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DISEASE MONGERING:
CREACIÓN DE NUEVAS ENFERMEDADES.
Autores: Miriam Alonso Maza.
Azucena Rizo Pardo.
Julio González Luis.
Disease Mongering. Creación de nuevas enfermedades. Alonso Maza M, Rizo Pardo A, González Luis J.
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1. INTRODUCCIÓN.
El avance de la sociedad, con el desarrollo de nuevas tecnologías, fármacos y
nuevas formas de vida influye de manera significativa en las personas y su
estado de salud.
Cada vez se desarrollan más investigaciones, se realizan nuevos
descubrimientos y el conocimiento avanza, dando como resultado la aparición
de nuevas enfermedades y en consecuencia de nuevos tratamientos o
viceversa.
2. OBJETIVO.
- Recopilar la información disponible sobre el Disease Mongering (DM) y
sus implicaciones en la salud mental.
3. DEFINICIÓN.
El concepto anglosajón de DM es difícil de traducir, pero engloba aspectos
como venta, invención y fabricación de enfermedades. La traducción que más
se ajusta podría ser la de "mercantilización de las enfermedades", refiriéndose
a la idea de obtener beneficios económicos fomentando la conciencia de
enfermedad y la necesidad de medicamentos para curarse (1-3).
Se hace necesario establecer la diferencia entre los conceptos de DM y
medicalización. Aunque ambas se basan en crear enfermedades donde no las
hay, la medicalización consiste en la ampliación del ámbito o intensidad de la
actuación de la medicina en la vida de las personas, mientras que, por otro
lado, el DM se centra más en el proceso y métodos utilizados
intencionadamente para promover la medicalización y la psiquiatrización (2).
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Resulta curioso como los países desarrollados, pese a tener una mayor calidad
y esperanza de vida con mejores indicadores de salud, la sensación de
enfermedad y dependencia del sistema sanitario es cada vez mayor (1).
En resumen, podría decirse que el DM consiste en crear enfermedades y
convertir en enfermos a personas sanas (1).
4. HISTORIA DEL DISEASE MONGERING.
El origen de este concepto se remonta a 1965 cuando Clifton Meador habla por
primera vez de la no enfermedad. Posteriormente, Ivan Illich en 1974 alerta
sobre la medicina institucionalizada como amenaza para la salud y es en 1992,
cuando el periodista Lynn Payer inventa el concepto de “disease mongers” que
es entendido como la manera de tratar de convencer a la gente sana de que
está enferma y a aquellos que están levemente enfermos de una mayor
gravedad (1,3).
A lo largo de toda la historia ha sido, y sigue siendo complejo establecer el
límite entre la normalidad y la enfermedad, qué es natural y qué patológico. En
la actualidad, nos encontramos en una época en la que se medicalizan las
etapas y procesos vitales, las formas de vida, los pensamientos y
características personales. No sólo se crean nuevas categorías diagnósticas,
sino que se aumentan prevalencias, se convierten síntomas, factores de riesgo
o rasgos de personalidad en enfermedades, se maximizan los beneficios de
ciertos fármacos, etc (1, 4).
Existen diversas investigaciones que tratan de discernir si trastornos como la
disfunción eréctil, el TDAH o la disfunción sexual femenina pueden ser
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considerados como enfermedades reales o son un mero producto de la
industria farmacéutica y medios de comunicación (5, 6).
Todo esto crea un clima de incertidumbre en el que parece que si no se tiene
un diagnóstico, una etiqueta, no se está siendo atendido.
Existe la paradoja que dice que cuanto mayor es el nivel de salud percibido se
tiende a encontrar más problemas de salud. Según la Encuesta Nacional de
Salud, año 2011-2012: los hombres declaran tener mejor estado de salud que
las mujeres. Considerando la población mayor de 15 años, un 76,7% de
varones y un 67,5% de mujeres valoran su estado de salud como muy bueno o
bueno.
