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LA IGLESIA EN ESPAÑA ANTE LA CONMEMORACIÓN DEL VO CENTENARIO DE LA EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA MONS. CARLOS AMIGO VALLEJO U no solo es el Señor de la historia, mas los acontecimientos son protagonizados por los hombres. Y los hombres buscan sus propios intereses. Es la historia humana. Pero también, el hombre, guiado por el impulso interior de la fe, va realizando una andadu- ra histórica a través de la cual se manifiesta el querer de Dios. Es la historia de la salvación. Dios es el Señor de la historia, pero los hombres son quienes realizan los acontecimientos que la forman. y si conocemos la historia por la experiencia y el testimonio de lo humano, también hemos de reconocer la presencia de Dios en las acciones de los hombres, y cómo esas mismas acciones tienen que ser interpretadas desde la revelación de Dios y desde la fe de quienes las protagonizaron (GS 41). La historia de la evangelización en América nunca podría comprenderse sin tener en cuenta estos dos caminos de la historia. Que no son paralelos, sino entrelazados y, en tantas ocasiones, -siempre debieran haberlo sido- convergentes. La Iglesia es como una señal de unión íntima con Dios y de la unidad de los hombres. Una Iglesia que, a lo largo de la histo- ria, ha peregrinado «entre las persecuciones del mundo y los con- suelos de Dios». Y, aunque necesite de medios humanos para reali- zar su misión, no fue instituida para buscar gloria terrena sino para salvar lo que estaba perdido (LG 1, 8). No se puede comprender la historia de la evangelización sin tener en cuenta la interpretación recíproca que, se establece a tra- vés de los tiempos, entre el Evangelio y la vida concreta de los hombres. La evangelización lleva consigo un mensaje explícito, que

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LA IGLESIA EN ESPAÑA ANTE LA CONMEMORACIÓN DEL VO CENTENARIO DE LA EVANGELIZACIÓN EN

AMÉRICA

MONS. CARLOS AMIGO VALLEJO

U no solo es el Señor de la historia, mas los acontecimientos son protagonizados por los hombres. Y los hombres buscan sus propios intereses. Es la historia humana. Pero también, el hombre, guiado por el impulso interior de la fe, va realizando una andadu­ra histórica a través de la cual se manifiesta el querer de Dios. Es la historia de la salvación. Dios es el Señor de la historia, pero los hombres son quienes realizan los acontecimientos que la forman. y si conocemos la historia por la experiencia y el testimonio de lo humano, también hemos de reconocer la presencia de Dios en las acciones de los hombres, y cómo esas mismas acciones tienen que ser interpretadas desde la revelación de Dios y desde la fe de quienes las protagonizaron (GS 41).

La historia de la evangelización en América nunca podría comprenderse sin tener en cuenta estos dos caminos de la historia. Que no son paralelos, sino entrelazados y, en tantas ocasiones, -siempre debieran haberlo sido- convergentes.

La Iglesia es como una señal de unión íntima con Dios y de la unidad de los hombres. Una Iglesia que, a lo largo de la histo­ria, ha peregrinado «entre las persecuciones del mundo y los con­suelos de Dios». Y, aunque necesite de medios humanos para reali­zar su misión, no fue instituida para buscar gloria terrena sino para salvar lo que estaba perdido (LG 1, 8).

No se puede comprender la historia de la evangelización sin tener en cuenta la interpretación recíproca que, se establece a tra­vés de los tiempos, entre el Evangelio y la vida concreta de los hombres. La evangelización lleva consigo un mensaje explícito, que

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48 ACTO DE APERTURA

es la salvación en Jesucristo, pero adaptado a las diversas situacio­nes y constantemente actualizado (EN 29). No es Dios quien cam­bia, es la historia de los hombres la que va desarrollándose.

Nos disponemos a celebrar el V Centenario del descubri­miento y evangelización de América. Tenemos sobradas razones para celebrarlo. La historia de la salvación posee el valor de la in­temporalidad, pero los hechos están limitados a los espacios y a los días. Las obras realizadas por Dios, si bien encarnadas en lo humano, discurren entre la creación del mundo y el retorno glo­rioso de Jesucristo.

No se trata, por tanto, y simplemente, de recordar una fecha -1492~, sino de ahondar en las raíces de nuestra fe y dar gracias a Dios, Señor de la historia, por habernos llamado, como Iglesia, a escribirla en América.

1. La celebración del Centenario

En no pocos ambientes, la conmemoración del V Centenario de América viene envuelta en una extraña sensación de mala con­ciencia, de recuerdo molesto, de vieja historia vergonzante. Más que momento de celebración, lo sería de olvido, de remordimien­to, y en el mejor de los casos, de reconciliación.

