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C onsiderando que el heroísmo no es un hecho en si mismo, sino un conjunto de acciones extraordinarias, no he encontrado me- jor forma para concretar este trabajo que hacerlo a la luz de un relato, el cual, además de contarme como protagonista, testimonia y evidencia el valor, la decisión, abnegación y espíritu de sacrificio con la que la mayor parte de los hombres de nuestro querido ejército —quienes tu- vimos la suerte de participar en aquella heroica gesta— enfrentaron al enemigo. A la vez, este relato quiere rendir home- naje a aquellos héroes cuyas hazañas no se encuentran descriptas en los libros pero que representan, de alguna manera, el gran heroísmo de las almas sencillas y los glo- riosos hechos de las almas humildes. Asimismo y convencido de que solamen- te la perspectiva del tiempo otorgará una clara visión y una más adecuada propen- sión de los hechos que a la postre darán cuenta del heroísmo del Ejército Argen- tino en Malvinas, y más allá de los juicios contradictorios de los análisis y estudios del conflicto o de las opiniones de nues- tros adversarios, surgirá que nada de lo entonces sucedido significó “mengua ni quebranto de ninguna naturaleza para el honor militar, ni mucho menos para la gloriosa tradición de nuestra institución”. COMBATE DEL CERRO DARWIN Era un 28 de mayo de 1982 a las 8 horas. Mi sección se encontraba ocupando una posición defensiva en las alturas Norte del cerro Darwin. Durante toda la noche anterior habíamos recibido fuego de ar- tillería sobre la posición y podíamos ver el fuego de los combates que libraba la compañía “A” del RI 12, al Norte de la embocadura del istmo de Darwin que conducía hacia la salida, y posteriormente a Goose Green, el asentamiento isleño más importante de la zona. Así amanecimos ese día, sin dormir, agotados por la tensión de los fuegos de artillería sobre la posición, que a Dios gracias no nos produjeron bajas, y con la incertidumbre de no saber qué nos aguardaba. Era un día gris y la llovizna nos mojaba constantemente. De pronto, una fracción desplegada apa- reció a nuestras espaldas. Era la sección BOTE del Teniente ESTÉVEZ, cons- tituida por soldados AOR (Aspirantes a Oficiales de Reserva), que venía reali- zando un contraataque desde retaguardia, para apoyar a las fuerzas que mantenían el contacto. Inmediatamente tomé contacto con la sección BOTE, y le informé a su jefe acerca de la situación que vivíamos. El Teniente ESTEVEZ, luego de ser in- formado de la situación, se aprestó a ocu- par las posiciones. En dicha circunstan- cia, materialicé en el terreno, sobre el flan- co derecho de las posiciones, una altura desocupada por las defensas. El Teniente ESTEVEZ me ordenó ocuparlas con una ametralladora, para evitar que desde allí se envolviera la posición. De pronto, el Sar- gento Primero JUMILLA se aproximó y nos informó que en el frente de las sec- ciones se divisaban tropas desplazándose en actitud ofensiva. Al mismo tiempo, se ordenó que una pareja se adelantara para observar más de cerca si el elemento que marchaba era amigo o enemigo. La acción MALVINAS EL HEROÍSMO DEL EJÉRCITO ARGENTINO EN MALVINAS 2 Por el Capitán Ernesto Orlando Peluffo A 35 años de la Guerra de Malvinas, la Revista del Suboficial y El Soldado Ar- gentino rinden homenaje a quienes lucharon y expusieron sus vidas con la templanza propia del soldado, y, por sobre todo, expresan su humilde recono- cimiento hacia quienes murieron abrazando la tierra malvinense. Desde la finalización misma de la guerra, nuestros medios publicaron nume- rosos testimonios de ex combatientes, algunos de los cuales reproduciremos a continuación para recordar episodios de las decididas acciones que cuadros y tropa cumplieron en esta guerra. 1

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Considerando que el heroísmo no es un hecho en si mismo, sino un conjunto de acciones

extraordinarias, no he encontrado me-jor forma para concretar este trabajo que hacerlo a la luz de un relato, el cual, además de contarme como protagonista, testimonia y evidencia el valor, la decisión, abnegación y espíritu de sacrificio con la que la mayor parte de los hombres de nuestro querido ejército —quienes tu-vimos la suerte de participar en aquella heroica gesta— enfrentaron al enemigo. A la vez, este relato quiere rendir home-naje a aquellos héroes cuyas hazañas no se encuentran descriptas en los libros pero que representan, de alguna manera, el gran heroísmo de las almas sencillas y los glo-riosos hechos de las almas humildes.Asimismo y convencido de que solamen-te la perspectiva del tiempo otorgará una clara visión y una más adecuada propen-sión de los hechos que a la postre darán cuenta del heroísmo del Ejército Argen-tino en Malvinas, y más allá de los juicios contradictorios de los análisis y estudios del conflicto o de las opiniones de nues-

tros adversarios, surgirá que nada de lo entonces sucedido significó “mengua ni quebranto de ninguna naturaleza para el honor militar, ni mucho menos para la gloriosa tradición de nuestra institución”.

COMBATE DEL CERRO DARWIN

Era un 28 de mayo de 1982 a las 8 horas. Mi sección se encontraba ocupando una posición defensiva en las alturas Norte del cerro Darwin. Durante toda la noche anterior habíamos recibido fuego de ar-tillería sobre la posición y podíamos ver el fuego de los combates que libraba la compañía “A” del RI 12, al Norte de la embocadura del istmo de Darwin que conducía hacia la salida, y posteriormente a Goose Green, el asentamiento isleño más importante de la zona.Así amanecimos ese día, sin dormir, agotados por la tensión de los fuegos de artillería sobre la posición, que a Dios gracias no nos produjeron bajas, y con la incertidumbre de no saber qué nos aguardaba. Era un día gris y la llovizna nos mojaba constantemente.

