marina garcés. común (sin ismo)

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Común (Sin Ismo) Marina Garcés

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Pensar lo cotidiano desde una filosofía que nos mantiene en un contiuo. Interdependencia irrenunciable potencia poítica. Pensaré Cartoneras 2014, con permiso de Nativa.cat Más en http://www.pensarecartoneras.wordpress.com

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Page 1: Marina Garcés. Común (sin ismo)

Común(Sin Ismo)

Marina Garcés

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Page 3: Marina Garcés. Común (sin ismo)

Pensaré Cartoneras es un principio de existencia,es también una apuesta. Se trata de visibilizartextos de márgenes en formatos de márgenes. Elmaterial reciclable es tanto el recipiente -la vida delcartón- como el contenido -la vida en los textos-.Las ideas pueden ser también reciclables, viajeras yse han de apropiar. Por ello los textos sonreproducibles, abiertos, manipulables bajo una ideaya conocida

“texto global, tapa local”.

El proyecto nace de un impulso de crítica social,divulgación e interdisciplinariedad para unapráctica/teórica de la vida digna. Los textos aquíson una forma de este interés por construirconocimientos junto/ con/ para/ entre losmovimientos críticos de lo social que apuestan porla autonomía. Autonomía (práctica -palabra -concepto – límite), que no viene del griego si nodel lenguaje común que compartimos aquellos quedecimos estar “abajo y a la izquierda”.

Page 4: Marina Garcés. Común (sin ismo)

Pensaré Cartoneras publica con una Licencia Creative Commons CC-BY-NC-SA

Reconocimiento – NoComercial – CompartirIgual :No se permite un uso comercial de la obra original ni de las posiblesobras derivadas, la distribución de las cuales se debe hacer con una

licencia igual a la que regula la obra original.

Los textos de este volumen fueron publicados bajo autorización de la autoray del editor de Nativa.cat

[email protected]

La Realidad (Zona de Selva Fronteriza)

2014

Page 5: Marina Garcés. Común (sin ismo)

Una Invitación a leer – Común (sin Ismo)1

Lectura y Comunidad9

La Balsa19

Sé de un lugar25

El Factor Humano 29

Dormir para Resistir 33

La habitación interior39

Carta a mis estudiantes de filosofía (y a todos aquellos a quienes les avergüenza

continuar obedeciendo).45

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Page 7: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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Una Invitación a leer: Común (Sin Ismo)

El mundo tal y como lo vemos, suspendido, sosteniéndose

apenas de nada antes de soltarse en las manos del desconcierto.

El mundo, ese, esconde y visibiliza al mismo tiempo la potencia

de una vida cotidiana en colaboración, compartiendo: vivir

juntos es inevitable y pensarlo desde aquí nos permite poner

primero la afectividad y la empatía como práctica política

primera.

El Espai en blanc entre el yo y el yo es el mundo común.

El mundo común es el mundo en el que vivimos

El mundo en que vivimos es nuestro.

Nuestra es la realidad, suyo es el realismo.

El realismo aplasta lo común, es un imaginario totalizador

que exige la mobilización total de los medios en contra de

la dignidad.

Page 8: Marina Garcés. Común (sin ismo)

2

La dignidad es autodenominada, el derecho es un espectro

posado en un libro.

¿De qué va este libro?

Los medios, los límites, lo interior, la oscuridad de la luz,

aquello que puede darnos fuerzas y que exime cualquier

teleología, cualquier promesa de tierra prometida y que parte de

una profunda y radical toma de partido por el presente en el que

ya tenemos la mayoría de ejemplos y potencias para la

reconstrucción de un mundo nuestro: real. De hacer política

desde la afectividad. De una pizca de vergüenza, un poco de

organización y valentía para mirar con otras lentes todas las

posibilidades que nos rodean.

Pensaré Cartoneras

24 de Mayo de 2014

Caracol de La Realidad (Selva Lacandona, Chiapas, México)

Page 9: Marina Garcés. Común (sin ismo)

3

Lectura y Comunidad

Lectura y deseo de comunidad

Es interesante ver cómo en un momento de destrucción de

la vida colectiva y de acoso a las personas como el que estamos

viviendo, la lectura y quizás más aún la escritura, reaparece

como una práctica que hace comunidad o, más bien, que

organiza y articula comunidades muy concretas: grupos de

lectura, bibliotecas populares, colecciones digitales, puntos de

intercambio de libros, librerías pequeñas, especializadas y

alternativas, proyectos editoriales independientes vinculados a

grupos de aficionados a determinadas corrientes o prácticas

literarias, blogs, plataformas, etc. Al mismo tiempo, en las

instituciones tradicionales (escuelas, universidades, espacios

familiares) cada vez se lee menos, o con mayor dificultad.

Page 10: Marina Garcés. Común (sin ismo)

4

Esta efervescencia responde a un deseo de comunidad y

de cooperación que se expresa hoy en muchos ámbitos de la

vida: económico, cultural, alimentario, educativo, tecnológico…

En este sentido, hay un fenómeno en estas comunidades de

lectura-escritura que se da en continuidad con todos estos

mundos y prácticas.

Pero más allá de esta constatación, la cuestión es: ¿en qué

sentido puede hacer comunidad la lectura? Creo que la

especificidad de la lectura es que hace comunidad desencajando

toda comunidad. No es un juego de palabras: como intentaré

explicar, la lectura es la experiencia de una desviación tanto del

yo como del nosotros que amenaza la forma en que éstos

funcionan socialmente.

Por un lado, la lectura expone el Yo a una experiencia de

la soledad que no tiene nada que ver con el aislamiento del

individuo, ya sea el del individuo-víctima, aislado en su fracaso,

ya sea el del individuo triunfador, aislado en su éxito. La

soledad del lector es una soledad buscada, plena y muy

acompañada. Por eso, por otra parte, la lectura expone el

nosotros a una experiencia de la complicidad que no depende

Page 11: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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de ninguna comunidad preexistente, identificable o

representable. Leer es entrar, pues, en una soledad que inventa

sus propios cómplices: autores, personajes, amigos,

interlocutores, y que no puede dejar de hacerlo. Cada libro abre

un mundo de afectos, dentro y fuera de él, de ideas que

conectan con otros, etc, desencajando los mapas identitarios,

políticos, afectivos, ideológicos, estéticos, lingüísticos …

Desde esta insólita relación entre soledad y complicidad, la

experiencia de la lectura desplaza la dualidad individualismo –

comunidad hacia la relación inseparable entre soledad y

complicidad. Así, como veremos, nos permite pensar la

potencia de unas comunidades indomables, no normalizables ni

normativitzables y buscar estrategias concretas para combatir

los múltiples esfuerzos que el poder siempre ha dedicado a

neutralizar este potencial incontrolable de las comunidades de

lectores.

Individualismo y comunidad

Individuo y comunidad son conceptos complementarios.

El deseo de comunidad es la otra cara del individualismo.

Siempre han ido juntos, desde el cristianismo hasta la

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formación de las sociedades modernas. La nostalgia de la

comunidad (la comunidad como solución, resolución o

reconciliación) es la idea de lo perdido o de aquello a recuperar

que acompaña a los hijos de Dios, cada uno de ellos expuesto a

la mirada del Padre, en su peregrinar por la vida terrena, y es

también la que acompaña la errancia del individuo moderno.