Esa impresión de desagrado e incomodidad ante la celebra­ción, se manifiesta hasta en las mismas palabras con que se quiere designar el acontecimiento: encuentro, conquista, invasión, hallaz­go, unión de dos mundos, aproximación de continentes ... Es como si quisiéramos, más que acercarnos a la historia, tal como fue, in­ventarnos unas frases, llenas de eufemismos, que se lleven el sonro­jo de nuestra cara. Intención, más torcida aún, sería la que preten­diera borrar cualquier huella de Dios en este acontecimiento singular realizado por los hombres.

Se constituyen comités para contrabalancear la celebración triunfalista. Se organizan campañas para neutralizar los efectos de una conmemoración que fortalece la idea de Estado por encima de las nacionalidades. Se pide la derogación de la bula de Alejandro VI sobre la adjudicación de tierras a España y Portugal. Se conmi­na a España para que pida perdón, que devuelva lo robado ...

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ACTO DE APERTURA 49

El reciente documento de la Pontificia Comisión Justicia y Paz, sobre «La Iglesia y el racismo», y el capítulo dedicado a las conductas racistas en el curso de la historia, es una prueba más del ambiente polémico con que se presenta la conmemoración de este V Centenario 1.

2. Hacer memona

La conmemoración CrIstiana, que es memoria agradecida, re­quiere una comunidad que lo celebre, un contenido en el que to­dos se sientan identificados, unos signos externos que lo expresen y el carácter festivo de la celebración. En este sentido es en el que la Iglesia española quiere celebrar el V Centenario de la evangeliza­ción. Con espíritu comunitario y agradecido, expresando la dimen­sión misionera de la fe. Aceptando los hechos y haciendo, si pro­cede, una reflexión positivamente crítica. Que sea la verdad quien se haga la apología de sí misma.

Ni volver una y otra vez, casi con morbosa complacencia, a la inculpación y a las polémicas, sin confundirlo con una magní­fica exposición y unas brillantes olimpiadas, sin hacer de 1992 una especie de fecha mágica al conjuro de la cual va a realizarse el en­salmo de resolver, en un venturoso año de mieles, todos los pro­blemas que tenemos pendientes de solución.

3. Motivos para no celebrarlo

Quienes piensan que no hay motivo para celebrar este Cen­tenario, aducen su convencimiento de que hay que pensar en otra época, y no en la que comenzó en 1492, pues esa fecha marca el origen de un gran pecado histórico. El año 1992 no podría ser más que el año de la penitencia y de la humillación.

1. En este momento, Mons. Amigo Vallejo interrumpió la lectura de su texto para dar paso a la carta del Cardenal Etchegaray, Presidente de la Pon­tificia Comisión «Iustitia et Pax», que publicamos a continuación de esta conferencia.

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50 ACTO DE APERTURA

Si se trató de una invasión injusta, de una agresión hiriente del colonialismo europeo, si la dominación llevó al expolio, a la masacre, al genocidio, a la destrucción de culturas ancestrales, etc.; si el recordar hoy aquellos días sirve para la exaltación de los na­cionalismos, la apología racista o la dominación de los hombres, ciertamente que nos haríamos cómplices de unas flagrantes injus­ticias.

El V Centenario puede ser una llamada a la tentación del triunfalismo, a la evasión hacia el pasado olvidando los preocupan­tes desafíos del presente, a una mayor humillación de unos pue­blos marcados por un nivel máximo de deterioro social y de en­deudamiento económico.

Todos éstos serían buenos motivos para, en el mejor de los casos, dejar pasar de largo esta fecha de 1992.

4. Una cita a la que la Iglesia no puede faltar

Tenemos serios, importantes y sobrados motivos para cele­brar, como Iglesia, este V Centenario. Es una ocasión que no pue­de desaprovecharse pues, como tantas veces ha señalado Juan Pa­blo II, entramos en una nueva época, la del tercer milenio, en la que la humanidad necesita fortalecer las raíces de su propia his­toria.

«Vosotros que fuisteis capaces de aquella empresa gigantesca que hoy hemos evocado, sed fieles a vuestra historia de fe. Tened con­fianza en vosotros mismos. Vivid con integridad vuestra fe, en un contexto en el que la respete plenamente o en el que se le puedan crear algunos obstáculos. Caminad juntos hacia el futuro. Tenéis delante una gran empresa: preparad ya desde ahora la Iglesia en Es­paña, renovada, fiel y generosa del año 2000, para que vuestros hi­jos y los hijos de vuestros hijos encuentren en ella la gracia de Dios y las riquezas de sus dones, para que España pueda seguir siendo fiel a sí misma y punto de apoyo en la difusión del Evange­lio» Guan Pablo 11, Zaragoza, 10-10-84).

