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eapíTUL© II L,a escolástica y el predominio de las ideas de Arlstó teles acerca de la materia y la forma. Aristóteles, confundiendo la palabra y la cosa, da nacimiento á la filosofía escolástica.—La concepción platónica de las ideas de género y especie.—Los elementos de la metafísica aristotélica.— Critica de la idea aristotélica de la posibilidad.—Crítica de la idea de substancia.—La materia.—Transformación de esta idea en los tiempos modernos.—Influjo de las ideas aristotélicas sobre la teoría del alma.—La cuestión de los universales: nominalistas y realistas.—Influencia del averroísmo.—Influencia de la lógica bizantina.—El nominalismo precursor del empirismo. Mientras los árabes, como en el capítulo anterior he- mos visto, bebían en fuentes abundosas, aunque turbias, el conocimiento del sistema de Aristóteles, la filosofía es- colástica de Occidente comenzaba el mismo estudio con el auxilio de tradiciones muy incompletas y no menos confusas (19); la obra principal de este género era el es- crito de Aristóteles acerca de las categorías y la introduc- ción con que la precedió Porfirio para explicar las cinco palabras (las cinco clases de ideas universales); estas cin- co palabras, por las cuales empieza toda filosofía escolás- tica, son: las de género, especie, diferencia, propio y acci- dente; las diez categorías son: la substancia, la cantidad, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo, la situación, el estado, la acción y la pasión. Sabido es que existe una multitud siempre creciente de tratados con el propó- sito de explicar lo que Aristóteles quiso decir con sus categorías, ó enunciaciones, ó especie de enunciados; el objeto esencial se habría conseguido más pronto si antes se hubiera pensado en considerar como prematuro y obs- Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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Historia del Materialismo, Aristóteles en la Escolástica

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  • eapTUL II

    L,a escolst ica y el predominio de las ideas de Arlst te les acerca de la materia y la forma.

    Aristteles, confundiendo la palabra y la cosa, da nacimiento la filosofa escolstica.La concepcin platnica de las ideas de gnero y especie.Los elementos de la metafsica aristotlica. Critica de la idea aristotlica de la posibilidad.Crtica de la idea de substancia.La materia.Transformacin de esta idea en los tiempos modernos.Influjo de las ideas aristotlicas sobre la teora del alma.La cuestin de los universales: nominalistas y realistas.Influencia del averrosmo.Influencia de la lgica bizantina.El nominalismo precursor del empirismo.

    Mientras los rabes, como en el captulo anterior he-mos visto, beban en fuentes abundosas, aunque turbias, el conocimiento del sistema de Aristteles, la filosofa es-colstica de Occidente comenzaba el mismo estudio con el auxilio de tradiciones muy incompletas y no menos confusas (19); la obra principal de este gnero era el es-crito de Aristteles acerca de las categoras y la introduc-cin con que la precedi Porfirio para explicar las cinco palabras (las cinco clases de ideas universales); estas cin-co palabras, por las cuales empieza toda filosofa escols-tica, son: las de gnero, especie, diferencia, propio y acci-dente; las diez categoras son: la substancia, la cantidad, la cualidad, la relacin, el lugar, el tiempo, la situacin, el estado, la accin y la pasin. Sabido es que existe una multitud siempre creciente de tratados con el prop-sito de explicar lo que Aristteles quiso decir con sus categoras, enunciaciones, especie de enunciados; el objeto esencial se habra conseguido ms pronto si antes se hubiera pensado en considerar como prematuro y obs-

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    curo lo que, en efecto, es obscuro y prematuro en Aris-tteles, en vez de buscar detrs de cada expresin ininte-ligible un secreto de la ms alta sabidura; nosotros ad-mitimos como un hecho constante que Aristteles en su sistema de las categoras ha querido determinar nica-mente de cuntas maneras principales puede afirmarse que es una cosa cualquiera, y que, bajo el influjo del len-guaje, se deja arrastrar hasta identificar las formas de la afirmacin con los modos del ser.

    Sin examinar aqu hasta qu punto habra razn, con la lgica de Uebenveg de Schleiermacher y Trende-lsnburg, para poner en parangn las formas del ser con las del pensamiento y hacerlas concordar unas con otras con ms menos exactitud, limitmonos decir (pronto nos explicaremos ms ampliamente) que la confusin de los elementos subjetivos y objetivos en la concepcin de las cosas es uno de los rasgos caractersticos del sistema

    ^ de Aristteles, y que esta confusin, sobre todo en sus formas ms groseras, ha llegado ser la base de la esco-lstica. No es Aristteles quien ha introducido esta con-fusin en la filosofa, al contrario, comenz distinguiendo lo que la conciencia no cientfica ha identificado siempre; pero tambin es verdad que Aristteles no hizo ms que un esbozo informe de esta distincin; y presisamentc lo que Haba de incorrecto y prematuro en su lgica y en su metafsica lleg ser para las groseras naciones de Oc-cidente la piedra angular de la ciencia filosfica, por ser lo que mejor cuadraba su inteligencia inculta todava; de ello tenemos un ejemplo interesante en Fredegiso, obispo de Alcuin, que obsequi Carlomagno con una epstola teolgica De nihilo et tenebris, donde el autor define como un ser existente la nada de la que luego Dios hizo el mundo, y esto por la simplicsima razn de que cada palabra se relaciona con una cosa.

    Scot Erigena se colocaba en un punto de vista muy superior cuando deca que las palabras tinieblas, silencio y

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    otras semejantes, eran los nombres de las ideas del sujeto pensante; es verdad que, ms adelante, Scot considera como de la misma naturaleza la ausencia de una cosa y la cosa misma; de este modo, aade, son la luz y la obs-curidad, el sonido y el silencio, y de una manera en ab-soluto semejante es como tengo una vez la idea de la cosa y otra vez la de la ausencia de la cosa; la ausencia se da por lo tanto tambin con el objeto, es algo real. Esta idea errnea se encuentra ya en Aristteles, quien tiene ra-zn cuando dice que la negacin en una proposicin es un acto del sujeto pensante; pero la privacin, por ejem-plo la ceguera de un ser que ve por naturaleza, le pare-ce una propiedad del objeto; 3' no obstante, en el sitio de los ojos encontramos en realidad, en tal criatura, un r-gano acaso degenerado, ,pero que tiene en s cualidades positivas; hallamos quiz que esta criatura tantea y se mueve difcilmente, pero sus movimientos son determi-nados y positivos en su especie; la idea de ceguera pro-cede de que comparamos esta criatura con otras que nuestra experiencia nos dice que son de una constitu-cin normal; la visin no falta ms que en nuestro pensa-miento; la cosa, tomada en si misma, tal como es, no tiene relacin alguna' ni con la visin ni con la no visin.

