rasgos de la personalidad y sintomatología...

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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO DECANATO EXPERIMENTAL DE DE HUMANIDADES Y ARTES PROGRAMA LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA Rasgos de la Personalidad y Sintomatología Prefrontal en Jóvenes Antisociales Privados de Libertad Proyecto de Investigación presentado por: Eugenia E. ESCOBAR VÁSQUEZ Y Alba C. GARCÍA MEDINA TUTOR: Víctor LÓPEZ. Barquisimeto, Enero 2014.

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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO

DECANATO EXPERIMENTAL DE DE HUMANIDADES Y ARTES

PROGRAMA LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

Rasgos de la Personalidad y Sintomatología Prefrontal en Jóvenes Antisociales

Privados de Libertad

Proyecto de Investigación presentado por:

Eugenia E. ESCOBAR VÁSQUEZ

Y

Alba C. GARCÍA MEDINA

TUTOR: Víctor LÓPEZ.

Barquisimeto, Enero 2014.

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Índice de Contenido

Índice de Tablas…………………………………………………………………… 4

Resumen…………………………………..…………………………………………iv

Introducción.............................................................................................. 5

Marco Teórico .......................................................................................... 8

Adolescencia .............................................................................................................. 9

Conducta Antisocial ............................................................................................... 11

Personalidad ........................................................................................................... 19

Sintomatología Prefrontal ....................................................................................... 35

Método ..................................................................................................... 49

Problema ................................................................................................................. 49

Objetivo General ..................................................................................................... 51

Objetivos Específicos .............................................................................................. 51

Variables ................................................................................................................. 52

Variable Independiente: Conducta Delictiva ...................................................... 52

Variables Dependientes ....................................................................................... 53

Rasgos de Personalidad....................................................................................... 53

Sintomatología Prefrontal ................................................................................... 54

Variables Controladas ............................................................................................ 55

Originadas por los Participantes ........................................................................ 55

Originadas por la Situación ................................................................................ 56

Tipo de Investigación .............................................................................................. 57

Diseño de la Investigación ...................................................................................... 57

Participantes ........................................................................................................... 58

Tipo de Muestreo ..................................................................................................... 58

Instrumentos ............................................................................................................ 59

Inventario de Temperamento y Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-R-

67) ........................................................................................................................ 60

Inventario de Síntomas Prefrontales (ISP) .......................................................... 61

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Procedimiento ......................................................................................................... 64

Consideraciones Éticas ........................................................................................... 69

Resultados ............................................................................................... 71

Discusión ................................................................................................. 79

Conclusiones y Recomendaciones ......................................................... 87

Referencias Bibliográficas ..................................................................... 96

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Índice de Tablas

Tabla 1. Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable

Independiente Rasgos de Personalidad……………………………………………...54

Tabla 2. Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable

Sintomatología Prefrontal medida a través de la Escala Inventario Síntomas

Prefrontales (ISP)……………………………………………………………………… 55

Tabla 3. Porcentajes muéstrales de los datos Edad y Nivel Socioeconómico de

la Muestra objeto de estudio……………………………………………………58

Tabla 4. Entrevista Autoaplicada Para El Grupo Delictivo y No Delictivo….59

Tabla 5. Consistencia Interna (α de Cronbach) de las Escalas del TCI-R-67..61

Tabla 6. Escalas Derivadas de la Estructura Factorial…………………………63

Tabla 7. Correlaciones entre las Escalas del Inventario de Síntomas

Prefrontales y las subescalas y Puntuación Total del Cuestionario Disejecutivo

(DEX) y la Escala de Estrés Percibido (EEP)………………………………………63

Tabla 8. Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para los Rasgos de

Personalidad entre los Grupo Delictivo y No Delictivo en la escala TCIR-

67………………………………………………………………………………………….73

Tabla 9. Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para Sintomatología

Prefrontal entre los Grupos Delictivo y no Delictivo en la Escala

ISP.……………………..…………………………………………………………..…….75

Tabla 10. Correlaciones entre las Puntuaciones Obtenidas de las escalas ISP y

TCI-R-67 para el Grupo Delictivo.…………………………………78

iii

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Introducción

Una de las temáticas que ha tenido mayor connotación en la realidad

latinoamericana ha sido el alto índice de violencia y criminalidad registrado en los

últimos tiempos, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2008)

en los últimos cuatros años se notificaron alrededor de 120.000 homicidios anuales

con una subnotificación de 10%. Más de 12 países de esta región, presentan tasas de

homicidio mayores de 100 por cada 100.000 habitantes. Asimismo, se registra entre

3% y 28% de formación de pandillas violentas juveniles.

En este sentido, el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV, 2011),

muestra una tasa de elevada de homicidios que sobrepasan el promedio

latinoamericano. Igualmente, señala que para el mes de noviembre de 2011, los casos

de crimen llegaron a 15.360, superando ampliamente los 13.080 casos que

oficialmente se habían reportado para todo el año 2010. Por otro lado, la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos (2011) resalta que las prisiones venezolanas

son las más violentas del hemisferio, estando la población carcelaria para febrero de

2011 alrededor de de 45.000 reclusos, según lo expresado por fuentes oficiales.

Cabe destacar, que los crímenes y delitos cometidos por jóvenes constituyen

una problemática social, llegándose a considerar un factor de riesgos para la salud

pública. En este sentido, la adolescencia por ser una etapa de cambios a nivel

contextual, perceptivo y biológico es considerada como una de las etapas más

sensible para realizar comportamientos desadaptativos (Fariña, García, Vilariño,

2010). Ahora bien, aunque las mayorías de las investigaciones explican los

comportamientos antisociales desde una perspectiva social, autores como Calzadas

(2007) señalan que existen alteraciones estructurales o funcionales del cerebro que

intervienen en cambios de conducta y en la aparición de patrones de agresividad y

violencia, lo cual agrega una nueva explicación al comportamiento criminal,

pudiendo ser éste consecuencia de una alteración en el cerebro, específicamente la

presencia de sintomatología prefrontal.

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En este marco de referencia, el comportamiento antisocial se ha

conceptualizado como un fenómeno heterogéneo, que varía de acuerdo con

determinantes sociales, psicológicos y biológicos que intervienen en la ejecución del

acto violento. La autora antes señalada establece además, que dicho comportamiento

antisocial se relaciona con una pérdida de la inhibición de estructuras anteriores,

radicadas en la corteza prefrontal, lo cual conlleva a una serie de alteraciones en

diferentes ámbitos que hace al individuo más proclive a asumir conductas violentas,

asociado neuroconductualmente a explosiones emocionales, agresivas y de conductas

polémicas controvertidas. Igualmente, manifiesta que las personas que realizan este

tipo de comportamiento presentan una personalidad con rasgos de impulsividad,

inmadurez, pérdida de autocontrol y juicio social pobre, existiendo una mayor

tendencia para el deterioro de las habilidades sociales necesarias para formular

soluciones no agresivas al conflicto, existiendo un razonamiento pobre y un

pensamiento divergente a nivel cognitivo.

En relación a lo anterior, Cloninger formula una serie de rasgos

temperamentales de la personalidad, teóricamente vinculados a los sistemas de

neurotransmisión cerebral, así como otros rasgos caracteriales, vinculados al historial

de aprendizaje. Según este modelo, las diferencias individuales se deben a

disparidades en los sistemas de adaptación implicados en la recepción, procesamiento

y almacenaje de la información sobre el entorno. El mismo, propone cuatro

dimensiones del temperamento: búsqueda de novedad, evitación del daño,

dependencia de la recompensa y persistencia, vinculándose además; a la herencia

genética y al funcionamiento de neurotransmisores específicos responsables de la

regulación de la conducta (Ruiz, Pedrero, Olivar, Llanero, Rojo, Puerta, 2010).

Actualmente, se han realizado planteamientos que relacionan las dimensiones

de la personalidad con la actividad cerebral, específicamente las funciones ejecutivas

radicadas en el lóbulo frontal, siendo la tendencia de estos trabajos el uso de

adicciones. No obstante, la relevancia de estos descubrimientos hace pertinente

expandir su estudio en otras poblaciones, las investigaciones sugieren que uno de los

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comportamientos que están más asociados con substratos biológicos son los

antisociales, por lo que su desempeño neuropsicológico, particularmente en las

funciones ejecutivas, es significativamente distinto con respecto a sujetos no

violentos (Arias y Ostrosky, 2010).

Con base a lo expuesto, la presente investigación busca relacionar los rasgos

de personalidad y las funciones ejecutivas en conductas antisociales asumidas por

jóvenes privados de libertad. Estudio que justifica su importancia, debido a que son

pocas las investigaciones que han procurado documentar, describir y asociar estas

características, las cuales pueden ser clínicamente relevantes en individuos

antisociales (Arias y Ostrosky, 2010). Asimismo, el presente estudio busca dar una

explicación más certera a las razones que impulsan a realizar conductas delictivas,

por ser un aspecto importante a considerar en el proceso de resocialización y

prevención. Para de esta forma lograr un abordaje interdisciplinario, donde elementos

neuropsicológico y psicológico en general sean valorados como aspectos

fundamentales a considerar al momento de intervenir a este tipo de población.

Finalmente, la vinculación de ambas variables se traducen en nuevos enfoques

terapéuticos para las personas que padecen trastornos en su comportamiento,

permitiendo además; la formulación de nuevas hipótesis para el área clínica (Pedrero,

Ruiz, Lozoya, Rojo, Llanero y Puerta, 2013).

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Marco Teórico

El progreso y bienestar de una nación no sólo depende de variables

económicas que indiquen su capacidad de generar riquezas, en cuanto a la producción

y consumo de bienes. Las sociedades requieren de otras condiciones que hacen

posible el disfrute de los recursos que produce, y entre éstas se encuentra la seguridad

personal y ciudadana, clave para garantizar al individuo y a la colectividad calidad de

vida, la cual se traduce en bienestar socioemocional y estabilidad al tejido social.

No obstante, uno de los grandes problemas que aquejan a la sociedad

contemporánea es el aumento de los índices de inseguridad, que tiene su causa

fundamental en los distintos tipos de acciones delictivas asociadas a un incremento de

violencia, que ha terminado por generar un problema de salud pública. Asimismo, un

dato que agrava aún más la situación es la participación cada vez mayor de la

población más joven en el rol de victimarios (Rangel, Abache, Esquerre, Hernández y

Ochoa, 2011)

En este sentido, la conducta antisocial de los miembros de una comunidad se

vincula a hechos delictivos y es un tema que ha sido abordado por diversas

disciplinas de las ciencias sociales, que ubican con frecuencia las causas de dicha

problemática a factores de origen externo producto del entorno en que se desenvuelve

el individuo, entre los que se encuentra la pobreza, el maltrato, la exclusión social,

entre otras. Por otra parte, en años recientes estudios en la psicología y

neuropsicología como los descrito por Benito, Haro, Orengo, Gonzales, Fornés y

Mateu (2012) y Arias y Ostrosky (2010) respectivamente, han destacado la influencia

en estas conductas de factores internos, como lo son determinados rasgos de la

personalidad y alteraciones en las estructuras cerebrales, específicamente de la

corteza prefrontal, éstas últimas investigaciones son las que han motivado el

desarrollo del presente trabajo, el cual expone de manera detallada aspectos

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relacionados con la conducta antisocial asumida por jóvenes privados de libertad,

considerado para ello los aspectos legales provistos en el marco jurídico venezolano.

Seguidamente, se reseñan distintos modelos de personalidad vigentes e

investigaciones aplicadas a diversas poblaciones, de la misma forma se describen un

conjunto de teorías referentes a la maduración del cerebro y funcionamiento de la

corteza prefrontal, señalando a través de investigaciones las repercusiones

comportamentales causadas por la presencia de sintomatología prefrontal.

Finalmente, se exponen algunos trabajos que han relacionado las variables

anteriormente mencionadas, señalando a partir de sus resultados la relevancia de

continuar con su estudio en diversas poblaciones, entre las que destacan jóvenes

antisociales, población escogida por los autores por las escasas bases empíricas hasta

ahora existentes en el campo investigativo.

En función de esto, el primer aspecto a mencionar en el presente trabajo hace

referencia a la adolescencia, por ser este el periodo considerado con mayor

propensión para la comisión de conductas antisociales, así lo señala Fariña et al.

(2010), quienes explican que a lo largo del ciclo vital del hombre existen etapas en las

que se supone hay una mayor vulnerabilidad a realizar conductas inadecuadas, debido

a los cambios fisiológicos, emocionales y la reconceptualización psicológica que la

acompañan.

Adolescencia

La misma es definida por la Organización Mundial de la Salud (2011) como el

período de vida en el cual el individuo adquiere la capacidad reproductiva. Etapa

además en la que transitan los patrones psicológicos de la niñez a la adultez e inicia el

proceso de consolidar la independencia socio-económica. De acuerdo a Fariña et al.

(2010) es una etapa entre la niñez y la edad adulta que se caracteriza por profundas

transformaciones biológicas, psicológicas y sociales. No es solamente un período de

adaptación a los cambios corporales, sino una fase de determinaciones hacia una

mayor autonomía psicológica y social.

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En este orden de ideas, el fondo de la Naciones Unidas para la Infancia

(UNICEF, 2011) considera la adolescencia como la segunda etapa de la vida del ser

humano, que abarca las edades entre los 10 a 19 años, la cual constituye una fase de

transición entre la infancia y la adultez. Cabe mencionar, que dada la diferencia en

cuanto a experiencias, la UNICEF (2011) ha separado a los mismos en dos grupos

etarios; la adolescencia temprana (de los 10 a los 14 años) y la adolescencia tardía (de

los 15 a los 19 años).

Igualmente, esta organización considera que la adolescencia temprana se

extiende entre los 10 y los 14 años de edad, etapa en que comienzan a manifestarse

cambios físicos, como repentina aceleración del crecimiento y desarrollo de los

órganos sexuales. De la misma forma, recientes investigaciones muestran que durante

este periodo el cerebro experimenta un súbito desarrollo eléctrico y fisiológico puesto

que las redes neuronales se reorganizan radicalmente, generando repercusiones sobre

la capacidad emocional, física y mental.

En este mismo contexto, la adolescencia tardía abarca la parte posterior de la

segunda década de la vida, entre los 15 y 19 años. En esta etapa usualmente ya han

ocurrido la mayoría de cambios físicos importantes, aunque el cuerpo sigue

desarrollándose. A nivel neuronal el cerebro continúa renovándose y

reorganizándose, aumentando la capacidad de pensamiento analítico y reflexivo.

Asimismo la temeridad, un rasgo común de la temprana adolescencia, declina durante

la adolescencia tardía, en la medida en que se desarrolla la capacidad de evaluar

riesgos y tomar decisiones conscientes (UNICEF, 2011).

En la actualidad, los jóvenes de 10 a 24 años representan una enorme

proporción de la actual población mundial, más de 175.000 millones. De acuerdo con

el Instituto Nacional de Estadísticas de la República Bolivariana de Venezuela (INE,

2010), en el año 2010, el 39% de la población corresponde a menores de 19 años de

edad siendo éste el grupo de mayor concentración de habitantes. Es relevante destacar

que cada año se registran alrededor de 2,6 millones de defunciones en la población de

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15 a 24 años, una cifra aún mayor en jóvenes que adoptan comportamientos que

ponen en peligro su salud presente y futura, entre estos se señala la exposición a la

violencia (OMS, 2011).

En este aspecto, Venezuela no es ajena a esta realidad, las cifras de delitos

cometidos involucran cada vez mayor número de jóvenes como víctimas y

victimarios, el promedio de la población carcelaria es de 25 años de edad y el 60%

de las víctimas son menores de 30 años (Rangel et al., 2011). Esto supone una

sociedad que enfrenta una grave crisis que impacta en lo económico, al descapitalizar

a parte importante de la población productiva, y en lo social por los niveles de

inseguridad que impacta en la calidad de vida de los ciudadanos.

Estas cifras oficiales, confirman que es este estrato de la sociedad el más

vulnerable a las presiones del medio y el que internamente está más desprovisto de

herramientas para el autocontrol ante presiones sociales, incrementando la

probabilidad de incurrir en conductas desadaptativas, entre las que destacan la

realización de comportamiento antisociales, como forma de autoafirmar su

personalidad e independencia, principalmente ante la familia y las normas que le son

impuestas, aspectos que involucran la valoración de sí mismo y que el entorno tiene

respecto a él (Fariña et al., 2010). Considerando lo expuesto, se establece a

continuación la definición de conducta antisocial, por ser uno de los mayores

problemas que se ha presentado en la adolescencia, generando consecuencias graves

como lo es la privación de libertad.

Conducta Antisocial

Es un constructo complejo que no puede ser conceptualizado desde una sólo

teoría, ya que abarca diversos rangos de comportamientos socialmente desaprobados.

En función de esto, ha sido definida en tres categorías principales: diagnóstico clínico

psiquiátrico, comportamiento violento y agresivo, y violación de reglas y normas

legales (Ogilvie, Stewart, Chan y Shum, 2011).

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En la categoría de diagnóstico clínico psiquiátrico se incluye el Trastorno

Disocial, Trastorno Negativista Desafiante, Trastorno Antisocial de la Personalidad y

la Psicopatía. Estos síndromes poseen como características comunes la presencia de

comportamientos irresponsables, el desprecio por los derechos de otros y control

pobre de los impulsos.

En lo que respecta, la American Psychiatric Association, (2000) en el Manual

Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-R) señala al

Trastorno Disocial (TD) como una manifestación de comportamientos persistentes y

reiterados que violan los derechos de otras personas o normas sociales importantes

adecuadas a la edad del sujeto, puede iniciarse antes de los 10 años de edad (Tipo de

inicio infantil) o luego de los 10 años pero antes de los 18 años (Tipo de inicio

adolescente). Por otra parte, el Trastorno Negativista Desafiante, se caracteriza por un

patrón de comportamiento negativista, desafiante, desobediente, hostil y provocador,

dirigido a figuras de autoridad. Usualmente se diagnostica después de los 9 años, pero

antes de los 18 años.

Por su parte, el trastorno antisocial de la personalidad cumple con un patrón

general de desprecio y violación de los derechos de los demás, comienza en la

infancia o adolescencia, pero a diferencia del T.D continúa en la edad adulta, es decir,

para establecer este diagnóstico el sujeto debe tener al menos 18 años, además poseer

antecedentes de síntomas de un T.D antes de los 15 años (American Psychiatric

Association, 2000).

Por último la psicopatía, de acuerdo con la Clasificación Internacional de las

Enfermedades (CIE-10, 1992), es definida a través de los siguientes criterios:

Despreocupación cruel por los sentimientos de los demás e incapacidad para la

empatía; actitud irresponsable persistente y marcada, así como un desinterés por las

normas sociales, las leyes y las obligaciones; incapacidad para mantener relaciones

duraderas; escasa tolerancia a la frustración y bajo umbral para la descarga de la

agresión; incapacidad para experimentar culpabilidad o beneficiarse de la

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experiencia, particularmente del castigo; predisposición marcada a culpar a los demás

o a ofrecer racionalizaciones plausibles para las conductas que hacen entrar al sujeto

en conflicto con la sociedad; e irritabilidad persistente.

Sobre este particular, resulta oportuno destacar el estudio de Blackburn

(2000), donde plantea la impulsividad, la hostilidad y agresividad como

características de la personalidad que permiten distinguir a un psicópata de otros

delincuentes. Por otra parte, estableció una clasificación de psicopatía con base en la

dimensión sociabilidad-retraimiento, en dos grupos donde se destacan los psicópatas

primarios, extravertidos y los psicópatas secundarios, que presentan altos niveles de

ansiedad y son socialmente aislados (Sobral, Luengo, Gómez, Romero y Villar,

2007).

Es conveniente precisar que la psicopatía a diferencia del trastorno antisocial

de la personalidad, además de involucrar la conducta observable, posee también

rasgos emocionales, relacionales y caracterológicos. Autores como Krivoy, González

y Mendoza, (2003) han señalado, la relación entre factores genéticos y ambientales en

el origen de la psicopatía; el compromiso de estructuras de la personalidad, donde se

encuentran alteradas las funciones cognitivas; y la relación existente entre la corteza

prefrontal y la psicopatía. En este sentido, el hipotálamo sería el principal encargado

de regular las funciones neuroendocrinas vinculadas con la agresión. Por otra parte,

establecen una relación entre la conducta agresiva y la disminución de ciertos

neurotransmisores como la serotonina, dopamina y noradrenalina, que participan en

la inhibición de los comportamientos agresivos.

En referencia a la clasificación anterior, dentro la categoría comportamiento

violento y agresivo, Bonilla, Blanco, Férnandez y Freund (2011) plantean que

actualmente no se maneja una definición aceptada universalmente por la comunidad

científica sobre la agresividad, sin embargo; destacan que la agresividad es un

instinto, tendencia o disposición que permite actuar de manera hostil o defensiva.

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Mientras que la violencia es un término empleado para designar la agresión como una

acción manifiesta extrema entre los seres humanos.

Dentro de este marco conceptual, la violencia es definida por la Organización

Panamericana de la Salud (2002), como el empleo intencional de la fuerza o del poder

físico, de hecho o como amenaza, contra el mismo sujeto, otro, un grupo o

comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de generar lesiones, muerte,

daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. Recientemente, el

desarrollo de investigaciones sobre la violencia han confirmado la necesidad de

clasificar el comportamiento violento en dos tipos, la violencia reactiva, ésta se

produce ante un evento percibido como amenazante, le anteceden altos niveles de

activación del sistema simpático y se caracteriza por la presencia de emociones como

la ira y/o el miedo. Y la violencia proactiva, la cual consiste en una acción dirigida a

una meta, sin la necesidad de que exista una amenaza inminente, está caracterizada

por la falta de sensaciones emocionales de manera consciente y es cognitivamente

planeada (Calzadas, 2007).

