entre la mutua dependencia y la mutua independencia

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Taller y oficio de la Historia Marietta Mejía de Mesa Entre la mutua dependencia y la mutua independencia El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, 1942-1990

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La Facultad de Ciencias Sociales, la Maestría en Historia y la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana presentan Entre la mutua dependencia y la mutua independencia. El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, 1942-1990: séptimo título de la colección Taller y Oficio de la Historia, que parte de la tesis laureada de Maestría de la profesora e investigadora Marietta Mejía de Mesa.

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Page 1: Entre la mutua dependencia y la mutua independencia

Últimos libros publicados dentro de la Colección Taller y oficio de la Historia

Mirando solo a la tierraCine y sociedad espectadora en Medellín (1900-1930)

Germán Franco Díez

Taller y oficio de la Historia

Marietta Mejía de Mesa

Entre la mutua dependencia y la

mutua independencia El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina

de la Universidad Javeriana, 1942-1990

En febrero de 1942 se fundó en la Universidad Javeriana de Bogotá la primera facultad de medicina privada del país, simultáneamente con el Hospital San Ignacio, como lugar de prácticas asistenciales, académicas e investigativas de los médicos javerianos.

Considerado emblema católico nacional, el hospital impulsó la fe de muchos pequeños y pocos grandes benefactores. Por un emprésti-to para obtener los predios donde se edificaría, la Compañía de Jesús dejó en garantía su patrimonio, un tesoro del arte colonial y todos los bienes de la Provincia Colombiana. Construida ya su sede, vivió las crisis hospitalarias de los setenta y tuvo que rediseñar estatutos, cerrar servicios, vender su edificio.

Escrito en un lenguaje sencillo, este libro permite entender la com-plejidad hospitalaria en Bogotá y el país a lo largo del siglo XX. Va dirigido a todos aquellos que conocen los problemas de la salud en Colombia, y a quienes ignoran la vida misma de un hospital. El libro aborda la influencia extranjera en la medicina colombiana, las trabas de la Ley 67 de 1935 sobre profesión médica, y narra la historia de un hospital universitario que entre dificultades económicas y en el contexto de la Guerra Europea, tardó dos décadas para construirse.

Facultad de Ciencias Sociales

A pesar de que los manuales de conducta y los tratados de los moralistas de la época marcaban un comportamiento “arreglado” por parte de las esposas, que les exigía sujeción y obediencia a su marido, en el tránsito del siglo XVIII al XIX en la Nueva Granada llegaron a los tribunales varios casos de mujeres que, cansadas de los maltratos de su cónyuge o en medio de triángulos amorosos, decidieron acabar con la vida de sus compañeros.

Este libro rescata las voces de “las conyugicidas” y ahonda en sus motivos, mientras presenta las coacciones y autocoacciones que motivaron el tránsito de víctima a criminal. La investigación se adelantó desde 2004 a partir de expedientes de juicios y asuntos criminales elevados ante segundas instancias y que reposan en el Archivo General de la Nación. Dialoga con historias similares ocurridas en España y que se convirtieron en causas célebres llevadas a la literatura.

Mabel Paola López Jerez es magís-ter en Historia de la Pontificia Uni-versidad Javeriana (2005) y máster en Edición de la Universidad Au-tónoma de Madrid y Edelvives, España (2009). Su formación bá-sica es en Comunicación Social-Periodismo, carrera que cursó en INPAHU (1999) y en la Universi-dad Central (2001).

Desde 2004 ha abordado la his-toria del delito femenino y de la violencia contra la mujer en la Nueva Granada para los siglos XVIII y XIX. Su tesis de maestría en Historia, “Las conyugicidas de la Nueva Granada. Trasgresión de un viejo ideal de mujer, 1780-1830”, fue galardonada con califi-cación meritoria en 2005.

A lo largo de su carrera la autora se ha desempeñado como perio-dista y editora de textos de divul-gación científica. Actualmente es la responsable de publicaciones del Instituto Colombiano de An-tropología e Historia (ICANH).

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Facultad de Ciencias SocialesDepartamento de Historia y Geografía

Las conyugicidas de la Nueva Granada

Taller y oficio de la Historia

COLECCIÓN TALLER Y OFICIO DE LA HISTORIA

La colección Taller y oficio de la Historia de la Maestría en His-toria de la Pontificia Universidad Javeriana busca socializar, ante la comunidad académica y el públi-co en general, las tesis de grado meritorias y laureadas por los jurados. Esta Maestría ha podi-do ofrecerle a una amplia gama de profesionales, a través de sus cursos y del proceso de investi-gación histórica, una caja de he-rramientas con la cual ejercitar, en un taller, el oficio de histo-riador. Además esta serie de pu-blicaciones evidencia el enorme esfuerzo de inter y transdiscipli-nariedad que hoy por hoy está en la base de la historiografía colombiana, latinoamericana y universal, y muestra cómo este posgrado se ha ido consolidan-do en un escenario valioso para indagar el pasado a través de la escritura de la historia.

Trasgresión de un viejo ideal de mujer(1780-1830)

Mabel Paola López Jerez Ilustración de cubierta:Torres Méndez, Ramón, Reyerta de aguadores. Leipzig, litografía coloreada, 23 x 29,1 cm. Ed. Victor Sperling, 1910. En Ramón Torres Méndez y Edward Walhouse Marck. Una confrontación de miradas. Bogotá: Banco de la República, 1990.

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Últimos libros publicados dentro de la Colección Taller y oficio de la Historia

Conyugicidas de la Nueva Granada. Trasgresión de un viejo ideal de mujer (1780-1830)

Mabel Paola López Jerez

Germán Franco Díez

Mirando solo a la tierra

Cine y sociedad espectadora en Medellín (1900-1930)

Una parte de aquello que somos se la debemos al cine. El cine es más que un medio, es un espacio de encuentro, un acto de magia y un mito que marcó a los pobladores de nuestras ciudades en la primera mitad del siglo XX.

Esta investigación narra el interesante y divertido proceso cultu-ral de cómo el cine y otros espectáculos fueron vistos por los pobla-dores de Medellín entre 1900 y 1930. Pero también cuenta cómo los medellinenses usaron el cine: un sastre que atraía clientela con el proyector; un proyeccionista que hacía sonar cadenas al paso de los esclavos en la pantalla; unas prostitutas que aprovechaban la oscuri-dad de la proyección para trabajar, y especialmente unos pobladores que construyeron para sí una noción del mundo al relacionarse en los teatros.

El libro, que constituye un aporte novedoso al debate sobre la incidencia de los medios de comunicación en la cultura, también contribuye a la historia cultural del cine y a las teorías de la comuni-cación, por lo que se dirige tanto a expertos como a lectores intere-sados en los relatos urbanos y el cine.

La historia del país ha explorado con relativo éxito el impacto que las transformaciones económicas, políticas y sociales han tenido en la sociedad, pero apenas estamos explorando la incidencia de fenó-menos mediáticos sobre la cultura. Mirando solo a la tierra narra, en-tonces, la búsqueda de lo que somos gracias al cine que hemos visto.

Ciencias útiles y planes de estudio en la Nueva Granada.

Método racional y canon wolffiano en la filosofía escolar neogranadina (1762-1826)

Juan Manuel Dávila Dávila

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Germán Franco Díez

El profesor Germán Franco ha dedicado su vida profesional y académica al estudio del sentido de lo público en Comunicación. Formado en la escuela de realización de Cine y Televisión de la Universidad Nacional de Colombia, ha diseñado, dirigido y producido reconocidas series de televisión en su país. Sus principales temas de interés como profesor universitario han sido la historia cultural, la relación de la comunicación con la cultura, los géneros y formatos televisivos, las narrativas audiovisua-les, las culturas juveniles, la responsabilidad social y la convivencia. Es ponente en even-tos académicos nacionales e internacionales desde hace varios años. Ha ocupado cargos directivos en distintas universidades y entida-des de los sectores público y privado. Actual-mente es subdirector del Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana, institución donde además obtuvo el Magíster en Historia con distinción Magna Cum Laude.

Imagen de cubierta:

Pobladores de Medellín mirando el eclipse de sol del 3 de febrero de 1916. Fotografía de Benjamín de la Calle. Archivo Fotográfico, Biblioteca Pública Piloto, Medellín.

Taller y oficiode la Historia

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Las conyugicidas de la Nueva GranadaTransgresión de un viejo ideal de mujer (1780-1830)

Mabel Paola López Jerez

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Marietta Mejía de Mesa

Estudió Historia en la Universidad Javeriana de Bogotá. Es coautora con Santiago Díaz Piedrahita del libro Una Etapa en el Desarrollo de la Quí-mica en Colombia, Bogotá, 2010. También es investigadora principal del Semillero de Investi-gación 2009 – 2011: Hospital San Ignacio. Una Historia, por convenio entre el Hospital San Ignacio y la Facultad de Ciencias Sociales. En 2012 recibió el título de Magíster en Historia en la Universidad Javeriana, con grado summa cum laude y Mención Honorífica. Es profesora de cátedra de la misma universidad.

Imagen de cubierta:

Fachada del Hospital San Ignacio en 1970, aproximadamente.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

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Entre la mutua dependencia y la mutua independencia

El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, 1942-1990

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El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, 1942-1990

Marietta Mejía de Mesa

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Mejía de Mesa, Marietta, 1954-

Entre la mutua dependencia y la mutua independencia : el Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, 1942-1990 / Marietta Mejía de Mesa. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2013. -- (Taller y oficio de la historia).

342 p. : ilustraciones ; 24 cm.Incluye referencias bibliográficas (p. 323-336).ISBN: 978-958-716-672-9

1. HOSPITAL UNIVERSITARIO SAN IGNACIO (BOGOTÁ, COLOMBIA) – HISTORIA - 1942-1990. 2. PONTI-FICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA, FACULTAD DE MEDICINA – HISTORIA - 1942-1990. 3. HOSPITALES - HISTO-RIA - COLOMBIA. 4. ESCUELAS DE MEDICINA – HISTORIA - COLOMBIA. I. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia y Geografía.

CDD 362.1109 ed. 21

Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

dff. Diciembre 03 / 2013

Reservados todos los derechos© Pontificia Universidad Javeriana© Marietta Mejía de Mesa

Primera edición Bogotá, D.C., diciembre del 2013

isbn 978-958-716-672-9 978-958-716-517-3

Número de ejemplares: 300200 (100)

Impreso y hecho en Colombia

Printed and made in Colombia

Taller y oficiode la Historia

Corrección de estiloFavio Andrés Flórez Carranza

Diseño de colecciónMargarita Isabel Sandoval

DiagramaciónSonia Rodríguez

Montaje de cubiertaSonia Rodríguez

ImpresiónJavegraf

Editorial Pontificia Universidad JaverianaCarrera 7a N.° 37-25, oficina 1301Teléfono: 3208320 ext. 4752Edificio Lutaimawww.javeriana.edu.coBogotá, D. C.