Este Centenario puede ser el momento providencial para rea­firmar la unión entre las Iglesias de España y América, y una ma­ravillosa ocasión para recoger una herencia ejemplar que estimule el inicio de una fecunda y nueva evangelización.

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ACTO DE APERTURA 51

Es «una cita a la que la Iglesia no puede faltar» 0uan Pablo II), para revivir el sentido histórico de la acción misionera y uni­versal de la fe, aprendiendo en la lección del pasado, reflexionando sobre las urgencias evangelizadoras del presente y adelantándose, en la esperanza, al futuro.

Con el descubrimiento de América y la llegada al nuevo continente de los primeros evangelizadores, comienza una singular etapa de la historia de la Iglesia. Es imposible separar el hecho del descubrimiento del comienzo de la fe cristiana. Por eso, en los in­tentos de celebrar el V Centenario marginado toda referencia a la evangelización, se falsea la historia y se priva a la humanidad de las páginas más brillantes y más limpias de esa gesta que son los quinientos años de presencia de la Iglesia en América.

Casi la mitad de los católicos del mundo viven en América y hablan a Dios y a los hombres con nuestra propia lengua. La Iglesia española se siente particularmente comprometida en la cele­bración de este aconttcimiento, tanto por razones históricas, como de responsabilidades actuales y futuras.

Podemos estar ante un momento providencial para sentir, con más fuerza, el aldabonazo misionero de la fe, para ahondar en las raíces que la sustentan, para reemprender nuevas tareas evange­lizadoras.

5. La celebración que no deseamos

No queremos un Centenario absorbido y reducido al estudio de cuestiones sobre el origen y el sepulcro de Colón, ni tampoco con obsesión justificativa sobre legitimidades de conquista. Ni po­demos pensar que la historia comienza ahora y con nosotros, olvi­dando lo que nos ha precedido. Es preciso evitar las distorsiones históricas, la polémica continua, la ideologización, el enfrentamien­to entre grupos, la capitalización política, el triunfalismo, la auto­complacencia y la falta de solidaridad, reduciendo, toda la celebra­ción, a una gran fiesta de lujo en la que todo se quede en el simple recuerdo, sin aprender la historia del pasado, ni recobrar una memoria histórica que ayude a construir el futuro.

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52 ACTO DE APERTURA

6. Cinco siglos unidos en la fe

Corno Iglesia, querernos conmemorar este V Centenario de la Evangelizaci6n en América: con ideas claras, con objetivos pre­cisos, con actitudes sinceras, con perspectiva hist6rica, con sentido de evangelizaci6n.

No se trata de unas fechas, sino de quinientos años de pre­sencia del Evangelio en América. El objetivo no es otro sino el de conectar con la mejor tradici6n evangelizadora de nuestra Igle­sia, dando gracias a Dios por el fruto conseguido, rectificando, en lo posible, lo que hubiere de equivocado, abriendo nuevos y más entusiasmados caminos misioneros.

No sería una actitud sincera, la que tratara de evadirse de las responsabilidades hist6ricas que nos corresponden, corno Iglesia que llev6 el Evangelio a América. Pero tampoco la que hiciera de­jaci6n de un relativo derecho de interés por todo aquello que se refiere a la vida de unas Iglesias tan ligadas a nuestra propia histo­ria. La verdad no debe herir ni reavivar susceptibilidades, pero ni los legítimos sentimientos han de ser ahogados, ni la mirada hacia América puede hacer perder una proyecci6n de universalidad. Aprender del pasado es sentar cimientos para construir el futuro y asumir los compromisos a que nos está retando el presente. Le­jos de vestir el tiempo con leyendas de distintos colores, asumá­moslo con la novedad de una mañana siempre posible y mejor, en el que hagamos obras tales que enlacen con la mejor tradici6n del pasado y abran horizontes llenos de esperanza.

Recordarnos la historia de la evangelizaci6n en América. Re­cuerdo corno memoria, que es celebraci6n actualizada y viva de la «mirabilia Dei». Conmemoraremos, pues, los cinco siglos de pre­sencia del Evangelio en América corno un hecho salvífico, con ca­rácter eclesial, con proyecci6n ecuménica y universalista, con refle­xi6n teol6gica y pastoral, en comuni6n con las Iglesias hermanas de América, intentando reconstruir en nuestras comunidades cris­tianas aquellas disposiciones que hicieron posible ese magnífico ca­pítulo de expansi6n misionera.