De pronto, una fracción desplegada apa-reció a nuestras espaldas. Era la sección BOTE del Teniente ESTÉVEZ, cons-tituida por soldados AOR (Aspirantes a Oficiales de Reserva), que venía reali-zando un contraataque desde retaguardia, para apoyar a las fuerzas que mantenían el contacto.Inmediatamente tomé contacto con la sección BOTE, y le informé a su jefe acerca de la situación que vivíamos.El Teniente ESTEVEZ, luego de ser in-formado de la situación, se aprestó a ocu-par las posiciones. En dicha circunstan-cia, materialicé en el terreno, sobre el flan-co derecho de las posiciones, una altura desocupada por las defensas. El Teniente ESTEVEZ me ordenó ocuparlas con una ametralladora, para evitar que desde allí se envolviera la posición. De pronto, el Sar-gento Primero JUMILLA se aproximó y nos informó que en el frente de las sec-ciones se divisaban tropas desplazándose en actitud ofensiva. Al mismo tiempo, se ordenó que una pareja se adelantara para observar más de cerca si el elemento que marchaba era amigo o enemigo. La acción

MALVINAS

EL HEROÍSMO DEL EJÉRCITO ARGENTINO EN MALVINAS2

Por el Capitán Ernesto Orlando Peluffo

A 35 años de la Guerra de Malvinas, la Revista del Suboficial y El Soldado Ar-gentino rinden homenaje a quienes lucharon y expusieron sus vidas con la templanza propia del soldado, y, por sobre todo, expresan su humilde recono-cimiento hacia quienes murieron abrazando la tierra malvinense.Desde la finalización misma de la guerra, nuestros medios publicaron nume-rosos testimonios de ex combatientes, algunos de los cuales reproduciremos a continuación para recordar episodios de las decididas acciones que cuadros y tropa cumplieron en esta guerra.1

la concreto el Cabo MIÑO con el Soldado RUBÉN GÓMEZ.Todo era muy confuso, pues en ese mo-mento también recibimos fuego de mor-teros sobre la posición.Los integrantes de la sección se arrastra-ron hasta sus respectivos pozos de zorro, y empezaron el combate. Nuestras ame-tralladoras hicieron fuego sobre los ingle-ses, que buscaron refugio en una barranca en proximidades de la playa, desde donde nos batían con fuegos de morteros.La sección supo que el Cabo MIÑO y el Soldado GOMEZ, al aproximarse, fue-ron muertos por el enemigo.Yo no llegué a ocupar la altura del flan-co Este de la posición. En consecuencia, dada la diversidad de fuegos que recibía-mos, los paracaidistas británicos empeza-ron a envolvernos por ese lado.Inicialmente, los ingleses intentaron un ataque frontal de la posición, pero fue-ron rechazados. En parte, gracias a la intervención del Cabo Primero RIOS, que conducía dos ametralladoras, y quien luego de haber combatido toda la noche se replegó a las posiciones de la sección quedándose en ese lugar. Posteriormente, fue batido por un impacto de misil que le ocasionó la muerte mientras abría fuego con una de las ametralladoras.El combate comenzaba, entonces, a ha-cerse más intenso.El Teniente ESTEVEZ fue herido reite-radamente en un brazo y en una pierna, sin que por ello dejara de conducir su sección. Murió como consecuencia de un tiro que hizo impacto en su rostro mien-tras operaba un equipo de radio por el cual transmitía a la artillería las posiciones enemigas para que las batiesen. Al morir el Teniente ESTEVEZ, se hizo cargo de la radio el Cabo CASTRO, quien también perdió la vida por un impacto de bala. Siguió operando la radio el Soldado CA-RRASCUL, quien como sus jefes moría en la acción, no sin antes transmitir la po-sición del enemigo y la situación que vivía su sección.A pocos metros de allí, en otro pozo de zorro, fui herido primero en la pierna por una granada de mortero, que estalló cerca de mi posición antes de que pudiera re-fugiarme en mi pozo de zorro. Por suer-

te, la herida no me limitó para continuar combatiendo. Conduje el combate de la sección, alenté a mi gente con mi grito ca-racterístico de correntino, “El Zapucay”. También eran correntinos la mayoría de mis soldados. En oportunidad de ser herido un soldado apuntador de un fusil ametrallador, luego de buscarle refugio, me hice cargo del arma y abrí fuego en dirección al ataque enemigo.Los ingleses ya estaban próximos. La sec-ción combatía a cien y a cincuenta metros. Ellos avanzaban cubiertos por cortinas de humo y protegidos por los intensos fue-gos de artillería y de morteros sobre la po-sición argentina. Jalonaban su avance con fumígenos de colores, para no ser batidos por el fuego de su propia artillería. Yo no dejaba de disparar con el fusil. De pronto una bala impactó en mi cabeza y caí des-plomado en el fondo del pozo. El proyectil había perforado mi casco y quedé fuera de combate debido a una herida en el rostro. Fue el Soldado PONCE, que estaba en su posición, quien me auxilió, me vendó y me alentó. El combate transcurría. Cada pozo luchaba contra su enemigo. En una opor-tunidad, un soldado que se había puesto mi casco, al salir a tirar desde la posición, recibió un impacto sin consecuencias, ya que el tiro rebotó, suceso que provocó un asombro general.En otra ocasión, un soldado que operaba un lanzacohetes antitanque y antiperso-nal, al salir de la posición para tirar con el mismo, fue alcanzado por un impacto que perforó su tubo anterior y lo dejó inutiliza-do para seguir disparando. Por entonces, el

combate era muy violento. Los ingleses se preparaban para asaltar la posición y ya ha-bían conquistado algunos pozos del flanco derecho.Los hombres de la sección, que ocupaban esos pozos, habían sido reducidos y saca-dos de la posición. Era imposible tirarle a los ingleses que estaban entre ellos. Todo esto estaba en mi conocimiento y, por ello, decidí ordenar la rendición de la posición, ya que no había posibilidades de éxito en su defensa. Además, nos quedaban muy pocas municiones. Resistir el asalto signi-ficaba un derramamiento inútil de sangre, con el consecuente aumento de pérdida de vidas. El combate estaba perdido.Un soldado sacó un fusil fuera del pozo, con una servilleta blanca atada en su ex-tremo, como bandera de rendición. Así cumplió lo ordenado por el Jefe de Sec-ción. Al principio, este hecho no fue de-bidamente interpretado, y se le disparó. Los impactos dieron en el arma. Pero ordené que se insistiera y el enemigo detuvo entonces el fuego. De esta manera pudimos salir de las posiciones y fuimos tomados prisioneros.Al revisarnos, los ingleses nos hicieron un “cacheo” violento, pues habíamos luchado duramente y los ánimos estaban muy alte-rados. Luego fuimos llevados a un lugar de reunión de prisioneros de guerra, próximo a las posiciones de la sección. Pero como la propia artillería argentina empezaba a batirlos, tuvieron que llevarnos a una pen-diente en desenfilada, para que los tiros de la propia artillería no nos alcanzaran.Estuvimos todo el 28 de mayo a la in-temperie y también durante la noche. Los ingleses no pudieron hacer mucho por los heridos. Los combates continuaban en Goose Green. No obstante, algunos soldados ingleses, mostrando un gesto humanitario, entregaban su único pa-quete de vendas en favor de los heridos argentinos.El 29 de mayo, después de la caída Goose Green, fuimos separados. Los ilesos fue-ron llevados a retaguardia y los heridos al hospital de campaña inglés de San Carlos, en helicóptero, donde fuimos atendidos.