Tengo la impresión de que hoy tendemos a reproducir este

esquema, que estamos volviendo a mirar hacia una de las

ficciones más antiguas de Occidente, la comunidad perdida,

para encontrar una salvación: la salvación a través de la

presencia y de la pertenencia, del organicismo y de la

transparencia. Este esquema es una trampa que nos hace pasar

de la crítica al individualismo a la entrega acrítica a la idea de

comunidad (si el individuo es el problema, la comunidad es la

solución, lo que el individuo sufre, la comunidad resolverá).

Así, el verdadero problema queda tapado con una solución en

falso que bloquea la crítica imprescindible a las formas como se

ha encarnado política y culturalmente el ideal de comunidad a

lo largo de nuestra historia no demasiado lejana, así como en

nuestro presente.

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Tanto la categoría de individuo, como su pareja, la de

comunidad, cierran con respuestas política y socialmente

codificadas la verdadera pregunta, que no es cómo ser

comunidad sino “¿cómo queremos vivir juntos?”. ¿Cómo vivir

juntos, de tal manera que este vivir sea digno y justo para

todos? El reto es mantener abierta esta cuestión, no para

recrearse en ella, sino para experimentar desde ella, para seguir

viviendo, respirando y abriendo nuevas posibilidades de vida.

Tengo el convencimiento de que la lectura es una de las

prácticas que hace posible que esta cuestión se mantenga

abierta y viva, no porque se escriba y se lea sobre el tema, lo

que llega a muy pocos, sino porque la lectura misma es una

práctica que rompe el código, que interfiere y sabotea tanto el

individuo como la comunidad, en tanto que unidades de

movilización, de representación y de identificación. ¿Quién soy

yo cuando leo? ¿Quiénes somos nosotros cuando leemos?

¿Dónde estamos y en qué tiempo? ¿Con quién? La soledad y la

complicidad de la lectura rompen los contornos reconocibles y

por tanto controlables tanto del yo individual como del

nosotros comunitario.

Page 14: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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Lectores indomables

La lectura no es sólo el acceso a un conjunto de obras,

contenidos y referencias. Pienso que sobre todo es un hábito,

una gramática de gestos que de alguna manera le cambia el

paso, o el compás, a la vida personal y colectiva. Estos hábitos

se contagian, normalmente de manera irreversible, cuando un

maestro que desatiende sus funciones institucionales pasa bajo

mano un libro y le dice a un estudiante “toma, es para ti”, o

cuando un amigo o un primo mayor te deja sus libros

preferidos, o cuando vemos pasar a alguien que no sabemos

por qué nos atrae en su manera de coger un libro entre las

manos, sentarse en un banco o en un asiento del metro y torcer

ligeramente la cabeza… A mí, esta reflexión sobre la lectura me

lleva a la proximidad física de dos de los lectores que me han

marcado y que me han contagiado su gramática de gestos más

profundamente: mi abuela materna y mi abuelo paterno.

Mis propios gestos, mis propios hábitos, me han llevado a

las interminables noches de mi abuela, que siempre dormía o

leía, nunca lo sabíamos, con la luz encendida y un libro sobre el

pecho. Era una muchacha muy joven cuando la guerra

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interrumpió sus estudios de arte y el franquismo le hizo 7 hijos.

Autodidacta a partir de este momento, nunca dejó de leer, de

todo, ni una sola noche, aún lo hace hoy con 90 y muchos años,

pero mientras ejerció de madre de familia numerosa y con

dificultades económicas, tuvo que hacerlo fuera de hora, fuera

de la vista, en horas “fuera de servicio”, por decirlo de alguna

manera. Me cuenta que de pequeña hacía lo mismo

encerrándose en el water sin tener ninguna necesidad de ir,

para que la dejaran leer tranquila el montón de hermanos que

tenía, así que, cerca de ella, aprendí que la lectura tiene que ver

con algún tipo de desviación respecto a los espacios visibles y

respecto a las funciones de la vida social y familiar.

Mi abuelo paterno no usaba la invisibilidad de las

noches, pero sí la invisibilidad, o el secreto, de su “despachito”

privado. El despachito, así lo llamaba, no era el despacho donde

ejercía de abogado ni ningún otro aposento familiar. Era una

habitación oscura al fondo del pasillo, siempre cerrada, donde

todos, especialmente los niños, teníamos prohibido entrar,

aunque todos, imagino, lo intentamos a escondidas alguna vez

… Era el lugar donde leía y escribía poesía y donde guardaba su

biblioteca, la buena, que no enseñaba ni lucía. En este caso, su

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desviación lo era tanto respecto al espacio familiar como al

profesional. Ni padre, ni marido, ni abogado… ¿quién era y con

quién estaba lo que leía y escribía encerrado allí dentro?

Estamos intentando pensar la relación entre lectura y

comunidad y yo os conduzco hacia las noches incansables de

una madre de familia numerosa o al despachito secreto de un

abogado-poeta de Barcelona… Dos gestos singulares, invisibles.

Y es que en estas noches y en estos lugares secretos encuentro

el sentido profundo de la lectura como interrupción que nos

pone necesariamente “fuera de servicio” y en relación con

“otras compañías” que no son las que nos sitúan y nos hacen

funcionar socialmente. El lector, estando fuera “fuera de

servicio”, ya no es sólo un individuo. Y las compañías que se

busca ya no son ninguna comunidad reconocible. Por ello, la

lectura es asocial. Como la comunidad de los amantes, que

destruye la sociedad, como decía enigmáticamente M. Blanchot.

Y a la vez, no deja de ser extremadamente colectiva.

Por eso la lectura es tan peligrosa. Reinventa la

comunidad desencajándola, haciéndola irrepresentable,

incontrolable, imposible de conducir y de monitorizar. Porque

los lectores son aquellos que no tienen miedo de estar solos

Page 17: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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(por la noche o en una habitación oscura o en medio de la calle

más ruidosa) y que son capaces de inventar y de ir a encontrar

sus propios cómplices.

Neutralizar la lectura, controlar las comunidades

Si Spinoza decía que no sabemos qué puede un cuerpo,

ahora podríamos decir también que no sabemos qué puede un

lector. De ahí que el poder, desde siempre, haya inventado

maneras de controlar tanto los cuerpos como los lectores. Las

maneras como el poder neutraliza la lectura se pueden resumir,

básicamente, en tres: por destrucción, por descuido y por

codificación.

La destrucción del poder indomable de la lectura pasa por

formas clásicas como la condena al analfabetismo, la censura, las

listas de libros prohibidos, pero también a través de formas más

sofisticadas, como la violencia mercantil que condena tantos

libros a no existir, a no ser visibles o a desaparecer y tantos

lectores a no poder acceder a ellos.

La distracción, en segundo lugar, es un mecanismo de

neutralización de la lectura más imperceptible y subjetivo.

