disputa maritima chile - bolivia

12
E l anuncio de la visita del Papa a Boli- via activó todas las alarmas del piso 15 del edificio Carrera, donde tiene su oficina el canciller chileno Heraldo Muñoz. Construido en la década de 1930, era uno de los más importantes hoteles del centro cívico de Santiago hasta que fue adquirido en 2004 por el Estado para convertirlo en la sede de uno de los servicios exteriores más eficientes y modernos de Amé- rica Latina. La sorpresa fue aún ma- yor porque el anuncio no provino de la diplomacia vaticana, como es tradi- cional, sino del presidente boliviano Evo Morales, quien hacía gala de es- tar bien informado y, además, se jac- taba así públicamente del espaldara- zo político que significa presidir uno de los países en la región que se pre- paran para recibir a Francisco. La no- ticia llegaba, precisamente, en plena discusión pública entre Chile y Boli- via sobre su centenario conflicto, lue- go de que La Paz presentara una de- manda ante el Tribunal de La Haya el 24 de abril de 2013. Si bien al principio se buscó restar im- portancia al tema, la Iglesia chilena, la Disputa marítima o cuadratura del círculo Los vaivenes del conflicto boliviano-chileno SERGIO MOLINA MONASTERIOS El conflicto entre Chile y Bolivia –el más antiguo de América Latina– es el único que se mantiene sin atisbos de encontrar una solución. Bolivia ha decidido demandar a Chile exigiendo una negociación por una salida soberana al mar, y Chile afirma que se quieren revisar tratados limítrofes sobre los que el tribunal de La Haya no tendría jurisdicción. Ambos países miran con expectación la próxima visita del Papa a la región y se especula sobre sus posibilidades de mediación. Mientras tanto, chilenos y bolivianos se preparan para hacer valer sus razones ante los tribunales y siguen sin encontrar una historia compartida que supere su desencuentro. n COYUNTURA Sergio Molina Monasterios: es boliviano y chileno. Es doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile y especialista en las relaciones bilaterales entre ambos países. Recientemente ha editado el libro La cuadratura del círculo: propuestas de solución al conflicto entre Chile y Bolivia (lom, Santiago de Chile, 2014). Palabras claves: Guerra del Pacífico, mediterraneidad, Evo Morales, Bolivia, Chile. Este artículo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD N o 256, marzo-abril de 2015, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

Upload: alvarod

Post on 06-Nov-2015

6 views

Category:

Documents


4 download

DESCRIPTION

El conflicto entre Chile y Bolivia –el más antiguo de América Latina– es el único que se mantiene sin atisbos de encontrar una solución. Bolivia ha decidido demandar a Chile exigiendo una negociación por una salida soberana al mar, y Chile afirma que se quieren revisar tratados limítrofes sobre los que el tribunal de La Haya no tendría jurisdicción.

TRANSCRIPT

  • El anuncio de la visita del Papa a Boli-via activ todas las alarmas del piso 15 del edificio Carrera, donde tiene su oficina el canciller chileno Heraldo Muoz. Construido en la dcada de 1930, era uno de los ms importantes hoteles del centro cvico de Santiago hasta que fue adquirido en 2004 por el Estado para convertirlo en la sede de uno de los servicios exteriores ms eficientes y modernos de Am-rica Latina. La sorpresa fue an ma-yor porque el anuncio no provino de la diplomacia vaticana, como es tradi-cional, sino del presidente boliviano

    Evo Morales, quien haca gala de es-tar bien informado y, adems, se jac-taba as pblicamente del espaldara-zo poltico que significa presidir uno de los pases en la regin que se pre-paran para recibir a Francisco. La no-ticia llegaba, precisamente, en plena discusin pblica entre Chile y Boli-via sobre su centenario conflicto, lue-go de que La Paz presentara una de-manda ante el Tribunal de La Haya el 24 de abril de 2013.

    Si bien al principio se busc restar im-portancia al tema, la Iglesia chilena, la

    Disputa martima o cuadratura del crculoLos vaivenes del conflicto boliviano-chileno

    Sergio Molina MonaSterioS

    El conflicto entre Chile y Bolivia el ms antiguo de Amrica Latina

    es el nico que se mantiene sin atisbos de encontrar una solucin.

    Bolivia ha decidido demandar a Chile exigiendo una negociacin

    por una salida soberana al mar, y Chile afirma que se quieren revisar

    tratados limtrofes sobre los que el tribunal de La Haya no tendra

    jurisdiccin. Ambos pases miran con expectacin la prxima

    visita del Papa a la regin y se especula sobre sus posibilidades de

    mediacin. Mientras tanto, chilenos y bolivianos se preparan para

    hacer valer sus razones ante los tribunales y siguen sin encontrar

    una historia compartida que supere su desencuentro.

    n COYUNTURA

    Sergio Molina Monasterios: es boliviano y chileno. Es doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile y especialista en las relaciones bilaterales entre ambos pases. Recientemente ha editado el libro La cuadratura del crculo: propuestas de solucin al conflicto entre Chile y Bolivia (lom, Santiago de Chile, 2014).Palabras claves: Guerra del Pacfico, mediterraneidad, Evo Morales, Bolivia, Chile.

