textos dispersos (borrador)

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Page 1: Textos Dispersos (Borrador)

Textos dispersos

Ignacio Vélez Pareja

2004

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A manera de introducción

Superando mis normales ataques de pudor, el lector encuentra en esta

recopilación de textos de varias épocas, el resultado de los asaltos que le hace

la vida al ser humano.

Algún escritor importante habrá dicho ya que quien escribe no escoge el

tema. Que es al revés. Tengo evidencia de que así es.

Aquí presento el resultado de varios asaltos. El producto final es

variopinto. Las emociones también. Van salpicadas de río, de mar y de arena.

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Los orígenes (1978 - 1994)

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Trascripción de la presentación a los textos leídos el martes 19 de abril de 1994 en Café Cinema en el evento “Los poetas toman café”

Buenas noches. Agradezco las palabras de John, las cuales fueron una abrumadora presentación. No pretendo catalogarme en ninguna de las dos categorías de poetas que él mencionó. Sólo deseo leer algunos textos cuyo único mérito es el de haber salido de lo más profundo del alma. Sin duda tengo el sesgo de expresar el sentimiento amoroso. Fue eso lo que salió porque allí estaba, quemándome el alma. La verdad es que no concibo otra forma, no tanto de escribir poesía, sino de expresar un sentimiento con palabras hermosas. Mejor dicho, no puedo escribir sobre otras emociones. El amor es lo único importante. El amor por esa persona única, sin la cual no hay salvación. En cuanto al valor de los textos, sólo puedo decir que han salido de las entrañas, de lo más profundo del alma. Deseo hacer un homenaje a una mujer extraordinaria, cuyo nombre no importa. Tampoco importa si está o no entre ustedes, porque siempre la encuentro a mi lado, en la ausencia y la presencia, más allá del tiempo y la distancia. Ella sabe que puede ir y volver porque siempre la espero, hasta “la víspera del fin”. Hasta “el penúltimo día del mundo”. Porque, como dijo ese gran músico poeta, Agustín Lara, “cuando la escarcha pinte tu dolor, cuando ya estés cansada de sufrir, yo tengo un corazón para quererte, el nido donde tú puedes vivir. Blanco diván de tul aguardará, tu exquisito abandono de mujer, yo te sabré querer, yo te sabré besar, yo te sabré querer y yo haré palpitar, todo tu ser”. Ella sabe que estos textos son suyos. Como hay un par de menciones a Alberti y a Salinas, como motivos que ayudaron a “cuajar” algunos textos que voy a decir, me permito leer dos temas de ellos: De Alberti: Un clavel va de viaje, Un clavel va viajando: Por las piernas, mar arriba, Por los pechos, mar abajo. Un clavel va de viaje, Un clavel ha naufragado. ¿Qué será, qué no será, que era rojo y ahora es blanco? A este texto de Alberti se refiere Naufragio, el cual fue publicado por Lecturas Dominicales, el año pasado, en noviembre, talvez. El otro texto es de Salinas y a él se refiere el texto titulado Eternidad. Dice así:

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Lo encontraremos, sí. Nuestro beso. ¿Será en un lecho de nubes, de vidrios o de ascuas? ¿Será este minuto próximo, o mañana, o el siglo por venir, o en el borde mismo del ya jamás? ¿Vivos, muertos? ¿Lo sabes? ¿Con tu carne y la mía con mi nombre y el tuyo? ¿O ha de ser ya con otros labios, con otros nombres y siglos después, esto que está queriendo ser hoy, aquí, desde ahora? Eso no lo sabemos. Sabemos que será. Que en algo, sí, y en alguien

se tiene que cumplir este amor que inventamos sin tierra ni sin fecha donde posarse ahora; el gran amor en vilo. Y que quizá, detrás de telones de años, un beso bajo cielos que jamás hemos visto, será, sin que lo sepan esos que creen dárselo, trascendiendo a su gloria, el cumplirse, por fin, de ese beso impaciente que te veo esperando, palpitante en los labios. Hoy nuestro beso, su lecho, están sólo en la fe.

Sé que es algo pretencioso hacer una introducción utilizando dos nombres cimeros como los de Alberti y Salinas, pero creo que es necesario que ustedes tengan esos dos puntos de referencia al escuchar los textos que fueron inspirados por esos dos grandes poetas. Lo que les quiero decir esta noche es lo siguiente: Voy a decir quince textos. No, dieciséis. Hay una traducción de una canción gringa muy hermosa que se llama “A Kiss to Build a Dream on”. Ustedes la han debido escuchar: la canta de manera formidable Louis Armstrong.

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1 Recuerdos Aquí estoy. Hincado en la tierra que tú y yo inventamos. El río dice sus recuerdos: vi el sol rojo encendido, sobre lo verde, vi el rocío, vi dos corazones en uno, vi a la pasión germinar. Era la víspera del amor.

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Caricia Nuestro amor, como la caricia del río y de la piedra, ahí está, siempre nuevo, siempre intacto. El río, como yo, espera sin descanso. El sol se regala en diamantes sobre el agua. Son ofrendas que guarda para ti. No estás conmigo.

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3 Elementos Los montes, los ríos, el mar y el viento llevan tu nombre. Les pregunto y no te han visto. Te llamo y no respondes. Te busco y no te encuentro. Te grito y no me escuchas. Te espero y tú no llegas. Ven, que todo por ti aguarda.

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Creación Vuelvo aquí, adonde sólo se llega con tu recuerdo. Este río, esta piedra, este suelo existen en mí por ti. Los demás no existen, porque no te han visto, Tú no has dicho que sean. Antes de ti, sólo nada.

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Lluvia Hoy llueve, porque no estás. Este vacío por ti clama. Quiero tenerte a mi lado y repetirnos.

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6 Eternidad "...será, sin que lo sepan esos que creen dárselo,..." Pedro Salinas Este amor siempre vive. Si no somos tú y yo, serán otros. Si morimos, se amarán a nuestra memoria. Cuando crean que es su beso, y su amor, no sabrán que es tu beso y mi beso, que es tu amor y mi amor. Será hoy o mañana o la víspera del fin. Aquí, o en otro cielo. Este amor siempre vive. Si no somos tú y yo, serán otros.

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Soledad Estoy solo. Lejos de ti, de tus caricias, de tus miradas, de tu presencia. Mis manos tienen la ausencia de tu cuerpo. Y yo, la soledad.

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8 Nostalgia Recordarte es la única forma de tenerte. Contigo vivo en el recuerdo. Déjame quererte. Me faltas tú. Tu real tú. Déjame esperarte.

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9 Un beso para soñar Dame un beso para soñar y construiré los sueños más hermosos. Vida mía, esto no se lo pido a nadie: un beso para soñar. Dame un beso antes de dejarme; y mi imaginación alimentará mi hambriento corazón Déjame algo antes de irte, un beso que me acompañe en los sueños. Cuando estoy solo con mis fantasías, estoy contigo, tejiendo ilusiones y creyendo que son realidad. Dame tus labios por un instante y mi imaginación hará que perdure para siempre. Dame lo que sólo tú puedes darme: un beso que me acompañe en los sueños. (Traducción de A kiss to build a dream on de Bert Kalman-Harry Ruby-Oscar Hammerstein II)

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10 Naufragio Leyendo a Rafael Alberti Navegante en tu cuerpo y náufrago en tus entrañas. En el horizonte, dos jazmines blancos. En el abismo, tu rosa escarlata. Saboreo tu cuerpo dulce, y bebo la miel de tu amor. Oigo el clamor de tu vientre. Te entrego un clavel rojo, y me lo devuelves blanco.

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11 Fiesta Te invento palabras nuevas cuando yo digo te quiero. ¿Los otros? Sólo repiten. El día que llegues a mí será una fiesta de luz: como el despertar del amanecer encendido, como el nacer de las estrellas en la tarde. Cuando yo digo te quiero busca nido en tu corazón el amor que hay en el mío.

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12 Relámpago Creas y destruyes los hechizos a tu antojo: llegaste al poniente, como el relámpago y siempre fuiste un amanecer. Quedó sabor a deseo en mis labios; fue ese instante, efímero y fugaz. Pero todo está como lo dejaste.

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13 Te llamo Pasión Te deleitas con todos mis sabores. Escudriñas los recodos más recónditos de mi alma. Me transplantas al infinito y contigo llego, extasiado, a los confines del universo. Sacerdotisa de mi pasión, dueña de mis aromas, acércate más, ámame sin detenerte.

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14 Fuego Te acercaste y fue imposible resistir. Nos besamos los labios hasta quemarnos el alma, y nos marcamos la vida. Ese recuerdo inmutable espera hasta cuando llegues, para ser contigo. No con la otra, la que se quedó, esa que dejaste atrás, la que tu alma venció. Como eres, te quiero.

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15 Presencia Contigo estoy en el llanto y en el beso, en la pasión y el dolor, más allá del tiempo y de la distancia. Pasarán días y años, serán nuevas emociones, pero aquí, con amor te espero, en la desolación del desamor.

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16 Tus pies Un sueño. Otra vez el relámpago. Acaricio tu cuerpo y beso tu rosa, pero son tus pies. Tu aroma me invade y las estrellas me iluminan. Estás a mi lado, abandonada a tu cuerpo. Mis manos te dicen de mi amor y de mi soledad. No te vayas, necesito tu piel. Sin tu alma arrimada a mi corazón, estoy solo con el hastío de la pasión en sosiego.

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Boleros y sones coyeros: el dolor de amor (1991 - 1995)

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HASTA LA ETERNIDAD TE SEGUIRA MI AMOR*

Al Amor definitivo y pleno

"- La ilusión no se come - dijo la mujer. - No se come, pero alimenta - replicó el coronel." El coronel no tiene quien le escriba Gabriel García Márquez

Hace cuarenta años ciertos boleros, no tenían aceptación en algunos círculos sociales.

Estaban confinados a las cantinas de mala muerte y buena vida de los barrios y zonas de

tolerancia de Cartagena y otras ciudades con espíritu sandunguero y tropical. Era como un culto

prohibido de una secta esotérica, cuyas ceremonias no se podían celebrar en público. Marihuana,

prostitución, delincuencia y vicio estaban asociados al ritmo cadencioso de un bolero enamorado.

Se sospechaba de quien rondara en compañía de Daniel Santos, Celio González o Alberto

Beltrán. Ahora, por el contrario, el bolero en general, se ha popularizado tanto que en todos los

estratos sociales es de buen recibo; más aun, traspasa barreras generacionales y culturales. De

hecho, los adolescentes, cuando se aproximan a los dieciocho años, comienzan a preguntar si ese

que canta es Agustín Lara o Charlie Figueroa.

El amor caribe sublima los sentimientos como en la poesía mística de Fray Luis de León,

Sor Juana Inés, Teresa de Jesús o el mismo Cantar de los Cantares, pero con una diferencia.

Mientras en ésta se erotiza el canto a la divinidad, en el bolero se mistifica al ser amado y se

mediatiza la relación con él, por la comunicación con un poder superior, llámese Dios, vida,

fatalidad o destino.

Hoy, después de muchos años de boleros y de haber vivido el amor en forma definitiva y

plena, se explorará cómo el enamorado se relaciona con lo mágico y misterioso, con la fatalidad y

el destino, a través de sus cantos enamorados -en particular el bolero- lo cual es muy arriesgado

* Este artículo fue publicado en El Tiempo como "Entre nubes de algodón”, Lecturas Dominicales, Bogotá,

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porque no se puede fraccionar. Es un todo integrado por su verso, la cadencia de su ritmo, su

melodía, el intérprete, la hora, el sitio y de manera muy especial, el estado de alma. A

continuación se descubre la universalidad y espontaneidad de este fenómeno, ya que es una

constante a lo largo del tiempo y la distancia.

La fuerza del destino

Ortega y Gasset decía en su bellísimo libro titulado Estudios sobre el amor donde publica

el artículo "El hombre interesante" (1925), que el "amor de enamoramiento es el prototipo y cima

de todos los erotismos... se caracteriza por contener...estos dos ingredientes: el sentirse

«encantado» por otro ser que nos produce ilusión íntegra y el sentirse absorbido por él hasta la

raíz de nuestra persona, como si nos hubiera arrancado de nuestro propio fondo vital y

viviésemos trasplantados a él, con nuestras raíces vitales en él... el enamorado se siente entregado

totalmente al que ama; no importa que la entrega corporal se haya cumplido o no... no es un

querer entregarse: es un entregarse sin querer."

De este amor de enamoramiento -amor erótico- se ocupa el bolero. Se dirige al otro, en

especial a la mujer; canta al amor y lo rodea de magia, de encantamiento y de fatalismo. El amor,

esa fuerza que mueve el mundo, atrapa al enamorado y le imprime un sello indeleble; lo empuja

hacia el ser amado y es impotente, pierde todo su albedrío; queda condicionado a su búsqueda

implacable. No se puede escapar. Todo su quehacer y su mundo giran alrededor de ese sol

afectivo que lo atrae irremediablemente. En su gravitar inevitable hacia su amor el enamorado

acude a la magia, invoca a los dioses, reafirma su fe en Dios, en el alma y en la vida eterna. Es un

acto de sometimiento ante la fuerza del destino, esperanza y desesperación. Es canto de amor y

por eso, conduce a su fuente primigenia: a lo sobrenatural.

Feb. 6 de 1994, pp 8-10.

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Por su origen y su objeto el bolero tiene doble influencia romántica: literaria y cordial, o sea,

del corazón. Sin embargo, no solo por el romanticismo literario el destino juega un papel tan

importante. Es algo más vital y profundo. Es que el corazón romántico está ligado por siempre al

tiempo -pasado y futuro- que no domina y se olvida del hoy. Mira hacia atrás con la nostalgia de

la felicidad vivida. Le duele el pasado porque ya no es. Cuando mira hacia adelante, anhela el

futuro y lo construye -en su corazón- igual al sueño de ayer. No está anclado en su realidad, sino

que la inventa día a día. ¿Qué puede hacer ante una realidad esquiva que no domina? No tiene

salida. El bolero dice cómo el ser que ama está marcado por el destino; por fuerzas más

poderosas que las humanas. Es la manifestación de un estado de indefensión completa del cual el

enamorado no se puede liberar. Por esta razón se entrega a poderes superiores. En el amor la

entrega es total; más que eso: "es un entregarse sin querer", como dice Ortega; y si además no es

correspondido, no le queda otro remedio que acudir al poder absoluto de la divinidad o del

destino para que lo rescate. No hay opciones.

El amor domina al Hombre; como dice Don Ramón de Zubiría, "es el amor quien enciende

de sagrado fuego el corazón de los hombres, quien sustenta y perpetúa los vínculos de la pareja

humana y quien garantiza la afortunada preservación de la especie... el amor es fuente y origen de

toda creación. De él procede toda vida." Canta ese laberinto sin salida del cual no puede salir el

enamorado. Es el imperio del destino. El amante es una ficha de Dios, de la vida o de la fatalidad.

El ser humano pierde control sobre su vida: "...y si ya no puedo verte / por qué Dios me hizo

quererte / para hacerme sufrir más". No me culpes a mí, "no te culpo yo a ti / culpable es

mi destino, / que me hizo comprender / que no era mío tu amor." Porque "tú eres mi

destino / y no te imaginas / lo que yo bendigo a Dios / porque quiso disponerlo así..."

Todo lo acepto, "es mi destino vivir así / triste agonía vivir sin ti." Pero, no lo olvides, "tu

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mujer, a quien adoro". Y si acaso "te vendes, / yo no puedo comprarte, / yo no puedo

pagarte, ni un minuto de amor".

Te esperaré siempre; y "cuando la escarcha pinte tu dolor, / cuando ya estés cansada

de sufrir, / yo tengo un corazón para quererte, / el nido donde tú puedes vivir." No seas

duro, "si la vas a juzgar corazón, / nunca pienses que ella es mala."

Y vivo "solo, solito en el mundo, / como aquel lucero, / así vivo pensando" que solo

puedo pedirte "un poquito de tu amor, siquiera. / Dame un poquito de tu amor, no más".

Fui duro contigo, pero "si lo hice fue porque en mi alma / brotaba una pena, / ...Pero

tú llorarás como hoy siento / que llora mi alma, / por tu infamia así pagarás / toda tu

traición"...... "y al marcharte / dejas un alma herida y un corazón sin fe." ¿Tú no entiendes?

"¿Tú no ves que nuestras almas se encadenan" y "que hay un raro destino entre tú y

yo."? Si te vas, déjame ya, porque "me miras y tu mirada / se mete dentro, dentro del

alma". Vete porque, "...te estás metiendo en mi alma / hasta un lugar que a nadie / le

permití jamás". Aunque me hayas traicionado y te alejes, "con alma en la voz / te diré mi

canto de amor".

Cuando se encontró ante hechos desconocidos e inexplicables, el hombre inventó a Dios.

En cualquier forma: unas veces fue el fuego, el rayo o el trueno; otras, seres divinos y

sobrenaturales. En todos los casos, ese poder superior está allí para compensar todos los

sacrificios del amante o aplicar los castigos necesarios al traidor o infiel. Desde tiempos

inmemoriales creyó en fuerzas superiores y en el alma humana. Después de muertos rindió culto a

los antepasados; esto es, que alma y vida más allá de la muerte van de la mano. El amor de

enamoramiento no puede ser efímero. Debe ir más allá. Después de que el enamorado descubre

el alma, el destino y la otra vida, tiene que declarar su amor eterno.

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El más allá y el amor eterno Para un ser atado al pasado -el alma romántica- es terrible el presente. La vida es un

doloroso y continuo placer. Para sobrevivir tiene que asirse a la esperanza sin límites. Las

declaraciones de amor eterno, inclusive más allá de la muerte no son manifestaciones cursis o

"kitsh". Tampoco son la explotación trivial de un tema, sino que es un sentimiento vital. El

romántico es presa fácil del amor no correspondido, del amor tormentoso. Vive, entonces, con

reiterado afán por avivar heridas, recrear hechos y revivir el pasado; como ese pasado no vuelve,

solo queda entonces la posibilidad de una vida más allá de la muerte. La esperanza total. Como la

vida terrena no es suficiente, se necesita otra vida para seguir amándose hasta la eternidad o

recuperar ese amor que ha dejado en el desamparo al amante. El amor transciende la vida; pierde

su carácter terreno y se lleva a la tumba.

En "Amor en Stendhal" (1926) Ortega dice: "Un amor pleno, que haya nacido en la raíz de

la persona, no puede verosímilmente morir. Va inserto por siempre en el alma sensible. ...la

persona que amó se sigue sintiendo absolutamente adscrita a la amada. El azar podrá llevarla de

aquí para allá en el espacio físico y en el social. No importa: ella seguirá estando junto a quien

ama. Este es el síntoma supremo del verdadero amor: estar al lado de lo amado, en un contacto y

proximidad más profundos que los espaciales. Es un estar vitalmente en el otro. La palabra más

exacta, pero demasiado técnica es ésta: un estar ontológicamente con el amado, fiel al destino de

éste, sea el que sea." El que ama no solo queda adscrito al otro para siempre, sino que asume su

vida con una paciencia y esperanza infinitas -como las del coronel- si de esperar al otro se trata.

No en vano está dispuesto a hacerlo hasta la eternidad.

Soy todo tuyo, te quiero hasta el final, mira, "llévame de ser posible / hasta la misma

eternidad". Aunque dejes de quererme, aunque no me quieras, "a la tumba me llevo como

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sagrado / el cariño que tanto tú me has negado". Y no olvides que "pasarán más de mil

años, muchos más, / yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá, tal como aquí, / en la

boca llevarás... sabor a mí." Yo solo "he venido a decirte únicamente / que aunque viva

muy lejos jamás te olvidaré". Es la esperanza en la otra vida la que alienta al enamorado para

soportar los más punzantes dolores, como son los que produce esa dulce enfermedad o

"tormento soberano" que se llama amor.

Y el enamorado lo dice en el bolero. Expresa esperanza, temor o impotencia; pero siempre

acude al más allá o al poder supremo. Reafirma todos los valores judeo-cristianos del sufrimiento

hoy, con la esperanza de alcanzar la dicha más tarde. Es, por eso, un canto de esperanza. Una

esperanza con fatalismo: lo que el destino o Dios quieren que ocurra, sucederá. El enamorado

cree y espera que al final, el destino o Dios favorecerá y reivindicará al enamorado. Es una

esperanza fundada en lo mucho que se sacrifica el amante por el otro. No me importa lo que me

suceda ahora "si volveré a quererte / allá...allá en la eternidad."

Algún día tú volverás, puede ser al final de los siglos, "el penúltimo día del mundo", pero ese

día, todo estará preparado, esperándote y "haremos en el cielo una mansión / borraremos

nuestras penas, una a una, / tendremos como Dios al corazón / y nuestras almas / que se

pierdan en la bruma." Te esperaré toda la vida y "cuando la luz del sol se esté apagando y

te sientas cansada de vagar, piensa que yo por ti estaré esperando hasta que tú decidas

regresar".

Es tan real la mistificación de la relación amorosa que el Padre Astete pudo ser un gran

bolerista y escribir bajo el seudónimo de José Antonio Méndez. Si no, qué otra cosa puede

evocarse con la letra de ese maravilloso bolero titulado La gloria eres tú: "Dios dice que la

gloria / está en el cielo, / que es de los mortales / el consuelo al morir. / Bendito Dios, /

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porque al tenerte yo en vida / no necesito ir al cielo" si tú "alma mía / amor de mi ilusión /

la gloria eres tú."

Yo sé que estoy sufriendo por ti, que tu amor me ha encadenado y soy tu esclavo, pero el

día llegará en "que el cielo entre sus zafiros me ha de recoger / y allá arriba no, no seré tu

esclavo, ni tu prisionero, / simplemente con mi luz más bella / yo seré la estrella de tu

anochecer."

Cuando el protozoo subió a los árboles y se convirtió en un mamífero de cuatro patas,

inició el camino hacia el más allá. El cuadrúpedo se alza en sus dos extremidades y supera el

instinto. En ese instante es consciente de su espíritu y de su superioridad sobre el resto de la

creación. El descubrimiento del otro es el amor. El macho descubre a la mujer; a esa mujer que

trasplanta al enamorado, lo descuaja de su sitio y lo reubica, lo reacomoda y le produce el

cataclismo telúrico más tremendo que ser vivo pueda experimentar.

La magia femenina y el poder del amor El mágico influjo de la mujer hace que el enamorado la divinice. El ser humano insuflado por

el amor crea un nuevo mundo. Es dueño del universo. No en vano es por el amor que se produce

el más importante -aunque cotidiano- milagro de la humanidad: la creación de una nueva vida.

En «La elección en amor» (1927) Ortega y Gasset dice: "... la influencia de la mujer es

atmosférica y, por lo mismo, ubicua e invisible. No hay manera de prevenirla y evitarla." En «De

Francesca a Beatrice» (1926): "Todo hombre dueño de una sensibilidad bien templada ha

experimentado" cerca de alguna mujer "la impresión de hallarse delante de algo extraño y

absolutamente superior a él." En «Amor en Stendahl» (1926): "Enamorarse es, por lo pronto,

sentirse encantado por algo ... y algo puede encantar si es o parece ser perfecto."

Ese "algo extraño y absolutamente superior" es una mujer hermosa, eres tú, "porque eres

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divina / ... / que solo una rosa / caída del cielo / fuera como tú." Tú, "santa, santa mía,

mujer que brilla / en mi existencia. / Santa, sé mi guía". Tengo, en este altar sagrado, "tu

retrato con flores / porque aquí tú eres Dios". Tú, mi Dios, por favor "regálame esta noche

/ retrásame la muerte."

Si Dante creía que el amor mueve el sol y las otras estrellas, por qué no puede Agustín Lara

decir que había "humo en los ojos al encontrarnos" y que "al abrazarnos el mismo cielo / se

estremeció." O Paquito López Vidal decir que me esperes "en el cielo, corazón / si es que te

vas primero, / espérame que pronto yo me iré / allí donde tú estés / ..... para empezar de

nuevo / ... que allí entre nubes de algodón / haremos nuestro nido." Esto no es nuevo; en

1771, -en pleno romanticismo- Werther le dice a Carlota: "Desde ese momento eres mía; ¡eres

mía, oh, Carlota! Voy delante de ti; voy a reunirme con mi padre que también lo es tuyo, Carlota;

me quejaré y me consolará hasta que tú llegues. Entonces volaré a tu encuentro, te cogeré en mis

brazos y nos uniremos en presencia del Eterno; nos uniremos en un abrazo que nunca tendrá fin.

No sueño ni deliro. Al borde del sepulcro brilla para mí la verdadera luz. ¡Volveremos a vernos!"

No es cierto que te has ido, "estás en mi corazón / aunque estoy lejos de ti, / ... / Estás

en mi corazón / y en mi amarga soledad". Estás aquí "porque iré contigo / donde quiera que

tú vayas / y estarás conmigo / donde quiera que yo esté." Aunque no lo quieras, estoy a tu

lado; es que "el alma me abandona por ir / en busca del ser que me hace sufrir." Cuando te

conocí, ya existías en mi corazón; porque "sin saber que existías te deseaba, / antes de

conocerte, te adiviné. / Llegaste en el momento que te esperaba / no hubo sorpresa

alguna, cuando te hallé."

El enamorado aumenta su sensibilidad; la mantiene a flor de alma. Su percepción es más

aguda, al punto de percibir comportamientos -deseables o no- en el otro. En ese estado de alma

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es fácil llegar a lo sobrenatural. Puede "ver" y "hablar" a distancia con el amante y sentir el calor

de su compañía. O por el contrario, percibir en silencio la distancia afectiva antes de que los ojos

y los oídos del cuerpo la confirmen. Ortega dice en "Facciones del amor" (1926): "No se puede ir

al Dios que se ama con las piernas del cuerpo, y, no obstante, amarle es estar yendo hacia Él. En

el amar abandonamos la quietud y asiento dentro de nosotros y emigramos virtualmente hacia el

objeto. Y ese constante estar emigrando es estar amando." También dice que "el amor es una

fluencia, un chorro de materia anímica, un fluido que mana con continuidad como de una fuente."

No es metáfora: el amante está con la amada en la distancia. A su lado, juega con sus cabellos

con ternura, besa sus labios húmedos y ardientes con pasión, cuida su sueño con celo, contempla

el espectáculo de su desnudez con ardor, descubre hasta el olor de su alma, en fin, se traslada en

el tiempo y el espacio a su corazón y es una compañía vital. Y ella lo siente y lo vive así. Como

Werther, "... es en vano que extienda los brazos hacia ella; en vano que la busque ... en mi lecho,

cuando un sueño feliz ... me hace creer que estoy ... a su lado, estrechando su mano, y

llenándosela de besos. ¡Ah!, cuando todavía embriagado por el sueño busco esa mano y me

despierto, un torrente de lágrimas brota de mi corazón oprimido, y lloro sin consuelo..."

Cuando los recursos terrenales no son suficientes y el poder de convicción y de seducción

parece fallarle, entonces el enamorado objeto de Dios y el destino, trastoca los papeles y lo utiliza

para lograr sus propósitos, lo involucra en su drama afectivo. Aquí la sublimación y sacralización

del sentimiento alcanzó su límite, pues manipula a Dios para lograr sus propósitos.

La relación del hombre con la divinidad El amor no correspondido desata odios, -como para decir, "yo no podré olvidarte con

ese olvido fiero, que tantas veces, es odio. El odio es amor triste..."- pero también

sentimientos de profunda caridad, con la esperanza de obtener algún día la justicia divina. Así

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como la otra vida es el último sitio para el amor, Dios y su justicia es el último recurso que tiene el

enamorado para reivindicarse; para recuperar todo el esfuerzo que ha dedicado a la relación

amorosa. Siempre espera obtener de Dios el premio para él, o el justo castigo para el otro. A tal

punto se "apropia" de la divinidad que según Don Ramón de Zubiría, se le trata con tal confianza,

que hay una delegación, inconsulta, de los castigos y los testimonios a favor del enamorado.

Tu falta es terrible y me has hecho mucho daño, pero, "levántate no pidas más perdón, /

... no sé perdonar, que te perdone Dios." Y para que sepas, te quiero tanto, que "te quiero

mucho más en vez de odiarte / y tu castigo se lo dejo a Dios". Me engañaste y "poniendo a

la Virgen / y a Dios por testigos / me hiciste creerte / todas tus mentiras... "

Tú no crees en mi cariño, nunca lo hiciste. "Mujer, / si puedes tú con Dios hablar,

pregúntale si yo alguna vez / te he dejado de querer." Si no, "mira que sufro, mira como

lloro, / mira que solamente Dios, / sabe lo que sufro yo...". Pero no, indiferente e implacable,

"te me vas, / sabe Dios si es mentira / sabe Dios si otra vez volverás." En fin, no puedo

retenerte, "adiós amor, adiós... / nunca más ya te veré / doy por testigo a Dios / que te

adoré ."

Pero el ser humano no acepta la dependencia. Siempre busca la libertad, aunque solo sea

para caer de nuevo en los brazos de Eros. Y si al invocar a Dios no consigue su propósito, se

rebela contra Él. Está lleno de contradicciones y así como hay sometimiento y entrega total al

destino y a la divinidad, también se rebela ante ellos. Siempre se quiere liberar de cualquier

cadena que lo sujete y se alza contra la divinidad o el destino; no puede renunciar a su libre

albedrío. Vallejo, por ejemplo, sugiere que las desgracias del hombre provienen de Dios ("golpes

como del odio de Dios"); negar las cualidades tradicionales de Dios y hacerlo sujeto de odio, es

un acto de rebeldía.

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Mi amor por ti es muy grande y estoy dispuesto a todo; "yo no sé si este amor es

pecado / si tiene castigo... / Si es faltar a las leyes honradas / del hombre o de Dios, /

......Es más fuerte que yo, / que mi vida, mi credo y mi sino / es más fuerte que el miedo a

la muerte / y el temor de Dios." Te quiero tanto que nada importa, "que si es pecado amarte,

yo seguiré pecando / por qué lo he de negar". No hay nada que pueda detenerme, yo te amo

y aunque sé que "somos un sueño imposible / que busca la noche / para olvidarse del

mundo / de Dios y de todo,.... por más que se oponga el destino / serás para mí...para

mí..."

El amor está lleno de temores y certezas, regocijo y dolor, de caricias y de golpes. Es su

naturaleza vital -donde se juegan todas las cartas- la que permite superar todas las dificultades y

pasar triunfante sobre los escollos que se encuentran en el camino de la vida. Dentro de estas

contradicciones, el amor, que es alegría y vida, produce, por sustracción, grandes penas y

dolores. Tristeza sin fondo, como hubiera dicho Vallejo.

La tristeza es un acercamiento a lo sobrenatural La tristeza es un estado de alma que obliga a la introspección; a mirarse a sí mismo y eso es

elevarse a lo misterioso, a lo mágico y sobrenatural. Es el sacramento de la confesión con uno

mismo. Es el momento de la verdad, como la muerte. A principios de siglo, Ortega escribía: "El

amor es a veces triste, triste como la muerte, tormento soberano y mortal. Es más: el verdadero

amor se percibe a sí mismo y, por así decirlo, se mide y calcula a sí propio en el dolor y

sufrimiento de que es capaz. La mujer enamorada prefiere las angustias que el hombre amado le

origina a la indolora indiferencia. En las cartas de Mariana Alcoforado, la monja portuguesa, se

leen frases como éstas, dirigidas a su infiel seductor: «Veo muy bien cuál sería el remedio para

todas mis penas. Me vería libre de ellas al instante si de jara de amarte; Pero ¡ay de mí! ¡qué

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remedio!... No. Prefiero sufrir aún más, antes que olvidarte. ¿Depende eso de mí? ¡Si no puedo

reprocharme el haber dejado de amarte un solo instante! Aun así, eres más digno de compasión

que yo; más vale padecer cuanto padezco, que gozar de los lánguidos placeres que te

proporcionan tus amantes de Francia.» La primera carta termina: «Adiós: no puedo más. ¡Adiós!

Ámame siempre. Y haz padecer aún más a tu pobre Mariana.» Y dos siglos más tarde, la señorita

de Lespinasse: «Os amo como hay que amar: con desesperación.»". El gran poeta del amor, Don

Pedro Salinas, dice: "No quiero que te vayas, / dolor, última forma de amar. Me estoy sintiendo /

vivir cuando me dueles / ....Y mientras yo te sienta, / tú me serás, dolor, / la prueba de otra vida /

en que no me dolías. / La gran prueba, a lo lejos, / de que existió, que existe, / de que me quiso,

así, / de que aún la estoy queriendo."

Esto es solo la descripción desgarradora del dolor que sienten los amantes separados. Es

un dolor punzante que quema el espíritu. Ese dolor permanente, aun en la alegría y el jolgorio, es

el de la soledad en la muchedumbre. Es un llanto interior y profundo, que inunda los más

recónditos resquicios de la vida, con una lluvia fría. Llueve en el alma y siempre; el sol nunca

aparece. Solo se vive de la esperanza de ser feliz.

Vivo sufriendo la mayor de las penas por ti; sé que "este amor salvaje / me causará la

muerte / pero me importa poco / si volveré a quererte allá...allá en la eternidad." Tengo la

esperanza de que vuelvas y "aunque tú me has dejado en el abandono, / aunque tú has

muerto todas las ilusiones, / en vez de maldecirte con justo encono, / en mis sueños te

colmo, / en mis sueños te colmo de bendiciones." Estoy desesperado por "besarte de

nuevo" por "decirte mi cielo / cómo le haces falta / a mi corazón." Desesperado, por "no

tenerte a mi lado" por "no sentir tus caricias / y el goce divino / que me da tu amor". La

vida sigue su curso febril y yo, "aquí en pleno derroche / de luna y de mar / sufro, sufro, /

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que me importa el canto del mar, / si estoy solo con mi penar, / tan lejos, lejos de ti".

Pero, no, no puedo destruirme, "calla tristeza, / calla tristeza / que no sabes que no ha de

tornar / la que nunca quisiera olvidar."

Parece que el enamorado enloquecido de amor, insistiera en un ritual masoquista, pero no;

él busca primero la felicidad, no la tranquilidad, porque dice con Machado: "Huye del triste amor,

amor pacato, / sin peligro, sin venda ni aventura, / que espera del amor prenda segura, / porque

en amor locura es lo sensato."

La ruptura amorosa es catastrófica, "cuando un amor se va, qué desesperación". Perder

al ser amado es un duelo profundo por uno mismo y por el otro. El alma está de luto. Pero esta

pérdida es peor que la muerte, pues es la muerte en vida. Es saberse muerto en el otro y seguir

con vida. Y cuando de la muerte se trata, no hay ser humano que no acuda a Dios, o se lo

invente. La ruptura de amor es algo muy serio; más serio que la muerte. Tu partida me hace doler

el alma. "¡Ay! tú no sabes, lo difícil / que se me hace vivir sin ti..."

