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    El movimiento

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    HABLAR DEL MOVIMIENTO DEL ’77, aprovechando la distancia tem-poral y tratando de sortear el aislamiento obrado por la crítica

    institucional, conlleva el riesgo de la saturación interpretativa,pues la saturación, la fragmentación, la diseminación, constitu-yen sus rasgos más evidentes. Afortunadamente, su fisonomíacomo «movimiento de movimientos», como punto de acelera-ción (del antagonismo de sujetos emergentes, y de otros en víade desaparición) y a la vez, de ralentización (en tanto resistenciae implosión), favorece la oralidad (la lectura a partir de la pre-sencia). La extensa bibliografía, casi del todo reconducible a las

    experiencias personales dentro del movimiento, toma forma detestimonio, de antología de la extensa documentación de base,de análisis de elementos conceptuales; siempre en forma declave para la comprensión de las sucesivas derivaciones. Porotro lado, la especificidad italiana del movimiento del ’77 puedellevarnos a una interpretación localista y, en consecuencia, a unavisión reduccionista de los acontecimientos, o por lo contrario, a

    la búsqueda, a veces forzada, de rasgos comunes en el escenariointernacional (patrones de las sucesivas identidades de la auto-organización de los movimientos contemporáneos).Operaciones legitimas, aunque de lo que se trata es, a mi pare-cer, de aprovechar su fragmentación lingüística y de acción (enel sentido antagonista radical) con el propósito de afirmar lassinergias de nuestro estar hoy en los conflictos.

    Esta sociedad lo celebra todo, así que con treinta añoscumplidos, en Italia ya ha empezado la letanía del luto sinduelo al que se condenan los eventos pasados, hasta los más

    Presentación

    Giuseppe Maio

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    2 Franco Berardi, Il sapiente, il mercante, il guerriero, Roma, DeriveAproddi, 2004.3 Félix Guattari, Caosmosis, Buenos Aires, Manantial, 2000.

    4 El seminario «30 años no son nada. El movimiento del ‘77», celebradolos días 23 y 24 de marzo por iniciativa del autor, Maria Grazia Macchiay Traficantes de Sueños, y con la participación de Sergio Bianchi yFranco Barardi (Bifo).

    Contrariamente a la ilusión dialéctica, nada puede ser aniquilado ysuperado en el proceso histórico. Toda forma económica, cultural y

    tecnológica se estratifica instalándose de forma indeleble en el teji-do cognitivo y antropológico de la colectividad. El capitalismo es eneste sentido insuperable, irreversible, no biodegradable. Sin embar-go, reconocer la imposibilidad de superar el capitalismo no signifi-ca para nada aceptarlo como limite a la imaginación social y a la cre-ación política. No significa para nada estar sometidos a sus políticaseconómicas y a las ideologías que lo absolutizan.2

    Guattari dice:

    Cuando por la noche un niño canturrea para sí, lo hace porque inten-ta evitar el pánico de la desesperación, del caos, porque intenta reen-contrar un sentido en el universo, intenta construir una secuenciareconocible, una secuencia que es su sentido, su territorio.3

    A lo largo de la historia los hombres han estado elaborandocontinuamente unos estribillos, esto es, unas formas, unosmodos, unos rituales, artísticos, científicos, económicos,políticos, normativos, a través de los cuales se pueda ponerorden en el universo. La identidad se convierte en un puntode referencia. El estribillo es una modalidad de territoriali-zación práctica, una marca rítmica obsesiva de la relación

    entre sujeto y universo, un intento de reducir el caos a unorden ritual, simbólico, epistémico, político.

    Con estos textos y con los actos con los que conmemo-ramos/reflexionamos sobre el movimiento del ‘77,4 el estri-

     billo lo constituyen la cronología, las interpretaciones y lasproyecciones que los recorridos del movimiento, «unextraño movimiento de extraños estudiantes», han trazado

    hasta nuestros días. Se trata de la exposición, la documen-tación, el análisis de una historia especial, rechazada por la

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    memoria oficial por su inutilidad, su fragmentación, y siqueremos por una determinada dosis de incoherencia eirrecuperabilidad...

    El estribillo no es, en cualquier caso, un buen método deconocimiento porque produce automatismos, adición, seenvuelve sobre si mismo. Victimismo, auto-gratificación,nostalgia, amenazan su eficacia y la capacidad de auto-organización.

    El verdadero método cultural, según Guattari y Deleuze esel rizoma, la conexión, lo irreducible al uno y a lo múltiple.

    No se constituye de unidades sino de dimensiones o más bien direc-ciones en movimiento, sin principio ni fin, es siempre un medio, porlo que crece y se desborda.

    El movimiento del ’77, cuya peculiaridad italiana ofrece lec-turas múltiples representa ante todo una diseminación dedirecciones en movimiento. En este sentido, es la convergen-cia simultánea de tensiones a menudo irreconciliables, es supropia convivencia, bajo el signo de la resistencia, de la bús-queda de una salida revolucionaria y es su genética, paranada accidental, de rápida combustión.

    El alcance simbólico de esta explosión / consumación,más allá de los análisis que parten esencialmente del movi-miento y del antagonismo,5 nos da la posibilidad de buscarlas proyecciones de sus líneas en el presente, que salvandolas debidas distancias están entre las intenciones, extraordi-nariamente ambiciosas, de los promotores de este encuentro.No memoria sino actualización, no celebración sino conoci-miento y conciencia de los procesos, como fundamentospara la puesta en marcha de los nuevos proyectos.

    Por supuesto hay que evitar la fácil, aunque seductora,mitización. Hay en cambio que exaltar sus elementos consti-tuyentes, no solamente los políticos o de movimiento, en

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    5El post-obrerismo, la crisis de la representación política institucional,el papel del sindicato, el feminismo, las componentes llamadas «creati-

    vas», la autonomía, la conciliación de la vivencia emocional con la mili-tancia, la producción y diseminación cultural, etc...

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    sentido propiamente marxista, sino también aquellos comuni-tarios, de identidad: el orgullo, un imaginario revolucionario,la energía, la voluntad, el esfuerzo colectivo, la amistad.

    Y de proyectarlos en el presente, poniéndolos en relación,sin forzarlos, con las dimensiones militantes y de agregaciónde las prácticas sociales, la desobediencia civil, las ocupacio-nes, los centros sociales, la solidaridad, la inmigración, elmovimiento por la paz, el movimientos contra la globaliza-ción, el mediactivismo, el software libre, el empoderamientoy la contextualización social de los medios de comunicaciónsistémicos, radios y televisiones libres, revistas, editoriales.En definitiva, más o menos con todas las limitaciones y lasdificultades, estamos en movimiento.

    Hoy más que nunca los intereses mercantiles se combi-nan con los estéticos, históricos y comunicativos. Entre losmiles de ejemplos, cabe señalar la apropiación por parte dela ideología dominante de la palabra «solidaridad», o la últi-ma campaña publicitaria del primer banco del sistema finan-ciero español, que ha utilizado como lema la palabra«Revolución», pintada en rojo, como un graffiti...

    Las consecuencias están a la vista, mejor, dentro de nos-otros, la anulación de la distancia entre sujeto y objeto, suje-

    to e imagen, sujeto y sí mismo:La generalización de la parálisis de pánico, la ansiedad, la destruc-ción de la esfera pública, de los servicios sociales, de la percepciónde pertenencia a una esfera colectiva [...] para poder alimentar lademanda de seguridad [...] La sociedad occidental tiende a conver-tirse en un cuartel en el que la emergencia prevalece sistemática-mente sobre la política.6

    Las palabras se hipertextualizan, la saturación de la infor-mación como recurso fundamental de «valoración» delcapital, las despoja de contenido. Las imágenes proliferanexponencialmente ilustrando la violencia del mundo y laviolencia sobre sí mismas: su utilización salvaje como ele-mento de documentación, como testimonio, como mensaje

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    6 Franco Berardi, Il sapiente..., cit.

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    (incluidos los mensajes de miseria y de violencia), su sobre-exposición con fines morales, pedagógicos, políticos, publi-citarios.

    No sorprende que en este clima se haya perdido una cier-ta capacidad de enfoque, convirtiéndose en un problema, enun esfuerzo ciclópeo.

    Desde el punto de vista de la palabra hoy, más que ayer,se trata de librar una lucha cultural, para no sucumbir a la

    asimilación y fagocitación de toda la experiencia antagonis-ta. En este sentido, el movimiento del ’77 se sitúa exacta-mente en el punto de intersección entre la cultura dominan-te del aparato político y productivo (más propiamente de losaños sesenta y principios de los setenta: cultura clasista, eli-tismo intelectual, vanguardismo subordinado, control yrepresión) y la profunda transformación tecnológica y social,de la hegemonía de la mente global, de la virtualización dela vida (globalización del acceso, flexibilización externaliza-ción salvaje, precariedad crónica, prevención intersticial). Lacapacidad del sistema para integrar las contradiccionessociales y culturales pone en evidencia lo que Baudrillardllama «hegemonía» del poder.

