holder #01: pensamiento primordial

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"Un viaje se presenta como la oportunidad de conocer un nuevo continente, compartir experiencias con desconocidos y aprender a convivir con culturas distintas a la nuestra. Para Luck, significa escapar de una vez por todas de la monótona rutina universitaria. Sus vacaciones se complican cuando se ve envuelto en un misterioso acontecimiento que lo llevará a viajar más lejos de lo que nunca hubiera imaginado. Ahora deberá integrar un grupo improvisado de sobrevivientes de distintos mundos intentando detener la conspiración política de una agrupación militante, antes de que ganen suficiente poder para someter la realidad bajo un oscuro régimen distópico con fines desconocidos, ignorando que algo mucho más grande se aproxima sobre ambos bandos: Cuando las barreras entre las dimensiones amenazan con romperse, los Holders deben unir fuerzas para salvar sus distintas realidades de la inminente catástrofe cósmica que se cierne sobre todo el multiverso..."

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"Un viaje se presenta como la oportunidad de conocer un nuevo continente, compartir experiencias con desconocidos y aprender a convivir con culturas distintas a la nuestra.

Para Luck, significa escapar de una vez por todas de la monótona rutina universitaria. Sus vacaciones se complican cuando se ve envuelto en un misterioso acontecimiento

que lo llevará a viajar más lejos de lo que nunca hubiera imaginado. Ahora deberá integrar un grupo improvisado de sobrevivientes de distintos mundos intentando detener

la conspiración política de una agrupación militante, antes de que ganen suficiente poder para someter la realidad bajo un oscuro régimen distópico con fines desconocidos,

ignorando que algo mucho más grande se aproxima sobre ambos bandos: Cuando las barreras entre las dimensiones amenazan con romperse, los Holders deben unir fuerzas para salvar sus distintas realidades de la inminente catástrofe cósmica que se cierne

sobre todo el multiverso..."

No existe traducción correcta para “Holder”.

Su significado varía entre poseedor, portador, titular, custodio, asidero, soporte y guardián.

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Capítulo 1. Pensamiento Primordial

Siete minutos es un lapso suficiente para cambiar la existencia de cualquier persona. Un par de decisiones y un puñado de improvisación pueden darle a tu historia un giro

imprevisto. Sin embargo, la mayoría podría no estar de acuerdo con esa afirmación, creyendo que ese tipo de elecciones demandarían mucho tiempo de análisis para evaluar

todas las alternativas. Se sorprenderían lo rápido que se dan los acontecimientos al descartar todos los escenarios potenciales en favor de concretar el acto sin preocuparse

inmediatamente por las consecuencias. Después de todo, es imposible predecir todos los posibles desenlaces que pueden ocasionarse tras cada acción que realizamos en la vida.

Para Luck, no obstante, siete minutos podía significar una agonía eterna. Se despertó agitado y sudoroso, buscando desesperado entre sus sabanas ese artefacto que

reposaba bajo su almohada cada noche, pero que aquella mañana parecía haberlo abandonado a su suerte. Respirar se volvía difícil, la atmósfera de la habitación se

tornaba densa, envolviéndolo rápidamente mientras sentía como el aire escapaba de su cuerpo y aquel vacío lo oprimía con cada vez más fuerza, tratando de ahogarlo…

Había perdido toda esperanza de encontrar el broncodilatador cuando Twister entró a su cuarto, y sin mediar palabra, rápidamente buscó debajo de su cama para levantar aquel

bendito pedazo de plástico y llevárselo a sus labios. Luck se aferró al inhalador agradecido, aspirando lentamente la dosis que restableció su respiración de inmediato.

-Deberías dejarlo sobre la mesita de luz-observó Twister cuando terminó de inhalar-. Así

evitarías estos episodios dramáticos cada vez que pensás que perdiste tu inhalador.

-No estaba siendo dramático-protestó Luck-. Me faltaba el aire. Pensé que me moría… -Estoy seguro de que eso habría sido una excusa perfecta para ausentarse del examen

final-sonrió su compañero, revolviéndole el pelo cariñosamente-. Pero sobreviviste. Y deberías prepararte para salir si pretendes llegar puntual esta vez-Twister abandonó la

habitación dejando detrás de sí la taza de café que le había preparado para desayunar.

Bebió un sorbo de la infusión, tratando de recordar qué clase de sueño había detonado su ataque de asma. Frunció el ceño, incapaz de visualizar nada más allá del escenario

cubierto de nieblas dónde deambulaba en su visión onírica. Se metió en la ducha esforzándose en comprender por qué se había levantado tan agitado. Solía acordarse de cada detalle de sus pesadillas. El agua refrescaba su rostro cuando un rayo de sol se

filtró por su ventana, anunciando el amanecer y deslumbrándolo en todo su esplendor. En ese momento por fin pudo recordar.

Merodeaba por los corredores de una antigua biblioteca, dejando atrás una reunión llena

de invitados cuyos rostros desconocía. Avanzaba a tientas en la oscuridad, intentando no tropezar con los largos estantes que cercaban su camino. Al final del recorrido, una

presencia luminosa lo encegueció. Necesitó enfocar la mirada para distinguir la silueta de un adolescente que se aproximó hacía él emanando destellos con su piel estrellada. El joven extendió los brazos y las páginas de cada libro comenzaron a arremolinarse

envolviéndolos en una tormenta plateada de tinta y papel, a través de la cual aún podía

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percibir su presencia sonriente en aquella habitación que se deshacía como una hoja en la lluvia. Cuando estuvo cara a cara frente a esos ojos grises, el extraño le murmuró al

oído una frase que no pudo entender. Y tras esas palabras, dejó de latir.

Salió de la ducha más confundido que antes, pero no tenía tiempo para divagar. Restregó el espejo empañado para enfrentarse a su propio reflejo, que le devolvió una

mirada suspicaz. Su pelo castaño ondulado continuaba creciendo ingrávido hacia el cielo, como si respetar las leyes de la física no fuese su principal prioridad. Decidió que debía

afeitarse para deshacer el ridículo vello facial que podía permitirse a sus veintidós años de edad. Envidiaba a su compañero de cuarto por portar lo que consideraba una barba decente que encajaba a la perfección entre sus rizos negros y su sonrisa irónica. Twister

solía argumentar que al menos Luck no tenía que usar lentes para ver bien, pero él hubiese preferido tener una visión defectuosa antes que sobrevivir un ataque de asma

cada vez que su inhalador desaparecía en el departamento que ambos compartían.

-¡Puedo escuchar tus pensamientos desde acá!-gritó Twister del otro lado de la puerta-. Y exageras, no te hace falta una barba decente, sino paciencia para que crezca bien.

-A veces pienso que me conoces demasiado-murmuró Luck mientras se abrochaba los botones de su camisa escocesa favorita, color roja. Twister le daba los últimos retoques

a su cuadro añadiendo sutiles pinceladas doradas que reflejaban la luz del sol.

-Sólo te conozco lo suficiente para percibir cuando tenés algo para decir-repuso su compañero-. Después de todo, es difícil no descubrirlo viviendo tanto tiempo con vos.

¿Hay algo que quieras contarme?

-Es irrelevante-contestó quitándole importancia y dirigiéndose a la puerta con el morral-. Y tengo que ir a rendir. Suerte con la expo, Twist. No te atrevas a venir sin esa medalla.

-No te prometo nada, pero al menos voy a intentar que no se olviden de mi nombre-sonrío con picardía, examinando su lienzo con satisfacción-. Nos vemos en la cena.

Enfrentar la vía pública repleta de gente apurada por llegar a destino en los abarrotados

medios de transporte disponibles durante los calurosos días finales de diciembre era una tortura casi equivalente a todas las páginas que tuvo que estudiar durante esas

semanas. Viajando entre el tránsito que lo demoraba cada vez más, tuvo que admitir que Twister tenía razón: la paciencia no era su especialidad. Observó su reloj, nervioso. Si sus cálculos eran correctos, no le tomaría más de quince minutos llegar a la facultad.

Pero el conductor del colectivo no parecía compartir el mismo cronograma, deteniéndose en todos y cada uno de los semáforos que decoraban la avenida, aminorando la marcha

cada vez que algún inoportuno pasajero ascendía y descendía de la trayectoria compartida y retardando aún más aquel viaje interminable a través de la ciudad.

Luck miró por la ventana, tratando de ignorar que el tiempo corría en su contra, pero

sólo se encontró con las nubes que se arremolinaban en el cielo, amenazando con desatar una tempestad sobre los transeúntes desprevenidos. En cualquier otra ocasión habría recibido con alegría aquella señal de un clima más refrescante avecinándose,

pero durante este día eso sólo significaba que abandonar aquel lento pero seguro medio de transporte equivalía a enfrentarse a aquella inminente tormenta de verano. Suspiró.