    Fcil es encontrar defectos gravsimos en la serie de las categoras de Aristteles, sobre todo en la de rela-cin, como, por ejemplo, en las nociones de lo doble, la mitad, lo ms grande; nadie afirmar seriamente que estas son propiedades de las cosas sino en tanto que las cosas son comparadas por un sujeto pensante. Pero la obscuridad de relacin entre las palabras y las cosas es sobre todo ms grave en lo que concierne las ideas de substancia y de gnero; ya hemos visto que en el umbral de toda filosofa aparecen las cinco palabras de Porfirio, que era un extracto de la Lgica de Aristteles, destina-do en primer trmino poner al alcance del alumno las nociones ms precisas; la cabeza de estas definiciones

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    estaban las de especie y gnero; pero desde el principio de esta introduccin se encuentran las expresiones fatales que verosmilmente han motivado la gran disputa de las universales en la Edad Media; Porfirio promueve la im-portante cuestin de saber si los gneros y las especies existen por s mismos si no existen ms que en el esp-ritu, si son substancias corporales incorporales, si son distintos de las cosas sensibles si no pueden existir ms que en ellas y por ellas; la respuesta esta cuestin tan solemnemente planteada la difiere con pretexto de que es una de las ms arduas cuestiones, pero nosotros distin-guimos lo bas.ante para comprender que el lugar ocupado por la teora de las cinco palabras al comienzo de la filo-sofa est en relacin con la importancia terica de las ideas de especie y gnero, y, aunque el autor suspende su juicio, sus expresiones revelan visiblemente sus sim-patas por el platonismo.

    La teora platnica del gnero y la especie llega pre-dominar en los primeros tiempos de la Edad Media, pe-sar de toda la autoridad que le conceden Aristteles; la escuela peripattica se haba construido, por decirlo as, con un frontispicio platnico, y el discpulo, al entrar en el santuario de la filosofa, era saludado con frmulas de iniciacin platnica; acaso tuviesen la segunda intencin de oponer un contrapeso que le preservara del influjo temido de las categoras de Aristteles; en efecto, el esta-girista dijo propsito de la substancia que tal hombre determinado, tal caballo, en resumen, todas las cosas concretas tomadas individualmente son substancias en la primera y verdadera acepcin de la palabra; esto con-cuerda tan poco con el menosprecio de los platnicos lo concreto que no debemos admirarnos de la negativa de Scot Erigina admitir esta doctrina.

    Aristteles no llama las especies substancias ms que en segundo trmino, y slo por la intervencin de las especies el gnero adquiere tambin substancialidad; de

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    este modo surge, desde el principio de los estudios filo-sficos, una fuente inagotable de discusiones en las es-cuelas; no obstante, el concepto platnico (el realismo, as llamado porque consideraba como cosas las ideas uni-versales) sigui predominando y fu, por decirlo as, la doctrina ortodoxa hasta el fin de la Edad Media; siendo, pues, la oposicin ms radical contra el materialismo pro-ducido por la antigedad esta que ha predominado en el desenvolvimiento filosfico de la Edad Media hasta los comienzos del nominalismo, apenas si se manifiesta ten-dencia alguna tomar lo concreto como punto de partida que pueda en cierto modo despertar el recuerdo del mate-rialismo; toda esta poca est dominada por la palabra, por el objeto pensado y por una absoluta ignorancia de la significacin de los fenmenos sensibles que pasan casi como visiones fantsticas ante los espritus habituados los milagros y los estudios teolgicos sumidos en la meditacin. Estas ideas se modificaron cada vez ms, y ya hacia la mitad del siglo xn se dej sentir el influjo de los filsofos rabes y judos, extendindose poco poco un conocimiento ms exacto del sistema de Aristteles gra-cias las traducciones que se hicieron primero del rabe y despus de los originales griegos conservados en Bi-zancio, la vez que los principios metafsicos del mismo filsofo echaban races ms profundas y vigorosas en los entendimientos; esta metafsica tiene para nosotros im-portancia causa del papel negativo que ha desempe-ado en la historia del materialismo, y porque adems nos suministra documentos indispensables para la crtica de este ltimo sistema, documentos sin los cuales fuera imposible juzgarla ni apreciarla; mas con su auxilio po-dremos desvanecer los errores que salen siempre al paso cuando se discute esta cuestin; una parte de los proble-mas que promueve el materialismo estn resueltos y pues-tos en claro sus derechos desde que se han definido pun-tualmente las ideas que nosotros hemos de exponer aqu,

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    siendo menester tomarlas en su origen y estudiar con atencin la marcha lenta de sus transformaciones.

    Aristteles fu el creador de la metafsica, y debe nicamente ese nombre vaco de sentido que hasta hoy ha conservado al lugar que ocupa su exposicin en las obras del estagirita; el objeto de esta ciencia es el estu-dio de los principios comunes todo cuanto existe; Aris-tteles la llama, por lo tanto, la filosofa" primera, es decir, la filosofa general que no se enlaza todava nin-guna rama especial del saber; Aristteles tena razn en creer en la necesidad de esta ciencia; pero una solucin, ni aun aproximada, del problema metafsico era imposible mientras no se reconociera que la generalidad existe ante todo en nuestro espritu, principio de todo conocimiento. Es lstima que Aristteles se haya olvidado de separar lo subjetivo de lo objetivo, el fenmeno de la cosa en s, porque ese olvido ha hecho de su metafsica un manan-tial inagotable de ilusiones; la Edad Media fu muy dada adoptar con avidez las peores ilusiones de este gnero, las cuales tienen mucha importancia con relacin al asun-to que tratamos; esas ilusiones las hallaremos en las ideas de materia y posibilidad en sus relaciones con la forma y la realidad. Aristteles distingue cuatro principios ge-nerales de todo cuanto existe: la forma ( la esencia), la materia, la causa motora y el fin; nos ocuparemos par-ticularmente de los dos primeros principios.