Bajo estos parámetros los actos violentos, son llevados a cabo cuando una

persona al ser provocada se deja influir por la rabia excediendo su capacidad de

control de las emociones o impulsos agresivos. Ahora bien, para entender la relación

entre violencia y personalidad, Megargee (1966), elaboró un modelo teórico que

clasifica a los delincuentes violentos en sobrecontrolados y subcontrolados;

definiendo que los subcontrolados poseen un patrón de respuesta de forma agresiva,

debido a un déficit en la capacidad de controlar impulsos, y se asocia con la

personalidad antisocial y la psicopatía. Por otra parte, los sobrecontrolados, no suelen

agredir ante provocaciones sino que predomina en éstos el resentimiento, hasta

detonar frente a cualquier desencadenante con gran manifestación de violencia. Esta

última categoría es identificada en delincuentes con agresiones y homicidios más

severos (Ortiz, Fierro, Blanca, Cardenal y Sánchez, 2006).

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Con respecto a la agresividad, recientemente se ha evidenciado una

considerable cantidad de investigaciones que han subdivido la agresión en impulsiva

(también llamada reactiva no planeada) y premeditada. Una distinción importante

entre estos subtipos involucra: el nivel de planificación, la apreciación de las

consecuencias y la intensidad afectiva asociada con el acto agresivo (Mathias et al.,

2007).

En esta dirección, la agresión impulsiva hace referencia a actos agresivos

espontáneos, no planeados, que están fuera de proporción con el evento provocativo,

mientras que la premeditada describe comportamientos agresivos planeados,

controlados y dirigidos a una meta (Mathias et al., 2007). Asimismo, diversos

estudios sugieren que en la agresión impulsiva existe un sustrato biológico, asociado

con alteraciones de la activación fisiológica, específicamente en el rendimiento

neuropsicológico de las funciones ejecutivas, así como también se evidencia una

variación en la actividad electrofisiológica respecto a sujetos violentos no impulsivos

(Arias y Ostrosky, 2008).

Desde el punto de vista neurocientífico, se ha estudiado la impulsividad en

relación con las alteraciones de las funciones ejecutivas para el control de la conducta

en presencia de determinados reforzadores, dichos déficits en la regulación del

comportamiento, se han vinculado a la conducta antisocial y a las adicciones.

Partiendo de esta hipótesis, de que existe un sustrato biológico que gobierna el

control emocional en la violencia impulsiva, se puede comprender cómo se

manifiestan los comportamientos descontrolados a pesar de evidenciar una capacidad

de inteligencia general preservada, un razonamiento lógico y conocimiento de las

normas sociales (Montoya, 2010).

Por último, se encuentra la conceptualización legal de la conducta antisocial,

que incluye la criminalidad y la delincuencia, relacionado con la violación de las

normas legales o sociales y la comisión de actos delictivos. Esta se lleva a cabo

comúnmente en reportes oficiales de actividad criminal (Ogilvie et al., 2011). Desde

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una perspectiva sociológica se ha estudiado que el comportamiento humano tiende a

manifestarse de diversas maneras, siendo la violencia una manera de exteriorizar la

conducta por parte de los individuos, los cuales a través del crimen y el delito

subsisten o satisfacen instintos criminales. En este aspecto, Sandoval y Martínez

(2008), detallan que existen numerosos estudios que buscan explicar las razones que

llevan a un individuo a cometer un crimen, una de ellas la compone los incentivos

individuales específicos desencadenados por el entorno donde se desenvuelven, los

cuales pueden determinar los comportamientos criminales.

Según lo mencionado, la acción criminal comúnmente se asocia a causas de

origen social, como el desempleo, abusos en la niñez, la pobreza, falta de vivienda y

de hogar, violencia y consumo de drogas. En los últimos años, teorías sobre la

criminalidad basada en investigaciones del campo de la psicología, consideran

variables individuales de las personas como influyentes importante en la tendencia a

delinquir; la falta de autocontrol y la necesidad de autonomía, comportamientos que

conducen a la realización de la conducta desadaptativa (Sandoval y Martínez 2008).

Cabe destacar, que en este campo de la criminología se hace cada vez más

necesario vincular la delincuencia a caracteres de la personalidad. Específicamente

patrones con características de alta impulsividad, bajos niveles de empatía y alta

búsqueda de sensaciones, son elementos que estarían latentes en las conductas

antisociales y en la psicopatía. Por otra parte, se consideran factores protectores de

conductas delictivas en los adolescentes la baja impulsividad y la baja dureza

emocional (Sobral et al., 2007).

Con base a lo expresado, Gabaldon (2008) realizó una revisión sobre la

criminalidad en Venezuela, destacando un incremento en los delitos violentos. De

acuerdo con estadísticas oficiales, el autor expone que la tasa de homicidios pasó de

13 por cada 100.000 habitantes a 33 entre 1990 y 2000, posteriormente entre 2000 y

2002 se incrementó en 21%. Las tasas delictivas ubicadas entre 2003 y 2005

arrojaron 43 homicidios, 146 lesiones personales y 231 robos por cada 100.000

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habitantes. Finalmente para el 2010 se registraron 48 homicidios por cada 100.000

habitantes según cifras oficiales del cuerpo de investigaciones penales y

criminalísticas (Rangel et al., 2011).

Por tanto, no sólo se ha evidenciado un incremento significativo de

homicidios en los últimos años, sino que también se ha presenciado el fortalecimiento

de otros delitos cuya característica principal es la violencia; haciendo cada vez mayor

los factores de riesgo que refuerzan la agresividad social y generan un ciclo de

competencia violenta (Rangel et al., 2011).

Considerando los aspectos referidos, se infiere que el aumento de la violencia

representa un signo característico que estaría dando señales de elevados niveles de

frustración ante la imposibilidad de satisfacer altos índices de consumo y poder

competir con sus pares, haciendo que el respeto a la vida pase a segundo plano en una

escala de valores, generando en los jóvenes una exacerbación de la violencia que

concluye en la realización de actividades delictivas. Cabe destacar, que la magnitud

de pena prescrita en el Código Penal (2000) para la condena del adolescente podría

afectar la tendencia a la realización de delitos, puesto que la pena en comparación a

adulto es más leve. Considerando lo señalado, en esta investigación se presentan

aspectos contemplados en el marco jurídico venezolano referidos a las condiciones a

las que se someten los jóvenes privados de libertad.

En este sentido, el delito comprende un conjunto de acciones que van en

contra de las normas concertadas entre los ciudadanos, el cual se manifiesta en

irrespeto por los derechos humanos, corrupción, abuso de poder, violación a la

propiedad privada entre otras. De acuerdo con el Código Penal de Venezuela (2000)

el delito es un hecho punible, asimismo las penas se encuentran establecidas en el

Artículo 112 del mismo, de la siguiente manera:

1.- Las de presidio, prisión y arresto por un tiempo igual al de la pena que haya

de cumplirse, más la mitad del mismo. 2.- Las de relegación a colonia

penitenciaria, confinamiento y expulsión del espacio geográfico de la

República, por un tiempo igual al de la condena, más la tercera parte del tiempo.

3.- Las de suspensión de empleo o inhabilitación para el ejercicio de profesión,

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industria o arte, por un tiempo igual al de la condena, más la cuarta parte del

mismo. 4.- Las de multas en estos lapsos: las que no excedan de ciento cuarenta

bolívares, a los tres meses; y las que pasen de dicho límite, a los seis meses;

pero si fueren mayores de dos mil quinientos bolívares, solo prescribirán al año.

5.- Las de amonestación o apercibimiento, a los seis meses (p. 20).

Esta misma ley, declara en el Artículo 69 que menores de 12 años de edad no

son penados bajo ninguna circunstancia, debido a que el proceso para estos casos, se

fundamenta en tomar las medidas pertinentes respecto a la educación del sujeto, ya

sea en un establecimiento determinado o bajo la responsabilidad de la familia

cuidadora. Posteriormente, el Artículo 70 expone que si se encuentra culpable de un

delito a un menor entre 12 y 15 años de edad, la pena se convertirá en arresto, en caso

de ser de tipo presidio o prisión, con disminución del tiempo establecido a la mitad.

De la misma forma, el Articulo 71 expone que al ser mayor de 15 años, pero menor

de 18, la pena será disminuida en una tercera parte (Código Penal de Venezuela,

2000).

Con respecto a los tipos de delito y a la acción punible correspondiente a cada

uno, contemplados en la legislación venezolana vigente, serán tomados en cuenta

para la presente investigación los especificados en el código antes mencionado, como

delitos contra las personas, entre los que se incluyen homicidios y lesiones

personales. Y los descritos como delitos contra la propiedad, que circunscriben

hurtos, robo, extorsión y secuestro, y daños.

En este mismo marco legal, la Ley Orgánica para la Protección de Niños,

Niñas y Adolescentes (LOPNNA, 2007) en el Título V correspondiente al Sistema

Penal de Responsabilidad de Adolescentes, específica en el Artículo 526:

El Sistema Penal de Responsabilidad de Adolescentes es el conjunto de órganos

y entidades que se encargan del establecimiento de la responsabilidad del

adolescente por los hechos punibles en los cuales incurran, así como de la

aplicación y control de las sanciones correspondientes (p.155).

La ley establece responsabilidades de sus actos a los adolescentes y en

consecuencia fija sanciones de acuerdo al delito, pero diferenciando aquellas de las

aplicadas a adultos, para ello provee una jurisdicción especializada e instituciones que

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se encargan del cumplimiento de la norma en la aplicación de las sanciones

estipuladas.

Por otra parte, el mismo código, en el Capítulo III hace referencia a las

sanciones, describiendo los tipo en el Artículo 620: “comprobada la participación del

o de la adolescente en el hecho punible y declarada su responsabilidad, el tribunal lo

o la sancionará aplicándole las siguientes medidas: amonestación, imposición de

reglas de conducta, servicios a la comunidad, libertad asistida, semi-libertad,

privación de libertad” (p. 176). Por último, en el Artículo 628 define la medida de

privación de libertad:

Consiste en la internación del o de la adolescente en establecimiento público del

cual sólo podrá salir por orden judicial. En caso de adolescentes que tengan

catorce años o más, su duración no podrá ser menor de un año ni mayor de

cinco años. En caso de adolescentes de menos de catorce años, su duración no

podrá ser menor de seis meses ni mayor de dos años. La privación de libertad

sólo podrá ser aplicada cuando el o la adolescente: a) Cometiere alguno de los

siguientes delitos: homicidio, salvo el culposo; lesiones gravísimas, salvo las

culposas; violación; robo agravado; secuestro; tráfico de drogas, en cualesquiera

de sus modalidades; robo o hurto sobre vehículos automotores. b) Incumpliere,

injustificadamente, otras sanciones que le hayan sido impuestas. En este caso, la

privación de libertad tendrá una duración máxima de seis meses (p. 178).

Asimismo, investigadores tales como Aluja y Torrubia (1996) señalan que la

conducta antisocial como causa de la privación de libertad, no sólo depende de los

estilos de crianza o variables ambientales, sino que también se evidencian otras

explicaciones para estos comportamiento, como lo son la presencia de ciertos rasgos

de la personalidad entre los que destaca impulsividad, pobre autocontrol,

sobreestimulación y dificultad para seguir las normas. A continuación se señalan de

manera más detallada otros aspectos referidos a este constructo psicológico.

Personalidad

La definición de la personalidad abarca una serie de aspectos originalmente

complejos, por lo que su conceptualización debe abarcar una perspectiva ecológica y

evolutiva. En base a esta reflexión, la concepción de personalidad normal propuesta

por Millon (1994) describe la existencia de un patrón complejo de características

psicológicas, relativamente estables en el tiempo, cuyas raíces se siembran en el

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campo inconsciente, y las cuales se expresan y afloran en todas las áreas del

funcionamiento del individuo. Al mismo tiempo, señala que la formación de la

personalidad viene regulada por el aprendizaje, aspectos biológicos y la auto-

percepción de cada individuo (Díaz y Sánchez, 2002).

En este mismo ámbito, este autor caracteriza la personalidad normal, “como

aquella capacidad de funcionar de forma autónoma y competente, adaptándose de

forma eficaz y eficiente al propio entorno social; logrando una sensación subjetiva de

satisfacción y una capacidad para desarrollar y mejorar las propias potencialidades”

(Díaz y Sánchez, 2002, p. 101). Según lo planteado, la personalidad compone un

constructo dinámico que no sólo engloba una serie de características que vinculan

elementos biológicos, manifestaciones cognitiva, emocionales y conductuales, sino

que además determinan la identidad del individuo y por ende su adaptabilidad y

reacción ante contexto circundante.

Partiendo de esta conceptualización, el estudio de la personalidad constituye

un elemento a considerar dentro de cualquier investigación puesto que ésta modula el

comportamiento de cada individuo ante cada situación presente. El conocimiento de

la personalidad de cada sujeto no sólo permite categorizarlo, sino que además; invita

a la comprensión del funcionamiento autoperceptivo de cada persona, lo cual

apertura en el campo clínico una luz para el diseño de planes de intervención o

tratamientos que busquen regular patrones disfuncionales generales en base a

características propias de la personalidad de cada sujeto en específico.

No obstante, se debe considerar el planteamiento de Millon (1999) entre la

normalidad y la existencia de un trastorno de personalidad, donde declara que “no

hay diferencias cualitativas, sino cuantitativas” (p. 579). De esta forma pone en

manifiesto que existe un continium entre la normalidad y anormalidad, siendo la

diferencia una cuestión fundamentada en los mismos principios explicativos y

variable según el nivel auto-perceptivo de satisfacción. Según lo expuesto, los rasgos

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de personalidad son considerados por la American Psychiatryc Assiciation, (DSM-

IV-R, 2000) de la siguiente manera:

Patrones persistentes de formas de percibir, relacionarse y pensar. Los

cuales se convierten en trastornos de personalidad cuando son inflexibles y

desadaptativos y se apartan acusadamente de la cultura del sujeto, los

mismos tienen su inicio en la adolescencia o al inicio de la edad adulta, son

estables en el tiempo y causan un deterioro funcional significativo o un

malestar subjetivo en diversas áreas importante del individuo (p. 576).

Visto de esta forma, se puede concluir que las variantes de personalidad

patológica, es decir; los trastornos de personalidad se caracterizan por la vivencia

subjetiva de la insatisfacción, cuya tendencia se encamina a experimentar círculos

viciosos, generando de esta forma, patrones de conducta e inflexibilidad adaptativa y

baja autonomía personal.

Otra de las ideas presentadas por Millon (1999), se refería a los diferentes

niveles de gravedad que puede adquirir la personalidad patológica, describiendo una

diferenciación de la gravedad en tres niveles de intensidad: leve, moderada y grave.

Consecuentemente resalta, que a medida que la severidad de la patología de la

personalidad aumenta, los diferentes estilos de personalidad se atenúan. Sin embargo,

su mayor aporte estuvo en describir versiones menos patológicas de los trastornos de

personalidad, creando los patrones de personalidad de severidad leve (Sánchez,

2003).

Cabe destacar que algunos de los aspectos considerados en la teoría propuesta

por Millon (1999) estaban basados en un modelo de aprendizaje biosocial y la noción

de refuerzos. Por otro lado, la teoría no sólo se fundamenta en la descripción de

versiones menos patológicas de los trastornos de personalidad del DSM-II, sino que

además ajusta sus prototipos de personalidad en un esquema clasificatorio.

Asimismo, los prototipos de personalidad señalados se enfocan sobre las relaciones

interpersonales que el individuo establece típicamente y en el modo con que la

persona logra su adaptación con el entorno (Choca, 1999).

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De esta manera, se infiere que la formación de una teoría capaz de crear una

clasificación de los tipos de personalidad permite conectar la realidad a la

bibliografía, haciendo posible una efectiva intervención en pacientes con trastornos

de la personalidad. Por esta razón el mayor de los aportes de Millon (1999), se

visualiza en la descripción de un sistema clasificatorio, el cual permite diseñar

instrumentos de evaluación y proponer una línea de tratamiento terapéutico eficaz

para su aplicación en el campo clínico.

En este aspecto, la descripción de la personalidad en categorías, permite

aglomerar los atributos de las diferencias individuales, estableciendo una taxonomía

capaz de descomponer los tipos de personalidad en función de determinados rasgos

(Pedrero, 2008). No obstante, aparte de la teoría expuesta con anterioridad, existen

diversos modelos que intentan explorar de manera empírica los rasgos asociados a

diversos tipos de personalidad, entre ellos se destacan los siguientes:

-El modelo de los cincos factores descrito por McCrae y Costa, (1999) una de las

teorías que más investigación ha aportado al Eje II del DSM-IV. Este enfoque se

caracteriza por poseer una particular metodología, basada en un análisis factorial, un

particular modelo estructural, fundamentado en rasgos dimensionales y una hipótesis

léxica. Asimismo, el autor establece que cualquier tipo de personalidad puede ser

conceptuada a partir de cinco amplias dimensiones: neuroticismo, extroversión,

apertura a la experiencia, afiliación y responsabilidad (Pedrero, 2007).

A continuación, Pérez, Cupani, Beltramino (2004), señalan los cinco factores

de manera específica: a) factor I, extraversión (reserva vs animación); b) factor II,

amabilidad (hostil vs empático); c) factor III, responsabilidad (bien organizado vs.

impulsivo); d) factor IV, neuroticismo (inestable vs. estable emocionalmente);

e)factor V, cultura (imaginativo vs concreto), el cual también ha sido interpretado

como intelecto o como apertura a la experiencia.

Sin embargo; aunque dicho modelo ha sido recibido y validado en diversas

culturas, también es cierto que ha recibido severas críticas en cuanto a su

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composición y metodología (Pedrero, 2007). De la misma forma, este modelo ha sido

cuestionado debido a la ausencia de explicaciones certeras que manifiesten el origen

de los cinco factores, lo cual cuestiona la utilización de una fundamentación teórica

valida. Asimismo, la utilización de un lenguaje idiosincrático debilita la sustentación

y su validación científica.

Igualmente, existen otros modelos que intentan explicar el concepto de

personalidad entre ellos se destaca la teoría de la red de los sistemas, la cual se

fundamenta en el modelo de los 5 factores, pero de una manera más integradora. Al

respecto, Lluís (2002) señala:

Se identifica con dos grupos de sistemas psicobiológicos: horizontales y

verticales. Los primeros representan el soporte biológico. Tres son

temperamentales: el sistema inhibidor, el sistema de acción rápida y el sistema

activador; los cuales están asociados a los instintos de conservación, defensa y

reproducción, dando soporte a las dimensiones de Ansiedad, Hostilidad y

Extraversión. El cuarto es el sistema autorregulador, el Autocontrol. El quinto

es el sistema cognitivo integrador, el Intelecto, el cual procesa las

informaciones procedentes de esos tres sistemas. El Autocontrol modifica,

corrige y autorregula la actividad de los mismos. El segundo grupo de

sistemas, los verticales, constituyen campos en los que se sitúan los correlatos,

que en general pueden ser neurofisiológicos, somáticos, emocionales,

conativos o cognitivos especializados (p. 697).

Como se puede apreciar, dicha teoría intenta integrar diversos aspectos de la

personalidad, creando una teoría en función de la construcción de un metanálisis,

dejando ver un esfuerzo sistemático para integrar las distintas orientaciones, teorías y

paradigmas que se han ido desarrollando a lo largo de la historia de la Psicología. Por

otro lado, se observa que este modelo funciona en una actividad dinámica, que

considera diferencias individuales, aspectos cognitivos, estímulos-respuestas,

experiencias del sujeto y determinantes genéticos.

El análisis previo, hace inferir que esta teoría carece de una metodología

específica que pueda permitir la aplicación real de su fundamentación teórica, de

igual forma, aunque el concepto de personalidad fusiona una amplia gama de

constructos psicológicos, biológicos y sociales, no establece una clasificación real

que permita el estudio de trastornos de personalidad específicos. Por otro lado, su

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aplicación en el campo de la psicopatología ha sido reducida, haciendo necesario el

desarrollo de nuevas concepciones que puedan explicar esta teoría en especial a lo

referido a la identificación de los sistemas y factores que pueden afectaren cada tipo

de trastorno (Lluís, 2002).

Correspondientemente, entre los modelos que intentan explicar la

personalidad se describe el modelo Psicobiológico de Cloninger, el cual representa

en la actualidad uno de los modelos ampliamente utilizado en diversos trastornos

contemplados en el DSM-IV, además de constituir una de las principales propuestas

para replantear los trastornos de la personalidad hasta ahora descritos en este mismo

manual (Esbec y Echeburúa, 2011).

Este modelo de personalidad propone siete dimensiones para explicar la

misma; cuatro de ellas corresponden al temperamento y tres al carácter. En su teoría,

define el temperamento como la predisposición emocional congénita, que implica

respuestas automáticas a estímulos emocionales, determinando hábitos y emociones,

los cuales están regulados principalmente por el sistema límbico. Igualmente, destaca

que éste es relativamente estable desde la infancia hasta la etapa adulta y es

consistente en su estructura en distintas culturas y grupos étnicos (Cuevas y López,

2006).

Por su parte, el carácter se define como aquello que los individuos hacen de sí

mismos de forma intencional y hace referencia a los autoconceptos que influyen en

las intenciones y actitudes. Se menciona además; que áreas como el hipocampo y el

neocórtex constituyen las principales formaciones que lo regulan. Cabe indicar, que

éste se hereda en menor grado y está influido por el aprendizaje social y las

expectativas culturales (Orengo et al., 2007).

En este sentido, Pedrero y Mota (2008), especifican que las cuatro

dimensiones temperamentales de la personalidad están relacionadas con el grado de

activación, inhibición y mantenimiento del comportamiento frente a una situación

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determinada. Estas dimensiones, de origen hereditario y de naturaleza biológica, son:

a) La Búsqueda de Novedad que lleva a la actividad exploratoria;

b) la Evitación del Daño que lleva al escape ante situaciones amenazantes;

c) la Dependencia del Refuerzo que lleva a actuar buscando la aprobación;

d) la Persistencia que lleva a repetir conductas que han sido reforzadas.

Seguidamente, mencionan que las tres dimensiones que definen el carácter

son: (a) la Autodirección, que describe el grado en que se siente la persona segura de

sí misma; (b) la Cooperación, que describe el grado en que se siente parte de la

sociedad; (c) la Auto-Trascendencia, que describe el grado en que se siente parte

integrante del universo.

