karel sterling-los mares vivientes de venus

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PERSONAJES

Ted Drummond. - Joven teniente de la Polica del Espacio. Jake Atartuk. - Radio de la astronave Kandevan. Charles Javin. - Piloto de la misma. Jetheroe Benchley. - Reputado bilogo, miembro de la quinta expedicin al planeta Venus. Sophie Kasvin. - Hija del clebre sabio Karl Kasvin fallecido misteriosamente en Venus. Hassan Belhul. - Enigmtico mulato admirador de Sophie. Jane Morgan. - Amiga de Hassan Belhul.

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CAPTULO I LA MUERTE VINO DE VENUS

Aquella noche, Ted Drummond no se encontraba a gusto. Senta vibrar sus nervios a flor de piel. Un algo desconocido le desasosegaba. Maquinalmente pas revista mental a cuanto le haba sucedido ltimamente, tratando de hallar el motivo de su anormal estado de nimo. Sus recuerdos se detuvieron en Sophie Kasvin, la hermosa3

muchacha que, insensible a sus galanteos, le haba hecho pensar por vez primera en los lazos del matrimonio. Sera ella la causa de su malhumor? Drummond desech la idea con cierta altivez interior. Sophie Kasvin no tena la culpa. De eso estaba seguro. Durante media hora deambul por las estrechas callejuelas del muelle respirar de la Glata. salobre Le agradaba marina y

particularmente

brisa

contemplar el agitado ir y venir de aquellas gentes modestas, de multicolores atavos y antiguas costumbres. Estambul era quiz el nico pas del mundo en que el tiempo pareca no discurrir. Y esto, en el ao 2056 tena un encanto sumamente atractivo. Sobre todo para Ted Drummond, eficiente miembro de la Polica del Espacio. A la sazn, Drummond disfrutaba de unas cortas vacaciones. Su deseo habra sido ir a ver las antiguas ruinas de Nueva York. Tena referencias magnficas del lugar. Era aqul uno de los mayores centros de turismo del globo4

terrqueo. A la gente le gustaba recrearse en la contemplacin de lo que vulgarmente se denominaba El Punto Final de las Guerras. No le faltaba razn a este nombre. Con la total destruccin de Nueva York, hecho acaecido en el ao 1978, se haban extinguido las guerras y, lo que era mejor, las posibilidades de nuevas

conflagraciones. El gnero humano comprendi, cierto que tardamente, las terribles consecuencias de los cataclismos nucleares. El Tratado Mundial asegur la Paz Eterna y hasta ahora las predicciones se cumplieron. Pero contra sus deseos, Ted tuvo que resignarse a pasar otras vacaciones al lado de su padre. Alexandre Drummond, experto en geologa, se hallaba entonces en exceso atareado trabajando en la investigacin de extraas cristalizaciones minerales encontradas en Ceres. Los doctores le haban recomendado repetidas veces un prudencial descanso que le permitiera recobrar sus mermadas fuerzas. Pero, desoyendo los consejos de todos, Alexandre Drummond intensificaba5

ms y ms su labor en pro de la ciencia. Su hijo Ted, que naturalmente le conoca mejor que nadie, pens con acierto que slo estando a su lado y ayudndole se aliviara cuanto menos su tensin nerviosa. Sus pensamientos recayeron nuevamente en Sophie Kasvin. Involuntariamente consult su reloj de pulsera. Eran las once y media de la noche. Dos horas antes, la joven se excus ante una invitacin suya para llevarla a bailar al Sumer Palace. Dijo que tena jaqueca y que se acostara nada ms cenar. A fin de consolarse, Ted admiti interiormente que tal circunstancia poda ser cierta. Un taxi le llev al otro extremo de la ciudad. Al apearse y contemplar la bulliciosa animacin de la calle, su desasosiego anterior pareci disiparse un tanto. Hasta l lleg amortiguadamente el alegre ritmo de la orquesta del Sumer Palace. Esta boite era la nica de Estambul que conservaba el sentido tradicionalista de la msica. Los

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intrpretes eran msicos verdaderos, no robots como ocurra en los dems establecimientos de recreo. Ted ocup una mesa alejada de la pista. sta se hallaba ocupada por seis o siete parejas de bailarines. El ambiente era grato y acogedor. Las paredes y suelos estaban tapizados con ricas y suntuosas telas orientales, la iluminacin, tenue y de matices violceos, pareca provenir de todas partes y de ninguna en particular. En conjunto, el saln de baile del Sumer Palace reuna los alicientes necesarios para la enamorada intimidad de los jvenes concurrentes habituales. Ted repar en dos jvenes muchachas sentadas en una mesa prxima a la suya. La correccin de sus rasgos orientales y la simpata que de ellas emanaba captaron su atencin. Por el modo que le miraron supo que aquella noche bailara. Por qu no un poco de distraccin? Al fin y al cabo, Sophie Kasvin no era la nica mujer del mundo.

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En el instante mismo de ir a levantarse para dirigirse a la otra mesa, una deliciosa voz son a sus espaldas. No tuvo necesidad de volverse para saber de quin se trataba. El desacompasado latir de su corazn se lo dijo con suficiente elocuencia. -Querido, Ted! Puedes decir todas las cosas horribles que estars pensando de m! Me las merezco

sobradamente... El joven mir a Sophie con simulada indiferencia y a continuacin sus ojos se posaron en el apuesto individuo de tez cetrina y cabellos negrsimos que la acompaaba. -Hola, Sophie -salud-. Te encuentras mejor de la jaqueca? Tienes bastante buen aspecto. La hermosa muchacha enrojeci un instante. Despus recuper su natural compostura. -Te presento a Hassan Belhul, un chico simptico como podrs apreciar. ste es Ted Drummond, otro buen amigo

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mo. Recordars, Hassan, que te he hablado de l algunas ocasiones. El acompaante de Sophie mostr al sonrer una dentadura blanqusima que contrastaba poderosamente con sus oscuras facciones. Era evidente que aquel sujeto tena en sus venas una buena porcin de sangre rabe. -Es cierto -concedi en correcto ingls-. Sophie le tiene en gran estima. Hay veces en que le llego a envidiar por esta causa. Ted le mir impvido. -Sophie me estima cuando no est afectada por la jaqueca -repuso framente. -No dramatices, Ted! -suplic la joven

humorsticamente- Tu peor defecto es que tomas las cosas demasiado en serio. Te prometo que bailar contigo cuantas veces desees. Hassan no se enfadar, verdad? -Naturalmente que no -contest el mulato volviendo a sonrer-. Podemos pasar la velada juntos.9

Una expresin irnica se pint en el varonil semblante de Ted Drummond. -Lo siento, Sophie -dijo-. Precisamente me dispona a marchar ahora mismo. Tengo una cita importante, sabes? Sophie se mordi los labios contrariada por el desdn que irradiaba de las palabras de Ted. -Eres rencoroso, Ted -declar-. Rencoroso y tozudo como una mula. -No estn bien esas palabras para tus lindos labios interpuso Ted sonriente-. Espero que algn da aprendas a expresarte con ms finura. Usted, Hassan, puede probar a reformarla. Buenas noches! Hassan inclin su cabeza en reverencioso saludo, mostrando nuevamente aquella sonrisa que dejaba al descubierto su perfecta dentadura. En su retirada, Ted Drummond an alcanz a escuchar un est celoso el pobre que pronunciado por Sophie se clav en su corazn como un hierro al rojo vivo.10

Sali del establecimiento y se dirigi rectamente a su apartamento. Estaba furioso consigo mismo y todava ms con Sophie Kasvin. Nunca hasta entonces haba sido objeto de un desaire semejante. No era ya su defraudacin con respecto a los sentimientos de la joven, sino el desprecio a su amor propio lo que ms le exasperaba. Jaqueca...! Por qu no le dijo la verdad Sophie? Creera, por ventura, que se iba a morir del disgusto? Ted sonri entre dientes ante este pensamiento. Ya le demostrara a aquella coqueta que le tenan sin cuidado sus flirteos. Pero haba algo de lo que no se poda desentender: Hassan Belhul. ste constitua la peor compaa que Sophie pudiera elegir. De todos era sabido que Hassan viva aparentemente dentro de los lmites de la Ley, pero nadie ignoraba igualmente que sus ingresos monetarios no correspondan a la clase de negocios que aparentaba encauzar. Cuantos intentos efectu la polica por probar que Hassan Belhul se dedicaba al contrabando de drogas en11

gran escala resultaron infructuosos. Existan indicios, la gente lo aseguraba, su tren de vida lo evidenciaba, pero de ah no se pasaba. O el sujeto en cuestin era vctima de falsos prejuicios o tena un talento excepcional, merced al cual se burlaba impunemente de la justicia. Esto hizo que Ted rectificara en parte su propsito inicial. Dejara a un lado los galanteos pero planteara el asunto con toda crudeza a Karl Kasvin, el padre de la muchacha. Ya lo creo que lo hara! Sin ambages de ninguna clase. Y Karl Kasvin se lo agradecera. Cuando lleg a casa, su padre se hallaba trabajando an. Inmediatamente advirti que algo anormal suceda. -He recibido noticias del Departamento Astronutico de El Cairo -dijo el profesor Drummond a guisa de saludo. Sus arrugadas facciones componan una expresin de inusitada gravedad-. Karl Kasvin ha muerto y con l todos los miembros de su expedicin.

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Ted sinti que le flaqueaban las piernas. Un escalofro recorri su espina dorsal. -No es posible! -exclam con un hilo de voz- Karl muerto...! Cmo sucedi? El anciano se encogi de hombros. -Los informes no son muy explcitos -replic-. Parece ser que cuando se dispona a regresar de Venus sufri un extrao accidente. Antes de morir emiti un mensaje en el que deca algo de unos mares vivientes. La radiacin se interrumpi cerca de una hora. Luego habl Alan Dreyfus, el radio operador de la astronave. Pero, por lo visto, su excitacin convirti el relato en una sarta ininteligible de frases, de las que slo se pudo deducir que Karl Kasvin haba muerto y que otro tanto haba sucedido con los cinco miembros de la tripulacin. Ted trag saliva dificultosamente. -Y Alan? -inquiri.

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El gelogo apart con sumo cuidado unas cuantas muestras de minerales y se quit las gafas de contacto. Su mirada apareci ahora cansada y sin vitalidad. -Nada se ha vuelto a saber -contest-. Aqu hay un mensaje para ti. Creo que tus vacaciones se han terminado. El joven tom con mano temblorosa la cpsula plstica que contena el mensaje. Antes de abrirla pregunt: -Lo sabe Sophie? -Era una pregunta vana pues haca unos minutos la haba visto rebosante de jovialidad y optimismo. Alexander Drummond neg con la cabeza. -Me han encomendado la penosa tarea de decrselo. As reza el informe. Saben perfectamente la amistad que me una a Karl. Sin embargo, me parece que no tendr valor para hacerlo. Quieres encargarte t, hijo mo? La voz del anciano estuvo a punto de quebrarse en un sollozo. Ted le mir apenado.

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-No te preocupes -dijo-. S donde encontrarla. Volver dentro de un rato. -No abres el mensaje? -record el gelogo. Ted esboz una triste sonrisa. -Ni acordarme... -abri la cpsula y extrajo un pequeo rollo de papel plstico. Al finalizar su lectura sus facciones haban palidecido considerablemente-. Misin de

exploracin a Venus. Parto dentro de cuarenta y ocho horas. -Me lo figuraba -declar el investigador-. Los dos informes los trajo el mismo mensajero. Irs a El Cairo, no es cierto? El joven asinti. De sus dedos se desprendi el papel plstico. El texto, cifrado en clave, haba desaparecido tras su breve contacto con el aire. -Voy a por Sophie -dijo-. Hazme caso ahora, padre; retrate a descansar. Llevas muchas horas trabajando. Alexandre Drummond le sonri afectuosamente.