    Este artculo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 256, marzo-abril de 2015, ISSN: 0251-3552, .

  • 18Nueva Sociedad 256Sergio Molina Monasterios

    ms poderosa e influyente al sur del continente, cerr la discusin acla-rando que la visita sera estrictamen-te pastoral. La confirmacin (y cierta tranquilidad entre los polticos chile-nos) la dio el propio pontfice das des-pus, cuando anunci que esperaba visitar al menos seis pases de Suda-mrica en dos viajes separados en los siguientes dos aos: primero Ecuador, Bolivia y Paraguay y, posteriormente, en 2016 o 2017, Chile, Argentina y Uru-guay. Morales tambin tuvo que reco-nocer el carcter pastoral del viaje y los dos pases se vieron obligados a redo-blar los esfuerzos diplomticos para difundir su postura ante la opinin pblica internacional.

    A pesar de que Bolivia no ha solici-tado su mediacin, la posibilidad de que el papa intervenga en la dispu-ta chileno-boliviana por una salida al mar es la peor pesadilla que pue-de tener la diplomacia de Santiago. Es que hay un antecedente que nadie puede olvidar en el edificio Carrera: en las vsperas de la Navidad de 1978, ante la inminente guerra entre Chile y Argentina, Juan Pablo ii se ofreci como mediador para evitar el enfren-tamiento. Das despus, el 8 de enero de 1979, los cancilleres de ambos pa-ses, reunidos en la capital uruguaya, firmaron el Acta de Montevideo, en virtud de la cual pedan formalmente la intervencin papal para encontrar una solucin a la disputa por la sobe-rana sobre el canal de Beagle. Aos ms tarde, ya en democracia, Chile y

    Argentina dieron por zanjados de for-ma definitiva todos sus problemas li-mtrofes. Pero el hecho de que las re-laciones entre ambas naciones sean ahora mejores que nunca no ha hecho mella en la leyenda urbana que afir-ma que, en esa ocasin, Chile perdi ms de lo que gan Argentina.

    Es poco probable que el papa Fran-cisco acte como Juan Pablo ii: no hay ninguna posibilidad de un gue-rra entre Chile y Bolivia, la institu-cionalidad democrtica en ambos pases es slida, el poder militar est subordinado y, sobre todo, hay una diferencia notable en el peso espec-fico de los dos pases, por lo que la comparacin entre el diferendo del Beagle y este es solo anecdtica. Sin embargo, sostienen altos diplom-ticos chilenos, si se analiza el papel reciente que jug el papa Francisco en el deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la idea deja de ser tan descabellada. Si Cuba era un asunto insoluble que nadie se ani-maba a enfrentar, por qu no inter-venir en el otro gran drama de Am-rica Latina que mantiene enfrentados a Chile y Bolivia desde la Guerra del Pacfico de 1879? Al finalizar esa gue-rra, en 1883, el vencedor se constituy plenamente como pas, anexando los ricos territorios de lo que actualmen-te conforma el norte chileno, mientras que los derrotados perdan la provin-cia de Tarapac, en el caso de Per, y el desierto de Atacama y su acceso al ocano Pacfico, en el caso de Bolivia.

  • 19 CoyunturaLos vaivenes del conflicto boliviano-chileno

    Un escenario como el de fines de los 70 es improbable, cierto, pero no est de ms curarse en salud, dicen los mismos diplomticos, que ya agen-daron una visita de la presidenta Mi-chelle Bachelet al Vaticano en junio prximo, mientras ambos pases des-atan una febril carrera por informar a sus opiniones pblicas y al mundo sobre sus razones.

    Organizar giras internacionales de expresidentes y embajadores, copar la agenda de reuniones bilaterales y multilaterales o pedir siempre la pala-bra despus de que Bolivia haga uso de ella son algunas de las tareas que se ha propuesto la cancillera chilena, adems, claro est, de gestiones ms reservadas con altos personeros po-lticos en todo el mundo. Actualmen-te Chile es miembro del Consejo de Seguridad de la Organizacin de las Naciones Unidas (onu), Bachelet fue presidenta de onu Mujeres y Mu-oz tiene el Programa de las Nacio-nes Unidas para el Desarrollo (pnud) como su segunda casa. Lo cual, su-mado al profesionalizado servicio ex-terior, uno de los principales activos del Estado chileno, hace difcil el ca-mino de la ms amateur e ideologizada diplomacia boliviana.