¿Cuánta gente siente hoy que, a pesar de desearlo, no puede

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leer? Leer se convierte en un lujo escaso, en una situación

excepcional en competencia con muchas otras fuentes de

estímulos: tv, nuevas tecnologías, actividades, etc. Pero no se

trata de una competencia, solamente, sino de una guerra por el

monopolio de la atención que pasa hoy por privilegiar la cultura

de la interactividad. Si no se está activo y comunicado, no está

pasando nada. Esto está clarísimo en la manera como nos

solicitan los medios y las nuevas tecnologías, pero también en

los nuevos métodos educativos, tanto en la escuela como, cada

vez más, en la universidad. La cuestión es: tener la gente

ocupada y activa para que no haga nada de imprevisto,

mantenerla atenta, monopolizar sus focos de atención. La

cuestión es, pues, no dejar a la gente en paz, para que no pueda

pensar, para que no pueda irse, para que no pueda hacer suyas

las noches ni sus lugares secretos.

Si los dos mecanismos anteriores son de impedir o dificultar

la lectura, hay una tercera vía para neutralizar sus efectos

indomables que es codificarla, codificar cómo leer. Entonces, la

lectura misma es domesticada y se convierte, a su vez, en una

poderosa herramienta de domesticación. Las maneras como esto

sucede las conocemos muy bien:

Page 19: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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1. Reconducir lectura al libro sagrado, a la transmisión de

un dogma (religioso, científico, político), monopolizado por su

corte de intérpretes (sacerdotes, academias, partidos,

organizaciones …).

2. Presentar la lectura como el acceso al conocimiento de

un corpus literario y el reconocimiento de un estatus social y

cultural. Leer significa, entonces, ilustrarse. Así es como una

determinada concepción de la cultura y de la educación han

domesticado la lectura y su función social.

3. Encerrar la lectura en el ámbito especializado y

rígidamente compartimentado de la literatura experta,

convertida hoy en el todo de la vida académica, en el todo de

lo que se enseña, se lee y se escribe hoy en las universidades.

La vida académica queda así debidamente aislada, también, del

contagio del poder indomable de la lectura.

4. Finalmente, la incorporación de la lectura a los

productos de temporada, a las modas y a la venta rápida de

mercancías para el consumo masivo. El libro se incorpora

entonces al ritmo cada vez más vertiginoso del consumo,

gregario y a la vez individualizado, de novedades que nos dan

la pauta de lo que debemos leer en cada momento.

Page 20: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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En los cuatro casos, una forma codificada de lectura sirve

para gestionar y encerrar la experiencia que podemos hacer de

la comunidad. La comunidad indomable de los lectores, de los

que saben estar solos y encontrar sus propios cómplices, queda

neutralizada entonces como comunidad religiosa o política;

como comunidad cultural y de clase; como comunidad

científica o, finalmente , como comunidad de los consumidores,

unidos por el hecho de estar consumiendo los mismos

productos al mismo tiempo. Son cuatro experiencias de la

comunidad previsible y controlable, que dirigen la complicidad

y neutralizan la soledad. Fomentar la lectura es, de alguna

manera, intentar sabotearlas, hacerlas imposibles, vaciarlas,

desencajarlas.

Algunos objetivos, algunos infinitivos

Quizás hoy no basta con dejar la luz encendida por las

noches o con tener una habitación secreta. Sabemos que las

hay, que siempre habrá luces encendidas por la noche y que la

ciudad está llena de lugares secretos que alguien ha hecho

suyos para ir a leer. Pero las fuerzas que se emplean hoy en la

destrucción, distracción y codificación de la lectura son muchas

y muy sofisticadas. La determinación personal e irreductible de

Page 21: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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los lectores necesita alianzas más fuertes. Quizás estamos en un

momento en que necesitamos estrategias colectivas para poder

estar solos, para poder hacernos dueños de nuestra soledad y

poder, así, inventar nuestros cómplices. Desde aquí, tiene

sentido defender una apuesta colectiva por la lectura y

desarrollar estrategias situadas que nos hagan capaces de

atravesar los intentos de destruirla, de distraerla y de

codificarla. Para orientar de alguna manera estas estrategias,

creo que debemos situar, al menos, cuatro objetivos

imprescindibles.

1. Des-saturar. Éste debe ser el primer objetivo de toda

apuesta que se proponga hacer posible la experiencia de la

lectura. Des-saturar la atención (vaciar de actividad, de

programación, de interacción); des-saturar los tiempos y los

lugares (abrir espacios en blanco donde

poder estar sin funcionar, ya sean bibliotecas, aulas o plazas

okupadas a cielo abierto), y des-saturar, finalmente, la mente.

Es decir, aprender a relacionarse con el no-saber, a hacerle

lugar. Recordemos, es muy antiguo: no lee quien sabe, sino

quien no sabe, por muchos conocimientos que tenga.

Page 22: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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2. Interpelar. Contaba Kafka a su amigo Oskar Pollack en una

carta que la lectura es un puñetazo que sacude el mar helado

que llevamos dentro. Sea de manera dulce o violenta, la lectura

sacude, calienta el frío, derrumba los muros de la indiferencia.

Leer es dejarse tocar por aventuras que no hemos vivido, por

amores que no hemos tenido, por ideas que nos asaltan y que

nos desplazan, por presencias que hacen nuestra vida diferente.

Esto es lo que, normalmente, no dejamos que nos pase, ni

leyendo, ni viviendo con los otros. Desde las aulas, las

bibliotecas o desde la amistad, tenemos que usar la lectura

como una herramienta de interpelación y no como una fuente

de reconocimiento, autocomplacencia o legitimación.

3. Compartir. Quizás éste es uno de los verbos que ha tenido

más fortuna en los últimos tiempos. Núcleo de las prácticas

cooperativistas, desde sus formas más clásicas hasta la

influencia del actual movimiento por la cultura libre, compartir

ha pasado a ser una de las actividades que irriga, con más

fuerza la red 2.0, también en sus versiones comerciales y

monopolistas. Pero, ¿basta con compartir para hacer

comunidad? ¿Y en qué consiste compartir? Muchas de las

realidades colectivas que se basan hoy en día en la práctica del

Page 23: Marina Garcés. Común (sin ismo)

17

compartir tienden a la creación de grupos autorreferentes: es

decir, grupos que se reconocen en torno a unos gustos,

productos o ideas muy determinados e intercambian lo que ya

esperan y saben que les interesa. La experiencia de leer rompe

precisamente la autorreferencia: la del que escribe,

exponiéndose y dándose a no sabe quién, la del lector

compartiendo y haciendo suyo este gesto. Antes lo decíamos:

las complicidades del lector son incontrolables, por eso la

lectura es una buena base desde donde llevar la práctica del

compartir más allá de las identidades previsibles y de la

autorreferencia. Compartir es cruzar mundos y referencias,

contaminar expectativas, darse a quien no toca, cuando y

donde no toca.

4. Cuidar y persistir … en los efectos causados por los tres

anteriores. Para hacer posibles las comunidades indomables de

lectores, para hacer sostenibles nuestra soledad y las

complicidades que nacen con ella, no nos pueden valer los

inventos de un día, los proyectos que sólo empiezan, la cultura

de la innovación permanente. La aventura y la experimentación

necesitan duración.

