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ENRIQUE' AMORIM

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La producción literaria de Enrique Amorimabarca exactamente cuarenta años, desde1920 hasta 1960. Constituyen su obra total,que es ejemplo de fecundidad, de talento yde intensidad, más de cuarenta libros (cuen­tos, novelas, poesía lírica y política, teatro,ensayo) notas periodísticas, guiones cinema­tográficos.

Jalonada con frecuentes estadas en Europa,la existencia de este salteño, nacido el 25 dejulio de 1900, transcurrió en Buenos Airesdesde 1916 hasta 1931. Alternada con pe­riodos de residencia en "Las Nubes", su casasalteña, su radicación bonaerense se extiendehasta 1950, año en que abandona definitiva­mente, y por motivos políticos, la RepúblicaArgentina. Ya afincado en "Las Nubes", desdedonde 'partió para sus tres últimos viajes aEuropa, recibíó durante una semana, en 1958,los homenajes de su ciudad natal. Allí murióel 28 de julio de 1960.

Muchas veces se ha hecho referencia altrasvasamiento de escritores entre Uruguay yArgentina, fenómeno que configura un rasgode las literaturas del Río de la Plata y quearranca del siglo pasado. Recuérdese la gene­ración de proscriptos argentinos llegados~Montevideo entre 1830 y 1850 (Capít\lloOrienta-I, N9 1: De los orígenes a·1 Novecientos)o el éxodo intermitente de uruguayos despo-.seídos o desgarrados que como Bartolomé Hi·dalgo, Floreñ~io Sánchez, Julio Herrera yReissig y Horacio Quirogafueron a buscar ya dar en la Argentina lo qJe el Uruguay nooodía o no quería dar y recibir.

En el caso de Enrique Amorim, la ecuaclones nueva. No fueron el exilio polltico, ni labusca de un medio económico más propicio,ni el comienzo de una etapa despoblada defantasmas los determinantes de su afincamien­to en Buenos Aires. Él no fue nunca extranjeroni desterrado. Uruguayo por nacimiento, sal­teño por vocación, bonaerense por designio,Amorim afirmó su vid ... con raíces de amistad,allí donde su ino-,~luu viajera lo llevaba yalimentó las ~"'entes de su creación allídonde vivía, veía y amaba las cosas y 'loshombres. Su narrativa creó un mundo tan uni­versalmente válido que ya no importa reivin·dicar para ella paternidades comarcanas. Y,sobre todo, la simpática trashumancia y la fra­ternidad con que Enrique Amorim supo eludircelos y recelos hacen de su figura, desapare­cida hace ocho años, y de sus libros frecuen­temente reeditados, algo que nos atañe porigual a uruguayos y argentinos.

Inauguró su rumbo literario en 1920, con unlibro de poemas titulado Veinte años. Su ami­go Baldomero Fernández Moreno saluda conestos versos la felicidad del comienzo:

"Con tu más bella letra ya está el libro co-[piado,

la carátula blanca cual simbólico traje;toda la gente a bordo y el velamen hinchado,no 'vaciles un punto, lánzate denodado¡Amorim, buen viaje!"

En 1960, en su Salto apacible, el escritorexitosamente ratificado por las innumerablestraducciones de sus obras, sostenido por la

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al cumplir

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paz que puede dar la perspectiva de una vidapródiga y generosa, se rindió a la fatiga desu corazón enfermo desde hacía años; y con­cluyó su más hermoso viaje.

LAS IMÁGENES DE UN HOMBRE CABAL

"Dedico esta novela a los fotógrafos, por­que jamás hicieron de mi persona un solo re­trato en el cual estuviese yo". (Acápite delcuento El dub de los descifradores de retratos) .

Estas palabras sirven de advertencia paratodo el que intente esbozar una biografía deEnrique Amorim. No podría nunca reflejarlouna sola imagen, porque fue varios al mismotiempo y porque todo lo que fue e hizo estásignado por el dinamismo, la multiplicidad, laavidez. Su personalidad, lejos de resolverse enuna linea exclusiva, se fue proyectando en zo­nas diversificadas y a 'primera vista contradic­torias.

Siempre es difícil apresar la totalidad deuna vida en la trama de los hechos y las fe­chas; y no siempre es posible desentrañar laclave del hombre por el análisis de sus deci-

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1899 - Enrique G. Amorim y Can­delaria Areta, padres del escritor.

siones. La figura de Enrique Amorim, protei­forme, desconcertante, inapresable, queda sinembargo totalizada en la imagen de un hom­bre cabal.

Nació en una casa vecina a la Catedral deSalto y fue el primogénito entre siete varoneshijos de Enrique G. Amorim, uruguayo de as­cendencia portuguesa, y de Candelaria Areta,de estirpe vasca. Concurrió a la escuela 'pú­blica y luego al colegio que dirigía don Pe­dro Thévenet, quien, según testimonio del pro­pio Amorim al contestar la encuesta del pe­riódico Marcha (8 de abril de 1960), me­diante ejercicios de composición despertó sufacultad inventiva. Frecuentes períodos de suinfancia transcurrieron en las estancias "ElEucalipto", cerca de San Antonio, y "El Pa­raíso", de su abuelo José Amorim. Ya en laadolescencia, cuando era alumno del Institutode Enseñanza Secundaria Politécnico OsimaniLerena (1913) pasaba las vacaciones en laestancia paterna "La Chiquita", en las inme­diaciones del arroyo Tangarupá, a ochentaquilómetros al norte de la capital salteña. Deeste período de la infancia data la profunda

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:; inddeble V!SIOI'1 del campo uruguayo, inte­grado en uno vívido y siempre revivido zonade la cual el futuro novelista extraerá paisajes,personales t situadones.