    Sin embargo, Bolivia tom algunas decisiones que son reconocidas inclu-so en Chile: decidi nombrar como agente (una especie de abogado ante el Tribunal de la Haya) a Eduardo Rodrguez Veltz, ex-presidente de la

    Corte Suprema y, por azares de la po-ltica y la inestabilidad crnica de en-tonces, presidente interino de Bolivia. Adems, como vocero de la demanda martima, Morales nombr al tambin ex-presidente Carlos Mesa, reconocido por su oratoria y su capacidad polti-ca, pero tambin duro opositor al go-bierno en la actual coyuntura interna. Que dos ex-presidentes tengan cargos tan relevantes otorga a la demanda boliviana una institucionalidad como pocas veces se ha visto en el actual Es-tado Plurinacional de Bolivia. Por su parte, Chile mantuvo su tradi-cin y ratific al ex-ministro y emba-jador Felipe Bulnes como agente ante La Haya. Bulnes ya haba ejercido el mismo cargo durante el gobierno de Sebastin Piera en otro juicio que enfrent Chile con Per a raz de sus lmites martimos. Bulnes es miem-bro de una de las familias ms tra-dicionales de Chile y es descendien-te del general Manuel Bulnes, quien encabez las tropas chilenas en la guerra contra la Confederacin Per-Boliviana entre 1838 y 1839, el ante-cedente ms importante de la Gue-rra del Pacfico. En esa contienda, los chilenos derrotaron a Andrs de San-ta Cruz en la famosa batalla de Yun-gay, que sell definitivamente la de-rrota de los aliados. Santa Cruz, a su vez, fue el ms importante presiden-te de la historia boliviana segn Car-los Mesa, quien es periodista e his-toriador. El Mariscal de Ayacucho, como tambin lo llamaban, adems

  • 20Nueva Sociedad 256Sergio Molina Monasterios

    de construir la nacin boliviana, fue el lder de ms larga duracin a car-go de los destinos de Bolivia, rcord que est a punto de arrebatarle nada menos que Morales.

    La historia es, sin duda, curiosa.

    n Las razones que esgrimen unos y otros

    Despus de una serie de negociacio-nes entre Morales y Bachelet durante el primer gobierno de esta ltima, los acercamientos bilaterales se estancaron en la gestin de Piera y La Paz opt por demandar a Chile. Bolivia pide que la Corte de La Haya obligue a Chile a negociar una salida soberana al mar basndose en la serie de acercamien-tos bilaterales que tuvieron durante la segunda mitad del siglo xx en los cuales el tema se puso en discusin; es decir, segn La Paz, Chile habra reconocido que haba una disputa so-bre esa cuestin y, adems, creado ex-pectativas sobre su resolucin. Bolivia se cuida mucho de hacer referencia a la Guerra del Pacfico y a los tratados limtrofes que le dieron fin porque no son de jurisdiccin de la Corte, que solo tiene injerencia en asuntos pos-teriores al Pacto de Bogot de 1948. En especial, la diplomacia boliviana busca convencer de que no pretende reabrir el tratado de 1904 que sell la derrota de La Paz a cambio de una compensacin econmica. Al mismo tiempo, esgrime los graves perjuicios econmicos y sociales que significa la mediterraneidad para su desarrollo.

    Chile, en cambio, aduce que Bolivia implcitamente pone en duda el trata-do de 1904 que defini los lmites en-tre ambos pases, y que este siempre habra sido cumplido en su integri-dad. Adems, argumenta que su ve-cino tiene pleno acceso al mar a travs de puertos chilenos y que Chile otorga las ms amplias facilidades a la carga boliviana por valor de decenas de mi-llones de dlares anuales. Al mismo tiempo, la diplomacia chilena sostie-ne que ningn tribunal tiene jurisdic-cin para obligar a un pas a ceder te-rritorio y que las negociaciones que se dieron a lo largo del siglo xx y que no se concretaron no otorgan ningn de-recho ni expectativa pues, de hacerlo, significara el fin de la diplomacia tal como la conocemos.

    En tanto ese juicio prospere, hoy la disputa entre ambos pases tiene ras-gos de guerra fra: enfrentamientos, acusaciones, desmentidos y floritu-ras verbales que se apoderan peridi-camente de la agenda para benepl-cito de los halcones de ambos pases. Todo ello, a pesar de que los presi-dentes Bachelet y Morales, en sus gestiones pasadas, se haban acerca-do como nunca antes en el siglo xxi a travs de la denominada Agenda de los 13 Puntos de 2006 (que inclua el tema martimo), que fracas en 2010 cuando se comenz a discutir el nico tema que realmente le inte-resaba a Bolivia, y el nico que no le interesaba discutir a Chile, justi-ficando el viejo refrn de los diplo-

  • 21 CoyunturaLos vaivenes del conflicto boliviano-chileno

    mticos consumados y expertos en la relacin bilateral que afirma que cuando ms cerca estn ambos pa-ses ms pronto se alejarn irreme-diablemente.