7. El Evangelio en América

Dos acontecimientos nos están ayudando, providencialmente,

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ACTO DE APERTURA S3

a situar en su verdadero puesto la historia de la Iglesia española en América: la encíclica Evangelii nuntiandi de Pablo VI -sobre la evangelizaci6n del mundo contemporáneo- y los viajes apost6-licos de Juan Pablo II. La acci6n evangelizadora consiste en ofre­cer a los hombres el Evangelio y la forma de vida de Jesucristo. Pero Evangelio y vida encarnados y metidos en el hombre y en la propia cultura de los pueblos.

S6lo en un alarde de retorno imaginativo, podemos hacer una reflexi6n sobre el ayer con la mentalidad de ayer. Tampoco, aquellos hechos, pueden juzgarse con leyes y normas de hoy. Ten­dremos, pues, que aproximarnos a esos quinientos años de presen­cia del Evangelio en el nuevo continente, con una actitud abierta, crítica, positiva y ver entrelazados aspectos espirituales, políticos, socio16gicos, culturales, econ6micos, religiosos ...

«Los misioneros formaban pueblos, construían casas e iglesias, lleva­ban el agua, enseñaban a cultivar la tierra, introducían nuevos cul­tivos, distribuían animales y herramientas de trabajo, abrían hospi­tales, difundían las artes como la escultura, pintura, orfebrería, enseñaban nuevos oficios, etc. En ese aspecto cultural los evangeli­zadores hubieron de inventar métodos de catequesis que no exis­tían, tuvieron que crear las «escuelas de la doctrina», instruir a ni­ños catequistas, para superar las barreras de las lenguas. Sobre todo hubo que preparar catecismos ilustrados que explicaron la fe, com­poner gramáticas y vocabularios, usar los recursos de la palabra y del testimonio, de las artes, danzas y música, de las representacio­nes teatrales y escenificaciones de la Pasión ... » Guan Pablo 11, Santo Domingo, 11-10-84).

Muchos fueron los misioneros que salieron, y que salen ac­tualmente de nuestras tierras, para servir en las Iglesias de Améri­ca. El objetivo, siempre el mismo: la evangelizaci6n. «Como Pas­tor de la Iglesia universal -decía Juan Pablo II en Zaragoza­deseo agradecer profundamente la generosidad ininterrumpida con la que, desde hace casi cinco siglos, tantas familias han entregado a sus hijos e hijas para que llevaran la luz de Cristo a los pueblos del Nuevo Mundo».

8. La Iglesia y la celebración del V Centenario

La Iglesia española y la americana se están preparando para

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54 ACTO DE APERTURA

la celebración. La Conferencia Episcopal Española ha elaborado un amplio plan y un calendario de celebraciones que aparecen refleja­dos en la «Guía de orientaciones para la celebración del V Cente­nario del descubrimiento y evangelización de América», que ya ha sido publicada. Nuestra Iglesia española, no sólo no puede inhibir­se, sino que se siente directamente afectada en la celebración, y con una ineludible responsabilidad de hacerlo adecuadamente.

La celebración del V Centenario no es proyecto, sino una realidad que está en marcha. Es una ocasión, que no se puede de­saprovechar, para reflexionar sobre nuestro puesto en la Iglesia universal, para reemprender tareas y compromisos evangelizadores y para el reencuentro con las mejores raíces de nuestra fe.

No queremos celebrarlo como si la historia comenzara ahora y lo que atrás quedó fuere más motivo de arrepentimiento que memoria gozosa por el bien realizado. No queremos caer en la tentación de esa especie de «mala conciencia», que quisiera pasar por la historia de la evangelización de América sin hacer ruido, ca­si con el miedo de leer, de nuevo, una página vergonzante. No queremos celebrarlo con la polémica, histórica o ideológica, pero tampoco reducirlo a una especie de feria-fiesta de lujo.

Queremos celebrarlo con verdad y sencillez. Aceptando las responsabilidades de nuestra historia pero en conexión con los pla­nes pastorales de la Conferencia Episcopal y en comunión con las Iglesias de América.

La historia de ayer nos ayudará a interpretar el presente y a buscar nuevos caminos para el futuro. En una perspectiva crítica, pero con sentido positivo de ejemplaridad. Ver lo que este aconte­cimiento puede ayudarnos a descubrir, la acción de la gracia de Dios en estos quinientos años de evangelización. Ello ha de servir para fomentar una actitud de reconciliación universal entre los hombres de todos los pueblos. Se trata, en una palabra, de «poner alma» en unas celebraciones que, para nosotros, aunque muy dig­nas sean, no pueden quedarse en espléndidos festejos.