Con base en el análisis precedente, la utilidad de este modelo es altamente

aceptada en cuanto que permite lograr una contrastación empírica, que además es

capaz de proveer de manera diferencial elementos genéticos y ambientales a la

estructura de la personalidad. Sin embargo, la aportación más interesante del modelo

se sustenta precisamente sobre la estructura del carácter, en medida en que la

autodirección es la dimensión que predice la existencia de todos los trastornos de la

personalidad, la depresión unipolar, los trastornos de la alimentación, el trastorno

obsesivo-compulsivo, la conducta suicida, los trastornos de ansiedad, la

esquizofrenia, la conducta psicopática, antisocial y los trastornos por abuso de

sustancias entre otros (Pedrero, Olivar, Puerta, 2007). A continuación se exponen de

manera detallada cada una de las dimensiones de este modelo, por ser éste escogido

por las investigadoras para la aplicación del presente estudio.

Recientemente, Cloninger (Cloninger, Svrakic y Przybeck, 1993) ha

reestructurado el concepto de carácter a partir de su modelo biopsicológico de la

personalidad. El mismo, realiza una división en torno a rasgos que tienen un fuerte

soporte biológico (temperamentales) y aquellos que estás más arraigado en el historial

de aprendizaje y la experiencia individual (caracteriales). Asimismo Pedrero et al.,

(2007), señalan que ambos están soportados en diferentes sistemas de memoria:

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mientras los rasgos temperamentales estarían vinculados a la memoria perceptual y al

sistema córtico-espinal, los rasgos caracteriales se relacionarían con la memoria

consciente y al sistema córtico-limbo-diencefálico.

En efecto, Cloninger establece que los rasgos temperamentales se

fundamentan en un aprendizaje asociativo (que determinaría una conducta

automática) y los rasgos caracteriales un aprendizaje conceptual (conducta

intencional). Del mismo modo, el temperamento está vinculado a la predisposición o

inclinación heredable que responde automáticamente a estímulos ambientales. A

diferencia del carácter, el cual sería el estilo desarrollado a lo largo de la vida, pero

especialmente en la adolescencia y comienzo de la edad adulta, según el cual las

personas gestionan tales inclinaciones. Con base en estos criterios, se procede a

describir los rasgos caracteriales propuestos por Cloninger, Svrakic y Przybeck

(1993):

-Autodirección: representa la capacidad adquirida de controlar la propia conducta y

orientarla a metas y objetivos personales, utilizando adecuadamente los propios

recursos. De esta forma, se gesta la formación de un autoconcepto positivo y un

proyecto personal definido actuando en congruencia con ellos. Está dimensión se

relaciona a su vez, con una autoestima positiva y un historial de apego consistente,

además supondría la capacidad de prescindir, durante la etapa de la adolescencia de

directrices inculcadas hasta ese momento, siendo capaz de formular un estilo

autónomo de gestión de los propios recursos, así como la aceptación de los límites de

la conducta personal.

-Cooperatividad: significa la capacidad de aceptar a los otros y de identificar sus

emociones, empatizar y renunciar a gratificaciones personales a favor del grupo

social o de los individuos que lo componen. Se asocia con la tolerancia y aceptación

de los otros, la sensibilidad a las necesidades ajenas, la tendencia a ayudar y la

disponibilidad de valores éticos.

-Autotrascendencia: constituye la identificación personal con un todo, del cual

procede y forma parte esencial, incluye un estado de conciencia en el que el yo y el

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otro forman una integralidad. Se asocia a creencias espirituales, místicas o religiosas

y un sentido finalista de trascendencia.

Cabe destacar, que las bajas puntuaciones en Autodirección reflejan el

sustrato desadaptativo de la personalidad. Asimismo, las bajas puntuaciones en

Cooperatividad representarían el sustrato de los problemas de socialización.

Igualmente, esta dimensión al puntuarse baja se relaciona con el amplio espectro de

trastornos psicopatológicos, particularmente en aquellos que comportan problemas en

la relación interpersonal. Por otro lado, la Autotrascendencia, presenta un

comportamiento ambivalente. En general, las elevadas puntuaciones se presentan

tanto en población normal como en poblaciones clínicas. Autores proponen que

cuando su alta puntuación se asocia con altas Autodirección y Cooperatividad,

indican madurez, espiritualidad y creatividad, pero cuando coincide con puntuaciones

bajas en estas dos dimensiones, la Autotrascendencia se relaciona con tendencias

disociativas, pensamiento mágico e ideación delirante (Svrakic et al., 2002).

Por otra parte, y según lo señalado por Pedrero y Mota (2008), el modelo

comprende, dimensiones temperamentales, las cuales reflejan disposiciones innatas.

Las mismas se presentan a continuación:

-Búsqueda de Novedad: la cual se relaciona con la tendencia a responder

intensamente frente a estímulos que indican recompensa o dolor. Esta categoría invita

a la realización de comportamientos exploratorios con la finalidad de alcanzar

posibles premios y evitar la monotonía o castigos. Se relaciona con excitabilidad

exploratoria, impulsividad, extravagancia, desorden. Además, está relacionada con la

dopamina cerebral.

Cabe mencionar, que altas puntaciones en esta categoría indicaría alta

actividad en conductas exploratorias en respuesta a situaciones novedosas, toma

impulsiva de decisiones y baja tolerancia a la frustración con posibles ataques de ira.

Por otro lado, baja puntaciones en esta categoría indicarían tendencia al orden,

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conducta regulada y autocontrolada, actitud reflexiva ante la toma de decisiones y

adecuada tolerancia a la frustración.

- Evitación del Daño: hace referencia a conductas de inhibición en respuesta a

estímulos aversivos, evitando castigos, frustración o falta de recompensa. Igualmente,

indica preocupación, miedo a lo incierto, timidez, fatigabilidad y actitudes pesimista.

La misma está relacionada con niveles de serotonina.

- Dependencia de la Recompensa: se relaciona con la disposición a responder a

estímulos que conlleven recompensas. Dichas conductas dependen del reforzamiento

positivo o negativo recibido en situaciones previas. Se manifiesta a través de

dependencia social, sentimentalismo, calidez, apego, comunicatividad, dependencia.

Se relaciona con la noradrenalina.

- Persistencia: hace referencia al mantenimiento de la conducta a pesar de la

frustración o castigo. Se relaciona con esfuerzo, trabajo, ambición y perfeccionismo.

- Excitabilidad Exploratoria: ésta aparece como una subescala de la dimensión

Búsqueda de Novedad en el Inventario de Temperamento y Carácter- Revisado (TCI-

R) de 235 ítems. Sin embargo Pedrero (2009b), en la creación de la versión reducida

del instrumento, determinó que los ítems pertenecientes a Excitabilidad Exploratoria,

corresponden a los que muestran menor correlación con la puntuación de la escala de

Búsqueda de Novedad, concluyendo que esta subescala mide algo diferente al resto

de las pertenecientes a la dimensión Búsqueda de Novedad, por lo cual se decidió

evaluar separadamente. En este sentido, los elementos que evalúa son; impulsividad

funcional, curiosidad, tendencia a escanear el ambiente en búsqueda de estímulos

novedosos y la rapidez de procesamiento cognitivo. En contraste, el resto de ítems de

la escala de Búsqueda de Novedad lo hace con gran magnitud del efecto con la

impulsividad disfuncional.

En este sentido, Cloninger (Cloninger, Svrakic y Przybeck, 1993) formaliza

una tipología caracterial a partir de la combinación de las tres dimensiones

caracteriales, los cuales se enfocan no sólo en su capacidad predictiva de diversas

formas de psicopatología, sino además en el hecho de que, a diferencia de las

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estructuras temperamentales, las configuraciones caracteriales no se consideran fijas,

estáticas y discretas sino consecuencia de los efectos de amplificación quela

experiencia y el aprendizaje producen en el genotipo sobre el fenotipo.

En función de esta perspectiva y por ser este modelo una variable de interés

para las investigadoras, se presenta una serie de investigaciones las cuales han

utilizado esta teoría en diferentes poblaciones, por ser considerado como uno de los

más actuales, el cual además; ha sido utilizado con éxito para la caracterización de los

trastornos de personalidad en diversos trabajos, debido a que permite integrar bases

biológicas y psicológicas con el fin de dar nuevas explicaciones a ciertos

comportamientos desadaptativos asumidos por el hombre (Pedrero, 2009a).

En primer lugar, se señala un estudio realizado Espinosa, Contreras y

Esguerra (2009), a 150 de estudiantes universitarios con el propósito de describir los

estilos de afrontamiento al estrés y observar si éstos se relacionan con las

dimensiones del modelo del temperamento y carácter de Cloninger. Se aplicaron dos

instrumentos, el cuestionario de Afrontamiento al estrés (CAE), y el Inventario de

Personalidad que utilizó la versión reducida (125 ítems) del Inventario de

Personalidad TCI-9 de Cloninger.

Consecuentemente, los resultados arrojados por este estudio señalan que la

dimensión de cooperatividad sólo correlacionó significativamente con la expresión

emocional abierta, lo cual es diferente a la asociación teóricamente esperada entre

búsqueda de apoyo social y cooperatividad, lo que indica que las personas con alta

puntuaciones en esta dimensión tienden a buscar a otras personas, no para generar

estrategias para responder a las demandas generadoras de estrés, sino para

desahogarse a nivel emocional.

De la misma manera, la inclusión de la dimensión espiritual de la categoría

autotrascendencia se asocia significativamente con los estilos de afrontamiento, este

resultado indica que la alta magnitud de autotrascedencia favorece, ya sea la

reinterpretación o revaloración de las situaciones estresantes como algo favorable,

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fortaleciendo el carácter, o encaminando a las personas a buscar apoyo en sus

semejantes. Finalmente, el hecho que la evitación al daño y la persistencia no se

relacionara con ninguna de las dimensiones del afrontamiento estudiadas, se puede

deber a un déficit de afrontamiento, paralización o al hecho de renunciar fácilmente a

enfrentar las situaciones generadoras de estrés (Espinosa et al., 2009).

Otros de los estudios realizados con la aplicación de este modelo fue el

llevado a cabo por Ruiz, Gutiérrez, Valero, Jariod y Labad (2010) en pacientes

diagnosticados con esquizofrenia u otros trastornos psicóticos no orgánicos según

criterios DSM-IV (2000). La muestra estuvo constituida por 105 participantes. Para la

evaluación psicopatológica se aplicó el cuestionario para la Evaluación Clínica en

Neuropsiquiatría-SCAN, de forma de obtener los diagnósticos de los pacientes.

Asimismo, los rasgos de personalidad fueron medidos a través del Inventario de

Temperamento y Carácter Revisado de Cloninger o TCI-R (Temperament and

Character Inventory), en sus 240 ítems de respuesta tipo Likert.

Los resultados arrojaron que existen vínculos negativos entre evitación del

daño y síntomas afectivos de expansividad, grandiosidad y euforia. Estos síntomas

también aparecen relacionados junto a delirios religiosos,a la dimensión de búsqueda

de novedades, relación quepodría indicar una tendencia a responder a estímulos

novedososcon frecuente actividad exploratoria y un estilo impulsivo de decisión y

actuación.

Por otro lado, los investigadores observaron que los pacientes psicóticos

presentan puntuaciones significativamente más altas en evitación del daño y

autotrascendencia, y significativamente más bajas en dependencia a recompensas y

autodirección, respecto al grupo control. En cuanto, a la dimensión temperamental,

evitación del daño, la misma estaría midiendo estado depresivo y ansiedad, y según

las conclusiones arrojadas por el trabajo esta se relaciona con los sistemas de

inhibición conductual. En este sentido, las puntuaciones elevadas hacen mayor la

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probabilidad de presentar miedos, sentimientos de culpa, sentir desesperanza y

soledad, dando apertura a la vivencia de delirios de este tipo (Ruiz et al., 2010b).

Del mismo modo, autores como Guillem, Bicu, Semkovska y Debruille (2002)

han estudiado la relación de estas dimensiones con la presencia de síntomas

psicóticos encontrando que la dimensión psicótica, específicamente los delirios

bizarros, correlacionan positivamente con búsqueda de novedades y

autotrascendencia, y de forma negativa con autodirección. Por su parte McDonald y

Holland (2002), encontraron correlaciones entre creencias en lo paranormal y

autotrascendencia en una población de sujetos universitarios.

Otra investigación que utilizó este modelo para la realización de su trabajo

fue la realizada por Agüera et al. (2011), en pacientes con trastornos alimentarios. El

propósito del estudio fue analizar diferencias existentes en sintomatología alimentaria

y psicopatología general entre pacientes con trastorno alimentario (TCA) y hermanas

discordantes para el trastorno, identificando en qué medida pacientes y hermanas

presentan vulnerabilidad desde personalidad diferenciales y determinando los factores

predictores de aparición de un trastorno alimentario.

La muestra estuvo formada por 92 participantes mujeres (46 pacientes TCA vs

46 hermanas sanas). Todos los pacientes cumplían criterios DSM-IV-TR (2000) para

el TCA. A todas las participantes, tanto pacientes como hermanas sanas, se les

administró una batería por el Eating Disorders Inventory, el Bulimic Investigatory

Test Edinburgh, el Symptom Checklist-Revised y el Temperament and Character

Inventory-Revised (TCI-R).

Los hallazgos encontrados en la investigación señalaban que las pacientes con

historia previa de obesidad/sobrepeso presentaban determinados rasgos de

personalidad, como elevada evitación del daño y baja autodirección, aspectos que

actuaban como factores de vulnerabilidad y predisponían para desarrollar un trastorno

alimentario. En relación a la personalidad, los resultados mostraron que las pacientes

con TCA presentaban mayor evitación del daño y menor autodirección que sus

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hermanas sanas. Por otro lado, es importante resaltar que un diseño de hermanas

discordantes tiene la ventaja de que muchas variables genéticas y ambientales son

compartidas entre las hermanas, lo que permite identificar factores de riesgo

específicos (Dick, Johnson, Viken y Rose, 2000).

En este mismo orden, Pedrero (2009b), realizó un estudio cuyo objetivo era la

construcción de una versión reducida del Temperament and Character Inventory-

Revised (TCI-R) y aplicándolo a una muestra clínica (adictos a sustancias en

tratamiento) y no clínica, con una longitud mínima pero adecuada para la evaluación

de los rasgos de personalidad del modelo de Cloninger. TCI-R. Se obtuvo una

muestra de 995 sujetos, 245 de población no clínica y 750 de población clínica. Tras

la realización de una serie de procedimientos, finalmente se propuso una prueba de 67

ítems que conserva en su mayor parte las características del inventario original de 240

ítems.

Los resultados arrojaron que existen diferencias con alto grado de

significación en todas las escalas, siendo el tamaño del efecto mayor para las escalas

de búsqueda de novedad, evitación del daño (más altas en adictos) y autodirección

(más alta en población no clínica). Lo que permite inferir, que existe una mayor

tendencia en los adictos a responder intensamente frente a estímulos que indican

recompensa o dolor y llevar a cabos conductas impulsivas, no previendo las

consecuencias, demostrando un déficit en la capacidad adquirida de controlar la

propia conducta y orientarla a metas y objetivos personales, aspectos relacionados

con la autodirección, dimensión que arroja mayor puntajes en la población general.

Asimismo, Barrón, Mateos y Martínez-Villate (2004) en un estudio con una

muestra de 117 varones en tratamiento a los que se aplicó la versión inicial del TCI se

encontró que los consumidores de heroína obtenían puntuaciones menores que un

grupo control en dependencia de recompensa, autodirección y cooperatividad, y sólo

diferencias significativas en algunas subescalas de búsqueda de novedad y evitación

del daño. El grupo de adictos a cocaína presentó puntuaciones mayores que el grupo

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control en búsqueda de novedad y menores en cooperatividad y autodirección. Un

estudio con 316 sujetos adictos a diversas sustancias, en el que se utilizó el TCI-R,

encontró diferencias significativas con la población normativa en todas las

dimensiones del cuestionario, salvo la dependencia de recompensa, observándose que

los adictos puntuaron más en búsqueda de novedad, evitación del daño y

autotrascendencia, y menos en persistencia, autodirección y cooperatividad (Pedrero,

2006).

De la misma forma, Samuel et al. (2002), realizaron un estudio en pacientes

con trastornos antisocial e histriónicos, trastorno por dependencia y obsesivo

compulsivo de la personalidad, los hallazgos señalan que personas con trastornos

antisocial presentan alta búsqueda de novedad, baja evitación al daño y baja

dependencia de refuerzo. Por su parte, el trastorno de la personalidad histriónico

indicó poseer alta búsqueda de novedad, baja evitación del daño y alta dependencia

de refuerzo; el trastorno por dependencia exhibió alta evitación al daño y alta

dependencia de refuerzo; y el obsesivo-compulsivo alta evitación al daño, baja

búsqueda de novedad y baja dependencia de refuerzo.

Esta variabilidad de resultados permite inferir que las dimensiones

temperamentales distinguen entre los subtipos de trastornos de personalidad lo cual

es relevante para el diagnóstico diferencial de dichos trastornos, por lo que el modelo

de Cloninger puede representar una buena herramienta para integrar los modelos

dimensionales y categoriales de dichos trastornos.

Paralelamente, se realizó un estudio en dependientes a opiáceos con el

objetivo de relacionar las dimensiones del modelo de Cloninger y los trastornos de

personalidad (TP) según criterios DSM-IV. Para ello, se empleó un estudio

transversal, por muestreo consecutivo, en 196 dependientes de opiáceos. A los

participantes del estudio se les administró un cuestionario de consumo de sustancias,

el TCI; en su versión española y el International Personality Disorder Examination

para evaluar los trastornos de la personalidad según el DSM-IV. Los resultados de la

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investigación indicaron que los análisis de regresión logística confirman la relación

de puntuaciones bajas en la dimensión caracterial autodirección con la presencia de

trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la personalidad y trastorno

por evitación, pero no se relaciona con la presencia de trastorno paranoide (Benito et

al., 2012).

Igualmente, dichos autores destacan la presencia de trastorno antisocial de la

personalidad relacionado con baja dependencia de refuerzo, el trastorno límite de

personalidad con alta búsqueda de novedad, el paranoide con baja dependencia de

refuerzo y el trastorno por evitación con alta evitación del daño. La diferencia, según

las dimensiones de Cloninger en esta muestra, entre el trastorno antisocial y el

paranoide sería que, aunque ambos presentan baja dependencia del refuerzo, el

antisocial presenta menor autodirección.

Por otra parte, autores como Calzadas (2007) exponen la existencia de otras

variables que intervienen en el proceso de realización de conductas antisociales, al

respecto menciona que si bien ciertos rasgos de la personalidad predisponen a una

persona a realizar conductas desadaptativas, también existen una explicación un poco

más compleja que involucra la maduración del cerebro, específicamente las funciones

ejecutivas, resididas en la corteza prefrontal. En este mismo orden de ideas, Kirkham,

Cruess y Diamond, (2003) señalan que un adecuado desarrollo cognitivo depende de

los cambios anatómicos y procesos genéticos inherentes a la edad del sujeto.

En concordancia a lo expuesto, investigadores como Trujillo y Pineda (2008)

establecen que el comportamiento de la especie humana “tiene como objetivo

principal el ajuste a las reglas y normas de la organización social” (p. 81). Por tal

razón, el desarrollo de los procesos cognitivos como lo son actividad mental

consciente e intencionada además de la metacognición, elementos propios de la

personalidad, se encuentran íntimamente relacionados a la maduración de los lóbulos

frontales, los cuales de presentar algún tipo de afectación poden intervenir de manera

negativa en la organización y regulación de la conducta para adaptarse

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adecuadamente al ámbito social. Según lo señalado se procede a desglosar aspectos

relacionados a la sintomatología prefrontal, tomando en cuenta definiciones, modelos

explicativos e investigaciones realizadas en esta área.

Sintomatología Prefrontal

Las funciones ejecutivas constituyen un concepto complejo de particular

importancia en el ámbito de la neuropsicología, debido a que implica el estudio de

fenómenos cercanos a la psicología funcionalista, los cuales suponen estar

relacionados con la organización del comportamiento dirigido a metas, la orientación

de la conducta hacia el futuro y la selección de pensamientos y acciones para una

mejor adaptación al ambiente (Flores y Ostrosky, 2008).

En este orden de ideas, autores como Marino y Julián (2010), indican que uno

de los criterios para agrupar las funciones ejecutivas consiste en agruparlas en

función de una serie de conductas asociadas a estructuras cerebrales específicas, lo

que constituye un concepto novedoso y dinámico de las funciones ejecutivas,

considerando no sólo aspectos neuropsicológicos, sino conceptos propios de la

psicología funcionalista como lo son; el planteo de objetivos, la toma de decisiones y

selección de pensamientos. A continuación se describen una clasificación para la

agrupación de estas conductas (Marino y Julián, 2010):

- Funciones frías: Monitoreo, Inhibición, Secuenciación, Updating,

Planificación, Flexibilidad Cognitiva, Memoria de trabajo, Control atencional,

Feedback, Razonamiento, Categorización, Iniciación, Formación de conceptos.

- Funciones cálidas: Toma de decisiones, Control de impulsos, Feedback

emocional, Estrategias de cooperación, Empatía, Administración de refuerzos.

- Conceptos que describen la finalidad conductual: Autosatisfacción

Adaptación, Metas, Autoservicio y Conducta independientes.

Por su parte, Díaz y Ostrosky (2012), señalan que la corteza prefrontal está

constituida por las cortezas dorsolateral, orbitofrontal y prefrontal-medial. Asimismo,

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resaltan que la corteza prefrontal dorsolateral es la porción más nueva de la corteza

prefrontal, y se encuentra relacionada con los procesos cognitivos más complejos que

el humano ha desarrollado a través de su evolución. Entre las funciones de estas

áreas se especifican los siguientes:

- La corteza prefrontal dorsolateral (CPD) participa en la planeación,

abstracción, memoria de trabajo, fluidez (diseño y verbal), solución de problemas

complejos, flexibilidad mental, generación de hipótesis y estrategias de trabajo,

seriación y secuenciación y toma de decisiones.

- Las porciones más anteriores de la corteza prefrontal se encuentran

relacionadas con los procesos de mayor jerarquía cognitiva como la abstracción y la

metacognición.

