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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE ARTES Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES Y LITERATURA
RELIGIOSIDAD POPULAR: MÁS ALLÁ
DEL COSTUMBRISMO EN SEIS CUENTOS DE TOMÁS CARRASQUILLA
Monografía para optar al título de Literato
PRESENTADA POR: LAURA ROJAS VILLAMIL
DIRIGIDA POR: BETTY OSORIO
BOGOTÁ JULIO DEL 2005
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ÍNDICE
Introducción…………………………………………………………………………4 Capítulo uno: el papel del lenguaje en la construcción de la atmósfera popular y religiosa………………………………….........................10
1.1. La marca regional………………………………………………….....10 1.2. La oralidad…………………………………………………………....13 1.3. La polifonía…………………………………………………………...20
Capítulo dos: la religiosidad popular antioqueña: el trasfondo cultural que da vida a los relatos…………….......................................24
2.1. La construcción de la religiosidad popular campesina de los cuentos……………………………………………...........25
2.2. Los hilos narrativos y la creación de personajes………………………………………………………………..33 2.2.1. La niñez y la monomanía…………………………………..34
2.2.2. La humildad vs la soberbia: ambas son recompensadas………………………………………………….41 2.2.3. Sobrenaturales pero antioqueños…………………………...46
Capítulo tres: Religiosidad popular: encuentro entre realidad y maravilla………………………………………………..53 3.1. El problema de la verosimilitud……………………………………...55 3.2. Un aspecto mágico del
costumbrismo de Carrasquilla………………………………………………63 Conclusiones………………………………………………………………………..73 Bibliografía………………………………………………………………………....76
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A mis padres, por su apoyo y amistad incondicional.
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INTRODUCCIÓN
Porque leer a Carrasquilla, suavizar el semblante y sentir de inmediato que la risa nos retoza
en el cuerpo, todo es uno. Roberto Jaramillo
Al leer la obra de Tomas Carrasquilla (1858-1941) se identifica con inmediatez su
carácter regional y popular. Con cada palabra la imaginación se llena de sabores, olores,
personajes y en general de una infinidad de elementos típicos que dibujan un paisaje y una
vida cotidiana antioqueña, colombiana. No en vano Carrasquilla ha sido comúnmente
calificado como un autor costumbrista, mas no un simple autor: los críticos se refieren a él
como “el más vivo pintor de costumbres”, según Cejador y Fragua, (Alape, 13) o como
“flor del costumbrismo nacional” (Téllez, 121). Estos entre otros apelativos indican que
uno de los aspectos más admirados –quizás el más significativo- de su narrativa es su
maestría en el manejo de los temas regionales. De manera que sería imprudente emprender
un recorrido por las páginas del antioqueño sin hacer referencia a este factor; ignorarlo sería
opacar la riqueza de su escritura y, por tanto, empobrecer el sentido de sus temáticas.
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Carrasquilla consagró su vida a la literatura, pero sólo hasta 1935 fue reconocido el
valor de su obra al ser galardonado con el Premio Nacional de Literatura y Ciencia Vergara
y Vergara por su última novela, Hace Tiempos (1936). Posteriormente en 1958, se convirtió
en el objeto de estudio del canadiense Kurt Levy, quien en su texto Vida y obra de Tomás
Carrasquilla (1958) le rinde un homenaje, pues el costumbrismo es un estigma que no
siempre favoreció al escritor antioqueño. Su opulento manejo del lenguaje fue
menospreciado, dado que además de ser rústico era considerado un obstáculo para la
comprensión de los textos. Se pensaba además que sus tramas caían en la monotonía por
referirse a la supuesta simpleza del mundo campesino. Estos y otros comentarios de quienes
no supieron valorar la obra de Carrasquilla contribuyeron a que el antioqueño no recibiera
un reconocimiento oportuno por su labor literaria. Esto sin mencionar la coincidencia en el
tiempo del surgimiento de la obra del antioqueño con el auge del modernismo.
Este movimiento “enfocado hacia lo universal, lo nuevo y lo extranjero, volvió en
sus principios las espaldas a América, e ignoró a Carrasquilla, cuya obra parecía reducirse
al costumbrismo realista del siglo XIX” (Onís, xii). Por eso parece significativo resaltar el
valor y la gracia con que Carrasquilla produce su literatura no sólo a pesar de la falta de
reconocimiento sino por hacerlo en un momento coyuntural para el país, que refleja una
transición del siglo XIX al XX que involucra procesos políticos –la Regeneración y el
proyecto centralista- y culturales muy complejos.
Tras comprobar una vez más el arte de Carrasquilla como costumbrista y, además,
descubrir el desconocimiento que padeció su obra por parte de la crítica, se tomó la
decisión de que sus cuentos constituirían el objeto de estudio. Esto respondía, en parte, a la
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preocupación por la necesidad de poner los ojos sobre la literatura colombiana e indagar en
ella las riquezas ocultas de la cultura del país. Se consideró que Carrasquilla envuelve todo
lo interesante que se quiere encontrar en un texto al analizarlo: un uso exquisito del
lenguaje, habilidad descriptiva, tramas atractivas, sensibilidad humana, humor… la lista no
tiene fin.
Este trabajo surgió, entonces, de la idea de encontrar un sentido más amplio en el
costumbrismo de los cuentos de Carrasquilla. Había que partir de una inquietud: ¿logra el
escritor trascender el plano costumbrista? Se asume que sí, pero esto pretende ser
comprobado a lo largo de esta monografía. Sin embargo, partiendo de esta suposición
surgió otra pregunta: ¿de qué mecanismos se vale y cómo los pone a funcionar en los textos
para lograrlo?
Así pues, sabiendo que para resolver estos interrogantes era necesario tener en
cuenta la construcción de la atmósfera popular, la lectura de los cuentos llevó a encontrar
un aspecto de ella común a algunos de ellos: la religiosidad popular. Ésta llama la atención
puesto que es un eje estructurante de las narraciones, pero además que a través de ella se
marca una ruptura con las fronteras de la región –aunque nunca se sale de ella-; y ese
rompimiento implica la apertura de nuevas significaciones para el costumbrismo de
Carrasquilla.
Santo Domingo, pueblo natal de Carrasquilla, es un poblado rezandero, de muchas
parroquias y monaguillos, habitado por espantos y seres legendarios, en suma, es una
locación de religiosidad extrema. Ese es el entorno en que vivió el autor de los cuentos
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estudiados; ese es el contexto que envuelve y da sentido a las vidas de los personajes de
aquellas historias. En la sociedad colombiana, como en cualquiera, y especialmente en la
antioqueña, la religión ha sido un integrante central de su cultura. Las prácticas religiosas
han influido en muchos aspectos de la vida de las poblaciones y también en la literatura de
Carrasquilla. Éste es un aspecto del mundo popular que el autor hace sobresalir con mucha
destreza y eficacia en el retrato antioqueño que presenta; es, además, el asunto que cautivó
el interés de este estudio y motivó su desarrollo.
Las prácticas religiosas de Antioquia se encuentran en sus novelas, y muy
marcadamente en la historia de Bárbara Caballero. En ésta se escucha hablar de ayudados y
otros seres legendarios y, además, se descubre la complejidad del mundo espiritual
montañero. Sin embargo, este análisis se basa en un corpus de cuentos y no en La
Marquesa de Yolombó (1924), porque, como señala Huberto Restrepo, a diferencia de las
novelas, “en ellos había más ancho campo para la fantasía” (22). Este factor es justamente
el que condiciona la elección de los relatos, puesto que las características y los efectos de
las prácticas y creencias híbridas de la región estructuran los hilos narrativos de “Simón el
mago” (1890), “Blanca” (1897), “En la diestra de Dios padre” (1897), “El ánima sola”
(1898), “El gran premio” (1914) y “El ángel” (1914). Debido a ello en la narrativa de estos
seis cuentos se produce un sentido múltiple que recoge el pensamiento popular campesino
del antioqueño que se caracteriza por la forma híbrida y mágica de entender la realidad.
El propósito de este trabajo es analizar la función de la religiosidad popular en seis
de los cuentos de Tomás Carrasquilla. Esta monografía pretende mostrar cómo el escritor
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logra fundir en sus cuentos lo maravilloso y lo real, dando coherencia narrativa a sus
ficciones, con una base principalmente asentada en lo antioqueño.
En consecuencia, este estudio se organiza de forma que muestre la evolución del
tema de la religiosidad popular en los relatos. En el primer capítulo el análisis se enfoca en
el lenguaje. No se ahonda en su aspecto filológico, sólo en los dispositivos que fomentan la
oralidad y la polifonía, ya que estos permiten articular el análisis con la expresión de la
religiosidad popular. Estos dos elementos de la cultura antioqueña componen una atmósfera
regional que no es sólo un telón de fondo, sino un factor estructurante de todas las
narraciones.
El carácter polifónico de los cuentos de Carrasquilla no se limita al campo
lingüístico, se extiende a los discursos religiosos. Esta es la puerta de entrada al segundo
capítulo. Éste consta de dos partes: la primera repara en la formación de la religiosidad
híbrida de la Antioquia de finales del siglo XIX. La descripción de los símbolos y
conceptos que conforman el pensamiento mítico de la religiosidad campesina permite
desarrollar la segunda parte del capítulo, en la cual se estudia cómo Carrasquilla se apropia
de dicho pensamiento y lo modifica para la creación de sus personajes y sus fábulas.
Identificar los componentes y la formación de la religiosidad popular retratada en
los cuentos lleva a entender este aspecto de la cultura regional como el resultado de un
proceso de transculturación religiosa. Por eso en el tercer capítulo se explica cómo
Carrasquilla crea una presencia constante de la religión en sus cuentos y específicamente en
la vida de personajes particulares, como Peralta o Blanca, con lo cual recupera formas
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ortodoxas y profanas de conocimiento del mundo que abren su costumbrismo a eventos
maravillosos. En los relatos los órdenes no sólo se subvierten sino que desaparecen por
momentos y se crea una nueva religiosidad, una visión mágica del mundo. Esta perspectiva
se aplica en el análisis final de esta monografía. En el último capítulo la atención se
concentra en mostrar cómo la religiosidad mítica modifica las formas de asimilar la
realidad, de manera que se estudian los recursos empleados por el autor para dar
verosimilitud a sus relatos, y cómo esos recursos conllevan a una creación literaria que
conjuga lo costumbrista con lo maravilloso.
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CAPÍTULO UNO
EL PAPEL DEL LENGUAJE EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA ATMÓSFERA POPULAR Y RELIGIOSA
1.1. La marca regional
El complejo entramado de la sociedad antioqueña de finales del siglo XIX y
comienzos del XX es la materia prima de la narrativa de Tomás Carrasquilla. De este
amplio panorama, el escritor privilegia el tema de lo popular: el lenguaje cotidiano, los
personajes de origen campesino, las costumbres regionales trazan un perfil de identidad que
es, tal vez, el legado de su trabajo. Carrasquilla inscribe lo antioqueño en su obra con una
mirada que evita lo superficial y en consecuencia da cabida a todos los aspectos de su
cultura. Para los propósitos de este estudio interesa específicamente analizar con
detenimiento lo concerniente a la religiosidad popular.
En la construcción de esta cultura intervienen la imposición de la lengua española y la religión cristiana, incluido en ambas el legado cultural de occidente; pero además el mestizaje, los elementos de la cultura negra aportados por los esclavos y la adaptación de generaciones a un medio montañoso rico y fértil (524).
Las anteriores palabras de Luis Fernando Macías afirman la heterogeneidad de los
elementos culturales de la región. El investigador presenta la religión y el lenguaje como
dos aspectos de la cultura que son puntos de encuentro entre distintas tradiciones. En el
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caso antioqueño se encuentra que no sólo hay un proceso de aculturación, sino también de
hibridación o transculturación muy complejo de lo español, lo nativo y lo negro. Las
tradiciones conviven; sin embargo las de indígenas y esclavos provenientes de África sólo
sobreviven cuando son absorbidas por el sistema impuesto por los colonizadores o
permanecen latentes cuando son silenciadas. Lo manifiestan los cuentos de Carrasquilla,
pues su base popular posee simultáneamente rasgos la ortodoxa hispánica y de lo autóctono
que permean tanto el habla regional como la herencia espiritual.
Para analizar el papel de la religión en los cuentos seleccionados, es preciso
entender primero la base popular que los sostiene en lo concerniente al lenguaje1 y estudiar
la función y efectos de los rastros de oralidad y la polifonía en la escritura del antioqueño.
Martin Lienhard plantea que “según el contexto lingüístico y su propia cultura, el
tipo de discurso que se inserta y el público a que se dirige, el escritor o autor del texto elige
el o los lenguajes más adecuados a su proyecto literario” (149). De manera que debe
entenderse que cada artista en cada obra hace un uso específico de la lengua. A lo cual
podría agregarse que las circunstancias en que se realiza la producción artística influyen en
la elección y elaboración del lenguaje empleado en un texto determinado. Así, en un
momento coyuntural de la historia política y literaria de Colombia, Carrasquilla escoge el
uso campesino de la lengua con todas sus complejidades y variaciones.
1 En el estudio del uso del lenguaje, no se analizarán aspectos formales, tales como recursos estilísticos, influencias del español o de las lenguas nativas, etc., aunque pueden tenerse en cuenta para otro tipo de análisis. Para dicho tipo de estudio remitirse a Kurt Levy (1958).
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A partir de 1886, con la Regeneración, el proyecto de estado es de carácter
centralista tanto en lo político como en lo cultural. Las intenciones de homogenizar la
sociedad y crear un sentido de identidad nacional son inspiración para muchos países
latinoamericanos; en el caso colombiano además, como señala Luis F. Restrepo, conllevan
la eliminación de las diferencias regionales de las manifestaciones de la lengua. El
investigador afirma:
Ante los intentos de suprimir o subordinar la marca de la región, Carrasquilla reafirma el habla antioqueña; un acto de resistencia que no se limita meramente a lo lingüístico y estético, sino que compromete una posición política ante las prácticas culturales que sustentan todo un proyecto político (180).
Mejía Vallejo plantea que “el costumbrismo buscaba más o menos
desesperadamente una seña de identidad” (65). Los textos de Carrasquilla son expresión de
esto y de la cultura de las provincias. Por lo tanto, es importante tener en cuenta que el
escritor hace énfasis en lo regional ocupándose de lo cotidiano y lo particular. Todo esto
hace parte de su literatura: describe una identidad regional y sorprende el ámbito cultural
nacional al presentar expresiones artísticas y de pensamiento locales, específicamente
antioqueñas.
Al seguir con su estilo regionalista, Carrasquilla rechaza y critica los modelos
extranjeros que inspiran el Modernismo. Ángel Rama explica que con este movimiento se
pretendía hacer un uso purista de la lengua española; ante lo cual reacciona el
costumbrismo rescatando las formas idiomáticas dialectales (40). El escritor rompe con los
esquemas estéticos literarios aprobados por la ortodoxia cultural del país, y de
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Hispanoamérica, a finales de siglo; de modo que recoge aspectos del mundo popular;
comenzando por su lenguaje.