Así terminó el combate del CERRO DARWIN.

¡ARTILLEROS DE FRENTE!Por el Sargento Horacio Alberto Godoy

En el combate ofrendaron sus vidas en cumplimiento del sagrado deber militar en la defensa de nuestra soberanía territorial, los siguientes soldados:

Teniente Roberto Estevez – RI 25Cabo Primero José Luis Ríos- RI 12Cabo Mario castro – RI 25Cabo Luis Miño – RI 12AOR Fabricio Carrascul – RI 25AOR Arnaldo Zabala – RI 25AOR Horacio Guiraudo – RI 25Sold Cl 62 Gabino Ruiz Díaz – RI 12Sold Cl 62 Irineo Mendoza – RI 12Sold Cl 61 Alberto Moschen – RI 12Sold C 63 Irineo Maciel – RI 12Sold C 63 Rubén Horacio Gómez – RI 12

Nuestra llegada a las Islas Mal-vinas fue quizá similar a la de muchas otras unidades.

Lo que importa es que estábamos allí

para combatir, más allá de las limita-ciones de medios, con todo el fervor y la aptitud necesaria. Disponíamos de obuses Oto Melara 105 mm, al igual

que el GA Aerot 4 y una Ba del BIM 5, con un alcance máximo de 10.200 me-tros. Quiero destacar el orgullo que sentí de ser consciente de que, como

profesionales, los cuadros estába-mos aplicando todos aquellos cono-cimientos que habíamos adquirido; asimismo, fue motivo de orgullo y sa-tisfacción haber conducido soldados conscriptos que sobresalieron por su voluntad y heroísmo. Este breve rela-to es un homenaje a mis camaradas caídos y a los que como yo, vinimos con las manos sin victoria, pero tra-yendo el honor de los soldados capa-ces de morir por nuestra Patria.

¡Artilleros de frente! ¡A mirar el color de la bandera con los ojos sin lágrimas!

La posición de mi batería, organizada con cuatro piezas del GA 3 y dos piezas del GA Aerot 4, se encontraba situada a nueve kilómetros al oeste de Puerto Ar-gentino, debajo de los cerros Dos Her-manas; yo me desempeñaba como jefe de la 6ta pieza.Inicialmente habíamos participado en acciones de apoyo a nuestras tropas co-mando, las que, en repetidas oportuni-dades, incursionaron en las profundida-des del dispositivo enemigo. Ese apoyo de nuestra Ba fue hecho afortunada-mente en forma coordinada, ya que era sumamente riesgoso para los que rea-lizábamos el fuego muy cerca de ellos.El fuego de contrabatería contra las tro-pas inglesas lo comenzamos nosotros. Como respuesta fuimos recibiendo, de manera cada vez más intensa, un gra-neado fuego enemigo que nos obligó a realizar diferentes cambios de posición.Éramos bombardeados constantemente por las baterías inglesas, lo que motivaba que tuviéramos que meternos en nuestros refugios; en cada pausa de fuego enemigo salíamos a ocupar nuestros puestos, contestábamos el fuego y volvíamos rápidamente a nuestros pozos, secuencia que se repetía sucesivamente. Esto nos valió el apodo de «Las Hormiguitas». Fue un constante duelo de artillería que sucedió por espacio de 45 minutos, hasta que cesó el fuego de las baterías inglesas para hacer un cambio de posición por medio de helicópteros. Dios había estado nuevamente con no-sotros. Casi no hubo bajas, lo que fue un milagro porque cajas de repuestos que se encontraban a un metro del refugio del personal habían sido des-trozadas por los impactos, al igual que cajas de munición 105 mm que se en-contraban al costado de cada pieza. Uno de esos envases había prendido fuego y un soldado de mi servicio de pieza, el Sold C/62 Tula —oriundo de

la ciudad de Córdoba— corrió a apagar-la poniendo su vida en peligro. Debido a esta acción mereció una felicitación el soldado y mi jefe de batería, Teniente Primero Tessey, del jefe de la Agrupa-ción Ejército Puerto Argentino.Los días 8 y 9 de junio, el enemigo ubicó su artillería hacia el este, alrededor del Monte Kent. Se apreciaba que disponía de cinco o más baterías, con un alcance de 17 kilómetros para apoyar su ataque.A fin de neutralizar la artillería enemi-ga, mi jefe de batería recibió la orden de preparar dos piezas para ser adelantadas durante la noche a una distancia de cinco kilómetros, al oeste del emplazamiento principal en dirección al Monte Long-don. Lo fundamental era que el fuego propio debía efectuarse lo más rápida-mente posible, pues en un lapso máximo de diez minutos el enemigo podía locali-zarnos con sus radares de adquisición de blancos y se desencadenaría un intenso fuego de contrabatería. A las 23 horas iniciamos la marcha de casi una hora en los vehículos con las piezas a remolque. Arribamos al emplazamiento, previa-mente reconocido, y pusimos los obuses en batería a posición de tiro.Luego de que nos instalamos, mi jefe de batería informó por radio que está-bamos listos para abrir fuego sobre el blanco indicado, consistente en una ba-tería enemiga, a la que se había localiza-do por medio de un observador aéreo que se desplazaba en helicóptero. Las piezas estaban a cargo del Sargen-to Primero Carlos Andrada y yo, con la colaboración del Subteniente Barreiro, y eran comandadas por el Teniente Prime-ro Tessey. Cada pieza estaba dotada de treinta proyectiles. A la hora 1 del 9 de junio se dio la orden de fuego. Se había previsto que junto con nuestras piezas adelantadas, el resto de la artillería de la isla abriría fuego sobre distintos blancos.Esto buscaba el efecto de saturar a los radares ingleses. La coordinación era tre-mendamente importante.Comenzamos a abrir fuego disparando proyectil tras proyectil. A la hora 1:10, el oficial de batería nos ordenó ocupar nues-tros refugios convenidos, que se encon-traban aproximadamente a 150 metros a ambos lados del centro de las piezas. Los vehículos se habían dispersado a unos 500 metros a retaguardia. A los dos minutos de ocupar nuestros refugios reaccionó la artillería enemiga saturando de proyectiles nuestra posición. Eso duró por espacio de cinco a ocho minutos, cayendo los impac-tos muy cerca nuestro. Aproximadamente a la hora 1:18 cesó el fuego.

