorio, [p], [t] y [k] son mucho más comunes que otras articulaciones más complejas como [] y []. He aquí las obstruyentes más frecuentes interlingüísticamente:

Las lenguas tienden a presentar sistemas consonánticos que están formados en un 70 % por obstruyentes y en un 30 % por sonantes, y es secundario el número total de fonemas consonánticos de que pueda constar el sistema. Estas cifras reflejan las posibilidades articulatorias para establecer oposiciones: es evidente que caben más distinciones en el espacio de las obstruyentes que en el de las sonantes. No hay, por ejemplo, sonantes fricativas nasales, porque la presión necesaria para que el aire pase por una estrecha abertura (lo que constituye la esencia de las fricativas) no puede alcanzarse cuando al mismo tiempo ha de fluir mucho de este aire por la cavidad nasal.

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Lingüística. Tema 3.

Por causas como ésta, el número de obstruyentes existente en no importa qué lengua es en potencia mucho mayor que el de las posibles sonantes. Esto es sólo un ejemplo de cómo diversos factores articulatorios pueden influir decisivamente en la conformación de los sistemas consonánticos.

2.4.2 Morfología

En el caso de los universales morfológicos, las explicaciones son de otra índole. Por ejemplo, el hecho de que las lenguas con sufijos pero no prefijos tengan siempre posposiciones puede tener una explicación de carácter histórico. En tales lenguas algunas posposiciones llegaron a ligarse a una palabra precedente y por esto se convirtieron en sufijos. Como en esas lenguas los sufijos procedían de posposiciones, el vínculo entre los dos elementos puede rastrearse hasta el origen de ambos. Un ejemplo de este fenómeno puede encontrarse en finés y estonio, lenguas estrechamente emparentadas. La lengua de la que proceden (protofinobáltico) poseía la posposición *kanssa ‘con’, todavía evidente en el finés estándar pero evolucionada como sufijo en estonio:

Finés estándar: posposición kanssa ‘con’

poika ‘chico’ pojan-n kanssa ‘con el chico’

chico-GEN con

Estonio: sufijo de caso –ga (COM = comitativo)

poeg ‘hijo’ poja-ga ‘con el hijo’

hijo-COM

La exigencia de que los afijos derivativos deban aparecer más cerca de la raíz que los afijos flexivos tiene otro tipo de explicación. Los procesos de derivación forjan palabras nuevas, mientras que las marcas flexivas denotan clases a las que pertenecen las palabras (por ejemplo, ‘plural’ para los nombres, ‘pasado’ para los verbos, etc.). Dado que la palabra ha de estar formada antes de que reciba la marca que indique a qué clase gramatical pertenece, es natural que los procesos derivativos se den antes que los flexivos y que ello se refleje en la estructura interna de las palabras (vid. tema 5). Por ejemplo, en la palabra tratamientos, cuya estructura es:

N

N

V Ad Af

tratar -miento -s

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Lingüística. Tema 3.

observamos que a la raíz verbal tratar se añade el sufijo -miento y de ello surge un nombre: tratamiento. Posteriormente se añade el sufijo de plural –s: tratamientos.

2.4.3 Sintaxis

Algunos universales sintácticos pueden ser explicados recurriendo al modo en que los seres humanos procesan la estructura de la oración. Reconsideremos un resumen de los patrones del orden de palabras (vid. 2.3):

Constituyentes Orden en una lengua VO Orden en una lengua OV

P & FN P + FN FN + P

V & FP V + FP FP + V

V & Adv. modo V + Adv. modo Adv. modo + V

N & GEN N + GEN GEN + N

Una explicación de las propiedades de las combinaciones adoptadas por los elementos en las columnas segunda y tercera tiene que ver con el contraste existente en lenguas con ramificación a la derecha y lenguas con ramificación a la izquierda. En las primeras la parte más elaborada de la estructura de la oración aparece como una ramificación a la derecha, y en las segundas, como una ramificación a la izquierda. Según esto, un patrón VO responde a una ramificación a la derecha, pues el constituyente FN aparece en la rama derecha; por el contrario, un patrón OV responde a una ramificación a la izquierda, pues el constituyente en cuestión aparece a la izquierda:

O O

V FN FN V

Det N’ Det N’

N N

Ramificación a la derecha Ramificación a la izquierda

Se comprueba fácilmente que los patrones P+FN, V+FP, V+Adv y N+GEN, comúnmente asociados a las lenguas VO, son ramificaciones a la derecha (los genitivos y los adverbios son un tipo de frase). Por el contrario, los patrones FN+P, FP+V, Adv+V y GEN+N, normalmente asociados a las lenguas OV, son ramificaciones a la izquierda. En otras palabras, parece que las lenguas muestran una gran consistencia en lo referente al empleo de uno u otro tipo de ramificación. Esta uniformidad puede que facilite a los hablantes la labor de procesar la estructura sintáctica. Así, del mismo modo que algunos seres humanos son zurdos y otros diestros, así también parece que unas lenguas prefieren utilizar consistentemente sistemas de ramificación a la derecha, mientras que otras prefieren hacer lo contrario.

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Lingüística. Tema 3.

El estudio de la Tipología lingüística y de los universales lingüísticos es un área relativamente reciente en el campo de la Lingüística. Queda, como es obvio, todavía mucho por conocer en relación los universales lingüísticos, y hay que admitir que no poca parte de los estudios actuales es de naturaleza especulativa y, por tanto, provisional.

3. CLASIFICACIÓN GENÉTICA

La finalidad de la clasificación genética consiste en agrupar las lenguas en familias sobre la base de evidencias de parentesco establecidas según los requisitos del método histórico-comparativo. Esta labor es extremadamente compleja por diversas razones.

Quizá el mayor problema sea simplemente determinar la cantidad de datos que deban recogerse y registrarse antes de que los lingüistas establezcan, con cierta seguridad, el estatus de un grupo de lenguas. Por ejemplo, sólo ha sido posible disponer de información abundante y fidedigna sobre las lenguas de África en las últimas dos o tres décadas, lo que está permitiendo establecer en la actualidad una clasificación de tales lenguas. En contraste con esto, muchas lenguas de Sudamérica, Nueva Guinea y Australia siguen todavía sin conocerse suficientemente.

A estas dificultades hay que añadir otros factores, como el que haya lenguas sin parentesco alguno que, sin embargo, sean similares de una u otra manera. Esto es especialmente probable cuando esas lenguas han estado en contacto suficiente como para que haya habido entre ellas préstamos de numerosas palabras, sonidos, morfemas o estructuras sintácticas.

Más aún: puede ser que lenguas emparentadas se muestren muy distintas entre sí. Cuanto más distante es la relación de parentesco entre las lenguas, menos probable es que muestren mayor número de similitudes, sobre todo porque los cambios fónicos pueden oscurecer las relaciones existentes entre palabras emparentadas. El inglés y el latín están emparentados (aunque lejanamente), pero la similitud entre palabras emparentadas como el latín unda ‘ola’ y el inglés water ‘agua’ no resulta nada evidente.

Otro elemento que complica la investigación es que muchas palabras que podrían ser indicadores excelentes para la determinación de relaciones de parentesco, han desaparecido del vocabulario. Por ejemplo, el inglés antiguo tenía la palabra leax ‘salmón’ (emparentada con la alemana Lachs y con la yidis lox), pero no forma parte del léxico del hablante actual del inglés (lox ha vuelto a tomarse en algunas variedades del inglés para nombrar popularmente a las ‘delicatessen’).

Dado que la pérdida de palabras es un proceso histórico común, los lingüistas prefieren usar en su investigación las formas más antiguas disponibles de una lengua. Así, nuestro conocimiento del protoindoeuropeo se ha ido obteniendo a partir del estudio del inglés antiguo, del sánscrito, del latín y otras muchas lenguas antiguas, antes que a partir del inglés actual, del hindí-urdú, del francés y de otras lenguas descen-dientes modernas.

Algunas familias lingüísticas contienen muchos cientos de lenguas. En otros casos, sólo queda una lengua como testigo de una familia. Y, por último, en otros, las familias están ya extinguidas. En lo que sigue presentaremos un breve resumen de lo que se sabe sobre la familia lingüística indoeuropea, y mencionaremos los rasgos esenciales de las restantes familias de lenguas.

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Lingüística. Tema 3.

3.1 La familia lingüística indoeuropea

Si tenemos en cuenta sólo las lenguas vivas, la familia lingüística indoeuropea presenta en la actualidad nueve ramas, que son las siguientes:

germánica helénica báltica

céltica albanesa eslava

itálica armenia indo-irania

3.1.1 Rama germánica

La rama germánica puede subdividirse en tres ramas: oriental, septentrional y occidental. La rama oriental incluye el gótico, la lengua germánica más antigua docu-mentada (sus textos datan del siglo IV d. C.). El gótico y otras lenguas pertenecientes a esta rama del tronco germánico están extinguidas desde hace mucho tiempo.

La rama septentrional (o escandinava) incluía originalmente el islandés antiguo, que era la lengua de los vikingos y el antepasado del islandés moderno, el noruego y el faroés (hablado en las Islas Faroe, al norte de Escocia). El sueco y el danés pertenecen también a esta rama.

La rama occidental la constituyen el inglés, el alemán, e l yidis, el neerlandés, el frisón y el afrikáans. Éste último desciende el neerlandés hablado en el siglo XVII por los colonizadores (boers) de Sudáfrica. El yidis es una lengua que procede del antiguo alto alemán, hablada por las comunidades judías en Alemania sobre todo en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial y escrita en el alfabeto hebreo. En la actualidad se habla en la antigua URSS, Israel, Polonia y EEUU. El frisón es la lengua más estrechamente emparentada con el inglés. Se habla en la costa norte de Holanda, las Islas Frisonas y en la costa noroccidental de Alemania. El inglés desciende de las hablas de los anglos, sajones y jutos, tribus germánicas que vivían en el norte de Alemania y sur de Dinamarca (en un área situada justamente al este de los frisones) antes de que invadieran Inglaterra en el año 440 d. C. y se establecieran allí.

La organización de la familia germánica se puede ver con mayor claridad en la tabla y árbol siguientes (las lenguas entre paréntesis están extinguidas; las tablas y árboles no representan a todas las lenguas de una familia, sino a las que en cada caso se consideren más representativas para dar una idea de la organización interna de esa familia):

(Rama germánico oriental) Rama germánico septentrional Rama germánico occidental

(gótico) islandés inglés

noruego alemán

faroés yidis

sueco neerlandés

danés frisón

afrikáans

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Lingüística. Tema 3.

Rama germánica

(R. Germánico oriental) R. germánico septen. R. germánico occidental

(Gótico) islandés noruego… inglés alemán yidis…

3.1.2 Rama céltica

Esta rama se subdivide en otras dos: insular y continental (extinguida). El galo, una de las lenguas de la rama continental, se habló en Francia (los galos eran la tribu a la que derrotó Julio César). La rama insular se subdivide en dos grupos de lenguas: el britónico y el goidélico (o gaélico). Las lenguas britónicas incluyen el galés (hablado en Gales) y el bretón (que se habla en el noroeste de Francia), así como el córnico, que se habló en el sudoeste británico. Las lenguas goidélicas incluyen el irlandés (o gaélico irlandés), hablado en algunas partes occidentales de Irlanda, el ya extinguido manés y el gaélico escocés, que se habla en algunas zonas del noroeste de Escocia (sobre todo en las Islas Hébridas).

Rama insular Rama continental

Grupo britónico Grupo goidélico

galés irlandés (galo)

bretón (manés)

(córnico) gaélico escocés

3.1.3 Rama itálica

La familia itálica tenía originariamente varias ramas que incluían lenguas hoy en día ya extinguidas y habladas en el conjunto de territorios que componen aproxima-damente la actual Italia. Sin embargo, las lenguas itálicas que se hablan en la actualidad descienden todas del latín. Estas lenguas se subdividen en cuatro grupos. El iberorrománico incluye el portugués, gallego y castellano; el galorrománico, e l fran-cés, catalán y romanche (hablado en Suiza); el italorrománico, al italiano y sardo; el balcanorrománico, el rumano, la lengua más importante de este grupo.

Iberrománico Galorrománico Italorrománico Balcanorrománico

portugués francés italiano rumano

gallego catalán sardo

castellano romanche

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Lingüística. Tema 3.

3.1.4 Rama helénica

En la actualidad sólo se habla una lengua de esta rama: el griego. Todos los dialectos griegos modernos descienden del ático, el dialecto más prestigioso del griego clásico, hablado en Atenas en la Edad de Oro de la cultura griega (aproximadamente, del siglo V al III a. C.). El griego helenístico, usado en los siglos siguientes, era la lengua del comercio usada por todo el Oriente Medio. (Ésta era la lengua materna de Cleopatra, pues era descendiente de uno de los generales de Alejandro Magno.)

3.1.5 Rama albanesa

Esta rama tiene sólo un miembro: el albanés, hablado actualmente en Albania y en algunas zonas de la antigua Yugoslavia, Grecia e Italia.

3.1.6 Rama armenia

Como en el caso anterior, esta rama sólo posee en la actualidad una sola lengua: el armenio. Esta lengua se localiza en la República de Armenia (que formó parte de la URSS), pero también se habla en Turquía, Irán, Siria, Líbano y Egipto.

3.1.7 Rama báltica

Sólo quedan dos lenguas de esta rama: el letón y el lituano. Se hablan respectiva-mente en Letonia y Lituania. El lituano posee un sistema de casos muy elaborado, muy similar al propuesto para el protoindoeuropeo.

3.1.8 Rama eslava

Se subdivide en tres ramas: oriental, occidental y meridional. La oriental está constituida por el ruso, el ucraniano y el bielorruso. La rama occidental incluye el checo, eslovaco y polaco. La rama meridional está formada por el búlgaro, el macedo-nio, el serbocroata y el esloveno. Los tres últimos se hablan en la antigua Yugoslavia.

Rama eslava oriental Rama eslava occidental Rama eslava meridional

ruso checo búlgaro

ucraniano eslovaco macedonio

bielorruso polaco serbocroata

esloveno

3.1.9 Rama indo-irania

Esta rama se subdivide en otras dos: la irania y la índica. La irania contiene unas dos docenas de lenguas, entre las que se incluyen el persa moderno (también llamado farsi; hablado en Irán), el pasto (lengua principal de Afganistán) y el kurdo (hablado en

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Lingüística. Tema 3.

Irán, Iraq, Turquía y Siria). Otras lenguas iranias se hablan en Pakistán, zonas meri-dionales de la antigua URSS y China.

Hay aproximadamente treinta y cinco lenguas índicas diferentes. Muchas de las lenguas que se hablan en el norte de la India, Pakistán y Bangladesh pertenecen a este grupo. Algunas de las más extendidas (por su número de hablantes) son el hindí-urdú, el bengalí, el maratí y el guyaratí. Aunque el hindí y el urdú son dos dialectos de una misma lengua, tienen sin embargo sistemas de escritura totalmente diferentes y también están asociados a comunidades culturales distintas. El urdú lo hablan esencialmente musulmanes en Pakistán, en tanto que el hindí es hablado por hindúes en la India.

Una lengua índica menos conocida es el romaní (o lengua gitana). Se piensa hoy en día que los gitanos huyeron a Turquía desde el noroeste de la India en la Edad Media, tras ser derrotados por los invasores islámicos. Posteriormente se extendieron por toda Europa: desde Irlanda hasta los confines orientales de Rusia. Muchos viven hoy en Norteamérica. El romaní contiene muchas palabras prestadas (sobre todo del griego, que era la lengua hablada más común en Turquía durante la Edad Media).

Rama irania Rama índica

persa [farsi] hindí-urdú

pasto bengalí

kurdo maratí

guyaratí

romaní

3.2 Otras familias

Otras familias destacables son la urálica (que incluye al finés y al húngaro), la altaica (turco y posiblemente japonés y coreano), la austronésica (samoano, fiyiano, filipino e indonesio), la austroasiática (vietnamita, jemer), la afroasiática (árabe y hebreo), la Níger-Congo (suahelí), además de las numerosas familias existentes en America del Norte y del Sur.

Hay lenguas que todavía hoy no han sido incluidas en familias. Suelen denominarse lenguas aisladas. Tal es el caso del vascuence, el ainú (norte de Japón), el buruchasquí (Pakistán), el cutenái (Columbia británica), el gilyak (Siberia), el tarascano (California) o el yucaguiro (Siberia).

4. LENGUAS EN CONTACTO

Aunque las lenguas pueden entrar en contacto de diversas maneras, el modo más común en que lo hacen es mediante el contacto social directo entre los hablantes por razones económicas, políticas, culturales o religiosas. Unos ejemplos ilustrarán este punto. La contratación de trabajadores turcos por parte de numerosas empresas alema-nas ha provocado un estrecho contacto entre alemán y turco en algunas ciudades de Alemania. La llegada de inmigrantes de México y Cuba a los EEUU se ha traducido en un amplio contacto entre el español y el inglés americano. Las situaciones de contacto se pueden describir en términos de la influencia ejercida en los sistemas lingüísticos, de

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Lingüística. Tema 3.

las relaciones sociales que provocan el contacto y, en fin, de la realidad lingüística resultante.

4.1 Préstamo lingüístico

En situaciones de contacto lingüístico los sistemas lingüísticos involucrados se influyen a menudo entre sí por medio del préstamo, consistente en la adopción, por parte de una lengua, de elementos de otra. El préstamo puede ser léxico o gramatical. Lo primero ocurre cuando una lengua adopta palabras de otra. A tales elementos se los suele llamar préstamos léxicos. Por ejemplo, el inglés americano ha tomado del español palabras como macho o taco; del italiano, pizza o spaghetti; del alemán, realpolitik o sauerkraut; del algonquino, skunk o wigwam, etc. Y el español ha tomado del inglés elementos como aparcar, beicon, blog, club, footing, fútbol, hippy, hobby, show, software, thriller, etc.; del francés, amateur, argot, chófer, collage, dossier, gourmet, hotel, tour, etc.; del alemán, cobalto, níquel, etc.; del italiano, balcón, banca, capitán, capricho, escopeta, novela, soneto, etc.; del árabe, aceituna, ajedrez, albañil, alcalde, almohada, cero, gazpacho, guitarra, naranja, ojalá, etc. También pueden importarse frases completas o expresiones idiomáticas. En muchas lenguas se ha importado del inglés la expresión to be or not to be: ser o no ser, être ou ne pas être, etc. El inglés ha forjado la expresión it goes without saying de la francesa il va sans dire. El alemán ha formado Kettenraucher de la correspondiente inglesa chain smoker (‘fumador empeder-nido’). El español ha construido cosmovisión y el inglés worldview de la expresión alemana Weltanschauung. Etc. Los casos como éstos, adoptados de otra lengua por medio de una traducción palabra a palabra, se denominan calcos.

El préstamo fonológico se da cuando una lengua adopta sonidos o patrones fono-lógicos nuevos de otra con la que entra en contacto. El camino más normal para esto es el préstamo léxico. Por ejemplo, el inglés de Nueva York ha tomado el sonido [x] (fricativo velar sordo) en palabras como yecch [iex] del yidis; el sonido final de palabra [] (fricativo palatal sonoro) se ha introducido en el inglés a partir de la adaptación de palabras francesas como rouge, prestige, etc. Los hablantes musulmanes alfabetizados de urdú han tomado del árabe sonidos como [z] y [].

El préstamo morfológico consiste en la adopción, por parte de una lengua, de ciertos elementos morfológicos de otra. El inglés tomó del francés los sufijos -able/-ible (readable, incredible), y del latín –arius el sufijo –er (reader, writer), todos muy productivos. Muchas lenguas han adoptado como elementos derivativos numerosos morfemas del griego clásico para forjar palabras que respondan a determinadas necesi-dades científicas o culturales. En español, por ejemplo, se usan, entre otros muchos, los elementos griegos auto-, hiper-, hipo-, iso-, meta-, neo-, para-, poli-, etc.: autoejecu-table, hipertensión, hipocalórico, isotérmico, metateoría, neoformación, paralingüís-tico, polivalente, etc.

Mediante el préstamo sintáctico el orden en que se disponen los elementos de una estructura sintáctica en cierta lengua puede verse influido por el orden de una estructura similar existente en otra lengua con la que entra en contacto, sustituyendo éste último al anterior. Por ejemplo, el romanche, hablado en Suiza, adoptó el orden ‘adjetivo + nombre’ por influjo del alemán, abandonando el orden original ‘nombre + adjetivo’. Los dialectos griegos de Asia Menor han adoptado el orden ‘sujeto + objeto + verbo’ por la influencia del turco.

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Lingüística. Tema 3.

El préstamo lingüístico está asociado a ciertas características no lingüísticas tales como la intensidad del contacto, determinada por su duración y por el grado de inter-acción de los hablantes. Un contacto a largo plazo y con nivel alto de interacción social se considera que es una situación de contacto intensa. En cambio, un contacto interrumpido durante un largo período de tiempo y con interacción social limitada es considerado una situación de contacto de baja intensidad. Como es de esperar, la inten -sidad del contacto afecta la influencia ejercida en un sistema lingüístico. Los préstamos léxicos sólo requieren contacto de baja intensidad, pues pueden adoptarse palabras aisladas sin necesidad de conocer en profundidad el sistema lingüístico de la lengua donante. Sin embargo, la adopción de elementos, reglas o estructuras fonológicas, morfológicas y sintácticas de una lengua por parte de otra requiere la existencia de al menos algunos hablantes que conozcan ambas lenguas. En otras palabras, el préstamo gramatical exige la existencia de una situación de bilingüismo, en la que se da un grado relativamente intenso de contacto entre los grupos de hablantes.

4.2 Adstrato, superestrato y substrato

Otro factor social que influye en el resultado del contacto entre las lenguas es el prestigio (o poder) de quienes las hablan. Si los hablantes en una situación de contacto se consideran iguales en cuento al prestigio, sus lenguas respectivas se dice que mantienen una relación de adstrato. Este fue el caso del nórdico antiguo y del inglés antiguo, por ejemplo. Si los hablantes en una situación de contacto no mostraban el mismo estatus, entonces la lengua del grupo dominante asumía el papel de lengua superestrato, y la del grupo no dominante el de lengua substrato. En el contacto entre el inglés y el español, de un lado, y las lenguas nativas americanas, por otro, los dos primeros asumieron el papel de lenguas superestrato y las segundas el de substrato, dado el desequilibrio de poder y prestigio entre unos y otros grupos de hablantes. En Alemania, las diversas lenguas de los trabajadores extranjeros (turcos, serbocroatas, griegos, italianos, españoles) son consideradas lenguas substrato, y el alemán, lengua superestrato.

En estas dos situaciones de contacto lo que primero se da es el préstamo léxico. Sin embargo, este proceso puede tomar direcciones diferentes. Si las lenguas mantienen una relación de adstrato, el préstamo se hace en ambas direcciones: estas lenguas son receptoras y donantes a un mismo tiempo. Cuando la relación de prestigio o poder entre los grupos de hablantes es de desigualdad, la lengua superestrato es generalmente la lengua donante y acepta sólo algunos préstamos léxicos de la lengua o lenguas substrato. Como se ve, la relación de adstrato es bidireccional, y la de superestrato / substrato, unidireccional.

Si los hablantes de diferentes lenguas en relación de adstrato mantienen este contacto de manera continuada e intensa durante un largo período de tiempo, puede que resulte de ello una convergencia de lenguas, proceso gracias al cual dos o más sistemas se van ajustando progresivamente entre sí. Las lenguas que participan en una alianza de esta clase forman lo que suele llamarse una Sprachbund (‘unión de lenguas’). Un ejemplo es la Sprachbund balcánica, en la que el albanés, el macedonio, el griego, el rumano y el serbocroata muestran signos de convergencia gracias al hecho de un contacto lingüístico muy intenso y extendido en el tiempo.

Cuando el contacto entre las lenguas ha sido muy intenso y durante un largo período de tiempo, y la relación de prestigio ha sido desigual, puede que ello lleve al cambio de lengua (language shift). Esto ocurre cuando un grupo de hablantes aban-

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Lingüística. Tema 3.

donan su propia lengua y adoptan otra. Si el grupo que cambia es el único grupo de hablantes que queda de la lengua abandonada, ésta morirá una vez que se complete el cambio. En esto consiste básicamente la muerte de una lengua. Muchas lenguas nativas americanas han emprendido ya este proceso, provocado por el del cambio de lengua. Estos procesos se pueden observar directamente en Oberwart, un pueblo situado en la frontera entre Austria y Hungría. Después de la Segunda Guerra Mundial, el alemán se asoció a una poderosa economía industrial, en tanto que el húngaro pasó a representar el estereotipo de lo rústico y antiguo, por supuesto sin prestigio. Actualmente, el bilingüismo sumamente extendido alemán-húngaro está dando paso a una creciente preferencia por el monolingüismo en alemán, en especial en las generaciones jóvenes de Oberwart. Aquí, sin embargo, no estamos ante la muerte de una lengua, pues el húngaro es la lengua común de Hungría.

4.3 Sabires y criollos

Dos productos lingüísticos importantes resultado del contacto entre lenguas son la creación de lenguas sabires (pidgin languages) y criollas (creole languages). Un sabir nace típicamente en un escenario en que dos o más grupos de hablantes coinciden para establecer relaciones comerciales. Si tales comerciantes no comparten una lengua común con que comunicarse, puede que lleguen a crear una lengua simplificada, aunque distinta, y de carácter auxiliar, un sabir, que ayude a establecer y mantener el trato comercial. Un ejemplo sobresaliente es la jerga chinuca, un sabir hablado por comer-ciantes nativos americanos, británicos y franceses en la zona noroeste del Pacífico norte durante el siglo XIX. A diferencia de los sabires, que no son las lenguas primeras de quienes las hablan, las criollos surgen en situaciones en que los hablantes en contacto necesitan un medio de comunicación común y primero. Ésta fue la necesidad básica que se suscitó en el contexto de las plantaciones de las islas caribeñas y del sur de EEUU. En ellas entraron en contacto muchos grupos de africanos que hablaban lenguas a menudo diferentes e ininteligibles entre sí, y un pequeño grupo de europeos. Esto planteó la urgente necesidad de un medio de comunicación para que los africanos se entendieran entre sí y para que éstos se entendieran con los europeos. Como los recursos lingüísticos empleados servían para acometer un conjunto amplio de finalidades comunicativas, no sólo las comerciales (como era el caso de los sabires), se desarrollaron las lenguas criollas, que han llegado a convertirse en lenguas nativas para diversos grupos de hablantes. He aquí algunos casos de lenguas criollas: el jamaicano (basado en el inglés), el haitiano (basado en el francés), el chabacano (basado en el español: Mindanao), el papiamento (basado en el portugués: Nicaragua, Puerto Rico, Venezuela, Antillas), etc. La diferencia básica entre sabires y criollos es que los primeros son lenguas aprendidas, segundas, en tanto que los criollos (surgidos a partir de sabires de diverso tipo), son lenguas primeras, nativas.

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Lingüística. Tema 3.

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Lingüística. Tema 3.

ANEXOS

Mapa nº 1: LOCALIZACIÓN DE LAS LENGUAS INDOEUROPEAS

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Ramas:1 céltica2 germánica3 románica4 helénica5 eslava6 albanesa7 armenia8 indo-irania9 báltica

Líneas punteadas: fronteras políticas.Líneas continuas: fronteras lingüísticas.

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Lingüística. Tema 3.

Mapa nº 2:LOCALIZACIÓN DE ALGUNAS FAMILIAS LINGÜÍSTICAS

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Fam

ilias:1 indoeuropea

8 austronésica2 caucásica

9 indo-pacífica (papuana)3 altaica

10 australiana4 fino-ugria (urálica)

11 afroasiática5 dravídica

12 Níger-C

ongo6 austroasiática

13 nilo-sahariana7 sino-tibetana

14 joisana

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Lingüística. Tema 3.

EJERCICIOS

1¿Qué tendencias y universales se muestran en los sistemas vocálicos siguientes?

a) Afrikáans (Sudáfrica):

i y u

ø ə o

ɛ ɔ

a

b) Squamish (estado de Washington):

i u

ə

a

2La presencia de fonemas vocálicos largos y nasales está regida por universales implicativos. ¿De qué modo los sistemas vocálicos presentados a continuación muestran la longitud y la nasalidad y cumplen los universales implicativos?

a) Árabe maltés:

i u iː uːe o eː oː

a aː

b) Awji (Norte de Nueva Guinea):

i u ĩ ũe ə o ẽ ə õ

a a

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Lingüística. Tema 3.

3Considere los siguientes sistemas consonánticos. ¿Cumplen con los universales implicativos considerados en este tema?

a) Tahitiano (Tahití)

p t ʔf hv rm n

b) Palauano (Islas Palau):

t k ʔb

ðs

m ŋl, r

c) Nengone (Islas Loyalty, Pacífico Sur) (sólo subsistemas oclusivo y nasal):

ph th ʈh kh ʔb d ɖ gm n ɲ ŋ

m˳ n˳ ŋ˳

(Los sonidos [ʈ] y [ɖ] son retroflejos; los marcados con [˳] están ensordecidos.)

d) Mixe (Sur de México):

p t k ʔd gts ʧs x h

v ɣm n

4Describa las características morfológicas de cada una de las lenguas siguientes en términos de la clasificación presentada en el apartado 2.2.

a) Yupik suberiano:

Angya-ghlla -ng -yug -tuqbote -grande -conseguir -querer -3ª SG.PRES

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Lingüística. Tema 3.

(“Quiere conseguir un bote grande.”)

b) Letón

las-u las-ām rakst-u rakst-āmleer-1ª SG.PRES leer-1ªPL.PRES escribir-1ªSG.PRES escribir-1ªSG.PRES(“Leo.”) (“Leemos.”) (“Escribo.”) (“Escribimos.”)c) Japonés

gakusei-wa homer-are-na-iestudiante-TOP alabar-PAS-NEG-PRES(“El estudiante no es alabado.”)

5Haga un análisis morfológico de los siguientes datos tomados del letón. Aísle los morfemas y delimite sus significados. Tras haber segmentado e identificado los morfemas, describa cómo estos datos reflejan los universales implicativos considerados en el apartado 2.2.

a) lidotājs aviador-NOMb) lidotāju aviador-ACUSc) lidotājam aviador-DATd) lidot volare) rakstītājs escritor-NOMf) rakstītāju escritor-ACUSg) rakstītājam escritor-DATh) rakstīt escribir

6Examine los datos siguientes extraídos del malgache (lengua austronésica hablada en Madagascar). ¿Cumple el malgache las tendencias relativas al orden de palabras consideradas en el apartado 2.3?

a) amin' ny restauranta a el restaurante (“al restaurante”)

b) Enti'n ny labiera ny mpiasa. trae la cerveza el camarero (“El camarero trae la cerveza.”)

c) Avy any Amerika izy. viene de América él (“Él viene de América.”)

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LINGÜÍSTICA      TEMA  4  FONÉTICA  Y  FONOLOGÍA  

   1.   La   expresión   fónico-­‐acústica.-­‐   2.   Fonética:   vocales,   consonantes   y   procesos  fonéticos.-­‐   3.  El   AFI.-­‐   4.   Fonología:   fonemas   y   alófonos.-­‐   5.  Rasgos   distintivos   y  oposiciones  fonológicas.-­‐  6.  Más  allá  del  fonema.    

 

 

1.  LA  EXPRESIÓN  FÓNICO-­‐ACÚSTICA    1.1  Introducción    

A   pesar   de   su   aparente   naturalidad,   el   hecho   de   que   las   lenguas   tengan   una  expresión   ante   todo   fónico-­‐acústica   (es   decir,   producida   por   un   aparato   fonador   y  captada   por   un   aparato   auditivo),   es   el   resultado   de   una   evolución   histórica  compleja.  El   ser  humano,  en  efecto,  no  posee  ningún  órgano  exclusivamente  espe-­‐cializado  en  la  producción  de  sonidos:  una  parte  del  aparato  fonador  (empezando  por  los  pulmones  y  la  laringe)  tenía  en  origen  sólo  la  función  de  garantizar  la  respiración,  esto  es,  la  aportación  de  oxígeno  a  la  sangre;  otra  parte  (la  boca,  con  los  dientes  y  la  lengua)   servía   para   ingerir   y  masticar   los   alimentos,   además   de   para   distinguir   los  sabores;  y  otra  (la  nariz)  estaba  destinada  a  la  respiración  y  a  la  percepción  y  discrimi-­‐nación  de  los  olores.  

La   producción   de   sonidos   (o   fonación)   ha   tenido   lugar,   por   tanto,   sólo   como  función  secundaria,  y  en  cierto  sentido  parásita,  en  un  complejo  de  órganos   inicial-­‐mente  destinado  a  otro  fin  completamente  distinto.  La  ‘convivencia’  de  funciones  tan  diferentes  como  la  fonación  y  la  respiración  (por  no  hablar  de  la  alimentación  y  de  la  percepción  de   los  olores)  ha   llevado  a  que  ambas  se  encontrasen  en  el  tiempo  y  se  adaptasen  recíprocamente.    

De   estas   consideraciones   deriva   una   conclusión   de   carácter   semiótico:   si   es  verdad  que  el  ser  humano  no  tenía  al  principio  ningún  órgano  especializado  para   la  producción  de  sonidos,  eso  significa  que   la   fonación  debe  haber  sido  elegida,  entre  las  posibles  modalidades  expresivas  del  código  lingüístico,  por  razones  concretas  de  eficiencia  semiótica  o  de  ergonomía.  Entre  los  demás  tipos  de  expresión  accesibles  al  ser  humano  (como  la  gestualidad,  la  mímica,  la  producción  de  elementos  que  repre-­‐sentaran  más  o  menos   icónicamente   los  objetos  designados),   la   fonación  presenta,  en  efecto,  numerosas  ventajas:  

 

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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a)   Puede   ser   puesta   en   práctica   simultáneamente   a   otros   comportamientos:  podemos   hablar   mientras   movemos   los   brazos   o   las   manos,   mientras   trabajamos,  andamos,  etc.  La  gestualidad,  al  contrario,  no  nos  deja  disponer  de  las  manos  o  de  los  brazos,  porque  los  utiliza  directamente.  

 b)   Es   una   ventaja   desde   el   punto   de   vista   del   receptor:   puede   ser   seguida   y  

captada   en   condiciones   ambientales   difíciles,   en   las   que   otros   órganos   receptores  estarían   impedidos.   Esta   fácil   transmisibilidad   se   comprueba   en   el   hecho   de   que  conseguimos  hablar   y   ser  escuchados  a  oscuras,   con  niebla,   sin   ver  directamente  a  nuestro   interlocutor   o   sin   ser   vistos   por   él,   etc.   (Piénsese,   como   prueba   de   esta  ventaja,   que   la   comunicación   telefónica   se   hace   posible   precisamente   porque   el  medio   a   través   del   cual   se  manifiestan   las   lenguas   es   fónico.)   Un  mensaje   gestual  requiere  en  cambio  que  el  receptor  esté  a  la  vista  del  emisor,  y  se  presta  menos  a  ser  retransmitido  a  otros.  

 c)  En  consecuencia,  un  mensaje  fónico  puede  ser  captado  por  varios  receptores  

simultáneamente.   Tenemos   la   capacidad   de   modular   la   intensidad   de   la   voz   para  hacernos  oír  a  distancias  mayores,  o  bien  para  dirigimos  simultáneamente  a  más  de  una  persona.  

 d)  El  medio  fónico  permite  una  amplia  modulabilidad:  producimos  y  percibimos  

un   número   elevado   de   sonidos   claramente   distintos,   conseguimos   crear   sutiles  diferencias   entre   un   sonido   y   otro,   diferenciar   sucesivamente   cadenas   de   sonidos  mediante   entonaciones   distintas,   etc.   La   gradación   que   va   del   lenguaje   hablado   al  cantado  da  una  idea  clara  de  esta  posibilidad.  Los  recursos  que  hacen  factibles  estas  características   son,   por   tanto,  más   numerosos   que   los   de   cualquier   otra   expresión  accesible  al  ser  humano.  

 e)   La   fonación   se   puede   producir   de   manera   continua,   sin   interrupciones  

obligatorias   en   el   flujo   de   los   sonidos.   Ningún   otro   medio   de   expresión   humana  permite  la  continuidad  con  la  misma  riqueza:  los  gestos  no  se  enlazan  entre  sí,  como  puede  hacer  el  sonido.  

 f)  En  fin,  la  fonación  es,  por  así  decirlo,  ‘portátil’,  en  cuanto  que  para  ser  ejecu-­‐

tada   no   necesita   nada   que   sea   ajeno   al   cuerpo.   Si   la   comunicación   tuviese   lugar  mediante   la  manipulación   de   objetos   (más   o  menos   icónicos),   esta   portabilidad   se  vería  reducida  o  impedida.  A  ello  se  añade  que  es  rápida,  y  por  consiguiente  favorece  la  producción  de  un  elevado  número  de  elementos  lingüísticos  en  un  breve  intervalo  de   tiempo.   Se   ha   comprobado   que,   quizás   precisamente   por   esta   característica,   la  fonación  ha  permitido  el  desarrollo  de  estructuras  sintácticas  complejas.      1.2  Esquema  del  aparato  fonador  humano    

Muy   esquemáticamente,   el   aparato   fonador   humano   puede   ser   representado  por  una  bomba  a   la  que,  mediante  una  válvula,   se  une  un  tubo  curvo,  como  puede  

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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verse  en  la  siguiente  figura:                                        

 La   bomba   está   constituida   por   los   pulmones,   que   trabajan   como   dos   balones  

elásticos:  en  la  respiración,  al  expandirse  introducen  aire  en  su  interior;  al  contraerse,  lo   expulsan,   liberándose  de   la   energía   acumulada.   El   tubo  está   compuesto   en   gran  medida  por   la   tráquea,  que  constituye  el   conducto  a   través  del   cual  el   aire  entra  y  sale;  el  extremo  está  constituido  por  una  serie  de  diafragmas  (boca,  dientes,   labios,  etc.),  que  pueden  modificar  el   flujo  del  aire.   La  válvula   situada  entre   la  bomba  y  el  tubo  es  la  laringe,  formada  por  dos  pliegues  de  tejido  muscular  que  pueden  abrirse  y  cerrarse:  las  cuerdas  vocales.  El  espacio  comprendido  entre  las  cuerdas  vocales  es  la  glotis.  

Cuando  los  pulmones  se  expanden  y  contraen  (horizontalmente  por  efecto  de  los  movimientos  de  las  costillas  y  verticalmente  por  efecto  de  los  del  diafragma),   intro-­‐ducen  y  expelen  aire.  Durante  la  expulsión,  las  cuerdas  vocales  pueden  estar  abiertas  (en   tal   caso   se   tiene   la   respiración   silenciosa)   o   cerradas.   Si   están   cerradas,   el   aire  procedente  de  los  pulmones,  que  no  puede  expandirse,  ejerce  una  presión  sobre  las  cuerdas  vocales,  empujándolas  a  abrirse  durante  un  brevísimo   intervalo  de  tiempo,  para  salir  en  forma  de  soplo,  después  de  lo  cual  se  vuelven  a  cerrar  para  a  continua-­‐ción  abrirse  de  nuevo,  y  así  sucesivamente.  Este  movimiento  de  apertura  y  cierre  es  muy  rápido  (cada  ciclo  dura  aproximadamente  0,6  segundos),  y  la  sucesión  de  soplos  de   aire   (o   sea,   de   aire   primero   comprimido   y   después   enrarecido)   a   que   da   lugar  produce  un   sonido   audible   (el   llamado   tono   laríngeo).   La   calidad  de   este   sonido,   a  medida  que  avanza  por  el  tubo  de  salida,  se  modifica  profundamente  originando  así  los  sonidos  lingüísticos  tal  y  como  los  percibimos  auditivamente.  

El   aparato   fonador   está,   por   tanto,   fundamentalmente   compuesto   por   una  fuente   de   energía   acústica   (las   vibraciones   de   la   laringe,   producidas   por   las   vibra-­‐ciones  del  aire  expulsado  por   los  pulmones,  que  originan  el  sonido  básico)  y  por  un  

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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filtro,   las   vías   respiratorias,  que,   al   elaborar  el   tono   laríngeo,  determinan   la   calidad  fonética  del  sonido.  El   filtro  elabora  el   tono   laríngeo  principalmente  modificando   la  forma  y  el  volumen  en  varios  puntos,  de  manera  que  presenta  barreras  más  o  menos  completas   al   avance   del   aire.   Esta   función   de   obstrucción   es   ejercida   por   algunos  diafragmas,   válvulas   situadas  en  diversos  puntos  del   tubo  y   constituidas  por   varios  órganos  del  aparato.  

Sobre  esta  base   se  pueden  distinguir   los   sonidos  en  dos   categorías  principales:  las  vocales,  producidas  por  el  aire  que  sale  sin  encontrar  ningún  diafragma  completa-­‐mente  cerrado,  y  las  consonantes,  producidas  por  el  aire  que  se  abre  camino  a  través  de  un  diafragma  completamente  o  casi  completamente  cerrado.  Sin  embargo,  exis-­‐ten  también,  como  veremos,  sonidos  intermedios  entre  una  categoría  y  otra.    

2.  FONÉTICA:  VOCALES,  CONSONANTES  Y  PROCESOS  FONÉTICOS    

La  Fonética  es   la  disciplina  que  estudia   la  naturaleza  de   los   sonidos   lingüísticos  vistos   en   su   carácter   físico   (sin   preocupamos   de   su   pertinencia),   esto   es,   con-­‐siderando  la  manera  en  que:  

a)  los  produce  el  aparato  fonador;  b)  se  propagan  en  el  aire,  y  c)  son  percibidos  por  el  aparato  auditivo.  

De  lo  primero  se  ocupa  la  Fonética  articulatoria;  de  lo  segundo,  la  Fonética  acústica,  y  de  lo  tercero,   la  Fonética  cognitiva.  La  primera  tiene  una  base  anatómico-­‐funcional;  la  segunda,  física,  y  la  tercera,  perceptiva.  

Debido  a   las   relaciones   establecidas   con  ámbitos  no  estrictamente   lingüísticos,  en  la  instrumentación  de  la  Fonética  intervienen  nociones  anatómicas,  físicas,  mate-­‐máticas,   etc.   El   enorme   desarrollo   de   los   estudios   fonéticos   (en   los   últimos   años  también  gracias  a  las  investigaciones  que  tienen  que  ver  con  los  intentos  de  sintetizar  electrónicamente   la   voz   y   de   proyectar   máquinas   capaces   de   reconocerla)   no   nos  permite   ofrecer   aquí   una   presentación   analítica   completa.   En   este   tema   se   encon-­‐trarán   solamente   algunas   nociones   básicas,   seleccionadas   en   cuanto   a   que  pueden  servir  para  el  examen  de  los  restantes  ámbitos  de  la  Lingüística.      2.1  Vocales    2.1.1  Dimensiones  de  los  sonidos  vocálicos    

Como  ya  hemos  visto,  las  vocales  se  producen  como  consecuencia  de  un  flujo  de  aire  que  sale  por  el  tubo  fonador  sin  encontrar  estrecheces  u  obstáculos  notables  en  ningún  punto.  Lo  que  determina  las  diferentes  vocales  es  esencialmente  la  variación  de  posición  de  la  lengua  (el  articulador,  sin  duda,  con  mayor  movilidad  y  flexibilidad)  en   la   boca,   concretamente   respecto   del   paladar.   Por   eso,   las   vocales   se   clasifican  generalmente   a   partir   de   tres   dimensiones   (aunque,   naturalmente,   la   clasificación  que  pasaremos  a  describir  no  tiene  un  valor  absoluto):  

 

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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a)  Abertura/cierre:  Se  refiere  a  la  altura  de  la  parte  momentáneamente  más  alta  de   la   lengua   respecto  del  paladar,  que  hace  que  el  paso  del   aire   sea  más  o  menos  amplio.   Se   distinguen   así   las   vocales   abiertas   (o   bajas:   lengua   en   el   punto   más  distante   del   paladar),   semiabiertas   (o   semibajas),   semicerradas   (o   semialtas)   y  cerradas  (o  altas:  lengua  lo  más  cerca  posible  del  paladar).  

 b)  Anterioridad/posterioridad:  Se  relaciona  con  el  lugar  del  paladar  con  respecto  

al   cual   se   coloca   el   cuerpo   de   la   lengua   en   la   emisión   de   una   vocal.   Caben   tres  posiciones:  adelantada,  central  y  atrasada.  De  ahí  que  haya  vocales  anteriores  (punta  de   la   lengua  hacia   la  parte  anterior  del  paladar),  posteriores   (la   lengua  se   retrotrae  hacia  la  parte  posterior  del  paladar)  y  medias  (o  centrales:  punta  ligeramente  hacia  el  centro  y  lengua  prácticamente  distendida).  

 c)   Redondeamiento:   Alude   a   la   conformación   de   los   labios,   que   pueden   estar  

alargados  o  redondeados  y  ligeramente  proyectados  hacia  adelante.  Se  distinguen  así  vocales   redondeadas   y  no-­‐redondeadas.   Esta  última  dimensión  es  menos   frecuente  que  las  dos  anteriores,  de  tal  manera  que  se  habla  de  ella  solamente  a  propósito  de  las  vocales  que  la  presentan.  

 La   ilustración   siguiente   muestra   de   modo   simplificado   las   dimensiones   expli-­‐

cadas:                    

           

Si   tomamos   las   dos   primeras   dimensiones   y   las   representamos   en   un   eje   de  coordenadas,  puede  determinarse  una  serie  de  puntos  susceptibles  de  ser  utilizados  como  puntos  de  referencia  en   la  determinación  de   los  sonidos  vocálicos  reales.  Los  puntos  más  extremos  de  esta  serie  son  cuatro:    

 i. el  más  anterior  y  cerrado,  representado  por  la  vocal  [i];    ii. el  más  posterior  y  abierto,  representado  por  la  vocal  [ɑ];  iii. el  más  posterior  y  cerrado,  representado  por  la  vocal  [u],  y  iv. el  más  anterior  y  abierto,  representado  por  la  vocal  [a].  

abertura mínima

abertura media

abertura máxima

anteriores (no redondeadas)

posteriores (redondeadas)

central

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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Estos   puntos   extremos   sirven   para   definir   convencionalmente   otros   cuatro   puntos,  esta  vez  de  naturaleza  intermedia:    

v. anterior  y  semicerrado,  representado  por  la  vocal  [e];  vi. anterior  y  semiabierto,  representado  por  la  vocal  [ɛ];  vii. posterior  y  semicerrado,  representado  por  la  vocal  [o],  y  viii. posterior  y  semiabierto,  representado  por  la  vocal  [ɔ].  

 Estos   ocho  puntos   referenciales   se   disponen   en   el   siguiente   cuadrilátero   del  modo  siguiente1:                                  

Si  tomamos  en  cuenta  la  tercera  dimensión,  el  redondeamiento,  observamos  que  las   vocales   [i],   [e],   [ɛ],   [a]   y   [ɑ]   son   no   redondeadas,   en   tanto   que   [ɔ],   [o]   y   [u]  muestran  respectivamente  un  grado  de  mayor  redondeamiento.  

Estas   ocho   vocales   son   comúnmente   conocidas   como   las   vocales   cardinales  primarias.   Las   vocales   cardinales   secundarias   están   constituidas   por   la   versión  redondeada   o   no   redondeada,   según   corresponda,   de   las   vocales   primarias.   Así,   la  versión  redondeada  de   las  vocales   [i],   [e],   [ɛ],   [a]  y   [ɑ]  es   respectivamente:   [y],   [ø],  [œ],   [ɶ]   y   [ɒ].   Y   la  no   redondeada  de   [ɔ],   [o]   y   [u]:   [ʌ],   [ɤ]   y   [ɯ]   respectivamente.  Tras  esta  inversión  el  cuadro  anterior  resulta  así:              

1  D.   Jones   (1918)   ideó  este  esquema  teórico,  que   llamó  de  vocales  cardinales,  en  el  que  se   integran  todas   las   vocales  que  distingue   la   IPA   (International  Phonetic  Association).   Las   vocales   cardinales  no  corresponden  a  ninguna   lengua  determinada,   sino  que  constituyen  un  sistema   teórico  de   referencia  en  relación  con  el  cual  se  puedan  tipificar  de  modo  homogéneo  las  vocales  de  las  lenguas.  

anteriores posteriores

Cerradas (altas)

Semicerradas (semialtas)

Semiabiertas (semibajas)

Abiertas (bajas)

i u

e o

ɛ ɔ

a ɑ

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El  AFI  añade  otros  doce  puntos  vocálicos  a  este  conjunto  básico:      

i. Ocho   centrales   (es   decir,   cuando   la   lengua   adopta   una   posición   a  medio   camino   entre   las   posiciones   anterior   y   posterior):   [ɨ],   [ʉ],  cerradas;   [ɘ],   [ɵ],   semiabiertas;   [əә],   a   medio   camino   entre   semi-­‐cerradas   y   las   semiabiertas;   [ɜ],   [ɞ],   semiabiertas;   y   [ɐ],   a   medio  camino  entre  las  semiabiertas  y  las  abiertas.    

ii. Tres  anteriores;  dos  se  sitúan  entre  las  vocales  cerradas  y  semicerradas  y  son  algo  menos  adelantados  que  éstas:  [ɪ]  y  [ʏ];  el  otro  lo  hace  entre  las  semiabiertas  y  abiertas:  [æ].  

iii. Uno  posterior,  situado  entre  las  vocales  cerradas  y  semicerradas  y  algo  más  adelantado  que  éstas:  [ʊ].  

 El  cuadro  que  ofrece  el  AFI  (en  su  versión  actualizada  hasta  2005),  por  tanto,  es  como  sigue  (vid.  anexo  1):                                    

anteriores posteriores

Cerradas (altas)

Semicerradas (semialtas)

Semiabiertas (semibajas)

Abiertas (bajas)

y ɯ

ø ɤ

œ ʌ

ɶ ɒ

anteriores centrales posteriores

cerradas

semicerradas

semiabiertas

abiertas

Cuando los símbolos aparecen en pareja, el de la derecha representa una

vocal redondeada.

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Junto   a   las   tres   dimensiones   que   hemos   ilustrado   (en   las   que   las   vocales   se  producen  por  efecto  del  paso  del  aire  a  través  del  único  canal  oral),  hay  que  hablar  también,  por  su  presencia  en  las   lenguas,  sobre  todo  de  otras  dos:   la  nasalidad  y   la  duración2.  

La  nasalidad  se  refiere  a  las  articulaciones  vocálicas  que  se  producen  con  el  paso  del  aire  a  través  de  la  nariz.  En  este  caso  las  vocales  se  llaman  nasales;  las  no  nasales  se  llaman  orales.  En  todas  las  lenguas  existen  vocales  que,  por  influjo  de  consonantes  nasales   próximas,   asumen   cierta   porción   de   nasalidad.   En   otras   lenguas   la  complicación  es  mayor,  porque  tienen,  junto  a  la  serie  de  vocales  orales,  una  serie  de  vocales  nasales.  Ello  ocurre,   como  caso   típico,  en   francés,  que   tiene  cuatro  vocales  nasales   (la   nasalización   se   indica,   en   el   AFI,   con   un   signo   característico,   la   tilde,  superpuesto  al  símbolo  vocálico:  [a]  ≈  [ã]):  [ɛ],  [ɑ ],  [œ]  y  [ɔ].  

La  duración  consiste  en  el  alargamiento  de  la  emisión  vocálica  con  o  sin  variación  del   timbre.   El   AFI   usa   para   representar   esta   cualidad   el   símbolo   ‘ː ’.  En   inglés   y   en  alemán,  por  ejemplo,  hay  distinciones  vocálicas  basadas  en  la  duración:  inglés  [bɪt]  bit  «trozo»,  frente  a  [biːt]  beat  «golpear»;  alemán  [bist]  bist  «eres»,  frente  a  [biːst]  Biest  «animal».   También   en   latín   existían   distintos   niveles   de   longitud:   věnit   «viene»   y  vēnit  «vino»  son  diferentes  precisamente  por  el  grado  de  longitud  distinto  de  las  dos  e.  Algunas   lenguas  presentan  diferencias  entre   tres  grados  de   longitud.  En  estonio,  por  ejemplo,  hay  tres:  sada  «cien»,  saada  «¡mandad!»  y  saaada,  con  vocal  muy  larga,  «estar  permitido».  

   

2.1.2  Semivocales  y  semiconsonantes    

Las   vocales   tienen,   entre   otras,   la   importante   función   de   ser   los   únicos   ele-­‐mentos   fónicos  capaces  de   llevar  acento,  o,  como  se  dice  también,  de  actuar  como  núcleo  o   centro   silábico3.   No   obstante,   hay   sonidos   vocálicos   que   no   cumplen   esta  función.   Ello   ocurre   cuando   se   emite   un   diptongo,   esto   es,   dos   sonidos   vocálicos  contiguos   que   forman   una   sílaba.   Aunque   por   comodidad,   al   referirnos   a   un  diptongo,  generalmente  aludimos  a  las  dos  vocales  que  lo  forman,  conviene  resaltar  que,  desde  el  punto  de  vista  estrictamente  fonético,  el  diptongo  es  en  realidad  una  vocal   alargada   que   cambia   gradual   y   significativamente   de   timbre.   Esta   unidad  vocálica  consta  de  dos  segmentos:  a)  el  que  se  constituye  en  núcleo  silábico;  b)  el  que  no  constituye  núcleo  silábico,  que  depende  por   tanto  del  anterior  y  cuyo  timbre  es  cerrado.  

Los  diptongos  son  crecientes  cuando  se  pasa  de  un  segmento  no  nuclear  a  otro  nuclear   silábico:   se   crece   en   abertura.   En   este   caso,   los   sonidos   no   nucleares   del  diptongo  suelen  denominarse  semiconsonantes:  [ja]  (hacia),  [je]  (tierra),  [jo]  (it.  fiore  «flor»),  [ju]  (viudo),  [we]  (huevo),  [wo]  (cuota),  [wi]  (fr.  oui  «sí»),  [jœ]  (islandés  jötunn  «gigante»),  [wɛ]  (fr.  groin  «hocico»),  etc.  

2  Hay  otras  dimensiones  que,  por  ser  mucho  menos  frecuentes  y  por  falta  de  espacio,  no  trataremos:  ensordecimiento,  tensión  y  laxitud,  faringalización,  laminalización,  etc.  3  Esta  función  no  es  exclusiva  de  las  vocales.  Otros  sonidos  aproximantes  como  [l ],  [n ],  [r ]  y  [m ]  pueden  constituir  en  diversas  lenguas  núcleo  silábico.  

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Los  diptongos  son  decrecientes  cuando  se  pasa  de  un  segmento  nuclear  a  otro  no  nuclear:  se  decrece  en  abertura.  En  este  caso,  los  sonidos  no  nucleares  del  diptongo  suelen   denominarse   semivocales:   [ai ]   (aire),   [ei ]   (veinte),   [oi ]   (soy),   [au ]   (aurífero),  [eu ]  (Europa),  [ou ]  (cat.  pou  «pozo»),  [ui ]  (cat.  avui  «hoy»),  [iu ]  (finés  viulu  «violín»),  [əәʊ]    (ing.  británico  low),  [oʊ]  (ing.  americano  low),  etc.    

También  hallamos  sonidos  semiconsonánticos  y  semivocálicos  en  los  triptongos,  esto   es,   cuando   en   la   emisión   de   una   sola   sílaba   aparecen   dos   cambios   claros   del  timbre   vocálico   en   relación   con   el   núcleo   silábico:   español   [wai ]   (averiguáis),   [wei ]  (santigüéis),  etc.,  con  núcleo  en  el  segundo  segmento;  inglés  [aʊəә]  (hour),  [aɪəә]  (fire),  etc.,   con  núcleo  en  el   primer   segmento;   rumano   [i o a]   (creioane   «lápices»  etc.,   con  núcleo  en  el  tercer  segmento.  

Tradicionalmente  los  sonidos  semiconsonánticos  han  sido  considerados  de  natu-­‐raleza  consonántica,  y  los  semivocálicos  de  naturaleza  vocálica.  La  razón  principal  de  esta  clasificación  se  debe  sobre  todo  a  que  en  los  primeros  la  salida  del  aire  es  ligera-­‐mente  menos  abierta  que  en  los  segundos.  Los  primeros  se  catalogan  en  el  AFI  como  aproximantes  (los  sonidos  consonánticos  más  abiertos  y,  por  tanto,  con  propiedades  vocálicas)  (vid.  epígrafe  siguiente):  [j],  [w]  (el  último  símbolo  es  más  utilizado  que  el  empleado   en   el   AFI:   [ɰ]).   Los   segundos   como   vocales   con   rasgos   consonánticos,   y  suelen  ser  representados  con  el  diacrítico  ‘    ’  (AFI  =  sonido  vocálico  no  silábico:  [i ],  [əә],  [u ],  etc.)4.  

   

2.1.3  Especificación  de  los  sonidos  vocálicos  del  español  peninsular  estándar    La   especificación   de   los   sonidos   vocálicos   se   establece   teniendo   en   cuenta   las  

dimensiones  consideradas.  Como  ejemplo  de  esta   labor  recurrimos  al   inventario  de  los  sonidos  vocálicos  del  español  peninsular  estándar.  

 Cabe  disponer  tales  sonidos  de  la  siguiente  manera:    

  anteriores   centrales   posteriores  semiconsonantes   [j]     [w]  semivocales      [i ]     [u]  altas  cerradas          [i]  ≈  [ĩ]     [u]  ≈  [ũ]  altas  abiertas              [i ]  ≈  [i ]     [u]  ≈  [ũ]  medias  cerradas                          [e]  ≈  [e]     [o]  ≈  [õ]  medias  abiertas                                    [e]     [o]  ≈  [o ]  bajas     [a˖],  [a]  ≈  [ã],  [a]    

   

4 En   inglés   suele   hacerse   referencia   a   ambos   tipos   de   sonidos   con   el   término   glides   (que   algunos  traducen  al  español  como  ligaduras).  

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2.2  Consonantes    Casi  todos  los  sonidos  consonánticos  de  las  lenguas  naturales  son  espirados  (en  

la  AFI  se  los  denomina  pulmonares  (pulmonic)),  esto  es,  se  producen  por  un  flujo  de  aire  que  proviene  del  tracto  fonador  completamente  cerrado  (naturalmente  de  forma  momentánea)   o   bien   fuertemente   estrechado5.   El   cierre   y   el   estrechamiento   se  pueden  dar  de  diferentes  maneras  y  en  diversos  puntos  del  tracto.  Por  eso  las  conso-­‐nantes   generalmente   se   clasifican   según   su   modo   de   articulación   y   su   punto   de  articulación.  Los  órganos  que  llevan  a  cabo  el  contacto  con  el  punto  de  articulación,  realizando   así   el   cierre   o   el   estrechamiento,   se   llaman   articuladores.   Son   articula-­‐dores,   por   lo   tanto,   los   labios   (que  pueden   cerrarse  uno   contra  otro),   la   lengua   (el  articulador  más  móvil  y  versátil),  el  velo  del  paladar,  etc.  

A  esta  clasificación  se  agrega  otra,  también  básica,  establecida  sobre  la  base  del  comportamiento   mostrado   por   las   cuerdas   vocales   durante   la   producción   de   un  sonido   consonántico.   Se   distinguen   así   las   consonantes   sonoras,   producidas   con  vibraciones  de   las  cuerdas  vocales,  y   las  sordas,  producidas  con   las  cuerdas  vocales  abiertas.  

Como  en  las  vocales,  la  duración  también  es  una  dimensión  de  las  consonantes.  Cuando  es  aplicada,  el  caso  más  frecuente  es  el  denominado  geminación,  fenómeno  gracias   al   cual   una   consonante   se   duplica   fonéticamente   (dando   la   impresión,   no  cierta  desde  el  punto  de  vista   fonético,  de  que   se   trata  de  dos   consonantes  perte-­‐necientes  a  dos  sílabas  diferentes  y  contiguas):  it.  [ˈfato]  fato  «hado»  y  [ˈfat:o]  fatto  «hecho»  (la  longitud  está  marcada  con  ‘:’  después  del  símbolo  al  que  se  refiere);  cat.  [ˈpob:le]  poble  «pueblo»;  ruso  [ˈdlʲinəә]  длина  «longitud»  frente  a  [ˈdlʲin:ɨi ]  длинный  «largo»,  etc.  

   

2.2.1  Modo  de  articulación    El  modo  de  articulación  se  refiere  al  tipo  de  cierre  que  se  le  presenta  al  paso  del  

aire.  Se  tienen  en  cuenta  generalmente  los  siete  modos  siguientes:    a) Si  el   cierre  es   total,   se  habla  de  articulaciones  oclusivas:   [p],   [t],   [k],   [b],   [d],  

[g],  etc.    

5  Hay  otros  sonidos  consonánticos,  menos  utilizados  en  las  lenguas  naturales,  que  son  no  espirados  (la  AFI  los  denomina  no  pulmonares  (non  pulmonic)).  Tales  sonidos  son  producidos  aprovechando  el  aire  existente  entre  la   laringe  y  los  labios  o  una  corriente  de  aire  inspirado.  Estos  sonidos  se  clasifican  en  eyectivos   (hay   dos   cierres,   uno   en   la   glotis   y   otro   en   algún   lugar   de   la   cavidad   bucal,   y   además   la  laringe  asciende  y  comprime  al  aire  atrapado  entre  esos  dos  cierres,  produciéndose  dos  explosiones  sucesivas  cuando  es  liberado  al  abrir  ambos  cierres:  [p’],  [t’],  [c’],  [k’],  [q’],  etc.),   inyectivos  (el  mismo  proceso  anterior,  pero  ahora  la  laringe  desciende,  el  aire  atrapado  baja  y  al  abrirse  el  primer  cierre  de  la  cavidad  bucal  penetra  aire  del  exterior:   [ƥ],   [ɓ],   [ƭ],   [ɗ],   [ƙ],   [ɠ],  etc.)  y  clics   (también  se  producen  mediante  dos  cierres;  el  más  interno  se  produce  siempre  en  el  velo  del  paladar;  al  abrir  el  cierre  más  exterior  se  succiona  aire  que,  al  penetrar,  provoca  una  explosión:  bilabial   [ʘ],  dental   [ǀ],  posalveolar  [ǃ],   palatoalveolar   [ǂ],   alveolar   lateral   [ǁ‖].).   En   este   tema   sólo   consideraremos   las   consonantes  espiradas.    

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b) Si  primero  hay  un  cierre  total  e  inmediatamente  después  otro  parcial,  se  habla  de  africadas;  constan  de  un  momento  oclusivo  y  otro  normalmente  fricativo:  [ʧ],  [ʤ],  etc.    

c) Si  el  cierre  es  parcial,  y  el  aire  sale  con  un  ruido  de  frotamiento,  se  habla  de  articulaciones  fricativas:  [f],  [θ],  [x],  [h],  [β],  [s],  [z],  etc.    

 d) Si,   al   paso   del   aire,   los   órganos   están   próximos   pero   no   lo   suficiente   para  

provocar   un   ruido   de   frotamiento,   se   habla   de   articulaciones  aproximantes.  Son   los   sonidos  más   abiertos   de   los   sonidos   consonánticos:   [j],   [w],   [l],   [ʎ],  etc.6  

 e) Si   el   paso   del   aire   no   sólo   se   realiza   a   través   del   canal   oral,   sino   también   a  

través  de  las  fosas  nasales,  se  producen  las  nasales:  [m],  [n],  [ɲ],  [ɱ],  [ŋ],  etc.    

f) Si  el  cierre  se  produce  mediante  la  vibración  de  un  articulador  móvil  (como  la  lengua  o  el  velo  del  paladar),  tenemos  las  vibrantes.  Éstas  pueden  ser  simples  (taps),  como  [ɾ],  [ɽ],  o  múltiples  (trills),  como  [r],  [ʀ].  Las  primeras  consisten  en  un   ligero   roce   entre   los   órganos   activo   y   pasivo   (en   [ɾ]   la   lengua   roza   los  alvéolos;   en   [ɽ]   la   úvula   roza   ligeramente   el   posdorso   de   la   lengua).   Las  segundas  son  oclusivas  intermitentes  en  las  que  hay  dos  o  tres  oclusiones  muy  breves  (en  [r]  estas  oclusiones  las  realiza  la  lengua  con  los  alvéolos;  en  [ʀ],  la  úvula  con  el  posdorso  lingual).  

 g) Si   el   cierre   se   realiza   adhiriendo   ya   un   lado   de   la   lengua   a   un   punto   de  

articulación,  ya  el  centro  de  ésta  al  paladar,  de  modo  que  el  aire  salga  sólo  por  un   lado   o   por   ambos   a   la   vez,   tenemos   las   laterales:   [l],   [ʎ],   [ʟ],   etc.   Las  laterales  son  generalmente  aproximantes,  pero  también  las  hay  fricativas:  [ɬ],  [ɮ].  

   Cabe  establecer  dos  grupos  con  estos  modos.  El  primero  está  constituido  por  los  

modos  (a-­‐c)  y  parte  del  (d),  pues  en  ellos  no  se  producen  sonidos  consonánticos  con  sonoridad  espontánea.  Esto  significa  que  las  consonantes  sonoras  de  tales  modos  se  forjan  a  partir  de   las   correspondientes   sordas.  El   segundo,  por   los  modos   (e-­‐g)  y  el  resto  del   (d),  dado  que  en  ellos   los  sonidos  se  producen  con  sonoridad  espontánea  (como   en   las   vocales),   lo   que   significa   que   pueden   ser   ensordecidos.   A   las   conso-­‐

6   Los   términos   fricativo   y  aproximante   suelen   prestarse   a   equivocaciones.   En   primer   lugar,  muchos  autores  no  utilizan  el  segundo  término  (es  relativamente  moderno  en  el  ámbito  hispánico),  y   llaman  fricativos  a  los  elementos  de  una  y  otra  categoría.  Algunos  distinguen  entre  consonantes  fricativas  “de  resonancias  altas”  (las  propiamente  fricativas)  y  “de  resonancias  bajas”  (las  aproximantes).  Para  más  complicación,  el   IPA   incluye   los  símbolos  fonéticos  que  se  emplean  normalmente  para  transcribir   las  aproximantes  del  español  (es  decir,  [β],  [ð]  y  [ɣ])  en  la  categoría  de  las  fricativas.  Para  indicar  que  estos  sonidos  carecen  del  ruido  de  fricción  -­‐es  decir,  son  aproximantes-­‐  se  les  añade  un  diacrítico:  [β ],  [ð ]  y  [ɣ].    

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nantes   del   primer   grupo   se   las   suele   llamar   obstruyentes,   y   a   las   del   segundo,  sonantes.  Además,  y  dentro  de  las  sonantes,  a  las  consonantes  vibrantes  y  laterales,  en  conjunto,  se  las  conoce  también  como  líquidas.  En  este  contexto,  las  aproximantes  constituyen   una   categoría   puente   que   incluye   tanto   elementos   obstruyentes   como  sonantes.  

   

2.2.2  Punto  de  articulación    

El   punto   de   articulación   indica   el   lugar   del   tracto   fonador   en   que   un   órgano  activo  y  otro  pasivo  provocan  el  cierre  total  o  parcial  del  tracto  vocal.  Tomando  como  punto  de  referencia  la  parte  anterior  del  canal  fonador,  se  aprovechan  los  siguientes  puntos  de  articulación  para  establecer  diversas  series  de  consonantes:    

 a) Bilabial.  Cerrazón  producida  por  ambos  labios:  [p],  [b],  [m],  [ɸ],  [β],  etc.    b) Labiodental.  Cerrazón  producida  por   los  dientes  superiores  con  el   labio   infe-­‐

rior:  [f],  [v],  [ɱ],  etc.    

c) Dental.   Cerrazón  producida   tras   colocarse   la   lengua  entre   ambos   incisivos  o  porque  el   ápice   de   ésta   se   aproxima  o   toca   la   cara   interior   de   los   incisivos  superiores:  [θ],  [ð].    

 d) Alveolar.  Cerrazón  producida  por  la  aproximación  o  toque,  por  parte  del  ápice  

o  predorso  de  la  lengua,  de  los  alvéolos  superiores:  [t],  [d],  [n],  [r],  [ɾ],  [s],  [z],  [ɬ],  [ɮ],  [l],  etc.  

 e) Post-­‐alveolar.  Cerrazón  producida  por   la  aproximación  del  predorso  lingual  a  

la  zona  superior  de  los  alvéolos  superiores:  [ʃ],  [ʒ].7    

f) Retroflejo.   Cerrazón   producida   por   la   aproximación   o   toque,   por   parte   del  ápice   de   la   lengua   vuelto   hacia   el   interior   de   cavidad   bucal,   del   órgano  pasivo:  [ʈ],  [ɖ],  [ɳ],  [ɽ],  [ʂ],  [ʐ],  [ɻ],  [ɭ].  

 g) Palatal.   Cerrazón   producida   por   la   aproximación   o   toque   de   gran   parte   del  

predorso  lingual  con  el  paladar  duro:  [c],  [ɟ],  [ɲ],  [ç],  [ʝ],  [j],  [ʎ].    

h) Velar.  Cerrazón  producida  por  la  aproximación  o  adherencia  del  medio-­‐dorso  o  post-­‐dorso  lingual  al  velo  del  paladar:  [k],  [g],  [ŋ],  [x],  [ɣ],  [ɰ],  [ʟ].  

 i) Uvular.  Cerrazón  producida  por  el  levantamiento  del  post-­‐dorso  lingual  hacia  

la  úvula:  [q],  [ɢ],  [ɴ],  [ʀ],  [χ],  [ʁ].    

7   Seguimos   la   propuesta   de   la   AFI.   En   otras   propuestas,   sin   embargo,   estos   sonidos   se   consideran  prepalatales  (la  lengua,  para  emitirlos,  se  adelanta  desde  los  alvéolos  superiores  a  la  zona  prepalatal).  En  cualquier  caso,  se  trata  de  dos  denominaciones  aceptables  para  un  mismo  punto  de  articulación.

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j) Faríngeo.  Cerrazón  producida  por  la  aproximación  de  la  raíz  de  la  lengua  a  la  pared  faríngea:  [ħ],  [ʕ].  

 k) Glotal.  El  órgano  pasivo  es  la  glotis  y  el  activo  las  cuerdas  vocales,  que  se  unen  

o  se  aproximan:  [ʔ],  [h],  [ɦ].    

En  la  ilustración  siguiente  se  muestran  los  puntos  fundamentales  de  los  órganos  activos  y  pasivos  que  intervienen  en  la  producción  de  los  sonidos  consonánticos:                            2.2.3  Especificación  de  los  sonidos  consonánticos    

En   el   cuadro   siguiente,   tomado   del   IPA   (versión   actualizada   hasta   2005   (vid.  anexo   1)),   se   muestran   los   sonidos   consonánticos   considerados   fundamentales   o  primarios.  A  partir  de  ellos  las  lenguas  configuran  los  que  les  son  propios,  para  lo  que  suelen  descartar  algunos  y  modificar  o  crear,  a  partir  de  esta  base,  otros.    

Cuando  aparecen  símbolos  en  pareja,  el  de  la  derecha  corresponde  al  sonoro,  el  de  la  izquierda  al  sordo.  Las  casillas  sombreadas  en  gris  significan  que  los  sonidos  que  pudieran  serles  asignados  teóricamente  son  considerados  imposibles  desde  el  punto  de  vista  articulatorio.  

 (Plosive:   oclusiva.   Trill:   vibrante   múltiple.   Tap   or   Flap:   vibrante   simple.   Lateral   fricative:   fricativa  lateral.   Lateral   approximant:   aproximante   lateral.   Retroflex:   (consonante)   retrofleja.   Pharyngeal:  (consonante)  faríngea.)  

1. Cavidad nasal 2. Paladar duro 3. Labios 4. Dientes 5. Alvéolos 6. Región posalveolar 7. Prepaladar 8. Paladar medio 9. Paladar blando 10. Pospaladar 11. Región velar

12. Úvula 13. Raíz lingual 14. Ápice lingual 15. Predorso lingual 16. Mediodorso lingual 17. Posdorso lingual 18. Epiglotis 19. Faringe 20. Glotis 21. Tráquea

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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Así   las   cosas,   y   desde   el   punto   de   vista   articulatorio,   las   consonantes   pueden  describirse   básicamente   mediante   las   tres   dimensiones   de   modo,   lugar   de   articu-­‐lación  y  sonoridad.  Algunos  ejemplos:  

 [p],  oclusiva  bilabial  sorda  (esp.  para);  [ɖ],  oclusiva  retrofleja  sonora  (hindí  [ɖɑl]  «rama»)  [k],  oclusiva  velar  sorda  (esp.  casa)  [ʔ],  oclusiva  glotal  sorda  (ár.  Allah  [ʔalːaːh]  «Alá»)  [ɱ],  nasal  labiodental  sonora  (esp.  enfermo);  [ɲ],  nasal  palatal  sonora  (esp.  año);  [ŋ],  nasal  velar  sonora  (esp.  enjuto)  [r],  vibrante  múltiple  alveolar  sonora  (esp.  carro);  [ʀ],  vibrante  mútiple  uvular  sonora  (fr.  rue  «calle»);  [ɾ],  vibrante  simple  alveolar  sonora  (esp.  caro);  [ɸ],  fricativa  bilabial  sorda  (variedad  andaluza  los  viejos  [lɔ  ɸjɛhɔ])  [v],  fricativa  labiodental  sonora  (fr.  viens  «ven»)  [ʃ],  fricativa  posalveolar  sorda  (ing.  she  «ella»)  [ʝ],  fricativa  palatal  sonora  (esp.  yeso)  [x],  fricativa  velar  sorda  (esp.  ojo)  [ɬ],  fricativa  lateral  alveolar  sorda  (galés  llwyd  [ɬʊɪd]  «gris»)  [ɹ],  aproximante  alveolar  sonora  (esp.  puerta)  [j],  aproximante  palatal  sonora  (esp.  tiene)  [l],  aproximante  lateral  alveolar  sonora  (esp.  lata)  [ʎ],  aproximante  lateral  palatal  sonora  (it.  figlio  «hijo»)    A   partir   de   los   sonidos   consonánticos   fundamentales   incluidos   en   el   cuatro   de  

arriba  las  lenguas  pueden  constituir,  para  salir  al  paso  de  sus  necesidades  expresivas,  sonidos  consonánticos  complejos.  Tal  es  el  caso  de  los  sonidos  africados,  cuyo  modo  de  articulación  consiste  en  la  emisión  de  un  sonido  oclusivo  seguido  de  otro  general-­‐mente  fricativo:  

 Esp.  [ʧ]  (coche),  africada  alveopalatal  sorda,  y  [ʤ]  (un  yate),  africada  alveopalatal  sonora.  Ing.  [ʧ],  africada  alveopalatal  sorda  (inch  «pulgada»),  y  [ʤ],  africada  alveopalatal  sonora  (age  «edad»).    En   otros   muchos   casos   los   sonidos   complejos   se   forman   añadiendo   a   una  

articulación   primaria   el   efecto   de   una   articulación   secundaria.   Es   lo   que   ocurre  cuando   se   labializa,  dentaliza,   interdentaliza,  palataliza,   velariza,  aspira,  ensordece,  sube,  baja,  etc.  un  sonido  primario.  Así,  existen  sonidos:  

 labializados:  [tʷ],  [dʷ]  (diacrítico  ‘ʷ’),  etc.  dentalizados:  [t ],  [d]  (diacrítico  ‘    ’),  etc.  interdentalizados:  [θ˖],  [l˖]  (diacrítico  ‘˖’),  etc.  palatalizados:  [tʲ],  [dʲ]  (diacrítico  ‘ʲ’),  etc.  velarizados:  [tˠ],  [dˠ],  [ɫ]  (diacríticos  ‘ˠ’  y  ‘    ’),  etc.  

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Lingüística.  Tema  4.  Fonética  y  Fonología.  

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aspirados:  [tʰ],  [dʰ]  (diacrítico  ‘  ʰ ’),  etc.  ensordecidos:  [l˳],  [ɹ˳],  (diacrítico  ‘˳’),  etc.  subidos:  [ɹ]  (diacrítico  ‘   ’),  etc.  bajados:  [β ],  [ð],  [ɣ]  (diacrítico  ‘   ’),  etc.  

 Veamos,  como  ilustración,  el  conjunto  de  los  sonidos  consonánticos  del  español.  

El   conjunto   que   presentamos   no   es   completo,   pues   sólo   contiene   los   sonidos  más  comunes  o  estandarizados  del  español  peninsular8.    

 Sonidos  consonánticos  en  

español  peninsular  estándar     bi

labial  

  labiod

ental  

  interden

tal  

  dental  

  alveolar  

  palatal  

  velar  

 

sor.   [p]     [t ˖]   [t]       [k]      oclusivas   son.   [b]       [d]     [ɟ]   [g]    

sor.             [ʧ]        africadas   son.             [ʤ]      

sor.     [f]   [θ˖]   [s ]   [s]     [x]      fricativas   son.       [θ ]   [z ]   [z]   [ʝ]      

sor.   [β  ˳]       [ð  ˳]       [ɣ  ˳]    obstruyentes  

son.   [β ]       [ð ]   [ɹ]     [ɣ]        

aproximantes   son.             [j]   [w]       laterales   son.       [l ˖]   [l ]   [l]   [lʲ][ʎ]    

sim.           [ɾ]        vibrantes  (son.)  

múlt.           [r]      

Líqu

idas  

sona

ntes  

nasales   son.   [m]   [ɱ]   [n ˖]   [n ]   [n]   [nʲ][ɲ]   [ŋ]        2.3    Procesos  fonéticos  en  el  decurso    

En   la   secuencia   del   decurso,   los   sonidos   se   influyen   entre   sí   y   ello   produce  diversas  alteraciones  en  su  articulación.  Tales  cambios  se  deben  a   factores  diversos  como  el  lugar  que  ocupe  el  sonido  en  la  estructura  de  la  sílaba  (ataque,  núcleo  o  coda  (vid.  6.2)),  el  grado  de  tonicidad  de  ésta,  la  influencia  de  la  articulación  de  un  sonido  sobre   la   de   otro,   la   estructura   morfémica   (vid.   tema   5)   de   la   palabra,   etc.   Típica-­‐mente,  los  procesos  fonéticos  alteran,  añaden  o  eliminan  algún  rasgo  fonético  en  la  articulación  de  un  sonido  dentro  de  la  sílaba  o  la  palabra.  Consideremos  algunos  de  estos  procesos:  

 a) Asimilación:  Un  sonido  modifica  su  articulación  y  la  ajusta  a  la  de  otro  sonido.  

Es   lo   que   ocurre   con   algunos   sonidos   consonánticos   en   posición   final   de  sílaba:   ajustan   su   articulación   al   sonido   consonántico   inicial   de   la   sílaba  

8  El  conjunto  de  los  sonidos  de  una  lengua  puede  resultar  muy  extenso.  Piénsese,  a  este  respecto  y  por  ejemplo,  en  las  variantes  producidas  por  razones  dialectales  o  sociales.  

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siguiente.   Así,   por   ejemplo,   en   español   el   sonido   [n]   (nasal   alveolar   sonoro:  nene  [ˈnene])  se  ajusta  a  las  exigencias  del  entorno  y  puede  transformarse  en  los   sonidos   [n]   (nasal   dental   sonoro:   antes   [ˈan tes]),   [n ˖]   (nasal   interdental  sonoro:  anzuelo  [an ˖ˈθwelo]),  [nʲ]  (nasal  palatalizado  sonoro:  ancho  [ˈãnʲʧo])  y  [ŋ]   (nasal   velar   sonoro:   tango   [ˈtaŋgo]).   Otro   caso   es   el   de   las   oclusivas  sonoras  [b,  d,  g]  en  interior  de  palabra  (excepto  si  van  precedidas  de  nasal  y,  en  el  caso  de  la  [d],  también  de  lateral)  y  de  [d]  en  final  de  palabra.  En  estos  contextos   tales   sonidos   se   relajan   y   se   hacen   aproximantes:  abate   [aˈβ ate],  desde  [ˈdez ð e],  dado  [ˈdað o],  ogro  [ˈoɣɾo],  ciudad  [θjuˈð að ].  El  proceso  puede  ser   tan   fuerte  en  el   caso  de   la   [d]  que  ésta  en  ciertos  casos   se  puede  hacer  muy  débil  e  incluso  desaparecer:  soldado  [sɔl ˈdað o,  sɔl ˈdao],  ciudad  [θjuˈð að ,  θjuˈð a].  Como  se  ve,  esta  asimilación  conduce  a  un  debilitamiento  o   lenición  de  las  consonantes  y  en  algún  caso,  incluso,  a  la  elisión.  Otro  ejemplo  de  asi-­‐milación,  aunque  con  un  efecto  de  geminación   (alargamiento  de  una  conso-­‐nante),   es   el   observable   en   algunas   pronunciaciones   dialectales   de   grupos  como   [-­‐ɾn-­‐],   [-­‐ɾd-­‐],   [-­‐ɾt-­‐]:   carne,   verde,   oportuno   llegan   a   pronunciarse  [ˈkanne],  [ˈbɛdde]  y  [opɔˈttuno]  respectivamente.  Como  se  ve,  en  estos  casos  las   consonantes   [n],   [d]   y   [t]   han   impuesto   su   punto   de   articulación   a   la   [ɾ]  previa,  que  desaparece  en  el  alargamiento  resultante.  

Un  caso  de  asimilación  característico  de  no  pocas  lenguas  es  la  metafonía  (o   armonía   vocálica).   Este   proceso,   que   puede   alcanzar   una   complejidad  extraordinaria,   consiste   fundamentalmente  en  que   las   vocales   armonizan   su  timbre   según   determinado   patrón.   Puede   ser   progresiva   o   regresiva   (del  comienzo  al  final,  o  del  final  al  comienzo  de  la  palabra:  /Va  C  Vb  C  Vb  C/  →  /Va  C  Va  C  Va  C/  frente  a  /Vb  C  Vb  C  Va  C/  →  /Va  C  Va  C  Va  C/).  En  caso  de  metafonía  progresiva   la   ofrece   el   húngaro   en   las   palabras   városnak   («de   la   ciudad»)   y  örömnek   («de   la  alegría»),   ambas  genitivo  de   singular  de  város   («ciudad»)   y  öröm   («alegría»)   respectivamente.   La  desinencia  de  genitivo   singular  adopta  dos  formas  fonéticas,  -­‐nak  y  -­‐nek.  En  la  primera  aparece  la  vocal  [a]  cuando  en  la   raíz   hay   vocales   posteriores   ([a]   y   [o]   lo   son   en   húngaro);   en   la   segunda  aparece   [e]   cuando   las   vocales   de   la   raíz   son   anteriores   ([e]   y   [ö]   lo   son   en  húngaro).   En   alemán,   las   palabras  Buch   («libro»)   y  Bücher   («libros»),  Mann  («hombre»),  Männer   («hombres»),   etc.  muestran   casos  de  metafonía   regre-­‐siva.  La  vocal  [e],  anterior,  de  –er  (morfema  de  plural)  provoca  que  las  vocales  [u]  y  [a]  de  Buch   [ˈbux]  y  Mann   [ˈmãn]  respectivamente  se  ajusten  y  se  ade-­‐lanten:  Bücher  [ˈbyçəәɾ],  Männer  [ˈme nəәɾ].  

 b) Disimilación:   Se   trata   de  un  proceso  por   el   cual   dos   consonantes   iguales   en  

una  palabra  tienden  a  diferenciarse.  Este  fenómeno  explica  diacrónicamente  la  forma  de  ser  de  la  expresión  de  muchas  palabras  en  todas  las  lenguas.  Así,  lat.  venēnum  dio  en  it.  veleno  («veneno»)  (la  primera  nasal  se  hace  lateral);  gr.  clás.   thi-­‐the-­‐mi   («pongo»)   produjo   ti-­‐the-­‐mi   (la   cercanía   de   dos   consonantes  aspiradas  da  paso  a  que   la  primera  de  ellas  pierda   la  aspiración).  En  español  puede  apreciarse  este  fenómeno  en  la  pronunciación  dialectal  de  numerosas  palabras.   Un   ejemplo   de   ello   es   la   de   la   palabra   calamares,  que   llega   a   ser  

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pronunciada  [kalaˈmalɛʰ]  (la  [ɾ]  se  pronuncia  como  [l])  y  posteriormente,  por  disimilación,  [kaɾaˈmalɛʰ].  

 c) Reducción   /   eliminación.   Se   trata   de   fenómenos   relacionados   con   la   laxitud  

con  que  se  pronuncian  las  sílabas  no  acentuadas  de  una  palabra.  Tales  sílabas,  emitidas  con  menor  tensión  articulatoria,  se  reducen  en  alguno  de  sus  compo-­‐nentes  o  pueden  incluso  llegar  a  ser  eliminadas.  Así,  se  da  el  caso  de  que  las  vocales   no   tónicas   se   abrevien   y   se   realicen   de   un  modo  muy   relajado.   En  catalán,   la   [o]   y   la   [a]   no   tónicas   se   pronuncian   respectivamente   [u]   y   [əә]:  bonica   [buˈnikəә].   En   ruso,   cuando   no   son   tónicas,   las   vocales   [a]   y   [o]   se  realizan  mediante  un  sonido  indiferenciado  [əә]  (облако  [ˈobləәkəә]  «nube»);  [e]  se   realiza   como   [ɪ]   (этап   [ɪˈtap]   «fase,   etapa»),   y   [u]   como   [ʊ]   (мужчина  [mʊˈɕːinəә]  «hombre»).    