A través del uso popular de la lengua no sólo se presentan en la escritura varios
aspectos del habla, también se hace una construcción cuidadosa de los personajes que
encarnan cada voz. Carrasquilla incluye en su repertorio de personajes individuos de varios
sectores de la sociedad: curas, mendigos, familias prestantes, negros, etc. y cada uno de
ellos caracteriza un habla particular. Todos están anclados en la tradición regional y para el
escritor antioqueño representan modelos más auténticos y apropiados para la construcción
de una literatura nacional que los utilizados por los modernistas que reflejan la influencia
de la cultura europea.
1.2. La oralidad
Para ahondar en el estudio de los cuentos de Carrasquilla es preciso referirse a
Raymond L. Williams. Él, en Novela y poder en Colombia, 1844-1987 (1984), da algunas
luces con respecto al papel de lo regional en la literatura antioqueña y propone la
observación de tres factores que permiten su amplio entendimiento. El crítico habla de una
tradición que “fomenta una literatura basada en lo popular, lo regional y en la costumbre
oral de narrar historias” (166). Estos factores son pertinentes para este estudio ya que abren
camino hacia el análisis de la oralidad en los cuentos de Carrasquilla, pues es una constante
en ellos y es reflejo de la idiosincrasia de la región.
La oralidad es el estado básico y permanente del lenguaje según Walter Ong. Para él
tomar la oralidad es una ley natural del lenguaje (17); para Carrasquilla parece ser una
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condición esencial en sus textos. El escritor presenta con mucha fidelidad las distintas
hablas coloquiales, no solamente por medio de los usos reflejados en la sintaxis, el léxico,
etc., sino también a través de los discursos: ya sea en la voz de la negra supersticiosa o en la
de la niña devota. Se pone en evidencia la oralidad y se da vida a la palabra hablada. Esta
manifiesta y transmite las costumbres y creencias campesinas que determinan la percepción
del mundo y la asimilación de la religión católica en la Antioquia de los cuentos.
La oralidad genera mecanismos como el diálogo y el uso de refranes que penetran
la escritura del antioqueño, estimulan la redundancia y la fluidez y dan sentido a sus
temáticas. En los cuentos, una parte de las leyes que rigen los mundos creados está en los
proverbios. Las voces que aparecen en los relatos recurren con frecuencia al uso de
expresiones fijas que, en algunas ocasiones, tienen una función formativa o moralizante y,
en otras, retórica. La frase final de “Simón el mago” es un ejemplo de esto: “-Sí, mi
amiguito, todo el quiere volar, como usted... chupa2!” (517); también la de “El ángel”, en el
cual Fortunata y Felicita no volvieron a ver al ángel porque “los espíritus de Dios sólo una
vez bajan a la tierra” (597). Así pues, los refranes son una manifestación de la sabiduría
popular.
Por otro lado, se advierte que el carácter instructivo de algunos proverbios se gesta
en las tradiciones religiosas. “El gran premio” comienza afirmando: “El que lucha con
perseverancia, puestos los ojos en Dios y en su Santísima Madre, triunfará aquí abajo y allá
arriba. A quien espera en lo eterno, lo temporal le pertenece” (598). En este caso, el refrán
adquiere tono de prédica religiosa; funciona como vía de expresión de las convicciones de 2 Todas las cursivas en las citas son mías.
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los creyentes y las normas de conducta. Los proverbios tienen resonancias a lo largo y
ancho de los relatos, de modo que se convierten en generadores de sentido.
Paralelo al uso de proverbios se encuentra el empleo de locuciones exclamativas que
dan ritmo y expresividad a la narración y además un matiz de voz popular antioqueña
particular. El discurso de los relatos se aviva al impregnarlo de exclamaciones, las cuales
permiten que el lector se percate del fervor de las voces narrativas en cada situación. Pero
no sólo las emociones se manifiestan por medio de este recurso del habla; éste también
contribuye a la caracterización de los personajes y, por ende, al sostenimiento de las
ideologías o creencias que ellos representan. Por ejemplo, la hermana de Simón lo reprende
y afirma: “¡No hay tales brujas! ¡Esas son bobadas de la negra Frutos! ¡No creás nada!”, y,
más adelante, la negra replica: “¡De que las hay las hay!” (511). La exclamación en estas
palabras marca un énfasis especial a las afirmaciones de los personajes y aporta resonancia
a su discurso. La divulgación de creencias individuales y colectivas es evidente; los textos
reflejan tanto la coexistencia como los choques entre ellas.
En el tema de lo religioso se encuentra que en las locuciones alusivas a Dios y a los
santos la mención de los nombres religiosos pierde su sentido espiritual para reducirse a
una función lingüística que sirve para manifestar las euforias de los personajes.
Repetidamente se escucha a los personajes, e incluso al narrador, evocar a la Virgen o a
Dios y no siempre como acto de fe, sino de expresividad: ¡María Santísima! ¡vean esto, por
Dios!, etc. Bajtín afirma que “cada palabra tiene el aroma del contexto y de los contextos en
que ha vivido intensamente su vida desde el punto de vista social; todas las palabras y las
formas están pobladas de intenciones” (110). Bajo esta premisa se reconoce que la
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intencionalidad de este tipo de expresiones no es necesariamente aleccionar desde la
religiosidad, aunque en un primer sentido tengan esta connotación.
El uso social que se hace de estas palabras también les otorga una función retórica
dentro de los relatos. Las palabras cambian o mantienen la significación que las ubica como
parte de un contexto ritual ortodoxo y se tornan en fórmulas de elocuencia en un contexto
popular. Álvaro Pineda-Botero llama la atención sobre este mismo asunto en Frutos de mi
tierra (1896) y advierte que los usos y la creatividad del pueblo sacan las palabras y formas
del lenguaje de su primera función llevándolos a cumplir una gama más extensa de
significados (105). Los usos del idioma son los que le dan vida a la lengua en un contexto
determinado, pero es éste el que le da sentido.
Los relatos de Carrasquilla pueden ser ejemplo de la premisa de Walter Ong que
sostiene que “todos los textos escritos tienen que estar relacionados de alguna manera,
directa o indirectamente, con el mundo del sonido, el ambiente natural del lenguaje, para
transmitir sus significados” (17). En estos cuentos, dicha relación es más que directa en la
medida en que se propone hacer una imitación exacta del habla popular. El escritor lo
manifiesta en Herejías: “Cuando se trata de reflejar en una novela el carácter, la índole
propia de un pueblo o de una región determinada, el diálogo escrito debe ajustarse
rigurosamente al diálogo hablado, [...]” (635, v. II). Con estas palabras expone él mismo su
preocupación por hacer un uso tan preciso y particular del idioma, tan ligado a lo
antioqueño.
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La escritura de Carrasquilla produce una sensación sonora. Este efecto se da, entre
otras cosas, gracias a los diálogos. Estos parecen provenir casi directamente de la boca del
pueblo y el autor los refleja en el texto con toda la expresividad que los caracteriza. El
siguiente fragmento permite ver cómo la cotidianidad del habla y de la vida antioqueña se
inserta en los relatos:
-¡Buen día, m’hija! –clama ella en cuanto asoma. -¡Sacramento’el altar, madre! Pasó muy tranquilita; ¿no, señora? -¡Gracias a mi Amo y Señor y a la Virgen del Perpetuo! -¡Qué tan bueno! Bébase su cacao, qu’está muy sabroso. ¡Tanté, que l’eche jamaica! (593)
La naturalidad del diálogo no está únicamente en las palabras, también en lo cotidiano de la
escena; en la expresividad que se refleja en cada voz, hasta en los elementos típicos
presentados.
Carrasquilla propone también la posibilidad de un diálogo con el lector. Los
narradores en contadas ocasiones se dirigen al público de sus relatos para aportar
flexibilidad y oralidad a la escritura. La fluidez de la voz da un tono oral a algunos cuentos.
Ésta se maneja, en el caso de “Simón el mago”, con la interpelación a un interlocutor:
“¿Qué más?” (507); “¡Muy zamba y muy fea! ¿No?” (509). También en el final de “En la
diestra”: “Botín colorao; disculpe lo malo que hubiere estao” (528). Estos son algunos
ejemplos de preguntas con tono de conversación coloquial o de búsqueda de aprobación,
disculpas innecesarias, etc., que hacen que el lector se sienta como un agente activo dentro
de la narración.
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Otro elemento importante de la oralidad en los textos es la voz de los personajes:
Carrasquilla afirma:
Nos fundamos en que, siendo la palabra lo que mejor da a conocer al individuo y a la colectividad, dado que la palabra es el verbo, el alma de las personas, no debe esta palabra cambiarse por ninguna otra más correcta ni más elegante, porque entonces se les quita a los personajes pintados o descritos la nota más precisa, más genuina, de su personalidad. (635, v. II)
Cada uno de los personajes del antioqueño, con su jerigonza característica, da ritmo
a la escritura y hace que se escuche cada palabra. Martín Lienhard plantea que este efecto
se ha producido desde la colonia con los textos legales que intentaban traducir y exponer la
voz de los nativos prehispánicos (64). El proceso de introducir en el texto la voz del pueblo
modifica la lengua, pero al mismo tiempo pone en evidencia la cotidianidad y el
pensamiento del grupo social que habla.
Ahora conviene también analizar el tono de chisme de algunos relatos, como uno de
los rasgos de su oralidad. Las habladurías cobijan varios de los relatos y marcan en su
trasfondo una voz colectiva profundamente arraigada en la población campesina de la
región. Los narradores adquieren las características de una voz que no es de nadie pero es
de todos al mismo tiempo. Esto es claro en el caso de “En la diestra”3, donde, entre otras
3 Kurt Levy afirma que “ En la diestra de Dios padre” es una adaptación a la escritura de un cuento popular que Tomás Carrasquilla escuchó en una mina (36); Donald McGraddy asegura que el cuento proviene del folklore internacional; dice que Carrasquilla sigue en términos generales la estructura propuesta por Anhi Aarne y Stith Thompson, pero hace un énfasis especial en el aspecto religioso, lo que incluso le permite moralizar (144-145).
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cosas, el narrador usa repetidamente la palabra dizque4 y por medio de ella pone en
evidencia la tradición oral. El tono de oralidad se deja sentado desde la primera oración del
relato: “Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta” (518). Esta palabra, que deriva
de la expresión dicen que (Levy, 212), tiene una connotación de chisme o murmuración.
La transmisión oral de relatos es una tendencia popular que se repite en varios de los
textos seleccionados. Ésta da a la narración un estilo en el cual se pueden introducir con
facilidad tanto el diálogo como los monólogos que revelan ideologías y creencias
individuales o colectivas que conforman el todo de la idiosincrasia antioqueña retratada:
“El gran premio” es un ejemplo de lo anterior: se presenta como una narración enmarcada
por la rememoración de una historia:
-¡Dios me libre, Reverencia! Pero conozco a tantos que luchan con tesón, que piden con fe, que esperan en Dios, y que, lo que es aquí abajo, no han conseguido sino desengaños y hepatitis. En cambio conozco muchos poltrones muy nulos, que, sin pedir nada a Dios ni acordarse de Él, andan por ahí, vencedores en toda línea. A este respecto me sé yo una historia de primo cartelo. -No será cosa del otro mundo; pero cuéntala, chico, si no es un secreto. (598)
El eco de la tradición oral está presente en este relato y en él se ponen en evidencia
las suposiciones e ideas colectivas en relación con la religión. Similares son otros casos en
los cuales se encuentra, por ejemplo, que Frutos relata historias de santos, milagros y brujas
a Simón; que Maximito hermoso a Blanca cosas sobre la Virgen; o que los curas incluyen
creencias populares en sus predicaciones. La presencia de este tipo de prácticas en los
cuentos seleccionados muestra que la oralidad es un dispositivo que expresa la ideología de 4 Cabe referi rse al significado que Luis Flórez le da a la expresión. Ésta es calificada como un adverbio de duda, que puede ser sinónimo de voces como “esto que la gente llama…”; “ esto que la gente dice…”; “ parece que…” (166).
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una comunidad. Este factor concierne a este estudio porque Carrasquilla lo hace trascender
en su escritura, y además porque tal como plantea Bajtín “no consideramos el lenguaje
como un sistema de categorías gramaticales abstractas, sino como un lenguaje saturado
ideológicamente, como una concepción del mundo” (88). Se considera que cada uno de los
discursos y usos de la lengua de los personajes tiene una carga semántica que da sentido a
los relatos.
1.3. La polifonía
Álvaro Pineda-Botero estudia el tema de la polifonía en Frutos de mi tierra. El
crítico entiende este dispositivo como una reacción al proyecto de La Regeneración que se
impone en el país a finales del siglo XIX. El manejo de la lengua por parte de Carrasquilla
es una forma de descentralizar la cultura y el habla de la capital.
Por otro lado, la polifonía que se advierte en la escritura del antioqueño también
tiene la función de agudizar la oralidad: cuando Frutos habla se escucha la voz de una negra
fiel a las tradiciones africanas: “-¡No sea bobito! Mi Dios no hace sino cristianos; pero se
güelven brujas si les da gana” (511); la voz del Hombre5, protagonista de “El gran premio”,
es la de la soberbia y el escepticismo; un ejemplo de esto se ve cuando conversa con
Jesucristo: “-Si antes de saber quién fueras te la negué, ¡cuánto más ahora que te conozco!”
(600); o la de Peralta, que es la del antioqueño humilde y caritativo: “-Yo no necesito de
hijos, ni de mujer, ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quien servir” (518). A excepción
de “Simón el mago”, los cuentos seleccionados tienen un narrador que no es omnisciente
5 Así se denomina al protagonista del cuento “ El gran premio”, ya que éste no tiene un nombre dentro de la narración.
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pero que está al tanto de toda la acción. Estos representan otra voz, que también emerge del
pueblo pero que carece de identidad particular.
La construcción de personajes es un elemento de los relatos que permite estudiar la
polifonía. La caracterización se construye, en parte, por medio de las descripciones. Estas
son una constante y no es tarea única del narrador hacerlas. Se describen tanto los
personajes como los lugares y los objetos; cada voz los dibuja y presenta desde un bagaje
espiritual en el que la subjetividad se hace evidente. En ocasiones los narradores ceden la
voz a los personajes, quienes no sólo marcan una ruptura en el habla al cambiar el tono, el
léxico, la sintaxis, etc., sino también expresan sus creencias y opiniones con mucha
libertad. Ahí la subjetividad es indiscutible, pues la caracterización de cada personaje de
Carrasquilla se concreta en su habla. La polifonía de los textos permite profundizar en la
caracterización de los personajes, ya que se incorporan varios discursos, particularmente
varias perspectivas religiosas que distinguen a cada personaje.
El autor privilegia el diálogo sobre otros recursos narrativos con lo cual
complementa significativamente la caracterización de sus personajes. Los narradores
refieren su exterioridad: su aspecto físico, su conducta, etc. Pero la forma de conocer su
parte interior es a través de sus propias palabras que se identifican y singularizan tanto
lingüística como ideológicamente. Carrasquilla deja que éstos hablen y expresen su visión
de mundo y los rasgos de su personalidad, algunos de los cuales se reconocen en el carácter
del hombre campesino antioqueño. Las perspectivas que ellos tienen respecto a la religión
son muy variadas y ambiguas, debido a las características de la tradición popular. Pero no
se privilegia ninguna, sólo se desvela la subjetividad de los personajes a través de ellas.
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El dialogismo es una de las unidades de la polifonía de las narraciones y es el que
permite que el lenguaje que expresa el pensamiento antioqueño no se subordine a una sola
forma o idea. En él se produce el encuentro de ideologías en un diálogo sin jerarquías.