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El colectivo avanzaba aún más lento de lo normal, por lo que se detuvo a observar por la

ventana una vez más. A pesar de la posible lluvia que se aproximaba, un grupo de manifestantes había cortado el tránsito para protestar contra el gobierno de turno en

defensa de sus legítimos derechos a luchar por una ley genérica que a Luck no podía importarle menos, porque todo aquel reclamo implicaba que estaba atrapado por tiempo

indeterminado en aquella avenida. Y ese contratiempo no tenía lugar en sus planes.

Oprimió el timbre con suficiente fuerza para extinguir un insecto y abandonó el colectivo murmurando maldiciones contra cualquier persona que fuese lo suficientemente lenta como para entorpecer su rápido andar. Avanzaba abriéndose paso entre los ciudadanos

que iban y venían tan apurados e impacientes como él, como si el aire de aquella ciudad emanara irritación e intolerancia en partes iguales. No se atrevía a mirar su reloj,

porque su propio corazón le marcaba el ritmo de lo evidente: estaba llegando tarde.

Empezó a trotar las cuadras restantes cuando sintió las primeras gotas impactando contra su cuerpo. Se aferró al morral para proteger sus cuadernos de lo inevitable. Un

vendedor oportunista ofrecía paraguas en una esquina, como si olfatease el negocio con la misma facilidad que un apostador veterano. Pensó que este tipo de personajes sólo aparecían cuando se los necesitaba, como si estuviese en un video juego buscando el

ítem faltante de su inventario. No obstante, negó con la cabeza al pasar frente al comerciante. Una calle lo separaba de la facultad. Correr era lo único que necesitaba.

Esquivó a los peatones que continuaban apareciendo en su recta final casi como si

danzara a través de un puzzle imposible. Visualizó la puerta del edificio universitario a pocos metros, atravesando el hall para detenerse bruscamente frente al tablero de

anuncios. Un rápido vistazo bastó para encontrar el aula asignada. Trepó por las escaleras sin detenerse a descansar, recorriendo el pasillo del piso superior con grandes zancadas hasta encontrarse frente a la línea de llegada. Respiró hondo y cruzó la puerta.

-Llegas tarde-lo recibió una voz burlona, mucho más jovial de lo que esperaba escuchar.

-Perdón-se excusó, transpirado-. El tráfico me retrasó-observó su reloj y luego el aula

desierta, confundido. Sólo había llegado diez minutos después del horario establecido-. ¿Dónde está el profesor?

-Ya se retiró-contestó el único residente de aquella sala-. El examen fue hace una hora.

-¡¿Qué?!-su interlocutor lo miraba divertido, disfrutando su desconcierto. No debía ser más que un par de años mayor que él. Era alto, delgado y de pelo oscuro. Su barba

prolijamente recortada dejaba ver una sonrisa mordaz.

-El profesor tenía una emergencia familiar, así que adelantó el examen para poder retirarse antes. ¿No recibiste el email?-el extraño garabateaba símbolos en una hoja sin

prestarle demasiada atención, como si hubiese perdido el interés en su visitante. -No revisé la bandeja de entrada antes de venir…-la desesperación recorrió su pecho

hasta llegar al cuello, como una corbata bastante fea que comenzaba a asfixiarlo-. ¿Quién sos?

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-Soy el ayudante de cátedra-sonrío, exhibiendo una credencial desgastada-. Estaba

corrigiendo los exámenes antes de que me interrumpieras-y entonces volvió a ignorarlo, retomando los dibujos abstractos que trazaba con mucha concentración.

-¡Entonces vos podes tomarme el examen!-suspiró aliviado. La corbata de tensión cedió

terreno con recelo.

-¿Por qué haría eso?-el ayudante de cátedra lo miró de la cabeza a los pies, evaluándolo-. Ya conoces las reglas. El examen tenía un horario y no pudiste cumplirlo.

-¡Pero no sabía que lo iban a adelantar!

-Anoche no sabía que mi personaje favorito iba a morir cuando miraba el final de una serie. A veces la vida es injusta, Luck. Pero esas sorpresas lo hacen más interesante.

-Puede ser, pero me fastidia…-se detuvo a mitad de la frase- ¿Cómo sabes mi nombre?

-Pasé lista-el ayudante de cátedra se encogió de hombros-. Fuiste el único ausente.

-Si vos pasaste lista entonces podrías borrar…

-Y ya entregué la planilla-lo interrumpió, como si hubiese leído sus pensamientos.

Luck se dejó caer sobre uno de los bancos, desalentado. Todas sus esperanzas se habían esfumado. Afuera había comenzado a llover copiosamente, humedeciendo las ventanas.

El ayudante de cátedra se sentó al lado, poniendo una mano sobre su hombro. -No te preocupes. Tenés todo el verano para prepararte antes de volver a presentarte.

-Genial-murmuró con sarcasmo-. Bienvenido a las vacaciones más divertidas del mundo.

-¿Tenías planes acaso?-el ayudante de cátedra seguía dibujando, absorto-. ¿Algún viaje?

-No. Nunca salí del país. Y con la suerte que tengo no creo eso que vaya a pasar pronto.

-Hay un universo entero ahí afuera esperando que lo explores. Y lamentándote no vas a lograr ningún cambio. Tal vez sea hora de que Luck construya su propia suerte.

Observó como el ayudante de cátedra recogía sus cosas dispuesto a abandonar la

habitación, no sin antes echarle un último vistazo, invitándolo a salir de allí con él.

Ambos dejaron atrás aquella lúgubre sala y caminaron por los corredores de la facultad, charlando sobre detalles triviales e intercambiando preferencias que ayudaban mucho

más para conocer al otro que los interrogatorios de una entrevista laboral, cómo cuál sería su Pokémon inicial o en qué casa de Hogwarts los asignarían si pudiesen elegir.

Entretenidos en su debate, sólo se detuvieron al llegar al patio interno, dónde admiraron la lluvia en silencio. Las pancartas que recitaban consignas a favor y en contra de

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distintas agrupaciones estudiantiles ahora yacían indefensas en el suelo, deshaciéndose en los charcos de agua que se formaban alrededor. Luck los observaba abandonar la

firmeza y convicción para acabar convertidas en un lamento patético, exactamente igual que el centro de estudiantes durante el año lectivo. Estaba a punto de comentarle la

metáfora al ayudante de cátedra, cuando se dio cuenta que entre todas las preguntas que le había hecho, todavía no había enunciado la más importante.

-No sé cómo te llamas-observó inquisitivo, pero su interlocutor le quitó importancia.

-Es circunstancial. Podría mentirte y nunca sabrías la diferencia. Decime como quieras.

-Suena justo-sonrió Luck, siguiéndole el juego-. ¿Cómo te gusta que te digan?

-Me dicen Froid-afirmó el ayudante de cátedra rascándose la barba, pensativo.

-¿Freud? ¿Cómo Sigmund?-Luck trató de imaginárselo más canoso y pervertido.

-Exacto-Froid sacó un cigarro del bolsillo, ofreciéndoselo, pero él negó con la cabeza-. ¿Seguro? –Luck le enseñó su broncodilatador en respuesta-. No es un cigarrillo normal…

-Bueno, no sos una persona normal.

-Te doy diez puntos en observación-sonrío Froid, satisfecho. Y encendió su cigarro con tanta rapidez que casi creyó que la flama surgió con un chasquido de sus dedos.

Demostraba bastante destreza en aquella rutina. Pensó que el vicio podía ser su virtud.

La lluvia por fin comenzó a debilitarse cuando Froid dio las últimas bocanadas de humo. Miró a Luck a los ojos, sabiendo que aquel encuentro había llegado a su fin.

-Gracias por sacarme de ese aula. Estaba preparado para una derrota dramática antes de que empezáramos a hablar de todas las cosas que siempre me hicieron sentir mejor.

-No, gracias a vos por cambiar de opinión. Siempre es cuestión de perspectivas, Luck.

Vos tenés el poder de elegir encarar esta fecha como un buen recuerdo o un mal día. Acordate de eso, porque también depende de vos disfrutar el verano o no. Perspectivas.

Froid agarró uno de los volantes estudiantiles que se había salvado de la purga acuática y le garabateó su número de teléfono, además de una calavera que escupía serpientes

de fuego formando la palabra PERSPECTIVAS. Se lo entregó antes de retirarse guiñando un ojo, como si supiera de antemano que pronto necesitaría hablar con él otra vez.

Luck salió del recinto más relajado de lo que hubiera esperado en esa circunstancia. Aún

debía rendir el examen, pero conocer a Froid había valido la pena como experiencia. Curiosamente, el cielo parecía reflejar su estado de ánimo una vez más. La lluvia había

cesado, así que se permitió regresar caminando, mientras la luz del sol se filtraba entre los árboles, resaltando su camino como si transitara a través de algún concepto crucial entre las frases de sus apuntes. Percatarse de la sencillez de aquel instante le infundía

determinación, estando mejor dispuesto a apreciar los pequeños detalles de la vida.