Si  uno  o  más  sonidos  se  pierden  en  una  posición  de  laxitud  articulatoria,  estamos   ante   una   síncopa.   En   algunas   áreas   seseantes   de   Latinoamérica   la  palabra  necesito   no   se  pronuncia   [neseˈsito]   sino   [neˈsito].  Muchas  palabras  latinas   sufrieron   algún   tipo   de   síncopa   en   su   paso   a   las   hablas   romances:  hominem  [ˈominem]  se  transformó  en  homne  [ˈomne]  «hombre».  

 d) Cambios   de   orden   y   adición   de   sonidos.   Son   fenómenos   que   responden   a  

diversos  ajustes  entre  los  sonidos  que  forman  parte  de  una  palabra.  Un  caso  muy  frecuente,  tanto  diacrónica  como  sincrónicamente,  es  la  metátesis,  que,  en  pocas  palabras,  consiste  en  el  cambio  de  lugar  mostrado,  debido  a  diversas  razones,   por   los   sonidos   dentro   de   una   palabra.   Este   proceso   explica  diacrónicamente  la  forma  actual  de  muchas  palabras.  Por  ejemplo,  a  partir  del  lat.  parabŏla  [paˈɾabola]  y  a  través  de  [paˈɾaβula]  >  [paˈɾaβla],  se  llega  al  esp.  palabra  [paˈlaβ ɾa];  el  lat.  miracŭlum,  pasando  por  [miˈɾakolu]  >  [miˈɾaɣlo],  se  transforma  en  el  esp.  milagro  [miˈlaɣɾo].  Por  otro  lado,  en  hablas  dialectales  y  populares   no   es   infrecuente   encontrar   cocreta   por   croqueta,   Grabiel   por  Gabriel,  vedera  por  vereda,  úrsula  por  úlcera  [ˈu lseɾa],  etc.    

La  añadidura  de  algún  sonido  se  denomina  comúnmente  epéntesis.  Gene-­‐ralmente  el  sonido  en  cuestión  es   introducido  para   facilitar   la  pronunciación  cuando   la   de   dos   sonidos   contiguos   resulta   dificultosa.   Es   el   caso   del   lat.  hŭmerum  que,   a   través   de   [ˈomro],   llega   al   esp.   como  hombro   [ˈɔ mbɾo].   La  introducción  de  un  sonido  epentético  suele  ser  un  recurso  habitual  cuando  se  adaptan   fonéticamente   las   palabras   importadas   de   otras   lenguas.   Por  ejemplo,  espagueti  es  la  adaptación  del  plural  italiano  spaghetti;  eslip  la  de  la  voz  inglesa  slip,  etc.  

 

3.  EL  AFI  (Alfabeto  fonético  internacional)    

Como   se   sabe,   la   pronunciación   de   las   lenguas   no   está   reflejada   de   manera  coherente   en   la   grafía.   En   las   relaciones   entre   la   lengua   oral   y   la   escrita   existen      numerosos   y   variados   factores   de   interferencia.   Por   un   lado,   hay   sistemas   de  escritura  alfabéticos  que  no  cuentan  con  una  grafía  para  todas   las  articulaciones:   la  

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grafía   de   las   lenguas   semíticas   indica   sólo   las   consonantes,   y   no   las   vocales,   que  tienen,  por  consiguiente,  que  ser  suplidas  por  el  lector.  Por  otro  lado,  muy  a  menudo,  a  igual  grafía  no  corresponde  el  mismo  sonido.  En  español,  por  ejemplo,  la  c  gráfica  corresponde  tanto  a  la  oclusiva  velar  sorda  (la  inicial  de  casa)  como  a  la  interdental  fricativa  sorda   (la   inicial  de  cero).  También  puede  ocurrir  que  nos  encontremos  dos  grafías  para  el  mismo  sonido:   las  grafías  v   y   b  corresponden  únicamente  a  oclusiva  bilabial   sonora   [b].   Otros   sistemas   gráficos   presentan   un   número   aún   mayor   de  incoherencias:   el   francés   señala   gráficamente   una   cantidad   de   signos   a   los   que   no  corresponde  ningún  sonido:  -­‐ent  de  viennent  no  tiene  ningún  sonido  correspondiente  en   la  pronunciación,  así   como   -­‐es  de  Georges,  mientras  que  esas  mismas   letras,  en  otras   palabras,   sí   se   pronuncian.   El   inglés   tiene,   probablemente,   entre   las   lenguas  modernas  europeas,   la  mayor  cuota  de  desajustes  en  lo  que  concierne  a   la  relación  entre  grafía  y  pronunciación.  Todos  estos   fenómenos  se  deben  al  hecho  de  que   los  sistemas  gráficos   son,  por   lo   general,  más   conservadores  que   la  pronunciación,   y   a  que,  por  ello,  tienden  gradualmente  a  alejarse  de  ella.  El  resultado  de  esta  situación  es  que  de  la  forma  gráfica  de  las   lenguas  no  es  posible  extraer  de  manera  regular  y  sistemática  una  idea  de  su  pronunciación.  

Para   hacer   frente,   al  menos   en  parte,   a   los   inconvenientes   que  plantean   estas  circunstancias,   los   lingüistas   se   sirven   de   alfabetos   fonéticos,   esto   es,   sistemas   de  transcripción   artificiales   de   tipo   alfabético,   compuestos   de   una   mixtura   de   letras  (extraídas   sobre   todo   del   alfabeto   latino)   y   de   otros   signos   específicos   (los   deno-­‐minados  diacríticos).  Los  alfabetos  fonéticos  están  hechos  de  tal  manera  que,  dentro  de   lo   posible,   corresponda   a   cada   signo   una   articulación   fónica   concreta.   El   más  utilizado  de   todos  es  el   llamado  alfabeto   fonético   internacional,  AFI   (del   inglés   IPA,  International  Phonetic  Alphabet),  propuesto  por  la  International  Phonetic  Association,  IPA   (Asociación   Fonética   Internacional,   AFI)   y   que   ha   sufrido   diversos   reajustes   y  modificaciones  a  lo  largo  de  su  historia  (vid.  anexo  1).    

Sin   embargo,   es   evidente   que,   por   muy   detallado   que   sea,   ningún   alfabeto  fonético   es   capaz   de   reproducir   la   concreta   realidad   fónica   de   las   lenguas.   Por   un  lado,   algunas   dimensiones   esenciales   del   carácter   fónico,   como   la   entonación,   no  pueden   transcribirse;   por   otro,   resulta   imposible   reproducir   por   escrito   el   timbre  específico   de   infinitas   articulaciones.   Por   eso,   las   transcripciones   basadas   en   un  alfabeto   fonético   tienen   que   ser   consideradas   no   como   la   reproducción   fiel   de   la  realidad  fónica,  sino  únicamente  como  una  especie  de  memorándum  útil  del  que  el  lingüista  se  sirve  para  fijar  en  el  papel  las  propias  observaciones.  

En  los  epígrafes  anteriores  en  que  ha  sido  presentada  la  naturaleza  articulatoria  de   los   sonidos   vocálicos   y   consonánticos,   se   han   utilizado   los   símbolos   del   AFI.   La  tradición   lingüística  española   cuenta   con  otro  alfabeto   fonético,  el  de   la  Revista  de  Filología   Española   (RFE),   ampliamente   usado   en   el   mundo   académico   de   habla  hispana.  En  el  anexo  2  pueden  cotejarse  los  símbolos  de  uno  y  otro.      

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4.  FONOLOGÍA:  FONEMAS  Y  ALÓFONOS    4.1  Introducción    

La   Fonética   es,   como   se   ha   visto,   el   estudio   de   la   producción,   transmisión   y  recepción   de   los   sonidos   del   habla.   Es   una   materia   que   requiere   como   fuente   de  datos  a  un  ser  humano  con  un  mecanismo  auditivo  y  unos  órganos  vocales  intactos.  El   origen   lingüístico   de   la   persona   no   es   estrictamente   relevante:   los   fonetistas  llegarían  a   las  mismas  conclusiones  sobre  producción  y  recepción  del  habla  tanto  si  estuviesen   trabajando   con   hablantes   de   español   como   con   hablantes   de   hindí   o  chino.   Aunque   las   categorías   que   hemos   expuesto   someramente   en   los   apartados  anteriores  pueden  ser  utilizados  para  analizar  cualquier  lengua,  en  ellos  no  se  ofrece  información   sobre   el   modo   en   que   tales   categorías   son   usadas   realmente   en   las  lenguas  del  mundo.  

En  cambio,  el  objetivo  básico  de  la  Fonología  es  el  de  descubrir  los  principios  que  rigen  de  qué  manera  están  organizados  los  sonidos  dentro  de  las  lenguas  y,  a  partir  de   ahí,   explicar   las   variaciones   que   aparecen.   El   aparato   vocal   humano   puede  producir  una  gama  de  sonidos  amplísima,  pero  sólo  un  pequeño  número  de  ellos  se  emplea   para   construir   todas   las   palabras   y   oraciones   de   una   lengua.   Este   mismo  hecho  puede  verse  desde  otra  perspectiva:  No  hay  dos  hablantes  con  un  tracto  vocal  idéntico;   por   tanto,   ninguna   persona   emite   los   sonidos   exactamente   de   la   misma  manera  en  que  lo  haría  otra.  Hay  incluso  una  variación  considerable  en  los  sonidos  de  un  mismo  hablante.  No  obstante,  cuando  empleamos  nuestra  lengua  somos  capaces  de  descartar  una  gran  parte  de  estas  variaciones  y  de  concentrarnos  sólo  en  aquellos  sonidos   –o,   mejor,   en   algunas   de   sus   propiedades-­‐   que   son   importantes   para   la  transmisión  del  significado.  Pensamos  que  los  sonidos  que  usan  los  demás  hablantes  son  los  “mismos”,  a  pesar  de  que  no  lo  son  ni  articulatoria  ni  acústicamente.  Así  las  cosas,  la  Fonética  es  el  estudio  de  todos  los  sonidos  posibles  del  habla.  La  Fonología,  en   cambio,   estudia   de   qué   modo   los   hablantes   encuentran   un   orden   dentro   del  aparente   caos   de   los   sonidos   del   habla,   el  modo   en   que   utilizan   sistemáticamente  una   selección   de   dichos   sonidos   para   expresar   significados;   en   pocas   palabras:   se  ocupa  de  estudiar  las  funciones  que  los  sonidos  asumen  en  una  lengua.  

En  su  esfuerzo  por  encontrar  generalizaciones  significativas  sobre  los  sistemas  de  sonidos,   la  Fonología  busca  continuamente  debajo  de   la  “superficie”  del  habla  para  determinar   las   regularidades   subyacentes   y   establecer   de   qué  modo   se   relacionan  con   otras   áreas   de   la   lengua,   como   la  morfología   y   la   sintaxis.   Buena   parte   de   los  estudios  fonológicos  actuales  se  concentran,  por  tanto,  en  intentar  explicar  la  gama  y  la  distribución  de  los  segmentos  fónicos  que  se  hallan  en  las  lenguas.    4.2  Fonemas    

El   análisis   fonológico   se   basa   en   el   principio   de   que   algunos   sonidos   provocan  cambios  en  el  significado  de  una  palabra  o  frase,  mientras  que  otros  no.  Uno  de  los  primeros  enfoques   fonológicos  usaba  un  método  simple  para  demostrarlo.  Se   trata  de   escoger   una  palabra,   sustituir   en   ella   un   sonido  por   otro   y   ver   si   se   obtiene  un  significado  distinto.  Por  ejemplo,  vemos  que  en  español  la  palabra  tan  está  formada  

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por  tres  sonidos  distintos,  a  cada  uno  de  los  cuales  se  le  puede  dar  un  símbolo  en  una  transcripción  fonética:   [tan].  Si  sustituimos  el  sonido  [t]  por,  pongamos  por  caso,  el  sonido  [p],  obtenemos  una  palabra  distinta:  pan.  La  [t]  y  la  [p],  por  tanto,  son  sonidos  importantes  para  el  español,  porque  permiten  distinguir  en  esta   lengua  entre  tan  y  pan,  tez  y  pez,  tino  y  pino  y  otros  muchos  pares  de  palabras.  De  forma  semejante,  se  puede   demostrar   que   los   sonidos   [a]   y   [e]   son   también   unidades   importantes   en  español,   porque   distinguen   tan   de   ten,   pana   de   pena   y   los   miembros   de   otros  muchos  pares.  En  cambio,  si  damos  en  sustituir  el  sonido  [a]  por  el  sonido  [ã],  no  se  producen  cambios  de  significado:  [ˈpana]  y  [ˈpãna]  son  pronunciaciones  físicamente  distintas  del  significante  de  una  misma  palabra,  pana.  Por  tanto,  las  diferencias  entre  los  sonidos  [a]  y  [ã]  no  son  importantes  para  el  hablante  de  español  o,  dicho  de  otro  modo,   ambos   cumplen   para   él   la   misma   función.   Y   podríamos   continuar   así,   apli-­‐cando   esta   técnica,   denominada   prueba   de   los   «pares   mínimos»   o   prueba   de   la  conmutación,   para   comprobar   qué   sustituciones   de   sonidos   producen   cambios   de  significado.  Aunque  esta  técnica  tiene  sus  limitaciones  (no  siempre  es  posible  encon-­‐trar   pares   de   palabras   que   ilustren   una   determinada   distinción   en   una   lengua),   su  aplicación  resulta  muy  eficaz  en  no  pocas   lenguas,  entre  ellas  el  español,  en  el  que  permite  identificar  más  de  veinte  unidades  importantes.  En  el  enfoque  más  clásico  de  análisis  fonológico,  estas  “unidades  importantes”  reciben  el  nombre  de  fonemas.  

Conviene  resaltar  el  hecho  de  que  los  fonemas  son  entidades  abstractas.  Ningún  hablante,   cuando  produce  enunciados,  emite   fonemas:  emite   sólo   sonidos  o   fonos,  físicamente  perceptibles  y  distintos  cada  vez  que  los  emite.  Pero  al  hacerlo,  para  que  su   emisión   resulte   lingüística   y,   por   tanto,   reconocible,   moldea   sus   sonidos   según  ciertos  modelos  o  patrones  previos  (una  parte  de  su  saber  lingüístico).  El  oyente,  por  su  parte,  poseedor  también  de  tales  patrones,  los  utiliza  para  “desmontar”  la  cadena  sonora  recibida,  aprovechar  en  ella  lo  significativo  y  descartar  lo  que  no  lo  es.  Estas  realidades  abstractas,  de  naturaleza  cognitiva,  son  los  fonemas  9.  

Los  fonemas  se  transcriben  usando  símbolos  fonéticos  (como  los  propuestos  por  la  AFI),  pero  entre  barras  oblicuas,  no  entre  corchetes:  /p/,  /b/,  /i/,  etc.  representan  fonemas;  [p],  [b],  [i],  etc.  representan  sonidos  (como  hemos  podido  comprobar  en  los  apartados  dedicados  a  la  Fonética).      4.3  Alófonos    

Al  establecer  mediante  la  técnica  aludida  la  lista  de  fonemas  que  existen  en  una  lengua,   en   seguida   nos   encontramos   con   sonidos   que   no   modifican   el   significado  

9  Pares  mínimos  con  fonemas  del  español:  Vocales:  /i/-­‐/e/:   piso-­‐peso   /e/-­‐/a/:   peso-­‐paso   /a/-­‐/o/:   paso-­‐poso   /o/-­‐/u/:   poso-­‐puso  Consonantes:              /p/-­‐/b/:   pata-­‐bata   /b/-­‐/t/:   sebo-­‐seto   /t/-­‐/d/:   dato-­‐dado   /d/-­‐/k/:   don-­‐con  /k/-­‐/g/:   casa-­‐gasa   /g/-­‐/m/:   gano-­‐mano   /m/-­‐/n/:   cama-­‐cana   /n/-­‐  /ɲ/:   cana-­‐caña  /ɲ/-­‐/ʎ/:   caña-­‐calla   /ʎ/-­‐/l/:   calla-­‐cala   /l/-­‐/ɾ/:   cala-­‐cara   /ɾ/-­‐/r/:   caro-­‐carro  /r/-­‐/ʧ/:   carro-­‐cacho   /ʧ/-­‐/x/:   macho-­‐majo   /x/-­‐/s/:   maja-­‐masa   /s/-­‐/θ/:   masa-­‐maza  /θ/-­‐/f/:   cacé-­‐café   /f/-­‐/p/:   fino-­‐pino   …        

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cuando   hacemos   una   sustitución.   Tal   es   el   caso,   por   ejemplo,   del   sonido   [ã]  considerado  en  el  epígrafe  anterior,  o  el  de  las  consonantes  bilabiales  de  las  palabras  base  y  sabe.  En  base  la  b  muestra  una  realización  claramente  oclusiva:  [b],  mientras  que  en  sabe  la  b  se  realiza  con  un  sonido  más  débil,  más  suave,  debido  a  la  influencia  de   las  vocales  vecinas:   se   trata  del   sonido  aproximante   [β ].  Si  ahora  sustituimos  un  sonido   por   el   otro,   no   obtenemos   un   cambio   de   significado,   sino   sólo   una  pronunciación  que  suena  bastante  rara:  [ˈβ ase].  En  este  caso,  pues,  sólo  tenemos  un  fonema,   el   bilabial   sonoro   /b/,   pero   se  materializa   en  estas  dos  palabras  mediante  dos  formas  fónicas  distintas  o  variantes.  Las  variantes  fónicas  de  un  fonema  (o,  si  se  prefiere,  los  fonos  asociados  a  la  realización  de  un  mismo  fonema)  reciben  el  nombre  de  alófonos.    

Cuando   se  aprende  una   lengua  nueva,   es   importante  atender   a   las   variaciones  fonéticas   que   se   producen   para   determinar   qué   sonidos   cuentan   como   fonemas   y  cuáles   como  alófonos.  No   se   posee   esta   información  de   antemano:   hay   que  dedu-­‐cirla.  Y  al  hacerlo,  hay  que  estar   listos  para  enfrentarse  al  hecho  de  que  los  sonidos  funcionan   de   forma   distinta   en   lenguas   diferentes.   Las   diferencias   de   sonido   que  distinguen   alófonos   en   español   podrían   distinguir   fonemas   en   otras   lenguas,   y  viceversa.  Por  ejemplo,  en  las  palabras  españolas  eso  y  mismo   la  s  se  realiza  de  dos  modos:  [s]  y  [z]  respectivamente.  En  eso  es  sorda  ([s]),  pero  en  mismo  es  sonora  ([z])  porque  anticipa  la  sonoridad  del  sonido  dental  sonoro  siguiente  [d].  En  español,  por  tanto,  estamos  ante  dos  alófonos  del  fonema  /s/.  Éste  no  es  el  caso,  por  ejemplo,  del  francés.   Esta   lengua   posee,   como   el   español,   los   sonidos   [s]   y   [z],   pero   los   trata  fonológicamente  de  distinto  modo:  las  diferencias  entre  ambos  producen  cambios  de  significado:   parejas   de   palabras   como  poison   («veneno»)  ∼  poisson   («pez»),  desert  («desierto»)  ∼  dessert  («postre»),  distinguen  su  significado  porque  en  esta  lengua  los  sonidos  en  cuestión  representan,  respectivamente,  a  los  fonemas  /s/  y  /z/  (vid.  tema  2:  Forma  y  sustancia).  

Se  suelen  utilizar  tres  criterios  para  decidir  qué  sonidos  pueden  estar  asociados,  en  tanto  que  alófonos,  a  un  mismo  fonema:  

a) Distribución  complementaria.  Los  sonidos  se  complementan  mutuamente  en   relación   con   el   lugar   en   el   que   aparecen   dentro   de   las   palabras.   Por  ejemplo,  en  el   caso  de   los  dos  sonidos   [b]  y   [β ]  de  base   y  sabe   respecti-­‐vamente,  el  alófono  oclusivo  aparece  sólo  tras  pausa  o  consonante  nasal,  y  el  aproximante  en  los  demás  casos.  Esto  es,  donde  encontramos  [b]  no  podemos   encontrar   [β ],   y   viceversa:   se   excluyen   mutuamente,   nunca  aparecen  en  el  mismo  entorno  fonético.  Tales  sonidos,  por  tanto,  están  en  distribución  complementaria.  

b) Variación  libre.  Si  los  sonidos  aparecen  en  el  mismo  lugar  de  una  palabra,  entonces   pueden   pertenecer   al   mismo   fonema   sólo   si   no   cambian   el  significado  de   tal   palabra.   Por   ejemplo,   el   sonido  oclusivo  dental   sonoro  [d]  en  final  de  palabra  algunas  veces  se  articula  de  forma  muy  relajada  y  otras   con   más   fuerza.   El   fonema   /d/   final   de   verdad   puede   llegar   a  debilitarse  tanto  que  pierda  su  sonoridad,  o  incluso  desaparezca,  pero  por  otra  parte  puede  seguir  percibiéndose  como  [d]  en  una  pronunciación  más  cuidada.  En  cualquier  caso,  el  grado  de  relajación  no  afecta  al  significado  de  la  palabra:  sustituyendo  la  [d]  relajada  o  ensordecida  por  una  [d]  más  

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fuerte  no  se  convierte  verdad  en  otra  palabra.  En  casos  como  éste  se  dice  que   los   sonidos   están   en   variación   libre.   Estas   variaciones   suelen   estar  asociadas  a  factores  de  índole  social  y  regional.  

c) Semejanza   fonética.   Para   pertenecer   a   un   mismo   fonema   los   sonidos  susceptibles   de   serlo   deberían  presentar   una   razonable   semejanza   foné-­‐tica.  Los  sonidos  [b]  y  [β ]  asociados  a  /b/  o  las  dos  variaciones  fónicas  en  que   se   realiza   /d/   en   final   de   palabra   satisfacen   este   criterio,   pues   en  ambos  casos  los  sonidos  asignables  a  un  mismo  fonema  tienen  mucho  en  común:   [b]  y   [β]  son  bilabiales  sonoros;   las  dos  variantes  asociadas  a  /d/  son   aproximantes   dentales   sonoras.   No   obstante,   a   veces   se   pueden  encontrar   sonidos  en  distribución   complementaria  que  no   son  parecidos  fonéticamente,   y   en   esos   casos   los   analistas   generalmente   no   los   tratan  como  realizaciones  de  un  mismo  fonema.  Un  ejemplo  que  hace  al  caso  es  el  de  los  sonidos  [h]  y  [ŋ]  del  inglés:  el  primero  aparece  al  principio  o  en  el  centro   de   las   palabras;   el   segundo,   en   el   centro   o   al   final.   Por   lo   tanto,  raramente  se  oponen.  ¿Se  les  podría,  entonces,  considerar  alófonos  de  un  mismo  fonema?  No,  porque  no  tienen  nada  en  común  desde  el  punto  de  vista   fonético,   aparte   de   que   ambas   son   consonantes:   [h]   es   un   sonido  fricativo  glotal  sordo  y  [ŋ]  nasal  velar  sonoro.    

Por  último,  el  símbolo  fonético  elegido  para  representar  a  un  fonema  se  corres-­‐ponde  con  el  de  su  alófono  más  abarcante  o  ampliamente  utilizado  en  la   lengua  de  que   se   trate.   Por   ejemplo,   en   español   se   usa   el   símbolo   de   la   variante   [e]   para  representar  al  fonema  vocal  medio  anterior  /e/;  de  entre  [ɱ],  [n˖],  [n],  [n],  [nʲ]  y  [ŋ],  símbolos  de  las  variantes  del  fonema  nasal  alveolar,  se  elige  /n/.      

5.  RASGOS  DISTINTIVOS  Y  OPOSICIONES  FONOLÓGICAS    5.1  Introducción    

Hemos   visto   que   hay   parejas   de   palabras   cuyos   dos   miembros   muestran   los  mismos   fonemas   en   las  mismas   posiciones   excepto   en   una,   ocupada   por   fonemas  diferentes,  y  hemos  considerado  la  importancia  de  este  hecho  para  la  determinación  de   los   fonemas   de   una   lengua.   Pero   si   observamos   más   de   cerca   los   hechos   nos  percatamos   de   que   el   poder   distintivo   no   se   debe   a   los   fonemas   tomados   en   su  totalidad,   sino   a   ciertas   entidades   subfonémicas   más   pequeñas.   Consideremos   los  casos  siguientes  del  español:  

 i)   Los   fonemas   /p/   y   /b/   sólo   se   diferencian   en  un   aspecto:   /p/   es   sordo   y   /b/  

sonoro.  En  los  demás  aspectos  son  iguales:  ambos  son  orales,  bilabiales  y  oclusivos.    ii)  Los  fonemas  /p/  y  /g/  se  diferencian  en  dos  aspectos:  hay  un  contraste  en  la  

sonoridad:  /p/  es  sordo  y  /g/  sonoro,  y   también  en  el  punto  de  articulación:   /p/  es  bilabial  y  /g/  velar.  Tienen  en  común  el  que  ambos  son  orales  y  oclusivos.  

 

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iii)  Los  fonemas  /p/  y  /l/  se  diferencian  en  tres  aspectos:  en  el  modo  de  articu-­‐lación,  en  la  sonoridad  y  en  el  punto  de  articulación:  /p/  es  oclusivo  y  /l/  lateral;  /p/  es  sordo  y  /l/  sonoro;  /p/  es  bilabial  y  /l/  alveolar.  Tienen  en  común  el  que   los  tres  son  orales.  

                     

       

 Todos  los  segmentos  fónicos  de  una  lengua  se  pueden  analizar  de  esta  manera,  

tanto  desde  el  punto  de  vista  articulatorio  como  acústico  (los  rasgos  asignados  a  los  casos  considerados  arriba  son  de  naturaleza  articulatoria),  y  el  resultado  es  una  serie  de  componentes  que  se  oponen,  denominados  rasgos  distintivos  o  pertinentes.  Así,  el  segmento   español   /p/,   por   ejemplo,   es   una   combinación   de   los   rasgos   «sordez»,  «oclusividad»  y  «bilabialidad»10.  

Todo   fonema   está   compuesto   por   un   conjunto   de   rasgos.   Los   rasgos   de   este  conjunto   tienen   la   característica   de   ser   producidos   simultáneamente,   y   no   en  sucesión.  No   se  puede,   en  efecto,   producir   un   sonido  que   sea   sólo  oclusivo,   o  uno  que  sea  sólo  velar,  o  sólo  sordo;  los  rasgos  en  cuestión  se  realizan  al  mismo  tiempo  y  no  pueden  presentarse  aislados.  

Puede  ocurrir  que  algún  rasgo  de  un  fonema  resulte  redundante.  Por  ejemplo,  en  la   pareja   /p/  ≈   /m/   (/oral   bilabial   sordo/  ≈   /nasal   bilabial   sonoro/),   la   distinción   se  debe,   estrictamente  hablando,   a   la  oposición  entre  dos   rasgos:   «oral»  ≈   «nasal»,   y  aquí  no  surte  efecto   la  distinción  «sordo»  ≈  «sonoro»  porque,  al   ser  sonoros   todos  los  fonemas  nasales,  el  rasgo  «sonoro»  de  /m/  resulta  redundante.  Lo  mismo  ocurre  en  el  caso  del  par  mínimo  /pura/  y  /pira/,  distinguibles  por  la  oposición  entre  /u/  e  /i/  (/cerrado  posterior  redondeado/  ≈  /cerrado  anterior  no  redondeado/).  En  este  caso  es  redundante  el  hecho  de  que  /u/  presente  el  rasgo  redondeado  además  del  rasgo  posterior,  porque  en  español  todas  las  vocales  posteriores  son  redondeadas.    

10  No  tenemos  en  cuenta  el  rasgo  «espirado»,  que  podría  haber  sido  incluido,  porque  en  español  todas  las  consonantes  son  espiradas.  

/p/  oral  oclusiva  bilabial  sordo  

/b/  oral  oclusivo    bilabial  sonoro  

/p/  oral  oclusiva  bilabial  sordo  

/g/  oral  oclusiva  velar  sonoro  

/p/  oral  oclusivo  bilabial  sordo  

/l/  oral  lateral  alveolar  sonoro  

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Un  modo   de   presentar   la   estructura   de   los   fonemas   y   sus   rasgos   distintivos   es  mediante  el  uso  de  parrillas  como   las  utilizadas  para   la  presentación  de   los  sonidos  lingüísticos.  La  ya  presentada  para  los  sonidos  consonánticos  del  español  (vid.  2.2.3)  puede  servir  de  ejemplo:    

 Sonidos  consonánticos  en  

español  peninsular  estándar     bi

labial  

  labiod

ental  

  interden

tal  

  dental  

  alveolar  

  palatal  

  velar  

 

sor.   [p]     [t ˖]   [t]       [k]      oclusivas   son.   [b]       [d]     [ɟ]   [g]    

sor.             [ʧ]        africadas   son.             [ʤ]      

sor.     [f]   [θ˖]   [s ]   [s]     [x]      fricativas   son.       [θ ]   [z ]   [z]   [ʝ]      

sor.   [β  ˳]       [ð  ˳]       [ɣ  ˳]    obstruyentes  

son.   [β ]       [ð ]   [ɹ]     [ɣ]        

aproximantes   son.             [j]   [w]       laterales   son.       [l ˖]   [l ]   [l]   [lʲ][ʎ]    

sim.           [ɾ]        vibrantes  (son.)  

múlt.           [r]      

Líqu

idas  

sona

ntes  

nasales   son.   [m]   [ɱ]   [n ˖]   [n ]   [n]   [nʲ][ɲ]   [ŋ]      Aquí,  como  sabemos,  aparecen  representados  todos  los  sonidos  más  estandarizados  del  español  peninsular.  Si  adaptamos  esta  parrilla  a   la  presentación  de   los   fonemas  únicamente,   se   obtendrían   los   cuadros   siguientes   (el   primero   corresponde   a  Quilis  (1993)  y  el  segundo,  ligeramente  adaptado,  a  Alarcos  (1950):    

  bilabial   labiodental   dental   alveolar   palatal   velar  oclusivos   /p/   /b/       /t/   /d/           /k/   /g/  africados                   /ʧ/        fricativos       /f/     /θ/     /s/       /ʝ/   /x/    nasales     /m/             /n/     /ɲ/      

vib.  simple                 /ɾ/          vib.  múltiple                 /r/          laterales  apr.                 /l/     /ʎ/      

  sor.   son.   sor.   son.   sor.   son.   sor.   son.   sor.   son.   sor.   son.    

    labial   dental   palatal   velar  oclusivos   /p/   /b/   /t/   /d/   /ʧ/     /k/   /g/  fricativos   /f/     /θ/     /s/   /ʝ/   /x/    nasales     /m/     /n/     /ɲ/      

  vib.  simple         /ɾ/          líquidos   vib.  múltiple         /r/          

  laterales         /l/     /ʎ/           sor.   son.   sor.   son.   sor.   son.   sor.   son.  

 La   segunda   propuesta   (Alarcos   (1950))   reduce   los   órdenes   y   las   series   a   cuatro  (órdenes:  el  bilabial  y  el  labiodental  se  funden  en  el  labial,  y  el  alveolar  se  diluye  en  el  

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dental;   series:   las   fricativas   se   subsumen   en   las   oclusivas   y   las   líquidas   engloban   a  vibrantes  y  laterales).  Los  fonemas,  por  tanto,  se  reajustan  a  esta  disposición.  

Desde  este  mismo  punto  de  vista,  compárense  los  cuadros  siguientes,  que  repre-­‐sentan  los  sonidos  (vid.  2.1.3)  y  fonemas  vocálicos  del  español  respectivamente:  

 

                 5.2  Oposiciones  fonológicas    

Gracias  a  los  rasgos  distintivos  que  los  constituyen,  los  fonemas  contraen  en  las  lenguas  determinadas   relaciones  de  oposición.   Es  más,   los   fonemas   son  en  esencia  unidades  nacidas  de   las  oposiciones   fonológicas  y  se  agotan  en  ellas:  un  fonema  se  define  únicamente  en  relación  con  las  oposiciones  que  mantiene  con  los  demás.  No  tiene  sentido,  por  tanto,  hablar  de  fonema  independientemente  del  sistema  fonoló-­‐gico  en  que  se  integre.    

Troubetzkoy11  caracterizó  en  su  momento  cuidadosamente  los  tipos  de  oposición  fonológica.  Presentamos  a  continuación  los  más   importantes  (todos   los  ejemplos  se  refieren  al  sistema  fonológico  del  español):    

a) Bilateral.  En  una  oposición  bilateral,   la  base  de  comparación,  es  decir,  el  conjunto  de  los  rasgos  comunes  a  los  dos  fonemas,  es  propia  sólo  de  ellos  (no  se  da  en  ningún  otro  fonema  del  sistema).  Tal  es  el  caso  de  las  oposi-­‐ciones  siguientes:  /t/    /d/  (únicos  fonemas  oclusivos  y  dentales);  /p/    /b/  (únicos  fonemas  oclusivos  bilabiales);  /ɾ/    /r/  (únicos  fonemas  vibrantes).  

 b) Multilateral.  En  este  caso,  la  base  de  comparación  de  la  oposición  aparece  

en   otros   fonemas   del   sistema.   Ejemplos   de   este   tipo   pueden   ser   las  siguientes  oposiciones:   /b/    /d/   (la  base  “oclusivo-­‐sonoro”   se  da   también  en  el  fonema  /g/);  /f/    /s/  (la  base  “fricativo-­‐sordo”  es  compartida  con  los  fonemas   /θ/   y   /x/);   /m/     /n/   (la   base   “nasal”   aparece   también   en   el  

11  Troubetzkoy  (1939).  

  anterior   central   posterior  alta    /i/                            /u/  media                      /e/        /o/  baja     /a/    

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fonema   /ɲ/);   /p/     /m/   (la   base   “oclusivo-­‐bilabial”   es   también   propia   del  fonema  /b/).  

 c) Proporcional.   Interviene  ahora  la  base  diferencial,  esto  es,  el  conjunto  de  

los  rasgos  no  comunes  de  los  dos  fonemas  enfrentados.  Una  oposición  es  proporcional  si  la  base  diferencial  es  compartida  por  otras  oposiciones  del  sistema.   Ejemplo:   /p/     /b/   (la   base   diferencial   “sonoro-­‐sordo”   se   halla  también  en  las  oposiciones  /t/    /d/  y  /k/    /g/.    

 d) Aislada.   Cuando   la   base  diferencial   es   exclusiva   del   par   de   fonemas  que  

establece   la   oposición.   Ejemplo:   /ɾ/     /r/   (la   base   diferencial   ‘simple-­‐múltiple’   sólo   se   da   en   esta   oposición);   /l/     /ʎ/   (la   base   diferencial  “alveolar-­‐palatal”  es  exclusiva  de  estos  fonemas).    

 e) Privativa.   Se  denomina  así  a   la  oposición  establecida  por   la  presencia  de  

cierto  rasgo  en  uno  de  los  fonemas  y  su  ausencia  en  el  otro  (“sonoridad”    “ausencia   de   sonoridad   (sordez)”;   “nasalidad”     “ausencia   de   nasalidad  (oralidad)”,   etc.).   El   fonema   con   ausencia   del   rasgo   tiene   carácter   no  marcado;  el  otro,  carácter  marcado.  Ejemplos:  las  oposiciones  /p/    /b/,  /t/    /d/,  /k/    /d/  (“sordo”    “sonoro”),  /b/    /m/  (“oral”    “nasal”)  son  privativas.  

 f) Gradual.   Los   fonemas   que   establecen   esta   oposición  muestran   distintos  

grados  en  las  propiedades  de  un  mismo  rasgo.  El  fonema  que  muestra  el  mayor   o   menor   grado   se   denomina   término   extremo.   El   otro,   término  medio.  Ejemplos:   las  oposiciones  /e/     /i/,   /o/     /u/,   /e/     /a/,   /o/     /a/,  etc.  (abertura  vocálica  en  distinto  grado)  son  graduales.  

 g) Equipolente.   En  esta  oposición   los  dos   fonemas   son   lógicamente  equiva-­‐

lentes,   es   decir,   no  muestran,   en   relación   con   un   rasgo   determinado,   la  ausencia   o   presencia   ni   diversos   grados   de   éste.   Ejemplos:   /p/     /t/,   /p/    /k/,  /t/    /k/,  /b/    /d/,  /b/    /g/,  /d/    /g/,  /f/    /θ/,  /f/    /s/,  etc.      

 Los  tipos  de  oposición  (a)-­‐(b)  responden  a  la  base  de  comparación.  Los  tipos  (c)-­‐

(d),  a  la  base  diferencial.  Los  tipos  (e)-­‐(g),  a  la  relación  lógica  que  mantienen  los  fone-­‐mas  opuestos.  Los  tipos  (a)-­‐(d)  miran  al  conjunto  del  sistema  fonológico;  los  tipos  (e)-­‐(g),  a  la  naturaleza  en  sí  de  los  fonemas  enfrentados.      

Uno  de   los  elementos  que  aseguran   la   trabazón  de  un  sistema  fonológico  es  el  que  éste  cuente  con  correlaciones.  Una  correlación  está  constituida  por  un  conjunto  de   oposiciones   fonológicas   que,   siendo   bilaterales,   proporcionales   y   privativas,  presentan  un  mismo  rasgo  distintivo,  llamado  marca  de  la  correlación.  Si  tenemos  en  cuenta  la  propuesta  de  Alarcos  (1950)  para  la  organización  del  sistema  consonántico  del   español   (vid.   5.1),   las   oposiciones   siguientes,   por   cumplir   los   tres   requisitos   de  arriba,  se  integran  en  correlaciones:  

   

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/p/    /b/  /t/    /d/  /k/    /g/  

 /b/    /m/  /d/    /n/  /y/    /ɲ/  

 /p/    /f/  /t/    /θ/  /k/    /x/  

 Cabe  la  posibilidad  de  que  las  correlaciones  puedan  combinarse  y  formar  estruc-­‐

turas   más   complejas:   los   haces   de   correlaciones.   En   español,   las   correlaciones   de  sonoridad  y  oclusión  forman  un  haz  (si  se  sigue  la  propuesta  de  Alarcos):  

       

   5.3  Neutralización  de  oposiciones  fonológicas    

Una  oposición  fonológica  puede  quedar  en  suspenso  en  ciertos  contextos.  Consi-­‐deremos   los  fonemas  nasales  del  español  en  posición   inicial  de  sílaba.  En  esta  posi-­‐ción  es  efectiva  la  oposición  entre  /m/,  /n/  y  /ɲ/:  

 mama:  (ma)  –  [ma]  →  /ma/  mana:  (ma)  –  [na]  →  /na/  maña:  (ma)  –  [ɲa]  →  /ɲa/    

Sin   embargo,   en   posición   de   distensión   silábica,   final   de   sílaba,   la   oposición   entre  tales  fonemas  deja  de  establecerse:  en  las  sílabas  [am],  [an]  y  [aɲ]  los  sonidos  [m],  [n]  y   [ɲ]   no   son   ya   representantes   de   otros   tantos   fonemas   que   contraen   oposiciones  entre  sí.  En  las  palabras  mambo,  manso  y  mancho,  si  los  sonidos  nasales  finales  de  la  primera  de  sus  sílabas,  [-­‐m-­‐],  [-­‐n-­‐]  y  [-­‐ɲ-­‐],  son  intercambiados  (aunque  ello  pueda  dar  lugar  a  pronunciaciones  “raras”  para  el  oído  normal)  y  se  pronuncian,  por  ejemplo,  la  palabra  mambo  como  [ˈman-­‐bo]  y   la  palabra  manso  como  [ˈmaɲ-­‐so],   tales   sonidos  no  muestran   ya   la   capacidad   distintiva   que   sí   tenían   en   posición   inicial   silábica   (la  palabra  mambo,  pongamos  por  caso,  sigue  siendo   la  misma  aunque  el  sonido  nasal  final  de  la  primera  sílaba  se  pronuncie  [m],  [n]  o  [ɲ]).  Se  puede  afirmar  que,  en  este  contexto,   los   rasgos   /+bilabial   (o   labial)/,   /+alveolar   (o   dental)/   y   /+palatal/,   que  permiten   la   discriminación   y   oposición   de   los   fonemas   /m/,   /n/   y   /ɲ/,   quedan   en  suspenso,   y  que   sólo  el   rasgo   /+nasal/,   común  a   los   tres,   queda  operativo.   En  esta  posición,   pues,   las   oposiciones   (y,   por   tanto,   las   distinciones   basadas   en   ellas)   de  estos   tres   fonemas   se  neutralizan,   resultando  de  ello  una  especie  de   fonema  redu-­‐

Correlación  de  sonoridad  (la  marca  es  “sordo  –  sonoro”)  

Correlación  de  nasalidad  (la  marca  es  “oral  –  nasal”)  

Correlación  de  interrupción  (la  marca  es  “oclusivo  –  fricativo”)  

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cido   (conserva   el   rasgo   /+nasal/),   que   recibe   el   nombre   de   archifonema   y   es  representado  convencionalmente  por  medio  de  una  letra  mayúscula  (en  el  caso  que  nos  ocupa,  el  archifonema  sería  /N/):  /ˈmaNbo/,  /ˈmaNso/,  /ˈmaNʧo/.  Por  otro  lado,  el   archifonema   se   manifiesta   con   alguno   de   los   alófonos   de   los   fonemas   neutra-­‐lizados.  Así,  el  archifonema  /N/  se  realiza  como  [m]  en  [ˈmambo],  [n]  en  [ˈmanso]  y  [ɲ]   en   [maɲʧo],   alófonos   que   han   sido   elegidos   en   función   de   su   acomodo   a   los  sonidos  vecinos  ([m]  ante  [b],  [n]  ante  [s]  y  [ɲ]  ante  [ʧ]).  En  general,  el  alófono  en  que  se  manifiesta  un  archifonema  depende  del  contexto  fonético  en  que  aparece.      6.  MÁS  ALLÁ  DEL  FONEMA  

6.1  Relaciones  sintagmáticas  entre  fonemas    

Los   fonemas   de   una   lengua   no   pueden   situarse   sintagmáticamente   en   una  secuencia  cualquiera.  Cada  lengua  tiene,  en  efecto,  tipos  de  secuencias  privilegiadas  y   ‘normales’   de   fonemas.   Por   ejemplo,   en   alemán   [∫]   puede   ir   seguido   de   conso-­‐nantes   (/∫tain/   Stein  «piedra»,   /∫tolts/   stolz  «orgulloso»,   etc.),  mientras   en   italiano  puede   ir   seguido   sólo   de   vocales:   por   eso   todo   hablante   italiano   sabe   que,   en   su  lengua,   es   aceptable   una   palabra   como   /∫ena/   scena  «escena»,   pero   no   una   como  /∫tupido/  stupido.  En  español,  una  secuencia  como  /l/  +  /t/  es  admisible  solamente  en  interior  de  palabra  (alto,  multar,  etc.),  pero  no  en  comienzo  o  final  de  palabra.  Y  al  revés,  en  inglés  /ŋ/  es  admisible  al  final  de  palabra  (/siŋ/  sing  «cantar»,  /haŋ/  hang  «colgar»,  etc.),  pero  no  en  posición  inicial.  

Estas  características  posicionales  de  aparición  tienen  un  importante  valor  semió-­‐tico,  ya  que  constituyen  señales  demarcativas  que  permiten  al  usuario  de  las  lenguas  saber  en  qué  punto  de  la  cadena  hablada  se  encuentra,  y  por  tanto  ofrecen  un  medio  eficaz  para  la  sincronización  de  hablante  y  oyente.  En  latín  /h/  puede  encontrarse  al  principio   de   palabra   (o   de   morfo:   vid.   tema   5),   pero   no   al   final:   cohaereo   «me  adhiero»,  hospes  «huésped»;  en  alemán  /pf/  (que  forma,  por  razones  que  no  pode-­‐mos  explicar  aquí,  un  único  fonema)  aparece  sólo  al  principio  y  al  final  de  palabra  y  de  morfo:  /’pforte/  Pforte  «portón»,  /∫trumpf/  Strumpf  «media  (prenda  de  vestir)»,  /vi:der’pflegen/  wiederpflegen  «cuidar  de  nuevo»,  etc.  

Gracias  a  este  fenómeno  tan  particular,  el  hablantes  son  capaces  de  distinguir  sin  demasiada  dificultad,  incluso  sin  conocer  el  significado,  las  palabras  que  pertenecen  (o  podrían  pertenecer)  a   su   lengua,  de   las  que  no  pueden  pertenecerle  de  ninguna  manera,  y  de  respetar   la  sincronización.  Este  conocimiento  que  tiene  el  hablante  se  basa   en   razones   estrictamente   fonológicas.   *Biloto,   *dardostro   o   *puzo   (que   no  tienen  ningún  significado)  son  fonológicamente  palabras  españolas,  porque  respetan  las   relaciones   sintagmáticas   de   los   fonemas   españoles   y   las   estructuras   silábicas  típicas  de  esta  lengua  (en  este  caso,  Consonante  +  Vocal,  Consonante  +  Vocal  +  Con-­‐sonante);  al  contrario,  *tlalt,  *psong  o  *plond,  aunque  están  compuestas  de  fonemas  existentes  en  español,  no  son  ni  siquiera  potencialmente  palabras  españolas,  porque  violan  demasiadas  regularidades  sintagmáticas  de   los   fonemas  (inicio  con  /tl-­‐/,   final  en  /-­‐lt/,  etc.).  Este  fenómeno  es   importante  porque,  cuando  una  palabra  extranjera  se  introduce  en  otra  lengua  (mediante  préstamo),  normalmente  se  adapta,  desde  el  

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punto  de  vista   fonológico,  de  manera  que   se  adecua   todo   lo  posible  a   las   regulari-­‐dades  sintagmáticas  de  los  fonemas  de  la  lengua  de  llegada.  

Toda   lengua   posee,   por   tanto,   por   un   lado,   palabras   efectivas,   que   en   un  determinado  momento   de   su   historia   forman   parte   de   ella,   y,   por   otro,   un   amplio  almacén   de  palabras   virtuales   o  potenciales,   esto   es,   de   secuencias   fonémicas   que  podrían  (si  existieran)  pertenecer  a  la  misma  lengua,  pero  que  no  están  actualmente  aprovechadas.  El  almacén  de  las  palabras  virtuales  tiene  una  importancia  que  no  es  sólo   abstracta:   es,   en   efecto,   el   ‘depósito’   al   que   la   lengua   recurrirá   cada   vez   que  tenga   necesidad   de   crear   una   palabra   nueva,   o   de   adaptar   a   ella   fonológicamente  una  extranjera.  Constituye,  por  tanto,  una  seguridad  semiótica,  porque  es  un  camino  fonológico  a  lo  largo  del  cual  la  lengua  tiene  probabilidades  de  expandirse.      6.2  La  sílaba    

Las   sílabas   son   las   diversas   unidades   que,   surgidas   de   la   combinatoria   de   los  fonemas,   componen   el   significante   de   las   palabras   (esto   es,   componen   la   palabra  fonológica).  La  estructura  de  una  sílaba  consta  de  tres  elementos:  ataque  (o  cabeza),  núcleo   y   coda.   El   ataque   y   la   coda   están   constituidos   por   consonantes,   el   núcleo  generalmente  por  vocales12.  Así,  en  la  sílaba  /trans/  de  transporte  tenemos:                      

El  orden  de  las  consonantes  en  el  ataque  y  la  coda  es  importante  porque  algunas  de   las   combinaciones   potenciales   darían   lugar   a   palabras   imposibles.   Así,   la   sílaba  /trans/  no  supone  problema  alguno  para  un  hablante  de  español,  pero  sí   lo  supon-­‐dría,  por  ejemplo,  la  secuencia  */rtasn/,  que  le  resultaría,  por  imposible,  inaceptable.  Hay   una   razón   para   este   hecho:   el   orden   de   los   fonemas   en   las   secuencias   /rt/  (sonante  seguida  de  obstruyente)  del  ataque  y  /sn/  (fricativa  seguida  de  sonante)  de  la  coda.  ¿Por  qué  este  orden  resulta   inaceptable  y  el   inverso  sí?  La   respuesta   tiene  que  ver  con  el  modo  en  que,  respecto  de  la  sonoridad,  son  dispuestos  los  fonemas  de  una  sílaba.  Como  sabemos  (vid.  2.2.1),  los  sonidos  y  fonemas  obstruyentes  (oclusivos,  africados,   fricativos   y   algunos   aproximantes)   no   muestran   sonoridad   espontánea  (prima  la  estrechez  total  o  parcial  del  canal  bucal  y  la  sordez;  los  sonidos  y  fonemas  sonoros   se   establecen   por   referencia   a   los   sordos),   mientras   que   los   sonidos   y  fonemas   sonantes   (nasales,   vibrantes,   resto   de   aproximantes   y   vocales)   sí   la  

12  Las  sonantes  pueden  constituir  núcleo  silábico  en  ciertas  lenguas.  

/trans/

núcleo ataque coda

/t/ /r/ /a/ /n/ /s/

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muestran  (disminuye  gradualmente   la  estrechez  del  canal  bucal,   los  sonidos  y  fone-­‐mas   son   naturalmente   sonoros   y   pueden   ser   ensordecidos).   Se   puede,   de   acuerdo  con   esto,   crear   una   escala   de   sonoridad:   7   (sonoridad   máxima):   vocales;   6:   apro-­‐ximantes;   5:   vibrantes;   4:   nasales;   3:   fricativas;   2:   africadas;   1   (sonoridad  mínima):  oclusivas.  Si  volvemos  a  la  sílaba  /trans/,  observamos  que  los  fonemas  que  la  forman  están  dispuestos  según  su  grado  de  sonoridad:  a  partir  del   fonema  /t/   la  sonoridad  aumenta  gradualmente  (fonema  /r/)  hasta  llegar  al  máximo  en  el  núcleo  (fonema  /a/)  y  desciende  gradualmente  en  la  coda  (fonema  /n/)  hasta  alcanzar  un  grado  menor  en  el  fonema  /s/:  

               

 Sin  embargo,  si  observamos  las  características  que  en  cuanto  a  la  sonoridad  presenta  la  sílaba  imposible  */rtasn/:                      vemos  que  hay  tres  picos  separados,  una  situación  en  que  se  esperarían  tres  sílabas.    

El   perfil   sonoro   de   /trans/   -­‐sonoridad   gradualmente   ascendente   en   ataque,  máxima  en  núcleo  y  gradualmente  descendente  en  coda-­‐  es  el  propio  de  las  sílabas  consideradas  normales.  Este  hecho,  que  es  conocido  como  el  principio  de  sonoridad,  ayuda  a  explicar  por  qué  algunos  grupos  consonánticos  son   imposibles  en  situación  de   ataque   o   coda.   Por   ejemplo,   explica   por   qué   la   secuencia   /ns/   es   posible   en  posición  de  coda   (como  en   la  sílaba  /trans/  de   transporte),  pero  no  puede  serlo  en  posición  de  ataque  (*/nsa/);  por  qué  la  secuencia  /br/  es  posible  como  ataque  en  la  sílaba   /bra/   de   brazo,   pero   no   en   la   de   coda   (*/abr/).   Estas   limitaciones   sobre   la  combinatoria  de  los  sonidos  se  suelen  denominar  restricciones  fonotácticas.    

Hay  otras   restricciones   fonotácticas  más  sutiles.  Por  ejemplo,  en  español  no  es  posible  un  ataque  que  conste  de  oclusiva  seguida  de  nasal,  por  lo  que  son  imposibles  en   esta   lengua   y   posición   silábica   secuencias   como   */kn/,   */bn/,   */pm/,   etc.   Dado  que   las   oclusivas,   según   la   escala   propuesta,   muestran   menor   sonoridad   que   las  nasales,   se  esperaría  que  estos   grupos   fueran  posibles  en  español,   como   lo   son  de  hecho  en  otras   lenguas.   Pero   lo   cierto  es  que  esto  no  ocurre.   Las   reglas  de   consti-­‐

7       *      6            5     *        4         *    3           *  2            1   *          

   son

oridad

 

  /t/   /r/   /a/   /n/   /s/  

7       *      6            5   *          4           *  3         *    2            1     *        

sono

ridad

 

  /r/   /t/   /a/   /s/   /n/  

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tución  de  sílabas  del  español  no  lo  permiten.  La  razón  puede  ser  que  en  esta  lengua  el  grado  de  sonoridad  de  las  nasales  es  considerado  muy  cercano  al  de  las  oclusivas  y  que   quizá   por   ello   se   establece   que   los   únicos   fonemas   que   pueden   combinarse  felizmente  con  las  oclusivas  para  formar  un  grupo  de  ataque  son  las  sonantes  /l,   ɾ/:  /pɾa/,  /pla/,  /bɾa/,  /bla/,  /tɾa/,  /dɾa/13,  /kɾa/,  /kla/,  /gɾa/,  /gla/.    

El  conocimiento  de  reglas  de  formación  de  sílabas  como  la  considerada  es  lo  que  permite   a   los   hablantes   nativos   de   español   reconocer   las   sílabas   propias   de   esta  lengua   frente   a   las   que   no   lo   son.   Así,   aceptan,   por   ejemplo,   la   sílaba   /blin/,   pero  rechazan  otras  como  /bnin/  o  /nbin/.  El  que  la  sílaba  /blin/  no  sea  el  significante  de  una  palabra  efectiva  del  español  es  algo  accidental  (en  algún  momento  puede  que  lo  sea);  no   lo  es,  en  cambio,  el  que  no  existan  palabras  cuyo  significante  sea  /bnin/  o  /nbin/  (vid.  6.1).  

Este   mismo   conocimiento   es   también   el   que   provoca   que   los   elementos   im-­‐portados  se  adapten  a  los  requisitos  fonológicos  de  la  lengua  receptora.  Por  ejemplo,  a   los  hablantes  nativos  de  español   les   resulta  extraña   la  palabra   inglesa  sprint,  que  consta  de  la  única  sílaba  /sprint/  (tres  consonantes  en  el  ataque,  dos  de  ellas  sordas;  dos  consonantes  en  la  coda  de  sílaba  final  de  palabra:  aspectos  todos  no  permitidos  en  español).  Cuando   la   importan   la  adaptan  a   las  exigencias   silábicas  del  español   y  crean   una   palabra   nueva,   esprín14,   con   dos   sílabas,   /es/   y   /prin/:   se   antepone   una  vocal   epentética   a   /s/   y   se   descarta   el   fonema   /t/   final.   Estos   ajustes   son  mayores  cuando  esta  misma  palabra  inglesa  es  importada  al  japonés  (las  restricciones  fonotác-­‐ticas  de  esta   lengua  son  muy  distintas  de   las  del   inglés).  El   japonés   impide  casi  por  completo  cualquier   tipo  de  grupo  consonántico,  en  especial   si  está  en  el  ataque,   lo  que   lleva  a  que   la  palabra  en  cuestión  sea   importada  con   la   forma  supurinto,   com-­‐puesta  de  las  sílabas  /su/  (adaptación  de  /s/  de  /sprint/),  /pu/  (adaptación  de  /p/  de  /sprint/),  /rin/  (adaptación  de  /rin/  de  /sprint/)  y  /to/  (adaptación  de  /t/  de  /sprint/)  (vid.  6.1)    

6.3  Fenómenos  suprasegmentales  y  paralingüísticos    

Hasta  aquí  el  análisis  que  hemos  presentado  segmenta  los  elementos  lingüísticos  (morfos,   palabras,   oraciones)   en   unidades   menores   hasta   llegar   a   las   unidades  mínimas  del  plano  fónico:  los  fonemas.  Éstos,  como  hemos  comprobado,  se  disponen  linealmente   y   constituyen   los   segmentos   de   la   cadena   hablada.   Sin   embargo,   si  mirarnos   los   enunciados   más   de   cerca,   este   modo   de   segmentación   sufre   en   el  campo   fonológico  una   limitación  de   cierta   importancia.   Efectivamente,   si   tomamos  las  palabras   término  y   termino,  y   las  descomponernos  en   fonemas,  obtenemos  una  única  serie  de  segmentos:  /t/  +  /e/  +  /r/  +  /m/  +  /i/  +  /n/  +  /o/;  pero  esta  serie  no  da  cuenta  del  hecho  de  que  las  dos  palabras  tengan  distintos  significados  por  el  hecho  de  presentar  el  acento  en   sílabas  diferentes.  En  otras  palabras,  un  análisis  estricta-­‐

13  No  son  posibles  */tla/  y  */dla/,  hecho  que  responde  a  otro  tipo  de  restricción  fonotáctica.  14   Esta   adaptación   no   ha   sido   admitida   aún   por   la   Real   Academia   (aunque   admite   la   forma   sprint),  pero  sí  está  incluida  en  el  Diccionario  panhispánico  de  dudas.  

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mente  segmental  no  basta  para  identificar  todos  los  aspectos  relevantes  de  la  cadena  hablada:  es  necesario,  en  los  ejemplos  dados,  tener  en  cuenta  que  la  vocal  /e/  (en  la  primera  palabra)  y  la  /i/  (en  la  segunda)  se  pronuncian  con  un  acento,  y,  sobre  todo,  que  este  acento  no  está  situado  linealmente  respecto  a  los  demás  fonemas,  sino  que  se  produce  al  mismo  tiempo  en  que  se  producen  las  dos  vocales.  Por  tanto,  para  dar  cuenta  fonológicamente  de  termino,  no  podemos  escribir    

/t/  +  /e/  +  /r/  +  /m/  +  /i/  +  /’/  +  /n/  +  /o/    1              2                3              4                5            6                7              8  

 asignándole   al   acento   un   lugar   propio,   sino   que   debemos   poner   el   acento   en   la  misma   posición   segmental   que   /i/.   Las   unidades   no   son,   pues,   ocho,   como   en   la  notación  ofrecida,  sino  siete:    

/t/  +  /e/  +  /r/  +  /m/  +  /í/  +  /n/  +  /o/    1              2                3              4                5              6                7    En  fin,  en  Fonología  existen  fenómenos  que  no  son  lineales  (o  segmentales),  sino  

que  son  simultáneos  a  otros.  Estos  fenómenos  se   llaman  suprasegmentales,  porque  pueden   ser   representados   mentalmente   como   ‘superpuestos’   a   los   segmentos  propiamente   dichos.   Los   hechos   más   importantes   en   este   ámbito   son   el   acento  (suprasegmental  de  palabra)  y  la  entonación  (suprasegmental  de  enunciado  (vid.  más  adelante)).  

Los   fenómenos   suprasegmentales   tienen  gran   importancia   en   la   comunicación,  porque   desempeñan   una   importante   función   distintiva.   El   acento   sirve   como   ele-­‐mento  distintivo  de  palabras   (como  en   los   ejemplos   de   arriba),   pero  puede  operar  también  como  señal  demarcativa  en  las  lenguas  que  lo  tienen  en  posición  fija,  ya  que  señala  el   límite  entre   las  palabras:   tanto  en  francés  como  en  turco,  el  acento  recae  siempre   en   la   última   sílaba;   en   polaco,   en   la   penúltima,   etc.   (Otras   lenguas,   sin  embargo,   tienen   el   acento   móvil,   aunque   sus   cambios   de   una   sílaba   a   otra   están  regulados  por  mecanismos  rigurosos:  así,  el  español,  el  inglés,  el  alemán,  el  ruso,  etc.)  (Vid.  tema  5.)  De  la  misma  manera,   la  entonación  sirve  para  distinguir  el  significado  de   los   enunciados   de   forma   sustancial:  Has   conseguido   verla   [.]   y   Has   conseguido  verla  [?]  demuestran  el  hecho  de  que  es  el  carácter  suprasegmental  el  que  diferencia  dos  enunciados  idénticos  desde  el  punto  de  vista  segmental.  

Junto   a   los   suprasegmentales,   entre   los   sectores   más   ‘confusos’   y   menos   ac-­‐cesibles   (e   incluso   menos   estudiados   y   conocidos)   de   la   producción   de   sonidos  verbales,  hay  que  hablar  de  los  paralingüísticos.  Con  este  término  (que  los  lingüistas  consideran   poco   afortunado)   se   indica   una  masa   de   fenómenos   que   acompañan   a  una   enunciación   cualquiera,   pero   que   no   están   completamente   integrados   en   la  organización  gramatical  de   las   lenguas,  como  el  volumen  de   la  voz,   la  velocidad  del  habla,  los  titubeos,  las  pausas  de  silencio,  las  pausas  ‘llenas’  (las  que  informalmente  se   transcriben  hum,  mmm,  etc.).   Entre   todos  ellos  merece  una  mención  especial  el  fenómeno   de   la  pausa,   o   sea   el   intervalo   de   silencio,   de   duración   variable,   que   se  entremezcla  con  ciertas  unidades  lingüísticas,  y  que,  aun  no  siendo  suprasegmental,  podemos  incluirlo  en  esta  categoría.  Paralelamente  a  las  pausas  estrictamente  indivi-­‐

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duales,  que  son  momentos  de  silencio  ocasionales,  debidos  esencialmente  a  la  inten-­‐ción  comunicativa  de  cada  hablante  o  a  accidentes  externos,  existen  también  pausas  funcionales,  que  desempeñan  una  función  en  la  lengua,  en  cuanto  que  operan  como  verdaderas  y  auténticas  unidades  a  nivel  tanto  fonológico  como  sintáctico.  Las  pausas  funcionales  son,  a  menudo,  solamente  virtuales,  es  decir,  pueden  ser  o  no  ser  produ-­‐cidas  en  determinadas  posiciones.   En  una  estructura  que   se   llama  extrapolación   se  pueden  tener  enunciados  como  El  niño,  //  ¿lo  has  llevado  tú  a  la  escuela?  (donde  el  símbolo   ‘//’   indica   la   pausa):   la   interpretación  de   este   enunciado  depende   en   gran  medida  de  la  pausa  virtual  que  se  puede  tener  en  la  posición  indicada.  La  pausa  opera  a  menudo  en   combinación   con   la  entonación.  Compárense   los  dos  enunciados  que  siguen,  idénticos  desde  el  punto  de  vista  segmental,  pero  diferentes  solamente  por  la  entonación  y  la  presencia,  en  el  segundo,  de  una  pausa:    

(1)  ¿Cómo  puedo  hacerlo  yo  solo?    (2)  ¿Cómo?  //  ¿Puedo  hacerlo  yo  solo?  

 La  mayor  parte  de  los  fenómenos  suprasegmentales  y  paralingüísticos  son  consi-­‐

derados  normalmente  extraños  a  la  organización  de  las  lenguas,  y  no  se  les  incluye  en  el  análisis  fonológico  propiamente  dicho  (hasta  el  punto  de  que  no  existen  ni  siquiera  medios  apropiados  para  representarlos  gráficamente).  En  realidad,  el  hecho  de  que  tanto  los  fenómenos  paralingüísticos  como  los  segmentales  sean  relativamente  poco  conocidos,  y,  sobre  todo,  que  estén  escasamente   integrados  en  el   resto  del  análisis  fonológico,  es  uno  de  los  indicios  de  la  insuficiencia  actual  de  estos  estudios.    

6.4  Aspectos  fonológicos  de  la  entonación    

Ningún  enunciado  hablado  se  produce  sin  entonación   (que  podemos  aproxima-­‐damente  definir  como  la   ‘melodía’  del  enunciado):  ésta  es,  por  tanto,  un  fenómeno  suprasegmental  absolutamente  general  en  el  comportamiento  lingüístico.  No  obstan-­‐te,   es   uno   de   los   aspectos   más   difíciles   y   menos   estudiados   de   la   Fonología,   de  manera  que  nuestros  conocimientos  sobre  el  tema  son,  dejando  aparte  el  desarrollo  global  de  la  Lingüística,  todavía  hoy  lamentablemente  pobres.  La  dificultad  de  captar  los   fenómenos   de   entonación   y   de   estudiarlos   rigurosamente   se   debe   en   parte   al  hecho  de  que  no  es  fácil  representarlos  visiblemente  de  manera  satisfactoria.  Incluso  en   las   teorías   más   elaboradas   a   este   respecto,   la   entonación   se   representa   con  medios  extremadamente  ingenuos  y  a  veces  toscos  (curvas,  guiones,  flechas,  debido  a   que   la   entonación   se   percibe  mediante   una   analogía   con   la   curva),   o   bien   se   la  describe  verbalmente,   con  notaciones  de   tipo   impresionista  y  en   cualquier   caso  no  unívocas.  Que  se  trata  de  un  fenómeno  difícil  y  difuso  está  confirmado  por  el  hecho  de  que  incluso  la  grafía  de  las  lenguas,  que  ha  llegado  a  ser  capaz  de  reproducir  con  gran  precisión  los  aspectos  segmentales  de  la  cadena  hablada,  ante  la  entonación  se  ha  revelado  insuficiente.  La  escritura,  en  efecto,  reproduce  la  entonación  de  manera  extremadamente   simplificada:   casi   en   todas   las   lenguas   tenemos   medios   gráficos  (como  la  puntuación)  para  distinguir  entre  la  afirmación  Él  está  yendo  a  casa  [.]  y   la  pregunta  Él  está   yendo   a   casa   [?],  pero   no   hay   ningún   sistema  para   indicar   que   la  

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frase  Él  está  yendo  a  casa  [.]  puede  de  hecho  pronunciarse  con  una  variedad  indiscu-­‐tible  de  entonaciones  diferentes,  según  que,  por  ejemplo,  constituya  la  respuesta  a  la  pregunta  ¿Quién  está  yendo  a  casa?,  o  a   la  pregunta  ¿Adónde  está  yendo?,  o  a  una  gama  potencialmente  muy  amplia  de  otras  preguntas  posibles.  

Es  ya  más  bien  difícil  decir  con  absoluta  certeza  cuál  es  la  base  física  de  la  ento-­‐nación.   Dejando   de   lado   todo   tipo   de   complicación   técnica,   podemos   decir   que   se  debe  principalmente  al  hecho  de  que,  en  correspondencia  con  algunas  sílabas  (y  en  particular   con   las   vocales   que   éstas   tienen),   la   frecuencia   de   vibración   del   aire  aumenta,  formando  cimas.  Al  variar  la  frecuencia  de  vibración  del  aire,  varía  la  agu-­‐deza   (o  altura)   de   la   voz;   por   eso   el   efecto   perceptivo   de   ‘melodía’   que   los   enun-­‐ciados   producen   se   obtiene   porque,   en   correspondencia   con   esas   cimas,   la   voz   se  hace  más  aguda  respecto  a  los  otros  momentos.  La  sucesión  de  cimas  y  de  valles  que  constituye   la   ‘melodía’  del  enunciado  se  designa  con  el  término  de  curva   (o  perfil  o  contorno)  de  entonación,  y  se  dice  que  la  entonación  ‘sube’  o  ‘baja’.  A  causa  de  esta  metáfora   ‘orográfica’   que   se   usa   al   hablar   de   la   entonación,   ésta   a   menudo   se  representa  mediante  trazos  curvilíneos,  que  reproducen  las  subidas  y  bajadas.  

Al   lado   de   estas   variaciones   de   altura   tonal,   en   la   entonación   intervienen  también   fenómenos   de   cantidad.   La   pregunta  ¿Tomas   un   café?  puede   ser   pronun-­‐ciada   con   la   vocal   final   larga   (o   incluso  muy   larga),   y   en   este   caso   puede   significar  duda  o  sorpresa  («pero  ¿de  verdad  que  tomas  un  café?»).  La  presencia  de  un  factor  de   duración   complica   bastante   el   análisis   fonológico   de   la   entonación,   también  porque  la  cantidad  se  representa  visualmente  con  notable  dificultad.  

La   importancia   de   la   entonación   en   las   lenguas   es   evidente   también   desde   el  punto  de  vista  biológico:  el  niño  llega  a  producir  sencillas  curvas  de  entonación  desde  los  primeros  días  de  vida,  y  en  cualquier  caso  mucho  antes  de  ser  capaz  de  producir  un  fonema  segmental  cualquiera  de  su  lengua.  A  la  madre  que  le  hace  escuchar  una  m  continua  y  modulada  en  la  entonación,  el  niño  de  pocas  semanas  le  responde  por  imitación,   produciendo   a   su   vez   una   curva   semejante,   con   las   mismas   ondas   de  frecuencia  (aunque  con  una  duración  ligeramente  más  breve  que  la  de  la  madre).  A  los   tres   meses   el   niño   es   capaz   de   imitar   la   entonación   producida   por   la   madre  incluso  bajo  el  aspecto  de   la  duración;  con  un  año,   la  gama  esencial  de   las  entona-­‐ciones  utilizadas  en  la  lengua  materna  se  puede  considerar  aprendida.  

Desde  el  punto  de  vista  funcional,  la  entonación  es  un  recurso  de  modulación  del  enunciado   esencial   y   muy   delicado,   que   sirve   para   señalar   qué   tipo   de   enunciado  estamos  pronunciando  (si  es  afirmativo,  interrogativo,  exclamativo,  etc.,  para  indicar  qué  valor  pragmático   le  está  atribuyendo  el  emisor   (si  está  hablando  en  broma,  en  serio,  irónicamente,  etc.  (vid.  tema  8)),  y  por  fin  para  poner  de  relieve   las  partes  del  enunciado   a   las   que   pretendemos   darle   mayor   importancia,   de   manera   que   el  receptor  las  capte  con  mayor  claridad.  

Pero  no  podemos  entrar  aquí  en  más  detalles;  limitémonos  a  dar  alguna  noción  introductoria   elemental.   En   general,   hablando   de   la   entonación,   se   distinguen   dos  aspectos  esenciales:  a)  la  altura  (o  nivel)  tonal  de  las  distintas  sílabas,  y  b)  la  curva  de  entonación  de  todo  el  enunciado.  En  cuanto  al  primer  aspecto,  en  la  enunciación  las  sílabas  reciben  (independientemente  del  hecho  de  que  lleven  o  no  lleven  acento)  una  distinta   altura   tonal:   en   otras   palabras,   recordémoslo,   el   acento   es   principalmente  una  cuestión  de  intensidad).  Por  ejemplo,  hay  una  diferencia  entre  el  decir  sí  (con  un  

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tono  relativamente  bajo)  como  respuesta  a  la  pregunta  ¿Te  llamas  Luis?  y  el  decir  sí  (con   un   tono   notablemente   más   alto)   como   cuando   se   responde   al   teléfono   que  suena,  o  bien  a  una  llamada  ([A]  ¿Luis?  [B]  ¿Sí?).  (Es  bastante  evidente,  por  otro  lado,  que  en  esta  realización  de  sí,  la  vocal  se  produce  no  solamente  con  un  tono  más  alto  que  en  el  primer  caso,  sino  también  ligeramente  alargada.  Por  eso,  la  manera  mejor  de  representarla  no  es  ¿sí?,  sino  ¿si-­‐í?,  donde,  en  la  primera  i  hay  un  nivel  tonal  más  bajo  que  el   que  aparece  en   la   segunda.)   Según   las   lenguas,   varía   el   número  de   los  niveles   de   tono   reconocidos.   Por   ejemplo,   en   inglés   se   localizan   (según   los   intér-­‐pretes)  cuatro  o  cinco;  en  otras  lenguas,  el  número  puede  ser  distinto.  

En  cuanto  al  otro  aspecto,  cada  enunciado  muestra  un  aspecto  suprasegmental  de   entonación   que   contribuye   de   manera   esencial   a   su   caracterización   sintáctica,  semántica   y   pragmática.   Este   elemento   suprasegmental   se   puede   representar  muy  bien  con  una  curva,  de   forma  que   todo   tipo  de  enunciado  estará  caracterizado  por  una  curva  de  entonación  específica.  Un  ejemplo  elemental  al  alcance  de  la  mano  está  constituido   por   la   diferencia   entre   la   entonación   ‘llana’   típica   de   la   aserción   y   la  ‘ascendente’  propia  de  la  interrogación,  como  podemos  comprobar  comparando  los  dos  enunciados  siguientes:    

(3)  No  crees  que  es  así.  (4)  ¿No  crees  que  es  así?  

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ANEXO  1:  ALFABETO  FONÉTICO  INTERNACIONAL    

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ANEXO   3:   EQUIVALENCIAS   ENTRE   EL   “AFI”   Y   LOS   SÍMBOLOS   USADOS   EN   LA  LINGÜÍSTICA  HISPÁNICA  (“RFE”):      

 

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EJERCICIOS      

1  Determine,  para  los  sonidos  de  las  parejas  siguientes,  si  tienen  el  mismo  o  diferente  lugar  de  articulación.  A  continuación,  identifique  este  lugar.    

a) [s]  :  [l]      ______________________________________________________  b) [k]  :  [ŋ]      ______________________________________________________  c) [p]  :  [g]      ______________________________________________________  d) [l]  :  [r]      ______________________________________________________  e) [m]  :  [n]      ______________________________________________________  f) [ʤ]  :  [ʃ]      ______________________________________________________  g) [f]  :  [h]      ______________________________________________________  h) [w]  :  [j]      ______________________________________________________  i) [b]  :  [f]      ______________________________________________________  j) [ʧ]  :  [ʤ]      ______________________________________________________  k) [s]  :  [v]      ______________________________________________________  l) [θ]  :  [t]      ______________________________________________________  

 

 

2  Determine,  para  los  sonidos  de  las  parejas  siguientes,  si  tienen  el  mismo  o  diferente  modo  de  articulación.  A  continuación,  diga  de  qué  modo(s)  se  trata.    

a) [s]  :  [θ]      ______________________________________________________  b) [k]  :  [g]      ______________________________________________________  c) [w]  :  [j]      ______________________________________________________  d) [f]  :  [ʃ]      ______________________________________________________  e) [l]  :  [t]      ______________________________________________________  f) [ð]  :  [v]      ______________________________________________________  g) [ʧ]  :  [ʃ]      ______________________________________________________  h) [m]  :  [ŋ]      ______________________________________________________  i) [r]  :  [w]      ______________________________________________________  j) [ʧ]  :  [ʤ]      ______________________________________________________  k) [h]  :  [ʔ]      ______________________________________________________  l) [z]  :  [ʒ]      ______________________________________________________  

   

3  Escriba   entre   los   corchetes   el   símbolo   fonético   correspondiente   a   las   siguientes  especificaciones  de  sonidos.    

a) [        ]  nasal  velar  sonoro  b) [        ]  lateral  alveolar  sonoro  c) [        ]  oclusivo  glotal  sordo  d) [        ]  vocal  cerrado  posterior  redondeado  

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e) [        ]  fricativo  palatal  sordo  f) [        ]  africado  palatal  sonoro  g) [        ]  oclusivo  dental  sonoro  h) [        ]  vocal  semiabierto  posterior  redondeado  i) [        ]  fricativo  bilabial  sonoro  j) [        ]  semivocal  anterior  k) [        ]  vocal  abierto  central  l) [        ]  semivocal  velar  m)  [      ]  fricativo  velar  sordo  n) [        ]  fricativo  alveolar  sordo  o) [        ]  lateral  palatal  sonoro  p) [        ]  vibrante  múltiple  uvular  q) [        ]  fricativo  dental  sordo  r) [        ]  fricativo  labiodental  sordo  

 Indique  qué  especificaciones  corresponden  a  sonidos  que  no  son  del  español.      

4  Determine  los  rasgos  fonéticos  que  comparten  los  sonidos   incluidos  en  los  grupos  siguientes:    [p  t  k  b  d  g]  :  __________________________________________________.  [m  n  ŋ  ɲ]  :  __________________________________________________.  [f  s  ç  ʃ  x]  :  __________________________________________________.  [i  y  e  ø]  :  __________________________________________________.  [ɑ  o  u  ɔ]  :  __________________________________________________.  [ɾ  l  n  s  r]  :  __________________________________________________.  [c  j  ɲ  ʎ  ç  ɟ]  :  __________________________________________________.  [i  u]  :  __________________________________________________.  [e  o]  :  __________________________________________________.  

   

5  Especifique,  usando  términos  como  oclusivo,   fricativo,  sonoro,  etc.,  el  único  rasgo  fonético  que  comparten   los  segmentos   incluidos  en   los  grupos  siguientes.   Intente  evitar  términos  genéricos  como  consonante  o  vocal.    

Ejemplo:  [b  d  g  œ  m  y]  son  todos  sonoros.    

a) [i  e  ɛ  æ]  son  todos  __________.  b) [ʧ  ʒ  ʃ  ʤ]  son  todos  __________.  c) [p  t  k  g  ʔ]  son  todos  __________.  d) [p  b  m  f  v]  son  todos  __________.  e) [ʌ  əә  ʊ  a]  son  todos  __________.  f) [h  ʔ]  son  ambos  __________.  g) [u  o  e]  son  los  tres  __________.  

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h) [s  z  ʧ  ʤ  ʃ  ʒ]  son  todos  __________.    i) [l  r  m  n  ŋ  j  w]  son  todos  __________.  j) [t  d  l  r  n  s  z]  son  todos  __________.  

   

6  Determine  el  o   los  rasgos  fonéticos  que  permiten  distinguir   los  grupos  de  sonidos  siguientes.    

Ejemplo:  [i  e]  frente  a  [a]:  vocales  anteriores  frente  a  vocal  central.    

a) [p  t  k  s]  frente  a  [b  d  g  z]  :  __________________________________________________.  b) [p  t  k]  y  [b  d  g]  frente  a  [m  n  ŋ]  :  __________________________________________________.  c) [b  d  g]  frente  a  [β  ð  ɣ]  :  __________________________________________________.  d) [l]  frente  a  [r]  :  __________________________________________________.  e) [c  ɟ]  frente  a  [ʃ  ʒ]  :  __________________________________________________.  f) [o  u]  frente  a  [a]  :  __________________________________________________.  g) [i  e  æ]  frente  a  [u  o  ɔ]  :  __________________________________________________.  h) [i  u]  frente  a  [e  o]  :  __________________________________________________.  i) [t  d]  frente  a  [c  ɟ]  :  __________________________________________________.  j) [ɟ  c  j  ʎ]  frente  a  [i]  :  __________________________________________________.  k) [b  β  v]  frente  a  [u  w]  :  __________________________________________________.  l) [p  b],  [t  d]  y  [k  g]  frente  a  [f],  [θ/s]  y  [x]  :  ___________________________________________.  

   

7  Determine  a  qué  proceso   fonético  del  decurso   responden   las   siguientes  variantes  dialectales  del  español.    

  Español  estándar   Variedad  dialectal   Proceso  a)   [ˈpoβ ɾe]   [ˈpɾoβ e]   ____________________  b)   [ˈgɾaθ ˖jas]   [ˈgɾasja]   ____________________  c)   [ˈkaɾne]   [ˈkanne]   ____________________  d)   [ˈpesos]   [ˈpeso s] ____________________  e)   [es ˈtomaɣo]   [es ˈtoɣamo]   ____________________  f)   [a lˈβ ɾiθ ˖jas]   [aˈβ ɾisjas]   ____________________  g)   [ˈpɛrɔs]   [ˈpɛrɔʰ]   ____________________  h)   [ˈbwenɔz  ˈð ias]   [ˈbwenɔɹ  ˈð ias]   ____________________  

   

8  a)   Examine   los   siguientes   datos   del   español,   determine   la   distribución   de   los  sonidos  nasales  y  el  patrón  a  que  ésta  responde.    

[ˈmãŋgo]   [amˈpaɾo]   [ˈdwen de]  [ˈɔ ŋgo]   [emboteˈʝaɾ]   [ˈpin ta]  [teŋˈgamɔs]   [amputaˈθ ˖jɔn]   [ˈtenso]  [ˈanʲʧo]   [eɱfɛrmeˈð að  ]   [en ˖ˈθ ˖ina]  

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[kɔnʲʣuˈɣa l]   [aɱˈfiβ jo]    [kɔnʲ  ˈʤelo]   [ˈiɱfulas]    

 b)  Haga  lo  mismo  con  estos  otros  datos  y  compare  los  resultados.    

[ˈmãno]   [ˈnato]    [ˈmãɲo]   [ˈmato]    [ˈmãmo]   [ˈlamo]    

 c)  ¿Qué  conclusiones  puede  extraer  tras  el  análisis  de  ambos  grupos  de  datos?      

9  Examine  los  datos  del  siguiente  corpus:    

[aˈsɛɾ]   [sɛɾˈβ i ɾ]   [i hraˈɛl]  [kanˈsað o]   [ˈahko]   [ˈmu hɣo]  [ˈbesɔʰ]   [aʰpiraˈθ ˖jɔn]   [ˈpi hta]  [deˈsi ɾ]   [ˈi hlaʰ]   [ˈesaʰ  ˈmɔhkaʰ  ]  [ˈmasa]   [ˈsako]   [ahˈfa l to]  

 Decida  si   [s],   [h]  y   [h]   son   fonemas  o  alófonos  de  un  mismo   fonema,   teniendo  en  cuenta  su  distribución.      

10  He  aquí  de  nuevo  los  datos  presentados  en  el  ejercicio  11:    

[ˈmãŋgo]   [amˈpaɾo]   [ˈdwen de]  [ˈɔ ŋgo]   [emboteˈʝaɾ]   [ˈpin ta]  [teŋˈgamɔs]   [amputaˈθ ˖jɔn]   [ˈtenso]  [ˈanʲʧo]   [eɱfɛrmeˈð að  ]   [en ˖ˈθ ˖ina]  [kɔnʲʣuˈɣa l]   [aɱˈfiβ jo]    [kɔnʲ  ˈʤelo]   [ˈiɱfulas]    [ˈmãno]   [ˈnato]    [ˈmãɲo]   [ˈmato]    [ˈmãmo]   [ˈlamo]    

 En  ellos  se  comprueba  que  la  oposición  entre  los  fonemas  /m/,  /n/  y  /ɲ/  se  da  sólo  en   ciertas   posiciones   pero   no   en   otras,   en   las   que   se   neutralizan   y   aparece   el  archifonema  /N/.  Describa  la  distribución  en  uno  y  otro  caso.    Ahora,  examine  en  estos  otros  datos  los  alófonos  de  los  fonemas  /p/,  /b/,  /t/,  /d/,  /k/   y   /g/.   Decida   si   puede   hablarse   de   neutralización   entre   ellos.   Si   es   así,  establezca  qué  archifonemas  aparecen  y  en  qué  distribución  lo  hacen.    

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[ˈapto]   [ˈabto]   [ˈaβ to]  [ˈakto]   [ˈagto]   [ˈaɣto]  [adˈkiɾi ɾ]   [atˈkiɾi ɾ]   [að ˈkiɾi ɾ]  [ˈɛtniko]   [ˈedniko]   [ˈeð niko]  [bɔn ˈdad]   [bɔn ˈdað ]   [bɔn ˈdat]  [bɔn ˈdað  ˳]   [ˈaʰto]   [ˈaβ to]  [ˈenniko]   [ˈeʰniko]   [bɔn ˈda]  

   

11  Transcriba  fonética  y  fonológicamente  las  palabras  siguientes.    

Palabra   Tr.  fonét.   Tr.  fonol.   Palabra   Tr.  fonét.   Tr.  fonol.  viaje   [ˈbja xe]   /ˈbiaxe/   subjetivo      

profesores       algo      intimidad       enseñaba      egoísta       ayudante      

mentalmente       actuación          

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LINGÜÍSTICA

TEMA 5 MORFOLOGÍA

1. Introducción.- 2. Descomposición y combinación.- 3. Morfemas.- 4. Morfemas, morfos y alomorfos.- 5. Radicales y afijos.- 6. Procesos morfológicos.- 7. Matrices morfológicas y matrices semánticas.- 8. La palabra.

1. INTRODUCCIÓN Las palabras1 son elementos modificables, es decir, capaces de variar su propia

forma y significado según el entorno sintagmático en el que aparecen. La palabra grande se transforma en grandes en los niños son grandes, en gran en es un gran hombre; de la misma manera, otras muchas palabras se modifican de acuerdo con el entorno. No todas las palabras tienen, sin embargo, esta propiedad: algunos tipos de palabras son invariables y no se prestan a ningún tipo de modificación, como en español las conjunciones y, pero, o, etc., o en latín ac, sed, atque, etc. Esta pequeña limitación no evita, sin embargo, que la mayoría de las palabras de las lenguas puedan sufrir complejos procesos de modificación.

Las modificaciones formales de las palabras pueden ser de numerosos tipos. Pero, por comodidad, se distinguen dos categorías fundamentales, ejemplificadas en el siguiente esquema:

ESPAÑOL LATÍN hacer → rehacer scio → scientia hago Scis hacemos Scit ... ...

Las modificaciones presentadas en el eje horizontal del esquema tienen la

propiedad de dar lugar a nuevas palabras del léxico respecto de la palabra-base (rehacer respecto de hacer; scientia respecto de scio), con la posibilidad de que éstas correspondan a partes del discurso distintas de aquélla a la que pertenece la palabra-base. Las que están en el eje vertical, sin embargo, dan lugar a nuevas formas de la misma palabra (hago respecto de hacer, etc.). Ambos tipos de modificación son ejemplos de un nivel de análisis lingüístico que comúnmente se llama morfología (es decir, «teoría de la forma» de las palabras). Intuitivamente, se puede decir que la morfología se ocupa de las modificaciones de las palabras y de la variedad de formas que asumen como consecuencia.