    A partir de ese fracaso de 2010, las relaciones comenzaron a enfriarse, hasta que Morales decidi escalar el conflicto presentando la demanda al Tribunal de La Haya. Un ao des-pus, en 2014, present una memoria que esgrime la tesis de que con poste-rioridad al tratado de 1904, Chile hizo una serie de compromisos con Bolivia referidos a otorgar una franja territo-rial soberana con acceso al mar. Meses ms tarde, el 7 de julio de 2014, Chile decidi impugnar la competencia del Tribunal de La Haya, sobre lo cual se pronunciarn los jueces despus de los alegatos orales de mayo prximo.

    Luego se espera un fallo del Tribunal, ya sea declarndose incompetente como estima Chile o asumiendo el co-mienzo del juicio como quiere Bolivia; ya sea decidiendo y esta es una posi-bilidad que nadie descarta no fallar a favor ni en contra, sino esperar las alegaciones de fondo del caso antes de tomar partido en uno u otro sentido. Si es as, tendremos juicio para rato y an mucha tela para cortar.

    n Los imaginarios enfrentados que construyeron ambos pases

    Como ya se dijo, aos despus de la Guerra del Pacfico, en 1904, se firm

    un Tratado de Paz y Amistad que, le-do con ojos contemporneos, se trata de un acuerdo de lmites y de libre comercio. En efecto, en l se otorga a perpetuidad la costa entonces bo-liviana a Chile, se acuerda la cons-truccin de un ferrocarril entre Arica y La Paz y se detallan las facilidades que debe otorgar Chile a Bolivia para llegar al ocano Pacfico, las princi-pales razones esgrimidas hasta el da de hoy por la diplomacia chilena para argumentar que Bolivia tiene salida al mar pero sin soberana.

    El tratado fue suscrito 24 aos des-pus del trmino del conflicto y aducen los chilenos, en la campaa presi-dencial de aquel tiempo, el entonces ministro de Defensa de Bolivia, Is-mael Montes, enarbol el tratado en ciernes como Leitmotiv de su candi-datura. Montes fue elegido con 76% de los votos y fue reelegido en 1913. Lo mismo ocurri con el ex-ministro de Relaciones Exteriores, Eliodoro Villazn, quien particip en la nego-ciacin del tratado y fue elegido pre-sidente de Bolivia en 1909.

    Es que la elite liberal boliviana de la poca, deseosa de exportar el mineral que produca, celebr largamente las facilidades comerciales que otorgaba el tratado. Solo el nacionalismo que impregnara Amrica Latina aos despus y que golpeara con inusual fuerza en Bolivia despus de la Gue-rra del Chaco (1932-1935), desatara el imaginario actual, construyendo his-

  • 22Nueva Sociedad 256Sergio Molina Monasterios

    torias de herosmo donde no las hubo y una vocacin martima que, cuando tuvo mar, Bolivia nunca ejerci, y que solo comenz a valorar despus, ante la prdida ya sin retorno.

    Para Chile, la Guerra del Pacfico es tan importante como la gesta liberta-dora que ocurri ms de medio siglo antes; all se consolid uno de los rasgos ms constantes de la identidad chilena, un rasgo que se construye en oposicin primero a la alteridad nor-tina, indgena y mestiza de peruanos y bolivianos y, despus, frente a ese Otro tambin indgena: los mapuches al sur del Biobo. La Guerra del Pac-fico en el norte y la campaa contra los mapuches en el sur, que protago-niz el mismo ejrcito, consolidaran el Estado poderoso que desde el fr-til valle central irradiara su fuerza a lo largo de todo el territorio chile-no, ese que Diego Portales haba vis-lumbrado dcadas antes. No en vano una de las batallas ms trgicas de la Guerra del Pacfico es la principal ce-lebracin patritica de los chilenos: el 21 de mayo solo iguala en el resto del continente a las celebraciones por el Da de la Independencia.

    As, ambos pases se convirtieron en lo que son a raz de su enfrentamien-to, lo que deviene en la demonizacin de Chile por parte de Bolivia y en la caricaturizacin de Bolivia hecha por Chile. Ren Zavaleta, el principal in-telectual boliviano del siglo xx, afir-maba que Chile tena un Estado al

    que Bolivia ni siquiera poda aspirar y Bolivia, una sociedad civil que Chi-le ni siquiera imagina1.