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Embelesado como estaba en su propia alegoría, olvidó que la mayoría de las veces su imaginación lo llevaba más lejos de lo que su cuerpo físico le permitía, como si su mente

inquieta permaneciese en el mismo cautiverio que su autor favorito padeció en vida. Lejos de sentirse Julio Verne, lo que realmente sintió en ese instante fue el golpe brusco

con el que lo arrojaron al suelo. Distraído en sus propios pensamientos, acababa de infiltrarse entre los manifestantes qué continuaban ejerciendo su soberanía callejera.

Parecía que no estaban dispuestos a abandonar tan fácilmente sus ideales en la avenida.

-¡Tené más cuidado por dónde caminas!-el que parecía ser el líder de la manifestación le tendió el brazo para ayudarlo a levantarse. Luck lo examinó fugazmente: Moreno, de contextura atlética y con el cabello negro haciendo juego con sus ojos color azabache.

Aceptó su ayuda a regañadientes, comprobando que su morral no se hubiese salpicado durante su inoportuna visita al pavimento.

-¿De qué se están quejando…?-se arriesgó a preguntar por cortesía, a sabiendas de que

la respuesta podría extenderse indefinidamente y mucho más allá de su interés.

-Qué bueno que preguntes-el joven le entregó un par de folletos y comenzó a explicarle la consigna que los movilizaba con entusiasmo e indignación en partes iguales-. Estamos tratando de concientizar. Este gobierno, al igual que los que los precedieron y los que lo

van a suceder, está permitiendo pasivamente la contaminación del medio ambiente con total impunidad. Empresas mineras y corporaciones agroquímicas lucran en nuestra

tierra alimentando un negocio perverso que consumen nuestros recursos naturales…

El manifestante continuó su discurso mencionando glifosato, cianuro, el agente naranja en la guerra de Vietnam y otros términos que jamás había oído mencionar. Observó sus

ojos brillar con convicción al denunciar el alcance de aquel escándalo, y durante un instante sintió una conexión real con sus palabras, percibiendo algo peculiar en su voz.

-Es el único planeta que tenemos. Necesitamos salvarlo antes de que nos destruya.

-Supongo que tienen razón-replicó Luck alzando una ceja-. Pero no apruebo sus métodos. No creo que su protesta vaya a cambiar nada, sobre todo si estas empresas ya

se salieron con la suya-y entonces recordó las palabras de Froid acerca de construir su propia suerte-. Antes que esperar que la gente cambie deberías buscar a estos tipos y

hacer justicia por tu cuenta destruyendo sus fábricas contaminantes o algo así. -Creeme que ya lo habríamos hecho si hubiésemos dispuesto de los recursos-admitió el

manifestante con una mueca sombría en sus labios, reconociendo hasta dónde estaría dispuesto a llegar para defender sus ideales.

-Considera intentarlo-sugirió Luck con sarcasmo-. Llamando la atención en la vía pública

lo único que logras es que a nadie le interese lo que expones. Con esta manifestación sólo estás retrasando la rutina laboral de los que no tenemos nada que ver.

-No te consideres tan inocente por no participar activamente en la explotación de nuestro planeta. Saber qué está pasando y no hacer nada al respecto ya te convierte en

cómplice-refutó el manifestante con un argumento tan extremista como descabellado. Luck se dio cuenta que era inútil intentar ganar esa discusión así que se dio por vencido.

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-Si te hace feliz saberlo, hoy vuelvo caminando para evitar desperdiciar combustible en

un medio de transporte que no va a avanzar hasta que te canses de protestar-arrugó los folletos dentro de su morral y dio media vuelta, retomando su camino.

-¡Ya sos uno de nosotros-le gritó el manifestante-, incluso aunque no quieras asumirlo!

Apuró la marcha para dejar atrás aquella escena y continuó paseando por las calles de

Buenos Aires antes de detenerse en una cafetería para recargar fuerzas. Mientras aguardaba su tostado de jamón y queso, descartó escribirle a Twister, que debía estar ocupado exponiendo su cuadro ante los jueces de la galería de bellas artes. Ya habría

tiempo de intercambiar anécdotas durante la cena. En su lugar, sacó de su bolsillo el papel dónde Froid le había escrito su número y procedió a agendarlo en su celular.

¿Sería demasiado pronto para escribirle un mensaje? La desventaja de ser tan ansioso era que jamás sabía si había pasado el tiempo de espera suficiente para hacer algo.

Indeciso, decidió curiosear los folletos que el manifestante le había entregado para

matar el tiempo. No le sorprendió que su discurso resultara estar calcado palabra por palabra del texto que denunciaban aquellos panfletos, como si los hubiese memorizado. Lo más interesante era el logo de la agrupación: Un cuervo con las aladas extendidas

coronaba la cima de una antigua torre de vigía con forma de „T‟, observando la noche. Tuvo la incómoda sensación de que el ave de aquel volante lo estaba mirando.

-Valdría la pena investigar sobre estos vigilantes la próxima vez que quiera procrastinar.

-¿Disculpe…?-el mozo lo observó intrigado, dejando el tostado sobre su mesa.

-A veces reflexiono en voz alta-admitió antes de corregirse, pensativo-. Quizás pasa más seguido de lo que creo-dio un mordisco generoso al tostado antes de devolverle la

mirada al camarero, que lo fulminaba con sus ojos azules tras el cristal de sus lentes.

-Ya veo. Es sólo que creí haber visto ese símbolo antes-sonrío dispuesto a otorgarle la privacidad que su tostado merecía, pero Luck no estaba dispuesto a dejarlo marchar.

-¿A qué te referís? ¿Qué conoces sobre esta gente?-observó al mozo de la cabeza a los

pies. Alto, pálido y delgado, con el cabello color rubio oscuro. Podía leer la F dorada de su inicial bordada en el uniforme naranja que vestía. Trató de adivinar su nombre-. ¿Francisco? ¿Facundo? ¿Federico…?

-Fernando-contestó el mozo, conteniendo la risa y señalando el folleto del militante-.

Escribí sobre ellos en mi blog. Investigar teorías conspirativas es uno de mis pasatiempos. Existe cierto misterio que se cierne alrededor de ese grupo…

-Si estás tratando de conseguir visitas gratis a tu página web-interrumpió impaciente-,

prefiero que vayas al grano con este asunto, Fer... ¿Te puedo decir Fer? -Como tú quieras-contestó alzando los hombros y delatando su acento extranjero-. Eres

libre de revisar o ignorar los artículos que he redactado. Por cierto, tengo otros clientes que atender-añadió, dejando la cuenta sobre la mesa.

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-¡Ni siquiera me diste el nombre de tu blog para empezar a buscar la información!

-Un buen detective siempre logra enterarse de lo que desea-añadió Fer de forma

enigmática, guiñándole un ojo-. Sobre todo cuando decide prestar atención a las pistas que aparecen en su camino-. Dicho eso, se retiró dejándolo más confundido que antes.

Tras terminar su improvisado almuerzo, observó su reloj una vez más. Las agujas

indicaban que sólo le quedaba media hora para presentarse en su trabajo. Luck pagó el tostado dejando una generosa propina para el mozo y salió de la cafetería. Caminó durante un par de cuadras hasta llegar a una nueva avenida, donde avanzó evadiendo a

los empresarios, cadetes y turistas que se amontonaban como hormigas en la vereda.

Sonrió al cruzar las puertas de Ermitaños Unidos y respirar por fin el familiar aroma que impregnaban los libros de la tienda. Se deslizó entre los estantes como si flotara hasta

llegar al mostrador, donde una joven de rizos dorados lo esperaba con una sonrisa.

-Y el mago entra en escena-exclamó la muchacha en tono grandilocuente, estirando los brazos para introducirlo a una audiencia invisible.- ¿Cuál será su siguiente truco?

-Hola Mecha-saludó sin entusiasmo-. Creo que hoy me quedé sin poderes-Luck dejó el morral para abrocharse el sencillo chaleco bordó que vestían a los empleados del local.

-Por eso mismo creo que deberías tomarte las vacaciones que te corresponden.

Necesitas recargar tus poderes mágicos hasta que nos volvamos a ver.

-Pero no puedo dejar que lidies vos sola con el local-protestó. -Ya me encargaba del negocio antes de que aparecieras para darme una mano, así que

no hay excusas-y parecía que no iba a ceder-. ¿Acaso te asusta tener tanto tiempo libre?

-No-mintió-. Pero voy a extrañar las tardes de lectura de Ermitaños Unidos.

-Entonces anda a tu sector a despedirte de Julio Verne y sus amigos antes de que llegue algún cliente-contestó Mecha guiñándole un ojo.

Luck obedeció. Se sentó en el rincón donde lo fantástico se cruzaba con la ciencia ficción, admirando las historias que las páginas tenían para contarle. Siempre se había

sentido más cómodo rodeado de personajes ficticios antes que enfrentando los problemas cotidianos de la vida real. Interactuar con otros seres humanos le provocaba

ansiedad. Se aferró al broncodilatador que llevaba en su bolsillo. Lo inquietaba la idea de abandonar aquel lugar donde se sentía seguro, aunque sólo fuese durante dos semanas.