9. La Conferencia Episcopal Española

La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Espa­ñola aprobó en 1984 un plan de la celebración del V Centenario

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del Descubrimiento y Evangelización de América (cfr. Acta de la cn Reunión, pp. 71-74).

Como objetivo total, al que deberán referirse de algún modo todas las acciones a realizar, han de señalarse la acción de gracias al Señor por la labor realizada por la Iglesia en América y Filipinas du­rante cinco siglos y la vivencia de la singular comunión que nos une con la Iglesia de Hispanoamérica, mediante la memoria de la obra evangelizadora realizada, la intensificación de la conexión efectiva en­tre las Iglesias de Hispanoamérica y las de España, y la búsqueda de nuevos modos de servir conjuntamente la Iglesia de Jesucristo.

Se programarán celebraciones litúrgicas conmemorativas a rea­lizar en distintos lugares de España durante los próximos años y en particular en 1992; se dará prioridad a los puntos geográficos más directamente relacionados con la gesta del Descubrimiento.

Las acciones a promover deberán desarrollarse en una triple vertiente: investigación (estudios científicos), divulgación (por los dis­tintos medios de comunicación) y encuentro (entre grupos de lati­noamericanos y de españoles, interesados en algún tema referente a la conmemoración).

Las áreas a cubrir serán la historia, el derecho, la teología, la pastoral, la catequesis, la misión «ad gentes», la juventud, lo vo­cacional, la piedad popular, las artes plásticas, la literatura, la músi­ca, etc. Todo ello será estudiado con atención a la realidad social concreta y compleja, ya sea de los tiempos pasados si se trata de historiar, ya de la actualidad cuando se consideren el pensamiento y la acción de la Iglesia en Latinoamérica con especial atención a los documentos de MedellÍn y Puebla.

Se mantendrá informados a los pertinentes organismos de la Santa Sede (C.A.L., s.c. para la Evangelización, Consejo para los laicos, Consejo para la Cultura, etc.). Así mismo se conectará per­manentemente con el CELAM, cuyas iniciativas serán secundadas en España. Se mantendrá especial relación, a través de los organis­mos eclesiales españoles correspondientes, con los sacerdotes, reli­giosos, religiosas y laicos españoles que sirven a las Iglesias de Lati­noamérica y constituyen el signo de la continuidad de la obra evangelizadora iniciada hace cinco siglos.

Para lograr los objetivos propuestos, era necesario crear las oportunas estructuras:

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56 ACTO DE APERTURA

«La Comisión Permanente será como órgano de alta inspec­ción y de amparo y ayuda, de iniciativa. Una Junta específica, pos­teriormente elevada al rango de Comisión Episcopal, por la Comi­sión Permanente, y compuesta por algunos obispos, así como por representantes de la Confer y de las órdenes religiosas que más sig­nificación tuvieron en la evangelización de América» (cfr. Acta. p. 72).

Un Secretario Ejecutivo, que impulsará y coordinará las accio­nes que se emprenden en las distintas áreas. Establecer las sedes y los calendarios de las celebraciones. Servir de enlace permanente con la Santa Sede, el CELAM, los Episcopados de Portugal y Fili­pinas, y las Comisiones Diocesanas creadas al efecto. Mantener contacto permanente con las comisiones civiles que se han nom­brado y nombren para esta celebración.

En octubre de 1985 se creó la Comisión de Universidades, de la que forman parte los delegados de las universidades y facultades de Teología. Así mismo, en noviembre de 1986 quedó constituida la fundación de rango civil «Fray Toribio de Motolinía» con el fin de colaborar con la Iglesia española en los objetivos del V Cente­narlO.

En cada diócesis existe un Delegado Episcopal Diocesano con la función de coordinar iniciativas y actividades; apoyar y promo­ver las mismas, suplir en aquellas áreas no suficientemente cubier­tas, suscitar y confiar la organización y desarrollo de actividades a personas o instituciones ya existentes y que puedan llevarlas a cabo.

De esta forma, el protagonismo de la celebración del cente­nario no se personalizará en la figura del Delegado Episcopal, sino que corresponderá a la Iglesia diocesana, a través de los responsa­bles de su vida pastoral y organizativa, y de las distintas institucio­nes que ya operan en diversos campos de la acción cultural y evangelizadora.