    Ante todo, la idea de materia difiere por completo de lo que hoy se entiende por esta palabra; mientras que en muchas cuestiones nuestro pensamiento lleva an impre-sa la ideologa aristotlica, un elemento materialista ha penetrado hasta en la opinin vulgar gracias al influjo de las ciencias fsicas y naturales; que se conozca no el atomismo, cualquiera se figura que la materia es una cosa corporal, extendida por todas partes, excepto en el vaco, y de una esencia homognea, aunque sometida ciertas modificaciones; en Aristteles la idea de materia

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    es relativa; la materia no existe ms- que con relacin lo que deba llegar ser par la adicin de la forma; sin la forma la cosa no puede ser lo que es; slo por la forma la cosa llega ser, en realidad, lo que es, en tanto que an-tes de ese momento la materia no daba ms que la posi-bilidad de esa cosa. Pero la materia tiene ya por s misma una forma, secundaria, es verdad, y por completo dife-rente en cuanto la cosa que debe recibir la existencia; el bronce de una estatua, por ejemplo, es la materia; la idea de la estatua es la forma, y de la reunin de las dos resulta la estatua real; sin embargo, el bronce no es la materia, en tanto que bronce con tal determinacin (en efecto, como tal tiene una forma, sin relacin alguna con la estatua), sino en tanto que bronce en general, es de-cir, en tanto que algo que no existe realmente en s y puede solamente llegar ser alguna cosa; por consiguien-te, la materia no existe ms que en la posibilidad, y la forma slo existe en la realidad en la realizacin; pasar de la posibilidad la realidad es llegar ser; he aqu, cmo la materia est exornada por la forma.

    En todo esto se ve que no se cuestiona un substratum corporal de todas las cosas existiendo por s mismas; la cosa concreta que aparece como tal, por ejemplo, un tron-co de rbol tendido en el suelo, tan pronto es una t subs-tancia, es decir, una cosa realizada compuesta de forma y materia, como una simple materia; el tronco del rbol es una substancia, una cosa completa, como tronco de r-bol, ha recibido esta forma de la naturaleza, pero es ma-teria con respecto la viga estatua en que ha de ser transformado; no hay, pues, ms que aadir en taato que le consideramos como materia y entonces todo est claro, pero la frmula no sera ya estrictamente aristotlica Porque, en realidad, Aristteles transporta les objetos esas relaciones de las cosas de nuestro pensamiento. Ade-ms de la materia y la forma, este filsofo considera tambin las causas motoras y el^m como principio de todo

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    cuanto existe, }7, naturalmente, el fin coincide con la for-ma; as como la forma es el fin de la estatua as en la na-turaleza la forma, realizndose en la materia, se le pre-senta Aristteles como el fin la causa final en la cual el llegar ser encuentra su natural conclusin. Toda esta teora es ciertamente muy lgica, pero se ha olvidado de que los conceptos aqu unidos unos con otros son, en pr i -mer lugar , de tal naturaleza que menos de engen-drar errores no pueden ser admitidos como correspon-diendo cualidades reales del mundo objetivo, mientras que pueden suministrar un sistema perfectamente co-ordenado de especulacin subjetiva; importa mucho con-vencerse de esta verdad porque, por sencilla que la cosa sea en s misma, slo han evitado el escollo un reducidsi-mo nmero de pensadores muy perspicaces, tales como Leibniz, Kant y Herbart .

    El error fundamental proviene de que se transporta las cosas la idea de la posibilidad, que por su naturaleza es una hiptesis simplemente subjetiva. Es indudable que la materia y la forma constituyen dos fases bajo las cua-les podemos considerar las cosas, y Aristteles ha sido bastante prudente para no afirmar que la esencia se com-pone de esos dos elementos como de dos partes separa-bles; pero cuando se deduce el hecho real de la unin de la materia y la forma, de la posibilidad y la realizacin, se cae, agravndola doblemente, en la falta que con r a -zn se quiere evitar; es menester, por el contrario, afir-mar en absoluto que si no hay materia desnuda de for-ma, si no puede concebirse tal materia., ni aun represen-trsela, no existe tampoco posibilidad en las cosas; lo que existe como siendo posible no es ms que una pura qui-mera que se desvanece por completo poco que se per siga esa ficcin; en la naturaleza exterior no existe ms que la realidad y no la posibilidad. Aristteles ve, por ejemplo, un vencedor real en el general que ha ganado una batalla; pero ese vencedor real era ya, segn l, ven-

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    cedor antes de la batalla, slo que no lo era ms que en potencia, es decir, segn la posibilidad; se puede conce. der sin vacilacin alguna que antes de la batalla haba en su persona, en la solidez y subordinacin de su ejrci-to, etc., condiciones que deban darle la victoria, que su victoria era posible.

    Este empleo de la palabra posible proviene de que los hombres no pueden comprender nunca ms que una par-te de las causas eficientes, si las conociramos todas la vez veramos que la victoria es, no posible sino nece-saria, porque las circunstancias accidentales que coope-ran exteriormente forman un haz de causas combina-das de tal modo que hace que suceda esto y no otra cosa. Se podra objetar que el decir esto es estar com-pletamente de acuerdo con Aristteles, porque el ge-neral que ser necesariamente vencedor es ya vence-dor en cierto modo; pero todava no es una realidad, sino una posibilidad potentia. Aqu hay un ejemplo sor-prendente de la confusin de las ideas y las cosas: que yo apellide no al general victorioso, no por eso deja de ser el que es: un ser real que se halla en cierto momento dado del tiempo en que se desarrollan un conjunto de cua-lidades y acontecimientos internos y externos; las cir-cunstancias que no se han realizado todava no existen, por lo tanto, todava para l; no tiene en su pensamiento ms que un plan, su brazo y su voz tienen cierto valor, existen determinadas relaciones morales con su ejrcito, experimenta algunos sentimientos de temor de espe-ranza, en resumen, su situacin est precisada en todos sentidos y su victoria resultar de esta situacin personal comparada con la de sus adversarios," depender del te-rreno, de las armas, de la temperatura, y, esta situacin respectiva, en cuanto haya sido comprendida por nuestra inteligencia, har nacer la idea de la posibilidad y aun de la necesidad del xito; pero el xito, ni es, ni dismi-nuye ni aumenta por esta idea; nada se aade tampoco al