Todos los discursos son válidos, pero existen en función del carácter regionalista de
Carrasquilla, ya que según Ángel Rama el habla popular restaura la visión regional del
mundo contribuyendo a la construcción de la identidad (43). Por lo tanto, las voces
distintivas son significativas en cuanto representan una colectividad. Los rasgos específicos
y las distintas visiones de mundo representan características genéricas del entramado social
local, con lo cual se define la idiosincrasia antioqueña.
Las distintas voces e ideas rompen el discurso de los narradores y adquieren un
papel importante en el desarrollo de los relatos, pues las intervenciones de los personajes
nunca son gratuitas. El autor hace sobresalir a sus personajes, con el propósito de que
marquen su posición frente a algún hecho, hagan sentencias y transmitan sus conocimientos
ya sean ortodoxos o populares. Las oposiciones son inevitables, pero los narradores
permanecen imparciales, incluso en “Simón el mago”, cuyo narrador es el mismo
protagonista: aunque entusiasmado por la reminiscencia, respeta y expone la perspectiva
del padre y la hermana ante las creencias de Frutos. En “En la diestra” se presenta uno de
estos casos. El narrador describe lo que acontece en casa de los Peralta con la visita de
Jesús y San pedro, pero son las palabras de la Peraltona las que resaltan la religiosidad
popular del cuento al relacionar lo sucedido con un favor del Altísimo: “Por fin le surtió a
Peralta; -pensó la hermana- esto es mi Dios pa premiale sus buenas obras” (519). Más
adelante el narrador destaca la voz del pueblo que contradice la opinión de la mujer, al
23
vincular su nueva fortuna con el Enemigo Malo (522). Lo interesante es que las voces
colectivas o individuales recrean la idiosincrasia antioqueña en el aspecto religioso.
Como se ha mostrado, en los cuentos seleccionados el dialogismo se evidencia
particularmente en el tema de lo religioso. El catolicismo ortodoxo tiene una presencia
constante en la conciencia de los personajes y en muchos espacios de la narración. Sin
embargo, la tradición africana no es subordinada, aunque las creencias y prácticas religiosas
oficiales tengan un peso ideológico muy marcado. Pues a pesar de la oposición entre las
tradiciones profanas y la espiritualidad ortodoxa, ambas coexisten y se sustentan
mutuamente. En suma, construyen la religiosidad popular que prevalece en las narraciones.
En definitiva, la pluralidad de voces da identidad a los personajes y les permite expresar sus
ideas como representación de la identidad antioqueña y la ideología campesina.
24
CAPÍTULO DOS
LA RELIGIOSIDAD POPULAR ANTIOQUEÑA: EL TRASFONDO CULTURAL QUE DA VIDA A LOS RELATOS
En el capítulo anterior se mostró que los dispositivos de la lengua, la oralidad y la
polifonía, empleados por Carrasquilla son un sustento para el desarrollo de sus temáticas.
Se ha advertido que estos recursos propician el encuentro y el diálogo de creencias, pero
ahora interesa explicar que también reflejan la convivencia de la cultura española con los
rastros de la africana en la Antioquia de los cuentos. En esta parte de este estudio se
mostrará que la importancia de dicha convivencia en la construcción de las narraciones
radica principalmente en la coexistencia de tradiciones religiosas que dan vida y sentido a
los relatos.
Hablar de una religiosidad popular alude a la existencia de una oficial. Esta última
se identifica generalmente con la tradición católica ortodoxa de los españoles; la otra, para
el caso de los cuentos de Tomás Carrasquilla, es la que se forma debido a la alteración
hecha por la cultura antioqueña de las creencias y prácticas europeas. La religiosidad
popular se considera una respuesta local ante las deficiencias de la oficial (García, 20); de
modo que dicha alteración está determinada por la interpretación de los símbolos religiosos
traídos de España y por su fusión con los autóctonos y profanos. Lo anterior garantiza la
25
creación de una manifestación religiosa al servicio de las necesidades del pueblo, más
cercana a él.
José Luis García García también propone cómo definir la religiosidad popular; las
afirmaciones del investigador son una base antropológica para este análisis. Según él hay
dos maneras de ver y entender este tipo de religiosidad:
Unas veces la religión popular es vista como un conjunto de restos de creencias y prácticas pertenecientes a otros sistemas religiosos y que perduran, integradas, en la religión dominante; otras se trataría de un producto híbrido, resultado del encuentro de la verdad oficial con la ignorancia del pueblo –formas inadecuadas de entender y practicar la religión oficial-; y siempre la religión popular supondría una asimilación de fenómeno religioso que, en relación con la religión oficial, se situaría en una mayor o menor distancia de la ortodoxia pura, aunque solo sea por la desviación inherente a la forma en que el pueblo entiende y practica la religión oficial. (19)
En el contexto de los cuentos seleccionados la existencia de una ortodoxia religiosa
en su totalidad es casi nula: dado que las prácticas de la vida privada y colectiva lo dominan
todo en las narraciones no puede hablarse de un catolicismo oficial sin la constante
referencia a la cultura popular y a las creencias africanas. Las interpretaciones particulares
del mundo montañero antioqueño alteran el lenguaje de la religión oficial y se crea un
nuevo sistema de significación y de experimentación de la religiosidad.
2.1. La construcción de la religiosidad popular campesina de los cuentos
En primer lugar se analizará la tradición española inmersa en los relatos, es decir la
oficial impuesta desde la colonia, ya que ésta es la dominante y sus modelos los que más
sobresalen. Se estudiará cómo los símbolos religiosos son trivializados por el pueblo
antioqueño de los cuentos y cómo la resistencia de la iglesia ortodoxa contribuye a la
26
formación de una actitud religiosa popular y local. Será preciso hacer una constante
mención de las creencias supersticiosas, entendidas como el aporte más significativo de la
tradición africana a la religiosidad antioqueña. Finalmente, se detectarán y analizarán con
detenimiento otras de las contribuciones de la cultura negra.
Algunos modelos y prácticas distintivas del catolicismo ortodoxo como la virgen
María y la costumbre de asistir a misa penetran en el entramado simbólico de las
narraciones, donde adquieren un significado particular dentro del contexto local y popular.
Estos seis cuentos desbordan en religiosidad: las expresiones de agradecimiento o súplica a
Dios son constantes; lo mismo los altares a la Virgen y a los santos que son los escenarios
de los personajes celestiales. Carrasquilla, sin eliminar el contenido católico, torna los
símbolos en una creación propia que expresa la identidad de los campesinos de su región.
El rasgo local que el escritor instala en los símbolos católicos se encuentra por ejemplo en
“Blanca” con el desplazamiento del altar de María: extraído de la iglesia se ubica en una
casa de familia transformado en una escultura infantil. Similar es el efecto que se produce
cuando el autor da voces montañeras a personajes de la religión como Jesús y el Enemigo
Malo; de modo que los símbolos se despojan de la solemnidad que la ortodoxia les
concede. En la religiosidad popular éstos cambian de significados al ser interpretados desde
una esfera cotidiana y próxima al hombre. Este proceso se hace más complejo en la medida
en que la convivencia de tradiciones influye en dichas interpretaciones.
La convivencia de tradiciones, presentada por el escritor en la formación de una
visión particularmente antioqueña de la religión, tiene orígenes históricos. La religiosidad
popular se forma tanto por el desconocimiento y subjetividad de un pueblo frente a la
27
religión, como por la manera en que el catolicismo es impuesto a la sociedad. Esto último
otorga un lugar significativo en dicha formación a las estrategias de la empresa
evangelizadora, ya que, al procurar impedir y castigar el ejercicio de prácticas profanas,
modifican algunos de los dogmas para una eventual apropiación o fusión con ellas.
Carrasquilla retrata este resultado en sus cuentos: describe una Antioquia que alberga los
legados culturales de dos razas, los mantiene vivos y los hace convivir.
La historiadora Diana Ceballos explica que el bagaje espiritual de la nación se ha
generado por la combinación de creencias que dan paso a nuevas interpretaciones de la
religiosidad y de la cultura oficial:
Por medio de la penalización se pretendía impartir orden y controlar determinadas prácticas, individuos, grupos o tipos culturales. […] Su objetivo, sin embargo, estuvo lejos de cumplirse y más que un exterminio, se produjo una amalgama de creencias y prácticas de diversas procedencias, que hacen hoy parte del patrimonio cultural de los colombianos. (53)
Estas palabras también muestran cómo una relación que pretendía ser de
dominación termina siendo, en cierto grado, un factor de unión y aceptación entre
tradiciones. Carrasquilla crea en sus relatos una atmósfera religiosa que refleja lo anterior,
donde además no hay una relación de subordinación; ninguna práctica es marginada. Por
ello en las narraciones es posible el surgimiento de una religiosidad híbrida que sustenta la
ficción y el retrato de una identidad antioqueña.
Una de las tareas más importantes de la sociedad antioqueña del siglo XIX es
transmitir e inculcar los valores del catolicismo: “El ideal de educar la juventud y la niñez
en las primeras letras, en las ciencias y en las artes, a la par que se les impartía una
28
formación moral y religiosa, opera como una norma pedagógica en la historia educativa de
Antioquia” (Arango, 38). En “Simón el mago” y “Blanca” se ve este fenómeno; ya no
como una regla, sino como una actitud natural y cotidiana. Simón y Blanca son criados bajo
preceptos y ejemplos de los valores católicos y éstos les son inculcados por sus allegados.
La tradición oral se usa en este proceso de educación religiosa; así Simón cuenta: “A
medida que yo crecía, crecían también los cuentos y relatos de Frutos, sin faltar los
ejemplos y milagros de santos y ánimas benditas –materia en que tenía grande erudición-;
e íbame aficionando tanto a aquello que no apetecía sino oír y oír” (510); de igual forma en
“Blanca”, en “los conocimientos que “Maximito hermoso” le había transmitido, los rezos
que mamá le había enseñado” (535), todo gira en torno al crecimiento espiritual de
Blanquita; pero mientras se alimenta la devoción de la niña por la Virgen se fomenta en ella
una visión de mundo mística y mágica.
La tarea educativa de la empresa evangelizadora incluye como mecanismo de
moralización lo que el padre Huberto Restrepo denomina “pedagogía del pecado” (111). A
través de ésta se instalan elementos supersticiosos en la conciencia religiosa de la sociedad.
Esta pedagogía funciona en la medida en que la religiosidad popular campesina se basa en
el temor de Dios y del Demonio. Dicho temor se acrecienta y se torna en angustia al
percibir el mundo dentro de un estado de vulnerabilidad donde todo puede ser dominado
por fuerzas misteriosas (Zuluaga, 61). La atmósfera popular de los cuentos permite
dilucidar la conciencia generalizada de la pedagogía del pecado expresada en voces de
personajes secundarios como Mariana o Ester, entre otros, e inclusive en la de los
narradores. Se descubre que hay un contraste entre la caracterización temerosa del
29
campesino y los protagonistas de los relatos, como Peralta o Simón. La actitud religiosa de
los personajes no se rige por el miedo, ya que no hay límites entre lo sacro y lo profano.
Aunque lo anterior muestra que la religiosidad mítica de los cuentos deslegitima la
pedagogía del pecado, debe agregarse que en el mundo rural la imagen de Dios como juez y
castigador es predominante. Esta imagen está en los relatos, de manera que la pedagogía del
pecado se manifiesta por la constante espera de algún castigo merecido cuando se han
trasgredido normas de conducta social o religiosa. Ester, en “Blanca”, pide que su marido
sea castigado por los malos tratos que le dio durante el matrimonio: “pedía a Dios no la
vuelta del esposo, sino el castigo que en su conciencia creía inminente para el culpable”
(533). Cabe señalar que el castigo que recibe Simón en “Simón el mago” de la mano del
padre no es un castigo divino, pero responde a la trasgresión de valores morales reflejada en
la declaración de ateísmo y en los robos.
De España no sólo se importan creencias ortodoxas, sino también algunas que
motivan la superstición. Una de ellas es la creencia en la brujería. Al respecto Adriana
Maya afirma que a lo largo del siglo XVII las interpretaciones de los españoles calificaban
como brujería las creencias y prácticas de los africanos, pues consideraban que el Demonio
guiaba esos ritos y ceremonias (29, 1996). Este juicio se prolonga y aun en el siglo XIX,
según lo muestra Carrasquilla en sus relatos, particularmente en “El ángel”, degenera en el
marginamiento y rechazo de los agentes de estas tradiciones y en la prohibición de sus
prácticas profanas. Sin embargo la amalgama de tradiciones es inevitable y tanto blancos
como negros hablan de duendes, de magia y rituales dentro de un mismo contexto espiritual
que busca explicar la transformación de los hombres y mujeres en aliados del Demonio.
30
El hombre montañero tiene una imagen del Diablo muy ambigua; más adelante se
mostrará que en los cuentos éste se lo ridiculiza y no representa un enemigo espiritual. Esta
concepción se debe en parte a que las prácticas religiosas híbridas inculcan la idea de que
el Patas no es un ser maléfico, sino que en ocasiones puede ser el amigote de los hombres,
lo cual permite experimentar una proximidad con este ser sobrenatural. Aquellos que tienen
amistad con él se conocen popularmente como Brujas y Ayudados. Francisco Zuluaga
afirma que son personas que por hacer pactos con el Diablo reciben poderes especiales de
él (118). Por eso se malinterpreta la buena fortuna de Peralta o se rechaza a Frutos por
inducir a Simón a negar a Dios.
La mención de las brujas aparece brevemente en el “El ángel” con un tono
peyorativo que refleja el temor y repudio que siente la gente religiosa de la región: “Nadie
se le aproxima, nadie la cerca, aunque haya mucha gente; es bruja y le hieden los untos”
(594). Esto destaca la actitud despreciativa frente a este tipo de mujer, específicamente
hacia Fortunata, como un acto generalizado en un gran sector de la sociedad de Sambruno.
Otro caso está en “Simón el mago”; en este cuento la acción se desarrolla alrededor de la
afición a las brujas y brujos fomentada por la negra Frutos en el protagonista. Con esta
negra Carrasquilla muestra la raza africana sometida a las normas impuestas por el
catolicismo, pero conocedora de su herencia espiritual. Frutos le enseña a su pupilo las
ventajas que poseen los brujos(as); algunas de estas coinciden con las mencionadas por
Adriana Maya al referirse a la experiencia espiritual de un afrochocoano que “pedía a los
manes de la fuente adquirir una virtud, como ser invisible, tener ojo avizor para la cacería o
caminar sobre el agua” (36).
31
Entre las supersticiones traídas por los españoles se destaca también la creencia en
la buena o mala estrella. El padre Restrepo define la mala suerte como el “sentimiento
primitivo que atribuye al hechizo de algún enemigo o a algún poder sobrenatural todas las
desgracias que agobian a un individuo” (48). En los textos la desventura es una cuestión del
destino y, aunque puede relacionarse con una especie de castigo, no se reclaman
explicaciones ni culpables; se asume con resignación y se recurre a las divinidades en
búsqueda de consuelo y cambios gozosos; Ester, la madre de Blanca, lo manifiesta al
refugiarse en la oración buscando la felicidad propia y la de su familia.