La percepción de un estado de salud bueno o muy bueno disminuye con la
edad, tanto en hombres como en mujeres. En el grupo de 16 a 44 años, un
94,6% de varones y un 91,1% de mujeres perciben su estado de salud como
bueno o muy bueno. En el grupo de 45 a 64 años estos porcentajes son del
80,2% para los varones y 73,3% para las mujeres. Y en el grupo de 65 y más
años, la diferencia entre hombres y mujeres se acentúa más, con un 51,0%
para los varones y un 39,0% para las mujeres. Una de las razones por la que
disminuye este porcentaje, se podría explicar por la aparición de mayor número
de patologías o problemas médicos relevantes a partir de los 65 años (7).
Como dijo Aldous Huxley: “la medicina ha avanzado tanto que ya no hay nadie
sano” (1).
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5. DISEASE MONGERING EN SALUD MENTAL.
Se ha demostrado que la psiquiatría es la rama más vulnerable a los daños del
DM dado lo abstracto o subjetivo del diagnóstico, basta con medicalizar
problemas laborales, familiares, interpersonales o sociales para obtener una
amplia gama de trastornos susceptibles de abordaje y tratamiento: mobbing,
bulling, síndrome de burn-out, síndrome de alienación parental, síndrome
postvacacional, trastorno negativista desafiante, duelo, tristeza, soledad, ira,
desempleo, divorcio, etc (1).
Los casos son más frecuentes en USA (por los intereses de las aseguradoras),
Australia y Europa (8).
Depresión, antidepresivos o trastorno bipolar son algunos de los conceptos de
los que más se está hablando en la actualidad.
Se ha observado que el aumento en el numero de diagnósticos ha coincidido
con el aumento de categorías diagnosticas del DSM. La primera edición del
manual de enfermedades mentales (DSM) fue en 1952. El manual fue revisado,
ampliado y actualizado desde entonces. En 1968 aparece el DSM II, en 1980 el
DSM III, 7 años más tarde la revisión de la tercera edición (DSM III R) hasta
que en 1994 se edita el DSM IV. Ahora llega el DSM V, continuando el legado
oficial y cargado de unos cambios respecto a las anteriores ediciones y unas
consecuencias aún por descubrir (1, 9). Autores como Allen Frances, ya han
adelantado su evaluación y análisis de la nueva versión del manual, criticando
diagnósticos como Síndrome de riesgo de psicosis, Trastorno mixto ansioso-
depresivo, Trastorno cognitivo leve, Trastorno por atracones, Trastorno
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disfuncional del genio con disforia, Trastorno coercitivo parafílico, Adicciones
conductuales, Pedohebefilia. (10)
Desde 1995 se ha apreciado como el número de artículos que llevaban en su
titulo el término estabilizador del ánimo se elevó drásticamente. Se ha
transmitido la idea de que el Trastorno Bipolar (TB) es una enfermedad de por
vida, que precisa un tratamiento igual de duradero. Aunque los síntomas van y
vienen, la enfermedad permanece (11).
Se consigue que los pacientes sientan que van mejor con la medicación y que
aquellos que no la toman estarán peor.
Aun así, hay quien dice que no existe relación con las publicaciones, y que el
TB es una patología que persiste infradiagnosticada e infratratada (5).
Situación parecida es la que ocurre con los antidepresivos y la depresión,
cuando los intereses se centran en una patología, publicaciones y
medicamentos proliferan en torno a ella, de igual manera que los diagnósticos
aumentan (2).
Los sesgos introducidos por la industria en la elaboración de los ensayos
clínicos y en la diseminación de los datos pueden conducir a una serie de
prácticas clínicas que posiblemente no representan la mejor de las opciones
para un adecuado tratamiento de los pacientes. En concreto, estas prácticas
incluyen:
1. El empleo de fármacos que en muchos de los casos no aportan una ventaja
sustancial con respecto al arsenal terapéutico ya existente.
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2. La tendencia a la polifarmacia, ya que como cada laboratorio aporta las
ventajas específicas de su producto, no es difícil llegar a la conclusión de que
se precisen varios fármacos para tratar diferentes aspectos del mismo
trastorno.
3. La tendencia a primar los tratamientos farmacológicos en detrimento de otros
no farmacológicos, lo que origina importantes sesgos en el manejo clínico de
los pacientes. Esto es particularmente evidente en los trastornos mentales
graves, ya que el tratamiento de determinados síntomas o trastornos se reduce
al abordaje farmacológico cuando se ha demostrado que otras intervenciones
(rehabilitadoras, cognitivo-conductuales) pueden ser incluso más eficaces.