-¡Lupin!-la voz estridente lo devolvió al plano físico. No tuvo tiempo de preguntarse

cuánto tiempo llevaba abstraído en sus pensamientos. Giró buscando al recién llegado. -¡Lupin, soy yo! ¿No me reconoces?-. Ojos desorbitados, pelo castaño salvaje creciendo

hasta sus hombros y barba descuidada acompañaban la sonrisa delirante de su antiguo compañero de la secundaria. Le resultaba difícil creer que tuvieran la misma edad.

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-Walter-suspiró-. Claro que te reconozco. ¿Cuánto tiempo pasó…?

-Dieciocho meses-calculó con precisión-. No te culpo por no asistir a las reuniones

después de esa vez-el joven se frotó las manos con frenesí, como una mosca nerviosa.

-Las reuniones de ex compañeros nunca me llamaron la atención-confesó mordiéndose el labio-. La verdad es que nunca fui muy amigo de esas personas...

-Yo tampoco, son unos imbéciles-Walter lanzó una carcajada antes de detenerse súbitamente para mirarlo con seriedad-. Pero no podía negarme a una camada de

sujetos de pruebas cuando se ofrecen voluntariamente para mis experimentos.

-No estoy seguro de que hayas entendido lo que significa “voluntariamente”-Luck alzó un ceja, cruzándose de brazos-. ¿A qué se debe tu visita?

-Hubo un incidente con la bibliotecaria-admitió sin rodeos-. Puedo ahorrarte los detalles.

Ya no me admiten más en ese lugar. -No quiero imaginar lo que hiciste para que esa pobre mujer no te deje entrar.

-Pero el problema es que albergaban información vital que estaba recopilando para mi

investigación-lo miró de reojo-. Estoy seguro de que acá tienen los libros que necesito.

-Y yo estoy convencido de que ninguna de tus tarjetas tiene los fondos para pagarlos.

-¿Tarjetas?-Walter volvió a reír-. Hace tiempo que prescindo del dinero electrónico para manejarme. Me niego a que ellos tengan mis datos. Efectivo o nada-afirmó categórico.

-¿Ellos?-preguntó Luck, ignorando que probablemente Walter tampoco tenía efectivo.

-Ellos-repitió con vehemencia, abriendo mucho los ojos. Y se acercó para susurrarle al oído de forma casi inaudible-. Nos mueven con sus hilos, Lupin. No te dejes enredar.

-¿De qué hablas…?

-Los mismos de siempre. No tienen nombre. Lo ven y lo saben todo. Vienen por nosotros. Nos manipulan con los medios. Nos enredan con sus políticos. Y quieren más.

Siempre quieren más-concluyó con un tono lúgubre-. Pero no a mí no me van a atrapar.

-No entiendo qué estás tramando exactamente, pero no creo que sea legal…

-Nada de lo que debas preocuparte aún-Walter agitó el brazo quitándole importancia-. La ignorancia da la felicidad. Pero sin exagerar, claro-y sacó una breve lista-. Necesito

estos libros. Anotalos a mi cuenta, por favor-sonrió con entusiasmo. -Walter… No tenés una cuenta acá.

-Entonces crea una-repuso su antiguo compañero sin dejar de sonreír.

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-Me parece que no entendés. Nadie tiene cuentas. No entregamos libros sin pagar.

-No veo dónde está el problema. Supongo que podes pagarlos... ¿Por los viejos t iempos?

-¡¿Viejos tiempos?! ¡La última vez casi me envenenaste con tu pócima energizante!

-Envenenar es una palabra delicada… No soy un criminal-afirmó sin culpa-. Digamos que

fue un misterioso caso de intoxicación accidental masivo al cuál decidí no exponerte. -Fue pura casualidad. No me serviste el trago porque sabes que no tomo alcohol.

-¿Fue casualidad que te lo ofreciera sabiendo que lo ibas a rechazar? ¡Yo te salvé!

-Es cierto-aceptó Luck-. Pero me salvaste de un accidente que vos mismo provocaste.

-¡Detalles!

-Además-echó un vistazo a la lista-, podes conseguir esta información en internet.

-¿Y arriesgarme a que se pierda para siempre si intervienen mi computadora?

-El nivel de tu paranoia me sorprende.

-Lo que a mí me sorprende-afirmó cuidadosamente, buscando las palabras correctas- es que me ofrezcas leer un documento digital cuando siempre defendiste la tinta y el papel.

Luck lo fulminó con la mirada, dándose por vencido. Al igual que en los ratos libres de la secundaria donde ambos se desafiaban en eternas partidas de ajedrez, los argumentos

de Walter lo habían acorralado en el tablero, declarando el jaque mate. Desapareció entre los estantes de ciencias exactas para volver con varios tomos de física y química.

-Tomá-le entregó los libros que pagó con su propia tarjeta-. Ojalá no mates a nadie.

-Lo voy a intentar-dijo mientras leía la fórmula química de la nitroglicerina-.Te debo una.

-¡Me debes varias!-exclamó Luck, exasperado.

-Lo sé. Pasa a visitarme cuando quieras, las coordenadas de mi bunker no cambiaron.

Walter se despidió juntando sus manos en una breve reverencia y salió del local. Mantuvo la vista en el punto fijo donde su visitante había desaparecido sin reaccionar a

su entorno. Mecha pareció notarlo, porque reapareció irrumpiendo en su campo visual.

-No me presentaste a tu amigo…-sonrió con picardía-. ¿Dónde lo conociste? -Éramos compañeros en la secundaria. Y no es lo que estás pensando-afirmó tajante.

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-Bueno, no tengo forma de saber a quién andas conociendo-lo observó dubitativa-. Nunca me contas sobre tu vida romántica.

-Quizás porque no existe-Luck se refugió tras el primer tomo de una trilogía juvenil

distópica que Hollywood seguramente convertiría en tetralogía. Mecha prefirió no insistir.

Las horas restantes transcurrieron en armonía, siguiendo el habitual ritmo de la librería. Los clientes entraban y salían de escena como los personajes sobre el escenario de una

obra teatral, y Luck cumplía su rol asesorando a todos ellos. Estuvo particularmente encantado de instruir a un par de adolescentes con la lectura de los comics necesarios para entender el origen del enfrentamiento tras la próxima adaptación de super héroes

en la gran pantalla. Entonces se percató que el sol se despedía con sus últimos rayos sobre el firmamento, anunciando la hora en que Ermitaños Unidos cerraba sus puertas.

-Entiendo que el tiempo fluye de forma distinta para vos-dijo Mecha mirándolo a los

ojos-. Quince días pueden parecerte una eternidad, pero se pasa volando cuando encontrás un hobbie que te apasiona. Procura mantener la cabeza ocupada-le aconsejó.

-Gracias Mecha-contestó Luck-. Cualquier cosa que necesites, sabes dónde encontrarme.

-Lo único que necesito es que te cuides-agregó acariciándole el pelo en gesto maternal-. Hasta la próxima.

Luck se despidió con un abrazo y emprendió el camino de regreso al departamento sin

mayores inconvenientes. Los manifestantes por fin habían liberado el tránsito, que logró retornar a su lenta pero constante ruta habitual. Cada ciudadano desbordaba de

impaciencia por llegar a su hogar, pero no podía culparlos por ello. El viernes a la noche los invitaba a renunciar a la vida cotidiana por unos días, lo que ameritaba aquel apuro.

A diferencia de las decenas de personas que transitaban por esa avenida junto a él, a Luck no le entusiasmaba la idea de abandonar la rutina predecible e inmutable que le

garantizaba cierta estabilidad cada día. Mientras pulsaba el botón número siete del ascensor, trató de recordar cuando fue la última vez que salió espontáneamente de su

zona de confort para probar algo distinto. Abrió la puerta del departamento. Definitivamente no estaba preparado para enfrentarse a lo que lo esperaba detrás.

-¡Luck! ¡Volviste!-Twister lo recibió saludándolo con un golpe cariñoso en hombro-. ¿Cómo te fue en el examen?

-Hey, Twist. Digamos que pudo haber sido peor-admitió con amargura.

-Lamento oír eso, colega-dijo poniendo una mano en su hombro para reconfortarlo.

-No importa. Voy a tener más suerte la próxima vez. ¿Cómo estuvo tu exposición?

-Excelente-y su rostro se iluminó-. No vas a creerlo.

-¿Ganaste esa medalla?-Twister negó con la cabeza-. ¿Ni siquiera una mención honorífica? ¿Algún descuento en pinceles?-bromeó.

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-Muchísimo mejor. Gané una beca. ¡Y un viaje a Londres para exponer mi cuadro!

-¡WOW! ¡Felicidades Twister!-abrazó a su amigo-. ¡Espero que me traigas algo de allá!

-¿Hablas en serio?-Twister lo miró incrédulo, conteniendo la risa-. Tengo dos pasajes.

Vos venís conmigo.

