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Cesar Aira

LIl at! J. fa consommation. Paris, siglo XIX

entregarse los siete pisos terminados; pero, comosuele suceder, hubo una demora. Felix Tello, elarquitecto de la empresa constructora, subi6 ybaj6 cincuenta veces atendiendo a las inquietu-des de los copropietarios, que en general se pre-sentaron acompafiados: el que no trata al alfom-brista para medir los pisos, trata al carpintero, 0al ceramista, 0 ala decoradora. Sacristan Olmedohablaba de las palmeras enanas que harian hile-ras en los balcones, mientras los ninos Pagaldaycorreteaban por las habitaciones sin pisos ni puer-cas ni ventanas. Estaban colocando los acondi-cionadores de aire, antes que los ascensores, queesperaban tumo para despues del feriado. Forahora utilizaban los huecos para izar materiales.Con tacos altisimos, las senoras trepaban las es-caleras polvorientas y llenas de cascotes; como

£1 31 de diciembre a la manana el matrimonioPagalday visito el piso, ya de su propiedad, en laobra de la calle Jose Bonifacio 2161, en com-pallia de Bartolo Sacristan Olmedo, el paisajistaque habfan contratado para que dispusiera las

plantas en los dos amplios balcones del departa-mento, frente y contrafrente. Subieron pOT lasescaleras cubiertas de escombros basta el nivel de

la mitad de la estructura: el piso que habfan ad-quirido era el tercero. £1 edificio estaba fraccio-

Dado en pisos enteros. Ademas de los Pagalday,habfa solo seis propietarios mas, todos los cualesse apersonaron esa manana, la Ultima del ano,para verificar los progresos de la construccion.Los albaniles se afanaban visiblemente. Hacia lasonce, era un caDS de gente. Para decir la verdad,era la fecha en que segUn los contratos debfan

cesar Aira naci6 en 1949 en CorondPringles. Vive desde 1967 en BuenosAires, donde esrudi6 Oerecho y Li-terarura. Su profesi6n desde 1970 esla de traductor. Ueva publicado mediacentenar de libras, casi tados nove-las, breves y en algunos casas brevisi-mas; tarnbien teatro y ensayo, y uncelebrado Diccionario de autores fati-noammcanos. Ediciones ERA ha pu-blicado Un episodio en fa vida del pin-tor viajero, que recibi6 en Francia elpremia de los Iibreros al mejor libroextranjero, y pronto pondci en circu-1aci6n Los fantalmar, dd que ofrecemosun adelanto.

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1JpOIog;e de fa ville bourgeoise. Paris, sigio XIX

tampoco estaban puestas las barandas, de-bian set especialmente cautelosas. El pri-mer nivel subterraneo era el de las co-

cheras, comunicado con la aceta pOt unaTampa todavia desprovista de su pavimen-to especial antideslizante. El segundo, lasbauleras 0 depositos. Encima del sextopiso, la pileta de natacion climatizada yel salon de juegos, con un amplio panora-ma de techos y calles. Y el departamentodel portero, que aunque estaba tan incom-

pleto como el resto de la obra ya alberga-ba, desde bacia meses, a una familia, ladel sereno, Raul Vinas, un albaiiil chile-no de toda confianza, aunque se habiarevelado un tremendo borracho. El calorera sobrenatural. Asomarse desde alli arri-

ba, peligroso. Faltaban los vidrios quecercarian toda la terraza. Los visitantesretuvieron a los nifios lejos de los hordes.Es cierto que los ambientes en construc-cion parecen mas chicos de 10 que resul-tan una vez que estan colocadas las ven-

tanas, las puertas y los pisos. Eso todo elmundo 10 sabe; sin embargo, tambien pa-recian mas grandes. Domingo Fresno, el

arquitecto que haria la decoracion del se-gundo, se paseaba inquieto por ese exten-so laberinto, como sobre las arenas de un