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-Te obedezco, Ted. T siempre tienes razn. Aunque bien mirado, creo que sera preferible que me quedara esperndote. Debes traerte a Sophie. Encontrar alivio entre nosotros dos. Promteme que le insistirs que venga. -Har todo lo que est de mi mano -asegur Ted. Un instante ms tarde, el profesor Drummond se hallaba solo otra vez. Con febril pulso se volvi a colocar los lentes de contacto. Despus se levant para dirigirse a un estante prximo. Tom de l un recipiente alargado de unos veinte centmetros de altura por diez de ancho y regres a la mesa de trabajo. Por unos momentos pareci titubear antes de romper los precintos que sujetaban la tapa del recipiente. Por fin otra idea predomin en su decisin. Abriendo un cajn sac la carta recibida tres das antes. Era de Karl Kasvin. La envi desde Venus por medio de un cohete teledirigido junto con el metlico receptculo que tena ante s. Enfrascado con sus investigaciones sobre los16

minerales de Ceres haba cometido el imperdonable fallo de olvidar el anlisis solicitado por Karl. Bien es verdad que no le concedi gran importancia. Y ahora, su conciencia le deca que quiz su amigo no habra muerto de haber obrado l con mayor diligencia. La carta deca as:

Querido Alexander: Junto con mis saludos te envo una muestra obtenida de las aguas del Mar Negro. Tal vez te sorprender de que Hastings lo haya bautizado as. Pero ya sabes como es l; su nostalgia por las cosas de la Tierra hace que por all donde va aplique las denominaciones ms familiares. De este modo tenemos ya en Venus un ro Mississippi, un lago Como y hasta las Cataratas del Nigara. Pero volviendo a nuestro asunto te dir que deseo analices la adjunta muestra y a la mayor brevedad me informes del resultado. Por razones largas de explicar no17

nos hemos decidido a hacerlo nosotros. Bstate saber que poseemos indicios de que el agua del Mar Negro es sumamente misteriosa y peligrosa. Una advertencia: lleva a cabo el anlisis con sumo cuidado y sin tocar la muestra. Ninguno de nosotros lo ha hecho, de forma que ya te puedes figurar las dificultades que hemos tenido que vencer para llenar el recipiente. En la espera impaciente de tus noticias te abraza tu buen amigo Karl Kasvin.

Alexander Drummond mir aprensivamente el frasco metlico recibido del planeta Venus. Indicios de aguas peligrosas? Mares vivientes? Aquello sonaba a tontera. Sin embargo, Karl haba muerto. El anciano gelogo alcanz una serie de probetas y tubos de ensayo y los orden en disposicin de ser utilizados.18

Despus rompi los precintos de la botella. Vacil unos segundos antes de abrirla. Un presentimiento indefinido le invadi. Era como si un peligro mortal flotara en el ambiente; una asechanza misteriosa proveniente de otro mundo. Simbad, el perro lobo del profesor, emiti un largo aullido que rasg ttricamente el silencio de la noche. Alexander se estremeci involuntariamente. Luego sonri en un dbil intento de comunicarse a s mismo la confianza perdida. Ted tiene razn, se dijo; mis nervios necesitan una cura de reposo. No lo pens ms. Con pulso firme desenrosc el tapn del recipiente y lo ech a un lado. Un olor nauseabundo inund la habitacin. Las facciones del investigador se crisparon en una mueca de asco y horror. Pero la curiosidad pudo ms que la repulsin. Oprimiendo un pauelo contra su nariz acerc la vista a la ancha boca de la botella. Bajo la fuerte luz de la pantalla19

distingui la negra superficie de un lquido viscoso e hirviente. Efectivamente, aquello pareca estar dotado de vida. Cmo explicar, si no, su extraa movilidad y el apagado rumor que emita? Alexander Drummond encendi un cigarrillo aromtico a fin de contrarrestar en parte aquel pestilente olor. La llama del encendedor se desvi

incomprensiblemente hacia la botella. El gelogo observ intrigado el fenmeno y trat de hallar la explicacin. La sensacin de peligro que atenazaba sus sentidos se acentu hasta convertirse en inquietante obsesin. Apag el encendedor y lo introdujo en su bolsillo. A continuacin tom una probeta pequea para comenzar el anlisis. En ese momento sucedi algo alucinante. El terror paraliz los miembros del profesor. La probeta se quebr en mil pedazos al escaprsele de su mano y estrellarse contra el suelo.20

De la botella metlica haba empezado a surgir el negro y espeso contenido y ahora se deslizaba por sus bordes hacia el tablero de la mesa. Con ojos fascinados, Alexander presenci el lento avance del lquido. ste, impregnado de infinidad de puntos brillantes, como cabezas de alfiler, centelleaba y se retorca cual una horrenda visin de pesadilla. Alexander escap violentamente de su estupor. Tena que impedir que el agua continuara saliendo; abortar aquella diablica invasin. Con mano febril cogi el tapn y lo aplast contra la boca del frasco. Pero en su alocado movimiento no hizo ms que provocar la catstrofe. El impulso fue tan rpido e impreciso que la botella perdi el equilibrio y rod por la mesa. La viscosa materia lo invadi todo. Retorcindose, trazando caprichosos remolinos, hirviendo con sordo crepitar, se extendi a lo largo y ancho del tablero.21

El gelogo cerr los ojos para no ver, horrorizado, la rpida desintegracin de los objetos que entraban en contacto con el maldito lquido. El horrendo espectculo tena mucho en comn con la avasalladora accin de las hormigas devoradoras. De pronto sinti en sus rodillas una quemazn irresistible. Un alarido de dolor se escap de sus labios. El cabello se le eriz al percatarse de la causa. Los bordes de la mesa goteaban y el nauseabundo lquido le haba cado encima. Un humo ocre se esparci por la habitacin haciendo el ambiente irrespirable. Alexander Drummond se puso en pie movido por el instinto de conservacin. Pero las piernas, corrodas ya por la accin de las misteriosas aguas, se negaron a sostenerle. En el mismo instante en que caa al suelo, la mesa se desmoron convertida en un frgil y humeante amasijo. El anciano, presa de la desesperacin, se debati impotente agotando todas sus fuerzas para incorporarse. En22

breves momentos qued extenuado por completo. En pleno delirio mental acept conformado su inminente y trgico final. La viscosa materia, resbalando por el suelo, lleg a su rostro. Sinti sus ojos traspasados como por un pual de acero. sa fue su ltima sensacin. Luego sobrevino la quietud y el sosiego de la muerte. Las paredes que sostenan la habitacin se derrumbaron con estrpito. Y las negras aguas de Venus prosiguieron inexorables su labor de aniquilacin.

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CAPTULO II GANGSTERS EN ACCIN

-Perdneme, seor Belhul. Necesito hablar a solas con Sophie -y dirigindose a la muchacha, Ted aadi-: Te acompaar a casa. Hassan enarc sus negras y afiladas cejas y sonri. -No cree que podra elegir otro momento ms oportuno? -inquiri con cierta altivez. -Qu te ocurre ahora, Ted? -Sophie se mostr molesta por la interrupcin-. Te fall la cita que tenas? La hostilidad con que fue acogido no disminuy la pena que Ted senta hacia la joven. -Es un asunto importante, Sophie -explic-. Se trata de tu padre. El cuerpo de ella se tens violentamente. Una expresin de temor se reflej en sus hermosas facciones. -Mi padre? Le ha pasado algo?24

-Te lo dir por el camino. Sophie se levant con viveza. -Te ver maana, Hassan. El atezado individuo esboz un gesto afirmativo y salud a Ted. La pareja sali del establecimiento. -Habla, Ted -insisti la joven con ansiedad-. Qu le pasa a mi padre? Ted Drummond se mordi los labios hasta hacerse dao. No saba cmo empezar. Sera preferible irla preparando para el terrible golpe o mejor decrselo sin rodeos? Quiz esto ltimo... Sophie era una mujer animosa y fuerte. -Escucha, Sophie -comenz cogindola por un brazo-: tu padre no volver seguramente de Venus. La expedicin ha sufrido un accidente. La joven qued clavada en el suelo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al mirar a Ted.25

-Ha... ha muerto, verdad? -balbuce. Ted asinti. -No sabes cunto lo siento, Sophie! Dara mi vida porque no hubiera sucedido. Sophie respir hondamente y trat de dominar la emocin que le embargaba. Al reanudar su marcha, Ted not que la serenidad aflua a su semblante. -Cmo lo supiste? -pregunt ella tras una corta pausa. Ted se lo refiri. Al desembocar en la plaza de Samsun, prxima al puente inferior que separa la ciudad antigua de la nueva, se produjo una fuerte explosin. El vivo resplandor recort ntidamente en el cielo las afiladas aristas de los obeliscos de Keops. Los escasos peatones echaron a correr en direccin al suceso. Sophie y Ted imitaron su actitud. -Ha sido cerca de casa -dijo l con acento preocupado-. Dios quiera que no haya ocurrido otro desastre...26

Precipitadamente descendieron por las escalerillas del puente. Una intensa luminosidad se destacaba detrs del gran palacio de Zeus. Un polica les cort el paso. -Usted es el hijo del seor Drummond, no es cierto? indag con acento raro. -S, por qu? -Ted sinti un nudo en la garganta. -Lo lamento. No puede seguir adelante. Hay peligro de radiaciones. Su casa ha sido destruida. No se ha podido hacer nada por su padre. Ted se desprendi bruscamente de Sophie e inici una carrera hacia el lugar del siniestro. Pero el polica ataj sus movimientos atenazndole un hombro. -Sea consciente, amigo -recomend con suave firmeza-. No me obligue a emplear la fuerza. El joven abandon la resistencia. Sus facciones estaban crispadas por la angustia. -Quiere decirme lo que ha pasado? -pregunt ansioso.27

El polica clav en l su mirada penetrante. -Posiblemente, su padre efectu un experimento peligroso -dijo eligiendo con cuidado las palabras-. Un lquido corrosivo de incalculable poder destructor arras la casa y los alrededores. No hubo ms remedio que hacer estallar una granada atmica para evitar la dispersin de dicho lquido. Patrullas de demolicin estn cubriendo de concreto la hondonada producida por la explosin. Dentro de tres horas habrn pasado los riesgos de las emanaciones radioactivas. -Valor, Ted... -murmur Sophie-. El Destino ha vuelto a unir a nuestros padres. Siempre fueron grandes amigos; compartieron las alegras y las tristezas. Dios no ha querido separarlos...