La tristeza de amor es una muerte metafórica, pero, con esperanza. De que el amado

vuelva; de que todo retorne al estado inicial, feliz. El bolero no es el rasgar melancólico y

nostálgico del tiple que acompaña el bambuco del campesino de las cordilleras. Es una tristeza

caribe, tropical, con cadencia y ritmo de palmeras, a diferencia de esa tristeza implacable -tristeza

triste- de los Andes, como la de José Asunción Silva. La del bolero es muy diferente a ésta -de

los Andes- que, como dice Andrés Holguín, "refleja un vuelo de las alas hacia la muerte... Todo

se halla en proceso agónico... Porque esa descomposición lenta, fatal, no tiene para Silva

esperanza alguna. Es la muerte universal, definitiva." En el bolero, como canto de amor, hay una

tristeza jubilosa. Cuando hay amor, por su propia naturaleza, solo puede haber alegría y

esperanza. La tristeza de amor no es de destrucción y aniquilamiento; es como un dolor de no ser

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más, de estar incompleto, de encontrarse en soledad; es la expresión de la necesidad de tener

compañía, pues el estado natural del ser humano es estar acompañado; de vivir en pareja. Es la

tristeza de no poder construir la vida los dos, de no poder compartir la belleza de ambos y del

mundo que los rodea. Es el dolor de tener que ir "hasta el fin de a uno" y no de a dos. Y para

terminar, un bolero de Agustín Lara ilustra muy bien la intención de esta exploración:

"Aunque no quieras tú, / ni quiera yo, lo quiso Dios, / hasta la eternidad / te seguirá

mi amor. / Como tu sombra iré, / perfumaré tu inspiración, / y junto a ti estaré / también

en tu dolor. Aunque no quieras tú, / ni quiera yo, lo quiso Dios, / hasta la eternidad / te

seguirá mi amor. / Hasta en tus besos me hallarás, / hasta en el agua y en el sol, / aunque

no quieras tú, / aunque no quiera yo"

Bibliografía Alighieri, Dante, La Divina Comedia, Aguilar S.A. de Ediciones, Madrid, 1952. Castellanos, Isabel, "Elegua quiere tambó", Pliegos N. 12, Universidad del Valle, Cali, 1980. De Zubiría, Ramón, ¡... es el amor que pasa!, Cacharrería Mundial, Medellín, 1984. Discoteca privada del autor. Eluard, Paul, Ultimos poemas de amor, Ediciones la Flor, Buenos Aires, 1968. García Márquez, Gabriel, El coronel no tiene quien le escriba, Colección Indice, Buenos Aires, 1970. Goethe, Johann Wolfgang, Werther, Editorial Panamericana, Bogotá, 1990. Holguín, Andrés, Antología Crítica de la Poesía Colombiana 1874-1974, Biblioteca del Centenario del Banco de Colombia, Bogotá, 1974. Machado, Antonio, Poesías Completas, Espasa-Calpe S.A., Madrid, 1977. Ortega y Gasset, José, Estudios sobre el amor, Revista de Occidente, Madrid, 1964. Rico Salazar, Jaime, Cien años de boleros, Centro Editorial de Estudios Musicales, Bogotá, 1988. Salinas, Pedro, Poesías Completas, Barral Editores, Barcelona, 1971. Vallejo, César, Poesía Completa, La Nave de los Locos, México, 1978. Vélez Pareja, Ignacio, El hábito de la pasión. Cartas de amor de Sor Mariana, Altamir - CEJA, Bogotá, 1996.

Boleros evocados en el texto: Adiós amor, adiós (Guillermo Castillo) Calla Tristeza (Sin autor identificado) Cuando vuelvas (Agustín Lara, 1944)

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Culpa al destino (Jorge Zayas) Déjame (Gonzalo Curiel) Desesperación (Rafael Hernández, 1944) Desesperación (D en D.) Donde quiera que tú vayas (Ramón Diplo Rivera) El cuartito (Mundito Medina, 1947) Entrega total (Abelardo Pulido, 1963) Escarcha (Agustín Lara) Espérame en el cielo (Paquito López Vidal) Este amor salvaje (Miguel Valladares, 1953) Estrellita solitaria (Agustín Lara) Hay que saber perder (Abel Domínguez) Historia de un amor (Carlos Eleta Almarán) Humo en los ojos (Agustín Lara, 1945) Imposible (Agustín Lara, 1928) Incertidumbre (Gonzalo Curiel) La barca (Roberto Cantoral, 1957) La gloria eres tú (José Antonio Méndez) Lágrimas de sangre (Agustín Lara, 1946) Lágrimas negras (Miguel Matamoros) Limosna (Agustín Lara) Mala noche (Alberto Domínguez, 1941) Me estás haciendo falta (Jaime R. Echavarría) Mi súplica (Santiago Alvarado) Mi último fracaso (Alfredo Gil, 1955) Mil besos (Emma Elena Valdelamar, 1946) Mira que eres linda (Julio Brito) No es venganza (S. García) No pidas más perdón (Raúl Márquez) Noche de luna (Gonzalo Curiel, 1936) Obsesión (Pedro Flores) Palabras de mujer (Agustín Lara, 1945) Pecado (Pontier-Francini) Perfidia (Alberto Domínguez) Pervertida (Agustín Lara) Piénsalo bien (Agustín Lara) Por si no te vuelvo a ver (María Grever, 1931) Presentimiento (Pedro Matta - Emilio Pacheco, 1924) Prohibido (M. Sucher- Carlos Bahr) Qué será de mí (Mario Clavel, 1944) Regálame esta noche (Roberto Cantoral) Sabor a mí (Alvaro Carrillo) Santa (Agustín Lara) Si no eras para mí (Elida Silva) Siempre en mi corazón (Ernesto Lecuona)

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Siempre feliz (Miguel A. Amadeo) Somos (Mario Clavel, 1946) Te vendes (Agustín Lara) Tendrás un altar (Juan Carlos Bera y René Coleman) Tracionera (Gonzalo Curiel, 1946) Triste camino (Agustín Lara) Tú eres mi destino (Carlos Gómez Barrera, 1955) Tú me hiciste quererte (Santiago Alvarado) Vuelve (Hnos Martínez Gil) Yo nací para ti (Jaime R. Echavarría) IGNACIO VELEZ PAREJA Bogotá, junio de 1991

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A continuación los boleros evocados en este ensayo en orden de aparición con el texto citado en negrita. El título está seguido del nombre del autor y de algunos de los intérpretes.

Historia de un amor (Carlos Eleta Almarán) (Leo Marini -Libertad Lamarque - Carmenza Duque) Ya no estás más a mi lado corazón, en el alma solo tengo soledad y si ya no puedo verte, por qué Dios me hizo quererte para hacerme sufrir más. Siempre fuiste la razón de mi existir adorarte para mí fue religión y en tus besos yo encontraba el amor que me brindaba el calor y la pasión. Es la historia de un amor como no habrá otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal, que le dio luz a mi vida, apagándola después; ay, qué noche tan oscura sin tu amor no viviré. Ya no estás más a mi lado corazón, en el alma sólo tengo soledad y si ya no puedo verte por qué Dios me hizo quererte, para hacerme sufrir más.

Tú eres mi destino (Carlos Gómez Barrera, 1955) (Los 3 Ases -María Luisa Landín) Tú eres mi destino y no te imaginas lo que yo bendigo a Dios porque quiso disponerlo así. Tú eres mi destino y no tengo miedo de afrontar contigo las adversidades en el porvenir. Tú eres mi destino, bendito destino y si me ofrecieran riquezas y gloria renunciando a ti, sin vacilaciones,

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yo respondería, prefiero la muerte a la gloria inútil de vivir sin ti. Si no eras para mí (Elida Silva) (Raúl Shaw Moreno - Lucho Ramírez) Por qué te conocí, si no habías de ser mía, por qué yo te adoré, si no me perteneces. La vida traicionera engaña siempre y cuando más se quiere se hiere al corazón. No te culpo yo a ti culpable es mi destino, que me hizo comprender que no era mío tu amor. Y ahora tú te alejas, qué triste a mí me dejas ¿por qué tú me besaste, si no eras para mí?

Mi último fracaso (Alfredo Gil, 1955) (Alberto Granados - María Victoria - Los Tres Ases - Los Panchos - Carmenza Duque) Es mi destino vivir así, triste agonía vivir sin ti. Me siento perdido en este mundo y mi último fracaso, será tu amor. Sé, que tú no quieres ya jamás volver a estar cerca de mí, que no te importa mi manera de vivir, ni te interesas más por mí. Sé, que aunque yo muera tú jamás podrás saber lo que sentí en mi agonía de vivir lejos de ti, llorando estoy. Tú serás, mi último fracaso; no podré, querer a nadie más. Ya te perdoné porque lograste hacer feliz mi corazón y aunque no vuelvas a brindarme tu calor, tuyo es mi amor.

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Prohibido (M. Sucher - Carlos Bahr) (Juan Arvizú) (Recitado) No es culpa si la vida en su designio cruzó nuestros caminos al andar, ni es culpa si este amor que está prohibido, ha entrado en nuestras almas sin llamar. Debemos doblegarnos y sufrir los dos por esta amarga y cruel separación, mas nunca el corazón podrá, aún queriendo renunciar al derecho de este amor. Yo sé que aunque tu boca me enloquezca besarte está prohibido sin perdón y sé que aunque también tú me deseas, hay alguien interpuesto entre los dos. El deseo nos junta y el honor nos separa, y aunque amar no es disculpa que salve de culpa al amor. Tu destino es quererme, mi destino es quererte y el destino es más fuerte que el prejuicio, el deber y el honor. De otro brazo andarás por la vida, pero tu alma estará donde estoy. (Recitado) Por prohibido que sea, en mis brazos te tenga, en el mundo no hay fuerza que pueda prohibir que te quiera y nos mate este amor. Quién pudo presentir que el verdadero amor nos golpearía de este modo al corazón, ya tarde, cuando estamos sin remedio prisioneros de la equivocación.

Qué será de mí (Mario Clavel, 1944) (Leo Marini) Cuando te ausentes al verme de nuevo muy solo sin ti; cuando te vayas dejándome en sombras, ¿qué será de mí? Después de vernos y amarnos como antes volver a partir. Yo le pregunto en voz baja a mi pena, ¿qué será de mí? Mi vida, el extraño destino de los dos, por distintos caminos nos llevó y hoy nos une otra vez. ¿Por qué? ¿Por qué? Cuando mañana me vea la aurora llorando por ti; cuando mi alma se sienta muy sola, ¿qué será de mí?

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Culpa al destino (Jorge Zayas) (Charlie Figueroa) No me culpes a mí, culpa al destino si me hizo cambiar de sentimientos. Porque de lo que te hice yo, no me arrepiento. Pero no creas que porque te nombro te sigo queriendo cuando se quiere como me has querido, el odio es tormento. Y tendrás que sufrir y pagar esa deuda que llevas tan adentro de tu alma, mujer sálvala antes que muera. Solo te pido, si ya no me quieres, me dejes tranquilo, déjame tranquilo. Lágrimas de sangre (Agustín Lara, 1946) (Toña la Negra) (Recitado) En todas formas el mundo se abre a mis pies, como si mis pecados hubieran deshecho la tierra y dentro de mi sublime inconsciencia se pudiera sentir, sacando el corazón por la ventana de la vida un rocío bienhechor que fecundara el último retoño de mi fantasía. Con lágrimas de sangre pude escribir la historia de este amor sacrosanto que tú hiciste nacer. Con lágrimas de sangre pude comprar la gloria y convertirla en versos y ponerla a tus pies, y convertirla en versos y ponerla a tus pies. Yo que tuve tus manos y tu boca y tu pelo y la blanca tibieza, que derramaste en mí; hoy me desgarro el alma como una fiera en celo y no sé lo que quiero porque te quiero a ti. y yo no sé lo que quiero porque te quiero a ti.

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Triste camino (Agustín Lara) (Elvira Ríos, Toña la Negra) Por el triste camino, de aquella serranía, por aquel caminito, donde te encontré un día. Por aquella vereda donde brillaba el sol, hay un rincón oculto, donde nació mi amor. Tengo allí, para ti un corazón, tengo miel de clavel reventón, tengo todas las cosas secretas que tu alma me pida y también una boca que besa y que nunca te olvida. Tu sabrás, de mis ansias de amor, mirarás en mis ojos a Dios. Porque al fin de este triste camino, sembrado de ensueños, cuando muera la tarde ha de vernos llorar a los dos. Escarcha (Agustín Lara) (Agustín Lara -Toña la Negra - María Félix) Mira, corta esos males la doliente ansiedad que me castiga. Mira yo te idolatro, auncuando tu desprecio me fatiga. Cuando la escarcha pinte tu dolor, cuando ya estés cansada de sufrir, yo tengo un corazón para quererte, el nido donde tú puedes vivir. Blanco diván de tul aguardará, tu exquisito abandono de mujer, yo te sabré besar, yo te sabré querer, y yo haré palpitar todo tu ser.

Incertidumbre (Gonzalo Curiel) ¡Ay! cómo es cruel la incertidumbre si es que sus besos son de amor o solo son para engañar.

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¡Ay! esta amarga pesadumbre si ella merece mi dolor o yo la tengo que olvidar... Si la vas a juzgar corazón, nunca pienses que ella es mala, si es valiente y te comprende, no la pierdas, corazón. El dolor y el amor, corazón, valen poco junto a ella, si merece más que eso, da tu vida corazón. Incertidumbre... es el dolor de amar. Pervertida (Agustín Lara) (Agustín Lara - Toña la Negra - Guty Cárdenas) He sentido la espina de tus rencores. Pagando así la deuda de mis amores. He sentido la espina de verte ajena; a ti que me juraste, ser siempre buena. A ti, mujer ingrata, pervertida mujer, a quien adoro. A ti, prenda del alma, por quien tanto he sufrido y tanto lloro. A ti, consagro toda mi existencia, la flor de la maldad y la inocencia. Y es para ti mujer, toda mi vida, te quiero aunque te llamen pervertida.

Te vendes (Agustín Lara) (Agustín Lara - Guty Cárdenas) Te vendes, quien pudiera comprarte, quien pudiera pagarte un minuto de amor, los hombres no saben apreciarte, ni siquiera besarte, como te beso yo. La vida, la caprichosa vida, convirtió en un mercado tu frágil corazón. Te vendes, yo no puedo comprarte, yo no puedo pagarte, ni un minuto de amor.

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Estrellita solitaria (Agustín Lara) (Agustín Lara, Toña la Negra) Como una estrella solitaria que brillara en el mar, pequeña y triste, sí por un momento sentí el alma, divina en su orfandad. Quizás por un instante nada más, me comprendiste. O Dios quiso que fuera en mi pobreza el solo dueño de la inmensidad. Y así solo, solito en el mundo, como aquel lucero, así vivo pensando que el cielo entre sus zafiros me ha de recoger. Y allá arriba, no seré tu esclavo, ni tu prisionero, simplemente con mi luz más bella, yo seré la estrella de tu anochecer. Simplemente, con mi luz más bella yo seré la estrella de tu anochecer.

Limosna (Agustín Lara) (Agustín Lara - Toña la Negra - Guty Cárdenas - María Félix) Dame un poquito de tu amor, siquiera. Dame un poquito de tu amor, no más. Dale a mi boca la ilusión primera, en el beso que nunca olvidarás. Porque deja la huella insensata del primer olvido. Porque así como yo te he querido, no querré jamás. Dame un poquito de tu amor, siquiera. Dame un poquito de tu amor, no más. No es venganza (S. García) (Carmen Delia Dipini) No debiste alegrarte cuando te contaron que me vieron bebiendo y llorando en la mesa de un bar. Si lo hice fue porque en mi alma brotaba una pena, que tan solo el licor esa noche pudo disipar. Esa noche también tus amigos

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a mí me contaron, muchas cosas que mi mente nunca se lo imaginó. No te enojes que yo te conteste no puedo ocultarlo, si es vergüenza, esa misma vergüenza también pasé yo. Si no quieres volver a mi lado no espero que lo hagas, yo no quiero un amor con venganza, así no es mi amor. Pero tú llorarás como hoy siento que llora mi alma, por tu infamia así pagarás toda tu traición. Un recuerdo talvez sea la causa de tu desespero, pero tú debes estar bien consciente de lo que pasó Tú me hiciste pasar esa vergüenza con todos mis compañeros y por vergüenza y venganza no te quiero yo.

Siempre feliz (Miguel A. Amadeo) (Virginia López) No puedo estar conforme al sacrilegio de vivir sin ti, si eres lo más sagrado que en el mundo existe para mí. Por qué entonces pretendes alejarte de mi lado sin pensar mi bien y al marcharte dejas un alma herida y un corazón sin fe. Compréndelo mi vida, sin tus besos no podré vivir, en cada latidito el corazón, siempre te nombra a ti. Corresponde a esta inmensa pasión entregándome tu corazón, no te arrepentirás sabré hacerte feliz, siempre feliz. Yo nací para ti (Jaime R. Echavarría) (Jaime R. Echavarría)

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¿Tú no ves que nuestras almas se encadenan? ¿que hay un raro destino entre tú y yo? ¿que nací para ti y que mis penas, las has calmado tú, con tu calor? Yo nací para ti, para quererte y a mi vida le das, razón de ser, quién creyera mujer que lentamente llegara a mí el amor y a ti también. Yo nací para ti, te lo aseguro, para ver en tus ojos, mi dolor, para darte en mis besos, uno a uno en pedazos, mi pobre corazón. Tracionera (Gonzalo Curiel, 1946) (Fernando Fernández) ¡Ay! Tienes alma de quimera lo que más me desespera es saber que no me quieras y me dejas que te quiera... ¡Ay! Eres mala y traicionera tienes corazón de piedra porque sabes que me muero, y me dejas que me muera.... Me miras y tu mirada se mete dentro, dentro del alma te miro y en mi mirada te está implorando mi corazón... ¡Ay! Eres mala y traicionera tienes corazón de piedra porque sabes que me muero, y me dejas que me muera.... Me estás haciendo falta (Jaime R. Echavarría) (Jaime R. Echavarría) Me estás haciendo falta mucha falta de verdad y fue que la distancia cambió aquel sentimiento de la frivolidad... Y lo volvió nostalgia de estar entre tus brazos y sin yo darme cuenta se enredó el corazón. Me estás haciendo falta mucha falta de verdad,

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te estás metiendo en mi alma hasta un lugar que a nadie le permití jamás, y al quererte yo tanto y sentirte lejana me estás haciendo falta, mucha falta de verdad.

Tendrás un altar (Juan Carlos Bera y René Coleman) (Arturo Gatica) Busco un rincón lejano donde contigo solito estar. Quiero olvidar mis penas nacer de nuevo, decir adiós. Con el cariño nuestro formar un templo para rezar, con el candor de un sueño vivir el uno para los dos. Tendrás un altar, un altar divino de amor, junto a un verde pino feliz construiré un lugar junto a ti. Con alma en la voz te diré mi canto de amor, con tus besos santos mi bien me hablarás de Dios. Lejos del mundo entero no habrá rencores, no habrá dolor. Nuestra casita blanca nidal de dichas siempre será. Cuando la noche sueñe bajo la luna de nuestro amor, todo el jardín del cielo para nosotros florecerá.

Entrega total (Abelardo Pulido, 1963) (Javier Solís) Esta vez, ya no soporto la terrible soledad, yo no te pongo condición, harás conmigo lo que quieras, bien o mal. Llévame de ser posible hasta la misma eternidad donde perdure nuestro amor,

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porque tú eres, toda mi felicidad. Llévame si quieres hasta el fondo del dolor, hazlo como quieras, por maldad o por amor. Pero esta vez, quiero entregarme a ti en una forma total, no con un beso nada más, quiero ser tuyo sea por bien o sea por mal.

Desesperación (Rafael Hernández, 1944) (Margarita Cueto con Juan Arvizú -Eduardo Farrel) Me voy a quitar la vida, óyelo bien y sabes que me la quito por tu querer, comprendo que tu cariño ya lo he perdido y si ya no me quieres para qué vivo. A la tumba me llevo como sagrado el cariño que tanto tú me has negado, tú jamás comprendiste mi amor profundo y por eso te dejo sola en el mundo. Sabor a mí (Alvaro Carrillo) ( Rolando Laserie) Tanto tiempo disfrutamos de este amor, nuestras almas se acercaron tanto así, que yo guardo tu sabor pero tú llevas también... sabor a mí. Si negaras mi presencia en tu vivir, bastaría con abrazarte y conversar, tanta vida yo te di, que por fuerza tienes ya, sabor a mí. No pretendo ser tu dueño, no soy nada, yo no tengo vanidad. De mi vida doy lo bueno, soy tan pobre qué otra cosa puedo dar, pasarán más de mil años, muchos más, yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá tal como aquí, en la boca llevarás... sabor a mí. Por si no te vuelvo a ver (María Grever, 1931) (Alfonso Ortiz Tirado -Víctor Hugo Ayala) No sé si el alejarme me enloquece y por eso habré venido por un último adiós;

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yo no quiero con ello entristecerte, pues sé que es un martirio para los dos. He venido a decirte únicamente, que aunque viva muy lejos, jamás te olvidaré, que tu imagen se ha grabado en mi mente y que cual hostia santa, te adoraré. En el fondo de mi alma he levantado un castillo de amores tan solo para ti, es un sueño que he visto realizado y ahora todo mi anhelo es verte allí, mas si acaso el destino nos separa y tu corazón cambiara tu modo de sentir, el castillo de amor que he levantado, me servirá de albergue para morir. Tú la de los ojazos negros, la de boca tan bonita, la de tan chiquito el pie; tú la que eres tan orgullosa, por saber que eres hermosa, no me dejes de querer. Tú, la que al hablar tiene el dejo, de la tierra que me alejo, para quizás no volver, deja con ilusión loca, te dé un beso en la boca, por si no te vuelvo a ver. Este amor salvaje (Miguel Valladares, 1953) (Toña la Negra) Qué manera de amar tan terrible y ya no es posible cambiar lo que soy; muchas veces quisiera olvidarte, una angustia clavada al recuerdo me hiere el cerebro y pierdo la fe, sé que nada espero pero yo te quiero sin saber por qué. Este amor salvaje que llena mi alma entera es ternura y coraje como si yo tuviera enferma la razón. Este amor salvaje es ansia fuerte y loca de estrecharte en mis brazos y de morder tu boca con desesperación.

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Luché por olvidarte por vencer mi destino y caí al remolino de la fatalidad. Este amor salvaje me causará la muerte pero me importa poco, si volveré a quererte allá... allá en la eternidad. Vuelve (Hnos Martínez Gil) (Elvira Ríos) Vuelve... vuelve otra vez que el madrigal de mi corazón está a tus pies... Cantando, volverás a mí y olvidaré mi rencor por ti, volverán mis idilios a empezar y ser nuestro vivir un cantar. Haremos en el cielo una mansión borraremos nuestras penas una a una, tendremos como Dios al corazón y nuestras almas que se pierdan en la bruma. La barca (Roberto Cantoral, 1957) (Lucho Gatica) Dicen que la distancia es el olvido pero yo no concibo esa razón, porque yo seguiré siendo el cautivo de los caprichos de tu corazón. Supiste esclarecer mis pensamientos, me diste la verdad que yo soñé; ahuyentaste de mí los sufrimientos en la primera noche que te amé. Hoy mi playa se viste de amargura porque tu barca tiene que partir a cruzar otros mares de locura, cuida que no naufrague tu vivir. Cuando la luz del sol se esté apagando y te sientas cansada de vagar, piensa que yo por ti estaré esperando hasta que tú decidas regresar. La gloria eres tú (José Antonio Méndez)

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(Toña la Negra) Eres mi bien lo que me tiene extasiado por qué negar que estoy de ti enamorado de tu dulce alma que es toda sentimiento. De esos ojazos negros de un raro fulgor que me dominan e incitan al amor, eres un encanto, eres mi ilusión. Dios dice que la gloria está en el cielo, qu'es de los mortales el consuelo al morir. Bendito Dios, porque al tenerte yo en vida no necesito ir al cielo tizú, si alma mía, amor de mi ilusión, la gloria eres tú... Mira que eres linda (Julio Brito) (Trío Los Provincianos - Los Romanceros) Mira que eres linda, qué preciosa eres, verdad que en mi vida no he visto muñeca más linda que tú. Con esos ojazos que parecen soles, con esa mirada, siempre enamorada conque miras tú. Mira que eres linda, qué preciosa eres, que estando a tu lado verdad que me siento más cerca de Dios, porque eres divina, linda y primorosa, que solo una rosa caída del cielo fuera como tú.

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Santa (Agustín Lara) (Agustín Lara, Toña la Negra, Elvira Ríos - Pedro Vargas) En la eterna noche de mi desconsuelo tú has sido la estrella que alumbró mi cielo. Y yo he adivinado tu rara hermosura y has iluminado toda mi negrura. Santa, santa mía, mujer que brilla en mi existencia. Santa, sé mi guía en el triste calvario del vivir. Aparta de mi senda todas las espinas calienta con tus besos mi desilusión. Santa, sé mi guía alumbra con tu luz mi corazón. El cuartito (Mundito Medina, 1947) (Panchito Riset) ¿Por qué ríes así? Tú no tienes razón para amargar mi corazón. Tú sabes que te quiero que en el cuartito espero llorando por ti. El cuartito está igualito como cuando tú te fuiste, la luz a medio tono, la cortina bajita, como tú la pusiste. Tu retrato con flores. porque aquí tú eres Dios en este altar sagrado, donde te espero yo. La radio está en el sitio donde tú la pusiste, ¿te acuerdas? junto al nido donde mi amor te di.

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El cuartito está igualito como cuando te fuiste y siempre estará así, como te gusta a ti. Regálame esta noche (Roberto Cantoral) (Los Tres Caballeros-Los Duendes) No quiero que te vayas, la noche está muy fría, abrígame en tus brazos hasta que vuelva el día. Tu almohada está impaciente de acariciar tu cara, talvez te dé un consejo, talvez no diga nada. Mañana muy temprano, platicarás conmigo y si estás decidida a abandonar el nido entonces será en vano tratar de detenerte, regálame esta noche, retrásame la muerte. Humo en los ojos (Agustín Lara, 1945) (Agustín Lara, Toña la Negra) Humo en los ojos cuando te fuiste, cuando dijiste llena de angustia ya volveré. Humo en los ojos cuando volviste cuando me viste antes que a nadie no sé por qué. Humo en los ojos al encontrarnos, al abrazarnos el mismo cielo se estremeció. Humo en los ojos, niebla de ausencia que con la magia de tu presencia se disipó. Espérame en el cielo (Paquito López Vidal) (Lucho Gatica -Alberto Granados) Espérame en el cielo, corazón si es que te vas primero, espérame que pronto yo me iré allí donde tú estés.

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Espérame en el cielo, corazón si es que te vas primero, espérame que pronto yo me iré para empezar de nuevo. Nuestro amor es tan grande y tan grande que nunca termina... Y esta vida es tan corta y no basta para nuestro idilio... Por eso yo te pido una vez más me esperes en el cielo, que allí entre nubes de algodón haremos nuestro nido. Siempre en mi corazón (Ernesto Lecuona) (Fernando Albuerne) Estás en mi corazón aunque estoy lejos de ti y es el tormento mayor esta fatal separación. Estás en mi corazón y en mi amarga soledad el recuerdo de tu amor disminuye mi pensar. Yo bien sé que nunca más en mis brazos estarás, prisionera de un cariño que fue toda mi ilusión. Pero nada has de poder que te deje de querer porque como única dueña estás en mi corazón.

Donde quiera que tú vayas (Ramón Diplo Rivera) (Joe Valle) Iré contigo, donde quiera que tú vayas; estaré contigo, donde quiera que tú estés. Nunca dejaré de amarte, tú nunca podrás olvidar. Porque iré contigo donde quiera que tú vayas y estarás conmigo

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donde quiera que yo esté. Nunca, nunca dejarás de amarme, tú nunca me podrás olvidar.

Mala noche (Alberto Domínguez, 1941) (Carlos J. Ramírez - Los 3 Diamantes) Mala noche, tan negra y traicionera; mala noche, insomnio de mi amor. Mala noche, tan larga y tormentosa, mis ojos no se cierran, mis ojos solo lloran. Si te dicen que he llorado por ti no lo he de negar, pues no sé mentir y si te hablan de mi amargo penar escucha mi bien, que todo es por ti. En las horas de mi insomnio fatal mi loca pasión no puedo calmar, hasta el alma me abandona por ir, en busca del ser que me hace sufrir. Y si mi alma te llegara a encontrar y traerte junto a mí, en mi corazón te haría un altar nada más para ti. Presentimiento (Pedro Matta - Emilio Pacheco, 1924) (Lucho Ramírez -Guty Cárdenas - Trío Los Panchos - Hnos Martínez Gil) Sin saber que existías te deseaba, antes de conocerte te adiviné. Llegaste en el momento en que te esperaba, no hubo sorpresa alguna, cuando te hallé. El día que cruzaste por mi camino, tuve el presentimiento de algo fatal. Esos ojos me dije, son mi destino. Esos brazos morenos son mi dogal. Déjame (Gonzalo Curiel) Yo no podré olvidarte con ese olvido fiero, que tantas veces, es odio. El odio es amor triste, tu recuerdo, no existe. Yo no quiero,

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que en lágrimas se tornen, los besos que me diste. Hay que marchar a punto de que la luz se apague. Hay que dejar el puerto, antes de que anochezca. Y enderezar la vela blanca de nuestra nave hacia otro rumbo donde el amor florezca. En el joyel de oro de mi recuerdo eres, como un lucero triste, que se quedó dormido. Ámame, pero déjame aléjate, si quieres salvarte de mi olvido.

No pidas más perdón (Raúl Márquez) (Los Isleños) Sabía que ibas a volver a postrarte a mis pies arrepentida, implorando perdón, palabra vana si ya tienes el alma adolorida. Creíste que yo era uno de tantos, que en el mundo corre en busca de placeres, me juzgaste mal, qué bien conoces, al creer que otros son como tú eres. Levántate, no pidas más perdón, olvida que un día me conociste, no sé perdonar, qué quieres que te diga, si yo nunca te he dicho una mentira. Levántate, no pidas más perdón, olvida que un día me conociste, no sé perdonar, qué quieres que te diga, si yo nunca te he dicho una mentira. No sé perdonar, que te perdone Dios, olvídame, que yo te olvidaré. Imposible (Agustín Lara, 1928) (Agustín Lara - Toña la Negra -Guty Cárdenas) Yo sé que es imposible que me quieras, que tu amor para mí fue pasajero

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y que cambias tus besos por dinero, envenenando así mi corazón. No creas que tus infamias de perjura, incitan mi rencor para olvidarte, te quiero mucho más, en vez de odiarte y tu castigo se lo dejo a Dios. Tú me hiciste quererte (Santiago Alvarado) (Johnny Albino y su Trío San Juan) Tú me hiciste quererte y yo no quería; tú me hiciste entregarte toda el alma mía. A cambio de todas, de todas las cosas que tú me ofrecías, tú me hiciste quererte y yo no quería. Poniendo a la Virgen y a Dios por testigos me hiciste creerte todas tus mentiras, pero no te apures, tendrás tu castigo y tendrás condena por toda la vida. Porque fue tu culpa porque destrozaste toda el alma mía. Perfidia (Alberto Domínguez) (Lupita Palomera Leo Marini) Nadie, comprende lo que sufro yo, canto, pues ya no puedo sollozar. Solo, temblando de ansiedad estoy, todos me miran y se van. Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar. Y al mar, espejo de mi corazón, las veces que me ha visto llorar la perfidia de tu amor. Te he buscado donde quiera que yo voy

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y no te puedo hallar, para qué quiero otros besos si tus labios no me quieren ya besar. Y tú, quién sabe por donde andarás, quién sabe que aventura tendrás, que lejos estás de mí.

Piénsalo bien (Agustín Lara) (Agustín Lara - Toña La Negra -Pedro Vargas - Dúo Pérez Rodríguez) Piénsalo bien mulata piénsalo bien, mira que mi alma se atormenta sin tu amor, mira que sufro, mira cómo lloro, mira que solamente Dios, sabe lo que sufro yo. Di que tus rosales florecieron para mí, dame la sonrisa que dibuja la esperanza, dime que no te perdí, dame el sosiego del alma. Ven que mi cabaña con la luna pintaré, contando las horas de la noche esperaré, piensa mujer que te quiero de veras, mira, piénsalo bien, piénsalo bien. Ven que mi cabaña con la luna pintaré, contando las horas de la noche esperaré, piensa mujer que te quiero de veras, piénsalo bien, piénsalo bien. Cuando vuelvas (Agustín Lara, 1944) (Fernando Torres) Te me vas, te me vas de la vida, como van las arenas al mar. Te me vas, sabe Dios si es mentira sabe Dios si otra vez volverás. Cuando vuelvas, nuestro huerto tendrá rosas, estará en la primavera floreciendo para ti. Cuando vuelvas, hallarás todas tus cosas, en el sitio en que quedaron,

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cuando quisiste partir. Cuando vuelvas, virgencita del recuerdo, pedacito de mi vida, reina de mi soledad. Cuando vuelvas, arderán mis pebeteros y una lluvia de luceros, a tus pies se tenderán. Adiós amor, adiós (Guillermo Castillo) (Leo Marini) Adiós amor, adiós, lejos muy lejos me voy, no existen lazos ya entre tú y yo. Supiste serme fiel tan solo eso quizás, indiferente y cruel lo fuiste más. Fue vano empeño querer hacerte un nido de amor. Si no supiste entender lo sublime del amor. Adiós, amor adiós... nunca más ya te veré doy por testigo a Dios que te adoré. Adiós, amor adiós... Pecado (Pontier-Francini) (Juan Arvizú) Yo no sé si es prohibido, si no tiene perdón, si me lleva al abismo, solo sé que es amor. Yo no sé si este amor es pecado, si tiene castigo. Si es faltar a las leyes honradas del hombre y de Dios, solo sé que me aturde la vida como un torbellino que me arrastra y me arrastra a tus brazos en ciega pasión. Es más fuerte que yo, que mi vida, mi credo y mi sino, es más fuerte que el miedo a la muerte

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y el temor de Dios. Aunque sea pecado te quiero, te quiero lo mismo. Aunque todo me niegue el derecho, me aferro a este amor. Mil besos (Emma Elena Valdelamar, 1946) (Trío Los Embajadores) He encontrado en tu amor, la fe perdida y ahora tiene mi vida una razón, no sé si fue el embrujo de tus ojos, que le dijo a tus labios, róbale el corazón. Yo sé que en los mil besos que te he dado en la boca se me fue el corazón, y dicen que es pecado querer como te quiero quizás tengan razón, pero qué ha de importarme todo lo que me digan si no te he de olvidar que si es pecado amarte, yo seguiré pecando por qué lo he de negar. Te seguiré queriendo, te seguiré besando, aunque me vuelva loco, hasta que me devuelvas, el corazón que en besos yo te dejé en la boca. Somos (Mario Clavel, 1946) (Leo Marini - Gregorio Barrios A. Sadel) Después que nos besamos con el alma y con la vida, te fuiste por la noche de aquella despedida. Y yo sentí que al irme, mi pecho sollozaba la confidencia triste de nuestro amor así. Somos un sueño imposible que busca la noche,

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para olvidarse del mundo de Dios y de todo. Somos en nuestra quimera doliente y querida dos hojas que el viento juntó en el otoño, ay! Somos dos seres en uno que amando se mueren, para guardar en secreto lo mucho que se quieren; pero ¿qué importa la vida con esta separación? Somos dos gotas de llanto en una canción. Nada más, eso somos, nada más. Obsesión (Pedro Flores) (Toña La Negra - Hnas Aguila - Pedro Vargas con Benny Moré) Por alto que esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo, no borre por ti. Amor es el pan de la vida, amor es la esencia divina, amor es un algo sin nombre que obsesiona a un hombre, por una mujer. Yo estoy obsesionado contigo y el mundo es testigo de mi frenesí, por más que se oponga el destino, serás para mí, para mí. Lágrimas negras (Miguel Matamoros) (Trío Matamoros- Marta Catalina- Rolando Laserie - Olga Guillot) Aunque tú me has dejado en el abandono, aunque tú has muerto todas las ilusiones, en vez de maldecirte con justo encono, en mis sueños te colmo, en mis sueños te colmo de bendiciones. Sufro la inmensa pena de tu extravío, siento el dolor profundo de tu partida y lloro sin que tú sepas que el llanto mío, tiene lágrimas negras, tiene lágrimas negras como mi vida.