paramo. Tello habia hecho mas 0 menosbien su trabajo. £1 edificio, por 10 menos,se sostenia sobre sus cimientos; tambien

podria haberse fundido como un helado,bajo el sol. Del primero no habia venido

nadie. En el cuarto, los Kahn, un matri-monio mas bien mayor con dos hijas j6-venes, se hallaban acompafiados de ladecoradora, la extraordinaria Elida Gra-majo, que hacia cilculos de cortinadosen voz alta. Todos los detalles debian sertornados en cuenta. La exposici6n de cadadetalle requeria que se midiera su espacio

propio y el circundante. Cada milimetrode las tres dimensiones de esa gran jaula de

hormig6n era medido consiguientemen-te. Una dama vestida de violeta resopla-ba en las escaleras entre el quinto y elsexto. Otros no necesitaban tomarse el

trabajo: subian y bajaban flotando, inclu-sive a traves de las losas. La demora quese habia producido no incomodaba a los

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1Yj>ologi. des idific., tlr tou:' dt! ftture. Siglos V-II a. de C.

contracci6n propio del peligro, se super-

poma el mundo infantil. EI universo real

se mide en milimetros, y es gigantesco.

Donde hay nifios, hay siempre una me-

diaci6n en las dimensiones. Los decorado-

res eran artesanos de miniaturas. Ademas,

esta gente pudiente y este negocio suculen-

to ternan ambos For objeto la comodi-

dad de los nifios, sin los cuales sus padres

habrian preferido vivir en hoteles. Horri-

bles y semidesnudos, los albaniles iban y

veman entre ellos. La Frontera entre po-

bres y ficas, entre seres humanos y bes-

tias, era una raya temporal; donde ahara

estaban unos, dentro de un tiempo estarian

los otros; el treinta y uno, a despecho de

su simbolismo, aludia con cruda obvie-

dad a esta situaci6n. Que los pobres tam-

bien ternan derecho a ser felices, y que

inclusive podian serlo, es orca verdad incon-

trastable. Entre las cantidades grandes y

pequefias de dinero, el mediador es el

usa, y mas aun la diversidad de usuarios;

la posesi6n For otto lado es tan momen-

tinea como la conjunci6n que se habia

dado en la obra esa manana. Fresno se

propoma colocar tantas plantas adentro

como Sacristan Olmedo afuera. En cier-

to sentido, todos ellos eran paisajistas. Esmas, por el momento todo era exterior.EI edificio estarfa terminado cuando todose volviera interior. Un pequefio universofntimo y blindado. EI mismo Felix Tellose borrarfa como una nubecilla de polvoaventada por el paso de los afios. Los nifioscrecerfan aquf, al menDs por un tiempo.

La familia, de la planta baja, de apellidoLopez, lema hijos pequefios, y se hallabaen el patio cuadrado del fondo, ya em-baldosado, rojo. Los del segundo, que lle-garon al mediodfa, eran los padres de ladama de violeta que vivirfa en el sexto: vi-

nieron con los hijos de ella. Era diflcil quepudiera haber mas nifios; cada uno deellos tendrfa su paisaje privado, uno en-

cima del otro. La Gramajo se habfa pasa-

do tres horas tomando notas, apuntandonumeros que sacaba del espacio. La sefio-ra de Iturbide dijo haber visto un mons-truo horrible, gordo como un luchador desumo. Era un santiaguefio. For el huecodel ascensor subia una plataforma conbaldes, jalada por un motorcito. Hacia launa, cuando se retiraban, hubo una im-

provisada reunion en la planta baja, don-de estaba mas fresco. Desde el Ultimo piso

duefios, y no s6lo porque contra la entre-ga debfa completarse el pago delas uni-clades; es que preferfan disponer de unpoco de tiempo extra para gestionar lospreliminares de mobiliario y confort. Las

mediciones expandfanel espacio ilusoria-mente disminuido; del mismo modo se

expandfa ellapso de la mudanza. Ademas,habrfa sido violento tomar posesi6n jus-tamente el dfa de fin de ano. En el quin-