    Ambos pases representan a su ma-nera las pulsiones principales de Amrica Latina: la modernizacin liberal desbordada, casi asitica en un caso, y el nacionalismo profun-do que desde la dcada de 1940 sub-siste hasta hoy y que es el principal clivaje para explicar el fenmeno de Morales y su refundacin en clave populista de la Bolivia posneolibe-ral. Son antpodas polticas e ideol-gicas que han erigido un muro entre ambos pases: el Estado omnvoro en un caso, un Estado subsidiario en el otro; el individualismo rampante frente al comunitarismo autoritario; los indios versus los karas.

    n El tercero en discordia

    Se debe recordar que la presentacin boliviana ante La Haya fue inspirada en otra demanda que tuvo como pro-tagonistas durante aos a Per y a Chile, pases que resolvieron su lti-ma controversia limtrofe en ese Tri-bunal, que fall a principios de 2014 dando razn a unos ms que a otros, pero definiendo un lmite martimo que hasta entonces era dudoso. Con el tiempo, las crticas amargas que

    1. La historia de Chile sera entonces la histo-ria de su Estado (no la de su pueblo) y, en el caso de Bolivia, su historia sera la de sus cla-ses populares (no la de su Estado). R. Zavaleta: El poder dual en Amrica latina en Obras completas ii, Plural, La Paz, 2013.

  • 23 CoyunturaLos vaivenes del conflicto boliviano-chileno

    suscit este fallo en Chile, as como el triunfalismo excesivo de los peruanos, se han acallado, lo que demuestra una vez ms la fortaleza de la solucin pa-cfica de las controversias.

    Hoy ambos pases estn en un proce-so de integracin que solo se acrecien-ta con el tiempo, especialmente des-de el punto de vista econmico: miles de millones de dlares invertidos por unos y otros dan muestra de la soli-dez de la relacin. De esa forma, Per y Chile se distancian cada vez ms de Bolivia, sobre todo en su desarro-llo relativo, y esto tambin repercute y dificulta an ms como si esto fue-ra posible, encontrar una solucin al conflicto boliviano-chileno. Porque Per, en algn momento, tambin ten-dr algo que decir, y quiz no sea lo que los bolivianos quieren or.

    A raz de otro tratado, esta vez de 1929 entre Chile y Per, se establece que las provincias de Tacna y Arica, has-ta entonces en un limbo jurdico, pa-saban a soberana de Per y Chile, respectivamente. El tratado tambin fij la lnea de la Concordia como el lmite fronterizo terrestre entre am-bos pases, as como las servidumbres de Per en Arica (como el muelle pe-ruano o el Ferrocarril Tacna-Arica). Es un instrumento similar al que haban suscrito aos antes, en 1904, Bolivia y Chile. Solo que esta vez, en el anexo, se estableca que ninguno de los dos pases podra ceder esos territorios a un tercero sin la aprobacin del otro.

    Lo cual, en la jerga diplomtica, se lla-m la llave y el candado del acceso boliviano al mar: un pas tena la llave, el otro, el candado y Bolivia, la puer-ta cerrada.

    En efecto, toda la discusin en sen-tido de una salida soberana al mar para Bolivia pasa por la posibilidad de otorgar una franja territorial en Arica, territorio que nunca fue boli-viano sino peruano, y que Chile, en tres oportunidades por lo menos, puso en la mesa en sendas negocia-ciones; incluso se estudi la posibili-dad de un intercambio territorial, lo cual fue rechazado por Bolivia2.

    2. En los aos 50, con el impulso de eeuu, Chile y Bolivia negociaron una salida soberana al Pa-cfico para Bolivia a travs de un corredor por el norte de Arica, a cambio del aprovechamiento del potencial hidroelctrico boliviano. En 1975 hubo otro proceso negociador que implic la reanudacin de relaciones diplomticas duran-te las dictaduras de Hugo Banzer y Augusto Pinochet, durante las cuales Bolivia solicit un corredor soberano en Arica y Chile respondi que esa cesin estara condicionada a un canje simultneo de territorios. Posteriormente, se consult la disponibilidad de Per, pas que plante la opcin de crear un espacio geogrfi-co trinacional en Arica, lo cual era inadmisible para Chile. Inmediatamente despus vino una ruptura de relaciones diplomticas entre Boli-via y Chile. En ambos casos, 1950 y 1975, Chile y Bolivia lograron principios de acuerdo para que este ltimo pas tuviera una salida al mar a travs de un corredor al norte de Arica e in-tercambio ya fuera hidroelctrico o territorial. Ambos procesos fracasaron debido al rol que el tratado de 1929 le dio a Per y por la indecisin boliviana respecto a las compensaciones exigi-das por Chile. Finalmente, en 1987, durante el gobierno de Vctor Paz Estenssoro en Bolivia, Chile manifest que exista una posibilidad de negociar sobre la base de un enfoque fresco en el cual se contemplaba un enclave o un co-rredor soberano, pero nuevamente ese acerca-miento fracas.

  • 24Nueva Sociedad 256Sergio Molina Monasterios

    Arica, si bien peruana en sus orge-nes y desde 1929 bajo soberana chi-lena, fue desde siempre el espacio vital boliviano, por su ubicacin geo-grfica y cercana a La Paz, mucho ma-yor que aquel desierto martimo sobre el que tuvo soberana hasta la Guerra del Pacfico y que distaba cientos de kilmetros al sur. El hecho de que Bo-livia no haya nacido a la vida indepen-diente con el puerto de Arica es una de las grandes tragedias bolivianas y latinoamericanas. Naci, si se quie-re, amputada, y, en cambio, obtuvo en sus lejanas costas una extremi-dad enorme pero inservible que solo cobr valor mucho tiempo despus, con el descubrimiento del guano, el salitre y el cobre.

