la oralidad en cae la noche tropical

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Cuenca Figueroa Zenaida LA ORALIDAD EN CAE LA NOCHE TROPICAL DE MANUEL PUIG.

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Cuenca Figueroa 1

Cuenca Figueroa Zenaida

LA ORALIDAD EN CAE LA NOCHE TROPICAL DE MANUEL PUIG.

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LA ORALIDAD EN CAE LA NOCHE TROPICAL DE MANUEL PUIG.

Manuel Puig nació en 1932 en un pueblo de la provincia argentina llamado

General Villegas, el cual aparece en algunas de sus ficciones como Coronel Vallejos.

La primera novela que Manuel Puig escribió fue La traición de Rita Hayworth

la cual apareció en 1965 pero nadie quiso o pudo publicarla hasta 1968, aún así quedó

finalista en el premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, que más tarde editará

sus obras. Alguno de los integrantes del Boom amenazó con dejar el jurado si ganaba

“ese argentino que escribe como Corín Tellado” y sin embargo, según Andrés Amorós

La tía Julia y el Escribidor (1977) “no se hubiera abierto a ese mundo sin la presencia

de Puig” (Amorós, Semana del autor 24).

Puig sobrevivió a los ataques de la crítica argentina y la nuestra, se impuso en

con su afán de renovar los caminos de narrar en la literatura. Se arriesgó y ganó. Uno de

esos riesgos implicaba la eliminación del narrador como la voz guía del relato para dar

la batuta a las voces de los personajes.

En muchas de sus novelas Puig, como lo han dicho algunos estudiosos,

pulverizó al narrador, para adentrar al lector en una sinfonía de voces que al perder la

autoridad de “la voz” tienen la absoluta libertad de hablar:

No aparece, en ningún momento, nadie a quien se pueda identificar, no digo con

el autor, sino simplemente con la voz…Se diría que toman la palabra por sí

mismos los personajes o, en todo caso, una voz que no siendo la de un personaje,

es una voz de un personaje más. No hay un narrador. No digo ya un narrador

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omnisciente, no digo un narrador clásico. No existe, simplemente un narrador.

(Gimferrer, Semana del autor 19)

En este trabajo pretendo exponer algunas de las situaciones en donde la

eliminación del narrador da paso a la oralidad en las voces de los personajes de la

última novela de Puig aparecida en 1988, Cae la noche tropical.

Lo oral siempre fue importante para Puig, según él esta afición “me viene de mi

origen provinciano. Allá en la provincia en los últimos 30 y en los 40 no había

televisión se conversaba mucho”. Por otra parte, amigos y estudiosos de su obra

también dan evidencia de estas cualidades del escritor:

Dominaba a la perfección el inglés, portugués, además del italiano, el alemán el

francés, al grado de que él mismo corregía las traducciones de sus novelas.

Parece que desde niño tuvo un don de lenguas extraordinario, que luego

perfeccionó atendiendo el mostrador de Air France en el aeropuerto de Nueva

York, antes de que descubriera su vocación literaria…Manuel tenía un oído

estupendo, le bastaba vivir quince días en una ciudad para empezar a hablar

como si hubiera nacido allí ( De la torre, No eres el único 1).

La oralidad es parte determinante en el camino literario que Puig empezó un

poco tarde en relación a otros escritores ya que terminó la escritura de su primera

novela a la edad de treinta y tres años. El argentino primero escribió guiones de cine, de

hecho él señala que la literatura le llega por medio de la “voz de una tía”, es decir,

mientras planeaba la escena de un guión en donde una tía se introducía en la acción en

el lavadero de una casa de pueblo: “Esa voz tenía que abarcar no más de tres líneas,

pero siguió sin parar unas treinta páginas. No hubo modo de hacerla callar” (Serna, La

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literatura es 53). Quizás por esto existe la idea de que Puig “despojó a sus narraciones

de cualquier efecto que pudiera ser mejor logrado con una cámara, y esa depuración lo

condujo al relato oral coral o polifónico, a pintar bocas en vez de atmósferas” (Serna

53). Elección que celebremos aquellos que gustamos de la literatura oral.