1 Recurrimos, de momento, a la noción intuitiva de ‘palabra’. Vid. § 9 para obtener más información.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

2

Los procesos de modificación morfológica se distinguen en dos clases principales: la morfología de la flexión (o flexional), representada por los ejes verticales del esquema anterior, y la morfología de la derivación (o derivativa), representada por los ejes horizontales de ese mismo esquema. Cada una de estas áreas morfológicas presenta una variedad de aspectos que habrá que examinar detalla-damente.

Desde el punto de vista de la teoría general de los códigos, la morfología de las

lenguas tiene una evidente función económica. Efectivamente, si las lenguas no tuvieran morfología, deberían disponer de un elemento distinto para cada posición sintagmática: dicho de otra manera, de una misma palabra no se podrían sacar formas diferentes ni palabras nuevas, y no sería posible la reutilización de las palabras ya conocidas, con la consecuencia de una fuerte pérdida de economía. Frente a estas eventualidades, la capacidad de modificación morfológica es un sencillo y genial hallazgo para poder volver a usar los mismos elementos de partida en una variedad muy amplia de formas y de configuraciones. Vistos desde este ángulo, los procesos morfológicos desempeñan la función de permitir a la lengua expandirse ilimitadamente sin cargarse de un número de elementos superior a los límites tolerables por el usuario, y le confieren una extraordinaria flexibilidad de uso. Por lo demás, no se conoce ninguna lengua que no tenga algún tipo de fenómeno morfológico: eso demuestra cómo los sistemas lingüísticos explotan todos los recursos posibles para alcanzar el máximo de economía y distintividad. Al igual que otros caracteres de las lenguas verbales, también los procesos morfológicos tienen lugar gracias al carácter articulado de estos códigos.

La morfología es también un sencillo pero importante medio con el que las

lenguas aseguran la cohesión, porque ofrece un inmenso repertorio de indicadores de las relaciones existentes entre los distintos componentes de los enunciados. Esto se observa con total claridad en los fenómenos de la concordancia. Por ejemplo, en el enunciado latino optimus civis «ciudadano excelente», el que las dos palabras que forman parte del enunciado tengan ‘algo que ver’ entre sí está indicado exclusivamente por el hecho de que presentan una terminación con el mismo caso (-us e -is, ambos, entre otras cosas, están en nominativo masculino y singular).

2. DESCOMPOSICIÓN Y COMBINACIÓN Los diversos fenómenos de modificación morfológica tienen lugar gracias a dos

condiciones fundamentales relacionadas con la estructura de las palabras. Se trata de las siguientes:

a) Condición de descomponibilidad Algunas palabras se pueden descomponer en partes más pequeñas dotadas de

significado: por ejemplo, perro se puede descomponer (con procedimientos adecua-dos) en perr + o, y el primer componente de esta combinación puede aparecer también en otras combinaciones (perr + a, etc.); en latín, lego («leo») se puede descomponer en leg + o, cuyo primer componente aparece también en legis (leg + is), legam (leg + am), etc.; de la misma manera, los segundos componentes de estas combinaciones pueden aparecer también en otros contextos.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

3

b) Condición de estrecha combinabilidad Algunas palabras se pueden combinar estrechamente con otros elementos, que

pueden no ser a su vez palabras, y forman con ellos palabras nuevas. Por ejemplo, la palabra latina scio se combina estrechamente con ne- en nescio «no sé», y ne- (con e breve) no es una palabra autónoma; la palabra española hacer se combina estrecha-mente con re- para dar rehacer; la palabra inglesa able «capaz» se combina con un- para dar unable «incapaz» (donde un- no es una palabra por sí sola), etc.

Tanto la condición de descomponibilidad como la de estrecha combinabilidad no

son más que una manifestación de que las lenguas son códigos articulados, y eviden-cian la flexibilidad que las lenguas adquieren debido a la posibilidad de articulación. Pero aquí hay que introducir una limitación cuantitativa: no todas las palabras respetan la condición de descomponibilidad. Es el caso, por ejemplo, de y, pero, el inglés but «pero», el alemán hin «fuera de aquí», etc.; igualmente, no todas respetan la condición de estrecha combinabilidad. Son numerosas también las palabras que no respetan ni una ni otra condición. Por tanto, con una generalización poco rigurosa (aunque no falsa), podemos decir que la morfología se ha producido gracias a que parte de las palabras respetan tanto la condición de descomponibilidad como la de estrecha combinabilidad, y que gran parte de las palabras respeta una u otra.

3. MORFEMAS

3.1 Segmentación Uno de los terrenos en los que más claramente se puede ver, en la práctica, el par

de condiciones presentadas en el apartado anterior es el del análisis morfemático, es decir, en la descomposición de las palabras en morfemas, las unidades mínimas de la morfología.

Normalmente el morfema se define como la unidad lingüística mínima dotada de significado. Las dos especificaciones ‘mínima’ y ‘dotada de significado’ hay que tomarlas conjuntamente, porque existen otras unidades lingüísticas de las que se puede decir que son ‘mínimas’, pero que carecen de significado (como los fonemas); y al contrario, existen unidades ‘dotadas de significado’ que, sin embargo, no son ‘míni-mas’ en ningún sentido (como los sintagmas).

Para aclarar esta definición tomemos las siguientes palabras: español cortés, descortés, cortésmente, descortésmente; inglés stable «estable», unstable «inestable»; alemán höflich «cortés», unhöflich «descortés»; latín aptus «capaz», aptitudo «capacidad». Imaginemos que estas palabras sean todo el corpus disponible (o sea el conjunto de datos para analizar) y probemos a descomponerlas en partes dotadas de significado, mediante una simple comparación por parejas, de la manera siguiente:

ESPAÑOL INGLÉS ALEMÁN LATÍN

cortés des- -cortés cortés- -mente des- cortés- -mente

stable un- -stable

höflich un- -höflich

apt- -us apt- -itudo

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

4

Así obtenemos las siguientes listas de elementos: ESPAÑOL INGLÉS ALEMÁN LATÍN cortés stable höflich apt- des- un- un- -us -mente -itudo Esas unidades son morfemas, esto es, unidades mínimas dotadas al mismo tiempo

de una expresión y un contenido. La operación con la que se les identifica evidencia un procedimiento típico de la lingüística, conocido con el nombre de segmentación, porque consiste en descomponer en segmentos sucesivos la cadena sintagmática.

Los ejemplos citados aclaran algunos aspectos importantes de la organización

morfemática de las lenguas, como son: a) Los morfemas de una lengua son recurrentes a partir de un determinado punto

del análisis: cortés no aparece una sola vez en el léxico español, sino en distintas palabras, de la misma manera que un- aparece en muchas ocasiones en el léxico inglés; etc. Ésta es una de las manifestaciones de la economía de la organización de las lenguas: se reutilizan materiales ya disponibles antes que crear otros nuevos.

b) Los morfemas de una lengua tienden a ser fonológicamente estables, en el

sentido de que exhiben un significado constante mediante una (relativa) identidad formal. Podría parecer que esta afirmación no es completamente verdadera, desde el momento en que en algunos casos los morfemas pueden presentar una variabilidad fonológica de diferente grado. Sin embargo, y pese a todo, hay que tener en cuenta que la variabilidad fonológica es relativamente escasa en comparación con la estaba-lidad fonológica.

3.2 Comparación por parejas Estos ejemplos ponen en evidencia también algunos aspectos importantes del

método del análisis, en el que vale la pena detenerse un momento. Se trata, en el fondo, de un simple procedimiento de comparación por parejas. Si imaginamos que el corpus de la lengua que estamos estudiando está compuesto solamente por dos palabras, como vencer e invencible, y si las comparamos en busca del material fonológico que tienen en común, tendremos buenas razones para suponer que los morfemas que las componen son los siguientes (en el recuadro aparecen los elementos comunes):

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5

Primera comparación:

CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS venc er in venc ible

venc-, in-, -ible, -er

Si añadimos una sola palabra a este corpus, la lista de los supuestos morfemas

puede modificarse, y podemos incluso descubrir que algunos elementos que habían sido considerados como morfemas ya delimitados, tienen que ser descompuestos una vez más (o analizados de nuevo). Así, de incluir en el corpus la palabra invencibles, obtendremos la siguiente situación (en cursiva los morfemas nuevos y en negrita los que, aparecidos ya, se han segmentado otra vez):

Segunda comparación:

CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS venc er in venc ibl e in venc ibl es

venc-, in-, -ibl-, -er, -e, -es

Si continuamos añadiendo palabras al corpus, la lista de los morfemas crecerá

aún más, dando lugar, incluso, a posteriores análisis. Insertando, por ejemplo, imprevisible, tendremos la situación siguiente:

Tercera comparación:

CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS venc er in venc ibl e in venc ibl es imprevis ibl e

venc-, in-, imprevis-, -ibl-, -er, -e, -es

Solamente mediante la introducción de previsible, tendremos la posibilidad de

hacer un segundo análisis (imprevis- en im-, y previs-), como vemos a continuación en el esquema:

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

6

Cuarta comparación:

CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS

venc er in venc ibl e in venc ibl es im previs ibl e

venc-, in-, im-, previs-, -ibl-, -er, -e, -es

Y así sucesivamente. Llegados a este punto, es evidente que obtener un análisis

morfémico completo de una lengua es una empresa más ideal que real. En efecto, para conseguirlo sería necesario comparar por parejas todas las palabras que componen la lengua e identificar una gran cantidad de morfemas. Pero las dificultades que se interponen a la descomposición completa de una lengua no se deben tanto a la imposibilidad material del análisis, como a una serie de complicaciones concernientes a aspectos más profundos de los elementos analizados. Consideremos algunas de estas dificultades.

3.3 Dificultades de la segmentación Ante todo, los elementos que, por definición, integran todo morfema, significante

y significado, no son identificables del mismo modo: en tanto que el significante generalmente puede ser identificado con suficiente claridad, el significado, en cambio, opone bastante obstáculos a su identificación. Sólo supuestamente podemos atribuir un significado a cada uno de los elementos identificados en los dos breves análisis que hemos realizado antes: en español, in- significará «negación», -ible significará «que puede ‘ser + participio pasado de un verbo x’», etc. Pero no en todos los casos se consigue determinar fácilmente el significado de las unidades, ni siquiera de manera aproximada. Por desgracia, son muchas las ocasiones en que el morfema se puede identificar con total seguridad en el plano del significante, pero no en el del significado. Imaginemos un corpus como el siguiente, que da lugar a la lista de morfemas indicada al lado:

CORPUS LISTA DE LOS MORFEMAS SUPUESTOS asistencia

asistir consistencia

consistir desistir

insistencia insistir

resistencia resistir a-, de-, in-, con-, re-, -sist-, -er, -encia

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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El morfema -sist-, que se extrae sin ninguna dificultad del análisis, tiene un significado que no se puede describir. Solamente con la ayuda de la etimología conseguimos saber que, en latín (del que todas las palabras indicadas derivan), -sist- significaba más o menos «estar». Pero es fácil comprobar que en español esta descripción del significado no se puede ya aplicar. Como vemos, en estos casos la expresión es perfectamente segmentable; sin embargo, el contenido no se puede definir bien. Dicho de otro modo, las palabras no siempre están rigurosamente determinadas por lo que a la segmentación se refiere. La palabra española mejor, a la que se le atribuye intuitivamente el significado de «más bueno», puede ilustrar este hecho. Si en el análisis de bueno es fácil establecer la correspondencia siguiente entre forma y significado:

EXPRESIÓN SIGNIFICADO

buen- «bueno» -o «masculino singular»

en el análisis de mejor el resultado no queda determinado de la misma manera:

EXPRESIÓN SIGNIFICADO mejor «más bueno»

En este caso, no se puede localizar una parte del significante de mejor a la que se le pueda atribuir el significado «más», y otra a la que se le pueda atribuir el significado «bueno». No podemos, por ejemplo, sostener que mej- signifique «bueno» y -or «más». El análisis no nos permite establecer una correspondencia biunívoca entre significados y formas, sino que se detiene frente a una condensación de significados bajo la misma unidad formal.

3.4 Superposición y no superposición de los morfemas gramaticales y léxicos Hay que destacar, en relación con lo que venimos tratando, otro aspecto

importante: en algunas lenguas los morfemas no van necesariamente seguidos en la misma cadena sintagmática. En todos los ejemplos citados hasta ahora se pueden distinguir intuitivamente dos clases de morfemas: los que expresan un significado ‘pleno’ o léxico, denominados normalmente morfemas léxicos o lexemas (buen-, cortés-, -able; höf-, etc.), y los que expresan un significado ‘gramatical’, generalmente llamados morfemas gramaticales (español -a, -o, in-, etc.; inglés un-, etc.). Que entre las dos clases existe una diferencia profunda se deduce del hecho de que la primera constituye una clase abierta (es decir, que se puede ampliar ilimitadamente) y la segunda, en cambio, una clase cerrada. En las lenguas europeas modernas los morfemas gramaticales y los léxicos generalmente no se superponen en el eje sintagmático: simpáticos, por ejemplo, se descompone en simpátic-, morfema léxico, y en –o- y –s, morfemas gramaticales; el morfema léxico antecede a los gramaticales y no hay superposición entre ellos:

MORFEMA LÉXICO + MORFEMA GRAMATICAL 1 2

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8

Las lenguas semíticas (como el árabe y el hebreo), sin embargo, son un ejemplo muy claro del caso opuesto, en el que los morfemas de estas dos clases se combinan no sucesivamente sino ‘mezclándose’ unos con otros. En árabe, por ejemplo, el morfema léxico que significa «preguntar» está constituido por tres consonantes: ţ-1-b, las cuales, en esta forma concreta, no constituyen una palabra verdadera. Para convertirse en una palabra completamente actualizada, estas consonantes tienen que completarse con material vocálico (o, en algunos casos, también consonántico) que se inserta delante, en medio o después de las consonantes, y que constituye el morfema gramatical (una especie de ‘peine’ morfémico). La situación descrita se puede repre-sentar con el esquema siguiente (en el que V = Vocal):

En este caso, si queremos obtener la palabra que significa «el que pregunta», tenemos que insertar en el ‘peine’ morfémico otro peine, el morfema gramatical -a2–i4- «el que (hace algo)»; las cifras que aparecen debajo indican que -a- tiene que situarse en la posición 2 e -i- en la posición 4). El resultado de esta operación es el siguiente:

Todos los ejemplos que hemos venido discutiendo hasta aquí ilustran las

condiciones, anteriormente consideradas, de descomponibilidad y de estrecha combinabilidad: el morfema no concatenante árabe ţ-1-b, por ejemplo, puede ser extraído de una serie de palabras (ţálib, ţalaba, etc.) y no puede aparecer solo, sino siempre combinado con algo.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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4. MORFEMAS, MORFOS Y ALOMORFOS En las lenguas hay numerosas palabras que, aun expresando un significado

complejo, no se prestan a ningún tipo de segmentación. La palabra española es, por ejemplo, corresponde a la «tercera persona singular del presente de indicativo de ser», pero no se puede atribuir ninguna de estas especificaciones de significado a alguna parte de es. Casos de este tipo, que son muy numerosos, hacen aconsejable volver a tratar la noción de morfema: no habrá que seguir considerándolo como una entidad lineal resultante de la última segmentación de una palabra2, sino como algo más abstracto.

Para explicar este punto, es conveniente representar la relación entre es y ser con los términos de una proporción, estableciendo una igualdad entre estos términos y los constituidos por la relación entre dos palabras más claramente emparentadas desde el punto de vista morfológico, como, por ejemplo, levantar y levanta (tercera persona singular del presente de indicativo). Tenemos entonces, el siguiente esquema:

levantar : levanta = ser : es «levantar» «levantar» «ser» «ser» «inf.» «3ª pers.» «inf.» «3ª pers.» «sing.» «sing.» «pres.» «pres.» «ind.» «ind.»

Algunos lingüistas representan estas relaciones intuitivas mediante una ecuación como la siguiente:

ax : bx = ay : by

Es decir, toda palabra (aunque no se pueda segmentar en morfemas) se descompone en dos factores, indicados respectivamente por una de las primeras y una de las últimas letras del alfabeto; x e y representan el morfema léxico de las respectivas palabras (x = {levantar}, y = {ser}), mientras a y b representan los morfemas gramaticales correspondientes (a = {INFINITIVO}, b = {PRESENTE DE INDICATIVO + 3ª PERSONA + SINGULAR + INDICATIVO}). De esta manera, la igualdad de relaciones entre las dos parejas de palabras resulta evidente: levanta y es, a pesar de la diferencia de capacidad de análisis, ‘contienen’ los mismos morfemas. Comprobamos, así, que los morfemas pueden no ser distinguibles en el eje de la linealidad, y que se identifican sólo mediante una descomposición en factores.

Podemos decir, por tanto, más concretamente que una palabra no se descompone en morfemas, porque los morfemas no son siempre elementos posicionales sino facto-riales de las palabras. Es, pues, necesario introducir otra noción: las palabras, consideradas en su secuencia fonológica, se descomponen en entidades lineales que se llaman morfos. La palabra es, por consiguiente, está constituida, desde este punto de vista, por un solo morfo que, manifestado fonológicamente por /es/, en realidad

2 Hasta aquí lo hemos considerado así, como una primera aproximación y por razones de exposición.

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representa a varios morfemas: {ser} + {PRESENTE} + {TERCERA PERSONA} + {SINGULAR} + {INDICATIVO}, según el esquema que sigue:

MORFEMA 1 MORFEMA 2 MORFEMA 3 MORFEMA 4 MORFEMA 5

{ser} {PRESENTE} {3ª PERSONA} {SINGULAR} {INDICATIVO}

MORFO /es/

Por otro lado, un mismo morfema –entendido ya como elemento factorial de las

palabras- puede no estar siempre representado por el mismo morfo, sino por morfos distintos en entornos sintagmáticos diferentes. Por ejemplo, el conjunto de morfemas {PLURAL} + {MASCULINO}, relativo a nombres, que en italiano se representa en la mayoría de los casos con el morfo /i/ (-i: cani «perros», poeti «poetas», tavoli «me-sas», etc.), se manifiesta con el morfo /-ini/ solamente en el entorno uom- (uom-ini «hombres»). Aunque -ini aparezca exclusivamente en combinación con uom-, e -i tenga fuerte índice de aparición, hay que reconocer que el conjunto de morfemas {PLURAL + MASCULINO} se manifiesta en italiano en, al menos, dos formas distintas. Los distintos morfos que representan un mismo morfema se llaman alomorfos de ese morfema. Podemos decir entonces que los morfemas {PLURAL + MASCULINO} tienen en italiano dos alomorfos distintos: -i e -ini. De la misma manera, el plural de los nombres turcos se expresa en dos morfos diferentes, respectivamente -lar y -ler, que se seleccionan según sea la vocal final del morfo de la raíz: ev-ler {casa} + {PLURAL}, pero adam-lar {hombre} + {PLURAL}.

Establezcamos, por consiguiente, la convención terminológica según la cual las palabras pueden tener un conjunto morfémico, esto es, contener un conjunto de morfemas a los que corresponden uno o más morfos. La distinción entre morfemas (entidades abstractas, elementos factoriales de las palabras, representados fonológicamente por morfos) y morfos (entidades fonológicas que manifiestan morfemas o conjuntos de morfemas) resuelve en gran parte las dificultades de análisis que hemos subrayado, y que son concretamente:

a) el hecho de que una palabra, desde el punto de vista de su linealidad, no

pueda descomponerse de ninguna manera en segmentos aunque, al insertarla en una proporción, resulte claramente constituida por varios factores;

b) el hecho de que dos palabras, que tienen entre sí una evidente relación en cuanto a su significado (como ser respecto de es), puedan no tener ninguna (o casi ninguna) semejanza fonológica (este último fenómeno se presenta también en la relación entre bueno, mejor y óptimo, relacionados desde el punto de vista del significado, pero completamente carentes de relaciones fonológicas).

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5. RADICALES Y AFIJOS Es conveniente ahora introducir algunas clasificaciones elementales de los

morfemas, y lo haremos, por un lado, según su libertad de combinación, y, por otro, según su propia naturaleza.

a) Desde el punto de vista de su combinabilidad, los morfemas se clasifican en

libres y ligados. Un morfema libre puede aparecer en forma absoluta, esto es, carente de cualquier otra atadura, y por tanto constituir por sí solo una palabra. Un morfema ligado, en cambio, puede aparecer solamente en combinación con al menos otro morfema, ya sea libre o ligado. En español ayer, por o pero son ejemplos típicos de morfos que corresponden a morfemas libres: todos ellos pueden aparecer sin tenerse que combinar estrictamente con nada y, por tanto, cada uno constituye una palabra distinta. El morfo italiano –ini, el inglés -s o el español –s corresponden, en cambio, a morfemas ligados, pues pueden aparecer solamente si se combinan estrechamente con otros morfos: el primero en uom-ini «hombres», el segundo en dog-s «perros» y el tercero en torre- s, etc.

c) Desde el punto de vista de su naturaleza, los morfemas tradicionalmente se

clasifican en radicales (o raíces) y afijos. Así, en el griego dotor «donante», do- es el morfo raíz, es decir, el morfo que expresa el morfema léxico «dar»; -tor es un morfo afijal que se sitúa a la derecha del morfo radical y manifiesta la idea de «agente». Ambos son morfos ligados, de manera que no pueden aparecer separadamente. En la forma del genitivo, dótoros, a los dos morfos ya mencionados se añade un tercero, -os, que expresa el conjunto de morfemas {GENITIVO + SINGULAR + MASCULINO / FEMENINO / NEUTRO}. Tanto -tor como -os son morfos afijales, pues se unen estrechamente a un morfo radical sin ser a su vez morfos radicales.

Los elementos radicales aportan contenido léxico de carácter específico, pertenecen a una categoría léxica (sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio) y constituyen la base conceptual a la que remiten los otros elementos de la palabra. Los afijos tienen carácter dependiente o relacional, pues se interpretan en relación al radical o a la base a la que se añaden. Los afijos se caracterizan por un significado menos específico o más abstracto que puede tener carácter léxico-derivativo (suave-mente, trans-port-e, co-hered-er-o) o flexivo-gramatical (toc-aba-n, co-hered-er-o, niñ-a-s, etc.). La dependencia conceptual de los afijos se suele traducir en dependencia fonológica, pues son casi siempre morfemas ligados. Los radicales pueden ser libres o ligados. Los afijos, por otro lado, pueden aparecer en distintas posiciones respecto de la raíz: los que están a la izquierda de ella se llaman prefijos (re-hac-er); los que la interrumpen para insertarse de algún modo en ella se llaman infijos (lej-it-os); los que están a la derecha son los sufijos (como en el ejemplo griego de arriba), y los que de modo discontinuo rodean al morfema radical, circunfijos (en-vej-ec-er).

Existe una clara disparidad en lo que concierne al empleo de técnicas de afijación en las lenguas. Algunas usan tanto prefijos como infíjos y sufijos; otras, en cambio, manifiestan una fuerte preferencia por algunas de estas técnicas y no por otras. El español representa el caso de una lengua que se vale de todos los tipos de afijos, aunque da prioridad a prefijos y sufijos. En sobrealimentación hay un morfo radical aliment-, a la que se une a la izquierda el morfo sobre- (que aparece también corno morfo libre: sobre) y a la derecha el morfo sufijal -ación.

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La estructura lineal de una palabra se puede representar mediante un diagrama

arbóreo. Así, para vendedor tenemos (Af: afijo; S: sustantivo; Adj.: adjetivo, etc.): S V Af vender -or El diagrama arbóreo representa en sus detalles la organización interna de la linealidad de la palabra. Cuando estos detalles no son necesarios, suele usarse una representación más simple en la que sólo se expresan los límites de los morfos: a-moral; re-mov-er; lej-ísim-os, etc.

Conviene distinguir la noción de radical (o raíz) de la de base. Una base está constituida por la forma a la que se añade un afijo. En libros el elemento afijal –s se añade a la raíz libro. En este caso la raíz y la base son la misma forma. Pero en antimilitarista tenemos, primero, la raíz (y base) militar, a la que se añade el afijo -ista para producir el adjetivo militarista; después, la base militarista (en este caso no es una raíz simple, sino una raíz compleja resultante de añadir a una simple un morfo derivativo) recibe el afijo anti para formar el adjetivo que comentamos (este adjetivo podría constituir la base para nuevas creaciones mediante afijación: proanti-militarista). En diagrama arbóreo:

Adj. Adj. base para antimilitarista Af Adj. Af. raíz y base para militarista anti- militar -ista Si consideramos detenidamente la estructura de ciertas palabras, como antimilita-

rizacionistas, renacimiento, utilizaban o encolerizadas, observaremos varios aspec-tos relevantes. Por un lado, podemos reconocer que la posibilidad de obtener unas palabras a partir de otras mediante la aplicación de morfemas derivativos es recursiva. La derivación se aplica a sus propios productos en la elaboración de estructuras cada vez más complejas:

Militar > militarizar > militarización > antimilitarización > antimilitarizacionista nacer > nacimiento > renacimiento cólera > encolerizar > encolerizada útil > utilizar

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Por otro lado, debemos señalar una diferencia importante en el comportamiento

de unos morfemas derivativos frente a otros. Así, –miento, -izar (y la variante en- … -izar), -ción, -ista, o -ad- imponen, al combinarse con una raíz o base, una determinada categoría al resultado de esa combinación: -izar crea un verbo a partir de un sustantivo; -miento y -ción derivan un sustantivo de un verbo; -ista deriva un sustantivo de otro sustantivo; -ad- deriva un adjetivo participial de un verbo. Sin embargo, re- y anti- (al igual que otros como a-, des-, pre-, re-, super- trans-, -it-, etc.) no ejercen esa imposición al resultado de la combinación, pues la categoría a la que ésta se asigna sigue siendo la de la raíz o base. Por ejemplo, re- se combina con bases como hacer o nacimiento, verbo y sustantivo respectivamente, y las combinaciones derivadas, rehacer y renacimiento, mantienen la categoría de tales bases.

Por último, si tenemos en cuenta los morfemas flexivos de tiempo, modo, número persona y género (utiliza-ba-n, encolerizad-a-s), comprobaremos que nunca se insertan más que al final de la estructura, después de la aplicación de todos los morfemas derivativos. Además, a diferencia de la derivación, no se aplican recursivamente:

[(…(((M. raíz) M. deriv.) M. deriv.)…) M.flex.]

6. PROCESOS MORFOLÓGICOS Con el término procesos morfológicos indicamos los tipos de modificaciones que

las palabras pueden sufrir, desde el punto de vista de su linealidad, cuando son sometidas a derivación y flexión. A primera vista las lenguas presentan una amplia gama de estos procedimientos, pero en general pueden reducirse a algunas categorías fundamentales. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que el comportamiento de las lenguas es normalmente muy complejo y elaborado, y que una misma lengua puede usar muchas técnicas diferentes.

6.1 Adición y reduplicación Los procesos de adición consisten en añadir material morfológico al de la raíz.

Un ejemplo de este tipo es la flexión del nombre inglés: flies /'flaiz/ muestra la añadidura de una /z/ a /'flai/ (fly «mosca»), sin alterar por lo demás la raíz; ángeles /'anxεles/, en español, le añade /es/ al singular /'anxεl/; el francés blanche /blã∫/ le añade una /∫/ al masculino blanc /blã/ «blanco»; etc. Los procesos de adición están muy difundidos y se diferencian en varias formas secundarias.

Un proceso típico de adición es la reduplicación (o geminación), es decir, la repetición completa o parcial de la unidad que hay que modificar. En su manifestación más simple, dicho proceso se presenta simplemente como una copia de la palabra. En muchas lenguas se procura, de esa manera, intensificar con fines expresivos el significado de la palabra en cuestión: así, en italiano passeggiavo calmo calmo «paseaba despacio despacio», parliamo piano piano «hablamos bajo bajo», sono nato a Roma Roma «nací concretamente en Roma», ne sei sicuro sicuro? «¿estás completamente seguro de ello?», etc.; o en latín stulte stulte (Plauto). En swahili (y en general en las lenguas bantúes) la reduplicación por copia o casi copia

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tiene un papel de gran importancia en distintos ámbitos y en diferentes tipos de unidades lingüísticas. Entre las funciones expresadas con formas reduplicadas están la intensificación (vipande «se rompió», vipande vipande «se rompió en mil pedazos»), la distribución (mitatu mitatu «de tres en tres»), la pequeña dimensión, el énfasis (especialmente en los pronombres personales), la acción compuesta de actos repetidos, etc.

Desde el punto de vista específicamente morfológico, la reduplicación puede afectar tanto a la parte inicial como a una central o final de una palabra. Además, la reduplicación actúa tanto en el campo de la derivación como en el de la flexión, y siempre con una función gramatical precisa (por ejemplo, para expresar repetición, aumento, continuidad, duración, etc.).

Una manifestación enormemente productiva de reduplicación la encontramos en turco en los llamados ‘dobletes en m-’. En estos casos, una palabra va seguida de una copia suya en la que, sin embargo, una m- sustituye a la consonante inicial o precede a la vocal inicial. El significado de estos dobletes es, generalmente, «cosa parecida, etc.»: dergi mergi okumuyor «no lee periódicos [= dergi] ni nada parecido [mergi = m- + -ergi]», kitap mitap «libros [kitab] y cosas de ésas [mitap]», etc. Otra función típica de la reduplicación consiste en expresar atenuación o disminución: en tagalo (hablado en Filipinas), por ejemplo, mahiya «vergonzoso» y mahiyahiya (con redupli-cación parcial al final) «ser un poco vergonzoso».

La reduplicación de la primera sílaba es, sin embargo, característica de las lenguas indoeuropeas, concretamente en griego. En griego clásico (pero no en el moderno), el perfecto se forma anteponiendo a la raíz una sílaba compuesta por la consonante inicial de la misma raíz y la vocal e: leipō «dejo» > le-loipa «he dejado», lyō «desato» > le-1yka «he desatado» (según la fórmula C1e + C1,...). Mientras en griego este proceso es sistemático, en latín existe un equivalente marginal, en cuanto que afecta solamente al perfecto de algunos verbos: curro «corro» > cu-curri «he corrido», tango «toco» > te-tigi «he tocado», etc.

El turco ofrece un procedimiento reduplicativo similar para intensificar el significado de los adjetivos y, en menor medida, de los adverbios: del adjetivo açik «abierto» se deriva apaçik «manifiesto»; de bosh «vacío» se deriva bombosh «comple-tamente vacío»; de tamam «completo» tenemos tastamam «absolutamente com-pleto».3

6.2 Alternancia Los procesos de alternancia vocálica o consonántica no añaden ni quitan nada a

la cadena de partida, sino que comportan determinadas modificaciones sobre una parte del material vocálico o consonántico del que está compuesta. El inglés y el alemán ofrecen muchos ejemplos de este fenómeno en la conjugación de sus verbos fuertes: sing, sang, sung «canto, canté, cantado» se diferencian entre sí porque en el entorno consonántico s ___ ng se inserta una vocal distinta en cada caso. En un verbo fuerte alemán como singen «cantar», el pretérito se forma con la modificación de la primera vocal: /i/ → /a/; la segunda persona singular es, por tanto, (du) sang-st «(tú) cantaste», y en participio pasado modifica esa /i/ en /u/: ge-sung-en «cantado».

3 Señalemos de pasada que el prefijo con el que se intensifica el adjetivo turco está compuesto por a) la repetición de los dos primeros fonemas del adjetivo (TAmam → TAStamam), y b) la intrusión de una consonante, elegida entre p, m, r y s.

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También el griego clásico posee una rica fenomenología de este tipo: la raíz del presente treph- «alimentar» alterna con la del perfecto troph-. En español, la alternancia vocálica actúa en la flexión de algunos verbos: vuelo, pero volamos; ruego, pero roga-mos, con una alternancia sistemática /we/∼/o/. El latín usaba la alternancia vocálica en algunas derivaciones: facio «hacer», pero inter-ficio «matar», de-ficio «faltar» (alter-nancia /a/∼/i/); también el italiano tiene algunos ejemplos de este tipo: buono «bueno» pero bontá «bondad» (/wo/∼/o/), suono «sonido» pero sonoro «sonoro», etc.

Podemos también encontrar simultáneamente una alternancia vocálica y otra con-sonántica, como en el inglés (I) live ['liv] «vivo», frente a life ['laif] «vida»: /i/∼/ai/ junto a /v/∼/f/. O bien, puede haber una simple alternancia consonántica: en griego, thrik-s «cabello» transfiere la aspiración de la primera consonante /th/ a la que precede inmediatamente a la terminación: trikhòs «del cabello». En turco, lengua extremada-mente rica en fenómenos de alternancia consonántica, la /k/ final posvocálica, en los nombres de más de una sílaba, se convierte en /g/ si va seguida de una vocal: renk «color» da en el acusativo rengi /rengi/.

Un caso extremo de alternancia está representado por la denominada supleción, que aparece cuando (históricamente, a causa de la pérdida de la forma apropiada) a un morfo va ligado, en la flexión, otro morfo que no tiene nada que ver con el primero desde el punto de vista fonológico. Un ejemplo italiano usual es essere, que tiene como participio pasado stato (de stare), o bien el español ir, que tiene como formas supletivas voy, vas, etc. La supleción tiene la característica especial de hacer absoluta-mente imposible la previsión de una forma a partir de otras.

6.3 Modulación Se trata de la modificación de elementos suprasegmentales (como por ejemplo el

acento y el tono) sobre la misma base segmental. Entre los ejemplos más accesibles, bastará recordar el cambio de acento que distingue en español término, termino y terminó; en italiano cápito «llego», capito «entendido» y capitò «ocurrió», o también cápitano «ocurren», capitáno «capitán» y capitanò «capitaneó»; en inglés export «exportación» y export «exportar».

6.4 Sandhi Todos los procesos que hemos visto hasta aquí se pueden complicar con la

intervención de otro proceso, que se llama (con un nombre indio que significa «fusión», «conexión») sandhi, y que produce una erosión (más o menos marcada) de los límites entre los morfos. Es un sandhi el fenómeno por el que, si se encuentran los dos morfos griegos aig - «cabra» y -s {NOMINATIVO + SINGULAR}, el primero cambia su consonante final, que es originariamente sonora (/g/), por la sorda correspondiente /k/, dando como resultado aik-s. Es un sandhi también el fenómeno que en francés hace que, en determinadas condiciones, la /s/ final de palabra, que normalmente no se pronuncia, se pronuncie en una variante sonora /z/ cuando la palabra siguiente comienza por vocal: les bonnes /lε bon:/ «las asistentas», pero les amis /lezami/ «los amigos». Tradicionalmente, el primer fenómeno, que tiene lugar en el entorno de una misma palabra, se llama sandhi interno, y el segundo, que se crea en el límite entre una palabra y otra, sandhi externo. Las lenguas son más o menos ricas en fenómenos de sandhi.

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6.5 Composición La composición es un proceso morfológico muy común: consiste en crear una

palabra a partir de la combinación de unidades léxicas (sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios): bocacalle, rojiblanco, aguardiente, etc.; en inglés: greenhouse «inverna-dero», blackboard «encerado», airplane «aeroplano», etc; en alemán: Gasthof (Gast «invitado», Hof «lugar de acogida») «hotel»; Wortbedeutungslehre (Wort «palabra», Bedeutung «significado», Lehre «teoría») «semántica», etc. Como en otros casos, la ortografía no es coherente en la representación de las palabras compuestas. Podemos encontrar, junto a bocacalle, greenhouse (elementos escritos sin separación), pura sangre, sangre azul, camión cisterna, fuera borda, wet suit «traje de buzo», bath tub «bañera», etc. (elementos escritos con separación).

Un tipo especial de composición lo constituye la incorporación, que consiste en la combinación de una palabra (frecuentemente, pero no siempre, de un nombre) con un verbo para formar un compuesto verbal. En chukchi (lengua del noreste de Siberia) tenemos:

sin incorporación con incorporación

Te pelarken qora?e yo dejo reno «Dejo el reno»

Te-qora-pelarken yo-reno-dejar «Estoy en el proceso de dejar el reno»

7. MATRICES MORFOLÓGICAS Y MATRICES SEMÁNTICAS

7.1 De la forma al significado Hasta ahora hemos considerado los mecanismos morfológicos solamente desde el

punto de vista de la linealidad de las palabras, es decir, de los morfos de éstas. Sin embargo, dado que la morfología procede aislando morfemas, que son unidades dotadas de expresión y contenido, también habrá que analizar cuáles son las relaciones que, asociados a tales mecanismos, se mantienen entre ambos planos.

Supongamos que tenemos la raíz levant- «levantar». Uniendo a ella el sufijo -amiento obtenemos levantamiento, que conserva el significado general de la raíz, pero que al mismo tiempo lo elabora. Levantamiento, en efecto, significa aproximada-mente «acto de + levantar», una fórmula intuitiva que podemos redefinir también así: «ACTO DE (levantar)». En otras palabras, -amiento, unido a una raíz verbal, le añade normalmente el significado de «ACTO DE», o, mejor dicho, inserta el significado de esa raíz en una estructura que podemos describir como «ACTO DE ( ___ )», en la que el hueco en blanco es ocupado por el significado de la raíz en cuestión. Podemos expresar toda esta situación con la notación siguiente:

a) levant- + -amiento = levantamiento b) «levantar» + «ACTO DE ( ___ )» = «ACTO DE (levantar)»

Llamamos a la notación a) matriz morfológica de la palabra examinada, y a la

notación b) matriz semántica de ésta. La primera describe los procesos puramente formales; la segunda, el correlato de tales procesos en el plano del significado. Por tanto, la estructura de una palabra y los procesos morfológicos que la conforman

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están descritos no sólo por la matriz morfológica, sino también por su matriz semántica de tal palabra.

El análisis en matrices semánticas pone en evidencia un aspecto característico del comportamiento lingüístico, que consiste en explicar (ayudándose con paráfrasis u otras técnicas) el significado de las palabras. A quien nos pregunte “¿qué quiere decir ‘levantamiento’?”, podemos responderle (entre otras cosas) “es cuando se levanta algo” (como hacen los niños), o bien (como hacen comúnmente las definiciones de los diccionarios) “es el acto de levantar” u otras respuestas por el estilo. Eso quiere decir que el hablante almacena el léxico de su lengua asociando a cada voz una descripción de su significado, que puede ponerse en forma de matriz semántica, y a la que se puede recurrir cuando se desee.

7.2 Previsibilidad e imprevisibilidad Aunque sea posible (al menos teóricamente) describir las matrices semánticas de

todas las palabras de una lengua, lo cierto es que la relación entre la matriz morfo-lógica y la semántica no se muestra transparente en bastantes ocasiones, pues no siem-pre se registra una perfecta correspondencia entre ellas. Así, por un lado, dada una matriz morfológica aceptable en una lengua, no se puede decir que exista una única matriz semántica que le corresponda; y, por otro, igualmente, dada una matriz semántica, no se puede decir que exista una matriz morfológica correspondiente. Si llamamos imprevisibilidad a esta propiedad, podemos decir que las lenguas son morfológicamente imprevisibles. La imprevisibilidad morfológica se presenta bajo dos formas estrictamente relacionadas:

a) Imprevisibilidad morfológica horizontal, que se puede verificar en la rela-

ción entre una forma y otra: la tenemos en los casos en los que, aun no existiendo supleción en sentido propio, es imposible generar una forma a partir de otra. En griego, por ejemplo, nada permite establecer relaciones morfológicas entre paskho «sufro», peísomai «sufriré», épathon «sufrí» y pépontha «he sufrido», aunque históricamente existe una relación entre una forma y otra. En español, nada nos hace prever que exista una relación entre calor y térmico, o entre viento y eólico, aunque estén emparentadas desde el punto de vista del significado.

b) Imprevisibilidad vertical, referida a la relación existente entre la matriz

morfológica y la semántica. Pueden darse dos casos: a) a una matriz morfológica puede que no corresponda una única matriz semántica, sino más de una; en español, por ejemplo, no se puede prever que todas las palabras obtenidas de una raíz verbal y de un sufijo como -amiento (/RAÍZ VERBAL + -amiento/) tengan una matriz semántica del tipo «ACTO DE (___)», como ocurre en levantamiento. Baste pensar en regimiento, pensamiento, etc. b) Tampoco se puede afirmar que todas las matrices semánticas tienen su correlato morfológico: por ejemplo, la matriz «ACTO DE (llevar)» no posee una forma que la exprese del tipo *llevamiento, *llevación, etc.

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7.3 Restricciones en las combinaciones de morfos El juego de las combinaciones morfológicas opera sobre la base de un complejo

sistema de restricciones. En efecto, para que se pueda añadir un determinado morfo, el elemento de partida de la modificación morfológica tiene que respetar algunas condiciones particulares. Un caso muy estudiado es el siguiente: en inglés, el sufijo -ity se combina solamente con radicales que sean a) adjetivales y b) de origen latino. Por lo tanto, podemos tener prosper-ity «prosperidad», en cuanto que prosper- es una base adjetival de procedencia latina, pero no podemos tener *soft-ity de soft «suave», que es, sin embargo, una palabra anglosajona. Al contrario, el sufijo nominal -ness se une a bases de todo tipo (latinas: arbitrariness «arbitrariedad», o inglesas: fuzzi-ness «opacidad»), mientras –hood se une solamente a bases estrictamente inglesas, o a bases de origen latino con la condición de que se hayan, más o menos, adaptado al inglés (priest-hood «sacerdocio» de priest < lat. prevostus).

7.4 Lagunas En el sistema morfológico de una lengua se puedan encontrar lagunas

morfológicas, a saber, palabras teóricamente posibles (porque respetan todas las restricciones combinatorias típicas de esa lengua), pero de hecho inexistentes En español, por ejemplo, *aislación y *determinamiento son teóricamente posibles, pero no existen; la matriz semántica «EL QUE (ir)» no tiene una matriz morfológica que la exprese (no son posibles palabras como *idor o *yente), mientras en inglés se expresa con goer (go «ir» + -er), de donde se forman palabras compuestas como movie-goer «persona que va (a menudo) al cine» o theater-goer «persona que va (a menudo) al teatro».

La asimetría de las lenguas desde este punto de vista (que se manifiesta en el hecho de que existen diferencias profundas entre ellas en lo que se refiere a las corres-pondencias entre matriz semántica y matriz morfológica) es una de las circunstancias que producen más dificultades en el ámbito de la traducción. Se dan, incluso, moda-lidades distintas que las lenguas utilizan para remediar la escasez de recursos morfo-lógicos. El italiano dispone del llamado infinitivo sustantivado, que le permite suplir la falta de nomina actionis aptos para expresar determinadas matrices semánticas: (il) torreggiare «sobresalir» ocupa el lugar del inexistente (pero no imposible) *torreggia-mento, (il) bere «beber» ocupa el puesto del inexistente *bevimento, etc. Un meca-nismo parecido es muy frecuente en español, donde el empleo de esta forma (infinitivo nominal) es todavía más flexible: los dares y tomares, los andares, etc. El inglés, en cambio, suple la matriz «HECHO DE ( ___ )» o «ACTO DE ( ___ )» con la muy fre-cuente matriz morfológica /Verbo + -ing/, que tiene auténtico comportamiento nomi-nal: (the) showing «(el) mostrar», (the) counting «(el) contar», etc. Estas formas tienen total vitalidad sintáctica: after my showing you my books... lit. «después de mi mostrar (a) ti mis libros ... ».

8. LA PALABRA

8.1 Dificultad para definirla En los apartados anteriores hemos usado el término palabra en sentido intuitivo,

dando por descontado que designa algo concreto. En realidad, las cosas son de otra

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manera. La noción de ‘palabra’ es difícil de definir, y está muy ligada a la lengua con-creta a la que nos estemos refiriendo, de tal manera que, aunque la Lingüística moder-na se ha venido esforzando muchísimo en hacer que sea rigurosa, no se puede decir, ni siquiera hoy día, que la discusión esté verdaderamente zanjada, y muchos lingüistas siguen considerando que la noción en sí es prácticamente inútil. Para presentar el pro-blema en sus verdaderos términos, convendrá citar algunos hechos que muestran hasta qué punto resulta vaga la categoría de palabra.

La cultura occidental, indudablemente influida por su práctica de la escritura, acostumbra a emplear una noción puramente ‘gráfica’ de palabra, esto es, a considerar como una ‘palabra’ aquella parte de escritura que está entre dos espacios en blanco. Sin embargo, intuimos inmediatamente que desde un punto de vista más riguroso, esta concepción no es suficiente. Ante todo, en algunas lenguas antiguas la grafía misma no registraba las palabras como entidades separadas, ya que la cadena sintagmática se escribía sin ningún intervalo. Ello ocurría, por ejemplo, en latín, donde la escritura de las palabras separadas es relativamente tardía y no siempre fija.

Pero existen también otros problemas de difícil solución. Por ejemplo, las locu-ciones italianas per lo più «comúnmente» y per lo meno «por lo menos» se escriben en tres ‘palabras’ gráficas. Es más, se acepta que las locuciones indicadas se escriban sin espacio alguno entre sus componentes: perlopiù y perlomeno. Por otra parte, existen en diversas lenguas numerosas palabras gráficas que pueden aparecer solamente en algunos contextos determinados: las expresiones for the sake of «por amor de» u on behalf of «en nombre de» en inglés contienen respectivamente las ‘palabras’ sake y behalf, que sólo pueden aparecer en estos contextos; de la misma manera que la locución española por mor de contiene la ‘palabra’ mor, que aparece exclusivamente (al menos en el español actual) en ese contexto, o la locución italiana a repentaglio «en peligro, en riesgo», que contiene repentaglio, una ‘palabra’ que se encuentra solamente en ese contexto. Las ‘palabras’ que se ven obligadas a aparecer exclusivamente en un determinado entorno sintagmático y que no se pueden usar en otros no se deberían denominar, ni siquiera genéricamente, palabras.

Hay otros casos que muestran también la indeterminación de la categoría ‘pala-bra’. Existen construcciones formadas por más de una ‘palabra’ que sin embargo operan sintácticamente casi como una sola palabra. En español, por ejemplo, poner en marcha, darse cuenta, pasarse de listo, y otras de este tipo, son construcciones compuestas por palabras que pueden usarse también en otros entornos sintagmáticos, pero que, cuando aparecen en esos contextos específicos, se comportan como una unidad indisoluble. El mismo fenómeno lo encontramos en otras lenguas: así el inglés put in action «poner en acción», put to an end (to) «poner fin (a)», el francés mettre sur pied «plantear, iniciar», mettre en oeuvre «poner en práctica», etc. En todos estos casos estamos ante ‘palabras’ constituidas de varias palabras, que podemos llamar palabras complejas. Algunas de estas palabras complejas están, por así decirlo, ‘legitimadas’ en el plano gráfico, esto es, escritas sin intervalos, aun reconociendo a una de ellas la libertad de poder tener flexión: la fusión gráfica la encontramos por ejemplo en el inglés altogether «completamente», de all + together; la fusión con libertad flexiva de una de las componentes la vemos en el alemán kennenlernen «conocer», lit. «conocer-aprender», fallenlassen «abandonar», lit. «caer-dejar». Fenómenos similares se encuentran en latín en algunas palabras complejas no segmentables, que a veces se funden incluso en la grafía: res publica «estado»

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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(también respublica), pater familias «padre de familia» (también paterfamilias), aes alienum «deuda», lit. «bronce ajeno».

Una propiedad de las palabras complejas parece ser que reconocen a algunas de las palabras componentes la libertad de variación, al menos desde el punto de vista de la flexión. Las palabras complejas están, por tanto, compuestas de palabras autónomas morfológica pero no sintácticamente: por ejemplo, el verbo poner de poner en marcha se flexiona cuando la palabra compleja se inserta en un entorno sintagmático que lo requiere (yo pongo en marcha, él ha puesto en marcha, etc.), y sólo puede limitadamente separarse de las palabras que forman con él la palabra compleja. Estas palabras complejas tienen, pues, el carácter de ser, en ciertos casos, palabras discontinuas y elásticas.

Estos fenómenos, vistos en su totalidad, desaconsejan tomar la ‘palabra’ como

una entidad intuitivamente clara: por un lado tenemos ‘palabras’ sin duda ‘falsas’ que se escriben separadamente (como las verdaderas), y por otro lado ‘palabras verda-deras’ que pueden combinarse entre sí para formar esa especie de superpalabra que estamos llamando palabra compleja. Los diccionarios (que los occidentales escolari-zados suelen considerar como una autoridad indiscutible en cuestión de palabras) recogen muy de pasada esta tortuosa situación: sus lemas están constituidos general-mente por ‘palabras’ simples, y dejan que todos los demás tipos de ‘palabra’ sean tra-tados dentro de las distintas voces, perdiendo, por lo tanto, toda relevancia.

8.2 Una definición formal de palabra Todo lo visto pudiera llevarnos a creer que la ‘palabra’ es en realidad indefinible

y que hay que abandonarla en tanto que unidad de análisis. Algunos investigadores se han decidido por esto último. Sin embargo, pese a todo, existen buenas razones de carácter empírico que demuestran no sólo que la palabra es una unidad efectiva de las lenguas verbales, sino también que el hablante (y no sólo el que está plenamente alfabetizado) la percibe como tal. En efecto, existen condiciones generales cuya aplicación conjunta resulta muy aceptable para definir la noción de palabra.4 Consideraremos palabra prototípica, por tanto, aquel elemento que respete la totalidad de las condiciones siguientes:

a) es posible, al menos virtualmente, una pausa antes y/o después de él, pero

nunca en su interior (condición de no pausabilidad); b) dados dos elementos susceptibles de ser palabra, otro elemento puede

interponerse entre ellos, pero no insertarse en uno de ellos (condición de no interrum-pibilidad);

c) dados varios elementos, su orden puede ser modificado en la cadena sintag-mática (condición de movilidad);

4 Todos los intentos basados en un criterio único se han mostrado, a decir verdad, insuficientes. De entre ellos, el más famoso, y sin duda el más acertado, es el de Bloomfield, según el cual la palabra es ‘la forma libre mínima’. Una forma, en la teoría de Bloomfield, es ‘libre’ si puede aparecer sola; aparentemente, una definición como ésta no se aplica a palabras como el o por, que pueden aparecer solas únicamente en enunciados metalingüísticos (como: [A] ¿Has dicho con el hijo o por el hijo?; [B] ‘Por’). Aparte de esto, la definición de Bloomfield no cuenta de ninguna manera con las palabras complejas, ya examinadas.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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d) los elementos pueden aparecer también solos, esto es, constituir de por sí un enunciado (condición de aislabilidad).

Estos criterios son, evidentemente, de tipo formal, y no dicen nada sobre el

significado de las palabras (a diferencia de algunas definiciones tradicionales que pretendían utilizar también requisitos semánticos). Los requisitos en cuestión, que usados conjuntamente deberían permitir identificar palabras en la más amplia extensión del término, responden a dos de factores fundamentales: la estabilidad interna del cuerpo fónico de la palabra y su movilidad posicional.

Este conjunto de criterios parece suficientemente fiable porque da cuenta de una variedad de tipos de ‘palabra’ en diversas lenguas. El único fenómeno que se le escapa es el de las palabras complejas: éstas, en efecto, aun constituyendo desde un determinado punto de vista una ‘unidad’, a) pueden sufrir la introducción de pausas internas (Pusieron Δ en marcha Δ el coche), b) pueden aceptar la inserción de otras ‘palabras’ (he puesto INMEDIATAMENTE en marcha el coche), c) no toleran la inversión de los elementos que las componen (no se puede decir en marcha poner ni en poner marcha). El único criterio que las palabras complejas parecen respetar es el d) citado anteriormente, esto es, la condición de aislabilidad.

Por ello conviene proponer otro criterio que permita captar también la naturaleza de estas importantes unidades léxicas. Un criterio eficiente parece ser el que sigue:

a) en ciertos casos, aun no aplicándose los criterios anteriores, vale una

condición de no sustituibilidad del todo por la parte, por lo que entidades compuestas de más de una ‘palabra’ identificada según a)-d) no pueden ser sustituidas por una sola de las palabras componentes. Por ejemplo, poner en marcha, entidad compuesta de tres ‘pa-labras’ (identificadas según los criterios a)-d)), no puede ser sustituida por una sola de ellas, sino sólo por el conjunto de todas ellas; mettre sur pied «poner en marcha, plantear», entidad compuesta también por tres ‘palabras’, no puede ser sustituida por una sola de ellas, sino sólo por sí misma, etc.

8.3 Una definición funcional de palabra

Podemos considerar, por otra parte, la posibilidad de una definición de palabra de carácter semántico o funcional y que, como en el caso del acercamiento formal, también tendría carácter flexible: en el sentido de que, en relación con varios criterios, las expresiones podrían considerarse palabras prototípicas en la medida en que cumplieran con la mayor parte de dichos criterios. Entre esos criterios están los siguientes:

a) Posibilidad de constituir por sí sola un enunciado en contextos no

metalingüísticos (ver nota 4).

b) Capacidad de desempeñar por sí sola una función oracional: i) la del predicado verbal de una oración, como en el caso de los verbos finitos: ganamos, lloverá, ven, mira, etc. ii) Cualquiera de las funciones vinculadas directamente al predicado verbal, como las de sujeto, complemento directo, atributo, etc.: en bebed agua, “agua” por sí sola desempeña la función de complemento

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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directo; en vienen soldados, “soldados” desempeña por sí sola la función de sujeto; en está dulce, “dulce” desempeña por sí sola la función de atributo. iii) Cualquiera de las funciones relativas al conjunto del predicado y sus argumentos, como en el caso de los adverbios en las funciones de complementos circunstanciales, complementos modales oracionales, etc.: en viven allí, “allí” desempeña por sí sola la función de complemento circunstancial de lugar; en Evidentemente, tiene hambre, “evidentemente” desempeña por sí sola la función de modalizador proposicional epistémico del resto de la oración.

c) Capacidad para ser unidad mínima correferente con una forma pronominal.

Así, en la oración Le dieron agua, pero no la bebió el elemento “agua” es una palabra, pues es correferente de “la”. Sin embargo, en Los antidarwinistas no estaban de acuerdo con él el elemento de “antidarwinistas” no es correferente de “él”; si mantuviéramos esta correferencia, la oración resultaría anómala. De ello se deduce que "-darwin-" no es una palabra.

d) Capacidad para ser unidad mínima de operaciones sintácticas como la

interrogación, la relativización, la elipsis o la focalización. Así, el componente “lava” de lavafrutas no puede ser elidido en la siguiente oración:*Compré un lavaplatos y varios frutas.

e) Capacidad para recibir las funciones de determinación como la voz, el

aspecto, el tiempo, el modo, la persona, el número, el género, etc. Así, no es posible encontrar compuestos con determinación interna de algunos de sus componentes léxicos: He comprado un mata(*esas)moscas; Compré un mata(*ba)moscas.

Las expresiones que de forma prototípica cumplen con todos estos requisitos son

las palabras con contenido lexemático que conforman las principales categorías verbales: sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. En relación con esos criterios funcionales serían descartadas como palabras plenas no sólo los morfemas derivativos y flexivos, sino también preposiciones, conjunciones, artículos y clíticos. Como se ve, este punto de vista funcional define la palabra considerándola no sólo como punto de llegada de las operaciones morfológicas, sino también, y fundamentalmente, como punto de partida de las operaciones sintácticas; es decir, como unidad mínima del nivel sintáctico en el que se configuran las oraciones. Por ello mismo, aunque lo mencionamos aquí, retomaremos con más detalle la cuestión del alcance y los límites de las operaciones sintácticas al abordar la sintaxis en el tema 7.

BIBLIOGRAFÍA AMBADIANG, Th. (1993), La morfología flexiva. Madrid. Taurus. ANDERSON, S. (1988), “Morphological Theory”, en F. Niemeyer (ed.), Linguistics: The Cambridge Survey. Nueva York/Cambridge: Cambridge University Press. Vol. I: pp. 146-91.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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EJERCICIOS

1 Determina si las palabras que componen cada uno de los grupos siguientes se relacionan entre sí mediante procesos de flexión, de derivación o de ambos:

1 voy, va, iba, fui, yendo, ido 2 descubrir, descubrimiento, descubridor, descubierto 3 invento, inventor, inventores, inventora, inventoras, inventar, invención 4 democracia, demócrata, democrático, democratizar, antidemocrático 5 hacer, acción, acto, hago, hice, hecho, deshacer, rehacer

2 Los enunciados siguientes contienen elementos flexivos y derivativos. Coloca en las cajas correspondientes los elementos de uno y otro tipo que encuentres:

1. Las vacas del granjero escaparon 2. Está lloviendo 3. Estas caras son inexpresivas 4. Pepe necesita la computadora 5. Cerró el libro rápidamente

Enunciados Elementos FLEXIVOS Elementos DERIVATIVOS

1

2

3

4

5

3 Considera las palabras siguientes:

1 volar 6 reutilizar 11 estrepitoso 16 previsión 2 pupitres 7 triunfado 12 sala 17 opcionalidad 3 desatar 8 agudeza 13 rapidísimo 18 y

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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4 árbol 9 justamente 14 deformar 19 construir 5 disgustar 10 pago 15 a 20 pretexto

i) ¿Cuáles son descomponibles y cuáles no? ii) En cuanto a las descomponibles, intenta, aunque sea brevemente, dar alguna indicación sobre las posibles limitaciones que presenten a cuanto a la combinabilidad.

4 Todas las palabras persas siguientes son descomponibles (nota: xar significa ‘comprar’ e –id designa el tiempo pasado):

1 xaridam ‘compré’ 2 xaridi ‘compraste’ 3 xarid ‘compró’ 4 naxaridam ‘no compré’ 5 namixaridand ‘no estaban comprando’ 6 naxaridim ‘no compramos’ 7 mixarid ‘estaba comprando’

i) Intenta encontrar en estos datos los morfos correspondientes a las siguientes nociones:

1 yo ______ 4 ellos ______ 2 tú ______ 5 no ______ 3 nosotros

______ 6 pasado continuo ______

ii) ¿Cómo se diría en persa lo siguiente?:

a) Estaban comprando b) No compraste c) No compró

5 ¿Qué desajuste se advierte en la comparación de estas palabras?

relatar rehacer delatar deponer ingresar infiltrar repetir rehuir

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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6 Los siguientes datos tomados del turco contienen variación alomórfica:

1 lokanta ‘un restaurante’ lokantada ‘en un restaurante’ 2 kapɯ ‘una puerta’ kapɯda ‘en una puerta’ 3 randevu ‘una cita’ randevuda ‘en una cita’ 4 bash ‘una cabeza’ bashta ‘en una cabeza’ 5 kitab ‘un libro’ kitapta ‘en un libro’ 6 koltuk ‘un sillón’ koltukta ‘en un sillón’ 7 taraf ‘un lado’ tarafta ‘en un lado’

i) ¿Tiene el morfema turco correspondiente a la noción ‘en’ más de un morfo? ii) Si es así, ¿cuáles son los alomorfos? Describe su distribución.

7 Considera las siguientes palabras:

1 pupitres 5 triunfó 9 prever 13 opcionalidad 2 desatar 6 joven 10 rapidísimo 14 hueso 3 invencible 7 justicia 11 reponer 15 destrozar 4 disgustar 8 coste 12 desobedecer 16 endiosado

i) Representa la estructura de estas palabras mediante un diagrama arbóreo. ii) Representa con claridad, cuando sea necesario, las bases y los componentes afijales.

8 La palabra infelicidad puede segmentarse de dos modos. i) ¿Cuáles son? Represéntalos arbóreamente. ii) ¿Qué segmentación te parece más adecuada? Justifica la respuesta. iii) Teniendo en cuenta los pormenores de la segmentación anterior, intenta la de estas otras palabras:

1. incomprensible 2. redisposición 3. desestablecimiento.

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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9 i) Intenta descomponer las siguientes palabras. Justifica cada paso de la descomposición. ii) Determina las raíces y las bases en cada caso (el diagrama arbóreo puede ser útil). iii) Indica el carácter derivativo, flexivo, etc., de los morfemas que determines:

1. ininteligibilidades 2. redescubrimientos 3. desinteresadísimamente 4. antidesmilitarizacionista

10 Cada columna ilustra un tipo diferente de proceso morfológico:

Columna I Columna II Columna III

mouse/mice

(ratón/ratones)

ride/rode (monto/monté)

take/took

(tomo/tomé)

man/men (hombre/hombres)

eat/ate

(como/comí)

puedo/pude

singe/sang/gesungen (canto/canté/cantado)

go/went (voy/fui)

she/her

(ella (suj.)/ella (compl.)

am/are

(soy/somos)

good/better (bueno/mejor)

voy/fui

bueno/mejor/óptimo

soy/eres

yo/me

récord/recórd

(registro/registrar)

ímport/impórt (importación/importar)

díspute/dispúte

(disputa/disputar)

cántara/cantara/cantará

ingreso/ingresó

capitano/capitanó (capitán/capitaneó)

i) ¿Qué proceso morfológico corresponde a los datos de cada columna? ii) Describe las diferencias de los procesos mostrados en las columnas I y II. iii) Intenta añadir algunos ejemplos más a cada una de las columnas (en español u otras lenguas).

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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11 Los siguientes datos, tomados del samoano, ilustran cierto tipo de proceso morfológico:

1 mate (él) muere mamate (ellos) mueren 2 nofo (él) está nonofo (ellos) están 3 galue (él) trabaja galulue (ellos) trabajan 4 tanu (él) sepulta tatanu (ellos) sepultan 5 alofa (él) ama alolofa (ellos) aman 6 taoto (él) miente taooto (ellos) mienten 7 atamaʔi (él)es inteligente atatamaʔi (ellos) son inteligentes

i) ¿De qué proceso se trata? ii) Describe cómo funciona tal proceso en estos casos. iii) Si ‘él es fuerte’ se dice en samoano malosi, ¿cómo se diría ‘ellos son fuertes’?

12 Los datos siguientes, tomados del agta (lengua hablada en Filipinas) ilustran un caso específico de afijo:

1 dakal ‘grande’ dumakal ‘crecer abundantemente, crecer’ 2 darág ‘rojo’ dumarág ‘enrojecer’ 3 furáw ‘blanco’ fumuráw ‘ponerse blanco’

i) ¿Qué afijo indica en agta la noción ‘ponerse X’? ii) ¿Qué tipo de afijo es? iii) Describe su colocación.

13 Las palabras siguientes del chamorro (hablado en Guam y en las Islas Marianas) ilustran algunos de los procesos morfológicos estudiados en este tema:

I. Raíz Palabra derivada 1 adda ‘hacer mímica’ hada ‘mimo’ 2 kanno ‘comer’ kakanno ‘persona que come’ 3 tuge ‘escribir’ tutuge ‘escritor’

II. Raíz Palabra derivada 4 atan ‘mirar’ atanon ‘que se puede mirar’ 5 sangan ‘decir’ sanganon ‘que se puede decir’ 6 guaiya ‘amar’ guaiyayon ‘que se puede amar’ 7 tulaika ‘cambiar’ tulaikayon ‘que se puede cambiar’ 8 chalek ‘reír’ chalekon ‘que produce risa’ 9 ngangas ‘masticar’ ngangason ‘masticable’

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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III. Raíz Palabra derivada 10 nalang ‘hambriento’ nalalang ‘muy hambriento’ 11 dankolo ‘grande’ dankololo ‘muy grande’ 12 metgot ‘fuerte’ metgogot ‘muy fuerte’ 13 bunita ‘bonito’ bunitata ‘muy bonito’

i) ¿Qué proceso morfológico se ejemplifica en cada columna? ii) ¿Hay cambios en la categoría léxica en I? ¿En II? ¿En III? iii) ¿Presenta el afijo en II más de un alomorfo? Si es así, ¿cuáles son y cómo se distribuyen?

14 Considera los datos siguientes, tomados del hausa (Sudán):

1. hùbankà tu (m.) padre 8. hùwakkà tu (m.) madre 2. hùbankì tu (f.) padre 9. hùwakkì tu (f.) madre 3. hùbantà su (m. sg.) padre 10. hùwattà su (m. sg.) madre 4. hùbansì su (f. sg.) padre 11. hùwassì su (f. sg.) madre 5. hùbammù nuestro padre 12. hùwammù nuestra madre 6. hùbankù vuestro padre 13. hùwakkù vuestra madre 7. hùbansù su (pl.) padre 14. hùwassù su (pl.) madre

i) Identifica los morfos y asígnalos a morfemas.

ii) ¿Qué proceso morfológico se manifiesta en las formas que muestran tales datos?

15 Considera los siguientes datos, tomados del taruhumara (México):

1. michiru afeitar 7. pachi crecer las espigas de trigo 2. michiruku afeitados 8. pachiki una espiga de trigo 3. ritu helar 9. opacha vestir 4. rituku hielo 10. opachaka prenda de vestir 5. reme hacer tortillas 6. remeke tortillas

i) Identifica los morfos y asígnalos a morfemas. ii) ¿Qué tipo de proceso morfológico se advierte en los datos propuestos?

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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16 Considera los datos siguientes, tomados del shiluk, lengua nilótica (Sudán):

1a. wat casa 1b. wàt casas 2a. kwàn silla 2b. kwàmì sillas 3a. puk jarra 3b. puki jarras 4a. pyεn cama 4b. pεni camas 5a. yít oreja 5b. yit orejas 6a. ta:k sombrero 6b. takì sombreros 7a. tík barbilla 7b. tik barbillas 8a. tón lanza 8b. ton lanzas 9a. chún rodilla 9b. chan rodillas 10a. bàt brazo 10b. ba:t brazos 11a. ógat vestido 11b. ógàt vestidos

Observaciones:

1. ([`], [´]: diferencias de tono (bajo y alto respectivamente). 2. ([:]: tras vocal, alargamiento de esa vocal).

i) Identifica los morfos y asígnelos a morfemas.

ii) ¿Qué procesos morfológicos y qué tipos de morfemas han intervenido en la formación de las palabras propuestas?

17 Considere los datos siguientes, tomados del suahelí:

1. ninasema 11. ninakupika 21. nilipikiwa hablo te golpeo he sido golpeado

2. wunasema 12. ninawapika 22. nilipikaka hablas los golpeo golpeé

3. anasema 13. ananipika 23. wunapikizwa (él) habla me golpea haces que seas golpeado

4. ninaona 14. ananupika 24. wunanipikizwa veo os golpea haces que yo sea golpeado

5. ninamupika 15. nilipika 25. wutakanipikizwa lo golpeo he golpeado harás que yo sea golpeado

6. tunasema 16. nilimupika 26. sitanupika hablamos lo he golpeado no os golpeo

7. munasema 17. nitakanupika 27. hatanupika habláis os golpearé no os golpea

8. wanasema 18. nitakapikiwa 28. hatutanupika hablan seré golpeado no os golpeamos

9. ninapika 19. wutakapikiwa 29. hawatatupika golpeo serás golpeado no os golpean

10. ninanupika 20. ninapikiwa os golpeo soy golpeado

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Lingüística. Tema 5. Morfología.

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i) Identifica los morfos de las siguientes expresiones del swahili. ii) Asigna los morfos (y posibles alomorfos) a los correspondientes morfemas. iii) Establece la distribución de los posibles alomorfos. iv) ¿Qué procesos morfológicos se observan en estos datos del swahili? 18 Las palabras siguientes se han formado mediante composición. Representa la estructura de cada una de ellas mediante diagrama arbóreo.

1 football 8 buque tanque 15 girlfriend ‘novia’ 2 comida rápida 9 armchair ‘sillón’ 16 guardaespaldas 3 Greenpeace 10 quitapenas 17 tentempié 4 aguafiestas 11 skinhead 18 pickpocket ‘carterista’ 5 bitter-sweet

‘agridulce’ 12 space ship

‘nave espacial’ 19 aguardiente

6 lanzallamas 13 bocacalle 7 software 14 nomeolvides

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LINGÜÍSTICA Grado de Filosofía

TEMA 6

SEMÁNTICA

1. Introducción. 2. Nociones básicas para el análisis del significado.

3. El análisis componencial. 4. Principios de ordenación. 5. El léxico.

6. Sobre semántica de los enunciados.

1. INTRODUCCIÓN.

1.1. La semanticidad primordial de las lenguas.

Observadas desde el punto de vista semiótico, las lenguas son un gran

aparato de semanticidad primordial, cuya función principal y originaria es la de

transmitir e intercambiar significados. La asociación de expresión y contenido -en

la que todo código (y con mayor razón los lingüísticos) tiene su razón de ser-

sirve precisamente para eso: la expresión se asocia al contenido para permitirle

manifestarse, y no hay otra forma de manifestar el contenido que relacionándolo

de forma regulada con una expresión sensorialmente perceptible (vid.: tema 1).

La semanticidad primordial de la lengua se pone ya de manifiesto si ésta

última es considerada como sistema abstracto, independientemente de los

usuarios que la utilizan. Pero resalta aún más esta propiedad si la contemplamos

en el contexto concreto de la enunciación. No sólo los aspectos segmentables de

los enunciados, sino también numerosos recursos suprasegmentales y

paralingüísticos tienen la función de transmitir significados: un gesto que subraya

la enunciación, una particular entonación, los elementos fónicos que acompañan y

marcan la conversación (por ejemplo, los que se transcriben informalmente como

hmm...), etc., constituyen instrumentos para transmitir significados. Incluso los

juegos de palabras y los usos poéticos de la lengua que insisten más

explícitamente en el significante tienen un poder semántico.

En definitiva, la lengua es realmente una poderosa „máquina‟ para significar,

cualquiera que sea el uso de ella que tomemos en consideración. Además, y a

nivel semiótico general, las lenguas verbales se diferencian de los demás códigos

por esa propiedad de expresar cualquier significado y que suele denominarse

omnipotencia semántica, mientras que los otros códigos están especializados en

la expresión de clases determinadas de significados.

1.2. Tipos de significado.

Esta omnipotencia semántica da lugar, como es de suponer, a diversos tipos

de significado. Algunos de estos tipos se corresponden con las diferencias de

significado existentes entre, por ejemplo, gato, abstinencia y así: la primera

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

2

palabra designa algo perceptiblemente reconocible, la segunda algo no perceptible

(es la distinción tradicional entre nombres „concretos‟ y „abstractos‟) y la tercera

tiene un significado que se manifiesta fundamentalmente en el ámbito de un texto.

Además, existen distintas relaciones entre los significados de las palabras:

mientras entre automóvil y camión hay una „afinidad‟ de significado, entre

automóvil y naranjada no hay ninguna. Es más: puede darse incluso una

diferencia de significado entre dos apariciones distintas de la misma palabra, sin

que a ésta la podamos considerar ambigua, como se ve comparando Es un

hombre imposible con Es una operación imposible; en el primer caso, imposible

significa, más o menos, «de trato difícil o poco serio»; en el segundo, «no posible,

inviable». En fin, se producen diferencias complejas de significado no sólo entre

palabras aisladas, sino también entre enunciados: entre enunciados como El niño

es alto y La mujer es mujer hay una diferencia de significado que ninguna rama

de la Lingüística, a no ser la Semántica, está en condiciones de tratar.

En el ámbito de esta serie de distinciones entre tipos de significado de que

se ocupa la Semántica hay una que se usa a menudo: es la que se da entre

significado estructural y significado léxico. El segundo tipo se puede explicar

fácilmente: todos los morfemas léxicos tienen un significado que en principio es

susceptible de descripción. Pero si en un enunciado como El presentador ha

anunciado al cantante suprimimos todos los morfemas léxicos, obtenemos una

„estructura abstracta‟ hecha casi sólo de „huecos‟, como el _____dor ha _____do

al _____nte, en la que sigue persistiendo un significado. Podemos describirlo más

o menos con una serie de proposiciones como la siguiente: a) „el agente ha

llevado a cabo la acción de _____ar sobre un beneficiario‟; b) „la acción se ha

desarrollado en el pasado y está completamente terminada‟ (como se deduce del

uso de un tiempo pasado: ha _____do); c) „tanto el agente como el beneficiario

son numéricamente singulares‟, etc. Estos significados no están ligados a ninguno

de los morfemas léxicos insertos en el enunciado; son independientes y

sobreviven sean cuales fueren los morfemas que insertemos en los huecos. El

significado que queda tras la „extracción‟ de los morfemas léxicos es el

estructural, puesto que tiene que ver con estructuras (aunque sean vacías)

preparadas para ser rellenadas por un conjunto de morfemas léxicos

sintagmáticamente compatibles entre sí.

Llevando más adelante estas consideraciones, podemos encontrar un

significado estructural incluso en simples curvas de entonación, de las que

podemos haber extraído incluso todo el material fonológico segmental (vid.: tema

4); es difícil reproducir por escrito un ejemplo de este tipo, pero no cuesta mucho

intuir que podemos expresar el significado de „enunciado interrogativo‟ con sólo

producir un sonido vocálico prolongado que siga la curva de entonación de la

interrogación. En la categoría del significado estructural se engloban también las

que se denominan corrientemente palabras vacías (en oposición a las llenas,

como los nombres, verbos, adjetivos o adverbios), es decir, algunos

determinantes y ciertas preposiciones y conjunciones (el, y, por, a, pero, etc.) que

parecen tener un contenido semántico muy genérico.

La idea del significado estructural tiene, como casi todo en Semántica, el

mérito de hacer captar algunas consideraciones útiles, y el defecto de no poder

Page 202: VVAA - Linguistica General

Lingüística. Tema 6. Semántica.

3

ser aplicada con rigor. ¿Dónde, efectivamente, termina el significado estructural y

dónde empieza el significado léxico? En gran cantidad de casos resulta muy difícil

decidir de manera convincente si una determinada „cantidad‟ de significado debe

ser atribuida a la primera o a la segunda categoría.

De todas maneras, y a pesar de la incertidumbre de muchas de sus

categorías, la Semántica tiene su campo de aplicación, aunque, como veremos a

continuación, éste deba ser afrontado con nociones y métodos no siempre

propios sino a veces tomados de otras disciplinas. En líneas generales, la

Semántica se propone tres objetivos: a) definir la naturaleza del significado; b)

identificar los tipos de significado de las distintas unidades lingüísticas y las

relaciones semánticas existentes entre ellas; y c) encontrar formas adecuadas de

representación de los significados. En los epígrafes siguientes nos referiremos a

algunos aspectos básicos de tales objetivos.

2. NOCIONES BÁSICAS PARA EL ANÁLISIS DEL SIGNIFICADO

Pasaremos ahora a algunas nociones esenciales para el análisis del

significado, que presentaremos en forma de oposiciones de dos términos. Como

veremos en seguida, estas nociones son de interés teórico y sirven más para la

elaboración de un concepto general del significado que para la construcción de

técnicas analíticas.

2.1. Intensión ≈ extensión

La distinción entre intensión y extensión procede de la Lógica. La

extensión de una palabra es el conjunto de los objetos a los que esa palabra puede

ser atribuida; se refiere por tanto a la „parte del mundo‟ extralingüístico que se

designa mediante ella. Así, por ejemplo, todos los objetos formados por hojas

encuadernadas y cubiertas con caracteres de imprenta constituyen la extensión de

la palabra libro; todos los objetos que tienen cuatro ruedas, un motor y una

plataforma forman la extensión del nombre automóvil; etc. La intensión, por el

contrario, es el conjunto de propiedades definitorias que permiten establecer qué

objetos forman parte de una determinada extensión y cuáles no. Por tanto, las

propiedades „tener hojas encuadernadas‟ y „tener las hojas escritas a imprenta‟

forman parte de la intensión de la palabra libro, y „tener cuatro ruedas‟, „tener un

motor‟ y „tener plataforma‟ forman parte de la intensión de la palabra automóvil.

Si eliminamos alguna de estas propiedades (aunque sólo sea una), la intensión

cambia, y los objetos que pertenecen a la extensión de la palabra automóvil ya no

son los mismos: los objetos con cuatro ruedas o una plataforma no son

necesariamente automóviles (es decir, no podrán ser nombrados con la palabra

automóvil) si no tienen también un motor; podrán ser, por ejemplo, un remolque

u otra cosa. Los objetos escritos con letra de imprenta pero sin hojas

encuadernadas serán un periódico, una tarjeta de visita o cualquier otra cosa,

pero no un libro. A la vista de estos ejemplos resulta evidente que la extensión

depende en cierta manera de la intensión: no sabremos aplicar una palabra a un

objeto si desconocemos cuáles son las propiedades definitorias de esa palabra.

Page 203: VVAA - Linguistica General

Lingüística. Tema 6. Semántica.

4

La delimitación rigurosa de uno y otro aspecto no siempre es fácil de

establecer en numerosos casos. La extensionalidad parece más característica de

las palabras que denominamos nombres que de las restantes partes de la oración:

si resulta relativamente fácil decir cuál es la extensión de casa, más difícil es

definir la extensión de leer, que de todas maneras tiene su intensión. Y también en

el ámbito de los nombres existen diferencias importantes: la extensión de un

nombre concreto como gato será siempre mucho más fácil de definir que la de un

„abstracto‟ como alianza o fidelidad.

Esta distinción sirve, entre otras cosas, para arrojar algo de luz sobre el

problema de la ambigüedad semántica, una de las características esenciales de las

lenguas. Hay, en efecto, una ambigüedad intensional y otra extensional. En el

primer caso, no están claramente especificadas las propiedades definitorias de las

palabras y por tanto resulta difícil decidir si un determinado objeto pertenece o no

al campo extensional de un determinado término: palabras como cosa, asunto,

cacharro, etc. son de este tipo, puesto que su intensión es genérica y la atribución

de una extensión a cada una de ellas se hace particularmente difícil. En el segundo

caso, puede haber ambigüedad extensional cuando, aun estando bien definidas las

propiedades intensionales de una palabra, resulta difícil determinar si un

determinado objeto x puede designarse o no mediante ella: el líquido contenido

en un vaso de “whisky”, por ejemplo, ¿pertenece a la extensión de la palabra

licor? Un trozo de “requesón”, ¿pertenece a la extensión de la palabra queso?

Tomando como pauta esta distinción podemos establecer también una

frontera importante: la determinación de la intensión pertenece más

específicamente al área de la Semántica, porque la intensión tiene que ver con el

significado de las palabras. Determinar la extensión no es competencia de la

Semántica: es una operación cognitiva, que consiste en comparar el “mundo”

extralingüístico con el lingüístico, para determinar qué palabras deben usarse en

la denominación de las cosas; se circunscribe mejor al área de la Pragmática (vid.:

tema 8). Por tanto, si nos preguntamos ¿cuál es el significado ( = la intensión)

de la palabra licor?, la pregunta se refiere al ámbito de la Semántica. Si, por el

contrario, nos preguntamos ¿este whisky que me estoy bebiendo es o no es un

licor?, lo que estamos haciendo es comparar un objeto (el whisky que me estoy

bebiendo) con la intensión de una palabra (licor), para verificar si ese objeto

pertenece o no a la extensión de licor. Esta pregunta compete más al ámbito de la

Pragmática.

2.2. Sentido ≈ significado

El significado se muestra siempre como una realidad fuertemente

impregnada de matices subjetivos, profundamente distinta para cada persona. Al

mismo enunciado Dame el libro de Lingüística el hablante A le puede asociar un

matiz de satisfacción (porque, pongamos por caso, es el autor del libro y le gusta

enseñarlo), el B una actitud de molestia (porque sus relaciones con la Lingüística

no son buenas), el C una actitud de ansiedad (porque la Lingüística es su examen

más difícil), y así sucesivamente. Partiendo de aquí terminaríamos fácilmente

concluyendo (como han hecho algunos teóricos) que el significado no existe sino

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

5

en cada una de las ocasiones discursivas en las que se genera eventualmente, y

que incluso la comunicación entre los usuarios humanos es una ilusión.

Contra esta actitud extremista se puede oponer la distinción entre sentido y

significado, que parece dejar cada cosa en su sitio. El sentido (o significado del

hablante) es el conjunto de asociaciones personales e irrepetibles que se unen

inextricablemente a los enunciados y que tienen su razón de ser en la experiencia

individual del emisor y del receptor. Pero todo enunciado tiene, además de un

sentido, también un significado (o significado convencional), puesto que „dice‟

cosas que son iguales para todos los que comparten el código que se está usando.

Así, el enunciado Dame el libro de Lingüística, aunque pueda activar en la mente

de cada usuario una reacción diferente, tiene un significado fijo, igual para todos,

que se puede describir más o menos así: «Orden de A a B para que le traiga un

objeto x que pertenece a la extensión delimitada por la intensión del término

libro». Aunque esta descripción semántica del enunciado puede parecer primitiva

(podríamos intentar refinarla más adelante), no hay duda de que está

constantemente asociada al enunciado Dame el libro de Lingüística sea cual sea

el sentido con el que lo relacione cada uno de los que toman parte en la

enunciación.

La distinción entre sentido y significado es paralela a la que media entre el

aspecto físico y el aspecto funcional del sonido (vid.: tema 4), tal como se usa en

Fonología. Cada uno de nosotros pronuncia de manera físicamente distinta los

sonidos de la lengua (la [s] de A será bastante distinta de la [s] de B y de la de C,

etc.), pero, a pesar de ello, todos estos sonidos, físicamente diferentes entre sí y

por tanto infinitamente numerosos, pueden reconducirse a un número limitado de

funciones, representadas por los fonemas (la [s] de A, la de B, la de C, etc.,

pueden, con ciertas condiciones, reconducirse a un único fonema /s/). De la

misma manera, desde el punto de vista semántico, cada enunciado se asocia, para

cada uno de los hablantes, a un efecto de sentido individual; pero estas infinitas

variedades de sentido pueden reconducirse a invariantes de significado.

Explotando aún más la analogía entre Fonología y Semántica, podemos proponer

una notación gráfica como la siguiente, indicando entre comillas inglesas (“__”)

los aspectos de sentido, y entre comillas latinas («___») los de significado:

Enunciado: Dame el libro de Lingüística.

Sentido (sigdo. del hablante) Significado (sigdo. conv.) [1] “Orden de A a B de llevarle un objeto x que ha

sido escrito por A.”

[2] “Orden de A a B de llevarle el objeto x que

trata de temas que no le resultan simpáticos a A.”

[3] “Orden de A a B de llevarle el objeto x que

recuerda a A un examen difícil.”

...

«Orden de A a B para que le traiga

un objeto x que pertenece a la

extensión delimitada por la

intensión del término libro.»

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

6

2.3. Denotación ≈ Connotación

Aunque ciertamente se puede decir que besugo tiene una intensión

concreta, esta palabra tendrá significados distintos en los dos enunciados

siguientes:

(1) Ese pez es un besugo

(2) Ese chico es un besugo

En (1) besugo significa a) «pez teleósteo, de carne blanca, etc.», mientras

que en (2) su significado es „traslaticio‟, pudiendo describirse más o menos como

b) «individuo necio, majadero». Es difícil decir a través de qué proceso de cambio

semántico el significado a) ha terminado conviviendo con el significado b) bajo la

misma palabra besugo. El hecho es que seguramente no hay ninguna lengua en la

que muchas palabras no tengan, además de un significado „primario‟, algún

significado „traslaticio‟. No siempre el significado traslaticio se ha obtenido

mediante un proceso metafórico reconocible (como el que en español lleva a la

palabra lince a indicar, además de al felino, también a una persona

particularmente perspicaz). Besugo no es de este tipo: resulta muy difícil

reconstruir la posible relación metafórica entre sus significados a) y b).

Ante casos como éstos es corriente que se distinga entre el significado

denotativo (o denotación) de una palabra y su significado connotativo (o

connotación). La denotación es el significado „primario‟, la connotación el

„trasladado‟. Se trata de distinguir en las palabras una idea esencial frente a otras

ideas „accesorias‟; éstas últimas se añaden a determinadas palabras y entran a

formar parte de su significado de manera estable. La distinción denotación ≈

connotación permite arrojar alguna luz sobre distintos aspectos del significado,

como por ejemplo la sinonimia (el hecho de que dos o más palabras tengan „el

mismo significado‟). En efecto, palabras que a primera vista parecen sinónimas,

porque tienen la misma denotación, pueden ser muy diferentes por su

connotación: palabras corno perro y chucho tienen la misma denotación, pero

connotan de manera distinta. La primera es, por así decirlo, „neutra‟, mientras

que la segunda es „afectuosa‟ y „familiar‟. Si tomamos anciano y viejo nos

encontramos con el mismo fenómeno: la primera es „formal‟ y „literaria‟, la

segunda es „coloquial‟ o „despectiva‟, aunque ambas tengan la misma denotación.

No hay que confundir la connotación con otros efectos de sentido ya

tratados antes: ésta no forma parte de los matices individuales que cada uno

puede atribuir a determinadas palabras o enunciados, sino que forma parte de la

auténtica intensión de las palabras consideradas. Esta diferencia se observa con

particular claridad en la traducción de una lengua a otra: la denotación de las

palabras puede ser igual, pero cambia la connotación. Muchos juegos de palabras

(de esos que en las traducciones aparecen considerados como „intraducibles‟)

dependen precisamente de estos factores: por ejemplo, en español gallo tiene una

connotación que hace referencia al engreimiento o la prepotencia masculinas (ese

hombre es un gallo); en italiano gallo, además de esta connotación, tiene la de

„mujeriego, donjuán‟; el equivalente inglés cock posee la misma denotación que el

español y el italiano (el animal doméstico que todos conocemos), pero cuenta con

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

7

una connotación diferente, porque designa de forma „vulgar‟ el órgano sexual

masculino.

