la vibración sonora primordial (parte 3ª)

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La vibración sonora primordial Algunos aspectos de su simbolismo ( Parte 3ª ) Oscar Freire

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Las referencias de René Guénon

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La vibración sonora primordial

Algunos aspectos de su simbolismo

( Parte 3ª )

Oscar Freire

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“Y, he ahí, que tu Sustentador dijo a los ángeles: ¡Ciertamente, voy a crear un ser humano de arcilla sonora, de cieno oscuro transmutado;

y cuando lo haya formado por completo y haya insuflado en el algo de Mi espíritu, caed postrados ante él!”

Qur’an: Sura 15. Al-Hichr, 28-29

Las referencias de René Guénon *

Presentamos aquello que se refiere a una secuencia lógica (entiéndase en parte, como un condicional del texto) siguiendo el mismo hilo del autor (en cierto modo y orden) y relativo al método teórico y especulativo (en sentido inverso al que corresponde operativamente). El objetivo, concierne a un señalamiento respecto a lo que venimos planteando en una mirada de conjunto y que no sólo confirma, en el ítem respectivo, la cuestión fundamental que atañe a la denominada “vibración sonora primordial” (cuya importancia para nuestro estado de manifestación justifica el interés por un cabal conocimiento de aquello mismo que el tema implica) sino también, debería

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incentivar la necesidad de las ampliaciones por parte de los interesados, y la obligación de recurrir a las fuentes citadas, a efectos de poder constatar la posibilidad de asimilarse un detallado y fidedigno cuadro teórico.

Probablemente, para muchos como nosotros, se necesite de estas cuestiones teóricas, y quizás también de un mediano esfuerzo para el eficaz discernimiento de las alusiones y el ordenamiento de las analogías suministradas, tanto como las referencias otorgadas por la innegable autoridad intelectual de René Guénon. Quizás valga señalar al respecto de dicha autoridad (a la que tradicionalmente se la debe relacionar estrechamente con la función) que no parece haber sido entendida del todo en occidente, puesto que se constata a menudo en diversas expresiones (salvando las excepciones de rigor) el no saber distinguir bien el personaje de la función [1], justamente, aquella misma ejercida por distintos individuos de todas las épocas y latitudes [2]; de cuya comprensión (un requisito indispensable entre varios otros) no sólo nos ha de permitir alcanzar el sentido más elevado de la obra del autor, sino también, preservarnos de confundir las cualidades de discernimiento espiritual con algún “sistema intelectual”.

De tal manera, en lo primero (y a modo de ejercicio) prestemos atención a la expresión estrictamente literal (si es posible en las voces originales) hasta alcanzar su razón de coherencia y el grado lógico de comprensión, tanto del antecedente como del consecuente (véase la aclaración). Una vez logrado ello, recién estaremos (y no antes) en condiciones (previa disposición) de dirigir nuestra atención a la “interlínea”, es decir, al límite entre lo literal y lo extra

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literal, precisamente, en lo que se constituye como base o soporte de la alusión tradicional [3].

Si esto se hace posible en las obras de René Guénon (oportunidad no habitual) aún en condiciones tan desventajosas como las nuestras, es porque nuestro autor, considerando semejantes desventajas, ha tenido a bien el “fabricarnos” o adecuarnos (siempre en el rango de lo preliminar) cierto método que nos permita vislumbrar aquellos suficientes puntos de apoyo y de orientación; a los que obligadamente, y tal como decíamos, deberemos reforzar con las virtudes de la lucidez y del esfuerzo personal. Por supuesto (por las obvias razones que explican aquello que atañe a la función) los lectores avisados comprenderán de inmediato que aquí no hay nada de “guenonismo” (menos en el sentido peyorativo con el cual se manipula al sufijo de oposición) [4] tampoco se trata de convencer a nadie, ya que las opciones sobre la validez o no de estas proposiciones, son exclusivamente propias de cada uno.