    Hegemonía como sometimiento de las mentes a un

    modelo único, a una sola dimensión conceptual, de maneraque cualquier otra perspectiva, cualquier apuesta simbólicadistinta es inconcebible. La hegemonía no se produce sola-mente a nivel verbal-discursivo sino también en el ámbito delas normas sociales determinantes de la vida cotidiana de lagente, es decir como gramática cultural. Las formas cultura-les constituyen elementos esenciales de la reproducción delas relaciones sociales imperantes y son importantísimas

    para su conservación.Lejos de asumir esta situación se hace aún más urgente

    la necesidad responsable de un «trabajo cultural» desegunda generación, que se ponga a trazar líneas en pro-fundidad, que vuelva a apropiarse de una tenaz capacidadde enfoque en el ofuscamiento generalizado, inducido porla información viral, por la banalización de la comunica-

    ción. Por decirlo con palabras de Virno, por el «comunis-mo del capital».

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    El esfuerzo de enfoque, de inmersión en los acontecimientosdel ’77 italiano, no ofusca el contexto, no se trata de un ejer-cicio intelectual sino de reconstrucción de líneas de fugaalrededor de núcleos duros de enunciación, cuyo objetivo esestablecer feedbacks distintos, que puedan irradiar el presen-te con la luz de la crítica radical.

    Este enfoque supone dosis de ralentización y de concen-tración, que significan de por sí una expansión (tal vez algoinusual en estos tiempos), una recuperación de la conciencialúcida más allá del localismo, la simple resistencia cultural,el victimismo, la resignación.

    De las innumerables referencias que los acontecimientosdel ’77 italiano nos ofrecen, una me parece particularmenteactual y digna de reflexión, la del trabajo. De su rechazo ydel estratégico éxodo social del trabajo intelectual.

    En su segunda tesis sobre la multitud y el capitalismopostfordista, Paolo Virno enuncia que «el postfordismo esla realización empírica del Fragmento sobre las máquinasde Marx».7

    El «rechazo del trabajo», para los componentes políti-cos y libertarios del movimiento del ’77, fue un conceptoadquirido instintivamente, fuertemente alusivo de la

    necesidad de una ruptura radical, improbable objetiva-mente pero no subjetivamente: la conciencia de ser unaminoría en los hechos, en aquel contexto social, no impi-dió la intuición de ser, pese a todo, una mayoría en elplano de la proyección potencial; de ser representacióndel posible futuro, sujetos de la crisis y variables de undesarrollo alternativo que ponía al centro, no tanto libe-

    rarse del trabajo, sino la liberación del trabajo.A modo de breve resumen, el saber abstracto —científico

    y no solo— se ha convertido hoy en la principal fuerza pro-ductiva, relegando el trabajo parcializado y repetitivo a unaposición residual. Escribe Marx:

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    7 Paolo Virno, Gramática de la multitud, Marid, Traficantes de Sueños,2004.

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    El robo del tiempo de trabajo ajeno sobre el cual se apoya laactual riqueza se presenta como una base miserable respecto a

    esta nueva base (el sistema de maquinas automatizadas) que seha desarrollado mientras tanto, siendo creada por la misma granindustria.8

    El capitalismo financiero-corporativo global rechaza la pro-ducción de plusvalía y plantea su crecimiento presente y futuro acosta de reducir el valor de la vida.9 Se pone a trabajar la vida,

    garantizándose la hegemonía.¿Entonces es que toda la conflictividad, expresada en

    contra del trabajo repetititivo y del sistema de producciónen los años setenta, por parte de las vanguardias obreras yestudiantiles, pudo ser congenita a la transición que el siste-ma emprendió para superar la producción mecánica, flexibi-lizar el trabajo, virtualizar la misma vida, apoyándose en el

    desarrollo de las tecnologías de la información?¿Se volvió a producir el «destino» de las vanguardias

    intelectuales de la primera mitad del siglo XX, de las «gran-des narraciones de la modernidad», que a pesar de su indis-cutible intención subversiva, fueron de hecho fácilmenteintegradas en un sistema cultural en el que todo se hacíamercancía e información, en aras de la estetización y artisti-

    zación absolutas?¿Las huelgas salvajes, los sabotajes, así como la teoriza-

    ción «deseante» de un tiempo de vida liberado de la esclavi-tud del trabajo, la reivindicación de una matriz personal dela esfera política, la crisis de la militancia voluntarista y alie-nante (provocada especialmente por los movimientos femi-nistas), una vez criminalizados y reprimidos brutalmente

    sus rasgos violentos, aceleraron efectivamente la transicióndel sistema productivo al sistema de la información global,al trabajo abstracto ( general intellect), con sus corolarios decinismo y oportunismo?

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    8K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política(Grudrisse), 3 vols., México, Siglo XXI, 1997.

    9 Franco Berardi, «¿Qué significa hoy autonomía?» , incluido en estevolumen.

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    Preguntas / espejismos, cuyas respuestas no aportan la nece-saria reorientación, pues por lo que atañe al movimiento del’77, está claro que la evolución del sistema estaba ya inscritaen los procesos. Además el movimiento, antes que resistir aultranza a la reestructuración productiva, forzó los límites ysus trayectorias en el intento de obtener consecuenciasimpropias y favorables para sí mismos.

    Antes que encerrarse en un fortín asediado, abocados a una derrota

    apasionada, se empujó el adversario a atacar fortines vacíos, aban-donados previamente. Por ejemplo, la aceptación de la movilidad seunió a la búsqueda de una renta garantizada como una idea de pro-ducción más cercana a la exigencia de autorrealización.10

    Fue inevitable que estos comportamientos se hiciesen entoncesindescifrables para la clase obrera y sus representanzas institu-

    cionales. El Partido Comunista Italiano (PCI), el más importan-te de Europa, recriminó desde el primer momento al movi-miento del ’77, este carácter «negativo», invocando la unidadde la clase obrera y popular (cuya base estaba vertebrada porsólidas raíces de origen católica), en defensa dogmática de suproyecto de partido-Estado y de toma del poder institucional,es más, de Compromiso Histórico con los partidos de la bur-guesía (DC). La fractura, que se iba perfilando ya después del

    ’68, dio lugar al nacimiento de ese universo de microorganiza-cione políticas asimilables con el nombre de «izquierda extra-parlamentaria». Fue profunda, y en ocasiones violenta, dejandoal movimiento aislado entre la deriva insurreccional, la durísi-ma represión y los refugios/reflujos, y al movimiento obrero (yaen vías de globalización), en ausencia de representación políti-ca por la simple anulación de su razón de ser productiva.

    Entre éstas quizás vertientes simplistas, se infiltró en el«qué-hacer» una espesa red de experiencias de democraciadirecta y consejista (los círculos del proletariado juvenil, loscentros sociales, los consejos de fabrica, los comités de barrio,los comités de autoreducción, las estructuras de los inquilinos),movimientos que Donatella Della Porta identifica bien como:

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    10 Paolo Virno, «Virtuosismo y revolución» en Virtuosismo y revolución. Laacción política en la era del desencanto, Madrid, Traficantes de Sueños, 2003.

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    «Familia de movimientos sociales», un conjunto de movimientosque prescindiendo de sus objetivos específicos tiene valores de base

    similares, además de una sobreposición organizativa y alianzaspuntuales y espontáneas para las campañas de protesta.11

    Experiencias de autoorganización y reterritorialización, dereivindicación y reapropiación del territorio, en el momentoen que las coordenadas espaciales estaban mudando debidoa la adecuación de las estructuras metropolitanas a las nue-

    vas necesidades productivas. En este esquema se inscribetambién el antifascismo militante, las rondas proletarias, lapercepción del territorio como espacio comunitario cuyadefensa es parte fundamental, a todos los niveles, de lademocracia directa.

    Entre las formas de resistencia más frecuentes en esosaños, cabe recordar las luchas para la autoreducción de los

    recibos del teléfono, las expropiaciones proletarias, los mer-cadillos rojos, las fiestas de barrio, la solidaridad y la ayudahumanitaria a los pueblos oprimidos por el imperialismo,los ataques y el cierre de las sedes de la derecha, la luchacontra los traficantes de droga, los piquetes delante de lasfábricas, la difusión de la prensa de extrema izquierda casapor casa, la reivindicación y la práctica de no pagar los ser-vicios públicos y la cultura.

    Estas formas se conectan, claramente en la actualidad,con las marchas contra el paro de los precarios, los movi-mientos por una renta garantizada, por el derecho al trans-porte, las ocupaciones, los centros sociales de segunda gene-ración para la producción autónoma de saberes, la autofor-mación y la multidiversidad, los movimientos para la inte-gración de la inmigración, por la paz y el medio ambiente...

    El carácter meteórico del movimiento del ’77 fue tambiénel resultado de la aceleración y convergencia de los modelosculturales y lingüísticos que fundamentaban su éxodovoluntario de la estructura del trabajo en transformación. Laimplosión se produjo por la fricción entre las formas clásicasde la política (que llegaron hasta la exasperación doctrinal

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    11 Donatella Della Porta,  Movimenti collettivi e sistema politico in Italia1960-1995.

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    leninista), y el rescate/exaltación de todos los «idiomasmenores» (facilitado por las nuevas tecnologías, la fotoco-piadora, la offset, la radio, el videocasete). De índole subver-siva, el movimiento contracultural que nació en 1977 evocóla fusión entre arte y vida cotidiana, un rechazo sistemático,de alguna manera anticapitalista, de toda prioridad del tiem-po de trabajo sobre «el tiempo de vida» y la voluntad deredistribuir la riqueza y de disfrutar del tiempo de vida libe-rado del trabajo, principalmente en actividades culturales.