Page 24: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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Una mañana cualquiera en una escuela de mi ciudad

Hace poco, una amiga me contó que en la escuela donde van

sus hijas habían puesto en marcha una nueva medida

pedagógica. Ante los malos resultados educativos de una

escuela social y culturalmente complicada, y ante la impotencia

a la hora de mejorar por la vía de los recursos y el apoyo

institucional, los maestros habían decidido poner a todos los

niños de la escuela a leer, todos a la vez, de 9 a 10 cada mañana,

empezar el día, desde P3 hasta 6 º, leyendo. Me gusta pensar,

por la mañana, cuando yo también estreno el día, en el gesto

silencioso, o quizás no tanto, de todos estos niños y niñas

leyendo juntos. Me gusta imaginar qué libros deben tener entre

las manos. Pero todavía me gusta más no poder saberlo, no

tener ni idea. Como no sé qué leía mi abuela en sus noches, o

mi abuelo en su despachito secreto. Es este no-saber el

desencaja los contornos de mi ciudad y la hace, a momentos,

más respirable.

Page 25: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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La Balsa

En recuerdo de los 15 cuerpos obligados a ahogarse en nuestro

mar, rastro clamoroso de los innumerables que desaparecen en

silencio cada día.

Las instituciones se agrietan y nosotros ya corremos a salvarlas

del desastre y a pensar como renovarlas. Extraño, si pensamos

en tantos años de crítica anti-institucional, del 68 hasta ahora.

Pero normal, si recordamos que algo de lo que tiene que ver

con las instituciones que ahora caen también era nuestro,

aunque nos hayan sido expropiadas.

Que cualquiera, que uno cualquiera, pueda acceder a la

mejor medicina, que haya escuelas abiertas a la alegría y el

deseo de aprender de los niños de cada barrio, que la justicia

responda al agravio del más desprotegido, que los políticos

puedan ser apoyados o cambiados por la gente con su voto, que

Page 26: Marina Garcés. Común (sin ismo)

20

haya convenios laborales o que determinados servicios estén

garantizados, no son sólo las prebendas de un pacto a cambio

de paz social. Son los sueños, los principios y las necesidades

por las que mueren y luchan, todavía hoy en todo el mundo,

muchos hombres y mujeres.

Conocemos la historia de la instrumentalización de estas

conquistas y de estas luchas. Conocemos la recomposición del

poder a partir de la lucha colectiva. Sabemos cómo acaban los

sueños. Es por ello que en estos momentos muchos nos

encontramos entre el estado de alerta y la paradoja. Estado de

alerta, por un lado, para no volver a caer en la trampa, en la

trampa de repetir la historia inyectando sangre e ideas nuevas

a un sistema que finalmente siempre fortalece los mismos

órganos. Somos hijos de las conquistas que nos han dado una

vida relativamente digna, pero no somos esclavos de sus límites

ni de sus chantajes. No queremos restaurar el sistema. Esto nos

obliga hoy, por otra parte, a movernos en el terreno de la

paradoja: entre el adentro y el afuera, la institución y los

movimientos, la espontaneidad y la organización, la

construcción y la destrucción, la estabilidad y la movilidad, la

solidaridad y el antagonismo.

Page 27: Marina Garcés. Común (sin ismo)

21

Las paradojas son aquellas relaciones entre dos términos que

no tienen solución ni término medio. Los dos extremos de la

polaridad se deben mantener en una relación de unidad activa,

tensa, irresoluble, en continuo desplazamiento. Cualquier

intento de romper la paradoja y recuperar la coherencia de uno

de sus polos es una victoria del poder y de su lógica de la

identidad: o dentro o fuera, o en la institución o con los

movimientos, o estable o móvil, o espontáneo o organizado, etc.

Mirada policial, mirada metafísica: principio de no

contradicción que encierra y recompone el campo de los

posibles.

Para sostener la paradoja, para pensar lo posible contra lo

posible, no se necesitan fórmulas sofisticadas e

impronunciables, como ensayó en algún momento la filosofía

deconstructiva y postmetafísica. Hay imágenes potentes y

sencillas que nos dan la pauta de una radicalidad concreta y

practicable, de una posición que se levanta y se moviliza

subvirtiendo los marcos dicotómicos del poder. Una de ellas es

la de la balsa, con la que el pedagogo francés F. Deligny

explicaba sus prácticas educativas en los márgenes del sistema

educativo, del lenguaje y de la civilización*. Eran prácticas que

Page 28: Marina Garcés. Común (sin ismo)

22

no se ponían ni dentro ni fuera y que atravesaban la dicotomía

del riesgo o la seguridad, el delirio o la legitimidad. No

buscaban ponerse en contra, sino hacer la vida verdaderamente

vivible y con ello creaban su propia navegación.

“Una balsa ya sabéis cómo está hecha: hay unos troncos

de madera atados entre ellos de tal manera que quedan

bastante holgados; así, cuando les caen encima montañas de

agua, el agua pasa a través de los troncos separados. Por eso una

balsa no es un barco. Dicho de otra manera: nosotros no

retenemos las preguntas. Nuestra libertad relativa proviene de

esta estructura rudimentaria y yo creo que quienes la

concibieron -me refiero a la balsa- lo hicieron tan bien como

pudieron, cuando de hecho no estaban en condiciones de

construir una embarcación. Cuando llueven los interrogantes,

nosotros no cerramos filas -no juntamos los troncos- para

constituir una plataforma bien concertada. Todo lo contrario. Del

proyecto sólo retenemos lo que nos vincula a él. Podéis ver aquí

la importancia primordial de los vínculos y la atadura, así como

de la distancia que los troncos pueden tener entre sí. El vínculo

debe ser lo suficientemente holgado pero que no se suelte”.

Page 29: Marina Garcés. Común (sin ismo)

23

Vínculo y separación. Estructura y fragilidad. Superficie de

navegación por encima y por debajo de la línea de flotación.

Supervivencia y temporalidad. La balsa es la imagen viva de

una colección de paradojas muy simples en las que se pone en

juego la vida del náufrago. Nuestro naufragio no apunta,

quizás, a la supervivencia de cada uno de nosotros, pero sí a la

dignidad de nuestra vida colectiva, dentro y fuera de nuestras

fronteras, de las que ni ríos ni mares conocen ni quieren saber

los contornos. El texto, a pesar de su carácter metafórico, es

bastante explícito:

* Nuestra libertad relativa depende de esta estructura. Libre no

es quien se lanza a mar abierto sino quien es capaz de elaborar

el dispositivo y las relaciones necesarias para dejar la orilla sin

ahogarse.

* La balsa es una tecnología rudimentaria, reapropiable y

replicable que se construye allí donde se necesita y según el

medio en que se hace imprescindible. En su simplicidad, al

alcance de cualquiera, se juega el todo o nada de la navegación.

* El agua pasa a través del troncos separados. No cerramos filas

ni retenemos las preguntas. Cuanto más rígido es un barco,

Page 30: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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más fácilmente se rompe. La fuerza de la balsa está en el modo

en que se deja atravesar sin perder su esqueleto mínimo.

* Los troncos están ligados de modo que queden holgados. Sólo

así no se sueltan. El vínculo es la separación. La mejor

proximidad, la distancia que deja acompasar libremente el

movimiento a cada componente.

* Del proyecto sólo retenemos lo que nos vincula a él. Las

balsas se construyen y se usan para salvarse, para desplazarse y

para llegar a nuevas orillas, pero luego se abandonan. Nadie se

queda en una balsa para siempre. Abandonadas cuando ya no

hacen servicio, los lazos se deshacen y los troncos vuelven a

tierra.

