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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año LII, número 15 (2.662) Ciudad del Vaticano 10 de abril de 2020 S EMANA S ANTA EN VA TICANO La vida se mide desde el amor

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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00

L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año LII, número 15 (2.662) Ciudad del Vaticano 10 de abril de 2020

SEMANA SA N TAEN VA TICANO

La vidase midedesde

el amor

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L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 10 de abril de 2020, número 15

esús «se despojó de sí mismotomando la condición de es-clavo» (Flp 2, 7). Con estas pa-labras del apóstol Pablo, dejé-monos introducir en los días

santos, donde la Palabra de Dios,como un estribillo, nos muestra a Je-sús como siervo: el siervo que lavalos pies a los discípulos el Juevessanto; el siervo que sufre y que tri-unfa el Viernes santo (cf. Is 52, 13); ymañana, Isaías profetiza sobre Él:«Mirad a mi Siervo, a quien sos-tengo» (Is 42, 1). Dios nos salvó sir-viéndonos. Normalmente pensamosque somos nosotros los que servimosa Dios. No, es Él quien nos sirviógratuitamente, porque nos amóprimero. Es difícil amar sin ser ama-dos, y es aún más difícil servir si nodejamos que Dios nos sirva.

Pero, una pregunta: ¿Cómo nossirvió el Señor? Dando su vida pornosotros. Él nos ama, puesto quepagó por nosotros un gran precio.Santa Ángela de Foligno aseguróhaber escuchado de Jesús estas pa-labras: «No te he amado en broma».Su amor lo llevó a sacrificarse pornosotros, a cargar sobre sí todonuestro mal. Esto nos deja con laboca abierta: Dios nos salvó dejandoque nuestro mal se ensañase con Él.

Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, enestos días santos pongámonos ante el Crucificado —mirad, miradal Crucificado—, que es la medida del amor que Dios nos tiene.Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos, mirandoal Crucificado, la gracia de vivir para servir

Homilía del Pontífice en la celebración del Domingo de Ramos

Redescubrirque la vida no

sirve, si no se sirve«El drama que estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio loque cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes … pidamos, mirando al Cru-cificado, la gracia de vivir para servir», lo señaló el Papa Francisco en la homilíadel Domingo de Ramos el día 5 de abril. El Pontífice presidió la celebración conla que comienza la Semana Santa ante un grupo reducido en el altar de laCátedra de San Pedro debido a las medidas de prevención por la pandemia decoronavirus. Publicamos, a continuación, la traducción en español de las pa l a b ra spronunciadas por el Papa.

“Semana Santa

J Sin defenderse, sólo con la hu-mildad, la paciencia y la obedienciadel siervo, simplemente con la fuerzadel amor. Y el Padre sostuvo el servi-cio de Jesús, no destruyó el mal quese abatía sobre Él, sino que losostuvo en su sufrimiento, para quesólo el bien venciera nuestro mal,para que fuese superado completa-mente por el amor. Hasta el final.

El Señor nos sirvió hasta el puntode experimentar las situaciones másdolorosas de quien ama: la traición yel abandono. La traición. Jesús su-frió la traición del discípulo que lovendió y del discípulo que lo negó.Fue traicionado por la gente que loaclamaba y que después gritó: «Seacrucificado» (Mt 27, 22). Fue trai-cionado por la institución religiosaque lo condenó injustamente y porla institución política que se lavó lasmanos. Pensemos en las traicionespequeñas o grandes que hemos su-frido en la vida. Es terrible cuandose descubre que la confianza depos-itada ha sido defraudada. Nace taldesilusión en lo profundo delcorazón que parece que la vida yano tuviera sentido. Esto sucedeporque nacimos para amar y seramados, y lo más doloroso es la trai-ción de quién nos prometió ser fiel y

estar a nuestro lado. No podemos nisiquiera imaginar cuán dolorosohaya sido para Dios, que es amor.

Examinémonos interiormente. Sisomos sinceros con nosotros mismos,nos daremos cuenta de nuestra infi-delidad. Cuánta falsedad, hipocresíay doblez. Cuántas buenas inten-ciones traicionadas. Cuántas prome-sas no mantenidas. Cuántos propósi-tos desvanecidos. El Señor conocenuestro corazón mejor que nosotrosmismos, sabe que somos muy dé-biles e inconstantes, que caemosmuchas veces, que nos cuesta le-vantarnos de nuevo y que nos res-ulta muy difícil curar ciertas heridas.¿Y qué hizo para venir a nuestro en-cuentro, para servirnos? Lo quehabía dicho por medio del profeta:«Curaré su deslealtad, los amarégenerosamente» (Os 14, 5). Nos curócargando sobre sí nuestra infidelid-ad, borrando nuestra traición. Paraque nosotros, en vez de desanim-arnos por el miedo al fracaso,seamos capaces de levantar lamirada hacia el Crucificado, recibirsu abrazo y decir: «Mira, mi infidel-idad está ahí, Tú la cargaste, Jesús.Me abres tus brazos, me sirves contu amor, continúas sosteniéndome...Por eso, ¡sigo adelante!».

El abandono. En el Evangelio dehoy, Jesús en la cruz dice una frase,sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?» (Mt 27,46). Es una frase dura. Jesús sufrióel abandono de los suyos, que habí-an huido. Pero le quedaba el Padre.Ahora, en el abismo de la soledad,por primera vez lo llama con elnombre genérico de «Dios». Y legrita «con voz potente» el «¿porqué?», el porqué más lacerante:«¿Por qué, también Tú, me hasabandonado?». En realidad, son laspalabras de un salmo (cf. 22, 2) quenos dicen que Jesús llevó a la ora-ción incluso la desolación extrema,pero el hecho es que en verdad laexperimentó. Comprobó el aban-dono más grande, que los Evan-gelios testimonian recogiendo suspalabras originales.

