mariana aureliano sixtos seminario de creación literaria ... · segunda de los cuatro vástagos...

55
1 Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria Desierto [Título tentativo] En un pueblo sin nombre la línea que separaba lo real de lo imaginario era difusa, casi inexistente. El lugar tomaba partida en muchos aspectos de la vida de su población, incluso en el amor. La joven de rojos cabellos no estaba preparada para aquello que, en un principio, nunca creyó real. Capítulo I. El tropiezo Era un pueblo sin nombre; un lugar olvidado en medio del desierto al cual muy pocos sabían cómo llegar. Toda su población parecía demasiado parca, con una fisonomía casi idéntica: cabello castaño rojizo, ojos oscuros y piel bronceada. Sí, casi todos parecían figuras idénticas que habían surgido por efecto espontáneo en ese lugar sin nombre. Todo parecía en ocasiones tan monótono y miserable que uno no llega a explicarse cómo esa gente podía vivir en aquel incógnito lugar y, mucho menos, como la joven de rojos cabellos lo encontró. Eran las diez en punto de la mañana, pese a ser temprano el sol quemaba sin piedad los terrosos caminos. Tomás, el encargado de la vieja posada, atravesó el dintel de su casa y mientras caminaba recordó como su esposa lo había hecho comprar la antigua puerta que dejaba detrás: —Lo viejo —dijo él— no sirve. —Pero, está bonita, ¿a poco no parece la puerta de un importante lugar? —Está vieja —contestó— me cuesta más arreglarla que comprarla. —Bueno, como quieras —exclamó mientras sus ojos verdes recorrían la madera con curiosidad. Aquellos ojos que ambos amaban. Mientras iba recordando aquello el hombre escuchó que lo llamaban y volteó: era su hija, la segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio

Upload: others

Post on 04-Aug-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

1

MarianaAurelianoSixtos

SeminariodeCreaciónLiteraria

Desierto [Títulotentativo]

En un pueblo sin nombre la línea que separaba lo real de lo imaginario era difusa, casi inexistente. El lugar tomaba partida en muchos aspectos de la vida de su población, incluso en el amor. La joven de rojos cabellos no estaba preparada para aquello que, en un principio, nunca creyó real.

Capítulo I.

El tropiezo

Era un pueblo sin nombre; un lugar olvidado en medio del desierto al cual muy pocos sabían

cómo llegar. Toda su población parecía demasiado parca, con una fisonomía casi idéntica:

cabello castaño rojizo, ojos oscuros y piel bronceada. Sí, casi todos parecían figuras idénticas

que habían surgido por efecto espontáneo en ese lugar sin nombre. Todo parecía en ocasiones

tan monótono y miserable que uno no llega a explicarse cómo esa gente podía vivir en aquel

incógnito lugar y, mucho menos, como la joven de rojos cabellos lo encontró.

Eran las diez en punto de la mañana, pese a ser temprano el sol quemaba sin piedad los

terrosos caminos. Tomás, el encargado de la vieja posada, atravesó el dintel de su casa y

mientras caminaba recordó como su esposa lo había hecho comprar la antigua puerta que

dejaba detrás:

—Lo viejo —dijo él— no sirve.

—Pero, está bonita, ¿a poco no parece la puerta de un importante lugar?

—Está vieja —contestó— me cuesta más arreglarla que comprarla.

—Bueno, como quieras —exclamó mientras sus ojos verdes recorrían la madera con

curiosidad. Aquellos ojos que ambos amaban.

Mientras iba recordando aquello el hombre escuchó que lo llamaban y volteó: era su hija, la

segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio

Page 2: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

2

deslavado, como si el sol se hubiera tragado su color, ojos oscuros y tez bronceada.

Nuevamente recordó que ella y su mellizo, el mayor de los cuatro, eran los únicos con

cabellos rubios en aquel inhóspito lugar, que su hijo mediano tenía los ojos verdes y el menor

la piel blanca, a pesar del tirano sol. Todos ellos tenían una característica de su madre; era

por eso que su padre siempre los juntaba porque así cuando todos estaban juntos él podía

volver a ver a su esposa.

El anciano hombre, después de contemplar por unos segundos a su hija, se marchó. No hizo

caso cuando ella le recordaba a gritos que debía de llegar temprano, antes que anocheciera,

debido a que las corrientes de viento levantarían la tierra y traerían la oscuridad que

ensombrecería los caminos; en vano lo llamó, pero tampoco insistió, conocía demasiado bien

el carácter de su padre como para saber que él nunca escuchaba consejos o advertencias de

alguien, además él era muy capaz de leer el clima y nunca fallaba al pronosticarlo. Sabía que

su padre los domingos caminaba hasta llegar a los bordes del pueblo y más allá, después iba

a tomar una o dos botellas de alcohol para, finalmente, regresar alrededor de las ocho a comer

un pan con ate y dormir. Ella, sus hermanos y el pueblo entero conocían su rutina. Lo que

nadie se esperaba era que esa noche el señor no iba a volver.

Aquel día, mientras deambulaba cerca de los restos de una casa quemada una brisa de viento

proveniente del mar le había traído un recuerdo tan vívido que ese hombre lleno de vicios,

unos comunes y otros extraños, había salido hasta el desierto buscando algo que sólo él podía

ver; había andado tanto, empeñándose en encontrar a la persona más valiosa, que su cuerpo

se perdió en la arena y todo rastro de su existencia se borró. Nadie sabía que ese hombre

había huido para no volver y que la razón de su afanosa carrera no era otra, sino que el

fantasma de aquella mujer.

A kilómetros de distancia, en ese mismo día, un río de lágrimas corría por unas pálidas

mejillas. Ella sostenía un arma, traía puesto un camisón azul con encaje y la sangre manchaba

su rostro, cuello y manos; la pupila dilata apenas le permitía ver el escenario frente a ella. No

sabía cómo había podido tomar el arma, es más, no recordaba el momento en que había

llegado a su casi ni porqué, de repente, se había sentido tan enfadada.

Page 3: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

3

Era un recuerdo borroso, lleno de demasiado ruido y movimiento; era un rompecabezas con

piezas incompletas. Su mano comenzó a temblar, el recuerdo repentino la azotó contra la

realidad; ella se levantaba de la cama a toda prisa ignorando la voz escandalosa de un hombre

que, momentos antes, se encontraba junto a ella. No sabía a dónde iba, no, sí lo sabía; corría

por el pasillo y entraba a una habitación blanca, se inclinaba y sacaba el arma, no lo pensaba

dos veces; regresaba con ella en la mano, la misma que había matado a su abuelo, y entraba

al dormitorio.

Contempló unos ojos azules, los cuales la veían llenos de miedo y pavor, sin embargo, su

propio reflejo mostraba una abrumadora seguridad de lo que hacía. Tal era la determinación

que mostraban sus fieros ojos negros que aquel hombre no pudo siquiera moverse o hablar:

estaba petrificado por lo que veía frente a él. Ella lo sabía, sabía que no iba a haber otro

momento como ese, que era su última oportunidad, por eso, sin permitirle tan siquiera

pronunciar una palabra, le apuntó y le disparó: uno, dos, tres disparos y el tiro de gracia justo

en el corazón.

Ella no entendía por completo su proceder, pero sí sabía que lo tenía que matar, no tenía

ninguna duda acerca de eso, su conciencia estaba tranquila, se sentía liberada; creía que era

lo justo.

—Una vida por otra —se decía así misma— una vida por otra, después de todo el maldito

ya me mató— se dijo mientras se metía a bañar.

Pasadas un par de horas la joven ya tenía listas sus maletas, había recogido lo que se podía y

quería llevar, no le importaba que encontraran el cadáver, el simple hecho de buscar una

forma de deshacerse del cuerpo era estúpido. No tenía nada que temer, por ello no hizo ningún

intento de ocultar lo que había hecho. Simplemente abrió la puerta de la casa, salió, cerró con

llave y miró la fachada una vez más, esa vieja fachada que se caía a pedazos, caminó hacia

la reja y antes de alejarse dijo con seguridad:

—Todo era un simple ajuste de cuentas, sólo era un simple ajuste de cuentas.

No había caminado hasta el final de las tres primeras cuadras cuando un papel se cruzó frente

a su cara, lo tomó. Al desdoblarlo pudo distinguir, entre la mala caligrafía, unas breves

Page 4: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

4

indicaciones; revisó nuevamente el papel: olía a cigarro y café. Trató sin éxito de descifrar la

totalidad de su contenido y meditó por unos instantes. Ella pensaba iniciar de nuevo en una

bonita ciudad o algo parecido, pero, primero quería alejarse un poco de la realidad y ya sea

por casualidad, o suerte, tenía en sus manos la localización de un pueblo aparentemente

inhóspito ubicado entre un desierto y el mar. Únicamente le tomó unos segundos decidirse:

dobló el papel, lo guardó en su bolsa y se dirigió a la estación de tren más cercana para tomar

el transporte que la llevaría a un nuevo lugar.

Sin embargo, dentro del papel no sólo se encontraban una serie de indicaciones también, y

escritos por una mano con experiencia, una serie de advertencias para llegar al pueblo sin

nombre. Riesgos, eso había; unos que la joven de cabellos rojos sólo conocía en su

imaginación y, tal vez, en lo más profundo de su memoria. Aquella dirección tenía otra

función.

En el mismo momento que ella le disparaba al hombre sentado en la cama; otra persona

completamente diferente se encontraba apoyada en un pequeño y destartalado camión; era

un hombre obeso, sudado y sucio, lleno de tatuajes obscenos, con barba y cabellos negros

que bebía café y, mientras lo tomaba, él recordaba la historia que le había platicado su

compañero: un hombre requemado por el sol, con cabello castaño y delgaducho. Éste le había

contado que existía un pueblo muy a lo lejos, en un lugar internado entre la arena del desierto

y la arena del mar, con continuos choques de corrientes de aire; unos prevenientes del norte

y otros del sur, pero, que lo más insólito de aquel pueblo no era la arena o el sol, sino la luz

que emanaba, era como un punto brillante a lo lejos, un punto de luz en medio del desierto.

Esto era porque cada casa, tienda o construcción que existiera poseía colgada algo parecido

a un espanta espíritus fabricado de un resistente cristal de diversos colores pero muy

resistente. Aquel hombre delgado, que iba una vez al mes a vender o comprar cosas de uso

común, se había habituado al clima y la zona incluso tenía amistades con algunos de los

pobladores que le platicaban sobre sus costumbres e historias; uno de ellos, un anciano, le

había dado como regalo uno de esos extraño objetos; él no sabía exactamente qué era o cuál

era su función, pero por no desairarlo aceptó el obsequio y lo llevó a su casa.

Page 5: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

5

El hombre obeso ya había visto el peculiar objeto, inclusive le había quitado una pieza al

presente de su compañero; lo había hecho por pura curiosidad que después se volvió codicia;

pronto ese hombre descubrió que el misterioso cristal era muy valioso y los rumores de que

en un pueblo lejano existía un material muy preciado inmediatamente lograron despertar en

él el deseo de saber de dónde provenía y, sobretodo, cómo era posible obtener más de éstos

pequeños materiales cristalinos.

Mientras el hombre barbudo divagaba sobre cómo llegar al pueblo el viejo papel voló de sus

manos y terminó en poder de la joven de cabellos rojos. Aquello parecía un juego de azar; el

tablero estaba puesto y las piezas estaban por reunirse.

El día estaba soleado, pero no se sentía sofocante. Tal vez era por las corrientes de viento que

venían del norte, esas corrientes frías que lograban traerle un momento de frescor al

abandonado pueblo; todos estaban realizando sus labores cotidianas: arreglar zapatos,

atender la tienda, cuidar lo poco que se lograba cultivar en los huertos. Los pobladores

parecían vivir un día común y corriente o, al menos, eso parecía, pues los hijos del hombre

vicioso estaban de luto, ya habían pasado cinco días desde que su padre había desaparecido,

todos sabían perfectamente adonde había ido, pero nadie se atrevía a seguirlo:

—Se fue en dirección a las dunas —lamentó una voz aguda.

—Sí, se fue a esa parte del desierto de donde nadie vuelve.

—Se marchó porque así lo quiso ella —concluyó otro.

—No, se marchó para encontrarla —sentenció con voz grave el anciano Tomás.

Eso y más se murmuraba en el pueblo, no existía ni una sola persona que creyera lo contrario

incluso sus hijos lo sabían, fue por eso que no lo siguieron y también por lo que no llevaron

a cabo ningún velorio; simplemente los hijos vestían de negro porque habían perdido a su

padre, bien podría estar muerto o bien podría estar vivo, sin embargo en ambos casos creían

que estaba con su esposa.

Page 6: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

6

No era frecuente pero sí común que la gente se internara en el desierto y no regresara; por

ello, cuando el sol comenzó a caer y una oscura silueta se empezó a aproximar entre los

remolinos de arena, con dirección a la entrada del pueblo, todos empezaron a sentir como el

temor los inundaba. Era como un deja vú para la gente adulta y una señal para los más

ancianos, sólo para los jóvenes y niños carecía de significado.

La luna, que estaba en su esplendor, empezó a ser ocultada por gruesas capas de nubes negras,

no se veía más que oscuridad en todas las direcciones posibles, no había estrellas y el viento

golpeaba con una increíble fuerza las arenas del desierto; las corrientes del sur no sólo podían

sentirse sino que también se podían ver, pues traían consigo la blanca arena de la playa y ese

olor inconfundible del mar; por primera vez, después de treinta años, el frío de las montañas

del norte cayó sobre el pueblo y una densa neblina lo cubrió, todo era exactamente igual al

día en que ella llegó. Sólo unos cuantos lo sabían y otros pocos lo que significaba; lo único

que todos sabían era que esa noche era completamente inusual. La joven de cabellos rojos

sin embargo no conocía el lugar ni lo que su llegada significaría, es más no sabía si podría

llegar pues no podía ver más allá de dos o tres pasos; caminaba sola por la oscuridad, pues

nadie había querido acercarla más a ese pueblo maldito. Mientras caminaba trabajosamente

se repetía en su interior las indicaciones de un hombre viejo:

—Camine derecho, lo más que pueda, cuando haya andado como una hora podrá ver la luz

que despide el pueblo y de ahí sólo tiene que seguirla.