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADESCONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS

EN AMÉRICA LATINA

MIEMBRO DE LA RED DE

EDITORIALES UNIVERSITARIAS

DE AUSJALwww.ausjal.org

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ConTEnIdo

Introducción 9

Parte i CONteXtOs 33

CapíTUlo prIMEro

los jesuitas de regreso 33

restauración de la provincia en Colombia 34

reapertura de la Universidad Javeriana 35

CapíTUlo SEgUndo

la formación médica en Colombia 41

Influencia de la escuela francesa en la educación médica colombiana 44

Influencia de la escuela estadounidense en la educación médica colombiana 48

Factores que contribuyeron a cimentar la medicina estadounidense en Colombia 49

las Conferencias Sanitarias Internacionales 51

Influencia del Informe Flexner 55

presencia de la Fundación rockefeller 56

la Misión Médica Unitaria Humphreys 57

la Misión Médica lapham de Tulane 60

Influencia de las asociaciones médicas y hospitalarias de Estados Unidos 63

Esquemas y conceptos esgrimidos desde las políticas estadounidenses 64

la educación médica en Colombia de acuerdo con las leyes 65

la Facultad de Medicina de la Universidad nacional como paradigma educativo 69

El Hospital como sitio obligatorio en la formación médica 76

CapíTUlo TErCEro

los hospitales en Colombia a principios del siglo XX 81

los Hospitales desde la mirada de los médicos 82

los Hospitales vistos por los arquitectos 86

El papel del Estado y la legislación hospitalaria 92

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El concepto de hospital moderno en los años cuarenta y el papel de los estudiantes 97

la asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas 102

parTE II laS FUndaCIonES 115

CapíTUlo CUarTo

Fundación de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana 115

Fundación formal de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana 115

El primer plan de estudios médicos 119

problemas legales 130

El proceso de aprobación 139

dificultades con las prácticas 144

las primeras prácticas 152

la buena Samaritana 162

CapíTUlo qUInTo

Fundación del Hospital de San Ignacio 167

los primeros estatutos del Hospital San Ignacio 167

Fundación canónica y jurídica 171

la ley en torno al Hospital San Ignacio 172

la búsqueda de un lugar para el hospital 175

la adquisición de los predios de la Soledad 181

parTE III la FaCUlTad Y El HoSpITal 191

CapíTUlo SExTo

propuestas hospitalarias, 1942-1959 191

periodo de proyectos Hospitalarios 192

la influencia de los médicos 201

la influencia de las religiosas francesas 203

la presencia de la Iglesia en el Hospital San Ignacio 207

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CapíTUlo SépTIMo

realizaciones hospitalarias, 1959-1970 213

las realizaciones hospitalarias en el Hospital San Ignacio 213

la revolución arquitectónica 214

la creación del departamento de ginecología y obstetricia 219

la creación del departamento de pediatría 221

Cambios en los paradigmas educativos 222

Cambios en Enfermería 225

la creación de los departamentos de Cirugía y Medicina Interna 229

época de donaciones 233

Una revolución hospitalaria y académica desde el interior de la Javeriana 235

Cambios locativos y metodológicos. la importancia de las ciencias básicas 238

Cambios en la Facultad de Medicina y el Hospital San Ignacio 241

El papel de la medicina preventiva y social 245

Intento de independencia entre lazos de dependencia 248

CapíTUlo oCTavo

periodo de crisis hospitalarias y soluciones 251

la crisis económica de 1965 254

Separación administrativa del hospital y la universidad 258

decisiones estatales en la década de 1970 261

Crisis en el Hospital San Ignacio a principios de la década de 1970 262

El Sistema nacional de Salud 263

El plan nacional de Salud 265

El Sistema nacional de Salud en Bogotá 267

El Contrato 057 del 11 de abril de 1975 268

El paro de las batas blancas 271

Conflictos entre la Facultad de Medicina y el Hospital San Ignacio. El papel del rector 279

la reforma estatutaria 281

nuevo servicio de urgencias 284

diagnóstico y reestructuración económica del hospital 285

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El replanteamiento del hospital 290

En busca de soluciones 294

la reestructuración interna del Hospital San Ignacio en 1988 298

El destino de los dineros recibidos por la venta del edificio 299

la ley de los 500 millones y la reorganización del hospital 300

remodelaciones en los laboratorios 301

Comienzo de la planeación estratégica 304

plan de adecuación y remodelación de la planta física 307

El Hospital San Ignacio se convierte en Entidad prestadora de Servicios (ePs) 309

reconocimientos y distinciones en el Hospital San Ignacio 312

Conclusiones 319

Bibliografía

libros 323

artículos de revistas 327

artículos recuperados de Internet 332

artículos de prensa 333

Fuentes primarias 333

documentos de archivo 334

archivo Histórico Javeriano Juan Manuel pacheco, S. J. (ahjjMP) 334

archivo academia nacional de Medicina (aanm) 335

Entrevistas 335

anexos

anexo 1. ¿por qué permanece abierto el Hospital Universitario de San Ignacio, vinculado a la pontificia Universidad Javeriana, y por qué continúa prestando servicios? p. alfonso Borrero, S. J., 1976 337

anexo 2. reelaboración del organigrama del Hospital San Ignacio, 1987 341

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Introducción

En el contexto de la sociedad médica, la noción de hospital uni-versitario implica en forma simultánea la presencia de dos com-

plejas organizaciones dentro de una sola institución: el hospital y la universidad. El hospital universitario así concebido se convierte en un escenario en el cual se relacionan —en forma compleja— tres tipos de dinámicas: académicas, investigativas y asistenciales; es allí donde se realizan las prácticas de las materias clínicas indispensables para la formación de los médicos1.

La idea de fundar el Hospital de San Ignacio de Bogotá —como se llamó en sus orígenes— nació como respuesta a la crisis educati-va presentada en la Universidad Nacional en 1942. De esa manera, se instauraron, en forma casi simultánea, la primera facultad de medicina privada del país y el Hospital de San Ignacio de Bogotá para ejercer la caridad cristiana a través de la atención médica a los pobres y ser-vir como campo de estudio, práctica e investigación para estudiantes y profesores de la Universidad Javeriana, al tiempo que se estarían es-tableciendo los dos pilares de carácter académico y asistencial sobre los cuales se establecería la formación de los futuros médicos javerianos.

Debido a sus orígenes comunes, y por su misma naturaleza, estas dos instituciones debieron compartir, definir y modificar los criterios conceptuales, metodológicos, tecnológicos, científicos y económicos que resultarían decisivos para el hospital:

Hubo criterios conceptuales en común, porque al fundarse la nue-va escuela médica era necesario que ese centro educativo contara con un hospital como campo de estudio, práctica e investigación de estudiantes y profesores de la Universidad Javeriana. Con su creación, el Hospital San Ignacio, además de compartir esas mismas responsabilidades, tendría como

1 Juan Carlos Eslava, “Hospital universitario y crisis hospitalaria en Colombia”, Gerencia y Políticas de Salud núm. 2 (2002): 41-48.

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finalidad el ejercicio de la caridad cristiana mediante la atención médica a los pobres como parte de la misma misión apostólica jesuítica.

Adicionalmente, para darle aplicación práctica a los conceptos médi-cos desde la docencia y la asistencia, tanto la Facultad de Medicina como el Hospital San Ignacio tuvieron que emplear criterios metodológicos con-juntos y acordes con el tipo de medicina predominante que se iba esta-bleciendo en el país y en el mundo. Del mismo modo, a partir de unos principios científicos específicos comunes, en el hospital se establecieron los espacios y las divisiones administrativas y asistenciales; los servicios y el tipo de tecnología que se querían implementar.

También compartieron criterios económicos, porque a la fundación ofi-cial de la Facultad de Medicina de la Javeriana en febrero de 1942 la sucedió la formalización del Hospital San Ignacio el primero de abril de ese año, cuando el Arzobispo Primado de Colombia le concedió su personería jurídi-ca, y el 7 de mayo de 1942 el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina aprobó sus primeros estatutos. Debe destacarse que por entonces la Universi-dad Javeriana aún no contaba con sede propia, así es que durante varios años dependió de espacios restringidos que debió compartir con el Colegio de San Bartolomé en la Carrera 7ª con Calle 10ª.

Conscientes de los costos que implicaría la construcción del hospital, desde mayo de 1943 los jesuitas se propusieron fundar la Junta Central de Beneficencia Católica de San Ignacio, con la cual se comenzaron a promover diversas actividades y eventos tendientes a conseguir dinero para construir la sede hospitalaria con su Escuela de Enfermeras. Así mismo, la Iglesia católi-ca emitió una autorización a través del Arzobispo de Bogotá, quien también era el Arzobispo Primado de Colombia y patrono de la universidad, para que por algún tiempo la colecta de un domingo del año en iglesias y capillas de la arquidiócesis y de todo el país se destinara para la Universidad Pontificia, cuyo principal objetivo se centraría en la institución hospitalaria.

Además de estas múltiples y heterogéneas formas de caridad y ayudas solidarias procedentes de diferentes regiones del país con las que se empe-zó a construir la sede física del hospital, desde mediados de la década de 1950 llegaron ayudas de grandes benefactores que, como entes estatales y privados, con carácter nacional e internacional y en forma individual o colectiva, complementaron la obra emprendida por la universidad en torno al Hospital San Ignacio.

Con las marcadas limitaciones económicas, locativas, de personal do-cente y tecnológicas, durante varios años la labor administrativa de ambas

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Introducción

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instituciones le fue encomendada al decano de la facultad, quien por en-tonces también estuvo a cargo de la Dirección del Hospital San Ignacio. Este hecho contribuyó a que los asuntos relacionados con la escuela médica y el hospital estuvieran completamente integrados. No obstante, mientras la labor docente de la escuela médica fue avanzando para sortear toda clase de desafíos, la idea inicial y siempre latente del hospital se fue aplazando en forma indefinida durante casi dos décadas. Como resultado de ello, la Facultad de Medicina como entidad docente fue adquiriendo cierto prota-gonismo respecto al hospital, que bajo esas mismas circunstancias se había convertido en el blanco permanente de críticas y burlas dentro de una ce-rrada campaña de desprestigio, la cual muchas veces llegó a ser dirigida en contra de la facultad, los jesuitas y la misma universidad.