    La inmensa producción de materiales (fanzines, revistasperiódicos, folletos, colages, anti-tebeos, etc.), en formatosnuevos, la mayoría de las veces de vida corta, en ocasiones«históricos» ( A/Traverso, Zut, Wow), y la agobiante sensaciónde derrota, dificultan hoy, casi como si se tratase de unaestrategia consciente, el contacto con estas expresiones, quedescansan en las «colecciones privadas» de compañeros

    directamente involucrados con el movimiento.Cabe destacar que la diseminación lingüística y artísti-

    ca, al tiempo que la deseada liberación del cuerpo y deldeseo, alcanzó tal densidad que en un cortísimo espacio detiempo se fraguaron nuevas identidades tribales (losindios metropolitanos, los mao-dadaístas, los parodistas,los perros sueltos...) que tomaron parte creativa a veces

    decisiva en los debates, asambleas y manifestaciones delmovimiento.

    Alimentándose tanto del post-estructuralismo francéstanto como del negacionismo post-situacionista, de las cul-turas libertarias y hippies como del nihilismo (el punk escontemporáneo, meteórico, afásico, agresivo, transgresiva-mente suicida), el movimiento del ‘77 experimentó e

    impulsó la fractura del lenguaje en la jerga, el balbuceo, lavolatilización de la palabra, llevando a cabo una agresiónprofundamente irónica sobre las formas clásicas de comu-nicación. En este sentido, se trataba de una experimenta-ción esencialmente formal, investigación creativa de nuevasformas de expresión, bajo las evidentes herencias del futu-rismo, el surrealismo, el letrismo (el cut-up, la escritura

    automática, el puzzle, los crucigramas, el collage, el ready-made y todas las técnicas de detournement), en el intento dedevolver la palabra a la vida. Objetos e imágenes comunes

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    (obras de arte, lemas, publicidad, carteles, falsas cabecerasde periódicos, falsas noticias) fueron desviados de su desti-no y colocados en contextos diferentes, donde el significadooriginario se perdía en la construcción de un nuevo conjun-to significante (a veces sin significado)

    El lenguaje utilizado, voluntariamente pobre y seco, siem-pre político había nacido dentro de grupos cerrados, comuni-dades en tránsito por las universidades, hibridación del léxicode jergas procedentes de los distintos orígenes de los miem-

     bros de la nueva comunidad, pero manteniendo el respetoformal de la lengua natural. Las imágenes, extraídas del tebeo,estilizadas, personales, dibujaban y exaltaban microeventos,siempre con un escenario político como fondo.

    En definitiva, una energía vital y desesperada, irónica ysubversiva dio voz a la diseminación de la experiencia per-sonal, en oposición feroz, por un lado, a la esclavización cul-tural del sistema, por el otro a los arcaísmos leninistas de lasortodoxias del propio movimiento.

    El haber esbozado, aunque sea someramente, la canden-te temática del rechazo del trabajo, recombinándolo con el«trabajo» de la contracultura y la contrainformación delmovimiento del ’77, no ha sido casual.

    Puede decirse que en la sociedad italiana de ese periodo(y en general en el mundo occidental) se estaba gestando lafigura del trabajador cognitivo, de la intelectualidad demasas, hasta convertirse hoy en el componente fundamentalde la acumulación capitalista.

    El movimiento italiano lo intuyó en toda su virulencia,resistió con las formas de la organización antagonista, entre

    ilusión y suicidio, violencia y represión, regresión y percep-ción del fin. Así como una parte consistente comprendió quela inminente virtualización de la vida debía ser combatidatambién con sus mismas armas, a través del conocimiento yla práctica de nuevas formas de comunicación autónoma,aprovechando el desarrollo tecnológico.

    Otra parte, igual de importante, fue capaz de fundamen-

    tar teóricamente, partiendo del obrerismo, los principios dela autoorganización de los movimientos.

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    Estas y más son las principales aportaciones del movimien-to del ‘77 a las luchas futuras, en donde se fragua y tomadensidad un principio de organización global partiendo dela exigencia de inversión social del trabajo cognitivo, que sesigue desarrollando.

    El trabajo contracultural difuso del ’77 alimentó y se ali-mentó de la acción política. Pero a la pregunta ¿qué acciónpolítica es posible hoy?, ha sido contestada en muchas oca-siones por los propios movimientos que han estado, y están,construyendo la autoorganización en contra de la hegemo-nía del sistema, del cinismo, del oportunismo, del miedo.

    Hoy no se trata de construir la subjetividad de una van-guardia que funcione como intelectualidad colectiva, sino deconstruir dispositivos (políticos, de comunicación, lingüísti-cos) que permitan la acción política en la concatenación entresaber y prácticas sociales.

    Si la visión del futuro está marcada por la desesperación,éste es el indicio indudable del retroceso radical que experi-menta el poder, de su drástica pérdida de control sobre lasdinámicas sociales. La sensación es que este tiempo, comotodos los periodos de transición, anticipa una nueva estaciónde cambios, que se están acumulando energías, agudizando

    contradicciones que deberán explotar con renovada virulencia.El conocimiento, la investigación, la comparación sonherramientas necesarias. Las contribuciones que integraneste «dossier», o más bien una pequeña y parcial antología,sirven para garantizar un acercamiento al debate, por frag-mentario que sea. Un debate que, por la cuenta que nos trae,requiere una participación lo más intensa posible.

    Naturalmente, como en toda constelación, hay lucesgrandes y pequeñas, agujeros negros y masas gaseosas,meteoritos y cometas.

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    Premisa: las dos memorias del setentaysiete

    Cuando se habla de 1977 vienen a la mente una serie de aso-ciaciones de ideas, imágenes, recuerdos, conceptos y pala-

     bras, a menudo incoherentes entre sí.

    El ‘77 es el año en el que estalló y se desplegó un movi-miento de estudiantes y de jóvenes proletarios que seexpresó de forma muy intensa en las ciudades de Bolonia y

    Roma. En algunos ambientes, setenta y siete evoca violen-cia, tropelías, años de plomo, miedo en las calles y en lasescuelas. En otros ambientes significa, en cambio, creativi-dad, feliz expresión de necesidades sociales y culturales,autoorganización de masas, comunicación innovadora.¿Cómo pueden convivir estas dos visiones, a menudo en lamente de las mismas personas? 1977 es un punto de contac-to o, más bien, de cesura, el punto en el que se encuentran (o

    tal vez se separan, pero es lo mismo) dos épocas diferentes.Por ello se trata del momento de emergencia y de formaciónde dos visiones incompatibles, de dos percepciones disonan-tes de la realidad. En ese año alcanza su madurez la historiade un siglo, el siglo del capitalismo industrial y las luchasobreras, el siglo de la responsabilidad política y las grandes

    El año en el que el

    futuro se acabó1

    Franco Berardi (Bifo)

    1 Capítulo de Franco Berardi (Bifo) y Verónica Bridi (eds.), 1977 l’annoin cui il futuro incominciò , Roma, Fandango 2002.

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    organizaciones de masas. Se empieza a entrever la épocapostindustrial, la revolución microelectrónica, el princi-pio de la red, la proliferación de los agentes de comuni-cación horizontal, y, por tanto, la disolución de la políticaorganizada, la crisis de los Estados nación y de los parti-dos de masas.

    No debemos olvidar que 1977 fue —además del año delos movimientos de contestación creativa en las universida-des y barrios italianos— muchas otras cosas, no todas aline-adas en la misma dirección ni bajo el mismo signo. Fue elaño del nacimiento del punk, el año del jubileo de la Reinade Inglaterra contestado por los Sex Pistols, que pusieronpatas arriba la capital británica durante días y días con músi-ca y barricadas lanzando el grito que marca como una maldi-ción los siguientes dos decenios: No Future. Pero es también elaño en el que en los garajes de Silicon Valley chicos, como

    Steve Wozniak y Steve Jobs, hippies libertarios y psicodélicoslogran crear el interfaz user friendly2 que hará posible en pocosaños el acceso cada vez más amplio y popular a la informáti-ca y después a la telemática de red. Es el año en el que SimonNora y Alain Minc escriben un informe al Presidente de laRepública Francesa, Valery Giscard d’Estaing, tituladoL’informatisation de la société,3 en el cual se esbozan las trans-formaciones sociales, políticas, urbanísticas previsibles en laépoca siguiente como consecuencia de la introducción en eltrabajo y en la comunicación de las tecnologías digitales y dela telemática (es decir, la informática a distancia; es decir, laconexión en red de los ordenadores; es decir, Internet).

    1977 es también el año en el que son procesados losrebeldes de la Banda de los Cuatro, Chiang Ching, Wang

    Hung-Wen, Yao Wen-Yuan y Chiang Chung-Chao. Loscuatro ultramaoístas de Shanghai fueron llevados encade-nados a Beijing y condenados a penas de cárcel larguísi-mas, porque representaban, a ojos del grupo dirigente

    2 Interfaz amistoso con el usuario, el interfaz de usuario de los ordena-dores basado en metáforas gráficas (carpetas, ventanas, escritorio) y en

    el uso del ratón [N. del E.].3 Simon Nora y Alain Minc, La informatización de la sociedad , Madrid,Fondo de Cultura Económica 1982

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    denguista,4 la utopía de una sociedad igualitaria en la quelas reglas económicas serían anuladas en favor de una pri-macía absoluta de la ideología. La utopía comunista empie-za su larga crisis precisamente allí donde había sido llevadahasta sus consecuencias más extremas y sangrientas, allídonde la Revolución Cultural Proletaria había desencadenadolas tendencias más radicales e intransigentes. Pero es tambiénel año en el que en Praga y Varsovia se extienden las primerasacciones de disidencia obrera y los disidentes checos firman la

    Carta 77. Es el año en el que Yuri Andropov (director entoncesdel KGB) escribe una carta al cadáver ambulante de LeonidBreznev (secretario general del PCUS y máxima autoridad dela Unión Soviética) en la que le dice que si la URSS no es capazde recuperar con rapidez el retraso en el campo de las tecnolo-gías de la información el socialismo se hundirá. El ‘77 no sepuede comprender sólo ojeando el álbum italiano en el quehallemos las fotos de jóvenes de pelo largo con la cara cubier-ta por un pasamontañas o una bufanda. No se puede entenderlimitándonos a escuchar eslóganes truculentos, en parte ideo-lógicos, en parte extrañamente surrealistas.