Nuestro jefe de batería ordenó a los conductores de los vehículos que se adelantaran para enganchar las piezas y abandonar rápidamente la posición.El día 11 de junio se produjo el ataque in-glés a la posición de Monte Dos Herma-nas, Monte Harriet y Monte Longdon. El enemigo tenía una gran capacidad de ata-que nocturno. Nuestras tropas, el Regi-miento de Infantería 4 y una fracción del Regimiento de Infantería 7, resistieron. Finalmente fueron rodeados por el enemigo que avanzó con un poder de fuego, produciéndose la caída de esas posiciones.12 de junio, 8:30 horas: desde hacía tres o cuatro días las baterías enemigas, des-de posiciones ubicadas en la ladera oes-te del Monte Kent, realizaron un bom-bardeo constante sobre las posiciones del RI 7, BIM 5 y sobre las nuestras.Las piezas de artillería inglesa estaban ubi-cadas en forma imprecisa, pues la altura del Monte Kent conforma una verdadera pantalla que impide la observación visual desde Puerto Argentino hacia el oeste. El 11 de junio a las 22 horas, el comandante del Componente Aéreo de la Isla, Briga-dier Castellano, estableció los acuerdos necesarios con mi jefe de grupo, Teniente Coronel Balza. La operación consistía en lo siguiente: a las 8:30 horas del 12 de ju-nio, tres máquinas Pucará decolarían del Aeropuerto de Puerto Argentino. Minu-tos antes mi batería abriría fuego con dos piezas sobre la zona de Monte Kent, con la finalidad de aplastar posibles defen-sas antiaéreas enemigas, particularmente misiles Tierra Aire Blow Pipe. Posterior-mente e instantes antes de que nuestras máquinas llegaran al área, debíamos mar-car la zona con los obuses, empleando proyectiles fumígenos, a fin de orientar a los aviones.La misión era sumamente riesgosa para nuestros pilotos que debían volar casi al ras del suelo. Además, la coordina-ción debía ser extremadamente precisa pues de lo contrario la trayectoria de nuestros obuses interceptarían la ruta de los Pucará. Por último: la duración de la misión desde el decolaje del pri-mer avión hasta que llegara al blanco era de aproximadamente 2 minutos 30 segundos. Volarían a una velocidad de 300/500 nudos.A las 6:35 horas emprendimos la mar-cha hacia la zona previamente reconoci-da por mis superiores, con dos obuses, uno a cargo mío y el otro del Sargento Primero Andrada, quien iba acompaña-do por nuestro jefe de batería. Llegados a la posición, rápidamente colocamos

nuestros obuses en batería posición de tiro y esperamos órdenes. 8:15 horas: se realizaron los últimos contactos en-tre la Fuerza Aérea y la artillería. Todo estaba listo. A las 8:20 horas surgió un inconveniente: el enemigo interfirió los equipos de radio y afectó las comunica-ciones entre el puesto comando y nues-tro jefe de batería que, con las piezas adelantadas, tenía la responsabilidad de cumplir la misión de fuego indicada. Todo podría ser afectado seriamente.Afortunadamente, a las 8:25 horas se restableció el enlace por equipo de alter-nativa no interferido. A las 8:29 horas se abrió el fuego por un lapso de aproxima-damente un minuto y medio, los aviones decolaron de Puerto Argentino y como SAETA al ras del suelo, en dirección es-te-oeste, se dirigieron a Monte Kent.A las 8:31 horas disparamos los proyec-tiles fumígenos; luego mi jefe de batería transmitió por radio al jefe del Grupo de Artillería 3: misión cumplida.Sólo cabía esperar el regreso de los Pu-cará; cada segundo que pasaba parecían siglos. A las 8:40, aproximadamente, apareció el primer avión, luego el segun-do y finalmente el tercero. Más tarde, por contacto con la Fuerza Aérea, se tomó conocimiento de que las baterías enemigas fueron localizadas y atacadas, y que el enemigo disparó dos Blow-Pipe sin dar en el blanco. Luego regresamos, sin novedad.Al volver de la posición, mi jefe de ba-tería volvió a adelantar cuatro piezas a órdenes del Teniente Martínez Conti, hacia Monte Dos Hermanas, a efectos de ganar alcance hacia el oeste. Esta vez, Andrada y yo permanecimos en la posición. Al caer las posiciones indica-das, las piezas adelantadas quedaron en primera línea.El jefe de batería informó al jefe de unidad que había perdido contacto radioeléctrico con la sección adelantada que estaba a ór-denes del Teniente Martínez Conti y que en esos momentos se encontraba a cua-tro kilómetros de aquel lugar observando que el enemigo batía la zona.El jefe del GA 3 ordenó que preparáse-mos un cambio de posición de inmedia-to. Para facilitar el desprendimiento de las piezas adelantadas, mientras nosotros efectuábamos el cambio de posición, los cañones 155 mm bombardearon las posi-ciones inglesas. Eran alrededor de las 15 horas del 12 de junio. El enemigo se con-solidó y reorganizó, lo que en alguna me-dida favoreció nuestro desprendimiento, no obstante el fuego intenso de contra artillería.