- La corteza órbitofrontal (COF) participa en la regulación de las emociones y

conductas afectivas, principalmente en la conducta y la toma de decisiones basadas

en estados afectivos. La amígdala y el sistema límbico se encuentran involucrados en

el procesamiento de la información relacionada con la recompensa, permitiendo la

detección de cambios en las condiciones de reforzamiento, necesarias para realizar

ajustes y/o cambios significativos durante el desarrollo de una acción o conducta.

- La corteza prefrontal-medial (CPFM) soporta procesos como el control

inhibitorio, la detección y solución de conflictos, y el esfuerzo atencional, también

participa en la regulación de la agresión y de los estados motivacionales. Además de

problemas con la agresión reactiva, la motivación, empatía, planeación y

organización, impulsividad, irresponsabilidad, la autorregulación y la inhibición

conductual.

Por otra parte, los estudios recientes apuntan a evaluar aspectos relacionados al

funcionamiento del cerebro pero de una forma no invasiva, para de esta forma lograr

el incremento de su uso en el campo investigativo. En función de este planteamiento,

Ruiz et al. (2012) crearon una prueba neuropsicología con el fin de evaluar síntomas

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prefrontales presentados de manera sutil. El cual es denominado Instrumento de

Síntomas Prefrontales (ISP), dicho test abarca las funciones ejecutivas resididas en

los lóbulos frontales, las cuales se describen en una serie de dimensiones expuestas a

continuación.

-Ejecución: este factor tiene como propósito adjuntar tres componentes del

rendimiento neuropsicológico por un lado, aspectos que se refieren al impulso y el

interés por iniciar la conducta (problemas motivacionales), otros relacionados con la

capacidad para elaborar un plan, mantenerlo o modificarlo en función de las

demandas del entorno para la resolución de conflictos, capacidades reguladas por las

funciones ejecutivas que involucra problemas de control ejecutivo y otros que se

refieren a la gestión atencional superior estando estos dos últimos más vinculados

entre sí y, anatómicamente, más relacionados con los síntomas que presentan los

pacientes con lesiones en la corteza prefrontal dorsolateral, a diferencia del primer

subfactor que está más relacionado con los síntomas por disfunción ventromedial.

-Social: esta dimensión busca valorar la existencia de alteraciones para el control de

la conducta a nivel social, refiriéndose de esta forma a los problemas para la

inhibición de respuestas culturalmente inapropiadas, es decir; problemas de conducta

social. En este sentido, los procesos que permiten a los sujetos ajustar sus respuestas a

las demandas sociales se vinculan con la integridad de los circuitos orbitales.

-Control emocional: esta categoría integra aspectos heterogéneos referidos a

elementos emocionales del individuo, entre los que destacan la agresividad y

labilidad, los cuales tienden a expresarse clínicamente en pacientes con lesiones

orbitales.

Consecuentemente, otros investigadores han realizado trabajos para conocer el

funcionamiento de la corteza pre-frontal en diferentes poblaciones con la finalidad de

dar una explicación a la realización de ciertas conductas o al desarrollo de ciertos

tipos de trastornos. A continuación se presentan una serie de estudios cuyos objetivos

son la medición de las funciones ejecutivas en diversas poblaciones particulares.

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Un estudio realizado por Ramos, Michel, Sánchez, Matute, González (2011),

en niños con déficit de atención con hiperactividad, tuvo como propósito identificar

los déficits en las funciones ejecutivas y su relación con el funcionamiento ejecutivo

a nivel social. La muestra del estudio estuvo constituida por 30 niños de los cuales 15

estaban diagnosticados con trastorno por déficit de la atención con hiperactividad

(TDAH) de tipo combinado y los 15 restantes conformaron el grupo control.

En este sentido, las funciones ejecutivas fueron evaluadas a través del

instrumento Evaluación Neuropsicológica Infantil (ENI), batería elaborada para

medir el desarrollo neuropsicológico de la población infantil de habla hispana, la

Escala de Inteligencia de Weschler para Niños y Adolescentes, específicamente la

subescala de Dígitos para la evaluación de la memoria de trabajo. Con el objeto de

evaluar las funciones ejecutivas a nivel social, se aplicó el Inventario de

Comportamiento de Función Ejecutiva (BRIEF).

Las conclusiones de dicha investigación señalaron que los niños con TDAH,

mostraron una tendencia general en menor desempeño referido a las pruebas de

funcionamiento ejecutivo en comparación con el grupo control, alcanzando los

niveles de significancia únicamente en la prueba de organización y planeación. A su

vez, los niños con TDAH mostraron mayores problemas que los controles en la

mayoría de las categorías correspondientes al funcionamiento ejecutivo social. Por

otro lado, no se encontraron correlaciones significativas entre el desempeño ejecutivo

en las diversas tareas empleadas y el funcionamiento ejecutivo social.

En consideración a las conclusiones de esta investigación, Ramos et al. (2011),

especifican que el déficit observado en la organización y planeación indican la

existencia de que una de las funciones que se encuentran con mayor afectación es la

de planeación de metas específicas, demostrando que existen dificultades en la

organización estratégica de una ejecución eficaz en la tarea de planeación, lo cual se

puede relacionar con deficiencias en los mecanismos anticipatorios en los niños con

TDAH.

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En otro aspecto, Trujillo y Pineda (2008) mencionan que el estudio de las

funciones ejecutivas ha alcanzado su mayor auge a partir del uso de técnicas

relacionadas a evento de imágenes de resonancia magnética funcional en sujetos con

TDAH, con la finalidad de explicar la base funcional de su sintomatología ejecutiva.

Entre los hallazgos obtenidos en los niños con TDAH, cuando se comparan con

grupos controles, está la existencia de un menor porcentaje de inhibición, estimado a

partir de la disminución en los tiempos de reacción; y las diferencias en la latencia

de respuesta en presencia de señales de inhibición en la región frontocentral.

Igualmente, se observó una onda positiva tardía con una latencia aumentada en la

ejecución exitosa de detección de errores. Alteraciones presentes también en

pacientes con trastorno oposicionista desafiante y trastorno de conducta disocial,

especialmente en tareas de detención de respuesta.

Otra investigación realizada para la medición de las funciones ejecutivas, fue la

realizada por García, García, Secades, Álvarez y Sánchez (2008), quienes elaboraron

un estudio para conocer la existencia de alteraciones neurológicas en pacientes

adictos a la cocaína. La muestra de estudio estuvo conformada por dos grupos:

pacientes adictos a cocaína y un grupo control, escogido de manera aleatoria.

Asimismo, el instrumento aplicado en esta investigación estuvo compuesto por Test

de Palabras y Colores de Stroop, Test de Programas Alternantes, Test del Trazado de

la Batería Neuropsicológica de Halstead-Reitan, Subtest de Evocación Categorial del

Programa integrado de exploración neuropsicológica Test de Barcelona.

Los resultados de esta investigación descartaron la presencia de un déficit

neuropsicológico generalizado en la población de adictos a la cocaína, y apuntaron

hacia alteraciones neuropsicológicas más específicas. En concreto, el grupo clínico

obtuvo un peor rendimiento en tareas relacionadas con el procesamiento de la

información e inhibición de respuestas, así como una tendencia hacia una menor

flexibilidad mental.

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En el mismo contexto, Pedrero et al. (2009), realizaron una investigación

referida a la relación entre sintomatología prefrontal y la adicción a sustancias. La

misma buscaba validar una escala de comportamiento frontal, capaz de englobar los

tres síndromes frontales característicos: disfunción ejecutiva, apatía y desinhibición.

La muestra de dicho estudio estuvo conformada por 215 adictos que inician

tratamiento y a 267 participantes no clínicos. El instrumento aplicado estuvo

compuesto por la escala FrSBe-Sp, la cual valora los tres síndromes mencionados.

Asimismo, fue empleada en una estimación de línea base, perteneciente a: antes del

consumo y una estimación actual: tras la fase de consumo.

Los hallazgos obtenidos en la investigación, apuntaban a la posible existencia

previa de alteraciones de carácter frontal, y en tal medida predisponentes, al inicio

del consumo, viéndose agravadas significativamente durante la fase de consumo

activo. Igualmente, los autores señalan que la FrSBe-Sp constituye un instrumento

efectivo para el estudio sincrónico y diacrónico, de la sintomatología frontal

asociada a las conductas adictivas.

En otro sentido, Díaz y Ostrosky (2012), realizaron una investigación cuyo

objetivo era señalar la existencia de un daño, disfunción o trastorno en la anatomía,

fisiología o funcionamiento cognitivo de la corteza prefrontal (CPF), especialmente

en áreas prefrontales (anterior, orbitomedial y dorsolateral), en personas con

conductas violentas. La muestra utilizada para este estudio estuvo compuesta por 60

hombres adultos con edades de 21 a 59 años. Por otro lado, el instrumento aplicado

para este trabajo lo constituyó la batería de Lóbulos Frontales y Funciones Ejecutivas

(BANFE). La Batería proporcionaba cuatro índices de funcionalidad con puntajes

normalizados: Total dorsolateral, total órbito-medial, total pre frontal anterior y total

funciones ejecutivas.

Consiguientemente, los resultados expuestos, indicaron que existía un

desempeño neuropsicológico de sujetos violentos diferente al de los sujetos control

(población general), obteniendo un desempeño más bajo en general en la batería

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neuropsicológica. Asimismo, se encontraron diferencias significativas en el

desempeño de tareas relacionadas con el área órbitomedial, lo cual ha sido reportado

en estudios previos en poblaciones violentas, con psicopatía y con personalidad

antisocial.

Estos resultados son apoyados por investigaciones recientes realizadas con la

técnica de neuroimagen aplicadas en grupos con trastorno de la personalidad

antisocial y agresores violentos. Es por esta razón, que el déficit en el funcionamiento

de la corteza prefrontal dorsalateral ha sido relacionado frecuentemente con el

trastorno antisocial, debido a que una alteración de esta área puede generar conductas

impulsivas, rompiendo las convenciones sociales y reincidiéndose en conductas

antisociales, elementos que han sido reportadas en poblaciones criminales (Raine y

Yang, 2006). Estas derivaciones asoman una posible ubicación exacta de las

estructuras asociadas con conductas desadaptativas parciales, además de poner a

relieve la fiabilidad de las conclusiones arrojadas por pruebas neuropsicológicas las

cuales exhiben resultados similares a los de investigaciones que aplican técnicas de

neuroimagen.

De la misma forma, recientes estudios han descrito una asociación entre

estructuras anatómicas y funcionales que podrían explicar la falta de

condicionamiento al miedo y la escasa habilidad que poseen para tomar decisiones

adecuadas ciertas personas a la hora de actuar desadaptativamente. En este sentido, el

lóbulo frontal es considerado en la actualidad como el regulador del estado perceptivo

del mundo externo y del medio interno del hombre, el mismo participa en el

reconocimiento de objetos relevantes para los impulsos con el aprendizaje de las

reglas sociales y de las experiencias previas relacionadas con la recompensa y el

castigo (Arias y Ostrosky, 2010).

En este mismo orden, la corteza prefrontal se encuentra vinculada con el

funcionamiento de la memoria de trabajo en el modelaje social, manteniendo una

representación abstracta del mundo que permite en el hombre la anticipación de los

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efectos de los propios actos sobre los otros individuos, y las consecuencias que

puedan tener sobre sí mismo. Es por ello, que dicha estructura construye un plan

comportamental que es consistente con la experiencia y especialmente con las reglas

de socialización, para poder optimizarla satisfacción de los impulsos instintivos

característicos de la personalidad psicopática (Damasio, 1995).

Otro estudio de esta índole, lo constituye la investigación realizada por Arias

y Ostrosky (2010), cuyo objetivo se centra en señalar si las alteraciones asociadas a

estructuras subcorticales guardan relación con la clasificación de agresividad

impulsiva y premeditada en grupo de internos violentos de una penitenciaría. Para

ello, los participantes fueron divididos en impulsivos y premeditados. La muestra

estuvo conformada por 75 participantes, 50 internos de una penitenciaría federal y 25

sujetos controles.

Los internos fueron divididos inicialmente en dos grupos, uno de internos

impulsivos e internos premeditados, para lo cual se hizo uso de una entrevista semi-

estructurada basada fundamentalmente en la forma de comisión del delito.

Consiguientemente las baterías psicológicas aplicadas fueron: la escala de

Impulsividad de Plutchiky, la escala de hostilidad de Buss-Durkee. A su vez, los

instrumentos para las mediciones neuropsicológicas empleado fueron la prueba de

Neuropsi Atención y Memoria y la batería de Funciones Frontales y Ejecutivas. Los

resultados arrojaron que las personalidades violentas y antisociales presentan

alteraciones neuropsicológicas.

Según lo descrito, dichos autores mencionan que la clasificación de la

violencia parece marcar pautas para intentar mostrar perfiles neurocognitivos y

psicológicos característicos de cada uno y plantear la posibilidad de tratamiento

tomando en cuenta su etiología. De la misma forma, los resultados neuropsicológicos

de individuos violentos impulsivos pueden ser claramente diferenciados de la

población no violenta, mostrando un deterioro cognitivo en atención, memoria y

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funciones ejecutivas, déficit que podría explicar su dificultad para monitorear y

controlar su conducta de una manera adecuada.

Sin embargo, dichos resultados no indicaron perfiles característicos entre

agresores impulsivos y premeditados, excepto en medidas psicológicas de

impulsividad y hostilidad, en las que los puntajes más altos los muestra el grupo

impulsivo. Lo que indicaría que fuera de dichas características, no existen evidencia

neuropsicológica que los distinga. En función a esto, Arias y Ostrosky (2010),

indican que esto se debe probablemente a que a pesar de ser predominantemente

premeditados, presentan un alto porcentaje de impulsividad al cometer el acto.

Paralelamente, Bárez y Fernández (2007), resaltan que existe una relación

entre las lesiones concretas del córtex prefrontal ventromedial y ciertos rasgos de

personalidad antisocial sobre todo los referidos a la toma de decisiones. Esta

conclusión es respaldada por estudios que han analizado las consecuencias

específicas de este daño, mostrado que los sujetos que lo padecen suelen presentar un

patrón característico de desinhibición, perdiendo la capacidad de controlar sus

impulsos y convirtiéndose en individuos irritables, frecuentemente agresivos, con

poca tolerancia a la frustración y con un importante déficit en la capacidad para

tomar decisiones ventajosas para su futuro (Damasio, 1995).

En otro aspecto, las alteraciones en el corteza ventromedial y corteza

orbitrofrontal pueden influir de manera determinante en un tipo de delincuencia más

leve que la que frecuentemente suele asociarse con los psicópatas u otro tipo de

sujetos con patologías manifiestas, caracterizada por la impulsividad y la presencia

muy limitada de violencia (Bárez y Fernández, 2007). De este modo, las personas

que, tras sufrir un daño cerebral en estas áreas muestran el patrón comportamental

descrito en mayor o menor medida, pueden no ser capaces de controlar sus impulsos

a la hora de cometer un delito, además de implicarse en conductas inadecuadas y

desventajosas por la incapacidad para tomar decisiones beneficiosas a largo plazo.

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Es por ello, que la corteza prefrontal, específicamente el desarrollo de los

lóbulos frontales constituyen las estructuras cerebrales de más reciente evolución,

considerado como el órgano de la civilización, desempeñando un papel importante

en la regulación del comportamiento (García, 2008). Por esta razón, se infiere la

importancia que tienen ciertos circuitos fronto-subcorticales en alteraciones de las

conductas, sobre todas aquellas que son consideradas como una exacerbación de

ciertos rasgos violentos o desestructurados en comparación a comportamientos

característicos de una misma persona en diferentes periodos de tiempo de su ciclo

vital.

Al respecto, García (2008), señala:

Los trastornos de la personalidad secundarios al daño cerebral se han

relacionado mayoritariamente con lesiones en el córtex prefrontal o en los

circuitos frontosubcorticales. El comportamiento que manifiestan

determinados pacientes con lesiones prefrontales (inadaptación social,

violación de las reglas sociales, desinhibición, impulsividad, conductas de alto

riesgo e intolerancia a la frustración) se asemejaría al de los individuos con

trastorno disocial de la personalidad, siendo el trastorno disocial de la

personalidad como un comportamiento socialmente irresponsable acompañado

de baja tolerancia a la frustración o bajo umbral para descargas de agresividad,

dando incluso lugar a un comportamiento violento (p.176).

Con base en lo anteriormente señalado y considerando el análisis realizado a

la bibliografía, se infiere que las alteraciones en la corteza prefrontal pueden

ocasionar una serie de patrones conductuales desadaptativos. Por lo que, se hace

relevante realizar más estudios referido a esta área, para de esta formar incrementar

la validez de que ciertas disfunciones ejecutivas pueden provocar el desarrollo de un

trastorno en específico: el disocial, por ejemplo.

Tomando en cuenta lo ya fundamentado, las investigadoras consideran que si

bien es cierto que no todas las personas que realizan comportamientos antisociales

tienen que padecer dicho trastorno, la presencia acentuada de estos rasgos y más aún

la tendencia a la realización de comportamientos de esta índole en los últimos

tiempos, hacen necesario considerar que más importante que la localización exacta

de las bases biológicas de esta conducta, está lograr explicar cómo alteraciones en

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estos procesos ocasionan cambios en la conducta del individuo, de manera de poder

establecer un prototipo de tratamientos, prevención e intervención a través de un

enfoque multidisciplinario que no sólo abarque aspectos biologicista y neurológico

sino de tipo neuropsicológico, en cuanto al aporte que este puede hacer a la

minimización y control de los comportamientos consecuentes del acto disocial

previo, radicando aún más su importancia en la constitución e invención de un

método no invasivo.

Finalmente, se presentan a continuación una serie de estudios que buscan

correlacionar los rasgos de personalidad, descritos por el modelo de Cloninger, con

sintomatología prefrontal, a manera de respaldar con esta variable las descripciones

biológicas que contemplan este modelo.

Un estudio por el grupo de investigación de Ruiz et al. (2010a), cuyo objetivo

era vincular la sintomatología prefrontal con la estructura de la personalidad de

pacientes en tratamientos por abuso y dependencia de sustancias. El grupo

conformado por 667 sujetos, 246 pacientes y 421 perteneciente al grupo control. Para

la medición de la sintomatología prefrontal, se aplicaron dos instrumentos: el

cuestionario Disejecutivos (DEX) y la Escala de Comportamiento del Sistema Frontal

(FrSBe). Asimismo, para la evaluación de los rasgos de la personalidad se utilizaron

la versión reducida del TCI-R67. Tras la correlación de ambas variables, los

investigadores concluyeron que la sintomatología frontal se relacionaba con los

rasgos de búsqueda de novedad evitación de daño y autodirección. Igualmente, los

autores concluyeron que las adicciones incrementan la sintomatología frontal,

traduciéndose en cambios en el patrón de personalidad previo. Sin embargo, existen

inquietudes en cuanto a si las alteraciones ejecutivas son causa o consecuencias de las

adicciones.

Este mismo resultado, fue reforzado tras una investigación realizada

posteriormente por Pedrero et al. (2011), quien al medir las mismas variables en una

muestra de 95 alcohólicos dependientes y 95 sujetos no clínicos, con la aplicación de

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los mismos instrumentos; (FrSBe) y TCI-R67; obtuvo resultados significativos en

rasgos de búsqueda de novedad y autodirección en comparación al grupo no clínico.

Por otro lado, tras la correlación de los resultados arrojados, se destaca que el rasgo

de la autodirección y la evitación del daño constituyen aspectos significativos y

asociados recurrentemente a la sintomatología prefrontal.

En este sentido, se hace importante señalar que la mayoría de las

investigaciones que correlacionan las variables de personalidad y sintomatología

prefrontal utiliza a poblaciones adictas a sustancias, excluyendo los diversos

trastornos mentales existentes. Es por ello, que se hace relevante extrapolarlo a otras

poblaciones, más aun considerando que un 57% de pacientes con trastornos adictivos

cumplen criterios para algún trastorno de personalidad (Benito et al., 2012).

Asimismo, se señala que la prevalencia de los Trastornos de la Personalidad

(evaluados según criterios DSM-IV, 2000) en muestras comunitarias es del 9%,

siendo el más frecuente el trastorno antisocial de la personalidad (TAP) (Trull, Jahng,

Tomko, Wood y Sher, 2010). Igualmente, investigaciones señalan que los sujetos con

TAP puntúan en dependencia de refuerzo en la misma dirección que aquellos que no

padecen TAP. Esto puede deberse a un posible sobrediagnóstico, ya que los pacientes

politoxicómanos tienden a infringir máslas normas sociales para asegurarse el

suministro de sustancias (Benito et al., 2012).

Esta premisa, genera controversia en cuanto se desconoce si el diagnostico de

trastorno antisocial es realmente certero, en ausencia del consumo de sustancias. De

acuerdo a lo planteado, y basado en las conclusiones de las investigaciones

anteriormente descritas, se observa que aspectos como la impulsividad, falta de

autocontrol y carencia de un proyecto de vida, forman parte de la dimensión

caracterial de autodirección expuesta en el modelo de Cloninger, siendo ésta una de

las dimensiones que puntúa con mayor énfasis en la mayoría de las investigaciones

señaladas. En este sentido, el conjunto de características que engloban las

dimensiones (autodirección, evitación del daño y dependencia de la recompensa) del

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modelo de Cloninger forman parte de la personalidad en sujetos que cometen

conductas antisociales. Por tales razones, la escogencia de este modelo para la

realización de este trabajo.

Retomando lo expresado, y por el escaso número de investigaciones que

estudien aspectos de la personalidad de forma integrada con variables biológicas y

neurológicas en personas que presentan conductas antisociales las investigadoras

centran su objeto de estudio en el presente trabajo. Más aún si se considera lo

expresado por Calzadas (2007), quien señala que la explicación de los modelos que

hasta ahora han estudiado los comportamientos antisociales se fundamentan desde

una perspectiva social, considerando débilmente nuevas explicaciones al

comportamiento criminal, como lo es; el desarrollo parcial y no compensado del

cerebro relacionados con los rasgos de la personalidad del individuo.