En Cae la noche tropical, la voces de las ancianas Luci y Nidia dominan el

mundo narrativo, el autor, en congruencia con la aversión que el autor siempre tuvo por

las figuras fuertes y de autoridad, cedió la autoridad a estos seres en apariencia débiles,

haciendo de este modo que “la autoridad se pierda en una selva de voces y que la

explicación dé paso a la narración pura, esto es: la narración que prescinde de una voz

que la guíe” (Golchluk, La literatura es 61).

La novela está construida como diálogo detallado e interrumpido constantemente

en el que las hermanas de 81 y 83 años, relatan su vida y la de una vecina cuarentona

a quien pareciera que vigilan todo el día. De acuerdo con Bella Jozef, al concederles la

voz a estas mujeres, “quienes no tenían, voz en absoluto, ni en la literatura, ni en cierto

modo, en los asuntos importantes de la vida, se deja que esas voces, por sí mismas,

construyan la narración” (Josef, Las máscaras 8). Es como si Manuel al utilizar la

oralidad buscara invertir el poder en el texto, darle autoridad a quienes en la vida real

nunca la podrán tener, porque como dice Amorós, aquí, “se trata de la palabra no

oficial, la forma festiva, el hablar familiar” ( Amorós 30). Además, de acuerdo con

Walter Ong “…el sonido no puede manifestarse sin intercesión del poder…” (Ong.

Oralidad y escritura 30).

Según Ong existe una oralidad primaria, aquella que está en un mundo donde no

existe la escritura, y una oralidad secundaria la cual tiene que ver con un contexto en el

cual conviven la oralidad primaria con la escritura o aquella que surge a través de los

medios de comunicación electrónicos. En este sentido, es importante señalar que

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Manuel Puig también enfocó su interés literario hacia los medios electrónicos al hacer

partícipe de este tipo de oralidad a su obra novelística, principalmente en Boquitas

pintadas (1969), en donde igual que en Cae…se preocupa por el mundo femenino ahora

rodeado por la oralidad de las radionovelas que tuvieron auge en Latinoamérica en las

décadas de los 30, 40, empezando a disminuir en los 50 con la aparición de la televisión.

Sin embargo, en los pueblos alejados de las grandes ciudades el auge de la radionovela

se registra hasta los años 70, por ejemplo en México la XEW, la voz de la América

Latina, a finales de los sesenta mantenía horarios que sumaban nueve horas diarias de

estas historias. Mientras que en Cuba en los años cuarenta entre las dos radiodifusoras

más importante: la CMQ y la RHC, transmitían diariamente 32 radionovelas. “Los

mismos temas a las mismas horas, en las dos cadenas más importantes…lo

radionovelístico es un mal que abarca programas de diversas características. (González,

Llorar es un placer 140-141)

En el orden de ideas de concebir a la oralidad en relación a las figuras de

autoridad, Paul Zumthor señala:

Toda comunicación oral por ser obra de la voz, palabra de este modo proferida

por quien posee o se atribuye el derecho de hacerlo, establece un acto de

autoridad; acto único imposible de repetir en forma idéntica…La intención del

locutor que se dirige a mi no es únicamente comunicarme una información, sino

conseguirlo, provocándome a reconocer esa intención y someterme a la fuerza…

( Zumthor Introducción a la poesía oral 32).

Quizás ese ceder el poder, aunque sea a nivel ficcional, a los seres débiles,

provocó que fueran los sectores no hegemónicos quienes primeramente señalaron la

importancia de la obra de Puig, como fue el caso del seminario de crítica feminista del

Colegio de México. De este modo, Puig ha creado una realidad en donde el poder no es

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representado por las figuras tradicionales, sino por seres simples o complejos y

problemáticos: ancianas, niños, homosexuales, mujeres jóvenes, etc., cuyo único don

pareciera ser el de relatar, el cual dentro del texto se vuelve una especie de poder.