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Tú me quieres dejar, yo no vivo sin ti, contigo me voy mi negra, aunque me cueste morir. Tú me quieres dejar, yo no vivo sin ti, contigo me voy mi santa, aunque me cueste morir. Desesperación (D. en D.) (Nelson Pinedo) Desesperación para besarte de nuevo, para decirte mi cielo cómo le haces falta a mi corazón. Desesperación de no tenerte a mi lado, de no sentir tus caricias y el goce divino que me da tu amor. Qué día tan bello será cuando tú vuelvas mi bien, preciosa la noche ha de ser cuando tú me entregues todo tu querer. Desesperación, para besarte de nuevo para decirte mi cielo cómo le haces falta a mi corazón. Noche de luna (Gonzalo Curiel, 1936) (Elvira Ríos) Soñar en noche de luna oyendo que el mar canta, canta y que pintada en la noche la luna se ve blanca, blanca. Aquí, en pleno derroche de luna y de mar, sufro, sufro. Qué me importa el canto del mar si estoy solo con mi penar, tan lejos, lejos de ti. Calla Tristeza (autor) (Elvira Ríos) Calla tristeza, calla tristeza, que no sabes que no ha de volver,

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la que nunca quisiera olvidar. Fue como una estrella perdida en noche estival, fue como viajera que lleva prendido mi mal; fue la amante que vino ayer, fue la dicha en otra mujer. Va, con mi tristeza la pena que sabe callar, va con mi amargura, la queja que sabe esperar. Fue como promesa, que ya nunca volverá, fue como una ola perdida en el mar. Hay que saber perder (Abel Domínguez) (María Luisa Landín -Chucho Martínez) Cuando un amor se va, qué desesperación; cuando un cariño vuela nada consuela mi corazón. Dan ganas de llorar, no es fácil olvidar al querer que nos deja y que se aleja sin compasión. No puedo comprender qué cosa es el amor, si lo que más quería y el alma mía me abandonó. Pero no hay que llorar, hay que saber perder, lo mismo pierde un hombre que una mujer. Mi súplica (Santiago Alvarado) (Johnny Albino y su Trío San Juan) Mira, no te vayas, por favor, quédate aquí; piensa que, mi vida, solo vivo para ti. ¡Ay! tú no sabes lo difícil que se me hace vivir sin ti. ¡Ay! mira, no te vayas, por favor, quédate aquí, que por menos que yo tenga, tengo un corazón, que es para ti,

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Y hasta la luz de mis ojos se apaga cuando te escucho decir, que ya, que ya no me amas y que te vas de mí. Palabras de mujer (Agustín Lara, 1945) (Agustín Lara, Toña la Negra) Palabras de mujer que yo escuché, cerca de ti junto de ti, muy quedo, tan quedo como nunca. Las quiero repetir para que tú, igual que ayer las digas sollozando, palabras de mujer... Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios, y hasta la eternidad te seguirá mi amor. Como una sombra iré perfumaré tu inspiración, y junto a ti estaré también en tu dolor. Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios, hasta la eternidad te seguirá mi amor. Hasta en tus besos me hallarás hasta en el agua y en el sol, aunque no quieras tú, aunque no quiera yo.

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Presentación

El diván del bolero de Ignacio Vélez es un ensayo que aborda el tema del amor y más

específicamente, el dolor de amor. Vélez lo intenta con un contrapunteo entre las expresiones

dolorosas de los pacientes del psicoanalista Igor Caruso, en su libro La separación de los

amantes y el canto melodioso y cargado de emociones de esos viejos boleros que despiertan la

nostalgia de muchos y las penas de algunos de los enamorados adictos a esa cadenciosa música

caribe.

Es una didáctica musical, porque la lectura la acompaña con el bolero que cita, por lo

general, interpretado por el intérprete más connotado. Sin ningún pudor, Vélez reconoce de

hecho, su preferencia por los boleros de ese gran compositor mexicano, Agustín Lara. Entre los

temas que escoge para hacer este paralelo, hay una clara mayoría que pertenece al citado

compositor poeta. Así mismo, lleva al lector a referencias obligadas de poetas del amor como

Pedro Salinas y Antonio Machado, sin dejar de lado la poesía que nos regala Gabriel García

Márquez en El amor en los tiempos del cólera, obra ésta donde mejor trata el tema del amor.

El trabajo de Vélez es incitante, no sólo porque pone en evidencia algo de sobra conocido,

como es la universalidad del sentimiento amoroso, en el tiempo y en el espacio, sino porque

señala, de manera descarnada, la falsedad de la típica relación de pareja, enmarcada en los

esquemas tradicionales de nuestra sociedad actual. Por otro lado, destaca la capacidad poética

del bolerista, muchos de ellos espontáneos e ingenuos, otros talvez más "leídos", como parece ser

que lo fue, precisamente Lara. En opinión del autor, este compositor mexicano debió tener una

fuerte influencia de poetas modernistas como Rubén Darío; influencia que se insinúa y que se

descubre en el hastío, que "es pavo real que se aburre de luz en la tarde", que es "como un

abanicar de pavos reales en el jardín azul de tu extravío" o el canto maravilloso a esa "mujer,

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alabastrina".

En fin, el ensayo de Vélez es una manera amena de abordar el tema del bolero más allá de

las referencias anecdóticas que rodean cada uno de los temas y de los datos históricos,

interesantes sin duda, que hacen la delicia de muchos aficionados. Es otro el estilo y otro el

propósito. Estamos seguros de que todos disfrutarán de esta tertulia y a muchos les inquietarán

los planteamientos cortos, pero incisivos, que plantea el autor.

Jorge Mario Eastman

Santiago de Chile

Diciembre de 1996

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EL DIVAN DEL BOLERO Por Ignacio Vélez-Pareja

Amor, amor aquel y aquella que ya no son, ¿dónde se fueron?

El libro de las preguntas, Pablo Neruda,

"- La ilusión no se come - dijo la mujer. - No se come, pero alimenta - replicó el coronel."

El coronel no tiene quien le escriba Gabriel García Márquez

"...dedicado a aquellos que han sido separados: a los amantes, a los que odian, a los indiferentes, a los perplejos y a los confiados, para que el hombre encuentre de nuevo en libertad el camino hacia el hombre"

La separación de los amantes, Igor Caruso "...en las sociedades burocratizadas y aburguesadas, es adulto quien se conforma con vivir menos para no tener que morir tanto. Empero, el secreto de la juventud es éste: vida quiere decir arriesgarse a la muerte; y furia de vivir quiere decir vivir la dificultad."

Les Stars , Edgar Morin (Citado por Caruso) Se dice que el bolero es una música (y un verso) derrotista, pesimista y que induce a la

melancolía. Esto es cierto en parte. Pero, hay muchas clases de boleros: de exaltación, de

búsqueda, de reproche, de melancolía (guayabo amoroso, tusa, despecho, traga, etc.), inclusive,

cantos a ciudades o regiones. No todos, pues, inducen a regodearse en ese estado de ánimo,

talvez, depresivo. Quienes escriben bolero o poesía, de alguna manera están haciendo un trabajo

psicoanalítico o de autoterapia; sólo que en este caso el terapeuta es una audiencia. Lo mismo

hace el que asume el bolero o el poema como propio. Una de las maravillas que ocurren al

escuchar un bolero o leer un poema es descubrir que fue escrito para quien lo recibe: no hay que

cambiar una palabra.

Se pregunta mucha gente cómo no va a ser bolero una canción de Charles Aznavour; el

jazz es bolero. El blues es nostalgia. Alguien decía que no le gustaba el bolero, pero que sí le

gustaba el jazz. Eso es imposible. El que disfruta del jazz aprecia el bolero. Canta el mismo

sentimiento. To be blue en inglés es estar nostálgico, (¿enamorado?) es como el saudade. Es una

palabra indescriptible. Las canciones de Sinatra ¡eran boleros!

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¿Cómo se distingue un bolero de una balada? No se requiere ser técnico en música. Es como

decir que uno no sabe describir un elefante, pero el día que vea uno, se sabe que es un elefante.

El día que yo oiga un bolero sé que lo es. Cuando un tema le toca el alma, el corazón, entonces se

puede decir que se está enfrente de un bolero. Si te toca el alma, entonces es un bolero. A veces

pecamos por ese afán clasificatorio y se pierde en ese ejercicio de disecador, el sentimiento. Si te

toca el alma, es bolero.

Este no es un tratado de psicoanálisis. Ni más faltaba. Para eso hay expertos. Sólo se trata

de llamar la atención sobre algunas coincidencias, tanto textuales, como situacionales, para

corroborar la idea de que el bolero y los poemas de amor verbalizan o ayudan a verbalizar

conflictos y así exorcizan esas penas que se llevan en el alma; en lo más profundo del alma.

Además, como ya se dijo en otro ensayo, el bolero no hace más que cantar un sentimiento

universal: el amor. Tan universal, que las palabras son las mismas; llámese Goethe o Agustín Lara,

Salinas o Dante, Pablo Neruda o un amante europeo -abandonado- en el diván del psicoanalista.

Lo interesante es reiterar lo dicho en otra oportunidad: el bolero es una manifestación popular de

un sentimiento universal, expresado de un modo propio y autóctono; que no se puede calificar de

cursi o ridículo, -como lo hizo Camilo José Cela- a pesar de que autores como Lara, asumieron

con orgullo esa mal llamada cursilería, porque en realidad es una manifestación espontánea y

auténtica. O tal vez, hay que aceptar que sí, que el amor es cursi y que no importa. Sin embargo,

hay que precisar el término. Cursi es "que presume de fino sin serlo" o "ridículo o de mal gusto" y

ridículo es aquello "que mueve a risa", "extraño, extravagante". Nadie en su sano juicio podría

afirmar que el bolero cumpla con alguna de estas definiciones.

El bolero ha ido colonizando territorio. Sin embargo, el bolero está más identificado con el

Caribe: el insular y el continental, incluido el Golfo de México y nuestra costa norte colombiana.

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El bolero ha permeado y hace algunas décadas llegó a Bogotá y eso es mucho.

En alguna tertulia, decía Jorge Mario Eastman que el bolero es responsable del 99.9% de

los amores colombianos que los cultivaron con la institución de la serenata. Esto se acabó por la

urbanización del país. También por los costos. Ahora está la rockola. La rockola es perversa,

también decía Eastman, la compran los dueños de los bares y esperan que la música la pague el

cliente.

Nada hay más serio y terrible que una pena de amor; lo que sucede es que la sociedad

actual ha desvalorizado los sentimientos y por ende sus manifestaciones. Es una sociedad que

prefiere aceptar o tolerar las manifestaciones de agresión, que las de afecto o de amor. Una

sociedad que ha trastocado su escala de valores, donde el logro de la riqueza justifica arrasar con

lo que sea, así se trate de una amistad, unos principios o un amor. Una sociedad que considera

ridículo un beso o una caricia en público; una sociedad que prefiere las máscaras de muchas

relaciones de conveniencia, a la autenticidad de una relación plena de amor, porque recordando a

Edgar Morin ...en las sociedades burocratizadas y aburguesadas, es adulto quien se conforma con

vivir menos para no tener que morir tanto. Empero, el secreto de la juventud es éste: vida quiere

decir arriesgarse a la muerte; y furia de vivir quiere decir vivir la dificultad." (Edgar Morin, Les

Stars, citado por Caruso). Una sociedad que ha institucionalizado la prostitución, femenina y

masculina, al transar el mantenimiento de unas relaciones de pareja hueras y vacías, por defender

un patrimonio, unos intereses individuales o una posición social. Una sociedad, en fin, que violenta

al individuo y le coarta su libertad de ser, de amar y de ser feliz.

A pesar de esa sociedad, el individuo debe romper ese yugo y liberarse de esas cadenas

que le impiden realizarse. El ser humano tiene como única obligación vital, ineludible y perentoria

la de buscar y encontrar la felicidad. Tiene que ser feliz. Una sociedad es sana si sus individuos

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son felices. Y esta vida es la única que se tiene para serlo. Aquí y ahora. Después no hay una

segunda oportunidad. Y para ello, lo único importante es el amor; todo lo demás es accesorio. El

amor transciende el espacio y el tiempo y no tiene límites. Esos -los límites- los inventa el mismo

hombre, cuando se niega la felicidad, con pretextos ciertos o imaginados.

Y sí, hay que arriesgarse; el amor exige coraje y mucho valor.

Y no hay que confundir la felicidad con la tranquilidad. Hay dos grandes poetas del amor

que dan luces sobre esto: Antonio Machado decía, por ejemplo, "... huye del triste amor, amor

pacato, sin peligro, sin venda ni aventura... porque en amor locura es lo sensato." Y otro español

enamorado, Pedro Salinas, escribió, con el corazón abierto: "Pero para querer hay que

embarcarse en todos los proyectos que pasan, sin preguntarles nada, llenos, llenos de fe en la

equivocación de ayer, de hoy, de mañana, que no puede faltar".

Acompañemos entonces con boleros, lo escrito por Goethe hace muchos años y a quien no

se le califica de cursi, en su retrato del joven enamorado: "... es en vano que extienda los brazos

hacia ella; en vano que la busque... en mi lecho, cuando un sueño feliz... me hace creer que

estoy... a su lado, estrechando su mano, y llenándosela de besos. ¡Ah!, cuando todavía

embriagado por el sueño busco esa mano y me despierto, un torrente de lágrimas brota de mi

corazón oprimido, y lloro sin consuelo..." "Desde ese momento eres mía; ¡eres mía, oh, Carlota!

Voy delante de ti; voy a reunirme con mi padre que también lo es tuyo, Carlota; me quejaré y me

consolará hasta que tú llegues. Entonces volaré a tu encuentro, te cogeré en mis brazos y nos

uniremos en presencia del Eterno; nos uniremos en un abrazo que nunca tendrá fin. No sueño ni

deliro. Al borde del sepulcro brilla para mí la verdadera luz. ¡Volveremos a vernos!"

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LOS CASOS

Para hacer referencia a situaciones concretas, en esta parte del trabajo se contrastan

expresiones de pacientes en busca de ayuda profesional para combatir el dolor de amor, con las

expresiones populares enamoradas que se encuentran en algunos boleros. Se extractaron partes

de las entrevistas sostenidas por Igor Caruso en sus sesiones como psicoanalista y que aparecen

transcritas en su libro La separación de los amantes terminado en 1967 y publicado por

primera vez en alemán en 1968, en Viena. En español se publicó en 1969. Frente a esos textos se

contraponen otros similares de boleros y / o literatura amorosa. Igor Caruso es psicoanalista del

Círculo Vienés de Psicología Profunda y sus pacientes son de diversos países de Europa. Se citan

el caso, su número y página de donde se extrajo el texto; de los boleros y / o poemas se

menciona el autor y cuando se puede, la fecha del tema. Las conclusiones se le dejan al lector.

Para aquellos interesados en un estudio "serio", no psicoanalítico, sino semiológico del bolero, se

les recomienda la lectura del delicioso libro de Rafael Castillo Zapata -que es "un manual de

semiología amorosa colectiva"-: Fenomenología del bolero (Monte Avila Editores, Caracas,

1990). Como un anexo se presenta la bolerografía de cada uno de los temas evocados.

Aquí se desarrolla en cierta forma, un intento de arqueología musical para muchos de los

lectores. Los temas citados, los autores y sus intérpretes van desde los desconocidos totales,

hasta aquellos temas que han sido popularizados tardíamente por jóvenes intérpretes.

• CASO PACIENTE 49 AÑOS (77) p. 90 Muchas veces el amante abandonado se

lamenta de que el tiempo no ayuda, sino todo lo contrario, es peor cada día que pasa; este

paciente dice: "... así, el olvido definitivo se convierte paradójicamente en la mejor medicina

contra el olvido."

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"Yo no podré olvidarte / con este olvido fiero, / que tantas veces, / es odio." .... "Ámame,

pero déjame / aléjate, si quieres salvarte de mi olvido." Déjame (Gonzalo Curiel)

Este bolero no es muy conocido, pero es uno de los temas más hermosos de este autor y

tal vez de todos los tiempos. La versión evocada en este texto está interpretada por Los Tres

Ases en la voz de Marco Antonio Muñiz.

• CASO DOCTOR C.D. (101) p. 29 Refiriéndose a su amada: "Exterior y

razonablemente yo hablaba en mis cartas de su libertad, pero sin duda alguna dependíamos

fuertemente el uno del otro"..."...quería mantenerla como un ideal, conservarla de alguna manera y

es posible que la haya tenido bajo una fuerte presión"... "...no podía entender cómo no había

resistido más que tres meses lejos de mí para contraer nueva amistad con un joven. ...supuse que

esto pasaría y sin embargo me di un plazo perentorio de seis meses. Sufrí una decepción, como si

se tratara de una traición, a causa de que ella resistió a la soledad apenas la mitad del tiempo

previsto."..."Mis cartas...dejaba(n) traslucir mi enojo y mis celos...."

"Eres mala y traicionera / tienes corazón de piedra / porque / sabes que me muero, / y me

dejas que me muera...." Tracionera (Gonzalo Curiel, 1946) "Rival de mi cariño / el viento

que te besa. / Rival de mi tristeza, / mi propia soledad. / No quiero que te vayas, / me duele

que te alejes, / no quiero que me dejes,..." Rival (Agustín Lara).

El primer tema tiene dos intérpretes a dúo muy importantes y conocidos: doña Libertad

Lamarque y don Pedro Vargas; el segundo tema lo interpreta magistralmente el propio autor

acompañado por su piano: don Agustín Lara.

• CASO DOCTOR C.D. (101) p. 31 "...lamento haber sufrido tanto por tan poca

felicidad, pero incluso así me acecha una incomprensible desesperación que me recuerda la

pérdida de algo grandioso y que me hacía feliz, sin que mi conciencia pueda explicarlo

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importante, aunque a veces estrangula con heroísmo las rimas para alcanzar la música. Por

ejemplo en el tema Te extraño, los árboles terminan extrañando el otoño, cuando en esa estación

quedan desnudos y ateridos de frío o decir que "se extrañan las noches sin estrellas...". Dice

Manzanero,

Te extraño como se extrañan las noches sin estrellas... ...las mañanas bellas. No estar contigo, ¡por Dios que me hace daño!... cuando camino, cuando lloro, cuando río, cuando el sol brilla, cuando hace mucho frío, porque te siento como algo muy mío... ...como los árboles extrañan al otoño. En esas noches que no concilio el sueño, no te imaginas, amor, cómo te extraño... ...en cada paso que siento solitario, cada momento que estoy viviendo a diario estoy muriendo, amor, porque te extraño ...cuando la aurora comienza a dar colores, con tus virtudes, con todos tus errores, por lo que quieras, no sé, pero te extraño...

La salsa también está en crisis pues sólo reciclan los buenos sones del Trío Matamoros, de

los Guaracheros de Oriente, de la Orquesta Aragón. Hay una crisis en la creación musical;

llegaron a adaptar baladas, rancheras o inclusive pasillos o bambucos, atracando de paso a los

verdaderos autores, como la hace la India con un tema que dice ser de su autoría y es en realidad

un bambuco o pasillo ya viejo, muy popular en su momento. Esta es precisamente la característica

de ese tipo de música: se pone de moda durante un año, en unas fiestas de fin de año... y no

resisten más. Se han dedicado a los temas erótico - pornográficos. Hay que recordar el contraste

con los versos de Lara. Este extraordinario compositor le podía decir las cosas más terribles a

una mujer (o también elevarla a un pedestal, a pesar de ser una prostituta arrabalera), pero lo

hacía con una gracia y finura sin par. Basta examinar los temas que se citan a continuación:

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"...haz menos escabroso tu camino, / vende caro tu amor aventurera." Aventurera

(Agustín Lara) "Te vendes, / quien pudiera comprarte, / quien pudiera pagarte / un minuto

de amor, ... / La vida, / la caprichosa vida, / convirtió en un mercado / tu frágil corazón."

Te vendes (Agustín Lara) "He sentido la espina de verte ajena; / a ti que me juraste, ser

siempre buena. / A ti, mujer ingrata, / pervertida mujer, a quien adoro...te quiero aunque te

llamen pervertida." Pervertida (Agustín Lara).

Estos temas "raros" eran presentados por el propio autor o por sus más famosas intérpretes

femeninas: Toña la Negra, Rebeca o Elvira Ríos. Hay que aclarar que en realidad no todos los

temas aquí mencionados son boleros; de hecho, el primer tema que se mencionó no lo es, pero

mucha de la música de Lara, por su temática y sensibilidad expresiva, se asocia, sin mucha

dificultad a un bolero. La gracia y la elegancia con que Lara increpa en su dolor, a sus amantes,

son magistrales. Es de antología, por ejemplo, el remate de Pervertida: " ... te quiero, aunque te

llamen pervertida."

• CASO DOCTOR C.D. (101) p. 65 Aunque no es un relato de lo vivido por el propio

paciente, es el recuento que él hace de una carta recibida de su amada. Ella le escribe al Doctor

C.D. "...estás siempre tan presente. Ah, no puedo expresar esto correctamente...Te quiero más

de lo que sería adecuado. Con frecuencia frente a mi amigo me siento culpable porque en realidad

no le pertenezco completamente. ¿No puede una amar verdaderamente a dos hombres? No soy

buena. ¿Cómo podría explicártelo? Realmente quiero mucho a mi amigo y sin embargo, muchas

veces, desearía estar cerca de ti". Dice C.D. que "...mediante nuevas relaciones quiso compensar

y repetir, a la vez, la pérdida de la joven." Esta es una reacción típica de un doliente del amor. No

puede olvidarse que el amor absoluto es un invasor y no deja tranquilo el corazón de su víctima.

Ese paciente (o en este caso, la amada), no sabe en realidad si está con su nuevo amor o con el

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anterior.

"Cada noche un amor, / pero dentro de mí, / sólo tu amor quedó." Cada noche un amor

(Agustín Lara, 1942) "En la vida hay amores / que nunca pueden olvidarse; / imborrables

momentos / que siempre guarda el corazón, / porque aquello que un día / nos hizo temblar

de alegría / es mentira que hoy pueda olvidarse / con un nuevo amor. / He besado otras

bocas / buscando nuevas ansiedades / y otros brazos extraños / me estrechan llenos de

emoción, / pero solo consiguen hacerme / recordar los tuyos / que inolvidablemente /

vivirán en mí." Inolvidable (Julio Gutiérrez) "...si es imposible / que el corazón pueda / sin

amor vivir. / Es natural / que mi cariño huérfano de besos / busque dónde estar. / Es

natural, / piénsalo, piénsalo así / que al fin y al cabo no hay nada, / nada en el mundo que te

borre a ti." Por qué negar (Agustín Lara, 1950) "Piensa en mí, cuando beses, / cuando

llores, / también piensa en mí,..." Piensa en mí (Agustín Lara).

El primer tema de Lara es casi propio de una de sus mejores intérpretes, jarocha, como él:

Toña la Negra. El segundo es ampliamente conocido y mucha gente - incluidos los jóvenes- es

capaz de cantarlo; el intérprete más conocido de Inolvidable es Tito Rodríguez. Los dos últimos,

también de Lara, tienen muchos intérpretes; Por qué negar ha sido un tema favorito de Toña la

Negra y de don Pedro Vargas. El último, Piensa en mí, de Agustín Lara, ha sido interpretado

hasta por Luis Miguel.

Los intérpretes nuevos como Luis Miguel o Carlos Vives tuvieron un gran éxito al escoger

los temas clásicos. Lograron bajar el bolero y el buen vallenato a niveles demográficos inferiores,

entre los 16 y 25 años.

• CASO DOCTOR C.D. (101) p. 82 "Con ella perdí algo grandioso y que me hacía feliz.

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No puedo dar de ello una explicación racional. Es como si hubiera curioseado en otro mundo y

hubiera tenido que pagarlo muy caro."

"Yo no concebía, / cómo se quería, / en tu mundo raro / y por ti aprendí. / Por eso me

pregunto / al ver que me olvidaste, / por qué no me enseñaste / cómo se vive sin ti..." Tú

me acostumbraste (Frank Domínguez).

Muchas personas se desilusionan cuando se enteran de que este bellísimo bolero fue

compuesto para un hombre. Gelpí sugiere que no sólo este bolero, sino también el tango

abolerado Prohibido de Carlos Bahr y Manuel Bernardo Sucher y Alma mía de María Grever

fueron temas que tienen "una lectura homoerótica incluso más evidente" (Gelpí, 1998). Cita el

trabajo de Quiroga (1994) de quien dice que "estudia las resemantizaciones y reapropiaciones del

bolero por parte de los homosexuales y de los productos recientes de la cultura popular en los

cuales se representa la homosexualidad" (Gelpí, 1998). Esto no debe escandalizar a nadie, puesto

que el amor es un sentimiento universal al cual todo el mundo tiene derecho. El amor es así.

• CASO DOCTOR C.D. (101) p. 88 "Todas las noches, durante más o menos un año,

C.D. soñó con su amante ausente. "...todos esos sueños eran tristes, en cierta forma 'grises y sin

esperanza'."

• CASO PAREJA DOCTOR IBN Y MAI (116) p. 71 El paciente conoce a la joven

MAI. Era una joven sin cultura y conserva alguna de las numerosas cartas que le escribe. "Estas

cartas se asemejaban a las célebres cartas de la monja portuguesa: eran muy religiosas -de una

religión de amor terrenal- e igualmente desesperanzadas porque, cuando el amor y la fe no tienen

esperanzas, se convierten en infierno."

"Amor sin esperanza ese es el mío / te espero sin saber por qué razón, / si te llamo, no

respondes, / si te busco, / nunca te puedo encontrar. / Amor sin esperanza ese es el mío /

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malhaya sea mi suerte con tu amor,... / me duele el corazón, no siento el alma / me matan

los recuerdos que dejaste,..." Amor sin esperanza (Luis Kalaff).

Si la esperanza es lo último que se pierde en la vida, hay que imaginarse lo que siente un ser

humano desolado y triste, para escribir Amor sin esperanza. Sentimiento que destilan las Cartas

de Sor Mariana1. las canciones tienen, además de compositores, dueños intérpretes y esta

canción es propia de Celio González, el Flaco de Oro.

• CASO SEÑOR DE 45 AÑOS (103) p. 32 Nuestra sociedad tolera, en aras de la

conservación del patrimonio familiar, muchos sacrificios vitales; y el amor de pareja no debe

implicar sacrificios, sino construcción hombro a hombro de una realidad cotidiana. Dice el

paciente, "Naturalmente el amor humano no es eterno; sin embargo, maldigo la separación, la cual

no es, en manera alguna, consecuencia del primero. Los seres humanos no están limitados en su

libertad y en su acción porque el amor no sea eterno; todo lo contrario, la sociedad prohíbe la

felicidad y la libertad -las cuales son condición necesaria para el amor- y lo hace supuestamente

con el fin de lograr un amor legalizado y eterno. ¡Pero la verdad es que la eternidad no es posible

sino donde hay libertad!"

• CASO DOCTOR C.D. (101) p. 65-66 "...Una persona no debe pertenecer a alguien -

como un perro- ni siquiera al ser amado....Ambos mi amante y yo, pensamos -con razón o sin

ella- que no podíamos pertenecernos el uno al otro (edad, escándalo, familia, etc.)"

"Yo no sé si este amor es pecado, / si tiene castigo. / Si es faltar a las leyes honradas del

hombre y de Dios, / Es más fuerte que yo,... / que mi vida, mi credo y mi sino, / es más

fuerte que el miedo a la muerte / y el temor de Dios. / Aunque sea pecado te quiero, / te

quiero lo mismo." Pecado (Pontier-Francini).

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Otra vez, hay temas que se aboleran, como este tango. No hay que ser demasiado purista

y por eso aquí aparece un tango abolerado como expresión de esa necesidad que tiene el

individuo de liberarse de una sociedad opresora: “este amor es ... más fuerte que el miedo a la

muerte y el temor de Dios. Aunque sea pecado te quiero, ...” Este tema lo ha cantado Roberto

Yáñez o Yanés.

• CASO SEÑORA RIK (105) p. 34 La sacralización del ser amado no es extraña en el

amor. Más aun, autores como Lara santifican a ese amor, y realmente tengo serias dudas de que

esos amores fugaces de burdel, merecieran tal calificativo; sin embargo, es la muestra palpable de

la capacidad del amor de mover las montañas y las estrellas. Esta paciente le dice a Caruso: "Fue

un gran amor, una gran felicidad. Claro está que yo sentía remordimientos, pero a los 19 años no

pensé en la posibilidad de casarme con mi novio. Él era un dios para mí, pero un dios a mi nivel,

me sentía igual a él, de la misma clase"... "...fue a un psicoanalista. Yo sólo representaba para él

un lindo pasado. En ese momento comprendí que lo había perdido: también él para mí pertenecía

al pasado. No era odio, ¡oh, no! era distancia. Nos dimos cuenta entonces de que lo maravilloso

había quedado detrás de nosotros."

"Dicen que la distancia es el olvido / pero yo no concibo esa razón, / porque yo seguiré

siendo el cautivo / de los caprichos de tu corazón." La barca (Roberto Cantoral, 1957)

"Tu retrato con flores, / porque aquí tú eres Dios / en este altar sagrado, / donde te espero

yo." El cuartito (Mundito Medina, 1947) "Santa, santa mía, / mujer que brilla / en mi

existencia. / Santa, sé mi guía / en el triste calvario / del vivir." Santa (Agustín Lara).

La barca, de un gran compositor como Roberto Cantoral la canta en forma magistral

Lucho Gatica. El cuartito, casi grotesco, lo canta un cantante muy peculiar: Panchito, Panchito

1 Vélez, Ignacio, El hábito de la pasión. Cartas de amor de Sor Mariana, Altamir - CEJA, 1996.

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Riset. Por último, Elvira Ríos, una de las mejores intérpretes de Lara canta Santa. Ya podrá

imaginarse el lector qué clase de santa fue esa mujer que se mereció semejante poema de Lara.

• CASO SEÑORA RIK (105) p. 35 "...No volveré a vivir con tanta intensidad esta

situación."

• CASO POETA DE 54 AÑOS (104) p. 33 "No he podido superar este asunto: quiero a

mi novia., he dormido con ella, conozco todas las facetas de su vida, su manera de pensar, de

sentir, de... " Los puntos suspensivos son de Caruso; se deja al lector la tarea de interpretarlos.

"Solamente una vez, / amé en la vida, / solamente una vez / y nada más,... / ... / Una vez

nada más / se entrega el alma / con la dulce y total / renunciación." Solamente una vez

(Agustín Lara 1941) "Yo que tuve tus manos / y tu boca y tu pelo / y la blanca tibieza, /

que derramaste en mí; / hoy me desgarro el alma / como una fiera en celo / y no sé lo que

quiero / porque te quiero a ti." Lágrimas de sangre (Agustín Lara 1946) "La luz a tus

ojos robé, / la miel en tu boca bebí, / el mármol de tu carne acaricié / y el oro de tus rizos

sacudí. / ...y pude mi camino iluminar, / con luz que de tus ojos me robé." Tus pupilas

(Agustín Lara) .

Es evidente que hay un sesgo clarísimo hacia Lara como el mejor compositor de la canción

romántica de todos los tiempos. Tal vez coincida con las circunstancias de la multiplicidad de

amores de Lara (de abandonos por cualquiera de los dos miembros de la pareja), el hecho de

recurrir a sus poemas musicales escritos bajo el efecto del despecho. Aquello de " la blanca

tibieza, / que derramaste en mí" del tema Lágrimas de sangre, de "una penetrante sicología" al

decir de Julián Callejas, en su Método de guitarra sin maestro, le valió a Lara la censura de La

Liga de la Decencia y el Obispo de México, promotor de la Liga casi lo excomulga. Hay que

notar también en el texto de Tus pupilas, una clara influencia modernista donde a la mujer objeto

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de su musa inspirada le acaricia "el mármol de su carne".

Los temas, muy populares, han sido interpretados, en su orden, por Nat King Cole, Toña la

Negra y Rebeca dos intérpretes magistrales del maestro.