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La astronave Kandevan se hallaba dispuesta para despegar. El numeroso grupo de tcnicos dio el ltimo repaso y se retir a la casamata de cemento plstico desde donde se controlara la partida. Un helicptero a reaccin se pos junto a la inmensa mole del Kandevan. La grcil silueta de Sophie Kasvin salt a la amarillenta y quebradiza arena del desierto. Ted Drummond, que en su calidad de teniente de la Polica del Espacio haba sido designado para comandar la astronave, se separ de los tres miembros de la tripulacin y avanz hacia la muchacha. Una expresin gozosa ilumin sus varoniles facciones. -No sabes cunto te agradezco que hayas venido a despedirme! -exclam jovial-. Te he echado mucho de menos estos das. No se enfadar Hassan cuando se entere que te has desplazado a El Cairo slo para verme? Los rojos labios de Sophie compusieron un mohn de reproche.29

-Y dale con Hassan! Precisamente me acabo de despedir de l. Y debes de saber, cabezota, que no he hecho un viaje de trescientas millas slo para verte. -Ah, no? -Ted no ocult la decepcin-. Entonces, a qu has venido? Sophie extrajo del bolsillo de su pantaln una cartulina plegada en dos dobleces. -Sabes lo que es esto? -un aire triunfal impregnaba sus palabras-. Agrrate bien! Un pasaporte para Venus! Concedido con la autorizacin expresa del Gobierno Eurafricano! As es que ya puedes darte prisa para hacer traer un equipo completo para m. Lo has entendido? Ted se cruz de brazos con un ademn que revelaba todo un torbellino de ideas contradictorias. -Ests loca, Sophie! -exclam cuando hubo salido de su estupor-. Loca de remate! Qu tienes que hacer en Venus? Te figuras que es un viaje de recreo? Tu pasaporte

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es para m un papel mojado! No permitir que subas a la astronave! -Tmate la molestia de leerlo -Sophie entreg el documento a Ted-. Tendras que revocar todas las leyes interplanetarias para conseguir que me quedara en tierra. Me equivoco al pensar que tu influencia no valdr absolutamente nada a este respecto? Ted no se dio por vencido. -Pero, chiquilla! Es que no te das cuenta de los peligros que vas a correr? Quiz no vuelvas jams! El adorable semblante de la muchacha adopt una expresin de gravedad. Con una mano apart el rebelde rizo de pelo empeado en obstruir su visin. -Mi padre muri all -declar-. Las autoridades gubernamentales encuentran lgico que me rena con sus restos. Por qu no has de ser t ms comprensivo? Es el ltimo consuelo que me queda, Ted. Procurar no ser un estorbo para vosotros. Os ayudar cuanto pueda. No pongas31

ese gesto, querido. Hace un rato, Hassan me dijo que tenindome a su lado sera capaz de luchar contra todos los mares vivientes del Universo. Por qu no has de ser ms comprensivo que l? La barbilla de Ted se adelant altiva. -Las autoridades son comprensivas, Hassan es

comprensivo, todos comprenden tus sentimientos; todos menos yo. Ser porque soy el nico que te quiere de verdad. Tienes razn, Sophie. Soy un estpido. Desde el primer momento deb aconsejarte que vinieras. Cmo puede habrseme pasado por alto? Una luz rencorosa brill en las azules pupilas de Sophie. -Escucha, Ted -dijo-. De una vez para siempre. Estoy enamorada de Hassan, le quiero y me casar con l cuando haya regresado. De nada servir que emplees un tono despectivo al referirte a l. Esto debe quedar bien claro. En cuanto a nosotros, seguiremos siendo buenos amigos; de32

ahora en adelante, compaeros adems de amigos. Y tanto si te place como si no, ir a Venus. Afortunadamente no eres t quien ha de autorizarlo. Mtete eso en la cabeza para siempre. Ted no acus el impacto. Incluso sonri al decir: -Est bien, seorita Kasvin. Dentro de cinco minutos partiremos.

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-Ests triste Hassan. Por qu no la acompaaste? Te marean los viajes interplanetarios? Hassan Belhul condescendi a mirar a la llamativa mujer morena que as haba hablado. -Ocpate de tus cosas, Jane. Y djame en paz. Jane aplast su cigarrillo contra el cenicero y se ape de la mesa para dirigirse a uno de los sillones de la pequea estancia. Era una mujer de edad entre los veinticinco y33

treinta aos, de lneas quiz un tanto demasiado provocativas, y hermoso rostro en exceso maquillado. Al andar, con las manos apoyadas en sus ampulosas caderas, tacone con modales de reina ofendida. Sin preocuparse de la postura adoptada, Jane cruz su mirada con las de los dos sujetos sentados enfrente de ella. Y al tiempo que lo haca se barren la sien con el ndice. -Pronto se le pasar, chicos -dijo-. Apuesto a que antes de una semana. Son el click! de una navaja al abrirse. Con gesto indolente Hassan comenz a limpiarse las uas. -Decas, Jane...? -inquiri suavemente. La atractiva mujer palideci. -Perdona, Hassan. No quise molestarte. -Ya me pareca -el mestizo guard la navaja y encendi un cigarrillo. Renato Spinola, un afectado italiano de cabello grasiento y cutis ambarino, intervino para aliviar la tensin.34

-Leste los peridicos, Hassan? -pregunt. El interpelado baj la cabeza en seal afirmativa. -De punta a cabo. Te refieres a los mares vivientes de Venus? -Me crispa los nervios pensar que eso pueda existir. Te imaginas lo que debe ser caer en uno de ellos? El profesor Drummond se ahog como quien dice, en un vaso de agua. -El profesor Drummond no muri ahogado -corrigi Chuck Matews, el fofo y obeso bostoniano, segundo guardaespaldas de Hassan-. Se desintegr al contacto del agua. No sera mala cosa tener unos cuantos barriles llenos. El cuerpo de Spinola se envar al or el comentario de Matews. -No has dicho ninguna tontera -declar-. El gang que poseyera un arma semejante se adueara del Mundo. Un recipiente de cincuenta litros bastara para destruir por completo Estambul. Ms silencioso y efectivo que nada.

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-En eso puede que tengis razn -intervino Jane-. Pero quin le quita el cascabel al gato? -Qu gato? -pregunt Chuck. -Quiero decir que me gustara saber quin es el valiente que arriesgara su pellejo por traerse de Venus unos cuantos barriles -aclar la morena cruzando con indolencia sus bien torneadas piernas-. Resultara ms fcil robar una bomba nuclear. Hassan Belhul levant una mano para imponer silencio. Sus pupilas brillaban de un modo extrao. -Por una vez en tu vida has tenido una gran idea, Chuck -dijo-. De dnde la sacaste? -No lo dir en serio, jefe -repuso el interpelado-. Fue una broma como otra cualquiera. -Bien -Hassan arroj la colilla-. Vamos a explayarnos sobre tu broma. Suponed por un momento que somos dueos de un depsito de agua viviente. Qu haras con l, Spinola?36

El italiano reflexion por espacio de unos instantes. Al cabo de ellos, su plida faz se anim. -Me embarcara en un trasatlntico de lujo y en plena travesa dara a conocer a todos los viajeros que en cualquier lugar del barco haba una bomba de relojera conectada a un pequeo depsito de esa agua. Bajo tal amenaza no sera difcil sacarles el dinero. -No vale -rechaz Hassan-. Te meteran en chirona antes de que pudieras poner los pies en tierra.

Impracticable. Qu se te ocurre a ti, Chuck? -Yo la vendera a precio de oro -contest el fofo lugarteniente-. Un gobierno u otro me la comprara. Hassan clav en l su mirada desdeosa. -Ahora me has decepcionado -dijo-. Ningn gobierno te la pagara por la sencilla razn de que ellos tambin pueden traerla de Venus. Vamos a ver, Jane, cul es tu idea al respecto?

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La provocativa muchacha se encogi de hombros con indiferencia. -Lo que dijo en un principio Spinola. Me adueara del mundo. En primer lugar arrasara una nacin entera. Cincuenta o quinientos litros, los que fueran necesarios. Quiz con dos mil bastara. Despus organizara una banda. El ultimtum sera concluyente. Hassan asinti. -Con ligeras variaciones, se ser nuestro plan. -Eh?... -exclam Spinola y Chuck al unsono. El jefe de la organizacin sonri. -Iremos a Venus. Si es posible, antes de que transcurran veinticuatro horas nos pondremos en marcha. T vendrs con nosotros, Jane. Ella neg con la cabeza. -No, jefe. Los viajes interplanetarios no se han hecho para m. Adems, de qu os servira mi presencia en Venus?38

-He dicho que vendrs -decret Hassan con acento inexorable-. No es necesario que te diga las razones verdad? -Tienes miedo de que vaya con el cuento a otra parte? Hassan acentu su siniestra sonrisa. -Simples precauciones. -De dnde sacaremos la astronave? -quiso saber Renato Spinola. -Ya lo resolveremos. Creo que hay un servicio de alquiler para viajes lunares. -Eso es! -corrobor Chuck, entusiasmado con el proyecto-. Una vez en pleno vuelo, fuera de la ionosfera, obligaramos al piloto a cambiar el rumbo. -Se os ha olvidado un detalle -terci Jane-. El hijo del profesor Drummond. -A m no se me olvid -contest Hassan-. Procuraremos que no regrese. Ni l ni sus acompaantes.

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-Incluyes a Sophie? -pregunt Jane con un dejo de irona. Hassan tard unos segundos en responder. -Te gustara saberlo, eh? -Desde luego. A toda mujer le gusta saber lo concerniente a su rival. Hassan la mir con expresin de sarcasmo. -Pues bien... Sophie dejar de ser tu rival. Jane descruz las piernas y se asi a los bordes del silln para evidenciar su alegra. -Habis odo, chicos? -se dirigi a Chuck y Spinola-. Sophie ya no ser mi rival! Hassan dibuj una sardnica sonrisa. -No te pavonees tanto, Jane -aconsej-. Si pudiera elegir entre vosotras dos, seras t la que se quedara en Venus.

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CAPTULO III EL MAR VIVIENTE

Desde el ao 2000 hasta la fecha se han realizado cuatro expediciones a Venus -dijo Ted Drummond. Se hallaba en aquel momento de espaldas al mirador de nylon transparente y enfrentado a Jetheroe Benchley, Jake Atartuk y Sophie Kasvin. Haca unos instantes que se haban apagado las luces ya que al penetrar en la atmsfera la iluminacin solar inund, radiante, el interior de la cabina-. No son muchas ciertamente si tenemos en cuenta el terreno avanzado en la navegacin interplanetaria. Benchley, el larguirucho y asctico bilogo de la expedicin, seal con gesto despectivo el esfrico cuerpo astral que se coloreaba ya ntidamente en la pantalla visora. -Cuatro viajes totalmente intiles -declar-. No hay nada en Venus que valga la pena. Un mundo muerto!

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-Un mundo naciente -rectific Jake Atartuk, el radio-. Segn Joe Liberace este planeta se halla en el estado primordial que la Tierra atraves antes del proceso de creacin del hombre. -Liberace dijo tambin que Marte estaba deshabitado coment Drummond-. Y se equivoc de medio a medio. En mi opinin, Venus ofrece perspectivas interesantes. -Recuerdo una ancdota de Napolen sobre el planeta en cuestin -dijo Jetheroe Benchley-. Cuando el gran general regres vencedor de sus campaas, se dio en su honor una sonada fiesta en Pars. Imponentes masas de gente se apretujaban en torno al palacio imperial; pero al aparecer el homenajeado en el balcn para mostrarse y saludar al pueblo, hubo de hacer una extraa y curiosa observacin: las miradas de los millares de hombres y mujeres no iban dirigidas a l, sino al cielo, en el que luca una estrella de mgico esplendor. Napolen pareca un poco molesto por aquella actitud del pueblo, pero su extraeza se42

desvaneci cuando el clebre astrnomo Arago, que se encontraba entre el squito, le explic que se trataba del planeta Venus, que, precisamente en aquel momento, brillaba con su mayor intensidad, por lo que las masas populares crean a pies juntillas que el cielo mismo haba querido honrar as al caudillo vencedor y que aquel astro que luca tan claro y brillante sobre Pars era la buena estrella de Napolen. -Se han escrito muchas fantasas sobre Venus -confirm Atartuk-. Teodoro Krner, el cantor de las guerras de la Libertad, tambin cant, por cierto poco antes de su muerte en el campo de batalla, al hermoso planeta visible en la palidez del alba. Estrella del Amor, brillante imagen, refulgente cual novia del Empreo... No me acuerdo de lo que sigue. Es un poema bonito. Sugiere pensamientos romnticos. Ted Drummond mir con inters a Jake Atartuk. Durante los quince das que llevaban de navegacin estelar43

slo haba podido apreciar en l sus portentosas condiciones tcnicas en el orden de la radiocomunicacin. Ahora, alejado momentneamente de su labor, vea tambin su aspecto humano. Atartuk tendra la misma edad que l; sin llegar a ser corpulento se evidenciaba en todos sus movimientos la felina elasticidad resultante de un cuidadoso entrenamiento fsico. Tena el cabello muy rubio, casi ceniciento, y las facciones varoniles y bien formadas. Constitua, en suma, un buen ejemplar entre los de su sexo. -Le molestan nuestras divagaciones acerca de Venus? pregunt Jetheroe a Sophie-. Comprendo que quiz le resulten un tanto desagradables. La muchacha sonri. -El tema se impone -consult su reloj de pulsera-. Cuando slo faltan escasas horas para el trmino de nuestro viaje sera una necedad hablar de otra cosa. A lo largo de estas dos semanas me he dado perfecta cuenta de que ustedes rehuan nombrar al planeta Venus en mi presencia.44