En 1916 inicia sus estudios en Buenos Aires,como pupilo del Colegio Sudamericano prime­ro y luego en el Colegio Internacional de Oli·vos. Allí el poeta Baldomero Fernández Mo­reno, su profesor de literatura, entabla conAmorim una relación, en sus inicios turelar,que luego se convertiría en una prolongaday finísima amistad, cuyos avatares evoco CésaiFernández Moreno en su conferencio Correoentre mis dos padres (revista Mundo Nuevo,N9 19). Esto época marca la iniciación litera·ria de Enrique Amorim: primero en la revistoPáginas, del Colegio de Olivos, luego en dia­rios salteños y en Caras y Caretas, propiciadopor su coterráneo Horacio Quiroga, por eseentonces amigo del padre de Enrique. En Eldesterrado (Losada, Buenos Aires), de EmirRodriguez Monegal, hay importantes referen­cias a la amistad entre Horacio Quirogo, vein­titrés años mayor, y Enrique Amorim, quienpasará, de juvenil admirador y discípulo, aser amigo y finalmente protector del autor deMás Allá. Es que un aspecto profundo de lapersonalidad de Amorim es su calidad deamigo. Eligió sus amistades por afinidad deafectos y de alma; en esa zona de su vidatoda limitación de orden partidario, ideológi­co, confesional o de credo estético fue des­cartada. Supo ser constante en el cuidado delos vínculos qu-e estableció en su primera ju­ventud y que conservó (1 través de los instan­cias de su vida, tan diversa y movediza. Fueservicial en la atención de las necesidades in­mediatos del amigo. Entre tantos que podría­mos citar, recojamos el testimonio de Delgadoy Brignole en su Vida y obra de HoradoQuiroga,:

"Si alguna fortuna acompañó a Quíroga enla tierra, fue la de tener siempre amigos lealesque se solidarizaron con sus desgracias, y, loque es mucho más difícil, también con sustriunfos. En esta hora amarga su égida fueEnrique L. Amorim. «Tal muchacho -escribeQuiroga- pese a su moral sentimental, se haportado siempre muy afectuosamente conmigo.Su influencia con el ministro Arteaga ha sidodeterminante en el asunto de mi nombramien­to». Nunca podrá agradecer bastante los es­fuerzos generosos de este muchacho, tan in­teresante, además, bajo cien aspectos.

"y es que Amorim -con todos los arran­ques de su generosa juventud y de su admira­

\ ción ilimitada por el autor de Anaconda yEl salvaje, que es también su conterráneo­está empeñado en algo más. Conoce los múJo

ColEgio Int..rnacic.,,,,1 de Olivos, doncl. Er.rlqu.. Amorlm

elt...diÓ entre 101 eñol 1916 y 1919.

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1928 - Enrique Amorlm con Enrique M"ndez Calzadaen la playa Podios.

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1928 - Niza _ Promenade des Anglais - Enrique Amoriftlrecién casado con Esther Haedo, en tompañlad. Anlbal Ponee.

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tiples infortunios que afligen a Quiroga y seesfuerza por "levantarle el espíritu abatido".

la fin"eza de Amorim en el servicio amistosono se reducía a propiciar favores materiales,que suelen ser tan gratificadores para el do­nante; se definía especialmente en su atentasolicitud frente al dolor y en la sabia discreciónpara romper el cerco del aislamiento, sin de­jar resqu"ebrajaduras en "la dignidad de quiehsufría.

Por el año 20, en que Amorimconoce aQuiroga, publica el ya citado libro de poe­mas Veinte Años y se integra en el grupo li­terario de Boedo, donde encuentra otros ami­gos entrañables, Enrique Méndez Calzada yAníbal Ponce. En 1923 es nombrado auxiliarde la Dirección de Impuestos al Consumo dela Província de Buenos Aires, ,en "la ciudad deLa Plata, y publica su primer tomo de" cuentos:Amorim. Le siguen Las Quitanderos (1924) ,Tanga"rupá ( 1925) Y su segundo libro depoesías, Un sobre con versos. En 1926 a"pa­rece Horizontes y bocacalles.

En 1927 inicia lo que será con el tiempounalujo"sa colección de recuerdos. Es el pri­mero de sus nueve viajes a Europa, a los quehabrá de sumar otros a ChHe, a Estados Uni­dos, ala Unión Soviética, a Canadá. Pero enalgún momento este veterano manipulador devalijas, este movedizo receptor de imágenescambic;mtes confesará o Baldomero FernándezMoreno la presencia de una angustia novataque no ceja:

"Ya estoy casi en marcha. Me lo dicen losbaúles abiertos, bostezando al ser despertadosde un letargo de sótano. los maletas, mordien­do el "espacio de "los cuartos, con sus lenguasde camisa y pantalones. Ya estoy sobre el es­tribo, en la pasarela, casi en e"1 puente delnavío. Pero, como en otra's veces, el terror departir no ha desaparecido. No sé si en algunacarta te lo conté. lo cierto es que, o soy unviajero perfecto, porque al arrancar sientotodas las congojas, o soy un chambón que noaprenderá nunca a despedirse. Temo no poderirme, por ejemplo, tener que quedarme a últi­ma hora, con un traje a bordo, que manda elsastre de la calle Esm"eralda, y alguna carta,que trepa solapadamente hasta mi camarote,para reprocharme la huida... Todo esto metiene a veces horas frente a una ventana, queinsiste con su rectángulo perfecto, en mi retinade viaiero inmóvil. El viajar, para mi, debíaser ya una cosa más nalural". (Correo entremis dos padres, César Fernández Moreno).

Luego del primero de estos viajes publicaTráfko. En enero de 1928 conoce a EstllerHaedo, con quien se casa en abril de ese año.Compañera de toda su vida, su esposa custo­dia Iloy, con inteligente devoción, en "las

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1933 - Federico Gorda Larca, Enrique Amorlm y Julio J. Casal

J j*l1933 - Federico Gorda Larca, con Enrique Amorim y

su hermano Juan José Amorim.

1937 "~ En el puerto de Buenos Aires la comitiva querepatrió la urna taliada por Estephan Erziaque contenla las cenizas de Horacio Qulroga.

Nubes", originales, correspondencia y films·que constituyen un verdadero museo del autor.En 1930 viaja a Chile, se integra al grupo deintelectuales Indicee inicia una amistad, quecomo todas las suyas sería mantenida hastala muerte, con Ri<:ardo latcham. Del 1 al 6 sepublica en 1932 en Montevideo y la Carreta,novela de quitanderas y vagabundos, en Bue­nos Aires, en dos ediciones conjuntas a la quesigue una tercera el año siguiente. En 1934 seedita El paisano Aguilar y Amorim conoce enMontevideo a Federico Garcia lorca, a quienvisita en Madrid en 1936. la imagen del poe­ta español eS 'Jna de las que integran el filmrodado por Enrique Amorim" en América y Eu­ropa a lo largo de muchos años. El autor donóuna copia de este valiosísimo y único testimo­nio a la Sociedad Argentina de Escritores.