—No es nada exacta su indicación —reprochó la pelirroja.

—Es todo lo que puedo hacer, no hay señalamientos en el desierto y de nada serviría darle

referencias, para usted todos serían los mismos cactus o la misma arena, sólo los que viven

ahí saben cómo llegar, pero casi nunca salen y únicamente los insensatos encaminan sus

pasos para allá. No existe nada ahí que pueda ser considerado lindo, sólo Dios sabe que hay

en ese pueblo para que nadie se vaya de él y para que los que lleguen no lo quieran abandonar.

—¿No cree que está siendo muy supersticioso?

Page 7: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

7

—No, usted viene de ciudad, de muy lejos de aquí, está acostumbrada a llevar una vida

cómoda y lejana de lo que usted y su gente considera una superstición absurda, pero cuando

llegue a ese lugar se va dar cuenta.

—¿Cuenta de qué?

—De que no existe alguna línea que separe lo real de lo imaginario, sólo la ilusión de que así

es. Yo no voy a arriesgar a alguno de mis muchachos a que se quede varado ahí sólo por

llevarla, a lo mucho la dejaran al inicio del camino.

—¿Hay un camino?, ¿no cree usted que sería más fácil haberme dicho eso antes?

—El camino aparece y desaparece a su antojo, bien podría llevarla a otro lado si lo sigue

ciegamente.

—No entiendo lo que dice —exclamó molesta.

—Lo que le digo es que el camino sólo aparecerá si se le apetece, y si el camino lo desea

podría llevarla en dirección a las dunas doradas de donde nadie vuelve — le contestó serio.

—Eso es absurdo.

—¡Pues váyase!, ni yo ni nadie de aquí la va a detener, pero no ignore mis recomendaciones:

no siga el camino sino no está segura de adónde va, si ve a alguna persona no la siga, aunque

le hable, y por ningún motivo voltee hacia atrás.

—Si sigo el camino es porque estoy segura de a dónde voy ¿no?

—No, usted sabe que quiere llegar a ese lugar, pero si no está segura de que realmente quiere

ir, entonces no siga el camino.

En la inmensidad de la nada la joven de cabellos rojos se preguntaba si de verdad llegaría,

simplemente no podía creer que estuviera ahí, sola, en medio del desierto y sin saber adónde

dirigirse; había sido completamente estúpido ir.

—¿En qué demonios estaba pensando al venir aquí?

Page 8: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

8

Cualquier otra persona hubiera seguido su instinto común alejándose de ahí; sin embargo ella

sentía que debía de ir a ese lugar, era algo inexplicable, después de todo nunca había ido y,

por lo que había visto y escuchado, todo indicaba que el pueblo no era precisamente hermoso;

pero en el fondo sentía que algo la incitaba a seguir caminando. Aquella aventura parecía

demasiado difícil: era trabajoso caminar, desesperante tratar de ver e irritante continuar. Justo

cuando ella casi se daba por vencida escuchó una voz:

—Adelante, mira hacia adelante —murmuró una melodiosa voz.

—¡¿Quién está ahí?! — gritó horrorizada.

—Adelante, camina hacia adelante.

La voz femenina había logrado que la joven de cabellos rojos prestara más atención a su

alrededor; estaba aterrorizada, ¿cómo era posible que hubiera alguien tan cerca de ella sin

que lo hubiera notado?, frenéticamente empezó a dar vueltas y mirar en todas direcciones

para ubicar de donde prevenía esa voz, pero lo único que logró fue perder el rumbo que

llevaba, ahora, sola, hundida en su desesperación finalmente pudo entender lo peligrosa que

se tornaba su decisión. ¡Qué absurdo había sido seguir ese irracional deseo de saber qué era

lo que escondía en su interior el desierto! Sin embargo, cuando su primera lágrima de

frustración y miedo tocó la arena, la voz volvió a hablar:

—Síguela, sigue la arena blanca —dijo de manera consoladora.

Alzó el rostro y vio frente a ella una fina arena blanca balanceándose lentamente hacia

adelante, estaba siendo dirigida por un cálido viento, rápidamente se secó las lágrimas y

empezó a seguir a la arena; no sabía por qué ni le importaba lo que le hubiera dicho aquel

hombre viejo, lo único que sabía era que estaba irremediablemente perdida y que

posiblemente la única opción que tenía era hacerle caso a esa voz. Cuando tan sólo llevaba

caminando unos cuantos minutos sintió como la arena se endurecía bajo sus pies y al mirar

hacia abajo pudo notar que se encontraba sobre un camino de piedra lisa y, al parecer,

amarillenta; fue en ese momento cuando se detuvo y recordó la recomendación del anciano.

La arena blanca se dirigía en una dirección mientras que el camino se dirigía en otra

completamente diferente, pronto la duda la asaltó; seguir contra toda indicación el camino o

Page 9: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

9

hacer lo que había dicho la voz. En ambos casos era peligroso, realmente no sabía qué hacer,

pero ¿qué era lo que quería? ¿realmente quería llegar al pueblo o sólo creía que quería llegar?

Por un momento cerró los ojos y lo meditó en silencio.

Notó que ya había pasado aproximadamente una hora, tal vez un poco más, así que

inmediatamente abrió los ojos y caminó en lo que ella suponía era derecho, sin seguir a la

arena o seguir el inicio del camino, pues ahora estaba segura de adonde ir.

— Voy en la dirección que me indique la luz —afirmó.

Tras algunos segundos de caminar pudo ver, frente a ella, las intensas luces que emanaba el

pueblo, un punto en medio de la oscuridad, ahora ella se sentía confiada, se sentía segura; fue

en ese momento que sintió bajo sus pies algo duro y al mirar se dio cuenta que estaba sobre

el camino.

— Querías llevarme a las dunas doradas ¿verdad?, no te funcionó, ahora estoy segura de

adónde me dirijo —exclamó victoriosa.

Y así, con paso decidido camino en dirección al pueblo; lo que no sabía era que ya la estaban

esperando.

En medio de la oscuridad y la neblina circundante pequeñas lucecitas empezaron a brillar,

después de todo no importaba que tan inusual fuera ese día; las costumbres nunca las pasaban

por alto, es más, eran tan respetadas y se realizaban de una manera tan precisa que cualquiera

ajeno a ese lugar creería que era más una obligación que una simple práctica.

Sin embargo, aquella tradición le había salvado la vida a la joven de cabellos rojos, pues si

ella no hubiese visto aquella luz a lo lejos probablemente se hubiera desconcertado y tratado

de regresar al camino, el cual, sin duda, la llevaría a esa parte del desierto donde la arena se

encuentra mezclada con fino polvillo de oro, esa parte del desierto que como muchos otros

lugares se encuentra rodeada de un velo incesante de misterio y que, sin embargo, nadie se

atreve a descubrir.

Capítulo II

Las dunas doradas

Page 10: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

10

“Lafinaarenadoradaseacercabasilenciosahaciamí,labrisacálidameabrazabay, aun así, entregada por completo a ese secreto, pude mirar a través de losinvisibles ojos del viento su figura; en ese instante supe que ambos estábamosdestinadosaestar juntosy,queapesardetodoelesfuerzoqueinvirtiéramosenello, nunca podría ser así; pues una parte de mi le pertenecía a él y la otra lepertenecíaaldesierto”.

Hace años que corría con el viento el rumor de una inexplicable existencia en el corazón del

desierto; se decía que en lo más apartado de ese inhóspito lugar vivía una niña con cabellos

rubios y ojos esmeralda que corría descalza por la arena y reía cuando las leves brisas

chocaban contra su cuerpo y la hacían elevarse lentamente hacia el cielo. La mayoría de la

gente no daba crédito a esos rumores, pero nadie se atrevía a negarlo abiertamente por temor

a que fueran ciertos.

No poca gente trato, en vano, de probar su existencia, fueron bastantes los que se aventuraron

al desierto para refutarla y pocos los que regresaron de semejante empresa. Sin embargo, no

todos los hombres se perdían, algunos, muy pocos, regresaban para contar una historia; y

todas esas historias tenían algo en común: la niña de cabellos rubios.

—¡Es cierto!, ¡lo que digo es cierto! —gritaba un hombre con los labios despellejados y la

boca seca.

—¡Cálmate Tomás!, nadie dice que no sea cierto.

— ¡Creen que estoy loco, lo veo en sus miradas!, busquen a los otros y les dirán que no

miento —gritaba un joven mientras intentaba incorporarse de la cama.

— Tomás ¡mírame! —le decía un hombre mientras trataba de calmarlo— ninguno volvió,

esperábamos que tú supieras donde estaban.

En ese instante la mirada de aquel moribundo se perdió en la distancia; en vano sus

compañeros intentaban captar su atención. Aquel joven delgado y deshidratado sabía que ya

no había marcha atrás, que no importaba cuantas veces lo repitiera, nadie le creería; a lo

mucho lograría relatar una vez más su historia; así, tal vez, evitaría que alguno intentara

buscar a esa niña.

Page 11: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

11

Por supuesto nadie lo aceptaba completamente, ni creía que en verdad encontraron a esa

pequeña criatura y que lo primero que hizo al ver a los seis hombres en medio del desierto

fue reírse de ellos:

—Nunca debieron venir aquí, a él no le gustan los extraños, váyanse —comentó entre seria

y divertida.

Ninguno quería admitir que pocos segundos después aquellos hombres fueron abatidos por

una enorme ola de arena dorada que casi siempre se tragaba a aquellos que importunaban los

juegos de la pequeña rubia. Con el paso de los años el miedo dio paso a la incertidumbre para

continuar con la resignación y el olvido de esas escalofriantes muertes; al final todo rastro de

la historia se desvaneció poco a poco; sólo los más ancianos la recordaban y, con frecuencia,

ocupaban para asustar a los niños y a los escasos visitantes.

— Se dice que en las dunas doradas vive la hija del desierto —exclamó un joven cuidándose

de no ser escuchada por los transeúntes.

—No, yo había escuchado que es un alma en pena —contradijo una mujer.

—Te equivocas —decía un hombre viejo— en esa parte del desierto se encuentra la amante

del demonio de la arena, es por eso que todos los hombres que van ahí mueren.

Nadie sabía realmente lo que sucedía, lo que sí sabían era que tenían que alejarse de las dunas

doradas por su propio bien. Tal era el temor a esa historia que todos preferían dejar a un lado

la posible riqueza que encontrarían allá por salvar la vida. Después de todo aún se seguían

desapareciendo hombres en esa parte del desierto y si algo constaba de alguna certeza era

que aquel que se internara demasiado nunca regresaría.

— Hoy vi a la joven de cabellos rubios— se decían los viajeros.

Con el pasar de los años la niña se convirtió en una mujer que los pobladores temían; nadie

siquiera se atrevía a mencionarla cuando se encontraban solos en la inmensidad del desierto,

pero un día todo cambio.

Page 12: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

12

Fue un día que empezó ordinario: el sol quemaba como siempre y había pocas corrientes de

aire. Un joven caminaba solitariamente en dirección a una antigua casa, llevaba puesta una

gastada camisa a cuadros y, envuelto en una vieja tela, un itacate.

Cuando el joven llevaba ya un buen trecho caminando escuchó que su padre le hablaba:

—¿Adónde vas Raúl? —le decía molesto.

—Con don Tomás.

—¿otra vez vas a escuchar esas estúpidas historias? —le dijo desdeñosamente.

—No son estúpidas —comentó en un susurro.

—Vuelve temprano, necesito ayuda con el local para variar —y con un gran tinte de

desprecio aquel hombre agregó— ¡no necesito haraganes que solo saben comerse mi pan!

—Maldición, lo único que sabe hacer ese viejo es insultarme —se decía asimismo el joven

mientras seguía caminando.

Por supuesto la mayoría de los padres creían que don Tomás era, sino mala, poco beneficiosa

influencia, pues realmente lo único que hacía era, según ellos, contar historias que llenaban

de humo la cabeza de los jóvenes y evitaba que se enfocaran en cosas verdaderamente

importantes. Además, se decía que don Tomás estaba marcado, de alguna manera había sido

el último, con vida al menos, que había visto a la niña y por ello se creía que estaba destinado

a morir cuándo y dónde lo quisiera el desierto; por ende, muchos jóvenes se mantenían

alejados de él, al menos casi todos.

Como era muy común contar historias demasiado descabelladas, como para ser reales, e

inventar cuentos cargados de demasiado ficción, como para ser productos sólo de la mente

humana, era bastante normal que los niños y jóvenes se interesaran en las historias y leyendas

del pueblo; así que casi nunca se levantaban murmullos de desaprobación al escuchar que

alguien quería escuchar una historia, pero Raúl era diferente, pues ese joven parecía estar

demasiado enredado en aquellas historias y extrañamente fascinado con la joven de cabellos

rubios. Tal era su interés que casi cada jueves visitaba a don Tomás para que le contara algo

acerca de esa joven que anteriormente era conocida como la niña de los cabellos rubios;

Page 13: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

13

siempre pedía detalles de su rostro o de su figura, cómo sonaba su voz y como se sentía uno

al mirarla a los ojos.

Por supuesto no era algo que aprobaran sus padres o los adultos del pueblo; sin embargo, su

curiosidad era demasiada y poseía una actitud poco precavida que conllevaría a algo

inimaginable.

—Vaya, vaya, pero si es el jovencito Raúl — decía un anciano sentado en una vieja silla

negra al ver al joven entrar.

—Cuando va a dejarme de llamarme “jovencito”, ya soy un hombre.

—Te dejare de decir “jovencito” cuando tengas tu propia casa y una prometida; entonces te

llamaré “joven Raúl”

—Vaya, usted es imposible.