Un nuevo obstáculo surgió para los sir-vientes de pieza de la Batería C. Comenzó a lloviznar y ello, sumado a las lluvias an-teriores, produjo que los obuses 105 mm se sumergieran en sus posiciones hasta los elásticos de las ruedas, dificultando sacarlos. La misión era recuperar todas las piezas y así se hizo. Uno a uno, los obuses fueron recuperados y llevados a la nueva posición.En este cambio de posición, mi jefe de batería me ordenó que el Cabo Bazán y yo debíamos hacernos cargo de dos piezas del Grupo de Artillería Aero-transportado 4, por cuanto los jefes de las mismas se encontraban heridos. Nos presentamos al Jefe del GA Aerot 4, Teniente Coronel Quevedo, quien me destinó a la Ba Tiro “B” como jefe de la 4ta pieza y a Bazán de la 5ta. Esta posición se encontraba situada 800 metros al este de Moody Brook, al sur de la ruta que une el punto ci-tado con Puerto Argentino. Integrados al GA Aerot 4, aproximadamente a las 23 horas del día 12 de junio comenzó el ataque. Nuestros esfuerzos no alcan-zaban para cubrir todas las necesidades de apoyo de fuego que se nos reque-ría. El cansancio, el frío, la nevada, la oscuridad y otros factores climáticos lo complicaban todo. Cada cambio de frente que teníamos que hacer se tor-naba más dificultoso, debido a que el terreno muy blando se encontraba to-talmente excavado en las posiciones de las piezas, enterrándose las ruedas y las flechas de los obuses. Debíamos empe-ñar a veces todo el servicio de piezas para lograr mover un obús en ese fango.El material era exigido fuera de los límites normales, siendo imposible respetar las cadenas máximas de fuego.Mi pieza y la 5ta quedaron enterradas de tal forma que fue imposible moverlas, quedando apuntadas en dirección nor-te. Tiramos con este frente hasta quedar fuera de servicio por roturas en el meca-nismo. Quiero destacar la gran ayuda que recibí de mi auxiliar en la pieza, el Cabo Jorge Scorcione del GA Aerot 4, quien en varias oportunidades me reemplazó para poder tomarme un descanso.Día 13 de junio por la noche. El movi-miento era febril, no nos preocupaba el fuego de contrabatería enemigo, sino tirar y tirar a la mayor velocidad posible.Recibimos fuego de contrabatería ene-migo desde distintos lugares, ya sea por parte de la artillería naval como terres-tre. A pesar de las toneladas de proyec-tiles enemigo que nos llovía de distin-tos lugares, cuando la situación se hacía

insostenible todos permanecíamos en nuestras posiciones cumpliendo con misiones de fuego.Santa Bárbara Patrona de los Artilleros nos protegió y evitó que nuestras bajas fueran mayores. Muchos testimonios dan fe de ello: durante el fuego de contrabate-ría, un proyectil cayó en un refugio, con la consecuencia de algunos golpes que reci-bió el personal; nada más.Los refugios del personal del GA Aerot 4 estaban hechos con tambores de 200 litros rellenos de tierra por dentro, y las paredes y los techos con postes de ma-dera, donde se colocaban los paños de carpa cubiertos con varias capas de tepes de turba (ver “El temple de los artilleros” - Revista del Suboficial Nro 583).La protección que brindaban era bas-tante buena. La situación se tornaba cada minuto más insostenible, nuestras posiciones de primera línea habían sido totalmente desbordadas y el enemigo avanzaba rápidamente. Las últimas al-zas que se daban del CDT del GA Ae-rot 4 indicaban que estábamos tirando entre 1.500 y 1.800 metros, hasta que se dio la orden de continuar con puntería directa.Al personal de cuadros que ya había-mos quedado sin piezas por rotura de algún mecanismo, se nos ordenó pre-parar todas las armas portátiles dispo-nibles y formar un perímetro de segu-ridad alrededor de la posición. El resto del personal debía manejar las tres pie-zas que todavía quedaban en servicio. La 3ra pieza quedó fuera de servicio al romperse el mecanismo de disparo y, minutos después, la segunda pieza al rompérsele el sistema de elástico. Que-damos todos aferrados y alentando el fuego de la única pieza en servicio. Nos sorprendió en ese momento un ataque de contra batería que motivó que nos metiéramos a los refugios.A las 6 horas del día 14 de junio, el co-mandante de Puerto Argentino puso a disposición de la unidad los vehículos que fueran necesarios para hacer un cambio de posición a retaguardia, pero el caño-neo de la artillería enemiga era tan intenso que llevó al jefe del GA Aerot 4 a propo-ner no hacerlo porque hubiese ocasiona-do una gran cantidad de bajas.La situación se había tornado muy confu-sa. A las 8 de la mañana, el Teniente Co-ronel Quevedo ordenó al jefe de mi ba-tería el cese del fuego y que permanecié-ramos en nuestra posición a la espera de órdenes. Todo parecía haberse calmado de repente; comenzaba simultáneamen-te a tornarse todo de color blanco por la

nieve caída. Alrededor de las 8:30 horas, observamos que el enemigo desplegado en formación de combate, avanzó hacia nuestras posiciones a una distancia de aproximadamente 600 metros.El jefe de batería informó la novedad al jefe de unidad quien le ordenó que abra fuego con la pieza que aún quedaba en servicio, lo que hicimos y batimos al enemigo a 400 y 300 metros de la posi-ción. Luego, ante la situación, desde el puesto de comando nos ordenaron que nos replegáramos a una zona en la re-taguardia. Solamente permanecimos en la posición, la pieza que todavía queda-ba en servicio -con su personal- el jefe Ba, el Of Ba, el CDT, el jefe, 2do jefe y operaciones del GA Aerot 4.

La pieza que aún estaba en condicio-nes de efectuar el disparo, cargó, pero el proyectil quedó atascado en la recámara, impidiendo que bajara el block de cierre. Pese a los esfuerzos realizados no se con-siguió destrabar la pieza.Siendo las 8:45 horas, el jefe del grupo ordenó el repliegue del personal que quedó con esa pieza, a la vez que el ene-migo inició el fuego con sus morteros y artillería y batía la posición con armas livianas.Después de una hora en que nos reu-nimos el personal del GA Aerot 4 en la ciudad, el único eco que aún persistía era el tronar de los cañones 155 mm y las piezas del GA 3, que se encontra-ban pegadas al camino de Puerto Ar-

gentino. Era mi unidad de origen, por cuanto yo me encontraba como fuerza agregada con el GA Aerot 4. Cuando el infierno del combate se transformó en un silencio absoluto, me reintegré a mi unidad, abrazándome con algu-nos camaradas suboficiales. Los ojos del personal de cuadros y soldados de mi unidad mostraban dolor y lágrimas e impotencia ante la derrota sufrida. Comprendí que habíamos luchado por nuestra Patria con todos nuestros es-fuerzos posibles.Tengo la satisfacción de haber cum-plido correctamente la misión como artillero y dentro del rol que me corres-pondía como suboficial subalterno de mi glorioso Ejército.