Cabría en este momento hacer referencia asus actividades como cineasta amateur y pro­fesional. Entre sus realizaciones de cine experi­mental se cuentan Velocidad, cital con la Es­finge, 1930; Escrito en Varsovial, 1948; Escritoen el agua, premio Cine Club del Uruguayen 1950; Pretexto, premio de la misma institu­ción en 1952; Veintiún días, 1953; Rostro recu­perado, 1954. Como profesional del cine co­laboró, ya en calidad de ayudante de dir"ec­ción, ya como argumentista, en muchas pe­lículas argentinas de la década del 40: Kiló­metro 111, El vie'¡o doctor, Yo quiero morircontigo, Canción de cuna, Vacaciones en elotro mundo, Su prime"r baile, etc. Fue ademáscronista semanal de cine en la revista El Hogar.

Esta íntensa actividad nos remite una vezmás a un posible paralelo con Horacio Qui­roga, también como él un apasionado delcine. Es de suponer que una cautelosa y obje­tiva indagación de estilo en ambos escritoresperrnitiría descubrir la influencia que las imá­genes móviles de la pantalla han dejado ensus respectivas técnicas de narradores.

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1932 - Montevideo - Prado • Enrique A,morlm conHomero GuglieJmlnl y Alfredo Mario Ferrelro.

UNA VITALIDADEJEMPLAR

"Su obra ero escasa, desordenado, masde una vitalidad ejemplar. leía yo unapágina suya y me parecía fácil remedarla,según sus normas. estilísticas, de sorprendentesencillez. Pero al momento comprendía lodificil que es imitor la salud ajeno, Jo es­pontaneidad cuando no es un don natura'''.

El juicio, aplicado por Enrique Amorimo un personaje ocasional de su novelaLo edad despareja -el escritor FacundoErcíam-, vale Gomo una autodefinición in­voluntaria. El único dato que queda desubi­cado en el paralelo posible entre el autory su personaje es el de la parquedad de laproducción. En cambio, resultan certeros losapreciaciones sobre ese don de vitalidad yespontaneidad· en la labor creadora. Inde.pendientemente de su calidad literaria, decualesquiera de las páginas de Amorimpuede decirse que fluyen con facilidad ypulso firme. Uno sencillez feliz, libre de ja­deos conceptuales, hace que la lectura soli­cite naturalmente el interés de quien lee,para conducirlo a los grandes momentos cul.minantes del relato, que alcanzan frecuen­temente lo calidod magistral.

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Eh 1936, PrIKentaclón de Buenos Aires. Lamuerte de Horacio Quiroga, en 1937, conmue­ve profundamente a Amorim; organiza, con ladiligencia y efectividad que fueron suyas, larepatriaciÓn de las cenizas del escritor a Salto.También Amorim fue el autor de la iniciativaque culminó en 1955 la erección, en Salto,del monumento a Federico Gorda larca. Esque estuvo siempre., a'bierto al sentimiento quese traduce en la acción-testimonio, tonto en loindividual como en lo colectivo.

Este hambre intenso en la tarea de prodigarcompañia, estímulo y ánimo, encerraba sin em­bargo un demonio interior sombrío. Escribe aBaldomero Fernández Moreno: "Aqui estamos,frente a frente, el año 40 y nosotros. Que tetraiga un poco de tranquilidad y optimismo.Y, sobre todo, que creas posible una mejoria.Yo busco lo mismo. Creer que vaya mejorar.Salto de pesadilla en pesadilla, a cual másterrible y disparatada. No descanso sino conlos ojos abiertos. Debo tener ·10 conciencia muynegra y proclive a la vigilia".

Hombre de contradicciones secretas y dolo­rosas, las supo reducir con tenaz voluntad paraerigirse en señor de sí mismo, en creador deuna obra vastisima y en servidor de las causaspopulares. la dictadura de Terra, Jo rebeliónfascista en España, la guerra mundial o losexcesos policiales del peronismo lo llamarona su tiempo para luchar, como hombre y comoescritor. Entre tanto, prosiguió integrando sunutrida bibliografía. En 1938, Historias deamor y La Edad despareja. En 1941, El caballoy su sombra. En 1944, La' luno se hizo conagua. Funda con el grupo Amanta en BuenosAires la revista Latitud, cuya sección literariadirige. El asesino desve·lado aparece en 1945y al año siguiente Nueve lunas sobre Neuquén.En 1947 se afilia al Partido Comunista, cuyoideología profesaba desde años atrás. Lasobras teatrales La segunda sangre, Pausa enla selva y Yo voy mós lejos son reunida·s enun volumen. En 1952, Feria de farsantes levale el Primer Premio Nacional de Novelo delMinisterio de Instrucción Pública del Uruguay,en tanto que La victoria; no viene sola, trodu·cido 01 checo, se 'publico en Praga. En 1953da a la imprenta Después del temporal. Quie­ro, libro de poemas, es editado en 1954.Un viaje realizado 01 Congreso por lo Pazen Viena da origen o un conflicto diplomáticointernacional, en el que debe mediar el Mi·nistro del Interior de 'Francia o fin de conse­guir la anulación del decreto de expulsión fir­mado por lo Sureté. Paradójicamente, ese añose edita un librito Iirico, Sonetos de amor enoctubre. Después de su viaie a Moscú en 1955,publica en Montevideo Todo puede suceder, alque siguen la novela Corral abierto (1956),

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1933 - Enrique Amorirn en Salto, e.tancla "La Chiquita"

Los montaraces (1 957 ), Sonetos de amor envet'ano y La desembocadura en 1958. DonJuan 38, obra teatral premiada por el Minis­terio de Instrucción Pública, mal teatro comolodo el que intentó, recoge un tema que Amo­rim había abordado ya en 1918. En 1960 edi­la un volumen de versos, Mi Patria, un folleto,Digo Fidel y un libro de cuentos, Los pájarosy los hombres, que aparece ellO de julio,dieciocho días antes de su muerte. Póstuma­menle aparecen Temas de amor y Eva Burgos,en agosto y noviembre de 1960, respectiva­mente. Han quedado inéditos los originalesinconclusos de una novela, El ladero, y de unlibro de memorias titulado Por orden alfabé­tico.

INTENTOS Y TANTEOS

Una apreciación ecuánime de la obra deAmorim puede descubrir excelentes páginasaun en sus novelas menos logradas, pero elfenómeno inverso también es frecuente. Frag­mentos que una autocrítica exigente debióhaber expurgado reducen el nivel de calidadde otras creaciones, que han recibido el obje­tivo reconocimiento de las reediciones y lastraducciones.

"Las Nubes" - Piscina, escenario de la fllmacl6nde Enrique Amorlm, "El rostro recuperado".