2.4. Perfil ≈ Base (escena ≈ marco)

Otra distinción de especial relevancia es la propuesta, en el ámbito de la

lingüística cognitiva, entre perfil y base, según una denominación o, con otros

términos alternativos pero de valor equivalente, escena y marco. Con los

términos perfil y base, acuñados por R. W. Langacker, se hace referencia a los

distintos niveles de representación que podemos reconocer en el significado de

las expresiones. Por un lado, el perfil se refiere a la realidad que pretendemos

designar con cierta expresión y, por su lado, la base alude al dominio o al ámbito

conceptual en relación con el cual se lleva a cabo esa designación. Observemos en

la siguiente figura la relación entre los términos línea, radio y circunferencia, por

un lado, y de rincón frente a esquina, por otro:

Línea y radio comparten el mismo perfil (señalado con trazo grueso en el

gráfico), pero radio, además, incluye en su significado la presuposición de una

base, la circunferencia (en línea fina discontinua), que sirve de fondo necesario

para entender la especificidad de la línea a la que llamamos radio. La noción de

„circunferencia‟ está presente en el significado de radio pero sólo como base, en

un segundo plano. Con la palabra radio designamos una línea, no una

circunferencia. Igualmente, en la distinción rincón/esquina encontramos que los

dos términos designan lo mismo, un ángulo, pero cada uno lo hace en relación

con una base distinta: el espacio interior o cóncavo al ángulo en rincón y el

espacio exterior o convexo en esquina.

La relación perfil/base se reconoce fácilmente en las relaciones parte-todo.

Por ejemplo, el término uña designa el extremo de naturaleza córnea de un dedo.

En esta definición de uña el perfil lo constituye el extremo córneo propiamente

dicho y la base es el dedo del que forma parte. A su vez, dedo designa o perfila la

extremidad articulada de una mano, la cual constituye su base. De forma

equivalente, mano designa el extremo articulado con capacidad prensil de un

brazo.

Otro ejemplo al que puede aplicarse la distinción perfil/base es el de los

sustantivos de carácter relacional, como los términos de parentesco. Por ejemplo,

la palabra tío designa a una persona, pero lo hace presuponiendo en la base la

relación ascendente colateral entre esa persona y otra que sirve de referencia.

Esta otra persona que forma parte de la base de la expresión tío está presente en

su significado sólo en un segundo plano, como fondo o marco necesariamente

línea radio circunferencia rincón esquina

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

8

presupuesto respecto del cual se caracteriza al ser humano al que se denomina

tío. Sin embargo, la situación inversa se da en el caso de la palabra sobrino, en la

que se designa a alguien como descendiente colateral de otra persona. En las

figuras 1a y 1b se representan, con convenciones gráficas de la Gramática

cognitiva, los significados complementarios de tío y sobrino. Las líneas más

gruesas se corresponden con el perfil de cada expresión. Las líneas de trazo más

fino se corresponden con la base. El triángulo significa género masculino; el

círculo, género femenino y el rectángulo persona de género no definido. La letra

R representa el punto de referencia de esta red de parentesco en relación con el

cual se designa a otro elemento de dicha red.

También puede entenderse que palabras derivadas de un mismo lexema

pero que pertenecen a categorías verbales diferentes (sustantivo, adjetivo, verbo,

etc.) se diferencian entre sí por una configuración perfil/base distinta de una

misma situación objetiva. Por ejemplo, tanto elegir como elector y electo hacen

referencia a la situación en que una entidad es escogida entre varias posibles por

parte de alguien que lleva a cabo esa selección. La diferencia de significado entre

esos tres términos estriba en cuáles de los elementos que se reconocen en esa

situación son puestos en el primer plano de representación del perfil: elegir

designa la propia relación que se da entre quien elige y quien es elegido; elector

designa a la persona que elige y remite a la base tanto el acto de elegir como la

cosa elegida; y electo designa la relación entre un objeto y su condición de objeto

elegido. En los tres casos el conjunto de alternativas u opciones entre las que se

puede escoger o elegir forma parte de la base. Ese conjunto de opciones se eleva

a la categoría de perfil, sin embargo, en uno de los significados del término

elección (como en la frase No tengo elección).

R

R

e

f

Fig. 1a: tío Fig. 1b: sobrino

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

9

3. EL ANÁLISIS COMPONENCIAL

3.1. Los componentes (rasgos) semánticos.

El procedimiento más conocido para el análisis semántico en el campo de la

palabra es el análisis componencial. Se basa en la hipótesis de que el significado

de las palabras (por lo menos de las „llenas‟, como los nombres, verbos, adjetivos,

adverbios) puede descomponerse en elementos más pequeños de significado,

denominados componentes (rasgos) semánticos.

Veamos cómo funciona este procedimiento. Si tomamos unas palabras

como perro, perra, hombre, mujer, niño y niña, observamos intuitivamente que,

desde el punto de vista del significado, perro es a perra lo que hombre es a mujer

y lo que niño es a niña: el primer término de cada pareja indica el individuo

macho de una determinada especie y el segundo el individuo hembra. Partiendo

de estas relaciones, del significado de las palabras se pueden extraer del modo

siguiente algunos elementos semánticos menores:

perro perra hombre mujer niño niña

[macho]

[canino]

[±adulto]

[hembra]

[canino]

[±adulto]

[macho]

[humano]

[adulto]

[hembra]

[humano]

[adulto]

[macho]

[humano]

[-adulto]

[hembra]

[humano]

[-adulto]

Cada una de las palabras mostradas en columna bajo cada ejemplo

representa un componente (rasgo) semántico. El conjunto de los componentes de

una palabra se denomina matriz semántica. Los componentes se encierran entre

paréntesis o corchetes: (± humano) o [± humano]. De la comparación entre los

elementos así identificados pueden extraerse algunas consideraciones generales:

a) Del hecho de que el mismo componente se encuentre en el significado de

distintas palabras ([macho], [hembra], [humano], etc. aparecen en varias de las

palabras presentadas) puede deducirse la hipótesis de que globalmente los

componentes constituyen un conjunto finito (como sucede con los rasgos

fonológicos). Para ellos, por tanto, en principio deberían ser válidos los axiomas

de las unidades mínimas y el de economía y recurrencia. Para reducir aún más su

número, pueden diferenciarse con los signos „+‟ o „-‟ los componentes que

permitan reducirse a la misma formulación: como [hembra] puede considerarse

equivalente a [-macho], podemos representarlo también de esta manera (o al

revés, como es natural), de modo que en vez de [macho] ≈ [hembra] tendremos

[+macho] ≈ [-macho], o también, si se prefiere, [+hembra] ≈ [-hembra].

b) Dado que los componentes pueden aparecer tanto en forma positiva

[+humano] como negativa [-humano], o también como „indiferente‟ [±humano],

se puede suponer que su naturaleza es binaria para todo el léxico de una lengua.

c) El significado de una palabra puede, desde luego, describirse como una

suma de componentes, pero no es posible decir si a cada uno de ellos le

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

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corresponde una „parte‟ de la palabra: por ejemplo, no se puede afirmar que ni-

de niño significa [+macho] o que -ña de niña significa [-adulto]. Ello quiere decir

que los componentes de la palabra son simultáneos (como lo son los rasgos

fonológicos) y no sucesivos.

d) Mientras que los rasgos fonológicos constituyen un número limitado y

definido para cada fonema, los componentes semánticos de cada palabra pueden

variar de número a medida que se expande la comparación en parejas entre las

palabras. Así, por ejemplo, si se introduce padre en nuestro muestrario,

tendremos necesidad al menos del componente [ascendiente de primer grado]

para diferenciar los distintos significados:

hombre padre

[+humano] [±humano]

[+macho] [+macho]

[+adulto] [+adulto]

[±ascendiente de primer grado] [+ascendiente de primer grado]

Como puede verse, la introducción de una sola palabra más obliga a

recurrir a un componente más: [ascendiente de primer grado]. Si se sigue

aumentando la lista de las palabras en comparación, se hará inevitable aumentar a

su vez el número de componentes exigidos. Y, debido a ello, no puede en

absoluto excluirse que, si tomamos en consideración un extenso muestrario de

palabras, el número de los componentes necesarios termine volviéndose

incontrolablemente alto. Ello demuestra que, a pesar de las apariencias, los

componentes semánticos son muy distintos de los rasgos fonológicos: estos

últimos forman un número cerrado y pequeño, mientras que los componentes

semánticos también constituyen, probablemente, un número cerrado, pero

enormemente más grande. Ello depende del hecho de que, mientras que los

fonemas constituyen un pequeño conjunto cerrado de elementos, las palabras

constituyen por definición un conjunto ilimitadamente abierto.

e) Se puede mirar al significado en dos direcciones: dada una palabra, se

pueden investigar (como hemos hecho antes) sus componentes; pero se puede

proceder también en sentido contrario: dado un conjunto de componentes

virtualmente posible, se puede verificar si le corresponde o no una palabra. Si

tomamos la matriz de la palabra latina parricidium, tendremos

parricidium

[+matar]

[+referido a padre]

Pero si sustituimos [+referido a padre] por [+referido a suegro], el latín no

tiene una palabra que le corresponda, por lo que la matriz

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

11

[+matar]

[+referido a suegro]

no tiene una expresión específica y debe asociarse a la palabra, menos rica inten-

sionalmente, homicidium. Y sin embargo la matriz es perfectamente legítima,

puesto que respeta el orden de los componentes previstos. Ello significa que las

lenguas no siempre llenan todas las matrices semánticas virtualmente posibles, lo

cual comporta que en su léxico se registren lagunas y que se haga necesario

disponer de recursos adecuados para compensar ese desequilibrio (vid.: tema 5).

Dicho esto, hay que reconocer que el análisis componencial tiene sus

méritos. Ante todo (como observamos anteriormente), es un intento interesante

de aplicar al nivel del significado metodologías afines a las que se usan para otros

niveles lingüísticos, y, por tanto, de poner en evidencia la profunda

homogeneidad estructural del lenguaje. En segundo lugar, se esfuerza por

ofrecer una representación del conocimiento léxico que poseen los hablantes de

una lengua, y de formalizar algunas intuiciones lingüísticas que éstos

generalmente poseen a propósito del significado de las palabras. Por ejemplo,

cualquier hablante español sabe que existe una mayor afinidad de significado

entre padre y pariente que entre padre y, digamos, ventilador. Esta afinidad se

puede representar mediante una separación en componentes: palabras que tienen

un mayor número de componentes en común son semánticamente „más afines‟

que palabras que no tienen ninguno. Además, el análisis componencial ofrece una

buena representación del hecho de que, en el léxico de una lengua, las palabras no

están aisladas semánticamente (como no lo están morfológicamente), sino que

están ligadas por relaciones más o menos estrechas. Como veremos más

adelante, del análisis componencial deriva naturalmente la posibilidad de describir

los tipos de relación de significado existentes entre las palabras.

Desgraciadamente, sin embargo, el análisis componenciaI choca contra una

serie de dificultades que limitan enormemente su alcance. Ante todo, no está nada

claro cuál es el procedimiento según el cual los componentes semánticos se

extraen del significado de las palabras. A diferencia de los procedimientos de

análisis morfológico y sintáctico, que gozan de un respetable grado de

repetibilidad (dados ciertos principios, dos lingüistas diferentes tienen grandes

probabilidades de ofrecer el mismo análisis de un determinado elemento

lingüístico) y de verificabilidad, los del análisis componencial son más bien

intuitivos. Los diversos lingüistas pueden usar representaciones distintas de los

componentes, no siempre compatibles entre sí; y nada hace pensar que dos

analistas distintos, aplicando incluso la misma concepción de los componentes,

obtengan la misma matriz de una misma palabra. En definitiva, el método de

extracción de los componentes es aún muy arbitrario.

Por otra parte, este análisis no parece que pueda llevarse a la práctica

totalmente, porque no puede aplicarse a todo el vocabulario de una lengua. Dada

la enorme cantidad de palabras que el vocabulario contiene, si se intentase

reconstruir todos los componentes que intervienen en la formación del significado

de sus elementos, se llegaría a una lista de componentes tan larga que se volvería

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

12

totalmente incontrolable. Se ha dicho que ésta es una dificultad material que no

elimina la posibilidad de principio de desarrollar un análisis componencial

completo. Pero, dada la enorme extensión del léxico, es fácil suponer que la

dificultad material puede coincidir con la imposibilidad teórica.

En tercer lugar, la esperanza del análisis componencial era en sus inicios

demostrar el carácter universal de los componentes. Se pensaba que éstos eran

más o menos los mismos en todas las lenguas y que las diferencias entre unas

lenguas y otras se deberían exclusivamente a la diferencia de combinación de los

componentes. Desgraciadamente, esta ambición ha quedado insatisfecha, por la

misma inmensidad de la tarea y por la dificultad de demostrar los distintos pasos.

Como consecuencia de estos límites, el análisis componencial debe

considerarse, más que como una auténtica técnica analítica, como una técnica de

sondeo inicial. Puede aplicarse a grupos reducidos de palabras unidas por

estrechas relaciones semánticas (como, por ejemplo, la terminología del

parentesco), pero no a muestrarios más amplios. Puede, desde luego, suceder que

todo el léxico de una lengua esté efectivamente organizado en términos

componenciales; pero por el momento no parece posible demostrarlo. El resto de

los detalles que presentarnos en las páginas siguientes deben entenderse a la luz

de esta limitación.

3.2. Tipos de componentes y relaciones entre componentes.

Los análisis que hemos presentado hasta ahora no dan una idea completa de

la variedad de tipos de componentes que pueden identificarse. Si comparamos

niño con hijo, surge la necesidad de introducir componentes de dos clases

diferentes:

niño hijo

[+humano] [±humano]

[+macho] [+macho]

[-adulto] [±adulto]

[±descendiente de primer grado] [+descendiente de primer grado]

Niño se enriquece ahora con un nuevo componente: [±descendiente de

primer grado], mientras que hijo tiene [+descendiente de primer grado]. Hijo,

efectivamente, define su significado sólo en relación con el de padre (o, si se

prefiere, de madre), y no tiene sentido si no es en relación con él. Entre los

componentes transcritos en letra normal y el transcrito en negrita hay por tanto

una importante diferencia: los primeros son absolutos, mientras que los segundos

son relacionales. Los componentes relacionales tienen la propiedad de aludir a

una relación entre dos o más argumentos: hijo se entiende en el sentido de „un x

[±humano], [+macho], [±adulto] que es descendiente en primer grado de un y‟,

de la misma manera que padre se entiende en el sentido de „un x [±humano],

[+macho], [+adulto] que es ascendiente en primer grado de un y‟. Estas matrices

se pueden representar también con una elemental notación lógica de la siguiente

manera:

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

13

hijo = descendiente en primer grado (X, Y)

padre = ascendiente en primer grado (X, Y)

Una notación como ésta permite hacer referencia a los componentes del

tipo [+descendiente de primer grado] también con el término de componentes de

dos lugares (X, Y), y a los componentes absolutos con el término de componentes

de un lugar. Componentes relacionales aparecen también en el significado de

otras palabras, como abuelo, tío, y en general en los nombres de parentesco (que

son, por su naturaleza, portadores de significados relacionales). Abuelo, por

ejemplo, tendrá todos los componentes de padre, excepto que [+ascendiente de

primer grado] será sustituido por [+ascendiente de segundo grado]; etc.

Los componentes semánticos, además, no son independientes los unos de

los otros. Entre ellos pueden establecerse complejas relaciones jerárquicas que

se mantienen gracias a relaciones de distinto tipo. Una relación evidente es la de

implicación (o dependencia). Algunos componentes están necesariamente

implicados por otros, en el sentido de que X comporta necesariamente a Y. En

este caso, se dice que Y está implicado por X (o, al revés, que X implica a Y).

Este tipo de relación existe entre [+adulto] y [+ascendiente]. Para ser

[+ascendiente] es necesario ser [+adulto], de manera que todo lo que comporta el

componente [+ascendiente] debe necesariamente contener también a [+adulto].

Por el contrario, [+descendiente] no implica a [+adulto]: pueden existir sujetos

que son [+descendiente] pero [-adulto]. Hijo es de este tipo. Aplicando este

principio de manera rigurosa, podemos eliminar todos los componentes

implicados automáticamente por otros, realizando de esa manera una notable

economía de componentes. Así, en la matriz de padre, podemos borrar [+adulto]

sin modificar la sustancia del análisis: la supervivencia, en la matriz, de

[+ascendiente de primer grado] basta para asegurar que el significado en cuestión

contenga también (en forma implícita) [+adulto].

Al lado de las distinciones presentadas en este apartado hay que mencionar

otra clase de componentes, a los que podemos denominar pragmáticos, que dan

cuenta de la diferencia de significado que existe entre palabras como, por

ejemplo, cansancio y astenia, antiinflamatorio y antiflogístico, o francés y

franchute. A primera vista, los términos de cada pareja de palabras son sinónimos

(es decir, tienen exactamente la misma matriz semántica). Pero, si los observamos

más de cerca, las cosas cambian. Si colocamos en columnas los primeros cuatro

términos, nos darnos cuenta de que los dos primeros de cada pareja contienen,

entre otros, un nuevo componente:

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

14

cansancio astenia

antiinflamatorio antiflogístico

[-técnico] [+técnico]

De la misma manera, si comparamos francés y franchute, observamos un

nuevo componente que los diferencia:

francés franchute

[-despectivo] [+despectivo)

En otras palabras, cansancio y antiinflamatorio se utilizan solamente en

contextos de tipo coloquial y en interacciones informales, y precisamente a esta

característica se refiere el componente [-técnico], mientras que sus equivalentes

astenia y antiflogístico pueden usarse casi exclusivamente en contextos

especializados (de ahí el componente [+técnico]). Francés y franchute

ejemplifican otro tipo de componente pragmático y social: el primer término es de

tono neutro, y el segundo exhibe un tono marcado, porque comporta una actitud

de desprecio por parte de quien habla hacia el objeto de su mención. Los

componentes pragmáticos se refieren, por tanto, a la especial tonalidad de la

interacción que se produce entre los hablantes o bien al tipo de contexto (formal,

informal, etc.) en el que se utilizan las palabras consideradas (vid.: tema 8).

Los componentes que hemos tomado en consideración hasta este momento

no constituyen el único tipo de información contenida en el significado de las

palabras. Si tomamos una oración como

3) La gata cría a los gatitos

los componentes de criar pueden representarse así:

criar

(Xs hace que (Yo cambie en [+ adulto]))

Esta representación es muy diferente de las que llevamos dadas hasta este

momento, y se lee así: „X, que tiene la función de Sujeto (= s), hace que Y, que

tiene la función de objeto (= o), cambie su estado en [+adulto]‟. En otras

palabras, los componentes semánticos (cada uno de los cuales va recogido entre

paréntesis) ya no están constituidos por palabras, sino por proposiciones

elementales que tienen entre sí relaciones determinadas. Este tipo de

componentes se denomina proposicional, y es probablemente típico de los

verbos. Un componente proposicional puede a su vez englobar (como en nuestro

ejemplo) a uno o más componentes de otro tipo (por ejemplo, relacionales).

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

15

La descomposición de criar contiene algunas informaciones suplementarias

respecto de las que acabamos de ver: a) menciona el hecho de que criar (que es

un verbo, y no un nombre, como las palabras examinadas antes) debe tener un

sujeto y puede tener un complemento; b) que el objeto es beneficiario de la

acción del sujeto.

3.3. Restricciones.

La presentación de las matrices semánticas no está aún completa. Es

necesario introducir todavía en ellas otro tipo de información, de modo que se

eviten enunciados como:

(4) *El marinero cría a los remos

Lo que no funciona en (4) es el hecho de que en este ejemplo se violan algunas

limitaciones referidas a la combinación de las palabras. El verbo criar, en efecto,

no puede combinarse con cualquier tipo de nombres, sino que exige un sujeto y

un complemento que se refieran, ambos, a seres animados. Otros verbos pueden

tener la propiedad inversa: aburrir, por ejemplo, debe tener un sujeto [±animado]

y un complemento [+animado]. Podemos, efectivamente, tener

(5) La película aburre a los chicos

(6) El profesor aburre a los estudiantes

pero no

(7) *El profesor aburre al automóvil

Por este motivo, la matriz de criar debe ser completada con otro tipo de

información que especifique si las palabras que pueden ser sujeto o complemento

han de presentar o no determinados componentes. Estas informaciones

limitadoras se denominan comúnmente restricciones, se recogen entre los signos

„< >‟ y dan lugar a la siguiente reformulación:

criar

(Xs hace que (Yo cambie en [+adulto])) <X [+animado], Y [+animado]>

Si tomamos aburrir, que, como hemos dicho, tiene un sujeto [±animado] y

un complemento [+animado], su representación será la siguiente:

aburrir

(Xs hace que (Yo cambie en [+aburrido])) <X [±animado], Y [+animado]>

Las representaciones de este tipo pueden hacerse aún más complejas. En

sus usos no metafóricos, acariciar, por ejemplo, puede tener como sujeto

solamente palabras que designen a seres dotados de manos, mientras puede tener

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

16

como complemento cualquier palabra. Las restricciones que afectan a su sujeto se

pueden representar así:

acariciar

(Xs, toca a (Yo [+de forma ligera y afectuosa])) <Xs [+dotado de manos]>

donde (observemos de pasada) el componente [+dotado de manos] implica otro

como [+vertebrado].

3.4. Dificultades del análisis componencial.

Habrá podido observarse que las representaciones semánticas que hemos

explicado no se diferencian excesivamente de la información que, para cada

palabra, podemos encontrar en un diccionario. Para acariciar, por ejemplo, el

diccionario de María Moliner da la definición de «rozar o tocar suavemente con

los dedos una cosa o a alguien», que equivale más o menos a «(Xs toca a

(Yo [+de forma ligera y afectuosa])) <Xs [+dotado de manos]>». ¿Para qué vale,

entonces, esforzarse en construir complicadas representaciones semánticas, si en

realidad todo lo que necesitamos ya está dicho en los diccionarios? Esta pregunta

es delicada, pero tiene, en principio, una respuesta.

Para empezar, las representaciones basadas sobre componentes son más

precisas que las definiciones de los diccionarios; pero, sobre todo, constituyen un

lenguaje cómodo y relativamente eficiente para comparar entre sí significados

aparentemente alejados. Con el análisis componencial se descubre, mucho mejor

que a través de las definiciones de los diccionarios, que algunas palabras pueden

contener uno o más componentes en común y por tanto constituir una familia

semántica (vid. más adelante). Por ejemplo, criar, aburrir, educar, matar y otros

muchos verbos forman una familia porque contienen todos la matriz «(Xs hace

que (Yo cambie en) ... )», o, como también podríamos decir, son verbos de

„cambio‟. De esa manera, el conocimiento del léxico que tiene cada hablante

queda así mucho mejor representado que a través de las definiciones del

diccionario.

Además, la representación mediante componentes evidencia mucho mejor

que otras técnicas el hecho de que los componentes semánticos son recurrentes

en cada lengua. Es raro que uno de ellos actúe solamente en el significado de una

palabra: cada uno de ellos desarrolla un „trabajo‟ más intenso, interviniendo en el

significado de numerosas (a veces, innumerables) palabras. Aunque, como ya se

ha dicho, el análisis componencial completo de una lengua es materialmente

imposible, mediante este procedimiento tenemos una idea en principio aceptable

de la manera en que está estructurado el léxico.

Sin embargo, es difícil decir cuántos niveles de componentes son necesarios

para describir completamente el significado de una palabra. En principio, deberán

ser necesarios por lo menos los siguientes: a) componentes que describan el

significado intensional de la palabra; b) otros que indiquen su categorización

gramatical; c) otros que especifiquen las restricciones que aquélla debe respetar

en sus combinaciones sintagmáticas; y, finalmente, d) una serie de componentes

que definan las condiciones pragmáticas de su uso. Y desde luego no hay que

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

17

excluir que, a medida que se amplía la comparación en parejas entre las palabras,

surja la necesidad de postular otros niveles componenciales. Ya esta enumeración

evidencia que, en efecto, la descripción del significado de una palabra en términos

rigurosamente componenciales termina por llevar a una enorme masa de

especificaciones poco manejables desde el punto de vista práctico, si bien

probablemente capaces de dar cuenta de una buena parte de la competencia léxica

de los usuarios.

Por otro lado, además, hay que señalar por lo menos otra serie de

dificultades. En su momento hemos recordado que los significados de las palabras

no son todos del mismo tipo. En algunas son „concretos‟ (intensionalmente bien

definidos y extensionalmente aplicables); en otras, „abstractos‟, es decir, los que

exhiben las ambiguas o indescomponibles en principio (cuyo número no es nada

desdeñable). ¿Quién podría ofrecer un análisis componencial aceptable de

palabras generales como cosa o hacer? ¿Quién puede dar un análisis de

existencia o, más sencillamente, de bien? No sólo las palabras que, como éstas,

han sido más intensamente usadas por la tradición filosófica, escapan a una

definición estable, sino también otras muchas. No podemos aquí entrar en detalles

sobre esta cuestión, pero es necesario sacar una conclusión que el lector aceptará

sin necesidad de demostración: no todas las palabras del léxico son

semánticamente susceptibles de descripción por procedimientos estándar; y para

otras muchas, el significado se evidencia sólo a través del uso específico que los

hablantes hacen de ellas. (Y precisamente para eso sirve el extraordinario recurso

de la „pregunta metalingüística‟: ¿Qué entiendes por X?)

Por último, un inconveniente propio del análisis componencial es que, en su

afán analítico no resulta el mejor procedimiento para dar cuenta de la verdadera

representación que los usuarios se hacen del significado de las palabras. En

muchos casos, efectivamente, los conceptos que se asocian a las palabras tienen

carácter configuracional o, como se diría en algunas tradiciones psicológicas, de

geltalt o percepción de conjunto, que no puede captarse exclusivamente como la

suma de los componentes. La grafía que representa el número 8 no es sólo un

círculo que se intersecta con otro formando una sola línea cerrada orientada

verticalmente. Por muy exhaustiva que sea una descripción analítica de una forma

geométrica, nunca podrá sustituir a la imagen coherente y unitaria del conjunto

con la que los seres humanos nos la representamos de forma holística.

4. PRINCIPIOS DE ORDENACIÓN.

El primer fenómeno importante al que el análisis componencial da acceso es

al hecho de que el léxico de cualquier lengua no está constituido por elementos

aislados, sino que está organizado sobre la base de un cierto número de

principios de ordenación (o relaciones semánticas).

4.1. Gradación.

Un ejemplo evidente del principio de ordenación es el constituido por la

gradación. Algunos grupos de palabras pueden disponerse en escala, con un

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

18

extremo en el que una determinada propiedad está presente en su grado mínimo y

otro en el que ésta se presenta en grado máximo. Véanse tres simples

ejemplificaciones (delante de cada escala se presenta en mayúsculas el

componente sometido a gradación):

CANTIDAD ninguno uno alguno bastantes muchos infinitos

TEMPERATURA gélido frío tibio caliente hirviente

DIMENSIÓN microscópico pequeño medio(-ano) grande grandísimo enorme

( - ) ( + )

Las gradaciones organizan grandes cantidades de palabras en el léxico, pero

presentan algunos problemas. Si las representamos como secuencias de „lugares‟

que sean susceptibles de ser ocupados, cada uno de ellos, por una palabra,

podemos encontrarnos alguno vacío. Por ejemplo, entre grande y grandísimo

puede ser útil establecer un lugar intermedio, como más bien grande o no

exactamente grandísimo. Estos lugares no están ocupados por palabras del léxico

español sino sólo por sintagmas provistos de una o más especificaciones. Dicho

de otra manera, las gradaciones pueden tener lagunas. Además, nada garantiza

que alguno de los términos de la gradación no tenga equivalentes paradigmáticos:

por ejemplo, se puede usar polar en lugar de gélido, o ecuatorial en lugar de

hirviente. Por eso, las gradaciones son paradigmáticamente frágiles.

No obstante, en algunos usos técnicos del léxico se puede establecer,

convencionalmente, una gradación regularizada, es decir, que no presente

lagunas ni sea paradigmáticamente frágil a pesar de estar formada por palabras

del lenguaje ordinario. En la jerga universitaria española, por ejemplo, es una

gradación regularizada la que se establece entre los adjetivos que expresan la

valoración del rendimiento escolar del alumno:

TIPO DE RENDIMIENTO suspenso aprobado notable sobresaliente

(-) (+)

En este caso se conviene que la escala vaya de un „mínimo‟ a un „máximo‟,

que entre un término y otro de ella no existan lugares vacíos, que a cada lugar le

corresponda el mismo „espacio‟ y que no sea posible encontrar equivalentes

paradigmáticos. Las gradaciones regularizadas son un ejemplo interesante de una

posibilidad del léxico de las lenguas: las palabras „corrientes‟ pueden convertirse

en términos técnicos a través de un proceso más o menos simple de acuerdo

sobre su significado. Notable es una palabra corriente (y, por tanto, frágil en el

lenguaje ordinario); pero es un término técnico en la jerga de la educación.

4.2. Hiponimia.

Otro principio esencial de ordenación es la hiponimia (con su contraria la

hiperonimia). Un palabra B es hipónima de A cuando en su significado está

incluido el de A: automóvil es hipónimo de vehículo, ballena de animal, etc. Y, al

contrario, vehículo es hiperónimo de automóvil, y animal, de ballena. De ahí se

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

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deriva que, si es cierto un enunciado que contiene un hiperónimo, debe ser

necesariamente cierto un enunciado que contenga, en la misma posición, un

hipónimo suyo: si es cierto que todos los animales deben ser protegidos, es cierto

también que todas las ballenas deben ser protegidas. Dos palabras hipónimas de

un mismo hiperónimo se denominan cohipónimas: por tanto, ballena, cocodrilo,

gallina, mosquito, etc., son cohipónimos respecto de animal, puesto que una

parte de su significado es idéntico al de animal. Esta relación es quizás la más

importante que existe en el léxico de las lenguas: dado que organiza una

innumerable variedad de grupos de palabras, tiene un rendimiento muy elevado.

La hiponimia (con la cohiponimia) puede representarse mediante árboles

jerárquicos que muestran de manera inmediata las relaciones creadas gracias a

ella. Pero puede ser representada más eficazmente en términos de componentes

semánticos: B es hipónimo de A cuando, en su matriz semántica, aparecen al

menos todos los componentes intensionales de A más algunos otros. Automóvil

tiene los componentes intensionales de vehículo, a los que se añaden otros. En

consecuencia, los hiperónimos son intensionalmente más pobres que los

hipónimos, pero extensionalmente más ricos; y con los hipónimos sucede al

contrario.

No hay que imaginar la hiponimia como una relación armónica. En efecto,

son frecuentes las palabras que, aun siendo cohipónimas, no tienen un

hipernónimo que las abarque intensionalmente a todas; es decir, están provistas

sólo de un hipernónimo virtual. Uno de los medios más frecuentes para

reequilibrar este desequilibrio semántico lo constituye el hecho de que uno de los

cohipónimos asuma también la función de hiperónimo, como se ve en el esquema

siguiente:

tíos

HIPERONIMIA

tío COHIPONIMIA tía

Tío actúa como cohipónimo de tía y también (en plural) como hiperónimo de

ambos. Esta situación se presenta muy a menudo (hermano ≈ hermana ≈≈

hermanos; caballo ≈ yegua ≈≈ caballos, etc.). En otros casos el término

superordenado está vacío, o, mejor dicho, no está formado por una palabra en la

lengua sino que puede ser suplido por una combinación sintagmática (el nudo

vacío se indica con „?‟):

Page 219: VVAA - Linguistica General

Lingüística. Tema 6. Semántica.

20

?

HIPERONIMIA

armario COHIPONIMIA ropero

La hiponimia puede dar lugar a ramificaciones en distintos niveles

jerárquicos: el significado de A y B puede quedar incluido en el de C, éste (quizás

junto al de D) puede a su vez quedar incluido en E, y así sucesivamente. Se puede

llegar de esa manera a complejas estructuras arbóreas, en las que no se excluye la

existencia de nudos vacíos:

mueble

mesa asiento ?

escritorio mesilla ... silla escaño ... armario guardarropa

ropero...

Este árbol, que tiene como „raíz‟ mueble, puede encajarse dentro de otros

árboles más complejos, dotados o no de una „raíz‟ con nombre específico: por

ejemplo, junto con el árbol que tenga como „raíz‟ solería puede entrar a formar

parte del super-árbol decoración, y así sucesivamente.

No falta quien ha sostenido que, reconstruyendo de esta manera las

relaciones semánticas, se puede llegar a crear una especie de macro-árbol

semántico que contenga todas las palabras de una lengua y reconduzca todo el

léxico a una única „palabra arquetípica‟. Es evidente que un propósito como éste

es irrealizable, dado, como hemos dicho, el carácter ilimitado del léxico. Y, sin

embargo, este proyecto imposible contiene un factor de verdad: nos recuerda que

los significados de las lenguas constituyen una red (o un árbol) llena de lagunas,

asimetrías e imperfecciones, pero que siempre es posible, si las necesidades de la

enunciación lo requieren, „llenar‟ más o menos provisionalmente los vacíos y

deshacer las asimetrías. Ello es posible o bien trasladando una palabra de un

nudo a otro del árbol, o bien delegando a una palabra para que ocupe una

determinada posición, mediante, por ejemplo, una traslación metafórica. Si no

tenemos un hiperónimo específico capaz de cubrir dos cohipónimos como

armario y ropero, podemos trasladar al papel de hiperónimo a uno de los dos

términos, llamándolos a los dos (si así lo queremos) armarios, o bien delegar

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

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(más o menos provisionalmente) a una palabra general (ella sola, como cosa o

mueble, o en sintagma, como cosa para sentarse, etc.) o de otro tipo. En

español, por ejemplo, como hiperónimo de marido y mujer se usa corrientemente

la palabra delegada matrimonio, que procede de un árbol hiponímico

completamente distinto.

Queda la cuestión de si la organización hiponímica del significado de las

lenguas es un puro accidente o bien responde a algún tipo de motivación. Es

difícil pensar que se trate de una pura casualidad: el fenómeno de la hiponimia es,

de hecho, un universal lingüístico, y por ello debe responder a razones más

profundas. Una de éstas puede ser la siguiente: el léxico está organizado

hiponímicamente para favorecer un recurso enunciativo esencial para los usuarios

lingüísticos, que es el de la movilidad semántica. Ésta le permite al hablante

producir enunciados con distinto grado de riqueza intensional, moviéndose con

una especie de „efecto zoom‟ por una escala en cuyos extremos están la máxima

generalidad (= máxima pobreza intensional) y la máxima concreción (= máxima

riqueza intensional). Este recurso favorece directamente la maniobra de

manipulación del conocimiento, como se ve en (10):

(10) A. Tráigame algo de beber. (1)

B. ¿Qué desea?

A. Un vino. (2)

B. ¿Qué vino?

A. Un clarete. (3)

En la progresión del diálogo, estimulado por las preguntas de B, A se

mueve gradualmente hacia la parte baja de la escala de intensión, trasladándose

desde (1) algo de beber, que es el hiperónimo más alto (y, por tanto,

extensionalmente más amplio) evocado en el diálogo, a (2) vino, que es hipónimo

de (1) e hiperónimo de (3) (vino) clarete, que representa, en nuestro ejemplo, el

máximo de riqueza intensional.

El „efecto zoom‟ es un recurso de gran importancia semiótica. Se puede

emplear en medida teóricamente ilimitada: siempre podemos añadir nuevos

componentes intensionales a un enunciado, tanto si el léxico de la lengua dispone

de ‘palabras apropiadas‟ como si tenemos que rellenar lagunas léxicas mediante

sintagmas adecuados, palabras generales o sustitutivos. Se puede decir que,

precisamente por la posibilidad que tenemos de aplicarle el „efecto zoom‟, el

léxico parece constituir un orden casi-continuo, dado que sus lagunas pueden

llenarse con palabras o sintagmas de intensión cada vez más rica.

4.3. Sinonimia, antonimia, complementariedad y simetría.

Son sinónimas dos palabras que tengan exactamente la misma matriz

semántica. Pero esta definición es sólo abstracta: como los componentes que

forman una matriz son de distinto nivel (denotativos, estructurales, connotativos,

etc.), como se ha visto, es muy difícil encontrar dos palabras dotadas de una

matriz idéntica para todos los niveles de los componentes. Por ejemplo, subir y

ascender pueden parecer a primera vista completamente sinónimos, pero en

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

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realidad no lo son: subir tiene un componente pragmático como [±formal],

mientras que ascender tiene [+formal]. Por otra parte, los contextos en los que

puede aparecer ascender no son idénticos a aquellos en los que puede aparecer

subir: Ha ascendido a general ≈ *Ha subido a general. Efectivamente, la

sinonimia perfecta o total se puede considerar, si no inexistente, con toda

seguridad rarísima (quizás un ejemplo pudiera ser sedante ≈ tranquilizante, o

comenzar ≈ empezar). Debido a ello hay que entenderla esencialmente como

cuasi-sinonimia, en el sentido de que dos palabras pueden tener en común uno o

más conjuntos de componentes semánticos (a partir, naturalmente, de los

denotativos), pero difícilmente los compartirán todos.

Antonimia es, por el contrario, el nombre que se da a la relación por la cual

el significado de una palabra es el contrario (o el opuesto) al de otra. Bueno ≈

malo; hermoso ≈ feo; lleno ≈ vacío, etc. son parejas de antónimos.

Frecuentemente la relación de antonimia incluye una gradación, porque los dos

extremos de una gradación son generalmente antónimos: gélido ≈ ... ≈ tórrido;

alegre ≈ ... ≈ triste.

Diferente de la antonimia es la complementariedad, que se establece entre

cohipónimos que se presentan en pareja (o, de todas maneras, en grupos

numéricamente muy restringidos, como tres o cuatro). Entrar y salir, vivo y

muerto son de este tipo: si X no está vivo, está (necesariamente) muerto, y si no

está muerto, está (necesariamente) vivo. Casado y soltero, sin embargo, son solo

parcialmente complementarios; en realidad, esos dos términos no agotan la gama

de lugares posibles en la serie de cohipónimos: hay que incluir divorciado,

separado, viudo.

La simetría es, finalmente, la relación existente entre palabras como

comprar y vender. Dos palabras de significado simétrico están organizadas de tal

manera que, si es verdad que A compra X a B, también es verdad que B vende X

a A. Encima y debajo parecen ser de la misma naturaleza: si es cierto que el libro

está debajo del cenicero, también es cierto que el cenicero está encima del libro.

La misma relación existe entre dar y tomar, yerno y suegro, etc. No faltan, sin

embargo, palabras que contienen simultáneamente dos significados simétricos:

alquilar significa tanto «tomar en alquiler» como «dar en alquiler».

4.4. Colocaciones.

Hasta aquí hemos considerado sólo principios de carácter paradigmático,

es decir, los que se instauran en cierto conjunto de palabras para el que, si se elige

una, queda prohibido el uso de las otras. Pero existen también principios

sintagmáticos, esto es, los que permiten diversas relaciones semánticas entre las

palabras que componen una cadena sintagmática, una expresión compleja. Estas

relaciones pueden ser más o menos ocasionales o también regulares. En este

último caso, las relaciones semánticas están determinadas al menos por dos tipos

de construcciones: la modificadora y la complementadora. En ellas la relación

semántica entre las palabras es generalmente unidireccional habiendo, por tanto,

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

23

un elemento seleccionador y otro seleccionado. Así, en la construcción

modificadora el elemento sintáctico adyacente es el seleccionador y el núcleo

sintáctico el seleccionado. En

(8) Una loba preñada

tenemos una construcción modificadora, y en ella se da una relación semántica

entre el núcleo, una loba, y el modificador, preñada. En esta relación el

modificador selecciona al núcleo: éste ha de tener el rasgo [-macho]. De ahí que,

cuando este modificador aparece con núcleos formados por sustantivos que no

expresan el género morfológicamente, tales núcleos adquieran el rasgo semántico

seleccionado por aquél. Es el caso, por ejemplo, de

(9) gusano preñado

en donde el adjetivo selecciona el rasgo semántico [-macho] para la denotación

de «gusano».

En las construcciones complementadoras, por el contrario, es el núcleo

sintáctico el que selecciona y el adyacente lo seleccionado. Así, en el sintagma

(10) partidario de la paz

«de la paz» es un complemento exigido por «partidario»: éste último, núcleo del

sintagma, selecciona el adyacente siguiente. El adjetivo «partidario» selecciona

como complemento palabras o sintagmas que denoten una situación o una acción

(«partidario de la paz» [+estado], «partidario de la negociación» [+acción]). Por

esta razón, cuando el complemento de este adjetivo denota un objeto físico,

como en

(11) partidario de los ordenadores

el complemento adquiere automáticamente el rasgo de [+estado] o el de

[+acción]: «partidario del estado en que se usan ordenadores/de la utilización de

los ordenadores».

Las relaciones semánticas sintagmáticas pueden caracterizarse del siguiente

modo:

a) Tautonimia: Esta relación se da cuando el elemento seleccionado

expresa únicamente el rasgo semántico seleccionado. Es lo que ocurre en la

expresión comer comida, ya que el verbo «comer» exige que su objeto tenga el

rasgo [+objeto comestible], que es precisamente el único que muestra la palabra

seleccionada, «comida». Otro caso de tautonimia sería varón macho; ahora

tenemos que el rasgo semántico que define a «macho» ([+macho]) está ya

incluido en «varón». En el uso lingüístico, la tautonimia se suele emplear en

determinadas situaciones para subrayar el rasgo semántico que da origen a ella.

Por ejemplo, en una situación en la que me proporcionan una comida en mal

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

24

estado o de mala calidad, puedo decir ¡Quiero comer comida!: el carácter

tautonímico de la construcción sirve para poner énfasis en el rasgo semántico que

da origen a dicha tautonimia; insisto en que quiero que lo que se me da por

comida sea realmente comestible. El procedimiento es similar a cuando repetimos

un sustantivo (Esto sí es café café) para recalcar la pureza o autenticidad del

objeto denotado.

b) Xenonimia: Es el caso contrario de la tautonimia. Ahora se da una

contradicción entre el rasgo exigido por el seleccionador y alguno de los que

presenta el seleccionado. Por ejemplo, comer lápiz es una construcción en la que

el objeto es algo no comestible ([-objeto comestible]). Igual ocurriría con la

expresión varón hembra. La interpretación de tales expresiones puede resultar

imposible en muchas ocasiones o exige un esfuerzo cognitivo de acomodo

considerable.

c) Filonimia: Es la relación que se establece cuando no se dan las

relaciones anteriores. Las construcciones comer carne, hombre inteligente son

filonímicas.

d) Solidaridades léxicas: Se trata de un caso particular de la tautonimia.

Consideremos algunos ejemplos:

(12) Los perros ladran

(13) Los gatos maúllan

(14) Los burros rebuznan

Entre los sujetos y los verbos de estas oraciones se establece una relación

de tautonimia. Por ejemplo, se puede definir «ladrar» como la „emisión de

sonidos característicos que hacen los perros‟. Por tanto, la palabra «perro» está

incrustada en el significado de la palabra «ladrar». Lo mismo ocurre en el resto de

los ejemplos. Las solidaridades también se observan entre otras partes de la

oración:

(15) Talar los árboles

(16) Izar la bandera

(17) Levar anclas

(18) Mesar los cabellos

(19) Lamer con la lengua

(20) Besar con los labios

Como se ve, la solidaridad léxica no es otra cosa que una relación de

selección semántica en la que no están implicados componentes semánticos sino

lexemas o palabras o, si se prefiere, las matrices semánticas que las caracterizan.

Por otro lado, la solidaridad léxica es un fenómeno más restringido y menos

sistemático que el de la selección de componentes semánticos. Estamos ante la

lexicalización de una relación semántica sintagmática y, como toda lexicalización,

presentará un carácter asistemático, idiosincrásico y, en general, poco regular.

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

25

4.5. Familias semánticas y campos léxicos.

Usamos el término familias semánticas en sentido genérico, para referirnos

al hecho, intuitivo para el hablante, de que algunas palabras de su lengua tienen

significados „afines‟ entre sí, mientras que otras están semánticamente aisladas.

Caballo y potro son más „cercanos‟ que caballo y televisor, así como tío y

cuñado son más cercanos que tío y tren. En esta intuición se basan distintos

fenómenos: a) la percepción de que existen grupos de palabras tan unidas desde

el punto de vista semántico que forman terminologías compactas (es decir,

familias formadas sólo por términos técnicos: los de la Física, la Química, etc., o,

más trivialmente, de la cocina, la costura, la casa, etc.); b) la idea de que, en el

aprendizaje de una lengua (tanto si es lengua materna como lengua extranjera),

algunas familias deben tener prioridad sobre otras; c) la percepción de que una

determinada palabra puede emigrar de una familia a otra ampliando su significado

(programa forma parte, con significados total o parcialmente distintos, de las

familias de la Música, la Informática, la Genética, etc., así como del „lenguaje

común‟); y así sucesivamente.

La Semántica, por su parte, ha tratado de dar forma a estas percepciones,

desde el punto de vista práctico, proponiendo diccionarios „ideológicos‟, es decir,

basados no en el orden alfabético de las palabras, sino en la „cercanía‟ semántica

de unas y otras, y, desde el teórico, intentando distinguir, dentro de la noción

general de „familia‟, los distintos tipos que la conforman.

Las familias semánticas pueden ser consideradas desde el punto de vista

paradigmático o desde el sintagmático. Caballo y potro pueden aparecer en las

mismas posiciones y con las mismas funciones en el enunciado, formando una

familia paradigmática, mientras que caballo y relinchar, aun siendo a su vez

„afines‟ semánticamente, deben aparecer en distintas posiciones y con diferentes

funciones (caballo debe ser sujeto de relinchar), constituyendo de esa manera

una familia semántica. Del mismo modo, cocer y hervir están emparentados

paradigmáticamente, mientras que cocer y pescado, cocer y cocinero lo están

sintagmáticamente (pescado puede ser complemento de cocer, o -si el verbo es

ergativo- su sujeto: el pescado cuece rápidamente; cocinero, por su parte,

normalmente debe ser sujeto del verbo), etc. Existe una relación entre las familias

semánticas y los principios de ordenación explicados: para que exista una familia

semántica es necesario que las palabras en cuestión estén relacionadas con uno o

varios de los principios descritos. Podemos tener entonces familias de hipónimos,

antónimos, palabras en gradación, etc., o bien familias ordenadas por varios

principios que actúan simultáneamente. Dicho de otra manera, una familia

semántica está formada por todas las palabras cuyas matrices comprendan al

menos un componente intensional en común. Cuanto más alto sea el número de

componentes intensionales comunes, más densa será la familia. Por tanto, si

privar y hurtar constituyen una familia porque ambos contienen el componente

proposicional (Xs hace que (Yo cambie a [+privado de])), hurtar y robar forman

una familia aún más densa, porque tienen en común también el componente [-con

medios legales]. Desde este punto de vista, las terminologías son familias en

sentido estricto, con densidad variable según los casos.

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

26

Dentro de la noción de familia se pueden distinguir otras varias formas de

relación de significados; aquí nos limitaremos a explicar la más productiva, que

parece ser la de campo semántico (o léxico). El campo semántico es una familia

formada por palabras en oposición paradigmática, es decir, que pueden ocupar el

mismo lugar en el enunciado. Ello comporta que las palabras en cuestión

pertenezcan a la misma parte de la oración, puesto que de otra manera no podrían

ocupar el mismo lugar. Por ejemplo, libro, periódico, fascículo, documento, etc.,

pertenecen al mismo campo, porque pueden rellenar, unas en oposición a otras, el

hueco de enunciados como ¿Has terminado de leer el _____?; por el contrario,

libro, caballo y ordenador no constituyen un campo, porque, según parece, no

pueden intercambiarse en los mismos contextos. Por eso los nombres de los

colores, a los que el análisis semántico les ha dedicado gran atención, constituyen

un campo semántico.

La pertenencia de una palabra a un determinado campo semántico no

excluye que ésta pueda formar parte al mismo tiempo de otros campos. Bajo

forma un campo con alto (montaña alta ≈.montaña baja), y al mismo tiempo con

profundo (mar profundo ≈ mar bajo); nuevo, por una parte, forma un campo con

viejo, y, por otra, con usado (de ahí que podamos encontrarnos con enunciados

como Este coche es usado pero está nuevo, es decir, «no viejo», o como Este

coche está viejo pero es nuevo, «no usado». En realidad, es difícil hallar una

palabra que no esté al mismo tiempo implicada en más de un campo, de la misma

manera que en ciertos casos palabras que forman parte de un campo pueden

entrar a formar parte de una gradación o de otros principios de ordenación:

caballo y potro son al mismo tiempo elementos de un mismo campo y miembros

de una relación de hiponimia.

Basándonos en estas consideraciones podemos suponer que a) la misma

palabra figure al mismo tiempo en distintos campos, y probablemente también

que b) todo el léxico de una lengua está formado por un conjunto (aunque sea

ilimitadamente amplio) de campos de dimensión y densidad variable.

Naturalmente, estas dos generalizaciones se prestan con dificultad a una

comprobación empírica completa, por lo que es conveniente asumirlas sólo como

pautas para el análisis. La infinidad virtual del léxico hace imposible aducir

pruebas definitivas al respecto.

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

27

4.6 Tipología de los campos semánticos.

Los campos semánticos admiten ser tipificados formalmente del siguiente

modo:

CAMPOS SEMÁNTICOS

Ramificantes No ramificantes

Taxonomías Meronomías Lineales Circulares

La primera distinción es la que subdivide los campos en ramificantes y no

ramificantes. La estructura ramificante es análoga a la de las estructuras

sintácticas, por lo que tienen este aspecto:

A

B C

D E F G

En esta estructura vemos un elemento superior A que domina a B y a C; a

su vez C domina a E, F y G: cuando un elemento domina a dos o más elementos

obtenemos una serie de ramas similares a las de un árbol. Obtenemos, pues, una

jerarquía a través de la cual creamos una estructura.

Existen al menos dos formas de establecer relaciones jerárquicas según el

contenido fáctico que demos a la relación abstracta de dominio. Podemos

interpretar esta relación, en primer lugar, mediante la relación clase/miembro; en

segundo lugar, mediante la relación todo/parte. En el primer caso los miembros

son entidades independientes y la clase es la acumulación o colección de tales

entidades: tenemos una consecuencia de la operación de síntesis. A este tipo lo

denominaremos taxonomía. En el segundo caso las partes no son entidades

completamente independientes, pues todas ellas se armonizan para obtener una

entidad individual: el todo; estamos ante operación de análisis. A este tipo lo

denominaremos meronomía.

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

28

Consideremos un ejemplo de taxonomía:

Esta estructura no es completa, como se puede comprobar a primera vista,

pero sirve para ilustrar el concepto de taxonomía. Menaje de cocina es

hiperónimo de todos los elementos que hay debajo, que son sus hipónimos.

Igualmente, cubertería, por ejemplo, es a un mismo tiempo hipónimo de menaje

de cocina e hiperónimo de los cohipónimos que subsume: cuchillo, (…).

Cubertería, cristalería, etc. son cohipónimos de menaje de cocina. Una prueba

para la determinación de los hipónimos es ponerlos en un contexto como éste:

(21) X es un elemento/componente de Y

(22) El cuchillo es un elemento de la cubertería

(23) La cubertería es un componente del menaje de cocina

En esta taxonomía todos los hiperónimos con nombres colectivos. A este

tipo de taxonomías se las puede denominar extensionales. Pero puede haber

taxonomías en las que los hiperónimos no sean nombres colectivos, como por

ejemplo en la de instrumentos musicales, que contiene hipónimos/hiperónimos

como instrumentos de cuerda, instrumentos de viento, instrumentos de

percusión. Estos elementos no son nombres colectivos sino nombres que

denominan uno de los rasgos distintivos de los hipónimos subsumidos. Estamos

en este caso ante una taxonomía intensional. La prueba, en esta ocasión, es:

(24) X es un tipo/clase de Y

(25) La trompeta es un tipo/clase de instrumento de viento

Por otra parte, las taxonomías pueden ser cerradas o abiertas. Las cerradas

muestran una frontera bien delimitada: una vez alcanzados los elementos más

pequeños no es posible seguir avanzando. Es el caso de la taxonomía propuesta

arriba o la de numerosas clasificaciones conceptuales o científicas, por ejemplo.

Las abiertas, en cambio, pueden expandirse sin fin: las taxonomías de parentesco

son buen ejemplo de ello.

Menaje de cocina

Cubertería Cristalería Vajilla Mantelería

Cuchillo copa plato mantel (…) (…) (…) (…)

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

29

Consideremos el otro tipo de estructura ramificante: la meronomía. En este

caso la relación fundamental es, como sabemos, la de parte/todo. Veamos el

ejemplo siguiente, sencillo y simplificado:

Según puede verse, pie es una parte de la pierna, o que la cara es una parte

de la cabeza: pie es merónimo (hipónimo de meronomía) de pierna, y cara, de

cabeza. Dos partes del mismo todo superior son comerónimos (cohipónimos de

meronomía). Así, rodilla y muslo son comerónimos de pierna. Ésta, a su vez, es

holónimo de ellas (hiperónimo de meronomía). Cuerpo es holónimo de cabeza.

Entre los contextos que pueden servir para determinar la relación de meronimia

están los siguientes:

(26) El X tiene Y y Z

(27) Y y Z son partes de Y

(28) X consta de Y y Z

(29) Y y Z forman parte de X

(30) El Y y Z de un X

(Donde Y, Z son merónimos del holónimo X.)

Una diferencia importante entre las taxonomías y las meronomías es que en

el caso de éstas últimas la relación no es estrictamente transitiva. Por ejemplo, se

puede decir que un plato es un elemento del menaje de cocina, y ello es posible

porque un plato es un elemento de la vajilla y ésta, a su vez, es un elemento del

menaje de cocina. La relación de hiponimia taxonómica es, por tanto, transitiva.

Sin embargo, no la podemos aplicar lo mismo con resultados normales a las

meronomías. Por ejemplo, sabemos que las casas tienen frecuentemente cuarto de

baño y que éstos tienen bidé; ahora bien, de aquí no sería normal deducir que el

bidé es una parte constitutiva de la casa, sino sólo del cuarto de baño. Por tanto,

en las meronomías, al contrario que en las taxonomías, la hiponimia es local y no

global, esto es, no transitiva. Esto se debe a que los diversos merónimos de un

holónimo están estructurados de diversa manera. Por ejemplo, la forma de

estructuración de las partes de la mano es diferente de la forma de estructuración

de las partes del brazo. Por ello, no podemos decir que los dedos son partes de

los brazos, sino una parte de la mano. En las taxonomías tenemos simplemente

conjuntos y elementos que pertenecen a ellos: el cuchillo pertenece a la cubertería

como la cubertería pertenece al menaje de cocina; es decir, como simples

elementos constituyentes de ese conjunto.

Las estructuras no ramificantes suelen subdividirse en lineales y circulares.

Los lineales son estructuras que típicamente presentan una serie ordenada de

elementos con uno superior, otro inferior y una serie de elementos intermedios.

Se puede representar así:

A > B > C > D

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

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en donde A es el elemento superior, arcónimo, D es el elemento inferior,

telónimo, y B y C elementos intermedios, mesónimos. Un ejemplo:

(31) concepción > nacimiento > infancia > adolescencia > juventud >

madurez > senectud > muerte

Dado que los campos de esta clase suelen presentar una ordenación secuencial

estricta de sus elementos, se pueden proponer los siguientes contextos de

determinación:

(32) X es/va antes que Y

(33) Z empieza con Y

(34) Y termina en Z

(35) X acaba/resulta en Y

(36) Y está entre X y Z

(En donde Y es telónimo de X, Y es arcónimo de Z e Y es mesónimo de X

y Z.)

(37a) La concepción es antes que el nacimiento

(37b) La senectud termina con la muerte

(37c) La concepción acaba en el nacimiento

(37d) El nacimiento está entre la concepción y la infancia

Los campos lineales están acotados: no hay una relación de precedencia

entre el último elemento de una serie y el primero de ésta.

Esta última característica es la distingue los campos no ramificados lineales

de los no ramificados circulares. También están ordenados estos campos en

serie, como en caso anterior, pero los elementos se suceden de manera que se da

una relación de precedencia entre el último elemento de la serie y el primero de

ella, como si tal serie se cerrara en círculo. Un ejemplo:

(38) mañana > mediodía > tarde > noche > madrugada >> mañana…

Como vemos, la madrugada da paso a la mañana de nuevo y vuelve a repetirse

todo el ciclo. Ciclos así se dan en otros ámbitos que no son de carácter temporal.

Por ejemplo:

(39) fresco > cansado > agotado > descansado >> fresco…

En general, todos los procesos naturales cíclicos son representados a través

de esta estructura.

En algunos casos el último elemento de una serie no se conecta

directamente con el primero de ella, sino que se conecta con él a través de un

recorrido inverso. Por ejemplo:

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

31

(40) tranquilo > inquieto > nervioso > excitado > violento

No se pasa de violento a tranquilo, sino que se pasa de este último estado al

anterior hasta regresar al inicial. Llamaremos a estas construcciones circulares

regresivas.

4.7. Principios de ordenación y categorización no estrictos. Prototipos, extensiones y

esquemas.

Hasta ahora hemos considerado principios de ordenación basados en

criterios de categorización estrictos, los cuales establecen la pertenencia o no a

una determinada categoría en virtud de la existencia de cierto número de rasgos

suficientes y necesarios. Las relaciones basadas en el análisis componencial, por

ejemplo, se basan en ese supuesto. En general, esta es la posición aplicada por la

Lingüística de orientación estructural. Sin embargo, no podemos terminar este

apartado sin considerar la posibilidad de reconocer otro tipo de relaciones que no

se ven limitadas por la idea de una categorización estricta definida por límites

bien precisos. Según una visión alternativa, propia de ciertas corrientes del

funcionalismo, como la de la Lingüística cognitiva, las categorías lingüísticas

pueden estar configuradas por miembros más o menos centrales y las relaciones

entre esos miembros pueden ser tanto de categorización estricta como de

categorización laxa o no estricta. Según esta concepción la pertenencia a una

determinada categoría es una cuestión de grado, de manera que algunos

miembros de una clase ocupan un lugar central o prototípico porque se

consideran los mejores representantes de un concepto. Por ejemplo, aunque un

turismo, una furgoneta, un camión, un todoterreno, un motocarro y una

caravana se consideren subtipos del tipo de objeto al que podemos llamar

automóvil, no todos representan la clase general de la misma manera: entre todos

ellos el turismo constituye un ejemplo central o prototípico de la categoría. Por

otro lado, el término automóvil podría aplicarse a uno de juguete que no tuviera

motor y que no cumpliera, por tanto, con un rasgo fundamental de la categoría

general. Se diría que el término automóvil se extiende de forma flexible para

abarcar la designación a clases de objetos que presentan algunos de los rasgos

fundamentales de la clase pero no todos.

Según esta visión, las categorías lingüísticas en general y, en particular, las

categorías semánticas conforman redes o categorías complejas con vínculos más

o menos estrechos y con miembros más o menos centrales. A modo de

ilustración, consideremos el ejemplo del concepto árbol según el análisis

ilustrativo que hace de él Langacker (1987). Para este autor las categorías

lingüísticas son categorías complejas típicamente polisémicas, los significados de

los signos deben concebirse como redes conceptuales en las que se establecen dos

tipos de conexiones entre unos nódulos y otros. Por un lado, se dan relaciones de

elaboración por las que se constatan relaciones de hiperonimia / hiponimia, es

decir, entre un concepto específico y otro más general y abstracto cuyas

especificaciones son cumplidas exhaustivamente en el concepto específico. Esta

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

32

es la relación existente entre el concepto de árbol y los conceptos de cerezo,

olivo, roble, castaño, etc. Se entiende que árbol reúne los rasgos comunes

compartidos por las especies concretas de árbol. Ahora bien, en una red también

se da otro tipo de relación de categorización a la que Langacker llama de

extensión de uso: con este otro tipo un determinado concepto es usado para

categorizar otro concepto que no cumple todas las especificaciones relevantes del

primero. Ese sería el caso, por ejemplo, si usamos el concepto de árbol para

categorizar el de palmera. Muchos de los rasgos que sirven para definir la

categoría prototípica de árbol no se reconocen en el caso de la palmera (hojas,

ramas, corteza de corcho, forma, etc.). Sin embargo, hay suficientes aspectos

compartidos por la palmera y otras especies en las que reconocemos ejemplares

típicos de árbol como para sancionar esa categorización. Pues bien, a partir de

este nuevo vínculo, puede generarse, en la medida en que el uso reiterado de la

categorización así lo motive, un nuevo concepto de árbol, más abstracto que el

anterior (árbol’) y que surja a partir de la constatación de los rasgos compartidos

por el concepto previamente establecido de árbol y el de palmera. A este nuevo

concepto más abstracto Langacker lo llama esquema, y mantiene una relación de

elaboración con los conceptos de árbol y de palmera. La estructura conceptual

descrita se representa en la siguiente figura (las flechas de trazo continuo

representan relaciones de elaboración o esquemáticas y las flechas de trazo

discontinuo representan relaciones de extensión).

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

33

Debemos destacar en esta visión de las redes conceptuales varios

aspectos fundamentales: primero, se establece un nivel de abstracción

fundamental o básico que tiene carácter central y cuya relevancia cognitiva (su

nivel de accesibilidad y activación) es mayor que los otros. Ése es el nivel que

corresponde en el ejemplo al concepto prototípico de árbol. Segundo, los

valores más esquemáticos (como el de árbol’) se generan desde los más

específicos mediante cancelación de diferencias y reconocimiento de aspectos

comunes. Surgen, por tanto, del uso reiterado de los más concretos y de su

vinculación recurrente en experiencias particulares, por lo que no deben

presuponerse necesariamente. Tercero, la visión que surge de esta concepción

de las categorías lingüísticas es la de redes complejas con una organización

dinámica pero coherente en las que se reconocen niveles de abstracción distintos

que pueden ser accesibles en distinta medida y en distintas circunstancias.

5. LÉXICO Y SINTAXIS

5.1. El interfaz semántico-sintáctico.

Es evidente que palabras que pertenecen a una misma parte de la oración

pueden tener propiedades sintácticas diferentes. En otras palabras, se impone

examinar el interfaz semántico-sintáctico, que se puede formular así: algunas

propiedades semánticas de las palabras influyen sobre su comportamiento

sintáctico.

La intención de definir en profundidad el interfaz semántico-sintáctico ha

impulsado a algunos investigadores a identificar „bajo las palabras‟ unas

estructuras semánticas de nivel superior. Por ejemplo, se ha sugerido que el

significado de las palabras contiene de manera oculta una elemental estructura de

frase, con funciones gramaticales no visibles pero operantes. Según este punto de

árbol

cerezo olivo roble castaño

palmera

árbol‟

Red conceptual parcial asociada a árbol

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

34

vista, las palabras son consideradas formas sintéticas y abreviadas de

„proposiciones‟ (representación de cierto estado de cosas). Al expresarnos nos

servimos de „palabras‟ que son en realidad „frases‟ que se manifiestan de forma

abreviada y preservan en parte la complejidad de su estructura „oculta‟. Por

ejemplo, podar „contiene‟ una frase en la que están prefigurados el sujeto y el

complemento: a) el sujeto debe ser podador, agricultor o algo parecido; b) el

complemento debe ser árbol (cerezo, peral, etc.) o algo semejante. Los nombres

pueden ser transitivos o intransitivos, como los verbos, puesto que pueden

representar „frases‟ que contienen un verbo de uno u otro tipo: poda es transitivo,

puesto que „significa‟ aproximadamente «el hecho de que el podador suprima las

ramas superfluas de los árboles». En La poda del peral ha sido muy oportuna, el

sintagma del peral es de hecho un „complemento directo‟ de poda. Los nombres

y los adjetivos pueden ser „activos‟ o „pasivos‟: en Éste es un trabajo cansado,

„cansado‟ equivale a «que cansa»; en Juan está cansado, „cansado equivale a

«afectado por el cansancio».

5.2. La información léxica.

Para solucionar de manera eficaz el problema del interfaz semántico-

sintáctico, hay que volver sobre las conclusiones del análisis componencial

presentadas anteriormente. Para describir el significado de las palabras no basta

con elaborar una matriz semántica (aunque sea con las oportunas restricciones)

para cada palabra, sino que hay que añadir un tipo más de información. Se trata

de informaciones sintácticas que especifiquen para cada palabra cuáles son los

contextos en los que, por su significado, puede aparecer. Dado un verbo como

salir, es aceptable (41):

(41) El cartero sale a las ocho.

Pero no (42):

(42)*El cartero sale el correo

El motivo de ello es que salir, a causa de su caracterización semántica, no

puede ir acompañado por un sintagma nominal que actúe como objeto. Podemos

entonces representar la información léxica que describe el significado de salir de

la manera siguiente:

salir

a) (Xs cambia de (posición (del lugar Y al lugar Z)))

b) Verbo

c) -[ ____ SNo]

En esta notación, a) es la matriz semántica (en este caso de tipo

proposicional); b) representa la categorización gramatical de la palabra (dice, en

otros términos, que salir pertenece a la clase de los verbos); y c) indica la

subcategorización específica de salir, una información sintáctica que indica que

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

35

salir no puede („-‟) aparecer en un contexto en el que aparezca, en el ámbito del

mismo sintagma verbal, un complemento directo.

6. SOBRE SEMÁNTICA DE LOS ENUNCIADOS.

Las consideraciones hechas hasta este momento se refieren exclusivamente

a palabras aisladas, y por tanto son válidas (en la medida en que lo sean) sólo

para el léxico. Constituyen, por tanto, una base esencial de la Lexicología, es

decir, de teoría del significado de las palabras. Pero es totalmente obvio que las

palabras aisladas existen sólo para aparecer en enunciados, provistos cada uno de

ellos de su fuerza predicativa. Por ello, la Semántica debería poder ofrecer

también explicaciones sobre la manera en que se estructura el significado en el

ámbito de los enunciados.

6.1. El principio de composición.

En Semántica, el principio de composición es una extensión de otro más

general, según el cual en toda lengua £, combinando elementos simples de

acuerdo con las reglas apropiadas, se obtienen elementos complejos que

pertenecen también a £. Aplicado a la Semántica de los enunciados, el principio

de composición prevé simplemente que el significado de un enunciado deriva del

significado de las palabras aisladas que lo componen: si tenemos un enunciado

E = a + b + c, el significado de E, Se, es la composición del de las tres palabras

que lo constituyen Sa + Sb + Sc. Esta representación con símbolos, sin embargo,

es totalmente superflua, porque no hace sino decir lo que ya la intuición de

cualquier hablante maduro puede prever, y que se puede formular así: „El

significado del conjunto está determinado por el de las partes‟. Esta formulación

adquiere algo más de sentido si la traducimos en términos de componentes

semánticos. Deberíamos decir entonces que el significado de E depende del de

sus partes con tal de que no se violen las restricciones previstas entre los

componentes de las partes.

Si tomamos el enunciado (3) La gata cría a los gatitos, podemos

representar su significado como la combinación de las matrices de sus partes

(omitimos todos los componentes no indispensables):

la gata cría a los gatitos

X Yo

S. Nominal Verbo S. Preposic.

[+ felino]

[+ adulto]

[- macho]

[+ singular]

[+ definido]

(Xs hace que (Yo cambie a [+ adulto]))

<X [+ animado], [+ singular];

Y [+ animado]>

[+ felino]

[- adulto]

[± macho]

[- singular]

[+ definido]

Esta representación da cuenta, grosso modo, de la composición semántica

de los tres elementos que constituyen el enunciado (3). Decimos grosso modo

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

36

porque deja a un lado deliberadamente algunos detalles: por ejemplo, omite

especificar que cría está en presente de indicativo, o el valor de la preposición a.

Los componentes dispuestos en columna bajo cada uno de los elementos

permiten tener la seguridad de que no se ha violado ninguna restricción: el verbo

exige un sujeto y un complemento [+animado]; el complemento ha de tener el

componente [-adulto] porque el verbo es „de cambio a [+adulto]‟; se suministra la

información esencial referida al significado estructural y a las categorías léxicas

en juego, etc. Se ha omitido de la matriz de la gata y de a los gatitos el

componente [+animado], exigido por la restricción del verbo, ya que se halla

implicado en [+felino], etc. El lector podrá comprobar directamente que todo

funciona correctamente en el análisis semántico del enunciado, y que cada uno de

los componentes importantes de las matrices (indicados en negrita) es correcto.

Pero si la matriz semántica de (3) parece funcionar y explicar el significado

del enunciado de forma aceptable, ello ocurre porque (3) es de gran sencillez

estructural y el significado del conjunto se presta a ser deducido del de sus partes.

De hecho, el presupuesto fundamental del análisis de los enunciados en términos

composicionales es que su significado pueda ser calculado de forma mecánica a

partir del de sus partes, aplicando una simple función de adición. De ahí que en

los trabajos sobre semántica de los enunciados los ejemplos explicativos estén en

su mayor parte constituidos por sencillas cláusulas asertivas, es decir, del más

elemental tipo de enunciado. Lo mismo sucede en la inteligencia artificial, que

explota con particular interés los resultados del análisis semántico; los mejores

resultados que hasta ahora ha conseguido (por ejemplo en los programas de

comprensión del lenguaje) no van mucho más allá de unos enunciados totalmente

elementales. Y ello no es así por casualidad: describir semánticamente los

enunciados se hace enormemente difícil a medida que va creciendo su

complejidad.

Aquí es donde se evidencian las limitaciones de las teorías semánticas de

tipo composicional: pese a los numerosos esfuerzos invertidos en la construcción

de una aceptable semántica de los enunciados, continuamente se pone de

manifiesto que el significado de los enunciados no es calculable más que en una

mínima parte. En la mayoría de los casos no basta con conocer el significado de

las palabras para calcular el significado del enunciado del que forman parte, sino

que se hace necesario usar procedimientos más complejos, ya que en numerosos

casos se reconoce que el significado del conjunto va más allá de la suma de sus

partes. En algunas corrientes lingüísticas actuales esto se ha traducido en las

llamadas gramáticas de construcciones, en las que se reconoce la necesidad de

caracterizar semánticamente ciertas estructuras con significados que sólo están en

el conjunto. Piénsese, por ejemplo, en la frase Se me ha ocurrido una idea. En

esta construcción podemos reconocer un esquema que es compatible con otras

verbos (Se te ha caído el café, Se nos ha roto la lavadora, Se les abrió la puerta

del maletero, etc.). En todas ellas se alude a una persona que se ve afectada, sin

que intervenga su control, su voluntad o su intención, por un proceso de cambio

que en primera instancia se refiere a otro objeto vinculado a ella. En los casos de

caer, romper, abrir, y tantos otros, podemos reconocer que el significado del

conjunto resulta de la combinación de los significados de la construcción medial

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

37

(se ha caído el café, se ha roto la lavadora, se abrió la puerta) y del significado

aportado por el dativo de interés (me, nos y les); pero en el caso de ocurrir no

podemos plantear esa combinación, porque, de hecho, no es posible la

construcción *se ocurren ideas independientemente de la construcción con

pronombre dativo. En este caso, pues, el significado de conjunto solo puede

asociarse a la construcción como tal porque, de hecho, sus partes componentes

no se dan de forma independiente. A continuación nos detendremos brevemente

en otro tipo fundamental de esquemas contrarios a la orientación composicional,

el de los idiomatismos.

6.2. Idiomatismos.

Con el término idiomatismos se hace referencia a enunciados (o a sus

partes) cuyo significado de conjunto no puede deducirse composicionalmente (o,

por usar un término del que nos servimos antes, calculado) a partir de los de sus

elementos. Por esta razón todos ellos deben ser memorizados independien-

temente, y ello a pesar de que cada uno de los elementos que los integran puedan

pertenecer a la competencia de los usuarios.

A la categoría de los idiomatismos definida de esa manera pertenece una

infinidad de enunciados, si bien la Lingüística no se ha ocupado, hasta hace muy

poco, de elaborar alguna explicación al respecto. Tenemos, al menos: a)

idiomatismos cristalizados con estructura de frase, como los refranes, las

máximas, los aforismos, etc. (Dime con quién andas y te diré quién eres); y b)

sintagmas ‘fijos’ de diversa naturaleza, del tipo pata de gallo, armar la gorda,

ser un libro abierto, ser harina de otro costal, etc.; Estos tipos de idiomatismos

son de uso muy frecuente en todas las lenguas.

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

39

EJERCICIOS

1 Determina el significado léxico y el estructural de los siguientes enunciados:

1. Los marineros saltaron del barco en cuanto recibieron la orden.

2. ¡Ven inmediatamente!

3. ¿Saldrás esta noche con nosotros?

4. Ella sí ha venido a la fiesta.

2 Distingue brevemente los elementos denotativos y connotativos de las siguientes

series de elementos:

1. caballo/corcel

2. encendedor/mechero

3. cerilla/fósforo

4. excusado/retrete/servicio/baño

5. computador/ordenador

6. casa/morada/domicilio

7. empezar/iniciar

8. enfadado/cabreado/malhumorado

3 Examina las siguientes definiciones:

1) La palabra lunes se refiere al primer día de la semana.

2) La palabra pestaña se refiere al pelo que se encuentra en los párpados de los

ojos.

3) Un doctor es la persona que recibe cierto grado académico por escribir una

tesis. Una tesis doctoral es el trabajo de investigación que debe realizar una

persona para recibir el grado de doctor.

4) El demostrativo este se refiere a un objeto que se localiza en el espacio

(concreto o abstracto) que identificamos con el hablante.

5) Los morfemas que expresan tiempo pasado se refieren a procesos que se sitúan

antes del momento en el que hablamos.

6) Los participios pasados pasivos como roto, azucarado, frito, etc. se refieren a la

relación entre un objeto y la situación que resulta de haber experimentado cierto

proceso.

¿Podría aplicarse a estas definiciones la distinción perfil/base

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

40

4 Ordena los siguientes elementos según las relaciones de hiponimia, hiperominia y

cohiponimia que mantengan entre sí:

1. pasta

2. neurólogo

3. fideos

4. pediatra

5. vigilar

6. patólogo

7. estar alerta

8. sémola

9. oculista

10. velar

11. ravioles

12. macarrones

13. acechar

14. anestesista

15. médico

5 Intenta clasificar los siguientes opuestos según sean antónimos, complementarios

o simétricos:

1. verdadero/falso

2. muerto/vivo

3. aprobar/suspender

4. abrir/cerrar

5. fuerte/débil

6. alto/bajo

7. caliente/frío

8. generoso/tacaño

9. listo/tonto

10. arriba/abajo

11. encima/debajo

12. salir/entrar

13. subir/bajar

14. dar/recibir

15. profesor/alumno

16. depredador/presa

17. cubrir/descubrir

18. ensanchar/estrechar

19. marido/mujer

20. preceder/seguir

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

41

21. ir/venir

6 Comenta las siguientes expresiones, en lo que concierne a las restricciones que se

establecen entre sus elementos:

1. lámpara perezosa

2. ladrón asustado

3. médico enfermo

4. agua líquida

5. persona humana

6. cuadro anciano

7. perra embarazada

8. teléfono incorrecto

7 ¿A qué tipo de relación semántica responden las expresiones siguientes? Presta

atención a las restricciones de sus elementos:

1. los perros ladran

2. podar el libro

3. comer carne

4. los burros rebuznan

5. talar los árboles

6. lamer con los ojos

7. besar con los labios

8. beber agua

9. chico inteligente

10. izar la bandera

11. comer sillas

12. mesar los cabellos

13. intentar el tren

8 Organiza el árbol semántico de las siguientes series de elementos:

1. servilleta, cuchillo, mantelería, tenedor, cubertería, menaje de cocina,

vajilla, plato, sopera, mantel, vaso, copa, cuchara, cristalería.

2. cuerpo humano, pie, nariz, cara, frente, muslo, brazos, cabeza, rodilla,

piernas, abdomen, cuello, cráneo, pecho, extremidades, tronco.

3. firma, fecha, texto, destinatario, fórmula de cortesía, despedida, lugar,

encabezamiento, carta.

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Lingüística. Tema 6. Semántica.

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4. instrumentos musicales, violín, instrumentos de viento, flauta,

contrabajo, instrumentos de cuerda, oboe, viola, violonchelo, clarinete,

instrumentos de percusión, fagot, timbal, trompeta, platillos, trompa,

piano, guitarra, trombón.

9 Ordena los elementos de las series siguientes y especifica sobre qué dimensión se

articulan y cómo se estructuran:

1. mañana, noche, mediodía, tarde, madrugada.

2. cansado, agotado, fresco, descansado.

3. primavera, verano, otoño, invierno

4. Graduado escolar, Bachiller, Licenciado, Doctor

5. despierto, somnoliento, adormilado, dormido

10 ¿Podrías establecer una clasificación entre miembros prototípicos y no

prototípicos de las siguientes categorías?

Categoría 1: aguacate, zanahoria, patata, pomelo, tomate, manzana, naranja,

pera.

Categoría 2: avestruz, gorrión, loro, ornitorrinco, pingüino, martín pescador,

murciélago, ruiseñor.

Categoría 3: tiburón, boquerón, sardina, atún, orca, delfín, ballena, anguila.

Categoría 4: loro, gato, perro, pulpo, tortuga, pez, león, mosca.

¿Es posible reconocer una escala de mayor o menor distancia a los casos

prototípicos entre los miembros no prototípicos? ¿Cuál es el término genérico que

designa el concepto esquemático correspondiente a los miembros prototípicos?

¿Existe un término genérico que designe a todos los miembros de cada clase?

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L I N G Ü Í S T I C A Curso académico 2010‐11 GRADO DE FILOSOFÍA   

TEMA 07 SINTAXIS 

 1. Funciones y significantes del nivel sintáctico. 2. Funciones sintácticas y funciones semánticas.  3.  Determinación  nominal  y  verbal.  4. Funciones  informativas.  5. Funciones  proposicionales  e  ilocutivas.  6. Configuración  sintagmática  de  las funciones sintácticas en la oración. 7. Naturaleza de las estructuras sintagmáticas.   

  

1. Funciones y significantes del nivel sintáctico1  

Los fenómenos comúnmente asociados al ámbito de  la sintaxis remiten, sobre todo, a dos tipos de funciones generales.  

 a) Por un  lado,  la unidad que puede desempeñar una  función  sintáctica es el 

sintagma,  que  puede  ser mínimo  o  complejo.  Los  sintagmas mínimos  que  pueden desempeñar tal función son las palabras prototípicas, es decir, las construcciones que portan  contenido  léxico:  sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. En  los  siguientes ejemplos,  las  funciones oracionales están desempeñadas por  sintagmas  constituidos por una sola palabra2: 

 Ven aquí. ¿Tienes dinero? Nos gusta reír. Vosotros compraréis pan, ¿verdad? 

1 Para la elaboración de este y los siguientes apartados de estos apuntes nos hemos basado fundamentalmente en 

el trabajo de S. Gutiérrez Ordóñez, Principios de sintaxis funcional, Madrid: Arco Libros, 1997. De este trabajo son la mayoría de los ejemplos utilizados, muchas de las definiciones dadas y muchos de los argumentos aducidos. Deberá tenerse en cuenta que, para aliviar la redacción del texto, no hemos diferenciado sistemáticamente las citas de este autor de nuestras propias aportaciones. Estos extremos  serán aclarados en los comentarios de clase.  2 Que  la  palabra  (con  valor  lexemático)  es  la  unidad mínima  de  la  sintaxis  lo  demuestra  el  hecho  de  que  las 

operaciones sintácticas no pueden acceder a su interior, no pueden operar sobre sus componentes. Por ejemplo, un pronombre  no  puede  referirse  a  un  sustantivo  que  forma  parte  de  una  palabra  derivada  o  de  una  palabra compuesta. En  la  frase El maquinista cogió  la chaqueta y se sentó en ella,  ‘ella no puede referirse a  la noción de “maquina” incluida en la palabra maquinista. Tampoco puede haber sintagmas con determinantes (artículo, etc.) en el interior de una palabra compuesta: Dame el *cortaestasuñas; He comprado un *sacalaspuntas. Sólo la palabra en su  conjunto  puede  asumir  funciones  sintácticas  de  núcleo  de  determinación  o  expresión  correferente  con  un pronombre.  Por  otra  parte,  ciertos  morfemas,  por  sí  mismos,  no  pueden  desempeñar  funciones  sintácticas (morfemas  derivativos  y  flexivos,  preposiciones,  conjunciones,  determinantes).  Para  insertarse  en  una  función sintáctica deben formar parte o acompañar a una palabra con un núcleo lexemático (vid. tema 5). 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

2

 Los  sintagmas  complejos  están  constituidos  por  varias  palabras  (prototípicas  y  no prototípicas), como, por ejemplo:    gato persa de pelo blanco   del salón en el ángulo oscuro   el proceso    cantar arias de Mozart al piano   con las manos en los bolsillos del abrigo   corrió al baño  

Los sintagmas (mínimos o complejos) tienen la capacidad de designar de forma autónoma tipos de objetos (sustantivos) o procesos (verbos), propiedades de objetos (adjetivos) y propiedades de procesos  (adverbios), así como  la capacidad de aludir a ejemplares  específicos  de  esos  tipos  de  objetos  y  procesos  (sintagmas  nominales determinados y verbos finitos). Así, para designar cosas y procesos podemos distinguir entre  la  capacidad  de  denotar  tipos  y  la  capacidad  de  denotar  casos,  ejemplares concretos de esos tipos. En la tabla siguiente se muestran algunos ejemplos en relación con los términos perro y ladrar: 

   TIPOS    EJEMPLARES COSA U OBJETO  animal, perro, perro 

callejero, perro pastor alemán, etc. 

  un animal, el perro, tus perros, ese perro pastor alemán, etc. 

PROCESO O SITUACIÓN  actuar, ladrar, ladrar poco, ladrar mucho, ladrar mucho un perro, etc. 

  un perro pastor alemán ladra mucho, ese animal está ladrando, etc. 

 Adviértase que  los tipos pueden ser más genéricos o más específicos  (animal, 

perro, perro callejero; actuar, ladrar, ladrar poco) y que la mayor especificación puede lograrse mediante  la creación de sintagmas cada vez más complejos: perro callejero, perro pastor callejero,  ladrar poco,  ladrar un perro callejero, etc. Adviértase  también que los ejemplares son designados con el uso de instrumentos de determinación como los artículos, demostrativos, posesivos, cuantificadores e indefinidos, que se asocian a los sustantivos, o como los morfemas de tiempo, persona y modo, que se asocian a los verbos3. 

 b) Por otro lado, cierta clase de funciones que tienen que ver con la enunciación 

de  determinados  contenidos  proposicionales  y  de  ciertas  actitudes  ilocutivas  o comunicativas (declarativa, exhortativa, interrogativa, etc.), o de cómo se suministra la información  al  interlocutor  (tema/rema,  foco,  etc.)  sólo  puede  reconocerse  en  la oración  en  conjunto.  Por  ejemplo,  una  aseveración,  con  la  que  declaramos  cierto 

3  Los adjetivos y los adverbios, por su propia naturaleza, no pueden referirse directamente a ejemplares. Pueden expandirse mediante modificación (harto de trabajar, azul cielo, lejos de aquí, etc.) para obtener una mayor especificación del tipo de propiedad a la que se quiere aludir, pero la única determinación que reciben es la de la cuantificación (un poco harto, muy lentamente, bastante lejos, etc.). 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

3

contenido  proposicional  que  queremos  compartir  con  el  interlocutor  y  con  cuya verdad  nos  comprometemos,  sólo  se  puede  llevar  a  cabo mediante  una  estructura organizada en torno a un verbo en forma personal, independientemente de que dicho verbo se haga explícito o quede implícito o elidido por economía discursiva: 

 Me he comprado un coche [aseveración]   ¿Te has comprado un coche? [pregunta]  Sí [me he comprado un coche]. [aseveración]  Así las cosas, desde un punto de vista funcional, la Sintaxis aborda, por un lado, 

la descripción de todos aquellos mecanismos que, de una u otra manera, contribuyen a la configuración de sintagmas o  frases con  los que designamos, a  través de diversos instrumentos para  la expansión, tanto tipos de cosas y de procesos como ejemplares particulares  de  tales  tipos.  Por  otro  lado,  la  Sintaxis  intenta  dar  cuenta  de  los mecanismos que permiten constituir oraciones que cumplan una función enunciativa: la que posibilita que se exprese cierto contenido proposicional (representación de una situación o proceso en el que  intervienen ciertos objetos) y se expresen, en  relación con él, ciertas actitudes ilocutivas y valores discursivos. 