-¿Estás seguro?-exclamó tratando de procesar la información-. ¿Y tu hermana…? -No va a abandonar el estudio jurídico-afirmó sin dudarlo-. Si tuviese que elegir entre

una semana conmigo en Europa o redactar veinte cartas documento a los empresarios que evaden impuestos en la compañía, creeme que yo no sería su prioridad.

No hacía falta perderse mucho tiempo en sus pensamientos para reencontrarse con las

palabras que Froid le había dicho esa mañana. Ya era hora de construir su propia suerte.

-Creo que estoy en condiciones de titular este episodio como el primero de nuestra serie de travesuras británicas-manifestó emocionado, extendiendo sus brazos en el aire como si pudiera visualizar un letrero de neón anunciando el programa-. ¿Cuándo nos vamos?

No quiero llegar tarde a nuestra merienda con Elizabeth II en el Palacio de Buckingham…

-Calma tu ansiedad-dijo Twister riéndose con ganas-. Viajamos este fin de semana, así que trata de no morirte de un ataque de asma antes. El protocolo real lo prohíbe.

-¡Es Londres!-exclamó abriendo mucho los ojos, como si su amigo no pudiese ver lo

evidente-. Es la ciudad preferida de mi timelord favorito. Si muero puedo regenerarme… -No estoy seguro de que tengas dos corazones-replicó Twister reconociendo aquella

referencia-. Aunque si los tuvieras eso explicaría por qué tus pulmones están atrofiados.

-En todo caso voy a estar ocupado desfilando como los Beatles en Abbey Road o saludando al Primer Ministro muggle de Downing Street como para perder el inhalador…

-se detuvo a mitad de la frase para llevarse la mano a la barbilla, impostando un gesto pensativo-. ¿Crees que estemos a tiempo de ver a Shakespeare en el teatro Globe?

-No es la TARDIS del Doctor-aclaró-. Todavía no gané los concursos suficientes para poder viajar en el tiempo así que vas a tener que conformarte con subir a un avión.

-Eso es mucho más de lo que esperaba de este verano-admitió Luck emocionado-.

Gracias elegirme como tu compañero de aventura

-Gracias por ser vos conmigo-sonrió Twister-. Ahora preparemos las valijas. Y cuando puedas actualiza el marcador de tu pizarra, porque estás a punto de cumplir un sueño

que cierto francés nunca pudo completar en vida... ¡Vas a cruzar el océano atlántico! -Lupin, uno-enunció Luck-. Verne… cero-. Y ambos estallaron en carcajadas.

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-Y ese fue mi viernes, básicamente-terminó de explicar Luck-. ¿Vos qué hiciste?

-Estuve leyendo comics toda la noche, hasta que la trama se tornó cliché y decidí dibujar mi propio final alternativo-contestó Froid, apenas visible entre el humo que emanaban

sus labios en su avatar pixelado-. Ahora investigaba sobre la Estación Espacial Internacional por razones que ya olvidé. Supongo que procrastiné demasiado-sonrió,

sabiendo que Luck no podría verlo desde el otro lado de la pantalla de su celular.

-¿A qué denominas final alternativo?-preguntó con curiosidad. -Imagina que relatas la anécdota que contó un amigo, pero con algunos cambios que no

aparecían en la historia original, para hacerlo más interesante. De eso se trata. Aventuras en otra dimensión alternativa que el autor no creo en el inicio oficial.

-¿Pero por qué tienen que ser alternativas?-cuestionó Luck-. ¿Qué determina el límite de

lo oficial? ¿Acaso la realidad no es más que una versión de los hechos? ¡Perspectivas!

-Perspectivas, exacto-rió el ayudante de cátedra-. Aprendés rápido, me gusta. Y me parece perfecto que te hayas decidido a empezar tus propias aventuras. Aunque tengo que corregirte en algo-añadió en el tono académico típico del ciclo lectivo-. Tu marcador

es una falacia. Verne ya había cruzado el océano cuando viajó al centro de la Tierra.

-Podemos considerarlo como un empate-cedió Luck, receloso-. ¿Ahora estamos a mano?

-No estaría tan seguro. Te estás olvidando que también fue a la luna. Verne 2, Lupin 0.

-Creo que estás confundiendo la realidad con la ficción. -¿Acaso la realidad no es simplemente otra versión de los hechos?-lo citó Froid, irónico.

-Aprendes rápido, me gusta-murmuró Luck con sarcasmo. Y ambos rieron.

-¿Qué te causa tanta gracia?-intervino Twister, y Luck alzó la mirada, recordando que la

conversación sólo estaba sucediendo a través de su celular. El bullicio del que se había abstraído lo trajo de regreso al aeropuerto de Ezeiza donde ambos esperaban la partida.

-Conversaba con una persona que conocí el último día de cursada. Se llama Froid.

-¿Freud?-su compañero lo miró escéptico-. Ese no puede ser un nombre real…

-¿Acaso Twister sí lo es?-lo encaró Luck alzando una ceja.

-Shhhh-Twister miró a su alrededor, como si temiera que los escucharan-. ¡Prometiste no revelar mi identidad secreta! Está en nuestro contrato de convivencia-le guiñó un ojo.

-Froid no puede escucharnos-afirmó, aunque tenía la extraña sensación de estar equivocado. Las conversaciones virtuales que intercambiaba con Froid se sentían mucho

más reales que los diálogos que entablaba con personas de carne y hueso, como si el ayudante de cátedra pudiese manifestar su presencia física con sólo escribir un mensaje.

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-Sé todo lo que sea necesario saber-susurró Froid, sobresaltándolo. Luck tardó más

tiempo del recomendado en entender que sólo estaba contestando su anterior mensaje. Suspiró. Ya sea accidental o intencionalmente, el ayudante de cátedra podía llegar a ser

algo perturbador. Y eso lo inquietaba y lo fascinaba por partes iguales.

-Te aviso cuando lleguemos a Westminster-le escribió-. A menos que choque el avión…

-Espero que no. No necesitas otro desastre. Tu promedio académico cubre la cuota de pesadillas necesarias para el resto del verano-bromeó Froid.

-En el hemisferio norte es invierno-aclaró Luck, incapaz de esbozar un argumento mejor.

-Ningún invierno se me resiste-declaró Froid mientras sus ojos reflejaban el resplandor de la llama que veía crecer en ese momento-. Cuidate. Y saludos a la reina de mi parte.

-Larga vida a J. K. Rowling-se despidió Luck con solemnidad en el momento en que

Twister le avisó por señas que ya era su turno de dirigirse al hangar de abordaje. El vuelo transcurrió sin complicaciones. Luck jamás había viajado en avión antes, y se

mantuvo en alerta durante toda la noche. Alternaba miradas nerviosas entre la ventanilla, el libro con el que en vano intentó distraerse y el propio Twister, quién ya

estaba acostumbrado a volar y aprovechaba el rato para dormir plácidamente. Tal y como estaba planeado, el vuelo tenía una escala en París, ciudad que podían visitar

durante un par de horas. La falta de sueño y el cambio de horario repentino bastaron para fatigar a Luck, que estaba demasiado cansado y molesto para aprovechar su paseo

fugaz por Francia. Por su parte, Twister no logró mantenerse quieto durante su breve estadía, ya que tenía demasiados destinos para visitar en poco tiempo. Como el artista que era, consideraba un crimen que su amigo se quedara durmiendo en el aeropuerto

cuando había tanto por experimentar, arrastrándolo a la fuerza por las calles parisinas.

-No puedo creer que me vaya de Francia sin visitar el Museo de Louvre-exclamó Twister, consternado-. No me importa perder el avión, en el viaje de vuelta lo visitamos sí o sí.

-Lo único que quiero visitar ahora es una cama-murmuró Luck somnoliento.

-Avisame cuando sepas cuál cama querés visitar porque acá tenés para elegir-rió Twister, siguiendo con la mirada una pareja que parecía salida de una revista de moda.

Luck no contestó, tal vez porque había quedado aturdido con los pasajeros franceses que se sumaron al viaje en el siguiente trecho rumbo a Inglaterra. Se unieron a la

comitiva que formaba la fila para abordar, quedando ubicados entre una chica que vestía una gabardina verde y un hombre con un largo sobretodo marrón. Ambos se abrocharon

los botones de sus respectivos montgomery para protegerse de la fría ventisca invernal.

Subieron al avión detrás de la chica de la gabardina verde, que parecía tener problemas para meter su maleta en el porta equipaje, quedándose atascada en el mismo. Frustrada, tiró de la correa con todas sus fuerzas con la intención de sacarla de ahí, pero

sólo logró propinarle un codazo a Luck, que justo se encontraba a sus espaldas.

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-Pardonnez-moi!-se disculpó la joven, apartándose avergonzada. A excepción de la gabardina verde oscura, toda su vestimenta, desde sus guantes hasta sus botas, era tan

negra como su cabello, que contrastaba con su piel pálida y de aspecto delicado.

-No hablo francés-se excusó Luck, alzando los hombros.