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1934 - Jorg" Lul. Borge. a la orilla del arroyo Tangarupó1934 _ Enrique Amorim en el puerto

La vehemencia del hombre que interpelócon prisa y sin pausa zonas de la realidad yde la ficción, para crear un vasto mundo nove­lístico, se corresponde con la impaciencia delescritor, que frustró por apresuramiento mu­chas de sus obras. Una novela como La Ca­rreta, que exigió una elaboración de muchosaños -su germen es Tanga'rupá- mantienepasajes endebles por falta de un suficienteajuste artístico.

También cabría discriminar, entre los múlti­ples géneros por él abordados, aquéllos en losque las aptitudes de Enrique Amorim se hanexpresado con más fortuna.

Dijimos que la carrera del escritor se inau­guró con el libro de poesía Veinte años. Elprologuista, Julio Noé, compañero del autoren el Colegio de Olivos, hace este vaticiniotan certero en lo general como controvertibleen detalle:

"Tengo por seguro que no ha de ser muyprolongada la obra poética de este muchacho.No parece ser el verso ~u idioma natural, niacaso han de querer las circunstancias queAmorim cultive por mucho tiempo su huertoperfumado. Mas cualquiera que sea su ulterioractividad literaria -que, eso sí, a la literatu­ra siempre estará mezclado- es de señalaren estos primeros versos si no la presencia deuna musa nueva, al menos la de un espírituveraz". ( ... ) " ... y con todo este poetaprimerizo será dentro de poco, un excelenteescritor" .

Enrique Amorlm en 1945.

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Buenos Aires

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En efecto, no fue el verso el idioma naturalde Enrique Amorim. Lo real lo solicit6pode­rosamente y le impuso como material expresivouna prosa cargada de elementos descriptivosde rotunda alusi6n. Sin embargo, de algunamanera subsistieron efectos de la retórica mo­dernista en su estilo de narrador directo:"Cruzó el ancho callejón del miserable ran­cherio un jinete, alzando una bandada deteros. Un grillo, en la enramada del barril delaguo, había comenzado a arrastrar, en el si­lencio dela noche, su diminuta cuenta de cris­tal". (Tangarupá). Y persistió subyacente lavocación del joven poeta hasta Sonetos deamor en octubre, Quiero (1954) y Mi Patria( 1960).

Dejando de lado la poesía política, quesólo el proselitismo partídorio puede excusar,es posible rastrear en Amorim la presencia deun poeta accidental y menor, que sabe conci­tar momentos de emoción cuando encuentrasu tema.

Los intentos teatrales del autor -La segun­da sangre y Don Juan 38- alcanzaron sóloel merecido nivel del fracaso.

Son el cuento y -decididamente- la no­vela los que nos ponen frente al escritor devalía que fue Amórim. La narración se adecúaa sus aptitudes expresivas y se advierte enella la naturalidad de un mundo de ficciónconcebido y expresado en un fluir feliz.

EL ESCRITOR ENCONTRADO

Apenas tres años después de la juvenil ini­ciación poética, aparece el· cuentista con Amo­rim (1923), libro compuesto por una serie dequince narraciones y una muy romóntica de­dicatoria " ... a quienes la inspiraron". "Frentea ellos -muñecos de carne y hueso-, colo­cóme la vida con mi corazón y el entendimien­to mío. Con ellos he hablado, he sufrido conellos. Sus palabras y sus sufrimientos se pare­cieron tanto a mi alma y a mi carne ... " Apesar de esta declaración de compenetraciónsentimental con los personajes, los relatos sólorevelan el esfuerzo del ingenio por concebirsituaciones decadentes o anómalas y expresa­das con aquel desapego elegante e impasibleque recuerda al Horado Quiroga de Los arre­cifes de coral o Los perseguidos ( Pesadilla,Los ojos de mi hermana, Los perros).

Los vacilaciones de estilo y los forcejeos dela busca temática cesan con Tangarupá. Lahistoria se ubica en el norte fronterizo, un es­cenario conocido por el autor desde su niñez.Un fuerte contorno de naturaleza bien des­cripta acompaña a los personajes, que no es­tán por cierto cincelados sino apenas desbas­tados en esquemas elementales. Aparece el te-

ma de la "machorra", que leianamente emer­gerá en Los montaraces, y el de los contra·bandistas, en una anécdota llena de humornegro (El entierro del viejo Servando Núñez).Más tarde, en La tralmpa del pajonal, excelen­te relato de final pesadillesco, y en El paisanoAguilar, el autor ha de retomar las ricas po­sibilidades anecdóticas de estos desclasados.

Tanga1rupá carece de estructura novelística;es, como ya señalamos, el material prepara­torio de La Carreta, la obra más conocida,reeditada y traducida de Amorim aunque, conseguridad, no la mejor dentro de su nutridabibliografía. La Carreta es una obra de en­crucijada, en la medída en que una serie dehistorias desglosabies (casi cuentos) se hil­vana con el hilo argumental del viaje de lasquitanderas, de Matacabayo y de su hijo, has­ta constituir un relato unitario (casi novela).

Hay en la producción de Amorim un comien­zo vacilante después del cual el autor eligeel atajo del cuento para llegar a la novela,que será su género definitorio. Aunque lacuentística del autor subsiste aun después desu primera novela importante, que es El pai­sano Aguilar, en tomos como Historias de amor,La plaza de las carretas, Después del tempo­ral, hasta Los pájaros y los hombres, puedeafirmarse que el cuento es en Amorim el ejer­cicio habitual del escritor nato que siente lanecesidad de expresarse, o el repositorio depersonajes, situaciones y caracteres que seincorporarán luego a los morosos frisos de lanovela.

Debemos ahora referirnos a las dos gran­des líneas de temas que se muestran tanto enla novela como en el cuento: la del campo yla de la ciudad.

Para Amorim, tanto el campo norteño -co­nocido en la niñez y captado, ya entonces, deuna vez y para siempre- como la ciudadmultiforme, son verdaderas canteras, pasiblessiempre de repetidas exploraciones. A esterespecto señalamos la excepcional aptitud deaprehender intensa, posesiva mente 'Ios temas,personajes y situaciones que encierra cualquierparcelo de la realidad y la facultad de re­crearlos sucesivamente bajo nuevas formas.Que es decir, en resumen, su condición deauténtico novelista.

Sin embargo, es en el tema campesino don­de la capacidad de fabulación y de comunica­ción del escritor mejor se manifiesta. Los am­bientes y personajes ciudadanos tienen un aireimpostado, poco auténtico. Parece que Amo­rim ha querido más y mejor al hombre de cam­po y de pueblo chico y que ha comprendidodesde muy adentro de sí mismo su relacióncon la naturaleza y con el medio. De esta di­ferente nitidez de enfoque muchos ejemplos

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1945 - Enrique Amorlm, NI<oló. Gulll'n, Cóndldo Portlnorl y Toño Salaxa,.

se podrian proponer, pero alcanza la lecturade Horizontes y bocacalles. La primera partetiene toda la penetración, la ternura y el co­nocimiento con que se labran las mejores pá­ginas del autor. La segunda sólo revela elempeño esforzado en trazar situaciones extra­ñas, a veces por eso mismo insulsas.