10. Actividades

Se pretende que las actividades a realizar respondan a la ini­ciativa de aquellas personas e instituciones eclesiásticas que ya tie­nen alguna responsabilidad en áreas que sean relevantes en las cele-

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braciones centenarias (misiones, catequesis, patrimonio culturaL.), reduciendo al mínimo indispensable la creación de meros organis­mos. Es preferible utilizar bien aquellos medios de que ya dispone la Conferencia Episcopal, las diócesis, las Congregaciones religio­sas, etc.

A modo de sugerencia se ha propuesto, a las Comisiones Episcopales de la Conferencia Episcopal Española, que incluyan en sus programas algunos de los proyectos que encuadran dentro del plan general de celebración, elaborado por la Comisión Perma­nente.

Entre esas posibles actividades figuran:

Relación e intercambio con movimientos seglares en Améri­ca; con instituciones pastorales de matrimonio y familia; con mo­vimientos juveniles, con movimientos de pastoral obrera. Estudio y reflexión sobre el envío, situación y regreso de sacerdotes dioce­sanos en América, ayer, hoy y mañana. Relación con las comisio­nes episcopales para el clero de las Conferencias Episcopales ameri­canas. Conocimiento de los movimientos y asociaciones sacerdotales en América. Documento conjunto, con el CELAM, sobre el sacerdote ministerial. Colaboración en la publicación y di­fusión de los «catecismos americanos». Documento conjunto sobre el catequista. Intercambio éon comisiones y federaciones de ense­ñanza. Edición de libros de texto para la enseñanza de la Historia de la Evangelización en América.

Edición de libros litúrgicos de uso común. Un calendario li­túrgico especial para 1992 y que sirviera de orientación a las Igle­sias de España y América. Subsidios litúrgicos para las celebracio­nes del «novenario de años» y para 1992. Documento sobre Religiosidad Popular en España y América. Documento conjunto, Conferencia Episcopal Española y CELAM, sobre justicia y cari­dad y exigencias pastorales de cooperación. Edición de catálogos de documentación de archivos, parroquiales y diocesanos, referentes a América. Exposiciones. Promoción de visitas culturales a los lugares colombinos y otros lugares relacionados con la historia de la evange­lización de América. Guía de archivos, bibliotecas y lugares cultu­rales relacionados con América. Elaboración de un directorio con­junto para las relaciones interconfesionales. Congreso Iberoamerica­no de ecumenismo. Cátedras de Historia de la Evangelización

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58 ACTO DE APERTURA

en América. Promoción de tesis doctorales sobre la acción de la Igle­sia en América. Relación con la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos). Documento sobre la vida religiosa en España y Amé­rica. Estudio sobre la aplicación del «Mutuae Relationes» en Espa­ña y América. Simposium internacional sobre ética y moral de los nuevos descubrimientos (bióética, informática, cibernética ... )

Por su parte, los Institutos religiosos más vinculados a la his­toria de la evangelización de América vienen reuniendo a los más destacados investigadores y celebrando congresos periódicos en los que se dan cita los mejores especialistas del tema y se publican las actas correspondientes, que en su conjunto van a formar un mara­villoso cuerpo de estudios sobre la evangelización en América.

11. Las etapas de la historia

La historia moderna y contemporánea de América es insepa­rable de la historia de la evangelización. En una primera época, la presencia de los evangelizadores se reduce a la Española, con poco personal y casi ninguna organización. Con la expansión militar se produce, también, la extensión misionera, se amplía el espacio y el número de misioneros. Con el ragalismo comienza a decrecer el entusiasmo misionero y llega la independencia y la formación de nacionalidades.

El año 1968, y la celebración en Medellín de la 11 Asamblea Plenaria del Episcopado Latinoamericano, marca la presencia del Concilio Vaticano 11 en Hispanoamérica. Igual que la Asamblea de Puebla, en 1979, hará una profunda reflexión sobre la encíclica Evangelii nuntiandi y su aplicación en América.

La última etapa está marcada por las llamadas «teologías» de la violencia, de la revolución, de la seguridad nacional, de la libe­ración, de la guerrilla, del endeudamiento externo. También por los viajes de Juan Pablo 11 al nuevo continente y por el «novena­rio» de años para preparar el V Centenario.