    En ese año se pasa la página del siglo XX tal como en1870–71, en las calles ensangrentadas de París, la Comunapasó la página del siglo XIX y mostró con qué luces y som-

     bras se anunciaba en el horizonte el siglo XX. Debemosintentar tener en cuenta esta complejidad cuando hablemosdel acontecimiento italiano que fue el movimiento autóno-mo y creativo, porque sólo a partir de esta complejidadpodremos entender qué sucede más allá de la crónica calle-

     jera, de las manifestaciones, de los enfrentamientos, de loscócteles molotov, más allá del debate sobre la violencia; másallá de la represión violenta con la que el Estado y la izquier-

    da arremetieron contra el movimiento hasta criminalizarlo yempujarlo en brazos del terrorismo brigadista.

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    4 Por Deng Xiaoping, dirigente comunista chino. Vinculado desde los añoscincuenta al ala moderada o conservadora del PCCh, fue destituido duran-te la Revolución Cultural Proletaria en 1967–69. Regresó al poder de la mano

    de Zhou Enlai en 1973. Tras la muerte de Zhou y Mao en 1976, se enfrentócon la llamada banda de los cuatro a la que desalojó del poder. Entre 1977 y1987, Deng fue el inspirador de la reforma de la sociedad china hacia unaeconomía capitalista bajo la dirección del partido comunista [N. del E.].

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    El paso a la sociedad postindustrial

    En primer lugar debemos fijarnos en el cambio productivoque afecta a las sociedades occidentales a partir de los añossetenta y que se va haciendo cada vez más profundo, rápidoy estremecedor en los dos decenios siguientes. Se trata deuna transformación determinada por la difusión de las tec-nologías microelectrónicas (y después por la digitalización),

    pero también por la creciente desafección de los obrerosindustriales al trabajo de fábrica. «Desafección» es una pala- bra clave para comprender la situación social y la cultura entorno a la que se forma el movimiento del ‘77. Desafección altrabajo es la fórmula con la que se definía (por parte del esta-blishment periodístico, patronal y también sindical) la ten-dencia de los obreros, sobre todo de los obreros jóvenes, aponerse enfermos, a coger la baja, a trabajar poco y mal.

    Los empresarios señalaban que la desafección era lacausa principal de la caída de los índices de productividad.Y de hecho las cosas eran así.

    È ora, è ora, lavora solo un’ora.5

    Lavoro zero, reddito intero/tutta la produzione all’auto-mazione.

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    Éstos eran los eslóganes que lanzaban a mediados de lossetenta los jóvenes obreros autónomos en las fábricas más«extremistas» como Carrozzerie de la Fiat de Mirafiori, el

    Petrolchimico de Porto Marghera o la Siemens de Milán. Setrataba de eslóganes toscos, elementales. Pero tras ellos seocultaba un cambio cultural y también una reflexión políticanada superficial. El significado de aquellos eslóganes, deaquella desafección, era de hecho el fin de la ética del traba-

     jo y el correspondiente fin de la necesidad social del trabajoindustrial. Eran los años en los que la tecnología empezaba a

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    5 «Ya es hora, ya es hora, trabaja sólo una hora»6 «Trabajo cero, sueldo entero/toda la producción a la automatización»

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    hacer posible una progresiva sustitución del trabajo obrero.Y eran los años en los que el rechazo del trabajo se abríacamino en la cultura juvenil y en la teorización de gruposcomo Potere Operaio y Lotta Continua , que tenían cierto eco enlas fábricas del norte, en especial en 1969-70.

    El movimiento de estudiantes y jóvenes proletarios quese difundió en 1977 de las universidades a los círculos delproletariado juvenil y a los barrios, retomaba los eslóganes yla hipótesis del rechazo del trabajo y los convertía en un ele-mento de separación profunda, traumática frente a la tradi-ción cultural y política de la izquierda.

    La ética del trabajo, sobre la que se había fundado laexperiencia del movimiento obrero tradicional, empezaba adesmoronarse. En primer lugar, en la conciencia de los jóve-nes obreros deseosos de libertad, de ocio y de cultura. Acontinuación, en las posibilidades tecnológicas mismas delsistema productivo. La reducción del tiempo de trabajonecesario gracias a la introducción de tecnologías automá-ticas y el proceso de rechazo del trabajo son convergentes yen cierto modo interdependientes. A partir de los añossesenta los obreros de fábrica habían empezado a mostraruna creciente insubordinación sindical, política y de com-portamiento. Se difundía el rechazo del trabajo alienado

    porque la clase obrera de fábrica había empezado a conocerformas de vida más ricas, gracias a la escolarización, a lamovilidad, a la difusión popular de la cultura crítica.Después del ‘68, la insubordinación obrera se encontró conel movimiento de los estudiantes y del trabajo intelectual; losdos fenómenos se habían fundido, en algunos casos deforma casi consciente.

    Rechazo del trabajo industrial, reivindicación de espacioscada vez más amplios de libertad y, por lo tanto, absentismo,insubordinación, sabotaje, lucha política organizada contralos patrones y contra los ritmos de trabajo. Todo esto marcóla historia social de los primeros años sesenta hasta estallaren forma de auténticas insurrecciones pacíficas contra eltrabajo industrial, como sucedió en la primavera de 1973,

    cuando los obreros del automóvil se rebelaron en todaEuropa, desde la Renault a la Opel de Russelsheim y deColonia, hasta la Fiat Mirafiori de Turín, que durante unos

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    meses fue recorrida por desfiles de jovencísimos obreros conuna cuerda roja al cuello que aullaban como indios por lassecciones. Los indios metropolitanos, esas hordas de contes-tatarios culturales que se difundieron por el ‘77 universitariohabían nacido en las secciones de la Fiat, en el rechazo de lamiseria asalariada y del embrutecimiento del trabajo indus-trial. Pero al mismo tiempo se había ido desarrollando la

     búsqueda de procedimientos productivos cada vez másautomatizados, con uso integrado de la microelectrónica y

    de sistemas flexibles. Los obreros querían trabajar menos ylos ingenieros investigaban tecnologías orientadas a reducirel tiempo de trabajo necesario, a automatizar la producción.Entre finales de los setenta y el comienzo de los ochentaambas tendencias se encontraron. Pero por desgracia, seencontraron bajo el signo de la reacción capitalista y de larevancha antiobrera, y no bajo el signo del poder obrero yla autoorganización. El movimiento obrero no había logra-do traducir la protesta obrera en autoorganización del pro-ceso productivo.

    Y llegaron los años de la contraofensiva. En lugar dereducir el tiempo de trabajo socialmente necesario y liberartiempo de vida del trabajo, el capital logró, en los años de lareestructuración y de la afirmación del neoliberalismo, des-truir la organización obrera mediante el despido de las van-guardias. Se iniciaba así la reducción cuantitativa y políticade la fuerza obrera. Se iniciaba la contrarrevolución liberal.Pero en el centro mismo de este paso está el movimiento del77, que se presentó consciente, declaradamente, como unmovimiento contra el trabajo industrial.

    «È ora, è ora, lavora solo un’ora», gritaban los autóno-

    mos creativos para responder al eslogan sindical «È ora, è 

    ora, potere a chi lavora».7

    El movimiento del 77 había colocado el no trabajo, elrechazo del trabajo justo en el centro de la dinámica social yde la innovación tecnológica. Sin embargo, no logró traducir-lo en una acción política consciente y organizada. La innova-ción tecnológica trajo consigo una gigantesca reestructuración

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    7 «Ya es hora, ya es hora, el poder a quien trabaja.»

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    en los años ochenta y noventa. Pero esta reestructuracióntuvo un carácter antiobrero, antisocial, y puso en movimien-to el proceso de devastación de la sociedad que se aceleró enlos años noventa (y que sigue acelerándose). ¿Por qué no fuecapaz el movimiento de traducir su vocación social y susintuiciones culturales en una acción política a largo plazocon el fin de impulsar la autoorganización de la sociedad ydel proceso productivo? Ésta es la cuestión sobre la quedebemos detenernos.

    Dos son las razones por las que el movimiento no fuecapaz de traducir su intuición antilaboral en un programapolítico creíble. La primera razón de esa incapacidad debe

     buscarse en el carácter íntimamente contradictorio delmovimiento, que deriva del hecho de haberse visto a símismo y al mismo tiempo como el último movimientocomunista del siglo XX y como el primer movimiento pos-

    tindustrial, y por tanto, postcomunista. La segunda razónreside en la represión a la que fue sometido: una represiónviolenta y prolongada, cuyas características deben ser ana-lizadas con mayor profundidad.