Una delicadeza que les agradezco. Sin embargo, habra preferido que no lo hubiesen hecho. El dolor producido por la muerte de mi padre no se alivia con unas cuantas palabras menos. Creo que hasta que no conozca la verdadera causa de su muerte, mi herida no cicatrizar. -En resumidas cuentas, te agradara saber las

caractersticas del mundo a que nos dirigimos, no es cierto? Los azules ojos de Sophie se posaron en Ted con indisimulada curiosidad. Era la primera vez, durante la travesa que l se diriga a ella abiertamente, sin hostilidad, ni reticencias. La barrera de hielo comenzaba a fundirse. Y a la muchacha le agrad. -Poseo algunas ideas vagas -contest-. Venus se halla a cuarenta millones de kilmetros de la Tierra, tiene una atmsfera parecida y su volumen y masa son casi inapreciablemente menores que los de nuestro planeta. Creo

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que esto lo sabe cualquier alumno de prvulos -agreg sonriendo. -Los informes de Liberace no son mucho ms explcitos -declar Ted-. Segn sus experiencias personales, en Venus no hay ms que inmensas formaciones de bosques y mares. Ningn signo de vida animal. Claro es que l nicamente explor un hemisferio. -Hace un par de aos asist a una conferencia de Liberace -intervino Atartuk-. Fue a su regreso. Proyect tambin una serie de documentales interesantsimos. La vegetacin de Venus alcanza una exuberancia monstruosa. -Monstruosa no es la palabra adecuada -corrigi Ted Drummond-. Yo dira fantstica. Tuve ocasin de presenciar los documentales. -Quieren decir que los rboles son de gran tamao? quiso saber Sophie. Ted inclin la cabeza en seal de asentimiento.

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-Enormes. Vi un bosque de lianas que cada una de ellas tena un grosor de veinticinco metros por lo menos. Algo inimaginable. -El baobab gigante que se halla en el delta del Hermes tiene la altura de tres rascacielos, uno encima del otro -sigui explicando Atartuk-. Liberace le calcul cerca de mil quinientos metros. -Increble! -El asombro se pint en el semblante de Sophie-. Y toda esa vegetacin es uniforme? -Hasta el punto de que en la mitad del planeta la luz solar apenas es filtrada -contest Ted Drummond-. Observa la pantalla; todas esas extensiones rojas son los bosques. -Bosques rojos? -Sophie enarc las cejas, intrigada. Ted esboz una sonrisa. -El cambio de coloracin se debe a un fenmeno espectral -aclar-. La vegetacin es verde. Slo se aprecian variaciones de matices en el mar Negro. Ah s que hay diferencia con los mares terrestres.47

El rostro de la joven se ensombreci. -Te refieres al mar viviente que mat a mi padre, no? Drummond se levant y acudi junto a la pantalla visora. Despus sealando una pequea demarcacin griscea situada en el centro mismo del hemisferio visible, dijo: -Con arreglo al mapa de Liberace, se es el mar Negro. En la orilla norte, o sea aqu, se instal el equipo de tu padre. Es nuestro punto de destino. Sophie entrelaz sus manos nerviosamente. -Imaginas que hallaremos algn rastro? -pregunt con voz temblorosa pese al tono de firmeza que quera adoptar. El silencio fue la respuesta. Jake Atartuk se puso en pie. -Voy a mi puesto -dijo-. He de verificar la distancia exacta por medio de las mediciones terrestres. Queris algo para nuestros lejanos amigos? Ted mir maliciosamente a Sophie.48

-No envas saludos para Hassan? La joven dio media vuelta y sin decir palabra se meti en su cabina individual. Quedaron solos Jetheroe Benchley y Drummond. -No os llevis muy bien, verdad? -pregunt el primero al capitn de la astronave-. Os noto como resentidos. Ted se encogi de hombros y adopt una expresin sardnica. -Hay ciertas clases de bromas que no soporta -contest-. Le ocurre a toda mujer enamorada. Jetheroe le mir suspicazmente. -Yo dira que no te es indiferente. Apostara a que incluso el enamorado eres t. Ted se puso a la defensiva. -Te acepto la apuesta. Pon las condiciones. El bilogo qued un instante pensativo. Luego recobr su aire irnico.

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-Cincuenta libras a que antes de que regresemos te has declarado a ella -decidi-. Y no vale mantener el secreto porque pienso poner a Sophie al tanto de la apuesta. -No sers capaz! -Ted se irgui amenazador-. Tendrs un disgusto conmigo! -Me tienen sin cuidado los disgustos -repuso Jetheroe con la mayor tranquilidad-. Van las cincuenta libras? La puerta de la cabina de pilotaje se abri apareciendo en el umbral Charles Javin. ste era un sujeto de porte indolente y faz altiva cuya edad oscilara entre los treinta y cinco y cuarenta aos. Por el modo que se apoy en el quicio dio la sensacin de hallarse sumamente cansado; sensacin engaosa pues era la suya sempiterna. -Hablis de dinero? -pregunt con voz suave, arrastrando las slabas-. No se os habr ocurrido montar un negocio en Venus...

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-Ven ac, Javin -demand Jetheroe al piloto-. Toma estas cincuenta libras. Drummond te dar otras tantas. Gurdalas hasta que regresemos. Charles Javin, tom el dinero y alarg la diestra a Ted. -No te hagas el remoln. Dame tus cincuenta. El capitn, con gesto contrariado por la publicidad que haba tomado el asunto, extrajo unos billetes y se los entreg al piloto -No tenis miedo de que me lo gaste? -pregunt con sorna. Jetheroe solt la carcajada. -Tendra gracia que nos encontrramos en Venus con mquinas tragaperras! Javin se abanic con el fajo de billetes. -Cul es el motivo de la apuesta? -interrog frvolamente. -La perder si Ted Drummond regresa sin novia contest el bilogo.51

El piloto dej caer su mirada cansina sobre el aludido. -Ya... -un gesto de comprensin ilumin su rostro-. Le gusta Sophie, eh? Drummond sonri de manera glacial. -Jetheroe goza de una buena posicin econmica -dijo-. No notar demasiado la prdida de las cincuenta libras. -All vosotros -coment Javin indiferente. Y dio media vuelta para introducirse nuevamente en la cabina. Sin embargo, pareci acordarse de algo pues se volvi hacia ellos otra vez-. A propsito, Ted; como comandante de la astronave que eres debo informarte de una novedad. El espejo solar ha sido destrozado por un meteorito. Estoy haciendo uso de la hidracina para alimentar los motores. Lo dijo con tal tranquilidad que Ted y Jetheroe tardaron algn tiempo en darse cuenta de la magnitud de la catstrofe.

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-Pero eso es una locura! -exclam Ted-. La hidracina es nicamente para los despegues! No podemos

desperdiciarla! -Y qu quieres que haga? -haba una ligera entonacin de sorpresa en la voz de Javin quien fij en Drummond su mirada penetrante. El comandante de la astronave recapacit un momento. -Cunto combustible quedar a nuestra llegada a Venus? -pregunt al fin. Javin mene la cabeza dubitativamente. -La mitad aproximadamente del necesario para vencer la atraccin gravitatoria en el viaje de vuelta -replic con su habitual sangre fra. -Eso significa que no podremos regresar -intervino Jetheroe que haba palidecido considerablemente. -No, hasta que nos recoja otra astronave -confirm Javin. Y dirigindose a Ted aadi-: Dselo al radio y que ste comunique lo ocurrido a la base de El Cairo.53

Acto seguido desapareci en su compartimiento. -Tenemos mala suerte -coment Jetheroe rascndose la cabeza con ademn pensativo-. Romperse el espejo solar! Temo la reaccin de Sophie cuando se entere. Vamos a tener una escena. -No la tendremos porque no hay necesidad de que lo sepa -replic Drummond-. Retrasaremos la vuelta con cualquier pretexto para dar tiempo a que la base enve a por nosotros. Una semana ms o menos no tiene importancia. Jetheroe se puso en pie. -Voy a decrselo a Jake -decidi. Drummond reflexion contrariado sobre lo acontecido. Tiempo atrs, cuando las astronaves eran diez veces mayores y llevaban consigo todo el combustible necesario para una expedicin, el enojoso incidente no habra sobrevenido. La aplicacin del espejo solar simplific considerablemente las estructuras, pero dejaba un amplio margen de riesgo. El espejo constaba esencialmente de una54

lmina curvada de metal pulido que concentraba los rayos solares sobre tubos llenos de mercurio. El intenso calor evaporaba el mercurio y por consiguiente, el vapor obtenido accionaba los turbogeneradores. La superficie reflectora era de ciento cincuenta metros cuadrados y su produccin de ochenta kilovatios de potencia elctrica; ms que suficiente para las necesidades de la astronave. Una vez que el mercurio realizaba su trabajo en los turbogeneradores, se enfriaba en conductos situados detrs del espejo y se utilizaba nuevamente. La voz de Jake Atartuk, le sac de su abstraccin. -Malas noticias, Drummond -dijo con acento asaz preocupado-. Nos hemos metido en un callejn sin salida. Ted levant la vista y hall en el rostro del radiooperador y en el de Jetheroe, expresiones de alarma un tanto exageradas a su juicio. -Has informado a la base, Jake? -Un presentimiento indefinido le acababa de asaltar.55

-Te has detenido a pensar que la antena emisora se halla instalada en el mismo eje que el espejo solar? -replic Atartuk con otra pregunta. A Ted se le hel la sangre en las venas. -Tambin el meteorito...? -dej sin acabar la frase ante el gesto afirmativo del radio. -Arranc de cuajo el eje sustentador -explic-. Segn el registro del radar, el causante de la catstrofe fue un residuo astral del tamao de un guisante. -Habr posibilidad de sustituir la antena, supongo apunt Ted. -Ninguna. Para qu nos vamos a engaar? Jetheroe sac un pauelo y se sec el sudor de la frente. -Estamos perdidos. Jams regresaremos a la Tierra. Ted mir instintivamente la pantalla visual. El oscuro disco de Venus apareca ahora tan agrandado que podan apreciarse con claridad incluso los repliegues de su superficie.56

-Tenemos vveres para un mes -dijo-. Como nuestra misin exploratoria no requiere ms de una semana, es presumible que alguien se acuerde de nosotros. Atartuk sonri. -Nos ensearon a ser optimistas en la Escuela de Preparacin Astrofsica -declar-. No os acordis? Jetheroe quiso devolverle la sonrisa pero su expresin se convirti en una mueca que no pudo por menos que hacer rer a Ted Drummond. -No hablemos ms del asunto -decret ste-. Ni una sola palabra, entendido? Si no volvemos, estableceremos una colonia en Venus -agreg humorsticamente. -Perders la apuesta, Ted -dijo Jetheroe, aliviado por el tono despreocupado del comandante de la astronave. -Quiz...