Esto como antecedente **

1ª La Causa total y suprema es concebida como la Potencia Universal, ilimitada e incondicionada

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2ª Las Causas esenciales que contienen potencialmente la integralidad de todos sus efectos se sintetizan en la Causa total

3ª La unidad de la Potencia Universal en sí necesariamente es correlativa de la unidad esencial del Ser, y está implícita en esta misma unidad

4ª De acuerdo a la tradición hindú (y sólo en cuanto a lo que se corresponde con la manifestación) La Posibilidad Universal, entendida en su unidad integral comporta dos aspectos: el aspecto masculino (Purusha) que es el Ser mismo en su identidad suprema y “no actuante” y el aspecto femenino que se polariza en potencia activa (Shakti) y potencia pasiva (Prakriti)

5ª La potencia activa discierne el punto de vista dinámico y directo y corresponde a la esencia, la potencia pasiva al punto de vista estático o reflejo y corresponde a la substancia

6ª La consideración de ambos puntos de vista son complementarios uno del otro en cualquier modalidad de manifestación, no alterándose en nada la unidad del punto principial (tampoco del Ser del cual es símbolo) de donde se concibe claramente la identidad fundamental de la esencia y de la substancia que son los dos polos de la manifestación universal.

7ª De acuerdo a las expresiones respectivas de Purusha y Prakriti en esta manifestación, las determinaciones substanciales, que son los cinco elementos corporales,

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corresponden a un número igual de determinaciones esenciales o de “elementos esenciales” que podría decirse son sus “arquetipos”, sus principios ideales o “formales” en el sentido aristotélico de esta última palabra y no pertenecen al dominio corporal sino al de la manifestación sutil.

8ª Desde el punto de vista de la tradición hindú las “esencias elementales” reciben el nombre de tanmâtras que significa una “medida” o “asignación” cuya función es delimitar el dominio propio de una cualidad o “quididad” en la Existencia universal. Dichas “esencias” son de orden sutil y no son perceptibles por los sentidos, sus operaciones sólo son concebibles idealmente y no pueden recibir designaciones particulares más que por analogía [5] puesto que corresponden al estado principial y “no desarrollado”. La concepción de tanmâtras sólo es necesaria cuando se quiere relacionar la noción de los elementos con los principios de la Existencia universal y tal concepción no debe intervenir cuando la referencia corresponde a las existencias individuales y las cualidades sensibles como tales, ya que corresponde a otro punto de vista (el último).

9ª Desde el mismo punto de vista, las “substancias elementales” reciben el nombre de bhûtas (de bhû que significa “ser”) más particularmente en el sentido de “subsistir” considerando al ser manifestado en su aspecto “substancial” por consiguiente con cierta idea de “devenir”, pues es del lado de la substancia donde se encuentra la raíz de todo devenir. De este modo los elementos son considerados como determinaciones substanciales o como modificaciones de Prakriti con un carácter puramente accidental en relación con esta, así como la propia existencia corporal no es más que un simple accidente en

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relación con la Existencia universal considerada en su integridad. En todo caso, se debe tener en cuenta que los elementos no son cuerpos, ni siquiera simples, sino verdaderamente los principios substanciales a partir de los cuales se forman los cuerpos; y todo cuerpo, sea el que sea, procede en realidad del conjunto de los cinco elementos aunque pueda haber en su naturaleza cierto predominio de uno o de otro.

10ª Así, Los cinco tanmâtras o ideas principiales son las causas primordiales de los cinco elementos “substanciales” de la manifestación física como determinaciones particulares de sus modificaciones exteriores, expresándose en tal modalidad en las cinco condiciones según las cuales se formulan las leyes de la existencia corporal: espacio, tiempo, materia, forma y vida. Sin embargo, los cinco tanmâtras no deben se considerados como manifestados por estas condiciones, tampoco por los elementos y cualidades sensibles que corresponden a estos, puesto que en tanto principio, soporte y fin, es de ellos que todas las cosas son manifestadas y todo lo que posteriormente resulta de sus indefinidas combinaciones.

11ª Las condiciones de la existencia corporal guardan rigurosas relaciones y respectivas correspondencias con los cinco elementos y con los cinco sentidos, que, por otra parte, están igualmente sometidos al conjunto de estas cinco condiciones.