LA ACCIÓN QUE POSIBILITÓ EL “DESASTRE DE BLUFF COVE”Por el Suboficial Principal Héctor Juan Lallana

Un grupo de ingenieros, pertene-ciente a la 3ra sección de la Ca Ing Comb 601, compuesto por

un oficial, dos suboficiales (uno de ellos radioperador) y diez soldados, llegaron al puente ubicado sobre el estuario de Fitz Roy, que une el establecimiento homónimo y Bluff Cove, el 18 de mayo de 1982. Su misión consistió en contro-larlo y ejecutar su posterior voladura, ya sea por orden del jefe de la compañía o por la presencia evidente del enemigo.Al arribar el grupo y luego de recono-cer el puente, se abocó a la preparación de su eventual voladura. Terminada la tarea comenzó su penosa y larga vigilia.Durante esos días se organizó un servi-cio de seguridad alrededor del puente, ante la posible presencia de comandos enemigos que hicieran peligrar la mi-sión. El grupo tuvo que soportar intensos fríos, sumados a la incertidumbre que generaba la espera de un enemigo que no se veía, pero que se manifestaba a través de su flota naval que ejecutaba un diario y vigoroso bombardeo, el cual iba minando y desgastando física y psicológicamente al personal. Además, la ausencia de vegetación para cubrir el sector del vivac de las vistas aéreas del enemigo y la falta de elementos de visión nocturna y de comunicaciones durante la noche, aumentaban la pre-ocupación y tensión reinantes. A esta situación se sumó el accidente que tuvo el suboficial de comunicaciones, que tenía una esquirla de granada en una pierna, hecho que se produjo al trope-zar con una trampa explosiva instalada

como parte del dispositivo de seguridad establecido.Pero este heroico grupo supo soportar estoicamente estas circunstancias por-que tenía bien claro que su misión de combate era de vital importancia para detener el avance inglés, en caso de que eligiera esa vía de aproximación. El 1° de junio el bombardeo se hizo cada vez más intenso y el avance de las tropas inglesas era inminente. La situación se agravó el 2 de junio, y siendo aproxi-madamente las 14.30 horas, se recibió la orden del jefe de la Ca Ing Comb 601 de ejecutar la voladura del puente y posterior repliegue del personal. La voladura se produjo con éxito y, luego de comprobar sus efectos, se comenzó el repliegue por propios medios.Este movimiento se hizo muy dificulto-so a raíz de que el personal transportaba su equipo en un terreno donde predo-mina la turba, que motivaba un desgas-te físico en paulatino aumento y altos en la marcha en reiteradas oportunida-des. Se atravesaron campos minados de propia tropa, sin tener real conocimien-to de su lugar exacto de construcción, lo que atentaba contra la marcha, a la vez que la hacía cada vez más lenta e insegura. El grupo que transportaba al suboficial herido tuvo que detener-se aproximadamente a las 23 horas, a pocos kilómetros de Puerto Argentino, debido al intenso dolor que le produ-cía la herida a la víctima. La marcha se reinició con las primeras luces del 3 de junio. El 2do jefe de compañía y su en-cargado que, preocupados por la falta de noticias del grupo habían salido en

su búsqueda, encontraron al mismo ya casi sobre el fin de su marcha. Finalizada la misión, sus integrantes to-maron conocimiento de la real dimen-sión de su esfuerzo, ya que el enemigo, al llegar al lugar y encontrarse con el puente destruido, tuvo que optar entre demorar su desembarco o emprender una marcha rodeando el estuario, que le demandaría un tiempo prolongado y un desgaste físico pronunciado. Esta demo-ra permitió a la Fuerza Aérea Argentina efectuar un ataque sobre los buques de desembarco que se encontraban en Ba-hía Agradable, ocasionándoles graves pérdidas: naves hundidas y averiadas y numerosas bajas, suceso que los ingleses llamaron el “Desastre de Bluff Cove”. Como conclusión de este relato pode-mos destacar la capacidad profesional demostrada en la ejecución de una mi-sión de gran importancia desde el pun-to de vista táctico, como así también el valor de los combatientes, ya que so-portando presiones de distinta índole, tanto físicas como psíquicas, generadas por las condiciones meteorológicas, el terreno y el enemigo, se creó una situa-ción que contribuyó a la unión, a com-partir todo momento, a tranquilizarse y a depender uno del otro, formando un grupo compacto difícil de describir, po-niendo el coraje y la decisión al servicio y cumplimiento de la misión asignada.

La Ca Ing Comb 601tuvo como misión apo-yar a los RI 3 y R 6 en la construcción de campos minados, mediante el empleo de una sección de ingenieros y un grupo de ingenieros en apoyo del RI 25.

La Compañia de Ingenieros 3, con asiento en Monte Caseros (provincia de Corrientes) par-

ticipó en la gesta de la recuperación de nuestras Islas Malvinas con 76 hombres dispuestos a ofrendar sus vidas en pos de esta causa justa y pa-triótica. El relato de la propia compa-ñía de los acontecimientos afronta-dos permite conocer los preparativos previos y el accionar de la unidad al intervenir en enfrentamientos con el enemigo, así como situaciones anec-dóticas que ponen en evidencia ges-tos de solidaridad y calidad humana, valores propios de todo combatiente.

Integrando dos secciones de ingenieros agregadas al RI 5, llegamos a Puerto Ar-gentino el día 26 de abril de 1982. Pasados tres días recibimos la orden de trasladar-nos a la Gran Malvina (Puerto Howard), por modo aéreo (helicóptero), donde nos instalamos en un establecimiento que servía de matadero, esquiladero y embar-cadero de lana en fardo con destino a In-glaterra. A partir de ese momento Puerto Howard pasó a llamarse Puerto Yapeyú.Inmediatamente procedimos a la cons-trucción de posiciones para la defensa y del puesto comando del Jefe del RI 5.

ORGANIZACIÓN DE LOS GRUPOSDE TRABAJOS

GRUPO SEGURIDADIntegrado por un oficial o suboficial supe-rior, que se desempeñaba como jefe de se-guridad, dos suboficiales y doce soldados.