El Hospital San Ignacio comenzó a ser visto como una institución asistencial inexistente o inconclusa que evidenciaba la obstinación de los miembros de la Compañía de Jesús y reflejaba los sueños frustrados de muchos profesores y estudiantes, situación que le otorgaba el apelativo “lu-gar de fracasados”2. Cuando los alumnos de las primeras promociones de medicina necesitaron contar con un hospital para sus prácticas clínicas, la universidad se vio en la obligación de establecer convenios con hospitales e instituciones de la ciudad para que trataran de suplirlo, pero algunas veces esas experiencias resultaron muy desfavorables para los javerianos.

Al descartar a principios de 1943 la edificación del Hospital San Ignacio en un lote de los que tenía el padre Campoamor, S. J.3, se pensó que podría ser construido al lado del Anfiteatro con otras dependencias de

2 El término se encuentra textualmente como “refugio para fracasados”, cuando tras la fundación de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, el padre rector Félix Restrepo, S. J. dijo: “Se estableció que no sería la nueva facultad un refugio para fracasados”. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco. Rectoría, Sección: Rectores. Subsección: P. Félix Restrepo, S. J., C2, D27, ff 50 - 51. A su vez, cuando la Universidad Javeriana decidió abrir las Facultades Femeninas y Masculinas de Derecho en enero de 1942, un mes antes de que se abriera la Facultad de Medicina, un estudiante de la Universidad Nacional que se identificaba como el “Secretario del Comité encargado de velar porque las facultades particulares de Derecho se sometan a las condiciones de admisión impuestas por la Universidad Nacional” envió una carta al Colegio de San Bartolomé para protestar por lo que hacían en la Universidad Javeriana. En esa oportunidad, el remitente decía en forma textual: “Los estudiantes de la Universidad Nacional están dispuestos a no permitir que por más tiempo las facultades particulares continúen siendo el refugio de todos los fracasados y de los que no se atreven a presentar el examen oficial”. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, Rectoría, Sección: Rectores. Subsección: P. Félix Restrepo, S. J., C 2, D 6, ff 11. A partir de ahora, los documentos consignados en el Archivo Histórico Javeriano serán identificados con las siglas ahjjmp.

3 En esos terrenos, con cerca de catorce fanegadas, se construiría luego el Barrio Villa Javier. Rocío Londoño Botero y Alberto Saldarriaga Roa, La ciudad de Dios en Bogotá. Barrio Villa Javier (Bogotá: Fundación Social, 1994), 79.

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Entre la mutua dependencia y la mutua independencia

la Facultad de Medicina en el sector de la Avenida Primero de Mayo. Aun-que en agosto de 1943 el anteproyecto arquitectónico había sido aprobado, pronto se evidenció que el terreno adquirido no cumplía con ciertos requi-sitos de saneamiento ambiental para un hospital. A principios de 1944 ya se había decidido que se le buscaría un nuevo lugar.

Se consideró así la posibilidad de escoger entre un lote localizado en la Calle 63 con Carrera 30, y otro del sector del futuro barrio La Soledad. En julio de 1944, el provincial de la Compañía de Jesús en Colombia y ade-más vice gran canciller de la Universidad Javeriana negoció un empréstito “urgente” con la Santa Sede a través de su representante en Colombia, el Nuncio Apostólico de Su Santidad, para adquirir unos terrenos en el barrio La Soledad, donde se pensaba construir una Ciudad Universitaria Javeriana —semejante a la Ciudad Blanca de la Universidad Nacional— que incluiría sus facultades, un templo, y la biblioteca junto con el Hospital San Ignacio.

En esta negociación, la Compañía de Jesús dejó como garantía el patri-monio de la Universidad Javeriana y los bienes de la Provincia Colombiana, incluyendo la preciosa custodia popularmente conocida como “La Lechuga”, emblema del arte colonial y propiedad de la iglesia de San Ignacio de Bo-gotá. Pronto se evidenció que la construcción del hospital en el sector de La Soledad resultaría más demorada de lo previsto, debido a razones técnicas, legales y de valorización, dentro de un largo y dispendioso proceso de ur-banización. Entonces, se presentó la contingencia de adquirir otro lote de terreno en las vecindades del Parque Nacional, ubicado en la Carrera 7ª entre las calles 40 y 41, cuya primera compra se formalizó en septiembre de 19454.

El 19 de marzo de 1946 se bendijo la primera piedra donde se cons-truiría el Hospital San Ignacio, y a finales del mismo año ese anteproyec-to era aprobado por el Municipio de Bogotá y el Ministerio de Higiene. Al comenzar el segundo semestre de 1947, en vista de que aún no había un lugar para las prácticas de los estudiantes de medicina de la primera promoción para cubrir las clínicas de Maternidad, Pediatría y Radiolo-gía, la universidad alquiló la vieja casa identificada con la nomenclatura

4 Ese primer lote comprado por el Hospital San Ignacio se formalizó con la Escritura Pública N.° 4137 de la Notaría Cuarta de Bogotá el 19 de septiembre de 1945. Después, el Hospital San Ignacio compró parte de la finca El Paraíso y otros terrenos de la quinta Cataluña. Estos predios se anexarían más adelante al que ya la universidad le había comprado a la empresa La Constancia, ubicado en la Carrera 7ª entre calles 43 y 44, destinado para el hogar, los laboratorios y las dependencias de la Javeriana Femenina. Así se establecerían definitivamente los predios donde se construirían la Facultad de Medicina, el Hospital San Ignacio y la sede de la Universidad Javeriana.

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Introducción

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Calle 1ª # 24-62 que había sido sede del Hospital Los Alisos (antigua ambulancia de la viruela), donde instaló el Hospital de La Providencia en coordinación con las religiosas Dominicas de la Presentación de Tours.

Las limitaciones económicas obligaron a seguir aplazando la fina-lización de la obra arquitectónica que había sido iniciada en forma verti-ginosa en 1950 en los predios cercanos al Parque Nacional. Con grandes esfuerzos, entre 1954 y 1955 se habilitó el primer piso de la edificación hospitalaria, todavía inconclusa, para montar la consulta externa con varias especialidades médicas y quirúrgicas, y solo hasta el 8 de octubre de 1959 se realizó el traslado de las instalaciones y servicios que antes eran presta-dos en el Hospital de La Providencia.

A principios de la década de 1960, con la llegada de grandes donacio-nes nacionales y extranjeras, ya fue posible crear los servicios, departamen-tos, unidades y dependencias administrativas que conformarían el futuro Hospital San Ignacio. En 1963 se fundó el Departamento de Pediatría, y en 1965 el Departamento de Cirugía y el Departamento de Medicina Interna, cada uno de ellos con sus respectivas dependencias y subespecia-lidades. Durante esa década y la primera mitad de la siguiente, el hospital fue llenando en sentido ascendente y gradual los espacios vacíos de su es-tructura arquitectónica todavía inconclusa para poner en funcionamiento nuevos servicios, al tiempo que los dotaba con tecnología moderna y se iba convirtiendo en uno de los hospitales más importantes de la ciudad.

A medida que el hospital creció, también adquirió cierto protago-nismo e independencia respecto a la facultad, con la que modificaron los anteriores vínculos fraternales entre ambos. Desde 1966, las dificulta-des económicas obligaron a que se estudiara la posibilidad de retirar el hospital de la Universidad en sus aspectos administrativos y financieros, proyecto que se cristalizó a partir del primero de enero de 1970, cuando adquirió el nombre de Hospital Universitario de San Ignacio. Con esta separación administrativa y presupuestal, las autoridades académicas vie-ron el riesgo que tendría el distanciar la teoría de la práctica —decisión que también representaba una amenaza para la educación de los médicos javerianos—. El hospital quedó así convertido en una persona jurídica independiente de la universidad en lo referente a la administración de sus bienes, pero incorporado a la institución docente en su administración científica y funcionamiento5.

5 Hospital Universitario de San Ignacio, “Centro Médico Universitario”, en Hospital de San Ignacio (Bogotá: Oficina de Desarrollo, Pontificia Universidad Javeriana, s. f.), 7.

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Esta síntesis refleja el propósito de este trabajo histórico que estudia el difícil proceso vivido por el hoy llamado Hospital Universitario San Ignacio desde su fundación en 19426 hasta la década de 1990. A pesar de haber sido so-metido a sucesivos cambios de nombre7, será mencionado en lo sucesivo como Hospital San Ignacio salvo cuando las condiciones lo ameriten. La recapitu-lación de la presente investigación está apoyada en una historia institucional del Hospital San Ignacio que comienza con su fundación en 1942 y concluye a principios de la década de 1990, cuando la institución fue sometida a gran-des reformas como resultado de la Ley 100 de 1993. El texto, a su vez, se ha basado en otra historia institucional que está por finalizar (encomendada por la Dirección del Hospital Universitario San Ignacio desde febrero de 2009).

De ese modo, se busca conocer la trascendencia del papel asistencial del Hospital San Ignacio en la formación de los médicos dentro del contex-to de la educación médica bogotana y colombiana del siglo xx a partir de sus funciones docentes, investigativas y asistenciales. Para ese efecto, se ha buscado explorar un sistema de relaciones a varios niveles entre el hospital y la Facultad de Medicina de la Javeriana, con la cual debería desempeñar funciones comunes desde su fundación, y se han considerado las relaciones entre el hospital y la Iglesia católica, en cabeza del rector de la universidad, la Compañía de Jesús y otras jerarquías eclesiásticas, así como las relacio-nes del hospital con diversos organismos del Estado Colombiano.

La investigación se sustentó en fuentes primarias proporcionadas por la Dirección del Hospital San Ignacio, documentos del Archivo His-tórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J., fuentes del Archivo His-tórico Privado de la Casa Provincial de Bogotá de las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen de Tours, documentos pertenecientes a la Academia Nacional de Medicina, así como averiguaciones obtenidas mediante entrevistas; también con la investigación

6 El Artículo 1 del Decreto N.° 22 expedido el 1° de abril de 1942 por el Arzobispo Primado ordenó la creación del “Hospital de San Ignacio en Bogotá”. Arquidiócesis de Bogotá, “Decreto 22 del 1° de abril de 1942”, en Memoria institucional Facultad de Medicina, Donación de Documentos Dr. Uladislao González (Bogotá: ahjjmp, 1942).

7 Fundado con el nombre de Hospital de San Ignacio en Bogotá, obtuvo su personería jurídica el 4 de agosto de 1942 mediante la Resolución N.° 81 del Ministerio de Gobierno y la Resolución N.° 437 del 11 de octubre de 1945 del mismo Ministerio. La entidad comenzó a llamarse Hospital San Ignacio de Bogotá para conservar dicha personería jurídica en calidad de institución de utilidad común de origen canónico sin ánimo de lucro. El 1° de enero de 1970 volvió a cambiar de nombre por Hospital Universitario de San Ignacio. En 1978, al vincularse al Sistema Nacional de Salud, modificó sus estatutos para llamarse Hospital Universitario San Ignacio. Breve Historia Hospital Universitario San Ignacio [documento privado] (Bogotá: s.e. 1992-1994), 53.