12. Los grandes momentos de la evangelización

Según el documento «La evangelización en el presente y en

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ACTO DE APERTURA 59

el futuro de América Latina» de la III Asamblea del CELAM cele­brada en Puebla, la Iglesia tiene necesidad de conocer al pueblo la­tinoamericano en su contexto hist6rico con sus variadas circuns­tancias, como «heredero del pasado, como protagonista del presente, como gestor de un futuro, como peregrino al Reino defi­nitivo»:

«La obra evangelizadora de la Iglesia en América Latina es el resul­tado del unánime esfuerzo misionero de todo el pueblo de Dios. Ahí están las incontables iniciativas de caridad, asistencia, educación y de modo ejemplar la original síntesis de Evangelización y promo­ción humana de las misiones franciscanas, agustinas, dominicas, je­suitas, mercedarias y otras: el sacrificio y la generosidad evangélicas de muchos cristianos, entre los que la mujer, con su abnegación y oración, tuvo un papel esencial; la inventiva en la pedagogía de la fe, la vasta gama de recursos que conjugaban todas las artes, desde la música, el canto y la danza hasta la arquitectura, la pintura y el teatro. Tal capacidad pastoral está ligada a un momento de gran­de reflexión teológica y a una dinámica intelectual que impulsa universidades, escuelas, diccionarios, gramáticas, catecismos en di­versas lenguas indígenas y los más interesantes relatos históricos so­bre los orígenes de nuestros pueblos; la extraordinaria proliferación de cofradías y hermandades de laicos que llegan a ser alma y ner­vio de la vida religiosa de los creyentes y son remota pero fecunda fuente de los actuales movimientos comunitarios en la Iglesia Lati­noamericana» (Doc. Puebla, 9).

Los misioneros, obispos, religiosos y laicos, fueron los verdade­ros predicadores del Evangelio, intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz. La evangelizaci6n en América Latina es uno de los capítulos más relevantes de la historia de la Iglesia.

13. Liberación cristiana

Cristo y su Evangelio son el más fuerte y poderoso mensaje de liberaci6n del hombre. Nada provoca tanto empeño por la jus­ticia como la fuerza del amor fraterno. La Iglesia traicionaría su misi6n si no denunciara la opresi6n y la esclavitud, pero es impo­sible reducir la auténtica y completa liberaci6n del hombre a unos aspectos meramente temporales.

La Iglesia escucha el clamor de la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas, pero en el convencimiento de que las

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exigencias de la promoción humana y de una verdadera liberación, solamente se comprenden a partir de la tarea evangelizadora toma­da en su integridad. U na defensa eficaz de la justicia debe apoyarse sobre la verdad del hombre y los medios conformes a esa misma dignidad del hombre. Ni la violencia revolucionaria, ni la lucha de clases, ni el simple cambio de estructuras puede traer la verdadera liberación del hombre (d. Instrucciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre aspectos de la teología de la liberación, Agosto 1984 y marzo 1986).

«La aspiración a la liberación de toda forma de esclavitud, relativa al hombre y a la sociedad, es algo noble y válido. A esto mira propiamente el desarrollo y la liberación, dada la íntima conexión existente entre estas dos realidades. Un desarrollo solamente econó­mico no es capaz de liberar al hombre, al contrario, lo esclaviza todavía más. Un desarrollo que no abarque la dimensión cultural, trascendente y religiosa del hombre y de la, sociedad, en la medida en que no reconoce la existencia de tales dimensiones, no orienta en función de las mismas sus objetivos y prioridades, contribuiría aún menos a la verdadera liberación. El ser humano es totalmente libre sólo cuando es él mismo, en la plenitud de sus derechos y sus deberes; y lo mismo cabe decir de toda la sociedad. El principal obstáculo que la verdadera liberación debe vencer es el pecado y las estructuras que llevan al mismo, a medida que se multiplican y se extienden. La libertad con la cual Cristo nos ha liberado (d. Gál S, 1) nos mueve a convertirnos en siervos de to­dos. De esta manera el proceso de desarrollo y de la liberación se concreta en el ejercicio de la solidaridad, es decir, del amor y servi­cio al prójimo, particularmente a los más pobres. «Porque donde faltan la verdad y el amor, el proceso de liberación lleva a la muer­te de una libertad que habría perdido todo apoyo» (SRS 46).

Estas esclarecedoras palabras de Juan Pablo II, en la encíclica Sollicitudo rei socialis señalan la verdadera dimensión de la libertad y de la liberación.

14. Nueva evangelización

En octubre del año 1984, Juan Pablo II quiso iniciar las con­memoraciones del V Centenario realizando un viaje apostólico a España, República Dominicana y San Juan de Puerto Rico. «Fue España -diría el Papa en Zaragoza- la que abrió la comunicación entre occidente y el continente americano y la que en gran parte

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llevó al mismo la luz de la fe en Cristo». Los frutos de aquella siembra fueron abundantes, y son una exigencia para profundizar en los com­promisos actuales y futuros que nos corresponden en la evangelización.