12ª En todos los textos del Vêda son mencionados los cinco elementos del mundo físico de acuerdo a su orden, desarrollo o diferenciación a partir de âkâsha, el éter, que es el elemento primordial, luego vâyu, el aire; têjas, el fuego; ap, el agua y prithvi, la tierra. A cada elemento le

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corresponde una cualidad sensible: al éter, el oído (shrotra); al aire, el tacto (twach); al fuego, la vista (chakshu); al agua, el gusto, (rasana); y a la tierra, el olfato (ghrâna). En las consideraciones aristotélicas, completamente diferentes cuando se habla de cualidades deben entenderse que no son las cualidades sensibles propiamente dichas, pues se refieren a las combinaciones de calor y frío, que son respectivamente principios de condensación y expansión, con lo seco y lo húmedo: el fuego es caliente y seco; el aire, caliente y húmedo; el agua, fría y húmeda; y la tierra, fría y seca. Estas agrupaciones que se oponen dos a dos, no atañen más que a los elementos ordinarios, con exclusión del éter, justificándose por lo demás pues como elemento primordial, que debe contener en si mismo los conjuntos de cualidades opuestas o complementarias, coexistiendo así en estado neutro. El éter es así representado como situado en el punto en el que las oposiciones todavía no existen pero a partir del cual se producen, es decir, en el centro de la figura crucial cuyas ramas corresponden a los otros cuatro elementos, figura adoptada por los hermetistas de la edad media, quienes mencionaban al éter como “quintaesencia” en una enumeración de los elementos en un orden ascendente inverso al de su producción, de lo contrario el éter sería el primer elemento y no el quinto. Esto no implica limitarse exclusivamente a un punto de vista demasiado sistemático, limitado y particularizado. Sería comprender mal la teoría de Aristóteles y de los hermetistas, con el pretexto de hacer intervenir principios de expansión y condensación intentando interpretarla a favor de una identificación de los elementos con los diversos estados físicos.

13ª Es preciso establecer que el éter y el aire son elementos distintos, contrariamente a lo que sostienen algunas escuelas heterodoxas.

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14ª Akâsha, el éter está extendido por todas partes, penetra al mismo tiempo el exterior y el interior de las cosas. Es considerado como el elemento más sutil del que proceden los demás, formando, con respecto a su unidad primordial un cuaternario de manifestación. Al ser primitivamente homogéneo su diferenciación engendra a los restantes elementos comenzando por el aire. Tiene por origen un movimiento elemental que se produce a partir de un punto inicial cualquiera, en ese medio cósmico indefinido.

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Esto como consecuente **

“La cualidad sensible que se relaciona con el éter es el sonido”

“…si se considera el modo de producción del sonido por el movimiento vibratorio…”

“Tal movimiento se propaga alrededor de su punto de partida por ondas concéntricas uniformemente repartidas siguiendo todas las direcciones del espacio, lo que da origen a la figura de un esferoide indefinido y no cerrado. Ese es el movimiento menos diferenciado de todos, en razón de lo que podemos llamar su ‘isotropismo’ y por ello podrá dar origen a todos los demás movimientos que se distinguirán de el en tanto en cuanto no se efectuarán ya de una manera uniforme siguiendo todas las direcciones; y así mismo, todas las formas más particularizadas procederán de la forma esférica original”

“Por otro lado, según lo que se acaba de decir, es en el éter donde reside la causa del sonido; pero esta claro que esta causa debe distinguirse de los medios diversos que pueden servir secundariamente para la propagación del sonido y que contribuyen a hacérnoslo perceptible amplificando las vibraciones etéricas elementales”

“…aparte de estas consideraciones, la atribución de la cualidad sonora del éter, es decir, al primero de los elementos, tiene todavía otra razón profunda que se

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relaciona con la doctrina de la primordialidad y la perpetuidad del sonido; pero ese es un punto al que no podemos aludir más que de paso [6].

Notas

* Esta tercera parte, tal como lo anticipábamos en la anotación precedente, corresponde principalmente a la síntesis de un par de trabajos de René Guénon, es decir, a un extracto (no completo) de dos de sus artículos: “Las condiciones de la existencia corporal” en Revista “La Gnose”, enero de 1912 (insertado como cap. IV, 2ª en “Melanges”) y “La teoría hindú de los cinco elementos” en Revista “Voile d’Isis”, agosto-septiembre de 1935 (incorporado como cap. IV en “Études sur L’hindouismo”). Se añaden 14 comentarios respectivos que pasan a conformar la conclusión de este trabajo.