    Pero veamos las cosas por orden.

    Los estudiantes y los jóvenes obreros que se movilizaron

    en los primeros meses del año 1977, pero que ya llevabanvarios años organizándose de mil nuevas formas (centros delproletariado juvenil, radios libres, comités autónomos defábrica o de barrio, colectivos autónomos en las escuelas,etc.) expresaban comportamientos y necesidades que ya tení-an poco que ver con las necesidades y los comportamientos delproletariado industrial tradicional. La reivindicación más fuer-te era la existencial. La calidad de la vida, la reivindicación de

    una existencia realizada, la voluntad de liberar el tiempo y elcuerpo de las ataduras de la prestación de trabajo industrial.Éstos eran los temas fuertes, éstas eran las líneas a lo largo delas cuales se expresaban y se acumulaban la insubordinación yla autonomía. Sin embargo, la representación ideológica pre-dominante en el seno del movimiento era la que llegaba line-almente de los movimientos revolucionarios del siglo XX, de

    la historia del comunismo de la Tercera Internacional. Aunqueel leninismo estuviera muy en cuestión en aquellos años, laidea predominante era la de un movimiento revolucionario

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    destinado a abatir el orden burgués y a construir de algunamanera (bastante imprecisa, por cierto) una sociedad comunis-ta. Este tipo de representación no cuadraba ya con la realidad demovimientos del todo centrados en la conquista de espacios ytiempos, y que se manifestaban cada vez menos en el plano polí-tico y cada vez más en el existencial.

    El modelo dialéctico (abatir, abolir, instaurar un nuevosistema) no correspondía en absoluto a la realidad de luchasque funcionaban, por el contrario, como elemento dinámico,como conflicto abierto y como redefinición del terrenomismo de la confrontación, pero que no podían ni pretendí-an dirigirse hacia una especie de ataque final contra el cora-zón del Estado, o hacia una revolución destinada a derribarde modo dialéctico el orden. El desfase entre representaciónideológica y realidad sociocultural de ese sector al que lla-mamos entonces proletariado juvenil fue la causa principal

    de su incapacidad para traducir la acción contestataria en unproceso de autoorganización social a largo plazo, en la crea-ción de laboratorios de experimentación política, cultural, tec-nológica. ¿Con qué objetivo nos estábamos movilizando?¿Para una revolución comunista clásica, para derribar elEstado y la toma final del poder político? Sólo algunos creíanque algo así pudiese tener algún sentido, pero de hecho estehorizonte político no fue abandonado explícitamente. No seredefinió el horizonte político. El movimiento boloñés fue, eneste sentido, el punto de máxima conciencia. Abandonó deforma declarada y polémica el leninismo residual y el modelohistoricista de la revolución. Pero no logró ser consecuentehasta el final, hasta el punto de romper (como tal vez debióhacer) sus relaciones con las componentes del movimientoque, por el contrario, insistían, aunque de modo contradicto-

    rio, en un proyecto de tipo leninista y revolucionario.Hubo otra razón decisiva de la puesta en jaque que sufrió

    el movimiento. Fue la represión que el régimen político delCompromiso Histórico8 desencadenó contra los estudiantes,

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    8 El PCI llamó Compromiso Histórico a su propuesta de acuerdo con la

    Democracia Cristiana para reformar conjuntamente la sociedad italiana.Se presentó como una línea contraria a la tradicional de promover ungobierno de izquierda alternativo a la DC, que Berlinguer, secretariogeneral del PCI consideraba condenada al fracaso tras los sucesos de

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    los obreros autónomos, los jóvenes en general, y despuéscontra los intelectuales, los profesores, los escritores, contralas radios libres, las librerías, contra todo centro de vida inte-lectual innovadora que existía en el país.

    El desconsolador reflujo intelectual que afectó a Italia aprincipios de los ochenta y que ha devastado el arte, la cien-cia, la universidad, la investigación, el cine, y que ha acalla-do el pensamiento político, se debió precisamente al exter-minio cultural que el Estado democristiano-estalinista pusoen marcha primero en 1977 y a continuación en 1979.9

    El movimiento del 77 contenía desde luego una ambi-güedad profunda. No era la ambigüedad banal entre violen-tos malos y creativos buenos. Era la superposición de dosconcepciones del proceso de modernización y de autonomi-zación social.

    Por un lado, existía el movimiento creativo que ponía enel centro de la acción política los media, la información, elimaginario, la cultura, la comunicación, porque pensaba queel poder se jugaba en esos lugares y no en la esfera de la granpolítica de Estado o en la gran política revolucionaria.

    Por otro, estaba la autonomía organizada, convencida deque el Estado tenía el papel decisivo y que debía oponérsele

    una subjetividad estructurada de forma política clásica.Ese movimiento debería haber madurado, reforzado sus

    estructuras productivas y comunicativas, debía habersetransformado en un proceso generalizado de autoorganiza-ción de la inteligencia colectiva. Ese fue el proyecto pro-puesto al movimiento en junio de 1977 en un número de

     A/traverso bajo el título «La rivoluzione è finita abbiamo vinto».10

    La propuesta consistía en construir un movimiento de inge-

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     © Chile en 1973. En la práctica se tradujo en una colaboración subalternadel PCI con la DC durante los años de la emergencia o años de plomo,en la represión contra el movimiento social, contra Autonomia Operaia ycontra las Brigadas Rojas [N. del E.].9

    7 de abril, 21 de diciembre: detenciones en masa de intelectuales liga-dos a la Autonomía, muchos de los cuales fueron declarados inocentesdespués de cumplir cinco años de cárcel sin pruebas.10 «La revolución ha terminado hemos vencido.»

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    nieros descalzos, en conectar tecnología, ciencia y zonas tem-poralmente liberadas. Era una visión minoritaria, pero unnúmero creciente de personas, de jóvenes investigadores,de estudiantes y de artistas empezaba a entrever la posibi-lidad de un proceso de autoorganización del saber y de lacreatividad.

    Radio Alice y las demás radios del movimiento representa-ron un primer intento de articular tecnología, comunicación einnovación social. Todo ello aparecía ligado, es cierto, a unaretórica de tipo novecentista, a una retórica guerrillera.

    Pero lo que estaba en juego era el destino social de la inte-ligencia tecnológico-científica y de la inteligencia creativa ycomunicativa. La conciencia de este paso empezó a formarseen aquellos años.

    Aparecen entonces los libros en los que se manifiesta la

    conciencia de una transición social, tecnológica y antropoló-gica. En 1973 aparece el texto de Daniel Bell El advenimientode la sociedad postindustrial , mientras Jean–François Lyotardpublica en 1978 La condición postmoderna. En 1976 JeanBaudrillard escribe El intercambio simbólico y la muerte.11 Elmovimiento boloñés tuvo, en efecto, una fuerte conexión conlos puntos altos de la investigación filosófica, y alimentó a su

    vez algunos desarrollos de la reflexión en Francia, Alemaniay Estados Unidos. Y esa conexión tuvo facetas directamentepolíticas (como la organización del congreso internacionalcontra la represión en Bolonia en septiembre de 1977) perotuvo también, a más largo plazo, facetas de tipo filosófico,interpretativo, conceptual.

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    11Daniel Bell, El advenimiento de la sociedad postindustrial: un intento de prog-nosis social , Madrid, Alianza, 1976; Jean-François Lyotard, La condición pos-

    tmoderna: informe sobre el saber , Madrid, Cátedra, 1984; y Jean Baudrillard, Elintercambio simbólico y la muerte , Caracas, Monte Ávila, 1993.

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    Los untorelli

    Así pues, 1977 puede ser descrito como el punto de separaciónentre la época industrial y de las grandes formaciones políti-cas, ideológicas y estatales, por un lado, y, por otro, la siguien-te, la época proliferante de las tecnologías digitales, la difusiónmolecular de los dispositivos transversales de poder.

    En este marco debe entenderse la relación conflictivaentre el movimiento y la izquierda tradicional, cuyos ritua-les e ideologías eran herencia de la historia pasada de laépoca industrial. Esta separación pudo parecer una más delas tantas e interminables disputas doctrinarias y políticasdentro del movimiento obrero que llenan su siglo XX.12 Perono era así. No se trataba de una de las discusiones dogmáti-cas en las que se disputaba la hegemonía sobre el movi-

    miento comunista, porque éste se fundaba en premisas quela generación del 77 liquidó en el momento de constituirsecomo movimiento. En primer lugar, se abandona la premisasegún la cual el trabajo obrero es la base de toda identidadpolítica de la izquierda. El 77 se concibe explícitamente comoun movimiento postobrero, y rechaza la ética del trabajo quehabía fundado la historia cultural del movimiento comunis-

    ta del Novecientos.Cambia, por lo tanto, el referente subjetivo, pero cambiaparalelamente el análisis de la sociedad capitalista, de susmodalidades de funcionamiento. Deleuze propone interpre-tar la gran transición que se dibuja como la transición de lassociedades disciplinarias a las sociedades de control. Lassociedades disciplinarias son las sociedades modernas des-

    critas por Michel Foucault. Son sociedades en las que se dis-ciplinan los cuerpos y las mentes, se construyen cajas comola fábrica, la cárcel, el hospital, el manicomio, la ciudadmonocéntrica. En estas sociedades la represión tiene un

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    12 Empezando por la ruptura de la Primera Internacional, siguiendo

    con el cisma bolchevique, el conflicto entre la Tercera Internacional y elLinkskommunismus , la guerra entre estalinismo y trostkismo en los años30, y acabando en la ruptura chino–soviética y la guerra entre revolu-cionarios y reformistas en los sesenta.