¿Y todo esto para qué? Una vezmás por nosotros, para servirnos.Para que cuando nos sintamos entrela espada y la pared, cuando nos en-contremos en un callejón sin salida,sin luz y sin escapatoria, cuandoparezca que ni siquiera Dios re-sponde, recordemos que no estamossolos. Jesús experimentó el aban-dono total, la situación más ajena aÉl, para ser solidario con nosotros

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en todo. Lo hizo por mí, por ti, portodos nosotros, lo ha hecho para de-cirnos: «No temas, no estás solo.Experimenté toda tu desolación paraestar siempre a tu lado». He aquíhasta dónde Jesús fue capaz de ser-virnos: descendiendo hasta el abismode nuestros sufrimientos más atro-ces, hasta la traición y el abandono.Hoy, en el drama de la pandemia,ante tantas certezas que se desmor-onan, frente a tantas expectativastraicionadas, con el sentimiento deabandono que nos oprime elcorazón, Jesús nos dice a cada uno:«Ánimo, abre el corazón a mi amor.Sentirás el consuelo de Dios, que tesostiene».

Queridos hermanos y hermanas:¿Qué podemos hacer ante Dios quenos sirvió hasta experimentar la trai-ción y el abandono? Podemos notraicionar aquello para lo que hemossido creados, no abandonar lo quede verdad importa. Estamos en elmundo para amarlo a Él y a los de-

Vídeo de Francisco pide un gesto de ternura para quien sufre a causa del covid-19, para los niños y los ancianos

La creatividad del amor vence el aislamientoAntes del inicio de la Semana Santa, en este tiempo de pandemia decoronavirus, el Papa Francisco quiso estar cerca de las familias de Italia ydel mundo a través de un mensaje de video que se retransmitió la tarde delviernes 3 de abril en la televisión pública italiana. A continuación, publicamosuna transcripción del mensaje.

Queridos amigos, buenas tardes:

Esta tarde tengo la oportunidad de entrar en vuestras casas deuna manera diferente a la habitual. Si me lo permitís, me gusta-ría hablar con vosotros unos momentos en este período de difi-cultad y de sufrimientos. Os imagino en vuestras familias, mien-

tras vivís una vida inusual para evitar el contagio. Pienso en la vivacidadde los niños y los jóvenes, que no pueden salir, ir a la escuela, hacer suvida. Tengo en mi corazón a todas las familias, especialmente a las quetienen algún ser querido enfermo o a las que desgraciadamente están deluto por el coronavirus u otras causas. En estos días pienso a menudo enlas personas solas para las que es más difícil afrontar estos momentos.Sobre todo pienso en los ancianos, a los que quiero tanto.

No puedo olvidar a los que están enfermos a causa del coronavirus, alas personas ingresadas en los hospitales. Tengo presente la generosidadde los que se exponen al peligro para curar esta pandemia o para garan-tizar los servicios esenciales a la sociedad. ¡Cuántos héroes, de todos losdías, de todas las horas! También recuerdo a los que pasan apuros eco-nómicos y están preocupados por el trabajo y el futuro. Pienso ademásen los presos en las cárceles, a cuyo dolor se suma el miedo a la epide-mia, por ellos y por sus seres queridos, pienso en las personas sin techo,que no tienen un hogar que los proteja.

Es un momento difícil para todos. Para muchos, muy difícil. El Papalo sabe y, con estas palabras, quiere expresar a todos su cercanía y suafecto. Intentemos, si podemos, aprovechar este tiempo lo mejor posible:seamos generosos; ayudemos a quien lo necesita en nuestro entorno; bus-quemos, a lo mejor por teléfono o en las redes sociales, a las personasque están más solas; recemos al Señor por los que pasan por esta pruebaen Italia y en el mundo. Aunque estemos aislados, el pensamiento y elespíritu pueden llegar lejos con la creatividad del amor. Es lo que hacefalta hoy: la creatividad del amor.

Celebramos la Semana Santa de una manera realmente inusual, quemanifiesta y resume el mensaje del Evangelio, el del amor ilimitado deDios. Y en el silencio de nuestras ciudades, resonará el Evangelio dePascua. Dice el apóstol Pablo: “Y murió por todos, para que ya no vivanpara sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2Corintios 5, 15). En Jesús resucitado, la vida ha vencido a la muerte. Estafe pascual alimenta nuestra esperanza. Me gustaría compartirla con voso-tros esta noche. Es la esperanza de un tiempo mejor, en el que tambiénnosotros podamos ser mejores, finalmente liberados del mal y de estapandemia. Es una esperanza: la esperanza no defrauda; no es una ilu-sión, es una esperanza.

Los unos al lado de los otros, en el amor y la paciencia, podemos pre-parar en estos días un tiempo mejor. Gracias por dejarme entrar en vues-tras casas. Tened un gesto de ternura con los que sufren, con los niños,con los ancianos. Decidles que el Papa está cerca y reza para que el Se-ñor nos libre pronto del mal a todos. Y vosotros, rezad por mí. Buenacena. Hasta pronto.

Cultivar, dar testimoniode la esperanza, la generosidad

y la solidaridadPublicamos a continuación las palabras que dirigió el Pontífice al finalde la celebración de Ramos y de la récita del rosario

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de que concluya esta celebración, me gustaría saluda-ros a todos los que han tomado parte en ella mediante losmedios de comunicación sociales. De manera particular,quiero acordarme de los jóvenes de todo el mundo que vi-

ven, de una manera inédita, a nivel diocesano, la Jornada Mundialde la Juventud, que se celebra hoy. Justo hoy estaba prevista la en-trega de la cruz por los jóvenes de Panamá a los de Lisboa. Esteevocador gesto se aplaza al domingo de Cristo Rey, el próximo 22de noviembre. A la espera de ese momento, os insto a vosotros, jó-venes, a cultivar y dar testimonio de la esperanza, la generosidad yla solidaridad que todos necesitamos en estos tiempos difíciles. Ma-ñana, 6 de abril, se celebra el Día Mundial del Deporte para el De-sarrollo y la Paz, convocado por las Naciones Unidas. En este pe-riodo se han tenido que suspender muchos eventos, pero florecenlos mejores frutos del deporte: la resistencia, el espíritu de equipo,la fraternidad, el dar lo mejor de sí mismo… Así que fomentemos eldeporte para la paz y el desarrollo. Muy queridos hermanos y her-manas, empecemos con fe la Semana Santa, en la que Jesús sufre,muere y resucita. Invito a las personas y las familias que no puedenparticipar en las celebraciones litúrgicas a que se reúnan en casa pa-ra la oración, con la ayuda de los medios tecnológicos. Abracemosespiritualmente a los enfermos, a sus familias y a quienes los cuidancon tal abnegación; recemos por los difuntos, en la luz de la fe pas-cual. Cada uno está presente en nuestro corazón, en nuestro recuer-do, en nuestra oración. Aprendamos de María el silencio interior, lamirada desde el corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en su ca-mino hacia la cruz, que conduce a la gloria de la Resurrección. Élcamina con nosotros y sustenta nuestra esperanza.