Igualmente, la relevancia de este estudio trasciende el número limitado de

investigaciones existentes referidas a la relación de aspectos neurológicos y de

personalidad, debido a que los actuales resultados arrojados por estudios de

neuroimagen estructural, donde se encontró que las personas diagnosticadas con TAP

presentan una reducción en el volumen de la masa prefrontal (Del-Ben, 2005) han

generado mayor énfasis e interés en la realización de esta investigación.

En otras palabras son estas investigaciones las que expresan por sí misma la

importancia de realizar un estudio que considere la sintomatología prefrontal como

una variable relevante en el estudio de personas con rasgos determinados que

presente comportamientos antisociales, no sólo por la finalidad de lograr un abordaje

terapéutico diferenciado, sino también para conocer los factores que influyen en la

realización de dichas conductas por parte de jóvenes que terminan por ser privados de

libertad, es por ello; que este trabajo pretende generar un aporte en cuanto a la

aplicación de un tratamiento certero y efectivo que logre una adecuada reinserción

social.

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Con esto se quiere significar, que la inclusión y correlación de la variable

sintomatología prefrontal al presente modelo psicobiológico aportaría mayor validez

empírica a los resultados que arroja dicho modelo desde el punto de vista biológico.

Finalmente, y como lo plantea Pedrero et al. (2011) de confirmarse estas relaciones se

lograría una visión más amplia que integrarían modelos de rasgos de personalidad y

neuropsicológico en comportamiento antisociales, lo cual facilitaría el estudio de la

etiología de ambas variables y la formulación de nuevas hipótesis para el área clínica.

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Método

Problema

La conducta antisocial de los miembros de una comunidad se vincula a hechos

delictivos y es un tema que ha sido abordado por diversas disciplinas de las ciencias

sociales; sin embargo, en años recientes estudios en el área de la personalidad y la

neuropsicología han destacado la influencia en estas conductas de factores internos

como: los rasgos de la personalidad y alteraciones en las estructuras cerebrales,

específicamente de la corteza prefrontal. Esta apreciación es respaldada por autores

tales como Calzadas (2007); Ruiz et al. (2010a) y Pedrero et al. (2011).

En este sentido, Cloninger, Svrakic, y Przybeck (1993) establecen en su

Modelo Psicobiológico la existencia de rasgos temperamentales y caracteriales

relacionado con aspectos hereditarios y aprendizaje de acuerdo a la experiencia, los

cuales a su vez están vinculados con áreas parciales del cerebro que influyen en el

desarrollo de la conducta. Correspondientemente Pedrero (2007) señala que los

rasgos temperamentales están vinculados a la memoria perceptual y al sistema

córtico-espinal, mientras que los rasgos caracteriales se relacionan con la memoria

consciente (conceptos, palabras, imágenes, símbolos) y al sistema córtico-límbico-

diencefálico.

Cabe destacar, que el modelo de Cloninger (1993) engloba en las dimensiones

de autodirección, evitación del daño y dependencia de la recompensa, una serie de

características que han sido asociadas por otras investigaciones a la personalidad de

individuos que cometen conductas antisociales. Esta conclusión es respaldada por

Aluja y Torrubia (1996), quienes señalan que la personalidad de sujetos que presentan

conducta disocial, se caracteriza por presentar rasgos psicológicos de impulsividad,

búsqueda de estimulación, baja ansiedad, pobre socialización, déficit en el

aprendizaje de evitación pasiva, no evitación de respuestas ante señales de castigo, y

conductas dirigidas a la inmediatez y obtención de gratificación.

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En este mismo contexto, este estudio parte de la consideración de incluir una

nueva perspectiva, que involucra estructuras del cerebro y rasgos psicológicos de la

personalidad, como explicación a las conductas desadaptativas realizadas por el

hombre, más aun considerando que el grado de vinculación de estas variables son

determinantes en el comportamiento humano (Calzadas, 2007).

Por ello, la necesidad de revalorizar la importancia y asociación que tienen la

psiconeurología y la psicología de la personalidad, matrices que han sido poco

reflexionadas dentro del campo científico, inferencia realizada por el número limitado

de publicaciones que existen en torno a este tema (Pedrero, 2007). Igualmente, la

realización de un estudio de este tipo consolida los resultados hasta ahora existentes,

además de ampliar su campo de aplicación al ser extrapolado a otras poblaciones, ya

que la mayoría de las investigaciones que correlacionan ambas variables han sido

aplicadas a poblaciones dependientes o por abuso de sustancias, excluyendo otros

trastornos de personalidad (Benito et al., 2012). Entre los que destaca el trastorno

antisocial, el cual resalta entre la variabilidad de trastornos de la personalidad con una

prevalencia del 5% con respecto a los trastornos de la personalidad diagnosticados en

muestras comunitarias (Trull et al., 2010).

En concordancia con lo expuesto, las conductas antisociales se han

incrementado en los últimos tiempos de manera alarmante, llegando a constituir más

que una variable social un problema de salud pública, que ha alcanzado de manera

significativa a individuos en edades tempranas, quienes ahora constituyen una parte

preponderante de la población delictiva. En función de lo expresado, el estado Lara

no escapa de esta realidad, puesto que para el año 2008, ocupó el sexto lugar en

niveles de inseguridad, respecto al resto del país, siendo la mayoría de los delitos

registrados, aquellos realizados por jóvenes y adolescentes (Campos, 2010).

Con base en las razones anteriormente descritas, explorar la relación entre las

variables de sintomatología prefrontal y rasgos de la personalidad en adolescentes

antisociales constituye un aporte empírico a los aspectos teóricos hasta ahora

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existentes, razonamiento que es respaldado por Ruiz et al. (2010a), quien resalta que

a pesar de que los lóbulos frontales son los que determinan la personalidad de los

individuos aún no se cuentan con trabajos que muestren esta relación, los cuales

podrían a través de sus discusiones posibilitar que otros investigadores estudien

nuevos contenidos que permitan la formulación de una teoría con mayor validez

científica.

En función de este planteamiento se hace preciso establecer la siguiente

interrogante ¿la presencia de rasgos de personalidad desadaptativos se vinculan a la

realización de conductas delictivas asumida por adolescentes? de igual forma cabe

preguntarse; ¿la presencia de sintomatología prefrontal se asocia a la realización de

conductas delictivas en adolescentes?, y de ser así ¿se relaciona la sintomatología

prefrontal con los rasgos de personalidad en jóvenes que asumen conductas

antisociales?.

Considerando lo señalado, y con el objeto de dar respuesta a estas

interrogantes, se plantearon las siguientes objetivos.

Objetivo General

Comparar la relación entre la conducta delictiva con los rasgos de la

personalidad y la sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de

libertad y población general.

Verificar empíricamente la relación entre los rasgos de personalidad y la

sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de libertad.

Objetivos Específicos

-Identificar las dimensiones de sintomatología prefrontal: Control Ejecutivo,

Problemas Sociales y Control Emocional en jóvenes que han cometido delitos, que se

encuentran privados de libertad y un grupo perteneciente a la población general, no

privados de libertad.

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-Describir los rasgos de personalidad: Búsqueda de Novedad, Evitación del Daño,

Dependencia de Recompensa, Persistencia, Excitabilidad Exploratoria,

Autodirección, Cooperación y Autotrascendencia en jóvenes privados de libertad y en

grupo perteneciente a la población general, no privados de libertad.

-Comparar los resultados obtenidos a partir de los rasgos de personalidad del modelo

Psicobiológico de Cloninger y la sintomatología prefrontal presente en jóvenes

delictivos y en grupo perteneciente a la población general, no privados de libertad.

- Relacionar los rasgos de personalidad (Búsqueda de Novedad, Evitación del Daño,

Dependencia de Recompensa, Persistencia, Excitabilidad Exploratoria,

Autodirección, Cooperación y Autotrascendencia) con la sintomatología prefrontal

(Control Ejecutivo, Problemas Sociales y Control Emocional) presente en jóvenes

antisociales, que se encuentran privados de libertad.

Variables

Variable Independiente: Conducta Delictiva

Definición Conceptual

Es definida por la aparición de diversos rangos de comportamientos

socialmente desaprobados (Morgan y Lilienfeld, 2000), que abarcan las siguientes

características, representadas como subvariables o indicadores de la misma: presencia

de comportamientos irresponsables, desprecio por los derechos de otros, control

pobre de la conducta, incapacidad para adaptarse a las normas sociales incurriendo a

la violación de leyes y la comisión de actos delictivos (Ogilvie et al., 2011).

Definición Operacional

Se definió operacionalmente como conducta delictiva aquellos adolescentes

que hayan cometido los siguientes delitos: homicidio, lesiones, violación; robo

agravado; secuestro; tráfico de drogas, robo o hurto sobre vehículos automotores, que

tras ser juzgado son sancionados con pena privativa de libertad. Igualmente, se

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consideró como grupo no delictivo, aquellos jóvenes que no han cometido delitos y

los cuales no presentan antecedentes penales.

Variables Dependientes

Rasgos de Personalidad

Definición Conceptual

Sistemas organizados dinámicamente de procesos psicobiológicos, que

determinan la adaptación del individuo a los cambios ambientales (Cloninger et al.,

1993). Asimismo éstos están compuestos por el temperamento y el carácter. El

primero está relacionado con características neurobiológicas innatas, mientras que el

segundo se va estructurando a lo largo del desarrollo del individuo, a través de

mecanismos de aprendizaje (Pedrero, 2009b).

Definición Operacional

Se operacionalizó en función de las puntuaciones obtenidas en el Inventario

del Temperamento y el Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-R-67) el cual

mide cinco dimensiones temperamentales: Búsqueda de Novedad (BN), Evitación

del Daño (ED), Dependencia de Recompensa (DR), Excitabilidad Exploratoria (EE),

Persistencia (PE), y tres caracteriales adicionales: Autodirección (AD), Cooperación

(CO) y Autotrascendencia (AT). En base a lo descrito se presenta a continuación esta

variable de manera detallada en la tabla que se presenta en el próximo apartado.

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Tabla 1.

Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable Independiente Rasgos

de Personalidad

Variable Dimensiones Indicadores Ítems

Rasgos de

personalidad

Rasgos de

temperamento

Búsqueda de Novedad 4, 7, 14, 19, 25, 38, 46,

67.

Evitación del Daño 20, 24, 27, 30, 40, 51, 52,

54,

Dependencia de la

Recompensa

5, 28, 29, 31, 39, 47, 57,

59

Excitabilidad Exploratoria 1, 34, 45, 53, 55, 60.

Persistencia 2, 13, 16, 21, 43, 56, 58,

62

Rasgos de

carácter

Autodirección 3, 6, 9, 18, 23, 36, 37, 41

Cooperatividad 8, 22, 48, 50, 61, 63, 65,

66

Autotrascendencia 11, 12, 15, 17, 26, 32, 35,

42

Ítems de validez 10, 33, 44, 49, 64

Sintomatología Prefrontal

Definición Conceptual

La sintomatología prefrontal se define como un deterioro neuropsicológico de

las funciones ejecutivas que residen en los lóbulos frontales, la cual es capaz de

producir cambios de personalidad profundo, debido a que parte de la personalidad

está determinada por la neurobiología del hombre (Pedrero et al., 2013).

Definición Operacional

Esta definición estuvo determinada por las puntuaciones obtenidas en las

dimensiones control ejecutivo, problemas sociales y control emocional que componen

el instrumento Inventario de Síntomas Prefrontales (ISP) (Pedrero et al., 2013).

En función de lo descrito, se presenta a continuación un cuadro que resume de

manera detallada la descripción de este instrumento de acuerdo a su composición y

objetivo.

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Tabla 2.

Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable Sintomatología

Prefrontal medida a través de la Escala Inventario Síntomas Prefrontales (ISP).

Variable Dimensiones Indicadores Ítems

Sintomatología

prefrontal

Ejecución

Problemas

Motivacionales

1,14,19,24,29,38,46.

Problemas de

Control Ejecutivo

6,8,9,12,15,18,21,26,30,32,35

,40.

Problemas

Atencionales

2,3,7,11,17,20,31.

Social Problemas de

Conducta Social

10,16,23,27,28,33,37,39,42,

43,44,45.

Emocional

Problemas de

Control

Emocional

4,5,13,22,25,34,36,41.

Por otra parte, se presenta la forma de control empleados por las

investigadoras para el conjunto de variables que puedan intervenir en el proceso de

estudio, de forma de garantizar la fiabilidad de los resultados obtenidos.

Variables Controladas

Originadas por los Participantes

-Sexo: se refiere a la condición orgánica que distingue a los seres humanos en dos

categorías: masculino, femenino (Girondella, 2012). En el presente estudio se hizo

constante la variable sexo, seleccionando a jóvenes de tipo masculino tanto para la

población delictiva como no delictiva.

-Edad: se define a partir de los años cronológicos de un sujeto (Conesa y Romero,

2000). En este sentido, se decidió utilizar como modo de control la escogencia de un

rango de edad, específicamente de los 16 a los 20 años, debido a que en esta etapa se

alcanza el desarrollo completo de las funciones ejecutivas, igualmente es en este

rango donde el esquema mental a nivel cognitivo no varía significativamente.

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-Nivel educativo: se refiere a las etapas que conforman la educación de un individuo

tomando como base un promedio de edad determinada (Estadísticas Educativas,

2011). Para controlar esta variable, las investigadoras hicieron constante el nivel

educativo secundario tanto para el grupo delictivo como para el no delictivo, por ser

esta etapa la que corresponde a cursar durante la adolescencia.

-Patologías médicas: hace referencia a una entidad mórbida caracterizada

habitualmente por lo menos por dos de los siguientes criterios: uno o más agentes

etiológicos reconocidos, grupo de signos y síntomas identificables, o alteraciones

anatómicas consistentes (Schoenbach, 2000). Como forma de control se excluyeron a

través de la observación directa y de una entrevista, aquellos participantes que

expresaron o evidenciaron alguna patología que impidiese responder a los

instrumentos de evaluación por ser esta una razón que dificulta o imposibilita su

participación en el presente estudio.

-Psicopatología: De acuerdo con la Amercian Psychiatric Association (2000), es

conceptualizado como un

Síndrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que

aparece asociado a un malestar, discapacidad o a un riesgo significativamente

aumentado de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad (p. 29).

En la presente investigación, se controló mediante la exclusión de los jóvenes

que presenten patologías psicológicas o psiquiátricas de suficiente gravedad que

obstruya la participación en la investigación. La misma fue evaluada a través de la

observación directa y de la aplicación de un examen mental.

Originadas por la Situación

-Instrucciones: Son las explicaciones que se imparten a cada participante por parte de

las investigadoras. Para controlar esta variable se utilizó como método de control la

constancia en cuanto a la verbalización de las consignas impartidas a cada

participante.

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Tipo de Investigación

Atendiendo a las características del problema objeto de estudio y en función

de los propósitos planteados la presente investigación es de tipo no experimental de

campo, debido a que las variables no fueron manipuladas directamente y los datos

fueron recolectados directamente en el ambiente natural donde se encuentran los

participantes. Asimismo, se clasifica en un estudio de tipo transversal, puesto que los

datos fueron recolectados en un tiempo único.

Por otra parte, y en cumplimiento al primer objetivo general planteado

referido a comparar la relación entre la conducta delictiva con los rasgos de la

personalidad y la sintomatología prefrontal, se hizo pertinente realizar un estudio de

tipo causal-comparativo en su primera fase, puesto que se pretendía conocer el efecto

de la variable independiente en las variables dependientes (Hernandez, Fernández, y

Baptista, 2004). Es decir; la asociación que tiene la conducta antisocial presentada

por jóvenes privados de libertad y pertenecientes a la población general con los

rasgos de la personalidad. Igualmente, la relación que tienen los jóvenes antisociales

y adolescentes pertenecientes a la población general con la sintomatología prefrontal.

Una vez obtenido tales resultados se procedió a cumplir el segundo objetivo

general concerniente a verificar empíricamente la relación entre los rasgos de

personalidad y la sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de

libertad, para ello las investigadoras procedieron a realizar un estudio de tipo

correlacional con el fin de conocer “cómo se puede comportar una variable al conocer

el comportamiento de otras variables relacionadas” (Hernandez et al., 2004, p.106).

Lo cual se tradujo para este trabajo en conocer la relación entre los rasgos de la

personalidad descritos por Cloninger y la sintomatología prefrontal en jóvenes

antisociales privados de libertad.

Diseño de la Investigación

En respuesta al primer objetivo general planteado referido a comparar la

relación entre la conducta delictiva con los rasgos de la personalidad y la

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sintomatología prefrontal, y considerando la aplicación de una investigación causal

comparativa el presente estudio utilizó un diseño cuasi-experimental de dos grupos

independientes, el cual es definido por Orozco, Labrador y Montañez (2005) como

un conjunto de operaciones investigativas que buscan evaluar el efecto de una

variable en aquellos contextos donde no puede asignar aleatoriamente a los

participantes. En este sentido, el presente trabajo buscó comparar el efecto de las

conductas antisociales en jóvenes privados de libertad y los pertenecientes a la

población general en las variables rasgos de personalidad y sintomatología prefrontal.

Asimismo, en respuesta al segundo objetivo general planteado referido a

verificar empíricamente la relación entre los rasgos de personalidad y la

sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de libertad, se utilizó un

diseño transeccional correlacional el cual tiene como objetivo describir relaciones

entre dos o más variables en un momento determinado (Hernández et al., 2004). Para

de esta forma conocer la relación entre rasgos de personalidad y sintomatología

prefrontal en jóvenes privados de libertad, de forma de establecer un tipo de

correlación causal.

Participantes

La población del grupo delictivo, estuvo constituido por 240 jóvenes de sexo

masculino, antisociales privados de libertad que se encuentran recluidos en el Centro

Socioeducativo de Dr. Pablo Herrera Campins, ubicado en El Manzano, Edo. Lara.

De este universo, las investigadoras excluyeron aquellas personas que no cumplían

con el rango de edad determinado (16-20 años), también las que referían un nivel

educativo inferior a bachillerato, así como patologías psicológicas y médicas

diagnosticadas. Igualmente para el grupo no delictivo se excluyeron aquellos sujetos

que presentaron los criterios ya citados; además de aquellos que tenían antecedentes

penales. Dicha población fue ubicada en instituciones educativas públicas de la

ciudad de Barquisimeto.

En base a esto, la muestra de ambos grupos quedó conformada por 150

jóvenes de sexo masculino, que cumplieron con los criterios de inclusión y exclusión

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59

previamente señalados. En función a lo expuesto, la edad media de los sujetos

delictivos fue de 17 años, mientras para el grupo no delictivo es de 16 años. Por otra

parte, los participantes pertenecientes al grupo delictivo refirieron pertenecer a un

nivel socioeconómico de clase media (54%) de la misma forma que el grupo no

delictivo (62,7%), siendo éste el nivel predominante en ambos grupos. Cabe destacar

que la muestra delictiva exhibió pobreza relativa en un 38,7%. A diferencia del grupo

no delictivo quien presentó clase media alta en un 23,3%. En este sentido, se puede

observar que aunque ambos grupos presentan el mismo nivel socioeconómico,

difieren en cuanto a los niveles socioeconómicos que presentan en menores

porcentajes.

Tabla 3.

Porcentajes Muéstrales de los Datos Edad y Nivel Socioeconómico de la Muestra

Objeto de Estudio.

Delictivo No Delictivo

N 150 Porcentaje 150 Porcentaje

Edades

16 35,3% 16 90,7%

17 36,0% 17 7,3%

18 26,7% 18 2,0%

19 2,0% 19 0%

Media 17 16

Nivel

socioeconómico

Clase alta 0% Clase alta 0%

Clase media

alta 1,3% Clase media alta 23,3%

Clase media 54,0% Clase media 62,7%

Pobreza

relativa 38,7% Pobreza relativa 10,7%

Pobreza

crítica 6,0% Pobreza crítica 3,3%

Media 3 3

Tipo de Muestreo

El estudio se realizó a través de un muestreo no probabilístico, es decir los

sujetos fueron elegidos con base a características específicas sin dar oportunidad a

que todas las unidades de medida tuviesen la misma probabilidad de ser

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seleccionadas. Igualmente, es de tipo accidental, puesto que en un primer contacto las

investigadoras escogieron a los integrantes del grupo delictivo y no delictivo de

manera arbitraria sin un juicio o criterio preestablecido. Sin embargo, este tipo de

muestreo tuvo una connotación intencional, debido a que las investigadoras luego de

cumplir con el proceso de entrega y recolección de instrumentos a ambos grupos,

escogieron aquellos participantes que cumpliesen con los criterios de inclusión

anteriormente expuestos, con base a la información que arrojó la entrevista

autoaplicada. De esta forma se “garantiza que la muestra utilizada constituyo una

porción representativa y adecuada para los fines de la investigación” (Hernández et

al., 2004, p.262).

Instrumentos

El presente trabajo utilizó como instrumentos para el cumplimiento de sus

objetivos, una entrevista escrita estructurada (ver tabla 4) la cual será aplicada al

grupo delictivo y no delictivo, la misma fue llenada de manera autoaplicada con el fin

de evaluar que los sujetos cumpliesen con los criterios dados, a partir de las variables

extrañas a controlar previamente señaladas como la edad, patologías médicas o

psicológicas, presencia o ausencia de conductas delictivas, entre otras.

Tabla 4. Entrevista Autoaplicada Para El Grupo Delictivo y No Delictivo.

Edad

Primaria Bachillerato Universitario

Nivel

Educativo

Incompleta Completa Incompleta Completa Incompleto Completo

Nivel socioeconómico

Profesión del

jefe del hogar

Profesión

universitaria

Profesión técnica

o

superior

Empleados sin

profesión

universitaria

Obreros

especializados

(sector informal

de la economía)

Obreros no

especializados

Nivel de

instrucción del

cónyuge

Enseñanza

universitaria

Secundaria

completa

Secundaria

incompleta

Primaria (algún

grado de

instrucción)

Analfabeta

Ingresos de la

familia

Fortuna

heredada o

adquirida

Ganancias o

beneficios

económicos

Sueldo

mensual

Salario semanal

o por día

Donaciones

de origen

público o

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61

anexos privado

Condiciones de

La vivienda en

la que reside

Óptimas

condiciones

sanitarias en

ambientes de

gran lujo

Óptimas

condiciones

sanitarias en

ambientes con

lujo sin exceso

suficientes

espacios

Con buenas

condiciones

sanitarias en

espacios

reducidos

Con ambientes

espaciosos o

reducidos y/o

con deficiencias

en algunas

condiciones

sanitarias

Rancho o

vivienda con

condiciones

sanitarias

marcadamente

inadecuadas

Presenta usted

antecedentes

legales

No Amonestaciones Multas Privación de

libertad

¿Ha participado usted en los últimos 6 meses en alguna pelea o mal comportamiento que le ha

ocasionado problemas a nivel escolar social o laboral?