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    pensamiento de esta posibilidad para hacer de ella una realidad si no est en nuestro espritu; ioo talers rea-les, dice Kant, no encierran absolutamente nada ms que ioo talers posibles (2o); esta asercin podr parecer du-dosa, por no decir absurda, un banquero; pero pocos aos despus de la muerte de Kant (Julio de 1808) se daban apenas en Koenigsberg 25 talers por un bono del Tesoro que vala 100 talers; 103 talers positivos valan, pues, en la ciudad natal del gran filsofo 400 simple-mente posibles, lo que puede creerse en justificacin de Aristteles y de todos los escolsticos hasta Wolff y Baumgarten inclusive; el bono del Tesoro que poda comprarse por 25 talers positivos, representaba 100 po-sioles; pero, si lo consideramos ms de cerca, veremos muy comprometida la esperanza del futuro pago al conta-do de los 100 talers vendidos por 25; tal es, pues, el va-lor real de la esperanza en cuestin y, por consiguiente, el valor real del bono que dio margen aquella esperan-za; por lo dems, los 100 talers de valor nominal sern siempre el objeto de dicha esperanza; este valor nominal expresa el alza de lo que se espera como posible, con una cuarta parte de posibilidad; pero el valor real no tiene nada que ver con el alza del valor posible; de modo que Kant tena razn por completo.

    Pero Kant con este ejemplo ha querido an decir otra cosa en la que tambin tiene razn: en efecto, cuando despus del i3 de Enero de 1816 nuestro especulador tuvo su bono de 100 talers pagados ntegramente,1 no aument la posibilidad porque se trocara en realidad; porque la po-sibilidad como simple pensamiento no puede trocarse en reajidad nunca, pues la realidad resulta de un modo muy, preciso de circunstancias reales anteriores; adems del restablecimientD del crdito del Estado, acompaado de otras circunstancias, es menester presentar un bono real del Tesoro y no un bono d 100 talers posibles, porqu stos slo estn en el cerebro de la persona que se repre-

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    senta en idea una parte de las circunstancias propias para que sea reembolsable el papel numerario y hace de esta idea el punto de partida de sus esperanzas, de su temor y de sus reflexiones.

    Se nos perdonar acaso lo prolijo de esta explicacin si de ella deducimos con ms brevedad que la idea de la posibilidad es el origen de los errores ms perniciosos y en mayor nmero de la metafsica; sin duda, y esto no es defecto de Aristteles, el principal error tiene sus pro-fundas races en nuestro organismo, pero este error deba ser doblemente pernicioso en un sistema que funda la me-tafsica en discusiones dialcticas, mucho ms que lo hi-cieron los sistemas anteriores, y en la gran consideracin adquirida por Aristteles precisamente por su mtodo, tan fecundo en otros conceptos, que pareca iba eternizar este estado de cosas tan impertinente.

    Como Aristteles dedujo tan desgraciadamente el lle-gar ser y, n general, el movimiento de la simple posibi-lidad de la materia y de la realizacin de la forma, por una consecuencia inevitable la forma el fin fu en su teora el verdadero origen del movimiento, y, lo mismo que el alma hace mover al cuerpo, as, segn l, Dios, forma y fin del mundo, es la causa primera de todo mo-vimiento; no haba que esperar que Aristteles conside-rase la materia como movindose por s misma, teniendo en cuenta que no la atribuye ms que la propiedad nega-tiva de poder llegar ser. El mismo error acerca de la posibilidad, que ha ejercido tan funesto influjo sobre la idea de la materia, se halla en las relaciones del objeto permanente con sus estados variables , para emplear el lenguaje del sistemaren las relaciones de la substancia con el accidente; la substancia es la esencia de la cosa, subsiste por s misma, y el accidente, propiedad fortuita, no es en la substancia sino en tanto que posibilidad; ahora bien, no habiendo azar en las cosas debo dar al-gunas de ellas el epteto de fortuitas, porque ignoro las

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    verdaderas causas. La posibilidad de una propiedad de un estado cualquiera no puede ser inherente una cosa; esta posibilidad no es ms que el objeto de una combina-cin de ideas; ninguna propiedad puede darse en las co-sas como simplemente posible, pues la posibilidad no tie-ne una forma de existencia sino una forma de pensa-miento; el grano de trigo no es un tallo posible, es slo un grano de trigo; cuando se humedece un pao, esta humedad, en el momento en que el pao se halla en este estado, existe necesariamente en virtud de leyes genera-les lo mismo que las otras propiedades del pao, y si antes de humedecerse se considera esta humedad como pudiendo serle comunicada, el pao que se quiere meter en el agua no tiene propiedades distintas de las de otro pao con el cual se trate de hacer tal experiencia.

    La separacin ideal de la substancia y el accidente es en verdad una manera cmoda y quiz indispensable para orientarse; pero se ha de reconocer que la diferencia de la substancia y del accidente desaparece ante un profun-do examen; cierto que cada cosa tiene determinadas pro-piedades unidas entre s de un modo ms durable que otras ; pero ninguna propiedad es absolutamente durable, y, en realidad, todas subsisten las continuas modifica-ciones; si en la substancia se ve un ser aislado y no un gnero substratum material general , es forzoso, para determinar la forma completamente, limitar el examen que se haga un cierto lapso de tiempo y considerar, durante ese lapso, todas las propiedades en sus manifes-taciones como la forma substancial, y sta como la nica esencia de las cosas; pero si con Aristteles se habla de lo que es inteligible en las cosas como su verdadera subs-tancia, nos transportamos aj terreno de la abstraccin, porque se hace una abstraccin lgica cuando del estu-dio de una docena de gatos se deduce la idea de especie, como cuando se considera como un solo y mismo ser al propio gato siguindole en todas las fases de su exis ten-

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    cia, de su actividad y de su reposo; slo en el terreno de la abstraccin t ienen valor la oposicin de la substancia y el accidente; para orientarnos y tratar prcticamente las

    , cosas no podremos pasarnos nunca sin las oposiciones de 1} posible y lo real, de la forma y la materia, de la subs-tancia y el accidente, expuestos por Aristteles de un modo tan magistral, pero no es menos cierto que nos ex-traviamos y perdemos en el anlisis positivo de estos conceptos tan luego como se olvida su naturaleza subje-tiva y su valor relativo, y que, por consiguiente, no pue-den contribuir aumentar nuestra intuicin de la esencia objetiva de las cosas.