En cuanto a este aspecto José Luis García plantea que la acumulación de desgracias
lleva a los individuos a recurrir a prácticas supersticiosas y populares con el fin de ponerle
término a su desventura (20-21). Esto explica que en los cuentos la mala fortuna tenga el
efecto de fomentar la religiosidad de los personajes. A pesar de todos los infortunios que
sufren Fortunata y Felicita o Ester, la devoción a la Virgen, a Dios y a los santos no se
descuida, por el contrario parece acentuarse en el desarrollo de los relatos y estas mujeres
encuentran en ella una solución o un punto final a sus tristezas. Los personajes presentan
muchos cambios de fortuna: al protagonista de “El gran premio” le llega la buena estrella
gracias al premio que recibe de manos de la Muerte; la experiencia de Peralta se trata de
una gratificación que viene del cielo en recompensa de su espíritu servicial, caritativo y
humilde. La presencia o ausencia de la buena estrella en la vida de los personajes se
entiende en el pensamiento mítico y la religiosidad popular como un castigo o una
recompensa, que, según Kurt Levy, se asocian con medios o personajes sobrenaturales (77).
32
La presencia de tradiciones africanas en los relatos es esporádica, pero no deja de
ser evidente y significativa. Su figuración explícita se hace a través de la caracterización de
algún personaje, como Frutos, o quizás por su simple mención. El carácter profano de las
prácticas híbridas se resalta en los cuentos a través de la prohibición, en el caso de “Simón
el mago”, o el rechazo, “En la diestra de Dios padre”:
Peralta recorrió muchos pueblos, y en todas partes ganaba; pero como en este mundo hay tanta gente tan mala y tan caudilla echaron a levantarle testimonios. Unos decían que era ayudao; otros, que ofendía a mi Dios, en secreto, con pecaos muy horribles; otros, que era duende y que volaba de noche por los tejaos, y que escupía la imagen de mi Amito y Señor. Toíto esto fue corruto en el pueblo, y los mismos que él protegía, los mismos que mataron al hambre con su comida, principiaron a mormurar. (522)
El fragmento anterior muestra el pronunciamiento del pueblo frente a la repentina
buena fortuna de Peralta. Las supersticiones están muy arraigadas en la mente popular, ya
que al buscar una explicación a la repentina bienaventuranza el instinto la asocia con lo
profano y lo mágico; en cuanto a esta asociación conviene recordar los planteamientos de
Adriana Maya, que explican que la evangelización procura que los nuevos cristianos
entiendan que el Demonio es su enemigo supranatural y que los practicantes de ceremonias
y actividades africanas o profanas son la personificación de ese mal (31). Esta concepción
conlleva a eventos como el de la parte final de “Simón el mago”: la asociación con lo
maligno implica que los actos de Frutos se reprochen y ésta sea tildada de bruja y rechazada
públicamente por esto.
En el anterior cuento también se encuentra la apropiación de símbolos espirituales
del catolicismo para realizar rituales profanos. Adriana Maya señala que este procedimiento
era empleado por la cultura africana como un medio para reconstruir sus imaginarios
33
basados en los de sus amos (35). Sin embargo esto no garantiza un permiso para su
realización, ya que esta apropiación generalmente se sale de los parámetros oficiales; por
esto resulta destacada su profanidad. Un ejemplo de dicha apropiación está en la realización
del ritual de brujería que Frutos le enseña a Simón; la práctica requiere de una oración, pero
lo que ésta expresa es la negación de los símbolos católicos mencionados: “No creo en Dios
ni en Santa María” (511) son las palabras que debe repetir Simón para elevarse por los aires
como las brujas. Esta proclamación de ateísmo evidencia el carácter profano del ritual y de
la oración.
En general se puede afirmar que la sociedad antioqueña de los cuentos vive
procesos dinámicos de interacción cultural: se producen alianzas y actos de resistencia para
formar una religiosidad propia. Para esta sociedad es indecoroso combinar la religión
oficial con prácticas vulgares o populares; pero al mismo tiempo es algo inevitable
(Arango, 112). Carrasquilla muestra cómo la fusión de tradiciones, es decir la formación de
una religiosidad híbrida, hace parte de la idiosincrasia del pueblo antioqueño y ésta
determina gran parte de la construcción y desarrollo de los cuentos.
2.2. Los hilos narrativos y la creación de personajes
En la medida en que la religiosidad popular domina el ambiente de los cuentos
seleccionados se deduce que ésta también contribuye a la caracterización de los personajes.
Según esto se pueden calificar en tres grupos principales: los infantiles, los que se
distinguen por afirmar o negar valores morales y los sobrenaturales.
34
2.2.1. La niñez y la monomanía
Simón y Blanca se ubican en el primer grupo: estos son los protagonistas infantiles
de dos de los cuentos. La caracterización se analiza conjuntamente no sólo por ser niños los
dos, sino también por poseer ambos una monomanía relacionada con la religiosidad
popular. Kurt Levy explica que Carrasquilla dedica buena parte de su obra a estudiar el
alma infantil (107). El antioqueño muestra en sus relatos la hipersensibilidad de la
mentalidad de los niños frente a las supersticiones y los misterios del mundo campesino.
Por esto, en la medida en que las obsesiones de los personajes pretenden alcanzar esferas
espirituales, se genera en su forma de pensamiento una inseparable e inevitable mezcla
entre realidad y ficción.
La obsesión de Simón es la brujería y su ideal es convertirse en brujo; la de Blanca
es la adoración e imitación de la Virgen. Estas ideas fijas se arraigan en la vida de los niños
por el entorno religioso, pero los rasgos representativos de cada personaje infantil son los
que habilitan sus mentes para la monomanía: Simón desde el comienzo de la narración se
describe como un niño malcriado, que no tuvo que sufrir los rigores paternales. Es un
jovencito audaz que a pesar de su corta edad se convierte en la autoridad de la casa, ya que
sus parientes lo idolatran, respetan y complacen en todo: “respetadísimos eran mis fueros
en casa” (508), afirma el protagonista. Esta posición desarrolla en el personaje un
sentimiento de control sobre su familia que le permite dar rienda suelta a su imaginación y
ambiciones. Tan pronto entra en contacto con la brujería y se deja deslumbrar por sus
misterios, el niño la consolida como el motivo que da sentido y deleite a su vida y cree
posible la satisfacción de su capricho.
35
Uno de los rasgos de esta personalidad infantil es su inmensa capacidad de asombro.
Las historias de Frutos encantan al niño y lo hacen imaginar su propia realidad. El narrador,
que es el mismo protagonista, expresa con detalle el asombro infantil; como señala Danilo
García Bernal a pesar de que la voz narrativa es la de un adulto, éste simpatiza tanto con su
pasado que da la sensación de que es el niño quien habla (78):
Con gracejo, para mí sin igual, contábame las famosas aventuras de Pedro Rimales (Urde, que llaman ahora), que me hacían desternillar de risa; transportábame a la "Tierra de Irasynovolverás", siguiendo al ave misteriosa de "la pluma de los siete colores", y me embelesaba con las estupendas proezas del "patojito", -que yo tomaba por otras tantas realidades- […]. (508)
Frutos puede considerarse la responsable del desarrollo de la obsesión del niño. Ella
lo malcría e inculca ideas supersticiosas en su mente. La negra idolatra a Simón y alimenta
sus caprichos sin pensar en las indeseables consecuencias. Sus palabras son como el
evangelio para él y tratándose de brujas son la única verdad; por eso lo enfurece la posición
de su hermana Mariana, la más sabia de sus hermanas, quien niega la existencia del modelo
espiritual de Simón y tilda de falsedades las palabras de Frutos.
María Cecilia Álvarez afirma que las culturas “mantienen un continuado diálogo
con su tradición, que pretenden conservar, pero también se contextualizan históricamente
en la relación necesaria con las otras culturas” (191). Los cuentos de Frutos lo muestran:
atestiguan la existencia de las brujas; pero paralelamente expresan el recelo que se les debe
tener por el carácter diabólico o maligno que les asigna la religión oficial. La posición de
Frutos frente a la religiosidad es ejemplo de la visión y comportamiento dualista del mundo
campesino (Zuluaga, 111). Esto es lo que se le trasmite al niño, quien por su inocencia e
36
imaginación hace una nueva y particular interpretación de la religión; como señala García
Bernal, las mentes de los personajes infantiles de Carrasquilla son más susceptibles al
efecto de las supersticiones que las de otros personajes (88).
La interpretación de Simón no le permite distinguir entre la ortodoxia y la
superstición. En su conciencia religiosa está la concepción campesina de un Dios creador
de todos los seres y cosas del mundo. Esta perspectiva junto con sus ansias de aprender
cada vez más sobre las brujas lo llevan a preguntar: “¿las brujas son gente que se vuelve
bruja, go es mi Dios que las hace?” (511). Sus dudas y su perspectiva espiritual coinciden
con las del hombre campesino expuestas por Francisco Zuluaga, al explicar que éste
experimenta su religiosidad viviendo en un mundo en el que no hay oposición entre lo
sacro y lo profano (59). Pero este punto de vista no implica que la pasión por las brujas
pretenda fines malignos, sino que está ligada a las interpretaciones campesinas y a los
caprichos infantiles.
El éxtasis que le produce al protagonista la idea de convertirse en brujo no le deja
medir las consecuencias de su capricho, que es un intento de contravenir la naturaleza
humana por medio de un ritual para cuyo desarrollo se deben desobedecer parámetros de la
conducta aceptable por la sociedad. García Bernal explica que Simón trasgrede los órdenes
establecidos: la monomanía lo lleva a actuar extremamente, pues las pretensiones de volar
alto como las brujas son tan ambiciosas como irrealizables. Por ello su proclamación de
ateismo, el robo tanto de los aceites como de las pelucas, la evasión de la autoridad del
padre, el desafío de la fuerza gravedad etc. son elementos que aportan un efecto cómico,
37
pero al mismo tiempo anticipan el trágico desenlace, pues las trasgresiones generalmente
implican un castigo.
Como él, Blanca es una niña que también tiene un modelo de vida que al igual que
las brujas se sale de la esfera terrenal: la Virgen María. Muchos de los rasgos característicos
del protagonista de “Simón el mago” y de los fundamentos de su fijación se reconocen
también en esta niña. Blanca es una muchachita mimada que todos en su casa idolatran y
comparan constantemente con María no sólo por su aspecto físico sino también por su
conducta. La idealización de esta criatura por parte de sus familiares es tan extrema, que
ante sus ojos es una versión infantil de la madre de Dios que incluso hace milagros. Debido
a la perspectiva mágica del mundo montañero, la espontaneidad de la niña se considera
prodigiosa, puesto que desemboca en buenas acciones o en resultados positivos para
quienes la rodean. Lo mismo piensa la madre de Simón por los efectos que éste tiene en el
carácter tosco e irreverente de Frutos. Los niños se ven como seres elegidos o privilegiados
por Dios: Blanca, por ejemplo, es un regalo de Dios ante los ojos del narrador y los
personajes del cuento; es la respuesta del Señor a “los íntimos clamores de una alma
atribulada” (532) como la de Ester.
La conciencia que hay en la niña de su superioridad, propiciada por sus familiares y
su estrecha relación con la Virgen, le da rasgos místicos a su personalidad. Con este
personaje y este rasgo en particular, Carrasquilla recrea la imagen de las monjas místicas de
la época colonial, desplazada a un contexto rural y doméstico en el siglo XIX. El
misticismo para las religiosas era un mecanismo que les permitía reunirse con la divinidad
desde la vida terrenal; por lo tanto era la motivación para vivir consagradas a la religión. La
38
monja mística crea un imaginario vigente para su perspectiva espiritual y validado por la
cercanía que siente con respecto a Dios. La experiencia de Blanca no dista mucho de la de
estas mujeres. Su visión de mundo se fundamenta en un vínculo especial y sagrado con la
Virgen y esto rige su comportamiento religioso y su vida en general.
El espíritu místico de Blanca se desvela con mucha fuerza después del nacimiento
de su hermano Carlitos; suceso que, gracias a las historias de Maximito, ella entiende como
una manifestación del amor de María. El narrador describe la actitud religiosa de la niña
afirmando que:
En ella se recrudeció la ternura, la devoción, el afecto por la Virgen. Entró en tal estado de fervor y misticismo que sus temas, sus juegos revestían el carácter religioso: todo era administraciones, misa, altares, procesión y Mes de María. Unas veces era sacerdote, otras campanero, monaguillo con frecuencia. (536)
Esta descripción muestra uno de los efectos de la personalidad extática de Blanca.
La experiencia mística exterioriza la íntima relación de la niña con la divinidad, de forma
que llega a momentos de éxtasis cuando siente la inmediatez de este encuentro: ella crea un
vínculo entre las cosas que suceden y están a su alrededor y la religión, particularmente con
la Virgen. El contexto contribuye a la creación de esta relación, ya que María se encuentra
en todos lados. La religiosidad popular la ha puesto ahí, pues ésta pretende generar un
encuentro constante y cotidiano con los símbolos y representantes de la iglesia:
Mamá la tenía en su cabecera con los ojos llenos de lágrimas y el corazón chuzado y de coronita; ella la había visto en la Catedral con su manto azul rodeada de muchachitos; ella la veía en la Vera-Cruz, como una señora de verdad, tan linda, tan preciosa, con aquel niño cargado; ella la veía en todas partes; mamá le había dicho que las estrellas y la luna eran el manto de la Virgen; las flores del jardín todas eran para la Virgen María, porque ella las había visto en los ramos de las iglesias y en el oratorio de mamá. (531)
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En este cuento se refleja la expresión de la religiosidad popular en una familia típica
antioqueña. El contacto cotidiano con la religión está, como lo muestra el fragmento
anterior, en la asimilación y apropiación de los símbolos, pero también en la conducta de
los personajes. Esta se muestra, por ejemplo, a través del padre de Blanca “dando la
bendición a sus hijitos cada noche, rezando el rosario con frecuencia” (537).
La constante presencia de la religión en la vida de Blanca permite desarrollar un
segundo efecto de su misticismo: la confusión entre sueño y realidad. Blanca “para expresar
que soñaba decía que había visto” (536). Esta es la trasgresión de la niña, ya que rompe los
límites de la realidad y en su visión de mundo la Virgen, los santos y los muertos son seres
de carne y hueso que llevan una vida normal (García Bernal 85). En este caso no son
supersticiones lo que activa la imaginación infantil, es el fervor religioso que la familia le
ha infundido a la niña.
John Greene describe a Blanca como una niña que “reunía en su figura la belleza, la
gracia y la inteligencia de un ser sensitivo y sentimental” (41). Estas cualidades la capacitan
para interpretar como realidades las historias que le cuenta Maximito, quien, según el
narrador, a pesar de ser quien las inventa también parece embelezarse con ellas. Los relatos
del tío de Blanca son una vía para la educación de la niña y una forma eficaz de explicarle
los fenómenos más complejos de la vida cotidiana. Se recurre a la religión como la
respuesta a las dudas de la protagonista. Pero ésta se modifica y convierte el amor por la
Virgen en un dispositivo mágico.
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La monomanía religiosa o espiritual saca la frágil mente infantil de los límites
racionales y la enceguece. Esto desencadena un final trágico para ambas narraciones. La
pasión por volar de Simón concluye en que por primera vez se pone freno a sus caprichos
con los “rigores paternales” y “el amargor del látigo”, pero además en que el niño se
estrella, literalmente, con la realidad.