Ceder la autoridad a aquellos que no la tienen, en tanto seres de papel que

tradicionalmente dependen del narrador, fue un acto de amor que Manuel Puig dio a los

hijos que nunca tuvo, pues él era “… un hombre de trato muy suave, acostumbrado a

cautivar con el humor y la inteligencia” ( Serna, La literatura es: 28). En este mismo

sentido Zuzanne Hill y Enrique Serna señalan:

Al ingresar como estudiante a los estudios de Cinecittá (Roma) en 1956, Puig

llegó a sentirse incapaz de asumir el papel autoritario del director y decidió que

prefería verse como espectador, frente a (y no detrás de la pantalla), cómo voy a

pararme en el foro con un altavoz, decía, si no sé mandar? Me volvería loco si

tuviera que darles órdenes a trescientas personas, era una profesión que no iba

con su carácter (Hill y Serna, La literatura es 75 y 28).

Por otra parte, Manuel Puig, a diferencia de otros grandísimos escritores quienes

elaboran poéticas con voces de muertos, se enfoca a la construcción de textos con voces

de seres vivos, comunes e imbuidos de la cotidianidad como es el caso de Cae la noche

tropical, sobre todo de voces de mujeres, ya que según lo dijo en entrevista “…tengo

una identificación con la gente que ha sido reprimida. Entonces hay una identificación

con las mujeres de los años 40…”, en este sentido considera que a las féminas, en los

tiempos del machismo, pasaba lo que a los géneros menores: “se gozaba con estos

géneros pero no se les respetaba” (Puig, Semana del autor 42).

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La identificación de Puig con estos seres desvalidos lo llevó a darse cuenta que

todo ser humano tiene una voz, por eso no buscó recrear la voz de ellos, sino hizo “la

construcción de esa voz en la escritura (lo cual) es uno de los grandes logros de la

literatura de Puig” (Goldchluk, 64).

El otro aspecto que considero propone Cae la noche tropical es el sentido de

vida y recuerdo que permea en la oralidad, pues de acuerdo con Zumthor,

…en la voz la palabra se enuncia como recuerdo, memoria-en acción de un

contacto inicial en el origen de toda vida y cuya huella permanece… Cada

sílaba, cada soplo, con el ritmo del latido de la sangre; y la energía de ese soplo,

con el optimismo de la materia, convierte la pregunta en información, la

memoria en profecía y disimula las marcas de lo que se ha perdido… ( Zumthor,

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De tal modo que la propuesta de largo diálogo entre dos personajes al final de

sus vidas es evidencia de la voz como un querer decir, como una voluntad de

existencia. Así pues, Luci y Nidia a través de sus voces lograrán conservarse,

alimentarse y vivir el tiempo que les queda.

Sin embargo, considero que no es la visión de algo que se acaba, sino la visión

de resurgir cada día, pues de acuerdo con Zumthor, “toda oralidad nos parece más o

menos una supervivienda, un resurgir de algo anterior, de un comienzo, de un origen”

(Zumthor, 34), situación que es confirmada por las palabras del autor quien estuvo con

su madre, doña María Elena cuando casi cumplía los ochenta años, fue en esos tiempo

cuando se interesó por esa edad, “…ver que no era aquella calma, aquella pasividad de

la que yo tenía idea. Era una épica diaria, cada día inventarse una razón para vivir y una

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pantalla para no mirar al futuro inmediato que sólo anuncia el final”. Quizás de aquí

salieron estas damas por demás simpáticas que narran su actualidad de achaques pero

también hablan de sus memorias de juventud. El presente es contarse lo que sucede en

la vida de Silvia y sus amores fracasados, el pasado llega casi a cada mención de la

vida de otra, por eso cuando hablan de que esta mujer se enamora ellas vuelven a su

pasado: “Y, vos te acordarás, cuando una tiene esa gran juventud adentro, esa salud, dan

ganas de acercarse a una persona que te gusta.” (Puig, Cae la noche 28)

El diálogo es la vía adecuada para presentar a estas dos mujeres en constante

reconocimiento de ellas mismas en los otros, ya que de acuerdo con Raúl Dorra, “La

identidad de cada individuo como persona humana, así como la imagen del otro como

prójimo están fundadas sobre la oralidad porque es la forma básica del reconocimiento y

del intercambio” (Dorra, Entre la voz y la letra 35). De tal manera que Luci y Nidia se

reconocen constantemente a lo largo de este discurso oral, reconocen su realidad de la

que a menudo logran escapar a través de hablarse y oírse, “…me acordé como si fuera

ayer de ese bar, y esos muchachos bien engominados. Estarán todos muertos también

ellos. Pero yo los estoy viendo tal cual, muy lindos algunos, porque había dos tipos, ¿te

acordás?...( Puig, 28). La palabra es la salvación de la soledad, pues al hablar ya no

están solas, la palabra socialmente está vinculada a una idea de “eterno regreso:

afirmación y unión, me agrada decir, y deseo que vuelva ese placer: tendencia

inútilmente reprimida en nuestras sociedades”(Zumthor, 35).