    El punto de vista adoptado ordinariamente por el pensamiento emprico, y al cual se atiene con frecuencia el materialismo moderno, no est en modo alguno exento de esos defectos del sistema de Aristteles; la falsa opo-sicin de que hablamos est en aqul ms marcada y arraigada, pero en sentido inverso; se atribuye la verda-dera existencia la materia que, sin embargo, no r e - ' presenta ms que una idea obtenida por la abstraccin, y se llega tomar la materia de las cosas por su substan-cia y la forma por un simple accidente; el bloque que ha de convertirse en estatua es considerado por todos como real y la forma que debe recibir como simplemente posi-ble; y, no obstante, es fcil ver que esto no es verdad ms que en tanto que el bloque tiene ya una forma en cuyo exa-men no insisto, saber, la que posea al salir de la cante-ra; el bloque como materia de la estatua es slo un con-cepto, mientras que la idea de estatua, en tanto que est en la imaginacin del escultor, tiene por lo menos como representacin una especie de realidad. En este punto, pues, Aristteles tena razn contra el empirismo vulgar; su sinrazn se halla en transportar la idea real de un ser pensante un objeto extrao sometido al estudio de este ser, y en hacer de ella una propiedad de este objeto, pro-piedad que slo existe ttulo de posibilidad.

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    Las definiciones aristotlicas de la substancia, de la forma, de la materia, etc., estuvieron en boga durante todo el tiempo de la escolstica, es decir, hasta Descar-tes, y aun despus de l en Alemania. Aristteles trat ya la materia con algn desdn y la negaba todo mo-vimiento propio; este desdn deba aumentarse an por la influencia del cristianismo, de que hablamos en el captulo anterior; no se pensaba que todo aquello, por lo cual la materia puede ser algo determinado, por ejemplo, lo malo, lo vicioso, debe constituir formas segn el sis-tema de Aristteles; cierto que no se modific el sistema hasta el punto de designar la materia directamente como mala, como el mal, pero se complacan en pintar su pasividad absoluta; se la represent como una imperfec-cin, sin pensar que la perfeccin de cada ser consiste en la apropiacin su fin, y que, por consecuencia, si se es lo bastante pueril para querer someter la crtica los ltimos principios de toda existencia, se debera ms bien ensalzar la materia porque conserva tan hermosa tranqui-lidad; ms tarde, cuando Wolff atribuy la materia la fuerza de inercia y los fsicos la asignaron empricamente las propiedades de la pesantez y de la impenetrabilidad, y mientras fueron estas sus formas, el odioso retrato aca-b de completarse: La materia es una substancia obscu-ra, inerte, inmvil y absolutamente pasiva. Y esta substancia ha de pensar?)), dijo un partido, en tanto que otros se preguntaban si haba substancias inmateriales, porque en el lenguaje vulgar y cotidiano la idea de subs-tancia se identifica con la de materia.

    Estas transformaciones de ideas han sido en parte ocasionadas por el materialismo moderno; pero la accin prolongada de las ideas de Aristteles y la autoridad de la religin tuvieron bastante fuerza para dirigir por otros caminos los efectos de esta influencia; los dos hombres que ms contribuyeron modificar la idea de la materia fueron seguramente Descartes y Newton; ambos, en rea-

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    lidad, adoptaron el atomismo renovado por Gassendi (aunque Descartes se abstiene lo posible en negar el va-co); pero los dos difieren de Demcrito y Epicuro sepa -rando el movimiento de la materia; uno y otro hacen na-cer el movimiento de la voluntad de Dios, que crea a materia y despus la imprime el movimiento por un acto que por lo menos en espritu puede separarse. Por io dems, las teoras de Aristteles se mantuvieron mucho tiempo, y comparativamente con la mayor pureza, en el terreno especial donde las cuestiones del materialismo son en particular decisivas, en el terreno de la psicologa; el fondo de esta psicjloga es el sofisma de la posibilidad y de la realidad; en efecto, Aristteles define el alma: la realizacin de un cuerpo orgnico que tiene la vida en potencia (21); esta explicacin no es ni tan enigmtica ni tan rica de concepto como han querido decir los filso-fos; realizacin acabamiento est dado como ente lequia, y sera difcil enumerar todos los sentidos que se han atribuido esta palabra; en Aristteles significa la oposicin conocida, y toda otra interpretacin es err-nea (22); el cuerpo orgnico slo tiene vida en potencia y la relacin de esta potencia proviene de una causa ex-terior, he aqu todo.

    La falsedad intrnseca de esta concepcin es an ms evidente que la de la relacin de la forma con la materia, aunque la oposicin de las ideas en las dos relaciones sea perfectamente idntica; no es posible figurarse el cuerpo orgnico como simple posibilidad de un hombre sin la forma humana; tal forma presupone el acto de la reali-zacin * de un hombre en la materia plstica y, por con-secuencia, el alma; esto en la teora ortodoxa de Arist-teles es un escollo que ha contribuido sin duda alguna al desarrollo del estratonismo; para evitarlo, Aristteles ha recurrido al acto de la generacin como si aqu por lo menos una materia informe recibiera su realizacin como ser humano de la energa psquica del generador; pero

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    este expediente no hace ms que transportar un proce-so menos conocido la separacin de la forma y la materia, de la realizacin }-, la posibilidad exigida por su sistema; en resumen, Aristteles pesca en agua turbia (23); la Edad Media supo utilizar perfectamente esta teora y hacerla concordar con la dogmtica.