En “Blanca” la resolución es trascendental y definitiva. La obsesión conduce a la
niña a la muerte, después de que le ha permitido realizar milagros y dar felicidad a la
familia. El desafortunado evento ocurre en medio de una reunión familiar, mientras todos
los personajes adultos están atentos a la logística de tan esperada celebración: “Blanquita
enreda, mariposea e indaga por todas partes” y su única preocupación es saber si “¿mandará
la Virgen los pajaritos a la Fiesta?” (540). La experiencia religiosa y mística de la niña, la
lleva a perder la noción de realidad por sentir a María siempre presente en su vida y por
tanto al ver un colibrí que revuela por allí cree fielmente que es uno de los pajaritos que le
envía su Señora. La percepción del suceso y la reacción de la niña son ejemplos de la
mirada mágica de la vida cotidiana que se ha mencionado anteriormente. La fantasía junto
con la espontaneidad y el descuido, típico de los niños, enfrentada a la realidad de los
eventos lleva a la niña a caer en un pozo y en consecuencia a morir ahogada.
Carrasquilla ubica estos personajes como el eje de estos dos cuentos. Una gran parte
de ese proceso se basa en la descripción de la mente de los niños que se encuentra sumida
en la monomanía. Lo cual da a los personajes una gran complejidad y enriquece el aspecto
religioso de los relatos. Es preciso tener en cuenta que a pesar de que todos los personajes
muestran, en mayor o menor medida, una actitud particular frente a la religión, ésta es la
41
que educa y crea la visión de mundo de los niños. La experiencia religiosa infantil sumada
a la personalidad obsesiva que se describe marca el eje de los hilos narrativos, puesto que
son focos en la construcción de los protagonistas de cada relato y son determinantes para
los trágicos desenlaces.
2.2.2. La humildad vs. la soberbia: ambas son recompensadas
El segundo grupo de la clasificación planteada incluye a los protagonistas de los
cuentos “En la diestra de Dios padre” y “El gran premio”, por ser éstos personajes que
encarnan virtudes o defectos morales reconocidos por la sociedad antioqueña. Para
comenzar el análisis es preciso señalar primero algunos rasgos comunes entre estos dos
cuentos. Los relatos centran una parte de su desarrollo en la descripción de los personajes.
En ambos, los narradores hacen mucho énfasis en destacar la virtud o el defecto que los
caracteriza y determina su conducta. Los seres sobrenaturales hacen parte de las
narraciones y su aparición es muy significativa para su desarrollo. Por último se expresa la
actitud frente a la adquisición de dinero y buena fortuna del pueblo antioqueño de los
cuentos.
Ambrosio Fornet aludiendo a Rafael Maya plantea que la vida antioqueña se apoya
en dos resortes: la religión y el dinero; aunque este último está casi relegado de estos textos,
mientras la religión es exaltada y no sólo debe analizarse como el substrato ideológico de
los cuentos, sino también como el núcleo generador de conflictos dramáticos (191).
Carrasquilla se apropia de estos rasgos propios de la sociedad antioqueña y por medio de la
ficción y la creatividad literaria los fusiona con la religiosidad popular, creando unas
atmósferas regionales y mágicas. Ahora, en estos dos cuentos ambos ejes de la vida
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provinciana se encuentran y se complementan para construir el hilo conductor: Tanto
Peralta como el Hombre reciben un premio que retribuye su actitud espiritual y con el
prójimo proveniente de un ser sobrenatural. La recompensa no es dinero específicamente,
pero sí la vía a su fácil consecución. La reacción de los personajes frente a la recompensa
que se les otorga muestra un fuerte contraste entre las personalidades y una oposición entre
los dos cuentos.
Peralta se caracteriza por su caridad y su humildad y estas virtudes están ligadas a
su comportamiento religioso. El narrador habla con un tono popular y moralizante reflejado
en la identificación de éstas y otras cualidades del protagonista con las virtudes de un buen
cristiano, según la concepción antioqueña. Donald McGrady afirma que Carrasquilla
“acentúa el aspecto religioso de su obra; Peralta resulta ser todo un santo, y el autor no tiene
inconveniente en moralizar a cada paso” (145). El protagonista del cuento se presenta como
un modelo de conducta para la sociedad. Peralta recibe la salvación y el puesto que quiera
dentro del mundo celestial, ya que, como le dice el mismo Jesús Nazareno, “ninguno lo ha
ganado tan alto como vos, porque vos sos la humildá, porque vos sos la caridá” (528).
La buena voluntad, el amor al prójimo y la honradez demarcan la personalidad y la
conducta del personaje. Estas cualidades dan a Peralta un carácter obsesivo tocante a hacer
el bien y servir al prójimo: “Yo no necesito de hijos, ni de mujer, ni de nadie, porque tengo
mi prójimo a quien servir” (518), dice Peralta a su hermana explicitando que su vida está
consagrada a la caridad. Al respecto John Greene plantea que el personaje “llegaba a la
manía en su afán de atender a los enfermos y enterrar a los muertos” (42). En este cuento la
obsesión actúa de forma similar a lo que sucede en “Simón el mago” y “Blanca”: determina
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las acciones del protagonista; pero en este caso éstas garantizan la futura buena fortuna del
personaje.
El buen Peralta se caracteriza mediante contrastes, rasgos y actividades típicas
antioqueñas y haciendo énfasis en su monomanía. Aunque la idea fija de servir al prójimo
refleja un fervor religioso, el catolicismo no es la única fuerza que domina la visión de
mundo del protagonista, pues el pensamiento mítico le ha presentado un imaginario
celestial e infernal y que da un carácter activo a las figuras de dichos mundos y los
aproxima a la vida humana.
El protagonista de “El gran premio” es el personaje contrario a Peralta. De las
características del Hombre se enfatizan su vanidad, su ambición y egoísmo; el personaje
sólo se conoce por sus defectos y por ellos recibe “el gran premio”. Por lo anterior se
identifica un perfil paradojal en la caracterización del Hombre: ante los ojos de la Muerte
su comportamiento es respetable, aunque socialmente es reprochable. Por ejemplo, en la
atmósfera popular del cuento en la que el machismo es evidente, la comunidad procura
disimular e ignorar los defectos del personaje; por eso en su vida diaria éste recibe
beneficios: su mujer y sus hijos se privaban de comer porque “las miserias que podían
industriarse eran, la mayor parte, para el jefe de la familia” (599), aunque éste no aporte ni
colabore en nada, ya que es un hombre de “estos enfermos de la voluntad, que parecía
sobrar en la vida, porque para nada servía ni tenía uso de ninguna especie” (598).
Entre las características del Hombre sobresale su escepticismo. Éste es el que
desencadena su soberbia y su conducta irreverente y es el pretexto para el desarrollo de la
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trama del cuento. El recelo religioso del protagonista sobresale por su actitud frente a las
manifestaciones de Jesucristo o del Enemigo Malo. No es respeto ni miedo ni asombro, es
reproche lo que motiva la reacción del Hombre. La protesta por el abandono de parte Dios
y la injusticia de sus actos son lo que caracteriza la experiencia religiosa del personaje. El
sentido trágico de la vida, común en la naturaleza del mundo rural (Zuluaga, 66), está
arraigado en la mente del Hombre, pero a éste no le interesa buscar refugio en la religión.
Lograr la salvación no es una de sus preocupaciones, por eso no se resigna como lo hace el
campesino común (Zuluaga, 75). Y puesto que no experimenta el temor religioso que
popularmente aferra a las personas a Dios, él se permite ser desafiante frente a los seres
sobrenaturales.
La Muerte es la única que se salva de la irreverencia de este hombre, ya que sólo a
ella le rinde pleitesía. El poder de esta Señora es capaz de aplacar su soberbia. El temor a la
muerte que la religiosidad popular infunde en el mundo campesino genera un sentimiento
de profundo respeto hacia ella. La sumisión a la Muerte contrasta con su comportamiento
frente a Jesucristo y revela que su experiencia espiritual es regida por el desdén respecto a
los símbolos religiosos.
Para esclarecer la relación entre la religiosidad popular y la caracterización de
Peralta y del Hombre se alude a la oposición de los pecados y las virtudes capitales (1), ya
que se encuentra una similitud entre ésta y la caracterización de estos dos personajes:
solamente dos de las siete virtudes capitales no están encarnadas en Peralta. En él brilla la
humildad que es el reconocimiento de que el hombre no posee nada. Este atributo está
acompañado de la paciencia, virtud que implica asumir con paz y serenidad las
45
adversidades de la vida terrenal, la hermana de Peralta carece de paciencia y por eso sus
condiciones de vida son un sacrificio. Hay en este personaje tres virtudes más que van de la
mano: la generosidad, la cual implica el desprendimiento voluntario de lo propio para darlo
a los pobres o a quienes lo necesiten; afín con lo anterior está la caridad, el desear y hacer
siempre el bien al prójimo, y la diligencia, que está reflejada en la prontitud de ánimo para
obrar bien (1), como lo hace Peralta al procurar devolver la “muchila” llena con onzas del
Rey que Jesús y Pedro dejan en su modesta casa.
El Hombre, por su parte, encarna los pecados capitales. Igualmente se destacan sólo
cinco de los siete: el primero que se identifica es la pereza: la imagen inaugural en la
presentación del personaje es la de un ser “inepto por pereza y perezoso por ineptitud”
(598); la ira y la envidia son dos pecados que en el Hombre están estrechamente
relacionados, ya que éste no soporta las dificultades de su vida, ambiciona lo que poseen
los otros y no muestra nada de caridad con quienes lo rodean; por último, la soberbia y la
avaricia por su deseo de alcanzar y acaparar gloria y riquezas.
Estas características se basan en dos posiciones religiosas particulares, que a pesar
de ser opuestas, según la coherencia de los textos, ante los ojos de los personajes
sobrenaturales merecen ser recompensadas. Carrasquilla no muestra un discurso dominante,
destaca la humildad y la soberbia como rasgos distintivos de sus protagonistas, pero no
emite juicios. Se presenta la experiencia espiritual de cada personaje, es decir, la forma
como interiorizan la religiosidad y esto estructura su visión de mundo, en la cual la esfera
celestial es tan próxima al ser humano como la terrenal.
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2.2.3. Sobrenaturales pero antioqueños
Jesucristo, el Enemigo Malo, la Muerte, la Virgen María, entre otros, conforman el
tercer grupo de personajes de los cuentos de Carrasquilla. Antes de precisar la
individualidad de cada uno de ellos, debe tenerse en cuenta que todos pertenecen al
imaginario creado por la religiosidad popular y que ésta determina su participación en la
Antioquia de los cuentos; de ahí que los personajes sobrehumanos se vistan y comporten de
manera pueblerina, como cualquier otro individuo, pero que conserven una fisonomía
angelical o perversa, según sea el caso (Greene, 49-50). Estas características quizás sean la
más sobresaliente de este tipo de personajes y son el punto de partida para mostrar que la
caracterización se basa en la proximidad entre estos personajes y los hombres comunes de
los cuentos.
Carrasquilla presenta un mundo campesino que da cabida al arribo de Jesucristo y a
su interacción con los hombres. En ese mundo este personaje no es superior a los humanos
y por lo tanto no existe una relación de subordinación entre Él y los demás individuos. La
primera imagen que se da de Jesús en “El gran premio” y “En la diestra de Dios padre”
exhibe a la divinidad como un pordiosero o peregrino. Esta condición impide su inmediato
reconocimiento y lo pone incluso en un nivel inferior al de los protagonistas. Sin embargo,
las trasformaciones de Jesucristo no ocultan su celestial belleza, pues “era un muchachón
muy buen mozo, medio mono, algo zarco y con una mata de pelo en cachumbos que le
caían hasta media espalda” (518). En esta representación se ve reflejado el canon de belleza
creado por la religiosidad popular.
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Pero la imagen física no determina la autoridad que la religión católica confiere al
personaje. Aunque comúnmente la religiosidad popular está soportada por el temor que el
campesino siente hacia Dios (Zuluaga, 61), en el mundo de los cuentos no se rinde pleitesía
al Altísimo, porque su severidad no infunde temor. En “El gran premio”, por ejemplo, el
poderío de Jesús es discutible, puesto que se muestra impotente ante la soberbia y el
escepticismo del Hombre; de igual forma, en “En la diestra” la voluntad humana es
dominante frente al poder de los seres sobrenaturales: ni el Diablo ni Dios tienen control
sobre la Muerte, pero Peralta sí. Esta facultad le otorga cierta superioridad, lo cual obliga a
san Pedro a bajar nuevamente a la tierra a pedir al campesino la liberación de la Muerte.
Aunque las intenciones de Peralta son inofensivas, su voluntad tiene consecuencias
significativas en la actitud religiosa de su mundo. Dios y el Diablo pierden su lugar
preponderante en la mentalidad popular, que los ha mantenido para garantizar una
explicación de las bonanzas y desventuras del mundo. Con la anulación de la Muerte la
angustia y las dudas de la vida desaparecen y por tanto se pierde la devoción religiosa, e
incluso el temor supersticioso, pues “al fin determinaron todos que era que la Muerte se
había muerto, y ninguno volvió a misa ni a encomendarse a Dios” (523).
La sumisión a la voluntad de los seres sobrenaturales es muy poco frecuente en los
cuentos; sin embargo, los poderes de estos seres no son ignorados del todo, puesto que un
grupo de personajes como Ester, Peralta o el licenciado Reinaldo se someten con
resignación a la voluntad del Todopoderoso, la cual se refleja en las desventuras de sus
vidas. Este sometimiento presenta la imagen de un Dios justo, que recompensa a dos de los
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personajes nombrados y, al mismo tiempo, va acompañada de la de un Dios castigador que
condena a Reinaldo, el protagonista de “El ánima sola”.
Éste último cuento narra la historia de Reinaldo, un licenciado condenado a una vida
peregrina de sufrimientos por el mundo y después de muerto a una estancia eterna en el
purgatorio, por haber llevado a la desgracia a la familia Real y al mundo. Los causantes de
su condena fueron su palabras y su silencio después de dejar con un pero inconcluso “la
sugestión de lo desconocido” (564) en el heredero de la corona. Esta palabra, que nada dice
pero que al mismo tiempo lo puede decir todo, se convierte en una calumnia imperdonable.
Carrasquilla se apropia de la leyenda del Ánima Sola y crea una versión propia en la cual,
según Levy, “elabora una de sus ideas favoritas: las consecuencias desastrosas de la
calumnia en la vida de inocentes personas” (202).
Conviene ahora analizar a Reinaldo que es el Ánima Sola. Esta pertenece a los seres
sobrenaturales más arraigados en la religiosidad popular; además revela algunos de los
valores del mundo antioqueño y campesino que se retrata. La caracterización del
protagonista lo presenta al inicio del cuento como un hombre común, pero su penitencia lo
transforma en un ser sobrenatural. Debido a su humanidad el licenciado experimenta
emociones como el arrepentimiento, el miedo, el sufrimiento, entre otros, que lo mantienen
bajo la voluntad de los eclesiásticos y del implacable Dios. De Reinaldo se sabe que es un
hombre doctísimo y honorable, un modelo y amigo de Timbre de Gloria. Estas
características le garantizan en un principio la confianza y admiración de su discípulo, pero
no la salvación. Las normas de conducta moral no perdonan la calumnia, puesto que en el
mundo rural el valor de la palabra es uno de los más respetados (Zuluaga 66). A través de
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ella un hombre puede adquirir reconocimiento y el cuento de Carrasquilla muestra que
también puede condenarse.