más. El resto pasa, el amor per-manece. El drama que estamos at-ravesando en este tiempo nos obligaa tomar en serio lo que cuenta, a noperdernos en cosas insignificantes, aredescubrir que la vida no sirve, sino se sirve. Porque la vida se midedesde el amor. De este modo, encasa, en estos días santos pongá-monos ante el Crucificado —mirad,mirad al Crucificado—, que es la me-dida del amor que Dios nos tiene. Y,ante Dios que nos sirve hasta dar lavida, pidamos, mirando al Crucific-ado, la gracia de vivir para servir.Procuremos contactar al que sufre,al que está solo y necesitado. Nopensemos tanto en lo que nos falta,sino en el bien que podemos hacer. Mirad a mi Siervo, a quien sostengo.El Padre, que sostuvo a Jesús en laPasión, también a nosotros nos an-ima en el servicio. Es cierto quepuede costarnos amar, rezar, perdon-ar, cuidar a los demás, tanto en lafamilia como en la sociedad; puede

parecer un vía crucis. Pero el caminodel servicio es el que triunfa, el quenos salvó y nos salva, nos salva lavida. Quisiera decirlo de modo par-ticular a los jóvenes, en esta Jornadaque desde hace 35 años está ded-icada a ellos. Queridos amigos:Mirad a los verdaderos héroes quesalen a la luz en estos días. No sonlos que tienen fama, dinero y éxito,

sino son los que se dan a sí mismospara servir a los demás. Sentíos lla-mados a jugaros la vida. No tengáismiedo de gastarla por Dios y por losdemás: ¡La ganaréis! Porque la vidaes un don que se recibe entregán-dose. Y porque la alegría másgrande es decir, sin condiciones, sí alamor. Es decir, sin condiciones, sí alamor, como hizo Jesús por nosotros.

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Que nadie aproveche la pandemia para sus propios intereses

En estos momentos de turbamiento, de dificultad, de dolor, muchas vecesla gente tiene la posibilidad de hacer una u otra cosa, muchas cosasbuenas. Pero tampoco falta que a alguno se le ocurra hacer algo no tanbueno, aprovechar el momento y aprovecharlo para sí mismo, para su

propio beneficio. Oremos hoy para que el Señor nos dé a todos una concienciarecta, una conciencia transparente, que pueda mostrarse ante Dios sin avergon-zarse. Hacía tiempo que los doctores de la ley, incluso los sumos sacerdotes, es-taban inquietos porque sucedían cosas extrañas en el país. Primero ese Juan, queal final lo dejaron estar porque era un profeta, bautizaba allí y la gente iba, perono había otras consecuencias. Luego llegó este Jesús, señalado por Juan. Emp e-zó a hacer señales, milagros, pero sobre todo empezó a hablarle a la gente y lagente lo entendía, lo seguía, y no siempre observaba la ley, y esto los inquietabamucho. “Este es un revolucionario, un revolucionario pacífico... Este atrae alpueblo, el pueblo lo sigue...” (cf. Juan 11, 47-48). Y estas ideas les llevaron a ha-blar entre ellos: “Mira, a mí esto no me gusta... eso otro...”, y así entre ellos te-nían este tema de conversación, de preocupación también. Luego algunos fuero na él para ponerlo a la prueba, y siempre el Señor tenía una respuesta clara que aellos, los doctores de la ley, no se les había ocurrido. Pensemos en esa mujer ca-sada siete veces, viuda siete veces: “Pero en el cielo, ¿de cuál de estos maridosserá esposa?” (cf. Lucas 20, 33). Él respondió claramente y ellos se fueron un po-co avergonzados por la sabiduría de Jesús y otras veces se marcharon humilla-dos, como cuando quisieron apedrear a esa señora adúltera y Jesús dijo al final:“Los que estén sin pecado tiren la primera piedra” (cf. Juan 8, 7) y dice el Evan-gelio que se marcharon, empezando por los ancianos, humillados en ese momen-to.

Esto hacia crecer esta conversación entre ellos: “Debemos hacer algo, esto noestá bien...”. Después enviaron a los soldados a buscarlo y volvieron diciendo:“No pudimos atraparlo porque este hombre habla como nadie”... “Vosotros tam-bién os dejásteis engañar” (cf. Juan 7, 45-49): enfadados porque ni siquiera lossoldados pudieron atraparlo. Y también, después de la resurrección de Lázaro—lo hemos oído hoy— muchos judíos iban allí a ver a las hermanas de Lázaro,pero algunos iban allí para ver bien qué había sucedido y referirlo, y algunos deellos fueron y les dijeron a los fariseos lo que Jesús había hecho (cf. Juan 11, 45).Otros creían en Él. Y esos que fueron, los charlatanes de todos los tiempos, queviven llevando las habladurías... fueron a informarles. En ese momento, ese gru-po que se había formado de doctores de la ley hizo una reunión formal: “Esto esmuy peligroso y tenemos que tomar una decisión. ¿Qué hacemos? Este hombrehace muchos signos —reconocen los milagros—; si le dejamos continuar así, todoscreerán en él, es un peligro, el pueblo irá tras él, se separará de nosotros” —elpueblo no estaba con ellos —. “Vendrán los romanos y destruirán nuestro temploy nuestra nación” (cf. Juan 11, 48). En esto había parte de verdad, pero no toda,era una justificación, porque habían encontrado un equilibrio con el ocupad o r,