    La profunda doctrina del filsofo de Estagira tiene mucho ms valor al t ratar del hombre, el ser ms elevado de la creacin, que lleva consigo todas las especies infe-riores; la planta se nutre y crece, el alma de la planta es, pues, slo vegetativa; el animal tiene adems sentimiento, movimiento y deseos, y aqu la vida vegetativa entra al servicio de la vida sensitiva que es superior aqulla; en el hombre, en fin, se aade un principio ms elevado, el de la inteligencia, el cual domina todos los dems; por un arreglo mecnico, muy del gusto de la escolstica, se hicieron de estos elementos del ser humano tres almas casi enteramente distintas: el alma vegetativa(amm vege-tativa), el alma sensitiva (anima sensitiva) y el alma ra-cional (anima rationalis); el hombre tiene la primera con el animal y la planta, la segunda con el animal, y la ter-cera es la nica inmortal y de origen divino; esta ltima abarca todas las facultades de la inteligencia negadas los animales (24); de esta distincin naci entre los dog-mticos cristianos la diferencia, con tanta predileccin aceptada, entre el alma y el espritu, las dos fuerzas su-periores, mientras que el alma vegetativa lleg ser ms tarde el fundamento de la teora de la fuerza vital.

    Sin duda alguna Aristteles no separaba ms que con el pensamiento estas tres almas en el hombre; lo mismoque en el cuerpo humano la naturaleza animal no est yuxta-puesta la naturaleza especial del hombre sino fundida con ella, y lo mismo que el cuerpo humano es en su totalidad un cuerpo animal de ms noble especie y, no obs-tante, completa y realmente humano en su forma particu-lar, as debe imaginarse, segn este filsofo, las relacio-

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    nes de las tres almas; la forma humana contiene la esen-cia intelectual en s, ntimamente unida al principio de la sensibilidad y de la voluntad; de esta misma manera, en el animal, se confunde ya por completo con el princi-pio de la vida; la unidad slo se suprime por la teora de la razn separable)), teora en que se funda de una parte el monopsiquismo de los averrostas y de otra la teora escolstica de la inmortalidad; pero sta supresin no se efecta sin una evidente violacin de los principios esen-ciales del sistema; esta unidad, segn la cual la forma del hombre, reuniendo en s todas las formas inferiores, constituye el alma, la rompieron los escolsticos llegan-do, hecha abstraccin de la doctrina de la razn separa-ble, hasta apoyarse en muchas aserciones del gran fil-sofo, cuyo sistema, junto con una extrema indecisin en los detalles, rene la lgica ms estrecha en el desarrollo de ciertas ideas fundamentales; la teora de la inmortali-dad y la teologa no estn, pues, unidas al conjunto del sistema ms que por lazos muy dbiles y le contradicen en algunos puntos.

    La filosofa de Aristteles nos permite tambin enten-der muchas hiptesis de la antigua metafsica que los ma-terialistas se complacen en desechar como absurdas; as se pretendi que el alma se halla extendida por todo el cuerpo y que est toda entera en cada una de las partes de ste; Santo Toms de Aquino enseaba formalmente que el alma est presente en cada parte del cuerpo, en potencia como en acto, con su unidad y su individualidad;

    esta opinin parecer ms de un materialista el colmo del absurdo, pero en el sistema de Aristteles vale tanto como la asercin siguiente: la ley generadora del crculo expresada por la frmula una indivisible x1 + y'1 = rl,

    1 se verifica en un punto cualquiera del crculo, dado el ra-dio cuyo centro cae en el origen de las coordinadas; si se compara el principio de la forma del cuerpo humano con la ecuacin del crculo, se tendr acaso la idea principal

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    del estagirita con ms pureza y claridad que podra ha-cerlo l mismo. Completamente distinta es la cuestin del sitio de las funciones conscientes de la- sensibilidad y la voluntad; Aristteles las coloca en el corazn y los esco-lsticos, instruidos por Galeno, en el cerebro; pero Aris-tteles deja lgicamente estas funciones su naturaleza fsica y, en este punto importante, est perfectamente de acuerdo con los materialistas; sin duda aqu los escolsti-cos no pudieron seguirle, y no podrn negar que ms tarde la metafsica introdujo con frecuencia en esas frmulas simples ininteligibles en s mismas una confusin ms-tica ms prxima del absurdo que de una concepcin lcida.

    Pero para remontarnos hasta el principio de la oposi-cin que existe entre el materialismo y la metafsica es preciso en absoluto volver la confusin del ser y del pensamiento que ha tenido tan graves consecuencias en la teora de la posibilidad. Persistimos en creer que en su origen esta confusin no tuvo ms que el carcter de un error ordinario; los filsofos modernos les estaba re-servado hacer una virtud de la imposibilidad de desem-barazarse de las cadenas que pesaban sobre su espritu despus de miles de aos y de erigir en principio la iden-tidad no demostrada del ser y del pensamiento.. Si para una operacin matemtica trazo un crculo con tiza, ten-go ante todo como fin, en el espritu, la forma que debe producir en el tablero la coordinacin de las molculas que se desprenden de la tiza; el fin es la causa motora y la forma la realizacin del principio en la parte material; pero, dnde est el principio? en la tiza? Evidentemente no en las molculas tomadas aisladamente, tampoco en s conjunto sino ms bien en su coordinacin, es decir, en una abstraccin; el principio est y queda en el pensa-miento humano; quin nos dar, por ltimo, el derecho de transportar un principio preexistente de este gnero las cosas que no produce la inteligencia humana como,

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    por ejemplo, la forma del cuerpo del hombre? Esta forma, es algo?

    Ciertamente en nuestra concepcin es el modo de aparicin de la materia, es decir, la manera con que se nos aparece; pero este modo de aparicin de la cosa, puede existir antes que la cosa misma? puede estar se-parada? Como se ve la oposicin entra la forma y la ma-teria, desde que se profundiza este punto, nos conduce la cuestin de la existencia de los universales, porque la orma no puede apenas considerarse ms que como la ge-

    neralidad existiendo por s misma fuera de la inteligen-cia humana; as, cuantas veces se va al fondo de las co-sas, la concepcin aristotlica del mundo conduce al pla-tonismo, y, cuantas veces hallamos una oposicin entre el empirismo de Aristteles y el idealismo de Platn, te-nemos ante nosotros un punto en que Aristteles est en desacuerdo consigo mismo; por ejemplo, en la teora de la substancia Aristteles comienza de un modo muy emp-rico por la substancialidad de las cosas concretas indivi-duales, pero bien pronto esta idea se volatiliza y se trans-forma en otra, en la cual la inteligencia est en las cosas en que la forma es una substancia; luego la inteligen-cia es lo general, y, sin embargo, debe determinar la ma-teria, completamente indeterminada en s, por su unin con ella; esto tiene un sentido en Platn, que considera los objetos, individuales como vanas apariencias, pero en Aristteles la contradiccin es completa y constituye un enigma tanto para los sabios como para los ignorantes.