• CASO PROFESOR DE SECUNDARIA, 40 AÑOS (114) p. 44 Nuevamente el

tiempo juega en contra del amante. En este caso, dice el profesor: "No puedo apartar del

pensamiento a (mi amante) la señora DAP. En este caso el tiempo no cura ninguna herida. Todo

lo contrario, me va peor. DAP se ha convertido en un espectro para mí. Poco a poco la situación

se me hace insufrible. Dondequiera que esté o que vaya (con frecuencia sin esperarlo) allí surge

ella. Cuando veo mujeres o jóvenes en la calle me digo: ¡Dios mío, allí está ella! Leo por

casualidad un texto en francés, ¡Ah, ella es profesora de francés! Un auto se detiene; ella deseaba

continuamente tener un bonito carro y ahorra para comprarlo. Se abre la puerta: ella entra. "...Me

despierto por la mañana. Al pie de la cama está DAP. Leo un libro. ¿Qué opinará ella?"..."...

¡Tengo que echar fuera a DAP! Fuera de mi memoria, de mi vida interior. Tengo que acabar con

ella. ¿No sería una solución ideal el que pudiera ya dolerme por una verdadera muerte? Así

podría decir: fue el destino...."...para mí su muerte es favorable, pero a ella le deseo la vida más

feliz que se pueda imaginar (una expresión contradictoria, pero que corresponde a mis

sentimientos)."

Florentino Ariza, pensando en Fermina Daza y en la pluma de Gabriel García Márquez, lo dice

de una forma macondiana:

"Estaba pensando en ella como nunca se hubiera imaginado que se podía pensar en alguien,

presintiéndola donde no estaba, deseándola donde no podía estar, despertando con la

sensación física de que ella lo contemplaba en la oscuridad mientras dormía". El amor en

los tiempos del cólera (Gabriel García Márquez).

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García Márquez no sólo escribió un largo vallenato en Cien Años de Soledad; en el libro ya

mencionado intentó escribir un bolero, de hecho, en la página 393 dice que “fue al final de la

noche, pues él no se atrevió a jugar juegos prohibidos con una mujer que le había dado

demasiadas pruebas de conocer el otro lado de la luna.” (Manzanero, Contigo aprendí). Otros

le pusieron música a sus sentimientos para repetir lo dicho por el profesor de secundaria de 40

años:

"Solo te pido, si ya no me quieres, / me dejes tranquilo, / déjame tranquilo." Culpa al

destino (Jorge Zayas) "Cómo poder / olvidarte si dentro, / muy dentro estás tú, / cómo

vivir así, / en esta soledad, / tan llena de ansiedad / de ti." Llanto de luna (Julio Gutiérrez)

"Tú no comprendes / que yo no puedo / vivir sin ti, / tú no comprendes / que solo vivo /

pensando en ti." Tú no comprendes (Rafael Hernández, 1939) "Como una sombra iré /

perfumaré tu inspiración, / y junto a ti estaré / también en tu dolor. / Aunque no quieras tú, /

ni quiera yo, lo quiso Dios, / hasta la eternidad / te seguirá mi amor." Palabras de mujer

(Agustín Lara 1945).

Estos cuatro temas reflejan muy bien la ansiedad del enamorado. El destino es el culpable

de su obsesión que no lo deja un solo instante, según Jorge Zayas e interpretado por Charlie

Figueroa. A este último lo confunden con Daniel Santos y tal parece que el Jefe se inspiró en su

estilo para adoptar el suyo. En Llanto de luna, del mismo autor de Inolvidable, es imposible

olvidar porque ese amor se lleva dentro, muy dentro del alma. La interpretación es de nuestro

muy admirado Sofronín Martínez. Los que han vivido a Cartagena de noche, lo habrán conocido

en La Quemada. Por su parte, el gran bolerista borincano, Rafael Hernández, se declara inútil e

incapaz de hacer nada porque ella no comprende que no puede vivir en soledad. Y por último, en

uno de los mejores boleros que compuso, Agustín Lara se condena a seguirla hasta la eternidad.

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Cabe anotar que Palabras de mujer fue un bolero muy censurado; de hecho, obligaron a que el

texto original que decía "Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo... " fuera modificado

por "Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios..." Me quedo con el primero por la fuerza

expresiva que tiene. Durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) se creó la

Liga de la Decencia (Dueñas, 1990), ente promovido, como ya se dijo, por el Obispo de

México. Esta organización censuró temas como el ya mencionado y otros, tales como Pervertida,

Aventurera, Imposible, Piensa en mí, de Lara y Dulce aventura de Javier Ruiz Rueda. Nadie se

explica cómo aquello de "la blanca tibieza, / que derramaste en mí" del tema Lágrimas de

sangre, de "una penetrante sicología" al decir de Julián Callejas, en su Método de guitarra sin

maestro, no le hubiera valido a Lara la excomunión.

• CASO PROFESOR DE SECUNDARIA, 40 AÑOS (114) p. 54 El ya citado

profesor de secundaria, dice: "El 2 de enero, después de cuatro meses tengo el primer encuentro

con la profesora. ¡Cuánto tuve que esperarla, más aún, anhelarla con impaciencia; fui yo quien la

buscó! De pronto sentí su presencia tras de mí y la miré a la cara, que me era familiar."

"Cuando yo sentí de cerca tu mirar / de color de cielo, de color de mar, / mi paisaje triste

se vistió de azul, / con ese azul, que tienes tú." Azul (Agustín Lara)

Muchas veces uno siente que le están clavando la mirada en la nuca; así lo sentiría este

profesor de cuarenta años después de tres meses de ausencia de su amada que lo obsesiona.

Agustín Lara le presta a Rubén Darío algunos de sus temas para decir que él sintió de cerca su

mirar y que su "paisaje triste se vistió de azul". Esta idea de la influencia del poeta nicaragüense la

he presentado en diferentes tertulias, charlas y entrevistas radiales, tanto en Colombia como en

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Chile y ha sido también mencionada por otros autores como Mora (1986)2, Zavala (1991),

Sánchez (1998) y Gelpí (1998), entre otros. Sin duda, Azul, Hastío, Mujer, Tus pupilas y otras

composiciones de Lara, tienen una clara pincelada de modernismo, como aquello de las "trémulas

angustias musicales" que hacen del hastío un "pavo real que se aburre de luz en la tarde". En la

poesía de Lara se encuentran entonces, mujeres alabastrinas (Mujer), tristes jardines con el

encanto de tus perfumes (Rosa), la sombra azul de las ojeras de mujer que son un pedazo de

cielo azul (Azul y Tus pupilas), ojos diáfanos como gotas de cristal (Pecadora), pupilas de luz,

(Tus pupilas), ve en sus ojos el atardecer (Como dos puñales), abanicar de pavos reales en el

jardín azul de tu extravío (Hastío), cisnes que Dios pintó en cristal, (El cisne) y lunas que brillan

en lagos de cristal (Janitzio). Más allá de la probable influencia del modernismo y en particular de

Rubén Darío, hay que rescatar la calidad poética de sus composiciones. Lara ha tenido a mi

juicio, una fuerte influencia del modernismo y en particular de Rubén Darío. La verdad es que la

academia está en mora de hacer un estudio serio de la poesía de Lara y situarla en su verdadera

dimensión literaria.

• CASO DOCTOR IBN-MAI (116) P 73. “Pase lo que pase -escribía MAI- debes

creer mis palabras de amor"..."Tú eres el único, eres mi primer hombre, mi mundo, mi felicidad,

mi vida. Te quiero más que al sol y a la luz porque sin ti el sol es frío y la luz oscura". "Eres el gran

dios que reina sobre el mundo". "Eres mi vida, debes amarme mucho porque quiero vivir mucho;

eres mi tiempo feliz, mi bello mundo." "Eres mi dios"..."Ahora lo he perdido todo. Amar y ser

amada, vivir para alguien, esto lo necesito como el aire". "No comprendo qué ha sucedido. No

puedo concebirlo. Trato de acorazarme. Ojalá no me llames demasiado tarde, cuando todo haya

2 A mi juicio, el análisis de Mora sobre la influencia de Darío en Lara es el más atinado y completo. Iris Zavala hace una aproximación sobre la influencia del modernismo en el bolero en general; este estudio tiene más erudición, pero utiliza una

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muerto en mí...¿Me amas ahora? Yo supongo que sí". "No dejaré de amarte mientras respire".

• CASO SEÑOR SAO 40 AÑOS (130) P115 "Hace un mes la necesitaba tanto como al

aire para respirar. Hoy -quiero decir en el día de hoy- quizás ya no la necesito más. Si pude vivir

medio año sin aire para respirar, ¿fue entonces todo una ilusión? La necesitaba tanto, que pensé:

ahora tendré que morir."..."Ahora es demasiado tarde -durante largos meses ambos necesitamos

ayuda. Es triste, pero la vida nos separa."

El enamorado no puede vivir sin la amada. La presencia del otro es vital, tan vital como el

aire que se respira.

"Yo conocí el amor. / Es muy hermoso, / pero en mí fue fugaz / y traicionero. / Volvió

canalla / lo que fue glorioso / pero fue un gran amor, / y fue el primero..." "...Amor, por ti

bebí mi propio llanto. / Amor, fuiste mi cruz, mi religión." Revancha (Agustín Lara) "Se

vive solamente una vez / hay que aprender a querer y a vivir, / hay que saber que la vida /

se aleja y nos deja / llorando quimeras. / No quiero arrepentirme después, / de lo que pudo

haber sido y no fue, / quiero gozar esta vida, / teniéndote cerca de mí / hasta que muera."

Amar y vivir (Consuelo Velásquez) "En la eterna noche / de mi desconsuelo / tú has sido

la estrella / que alumbró mi cielo. / Santa, santa mía, / mujer que brilla / en mi existencia. /

Santa, sé mi guía / en el triste calvario / del vivir. / Santa, sé mi guía / alumbra con tu luz / mi

corazón." Santa (Agustín Lara) "...que tú eres mi vida, / que no quiero a nadie, / que

respiro el aire, / que respiras tú. / Amor de mis amores / sangre de mi alma..." Amor de

mis amores (Agustín Lara).

Otra vez Lara y una de las poquísimas3 compositoras (pero todas excelentes) de boleros

retórica cercana al postmodernismo que dificulta su comprensión. Además está escrito de manera evidente en clave para alguien, de tal modo que distrae al lector. 3 Se pueden identificar tres de ellas: María Grever, Consuelo Velásquez, María Emma Valdelamar.

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(Consuelo Velásquez). Alguna vez me preguntó una mujer que por qué los boleros tocan siempre

el tema del abandono del hombre por parte de la mujer. Por qué ellas son siempre las malas. La

verdad es hay pocas compositoras de boleros, un de ellas es Consuelo Velásquez y su tema más

conocido es Amar y vivir. ¿Por qué la diferencia entre esa expresión de la Velásquez y los

compositores masculinos? Una interpretación es que los hombres quedan más afectados cuando

la mujer se va. La mayoría de los boleristas han sido hombres y es posible que los hombres

hablen mucho y las mujeres sientan más. Otra interpretación es que las mujeres se preocupan más

por el ser amado, en el momento actual, lo cuidan lo atesoran; el hombre llora sobre el bien

perdido, el amor que se fue. La mujer previene esa ausencia. El hombre es descuidado y sólo

aprecia su valor cuando se pierde; como la libertad, que sólo se aprecia cuando se pierde. En el

libro El hábito de la pasión, Cartas de amor de Sor Mariana, reivindico la capacidad de amar

y de sufrir de la mujer. Es como si la mujer tuviera mayor capacidad de amor. Cuando se leen

esas cartas estremecedoras y extraordinarias, no queda duda de la capacidad de amar de la

mujer. A veces se puede pensar que el hombre al calor de unos cuantos tragos, compone una

canción desesperada y a veces a la que no es. Hay que reivindicar ese valor de la mujer.

Los intérpretes, Agustín Lara, Leo Marini y Elvira Ríos.

• CASO POETA DE 54 AÑOS (104) P 33 "Algo en mí sabe que entre las dos

soluciones: la de dejarla o la de morir, la segunda es la más digna." "Sí algunos se dan un tiro en la

cabeza, pero ésta es una minoría de valientes o de cobardes."......"...por mil razones, que no son

tales, nos hemos separado en nombre de la vida futura y tengo en la boca el sabor de la muerte,

pues a pesar de que ambos sintamos una fuerza que nos corroe el alma, no es menos cierto que

en cierto grado ¡nos olvidamos recíprocamente! "..."Olvidar al ser que vive, olvidar al más

amado y al mismo tiempo volverse cada vez menos en la memoria del otro".

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"Este amor salvaje / me causará la muerte, / pero me importa poco / si volveré a quererte,

allá en la eternidad." Este amor salvaje (Miguel Valladares)

Ese es el gran drama, el drama terrible del abandono de amor: verse muerto en el otro,

verse muriendo en el otro y seguir con vida. Pero se resiste hasta la muerte, porque piensa que

más allá, cuando la realidad está aquí, volverá a encontrarla. Así lo dice Toña la Negra cuando

canta Este amor salvaje.

• CASO POETA DE 54 AÑOS (104) P 33 "...según su propia declaración, había tenido

que sacrificar "el más grande amor de su vida” “Por mi parte considero la muerte física menos

injusta que esta muerte que envenena toda vida ulterior."

• CASO DOCTOR IBN-MAI (116) 73."...Estaba completamente convencido de que

debía separarse amando a MAI, de tener que ofrendar ese amor para que ella continuara

viviendo y promover en la mujer su ulterior despliegue personal."... "para él mismo la separación

provocada era "semejante a la muerte"...."para la abandonada MAI, la existencia sin el amor

"divino" encontrado en vida... sencillamente ni merecía la pena, ni podía vivirse."

• CASO DOCTORA SOR 31 AÑOS (128) P115 "Si la muerte es real o sólo aparente,

es igual; los dolores aparentes de todos modos son dolores. Lo importante es que tú lo sientas

así. Pero, ¿te acuerdas de aquella película japonesa donde el hombre mortalmente enfermo dice:

'Sólo los dolores me hacen recordar que vivo todavía? ¡Y se sentía contento de experimentar ese

dolor! No creo que yo hable ahora de masoquismo. Quiero decir solamente: ahora estás 'muerto'.

Pero ¿qué vive en ti que eres consciente de la muerte?"

"Tú eres mi destino, / bendito destino / y si me ofrecieran / riquezas y gloria / renunciando a

ti, / sin vacilaciones, / yo respondería, / prefiero la muerte / a la gloria inútil / de vivir sin ti."

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Tú eres mi destino (Carlos Gómez Barrera, 1955). "No me explico por qué me

atormenta el rencor, / yo no sé cómo puedo / vivir sin tu amor." Rival (Agustín Lara).

Otra vez el destino es dueño de la suerte de los amantes y nunca pueden vivir sin el amor

del otro, como lo dicen Carlos Gómez Barrera y Agustín Lara. El primero cantado por la gran

señora María Luisa Landín y Rival ya lo mencionamos, presentado por el mismo Agustín Lara, su

autor.

Y aquí, para terminar, necesariamente toca traer a don Pedro Salinas con un texto

tremendo:

"No quiero que te vayas, / dolor, última forma / de amar. Me estoy sintiendo / vivir cuando

me dueles / Si tú no me quedaras, / dolor, irrefutable, / yo me lo creería; / pero me quedas

tú. / Y mientras yo te sienta, / tú me serás, dolor, / la prueba de otra vida / en que no me

dolías. / La gran prueba, a lo lejos, / de que existió, que existe, / de que me quiso, sí, / de

que aún la estoy queriendo."

Hasta aquí este ejercicio. Eran las voces enfrentadas de los enamorados, de los que

padecen su enamoramiento como una enfermedad, recostados sobre el diván del psicoanalista, y

de los que lo padecen ingrávidos, en las alas de la inspiración.

Y para terminar de veras, un bolero de Agustín Lara ilustra muy bien la intención de esta

exploración4:

"Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo, hasta la eternidad te seguirá mi amor. Como tu sombra iré, perfumaré tu inspiración,

4 Aquí prefiero acogerme a la supuesta letra original, antes de que la censurara la Liga de la Decencia

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y junto a ti estaré también en tu dolor. Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios, hasta la eternidad te seguirá mi amor. Hasta en tus besos me hallarás, hasta en el agua y en el sol, aunque no quieras tú, aunque no quiera yo"

Para aquellos que temen una sesión de diván con el analista, está a la mano el recurso grato de

escuchar boleros o leer poesía amorosa como la de Salinas.

Bibliografía y bolerografía

Alighieri, Dante, 1952, La Divina Comedia, Aguilar S.A. de Ediciones, Madrid. Calleja, Julián, Método de guitarra sin maestro. Contiene además 200 canciones del músico poeta Agustín Lara. El libro español. Sin fecha (Por las canciones que aparecen en este texto, se puede situar entre 1946 y 1950). Caruso, Igor, 1985, La separación de los amantes, Siglo XXI editores, 12ª edición, Bogotá. Castellanos, Isabel, 1980, "Elegua quiere tambó", Pliegos N. 12, Universidad del Valle, Cali. Castillo Zapata, Rafael, 1990, Fenomenología del bolero, Monte Avila Editores, Caracas. De Zubiría, Ramón, 1984. ¡... es el amor que pasa!, Cacharrería Mundial, Medellín. Dueñas, Pablo, 1990, Bolero. Historia documental del bolero mexicano, Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, A. C. Eluard, Paul, 1968, Ultimos poemas de amor, Ediciones la Flor, Buenos Aires. García Márquez, Gabriel, 1970, El coronel no tiene quien le escriba, Colección Indice, Buenos Aires. García Márquez, Gabriel, 1985, El amor en los tiempos del cólera, Editorial Oveja Negra, Bogotá. Gelpí, Juan, 1998, El bolero en Ciudad de México: poesía popular urbana y procesos de modernización, Cuadernos de Literatura, Vol. IV, Nos. 7-8, pp 197-212 Goethe, Johann Wolfgang, 1990, Werther, Editorial Panamericana, Bogotá. Holguín, Andrés, 1974, Antología Crítica de la Poesía Colombiana 1874-1974, Biblioteca del Centenario del Banco de Colombia, Bogotá. Machado, Antonio, 1977, Poesías Completas, Espasa-Calpe S.A., Madrid. Mora, Orlando, 1986, Que nunca llegue la hora del olvido, Universidad de Antioquia, Medellín. Neruda, Pablo, 1992, El libro de las preguntas, Planeta, Buenos Aires. Ortega y Gasset, 1964, José, Estudios sobre el amor, Revista de Occidente, Madrid. Quiroga, José, 1994, "(Queer) Boleros of a Tropical Night", Travesia Journal of Latin American Cultural Studies, 3, pp 95-122. Citado por Gelpí, 1998.

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92

Rico Salazar, Jaime, 1988, Cien años de boleros, Centro Editorial de Estudios Musicales, Bogotá. Salinas, Pedro, 1971, Poesías Completas, Barral Editores, Barcelona. Vallejo, César, 1978, Poesía Completa, La Nave de los Locos, México. Vélez Pareja, Ignacio, 1994, "El diván del bolero", Cuadernos de Economía Rural, N. 32, Bogotá, pp. 85-95 _______, 1996, El hábito de la pasión. Cartas de amor de Sor Mariana, Altamir - CEJA, Bogotá. _______, 1994, Entre nubes de algodón, El Tiempo, Lecturas Dominicales, Bogotá, Feb. 6, pp 8-10. Zavala, Iris M., 1991, El bolero. Historia de un amor, Alianza Editorial.

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A continuación la relación de temas evocados en el texto. Se indica el nombre del tema, del autor y la fecha en algunos casos.

Tema Intérprete CASO PACIENTE 49 AÑOS (77) P90 Déjame (Gonzalo Curiel) Los 3 ases CASO DOCTOR C.D. (101) P. 29 Tracionera (Gonzalo Curiel, 1946) Pedro Vargas

Libertad Lamarque Rival (Agustín Lara) Agustín Lara CASO DOCTOR C.D. (101) P. 31 Canción del alma (Rafael Hernández) Daniel Santos Desesperación (D. en D.) Nelson Pinedo Angustia (Orlando Brito) Bienvenido Granda CASO DOCTOR C.D. (101) P. 58 Aventurera (Agustín Lara) Agustín Lara Te vendes (Agustín Lara) Agustín Lara Pervertida (Agustín Lara) Rebeca CASO DOCTOR C.D. (101) P 65 Cada noche un amor (Agustín Lara) Toña la Negra Inolvidable (Julio Gutiérrez) Tito Rodríguez Por qué negar (Agustín Lara, 1950) Pedro Vargas Piensa en mí (Agustín Lara) Agustín Lara CASO DOCTOR C.D. (101) P82 Tú me acostumbraste (Frank Domínguez) Lucho Gatica CASO DOCTOR C.D. (101) P88 DOCTOR IBN-MAI (116) P71

Amor sin esperanza (Luis Kalaff) Celio González CASO SEÑOR DE 45 AÑOS (103) P 32 DOCTOR C.D. (101) P 65-66

Pecado (Pontier-Francini) Roberto Yañez CASO SEÑORA RIK (105) P. 34 La barca (Roberto Cantoral, 1957) Lucho Gatica El cuartito (Mundito Medina, 1947) Panchito Riset Santa (Agustín Lara) Elvira Ríos CASO SEÑORA RIK (105) P. 35 POETA DE 54 AÑOS (104) P 33

Solamente una vez (Agustín Lara1941) Nat King Cole Lágrimas de sangre (Agustín Lara1946) Agustín Lara Tus pupilas (Agustín Lara) Rebeca CASO PROFESOR DE SECUNDARIA, 40 AÑOS (114) P44

Culpa al destino (Jorge Zayas) Charlie Figueroa Llanto de luna (Julio Gutiérrez) Sofronín Martínez

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Tema Intérprete Tú no comprendes (Rafael Hernández, 1939) Barbarito Díez Palabras de mujer (Agustín Lara 1945) Tito Rodríguez CASO PROFESOR DE SECUNDARIA, 40 AÑOS (114) P 54

Azul (Agustín Lara) Rebeca CASO DOCTOR IBN-MAI (116) P 73 SEÑOR SAO 40 AÑOS (130) P115

Revancha (Agustín Lara) Toña la Negra Amar y vivir (Consuelo Velásquez) Leo Marini Santa (Agustín Lara) Agustín Lara Amor de mis amores (Agustín Lara) Elvira Ríos CASO POETA DE 54 AÑOS (104) P 33 Este amor salvaje (Miguel Valladares) Toña la Negra CASOS POETA DE 54 AÑOS (104) P 33 DOCTOR IBN-MAI (116) P 73 DOCTORA SOR 31 AÑOS (128) P 116

Tú eres mi destino (Carlos Gómez Barrera, 1955) Ma Luisa Landín Ignacio Vélez Pareja

Bogotá, mayo 24 de 2001

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De sentimientos y epístolas (1995 - 1996)

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Mariana Alcoforado o el corazón lacerado5

Dedicado a los que sufren por amor, por abandono, por olvido. A los que la vida les ha ganado la partida. A los que lloran en silencio. A los que esperan sin remedio y sin esperanza. A los que viven en soledad. A los que -como diría Verlaine- les llueve en su corazón.

Este trabajo se inició el jueves 2 de marzo de 1978, al atardecer, en una calle del norte de

Bogotá, después de un seminario con Tito de Zubiría sobre la poesía de don Antonio Machado;

ese día fue decisivo para comprender la importancia del amor en mi vida. El tema me perseguiría

sin escapatoria. De esa época datan algunas ideas y convicciones sobre el amor, aquí expresadas.

Algo más de doce años atrás yo había quedado impresionado al leer la corta cita que hace

Ortega y Gasset de las cartas de Mariana Alcoforado, la monja portuguesa, «dirigidas a su infiel

seductor», en el artículo “Facciones de amor” incluido en su libro Estudios sobre el amor6.

Quince años después, vuelto a leer el libro, quedé “enamorado” de Mariana y empezó una

búsqueda obsesiva de los textos completos de las Cartas. Las personas conocidas que podían

saber de su existencia, algunos de ellos intelectuales de reconocida trayectoria en el país, no

sabían de ellas; es más, se decía que eso era un invento de don José Ortega y Gasset. En 1988

las volví a encontrar mencionadas por un paciente de Igor Caruso, en su libro La separación de

los amantes7.

Librerías de viejo, librerías modestas y elegantes, locales y nacionales, extranjeras

también, bibliotecas públicas, en fin, por todos lados hacía indagaciones infructuosas. Se aliaron a

5 Este ensayo aparece publicado en Vélez Pareja, Ignacio, El hábito de la pasión. Cartas de amor de Sor Mariana. CEJA-Altamir, Bogotá, 1996 6 José ORTEGA Y GASSET. Estudios sobre el amor. Madrid, Revista de Occidente, 1940; 15ª Ed., 1964, p. 69.

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esta búsqueda algunos jesuitas amigos, quienes me pusieron en contacto con Fabio Ramírez, S.

J., decano de Filosofía de la Universidad Javeriana. Generosamente, el padre Fabio me llegó con

una noticia buena y otra mala: la buena era que una profesora de la Facultad tenía el libro de las

Cartas y la mala era que no lo encontraba en su biblioteca. Le conté que había buscado el libro en

la Biblioteca de la Universidad, sin éxito. Como él había sido su director en una época, me hizo

algunas sugerencias para mejorar la búsqueda, gracias a las cuales pude, por fin, encontrar una

edición de las Cartas de la monja portuguesa. ¡Lo encontré! Entendí el significado del “¡Eureka!”

y el placer que debió de sentir Arquímedes al hacer su descubrimiento. Al principio tuve alguna

desconfianza, pues aparecía como autora Mariana Soror. Al recibir el viejo y precioso libro8, mi

corazón estallaba de alegría y hasta cierto punto de desilusión, pues era una edición portuguesa;

pero después de leer el texto concluí que podría traducirlo. No lo hice con esta edición, pues

después conseguí otra, también portuguesa, que conceptué de mayor valor histórico-lingüístico,

sobre todo a la vista ya de algunas traducciones españolas. De cualquier forma, para el padre

Fabio, mis agradecimientos sinceros.

También debo hacer especial mención de Hernando Silva, S. J. y de Jorge Jaime

Vásquez, S. J. (q.e.p.d.), de quienes recibí información y comentarios sobre la vida monacal en

general y en particular del siglo XVII. Así mismo, sin la eficiente colaboración de Fanny Moncayo

y la muy especial de Clara Inés Chaves, del Ministerio de Relaciones Exteriores, no hubiera sido

posible obtener copia del libro de Luciano Cordeiro, Soror Marianna a freira portugueza9,

texto clave para entender su historia y que está agotado hace muchos años, pero del cual existe

7 Igor CARUSO. La separación de los amantes , México, Siglo XXI Editores, 1968; 12ª Ed., 1985., p. 71. Traducción de Armando Suárez y Rosa Tanco. 8 Soror Mariana [ALCOFORADO]. Cartas de amor ao Cavaleiro de Chamilly. Porto, Lello & Irmao Editores, [1914]. Prólogo de Júlio Brandão. Las menciones a Brandão se refieren a este texto.

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copia en la Biblioteca Nacional de Lisboa (este libro valiosísimo incluye una versión portuguesa

de las Cartas de Mariana, texto que tomé como fuente de mi propia versión al castellano,

prefiriéndolo -si se quiere con obstinación anacrónica- a muchas versiones modernas, francesas,

portuguesas o inglesas). Un especial agradecimiento a Luz María Cabarcas, directora técnica de

la Biblioteca de la Universidad Javeriana, quien puso a mi servicio todo lo necesario para obtener

versiones de las Cartas disponibles en Colombia y en el exterior. A mi amigo psicoanalista -

anónimo, por razones obvias-, por compartir su experiencia clínica conmigo. A Lácydes Moreno

Blanco y María Dolores Pérez, quienes leyeron atenta y críticamente algunas versiones de este

trabajo; su interés me estimuló durante todo su desarrollo. Por último, pero con no menor

importancia, a mis compañeros de la tertulia del amor de los miércoles, quienes tuvieron la

paciencia de escuchar la lectura de una de las primeras versiones de estos textos.

Y ya en el proceso editorial, debo agradecer también a Muriel Angulo, por las

ilustraciones que acompañan el texto. Ella, con su imaginación alucinada, hace la alegoría de las

misivas de Mariana con otras cartas que recuerdan a las de la baraja francesa. El trabajo de

Muriel es mucho más que de ilustración: es su interpretación de las Cartas de Sor Mariana. Al

involucrar elementos “anacrónicos”, le da al sentimiento amoroso de la religiosa la universalidad

que de hecho tiene.

Adriana Urrea desarrolló un trabajo muy especial de corrección de estilo; fueron jornadas

deliciosas, alguna vez acompañada de una buena botella de vino. Óscar Torres Duque fue un

lector acucioso, inteligente y atento en la ejecución de sus funciones de coordinador editorial

9 Luciano CORDEIRO. Soror Marianna a freira portugueza. Lisboa, Ferin & Ca Editores, Segunda Ediçao, 1891. De este libro extraje la información sobre Mariana y sus amores.

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«No puedo deshacerme de este papel que ha de ir a tus manos»

El romance de Mariana Alcoforado con Noël Bouton de Chamilly, oficial del ejército francés,

ocurre a mediados del siglo XVII, en Beja, ciudad fronteriza de Portugal. Chamilly abandona a

Mariana a finales de 1667; desde entonces se cruzan algunas cartas. Chamilly recibe la

correspondencia en Francia. Sin embargo, los originales en portugués no se conocen. La primera

publicación se hizo en francés.

En esa época, en Francia, era costumbre publicar o leer en público copias de cartas

íntimas de amor; en especial, en las tertulias de los salones de las señoras de la alta sociedad; de

«aquellas jansenistas del amor», al decir de Ninon10, o, según Molière, «las directoras espirituales

de la literatura y del sentimentalismo del siglo XVII»11, teniendo en cuenta que ser jansenista

significaba ser mojigato y lleno de falsos escrúpulos. Las veladas de lectura de cartas eran una

especie de censura de amigos, antes de sacar a la luz pública las intimidades de la aristocracia. En

1669, Claude Barbin (ce chien de Barbin, al decir de la señora de Sevigné), editor parisino,

presenta en el salón de la señora de Rambouillet un librito anónimo con la historia, en cinco cartas,

traducidas al francés, de la «pasión profunda, alucinada, dolida, de una pobre monja

extranjera»12. La edición de Barbin se hizo «por Gracia y Privilegio del Rey, dado en París, el día

28 de octubre de 1668»13, y todo indica que estas Cartas fueron escritas entre diciembre de

1667 y principios de junio de 1668. El proceder de Barbin fue muy criticado, porque se

consideró, a pesar de la costumbre, que era una deslealtad, pues en el libro aparecía el nombre

10 Se trata de Ana de Lenclos, llamada Ninon (París, 1620-1705). Famosa por su vida libre y descomplicada y por sus muchos amantes, entre los cuales se contaron La Rochefoucauld y el Cardenal Richelieu. Reputada como una mujer de talento, hacía parte de ese grupo de damas que reunían en salones a sus amistades para realizar las célebres tertulias de la época. Cuando “despedía” a sus amantes, los mantenía como amigos y partícipes de esas veladas. 11 Ambas citas son de CORDEIRO. Op. cit., p. 13. Todas las citas textuales de este libro son traducciones mías. 12 Ibid., p. 13

13 Ibid. p. 306.

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de Mariana mas no el de su amante. A raíz de esta situación y de la falta de los manuscritos

originales, se llegó a decir que era una ficción inventada por él, que las cartas en portugués no

existían y que se había basado en el romance de dos amantes ingleses. Con todo, lo que hizo

Barbin fue lo más natural en esa época, aunque hoy -y en el siglo XIX- pueda parecer terrible e

impertinente.

En 1669, meses después de la aparición de la publicación de Barbin, en una edición de

Pierre de Marteau en Colonia, se dice explícitamente en el prólogo que «el nombre de aquél a

quien fueron escritas, es Monsieur le Chevalier de Chamilly, y el nombre de aquel que hizo la

traducción es Cuilleraque»14. El caballero es, en efecto, No‰l Bouton de Chamilly o Conde de

Saint-Léger. El nombre de Cuilleraque, en cambio, es un error. Se trata de Lavergne de

Guilleragues o Gabriel-Joseph Lavergne, Conde de Guilleragues, funcionario de la corte de Luis

XIV y director de la Gazette de France, quien al parecer no se destacó por sus dotes literarias.

Parece que él tradujo el original de las Cartas, recibidas del mismo Chamilly, o corrigió una

primera versión traducida por este último, aunque esta opción es poco probable, como lo

explicaré más adelante. Es posible que la publicación del nombre de Chamilly en las Cartas lo

haya puesto en una situación incómoda y sea por esa razón que las sucesivas ediciones sólo

mencionan la vaga inicial de su nombre. Más aún, aquella edición de Pierre de Marteau de 1669

desapareció y «sólo casualmente se encuentra [...] un ejemplar en Portugal»15. Curiosamente, en

1690, en la edición publicada en La Haya, Corneille de Graef repite la aseveración que se

encuentra en la publicación de Pierre de Marteau de 1669, sobre el destinatario y el traductor de

las Cartas y a partir de allí se mantiene esa información en múltiples ediciones.

El libro francés de la Cartas de la monja portuguesa dio origen a nuevas formas en la

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literatura epistolar. José María de Sousa, en su extensa “Noticia bibliográfica” de su edición

bilingüe de las Cartas portuguesas, cita a la señora de Sevigné, quien en alguna de sus cartas

decía: «...me escribió una carta tan tierna, que ella recompensa todo su olvido pasado. Me habla

de su corazón en todas las líneas. Si le respondiese en el mismo tono escribiría una

portuguesa»16. Al respecto, en sus Cartas eróticas, para seducir, amar y disfrutar, Clara

Obligado y Ángel Zapata dicen: «Escribir una portuguesa significa demostrar la locura que sólo

excusa el amor, pintar a una mujer abandonada que se entrega al único recurso de la carta. [...] el

modelo portugués siempre supone una serie de cartas»17. Francisco Castaño, uno de los

traductores de las Cartas al español, siguiendo a Bernard Bray e Isabelle Landy-Houillon, dice

por su parte: «Une portugaise ha de hablar del corazón en todas y cada una de sus líneas y en

ella ha de transparentarse “una locura, una pasión que nada puede excusar si no es el amor

mismo”. Y sólo pueden ser femeninas, incluso si están escritas por mano de varón. El modelo

portugués ha de mostrar, desde el principio, el retrato de una mujer abandonada, entregada al

único recurso de la carta»18. Y el pensador franco-rumano E.M. Cioran, en entrevista con Verena

von der Heyden-Rynsch, hablando de la emperatriz Elizabeth de Austria -la melancólica Sissi-,

dice que «de una manera general, se pueden distinguir tres formas de tristeza en Europa: la rusa,

la portuguesa y la húngara»19. Me atrevo a pensar que la tristeza portuguesa a que alude el

filósofo es el sentimiento que plasmó Mariana en sus Cartas.