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*

*

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Tres horas ms tarde, la quinta expedicin terrestre posaba sus plantas en el planeta Venus. Cuatro hombres y una mujer cuyas misiones consistan en tramitar los formulismos legales inherentes a las misteriosas muertes de un grupo de semejantes. Ted Drummond era uno de tantos miembros de la Polica del Espacio. Y como tal, su labor no era otra que investigar, atar cabos y presentar los informes completos de los casos que se le encomendaban. Una profesin fascinante y de amplias perspectivas. Pero en aquella ocasin, Ted presenta que el desarrollo de la investigacin iba a ir aparejado con siniestras complicaciones. Tal vez esta impresin se debiera a la extraa coincidencia de las muertes de Karl Kasvin y su padre. La llegada de la astronave tuvo lugar a la iniciacin del crepsculo vespertino. A Sophie Kasvin le fue reservado el privilegio de salir primeramente. Su mirada recorri ansiosa la extensa58

planicie griscea orlada en sus alrededores por gigantescas formaciones rocosas que delimitaban el horizonte visual. La temperatura era ms bien clida. Sin embargo, la aspiracin del aire comunicaba a los pulmones una agradable sensacin refrescante, debido a la excesiva saturacin de oxgeno. Un murmullo lejano se dejaba or como un trueno prolongado. El rumor, contrastando con el sepulcral silencio del paraje, pona una nota inquietante, sobrecogedora. -El Mar Negro! -dijo Charles Javin agudizando el odo. No escuchis el bramido de sus olas? Ted se estremeci y mir a Sophie. En aquel momento una densa cadena de nubarrones rojizos ocult el radiante semicrculo solar. Una extraa penumbra cay sobre los terrestres que, atnitos, contemplaban la inhspita regin venusiana. Inconscientemente, Sophie se alz el cuello de su sweater en un instintivo ademn de proteccin.59

-Hace fro -dijo castaetendole los dientes. Atartuk consult el diminuto termmetro adosado en la esfera de su reloj. -Veintisis grados -repuso-. El fro que sentimos es un puro reflejo nervioso de nuestros pensamientos. Ted Drummond ech a andar hacia una cercana elevacin del terreno. Breves minutos despus se hallaba en lo alto de un promontorio desde el que se dominaba un espectculo impresionante por su grandeza y siniestra significacin. A la tornasolada luz del crepsculo brillaba la pulida superficie de un mar negro como el bano. Se extenda en el horizonte hasta el infinito. A los pies de Ted, a ms de doscientos metros de profundidad, un ligero oleaje rompa contra los acantilados produciendo un rumor acompasado, de rtmica frecuencia y pastosas resonancias. Drummond cogi un guijarro de gran tamao y lo arroj con fuerza. Un escalofro de horror le recorri el60

espinazo al contemplar el indescriptible remolino que se origin al caer la piedra. Surgi un embravecido surtidor que desparram el agua en todas direcciones. Por espacio de unos segundos, aquella pequea zona del mar pareci hervir y crepitar. Luego sobrevino la calma. Con el alma encogida por el espanto, Ted Drummond dio media vuelta y se tropez con Sophie Kasvin que se hallaba detrs de l. -Lo viste? -pregunt roncamente. La muchacha asinti. -Un mar viviente...! -Las palabras brotaron de sus labios como impulsadas por una mente alucinada-. Mi padre tena razn.

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CAPTULO IV EL FRACASO DE UN POLICA

Jetheroe Benchley efectu una ltima anotacin en la tabla del anlisis y descans breves segundos. Sus afiladas y ratoniles facciones, el intenso fulgor de sus pupilas y la tensa y envarada posicin que mantena frente al laboratorio porttil, evidenciaban que se hallaba ante un descubrimiento de incalculable magnitud. Con sumo cuidado tom una diminuta cpsula transparente que contena un lquido negruzco y la deposit en un agujero abierto en el suelo. Luego recubri ste con una capa de plomo fundido que chisporrote al contacto de la fina arenilla. Acto seguido se volvi hacia sus compaeros. -La fantasa ms desbordada no puede imaginar ni remotamente la composicin del Mar Negro -explic con acento doctoral-. Voy a poneros un ejemplo de lo que son62

estas aguas. Es la nica forma de concretar una idea aproximada. Suponed por un momento que el Ocano Pacfico sufre una evaporacin total y que el foso resultante es rellenado de hombres, vegetales y animales de todas las especies. Desde una distancia cercana podrn ser

distinguidos los detalles parciales de la enorme masa viviente. Pero si el observador se eleva por encima del foso a una altura, digamos que de cinco mil metros, no ver sino un conjunto armnico muy semejante a un mar en calma. No obstante, nosotros sabemos que en dicho mar anida la vida en todas sus manifestaciones. Los seres humanos y los animales subsistiran en unas condiciones misrrimas; pero subsistiran. Aprisionados, codo con codo, cabeza con cabeza, enzarzados en una lucha perpetua y encarnizada, devorndose sin piedad y privados de los ms elementales sentimientos, su visin ofrecera un cuadro de repugnancia y ferocidad, que una mente racional repelera espantada. se es el aspecto que presenta bajo el microscopio el Mar63

Negro. Infinidad de clulas vivientes perfectamente organizadas que se debaten en un mundo apelotonado. Cada una de estas clulas, y esto es lo ms asombroso, posee incluso inteligencia propia. -Sugieres que las clulas obran impulsadas por motivos inteligentes -apunt Ted. -Exactamente. Recuerdas la carta que Karl Kasvin envi a tu padre desde este planeta? El joven asinti. Milagrosamente, aquel documento pudo ser salvado casi ntegramente de la terrible destruccin. -En ella deca Kasvin -sigui Jetheroe- que las aguas del Mar Negro eran peligrosas y sta fue la razn por la que no se atrevi a analizarlas. Al desor tu padre los consejos sucumbi aniquilado por el poder corrosivo de las mismas. Dicho en trminos ms adecuados no es un poder corrosivo. Las clulas vivientes atacan, muerden, devoran insaciables. Ah tienes la explicacin.64

Charles Javin ley el anlisis y pregunt: -Y cmo es posible que dichas clulas no invadan la superficie del planeta? -No pueden. Te ocurrira a ti lo propio si te depositaran en el fondo de una sima cuyas paredes no ofrecieran el debido asidero. Ahora bien, si llegara el da en que su excesiva reproduccin hiciera que el nivel ascendiera, pongo por caso, veinticinco metros, entonces sera otra cosa. Ted se rasc la cabeza pensativamente. Javin consult la hora y luego, su mirada explor los alrededores. -No se retrasan demasiado Sophie y Jake? -pregunt dirigindose a Ted. -Tal vez hayan encontrado algo interesante -contest-. Echar un vistazo al localizador -Te acompao -decidi el piloto-. Vienes, Jetheroe?

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-No -repuso Benchley-. Puesto que ya he finalizado mi trabajo, voy a replegar los tiles de laboratorio para acondicionarlos ms tarde a bordo de la nave. Drummond y Javin salieron de la tienda de campaa y se dirigieron hacia la astronave. Al pasar por delante del aposento plstico de Sophie, Ted oje el interior. -No est aqu -dijo a Javin. -Es curioso -coment el piloto-. Aseguraron que vendran a la hora del almuerzo. -Lo orden yo -el acento de las palabras de Ted son con una dureza que a Javin se le antoj innecesaria. Aquel era el tercer da, segn el horario terrestre pues la evolucin de Venus sobre su eje era en tres horas ms rpida que la de la Tierra, que la expedicin llevaba en el planeta. Drummond y sus hombres haban efectuado diversas exploraciones y, en cuanto al objetivo primordial, la investigacin de la muerte de Kart Kasvin, todava no se haba podido resolver nada.66

El grupo se hallaba acampado en el mismo lugar que se posara la astronave, punto cuidadosamente escogido por Drummond por creerlo cercano al que se instal la expedicin del profesor Kasvin. Ted entr primero en la astronave. Un respingo de ansiedad se escap de sus labios al contemplar el luminoso cuadro del localizador. La esfera correspondiente al control de Jake Atartuk, se haba oscurecido, mostrando ahora una coloracin violcea que contrastaba vivamente con el fulgor carmes de las cuatro esferas. -Qu ocurre, Ted? -inquiri Javin un tanto

sobresaltado. -Mira! -exclam Drummond sealando la mortecina luz de la esfera. -Santo Dios! Algo le pasa a Jake! -Javin se aproxim al cuadro de control-. Hay que ir inmediatamente en su ayuda!

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Ted verific mentalmente la situacin de Atartuk. No emple para ello ms de un par de minutos. El localizador era un sencillo receptor de ondas

electromagnticas, provisto de tantas esferas como el nmero de emisoras. Cada emisor, ajustado a la tapa inferior del reloj de pulsera, tena dos dispositivos esenciales; uno que indicaba al receptor la situacin exacta de la persona que lo llevaba y otro, regulado con el pulso sanguneo de dicha persona, que transmita las variaciones al vibrador luminoso de la pantalla esfrica. Un pulso normal haca aparecer la esfera de un color rojizo uniforme; una sensacin de angustia, sorpresa o miedo, era representado por bruscas oscilaciones en los matices fundamentales. Y la muerte, o cese del pulso, converta la esfera en un disco negro. El tono violceo que ahora tena la correspondiente a Jake Atartuk significaba el lento latir de una persona herida, vctima de una gran hemorragia.

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Sophie Kasvin entr en aquel momento. Su rostro revelaba la excitacin. -Hall los restos de la astronave de mi padre -inform sacando un cuaderno de notas-. Aqu he indicado la posicin. Pude verlos desde lo alto de un acantilado. Pero... qu les ocurre? Pasa algo, Ted? Drummond la cogi del brazo y la hizo salir de la astronave. Detrs les sigui Javin. -Jake est en peligro -inform Drummond-. Hemos de darnos prisa si queremos llegar a tiempo. Dnde le dejaste? -Nos separamos har una hora -replic la joven-. Dijo que quera investigar un bosque de tamariscos. Me pidi que le esperase, pero no lo hice por considerar que se nos hara tarde. Quedamos en regresar cada uno por su cuenta. Jetheroe se les uni y, juntos, partieron en la direccin que el localizador indicaba. El punto marcado por las

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saetas se hallaba a una distancia de unos tres kilmetros al sur. El trayecto fue cubierto en media hora. A lo largo del mismo, el grupo atraves una profunda caada, desprovista de vegetacin, cuyos oscuros farallones unidos al impresionante silencio que los enmarcaba converta el paisaje en algo ttrico, repelente por su falta de vida. Poco despus de la desembocadura vena una serpenteante franja de agua, cristalino arroyuelo plateado, que tuvieron que vadear, no sin antes vencer los naturales temores. El paraje cambiaba totalmente a la otra parte del riachuelo. Extensas fajas de suelo cubiertas de un verdor intenso, casi azulado, eran el anticipo de los gigantescos bosques que se vislumbraban difusamente en un lejano horizonte. Sophie ech a correr hacia un bulto fcilmente visible. Era Jake Atartuk.

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Jetheroe, Drummond y Javin rodearon inmediatamente el ensangrentado cuerpo de su compaero. La estupefaccin se pint en el rostro de todos. Ted se inclin sobre Jake y le tom el pulso. Al incorporarse, su rostro revelaba una expresin indefinible. -Est muerto -dictamin con siniestro acento-. El canalla que lo hizo saba bien dnde estaba su corazn. Y con ademn pausado pero firme, Drummond estir de la empuadura de un estilete hasta extraer del pecho de Jake la afilada y roja cuchilla de acero. -Fabricado en Estambul -declar fijando su mirada acusadora en Sophie. La muchacha sinti vacilar sus piernas y la cabeza comenz a darle vueltas. -Qu... qu quieres decir, Ted? -balbuce horrorizada ante la expresin de sospecha de su amigo.

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-Nada

-fue

la

respuesta

de

Ted.

Envolviendo

cuidadosamente el estilete en un pauelo lo guard en un bolsillo-. Regresemos. Dentro de unos minutos anochecer. Ted Drummond complet el revelado fotogrfico y acto seguido llam a Sophie. La muchacha penetr en el aposento de la astronave con el rostro demudado y la indignacin brillndole en sus hermosos ojos. -Insinuaste delante de todos que mat a Jake! -exclam colrica-. Me insultaste vergonzosamente! Lo he dicho a los dems! Y sabes lo que me han contestado? Nada...! escupi furiosa-. Has conseguido que sospechen de m! Que crean que soy un asesino...! Ted la mir con expresin inescrutable. -Eres la nica persona en Venus de quien se puede sospechar. Te marchaste con Jake. Los dems quedaron conmigo.