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    carácter institucional y centralizado, y consiste en la imposi-ción de reglas y estructuras estables. La sociedad que vatomando forma en los últimos decenios del siglo XX tiene uncarácter completamente diferente de las que, con Foucault,podemos llamar sociedades disciplinarias. Funcionan sobrela base de controles insertos en el propio genoma de las rela-ciones sociales: automatismos informáticos, tecnológicos,automatismos lingüísticos y financieros.

    En apariencia, esta sociedad garantiza el máximo delibertad a sus componentes. Cada uno puede hacer lo que leparece. No hay ya imposición de normas. No se pretendedisciplinar los comportamientos individuales ni los itinera-rios colectivos. Pero el control está inserto en el dispositivodel cerebro humano, en los dispositivos que hacen posibleslas relaciones, el lenguaje, la comunicación, el intercambio.El control está en todas partes, no está políticamente cen-

    tralizado. El movimiento del 77 percibe este campo proble-mático, y no es casual que precisamente en esos años seempiece a dibujar con claridad el paso del pensamiento estruc-turalista al postestructuralista, si podemos llamar así al pensa-miento rizomático y proliferante que tiene su expresión mássignificativa en el Antiedipo de Deleuze y Guattari.13

    Imaginaciones esquizoides sustituyen a las representacionesdisciplinares de tipo paranoico. El movimiento del 77 no quie-re estar obsesionado con la centralidad política del Estado, delpartido, de la ideología. Prefiere dispersar su atención, suacción transformadora, su comunicación por territorios muchomás deshilachados: las formas de convivencia, las drogas, lasexualidad, el rechazo del trabajo, la experimentación de for-mas de trabajo con motivación ética, la creatividad.

    Por todas estas razones ese movimiento escapa definiti-vamente de la referencia conceptual y política del movi-miento obrero de la Tercera Internacional, sea en su variantereformista del PCI, sea en su variante revolucionario-leninis-ta. Ese movimiento no tenía nada que hacer con esas viejashistorias. Y sin embargo, aquellas viejas historias le pasaronfactura, lo rodearon con sus antiguallas y sus obsesiones.

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    13 Gilles Deleuze y Félix Guattari, El anti-Edipo: Capitalismo y esquizofre-nia , Barcelona, Paidós 1985.

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    El PCI del Compromiso Histórico trató de aislar al movi-miento con una estrategia de marginación cultural prolon-gada. La tradición estalinomaoísta persiguió al movimientocon el terror, la militarización, el chantaje y, al final, con laepidemia del arrepentimiento. Desde este punto de vista hayque decir, sin tantas historias, que 1977 (en especial el bolo-ñés) fue el primer episodio de 1989.14

    Y es en Bolonia donde se inicia el proceso definitivo dedesmantelamiento de la burocracia estalinista que despuésdel Memorial de Yalta de Togliatti en 196415 se había recicla-do como burocracia reformista sin abandonar su vocación deaplastar la disdencia, de expulsarla, calumniarla, mistificar-la, reprimirla. En Bolonia, en marzo de 1977 muchos pensa-ron que el enemigo principal era el PCI. Los comunistas lodecían con incredulidad, como si fuese un escándalo denun-ciar su poder.

    Pero la dureza de ese enfrentamiento debe entenderse enla perspectiva de un cambio cultural profundo. El movi-miento ponía en cuestión los dos pilares sobre los que sehabía fundado la cultura del partido comunista.

    En primer lugar, la ética del trabajo, el orgullo del pro-ductor que reivindica profesionalidad, oficio, autogestión. El

    movimiento oponía a eso el rechazo del trabajo, el absentis-mo, la desafección y la perspectiva de una progresiva deca-dencia del valor histórico y productivo del trabajo obrero.

    En segundo lugar, el movimiento ponía en cuestión laidentificación entre clase obrera y Estado, la adhesión pro-funda a la institución estatal, considerada por el PCI comoun elemento fundamental de la identidad democrática. El

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    14 Año de la caída del muro de Berlín [N. del E.].15 Palmiro Togliatti, dirigente de la Internacional Comunista y máximodirigente del PCI desde 1926 hasta su muerte en 1964 en Yalta (Crimea,URSS), dejó formuladas en su testamento político (el llamado Memorialde Yalta) las líneas maestras de su concepción del policentrismo del

    movimiento comunista internacional (por oposición al liderazgo de laURSS) y de la vía italiana al socialismo por medio de una acción pacífi-ca, de masas, electoral y una política de reformas en el marco de las ins-tituciones de la República Italiana [N. del E.].

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    movimiento prefería afirmar la obsolescencia tendencial delEstado, su vaciamiento y su progresiva reducción a pura ysimple máquina represiva. El fetichismo de la forma–Estadocaracterístico del grupo dirigente del PCI estaba además vin-culado a la teorización leninista en su versión tercerinterna-cionalista. Desde luego, Marx no puso al Estado en unpedestal. Fue el partido de Lenin, una vez alcanzado elpoder, quien identificó el Estado obrero con el ideal históri-co y político del poder obrero. Visto a toro pasado, podemos

    afirmar que la identificación entre Estado y poder obrero erauna de las más profundas mentiras de la teoría y la prácticaestalinianas, y una de las huellas más indelebles de la tradi-ción tercerinternacionalista y comunista.

    Esta problemática apareció en Bolonia, aunque de formaatenuada y reformada, y la santificación del Estado comoforma indiscutible a la que debe ser reconducida toda

    mediación social estaba lejísimos del espíritu libertario delmovimiento. En este sentido, el movimiento (en especial el boloñés) tuvo una doble responsabilidad cultural. Por unlado, contribuyó a reducir la religión estatalista de la izquier-da. Por otro lado, abrió el camino, de algún modo, al libera-lismo que en los años ochenta se extendió por la cultura y laeconomía, tras la victoria de Thatcher y Reagan.

    Cuando los estudiantes se pusieron a contestar a losmandarines académicos, descubrieron que en buena parte setrataba de mandarines con carnet del PCI. Los jóvenes obre-ros de la Emilia se encontraron con que sus patrones estabanen muchos casos afiliados al PCI. Cuando los obreros de laFiat atacaron las políticas patronales y reivindicaron su auto-nomía, se encontraron enfrente, defendiendo a Agnelli,16 a

    Giorgio Amendola, el viejo dirigente estalinista napolitanoreconvertido a un reformismo autoritario. Por todas estasrazones, el movimiento vio en el PCI un enemigo y no uninterlocutor con el que discutir.

    En los años anteriores se había insistido mucho, en Italiay en el extranjero, en la naturaleza específica de la experien-cia comunista italiana. El PCI era un partido más democráti-

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    16 El gran patrón de la Fiat [N. del E.].

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    co que sus partidos hermanos de Europa oriental o deFrancia. Era cierto, en alguna medida. Había sido ciertodesde luego en los años sesenta, antes de la invasión soviéti-ca de Checoslovaquia. A finales de los años sesenta se abrióen el PCI una dialéctica cultural que registraba la novedaddel movimiento estudiantil. Pero este debate nunca alcanzóa mover a la cúpula, ni a la dirección central, ni a las ideolo-gías fuertes que guiaban al partido-coloso. En los setenta, elPCI se encerró en la torre de marfil de la autonomía de lo

    político. Tras el golpe de Estado en Chile el entonces secreta-rio general del PCI, Enrico Berlinguer, pensó que no habíaotro camino que el del compromiso político con laDemocracia Cristiana. Cuando vio crecer el movimientoautónomo y, sobre todo, cuando vio que el movimiento ata-caba el baluarte boloñés del PCI, reaccionó llamando des-pectivamente a los contestatarios untorelli,17 y afirmó queéstos jamás lograrían conquistar el bastión boloñés.

    Pero la previsión de Berlinguer fue a la larga desmentidapor los hechos. El ‘77 puso en marcha una dinámica decorrosión que se puede leer hoy a la luz de lo que sucederíadoce años más tarde, en 1989, en toda Europa. Desde el ‘77la afiliación al PCI empieza a declinar de modo inexorable.La izquierda no sabía ver otra cosa que la política, y no supover así lo que empezaba a moverse en el vientre profundo dela sociedad. No supo ver las dinámicas culturales profundasque procedían de la cultura americana. Tampoco supo pre-ver las dinámicas tecnológicas y las transformaciones pro-ductivas que se derivarían de ellas. En lugar de seguir la evo-lución de la sociedad, la izquierda se erigió en guardián dela continuidad del sistema político. En ello reside la analogíaentre el ‘77 boloñés y lo que después sería 1989. El ‘77 fue el

    anuncio de 1989 precisamente porque reivindicó la autono-mía del devenir social molecular (tecnológico, productivo,cultural, comunicativo) frente a la rigidez molar de lo políti-co, del Estado y del partido.

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    17 Nombre con el que se llamaba en las épocas de peste, a las personasa las que se acusaba de contagiar la enfermendad untando las puertas.En sentido figurado, pobre diablo [N. del E.].