    Cualquier otra posibilidad de otor-gar un corredor martimo a Bolivia implica partir en dos el territorio chi-leno, lo cual es a todas luces imposi-ble. Por eso siempre se negoci sobre la base de que poda haber uno en la frontera chileno-peruana, solucin que, en virtud del tratado de 1929, necesita la aprobacin de los dos pa-ses para ser cedido a Bolivia.

    Durante aos, Per se mantuvo re-servado al respecto y, con excepcin de la ya mencionada posicin du-rante las negociaciones entre Ban-zer y Pinochet, su diplomacia nun-ca se pronunci abiertamente sobre el tema. Sin embargo, las cosas han cambiado ltimamente: hace algu-nos aos los peruanos han mani-

    festado de manera explcita y a tra-vs de sus ms altas autoridades que mantener la frontera con Chile (esto es, negar un hipottico corredor a Bolivia) es de su ms alto inters na-cional. Por tanto, esa alternativa en-treabierta en varias ocasiones, sobre todo despus de la Guerra del Pac-fico y hasta 1929 y luego en los aos 50, 70 y 2000, se vio cerrada de un portazo, sin que hasta la fecha Boli-via haya tomado conciencia explci-ta del hecho.

    Aos atrs, durante el gobierno de Ricardo Lagos en Chile, se explor la posibilidad de otorgar un enclave con soberana a Bolivia, lo cual im-plicaba saltearse el tratado de 1929 porque sera en territorio chileno (anteriormente boliviano, no perua-no). Pero nuevamente las presiones nacionalistas en ambos pases impi-dieron avanzar en esa direccin: ya sea por al afn redentorista de algu-nos bolivianos que an creen posible un retorno a las fronteras previas a la guerra; ya sea porque los naciona-listas chilenos consideran que no se debe hacer ninguna concesin ms a Bolivia; ya sea por las acciones exi-tosas que desarroll Per en Bolivia previendo que la ruptura del statu quo perjudicara su posterior presen-tacin ante el Tribunal de La Haya. La diplomacia de Lima saba que, en ese hipottico caso, el fallo de La Haya hubiera sido distinto para Per, tanto con un enclave como con un corredor boliviano en Arica cedido por Chile:

  • 25 CoyunturaLos vaivenes del conflicto boliviano-chileno

    los jueces no hubieran otorgado so-berana martima a Per (como lo hi-cieron) sobre aguas que Chile habra entregado a Bolivia3.

    n La sinuosa (y nacionalista) opinin pblica

    Que 5.000 personas se renan a gritar Mar para Bolivia es tan anecdtico que no valdra la pena comentarlo si no fuera por la fascinacin que tiene el presidente Morales con ese tema. En efecto, aos atrs, en una visita suya a Santiago, escuch ese cntico en un acto organizado en su honor por la izquierda extraparlamentaria chilena en el Court Central del Esta-dio Nacional. Era parte de lo que el presidente Morales denomina la di-plomacia de los pueblos, una suerte de diplomacia pblica que puede ser atractiva pero que nunca reemplazar la diplomacia entre gobiernos. A par-tir de entonces, Morales piensa que en Chile hay una elite que no quiere (solucionar el tema) y un pueblo que s quiere, como lo demostraran esas consignas enfervorizadas.

    Pero, a pesar de estos deseos, las en-cuestas sistemticamente validan lo contrario. La reconocida encuesta Adimark-Universidad Catlica, que se realiza anualmente, confirma de manera creciente que solo una mi-nora de los chilenos est de acuerdo con otorgar concesiones a Bolivia y que an muchos menos son los que aceptaran una sesin territorial. Por

    eso los pocos polticos favorables a un acuerdo son tan reacios a discu-tir pblicamente el tema, piensan en las siguientes elecciones y prefieren archivarlo: el costo sera demasiado alto en trminos de opinin pblica.