14

Ibid., p. 308. 15 Ibid., p. 63. 16 Carta 162, fechada en Aux Rochers el 19 de julio de 1671, publicada en la edición de J.J. Blaise, París, 1818. Citada en: [Mariana ALCOFORADO]. Lettres portugaises . Nouvelle Édition. París, Chez Firmin Didot, Père et Fils, 1824. Pp. 42-43. Traducción al portugués y “Noticia bibliográfica” en francés de José María de Sousa, quien usaba el seudónimo de Morgado de Matheus. Esta edición tiene el texto original en francés (el de la edición de Barbin), enfrentado a la traducción portuguesa. Todas las menciones a De Sousa se refieren a este texto y las traducciones son mías. 17 Clara OBLIGADO y Ángel ZAPATA. Cartas eróticas, para seducir, amar y disfrutar. Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1993. P. 27

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La influencia de esta extraordinaria correspondencia se siente hasta nuestros días: María

Payeras Grau20, analizando la novela Nocturna mas no funesta, de la portorriqueña Iris Zavala21

y que se refiere a la vida de Ana de Lansós (1670-1697), monja carmelita, encuentra en este

personaje el clarísimo perfil de otras dos monjas célebres: sor Juana Inés de la Cruz y Mariana

Alcoforado. En la novela, Ana de Lansós dirige varias cartas a su amante, un militar, y toma

prestada esta frase de la Cuarta Carta de Mariana: «Mi amor ya no depende de la manera como

me trates»22.

Por otra parte, hay que decir que el libro fue un auténtico best seller: a los siete meses de

publicada la primera edición de Barbin, había cinco ediciones. Inclusive se llegaron a publicar

siete cartas más -todas apócrifas- y unas respuestas a las Cartas. Las respuestas parecen ser un

intento de reivindicar la figura de Chamilly, de cuya caballerosidad habría que dudar al leer la

correspondencia de Mariana.

A partir de la publicación de Barbin, en 1669, las Cartas, notable monumento pasional,

recorren toda Europa en múltiples ediciones e idiomas. Paradójicamente, Francisco Manuel do

Nascimento, maestro de la lengua portuguesa y profundo conocedor del francés, y quien escribía

bajo el seudónimo de Filinto Elysio, las tradujo del francés al portugués por vez primera en

181923. Al español se tradujeron apenas en 1894 y se publicaron doscientos ejemplares24. En

1890, según la bibliografía anotada de Cordeiro25, existían noventa y cinco publicaciones de las

18 Mariana ALCOFORADO. Cartas de la monja portuguesa. Madrid, Ediciones Hiperión, 1987. P. 10. Traducción y prólogo de Francisco Castaño. Las menciones a Castaño se refieren a este texto. 19 Constantin CHRISTOMANOS. Sissi. Barcelona, Tusquets Editores, 1988. P. 208 20 María PAYERAS GRAU. “Los perfiles de una monja”. Anthropos, Nº 145 (junio, 1993). Pp. 55-58. 21 Iris M. ZAVALA. Nocturna mas no funesta. Barcelona, Montesinos, 1987. 22 Utilizo el texto traducido por mí. En la novela se dice “Mi amor no depende ya de la forma en que me trates”. 23 Francisco Manuel DO NASCIMENTO. Obras completas de Filinto Elysio. Tomo X. París, A. Bobee, 1819. (Citado por Cordeiro). 24 [Mariana ALCOFORADO] Cartas amatorias de la monja portuguesa. Madrid, La España Moderna, 1894. 25 CORDEIRO. Op. cit., pp. 305-349.

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Cartas en francés, portugués, inglés y alemán, y muchas obras de arte -iconografía, grabados,

etc.- alusivas a Mariana.

Luciano Cordeiro publicó por primera vez su extraordinario libro, Soror Marianna a

freira portugueza, a mediados de 1888, y en dos meses se agotó esta primera edición. Fue tal el

éxito, que en el mundo bibliográfico portugués se decía que ése era el año de la Monja. La

segunda edición, aumentada gracias a una investigación más minuciosa -histórica y lingüística-, se

publicó el 1º de noviembre de 1890. El trabajo de Cordeiro es exhaustivo: es el producto de una

cuidadosa pesquisa sobre archivos notariales, sobre documentos -obituarios, por ejemplo- del

convento donde vivió Mariana y, por supuesto, de la verificación personal de los sitios donde

ocurrieron los hechos. Con esta investigación quedó definida, de una vez por todas, la existencia

de Mariana Alcoforado y de su estado monacal. En cambio, y a pesar de que Cordeiro presentó

indicios muy sólidos, el debate sobre la autenticidad de las Cartas se reavivó a comienzos del

siglo XX, pues el hasta entonces oscuro nombre de Guilleragues surgió como una posibilidad,

cada vez más argumentada -mas nunca demostrada-, de autoría literaria de las Cartas. Cotejados

no pocos puntos de vista modernos y una variada bibliografía en varias lenguas, yo me inclino sin

escrúpulo hacia la hipótesis de la mano de la monja en la escritura original de estas cartas de

amor, tema que desarrollo en el siguiente acápite.

Muchos han tratado de desvirtuar esta autenticidad, como ya mencioné. Parece que un

falso celo religioso o una piedad mojigata, obligaba a ciertos editores a esconder la realidad de

estos amores; inclusive, enciclopedias como la Espasa y la Salvat tienen unas notas ridículas

acerca de Mariana Alcoforado. La primera dice que era una «religiosa y escritora portuguesa [...]

conocida por el seudónimo de Una religiosa portuguesa. Casada con un infante de Portugal,

enviudó siendo muy joven y se retiró al Convento de la Concepción, de la orden franciscana, en

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Beja, sin hacer profesión solemne ni emitir votos de ninguna clase». Sin embargo se acepta allí

que conoció a Chamilly, que se enamoró apasionadamente de él y que le escribió cinco cartas

«que se consideran como una obra maestra de literatura amorosa»26 y que a partir de allí se inició

una «literatura erótico-monacal» muy apasionante. Este último comentario parece desconocer las

cartas de Eloísa a Abelardo27, escritas entre 1133 y 1136. Las similitudes entre Mariana y Eloísa,

las comentaré más adelante. Por su parte, en la enciclopedia Salvat se dice que Mariana es una

«escritora de Portugal llamada la Monja Portuguesa»28.

Uno de los que pusieron en duda la autenticidad de las Cartas fue Jean Jacques Rousseau.

De Sousa lo cita cuando aquél le escribía a D'Alembert que debido a que las mujeres no tienen

especial interés, ni genio para las artes, ellas son «cien veces más razonables que apasionadas [!?]

[...] Apostaría cuanto hay en el mundo a que las Cartas portuguesas fueron escritas por un

hombre»29. Curioso ejemplo de pensamiento riguroso; sobre todo expresarle esta idea a un

filósofo y matemático como D'Alembert. La respuesta de éste es muy significativa, citada por

Cordeiro, pues a pesar de no haber leído los textos de la monja, le dice a Rousseau que «no se

puede ocultar que en obras bellas y de buen gusto, ellas [las mujeres] son más exitosas que

nosotros, sobre todo en aquéllas en que el sentimiento y la ternura deban salir del fondo del alma,

porque para decir que las mujeres no saben describir, ni sentir el verdadero amor, es necesario

nunca haber leído las Cartas de Eloísa»30.

Otro autor, el señor Beauvois, publicista de Beaune, sugiere que fueron escritas por un

literato y trata de encontrar incoherencias en las Cartas. Cordeiro le responde, burlonamente, que

26Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. M adrid, Espasa Calpe, 1921. Pp. 283-284 27 Cartas de Abelardo y Eloísa. Madrid, Alianza Editorial, 1993. Traducción de Pedro R. Santidrián y Manuela Astruga. 28 Diccionario enciclopédico Salvat. 10a. Ed. Barcelona, Salvat, 1962. P. 380. 29 [ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 43. 30 CORDEIRO. Op. cit., p.40.

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es un «trabajo heroico, en verdad, el de desenredar y discutir seriamente las incoherencias de que

es capaz ... el amor»31. En mi opinión, todo aquel que haya sufrido una pena de amor sabe a la

perfección que el comportamiento del enamorado escapa a toda racionalidad y que sólo es válida

una “ilógica del amor”. Cuando escribe una carta de amor, un enamorado casi nunca lo hace de

manera racional, sino emocional. Los sentimientos van apareciendo y nunca se sabe cómo se va a

desarrollar el texto, mucho menos cuál va a ser la estructura y el desenlace, sino que se

transmiten, a través de la pluma, las emociones y los sentimientos más diversos. Las Cartas de

Mariana no pueden someterse a un análisis racional; hay que mirar ese corazón desgarrado por la

ausencia, por el abandono. El amor es así, contradictorio e irracional; de lo contrario no sería

amor, ni habría enamoramiento. Bien lo dice Carlos Gurméndez, en sus Estudios sobre el amor:

«...el amor [...] resulta más intrincado y complejo de lo que podíamos imaginar [...] porque es

diverso, contradictorio [...] asombra su riqueza plural, y quedamos perplejos, desconcertados

ante el misterio profundo que encierra, porque su presencia simple, cotidiana, esconde una

multiplicidad de hechos extraños: los celos, odios, crímenes pasionales, sacrificios sublimes, todo

lo cual crea una complejidad»32. Buscar coherencia en las Cartas de Mariana es como si, siglos

después, se intentara analizar la racionalidad de un bolero. El enamorado «dibuja en el

pentagrama y el verso sus debilidades y fortalezas, la pasión y la ternura, el odio y la generosidad,

la humildad y la soberbia»33. Tal complejidad se antoja hija de una suerte de principio de

contradicción, el enfrentamiento de una realidad paradójica, que no puede estar mejor ilustrada

que en estos versos de un bolero de Agustín Lara: «He sentido la espina/de verte ajena;/a ti, que

me juraste/ser siempre buena./A ti: mujer ingrata,/pervertida mujer,/a quien yo adoro./A ti: prenda

31 Ibid., p..52. 32 Carlos GURMÉNDEZ. Estudios sobre el amor. Barcelona, Anthropos, 1994. Pp. 13-14. 33 Ignacio VÉLEZ. “Entre nubes de algodón” . Lecturas Dominicales, El Tiempo (Bogotá, febrero 6 de 1994). Pp. 8-10.

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del alma,/por quien tanto/he sufrido y tanto lloro./A ti, consagro toda mi existencia,/la flor de la

maldad/y la inocencia.../Es para ti, mujer,/toda mi vida./Te quiero/aunque te llamen/pervertida».

Así se debe “entender” a Mariana -contradictoria y llena de contrastes- y ella misma lo escribe a

su pérfido amante: ®Creo que no me disgustaría que pudieras comparar los sentimientos de otras

con los míos y quisiera -¡mira las contradicciones de mi alma!- que todas las damas de Francia

te considerasen amable, pero que ninguna te amase y que ninguna te agradase¯. De modo, pues,

que hay que acercarse a estos textos con la mente desprevenida, con la sensibilidad alerta.

Ahora bien, uno de los indicios sobre la autenticidad de las Cartas -aparte de otros como

la documentación que Cordeiro encontró tanto en el convento donde Mariana vivió, como en

otros sitios de Beja-, así como sobre la existencia misma de ella como monja y de su amante, se

encuentra en la sección “Variétés” del periódico Journal de l'Empire, del 5 de enero de 181034.

Allí se dice que una persona, el señor Boissonade, poseía un libro original de las Lettres de 1669

(edición de Barbin) y que en ese ejemplar, en letra manuscrita y desconocida, dice: ®La religiosa

que escribió estas cartas se llamaba Marianna Alcoforada, religiosa en Beja, entre Extremadura y

Andalucía. El caballero a quien estas cartas fueron escritas era el conde de Chamilly, llamado

entonces conde de Saint-Léger¯35.

Acerca de que las Cartas fueron escritas en portugués y después traducidas al francés,

cabe mencionar el análisis que hace De Sousa -quien conocía tan bien el francés como el

portugués- sobre cómo se puede demostrar que el traductor ha seguido con fidelidad la

construcción de la lengua portuguesa. Él dice que si se vuelve a traducir al portugués, palabra por

34 CORDEIRO. Op. cit., p. 84. El dato de Boissonade y su libro es de De Sousa, pero Cordeiro pudo comprobar que esta información se encontraba en el folletín “Varietés” del Journal de l`Empire. 35

[ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 63. El apellido de Mariana aparece mencionado un poco diferente porque era común en aquella época que hubiera concordancia de género con el sexo y el apellido. Además, el nombre Alcoforado tenía otras variaciones tales como Alcamforado y Alcanforado.

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palabra, esto es, literalmente, se mantiene el “genio” de la lengua portuguesa36. Ahora, es curioso

que en las primeras cuatro frases de las Cartas en francés se utiliza el pronominal “tú” y en el resto

Mariana trata a Chamilly de “usted”. Ello podría implicar un error en la traducción del portugués

al francés.

Hay muchos otros indicios de la autenticidad de autoría de las Cartas y no los citaré

todos. Sin embargo, deseo mencionar uno particularmente relevante: Mariana dice, en la Segunda

y la Quinta y Última Cartas, que tenía una confidente, Dona Brites. Según Cordeiro, éste es un

nombre y una manera de escribirlo muy portugueses. Además, él pudo comprobar que en ese

convento había otras monjas llamadas Brites y algunas eran contemporáneas de Mariana: Brites

Francisca de Noronha, dos años menor que Mariana; Brites de Brito; Brites da Magdalena,

catorce años menor; Brites Maria de Rezende, diez años menor; Brites dos Serafins; Brites da

Encarnação y Brites Angelica37. Las tres primeras tenían el título de Dona. Mantendré, en la

traducción de las Cartas, ese título en portugués.

36 Ibid., pp. 16-17 y 35-36. 37

CORDEIRO. Op. cit., pp. 222-223.

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«¿Acaso tengo obligación de rendirle cuentas de mi vida?»

Como he dicho, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX se consideró que la

investigación de Cordeiro había aclarado toda la obscuridad con que se quería cubrir a Mariana

Alcoforado y su desbocada pasión. Sin embargo, recientemente ha tomado mucha fuerza la teoría

que reclama a Guilleragues como autor, en detrimento de la monja portuguesa. Es ésta la teoría

que recoge un trabajo capital, de 1983, de Bernard Bray e Isabelle Landy-Houillon: Lettres

Portugaises, Lettres d`une péruvienne et autres romans d`amour par lettres38.

El trabajo de Bray y Landy-Houillon no es, por supuesto, una pieza aislada en todo este

engranaje investigativo y de sucesivos hallazgos e hipótesis. Refleja quizá la tendencia dominante

en la actualidad en los estudios sobre las Cartas portuguesas, a saber, la de ignorar a Sor

Mariana como su autora e inclinarse hacia la figura literaria de Guilleragues, tendencia que se inicia

académicamente a comienzos del siglo XX. Por ejemplo, si bien la referencia que hace la

Enciclopedia Británica de 191039 acerca de Mariana Alcoforado ocupa media página y está

basada en la información que aparece en Cordeiro, en la edición de 196240 esta nota queda

reducida a menos de un cuarto de página. En esta versión se mencionan los trabajos de Frederick

Charles Green41 y de A. Gonçalves Rodrigues42 para descalificar lo escrito en ediciones

anteriores, y se le atribuye la autoría de las Cartas a Guilleragues. La base de esta información es

que F. C. Green encontró en 1926 el privilegio real otorgado a Barbin en 1688 (dato errado,

pues es claro en el texto del privilegio, y así lo menciona Green, que el año es el de 1668), donde

se indica que el autor es Guilleraques (con “q”), con lo cual debía ponerse punto final a la

38 Bernard BRAY e Isabelle LANDY-HOUILLON. Lettres Portugaises, Lettres d'une péruvienne et autres romans d'amour par lettres . París, Flammarion, 1983. 39 The Encyclopaedia Britannica. New York, The Encyclopaedia Britannica, Co., 1910. Vol 1, p. 525. 40 Encyclopaedia Britannica. U.S.A., E. B. Inc.-William Benton, Publisher, 1962. Vol. 1, p. 541.

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mistificación literaria. Ahora bien, el privilegio real no es ninguna prueba de que haya sido

Guilleragues el autor y no Mariana; lo que se demuestra es que Guilleragues registró el libro a su

nombre y Barbin obtuvo el privilegio real para su publicación.

El trabajo de Green, “Who Was the Author of the Lettres Portugaises”, no sólo tiene el

relativo mérito de haber descubierto el privilegio real para la publicación de 1669, sino que

además aporta nuevas luces sobre la muy obscura figura de Guilleragues como escritor; lo

muestra como el autor de Les Valentines, las Lettres portugaises y unos Epigrammes et

madrigaux. Green se aventura a encontrar inexplicable que ese romance hubiera ocurrido en un

convento y que no hubieran castigado y expulsado a Mariana. Desconoce, por lo tanto, cómo era

la vida en los conventos en el siglo XVII. También alude a la expresión de Mariana sobre su ®

mediocre condición̄ y la asocia a una inconsistencia porque ella era de familia de alcurnia; a lo

cual respondo que Mariana no necesariamente se refería a su condicion social, sino más bien al

estado de desolación en que ella había quedado por el abandono. Reconoce que el cambio de

orden de las Cartas (Segunda Carta como Cuarta Carta y viceversa), sugerido por Cordeiro y

otros, resuelve las inconsistencias cronológicas. Por último, haciendo gala de un riguroso

positivismo, termina diciendo que «en ausencia de una información más completa de sus escritos,

sin embargo, no son sino conjeturas las que justificarían la suposición de que fue Guilleragues

quien escribió las Lettres portugaises»43. Más adelante mostraré los argumentos que se han

esgrimido para justificar que Guilleragues no haya reclamado por la supuesta suplantación que

implicó toda la “carrera editorial” de las Cartas. Yo creo que el registro de autoría pudo haber

sido una estrategia para proteger a Chamilly.

41 Frederick Charles GREEN. “Who Was the Author of the Lettres Portugaises?”. Modern Language Review, XXI (1926). Pp. 159-67. 42 A. GONCALVES RODRIGUES. Mariana Alcoforado: história crítica de una fraude literária, 1935.

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En 1954, el célebre lingüista y crítico literario Leo Spitzer escribió en alemán un ensayo

titulado “Les Lettres portugaises”, donde hace un cuidadoso e interesante análisis de la unidad

psicológica y literaria que tienen las Cartas. No es concluyente y no se atreve a atribuirle la autoría

de Guilleragues; sólo hace mención del trabajo de Green, por lo cual habla apenas de «un tal

Guilleraque». Su análisis supone que no es posible una construcción espontánea del discurso de

las Cartas, como pudo ocurrir si hubieran sido escritas por Mariana; sin embargo, el propio

Spitzer reconoce tal compenetración sicológica con la situación, que dudo que una persona pueda

escribir sobre emociones tan íntimas con tanta propiedad, sin estar involucrada en ella. Su gran

conclusión es que «[le] gustaría creer que ha demostrado [...] que las Lettres portugaises

constituyen un libro completo y bien organizado, escrito con habilidad por su autor, que sabía

escribir muy bien y que su desorden estilístico es más un artístico e intencional beau désordre que

un descuido natural»44. Y Guilleragues, a pesar de los Valentins, obra bonita y simpática, no ha

sido reconocido como ese genio. Por otra parte, no deja de ser curioso que Guilleragues no

aparezca en la Encyclopaedia Britannica, mientras que Mariana Alcoforado sí, aun cuando en

las ediciones más recientes ya se le atribuye la autoría de las Cartas al misterioso cortesano

francés. En la Enciclopedia Espasa-Calpe, tomo 27 de 1958, p. 245, aparece Guilleragues pero

no le atribuyen las Cartas. De él dicen que hay alguna correspondencia en Ambassades du

Comte Guilleragues et de M. Girardin auprès du Grand-Seigneur (París, 1867); también lo

mencionan como autor de Rélation de l'audience donné sur le sofa par le grand vizir a M. le

comte de Guilleragues, le 28 octubre 1684, publicada en las Curiosités historiques

(Amsterdam, 1759), que son informes de su embajada en Constantinopla.

43 GREEN. Op. cit., p. 167.

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Pero quienes se han dedicado a fijar y sopesar la obra de Guilleragues con mayor ahínco

son Frédéric Deloffre y Jacques Rougeot, quienes publicaron su obra literaria en dos ediciones,

una de 1962 y otra de 1972, y la Correspondence en 1976. La inmensa mayoría de esta

correspondencia se refiere a deudas, informes de negocios y, en particular, de la embajada,

dirigidas a Colbert, al rey y a la Cámara de Comercio de Marsella. La primera carta es una nota

dirigida a la Marquesa de Sablé hacia 1654. Entre junio 22 de 1667 y abril 24 de 1675 hay un

silencio absoluto. Sólo después de esta última fecha se encuentran algunas pocas cartas, citadas

por Deloffre, con algún grado de “intimidad”, donde él toca temas como el del amor. En ninguna

carta, en ningún escrito, hace alusión ni reclama la paternidad de las Cartas, las cuales, para 1675,

eran un éxito editorial. Se percibe un tono adulador en su correspondencia, tal vez debido a la

necesidad (y angustia) de mantener su trabajo en la burocracia real; esto hace incomprensible su

silencio respecto de las Cartas.

Natascha Würzbach45 menciona el trabajo ya aludido de Frederick Charles Green; a

renglón seguido menciona a otro comentarista, Raymond Mortimer, quien escribió la introducción

de la traducción de Lucy Norton46 de 1956 y no menciona la referencia bibliográfica de esta

última; Mortimer sí cree que las Cartas fueron escritas por Mariana y enviadas a Chamilly.

Würzbach transcribe la traducción al inglés de L'Estrange (Londres, 1678), quien respeta el orden

original. Debo anotar que en esa traducción hay un tratamiento de “tú” en la primera frase, que

coincide con la versión francesa de Barbin y que además es casi sagrado: «Oh my Inconsiderate,

Improvident, and most unfortunate Love; and those Treacherous Hopes that have betray'd

44 Leo SPITZER. “Les Lettres portugaises”. En: Essays on Seventeenth-Century French Literature. Cambridge, Cambridge University Press, [1983] P. 281. Traducción, edición e introducción de David Bellos. La traducción de la cita es mía. 45 Natascha WÜRZBACH (Ed. e Introd.). The Novel in Letters. Epistolary Fiction in the Early English Novel 1678-1740. Coral Gables, Florida, University of Miami Press, 1969.

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both Thee, and Me»47.

Deloffre y Rougeot, en Chansons et bons mots. Valentins. Lettres portugaises48, hacen

un análisis de la posible inspiración de Guilleragues para escribir las Cartas y de la influencia

literaria que tuvo en las mismas. En cuanto a la primera, concluyen que las Cartas fueron

inspiradas por Henriqueta de Inglaterra, ya que es probable que existiera una mutua simpatía. En

cuanto a la segunda, descubren similitudes con Ovidio, Virgilio, Eloísa, Bocaccio, Molière y

Racine, pues se encontraron textos de estos autores en la biblioteca que heredó de su padre;

hallazgo que, creo, casi hace traer de los cabellos dichas comparaciones, pues el hecho de que

esos libros existieran en la biblioteca de su padre ni siquiera garantiza que Guilleragues los haya

leído. Hacen un prolijo análisis estilístico-gramatical de las Cartas para concluir que «todos los

escritos inéditos o publicados [...] dejan translucir la forma como lo consideraban sus

contemporáneos, quienes observaban en Guilleragues erudición y gusto, humor y sensibilidad [...]

la sintaxis, vocabulario y ritmo que se encuentran en su estilo son suficientes para reconocer la

paternidad indiscutible de las Cartas portuguesas»49(!?).

Ahora bien, Bray y Landy-Houillon, en su citado trabajo, responden a la pregunta obvia

de por qué Guilleragues nunca reclamó la autoría de las Cartas, siendo, como fueron, un éxito y

habiendo hecho registrar su nombre como autor. Sobre todo, estando él tan necesitado de

trabajo (y de dinero). La respuesta de los dos estudiosos es que, primero, la obra tomó vuelo por

sus propios méritos y se hubieran destruido el encanto y el picante que tenía; la gente hubiera

perdido el interés, no estando acicateada por el morbo de la pluma de una religiosa pecadora. Y

46

[Mariana ALCOFORADO] Letters from a Portuguese Nun: Written in the Year 1667 by Mariana Alcoforado. Londres, Hamish Hamilton, 1956. Traducción de Lucy Norton e introducción de Raymond Mortimer. 47 Natascha WÜRZBACH. p. 5. 48 GUILLERAGUES. Chansons et bons mots. Valentins. Lettres portugaises. Ginebra, Librairie Droz, 1972. Introducción, notas y glosario por Frédéric Deloffre y Jacques Rougeot.

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segundo, que Guilleragues había obtenido un puesto como secretario del rey (de la cámara y del

gabinete del rey): si reconocía ser el autor, perdía su cualidad de discreto y confidente. Débil

argumento. ¿Qué sentido tiene registrar una obra, que resulta exitosa, para no reclamar su

autoría?

Bray y Landy-Houillon declaran que la obra es una ficción, pero, paradójicamente y

siguiendo a Spitzer, hacen un análisis profundo de la psicología femenina: ®En las Cartas

portuguesas, todo el interés está centrado en la mujer, en la psicología sobre la que ella misma se

complace en rendir cuentas “hasta en sus más mínimos movimientos” [...] Como lo ha mostrado

Spitzer, en las Portuguesas cada carta marca el acto de un drama, de una tragedia» 50.

Al igual que Deloffre51, analizan la Primera Carta y dicen que el «Considère, mon

amour... » se refiere al propio amor de Mariana por Chamilly y no a él. Que por eso tutea en las

primeras líneas y después pasa al “usted” (!?). Dicen también que es un monólogo digno de

Corneille, contemporáneo de Guilleragues. Otro matiz que tientan es el del tiempo: dicen que en

una carta se esperan referencias temporales -de ayer, del lunes, del martes...-, pero que en las

Cartas de Mariana no se encuentran (!?). Qué se van a encontrar, si lo que hubo fue un abandono

total y un alejamiento cruel. Mal podría referirse a la cotidianidad del convento, cuando el

problema eran ¡el olvido cruel y el abandono indolente! Me parecen contradictorios los

argumentos de Bray y Landy-Houillon. Por ejemplo, dicen ®En efecto, la práctica epistolar de

Mariana sólo una vez tiene el sentido de una ruptura consumada; es el vacío el que provoca la

escritura; el presente de quien escribe cartas no se compone de otra realidad distinta a la misma

49 Ibid., p. 93. 50 BRAY y LANDY-HOUILLON. Op. cit., p. 28. Las citas son traducciones mías. 51 Lettres portugaises, suivies de Guilleragues par lui-même. París, Éditions Gallimard, 1990. Edición de Frédéric Deloffre.

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de estar escribiendo¯52. Y agregan: ®Aunque “nada hay más difícil que escribir lo que no se

siente” (Laclos), las palabras pueden engañar¯53.

Insisto en la debilidad de los argumentos. Arriba dije que Bray, Landy-Houillon y Spitzer

hacen un análisis de la psicología femenina a partir de las Cartas; esto delata un reconocimiento

consciente o inconsciente de la autoría de una mujer. En un artículo titulado “Treize propos sur la

lettre de amour”54, Bernard Bray menciona trece posibles intenciones de las cartas de amor. Lo

que pretende es describir las características de las cartas amorosas, como textos que responden a

hechos sucedidos. Pues bien, si yo tratara de mostrar las características de lo que es una carta de

amor real, buscaría los rasgos específicos de algunas de ellas. Si, por otro lado, deseo verificar

qué tan buen escritor es alguien que “simula” la pasión amorosa de una mujer, compararía su

ficción con los rasgos de cartas reales. No lo haría al revés. No partiría de algo que considero

ficción para determinar las características de la realidad. Bray, en el mencionado artículo, toma

precisamente unas cartas que en todas las formas y con insistencia ha dicho que son una ficción,

para destacar los elementos constitutivos que debe tener el hecho real epistolar. En dos de los

“Treize propos”, menciona las Cartas de Mariana: bajo el subtítulo o intención “Lieux de rève”

(“lugares conmemorativos”), dice: «Se puede también mencionar un “lugar conmemorativo” que

surge de un recuerdo común; así, “...le balcon d'où l'on voit Mertola” en las Lettres

portugaises y la celda de la religiosa tienen esta función de anclaje realista»55; y bajo el subtítulo o

intención “De l'action”, dice: «En la carta de exigencia amorosa se encuentran implicados un

autorretrato complaciente y una autovaloración [...] la escritura amorosa, y no sólo esa de

52BRAY y LANDY-HOUILLON. Op. cit., p. 36. 53Ibid., pp 53-54. 54 Bernard BRAY. “Treize propos sur la lettre d'amour”. Cahiers Textuel, Nº 24 (París, junio de 1992). Pp. 9-17. Las traducciones de este artículo son mías. 55 Ibid., p. 12.

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Mariana y de sus “continuadores” del “estilo portugués”, procede, en efecto, de una tendencia

narcisística»56. Aquí Bray, como ya lo dije, toma las Cartas de Mariana para ilustrar las

intenciones de una carta de amor real. Creo que, si según Bray y Landy-Houillon, las Cartas de

Mariana son ficción, entonces mal pueden servir de ilustración en este caso. El propio Bray

reconoce lo esencial de la existencia de un sentimiento verdadero: «¿Por qué reclamamos, por lo

tanto, la originalidad de sus expresiones? Porque la carta de amor, como debe ser, no habla sino

de amor; no dice del amor sino lo acompaña, lo precede, lo comenta, lo añora¡Error! Marcador

no definido.»57.

Otro de los trabajos recientes que he consultado es el de Frédéric Deloffre, en su

presentación de Lettres portugaises, suivies de Guilleragues par lui-même (1990), que recoge

todos sus trabajos anteriores sobre Guilleragues y su obra en compañía de Jacques Rougeot. En

este libro, Deloffre hace un estudio comparado de las Cartas con los Valentins, publicados en

agosto de 1669, y con sus cartas posteriores a 1669 (es decir, posteriores a 1675; ¿por qué no

comparan con las cartas anteriores a la publicación de Lettres portugaises?). Dicho estudio es

sin duda interesante, pero no puede ser concluyente: obviamente, si un escritor se dedica también

a la traducción, es muy probable que su estilo se vierta en los textos traducidos. Por lo tanto,

encontrar similitudes en los documentos de Guilleragues con fecha posterior a las Cartas y tratar

de demostrar así la autoría de las mismas, es, por decir lo menos, tautológico.

De cualquier modo, el debate que concluye con la paulatina “resurrección” de

Guilleragues (en todo caso menos vivo que la propia Mariana), deja sus frutos en buena parte de

la trayectoria editorial de las Cartas, en especial la inglesa. La Biblioteca del Congreso de los

Estados Unidos registra 56 títulos relacionados con las Cartas o traducciones de las mismas, de

56 Ibid., p. 13.

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los cuales tres aparecen bajo el nombre de Mariana Alcoforado. Hay una nota que atribuye a

Gabriel-Joseph de Lavergne Guilleragues la autoría de las Cartas y la mayoría de esas

publicaciones están registradas bajo su nombre, incluida, por ejemplo, la versión de Lello &

Irmao de 1914, que se publicó con el nombre de Soror Mariana como autora. La Biblioteca de la

Universidad de Harvard registra 73 títulos, que incluyen traducciones al alemán, francés, hebreo,

holandés, inglés, italiano, portugués, finlandés y ruso, y todos, con excepción de uno, figuran a

nombre de Guilleragues. En las notas que aparecen en algunas de estas fichas bibliográficas

aparecen dos menciones sobre la autoría de Guilleragues: una, al referirse a los textos publicados

por Barbin y a la publicación hecha en La Haya en 1716 por los hermanos Van Dole, dice que

estas Cartas se atribuían a Mariana Alcoforado «hasta el descubrimiento del privilegio real

original, en el cual se indica que Guilleragues es el autor y no el traductor de las doce cartas»58. La

segunda mención es una similar a la anterior y se encuentra en la ficha bibliográfica de la

publicación de F. Deloffre y J. Rougeot, en París, 196259.

No me cabe la menor duda, al respecto de todas estas escaramuzas editoriales, que

alrededor de Mariana, de sus Cartas e inclusive de Chamilly, se quiso tender un manto de silencio

y se intentó eliminar todo rastro que pudiera poner en evidencia los hechos de que se ocupan las

Cartas. Parece ser que la familia Alcoforado fue tan poderosa que casi borró toda referencia a los

amores sacrílegos de Mariana y a ella misma. Se logró este silencio a tal extremo, que mientras en

toda Europa aparecían las Cartas en varios idiomas y se registraban entre los libros prohibidos, en

Portugal ni siquiera se hacía referencia a ellas en los registros de la historia literaria, como la

57 Ibid., pp 9-10. 58 La nota aparece en la ficha bibliográfica de Lettres d'amour d'une religieuse portugaise écrites au chevalier de C., officier françois en Portugal. La Haye, Chez les Frères van Dole, 1716. También hace referencia a la Encyclopaedia Britannica, 1972. Vol. 1, p. 540. Las doce cartas son las cinco de Mariana y las siete “respuestas”.

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Biblioteca Luzitana de Barbosa Machado; es decir, no existían. Si las Cartas hubieran sido

consideradas un fraude, al menos habrían sido mencionadas en ese sentido, ya que, como dice

Cordeiro, «la Inquisición y la Censura no eran positivamente una leyenda».

Hay múltiples indicios, como he dicho, en lo tocante a fechas, a hechos históricos, a

costumbres, a geografía, a estilo y descuido en la escritura del texto en francés, que permiten

descartar la idea de una ficción literaria y más bien reforzar la hipótesis de una traducción. Más

aún, si las Cartas hubieran sido escritas por un literato, esas fallas de estilo y de descuido en su

escritura posiblemente no habrían ocurrido, o, por lo menos, no hubieran sido tan protuberantes,

como lo señala De Sousa. En cambio, las siete cartas apócrifas que fueron publicadas con

posterioridad a las cinco que vieron la luz en enero de 1669, guardan un estilo literario tal, que

delatan la mano de un escritor refinado60.