La voz es utilizada por los personajes de Cae la noche tropical para vivir de los

recuerdos, pues la palabra tiene “la capacidad de reactivar sin cesar el juego del deseo

por un objeto ausente y sin embargo presente en el sonido de las palabras” (Zumthor,

Introducción 13). Así, a través de su voz y la poesía de Rubén Darío Luci recordará la

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etapa de juventud de ambas. La voz de Luci es la que más suena en el texto del

argentino, se convierte en una especie de Sheherezada por gusto y por exigencia de su

hermana a quien le interesa oír lo que su hermana dice: “Contame, Luci, yo cierro los

ojos y hago de cuenta que estoy viajando. Empezá de nuevo.” (Puig, 103)

Para algunos esta manera de dejarle a la voz al personaje provoca una especie de

narración infinita, “Hay con todo un placer de contar desde sus personajes que no le va

en zaga el que sentían los pueblos más antiguos” (Amícola, Puig y 302). En ese placer

de relatar Luci y Nidia viven la picardía, el odio, amor, tristeza y demás sentimientos

que destila la vida de Silvia, ya que de acuerdo con Beatriz Sarlo “las mujeres están

siempre en el centro del imperio de los sentimientos”( Sarlo, La Literatura es 99).

No cabe duda que esta obra de Puig es un buen ejemplo de la relación cordial

que pueden guardar la oralidad y la escritura, de modo que la primera es parte

fundamental de la escritura del argentino. A veces me pregunto si Manuel Puig fue

conciente totalmente de la utilización que hacía de la voz para la literatura o si ésta se le

escapó en alguna de esas rendijas que como ser emotivo tenía, pues Dorra asegura que,

Cuando una intensa emoción, cuando un peligro, cuando el júbilo o la

desolación se apoderan de nosotros al punto dejarnos indefensos, entonces

regresamos a la oralidad como a nuestra morada más segura. Desde ese estrato

profundo, desde esa morada originaria, la oralidad continuamente se desliza en

la comunicación e irrumpe en donde menos se la espera (Dorra, 36).

Cae la noche tropical atrapa desde el inicio en esa conversación que sostienen

las hermanas, y creo que eso se logra a través de la oralidad , ya que “la voz sola por el

dominio de sí misma que manifiesta, basta para seducir; la voz sola basta para calmar a

un animal inquieto o a un niño que aún esté excluido del lenguaje” (Zumthor, 17)

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Manuel Puig contaba que se fascinaba con la voz de los otros, por eso dejaba

hablar a sus personajes. Para Francine Masiello, Luci y Nidia son dos ancianas

argentinas que deberían pasar a la galería de personajes famosos de la literatura

argentina. (Amícola, 306)

En la fascinación que ejerce la voz de los otros hacia Puig creo que está una de

las claves de la construcción de Cae la noche..., porque considero que los relatos de la

los amores de Silvia con Ferreira o de Ronaldo, su mujer y las travesuras que éste lleva

a cabo con las otras mujeres son metarelatos contados anteriormente a través de una

voz. Es decir, en algún momento a Luci o a Nidia les fue contando de boca de los

personajes (Silvia y Ronaldo) la problemática de vida que tenían, para que ellas se las

cuenten entre sí, ya sea frente a frente o a través de cartas que van de Río de Janeiro

hacia Europa, al mismo tiempo que la están contando al lector. De modo que la novela

destila un placer de contar, el cual a todo aquel que gusta de leer atrapa, es como si Puig

hubiera descubierto que “el placer de escuchar (o leer) una historia es el placer de

volver a contarla, el placer de marcar frases que remiten a la propia experiencia, el

placer de inmiscuirse” (Link, Colección marginalia). Me refiero al placer que ejerce

escuchar la palabra, aquel que logró la mujer de Las mil y una noches cuando a través

de su voz se fue convirtiéndose en “progenitora de príncipes continuadores de la real

estirpe” (Rhode, Prólogo Las Mil 9). Por su parte, Manuel Puig, en este mismo sentido

logra que el personaje relator de El beso de la mujer araña teja su telaraña hasta lograr

sus objetivos.