to piso, Dorotea y Josefina Inirbide Sans6,dos nifias de cinco y tres anos, levantabanpolvo de cal con sus piecitos calzados ensandalias, mientras los padres conversa-ban apaciblemente con Felix Tello. EsteUltimo se excus6 para saludar a la damade violeta y la acompan6 al piso superior.Hubo presentaciones con los Kahn, que

bajaban del sal6n comun de esparcimien-tos. Los Pagalday en tanto se asomabanal balc6n sobre la calle Bonifacio, a la al-tufa de los grandes platanos. Aunque notenfan las verjas protectoras, los balconesde balaustradas altas eran el sitio mas se-guro por el momento para los nifios. Habfauna gran puerilidad esa manana. Todoera de los nifios. A la expansi6n produci-

da por las medidas, y el sentimiento de

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se vela el patio de la comisaria, que esta-ba a la vuelta, en la calle Bonorino. Uncaballero mayor, el carpintero de los LO-pez, habia tornado medidas de varias pa-redes para construir bibliotecas y arma-rios. Dada la modalidad de adquisicionadelantada, todos habian preferido hacerlos armarios a su gusto. La constructorahabia propuesto una empresa de carpin-teria que termino haciendose cargo decuatro de los pisos: sus talleres recibirianlas ordenes directamente de los decora-dores. Abajo, mientras los padres con-versaban, varios chicos observaban a los

peones llenando de escombros una grantolva de metal en la calle; subian las carre-tillas For un tablon inclinado que atrave-saba la vereda; las senoras que venian con

los changuitos cargados del supermerca-do de la esquina, para la comilona de lanoche, debian bajar a la calle, maniobraque ejecutaban a disgusto. Domingo Fres-

no conversaba con un joven arquitectode barba, conocido suyo, que haria la de-coracion del sexto. Encontraban que sumomento de entrar en accion se aproxi-maba vertiginosamente: aunque la obratenia todo el aspecto de incompleta yprecaria, con tanto escombro y espaciosabiertos, cualquier dia de estos podia es-tar terminada. Elida Gramajo, que ya sehabia retirado, pensaba 10 mismo. Me-nos conscientes, los propietarios pensabanotra cosa. Pero eran ellos qui~nes debe-clan haber visto desvanecerse en el aire,como globos que reventaran sin ruido, ysin dejar huellas, a los albaniles. Los elec-tricistas dejaron de trabajar a la una enpunto y se fueron. Tello converso un mo-mento con el jefe de la cuadrilla y des-pues fueron a examinar los pIanos, en losque se entretuvieron un buen cuarto debora. El pasado de los cables se bacia muyrapido, y los enchufes y todo 10 demas po-dia quedar listo en una tarde. Los padresde la senora de violeta subieron con losninos aver el salon superior y la piscina;esta tenia ya su revestimiento de peque-nos azulejos celestes. Una mujer delgadi-sima y mal vestida colgaba ropa en uncordel, en 10 que seria el patio del depar-

Pour les r2ves dies goUts individuels. 1981

tarnento del portera. Era Elisa Vicuna, lamujer del sereno. Los visitantes levanta-ran la vista a la forma extrafia e irregulardel tanque de agua que coronaba el edi-ficio, con la gran antena parab61ica quealimentaria las imagenes televisivas de to-dos los visas. En el borde de esta antena,un borde afilado de metal en el que no sehabria atrevido a posarse un pajaro, esta-ban sentados ires hombres enterarnentedesnudos, con la cara vuelta hacia el soldel mediodia; par supuesto, nadie losvia. En el tercero, los Pagalday hojeabanuna gran carpeta apaisada escuchando lasexplicaciones de Sacristan Olmedo. Losninos quisieron opinar tarnbien. Los ninosen general 10 que querlan era ver desde