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de fuentes primarias y secundarias consultadas en su mayoría en las biblio-tecas de la Universidad Javeriana8. Además de estudiar información relacio-nada con la historia de los hospitales y su proceso de agremiación en el país, se indagó sobre otros temas asociados con la educación médica en Bogotá y Colombia durante el periodo analizado.

Aquí se argumenta que la transformación lograda en el tiempo por el Hospital San Ignacio no hubiera sido posible si desde sus inicios co-munes con la Facultad de Medicina de la Javeriana no se hubieran tejido unas finas, a veces imperceptibles, pero siempre estrechas redes de rela-ciones. Al principio, esos lazos fueron tan sólidos que las dos institucio-nes dependieron de una sola autoridad en cabeza del decano. Este hecho se evidencia durante la investigación cuando se hace difícil diferenciar si lo que se proyectaba o lograba iba referido a la entidad docente, si depen-día de la institución asistencial, o se ideaba y realizaba con el propósito de involucrar a ambas. Así mismo, en este trabajo se demuestra que tanto la Facultad de Medicina como el Hospital San Ignacio sufrieron a lo largo del periodo analizado un proceso de transformación que comenzó en 1942, cuando los conceptos teóricos de la medicina docente y asistencial estaban muy arraigados en la escuela médica europea de tradición fran-cesa, y desde la década de 1960 ambas entidades comenzaron a aceptar criterios pertenecientes a la corriente médica moderna de Estados Unidos para tratar de hacer del Hospital San Ignacio un hospital moderno, inspi-rado en los grandes centros hospitalarios de ese país.

Se argumenta que el Hospital San Ignacio como institución asistencial, investigativa y docente ha tenido que vivir en sus peores instantes de crisis solo momentáneos acontecimientos coyunturales que a modo de episodios periódicos han determinado ciclos dentro de una historia de ondas cortas, debajo de la cual se inserta, con inclinaciones apenas perceptibles, otra his-toria que es lenta para deformarse, constituida por periodos más largos que muchas veces pasan desapercibidos para la observación9. La combinación si-multánea de ambos fenómenos, a su vez, advierten y revelan las “debilidades” y “fortalezas” de las estructuras históricas jesuíticas10.

8 En la Biblioteca General Alfonso Borrero Cabal, S. J.; en la de Filosofía y Teología Mario Valenzuela, S. J. y en la del Centro de Documentos de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.

9 Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales, Cuarta Edición (Madrid: Alianza Editorial, 1979), 53.

10 Así como los “momentos de crisis” revelan “flaquezas” políticas o económicas con circunstancias adversas, también salen a relucir “fortalezas” ideológicas, espirituales y sociales, tal como le

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Por eso, desde un lenguaje imperfecto, este tipo de historia nos permite ver lo que le ha sucedido al Hospital San Ignacio en sus momentos de cri-sis, así como aquello que es posible apreciar en él desde sus logros; a partir de fracturas estructurales, también se registran otros elementos nosológicos previos capaces de desencadenar y revelar fenómenos agudos e instantáneos hoy visibles. Con un lenguaje metafórico y médico clínico coloquial, esto significaría que las “lesiones” en el hospital actual nos permiten ver “fortale-zas” y “debilidades” previas de la institución, del mismo modo que los signos críticos pueden conducirnos a problemas somáticos y estructurales.

Con el propósito de definir mejor el objeto de estudio de esta in-vestigación institucional de carácter histórico, se ha partido de conceptos teóricos básicos de la historia, así como de algunos provenientes de otras disciplinas de las ciencias sociales como la sociología y la antropología. En general, se estima que los mundos construidos por los hombres tienden a buscar, por medio de impulsos especializados y en forma permanente, nuevos espacios más específicos de acuerdo con sus motivaciones y necesi-dades. Es así como los seres humanos construyen mundos que responden a sus actividades para darle origen a una cultura, con la cual se establecen unas estructuras que pueden ser firmes o precarias e inestables debido a que dependen en gran medida del mundo natural, pero además porque son el resultado de las ideas y los proyectos siempre cambiantes de los hombres. En ese contexto, la sociedad es considerada como parte de la cultura no material, al ser el aspecto que estructura las relaciones permanentes de los hombres con sus semejantes.

Como la sociedad siempre es producto de una actividad humana, se construye, se conserva y deja de tener sentido por fuera de esa actividad; sus normas son relativas al tiempo y al espacio, pero además no puede ex-plicarse por medio de la naturaleza humana. La sociedad es también una formación privilegiada de la cultura, porque la naturaleza social del hom-bre lo conduce a construir y vivir en mundos que son empresas colectivas. En comunidad, los hombres crean herramientas, lenguajes, instituciones y nuevos mundos en forma permanente. La cultura requiere de la organi-zación específica de la sociedad para construirse y conservarse, porque es

ocurrió a la Compañía de Jesús. Los primeros jesuitas tuvieron que enfrentarse a críticos ideológicos y políticos, pero crecieron como institución en medios austeros, destacándose en misiones diplomáticas ante la Santa Sede, la asesoría teológica en el Concilio de Trento, consejerías espirituales, la administración de colegios, universidades y misiones extranjeras, cuyas funciones les permitió realizar importantes apostolados en nombre de la Iglesia católica. William V. Bangert, S. J., Historia de la Compañía de Jesús (Santander: Sal Terrae, 1981) 9-40.

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finalmente ella la encargada de coordinar y distribuir las actividades que solo perduran dentro de la misma sociedad11. Las instituciones pueden ser consideradas como “las reglas de juego de la sociedad” o en términos más formales “las coacciones humanamente diseñadas para estructurar la coac-ción humana”; ellas están compuestas de reglas formales12 o coacciones informales13 y la obligatoriedad característica de ambas14.

El concepto de institución social parte de una tesis fundamental: “toda actividad humana está sujeta a la habituación, y todo acto que se repite con frecuencia crea una pauta que luego puede reproducirse con economía de esfuerzos y que ipso facto es aprehendida como pauta por el que la ejecuta”. Este principio significa que la actividad realizada es susceptible de someterse a procesos de adaptación, los cuales, a su vez, permiten su repetición futura, inclusive en condiciones diferentes a las iniciales. Aunque estos métodos de habituación no son instituciones, siempre las preceden; tienen la ventaja psi-cológica de restringir las opciones, y en consecuencia pueden comprenderse como una cuestión humana, presupuesto para crear órdenes sociales15.

Dentro de la disciplina sociológica, la institución social es una estruc-tura cultural perdurable que satisface las necesidades básicas de una socie-dad y abastece un control social. Las instituciones están sustentadas en el principio de que han de ser perdurables durante un periodo considerable, casi siempre mayor que la vida de un individuo. Para algunos autores, cuan-do se hace alusión a las instituciones sociales, esa denominación también implica instituciones culturales básicas o fundamentales porque compro-meten una colección compleja de valores, normas y roles que afectan a cada miembro de la sociedad, pero además porque deben vivir esencialmente de una sociedad; al encontrarse con necesidades fundamentales, ayudan a establecer un control social dentro de la misma sociedad.

Las instituciones sociales no cuentan con una estructura física y en consecuencia no son visibles. Sin embargo, a partir de ellas se genera una protección sobre los valores, las normas y los roles de las personas, lo que significa que pueden regular en la vía mediante la cual los individuos, al trabajar en forma separada o en grupos, encuentran sus necesidades bási-cas; dependiendo de la forma como cada sociedad las satisfaga, las insti-

11 Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad (Buenos Aires: Amorrortu, 1968), 16-19.

12 Como pueden ser las leyes estatutarias, las costumbres, las regulaciones, etcétera.13 Como las convenciones, las normas de conducta, o los códigos de conducta autoimpuestos.14 Douglas C. North, Structure and Change in Economic History (New York: Norton, 1981). 15 Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 73-75.

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tuciones pueden ser simples o complejas. Por esa razón, puede decirse que las instituciones sociales controlan el comportamiento humano dentro de la sociedad, sin que las personas sean necesariamente conscientes de ello.

La asociación es una organización social con un propósito especial; tiene un nombre, una localización, unas reglas y unas regulaciones, y está confor-mada por pequeños grupos con ciertos roles16. De acuerdo con este concepto, un hospital universitario como el Hospital San Ignacio es una asociación identificada por su nombre, ubicada dentro de una universidad, que tra-baja por la docencia, la investigación y la asistencia médica a nivel social; se somete a unas normas establecidas y consta de grupos de personas que cumplen determinadas funciones, mientras que la educación o la salud en sí mismas son formas de instituciones, porque tanto la salud como la edu-cación son estructuras culturales que buscan encontrar soluciones para las necesidades básicas de la sociedad. En este trabajo, sin embargo, algunas figuras literarias suelen referirse al Hospital San Ignacio como institución, al hacerse permanente la relación entre la parte y el todo.

De igual manera, para comprender ciertos rechazos provenientes del gremio médico de la capital —así como en los niveles nacional e interna-cional— en contra de iniciativas docentes, investigativas y asistenciales, tanto en la escuela médica javeriana como en el Hospital San Ignacio, se han tenido en cuenta los análisis sociológicos de la ciencia a partir de lo que Pierre Bordieu ha denominado campo científico, como elemento fundamen-tal en la conformación de los capitales simbólicos con los cuales se establecen las llamadas revoluciones científicas17.

A su vez, la comunidad científica ha sido interpretada como una aso-ciación de personas con objetivos, proyectos y prácticas colectivas que se proponen plantear teorías, métodos, experiencias y la difusión de temas de interés común, sustentados en principios científicos acordes con la época y el lugar en el cual se inscriben. Por su parte, también la ciencia ha sido en-tendida como una disciplina a partir del pensamiento racional riguroso, el empleo de una metodología experimental y una tecnología que le permitan la elaboración de leyes para buscar conocimientos claros en la comprensión de su objetivo general que consiste en mejorar la calidad de vida de los seres humanos al tratar de responder y solucionar las dificultades cotidianas18.

16 Thomas LaVerne y Robert J. Anderson, Sociology: The study of Human Relationships, Tercera edición (Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1982).

17 Pierre Bourdieu, El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad. Curso del College de France 2000 – 2001, trad. Joaquín Jordá (Barcelona: Anagrama, 2003).