De otra parte, la caracterización del Diablo se basa en la ridiculización. n los relatos
se presenta una imagen paradójica y compleja de Lucifer en la cual prevalece la parodia. La
historia de Peralta, por ejemplo, muestra una dualidad en la apreciación del Diablo, lo
describe como un ser soberbio, arrogante y fanfarrón, pero al mismo tiempo quejumbroso y
llorón. Francisco Zuluaga explica que la figura del Demonio es muy importante para la
religiosidad campesina. Él tiene un puesto preponderante al lado de Dios y juntos dominan
las fuerzas misteriosas del mundo (61-62). Esta percepción popular repercute en la creación
de los mundos y los personajes de Carrasquilla, pero sufre algunas modificaciones por la
ausencia de miedo en quienes interactúan con el Enemigo Malo.
La doble perspectiva respecto al Diablo la explica el padre Restrepo al afirmar que
“a propósito del Demonio se podría decir que los antioqueños se movían entre dos polos: el
temor supersticioso y el sentido del humor” (169). El primero de estos queda casi
desatendido por parte de Carrasquilla. Sin embargo, en los cuentos se reconocen las
habilidades mágicas y malignas del Demonio, en la medida en que la superstición se
mantiene vigente en ellos. Así lo refleja en “El gran premio” la reminiscencia del
protagonista, ante la segunda aparición que le acontece, al explicar con tranquilidad que
“era víctima de alguna travesura de Enemigo Malo. Ya le había oído predicar al párroco
que el Diablo es tal que ha aparentado a veces la figura de Jesucristo” (600).
50
Por el contrario, el sentido del humor y la comicidad de la caracterización se hacen
palpables, porque el poder del Demonio es vilipendiado y ridiculizado; sus actos no se
estiman como maldiciones sino como travesuras. De lo cual deriva la connotación de un
Diablo inofensivo y débil de carácter. El encuentro que con él tiene Peralta hace aún más
evidente su impotencia: el Patas es engañado y burlado por un humilde hombre. Este
suceso desencadena en él emociones humanas y actitudes especialmente antioqueñas. Una
de éstas es la pasión por el juego: el Diablo no controla sus ansias de ganar el alma de
Peralta y a raíz de esto se despliegan muchas otras emociones:
Y doblando, doblando, jugaron diecisiete tutes. Hasta que el Patas dijo: "¡Ya no más!". Estaba tan sumamente medroso, daba unos bramidos tan espantosos, que toitica la gente del Infierno acudió a ver. ¡Cómo se quedarían de suspensos cuando vieron a su Amo y Señor llorando a moco tendido! Y aquellas lagrimonas se iban cuajando, cuajando, cachete abajo, que ni granizo. (525)
Se ve menguada entonces la soberana imagen del Diablo. Éste es igualado a los
hombres y en el caso específico del cuento se subordina a la de Peralta. Es decir que se
ridiculiza su poder y majestad. “El pueblo campesino no tiene temor al Diantre y cuando lo
menciona lo hace para burlarse de él” (Zuluaga, 116). Por esta razón, y a pesar de las
supersticiones, los personajes de Carrasquilla lo enfrentan y salen victoriosos. Estos son
algunos factores que facilitan la ridiculización y menosprecio del Enemigo Malo. Pero no
sólo su conducta y personalidad determinan esta caracterización; su aspecto físico también
contribuye a la interiorización de sentimientos peyorativos con respecto a él. El siguiente
fragmento en el que se narra la emoción en el juego de tute muestra como la fisonomía del
Patas es un complemento de su carácter y, además, tiene la función de imprimir comicidad
al cuento y al personaje.
51
"¡Doblo!", gritó Lucifer con un vozachón que retumbó por todo el Infierno. La cola se le paró; los cachos se le abrían y se le cerraban como los di un alacrán; los ojos le bailaban, que ni un trompo zangarria, de lo más bizcornetos y horrendos; ¡y por la boca echaba aquella babaza y aquel chispero! (525)
Algo similar ocurre con la caracterización de la Muerte. El pasmoso físico del
personaje causa impresión en los cuentos en que aparece; por ejemplo, cuando ésta llega a
la puerta de Peralta el narrador sobresaltado dice:
¡Qué escarramán tan horrible! ¡Era la Muerte que venía por él! Traía la güesamenta muy lavada, y en la mano derecha la desjarretadera encabada en un palo negro muy largo, y tan brillosa y cortadora que s'enfriaba uno hasta el cuajo de ver aquéllo! Traía en la otra mano un manojito de pelos que parecían hebritas de bayeta, para probar el filo de la herramienta. (522)
En “El gran premio” la llegada de esta Señora es igualmente impactante. Éste es
quizás el único ser sobrenatural que en los cuentos logra inquietar a los demás personajes y
a los narradores. La Muerte es un personaje muy apreciado en los cuentos de Carrasquilla y
en Antioquia. Ella es conocida por todos y admirada por muchos, así lo explica el narrador
de “El gran premio” cuando dice: “Nadie ignora que, a más de muy sapiente, es ella grande
hablista y académica omniglota” (601). Por medio de afirmaciones como la anterior,
Carrasquilla la imagen de la Muerte no se entienda sólo como creación de sus cuentos, sino
también como una apropiación de la percepción popular del personaje.
La caracterización de la Muerte hecha por Carrasquilla, aunque singular por su
aspecto y habla montañera, coincide con la imagen que universalmente se tiene de ella, en
cuanto que uno de sus rasgos más destacados es su carácter igualador. Esto es lo que inspira
52
el respeto por parte de todos los humanos, especialmente el del Hombre de “El gran
premio”, quien la honra diciéndole:
─ ¿Yo adularte? ¿Y a ti? Pues si por eso me encantas; cabalmente, por eso te quiero y te estimo: porque no eres como otros, porque nunca adulaste al más pintado. Con santos y malvados, con siervos y soberanos, con potentados y pordioseros, con la juventud y la vejez, con la espuma y la zurrapa, eres igual; eres la misma. (601)
Carrasquilla presenta la Muerte como un ente autónomo, es decir que no es aliada ni
dependiente de Dios ni del Diablo. En la medida en que sus actos no se rigen ni por el bien
ni por el mal, ella se convierte en el ser sobrenatural más justo entre los presentes en los
relatos. Esto le otorga una autoridad quizás más implacable que la de otros seres y su
poderío es acompañado por el respeto que siente por ella la comunidad de los cuentos. Este
estatus también lo conquista la Muerte por encarnar el misterio más angustiante de la vida.
Este análisis ha mostrado que los personajes sobrenaturales ciertamente poseen
poderes mágicos, pero al mismo tiempo son humanos. Su caracterización se construye
basada en la proximidad con el mundo campesino de los demás personajes. Carrasquilla
hace extensiva la atmósfera popular antioqueña a todas las esferas de sus cuentos: rasgos
específicos como el habla montañera, el vestuario, las pasiones, etc., son elementos que
humanizan la imagen de los personajes sobrehumanos. Además ha mostrado que los hilos
narrativos tienen como eje la construcción del carácter de los protagonistas. Y ésta se basa
primordialmente en las actitudes religiosas; de manera que la religiosidad popular es el
dispositivo que da vida y enriquece las temáticas de los cuentos.
53
CAPÍTULO TRES
TRANSCULTURACIÓN RELIGIOSA: ENCUENTRO ENTRE REALIDAD Y MARAVILLA
Algunos puntos del capítulo anterior quedaron inconclusos y serán desarrollados a
continuación sustentados en referentes críticos y teóricos sobre lo maravilloso y sobre la
verosimilitud en los relatos. El estudio de la caracterización de los personajes,
especialmente la de los últimos, los sobrehumanos, contiene ya algunos elementos
significativos para el desarrollo de este análisis. Como se ha visto, los límites entre lo
espiritual y lo concreto se desvanecen en la conciencia de los protagonistas y narradores;
razón por la cual, la vida privada y colectiva es entendida desde una óptica religiosa y, en
correspondencia, la esfera espiritual es imaginada desde una perspectiva anclada en la
realidad regional.
Carrasquilla se vale de la actitud y las nociones espirituales de su región para
desarrollar los hilos narrativos de algunos de sus cuentos: la espiritualidad campesina es la
base de lo religioso en ellos. Ésta refleja que “la fe del pueblo es sencilla, casi elemental,
como la del niño que no necesita razones para creer” (Zuluaga, 50). Por eso, en los
contextos descritos el pensamiento mítico es un elemento preponderante en la creación de
las atmósferas narrativas. En ellas se refleja el resultado de un proceso de transculturación
54
religiosa que se produce en Antioquia desde la colonia con el arribo de los españoles y la
importación de esclavos africanos. Ángel Rama explica que en la transculturación se
acogen y desarraigan elementos de ambas tradiciones y se da origen a nuevos fenómenos
culturales (33). Esas nuevas expresiones locales son el respaldo de la espiritualidad regional
que es descrita por Carrasquilla, la cual patrocina formas particulares de aprehender la
realidad y en las narraciones favorece el desarrollo de situaciones insólitas.
En el mundo rural de finales del siglo XIX la naturaleza y la vida cotidiana están
cargadas de un valor religioso que contribuye a la formación de una imaginación popular
desde la cual el mundo se interpreta como un lugar misterioso, donde los fenómenos y los
seres sobrehumanos tienen un rol activo y determinante. José Luis García explica que en la
religiosidad popular siempre se subraya la “dependencia del hombre respecto a las
entidades que le trascienden” y por tanto, “se admite el control de la naturaleza por seres
sobrenaturales” (22). En estos cuentos de Carrasquilla esos seres son agentes activos, pero,
salvo la Muerte, no son autoridades determinantes en las vidas de los personajes y por tanto
tampoco en el desarrollo de las narraciones.
Ahora hay que agregar que el misterio que sustenta la visión de mundo campesina
(Zuluaga, 78) se anula, dado que no se confina, en el tejido narrativo, a un estado alejado de
la vida cotidiana y real, sino que es contiguo y vigente en ella. En ese sentido, lo misterioso
deja de ser la característica de un mundo que no sólo es alienante, aterrorizante sino
también ajeno y diferente al del hombre. Los enigmas frente a lo desconocido y la angustia
que esto genera en la humanidad sucumben casi por completo en el pensamiento mítico de
los personajes.
55
La actitud religiosa en los cuentos sugiere dos cuestiones que se deben tener en
cuenta al analizarlos: la primera es la posición de los narradores ante lo real: ¿en qué
medida el proceso de construcción narrativa verosímil es violentado por el sustrato de la
religiosidad popular del antioqueño?; la segunda cuestión se refiere a la posible presencia
de dispositivos propios del realismo mágico en los cuentos de Carrasquilla. La base de este
asunto es planteada por José Antonio Portuondo: “cuando Gabriel García Márquez borra en
Cien Años de soledad los fronteras entre lo real y lo fantástico, no hace sino continuar la
tradición de una religiosidad naturalista, antimetafísica, que ilustra bellamente, en su propia
tierra colombiana, el antioqueño Tomás Carrasquilla” (Camacho, 342).
3.1. El problema de la verosimilitud
Para estudiar la verosimilitud de los cuentos es preciso tener en cuenta su
exterioridad, es decir la cultura antioqueña que los inspira, puesto que es con esa realidad
con la que se pretende tienen proximidad. Sin embargo, no interesa reconocer los rasgos de
la sociedad retratada como hechos ordinarios reales, ese sería el caso de un estudio
antropológico o sociológico; interesan, empero, como marcos del proceso narrativo. Según
Anderson Imbert “en el interior de un cuento quien conoce es el narrador” (1999, 167) y
ese conocimiento determina y es determinado por la lógica del relato. Por lo tanto, los
elementos y los eventos deben ser objetivos y reales desde la subjetividad de la voz
narrativa, de tal manera que sean coherentes dentro de su visión.
Tomar como referencia externa de los textos la cultura popular antioqueña conlleva
a analizar su verosimilitud desde dos dimensiones: una general, su aspecto folklórico y
56
costumbrista, y otra particular, su atmósfera religiosa. Esta división se hace debido a que,
en el primer caso, el escenario presenta una imagen de realidad basado en la cotidianidad y
el carácter antioqueños; tal como lo plantea Kurt Levy: en la obra de Carrasquilla, como en
cualquiera que busque mostrar las evidencias de la vida, la exterioridad es parte importante
de su fondo (147). Los elementos costumbristas tienen la función de ubicar los cuentos
dentro de un contexto local y tangible. En el segundo, la atmósfera religiosa, aunque se
mantiene dentro de los límites de lo local, deja de ser tangible; pues la religiosidad popular
está dotada de una fuerte dosis de subjetividad (Salado, 348). Esta particularidad pone las
narraciones en una realidad relativa que articula la asimilación mágica de la religión.
Los narradores, al describir personajes, lugares, hechos, etc. (incluso cuando se
habla de entes y espacios sobrenaturales), aluden constantemente a objetos y rasgos tan
particulares como triviales sacados de los tipos comunes del mundo concreto. Estas
alusiones no tienen un aporte significativo en el desarrollo de las tramas, pero sí en la
construcción del contexto campesino que las envuelve. El habla, ya se ha explicado, es el
elemento que constituye el entramado narrativo y sostiene una clara relación con el carácter
local; pero existen también otros recursos con este mismo fin: “Blanca”, por ejemplo,
muestra aspectos que ilustran la presencia de dispositivos enmarcados en la cultura
regional. En esta narración se exhiben como telón de fondo constantes alusiones a los
arquetipos la sociedad antioqueña: “apasionado, escandaloso como este nuestro carácter
antioqueño, se desparrama en furiosa eflorescencia un curasao solferino” (529). La
descripción coincide con algunos rasgos del carácter entusiasta y pasional de los hombres
de la región. Otro ejemplo que, de igual forma, alude a la realidad de la vida antioqueña, se
refiere a la fertilidad de las mujeres y la proliferación de las familias: “estos frutos seguidos
57
prometían la cosecha sin tregua de la fecundidad antioqueña.” (532). Esta clase de
referencias de los arquetipos abundan no sólo en éste sino en todos los relatos y también
ayudan a profundizar en la caracterización de personajes; les dan la singularidad de lo
provincial.
Carrasquilla también se vale de la metonimia para introducir el mundo campesino:
la alusión a sitios comunes, tales como la gastronomía, el paisaje, la vestimenta, etc.
enriquece los ambientes y marca la huella regional: la “arepa frita, el chicharrón y la tajada”
(507) que Frutos ofrece a Simón; el dao, monte-dao, bisbís, cachimona, y demás juegos que
ganó Peralta son signos sociales que determinan una identidad localizada y una
cotidianidad popular. Como señala Carmelo Bonet: “El costumbrismo es un realismo de
órbita limitada: refleja costumbres, pero por tácito acuerdo, no todas las costumbres sino
algunas: las populares y con preferencia las folklóricas y pintorescas” (9). Los narradores se
detienen en la enumeración y mención de este tipo de detalles y pequeñeces que inscriben
el contexto de los cuentos en la sociedad antioqueña de finales del siglo XIX.