No 1 vez 2 veces 3 o más veces

Presenta usted actualmente algún tipo de enfermedad médica

No Leve Moderada Grave

Especifique el tipo :

Presenta usted actualmente algún tipo de enfermedad mental que le haya sido diagnosticada

No Leve Moderada Grave

Especifique el tipo:

Ha consumido algún tipo de sustancias en los últimos 6 meses

No Alcohol Cigarrillo Cannabis Cocaína

De ser otro tipo de drogas especifique:

Frecuencia del consumo en los últimos 6 meses

Diario Semanal Mensual

Asimismo para evaluar los rasgos de personalidad en ambos grupos se

empleó el Inventario de Temperamento y Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-

R-67), y para el caso de la sintomatología prefrontal se utilizó el Inventario de

Síntomas Prefrontales (ISP), expuestos a continuación:

Inventario de Temperamento y Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-R-

67)

Escala que consta de 67 ítems, incluyendo 5 de validez, que se responde en

una escala tipo Likert de intervalo, debido a que el instrumento describe las variables

a lo largo de un continuo sobre el que se pueden ordenar los valores, estableciendo

intervalos iguales entre cada valor (Orozco, Labrador y Montañez, 2005). Esta escala

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establece 5 opciones de respuesta: 1- Falso, 2- probablemente falso, 3- Ni cierto ni

falso, igual cierto que falso, 4- probablemente verdadero y 5- verdadero. Mide cinco

dimensiones temperamentales; Búsqueda de Novedad (BN), Evitación del Daño

(ED), Dependencia de Recompensa (DR) y Persistencia (PE) y Excitabilidad

Exploratoria (EE), y tres caracteriales; Autodirección (AD), Cooperación (CO) y

Autotrascendencia (AT).

En cuanto a las propiedades psicométricas del instrumento, Pedrero (2009b)

en el proceso de creación de la versión reducida, utilizó como población clínica a 120

adictos a sustancia en tratamiento, entre las principales se encontraba; heroína,

cocaína, alcohol, cannabis y benzodiacepinas, y 120 de población no clínica, con el

objetivo de obtener adecuadas cualidades psicométricas que midiesen las dimensiones

principales del TCI-R sin pérdida excesiva de fiabilidad.

El estudio fue estructurado en dos fases, la primera buscó obtener los ítems

más discriminativos de cada escala, y la segunda consistió en la aplicación del

inventario reducido para valorar la consistencia interna y validez discriminante del

mismo. Asimismo, para el cálculo de la confiabilidad se aplicó la prueba Alfa de

Crombach a las escalas (véase Tabla 5), revelando aceptable consistencia interna cada

una de ellas (Pedrero, 2009). Por otra parte, esta versión ha sido validada, exponiendo

una correlación r>0,80 (validez convergente y divergente) con las escalas de la

versión original (Pedrero et al., 2011).

Tabla 5

Consistencia Interna (α de Cronbach) de las Escalas del TCI-R-67

Escalas del TCI-R-67 Muestra completa Población no clínica Población clínica

Búsqueda de Novedad 0,786 0,705 0,777

Evitación del Daño 0,796 0,809 0,781

Dependencia de Recompensa 0,857 0,879 0,850

Persistencia 0,823 0,806 0,822

Autodirección 0.847 0,813 0,821

Cooperatividad 0,793 0,780 0,799

Autotrascendencia 0,803 0,838 0,791

Excitabilidad Exploratoria 0,648 0,76 0,619

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63

Inventario de Síntomas Prefrontales (ISP)

Este instrumento fue creado por Ruiz et al. (2012), el mismo fue validado en

la población española, en sujetos adictos a sustancias que iniciaban tratamiento por

trastornos relacionados con el uso de heroína, cocaína, alcohol o cannabis en un

centro específico. Correspondientemente, este inventario fue hecho con el propósito

de reducir el elevado grado de abstracción de algunos de los ítems del DEX y el

FrSBe, ya que los mismos dificultan la autoadministración en los adictos (Ruiz et al.,

2012).

Igualmente, otro de los objetivos planteado por estos investigadores fue la

invención y validación de un instrumento específico para la medición de la

sintomatología prefrontal que recogiera, en un lenguaje sencillo, un conjunto de

problemas relacionados con la cotidianidad. Además, estos autores utilizaron una

amplia muestra de población general (1.179 sujetos, 477 varones y 702 mujeres) con

el propósito de estimar su posible utilidad como instrumento de medida en otras

poblaciones en las que se reconoce la presencia de sintomatología prefrontal de forma

sutil pero que no evidencia ninguna etiología que las explique.

En este sentido, el ISP mide aspectos relacionados al control ejecutivo, la

conducta social y el control emocional, éstos con el propósito de relacionar tres

esferas de la actividad humana (cognición, emoción y conducta) que aparecen

habitualmente alteradas en trastornos mentales y que pueden estar a su vez

relacionados con la corteza prefrontal (CPF).

Consiguientemente, este instrumento de 46 ítems utiliza como escala de

medida, una de intervalo, debido a que cada ítem admite 5 posibles respuestas en una

escala tipo Likert (nunca o casi nunca; pocasveces; a veces sí y a veces no; muchas

veces; y siempre o casi siempre). Las puntuaciones obtenidas corresponden a un total

de 5 indicadores (problemas motivacionales, problemas de control ejecutivo,

problemas atencionales, problemas de conducta social y problemas de control

emocional) a través de una escala de 0 a 4 puntos.

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64

Las puntuaciones indican que a mayor puntaje obtenido por cada individuo

mayor será la persistencia del problema o déficit de las dimensiones que se describen

a partir de las situaciones expuestas en los ítems (Ruiz et al., 2012). Para la

evaluación de las propiedades psicométricas del test, los autores aplican la prueba de

alfa de Crombach a las escalas del cuestionario, exhibiendo en todas las escalas

adecuada consistencia interna. Las mismas son descritas a continuación en la

siguiente tabla.

Tabla 6.

Escalas Derivadas de la Estructura Factorial

Igualmente, en la tabla 7 se puede observar como el instrumento muestra

validez de tipo convergente, presentando correlaciones (corregido el efecto del azar)

entre las escalas del ISP y las del Cuestionario Disejecutivo (DEX) y la escala de

estrés percibido (EEP), indicando un mayor tamaño del efecto cuanto mayor es la

similitud entre los conceptos evaluados (Ruiz et al., 2012).

Dimensión Escalas Ítems rit (α de

Cronbach)

Ejecución

Problemas

motivacionales

1,14,19,24,29,38,46. 0,49-

0,72

0,86

Problemas de control

ejecutivo

6,8,9,12,15,18,21,26,30,32,

35,40.

0,44-

0,68

0,87

Problemas

atencionales

2,3,7,11,17,20,31. 0,43-

0,66

0,81

Social Problemas de

conducta social

10,16,23,27,28,33,37,39,42

,43,44,45.

0,35-

0,68

0,84

Emocional Problemas de control

emocional

4,5,13,22,25,34,36,41. 0,43-

0,62

0,81

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65

Tabla 7.

Correlaciones entre las Escalas del Inventario de Síntomas Prefrontales y las

subescalas del Cuestionario Disejecutivo y la Escala de Estrés Percibido.

Siguiendo la misma línea de investigación, se llevó a cabo un estudio

posterior, pero esta vez para conocer sintomatología prefrontal y trastornos de la

personalidad en adictos a sustancias, aplicando el inventario de síntomas prefrontales,

el inventario clínico multiaxial de Millon-II (MCMI-II), y entrevistas diagnósticas

para estimar la existencia de trastornos del eje II (trastornos de la personalidad). Las

conclusiones de esta investigación resaltan que existe relación entre el diagnóstico de

trastornos de la personalidad y mal funcionamiento frontal, en el caso del trastorno

antisocial mostró altos niveles de dificultad para el control de las emociones y de su

conducta social (Pedrero et al., 2013). Es por ello, la importancia de realizar más

investigaciones que puedan vincular una neuropsicología de la personalidad con sus

trastornos derivados, implementando en los aspectos teóricos hasta ahora conocidos,

valores empíricos que puedan ser fáciles de evaluar a través de la clínica.

Procedimiento

A objeto de llevar a cabo el plan de trabajo y cumplir los objetivos propuestos se

formularon los siguientes procedimientos:

Las investigadoras se dirigieron al Servicio de Atención Integral a la Niña,

Niño y Adolescente (SAINA), ubicado en la carrera 16 entre Calles 41 y 42, con el

objeto de explicar el propósito del presente trabajo y cuáles eran los procedimientos

que se llevarían a cabo para el cumplimiento de los mismos. Tras la realización de

una reunión preliminar de las investigadoras con la directora del centro, Mariely

Escalas DEX EEP

Desorganización

apatía

Desinhibición

impulsividad

Total Estrés

Percibido

Problemas motivacionales 0,58 0,36 0,52 0,45

Problemas de control ejecutivo 0,60 0,42 0,56 0,45

Problemas atencionales 0,55 0,40 0,53 0,38

Problemas de conducta social 0,42 0,49 0,49 0,29

Problemas de control emocional 0,43 0,49 0,50 0,39

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Sánchez de Tamayo, se procedió a la petición de una carta firmada por autoridades de

la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado para la obtención de la

permisología necesaria para el traslado y aplicación del procedimiento en las

instalaciones del Centro Socioeducativo Dr. Pablo Herrera Campins, ubicado en el

Manzano, Barquisimeto-estado Lara. Lugar en el que se encuentran recluidos

adolescentes entre 16 y 20 años, que han cometido algún tipo de delito. Los cuales

conformaron las unidades de análisis del presente estudio.

Consecuentemente, se explicó a la directiva del Centro Socioeducativo los

motivos y procedimientos del presente estudio. Una vez fue concedida la

autorización, las investigadoras se reunieron con los sujetos recluidos en el centro

para informarles los motivos y propósito de la evaluación, solicitando su colaboración

para participar voluntariamente, de igual forma, se aclaró que sus respuestas eran

confidenciales, y que dichos resultados serían utilizados con fines investigativos.

Una vez obtenido los participantes, se les reunió de manera grupal en un

espacio del centro Socioeducativo para hacer entrega de un sobre el cual contenía

una entrevista escrita autoaplicada, el Inventario de Temperamento y Carácter

Revisado, versión abreviada (TCI-R67) y el Inventario de Síntomas Prefrontales

(ISP). Una vez que a los participantes se les entregó el sobre, se procedió a dar las

siguientes instrucciones:

“Buenos días, pueden abrir los sobres que les entregamos, en el mismo encontrarán

una serie de formatos, los cuales deberán llenar de manera individual siendo lo más

sincero posible en sus respuestas, no es necesario que coloquen su nombre, es

importante que sepan que sus respuestas serán confidenciales, deben llenar todas las

afirmaciones que aparecen en cada uno de los formatos, no deben dejar de responder

ninguna. En el primero de ellos observarán una serie de afirmaciones referidas a su

historia personal, el cual deben contestar con la mayor honestidad posible, para ello

tendrán un tiempo de 10 minutos. Una vez completado éste, podrán comenzar a

llenar el segundo formato, el cual es un instrumento psicológico que busca conocer

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los rasgos de personalidad, éste cuenta con una serie de afirmaciones, las cuales

usted deberá leer cuidadosamente, cada una de ellas presenta en su derecha un

número el cual indica un tipo de respuesta: el 1 corresponde a falso, el 2 a

probablemente falso y así sucesivamente. Usted deberá rodear con un círculo el

número que mejor describa como actúa y se siente usted habitualmente.

Una vez que hayan respondido todas sus preguntas, pasarán al llenar el

tercer formato, el cual también es un instrumento de tipo psicológico que busca

medir la presencia de síntomas prefrontales. En este instrumento usted deberá

marcar con una X la opción que mejor lo represente, estas opciones están ubicadas

en la parte derecha de las páginas. Ustedes dispondrán de una hora para la

completación de los mismos, en cada formato encontrarán de manera detallada una

serie de instrucciones las cuales deben leer detenidamente antes de comenzar a

llenarlos, recuerden que no deben dejar ninguna afirmación sin contestar. Si tienen

alguna duda pueden consultárnoslo. Gracias por su atención y colaboración”

Pasado el tiempo establecido, las investigadoras les pidieron a los

participantes que colocasen los formatos dentro del sobre. Sin embargo; este tiempo

se extendió debido al nivel de dificultad que exhibieron los participantes en el

proceso de evaluación. Una vez recolectados los sobres, las investigadoras escogieron

a aquellos participantes que cumplieron con los criterios de inclusión previamente

establecidos, con base a la información suministrada en el formato de entrevista

autoaplicada.

Por otra parte, el procedimiento que se llevó a cabo con el grupo no delictivo,

fue el siguiente: las investigadoras se trasladaron a instituciones educativas públicas

ubicadas en la ciudad de Barquisimeto, pertenecientes a sectores donde prevalecía el

nivel socioeconómico acorde a los obtenidos en el grupo delictivo (clase media). Para

ello las investigadoras solicitaron permiso a la directiva de la institución Liceo Rafael

Monasterio para la aplicación de las pruebas, explicando el objetivo del trabajo y en

qué consistía el proceso de evaluación.

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Los sujetos a participar presentaron el mismo rango de edad del grupo no

delictivo (entre 16 y 20 años). El proceso de selección de los participantes, en un

primer contacto fue de manera accidental, luego de ello se les solicitó su colaboración

para participar voluntariamente en el proceso de evaluación, explicando en qué

consistía el mismo. Las investigadores hicieron énfasis en aclarar que sus respuestas

eran confidenciales, y que dichos resultados son utilizados con fines investigativos.

Tras la aceptación por parte de los sujetos, se procedió a hacer entrega de los

sobres de manera grupal, los cuales contenían los formatos mencionados

anteriormente. Posterior a ello, se dieron las siguientes instrucciones:

“Buenos días, pueden abrir los sobres que les entregamos, en el mismo encontrarán

una serie de formatos, los cuales deberán llenar de manera individual siendo lo más

sincero posible en sus respuestas, no es necesario que coloquen su nombre, es

importante que sepan que sus respuestas serán confidenciales, deben llenar todas las

afirmaciones que aparecen en cada uno de los formatos, no deben dejar de responder

ninguna. En el primero de ellos observarán una serie de afirmaciones referidas a su

historia personal, el cual deben contestar con la mayor honestidad posible, para ello

tendrán un tiempo de 10 minutos. Una vez completado éste, podrán comenzar a

llenar el segundo formato, el cual es un instrumento psicológico que busca conocer

los rasgos de personalidad, éste cuenta con una serie de afirmaciones, las cuales

usted deberá leer cuidadosamente, cada una de ellas presenta en su derecha un

número el cual indica un tipo de respuesta: el 1 corresponde a falso, el 2 a

probablemente falso y así sucesivamente. Usted deberá rodear con un círculo el

número que mejor describa como actúa y se siente usted habitualmente.

Una vez que hayan respondido todas sus preguntas, pasarán al llenar el

tercer formato, el cual también es un instrumento de tipo psicológico que busca

medir la presencia de síntomas prefrontales. En este instrumento usted deberá

marcar con una X la opción que mejor lo represente, estas opciones están ubicadas

en la parte derecha de las páginas. Ustedes dispondrán de una hora para la

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completación de los mismos, en cada formato encontrarán de manera detallada una

serie de instrucciones las cuales deben leer detenidamente antes de comenzar a

llenarlos, recuerden que no deben dejar ninguna afirmación sin contestar. Si tienen

alguna duda pueden consultárnoslo. Gracias por su atención y colaboración”

Una vez pasado el tiempo establecido las investigadoras recogieron los sobres,

para luego iniciar el proceso de selección de participantes con base a los datos

obtenidos en la entrevista autoaplicada, esto con el fin de incluir o descartar a los

colaboradores en función de los criterios expuestos anteriormente.

Finalmente, las investigadoras iniciaron el proceso de puntuación de los

instrumentos pertenecientes a los participantes que fueron seleccionados, de manera

que cada resultado obtenido fue organizado y tabulado, estableciéndose los hallazgos

sobresalientes, en función de los objetivos planteados en el presente trabajo.

Según lo establecido, en el diseño de investigación se procedió a cuantificar

los rasgos de personalidad descrito por Cloninger en el grupo delictivo y no delictivo,

en respuesta al primer objetivo general planteado referido a comparar la relación

entre la conducta delictiva con los rasgos de la personalidad y la sintomatología

prefrontal, para de esta forma establecer el efecto que tiene la conducta antisocial en

el tipo de personalidad. El mismo procedimiento se empleó para establecer en jóvenes

antisociales y no antisociales la presencia o ausencia de síntomas prefrontales. Para la

realización de este proceso se utilizaron los formatos de corrección de cada

instrumento. Cabe destacar, que los resultados arrojados por las plantillas de

corrección del grupo delictivo fueron utilizados para el cumplimiento del segundo

objetivo general referido a verificar empíricamente la relación entre los rasgos de

personalidad y la sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de

libertad.

Es importante señalar, que para el cumplimiento del proceso investigativo se

contemplaron una serie de condiciones éticas referidas al trato de los participantes y

manejo del trabajo en general.

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Consideraciones Éticas

La presente investigación siguió las normas expuestas en el Código

Deontológico de la Práctica de la Investigación en Psicología, aprobado por la

Escuela de Psicología de la UCAB en el año 2001 (Peña, 2006), el cual considera de

suma importancia el desarrollo de la investigación anclada en valores éticos como el

respeto, la responsabilidad, la honestidad. En tal sentido, se solicitó a los candidatos a

conformar la muestra, el consentimiento para su participación, exponiendo los

objetivo de la investigación y las pruebas a administrar, garantizando además; la

confidencialidad de las respuestas, resaltado el carácter de anonimidad de las mismas.

Cabe destacar, que estas condiciones fueron expuestas por escrito a la

directiva del Centro de Socioeducativo, además de otras referidas al trato que

recibirían los participantes, y a la necesidad del consentimiento por parte de los

supervisores por ser éstos menores de edad. Una vez obtenida la autorización de los

participantes, se garantizó un trato, amable y paciente con los mismos, como muestra

de respeto a su dignidad, conservando el propósito original de la investigación y

respetando los derechos individuales durante el proceso de entrevista y aplicación de

instrumentos por parte de las investigadoras.

En este sentido, en cuanto a la interacción con los participantes, se empleó un

lenguaje acorde con su edad y su condición de libertad privada, evitando términos y

actitudes que pudiesen ser percibidos como ofensivos o discriminadores por los

sujetos de estudio. Además las investigadoras procuraron establecer Rapport, con la

finalidad de crear un clima de confianza, que permitiese una mejor disposición por

parte de los participantes para de esta manera lograr obtener la información

pertinente.

Finalmente, el presente trabajo consideró para su realización lo previsto en el

Código de ética Profesional del Psicólogo (1981), correspondiente a los Artículos 54,

55, 63, 69, 70, 73, 75. Los cuales contemplan aspectos éticos alusivos a la supervisión

de personas calificadas, carácter científico de las investigaciones, transmisión veraz

de los resultados, reconocimiento de colaboradores y autorización por parte de la

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institución educativa a la que pertenece. Elementos que deben ser respetados y

tomados en cuenta para garantizar un trabajo investigativo fidedigno.

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Resultados

Para verificar la eficacia de las conclusiones estadísticas encontradas, a partir

del cumplimiento de los objetivos generales y específicos planteados, se procedió a

obtener la validez interna de los instrumentos para garantizar que las escalas

utilizadas para la recolección de datos, cumplieran con los criterios mínimos de

confiabilidad y validez requeridos en una investigación. Para ello, se realizó un

análisis de consistencia interna de los instrumentos ISP y TCI-R-67 a través de la

aplicación del Coeficiente de Cronbach, índice que sirve para comprobar la

consistencia interna de una escala, debido a que verifica sí los instrumento no

recopilan información defectuosa, llevándonos a conclusiones equivocadas o por el

contrario se trata de un instrumento fiable que hace mediciones correlacionadas,

estables y consistentes entre los ítems que conforman dichos instrumentos

(Cervantes, 2005).

De esta forma, se procedió a realizar un análisis de la consistencia interna de

ambas escalas a través del programa estadístico SPSS V.15.0, utilizando para ello la

totalidad de los datos obtenidos (N=300) de la muestra objeto de estudio

(adolescentes delictivos y no delictivos). En este sentido, la escala de TCI-R-67

arrojó un alpha de Cronbach de α=0,84. Asimismo, las dimensiones que conforman

este instrumentos presentaron los siguientes valores: (a) Búsqueda de Novedad α =

0,42; (b) Evitación del Daño α = 0,57; (c) Dependencia de la Recompensa α = 0,42;

(d) Excitabilidad Exploratoria α =0,28; (e) Persistencia α =0,69; (f) Autodirección α

=0,59; (g) Cooperatividad α = 0,13; y (h) Autotrascendencia α = 0,69.

Consiguientemente, la escala ISP, arrojó los siguientes índices de

confiabilidad para cada una de sus dimensiones: (a) Problemas Motivacionales α

=0,28; (b) Control Ejecutivo α = 0,75; (c) Problemas Atencionales α = 0,42; (d)

Conducta Social α = 0,72; y (e) Control Emocional α = 0,73. Finalmente, arrojó un

estadístico de fiabilidad general de α=0,88.