—Entonces ¿por qué vienes cada jueves a verme?

—Sabe que no era cierto lo que decía.

—Oh, ya lo sé, es solo que me gusta molestarte. Dime, jovencito Raúl ¿en qué te puedo

servir?

—Ya sabe para que vengo don Tomás, cuénteme más cosas acerca de la joven de cabellos

rubios.

—¿Nunca te cansas de oír esas historias? —le preguntó en un susurro.

—No.

Y así, nuevamente, el anciano y el joven, terminaban introduciéndose a un vasto mundo

surreal. Raúl, fascinado por esas interminables y fortuitas apariciones contemplaba siempre

su reflejo extasiado frente a un viejo espejo; él no conocía el origen del porque se encontraba

tan maravillado por esa joven, para él, como para el resto de los demás, era un completo

misterio; incluso muchas veces creía que el anciano hombre se inventaba las historias para

no desilusionarlo y que él sólo creía una mentira bien elaborada, pero que mentira tan

Page 14: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

14

apasionante, tan intrigante, tan deseable. Sin embargo, en lo más recóndito de su ser se

encontraba grabado el porqué de esa imparable seducción por parte de la joven de cabellos

rubios.

Conforme avanzaba la plática el sol comenzó a caer y lentamente se empezó a formar una

densa neblina; era una de esas tardes en las que el clima bueno de repente sufre un cambio

drástico, una tarde que ponía nerviosa a la gente solitaria de ese pueblo; pues pertenecía a los

llamados “días oscuros”, debido a que el lugar entero se sumergía en una espesa neblina que

no permitía ver absolutamente nada y que, como característica única, poseía un pigmento

negro, nauseabundo incluso. En esos días la gente no salía de sus casas, todos se encontraban

temblorosos esperando a que los espíritus de los desaparecidos volvieran y confiaban que

después de que éstos dejaran sus mensajes se marcharan y nunca más volvieran. Por

supuesto, el hecho de que la neblina negra arribara una o dos veces al año significaba que los

mensajes no habían sido correctamente interpretados o que había nuevas almas que

realizaban ese viaje para dejar sus últimas palabras a aquellos que poseían su afecto.

—Será mejor que te vayas Raúl —le comentó preocupado.

—Pero ¿por qué?, si apenas empezamos con las historias.

—Sí, ya lo sé, pero mira pa’fuera, está empezando a bajar una neblina oscura y si no te vas

ahorita podrías perderte al intentar llegar a tu casa y tus padres se preocuparían mucho por ti.

—No tiene por qué alarmarse, vendrá una corriente del sur que evitará que caiga demasiado

rápido la oscura neblina; yo diría que tenemos una hora antes de que todo se quede

completamente a oscuras — y agregó en un débil susurro— además mi padre probablemente

se alegraría de que yo muriera allá afuera.

—No digas eso, tu padre te quiere.

—Se equivoca, para él sólo soy un estrobo, una mala copia de mi difunto hermano, pero no

me importa, yo no soy él y no pienso serlo; pero tiene razón será mejor que me vaya, pues

tengo que ir a comprar algo.

Page 15: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

15

—Hasta luego, jovencito Raúl —decía el anciano mientras reía— por cierto, ¿cómo sabes

que llegará una corriente del sur?

—Sólo lo sé —le respondía mientras salía— sólo lo sé.

Raúl caminaba cabizbajo sobre un sendero cubierto de polvo, la gente corría a su alrededor

para refugiarse lo más pronto en sus hogares, pero él caminaba lentamente; se podía ver que

algo ensombrecía su postura y estaba tan absorto en sus pensamientos que no escuchaba lo

que le decía la gente al pasar:

—Ándale Raúl, date prisa.

—¿A dónde vas muchacho, que no ves la neblina?

—Hijo, te vas a perder.

Él no prestaba atención a lo que le decían ni tenía miedo de la oscura neblina. Sabía

perfectamente que tardaría en llegar una hora; realmente no sabía porque estaba tan seguro

de que así sucedería pero él ya se había dado cuenta que siempre acertaba y por eso no se

preocupaba.

Sin embargo, al lugar al que tenía que ir se encontraba un poco retirado así que aceleró el

pasó; en ese momento no se imaginaba que su vida estaba a punto de cambiar.

Tomás comenzó a reír mientras tomaba el paquete que previamente Raúl había traído

consigo.

—Ese muchacho, siempre tan atento.

Justo cuando se encaminaba a su pequeña cocina una voz lo detuvo. No era en sí sorpresa

por escuchar a alguien que no fuera el joven que se acaba de ir, eran realmente pocos los que

lo llegaban a visitar a su casa, ni que esa voz tuviera un timbre femenino, no, era el tono con

el que hablaba: seco, impersonal, carente de emoción y, sobre todo, peligroso. Volteó

lentamente para confirmar sus sospechas; ahí frente a él y junto a la ventana la dueña de unos

enormes ojos verdes lo traspasaba con la mirad

—Ese joven, ¿cómo se llama? —demandó saber.

Page 16: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

16

Capítulo III

Un recuerdo

Abrazabaconfuerzaelcuerpoinertedesuhermano.Laarenagolpeabaconbrutalidadsucuerposinembargo,elnocedía.Suspequeñasmanosseaferraban conmás fuerza sobre el pecho del cadáver. Lo caótico de lasituación le impedía verla. Ambos niños alzaron su rostro y cruzaron lamirada.Losdosparesdeojos,unosmarronesyotrosverdes,derramabanlágrimas;losprimeros,porlapérdida,lossegundos,porlaculpa.

No eran poco los murmullos que se escuchaban en las calles, poco a poco el sol le dio de

lleno por la ventana y la obligó a levantarse para acercarse al balcón; unos cuantos minutos

mirando hacia el horizonte le hicieron comprender que, tal vez, no había sido la mejor idea

seguir las instrucciones de un papel. En un murmullo maldijo su curiosidad. Se preparó

mentalmente para salir de la posada y adentrarse a la vida de un pueblo que se le hacía

demasiado rudimentario para su gusto. Tan ensimismada estaba planeando sus siguientes

movimientos que no se percató que la observaban. El de ojos marrones la miraba con

curiosidad desde la calle; el otro, muy lejos, con añoranza.

Atendiendo la posada buscaba distraerse para evitar pensar en su padre; su mellizo le había

dicho que era innecesario, pero ella insistió en quedarse a pasar la noche en la, denominada

por ellos, recepción; su casa, ubicada en la parte trasera de la construcción la comenzaba a

asfixiar por lo que buscaba por todos los medios no estar ahí. Casi una semana durmiendo en

la incomodidad de un catre la obligó a replantearse la posibilidad de regresar a su cuarto y

dejar el negocio solo durante la noche; grande fue su sorpresa al recibir a una joven

desconocida en la madrugada preguntando por una habitación. Una joven que tenía la misma

mirada de su madre, aunque en lugar de toparse con unos orbes verdes se encontró con una

oscuridad abrumadora; pero en esencia eran muy parecidos y eso sólo lograba inquietarla

más.

—Cata, ¿quién es la joven de cabellos rojos? —demandó saber uno de sus hermanos y

sacándola de sus recuerdos.

—Un cliente —remarcó con obviedad.

Page 17: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

17

—Bueno…sí, pero …

La pregunta no llegó a concretarse pues la presencia de la susodicha llamó la atención de

ambos. Lentamente se dirigió a los hermanos y preguntó, con un poco de ansiedad, cómo

podía irse de ahí y qué tanto tiempo le llevaría. Ambos la miraron sorprendidos, era extraño

que se extraviara la gente ajena al pueblo, pero más que lograran llegar los foráneos tan

adentro del desierto. Cuando la joven se comenzó a exasperar e intento volver a formular su

pregunta la voz del joven la detuvo.

— No se puede ir —exclamó el joven con solemnidad mientras Amelia enarcaba una ceja

— Y, ¿se puede saber la razón? —demandó saber visiblemente enojada.

— Fácil —respondió el joven mientras le sonreía— te vas a perder, hoy es uno de los “días

oscuros”, tendrás suerte si logras llegar a la entrada del pueblo.

La pellirroja sólo se limitó a verlo a él, a la joven rubia, extrañamente ajena a la conversación,

y a la ventana. Lo que le decían no tenía sentido para ella.

—Veo que no entiendes— exclamó entre burlón y sorprendido el joven.

—¿Debería? —contestó molesta mientras éste parpadeaba desconcertado por la actitud de la

joven.

—Santiago acompaña a la señorita a la salida del pueblo, si no se quiere quedar pues que se

vaya —le dijo su hermana— ¡apúrate que no tarde en caer la neblina! —le gritó mientras se

alejaba.

Los dos jóvenes se quedaron en silencio sin moverse. Santiago sabía que Catalina tenía un

genio de los mil demonios, pero generalmente sólo lo externaba con él, Omar, su mellizo, y

en mayor medida con José. La pelirroja, sin pensar mucho en la actitud de la rubia le volvió

a pedir a Santiago que la llevará al mencionado lugar. Él sólo la miró sin creérselo, pero

accedió; de todas maneras, él ya tenía un plan por si no llegaban a tiempo a la entrada, lo cual

era lo más probable.

Page 18: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

18

Ambos caminaban sin mirarse o hablar; cada uno sumido en sus propios pensamientos hasta

que escucharon como le gritaban a Santiago, el aludido, sin saber bien que hacer le dijo a la

joven que lo espera ahí mientras él iba a ver que quería el odioso de su hermano mayor. La

joven sólo asintió y se acercó con parsimonia a un viejo poste.

—¿Qué quieres? —preguntó fastidiado.

—¡Qué genio te traes!, ¿quién es la chica?, ¿has visto a Omar?, ¿dónde está Cata? —preguntó

con rapidez.

—¡Qué te importa!, es un huésped, no lo he visto desde temprano, está en la casa —contestó

con igual velocidad— por cierto, ¿y ese golpe?

—Nada, el imbécil de Adolfo volvió a preguntar por nuestra hermana y …

—Le volviste a pegar —concluyó. Santiago a veces entendía porque Catalina se enojaba

tanto con José.

—Eso no te importa, a dónde la llevas, acaso no te das cuenta que el viento ya está más fuerte;

te vas a perder y ni creas que voy a salir a buscarte, tengo cosas más importantes que hacer

que buscarte entre la arena y la niebla — dijo mientras le daba la espalda y se marchaba.

—¡¿A dónde vas?! —le preguntó sin obtener respuesta.

Aunque no lo pareciera José se preocupaba por su hermano; él sabía que no se perdería, pero

lo tenía inquieto la extraña joven.

—Creo que se le perece —dijo a la nada mientras exhalaba una bocanada del cigarro.

Sin saberlo alguien más concordaba con él, pero aun así tenía que comprobarlo. Y así, de un

momento a otro la densa neblina negra se instaló en el pueblo desconcertando a todos.

Amelia, quien se había alejado de Santiago, sólo pudo sentir como alguien la atraía al interior

de una casa con fuerza; el grito quedó amortiguado por la indiferencia y mientras se le

nublaba la vista sólo pudo pensar que era una estupidez que le pasara todo eso, otra vez.

Page 19: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

19

Corría de manera frenética por las calles, ¿cómo se le había perdido la chica?, pobre, seguro

estaba asustada. La neblina no lo dejaba ver, sin embargo, podía sentir en su cuerpo como

aquellas almas le estaban evitando el paso.

—¡lo que me faltaba! —gritó exasperado mientras se revolvía el cabello— de seguro esa

chica se muere del susto, ¿cómo voy a cargar con una muerte en mi conciencia? no fue mi

culpa de todos modos, ella se alejó. ¡Pero qué pasa con esta niebla! se suponía que iba a tardar

en llegar. Haber, piensa, ¿en dónde se pudo haber metido?, no creo que allá regresado a la

posada, ni sabría cómo, pero sino está en la calle ni allá seguro alguien la dejó entrar a su

casa —con eso en mente el joven comenzó a correr hacia la casa del cuentacuentos, hacia la

casa de Tomás.

La joven lentamente abrió los ojos e intentó enfocar su vista, frente a ella estaba un anciano

con una sonrisa pintada en el rostro. Le extraño, pero parecía inofensivo así que únicamente

se limitó a verlo inquisitivamente. Ninguno de los dos parecía querer romper ese extraño

silencio. Afuera se oía el ulular del viento y, si se ponía atención, voces que evocaban a

nostalgia y tristeza. La joven casi podía jurar que una de aquellas voces era la que escuchó a

su llegada al pueblo, aquella que la había ayudado a encontrar el camino sin embargo, el

sonido de un golpeteo en la puerta evitó poder comprobar su suposición. El anciano hombre

se levantó y fue a abrirla:

—¿Está aquí?, dígame que está aquí —preguntó con esperanzas Santiago.

—¿Quién muchacho? ¿la nueva inquilina? —contestó divertido el hombre.

—Sí, esa mera. ¿está aquí verdad? Ya sabía yo que de todos los del pueblo usted sí la iba a

ayudar —en ese momento el joven entró y la vio— yo le dije que no se alejara, pero ni hizo

caso, ¿ya ve?, le dije que no se iba a poder ir, además ahora estamos atorados aquí.

—Pareciera que no te gusta estar en mi casa Santiago.

Page 20: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

20

—No es eso don Tomás, pero mi hermana anda de un humor que para que le cuento; y con

eso de que José se agarró a golpes con Adolfo y Omar anda desaparecido, por lo menos no

se ha ido a presentar con ella, pues ya se imaginará.

—Siéntate muchacho, voy a calentar el café —invitó el viejo.

—¡Oye!, me ibas a llevar a la entrada del pueblo —demandó Amelia mientras se

incorporaba— vámonos, ya después te regresas por el café.

Ambos hombres la miraron sin decir nada.

—No te puedes ir, ¿qué no ves que hay neblina? —le dijo el más joven.

—No me importa.

—Te vas a perder niña inconsciente —la reprendió el anciano.