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    Information to the people

    Information to the peoplees uno de los eslóganes que nacen delmovimiento de la contracultura en la California de los añossesenta. En el caldo de cultivo de la costa occidental de losEstados Unidos crecieron Steve Wozniak y Steve Jobs, fun-dadores de Apple Computer, y creadores de la filosofía y la

    práctica que está en la base de la difusión de la informática,el interfaz amistoso, el espíritu de red y el open source. El añoen el que se registra la marca Apple es, qué casualidad, 1977.En ese año se produce en Italia el estallido de una formainnovadora de comunicación, la de las radios libres y la deluso del directo en las transmisiones radiofónicas. El naci-miento de las radios libres es consecuencia de un aconteci-miento jurídico de diciembre de 1974. En ese mes el TribunalConstitucional italiano estableció la inconstitucionalidad delmonopolio estatal del éter, y estableció de forma indirecta elderecho de transmisión para cualquier ciudadano o asocia-ción. El propio Tribunal, en esa misma sentencia, reclamabala necesidad de una regulación del uso del éter.

    En ese vacío legal algunos empezaron a entrever la posi-

     bilidad de construir estructuras de información completa-mente libres, desligadas de cualquier institución estatal opolítica, y de cualquier interés comercial, económico o espe-culativo. Y era posible. El coste de instalación de una emiso-ra radiofónica era en esa época irrisorio. Incluso para losestudiantes o los jóvenes obreros era posible conseguir lospocos cientos de miles de liras que hacían falta para comprarun transmisor, un equipo de alta fidelidad y una mezclado-

    ra. Fue así como nació Radio Alice , la primera radio librecapaz de poner en marcha un proceso de autoorganizacióncreativa y poner a disposición del movimiento un instru-mento simple y eficaz de información. Radio Alice nació el 9de febrero de 1976. Desde los primeros días de emisión susci-tó una oleada de indignación en la opinión pública bienpen-sante. Il Resto del Carlino , el diario boloñés ultraconformista

    denunció que «Radio Alice emite mensajes obscenos», mien-tras el PCI insinuaba que detrás de la radio debía haber inte-reses ocultos. No había ningún financiador. La radio se finan-

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    ciaba con las aportaciones voluntarias de los redactores, queal principio eran una decena y en pocas semanas alcanzaronun número incalculable. No había una programación fijapara cada día, salvo un boletín político emitido a horas máso menos regulares y algunas emisiones un tanto peculiares,como las lecciones de yoga por las mañanas y las largassesiones de música en directo y de poesía que se prolonga-

     ban hasta altas horas de la noche.

    Radio Alice , como  A/traverso , la revista maodadaísta queempezó a publicarse en mayo de 1975, fue el signo explícitoy declarado de una voluntad del movimiento de salir de losesquemas lingüísticos del movimiento obrero tradicional yde experimentar lenguajes provocadores y directos que seinspiraban en el surrealismo y el dadaísmo, y que proponí-an técnicas de agitación propias de la cultura hippy: la burla,la ironía, la difusión de noticias falsas, la mezcla de tonos

    líricos y tonos histéricos en la comunicación política, la mez-cla del horizonte histórico con los acontecimientos menoresde la vida diaria. Sexualidad y drogas se convirtieron por pri-mera vez en asunto de discusión y activismo. No debemosolvidar que esos son también los años en los que aparecen enla escena cultural, primero en Estados Unidos, después enEuropa, el movimiento feminista y el movimiento gay. Son losaños en los que el consumo de drogas, hasta entonces un fenó-meno absolutamente marginal, se convierte en un elementocaracterístico de las vivencias estudiantiles y juveniles.

    Al mismo tiempo, el pensamiento filosófico, en especialen Francia, repiensa en términos de microfísica el horizontedel poder y de la liberación. La subjetividad ya no es identi-ficada en los modos monolíticos propios de la ideología, de

    la política, de la pertenencia social, sino mediante toda unamicrofísica de las necesidades, del imaginario, del deseo. Lanoción de microfísica social fue introducida en la discusiónpor Michel Foucault y posteriormente desarrollada porDeleuze y Guattari en el  Anti-Edipo. La noción de sujeto essustituida por la de subjetivación, para indicar que el suje-to no es algo dado, socialmente determinado e ideológica-mente consistente. En su lugar, debemos ver procesos de

    atracción y de imaginación que modelan los cuerpos socia-les, haciendo que actúen como sujetos dinámicos, muta- bles, proliferantes. La Historia de la locura de Michel

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    Foucault, el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari y Fragmentosde un discurso amoroso de Roland Barthes18 son libros en tornoa los cuales se generó un enorme interés en aquellos años.Estos libros acabaron por convertirse en puntos de referen-cia del discurso político, a pesar de no tener carácter de pro-grama político. Estos libros proponían un estilo, el estilonómada, no identitario, flexible pero no integrable, creativopero no competitivo. El movimiento boloñés alimentó sulenguaje y sus comportamientos con las palabras que salían

    de aquellos libros y por ello desarrolló con anticipación unaidea del movimiento como agente simbólico, como colectivode producción mediática, como sujeto colectivo de enuncia-ción, por utilizar la expresión de Guattari.

    Durante todo el siglo del movimiento obrero, el proble-ma de la producción cultural se había planteado en términospuramente instrumentales, en términos de contrainforma-

    ción, de restablecimiento de la verdad proletaria contra lamentira burguesa. La cultura era considerada (según lastesis del materialismo histórico) como una superestructura,un efecto determinado por las relaciones de producción. Elpensamiento postestructuralista francés puso en crisis estavisión mecánica.

    Tomando como referencia la ruptura que significó el pos-

    testructuralismo francés, la revista  A/traverso llevó adelanteuna dura batalla contra el materialismo histórico y su meca-nicismo. Radio Alice rechazó siempre ser identificada comoun instrumento de contrainformación. Para empezar, Radio

     Alice no era un instrumento. Era un agente comunicativo.No estaba al servicio del proletariado o del movimiento,sino que era una subjetividad del movimiento. Y, sobre

    todo, no pretendía restablecer la verdad negada, oculta,conculcada o reprimida. No existe una verdad objetiva, quecorresponda a una dinámica profunda de la historia. Lahistoria es precisamente el lugar en el que se manifiestanverdades contradictorias, producciones simbólicas todasellas igualmente falsas e igualmente verdaderas.

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    18 Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica , México, Fondode Cultura Económica, 1997; Roland Barthes y Eduardo Molina,Fragmentos de un discurso amoroso , Madrid / México, Siglo XXI, 1999.

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    La lección desencantada de la semiología de Umberto Eco,del postestructuralismo de Foucault y de Deleuze–Guattarise infiltró con fecundidad en las teorías y las prácticas de lasradios del movimiento, y poco a poco agrietó el edificio de laortodoxia. La cultura dejó de ser considerada una superes-tructura, para entenderse como una producción simbólica queforma el imaginario, es decir, el océano de imágenes, de senti-mientos, de expectativas, de deseos y de motivaciones sobre elque se funda el proceso social, con sus cambios y sus virajes.

    La batalla del mediascape

    El movimiento boloñés intuyó con antelación la función

    decisiva de los media en una sociedad postindustrial. Estasensibilidad fue mérito, entre otros, del DAMS boloñés,19 laescuela nacida precisamente en aquellos años en la que ense-ñaban personas lúcidas como Giuliano Scabia, Umberto Ecoo Paolo Fabbri. En cierto sentido podemos decir que el movi-miento del ‘77 fue también un laboratorio de formación paramillares de operadores de la comunicación que en los dece-

    nios siguientes han participado en la gran batalla de lacomunicación desarrollada desde el ‘77 hasta hoy. Esa bata-lla ha acabado por sobredeterminar la lucha política, demodo que hoy el rey de la televisión es el rey de la repúbli-ca que, de hecho, es una república monárquica.

    Esa batalla ha acabado en desastre. Tras la sentenciadel Tribunal Constitucional italiano que hizo posible la liber-

    tad de emisión, mientras nosotros hacíamos las primerasradios libres, la izquierda nos advertía, desconfiada: «Ahoravosotros abrís esas pequeñas radios democráticas, peromañana llegará el gran capital y se adueñará así del sistemamediático». Así sonaba, más o menos, el reproche de la

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    9El DAMS (Discipline delle Arti, della Musica e dello Spettacolo) nació en1971 en la Universidad de Bolonia como curso de licenciatura en al Facultad

    de Filosofía y Letras con el fin de desarrollar una política de sinergias entrelenguajes expresivos no verbales (http://www2.unibo.it/dams/).

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    izquierda y en especial del PCI. Se pensaba que acabaría porser Rizzoli, propietario entonces de varias cabeceras de dia-rios, quien construyese un imperio mediático en el espacioabierto en aquellos años, pero finalmente fue Berlusconi. La

     brecha abierta por las pequeñas radios libres le permitiócrear  Milano cinque que después se convirtió en CanaleCinque. ¿Tenía entonces razón el PCI, que defendía el carác-ter público de la información y nos ponía en guardia frentea los peligros de la liberalización, que abría el camino al gran

    capital? No, no tenía razón el PCI, la tenía el movimiento delas radios libres. Porque la libertad de información, ade-más de ser un bien en sí mismo, es también un procesoinevitable, porque no se puede contener el flujo de prolife-ración de la información. El movimiento había intuido laevolución de las relaciones entre comunicación y sociedad,y habría podido transformarse en un gigantesco laborato-rio de producción comunicativa. Ese habría sido el antído-to contra el peligro Berlusconi, el antídoto anticipado con-tra la ciberdictadura. Pero no sucedió eso. En marzo seprodujo una insurrección dramática y al mismo tiempoalegre, en septiembre se produjo el congreso contra lasrepresiones.