 Para  el  resto  de  este  tema  hemos  de  tener  presente,  como  instrumento  de 

trabajo, una noción de oración que muestre los siguientes aspectos:  La oración es una estructura sintáctica  

a) organizada en distintos niveles de ensamblaje y  caracterizada por una línea entonativa autónoma propia; 

b) que se constituye en signo complejo con el que expresamos a nuestro interlocutor  una  determinada  actitud  ilocutiva  sobre  determinados hechos; 

c) que  expresa  la  concepción  de  tales  hechos  en  relación  con  unas coordenadas  espacio‐temporales  epistémicamente  accesibles  a  los interlocutores; 

d) y que representa tales hechos como relaciones entre objetos complejas y  dinámicas  (vistas  en  su  desarrollo  temporal),  las  cuales  son simbolizadas  con  formas alternativas  según el punto de vista desde el que se las concibe y en virtud de las diferentes condiciones pragmático‐discursivas en las que se integran. 

 Veamos un ejemplo. Para la frase compleja Te digo que tu padre está abriendo 

la puerta, tales aspectos se muestran del modo siguiente. En  relación  con  (a),  podemos  reconocer  la  siguiente  estructura  sintáctica 

(elaborada a partir del supuesto de que el núcleo oracional es el verbo): 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

4

En relación con (b), los hechos a los que hacemos referencia vienen expresados 

en la oración subordinada que tu padre está abriendo la puerta y la actitud enunciativa por  la  estructura  oracional  principal  Te  digo,  un  determinado  contorno  entonativo propio de las aseveraciones y el orden de palabras elegido. 

En  relación  con  (c),  los  objetos  y  personas  a  los  que  se  hace  referencia,  así como  los  procesos  o  situaciones  en  los  que  se  encuentran  implicados,  quedan localizados  tanto en  relación al espacio y el  tiempo que ocupan  los  interlocutores al realizar el acto de habla, como en relación a  los distintos ámbitos de  la realidad a  los que hablante y oyente pueden acceder epistémicamente: yo remite a  la persona que habla,  te  a  la  que  escucha;  en  digo  y  está  abriendo  reconocemos  una  alusión  a  la persona que habla o a una persona distinta a la que habla y a la que escucha, y otras alusiones al momento de  la elocución  (tiempo presente) y a  la relación veritativa del contenido del verbo con la realidad (modo indicativo); en los determinantes posesivo y definido de tu padre y  la puerta reconocemos que hablamos, respectivamente, de  la única persona susceptible de ser caracterizada como ‘padre’ e identificada entre todas las demás por estar vinculada a  la persona que escucha, y del único objeto que, para hablante y oyente, es identificable, entre todos los demás objetos, por pertenecer a la categoría ‘puerta’. 

En  relación  con  (d),  mediante  esta  oración  se  describe  una  relación,  la designada  con  el  verbo  está  abriendo,  como  un  proceso  que  mostramos  en  su dinamismo  temporal,  representándolo  en  su  desarrollo,  en  términos  de  relación compleja que captamos en algún punto intermedio de este desarrollo y que dará lugar a  un  cambio  de  estado  que  afectará  a  la  puerta  y  que  es  inducido  por  tu  padre. Además, en oposición  a otras posibles  representaciones de  los mismos hechos  (por ejemplo,  Yo  te  digo  que  la  puerta  la  está  abriendo  tu  padre;  La  puerta  está  siendo abierta por  tu padre,  Te  lo digo a  ti…,  etc.),  la  estructura  escogida  (voz  activa)  y  la disposición  de  sus  elementos  (tu  padre  al  principio  de  la  oración  subordinada  y  la puerta en posición  final) se corresponden a una determinada perspectiva que puede 

O

(Suj) Yo

(N) puerta

(Det.) la

OSub.CD

(V) digo

(CI) te

(Conj.) que

O

Suj CD

(V) está abriendo

(N) padre

(Det.) tu

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

5

estar motivada por el contexto discursivo en que se inserta. Este enunciado podría ser una respuesta que corrige una afirmación previa como Mi padre está en  la cocina. Si quisiéramos aludir a  los mismos hechos, pero como  réplica a  la afirmación previa La puerta la está abriendo mi hermano, sería más probable decir Te digo que la puerta la está abriendo tu padre: 

  Mi padre está en la cocina.  Te digo que tu padre está abriendo la puerta.   La puerta la está abriendo mi hermano.  Te digo que la puerta la está abriendo tu padre. 

 Como puede  verse, el nivel  sintáctico es un nivel  complejo, en el  sentido de 

que, haciéndose uso de unos mismos recursos significantes  (combinación y orden de palabras, mecanismos prosódicos –acentos de insistencia, pausas, líneas entonativas–, concordancia y marcadores morfológicos) y  limitándose al ámbito sintagmático de  la oración  y  su  contorno  entonativo  autónomo,  aparecen  implicados  varios  tipos  de funciones.  En  el  funcionalismo  suelen  reconocerse  cuatro  tipos  de  funciones  (o estratos funcionales) propios del nivel sintáctico:  

a) funciones  semánticas  (agente,  paciente,  beneficiario,  destinatario,  instru‐mento, tiempo, lugar, modo, causa, etc.);  

b) funciones  sintácticas  (sujeto,  complemento  directo,  suplemento,  comple‐mento indirecto, complemento circunstancial, atributo, etc.);  

c) funciones informativas (tema/ rema; foco; tópico/comentario), y  d) funciones  pragmáticas  (modalidad  proposicional  y  modalidad  ilocutiva  o 

pragmática).  En  efecto,  como  veremos  con  algún  detalle  más  adelante,  en  el  esquema 

sintagmático  de  la  oración,  caracterizado  formalmente  por  poseer  autonomía entonativa  completa,  organizados  en  distintos  estratos  u  órbitas  relacionales,  se integran las funciones semánticas, las funciones sintácticas, las funciones discursivas y las funciones pragmáticas.  2. Funciones sintácticas y funciones semánticas  2.1 Introducción    Entre  las  funciones  sintácticas  y  las  semánticas  media  una  relación  muy estrecha. Aunque son independientes, están vinculadas de forma solidaria, ya que, en una oración, una función sintáctica sólo puede corresponder a una función semántica; y viceversa, una función semántica sólo puede desempeñar una sola función sintáctica. Esta vinculación viene dada por el hecho de que ambas funciones están relacionadas con  la  función  representativa  o  ideativa  del  lenguaje  en  primera  instancia.  No debemos,  sin  embargo,  olvidar  que  son  criterios  funcionales  independientes. Consideremos los siguientes ejemplos (tomados de Gutiérrez Ordóñez, 1997):      Los albañiles levantaron una casa (agente) 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

6

    Una casa fue levantada por los albañiles (paciente)     El tornado derribó todo el barrio (fuerza) 

El rey construyó numerosos edificios civiles (agentivo o causativo)     Los ancianos padecen frecuentes enfermedades (experimentador) 

Un hermoso cuadro colgaba de la pared de la habitación (posicionado) El  martillo  que  blandía  aquella  bestia  podría  acabar  con  su  vida (instrumento) 

    Mi amigo recibió un aviso importante (receptor)  En  todas  las expresiones destacadas  reconocemos una  sola  función  sintáctica,  la de sujeto, pero distintas funciones semánticas. Igualmente, en las expresiones siguientes, en la función de adyacente nominal o modificador indirecto del nombre reconocemos como contrayentes de una misma función sintáctica distintas funciones semánticas:      El envío de un paquete (paciente)     El envío de tus padres  (agente)     El envío de tu hijo/para tu hijo (receptor, objetivo)     La gorra de tu amigo (poseedor)  También el verbo, que desempeña la función de núcleo del predicado, puede asociarse a distintas categorías semánticas, como son las de estado, acción o proceso:      El chico está enfermo (estado)     El chico ha tomado la medicina (acción)      El chico ha enfermado (proceso)      

Las  funciones  sintácticas  (como  sujeto,  complemento  directo  o  adyacente nominal)  son  invariantes  respecto  de  las  funciones  semánticas,  variantes,  que  las contraen. 

Existen numerosas clasificaciones de funciones semánticas que pueden 

desempeñar los constituyentes de una oración. Presentamos aquí, por su carácter sintético, la que propone Taylor (pág. 420). El autor distingue los siguientes papeles principales:  Agente. Causa, instiga o desencadena un cambio de estado en otro participante. 

El chico rompió el jarrón con un martillo  Instrumento. Se aplica como herramienta o entidad mediadora para causar un cambio de estado en un tercero. 

El chico rompió el jarrón con un martillo  Paciente. Que cambia de estado, de lugar o de propietario. Que se encuentra bajo el control o el dominio de otra entidad: 

El chico rompió el jarrón con un martillo. El chico le dio el jarrón a María. El tren ya ha llegado. / El ascensor está subiendo 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

7

Mis vecinos tienen dos hijos.  Papeles locativos. Lugar, origen, meta, ruta: 

El tren ha llegado desde Lojaorigen a la estación de Granadameta por el acceso surruta y está en el andén doslugar. 

 Experimentador. Accede a o controla  epistémicamente una situación. Percibe o  siente una actividad cognitiva o un estado: 

Alberto aprecia a María. / Ese hombre sabe muchas cosas. / Yo tengo miedo. / Se me ha ocurrido una idea.  

 Estímulo. Induce cierta experiencia en un experimentador: 

María le gusta a Alberto. / El ruido me asusta.  Cero o ente. Existe o exhibe una cualidad. Se encuentra en un lugar: 

María  es  fuerte.  / Mi  padre  parece  cansado.  /  Somos muchos  los  que  nos oponemos. / Hay caramelos. / El tren está en la estación. 

 Pero  no  parece  haber  una  clasificación  plenamente  satisfactoria.  A  esta  de 

Taylor, por  ejemplo, habría que  añadir  al menos  algunas  funciones que no parecen encajar  en  las  categorías  establecidas,  como  la  de  poseedor,  poseído,  destinatario, receptor, compañía, finalidad o causa. 

 También existen numerosas propuestas para  caracterizar  semánticamente   el 

tipo de eventos, procesos o  situaciones que pueden designar  los verbos. Una de  las más  divulgadas  es  la  defendida  por  L. Vendler.  Según  el  autor  pueden  establecerse cuatro  clases  de  eventos  o  situaciones  dependiendo  de  la  presencia  o  no  de  tres criterios: la duración, la delimitación y el dinamismo del evento designado. Atendiendo a la interacción de esos tres criterios se pueden establecer cuatro tipos: 

 Actividades.  Tienen  duración  y  dinamismo  pero  que  no  están  delimitadas: 

correr, vender libros, llover, conducir un coche, vivir, dormir, comer, etc. Realizaciones. Tienen duración, son dinámicas y están delimitadas: comerse un 

churro, leerse una novela, vender todos los libros, conducir un coche hasta la estación, recitar un poema, barrer la casa, ir a Madrid, ganar el torneo, etc. 

Consecuciones. Están delimitadas y son dinámicas pero no se extienden en el tiempo: alcanzar la cima, caerse, llegar, perder las llaves, ganar la carrera, terminar el pastel, dispararse la pistola, toser, etc. 

Estados. Tienen duración, pero no son dinámicos ni están delimitados: creer en alguien, merecer un premio, residir en un  lugar, ser valiente, saber algo, tener dinero, etc.  2.2 Diátesis y voz  

El establecimiento de  las asociaciones entre  funciones semánticas y  funciones sintácticas depende en gran medida del contenido  lexemático de  las palabras que se insertan en las distintas posiciones de un esquema sintáctico. Los núcleos léxicos de los 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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sintagmas (muy especialmente los del sintagma verbal, los verbos) determinan, según su  valor  semántico,  con  cuántos  elementos  deben  relacionarse  y  qué  funciones semánticas y  sintácticas  tienen éstos que asumir. En  la definición del verbo dar, por ejemplo, vienen especificadas  sus posibilidades  relacionales  semánticas y  sintácticas: se  trata  de  un  verbo  que  implica  un  agente,  un  paciente  y  un  receptor,  y  que representa dichas relaciones sintácticamente de manera que el sujeto corresponderá a la  función  semántica  de  agente,  el  complemento  directo  a  la  función  semántica  de paciente y el complemento  indirecto a  la función semántica de receptor. Se dice, por ello, que es un verbo de valencia 3. Por su parte, el verbo recibir podría corresponder a esta  otra  especificación  relacional:  exige  al menos  la  satisfacción  de  dos  papeles  o funciones semánticas  (valencia 2),  la de  receptor y  la de paciente; además, asigna  la función de sujeto al receptor y  la de complemento directo al paciente. Por otro  lado, vivir  posee  una  sola  valencia  semántica  (valencia  1),  la  que  se  identifica  con  el experimentador, y a ella asigna la función de sujeto. 

La valencia semántica de un verbo y la proyección entre funciones sintácticas y semánticas que  la caracteriza por defecto constituyen su diátesis básica. Cada verbo expresa, así, la representación esquemática de un suceso en el que intervienen ciertos actantes, argumentos o participantes (funciones semánticas) y  la perspectiva o punto de vista desde el que se capta la escena representada (funciones sintácticas). En cierto modo,  el  sujeto,  por  ejemplo,  identifica,  en  la  acción  designada  por  el  verbo,  al participante  que  se  erige  en  figura  sobre  el  fondo  conformado  por  el  resto  de  los elementos de la escena, o, en otros términos, establece el punto de vista perceptivo o representacional con el que se describe un acontecimiento. 

Las  lenguas  suelen  disponer  de  recursos  sintácticos  variados  que  permiten cambiar  la  diátesis  básica  de  un  verbo,  esto  es,  representar  los  mismos  hechos variando  la  perspectiva  sintáctica  escogida,  incluso modificando  sus  requerimientos valenciales.  A  los  recursos  morfosintácticos  que  expresan  esas  variaciones  de  la diátesis básica se  le suele  llamar voz. Así, el verbo  romper, que en su diátesis básica selecciona a un agente o fuerza como sujeto y al paciente como complemento directo, puede aparecer en  la  llamada voz media con un solo participante, el paciente, al que asigna la función de sujeto:  

El  perro  rompió  el  jarrón  (diátesis  básica:  agente  sujeto  y  paciente  objeto directo) 

  El jarrón se rompió (voz media: paciente sujeto)  Igualmente, en  la  llamada  voz pasiva encontramos un  recurso  sintáctico  con el que variar la diátesis:  

El  chico  vendió  su  bicicleta  (diátesis  básica:  agente  sujeto  y  paciente  objeto directo) 

La  bicicleta  fue  vendida  por  el  chico  (voz  pasiva:  paciente  sujeto  y  agente complemento) 

 Las lenguas varían en la disponibilidad y el alcance de sus recursos de variación 

de diátesis. Hay  lenguas, que permiten asignar  la función de sujeto no sólo al primer argumento o participante semántico del verbo (agente, fuerza, causativo) y al segundo 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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de  esos  participantes  (paciente),  como  ocurre  en  español,  sino  también  a  otros participantes  (como  el  receptor  o  el  beneficiario).  Es  el  caso  del  inglés.  Si  bien  en español tenemos    La chica dio el regalo a la mujer   El regalo fue dado por la chica a la mujer  pero no    *La mujer fue dada un regalo por la chica  en inglés son perfectamente gramaticales las tres posibilidades:    The girl gave the gift to the woman   (diátesis: agente sujeto, paciente objeto directo y receptor objeto indirecto)   The gift was given to the woman by the girl 

(voz pasiva: paciente sujeto, receptor objeto  indirecto y agente complemento circunstancial) 

  The woman was given a gift by the girl   (sujeto receptor, paciente objeto directo y agente complemento circunstancial   

3. Funciones en la construcción de sintagmas nominales y verbales  Gran  parte  de  las  estructuras  y  funciones  sintácticas  reconocibles  en  la 

construcción de sintagmas están relacionadas  funcionalmente con  la determinación y la modificación de los signos. 

La determinación y la modificación permiten que en el hablar podamos referirnos apropiadamente  a  los  objetos  mediante  signos  que,  virtualmente,  resultan  muy amplios y a menudo equívocos. Gracias a ello, la amplitud significativa de los signos se reduce según nuestras necesidades. 

La  determinación  y  la  modificación  pueden  reconocerse  en  su  forma  más elaborada y prototípica en el ámbito de los sintagmas nominales y verbales. 

 3.1 Construcción funcional del sintagma nominal 

 Siguiendo en parte a Coseriu, desde un punto de vista funcional pueden destacarse 

dos  grandes  clases  de  operaciones  en  la  construcción  del  sintagma  nominal:  la determinación y la modificación.  

En el siguiente cuadro se resumen  las características  fundamentales de cada una de ellas y de sus principales tipos: 

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MODIFICACIÓN Y DETERMINACIÓN EN EL SEINTAGMA NOMINAL Operaciones por las que los signos pueden hacer referencia a objetos sobre los que poder decir cosas. 

Afectan a la extensión del signo  Afectan a la intensión del signo 

DETERMINACIÓN Se informa de qué o cuántos objetos pertenecientes a la clase que representa el signo son denotados por éste. Permite que los signos pasen de significar tipos o categorías abstractas, como en ¿Es esto 

papel?, a significar cosas en el discurso 

MODIFICACIÓN Limita o precisa las posibilidades designativas del signo u orienta la 

referencia a partes o aspectos del objeto denotado. 

CUANTIFICACIÓN Establece la 

numerabilidad, de forma definida o indefinida, de los objetos denotados. 

   

He encontrado  papel.  

He encontrado  papeles.  He encontrado varios papeles.  He encontrado tres papeles. 

SELECCIÓN Referencia a un objeto o grupo de 

objetos en oposición al resto de miembros del conjunto al que pertenecen. 

 Algunos papeles se han perdido.  Otros papeles sí se han perdido  El segundo papel está manchado 

SITUACIÓN Referencia a un objeto situándolo en relación con las personas y los espacios propios del 

discurso.    Estos papeles no me interesan.  Tus papeles están en la mesa.  El papel se ha manchado   

  

EXPLICACIÓN Acentúa una característica inherente de lo nombrado. 

    El blanco y suave papel.  Este papel, que es muy caro, debe usarse con moderaciónn 

ESPECIALIZACIÓN Orienta la referencia a una parte o a un aspecto del objeto 

denotado.     El papel como tabula rasa  El papel como producto de la civilización. 

ESPECIFICACIÓN Añade notas no inherentes al significado de un signo y restringe sus posibilidades 

designativas.     Los papeles timbrados están en el segundo cajón  El papel de esta libreta es muy bueno.  Necesito papel de estraza. 

 Las  operaciones  de  determinación  (cuantificación,  selección  y  situación)  no 

modifican  las posibilidades designativas del signo, es decir, no afectan a su  intensión, no añaden o subrayan rasgos del conjunto de  los que definen  la clase (o subclase) de objetos  a  la  que  queremos  hacer  referencia  (vid.  tema  6).  Las  operaciones  de determinación  se  presuponen  unas  a  otras:  la  situación  presupone  la  selección  y  la selección presupone  la cuantificación. El demostrativo este en Este chico sitúa a chico en el espacio del hablante y, al hacerlo, implica su selección, frente a los que no están en el espacio del hablante, a la vez que presupone su cuantificación singular. 

Por otro  lado,  las operaciones de determinación permiten que  los  signos hagan referencia  a  cosas  que  se  sitúan  en  el  plano  de  lo  particular  o  en  el  plano  de  lo genérico, como muestran los contrastes Un médico se ha puesto en huelga / Un médico no debe/ puede negar la asistencia a ningún paciente; El papel es un gran invento / El papel no está firmado. 

 Las operaciones de  la modificación  (explicación, especialización y especificación), 

por el contrario, pertenecen a una  fase muy distinta del proceso de construcción del sintagma  nominal,  puesto  que  sí  afectan  a  la  capacidad  designativa  del  signo, añadiendo  rasgos  al  conjunto  de  los  que  definen  al  sustantivo  para  aludir  a  una categoría más específica (especificación), subrayando rasgos inherentes a lo nombrado (explicación) u orientando la referencia del signo a un aspecto o a una parte de la cosa denotada. Las formas que realizan operaciones de cuantificación, selección o situación suelen  llamarse  determinantes  (artículos,  cuantificadores,  indefinidos,  posesivos, demostrativos);  las  formas que  realizan operaciones de explicación, especialización y especificación suelen llamarse modificadores. La modificación es propia de adjetivos (la vida  entera,  Nueva  York),  sintagmas  preposicionales  (luna  de  agosto,  Santiago  de 

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Chile), nombres en aposición, oraciones de relativo, etc.  (Vid. en este mismo tema el apartado 7.2.4 para profundizar en la función de modificación.) 

 La determinación  afecta  a  la extensión de un  signo, es decir,  actúa permitiendo 

identificar qué objeto (o conjunto de objetos) de todos los que pueden designarse con un signo, o qué porción de la extensión de una sustancia, es aquello a lo que tenemos intención  de  hacer  referencia.  Consta  de  tres  operaciones  distintas,  que  a  su  vez remiten  a otros subtipos: 

 a)  Cuantificación.  Establece  la  numerabilidad  de  los  objetos  de  forma  definida 

(dos,  seis,  una  docena  de,  etc.)  o  indefinida  (pocos,  muchos,  bastantes,  etc.).  La variación gramatical de número también produce una cuantificación. Según Coseriu, la cuantificación es una discriminación eventual e interna, pues no opone los particulares cuantificados a otros de la misma clase. 

 b)  Selección.  Esta  operación  sí  es  una  discriminación  real  y  externa.  Los 

seleccionadores son también indefinidos o particularizadores (alguno, otro, cualquiera, cada, etc.), o bien definidos o  individualizadores  (el mismo, el otro,  las demás, etc.). Cuando el objeto ya se encuentra previamente individualizado para el hablante y oyen‐te, el artículo determinado es suficiente para su aparición en el discurso. Considérese la diferencia entre Busco al médico y Busco un médico. 

 c) Situación. Ubica ciertos objetos en relación con  los  interlocutores del discurso. 

Las relaciones que pueden indicar los situadores son o bien posesiva (mi, suya, vuestro, etc.) o bien deíctica (este, aquella, esos, etc.). 

 Desde el punto de vista  funcional,  las operaciones de modificación son previas a 

las de determinación. Es decir,  los determinantes afectan al conjunto  formado por el sustantivo y los modificadores que inciden en él. Así, en Esas servilletas sucias, esas no incide  sólo en el  sustantivo  servilletas  sino en el  grupo  formado por  sustantivo más adjetivo,  esto  es,  en  servilletas  sucias.  Esas  no  ayuda  a  identificar  tres  ejemplares situados en un espacio distinto pero próximo al hablante pertenecientes al conjunto de la  clase  servilleta,  sino  a  tres  ejemplares  pertenecientes  al  conjunto  de  la  clase servilleta sucia. Por otro lado, en la aplicación de los determinantes, los cuantificadores preceden a los situadores. Así en Esas tres mesas grandes, grandes se aplica a mesas, tres  se  aplica  a mesas  grandes  y,  por  último,  esas  se  aplica  a  tres  grandes mesas. Representando el alcance de cada elemento mediante corchetes,  la estructura de ese sintagma correspondería a [esas[tres[[mesas]grandes]]]. 

 3.2 Construcción funcional del sintagma verbal  

También el contenido propio de una raíz verbal, que podemos describir como una clase de proceso o situación, puede recibir determinaciones y modificaciones de distintos  tipos.  También  pueden  reconocerse  funciones  relativas  a  la  extensión  del signo. Pueden  considerarse operaciones de determinación de  carácter  cuantificativo las  indicaciones  aspectuales  (las  que  permiten  distinguir  procesos  incoativos, terminativos,  reiterativos,  progresivos,  puntuales,  etc.)  o  las  de  carácter  situacional 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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asociadas al  tiempo verbal  (que sitúa un proceso en relación con el aquí y ahora del acto de habla), al modo  (que  sitúa el proceso en  relación  con  los distintos espacios epistémicos accesibles al hablante) o a  la persona gramatical (que sitúa el proceso en relación con  los  interlocutores). También podemos  reconocer en  la especificación de argumentos  (sujeto,  complemento  directo,  complemento  indirecto,  etc.)  y complementos circunstanciales del verbo (de tiempo, de causa, de finalidad, de lugar, etc.) funciones de modificación.  3.3 Determinación y planos o espacios de actualización.    En  el  modelo  de  la  Gramática  cognitiva  desarrollada  por  R.  Langacker4  la determinación y  la modificación se abordan como  la aplicación sucesiva, en distintos espacios  conceptuales, de  distintas  clases  de  funciones  con  las  que  se  convierte un sustantivo  o  un  verbo  en  un  sintagma  con  capacidad  referencial  o  predicativa proposicional  respectivamente.  En  esta  concepción,  en  primer  lugar,  se  aplican  las operaciones de modificación a los términos generales que designan categorías o tipos para que pasen a designar, ya modificados, subtipos. En segundo  lugar, se aplican  las operaciones de determinación a  los términos modificados para que pasen a designar ejemplares pertenecientes a esos tipos y subtipos. La diferencia fundamental entre  la relación  de  tipos  y  subtipos  y  la  relación  de  tipos  y  ejemplares  consiste  en  que  el espacio de extensión  referencial en el caso de  los ejemplares  se corresponde con el espacio  de  actualización  proposicional,  aquel  sobre  el  cual  los  interlocutores intercambian  y  valoran  información.  Esto  puede  observarse  gráficamente  en  la siguiente figura:    

             En la figura anterior, los planos representan los espacios en los que se localizan todos los  casos  que  constituyen  la  extensión  de  una  expresión.  Los  círculos  en  líneas punteadas  representan  objetos  a  los  que  un  signo  podría  designar  (flechas discontinuas) pero que no son designados. Los círculos en línea continua y más gruesa, 

4 Ver Langacker 1987, 1991 y 2008. 

Modificación

Determinación y anclaje en el plano de actualización de base.

Tipo: Objeto

Subtipo: Objeto oscuro

Ejemplar: Ese objeto oscuro

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los  objetos  que  son  designados  (flecha más  gruesa  continua),  entre  todos  los  que conforman la extensión del signo, gracias a la función de los elementos determinantes y  modificadores:  así,  por  ejemplo,  el  adjetivo  oscuro  restringe  la  designación  del término genérico objeto y, en el siguiente plano, el demostrativo ese  identifica, entre todos  los  ejemplares  a  los  que  podríamos  designar  con  la  expresión  objeto  oscuro aquel que señala el  interlocutor como presente en un espacio distinto pero próximo tanto al hablante como al oyente. 

Usaremos  el  término  anclaje  (grounding  en  la  Gramática  Cognitiva)  para referirnos  a  la  determinación  que  conlleva  la  localización  de  un  ejemplar  o  caso  (o conjunto  de  casos),  entre  todos  los  que  corresponden  a  un  tipo,  en  el  ámbito  o dominio epistémico básico, es decir, el dominio epistémico  (temporal, espacial o de otra naturaleza conceptual) que se define en relación con el aquí y ahora del hablante y  respecto del  cual  los  interlocutores  comparten  información. Esa es  la  función que lleva  a  cabo  el demostrativo  ese  en  ese  objeto  oscuro.  Según  esa definición,  tienen carácter de “ancladores”  los artículos,  los posesivos y  los demostrativos en el ámbito nominal y los modos indicativo y condicional en el caso del sistema verbal del español. 

El  recorrido  completo que  lleva desde  la  raíz  léxica hasta  la  formación de un sintagma nominal con capacidad  referencial se muestra, en el siguiente esquema de Langacker5.  En  el  esquema,  los  componentes  de  las  estructuras  que  aparecen  en recuadros con línea más gruesa se consideran núcleos en el nivel constitutivo en el que se encuentran, puesto que imponen su categoría al conjunto formado por ellos y otros componentes que se  les adjuntan. Las fases de composición que se hallan encima del corchete se establecen en el nivel morfológico, y  las que se hallan debajo, en el nivel sintáctico. En este nivel  interesa destacar que  la especificación que  llevan a cabo  los modificadores y determinantes se corresponde con  funciones distintas en el caso de los  cuantificadores  (tres),  que  afectan  al  conjunto  formado  por  sustantivo  más adjetivos y complementos preposicionales; el de  los determinantes de anclaje  (esos), que afectan al conjunto formado por el sustantivo modificado y cuantificado, o el de los modificadores  (que son preciosos) del sintagma nominal en su conjunto, es decir, del nombre modificado, cuantificado y anclado: el nominal. 

5 Cf. Langacker 1991: 147. 

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  Una estructura parecida puede reconocerse en el caso del sintagma verbal. En 

el siguiente esquema intentamos mostrar una reconstrucción parcial y simplificada de los distintos niveles de  determinación que afectan a un verbo en el caso del español: 

Base no derivada

Base plural

Base derivada

Base compuesta

Base Base Base

contable Predicación

plural Base raíz

Base derivada

Especificación de tipo básica

Sustantivo núcleo. Especificación de tipo

básica

Tipo especificado de 2º orden

Tipo especificado de 3º orden

Ejemplar cuantificado

Nominal

Modificador

Modificador

Cuantificador absoluto

Determinante de anclaje

gatos

gatos negros

gatos negros bajo la escalera

tres gatos negros bajo la escalera

esos tres gatos negros bajo la escalera

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Igualmente,  de  forma  equivalente  a  como  se  representó  gráficamente  la determinación  nominal  en  distintos  planos  de  especificación,  podemos  representar ahora la del verbo (reducimos esquemáticamente la configuración semántica propia de un verbo a la línea ondulada zigzagueante):  

Verbo Especificación básica del

tipo de proceso.

Núcleo verbal.

Verbo especificado de 2º orden

Verbo especificado de 3º orden

Verbo especificado y aspectualizado de

de 1º orden

Verbo especificado y aspectualizado de

de 2º orden

Verbo especificado, aspectualizado y actualizado de

de 1º orden (temporalizado y personalizado)

Verbo especificado, aspectualizado y actualizado de

de 2º orden (modalizado)

Argumentos

Modificadores o circunstanciales

Aspecto progresivo

Aspecto perfectivo

Tiempo verbal y persona gramatical

Modalización

golpear

golpear el tambor el niño

golpear el tambor el niño mucho rato

Haber estado golpeando el tambor el niño mucho rato

El niño haya estado golpeando el tambor mucho rato

El niño ha estado golpeando el tambor mucho rato

estar golpeando el tambor el niño mucho rato

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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Adviértase  que,  en  el  ejemplo  de  la  figura,  alegremente,  al  combinarse  con  cantar permite especificar el tipo de proceso al que se refiere cantar, de manera equivalente a como el adjetivo oscuro  lo hacía con objeto, permitiendo, así, designar un subtipo, entre  otros  posibles  (cantar melancólicamente,  cantar  dramáticamente,  etc.),  en  el primer plano de actualización. A  su vez,  la  terminación de presente de  indicativo de tercera persona de  singular de  la  forma cant‐a  funciona como anclaje con el que  se localiza un caso o ejemplar, entre muchos otros posibles, de ese tipo de proceso que se designa con cantar alegremente.   

4.   Funciones informativas  4.1 Tema (soporte)/rema (aporte)  

Con la organización sintáctico‐semántica logramos el armazón básico con el que atendemos  a  la  representación  de  ciertos  acontecimientos.  Ahora  bien,  además  de representar, el hablante también se propone informar a su interlocutor, y para ello se verá obligado a ordenar dicha representación  lingüística de una manera u otra según las necesidades  informativas que reconozca en el oyente. Considérense  los siguientes ejemplos:     Luis despertó a Pepa esta mañana     A Pepa la despertó esta mañana Luis     Esta mañana Luis despertó a Pepa  Reconocemos la misma función representativa (las relaciones sintácticas y semánticas no varían), pero diferente  función  informativa. Significan  lo mismo pero no  informan de lo mismo. El significado está en relación con lo que se representa, con el estado de cosas que se describe, pero la información toma en cuenta otro factor: lo que nuestro interlocutor nos pregunta (lo que nosotros creemos que necesita saber). En efecto, los tres  enunciados  anteriores  podrían  ser  respuestas  respectivamente  a  las  siguientes supuestas preguntas:  

Modificación

Determinación y anclaje en el plano de actualización de base.

Tipo: Cantar

Subtipo: Cantar alegremente

Ejemplar: Canta alegremente

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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    ¿Cuándo despertó Luis a Pepa?     ¿Quién despertó a Pepa esta mañana?     ¿A quién despertó Luis esta mañana?    En las preguntas se advierten, mejor que en ningún otro tipo de enunciado, las dos  funciones básicas  informativas,  la de  información conocida e  información nueva: tema/rema  o  soporte/aporte,  según  los  autores.  Es  fácil  reconocer  los  dos constituyentes informativos de una pregunta, sobre todo parcial. Con los ejemplos de Gutiérrez Ordóñez:      Información nueva  Información conocida     ¿Quién     puso la llave ayer en mi mesa? 

¿Cuándo    puso Andrés la llave en mi mesa?     ¿Qué      puso Andrés ayer en mi mesa?     ¿Qué      hizo Andrés ayer?     ¿Qué      pasó ayer?     ¿Qué      pasó?  Igualmente,  aunque  de  forma  menos  evidente,  en  los  enunciados  que  sirven  de respuesta a tales preguntas también hallamos la misma organización informativa:      Información conocida     Información nueva     La llave la puso en tu mesa    Andrés     Andrés puso la llave en tu mesa  ayer     Andrés puso ayer en tu mesa   la llave     Ayer Andrés        puso la llave en tu mesa     Ayer          Andrés puso la llave en tu mesa      (Que)          Andrés puso ayer la llave en tu mesa    Debemos advertir que, en realidad, los enunciados en que aparecen no sólo el aporte  o  rema  sino  el  tema  o  soporte6  no  son  respuestas  a  sus  correspondientes preguntas explícitas, ya que cuando tales preguntas son formuladas explícitamente  la economía discursiva impone como opción por defecto la elipsis del tema:                          ¿Quién puso la llave ayer en mi mesa? 

     Andrés.  

 ¿Cuándo puso Andrés la llave en mi mesa? 

 Ayer.  

     ¿Qué puso Andrés ayer en mi mesa? 

     La llave.         ¿Qué hizo Andrés ayer? 

     Puso la llave en tu mesa. 

6 En adelante utilizaremos, por comodidad, los términos tema y rema. 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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      ¿Qué pasó ayer? 

     Que Andrés puso la llave en tu mesa.       ¿Qué pasó? 

     Que Andrés puso ayer la llave en tu mesa.  Las  supuestas  preguntas  para  las  que  todo  enunciado  aseverativo  puede  servir  de respuesta adecuada no  son  sino una plasmación del  supuesto  teórico que establece que todo enunciado se origina siempre en cierto estado de información, es decir, en la dialéctica  que,  respecto  de  lo  conocido  y  lo  nuevo  y  en  un  momento  concreto, mantienen hablante y oyente. Las distintas disposiciones que adopta  la secuencia en cada una de las variantes ejemplificadas representan el orden de palabras no marcado o por defecto, natural, en que se dispone  la secuencia sintáctica en cada uno de  los contextos discursivos  configurados a partir de  las diferentes preguntas parciales. No existe un orden natural, por tanto, sino varios órdenes naturales para cada variante de la distribución de  las  funciones  tema/rema. Tales variantes  responden, eso  sí, a una pauta  general:  la  tendencia  general  es  situar  el  tema  del  enunciado  en  la  posición inicial y el rema en la posición final. 

Las  funciones  informativas de  tema/rema  son –insiste Gutiérrez Ordóñez– de carácter  sintagmático, contrastivo; consisten en una especie de atribución. En cierto modo,  la  información  nueva  se  predica,  se  comenta  de  la  información  conocida. Cuando  en  la  gramática  tradicional  se  decía  del  sujeto  que  era  aquella  parte  de  la oración de  la que se predicaba o comentaba algo, en realidad esta caracterización se basaba  en  la  identificación  del  sujeto  con  el  tema  de  la  oración,  coincidencia  que puede tener carácter prototípico pero que, como puede comprobarse en los ejemplos anteriores, no es  la única posibilidad: el  sujeto oracional puede aportar  información remática. El hecho de que el sujeto haya sido confundido por razones de prototipicidad con el  tema de  la oración está en el origen de una percepción distorsionada de  los hechos.  La  estructura  del  enunciado  que  resulta  de  su  segmentación  en  funciones informativas  es  bimembre,  pero,  como  subraya  Gutiérrez  Ordóñez,  según  la perspectiva  funcional  no  hay  razones  para  extrapolar  ese  binarismo  a  la  estructura sintáctica  de  la  oración.  Desde  el  punto  de  vista  sintáctico,  la  oración  no  es  una estructura bimembre, compuesta por un sujeto y un sintagma verbal que contiene al predicado verbal y al resto de  los constituyentes de  la oración. La oración, más bien, debe entenderse  como un  sintagma  verbal  cuyo núcleo es el  verbo  y  alrededor del cual se  instauran relaciones de dependencia en distintas capas u órbitas  funcionales, desde las más internas y directamente relacionadas con el lexema verbal, entre ellas el sujeto, hasta las más externas o periféricas. Así las cosas, si llamamos “sujeto” a cierto constituyente de una oración  teniendo en mente una concepción bimembre de esta estructura, sólo deberíamos hacerlo cuando se cumplan dos requisitos: a) se segmenta la oración  con el  criterio  informativo  y b)  la  función  temática es  coextensiva  con el sintagma que desempeña la función sintáctica de sujeto. 

Otro hecho que se desprende de los ejemplos anteriores es que, a diferencia de la relación existente entre funciones sintácticas y semánticas (dada cierta oración, una función sintáctica sólo puede ser contraída por una  función semántica y una  función 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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semántica sólo puede desempeñar una función sintáctica),  las funciones  informativas no son necesariamente coextensivas con las funciones sintácticas y semánticas. 

 4.2 Foco 

 Tal  y  como  propone Gutiérrez Ordóñez,  además  de  las  funciones  de  tema  y 

rema se reconoce en el nivel discursivo una nueva función, la de foco. En virtud de ella cierto constituyente de la oración adquiere un relieve especial con el que se subraya la oposición  entre  tal  constituyente  y  otros  elementos  de  su  paradigma  que  podrían ocupar su posición en el esquema sintagmático. Si las funciones de tema/rema tienen carácter  sintagmático  o  contrastivo,  la  función  foco  –propone  Gutiérrez  Ordóñez– tiene primariamente carácter paradigmático u opositivo, aunque de forma secundaria pueda reconocerse contraste con el resto de la oración no marcada por ese relieve. 

  La focalización de un elemento puede realizarse mediante distintos medios:  a) Acento de insistencia (emisión sobresaliente de un segmento; este hecho se 

representa convencionalmente mediante letras mayúsculas):  

Se lo regaló JUAN (no Javier)  

b) Acento de insistencia y orden de palabras (el elemento focalizado se coloca al comienzo de la oración): 

 JUAN (no Javier) se lo regaló EL AVIÓN conduce el piloto (no el coche)  

Adviértase  que  si  el  segmento  el  avión  se  antepone  sin  relieve  focal,  lo resultante es:  

El avión lo conduce el piloto  

Aquí  el  complemento  directo  (el  avión)  resulta  reduplicado  con  el pronombre  lo.  En  este  caso  el  avión  lo  conduce  es  el  constituyente temático  (información  conocida),  y  el  piloto,  el  remático  (información nueva).  

c) Medios  sintácticos particulares: estructuras ecuacionales, ecuandicionales, focalizadores presuposicionales, entre otros: 

 Ecuacionales: 

 Juan es el que toca el piano / El que toca el piano es Juan/ Es Juan el que 

toca el piano, etc.  (frente a Juan toca el piano o El piano lo toca Juan, etc.) 

 Ecuandicionales: 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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 Si alguien toca el piano es Juan/ Si algo toca Juan es el piano / Si Juan 

hace algo con el piano es tocarlo, etc. (frente a Juan toca el piano, El piano lo toca Juan, etc.) 

 Focalizadores presuposicionales: 

 Hasta (incluso) Juan toca el piano (Juan es el caso límite de una serie de 

personas que también tocan el piano) Los ricos también lloran (además de los que no son ricos)  

Si bien en un mismo enunciado no puede existir más que una función temática y  otra  remática,  la  situación  cambia  respecto  de  los  focos,  pues  el  hablante  puede destacar en un mismo enunciado más de un constituyente: 

 VIOLANTE  (no Amarilis) me MANDA  (no me pide) HACER  (no  leer) un SONETO (no un terceto)  Hay que advertir de que la función focal y la remática (información nueva) son 

independientes. El subrayado focal y la novedad de la información comparten el hecho de ser factores relacionados con  la relevancia  informativa de  los segmentos a que se aplican,  pero,  aunque  en  la  mayoría  de  las  ocasiones  coinciden,  también  pueden aparecer disociadas, como ocurre, por ejemplo, en ciertas preguntas parciales: 

   ¿Dónde has puesto EL CUCHILLO?    

Es posible, por tanto, focalizar elementos temáticos y remáticos (aunque lo general es hacerlo con los últimos).  4.3 Tópico y comentario  

En ocasiones necesitamos organizar los enunciados según una tercera clase de función  informativa,  la  que  distingue  entre  tópico  y  comentario.  Se  trata  de  una función  que  permite  establecer  un  punto  de  referencia  discursivo  (el  tópico)  en relación con el cual se acota  la pertinencia del contenido que expresamos en el resto del enunciado (el comentario). Según la definición de Gutiérrez Ordóñez, los tópicos (o circunstantes,  como  también  los  llama  este  autor)  tienen  por  finalidad  delimitar  el ámbito de validez de las expresiones referenciales y de la veracidad de un enunciado. Esta función, al igual que la de foco, y a diferencia de la de tema y rema, es opcional y, por  tanto,  no  está  presente  necesariamente  en  todos  los  enunciados.  El  tópico  se identifica por encontrarse separado mediante una pausa del resto del enunciado y por la  posibilidad  de  estar  introducido  por  locuciones  especializadas  en  cumplir  ese cometido: 

 En Madrid, ¿tú qué haces? Y tu madre, ¿cómo se encuentra ahora?   

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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En cuanto a la subida de sueldo, no tengo noticias En relación con  ese asunto, deberíamos tomar una decisión Sobre el trabajo, ¿qué tenemos que hacer?  El  tópico  suele  situarse  antes  del  enunciado  que  constituye  el  comentario 

propiamente  dicho  pero  esa  tendencia  icónica,  que  facilita  la  interpretación  del enunciado, no es estricta: 

 En mi opinión, eso es una tontería Eso es una tontería, en mi opinión  Las  estructuras  llamadas  interordinadas pueden  interpretarse  como  casos de 

topicalización. Así, determinados tipos de condicionales, concesivas, causales o finales pueden  entenderse  como  tópico  en  relación  con  el  cual  la  otra  oración  que  las acompaña se consideraría comentario: 

 Aunque no tengo dinero, me iré de vacaciones Si  no  estás  disgustada  con  ellos,  ¿por  qué  no  llamas  a  tus  padres  más  a 

menudo? Para que no te quejes, te he dejado la casa ordenada y limpia  Entre  otros,  son  circunstantes  los  tópicos  de  referencia  y  perspectiva  (En 

cuanto al dinero, no ando mal;  Legalmente,  es  inocente)  y  las  frases  condicionales, concesivas  y  causales  adelantadas  a  la  posición  inicial  y  separadas  del  resto  de  la oración por un inciso (Puesto que hacía frío, no salimos; Si me adoras, todo esto será tuyo; Por mucho que corra, no llegará a tiempo). Pero también puede funcionar como circunstante  o  tópico  cualquier  constituyente  de  la  oración  que  es  adelantado  y separado, por un inciso, del resto de la oración.   

5.  Funciones proposicionales e ilocutivas    Hemos visto hasta ahora que en  la estructura sintagmática oracional, es decir, la que se articula en torno al núcleo verbal, se reconocen tres tipos de funciones:  las sintácticas, las semánticas y las informativas de tema/rema, foco y tópico/comentario.  

Veamos  ahora  cómo  hay  otras  funciones  asociadas  al  esquema  sintagmático oracional que actúan dentro de  los  límites  impuestos por él. En efecto, para que una predicación  pueda  desempeñar  su  cometido  de modo  efectivo  en  la  comunicación, además  de  responder  a  las  necesidades  de  representación  (funciones  sintáctico‐semánticas) e información (funciones informativas), debe revestirse de ciertos valores proposicionales e ilocutivos. Los primeros están referidos a la vertiente veritativa de la predicación, es decir, a  la  relación de ésta con  la  realidad,  tal y como  la presenta el hablante.  Los  segundos  se  refieren  a  la  relación que  la predicación,  ya  revestida de cierta orientación proposicional, mantiene con  las  intenciones  interpersonales que el interlocutor  abriga  al  proferir  un  enunciado.  La  manifestación  de  estas  funciones puede  realizarse  a  través  de  la  estratificación  sintagmática  (ver  epígrafe  siguiente), 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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pero también se da por medio de recursos morfológicos (morfemas de tiempo y modo) o prosódicos (líneas de entonación):      Tienes miedo     [Constato que tienes miedo.] 

¿Tienes miedo?   [Te pregunto si tienes miedo.]     Tendrás miedo   [Supongo que tienes miedo.]     Ten miedo    [Te pido que tengas miedo.]  6.  Configuración sintagmática de las funciones sintácticas en la oración  6.1  Órbitas funcionales en torno al núcleo verbal  

Gutiérrez Ordóñez7, siguiendo  las  líneas de  la escuela  funcionalista de Alarcos Llorach  y  de  otras  escuelas  funcionalistas  europeas  (escuela  de  Praga,  Gramática funcional de S. C. Dik), concibe  la oración,  frase verbal o sintagma oracional con una fisonomía semejante a la que nos ofrece la imagen de un átomo. Según ella, tenemos los elementos siguientes: 

 a) Un  verbo  finito,  situado  en  el  centro  como  núcleo,  dotado  de  un  valor 

opositivo y de una valencia combinatoria.  

b) La periferia, organizada en varios estratos concéntricos en los que giran los satélites: 

 i. En  el  primer  nivel  se  articulan  los  argumentos  o  complementos 

seleccionados  por  la  raíz  léxica  del  verbo  (sujeto,  objeto  directo, objeto indirecto, suplemento y atributos).  

ii. En el  segundo nivel  se  insertan  los complementos circunstanciales, tanto los que afectan al verbo como los que afectan a la unidad que éste  forma  con  sus  argumentos  (instrumento,  compañía, materia, fin, causa, tiempo, lugar, modo).  

iii. En  el  tercer  nivel  encontramos  el  ámbito  de  los  tópicos  o circunstantes,  que,  como  su  propio  nombre  indica,  manifiestan hechos  y  circunstancias  marcados  por  su  exterioridad  al  proceso designado  por  el  verbo  (circunstantes  o  tópicos  de  causalidad,  de referencia, de perspectiva,  locales y  temporales) y poseen un claro carácter  discursivo:  tienen  por  finalidad  acotar  el  ámbito  de pertinencia y de veracidad de un enunciado.  

iv. En  órbitas  aún  más  externas  a  los  circunstantes  o  tópicos,  se encuentran  los  atributos  de modalidad  proposicional  (epistémica, deóntica y emotiva) y,  

v. En  una  posición  más  externa,  los  complementos  de  modalidad pragmática (complementos de verbo enunciativo). 

7 «La determinación de los niveles oracionales», en J. A. de Molina Redondo y J. D. Luque Durán (eds.), Estudios de lingüística general (I). Granada: Método Ediciones, 1997; págs. 23‐78. 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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   Los niveles orbitales aludidos pueden ser reconocidos en la siguiente oración si la analizamos siguiendo el criterio propuesto por Gutiérrez Ordóñez: 

 Por  si  acaso,  porque  nadie  como  yo  conoce  las  consecuencias,  afortunada‐mente,  desde  un  punto  de  vista  técnico,  aunque  no  obre  en  poder  de  los distintos  miembros,  la  comisión  entregó  el  informe  a  la  junta  ayer  por  vía urgente a través del registro de la Universidad.  [SV1]   [SV1(la comisión) entregó (el informe) (a la junta) SV1]

8  [SV2]   [SV2 [SV1 la comisión entregó el informe a la junta SV1] ayer por vía urgente 

a través del registro de la Universidad SV2]  [SV3]   [SV3 desde un punto de vista  técnico, aunque no obre en poder de  los 

distintos miembros, [SV2 [SV1 la comisión entregó el informe a la junta SV1] ayer por vía urgente a través del registro de la Universidad SV2] SV3] 

 [SV4] ([SV3] Mod. Prop.)   [SV4 afortunadamente,  [SV3 desde un punto de vista  técnico, aunque no 

obre en poder de los distintos miembros, [SV2 [SV1 la comisión entregó el informe a  la  junta  SV1]  ayer por  vía urgente a  través del  registro de  la Universidad SV2] SV3] SV4] 

 A partir de este nivel, y para dar debida cuenta de las funciones de complementación pragmática,  se acepta el  supuesto de que, en  todo enunciado  lingüístico efectivo, el conjunto  formado  por  el  SV4  se  halla  inserto,  como  complemento  directo,  en  la estructura de un SV mayor que tiene como núcleo a un verbo de lengua o enunciativo, explícito  o  no.  En  este  esquema  los modalizadores  pragmáticos  funcionarían  como complementos externos que afectarían al conjunto formado por el verbo enunciativo y sus argumentos (entre ellos el objeto directo [SV4]). Este conjunto se correspondería con el enunciado lingüístico: 

 [SVE] ([VEnun‐SV4‐Otros argumentos] Mod. Prag.)   [SVE2  Por  si  acaso,  porque  nadie  como  yo  conoce  las  consecuencias, 

[SVE1os  informo  (de  que  [SV4  afortunadamente,  [SV3  desde  un  punto  de vista  técnico, aunque no obre en poder de  los distintos miembros,  [SV2 [SV1la comisión entregó el  informe a  la  junta SV1] ayer por vía urgente a través del registro de la universidad SV2] SV3] SV4]) SVE1] SVE2] 

8  En  esta  notación  los  corchetes  deben  entenderse  como  delimitadores  de  ámbitos  u  estratos funcionales. A diferencia de otras notaciones,  lo  incluido en un par de corchetes debe considerarse un núcleo que recibe la complementación de lo que queda fuera. Los paréntesis, en cambio, indican que lo incluido  en  ellos  tiene  una  estructura  interna.  Para  facilitar  la  interpretación,  sólo  utilizaremos  los paréntesis ocasionalmente. 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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6.2  Criterios de determinación de las funciones sintácticas 

 Para poder demostrar que  los niveles  funcionales propuestos son pertinentes 

lingüísticamente,  se  han  de  arbitrar  mecanismos  internos,  no  basados  en justificaciones  semánticas  meramente,  con  los  que  se  puedan  determinar  las diferentes funciones. Gutiérrez Ordóñez recoge, entre otros, los siguientes criterios de determinación para distinguir las órbitas o estratos funcionales de los argumentos, los complementos circunstanciales y los circunstantes:    Criterio de determinación  Argumentos C. Circunst.  Circunstante

1  Previsto en la valencia verbal  + ‐ ‐ 

2  Huella formal sobre el verbo  + ‐ ‐ 

3  Obligatoriedad de indefinido en ecuandicionales + ‐ 0 

4  Conmutación por hacer(lo)  + ‐ ‐ 

5  Objeto de interrogación parcial  + + ‐ 

6  Conmutable por pronombres tónicos + + ‐ 

7  Focalizables en ecuacionales o ecuandicionales + + ‐ 

8  Negación adversativa No A sino B  + + ‐ 

9  Interrogación disyuntiva ¿A o B?  + + ‐ 

10  Modifican infinitivos, gerundios y participios + + ‐ 

11  Elipsis en estructura coordinada y comparativa + + ‐ 

12  Inciso  ‐ ‐ + 

13  Externos a la interrogación  ‐ ‐ + 

14  Modifican a enunciados sin verbo ‐ ‐ + 

15  Externos a la conmutación de sí/no ‐ ‐ + 

 Los  criterios  1‐4  sirven  para  trazar  la  frontera  entre  argumentos  y 

complementos  circunstanciales.  Los  criterios  1‐11  distinguen  positivamente  a argumentos y complementos circunstanciales, de los circunstantes. Los criterios 12‐15 discriminan  positivamente  a  circunstantes  frente  a  argumentos  y  complementos circunstanciales. Aunque no todas las funciones pertenecientes a una órbita funcional cumplen todos  los criterios que  le son propios,  la respuesta positiva a varios de ellos puede ser razón discriminatoria suficiente. 

Probablemente,  los principales criterios para distinguir  los argumentos de  los complementos circunstanciales sean los criterios 2, 3 y 4. 

Son  huellas  formales  sobre  el  verbo  (criterio  2)  la  concordancia  o  la incorporación  de  clíticos  pronominales.  De  esta  prueba  quedaría  excluido  el suplemento  (Habla  de  política)  y  argumentos  de  lugar  en  español  (Voy  a Madrid), aunque no en otras lenguas:      El chico entregó la pistola ayer a la policía >     Se (a la policía) la (la pistola) entregó (el chico)      J’ai du bon tabac. Mais je n’en (de ello) donne qu’à mes amis     Est‐ce que tu vas à Paris?/ Oui, j’y (allí) vais.      Al cinema non ci (ahí) sono stata.    

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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Las  estructuras  ecuandicionales  (criterio  3)  son  estructuras  de  focalización como las siguientes:      Un pirómano incendió el bosque ayer por venganza >      Si alguien quemó el monte ayer por venganza fue un pirómano     Si algo incendió el pirómano ayer por venganza fue un bosque 

Si en algún momento el pirómano incendió el bosque por venganza fue ayer Si  por  alguna  razón  el  pirómano  incendió  el  bosque  ayer  fue  por venganza 

 Pueden focalizar argumentos y complementos circunstanciales, pero el indefinido que corresponde a  los argumentos  focalizados no  se puede elidir, a diferencia del de  los complementos circunstanciales:      Si el pirómano incendió el bosque ayer fue por venganza     Si el pirómano incendió el bosque por venganza fue ayer     *Si incendió el bosque ayer por venganza fue el pirómano     *Si incendió ayer por venganza el pirómano fue el bosque  

A  excepción  del  sujeto9,  los  argumentos  pueden  ser  conmutados,  junto  al predicado, por  la proforma hacer(lo)  (criterio 4). Los complementos circunstanciales, en cambio, quedan fuera de esta sustitución:      Juan dio el regalo a Pedro en el jardín y María lo hizo en su habitación  

En  cuanto  a  los  criterios  5‐11,  tanto  los  argumentos  y  complementos circunstanciales, a diferencia de los circunstantes, pueden 

a) ser pronominalizados con interrogativos en preguntas parciales (criterio 5):  ¿Quíén ha llamado? ¿A quién ha llamado? ¿Desde dónde ha llamado? ¿Cuándo ha llamado?, etc. 

b) ser sustituidos por pronombres tónicos (criterio 6): Ha llamado él. Lo ha llamado a él. Ha llamado con él. etc. 

c) ser focalizados por estructuras ecuacionales y ecuandicionales (criterio 7): Fuiste  tú  quien  llamó  desde  Madrid;  Fue  desde  Madrid  desde  donde llamaste Si alguien  llamó desde Madrid  fuiste  tú.  Si desde algún  sitio  llamaste  fue desde Madrid. 

d) ser focalizados por negación adversativa (criterio 8): No llamó Pedro sino tú; No llamó a tu casa sino a la mía. 

e) ser objeto de interrogación disyuntiva (criterio 9): 

9  El  hecho  de  que  el  sujeto  no  sea  sustituido  por  “hacerlo”,  así  como  otras  características  que  lo distinguen del  resto de  los  argumentos  (posibilidad de  ser  elidido,  caso no marcado, prioridad  en  la concordancia con el verbo, etc.) hacen pensar a algunos autores que podría constituir por sí solo una órbita funcional propia, que en el modelo que se presenta se uniría al sintagma formado por verbo y los otros argumentos antes de que se integraran los aditamentos. 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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¿Has llamado Tú o Pedro? ¿Han llamado a mi casa o a la tuya? f) modificar infinitivos, gerundios y participios (criterio 10): 

Debes llamar tú; Debes llamar ahora; Llamando tú se soluciona; Llamando ahora se soluciona, etc. 

g) elididos en estructuras comparativas (criterio 11): Ha comido hoy más patatas que él [ha comido hoy más patatas].  

Los circunstantes no son accesibles a esas operaciones. Son externos al ámbito en el que se aplican todas esas operaciones sintácticas. 

 Los circunstantes se caracterizan positivamente, entre otras cosas, por el inciso 

que  los  separa  del  resto  de  la  oración  (criterio  12);  por modificar  a  enunciados  sin verbo (criterio 14) (Ya que no me haces caso, adiós.) y por resultar externos no sólo a la modalidad enunciativa sino también a la interrogación y a la admiración (criterio 13):      Francamente, me has decepcionado     Si sigo sus consejos, ¿viviré más?     Lavadito, ¡qué guapo estás!  Asimismo, no son conmutables por las formas sí y no (son externos al alcance de estas palabras) (criterio 15):      ¿Me invitas?    Si vienes conmigo, sí     ¿Debo callarme?  Puesto que nadie lo sabe, sí     ¿Has mejorado?  En cuanto a la economía, no  Sin  embargo,  cuando  no  pocos  de  estos  constituyentes  se  hayan  insertos  en  la predicación como complementos circunstanciales  responden de otra manera a estas pruebas:      (1) Viene porque se siente obligado     (2) Viene si lo llamas tú     (3) Ha trabajado en Madrid      (1a) No viene porque tenga ganas sino porque se siente obligado     (2a) No viene si lo llamo yo sino si lo llamas tú     (3a) No ha trabajado en Barcelona sino en Madrid      (1b) ¿Viene porque se siente obligado? / Sí     (2b) ¿Viene si lo llamas? / No     (3b) ¿Ha trabajado en Madrid? / Sí      (1c) ¿Viene porque está cansado o porque se siente obligado?      (2c) ¿Viene si lo llamas tú o si lo llamo yo?     (3c) ¿Ha trabajado en Madrid o en Barcelona?  

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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Debemos insistir en que, como en el caso de las funciones semánticas asociadas a  las  funciones  sintácticas argumentales, unas mismas  funciones  semánticas pueden localizarse en el ámbito de  las funciones sintácticas de complemento circunstancial o en el de  la órbita de  los circunstantes. Un complemento causal,  temporal o de  lugar puede  desempeñar,  como  se  ha  visto  en  los  ejemplos  anteriores,  función  de complemento  circunstancial  o  de  circunstante,  lo  cual  incide  en  la  necesidad  de mantener  separadas  las  especificaciones  sintácticas  de  las  semánticas.  Las  primeras son invariantes de las segundas (las segundas se realizan en las primeras).  

La  función  de  circunstante  o  tópico  tiene,  como  hemos  podido  comprobar, clara  raigambre discursiva. Al  igual que el enunciado se organiza en  tema y  rema en respuesta  a  cierto  estado  informativo  supuesto  en  el  oyente,  el  tópico  delimita  el ámbito  contextual  (epistémico,  referencial,  discursivo)  en  relación  con  el  cual  debe interpretarse el resto del enunciado para que resulte pertinente.  7. Naturaleza de las estructuras sintagmáticas  

Hay  una  dimensión  estructural  en  la  sintaxis  que  viene  dada  por  el  carácter articulado de los signos lingüísticos. Plasmado en el orden lineal de la secuencia existe un orden estructural en el que podemos reconocer relaciones de constitucionalidad en distintos  niveles  jerárquicamente  organizados  y/o  relaciones  de  dependencia  de diferente naturaleza entre los distintos constituyentes. Se ha discutido profusamente y se han hecho distintas propuestas  sobre  la naturaleza de  tales estructuras  según  las diferentes  escuelas.  Comentaremos  brevemente  algunos  de  los  conceptos  e instrumentos teóricos más importantes al respecto.  7.1 Análisis en constituyentes inmediatos  

Las relaciones de constitucionalidad, que caracterizan los trabajos realizados en la tradición estructural americana y que ha heredado el generativismo, se refieren a la relación de composición que existe entre los constituyentes de una construcción y esa construcción.  Son  relaciones  de  parte  a  todo  en  las  que  no  se  tiene  en  cuenta  la naturaleza de la relación entre dichos constituyentes. Para reconocerlas, se establecen niveles  de  segmentación  en  constituyentes.  Tales  niveles  se  hallan  ordenados  y superpuestos de manera que un constituyente de una construcción puede, a su vez, segmentarse  en  sus  constituyentes.  Se  denominan  constituyentes  inmediatos  los constituyentes  situados  en  un  nivel  jerárquico  inmediatamente  inferior  a  la construcción  que  forjan.  Una  de  las  tareas  fundamentales  del  análisis  de constituyentes  es  realizar  una  segmentación  gradual  que  respete  el  orden  de superposición de  los niveles de constitución de  las estructuras. Una de  las  formas de representar el resultado del análisis es  mediante las denominadas cajas de Hockett10:     

10 Curso de lingüística moderna. Buenos Aires: Eudeba, 1971 [1958]. 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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   Yo 

  

alquilé 

 una 

casa  nueva 

casa nueva 

una casa nueva 

alquilé una casa nueva 

yo alquilé una casa nueva 

 El análisis  sintagmático generativista  sigue  las pautas del análisis en  constitu‐

yentes  inmediatos11.  Las  representaciones  arbóreas  son,  en  líneas  generales,  una adaptación invertida de las cajas de Hockett:  O SN SV V SN Art. SN N Adj. Yo alquilé una casa nueva

En este tipo de análisis no se tienen en cuenta las funciones, no es pertinente la relación  de  dependencia  que  pueda  existir  entre  los  constituyentes  de  una construcción. Las categorías se asignan, no porque los elementos que formen parte de esa  categoría  puedan  desempeñar  cierta  función,  sino  porque  tienen  las  mismas posibilidades de distribución, es decir, pueden figurar ocupando las mismas posiciones constituyentes en la secuencia. El núcleo de una construcción se entiende como aquel constituyente  que  puede  figurar  en  los mismos  contextos  distributivos  en  los  que puede figurar la construcción de la que forma parte.    7.2 Estructuras endocéntricas y exocéntricas    En la tradición del análisis en constituyentes inmediatos se reconocen dos tipos de estructuras teniendo en cuenta la relación entre la distribución de la construcción y la distribución de sus constituyentes. Si alguno de los constituyentes puede figurar en los mismos contextos distributivos que la construcción se entiende que la construcción es  endocéntrica.  En  cambio,  si  ninguno  de  los  constituyentes  puede  figurar  con  la misma  distribución  que  la  construcción  de  la  que  forma  parte,  se  dice  que  dicha construcción  es  exocéntrica. Así,  en  la  secuencia  El  novio  envió  urgentemente  rosas blancas son endocéntricas las combinaciones envió urgentemente rosas blancas, envió urgentemente y rosas blancas, puesto que envió, para las dos primeras, y rosas para la tercera, pueden figurar por sí solas en las mismas posiciones sintagmáticas en las que 

11 Para una introducción a la teoría sintáctica generativista hasta el modelo de la rección y el ligamiento pueden consultarse los libros introductorios de Riemsdijk y Williams (1986), Sells (1985) y Radford et al. (1999). 

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figura la construcción de la que forman parte. En esta tradición, al constituyente de las construcciones  endocéntricas  que  comparte  distribución  con  la  construcción  se  lo identifica  como  núcleo.  Por  otra  parte,  el  sintagma  preposicional  en  el  papel  en  Lo pegó en el papel tiene carácter exocéntrico, puesto que ninguno de sus constituyentes puede  figurar en  la misma posición  sintagmática en  la que  figura  la construcción en conjunto. Igualmente, se ha defendido que la oración es una construcción exocéntrica, si  con  ello  se  entiende  que  ninguno  de  sus  constituyentes  inmediatos  (sujeto  y sintagma verbal) puede figurar por sí solo en lugar de la construcción completa.   Una de las innovaciones más llamativas que el generativismo ha introducido  en el  análisis  sintáctico mediante  el  desarrollo  de  la  teoría  sintagmática  de  la  X’,  es  la hipótesis  de  que  todas  las  construcciones  son  endocéntricas.    Según  esto,  los sintagmas preposicionales son proyecciones o expansiones de la preposición, que es su núcleo,  y  la  oración  se  considera  expansión  de  un  núcleo  no  lexemático  que  es  la categoría FLEX  (flexión). Esto permite  la posibilidad de que un elemento de carácter relacional, como  las preposiciones, o con un significado sumamente abstracto, como los determinantes, pueda ser núcleo de una estructura.   7. 3 Núcleo y no núcleo    La  determinación  del  núcleo  y  la  relación  que  contrae  con  sus  elementos adláteres  los  abordaremos  aquí  con  instrumentos  conceptuales  propios  de  la Gramática cognitiva (R. W. Langacker).   En primer  lugar,  conviene aclarar que para  la Gramática  cognitiva  todo en  la lengua  es  relación  simbólica,  es  decir,  asociación,  más  o  menos  estable,  de significantes  y  significados.  Los  significantes  pueden  ser más  simples  (un morfema como el de plural expresado por –s en mesas) o más complejos (la estructura sintáctica con  la que se expresa focalización en Fue Armando quien me  lo dijo);  los significados pueden  ser  concretos  y  representables de  forma  autónoma  (como el del  sustantivo naranja)  o  pueden  ser  abstractos  o  esquemáticos,  y  de  carácter  relacional  y dependiente de otros significados para ser representables (como el de  la preposición de).   Aunque no podemos hacer aquí una síntesis completa de  la concepción de  las relaciones  gramaticales  que  se  defiende  en  la  Gramática  cognitiva,  queremos comentar algunas distinciones que pueden ayudar a comprender dichas relaciones.  7.3.1 Categorías lingüísticas, perfil y base, relaciones valenciales y núcleo.    Para Langacker12, la distinción entre distintas categorías lingüísticas (sustantivo, adjetivo…) se basa en la forma en que los mismos conceptos son construidos de forma alternativa  con  configuraciones  perfil/base  distintas  (ver  tema  6).  En  Cuenca  y Hilferty13  se  ejemplifica  esta  posibilidad  con  los  términos  rodear,  redondo,  círculo, alrededor. En todos ellos está presente la noción de ‘círculo’, pero en niveles o planos de representación distintos. Observemos las figuras correspondientes: 

12  (1987: capítulos 5, 6 y 7) 13 (1999) 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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Con  el  sustantivo  círculo  designamos  (escogemos  como  perfil)  un  objeto,  la región que, en relación con el espacio bidimensional que  le sirve de base, se define o delimita por el trazado de una circunferencia. Con el adjetivo redondo no designamos un objeto, sino la relación entre un objeto y la forma abstracta circular (circunferencia en línea discontinua). En otros términos, un adjetivo presupone siempre un objeto en el que se reconoce una categoría, aunque ese objeto esté solamente representado de forma  abstracta  y  esquemática. Con  la  locución preposicional alrededor de  también designamos una relación, la que existe entre un objeto y la localización de cierta serie de  puntos  u  objetos  en  el  perímetro  circular  de  ese  objeto.  Esta  locución  también designa  dos  clases  de  objetos  entre  los  que  se  establece  cierta  relación  espacial, aunque  sólo  los  represente de  forma esquemática e  imprecisa. Por último, el  verbo rodear designa el movimiento visto secuencialmente (a través del tiempo) que realiza un objeto a través del perímetro circular trazado alrededor de otro objeto. Adviértase que las categorías lingüísticas adjetivo, preposición y verbo tienen carácter relacional, no  designan  un  objeto,  sino  la  relación  entre  objetos,  mientras  que  la  categoría sustantivo  designa  un  objeto  y  no  una  relación,  aunque  la  relación  que  sirve  para definir tal objeto esté en la base de su significado (como la relación entre el círculo y el espacio  bidimensional  en  relación  con  el  cual  se  define).  Consideremos  un  par  de ejemplos más, comentados en Langacker14. En  los siguientes casos se representa una palabra con una estructura morfológica interna (gone ‘ido’, participio pasado del verbo go  ‘irse’)  o  una  construcción  sintáctica  formada  por  varias  palabras  (post‐climber ‘escalador  de  postes’).  En  ellas  se  puede  observar  que  la  relación  entre  los componentes  de  una  construcción  se  da  mediante  la  correspondencia  entre  los distintos elementos que constituyen el significado de esas expresiones:  

14 (1987: 283, 311). 

Círculo Redondo

Rodear

Alrededor de

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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En el caso de  la representación de  ido reconocemos dos componentes:  la raíz 

del verbo  irse, que designa el desplazamiento de un objeto desde un  lugar de origen hasta  un  espacio  distinto,  y  el morfema  de  participio  pasado  –do,  que  designa  el estado en que  se encuentra un objeto como  resultado de experimentar un proceso. Ese proceso está presente en el significado del morfema de participio sólo en  la base de  su  significado,  puesto  que  el morfema  designa  la  relación  entre  un  objeto  y  un estado  (no  considerado en  su vigencia a  través del  tiempo), y no el proceso que da lugar a ese estado. Por otro  lado, ese proceso sólo está expresado en  términos muy esquemáticos o abstractos, puesto que puede tratarse de un movimiento (bajado), de  una acción  llevada a cabo  sobre el objeto paciente  (roto), un cambio  interno de ese objeto (emocionado), etc. Cuando el significado de  irse se suma al significado de –do observamos dos aspectos fundamentales. En primer lugar, la configuración del proceso designado  por  irse,  de  carácter  más  concreto,  se  hace  corresponder  con  la configuración,  de  carácter  más  abstracto,  evocada  por  el  participio  (línea  curva punteada que liga las figuras inferiores). En segundo lugar, la estructura composicional que surge de  la unión del morfema de participio con  la raíz del verbo  irse, designa  la relación entre un objeto y el estado en que se encuentra dicho objeto como resultado de  irse, y no el proceso de  irse como tal. Se diría, pues, que el morfema de participio impone  su  perfil  al  conjunto,  lo  que,  en  términos  de  la  Gramática  cognitiva,  lo convierte en núcleo de esa construcción. Algo parecido ocurre entre  las expresiones pole y climber, constitutivas de la expresión mayor pole‐climber (‘escalador de postes’), 

Escalador de postes

ido

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y ello no sólo en el nivel morfológico sino también en el sintáctico. El sufijo –er impone su perfil de sustantivo al combinarse con el verbo climb, y climber, a su vez, impone su perfil al combinarse con pole.  7.3.2 Relaciones valenciales y núcleo 

A partir de estos ejemplos, podemos formular una definición, sobre la base de cómo son consideradas en el marco de la Gramática cognitiva, tanto de las relaciones valenciales como de la noción de núcleo. 

Por  un  lado,  las  relaciones  sintácticas  se  llevan  a  cabo mediante  relaciones valenciales,  es  decir,  a  través  de  la  correspondencia  entre  subestructuras  de  las expresiones  combinadas:  el  componente  más  esquemático  de  una  estructura semántica  es  elaborado  por  el  componente  más  concreto  o  específico  de  otra estructura. Ésa es  la  relación, por ejemplo, entre el SN  sujeto o el SN  complemento directo y  las funciones sintáctico‐semánticas especificadas por  la diátesis de un verbo transitivo. 

Consideremos  el  siguiente  ejemplo,  comentado  por  Langacker  (1987,  317). Propone este autor la siguiente configuración semántica simplificada (no se considera el significado aportado por  los elementos actualizadores de nombres y verbo) para  la oración The arrow hits the target (‘La flecha alcanza la diana’): 

 En  el  esquema  se muestran  varios  aspectos  importantes  relacionados  con  la 

distinciones a las que nos referimos. En primer lugar se muestra que el verbo inglés hit designa  la  relación  entre  un  objeto  que  se mueve  (con  la  etiqueta  tr,  que  indica trajector) y otro objeto (con la etiqueta lm, que indica landmark o punto de referencia) que  recibe el  impacto del anterior cuando éste alcanza a aquel en su  trayectoria. La flecha horizontal en  la base de  la  representación de hit,  con un  trazo grueso que  la subraya, expresa que la relación dinámica y compleja entre el objeto que se mueve y el objeto que es golpeado o alcanzado se representa en su dimensión temporal, es decir en  la representación propia de  los verbos. Por otro  lado, a derecha e  izquierda de  la estructura semántica de hit se representan  los significados de  flecha y diana. Puesto que se  trata de dos sustantivos, su perfil es no  relacional: designan cosas. Las  líneas 

The arrow hits the target. (‘La flecha alcanza la diana.’)

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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punteadas  que  conectan  la  flecha  y  la  diana  con  el  trayector  y  el  landmark  de  hit indican  las relaciones de correspondencia entre el significado de  los sustantivos y  los objetos  (el  que  se  mueve  y  el  que  es  alcanzado)  a  los  que  se  refiere  hit.  Estas correspondencias son equivalentes a  las relaciones valenciales que definen  la diátesis de un verbo y que en este caso indican que el objeto que se mueve y que se construye como sujeto o trayector del verbo hit es una flecha y que el objeto que es alcanzado por el trayector y que se construye como complemento directo o landmark del verbo hit es una diana. De  la  integración de  los significados de flecha, diana y hit según  las correspondencias valenciales consideradas surge una configuración de conjunto en  la que  la  representación esquemática y abstracta de hit es especificada y concretada o enriquecida con el contenido aportado por los sustantivos flecha y diana, de modo que el significado de la construcción (The arrow hits the target) también designa la relación compleja a través del tiempo de dos objetos, como hace hit pero caracterizando esos dos objetos de  forma mucho más detallada o elaborada.  Se diría, por  tanto, que el núcleo de la construcción es el verbo, puesto que el conjunto se refiere a una relación compleja de carácter temporal al igual que lo hace el verbo por sí solo. El trazo grueso del  cuadrado  que  rodea  el  significado  de  hit  indica  que  éste  es  el  núcleo  de  la composición. Es decir se considera que el núcleo de una estructura sintáctica es aquel elemento cuyo perfil es heredado por la estructura compuesta. 

Así pues, el núcleo de una estructura no siempre es el elemento que aporta la mayor cantidad de información o la información más específica, ni el que tiene mayor autonomía  semántica  o muestra menor  dependencia  de  otros  elementos,  ni  el  que impone restricciones semánticas a los demás elementos de la estructura, el núcleo es el elemento que determina la categoría sintáctico‐semántica del conjunto, el elemento que designa la clase de entidad de la que la estructura en conjunto representa un tipo más específico.  7.4 Complementos, modificadores y aposiciones  

Puede  considerarse  que  existen  tres  tipos  fundamentales  de  relaciones valenciales la de la complementación, la de la modificación y la de la aposición.  7.4.1 Complementos y modificadores 

Una  distinción  que  puede  ser  clarificada  sobre  la  base  del  modelo  de  la Gramática  cognitiva  es  la  diferencia  entre  complemento  y modificador.  Tal  y  como explica  Langacker15,  la diferencia  entre  complementos  y modificadores depende del tipo  de  relación  conceptual  que  contraigan  con  el  núcleo.  Cuando  el  contenido conceptual  del  núcleo  es  dependiente  del  de  otras  estructuras  subordinadas  (como ocurre  entre  el  contenido  del  sustantivo  de  un  sintagma  preposicional  y  el  de  la preposición, o entre el del sintagma nominal que ejerce de objeto directo de un verbo transitivo y el del propio verbo  transitivo), entonces el elemento  subordinado es un complemento.  Es  complemento  el  sintagma  nominal  las  gafas  en  Tengo  las  gafas, puesto que el núcleo de la frase es tengo, que resulta conceptualmente dependiente, por  su  sentido extremadamente  relacional  y  transitivo, del objeto que  se posee,  las gafas.  Cuando  el  contenido  conceptual  del  núcleo  no  es  dependiente  del  de  otras estructuras  subordinadas,  entonces  el  elemento  subordinado  es  un modificador.  Es  15 (1987: 309) 

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modificador el adverbio suavemente en Me habló suavemente, o el adjetivo vieja en el sintagma Mi vieja casa, puesto que ni casa ni hablar representan  ideas dependientes conceptualmente del modo en que se habla ni de la antigüedad de la casa.  7.4.2 Aposición En una relación aposicional cada componente designa una y la misma entidad pero de diferente manera o con distintos grados de especificidad o de detalle. Son ejemplos de aposición (Taylor: 235) los siguientes:  

Mi vecino, el carnicero Ahora, a media noche Mañana, martes We the people Down there on the ground We were amazed, stunned, by the event. He ran, absolutely raced, up the hill. They sent him to Coventry, refused to speak to him 

 Pueden darse relaciones que están a medio camino entre la aposición y la modificación: 

You the butcher   Y otras a medio camino entre la aposición medio complementación 

The fact that the Earth is flat must be obvious to everyone The question why they did that is still unanswered 

7.5 Recursividad sintáctica y transposición    Una  de  las  características  más  interesantes  que  se  hace  patente  en  las estructuras sintácticas es  la recursividad, esto es,  la posibilidad de aplicar una regla a sus propios productos de  forma,  en principio,  ilimitada.  Incorporados  en  sintagmas, encontramos  como  constituyentes  otros  sintagmas  del mismo  tipo.  La  recursividad puede presentarse en dos moldes relacionales: la coordinación y la subordinación:      Mi hermano y tu padre se llevan muy bien.     El técnico arregló la lavadora, el frigorífico y el microondas. 

El ruso que ha  ganado la partida que se ha jugado en Linares tiene sólo 18 años. La hermana de la amiga de la vecina trabaja conmigo. 

 Sin  duda,  el  tipo  de  recursividad  cuya  descripción  ha  conllevado  mayores 

consecuencias  en  la  construcción  de  teorías  sintácticas  es  el  de  la  recursividad concerniente  a  la  subordinación.  En  las  teorías  sintácticas  de  corte  formalista  la recursividad  es  rasgo  inherente  a  las  reglas  sintagmáticas,  puesto  que  las  distintas categorías  sintagmáticas  se  definen  por  poder  tener  entre  sus  formantes  a constituyentes de otras categorías. Por ejemplo, si definimos el sintagma nominal (SN) 

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como  una  estructura  constituida  por  un  nombre  (N)  y,  opcionalmente,  un determinante (Det.), un adjetivo (Adj.) o un sintagma preposicional (SP); o si definimos un SP como una estructura constituida por una preposición (P) y por un SN, un Adj. o un adverbio (Adv.), podemos entonces generar estructuras en las que un SN contenga un  SP  que,    a  su  vez,  contenga  otro  SN,  el  cual  podrá  contener  otro  SP,  y  así sucesivamente. La arquitectura de este tipo de construcciones se genera a partir de un mismo  conjunto  coherente de  reglas. Nos  situamos, por  tanto, en un mismo plano, nivel o componente de la Gramática, que opera uniformemente montando estructuras sobre la base de otras mediante la aplicación reiterada de un mismo patrón: el de las estructuras endocéntricas que se definen en  la teoría de  la X’. Así, un sintagma como Las novelas policíacas del hijo de la vecina de Pepe se podría representar así: 

 [SN1[Det. (las)] + [N

’’’’[N’’’[N’’[N’[N (novelas)] + [Adj. (policíacas)]N’] +  [SP1[P (de)] + [SN2[Det. (el)] + [N (hijo)]SN2]SP1]N

’’] +  [SP2[P (de)] + [SN3 [Det. (la)] + [N (vecina)]SN3]SP2]N

’’’] +  [SP3[P (de)] + [SN4 [N (Pepe)]SN4]SP3]N

’’’’]SN1]    Hay,  sin  embargo,  una  visión  alternativa  de  esta  realidad  si  adoptamos  un enfoque  funcional,  en  el  que  la  recursividad  es  abordada  con  la  noción  de transposición  sintáctica.  La  transposición  consiste  en  el  proceso  por  el  que  un elemento  de  cierta  categoría  queda  adscrito  a  una  nueva  categoría  y  resulta capacitado, por ello, para desempeñar funciones sintácticas que no podía contraer en su categoría originaria.  

Gutiérrez Ordóñez subraya que  la transposición no debe confundirse ni con el cambio de función ni con el cambio de clase. Hay cambio de función de los campos en En  invierno araba  los campos  (objeto directo) y en En  invierno se araban  los campos (sujeto), pero no de categoría: en ambos casos se trata de un sustantivo. Por otro lado, un elemento puede cambiar de clase quedando en la misma categoría. En el par Educa a los niños/Se educa a los niños, el verbo cambia de la clase de los verbos personales a la de los impersonales, pero en ambos casos sigue siendo verbo. La transposición debe entenderse, por tanto, como transcategorización. 

La  transposición  sintáctica16  puede  ser  reconocida,  por  ejemplo,  en  los sintagmas  preposicionales  que  permiten  que  un  sustantivo  desempeñe  función  de adyacente  nominal  transponiéndolo  previamente  a  la  categoría  de  adjetivo.  Existe transposición, igualmente, en las oraciones de relativo, por las que una oración resulta 

16  La  transposición  se  da  en  los  ámbitos  morfológico  y  sintáctico.  Algunos  casos  de  transposición 

morfológica son los siguientes (vid. tema 5):   

sensibil‐}ADJ. (<sensible}) + ‐idad}AF. SUST.  sensibilidadSUST. 

sensibil‐}ADJ. (<sensible}) + ‐izar}AF. VER.  sensibilizarVERBO 

vend‐}VERBO (<vender}) + ‐ible}AF. ADJ.  vendibleADJ. 

mar‐}SUST. (<mar}) + ‐in‐}AF. ADJ.  marin‐(o)ADJ.  

Como se ve, en estos ejemplos los afijos cambian la categoría de la raíz a la que se aplican, y la palabra resultante  se  adscribe  a  la  categoría  impuesta  por  ellos.  Así,  por  ejemplo,  vemos  cómo  el  afijo 

sustantivador ‐idad}, al unirse al morfema radical sensibil‐},  lo transcategoriza y hace que  la palabra resultante (sensibilidad) sea un sustantivo. 

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transpuesta a la categoría de adjetivo para poder desempeñar la función de adyacente de un nombre. Como señala Gutiérrez Ordóñez, el mecanismo transpositor es una de las  manifestaciones  más  notables  de  la  ley  de  economía.  Una  lengua  dispone, pongamos por caso, de unos centenares de adjetivos, pero gracias a  la transposición, está capacitada para hacer que miles y miles de elementos se comporten como tales:      La actuación policial     La actuación de la policía     La actuación de los astronautas     La actuación que llevó a cabo la policía     La actuación que completaron los astronautas     …  

Si la lengua no dispusiera de este mecanismo transpositor, no tendría la misma potencialidad  comunicativa  (a  no  ser  que  introdujera  en  su  diccionario  miles  de adjetivos, miles de sustantivos, etc.). Carecería de la enorme flexibilidad creativa que la caracteriza.  Por  medio  de  la  transposición  el  usuario  está  capacitado  para  crear constantemente nuevos  adjetivos,  sustantivos o  adverbios  a partir de elementos de otras categorías.  

Todo sintagma que sea producto de transposición es un sintagma transpuesto, en  el  que  hallamos  un  elemento  transpositor  (el  agente  de  la  transposición: preposición,  conjunción,  artículo,  relativo,  etc.)  y  un  elemento  transponendo  (el elemento que sufre  la  transposición). Así, por ejemplo, en Esperan que el presidente los visite  la construcción que el presidente  los visite es un  sintagma  transpuesto a  la categoría de sustantivo (objeto directo de esperan) que contiene el transpositor que y el  término  transponendo  el  presidente  los  visite  (oración).  Todo  ello  podría representarse así: 

 Esperan [que {el presidente los visite}OR.]SUST. 

 Gutiérrez Ordóñez  aduce,  como  pruebas  de  que  los  elementos  transpuestos 

adoptan un nuevo valor categorial, el que conmuten y se coordinen con elementos de la nueva categoría y el que, para conmutar y coordinar con elementos de su antigua categoría, tengan que volver a someterse a transposición:  

i) Conmutación con elementos de la nueva categoría:  

      Pide [que lo liberen]SUST. > Pide [libertad]SUST.       Muchacho [de gran altura]ADJ. > Muchacho [muy alto]ADJ.  

ii) Coordinación con elementos de la nueva categoría:  

      Un libro [viejo]ADJ. y [de pastas gastadas]ADJ.       Hablaba de [la guerra]SUST. y de [cómo lo apresaron]SUST.       Lo hizo [hábilmente]ADV. y [con valentía]ADV.  

iii)  Conmutación con elementos de la antigua categoría: 

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  [goma]SUST. > [de goma]ADJ.  

Si  hay  que  conmutar  [de  goma]ADJ.  por  un  elemento  de  la  categoría originaria, un  sustantivo en este caso  (goma), es necesario  transponer esa expresión a tal categoría: > [el de goma]SUST. 

 iv)  Coordinación con elementos de la antigua categoría:  

Si,  por  ejemplo,  hay  que  coordinar  la  expresión  [blanco]ADJ.  a  la expresión [el rojo]SUST., entonces esta última expresión tiene que volver a ser  adjetivo:  [blanco]ADJ.  y  [rojo]ADJ.,  ya  que  resulta  agramatical  la expresión *[blanco]ADJ. y [el   rojo]SUST.: La bandera de Japón es blanca y roja / *La bandera de Japón es blanca y la roja. 

 La recursividad quedaría explicada por  la posibilidad de  incluir un sintagma en 

otro  sintagma  de  su  mismo  tipo  siempre  que  el  primero  haya  sido  transpuesto previamente a otra categoría que puede contraer función con el segundo.      