4. Dado que los nuevos psicofármacos no han demostrado una eficacia
superior a los ya existentes, las actuaciones de la industria han estado dirigidas
a demostrar que los nuevos medicamentos producen menos efectos
secundarios, por lo que probablemente han utilizado dosis relativamente bajas
de su propio fármaco (y altas del comparador) en los ensayos clínicos. La
práctica clínica ha demostrado, que en muchas ocasiones, las dosis de uso
habitual de los nuevos fármacos es frecuentemente el doble y en ocasiones el
triple de la recomendada en la ficha técnica, por lo que apenas existe
información sobre los efectos del fármaco a tales dosis.
5. Y todos los puntos anteriores conducen a un incremento desmesurado del
gasto farmacéutico, y dado el carácter limitado de las prestaciones sanitarias,
el gasto farmacéutico redunda en la correspondiente disminución de recursos
para otras áreas asistenciales (12).
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Está claro que muchos son los implicados y existen muchos intereses en juego:
médicos, farmacéuticos, medios de comunicación, pero sin duda, el más
importante y en el que hubiera que centrarse es el bien del paciente.
Todos los profesionales de la salud están implicados en el cuidado y bienestar
del paciente, pero el médico, que es quien diagnostica y receta tiene un papel
protagonista en este caso. Separar a los médicos de los farmacéuticos, que
desarrollen una capacidad crítica de análisis, siendo conscientes de la
responsabilidad que tienen y que no se dejen influenciar por factores externos,
se tornan claves para acabar con el DM (1,5, 13).
Se estima que en EEUU el 10% de los facultativos tienen una relación cercana
con compañías farmacéuticas (14).
En Australia se ha calculado que si se devolvieran las ayudas públicas por
inapropiado uso de prescripciones de medicinas de “perfil alto” a gente con
problemas de salud leves, se ahorrarían millones de dólares al año (3).
En lo referente a los medios de comunicación y a la industria farmacéutica,
intereses, principalmente económicos, son los que priman. Las farmacéuticas
invierten un 25% de sus presupuestos en promoción (6), España es el segundo
país tras EEUU en el que la mayor parte de las ventas son de nuevos
medicamentos. Se hace necesaria la transparencia y veracidad a la hora de
transmitir los resultados de las investigaciones realizadas (1).
6. CONCLUSIONES.
Para tratar de controlar esta situación en España existe una regulación
específica y en UK, al igual que en otros muchos países, la asociación de
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Industria farmacéutica británica ha desarrollado un código de buenas prácticas
(13).
Dada la gravedad del problema, diferentes son las soluciones o propuestas con
las que se está trabajando.
Por un lado, la labor de la enfermería resulta fundamental a la hora de trabajar
con el paciente, se trata de empoderar a los usuarios y educarlos para que
sean capaces de poder tomar decisiones que conciernen su salud de manera
juiciosa (5).
Además, es importante fortalecer la relación entre los profesionales y los
pacientes, no se puede permitir que se pierda la confianza en los profesionales
de referencia, para ello la comunicación con los pacientes es fundamental (14).
La enfermera especialista desarrollará la prevención cuaternaria entendida
como el nivel de actuación en el cual se evitan o atenúan las consecuencias de
una actividad excesiva o innecesaria del sistema sanitario. Su objetivo es
minimizar daños y riesgos provocados por la actuación sanitaria en exceso (1).
Finalmente, la creación de sistemas de vigilancia y control resulta fundamental.
En Australia, el Media Doctor investiga las noticias publicadas y su veracidad
(3). En USA, existe una organización de vigilancia a los medios de
comunicación para ver el DM creada en 2006. En España, en Alicante existe un
grupo de estudio que investiga la implicación de los anunciantes de
medicamentos y se ha planeado una campaña nacional contra el DM (6).
El DM, es un problema actual y para el que se están tratando de desarrollar
medidas para su control. Son muchas las partes implicadas y es complejo su
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control, pero con la colaboración de pacientes y profesionales y el
fortalecimiento de la relación terapéutica sin dejarse influenciar por factores
externos, se puede trabajar por el bienestar del paciente, destinatario de los
cuidados de salud.
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