—Mire señor, yo hago lo que quiera, no tiene por qué decirme que puedo o no puedo hacer.

—Bien, entonces salte —le dijo el anciano mientras abría la puerta.

La joven se quedó estática en su lugar, nunca antes había visto una oscuridad como esa; un

negro profundo se balanceaba frente a ella, casi podía jurar que veía rostros que intentaban

mimetizarse con la negra bruma. Las voces, aquellas que creyó imaginar, provenían de ahí,

sólo que ahora se escuchaban con claridad y, entre ese caos de sonidos y formas, logró

distinguir una pequeña figura; la sangre se le heló, ese rostro era idéntico al suyo. No tenía

lógica para ella, pero era verdad. El viento arreció y los lamentos aumentaron su intensidad.

—¿Qué… — la impresión no la dejó terminar su pregunta.

—¿Aún quieres irte niña? —escucho mientras el anciano cerraba la puerta.

—¿Qué era eso? —exclamó visiblemente espantada.

—Almas en pena, buscando a algún incauto que ande vagando sólo por ahí —le dijo Santiago

mientras se reía, parecía tener sentido, desde una lógica retorcida para ella, pero el joven lo

decía sin creérselo.

Page 21: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

21

—No te burles Santiago, que un día de éstos… —le intentó reprender Tomás.

—No es nada —cortó el joven— sólo neblina, pero se ha extendido por todo el pueblo y parte

del desierto, será mejor que no salgas, te perderás y ni siquiera yo podré encontrarte.

—No te asustes niña —le decía el anciano mientras caminaba hacia, lo que ella supuso, era

la cocina.

Nuevamente el silencio se coló entre los dos jóvenes; Amelia no dejaba de mirar la puerta

sorprendida y Santiago no dejaba de verla a ella.

—¿De dónde vienes?

—De la ciudad —respondió tajante.

—Bueno, ¿de cuál? —preguntó él sin rendirse para entablar una conversación.

—¡¿Acaso importa?!

—Sólo tenía curiosidad, me preguntaba cómo es que habías llegado aquí y por qué razón

decidiste venir.

Amelia guardo silencio y recordó la sensación del arma en sus manos, los ojos de aquel

hombre, la sangre fresca en la pared. Aún no lograba comprender porque no se había ido

antes; le mortificaba saber la razón y la desconfianza volvió a ella junto con su mal humor.

Miró sus manos con detenimiento y recordó las veces en que tuvo que cubrirlas con guantes

para evitar las miradas indiscretas, no sólo eso, algunas veces tenía que cubrir su cuello o los

brazos. Nuevamente volteó a ver al joven que la miraba esperando una respuesta y sin saber

la razón le contestó con la verdad.

—Maté a mi novio, vine aquí por mera casualidad, no estoy huyendo —dijo con una

aplastante seguridad.

Santiago la miró absorto sin poder creer lo que le decía aquella joven. Sin embargo, no le

causaba ninguna molestia o repulsión lo que había dicho, sólo asombro. Un poco más retirado

se encontraba el viejo Tomás con unas tazas humeantes sobre una bandeja; a él tampoco le

había causado tanta impresión escuchar la confesión de esa extraña joven, es más, el tema

Page 22: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

22

pasó a ser de poco interés para él; lo que más le había impresionado era la forma en que lo

había dicho, tan distante y serena. No eran físicamente iguales pero el carácter era muy

parecido, se parecían mucho y al mismo tiempo en nada y eso sólo podía significar una cosa:

debía alejar cuanto antes a aquella joven del desierto, antes de que él la encontrará.

La tarde en casa del mayor transcurrió sin contratiempos. Ninguno de los dos le preguntó a

Amelia algo acerca de su inesperada confesión. Para Tomás, desde joven, era normal

enterarse que alguien había muerto por una bala pérdida o como resultado de un ajuste de

cuentas; puede que no todos, en esos tiempos, portaran un arma, pero muchos aún las

conservaban, junto con alguna historia. Por otro lado, Santiago no lo podía creer; cuando

conoció a la joven de cabellos rojos la asoció inmediatamente con una mujer temperamental

y agresiva, como su hermana, ahora, además, la veía frágil.

El joven, idealizándola, obvio ese detalle de su pasado; en sus recuerdos ella siempre sería

perfecta.

—Entonces ¿cómo llegaste aquí? —preguntó el menor de los hombres.

—Fue incidental

—¿En serio?, es decir, ¿venías caminando por ahí y decidiste adentrarte en el desierto para

ver si encontrabas algo? Suena muy absurdo.

—No, ni me has dejado terminar —Santiago comenzó a reírse.

—Creí que no dirías otra cosa.

—Escúchame —demandó su atención fastidiada— da la casualidad que cuando planeaba a

dónde dirigirme se cruzó frente a mí un papel que traía las indicaciones de cómo llegar aquí

—explicó deprisa.

Santiago la miró unos segundos y después comenzó a carcajearse; Amelia, por su parte,

intentaba no insultarlo.

—Dígale algo don Tomás, ¿acoso no es lo más descabellado que ha escuchado?

Page 23: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

23

Amelia, harta, levantó su bolso y comenzó a buscar frenéticamente algo; instantes después

sacó el papel arrugado y lo azotó en la mesa.

—¡Aquí está! —exclamó furiosa.

—¿Era verdad?, creí que bromeabas

—¿Por qué habría de hacerlo?

Mientras ambos jóvenes se enfrascaban en una nueva discusión Tomás acercó su mano

temblorosa a la mesa y tomó el papel. Lo distinguió desde el momento en que Amelia lo

había sacado de su bolso, pero aun así tenía que comprobarlo. Lo desdobló lentamente y pudo

reconocer su letra; ese papel, incompleto por cierto, se lo había dado a Fabián, el mercader

que se había extraviado hace unas semanas en el desierto.

—¿Se encuentra bien? —preguntó la pelirroja.

—Por supuesto, sí —se aclaró la garganta— ¿dices que lo encontraste, el papel, así nada

más?

—Sí, fue un poco raro, pero decidí aventurarme a seguir sus instrucciones.

—¿Por qué? —dijo con un hilillo de voz el anciano.

—No lo sé, es como si algo me llamara a venir.

Los tres se sumieron en un profundo silencio; lo único que contabilizaba el paso del tiempo

era el tic tac que emitía el antiguo reloj del anciano. Cuando los más jóvenes se sintieron aún

más incómodos, Tomás intervino.

—¿Te gustaría escuchar una historia? —le preguntó directamente a la chica.

—Por supuesto —contestó Amelia, feliz de disipar el pesado ambiente en el que se había

encontrado.

—Bueno —el anciano se acomodó en el sillón— como no eres de aquí te voy a contar una

vieja historia que fue muy sonada cuando ocurrió —se rio un poco, sin alegría mientras la

joven la miraba con curiosidad y Santiago con suspicacia— fue hace ya bastantes años,

Page 24: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

24

cuando yo tenía su edad. Aquí, en el pueblo vivían dos jóvenes que se odiaban a muerte; sus

diferencias pronto ocasionarían un triste desenlace.

La voz potente del anciano construyó inmediatamente para Amelia un escenario: casas

cubiertas de polvo y un color terroso, similar al de los caminos, que apenas podían

distinguirse entre los pequeños remolinos de arena, escasas enredaderas y nopales adornaban

algunas esquinas. Todo era viejo y seco. Podía sentir el viento con rudos roces despeinándola

y, más allá, observar la mezcla de arenas multicolores danzando con una cálida brisa. Pronto

se vio transportada a una historia de intrigas y envidias entre dos jóvenes, uno extrañamente

familiar, que en aquel pueblo, sólo podía ser calificado como extraordinario. La voz guía del

relato se detuvo junto con su construcción imaginaria

—Y luego, ¿qué pasó? —no pudo evitar preguntar tras la prolongada pausa, sin embargo fue

otra la voz que continuo la narración.

—Todo terminó en tragedia —dijo Santiago captando su atención— uno de ellos mató a la

familia del otro; fueron tiros errados, únicamente encontraron al joven, herido, recargado en

la pared y, junto a él, los cuerpos de sus dos hermanas.

—¡Qué horror! —exclamó Amelia siendo sacada de su ensoñación por el terrible final—

¿por qué me cuentas algo así?

—No entiendo por qué te alteras —le reclamó Santiago.

—Es una terrible historia.

—Las historias no son bonitas ni terribles, sólo son eso, historias —le dijo Tomás sereno.

—Y, ¿qué pasó después? —se atrevió a preguntar tras un rato Amelia, sin estar segura de

querer escuchar la respuesta.

—El joven baleado cobró venganza y lo mató —suspiró Tomás— aunque eso fue unos años

después.

—Eso, ¿fue bueno no? —por un momento la pregunta de Amelia iba direccionada hacia otro

acontecimiento, el que la había llevado a ese lugar.

Page 25: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

25

—Ni tanto, dejó una viuda y —pauso un momento intentando recordar— ¿eran sus hijas o

sus nietas? —preguntó a Tomás.

—Sus nietas —afirmó el otro.

—Aun así, creo que se lo merecía —concluyó Amelia sin mucha seguridad. Tomás suspiró

nuevamente y Santiago comenzó a reír.

—Bueno, la conclusión es que… —comenzó el anciano.

—¿La venganza es mala? —interrumpió Amelia.

—No y no interrumpas niña. Más bien que hay que aprender a no ser estúpido —la pelirroja

enarcó una ceja, pero no contestó nada.

Al anochecer los jóvenes se retiraron. Al vislumbrarse las primeras estrellas el anciano se

dirigió a su alcoba y rebuscó en los cajones; sacó dos fotografías: en una estaba él, de joven,

las mujeres que lo acompañaban reían a la cámara, era la última foto que tenía de ellas. La

otra, pese a ser temporalmente más reciente, estaba más maltratada; en ella se podía ver a un

hombre mayor vestido de blanco con dos niñas idénticas. Tomás sollozo en su soledad; nadie

podía escucharlo, así como nadie sabía la culpa que cargaba por la muerte de ese hombre.

Capítulo IV

La familia

Undisparocerteroacaboconsuvida;despuésdetantosañosnuncacreyóqueTomássevengaríay,sinembargo,ahíestaba,muriéndosefrenteasuesposaysusnietas.—Elcobardehuyó—pensóyarrojoelarmaalospiesdeunadelasniñas:erapequeñayblanca.Nopudodeciradiós.

No tenía sentido contabilizar el tiempo, aparentemente en ese lugar no era factible. No podía

llegar a creer cuanto había cambiado su vida por un trozo de papel. Nuevamente suspiró e

intento recordar que día era ¿lunes? o ¿miércoles? Aparentemente no tenía caso seguir

intentándolo. Era extraño, tal parecía que el tiempo se detenía en ese lugar sin nombre; casi

podía jurar que así era y le sorprendía de sobremanera. Cuando se encontraba en la ciudad

sentía que el tiempo se escurría entre sus manos sin poder evitarlo, una inevitable carrera en

Page 26: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

26

la que tenía que participar y, en la cual, nunca podría ganar. Sin embargo, ahí, en medio del

desierto el tiempo se detenía para ella. No encontraba algún indicio que indicara el paso de

éste. La gente se desenvolvía con naturalidad en ese ambiente, pero ella simplemente no lo

soportaba. Diferenciaba la noche del día, pero tal parecía que no podía vislumbrar un ayer

del mañana. En medio de la nada sólo existía el presente y la gente que lo habitaba no sólo

era consciente de ello sino que lo aceptaba.

Caminaba, para variar, lentamente. Traía consigo una sonrisa boba en la cara, justo como le

había dicho uno de sus hermanos, sabía que tenía cosas que hacer y sin embargo, sólo hacía

tiempo en lo que despertaba la pelirroja. ¿Cuánto tiempo llevaba ella ahí? No lo sabía, pero

se le hacía poco. Siempre había querido marcharse de aquel lugar, pero no sabía que

encontraría allá afuera; el simple hecho de pensar que era muy parecido el exterior a su hogar

lo aterraba. Pero la llegada de Amelia lo había sacado de su suposición, ahora, más que nunca,

tenía deseos de irse y conocer lo que había más allá del desierto.

Amelia le había ayudado a comprender el exterior, aún sin conocerlo, le había platicado de

su vida, con una inusitada confianza y le había prometido que, si se marchaban juntos, le

acompañaría durante un tiempo el cual, esperaba él, se alargará indefinidamente.

—¡Santiago! —lo llamó una vieja voz.

—Don Tomás, qué sorpresa, ¿cómo ha estado? —dijo sin emoción.

—Bien muchacho, ¿y tú?, ¿cómo están tus hermanos? ¿qué tal está Amelia? —preguntó sin

hacer caso de la actitud del muchacho.

—Todos estamos bien, de hecho ahorita mismo iba a ir a buscarla.

—Ya veo —exclamó pensativo— ¿no quieren pasar después por mi casa? Tal vez les pueda

contar otra historia e invitarles un café.

—No lo sé don Tomás, deje le pregunto a ella. Bueno, ya me voy que seguro me

está esperando —sin esperar respuesta se marchó.

Page 27: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

27

Mientras se alejaba con dirección a la posada el anciano hombre lo miraba fijamente, aquel

joven, según él, se había enamorado de la pelirroja. No por el hecho de que ella fuera bonita

o diferente; sino porque ella se había convertido en una vía de escape para Santiago y éste no

la iba a desperdiciar. Sólo rogaba, a quien escuchara, que las cosas no se volvieran a repetir.

Desde que le había contado aquella historia, extrañamente, la joven tuvo curiosidad por saber

más, sin embargo, Santiago lo evitaba. Seguramente creía que no había sido lo adecuado, en

especial por ser el mismo uno de los personajes pero el anciano hombre no se arrepentía de

su decisión. Ella debía conocer cómo se desenvolvía la gente del pueblo, cuáles eran sus

comportamientos o tradiciones; además, Tomás tenía otro objetivo en mente al contarle

aquella historia, una que, si le daba tiempo explicar, le otorgara a la pelirroja más que un

momento de ocio.