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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EJERCICIOS  1 Compara  los  siguientes  enunciados  y  determina  en  qué  nivel  se  establecen  las diferencias:  

a) El ejército reclutó a Roberto./Roberto fue reclutado por el ejército. b) Enviaron  una  bomba  por  correo/El  envío  de  una  bomba  por  correo/Una 

bomba enviada por correo  2 A partir de los siguientes ejemplos, razona por qué es necesario diferenciar un nivel de funciones sintácticas formales y un nivel de funciones semánticas:  

a) Luisa cosió unos zapatos. b) Luisa duerme la siesta. c) Luisa sufre insomnio.  d) Decisión presidencial e) Consejero presidencial f) Candidato presidencial g) Elección presidencial 

 3 Determina las funciones sintácticas y semánticas que desempeñan los componentes resaltados en las siguientes oraciones. Se da resuelta, como ejemplo, la oración (0).  

0) Beethoven compuso nueve sinfonías. [‘Beethoven’  es  sujeto  y  agente;  ‘nueve  sinfonías’  es  objeto  directo  y paciente.]  

1) Le robaron el reloj y la cartera. 2) Luis se durmió en el concierto. 3) Nuria no recibió el sms que le enviaste. 4) La ventana se cerró con el viento. 5) Este cuchillo corta muy bien el queso. 6) La devolución de los libros a la editorial ha sido muy complicada. 7) Este palacio lo construyó Carlos V. 8) Los delicuentes fueron detenidos por la policía. 9) La lluvia impidió el repliegue de las tropas. 10) Su abuelo se afeitaba en la barbería todas las mañanas. 11) Ellos nunca hablaban de política. 12) La tala de esos árboles es una vergüenza. 

 

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4 ¿Qué  información  proporcionaríamos  si  especificáramos  la  diátesis  de  los  verbos vender, comprar, costar, pagar y cobrar?  5 Decide si hay determinación o modificación (o ninguna de las dos) asociada a la parte resaltada de los ejemplos y, si la hay, de qué tipo.   

1. Necesito un camarero que hable  inglés. / Necesito a un camarero que habla inglés. / Necesito al camarero que habla inglés. 

2. Aquel día hacía frío. 3. ¿Te acuerdas de nuestra vieja escuela? / La escuela vieja está en el centro y la 

nueva en las afueras. 4. El niño, que estaba cansado, no quiso comer. / El niño que estaba cansado no 

quiso comer. 5. ¿Dónde van los demás invitados? 6. Ha  llamado  tu amigo.  / Ha  llamado un amigo  tuyo.  / Ha  llamado ese amigo 

tuyo. 7. Le han operado los dos dedos. / Le han operado dos dedos. 8. El siguiente atraco será en un banco. 9. He comprado esa mesa de madera. 10. Esta es la misma historia de antes. 11. Alberto es soldado. / Alberto es el soldado /Enviaron soldados. 12. No hemos recibido la segunda versión. 13. Han recibido trescientas cartas. 14. Pidieron comida italiana. 15. Prefiero la Italia meridional a la Italia septentrional. 16. Su coche está roto. 17. Fueron muchos invitados. 18. Sobre el frío suelo se posaba la blanca nieve. 19. Todos los niños son así. / Todo el universo es así. 20. No hablo de la mujer como madre sino de la mujer como trabajadora. 

 6 Señala qué elemento representa la información nueva en las siguientes preguntas:  

a) ¿Quién lo ha dicho? b) ¿Quién te obliga a qué y por qué? c) ¿Cómo lo sabes? 

 7 Reconstruye la pregunta que subyace a los siguientes enunciados:  

a) Pepe recoge la manzana de sidra en septiembre. b) Pepe recoge en septiembre la manzana de sidra. c) La manzana de sidra la recoge en septiembre Pepe. 

 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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8 Señala  si  en  los  siguientes  pares  de  enunciados  la  respuesta  es  natural  o  resulta extraña:  

a) ¿Quién dice esas cosas?/‐María dice esas cosas. b) ¿Cuánto cuesta el libro? / ‐El libro cuesta mil pesetas. c) ¿A qué hora fue el accidente? / ‐A las tres fue el accidente. 

 ¿Por qué pueden resultar inadecuadas las siguientes secuencias?  

a) Manuel encargó no en abril sino en enero ese libro. b) ¿Beethoven compuso en Bonn o en Viena esa sonata?  

9 ¿Existe alguna diferencia informativa entre los siguientes pares de secuencias?  

a) Francisco me invitó. / Francisco me invitó a mí. b) Tú eres el culpable. / El culpable eres tú. 

 10 ¿Cuáles serían las estructuras informativas posibles en los siguientes enunciados?  

a) Domingo ha grabado un nuevo disco. b) El organista tocaba unos acordes de Bach. 

 11 Enfatiza por medio de estructuras ecuacionales  los  componentes  resaltados de  las siguientes secuencias:  

a) La primavera aportó nuevas tonalidades al paisaje. b) La radio transmitió con insistencia ayer esa noticia. 

 12 Realza por medio de  la estructura ecuandicional  los mismos  constituyentes de  los ejemplos precedentes.  13 Señala  las  diferencias  informativas  (tema/rema,  foco)  que  veas  en  los  pares  de ejemplos:  

a) Rosa tuvo meningitis. / ROSA tuvo meningitis. b) A esos niños los castigarás tú / ¡A esos niños castigarás tú! 

 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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14 En los siguientes ejemplos señala el tópico, el tema y el rema:  

a) En cuanto a la revista, ¿cuándo nombraréis director? b) Referente a esos jóvenes, ¿quién no ha sido alguna vez romántico? c) Respecto a los alumnos, el secretario les comunicará las notas. d) Sobre lo que dices, no estamos de acuerdo. 

 15 Señala las diferencias informativas que halles en las siguientes secuencias:  

a) ¿Quién castigó a Javi? b) A Javi, ¿quién lo castigó? 

 16 Distingue en los siguientes ejemplos entre argumentos y complementos:  

a) Ese futbolista procede del Milán. b) La nave Viking II se dirige al espacio interestelar a toda velocidad. c) ¿Dónde  pusiste ayer el paraguas? d) Esta mañana hemos tomado el desayuno en la terraza. 

 17 Teniendo en cuenta la estructura orbital de la oración, determine qué componentes son  los que conforman  las oraciones siguientes. Para ello, tenga sólo en cuenta  los niveles SV1, SV2, SV3 y SV4. Se da resuelta, como ejemplo, la oración (0).  

0. Juan come uvas. [‘come’ es el núcleo verbal; ‘Juan’ y ‘uvas’ son sus argumentos; ‘Juan’ es sujeto y agente; ‘uvas’ es objeto directo y paciente; el conjunto de estos tres elementos forma un SV1.] 

 1. Está lloviendo. 2. El jurado les concedió el premio. 3. Según los zoólogos, las cigüeñas no saben lingüística. 4. La maestra les puso muchos deberes para el lunes. 5. Francamente, no te perdonaré esta broma nunca. 6. A pesar de todo, vinieron en autobús. 

 18 Explica las diferencias de comportamiento de las expresiones segregadas en el inicio de los siguientes decursos:  

a) Honradamente, técnicamente, esto es hoy por hoy imposible. b) Sinceramente, desde un punto de vista moral, eso es inadmisible. c) Con franqueza, psicológicamente, aquellos internados eran duros. 

 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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19 Explica la singularidad de las siguientes oraciones:  

a) Al enemigo, ni agua. b) En esas condiciones, ¡leña al mono! c) Con ese equipo, ¡ni un descuido! d) Humanamente, un guiñapo.  

20 Señala  en  los  siguientes  ejemplos  si  los  tópicos  son  correferenciales  con constituyentes de la oración o no:  

a) Al violador del chándal, ¿cuándo lo detuvieron? b) Esta mañana, ¿qué has hecho? c) De Franco, ya  pocos se acuerdan. 

 21 ¿Por qué son anómalos los siguientes enunciados?  

a) De algunos amigos, en el patio se reían de los profesores. b) Con barro, se moldea más fácilmente con plastilina. c) Científicamente, ese experimento es humanamente controvertido. 

 22 ¿Cuál es la diferencia en el funcionamiento de las oraciones causales siguientes?  

a) Se casará por la iglesia porque es creyente. b) Se casará por la iglesia, porque es creyente.  

23 Identifica tema y rema, y, en su caso, foco y tópico en los siguientes enunciados. Se da resuelto, como ejemplo, el enunciado (0).  

0. No se lo dijeron a JUAN. [‘no se lo dijeron’ es tema; ‘a JUAN’ es rema y foco; no hay tópico ni, por tanto, comentario en este enunciado.] 

 1. A Ramón, ¿quién le dijo que viniera? 2. Si no vienes, el paquete se lo llevaré a tus padres. 3. EL COCHE arreglaron los mecánicos. 4. Si alguien puede ayudarte es Amalia. 5. En cuanto a cómo me enteré, la que me avisó fue Encarnita. 

 

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Lingüística. Tema 7. Sintaxis.

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24 Efectúa un análisis en constituyentes inmediatos de la siguiente oración:  

Los niños que viven en verano en la urbanización de los vecinos echaron agua en el depósito de gasolina. 

 25 ¿Dónde hay transposición en  los siguientes ejemplos?  Identifica el transpositor y el transponendo en cada caso:  

1. Invita a la chica que quieras. 2. Espera que lo llames cuanto antes. 3. Nos hemos quedado sin electricidad. 4. Es un vehículo de granjero. 5. El bueno es mío. 6. Echó agua a las flores amarillas y cambió el tiesto de las de la jardinera. 

 26 ¿Cómo  puede  describirse  la  estructura  de  la  oración  de  relativo  en  el  siguiente ejemplo según la teoría de la transposición?    Entrégale la carta al que te encuentres en el despacho.  

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 LINGÜÍSTICA      TEMA  8  PRAGMÁTICA  

   1.   Introducción.   2.   Significado   contextual.   3.  El   significado   intencional.   4.  La  teoría   de   los   actos   de  habla.  5.  Lo  dicho  y  lo  implicado  (I):  El  modelo  de  Grice.  6.  Lo  dicho  y  lo  implicado  (II):  La  teoría  de  la  relevancia.  7.  La  cortesía  lingüística.  

 

 

 

1.  INTRODUCCIÓN    

Usamos   el   lenguaje   todos   los   días;   lo   usamos  descuidadamente,   difi-­‐cultosamente,  placenteramente,  artísticamente.  Tenemos  conciencia  de  usar-­‐lo  con  mayor  o  menor  corrección  o  efectividad,  pero  rara  vez  nos  paramos  a  pensar  en  el  mecanismo  oculto  que  hace  funcionar  la  comunicación,  es  decir,  en   los  principios  que  guían  el  empleo  del   lenguaje  en  nuestros  diálogos  con  los  demás.  

Las  palabras  significan  por  sí  mismas,  y,  sin  embargo,  la  comunicación  exige  mucho  más  que   intercambiar  significados  preestablecidos.  Piénsese  en  la  diferencia  entre  preguntar  ¿Qué  quiere  decir  esa  palabra?   y  ¿Qué  quieres  decir   con  esa  palabra?   En  el  primer  caso  estamos  pidiendo  una   información  sobre   el   lenguaje,   que   se   encuentra,   por   ejemplo,   en   el   diccionario.   En   el  segundo  caso,  estamos  planteando  un  problema  de   interpretación  que  tiene  que  ver  con  la  intención  del  hablante  al  usar  cierta  palabra:  estamos  pregun-­‐tando  por  el  significado  que  debemos  interpretar  en  ese  contexto.    

La   Pragmática   lingüística   estudia   esa   segunda   dimensión   del   signifi-­‐cado,  analizando  el  lenguaje  en  uso,  o,  más  específicamente,  los  procesos  por  medio   de   los   cuales   los   seres   humanos   producimos   e   interpretamos   signifi-­‐cados  cuando  usamos  el  lenguaje.  

El   estudio   del   uso   del   lenguaje   no   es   nada   nuevo   (lleva   existiendo,  probablemente,  más  de  dos  milenios),  pero  la  Pragmática  es  el  primer  intento  de  hacer,  dentro  de  la  Lingüística,  una  teoría  del  significado  de  las  palabras  en  su  relación  con  hablantes  y  contextos.  El  programa  de   la  Pragmática  es  muy  sugerente:  se  trata  de  explicar,  entre  otras  cosas,  en  qué  consiste  la  interpre-­‐tación   de   un   enunciado,   cuál   es   la   función   del   contexto,   que   relación   hay  entre  el  significado  literal  y  el  significado  comunicativo,  por  qué  hablamos  con  

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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figuras   retóricas,   cómo   afecta   la   función   comunicativa   a   la   gramática   de   las  lenguas.  

Para  estudiar   estos   fenómenos  es  preciso   volverse  hacia   el   usuario   y  observar  sistemáticamente  qué  hace  con  el  lenguaje.  Somos  nosotros  los  que  nos  comunicamos,  no  nuestros  mensajes,  y  por  eso  puede  decirse  que  la  Prag-­‐mática  trata  de  nosotros,  los  hablantes.    

Así  las  cosas,  la  Pragmática  se  ocupa  de  estudiar  el  significado  lingüís-­‐tico,   pero   no   el   significado   de   las   palabras   y   de   las   oraciones   aisladas   del  contexto  (de  lo  que  se  ocupan  la  Semántica  y  la  Sintaxis;  vid.  temas  6  y  7),  sino  el   significado  de   las  palabras,  oraciones   (o   fragmentos  de  oraciones)  usadas  en   actos   de   comunicación.   El   significado   del   lenguaje   usado   se   suele   llamar  significado  del  hablante,  y  se  caracteriza  por  ser  intencional  y  depender  de  las  circunstancias  en  que  se  produce  el  acto  de  la  palabra.  

Las  palabras  que  usamos  constituyen  casi  siempre  un  esbozo,  un  dibu-­‐jo   aproximado,   una  pista,   una   guía   imprecisa   y   cambiante   según   la   ocasión,  guía  que   tiene   la  virtud,   sin  embargo,  de  suscitar  ciertas   imágenes  mentales  en  nuestros  interlocutores.  Si  esas  imágenes  coinciden  aproximadamente  con  las   que   queríamos   provocar,   consideramos   que   nos   hemos   comunicado.   El  proceso  es  muy  complicado  y  cuanto  más  se   lo  analiza  más  se  admira  uno  o  una   de   que   la   comunicación   se   realice   con   tanta   frecuencia   y   fortuna.   Un  ejemplo:  si  al  volver  a  casa  después  de  unos  días  de  vacaciones  encontramos  un  mensaje  en  el  contestador  que  dice  algo  como  Soy  Juana,  y  quería  decirte  que  el  martes  salgo  para  Roma,  entendemos,  entre  otras  cosas  no  dichas,  que  Juana  no  hablaba  desde  Roma,  que  el  día  que  llamó  era  cualquiera  menos  el  lunes   anterior   a   su   salida   (porque   en   ese   caso   hubiera   dicho   “mañana”   o  “mañana   martes”),   y   también   entendemos,   o   deberíamos   entender,   entre  otras   cosas   posibles,   quién   es   Juana   y   para   qué   nos   da   esa   información.   La  Pragmática   estudia   los   principios   regulares   que   guían   los   procesos   de  interpretación   lingüística.   Al   estudiar   esos   principios,   la   Pragmática   estudia  también   la   naturaleza   del   lenguaje   en   tanto   que   instrumento   de   comuni-­‐cación.  

 La   noción   de   significado   del   hablante   se   opone   a   la   de   significado  

convencional,   a   veces   llamado   literal,   que   es   el   que   las   expresiones   poseen  por   convención,   el   que   comparte   toda   la   comunidad   de   hablantes   y   suele  estar  registrado  en  gramáticas  y  diccionarios.  Este  nivel  de  significado  es  estu-­‐diado   por   la   Semántica   (vid.   tema   6).   Problemas   como   la   ambigüedad   y   la  polisemia   de   ciertas   expresiones   corresponden   al   campo   de   estudio   de   la  Semántica.   En   un   sentido   más   estricto,   la   Semántica   estudia   la   correspon-­‐dencia  entre  las  oraciones  y  el  mundo,  es  decir,  las  condiciones  veritativas  que  deben  cumplirse  para  que  una  oración  sea  verdadera  o  falsa.  Pero  al  usarse  el  lenguaje   se   producen   significados   que   desbordan   el   valor   veritativo   de   las  oraciones;  estos  significados   residuales,  no  preestablecidos,  deben  ser   trata-­‐

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dos  por  la  Pragmática,  que  muchos  lingüistas  ven  como  un  complemento  de  la  Semántica  y  por  tanto  como  parte  de  la  Lingüística.  

El   proceso   de   entender   literalmente   una   expresión   lingüística   es   ya  bastante  complicado,  sobre  todo  cuando  el  mensaje,  aunque  sea  explícito,  es  difícil  de  descifrar  por  su  tema,  por  su  vocabulario,  y  a  veces  porque  no  cono-­‐cemos  suficientemente  al  emisor  o   las  circunstancias  en  que  fue  emitido.  En  otros  casos,  el  significado  convencional  de  las  palabras  no  es  suficiente.  

Así,   algunas   expresiones   como,   por   ejemplo,   yo,   este,   allá,   mañana,  sólo  significan  cuando  son  puestas  en  un  contexto.  Si  alguien  golpea  la  puerta  y  dice  Abre,  soy  yo,  debo  reconocer  la  voz  para  decidir  a  quién  le  abriré  o  no  la  puerta,  ya  que  la  palabra  yo  no  remite  a  ninguna  persona  específica,  sino  que  meramente   señala   al   que   habla.   Yo   y   otras   expresiones   similares   dejan   de  referirse  al  mundo  cuando  se  las  saca  de  contexto:  sin  un  punto  de  origen  (un  hablante  en  su  lugar  y  tiempo,  dotado  de  intención  comunicativa)  resultan,  en  cierto  modo,  vacías.  

Otras  expresiones  tienen  pleno  significado,  pero  éste  varía  según  quién  las  use,  cuándo,  y  con  qué  intención.  Cuando  decimos  no,  a  veces  queremos  decir  quizá,  e  incluso  sí,  y  decirle  que  sí  a  un  niño  no  es  lo  mismo  que  decirle  que   sí   a  un   juez.   La   referencia  al  mundo  de   ciertas  palabras  puede   también  cambiar.  Tibio  no  significa   lo  mismo  en  El  biberón  está   tibio   y  en  La  cerveza  está  tibia:  en  cada  caso  la  palabra  tibio  se  refiere  a  una  temperatura  diferente  e  implica  una  serie  de  cosas  diferentes  (entre  éstas,  por  ejemplo,  que  el  bebé  ya  puede  tomar  el  biberón,  y  que  es  imposible  beber  la  cerveza).  

La   expresión   el   libro   de   Rosa   no   es   fácil   de   descodificar,   ya   que   la  relación  entre  “el  libro”  y  “Rosa”  (si  Rosa  es  la  autora  o  es  la  dueña  del  libro)  depende  de  principios  pragmáticos.  Para  seleccionar  la  interpretación  correc-­‐ta  de  una  expresión  como  ésta  el  oyente  debe  partir  del  supuesto  de  que  el  hablante  está  diciendo  algo  pertinente  y   comprensible,  es  decir,  debe  partir  de  principios  pragmáticos  para  establecer  el  significado  de  la  expresión.  

Una  vez  que  se  llega  a  entender  debidamente  lo  que  alguien  ha  dicho  literalmente   (lo   explícito),   falta   todavía   un   gran   paso   para   completar   la  interpretación   de   un   enunciado.   Y   es   que   el   sentido   que   el   hablante   quiere  comunicar   tiene,  además  de  una  parte  explícita,  otra   implícita:   lo  que  no   se  dice   pero   también   se   comunica.   Por   “significado   del   hablante”   debemos  entender  el  significado  completo,  el  sentido,  de  un  enunciado,  constituido  por  lo   que   el   hablante   quiere   comunicar   explícita   e   implícitamente.   La   interpre-­‐tación  de  este  contenido  es  el  resultado  de  una  operación  de  descodificación  (descodificamos   los  signos   lingüísticos  usados)  y  de   la  derivación  de   inferen-­‐cias:   inferimos   lo   que   se   nos   quiere   decir,   que   no   suele   estar   totalmente  explícito.    

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2.  SIGNIFICADO  CONTEXTUAL  

2.1  Oración  y  enunciado  

El  significado  del  hablante  es  el  que  éste  expresa  a  través  de  sus  enun-­‐ciados.  El  enunciado  es  una  unidad  comunicativa  que  equivale  a   la   interven-­‐ción  o  contribución  de  un  hablante  en  una  conversación,  y  que  puede  consistir  en   una   oración   completa   o   en   un   fragmento   de   oración.   Los   enunciados   se  pueden  definir  así:  unidades  lingüísticas  (habladas  o  escritas)  que  están  inhe-­‐rentemente   contextualizadas.   Aunque   no   siempre   tengan   forma   de   oración,  suele  decirse,  para   simplificar,  que   los  enunciados   son  oraciones  puestas  en  uso,  es  decir,  puestas  en  contexto.1  

Las  oraciones  tienen  significados  convencionales  (son  objeto  de  la  Gra-­‐mática2).  Véase  la  siguiente  oración:  

(1)  El  niño  está  enfermo.  

 Esta  oración  está  compuesta  por  una  serie  de  elementos  gramaticales  y   léxi-­‐cos  (el,  niño,  etc.),  y  estos  elementos  se  han  combinado  según  las  reglas  de  la  Gramática  (como  las  de  concordancia  sujeto-­‐verbo,  las  del  orden  de  palabras,  etc.).  Así,  en  (1)  tenemos  una  oración  bien  formada  porque  respeta  las  reglas  gramaticales  del  español.  Si  ello  no  fuera  así,  diríamos  que  tal  oración  es  agra-­‐matical.  Es  lo  que  ocurre  en  esta  versión  de  (1):  

(1’)  *  Niño  el  está  enfermo.  

    Tanto  los  significados  de  los  elementos  gramaticales  y  léxicos  como  el  conjunto   de   reglas   para   combinarlos   son   convencionales,   es   decir,   no   natu-­‐rales,  lo  que  significa  que  no  obedecen  a  leyes  físicas  ni  a  principios  de  Lógica,  sino  que  son  arbitrarios  y  se  han  ido  consolidando  a  lo  largo  de  la  práctica  del  lenguaje  en  una  comunidad.  “Convencional”  significa  ‘acordado’,  ‘preestable-­‐cido’.   Por   supuesto  muchas   de   esas   convenciones   están  motivadas   precisa-­‐mente  por   las  necesidades  comunicativas  de   los  hablantes,  y  esa  motivación  se  percibe  mejor  en  los  procesos  de  los  cambios  lingüísticos.  Pero  una  vez  que  el  cambio  se  ha  impuesto,  la  nueva  forma  o  construcción  pasa  a  formar  parte  de  un  sistema  de  regularidades,  y  éstas  son  convencionales.     La  Gramática,   ampliamente  entendida,   es   la   disciplina   lingüística  que  estudia   las  estructuras  convencionales  de  sonidos,   combinaciones  de  morfe-­‐mas  y  significados.  La  Pragmática,  a  su  vez,  estudia   la  porción  de  significado  

1  Los  ejemplos  que  suelen  analizarse  en  Pragmática  son  casi  siempre  representaciones  de  enunciados,  no  verdaderos  enunciados,  ya  que  carecen  de  contexto;  para   interpretarlos  debemos  imaginar  algún  contexto,   aunque   sea   mínimo.   En   los   ejemplos   propuestos   (procedentes,   en   su   mayor   parte,   de  diálogos  reales)  se  pondrán  entre  paréntesis  (cuando  sea  necesario)  algunos  datos  del  contexto.  2   Entendemos   la   Gramática   en   sentido   amplio:   se   incluyen   en   ella   la   Fonología,   la   Morfología,   la  Sintaxis  y  la  Semántica.

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que   no   es   convencional   o   gramatical,   es   decir,   que   no   está   codificado   por  reglas.   Esta   distinción   es   válida,   pero   como   veremos   en   seguida,   no   es   tan  nítida  como  uno  o  una  quisiera.     Volvamos  a  la  oración  (1).  Para  la  Semántica,  que  estudia  el  significado  lingüístico,   éste   consiste   en   la   relación  entre   las   expresiones   y   el  mundo,   o,  más  exactamente,  en  las  condiciones  veritativas  de  la  oración:  las  que  deben  aplicarse   para   que   una   expresión   describa   una   situación   de   manera   verda-­‐dera.  Así,  para  explicar  el  significado  de  (1),  hay  que  verificar  la  relación  entre  la  situación  descrita  y  el  mundo:  el  contenido  de  la  oración,  llamado  “proposi-­‐ción”,  es  verdadero  si  el  niño  real  aludido  por  la  expresión  el  niño  está  enfer-­‐mo.     Un   hecho   curioso   y   sin   duda   digno   de   estudio   (por   eso   lo   estamos  estudiando)  es  que   los  hablantes  no  usan   la  oración  (1)  exclusivamente  para  decir  que  cierto  niño  está  enfermo,  que  es  lo  que  la  oración  significa  semánti-­‐camente.   La   oración   (1),   como   parte   de   un   diálogo,   es   decir,   convertida   en  enunciado,  puede  tener  otros  contenidos.  Si  una  madre,  por  ejemplo,  usa  esa  oración   cuando   la   invita   una   amiga   suya   a   salir   de   compras,   su   enunciado  puede  implicar,  entre  otras  cosas,  que  no  puede  salir  esa  tarde.  Las  oraciones,  unas  vez  puestas  en  uso,  se  llenan  de  significados  nuevos,  incluso  de  algunos  que  contradicen   los  significados  semánticos  (vid.,  más  abajo,  el  ejemplo  (7)).  La  Semántica  explica  cómo  se  relacionan  las  formas  lingüísticas  con  los  obje-­‐tos   del  mundo   que   esas   formas   representan,   y   no   se   pregunta  para   qué   le  sirve  a  un  hablante  emitir  esas   formas  en  un  contexto  comunicativo:  eso  es  tarea  de  la  Pragmática.  

2.2  La  codificación  del  contexto  

  No  siempre  son  nítidas,  como  se  ha  dicho,  las  diferencias  entre  el  signi-­‐ficado   semántico   y   el   pragmático.  Obsérvese,   por   ejemplo,   la   siguiente   ora-­‐ción:  

(2)  Un  librito  así  les  interesará.  

 Tenemos   aquí   una   oración   bien   formada,   de   acuerdo   con   las   reglas   de   la  gramática  española.  No  es  fácil,  sin  embargo,  establecer  el  significado  o  repre-­‐sentación  semántica  de   (2),  porque  algunas  de   las  palabras  de   la  oración  no  significan  nada,  o  no  significan  fuera  de  contexto.  Esas  palabras  son  así  y  les.  ¿Qué  quiere  decir  así?  ¿Qué  quiere  decir  les?  Por  supuesto,  todos  los  hablan-­‐tes  de  español  reconocemos  esas  formas;  las  podemos  encontrar,  incluso,  en  el  diccionario,  pero  el  diccionario  no  nos  va  a  ayudar  a  entender  la  oración  (2),  porque  tenemos  que  saber  algo  más:  necesitamos  datos  del  contexto.     Las   lenguas   humanas   poseen   elementos   gramaticales   que   codifican  algunos   aspectos   del   contexto.   Entre   esos   elementos   se   encuentran   los  deícticos.  El  funcionamiento  de  los  deícticos  no  se  puede  estudiar  sin  acudir  a  la   noción   de   contexto,   porque   los   deícticos   establecen   conexiones   entre   lo  

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que  se  dice  y  ciertas  entidades  del  contexto.  Les,  en  el  ejemplo  (2),  se  refiere  a  ciertas   personas   presentes   en   el   contexto   comunicativo.   Para   asignar   refe-­‐rencia  a  les  tenemos  que  saber  quiénes  son  esas  personas.  Lo  mismo  pasa  con  el  adverbio  así:  no  tiene  significado  pleno  si  no  se  lo  asocia  a  un  contexto.  Son  deícticos  los  pronombres  personales,  que  identifican  a  los  participantes  en  el  acto  comunicativo;  también  lo  son  expresiones  como  aquí,  allí,  ahora,  ayer  y  los  tiempos  verbales,  que  relacionan  la  acción  del  verbo  con  un  tiempo  medi-­‐do  desde  el  presente  del  hablante.  El  futuro  interesará  sólo  puede  entenderse  a  partir  del  presente  del  hablante  que  produjo  el  enunciado:  el  presente  del  hablante  (y  por  lo  tanto  el  hablante)  forman  parte  del  significado  temporal  de  los  verbos.    

De  modo  que  para  interpretar  semánticamente  (2),  que  contiene  deíc-­‐ticos,   debemos   insertar   la  oración  en  un   contexto.   Lo  mismo  pasa   con   (3)   y  (4):  

(3)  Yo  peso  70  kilos.  (4)  No,  éste  no,  prefiero  aquél.  

 Si  no  sabemos  a  quién  remite  yo  en  (3),  mal  podremos  comprender  el  signifi-­‐cado  de   la  oración  y,  por   tanto,  hacer  algún   juicio  sobre  su  valor  de  verdad.  Igualmente  vacíos  de  significado,  fuera  de  contexto,  resultan  las  formas  este,  aquel  y  el  morfema  de  primera  persona  en  (4).     Los   deícticos   están   en   el   límite   entre   la   Semántica   y   la   Pragmática.  ¿Hasta  dónde   llega   la   Semántica,   y  dónde  empieza   la  Pragmática?  Para  mu-­‐chos   lingüistas,   la   Pragmática   empieza   con   los   deícticos   y   otros   elementos  similares,   que   forman   parte   de   la   gramática   de   una   lengua,   pero   no   son  independientes   del   contexto.   A   partir   del   momento   en   que,   para   asignar  significado   a   las   expresiones   lingüísticas,   debemos   recurrir   al   contexto,  estamos  haciendo  Pragmática.     El   problema   entre   la   Semántica   y   la   Pragmática   es   un   problema   de  límites,   que  podría  plantearse   así:   ¿dónde  empiezan   los   significados   contex-­‐tuales?  Las  expresiones  referenciales  como  el  niño,  por  ejemplo,  en  la  oración  (1),  ¿no  remiten  también  a  un  contexto  que  hay  que  conocer  para  asignar  a  la  oración  valor  de  verdad?  ¿Dónde  termina  la  Semántica?  ¿Hasta  dónde  llega  el  contexto?  

2.3  Qué  hacer  con  el  exceso  

  Se  dijo  arriba  que  muchos  lingüistas  creen  que  la  Pragmática  comienza  en   los   deícticos   y   otras   expresiones   similares   cuyo   significado   depende   del  contexto.  Es  más:  muchos  de  esos  lingüistas  creen  que  la  Pragmática  empieza  y  termina  en  esas  expresiones.  Su  argumento  es  más  o  menos  así:  si  se  quiere  considerar   a   la   Pragmática   una   de   las   subdisciplinas   de   la   Lingüística,   debe  asignársele   un   objeto   lingüístico.   Digamos   que   ese   objeto   es   la   porción   so-­‐brante  de  significado,   lo  que  no  puede  ser  analizado  por  el  criterio  del  valor  

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de  verdad.  Esa  sobra,  ese  exceso,  está  parcialmente  incorporado  a  la  Gramá-­‐tica  en  los  diferentes  subsistemas  deícticos  (pronombres,  adverbios,  tiempos  verbales)  y  en  fenómenos  convencionales,  o  parcialmente  convencionales.  Lo  que   no   está   en   la   Gramática   no   es   lingüístico,   y   por   lo   tanto   no   puede   ser  objeto  de  una  ciencia  lingüística.     Esta  postura  es  válida,  pero  deja  fuera  de   la  Lingüística  muchos  fenó-­‐menos  que,  sin  embargo,  tienen  que  ver  con  el  lenguaje,  con  su  estructura  y  su   significado.   El   siguiente   enunciado,   producido   durante   una   comida,   tiene  un  significado  pragmático  que  no  está  relacionado  directamente  con  su  signi-­‐ficado  semántico:  

(5)  Estas  sopas  de  verduras  quedan  siempre  un  poco  sosas,  ¿no?  

 Quien  hace  tal  observación  mientras  toma  la  sopa  no  pretende,  quizá,   infor-­‐mar  a   sus  oyentes  de   las   cualidades   generales  de   ciertas   sopas,   sino   indicar  que  su  sopa  está  sosa  y  que  le  gustaría  ponerle  sal.  La  finalidad  del  enunciado  de  (5)  podría  ser  pedir  sal  (sin  ofender  al  que  hizo  la  sopa,  por  ejemplo),  algo  que   cumple   de   manera   bastante   indirecta,   pero   efectiva,   si   obtiene   como  consecuencia   que   alguno   de   los   comensales   lo   tome   como   una   petición.   Ni  siquiera  (6)  significa  lo  mismo  literal  que  pragmáticamente:  

(6)  ¿Podrías  pasarme  la  sal?  

 Semánticamente,  la  pregunta  indaga  sobre  lo  que  el  interlocutor  puede  o  no  puede   hacer.   Pero,   pragmáticamente,   (6)   funciona   como   una   petición   de  pasar  la  sal.     En  (7)  el  desnivel  es  todavía  más  notorio.  Supóngase,  para  seguir  con  la  sopa,   que   Mafalda,   que   odia   ese   alimento   (puntualmente   presente,   por   lo  menos  una  vez  al  día,  en  las  mesas  de  todos  los  niños  del  país  de  Mafalda),  lo  prueba  y  dice,  con  claras  manifestaciones  de  náusea:  

(7)  ¡Qué  rica  sopa!  

 El  significado  de  Mafalda  no  tiene  mucho  que  ver  con  el  valor  de  verdad  de  la  oración  que  usa.  Si  Mafalda  dijera  la  verdad,  emitiría  algo  como  ¡Qué  asque-­‐rosa  sopa!  Pero  no  se  trata  aquí  de  decir  la  verdad,  sino  de  usar  el  lenguaje  de  cierta  manera,   de  modo   que   signifique   otra   cosa   que   lo   que   convencional-­‐mente  significan  las  palabras  empleadas.     Ejemplos  del   tipo  de   (5),   (6)   y   (7)  muestran  desniveles  entre  el   signi-­‐ficado   literal  y  el  significado  que  podríamos   llamar  “real”,  el  que  el  hablante  realmente   quiere   transmitir.   No   se   trata   de   un  mero   exceso   de   significado,  sino  de  un  verdadero  desplazamiento.  El  hablante  quiere  decir  algo  que  está  más   allá   de   sus   palabras.   Y   esto   sucede   todos   los   días,   es   parte   de   nuestra  rutina  de  hablantes.  No  hay,  sin  embargo,  señales  gramaticales  que  nos  orien-­‐ten.  No  hay  un  morfema  especial,  por  ejemplo,  que  indique  a  la  madre  de  Ma-­‐

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falda  que  su  hija  está  hablando  con  ironía,  ni  tampoco  esa  señora  necesita  la  ayuda  del  morfema:  le  basta  con  conocer  a  su  hija.  (La  ironía  puede  marcarse  con  ciertos  elementos   lingüísticos  como  la  entonación  o  el  vocabulario,  pero  estas  marcas  no  son  indispensables.  Ni  siquiera  los  gestos  lo  son.)     La   Pragmática   de   los   últimos   años   tiende   a   presentarse   como   una  teoría  sobre  la  producción  e  interpretación  de  los  significados  lingüísticos  gra-­‐maticalizados  y  también  sobre  los  no  gramaticalizados.  La  Pragmática  se  pro-­‐pone  estudiar  todo  el  exceso  posible,  pero,  como  no  es  fácil  delimitar  el  exce-­‐so,  se  da  la  circunstancia  de  que  en  este  ámbito  han  proliferado,  para  salir  al  paso  de  ese  reto,  numerosas  y  diferentes  tendencias  (que  repasaremos  some-­‐ramente  en  sucesivos  epígrafes  de  este  tema).    

2.4  El  contexto,  los  contextos  

Hemos  hablado  hasta  ahora  del  contexto,  sin  delimitar  esa  noción,  tan  comprensible  intuitivamente,  y  sin  embargo  tan  difícil  de  definir,  porque  cada  teoría   lingüística   le  da  un   significado  diferente,   y   los   significados   técnicos   se  superponen  a   los  del   lenguaje   corriente,  que   también  varían.   En  general,   se  entiende  por  contexto,  en  Lingüística,  el  conjunto  de  conocimientos  y  creen-­‐cias   compartidos   por   los   interlocutores   de   un   intercambio   verbal   y   que   son  pertinentes  para  producir  e  interpretar  sus  enunciados.  

Los   intentos   de   explicar   teóricamente   el   exceso   de   significado   han  llevado   a   varias   teorías   sobre   el   contexto.   Se   suelen   deslindar   tres   tipos   de  contexto:   el   lingüístico,   el   situacional   y   el   sociocultural.   El   primero   está  formado  por  el  material  lingüístico  que  precede  y  sigue  a  un  enunciado,  y  se  lo  llama  a  veces  cotexto.  El  segundo  tipo,  o  contexto  situacional,  es  el  conjunto  de  datos  accesibles  a   los  participantes  de  una  conversación,  que  se  encuen-­‐tran   en   el   contorno   físico   inmediato.   Por   ejemplo,   para   que   el   enunciado  Cierre   la   puerta,   por   favor   tenga   sentido,   es   necesario   que   haya   ciertos  requisitos  contextuales  que  son  parte  de  la  situación  de  habla:  que  haya  una  puerta   en   el   lugar   donde   ocurre   el   diálogo,   y   que   esté   abierta,   entre   otras  cosas.  Finalmente,  el  contexto  sociocultural  es   la  configuración  de  datos  que  proceden   de   condicionamientos   sociales   y   culturales   y   que   inciden   sobre   el  comportamiento  verbal  y  su  adecuación  a  diferentes  circunstancias.  Hay  regu-­‐laciones  sociales  sobre  cómo  saludar,  por  ejemplo,  o  sobre  qué  tratamiento  o  registro  lingüístico  usar  en  cada  tipo  de  situación.  

2.5  El  lenguaje  no  es  siempre  gramatical  ni  siempre  lógico  

  Hasta  no  hace  mucho  resultaba  aceptable  decir  la  catedrático  o  la  mé-­‐dico,   por   un   lado,   y   la   enfermera,   la   secretaria,   por   otro.   Es   decir,   la   regla  gramatical  de  la  concordancia  operaba  en  unos  casos  pero  no  en  otros  (en  la  actualidad  está  permitido  decir   la   catedrática,   la  médica).   Esta   ‘mala   forma-­‐ción’  sintagmática  sólo  es  explicable  si  nos  permitimos  ver  en  ella  la  huella  del  hablante,  en  este  caso  concreto  la  de  sus  condicionamientos  sociales  (las  pro-­‐fesiones   de   prestigio   o   típicamente   masculinas   son   aludidas   en   masculino,  

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aunque  hablamos  de  una  mujer;  las  típicamente  femeninas  o  las  menos  pres-­‐tigiosas   son  aludidas  en  masculino  o   femenino,   según   la  persona  a  quien   se  aplique).       Otro  ejemplo  de  fenómeno  gramatical  que  no  puede  explicarse  satis-­‐factoriamente  sin  acudir  a  información  pragmática  es  el  del  orden  de  palabras  o  distribución  de   la   información  en   la  oración.  Obsérvense   los  ejemplos  que  siguen:  

(8)  No  hay  tomates.  (9)  Tomates  no  hay.  

 Las  condiciones  de  verdad  de  (8)  y  (9)  son  idénticas,  de  modo  que  si  se  da  el  caso  de  que  no  hay  tomates  cuando  se  enuncia  cualquiera  de  estas  oraciones,  tanto   una   como   otra   son   verdaderas.   Sin   embargo,   no   pueden   ser   usadas  indistintamente:  el  orden  de   las  palabras  aporta  algo  que  conviene  tener  en  cuenta.   Para   explicar   la   estructura   comunicativa   de   (8)   y   (9)   tenemos   que  recurrir  al  contexto  en  que  aparecen  o  pueden  aparecer.  Limitémonos  a   (9),  que  tiene  una  construcción  más  llamativa  que  (8).  Para  emitir  (9)  necesitamos  un  enunciado  anterior,  cercano,  en  el  que  se  hayan  mencionado  los  tomates,  como,  por  ejemplo,  Voy  a  preparar  una  ensalada  con  tomate,  a  lo  cual  puede  contestarse   con   (9).  O   bien   se   precisa   un  marco   de   referencia   determinado  que   se   halle   activado   en   el   contexto   (vid.   tema   6),   como,   por   ejemplo,   el  marco   de   referencia   “ensalada”.   Si   se   está   hablando   de   una   ensalada,   si   se  están  enumerando,  pongamos  por  caso,  los  ingredientes  que  hay  en  la  nevera  para   hacerla,   resulta   normal   emitir   (9),   aunque   los   tomates   no   se   hayan  mencionado   antes,   porque   éstos   suelen   asociarse   automáticamente   con   la  ensalada,   lo   que   los   hace   de   algún   modo   presentes,   disponibles,   en   el  contexto.  En  términos  de  Pragmática,  la  relevancia  de  nombrar  los  tomates  al  principio  de   la  oración,  donde  suele  aparecer  el   tema  de  que  se  habla,   lo  ya  conocido,   se   debe   a   que   el   concepto   “tomate”   se   recupera   más   o   menos  automáticamente  a  partir  de  su  mención  previa  (primer  caso)  o  a  partir  del  de  “ensalada”  (segundo  caso).  Y  esto  explica  que  la  oración  esté  construida  como  está:  la  Pragmática  explica  un  aspecto  gramatical.     Los  tratamientos  nos  dan  un  buen  ejemplo  de  elementos  gramaticales  que  no  aportan  nada  al  valor  estrictamente  semántico  de  la  oración,  pero  que  sin   embargo   codifican   información   importante   sobre   los   interlocutores   y   su  comunicación.  El  empleo  de  tú  y  usted  no  altera  las  condiciones  de  verdad  de  un  enunciado,  de  modo  que  (10)  y  (11)  tienen  el  mismo  valor  lógico:  

(10)  Tú  eres  el  nuevo  jefe,  ¿verdad?  (11)  Usted  es  el  nuevo  jefe,  ¿verdad?  

 Ambos   enunciados   son   lógicamente   equivalentes,   pero   todo   hablante   de  español   sabe   que   no   tienen   el  mismo   significado.  Tú   transmite,   entre   otras  cosas   posibles,   simpatía,   familiaridad,   pertenencia   al   mismo   grupo,   o   bien  

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muestra   falta   de   respeto.   La   elección   de   tú   en   lugar   de  usted   (o   viceversa)  configura  de  cierto  modo  la  situación  de  habla  y   la  relación  entre  los  partici-­‐pantes,  y  depende  de  una  serie  de  supuestos  socioculturales.       El  lenguaje  no  es  ni  tiene  por  qué  ser  siempre  “lógico”.  La  conjunción  y,  por  ejemplo,  no  es  equivalente  a   la  conjunción   lógica   ‘&’.  De  acuerdo  con   la  lógica,   dos   proposiciones  p   y  q   pueden   coordinarse   en   cualquier   orden,   sin  que  se  altere  la  equivalencia  de  las  adiciones  (coordinaciones):  p  &  q  es  igual  que  q  &  p.  Según  esto,  desde  el  punto  de  vista  lógico,   la  expresión  Las  rosas  son  rojas  y  los  claveles  son  blancos  tiene  el  mismo  valor  que  Los  claveles  son  blancos  y  las  rosas  son  rojas.  Pero  en  el  uso  real  del  lenguaje  la  conjunción  y  puede  asumir  otros  valores,  como  “y  después”,  “y  en  consecuencia”,  etc.  De  ahí  que  los  siguientes  enunciados  no  sean,  pragmáticamente  hablando,  equi-­‐valentes:  

(12)  Decidí  descansar  un  rato  y  terminar  el  trabajo.  (13)  Decidí  terminar  el  trabajo  y  descansar  un  rato.  

 En   ambos   casos   la   conjunción   y   significa   “y   después”,   y   por   eso   (12)   y   (13)  tienen   interpretaciones  distintas.  Esto  es  así,  no  porque  el  elemento  y   signi-­‐fique  a  veces  una  cosa  y  a  veces  otra,  sino  porque  hay  un  principio  pragmático  según  el  cual  contamos  las  acciones  o  sucesos  en  orden  cronológico,  salvo  que  indiquemos  lo  contrario.  Como  este  principio  guía  la  interpretación  de  (12)  y  (13),  resulta  que  no  podemos  asignar  un  valor  veritativo  a  estas  oraciones  sin  introducir  un  principio  pragmático  (vid.  tema  7).       La   consecuencia  de   lo  que  venimos  diciendo  es  que   las  explicaciones  pragmáticas  son  necesarias  para  describir  una  serie  de  regularidades   lingüís-­‐ticas,  y  que  es  muy  difícil  estudiar  el   lenguaje  exclusivamente  como  un  siste-­‐ma  de  reglas  autónomo,  es  decir,  independiente  del  uso.    

3.  EL  SIGNIFICADO  INTENCIONAL    

Hemos  dicho  (vid.  Introducción)  que  la  Pragmática  trata  de  dar  cuenta  de     los   procesos   por  medio   de   los   cuales   los   seres   humanos   producimos   e  interpretamos   significados   cuando   usamos   el   lenguaje.   Este   objetivo   está  íntimamente   ligado  a   la  noción  de  significado   intencional,  uno  de   los  pilares  teóricos  de  esta  disciplina.  

Esta  noción  la  podemos  comprender  mejor  si  recurrimos  a  la  distinción  entre  decir,  querer  decir  y  decir  sin  querer.  Lo  que  decimos  tiene  un  significado  que  depende  de  las  expresiones  usadas  y  está  sujeto  a  un  análisis  de  sus  con-­‐diciones   veritativas;   lo   que   queremos   decir   tiene   fuerza   pragmática   y   es   la  Pragmática   la  que  conjetura  cuáles  son   los  principios  que  nos  permiten  con-­‐

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figurar  e   interpretar  esa  fuerza.  Lo  que  decimos  sin  querer  queda  fuera  de  la  Lingüística,   en   principio,   aunque   no   es   un   tema   ajeno   a   nuestra   disciplina,  pues  forma  parte  del  contenido  transmitido  e  interpretado.    

Si  alguien  nos  dice  Qué  frío  hace  aquí,   interpretaremos  naturalmente  no  sólo  el  significado  de  sus  palabras,  sino  la  intención  con  que  las  dice,  lo  que  nos   llevará,   por   ejemplo,   a   cerrar   la   ventana   o   a   encender   la   calefacción.  Comunicarse  es   lograr  que  el   interlocutor   reconozca  nuestra   intención,  y  no  solamente  el  significado  literal  de  lo  que  decimos.  Lo  que  la  persona  en  cues-­‐tión  comunica  sin  querer,  en  el  ejemplo,  podría  ser  que  está  enferma  o  can-­‐sada,  o  que  se  siente  incómoda  por  estar  donde  está,  etc.  Lo  que  decimos  sin  querer,  los  lapsus  linguae  y  otras  gracias  y  desdichas  de  la  comunicación  inte-­‐resan,  sobre  todo,  a  los  psicólogos  (vid.  tema  9).  

La   Pragmática   estudia   el   significado   intencional,   lo   que   uno   quiere  decir.  El  filósofo  P.  Grice  describe  el  significado  intencional,  que  él  denomina  no  natural  (meaning-­‐nn),  con  la  siguiente  fórmula  (donde  H  significa  ‘hablan-­‐te’,  O  ‘oyente’,  E  ‘enunciado’  y  z  ‘creencia  o  acto  de  voluntad  de  O’):  

 H  quiere  decir  no  naturalmente  z  cuando  profiere  E,  si  y  solo  si:  (i)  H  intenta  que  E  cause  un  efecto  z  en  O.  (ii)  H  intenta  que  (i)  se  cumpla  simplemente  porque  O  reconoce  la  intención  de  (i).  

 Según  esta  fórmula,  el  significado  no  natural  es  un  tipo  especial  de  intención  destinada  a  ser  reconocida  como  tal  por  quien  la  recibe.  La  significación  “na-­‐tural”   se  produce,  en  cambio,   sin   intervención  alguna  de   intencionalidad   (es  decir,  cuando  no  se  dan  das  condiciones  (i)  y  (ii)  de  arriba).     Interpretar   lo   que   el   otro   dice   es   reconocerle   una   intención   comuni-­‐cativa,  y  esto  es  mucho  más  que  reconocer  el  significado  de  sus  palabras.  La  comunicación  parte  de  un  acuerdo  previo  de  los  hablantes,  de  una  lógica  de  la  conversación  que  permite  pasar  del   significado  de   las  palabras  al   significado  de  los  hablantes.       El  significado  intencional  se  viene  estudiando  en  el  ámbito  de  la  Prag-­‐mática  esencialmente  de  dos  maneras.  Una  consiste  en  explicar  determinados  fenómenos  de   la   lengua   recurriendo  a   ciertas   condiciones  de   su  uso   (deixis,  orden  de  palabras,  estructura  de  los  actos  de  habla,  etc.):  aquí  la  Pragmática  complementa  a   la  Gramática:  se  va  de   las   formas   lingüísticas  al  uso,  del   len-­‐guaje  al   contexto.   La  otra,  en   cambio,   insiste  en   la   comunicación  misma,  en  sus  procesos,  y  considera  las  formas  lingüísticas  como  un  elemento  más,  junto  con  otros  (esencialmente  el  contexto),  en  este  juego;  se  interesa  en  estudiar  el  contexto  en  que  se  produce  el  enunciado  y  que  determina  en  gran  parte  lo  que  ese  enunciado  significa  (los  principios  que  guían  la  comprensión  de  lo  que  se   comunica   implícitamente,   como,   por   ejemplo,   el   significado   irónico).   A  continuación   examinaremos   las   teorías  más   importantes   propuestas   en   uno  

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(teoría  de   los  actos  de  habla)  y  otro  sentido   (modelo  de  Grice  y   teoría  de   la  relevancia).    

4.  LA  TEORÍA  DE  LOS  ACTOS  DE  HABLA    

  Las  explicaciones  pragmáticas  de  algunos  fenómenos  gramaticales  (del  tipo  de   los  que  acabamos  de  esbozar  en   los  ejemplos   (8)-­‐(13))  empezaron  a  interesar  a  los  lingüistas  a  finales  de  los  años  sesenta  del  pasado  siglo,  cuando  se   intentó  ampliar  el  modelo  de   la  Lingüística  generativa,  centrada,  como  es  bien  sabido,  en  la  Sintaxis.  Surgieron  por  esos  años  varias  subespecializaciones  o   doctrinas   (la   Semántica   generativa,   el   Análisis   del   discurso,   la   Lingüística  textual,  entre  otras)  que  intentaban  dar  cabida  al  hablante  en  la  teoría  de  la  lengua.   Tales   lingüistas   innovadores   de   los   años   sesenta   encontraron   el  campo  ya  cultivado  por  los  filósofos  del  lenguaje  que  estudiaban,  desde  hacía  tiempo,   los   actos  de  habla.   El   pionero,   entre  estos   filósofos,   fue   J.  Austin,   a  quien  suele  considerarse  el  iniciador  de  la  Pragmática  moderna.  Su  teoría  fue  consolidada  y  perfeccionada  por  un  discípulo  suyo,  J.  Searle.  

4.1  Austin:  Cómo  hacer  cosas  con  palabras  

  La  idea  central  de  la  teoría  de  los  actos  de  habla  es  que  el  lenguaje  no  solamente   sirve   para   describir   el   mundo,   sino   también,   y   de   modo   impor-­‐tante,   para   hacer   cosas.   En   una   serie   de   conferencias   dadas   en   Harvard   en  1955  y  publicadas  póstumamente  en  1962,  Austin  analizó  por  primera  vez  los  usos  del  lenguaje  corriente  y  estableció  las  bases  de  la  teoría  de  los  actos  de  habla.     En  un  principio,  Austin  distinguió  dos  tipos  de  enunciados.  Por  un  lado,  los  asertivos  o  constatativos,  estudiados  durante  dos  mil  años  por  la  Filosofía,  que   se   caracterizan  por  admitir   asignaciones  de  verdad  o   falsedad.  Por  otro  lado,   los   realizativos   (o   performativos),   a   los   que   sólo   pueden   asignárseles  condiciones  de  “éxito”.  Según  esto,  (14)  es  un  constatativo  y  (15)  un  realiza-­‐tivo:  

(14)  Está  nevando.  (15)  Sí,  juro.  

 En  los  enunciados  realizativos  se  hace  exactamente  lo  que  se  dice:  en  el  caso  de   (15),   jurar.   En   este   tipo   de   emisión   hablar   es,   literalmente,   hacer   (sola-­‐mente  acontece  un   juramento  cuando  alguien,  en   las  circunstancias  adecua-­‐das,  pronuncia  la  expresión  que  ‘realiza’  de  hecho  el  juramento).  Las  lenguas  poseen  cientos  de  verbos  que  son  realizativos  (o  performativos3)  explícitos,  es  decir,   verbos   que,   al   ser   debidamente   usados,   sirven   para   nombrar   cierta  

3  La  expresión   inglesa  performative  ha  merecido   las   traducciones,  para  este  contexto,  de   realizativo,  performativo  (tal  como  recogemos  aquí)  y  también  ejecutivo.  

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acción  y  realizarla  a  un  mismo  tiempo.  Es  lo  que  ocurre  cuando  alguien  emite,  en   las  circunstancias  adecuadas:  Juro,  prometo,  declaro,  niego,  pido,  ordeno,  bautizo,  etc.       Al   concepto   de   verdad   (correspondencia   entre   la   afirmación   de   un  estado  de  cosas  y  ese  estado  de  cosas)  se  opone,  en  la  teoría  de  los  actos  de  habla,  el  de  éxito,  esto  es,  el  de  acción  llevada  a  buen  término.  La  verdad  de  las  oraciones  con  realizativos,  como  (15),  es   inverificable,  porque   los  realiza-­‐tivos  no  pueden  ser  ni  verdaderos  ni  falsos,  sino  sólo  tener  éxito  o  no,  según  salgan  bien  o  mal.     El  realizativo  sin  éxito  procede,  no  de  la  mala  correspondencia  entre  el  lenguaje  y   la  verdad,   sino  de  no  verse   satisfechos  ciertos   requisitos  exigidos  en   la  ejecución  de  cierto  acto:   la   falta  de  coincidencia  entre   lo  que  el  enun-­‐ciado  dice  que  hace  y  lo  que  en  realidad  hace.  Así,  para  que  haya  matrimonio,  el  contrayente  debe  decir  Sí,  quiero,  y  no  el  testigo,  ni  el  actor  que  interpreta  sobre  un  escenario  el  papel  de  contrayente,  ni  el  contrayente  a  quien  todavía  no  le  han  preguntado  si  quiere  contraer  matrimonio  o  no...  El  realizativo  hace  lo   que   dice   siempre   y   cuando   lo   use   quien   debe,   como   se   debe,   donde   se  debe,  cuando  se  debe,  y  con  quien  se  debe.       Posteriormente,  y  después  de  diseñar  su  teoría  de   los  actos  con  y  sin  éxito,   Austin   retiró   su   oposición   inicial   entre   actos   realizativos   (o   performa-­‐tivos)   y   asertivos   (o   constatativos),   para   admitir   que   todos   los   enunciados,  incluidos   los   que   afirman   verdades   o   falsedades,   sirven   para   cumplir   actos,  aunque   no   muestren   elementos   realizativos   explícitos.   De   este   modo,   Está  nevando  es  un  acto  de  afirmación,  aunque  no  contenga  el  verbo  performativo  explícito  afirmar.       Esto  nos  permite  distinguir  la  noción  de  significado  de  la  de  fuerza:  el  significado   del   enunciado   remite   a   lo   que   las   palabras   dicen;   fuerza   de   la  enunciación,   a   lo  que   las  palabras  hacen,  como,  por  ejemplo,   afirmar,   jurar,  pedir,   preguntar.   El   acto   por   el   que   se   produce   significado   es   locutivo;   la  fuerza,  en  cambio,  es  el  poder  de  hacer,  y  proviene  del  acto  ilocutivo.  A  esto  se  agrega  un  tercer  acto  posible  pero  no  siempre  identificable,  el  perlocutivo,  por  el  cual  se  producen  efectos  en  el  interlocutor  (por  ejemplo,  convencerlo,  amenazarlo,  sorprenderlo...).  Consideremos  los  siguientes  ejemplos:  

(16)  Se  está  tomando  la  sopa.    (17)  ¿Se  está  tomando  la  sopa?    

 La  emisión  de  ambos  enunciados  ha  sido  posible  gracias  a  la  realización  de  los  tres   actos   mencionados.   El   acto   locutivo   en   ambos   puede   ser   el   mismo   si  predican   el   mismo   proceso   (“estar   comiendo   la   misma   sopa”)   de   la   misma  persona:   “hay   cierta   persona  x  de   la   que   se  dice  que  está   en   el   proceso  de  tomar  cierta  sopa”.  El  acto  ilocutivo  es  en  (16)  una  aseveración  (“el  hablante  afirma  que  cierta  persona  está  tomando  cierta  sopa”),  mientras  que  en  (17)  es  

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una   pregunta   (“el   hablante   pregunta   si   cierta   persona   está   tomando   cierta  sopa”).   Los   actos   perlocutivos   pueden   ser   variados   y   susceptibles   de   inter-­‐pretación:   en   (16)   el   hablante   quizá   intente   advertir   al   oyente   de   algo,   o  dándole  una  señal  conveniente  previamente  para  que  haga  algo,  etc.  En  (17),  quizá   intente  el  hablante  mostrar  su  asombro  al  oyente  ante  un  hecho   ines-­‐perado,  o  mostrarle  que  ha  escuchado  lo  que  le  ha  dicho,  etc.  

4.2  Searle:  actos  y  reglas  

  Para   Searle,   los   actos   de   habla   son   las   unidades   de   la   comunicación  lingüística,   y   se   realizan   de   acuerdo   con   reglas:   “hablar   consiste   en   realizar  actos   conforme   a   reglas”.4   Agrupando   los   actos   de   habla   por   géneros   (por  ejemplo,   prometer,   ordenar,   saludar,   agradecer,   etc.),   Searle   se   propone  enunciar   las   condiciones   que   hacen   posible   realizar   esos   actos   de   habla,   y  extraer  las  reglas  de  esas  condiciones.       Entre  las  condiciones  que  permiten  realizar  con  éxito  un  acto  de  habla  como,   por   ejemplo,   el   de   pedir,   tenemos   algunas   de   tipo   general:   las   que  hacen   posible   la   comunicación   (por   ejemplo,   hablar   inteligiblemente)   y   las  referidas   al   contenido   proposicional   (en   este   caso,   que   el   contenido   de   la  emisión  se  refiera  a  un  acto  futuro  del  oyente).  Otras  son  preparatorias  (para  la  petición,  el  que  el  oyente  sea  capaz  de  hacer  lo  que  se  le  pide  y  el  que  no  parezca  estar  dispuesto  a  hacerlo  espontáneamente).   La   condición  de  since-­‐ridad  estipula  que  el  hablante  desea  sinceramente  que  su  interlocutor  haga  lo  que   le  pide,  y   la  condición  esencial  es   la  que  hace  que  una  petición  sea  una  petición  y  no  otro  acto.  Si  se  dan  todas  las  condiciones  anteriores,  el  acto  de  habla  cuenta  como  un  intento  de  que  el  oyente  haga  lo  que  se  le  pide,  esto  es,  como  una  petición.     Las  reglas  correspondientes  a  estas  condiciones  sirven  para  definir  los  actos  de  habla.  Estas  reglas  no  son  meramente  regulativas,  sino  constitutivas,  pues  crean  o  definen  una  forma  de  comportamiento.  Las  reglas  constitutivas  de   jugar   al   fútbol,   por   ejemplo,   no   sólo   regulan   la   forma   de   practicar   este  juego,   sino   que   crean   la   posibilidad  misma   de   una   conducta   que   pueda   ser  etiquetada   como   jugar   al   fútbol.   Esas   reglas   determinan   que,   dadas   ciertas  condiciones,   algunos   movimientos   cuenten   como   goles,   como   faltas,   etc.  Hablar   una   lengua   es   también,   en   gran  medida,   actuar   según   ciertas   reglas  constitutivas,  de  modo  que   la  emisión  de  unas   formas   lingüísticas,  dadas   las  condiciones  necesarias,  cuente  como  determinado  acto  de  habla  en  el  marco  institucional  en  que  se  desarrolla  nuestra  actividad  lingüística.     La   regla   constitutiva   del   acto   de   pedir,   por   ejemplo,   extraída   de   la  condición   esencial,   es   que   la   emisión   de   una   determinada   forma   lingüística  cuenta  como  el  intento  de  que  el  oyente  haga  algo.    

4  Actos  de  habla,  1980  [1969],  p.  31.  

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  Por  otra  parte,  Searle  afirma  que,  cuando  usamos   la   lengua  de  modo  literal,   hay   una   correlación   entre   la   forma   lingüística   y   el   acto   de   habla,   de  modo  que  las  afirmaciones  se  hacen  usando  formas  declarativas,   las  pregun-­‐tas  usando  interrogativos,  las  peticiones  usando  formas  imperativas,  etc.:  

(18)  El  próximo  tren  sale  a  las  16.43.  (19)  ¿Ha  llegado  ya  el  tren  de  las  16.43?  (20)  Tráeme  el  periódico,  por  favor.  

 En  (18)  alguien  afirma  o  declara  algo  (la  salida  de  cierto  tren)  y  usa  un  esque-­‐ma  sintáctico  declarativo  (SN  +  SV  y  entonación  ascendente-­‐descendente).  En  (19)  se  pregunta  si  cierto  hecho  (la  llegada  de  un  tren)  ha  sucedido  o  no,  y  se  utiliza  un  esquema   sintáctico   interrogativo   (SV  +   SN  y  entonación   interroga-­‐tiva).   En   (20)   se   pide   algo   y   se   emplea,   para   indicar   este   acto,   un   esquema  exhortativo   (uso  de   imperativo,  por   favor   y  entonación  específica).  Pero  son  tantos  los  casos  en  que  los  hablantes  usan  el  lenguaje  de  manera  indirecta,  no  literal,  que  la  teoría  debe  proporcionar  una  explicación  que  dé  cuenta,  pese  a  esa  falta  de  literalidad,  de  cómo  siguen  realizándose  actos  de  habla  reconoci-­‐bles.  Recuérdense,  a  este  respecto,  los  ejemplos  del  comensal  que  pedía  sal:  

(5)  Estas  sopas  de  verduras  quedan  siempre  un  poco  sosas,  ¿no?  (6)  ¿Podrías  pasarme  la  sal?  

 Sus   peticiones   se   realizaban   a   través   de   expresar   literalmente   en   (5)   una  afirmación  sobre  las  sopas,  y  en  (6),  una  pregunta.  Searle  explica  estos  actos  de  habla  indirectos  como  la  superposición  de  dos  actos,  uno  literal  y  otro  no.  El   oyente   interpreta   el   “verdadero”   acto   (el   no   literal)   gracias   a   su   conoci-­‐miento  del  contexto  institucional  y  particular  en  el  que  se  realiza  el  acto,  y  a  su   capacidad   para   interpretar   (según   principios   que   veremos  más   adelante;  vid.   5,   6   y   7)   la   intención   del   hablante   al   hacer   la   afirmación-­‐petición   o   la  pregunta-­‐petición.       La   teoría   de   los   actos   de   habla   ejerció   un   gran   influjo   en   las   nuevas  corrientes  de  la  Lingüística,  que  verían  el  lenguaje  no  solamente  como  la  aso-­‐ciación  de  unos  sonidos  a  unos  significados,  según  quería  la  tradición  saussu-­‐reana,  sino  como  acción.  Aunque  Searle  no  desarrolla  la  teoría  de  los  contex-­‐tos  (problema  que  sigue  siendo  de  actualidad  en  Pragmática),  es  evidente  que  las   condiciones   y   reglas   de   los   actos   de   habla   sólo   se   cumplen   en   ciertos  contextos,   tanto   institucionales   como   particulares.   El   hecho   de   que   un   por-­‐centaje  tan  alto  de  actos  de  habla  no  lleve  intención  de  literalidad  nos  advier-­‐te  de  que  el  papel  del  contexto  sobrepasa  al  de   las  reglas  mismas.  Piénsese,  sin  ir  más  lejos,  en  las  ironías  y  metáforas  de  la  conversación,  o  en  las  “amena-­‐zas”   o   “insultos”   tan   frecuentes   en   los   diálogos   de   la   intimidad   (Te   voy   a  comer  a  besos;  Tú  lo  que  eres  es  un  sinvergüenza).  En  éstos  y  en  otros  tantos  

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casos  semejantes  es  el  contexto  el  que  permite  dar  el   justo  significado  a   las  formas  usadas.      

5.  LO  DICHO  Y  LO  IMPLICADO  (I):  EL  MODELO  DE  GRICE  

5.1  El  Principio  de  Cooperación  

  En   una   famosa   conferencia   de   19675,   Grice   sostuvo   que   hasta   ese  momento  no  se  había  prestado  la  atención  debida  a  la  naturaleza  e  importan-­‐cia  de   las  condiciones  que  gobiernan  la  conversación.  Supóngase,  dice  Grice,  que  A  y  B  están  hablando  de  un  amigo  común  C,  que  trabaja  en  un  banco.  A  le  pregunta  a  B  qué  tal  le  va  a  C  en  su  trabajo,  y  B  responde:  Bien,  creo;  le  gusta  trabajar  allí,  y  todavía  no  lo  han  metido  en  la  cárcel.       Según  Grice,  lo  que  B  quiere  decir,  implica  o  sugiere  mediante  sus  pala-­‐bras  es  diferente  de  lo  que  dice:  lo  que  dice  literalmente,  por  medio  del  signi-­‐ficado  convencional  de  las  palabras,  es  simplemente  que  C  todavía  no  ha  ido  a  la  cárcel.  Lo  que  quiere  decir  puede  ser,  por  ejemplo,  que  C  es  el  tipo  de  per-­‐sona  a  quien  tienta  demasiado  el  dinero.  Este  significado  adicional  es  una  im-­‐plicatura  de  lo  dicho.6  A  las  implicaturas  que,  como  en  el  ejemplo  que  acaba-­‐mos   de   ver,   no   dependen   del   significado   convencional   de   las   palabras   emi-­‐tidas,   las   llama  Grice   implicaturas  conversacionales.  Para  explicar   las   implica-­‐turas  conversacionales,  por  tanto,  no  hay  que  analizar  las  propiedades  semán-­‐ticas  de  las  palabras,  sino  los  principios  que  regulan  la  conversación.       Dice   Grice   que   nuestros   intercambios   comunicativos   corrientes   no  consisten   en   una   sucesión   de   observaciones   desconectadas,   ya   que   esto   no  sería  racional.  La  conversación  comporta,  normalmente,  un  esfuerzo  por  cola-­‐borar  con  nuestro  interlocutor:  los  hablantes  tienen  por  lo  general  algún  pro-­‐pósito   común,  más  o  menos  definido,   y   tratan  de   alcanzarlo.   El  principio  de  cooperación   (PC)   es   el   principio   general   que   guía   a   los   interlocutores   en   la  conversación,   y  que  vale   también  para  otros   comportamientos.  Grice   lo   for-­‐mula  así:  

Su   aporte   a   la   conversación   debe   ser,   en   cada   etapa   de   ésta,   tal   como   lo   exija   la  finalidad  o  la  dirección  del  intercambio  verbal  aceptada  por  ambas  partes.  

 

5  P.  Grice,  “Logic  and  conversation”,  recogida  ahora  en  Studies  in  the  Way  of  Words,  Cambridge  (MA.):  Harvard   University   Press,   1989.   (Trad.   esp.   «Lógica   y   conversación»,   en   L.  M.   Valdés   Villanueva   (ed.)  (1991),  La  búsqueda  del  significado.  Madrid,  Murcia:  Tecnos-­‐Universidad  de  Murcia;  pp.  511-­‐529.)    6  La  implicatura  (término  acuñado  por  Grice)  es  un  tipo  de  implicación  pragmática,  que  Grice  intenta  diferenciar  de  las  implicaciones  lógicas;  estos  tipos  de  implicación,  a  diferencia  de  las  implicaturas,  se  infieren   exclusivamente   a   partir   del   contenido   lógico   o   semántico   de   una   expresión.   También   debe  distinguirse  la  implicatura  de  otro  tipo  de  inferencia,  la  presuposición,  que  se  deriva  más  directamente  del  significado  semántico  de  las  expresiones.  

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“Debemos”   comportarnos  así   porque  es   lo  que   los  demás  esperan  de  noso-­‐tros,  y  nosotros  de  los  demás.  Tan  fuerte  es  esa  expectativa  que,  si  el  hablante  parece   no   cumplir   con   el   principio   de   cooperación,   el   oyente,   en   lugar   de  pensar  que  efectivamente  el  hablante  no  cumple,  va  a  pensar  que  el  hablante  quiere  decir  otra  cosa.  Esa  otra  cosa  será  una   implicatura,  es  decir,  un  signi-­‐ficado   adicional   comunicado   por   el   hablante   e   inferido   por   el   oyente.   Esta  pirueta  de  la  comunicación  (comunicar  sin  decir,  y  contar  con  que  el  oyente  va  a  inferir  lo  implicado)  es  posible  siempre  y  cuando  los  hablantes  den  por  des-­‐contado  el  cumplimiento  del  principio  de  cooperación.     El   principio   de   cooperación   comprende   ciertas   categorías   que   Grice  denomina  máximas,   que   a   su   vez   contienen   submáximas.   Siguiendo   a   Kant,  Grice  enumera  las  máximas  de  cantidad,  cualidad,  relación  y  modo,  y  asigna  a  cada   una   de   ellas   submáximas   específicas.   Estos   principios   de   comporta-­‐miento  son  los  siguientes:    

MÁXIMA  DE  CANTIDAD:  1.  Que  su  contribución  sea  todo  lo  informativa  que  requiera  el  propósito  de  la  conversación.  2.  Que  su  contribución  no  sea  más  informativa  de  lo  requerido.  

 MÁXIMA  DE  CUALIDAD:  Que  su  contribución  sea  verdadera.  

1.  No  diga  nada  que  crea  falso.  2.  No  diga  nada  de  cuya  verdad  no  tenga  pruebas.  

 MÁXIMA  DE  RELACIÓN:  Sea  relevante.7    MÁXIMA  DE  MODO:  Sea  claro.  

1.  Evite  la  oscuridad  de  expresión.  2.  Evite  la  ambigüedad.  3.  Sea  breve  (evite  la  prolijidad  innecesaria).  4.  Sea  ordenado.  

    Pese   a   la   enunciación   imperativa   de   estas   categorías,   lo   importante  para  la  teoría  de  Grice  no  es  tanto  el  cumplimiento  de  estos  supuestos  man-­‐datos   como   el   hecho,   mucho   más   interesante,   de   que   los   interlocutores  actúan  como  si  diesen  por  descontado  su  cumplimiento.  Sin  esta  actitud  de  los  hablantes  no  habría  implicaturas,  y  quizá  no  habría  conversación  posible.     Las   implicaturas   conversacionales   son   supuestos   que   se   originan   en  que  el  hablante  diga  lo  que  dice  en  determinado  contexto  compartido  por  los  interlocutores,  y  en  la  presunción  de  que  está  observando  el  principio  de  co-­‐operación.     La  implicatura  se  produce  en  los  siguientes  casos:  a)  cuando  el  hablan-­‐te   obedece   las   máximas;   b)   cuando   parece   no   violarlas   pero   las   viola;  c)  cuando   tiene   que   violar   una   para   no   violar   otra   a   la   que   concede  mayor  

7  ‘Relevante’,  que  tomamos  en  préstamo  del  inglés  (relevant),  significa  ‘pertinente’,  ‘que  viene  al  caso’.  

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importancia,  y  d)   cuando  viola  una  máxima  deliberada  y  abiertamente.  Vea-­‐mos  algunos  ejemplos.  

5.2  Ejemplos  de  implicaturas  

  a)  Obediencia  a  las  máximas     Los   casos   de   implicatura   por   obediencia   a   las   máximas   son   los   que  requieren   menos   cálculo   por   parte   del   oyente.   Supóngase   que   necesito  imprimir  cierto  documento  en  un  folio  que  contenga  el  membrete  de   la  em-­‐presa,  pero  me  doy  cuenta  de  que  me  he  quedado  sin  folios  de  esa  clase.  Lo  comento  con  mi  compañero  de  despacho,  y  éste  dice:  

(21)  Hay  unos  cuantos  en  ese  cajón.  

 Entiendo  entonces  que  me  los  está  ofreciendo,  pues  no  sería  cooperativo,  ni  racional,   hacer  mención   de   tales   folios   para   no   ofrecérmelos.   En   este   caso,  simplemente  amplío   lo  que  dice  mi  compañero  y   saco   la   implicatura  corres-­‐pondiente.  Recuérdense   los   casos  de  actos  de  habla   indirectos  que  conside-­‐ramos  anteriormente,  que  son  semejantes,  ya  que  requieren  un  cálculo  míni-­‐mo  por  parte  del  oyente.       b)  Violación  encubierta     A   veces   el   hablante   parece   no   violar   las  máximas,   lo   que   puede   dar  lugar  a  implicaturas  si  el  oyente  cree  (como  es  normal)  que  el  hablante  obede-­‐ce  a  las  máximas  o  al  menos  que  respeta  el  principio  de  cooperación.     Imagínese   la   situación   siguiente:   un   sanitario   está   practicando   una  sutura  a  un  paciente  y  muestra  cierto  nerviosismo,  dado  que  es  la  primera  vez  que  hace  algo  así.  El  paciente  le  pregunta:  ¿Es  la  primera  vez  que  hace  esto?  El  sanitario  responde:    

  (22)  No  se  creería  usted  la  cantidad  de  veces  que  lo  hecho.  

 Naturalmente,  el  paciente  elabora  la  implicatura  de  que  el  sanitario  ha  hecho  esta  operación  muchas  veces  en  su  vida  profesional.  El  sanitario  “juega  con  las  palabras”  sin  que  su  interlocutor  se  percate  de  ello,  pues  viola  intencionada-­‐mente  la  máxima  de  calidad.         c)  Choques  entre  máximas     A  veces  no  podemos  dar  cierta   información  sin  mentir,  y  ello  porque  no   la   sabemos.   Así   las   cosas,   preferimos   dar   una   información   aproximada,  violando   la   máxima   de   cantidad,   para   no   violar   la   de   cualidad.   Si   me  preguntan,  por  ejemplo,  dónde  queda   la  biblioteca  y  no   lo  sé  con  exactitud,  diré  algo  como  

(23)  Queda  un  poco  más  hacia  abajo,  pasando  el  parque.  

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 El  oyente,  al  recibir  esta  información  insuficiente,  puede  pensar  que  no  quiero  cooperar,   o,  más   probablemente,   puede   sacar   la   implicatura   de   que   eso   es  todo   lo   que   sé   sobre   el   asunto.   Aunque   la   máxima   de   cualidad   (“Diga   la  verdad”)   parece   ser   de   jerarquía  más   alta   que   las   otras,   es   decir,   es   la   que  tendemos  a  obedecer  primero,  hay  algunos  hablantes  que  prefieren  mentir  a  pasar   por   poco   cooperativos.   Si   pedimos   instrucciones   sobre   cómo   llegar   a  cierto  sitio,  por  ejemplo,  a  alguien  que  debería  saberlo  (por  vivir  en  el  lugar  o  por   otro  motivo)   pero   no   lo   sabe,   puede   pasar   que   recibamos   información  insuficiente   e   incluso   equivocada,   si   esa   persona   es   incapaz   de   admitir   su  ignorancia.       d)  Violación  patente     Finalmente,  podemos  calcular   implicaturas  si  advertimos  que  el   inter-­‐locutor   está   violando   las   máximas   deliberadamente.   Imagínese   un   diálogo  como  el  siguiente:  

(24)  A.  ¿Qué  te  parecido  mi  conferencia?  B.  ¡Qué  calor  hacía  en  la  sala!  

 La   respuesta   de   B   contraviene   abiertamente   la  máxima   de   relación:   hay   un  cambio  súbito  de  tema  en  relación  con  la  pregunta  anterior.  A  infiere  que  su  pregunta  es  improcedente,  o  que  B  no  quiere  opinar  sobre  el  asunto,  o  que  la  conferencia  no  ha  sido  en  absoluto  del  agrado  de  B.  

5.3  Tipos  de  implicaturas  conversacionales  

  Grice  distingue  dos  tipos  de  implicaturas  conversacionales:  las  particu-­‐larizadas    y  las  generalizadas.       Las  particularizadas   se  calculan  en  un  contexto  concreto,  del  que  de-­‐penden.  Pueden  cancelarse  o  anularse.    Considérese  este  caso:  

(25)  A.  ¿Qué  hora  es?  B.  El  cartero  no  ha  pasado  todavía.    

El   aserto   de  B   implica   que   la   hora   solicitada   corresponde   a   algún  momento  previo  al  momento  de  pasar  el  cartero.     Las  implicaturas  generalizadas  dependen  de  un  contexto  que  siempre  es   interpretado  de   la  misma  manera;  se  calculan,  por  ello,  más  rápidamente  que   las   anteriores   y   también   son   cancelables.   Un   ejemplo   clásico   es   el   del  artículo  un,  usado  como  en  el  ejemplo  siguiente:  

(26)  Marta  ha  quedado  con  un  hombre  esta  noche.  

 La  expresión  un  hombre   implica  que  el  hombre  aludido  no  pertenece  al  con-­‐junto   de   los   hombres   cercanos,   por   alguna   razón,   a  Marta   (por   ejemplo,   su  

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marido,  su  padre,  su  amigo  x,  su  hermano...).  Cuando  el  contexto  nos  impone  hablar   así   de   alguien   o   algo   (usando   un),   siempre   implicamos   la   no   perte-­‐nencia  de  esa  persona  o  cosa  a  un  conjunto  como  el  aludido.  Ocurre  igual  en:  

(26)  Entré  en  una  casa.  

 Quien   haya   emitido   este   enunciado   implica   que   la   casa   aludida   no   es,   por  ejemplo,  su  casa.     Otros   ejemplos   de   implicaturas   generalizadas   los   tenemos   en   los  siguientes  casos:  

(27)  Pepe  tiene  tres  hijos.  (28)  Llevaba  una  camisa  amarilla.  

 En   (27)  hablamos  de  cierta   cantidad  de  hijos   (tres)  e   implicamos  que  ésa  es  exactamente  la  cantidad  de  que  se  trata  (‘exactamente  tres  hijos’,  ‘tres  hijos:  ninguno  más’...).  Al  decir  en  (28)  que  la  camisa  en  cuestión  tiene  la  propiedad  de   ser   amarilla,   implicamos   también   que   tal   camisa   es   amarilla   en   su   tota-­‐lidad.     En  todos  estos  casos  se  podría  cancelar  la  implicatura:    

(26’)  Marta  ha  quedado  con  un  hombre  esta  noche;  creo  que  con  su  amigo  Pablo.  (27’)  Entré  en  una  casa:  la  de  mi  hermana.  (28’)  Pepe  tiene  tres  hijos:  bueno,  cuatro,  ahora  que  caigo.  (29’)  Llevaba  una  camisa  amarilla.  No.  Era  amarilla  y  blanca...  

 

6.  LO  DICHO  Y  LO  IMPLICADO  (II):  LA  TEORÍA  DE  LA  RELEVANCIA  

6.1  Introducción  

  La  teoría  de  la  relevancia,  debida  a  Sperber  y  Wilson,8  ha  ido  ganando  aceptación  en  los  últimos  años,  y  hoy  en  día  puede  considerarse,  junto  con  los  desarrollos   del   modelo   griceano,   una   de   las   teorías   más   influyentes   en   el  ámbito  de  la  Pragmática.     Aunque   inspirada  en  Grice,   la   teoría  de   la   relevancia  no  puede  consi-­‐derarse  una  mera  extensión  de  las  ideas  griceanas,  pues  propone  una  manera  diferente   de   explicar   el   proceso   de   la   comunicación   lingüística.   Muchos  lingüistas   consideran   que   el   modelo   de   la   relevancia   supera   al   de   Grice   en  poder   explicativo,   y   que   además   satisface   la   intuición   que   tenemos,   como  usuarios  del  lenguaje,  acerca  de  los  procesos  de  comunicación  verbal.  

8   D.   Sperber   y   D.   Wilson,   Relevance.   Communication   and   cognition.   Cambridge   (MA):   Harvard  University  Press,  1986.  (Trad.  esp.:  Relevancia.  Comunicación  y  procesos  cognoscitivos.  Madrid:  Visor,  1994.)  

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  La  relevancia9  es  el  principio  que  explica  todos  los  actos  comunicativos  lingüísticos,  sin  excepción  alguna:  porque  damos  por  descontado  que  nuestro  interlocutor  es  relevante,  es  por  lo  que  le  prestamos  atención.     Grice  mostró   que,   para   hacer   posible   la   comunicación,   los   hablantes  deben   tener   ciertas   expectativas   sobre   la   conducta   de   sus   interlocutores.  Según   Grice,   los   hablantes   damos   por   hecho   que,   en   la   conversación   y   en  otras  tareas  que  hacemos  en  compañía,  somos  cooperativos.  Pero,  ¿por  qué  somos   cooperativos?   Según   Sperber   y   Wilson,   porque   tenemos   algo   que  ganar:  conocimiento  del  mundo.     En  efecto,  a  cambio  del  esfuerzo  de  dedicar  atención,  tiempo  y  memo-­‐ria  a  entender  lo  que  nos  dicen,  recibimos  o,  al  menos,  suponemos  que  siem-­‐pre   vamos   a   recibir,   “efectos   cognoscitivos”,   es   decir,   una   modificación   o  enriquecimiento  de  nuestro  conocimiento  del  mundo.   Lo  que  esperamos  de  nuestro   interlocutor   es   que   tenga   la   intención   de   ser   relevante,   esto   es,   de  decirnos   algo   que   contribuya   de   algún   modo   a   enriquecer   nuestro   conoci-­‐miento   del   mundo,   sin   exigirnos   un   esfuerzo   desmedido   de   interpretación,  porque  tendemos  a  equilibrar  ganancia  y  esfuerzo.  Cuantos  más  efectos  cog-­‐noscitivos  produzca  un  enunciado,  y  menos  esfuerzo  de   interpretación  exija,  más  relevante  será.     Cada  enunciado  lingüístico  intencional  viene  con  una  garantía  de  rele-­‐vancia.   Como   -­‐según   Sperber   y  Wilson-­‐   todas   nuestras   actividades   informa-­‐tivas  se  orientan  hacia  la  meta  general  y  abstracta  de  mejorar  nuestro  conoci-­‐miento  del  mundo,   la  garantía  de   relevancia  permite  contar   con  que,   si  una  persona  produce  un  estímulo  verbal  deliberado,  ese  estímulo  merece  nuestra  atención  y  el  esfuerzo  de  interpretarlo,  ya  que  produce  los  efectos  cognosci-­‐tivos  que  nos  interesan,  a  corto  o  a  largo  plazo.     En   nuestro   entorno   cognoscitivo   hay   información   inmediatamente  accesible,   que   no   necesita   ser   procesada,   y   hay   información   totalmente  desconectada,   que   exigiría   un   gran   esfuerzo   de   procesamiento,   quizá   en  buena  parte   inútil.  Un   tercer   tipo   de   información   es   nueva,   pero   conectada  con   la  que  ya  tenemos:   la  conexión  provoca  más   información  nueva,  que  no  se  hubiera  podido  inferir  sin  la  conexión.  Esta  información  es  la  más  relevante,  pues  produce  un  efecto  de  multiplicación  con  menos  coste  de  procesamiento.     Los  resultados  de  esta  multiplicación  se  llaman  “efectos  contextuales”.  Una  información  nueva  puede  tener  efectos  contextuales  de  dos  maneras:     a)   la   información   nueva   permite   reforzar   la   información   ya   existente  en  la  memoria;     b)  la  información  nueva  contradice  o  debilita  la  información  anterior.     Cuando   un   elemento   informativo   tiene   efectos   contextuales   en   un  determinado  contexto,  Sperber  y  Wilson  lo  consideran  relevante  en  ese  con-­‐texto.  El  de  relevancia  no  es  un  concepto  absoluto:  hay  grados  de  relevancia.  Para  medir   la   relevancia   de   un   enunciado   debe   calcularse   la   relación   entre  

9  Término  técnico  cuya  versión  más  cercana  en  el  lenguaje  corriente  sería  pertinencia.  

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efectos  contextuales  y  coste  de  procesamiento.  La   relevancia  puede  presen-­‐tarse  como  una  fracción:  

Relevancia  =  efectos  cognoscitivos  /  esfuerzo  de  procesamiento  

 Según   la   teoría   de   la   relevancia,   lo   que   quiere   decir   el   hablante   está   deter-­‐minado  por  su  intención  de  ser  relevante,  y  la  interpretación  del  oyente  está  guiada  exclusivamente  por  la  presunción  de  que  lo  que  se  le  dice  es  relevante.  La  relevancia  es  el  engranaje  oculto  que  pone  en  relación  lo  dicho  y  lo  trans-­‐mitido  por  implicación,  y,  del  otro  lado  del  circuito,  la  relación  entre  lo  trans-­‐mitido  y  lo  interpretado  por  el  oyente.     Sperber  y  Wilson  consideran  que  la  Pragmática  es  la  teoría  de  la  inter-­‐pretación  de  los  enunciados,  y  destacan  el  papel  fundamental  de  la  inferencia  en  ese  proceso  de  interpretación.  Entender  un  enunciado  tiene  dos  aspectos:  por  un  lado,  se  descodifican  los  signos  lingüísticos;  por  otro,  se  crea  un  puente  que  vaya  de   lo  dicho  a   lo   implicado,  y  esto  no  se  hace  mediante  más  desco-­‐dificación,  sino  mediante  inferencias.  A  Grice  debemos  la  primera  elaboración  de   un  modelo   que   dé   cuenta   del   proceso   inferencial.   Sperber   y  Wilson   han  querido   llegar   más   lejos   e   intentan   explicar   la   comunicación   mediante   un  principio  no  sólo  único  sino  también  más  general  y  explicativo  que   las  máxi-­‐mas  de  Grice:  el  principio  de  la  relevancia.  Este  principio,  por  ser  cognoscitivo,  puede  postularse  como  universal.     Una   vez   que   se   propone   que   la   conducta   lingüística   de   los   seres  humanos  está  fundada  en  un  principio  cognoscitivo  universal  que  incluye  toda  forma   de   cooperación,   las   máximas   del   principio   de   cooperación   resultan  superfluas:  basta  con  el  principio  de  relevancia  para  explicar  la  comunicación  lingüística.  Este  principio,  a  diferencia  de  las  máximas,  no  admite  ser  seguido  o  violado:  los  hablantes  no  “respetan”  el  principio  de  relevancia,  ni  lo  pueden  violar  por  más  que  quieran,  ni  tienen  que  conocerlo,  ni  aprenderlo:  se  aplica  a  todos   los   actos   de   comunicación,   sin   excepción.   Por   supuesto   el   hablante  puede  fracasar  en  un  intento  comunicativo  y  no  ser  relevante.  Lo  que  basta  es  que  transmita,  con  su  enunciado,   la  presunción  de  que  éste  es  óptimamente  relevante,  porque  esa  relevancia  determina   la   interpretación  de  dicho  enun-­‐ciado.  