    Si se aplican estas consideraciones la disputa de los nominalistas y los realistas, se comprender que el naci-miento del individuo deba embrollar singularmente los realistas; la forma, tomada como generalidad, no puede hacer de la materia una individualidad; dnde hallare mo's, para hablar como los escolsticos, un principium individuationis? Respecto esto, Aristteles no ha dado contestacin satisfactoria alguna. Avicena da un rodeo,.

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    transporta la materia el principio de individualizacin, es decir, hace que la idea general de perro d nacimien-to la de tal perro determinado; pero este rodeo, supri-me la idea de la materia tal como la haban concebido Aristteles y sobre todo Platn, volatiliza al individuo la manera de este ltimo filsofo; aqu Santo Toms de Aquino mismo cay en el lazo pesar de la prudencia habitual con que utilizaba los comentadores rabes, evi-tando por completo sus errores; transport la materia ei principio de individualizacin y... se hizo hertico, porque, como le demostr el obispo Esteban Tempier, esta teora va contra la doctrina relativa los individuos inmateriales, tales como los ngeles y las almas de los difuntos; Duns Scot sali del embrollo inventando la c-lebre lurcceitas que menudo, sin tener semejanza en la conexin de las ideas, se cita como l punto culminan-te de los absurdos escolsticos; pareca en realidad ab-surdo convertir la individualidad en un efecto de una g e -neralidad ad hoc, y, no obstante, de todas las soluciones intentadas para salir de esta dificultad, sta es la que me-jor concuerda est en menos oposicin con el conjunto de la doctrina aristotlica.

    Para los nominalistas la dificultad era casi nula; Occam declara tranquilamente que el principio de individualiza-cin se halla en los individuos mismos, lo que est en per-fecto acuerdo con Aristteles que convirti los individuos en substancias, pero no con Aristteles platnico, que imagin las segundas substancias (ideas de gnero y especie) y las formas substanciales; acepta las palabras del primer Aristteles y rechaza las del segundo, lo que prueba que este ltimo predomina no slo en la escolsti-ca, entre los rabes y los antiguos comentadores, sino tambin en el verdadero y autntico aristotelismo. El no-minalismo puede considerarse, sobre todo el del segundo perodo, como el principio del fin de la escolstica, y, para la historia del materialismo, tiene aqul suma importar.-

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    cia, no slo porque por lo general hace oposicin al pla-tonismo y admite lo concreto, sino tambin porque nos permite comprobar histricamente y de un modo muy preciso que ha sido en realidad el precursor del materia-lismo y que fu cultivado con predileccin sobre todo en Inglaterra, donde ms tarde el materialismo alcanz gran desarrollo.

    Si ya el primer nominalismo se atuvo al texto de las categoras aristotlicas frente los comentadores neopla-tnicos, es indudable que la publicacin de todos los escri-tos de Aristteles influy considerablemente en el naci-miento y progreso del segundo nominalismo. Una vez li-bres de la tutela de la tradicin neoplatnica, los escolsti-cos se aventuraron en las profundidades del aristotelismo, y debieron encontrar tantas dificultades en la teora de las generalidades, . para hablar con claridad, en la teora de la palabra, la idea y la cosa, que se vieron surgir nu-merosas soluciones al gran problema; como Prantl nos ha mostrado en su Historia de la lgica en Occidente, ve -mos, en efecto, en lo que toca la historia especial, apa-recer en lugar de tres concepciones generales (universa-Ha ante rem, post rem aut in re) combinaciones y tenta-tivas de conciliacin muy variadas, y, la opinin de que las universalia nacen, propiamente hablando, en el espri-tu humano, es rara an entre los escritores partidarios del realismo.

    Adems de la publicacin de las obras completas de Aristteles, el averrosmo hubo tambin de ejercer algu-na influencia en el desarrollo del materialismo, aunque, como precursor de este ltimo, no llama al principio la atencin ms que desde el punto de vista del librepensa-miento; en efecto, la filosofa rabe, pesar de su incli-nacin al naturalismo, es eminentemente realista en el sentido de las sectas de la Edad Media, es decir, platni-ca y su mismo naturalismo toma voluntariamente un tinte mstico; sin embargo, los comentadores rabes, t ra-

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    tando vigorosamente las cuestiones precitadas y sobre todo alentando las reflexiones individuales ms profun-das, pueden haber favorecido indirectamente el nominalis-mo; pero la principal influencia parta de donde menos se esperaba, de la lgica bizantina, tan desacreditada por sus sutilezas y abstracciones (25).

    Sorprende que precisamente la escolstica extrema, la lgica ultraformalista de las escuelas y de la dialctica sofstica, se asocie al despertar del empirismo que acaba por barrer aqulla; y no obstante, podemos seguir hasta nuestros das las huellas de esta conexin; el emprico ms ardiente entre los principales lgicos de nuestra

    > poca, John Stuart Mili, comienza su sistema de la l-gica por dos aserciones de Condorcet y de W. Hamilton, que elogian grandemente la precisin de los escolsticos en la expresin gramatical de los pensamientos; el mismo Stuart Mili admite en su Lgica diferentes distinciones filolgicas que provienen de los ltimos siglos de la Edad Media, donde.se acostumbra ver slo un largo encade-namiento de absurdos; pero el enigma se resuelve sin es-fuerzo si se recuerda que, despus de Hobbes y Locke, uno de los principales mritos de los filsofos ingleses ha sido el libertarnos de la tirana de las palabras vacas de sentido en el dominio de la especulacin y fijar el pensa-miento ms bien en las cosas que en los trminos trans-mitidos por la tradicin; para'lograr este fin, es preciso volver tomar la ciencia etimolgica en sus orgenes y proceder analizando con cuidado las palabras en su rela-cin con las cosas; la lgica bizantina, desarrollada entre los occidentales y sobre todo en la escuela de Occam, pre-par este trabajo por los estudios preliminares que hasta en nuestros das tienen todava verdadero inters. Por otra parte, no es raro ver al empirismo y al formalismo l-gico darse la mano; cuanto ms tendamos dejar las cosas obrar sobre nosotros del modo ms sencillo y .ha^ cer de la experiencia y del estudio de la naturaleza el fun-