GRUPO CONSTRUCCIÓN DE CAMPOS MINADOSIntegrado por dos oficiales, dos suboficia-les y veinte soldados, quienes efectuaron las instalaciones de minas antitanque (MAT) y minas antipersonales (MAP). Se procedió a la construcción de cuatro fajas minadas de MAP y se efectuó el sembrado de MAT sobre la playa que daba hacia la Bahía Howard, utilizando 1.500 minas AT sobre una superficie de nueve kilómetros de pla-ya, y 8.000 minas AP cubriendo un frente de siete kilómetros. Además se arrojaron tambores de 200 litros dentro del agua, cerca de la costa, con minas AT amarradas a sus lados, quedando parados al cargarlos con piedras y así evitar que se hundieran con la subida de la marea. En caso de in-tento de desembarco, las lanchas hubieran chocado con los tambores produciendo

la explosión de las minas AT. La cantidad empleada fue de 200 minas, divididas a ra-zón de cuatro por tambor. Los tambores utilizados fueron 50. También se cons-truyeron dos fogatas pedreras, construi- das con tubos, uno de fibrocemento y el otro de distinto material. Dichos tubos contenían cuatro minas AT, cinco libras de trotyl (454 gramos cada una), con es-topines eléctricos conectados a una central de fuego. Las cargas estaban atracadas con hierro, piedras y otros materiales. Las foga-tas pedreras se hallaban en la playa, en un ángulo aproximado de 50° con dirección a Bahía Howard.El efecto probable de esta arma de cir-cunstancia era devastadora y tenía dos objetivos: para desembarcos y vuelos ra-santes que efectuaban los aviones ingleses.

GRUPOS ALAMBRADORESCompuestos por un suboficial y cinco soldados. Se utilizaron medios del lugar, ya que se carecía de medios propios, re-forzando las fajas minadas en una ex-tensión de nueve kilómetros de playa. Dichos obstáculos estaban construidos con alambradas lazos, alambradas ras-treras, rodillos y trampas explosivas.

GRUPO RANCHODistribuido en tres pelotones. El primero y el segundo se encargaban del raciona-miento y del baño con agua caliente para la sección de ingenieros y subunidades del RI 5, y el tercer grupo estaba encarga-do del corte, transporte y almacenamien-to de turba que se utilizaba como com-bustible para la cocina y calentar el agua. Debido a la falta de pan y para satisfacer las necesidades de la tropa, se construyó un horno donde se lo cocinaba.

HECHOS

El día 17 de mayo de 1982, aproximada-mente a las 12 horas, y mientras se reali-zaba el mantenimiento de las posiciones, se comunicó el alerta rojo (ataque aéreo); fuimos sorprendidos por un avión Ha-rrier cuando nos dirigíamos a las posi-ciones, a las cuales llegaron los más velo-ces. El resto tuvo que repeler el ataque a cuerpo gentil. El avión efectuó el disparo de un cohete que dio en el agua, y tam-bién hizo uso de su cañón de 30 mm sin ocasionar bajas. Con nosotros se encontraba una sección de comandos que contaba con un misil portátil BLOW PIPE. Transcurridos aproximadamente

tres minutos se detectó un segundo avión, al cual se lo esperó en las posiciones. Venía volando a baja altura desde la zona de Ba-hía Fox, cuando se encontraba a unos 300 metros de las primeras posiciones, se co-menzaron a disparar todas las armas for-mando una cortina de fuego. Pasadas las posiciones y elevándose, hizo un giro, co-menzó a humear y se produjo la explosión. Al desprendérsele un ala el piloto se eyectó y cayó al agua, desde donde fue rescatado por los comandos en un bote neumático. Fue atendido de sus heridas en el puesto socorro del RI 5, donde se le detectó una baliza que utilizaban en caso de auxilio, para que un helicóptero los rescatara.La sección de comandos utilizó esta ba-liza para realizar una emboscada en una altura vecina, donde se instalaron con las armas en posición. A las 17 horas detec-taron un helicóptero que se acercaba si-guiendo la señal de la baliza. Una vez al alcance de las armas automáticas, se abrió fuego sobre el mismo, siendo alcanzado por proyectiles de MAG, 12,7 y FAP, aun-que logró escapar tras una altura seria-mente dañado.Una mañana de mayo, nuestros coman-dos en misión de reconocimiento, cho-caron sorpresivamente con una patrulla de comandos británicos de exploración. Su jefe, el Capitán John Hamilton y el Sargento Roy Fonseca de los Royals Co-mands se enfrentaron con nuestra patru-lla, estableciéndose un combate en el cual fue abatido el capitán y tomado prisione-ro el sargento. Luego de trasladarlo hasta nuestra posición, nos dieron la misión de custodiarlo y ofrecerle racionamiento y elementos de aseo personal. Le obse-quiamos cigarrillos, un poco de té y unos libros que encontramos en el lugar, y le reforzamos el abrigo con unas mantas. Nuestro primer sentimiento al verlo fue de “bronca”, pero luego de comunicar-nos a través de gestos fuimos toman-do confianza mutua. Le preguntamos algunas cosas, tratando de extraerle infor-mación; algunas respondía, otras no.Dios quiso que él cayera prisionero ese día, porque su misión consistió, luego de haber sido transportado con sus camara-das en helicópteros desde su fragata misi-lística, en tomar una altura y anotar nues-tras posiciones y, por la noche, a través de la radio, corregir los disparos que debían efectuar las fragatas desde el mar.Durante las noches las fragatas dispara-ron sobre nuestras posiciones, aunque de manera esporádica y aislada, como

COMPAÑIA DE INGENIEROS 3 ¡PRESENTE!

si esperaran información. Al no obte-ner respuestas, lo hacían sin dirección, porque de lo contrario nuestra suerte hubiera sido diferente. Ocultamos al sar-gento inglés de los kelpers, para mayor seguridad, y el día que nos rendimos lo soltamos explicándole su nueva situación.Finalmente llegaron las tropas británicas y sentimos el amargo sabor de entregar nuestras armas al enemigo y pasar a ser prisioneros. Más tarde fuimos trasladados al buque Canberra.

HECHOS DE CAMARADERIA

A causa de la baja temperatura imperante era imposible bañarse con el agua hela-da de la isla. Decidimos buscar un tacho vacío de 200 litros, procedimos a llenarlo y calentar el agua. Un suboficial, con un recipiente más pequeño, se encargaba de suministrarla a todo el personal de tropa y cuadros integrantes de nuestra sección de ingenieros.Fue una gran ventaja tener nuestras posi-ciones cerca del galpón donde los kelpers trabajaban la lana. Realizado el baño, lavá-bamos algunas de nuestras prendas con el agua sobrante. Aquel baño con agua ca-liente y la posibilidad de vestir ropa limpia nos hacía sentir de manera diferente. Con otro tacho de 200 litros, esperábamos a los hombres del RI 5. Una vez en el lugar les de-signábamos un sector donde acomodaban sus cosas y, luego de desvestirse en el sector de baño, acarreábamos el agua caliente en varios recipientes donde procedían a ba-ñarse. Causaba satisfacción verlos gritar y reírse de felicidad, arrojándose agua unos a otros. También les ofrecimos agua caliente para que lavasen sus ropas. Nuestros sol-dados se unían a los de ellos y sus cuadros a los nuestros para compartir un cigarrillo o conversar sobre cosas intrascendentes. A medida que el tiempo transcurría, in-tegramos un gran conjunto compacto y aprendimos a levantarnos el espíritu unos a otros, de la mejor manera posible.