La balsa es la paradoja que rompe la falsa dicotomía: o en

tierra, reparando las murallas del castillo o abandonados con el

cuerpo desnudo en medio del mar. Entre las grietas de

fronteras, murallas y zonas vigiladas ya se cuela el agua. Una

nueva institucionalidad-balsa es aquella que hoy nos debe

permitir atravesar los escombros de las instituciones existentes,

para ir más allá, recomponiendo , religando los troncos de lo

que ya era nuestro.

Page 31: Marina Garcés. Común (sin ismo)

25

Sé de un lugar

Sé de un lugar… para ti (Triana)

El verano es un tiempo propicio para dejar de circular y

reencontrar los lugares. Hoy, 31 de agosto, paso la última tarde

donde he estado gran parte de estas semanas de calor: al pie de

una montaña muy dura y a la orilla del mar. Mientras miro por

última vez el perfil de esta cresta y siento cómo aumenta el

viento del norte, me pregunto qué hace que un lugar sea un

lugar y qué hace que pueda dejar de serlo.

En un artículo para la publicación de Espai en Blanc de

este año, “Un esfuerzo más”, mi amigo Carlos Marquerie, castellano

de Castilla, encabeza su escrito con los versos “Ante mí la tierra

retorcida y hosca a la que pertenezco. El hombre pertenece a un

paisaje y no a un país”. Mientras miro el relieve bestial de estas

montañas y los ángulos mortíferos de las rocas de este mar,

siento que sus palabras también son las mías, aunque remitan a

Page 32: Marina Garcés. Común (sin ismo)

26

paisajes tan alejados y tan distintos.

Pertenecer a un paisaje no es formar parte de una estampa de

postal. Un paisaje es un conjunto de elementos que mantienen

una relación significativa… para alguien. “Sé de un lugar… para

ti”, como cantaba Triana. Da igual que estos elementos sean

naturales o altos bloques de cemento, espacios de amplios

horizontes o estrechas esquinas de una ciudad anodina, rostros

habituales o rasgos remotos, maneras de hablar o maneras de

callar. Lo que importa es la relación entre los elementos y su

significado. Nadie puede saber dónde puede haber un paisaje al

que alguien pertenece. Nadie sabe dónde empiezan y dónde

acaban los mundos que nos acogen. Todos somos, si queremos,

creadores de paisajes donde hacernos un lugar. Podemos hacer

vida en ellos clandestinamente, abrirlos para compartirlos con

otros o dejarlos abiertos a los sentidos que otros les puedan

dar. Nadie pertenece de la misma manera a un mismo sitio.

Esto es lo que lo países no pueden hacer, lo que los países

no permiten. Por eso “el hombre pertenece a un paisaje, no a

un país”. A los países pertenecen determinados ciudadanos y

sus papeles, las administraciones, sus presupuestos y sus

Page 33: Marina Garcés. Común (sin ismo)

27

estatutos, los cuerpos de policía, los ejércitos, los símbolos

identitarios y sus códigos. Pero, ¿los hombres y las mujeres? ¿Y

los niños que corren ahora mismo entre las olas cada vez más

fuertes? ¿De qué país son? No son de ningún país, siento

decirlo, no pueden serlo. Pertenecen a sus lugares, a sus gentes

y a sus paisajes, a los que quizá compartimos y a los que no

conozco, a los de sus infancias y a los que aún tienen que crear.

Este último año, la cresta de esta montaña que ahora miro y la

playa que hay abajo se han llenado de banderas. Hay por todas

partes, aunque la tramontana no las deja enteras por mucho

tiempo. Son banderas que señalan un camino, que trazan una

vía hacia un nuevo país. Un país que quiere ser un pequeño

recuadro más, o más bien un triangulito, en la arbitrariedad de

un planeta, convertido, a sangre y hierro, en un mapa mundi.

Hubo un tiempo en que había quien se declaraba apátrida,

como una forma de compromiso con la humanidad y el resto de

los seres de este rincón del universo. Ser apátrida no era una

fuga ni un refugio en la neutralidad. Era una forma de

deserción y de combate: de deserción de las patrias y de

combate por un mundo común, por el mundo de los lugares

donde vivir y no por el mundo de los Estados asesinos. Ser

Page 34: Marina Garcés. Común (sin ismo)

28

apátrida es declarar que la historia de los países no es la

nuestra, sino que siempre se ha construido contra nosotros. Las

bombas tóxicas de este verano nos lo recuerdan. Hace tiempo

que no escucho esta palabra y ahora, mientras miro la montaña

y ya no puedo abrir bien los ojos de tanto viento, pienso que

soy decididamente apátrida no porque no pertenezca a ningún

lugar, sino precisamente porque pertenezco a lugares como

éste, y perteneceré aún a tantos otros. Desertar de los países

para crear y darnos, los unos a los otros, un lugar en el mundo:

¿no sería un buen programa? Aunque no es nuevo, no imagino

ningún otro punto de partida mejor para un programa político

exigente y comprometido con los retos del mundo en el que

vivimos hoy. I no sólo esto: no imagino ningún otro tan justo y

tan necesario.

Page 35: Marina Garcés. Común (sin ismo)

29

El Factor humano

Hay palabras que, sin que seamos demasiado conscientes,

reaparecen. Se nos meten en la boca sin permiso y poco a poco

conquistan espacios discursivos de todo tipo. Al final no

podemos prescindir de ellas, parece que siempre hayan estado

allí y que siempre hayan querido decir lo mismo. No hace falta

ser muy agudo para darse cuenta de que esto es lo que está

pasando con la palabra “humano” y todas sus declinaciones:

hombre, humanidad, humanismo, humanidades,

humanitarismo. En el contexto de la crisis, el recurso al factor

humano está volviendo recurrente desde ámbitos y perfiles

ideológicos muy diferentes. ¿Por qué? ¿Y qué consecuencias

tiene? No tengo una respuesta cerrada, pero sí una inquietud

creciente, una sospecha insistente, que me gustaría compartir y

invitaros a pensar.

Page 36: Marina Garcés. Común (sin ismo)

30

Hace unos días, la periodista Ana Pastor escribió un

artículo en el suplemento SModa de El Pais, que pronto se

convirtió en Trending Topic en Twitter. El título del articulito

era claro y directo, “Humanidad“. Presentaba algunas de las

historias recogidas por Fernando Berlin en Héroes de los dos

bandos (Temas de hoy, 2006), historias de la guerra civil donde

ciudadanos anónimos salvan vidas al margen de las ideologías.

Ana Pastor concluye: “Héroes anónimos en algunos casos,

héroes sin bandos, hombres y mujeres que arriesgaron su vida y

la de sus familias, que antepusieron su concepto de humanidad a

la furia del entorno.” La furia de la guerra y sus ejércitos o la

furia de los mercados y sus tropas de saqueadores: ¿es el

concepto de humanidad el que nos ha de salvar de ello?

Esto es lo que parecen indicar la actual fascinación por los

gestos humanos, los héroes anónimos, por la gente que ayuda a

los demás y por las historias de superación personal. Esto es lo

que recogen fenómenos de masas como la película Intocable o

géneros periodísticos como los que inundan últimamente los

periódicos con “el rostro humano” de la crisis, del paro o de los

desahucios, convertidos en suculentas desgracias personales.