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-Maldito seas una y mil veces! -exclam Sophie con el semblante congestionado-. Aprendiz de polica...! Te crees muy listo, verdad? Pues no conseguirs jams demostrar que le mat! Drummond extendi ante Sophie una cartulina blanca y un pequeo tampn de tinta azul. -Quieres marcar tus huellas dactilares? -pidi haciendo caso omiso de la explosin de ira que en aquel momento alcanzaba su punto culminante-. Si eres inocente, se sabr ahora mismo. Sophie le fulmin con la mirada. -Sers capaz...! -su diestra abofete por dos veces la mejilla de Ted. El comandante de la astronave realiz un supremo esfuerzo por dominar sus nervios. Con un impulso repentino asi la mueca de Sophie y la oblig a poner su dedo ndice en el tampn y luego sobre la cartulina.

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-Puedes marcharte, si lo deseas -dijo tomando la cmara fotogrfica y disponindose a retratar la cartulina. -No, Ted. Prefiero quedarme... -las slabas pronunciadas por Sophie saltaron en el aire como escamas de acero incandescente. Por espacio de unos minutos, Ted permaneci abstrado en la labor de fotografiar, revelar y ampliar las caractersticas de las huellas digitales impresas en la cartulina. Luego las compar con las obtenidas en la empuadura del estilete. Sus mejillas enrojecieron violentamente. La

incredulidad le transform el rostro en una cmica mscara. Sophie se alz del asiento y avanz hacia l, crispados los puos y desafiante la barbilla. -Qu? No tienes nada que decir...? Ted trag saliva.

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-No lo comprendo -dijo roncamente-. Habremos de creer en la hechicera. Perdname, Sophie... La muchacha apret los labios, para acallar sin duda el tropel de frases dictado por el odio, y sali del compartimiento dando un portazo que retumb en toda la astronave.

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CAPTULO V CARGAMENTO SINIESTRO

Ya vuelve la astronave de Drummond! -exclam Renato Spinola sealando el cielo-. Ahora vuela ms bajo todava! Hassan hizo un gesto de fastidio. -Van a hacernos perder un tiempo precioso -dijo-. Por qu no se irn al diablo de una vez? Jane termin de retocarse los labios con la barrita de carmn y se contempl en el espejo de bolsillo. -Deben estar frenticos -coment-. Ese Drummond, no es polica? -Y de los buenos -replic Chuck Matews. -De nada le servirn sus cualidades -Spinola se agazap tras un enorme helecho a fin de no ser visto por la astronave-. Imagino la cara que pondra cuando encontr el

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cadver de su amigo. Fue un buen detalle dejarle clavado el estilete. Hassan sonri. -Un detalle casual -declar modestamente-. Lanc el cuchillo desde una distancia de veinticinco metros y pens que no vala la pena recogerlo... El atronador rugido de los motores de la astronave ahog las palabras de Hassan. Al cabo de unos segundos, Spinola se puso en pie y se sacudi el traje. Galantemente ayud a Jane a levantarse. -Esperemos que no haga otra aparicin -dijo Chuck-. Est a punto de anochecer. Hassan se abri paso entre la espesa vegetacin y lleg hasta la cohetenave que les haba conducido a Venus Un hombrecillo de edad indefinida y cabellos grises le sali a su encuentro.

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-He recapacitado sobre su oferta, seor Belhul -dijo esbozando una dbil sonrisa-. De ahora en adelante trabajar para ustedes. -Lo saba, Cyrus -contest Hassan sin hacerle demasiado caso-. No le quedaba otro remedio. El llamado Cyrus irgui su esmirriada humanidad en un vano intento de aparentar firmeza. Sus negros ojillos centellearon. -Est usted muy seguro de poder comprar mis servicios! -exclam-. No crea que le temo, seor Belhul! Hassan alz sus negras cejas. -Quin habla de miedo? -inquiri un tanto despectivo-. nicamente le dije que pilotara la astronave al regreso y que le pagara por ello. -S, pero y despus? -Usted es lo suficiente inteligente para comprenderlo. sta no es una expedicin legal y por lo tanto su labor es tan delictiva como la nuestra. Forzado o no, usted est fuera78

de la ley. No ignora cul es el castigo. Se lo repetir no obstante: la muerte en las cmaras de radiacin. Trabajando a nuestro lado vivir muchos aos, Cyrus. Y dispondr de dinero. Cmo voy a suponer que va usted a negarse a colaborar en esta empresa? El piloto avanz un paso. -Toda la vida he sido un hombre honrado! -galle-. Y an lo soy! Hassan sonri. -Quiere decir que se vuelve atrs? Cyrus se mordi los labios. -Imagine que s -contest tras una breve pausa-. Qu ocurrir? -Nada. El hombrecillo se desconcert. Sin embargo, se sobrepuso. -S ocurrir -dijo-. Ninguno de nosotros volver a la Tierra.79

-Necio! -escupi Hassan. -Piensa que me puede obligar? -Cyrus se mostraba ahora con una energa rayana en el fanatismo-. Prubelo, tortreme, intente la fuerza conmigo. S lo que se propone, Hassan. He escuchado las conversaciones de ustedes. Quieren dominar la Tierra valindose de esa maldita agua viviente. Pero escuche bien, Hassan; su diablico proyecto fracasar. Ni usted ni sus hombres saben pilotar una astronave. Y yo morir antes que ser un traidor... Hassan le cogi de un hombro y le zarande. -Est usted loco, Cyrus -le increp-. Hace un momento dijo que aceptaba mi oferta y ahora retrocede como un cobarde. Qu clase de tipo es? Cyrus encogi la boca en un rictus triunfal. -Confieso que estuve a punto de caer en sus manos -dijo desasindose violentamente de Hassan-. Pero usted mismo me hizo ver claro. Me acus de ser tan canalla como los

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dems. No estoy an fuera de la ley, ni lo estar jams mientras no regrese a la Tierra. Mtase eso en la cabeza! Hassan le mir impvido. -Va a quedarse toda la vida en Venus? -pregunt con un dejo de irona. -Yo dispongo de mi vida. -Cyrus pareca otro hombre. Dueo de s mismo, revelaba una fuerza de voluntad que contrastaba con su apocado aspecto-. Dispongo de mi vida, Hassan -repiti-. Si usted me la quita me ahorrar tal vez un trabajo. -Por m puede usted suicidarse cuando quiera -Hassan dio media vuelta y se alej. Cyrus contempl su marcha sonriente. Cuando perdi de vista a su adversario se introdujo en la astronave. Por espacio de varios minutos manipul la radio. Al fin logr establecer contacto con una emisora terrestre. Una satisfaccin sin lmites le invadi. Hassan Belhul era muy listo, o por lo menos as lo crea l. Pero, sin embargo, no81

dio muestras de ello al prohibirle que abandonara la astronave. Crea sin duda que una promesa de dinero sera suficiente para comprar su fidelidad. O tal vez le supona demasiado cobarde para intentar rebelarse. Pues bien, ahora sabra quin era Cyrus Smiht... Acerc su rostro al micrfono. -Atencin... Habla Cyrus Smiht desde el planeta Venus -su voz era expectante-. Pueden escucharme?... -Observatorio sismogrfico de Calcuta a la escucha respondi otra voz a travs del altavoz-. Le omos perfectamente. Hable. Cyrus se gir para percatarse de que se hallaba solo. Su rostro se transfigur en una horrible mueca al contemplar a espaldas suyas a Hassan Belhul. ste estaba de pie, en el umbral de la portezuela y en su diestra refulga un revlver. Sonrea. Son un chasquido. Cyrus se tambale un instante y cay despus con el crneo destrozado.82

Hassan cort la conexin.

*

*

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Chuck Matews regres tan sigilosamente como se haba ido. En la penumbra nocturna sus burdas facciones denotaban excitacin. -Drummond y los suyos tienen el campamento a cosa de cuatro o cinco kilmetros -inform a Hassan Belhul-. No cre que pudiramos estar tan cerca de ellos. Si nos llegamos a descuidar, aterrizamos en sus propias narices. -Aterrizamos? -se burl Renato Spinola. -Pues, cmo se dice? -Dejad esa cuestin -intervino Hassan. Y dirigindose a Chuck pregunt-: Marcaste en el mapa la situacin de Drummond? El interpelado mostr el mapa.

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-S -contest-. Esta cruz roja es la seal. Como vers, se hallan en la misma orilla que nosotros, justamente donde se inicia la regin Aex Nubium. La astronave de ellos se encuentra en una planicie circundada por rocas baslticas. Tuve que escalar una de stas para poderla ver. -No es una proximidad demasiado casual? -quiso saber Jane. Sus oscuras pupilas brillaron de un modo raro. -Qu insinas? -Hassan fij su vista en ella. -Que nuestro amigo el piloto quiso jugrnosla -replic Jane-. Tal vez pensara que Drummond nos descubrira. -Es difcil suponer que Cyrus supiera la situacin exacta de Drummond -terci Spinola encendiendo un cigarrillo. -No tan difcil -insisti la atractiva joven-. Lo lgico es que Drummond eligiera el mismo lugar que el profesor Kasvin. Y todo el mundo sabe por los peridicos, donde aterriz Karl Kasvin. No cabe otra explicacin. En un mundo tan grande como ste no puede deberse a una casualidad que dos astronaves caigan tan cerca una de otra.84

-Jane tiene razn -declar Hassan con expresin pensativa-. Pero Cyrus, lejos de perjudicarnos, nos ha hecho el gran favor -y levantndose del suelo aadi-: Bien, muchachos! Qu tal si empezamos la faena? -De perlas -respondi Spinola captando el asentimiento de todos-. Vamos all. Chuck Matews se ausent unos minutos. Al cabo de stos regres tripulando un pequeo vehculo en el que, sobre la plataforma posterior, haba tres recipientes metlicos de regulares dimensiones. Jane, Spinola y Hassan se acomodaron a bordo del diminuto tractor. Un cuarto de hora despus arribaban al borde de un acantilado. La dbil iluminacin producida por los efluvios astrales mostr en toda su impresionante grandeza la espectacular negrura del mar viviente. Un leve rumor siseante evidenciaba, mejor que la visin, el batir de las olas contra las rocas.85

Matews y Spinola extrajeron el cadver de Cyrus de entre los recipientes. A un gesto de ellos Hassan replic afirmativamente. El cuerpo del piloto fue arrojado al vaco. Al chocar contra las aguas son un seco chasquido. Luego sucedi algo horrible. El cadver flot normalmente por espacio de varios minutos; y en un abrir y cerrar de ojos se desgarr en mil pedazos como descuartizado por una jaura de perros rabiosos que se disputasen la presa. Cada uno de los fragmentos sigui la misma suerte hasta convertirse en invisibles residuos. En una considerable extensin de mar se produjo algo parecido a una tromba. Rugiendo, crepitando y en una indescriptible confusin de torbellinos, las aguas dieron la sensacin de querer escapar de su lecho. Tard bastante tiempo en renacer la calma. Tanto como necesit el grupo de facinerosos en salir de su estupefaccin.

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-Diablos! No debe ser muy agradable caer ah. Spinola se limpi el sudor de la frente. Jane intent retroceder pero sus piernas flaquearon. Se asi al brazo de Matews. -Es horrible! -gimi temblorosa-: No lo hagas, Hassan! Esas aguas nos traern la maldicin! Regresemos pronto a la Tierra! Hassan permaneca como hipnotizado. La voz de Jane le sac de su ensimismamiento. Tena las facciones plidas y los labios cenicientos. -No digas tonteras, Jane -murmur-. ste es el poder ms grande que la Tierra conocer. Todas las naciones se rendirn a nuestros pies. Manos a la obra, muchachos! Descargad la gra... Sujeto por un fuerte cable de acero, el primer recipiente descendi rozando casi las paredes del acantilado. Al entrar en contacto con el mar renaci otra vez el anterior crepitar.