-Eso es un alivio. Es la única frase que sé pronunciar-sonrió hablando en castellano-. Pero mi español es mucho mejor, por suerte. ¿Tenés idea de cómo funciona esta cosa?

-Esa perilla de ahí-señaló Twister-, sirve para regular la abertura del portaequipaje.

-Gracias-dijo la muchacha ajustando su maleta-. Jamás voy a acostumbrarme a viajar sobre el aire-añadió mordiéndose el labio-. Volar nunca fue mi especialidad.

-Ni la mía-sonrió Luck-. Todavía estoy aprendiendo de lidiar con eso. Cerrá los ojos y

dejate llevar-la tranquilizó guiñándole un ojo-. Buen viaje-. Y fue a sentarse con Twister.

Unas horas más tarde el avión aterrizó en el aeropuerto de Heathrow. Antes de bajar ayudaron a la chica de la gabardina verde a recuperar su maleta, ya que parecía dispuesta a romper el portaequipaje antes de aprender cómo funcionaba el dispositivo.

-¡Es increíble que estemos en Londres, Twister!-los ojos de Luck brillaban emocionados-.

¡No puedo esperar para recorrer la ciudad!

-No pretendas encontrar demasiado allá afuera-lo corrigió su compañero-. Estamos en el distrito de Hillingdom, al oeste de Londres-consultó el mapa que llevaba consigo-.

Tenemos que tomar el Heathrow Express hasta la estación de… -¡¿Dijiste Hogwarts Express?!-lo interrumpió efusivo.

-Heathrow Express-puntualizó Twister-. Tomamos el tren hasta Paddington y dejamos

nuestras cosas en la residencia que reservaron para nosotros antes de salir a explorar.

-Cómo vos digas Twist, yo te sigo-afirmó Luck sin dejar de sonreír.

Viajar en tren siempre había sido su forma favorita de desplazarse, ya que le devolvía gratos recuerdos de la infancia. No dejó de mirar el paisaje durante todo el trayecto, hasta que finalmente se detuvieron en la terminal de Paddington. Allí emprendieron

camino por Charing Cross a bordo de un autobús color rojo escarlata de dos pisos. Luck continuó encontrando referencias al universo de Harry Potter durante todo el recorrido.

Cuando terminaron de instalarse en la residencia estudiantil inmediatamente tomaron el

metro hacia Trafalgar Square, dónde Twister había sido invitado a exponer su cuadro en la muestra de arte latinoamericano que se exhibía en The National Gallery of London.

Sólo se detuvieron a mitad de la plaza para admirar la distintiva Columna de Nelson. Tras terminar de atravesar Trafalgar Square, por fin ingresaron en la Galería Nacional.

-Tengo que presentarme con los demás estudiantes-se excusó Twister-. Mientras podes aprovechar para recorrer la galería, tienen pinturas muy lindas. Nos vemos en un rato.

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Luck caminó curioseando entre los diversos pasillos donde los turistas se congregaban

para contemplar las obras de arte de la colección. Continuó divagando hasta toparse con una sala levemente iluminada que llamó su atención. Se adentró para apreciar el único

lienzo que decoraba aquel recinto, el cual retrataba una figura humana de rasgos andróginos que avanzaba sobre lo que parecía ser una estela de estrellas que emana su

presencia. Su sonrisa serena contrastaba con la mirada penetrante de sus ojos grises.

No sólo tuvo la desagradable sensación de que la pintura lo estaba observando, sino que también le resultaba familiar, aunque no tenía idea dónde la había visto antes. Echó un vistazo buscando el nombre de la pintura, pero la única señal de que pudo encontrar fue

una simple letra „M‟ de color verde brillante donde el autor firmaba al pie de su pintura.

-Místico…-susurró. Y el resplandor de la figura lo envolvió, difuminando la habitación.

Luck despertó agitado y transpirado, con los ojos aún deslumbrados por aquel cuadro. Trató de erguirse, incapaz de determinar dónde se encontraba. Sintió un lecho blando

bajo sus manos, y escuchó unas voces lejanas que intentaban tranquilizarlo en vano. Tanteó su alrededor a ciegas, pero sólo percibía una blancura eterna en todas direcciones. Desconcertado, sintió como el aire comenzaba a escasear, abandonándolo

en aquel extraño limbo que parecía dispuesto a acabar con su insignificante existencia. Estaba preparado para exhalar su último respiro cuando un par de manos llevaron a sus

labios aquel objeto sagrado capaz de reiniciar su agonía como si nada hubiese sucedido.

Inhaló. La borrosa figura que danzaba frente a él poco a poco adoptó la forma de Twister, que sostenía su broncodilatador en su boca. Se aferró al pedazo de plástico.

Comenzó a temblar. Había sido capaz de reconocer la pintura antes de desvanecerse. Aquel joven de piel estrellada era el mismo que se había manifestado en sus sueños. Observó a su alrededor temiendo divisarlo una vez más, pero sólo pudo percatarse de

que se hallaba acostado en su cama en el departamento de la residencia de estudiantes.

-Volviste… No tenés idea de lo aterrado que estaba-murmuró Twister angustiado.

-Perdón-Luck se sentía avergonzado-. No entiendo qué pasó…

-Yo tampoco. De hecho esperaba que me contaras cuando recuperases la conciencia. Parece que te desmayaste en una de las exhibiciones-añadió mordiéndose el labio.

-¿Cómo me encontraste?-atinó a preguntar Luck, vulnerable.

-Tuviste suerte. Val te reconoció y fue a buscarme a la exposición.

-¿Val?-Luck giró la cabeza, confundido al oír una voz femenina irrumpir en la habitación.

-No nos presentamos. Soy Valkyria Black, un placer-se introdujo a sí misma la chica de la gabardina verde, acercándose a la cama con una bandeja de té y bizcochos.

-¡Vos…!-Luck la observó servir el té, incrédulo.

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-Yo-confirmó la muchacha-. Entre todos los turistas que visitan los museos de Londres cada día, justo te reencontraste conmigo. Mágico, ¿no te parece?-le guiñó un ojo.

-Fue muy oportuno-admitió Twister, todavía asimilando aquella coincidencia-. Val insistió

en acompañarnos hasta que recobrases la conciencia. Deberías estarle agradecido.

-Gracias-murmuró Luck, aceptando la taza que la chica le había servido.

-No me agradezcas-dijo negando con la cabeza-. Ahora tenés que recuperar fuerzas y para eso no hay nada mejor que la tradicional merienda británica-afirmó bebiendo un sorbo de la infusión-. Dudo que hayas viajado tanto para pasarte la tarde acá encerrado.

-Tenés razón-recapacitó, incorporándose súbitamente-. ¡Tengo una ciudad por conocer!

-Y yo tengo una exhibición postergada que retomar-rió Twister-. Pero te prometo que

cuando vuelva salimos a conquistar un castillo inglés. Por ahora deberías descansar.

-Ya me siento totalmente recuperado-afirmó Luck con energía-. El inhalador es mágico. -Si les interesa-terció Val Black, sosteniendo su taza con elegancia-, puedo ofrecerte una

visitada guiada al Museo Británico así te distraes y dejas este mal momento atrás. Creeme que el recorrido vale la pena. Es uno de mis lugares favoritos de toda la ciudad.

-¿Qué decís Twister? ¿Podemos ir?-Luck lo miró ilusionado abriendo mucho los ojos.

-Sabes que no puedo resistirme a esa mirada-concedió su amigo-. Pero los acompaño un

rato. Tengo que volver a la Galería Nacional, mis fans están reclamando mi presencia. -No perdamos más tiempo entonces, caballeros-Val se incorporó dirigiéndose hacia la

puerta-. Si crees que ese inhalador es mágico, espera a ver lo que te falta por conocer.

Con Valkyria Black a la cabeza, el trío avanzó a través de uno de los extensos parques de Londres siguiendo el curso del río Támesis. En aquellos bosques su camino se veía

interrumpido cada tanto por la fauna de aquel ecosistema. Luck descubrió fascinado la presencia de un distinguido zorro inglés de piel rojiza, que los observaba con curiosidad.

-¡Chicos, miren! ¡Un zorro de verdad!

-No grites-lo calló Twister-. Lo vas a asustar.

-Los zorros de Londres no son criaturas tímidas-explicó Val-. Están acostumbrados a los turistas, y aprovechan cualquier situación para conseguir comida gratis-añadió riendo.

-¿En serio Val?-Luck se acercó despacio al animal-¿Crees que me deje acariciarlo?

-Buena suerte intentando convencerlo de lo contrario-suspiró Twister.

-De todas formas no tendrías que encariñarte demasiado-agregó Val con seriedad-. Aunque pudieras domesticarlo tendrías que dejarlo ir.

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-El tiempo que perdí con mi rosa-recitó Luck-, es lo que la hizo importante.

-Camina, Principito-lo empujó Twister-. Quiero llegar al Big Ben antes del atardecer.

-Adiós compañero-se despidió Luck haciéndole una venia al zorro con gesto teatral-.

Hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

-Parece que alguien se está esforzando por unirse a la Compañía de Shakespeare. -La actuación es sólo uno de mis múltiples talentos secretos señorita Black.

-Todavía estamos tratando de encontrar los otros-terció Twister, y los tres rieron.

Finalmente, divisaron el Palacio de Westminster que se alzaba con todo su esplendor a

orillas del Támesis. La legendaria torre del reloj se encontraba en silencio, como si el Parlamento temiera despertar la campana bautizada como Big Ben. No muy lejos de allí,

la gigantesca noria del milenio conocida como el Ojo de Londres rotaba lentamente. Pasaron un largo rato observando la belleza de aquella postal londinense.

-Creo que ya tengo que volver a la exposición-dijo Twister revisando su reloj-. Lamento no poder visitar el museo con ustedes.

-No te preocupes-Val hizo una reverencia-. Luck queda en buenas manos.

-Nos vemos a la hora de la cena, pequeño Twist-dijo Luck abrazando a su amigo-.

Suerte con tu expo. -Es redundante que me desees suerte cuando ya te tengo a vos-. Twister le revolvió el

cabello cariñosamente y se alejó en la dirección contraria para tomar el metro.

-Hacen una linda pareja-observó Val-. Espero no haberles robado mucha intimidad.

-Es mi mejor amigo-dijo riendo-. El único que tengo, en realidad-agregó pensativo-. Hace muchos años que nos conocemos. Cursamos el secundario juntos y ahora

compartimos un departamento en Buenos Aires. -Qué lindo vínculo-Val lo miró con ternura-. Por la forma en que se preocupó por vos en

el departamento creía que eran algo más que amigos.

-No sos la primera que lo piensa-admitió Luck-. Supongo que nos complementamos bastante bien y eso se hace evidente después de tanto tiempo.

-Me alegro por ustedes-dijo Val parando un ómnibus-. Es importante tener amigos.

-¿Y los tuyos?-preguntó Luck, subiendo tras ella-. Creo que no sé nada sobre vos.

-Mis amigos-repitió Val pensativa-. Tengo amistades dispersas por el mundo. Me gusta viajar, conocer nuevos lugares, personas y experiencias. Soy arqueóloga y antropóloga.

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Mi trabajo es desentrañar historias, ya sea que estén enterradas bajo nuestros pies o en lo más profundo de la memoria de una colectividad.

-Interesante. Entonces no es casualidad que estemos yendo al museo-observó Luck.

-Exacto-sonrió Val, satisfecha-. Cierta reliquia acaba de unirse a la colección y me

interesa examinarla-confesó. Ambos permanecieron callados el resto del breve trayecto.

La fachada del museo británico era impresionante. Luck se sentía diminuto ante aquellas enormes columnas que parecían la antesala de un templo romano en todo su esplendor. Se apresuró en seguirle el paso a Val, quien avanzaba entre los visitantes del museo sin

dificultad, acostumbrada a orientarse dentro de aquel recinto siguiendo sus instintos. Juntos atravesaron el atrio de la sala de lectura, que estaba coronado por una

gigantesca cúpula en honor a la reina Elizabeth II. A lo largo de esa circunferencia perfecta las paredes estaban decoradas con estantes de cientos de libros para consultar.

Por alguna razón se sintió observado al cruzar esa sala, pero evitó voltear para corroborar sus sospechas. No podía perder de vista a Val, que le llevaba mucha ventaja.

La muchacha finalmente se detuvo ante la sección egipcia, la colección más importante del mundo detrás del mismísimo Museo de El Cairo. Tras vacilar durante un segundo,

giró hacia la derecha para descubrir un salón repleto de tesoros faraónicos. Luck se quedó maravillado ante el constante resplandor dorado de aquellas reliquias invaluables.

Distinguió coronas de oro y plata, cetros, collares y brazaletes incrustados con piedras preciosas y todo tipo de joyas ceremoniales protegidas tras vitrinas irrompibles.

Val se encontraba estudiando la que parecía ser la adquisición más reciente del recinto.

Un talismán dorado con forma oval en cuyo centro se encontraba engarzada una brillante joya romboide de color verde intenso.

-¿Qué significa Heka?-leyó Luck, observando el término al pie del talismán.

-Es la denominación que usaban para el báculo, cayado o bastón del faraón-explicó Val-. Significa… “magia”.

-¿Los sacerdotes egipcios de verdad creían que esta esmeralda tenía poderes mágicos?

-En realidad la piedra es un peridoto. El color es bastante parecido, pero adquiere una tonalidad amarillenta distinta-lo miró pensativa-. La gente cree en lo que necesita creer.

-La gente no sabe lo que quiere-los interrumpió una voz grave y calculadora-. Pasan su

vida persiguiendo logros impuestos por otros para acabar consumiéndose en la vejez, terminando sus días más inútiles preguntándose qué hicieron para morir así.

Ambos voltearon para descubrir que el dueño de aquella voz no era el único que había

entrado silenciosamente al recinto. Cuatro hombres más los acompañaban, rodeándolos. Todos ellos portaban máscaras de gas y estaban ataviados con un uniforme de combate de corte militar azul eléctrico, con borcegos y guantes de color negro.

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Quién les había hablado parecía ser el líder. Era el más alto de todos, caucásico y de contextura musculosa marcada por un largo sobretodo azul oscuro. No llevaba máscara,

sino unos gruesos lentes oscuros ocultando sus ojos, dejando sólo al descubierto su cabellera oscura y su barba prolijamente recortada que decoraba una sonrisa cínica e

intimidante. Aun así, no bastaba para amedrentar a Val Black, que lo miró desafiante.

-Exponé tus intenciones-exigió la chica en voz alta y clara-. Te doy un minuto.

-Vamos a simplificar este malentendido-sonrió el extraño-. Te observamos hace tiempo. Sabemos lo que podes hacer. Necesitamos que nos ayudes a recuperar el amuleto.

-No sé exactamente qué crees haber visto, pero estoy segura de que pertenece a sus dueños originales. Dudo que alguno de ustedes sea faraón-exclamó en tono provocador.

-Hace unas horas-explicó el líder con tranquilidad-, derribaste a tres de los nuestros en

el National Gallery, sin ponerles un dedo encima. Deja de fingir. Sabemos tu secreto.

-¿National Gallery?-Luck observó a Val sin entender-. ¿De qué está hablando? -Quieto Luck-Val lo apartó para encarar al hombre de las gafas oscuras-. Si realmente

viste lo que puedo hacer, sabrías que estás amenazando a la persona equivocada.

-Esto no es una amenaza. Es un acuerdo de confidencialidad-afirmó sonriente-. Sólo pedimos que uses tu poder para conseguir ese amuleto como pago por nuestro silencio.

-Contá lo que quieras-Val lanzó una sonora carcajada, echando su cabellera hacia atrás

y observándolo con malicia-. Nadie les va a creer-dió un paso al frente-. Por cierto, tu minuto terminó. Te invito a retirarte y dejar de desperdiciar mi valioso tiempo, gracias.

-Que conste que traté de ser diplomático-suspiró encogiéndose de hombros-. Atrápenla.

Antes de que cualquiera pudiese desenfundar sus armas, Valkyria había desenvainado una varita de madera de la manga de su gabardina, disparando un rayo de energía

rojizo. La onda expansiva arrojó a los soldados al suelo y todos los cristales estallaron.

-¡Fantástico!-gritó el extraño al ver a sus compañeros caer-. ¡Gracias por la evidencia! -Meingott-maldijo Val por lo bajo-. Las cámaras deben haberme visto-agitó la varita

para bloquear las puertas-. Esto es problemático. Tengo que destruir esas grabaciones…

-No puedo creerlo…-Luck la observaba con terror y admiración-. Podes hacer magia... Sos una bruja, una hechicera de verdad.

-Genial-masculló la joven, frustrada-. Simplemente genial. ¡Espero que estés contento!-

le gritó irritada al extraño -. ¡Había organizado este paseo para compensarlo y ahora voy a tener que borrarle la memoria otra vez!

-¿Qué? ¡No!-Luck retrocedió confundido-. ¿Me borraste la memoria? ¡¿Cuándo…?!

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-En el National Gallery-suspiró Val-. Me viste haciendo algo que no debías saber. Perdón Luck, pero mi existencia es un secreto y tiene que permanecer así-se lamentó la chica.

Luck retrocedió indignado, sin percatarse de los cristales que estaba pisando. Alzó la

mirada y descubrió que pertenecían al pilar del amuleto que ahora reposaba indefenso.

-Capitán… ¿Solicito refuerzos?-uno de los hombres abatidos intentó agarrar su intercomunicador, pero para sorpresa de todos, el extraño sacó el arma y le disparó.

Instintivamente, Val materializó un escudo plateado protegiendo a Luck y a sí misma. -No te preocupes, no va a ser necesario-la tranquilizó disparándole al segundo soldado-.