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903

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    damento de nuestro saber, ms sentiremos tambin la ne-cesidad de volver unir nuestras conclusiones con los signos precisos en vez de permitir las formas naturales del lenguaje mezclar nuestras aserciones las preocupa-ciones de los siglos pasados y las nociones pueriles del espritu humano en los primeros perodos de su desarro-llo; cierto que la lgica bizantina, en el origen de su desenvolvimiento, no tuvo conciencia de su emancipacin de las formas gramaticales; trataba slo de perseguir en sus consecuencias la identidad imaginaria del lenguaje y del pensamiento; hoy, que todava se est dispuesto identificar la gramtica y la lgica con Trendelenburg, Becker y Ueberweg, se podran estudiar con provecho los lgicos de esa poca que trataron seriamente de ana-lizar toda la gramtica de un modo racional; el resultado de sus esfuerzos fu crear una lengua nueva cuya bar-barie hizo poner el grito en el cielo los humanistas.

    En Aristteles la identificacin de la gramtica y la lgica es muy sencilla porque, como ha observado con razn Trendelenburg, estas dos ciencias brotan en l de un mismo tronco; no obstante, presenta ya puntos de , vista luminosos acerca de la diferencia de la palabra y la idea; pero estos resplandores no bastan para disipar l obscuridad general; en su Lgica no hay ms proposicio-nes que la del sujeto y el atributo , para precisarlo me-jor, sustantivo y verbo , en vez de este ltimo, el adje-tivo y la conjuncin; adems de la negacin trata de las palabras que determinan hasta qu punto el atributo se relaciona con'el sujeto, como todos, algunos* y ciertos verbos auxiliares que expresan la modalidad de los juicios; en cuanto (en el siglo xm) la lgica bizantina se difundi en Occidente, trajo consigo los adverbios, engrandeci el papel que desempeaban los verbos auxiliares, emiti refle-xiones acerca de la importancia de los casos en los sustan-tivos y se esforz tambin en hacer desaparecer las ambi-gedades que determinaba el nombre en sus relaciones con

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    la extensin de la idea que representa; estas ambigedades son todava muy frecuentes en el latn, donde (como en el alemn) no hay artculo, como lo prueba el caso cle-bre del estudiante ebrio cuando juraba no haber bebido vinum, porque haca una restriccin mental y quera afir-mar que no haba bebido el vino del mundo entero ni, es-pecialmente, el de la India ni el que haban echado en el vas J de su vecino; estos sofismas pertenecen los ejerci-cios lgicos de la escolstica expirante, cuyos excesos, tanto en esto como en las sutilezas propsito de las for-mas de distincin empleadas en las escuelas, fueron con razn vituperadas y proporcionaron los humanistas nu-merosos triunfos sobre los escolsticos; sea lo que fuere, el objeto de tales lgicos era muy serio, y, tarde tem-prano, era'menester volver plantear el problema en otras condiciones y con otro fin diverso. El resultado de esta gran tentativa fu negativo y slo sirvi para mos-trar que no haba medio alguno para llegar por este cami-no una lgica perfecta; adems, una reaccin natural contra estas sutilezas hizo bien pronto abandonar todos sus resultados, as malos como buenos; se conserv no obstante, como dice Condorcet, no slo la costumbre des-conocida en la antigedad de emplear trminos precisos, sino tambin una teora del lenguaje perfectamente con-forme con las doctrinas del'empirismo.

    Scrates haba credo que en su origen todas las pa-labras hubieron de expresar, tan perfectamente como es posible, la verdadera esencia de las cosas designadas; Aristteles, en' un momento de empirismo, declar el lenguaje cosa convencional; la escuela de Qccam, quiz sin conciencia de lo que haca, contribuy cimentar sobre la convencin el lenguaje cientfico, es decir, que, fijando su antojlas ideas, libert al lenguaje de las ex-presiones histricas y elimino de esta suerte innumera-bles ambigedades ideas secundarias que no hacan ms que perturbar la inteligencia; esto's trabajos fueron los

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    preliminares indispensables para el advenimiento de una ciencia que en lugar de ponerlo todo en el sujeto dejaba hablar las cosas, cuyo lenguaje es menudo muy dis-tinto del de nuestras gramticas y diccionarios.

    Ya en esto Occam fu digno precursor de Bacon, Hob-bes y Locke; lo fu adems por la actividad y originali-dad mayores de su pensamiento, que determinaron su ten-dencia y le hicieron renunciar hablar como los otros; lo fu tambin por la concordancia natural de su dialc-tica con los principios fundamentales del viejo nominalis-mo, que no vea en los universales ms que expresiones resumiendo las cosas concretas, individuales, sensibles, nicas, substanciales y existentes fuera del pensf.mieito humano; por lo dems, el nominalismo no era ms que una opinin escolstica, entre otras, que tena en el fondo el principio del escepticismo frente la mana autorita-ria de la Edad Media; en manos de los franciscanos sirvi su espritu de oposicin, dirigiendo los golpes de su penetrante anlisis contra el mismo edificio de las jerar-quas eclesisticas y reservndose la jerarqua filosfica; no debemos, pues, admirarnos si Occam reclama la liber-tad de pensamiento, si en religin se atiene al lado prc-

    * tico y si, como hizo ms tarde su compatriota Hobbes, arroj al mar la teologa entera declarando que era abso-lutamente imposible demostrar los dogmas de la fe (26); su asercin de que la ciencia no tiene en ltimo anlisis otro objeto que las cosas sensibles, es an hoy el funda-mento de la lgica de Stuart Mili; Occam representa la oposicin del sentido comn contra el platonismo, y lo representa con tal energa que hizo su nombre perdura-ble (27). -

    Federico Alberto Lange (1828-1875), Historia del materialismo, tomo 1, Madrid 1903