18 Ernst Cassirer, Filosofía de La Ilustración (México: Fondo de Cultura Económica, 1976), 224-234.

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Aunque en todas las sociedades se llevan a cabo intercambios19 a modo de comercio entre los individuos, en general se considera que esos “trueques” no se realizan mediante un comercio individual, sino en nom-bre de las colectividades que se encuentran comprometidas. Es así como se establecen contratos en los que intervienen personas morales de cierta jerarquía que representan a toda la comunidad20. El pacto de esos acuerdos se realiza a modo de prestaciones y contraprestaciones que tienen algo de voluntario, aunque muchas veces impliquen cierto grado de obligación, a costa de que se desencadenen conflictos privados o públicos para constituir lo que los etnólogos han denominado sistemas de prestaciones totales21.

Gran parte de las vidas de los hombres y las sociedades transcurren en una atmósfera donde se mezclan la obligación, el don y la libertad, lo que significa que no todo debe verse en términos de compra y venta. Ese fenó-meno descrito por etnólogos y sociólogos explica la teoría de la limosna, la generosidad, la liberalidad, la obligación y la razón para que se establezcan acuerdos con entidades o personas, los que a su vez remiten a dos nociones: por un lado, la de una moral sobre los bienes, la fortuna y el don, y por el otro a la noción del sacrificio. Cuando se recibe un don, se crea la necesidad de retribuir más de lo recibido, y si el don no es devuelto tiende a poner en condición de inferioridad a su receptor, particularmente cuando ha sido donado sin espíritu de devolución. De este modo, la caridad puede herir a quienes la aceptan, y la moral intenta suprimir el patronazgo inconsciente que ese obsequio suministra22.

Las relaciones establecidas con estos intercambios y contratos entre los hombres reflejan una tendencia natural que permite dar cierta cla-ridad sobre la teoría del sacrificio, porque quienes realizan esos rituales contractuales y económicos lo hacen también en nombre de los espíritus, debido a que en esos pactos no solo están comprometidos los hombres y las cosas, sino principalmente los seres sagrados asociados con ellos. Uno de los primeros grupos de seres con los cuales las sociedades debie-ron contraer convenios fueron los espíritus de los muertos y los dioses,

19 Estos intercambios pueden ser variados: bienes, riquezas, productos, cortesías, ritos, colaboración, fiestas, etcétera.

20 Estas personas morales pueden ser familias, tribus o clanes que deben cumplir sus funciones de acuerdo con los del otro grupo social, a través de sus jefes o mediante delegatarios, mediante el uso de palabras y comentarios “diplomáticos”. En síntesis, son las colectividades —más que los individuos— las que se comprometen entre sí.

21 Marcel Mauss, Lo sagrado y lo profano. Breve Biblioteca de Reforma, Obras I. (Barcelona: Barral Editores, 1970), 74-75.

22 Marcel Mauss, Lo sagrado y lo profano, 229-230.

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considerados dueños de las cosas y de los bienes del mundo. Fue enton-ces necesario realizar pactos con ellos, e inclusive podía ser peligroso no hacerlo. A su vez, eran ellos con quienes resultaba más fácil y seguro establecer los intercambios con la esperanza de que el sacrificio ofrecido a los espíritus y dioses los comprometiera a retribuírselo a los hombres con dones, riquezas o bendiciones23.

Estos hechos relacionados con el don tienen un principio heurístico de-bido a que se trata de hechos sociales generales o totales que involucran a toda la sociedad —o al menos a gran parte de ella— con sus instituciones. Esos fenómenos relacionados con el don y su retribución son a la vez jurídicos, eco-nómicos, religiosos, estéticos, morfológicos, etcétera, pero además tienen la ventaja de ser reales porque permiten ver los hechos sociales como realidades, tal como son. A partir de ese tipo de estudios se pueden vislumbrar, medir y sopesar tanto los móviles que los originaron, como los diversos factores mate-riales y demográficos cuyo conjunto conforma la sociedad, para constituir una vida en común cuya dirección como arte supremo es la política24.

En países como Colombia, diversos tipos de actividades humanas, do-nes o valores como el altruismo, la beneficencia, la filantropía, el Estado de Bienestar o la Seguridad Social tienden a ser explicados a partir de la pobreza, que casi siempre aparece como su primera motivación. Sin embargo, la po-breza tiende a presentar confusiones dentro del ámbito de las ciencias socia-les, porque aunque ha sido analizada desde diferentes enfoques teóricos, ellos terminan conduciendo a concepciones opuestas, particularmente cuando se han intentado explicar sus causas. Aunque en América Latina algunos estu-diosos trataron de determinarla y medirla, pronto se concluyó que se trataba de un término relativo, que remitía más a posiciones empíricas que teóricas debido a que la mayoría de las veces se pensaba en la pobreza en relación con una concepción evolucionista de la historia y de la sociedad que evocaba los principios del crecimiento económico, los cuales conciben que la sociedad pasa de un estado inferior hacia otros superiores en forma vertical o zigza-gueante, y a medida que se culminan etapas a lo largo de su recorrido25.

En estudios sobre la pobreza latinoamericana, los teóricos se han en-contrado con que también en estos países ha habido una rápida evolución del

23 Marcel Mauss, Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas (Buenos Aires: Katz, 2009), 98-100.

24 Este término de política se ha cimentado sobre el principio socrático de la palabra. Marcel Mauss, Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas, 251-258.

25 Fernando Mirés, El Discurso de la miseria o la crisis de la sociología en América Latina (Caracas: Nueva Sociedad, 1993).

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concepto de la pobreza que ha pasado por etapas sucesivas, a partir de un primer enfoque dualista de la sociedad como un elemento centralizado, pri-vilegiado y avanzado respecto a otro marginal, periférico o atrasado. En esa construcción ideológica, la marginalidad suele ser vista como una etapa de transición entre la tradición y la modernidad, y para integrar a los marginales dentro del modelo ideal de la sociedad se considera que debería expandirse la modernidad a fin de encausarse e institucionalizarse con la ayuda del Estado. Dentro de un enfoque evolucionista, otros han planteado el problema —no tanto en la periferia como en el centro— para abordar el tema desde la infor-malidad y la desintegración26.

Por lo referido, en la historia del Hospital San Ignacio han tenido espe-cial importancia todos sus benefactores. Contrario a lo que suele interpretar-se por ese término, en el caso de esta institución los benefactores no han sido solo personas acaudaladas; los fondos que se han recolectado para este hospi-tal han procedido muchas veces de bazares populares, limosnas parroquiales y otros aportes que han involucrado amplios sectores de la sociedad; muchos de esos donantes por infinidad de circunstancias han permanecido en el ano-nimato, tanto por su propia iniciativa como por razones ajenas a ellos.

Quienes han revisado las prácticas filantrópicas en Colombia se han en-contrado con que hay varias maneras de dar y diversas motivaciones por parte de los donantes, y con esos actos de generosidad también se han detectado unas nuevas relaciones con las personas que reciben la ayuda. En esos trabajos se ha evidenciado que la práctica filantrópica genera otros nuevos sentidos que apare-cen entre los individuos o los grupos humanos comprometidos en ella, a partir de los cuales cada comunidad termina elaborando su propio sistema general de representaciones para un periodo determinado.

Aunque la donación genera casi siempre un reconocimiento social, se ha evidenciado que una de las principales razones que motivaba las dona-ciones en Colombia entre 1860 y 1970 era la idea de caridad, relacionada con la idea cristiana de la muerte y su destino después de la muerte física. También, la idea de dar estaba ligada a los propósitos de amar a Dios y al prójimo para salvar el alma, al tiempo que con ello se le estaría ayudando a la Iglesia y a los pobres27.

26 Alberto Alvarado y José Alejandro Vivas, Pobreza. Una propuesta de análisis sistémico (Bogotá: Fundación Konrad Adenauer, Pontificia Universidad Javeriana, Instituto de Políticas de Desarrollo, 2004), 48-49.

27 Beatriz Castro, “Prácticas filantrópicas en Colombia, 1870 – 1960”, Historia y Sociedad núm. 17 (2009): 37-68.

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En Occidente, aunque desde el siglo xiv algunos testamentos ya destinaban bienes y riquezas para iglesias, hospitales y fundaciones de caridad a fin de asegurar la salvación de las almas y la asistencia28, ese argumento se reafirmó aún más desde el siglo xvii con la nueva idea de que esa devolución voluntaria era necesaria para lograr un buen acuerdo: paz, amistad y concordia entre los hijos, deudos y supervivientes, a modo de un simple deber de conciencia. Desde el siglo xviii, en la época de la nueva pastoral de la Contrarreforma, se concibió la necesidad de dejar los bienes para hospitales y obras pías, con lo que además se asegura la “salvación personal”; el testamento se convierte entonces en un acto religioso, así no sea de carácter sacramental, porque de su realización depende la salvación eterna.

A mediados del siglo xviii las limosnas y fundaciones de misas deja-ron de ser el objetivo piadoso del testamento, así algunas veces se mantu-vieran presentes. La obligación de testar, que antes comprometía solo a los ricos, ya involucró a los pobres y humildes, quienes aparte de destinar sus pocos bienes para familiares y amigos incluyeron igualmente las obras de la Iglesia. El testamento, que originalmente había sido un acto de carácter religioso, comenzó a incluir un arte de tipo poético que ya llevaba consigo el reflejo de la propia imagen ante la vida recorrida, así como una confe-sión personal del hombre frente a la incertidumbre de la muerte, al mismo tiempo que la muerte se convirtió en un instrumento único y particular29.

Al analizar el fondo cultural de algunas manifestaciones altruistas expresadas por la sociedad en torno a la pobreza, se ha encontrado que en ocasiones subyacen elementos comunes asociados a la religión, los cuales son capaces de motivar sentimientos y actitudes sensibles. Sin embargo, en sociedades donde prevalecen otras tendencias o ideologías religiosas, no es la religión sino la caridad el punto de encuentro capaz de despertar la solidaridad ante el dolor ajeno, cuyas respuestas individuales y colectivas establecen políticas de atención para ayudar a los más pobres, organizadas generalmente en instituciones de carácter urbano30.

28 Aunque las fundaciones podían ser escolares, la mayoría de las veces eran hospitalarias. Philippe Ariés, El hombre ante la muerte (Madrid: Taurus Ediciones, 1984), 232.

29 Entre los siglos xiii y xvii, las masas urbanas reprodujeron de los monjes carolingios las plegarias por los muertos para situarse en las fundaciones y misas perpetuas que fueron modelo o prefiguración a las cofradías. Philippe Ariés, El hombre ante la muerte, 155-172.

30 Referido por Beatriz Castro, El tratamiento de la pobreza urbana en Colombia 1869-1922 (Cali: Universidad del Valle, 1998), 7, acceso 11 de marzo, 2008, http://chasqui.univalle.edu.co/cidse/documentos/download/pdf/Eltratamientodela...pdf

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En una sociedad de predominio católico como la colombiana, la ca-ridad pasó a convertirse en un deber religioso y en un compromiso moral, al tiempo que se volvió una forma de solucionar muchos de los conflictos generados dentro de la sociedad. Era una noción flexible, de amplia inte-riorización social, capaz de permear diversas estructuras sociales y cultura-les, mientras remitía al universo de los valores compartidos para despertar y motivar reacciones caritativas por parte de benefactores.