La linea ciudadana culmina en novelas comoLa edad despareja y Feria de farsantes o enel intento de género policial que propició yacogió el auge editorial de la colección .. Sép­timo Círculo": una pobre novela que lleva untitulo inmerecidamente hermoso: El asesinodesvelado.

Debemos una especial consideración a Trá­fico. Un personaje, que es la ciudad de Bue­nos Aires, adquiere vida a través de estampasbreves, compuestas con estilo cortante. El librotiene algo del ritmo agitado de los twentiesbonaerenses y una refinada pizca de ultraísmoque permite respirar el aire, el vértigo y lamelancolía de una época.

Entre las dobles coordenadas de cuento ynovela, campo y ciudad, se perfila, pues, loesencial de la obra de Enrique Amorim.

Hemos ubicado a Tangarupá como el puntoque marca el hallazgo del tema sustancial -elcampo-, yoLa Carreta como la narraciónque significa el encuentro del género más apto-la novela-o Es a partir de allí y con El pai­sano Aguilar que se puede hablar de la ma­durez del escritor. Sin suponer en esta obraun propósito biogrófico, es evidente que ex-

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periencias de Enrique Amorim se incorporana ella. Como él, Pancho AguiJar hace un iti­nerario que va del campo a la ciudad y dela ciudad al campo. El personaje encarna unacrisis del hombre de ciudad que se ve cons­treñido a enfrentar la incontrovertible lógicadel mundo natural. Pero lo que en Amorim seresolvió en la posibilidad de dos vidas suce­sivas -la casa de Buenos Aires y el retirocasi campesino de Salto- en el personaje esla tragedia del hombre que va siendo moldea­do y destruido por la fuerza ingobernable deuna naturaleza bravía y por el fatalismo deuna sensualidad que lo ata a la tierra o loarrastra ancestralmente hacia el bandolerismodel norte. La escena magistral de la inunda­ción da remate a la novela y al conflicto dePancho Aguilar. De él queda la imagen finalde un hombre que ni resignado ni rebeladoasume su condición humana, es decir su con­dición de interlocutor del misterio:

"Se formuló, una tras otras, muchas pre­guntas. Oyó, como alucinado, voces inquisi­tivas. Y se mantuvo de pie, junto al palenque.Era un punto en la inmensidad. Oyendo, noatinaba a responder.

Porque aún no ha comenzado el diálogoentre el hombre y la llanura".

Aun con el lastre de escenas de gusto in­defendible (el traie quinceañero de la prosti­tuta) o de pasajes de humor desmayado (losviaies de ida y vuelta con el estanciero Tri­nidad) o de las reiteraciones fotigantes (el

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noviazgo con la muchacha pueblerina), Elpaisano Aguilar es la gran novela de Amorimy habrá que esperar hasta la aparición deEl caballo V su sombra (1941) o La desem­bocadura (1958) para encontrar calidadesque 56 le aparejen.

DESENCUENTROS

Hemos señalado, además de la versatilidadla abundancia de la producción de Amorim'.Es claro que en una labor que durante cua­renta años se desenvuelve con un ritmo tan¡rftenso ha de haber obras fallidas, desqui­ciadas por la impaciencia del profesional delas letras. Olras, nacidas del calor que en­ciende la rebeldía frente a una situación po­lítica (el peronismo), corno Nueve lunas so­bre Neuquén o del fervor propagandístico deuna consigna (lo de paz que lanzó la UniónSoviética) que se formuló bajo el título deLa victoria no viene sola, integran el rubrode las novelas testimoniales y el de los desen­cuentros del escritor. Aun cuando en ellas haypáginas de excelente factura literaria, su me­ra funcionalidad política o partidaria las ex­cluye de la categoría artística.

Habría que agregar otro grupo de novelassi no totalmente invalidadas, por lo menos deconcepción feliz. 5011, y no casualmente, na­rraciones de tema dudadano. Cilamos antesFerio de farsante~, una policbl de ambienteeuropeo, y La edad despareja, ambientada enla alta burguesía porteña. Deben añadirse dosaún, Todo puede suceder y, en especial, EvaBurgos.

Todo puede suceder estó trabajada sobreuna trama de mislerio que roza lo detectivesco.Pero ni el misterio concito la atención, ni lopolicíaco exige ti fondo lo kll:idcz de quienlee. Una dosis d~ ambiguo erotismo adminis­trado con 1m esfilo despojado, enunciativo ydeliberadamente pobre, apenos si sostiene al­guna página de real calidad, como la quedescribe la noche que cae sobie una casaen construcción en una playa cercana a Pun­lo del Este.

Pero es en Evo Burgos donde parecen ha­ber confl uido con lamentable puntualidad to­das las endebleces de la narrativa de EnriqueAmorim.EI nombre de la protagonista y elfinal declarativo y tramposo quieren elevar lanovela a la categoría de simbolo que tras­dende la situadón de lo mujer o de ciertoprofesión de nHller en la sociedad. El fatalismode la belleza de Eva Burgos, decretado unay otra vez, alude al enigma improbable de"el etf:r.lO femenino". Pero el personaje esapenas un remeda, una flor de rancherío tras­mutada por proxenetas y amantes de uno y

LA DESEMBOCADURAEs ésta una novela excepcional dentro de

la amplia producción de Amor/m.El escritor ha utilizado un procedimiento

narrativo nuevo en su obra: el relato enprimera persona sostenido en tono coloquial.Pero la originalidad consiste en que el re­lator es un fantasma que hace levantar,como en una serena ensoñación, los díasremotos del origen de su estirpe.

En realidad, la obra tiene un núcleo sus­tancial: "Fue ayer no más. Todo está porcomenzar. La historia que se escribe no esla de una ruina ilustre, sino la de unos hue­sos que gasta el sol, gasta la luna, lima elviento, lamen las sombras. Eso es todo ... "Es una nouvelle que abarca los trece pri­meros capítulos, lograda en tema y c1imaxmediante un arte severo y transparente a

-la vez. Nunca como en estas páginas elestilo de Amorim alcanzó la gracia de loperfección. "El párpado cerrado de la bes­tia trasmite una paz ;amás igualada, yaquel hilo que ba;a de sus barbas se trans­forma en estrel/as para el que mira desdela superficie y conviene en la fraternidaduniversal. Luego las aguas quedan q¡;Íetas,pliegan sus manos y rezan su plegaria por­que han hecho el bien a manos I/enas. Y elque es cristiano ve reflejadas las nubes enel cristal recién compuesto y no sabe tras­mitir a nadie esa sensaci6n igualitaria ydichosa".