    Como en toda Amrica Latina, el na-cionalismo es el canto de sirena que genera pasiones en las poblaciones y eleva los termmetros polticos y la popularidad de las autoridades de forma inmediata. En Bolivia, la sola mencin a ese otro avaro y codi-cioso cosecha no solo aplausos sino rugidos ensordecedores. En los lti-mos aos, por ejemplo, en las prin-cipales ceremonias polticas bolivia-nas se entona el Himno al mar, que afirma en sus estrofas que Boli-via recuperar Antofagasta, Calama, Tocopilla o Mejillones, hoy prspe-ras ciudades chilenas; aos atrs ese himno solo se enseaba en la escuela

    3. En 2014 la Corte Internacional de Justicia de La Haya, tras la demanda presentada por Per en 2008, consider que deba pasar a jurisdic-cin peruana un tringulo exterior martimo en aguas que hasta entonces eran jurisdiccin chilena. Era mucho menos de lo que peda Per, pero tampoco significaba la mantencin inalterable de lmites que demandaba Chile. En efecto, los jueces sealaron que la fronte-ra entre ambos pases se mantendra en lnea paralela desde la costa hasta las 80 millas en altamar (hasta ese momento, esa lnea para-lela iba hasta las 200 millas), punto desde el cual la lnea imaginaria fronteriza sera equi-distante (es decir, una bisectriz hacia abajo en el mapa) tambin hasta las 200 millas. Esto signific un tringulo de alrededor de 50.000 kilmetros cuadrados de territorio martimo que Per no tena hasta entonces pero, sobre todo, la solucin al diferendo que enfrentaba a ambos pases.

  • 26Nueva Sociedad 256Sergio Molina Monasterios

    y lo cantaban los militares. En la re-ciente asuncin de mando de Mora-les en enero pasado, que signific el inicio de su tercer periodo consecuti-vo, hubo un encontronazo con el pre-sidente de la Corte Suprema chilena el nico enviado por Santiago a la ceremonia, quien se sinti ofendido al escuchar ese canto marcial. En el mismo sentido, se debe men-cionar que el racismo chileno es uno de los rasgos ms odiosos de la bue-na y esperanzadora vida que disfru-tan los inmigrantes en Santiago (sobre todo los peruanos, que son la prime-ra minora extranjera; Bolivia ocupa el tercer lugar despus de Argentina). Esas pasiones se expresan con mayor nitidez en los mrgenes y en espor-dicos episodios de violencia. Pero la historia est plagada de actos de ese tipo, como esa mtica ancdota pro-tagonizada por Jos Toribio Merino, ex-comandante en jefe de la Arma-da durante el gobierno de Pinochet (conocido por no tener filtro en sus intervenciones de prensa y su cruel-dad), quien defini a los bolivianos como auqunidos metamorfoseados. El caso no pasara de una historia de mal gusto, tpica de una dictadura, si no fuera porque en 2013, en plena de-mocracia, la misma Armada chilena se vio sorprendida por un video en el cual sus reclutas entrenaban en ca-lles de Via del Mar cantando a voz en cuello: Bolivianos fusilar. Re-cientemente, hackers chilenos inter-vinieron las pginas web del Minis-

    terio de Comunicacin, la Armada y la Polica bolivianas con el mensaje: Viva Chile culiao. Nunca tendrn mar, accin reivindicada por el gru-po Chilean Hackers. La ciberbatalla continu en un sitio turstico chileno que se vio intervenido por @Bolivia-NextHackers con la respuesta: Rotos de mierda, trguense su mar.

    Ancdotas como estas al margen, lo concreto es que Bolivia ha tomado la decisin de radicar en La Haya su demanda martima, y todos los que buscan un acercamiento entre ambos pases piensan cmo enfrentar ese escenario, encapsularlo y continuar con la infinidad de otros temas que comparten las dos naciones.

    La luz al final del tnel pareci vis-lumbrarse durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoameri-canos y Caribeos (Celac), en Costa Rica, el 29 de enero pasado, cuando, despus de mucho tiempo, los presi-dentes de Chile y Bolivia dialogaron a solas por espacio de algunos minu-tos. Eso s, declaraciones posteriores de polticos oficiosos llevaron al fra-caso la pequea apertura: unos di-ciendo que se haba tocado el tema martimo y otros planteando que se poda conversar de todo menos del mar. En resumen: una vuelta a fojas cero. Se retoma as la historia de des-encuentros entre ambos pases que, a pesar de su cercana geogrfica, man-tienen una distancia astronmica en la coyuntura actual.

  • 27 CoyunturaLos vaivenes del conflicto boliviano-chileno

    n Colofn: similitudes y diferencias con la posguerra europea

    Luego de la Segunda Guerra Mundial, la construccin europea se hizo con ingentes esfuerzos de pases que ha-ban visto el horror que ellos mismos convocaron: muchos construyeron un imaginario de resistencia unnime al nazismo que en los hechos nunca existi, miles de estudiantes se inter-cambiaron por dcadas entre Francia y Alemania, los polticos de ambos pases sacrificaron gran parte de su capital simblico para evitar una nue-va conflagracin, los vencedores sa-ban de sus derechos pero tambin se impusieron obligaciones en una dura posguerra. Al mismo tiempo, eran conscientes de la amenaza que sig-nificaba la Unin Sovitica, a la cual solo podran enfrentar unidos.