6.2  Inferencias  y  contexto  

  La   inferencia   es   un   proceso   de   razonamiento   deductivo.   Se   parte   de  ciertas  premisas  para  llegar  a  una  conclusión  que  se  sigue  lógicamente  de  esas  premisas.  Lo  interesante  es  cómo  seleccionamos  las  premisas  en  nuestro  tra-­‐bajo  interpretativo,  que  es,  como  ya  se  ha  dicho,  una  búsqueda  de  relevancia.  Veamos  un  ejemplo:  

(30)  A.  ¿Vas  a  comprar  el  diccionario?  B.  He  gastado  todo  el  dinero  que  tenía.  

 

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En  el  esquema  griceano,  la  respuesta  de  B  parece  violar  la  máxima  de  relevan-­‐cia,  pero  el  oyente  hace  un  breve  razonamiento  e  infiere  una  implicatura:  B  no  va   a   comprar   el   diccionario   porque   no   tiene   dinero.   Para   Sperber   y  Wilson  ésta  es  una  explicación  post  facto,  y  además  insuficiente,  ya  que  deja  a  oscu-­‐ras  por  qué  se  hace  la  conexión  entre  comprar  el  diccionario  y  haber  gastado  el  dinero.     Según   la  teoría  de   la  relevancia,  para   interpretar   la  respuesta  de  B,  A  construye  un  contexto,  que  es,  más  o  menos,  el  que  B  esperaba  que  constru-­‐yera.  En  este  contexto  figuran  ciertos  conocimientos  y  creencias,  por  ejemplo  que  se  necesita  cierta  cantidad  de  dinero  para  comprar  un  diccionario  y  que  B  no  tiene  ese  dinero.  De  estas  premisas  A  saca  la  implicatura  “B  no  va  a  com-­‐prar   el   diccionario”.   El   contexto   constituido   por   las   premisas   es   un   subcon-­‐junto   de   las   creencias   y   conocimientos   de   toda   índole   que   probablemente  posee  A;  tal  conjunto  está  formado  por  conocimientos  científicos,  culturales,  sociales,   religiosos,   políticos,   económicos,   lingüísticos,   y   conocimientos   que  surgen   de   la   situación,   conocimientos   sobre   el   interlocutor   y   su   historia  pasada,   sobre  el  modo  en  que  se  gasta  el  dinero,   sobre  por  qué  gana  poco,  sobre  la  relación  entre  ellos,  etc.  El  contexto  que  A  tiene  a  su  alcance  puede  incluir   también   conocimientos   sobre   los   diccionarios,   sobre   cuáles   son   los  mejores,  sobre  cómo  se  hacen,  sobre  por  qué  son  caros,  etc.  Nótese  que  toda  esa   información   está   a   disposición   de   A,   y   sin   embargo   esta   persona   sólo  selecciona   el   subconjunto   de   conocimientos   que   le   sirve   para   interpretar   lo  que  dice  B.  Y  esto  es  así  porque  A  sabe  que  B  quiere  ser  relevante,  y  la  única  interpretación   consistente   con  el   principio  de   relevancia  es  que  B  no  puede  comprar  el  diccionario.  Ésa  es,  pues,  la  interpretación  más  plausible,  y  por  lo  tanto   la   implicatura  más   importante  del  enunciado  de  B.   Y  decimos   “la  más  importante”   porque   la   respuesta   de   B   es   más   rica   en   información   que   un  simple  “No  voy  a  comprar  el  diccionario”,  y  permite  inferir  otras  implicaturas  también,  es  decir,  se  liga  con  otros  subconjuntos  de  conocimientos  del  oyente  y   produce  más   efectos   contextuales   (por   ejemplo,   que   a   B   no   le   alcanza   el  dinero,  o  que  B  es  una  persona  despilfarradora,  etc.).     El  contexto,  en  la  teoría  de  la  relevancia,  se  define  en  términos  psico-­‐lógicos,  no  sociales,  culturales  o  discursivos,  de  modo  que  la  definición  es  uni-­‐taria,  y  evita  las  dificultades  vistas  anteriormente  (vid.  2.4).  Las  creencias  ope-­‐rativas   que   forman   el   contexto   de   cada   interacción   pueden   derivar   de   la  percepción  inmediata  de  la  situación,  de  lo  que  se  ha  dicho  antes,  o  provenir  de   la  memoria.   Lo   importante   es   que   los   interlocutores   comparten   o   creen  compartir   una   versión   parecida   del   contexto.   Una   comunicación   con   éxito  depende  de   cierto   conocimiento  mutuo:   de   lo   que   cada   interlocutor   sabe   y  sabe  que  el  otro  sabe.  Veamos  el  caso  siguiente:  

(31)  (A  se  acerca  a  B;  B  está  sentado  frente  al  ordenador,  trabajando.)  A.  ¿Estás  ocupado?  B.  No.  Estoy  jugando  con  un  videojuego.  (A  se  ríe  y  se  va.)  

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 La  persona  A  de  este  diálogo,  para   construir   el   contexto  en  que  debe   inter-­‐pretarse   la   respuesta  de   la  persona  B,  extrae  algunos  elementos  de   la  situa-­‐ción.  Ve,  por  ejemplo,  que  en   la  pantalla  del  ordenador  hay  un  texto,  no  un  juego.   Por   otra   parte,   A   sabe   (y   sabe   que   B   sabe   que  A   sabe)   que   B   usa   el  ordenador   solamente   para   trabajar,   de   modo   que   interpreta   su   respuesta  como   el   enunciado   no   literal   que   es,   haciendo   ciertas   inferencias.   Infiere,  sobre   todo,   que   B   le   ha   transmitido   que   está   ocupado   y   que   no   quiere  interrupciones.   Por   supuesto,   el   enunciado   irónico   de   B   exige   de   A   cierto  esfuerzo  extra  de  procesamiento,   ya  que   contiene  una   crítica  a   su  pregunta  (es  evidente  que  B  está  ocupado,  y  A   sabe  que  B   sabe  que  A   lo   sabe),  pero  también  indica  que  B  sabe  que  A  sabe  que  B  está  hablando  cariñosamente  y  que,   quizá,   no   le   ha   molestado   a   B   la   interrupción   de   A,   y   que   ambos   se  entienden   bien.   Todos   estos   significados   bien   valen   el   esfuerzo   extra   de  entender   una   afirmación   aparentemente   absurda,   y   la   risita   de   A   expresa,  entre   otras   cosas,   la   complicidad   de   ambos   personajes   en   este   intercambio  comunicativo.  

6.3  Indeterminación  lingüística,  explicatura  y  niveles  de  significado  

  Una   premisa   general   de   la   teoría   de   la   relevancia   es   que   los   enun-­‐ciados  son  lingüísticamente  indeterminados,  vagos,  imprecisos.  En  una  prime-­‐ra  etapa  de   interpretación,  para   llegar  a  captar  adecuadamente   lo  dicho  por  un   hablante,   es   decir,   la   proposición   o   proposiciones   que   contiene   un  enunciado,  hace  falta  asignar  referencias  a  las  expresiones  deícticas  y  referen-­‐ciales,  así  como  desambiguar  y  enriquecer  otras.  El  resultado  de  esta  a  veces  complicada   tarea   está   formado   por   la   explicatura   de   un   enunciado.   Así,   la  explicatura  de    

(32)  Ahora  me  hace  falta  el  gato  

 consiste,  por  ejemplo,  en  el  significado  que  obtiene  el  oyente  después  de  asig-­‐nar  un  referente  a  ahora  y  de  desambiguar  el  sentido  de  gato  (animal,  o  apa-­‐rato  para   levantar  el  automóvil).  Como  se  ve,  este  significado  explícito,  aun-­‐que  está  dicho  y  no  sobreentendido  ni   implicado,  depende,  sin  embargo,  de  una  serie  de  inferencias  por  parte  del  oyente.  Otros  ejemplos:  

(33)  (Por  el  portero  electrónico.)  A.  ¿Quién  es?  B.  Yo.  A.  Te  abro.  

(34)  (Eligiendo  pañuelos  de  seda.)  Compradora:  ¿Éstos  son  los  de  15  euros?  Y  aquél  verde,  ¿cuánto  cuesta?  Vendedora:  Bueno,  ése  es  un  poquito  caro.  

(35)  Luisa  ya  tiene  cierta  edad.  

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 En   (33)   A   debe   asignar   referencia   al   pronombre   personal   antes   de   abrir   la  puerta.   La   explicatura   de   yo   es,   por   ejemplo,   “soy   Pepe”,   proposición   que  debe   reconstruir   el   oyente   a   partir   de   la   forma   deíctica   empleada   y   otros  datos  provenientes  del  entorno  (la  voz  de  quien  dice  yo,  la  hora  en  que  tiene  lugar  el   intercambio,  etc.).  En   (34)  y   (35)  no  son  tan  escuetos  como  en   (33),  pero  el  oyente  tiene  que  hacer  ciertas  inferencias  para  reconstruir  lo  dicho.  En  (34)   hay   que   completar   el   significado   que   tiene   la   palabra   poquito   en   este  contexto,  para  recuperar  una  explicatura  como  “el  pañuelo  verde  es  bastante  mas   caro”   o   “ese   pañuelo   es  más   caro   de   lo   que   usted   parece   dispuesta   a  pagar”.  Por  supuesto,  ése  no  es  el  significado  básico  o  semántico  de  poquito,  pero   lo   adquiere  en   ciertos   contextos,   y   ese   significado  extra  es  parte  de   la  explicatura,  pues  contribuye  a  conformar   la  proposición  completa  expresada  por   la   vendedora.   En   (35)   la   palabra   cierto,   que   generalmente   quiere   decir  ‘determinado’   (como  cuando  aparece  en  expresiones  como  ciertas  palabras,  cierto  día),  en  esta  ocasión  expresa  que  la  persona  en  cuestión  es  “ya  mayor”,  “demasiado  vieja  como  para  hacer  algo”,  “mayor  de   lo  que  uno  pensaría”,  o  algo  parecido.     En  una  segunda  etapa  de  interpretación,  el  oyente  debe  llegar  a  enten-­‐der  lo  que  el  hablante  quiere  decir  con  ese  enunciado,  para  lo  cual  debe  hacer  más  inferencias,  asociando  la  forma  proposicional  obtenida  en  la  etapa  previa,  con  todos  los  datos  pertinentes  del  contexto.  En  la  primera  etapa  de  la  inter-­‐pretación  se  reconstruye  lo  dicho  (la  proposición  completa,  que  puede  some-­‐terse  a  condiciones  de  verdad  o  falsedad),  y  en  la  segunda  etapa  se  recupera  lo  comunicado,  que  es  todo  el  significado,  tanto  explícito  como  implícito,  que  ha  intentado  transmitir  el  hablante.     En   la   teoría  de   la   relevancia,   de  modo  más   claro  que  en   la   teoría  de  Grice,   se   considera   que   lo   dicho   está   formado   no   solamente   por   los   signifi-­‐cados  convencionales,  sino  por  el  resultado  de  la  asignación  de  referencias,  la  desambiguación  y  el   enriquecimiento  de  algunas  expresiones.  De  modo  que  podemos  distinguir  tres  niveles  de  significado:  

  Nivel  1:  Significado  convencional  de  la  oración.     Nivel  2:  Lo  dicho.     Nivel  3:  Lo  comunicado.  

 El   nivel   3   resulta,   como   sabemos,   del   resultado   de   los   procesos   de   desco-­‐dificación  e   inferencia,   incluyendo   la   inferencia  de   implicaturas   conversacio-­‐nales.  En  el  modelo  griceano  y  en   los  neogriceanos   se  ha  prestado  atención  preferentemente   al   paso   del   nivel   2   al   3,   que   consiste   en   recuperar   signi-­‐ficados   implícitos.   La   teoría   de   la   relevancia   intenta   explicar   además   cómo  llegamos  a  interpretar  el  nivel  2,  lo  dicho,  proponiendo  que  el  paso  del  primer  nivel   al   segundo   se   cumple   mediante   un   proceso   inferencial   semejante   al  requerido  para  el  paso  de  lo  dicho  a  lo  comunicado.  El  resultado  de  esta  tarea  

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inferencial  que  liga  el  nivel  1  con  el  2  es  la  explicatura  de  un  enunciado,  la  pro-­‐posición  completa  que  expresa  un  hablante.       Así  pues,  el  significado  completo  de  un  enunciado,  el  significado  que  el  hablante  quiere  comunicar,  está  formado  por  la  explicatura  y  las  implicaciones  pragmáticas   o   implicaturas.   Ambos   procesos   están   guiados   por   la   búsqueda  de  relevancia.  La  relevancia  contextual  de  un  enunciado  es  la  información  más  apropiada   y  más   accesible   para   el   interlocutor:   la   información   que   viene   al  caso,   que   se   conecta   con   los   conocimientos   anteriores   del   hablante   y   que  produce  más  cambios  en  el  contexto  con  menos  esfuerzo  de  procesamiento.  

 

7.  LA  CORTESÍA  LINGÜÍSTICA    

Una  tesis  central  de   las  teorías  de   la   interpretación,  tanto   la  de  Grice  como   la   de   Sperber   y   Wilson,   es   que   los   hablantes   poseen   una   serie   de  expectativas   (por   ejemplo,   que   el   interlocutor   diga   la   verdad,   o   que   sea  relevante),  gracias  a  las  cuales  pueden  descifrar  los  significados  intencionales  transmitidos   en   los   intercambios   lingüísticos.   Pero   algunas   de   esas   expecta-­‐tivas  no  tienen  que  ver  con   la  transmisión  de   información,  sino  con  el  modo  de   realizarse   la  acción   lingüística  para  mantener   las  buenas   relaciones  entre  los   interlocutores.   Esas   expectativas,   relacionadas   con   la   cortesía,   pueden  entrar  en  conflicto  con  las  que  suelen  asociarse  a   la  transmisión  eficiente  de  información.   Decir   la   verdad,   por   ejemplo,   que   es   una   norma   de   eficiencia  informativa,  puede  ser  descortés  en  determinadas  circunstancias.  La  cortesía  lingüística   no   es   solamente   un   problema  de   normas   sociales   variables,   apto  para   ser   estudiado   por   la   sociología   y   la   sociolingüística   (vid.   tema   9),   sino  también   un   problema   de   Pragmática   general,   puesto   que   es   imprescindible  dar  su  lugar  a  la  cortesía  en  la  descripción  de  los  principios  que  guían  la  comu-­‐nicación  humana.       La  teoría  más  difundida  sobre  la  cortesía  es  la  de  Brown  y  Levinson10,  expuesta  en  su  famoso  libro  Politeness.  En  el  prólogo  a  este  libro,  J.  Gumperz  afirma  que  la  cortesía  es  uno  de  los  elementos  básicos  del  orden  social,  y  una  precondición   de   toda   forma   de   cooperación   entre   los   seres   humanos.   La  cortesía   se   refleja,   como   no   podía   ser   menos,   en   el   lenguaje.   Si   podemos  encontrar   regularidades   gramaticales   y   sociales   subyacentes   que   expliquen  principios  universales  de  cortesía  y  variaciones  según  comunidades,  situacio-­‐nes  e  individuos,  habremos  dado  un  gran  paso  para  demostrar,  dice  Gumperz,  que  el  lenguaje  tiene  básicamente  naturaleza  social.    

10   P.   Brown   y   C.   Levinson,   Politeness.   Some   universals   in   language   use.   Cambridge:   Cambridge  University  Press,  1987.  

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  La   teoría   de   Brown   y   Levinson   propone   un   marco   teórico   que   da  cuenta  de  los  datos  interlingüísticos  e  interculturales,  y  hace  predicciones  que  han  sido  comprobadas  en  numerosos  estudios  de  campo.  Está  basada  en  dos  nociones:   la  noción  de  que   la   comunicación  es  una  actividad   racional  orien-­‐tada  hacia  alguna  meta,  y  la  noción  de  que  cada  individuo  desea  conservar  su  face  o  imagen  pública.     La   imagen  pública   (face)   consiste  en  dos   tipos  de  deseo:  el  deseo  de  autodeterminación,   de  no   recibir   imposiciones   (imagen  negativa)   y   el   deseo  de   ser   aprobado,   aceptado   (imagen  positiva).   Como   la   imagen  del   otro  está  constantemente  amenazada  por  nuestros  actos   lingüísticos,  hemos  de  calcu-­‐lar   bien   los   riesgos   de   éstos,   a   fin   de   mantener   con   el   interlocutor,   hasta  donde  sea  posible,   la  mejor  relación.  Por  ejemplo,  pedir  algo  a  alguien  puede  constituir   una   amenaza   tanto   a   la   imagen   positiva   (la   petición   limita   la   auto-­‐nomía  de  quien  deba  dar   la   respuesta)  como  a   la  negativa   (toda   limitación  de  autonomía  es  reducción  del  espacio  «privado»).  Pero  el  emisor  puede,  si  conoce  al   destinatario   (y   otras   peculiaridades   contextuales),   reducir   el   efecto   de   esta  amenaza  alimentando  ya  la  parte  positiva  de  la  imagen  de  éste  último:  

(37)  Tú  eres  la  única  persona  que  puede  ayudarme,  ¿podrías  prestarme  el  coche?  

 ya  la  negativa:    

(38)  Mira,  lo  siento;  sé  que  esto  es  demasiado,  pero,  por  favor,  ¿podrías  prestarme  el  coche?    

 En   el   primer   caso   el   emisor   trata   de   que   el   destinatario   se   sienta   apreciado,  importante,  indispensable  (Tú  eres  la  única  persona  que  puede  ayudarme);  en  el  segundo,  viene  a  decir  de  modo  patente  que  lo  solicitado  es  una  intrusión  en  el  campo  del  otro  y  que  es  consciente  de  semejante  desacato  (Mira,  lo  siento;  sé  que  esto  es  demasiado).  Puede  darse  también  el  caso  de  que  en  el  intercambio  no  se  manifieste  reducción  alguna,  esto  es,  que  la  expresión  sea  abierta  y  direc-­‐ta:    

(39)  ¡Salten  a  los  botes,  rápido!  (En  un  naufragio.)    

(40)  Oye,  pásame  el  salero.  (En  una  comida  familiar.)    

 Se  advierte  en  estos  casos  cómo  la  presión  del  contexto  (la  eficacia  con  que  deba  transmitirse   cierta   información),   la   distancia   social   que  medie   entre   los   inter-­‐locutores,  el  conocimiento  mutuo  que  tengan  de  sí  mismos,  constituyen  factores  que   influyen  decisivamente  en   cómo  manifestar   la   cortesía   y,   por   ende,   en   la  elección  de  las  formas  lingüísticas  más  apropiadas.  Así,  el  imperativo  no  resulta,  como  se  ve,  «descortés»  en  estos  casos;  en  cambio,  podrían  resultar  absurdas  o  descorteses,  por  lo  desconcertantes,  otras  expresiones  pretendidamente  «corte-­‐ses»:    

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(41)  Por  favor,  ¿serían  ustedes  tan  amables  de  saltar  con  rapidez  a  los  botes?  Es  que  el  barco  se  está  hundiendo.  

(42)   Por   favor,   ¿serías   tan   amable   de   pasarme   la   sal?   Es   que   está  muy   lejos   y   no  alcanzo.  

 Estos  mismos  factores  pueden,  según  la  situación,  llevar  a  estrategias  con  que  se  manifieste  muy  indirectamente,  de  modo  encubierto,  la  intención  del  hablante  y  se   respete   en   gran   medida,   en   virtud   de   ello,   la   imagen   del   destinatario.   Si  alguien  me  dice,  mientras  me  tomo  con  fruición  un  helado:  

(43)  ¡Vaya  helado!    

 puedo  interpretar,  llegado  el  caso,  que  tal  persona  me  ha  pedido  algo  de  modo  encubierto;  por  ejemplo,  que  le  gustaría  probar  el  helado  en  cuestión.  Gracias  a  este  procedimiento,  yo,  el  interpelado,  quedo  mucho  más  libre  para  responder  que  en  el  caso  de  que  tal  petición  hubiese  sido  formulada  de  un  modo  menos  indirecto   o   de   un   modo   directo   (por   ejemplo,   así:   ¡Qué   helado   tan   bueno!  ¿Puedo  probarlo?  o  Dame  que  lo  pruebe).       El  mantenimiento  de  la  imagen,  que  es  a  lo  que  responde  la  cortesía,  es  algo  que  se  espera  sea  mantenido  dentro  de  los  límites  que  se  juzguen  adecua-­‐dos   en   una   situación   comunicativa   dada.   Los   hablantes   conocen   y   explotan,  cuando  comunican,  los  factores  con  que  impregnan  su  expresión  de  la  cortesía  deseada;  es  decir,  conocen  de  modo  efectivo  las  estrategias  que  con  ellos  cabe  urdir  en  las  distintas  situaciones  tanto  para  «amenazar  la  imagen  del  otro»  como  para  no  hacerlo.  Según  Brown  y  Levinson   los   factores  en  cuestión  son   los  que  siguen:    

a)  Distancia   social   (social   distance):   relación   simétrica   que   incluye   el   grado   de  familiaridad  y  contacto  existente  entre  los  interlocutores  en  un  momento  dado.    

b)  Poder  relativo  (relative  power),  relación  asimétrica:  el  poder  que  el  hablante  puede  ejercer   sobre   el   oyente   en   función   de   su   pertenencia   a   algún   estrato   de   cierta  jerarquía  social  establecida.    

c)  Grado   de   imposición   (imposition   ranking):   el   que   en   una   cultura   dada   siempre  conlleva  la  realización  de  cierto  acto  (pedir,  preguntar,  anunciar;  pedir,  en  nuestra  cultura,   un  bolígrafo  no   tiene   el  mismo  peso  que  pedir   prestado  el   coche  o  una  suma  considerable  de  dinero,  etc.).  

 Con   estos   factores,   que,   como  puede   apreciarse,   son   de   naturaleza   social   y  cultural,  cabe  calcular  el  riesgo  que  conlleva  la  realización  de  una  acción  que  amenace  la  imagen  (que,  en  principio,  es  supuesta  por  cualquier  intercambio  lingüístico):    

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  Riesgo  (AAI)  x  =  (D  +  P  +  G)  x  

  (AAI  =  «acción  que  amenaza  la   imagen»;  D  =  «distancia  social»;  P  =  «poder  relativo»;  G  =  «grado  de  imposición»)  

 Tras   realizar   este   cálculo   en   cada   situación,   se   opta   en   función   de   ello   por   la  estrategia  más  conveniente.  He  aquí  el  marco  general  de  tales  estrategias  pro-­‐puesto  por  Brown  y  Levinson:    

No  haga  la  AAI                                                                                                                        Haga  la  AAI                                                          encubiertamente                abierta  e  indirectamente              abierta  y  directamente                                                                                                                                    con  Cneg.                          con  Cpos.              (++)                                                          (+)                                                (0)                                                    (-­‐)                                                                          (-­‐  -­‐)  máximo                                                                                                                                                                                                                                                    mínimo  

                                                                                                                                                   riesgo                                                            (Cpos  =  «cortesía  positiva»;  Cneg  =  «cortesía  negativa»)  

 Por   tanto,   si   el   intercambio   pretendido   arroja,   tras   el   cálculo  mencionado,   un  riesgo  muy   alto,   quizá   convenga   no   emprender   tal   intercambio   («No   haga   la  AAI»).   Si   el   riesgo   decrece,   cabe   emprenderlo   («Haga   la   AAI»),   pero   su  estructura,  por   lo  que  toca  a   la  cortesía,  dependerá  del  grado  que  presente  el  riesgo  en   cuestión   (de  mayor  a  menor   riesgo:  «AAI  encubierta»,  «AAI  abierta,  indirecta   y   con   cortesía   negativa»,   «AAI   abierta,   indirecta   y   con   cortesía  positiva»  y  «AAI  abierta  y  directa»).       El   estatus   teórico   de   los   principios   de   cortesía   lingüística   es   campo  abonado   para   la   discusión.   ¿Son   tan   importantes   las   máximas   de   cortesía  como  las  del  principio  de  cooperación  o  el  de  relevancia?  Dicho  de  otro  modo,  ¿es  tan  necesario  ser  cooperativo  o  relevante  como  cortés?  Es  difícil  por  ahora  dar   una   respuesta   definitiva   a   esta   pregunta.   Lo   que,   sin   embargo,   no   se  puede  pasar   por   alto   es   que   la   cortesía   es   necesaria   para   llevar   a   cabo   con  éxito   los   actos   de   habla,   porque  permite   el   acceso   al   interlocutor   y   el   esta-­‐blecimiento  de  una  buena   relación  con  él,  asegurándose  así   la  eficacia  de   la  comunicación.   Además,   las   normas   de   cortesía   inciden   directamente   en   las  elecciones  lingüísticas:  entonación,  formas  de  tratamiento,  tiempos  verbales,  técnicas  narrativas.  

   

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Searle,   J.   (1979):  Expression   and  meaning.   Studies   in   the   theory   of   speech   acts,   Cambridge,   Cambridge  University  Press.    Sperber,  D.,  Wilson,  D.  (1986):  Relevancia,  Madrid:  Visor,  1994.    Valdés  Villanueva,  L.  M.  (ed.)  (1991):  La  búsqueda  del  significado,  Madrid,  Murcia,  Tecnos,  Universidad  de  Murcia.    *Verschueren,  J.  (1999):  Para  entender  la  pragmática.  Madrid.  Gredos,  2002.      

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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1  En   el   texto   siguiente   se   reproduce   un   fragmento   del   diario   de   Gurb,   un  extraterrestre  que  visita  la  Tierra  y  observa  sus  costumbres:    

04.00   Se  me  acerca  una  chica  muy   joven  y  atractiva.  Con  gran  desenvoltura  me  pregunta  que  si  estudio  o  trabajo.  Le  respondo  que,  en  realidad,  no  puede  hacerse  esta  distinción,  porque  quien  estudia  aplicadamente,  realiza  el  más  importante  de  los  trabajos  (para  el  día  de  mañana),  del  mismo  modo   que,   quien   pone   los   cinco   sentidos   en   su   trabajo,   algo   nuevo   aprende   cada   día.   Sin   duda  satisfecha  por  mi  respuesta,  la  chica  se  aleja  a  buen  paso.  

(Eduardo  Mendoza,  Sin  noticias  de  Gurb.  Barcelona:  Seix  Barral,  1991;    p.104.)  

  ¿Qué  quiso  decir  la  chica  con  su  pregunta?   ¿Cómo  interpretó  Gurb  la  pregunta  de  la  chica?   ¿Cómo  reacciona  la  chica  ante  la  respuesta  de  Gurb?   ¿Cómo  interpreta  Gurb  la  reacción  de  la  chica?  

 

2  Aquí  tienes  dos  cartas.  Léelas  atentamente:             Muy  Sr(a).  nuestro(a):  

  Telefónica  tiene  el  gusto  de  comunicarle  que,  a  partir  del  próximo  primero  de  mayo,  podrá  Vd.  utilizar  nuestro  servicio  de  asistencia  al  cliente.  Este  servicio  le  permitirá  realizar  cuantas   consultas   considere   necesarias   para   aclarar   todo   lo   concerniente   a   contratos,  facturación,   reclamaciones,   etc.   Este   servicio   funcionará   las   veinticuatro  horas   del   día,   es  gratuito  y  podrá  beneficiarse  de  él  sólo  con  que  marque  el  número  1004.     Sin  otro  particular,  y  en  la  confianza  de  que  este  servicio  sirva  para  mejorar  nuestras  relaciones  con  Vd.,  reciba  un  cordial  saludo.  

              Hola  XXX  (nombre  de  pila):  

  Telefónica   desde   el   primero   de   mayo   próximo   ya   tiene   servicio   de   asistencia   al  cliente.  Ya  puedes  enterarte  de  todo  lo  que  no  entiendas  sobre  el  recibo,  el  contrato  o  para  cualquier   otra   cosa   que   te   interese.   Llama   al   1004.   No   cuesta   nada.   Y   además   puedes  hacerlo   a   cualquier   hora.   El   servicio   es   las   veinticuatro   horas.   Llama   y   responderemos   a  todas  tus  preguntas.     Te  esperamos.  

   Seguramente  habrás  observado  que  en  ambas  cartas  se  dice  más  o  menos  lo  mismo,  pero  de  distinto  modo.  ¿Por  qué  es  esto  así?  Para  contestar  a  esta  pregunta,      

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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primero  delimita  con  exactitud  qué  es  lo  que  se  dice  en  ellas;  después,  intenta  describir   cómo   es   presentada   esta   información   en   cada   carta   (con   qué  palabras,  con  qué  tipo  de  oraciones;  etc.);    

luego,  con  los  datos  que  obtengas  sobre  los  modos  de  presentación,  explica  el  probable  efecto  que  tales  modalidades  producirán  en  el  destinatario;    

por  último,  imagina  que,  por  error,  el  destinatario  de  a)  recibe  la  carta  b),  o  a  la  inversa;  ¿qué  ocurriría?  Explica  algunas  situaciones  posibles.  

 

3  Etiqueta   los   actos   ilocutivos   de   las   siguientes   situaciones   como   afortunados   o  desafortunados,   aplicando   criterios   normales   y   cotidianos.   En   cada   caso,   nombra  también  el  acto  ilocutivo  correspondiente.  El  primer  caso  está  resuelto  a  modo  de  ejemplo.    

1) Situación:   Alguien   le   da   un   puñetazo   a   otra   persona.   La   persona   agredida   dice:  ¡Muchas  gracias!    Acto  ilocutivo:  agradecer.    Desafortunado.  

 2) Situación:   En   la   ceremonia   religiosa   de   una   boda,   el   sacerdote   les   dice   a   los  

contrayentes:  Yo  os  declaro  marido  y  mujer.    Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 3) Situación:  Una  niña,  nieta,  a  sus  abuelos:   ¡Deberíais  avergonzaros  de   lo  que  habéis  

hecho!    Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 4) Situación:  Un  hombre  le  dice  a  una  chica:  Vendré  a  buscarte  a  las  seis,  al  tiempo  que  

piensa:  Para  entonces  ya  estaré  fuera  de  la  ciudad.    Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 5) Situación:  Un  mayordomo  a  un  rey:  Podéis  retiraros  ya,  majestad.  

Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 6) Situación:  Alguien  está  fumando  y  otra  persona  le  dice:  Ten  un  cigarro.    

Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 7) Situación:  Un   chico   está   sentado   a   la  mesa,   comiéndose   su   comida,   y   la  madre   le  

dice:  ¡Siéntate  a  la  mesa  ahora  mismo!    Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 8) Situación:  Dos  personas  están  comiendo  en  la  misma  mesa.  La  sal  está  al  alcance  de  

una  de  ellas,  pero  no  de  la  otra.  Ésta  dice  a  la  primera:  ¿Me  pasas  la  sal,  por  favor?    

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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Acto  ilocutivo:    Afortunado/Desafortunado  

 

4  Describe  al  menos  dos  efectos  perlocutivos  posibles  de  cada  uno  de  los  enunciados  que  se  hacen  en  las  siguientes  situaciones.  Ya  está  hecho,  como  ejemplo,  el  (1).    

(1) Un  vecino  a  una  mujer  que  acaba  de  enviudar:  Lamento  mucho  lo  ocurrido.  Posibles  efectos:  la  oyente  vuelve  a  tomar  conciencia  de  su  dolor  y  rompe  a  llorar;  la  oyente,  que   se   esperaba   tal   enunciado,   contesta   con   una   frase   hecha:  Gracias,   ha   sido   un  golpe  muy  duro,  pero  tendré  que  acostumbrarme.  

 (2) Un  profesor  a  un  estudiante:  Te  parecerá  fascinante  el   libro  sobre  los   infinitivos  en  

swahili.    

(3) Un  niño  a  su  profesora  durante  el  recreo:  Señorita,  Guillermo  me  ha  dicho  que  me  vaya  a  la  mierda.  

 (4) En  una  partida  de  ajedrez,  Un  jugador  al  otro:  Acabo  de  hacer  un  mal  movimiento.  

 (5) Un  policía  a  un  hombre,  en  la  calle:  Buenas  tardes.  ¿Vive  usted  por  aquí?  

 

5  Los  siguientes  son  actos  ilocutivos;  se  sugieren  cuatro  condiciones  de  cumplimiento  para  cada  uno  de  ellos.  En  cada  caso,  sólo  dos  de  estas  condiciones  son  correctas.  Indica  cuáles  son:    a)     prometer:  

a.1)   El  emisor  debe  pretender  llevar  a  cabo  lo  prometido  a.2)   El  emisor  debe  ser  inferior  en  status  al  destinatario.  a.3)   Lo  prometido  debe  ser  algo  que  el  emisor  quiera.  a.4)   Lo  prometido  debe  ser  algo  moralmente  malo.  

 b)     disculparse:  

b.1)   El  emisor  debe  ser  responsable  de  aquello  por  lo  que  se  disculpa.  b.2)   El  objeto  de  la  disculpa  debe  ser  (o  haber  sido)  inevitable.  b.3)   El  objeto  de  la  disculpa  debe  ser  algo  moralmente  malo.  b.4)   El  emisor  no  debe  querer  que  el  objeto  de  la  disculpa  suceda  (o  haya  sucedido).  

 C     saludar:  

c.1)   El  emisor  y  el  destinatario  deben  ser  de  distinto  sexo.  c.2)   El  emisor  y  el  destinatario  no  deben  estar  en  mitad  de  una  conversación.  c.3)   El  emisor  debe  pensar  que  el  destinatario  ha  sufrido  recientemente  una  pérdida.  c.4)   El   emisor   siente   respeto   hacia   el   destinatario   y/o   se   siente   unido   (aunque   sea  

ligeramente)  con  él.    d)     bautizar:  

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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d.1)   La  persona  o  cosa  bautizada  no  debe  tener  ya  un  nombre  asignado  y  conocido  para  el  emisor.  

d.  2)   La  comunidad  debe  reconocer  que  el  emisor  tiene  autoridad  para  bautizar.  d.3)   La  persona  o  cosa  bautizada  debe  pertenecer  al  emisor.  d.4)   La   comunidad   debe   guardar   un   respeto   considerable   hacia   la   persona   o   cosa  

bautizada.    e)   protestar:  

e.1)   El  emisor  y  el  destinatario  deben  haber  estado  enfrentados  con  anterioridad.  e.2)   El  emisor  debe  desaprobar  el  estado  de  cosas  por  el  que  protesta.  e.3)   El  estado  de  cosas  por  el  que  se  protesta  debe  ser  desaprobado  por  la  comunidad  en  

general.  e.  4)   El  destinatario  debe  ser  considerado  responsable  (por  el  emisor)  del  estado  de  cosas  

por  el  que  protesta.  

6  Da  las  ilocuciones  directas  e  indirectas  de  los  siguientes  enunciados.  El  primero  está  resuelto,  como  ejemplo.    

1) ¿Por  qué  no  vamos  a  Portugal  este  verano?  D:  Pregunta  (sobre  la  causa  de  que  algo  no  ocurra).  I:  Sugerencia  o  propuesta  del  emisor  al  destinatario  (de  algo  =  ir  a  Portugal  el  verano  próximo).    

2) Permítaseme  decir  que  respaldo  totalmente  la  orden  del  director.  D:    I:    

3) Creo  que  me  estás  buscando.  D:  I  :    

4) Me  veo  obligado  a  pedirte  que  te  marches.  D:  I:    

5) ¿No  crees  que  deberías  llamar  a  tu  madre?    D:  I:  

 Sugiere  alguna  réplica  malintencionada  o   inapropiada,  pero   literalmente  correcta,  para  los  enunciados  (2)-­‐(5).    

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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7  En   la   siguiente   situación,   el   acto   llevado   a   cabo   por   el   enunciado,   ¿parece,   en  primera   instancia,  una  aseveración,  una  pregunta  o  una  orden?  Observa,  en  cada  caso,  el   tipo  de  oración  de  que  se   trate,  esto  es,   si  es  declarativa,   interrogativa  o  imperativa.    

(1) Una   señora   en   el   despacho   de   billetes   de   una   estación   de   ferrocarril:  Querría   un  billete  de  ida  y  vuelta  para  El  Escorial,  por  favor.  Tipo  de  oración:    Acto:  

(2) Un   hablante   en   una   reunión   donde   se   discute   un   problema   social   candente:   ¿Es  correcto  condenar  la  drogadicción?    Tipo  de  oración:  Acto:  

(3) Lord  Bellamy  a   su  mayordomo,  que  adivina   todos   sus  deseos  y  necesidades:  Hace  frío  aquí,  Hudson.    Tipo  de  oración:  Acto:  

(4) A   un   compañero   en   una   excursión,   mientras   se   escala   una   valla:   Se   me   ha  enganchado  la  camiseta  en  la  alambrada.  Tipo  de  acción:  Acto:  

(5) Un  profesor  de  biología:  Observen  que  la  célula  femenina  tiene  dos  cromosomas  X.  Tipo  de  oración:  Acto:  

(6) Una  madre  a  su  hijo,  que  está  comiendo  descuidadamente:  mira  la  de  porquería  que  tienes  debajo  de  la  silla.  Tipo  de  oración:    Acto:  

 

8  En  la  puerta  del  garaje  de  cierta  calle  se  encontraba  el  siguiente  cartel:    

 Compáralo  con  este  otro,  colocado  en  la  puerta  de  un  aula:  

  ¿Qué  tipos  de  actos  de  habla  encuentras  en  estos  carteles?   ¿Qué  crees  que  significa  «gracias»  en  cada  uno  de  ellos?    

 

SALIDA DE VEHÍCULOS GRACIAS

EL PROFESOR MORENO SÁEZ NO PUEDE DAR CLASE ESTA

SEMANA. GRACIAS.

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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9  Observa  la  siguiente  tira  de  Mafalda:    

   

¿En   qué   aspectos   cumple   o   no   Libertad   con   el   Principio   de   Cooperación   de  Grice?  

¿En  qué  contexto  la  respuesta  de  Libertad  a  la  profesora,  en  la  primera  viñeta,  se  consideraría  cooperativa?  

¿Podrías   explicar   a   qué   se   debe   la   incomunicación   entre   Libertad   y   su  profesora?  

¿Te   parece   que   las   respuestas   de   Libertad   son   incoherentes?   ¿A   qué  experiencias  se  refiere  Libertad?  

   

10  Examina  las  siguientes  interacciones  e  intenta  analizarlas  aplicando  la  teoría  de  la  implicatura.   Indica   qué   máximas   obedecen   o   no   respetan   los   participantes,   que  implicaturas   conversacionales   producen,   si   se   cancelan   en   el   diálogo,   etc.   No  damos   información   sobre   los   contextos   de   estos   diálogos   porque   son   fáciles   de  imaginar.  No  obstante,  caben  diversas  posibilidades  a  la  hora  de  recrearlos.    

1   LUISA:   Manuel  se  emborrachó  y  se  acostó  con  Vanesa.     JUAN:     ¿En  qué  orden?  2   PEPE:   Tengo  mil  cosas  que  leer  para  la  clase.     PADRE:   A  ver,  ¿cuánto  tienes  que  leer?  3   RAÚL:   ¿Cuántos  años  tiene  tu  cuñada?  

  JUAN:   Ya  tiene  esos  sofocos  y  nervios  y  demás...     RAÚL:   Con   eso   no  me   dices  mucho;   puede   tener   treinta   como   cincuenta,   y   sufrir   de  

esas  cosas.     JUAN:   Treinta  no  tiene,  te  lo  aseguro.  4   PEPA:   A  veces  no  sé  si  tú  me  quieres  tanto  como  antes.     PEPE:   A  veces  no  sé  si  no  debí  enamorarme  de  tu  tía  Lucrecia.  5   ROSA:   Lo  que  más  me  atrae  de  ti  es  tu  amabilidad.  Ni  el  duque  de  Windsor  te  supera.     JAVIER:   No,  al  lado  mío  es  un  patán.  6   LUISA:   ¿Te  pagaron  sesenta  euros  nada  más?  

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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  LUIS:   Oye,  sesenta  euros  son  sesenta  euros.  7   PEPA:   ¿Por  qué  me  rechazas?     PEPE:   Me  olvidé  de  tomar  la  píldora.  

 

11  Justifica   ante   qué   tipo   de   implicatura   (conversacional   generalizada   o   particulari-­‐zada)  se  está  en  cada  uno  de  los  siguientes  casos:    

a)  A.  ¿Puedo  salirme  a  la  calle  a  jugar  un  rato  con  Nacho?  B.  ¿Cómo  llevas  los  deberes?  (⇒  ‘No  hay  permiso  hasta  que  termines  los  deberes’)      b)  La  leche  está  tibia  (⇒  ‘La  leche  no  está  caliente’)    c)  El   médico   me   ha   prohibido   que   siga   tomando   coñac.   Menos   mal   que   he   descubierto   el  whisky.  (⇒  ‘El  emisor  no  está  dispuesto  a  seguir  la  prohibición  del  médico’)    d)  La  camisa  es  blanca  (⇒  ‘La  camisa  es  totalmente  blanca’)    e)  ¿Es  usted  el  profesor  de  inglés?  (⇒  ‘El  emisor  considera  al  destinatario  de  algún  modo  superior’)    f)  Es  más  frío  que  un  témpano  (⇒  ‘Es  calculador,  impasible,  inhumano...’)    g)  La  bandera  de  ese  país  es  roja  y  azul  (⇒  ‘La  bandera  de  ese  país  es  en  parte  roja  y  en  parte  azul’)    

 

12  Siguiendo  el  principio  de   la   relevancia,  analiza   la   interpretación  más  aceptable  de  estos   enunciados.   Observa,   en   espacial,   qué   papel   desempeñan   las  descodificaciones  lingüísticas  y  las  inferencias  en  su  interpretación:    

1. [En  el  autobús,  Inma  intenta  abrir  una  ventanilla,  no  puede  y  comenta  en  voz  alta,  para  que  la  oiga  su  compañera  de  asiento:]  Parece  que  no  se  puede  abrir.  

 

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2. [En  una  tienda.  La  compradora,  de  baja  estatura,  se  prueba  un  abrigo  que   le   llega  hasta   los  tobillos  y   le  dice  a   la  empleada  que  no  está  muy  segura  de  que   le  siente  bien.  La  vendedora  responde:]  La  ropa  larga  sienta  mejor  a  las  altas,  por  lo  general.  

 3. En  la  facultad.  Un  estudiante  recibe  corregido  su  trabajo  sobre  Pragmática.  La  nota  no  es  muy  

buena  y   los  márgenes  están   llenos  de  correcciones.  Le  pregunta  al  profesor  si  debe  hacer  el  trabajo   de   nuevo,   y   éste   responde:]   A   veces   lo   mejor   es   leer   de   nuevo   la   teoría,   para  comprenderla  a  fondo.  

 4. [Manolo   y   Rocío,   dos   jóvenes   que   tienen  poco   dinero   y   que   sienten   interés   por   las   comidas  

exquisitas,  leen  el  menú  de  un  restaurante.  El  plato  de  pulpo  cuesta  12  euros,  el  de  «pulpitos  medianos»   cuesta   20   euros,   y   el   de   «minipulpitos»   cuesta   30   euros.   Rocío   dice:]   Yo   quiero  pulpitos  microscopiquísimos,  que  son  los  mejores,  pero  no  hay.  

 

13  Lee  los  siguientes  enunciados  y  explica  si  los  consideras  irónicos  y  por  qué.      

1   [Un   grupo   de   amigos   van   en   una   furgoneta   alquilada.   Mercedes,   una   de   las  pasajeras,  se  dirige  al  conductor:]  Tres  días  más  y  ya  sabes  conducir,  ¿eh?  

2   [Carla  y  Sofía  consideran  que  el  atuendo  de  Patricia,  su  compañera  de  trabajo,  es  horrible:]  Se  ha  gastado  un  dineral  en  el  abrigo.    

3   Cristina  y  Mario  van  a  un  restaurante  a  cenar.  Cuando  entran  se  dan  cuenta  de  que  son  los  únicos  clientes.  El  restaurante  está  vacío.  Le  dice  Cristina  a  Mario:]  Te  dije  que  teníamos  que  haber  reservado  mesa.  

 

14  Los   siguientes   cuatro   ejemplos   responden   a   otras   tantas   estrategias   para   pedir   a  alguien   cinco   mil   pesetas.   ¿Qué   grado   de   cortesía   muestra   cada   una   de   tales  estrategias?  ¿A  qué  tipo  responden  en  la  clasificación  de  Brown  y  Levinson?    

a) Oye,  préstame  mil  duros  b) Oye,  tío,  ¿me  puedes  prestar  mil  pavos?  c) Mira,  lo  siento  mucho,  pero  ¿podrías  prestarme  cinco  mil  pesetas?  d) ¡Vaya  por  Dios!  Me  he  quedado  sin  dinero  y  no  hay  ningún  cajero  cerca...  

 

15  

Ordena  los  siguientes  enunciados  desde  ‘el  más  cortés’  (según  Brown  y  Levinson)  al  ‘menos  cortés’.  Indica  también  qué  estrategia  se  ha  empleado:    

a) ¿Le  parece  bien  pagar  la  mitad  del  importe  de  la  factura  treinta  días  antes  de  la  entrega?  b) Recibirá  usted  una  factura  por  el   importe  de  la  midad  del  pedido  treinta  días  antes  de  la  

entrega.  c) Tiene  que  pagar  la  mitad  de  la  factura  antes  de  la  entrega.  

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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d) Aunque  nuestro  deseo  es  ofrecer  siempre  el  mejor  trato  a  nuestros  clientes  y  nos  resulta  muy  difícil  plantear  unas  condiciones  de  pago  así,  la  compañía  ha  decidido  que  el  importe  de  la  mitad  de  lo  facturado  sea  satisfecho  treinta  días  antes  de  la  entrega.  

 

16  Cortesía  positiva  y  cortesía  negativa.  Observa   los  siguientes  enunciados  e   intenta  adjudicarles  un  solo  valor:  si  fomentan  la  cortesía  positiva  o  la  negativa.    

1   A  mí   también   se  me   hinchan   los   pies   después   de   volar   tantas   horas.  Ponte  cómoda,  quítate  los  zapatos.  

2   Soy  malísima  para  los  trabajos  manuales.  Seguro  que  no  puedo  armar  esta  mesita.  

3   Cuando  termines,  ¿podré  usar  tu  diccionario?  4   Felicidades  por  la  novia,  ¿eh?  5   ¿Me  haría  usted  el  gran  favor  de  quitar  los  pies  de  mi  asiento?  6   Buenas  tardes,  señor.  Permítame  su  carné  de  conducir,  por  favor.  7   Ven  el  sábado;  no  vayas  a  faltar  que  te  mato.  8   Quería   invitarte   a   una   cena;   sé   que   estás   muy   ocupada,   pero  

realmente  me  gustaría  mucho  que  pudieras  venir.  9   Oye,  ¿con  qué  te  lavas  el  pelo  que  te  brilla  tanto?  

10   Mira,  me  es  muy  difícil  pedirte  esto,  pero...  

   

17  A)  En  el  diálogo  siguiente  hay  dos  opciones  para  la  intervención  de  B.  ¿Cómo  usa  en  cada  caso  este  hablante  la  cortesía?    

A:   Bueno,  he  intentado  explicárselo  del  modo  más  claro,  creo.  Ahora  tengo  que  irme,  porque  tengo  otra  tutoría.  Espero  que  la  preparación  del  trabajo  le  resulte  más  fácil  ahora.  

B:   a)   Todavía  no  entiendo  estos  materiales.     b)   Si  tengo  algún  problema,  ¿puedo  esperar  a  pasado  mañana  y  preguntarle  las  dudas?  

 B)  En  este  otro  diálogo,  ¿cómo  usa  la  cortesía  el  cliente?    

Camarero:   Señor,  ¿le  traigo  algo  para  beber?  Cliente:   Naturalmente,  todo  el  mundo  bebe,  ¿no?  

   C)  Una  agencia  de  selección  de  personal  responde  con  una  carta  a  las  personas  que  no   han   sido   admitidas   para   cierto   puesto   de   trabajo.   ¿Cómo   interpretaríamos,   si  fuésemos   los   destinatarios   de   tal   carta,   las   siguientes   frases   contenidas   en   ella   y  relacionadas  con  nuestra  carencia  de  preparación  para  el  puesto?:    

a) {...}  No  entendemos  cómo  se  ha  molestado  usted  en  solicitar  este  empleo.  {...}  b) {...}  Tenemos  algunas  dudas  en  relación  con  su  preparación  y  experiencia  anteriores.  {...}  

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18  Convengamos   en   que   en   cada   una   de   las   interacciones   siguientes   se   realiza,   por  medio  del   lenguaje,  un  acto  de  dar  una  orden  o  un  acto  de  pedir  algo.  A  veces   la  interacción  está  completa,  a  veces  falta  la  respuesta.  En  cada  caso,  imagina  quiénes  podrían  ser  los  participantes  y  qué  relación  tienen  entre  sí.  Justifica  tus  respuestas  teniendo  en  cuenta  la  teoría  de  la  imagen.    

1   A.   Dame  el  dinero,  pronto.     B.   Toma.  2   A.   Por  favor,  cállate.     B.   No,  no  me  quiero  callar.  3   A.   ¿Me  dejas  el  bolígrafo  un  momentito?  4   A.   ¿Tendrías  la  bondad  de  quedarte  un  momento  en  silencio?     B.   Qué  antipático  eres.  5   A.   Señor,  déme  todo  lo  que  tenga  en  los  bolsillos.  6   A.   ¿Me  lo  vas  a  comprar?     B.   No  me  da  la  gana.  7   A.   Yo  sólo  quería  un  poco  más...     B.   Espere.  8   A.   Desvístete.     B.   Tengo  frío.     A.   Se  te  pasará.  9   A.   Por  favor,  señora,  si  es  tan  amable,  firme  aquí  abajo.     B.   No  me  haga  reír.  

10   A.   El  jueves  20  a  las  9,  en  ayunas.     B.   Ay,  me  parece  que  no  voy  a...     A.   El  28,  viernes,  a  las  8.45,  en  ayunas...     B.   No,  no,  eso  es  ya  mucho  tiempo,  yo...     A.   ¿Viernes  21,  a  las  9?     B.   Sí,  gracias.  

11   A.   No  puedo  soportar  el  agua  con  hielo,  qué  maldita  costumbre  la  de  este  país.  

12   A.   Otra  botella.     B.   Sí,  señor.  

13   A.   Otra  botella.     B.   De  ningún  modo;  ¿estás  loco?  

14   A.   El  capitán  reitera  que  los  pasajeros  deben  permanecer  en  sus  asientos  hasta  que  el  avión  se  detenga  definitivamente  en  la  terminal.  

 

19  ¿En   qué   se   desvían   estos   enunciados   corteses   de   las   máximas   del   principio   de  cooperación?  ¿Cómo  podrías  justificar  esta  desviación  en  función  de  la  cortesía?       1   [Por  teléfono:]  

Quería  hablar  con  el  señor  López,  por  favor.     2   Podrías  redactar  la  carta  de  nuevo,  quizá.     3   [Profesor  a  estudiante:]  

Es   un   buen   trabajo.   Te   he   señalado   solamente   un   par   de   cositas   que   podrías  

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Lingüística.  Tema  8.  Pragmática.  

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explicar  mejor.     4   ¿No  vas  a  comer  algo?  

 

20  Imagina   contextos   en   los   cuales   los   enunciados   siguientes,   que   parecen  descorteses,  NO  lo  sean:    

a) Cierre  la  boca.  b) ¡Cállese!  c) He  dicho  que  me  des  más,  vamos,  más,  más.  d) No  toques.  e) No  seas  tonto.  f) Ay,  qué  fea  estás.  

 

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LINGÜÍSTICA      TEMA  9  LINGÜÍSTICA  APLICADA  

 1.  Psicolingüística:  Lenguaje  y  cerebro.-­‐  2.  Aprendizaje  de  lenguas.-­‐  3.  Lenguaje  y  sociedad.  

 

     1.  PSICOLINGÜÍSTICA:  LENGUAJE  Y  CEREBRO    1.1  Introducción    

La   Psicolingüística   es   el   estudio   del   lenguaje   y   la  mente.   Esta   disciplina   trata   de  ofrecer   respuestas  a  preguntas   referidas  a  cómo  se   representa  y  procesa  el   lenguaje  en   la  mente,   y  para  ello  utiliza  métodos  experimentales   y   elabora  diversas  hipótesis  sobre   el   aprendizaje   y   el   procesamiento   del   mismo.   La   Psicolingüística   explora   un  amplio  abanico  de   fenómenos:  desde  cómo  adquieren   los  niños  su  primera   lengua  o  cómo  la  mente  humana  resuelve  las  ambigüedades  lingüísticas,  hasta  cómo  los  errores  de   habla   reflejan   la   estructura   del   lenguaje   en   diferentes   niveles   (fonológico,  morfológico,   sintáctico,   etc.).   Veremos   algunos   de   estos   temas   en   el   apartado   2   de  este   tema.   Un   ámbito   importante   de   la   Psicolingüística   concierne   al   estudio   del  lenguaje   en   relación   con   el   cerebro,   ámbito   disciplinar   comúnmente   conocido   como  Neurolingüística.  Nos  ocuparemos  de  algunos  fenómenos  estudiados  en  este  campo  a  continuación.      1.2  Lenguaje  y  cerebro    

El   cerebro   es   un   órgano   extremadamente   complejo   compuesto   por   diferentes  capas.  La  capa  que  ha  evolucionado  más  recientemente  y  que  es  la  más  característica  de  los  grandes  primates  es  el  córtex  cerebral,  la  superficie  plegada  de  los  hemisferios  cerebrales   que   contiene   lo   que   a   menudo   se   denomina   materia   gris.   Aquí   están  ubicadas   las   más   altas   funciones   intelectuales,   incluyendo   el   lenguaje.   El   córtex  cerebral  puede  resultar  dañado  por  diferentes  causas.  Por  ejemplo,  puede  sufrir  una  lesión  a  causa  de  un  golpe  en  la  cabeza  o  por  culpa  de  cualquier  otro  tipo  de  herida.  Por   otra   parte,   puede   sufrir   una   lesión   interna   debido   a   una   enfermedad   o   a   una  obturación  de  los  vasos  sanguíneos  (una  embolia  o  una  trombosis),  lo  que  tiene  como  consecuencia   una   interrupción   del   riego   sanguíneo   y   la   muerte   de   las   células   del  córtex.    

El  estudio  de  pacientes  con  diferentes  tipo  de  daño  cerebral  ha  revelado  que  hay  diferentes  partes  del  cerebro  asociadas  a  funciones  diferentes.  En  otras  palabras,  que  

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

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es   posible   ubicar   en   el   cerebro   las   zonas   que   controlan   las   diferentes   funciones,   tal  como  se  muestra  en  la  siguiente  ilustración:  

                             

 Un  trastorno  del  lenguaje  causado  por  una  lesión  cerebral  se  llama  afasia.  En  este  

tipo  de  trastorno  la  parte  afectada  del  cerebro  es  casi  siempre  la  región  izquierda  (el  hemisferio   izquierdo).   Si   la   lesión   afecta   a   áreas   similares   de   la   región   derecha  (hemisferio   derecho),   normalmente   causa   otros   déficit   completamente   diferentes   y  que   no   tienen   nada   que   ver   con   el   lenguaje.   Hablamos   de   afasia   global   cuanto   la  pérdida  del   lenguaje  es  total.  Cuando  esto  ocurre,  y  aunque   la   lesión  cerebral  pueda  ser   tan   extensa   que   afecte   a   varias   funciones   intelectuales,   algunos   pacientes  conservan  muchas   de   las   capacidades   cognitivas   que   tenían   antes   del   accidente.   En  concreto,  aunque  tales  personas  son  incapaces  de  entender  y  producir  mensajes  en  su  lengua,  pueden  resolver,  sin  embargo,  otras  tareas  intelectuales  que  no  están  basadas  en   el   lenguaje.   Esta   circunstancia   parece   corroborar   las   ideas   chomskyanas   de   que,  primero,   la   competencia   lingüística   es   un   producto   que,   debido   al   carácter   innato   y  específico  de  la  especie,  muestra  la  facultad  del  lenguaje;  y,  segundo,  esta  facultad  es  independiente   de   las   demás   capacidades   cognitivas.   Está   claro   que   el   perjuicio  selectivo  del  lenguaje,  es  decir,  que  las  demás  facultades  permanezcan  intactas,  como  acabamos   de   describir,   es   lo   que   lógicamente   cabría   esperar   que   sucediera   si   se  sostiene  la  idea  de  que  el  lenguaje  es  una  capacidad  cognitiva  autónoma  e  innata.  

Al   igual  que  hay  casos  en  que   lenguaje  está  dañado  mientras  otros  aspectos  del  funcionamiento  cognitivo  permanecen  intactos,  también  es  posible  encontrar  tipos  de  funciones   específicas   que   resultan   perjudicadas   dependiendo   del   lugar   exacto   del  córtex  que  haya  sufrido  daño.  En  1861,  un  neurólogo  francés,  Paul  Broca,  describió  el  caso  de  un  paciente  que,  tras  haber  recibido  un  golpe,  no  podía  articular  ni  una  sola  palabra.  Tras  morir  el  paciente,  Broca  estudio  el  cerebro  de  éste  y  descubrió  una  gran  lesión   en   el   lóbulo   frontal   del   hemisferio   izquierdo,   el   área   coloreada   en   azul   en   la  siguiente   ilustración.   Broca   llegó   a   la   conclusión   de   que   ésta   era   el   área   cerebral  responsable   de   controlar   la   producción   del   habla.   Desde   entonces   esta   zona   del  cerebro  es  conocida  como  el  área  de  Broca.    

Estudios   posteriores   revelaron   que   hay   un   segundo   grupo   de   pacientes   afásicos  que   muestran   muchas   dificultades   para   entender   los   mensajes   en   su   lengua.   En  

lóbulo  frontal  

surco  central  

control  motor  

lóbulo  parietal  

lóbulo  occipital  

lóbulo  temporal  

fisura  lateral  

procesamiento  de  imágenes  

resolución  de  problemas  

procesamiento  auditivo  

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

 3  

muchos   de   estos   casos   los   pacientes   parecen   producir   enunciados   de   forma  razonablemente  fluida,  pero  cuando  se  presta  atención  a   lo  que  dicen  se  comprueba  que  hablan  de  forma  inconexa.  Este  patrón  de  trastornos  es  conocido  como  afasia  de  Wernicke,  en  reconocimiento  a  Carl  Wernicke,  el  neurólogo  alemán  que  fue  el  primero  en  describirlo  en  1870.  Esta  afasia  está  asociada  a  lesiones  producidas  en  otra  área  del  hemisferio  izquierdo  conocida  como  el  área  de  Wernicke,  el  área  coloreada  en  violeta  en  la  siguiente  ilustración.  

                               Por  desgracia,   la   idea   inicial  de  que,  estudiando   los  problemas   lingüísticos  de   los  

afásicos,   se   podrían   identificar   y   aislar   las   áreas   cerebrales   relacionadas   con   el  lenguaje,  ha  resultado  ser  un  tanto  ingenua.  Conforme  se  ha  ido  profundizando  en  la  investigación,  se  ha  ido  viendo  que  las  funciones  del  lenguaje  no  pueden  ser  ubicadas  fácil   y   directamente   en   unas   regiones   específicas   del   córtex.   Por   el   contrario,   se   ha  comprobado   que   hay   varias   áreas   implicadas   en   la   ejecución   de   tareas   lingüísticas.  Esto  no  quiere  decir  que  la  facultad  del  lenguaje  no  pueda  ser  ubicada  en  el  cerebro,  sino   que   en   ella   hay   implicadas   representaciones   distribuidas   muy   complejas   que  exigen   para   su   estudio   procedimientos   de   experimentación  más   sofisticados.   En   los  últimos   años   se   han   venido  desarrollando  nuevas   técnicas   para   estudiar   la   actividad  del  cerebro  mientras  éste  realiza  tareas  lingüísticas  específicas.  Las  técnicas  de  imagen  suministran   imágenes  del  cerebro  “trabajando”,  y  bien  podemos  esperar  que  acaben  llevándonos  a  un  mayor  conocimiento  de  los  mecanismos  fisiológicos  que  subyacen  al  conocimiento  del   lenguaje.  Sin  embargo,   la   investigación  realizada  con  estas  técnicas  aún  está  en  sus  inicios.  

Hemos   aducido   la   propuesta   de   que   el   lenguaje   es   producto   específico   de   la  dotación   genética   humana.   La   corroboración   empírica   de   esta   hipótesis   puede  realizarse  a  través  del  examen  de  trastornos  del  lenguaje  debidos  a  causas  genéticas.  Esto   se   pude   plantear   del   siguiente   modo:   Si   la   disponibilidad   de   la   facultad   del  lenguaje   (y   por   tanto   la   consiguiente   de   adquirir   una   gramática)   está   efectivamente  determinada   genéticamente,   entonces   cabe   esperar   que,   en   el   caso   de   que   este  control   genético   falle,   se   produzcan   como   resultado   trastornos   de   lenguaje.   Es  muy  interesante,   a   este   respecto,   la   existencia  de  personas  que  muestran  deficiencias  de  lenguaje   catalogadas   como   retraso   específico   del   lenguaje   (Specific   Language  

Lóbulo  frontal  

Área  de  Broca   Área  de  Wernicke  

Lóbulo  temporal  

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

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Impairment,  SLI),  deficiencias  totalmente  diferentes  de  las  que  se  han  descrito  antes,  que   eran   el   resultado   de   lesiones   cerebrales.   Estas   personas   permiten   estudiar   los  efectos  de  lo  que  probablemente  sea  un  retraso  mental,  determinado  genéticamente,  en  el  desarrollo  de  la  capacidad  de  lenguaje.  La  especificidad  del  SLI  se  debe  a  que  las  personas  que  lo  sufren  presentan  un  coeficiente  de  inteligencia  no  lingüística  normal  y  a  que  no  muestran  problemas  de  audición  ni   tampoco  desórdenes  emocionales  o  de  comportamiento.  Su  probable  origen  genético  viene  dado  por  el  hecho  de  que  afecta  a  familias  completas,  a  que  es  más  frecuente  en  niños  que  en  niñas,  y  a  que  se  da  más  frecuentemente  en  gemelos  idénticos  que  en  gemelos  bivitelinos.  La  naturaleza  de  las  deficiencias   que   padecen   las   personas   con   SLI   parece   estar   bastante   acotada,   pues  tienen  que  ver  con  aspectos  de  la  flexión  gramatical  y  con  algunos  procesos  sintácticos  complejos.   Se   puede   afirmar,   sobre   la   base   de   todo   esto,   que,   de   haber   un   “gen  lingüístico”,   sus   efectos   serían   bastante   específicos   y   que   buena   parte   de   lo   que  consideramos  lenguaje  no  estaría  controlado  por  este  gen.    

   

1.3  “En  la  punta  de  la  lengua”  y  otros  errores  de  habla    Algunos   investigadores   han   notado   que,   como   usuarias   del   lenguaje,   todas   las  

personas  experimentamos  alguna  vez  dificultades  para  conseguir  que  el   cerebro  y   la  producción   de   habla   colaboren   correctamente.   Se   han   investigado   estas   dificultades  menores   de   producción   como   posibles   pistas   de   la   forma   en   que   puede   estar  organizado  nuestro  conocimiento  lingüístico  en  el  cerebro.  

Existe,  por  ejemplo,  el  fenómeno  de  en  la  punta  de  la  lengua,  esto  es,  cuando  uno  nota  que  una  palabra  parece  estar  resistiéndose:  sabemos  la  palabra,  pero  ésta  parece  no   querer   salir.   Los   estudios   de   este   fenómeno   han   mostrado   que   los   hablantes  normalmente   tienen   sólo   un   esbozo   fonológico   de   la   palabra,   que   pueden   decir  correctamente   cuál   es   su   fonema   inicial   y   que   la   mayoría   podría   decir   incluso   el  número  de  sílabas  de  la  palabra.  Esta  experiencia  normalmente  sucede  con  términos  o  nombres  poco  frecuentes.  Esto  nos  sugiere  que  el  “almacenamiento  de   las  palabras”  podría  estar  organizado  parcialmente  sobre  la  base  de  alguna  información  fonológica  y  que   algunas   palabras   de   este   “almacén”   se   recuperan   más   fácilmente   que   otras.  Cuando  se  producen  errores  en  este  proceso  de  recuperación,  a  menudo  hay  un  gran  parecido   fonológico   entre   la   palabra   deseada   y   el   error.   Por   ejemplo,   hay   hablantes  que   emiten   secante,   sexteto   y   sexto   cuando   se   les   pregunta   por   determinado  instrumento   de   navegación   (sextante).   Este   tipo   de   errores   recibe   algunas   veces   el  nombre   de   malapropismos,   debido   a   cierto   personaje   de   una   obra   de   Sheridan,  llamado   señor   Malaprop,   quien   sufría   constantemente   olvidos   de   palabras   con   un  divertido  efecto.  Todavía  se  utiliza  el  efecto  cómico  de  este  tipo  de  errores.    

Un  tipo  parecido  de  error  es  el  generalmente  descrito  como  lapsus  linguae,  que  a  menudo   tiene   como   resultado   la   mezcla   de   fonemas   de   diferentes   palabras,   como  cuando   decimos   Llévate   la   buchara   a   la   coca   (por   Llévate   la   cuchara   a   la   boca)   o  Canciona   esta   canta   (por   Canta   esta   canción),   o   cuando   intercambiamos   palabras  enteras,  como  en  Abre  la  llave  con  la  puerta  o  Coge  por  la  bolsa  el  asa.  

La  mayoría  de  estos  errores  cotidianos  no  son,  sin  embargo,  tan  divertidos.  Son  el  resultado   de   que   un   sonido   pase   de   una   palabra   a   otra,   como   en  najas   cegras   (por  cajas   negras)   o   que   un   sonido   sea   utilizado   en   una   palabra   antes   de   su   sitio   en   la  

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

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palabra   siguiente,   como   en   rúmero   romano   (por   número   romano),   una   chopa   de  champaña   (por   una   copa   de   champaña)   o   una   plave   más   llana   (por   una   llave   más  plana).    

Se  ha  dicho  que  los  errores  de  este  tipo  no  son  casuales,  que  nunca  producen  una  secuencia   fonológicamente   inaceptable   y   que   indican   la   existencia   de   diferentes  estadios   en   la   articulación   de   las   expresiones   lingüísticas.   Aunque   la  mayoría   de   los  lapsos  se  tratan  normalmente  como  errores  en  la  articulación,  también  se  ha  sugerido  que   pueden   ser   “errores   del   cerebro”   al   intentar   organizar   ciertos   elementos   del  mensaje  lingüístico.  

Otro   tipo  de  errores,  en  general  menos  documentado,  podría  dar  algunas  pistas  sobre  cómo  intenta  el  cerebro  darle  un  sentido  a  la  señal  auditiva  que  recibe.  Se  han  llamado  lapsos  de  oído.  Puede  suceder,  por  ejemplo,  que  el  enunciado  sea  latita  azul  y  que  oigamos  la  tinta  azul.    

   

1.4  Afasia    

La  afasia  se  define  como  una  disfunción  en  el  lenguaje  causada  por  una  lesión  en  el  cerebro  que  acarrea  dificultades  para  entender  y  producir  mensajes  lingüísticos.  La  causa  más  frecuente  es  un  ataque  de  apoplejía,  aunque  las  lesiones  traumáticas  en  la  cabeza  a  causa  de  un  golpe  violento  pueden  tener  efectos  similares.  A  menudo  se  da  el  caso  de  que  alguien  que  es  afásico  ha   interrelacionado   las  disfunciones  del   lenguaje,  de   forma   que   las   facultades   para   comprender   pueden   derivar   en   dificultades   de  producción.  Por  tanto,  la  clasificación  de  los  tipos  de  afasia  está  normalmente  basada  en  los  primeros  síntomas  de  la  disfunción.  

   

1.4.1  Afasia  de  Broca    El   tipo   grave   de   disfunción   lingüística   que   se   conoce   como   afasia   de   Broca  

(también  llamada  afasia  motora)  se  caracteriza  por  una  reducción  sustancial  del  habla,  articulación   distorsionada   y   lenta   y,   a  menudo,   dificultades   para   hablar.   La   persona  que   la   padece   sólo   utiliza   morfemas   léxicos   (por   ejemplo,   nombres   y   verbos).   Esta  omisión   casi   completa   de   morfemas   funcionales   (es   decir,   artículos,   preposiciones,  flexión,  etc.)  ha  llevado  a  caracterizar  este  tipo  de  afasia  como  agramatical,  dado  que  se  pierden  muchos  marcadores  gramaticales.  

Un  ejemplo  de  habla  producida  por  alguien  cuya  afasia  no  era  grave  es  la  siguiente  respuesta   a   una   pregunta   sobre   lo   que   el   paciente   había   desayunado:   Yo   huevos   y  comer   y   beber   café   desayuno.   Sin   embargo,   este   tipo   de   disfunción   puede   ser  muy  grave,   como   en   estos   ejemplos:  Mi  mejilla…  muy  molesto…   primero   hombro…   doler  todo  aquí.  O  como  en  este  intento  de  decir  en  qué  tipo  de  barco  ha  estado  el  paciente:  Un   volente…   ya   sabes   que   quiero   decir…   len…   volente   (en   realidad   se   trataba   de   un  velero).   En   la   afasia   de   Broca   la   comprensión   es,   por   lo   general,   mejor   que   la  producción.  

   

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

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1.4.2  Afasia  de  Wernicke    El  tipo  de  disfunción  lingüística  que  implica  dificultades  en  la  comprensión  auditiva  

es   llamada   en   ocasiones   afasia   sensorial,   pero   es   más   conocido   como   afasia   de  Wernicke.  Quien   sufre  este   trastorno  puede  producir  habla  de   forma  muy   fluida,   sin  embargo  ésta  resulta  casi  imposible  de  entender.  Se  utilizan  términos  muy  generales,  incluso   como   respuesta   a   preguntas   sobre   algo   concreto,   como   en   este   caso:  Yo   no  puedo  hablar  de  todas  las  cosas  que  hago  y  parte  de  la  parte  que  yo  puedo  ir  bien,  pero  no   puedo   decir   de   la   otra   gente.   También   es   muy   común   tener   dificultad   para  encontrar   palabras   correctas   (fenómeno   a  menudo   llamado  anomia)   y   utilizar   en   su  lugar   circunloquios,   como  en   esta   respuesta   a   la   pregunta  ¿Para   qué   sirve   la   tinta?:  Hacer  con  una  pluma.    

Un  ejemplo  más  extenso  de  este   tipo  de  dificultades  nos   lo  dan   Lesser   y  Milroy  (1993):  

 […]  It’s  blowing,  on  the  right,  and  er  there’s  four  letters  in  it,  and  I  think  it  begins  with  a  C  

–  goes  –  when  you  start  it  then  goes  right  up  in  the  air  –  I  would  I  would  have  to  keep  racking  my  brain  how   I  would  spell   that  Word  –   that   flies,   that   that  doesn’t   fly,  you  pull   it   round,   it  goes  up  in  the  air…    

(«[…]  Está  volando,  a  la  derecha,  y  eh  tiene  cuatro  letras  y  creo  que  empieza  con  una  C,  va,   cuando  empiezas  entonces   va  hacia   la  derecha  por  el   aire   –   tendría,   tendría  que   seguir  devanándome  los  sesos  sobre  cómo  deletrearía  esa  palabra  esa  palabra  –  que  vuela,  que  que  no  vuela,  lo  reanimas,  sube  por  el  aire…»)  

 El  hablante  intentaba  referirse  a  un  milano.      1.4.3  Afasia  de  conducción  

 Otro   tipo,   menos   frecuente,   de   afasia   se   identifica   con   una   lesión   del   fascículo  

arqueado1  y  se  llama  afasia  de  conducción.  Quienes  padecen  esta  disfunción  no  tienen  normalmente   problemas   de   articulación.   Hablan   fluidamente,   pero   sólo   pueden  hacerlo   entrecortadamente   con   pausas   y   dudas.   La   comprensión   de   las   palabras  habladas  es  generalmente  buena.  Sin  embargo,  la  tarea  de  repetir  una  palabra  o  frase  (dicha  por  otra  persona)  les  crea  enormes  dificultades,  con  formas  tales  como  pazar  o  tovar  como  repeticiones  de  las  palabras  basar  y  lavar.  Lo  que  se  oye  y  comprende  no  puede  ser  transferido  al  área  de  producción  del  habla.    

Conviene  destacar  que  muchos  de  estos  síntomas  (por  ejemplo,  dificultades  para  encontrar  una  palabra)  pueden  aparecer  en  todos  los  tipos  de  afasia.  También  pueden  presentarse   en   disfunciones   no   afásicas   debidas   a   enfermedades  mentales   como   la  locura.  También  se  da  el  caso  de  que  las  dificultades  para  hablar  estén  acompañadas  de  dificultades  para  escribir.  Las  disfunciones  del  lenguaje  del  tipo  que  hemos  descrito  son,   en   su  mayoría,   el   resultado   de   una   lesión   en   el   hemisferio   izquierdo.  Que   este  hemisferio  está  estrechamente  relacionado  con  las  funciones  del  lenguaje  es  un  hecho  que  queda  confirmado  gracias  a  otro  método  de  investigación  de  las  relaciones  entre  lenguaje  y  cerebro.  

                                                                                                               1 Haz  de  fibras  nerviosas  que  une  el  área  de  Broca  con  la  de  Wernicke.    

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

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1.4.4  Escucha  dicótica    Una   técnica   experimental   que   ha   demostrado,   en   la   mayoría   de   las   personas  

sometidas   a   estas   pruebas,   que   las   funciones   del   lenguaje   deben   estar   sobre   todo  situadas  en  el  hemisferio  izquierdo,  es  la  llamada  prueba  de  la  escucha  dicótica.  Ésta  es  una  técnica  que  utiliza  el  hecho  generalmente  aceptado  de  que  cualquier  cosa  que  se  experimente  en  la  parte  derecha  del  cuerpo  se  procesa  en  el  hemisferio  izquierdo  del  cerebro  y  que  lo  que  se  procesa  en  la  izquierda  se  procesa  en  el  derecho.  (Una  lesión  grave   del   hemisferio   izquierdo   puede   llevar   a   una   parálisis   de   la   parte   derecha   del  cuerpo.)   Por   tanto,   una   suposición   básica   sería   que   una   señal   recibida   por   el   oído  derecho   irá   al   hemisferio   izquierdo,   y   una   recibida  por   el   izquierdo   irá   al   hemisferio  derecho.  

Con   estos   datos   es   posible   realizar   un   experimento   en   el   que   a   una   persona  equipada   con   unos   auriculares   se   le   presentan   diferentes   señales   sonoras  simultáneamente,   cada   una   por   un   auricular.   Por   ejemplo,   a   través   de   un   auricular  llegan   los   sonidos   de   la   palabra   gato   o   perro,   y   por   el   otro,   exactamente   al  mismo  tiempo,  llegan  los  sonidos  correspondientes  a  pa  o  gato.  Cuando  se  le  pregunta  a  esa  persona  qué  ha  oído,  ésta  normalmente   identifica  mejor   lo  que  ha  escuchado  por  el  oído  derecho.  Esto  es  lo  que  se  ha  dado  en  llamar  la  ventaja  del  oído  derecho  para  los  sonidos   lingüísticos.   El   proceso   que,   se   cree,   está   implicado   en   este   fenómeno   se  explica   mejor   con   la   ayuda   de   la   siguiente   ilustración.   (Es   la   parte   posterior   de   la  cabeza.).  

                   La   explicación   propuesta   es   que   una   señal   lingüística   recibida   a   través   del   oído  

izquierdo   es   primero   enviada   al   hemisferio   derecho   y   desde   ahí   reenviada   al  hemisferio  izquierdo  (centro  del  lenguaje)  para  ser  procesada.  Esta  ruta  indirecta  sería  más  larga  que  cuando  una  señal  acústica  es  recibida  a  través  del  oído  derecho,  la  cual  va  directamente  al  hemisferio  izquierdo.  Gana  la  primera  señal  que  sea  procesada.  

El   hemisferio   derecho   parece   ser   el   principal   responsable   del   procesamiento   de  muchos   otros   estímulos   de   naturaleza   no   lingüística.   En   la   prueba   de   la   escucha  dicótica   se   puede   demostrar   que   se   reconocen   mejor   los   sonidos   no   verbales   (por  ejemplo,  música,  toses,  ruidos  de  tráfico  o  canto  de  pájaros)  por  el  oído  izquierdo  (es  decir,   son  procesados  más   rápidamente  a   través  del  hemisferio  derecho).   Por   tanto,  entre   las   especializaciones   del   cerebro   humano,   el   cerebro   maneja   los   sonidos   no  verbales   (entre   otras   cosas)   y   el   izquierdo   los   sonidos   lingüísticos   (entre   otras   cosas  también).  

Sin  embargo,  hay  que  dejar  claro  que  investigaciones  más  recientes  en  este  campo  han   destacado   que   la   especialización   de   los   dos   hemisferios   podría   estar   más  

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relacionada  con  el  tipo  de  “procesamiento”  que  con  el  tipo  de  “material”  procesado.  Si  ello   es   así,   la   distinción   real   podría   ser   entre   procesamiento   analítico,   hecho   con   el  hemisferio  izquierdo,  y  procesamiento  holístico,  llevado  a  cabo  por  el  derecho.  

   

1.4.5  El  período  crítico    La  aparente  especialización  del  hemisferio   izquierdo  en  el   lenguaje  a  menudo  se  

describe   como   lateralización   (un   lado).   Como   los   niños   no   nacen   siendo   plenos  usuarios  del   lenguaje  articulado,  existe  la  creencia  generalizada  de  que  el  proceso  de  lateralización  empieza  en  la  primera  infancia  coincidiendo  con  el  período  en  el  que  se  produce   la  adquisición  de  una   lengua.  Durante   la   infancia   (hasta   la  pubertad)  hay  un  período   durante   el   cual   el   cerebro   humano   está   más   dispuesto   para   “recibir”   y  aprender   una   lengua   dada.   Es   el   llamado   período   crítico.   Si   un   niño   no   adquiere   la  lengua   durante   este   período,   por   los  motivos   que   sean,   tendrá   grandes   dificultades  para   aprenderla   más   adelante.   Recientemente,   y   debido   a   unas   circunstancias  ciertamente   tristes,   se   ha   tenido   la   oportunidad   de   ver   lo   que   sucede   cuando   el  proceso   de   lateralización   tiene   lugar   sin   que   vaya   acompañado   de   estímulos  lingüísticos.  

En   1970   una   niña   llamada   Genie   fue   admitida   en   un   hospital   infantil   de   Los  Ángeles.  Tenía  trece  años  y  había  estado  la  mayor  parte  de  su  vida  atada  a  una  silla  en  una   pequeña   habitación   cerrada.   Su   padre   odiaba   cualquier   tipo   de   ruido   y   había  golpeado  a  la  niña  cada  vez  que  ésta  emitía  un  sonido.  No  había  radio  ni  televisión,  y  el  único  contacto  que  tenía  Genie  con  otro  ser  humano  había  tenido  lugar  con  su  madre,  quien   tenía   prohibido   estar   más   de   unos   pocos   minutos   con   ella   para   alimentarla.  Genie  había  pasado   toda   su   vida  en  un  estado  de  privación   física,   sensorial,   social   y  emocional.  

Tal  como  se  podía  esperar,  Genie  no  era  capaz  de  usar  el  lenguaje  cuando  ingresó  en  el  hospital.  Sin  embargo,  en  muy  poco  tiempo  empezó  a  responder  al  habla  de  los  demás,   intentó   imitar  sus  sonidos  y  comunicarse.  Su  sintaxis  era  muy  simple,  pero  el  hecho  de  que  empezara  a  desarrollar  la  capacidad  de  decir  y  entender  un  gran  número  de  palabras  inglesas  es  una  prueba  en  contra  de  las  hipótesis  de  que  i)  una  lengua  no  puede   ser   adquirida   después   del   período   crítico,   y   ii)   dado   que   el   proceso   de  lateralización  se  completa  hacia   la  pubertad,   la  adquisición  lingüística  posterior  a  ella  tropieza  con  dificultades  insuperables.  Estas  hipótesis  implican  que  hay  una  parte  del  hemisferio   izquierdo   del   cerebro   que   está   preparada   para   aceptar   un   “programa  lingüístico”  durante  la  infancia  y  que,  de  no  ser  suministrado  este  programa,  como  en  el  caso  de  Genie,  esta  capacidad  se  bloquea.  

Pero  en  el  caso  de  Genie  se  pudo  demostrar,  gracias  a  diferentes  pruebas,  que  la  capacidad  en  cuestión  no  se  hallaba  en  su  hemisferio  izquierdo.  Tales  pruebas  parecían  indicar  el  hecho  notable  de  que  Genie  estaba  utilizando  el  hemisferio  derecho  de  su  cerebro  para   las   funciones  del   lenguaje.   En  pruebas  de  escucha  dicótica  mostró  una  ventaja   del   oído   derecho   muy   fuerte   tanto   en   las   señales   lingüísticas   como   no  lingüísticas.   Estos   descubrimientos   muestran   que   no   hay   necesariamente   una  ubicación   cerebral   exclusiva   para   la   capacidad   del   lenguaje.   Esto   también   podría  ayudar   a   explicar   el   hecho   de   que  muchas   personas   que   sufren   lesiones   cerebrales  leves  (con  pérdida  temporal  del  lenguaje)  pueden  recuperarse  en  diferentes  grados.  

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Durante   la   época   en   que   Genie   fue   desarrollando   la   lengua,   se   comprobó   que  pasaba  por  los  mismos  estadios  tempranos  que  se  observan  en  la  adquisición  de  una  lengua  por  parte  de  niños  normales.  

   

2.  APRENDIZAJE  DE  LENGUAS    

2.1  Adquisición  de  la  primera  lengua    La  adquisición  de  la  primera  lengua  es  un  proceso  interesante  por  la  velocidad  con  

que   ocurre.   En   el  momento   en   que   un   niño   o   niña   entra   en   la   escuela   primaria,   ya  utiliza   su   lengua   de   un   modo   extremadamente   complejo:   maneja   un   sistema   de  comunicación   de   una   manera   que   ningún   animal   u   ordenador   puede   emular.   La  velocidad   con   la   que   adquiera   la   lengua,   junto   al   hecho   de   que   es   una   experiencia  común   a   todos   los   niños   y   niñas   que   acontece   sin   enseñanza   explícita   y   con  independencia  de  las  grandes  diferencias  existentes  en  cuanto  a  nivel  social  y  factores  culturales,   ha   llevado   a   pensar   que   hay   alguna   predisposición   innata   en   los   seres  humanos  para  adquirir  una  lengua.  La  podemos  llamar  facultad  del  lenguaje  (vid.  tema  1).  No  obstante,  esta  facultad  por  sí  sola  no  es  suficiente.  