La evocación del bisabuelo muerto en ladesembocadura del Arapey reconstruye elnacimiento de un feudo bárbaro, limitadopor el horizonte y so;uzgado por el tes6nde un hombre poderoso como un patriarca.El machismo característico de los persona­;es de Amorim está planteado en la desem­bocadura, con vigor y, a ta vez, con elusivadelicadeza poética.

La progenie legitima y las bastardas pue­blan la soledad inicial de ese Macondo ci­marrón que es la estancia del Cerro delMoreno, mientras el tiempo transcurre y dis­curre como trasfondo del relato.

Con la muerte del narrador en el capí­tulo XIII la nouveUe queda clausurada. Loscapítulos que le siguen pretenden abarcar,en una visión que l/ego hasta el presente,la proyección de una genealogía que seexpande desintegrándose, y, al mismo tiem­po, como telón de fondo, los procesos detransformación social. Es la partición dellatifundio, la aparici6n de la chacra, delpueblo de ratas, de la aristocracia pueble­rina; el fogonazo de la patriada revolucio­naria. Pero el desorden y la acumulaciónenturbian los capítulos finales de una novelaque con más elaboración hubiera podidoser la gran obra de Enrique Amorim.

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otro sexo en esplendoroso hetaira europeo,que termino sus dios en Punto del Este, des­pués de haberse narrado, en formo obsesivo­mente pormenori:l:;odo, el cotólogo de pen'er­siones sexuales y sociales que conoció en suvida.

LA NOVELA SOCIAL

No es ésto ocasión de detenernos en elconcepto de lo novelo social (1 de plantearlo pregunto de si hoy alguno novele que en elfondo no lo seo. Domos por entendido que 01referirnos o ello estamos pensando en unonovelo en que los personajes y lo peripeda es­tón candi~ianados por los fuenos de presiónde uno realidad ambiental injusto, que sumeo los hombres en lo degrado'Ción o, por lomenos, les impide alcan~ar lo plenitud deldesarrollo inteleduol, econ6mica o afectivo olos cuales debieron acceder por su mero con­dición de hombres. De hecho, estomas circuns­cribiendo uno zona del realismo; aquél queabordo la creoci6n literaria con uno intencióncombativo militante y, o veces, proselitista.

"La generación de postguerra yo no podiosentirle superior; los malas habían conseguidoconvertirse en un poder que había que teneren cuento; de aira lodo, Europa _visto du­rante tonto tiempo como refugia por los inte­lectuales latinoamericanos- proclamaba IUbancarrota. De este modo, el intelectual sevio obligada a considerarse como un aliadode los masas, un solidario de su caUIO, o, sino podfa asumir este papel, o declararse unser al margen y afirmar que lo política y loreforma social pertenecian al mundo de losaporiencias". IJean Franco, La moderna cul­lura de Latinoamérica - La sociedad yo el ar­tista l.

Todos los grados y molices de fa posturadel escritor frente a lo sociedad pueden ejem­plificarse con lo novelística de este siglo. Des­de el que vio y describi6 simplemente hoslael que ogit6 los grandes problemas del mo­mento como banderas de reivindicación hu­manitaria. La obra de Amorim exhibe tambiénejemplos de esas diversal oclihsdes, que pre­suponen una concepción dialédico de lo real~[ por que uno formo de elemental amor porel hombre. A veces SO,I relatos breves. anima­dos por uno criatura tiesgracioda y patético,como lo Chueca y Florentino de Hori~ontes ybocacalles, las ñapangas, Sucedió en una es­tancia, de Despu" del temporol, que alcanzotoda su fuer~o conmovedora jUltamente por elsilencio lleno de compasión que las acompaño.Pero o veces lo denuncio social se encarno enlo acción militante y en lo palabro grandilo­cuente del personaje novelesco, Luis Vera en

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La victoria no vi..,e sola o el poisanito Ceciliaen Los montorac", que deviene por voluntaddel autor en activista social de una confulaperipecia.

Creemos que Col'TCÑ Abierto es lo noveloque mejor cumplió con el sentido de compro­miso y de denuncio que inspiró o Amorim enmuchol de sus obros. Lo vida en los suburbiosmontevideanos; la soledad y el desarraigo delmuchacho compelino que viene o la ciudad enbusca de trabajo y se ve corrido por la estu­pida persecución de lo polida y por lo durezade cora~ón de los pequeños industriales; elhambre, e[ frío y lo lluvia de las carseterostransitados por camiones y colocho tos; la me­lancolia y lo miseria de los pueblos del nortey el gran final del alucinante viaje de losapestados de Corral Abierto, pueblo de ratas,hacen olvidar las intrusiones proselitistas yalgunas flojedodel de la triple intrigo quearmo la estructuro de lo novelo.

Oscilando entre el retrato afectuoso de unocriatura miserable y la puesto en acción de loconsigno de turno o través del argumento,Amorim es sin dudo un nove[ista social. Pocosestratos de la sociedad han escapado o sumirado. Desde el boja fondo sórdido al bal­neario de [uio, con su peculiar estilo de sor­didez; desde el obrero fabril al contrabandistaabrosilerado, hombres y mujeres producto delos circunstancias y nunca protagonistas de susvidas, desfilan denunciados como víctimas ocomo victimarios. Pero Jos desvalidos, conscien·tela no de su desdicha y de la injusticia quelos constriñe a ser lo que son, estón envueltosen un hólito de color y de vida tanto o mósauténtico que el que Amorim pudo infundir olos integrantel del bando contrario, el de 101

poderolos, los crueles, los explotadores.

PERFILES DE UNA CREACIÓN

De Amorim puede afirmarse -.en primertérmino- que fue un escritor nato, que nopudo dejar de serlo bO'jo ninguno circunstancia.Estuvo plantado frente a la realidad con lomirada experto y penetrante que opreso yrecoge datos, raigas y anécdotas. Tuvo, comocreador, el don de transferir ese mundo 01plana literario; y. como profesional de los le­Iras, el afón impaciente que lo llevó o publi­car todo lo que su facilidad expresiva registra­ba en páginas y mós páginas. Por eso, tal ve~,

no hay una solo novela de Amorim que estéplenamente logroda y por eso, también, en

•cualesquiera de ellos hay fragmentos que me·recen integrar uno ontología de lo meior na­rrativo hispanoamericana.