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En función a estos resultados se puede observar que ambos instrumentos

presentan valores bajos en ciertas dimensiones (rasgos de personalidad: búsqueda de

novedad, dependencia de la recompensa, excitabilidad exploratoria y cooperatividad

y síntomas prefrontales: problemas atencionales y motivacionales). Sin embargo;

dichos puntajes no son una limitante, debido a que ambos instrumentos presentan una

consistencia interna global adecuada en términos generales, por lo tanto dichas

escalas cumplen con los índices de confiabilidad mínimos requeridos para hacer uso

de estos instrumentos en el presente trabajo.

Tras el análisis de las propiedades psicométricas de dichas escalas se procedió

a realizar el análisis estadístico de los datos obtenidos en función de los objetivos

generales y específicos planteados, al respecto se señalan los siguientes resultados.

Comparación de los rasgos de personalidad y la sintomatología prefrontal en los

grupos delictivo y no delictivo.

Para el cumplimiento de los objetivos generales referidos a comparar rasgos

de personalidad y sintomatología prefrontal presentes en jóvenes delictivos y no

delictivos se aplicó una t de student para grupos independientes con la finalidad de

comparar las medias grupales entre ambos grupos, y establecer diferencias entre cada

una de las dimensiones que conforman las variables de rasgos de la personalidad y

sintomatología prefrontal.

Es importante mencionar, que para el rechazo o aceptación de la hipótesis

nula se utilizó un nivel de significancia de α=0,05. Al respecto, Pagano (2006) indica

que si el valor resultante es menor o igual a este nivel de probabilidad crítico se

rechazará la hipótesis nula.

En relación a lo expuesto, se detalla en la Tabla 9, los resultados de la

evaluación de rasgos de personalidad realizada en grupos delictivos y no delictivos,

observándose una puntuación más alta y significativa en el grupo delictivo que en el

no delictivo, respecto al valor de la totalidad de las medias obtenidas en las categorías

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que conforman dicha variable. Asimismo, se muestra una mayor diferencia de medias

en la dimensión autodirección (p=0,000) y excitabilidad exploratoria (p=0,000) y una

menor diferencia entre las medias de las dimensiones cooperatividad (p=0,004) y

autotrascendencia (p=0,003) en el grupo delictivo en comparación con el grupo no

delictivo.

En la tabla que se presenta continuación se resumen los valores de las medias,

la desviación típica y el valor t de los datos obtenidos por los grupos delictivo y no

delictivo para la variable rasgos de personalidad.

Tabla 8.

Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para los Rasgos de Personalidad entre

los Grupo Delictivo y no Delictivo en la escala TCIR-67.

Finalmente, para conocer en qué medida las variables se relacionaron se

calculó la magnitud del efecto desde la estimación de la d de Cohen (1988). Dicha

estimación busca establecer si los efectos estadísticamente significativos, son

relevantes en el campo de aplicación de la investigación. Para esto indica que d=0,8

representa un tamaño del efecto grande, d=0,5 un tamaño del efecto medio y d=0,2

Rasgos de

Personalidad

Grupo

Delictivo

Grupo No

Delictivo t p d

Media D.T Media D.T

Búsqueda de

novedad 26,99 4,651 24,15 5,684 4,736 0,000 0,55

Evitación del

Daño 26,93 5,428 24,18 6,540 3,968 0,000 0,45

Dependencia de la

Recompensa 25,98 5,473 23,92 5,634 3,212 0,001 0,37

Excitabilidad

exploratoria 20,19 4,428 16,82 3,939 6,971 0,000 0,86

Persistencia 32,73 5,500 30,45 6,436 3,299 0,001 0,38

Autodireccion 20,29 5,439 14,31 5,562 9,425 0,000 1,08

Cooperatividad 25,07 4,381 23,48 5,078 2,898 0,004 0,33

Autotrascendecia 24,51 7,019 21,98 7,666 2,985 0,003 0,34

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una magnitud del efecto pequeño. Al respecto, Valera y Sánchez (1997) señalan que

el nivel de confiabilidad asociado a un tamaño del efecto nos indica el rango dentro

del cual es probable que se encuentre el efecto real en la población objeto de estudio.

En relación a los resultados expuestos en la tabla anterior, el tamaño del efecto

obtenido para la dimensión autodirección (d=1,08) y excitabilidad exploratoria

(d=0,86) fueron altos debido a que ambos valores presentan un tamaño del efecto

grande, superior o igual a d=0,8. Por otro lado, las categorías búsqueda de novedad

(d=0,55) evitación del daño (d=0,45), persistencia (d=0,38), dependencia de la

recompensa (d=0,37), autotrascedencia (d=0,34) y cooperatividad (d=0,33) presentan

valores inferiores a d=0,5, es decir; que dichos rasgos presentan un efecto medio.

Sobre este resultado se comprobó que el comportamiento delictivo se ve

influido por la presencia de los rasgos de autodirección y excitabilidad exploratoria

en mayor grado que por los el resto de los rasgos de personalidad. Por tanto, los

rasgos de persistencia, dependencia de la recompensa, autotrascedencia y

cooperatividad, aunque se exhiben como una característica de la personalidad

presente en adolescentes antisociales, presentan un efecto bastante bajo, por lo cual

no pasan a ser rasgos preponderantes ni actuar como factores protectores al momento

de ejecutar conductas delictivas.

Estos datos señalan que los rasgos de personalidad predominantes en

adolescentes delictivos se caracterizan por una tendencia a realizar comportamientos

exploratorios para alcanzar recompensas o evitar castigos, impulsividad y una

preferencia a evaluar el ambiente en búsqueda de estímulos novedosos; además,

emplean recursos propios para orientar la conducta en función de metas y objetivos

personales, suponiendo la capacidad de prescindir de las directrices inculcadas,

formulando un estilo de vida autónomo de gestión de los propios recursos.

Por el contrario, el perfil de los adolescentes que no presentan un

comportamiento delictivo, presenta baja actividad en conductas exploratorias,

indicando comportamiento regulado, autocontrolado y actitud reflexiva ante la toma

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de decisiones. Se debe mencionar además; que pese a que el rasgo caracterial de

cooperatividad, (capacidad de aceptar a los otros, empatizar, de sensibilización ante

las necesidades ajenas y la disponibilidad de valores éticos) se encuentra presente en

dicha población delictiva, no representa un rasgos que tenga mayor efecto (d=0,33) al

momento de ejecutar algún tipo de acción desadaptativa.

En cuanto a la variable sintomatología prefrontal, tal y como se observa en la

Tabla 10, existe una diferencia significativa entre los valores de las medias del

puntaje global (p=0,000), desviación típica y valor t en el grupo delictivo con

respecto al grupo no delictivo. En este sentido, se manifiesta mayor diferencia entre

las medias de las dimensiones de problemas de control ejecutivo, problemas de

control emocional y problemas atencionales; y, menor diferencia entre las medias de

las dimensiones problemas motivacionales y problemas de control social del grupo

delictivo, respecto al grupo no delictivo. Cabe destacar, que todas las dimensiones

registran un valor de p=0,000, lo cual significa que existe diferencia en ambos grupos

en cuanto al funcionamiento cortexprefrontal, observándose que en adolescentes

delictivos la presencia de síntomas prefrontales es mayor que en jóvenes

pertenecientes a la población general.

Tabla 9.

Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para Sintomatología Prefrontal entre

los Grupos Delictivo y no Delictivo en la Escala ISP.

Sintomatología

Prefrontal

Grupo Delictivo Grupo No

Delictivo t p d

Media D.T Media D.T

Ejecución Problemas

Motivacionales 12,63 3,574 10,73 3,648 4,540 0,000 0,52

Problemas de

Control Ejecuti vo 16,37 6,420 11,09 7,329 6,645 0,000 0,76

Problemas

Atencionales 12,17 3,845 9,62 4,207 5,472 0,000 0,63

Social Problemas de

Conducta Social 10,67 5,073 7,12 7,147 4,966 0,000 0,58

Emocional Problemas de

Control Emocional 12,42 5,311 8,33 6,606 5,914 0,000 0,68

Total 64,26 16,783 46,55 23,851 7,436 0,000 0,81

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Con base a los datos exhibidos en la tabla anterior, se observa una mayor

magnitud del efecto en el puntaje global de la variable (d=0,81) y un efecto medio en

la dimensiones problemas de control ejecutivo (d=0,76), de control emocional

(d=0,68), atencionales (d=0,63), conducta social (0,58), y motivacionales (d=0,52).

Estos resultados indican que los problemas de control ejecutivo y de control

emocional tienen mayor relevancia en el campo delictivo que la presencia de

dificultades de conducta social o motivacionales.

Considerando la diferencia significativa entre los grupos delictivo y no

delictivo en el puntaje global, se establece que las funciones ejecutivas asociadas a

los lóbulos frontales presentan alteraciones en el grupo delictivo en comparación con

el grupo no delictivo, lo que permite inferir que los jóvenes que incurren en conductas

antisociales presentan dificultad para gestionar la capacidad atencional, elaborar un

plan, mantenerlo o modificarlo en función de las demandas del entorno y problemas

para inhibir conductas inapropiadas socialmente.

Grado de asociación entre rasgos de personalidad y sintomatología prefrontal en

el grupo delictivo.

En cumplimiento al objetivo general del presente trabajo referido a verificar

empíricamente la relación entre los rasgos de personalidad y la sintomatología

prefrontal en jóvenes antisociales privados de libertad, se realizó una correlación

entre las dimensiones de cada una estas variables. Para ello, se utilizó una muestra de

150 adolescentes delictivos de 17 años de edad, pertenecientes a un nivel

socioeconómico medio, recluidos en el centro de resocialización Pablo Herrera

Campins.

En este sentido, se aplicó el coeficiente de correlación Pearson, con el fin de

determinar el grado de asociación existente entre las variables y el tipo de correlación

(positiva o negativa) existente entre las mismas (Peña, 2009). Dicho análisis

estadístico se realizó a través del programa estadístico SPSS v.15.0. Al respecto, se

consideraron como dimensiones relacionadas significativamente, aquellas que

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arrojaron un valor comprendido entre -1 y 1, estableciendo a su vez como

correlaciones significativas altas aquellas mayores a 0,50 y como relaciones

moderadas, aquellas con un valor menor a 0,50. Se utilizó la corrección de Bonferroni

(p<0,001) para establecer un nivel de significancia que evite cometer errores en

cuanto a la anulación o aceptación de las hipótesis previamente establecidas. A

continuación se presentan en la Tabla 11 los resultados obtenidos.

En función de lo datos descrito en la tabla anterior, se muestra una correlación

positiva y media a un nivel de significancia de p=0,01 entre (a) rasgo de

autodirección con problemas atencionales, problemas de control ejecutivo, y

puntuación global de la variable síntomas prefrontales, (b) rasgo búsqueda de

novedad con los síntomas prefrontales problemas motivacionales, problemas de

control ejecutivo, problemas de control emocional y con la puntuación global de

sintomatología prefrontal y, (c) rasgo evitación del daño con problemas de control

ejecutivo y puntuación global. La relación más alta y significativa la puntuó el rasgo

autodirección, seguido de búsqueda de novedad y evitación del daño.

Por otro lado, se exhibió una relación positiva baja, aunque estadísticamente

significativa (p=0,05) entre (a) rasgo evitación del daño con problemas de control

emocional y control social, (b) rasgo búsqueda de novedad y control conducta de

social, (c) rasgo autotrascendencia y problemas de control ejecutivo y, (d) rasgos de

cooperatividad y puntaje total de sintomatología prefrontal. Sobre este particular, se

señala que el rasgo de cooperatividad presenta menor grado de asociación con

síntomas prefrontales.

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Tabla 10.

Correlaciones Parciales entre las Puntuaciones Obtenidas de las escalas ISP y TCI-

R-67 para el Grupo Delictivo.

Rasgos de

personalidad

Ejecución Social Emocional Sintomatologí

a Prefrontal

Problema

Motivaciona

l

Problemas

de Control

Ejecutivo

Problemas

Atencional

es

Problemas

de Conducta

Social

Problemas

de Control

Emocional

Puntaje global

Búsqueda de

novedad 0,280 ** 0, 276 ** 0,088 0,184 * 0,297 ** 0,335**

Evitación del

daño 0,192 * 0,290** 0,153 0,185 * 0,199 * 0,305**

Dependencia

de la

Recompensa

0,115 0,009 -0,018 0,125 -0,022 0,054

Excitabilidad

Exploratoria 0,106 0,085 -0,043 0,066 -0,041 0,052

Persistencia 0,150 0,027 -0,128 0,047 0,111 0,062

Autodirección 0,140 0,292 ** 0,322 ** 0,190 0,437 0,411**

Cooperativida

d 0,093 0,136 0,059 0,144 0,015 0,165*

Autotrascende

ncia 0,088 0,178* 0,057 - 0,124 0,046 0,077

** Correlación de Bonferroni p<0,01.

* Correlación de Bonferroni p<0, 05.

Según los resultados arrojados se puede inferir que el cortexprefrontal se

encuentra relacionado con la mayoría de los rasgos de personalidad que poseen los

adolescentes que incurren en conductas delictivas, presentando una relación de mayor

magnitud entre el rasgo autodirección con problemas atencionales y de menor efecto

entre los rasgos autotrascedencia con problemas de control ejecutivo y cooperatividad

con presencia global de sintomatología prefrontal. Lo cual se traduce en que este tipo

de adolescentes posee una capacidad para gestionar la atención, elaborar y planificar

planes que se relacionan acentuadamente con la habilidad del individuo para controlar

y regular su conducta de forma autónoma.

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Discusión

La conducta antisocial ha sido estudiada por la psicología desde un enfoque

predominantemente sociológico, centrando su atención en variables como la

estructura socioeconómica de la familia, pocas oportunidades educativas, es decir, la

influencia más determinante que ejercen los factores socioculturales en el desarrollo

de la conducta delictiva. Es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se

consideran otras perspectivas de análisis las cuales amplían el horizonte de su

explicación (Calzadas, 2007). En tal sentido, la presente investigación se centra en

incluir el análisis de factores psicológicos y neuropsicológicos y la influencia de

éstos, en la configuración de determinadas tendencias conductuales que interactúan

con el entorno, buscando relacionar los rasgos de personalidad y sintomatología

prefrontal en jóvenes que incurren en comportamientos delictivos.

Es pertinente destacar que uno de los aspectos relevantes de la presente

investigación fue comprobar que los instrumentos empleados para evaluar los rasgos

de Personalidad (TCI-R-67) y sintomatología prefrontal (ISP), cumplieran con los

criterios mínimos de confiabilidad y validez. En este sentido la escala TCI-R-67

arrojó un alpha de Cronbach de α=0,84 y la prueba ISP indicó un estadístico de

fiabilidad de α=0,88, lo que garantiza un adecuado uso de los instrumentos, al

comprobarse la validez interna requisito de la presente investigación. Al respecto

Ruiz et al (2010a) al analizar la prueba TCI-R-67 establece un coeficiente Cronbach

>0,80 en todas las escalas. Igualmente acerca de la validación del ISP, Pedrero et al.

(2013) refieren en población de adictos, un adecuado valor de consistencia interna

α=0,87.

En cuanto a la variable Rasgos de Personalidad, evaluada a través del modelo

psicobiológico de Cloninger, los resultados arrojan diferencias significativas en las

dimensiones temperamentales: búsqueda de novedad, excitabilidad exploratoria,

evitación del daño, dependencia de la recompensa y persistencia. Y caracteriales:

autodirección, cooperatividad y autotrascendencia. Reflejando una mayor puntuación

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en el grupo delictivo respecto al no delictivo. Lo que indica una mayor disposición de

los jóvenes que asumen conductas delictivas a despreciar normas o directrices que

rigen la convivencia social, induciéndolos a generar un estilo autónomo de conducta

centrado en sus propios y particulares intereses. Aunado a realizar comportamientos

exploratorios para alcanzar nuevos estímulos que alimenten su excesiva curiosidad e

impulsividad, su necesidad de recompensas y una preferencia a evaluar el ambiente

en búsqueda de estímulos novedosos.

Estos resultados se apoyan en la investigación de Luengo, Sobral, Romero y

Gómez (2002), la cual expone que la conducta delictiva se evalúa en función de la

búsqueda de sensaciones, vinculada ésta a tendencias de aproximación hacia

estímulos gratificantes. Plantean que las personas con alta búsqueda de sensaciones,

tienen aversión por las actividades rutinarias y suelen implicarse en experiencias que

son intensas e impredecibles. Dado que las actividades antisociales pueden incluir

riesgo, no resulta extraño que la búsqueda de novedad haya sido evaluada como

predictor de la conducta delictiva.

En este sentido, la búsqueda de novedad puntuada más alta en el grupo

delictivo en comparación con el no delictivo, es un resultado similar al presentado por

Pedrero (2008), quien al comparar las medias de adictos y de la población normativa,

encuentra que los adictos presentan mayor necesidad de estimulación, conducta

impulsiva e impredecible, intolerancia a la rutina, así como poca capacidad en invertir

esfuerzos en tareas con recompensa demorada. Por otro lado, la investigación de

Pedrero (2008) reporta baja autodirección y cooperatividad, a diferencia del presente

estudio donde ambas dimensiones se puntúan más altas en la población delictiva,

respecto a la no delictiva.

En esta misma línea de investigación, un estudio publicado por Esbec y

Echeburúa (2010) en donde se evalúan las implicaciones clínicas del trastorno

antisocial de la personalidad, se obtiene como resultado que el subgrupo de

delincuencia, puntúa alto en búsqueda de sensaciones y bajo en evitación del daño y

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dependencia de la recompensa, lo que significa que son personas menos impulsivas,

que muestran bajos niveles de ansiedad, altos niveles de psicopatía y su motivación se

centra en la obtención de un beneficio inmediato. Estos resultados contrastan con los

de la presente investigación, en donde la dimensión dependencia de la recompensa

obtiene una puntuación más elevada en el grupo delictivo, es decir, la motivación a

buscar un gratificante aumenta la tendencia impulsiva de obtener un incentivo sin

considerar las normas éticas sociales.

De la misma manera, se evidencia en la población delictiva una mayor

predisposición a evitar estímulos aversivos, evadiendo castigos y frustraciones en

comparación con la población normativa. Sin embargo, se puede inferir que el

presentar mayor tendencia a buscar o responder a estímulos novedosos y

gratificantes, tiene un mayor valor que la frustración o castigos que puedan generar la

realización de esta actividad exploratoria, haciéndolos más vulnerables a incurrir en

el comportamiento delictivo, más aun considerando que este grupo presenta una

persistencia en el mantenimiento de la conducta que va en pro del cumplimiento de

sus expectativas y ambiciones.

Hallazgos encontrados por Pedrero et al. (2011), con respecto a la evitación

del daño, arrojan que los adictos presentan una mayor puntuación en comparación

con el grupo control. Al respecto, estos autores sugieren, que este resultado se debe a

una tendencia de los sujetos a evitar los riesgos que supone el estado de abstinencia

por temor a sus consecuencias, lo cual favorece el mantenimiento de la conducta

adictiva. En cuanto a la presente investigación se presume que los resultados

obtenidos en esta dimensión, supone una dificultad para los jóvenes delictivos para

abandonar su actual comportamiento, debido a que la sumisión de un estilo de vida

distinto que implique esfuerzos, pueda ser percibido como arduo e irrealizable, lo que

los hace más propensos a optar por conductas que garanticen una gratificación

inmediata, pese a que estas sean de tipo desadaptativas.

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Autores como Kazdin y Buela- Casal (2002), manifiestan que la mayoría de

los adolescentes antisociales al convertirse en adultos continúan presentando

comportamientos delictivos u otros problemas como consumo recurrente de

sustancias, lo que suele generar dificultades para adaptarse al ámbito laboral y social.

En este sentido, la aparición de conductas antisociales en la adolescencia se asocia a

la persistencia en problemas como abuso de alcohol y drogas en la edad adulta.

Por otro lado, Benito et al. (2012) al evaluar las diferencias de medias en las

dimensiones de cloninger entre grupos con trastorno de personalidad antisocial y en

ausencia del mismo, encontraron que los pacientes con trastorno, puntúan más bajo

en dependencia de la recompensa, cooperatividad y autodirección, lo que contradice

los resultados obtenidos en el presente estudio, pudiendo influir el tipo de muestra

seleccionada en donde no se discrimina trastorno de la personalidad de la conducta

delictiva. Los autores exponen además como factor protector contra el trastorno

antisocial de la personalidad, altas puntuaciones en dependencia de la recompensa y

autodirección, lo que supone un pronóstico favorable para la población evaluada,

debido a que las medias de estas dimensiones son más elevadas en comparación al

grupo no delictivo.

Con relación a la categoría cooperatividad, a simple vista los resultados de

esta investigación reflejarían un contrasentido con base a lo planteado por Cloninger

et al. (1993), debido a que la muestra delictiva arroja mayor puntuación en relación a

la no delictiva a pesar de que la diferencia es significativa, puntúa el valor más bajo

de todas las dimensiones evaluadas, es decir, no es un rasgo determinante en el

comportamiento delictivo. Este resultado supone que la cooperatividad en los

adolescentes antisociales puede estar encaminada a una sensibilización hacia el

contexto social inmediato, además refiere a la visión de grupo compartida, a su

sentido de pertenencia que les conduce a planificar y ejecutar acciones delictivas y

asumir riesgos en equipo con sentido de solidaridad en defensa de sus intereses.

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De igual forma, se puede observar que los jóvenes delictivos presentan un

mayor nivel de autotrascendencia en comparación con el grupo no delictivo,

haciéndolos afines a una identificación espiritual con un todo del cual sienten que

forman parte esencial, estableciendo un sentido superior de trascendencia basado en

creencias religiosas acentuadas. Este resultado puede deberse a actividades religiosas

que se desarrollan en la institución de resocialización donde están recluidos, ya que la

religión es promovida como una fuente de apoyo para no reincidir en conductas

delictivas. Resultados similares se encuentran en el estudio realizado por Arroyo y

García (2012) con población alcohólica, en la cual plantean que esta tendencia se

relaciona a factores culturales propios de la población venezolana y del vínculo

espiritual que presenta la población estudiada en los grupos de autoayuda de

Alcohólicos Anónimos.