Son ondas electromagnéticas, no les hace daño-añadió disparando por tercera vez-. Pero necesito sacármelos de encima-terminó de decir al ejecutar al cuarto soldado, a

quién le arrebató su comunicador-. ¡Capitán Luft Trow a Base Central! ¡¿Me copian?! ¡Repito, Capitán Luft Trow a Base Central!

Luck escuchó una voz lejana que contestó el llamado, pero no provenía del artefacto del

Capitán, sino que la sentía justo detrás de él. Lo estaba llamando por su nombre… -¡Tengo un código a-ce-efe!-gritó el Capitán-. ¡El escuadrón fue abatido! ¡Cuatro bajas!

¡Me tienen acorralado! ¡Necesito…!-y dejó caer el intercomunicador abruptamente. Disparó al suelo hasta destruirlo.

-¿Qué demonios estás haciendo?-exclamó Val, sin entender. Luck lo observaba aterrado.

-Morir-contestó el joven con naturalidad-. El Capitán Luft Trow cumplió su misión, ya no

lo necesitamos. Si tengo que ser sincero, su liderazgo siempre me pareció cuestionable. Creo que el mundo es un lugar mejor desde que prescindimos de sus servicios-confesó.

-¡Te desquiciaste como todos los malditos mundanos de tu especie!-vociferó indignada-. Voy a disfrutar borrando de este mundo los asquerosos recuerdos de tu personalidad…

-Baja el arma-ordenó con tranquilidad-. No sos la única con una identidad secreta-tocó

el brazalete plateado de su muñeca derecha, que emitió un haz de luz holográfico, exhibiendo un logo dónde podía distinguirse un reloj de arena en el interior del planeta

Tierra, rodeado de los anillos de Júpiter-. Soy Nick Zyler, Miembro de las Fuerzas Especiales de Agentes del Tiempo Intergalácticos. Vengo del futuro. Y estás arrestada.

-¿Esperas que crea ese truco barato?-se mofó Val, agitando la varita mágica para formar una mano de humo que voló atravesando el logo holográfico, mostrando el dedo medio.

-Ahorrate la vulgaridad-el agente del tiempo la miró con seriedad-. Tengo que confiscar

ese dispositivo-agregó señalando su varita-. Esa tecnología no es humana ni pertenece al siglo XXI. Supongo que la conseguiste de algún contrabandista alienígena.

-No tengo ni la más remota idea de lo que estás diciendo-observó Val, perpleja.

-Deberías saber que introducir artefactos anacrónicos está prohibido por los tratados de la Confederación Cuántica, sin mencionar la terrible paradoja que podrías causar.

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Además no estoy seguro de cómo aterrizaste en esta línea temporal, pero te recuerdo que viajar en el tiempo sin regulación ni autorización es un delito intergaláctico.

-Suficiente-interrumpió Luck, exasperado-. Acabo de enterarme que existe la magia, por

segunda vez, creo, cortesía de tu lobotomía-le dedicó una sonrisa a la hechicera, antes de encarar al agente del tiempo-. ¿Y ahora resulta que los viajes en el tiempo también

son reales? Esperaba algo mucho más emocionante de una experiencia como esta, no un tonto discurso tecnoburocrático sobre lo aburrido que es venir del futuro.

-No te metas en lo que no comprendes, humano-dijo Zyler, irritado-. No existe la magia. Esta farsante intenta engañarte con mitos medievales.

-Tu escepticismo es prueba suficiente de lo bien que hicimos en escondernos de

ustedes-contestó Valkyria con resentimiento-. Los mundanos siempre inventaron las teorías más descabelladas para negar la verdad más evidente…

-Puede parecerles irónico que yo diga esto, pero ya no tengo tiempo para esta discusión.

Es hora de terminar lo que empezamos-Zyler presionó su brazalete y extendió su mano hacia el pilar destrozado, intentando atraer el amuleto Heka magnéticamente.

-¡No te atrevas a manchar esa reliquia con tus manos inmundas!-Val empuñó la varita desviando la trayectoria del talismán, que cayó a los pies de Luck, partiéndose en dos.

La piedra color esmeralda había quedado engarzada entre dos anillos dorados que la

rodeaban como los orbitales de un átomo, y continuaba susurrando su nombre sin cesar.

“Siete minutos es un lapso suficiente para cambiar la existencia de cualquier persona”, había leído una vez. Luck no tenía idea que sus siete minutos habían comenzado cuando agarró la gema, ignorando las advertencias de la hechicera y el agente del tiempo.

Dejándose llevar por la voz familiar del joven con la piel estrellada, finalmente entendió las palabras que le había susurrado al oído en su primer encuentro.

Viniendo de todas partes, es imposible detenerlo por siempre. Tengo que volver a casa.

Necesito al Holder.

-Yo también necesito volver a casa-susurró Luck, y un fuerte golpe lo empujó al suelo, impactando sobre los fragmentos de cristal. No escuchó gritos ni sintió el dolor. Tampoco sintió el par de manos que lo revisaron con brusquedad buscando la piedra, ni

vio la cara de culpa y preocupación que examinaba sus signos vitales. Lo único que podía percibir eran las estrellas que lo rodeaban. Estaba a punto de convertirse en una.

El Holder se irguió con decisión, dejando a Luck atrás. Val Black intentó contenerlo con

un hechizo defensivo al mismo tiempo que Nick Zyler activaba su protocolo de emergencia temporal. Pero ninguno pudo escapar, porque su deseo de salvarlo los había

superado. Ambos permanecieron juntos en un último esfuerzo por detener aquel resplandor que se había apoderado de su cuerpo. Su determinación era más fuerte.

Y cuando parecía que los había vencido, Luck recuperó la conciencia, incapaz de controlar el resto de su cuerpo. Se aferró a su pensamiento primordial cerrando los ojos.

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Quiero volver a casa. Y el resplandor se apagó.

Por fin abrió los ojos. Val Black caminaba inquieta, intentando encontrar una explicación.

Nick Zyler pulsaba infructuosamente su brazalete temporal, todavía más desconcertado.

-Es imposible-repetía-. No viajamos en el tiempo. Y aun así nos desplazamos.

-¡Por supuesto que es imposible!-Val estaba furiosa-. ¡Nadie puede viajar en el tiempo! Nos trasladamos, de eso estoy segura. Pero no sé dónde ni por qué.

-No entendés-pero Nick tampoco parecía entenderlo-. Mi brazalete tiene programada una serie de coordenadas preestablecidas. No tengo autorización para alterar el rumbo.

-Si incluso vos admitís que no viajamos en el tiempo, no entiendo qué te perturba…

-Este lugar… No puede ser el presente. Nunca vi algo así en el siglo XXI.

Luck caminó lentamente, esquivando los escombros de la avenida principal para observar las ruinas del departamento que compartía con Twister. Se negó a asumirlo.

-Esta es mi casa…-cayó sobre sus rodillas, completamente exhausto-. ¿Por qué…?

-La explosión destruyó gran parte de la ciudad-analizó el agente del tiempo-. Viendo el

radio de alcance de la circunferencia es fácil determinar que fue una bomba atómica…

-¿En qué momento del futuro aprendieron a prescindir de la empatía?-le reprochó Val-. ¡Está viendo las ruinas de su hogar! ¿No tenés un mínimo de respeto por su dolor?

-Intento encontrar una explicación, porque es absurdo-se excusó Zyler-. Nunca hubo un ataque nuclear en Buenos Aires. Y mi brazalete no registra esta fecha. No tiene sentido.

-¡Hay alguien bajo los escombros!-gritó Luck de pronto-. ¡Ayúdenme a sacarlo de acá!

Val agitó su varita mágica apartando aquel enorme pedazo de concreto. Los tres

apartaron la mirada con asco al observar el cadáver descompuesto de un adolescente. -Por el nivel de putrefacción, calculo que falleció hace seis meses o más-observó Zyler.

-Se había movido-juró Luck, atónito-. Vi que se movía cuando me acerqué…

-Viviste una experiencia horrible-lo tranquilizó Val-. Es normal que no proceses bien…

-¡Está vivo!-gritó Luck. El cadáver se arrastró hacia ellos, famélico, deseando morderlos.

El trío retrocedió aterrado. Un segundo cadáver reanimado se interpuso en su camino, y un tercero resucitó al percibir su presencia, alertando a los demás a levantarse de entre

las cenizas. Lentamente, los zombies despertaban, comenzando a acorralarlos…

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Hacía un largo período que Holly Hunter no se encontraba con otros forasteros en su zona. Llevaba tanto tiempo aislado que llegó a preguntarse si sería sensato intervenir.

Añoraba la compañía humana, o al menos eso creía. Pero era estúpido e imprudente salir de su refugio para ayudar a unos desconocidos, que podrían terminar usurpando su

propiedad, o peor aún, dejándolo morir a su suerte tras arriesgar la vida por ellos. Suspiró. Ninguna decisión era sencilla. Matar o morir. Vivir y dejar vivir. Cara o cruz.

Tiró una moneda. La observó girar sobre sí misma, esperando el resultado…

Continuará…

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