    Marzo fue colorido y feliz, creativo e inteligente.

    Septiembre fue plomizo y rencoroso, ideológico y agresivo

    El movimiento había encontrado la calle bloqueada por las

    tanquetas, y cientos de jóvenes habían acabado en la cárcel.La esperanza de marzo se convirtió en la tenebrosa y deses-perada determinación de septiembre.

    El terrorismo vino después, y la heroína también.Llegaron para traer la derrota, para eliminar al único adver-sario posible del ciberfascismo italiano. Hoy escribimos estaspáginas en un clima completamente transformado. De

    momento, y no sabemos hasta cuando, el ciberfascismohabrá ganado la batalla. Personajes ridículos dominan laescena de la política amenazando con posibles desastres.

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    El mediascape de hoy (doscientas mil veces más cerrado queel mediascape del 77) está estructurado según las mismas líne-as de entonces. Había entonces una información completa-mente controlada, una información de régimen que procedíadel púlpito del Compromiso Histórico, de la iglesia católico-togliattiana. Y de golpe aparecieron las radios libres, los pan-fletos transversales, los indios metropolitanos, los centrosdel proletariado juvenil, los primeros grupos de videoacti-vistas. Del mismo modo, la información hoy está completa-

    mente controlada, procede de una única fuente como enton-ces. Un único patrón gobierna los flujos que rocían la mente barroca del pueblo italiano. Pero de golpe ha surgido lainnumerable masa de comunicación horizontal que compo-ne Internet, los cien mil nodos de la red Indymedia, la proli-feración de videomakers por las calles.

    Tal vez sea en este terreno, en el de la comunicación, la pro-

    ducción del imaginario, de la formación de los panoramas psí-quicos, donde se dibuje una posibilidad de recuperación deuna perspectiva civil, política y cultural que permita superar laactual barbarie. Suponiendo que quede algo de humano cuan-do acabe la tormenta. Algo que no está del todo clara.

    El ‘77 fue, recordémoslo, anticipación e inicio del fenó-meno llamado punk, que ha representado el alma más pro-

    funda de las culturas juveniles de los años ochenta y noven-ta. El punk no fue, en realidad, un puro y simple gesto inme-diato de revuelta, aunque le encantase presentarse como tal.El punk fue el despertar de la conciencia tardomoderna fren-te al efecto irreversible de devastación producido por todoaquellos que los movimientos revolucionarios no supieroncambiar, eliminar, destruir.

    El punk fue una especie de desesperada y lúcida cons-ciencia de un después sin salvación.

    No future , declaró la cultura punk contemporánea de lainsurrección creativa de Bolonia y de Roma: «No hay ningúnfuturo». Aún estamos en ese punto, mientras la guerra másdemencial que la humanidad haya conocido destruye lasconciencias y las esperanzas de una vida vivible. Estamos

    aún allí, en el punto en el que nos dejó el congreso de sep-tiembre de 1977.

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    No future sigue siendo, hoy como entonces, el análisis másagudo y el diagnóstico más acertado.

    Y la desesperación el sentimiento más humano.

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    ¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA «CONTRARREVOLUCIÓN»?. Por ésta,no debe entenderse sólo una represión violenta –aunque,

    ciertamente, la represión nunca falte. No se trata de una sim-ple restauración del ancien régime , es decir del restableci-miento del orden social resquebrajado por conflictos yrevueltas. La «contrarrevolución» es, literalmente, una revo-lución a la inversa. Es decir: una innovación impetuosa de losmodos de producir, de las formas de vida, de las relacionessociales que, sin embargo, consolida y relanza el mandocapitalista. La «contrarrevolución», al igual que su opuesto

    simétrico, no deja nada intacto. Determina un largo estado deexcepción , en el cual parece acelerarse la expansión de losacontecimientos. Construye activamente su peculiar «nuevoorden». Forja mentalidades, actitudes culturales, gustos,usos y costumbres, en suma, un inédito common sense. Va a laraíz de las cosas y trabaja con método.

    Pero hay más: la «contrarrevolución» se sirve de los mis-

    mos presupuestos y de las mismas tendencias –económicas,sociales y culturales– sobre las que podría acoplarse la«revolución», ocupa y coloniza el territorio del adversario y

    Do you remember 

    counterrevolution?

    1

    Paolo Virno

    1 Detournemeaunt , desvío del conocido texto «Do you remember revolu-tion?» firmado por Toni Negri, Lucio Castellano, Luciano Ferrari Bravo

    y el propio Virno entre otros, y que proponía, a mediados de los ochen-ta, una primera lectura de los años intensos de la «revolución italiana»,tanto frente a la política de olvido institucional como frente a la visiónnostálgica de la violencia armada [N. del. E.]

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    da otras respuestas a las mismas preguntas. Reinterpreta a sumodo (y las cárceles de máxima seguridad, a menudo, faci-litan esta tarea hermenéutica) el conjunto de condicionesmateriales que convertirían la abolición del trabajo asalaria-do en algo simplemente realista: reduce este conjunto a pro-vechosas fuerzas productivas. Además, la «contrarrevolución»transforma en pasividad despolitizada o en consenso plebis-citario los mismos comportamientos que parecían implicarel deterioro del poder estatal y la actualidad de un autogo-

     bierno radical. Por esta razón, una historiografía crítica, rea-cia a idolatrar la autoridad de los «hechos consumados»,debe esforzarse en reconocer, en cada etapa y en cada aspec-to de la «contrarrevolución», la silueta, los contenidos, lacualidad de la revolución posible. La «contrarrevolución»italiana comienza a finales de los años setenta y se prolongahasta el día de hoy. Presenta numerosas estratificaciones.Como un camaleón, cambia muchas veces de aspecto: «com-promiso histórico» entre DC y PCI, craxismo2 triunfante yreforma del sistema político tras el derrumbe de los regíme-nes del Este. Sin embargo, no resulta difícil comprender asimple vista los Leitmotiv que recorren todas sus fases. Elnúcleo unitario de la «contrarrevolución» italiana de losaños ochenta y noventa consiste: a) en la plena afirmacióndel modo de producción postfordista (tecnología electró-

    nica, descentralización y flexibilidad de los procesos detrabajo, el saber y la comunicación como principal recursoeconómico, etc.); b) en la gestión capitalista de la bruscareducción del tiempo de trabajo socialmente necesario( part-time , jubilaciones anticipadas, paro estructural, pre-cariedad de larga duración, etc.); en la crisis drástica y casiirreversible de la democracia representativa. La Segunda

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    2 Efectivamente Bettino Craxi dio nombre a toda una época y a un deter-minado «hacer institucional». Líder socialista, presidió el gobierno máslargo de la década de 1980 (entre 1982 y 1987), por medio de un pactode estabilidad entre las fuerzas políticas no comunistas (el pentapartito).Indudablemente los años del «craxismo» fueron años de política defla-cionista, de control salarial, de extensión de una espectacular corrup-

    ción institucional y de introducción de las medidas neoliberales, quefueron la expresión italiana de la dulce derrota «postmoderna»; anunciotemprano del colapso institucional de los viejos partidos en la décadasiguiente [N. del. E.].

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    República3 hunde sus raíces en esta base material.Constituye el intento de adecuar la forma y el procedimien-to de gobierno a las transformaciones ya ocurridas en loslugares de producción y en el mercado de trabajo. Con laSegunda República, la «contrarrevolución» postfordista sedota, en definitiva, de una constitución propia y llega así a

     buen término.Las tesis histórico-políticas que siguen a continuación se

    proponen extrapolar algunos aspectos sobresalientes de

    los hechos italianos de los últimos quince años. Para serexactos, aquellos aspectos que provean a la discusión teó-rica un trasfondo empírico inmediato. Cuando un aconte-cimiento concreto demuestre tener un valor ejemplar (o

     bien cuando permita presagiar una «ruptura epistemológi-ca» y una innovación conceptual) profundizaremos en élmediante un excursus , cuya función es similar, en todos los

    sentidos, al «primer plano» cinematográfico.

    1. El postfordismo, en Italia, ha sido el bautismo del deno-minado «movimiento del ‘77», o sea de las duras luchassociales de una fuerza de trabajo escolarizada, precaria,móvil, que odia la «ética del trabajo», se contrapone frontal-

    mente a la tradición y a la cultura de la izquierda histórica yseñala una clara discontinuidad respecto al obrero de la líneade montaje. El postfordismo se inaugura con revueltas.

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    3 Ciertamente aunque formalmente no se ha inaugurado un nuevo régi-men constitucional que de acta de fundación a la Segunda República ita-liana, entre 1989 y 1995 se sucede una cadena de acontecimientos quecolapsan totalmente la vida de los principales actores políticos, y condi-cionan una modificación radical del sistema de partidos. La caída delMuro de Berlín acusa la crisis del Partido Comunista, que finalmente sedescompone en dos formaciones: Refundazione Comunista y los DS (elPartido de los Demócratas de Izquierda). Más grave por sus consecuenciasprofundas en la liquidación de la legitimidad de la democracia represen-tativa fueron los procesos de Tangentopoli, que en el verano de 1992 lleva-ron a la cárcel y a los tribunales a una buena cantidad de líderes del parti-do socialista y de la Democracia Cristiana, e hicieron aflorar la corrupción

    estructural de la política italiana. Los procesos determinaron la disoluciónde los vie