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-Van a devorarlo tambin! -exclam Spinola- El cable no resistir! -Me parece improbable -respondi Hassan asomndose cuidadosamente para comprobar si el recipiente se haba llenado-. El acero es infinitamente ms resistente que la roca. Izadlo ya! Cuidado...! Da una sacudida al cable, Matews... Es preferible que el barril no se llene sino en sus tres cuartas partes... Eso es, ahora a la izquierda! Despacio. Spinola... Bien, ya est! Aprtate, Jane... Renato Spinola hizo maniobrar la gra a fin de que el recipiente se posara con suavidad en el suelo. Una vaharada irresistible de descomposicin impregn el aire. Matews, que se hallaba ms cerca, se tambale presa de un vahdo. -Pronto, Matews! -demand Hassan-. Coloca la tapa...! El aludido realiz un esfuerzo sobrehumano para vencer la repugnancia. Con febril pulso encaj la tapa y la enrosc88

hasta quedar hermticamente ajustada. Despus, la gra volvi a levantar el barril y lo traslad al interior del tractor. La operacin se repiti anlogamente con los otros dos recipientes. Matews y Spinola se acomodaron en el vehculo partiendo de nuevo hacia la astronave. Regresaron trayendo tres barriles ms. Durante gran parte de la noche, el grupo llev a cabo la siniestra labor de aprovisionamiento. Cuando, por fin, sta hubo concluido, Hassan se apercibi de la ausencia de Jane. -Habis registrado bien todos los compartimientos? pregunt a Spinola que surga en aquel momento de la cabina del piloto. El italiano asinti en silencio. -Ya volver -dijo Matews mirando con aprensin la enorme hilera de barriles que se alineaba en la cmara de combustibles-. Me pareci orle decir que tena la cabeza a punto de explotar. No me extraa que fuera a respirar un poco de aire puro. Esa peste no hay quien la resista.89

-Esa peste vale lo que todo el oro del mundo -coment Hassan-. Cuntos daran la mitad de sus vidas por poseerla! Renato Spinola tom asiento y encendi un cigarrillo. -El trabajo principal termin -declar-. En esa cmara hay cerca de diez toneladas de agua viviente. Pero ahora viene lo bueno. Quin se encargar de pilotar la astronave? Recuerdo que dijiste que no nos preocupramos de un detalle tan insignificante. Yo no me preocupo; sin embargo, me agradara conocer tus planes. Hassan sonri. -El encargado de conducir la astronave a la Tierra ser el piloto de Drummond o el mismo Drummond. Matews dio un respingo. -Te asombras? -la voz de Hassan adquiri un retintn sardnico. -Me pregunto cmo te las arreglars para conseguirlo dijo Matews-. Quiz a estas horas, Drummond est preparando las maletas para largarse.90

Spinola se movi con intranquilidad. -Eso digo yo tambin -corrobor-. Fas demasiado en tu suerte. Hassan recarg el matiz irnico de su sonrisa. -Drummond no se ir de Venus sin tratar de averiguar quien se carg a uno de sus hombres. No olvidis que ante todo es un polica. En las caras de los dos secuaces se pint el alivio. Sin embargo, el desasosiego nervioso de Spinola no ces. -No me tengo por miedoso, Hassan -dijo-. T lo sabes bien. Pero tengo curiosidad por conocer cmo libraremos la batalla. Nosotros somos tres nada ms. Jane no cuenta. -Os lo explicar. A ver ese mapa, Chuck. -Hassan extendi el pliego sobre la mesa y seal un punto-. Dijiste que Drummond tena su campamento aqu, no es cierto? Chuck Matews asinti. -Pues bien -continu Hassan-. Creo recordar que el lugar est resguardado por elevadas rocas. Antes de que91

amanezca, situaremos en lo alto de una de ellas un barril de agua viviente conectado a un dispositivo de largo alcance. Luego nos enfrentaremos a Drummond. Y si se niega a prestarnos su piloto... -Comprendido -declar Spinola-. Despearemos el barril sobre el campamento. -Con ligeras variantes, se ser el plan. -Variantes, de qu ndole? -quiso puntualizar Matews. -Ser cosa de estudiarlo ms detenidamente -contest Hassan-. De momento basta saber que nadie de la expedicin de Drummond deber quedar con vida. Nadie excepto el piloto o el propio Drummond. Luego, al llegar a la Tierra, nos encargaremos de l tambin. Spinola consult el reloj. -Jane no regresa -dijo-. Ser cuestin de buscarla. -Temes que le haya ocurrido algo? -inquiri Matews. El italiano mene la cabeza dubitativamente.

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-Nunca me gust que viniera con nosotros. Las mujeres se pintan solas para complicar los problemas. Imaginad que se haya perdido. Una luz siniestra brill en los oscuros ojos de Hassan. -Alguno de vosotros llorara su prdida? -pregunt. Matews sonri con una mueca de complicidad. -Siempre dije que eres un chico inteligente, Hassan coment pavonendose por haber captado la intencin de su jefe. -Pero no tendremos tanta suerte -objet el propio Hassan-. Jane aparecer. Y entonces tendremos que hacerla desaparecer... para siempre.

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CAPTULO VI HASSAN NECESITA UN PILOTO!

La exploracin area no dio el resultado apetecido. Los bosques eran demasiado espesos y bajo ellos poda ocultarse no ya una astronave, sino ciudades enteras. En vista de ello, Ted Drummond organiz una batida que tambin fracas. Estaba avanzada la noche; tres horas ms tarde amanecera. Sophie dio muestras de cansancio. Se cogi del brazo de Charles Javin e intent disimularlo, pero Ted se apercibi. -Descansaremos aqu -orden al tiempo que se detena-. Falta un buen trecho an para llegar a la astronave. -Como cunto? -inquiri Jetheroe Benchley. Drummond consult su localizador de pulsera. -Un par de kilmetros -contest.

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-Poca cosa -Benchley hizo ademn de continuar-. Media hora aproximadamente. Drummond neg con la cabeza. -ste es un buen sitio para acampar. Al amanecer regresaremos. No me agradara perderme. Javin se apoy lnguidamente sobre el tronco de un formidable rbol. -Coincido contigo -declar-. Los dos kilmetros se convertiran en una docena por lo menos. No he visto en mi vida laberintos ms complicados. La decisin de Drummond fue acatada. Poco despus todos dorman. Ted se despert sobresaltado. Crea haber sido vctima de una pesadilla pero los sentidos no le engaaron. Algo sobrenatural suceda; algo que al principio no supo definir ni explicarse. Mir a su alrededor intrigado. Al dbil fulgor de las estrellas todo apareca en calma. Vio los cuerpos en reposo de Sophie Kasvin, Jetheroe Benchley y Charles95

Javin. La muchacha, recostada sobre una mullida capa de helechos, respiraba plcidamente y sus facciones tenan una ternura que recordaba la angelical expresin de una nia. Sin saber por qu, Ted se sinti conmovido. Quiz fuera debido a la inquietante sensacin de peligro que flotaba en el ambiente. Drummond se puso en pie. Extrajo del cinto la pistola y dio unos cuantos pasos tratando de averiguar la causa de su repentino desvelo. A unos cincuenta metros de ellos comenzaba el bosque. El imponente y majestuoso sombreado de los rboles se recortaba difusamente en la penumbra de la noche. No se mova un hlito de aire. Reinaba una tibieza casi clida. Ted volvi a tenderse en el suelo. Intent convencerse de que sus aprensiones eran infundadas. Cerr los ojos y procur reanudar el sueo. De pronto cay en la cuenta de lo que ocurra. No poda ser otra cosa. El silencio se oa... No era un murmullo ms o96

menos uniforme ni un sonido caracterstico. No. Aquel susurro continuado era el mismo silencio, acentuado, preado de vitalidad. Algo muy semejante a la acorde respiracin de millones de seres ocultos. Un escalofro recorri su espinazo. Ted no era cobarde y fuera de toda presuncin, estaba convencido de ello. Pero ahora tena los miembros paralizados por el terror. Sinti sus axilas empapadas de sudor y la boca reseca. Por un momento estuvo a punto de despertar a sus compaeros. Necesitaba escuchar sus voces, compartir los temores, identificar sus sensaciones. Se retuvo pensando nicamente en Sophie. Ella no deba sorprenderle en tal estado de nimo. Un hombre excitado por el miedo no era un espectculo ilusionador a los ojos del ser amado. Nunca hasta entonces anhel tanto el amanecer. Consult el reloj y efectu un rpido clculo mental. Faltaban an dos horas para la aparicin del Sol.

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El misterioso susurro se acentu. A la memoria de Ted acudi una espeluznante imagen, creada por su propia fantasa. Le pareca estar viendo el sinuoso avance de una compacta masa de reptiles. Estaba seguro de que esta visin de pesadilla concordara exactamente con lo que sus odos captaban. Era una absurda asociacin de ideas pero se haba adherido a su mente hasta tal punto que jams podra desligarla de ella. Se dijo para tranquilizarse que Venus era un mundo deshabitado. Aparte del Mar Negro, no exista la menor muestra de vitalidad animal. La muerte de Jake Atartuk era una incgnita de otra ndole. La procedencia del pual hallado en su corazn era terrestre, lo que haca suponer en un misterio ms tangible y real que el que ahora se cerna sobre ellos. Transcurri media hora que a Ted se le antoj una eternidad. El inexplicable murmullo, lejos de extinguirse,

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continuaba producindose cada vez ms palpable, con ms siniestras resonancias. El cansancio le rindi. Inconscientemente, un

adormecedor letargo se apoder de l. Un grito desgarrador le devolvi a la realidad. De un salto se puso en pie. Casi inmediatamente cay al suelo vencido por el aplastante peso de una masa pegajosa y caliente que se aferraba a su cuerpo impidindole casi la respiracin. A travs de un revoltijo de tentculos vio a Sophie debatindose intilmente entre la espesa red de unas formas alargadas y contrctiles. Sus gritos resonaban angustiados y cada vez ms dbiles. Ted luch con todas sus fuerzas por desembarazarse del monstruo que le atenazaba. Sus dedos se agarrotaron sobre los elsticos y calientes tentculos Algunos crujieron al ser desgarrados y partidos. Una savia viscosa le impregn las manos. Pero sus esfuerzos resultaron vanos. Aquel horrendo

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ser pareca tener mil brazos. La presin que ejerca contra l no era suficiente para lograr la escapatoria. En otro atisbo fugaz contempl a Benchley y Javin luchando en las mismas condiciones que Sophie. La superficie del suelo estaba cubierta de tentculos

entrelazados, amontonados unos sobre otros, deslizantes cual ltigos vivientes, ora surcando el aire, ora azotando a los cuerpos de los terrestres. Ted se apercibi, en medio de su desesperado debatir de que aquellas formas alargadas y verdes no correspondan a animales de ninguna especie. Eran lianas!... Lianas interminables, procedentes del bosque prximo! Lianas inteligentes que tenan el grosor de las serpientes pitones! Una de las lianas estruj su cintura de forma tal que no pudo evitar lanzar un grito. Instantneamente, la presin ces. Ahora sinti su garganta rodeada. Sus manos se aferraron sobre la resbaladiza superficie vegetal. Un suspiro de alivio brot de sus labios al sentirla quebrada. Ensay a100

repetir los gritos. Como por arte de magia not que los tentculos aflojaban su fuerza. Inesperadamente son un agudo chillido proferido por una mujer. Ted se revolvi dificultosamente para mirar a Sophie. Pero sta no haba sido. Yaca inerte, desmadejada, cubierta de lianas. Slo tena libres la cabeza y los pies. Atnito, Ted desvi la mirada a su izquierda. Entonces vio a Jane. Estaba con los ojos desorbitados, los puos cerrados a la altura de la boca y se tambaleaba vctima del espanto. Sus desgarradores gritos ponan una nota infernal en la escena. Drummond reuni sus ltimas fuerzas y con varios bruscos manotazos apart de s las lianas. stas cayeron a sus pies y se replegaron en direccin al bosque. Ech a correr hacia Sophie. Al pasar junto a Jane exclam: -Contine gritando! No pare ni un segundo!