Desde el siglo xv, la caridad se convirtió en un instrumento de per-feccionamiento espiritual asociado a las políticas sociales planteadas des-de la Iglesia. Con la difusión del pensamiento ilustrado a finales del siglo xviii en Europa, en el siglo xix se comenzó a plantear el papel del Estado, en torno al cual se llevarían a cabo significativos debates relacionados con la caridad pública y privada, y sobre la caridad y la beneficencia31. No obstante, la presencia estatal en torno a la salud de los pobres enfermos ha tenido manifestaciones tardías y muy limitadas en nuestro medio, de modo que solo a partir de la década de los años treinta del siglo xx se generarían temas de controversia que siguen siendo de actualidad hasta nuestros días.

El hospital fue sufriendo transformaciones graduales a través del tiem-po hasta convertirse, a finales del siglo xix y principios del xx, en una enti-dad dedicada exclusivamente a la atención y el tratamiento de los enfermos, con relativos niveles de docencia e investigación, de acuerdo con el alcance que iban teniendo los principios científicos y tecnológicos para cada lugar y época. En Colombia, desde la segunda mitad del siglo xix, la dinámica de ciertos centros urbanos como Bogotá permitió que algunos establecimientos se transformaran para establecer una ayuda institucional hacia los más nece-sitados, tal como sucedió con el Hospicio General y el hospital.

Dentro de ese proceso de cambio a las funciones de asistencia médica originales, también se fueron incorporando la educación médica y en menor grado la investigación32. Fue así como desde finales del siglo xix se tuvo un primer punto de partida y referencia, con el que más tarde se llegaría al concepto de hospital universitario que hoy conocemos.

De esta manera, y para este caso particular, el hospital es conside-rado como un lugar de asistencia, tratamiento y docencia, pero también allí se cuenta con un campo experimental que es además lugar de discur-

31 Beatriz Castro, El tratamiento de la pobreza urbana en Colombia 1869-1922, 7.32 Beatriz Castro, Caridad y beneficencia. El tratamiento de la pobreza en Colombia 1870-1930

(Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2007), 98-99.

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sos científicos, donde la palabra se encuentra consigo misma para efectuar críticas sobre el conocimiento mientras busca su propia verdad en forma ilimitada, en tanto que el enfermo queda sometido al análisis y la descrip-ción del médico, con el alto riesgo de perder su propia identidad, a costa de adquirir una denominación nosológica importante33. Conviene precisarse que, de acuerdo con los Estatutos de la Asociación Colombiana de Hos-pitales en 1942, se entendía por hospital “toda institución oficial o privada que está en el deber de proveer todo lo necesario para el mantenimiento y restauración de la salud”34.

Aquí el concepto de salud puede ser interpretado como adaptación y equilibrio al medio35. A su vez, la posición del médico como semiólogo clínico de la medicina hace que, en lugar de ser un conocedor de enfer-medades, se convierta en un intérprete de los signos y síntomas de cada cuerpo estudiado, sin olvidar que dentro del proceso del conocimiento la razón también realiza un reordenamiento de conceptos para hacer una epistemología o estudio crítico de los datos científicos abstractos encontrados, con los cuales podrá llegar a sus propias conclusiones. De este modo, la salud tiende a ser identificada con una forma de homeostasis o equilibrio, dentro de una condición de bienestar que no implica nece-sariamente autoconocimiento del desequilibrio corporal, sino más bien una carencia consciente de signos y síntomas.

También el poder puede tener efectos sobre ciertas verdades, cuando existen estrechos lazos entre la metodología científica, las formas cotidia-nas que buscan la verdad y la investigación jurídica; de allí el importante papel que como representante de la verdad y la autoridad tiene el médico frente a la sociedad, frente a las crisis generadas por la enfermedad.

La enfermedad —a su vez— puede ser considerada como una cons-trucción cultural inherente a la humanidad que ha sido combatida y

33 Michel Foucault, El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica (Buenos Aires: Siglo xxi Editores, 2004), 16-41.

34 “Estatutos de la Asociación Colombiana de Hospitales”, en Revista de Higiene Año xxiii, núms. 2 y 3 (1942): 66.

35 Con la posición epistemológica propuesta por Canguilhem, debe dársele el carácter de problema a los conceptos dados por la Organización Mundial de la Salud (oms) y la definición enunciada por la viii Conferencia Nacional de la Salud Brasileña en 1986. El concepto de salud queda al alcance de todos y deja de hacer parte del medio científico, para generar divagaciones sobre la vida, la muerte, la enfermedad y otras entidades similares. Como la salud no depende de un mecanismo, se inclina a llevarnos al “cuerpo subjetivo”. Sandra Caponi, “Georges Canguilhem y el estatuto epistemológico del concepto de salud’, História, Ciências, Saúde-Manguinhos vol. 4 núm. 2 (1997): 287-307, acceso 8 de febrero, 2012, www.scielo.br/pdf/hcsm/v4n2/v4n2a05.pdf

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compartida por sistemas simbólicos tales como la religión, la magia, la medicina o la combinación de ellos, de acuerdo a la interpretación que tienen del mundo las sociedades. Como el concepto de salud, el concep-to de enfermedad es atravesado por una lógica que gobierna la relación causa-efecto y a la vez determina que las diversas formas de interpretar la enfermedad, su etiología, su producción y su sintomatología sean res-ponsables de definir el proceso curativo. La posibilidad de combatir la enfermedad se convierte en herramienta política por acción u omisión, tanto de entidades científicas como por parte del Estado, frente a la so-ciedad que requiere y busca de la salud una condición ideal y permanente.

Desde la perspectiva de la medicina científica, la enfermedad debe ser vista como el resultado de ambientes nocivos sobre un organismo, lo que implica que a los problemas orgánicos se les han sumado aspectos mentales, sociales y ecológicos que rompen los equilibrios de adaptación para producir la muerte en forma gradual o violenta. La medicina puede ser considerada como un sistema simbólico que se propone buscar la curación al tratar de recuperar un orden perdido. Ella trabaja mediante actividades preventivas, curativas y de rehabilitación, con alcances individuales y sociales. Como concepto sociocultural, la medicina está orientada a combatir la enfermedad a partir de una visión epistemológica definida que depende de la interio-rización de diversos conceptos, valores, componentes físicos, religiosos y psicológicos, los que a su vez establecen prioridades entre unos y otros. De acuerdo con el tipo de medicina empleada, se establecen vínculos indivi-duales y colectivos entre quien determina el tratamiento y quien lo recibe.

La medicina científica en Occidente se ha logrado con el cambio de ciertos elementos como el objeto, el método y el empleo de la tecnología. Una vez la práctica médica ha sido identificada con una ética social, el Esta-do permite su institucionalización política. Así, comienza a ser reconocida por autoridades científicas que determinan y reglamentan el lenguaje con el cual se definen conceptos, se clasifican las enfermedades y se les da ac-ceso a los programas de docencia en escuelas, hospitales y universidades; el liderazgo alcanzado por sus miembros puede permitir el control de tarifas tanto en los servicios profesionales como en la reglamentación de los servi-cios farmacéuticos una vez se constate una experiencia profesional exitosa que los vincule científicamente con escuelas nacionales e internacionales, de las cuales pueden recibir información y que, con su respaldo, también es posible difundir sus logros a modo de publicidad para inspirarles confianza a los pacientes y a la sociedad. Sin embargo, la medicina científica no está

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desligada de otras alternativas médicas de carácter popular que, por medio de saberes mágicos, culturales y creencias pueden llegar a constituir la lla-mada medicina tradicional o mágica36.

También a partir del principio del Socialismo del Estado, se ha creado la legislación de la Seguridad Social, inspirada en el concepto mismo de que el trabajador que por años ha dado su vida y su trabajo para la colectividad deberá tener una retribución frente a la enfermedad, incapacidad, vejez o muerte, porque quienes se han beneficiado de sus servicios no han saldado completamente la deuda adquirida. Es entonces el Estado, como represen-tante de la comunidad, el que debe ofrecerle, junto con sus patrones y su pro-pia participación, cierto tipo de seguridad en la vida contra infortunios como el desempleo, la enfermedad, la invalidez, la vejez, y en caso de muerte esos beneficios deberán llegarle a sus familiares más débiles y desprotegidos37.

Una vez que la enfermedad es vista como un mal que impide el adecuado desarrollo de las sociedades humanas, la Seguridad Social se convierte en una respuesta del Estado y las sociedades para establecer medidas de lucha. La función organizativa estatal se compromete a dar asistencia y apoyo a las necesidades y riesgos sociales respecto a la salud pública, tanto en periodos de prosperidad como de crisis. La Seguridad Social puede ser concedida a manera de prestaciones gratuitas o adqui-ridas por la Constitución y las leyes, a partir del derecho de igualdad y amparo que adquieren los individuos y sus colectividades38.

La historia que hace alusión a los hospitales en Colombia, particular-mente a los de la capital, se ha narrado por lo general como una expresión de lo anecdótico desde visiones muy descriptivas por parte de personas vincula-das a ellos a través de su trabajo, las cuales, a manera de celebración, buscan exaltar los hitos de estas instituciones desde momentos fundacionales, o para destacar los logros científicos, tecnológicos y humanos, más que para ser escritos con un rigor histórico que comprometa los contextos económicos, sociales, religiosos, culturales y políticos de cada época.

Entre los primeros, se encuentran: el breve texto alusivo al primer hospital fundado en el territorio del Nuevo Reino de Granada, en Santa

36 Hacen parte de los saberes mágicos que constituyen la medicina alternativa: el chamanismo, el curanderismo, la brujería, la hechicería y la yerbatería. Diana Luz Ceballos, “Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen”, en Higienizar, medicar, gobernar: historia, medicina y sociedad en Colombia (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2004), 41-52.

37 Marcel Mauss, Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas, 230-233.

38 Joaquín Aparicio, La seguridad social y la protección de la salud (Madrid: Cívitas, 1989), 21-31.

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María la Antigua del Darién39, el libro de Laurentino Muñoz sobre el Hospital de San José40, así como el libro que escribió Jorge Cavelier Ga-viria sobre la Clínica de Marly, el de Efraím Otero sobre el Instituto Nacional de Radium41, y —ya desde otra perspectiva— el voluminoso libro en cinco tomos dedicado y escrito por Benjamín Agudelo sobre el Hospital San Juan de Dios42, además de muchos textos cortos sobre la misma institución43.