pero odiaban al ocupador romano, aunque políticamente habían encontrado unequilibrio. Así que hablaban entre ellos. Uno de ellos, Caifás —era el más radi-cal—, era sumo sacerdote dijo: “¿No se dan cuenta de que les conviene que unsolo hombre muera por el pueblo, y no que se arruine toda la nación?”(cf. Juan 11, 50). Era el sumo sacerdote e hizo la propuesta: “Eliminémosle”. YJuan dice: “Pero esto no lo dijo por sí mismo, sino que, como era sumo sacerdo-te aquel año, profetizó que Jesús debía morir por la nación... A partir, pues, deaquel día decidieron matarlo” (cf. Juan 11, 51-53). Fue un proceso, un proceso quecomenzó con pequeñas inquietudes en tiempos de Juan el Bautista y luego ter-minó en esta sesión de los doctores de la ley y los sacerdotes. Era un procesoque crecía, un proceso que estaba bien seguro de la decisión que tenían que to-mar, pero nadie lo había dicho tan claramente: “Hay que eliminar a este”.

Este modo de proceder de los doctores de la ley es precisamente una figura decómo actúa la tentación en nosotros, porque detrás de ella estaba obviamente eldiablo que quería destruir a Jesús y la tentación en nosotros generalmente actúaasí: comienza con poco, con un deseo, una idea, crece, contagia a otros y, al fi-nal se justifica. Estos son los tres pasos de la tentación del diablo en nosotros, yaquí están los tres pasos que hizo la tentación del diablo en la persona del doc-tor de la ley. Empezó con poco, pero creció, creció, luego contagió a otros, tomócuerpo y al final se justificó: “Es necesario que uno muera por el pueblo”(cf. Juan 11, 50), la justificación total. Y todos se fueron a casa tranquilamente.Dijeron: “Esta es la decisión que teníamos que tomar”. Y todos nosotros, cuandosomos vencidos por la tentación, terminamos tranquilos, porque hemos encon-trado una justificación para este pecado, para esta actitud pecaminosa, para estavida que no está de acuerdo con la ley de Dios. Deberíamos tener el hábito dever este proceso de tentación en nosotros. Ese proceso que hace cambiar nues-tros corazones del bien al mal, que nos lleva por el camino en bajada. Algo quecrece, crece lentamente, luego contagia a otros y al final se justifica. Es difícilque las tentaciones nos lleguen de golpe, el diablo es astuto. Y sabe cómo tomareste camino, lo tomó para llegar a la condena de Jesús. Cuando nos encontra-mos en un pecado, en una caída, sí, debemos ir y pedir perdón al Señor, es loprimero que debemos hacer, pero luego debemos decir: “¿Cómo llegué a caer?¿Cómo comenzó este proceso en mi alma? ¿Cómo creció? ¿A quién he contagia-do? ¿Y cómo al final me he justificado para caer?”.

La vida de Jesús es siempre un ejemplo para nosotros y las cosas que le suce-dieron a Jesús son cosas que nos sucederán, las tentaciones, las justificaciones,las personas buenas que están a nuestro alrededor y tal vez no las sentimos, y lasmalas personas, en el momento de la tentación, tratamos de acercarnos a ellospara hacer crecer la tentación. Pero no lo olvidemos nunca: siempre, detrás deun pecado, detrás de una caída, hay una tentación que empezó pequeña, que hacrecido, que ha contagiado y al final encuentro una justificación para caer. Queel Espíritu Santo nos ilumine en este conocimiento interior.

Las homilías del Pontífice

Por los inocentes que sufren una sentenciainjusta

En estos días de Cuaresma hemos vistola persecución que sufrió Jesús y cómolos doctores de la Ley se ensañaron conél: fue juzgado con dureza, con saña,

siendo inocente. Quisiera rezar hoy por todaslas personas que sufren una sentencia injusta acausa del ensañamiento. La profecía de Isaíasque hemos escuchado es una profecía sobre elMesías, sobre el Redentor, pero también unaprofecía sobre el pueblo de Israel, sobre elpueblo de Dios: podemos decir que puede seruna profecía sobre cada uno de nosotros. Ensustancia, la profecía subraya que el Señor haelegido a su servidor desde el vientre materno:lo dice dos veces (cf. Isaías 49, 1). Su siervo fueelegido desde el principio, desde el nacimientoo antes del nacimiento. El pueblo de Dios fueelegido antes de nacer, también cada uno denosotros. Ninguno de nosotros cayó en elmundo por casualidad. Cada uno tiene un des-tino, un destino libre, el destino de la elecciónde Dios. Yo nazco con el destino de ser hijo deDios, de ser siervo de Dios, con la tarea de ser-vir, de construir, de edificar. Y esto, desde elseno materno.

El siervo de Yahvé, Jesús, sirvió hasta lamuerte: parecía una derrota, pero era la manerade servir. Y esto subraya la manera de servirque debemos tener en nuestras vidas. Servir esdarse a sí mismo, darse a los demás. Servir noes pretender para cada uno de nosotros otro be-neficio que no sea el de servir. Servir es la glor-ia, y la gloria de Cristo es servir hasta el puntode aniquilarse hasta la muerte, muerte de cruz(cf. Filipenses 2, 8). Jesús es el servidor de Is-rael. El pueblo de Dios es siervo, y cuando elpueblo de Dios se aleja de esta actitud de servi-cio es un pueblo apóstata: se aleja de la voca-ción que Dios le ha dado. Y cuando cada unode nosotros se aleja de esta vocación de servicio,se aleja del amor de Dios, y construye su vidasobre otros amores, muchas veces idólatras.