En sus cuentos y en sus novelas importanlos personajes-tipo, concebidos dentro de una

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situación que les confiere sus caracteristicasdiferenciales. No interesan desde el punto devista psicológico o emocional, sino por su es­pecial acondicionamiento al medio. Tales lasquitanderas de La carreta, los avestrucerosFarias y Miranda de La trampa del pajonal, elpropio paisano Aguilar, los hacheros de Losmontaraces. Son personajes que no están tra­bajados en profundidad, sino en los rasgos delcontorno. Pero en el arte de revelar a unpersonaje en un gesto o en una actitud, Enri­que Amorim es un maestro. Tomemos el finaldel cuento El re'tobado, incluido en La plazade las carretas.

"la noche cayó en seguida sobre la estan­cia¡ cayó como un poncho pesado sobre uncuerpo rendido de cansancio. los pasos del«agregau» parecían de. plomo. Economizó pa­labras, regateó miradas, vigiló su sombra cui­dadosamente, como si fuese un rastro.

A la madrugada, con el canto de «la viu­dita», «el retobado» ensilló su pingo. Se mar­chaba arriando su neurastenia, como una nubede polvo que no le dejara ver las vueltas delcamino. Su indumentaria era completa. Y sealejaba más duro y retobado que un par deboleadoras".

Este final que remata un cuento de planteodisperso, consigue juntamente la creación declimax, psicología, estado de ánimo y desen­lace.

El c1imax se descarga con la comparaciónde la noche que cae "como un poncho pesadosobre un cuerpo rendido de cansancio". lasituación de agobio y de fracaso con la com­paración siguiente: "los pasos ... parecían deplomo". La médula de este final es la revela­ción condensada de la psicología del perso­naje -solitario, contenido, rebelde-, dada enesa economía de palabras, miradas y gestos.Hay un hallazgo de fineza y poesía: "vigilósu sombra cuidadosamente, como si fuera unrastro". El hombre esencial, reducido a su ex­clusiva conciencia, en un desdoblamiento do­loroso, desconfía de su propia sombra. Som­braque quisiera borrar como si fuera un ras­tro que delata, que confiesa y que entregademasiadas cosas de si mismo a los que sequedan. Al alejarse, el hombre va envuelto ensu hurañía y en su radical soledad, más élmismo que nunca.

Hemos dicho que los personajes de Amorimson productos de una situación o un medioque es el que les adjudica su carácter diferen­cial. Este planteamiento nos lleva a conside­rar el papel que la naturaleza juega en sunarrativa campesina. El paisaje es una presen­cia pero no un objeto que merezca especialatención. los elementos descriptivos indispen-

sables aluden al contorno en función de'l per­sonaje, que es siempre el centro.

Amorim no se ha planteado la relación dra­mática del hombre con la naturaleza, como esel caso de la narrativa de Horacio Quiroga. Hautilizado la tesis realista del determinismo cau­sal aplicado a esa relación y a partir de allicentra todo su vigor en las situaciones hu­manas. No hay misterio ni estremecimiento,no hay duelo a muerte o a vida, como en loscuentos misioneros de Quiroga. La gran aven­tura de la narrativa de Amorim no es la delhombre con la natura'leza, sino la del hombrecon el hombre. El desenlace de El paisanoAguilar y la frase final (" Porque aún no hacomenzado el diálogo entre el hombre y lallanura") lo confirma.

Por último queremos dejar consignado unrasgo original que añade un nuevo interés ala creación de Amorim. En su obra primerahay influencias de los escritores de su tiempo.¿Cómo desconocer la contaminación de lostemas del autor de Los perseguidos, o la in­fluencia menos evidente de Roberto Arlt, o ladeliberada imitación de Jorge Luis Borges enGaucho pobre? Pero, en cambio, e'l escritory su obra nos sorprenden una vez más cuandobarajando la posibilidad de lo casual y com­probando la felicidad de la coincidencia, des­cubrimos en Las no,.,ias de Aslier un puntogerminal del Informe sobre ciegos de Sábato,o un anundo de Cortázar en "Estrenaron ElAmor, comedia en seis actos", o una prefigu­ración del Macando de Gorda Márquez enlas primeras páginas de La Desembocadura.

1946 - En Chile

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LOS INGENIEROS DEL ALMA

Con excepCfon de Amorim y Jesualdo,los escritores comunistas han vivido en elUruguay en uno suerte de ghetto intelectual.En porte porque han sido rechazados porsus ideos políticas, pero mucho más porqueellos mismos buscaron refugio dentro delPC/ que los proveyó de compañerismo,solidaridad y amparo en un medio hostil oindiferente. En este sentido, el partido fun­cionó como un equivalente de los gruposque dominaron la liliputiense vida literariode los años 40 y 50. Siempre estuvieron enminoría, nunca lograron influir con fuerzoen el conjunto de lo sociedad ni, yo seopor sectarismo puritano o por carencia deuno gran figuro reclora 01 estilo de PabloNeruda, pudieron conquistar uno audienciarespetuosa dentro mismo de la comunidadintelectual.

Disfrutaron, sin emborgo, de un parénte­sis fraternal bastante prolongado, que seextendió desde los tiempos de la Ivcha anti­fascista/ lo guerra civil españolo y la se­gundo guerra mundial. Fueron los años enque Eduardo Rodríguez Larreta (nacionalistaindependiente), Roberto Ibáñez (socialista) yFrancisco Pintos (comunista) se unían en elcementerio poro exaltar lo figuro de RicardoPaseyro, milItante antiterrista muerto en 1937/y en que aUiados y simpatizantes formabanla Agrupación de Intelectuales, Artistas, Pe­riodistas y Escritores, lo que publicó la re­vista AIAPE entre 1936 y 1940 Y pico. Luego/legoron los tiempos duros de la guerra fríay el macartismo encabezado por el Ateneode Montevideo. Los escritores comunistasprefirieron entonces replegarse boja el ale­ro protector del partido y buscaron refugioen sus publicaciones (el semanario Justicia,que sostenía una página literario) o abrirsetímidamente, junto a probados compañerosde ruta, con las revistas Lo ,Gaceta Uru­guayo, de 1953/ dirigido por Jesualdo, y laGaceta de Montevideo, de 1955/56/ dirigi­da por Alfredo Gravina. Con lo desestali­nización y la caída de Eugenio Gómez, yla apertura de la revolución cubano haciala Unión Soviética, lo inserción del intelec­tual comunista en lo sociedad uruguayo sealteró un tanto, no mucho.