—¡Oye bonita! —la llamó con sarcasmo la voz de uno de los hermanos mayores de Santiago.

—¿Qué quieres Adolfo? —preguntó exasperada sin siquiera voltear a verlo.

—¡Qué genio te traes!, ya hasta te pareces a mi hermana.

—Me vas a decir qué quieres .... —antes de terminar la interrumpió el mayor de los hermanos.

—Buenos días —saludo monótonamente el mellizo.

—¿Días? Más bien son tardes ¿no es así bonita? —le preguntó socarrón José, remitiendo a

su peculiar costumbre de levantarse casi al medio día.

—Buenos días —saludó ella sin desviar la mirada del exasperante ojiverde.

—Omar y yo vamos a salir, por ahí le avisas a Santiago y él que le avise a Cata —le ordenó

éste último sin esperar respuesta— cuando ella estaba a punto de rebatir observó algo que

llamo su curiosidad.

—¿Y eso? ¿Qué es eso?

—Es una foto niña, ¿qué allá de donde vienes no tienen?

—Ya sé que es una foto, pero de quién es.

Page 28: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

28

—¿para qué quieres saber?

—Es de nuestro padre, ya vámonos José —habló nuevamente el hermano mayor mientras

salía de la posada.

Amelia no dijo nada, lo poco o mucho que llevaba ahí le habían hecho entender que con los

hermanos mellizos de Santiago era mejor no incordiarse. Sin embargo había crecido dentro

de ella una enorme curiosidad por los progenitores de aquellos. Santiago le platicaba muchas

cosas pero nunca de sus padres y se preguntó la razón. Ella no conocía a los suyos, nunca

supo que era tener cerca a sus padres ni la sensación de sentirse querida.

—Ahhh, ya despertaste citadina, creí que seguías dormida— comentó otra voz burlona.

Amelia suspiró y se preguntó cómo era que Santiago se desesperaba tanto con Adolfo si tenía

el mismo carácter; igual de exasperantes, sólo que el segundo era, además, un cínico.

—Don Tomás nos invitó a su casa —mencionó, esperando que ella no aceptara.

—Pues vamos, sólo hay que irnos por el camino largo —propuso feliz mientras le guiñaba

un ojo.

Santiago sonrió. Caminaban juntos a paso acompasado; él pensando en lo que podía ser y

ella en lo que había sido. Para Amelia, la persona que más le intrigaba en el pueblo era

Tomás, aquel día que terminó en su casa él se presentó como el cuentacuentos del pueblo.

En un principio se le hizo una actividad de mero ocio, pero conforme pasaba el tiempo

comprendió que la función de Tomás era de las más importantes. Ahí, en un lugar sin nombre,

donde el tiempo, junto con las memorias, carecían de importancia el recordar era una

actividad fundamental, así fueran únicamente historias con tintes de irrealidad. Amelia, entre

más permanecía en el pueblo quería descubrir más de éste; el indagar sobre lo había pasado

era su actividad predilecta, una que se veía obstruida por la falta de interés de la población,

él único que podía darle referencia era justamente el anciano Tomás.

Ella pensaba que era por esa razón que no le simpatizaba al pueblo, en general cuando se

remitía a él siempre lo tildaban como un loco, incluso Santiago se llegaba a burlar de él. Los

únicos que lo trataban de manera cordial eran los hermanos de éste último. Pensando en lo

Page 29: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

29

anterior, llegaron a la casa del cuentacuentos y en la mente de Amelia sólo había un objetivo:

saber quiénes eran los padres de aquellos cuatro hermanos.

—¿Me está diciendo que la madre de Santiago vino del desierto? —exclamó confundida

—Así es, su madre vino de desierto y regreso a él por su propia voluntad

—Lo que me dice no tiene sentido; es decir, no pudo nacer de ahí por efecto espontáneo o

gracia divina, tuvo que haber venido de algún otro lado.

—Alguna vez ella me dijo que alguien la abandonó ahí para que muriera, nunca me dijo

quién, pero era muy chica, solo recordaba una silueta alejándose entre la arena y, poco

después, otra acercándose; pero no era la misma.

—¿Ella se lo dijo?, ¿Cómo pasó de ser una niña vengativa a la madre de cuatro hijos?, ¿cómo

vivió tanto tiempo en el desierto sola? —concluyó asombrada

—Ella nunca estuvo sola, nunca, él siempre estuvo ahí —afirmó solemne.

—¿El padre de Santiago? ¿Su esposo?

—No, el desierto —la corrigió.

—¡No entiendo! —finalmente exclamó rendida.

—Niña, no me pusiste atención ¿verdad?

—Sí, pero me parece imposible de creer que la madre de Santiago vivía en el desierto

atormentando a los viajeros para luego huir de no sé dónde y casarse con el padre de esos

raros hermanos; además, dijo que ella regresó otra vez a ¿las dunas doradas no? —espero a

que el anciano asintiera para continuar— ¿por qué lo haría? Si lo que ella busca era libertad

debió de haberse ido muy lejos de aquí o, por lo menos, no regresar.

Tomás sólo suspiro

—Creo que no se fue por miedo —o culpa, pensó para sí—, además la razón por la que

decidió regresar fue por amor.

Page 30: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

30

—¿Al desierto?

—Sí, pero también a sus hijos y a Raúl.

—¿Cómo?

—Tal vez si ella no hubiera sido tan curiosa podría haberse ido muy lejos y escapar; pero no

lo hizo. Llegó aquí buscando al último hombre que la vio y sobrevivió para terminar

conociendo a quien sería el padre de sus hijos. Yo conocía a Raúl desde niño, siempre tuvo

una extraña disposición a conocer otras cosas, a acercarse a las viejas historias y comprender,

con ello, un poco mejor donde vivía y que era lo que lo rodeaba. Uno de aquellos enigmas

era Sara, la niña del desierto; la joven que bailaba entre lo posible y lo imposible. Al final,

creo que Raúl siempre lo supo —al ver el rostro interrogante de la joven completó la

oración— el que ella tarde o temprano se iría.

Largos minutos se colaron entre ellos, el café, frío, se convirtió en el punto focal de Amelia.

Todo era tan extraño pero, aparentemente, creíble. ¿En qué clase de mundo vivía? Siempre

creyó que todo se desenvolvía de igual manera en todos lados y al llegar al pueblo éste la

desmentía.

—Y, ¿Santiago sabe? —se aventuró a preguntar.

—No —antes de escuchar los reproches de Amelia continuó— mira, los jóvenes en este

lugar ya no creen ni les interesan este tipo de historias. Has venido con una pregunta y yo he

contestado mi versión de la historia; muchos de los viejos saben, en mayor o menor medida,

de esta historia. Yo te puedo dar una versión más completa por qué yo viví parte de ésta y

conocí de manera cercana a sus protagonistas. Para los hermanos mayores de Santiago y su

padre ésta era la verdad. Para el resto del pueblo y para Santiago su madre se fue por las

constantes borracheras de Raúl y, un supuesto, maltrato físico.

Aquí no vas a encontrar una verdad ni una sola versión, los viejos guardamos la memoria,

pero con nosotros morirá. El restó cree otra cosa y la mantendrá, todo lo que decimos nosotros

son cuentos, son inventos. Santiago es la prueba; sus hermanos nunca le han dicho la verdad

porque saben que no les creería.

Page 31: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

31

—Los hermanos de Santiago no son viejos —apuntó.

—No, pero eran más grandes cuando su madre se fue. El único recuerdo que Santiago tiene

de ella es una caricia amorosa y un vestido verde. Ese vestido que traes puesto —la señaló—

algún día, tal vez, Santiago perdone a su padre y conozca la verdad sobre su madre o, por lo

menos, la historia que ella contó y que creyó su familia. Supongo que es una suerte que el

muchacho se haya tenido que ir para que así tu pudieras escuchar esta historia.

— ¿Por qué me la contó?

—Has dos motivos —suspiró— he notado que pasas mucho tiempo con el muchacho, era

necesario que lo supieras; lo que te acabo de contar es parte de él, de su historia. El otro es

para advertirte; el que no creas lo que te acabo de contar no significa que no sea real. Te le

pareces mucho, a Sara. La curiosidad mató al gato, dicen. Tal vez no sea tan literal lo que te

digo, pero puede pasar. No te acerques a las dunas doradas, el llamado demonio de la arena

no se ha ido y puede que te llegue a encontrar.

—¿Me está diciendo que puedo terminar secuestrada por un montón de arena? —le preguntó

incrédula— ¿acaso me está tomando el pelo?

—No —contestó muy serio— ten mucho cuidado; tal vez, lo mejor sea que te marches de

aquí lo más pronto posible. Amelia no tuvo tiempo de responder pues Santiago entró

inmediatamente en la casa del anciano hombre.

—Ufff, ya acabé mis pendientes, ya nos podemos ir. Gracias por entretenerla un rato don

Tomás. ¿nos vamos?

La chica se limitó a levantarse, dar las gracias y retirarse sin siquiera voltear a ver a ninguno

de sus acompañantes. No tenía miedo a esas historias, sólo eran cuentos, memorias de aquel

inhóspito lugar el cual ella intentaba entender. Pero había algo que la incomodaba mucho,

¿debía contarle a Santiago lo fantástica versión de Tomás?, ella creía que era lo justo, no

podía saber más de su vida que él mismo, sin embargo, al verlo sonreír de una forma tan

despreocupada y sincera decidió posponer ese momento. Le contaría todo, pero no ahora, ya

él decidiría por sí mismo que versión creer. Ambos, tomados de las manos sin darse cuenta,

se adentraron en el desierto.

Una figura, a lo lejos, los veía partir.

—Aquella vez no la pude proteger. Esta vez no me limitaré a observar.

Page 32: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

32

Capítulo V.

El pueblo sin nombre

Podía ver a losmellizos, tomados de lasmanos, acostados cerca de su

madre,alpequeñoojiverde,semidespierto,acomodadoenunaesquinade

la cama y al bebé, Santiago, en los brazos de unamujer rubia. Era un

momentodignodeserplasmadoenunafotografía.Nolopensódosveces

yprocedióadetenereltiempo.Comodeseabaquetodopermanecieraasí;

su esposa le sonrió con ternura. Desde la ventana alguien o algo

contemplabalaescenaconmalicia,prontotodoesoterminaríay,así,ella

podríaregresar.

Las decoraciones que colgaban de las casas animaban el caluroso día en que se encontraban;

rápidamente caminó a las camas de sus pequeños y no pudo evitar una sonrisa al verlos

despiertos e intentando vestirse para la celebración. Eran comunes las festividades en aquel

lugar, pero ninguna se comparaba con la dedicación e importancia que tenía la de ese día.

Raúl había salido temprano, con un grupo de hombres, para colocar los juegos pirotécnicos

que se quemarían al llegar la noche. Ella, por su parte, logró cocinar algunos aperitivos para

la familia y tenía lista la contribución que pedirían los diablitos al pasar por su casa.

—¡Mamá, mamá! —escuchó gritar a su hijo mediano.

—¿Qué pasó cielo?

—Catalina dice que los diablos van a venir por mí, que me van a llevar con ellos y me van a

regalar por ser un latoso ¿verdad que no soy latoso? —Sara comenzó a reírse y reprobó con

la mirada el comportamiento de la niña.

Page 33: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

33

—¡No es cierto lo que te dijo! —se defendió la niña.

—Tranquilos, pronto llegara su padre y quiero que ya estén vestidos para cuando llegue —

los mayores corrieron a cambiarse en lo que ella vestía al más pequeño.

Cada minuto que pasaba los niños que encontraban más inquietos; ella había logrado

enfundarse en un vestido verde sencillo que le había comprado Raúl. Al abrirse la puerta sus

hijos corrieron a recibir a su padre. Entre risas y bromas la familia se alistó para salir y

disfrutar de la festividad. Tal vez, en esta ocasión, nadie intentaría alejarse de la mujer del

desierto.

El barullo era ensordecedor; parecía que la gente que habitaba el pueblo se había multiplicado

repentinamente. Entre la multitud José se separó de sus padres, siempre se emocionaba en

esas fechas y odiaba como sus padres se detenían en cualquier lugar, pero pronto se perdió

del resto; no se asustó, conocía el pueblo y mientras no se internase en el desierto todo estaría

bien.

Caminaba a prisa, no quería encontrarse con los jóvenes disfrazados de diablo, pues, aunque

lo negara, les tenía miedo. Tal era su desconcentración que no pudo evitar chocar con un

hombre; inmediatamente se levantó del suelo y lo encaró para reclamarle. El sujeto era alto

y, pese a ser de avanzada edad, se veía imponente en su traje blanco; junto a él se encontraba

una mujer y dos niñas. A José apenas le dio tiempo de verlos rápidamente cuando escuchó

una voz que lo llamaba.

—Niño, ¿qué haces solo? ¿y tus padres?

—Los perdí don Tomás

—Ven conmigo, te ayudaré a buscarlos —le propuso mientras le extendía la mano; el niño

la tomó y se fue con él; sólo volteó una vez más para intentar comprobar sus conjeturas: las

niñas eran idénticas.

La tarde cayó y fue acompañada por un viento fresco. En lo que los niños jugaban los padres

se miraron sin decir una palabra; ambos sabían que el momento se acercaba.

Page 34: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

34

Poco después de que el cielo se oscureció fue iluminado por múltiples luces de colores, el

ensimismamiento de la gente, junto con el ruido, les impidió escuchar balazos a lo lejos; la

arena se teñía de rojo y, entre los rostros asombrados de los espectadores, Sara distinguió una

figura familiar y terrorífica. Él había ido por ella ya no podía posponer más su partida o

pondría en riesgo a su familia; lágrimas silenciosas cayeron de sus mejillas. Únicamente le

quedaba hablar con aquel simpático anciano que la había ayudado y pedirle un último favor.

Sabía que debía irse en silencio y sin decir adiós.