El Señor nos ha elegido desde el vientre ma-terno. En la vida hay caídas: cada uno de noso-tros es un pecador y puede caer, y ha caído.Sólo la Virgen y Jesús: todos los demás hemoscaído, somos pecadores. Pero lo que importa esla actitud ante el Dios que me eligió, que meungió como siervo; es la actitud de un pecadorque es capaz de pedir perdón, como Pedro, quejura que “no, nunca te negaré, Señor, nunca,nunca, nunca”, pero luego, cuando el gallo can-ta, llora. Se arrepiente (cf. Mateo 26, 75). Estees el camino del siervo: cuando resbala, cuandocae, pide perdón. En cambio, cuando el siervono es capaz de comprender que ha caído,cuando la pasión lo domina de tal manera quelo lleva a la idolatría, abre su corazón a satanás,entra en la noche: eso es lo que le pasó a Judas(cf. Mateo 27, 3-10). Pensemos hoy en Jesús, elsiervo, fiel en el servicio. Su vocación es servirhasta la muerte y muerte de Cruz(cf. Filipenses 2, 5-11). Pensemos en cada uno denosotros, parte del pueblo de Dios: somos ser-vidores, nuestra vocación es servir, noaprovechar nuestro lugar en la Iglesia. Servir.Siempre en servicio.

Pidamos la gracia de perseverar en el servicio.A veces con resbalones, caídas, pero la gracia deal menos llorar como Pedro lloró.

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página 6 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 10 de abril de 2020, número 15

Misa in coena Domini

La Eucaristía, el servicio, la unción

Mensaje del dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida sobre los ancianos en tiempos de coronavirus

Personas mayores en la soledad, el coronavirus mata más

Queridas hermanas y queridos her-manos,

En el corazón de esta “tem-pestad inesperada y furiosanos hemos dado cuenta –como nos recordó el Papa

Francisco – de estar en la mismab a rc a ”. Al interior están también laspersonas mayores. Como todos, sonfrágiles y están desorientadas. Aellas se dirige hoy nuestro pensa-miento de preocupación y agradeci-miento, para restituir, al menos unpoco, aquella ternura con la cual ca-da uno de nosotros ha sido acompa-ñando en la vida y para que alcance

a cada una de ellas la caricia mater-na de la Iglesia. Su generación, enestos días – difíciles para todos – es-tá pagando el precio más alto a lapandemia de Covid-19.

Las estadísticas nos dicen que enItalia más del 80% de las personasque han perdido la vida tenían másde 70 años. La ciencia nos dice queel motivo por el cual tantas personasmayores mueren es porque ellas sonmás frágiles, y que el virus tiene unporcentaje de mortandad más eleva-do en las personas que tienen una omás patologías previas.

Se trata de una explicación con-vincente, pero que podría hacernospensar que casi no se puede hacernada.

Hace unas pocas semanas, reci-biendo a los participantes al primercongreso internacional de la pastoralde las personas mayores, organizadopor nuestro Dicasterio, el PapaFrancisco afirmó que “la soledadpuede ser una enfermedad, sin em-bargo, con la caridad, la cercanía yel consuelo espiritual podemos cu-rarla”.

Se trata de palabras que en estemomento adquieren toda su impor-tancia. Ayudan a comprender que, sies verdad que el coronavirus es másletal cuando encuentra un cuerpodebilitado, en muchos casos la pato-logía preexistente es la soledad. No

es casualidad que estamos presen-ciando la muerte, en proporciones yformas terribles, de tantas personasque viven fuera de sus casas y apar-tados de su núcleo familiar, en con-diciones de soledad en verdad des-gastantes y deprimentes.

Por esto es importante que haga-mos todo lo que sea posible para re-mediar esta situación de abandonoque, en las circunstancias actuales,podría significar salvar vidas huma-nas.

En estos días son tantas las inicia-tivas en tal sentido que la Iglesia es-tá poniendo en práctica. La imposi-bilidad de seguir haciendo visitasdomiciliarias, ha impulsado a encon-trar nuevas y creativas maneras de

Publicamos, a continuación el mensaje de preocupación y agradecimiento delDicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida dirigido a las personas mayore s ,una generación que “está pagando el precio más alto en la pandemia”.

SIGUE EN LA PÁGINA 7

«Nos convertimos siempre en sagrarios del Señor», lodijo el Papa en la misa in coena Domini, en una ba-sílica vaticana vacía de fieles por la emergencia delCOVID-19, invitando a continuar en una actitud deservicio, «ese gesto que es una condición para entraren el Reino de los Cielos», a continuación las palab-ras del Pontífice.

La realidad que vivimos hoy en esta celeb-ración: el Señor que quiere permanecercon nosotros en la Eucaristía. Y nosotrosnos convertimos siempre en sagrarios del

Señor; llevamos al Señor con nosotros, hasta elpunto de que Él mismo nos dice que si nocomemos su cuerpo y bebemos su sangre, no en-traremos en el Reino de los Cielos. Este es el mis-terio del pan y del vino, del Señor con nosotros,en nosotros, dentro de nosotros.

El servicio. Ese gesto que es una condiciónpara entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, atodos. Pero el Señor, en aquel intercambio de pa-labras que tuvo con Pedro (cf. Jn 13,6-9), le hizocomprender que para entrar en el Reino de losCielos debemos dejar que el Señor nos sirva, queel Siervo de Dios sea siervo de nosotros. Y esto esdifícil de entender. Si no dejo que el Señor sea misiervo, que el Señor me lave, me haga crecer, meperdone, no entraré en el Reino de los Cielos.

Y el sacerdocio. Hoy quisiera estar cerca de lossacerdotes, de todos los sacerdotes, desde el re-cién ordenado hasta el Papa. Todos somos sacer-dotes: los obispos, todos... Somos ungidos, un-gidos por el Señor; ungidos para celebrar la Eu-caristía, ungidos para servir.