Ya en América, en Santo Domingo, tiene Juan Pablo JI un recuerdo para el espíritu de los misioneros que llevaron la luz de la fe, pero también señala que no es posible desconocer los desa­fíos a los que hoy debe enfrentarse la acción evangelizadora en América, como son: la escasez de ministros cualificados, la secula­rización de la sociedad, las cortapisas a la libre profesión de la fe, el antitestimonio de algunos cristianos, las divisiones eclesiales, el clamor de la justicia largamente esperada, la corrupción de la vida pública, los conflictos armados, los comportamientos no correctos en las relaciones internacionales, el grave problema de la deuda ex­terna de los países de América Latina.

Ante estos retos, el Papa llama la atención sobre las tentacio­nes en las que se pueden caer a la hora de buscar urgentes y efica­ces soluciones: olvidar la vocación cristiana y sus valores, la vio­lencia, caer en posturas que puedan debilitar la comunión eclesial, la seducción de las ideologías, el nuevo colonialismo que pretende imponer las prácticas anticonceptistas, la esterilización, el aborto, desgregando la unidad y fecundidad de la familia, las interferencias de potencias extranjeras que siguen sus propios intereses económi­cos de bloque y reducen a los pueblos a campo de maniobras al servicio de sus propias estrategias.

Es la hora de una nueva evangelización, en la que se necesita: una Iglesia unida a sus pastores, que realiza la misión desde la Pala­bra de Cristo con la gracia de los Sacramentos, que descubre el valor y trascendencia de la vocación misionera. Que tiene que volcarse en la juventud, abriendo sus corazones a la esperanza, que hace po­sible la reconciliación entre los hombres y los pueblos, que destie­rre las guerras y la violencia, que se preocupe por los trabajadores, que luchan por una más digna condición de vida y de trabajo. Que se haga presente en todos los hombres e instituciones para que en­cuentren de nuevo los valores morales, culturales y religiosos.

15. QHeremos bdcer memoria 4¡p"ddedtÚ

El Papa nos ha convocado para reflexionar sobre un hecho

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evangelizador extraordinario. No se trata únicamente de celebrar un acontecimiento histórico de primer orden, sino de redescubrir raíces y motivaciones de una obra misional extraordinaria, de una fraternidad con las Iglesias de América y de unos compromisos de cooperación evangelizadora.

Queremos celebrar, no sólo el hecho del descubrimiento y el comienzo de la evangelización, sino los cinco siglos del cris­tianismo en aquel continente y lo que ello significa para la Igle­sia española. Actualizar el acontecimiento histórico viéndolo co­mo un signo providencial para el encuentro con las Iglesias de América y para dar nuevo impulso a la acción misionera de nues­tras Iglesias.

Hacer memoria del acontecImIento es dar a conocer la obra realizada, aprender de la actitud de quienes la hicieron posible, ha­cer proyectos para continuarla en el futuro. Estimular hacia una mayor responsabilidad de comunión eclesial, ecuménica y misione­ra, promoviendo incentivos que impulsen una colaboración más generosa. No aislar el hecho histórico de la vida de la Iglesia, sino unirlo a la vida de la comunidad cristiana. Que toda la celebración tenga resonancia pastoral.

Según los criterios aprobados por la Conferencia Episcopal Española, las celebraciones se desarrollan en el plano de la investi­gación, la divulgación y el encuentro, penetrando en todas las áreas del pensamiento y de la vida de la Iglesia, haciendo luz sobre la verdad histórica y la realidad actual de la vida de la Iglesia en América y en España.

«El hecho que nos congrega: el centenario del descubrimiento y evangelización de América, tuvo una enorme trascendencia para la humanidad y para España ... Allí se inició, una gran comunidad his­tórica entre naciones de profunda afinidad humana y espiritual, cu­yos hijos rezan a Dios en español y en esa lengua ha expresado en gran parte su cultura». «El próximo centenario del descubrimiento y de la primera evange­lización, nos convoca a una nueva evangelización de América­Latina que despliegue con más vigor, como la de los orígenes, un potencial de santidad, un gran impulso misionero, una vasta creati­vidad catequética una manifestación fecunda de colegialidad y co­munión, un combate evangélico de dignificación del hombre, para generar desde el seno de América-Latina un gran futuro de esperan­za» Guan Pablo 11, Zaragoza y Santo Domingo, Octubre 1984).

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La historia de la evangelización y el compromiso de la Igle­sia española en América no ha terminado. En unión con las Igle­sias de América somos herederos de un pasado y responsables de la nueva evangelización. Las celebraciones del V Centenario del descubrimiento y evangelización de América, puede ser ese mo­mento de Dios que desea vivir nuestra Iglesia.

Mons. Carlos Amigo Vallejo Palacio Arzobispal

41008 Sevilla

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