Por otra parte, al leer las Cartas se percibe un halo de intensa intimidad que sólo se

espera encontrar en un diario personal o en una carta dirigida a una persona a quien se ama o a

quien se le tiene mucha confianza. Para este análisis no es necesario hacer una investigación

exhaustiva. En el texto de las Cartas no hay descripciones de un país extraño, como para interesar

al lector francés, ni detalles de cómo se encontraban los amantes o cómo entraba Chamilly al

convento. Casi se puede pensar que Mariana hablaba en clave, puesto que todo el contexto se

conocía entre ellos; no hay detalles, ni datos, ni descripciones. Por ejemplo, se menciona casi en

forma tangencial e indirecta el hecho central que ocurría alrededor del convento en esos años: la

guerra contra España. Le habla de la oportunidad que le brinda su hermano de poderle escribir,

sin dar detalles; algo similar ocurre cuando menciona al hermano y a la cuñada de Chamilly. Son

59 La nota aparece en la ficha bibliográfica de Lettres portugaises, Valentins et autres oeuvres . París, Garnier Frères, 1962. Introd. y notas de F. Deloffre y J. Rougeot.

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unas Cartas sencillas e ingenuas, sin elaboración; su mayor virtud literaria es la espontaneidad.

Este toque de intimidad queda condensado en una frase de la Segunda Carta: «Escribo más para

mí que para ti».

Por último, si, como lo indico más adelante, la vida en los conventos de la época era

bastante relajada y esto ocurría en toda Europa, no debía esperarse que los amores de una monja

dentro de un convento llamaran tanto la atención, como para escribir una ficción, basada, además,

en un contexto de un país extranjero: con seguridad en la misma Francia tendrían muchos

ejemplos a la mano. Tampoco debe olvidarse que en la época estaba de moda publicar cartas

íntimas, inclusive amorosas; de hecho hubo siete cartas apócrifas que se publicaron a continuación

de la edición de Barbin, y unas respuestas, también apócrifas. Basta también mencionar las de la

señora de Sevigné, las de la señorita De Launay, llamada por Sainte-Beuve “La Brúyere

femenina” y por Eugenio Crépet “La Rochefoucauld femenina”61, las de la señorita Aissé, las de la

señorita de Lespinasse o las de la señora de Deffand al caballero D'Aydie y todas las estudiadas

por Bernard Bray e Isabelle Landy-Houillon en su libro citado. Ante este panorama, ¿cuál fue la

causa del estruendoso éxito de las Cartas en toda Europa y, hasta hoy, en todo el mundo? En mi

opinión, fueron precisamente su sencillez (¿candor pasional?) y su tono ardiente y apasionado la

causa indiscutible de ello.

Además de lo cual, hay una observación de Cordeiro, entre muchas otras, que induce a

pensar en la autenticidad de las Cartas: si hubiera sido una calumnia el atribuirle a Mariana

Alcoforado, monja franciscana, la redacción de las Cartas, era de esperar que la sociedad

portuguesa, la Iglesia y, en particular, una familia tan poderosa como los Alcoforados,

60[ALCOFORADO] Lettres portugaises . Pp. 13-42. El texto introductorio de De Sousa hace un detallado análisis de las Cartas de Mariana y de las siete adicionales. 61 CORDEIRO. Op. cit., p. 15.

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protestaran contra una odiosa falsificación que involucraba a una religiosa de Portugal. Esto habría

desenmascarado a los impostores y desbaratado la ominosa calumnia. Pero el silencio que se

guardó obedecería, entre otras cosas, al fuerte «empeño en callar ese escándalo, que debía

mortificar profundamente a una familia poderosa y estimada»62.

Las ediciones españolas son pocas en relación con versiones en otras lenguas, como la

francesa, la inglesa y la portuguesa. Ya se dijo que la primera se hizo en 1894, es decir que fue

bien tardía. Yo he identificado y estudiado dos del presente siglo: la traducción de Castaño, ya

mencionada, y la publicada en el llamado “libro de las tres Marías”. En 1975, María Isabel

Barrero, María Teresa Horta y María Velho da Costa63 hicieron un experimento literario

interesante, con un toque feminista: a partir de las Cartas de Mariana, escribieron las Nuevas

cartas portuguesas, libro que incluye una versión de las Cartas de la monja, traducidas por

Pedro González-Blanco, siguiendo el orden y la forma pronominal de la traducción de Cordeiro,

esto es, tratando a Chamilly de “tú” en las cuatro primeras Cartas y de “usted” y “señor” en la

quinta. En la Primera Carta falta una frase que según mi traducción dice: «¡Adiós! No puedo

deshacerme de este papel que ha de ir a tus manos»; y en el portugués de Cordeiro: «Adeus: não

posso resolver-me a largar este papel para que vá cahir-te nas mãos»64.

Francisco Castaño, en su traducción que es de 1987, dice en nota de pie de página: «Por

si algún lector hubiera sufrido el accidente de leer la versión española (la única de la que tenemos

noticia) editada por Grijalbo en 197565, que reproduce la hecha en México en 1951 y ambas la

española de don Pedro González-Blanco, nos sentimos en el deber de advertirle que, tanto en la

62 CORDEIRO. Op. cit., p. 83 63 María Isabel BARRERO, María Teresa HORTA y María VELHO DA COSTA. Nuevas cartas portuguesas. Madrid, Grijalbo, 1975. Incluye las “Cartas de amor de la Monja Portuguesa”, traducidas por Pedro González-Blanco, pp. 339-377.

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traducción donde enfatiza el texto hasta el ridículo, añadiendo epítetos o suprimiéndolos, cuando

no frases enteras, como en el desorden de las cartas y en el exceso de estéril erudición del

prólogo, es toda ella un lejano eco, distorsionado e infiel, del armónico sonido original»66. Debo

reconocer que los traductores portugueses sí “maquillaron” el texto francés, que según Dorat,

mencionado por De Sousa, estaba muy mal escrito67; unos escribieron en lenguaje muy florido,

otros no tanto. Cordeiro, por ejemplo, añade el nombre de Mariana en la Primera Carta, como si

ella la firmara, lo cual no sucede en el original francés.

Parece que Castaño hizo la traducción directamente del francés y resulta curiosa la

manera de traducir un pasaje de la Quinta y Última Carta; dice:

... normalmente, una religiosa apenas es digna de ser amada. Sin embargo, me parece que si somos capaces de razonar sobre las elecciones que hacemos, deberíamos comprometernos con ellas más que con las demás mujeres. Nada les impide pensar constantemente en su pasión, no las distraen mil cosas que disipan y ocupan en el siglo. Me parece que no es muy agradable ver a las que amamos siempre distraídas por mil bagatelas [...] Estamos sin cesar expuestos a nuevos celos.68

Esta manera de traducir induce a pensar que es un hombre quien habla; sin embargo, el

texto en francés dice:

64 CORDEIRO. Op. cit., p. 262. Según el texto de José María de Sousa, la versión francesa de 1669 dice: «Adieu, je ne puis quitter ce papier, il tombera entre vos mains» ([ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 88. 65 Debe de referirse a: Mariana de ALCOFORADO. Cartas de amor. Barcelona, Grijalbo, 1975. 66 ALCOFORADO. Cartas de la monja portuguesa. Pp. 15-16. El lector podrá comparar mi versión española con la portuguesa de Cordeiro, que aparece en esta edición, y juzgar a este respecto. Ahora bien, parece que Castaño no conoce el trabajo de Cordeiro. Así mismo, Bray y Landy-Houillon lo desconocen, o lo conocen de segunda mano; esto es, que lo desprecian, lo subestiman, pues ni lo citan ni lo mencionan, a pesar de que Deloffre y Rougeot, Green y Spitzer sí se refieren a él. 67 [ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 42. M. Claude-Joseph Dorat hizo una “imitación” de las Cartas en verso. Se publicaron en 1770 en La Haya, como Lettres d'une chanoinesse de Lisbonne à Melcour, officier françois, precédees de quelques réflexions. 68 ALCOFORADO. Cartas de la monja portuguesa. P. 51.

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... je comprends bien qu'une religieuse n'est guère aimable d'ordinaire. Cependant, il semble que si on était capable de raison dans les choix qu'on fait, on devrait plutôt s'attacher à elles qu'aux autres femmes. Rien ne les empechê de penser incessamment à leur passion: elles ne sont pas détournées par mille choses qui dissipent et qui occupent dans le monde. Il me semble qu'il n'est pas fort agréable de voir celles qu'on aime, toujours distraites par mille bagatelles [...] On est sans cesse exposé à de nouvelles jalousies. 69 El texto francés habla en tercera persona y no en primera del plural, como lo tradujo

Castaño. Esto es sospechoso, en cuanto a que puede haber existido algún prejuicio acerca de que

quien escribió las Cartas haya sido un hombre (Guilleragues). Prejuicio basado en las

conclusiones de Bray y Landy-Houillon, texto en el cual se basa Castaño para hacer su

traducción del francés y para escribir su nota introductoria.

De los cincuenta y seis ejemplares de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

hay veinticinco publicados en el siglo XX, de los cuales dos son en español: una traducción de

1949, realizada por Braulio Arenas y publicada en Chile bajo el título de Cartas portuguesas, y

otra publicada en Madrid, en 1984, por Turner, bajo el título Cinco cartas de amor. Deloffre

registra la traducción de Enrique Badosa, Cartas portuguesas, Madrid, 1963. Esto significa que

podemos hablar, por lo menos, de ocho versiones en español, incluyendo la primera del siglo

pasado y las tres mencionadas por Castaño, sin referencia bibliográfica. Hay una versión con

título en francés publicada en Buenos Aires en 1941, por J. P. Kramer, pero no hay indicación de

que haya texto en español en esa edición. De los setenta y tres ejemplares de la Biblioteca de la

Universidad de Harvard, cuarenta son del siglo XX y no hay ninguno en español.

69 [ALCOFORADO] Lettres portugaises . Pp. 202 y 204. No olvidar que, puesto que los textos en otra lengua están bastardillados, aquí los énfasis se marcan en redondas.

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Cabe anotar que dos de las versiones revisadas por mí y publicadas en este siglo (la de

Lello & Irmao Editores y la traducción al alemán de Rilke70) respetan el orden que aparece en

Cordeiro, que es el mismo que sigue el traductor español Pedro González-Blanco. Así mismo,

ambas versiones mantienen un tratamiento pronominal de intimidad a lo largo de todas las Cartas

(Mariana tutea a Chamilly hasta en la Quinta y Última Carta), apartándose de la propuesta de

Cordeiro, como se verá más adelante. También conviene anotar que F. Bergemann, quien

escribió el epílogo de la edición alemana, ya mencionada, conoció el trabajo de Cordeiro y

registra el trabajo del escritor danés Karl Larsen donde «con todo detalle presentó [...] la historia

de la vida y el amor de dicha monja en un fino libro traducido por Mathilde Mann: Sor Mariana y

sus cartas de amor71».

Aunque se han publicado muchos comentarios que tratan de poner en duda que las

Cartas hubieran sido escritas en portugués y por Mariana, hoy, después de estudios

documentales, históricos, de costumbres, de estilo y de lingüística, como el de Cordeiro, nadie

debería pensar que no haya sido así. A mi juicio, y a pesar de todo, las Cartas son auténticas,

fueron escritas por Mariana y dirigidas a Chamilly.

70 [Mariana ALCOFORADO] Portugiesische Briefe. Leipzig, Im Infel-Verlag, 1913. Traducción de Rainer María Rilke y epílogo de F. Bergemann. 71 [ALCOFORADO] Portugiesische Briefe. Pp. 45-46. Agradezco a Mara Peñate su colaboración en la lectura del texto en alemán.

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«...me gusta todo lo que hice por ti, contra todas las reglas del decoro»

Del siglo VIII al siglo XVI ocurre en la península ibérica el ciclo de la Reconquista y

surgen los reinos de Asturias, León, Castilla, Aragón, Navarra, Cataluña y Portugal. Cuando

muere el rey Sebastián de Portugal, en Alcazarquivir, en 1578, Portugal pasa a depender, en

1580, de Felipe II de España. A principios del siglo XVII se sublevan Cataluña, Portugal,

Andalucía, Aragón, Nápoles y Sicilia. La revuelta de Portugal no puede ser sofocada y en 1640,

gracias al apoyo de Francia, y en particular del cardenal Mazarino, se rompe la unidad ibérica,

cuando sube al trono de Portugal la Casa de Braganza. Francia envía tropas a Portugal para

apoyar la revuelta contra España; con el ejército francés, llega Chamilly a Beja, que estaba en el

ojo del huracán. Había mucho movimiento de tropas y allí cerca acampaban. El Marqués General

Marialva, ante las quejas recibidas por los desacatos y los comportamientos violentos de la tropa

contra las iglesias y los conventos, decía impotente: «¿qué puedo hacer con naciones tan bárbaras

como las que componen este ejército?»72. Pero era inevitable la presencia de tropas extranjeras;

la lucha contra España exigía alianzas con países como Francia, para compensar el poderío militar

español. La guerra se mantiene hasta la firma del tratado de paz en Francia, en Aix-la-Chapelle, el

2 de mayo de 1668. Este hecho lo menciona Mariana en la Cuarta Carta y es un dato clave en la

determinación de la autenticidad de estos textos epistolares.

En este contexto, también es importante mencionar la situación de la mujer en los siglos

XVI y XVII y en particular el de las monjas. Para ello me basaré en el libro La vida de las

mujeres en los siglos XVI y XVII, de Mariló Vigil73, y en las observaciones de Cordeiro.

72 CORDEIRO. Op. cit., p.150. 73 Mariló VIGIL. La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII. Madrid, Siglo XXI, 1986.

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Para esa época las normas sociales preveían sólo cuatro estados posibles para las

mujeres: doncella, casada, viuda o monja; y las características de la condición de mujer y en

particular de la doncella, eran «la obediencia, la humildad, la modestia, la discreción, la vergüenza,

el retraimiento, etc.»74. El acceso de la mujer al conocimiento era limitado y controlado por los

varones y la educación de las niñas se confiaba a las monjas. Vigil cita a Alonso de Andrade, al

hacer referencia a los consejos que éste propone para educar a las doncellas: «...lo que aconsejo

es que, en destetándola [...] la envíes luego [...] a un monasterio. Sálganle los dientes en la

religión, y [...] críese en un convento [...] de esta suerte te librará del cuidado de guardarla,

porque sin duda te está mejor sufrir su ausencia que cuidar de su educación»75.

Es posible concluir que el estado monacal era la forma más adecuada que tenían las

mujeres de la época para realizarse como personas. Lo que aparentemente era un suplicio o una

restricción, en la realidad podía convertirse en un estado de liberación, tanto intelectual, como

espiritual y material.

Dentro de los conventos se reproducía la jerarquización social de la época. De modo que

las de abundante dote podían disponer de servidoras, que algunas veces provenían de fuera; al

interior de los conventos, pues, se trasladaban los conflictos de clase. Aquéllas de mejores dotes

hacían valer sus privilegios sobre las otras. Inclusive había diferencias en los vestidos, entre otras

cosas porque los conventos no podían costear los hábitos de las monjas.

En el Convento de la Concepción de Beja, rodeado de una gran agitación, de un área

llena de soldados, aventureros y extraños, había dos clases de alojamientos: unos dormitorios

comunes en pequeñas celdas, construidas a lado y lado de un gran salón, y los cuartos en casas

separadas e independientes, donadas, algunas, por las familias de las novicias ricas, como fue el

74 Ibid., p. 18.

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caso de Mariana. A estas viviendas, las monjas de la época las llamaban “sus casas”. En los

conventos había balcones, ventanas, terrazas y miradores donde las monjas se distraían mirando

el paisaje, que era lo menos que podían hacer, pero también que permitían un acceso, más o

menos expedito, a las celdas o cuartos de las religiosas. Todo esto hacía relativamente fácil burlar

las reglas sobre vigilancia establecidas en las Constituciones de la Orden. Para tener una idea de

la libertad e independencia de algunas monjas, basta anotar que en el obituario de una de las

compañeras de Mariana, mencionado por Cordeiro, se narra que vivía día y noche en la casa que

mandó a construir, de la cual «sólo salía para el coro y los maitines de media noche y para asistir

a las enfermas»76. La población en el convento era variada y abundante; en el Convento de la

Concepción había en 1628 «doscientas once mujeres entre monjas y sus servidoras, cinco frailes

con sus mozos de servicios y muchas mujeres»77 de fuera y otras personas encargadas de oficios

varios. Durante la guerra, esta población debió de aumentar.

Es posible que a los conventos entraran mujeres sin vocación por múltiples razones: para

educarse, por soltería pertinaz, porque sus padres no las podían atender -como fue el caso de

Mariana y su hermana menor-, por orfandad o por falta de capacidad económica para dar la dote

matrimonial. En la época, las familias debían entregar dote para el matrimonio de las hijas; cuando

entraba al convento entregaban una cantidad menor. Sin duda muchas profesaban voluntaria y

conscientemente: con la aquiescencia de sus padres o enfrentando la oposición familiar. De

manera que éstas convivieron durante siglos con aquéllas obligadas a profesar o que profesaban

los votos como un mal menor. Las que llegaban contra su voluntad generaban una actitud de

abierta rebeldía o de resentimiento. No parece ser éste el caso de Mariana, aunque ella se

75 Ibid., p. 57. 76 CORDEIRO. Op. cit., p.180. 77

Ibid., p.181.

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quejaba de la «mediocridad de [su] condición¡Error! Marcador no definido.». Hubo mujeres

que eligieron recluirse huyendo de matrimonios impuestos por sus padres con hombres a quienes

no querían. En los conventos se adquiría una posición social superior a la de soltera, comparable

con la de casada. Por eso es comprensible que un considerable número de mujeres procedentes

de clases medias o altas prefiriera los votos a un matrimonio con cualquiera por imposición

familiar. Las que profesaban solían llamarse a sí mismas “esposas de Cristo” y esto, creo yo, les

daba la ilusión de pertenecer a una clase privilegiada.

Muchas veces el ingreso al convento producía traumas emocionales: los libros de la época

mencionan frecuentemente el «mal de melancolía» y la «enfermedad de la tristeza»78, que tenían

graves repercusiones en la vida comunitaria. Bernardino Villegas, citado por Vigil, dice que las

monjas son «pajarillos recién enjaulados [...] Así parece que hallándose como enjauladas por

fuerza, y encarceladas violentamente [...] tratan siempre de salirse, si no con el cuerpo (que esto

es ya imposible) por lo menos con el alma, y con el corazón»79.

Como la costumbre era, según lo mencioné arriba, educar a las niñas en los conventos,

muchas veces quedaban a cargo de monjas de la familia y vivían en las mismas celdas con ellas;

por lo general, esto ocurría cuando quedaban huérfanas o desamparadas. Había situaciones

aberrantes. Por ejemplo, a la hermana menor de Mariana la recluyeron desde los tres años y

quedó a su cuidado. A veces las niñas eran presionadas a profesar los votos; para evitarlo, el

Concilio de Trento (1545-1563) había ordenado que no se pudiera ingresar a la Regla antes de

los dieciséis años y que nadie fuera forzado a ello. Era en realidad monstruoso, por lo menos a

nuestros ojos de hoy, lo que se esperaba de una niña de dieciséis años cuando profesaba sus

votos: las Constituciones exigían que antes de hacerlo se le advirtiera a la novicia sobre «todas las

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asperezas y ejercicios de la Religión para que con madura deliberación juzgase si le conviene

tomar el hábito»80.

Haga el lector una composición de lugar con esos conventos llenos de jóvenes

encerradas, enterradas en vida entre esas paredes frías, en medio de una áspera soledad y

asistiendo, desde sus ventanas, al espectáculo de la ávida soldadesca que rodeaba el convento...

78 VIGIL. Op. cit., p. 223. 79 Ibid., pp. 224-225. 80 CORDEIRO. Op. cit., p. 200.

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«...aquí no había visto sino gente adusta» La situación de desorden y relajamiento de las costumbres en los conventos de la Europa

del siglo XVII está ampliamente documentada81. Sólo haré referencia a lo que mencionan Mariló

Vigil y Henri Daniel-Rops82.

En la primera mitad del siglo XVII -el gran siglo de las almas, al decir de Daniel-Rops- se

presentaron grandes cambios y contrastes: a la vez que florecían conventos y misiones y se

reemplazaba la costumbre de comulgar rara vez, por la de comulgar con frecuencia, campeaban

la corrupción, el desorden, la lujuria y el libertinaje.

La corrupción y el desorden se presentaron con más frecuencia en el clero regular

(religiosos que viven en comunidad) que en el secular. Tal reflexión se confirma en dos testimonios

importantes mencionados por Daniel-Rops: «...el del P. Faure, reformador de Saint-Vincent-de-

Senlis, que nos dice: “Era un lugar donde ya no aparecían las señales de la religión y de la

santidad, y donde los juegos, los festines y las canciones disolutas eran las ordinarias diversiones

de los religiosos”». Y el del jesuita P. Polla, acerca de las religiosas de la Déserte de Lyon:

«Apenas queda costumbre alguna de vivir en comunidad, ni ninguna clase de clausura; el hábito

con que aquellas mujeres se vestían no las diferenciaba de las damas del mundo; todo lo que en

81 Esto ocurría no sólo en Europa, sino también en América. Ver, por ejemplo, en: Indalecio LIÉVANO AGUIRRE. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá, Ediciones Nueva Prensa [1964]. Tomo II, pp. 89-90; y Jorge JUAN y Antonio ULLOA. Noticias secretas de América. Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1993. P. 492. Éstos últimos, en su informe presentado al rey Fernando VI (1713-1759), mencionan su sorpresa por el «increíble relajamiento a que había llegado el clero americano». Éste es un relato interesante, que muestra el estado de corrupción en todos los estamentos, civiles y religiosos, políticos y privados que existía en América (Perú, en particular) a comienzos del siglo XVIII, lo cual sería un indicio de que la corrupción en América Latina es secular y ancestral. Sería interesante estudiar si en alguna época estos países han dejado de ser corruptos. Hay un capítulo que se dedica a «describir la conducta desordenada de los clérigos y de los miembros de las órdenes religiosas». La situación en el Nuevo Reino -según Liévano- a principios del siglo XVII, había llegado a límites tan alarmantes, que el arzobispo Lobo-Guerrero decidió acudir al Rey para solicitar una medida excepcional, a fin de prestar atención a las misiones abandonadas por los clérigos regulares y las órdenes monásticas. 82 Henri DANIEL-ROPS. L'Église des temps classiques . París, Librairie Arthème Fayard, 1958. Hay traducción al español: La Iglesia de los tiempos clásicos. Barcelona, Luis de Caralt, 1959. Traducción de Francisco José Alcántara. Todas las menciones a Daniel-Rops se refieren a la edición española.

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ellas quedaba de observancia se reducía a reunirse en la iglesia cuando les venía en gana y cantar

lo que les parecía; era difícil saber si se trataba de religiosas o no». No es exclusivo de la ficción

literaria que «las monjas organicen reuniones galantes en los conventos [y] que los religiosos se

dediquen a callejear y pingonear [...] Las calamidades de la guerra, extranjera o civil, añaden

nuevos desórdenes a los ya habituales. Lo sorprendente es que no sean más numerosos y que

existan tantas excepciones»83.

La circunstancia que rodeaba los amores de Mariana y Chamilly era precisamente ésta:

Beja estaba en una zona agitada por la guerra contra España y los conventos eran prácticamente

asediados por la tropa.

El amor cortés que se practicaba en los locutorios estaba muy generalizado durante todo

el siglo XVII y de hecho se toleraba. Sin embargo, se mantuvo una estrecha, aunque inútil,

vigilancia por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas, para evitar desviaciones

protuberantes. Al entrar las doncellas a tan temprana edad a los conventos, se enterraban con

ellas todas las ilusiones y el papel de dama adorada por sus amantes -situación característica del

amor cortés- era muy adecuado para las monjas, puesto que su representación no exigía el

matrimonio e incluía cierta dosis de clandestinidad. De modo, pues, que ese papel era muy bien

teatralizado por ellas.

Una nutrida «flora donjuanesca» frecuentaba los locutorios de los conventos durante los

siglos XVI y XVII. Según Vigil, «el tipo del cortejador de monjas fue usual en esta época. Tenían

acceso a los locutorios, unas veces solos y por sí mismos, y otras, como acompañantes de los

parientes de las religiosas»84. Por las Cartas de Mariana y otros documentos históricos, se sabe

que su hermano Balthazar y Chamilly eran amigos y con seguridad fue por conducto de él que

83 Las tres citas en: Ibid., pp. 96-97.

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Mariana y Chamilly se conocieron. Los cortejadores se hacían pasar por “devotos” de la bondad

de las monjas que visitaban y aficionados a sus pláticas piadosas. En ocasiones, estos donjuanes

fingían ser poetas que cantaban y declamaban motetes, villancicos y otras composiciones rimadas.

Asistían a misa y a otros actos de culto, que se celebraban en los monasterios. Cuando no podían

llegar a los locutorios subían a los miradores y brujuleaban entre las estrechas ventanas de las

torrecillas. Esta situación permitía intercambio de correspondencia, desde cortas notas hasta

extensas cartas de amor entre las monjas y sus cortejadores.

No se necesita hacer gala de una extraordinaria imaginación para recrear lo que allí

ocurría: había desde amores encerrados entre frías rejas, llenos de culpas y disimulos, susurros

escondidos y carreras desenfrenadas hacia las ventanas, hasta citas silenciosas y furtivas,

amparadas por el oscuro manto de la noche en las celdas o en los confesionarios, raptos,

escalamiento de tapias por oficiales militares, acostumbrados a aventuras osadas, como en

cualquier ataque guerrero. Este juego les encantaba a las monjas. Se intercambiaban regalos: ellas

les preparaban dulces y pastelitos; ellos les regalaban pequeñas alhajas, dedicatorias de versos

almibarados, etc.

Aunque en estos juegos participaban los confesores de las monjas, no se puede

generalizar y decir que la mayoría de ellos eran unos estupradores o unos depravados. Pudieron

existir, sin duda, pero también hubo figuras cimeras como fray Juan de la Cruz, cuyas cartas tanto

a monjas como a seglares eran excepcionales, no sólo por su valor espiritual, sino por su valor

literario. Por otro lado, no se puede pensar que los conventos femeninos estuviesen llenos de

cándidas palomas. Dice Vigil: «Aunque se dieron casos de abusos sexuales de frailes con monjas,

de todas formas no creo que fuera tan habitual como se ha dado a entender. Y las relaciones que

84 VIGIL. Op. cit., p. 241.

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hubo, posiblemente, en buena medida fueron consentidas y queridas por ellas»85. Vigil se extiende

en numerosos testimonios sobre los escándalos en los conventos y en especial en los femeninos;

inclusive sugiere que si bien no están documentados, debían de existir casos de lesbianismo. La

inexistencia de referencias precisas sobre este punto se debería a que en la época no se le daba

importancia a la homosexualidad femenina. Aclara que «no hay que pensar que estas formas de

comportamiento eran algo específico de los conventos; las mismas no se pueden atribuir sin más a

que hubiera relajación en la Iglesia, sino que formaban parte de la vida cotidiana de la sociedad

española de la época»86.

A pesar de todo, se hacían grandes esfuerzos para que se cumpliera a cabalidad la regla

de Dios. Esta batalla la libraron abadesas jóvenes que se entregaron celosamente a la reforma,

enfrentándose a aquellas «monjas de faldas de tafetán, perifollos y roquetes, que con tanta

negligencia tomaban la clausura y rivalizaban en joyas, cuando no en amantes»87. Lucharon,

venciendo todas las resistencias, para rescatar la observancia de los tan abandonados votos.

Así las cosas, Mariana escribió y actuó con entera libertad; si no, ¿cómo se explica que

una monja en clausura pudiera escribir lo que Mariana Alcoforado escribió? Que escribiera, por

ejemplo: «Si pudiese salir de este aburrido convento, no esperaría en Portugal a que cumplieses

tus promesas... Partiría sin pudor a buscarte, seguirte y amarte por todo el mundo [...] Estoy

segura de que hallaría en este país un amante más fiel... pero, ¿quién podría hacer que me

enamore y vuelva a amar otra vez?».

Este relajamiento era cierto, pero debía de existir un mínimo pudor que obligara, por lo

menos, a disimularlo. Debo confesar que, a pesar de los abundantes testimonios sobre la

85 Ibid., p. 237. 86 Ibid., p. 229. 87 DANIEL-ROPS. Op. cit., p. 97.

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conducta en los conventos de la época y de que estoy convencido de que Mariana escribió las

Cartas, no puedo evitar hacerme algunas preguntas: ¿cómo era posible también que sus hermanas

de religión le hablaran del amante pérfido e infiel? ¿Cómo se permitía que ella recibiera una

correspondencia tan demoledora?: Mariana le respondía al caballero de Chamilly que, tras leer

una de sus notas, «tan abatida quedé por esas violentas emociones, que por tres horas perdí el

sentido».

Sí. Mariana Alcoforado era considerada una loca, pero no se imagina uno que se atizara

una pasión tan desaforada como la que llevó a un amor demencial a esa monja enamorada. No se

concibe que sucediera que «algunas religiosas que conocen el estado deplorable en que me

dejaste, me hablan de ti con frecuencia».

De todas maneras, había clandestinidad y riesgo en la aventura amorosa. Ella lo reconoce,

cuando escribe: «Perdí mi reputación. Me expuse a la maldición de los míos y a la severidad de

las leyes de mi país contra las religiosas, y a tu ingratitud, que me parece la mayor de todas las

desgracias». Una posibilidad es que burlaran, con un ingenioso plan, los controles que debían de

existir, a pesar del relajamiento de las costumbres monásticas, o precisamente por ello. Esto hace

más fascinante la historia.

El amor de Mariana por Chamilly no fue un amor platónico, como lo sugiere François

Giroud en sus conversaciones con Bernard-Henri Lévy88. Y no puede quedar duda de que los

amores de Mariana y Chamilly fueron reales, apasionados y sensuales. Fueron amores de carne y

hueso. Toda la correspondencia de Mariana vibra como una cuerda tensa. Es pasional y sensual

al evocar su propia historia. Ella misma lo atestigua en forma reiterada: «Todo ello me deleitaba

tanto, que habría sido una ingrata si no te hubiera amado con los arrobos que me producía mi

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propia pasión, cuando gozaba de los testimonios de la tuya [...] ¿Acaso podrías contentarte con

una pasión menos ardiente que la mía? » (Primera Carta); «Tu pasión me parecía tan ardiente y

sincera, que jamás me había imaginado que mis favores te disgustasen tanto como para obligarte a

viajar» (Segunda Carta); «Salgo lo menos posible de mi cuarto, adonde viniste tantas y tantas

veces y ahí contemplo tu retrato [...] Pues todos mis anhelos se frustraron y ¡no volveré a verte en

mi cuarto con todo aquel ardor, con toda aquella pasión impetuosa que me mostrabas! » (Cuarta

Carta); «Quería verlo a cada instante y no era posible. Me preocupaba el peligro a que el señor

se exponía al entrar en este convento» (Quinta y Última Carta). Creo que es suficiente evidencia

testimonial.

Pero, si aun así se negara la existencia de lo sucedido y se demostrara que las Cartas son

una ficción, lo esencial es que ahí están ellas, escritas con una desaforada y desbocada pasión y

con un agudo dolor, elementos que, paradójicamente, hicieron una deliciosa crónica de unos

amores contrariados y muy emocionantes. Mucho más emocionantes, diría yo, que los pálidos

amores de Sierva María de Todos los Ángeles y Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y

Escudero, personajes de Gabriel García Márquez en su novela Del amor y otros demonios,

donde se relata la fantasía amorosa entre un cura y una niña recluida en el Convento de Santa

Clara, en la Cartagena de Indias de finales del siglo XVII.

88 François GIROUD y Bernard-Henri LÉVY. Hombres y mujeres . Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1993. P. 61.

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«...me tenían encerrada desde la infancia en este convento»

Mariana Alcoforado nació en Beja, hija de Francisco da Costa Alcoforado, de familia

ilustre, en 1640, meses antes de que estallara la revolución contra España. Cuando su padre hace

el testamento, el 30 de septiembre de 1660, declara que tuvo seis hijos; después de esa fecha

tuvo dos más (María -después Peregrina María- y Francisco). De los seis mencionados, tres eran

mujeres, dos de las cuales estaban en el Convento de la Concepción de Beja, o, más

exactamente, el Real Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción, de la orden de Santa

Clara. Dice además don Francisco, en su testamento del 30 de septiembre de 1660 y refiriéndose

a sus dos hijas en el convento, que son «Mariana, que ya hizo votos, y Catalina que no los ha

hecho»89. La entrada de Mariana y de su hermana Catalina fue forzada por el ambiente que

rodeaba la zona donde vivían los Alcoforados: su padre, don Francisco, se entregó a la lucha y

colaboró con la revuelta, no sólo en el frente de batalla, sino organizando los grandes y

numerosos recursos para una larga guerra contra los españoles. Esto resuelve de una vez por

todas el asunto de que Mariana fue monja franciscana y que cuando escribió las Cartas ya había

hecho los votos. Más aún, debió de hacerlos a los dieciséis años, aunque entró de menor edad,

como posteriormente lo haría su hermana menor.

Mariana tuvo que encargarse del cuidado de Peregrina María, lo cual tal vez la mantuvo

alejada de los arrebatos místicos, tan comunes de la época, y la pudo haber acercado más a la

vida seglar. Cuidar a su hermanita fue como un rayo de sol que iluminó la oscuridad de los

conventos de clausura, de ese enterrarse en vida para siempre. María Peregrina quedó muy

agradecida con ella: según Cordeiro, en su testamento dice textualmente que le deja a Mariana los

89 CORDEIRO. Op. cit., p.121.

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rendimientos de la herencia que recibió de su madre, doña Leonor Mendes, en agradecimiento

«por haberla criado desde que era una niña de tres años»90.