Page 37: Marina Garcés. Común (sin ismo)

31

Todas las alarmas me saltaron cuando leí el post “La policía del

99%“. Un habitual del 15M madrileño narra la escena vivida en

Nochebuena pasada, cuando caminando por los alrededores de

la Plaza Mayor de Madrid se encuentra una patrulla de la Policía

Nacional repartiendo lo que les ha sobrado de la cena de

Navidad entre los indigentes que duermen en la calle. En el

momento culminante de una conversación tensa y directa, les

pregunta: “¿Por qué lo haces?” Y uno de ellos continúa: “¿Cómo

que por qué? Se queda unos segundos sin palabras … ¿Por qué lo

haría usted? No sé, replicó, se puede hacer por muchas cosas…

Me interrumpe: por humanidad.” Aquí la tenemos de nuevo, la

humanidad. El chico que explica la escena no olvida los

porrazos, los desalojos, los desahucios, pero la palabra mágica lo

desarma y desencadena en él la necesidad de explicarnos, al 99%,

lo que acaba de vivir en primera persona.

Tengo la impresión de que nos estamos dejando colar un

gol en propia puerta. Hace no tantos años, cuando se anunciaba

que el rostro del hombre se borraba sobre la arena, según la

famosa imagen de Foucault, el humanitarismo era denunciado

por ser el discurso que legitimaba las guerras y la desigualdad

fuera de nuestras fronteras. Ahora la guerra y la desigualdad se

Page 38: Marina Garcés. Común (sin ismo)

32

han instalado en nuestro país, dentro mismo de nuestras casas.

¿No estaremos legitimando sus efectos? Ya hay algunas voces

críticas que están alertando sobre estos peligrosos

desplazamientos en el lenguaje: de los derechos a la caridad, de

la política a la filantropía, del servicio público al mecenazgo… La

solidaridad, la justicia, el apoyo mutuo y la lucha por la dignidad

no necesitan de un nuevo humanismo y menos del

sentimentalismo humanitario. En una moral de la misericordia

siempre habrá pobres, víctimas y perdedores. Contra esto,

necesitamos una política donde la solidaridad recupere su

sentido originario de lucha entre los iguales y donde la igualdad

quiera decir reciprocidad. Necesitamos, también, una ética

donde la virtud no alimente la buena conciencia sino que

desautorice cualquier legitimación de situaciones intolerables.

Una política y una ética, pues, donde el factor humano, donde la

preocupación por la humanidad, no sea el argumento ni la

excusa, sino el punto de partida para aprender a vivir, humanos

y no-humanos, en un mundo común y a luchar hasta donde sea

necesario para defenderlo.

PS. No he hablado de las Humanidades… Prometo hacerlo en lapróxima columna.

Page 39: Marina Garcés. Común (sin ismo)

33

Dormir para resistir

És quan somio,

que omplo jo la meva ombra

(C.Riba, dedicado a J.V.Foix)

Hay días largos, de noches cortas, que acaban por parecer un

sueño. El cuerpo hormiguea, los ojos escuecen y las vivencias

se entrelazan, próximas y distantes a la vez… como en los

sueños, de los que nunca estamos seguros de haber salido del

todo. Hace dos días, vi una obra de teatro impresionante, Le

voci di dentro, del dramaturgo napolitano Eduardo de Filippo.

Fuera, en las calles de Girona, había llegado el frío de golpe y

llovía, como en un inesperado sueño invernal. Dentro del

teatro, dos familias vecinas veían su vida convertida en una

pesadilla debido a un sueño, confundido con la realidad, de uno

de sus protagonistas.

Page 40: Marina Garcés. Común (sin ismo)

34

Si buscáis la obra en la wikipedia, encontraréis la trama, el

análisis de los personajes y fotografías que no os podéis perder

de su autor, sabréis qué soñó el protagonista y qué

consecuencias tiene este sueño sobre sus vecinos. Podréis

relacionar esta pieza con toda la tradición literaria y filosófica

sobre las fronteras borrosas entre el sueño y la vigilia, el sueño

y la realidad. Pero lo que es más inquietante de Le voci di

dentro es que este sueño viene a poner en crisis la vida de una

comunidad de personas -familiares, vecinos- que declaran

insistentemente no poder dormir. Uno tras otro, de buena

mañana, afirman no haber dormido, no poder conciliar el

sueño, dormir cada vez menos y peor. Y expresan el deseo del

sueño como un lujo perdido, como un privilegio de pocos.

Salvo un personaje lateral, a quien no afecta nada de lo que

pasará, y que afirma estar bastante cansado por la noche como

para dormir sin “hacer ni un sueño” (los italianos tienen la

bonita expresión “fare un sogno”, para decir soñar), el resto ya

no descansan.

En la Italia surgida de la segunda guerra mundial, estos

personajes representan el inicio de la sociedad del malestar.

Page 41: Marina Garcés. Común (sin ismo)

35

Una sociedad ensordecida, donde ya nadie escucha ni acoge a

nadie. Una sociedad de la sospecha, donde nadie se fía de nadie.

Una sociedad sin horizontes donde sólo queda el presente

eterno de la pobreza, para unos, y el tiempo amenazador de un

bienestar conseguido vergonzosamente, para los demás.

“Muertos, todo está lleno de muertos”, dice el protagonista, y el

teatro estalla a reír, porque los italianos tienen la gracia de

hacer comedia sin perder la profundidad ni la radicalidad. Todo

está lleno de muertos que baten puertas cuando es oscuro y de

gusanos que acosan a los pocos sueños que podremos arrancar

a la noche. Ya no podremos dormir.

Esta dificultad para dormir, esta vela que no es la de las

conciencias despiertas, sino la de un incansable malestar, es el

nuevo recurso, el último resquicio por donde el capitalismo

actual se inflitra hasta el último rincón de nuestras vidas. Al

menos eso es lo que afirma Jonathan Crary en uno de sus

últimos libros, titulado 24/7 (Verso, 2013), es decir, 24 horas, 7

días a la semana. Casualmente, este libro me cayó en las manos

esa misma noche gerundense y lo he devorado en menos de 24

horas. Crary es contundente: el sueño era el último bastión que

Page 42: Marina Garcés. Común (sin ismo)

36

le quedaba al capitalismo para colonizar nuestras vidas e

incorporar cada uno de los suyos los rincones, y cada uno de

los suyos los momentos, al tiempo continuo de la producción,

del consumo y de la comunicación. Dormir es un obstáculo

porqué descansar es desconectar, retirarse es interrumpir y

aplazar la exposición continua a una movilización sin reposo, a

una visibilidad sin sombra y al flujo continuo de la

interactividad. Esto está claro, y por eso los aparatos han

conseguido entrar desde hace tiempo en nuestras habitaciones,

primero los televisores, ahora los dispositivos móviles que,

escondidos entre las sábanas, nos recuerdan que nuestro sueño

es sólo un simulacro y que, aunque no lo parezca, seguimos allí,

siempre a punto, dispuestos.

En el capitalismo actual no se puede no estar disponible.