Aporte, pues, los personalidades de Amo·rim y Jesualdo, y también las más venerablesy disciplinados de Pedro Ceruti Crosa yFrancisco Pintos, ensayista filosófico y autorde uno novela olvidada el primero e histo­riador el segundo, han sido dos los narra­dores uruguayos que se plegaron con ma­yor obediencia o los postulados del realis­mo socialista, hasta convertirse en esos "in­genieros del alma" que Stalin solicitaba.Lo consigna del realismo socialista, tardía­mente recogido aquí por los militantes, fuelanzado en el Congreso de Escritores So­viéticos de 1934, en el que se exigió delnarrador "uno representación veraz, histó­ricamente cancreta, de la realidad en sudesarrollo revolucionario. Además, debe con­tribuir o lo transformación ideológica yolaeducación de los trabajadores según el es­píritu del socialismo".

Alfredo Dante Gravina, nacido en T0­

cuarembó, 1913, tardó bastante en recibirsede ingeniero de olmo y mientras tonto apren­dió muy bien el oficio de narrador. De 1938es su primer libro de cuentos, emparentadocon los que por entonces publicaban Dossetti,Serafín 1. García y aun Moroso/i, con suprotesto tácito o explícito por los condicio­nes de vida y trabajo en chacras y estan­cías, más el registro alarmado de los seresfantasmales que habitaban, y aún habitan,en los pueblos de rotas. Por ese entoncestal alarma no ero propiedad exclusivo delos escritores de izquierdo, en porte tribu­tarios de los novelos de denuncia, socialese indigenistas que proliferaron en América.Lo preocupación acuciaba o otros partidos,que nombraron comisiones investigadorasparlamentarias, y que hasta /legó o docu­mentarse en un libro de Chiarino y Sarale­gui: Detrás de 'la ciud<id {1944}.

Los cuentos de Sangre en los surcos im­presionan hoy, más bien, como primeros in­tentos en el arte de contar; no sólo incu­rrían en defectos formoles, sino además: enuna redacción confuso y en ciertos alardesde poesía. Como los años y lo insistenciapráctico habrían de demostrar, lo cuerdode Gravina era otro. Era lo descripción di-

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recto y rudo de la realidad, el escorzo vio­lento y áspero, el estilo elemental y simp1ede sus meiores páginas. Macadám (1948),precedida por otros dos libros, El extraordina­rio fin de un hombre vulgar (1942; e Historiade una historia (1944), es aún hoy una delas buenas novelas que se han producido eneste país. En ella Gravina exploró, comoantes Francisco Espínola en Sombras sobrela tierra, la vida mustio y oprimen,te en lospueblos del Interior, con sus "noches y no­ches iguales, fundidas en una solo nocheque absorbe los escasos incidentes extraor­dinarios de la vida y los sume en el olvido".No hay en ella, aún, deformaciones partida­rias ni estridencias dictadas por uno ideolo­gía estereotipada; y hay personaies creíblesy ciertos, ubicados en escenario real y partí­cipes de un conflicto dramático bien ex­puesto.

Tres años después, Fronteras al viento, his­torio de lo formación de lo conciencia declase de un peón campesino, estaba afec­tado por un esquematismo demasiado tosco,igual que las novelas del ciclo que la siguen:El único camino (1958) y Del miedo al or­gullo (1959). Gravina ha adquirido su oficiode narrador, dentro de los cánones de unrealismo burgués doblado en socialista, siem­pre bien dotado para la observación direc­to, el vigor ocasional de algunos escenas ylo soltura y fluidez del armado del relato.Pero los tres carecen de la concisión y so­briedad de Maca,dóm, dividen de un modomaniqueo el mundo entre buenos y villanos,sin potencio mítica; se disgregan en anéc­dotas irrelevantes y triviales, pierden pági­nas y páginas en un vano intento por presen­tar un vasto friso de la sociedad uruguayo.Enoienado dentro de su propio ideología,Grovina trampea al lector y pierde su buenavoluntad. Ya en la última novela que pu­blicara, Brindis por el húngaro (1967), ensayanuevos recursos formales, y otra vez se dis­perso, vacilo, no sabe bien adónde va.

Tal vez por eso, en los últimos años, lomeior de Gravina se encuentra en dos otres cuentos de tos ojos del monte (1962),y en una encantadora novelita, Seis pares

de zapatos (1964), sátiro humorística, fábulano poética sobre lo inflación en el Uruguay,de contenido didáctico un tanto obvio, perocuya frescura es un agradable remanso ensu grave, ceiiiunta novelística.

El mismo año en que Gravina publicabaFronteras al viento, Asdrúbal Jiménez iniciósu corto carrera literaria con Bocas del Que­bracho (1951). Un año después de su muerte,en 1958, se publicó su seguda novela, losdesposeídos, con prólogo de su compañeroGravino. Ambas novelas transcurren en elcampo, la primera en una arrocera, la otraen un ingenio azucarero de Artigas; en am­bas hay explotación patronal, una demandaobrera y la huelga sum;iguiente; en las doshay hombres que maduran en la lucha, unapareia que se une, un sindicato que se for­ma, y un futuro tan incierto como esperan­zado para los proletarios campesinos.

A pesar de toles similitudes, Asdrúbal Ji­ménez se mostró más ambicioso en losdesposeídos. Frente al desarrollo lineal, depocos personaies y situados en el marcoúnico de Bocas del Quebracho, en su novelasiguiente se propuso maneiar varios perso­naies, extraerlos de diversos ambientes y ha­cerlos confluir en un destino común. Esteplan tenía mayores compromisos de técniconarrativa y, por lo menos en un plano demodesto realización literario, Asdrúbal Ji­ménez los resolvió con cierta soltura y agi­lidad. Desgraciadamente, el texto hace pre­sumir que no pudo concluirla y alguien lotermi.nó por él, de un modo bastante inepto.

Aunque iba adquiriendo oficio, no era As­drúbol Jiménez un buen novelista, ni siquie­ra se preocupaba demasiado por lo gramá­tica y lo puntuación: los años de libretistaradial y de periodista de combate lo habíandañado bastante. A veces embarullaba loshilos de su relato y -siempre dentro de lostérminos realistas de su obro- con frecuen­cia follaba en el remate de uno escena odiluía el enfrentamiento de los personoies.Sin embargo, es indudable que había nacidoporo contar. Cuando murió no se había en­contrado, todavía, a sí mismo.

R. C.

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