En la novela existe todo un mundo oral, todos los personajes hablan, todos

cuentan, hasta los pacientes de Silvia lo hacen desde el diván. Existen llamadas por

teléfono. El personaje, hijo de Silvia, no contesta las cartas que ella le escribe prefiere

hablar.

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Pudiera pensarse que este despliegue de la conversación en la literatura es fácil,

que no implica mayor complejidad, sin embargo es quizás en esa aparente facilidad que

redunda la maestría de Manuel Puig, en esa capacidad de oír a sus personajes, “Yo

cuando estoy escribiendo tengo que creer en la voz que me está contando la historia.

Tengo que encontrar un narrador que me convenza, que está diciendo la verdad, que es

un ser vivo autónomo que no depende de mi fantasía, de mi capricho”. Nidia y Luci son

esos personajes libres, reales, vivos y sobretodo profundamente honestos pues nunca se

olvidan de su vida real cercana a la muerte: “-Sí, han ido desfilando todas/ -Es que

pocas llegan a los ochenta, tenemos que estar agradecidas de haber llegado a esta edad,

¿o no?” (Puig, 96).

Ese ardid que Puig hace de aparecer fácil el uso de la oralidad puede ser uno de

los elementos que lo ha hecho el gran escritor que es, ha sido Lourdes Ortiz quien ha

puesto énfasis en esta cualidad literaria opina,

…esa capacidad que tiene para el lenguaje, esa especie de casi milagro que todo

escritor envidia, de saber captar inmediatamente la esencia misma de un

lenguaje posible entre dos seres humanos…la riqueza de lenguaje de Manuel, la

complejidad de esos diálogos aparentemente sencillos pero que es lo más difícil

de conseguir, esa naturalidad en un diálogo que, aparentemente, es simple y que,

sin embargo es complejísima… (Ortiz, La semana del autor 57 y 58)

A mi parecer un ejemplo de esta complejidad está en la naturalidad de los

diálogos entre las hermanas de Cae la noche… surge en la interrupción de una de ellas

en el momento exacto, y en ese interrumpir el narrar, dan más ganas de continuar

leyendo-escuchando a estas personas:

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Y ahí fue que él volvió a usar aquel tono de voz que tanto la había impresionado.-¿Qué tono?- Después vuelvo a eso. Pero no pierdas el hilo: (Puig, 47)

Al última frase es un llamado a continuar la historia de Cae la noche tropical en

donde la oralidad nos trajo a dos personajes eternos en la escritura de Manuel Puig, dos

Damas en Río como las llamó Ana Rosa Domenella, mujeres ancianas quienes a pesar

de ello son “… curiosas, sensibles y atentas a las vicisitudes y la belleza de los demás;

pueden disfrutar de la comida, de la playa, de las plantas, de las películas y, sobre todo

de la conversación.”(Domenella, Dos viejas damas 102). El final de la novela remarca

el aspecto travieso de la única sobreviviente de la vida, Nidia, ya que a través de un

informe de vuelo se sabe que ha robado una manta del avión.

Manuel Puig nació en la Argentina, pero por azares del destino murió en

Cuernavaca Morelos en julio de 1990, una muerte prematura por causas no muy claras.

Después de salir de la Argentina a los 23 años Puig vivió en distintos sitios y murió en

uno de los lugares que más amó: “Yo había pasado por México varias veces como

turista y siempre me había resultado difícil irme. Muchas cosas me atraían. Ante todo

cierta alegría de vivir. Me daban ganas de quedarme…tuve la impresión que había

encontrado una segunda patria” (Mercado, La literatura no es 18). Y Manuel Puig se

quedó con nosotros.

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BIBLIOGRAFÌA

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