Por ello, seguimos sin poder dormir, pero el malestar de la

Europa de la segunda guerra mundial, todavía inquietante y

lleno de muertos, es ahora la disponibilidad non stop, plana y

superficial, del mundo global. La falta de sueño ha perdido

peligrosidad y ha ganado rentabilidad. Aprender de nuevo a

dormir sería, pues, en primer lugar, un acto de resistencia a la

Page 43: Marina Garcés. Común (sin ismo)

37

captura de la atención y a la explotación integral de la vida por

parte del capitalismo actual: dormir para interrumpir, dormir

para poder soñar, dormir para dejar de ser y para perder los

contornos del yo, dormir, en definitiva, para sabotear la

máquina de producir beneficio a partir no sólo de nuestro

trabajo, cada vez más escaso e innecesario, sino del conjunto de

nuestra actividad.

Pero Crary va aún más allá y nos da otra explicación de la

peligrosidad de los cuerpos que duermen para el sistema actual:

“Dormir es una de las pocas experiencias que quedan donde,

conscientemente o no, nos abandonamos al cuidado de los

demás. Por muy solitario y privado que pueda parecer alguien

que duerme, todavía no está del todo separado de las tramas del

apoyo mutuo y de la confianza, por muy estropeados que puedan

estar estos vínculos.” (P.125) Así, añade Crary, “en la

despersonalización del sueño, el que duerme habita un mundo

común” (p.126). Por eso los niños aún saben dormir, y observar

su sueño transmite la paz de quien se sabe en manos de otros.

Page 44: Marina Garcés. Común (sin ismo)

38

La imposibilidad del sueño es, por tanto, la imposibilidad de

un mundo común donde poder descansar y abandonarse. Cuando

cada uno se juega solo su conexión con el mundo, cuando cada

uno se juega solo su éxito y su fracaso, cuando la vida es un

juego de oportunidades en el que cada uno de nosotros gana o

pierde la partida de su vida contra los otros, no puede haber

reposo.

La obra de De Filippo acaba con el silencio de dos hermanos

mirándose largamente fijamente, uno a cada lado del escenario,

hasta que uno de los dos, el traidor, se estira (¿muerto?

¿dormido?) en la silla. No ha habido reparación ni reconciliación,

la obra no ofrece consuelo, pero aquel figura en reposo es una

extraña señal: descansa, porque a pesar de la herida y la traición

del vínculo, el hermano no le ha abandonado, no ha dejado de

observarlo, de escucharlo y, podemos imaginar, de quererlo. Un

mundo común no es un mundo feliz, armónico y reconciliado. Es

un mundo donde el sufrimiento puede dormir dentro de

nosotros. Donde el miedo se puede tumbarse también, como una

sombra que nos envuelve. Un mundo donde los cuerpos que

duermen no dejan de estar separados pero se saben, de algún

modo, entrelazados por una respiración que los acompasa.

Page 45: Marina Garcés. Común (sin ismo)

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La habitación interior

“Pero ahora no había música en su cabeza. Era extraño. Como si no

consiguiera entrar en su habitación interior. A veces se presentaba

una rápida tonadilla y luego desaparecía, pero ya no podía penetrar

en su habitación interior con música como antes…”

Carson McCullers,

El corazón es un cazador solitario

Son las palabras de una mujer joven, Mick, que de

pequeña no tenía miedo. No tenía miedo ni a los hombres, ni a

la noche, ni a la música. Niña aún, se movía sola hasta altas

horas de la noche por las calles calurosas de su ciudad del sur

de los Estados Unidos para escuchar la música de las radios

encendidas, que se escapaba por los porches y las ventanas

abiertas. Muy niña, y vestida como un muchachito, hacía

planes desde su habitación interior. Deambulando por las

calles, sentada en el bar de los helados, o subida al tejado en

construcción de una casa destartalada y pobre, siempre

Page 46: Marina Garcés. Común (sin ismo)

40

demasiado poblada, Mick tenía su propia caja de resonancia, un

espacio vacío, en su interior, donde recoger la música, donde

acoger las palabras, donde estar con sus silencios, sus proyectos

y sus pensamientos.

La novela de McCullers me cautivó hace años por su título

poderoso y contundente, y desde entonces me ha acompañado,

a mí ya algunos de mis amigos, ya que siempre que he podido

la he dejado y ha ido y venido de mi casa varias veces. A

diferencia de otros libros prestados, este siempre ha vuelto.

Releyéndolo, ahora de nuevo, me he encontrado con el acierto

de esta habitación interior de Mick. Es una imagen simple y

precisa para decir lo que somos cada uno: una habitación vacía

donde suena una música.

Con la imagen de la irreductible Mick caminando sin

miedo entre las sombras vivas de su ciudad, pensaba en la

diferencia entre su habitación interior y las maneras como

nuestra cultura ha querido pensar el yo. La conciencia, el alma

y la individualidad son las tres figuras del yo que, a la hora que

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41

lo afirman, lo encadenan: la primera, a la necesidad de

inteligibilidad, la segunda, a la necesidad de salvación , la

tercera, a la ley de la propiedad. Frente a ellas, la habitación

interior de la Mick, es un lugar “suyo”, pero no propietario.

Está vacío de toda narración y de toda esperanza de salvación,

y se encuentra lleno, en cambio, de sentidos que son sonidos y

silencios, lleno de articulaciones que no aspiran a la

inteligibilidad sino a la consonancia y la disonancia, los hilos

quebradizos de un pensamiento.

Pensaba, entonces, que yo también quiero una habitación

interior como la de Mick donde hacerme irreductible sin dejar

de escuchar el mundo y de cantar con él, silenciarlo y

distorsionarlo. Hace un tiempo acudí a una psicoterapeuta,

empujada por las complicaciones con las que poco a poco nos

va atrapando la vida. Después de una hora explicándole todas

mis aventuras y desventuras, me preguntó, señalándome: “todo

esto está muy bien, pero ¿qué tienes tú aquí dentro?”. Callé. Y

añadí: “¿Dentro, dónde? Todo pasa fuera. Dentro no hay nada.”

Quien sepa algo de filosofía contemporánea, verá que soy una

discípula impecable. Todo pasa fuera, no hay interioridad: así

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es como parte importante del pensamiento crítico ha querido

deshacerse de las cadenas del yo: exponiéndolo, exteriorizando-

lo, haciéndolo proceso, acto comunicativo, alteridad, punto de

encuentro, relación de fuerzas, dispositivo… Pero entonces,

¿dónde volver? ¿Dónde resistir? ¿Dónde dormir? ¿Desde dónde

escuchar? La subjetividad liberada de las cadenas del yo

termina condenada a la movilización, a la visibilidad y a la

comunicación continuas.

Reencontrando a Mick he entendido que la interioridad,

precisamente, es no tener nada dentro: sólo una habitación,

frágil como una cabaña infantil, de donde entrar y salir, donde

acoger y recogerse, donde ir y volver. Su vacío, silencio y

resonancia, es la condición imprescindible para no fundirse con

el hilo musical del mundo. En un escrito que también me gusta

mucho, El sueño de D’Alembert, Diderot hace que una

Mademoiselle se pregunte: si mi alma no es nada, ¿por qué yo

soy yo y por qué sigo siéndolo? Y un D’Alembert que delira en

sueños le contesta, más o menos, que la propia conciencia sólo

es, en un conjunto de vibraciones, aquel punto, aquel lugar, al

que más veces regresas.