Fue en el Convento de la Concepción de Beja, desde su «balcón que mira hacia Mertola»,

donde Mariana Alcoforado vio por primera vez a Chamilly. Cordeiro describe así la situación:

Se adivinan aún, allá a lo lejos, las llanuras asoleadas, en que hace 220 años de aquel día fatal, se ejercitaban los soldados de Chamilly y donde éste galopaba lleno de juventud y de arrogancia al frente de su compañía. Regresaba él, tal vez, alegre y triunfante, de la expedición de San Lucar. Desde allí las pobres novicias enclaustradas verían a los soldados maniobrar con sus uniformes variados y centelleantes: escarlatas unos, verdes los otros, algunos cubiertos de pasamanería multicolor, otros ostentando los blasones heráldicos de los generales, caracoleando en las vueltas; las divisiones de caballería se desenvolvían como largas serpientes relucientes, con sus bellos oficiales, jóvenes casi todos, cuyas miradas atrevidas y coquetas irían a veces a alborotar, como intrusas, a través de las rejas del balcón -si es que ya las tenía- a la bandada de palomas del Señor. Este torbellino de fuerza, de vida, de audacia; esta ola de pasiones fuertes, vibrantes, incandescentes; la guerra en toda su belleza y sin ninguno de sus horrores; el mundo, la sociedad, el hombre en toda su grandeza: debía de ser realmente un extraordinario y alucinador espectáculo para las pobres criaturas cuya juventud discurría monótonamente en fría y “solitaria contemplación” de cosas intangibles, en una inhibición permanente, -desnaturalizada y tiránica- de todo sentimiento.91

Poco después de aquella aparición fantástica y encantadora de Chamilly, siguen los

capítulos apasionados y ardientes de esta novela amorosa (1666-1667). Chamilly tenía 30 años;

Mariana, 26. Mariana tenía el alma ingenua de una mujer apasionada y ardiente, con todo el vigor

de la juventud. A finales de 1667, Chamilly la abandonó. Encerrada entre las paredes sombrías

90 Ibid., p. 132. 91 Ibid., pp. 207-208.

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de ese «aburrido convento», le escribió al hombre que la sedujo, tratando de salvarse del

naufragio de un amor perdido, agarrándose a una tabla en medio de la inmensidad del océano.

¿Cómo se entera la familia de Mariana de sus amores sacrílegos? Es muy fácil imaginar

que su hermano, Balthasar Vaz Alcoforado, se enteró de lo sucedido, puesto que era amigo de

Chamilly. Por otro lado, el gentío que entraba y salía del convento, hombres y mujeres del

servicio, estarían al tanto de lo que, a pesar de las costumbres relajadas de la época, no dejaba

de ser un acontecimiento escandaloso. ¡Qué conmoción y qué vergüenza para una familia de tanto

prestigio! Y eso no podía ser tolerado.

Los amores de Mariana fueron contrariados por su familia, lo cual era natural. Ella misma

lo asegura en varias oportunidades: «Te había escrito tu familia. ¿No sabes de las persecuciones

que sufrí en la mía? [...] Me atemorizaba la ira de mi familia [...] si por algún acontecimiento

fortuito volviera a este país, yo misma lo entregaría a la venganza de mi familia». Debido a la

influencia e importancia de los Alcoforados en el siglo XVII, era explicable que se tratara de

borrar, arrasar, como ya se dijo, el nombre de Mariana de todo lo que evocase el episodio

candente de sus amores. Fue repudiada por su familia, al punto de que su segundo hermano,

Francisco, se rehusó a confiar sus hijas al convento donde se encontraba Mariana y las recluyó en

otro monasterio.

Mariana falleció el 28 de julio de 1723 a los 83 años de edad y más de sesenta de

claustro, después de un largo período de expiación, según su obituario. Ya mencioné que sus

Cartas se publicaron y fueron un éxito editorial mientras vivía. Pobre Mariana, ¡cuánto debió de

sufrir al ver hechos públicos sus sentimientos más íntimos! Ello debió de sacudir brutalmente su

corazón, sobre todo cuando ya ella, según la Quinta y Última Carta, se había dispuesto a entrar

en un largo período de olvido, cuando escribe: «...recuerde que me he prometido un estado más

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137

tranquilo y que he de alcanzarlo». El obituario, que, según Cordeiro, se registró en el libro Das

religiosas defuntas do Real Convento da Conceiçao de Beja, la menciona como Madre Dona

Marianna Alcanforada y dice que «todo lo hizo para el servicio de Dios», que «era muy

ejemplar», que «nadie tuvo queja» de ella «porque era muy buena con todas». «Durante treinta

años hizo penitencias muy rigurosas, padeció grandes enfermedades con mucha resignación,

deseando tener que padecer más», lo cual coincide en espíritu con lo que dice en la Primera

Carta: «...haz padecer aún más a tu pobre Mariana»92. En caso de que el intento de olvido

hubiera concluido en duras penitencias, tal como dice la monja amanuense, este hecho no ocurre

sino más de un cuarto de siglo después de escrita la Quinta y Última Carta. Yo no creo que haya

sucedido de esta manera. Como lo sugiero más adelante, pienso que Mariana nunca olvidó a

Chamilly, ni se arrepintió de haberlo amado.

Júlio Brandão dice en el prólogo de la edición de Lello & Irmao Editores :

Allí lo vemos, al héroe de las Cartas, aparecer deslumbrante ante los ojos enamorados de Mariana, en la penumbra de la iglesia [...] Todo él debía de resplandecer, tocado de la belleza con que el amor enmarca las apariciones maravillosas. Aquel guerrero [...] era un poco como la bella esfinge tentadora y demoníaca (y casi siempre, por eso mismo, intensamente humana); era la expresión de la vida misteriosa y maravillosa, una flor de oro y sangre que abriese un sepulcro. Para los ojos vírgenes y ardientes de Mariana, él surgía en el escenario monacal, aburrido y gris, como un príncipe de leyenda, leal y fuerte, criado para los prolongados éxtasis y para las largas aventuras, avezado en galopar en noches estrelladas, profundas, nupciales... ¡Cómo serían de dulces los secretos de ese amor furtivo! ¡Cómo se transformaría la vida para Mariana! ¡Sería un nuevo Génesis!

... Mariana era inteligente, pero ingenua y “crédula”; pensó que era realmente amada. Y amó, amó con locura. Sus Cartas son apasionadas... Hay momentos en

92 Esta coincidencia de las dos frases parecería indicar que las Cartas se habían conocido en el convento y que por lo tanto ella y sus

compañeras pudieron haberlas leído, acentuando más su dolor.

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que dejan a nuestros corazones sumidos en un inmenso sollozo... Pero por dentro de ese sufrimiento escandaloso [...] cómo son de profundas y admirables sus palabras: ®¡Ah! si las conocieses, hallarías, sin duda, que son más deliciosas que la satisfacción de haberme engañado, y te habrías dado cuenta de que somos más felices y más tiernos amando ardientemente... que siendo amados¯93. Y Mariana se entrega, porque ama profundamente [...] se purifica entregándose a la llamarada amorosa que la consume. En un instante todo se desgarra y lo pierde por el amante. Viene muy bien transcribir [...] un pensamiento de Chamfort: “Cuando un hombre y una mujer sienten el uno por el otro una pasión violenta, me parece que siempre, cualesquiera que sean los obstáculos que los separen, los dos amantes son el uno para el otro ‘por naturaleza’ y que se pertenecen por ‘derecho divino’, a pesar de las leyes y las convenciones humanas”94 [...] sus Cartas estremecen y queman; y ella resplandece constantemente desventurada y gloriosa.95

Mariana no sólo amó, sino que amó con un amor exclusivo. Con dedicación. Basta leer lo

que pensaba sobre la posibilidad que tenía ella, como monja, de dedicarse a amarlo en forma

exclusiva (¿y excluyente?); en la Segunda Carta dice: «...me parece que si los hombres fuesen

más razonables al escoger sus amores, deberían enamorarse de una monja, antes que de otras

mujeres. A ellas nada les impide pensar constantemente en su pasión; no las distrae ninguna de las

mil cosas de la vida seglar que absorben y consumen los corazones [...] Te amo mil veces más

que a mi vida y mil veces más de lo que me imagino [...] Sí, me siento culpable cuando no dedico

a ti todos los momentos de mi vida». Y por último, en la Tercera Carta: «Dime que deseas que

muera de amor por ti».

Mariana pudo haber escrito, con Garcilaso, autor que no era bien visto por los moralistas de la

93 Esta cita de Júlio Brandão, del texto publicado por Lello & Irmao, parece tomada de otra versión puesto que no coincide con el texto de la Tercera Carta de esa edición. Aquí utilizo el mismo texto que he traducido en la carta correspondiente. El resto de la cita de Brandao es traducción mía. 94 El texto de Chamfort está en francés, así: «Quand un homme et une femme ont l'un pour l'autre une passion violente, il me semble toujours que, quels soient les obstacles qui les séparent, les deux amants sont l'un à l'autre, de “par la nature”; qu'ils s'appartiennent de “droit divine”, malgré les lois et les conventions humaines».

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época96 pero que tal vez Mariana leyó: «Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir,

y por vos muero»97. Con lo cual, quiero hacer aquí un paréntesis que considero enriquecedor en

relación con el sustrato literario de las Cartas; es decir, su posible articulación con la poesía de

Garcilaso (h. 1501-1536).

Que Mariana hubiera leído a Garcilaso y que la expresión de sus sentimientos siga ese

modelo no es extraño, pues Portugal fue parte de España entre 1580 y 1640. He encontrado

varias coincidencias entre las Cartas de Mariana y algunos textos de Garcilaso, que sustentarían

esta hipótesis. Algunos ejemplos permiten ilustrar este aserto:

Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas; que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora.98

En la Primera Carta, Mariana escribe: «Tan abatida quedé por esas violentas emociones,

que por tres horas perdí el sentido. Luchaba así contra la vida que por ti debo perder, ya que

para ti no la puedo conservar. Con mucho pesar volví en mí».

Garcilaso dice: «Estoy contino en lágrimas bañado»99. Y en la misma Carta, Mariana:

«Los míos estarán privados de la única luz que los animaban. En ellos sólo quedan lágrimas; no

hacen sino llorar, desde que supe que estabas decidido a separarte de mí».

95 [ALCOFORADO] Cartas de amor ao Cavaleiro de Chamilly. Pp. 17-21. 96 Pedro Malón de Chaide (h. 1530-1589), citado por Vigil dice, hablando de la mujer: «¿Cómo se recogerá a pensar en Dios un rato la que ha gastado muchos en Garcilaso?». 97 Garcilaso DE LA VEGA. Poesía. Zaragoza, Clásicos Ebro, 1981. P. 99. “Soneto V”. 98

Ibid., p. 23. Se trata de la célebre “Égloga primera”. Me corro: me avergüenzo. 99

Ibid., p. 112. En el “Soneto XXXII”. Estoy contino: estoy continuamente.

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Garcilaso le dice a su amada que no importa dónde fuese llevada, la seguiría hasta morir a

sus pies:

...por algún accidente o caso de fortuna desastrada, me fuésedes llevada, y supiese que allá vuestra dureza estaba en su cr•eza, allá os iría a buscar como perdido, hasta morir a vuestros pies tendido.100

Mariana le escribe a su amante: «Partiría sin pudor a buscarte, seguirte y amarte por todo

el mundo [...] Te habría seguido y con seguridad yo te habría servido con mayor devoción [...]

Me habría disfrazado para irme con el señor».

Sigue el poeta:

...luego siguió el dolor al corrimiento de ver mi reino en mano de quien cuento que me da vida y muerte cada día, y es la más moderada tiranía. Los ojos, cuya lumbre bien pudiera tornar clara la noche tenebrosa, y escurecer el sol a mediodía, me convertieron luego en otra cosa.101

Mariana escribe: «Y este abandono, para el cual mi dolor, por más que se esmere, no

halla nombre más funesto, ¿habrá de privarme por siempre de contemplar esos ojos en que

100

Ibid., p. 80. “Canción primera”. Cr•eza: crudeza, dureza. Como perdido: como enloquecido. 101

Ibid., pp. 88-89. “Canción Cuarta”.

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veía tanto amor y que me hicieron conocer los embelesos que henchían mi pecho de alegría,

que eran todo para mí y, en fin, que colmaban mi vida? ».

Dice Garcilaso: «... y así, del bien que un rato satisface,/ nace el dolor que el alma me

deshace»102, y continúa lamentándose de lo efímero del placer: «¡Oh cuánto bien se acaba en

solo un día!/¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento! »103. Mariana se duele de la ceguera con que

amó a Chamilly y de cómo su satisfacción era tan pasajera: «Todas estas desgracias las atribuyo a

la ceguera con que me entregué a ti. ¿No debía prever que toda mi alegría se acabaría más de

prisa que mi amor? ».

Garcilaso se duele de haber conocido a la amada por todo el sufrimiento que produce su

ausencia: «Aquéste es el deseo que me lleva,/a que desee tornar a ver un día/a quien fuera

mejor nunca haber visto»104. Mariana, traspasada de dolor por el abandono de su infiel amante,

le dice: «¡Adiós! Cómo desearía no haberte visto jamás».

Los lamentos de Garcilaso vuelan al viento en busca de la amada ausente:

... mis quejas de una en una al viento, que las lleva do perecen; pues todas no merecen ser de vos escuchadas, pues son tan bien vertidas.105

y:

...rompiendo el aire siempre con sospiros;

102

Ibid., p. 92. “Canción Cuarta”. 103 Ibid., p. 109. “Soneto XXVI”. 104

Ibidem. “Soneto XXVI”. 105

Ibid., p. 82. “Canción Segunda”. En la edición de Poesías completas, de Editorial Porrúa, con prólogo de Dámaso Alonso, estos versos dicen: ®puesto que ellas no merecen/ser de vos escuchadas/pues son tan bien vertidas¯. El texto transcrito por Germán Bleiberg (Poesías completas, Alianza) dice: ®pues todas no merecen/ser de vos escuchadas/ni sola un hora oídas¯. La edición de Ediciones B, de Cancionero, con introducción y notas de Antonio Prieto, coincide con el texto de Bleiberg.

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y más me duele nunca osar deciros que he llegado por vos a tal estado.106

Mariana le escribe a su amado: «Miles de veces durante el día te buscan mis cansados

suspiros, tan tristes, que no dan otro alivio a mis tribulaciones».

Por último dice el poeta: «Yo dejaré desde aquí/de ofenderos más hablando;/porque mi

morir callando/os ha de hablar de mí»107. Y Mariana: «Un final trágico te obligaría, sin

duda, a pensar a menudo en mí. Apreciarías mi recuerdo y esta muerte extraordinaria te

causaría una profunda conmoción. Y ¿no es la muerte, por ventura, preferible al estado en que me

has dejado? [...] he de tomar contra mí alguna decisión desesperada, ¡que conocerá sin mucha

pena!... ».

Dejo planteada esta posible relación, aunque no es mi interés aquí estudiarla en detalle.

Para amar hay que asumir grandes riesgos: Mariana se arriesgó; Chamilly fue inferior a ese

reto. Mariana entendió muy bien que el ser humano tiene una obligación vital, ineludible y

perentoria: buscar y encontrar la felicidad. Y para ello, lo único importante es el amor; todo lo

demás es accesorio. El amor trasciende el espacio y el tiempo y no tiene límites.

Lamentablemente, el ser humano inventa esos límites con pretextos ciertos o imaginados. Pero el

amor también es un riesgo porque implica esfuerzos cuyos resultados son imprevisibles. Exige

coraje y mucho valor. Muchos confunden la felicidad con la tranquilidad, pero éstas no son

equivalentes: la felicidad que produce el amor no es apacible, hay que ganársela todos los días

con lucha y tesón. Bien lo dice Mariana: «...te agradezco desde el fondo de mi corazón, la

desesperación que me causas y aborrezco la tranquilidad en que vivía antes de conocerte».

106

Ibid., p. 112. “Soneto XXXII”. 107

Ibid., p. 117. “Canciones breves. II”.

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Hay dos grandes poetas del amor que ilustran esta idea: Antonio Machado escribió:

«Huye del triste amor, amor pacato,/sin peligro, sin venda ni aventura,/que espera del amor

prenda segura,/porque en amor locura es lo sensato108». Y otro enamorado, Pedro Salinas,

escribió, vibrante:

Pero para querer hay que embarcarse en todos los proyectos que pasan, sin preguntarles nada, llenos, llenos de fe en la equivocación de ayer, de hoy, de mañana, que no puede faltar.109

Mariana entendió, en su locura de amor, que no es posible amar de otra manera. Con

locura, sí, así es como se debe amar. Mejor dicho, es la única manera de amar. Lo demás son

aguas tibias y posiciones de conveniencia que tarde o temprano hacen reventar de desesperación

el alma. Un amor cobarde no vale la pena vivirlo. Aquí conviene mencionar que en el mantel que

cubre la mesa donde la monja escribió (según grabado reproducido por Cordeiro) aparece

bordada la siguiente inscripción: «Así es como el amor se enciende en el corazón» (C'est ainsi

que l'amour s'alume dans le coeur).

108 Antonio MACHADO. Poesías completas. Madrid, Espasa-Calpe, 1977. P. 302. 109 Pedro SALINAS. Poesías completas (2). Madrid, Alianza, 1995. P. 48.

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«¡Me dejé encantar por cualidades muy mediocres! »

La existencia de Noel Bouton, conde de Chamilly, y su papel en esta historia de amor

están claramente establecidos por Cordeiro y corroborados por el testimonio del Duque de Saint-

Simon, el célebre memorialista, a quien cita De Sousa precisamente en búsqueda de datos sobre

el inmerecido adorado de Mariana.

Undécimo hijo de catorce que tuvieron Nicolau Bouton y María de Cirey, nació el 6 de

abril de 1636. Era «de una familia noble de Borgoña, originaria de Brabante» y «se enrola

voluntariamente al servicio militar»110. El 8 de febrero de 1658 -de 22 años- fue nombrado

capitán, con el título de conde de Chamilly, bajo el mando de La Fueillade, quien comandaba el

regimiento de caballería de Mazarino. Al morir su padre, la herencia quedó en manos de su

hermano Hérard, quien se vio obligado a hacerse cargo de la familia. En compensación, Noël

recibió las tierras de Saint-Léger, Denevy y Saint-Gilles.

Chamilly llega a Portugal entre 1663 y 1664, y el mariscal Schomberg lo nombra capitán

del regimiento de caballería de Briquemault, por decisión tomada el 30 de abril de 1664. El 7 de

diciembre de 1665 lo promovieron a capitán de la primera compañía del regimiento de caballería.

Dos años más tarde, Luis XIV ratificó ese nombramiento cuando ya tenía el título de marqués de

Chamilly.

La estadía de Chamilly en Portugal desde 1663 hasta 1667, período en que debieron de

haber ocurrido los amores con Mariana, es irrefutable, a pesar de que se hubiera tratado de

desaparecer las evidencias de sus huellas. Cordeiro le hace un seguimiento desde 1660, cuando

asistió a la boda de su hermano Hérard Bouton con Catharina Le Comte de Nonant, hija del

teniente general del gobierno de Normandía, Jacques Le Comte. A éstos se refiere Mariana en la

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Segunda Carta, cuando dice: «Quisiera también tener un retrato de tu hermano y de tu cuñada.

Amo mucho todo lo que te pertenece. Y siento afecto por quienes te aprecian». El seguimiento de

Cordeiro es tan minucioso, que con mucha gracia dice: «Es necesario confesar que si el capitán

de las Cartas no fuese realmente Noë Bouton, habría sido... su sombra»111.

Se sabe que mientras vivió en Portugal, participó en la derrota de los españoles en

Castello Rodrigo, del 6 al 7 de julio de 1664; en el sitio de Valencia de Alcántara, entre el 15 y el

24 de junio de 1664; en la batalla de Villa Viçosa (Montes Claros), el 17 de junio de 1665; en el

combate del río Xevora en octubre de 1665; en las tomas de Benses, Guardia, Villa de Alquería,

Paymogo y San Lucar, y que en septiembre de 1667 tomó parte en el ataque al llamado Castillo

de Ferreira112.

Chamilly desempeñaba un puesto importante en el ejército francés y se relacionó con las

principales familias de Beja, entre otras los Alcoforados, «donde era muy apreciado». Como ya

se mencionó, allí conoció al hermano de Mariana, Balthazar Vaz Alcoforado. En 1666, participó

con él en la audaz invasión de Andalucía y, en particular, en la toma de la Alquería de la Puebla.

Duclos113 fija la muerte de Chamilly en 1715, a los 79 años.

Las tropas se reunieron cerca de Beja, entre 1665 y finales de 1667. Desde la ventana

que «mira hacia Mertola», las novicias y monjas debían de esperar con curiosidad y angustia su

llegada y observar expectantes todos los movimientos de la caballería. Como ya se dijo, los

moradores de la región se quejaban del comportamiento de la tropa; los Alcoforados también

presionaron para que las retiraran y con más razón cuando el escándalo de los amores de

110

El dato es de De Sousa, en: [ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 56. 111 CORDEIRO. Op. cit., p.227. 112 Ibid., pp. 161-162. 113 Duclos fue contemporáneo de Chamilly, y su biógrafo con acceso privilegiado a archivos y otros documentos. Escribió unas Mémoires secrètes.

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Mariana empezó a correr de boca en boca. Chamilly se fue a finales de 1667, temiendo que la

familia de Mariana tomara venganza por su propia mano. Schomberg y los demás oficiales y

soldados se retiraron en junio de 1668. La salida de Chamilly de Portugal fue precipitada y

clandestina, arreglada por su hermano, gobernador en Dijon, para sacarlo de Portugal a pesar de

que la guerra no había terminado.

En sus Memorias, el Duque de Saint-Simon (Louis de Rouvroy, 1675-1755) menciona

el nombramiento de diez mariscales de Francia el 14 de enero de 1703 y dice de uno de ellos,

Chamilly, que «sirvió con reputación en Portugal [...] Nadie podría pensar, al verlo o escucharlo

que hubiera inspirado un amor tan extraordinario como el que se percibe en las famosas Cartas

portuguesas, ni que hubiese escrito las respuestas»114. Al morir Chamilly, Saint-Simon registra en

sus Memorias que «sirvió de joven en Portugal y a él fueron escritas esas famosas cartas

portuguesas, por una religiosa que conoció y que enloqueció de amor»115. Añade Saint-Simon

que «era un hombre alto y hermoso, el mejor hombre del mundo, el más bravo, el más lleno de

honra, pero tan estúpido y pesado que no se comprende cómo podría tener algún talento para la

guerra»116. Otro contemporáneo de Chamilly, Duclos, quien tuvo acceso privilegiado a archivos y

otras fuentes de información, dice que el mariscal de Chamilly, fue «hermoso y de buena

contextura, sirvió en su juventud en Portugal en donde fue amado con locura por una monja. Y es

a él a quien fueron dirigidas las Cartas portuguesas»117. Como el amor es reacio a dejarse

analizar por la razón y la lógica, no es extraño que a pesar de estas observaciones del Duque de

Saint-Simon y de Duclos sobre Chamilly, Mariana hubiera enloquecido de amor por él.

114 Citado por De Sousa en: [ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 57. 115 CORDEIRO. Op. cit., p. 67. 116 Cita de De Sousa, en: [ALCOFORADO] Lettres portugaises . P. 56. 117 CORDEIRO. Op. cit., p. 67.

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A finales de 1796, Delance, editor parisino, publicó una edición de las Cartas con un

estudio crítico del abate Mercier de Saint-Léger, quien no duda en designar a No‰l Bouton de

Chamilly como la persona a quien estaban dirigidas las Cartas. Más aún, como ya se mencionó,

en 1669 ya se decía en el prólogo de la edición de Pierre de Marteau, que el destinatario era

Chamilly.

Todo indica que Chamilly, como ya lo dije, entregó las Cartas para su traducción y

publicación, pues por la forma como se refieren a él sus propios biógrafos, se puede descartar la

idea de que él las hubiese traducido, carente como se lo muestra de toda sensibilidad para estas

cosas. Los críticos de la época lo censuraron por su cinismo y cobardía al entregar cartas que

escondían su nombre, mas no el de Mariana, quien aún vivía. En el siglo XVII era característico

del comportamiento del Don Juan publicar sus conquistas y el nombre de Chamilly aparece muy

pronto como destinatario de las epístolas amorosas de la monja. Se trataba de obtener trofeos y

apenas el galán conseguía los favores de su enamorada, se aburría del juego y el problema era

cómo desembarazarse de la dama subyugada. ¿Esto no es acaso un acto de vanidad estúpida e

inaceptable? Bouton mostró las Cartas como un trofeo de una “batalla de amor”. Vergonzoso. Un

verdadero caballero calla el nombre de su conquista y lo guarda en su corazón.

De todo lo anterior se puede deducir la calidad humana de Chamilly, que comparada con

la bondad y generosidad de Mariana está lejos de parecer la del caballero que anuncia su título

nobiliario. Era una persona sin experiencia, sin inteligencia; un “vividor” entregado a las rudas

costumbres de los soldados y la moral militar de la época. De hecho era tan burdo que, como

dice Mariana en una de sus Cartas, lo único que le interesaba eran los «placeres [...] más

primarios». En realidad, la única razón por la cual la humanidad puede recordarlo, es por haber

sido objeto de un amor infinito; por haber tenido a sus pies a una mujer inteligente, hermosa y

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sensible y no haber sabido apreciar tanta dedicación y entrega. Pero, al final de todas las cuentas,

hay que agradecer la vanidad, el cinismo y la torpeza de este mariscal de Francia, puesto que si

no hubiera entregado esas Cartas, la literatura universal no hubiera conocido estas joyas del

epistolario amoroso y apasionado.

Ahora bien, sobre la calidad literaria de las Cartas existen dudas, por lo menos sobre el

texto francés de 1669; pero hay que tener presente la cantidad, ya mencionada, de ediciones que

se han publicado a partir de ese año. En 1890 había 95 de ellas en varios idiomas, mientras se

realizaba un esfuerzo muy grande, aunque tardío, por recuperar los textos de las Cartas en su

idioma original, el portugués. También es importante resaltar el hecho de la aparición -ya

mencionada también- de cartas apócrifas y de respuestas, también apócrifas, de Chamilly. Todo

ese fenómeno editorial ha implicado, por lo demás, tanto por parte de traductores como de

editores, críticos y escritores imaginativos, un recurrente interés literario.

Una última cita de Júlio Brandão:

...esa bondad áurea y fuerte se encuentra inalterable en todas las cinco Cartas. Aun cuando su orgullo herido la sacude, y le duele como los futuros cilicios, inmediatamente aletean en su alma los ángeles del perdón y del afecto. Conmueve, en verdad, esa mujer abandonada, olvidada y a quien la bondad le conserva siempre puras las olas de la pasión más subversiva, ¡como la sal que purifica las olas del Atlántico! [...] Sólo ella, a través de las rejas de ese convento, pudo presentir el misterio profundo de las cosas. El dolor y el amor son las linternas encantadas que iluminan la Vida.118

Mariana se sintió engañada, burlada, irrespetada en lo más profundo de su ser; en fin, se

sintió traicionada. Pero vivió en el perdón y supo que las relaciones afectivas tienen, y es

118 [ALCOFORADO] Cartas de amor ao Cavaleiro de Chamilly. Pp. 22-25.

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inevitable, agresiones que causan inmenso daño. Ella le perdonó a Chamilly todo el dolor que le

ocasionó, porque así se lo propone en la Quinta y Última Carta.

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«Tan abatida quedé por esas violentas emociones...» Es imposible, al estudiar el caso de Mariana, pasar por alto la relación entre la pasión y la

mística. En su examen del Roman de Tristan, Denis de Rougemont replantea la tradicional

explicación del misticismo como «una desviación del amor humano», como una sublimación del

impulso sexual. En realidad, dice él, podría pensarse que la pasión es una desviación de la mística.

Una anotación de De Rougemont permite entender a Mariana: «...la pasión es [...] una especie de

intensidad desnuda y desposeedora [...] es una amarga desposesión, un empobrecimiento de la

conciencia vacía de toda diversidad, una obsesión de la imaginación concentrada en una sola

imagen [...] el mundo se desvanece, “los demás” dejan de estar presentes, no quedan prójimo,

deberes, vínculos que se mantengan, tierra, ni cielo [...] Es el éxtasis, la huida en profundidad

fuera de todas las cosas creadas»119.

Algunas frases de Mariana lo confirman. En la Segunda Carta dice: «Hay momentos en

que pienso que me resignaría a servir con sumisión a aquélla a quien amas». En la Tercera, «me

mataría, y si no lo hiciese, moriría de dolor». Las ya mencionadas de la Tercera Carta: «Perdí mi

reputación. Me expuse a la maldición de los míos y a la severidad de las leyes de mi país contra

las religiosas y a tu ingratitud, que me parece la mayor de todas las desgracias». En la Cuarta

Carta: «¡Ah! Cuánto envidio la suerte de Manuel y de Francisco120[...] ¿Por qué no estoy siempre

contigo como ellos? Te habría seguido y con seguridad yo te habría servido con mayor

devoción». Y por último, en la Segunda Carta: «Aborrezco todo lo que tengo que hacer y a lo

que tengo que asistir por obligación».

119 Denis DE ROUGEMONT. El amor y Occidente. 5a. Ed. Barcelona, Kairós, 1993. Pp. 145-176. Traducción de Antoni Vicens. 120 Criados al servicio de Chamilly.

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Cualquiera podría caer en la tentación de calificar las Cartas de Mariana como

testimonios de arrebatos místicos o, como sugirieron algunos, como un ejercicio literario. Pero

cuando uno se deja absorber por sus palabras percibe que pocas veces en la literatura se

encuentran casos que se aproximen a la vitalidad que aparece en las Cartas de Mariana, en las

que, con el pecho abierto por el dolor, muestra un corazón maltratado por el abandono, lacerado

por el olvido y la desesperanza.

Debo decir, sin intención de irrespetar ninguna creencia piadosa, que es posible que los

arrebatos místicos hayan sido utilizados para encubrir algunas travesuras que ocurrieron en los

conventos de la época. Cordeiro presenta varios ejemplos, de los cuales sólo mencionaré dos: el

caso de sor Michaela dos Anjos, a cuya celda iba con regularidad el Niño Jesús a ayudarla a

arreglar las flores y los ramos para los altares; fray Jerónimo de Bellem hace un registro de lo que

allí sucedía:

[las monjas curiosas] la vigilaban [...] pero sólo escuchaban su voz [...] el Niño como recreándose con la presencia de su amante Esposa, le desordenaba los materiales de las flores para oírla quejarse, como sucedió un día [...] en que ella le dice: «¡Aquiétate, cómo eres de travieso!¯. De esta manera trabajaban ambos, el Niño atendiendo a su Esposa y ésta, con los favores de las visitas se adelantaba a la gratificación por el servicio para el culto de sus altares.121

El otro caso es el de una carmelita del Convento de la Esperanza que siente tal conmoción

en su corazón, que lo escucha con sus oídos corporales y «desea abrirse el pecho con sus propias

manos y dejarlo volar para donde él quiere y desea tanto irse, mostrando así que no quiere vivir

en [ella], sino en su centro, que es [su] Divino Esposo [...] Éste, entonces, la estrecha

amorosamente en sus brazos [...] la alimenta a su Santísimo Lado, se mete con ella en la

121 CORDEIRO. Op. cit., p. 195.

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cama»122. Y además le dice a su piadoso confesor que a veces «pasa toda la noche en esa unión»

con su Divino Esposo y que se siente tan consentida y atendida que muchas veces para poderse

levantar es necesario que «Su Paternidad la mande a llamar». Finalmente, le dice a su confesor

que está dispuesta a pregonar su amor por todo el mundo, pero que felizmente «me aplacó mi

Esposo estas llamas [...] recibiendo favores y regalos que no me atrevo ni siquiera a contarle

a Su Paternidad el mínimo detalle»123.

La Iglesia ha sido reacia, con razón, a aceptar los arrebatos místicos -el falso misticismo-,

pues ha considerado este comportamiento como muy dañino. Sin embargo, las Cartas de

Mariana no fueron, como salta a la vista, producto de arrebatos místicos, ni verdaderos, ni falsos,

sino la expresión dolida de su corazón abandonado, como tampoco lo fueron las cartas de Eloísa

a Pedro Abelardo, en el siglo XII.

122 Ibid., p. 196. 123 Ibid., pp. 196-197.

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«Es muy justo, al menos, que soportes los lamentos de esta desolación»

Después de leer las Cartas de Mariana no es posible evitar la referencia a esa otra gran

apasionada, Eloísa (1101-1164). Su correspondencia también es grandiosa y ardiente y al leer

esos textos queda la sensación de que las mujeres viven con mayor intensidad y sin cobardía sus

amores.

Al comparar apartes de la correspondencia, se encuentran notables similitudes. Eloísa le

escribe a Pedro Abelardo: «Y, dejando a un lado las demás cosas, piensa en qué forma particular

me eres deudor. Si te debes al común de las mujeres piadosas, justo es que me pagues a mí con

más dedicación, pues soy sólo tuya [...] Has de saber que te encuentras obligado a mí por un lazo

más fuerte, cuanto más estrecha es la unión del sacramento nupcial que nos une»124. Por su parte,

Mariana le escribe a Chamilly: «¿No piensa en que está más obligado a mí, que a nadie más en el

mundo?».

Eloísa le escribe al filósofo que «ni el ejemplo de los santos Padres te movió a intentar

consolar a quien, como yo, fluctuaba en un mar de tristeza, ya fuera por palabra directa, cuando

estabas conmigo, ya por carta. Lo que te hace tan cercano a mí, como es patente a todos por el

amor sin límites con que siempre te amé»125; y Mariana, al embaucador: «...a todos conmueve mi

loco amor y tú, sólo tú, permaneces en una profunda indiferencia [...] Tu injusticia y tu ingratitud

son extremas [...] Te consagré mi vida desde que en ti descansaron mis ojos».

Mientras Eloísa escribe «nunca busqué satisfacer mis caprichos y deseos, sino -como tú

sabes- los tuyos»126, Mariana asegura: «Nada reservo para mí».

124 Cartas de Abelardo y Eloísa. Pp. 103-104. 125 Ibidem. 126 Ibid., pp. 104-105.

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Una última coincidencia: Eloísa purga su pena haciéndose religiosa y se encierra para

deleitarse con el recuerdo de su amado, con el dolor de su pasión frustrada. Mariana se ha

prometido, según dice en la Quinta y Última Carta, «un estado más tranquilo y que he de

alcanzarlo, o que he de tomar contra mí alguna decisión desesperada, ¡que conocerá sin mucha

pena!»; esta decisión sería el inicio de un período de duras penitencias, pero, como mencioné

arriba, no creo que haya sido cierto. De hecho, su purgatorio empieza con el olvido y abandono

cruel de su pérfido seductor. Aquí cabe mencionar un aspecto interesante de esta coincidencia.

Eloísa y Mariana purgan una pena de amor, no una culpa127. Eloísa le escribe a Abelardo que

«debería gemir por los pecados cometidos y, sin embargo, suspiro por lo que he perdido»128.

Mariana, por su parte: «No me arrepiento, sin embargo, de haberte adorado. Me encanta que me

hayas seducido [...] Conoces muy bien las consecuencias de esto que iniciamos y aunque no

tengo nada de qué arrepentirme, no debo, sin embargo, recordártelas». No se percibe en ninguna

de las Cartas de Mariana la más mínima alusión a un arrepentimiento que pueda asociarse con una

culpa. Mariana escribe: «Aun así, siento que mis remordimientos no son verdaderos y que en lo

más íntimo de mi alma quisiera haberme expuesto a mayores peligros por tu amor y siento un

nefasto placer en haber arriesgado por ti mi vida y mi honra». Ella amó a Chamilly, como Eloísa a

Abelardo, con la frente en alto.