Hoy no hemos tenido la Misa Crismal —esp eroque podamos tenerla antes de Pentecostés, de locontrario tendremos que posponerla hasta el añoque viene—, sin embargo, no puedo dejar pasaresta Misa sin recordar a los sacerdotes. Sacerdotesque ofrecen su vida por el Señor, sacerdotes queson servidores. En estos días, más de sesenta hanmuerto aquí, en Italia, atendiendo a los enfermosen los hospitales, juntamente con médicos, enfer-meros, enfermeras... Son “los santos de la puertade al lado”, sacerdotes que dieron su vida sir-viendo. Y pienso en los que están lejos. Hoyrecibí una carta de un sacerdote franciscano,capellán de una prisión lejana, que cuenta cómovive esta Semana Santa con los prisioneros. Sacer-dotes que van lejos para llevar el Evangelio ymorir allí. Un obispo me dijo que lo primero que

hacía cuando llegaba a un lugar de misión, era iral cementerio, a la tumba de los sacerdotes quemurieron allí, jóvenes, por la peste y enfer-medades de aquel lugar: no estaban preparados,no tenían los anticuerpos. Nadie sabe susnombres: sacerdotes anónimos. Los curas de lospueblos, que son párrocos en cuatro, cinco, sietepueblos de montaña; van de uno a otro, y cono-cen a la gente... Una vez, uno de ellos me dijoque sabía el nombre de todas las personas de lospueblos. “¿En serio?”, le dije. Y él me dijo: “¡Ytambién el nombre de los perros!”. Conocen a to-dos. La cercanía sacerdotal. Sacerdotes buenos,sacerdotes valientes.

Hoy os llevo en mi corazón y os llevo al altar.Sacerdotes calumniados. Muchas veces sucedehoy, que no pueden salir a la calle porque lesdicen cosas feas, con motivo del drama quehemos vivido con el descubrimiento de las malasacciones de sacerdotes. Algunos me dijeron queno podían salir de la casa con el clergymanporque los insultaban; y ellos seguían. Sacerdotespecadores, que junto con los obispos y el Papapecador no se olvidan de pedir perdón y apren-den a perdonar, porque saben que necesitan pedirperdón y perdonar. Todos somos pecadores. Sa-cerdotes que sufren crisis, que no saben quéhacer, se encuentran en la oscuridad...

Hoy todos vosotros, hermanos sacerdotes, es-táis conmigo en el altar, vosotros, consagrados.Sólo os digo esto: no sed tercos como Pedro. De-jaos lavar los pies. El Señor es vuestro siervo, estácerca de vosotros para fortaleceros, para lavaroslos pies.

Y así, con esta conciencia de la necesidad deser lavado, ¡sed grandes perdonadores! ¡Perdon-ad! Corazón de gran generosidad en el perdón.Es la medida con la que seremos medidos. Comohas perdonado, serás perdonado: la misma me-dida. No tened miedo de perdonar. A veces haydudas... Mirad a Cristo, mirad al Crucificado.Allí está el perdón para todos. Sed valientes, in-cluso arriesgando en el perdón para consolar. Y sino podéis dar el perdón sacramental en ese mo-mento, al menos dad el consuelo de un hermanoque acompaña y deja la puerta abierta para que[esa persona] regrese.

Doy gracias a Dios por la gracia del sacerdo-cio, todos nosotros agradecemos. Doy gracias aDios por vosotros, sacerdotes. ¡Jesús os ama! Sóloos pide que os dejéis lavar los pies.

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número 15, viernes 10 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 7

Personas mayores en la soledad,el coronavirus mata más

VIENE DE LA PÁGINA 6

El último de los padres latinos, patrón de internet

Pasión por el saber humano

Isidoro nació en una familia de santos: suhermano Leandro era arzobispo de Sevilla,su hermana Florentina era religiosa, otrohermano, Fulgencio fue elevado con ellos a

los honores de los altares. Una familia noble,además de santa. Su padre, Severiano, era deorigen hispano-romano y de alto rango social.Su madre era visigoda y aparentemente estabaemparentada con la estirpe real. Nacidoalrededor del año 556 en Cartagena, Isidoropronto fue confiado al cuidado educativo de suhermano Leandro. Este período no fue cierta-mente fácil, porque su hermano se comportó congran severidad con Isidoro, que incluso llegó aescaparse de Sevilla.

Después de la crisis, Isidoro se reconcilió consu hermano y reanudó sus estudios. Aprendiólatín, hebreo y griego y se convirtió en uno delos principales colaboradores del arzobispo en lalucha contra la herejía arriana. Tras la muerte desu hermano, se retiró a un monasterio y fue acla-mado por su pueblo como sucesor en la cátedrade la capital andaluza. Su episcopado duró 37años (599-636). Tuvo que enfrentarse a los ráp-idos cambios que caracterizaron a la sociedad dela época, entre la decadencia de la edad antiguay el mundo romano y la aparición de la EdadMedia y las nuevas estirpes de origen germánicoque influyeron en el poder.

Fue un actor importante en el apoyo a las dé-biles estructuras culturales de España y utilizótodos los recursos para contrarrestar la crecienteinfluencia de los bárbaros. Promovió el desar-rollo de las artes liberales, la ciencia, el derecho,la teología. Formado con las lecturas de SanAgustín y San Gregorio Magno, escribió numer-osos tratados históricos, teológicos, litúrgicos ygeográficos, pero también biografías y ensayossobre el Nuevo y el Antiguo Testamento, e in-cluso escribió un diccionario de sinónimos.

Por esta gran actividad suya, Isidoro pasó a lahistoria como uno de los más grandes compil-adores medievales, ya que reunió en una especiede enciclopedia monumental todo el conocimi-ento de la época, tanto clásico como cristiano,desde la antigüedad pagana hasta el siglo VII.Esta obra se llamó Etimologiae, también cono-cida como Etimologías, y consta de veinte volú-menes que tuvieron gran influencia en las in-stituciones educativas de la Edad Media. Se im-primieron al menos diez veces entre 1470 y 1529.Cada libro comienza con una indicación deltema o temas a tratar. Para cada una de ellos seindican las palabras relativas, detalladas en suorigen y significado.

Las Etimologías también influyeron en la his-toria de la música, porque presidiendo el CuartoConcilio Nacional de Toledo, que comenzó el 5de diciembre de 633, Isidoro pidió que se ad-optara el canto sagrado en España como ya sehacía en Francia. Daba gran importancia a laliturgia, promoviendo el uso de los himnos, can-tos y oraciones que constituyen el rito mozárabe.En ese Concilio, el Arzobispo de Sevilla sentólas bases para que la política educativa de losobispos del reino fuera obligatoria.