Sin embargo, no todo en los cuentos de Carrasquilla hace referencia explícita al
campo aprehensible de la región; también se hace referencia a su aspecto espiritual por
medio de los signos de la expresión de la religiosidad popular. En este plano las historias se
tornan hacia lo inverosímil a pesar de las estrategias del narrador para darles veracidad.
Esto se debe a los rasgos particulares de la experiencia religiosa, que está inevitablemente
ligada a la fantasía, que es parte de la naturaleza de la religiosidad mítica que, como afirma
Domingo Salado, en el caso latinoamericano es particularmente especial puesto que la
mixtura religiosa se ha contaminado de muchas sombras sobrenaturales (349).
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La amalgama religiosa entre lo africano y lo católico desarrolla una relación entre lo
sagrado y lo profano que se produce en el proceso de transculturación. Ángel Rama estudia
este fenómeno entre colonizadores y nativos y explica que por las condiciones del
encuentro ambas culturas se ven condenadas a autoabastecerse independientemente la una
de la otra (76). El estudio de Rama permite mostrar el contraste con el desarrollo de dicho
proceso en el contexto de la religiosidad antioqueña, ya que las tradiciones católicas de
España y las populares africanas se surten mutuamente; pero esta última por ser marginada
debe también autoabastecerse para que la herencia no se pierda. Por eso los signos
religiosos admiten diversos significados en la religiosidad popular y las interpretaciones
generalmente se desvían hacia la fantasía que permite el trato con las divinidades o los
seres sobrenaturales en general; de modo que los signos pierden parte de su contenido
primigenio y ortodoxo, para acoger formas de superstición mágica (Salado, 350). Asimismo
Luis Maldonado explica que los eclesiásticos consideran que la superstición se produce en
la fusión entre lo sagrado y lo profano (32), y es allí donde el pensamiento mítico tiene más
vida y despliega nuevas significaciones a los símbolos de la vida popular.
La religiosidad popular es entendida como uno de los elementos del campo
referencial externo del texto. Según Flor María Rodríguez-Arenas:
[…] al ser seleccionados para formar parte de ese cosmos textual, pierden muchas de sus características inherentes y se convierten en objetos que pueden observarse; objetos que se actualizan dentro del texto o permanecen latentes dentro de él, pero que en conjunto forman una coherencia narrativa con una referencialidad que se acepta como posible. (233)
59
Al examinar la afirmación de Rodríguez-Arenas al tema de la verosimilitud en los
textos de Carrasquilla se encuentra que los conceptos de la religiosidad popular deben ser
asumidos como probables, aislándolo en cierta medida de una significación objetiva y
enfocándolos en la coherencia de los cuentos. Por eso cabe señalar que las supersticiones
aparecen en ellos “de un modo inocente, y sencillo, puesto que son fantasías de niños y de
gente rústica e ignorante” (Greene, 62). Esta afirmación de John Greene singulariza la
religiosidad presentada por Carrasquilla, pero además sugiere que ésta debe ser entendida
como fundamento de la visión híbrida del mundo.
Flor María Rodríguez-Arenas refiriéndose a Salve, Regina (1903), la novela
predilecta del escritor, afirma: “Este, como todos los mundos de ficción creados por
Carrasquilla, está compuesto por diversas estrategias narrativas seudorreferenciales que lo
convierten en un mundo imaginario complejo” (234). También así pueden definirse las
ficciones de los cuentos seleccionados; por eso se asume, como ya se ha mencionado, que
el referente del microcosmos de los relatos es el pueblo antioqueño; un mundo cuya
experiencia religiosa está ligada a procesos simbólicos interculturales y por lo tanto en el
que la imaginación juega un papel catalizador.
Lo anterior presupone que en las narraciones impera una perspectiva poco verosímil
de la realidad: los hombres se convierten en Ayudados y adquieren la capacidad de volar; la
Virgen es quien trae los niños al mundo; los ángeles bajan a la tierra y traen favores y
buena fortuna; los seres celestiales y los del submundo vienen y se relacionan con los
hombres, etc. Sin embargo, en la medida en que esto es posible dentro de la lógica de los
relatos de acuerdo con la perspectiva del narrador y la actitud religiosa y las creencias
60
sobrenaturales que en ellos se plantean todo es verosímil. Además, los imaginarios
descritos se acompañas de enunciados y datos referenciales acreditados popularmente. Esto
constituye una estrategia que puede entenderse como una técnica que justifica la ficción.
Un ejemplo del empleo de esta técnica lo menciona John Greene en su ensayo sobre
la religión en varias obras escogidas de Carrasquilla. Aunque no profundiza en el análisis
de este recurso, el crítico sostiene que en un episodio del cuento “Simón el mago” se invoca
el ejemplo de un religioso católico metido en la ciencia para dar verosimilitud a las
historias de Frutos (61). Ya se ha dicho que las narraciones de la criada privilegian el
legado mágico africano y que en la medida en que el niño se aficiona más a este universo
éste es más misterioso y sugestivo. No obstante, el narrador aclara que después de contar
los magníficos relatos, la negra procede al comentario y es en ese momento cuando aparece
la alusión al religioso: “Coger brujas, me dijo una vez, ¡es de lo más fácil! […] nues más
que tirale con el cinto e San Agustín… ¡Y ai mesmito queda enlazada de patimano,
enredada en el pelo” (510). La negra usa este comentario como un soporte de la mitología
católica para sus historias y así avala su legitimidad.
En cuanto a esto Francisco Zuluaga explica que en el mundo campesino está vigente
la creencia de atrapar brujas con la correa de San Agustín (122). La afirmación del teólogo
permite asumir que el referente de Frutos es válido como elemento de la cultura campesina;
sin embrago, no es claro en qué sentido este topos garantiza la verosimilitud del relato;
puesto que en última instancia son concepciones de la religiosidad que crean referentes
míticos híbridos. Estos y las concepciones que de ellos se derivan son referentes admisibles
dentro de la coherencia de los textos y fuera de ellos. Aunque mágica, la visión popular de
61
la religión es válida tanto en la coherencia de las narraciones como en el mundo campesino
real, pues, según lo formula Manuel Mandianes, la religiosidad popular es “un conjunto de
supersticiones y gestos mágicos venidos del paganismo y conservados por el mundo rural
aislado” (51).
Por otro lado, este recurso también es empleado para legitimar el habla. Es preciso
recordar que el lenguaje no es sólo un medio, ni mucho menos un agente ais lado, es el
campo de desarrollo de los hilos conductores. Esto aporta un grado de verosimilitud a los
textos. Uno de los ejemplos más significativos de este recurso se encuentra en el epígrafe
de “El ánima sola”: “Traducción libre del pueblo”. Estas palabras ubican la narración
dentro de la cultura oral y sugieren que lo que allí se dice proviene de la voz colectiva
antioqueña. Carrasquilla comienza la escritura de este cuento aludiendo a los Evangelios y
equiparando su uso del lenguaje con el de estos textos sagrados: “En aquel tiempo, como
dicen los Santos Evangelios, hubo una estirpe que llenó el universo de su fama” (563). Esta
referencia aunque no afecta el contenido del relato, sí da una dimensión trascendente al
lenguaje que los crea.
En consecuencia las referencias tienen un peso simbólico para el desarrollo de las
narraciones y establecen un estado de verosimilitud. Por ello ejemplos como el anterior no
sólo legitiman el lenguaje, sino también el origen de los cuentos. Un caso similar lo
presenta el narrador de “El gran premio”; quien también compara su historia con los textos
sagrados, ya no por su lenguaje sino por su veracidad: “A este aspecto me sé yo una historia
de primo cartelo […] Pero es larga, y la gran Reverencia, con toda su fe, no va a creerla.
62
Sin embargo, es tan auténtica como los Evangelios sinópticos” (598). Este tipo de
afirmaciones sostiene parte del mundo ficcional de las narraciones.
Rodríguez-Arenas explica que la forma como se integran las convenciones
extratextuales a la narración “producen argumentos de autoridad, que anclan la ficción en la
objetividad externa a ella y aseguran un efecto de realidad que el lector acepta” (233). De
modo que puede afirmarse que los referentes de la religiosidad popular y las prácticas
simbólicas híbridas son un apoyo para la verosimilitud de los relatos, en cuanto poseen
validez en el mundo externo al texto, pero sobretodo porque no rompen la coherencia de los
textos dado que la subjetividad de los narradores las acepta. Asimismo Anderson Imbert
hace el siguiente comentario respecto a lo real: “Reales son la naturaleza y la sociedad, pero
no menos reales son las experiencias del sueño y la locura” (1975, 171). Lo anterior se
puede aplicar a la experiencia religiosa; pues, las supersticiones y fantasías espirituales,
aunque se salen de la lógica racional, están arraigadas en la mente colectiva de los cuentos
y de la sociedad antioqueña.
“Muchas veces, la causalidad interna del relato que justifica lo imposible desde el
punto de vista racional, tiene que ver con las profundas raíces autóctonas de un pueblo”
(76). Siguiendo estas palabras de Irlemar Chiampi, la verosimilitud de los cuentos no es
violentada por los fenómenos sobrenaturales, en la medida en que estos se corresponden
con los existentes en la conciencia religiosa del pueblo retratado por Carrasquilla.
63
3.2. Un aspecto mágico del costumbrismo de Carrasquilla
La fusión de lo cotidiano con lo sobrenatural saca los relatos de la esfera exclusiva
del costumbrismo y permite identificar algunos de sus rasgos con el realismo mágico. La
relación entre realidad y fantasía en estos cuentos es compleja, en la medida en que se
origina en la subjetividad de la inteligencia mítica que sostiene la religiosidad característica
de los personajes.
Según Rodríguez-Arenas, “las relaciones de los elementos dentro del texto cambian
a medida que se privilegian unos a expensas de otros” (233); en los cuentos de Carrasquilla
el contacto entre lo real y lo maravilloso es persistente en términos de igualdad y los
narradores no privilegian ninguna posición: mantienen entre las dos esferas una armonía
que justifica la existencia de lo maravilloso en el entorno cotidiano que describen. Lo real,
lo antioqueño se inmiscuye en el mundo sobrenatural, y viceversa, pero por no eso la lógica
de las narraciones se descontrola. El equilibrio entre realidad y fantasía permite que todas
las situaciones mágicas se acepten.
Irlemar Chiampi propone que “tradicionalmente, lo maravilloso es, en la creación
literaria, la intervención de seres sobrenaturales, divinos o legendarios” (55). Al aceptar
esta afirmación se puede ver que estos cuentos reflejan esta particularidad cuando
incorporan a Dios, al Enemigo Malo y a otros personajes de este tipo. Sin embargo, la
presencia de lo maravilloso va más allá de la intervención de estos seres en las narraciones:
lo significativo es el efecto que éstos y los fenómenos de la misma naturaleza generan en la
atmósfera de las obras y por ende en el lector. El escritor libera lo religioso de la
solemnidad y lo supersticioso del misterio angustiante. Esta liberación permite que los
64
episodios sobrenaturales se asimilen por el narrador y los personajes como circunstancias
que no se salen de lo común; en un mundo como este, lo irreal sucede como parte de la
realidad (Fox, 53) y este rasgo es una característica relevante del realismo mágico.
Hay dos formas en que lo maravilloso interviene en estos cuentos y rompe los
límites con lo concreto: la primera se da a través de la mente de los personajes; la otra por
medio de hechos concretos y la directa participación de lo sobrenatural. En “Simón el
mago” y, especialmente, en “Blanca” se identifica el primer caso. Cabe considerar a
Enrique Anderson cuando plantea que en el realismo mágico “la estrategia del escritor
consiste en sugerir un clima sobrenatural sin apartarse de la naturaleza y su táctica es
deformar la realidad en el magín de personajes neuróticos” (1975, 42). El proceder de
Carrasquilla parece ajustarse a este planteamiento. En el capítulo anterior se mostró la
caracterización de Simón y de Blanca: estos no padecen de una neurosis, pero sus procesos
mentales se salen de lo común, ya que se rigen por una monomanía. En esas mentes
dominadas por una idea única, la realidad adquiere tintes de fantasía.
El caso de “Simón el mago” deja claro que lo maravilloso sólo existe en la mente
del niño, no en la totalidad de la realidad del cuento. Esto explica que Simón no logre
elevarse sobre toda la región a pesar de la cuidadosa realización del ritual mágico. En
“Blanca” la situación es más compleja: el narrador presenta a través de los ojos de la niña
una realidad mágica y válida para ella debido a su misticismo y a que no diferencia el sueño
de la realidad.
Los blancos inscritos en la cultura popular tienen tanta fe en los poderes sobrenaturales y capacidades de Dios, del Diablo, de los santos, de algunos
65
hombres, que confían plenamente en que se pueda modificar el destino y circunstancias de la vida con medios extraordinarios. (58)
Estas palabras de la historiadora Diana Ceballos presentan una actitud religiosa similar a la
de la niña. Su devoción a la Virgen supera las fronteras de lo concreto, por eso ella es la
respuesta extraordinaria a los acontecimientos del diario vivir en la historia de Blanca: la
Virgen era “la que le traía los niños a las señoras, y que si se los volvía a quitar era para
guardárselos en el Cielo cobijaditos con su manto, como había hecho con Carlitos” (531).
Esto es una creación de la imaginación de la niña, pero desde su visión de mundo es real.
En “Simón el mago” y “Blanca” no hay fronteras entre lo celestial, el submundo y
lo terrenal. Lo mismo sucede en “En la diestra” y en “El gran premio”, pero en ellos se
presenta el segundo caso de la anulación de los límites: lo maravilloso se advierte en la
exterioridad cotidiana de los personajes: en el contacto de los protagonistas y narradores
con el mundo concreto a través de la religiosidad popular. Domingo Salado así lo ratifica:
La creencia en Dios se encarna en las realidades concretas en todas las cosas del vivir: en los acontecimientos diarios, en el trabajo, en el dolor, en el alimento que se bendice. No ha lugar una escisión entre Él y el mundo. A Dios se le <<siente>> como encarnado en lo concreto y existente <<por encima>> de las mismas cosas. (351)
En esa proximidad con Dios y los seres sobrenaturales viven la religiosidad los personajes
de Carrasquilla. En la medida en que los límites con lo maravillo se han desvanecido, dicha
proximidad facilita la encarnación de estos entes en individuos que se relacionan con los
hombres en todas las esferas de la realidad. Esto crea un efecto mágico, pero aceptable, si el
lector se percata de la reacción de los personajes ante este contacto.
66
Peralta y el Hombre experimentan el encuentro con las divinidades, el Enemigo
Malo y la Muerte y conservan la calma en todo momento. Los sobresaltos, si los hay, son
producidos por la admiración de estos seres, pero no por la extrañeza ni mucho menos por
el miedo. Esta actitud es una característica de los personajes del realismo maravilloso;
según Chiampi éstos “no se desconciertan jamás ante lo sobrenatural, ni modalizan la
naturaleza del acontecimiento insólito” (73). En “En la diestra de Dios padre” este
fenómeno se manifiesta en el comportamiento de Peralta y el narrador se encarga de
resaltarlo y hacerlo explícito afirmando que ante la aparición y peticiones de las divinidades
el protagonista “no dio mal ni se quedó pasmoso” sino que permaneció tranquilo y “sin
nadita de susto” (520); algo similar sucede con la llegada de la Muerte; Peralta mantiene la
calma y actúa como si no fuera con él el asunto, lo cual también es una muestra de la
astucia del personaje.