CONTRAINTELIGENCIA

Debíamos realizar tareas de campos mi-nados en posibles lugares de desembarco

y avance de tropas enemigas. Teníamos necesidad de mantener a los kelpers con-trolados ya que estos se desplazaban por distintos lugares, observando los movi-mientos y tareas que realizábamos. Sabía-mos que contaban con equipos de radios y corríamos el riesgo de que pudieran comu-nicarse con las tropas británicas y delatar los lugares donde nuestro personal traba-jaba, o en caso de desembarco servirles de guías. Nuestro jefe de sección ordenó a dos suboficiales la concreción de acti-vidades de contrainteligencia en la zona. Ambos debían acompañar a los kelpers en sus vehículos y fijar uno o dos caminos principales por donde todos debían des-plazarse bajo control de nuestras tropas. Además tenían que hacerles creer que el resto de la zona estaba minada. Provistos los suboficiales de cartas topográficas, cin-tas métricas y brújulas, acompañaron a los kelpers indicándoles en el mapa los luga-res donde debían transitar y por donde no debían circular debido al presunto peligro del minado. En algunos momentos hacían detener la marcha y bajaban, marcaban rumbo y hacían anotaciones con lápiz en la carta. Se intentaba desorientarlos e incul-carles temor. En el primer desplazamiento con el encargado de los kelpers (Mr. Lee), al arribar al lugar donde se arrojaban los restos de corderos, se mostró muy gentil, convidando con cigarrillos y caramelos al acompañante, ante el evidente temor que al transitar pisara una mina. Al regresar respetó fielmente las huellas dejadas por el vehículo. Ese hombre transmitió la in-formación a los demás kelpers, quienes re-currían a un suboficial cuando tenían que desplazarse por algunos sectores.La misión se cumplió, ya que los kelpers permanecieron en sus viviendas, facilitán-donos el control sobre ellos. Cuando las tropas británicas tomaron el lugar les soli-citaron información. Su respuesta: toda la zona estaba minada. Al interrogar el jefe británico a nuestro jefe de sección, éste le advirtió sobre la falsa creencia y su obje-tivo preliminar. Para verificar esto, el jefe inglés ordenó que una patrulla acompa-ñara a nuestro jefe, junto a un suboficial, para recorrer la zona.Los ingleses reconocieron que nuestra

contrainteligencia había funcionado muy bien. Nuestro jefe recibió la autorización de mantener su pistola y cargadores, en reciprocidad ante la actitud de haber obrado “como verdaderos caballeros al decir la verdad sobre los campos mina-dos reales y ficticios demostrando gran responsabilidad y profesionalismo”.

OTRAS ACTIVIDADES

Una de las dolorosas misiones que tenía-mos que realizar, consistió en cavar las fosas y hacer las cruces para el personal -propio y enemigo- que caía muerto. Dos suboficiales y cuatro soldados se encar-gaban del trabajo. Otro suboficial, que se destacaba por sus trabajos con madera, tallaba las cruces. La identificación por medio de una chapa era confeccionada por un oficial. El cementerio se encon-traba a unos siete kilómetros del lugar donde nos encontrábamos acantonados.Luego de un ataque aéreo por parte de aviones Harrier, lanzando bombas tipo Beluga que ocasionaron bajas en personal de la Compañía “A” del RI 5, inmediatamente se nos comunicó lo ocurrido y las tareas a realizar sobre el número de fosas, cruces y chapas de identificación para cada uno.Estando en el cementerio, mientras se cavaban las tumbas, fuimos sorprendidos por aviones que para ese entonces ya do-minaban el espacio aéreo de la zona. Tu-vimos que suspender las actividades para tomar posición hasta tanto se alejara el peligro. Sabíamos de la urgencia con que se debían concretar nuestras tareas, ya que los cuerpos, por las heridas recibidas, debían ser enterrados inmediatamente.Para la construcción de las cruces, al igual que para las chapas con las identificacio-nes, se ponía mucho amor y esmero para que el trabajo saliera lo mejor posible.Al atardecer, el personal que podía parti-cipaba del entierro en donde nosotros, los ingenieros, con tristeza y dolor, nos des-pedíamos del lugar donde quedarían para siempre los cuerpos de nuestros camaradas.Hoy, reflexionando todos juntos, agra-decemos a Dios la experiencia vivida y por permitirnos conservar nuestras vidas que nos servirán para seguir lu-chando, ahora en la paz y si fuera nece-sario en la guerra, por la soberanía de nuestras queridas Islas Malvinas.

¹ Los grados de los autores de los artículos editados son los que ostentaron a la fecha de publicarse los mismos.² Ensayo presentado al Concurso Literario “El He-roísmo del Ejército Argentino en Malvinas” organi-zado por la Secretaría General del Ejército en 1992.

PRIMERA SECCIÓN DE INGENIEROSJefe: Tte 1ro GUSTAVO ADOLFO CALDERINIEnc Sec: Sarg 1ro ALFREDO RAFAEL T0YOSJ Gpo Apy: Cabo 1ro WALDEMAR ARCEJ 1er Gpo: Cabo FRANCISCO LINO MARTINEZJ 2do Gpo: Cabo SILVERIO SARACHOJ 3er Gpo: Cabo FABIAN EDILBERTO GAUNA32 Soldados clase 1962

SEGUNDA SECCIÓN DE INGENIEROSJefe: Subt LUCIANO ENRIQUE AM0DDIOEnc Sec: Sarg Ay FELIPE HILARION BAEZJ Gpo Apy: Cabo 1ro CARLOS FELIX RAMOSJ ler Gpo: Cabo 1ro JUAN CARLOS CANTEROSJ 2do Gpo: Cabo RICARDO DANIEL GUTIERREZJ 3er Gpo: Cabo CARLOS RUBEN VARGAS32 Soldados clase 1962

ORGANIZACIÓN DE LA COMPAÑÍA