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La aterrada mujer obedeci redoblando sus mpetus vocales. Entonces sucedi el milagro. Las lianas interrumpieron su labor atacante e indefensas, hostigadas por los gritos estentreos de Ted y Jane, abandonaron sus presas! En menos de un minuto el terreno qued limpio de ellas. Sophie se incorpor ayudada por Ted. Su expresin era la misma que si acabase de salir del infierno. Le temblaban los labios y la barbilla. Sus manos se asieron al cuello de Ted. Intent hablar pero de su boca slo sali un murmullo ininteligible. -Ya pas todo! -anim Drummond mirndola

dulcemente a los ojos-. Pobre pequea! Pasaste un buen apuro... -Oh, Ted! -consigui balbucir ella-. Fue horrible!

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Benchley y Javin, repuestos tambin de la anterior odisea, acudieron junto a ellos. Ya no se acordaban de Jane. -Quin de ustedes es Drummond? Se present Ted. Lo inverosmil de la situacin se le pas por alto. Haban atravesado por un peligro que privaba a la mente de todo raciocinio normal. Encontrar en un planeta deshabitado a una mujer terrestre era algo que escapaba a toda comprensin. Sin embargo, la expresin de Drummond no mostraba el menor desconcierto. -Gracias, seorita... -Jane, Jane Morgan -complet ella. -En nombre de todos, muchas gracias -repiti Ted-. Nos salv usted la vida. Jane enarc las cejas en una mueca de incomprensin. -Qu yo les salv la vida? -inquiri-. A qu se refiere, seor Drummond? Ted seal el bosque.

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-Esas plantas que nos atacaron son sensibles a los ruidos -explic-. Ignoro la razn pero el caso es que a nuestros gritos huyeron. Me di cuenta cuando usted comenz a chillar. Pero de dnde sali, seorita Morgan? Jane mir a todos los del grupo, y en especial fij su atencin en Sophie. Se haba tranquilizado un tanto e incluso lleg a sonrer cuando respondi: -En primer lugar debo decirle que no soy un fantasma... -Seguro que no -interrumpi el cansino Javin

recorriendo con su mirada las lneas de la joven-. Nunca vi un fantasma tan... tan oportuno -complet rectificando lo que iba a decir. Ella se lo agradeci con la expresin. -Me obligaron a venir a Venus -explic-. Y me he escapado para avisarles a ustedes del peligro que corren. Drummond alz las cejas. -Qu clase de peligro? -pregunt.

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-Quieren matarles. Mis compaeros de expedicin son gngsteres de la peor calaa. Han venido a llevarse agua viviente. El asombro cundi en el grupo. Jane refiri brevemente los propsitos de los forajidos. -Quin es el jefe de la banda? -inquiri Drummond. -Douglas Smith -minti Jane-. l fue quien mat a su amigo. Era por casualidad, el piloto? Javin deneg con la cabeza. -El piloto soy yo -dijo modestamente. Jane le escrut fijamente. -Menos mal. Hubieran pasado un buen apuro en el caso contrario. -Por qu huy, seorita Morgan? -pregunt

Drummond receloso. -Llmeme Jane -la joven sonri amistosamente -Bien, Jane, por qu huy? -volvi a preguntar Ted.

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-Ellos me asesinaran tambin. No hace falta ser muy lista para adivinarlo. Constituyo un estorbo peligroso. Uno de los hombres de Douglas localiz el campamento de ustedes. Yo me enter y me dije que jams tendra otra ocasin de escapar y advertirles al mismo tiempo de sus propsitos. Drummond esboz una mueca irnica. -Ha hecho un mal negocio, Jane -coment-. Con nosotros no podr ir muy lejos. Ni siquiera a la Tierra. -Qu quiere decir, Ted? -la incomprensin y el temor se reflejaron en el agraciado semblante de Jane. -Nuestra astronave est estropeada -contest Ted. -Sin posibilidades de arreglo? -Exactamente. -Pero... pero eso es terrible! Y lo dice usted tan tranquilo! -De pronto las facciones de Jane se animaron-. Ah, ya! Podrn, sin duda, avisar a la Tierra de lo que les sucede.106

Ted volvi a sonrer. -Tampoco. La radio no funciona. -Entonces...? -el nerviosismo se apoder de Jane -Entonces tendr usted que luchar a nuestro lado para conseguir la astronave de ese tal Smith. Jane hizo un signo de asentimiento. A pesar de todo, la solucin no pareci agradarle demasiado. Hubo una larga pausa. Las primeras claridades del amanecer comenzaron a amortiguar el velo de las tinieblas. Soplaba ahora un airecillo hmedo y pegajoso que por su desagradable aroma deba provenir del Mar Negro. Drummond se acarici la barbilla pensativamente. -Hay algo que no me explico -dijo-. Cmo pudo usted localizarnos? Nuestro campamento est a dos kilmetros de aqu. Ella no se desconcert.

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-All iba; pero o sus gritos y ech a correr en esta direccin. Creo que tambin escuch la voz de la seorita Kasvin. Drummond record que as haba sido en efecto. Con un gesto se dirigi a sus compaeros. -Bueno, muchachos, qu os parece si regresamos? Tenemos que trazar proyectos. Las cosas han cambiado. Est usted dispuesta, seorita Kasvin? -Ted aludi al cansancio anterior de Sophie. Sophie asinti con un gesto. -Y usted, Jane? Viene con nosotros? No le garantizo ninguna seguridad personal. -He jugado mis cartas -contest Jane-. Si pierdo, mala suerte. -Adelante, pues. Se reanud la marcha a travs del bosque. Despus de la odisea de las lianas ninguno escap al temor de ser atacado nuevamente. Aquellos rboles, las gigantescas108

ramas entrelazadas, los helechos, las flores y hasta la misma hierba parecan emanar un siniestro peligro. Venus era una paradoja. No exista en el planeta vestigio de vida animal; sin embargo, el mundo vegetal y las aguas posean una vitalidad asombrosa. La inteligencia se reparta en las ms absurdas formas. Una inteligencia voraz e insaciable dotada de instintos mortferos. Jane se atrajo a Charles Javin. Y a ste no le desagrad la atractiva compaa. Caminaban bastante y la muchacha no perda ocasin de apoyarse continuamente. Su maliciosa sonrisa era un arma infalible. Una de las veces se detuvo con expresin de cansancio. -Contine usted, si quiere -dijo secndose el sudor de la frente con el antebrazo-. Yo les alcanzar un poco ms tarde. No puedo con mi alma. -No tenemos prisa -dijo-. Esperar a que usted se reponga. -Sabremos ir despus?109

El piloto mostr su reloj de pulsera. -Llevo un localizador conectado con la astronave explic. Jane sinti curiosidad por saber cmo funcionaba el mecanismo. Javin le instruy, refirindole adems la bsqueda de Jake Atartuk por medio del mismo. -Es interesante -murmur ella contemplando el saetero-. No saba que existiera este instrumento. -Fue inventado recientemente. Slo se utiliza en astronutica y es de suma utilidad. Jane puso en orden sus negros cabellos en un gesto de coquetera. Luego levant la vista y mir fijamente a Javin. -Su jefe no parece haberse alegrado mucho con mi presencia -dijo-. Es un chico raro no? -Drummond es un excelente camarada. Y en cuanto a lo que le gusta y lo que no, es difcil averiguarlo. No es muy expresivo y adems ahora se halla preocupado por diversas causas.110

-Y usted? -Jane sonri provocativamente-. Qu opinin tiene de m? Javin se recost en el tronco de un rbol y juguete con una de sus ramas. -Es guapa y tiene buen tipo -decidi escuetamente. -Todos dicen que estoy demasiado gorda. Javin ri indolentemente. Le diverta aquella escena ms por lo inesperada que por su ndole. -Eso depende de los gustos -dijo-. A m no me desagradan las mujeres de su figura. -Lo celebro. Usted tampoco est mal. -Ya lo s. Lo he odo decir muchas veces. Esta vez fue Jane quien ri de buena gana. -La modestia no es una de sus virtudes -declar acercndosele-. Tiene novia? -Va a conquistarme, Jane? -pregunt Javin

imperturbable.

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-Me gustara encontrar un marido como usted. Y ms an en Venus. Es el lugar ms romntico para los enamorados. Javin la mir a los ojos. Pero aquellos ardientes ojos negros no decan la verdad. Sin ser un experto en mujeres, el piloto se apercibi de que estaba siendo objeto de un juego. Motivos? Inconscientemente se encogi de

hombros. En ese instante, Jane crisp sus facciones y su mirada aterrorizada se desvi hacia un lugar situado a espaldas de Javin. El piloto cay en la trampa. Raudo como una centella se gir. Jane aprovech la ocasin y en un rpido movimiento le despoj de su revlver. -Quieto, si estima su vida! -orden al estupefacto Javin-. Deme el reloj! Apretar el gatillo si abre usted la boca!

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Javin se quit el reloj entregndoselo a la mujer. Sus varoniles facciones reflejaban el desconcierto. Jane tom el mecanismo y lo arroj con fuerza al suelo. Luego lo pisote hasta destrozarlo por completo. -Ahora venga conmigo -decret Jane con voz acerada-. Vuelvo a repetirle que si comete una tontera lo pagar con su sangre. Y no se equivoque conmigo. No soy de las que se echan a temblar cuando matan a un hombre. -Qu... qu pretende de m? -balbuce Javin sin salir de su aturdimiento. -Hassan necesita un piloto -explic Jane con un rictus triunfal en sus rojos labios-. Y usted es el nico que hay en Venus. Crea que iba a hacer una conquista eh? -El tono mordaz de la joven se acentu-. Otra vez se andar con ms cuidado. Si esa otra vez llega algn da...

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CAPTULO VII CARA A CARA

Las aguas del mar viviente parecan aquella madrugada estar ms agitadas que nunca. Desde donde se hallaban Ted Drummond y Sophie se oa perfectamente el sordo batir de sus olas contra los acantilados. El aire estaba impregnado de mil sutiles aromas, todos ellos matices de podredumbre y descomposicin. Los densos nubarrones negros se

deslizaban rpidos por el cielo impulsados por un ventarrn fro y desapacible. Era una madrugada de siniestros augurios. Ted, sentado en un taburete a unos veinte metros de la astronave Kandevan, sostena entre sus manos el moderno rifle de repeticin. Un arma poderosa que disparaba cien balas atmicas por minuto. Sus varoniles facciones componan una114

mscara

inescrutable.

Deliberadamente evitaba la mirada de Sophie, adivinando en ella un mundo de rencores y recriminaciones. El silencio se haca por instantes insostenible. Por fin estall la tormenta. Sophie comenz a sollozar. -Ests arrepentida de haber venido verdad? -pregunt Ted en tono sumiso. La muchacha se mordi los labios y mir a Drummond a travs de las lgrimas. Empero su semblante era sereno. -Moriremos todos, Ted -murmur entre dientes-. Este planeta est maldito... -Ya te lo advert a tiempo -Ted le ofreci un cigarrillo y tom otro para s-. Pero tenas un pasaporte en regla y esto vala ms que todos mis consejos. -Mi padre muri aqu. Tena que averiguar lo q