La actitud del Hombre es semejante: de hecho la naturalidad con que acepta el
acontecimiento lo lleva a pasar de la calma a la prepotencia. Esta actitud se explica, en
parte, por su escepticismo. El diálogo entre Jesucristo y el Hombre deja en claro que a pesar
de los esfuerzos de la divinidad por manifestar su poder y superioridad, la actitud del
protagonista se resiste a la subordinación y a sorprenderse con tal circunstancia:
─ ¿Me conoces? –pregunta con una voz de flauta. ─ Te conozco –contesta el hombre muy sereno-. He visto tu retrato en muchas partes. ─ Y, sabiendo quién soy, y que sufro siempre de sed, ¿me despides y me niegas una gota de tu vino? ─ Si antes de saber quién fueras te la negué, ¡cuánto más ahora que te conozco! (600)
67
El encuentro con Jesús enfatiza la caracterización del personaje dejando que éste
exprese su posición religiosa; independientemente de la devoción de los personajes, pero
sin ignorar su importancia para la coherencia de los relatos, en su contexto el imaginario
religioso pierde su carácter angustiante y jerarquizante. De ahí que estos episodios se
desarrollen en términos de igualdad entre todos los personajes, ya que no hay normas
establecidas ni marcos de autoridad. De a cuerdo con esta lógica los seres sobrehumanos, a
pesar de sus virtudes, pierden la superioridad que el misterio de su naturaleza les confiere,
pues su proximidad con lo terrenal destierra el misterio. En esta posición los personajes de
Carrasquilla se atreven a desafiar a los seres prodigiosos sin temor, sin siquiera reparar en
su fragilidad humana.
“El ánima sola” es un caso particular, pues las jerarquías eclesiásticas se manifiestan
y el poder castigador de Dios es evidente, lo cual pone en evidencia la fragilidad del
personaje. Pero en este cuento lo maravilloso no se produce a través del estatus de equidad
entre la divinidad y el protagonista, sino en la pura inmediación del estadio irreal con el
real: el licenciado al cumplir su pena de errar por el mundo da la vuelta al mundo y regresa
a su pueblo natal donde coincidencialmente se realiza el funeral de Flor de Lis. La
irrealidad irrumpe cuando la monja se alza de su féretro para hablar y juzgar al peregrino;
éste sin sobresaltarse la escucha y acepta con resignación el castigo que ella le impone por
ser la encargada de la justicia divina. Los muertos y los vivos pueden habitar el mismo
espacio en esta historia, no hay distancia entre ellos. Y nuevamente la lógica del relato no
se altera, por eso Reinaldo recibe y padece su condena en la tierra, allí sufre la vergüenza
pública y su pena no termina.
68
También en este cuento el narrador habla de una “fuerza misteriosa” (570) que aleja
a la gente de la piedra donde está la lengua del condenado, pero no se profundiza en ese
punto: no hay necesidad ni interés en resolver el misterio que envuelve dicha lengua. Como
la causalidad de este fenómeno no es conflictiva, el narrador lo asume como una maldición
y continúa con el desarrollo de la historia sin que este enigma la afecte. Los sucesos
sobrenaturales en “El ánima sola” tienen la función de acentuar la gravedad de las faltas y
sus consecuencias. Por eso se conserva el cuento en la realidad y se permite que actúe un
elemento moralizante; pues, como plantea Kurt Levy, “populares en su origen, pintorescos
en la forma, los cuentos tienen un aroma de moralidad” (77).
En el ejemplo de “El ánima sola” la proximidad entre los vivos y los muertos sucede
en una misma esfera, la terrenal; mientras se da la pérdida de los límites concretos entre lo
mundano y lo sobrenatural. En “En la diestra” se presenta la vecindad entre el cielo, la
tierra y el infierno: la vía al cielo y al infierno es algo que el cura describe en las homilías y
la autoridad del discurso del eclesiástico fija en el imaginario colectivo el cuadro de “un
caminito muy angosto y muy lóbrego casi cerrado por las zarzas y los charrascales” y otro
que “parecía mismamente una jardinera, con tanta rosa, tanta clavellina y con aquel pasto
tan bonito” (524). Las imágenes no distan de una descripción de un camino campesino
cualquiera: la exactitud de la descripción realista aplicada a un acontecimiento fantástico
es, según afirma Arturo Fox, una técnica para lograr el efecto mágico-realista (54). En la
medida en que Peralta avanza más en el interior del cielo y el infierno las descripciones se
hacen con más detalle y adquieren tintes extraños, pero conservan el acento popular y
mundano, pues éste es el referente de la voz que las ejecuta. Éstas muestran que los
elementos típicos y el lenguaje antioqueño no son un lujo de la narración, pues en ésta
69
“todo se presta al proyecto de acreditar el prodigio” (Chiampi, 68). Por lo tanto la función
de las descripciones es más significativa que la de un elemento estético, ellas dan sentido a
lo sobrenatural conservando la coherencia del texto y apoyan su verosimilitud.
La descripción tiene un papel importante para construir la relación entre realidad y
fantasía. Sin embargo más allá del mero retrato hay que profundizar en el proceso mediante
el cual se pasa de un estadio a otro, ya que no hay reglas precisas para ello. La transición es
narrada de tal forma que pasa casi desapercibida; de no ser por lo extravagante de los
escenarios, nada indicaría que se ha entrado en un contexto extrahumano, ya que la voz
narrativa no pierde su naturalidad y el personaje no cambia sus hábitos ni su actitud; entra
en ese mundo “con el desentendimiento de toda su vida” (524). Pero a pesar de la
contigüidad, hay una conciencia de que se trata de esferas distintas y una perspectiva
espacial respecto a la ubicación de cada una de ellas. Esto se nota explícitamente en la
entrada de Peralta al infierno: “Comprendió que era el infierno, por el jumero que salía de
pa arriba y el candelón que salía pa abajo” (524). El narrador ya lo ha insinuado al informar
que Peralta buscando a Jesús y a san Pedro “echó a andar y andar, cuesta arriba, porque
puallí dizque era que habían cogido los pelegrinos” (519). De modo que la diferenciación
del aspecto espacial no determina una discordia entre los mundos y el personaje puede ir de
una esfera a otra sin complicaciones.
No ocurre lo mismo con los viajes de los seres sobrenaturales a la esfera terrenal,
porque oscilan entre lo natural y lo sorprendente. La aparición de Jesucristo y san Pedro no
refiere un evento sobrenatural, ya que los personajes se presentan encarnados en hombres
comunes; esto evita el choque de escenarios y facilita la adaptación de la maravilla a la
70
realidad. Aunque la imagen que adopta Jesús en “El gran premio” es la de pordiosero, la
voz narrativa es muy sugestiva al afirmar que éste “surge como brotado de la tierra” (601)
ante el Hombre. Esa entrada en escena apunta a algo inesperado, lo cual se complementa
con la inmediata transfiguración del mendigo en la divinidad. La entrada no es tan natural
como la de Peralta en el infierno, pero esto no impide la interacción ni el diálogo ordinario
entre los dos personajes. La Muerte es el otro personaje que irrumpe en el mundo terrenal:
su llegada al territorio de Peralta, aunque inesperada, resulta cómica por lo natural: ésta
golpea a la puerta. El pensamiento mítico que ronda los cuentos permite nuevamente que en
un hecho cotidiano se introduzca la presencia de un ser sobrenatural y eso trivializa el
arribo, por carecer de misterio.
Por otro lado, en los textos no se privilegia el trato de lo real o lo maravilloso;
ambos aspectos se atienden con igual curiosidad y detenimiento; lo cual es una actitud
inscrita en el realismo maravilloso, como ya lo ha identificado Fox (54). Este y otros
esquemas propios de los textos suscritos en éste género se han identificado y explicado,
pero entre éstos se destaca la contigüidad entre las dos esferas: según Greene, con respecto
a este tema, “Carrasquilla tenía una visión de dos mundos: el mundo terrenal, y el eterno”
(64). Por eso se puede afirmar que el autor funde ambas esferas en la complejidad de sus
ficciones, creando un efecto de realidad aceptable a pesar de lo mágico en él.
Respecto a la relación entre lo real y lo prodigioso conviene referirse a las teorías de
Ángel Rama, pues éstas esclarecen la forma cómo funciona la “inteligencia mítica” en la
narrativa latinoamericana y, además, apoyan la explicación de cómo ésta aporta el carácter
mágico a los relatos de Carrasquilla. El equilibrio de los hilos narrativos se basa en el
71
pensamiento mítico de los personajes, quienes ligan coherentemente la realidad campesina
con sus fantasías religiosas. Se ha mostrado que el plano espiritual de la vida de los
personajes implica la activación y funcionamiento de mecanismos específicos en la
aprehensión de la realidad; pues, tal como lo plantea Rama, “la realidad física y las
invenciones culturales juegan, entrelazándose, según pautas armónicas que son también
formas de pensamiento y constituyen un universo armónico” (163).
El proceso al que somete la religiosidad popular la mente campesina constituye la
ampliación del campo de significación de los símbolos de la realidad. La lógica campesina
de los cuentos es creada con base en una religiosidad mítica que “permite construir
explicaciones del mundo a partir de núcleos de significación que se van repitiendo,
ampliando y modificando en diversas instancias de aplicación práctica a otros campos o
asuntos” (Rama, 224-225). Por eso es posible construir una coherencia narrativa que refleje
el carácter prodigioso del pensamiento regional. Carrasquilla incorpora en sus relatos
explicaciones maravillosas del mundo, cuyo origen está en el contexto local y pueblerino
que describe; lo popular no es solamente un telón de fondo, sino el sustento que posibilita
el efecto del realismo mágico en las narraciones.
Para concluir, Carrasquilla expresa en boca de uno de sus personajes: “Las cosas de
tejas para arriba, por lo mismo que son inescrutables, no pueden someterse a reglas fijas ni
a fórmulas humanas” (598). Desde esta perspectiva, en los cuentos no hay necesidad de
buscar explicaciones de los sucesos prodigiosos, ya que lo sobrenatural es natural en los
contextos estudiados. Sin embargo, no debe ignorarse que todo sucede articulado desde la
inteligencia mítica de los personajes. La religiosidad popular facilita la asimilación de lo
72
mágico en la realidad, por ser una experiencia que reduce a lo cotidiano tanto lo profano
como lo sacro, que según Salado son dos dimensiones de un mismo espectro religioso
(101). Los textos conservan la atmósfera popular que los inscribe en el costumbrismo, pero,
gracias a la permisividad de la religiosidad híbrida de los personajes, lo sobrenatural
aparece en ellos y en ese momento los contextos adquieren tintes de magia.
73
CONCLUSIONES
Al analizar los textos de Carrasquilla se encuentra que el retrato regional es muy
vivo; este efecto se logra por medio del lenguaje. Es el entramado lingüístico el que le da
vida a las historias narradas, y éste es el principal generador de la atmósfera popular; no
sólo por el uso particular que se hace de él, sino también porque es el vehículo para
resemantizar los símbolos religiosos y populares. Por lo anterior se resaltó, una vez más, el
poder de la palabra de nuestro escritor, la cual, en estos cuentos, también es portadora de
magia. Se define, entonces, que en los relatos los elementos formales y discursivos están en
íntima sintonía para que el lector pueda experimentar el pensamiento del mundo campesino
antioqueño de finales del XIX y principios del XX.
Cualquier sociedad primitiva o desarrollada, antigua o moderna, desarrolla su pensamiento mediante historias, creencias, doctrinas, que son sistemas interpretativos del mundo, los que entiende legítimamente fundados en la realidad que ha logrado conocer y dominar. […] esas historias, creencias o doctrinas parten de lo conocido para fraguar explicaciones de lo desconocido e incontrolado, aplicando los procedimientos con que operan en su realidad conocida a aquella ignorada y trasponiendo a ésta sus materiales, sus conocimientos y sus sistemas de relaciones. (290)
Estas palabras de Ángel Rama muestran la forma en que una sociedad aprehende el
mundo concreto y el sobrenatural. Este proceso mental está vigente en los mundos de las
obras de Carrasquilla. Lo anterior explica que en este trabajo, especialmente en su tercer
74
capítulo, se haya querido mostrar la forma en que el escritor se apropia de este tipo de
pensamiento para la construcción y el desarrollo de sus hilos conductores.
Este fue un viaje por las letras de Carrasquilla que sorprende por la habilidad del
escritor para encontrar lo grande en lo pequeño, lo importante en lo irrelevante, los héroes
en personas comunes y campesinas y porque con esto cautiva al lector pintándole el mundo
antioqueño en todas sus facetas. Carrasquilla indaga en las vidas comunes de la región para
mostrar, como señala Ángela Rodríguez, “el hombre que se aleja de Dios para hacerse amo
del mundo y el que vive la religión y la superstición como prisiones alucinatorias” (32).
Ahora bien, si los personajes de Carrasquilla son convincentes por la veracidad de su
entorno, más lo son por el lenguaje que los pinta; de igual forma, los episodios prodigiosos
lo son por lo auténtico en la mentalidad popular que los engendra, dado que el ambiente
ideológico en que crecen los protagonistas permite que lo sobrenatural forme parte de la
conciencia colectiva. La consecuencia de lo anterior en la prosa del antioqueño es el que las
estructuras del pensamiento mítico de los personajes crean un sistema de interpretación de
la realidad que abre el típico cuadro de costumbres hacia las esferas de lo maravilloso.
Así, luego de haber hecho este recorrido a través de estos seis cuentos se sugiere una
lectura de perspectiva doble que tiene en cuenta la marca regional articulada, en algunos
casos, con rasgos de realismo mágico. Esto habilita para confirmar la respuesta afirmativa
al interrogante sobre la trascendencia de la obra de Carrasquilla con respecto al
costumbrismo tradicional.
75
En esta lectura se destaca que en la narrativa de Carrasquilla lo maravilloso
descansa sobre el pensamiento mítico; de manera que es a través del lenguaje híbrido de la
religiosidad popular que los narradores cuentan los fenómenos cotidianos e insólitos de la
vida campesina. Al mostrar las fórmulas mágico-realistas de conocimiento que sus
personajes ejecutan para aprehender la realidad, Carrasquilla está retratando la mentalidad
montañera. La palabra del antioqueño es tradición oral puesta al servicio de la escritura y
por tanto es memoria colectiva que en los cuentos se presenta a través de la herencia
espiritual que trasciende en ellos. Esto se ve en las historias que Frutos le cuenta a Simón y
Maximito a Blanca. En definitiva, la tradición oral antioqueña está vigente en cada una de
las narraciones como un legado que transita de generación en generación, que aun hoy tiene
vigencia y motivó la realización de esta monografía.
La palabra y el pensamiento popular son creadores de mundos mágicos y ficticios,
pero admisibles narrativamente porque el mundo campesino que protagoniza los cuentos,
funde en su religiosidad su naturaleza con lo maravilloso. La ausencia del misterio en la
vida montañera elimina los límites de lo concreto y permite a los personajes ignorar las
leyes naturales; es por eso que Simón quiere volar o que Peralta desautoriza al Patas. Se
cree, entonces, que es posible leer estos cuentos, y varios más, desde nuevas perspectivas
de su trasfondo popular. Esta lectura podría poner al descubierto aspectos importantes de la
construcción de la sociedad antioqueña y, a la vez, crear nuevos vínculos entre el pasado y
el presente.
76
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