[1] Dicho esto, en aquel sentido frecuente y común a la vulgarización y al etiquetamiento de las palabras e inherentes a toda mediatización; por ejemplo, de entender a dicha autoridad como fundadora de una escolástica especial o interpretarla en el orden de una obra individualista de genialidad particular. Igualmente, pretender otorgarle el mote de “metafísica/o” o de conferirle por un lado alguna peculiaridad “matemática” y, por el otro lado, adjudicarle cierta inventiva “esotérica” singular. Por nuestra parte (conste que hablamos por las generales, puesto que abundan excelentes trabajos sobre René Guénon) estamos persuadidos que la cuestión central y aquellas de importancia no pasan por un protocolo letrero de este tipo tan común a nuestros lenguajes corrientes y respectivos de una mentalidad individualista en particular.

[2] Respecto a las nociones esclarecedoras sobre la perpetuidad de toda función en el sentido tradicional, el propio Guénon no ha dejado de pronunciarse en diversas ocasiones, por ejemplo, que los distintos individuos “no dejan de ser ‘el mismo’ para todo lo que se refiere a ella” ( ). Véase en varias anotaciones dedicadas al autor, por ejemplo, y principalmente: “Método y lenguaje en René Guénon” y “Las

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‘funciones magisteriales’ en René Guénon”. También, algunos datos asociados en: “René Guénon a la luz de una significativa dedicatoria” y “Vía shâdhîlita de René Guénon”.

[3] Esto es así, ya que el sentido literal se constituye como en una de las medidas del caso [o de cada cosa] en tanto que cada cosa al ser lo que “es” no le es posible “no-ser” a la vez, aunque su entidad se halle limitada por otras cosas: “No utilices el razonamiento a lo que es impensable” (Purâna). En otras palabras, no podemos saltearnos la condicionalidad literal del texto (tradicional) ni dudar de su legitimidad hasta el apercibimiento de un sentido superior o de otro orden distinto de realidad. Si no se da el caso correspondiente a la operación intelectual de trascendencia (del sentido literal) a la que se debe considerar como excepción, es la pauta general la que debe permanecer. Se comprenderá, que la necesidad del sentido literal se halla estrechamente relacionada con la del “exoterismo” tradicional. Sobre el primero y respecto al sentido y aplicaciones de la no-contradicción véase “El sentido de literalidad en las escrituras sagradas”, tanto como el trabajo ya citado: “Método y lenguaje en René Guénon”, y sobre las implicaciones del segundo: “René Guénon y el esoterismo islámico”.

[4] Sobre algunas aplicaciones de dicho sufijo véase “Ismo como confusión y oposición” y “Breve sobre los términos monoteísmo y politeísmo”. En lo que concierne, ya nos hemos explayado sobre algunos términos como “sufismo” (René Guénon y el esoterismo islámico) “guenonismo”, ”perennialismo”, etc. (Método y lenguaje en René Guénon) aunque para añadir otro ejemplo respecto del primero (que es el más “oficializado” por así decirlo) podríamos traer a colación aquella vieja máxima que dice: “El sufismo es hoy un nombre sin realidad, cuando antiguamente era una realidad sin nombre” por lo cual, entre otros, se infiere que dicha realidad concernía antaño a las cualificaciones respectivas de una minoría verdaderamente espiritual, en cambio hoy, ante la ausencia de dicha realidad, se confiere un nombre que puede ser auto adjudicado por cualquier hombre ordinario, sin necesidad de empacharse por ello (esta misma circunstancia, hoy por hoy, involucra a todas las formas tradicionales). En otras palabras, la consecuente vulgarización (como “nombre”) además de estar estrechamente relacionada al correspondiente ismo, nos exime aquí de mayores comentarios.

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[5] Ver nuestra anotación “La analogía tradicional”

** Adviértase, y tal como avanzábamos en el inicio, que los términos “antecedente” y ”consecuente” no se utilizan aquí en el sentido exclusivo de una antecedencia o consecuencia lógica, sino en el de proposición de grado, es decir, como un condicional del texto.

[6] Sobre el carácter reservado y estrictamente alusivo de estos párrafos, ya que hay cosas que presentan muchas dificultades para la explicación, hay un breve comentario en la parte 6ª de este trabajo.