    Nada de eso sucedi despus de la Guerra del Pacfico. No fue una gue-rra tan cruenta como aquella, no se hizo mucho para construir un rela-to comn posterior sobre sus con-secuencias y los profesores de cada pas siguen enfatizando en las escue-las las diferencias y dando la espal-da a sus vecinos. En un lado, sigue vigente la visin del embajador ple-nipotenciario de Chile en Bolivia en 1900, Abraham Kning, quien afirm que Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de l con el mismo t-tulo con que Alemania anex al im-perio la Alsacia y la Lorena, con el mismo ttulo que los Estados Unidos

    de la Amrica del Norte han tomado a Puerto Rico. Nuestros derechos na-cen de la victoria, la ley suprema de las naciones. En el otro, desde hace dcadas, Panamericana, la radio ms importante del pas, antes de su no-ticiero central pone msica marcial y un locutor con voz grave afirma: Bolivia demanda su derecho al mar, volveremos a los puertos del pro-greso; al mismo tiempo, el himno al que hacamos referencia promete: aun a costa de la vida, recuperemos el mar perdido. Lo que no dice nin-guno es que las guerras han recons-truido fronteras desde siempre o que el progreso no est asociado al mar de forma directa.

    Pero tambin, en el caso chileno, se olvida frecuentemente que la victo-ria otorga obligaciones si no se quie-re tropezar reiteradamente con la misma historia. Hasta el da de hoy, muchos se preguntan: por qu no se hacen mayores esfuerzos para te-ner una historia comn que se ense-e de forma compartida? O, yendo a cosas ms concretas, por qu no hay un intercambio masivo de estudian-tes bolivianos becados para estudiar en las excelentes universidades chi-lenas? Por qu el tren de pasajeros y de carga no funciona desde Arica a La Paz con normalidad? Por qu no hay un vuelo directo entre ambas ca-pitales? Por qu no hay cooperacin masiva en zonas fronterizas que per-mita salir de la marginalidad extre-ma a miles de bolivianos? Y, siendo

  • 28Nueva Sociedad 256Sergio Molina Monasterios

    ms idealistas an, por qu el Esta-do chileno no incentiva a invertir y asegura (del riesgo de ser naciona-lizados) a los empresarios que quie-ran aventurarse en Bolivia?4 Por qu no se incentiva el dinmico comercio fronterizo, sobre todo aymara, pue-blo que ha demostrado una capaci-dad notable en ese aspecto?

    A su vez, Bolivia tambin debera ser capaz de asumir que la solucin al conflicto si es que la hay se dar en clave del siglo xxi, por lo que debe dejar de aorar una soberana deci-monnica que es inviable. Entonces, por qu no se abre a discutir el in-tercambio de territorios? Por qu no pensar en enclaves y concesiones como alternativas? Por qu no faci-lita inversiones chilenas que benefi-cien a sectores excluidos que nece-sitan trabajo y oportunidades? Por qu no inicia relaciones diplomti-cas y dialoga sobre temas de inters mutuo, omitiendo declaraciones des-templadas que hacen transpirar de indignacin a los chilenos comunes y corrientes? Por qu no reconoce las facilidades con las que cuenta en su comercio exterior a travs de puertos chilenos y no mejora prcticas que contaminan el medio ambiente y mo-lestan a los ariqueos?

    Si bien son pases con desarrollo y conformacin muy diferentes, hay entre Chile y Bolivia una coinciden-cia de la que no se habla mucho: Chi-le, desde la Colonia, siempre estuvo

    aislado del mundo por la Cordillera de los Andes y un mar que encerra-ba su estrecha geografa dndole un carcter que algunos historiadores denominan insular; Bolivia, tam-bin desde entonces y sobre todo luego de convertirse en mediterr-nea, siempre se mantuvo ensimis-mada: la distancia y la geografa la dejaron muchas veces al margen de la regin.

    Este aislamiento de ambos pases su-perado apenas por la vertebracin ca-minera, las telecomunicaciones y la tecnologa en la segunda mitad del siglo xx dej huellas muy profun-das en ellos, huellas que entronca-ron con la construccin imaginaria que hicieron de s mismo y del otro durante la Guerra del Pacfico; su historia, entonces, es la historia de la diferencia y el enfrentamiento an-tes que la de sus similitudes o com-plementariedad. Quiz hay que bu-cear en esas profundidades antes de poder encontrar a quienes tengan la capacidad para resolver este conflic-to, el ms largo que an subsiste en Amrica Latina.

    4. Si bien en 1993, en el marco de la Asociacin Latinoamericana de Integracin (Aladi), se fir-m un Acuerdo de Complementacin Econ-mica entre los dos pases que regula desgrava-ciones arancelarias, en 2013 Bolivia denunci ante la misma Aladi el supuesto incumpli-miento chileno del Acuerdo sobre Transporte Internacional Terrestre y otras trabas al libre comercio y, lo que es ms grave, el incumpli-miento del tratado de 1904 y otras normas que dificultaran el libre trnsito de los transpor-tistas bolivianos.