Durante  los  dos  o  tres  primeros  años  de  vida,  un  niño  o  niña  necesita  interactuar  lingüísticamente   con   otras   personas   para   que   esta   facultad   del   lenguaje   despierte   y  cristalice   en   forma   de   una   lengua   determinada.   Un   niño   o   niña   que   no   haya   oído  hablar  en  una   lengua  o  que  no   se   le  haya  permitido  usarla,  no  podrá  adquirirla.  Por  otro   lado,   conviene   no   olvidar   que   la   lengua   la   adquiere   ese   niño   o   niña   por  transmisión  cultural,  en   los  contextos  en  que  es  usada,  y  que  no   la  hereda  genética-­‐mente.    

También  hay  que  tener  en  cuenta  que  los  niños  deben  ser  físicamente  capaces  de  enviar  y  recibir  señales  lingüísticas.  Todos  los  bebés  hacen  ruidos  durante  los  primeros  meses   de   vida,   pero   quienes   sufren   sordera   congénita   dejan   de   hacerlos   al   cabo  de  seis  meses.  Por  tanto,  para  que  un  niño  o  niña  llegue  a  hablar  una  lengua  debe  poder  oír  a  otras  personas  usando  esa   lengua.  Pero  con  sólo  oír   los   sonidos  de  una   lengua  tampoco  es  suficiente.  La  historia  de  un  caso  documentado  pone  en  evidencia  que  un  niño  normal  con  padres  sordos  que  le  ofrecieron  la  posibilidad  de  escuchar  programas  de  televisión  y  radio  no  adquirió  la  habilidad  de  hablar  y  entender  el  inglés.  Lo  que  sí  aprendió,  y  muy  bien,  a  los  tres  años  fue  la  lengua  de  signos  americana,  la  lengua  que  sus   padres   habían   utilizado   para   interactuar   comunicativamente   con   él.   El   requisito  esencial   parece   ser,   pues,   la   oportunidad   de   interactuar   con   los   demás   a   través   del  lenguaje.  

Los  niños  y  niñas  normales,  sin  importar  a  qué  cultura  pertenezcan,  desarrollan  el  proceso  de  adquirir  una   lengua  más  o  menos  al  mismo  tiempo,  esto  es,  pasando  por  unas   mismas   etapas.   Dado   que   aprenden   a   sentarse,   a   ponerse   de   pie,   a   usar   las  manos   y   a   emprender   otras   actividades   motoras   siguiendo   un   desarrollo   biológica-­‐mente  determinado,  se  parte  de  la  hipótesis  de  que  las  etapas  de  adquisición  de  una  lengua  se  fundamentan  en  las  mismas  bases.  Así,  se  afirma  que  tales  etapas  biológicas  están   ligadas  a   la  maduración  del  cerebro  y  al  proceso  de   lateralización.  Si  hay  algún  programa   biológico   general   subyacente   a   la   adquisición   de   una   lengua,   éste   depen-­‐dería,   sin   duda,   de   muchos   factores   sociales   relacionados   con   el   entorno   infantil.  

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Podríamos  pensar  que  los  niños  y  niñas  tienen  una  capacidad  biológica  para  distinguir  ciertos   aspectos   de   los   estímulos   lingüísticos   durante   los   diversos   estadios   que  componen  sus  primeros  años  de  vida.  Lo  que  esta  facultad  de  adquisición  necesita  es  un   estímulo   lingüístico   constante   y   suficiente   a   partir   del   cual   puedan   extraerse   las  regularidades  propias  de  una  lengua  dada.  Según  este  punto  de  vista,  la  niña  o  el  niño,  al  parecer,  adquiere  activamente  una  lengua  extrayendo  las  regularidades  a  partir  de  lo  que  oye  y  aplicándolas  en  la  elaboración  de  los  enunciados  que  emite.  

 Al  hablar  de  las  etapas  y  de  los  requisitos  básicos  implicados  en  la  adquisición  de  

la  primera  lengua,  ya  hemos  abordado  algunas  cuestiones  que  están  sujetas  a  debate  por   parte   de   los   estudiosos   del   lenguaje   infantil.   Por   ejemplo,   hay   estudios   que  demuestran   que   el   entorno   de   un   niño   pequeño   difiere   considerablemente   de   una  cultura   a   otra.   Por   consiguiente,   los   descubrimientos   de   la   investigación   sobre   el  proceso   de   adquisición   en   culturas   de   habla   inglesa   de   clase   media   podría   no  parecerse  a  los  estudios  hechos  en  otras  culturas.  También  causa  cierta  controversia  la  cuestión   del   componente   “innato”.   N.   Chomsky   (1983)   ha   propuesto   describir   el  desarrollo   del   lenguaje   como   “crecimiento   del   lenguaje”,   ya   que   el   “órgano   del  lenguaje”   simplemente   crece   como   cualquier   otro   órgano   del   cuerpo.   Este  planteamiento  parece  subestimar  la  importancia  que  otros  investigadores  conceden  al  contexto  y  a  la  experiencia  en  el  desarrollo  lingüístico  de  un  niño  o  niña.  Lo  que  se  está  discutiendo   es   la   medida   en   que   el   proceso   de   adquisición   de   una   lengua   está  predeterminado  genéticamente  en  la  especie  humana.  

Otra   cuestión   sujeta   a   debate   es   cómo   deberíamos   considerar   la   producción  lingüística  infantil.  El  punto  de  vista  del  lingüista  tiende  a  concentrarse  en  describir  el  habla  infantil  a  partir  de  las  unidades  fonológicas  o  sintácticas  conocidas,  por  ejemplo.  Sin  embargo,  lo  que  una  niña  o  niño  aprende  a  partir  de  lo  que  oye  y  pronuncia  en  las  diferentes  etapas  del  desarrollo  podría  estar  basado  en  unidades  muy  diferentes.  Por  ejemplo,  cuando  un  niño  o  niña  dice   [míðaeto],  este  enunciado  puede  ser  una  única  unidad  para  él  o  ella,  pero  para  quien  investiga  en  la  adquisición  de  diferentes  tipos  de  verbos  puede  tratarse  de  dos  unidades:  mira  esto.  

No  debemos  olvidarnos  de  estas   cuestiones   en   lo  que   resta  de   la   exposición  de  este  apartado,  ya  que  algunos  de  los  conceptos  y  análisis  más  comúnmente  aceptados  que  vamos  a  presentar  como  aspectos  básicos  del  lenguaje  infantil  seguramente  serán  refutados,   y   posiblemente   superados,   en   un   futuro   próximo.   La   investigación   cons-­‐tante  en  esta  área  está  revelando  cada  día  más  aspectos  de  este  tema  tan  complejo.  

 En  circunstancias  normales  en  las  culturas  occidentales,  los  niños  se  ven  ayudados  

de  modo  efectivo  en  la  adquisición  de  su  primera  lengua  por  el  comportamiento  típico  que   para   esta   ocasión   muestran   las   personas   adultas   del   entorno   doméstico.   Los  padres  y  los  abuelos  no  suelen  dirigirse  al  niño  o  niña  como  si  estuvieran  participando  en  una  conversación  normal,  de  adulto  a  adulto.  No  le  dicen  cosas  como  ésta:  Bueno,  Antoñito,  ¿deberíamos  invertir  en  carreteras  o  apostar  por  las  nuevas  energías  a  corto  plazo?   Y   sí   parecen   más   viables   enunciados   como   éste:   Sí,   bonito,   ahora   papá  empujará  el   papú.   Este  estilo   simplificado   tan   característico  que  adoptan  quienes   se  pasan  mucho  tiempo  interactuando  con  niños  pequeños  se   llama  habla  del  cuidador.  Una   de   las   características   de   este   tipo   de   habla   (también   llamado   “maternés”  (motherese))  es  la  formulación  frecuente  de  preguntas,  a  menudo  con  una  entonación  

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exagerada.   En   las   primeras   etapas,   esta   habla   también   incorpora   muchas   formas  asociadas   al   balbuceo.   Pueden   ser   palabras   simplificadas   (por   ejemplo,   pete  (“chupete”))  o  formas  alternativas  con  sonidos  muy  simples  repetidos  que  se  refieren  a  objetos  del  entorno  infantil  (por  ejemplo,  tete,  pipí,  guauguau,  nono).  

A   partir   del   habla   de   la   persona   cuidadora   se   produce   un   tipo   de   estructura  conversacional  que  parece  asignar  un  papel  al  niño  pequeño  incluso  antes  de  que  éste  pueda   ser   un   participante   activo.   Veamos   un   extracto   de   una   conversación   de   una  madre  con  su  hijo  de  dos  años  y  que  muestra   las  características  de  un  diálogo  entre  dos  interlocutores  (ejemplo  adaptado  de  Anderson  et  al.  (1984)):    

Madre:   Aquí  está  tu  taza  de  té.  Niño:   [coge  la  taza]  Madre:   Te  lo  bebes  muy  bien.  Niño:   [intenta  bebérselo]  Madre:     ¡Oh!,  ¿está  bueno?  Niño:   [asiente]  Madre:   ¿Se  bebe  mamá  su  té?  Niño:   [asiente]  Madre:   Me  beberé  mi  té.  

 El  habla  de   la  persona  cuidadora  también  se  caracteriza  por   la  estructura  simple  

de  sus  frases  y  por  frecuentes  repeticiones.  Estos  patrones  simplificados  producidos  el  adulto  serán  pistas  muy  útiles  sobre  la  organización  estructural  implicada  en  cada  caso  si,   como  se   supone,  el  niño  o  niña   sigue  un  proceso  en  el  que  acaba  deduciendo  un  sistema   lingüístico.   Además,   es   una   observación   común   que   el   habla   de   quienes  interactúan  regularmente  con  niños  cambia  y  se  vuelve  más  elaborada  a  medida  que  éstos  empiezan  a  utilizar  mayor  número  de  recursos  lingüísticos.    

   Se   han   identificado   algunas   etapas   en   la   adquisición   infantil   de   una   primera  

lengua:   etapas   pre-­‐lingüística,   holofrástica,   de   “las   dos   palabras”   y   de   habla  telegráfica.  

 Los  sonidos  pre-­‐lingüísticos  de  las  etapas  más  tempranas  en  la  adquisición  de  una  

primera  lengua  adoptan  formas  diversas.  El  período  que  va  de  los  tres  a  los  diez  meses  se  caracteriza  normalmente  por  tres  estadios  de  producción  de  sonidos.  Los  primeros  sonidos   reconocibles   son   llamados   vocalizaciones,   con   la   presencia   de   consonantes  velares  como  [k]  y  [g]  y  de  vocales  como  [i]  y  [u].  Normalmente  se  pueden  oír  hacia  los  tres   meses,   aunque   muchos   de   estos   sonidos   infantiles   son   diferentes   de   los   que  pronuncian  los  padres.  

Hacia  los  seis  meses,  el  niño  o  niña  es,  por  lo  general,  capaz  de  sentarse  y  puede  producir  otras  vocales  además  de  consonantes   fricativas  y  nasales.   La  producción  de  sonidos   en   este   estadio   se   llama   balbuceo   y   puede   contener   sonidos   silábicos   tales  como  [ma]  y  [pa].  En  el  último  período  de  esta  etapa,  en  torno  a  los  nueve  meses,  se  pueden  reconocer  los  patrones  de  entonación  en  las  combinaciones  de  consonantes  y  vocales  producidas.  En  la  medida  en  que  el  niño  o  la  niña  se  va  acercando  a  la  posición  erecta,   hacia   los   diez   u   once  meses,   adquiere   la   capacidad   de   utilizar   sus   balbuceos  para   expresar   emociones   y   énfasis.   Esta   última   etapa   de   la   fase   del   balbuceo   se  caracteriza   por   la   frecuencia   de   juegos   sonoros   e   intentos   de   imitar   a   los   adultos.  

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Algunos  psicólogos  han  sugerido  que  tales  balbuceos  le  dan  al  niño  o  niña  experiencia  en   el   papel   social   del   habla,   ya   que   los   padres   tienden   a   reaccionar   al   balbuceo,  aunque  sea  incoherente,  como  si  de  hecho  los  niños  estuvieran  contribuyendo  en  una  interacción  social.  

Pero  se  ha  de   ir  con  cuidado  en  este  punto.  Normalmente   los   investigadores  del  lenguaje   infantil   informan   cuidadosamente   de   la   edad   del   niño   o   la   niña   a   quienes  están   estudiando.   Sin   embargo,   también   se   cuidan   mucho   de   señalar   que   hay   una  variación   sustancial,   entre   los   diferentes   niños   y   niñas   objeto   de   estudio,   en   el  momento  en  que  aparecen  los  rasgos  particulares  del  desarrollo  lingüístico.  Por  tanto,  siempre  deben   tratarse   las  afirmaciones   sobre   las  etapas  del  desarrollo   como  “hacia  los  seis  meses”  o  “hacia  la  edad  de  dos  años”  como  aproximadas  y  sujetas  a  variación  en  cada  niño  o  niña.  Después  de  todo,  lo  que  se  investiga  es  una  serie  de  experiencias  individualizadas   con   las   que   se   trata   de   llegar   a   afirmaciones   generales   sobre   esas  etapas  de  desarrollo.  

 Entre   los   doce   y   los   dieciocho   meses,   los   niños   y   niñas   empiezan   a   hablar  

utilizando  unidades  simples  reconocibles.  Este  período,  llamado  etapa  de  una  palabra,  se  caracteriza  por  un  habla  en  que  aparecen  denominaciones  de  objetos  cotidianos  y  próximos   (leche,   galleta,   gato…).   Otras   formas   como   [notakí]   pueden   aparecer   en  circunstancias  que  sugieren  que  el  niño  está  produciendo  una  versión  de  No  está  aquí.  Según  esto,  la  etiqueta  una  palabra  puede  resultar  confusa.  Los  términos  unidad  única    o   forma   única   parecen   más   apropiados   al   caso.   O   podemos   usar   el   término  holofrástico  (que  alude  al  hecho  de  que  una  forma  única  funciona  como  un  sintagma  o  una  oración),  con  lo  esta  etapa  se  llamaría  etapa  holofrástica.  

Aunque  muchas  de  estas  formas  únicas  se  utilizan  para  nombrar  objetos,  también  pueden   ser   producidas   en   circunstancias   que   sugieren   que   el   niño   o   la   niña   está   ya  ampliando   su   uso.   Una   cama   vacía   puede   evocar   el   nombre   de   la   hermana   que  normalmente  duerme  en  ella,   incluso   si   la  persona  nombrada  está  ausente.  Durante  esta  etapa  el  niño  o  la  niña  puede  ser  capaz  de  referirse  con  una  forma  única  a  Mónica  y  a  la  cama,  pero  todavía  no  es  capaz  de  disponer  las  dos  formas  juntas  para  crear  una  expresión  compleja.    

 Dependiendo  de  lo  que  se  considere  una  aparición  de  dos  palabras  separadas,   la  

siguiente  etapa,  es  decir,   la  etapa  de  las  dos  palabras,  puede  comenzar  alrededor  de  los   veinte   meses,   hacia   el   mismo   momento   en   que   el   vocabulario   del   niño   o   niña  supera   las   cincuenta   palabras   diferentes.   Hacia   los   dos   años   aparecerán   varias  combinaciones   de   palabras   del   tipo   nena   silla,   mami   come,   gato   malo,   etc.   La  interpretación  que  de  estas  emisiones  haga  la  persona  adulta  está  muy  ligada,  como  es  obvio,  al  contexto  de  emisión.  La  frase  nena  silla,  por  ejemplo,  puede  tomarse  como  una  expresión  de  posesión  (“la  silla  es  de  la  niña”),  como  una  solicitud  (“Pon  a  la  niña  en  la  silla”)  o  como  una  afirmación  (“La  niña  está  en  la  silla”),  según  sea  el  contexto.  

Sea   lo   que   fuere   aquello   que   intenta   comunicar   una   niña   o   niño   con   estas  expresiones,   las  consecuencias  funcionales  significativas  son  que  la  persona  adulta  se  comporta  como  si  hubiera  comunicación.  Es  decir,   la  niña  o  el  niño  no   sólo  produce  habla,  sino  que  recibe  respuestas  que  normalmente  le  confirman  que  la  expresión  ha  funcionado.  Además,  hacia  los  dos  años,  si  el  niño  o  la  niña  está  produciendo  de  200  a  

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400  palabras  diferentes,  ya  es  capaz  de  entender  cinco  veces  más,  y  normalmente  será  tratado  como  un  interlocutor  válido  por  la  persona  cuidadora  principal.  

 Entre   los   dos   y   tres   años   comienza   la   etapa   telegráfica:   el   niño   o   la   niña  

comenzará  a  producir  un  número  mayor  de  expresiones  que  podrían   ser   clasificadas  como   enunciados   de   varias   palabras.   La   característica   más   notable   de   estas  expresiones  no  es  el  número  de  palabras  que   las   componen,   sino   la  variación  de   las  palabras   utilizadas   en   ellas.   Esta   etapa   en   un   principio   está   caracterizada   por   la  aparición   de   cadenas   de   elementos   léxicos   que   describen   situaciones:  David   quiere  pelota,   Gato   bebe   leche,   Esta   mano   daño,   etc.   Como   se   ve,   la   niño   o   el   niño   ha  desarrollado   ya   una   cierta   habilidad   para   construir   oraciones   y   colocar   en   ellas   las  palabras   adecuadamente.   Paralelamente   a   la   creación   de   mensajes   en   formato  telegráfico   se   va   desarrollando   también   paulatinamente   el   uso   de   morfemas  gramaticales   (terminaciones   verbales,   determinantes,   algunas  preposiciones,   etc.).   El  desarrollo  de  estos  elementos  es  uno  de  los  rasgos  más  interesantes  de  esta  etapa.  

Hacia  los  dos  años  y  medio,  el  vocabulario  infantil  se  amplia  con  gran  rapidez  y  la  producción   de   enunciados   aumenta.   Desde   luego,   el   aumento   de   la   actividad   física,  como   correr   y   saltar,   también   tiene   lugar   en   este   período.   Hacia   los   tres   años,   el  vocabulario  ha   crecido  en   cientos  de  palabras   y   la  pronunciación   se  acerca   cada  vez  más  a   la  del  habla  adulta,  de   forma  que   incluso   los  extraños   tienen  que  admitir  que  aquella  pequeña  criatura  ya  habla.  

 Como   aumenta   el   repertorio   de   recursos   lingüísticos   en   los   niños,   a  menudo   se  

piensa   que   de   alguna  manera   se   les   está   enseñando   la   lengua.   Este   planteamiento  parece  subestimar  lo  que  realmente  hace  un  niño  o  niña.  La  gran  mayoría  de  los  niños  y   niñas   no   recibe   instrucciones   sobre   cómo   se   habla   una   lengua.   Tampoco   hay   que  imaginar   que   sus   cabezas   están   vacías   y   que   éstas   se   van   llenando   poco   a   poco   de  palabras   y   frases.   Una   visión  mucho  más   realista   sería   pensar   que   los   niños   y   niñas  elaboran  de  modo  muy  activo,  a  partir  de  lo  que  se  les  dice,  formas  posibles  de  usar  la  lengua.  La  producción  lingüística  infantil  consiste  sobre  todo  en  probar  construcciones  y  en  comprobar  si  funcionan  o  no  comunicativamente.  Simplemente:  no  es  posible  que  los  niños  y  niñas  adquieran  una  lengua  a  través  de  un  proceso  de  mera  imitación  del  habla   adulta   (como   lo   haría,   por   ejemplo,   un   loro).   Por   supuesto,   el   niño   o   la   niña  repite  versiones  de  lo  que  dicen  las  personas  adultas  y  pasa  por  un  proceso  de  adoptar  buena  parte  del  vocabulario  de  éstas.  Sin  embargo,  los  adultos  no  producen  los  tipos  de  expresión  que  aparecen  en  el  lenguaje  infantil.  Véase  cómo,  en  el  siguiente  extracto  (Clark,  1995),  el  niño  crea  un  verbo  totalmente  nuevo  (to  Woodstock  «woodstockear»)  en  cierto  contexto:  

 Noah:   [Cogiendo  un  perro  de  peluche]  This  is  Woodstock.  («Éste  es  Woodstock.»)  [Acerca  el  

juquete  a  la  cara  de  Adam.]  Adam:   Hey  Woodstock,  don´t  do  that.  («Eh,  Woodstock,  no  hagas  eso.»).  [Noah  insiste.]  Adam:   I´m   going   home   so   you   won´t   Woodstock   me.   («Me   voy   a   casa,   así   no   me  

woodstockearás.»)  

 Tampoco   parece   que   las   “correcciones”   de   las   personas   adultas   sean   un  

determinante   efectivo   en   cómo   hablan   los   niños.   Muchos   fragmentos   de   conversa-­‐ciones  divertidísimas  corresponden  a   intentos  de   los  adultos  por  corregir  el  habla  de  

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los  niños,  corrección  que  parece  resultar   inútil.   Incluso  cuando  se   intenta  corregir  de  forma   sutil,   el   niño   o   niña   continúa   usando   la   forma   incorrecta,   a   pesar   de   que   el  adulto  le  repita  de  un  modo  u  otro  la  forma  correcta.  En  el  diálogo  siguiente  se  puede  ver  cómo  un  niño  de  cuatro  años  ni   imita  el  habla  de  la  persona  adulta  ni  asume  sus  correcciones  (Cazden,  1972):  

 Niño:   My  teacher  holded   the  baby   rabbits  and  we  patted   them.   («Mi  profesora  cojaba   los  

conejitos  y  nosotros  los  acariciábamos.»)  Madre:   Did   you   say   your   teacher   held   the   baby   rabbits?   («¿Quieres   decir   que   tu   profesora  

cogía  los  conejitos?»)  Niño:   Yes.  («Sí.»)  Madre:   What  did  you  say  she  did?  («¿Qué  has  dicho  que  hacía  ella?»)  Niño:   She   holded   the   baby   rabbits   and   we   patted   them.   («Ella   cojaba   los   conejitos   y  

nosotros  los  acariciábamos.»)  Madre:   Did  you  say  she  held  them  tightly?  («¿Has  dicho  que  ella  los  cogía  muy  fuerte?»)  Niño:   No,  she  holded  them  loosely.  («No.  Ella  los  cojaba  flojito.»)  

 Un  factor  que  parece  esencial  para  los  niños  en  el  proceso  de  adquisición  es  el  uso  

efectivo   de   sonidos   y   de   combinaciones   de   palabras   tanto   en   la   interacción   con   los  adultos   como   cuando   juegan   solos.   Un   niño   de   dos   años,   al   que   se   grabó  mientras  estaba  solo  en  la  cama,  hablaba  jugando  con  palabras  y  frases:  I  go  dis  way  …  way  bay  …  baby  do  dis  way  …  all  bib  …  bib  …  dere   (Weir,  1966).  Un  monólogo  equivalente  en  español   podría   ser:  Voy   qui,   qui  …   adiós  …   nene   no,   eto   no,   no   llí   …   Estas   prácticas  parecen  ser  un  factor  importante  en  el  desarrollo  lingüístico  de  los  niños.  Los  detalles  de   este   desarrollo,  más   allá   del   habla   telegráfica,   han   sido   rastreados   en   diferentes  estudios  gracias  a  los  elementos  lingüísticos  que  normalmente  empiezan  a  aparecer  en  el  flujo  continuo  del  habla  infantil.  

   

2.2  Adquisición/Aprendizaje  de  segundas  lenguas    Aunque   es   verdad   que   muchos   niños   pequeños   cuyos   padres   hablan   lenguas  

diferentes  pueden  adquirir  una  segunda  lengua  en  circunstancias  parecidas  a  las  de  la  adquisición   de   la   primera,   la   mayor   parte   de   las   personas   no   está   expuesta   a   una  segunda  lengua  hasta  mucho  más  tarde.  Además,  en  general,  el  grado  de  capacitación  alcanzado  en  el  uso  de  una  primera  lengua  raramente  se  alcanza,   incluso  después  de  años  de  estudio,  en  una  segunda  lengua.  Esto  es  algo  intrigante,  pues  aparentemente  no  hay  ningún  otro  sistema  de  conocimiento  que  uno  pueda  aprender  mejor  a  los  dos  o  tres  años  que  a  los  quince  o  veinticinco.  Se  han  aducido  varias  razones  para  tratar  de  explicar   este  misterio,   y   se  han  propuesto  métodos  que  podrían  hacer  que   los  estu-­‐diantes  fueran  tan  diestros  en  una  segunda  lengua  (L2)  como  lo  son  en  la  primera  (L1).    

 Algunas   causas   obvias   de   los   problemas   que   surgen   en   la   adquisición   de   una  

segunda   lengua   están   relacionadas   con   el   hecho   de   que   la  mayoría   de   las   personas  intenta  aprender  otra  lengua  durante  la  adolescencia  o  en  la  adultez  mediante  cursos  –y  no  a  través  de  una  interacción  constante  como  la  que  experimenta  el  niño-­‐,  junto  a  otras  muchas  ocupaciones  –un  niño  no  tiene  más  cosas  que  hacer-­‐  y  con  una  lengua  ya  aprendida  disponible  para   las  necesidades  comunicativas  cotidianas.  Otras  cosas  que  parecen   menos   probables   incluyen   la   hipótesis   de   que   las   lenguas   de   las   personas  

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adultas  se  queden  “rígidas”  al  pronunciar  determinado  tipo  de  lengua  (por  ejemplo,  el  inglés)   y   no   pueden   adaptarse   a   los   nuevos   sonidos   de   otra   lengua   (por   ejemplo,   el  francés   o   el   japonés).   Es   una   idea   curiosa,   pero   no   hay   evidencias   físicas   que   lo  prueben.  

 Quizá   la   dificultad   básica   que   sufre   la   mayoría   de   las   personas   adultas   que  

aprende   una   lengua   segunda   se   pueda   identificar   a   partir   de   una   distinción   entre  adquisición   y   aprendizaje.   El   término   adquisición,   cuando   se   usa   en   referencia   al  lenguaje,  describe  el  desarrollo  gradual  de   la  capacidad  de  expresarse  en  una   lengua  utilizándola   con   naturalidad   en   las   diferentes   situaciones   comunicativas.   El   término  aprendizaje,   por   el   contrario,   se   aplica   a   un   proceso   consciente   de   acumulación   de  conocimiento   del   vocabulario   y   la   gramática   de   una   lengua.   (Las   matemáticas,   por  ejemplo,   se   aprenden,   no   se   adquieren.)   Tradicionalmente   se   han   utilizado   diversas  actividades  asociadas  al  aprendizaje  y  enseñanza  de  idiomas  en  el  ámbito  educativo,  y  tienden  a  ser  conocimientos  sobre  la  lengua  estudiada.  Las  actividades  asociadas  a  la  adquisición,  en  cambio,  son  aquellas  en   las  que  intervienen  los  niños  pequeños  y,  de  forma  análoga,  quienes  hablan  otra  lengua  después  de  largos  períodos  de  interacción  social   (es   decir,   de   uso   cotidiano   de   la   lengua)   en   otro   país.   Las   personas   cuyas  experiencias   con   la   L2   son   básicamente   de   aprendizaje   suelen   no   tener   el   mismo  dominio  lingüístico  que  han  tenido  experiencias  de  adquisición.  

Sin   embargo,   incluso   en   situaciones   de   adquisición   ideales,  muy  pocas   personas  adultas  parecen  alcanzar,  cuando  emplean  una  lengua  segunda,  el  dominio  lingüístico  de   una   persona   nativa.   Hay   quienes   llegan   a   alcanzar   un   gran   conocimiento   para  escribir  en  ella,  pero  no  para   su  uso  oral.  Un  ejemplo  es  del  escritor   Joseph  Conrad,  cuyas  novelas   se  han  convertido  en  obras   clásicas  de   la   literatura   inglesa,  pero   cuyo  inglés   hablado,   como   es   bien   sabido,   conservaba,   debido   a   su   lengua   materna,   un  fuerte  acento  polaco.  Esto  podría  apuntar  a  que  algunas  características  de  la  segunda  lengua   (por  ejemplo,   su   vocabulario  o   su   gramática)   son  más   fáciles  de  adquirir   que  otras   (por   ejemplo,   su   fonología).  Aunque   sigue   siendo  un   tema  muy  debatido,   este  tipo   de   observaciones   se   toma   algunas   veces   como   una   prueba   de   que,   una   vez  transcurrido   cierto   “período   crítico”   (hacia   la   pubertad),   resulta   muy   difícil   adquirir  plenamente  una  lengua  segunda.  Para  apoyar  esta  hipótesis  se  cita  frecuentemente  el  proceso  de  lateralización  del  cerebro  como  un  factor  esencial.  Podríamos  pensar  que  en  este  proceso   la   facultad  del   lenguaje  queda   saturada  por   las   características  de   la  lengua   materna,   lo   que   tiene   como   resultado   una   pérdida   de   flexibilidad   para  incorporar  las  características  de  otra  lengua.  

En  contra  de  esta  opinión  se  ha  demostrado  que  los  estudiantes  mayores  de  diez  años  son  aprendices  más  rápidos  y  mejores  de  una  segunda  lengua  que,  por  ejemplo,  quienes   tienen   siete   años.   Puede   ser,   evidentemente,   que   la   adquisición   de   una  segunda   lengua  requiera  una  combinación  de  varios   factores.  La  edad  óptima  podría  ser   el   período   que   va   de   los   diez   a   los   dieciséis   años,   cuando   la   “flexibilidad”   de   la  facultad   para   adquirir   una   lengua   todavía   no   se   ha   perdido   completamente   y   la  madurez   de   la   capacidad   cognitiva   permite   una   asimilación   más   efectiva   de   las  regularidades  del  sistema  de  la  segunda  lengua.    

Pero  incluso  durante  esta  edad  óptima  puede  verse  bloqueada  la  adquisición  si  se  da  una  barrera  de  origen  muy  diferente.  Quienes  están  pasando  por   la  adolescencia  

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son,  en  general,  mucho  más  sensibles  que  los  niños  pequeños.  Si  hay  un  sentimiento  fuerte  de  aversión  o  de  vergüenza  al   intentar  producir   los  sonidos  diferentes  de  otra  lengua,  de  poco   servirán  entonces   las   capacidades   físicas   y   cognitivas  disponibles.   Si  esta  sensibilidad  se  combina  con  una   falta  de  empatía  hacia   la  cultura  extranjera   (es  decir,   no   hay   identificación   alguna   con   los   hablantes   ni   con   sus   costumbres),   los  efectos   sutiles   de   esta   actitud   podrían   inhibir   considerablemente   el   proceso   de  adquisición.  

Este   tipo   de   reacción   emocional   o   afectiva   podría   también   ser   producida   por  manuales  aburridos,  entornos  escolares  desagradables  o  por  un  horario  agotador.  El  término  filtro  afectivo  se  utiliza  a  menudo  para  describir  las  dificultades  que,  durante  la   adquisición,   tienen   su   origen   en   experiencias   o   sentimientos   negativos:   con   can-­‐sancio,   con   incomodidad,   con  vergüenza  o   sin  motivación,  difícilmente  puede  apren-­‐derse  algo.  

Los  niños  parecen  estar  menos  afectados  por  el   filtro  afectivo.  Las  publicaciones  sobre  la  adquisición  de  una  lengua  segunda  por  niños  muestran  muchos  casos  en  que  estas  inhibiciones  quedan  superadas.  Aunque  también  las  personas  adultas  superan  a  veces  sus  inhibiciones.  Según  un  interesante  estudio,  un  grupo  de  aprendices  adultos  de   una   lengua   segunda   ven   reducida   de   forma   notable   su   vergüenza   a  medida   que  aumenta   su   nivel   de   alcohol.   A   partir   de   determinado  momento   se   da   una   conside-­‐rable  mejoría  en  la  pronunciación  de  la  lengua  segunda,  pero  después  de  varios  tragos,  como  fácilmente  se  puede  suponer,  la  pronunciación  se  deteriora  rápidamente.  Cursos  como  Francés  con  coñac,  Inglés  con  whisky  o  Ruso  con  vodka  pueden  ser  una  solución  parcial,  pero  es  probable  que  las  inhibiciones  vuelvan  con  la  resaca.  

 A  pesar  de  todas  estas  barreras,   la  necesidad  de  aprender  otras  lenguas  ha  dado  

lugar  a  diferentes  enfoques  y  métodos  educativos  que  tienen  como  objetivo  mejorar  el  aprendizaje   de   una   lengua   segunda   y   reflejan   los   diferentes   puntos   de   vista   al  respecto.  

 El  enfoque  más   tradicional  consiste  básicamente  en   tratar  el  aprendizaje  de  una  

segunda   lengua   como   si   fuese  una  materia   académica   cualquiera.   Se  han  de  memo-­‐rizar  largas  listas  de  palabras  y  un  conjunto  de  reglas  gramaticales,  concediéndose  más  importancia   a   la   lengua   escrita   que   a   la   hablada.   Este  método   tiene   su   origen   en   el  enfoque  tradicional  empleado  para  enseñar  latín  y  normalmente  se  describe  como  el  método   de   traducción   y   gramática.   En   realidad   este   nombre   lo   han   acuñado   sus  detractores,   quienes   señalan   que   el   énfasis   que   se   pone   en   que   los   estudiantes  aprendan  cosas  sobre  la  segunda  lengua  inciden  muy  poco  en  el  aprendizaje  de  cómo  se  utiliza   la   lengua.  Los  estudiantes  que  han  alcanzado  notas  altas  en  el  aprendizaje,  por   ejemplo,   del   francés   por   este   método,   se   encuentran   al   dejar   la   escuela,   en  general,  con  que  desconocen  cómo  se  utiliza  realmente  esta  lengua  en  Francia.  

 Un  planteamiento  muy  diferente,  que  valora  más  la   lengua  hablada,  se  hizo  muy  

popular   durante   los   años   cincuenta   y   sesenta.   Se   basaba   en   una   introducción   siste-­‐mática   a   las   estructuras   de   la   segunda   lengua,   de   menor   a   mayor   complejidad,   a  menudo   a   través   de   ejercicios   que   alumnos   y   alumnas   tenían   que   repetir.   Los  partidarios  de  este  enfoque,  el  método  audiolingüe,  creían  que  el  habla  fluida  de  una  lengua  era,  esencialmente,  un  conjunto  de  “hábitos”  que  se  podían  desarrollar  con  la  

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práctica.  Buena  parte  de  esta  práctica  se  conseguían  con  horas  y  horas  en  un  labora-­‐torio   de   idiomas   repitiendo   ejercicios   orales.   En   aquella   época   se   justificaba   este  método  diciendo  que  el  aprendizaje  de  una  lengua  extranjera  era  un  proceso  mecánico  de  formación  de  hábitos.  Hoy  en  día  nos  resultaría  muy  difícil  encontrar  a  un  psicólogo  o   lingüista   que   estuviera   de   acuerdo   con   esta   afirmación,   aunque   todavía   son  muy  comunes   algunas   versiones   derivadas   de   estos   métodos   audiolingües.   Sus   críticos  señalan  que   la   práctica   aislada  de   los  modelos   fijos   no   tiene  ningún  parecido   con   la  naturaleza   de   la   interacción   del   uso   real   de   la   lengua.   Además,   puede   ser   terrible-­‐mente  aburrido.  

 Las   versiones  más   recientes   de   las   experiencias   de   aprendizaje   de   una   segunda  

lengua  se  llaman  enfoques  comunicativos.  En  parte,  son  una  reacción  en  contra  de  lo  artificial  de  la  “práctica  por  patrones”  y  también  de  la  creencia  de  que  el  aprendizaje  consciente  de   la  gramática  de  una   lengua  deviene  necesariamente  en  una  capacidad  para   utilizar   esa   lengua.   Aunque   hay   versiones   muy   diferentes   de   cómo   crear  experiencias  comunicativas  en  el  aula  de  lengua  extranjera,  todas  ellas  están  basadas  en   la   opinión   de   que   las   funciones   del   lenguaje   (es   decir,   aquello   para   lo   que   es  utilizado)   deben   prevalecer   sobre   las   formas   de   la   lengua   (es   decir,   la   corrección  gramatical   y   fonológica).   Las   lecciones   normalmente   se   organizan   en   torno   a   con-­‐ceptos   como  “pedir   cosas”  en  diferentes   contextos   sociales,   y  no  en   “las   formas  del  pasado”   en   diferentes   oraciones.   Estos   cambios   han   coincidido   con   los   intentos   de  suministrar  materiales  más  apropiados  para  el  aprendizaje  de  una  segunda  lengua  con  objetivos   específicos   (por   ejemplo,   inglés   para   personal   médico   o   japonés   para   los  negocios).  

 El  cambio  más  sobresaliente  en  el  ámbito  del  aprendizaje  de  una  segunda  lengua  

en   los  últimos  años  ha   sido  pasar  de  centrar   todo  en  profesor,  manual   y  método,  al  interés  por  el  alumno  o  alumna  y  por  el  proceso  de   la  adquisición.  Por  ejemplo,  una  característica   radical   de   la   mayoría   de   los   enfoques   comunicativos   es   la   tolerancia  hacia   los   errores   que   cometen   quienes   aprenden   una   lengua.   Tradicionalmente,   los  errores   eran   considerados   muy   negativos   y   tenían   que   evitarse.   El   hecho   de   que  últimamente   haya   más   condescendencia   con   los   errores   está   relacionado   con   un  cambio   fundamental   de   perspectiva.   Más   que   considerar   la   expresión   In   the   room  there   are   three   womens   («En   la   habitación   hay   tres   mujeres»),   producida   por   un  hablante   de   español   aprendiz   de   inglés,   como   un   simple   fallo   al   aprender   la   forma  correcta  del  plural  inglés  women  –lo  que  sería  corregido  mediante  una  práctica  intensa  de   la   forma   correcta-­‐,   se   vería   como  un   indicio   de  que  el   proceso  de   adquisición   se  está  produciendo.  Un  error,  por  tanto,  no  es  algo  que  entorpece  el  proceso  de  quien  aprende  una   lengua,   sino   una   prueba  del   progreso   en   el   aprendizaje   activo   que   esa  persona  realiza  cuando  ensaya  formas  de  comunicarse  en  tal   lengua.  Al   igual  que  un  niño   que   adquiere   su   primera   lengua   produce   diferentes   formas   agramaticales,  también  podemos  esperar  que  el  aprendiz  de  una  segunda  lengua  produzca  sobrege-­‐neralizaciones  en  determinadas  etapas.  El  ejemplo  de  womens  puede  considerarse  un  tipo  de  construcción  creativa,  debido  a  que  ese  aprendiz  recurre  al  modo  más  general  de  construir  los  plurales  en  inglés.  

Es  evidente  que  algunos  errores  pueden  deberse  a  la  transferencia  de  expresiones  o   estructuras   de   la   primera   lengua.  Un   hablante   de   español   como  primera   lengua   y  

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aprendiz   de   inglés   puede   producir   enunciados   como   Take   it   from   the   side   inferior  («Toma   esto   de   la   parte   inferior»),   y   ello   se   debe  muy   seguramente   a   que   intenta  utilizar   el   adjetivo   español   inferior   (en   inglés,   lower)   poniéndolo   detrás   del   nombre,  como   en   las   construcciones   españolas.   Si   la   primera   y   la   segunda   lenguas   tienen  características   parecidas   (por   ejemplo,   marcar   el   plural   al   final   de   los   nombres),  quienes  aprenden  pueden  beneficiarse  de  esta  transferencia  positiva  desde  la  primera  lengua.   Por   otra   parte,   transferir   características   de   la   primera   lengua   que   no   tienen  correlato  en   la   segunda  es  una   transferencia  negativa   y  normalmente  no  es  efectiva  para   la   comunicación   en   la   segunda   lengua.   Hay   que   decir   que   la   transferencia  negativa  (llamada  algunas  veces  interferencia)  es  más  frecuente  en  las  primeras  etapas  del   aprendizaje   y   suele  disminuir   a  medida  que  el   aprendiz   va   familiarizándose   cada  vez  más  con  la  segunda  lengua.  

 Cuando   es   examinada   atentamente,   la   lengua   producida   por   los   aprendices  

contiene  un  gran  número  de  errores  que  no  parecen  tener  relación  ni  con  formas  de  la  primera  lengua  ni  con  formas  de  la  segunda.  Por  ejemplo,  el  aprendiz  español  que  dice  en  inglés  She  name  is  Maria  («Ella  nombre  es  María»)  recurre  a  una  construcción  que  no  existe  ni  en  español  ni  en  inglés,  que  no  aparece  en  la  adquisición  del  inglés  ni  del  español   como   primera   lengua.   Datos   como   éste   sugieren   que   existe   un   sistema  intermedio   en   la   adquisición   de   una   lengua   segunda   que   contiene   aspectos   de   la  primera   y   segunda   lenguas,   pero   que   es   un   sistema   inherentemente   variable   y   que  tiene  sus  propias  reglas.  Este  sistema  se  denomina   interlengua,  y  en  estos  momentos  está  considerado  como  la  base  de  toda  producción  en  la  segunda  lengua.    

Si  alguien,  durante  el  aprendizaje  de  una  segunda  lengua,  desarrolla  un  repertorio  lo   bastante   fijo   de   formas  que   contienen  muchas   características   que  no   concuerdan  con  las  de  esa  lengua,  y  ya  no  progresa  más,  se  dice  que  la  interlengua  de  esa  persona  se  ha  fosilizado.  El  proceso  de  fosilización  en  la  pronunciación  de  una  segunda  lengua  es   una   de   las   causas   obvias   del   acento   extranjero.   Sin   embargo,   una   interlengua   no  está  diseñada  para  fosilizarse.  Se  va  desarrollando  naturalmente  y  se  convierte  en  un  medio  efectivo  de  comunicación  cuando  se  dan  las  condiciones  adecuadas.  Descubrir  cuáles  son  esas  condiciones  es  una  de   las  áreas  más   importantes  de  estudio  en  este  campo.  

 Hay   varios   factores   que   se   combinan   con   el   perfil   de   un   buen   aprendiz   de  

segundas   lenguas.   En   este   contexto,   es   obvio   que   la   motivación   para   aprender   es  importante.  Es  más:  hay  que  destacar  que  quienes  han  tenido  más  éxito  han  sido  las  personas   que   han   estado  más  motivadas.   Un   entorno   en   que   se   anime   a   aprender  debería   ser,   por   tanto,  más   útil   que   otro   en   el   que   sólo   se   señalen   los   errores   y   se  realicen  correcciones.  Además,  el  o  la  estudiante  con  disposición  a  hacer  hipótesis,  que  se   arriesga   a   cometer   errores   y   que   intenta   por   encima   de   todo   comunicarse   en   la  segunda   lengua   aprovechando   cualquier   oportunidad,   tenderá   a   obtener   mejores  resultados.   Una   parte   importante   de   estas   oportunidades   es   la   relativa   a   la  disponibilidad  de  estímulos.  

 El   término   input   se   utiliza   para   hacer   referencia   a   los   estímulos   lingüísticos  

(enunciados  orales  y  escritos  de  todo  tipo)  a  los  que  están  expuestas  las  personas  que  aprenden   una   segunda   lengua.   Para   que   resulte   beneficioso,   este   input   tiene   que  

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resultar   aceptablemente   comprensible.   Esto   puede   ocurrir   cuando   la   estructura  gramatical  y  vocabulario  son  simples  o  se  ajustan  al  grado  de  desarrollo  alcanzado  por  los   aprendices.   Los   hablantes   nativos   suele   acomodar   sus   enunciados   a   las   posibi-­‐lidades   de   comprensión   que   suponen   en   los   aprendices.   Se   trata   de   la   variedad   de  habla  conocida  como  habla  de  extranjero.  Un  hablante  nativo  de  inglés  puede  intentar  preguntar  a  alguien  que  esté  aprendiendo  esta  lengua:  How  are  you  getting  on  in  your  studies?   («¿Cómo   te   va   con   tus   estudios?»).   Si   esta   pregunta   no   es   comprendida,  entonces  puede  cambiar  el  enunciado  y  decir:  English  class,  you   like   it?   («La  clase  de  inglés,  ¿te  gusta?»).  Este  tipo  de  habla  puede  resultar  beneficioso,  no  sólo  para  que  la  comunicación   se   produzca,   sino   también   para   ofrecer   a   los   estudiantes   noveles  muestras  claras  de  las  estructuras  básicas  de  la  segunda  lengua.  

A   medida   que   la   interlengua   de   los   aprendices   se   va   desarrollando,   surge   una  mayor   necesidad   de   interacción   y   aparece   un   las   conversaciones   un   tipo   de   input  negociado.  Se  trata  de  elementos  de  la  segunda  lengua  que  se  pueden  adquirir  en  el  transcurso  de  interacciones  en  que  se  pidan  aclaraciones  y  se  centre  la  atención  en  lo  que  se  está  diciendo.  En  el  ejemplo  siguiente  puede  apreciarse  cómo  el  aprendiz,  un  hablante  no  nativo  de  inglés  (HNN)  y  un  nativo  (HN)  negocian  los  significados  conjun-­‐tamente.   El   input   comprensible,   por   ejemplo   el   significado   de   la   palabra   triangle  («triángulo»)  se  ofrece  en  el  momento  en  que  el  estudiante  lo  necesita  y  en  que  está  prestando  atención  al  significado  en  el  contexto  dado:  

 HN:   like  part  of  a  triangle?  («¿como  parte  de  un  triángulo?»)  HNN:   what  is  triangle?  («¿qué  es  triángulo?»)  HN:   triangle   is   a   shape  um   it   has   three   sides   («un   triángulo   es   un   forma  um  que   tiene   tres  

lados»)  HNN:   a  peak?  («¿un  pico?»)  HN:   three  straight    sides.  («tres  lados  rectos»)  HNN:   a  peak?  («¿un  pico?»)  HN:   yes,  it  does  like  a  mountain  peak,  yes  («sí,  se  parece  al  pico  de  una  montaña,  sí»)  HNN:   only  line  only  line?  («¿sólo  línea  sólo  línea?»)      HN:   ok  two  of   them,  right?  one  on  each  side?  a   line  on  each  side   («bueno,  dos  de  ellas,  ¿de  

acuerdo?,  ¿una  en  cada  lado?,  una  línea  en  cada  lado»)  HNN:   yes  («sí»)  HN:   little  lines  on  each  side?  («¿líneas  pequeñas  en  cada  lado?»)  HNN:   yes  («sí»)  HN:   like  a  mountain?  («¿como  una  montaña?»)  

 En   este   tipo   de   interacción   la   persona   que   aprende   experimenta   los   beneficios  

tanto   de   recibir   input   como   de   producir   output.   La   oportunidad   de   producir  output  comprensible   en   una   interacción   significativa   parece   ser   un   factor   esencial   en   el  desarrollo  de  las  capacidades  en  una  segunda  lengua.  Sin  embargo,  esta  interacción  no  es  fácil  de  producir  en  el  aula.  Una  solución  al  respecto  ha  sido  la  de  crear  diferentes  tipos  de  tareas  y  actividades  cuya  realización  exige  que  alumnos  y  alumnas  interactúen  del  modo  considerado.  A  pesar  del  posible  temor  a  que  unos  aprendices  adquieran  los  errores  de  otros,  los  resultados  de  este  aprendizaje  basado  en  tareas  constituyen  una  evidencia  abrumadora  de  que  provocan  un  mejor  uso  de  la  segunda  lengua.  El  objetivo  de  estas  actividades  no  consiste  en  que  quienes   la  aprenden  sepan  cosas   sobre  ella,  sino  que  desarrollen  una  competencia  comunicativa.  

 

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La  competencia  comunicativa   se  puede  definir,  a  partir  de  sus  tres  componentes  básicos,  como  la  capacidad  de  utilizar  la  segunda  lengua  correcta,  apropiada  y  flexible-­‐mente.   El   primer   componente   es   la   sub-­‐competencia   gramatical,   que   implica   el   uso  correcto   de   palabras   y   estructuras.   No   obstante,   concentrarse   únicamente   en   este  subcomponente   no   llevaría   a   que   el   aprendiz   interpretara   o   produjera  mensajes   de  modo  apropiado.  Para  ello  debe  desarrollarse  la  sub-­‐competencia  sociolingüística.  Ésta  hace  que  los  aprendices  puedan  llegar  a  saber  cuándo  decir  ¿Puedes  pasarme  el  agua?  y   cuándo   ¡Dame   agua!,   dependiendo   de   las   condiciones   del   contexto   social.   Los  estudiantes   de   una   segunda   lengua   tienen   que   familiarizarse   con  mucho   de   lo   que  suele  ser  estudiando  en  el  ámbito  de  la  Pragmática  (vid.  tema  8)  para  desarrollar  este  componente.  

El   tercer   componente   es   el   que   se   denomina   sub-­‐competencia   estratégica.   Se  refiere   a   la   capacidad  de  organizar   el  mensaje   con  eficacia   y,   recurriendo   a  diversas  estrategias,   compensar   cualquier   dificultad   que   pueda   surgir.   Al   utilizar   la   segunda  lengua   las   y   los   estudiantes   sufrirán,   de   forma   inevitable,   un   desajuste   entre   la  intención   comunicativa   (lo   que   se   quiere   expresar)   y   los   recursos   lingüísticos   dispo-­‐nibles.  Habrá  quienes  se  callarán  (poco  positivo  para  el  aprendizaje)  y  quienes   inten-­‐tarán  expresarse  a  través  de  una  estrategia  de  comunicación  (favorece  el  aprendizaje).  Por   ejemplo,   un   hablante   de   neerlandés   como   primera   lengua   necesitaba   en   cierto  momento   referirse   a   een   hoefijzer   en   español,   pero   desconocía   la   palabra   en   esta  lengua,  así  que  utilizó  una  estrategia  de  comunicación.  Se  refirió  a  las  cosas  que  llevan  los   caballos   en   las   patas,   las   cosas   de   hierro,   y   el   oyente   comprendió   lo   que   quería  decir:   las   herraduras.   Esta   flexibilidad   al   utilizar   la   segunda   lengua   es   un   elemento  clave   para   que   la   comunicación   sea   un   éxito.   En   esencia,   la   sub-­‐competencia   estra-­‐tégica  es   la  capacidad  de  superar   los  problemas  potenciales  que  puedan  surgir  en   la  interacción  comunicativa.  

   

3.  LENGUAJE  Y  SOCIEDAD    

3.1  Sociolingüística    La   Sociolingüística   es   el   estudio   de   las   relaciones   entre   el   uso   del   lenguaje   y   la  

estructura   de   la   sociedad.   Tiene   en   cuenta   factores   como   el  origen   social   tanto   del  hablante  como  del  interlocutor  (por  ejemplo,  edad,  sexo,  clase  social,  etnia,  grado  de  integración,  etc.),   la  relación  entre  el  hablante  y  el   interlocutor  (buenos  amigos,   jefe-­‐empleado,  maestro-­‐alumno,  abuelo-­‐nieto,  etc.)  y  el  contexto  y  la  forma  de  interacción  (en   el   supermercado,   en   un   estudio   de   televisión,   en   la   iglesia,   en   la   cafetería,   gri-­‐tando,   susurrando,   por   teléfono,   por   correo   electrónico,   etc.),   y   afirma   que   estos  factores  son  esenciales  para  entender  tanto  la  estructura  como  la  función  del  lenguaje  utilizado   en   una   situación   determinada.   Como   se   centra   en   el   uso   del   lenguaje,   los  análisis   lingüísticos   llevados  a   cabo  en   los  estudios  de   carácter   sociolingüístico  están  normalmente  basados  en  grabaciones  y  encuestas  de  diverso  tipo.  

Unas   y   otras   pueden   ser   analizadas   de   formas   diferentes   dependiendo   de   los  objetivos  de  la  investigación.  Por  ejemplo,  un  investigador  puede  estar  interesado  en  analizar  los  dialectos  regionales  o  sociales  para  examinar  si  diferentes  grupos  sociales  hablan   de   forma   diferente   y   para   descubrir   si   se   está   produciendo   un   cambio  

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lingüístico.  Muy  diferente  es  la  investigación  de  la  forma  y  función  de  la  cortesía  en  la  interacción  diaria  (vid.  tema  8),  un  interés  que  llevará  a  buscar  marcadores  de  cortesía  en   diferentes   conversaciones   y   cómo   éstas   se   relacionan   con   dimensiones   sociales  como   las   apuntadas   antes.  Otro   foco   de   interés   pueden   ser   las   llamadas   respuestas  mínimas  (formas  como  ah,  hmm,  claro,  etc.)  o  los  marcadores  de  discurso  (como  bien,  sabes  que,  realmente,  etc).    

 Además   de   los   fenómenos   que   surgen   en   la   interacción   de   individuos   o   grupos  

pequeños,   la   Sociolingüística   también   se   interesa  por   las   interacciones  que,   a  mayor  escala,   se   producen   entre   la   sociedad   como   un   todo   y   el   lenguaje.   Una   de   estas  interacciones  es  la  sustitución  de  una  lengua.  En  un  contexto  multilingüe,  una  lengua  puede  ir   imponiéndose  sobre  las  demás,  abarcando  cada  vez  más  y  más  dominios  en  los   que   antes   se   hablaban   otras   lenguas.   Entender   las   condiciones   que   facilitan   la  sustitución   y   comprender   la   dinámica   del   proceso   mismo   también   se   considera   un  objetivo  de  la  Sociolingüística.  Obviamente,  podríamos  mencionar  otros  muchos  temas  de   investigación  en   los  estudios  de   la   lengua  que  comparten  este  enfoque  social.  Sin  embargo,  nos  ocuparemos   con  algo  más  de  detalle  de   los   estudios   contemporáneos  sobre  la  variación  y  el  cambio  lingüísticos.    

 A  menudo,   la   visión   que   tienen   los   profanos   del   lenguaje   es   bastante   simplista.  

Podemos   ilustrarlo   hablando  de   la   relación   entre   el   llamado   lenguaje  estándar   y   los  dialectos  no  estándares  asociados  al  primero.  El  francés  estándar  y  el  inglés  estándar,  por  ejemplo,  son  variedades  del  francés  y  del  inglés  sobre  los  que  se  han  escrito  libros  de  gramática,  convenciones  para  su  pronunciación  y  ortografía,  convenciones  que  se  promocionan   gracias   a   los  medios   de   comunicación   y   a   otras   instituciones   públicas,  como   el   sistema   educativo,   y   que   son   consideradas   por   la   mayoría   como   la   forma  “correcta”  de  hablar  estas  dos   lenguas.   Las   variedades  no  estándares   -­‐algunas  veces  llamadas  dialectos  sociales2-­‐  pasan  a  ser  consideradas  una  forma  perezosa,  incorrecta,  que   manifiesta   una   carencia   tanto   de   educación   como   de   disciplina   al   aprender   a  hablar  una   lengua.  Los   lingüistas  no  coinciden  con  estas  apreciaciones.  El  estudio  del  uso  del  lenguaje  ha  demostrado  no  sólo  que  las  variedades  no  estándares  exhiben  una  regularidad  gramatical  y  patrones  de  pronunciación  regulares  de  la  misma  forma  que  lo  hacen   las  variedades  estándares,   sino   también  que  una  gran  mayoría  de  personas  usa   rasgos   no   estándares   algunas   veces   cuando   hablan.   La   investigación   socio-­‐lingüística  ha  demostrado  que  el  habla  de  la  mayoría  de  las  personas  es,  por  lo  menos,  variable,  combinando,  por  ejemplo,  sonido,  palabras  o  estructuras  gramaticales  están-­‐dares  y  no  estándares.  El  estudio  de  la  variación  lingüística  es  la  búsqueda  de  patrones  regulares   en   este   comportamiento   lingüístico   variable,   y   en   él   se   tienen   en   cuenta,  entre  otros,  factores  como  la  clase  social,  la  educación,  la  edad,  el  sexo  o  la  etnia.  

Por  lo  que  respecta  a  la  clase  social  y  la  educación,  se  ha  visto  en  algunos  estudios  sobre   dialectos   que,   entre   quienes   abandonan   el   sistema   educativo   a   una   edad  temprana,  hay  una  mayor  tendencia  a  usar  formas  lingüísticas  que  son  relativamente  poco  frecuentes  en  el  habla  de  quienes  sí  continúan   la  educación  escolar.  Parece  ser  un   hecho   probado   que   una   persona   que   ha   pasado   por   la   escuela   y   la   universidad  tiende  a  mostrar  unos  rasgos  de  habla  muy  relacionados  con  el  tiempo  que  ha  debido  

                                                                                                               2  En  contraposición  a  los  dialectos  regionales,  concernientes  a  las  variedades  geográficas.  

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dedicar  al  trabajo  con  la  lengua  escrita.  El  comentario,  tan  habitual,  de  que  tal  profesor  “habla   como   un   libro”   es   probablemente   la   constatación   de   una   forma   extrema   de  esta  influencia.  

Las   clases   sociales   también   “suenan”   diferentes.   Un   estudio   muy   conocido   de  Labov   (1972)  combinaba  elementos  del   lugar  de  trabajo  y  el  estatus  socioeconómico  para  examinar   las  diferencias  de  pronunciación  existentes  en   los  vendedores  de   tres  grandes   almacenes   de   Nueva   York:   Saks   (de   clase   alta),  Macy´s   (de   clase   media)   y  Klein’s   (de   clase   baja).   Labov   dirigía   a   los   vendedores   preguntas   que   les   forzaban   a  emplear   la  expresión   fourth   floor   («cuarta  planta»).   Estaba   interesado  en   la  pronun-­‐ciación   del   sonido   [r]   tras   vocales.   Y   encontró   un   patrón   regular:   a   clase   socio-­‐económica  más  alta,  más  aparecía  el  sonido  [r]  (four  floor),  y  a  más  baja,  menos  (fouah  flooah).  Por  tanto,  la  diferencia  en  la  pronunciación  de  una  única  consonante  podía  ser  un   indicativo   de   la   clase   social   del   hablante.   Otros   ejemplos.   En   todo   el   mundo   de  habla   inglesa,   un   indicio   seguro   de   que   se   pertenece   a   la   clase   baja   y   de   que   se   ha  tenido  poca  educación,  es  la  aparición  de  [n]  y  no  [ŋ]  al  final  de  palabras  como  walking  [«andando»]  o  going  («yendo»).  Es  español,  como  es  sabido,  hay  hablantes  seseantes,  ceceantes  y  distinguidores.  Es  decir,  hay  quienes  pronuncian  caso  y  cazo  como  [káso]  (dicho   sea   de   paso,   la  mayor   parte   de   los   hablantes   de   español   pronuncian   de   este  modo);   son   seseantes.   Los   hay   que   pronuncian   caso   y   cazo   como   [káθo];   son  ceceantes.  Y  los  hay,  por  fin,  que  distinguen  los  sonidos  [s]  y  [θ]  en  la  pronunciación:  [káso]   frente   a   [káθo];   son   distinguidores.   Aunque   estas   alternativas   en   las   pronun-­‐ciación  de   los   fonemas  /s/  y  /θ/  responden  a  reajustes  históricos  del  sistema  fonoló-­‐gico  del  español   y   son  científicamente  explicables,   se  asocian   sin  embargo  a   la   clase  social   y   la   educación   de   los   hablantes:   la   forma   más   prestigiosa   (académica)   de  pronunciar  es  la  distinción  de  ambos  fonemas;  la  forma  seseante  es  neutra:  es  la  más  extendida  y  abarcadora.  La  forma  ceceante,  en  cambio,  lleva  el  estigma  de  pertenencia  a  clases  bajas  y  poco  educadas,  hasta  el  extremo  de  que  las  personas  ceceantes  llegan  a  ser  objeto  de  burlas  e  incluso  culpadas  en  algunos  contextos  educativos  de  tener  un  “vicio”  en  la  pronunciación.    

Incluso  dentro  de  grupos  pertenecientes  a  una  misma  clase  social  podemos  hallar  diferencias  que  parecen  estar  relacionadas  con  factores  como  la  edad  o  el  sexo  de  los  hablantes.  A  menudo,  muchos  hablantes  jóvenes  que  viven  en  determinadas  regiones,  al  ver  los  resultados  de  un  estudio  sobre  dialectos  de  su  zona  (normalmente  realizados  con  informantes  mayores),  aducen  que  los  términos  que  en  ellos  figuran  quizá  los  usen  sus  abuelos,  pero  no  ellos.  La  variación,  por  lo  que  respecta  a  la  edad,  es  más  notable  de  abuelos  a  nietos.  Los  abuelos  pueden  usar  todavía  términos  como  ungüento,  auto  o  jícara,  y  seguramente  no  sabrán  qué  es  un  programa,  qué  es  estar  pasado  o  cuándo  algo   mola.   Tampoco   utilizarán   expresiones   como   ¡Qué   guay!,   ir   maqueado   o   estar  flipado.   La   variación   con   respecto   al   sexo   del   hablante   ha   sido   objeto   de   investi-­‐gaciones   más   reciente.   Una   conclusión   general   a   la   que   han   llegado   los   estudios  dialectales   es   que   las   mujeres   tienden   a   utilizar   más   formas   de   prestigio   que   los  hombres   de   una   misma   extracción   social.   Es   decir,   en   diversos   estudios   sobre   la  variación   lingüística  relacionada  con  el  sexo  se  ha  demostrado  que  variantes   inglesas  como   I   done   it   («lo   hice»),   it   growed     («creció»)   y   he   ain´t   («él   no   es»)   son   más  frecuentes  en  al  habla  de  los  hombres,  mientras  que  I  did  ,  it  grew  y  he  isn´t  lo  son  en  el  de  las  mujeres.  En  algunas  culturas  hay  diferencias  mucho  más  marcadas  en  el  habla  de  hombres  y  mujeres.  En  algunas  lenguas  indias  norteamericanas,  como  la  de  los  Gros  

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Ventre  y  los  Koasati,  se  han  documentado  pronunciaciones  muy  diferentes  de  algunas  palabras.   Es   más:   cuando   los   primeros   europeos   encontraron   vocabularios   diferen-­‐ciados  para  hombres  y  mujeres  entre  los  indios  caribeños,  lo  que  dijeron  es  que  cada  sexo   utilizaba   una   lengua   diferente.   Lo   que   encontraron   fue,   de   hecho,   una   versión  extrema   de   la   variación   de   acuerdo   con   el   sexo   del   hablante.   En   las   lenguas  contemporáneas   también   pueden   encontrarse   diferencias   en   el   habla   de  mujeres   y  hombres.   En   conversaciones   entre   miembros   del   mismo   sexo,   las   mujeres,   por   lo  general,   suelen   hablar   más   de   sus   sentimientos   que   los   hombres.   Éstos   parecen  preferir  temas  no  tan  personales,  como  el  deporte  y  las  noticias.  Los  hombres  tienden  a   responder  a  una  expresión  de   sentimientos  o  problemas  dando  consejos   sobre   las  posibles   soluciones,   mientras   que   las   mujeres   prefieren   comentar   experiencias  personales  que  se  parecen  o  que  conectan  con   las  de  otras  mujeres.  Hay  un  patrón,  atestiguado  en  contextos  sociales  anglosajones  americanos,  de  mujeres  que  cooperan  y  buscan  conectar  con  otras  personas  mediante  el  lenguaje,  mientras  que  los  hombres  son   más   competitivos   y   están   interesados   en   el   poder   que   tiene   el   lenguaje.   En  conversaciones   mixtas,   el   número   de   hombres   que   interrumpen   a   una   mujer   es  sustancialmente   mayor   que   a   la   inversa.   Se   dice   que   las   mujeres   utilizan   más  expresiones  de   conexión,   expresiones   como   los   rodeos   (un   tipo  de,   un  poco…),   y   las  muletillas   (¿no   crees?,   ¿te   parece?...),   cuando   expresan   una   opinión:   Bueno,   eh,   yo  creo  que  el  golf  es  un  tipo  de  deporte  un  poco  aburrido,  ¿no  crees?    

Por   otra   parte,   se   han   llevado   a   cabo   notables   esfuerzos   por   cambiar   el   voca-­‐bulario   como   parte   de   un   intento   de   eliminar   la   referencia   al   sexo   en   términos  generales.   Por   ejemplo,   hoy   en   día   se   prefiere,   en   inglés,   hablar   de   spokesperson  («portavoz»)   y   de   mailcarrier   («cartero/-­‐a»),   en   vez   de   hacerlo   con   spokesman   y  mailman,   ya   que   la   voz   man   hace   referencia   a   “hombre”.   Esto   ocasiona   algún  problema   en   ciertos   casos.   En   una   oración   como   Bring   a   friend   if   ____   can   come  («Tráete   un/a   amigo/a   si   ____   puede   venir»),   no   se   sabe  muy   bien   qué   pronombre  usar   en  el   hueco:   ¿he   («él»),   she   («ella»),   s/he   («el/ella»)  o   incluso,   como  proponen  algunos,  they  («él  y  ella»3)?  En  español  esta  situación  equivaldría  más  o  menos  a  algo  así  como  lo  siguiente:  Tráete  a  un  amigo  o  amiga  si  él  o  ella  puede  venir  o  Tráete  a  una  persona  amiga  si  ella  puede  venir.  

Resulta   evidente   que   algunas   diferencias   en   el   habla   se   deben   a   razones   de  carácter  étnico.  De  manera  muy  obvia,  el  habla  de  los  inmigrantes  recién  llegados  y  a  menudo  la  de  sus  hijos  contienen  rasgos  que  los   identifican.  En  algunas  zonas,  en  las  que   persiste   una   fuerte   lealtad   a   la   lengua   materna   del   grupo,   muchas   de   las  características  de  ésta  se  traspasan  a  la  nueva  lengua.  El  habla  de  muchos  americanos  de   origen   africano,   conocida   técnicamente   como   Black   English   Vernacular   (BEV)  («Vernáculo   inglés   negro»),   es   un   dialecto   social   muy   extendido   que   a   menudo   se  impone   incluso  a  diferencias   regionales.  Cuando  dentro  de  una  comunidad   social  un  grupo  sufre  algún  tipo  de  marginación,  como  la  discriminación  o  la  segregación  que  a  lo   largo   de   la   historia   han   experimentado   los   afroamericanos,   entonces   los   rasgos  diferenciales   que   definen   un   dialecto   social   se   acentúan.   Desde   un   punto   de   vista  social,   se   añade   el   problema   de   que   la   variedad   lingüística   resultante   puede   ser  estigmatizada  como  un  “mal  hablar”.  Un  ejemplo  es  la  frecuente  ausencia  de  la  cópula  

                                                                                                               3 El  pronombre  de  tercera  persona  de  plural  inglés  no  hace  referencia  al  sexo  de  los  referentes,  por  lo  que   puede   emplearse   su   pluralidad   para   aludir   en   este   caso,   y   a   un   mismo   tiempo,   a   un   referente  masculino  y  otro  femenino.

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(formas  del  verbo  “ser”)  en  el  BEV,  como  en  las  expresiones:  They  mine  («Ellos  míos»)  o  They  crazy  («Ellos/-­‐as  locos/-­‐as»).  El  inglés  estándar  exige  que  utilice  la  forma  verbal  are   («son»)   en   esas   expresiones.   Sin   embargo,  muchos   otros   dialectos   del   inglés   no  utilizan   la   cópula   en   estructuras   así,   y   un   número   muy   elevado   de   lenguas   (por  ejemplo,   el   árabe  o  el   ruso)   tampoco   la  usan  en  expresiones  equivalentes.   El  BEV,   a  este  respecto,  no  puede  ser  considerado  un  “mal  hablar”,  o  no  más  de  lo  que  pueda  ser  el  árabe  o  el  ruso.  Como  dialecto,  simplemente  tiene  rasgos  que  son  diferentes  del  inglés  estándar.  Otro  aspecto  del  BEV  que  ha  sido  criticado,  a  veces  por  educadores,  es  la   utilización   de   construcciones   con   doble   negación:  He   don´t   know   nothing   («Él   no  sabe  nada»)  en  vez  de  la  versión  estándar  He  doesn´t  know  anything,  o  I  ain´t  afraid  of  no   ghosts   («No   tengo  miedo   de   ningún   fantasma»)   en   vez   de   I’m   not   afraid   of   any  ghosts.  Normalmente  la  crítica  se  basa  en  que  estas  estructuras  son  ilógicas.  Si  lo  son,  entonces  también  el  español,  en  el  que  es  habitual  el  uso  de  la  doble  y  triple  negación  (No   le   digas   nunca   nada   a   nadie),   y   el   inglés   antiguo,   que   también   usaba   la   doble  negación   (Ic   naht   singan   ne   cube   «Yo   no   sabía   cómo   cantar   nada»),   deberían   ser  lenguas  ilógicas.  En  realidad,  lejos  de  serlo,  este  tipo  de  estructura  es  una  forma  muy  efectiva   de   destacar   las   partes   negativas   de   un   enunciado.   Es   una   característica  dialectal  presente  en  un  dialecto  social  del  inglés  y  a  veces  también  en  otros  dialectos,  pero  no  en  el  inglés  estándar.  

Hay  en  el  habla  de  cada  individuo  una  combinación  de  aspectos  relativos  a  todos  los  factores  considerados  (clase  social,  educación,  edad,  sexo  y  etnia)  causantes  de  la  variación   dialectal.   Se   suele   usar   el   término   idiolecto   para   hacer   referencia   a   este  dialecto  personal  de  cada  hablante  de  una  lengua.  Hay  otros  factores,  como  la  calidad  de   la   voz   y   el   estado   físico,   que   contribuyen   a   caracterizar   de  modo  más   preciso   el  habla  de  una  persona  concreta,  pero  muchos  de  los  factores  sociales  que  acabamos  de  describir  son   los  que  de  hecho  determinan   la  conformación  de  su   idiolecto.  Desde   la  perspectiva  del  estudio  social  del  lenguaje,  las  personas  somos,  en  gran  medida,  lo  que  decimos.  

Todos  los  factores  sociales  que  hemos  estado  examinando  están  relacionados  con  la  variación  según  el  usuario  de  la  lengua.  Otra  causa  de  la  variación  en  el  habla  de  una  persona  se  debe  a   la  situación  de  uso.  Según  este  nuevo  factor,  el  habla  muestra  un  estilo  en  cada  ocasión,  desde  el  muy  formal  hasta  el  muy  relajado.  Cuando  alguien  va  a  una  entrevista  para  conseguir  un  trabajo  normalmente  le  dice  a  la  persona  encargada  de  recibir  algo  así  como  lo  siguiente:  Perdone,  ¿está  la  directora  en  la  oficina?  Tengo  una   cita.   Pero   si   la   encargada   y   la   directora   le   resultan   cercanas   y   de   confianza,   la  persona  que  habla  podría  elaborar  un  mensaje  mucho  más  coloquial  y  comprometido:  ¡Eh!  ¿Está  esa  marmota  todavía  durmiendo?  Habíamos  quedado  para  charlar.    

Este  tipo  de  variación  tiene  en  algunas  lenguas  un  uso  más  acusado  que  en  otras.  En  japonés,  por  ejemplo,  se  usan  términos  diferentes  para  dirigirse  a  la  persona  con  la  que  se  está  hablando  dependiendo  de  la  deferencia  o  respeto  que  se  le  deba  tener.  El  español,   como   el   francés,   el   alemán   o   el   italiano,   por   ejemplo,   dispone   de   dos  pronombres,   tú   y   usted,   que   delimitan   diferencias   de   este   tipo,   y   que   en   inglés   se  corresponden  con  una  sola  forma,  you.    

Podemos   encontrar,   asimismo,   diferencias   de   estilo   en   la   lengua   escrita.   Son  buenos  ejemplos  de   tales  diferencias  son   las  cartas  comerciales   (La  presente  es  para  informarle   de   que…)   frente   las   dirigidas   a   personas   amigas   (Te   escribo   para   decirte  que…).  No  obstante,  se  puede  decir  que,  por  lo  general,  la  forma  de  un  mensaje  escrito  

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mostrará  un  estilo  más  formal  que  su  equivalente  oral.  Si  alguien  en  un  autobús  ve  a  otra  persona  comiendo,  bebiendo  y  escuchando  ruidosamente  la  radio,  puede  decirle  que   lo   que   hace   no   está   permitido   y   que,   si   desea   hacerlo,   debería   esperar   a   estar  fuera  del  autobús.  Pero  si  esa  persona  decide  señalarle  a  la  persona  infractora  el  cartel  en   el   que   de   forma   más   formal   se   expresa   lo   mismo,   ésta   leería:   La   Compañía  Municipal   de   Transportes   comunica   a   sus   usuarios   que   según   la   ordenanza   G5.25  queda  totalmente  prohibido  realizar  a  bordo  de  este  autobús  las  actividades  siguientes:  comer,   beber   y   accionar   aparatos   electrónicos.   En   este   mensaje   advertimos   rasgos  propios   del   uso   del   lenguaje   en   situaciones   formales:   estructuración   sintáctica  compleja,   léxico   especializado,   expresiones   que   difícilmente   se   dan   en   la   lengua  hablada  (totalmente  prohibido,  las  siguientes  actividades,  aparatos  electrónicos).  

La   variación   con   respecto   al   uso   en   situaciones   concretas   también   puede   ser  estudiada   atendiendo   al   registro.   Hay,   por   ejemplo,   un   registro   religioso   en   el   que  esperamos  encontrar  expresiones  que  difícilmente  veremos  en  otros  contextos,  como  por   ejemplo,  En   verdad  os   digo,   temed  a  Dios   y   alabadle.   En  otro   registro  podemos  encontrar  oraciones  como  El  juez  tomará  declaración  a  los  testigos  de  la  defensa.  Y  no  es  muy  probable  que  este  registro  legal  incorpore  expresiones  como  La  morfología  de  este  dialecto  contiene  menos  sufijos  flexivos,  que  nos  son  más  familiares  y  pertenecen  al  registro  lingüístico.  

Es  obvio  que  una  de  las  características  clave  de  un  registro  es  la  utilización  de  un  argot   especial,   es  decir,   de  un   vocabulario   técnico  asociado  a  una  actividad  o   grupo  concreto.   En   términos   sociales,   el   argot   ayuda   a   consolidar   la   identidad   de   aquellos  que  se  consideran  expertos  en  una  materia  y  a  excluir  a  los  profanos.    

Teniendo   en   cuenta   todos   los   factores   sociales   que   acabamos   de   considerar,  deberíamos   pensar   que   decir   lo   adecuado   a   la   persona   adecuada   en   el  momento   y  situación  adecuados  es  todo  un  logro  social.  Es  una  importante  habilidad  que  han  de  ir  adquiriendo  quienes  usan  una  lengua  dada,  junto  a  la  gramática  y  la  pronunciación  de  ésta.  En  algunas  sociedades,  sin  embargo,  la  elección  de  formas  lingüísticas  apropiadas  se   hace   relativamente   más   fácil   debido   a   la   diglosia.   Este   término   describe   una  situación  en   la  que  coexisten  dos  variedades  muy  diferentes  de   lengua  en  una  única  comunidad  de  hablantes,  y  cada  una  tiene  diferentes  funciones  sociales.  Normalmente  hay   una   variedad   “elevada”,   destinada   a   cuestiones   formales   y   serias,   y   una   “baja”,  usada   en   la   conversación   y   para   otros   usos   menos   formales.   En   muchos   países   de  lengua  árabe  existe  una  especie  de  diglosia  en  la  que  la  variedad  elevada,  o  clásica,  se  utiliza  en  conferencias,  habla   religiosa  y  discursos  políticos,  mientras  que   la  variedad  baja   es   el   dialecto   local   del   árabe   coloquial.   En   griego   también   existe   una   variedad  elevada   y   otra   baja   (o   demótica).   En   algunas   situaciones,   la   variedad   alta   puede   ser  una  lengua  completamente  diferente.  Durante  largos  períodos  de  la  historia  de  Europa  occidental  se  dio  una  situación  de  diglosia  con  el  latín  como  variedad  alta  y  las  lenguas  locales,  como  el  francés  o  el  castellano,  como  variedades  bajas.    

 

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3.2  Lengua  y  cultura    En   algunas   ocasiones   se   habla   de   muchos   de   los   factores   que   dan   lugar   a   la  

variación   lingüística   en   términos   de   diferencias   culturales.   No   es   raro   encontrar  características   lingüísticas   citadas   como   aspectos   identificables   de   la   “cultura   de   la  clase  trabajadora”  o  de  la  “cultura  afroamericana”,  por  ejemplo.  En  muchos  aspectos,  esto  es  debido  a  la  influencia  del  trabajo  de  los  antropólogos,  que  tienden  a  tratar  el  lenguaje  como  un  elemento  entre  otros,  como  las  creencias,  en  la  definición  de  cultura  como  “conocimiento  social  adquirido”.  Dado  el  proceso  de  transmisión  cultural  por  el  que   se   adquieren   las   lenguas,   tiene   sentido   recalcar   el   hecho   de   que   la   variación  lingüística  está  ligada  en  gran  medida  a  la  existencia  de  culturas  diferentes.  

En  el  estudio  de  las  culturas  del  mundo  se  ha  llegado  a  aceptar  el  hecho  de  que  los  diferentes  grupos  no  sólo  tienen   lenguas  diferentes,  sino  que  tienen  diferentes  visio-­‐nes   del   mundo,   que   quedan   reflejadas   en   las   lenguas.   Dicho   de   otra   manera,   los  aztecas   no   sólo   no   tienen   en   su   cultura   la   figura   de   Santa   Claus,   sino   que   tampoco  tienen  una  palabra  para  ella.  En  el  sentido  de  que  las  lenguas  reflejan  las  culturas,  ello  es   un   dato   importante   que   no   debe   ser   pasado   por   alto   cuando   se   estudian   las  variedades   de   una   lengua   o   diferentes   lenguas.   No   obstante,   una   reconocida   teoría  sobre   la   conexión   entre   la   lengua   y   la   cultura   propone   una   relación   bastante   más  determinista.  

Según  la  teoría  del  determinismo  lingüístico,  si  dos  lenguas  tienen  una  forma  muy  diferente  de  describir  el  mundo,  el  aprendizaje  de  una  de  ellas  determinaría  la  forma  de   percibir   el   mundo.   Es   decir,   la   lengua   propia   nos   da   un   sistema   acabado   para  categorizar   lo  que  percibimos.  Una   consecuencia  de  ello   es  que  este   sistema   lleva   a  quienes  lo  han  adquirido  a  percibir  el  mundo  que  les  rodea  a  través  únicamente  de  sus  filtros  categoriales.  Dicho  de  otra  forma,  para  la  teoría  del  determinismo  lingüístico,  en  su   versión  más   radical,   “la   lengua  determina  el   pensamiento”:   sólo  podemos  pensar  con  las  categorías  que  nuestra  lengua  nos  proporciona  para  ello.  

Un  ejemplo  muy   citado   (y  discutido)   relacionado   con  esta  hipótesis   se   refiere  al  número   de   palabras   que,   según   se   dice,   tienen   los   esquimales   para   representar   la  realidad  que  en  español  representamos  con  la  palabra  nieve.  Cuando  un  hablante  de  español  mira  un  escenario  invernal,  estaría  “viendo”  una  única  realidad  llamada  nieve,  mientras  que  un  esquimal,  mirando  lo  mismo,  “vería”  entidades  diferentes.  Si  esto  es  posible,  se  dice,  es  porque  su  lengua  le  permite  categorizar  de  forma  diferente  a  como  se  hace  en  español,  aquello  que  ve.  Volveremos  a  este  ejemplo.  

La   idea  general  que  estamos  exponiendo  es  parte  de  lo  que  se   llama  la  hipótesis  Sapir-­‐Whorf.  E.  Sapir  y  B.  L.  Whorf  defendieron,  en   los  años  treinta  del  siglo  pasado,  que  la  lengua  de  los  indios  americanos,  por  ejemplo,  llevaba  a  estos  hablantes  a  ver  el  mundo   de   forma   diferente   a   quienes   hablaban   las   lenguas   europeas.   Veamos   un  ejemplo  de   su  argumentación.  Whorf   afirmaba  que   los   indios  hopi  de  Arizona  perci-­‐bían  el  mundo  de  forma  diferente  a  como  lo  hacían  otras  tribus  (por  ejemplo,  la  tribu  de  los  que  hablaban  inglés),  porque  su  lengua  los  llevaba  a  hacerlo  así.  En  la  gramática  del   hopi   hay   una   distinción   entre   “animado”   e   “inanimado”,   y   entre   el   conjunto   de  entidades  categorizadas  como  “animado”  se  encuentran  las  nubes  y  las  piedras.  Whorf  concluía  que  los  indios  hopi  creen  que  las  nubes  y  las  piedras  son  entidades  animadas  (vivas)  y  que  era  su  lengua  lo  que  les  llevaba  a  creerlo.  El  inglés,  en  cambio,  no  marca  en  su  gramática  que   las  nubes  y   las  piedras  sean  animadas  y,  por  tanto,  quienes  son  

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hablantes  de  inglés  no  ven  el  mundo  del  mismo  modo  que  los   indios  en  cuestión.  En  palabras   de  Whorf,   “diseccionamos   la   naturaleza   de   acuerdo   con   lo   establecido   por  nuestras  lenguas  maternas”.  

Como   era   de   esperar,   esta   hipótesis   ha   suscitado   diversas   críticas.   Sampson  (1980),  por  ejemplo,  esgrimió  la  siguiente:  Imaginemos  que  una  tribu  tiene  una  lengua  en   la  que   las  diferencias  de   sexo  están  marcadas   gramaticalmente,   es  decir,   que   los  términos   utilizados   para   las   hembras   tienen   una   marca   especial.   Y   encontramos,  además,   que   esas   “marcas   de   hembra”   se   dan   en   los   términos   puerta   y   piedra.  Podríamos   decir,   entonces,   que   esa   tribu   cree   que   las   puertas   y   las   piedras   son  entidades  hembras  igual  que  las  mujeres,  por  ejemplo.  El  problema  de  las  conclusiones  extraídas  de  estos  ejemplos  es  que  hay  una  confusión  entre  las  categorías  lingüísticas  (“animado”,   “femenino”)   y   las   categorías   biológicas   (vivo,   hembra).   Es   obvio   que   la  mayor   o   menor   correspondencia   entre   ambos   tipos   de   categoría   es   frecuente   en  muchas  lenguas,  pero  no  tiene  por  qué  haberla.  Además,  las  categorías  lingüísticas  no  nos  fuerzan  a  ignorar  las  categorías  biológicas.  Aunque  la  lengua  de  los  hopis  dispone  de   unas   categorías   lingüísticas   determinadas   para   “piedra”,   ello   no   significa   que   un  camionero  hopi  piense  que  ha  matado  a  un  ser  vivo  cuando  pasa  por  encima  de  una  piedra  con  su  camión.  

Volviendo  a  los  esquimales  y  a  la  nieve:  Sabemos  que  en  español  no  se  dispone  de  una  gran  cantidad  de  términos  para  los  diferentes  tipos  de  nieve.  No  obstante,  llegado  el  caso,  quienes  hablan  español  pueden  crear  expresiones,  manipulando   los  recursos  de   la   lengua,  para  referirse  a  nieve  húmeda,  nieve  en  polvo,  nieve  de  primavera,  etc.  Probablemente,  la  media  de  quienes  hablan  español  tendrán  una  visión  diferente  de  la  entidad   “nieve”   que   la  media   de   quienes   hablan   una   lengua   esquimal,   pero   esto   es  consecuencia  de  las  distintas  experiencias  que  unas  y  otras  personas  han  tenido  en  sus  respectivos   entornos   culturales.   Las   lenguas   que   han   aprendido   reflejan   estas  diferencias   culturales.   En   tuvalú   (lengua   hablada   en   algunas   islas   del   Pacífico)   hay  muchas  palabras  para   los  distintos   tipos  de   cocos.   En  otra   cultura  del  Pacífico,   la  de  Hawai,  la  lengua  tradicional  dispone  de  un  buen  número  de  palabras  para  representar  los  diferentes  tipos  de  lluvia.  Es  decir,   las  lenguas  reflejan  los  aspectos  de  la  vida  que  resultan  más  sobresalientes  a  una  comunidad  dada.  

La   idea   de   que   la   lengua   determina   el   pensamiento   puede   ser   verdad   en   cierta  medida   si   se   acepta   que   esa   determinación   es   limitada.  Quienes   hablan   una   lengua  dada   no   heredan   un   conjunto   fijado   y   cerrado   de   patrones   lingüísticos,   sino   la  capacidad  de  manipular  esos  patrones  y  crear  otros  para  salir  al  paso  de  las  diferentes  necesidades   que   les   plantearán   sus   experiencias   y   percepciones.   Si   pensamiento   y  percepción  estuvieran   totalmente  determinados  por   la   lengua,  entonces  el   concepto  de  cambio   lingüístico   resultaría   imposible.  Si  un   joven  hopi  no   tiene  ninguna  palabra  en  su  lengua  para  el  objeto  conocido  entre  nosotros  como  ordenador,  ¿dejaría  por  ello  de  percibir  ese  objeto?,  ¿sería  incapaz  de  pensar  en  él?  Lo  que  hará  el  hopi  cuando  se  encuentre   con   una   entidad   nueva   en   su   experiencia   será   cambiar   su   lengua   para  acomodarse  a  la  necesidad  de  referirse  a  tal  entidad.  

 

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Lingüística.  Tema  9.  Lingüística  aplicada.  

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