Estas citas son sólo una pequeña muestra de muchas similitudes. Aunque también hay

substanciales diferencias: Abelardo deja a Eloísa por razones “poderosas”: la sabiduría, la ciencia;

acaso por la castración. Esto de Abelardo fue ¿cobardía?, ¿vanidad?, ¿vergüenza? Pero Chamilly

abandona a Mariana por razones vanas y tal vez caprichosas: ¿el resplandor del Rey?, ¿el frufrú

de las cortes?... Abelardo y Eloísa eran marido y mujer -tuvieron un hijo- y él renuncia a ella por

127 Esta apreciación se la debo a mi hija Ligia Teresa Vélez.

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el amor a la filosofía y a Dios. Chamilly «por gozar de los lánguidos placeres que [le] ofrecen [sus]

amantes de Francia».

128 Cartas de Abelardo y Eloísa. P. 127.

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...un corazón sensible no puede olvidar jamás Inolvidable. Sí. El amor de Mariana por Chamilly fue inolvidable. Su corazón abandonado

guardó una cicatriz indeleble que le impidió olvidar a ese amor ingrato. La Quinta y Última Carta

pareciera un monumento a la razón y al dominio de la voluntad sobre la pasión. Pero no es

posible cortar de un tajo, por un acto racional, ese torrente de emociones, esa pasión desbocada

que sintió Mariana por Noël Bouton de Chamilly. No importa lo que escribió, no importa la

distancia, no importa su decisión de olvidarlo. Lo llevó en el corazón hasta su muerte. No me

cabe duda.

En la vida del ser humano hay un amor -tal vez dos- que lo marca para siempre. Así le

sucedería a Mariana y lo atestigua en su Quinta y Última Carta:

¿No experimenté ya que un corazón sensible no puede olvidar jamás lo que lo hizo descubrir la pasión de que era capaz y que no conocía? ¿Que todos sus afectos y emociones están arraigados profundamente en el ídolo que los creó? ¿Que sus primeras impresiones y heridas no se pueden cicatrizar, ni extinguirse? ¿Que todas las nuevas pasiones que con todas sus fuerzas tratan de satisfacerlo y contentarlo, le prometen vagamente una sensibilidad que no recuperará jamás? ¿Que todos los placeres que busca, sin ningún deseo de encontrarlos, no sirven sino para convencerlo de que nada le es tan querido como el recuerdo de sus penas?

El amor de Mariana era un amor absoluto. Y según nuestro citado Gurméndez, éste «se

manifiesta por la necesidad perentoria que tenemos de otro ser» y

puede hacerse tan definitivamente absoluto que nos aprisione y aísle en una soledad irreal [que] lleva [...] a independizarnos de todo lo que nos rodea, a la negación de la Naturaleza y de los seres humanos [Su búsqueda] puede consumir en vano nuestras vidas sin hallarlo jamás. Tal es el desengaño final del espíritu a que puede llevar la ansiedad de amor absoluto [...] que puede fijarse en un ser al que permaneceremos fieles toda nuestra vida, o relativizarse en amores

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cambiantes, variables [...] Esto significa la necesidad vital de esa única criatura que, solamente ella, puede terminar con la angustia de la soledad.129

Ortega y Gasset, en el libro que tutela familiarmente este trabajo, lo dice de otra manera:

... [amar] es sentirse “encantado” por otro ser [...] sentirse absorbido por él hasta la raíz de nuestra persona, como si nos hubiera arrancado de nuestro propio fondo vital y viviésemos trasplantados a él, con nuestras raíces vitales en él [...] el enamorado se siente entregado totalmente al que ama; no importa que la entrega corporal se haya cumplido o no [...] Un amor pleno, que haya nacido en la raíz de la persona, no puede verosímilmente morir. Va inserto por siempre en el alma sensible [...] la persona que amó se sigue sintiendo absolutamente adscrita a la amada. El azar podrá llevarla de aquí para allá en el espacio físico y en el social. No importa: ella seguirá estando junto a quien ama.130

Yo añadiría que cuando una persona se enamora de otra, llega a ella por sus cualidades y

sus valores, esto es, por su belleza. Pero una vez que se ha producido esa magia del amor y del

enamoramiento, ese estremecimiento telúrico en el corazón del enamorado, cuando esa persona

ama a la otra, no sólo «se sigue sintiendo absolutamente adscrita a la amada», sino que por ser la

belleza apenas el camino para llegar a la persona amada, aquélla -la belleza- puede desaparecer,

pero el amor queda. Ese amor está centrado en la esencia de la persona. Y ahí sí, como dice

Ortega, «el azar podrá llevarla de aquí para allá», podrán ocurrir cambios en la belleza del ser

amado, pero el amor seguirá presente, inmutable. Como la caricia del río y de la piedra, ahí está,

siempre nuevo, siempre intacto.

En la citada traducción de Francisco Castaño, se reproduce un corto pero bello ensayo

de Rainer María Rilke -a su vez traductor de las Cartas- sobre “Las cinco Cartas de la monja

portuguesa”, y allí el poeta de los Sonetos a Orfeo dice, al referirse a lo esencial del amor, que

129 GURMÉNDEZ. Op. cit., pp. 83-86.

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éste consiste «en que uno fuerza al otro a transformarse en algo, a transformarse infinitamente, a

transformarse en lo más extremo que sus fuerzas sean capaces de alcanzar»131.

Las opiniones de Gurméndez y Ortega están validadas por la experiencia. Igor Caruso, en

La separación de los amantes, menciona el dramático caso de un profesor de secundaria, quien

dice que «no puede apartar del pensamiento» a su enamorada; la encuentra en todas partes; todas

las cosas se la evocan. Y es tal la obsesión del paciente que en su desesperación llega hasta

desearle la muerte: «¿No sería una solución ideal el que pudiera ya dolerme por una verdadera

muerte? Así podría decir: fue el destino [...] para mí su muerte es favorable, pero a ella le deseo

la vida más feliz que se pueda imaginar»132.

El amor absoluto es ineludible. Más aún, es invasor. El ser enamorado juega con los

cuerpos. Este cuerpo se convierte en aquel cuerpo. Escudriña los movimientos de la ciudad y no

descubre a su alma compañera. La ronda por su calle es la esperanza de una luz encendida. La

busca donde no puede estar. ¡Ah! Boccherini... Chopin... Armstrong... El recuerdo asalta con

alevosía al olvido en un recital de Kuzmin o Puyana, en un filme de Fellini o Almodóvar. La visión

del ser amado lo paraliza. Lo contempla, acompañado, como un relámpago que amedrenta. Y

duele. Sabe que ese beso y ese amor son su beso y su amor. Desea abrazarlo, besarlo y decirle

que no puede vivir con su ausencia. Su cuerpo, su mente, todo su ser están vacíos de ese otro

ser. Es «la angustia de la soledad». Sus manos tienen la ausencia de su cuerpo. Recordarlo es la

única forma de tenerlo. No hay duda, está condenado a adorarlo por siempre. No importa

dónde, ni con quién se encuentre. Lo seguirá amando en la soledad y en la compañía. Lo tendrá

130 ORTEGA Y GASSET. Op. cit., p. 69. 131

ALCOFORADO. Cartas de la monja portuguesa. P. 59. 132 CARUSO. Op. cit., p. 22.

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siempre en su corazón. Está condenado a estar con él en el llanto y en el beso. En la pasión y el

dolor. Más allá del tiempo y de la distancia.

Con su recuerdo inmutable, lo espera sin cansancio. Su corazón nunca será entregado a

otro ser. Siempre está allí, anhelante. Su presencia lo avasalla todo, es total y exclusiva, tanto que

el pasado se agolpa en el presente, porque todos los recuerdos vienen a vivir en el corazón; en

cuyo caso, habría que decir con Baudelaire: «Déjame respirar un rato, un buen rato, el olor de tus

cabellos, hundir en ellos mi rostro, como un hombre sediento en el agua de una fuente, y agitarlos

con mi mano como un pañuelo perfumado, para sacudir recuerdos en el aire [...] Déjame morder

un buen rato tus trenzas pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes,

me parece estar comiendo recuerdos»133. Alimentándose de su recuerdo, él mantiene viva su

ilusión y ella siempre está presente. Hay hasta recuerdos de sitios desconocidos.

Su aroma le embriaga la memoria. Ese perfume trastorna. Es una trampa. Siempre a la

mano, Rive Gauche, Paloma Picasso. El aroma, el olor, obsesionan. Ya lo decía Baudelaire (otra

vez Baudelaire):

Guiado por tu aroma hacia mágicos climas, Veo un puerto colmado de velas y de mástiles Todavía fatigados del oleaje marino, Mientras del tamarindo el ligero perfume, Que circula en el aire y mi nariz dilata, En mi alma se mezcla al canto marinero. 134

Miguel Hernández a su vez dice:

133 Charles BAUDELAIRE. Poemas en prosa. Bogotá, El Áncora Editores, 1994. Pp. 54-55. Traducción de Álvaro Rodríguez. 134 BAUDELAIRE. Las flores del mal. Madrid, Alianza, 1994. P. 37. Traducción de Antonio Martínez Sarrión. Esta versión de “Perfume exótico” me parece mejor que la de Nydia Lamarque (en Losada), que la de Enrique Parellada (Ediciones 29) y que la de nuestro francófilo Andrés Holguín (en Guadarrama y El Áncora).

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Ropas con su olor, paños con su aroma. Se alejó en su cuerpo, me dejó en sus ropas. Lecho sin calor, sábana de sombra. Se ausentó en su cuerpo. Se quedó en sus ropas.135

Así ocurrió cuando aquella niña, mi amiga de la niñez, guardó para sí la ropa del amor

adolescente que se fue. La acompaña a todo instante. Hoy no sé si pudo olvidarlo. Creo que ella

tampoco lo sabe.

No es difícil imaginar que algo similar le sucedería a Mariana. Ella tenía permanentes

motivos para recordar a Chamilly: su celda, el balcón donde lo vio el «día fatal», las puertas de

Mertola, el valle donde caracoleaban los caballos, su retrato, sus regalos, en fin, toda su

cotidianidad.

Muy a su pesar, la Quinta y Última Carta está llena de afirmaciones de la voluntad, tanto

como de contradicciones. Y allí sí es válido hablar de contradicciones, porque es una carta tan

poética como cerebral. Manejar el corazón con el cerebro es olvidar lo que decía Pascal: «El

corazón tiene razones que no entiende la razón». Mientras Mariana le dice a Chamilly que ya no

lo ama, más precisamente «que debe dejar de amarle»136, llora al desprenderse de sus recuerdos:

«¡Cuántas lágrimas me costó esta decisión!...»; le duele más olvidarlo, que amarlo sin esperanza:

«Estoy convencida de que habría sentido emociones menos penosas, amándole, ingrato como es,

que dejándolo para siempre»; no se atreve a recibir sus cartas, por temor a «atizar en [ella] de

nuevo la llama del amor», que está allí latente, escondida; sabe que su corazón nunca dejará de

135 Miguel HERNÁNDEZ. Poemas de amor. Madrid, Alianza, 1994. P. 112.

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sufrir por el abandono y se pregunta: «¿Cuándo dejará mi corazón de ser lacerado?»; planea

apuntalar su decisión racional con la lectura de unas cartas frías y desdeñosas de Chamilly:

«guardaré cuidadosamente las dos últimas y volveré a leerlas muchas más veces de lo que leí las

primeras, como una medida para no recaer en mis flaquezas». Mariana se entrega a Cristo, pero

nunca olvida a su amante. Es un amor que la sigue hasta la tumba, contra su voluntad. Ésta no

puede entrar en juego, es imposible. Tal vez Mariana acudió a ese recurso ilusorio, pero su

corazón estaba con Chamilly. Después de la Quinta y Última Carta, Mariana pasa de la pasión a

la sublimación y tal vez a la mística. Transfiere toda su pasión a Cristo, que es el ejemplo clásico

de la relación entre pasión y mística: la pasión sublimada.

Sor Mariana Alcoforado se enamoró profundamente y en esas condiciones se hacen las

locuras más extraordinarias. Ya lo dijo ella cuando estuvo dispuesta a todo, cuando arriesgó

todo, cuando se lo dice aún en la Quinta y Última Carta: «Si me hubiese dado pruebas de su

pasión después de que partió de Portugal, habría hecho todos los esfuerzos para salir de aquí. Me

habría disfrazado para irme con el señor». Y también Mariana mostró la grandeza de su amor al

aceptar su destino: «Sé muy bien cuál es mi destino, para intentar superarlo. ¡Seré infeliz toda mi

vida!». Y esa madura aceptación es la grandeza del amor apasionado. Basta revisar la literatura

para encontrar una larga lista de Marianas. De amantes desdichados, no correspondidos, está

poblada la literatura, la gran literatura.

Porque un amor absoluto y apasionado es más violento que cualquier otra pasión, arrasa

con todas las consideraciones, vence océanos y montañas con fuerza y perseverancia increíbles,

hasta arriesgar la vida por él y perderla, si no hay esperanza. Por ese amor, más allá de toda

razón, se sacrifica la tranquilidad. No se teme a un compromiso absurdo, ni a relaciones ruinosas,

136 En el original en francés: «... et qu'ainsi je ne dois plus vous aimer», en el texto de José María de Sousa.

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ni al deshonor, ni a la traición, ni a actos criminales, sean estos adulterios o violaciones; es decir,

no valen ni las leyes del hombre, ni las de Dios, ni las del diablo.

Cualquier lector dirá que ha estado enamorado muchas veces. Que examine a fondo su

corazón y encontrará, o que nunca fue así o que sólo una vez (tal vez dos) ha estado dispuesto a

perderlo todo, a echar todo por la borda por un amor.

Para la muestra, estas cinco Cartas en que virtió su corazón una mujer, una religiosa, un

ser humano vestido con el hábito de la pasión.

IGNACIO VÉLEZ PAREJA,

Tocaima y Bogotá.

Terminé dieciocho años después, el 2 de marzo de 1996.

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De una historia de amor bien contada 2002

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El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez

Notas de Ignacio Vélez Pareja para el Club de lectura del Politécnico Grancolombiano, basadas en la edición de 1970 de la colección Índice de Editorial Sudamericana.

La novela El coronel no tiene quien le escriba la escribió Gabriel García Márquez en

París. Lo terminó en 1957 y fue publicado por primera vez en Medellín por Editorial Aguirre

(Alberto Aguirre) en 1961.

GGM en una entrevista a Miguel Torres en la revista de Cine Cubano, de la Habana en

1969, dijo que cuando escribió El coronel pensaba ser guionista y no escritor:

“En este período aparece mi novela “El coronel no tiene quien le escriba” que hoy en día cuando la leo me doy cuenta no es literatura sino cine porque lo que en realidad yo quería ser era guionista. ¿Qué quieres decir con que “El coronel…” no es literatura sino cine? Quiero decir que la novela tiene una estructura completamente cinematográfica y su estilo narrativo es similar al del montaje cinematográfico […] la novela se desarrolla con la descripción de los movimientos de los personajes como si los estuviera siguiendo una cámara”137.

Antes de examinar la novela en esos términos, me interesa mostrar algunos antecedentes,

que si son verídicos, nos indican el origen del tema. A mi juicio el gran tema de esta novela es la

esperanza y la dignidad. Situaciones que encajan muy bien en la historia personal de GGM. Así

mismo, como todas sus obras previas a Cien años de soledad, sin duda El coronel es un

anticipo de lo que sería la gran saga de los Buendía.

Sin embargo, calificaría las manifestaciones de dignidad. Son una mezcla de sentimientos y

actitudes. Allí aparecen la dignidad pura y la solidaridad y la responsabilidad, alternando con el

137 Rentería Mantilla, Alfonso, García Márquez habla de García Márquez en 33 grandes reportajes, Rentería Editores

Ltda., Bogotá, 1979.

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temor al que dirán (talvez producto del pudor) y la justa indignación por la injusticia de la espera.

Por ejemplo, en las páginas 17 y 28 el coronel manifiesta su preocupación porque “todos están

ahorrando” para apostarle al gallo. O en la página 64 cuando el coronel dice que “lo peor de la

mala situación es que lo obliga a uno a decir mentiras” y en la 65 cuando la mujer dice que está

“hasta la coronilla de resignación y dignidad” y le espeta al coronel una frase tremenda: “para que

te convenzas que la dignidad no se come”. La demostración final de la dignidad (y del orgullo) es

cuando después de todos los avatares por los que han pasado, el coronel le responde la pregunta

planteada desde la página 48: “—Y mientras tanto qué comemos. —preguntó la mujer” y le

contesta altivo y digno: “—Mierda.”

En las memorias de GGM, Vivir para contarla, — VPC— (Norma, 2002) encuentro

varias referencias indudables y una interpretable que pueden ser consideradas como orígenes o

relacionadas con la novela.

Veamos.

Página 43 (VPC), cuando GGM acompaña a su madre a Aracataca (Cataca138 para los

cataqueños), se presentan donde la inquilina de la casa con quien se había logrado, en apariencia,

hacer un negocio de venta sobre la casa. Por algunos inconvenientes en la negociación y un

argumento repetitivo, su

“madre cortó por lo sano con su talante inapelable. —La casa no se vende —dijo—. Hagamos cuenta de que aquí nacimos y aquí moriremos todos.”

138 “Su nombre no es de pueblo sino de río, que se dice ara en lengua chimila, y Cataca que es la palabra con que la

comunidad conocía al que mandaba. Por eso entre nativos no la llamamos Aracataca sino como debe ser: Cataca”

(VPC, p. 53). Sin embargo, en una reciente publicación del Instituto Caro y Cuervo sobre lenguas indígenas no aparece

ara en lenguaje chimila como río.

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En la página 85 de El coronel cuando los amigos de Agustín se llevaron el gallo a la

gallera y el coronel regresó con él, y su esposa le explicó que se lo habían llevado contra su

voluntad, dijo:

““Hicieron bien” dijo calmadamente. Y luego registrándose los bolsillos, agregó con una insondable dulzura: —El gallo no se vende. Ella lo siguió hasta el dormitorio. Lo sintió completamente humano, pero inasible, como si lo estuviera viendo en una pantalla de cine.”

Aquí no sólo el autor está pensando en el cine cuando construye la novela, sino que hay

reiteradas referencias cinematográficas como ésta y la que se menciona más adelante en relación

con la censura que imponía el padre Ángel139.

En la página 98 (VPC), en una de sus innumerables referencias a su abuelo, personaje

que lo marcó en forma indeleble, dice:

“Nunca usó uniforme militar porque su grado era revolucionario y no académico, pero hasta mucho después de las guerras usaba el liquilique, que era de uso común entre los veteranos del Caribe. Desde que se promulgó la ley de pensiones de guerra llenó los requisitos para obtener la suya, y tanto él como su esposa y sus herederos más cercanos siguieron esperándola hasta la muerte. Mi abuela Tranquilina, que murió lejos de aquella casa, ciega, decrépita y medio venática140, me dijo en sus últimos momentos de lucidez: «Muero tranquila, porque sé que ustedes recibirán la pensión de Nicolasito». Fue la primera vez que oí aquella palabra mítica que sembró en la familia el germen de las ilusiones eternas: la jubilación. Había entrado en la casa antes de mi nacimiento, cuando el gobierno estableció las pensiones para los veteranos de la guerra de los Mil Días. El abuelo en persona compuso el expediente, aun con exceso de testimonios jurados y documentos probatorios, y los llevó él mismo a Santa Marta para firmar el protocolo de la entrega. De acuerdo con los cálculos menos alegres, era una cantidad bastante para él y sus descendientes hasta la segunda

139 Este humilde cura no tuvo la dicha de llegar a arzobispo, como sí la tuvo Angelus Marcelus que llegó a ser

arzobispo de Bogotá. 140 Venática significa loca. DRAE: Venático, ca. adj. fam. Que tiene vena de loco, o ideas y especies extravagantes.

U. t. c. s.

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generación. «No se preocupen —nos decía la abuela—, la plata de la jubilación ha de alcanzar para todo.» El correo que nunca fue algo urgente en la familia, se convirtió entonces en un enviado de la Divina Providencia.”

A lo largo de la novela se repite hasta la saciedad esta situación. La pensión pagará

(cuando no el gallo de pelea) todas las deudas.

“—¿Cuánto le debo? —No se preocupe coronel —respondió Germán ocupando su sitio en el grupo—. En enero paga el gallo.”

El correo, junto con el coronel y la mujer es el centro de la novela como si fuera “un

enviado de la Divina Providencia”. En particular cuando decide retirar al abogado y le pide los

papeles que comprobaban su calidad de pensionado. Alguno de ellos firmado por el coronel

Aureliano Buendía.

La vivencia de la estrechez económica de GGM se testimonia a lo largo de sus memorias,

pero hay una referencia muy clara que se retoma en la novela. En la página 103 (VPC), dice

GGM que

“Lo más raro es que la abuela sostenía la casa con su sentido de la irrealidad. ¿Cómo era posible mantener aquel tren de vida con tan escasos recursos? Las cuentas no daban. El coronel había aprendido el oficio de su padre, quien a su vez lo había aprendido del suyo, y a pesar de la celebridad de sus pescaditos de oro que se veían por todas partes, no eran un buen negocio.”

En la página 31 de El coronel se encuentra lo siguiente:

“”Este es el milagro de la multiplicación de los panes”, repitió el coronel cada vez que se sentaron a la mesa en el curso de la semana siguiente. Con su asombrosa habilidad para componer, zurcir y remendar, ella parecía haber descubierto la clave para sostener la economía doméstica en el vacío. Octubre prolongó la tregua. La humedad fue sustituida por el sopor.”

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Otro testimonio dramático de la estrechez que se vivía en su hogar aparece en la página

171 (VPC) y que se traslada casi intacto a El coronel:

“La pobreza de mis padres en Barranquilla, por el contrario,141 era agotadora, pero me permitió la fortuna de hacer una relación excepcional con mi madre. […] En los peores momentos se reía de sus propios recursos providenciales. Como la vez en que compró una rodilla de buey y la hirvió día tras día para el caldo cotidiano cada vez más aguado, hasta que ya no dio para más.”

En El coronel, páginas 64 y 65 leemos

“—Tampoco quieren el cuadro —dijo ella—. Casi todo el mundo tiene el mismo. Estuve hasta donde los turcos. El coronel se encontró amargo. —De manera que ahora todo el mundo sabe que nos estamos muriendo de hambre. —Estoy cansada —dijo la mujer—. Los hombres no se dan cuenta de los problemas de la casa. Varias veces he puesto a hervir piedras para que los vecinos no sepan que tenemos muchos días de no poner la olla. El coronel se sintió ofendido. —Eso es una verdadera humillación —dijo.”

En la página 163 (VPC), cuenta GGM que alguna vez su padre llegó extraviado por el

alcohol “un minuto después de que una gallina había plantado su cagarruta142 en la mesa del

comedor”. A toda prisa la tapó con un plato y lo distrajo con la pregunta de rigor:

“—¿Qué quieres comer? El hombre soltó un gruñido: —Mierda. La esposa levantó entonces el plato y le dijo con su santa dulzura: —Aquí la tienes. La historia dice que el propio marido se convenció entonces de la santidad de la esposa y se convirtió a la fe de Cristo.”

141 Compara esta situación con la abundancia que se llegó a vivir en la casa del abuelo en Cataca. 142 Cagarruta aquí se refiere al excremento, a la mierda de la gallina. DRAE: Cagarruta. (De cagar). F. Cada una de las

porciones, aproximadamente esféricas, del excremento del ganado menor y de ciervos, gamos, corzos, conejos y

liebres.

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Este aparte quizás no está ligado a la historia del coronel, pero la estructura evoca el final

de la novela.

En la página 492 (VPC), GGM trata de hacerle un homenaje (también en El coronel) a

su amigo Rafael Escalona. Cuando relata que viajó a Valledupar para reencontrarse con sus

raíces, dice que “todo lo que encontraba, todo lo que ocurría, toda la gente que me presentaban

era como si ya lo hubiera vivido, y no en otra vida, sino en la que estaba viviendo.” En esa

ocasión conoció al coronel Clemente Escalona, padre de Rafael, descrito por GGM como

“delgado y recto como un junco” y dice GGM haber quedado impresionado por su “dignidad a

toda prueba” y “por su porte de patriarca”. Dice además GGM:

“Desde muy joven me había perseguido el tema de las angustias y el decoro con el que mis abuelos esperaron hasta el fin de sus largos años la pensión de veterano. Sin embargo, cuatro años después, cuando por fin escribía el libro en un viejo hotel de París, la imagen que tuve siempre en la memoria no era la de mi abuelo, sino la de don Clemente Escalona, como la repetición física del coronel que no tenía quien le escribiera.”

Esto contrasta con el diseño de la carátula de la edición de Sudamericana, que me sirve

para esta nota. Allí aparece un dibujo de un coronel rechoncho, vestido de negro y con ropa

pesada.

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En la página 558 (VPC), se refiere al drama de los veteranos de Corea, abandonados por

el estado al punto que alguno de ellos debió empeñar sus condecoraciones ganadas en el campo

de batalla para poder comer. Dice GGM.

“Era imposible que aquel drama nacional no me hiciera recordar el de mi abuelo el coronel Márquez, a la espera eterna de su pensión de veterano. Llegué a pensar que aquella mezquindad fuera una represalia contra un coronel subversivo en guerra encarnizada contra la hegemonía conservadora.”

Una última referencia que se transcribe casi textualmente en El coronel aparece en la

página 187 (VPC) y dice así al relatar su estadía en Sucre, población que hoy pertenece al

departamento del mismo nombre:

“Para la administración eclesiástica era un territorio de misiones con jurisdicción y mando en un vasto imperio lacustre. En el centro de aquel mundo, la iglesia parroquial, en la plaza mayor de Sucre, era una versión

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de bolsillo de la catedral de Colonia, copiada de memoria por un párroco español doblado de arquitecto. El manejo del poder era inmediato y absoluto. Todas las noches, después del rosario, daban en la torre de la iglesia las campanadas correspondientes a la calificación moral de la película anunciada en el cine contiguo, de acuerdo con el catálogo de la Oficina Católica para el Cine. Un misionero de turno, sentado en la puerta de su despacho, vigilaba el ingreso al teatro desde la acera de enfrente, para sancionar a los infractores.”

En El coronel (página 21) se relata que

Un poco después de las siete sonaron en la torre las campanadas de la censura cinematográfica. El padre Ángel utilizaba ese medio para divulgar la calificación moral de la película de acuerdo con la lista clasificada que recibía todos los meses por correo. La esposa del coronel contó doce campanadas.”

En Vivir para contarla se encuentran referencias múltiples a sus obras posteriores.

Queda por saber si esos hechos ocurrieron en la realidad ya que el propio autor nos previene en

el epígrafe del libro: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda

para contarla.” Yo prefiero pensar que las referencias son verídicas y así se convierten en la

semilla de sus obras. Es claro que un autor, de cualquier género, tiene unos demonios dentro que

no lo dejan reposar sino cuando los ha exorcizado escribiendo y pariendo su obra.

Nunca sabremos si fue que la realidad copió a la ficción (en la pluma de GGM al escribir

sus memorias) o si la ficción sorbió de esa realidad aplastante las situaciones narradas. Por

conocer de primera mano atisbos de esa realidad, yo creo que GGM es veraz en sus memorias y

no optó por el recurso de escribirlas tomando de la supuesta ficción escrita durante más de

cincuenta años. Más aun, me apropio de lo que según GGM decía José Félix Fuenmayor (de

donde vienen todos los del Grupo de Barranquilla): “las diferencias de fondo entre la vida y la

literatura eran simples errores de forma.” (VPC, pagina 130). Por supuesto que lo que narró en

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sus cuentos y novelas fueron una especie de notas o diario tardío que, junto con las consultas a

amigos y conocidos de su época, sirvieron para rescatar las memorias que hoy nos entrega. Pero

si así no fuera, la pluma maestra nos presenta de tal manera la ficción que la hace realidad. Y es

que la ficción que no está soportada en la realidad no tiene valor, ni convence. Así lo reconoce

GGM cuando se refiere al primer cuento publicado por El Espectador:

“Para empezar, me di cuenta de que mis dos grandes defectos eran los dos más grandes: la torpeza de la escritura y el desconocimiento del corazón humano. Y eso era más que evidente en mi primer cuento, que fue una confusa meditación abstracta, agravada por el abuso de sentimientos inventados. […] El resto, como en el cuento anterior, fue inventado de la nada, y por lo mismo —como nos gustaba decir entonces— ambos llevaban dentro el germen de su propia destrucción.” (VPC, página 300).

O cuando relata un episodio de Rafael Escalona y dice:

“La historia es verídica, pero no es rara en una región y en un gremio [el de los acordeoneros y compositores de vallenato] donde lo más natural es lo asombroso.” (VPC, página 456).

En cuanto a la naturaleza cinematográfica de la novela puedo aportar algunos apartes que

nos la muestran de manera indiscutible.

Para comenzar miremos cómo la cámara se mueve para espiar al coronel, en el mismo

comienzo de la novela:

Página 7. “El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una cucharadita. [Un primer plano de la cara del coronel y se mueve hasta las manos tratando de abrir el tarro de café.]. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata. [La cámara muestra en primer plano las manos del coronel cuando levantan la olla y vierte el agua al piso capturando el humo del agua hirviente. La cámara muestra el fondo del tarro y cuchillo raspando el fondo el tarro].

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Página 11. “…el coronel se vistió en silencio. [La cámara sin sonido lo muestra recién afeitado y buscando los pantalones.] Los pantalones, casi tan ajustados a las piernas como los calzoncillos largos, cerrados en los tobillos con lazos corredizos, se sostenían en la cintura con dos lengüetas del mismo paño que pasaban a través de dos hebillas doradas cosidas a la altura de los riñones. [La cámara hace un paneo con lentitud, a lo largo de las pierna, muestra el cierre del lazo en el tobillo y sube por la otra pierna hasta la cintura para mostrar las lengüetas con las hebillas en la parte de atrás.] No usaba correa. La camisa color de carón antiguo, dura como un cartón, se cerraba con un botón de cobre que servía al mismo tiempo para sostener el cuello postizo. Pero el cuello postizo estaba roto, de manera que el coronel renunció a la corbata. [La cámara muestra al coronel intentando introducir los botones de cobre hasta que se da cuenta de que el cuello de la camisa está roto.]”

Unas cuantas referencias adicionales que nos muestran el movimiento de cámaras en esta

novela.

Páginas 21 y 22. Después de que sonaran las doce campanadas del padre Ángel para

avisar la calificación moral de la película, “la esposa del coronel contó doce campanadas”.

“—Mala para todos —dijo—. Hace como un año que las películas son malas para todos.”

Y aquí comienza el movimiento de cámara:

“Bajó la tolda del mosquitero y murmuró: “El mundo está corrompido”. Pero el coronel no hizo ningún comentario. Antes de acostarse amarró el gallo a la pata de la cama. Cerró la casa y fumigó insecticida en el dormitorio. Luego puso la lámpara en el suelo, colgó la hamaca y se acostó a leer los periódicos. Los leyó por orden cronológico y desde la primera página hasta la última, incluso los avisos. A las once sonó el clarín del toque de queda. El coronel concluyó la lectura media hora más tarde, abrió la puerta del patio hacia la noche impenetrable, y orinó contra el horcón, acosado por los zancudos. Su esposa estaba despierta cuando él regresó al cuarto.”

Una escena cinematográfica magistral la encuentro en la página 43.

“Llevó a la mesita de la sala un bloc de papel rayado, la pluma, el tintero y una hoja de papel secante, y dejó abierta la puerta del cuarto por si tenía que consultar algo con su mujer. Ella rezó el rosario.

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—¿A cómo estamos hoy? —27 de octubre. Escribió con una compostura aplicada, puesta la mano con la pluma en la hoja de papel secante, recta la columna vertebral para favorecer la respiración, como le enseñaron en la escuela. El calor se hizo insoportable en la sala cerrada. Una gota de sudor cayó en la carta. El coronel la recogió en el papel secante. Después trató de raspar las palabras disueltas, pero hizo un borrón. No se desesperó. Escribió una llamada y anotó al margen: “derechos adquiridos”. Luego leyó todo el párrafo. —¿Qué día me incluyeron en el escalafón? La mujer no interrumpió la oración para pensar. —12 de agosto de 1949.”

Ya para terminar exploremos la escena del final que cerraría la película con un diálogo

económico, casi mezquino y que muestra no sólo el estilo cinematográfico de la novela, sino los

rasgos de dignidad y el clima de esperanza que la atraviesa (páginas 91 y 92):

“Trató de tener los ojos abiertos pero lo quebrantó el sueño. Cayó hasta el fondo de una substancia sin tiempo y sin espacio, donde las palabras de su mujer tenían un significado diferente. Pero un instante después se sintió sacudido en el hombro. —Contéstame. El coronel no supo si había oído esa palabra antes o después del sueño. Estaba amaneciendo. La ventana se recortaba en la claridad verde del domingo. Pensó que tenía fiebre. Le ardían los ojos y tuvo que hacer un gran esfuerzo para recobrar la lucidez. —Qué se puede hacer si no se puede vender nada— repitió la mujer. —Entonces ya será veinte de enero —dijo el coronel perfectamente consciente—. El veinte por ciento lo pagan esa misma tarde. —Si el gallo gana —dijo la mujer—. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo puede perder. —Es un gallo que no puede perder. —Pero suponte que pierda. —Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso —dijo el coronel. La mujer se desesperó. “Y mientras tanto qué comemos”, preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía. —Díme, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:

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—Mierda.”

Referencias

García Márquez, Gabriel, El coronel no tiene quien le escriba, Editorial Sudamericana,

Buenos Aires, 1970. Publicado por primera vez en Medellín por Editorial Aguirre (Alberto

Aguirre) en 1961.

________, El coronel no tiene quien le escriba y otro relato, Librería del Colegio,

Buenos Aires, 1975. Selección y estudio preliminar de Noé Jitrik.

________, Vivir para contarla, Norma, Bogotá, 2002.

Instituto Caro y Cuervo (Varios autores), Las lenguas indígenas en Colombia, Instituto

Caro y Cuervo, Bogotá, 2000.

Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Decimonovena edición,

Real Academia Española, Madrid, 1970.

Rentería Mantilla, Alfonso, García Márquez habla de García Márquez en 33 grandes

reportajes, Rentería Editores Ltda., Bogotá, 1979.

Tocaima, 3 de noviembre de 2002