Junto a Etymologiae encontramos De naturarerum y Synonyma, que también influyeron en elestilo de la prosa latina e italiana de los primerossiglos. Sin olvidar las obras históricas escritaspor Isidoro: la Chronica maiora, sintetizada enla Chronica minora, y la Historia de regibus Go-thorum, Wandalorum et Suevorum; pero tambi-én el Liber de viris illustribus, que contiene bio-grafías de autores eclesiásticos. Su actividad fueincansable hasta su muerte el 4 de abril de 636.Incluso cuando murió fue un ejemplo: present-ando su muerte al cielo, pidió llevar un cilicio yser puesto sobre las cenizas. Inocencio XIII loproclamó Doctor de la Iglesia, el último de losPadres Latinos. En 2002 Juan Pablo II lo señalócomo el santo patrono de Internet y de quienestrabajan en la red: una elección motivada por elreconocimiento de su trabajo para la compila-ción de la famosa enciclopedia. (nicola gori)

p re s e n c i a .Llamadas, mensajes de video o de voz, o

más tradicionalmente cartas dirigidas a quienestá solo. Frecuentemente las parroquias estándedicadas en la entrega de alimento y medici-nas a quien está obligado a no salir de casa.Casi en todos lados, los sacerdotes siguen visi-tando las casas para administrar los sacramen-tos. Muchos voluntarios, sobre todo jóvenes, seestán esforzando con generosidad para no inte-rrumpir, o para comenzar a organizar, elemen-tales redes de solidaridad. Sin embargo, la gra-vedad del momento nos llama a todos a haceralgo más. Individualmente o como Iglesias lo-cales, podemos hacer mucho por las personasmayores: orar por ellas, curar la enfermedad dela soledad, activar redes de solidaridad, y mu-cho más. Frente al escenario de una generacióngolpeada de una manera tan fuerte, estamosllamados a una responsabilidad común, quenace de la conciencia del valor inestimable decada vida humana y por la gratitud hacia nues-tro papás y abuelos. Debemos dedicar nuevasenergías para defenderlos de esta tempestad,así como cada uno de nosotros ha sido protegi-do y ayudado en las pequeñas y grandes tor-mentas de la propia vida. No dejemos solas alas personas mayores, porque en la soledad elcoronavirus cobra más vidas. Unas particularesatenciones merecen aquellos que viven al inter-no de las estructuras residenciales: escuchamoscada día noticias terribles sobre las condicionesen que se encuentran, y ya son miles de perso-nas que han perdido la vida.

La concentración en el mismo lugar de tan-tas personas frágiles y la dificultad de obtenerlos instrumentos de protección, han creado si-tuaciones dificilísimas de gestionar no obstantela abnegación y, en algunos casos, el sacrificiodel personal dedicado a su asistencia. En otras

circunstancias, sin embargo, la crisis actual eshija de una abandono existencial y terapéuticoque ha comenzado en el pasado. Aún en lacompleja situación que vivimos, es necesarioaclarar que salvar las vidas de las personas ma-yores que viven en las instituciones, o que es-tán solas o enfermas, es una prioridad del mis-mo modo que salvar a cualquier otra persona.En los países en los cuales la pandemia no hatomado grandes dimensiones, es aún posibletomar medidas preventivas para protegerlos; endonde la situación es más dramática es necesa-rio actuar para encontrar soluciones emergen-tes.

No se trata de algo secundario, de ello de-pende el futuro de nuestras comunidades ecle-siales y de nuestra sociedad porque, como dijorecientemente el Papa Francisco, “las personasmayores son el presente y el mañana de la Igle-sia”. En el sufrimiento de estos días, estamosllamados a vislumbrar el futuro. En el amor demuchos hijos y nietos y en la entrega de losasistentes y de los voluntarios, revive la compa-sión de las mujeres que se dirigen al sepulcropara hacerse cargo del cuerpo de Jesús. Comoellas, estamos asustados, pero también sabemosque no podemos dejar de vivir – si bien mante-niendo las distancias – la compasión que Élnos ha enseñado. Como ellas, pronto compren-deremos que habrá sido necesario permanecer aun lado, aun cuando parecía peligroso o inútil,seguros de las palabras del ángel, que nos invi-ta a no tener miedo. Unámonos entonces enoración por los abuelos y las personas mayoresde todo el mundo. Estrechémonos a su alrede-dor, con el pensamiento y con el corazón, ycuando posible, actuemos, para que no esténsolos. Dicasterio para los laicos, la Familia y laVi d a

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página 8 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 10 de abril de 2020, número 15

El Ponçifice propone una «gran liturgia domestica»

Con el crucifijo y el Evangelio«No lo olvidéis: Crucifijo y Evangelio». Es esta«la gran liturgia doméstica» propuesta por el PapaFrancisco para esta Semana Santa particular, entiempos de pandemia. Es la sugerencia que quisocompartir en la audiencia general del miércoles 8 deabril en la Biblioteca del Palacio ApostólicoVaticano. A continuación, publicamos el texto de lacatequesis del Pontífice.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estas semanas de preocupación por lapandemia que está haciendo sufrir tantoal mundo, entre las muchas preguntasque nos hacemos, también puede haber

preguntas sobre Dios: ¿Qué hace ante nuestrodolor? ¿Dónde está cuando todo se tuerce? ¿Porqué no resuelve rápidamente nuestros proble-mas? Son preguntas que nos hacemos sobreDios. Nos sirve de ayuda el relato de la Pasiónde Jesús, que nos acompaña en estos días santos.También allí, de hecho, se condensan tantos inte-

tros -por decirlo así- como una gran liturgia do-méstica porque estos días no podemos ir a laiglesia. ¡crucifijo y evangelio!

En el Evangelio leemos que cuando la genteva donde está Jesús para hacerlo rey, por ejem-plo, después de la multiplicación de los panes, élse va (cf. Juan 6,15). Y cuando los demoniosquieren revelar su divina majestad, los mandó ca-llar (cf. Marcos 1, 24-25). ¿Por qué? Porque Je-sús no quiere que se le malinterprete, no quiereque la gente confunda al verdadero Dios, que esamor humilde, con un dios falso, un dios mun-dano, que da espectáculo, y que se impone conla fuerza. No es un ídolo. Es Dios que se ha he-cho hombre, como cada uno de nosotros, y seexpresa como un hombre, pero con la fuerza desu divinidad. En cambio, ¿cuando se proclamasolemnemente en el Evangelio la identidad deJesús? Cuando el centurión dice: “Ve rd a d e r a -mente era el Hijo de Dios”. Se dice allí, cuandoacaba de dar su vida en la cruz, porque ya no

ramente este hombre era el Hijo de Dios” (Mar-cos 15, 39). Dice, precisamente, lo contrario delos demás. Dice que Dios está allí, que es Diosv e rd a d e r a m e n t e .