Page 49: Marina Garcés. Común (sin ismo)

43

Un día Mick quiere volver a su habitación interior y se

encuentra la puerta cerrada y sin música. Ahora ya no camina

de noche, buscando amigos y radios encendidas por la ciudad.

Ahora va y viene de trabajar. No vuelve a su habitación

interior, vuelve sencillamente a casa, y está cansada. Al chico

que estaba enamorado ya no le brillan los ojos cuando la ve

pasar. Ella tampoco brilla ya porque se ha hecho mayor y se

siente engañada. ¿Para qué tantos planes, proyectos y

canciones?

De alguna manera, siento que en algún momento yo también

he sido mayor. Que ya lo he sido.

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44

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45

Carta a mis estudiantes de filosofía (ya todosaquellos a quienes les avergüenza continuar

obedeciendo).

Hay tantas cosas que decir y pensar sobre las actuales

transformaciones de la universidad, que no sé por dónde

empezar. Así que he decidido hacerlo por lo más concreto y por

lo más urgente: vosotros. Vosotros que estáis sentados frente a

mí cada martes y cada jueves las a tres y media, mientras

vuestra ciudad parece tranquila y hace la siesta.

¿Por qué venís? Me lo pregunto cada vez que os veo

llegar, uno tras otro, y sentaros silenciosamente, siempre en el

mismo lugar sin que nadie os lo haya pedido: ni volver, ni

sentarse en el mismo lugar. El ritual se repite cada día. Entrar

en la clase escalonadamente, subir las persianas, abrir las

ventanas, enrollar la pantalla que cubre la pizarra, e

intercambiar dos o tres comentarios hasta que yo arranco a

hablar. Os cuento cosas de Oriente, intento poner los prejuicios

Page 52: Marina Garcés. Común (sin ismo)

46

de la filosofía patas arriba, abro vías de escape hacia los

impensados y os ofrezco caminos de retorno que ya no sean los

mismos, ni nosotros tampoco. Propongo debates, lecturas en

grupo, seminarios a partir de sus investigaciones. Me seguís,

hacéis todo lo que os digo: escuchar, anotar, comentar las

lecturas, discutir en los debates. Presentaréis un trabajo el día

que toca. Supongo que de eso se trata y que eso es lo que hay

que hacer, asignatura a asignatura, a través del horario que da

ritmo a la semana y forma a vuestra vida de estudiantes. ¿No

ha sido siempre así?

Si os escribo y si es urgente es porque ahora ya no es

siempre. A pesar de entrar en la misma aula, aunque nos

sepamos el ritual, ahora pisamos una realidad que ya no es la

misma y en la que nuestro encuentro semanal se ha vuelto

simplemente una extravagancia. Estamos fuera de lugar,

circulamos fuera de pista y seguramente nos queda poco

tiempo. Lo que digo no es fruto de una sugestión apocalíptica

ni de un victimismo anti-recortes. Es que la universidad ya

hace años que silenciosamente navega hacia su transformación

radical, con una hoja de ruta de la que no somos parte. Los

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intelectuales se lamentan, nostálgicos e impotentes. Profesores

y estudiantes conjuramos el miedo al cambio haciendo como si

no pasara nada, obedeciendo como autómatas las pautas

muertas de una institución que a vosotros ya no os dará nada a

cambio, más que un título devaluado de un país arruinado

donde directamente sobráis, vosotros y el 50% de los jóvenes

que no encuentran nada que hacer. Nuestra obediencia me

avergüenza.

Sólo tenemos dos opciones: o huimos de aquí, como

muchos ya están haciendo, o hacemos de nuestra extravagancia

un desafío. ¿Desafío a qué? A la racionalidad instrumental y

calculadora que coloniza nuestras vidas a medida que avanzan

los efectos de la desposesión a la que estamos sometidos.

Estamos siendo expropiados, de bienes comunes y de riqueza

colectivamente producida. Pero también estamos siendo

expropiados de nosotros mismos, de nuestros valores, de

nuestras apuestas y convicciones. La crisis no sólo nos hace

más pobres, también nos hace más miserables. Tengámoslo

claro: el valor, en términos de cálculo, que obtendréis de esta

carrera es cero. Pero la riqueza que podéis sacar será, si se

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quiere, inagotable. El rendimiento no depende de vosotros. La

riqueza, sí.

En los años 60, una monja y artista americana, Sister Corita,

colgó unas reglas en la Escuela de Arte de la Immaculate Heart

College. invitaba a los estudiantes a confiar, experimentar, ser

disciplinados, buscar buenos ejemplos a imitar, no desperdiciar

nada, alegrarse y trabajar, trabajar y trabajar. Los invitaba,

además, a escribir otras reglas la semana siguiente. Probaré

ahora de apuntar algunas nuevas para nosotros, no una semana

sino más de medio siglo después.

Invito a que las toméis para reescribirlas cuando creáis.

1. Busca lo que te importa y trátalo como un fin en sí mismo.

Todo lo que instrumentalices te acabará instrumentalizando.

2. No malgastes el tiempo ni lo hagas perder a nadie. Tómalo

en la máxima consideración, el tuyo y el de quienes lo

comparten contigo.

3. No ahorres esfuerzos. Guíate por la máxima exigencia que

puedas dar, no por las expectativas que puedas cumplir.

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4. Evita distracciones inútiles. No te acomodes en la “pose” del

estresado, “agobiado”, superado por las circunstancias. Es

ridícula.

5. Cree en lo que te hace vivir y, si puedes, compártelo.

6. Si no tienes grandes propósitos, busca uno pequeño y llévalo

hasta el final. Verás como te llevará muy lejos.

7. Olvida las palabras que se adecuan demasiado bien al ruido

que nos ensordece y anestesia. Busca las que lo interrumpen,

aunque para ello tengas que enmudecer.

8. Gana conocimiento sin perder las preguntas.

9. Piensa cómo te ganarás la vida. Es una pregunta importante.

El dinero se cobra con vida.

10. Y como dice Corita, alégrate siempre que puedas. Es más

fácil de lo que parece.

Entre Zaragoza y Barcelona,

29 de noviembre de 2012

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Otros títulos de Pensaré:

– Líneas de Violencia. Pablo La Parra

– A.C.AB. Brasil, fútbol y represión . Lívio Silva

– Multitud – Desahucio. Marcelo Expósito y Pepe

Fernández-Layos

– De la Economía como magia Negra. Tiqqun.

– La última utopía Pirata. Carta de Carnaro

– Común (sin ismos) Marina Garcés

– Amores.Redes afectivas y revoluciones. Brigitte Vasallo

– Poesía,ética y Política... radical! John Holloway, Enrique Martín,

Sayak valencia, Julia Martín, Maria Salgado, Antonio Méndez

Rubio y Marc Delcan

– Anarquismo de Foucault a Rancière (próx.)

– F(r)icciones Para-Historiadores. Wu Ming (próx)

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“Un mundo común no es unmundo feliz, armónico y

reconciliado. Es un mundo dondeel sufrimiento puede dormirdentro de nosotros. Donde el

miedo se puede tumbarsetambién, como una sombra quenos envuelve. Un mundo donde

los cuerpos que duermen nodejan de estar separados pero se

saben, de algún modo,entrelazados por una respiración

que los acompasa ”

Marina Garcés