Los días habían pasado lentamente después de aquella festividad sin que nadie se pudiera

explicar la desaparición de Aureliano y su familia. Semanas después la esposa de Raúl se

había ido. Las suposiciones y los chismes volaron como pólvora en el pequeño lugar; pero

pronto se olvidaron. Los únicos que recordaron fueron su familia y Tomás, todos por razones

y con versiones distintas. Unos protegieron secretos, otros culpas y, uno de ellos, preguntas.

Después de aquella repentina partida el trato familiar pronto se deterioró; los intentos por

entablar buenas relaciones eran, en ocasiones, infructuosos: hijos y padre marcaron una

brecha que con los años sólo se ensanchó. Al final los hermanos optaron por terminar

enterrando aquel pasado en lo más profundo de sus memorias, sin embargo, la joven de rojos

cabellos vino a alebrestar los tristes recuerdos. Sólo José la reconoció; pero no pudo preguntar

por cómo había sido la vida de la joven ni las razones por las que se fue; únicamente habían

compartido una mirada, y, en ella, supo reconocer que aquella mujer pertenecía más a ese

lugar que el resto de ellos; después de todo, y aun siendo una niña, había visto lo que escondía

el desierto. Sabía un secreto que irremediablemente la había atraído a ese lugar.

Amelia nuevamente despertó empapada en sudor; cada día que pasaba ahí sus sueños se

volvían más extraños. En ocasiones eran sensacionales, el color que había ahí no se

comparaba con lo pálido de la ciudad, sin embargo, aquellas pictóricas imágenes que se

aparecían en su mente no la dejaban de preocupar; todas empezaron al llegar ahí, tal parecía

que ese lugar había sido el detonante, pero ¿para qué?

Se levantó lentamente y después de ducharse meditó sobre esconder o no el arma que había

llevado con ella.

Page 35: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

35

—Lo mejor es —pensó— guardarla muy bien, con lo chismosa que es Catalina igual y le da

por esculcar mis cosas y no puedo cargarla todo el tiempo conmigo.

Lentamente introdujo el objeto en una vieja bolsa que no llamaba mucho la atención y la

acomodó en el fondo de la maleta. Ya tendría tiempo para deshacerse de ella, después de

todo ya nunca más la volvería a usar; en ese lugar se sentía extrañamente protegida. La voz

de Omar llamándola a almorzar la sacaron de su ensoñación y, no comprendió en ese

momento, que ya había tomado una decisión. Bajo rápidamente y mientras se dirigía a la

cocina únicamente podía pensar en la extraña dinámica familiar a la que se había colado, a

la fuerza, en aquella incompleta y disfuncional familia.

Aprovechando la ausencia de Santiago y sus hermanos escapó rápidamente del hotel. Los

paseos que daba con el menor eran, después de un tiempo, aburridos; nunca la había querido

llevar más allá de unos metros del bordo principal pese a que ella le insistiera. Todos la

miraban con desconfianza cuando andaba sola por el pueblo, como en esos momentos, estar

con alguno de los hermanos le garantizaba miradas menos indiscretas que las que le ofrecían;

mientras se colocaba lo gorra blanca que llevaba para evitar una posible insolación se

preguntó si era una característica común que los lugareños vieran de esa manera a los

desconocidos; después de todo ella, aparentemente, solo era una intrusa.

Una suave sonrisa curvo su boca. Necesitarían más que unas miradas inquisidoras y

comentarios groseros para alejarla de aquel lugar; ella no se dejaría amedrentar por un

montón de pueblerinos ni por historias fantásticas. Decidida se encaminó a la salida menos

concurrida de aquel lugar. Ella se adentraría en el desierto, ignorando las recomendaciones

de todos aquellos que habían tenido la atención de advertirle que podría tener una experiencia

terrible, para demostrar que no la detendrían aquellas viejas supersticiones.

—No voy a ir demasiado lejos, sólo unos cuantos metros —se motivaba en voz alta.

Sus pasos, siguiendo un trazo invisible, se aventuraron más allá de las primeras dunas; el sol,

que estaba en su punto más alto, la hizo retirarse más pronto de lo que habría querido. El

calor era insoportable.

—En otra ocasión será.

Page 36: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

36

Camino lo más rápido que pudo al pueblo, deseaba con urgencia un poco de agua, pues la

que llevaba se había acabado. No pensaba contarle a nadie de su pequeña expedición. Sin

darse cuenta, con aquella travesía se había dado a conocer. El demonio la había reconocido

y, ahora, quería que volviera con él.

Capítulo VI.

Vidrio azul

Una anciana tejía con estambre negro; se encontraba en una miserable casa,

sentadaenunamecedora rota, rodeadadedosniñas, susnietas. Lamujer, casi

ciega,tejíaporpuracostumbre,nosabíaquetejía,peroelnosaberlolamotivaba

aúnmás;talvezeraunabufandaounchal,talvezinclusounacobija;y,mientras

ellaseencontrabaenfrascadaensulaborunadelaspequeñas,quecorríaconun

vasoazul,setropezóycayó; losvidriosse incrustaronensusdiminutasmanose

inmediatamentedespuésdequelarojasangresurgiódelasheridascomenzarona

corrergruesosríosdelágrimasporsusmejillas.Laabuela,apenasvolteandoaver

a laniña,siguióconsu labor; lasgotasdesangresinpausacaíansobreelpisoy

lentamenteempezaronapenetrareltejidodelaanciana.

No despegaba la vista de las manos de Santiago y José. Aparentemente lo que hacían no tenía

mayor dificultad y aun así no dejaba de maravillarse. Nunca se esperó que el hermano de

Santiago tuviera alguna habilidad que no fuera emborracharse y desesperar a sus congéneres;

pese a ello, ahí estaban, esculpiendo con sumo cuidado una pieza de vidrio azul.

—¿Por qué tan calladita?, ¿no se te hace raro Santiago? —preguntó mientras dirigía su vista

a su hermano menor— ¿qué paso? De seguro no creías que pudiera hacer otra cosa además

de beber ¿verdad? Te sorprenderías de mis múltiples capacidades —volvió a su labor sin

dejar de reírse.

Amelia había aprendido, con el tiempo que llevaba ahí, que la mejor manera de librarse de

peleas innecesarias e infantiles con José era no caer en sus provocaciones. Así, que para evitar

arrojarle lo primero que tuviera a la mano, que en este caso era un martillo, volteó hacia otra

Page 37: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

37

dirección. No lograba entender como Santiago soportaba a sus hermanos; desde que comenzó

a convivir con los cuatro comenzó a agradecer al haber sido hija única.

—¡Amelia!, te estoy hablando —inmediatamente la susodicha volteó a ver a la única

integrante femenina de aquella extraña familia y sin esperar a que respondiera ésta la

interrumpió— necesito que vayas a comprar pan, ya es noche; que alguno de éstos te

acompañe.

—No me voy a perder— dijo con tono molesto, pero la rubia la ignoró.

—Te acompaño —sentenció Santiago

—Ahh, no. Este es tu trabajo, a mí no me vas a dejar colgado. ¿qué, acaso crees que no tengo

mejores cosas que hacer? —reclamó José.

—Vamos —anunció Omar.

Ambos hermanos se miraron entre sí. Amelia, dubitativa, se levantó de su asiento y siguió al

mayor de los varones. El resto sólo los vio partir, internamente Santiago se debatía entre

seguirlos o quedarse con José pues él había notado el ligero temor que tenía Amelia hacia su

hermano mayor.

—Tranquilo, ni que se la fuera a comer. Mejor apúrate, ya me quiero ir.

—¿No te vas a quedar a cenar? —preguntó esperanzado el menor

—¿Para ver como Cata y Omar acribillan a tu novia con la mirada? No, gracias. Además,

tengo algo que hacer.

Santiago suspiró. Necesitaba apoyo moral para variar. José podía ser insoportable a veces,

pero le ayudaba a aligerar el tenso ambiente entre Amelia y los mellizos; ambiente que se

hizo más denso cuando Santiago expresó su deseo de marcharse del pueblo junto con la

pelirroja.

—Un rato, no te voy a dedicar más de mi valioso tiempo —le dijo sin mirarlo. Sonrió

complacido al ver a Santiago volver a trabajar con mayor ahínco. Ahora sólo le quedaba

Page 38: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

38

esperar que Omar no asustara más a la chica, suficiente tenía con el menor y sus propias

conjeturas para, además, agregarle otra preocupación.

Afuera el fresco clima le arrancó un suspiro a Omar, como le encantaban los días así, le

gustaba el desierto y sus particularidades, pero el calor había sido agobiante los últimos seis

meses. Miró con disimulo por encima de su hombro, unos pasos más atrás caminaba

cabizbaja Amelia. Aún no entendía que le veía Santiago a la chica, era bonita, pero tenía un

carácter del demonio, si lo pensaba bien se parecía a su hermana ¿o a su madre? No le dio

más vueltas al asunto, por ahora, pero le preocupaba de sobremanera que su hermano quisiera

marcharse. ¿A dónde iría? Santiago nunca había salido del desierto, no conocía nada además

de esa arena y ahora pretendía embarcarse a una aventura, según palabras del muchacho.

Suspiró nuevamente, su hermano le estaba causando más preocupaciones de las que éste

creía. Tal vez debería de hablar con él, con suerte y algo de lo que le dijera se quedaría

grabado en su cabeza. Miró otra vez a la chica. No, era imposible que su hermano los dejara

por una desconocida. Sin embargo, muy a su pesar, reconoció que la idea no era tan

descabellada; tenía miedo por su hermano, por su familia y por aquella chica.

Ya había ido a hablar con Tomás, una charla breve y cortante. En un principio tomó la actitud

del anciano con normalidad sin embargo, entre más hablaban Omar no pudo evitar atar ciertos

cabos sueltos. No era tan supersticioso como Tomás, pero aún tenía guardadas algunas

memorias y al armar un escenario casi completo con las piezas que tenía no pudo hacer otra

cosa que preocuparse. Dicha preocupación la externo con su hermana, su otra mitad, como

solía decirle. Ambos acordaron en intentar ahuyentar a la chica, pero vaya problema que les

estaba dando, aparentemente no se quería ir. Siendo honestos, nunca creyeron que ella

permaneciera más de dos semanas ahí, después de todo se había acostumbrado a otro tipo de

vida durante esos años; sin embargo, ahí estaba, unos pasos más atrás. Otro suspiro.

—¿Algún problema? —preguntó curiosa.

—Ninguno, apúrate que Cata se va a enojar —ocultando su sorpresa siguió caminando con

mayor velocidad. Era raro que ella iniciara conversación. Por lo que había notado su

estrategia de intimidación había funcionado tan bien que ella buscaba por todos los medios

Page 39: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

39

no quedarse sola con él. Ambos caminaron más rápido. No recordaba que la panadería

estuviera tan lejos.

—¿puedo preguntarte algo? —la volteó a ver y, enarcando una ceja por la sorpresa, le indicó

que continuar— ¿tú crees en las historias de tu pueblo? ¿las que cuenta don Tomás? —al ver

la duda en sus ojos ella agregó— ¿crees que puedan ser reales?

—Sí.

—¿cómo puedes creer en algo así?

—Tal vez por la misma razón que has empezado a cuestionártelo— sin dejarla agregar nada

más continuó con su camino.

Minutos después Amelia volvió a romper el silencio.

—¿Qué tipo de trabajo es el que hacen?, me refiero al vidrio.

—Son artesanías; son los tipos de trabajo que venden por las calles de lugares como del que

vienes. Aunque tienen su complejidad, el tallado es —se detuvo unos segundos— muy difícil;

entre más lo pules…

—¿Mayor brillo tiene? ¿se quiebra?

—No —Omar no se molestó por la fastidiosa costumbre de Amelia de interrumpir— entre

más lo pules más macizo se hace —al ver la duda reflejada en la joven procedió a explicarle—

quiero decir que entre más lo tallas más fuerte se hace; sí realizas bien la técnica no se rompe.

—Es vidrio, obvio se rompe.

—No, éste no es un vidrio común; hasta donde yo sé sólo se encuentra en esta parte del

desierto. En ocasiones vienen hombres a comprarnos nuestros trabajos; nos pagan poco, pero

algo es algo; don Tomás era muy amigo de uno de ellos.

—¿Y ninguno de esos hombres se decidió a establecerse aquí? —cuestionó ella, Omar miró

hacia el cielo estrellado antes de contestar.

Page 40: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

40

—No, a nadie le gusta este lugar; es demasiado inhóspito para los foráneos. Sólo vienen

porque los trabajos se venden bien por allá. Ni siquiera vienen seguido, en ocasiones tardan

hasta dos meses; a veces nos hacen encargos, José, aunque no lo parezca, es uno de los

mejores talladores de por aquí —rio un poco— le ha intentado enseñar a Santiago pero no

tiene paciencia, ninguno la tiene.

—A mí me gusta —dijo en un susurro que alcanzo a escuchar Omar.

—Lo sé —le respondió condescendiente— pero ¿por qué? —esta vez no pudo evitar externar

sus dudas frente a ella.

—No lo sé, es —se detuvo— como si algo me llamara a venir, como si hubiera algo que

descubrir, algo que yo deba saber —al verse reflejada en los fríos ojos de Omar no pudo

evitar preguntar— ¿es tan raro?, don Tomás me ha dicho que debo marcharme, que esta

curiosidad es peligrosa ¿en verdad lo es?

—No sé, me gustaría darte una respuesta pero sin importar lo que te diga tu no planeas

marcharte ¿no es así? —Amelia agachó la cabeza.

—Quiero irme, quiero descubrir otros lugares y conocer otras personas; quiero hacer tantas

cosas pero, no creo poder irme sin saberlo —Omar la miró interrogante— el secreto de este

lugar y la razón de mi interés en él.

—Hay cosas que es mejor no descubrir, puede que las respuestas que encuentras no sean las

esperadas o te lleven a caminos más solitarios que este lugar.

Ninguno continuo con la charla. El pan, que habían comprado recién salido del horno de

piedra, estaba frío.