Entre las publicaciones que se aproximan al tema de los hospitales desde las agremiaciones hospitalarias, debe tenerse en cuenta El hospital en Colombia, un libro de José Antonio Jácome Valderrama sobre el Primer Congreso Hospitalario de Bucaramanga en 1942 que permite visualizar el contexto hospitalario para la época44. Adicionalmente, y para referirse a muchos de los hospitales colombianos durante diferentes periodos, se tiene la Revista Hospitalaria que es editada en forma periódica por la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas.

Algunos autores escriben desde las ciencias sociales acerca de los hos-pitales en medio de sus crisis, como sucede con la tesis de María Fernanda Durán sobre la crisis hospitalaria durante la epidemia de la gripe española en Bogotá en 191845, y el libro Recuerdos del olvido. Memorias del Hospital San Carlos, de Martha Luz Ospina y Mario Hernández46. También están los artículos de varios autores publicados en la revista Gerencia y Políticas de Salud, entre los cuales se destaca la contribución de Juan Carlos Eslava “Hospital universitario y crisis hospitalaria en Colombia”, alusiva al hospi-

39 Juan Jacobo Muñoz, El primer hospital de América y otros relatos médicos (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1995), 34-35.

40 Laurentino Muñoz, Historia del Hospital de San José 1902-1956 (Bogotá: Imprenta del Banco de La República, 1958).

41 Efraím Otero Ruíz, Setenta años del cáncer en Colombia. Historia del Instituto Nacional de Cancerología 1934-1999 (Bogotá: I/M Editores, 1999).

42 Benjamín Agudelo, Los hijos de San Juan de Dios en Nueva Granada de Colombia, Tomos III y V (Cali: Talleres Carvajal, 1983).

43 Entre estos textos cortos sobre el Hospital San Juan de Dios, deben mencionarse: el de Adolfo De Francisco, “El Hospital de San Juan de Dios de Bogotá”, Academia Nacional de Medicina (1998), acceso 17 de febrero, 2008, http://www.anmdecolombia.org/x-07hospi.htm, y el artículo de Hernando Forero Caballero, “Síntesis de la evolución histórica del Hospital San Juan de Dios”, en Medicina, Órgano Informativo de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, núm. 12 (1985): 49-52.

44 José Antonio Jácome, El Hospital en Colombia, compilación de las labores del Primer Congreso Hospitalario de Colombia (Bucaramanga: Imprenta del Departamento, 1942).

45 María Fernanda Durán, La Gripe Española en Bogotá. La epidemia de 1918 (Bogotá: Secretaría General, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2006).

46 Martha Luz Ospina y Mario Hernández, Recuerdos del olvido. Memorias del Hospital San Carlos (Bogotá: Fundación Hospital San Carlos, 1966).

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tal universitario con motivo de la crisis en el San Juan de Dios47, y el libro Hospital universitario: desde el San Juan de Dios hasta la construcción de un nuevo proyecto, de Bocchetti, Arteaga y Palacios, sobre el cierre del mismo hospital en 197548.

Entre los libros que se han escrito sobre los hospitales, pero desde la historia de la educación médica en Colombia, se tienen: La institucionali-zación de la medicina en Colombia de Néstor Miranda, Emilio Quevedo y Mario Hernández49, Escuela de medicina de Juan Carlos Eslava50, además de varios artículos del primer autor51; el artículo “Evolución de la educa-ción médica en Colombia” del médico Ernesto Andrade Valderrama52, el libro Evolución histórica de la medicina en Santafé de Bogotá de Hernando Forero Caballero53, y la compilación de varios autores en El arte de curar54.

Aunque en diversas ocasiones se ha intentado elaborar una historia del Hospital San Ignacio, solo se tienen algunas versiones cortas escritas la mayoría de las veces por médicos y directivos, como es el caso del pequeño libro del padre Jaime Salazar, S. J., El Hospital San Ignacio. Una experien-cia humana55, el folleto de carácter propagandístico e institucional titulado Hospital San Ignacio. Institución de servicio a los pobres y a la ciencia del padre

47 Juan Carlos Eslava, “Hospital universitario y crisis hospitalaria en Colombia”, 41-48.48 Carla Bocchetti, Juan Manuel Arteaga y Marco Palacios, Hospital universitario: desde el

San Juan de Dios hasta la construcción de un nuevo proyecto (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005).

49 Este libro contiene una primera parte escrita por Néstor Miranda “La Medicina Colombiana de 1867 a 1946”, y la segunda parte es escrita por Néstor Miranda, Emilio Quevedo y Mario Hernández: “Ciencias Médicas, Estado y Salud en Colombia: 1886-1957”, en Néstor Miranda, Emilio Quevedo y Mario Hernández, eds., La institucionalización de la medicina en Colombia. Tomo viii (Bogotá: Colciencias, 1993).

50 Juan Carlos Eslava, “La Escuela de Medicina de la Universidad Nacional: El surgimiento de una escuela anatomoclínica ‘1868’”, en Estela Restrepo Zea, comp. Escuela de medicina (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 2004).

51 Néstor Miranda, “La Medicina Colombiana de la Regeneración a los años de la Segunda Guerra Mundial”, en NHC, Nueva Historia de Colombia, Tomo IV (Bogotá: Editorial Planeta Colombia, 1989.; Néstor Miranda, “La medicina en Colombia, de la influencia francesa a la norteamericana”, Revista Credencial Historia 29 (1992): 4- 5, acceso 10 de julio, 2008, http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/mayo1992/mayo1.htm .

52 Ernesto Andrade Valderrama, “Evolución de la educación médica en Colombia”, Cirugía vol. 1 núm. 3 (1986): 165-169.

53 Hernando Forero Caballero, Evolución histórica de la medicina en Santafé de Bogotá (Bogotá: Biblioteca de Autores Cundinamarqueses, 1983).

54 Efraím Otero y Mauricio Pérez, eds., El arte de curar Un viaje de la enfermedad en Colombia 1898-1998 (Bogotá: AFIDRO, I/M Editores, 1998).

55 Jaime Salazar Londoño, S. J., El Hospital San Ignacio. Una experiencia humana (Bogotá: ANC Editores, 1995).

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Jorge Uribe, S. J.56; Rumbo al 2000, y Lo Nuestro, dos folletos con ediciones periódicas editados por el mismo hospital, además de algunos artículos de revistas y textos anecdóticos breves escritos por médicos, sacerdotes y funcionarios del hospital, generalmente con ocasión de conmemoraciones.

Como ya se ha anotado, el hospital ha suministrado varios textos in-éditos e institucionales, como la Breve Historia Hospital Universitario San Ignacio (1992-1994), y Hospital Universitario de San Ignacio. Historia, un documento que además de presentar varios artículos cortos incluye “La situación del Hospital de San Ignacio entre 1985-1989”, del padre Gerar-do Arango, S. J., y el Dr. Eduardo Villar57, con información alusiva a las épocas de las grandes crisis económicas.

La estrecha relación entre la Facultad de Medicina y el Hospital San Ignacio también permite que muchas de las publicaciones de aquella y de la universidad incluyan información del hospital, como sucede con el Boletín de la Facultad de Medicina 1966-1967 y 196858, la compilación sobre el Primer Congreso Universitario de 195059, así como las publicaciones pe-riódicas Universitas Médica, Revista Javeriana, Repertorio de Medicina y Cirugía60, Cirugía, Hoy en la Javeriana o Unión Javeriana, además del libro Historia de la Facultad de Medicina, editado por el Dr. Jorge Segura Vargas61.

Esta historia institucional se propone conocer el proceso histórico vi-vido por el Hospital San Ignacio desde su fundación en forma simultánea con la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana en 1942, saber qué tipo de relaciones han existido entre ambas entidades, así como los tipos de influencia médica que determinaron su funcionamiento, para encontrar cuál ha sido su papel en la formación de médicos dentro del contexto de la educación médica colombiana.

56 Jorge Uribe R., S. J., Hospital San Ignacio. Institución de servicio a los pobres y a la ciencia (Bogotá: Hospital Universitario San Ignacio, Programa Amigos de San Ignacio, Oficina de Prensa de la Universidad Javeriana, 1980).

57 Gerardo Arango y Eduardo Villar, “La situación del Hospital de San Ignacio 1985-1989”, en Hospital Universitario San Ignacio. Historia (Bogotá: Hospital Universitario de San Ignacio, 1989).

58 Facultad de Medicina, Boletín 1966-1967 y 1968 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 1968).59 Primer Congreso Universitario Javeriano, Bogotá, Mayo 25-27 de 1950. Antecedentes –

Realizaciones – Acuerdos. Volumen III (Bogotá: Publicaciones del Fondo Rotatorio de la Pontificia Universidad Católica Javeriana, Editorial CAHUR, 1950).

60 “Misión Médica Unitaria a Colombia Octubre 15 – Noviembre 10 – 1948”, Repertorio de Medicina y Cirugía 3ª Época vol. 5 núm. 3 (s. f.).

61 Jorge Segura, ed., Historia de la Facultad de Medicina. Sus inicios y desarrollo en la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá: Editorial Javeriana, 2010).

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Este libro se divide en tres partes. La primera se denomina “Contextos” y comprende el periodo previo a 1942, año en el que se fundó el Hospital de San Ignacio en forma casi simultánea con la Facultad de Medicina. Mientras la escuela médica logró avanzar entre muchas dificultades con sus primeras promociones, el Hospital San Ignacio dependió en forma íntegra de aquélla, y si bien en muchos aspectos la presencia del hospital se hizo evidente en la capital y en el país por los trámites y las exigencias que le eran impuestas por entidades privadas y estatales, la simultánea imposibilidad de concretarlo generaba hondos sentimientos de afectos y rechazos. Durante esos años, los lazos con la Iglesia Católica fueron decisivos respecto a la Facultad de Me-dicina y el futuro del hospital, así en términos físicos el Hospital San Ignacio no fuera más que un proyecto idealizado, o en algún momento una obra física inconclusa que muchos interpretaron como un “refugio de fracasados”.

La segunda parte es denominada “Las Fundaciones” debido a que en ella se llevó a cabo la consolidación física y administrativa de la institución. Este periodo, que sucede desde 1942 hasta finales de esa década, se caracterizó por el gran surgimiento hospitalario en aspectos administrativos, científicos y tecnológicos en medio de grandes dificultades económicas62. Entonces se con-formaron muchos de los servicios, departamentos y unidades administrativas, docentes, investigativas y asistenciales del Hospital San Ignacio. La tercera parte, denominada “La Facultad y el Hospital”, inicia en 1942 y concluye a comienzos de la época de 1990. Aquí se presentan tres periodos princi-pales: primero, entre 1942 y 1959, las influencias nacionales y extranjeras en torno a los ideales de lo que deberían ser la escuela médica y el centro asistencial, que durante este tiempo funcionaba en el Hospital de La Provi-dencia, de carácter provisional y antecesor del futuro Hospital San Ignacio.