Siguiendo los objetivos propuestos en la investigación, la variable de

sintomatología prefrontal, evaluada a través del Instrumento de Síntomas

Prefrontales, arrojó diferencias significativas en el puntaje global y en todas las

dimensiones que lo conforman, siendo mayor en el grupo delictivo respecto al no

delictivo los problemas motivacionales, problemas de control ejecutivo, problemas

atencionales, problemas de conducta social y problemas de control emocional. En

este sentido, los adolescentes antisociales presentan alteraciones neuropsicológicas

atribuibles al funcionamiento de la corteza prefrontal en comparación con la

población general.

En este sentido, se observaron en jóvenes antisociales dificultades para iniciar

una conducta en el logro de sus metas (problemas motivacionales) en comparación

con el grupo no delictivo. Este síntoma se asocia a una disfunción ventromedial, la

cual soporta procesos como el control inhibitorio, la regulación de la agresión y de los

estados motivacionales (Díaz y Ostrosky, 2012). A ello se unen problemas de control

ejecutivo y de gestión atencional, los cuales son manifestados comportamentalmente

a través de la dificultad para elaborar un plan, mantenerlo o modificarlo en función de

las demandas del entorno para la resolución de conflictos, dichas conductas están

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relacionadas anatómicamente con síntomas presentes en pacientes con lesiones en la

corteza prefrontal dorsolateral.

Al respecto Arango, Puerta y Pineda (2008) respaldan lo expuesto, planteando

que los jóvenes infractores presentan dificultades para inhibir y controlar la conducta,

cuando se esperaría que lo hicieran; también evidencian fallas en la planeación y

organización de secuencias de conductas, para enfrentar una tarea o solucionar un

problema que requiera iniciativa y producción de comportamientos dirigidos a

alcanzar un objetivo. En relación a esto, los autores encuentran en el grupo control

una capacidad para iniciar la conducta de manera proactiva, además planifican y

organizan su comportamiento en función de los retos o problemas a resolver, “tienen

suficiente monitoreo y automonitoreo para prevenir las consecuencias de sus

conductas en los demás y darse cuenta de si su conducta es acorde con los objetivos

propuestos para realizar una tarea o para solucionar un problema” (p. 74).

En este orden, se demuestra que los jóvenes delictivos en relación a la

población general presentan mayores problemas de conducta social y control

emocional, es decir, manifiestan dificultades para inhibir respuestas culturalmente

inapropiadas, comportamientos agresivos y labilidad afectiva. Ambas dimensiones

están vinculadas con el funcionamiento de la corteza orbitofrontal. Estas evidencias

son similares a las aportadas por Pedrero et al. (2013), quienes plantean que los

adictos con trastorno antisocial de la personalidad, muestran mayores niveles de

dificultad para el control de la emociones y de la conducta social.

Considerando los resultados de las variables rasgos de personalidad y

sintomatología prefrontal, se logra precisar que los jóvenes que inciden en

comportamientos delictivos, no sólo presentan predisposición a cometer dichas

conductas por la presencia aislada de ciertos rasgos de personalidad o de síntomas

prefrontales que los hace más proclive, sino que además se comprueba la asociación

entre dichas variables, las cuales incrementan la probabilidad de que se incurra en

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actos delictivos; lo cual permite inferir que hay una asociación entre alteraciones en la

corteza prefrontal y el predominio de determinados rasgos de personalidad.

Esta asociación manifiesta la correlación que existe entre las dimensiones

búsqueda de novedad, evitación del daño y autodirección, con la presencia de

sintomatología prefrontal. Por lo tanto, se verifica que la conducta de adolescentes

antisociales privados de libertad, responde a un interés por asumir riesgos, realizar

comportamientos exploratorios con la finalidad de alcanzar premios o recompensas,

mostrando una tendencia a la impulsividad, a la dificultad para elaborar, ejecutar o

modificar un plan en función de las demandas del entorno.

En este sentido, la correlación entre las dimensiones búsqueda de novedad,

evitación del daño y autodirección, con sintomatología prefrontal, es semejante a los

resultados presentados por Ruiz et al. (2010a) con adictos a sustancias, los cuales

infieren que la dependencia a las mismas, incrementa la sintomatología frontal

generando cambios en el patrón de personalidad previo, aun cuando existen

inquietudes en cuanto a si la disfunción ejecutiva es previa, y por ello favorece la

adicción; o si es consecuencia del consumo, reflejando los cambios que éste pudiese

provocar en el funcionamiento frontal.

De igual manera, en la ejecución de conductas exploratorias e impulsivas se

exhibe propensión a la agresividad y labilidad afectiva, en especial en situaciones de

presión social. Asimismo la capacidad de elaboración, modificación o seguimiento de

planes se relaciona con la tendencia del sujeto a evitar el daño, dicha relación puede

estar vinculada con sentimientos de inseguridad debido a la incapacidad para ejecutar

planes que respondan a las exigencias del entorno, por lo que se presume que la

formulación de un estilo de vida que no incluya la comisión de actos delictivos, sea

considerada muy complicada y por ende se opte por la preferencia de conductas que

generen recompensas inmediatas.

Por otro lado, la autodirección, referida a la capacidad de autonomía y

autoconcepto positivo se relaciona con problemas de control ejecutivo y atencionales,

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donde la ejecución de planes puede afectar la gestión de recursos para el

cumplimiento de objetivos trazados, además estaría vinculado con el hecho de

prescindir de directrices para formular un estilo de vida autónomo. Este conclusión se

relaciona con la presentada por Pedrero et al. (2011) y Ruiz et al. (2010a), quienes

plantean que la dimensión autodirección evalúa los mismos procesos que se incluyen

dentro del constructo funciones ejecutivas.

En base a los resultados del presente trabajo y de las investigaciones

consultadas, resalta la importancia del papel de la corteza prefrontal debido a que

media entre las conductas de aproximación hacia los reforzadores (búsqueda de

novedad) y el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales y las

conductas de huida/escape/evitación (evitación del daño) (Ernst y Fudge, 2009). En

consecuencia, se establece que las alteraciones de la corteza prefrontal puede

favorecer el funcionamiento desadaptativo de la conducta.

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Conclusiones

El simple enunciado de incluir el análisis de factores psicológicos y

neuropsicológicos, como rasgos de personalidad y presencia de síntomas prefrontales,

representa un nuevo objeto de análisis en el campo investigativo, puesto que la

influencia de éstos, y la comprobación de una relación entre ambos en la

configuración de determinadas tendencias conductuales, introduce nuevas

explicaciones en la comisión de comportamientos delictivos por parte de

adolescentes, obtenidas a partir del cruce de aspectos conceptuales y de datos

arrojados por la muestra de estudio, las cuales condujeron a las siguientes

conclusiones.

En primera instancia, se encontró que existe una diferencia acentuada entre

jóvenes antisociales privados de libertad en comparación con adolescentes

pertenecientes a la población general, donde el grupo delictivo exhibió puntuaciones

más altas en todos los rasgos de la personalidad previsto en el modelo de Cloninger,

así como presencia de síntomas prefrontales en términos generales.

En este sentido, los adolescentes con conductas delictivas presentan mayor

capacidad para controlar su propia conducta orientándola a metas y objetivos

personales, pudiendo prescindir de directrices inculcadas en su infancia,

convirtiéndose en individuos autónomos capaces gestionar sus propios recursos, en

comparación al grupo no delictivo.

Además, los jóvenes antisociales difieren con el grupo de población general

en la forma en cómo perciben la situaciones, los riesgos y las posibles consecuencias

que pueda traer ciertos comportamientos desadaptativos, debido a que a grandes

rasgos, el perfil del joven antisocial presenta una tendencia acentuada a ejecutar

conductas impulsivas, mostrando mayor curiosidad y una búsqueda exhaustiva de

estímulos novedosos que satisfagan sus deseos personales los cuales son antepuestos

a las normas ético-morales de convivencia social.

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Asimismo, se estableció un perfil de jóvenes antisociales caracterizados por

una tendencia alta a responder intensamente frente a estímulos que indiquen

recompensa y dolor, haciéndolos propensos a realizar comportamiento exploratorios

que vayan dirigidos a alcanzar premios y evitar el castigo. En relación a ello, se

encontró que existe una mayor actividad en cuanto a la ejecución de conductas y

decisiones impulsivas, mayor búsqueda de situaciones novedosas y baja tolerancia a

la frustración con posibles ataques de ira.

Cabe destacar, que los adolescentes no delictivos presentan una predisposición

al orden, a las conductas reguladas y una actitud reflexiva, además exhiben una

adecuada tolerancia a la frustración, lo que permite concluir que existe una tendencia

en colocar en segundo plano la satisfacción de deseos que impliquen la violación de

las leyes sociales.

En otra dirección, los adolescentes antisociales presentan mayor

predisposición a evitar estímulos aversivos, como castigos y frustraciones. Además,

persistencia en el mantenimiento de conductas desadaptativas, a pesar de las

frustraciones o castigos que éstas puedan generar. Igualmente, se observa mayor

disposición a responder a estímulos que conlleven a recompensas y cumplan con sus

expectativas y ambiciones, lo cual los hace proclives a la realización de conductas

delictivas.

De igual forma, se comprobó que los adolescentes delictivos presentan mayor

nivel de autotrascedencia en comparación con la población no delictiva, haciéndolos

afines a una identificación espiritual con un todo del cual sienten que forman parte

esencial, estableciendo un sentido superior de trascendencia basado en creencias

religiosas acentuadas. Finalmente, presentan una aceptación adecuada con respecto a

los otros, siendo capaces de identificar sus emociones, empatizando con los demás y

siendo sensibles a las necesidades ajenas. Sin embargo; los puntajes arrojados por lo

datos en ambos rasgos fueron bajos, por lo cual dichos rasgos no pasan a ser

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preponderantes, ni actuar como factores protectores al momento de ejecutar

conductas delictivas.

En cuanto a las conclusiones de la presente investigación, referida a la

presencia de síntomas prefrontales, se observó una diferencia entre el grupo de

jóvenes antisociales con el grupo no delictivo. Al respecto, el grupo delictivo exhibió

dificultades para elaborar un plan, mantenerlo o modificarlo en función de las

demandas del entorno en la resolución de conflicto. Dichos comportamiento están

relacionados anatómicamente con síntomas presente en pacientes con lesiones en la

corteza prefrontal.

Paralelamente, se demostró que los jóvenes antisociales en comparación con

el grupo no delictivo presentan mayores dificultades para inhibir respuestas

culturalmente inapropiadas, conductas agresivas en situaciones de presión social y

labilidad afectiva. Ambas dificultades están relacionadas anatómicamente con

alteraciones en la integridad de los circuitos orbitales.

Finalmente, se verificó que jóvenes antisociales inician conductas de tipo

impulsivas para el logro de sus metas. Dichas conductas son asociadas con síntomas

de pacientes que presentan disfunción ventromedial. Sin embargo; dichas dificultades

motivacionales no se presentan en la misma magnitud que los problemas de control

ejecutivo y control emocional.

Consiguientemente, los jóvenes que inciden en comportamiento delictivos no

sólo presentan predisposición a cometer este tipo de conductas por la presencia

aislada de ciertos rasgos de personalidad o de síntomas prefrontales que los hace más

proclives, sino que además se comprobó una asociación entre dichas variables, las

cuales incrementan la probabilidad de que se incurra en actos delictivos. Es decir, que

las alteraciones en el cortex prefrontal intervienen en los rasgos de personalidad que

una persona posee.

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En relación al rasgo autodirección, referida a la capacidad de autonomía y

autoconcepto positivo que presentan los adolescentes, este se asocia con problemas

de control ejecutivo y atencionales, donde la invención, ejecución y seguimiento de

los planes y la capacidad atencional otorgada a los mismos, puede afectar la gestión

de los recursos para el cumplimiento de los objetivos personales o el cumplimiento de

las metas trazadas.

De la misma forma, se verificó que los adolescentes antisociales privados de

libertad poseen dificultades de control ejecutivo lo cual se relaciona con el rasgo

búsqueda de novedad. Dicha relación puede influir en la tendencia que tienen estos

jóvenes a realizar comportamientos exploratorios e impulsivos con la finalidad de

alcanzar premios o recompensas, puesto que los problemas en la idealización,

ejecución o modificación de planes trazados puede no considerar las demandas del

entorno.

Además, se exhibió una relación entre problemas de control emocional y

rasgo búsqueda de novedad, lo cual significa una predisposición a expresar

agresividad y labilidad afectiva, tanto en situaciones de presión social como en la

realización de actividades exploratoria, lo cual los hace más propensos a la comisión

de conductas impulsivas.

Por otro lado, las dificultades para elaborar, modificar o seguir un plan se

relaciona con la tendencia que presentan los jóvenes delictivos a evitar estímulos que

ellos consideren aversivos. Debido a que estos problemas de planificación traen

consigo una serie de frustraciones por las cuales el sujeto evita todo elemento

considerado o percibido negativo para él.

Cabe acotar, que se obtuvieron relaciones de menor significancia entre los

problemas de control emocional y social y rasgo evitación del daño, lo que significa

que los jóvenes antisociales presentan un desajuste emocional o labilidad afectiva al

momento de adoptar respuestas inhibitorias ante estímulos aversivos. Asimismo, su

dificultad para controlarse socialmente puede hacer que este tipo de adolescente

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incurra en conductas socialmente inapropiadas al momento de evitar castigos,

sobrellevar frustraciones o manejar la falta de recompensa.

Otro de los síntomas prefrontales que presentó una relación de menor efecto

fueron los problemas de control social y el rasgo, búsqueda de novedad, lo que indica

que la dificultada para controlarse socialmente pueden llevar a estos adolescente a

realizar comportamientos exploratorios inapropiados, con respuestas desadaptativas

ante estímulos que indiquen recompensa o castigos.

Además, se debe señalar que los problemas de control ejecutivo referidos a

problemas para elaborar, mantener o modificar planes, se relaciona en menor tamaño

con el rasgo de autotrascendencia, pudiendo ser las creencias espirituales y su sentido

de trascendencia en el universo, factores que intervienen en la idealización de los

planes, en la percepción de los riesgos o en el impacto de las posibles consecuencias

que puedan traer la ejecución de los mismos. Por último, el rasgo cooperatividad se

relaciona con los síntomas prefrontales de manera general pero presenta una

magnitud del efecto pequeña.

Recomendaciones

En base a las conclusiones, se formulan a continuación una serie de

recomendaciones.

Se sugiere la ejecución de técnicas neuropsicológicas que posibiliten mejorías

en las conductas emanadas de las funciones cortex prefrontal, dado que la afectación

actual del cortex prefrontal que lleva a los sujetos a presentar un déficit en el

procesamiento cognitivo y la realización de comportamientos derivados, influye en la

eficacia que puedan tener los tratamientos a los que son sometidos estos adolescentes

cómo forma para reinsertarlos en la sociedad, puesto que un tratamiento de tipo

psicológico que no considere la afectación de partes anatómicas, no podría tener el

mismo efecto que la realización de un tratamiento integral.

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Por otro lado, se debe considerar que la comisión de conductas impulsivas

incrementa la probabilidad de que estos adolescentes no solamente incurran en la

realización de conductas delictivas; sino además busquen la vivencia de situaciones

placenteras generadas a partir de la búsqueda o uso de drogas. Premisa derivada a

partir de la información obtenida en la entrevista inicial, donde se comprobó que la

mayoría de los jóvenes antisociales presentaban consumo frecuente de cannabis,

alcohol y cigarrillo.

Es por ello, que se hace necesario que otras investigaciones incluyan el

consumo de las drogas como una variable interviniente en la realización de dichas

conductas, debido a que no queda claro si al momento de ejecutar los delitos se

encontraban bajo el efecto de algún tipo de droga o si por el contrario el consumo

prolongado de las mismas generaron cambios en el sistema nervioso central y en la

personalidad del sujeto, haciéndolos más proclives al desarrollo de patrones

conductuales desadaptativos.

Por otro lado, una alteración del cortex prefrontal puede derivarse del

consumo excesivo de sustancias, esto al considerar que para efectos de este trabajo la

población estudiada no reportó, en la entrevista realizada, periodos de intoxicación

frecuentes. Sin embargo; sería adecuado considerar el efecto de este tipo de variable

como un elemento importante a tomar en cuenta en futuras investigaciones.

Igualmente, se desconoce si los altos puntajes obtenidos en la dimensión

autotrascendencia, referida a la conexión espiritual y a las creencias religiosas que

presentan los jóvenes delictivos, es un rasgo propio de la personalidad o un elemento

desarrollado por las características inherentes al centro de resocialización en el que

están recluidos, donde se promueve la religión como un factor protector y principal

fuente de apoyo para no reincidir en conductas delictivas. Se recomienda estudiar a

mayor profundidad dicha categoría, puesto que ahondar en ella permitiría comprobar

si las creencias religiosas constituyen un detonante o un inhibidor para la

manifestación conductual de otros rasgos de la personalidad.

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De igual manera, es fundamental que los tratamientos psicológicos incluyan

en su elaboración, las características, afectación y problemática de cada sujeto,

haciéndolos más personalizados para generar una resocialización, no sólo desde la

modificación comportamental, sino también desde el logro de una reestructuración

cognitiva, hecho que solo se puede lograr considerando los rasgos de personalidad y

funcionamiento prefrontal que presenta cada individuo y que los diferencia del resto.

Se sugiere además, la combinación de técnicas cognitivas y neuropsicológicas

para la planificación y modificación de los planes preestablecidos, debido a que la

baja tolerancia a la frustración y los problemas para el afrontamiento de situaciones

de presión social, los hacen asumir conductas poco asertivas.

Se considera pertinente la realización de intervenciones grupales que permitan

iniciar un proceso de socialización intersujetos. Para ello, el uso de técnicas como

feedback, escucha empática, programa de habilidades sociales y entrenamiento

asertivo constituyen una opción adecuada para la elaboración de un plan de

intervención psicológico. Asimismo, lograr un adecuado manejo de la ira podría

minimizar las reacciones desadaptativas de adolescentes ante situaciones conflictivas,

más aún si se considera que ambas variables apuntaron un descontrol emocional

significativo en la población delictiva.

Cabe destacar, que la relación establecida entre sintomatología prefrontal y

rasgos de personalidad abre una nueva línea investigativa que hace alusión a la

necesidad de extrapolar su asociación a otros campos clínicos y de esta forma

proponer abordajes integrales, donde los psicológicos partan de un enfoque que no

sólo contemple técnicas cognitivas-conductuales propia de los tratamientos

tradicionales, sino que incluyan en sus planes de intervención técnicas

neuropsicológicas que garanticen una rehabilitación cognitiva. Para ello, se

recomienda el estudio de las teorías neuropsicológicas y de la afectación a nivel

comportamental, consecuencias de estas alteraciones.

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Es importante además, que esta premisa sirva para promover entrenamiento en

los profesionales de la psicológica respecto al uso de técnicas neuropsicológicas,

debido a que en la actualidad el funcionamiento neurológico del ser humano se

visiona como una responsabilidad o motivo de referencia a neuropsicólogos,

limitando la intervención de los psicólogos en pacientes que presentan este tipo de

alteraciones.

En otro sentido, la relevancia de este trabajo radica en la apertura de nuevas

consideraciones en el campo clínico, donde el deterioro de las funciones ejecutivas

mediado por alteraciones del cortex prefrontal, propone la necesidad de crear

estrategias y formas de evaluación que consideren cuales serían los efectos positivos

y negativos de la aplicación de una terapia o un tratamiento determinado.

Finalmente, la realización de más investigaciones en este campo, permitiría a

los profesionales de la psicología identificar características comportamentales

asociadas a dichos rasgos y síntomas prefrontales en adolescentes conflictivos, y de

esta forma incluir en el abordaje terapéutico, objetivos y técnicas que prevengan de

manera primaria la posible comisión de conductas antisociales.

Considerando lo previamente expuesto y pese a que las conclusiones fueron

consistentes con los objetivos planteados, existen una serie de limitaciones y aspectos

que deben considerarse en futuras investigaciones.

La evaluación de los síntomas prefrontales y los rasgos de personalidad

realizada a la población de estudio, no consideró las características culturales

específicas del grupo, debido a que los instrumentos utilizados fueron validados en

poblaciones pertenecientes a un contexto sociocultural distinto. Es por ello, que se

recomienda utilizar escalas diseñadas, validadas y apoyadas empíricamente en

poblaciones que compartan el mismo marco cultural.

En otra perspectiva, se hace necesario reflexionar que la presente

investigación solo consideró jóvenes adolescentes que fuesen de un mismo sexo y de

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un determinado rango de edad, dejando un desconocimiento de sí las características

de personalidad inherentes al sexo difieren en el sexo femenino, y si una vez

trascurrido el periodo de adolescencia, la acentuación de ciertos rasgos de

personalidad disminuye por el nivel de madurez alcanzado tras el cese de cambios de

fisiológicos inherentes a esta etapa. Por ende seria de suma importancia considerar

dichas diferencias para el logro de resultados más veraces.

Igualmente, el utilizar una muestra de sujetos recluidos en un centro que

provee tratamiento, podría afectar la presencia y acentuación de las variables objetos

de estudio, por ende se propone que se considere el tiempo de reclusión del individuo,

ya que de esta forma podría diferenciarse el efecto que ha tenido el tratamiento en los

rasgos de personalidad presentes, ausentes o mantenidos.

La aplicación de un estudio transeccional realizado en único momento, no

permite saber si los adolescentes recluidos, presentaban antes de su ingreso al centro

los rasgos de personalidad obtenidos en este estudio. Al respecto, se propone la

realización de estudios longitudinales que no sólo podrían comprobar si ciertos rasgos

de personalidad, como la autotrascendencia, se conserva o se modifica tras la

aplicación de un tratamiento, sino que permitiría una evaluación más veraz y más

certera de la percepción que presentan los jóvenes al momento de entrar al centro de

resocialización y transcurrido un tiempo de encontrarse recluido en éste.

Finalmente, es de suma importancia continuar con estudios realizados en esta

misma población ya que se aportaría mayor validez empírica y predictibilidad de la

influencia de las variables rasgos de personalidad y sintomatología prefrontal, ya sea

de manera aislada o relacionadas a problemas de índole social, lo cual permitiría idear

tratamientos específicos y efectivos en la población para prevenir la continuación de

la vida delictiva en adolescentes.

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