La cena, servida más tarde de lo usual, se había desarrollado sin mayores incidentes. Al

terminar, todos huyeron despavoridos; lo más probable era que Santiago y Amelia regresaran

ya entrada la noche y que José volviera hasta el amanecer.

—Estás muy pensativo —le dijo Catalina mientras secaba los platos.

Page 41: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

41

—Tenemos que sacarla de aquí, si permanece más tiempo algo podría pasar —sentenció

Omar.

—¿A qué te refieres con algo? ¿a que Santiago se enamore más y nos deje? —lo miró

inquisitivamente y agregó— ¿qué pasó cuando la acompañaste

—A que se la lleve el desierto —hizo caso omiso de la última pregunta— ¿ha andado sola

por ahí?

—No que yo sepa, además siempre sale con Santiago y él nunca la llevaría ahí, sabes que

odia ese lugar. ¿Te has enterado de algo? — la joven no pasó por alto que su mellizo le

evitaba la mirada.

—No, sólo es un mal presentimiento. Se le parece ¿no? —la pregunta descolocó a su hermana

—¿Crees que podrías ser una de ellas?

—José piensa que sí —le contestó Omar mientras revisaba el trabajo inconcluso de sus

hermanos —tendríamos que fiarnos de su memoria porque yo casi no las recuerdo; no era

común que las dejaran salir de su casa por lo que…

—Era muy raro que alguien las viera —Catalina buscó nuevamente la mirada de Omar—

tampoco es que José tenga la mejor memoria, tal vez ni siquiera es una de ellas.

—¿y si lo fuera?

—Pues, me gustaría preguntarle por la otra.

Aquello familia era tan diferentes. Hace un par de horas se estaba aguantando las ganas de

golpear a uno de ellos, después se convirtió en la personificación de los nervios al caminar

con otro y, ahora, sintiendo una enorme tranquilidad, paseaba de la mano del menor.

—¿Te espantaste mucho? —le preguntó consoladoramente Santiago.

—No, pero no entiendo por qué no les caigo bien.

—Debe ser porque les dije que me iría contigo en cuanto te decidieras a marcharte de aquí

—dijo restándole importancia al asunto

Page 42: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

42

—Tal vez debiste esperar, así igual y no me veían tan feo.

—Hablando de eso, ¿has pensado en una fecha?

—¿una fecha?

—Sí, para irnos.

—Honestamente, no. Me gusta este lugar —el chico la miró sorprendido.

—¿De todos los lugares en los que has vivido me estás diciendo que el que más te gusta es

éste?

—Pues, sí —contestó incómoda— Para mí implica un reto; el intentar desentrañar su misterio

me fascina, me encanta escuchar esas historias y compararlas con otras.

—Hay historias en todos lados.

—Nunca como aquí, jamás había escuchado unas como éstas. Me pregunto qué es lo que hay

detrás de ellas.

—¿Cómo?

—Sí, qué es lo que les dio origen, cuál fue la historia original, la verdadera. Es como la

historia de las dunas doradas ¿a poco no es mágica? Me gustaría saber que le dio inicio a esa

historia.

—¿no crees que exageras? Sólo son inventos, cuentos de los viejos para entretener a los

niños.

—Pero, ¿de algún lugar debieron de haberse inspirado no? —exclamó asombrada, a veces le

sorprendía el desinterés que tenía Santiago por algunas cosas de su hogar, de su pasado, de

su historia. Ella nunca había tenido una, no la recordaba al menos— ¿qué te pasa?

—Me recordaste a mi padre, él siempre mostró cierta fascinación por estas cosas, parecida a

la tuya. Aunque, siendo honestos, nunca me interesó —admitió.

—¿Por qué?

Page 43: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

43

—¿Sabes?, siempre me quise ir de aquí; desde que tengo memoria ese ha sido uno de mis

más grandes anhelos. El conocer este lugar ha logrado, inevitablemente, que me siente

perteneciente, creo, que, si lo conozco más a fondo, con sus verdades y todo eso, sólo serviría

para echar raíces, para conocerlo mejor y entenderlo. Yo no quiero entender al desierto, no

me importa si es mágico o no, sólo quiero irme de aquí. Ve a mis hermanos, ellos nunca se

irían, conocen algo, un secreto o yo que sé, y eso los ata a este lugar. Al parecer, aquí, conocer

y entender implica permanecer.

—Creo que el exagerado eres tú.

—No, es verdad. Aquí algo ocultan, lo sé; mis hermanos también lo saben— Amelia lo miró

sorprendida mientras recordaba su charla con Tomás, ¿acaso Santiago conocía más de lo que

decía saber de su madre?, ¿desde cuándo ella consideraba esa historia como real?

—Nunca entendí a mi padre —Amelia nuevamente puso atención al joven.

—No tienes…

—No, es lo justo, tú me has contado varias cosas de tu vida. Creo que yo también debería de

hacerlo. Siempre dijo que amó mucho a nuestra madre, pero yo no estoy seguro; creo que si

en verdad la hubiera amado la hubiera seguido. Tal vez pudo haber evitado que se marchara,

pero no lo hizo. Siempre le guarde rencor por ello. Después de que ella se fue él se volvió

insoportable; le quería, pero también le odiaba. Si te soy sincero una parte de mí se alegró

cuando desapareció; sé que lo que te digo no es correcto, es más, es un pensamiento

mezquino, pero ya no lo soportaba. Todo el tiempo nos mantenía juntos, no quería que nos

separáramos, se ponía furioso cuando nos adentrábamos en el desierto solos. ¿sabes? Tomás

alguna vez me dijo que nos parecíamos a nuestra madre, yo no lo recuerdo, no tengo

fotografías de ella, mi padre quemó todas, pero creo que él quería que estuviéramos juntos

porque así le recordábamos a ella, aun si eso significara atarnos de por vida a este miserable

lugar.

Ninguno dijo nada. El viento soplaba cada vez más fuerte, pero ninguno parecía querer

moverse. Para Amelia todo se le hacía irónico; ella no quería irse, aunque todos le pedían

que se fuera, y Santiago únicamente esperaba por ella para marcharse. Sin embargo, ¿podría

Page 44: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

44

hacerlo? Tomás le dijo que la curiosidad mató al gato ¿tanto arriesgaba al querer permanecer

ahí? No tuvo tiempo de contestarse. Corriendo y con expresión compungida José se acercó a

ellos interrumpiendo los pensamientos de ambos.

—Don Tomás está muerto, alguien lo asesinó.

Capítulo VII.

El demonio

Laescasaluzquedespedíanlaslámparasalumbraronelrostrode

la rubia; todavía la deseaba. Pero, su visita al pueblo no era

únicamente para advertirle que debía volver. Él, aun guardaba

rencoraloshombresqueselearrebataron:unoconsushistorias

yelotroconamor.Undíasevengaríaynadielopodríaevitar.

No tenía intenciones de salir de la casa ese día. Estaba bastante impactada por la muerte de

Tomás, de entre todas las personas de ahí él la había tratado con cariño casi paternal. El hecho

de que su muerte no fuera causa de alguna complicación biológica la inquietaba aún más.

¿quién lo había matado? pero, sobre todo, ¿por qué razón? A su parecer, era un anciano

inofensivo, medio pesado al bromear, pero nada que ameritara ese desenlace. Suspiro,

Santiago, José y Omar andaban fuera de la casa; alguna especie de junta vecinal o algo

parecido fue lo que oyó de una conversación a medias entre los mellizos.

Se levantó del sillón para encontrar algo que hacer, quería distraerse un rato, al menos. Se

acercó con pasos lentos a la pieza de cristal que los hermanos habían estado tallando el día

anterior; con lentitud pasó sus dedos sobre el frío material y recordó con una extraña nitidez

la historia de los cristales. Sonrió para sí, todo estaba plagado de fantasía en ese lugar y eso

era extraño, al menos para ella. Con sumo cuidado levantó una de las piezas de aquel trabajo

artesanal y lo inspeccionó con mucho detenimiento.

—Necesitas ponerlo a la luz si quieres que brille —asustada soltó el objeto, pero

afortunadamente no se rompió— les tomó tiempo a mis hermanos tallarlo, no lo rompas.

—No era mi intención

Page 45: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

45

—Eso no importa, pudiste romperlo, ten más cuidado si vas a andar de tentona —reprendió

Catalina.

—¿Por qué te caigo tan mal?

—¿Acaso importa? —contestó en tono neutral— pronto te irás

—¿Quién lo dice?

—Santiago, todo el tiempo nos lo recuerda.

—¿Y qué tal si me quiero quedar? —la pregunta descolocó a Catalina que, rememorando,

intentó no creer en las suposiciones de José.

La rubia sola la miró fijamente y se marchó. Amelia, enojada, no se lo pensó dos veces y

salió de la casa. Odiaba como Catalina la miraba como si fuera otro mueble en la casa, uno

del que se quería deshacer, por cierto. Irritada y sin meditar sus acciones caminó sin rumbo

hacia la salida del pueblo, no la principal, sino la lateral. Sin darse cuenta, una pequeña brisa

dorada la seguía. Olvidó las advertencias de Tomás, de Santiago y sus hermanos sobre no ir

sola al desierto ni adentrarse a las dunas doradas. Necesitaba paz y tiempo.

Mientras caminaba sintió que la observaban, pero no se detuvo ni volteó. Si lo hubiera hecho

se habría encontrado con una figura amorfa conformada de arena y oro que la seguía. A lo

lejos, junto a la casa del cuentista, la silueta de una mujer rubia, con ojos esmeralda, decía

adiós mientras desaparecía.

Los hermanos llegaron exhaustos a su casa, habían pasado más de cuatro horas desde que se

marcharon y aún no podían obtener una explicación razonable. Los tres, sentados en su

pequeña sala se miraban sin decirse nada. Cualquier explicación que dieran no tenía sentido.

—¿Cómo les fue? —interrogó su hermana mientras les servía algo para el calor.

—¿Tú qué crees? —se adelantó el ojiverde para responderle— estuvimos metidos en un

diminuto cuarto intentando descubrir quién mató al viejo durante cuatro horas, casi nos

agarramos a golpes con Adolfo, que bien sabe que le traigo ganas, ¿es un idiota sabes? Ya

andaba diciendo que fue una mujer la que lo mató. Según él, esta mujer llegó a casa de Tomas

Page 46: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

46

apenas oscureció y, según él, parece que se conocían y, según él, la susodicha lo golpeó

brutalmente para después asfixiarlo haciéndolo tragar montones de arena. Esté bien que era

un anciano, pero tampoco era un debilucho. Claro, debo darle un punto a su favor, su historia

era más convincente que la de otros, por lo menos tenía un poco de sentido. Aunque, hubo

algo que llamó mucho mi atención, ¿a ustedes no?

—¿Te refieres al polvillo de oro? -preguntó Omar

— Sí, no es normal que hubiera esa cantidad en la casa del viejo.

—¡Nada de lo que pasó es normal! —grito exasperado Santiago, todo el asunto lo tenía muy

tenso.

—Tranquilo Santiago —advirtió José— no te conviene hacerme enfadar, mira que tampoco

estoy de humor.

—¡Por Dios José! Mataron a don Tomás, ¿podrías, al menos, comportante por unas horas?

—¿Dónde está la chica? —preguntó Omar, interrumpiendo con ello la discusión de sus

hermanos.

—No lo sé, se fue hace como un par de horas, creí que estaba con ustedes —contestó sin

interés Catalina.

—¿La dejaste ir, así como así? ¿pero qué te pasa? —le reclamó Santiago.

—No soy su mamá ni su niñera Santiago, ella ya está grandecita.

—Nada más se nos haya ido al desierto y ya no regresa, mejor ve a buscar a tu novia; no vaya

a ser que el demonio te la robe.

—¡Cállate imbécil! ¡Sólo cállate! —y sin dejarlo responder Santiago salió de su casa

azotando la puerta y maldiciendo a sus hermanos.

—José…

Page 47: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

47

—No empieces tú también Omar —dijo mientras volteaba a verlo— ¿qué? ¿ahora quieres

que vaya a buscarla yo también? Manda a Catalina, ella fue la culpable, no yo —sin embargo,

la mirada de su hermano no cedía— ¡ahhh! ¡Eres un maldito! — molesto se levantó y se fue.

—Me sorprende como es que lo corres tan fácil de la casa —comentó la rubia después de un

rato.

—No me provoques, también estoy molesto contigo.

—¿Por dejarla ir?, no me culpes, la muchacha se fue solita.

—Pero me preocupa…

—Últimamente les preocupa a muchos ¿no?

—No te enojes, pero, es que —trastabilló— Tomás.

—¿qué pasó con él?

—Hablé con él hace dos días, me había dicho que previno a Amelia, le dijo que se alejara de

las dunas doradas y que se marchara cuanto antes de aquí.

—¿y? ¿cómo planeaba hacer eso?

—Le contó todo —la expresión de su hermana era de suspicacia— al menos casi todo.

Además me confirmó las sospechas de José.

—¿Qué quieres decir?

—No le dijo que él ayudó a nuestra madre a escapar en primer lugar tampoco le dijo que ella

es originaria de aquí ni por qué terminó fuera del pueblo, aunque era posible que eso ni él lo

supiera con certeza. Tal vez, todo eso, junto con las advertencias a la chica, le jugaron una

mala pasada.

—¿Me estás diciendo que…

—Sí, sólo alguien que lo odiara mucho lo habría matado de esa forma. Sólo espero que la

muchacha tonta no haya ido hacia ese lugar.

Page 48: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

48

—¿y si así fuera? —Omar miró hacia la ventana, en la dirección al lugar maldito del desierto,

el que alguna vez fue el hogar de su madre y, donde ahora, se encontraba el demonio de la

arena esperando.

—No habría nada que hacer— suspiró y salió de su casa para buscar a aquella joven, muchos

problemas les había traído; sólo esperaba que todos sus malos presentimientos no se fueran

a cumplir. Tan ensimismado estaba que no se despidió de su hermana y ella sólo lo vio partir.