Luego se expone el periodo entre 1959 y 1970, cuando se construyó el edificio emblemático del Hospital San Ignacio y se conformaron mu-chos de sus servicios, departamentos y unidades administrativas, docentes, investigativas y asistenciales. Si bien, los vínculos con la Iglesia persistie-ron, muchas veces pasaron inadvertidos. Esta etapa concluye con el retiro administrativo del hospital de la Universidad Javeriana a partir del 1° de enero de 1970, al tiempo que tomó el nombre oficial de Hospital Univer-sitario de San Ignacio.

Finalmente se describe un último periodo que va desde 1965 hasta 1990, en el que el hospital se vio enfrentado a enormes responsabilidades

62 Breve Historia Hospital Universitario San Ignacio (1992-1994), 7.

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asistenciales por parte de las entidades estatales que, además de revelar el tipo de relaciones existentes entre el hospital y el Estado, pronto lo llevaron a una gran crisis que amenazó con su posible cierre.

En esta época, que también coincidió con unos años de gran ines-tabilidad en la vida de muchos de los hospitales colombianos (entre 1975 y 1989), presentó sus mayores dificultades el Hospital San Ignacio. Ante la “realidad diagnóstica”, en 1984 se tuvieron que tomar decisiones drás-ticas en varios niveles, entre las que se dieron el cierre del Departamento de Pediatría, para comenzar en 1987 un periodo de “reestructuración del sistema organizacional”. Solo así fue posible superar las dificultades preexistentes a costa de grandes sacrificios económicos que incluyeron la venta del edificio hospitalario, pero al mismo tiempo se pudo preparar la institución hospitalaria para los desafíos que llegarían con la Ley 100 de 1993 del Congreso de la República de Colombia. En esa etapa, se reveló una vez más la importancia que tendría para el hospital el mantener es-trechas relaciones con la Universidad Javeriana, la Compañía de Jesús y las altas jerarquías de la Iglesia Católica.

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Últimos libros publicados dentro de la Colección Taller y oficio de la Historia

Mirando solo a la tierraCine y sociedad espectadora en Medellín (1900-1930)

Germán Franco Díez

Taller y oficio de la Historia

Marietta Mejía de Mesa

Entre la mutua dependencia y la

mutua independencia El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina

de la Universidad Javeriana, 1942-1990

En febrero de 1942 se fundó en la Universidad Javeriana de Bogotá la primera facultad de medicina privada del país, simultáneamente con el Hospital San Ignacio, como lugar de prácticas asistenciales, académicas e investigativas de los médicos javerianos.

Considerado emblema católico nacional, el hospital impulsó la fe de muchos pequeños y pocos grandes benefactores. Por un emprésti-to para obtener los predios donde se edificaría, la Compañía de Jesús dejó en garantía su patrimonio, un tesoro del arte colonial y todos los bienes de la Provincia Colombiana. Construida ya su sede, vivió las crisis hospitalarias de los setenta y tuvo que rediseñar estatutos, cerrar servicios, vender su edificio.

Escrito en un lenguaje sencillo, este libro permite entender la com-plejidad hospitalaria en Bogotá y el país a lo largo del siglo XX. Va dirigido a todos aquellos que conocen los problemas de la salud en Colombia, y a quienes ignoran la vida misma de un hospital. El libro aborda la influencia extranjera en la medicina colombiana, las trabas de la Ley 67 de 1935 sobre profesión médica, y narra la historia de un hospital universitario que entre dificultades económicas y en el contexto de la Guerra Europea, tardó dos décadas para construirse.

Facultad de Ciencias Sociales

A pesar de que los manuales de conducta y los tratados de los moralistas de la época marcaban un comportamiento “arreglado” por parte de las esposas, que les exigía sujeción y obediencia a su marido, en el tránsito del siglo XVIII al XIX en la Nueva Granada llegaron a los tribunales varios casos de mujeres que, cansadas de los maltratos de su cónyuge o en medio de triángulos amorosos, decidieron acabar con la vida de sus compañeros.

Este libro rescata las voces de “las conyugicidas” y ahonda en sus motivos, mientras presenta las coacciones y autocoacciones que motivaron el tránsito de víctima a criminal. La investigación se adelantó desde 2004 a partir de expedientes de juicios y asuntos criminales elevados ante segundas instancias y que reposan en el Archivo General de la Nación. Dialoga con historias similares ocurridas en España y que se convirtieron en causas célebres llevadas a la literatura.

Mabel Paola López Jerez es magís-ter en Historia de la Pontificia Uni-versidad Javeriana (2005) y máster en Edición de la Universidad Au-tónoma de Madrid y Edelvives, España (2009). Su formación bá-sica es en Comunicación Social-Periodismo, carrera que cursó en INPAHU (1999) y en la Universi-dad Central (2001).

Desde 2004 ha abordado la his-toria del delito femenino y de la violencia contra la mujer en la Nueva Granada para los siglos XVIII y XIX. Su tesis de maestría en Historia, “Las conyugicidas de la Nueva Granada. Trasgresión de un viejo ideal de mujer, 1780-1830”, fue galardonada con califi-cación meritoria en 2005.

A lo largo de su carrera la autora se ha desempeñado como perio-dista y editora de textos de divul-gación científica. Actualmente es la responsable de publicaciones del Instituto Colombiano de An-tropología e Historia (ICANH).

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Facultad de Ciencias SocialesDepartamento de Historia y Geografía

Las conyugicidas de la Nueva Granada

Taller y oficio de la Historia

COLECCIÓN TALLER Y OFICIO DE LA HISTORIA

La colección Taller y oficio de la Historia de la Maestría en His-toria de la Pontificia Universidad Javeriana busca socializar, ante la comunidad académica y el públi-co en general, las tesis de grado meritorias y laureadas por los jurados. Esta Maestría ha podi-do ofrecerle a una amplia gama de profesionales, a través de sus cursos y del proceso de investi-gación histórica, una caja de he-rramientas con la cual ejercitar, en un taller, el oficio de histo-riador. Además esta serie de pu-blicaciones evidencia el enorme esfuerzo de inter y transdiscipli-nariedad que hoy por hoy está en la base de la historiografía colombiana, latinoamericana y universal, y muestra cómo este posgrado se ha ido consolidan-do en un escenario valioso para indagar el pasado a través de la escritura de la historia.

Trasgresión de un viejo ideal de mujer(1780-1830)

Mabel Paola López Jerez Ilustración de cubierta:Torres Méndez, Ramón, Reyerta de aguadores. Leipzig, litografía coloreada, 23 x 29,1 cm. Ed. Victor Sperling, 1910. En Ramón Torres Méndez y Edward Walhouse Marck. Una confrontación de miradas. Bogotá: Banco de la República, 1990.

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Últimos libros publicados dentro de la Colección Taller y oficio de la Historia

Conyugicidas de la Nueva Granada. Trasgresión de un viejo ideal de mujer (1780-1830)

Mabel Paola López Jerez

Germán Franco Díez

Mirando solo a la tierra

Cine y sociedad espectadora en Medellín (1900-1930)

Una parte de aquello que somos se la debemos al cine. El cine es más que un medio, es un espacio de encuentro, un acto de magia y un mito que marcó a los pobladores de nuestras ciudades en la primera mitad del siglo XX.

Esta investigación narra el interesante y divertido proceso cultu-ral de cómo el cine y otros espectáculos fueron vistos por los pobla-dores de Medellín entre 1900 y 1930. Pero también cuenta cómo los medellinenses usaron el cine: un sastre que atraía clientela con el proyector; un proyeccionista que hacía sonar cadenas al paso de los esclavos en la pantalla; unas prostitutas que aprovechaban la oscuri-dad de la proyección para trabajar, y especialmente unos pobladores que construyeron para sí una noción del mundo al relacionarse en los teatros.

El libro, que constituye un aporte novedoso al debate sobre la incidencia de los medios de comunicación en la cultura, también contribuye a la historia cultural del cine y a las teorías de la comuni-cación, por lo que se dirige tanto a expertos como a lectores intere-sados en los relatos urbanos y el cine.

La historia del país ha explorado con relativo éxito el impacto que las transformaciones económicas, políticas y sociales han tenido en la sociedad, pero apenas estamos explorando la incidencia de fenó-menos mediáticos sobre la cultura. Mirando solo a la tierra narra, en-tonces, la búsqueda de lo que somos gracias al cine que hemos visto.

Ciencias útiles y planes de estudio en la Nueva Granada.

Método racional y canon wolffiano en la filosofía escolar neogranadina (1762-1826)

Juan Manuel Dávila Dávila

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Germán Franco Díez

El profesor Germán Franco ha dedicado su vida profesional y académica al estudio del sentido de lo público en Comunicación. Formado en la escuela de realización de Cine y Televisión de la Universidad Nacional de Colombia, ha diseñado, dirigido y producido reconocidas series de televisión en su país. Sus principales temas de interés como profesor universitario han sido la historia cultural, la relación de la comunicación con la cultura, los géneros y formatos televisivos, las narrativas audiovisua-les, las culturas juveniles, la responsabilidad social y la convivencia. Es ponente en even-tos académicos nacionales e internacionales desde hace varios años. Ha ocupado cargos directivos en distintas universidades y entida-des de los sectores público y privado. Actual-mente es subdirector del Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana, institución donde además obtuvo el Magíster en Historia con distinción Magna Cum Laude.

Imagen de cubierta:

Pobladores de Medellín mirando el eclipse de sol del 3 de febrero de 1916. Fotografía de Benjamín de la Calle. Archivo Fotográfico, Biblioteca Pública Piloto, Medellín.

Taller y oficiode la Historia

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Las conyugicidas de la Nueva GranadaTransgresión de un viejo ideal de mujer (1780-1830)

Mabel Paola López Jerez

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Marietta Mejía de Mesa

Estudió Historia en la Universidad Javeriana de Bogotá. Es coautora con Santiago Díaz Piedrahita del libro Una Etapa en el Desarrollo de la Quí-mica en Colombia, Bogotá, 2010. También es investigadora principal del Semillero de Investi-gación 2009 – 2011: Hospital San Ignacio. Una Historia, por convenio entre el Hospital San Ignacio y la Facultad de Ciencias Sociales. En 2012 recibió el título de Magíster en Historia en la Universidad Javeriana, con grado summa cum laude y Mención Honorífica. Es profesora de cátedra de la misma universidad.

Imagen de cubierta:

Fachada del Hospital San Ignacio en 1970, aproximadamente.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

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