Podemos preguntarnos hoy: ¿Cuál es el verda-dero rostro de Dios? A menudo proyectamos enÉl lo que somos, a la máxima potencia: nuestroéxito, nuestro sentido de la justicia, e inclusonuestra indignación. Pero el Evangelio nos diceque Dios no es así. Es diferente y no podíamosconocerlo con nuestras fuerzas. Por eso se acercóa nosotros, vino a nuestro encuentro y precisa-mente en la Pascua se reveló completamente. ¿Ydónde se reveló completamente? En la cruz. Allíaprendemos los rasgos del rostro de Dios. No ol-videmos, hermanos y hermanas, que la cruz es lacátedra de Dios. Nos hará bien mirar al Crucifi-cado en silencio y ver quién es nuestro Señor: Elque no señala a nadie con el dedo, ni siquiera alos que le están crucificando, sino que abre losbrazos a todos; el que no nos aplasta con su glo-ria, sino que se deja desnudar por nosotros; elque no nos ama con palabras, sino que nos da lavida en silencio; el que no nos obliga, sino quenos libera; el que no nos trata como a extraños,sino que toma sobre sí nuestro mal, toma sobresí nuestros pecados. Y esto, para liberarnos delos prejuicios sobre Dios, miremos al Crucifica-do. Y luego abramos el Evangelio. En estos días,todos en cuarentena, en casa, confinados, tome-mos dos cosas en la mano: el crucifijo, mirémos-lo; y abramos el evangelio. Esto será para noso-

cabe equivocación: Se ve que Dios es omnipo-tente en el amor, y no de otra manera. Es su na-turaleza, porque está hecho así. Él es el Amor.

Tú podrías objetar: “¿Qué hago con un Diostan débil, que muere? Preferiría un Dios fuerte,un Dios poderoso”. Pero, sabes, el poder de estemundo pasa, mientras que el amor permanece.Sólo el amor guarda la vida que tenemos, por-que abraza nuestras fragilidades y las transforma.Es el amor de Dios que en la Pascua sanó nues-tro pecado con su perdón, que hizo de la muerteun pasaje de vida, que cambió nuestro miedo enconfianza, nuestra angustia en esperanza. LaPascua nos dice que Dios puede convertir todoen bien. Que con Él podemos confiar verdadera-mente en que todo saldrá bien. Y esta no es unailusión, porque la muerte y resurrección de Jesúsno son una ilusión: ¡fue una verdad! Por eso enla mañana de Pascua se nos dice: “¡No temáis!”(cf. Mateo 28, 5). Y las angustiosas preguntas so-bre el mal no se esfuman de repente, sino queencuentran en el Resucitado la base sólida quenos permite no naufragar.

Queridos hermanos y hermanas, Jesús cambióla historia acercándose a nosotros y la convirtió,aunque todavía marcada por el mal, en historiade salvación. Ofreciendo su vida en la Cruz, Je-sús también venció a la muerte. Desde el cora-zón abierto del Crucificado, el amor de Dios lle-ga a cada uno de nosotros. Podemos cambiarnuestras historias acercándonos a Él, acogiendola salvación que nos ofrece. Hermanos y herma-

nas, abrámosle todo el corazón en la oración, es-ta semana, estos días: con el crucifijo y con elEvangelio. No os olvidéis: crucifijo y evangelio.La liturgia doméstica será esta. Abrámosle todoel corazón en nuestra oración. Dejemos que sumirada se pose sobre nosotros y comprendere-mos que no estamos solos, sino que somos ama-dos, porque el Señor no nos abandona y nuncase olvida de nosotros. Y con estos pensamientosos deseo una Santa Semana y una Santa Pascua.

Al finalizar la catequesis, el Papa Francisco dirigióvarias expresiones de saludo a los fieles de lenguafrancesa, inglesa, alemana, española -que publicamosa continuación-, portuguesa, árabe, polaca e italianaque siguieron la transmisión en directo a través delos medios de comunicación. La audiencia generalconcluyó con el rezo del Pater Noster y la bendiciónapostólica.

Saludo cordialmente a los fieles de lenguaespañola que siguen esta catequesis a travésde los medios de comunicación social. En

estos días santos en que conmemoramos la Pa-sión del Señor Jesús, que con su cruz ha vencidoa la muerte y nos ha dado vida, pidámosle confe que convierta nuestro miedo en confianza,nuestra angustia en esperanza y nos haga experi-mentar la cercanía de su amor infinito. Que elCrucificado nos conceda ser cada vez más her-manos y nos sostenga con su presencia. QueDios los bendiga.

rrogantes. La gente, después dehaber recibido triunfalmente aJesús en Jerusalén, se pregunta-ba si liberaría por fin al pueblode sus enemigos (cf. Lucas 24,21). Ellos esperaban a un Me-sías poderoso, triunfante, conespada. En cambio, llega unomanso y humilde de corazón,que llama la conversión y a lamisericordia. Y precisamente lamultitud, que antes lo habíaaclamado, es la que grita: “¡Seacrucificado! (Mateo 27, 23). Losque lo seguían, confundidos yasustados, lo abandonan. Pen-saban: si esta es la suerte de Je-sús, el Mesías no es Él, porqueDios es fuerte, Dios es invenci-ble.

Pero, si continuamos leyendoel relato de la Pasión, encontra-mos un hecho sorprendente.Cuando Jesús muere, el centu-rión romano, que no era cre-yente, no era judío sino que erapagano, que le había visto su-frir en la cruz, y le había escu-chado perdonar a todos, quehabía sentido de cerca su amorsin medida, confiesa: “Ve rd a d e -