No sabía cuánto tiempo llevaba caminando, ni le importaba; cansada se detuvo e intentó

ubicarse. Giró una y otra vez hasta darse cuenta que estaba perdida, otra vez. Suspiro, tal vez

debía de hacer caso e irse de ahí; no le hacía mucha gracia que Santiago la acompañara, pero

tampoco podía dejarlo, era su sueño. Escuchó un leve tintineo y lo siguió. De todas maneras,

ya estaba perdida, ¿qué más daba? Nuevamente se detuvo y contemplo frente de sí el paisaje

más surreal que se jamás se hubiera imaginado; absorta y sin percatarse, sintió como unos

brazos la envolvían protectoramente y un sentimiento de seguridad y nostalgia se apoderó de

ella; lentamente volteó y frente a sus ojos se encontraba aquello que la había retenido por

tanto tiempo en aquel desolado paisaje. Sonrió, tranquila, sin presión ni temor. Pronto, una

serie de incompletos recuerdos acudieron a su memoria.

—Así que esto era lo que se ocultaba en el desierto, ¿tú eres la verdad detrás de todas esas

historias? —le preguntó a la figura extrañamente familiar.

Sólo hubo silencio, sin embargo, ella lo supo interpretar. La curiosidad mató al gato, se

repitió en su mente, pero valió la pena saberlo. Ahora entendía la razón de su estadía en el

desierto; aquel ente era parte de ella como ella de él; no recordaba con nitidez el hecho. pero

podía asegurar que él había estado ahí y que la había salvado aquel día. Todo este tiempo la

había estado esperando. Ahora sabía que decisión tomar. Se acercó lentamente hacía aquella

figura y extendió su mano; en el momento que la tomara no habría marcha atrás. De pronto

todo se volvió difuso, la presencia que la sostenía dio paso a la nada y a lo lejos escuchó un

grito desgarrador. Corrió como nunca en su vida, temió por Santiago.

Page 49: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

49

A varios metros de distancia vislumbró un cuerpo masculino semienterrado en la arena,

rápidamente se acercó y se dio cuenta que su respiración era muy débil. La sangre manchaba

con prisa la arena dorada; con cada minuto su vida se extinguía, como aquellas velas en la

posada. Lentamente incorporó la cabeza del hombre y suavemente acarició sus cabellos. Ya

no pensaba en ella, ni en Tomás o en aquella extraña presencia; únicamente podía pensar en

Catalina mientras intentaba detener la hemorragia de Omar. A lo lejos podía ver como

aparecían pequeñas luces indicando la ubicación exacta del pueblo, mientras ellos se hundían

en la oscuridad.

Capítulo VIII.

Despedida

Lapequeñaniña,separadaatancortaedaddesuspadres,seinternóeneldesierto

parareclamarleporhabérselosarrebatado.Elexcesivocaloryesfuerzofísicohabían

logradoacabarconlaspocasfuerzasquelequedaban;enpocosminutossucuerpo

erasepultadoporlaarenadorada.Sinembargo,élseacercó,eldemonio,aquelal

quelehabíanarrebatadosuamor,encontróenlosruegosdelaniñaelrecuerdode

Sara.Éllaprotegeríay,cuandollegaráelmomento,laataríaconél.Estaveznadie

selaibaaarrebatar.

Depositando con mucho cuidado unas flores insípidas sobre la tumba sonrió. ¿Cuántas veces

se lo había advertido?, las mismas veces que ella lo ignoró. Se alejó con lentitud del

cementerio. Aún tenía muchas cosas que hacer, pero deseaba tomarse unos momentos;

después de todo, ahí, en medio del desierto, el tiempo era algo que no existía. Abrió con sumo

cuidado la puerta, intentando hacer el menor ruido posible, no quería que ella supiera que

estaba ahí, de nuevo.

Page 50: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

50

Al entrar notó la nueva decoración, flores por un lado, cristales multicolores por otro, y en el

fondo de la habitación, una fotografía; Santiago le había dicho que no tenían fotos de su

madre, pero frente a ella estaba una. El marco roto y la foto vieja reflejaba una familia de seis

integrantes, el menor era apenas un bebé.

—Si Cata de ve con eso en las manos te aseguro que te mata —le advirtió José.

—No la culparía —suspiro resignada.

—Yo no te culpo, tanto. Debiste de hacer caso.

—Yo no lo creí posible, ni siquiera lo recordaba.

—Lamentablemente eso no te exime de las culpas.

—Lo sé.

—¿Sabes?, recuerdo que antes de que nuestra madre se fuera la vida en el desierto se hizo

más difícil; ahora que lo pienso, tal vez ella se fue para salvarnos de la ira de ese demonio.

Tal vez esa fue la razón por la que sobrevivimos tanto tiempo.

—¿Nunca la volviste a ver?

—Una vez, pero ya estaba muerta; fue en uno de los “días oscuros”, poco después de que se

fue; creo que se murió de tristeza, pensé que nuestro padre también lo haría — al ver la

interrogante de la joven aclaro— morirse. No lo hizo, supongo que por nosotros. Aunque

nunca volvió a ser el mismo. Él siempre la espero, al final, parece que el desierto también

nos quitó eso. Un padre —Amelia volvió a dejar la fotografía en su lugar.

—¿Descubrieron algo nuevo sobre don Tomás? —preguntó titubeante.

—¿Qué quieres que te diga? De seguro tú ya sabes más que nosotros —ella lo miró con la

culpa grabada en el rostro. Era cierto, ella sabía quien había sido el responsable.

—No te sientas mal, has tomado una decisión que, en mi opinión, ya estaba destinada. Tal

parece que el bastardo del demonio siempre se sale con la suya; primero mi madre, después

Page 51: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

51

la desaparición de mi padre, no dudo que haya sido una treta para engañarlo y hacer que se

aventurara a las dunas. El horrendo asesinato de Tomás —Amelia respingó— y, ahora tú.

—Lo lamento.

—Si quieres disculparte con alguien hazlo con Omar y, si tienes tacto, despídete de Santiago;

nadie más que él te va a recordar, pronto serás parte de otro cuento para niños, uno que nadie

va a creer.

—No puedo —José no insistió.

—Creí que habían quemado todas las fotografías —comentó Amelia después de unos

minutos.

—No le creas a Santiago todo lo que te dice, era un mocoso que no recuerda nada. Muchos

de sus recuerdos no son verdaderos, sólo son una mentira que él mismo se elaboró y que

entendió a su conveniencia.

—Eso fue duro

—Es la verdad, los mellizos siempre lo protegieron; debieron haberlo dicho la verdad antes.

—¿Entonces esa es la verdad? —ella aún tenía sus dudas sobre Sara, la madre de aquellos a

quienes había hecho tanto daño.

—No lo sé, los únicos que la sabían ya están muertos. La verdad yo me conformaré con mi

propia versión —el ojiverde sospechaba que la chica aún no conocía por completo su pasado

y se preguntó si debía de decírselo. ¿Seguiría sintiendo pena por Tomás al enterarse que fue

éste el que mató a su abuelo y la dejó a merced de la soledad? ¿Aún querría irse con el

demonio si supiera que fue él quien la dejó huérfana? ¿Decidiría por propia voluntad irse con

aquel monstruo que aún mantenía en el limbo las almas de su padre y del cuentacuentos?

Esto último era una suposición no una certeza, como las dos anteriores, pero no lo dudaba;

el demonio había demostrado con los años que era rencoroso y vengativo. Una sonrisa irónica

apenas se asomó en su cara. Todo apuntaba a que las decisiones de Amelia ni siquiera habían

sido suyas, todo el escenario era el desierto y el demonio lo controlaba a su antojo, incluso a

ellos. La observo sin que se diera cuenta y se preguntó cómo había llegado ahí ¿Qué clase de

Page 52: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

52

destino la había traído nuevamente ahí? Ella había logrado salir y ¡volvía por cuenta propia!

Tal parecía que lo que murmuraban los pueblos vecinos era cierto: nadie podía abandonar

ese inhóspito lugar, menos alguien que había sido marcado por él. No valía la pena intentarlo.

—¿La cuál es? —la pregunta lo sacó de sus cavilaciones.

—Esa curiosidad te metió en este embrollo —le dijo riendo, una risa seca y sin alegría. No

se lo diría, tal vez, al darse cuenta que la decisión que tomaba no era por completo suya o al

conocer lo que realmente encararía al estar con el demonio ella se retractaría de adentrase a

las dunas doradas; lo mejor era que desapareciera, que se fundiera con la arena y que cayera

en el olvido. Era un pequeño precio a pagar por la seguridad de los pobladores.

—¿Así que sigues aquí? —se escuchó una tercera voz, ambos voltearon en su dirección.

—Eso parece ¿no? —le contestó su hermano.

—¡Cállate José! —volteó a ver a la pelirroja directo a los ojos— después de todos los

problemas que causaste ¿aún te vienes a parar aquí?, tú, tus preguntas y tus ansias de saber

revolvieron un recuerdo que ya estaba enterrado; y no contenta con eso decidiste cobrarte

victimas en tu camino.

—Yo no…

—¡cállate!, vete ahora mismo. No vuelvas, ya has encontrado donde quedarte ¿no? Pues

permanece ahí y no salgas. ¡Después de todo eso era lo que buscabas!

— Cata…

—¡te dije que te callaras!, no quiero saber nada de ella, por su culpa Omar se encuentra en

ese estado, ¡no despierta! —ambos la dejaron llorar, al final José acompañó a su hermana a

su cuarto. Al bajar las escaleras se encontró con los ojos, ahora inexpresivos, de Santiago.

—¿ya se fue?

—Eso parece.

—¿Cómo sigue Omar? —preguntó sin mucho interés.

Page 53: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

53

—Como siempre —respondió mientras analizaba a su hermano; una rápida inspección le

confirmó sus dudas: había estado tomando.

—No preguntó por mi ¿verdad?

—No.

—Ya veo, ¿crees que vuelva? —preguntó esperanzado.

—No. Mejor ya no pienses en ello. Debemos trabajar en el tallado del cristal. Apúrate —dijo

José intentando cambiar el rumbo de la conversación.

Su hermano subió lentamente a tomar una ducha. Su hermana dormitaba inquieta en su

habitación, soñaba con polvo dorado y un sol abrasador. Omar, con respiración pausada,

reflejaba en su rostro el peso de los secretos. José, con mucha conciencia de lo que hacía,

vertía el poco alcohol que quedaba en la casa por la ventana. Afuera, los niños jugaban como

si nada en la casa abandonada de Tomás. Las flores, recién puestas sobre la tumba, se

marchitaban rápidamente; tal parecía que el desierto aún se quería vengar. A lo lejos, entre

la arena, desaparecían entre los remolinos de arena dos siluetas tomadas de la mano.

Santiago se acercó a su hermano, quien ya se encontraba trabajando en el cristal. La mirada

que le dedicó se encontraba extraviada en el espacio

—¿Por qué crees que se fue sin despedirse?

—Santiago, ya basta —él también había hecho sus propias conjeturas, unas que no le iba a

decir.

—Le pedí que se despidiera, ¿por qué no lo hizo? —volvió a cuestionar con los ojos llorosos.

—No le des más vueltas al asunto y concéntrate, dentro de poco llega el comprador para

llevarse los trabajos. Concéntrate, la última vez hiciste mal los vasos azules por estar de

distraído.

—No es cierto.

Page 54: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

54

—Claro que sí, ¿recuerdas que se te cayó uno y se rompió? —espero a que Santiago

asintiera— si los hubieras hecho bien eso no habría pasado.

—Era cristal, era natural que se rompiera.

—Tanto tiempo trabajando en esto y nunca te preguntaste qué era ese material ¿verdad? –

exclamó sorprendido.

—¿No es cristal? —preguntó estupefacto.

—No, es otro tipo de material.

—Pero, ¿cómo es que no lo sabía? ¿ por qué Omar no me dijo nada antes?

—Él sabía que no era cristal, pero desconocía su origen, igual que tú.

—Entonces ¿cómo es que lo sabes tú?

—Siéntate —ordenó— te voy a contar una historia.

Los hermanos charlaban lo más silenciosamente que podían ajenos a lo que sucedía en el

exterior; no notaron que la densa neblina se acercaba lentamente hacia el pueblo. Ya no había

nadie a quien extrañar. En la inmensidad del desierto las almas en pena aún transitaban por

el viejo camino; todos ahí tenían una condena que cumplir. La exhausta figura de Raúl aún

corría en círculos por la arena blanca, cada vez más lejos de su amada esposa pero más cerca

del mar. La vieja voz de Tomás se perdía entre las corrientes de viento, pero ya nadie lo podía

escuchar. Sus cabellos rubios se mecían con el viento mientras posaba su verde mirada en el

pueblo y después en las dunas, ¡cuánto dolor había causado! Ahora entendía que muchas de

los animas que vagaban por la arena habían perecido por su culpa. Esperaba con paciencia la

neblina para entrar al pueblo y poder pedir perdón, aunque sabía que ni sus hijos la podrían

escuchar. El demonio no los dejaría marcharse, mucho menos, encontrar paz. A pesar del

sigilo sepulcral que había en el pueblo se podía escuchar, con mucha atención, los tintineos

de la arena dorada recorriendo cada recoveco del lugar. En esta ocasión los mantendría más

vigilados, pero los dejaría olvidar. Tenía lo que quería así que, por el momento, se mantendría

oculto en la ilusión; un día regresaría.

Page 55: Mariana Aureliano Sixtos Seminario de Creación Literaria ... · segunda de los cuatro vástagos que tenía. Una joven de complexión robusta, cabello rubio . 2 deslavado, como si

55

A lo lejos una risa cristalina rompió el silencio del desierto. José apretó con más fuerza la

pequeña bolsa que le había dejado Amelia, Santiago miró hacia las dunas.

—Suena feliz —acotó— parece que es la despedida.

Inmediatamente el pueblo se sumió en la oscuridad.