los balcones: vinieran de Jande vinieran,ternan como diversion una diferencia dealtura que les encantaba; aun si se muda-ban de un tercer piso a un tercer piso, habfadiferencia. Lo que se vera desde la alturaera diferente. Los nifios se hacfan ideasTaras, a veces ilogicas, sabre ellugar en elque estaban. Volvfan a corretear par loscuartos cuyos pisos elan todavfa la losa decementa. La luz entraba basta el Ultimorincon. Era como si estuvieran en prade-cas compartimentadas, puestas a ciertaaltura. Terna razon Felix Tello cuando Iedijo a una familia que se marchaba, des-plieS de las mutuas congratulaciones yaugurios de la fecha, que "confiaba en queserrao felices en su nueva casa".

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Los copropietarios se haclan su pro-pia idea anticipada de la felicidad; la velanenvuelta en una demora que los haclafelices desde ya, una cierta lentitud dedesarrollo. No crelan, en una palabra, quelas cosas fueran a suceder como se lasanunciaban, es decir, de pronto. Prefenanpensar en un suave declive de los acon-tecimientos; asl habla sido desde que pa-garon la primera cuota que los hizo due-fios de los pisos, un aDo arras. ~Por queiban a cambiar ahora? ~Solo porque elaDo tocaba a su fin? Es cierto, sablan quehabna un cambio, pero de tiltimo mo-

mento, mas alIa de todos los momentosintermedios. No sena hoy ni manana, nien ningtin dla que pudiera determinarsede antemano. En el espectro del suceder,como en el de la percepcion, hay un um-brat. Pero ese umbral esta donde esta, yno en ottO sitio. Se ateruan al aDo, no alfin de aDo. De mas esta decirlo, ternanrazon, a despecho de todo y de todos, a

despecho de la razon misma.La unidad del aDo y el momento era

como la propiedad del edificio. Cada cualera duefio de su piso, y de su cochera ybaulera, de acuerdo, y de nada mas: era 10lmico que podlan vender. Pero, al mismotiempo, eran duefios de todo el edificio.Esa es la clave de la propiedad horizontal.

Sobre el anguio del borde superior dela tolva, en la calle, estaba de pie, inmo-viI, un albafiil, un joven llamado JuanJose Martinez, con un balde vaclo en lamano. Estaba distraido mirando algo quehabia sucedido en la esquina. No habianada especial, ni en la esquina ni en el.

Un sujeto cualquiera, sobre el que la mi-rada podia resbalar un segundo. Varios 10miraron, pero solo pOt su posicion alIiarriba, en la que se mantuvo inmovil, mi-rando hacia la esquina, pOt esa fUtil pa-sion infantil (era muy joven) de mante-

nerse en equilibrio en un sitio alto dondeno estaban otros. Lo unico especial esta-ba en esa inmovilidad, siquiera momen-tanea, en alguien que estaba trabajando.Era como detener el movimiento mismo,pero sin detenerlo porque en esos mis-mos instantes seguia ganando salario. Del

Ie labyrinthe. Siglo I a. de C.

mismo modo la estatua hecha For un gran

maestro, quieta como esta, sigue aumen-tando su precio. Era una confirmaci6ndel absurdo liviano de todo. Los que 10miraron, tan distrafdos como el contem-plaba algo a cierta distancia, sab1an que

incorporaban, para futuros momentos deensonaci6n, un poetico razonamiento so-bre la eternidad, soble el mas alIa en el quese situaban las promesas.

Lo peor es que mienten, dec1a FelixTello en ese momento, con una ampliasonrisa que desmenria toda preocupaci6nFor su parte. Las palabras del arquitectoelan recibidas con gran atenci6n. Es algobastante comun, esa atenci6n, cuando semenciona que OtTO miente. Se refena alos albafiiles, y For extensi6n al proleta-riado en general. Mienten, mien ten, ymienten. Hasta cuando diceD la verdad.Entusiastas sacudidas de cabeza en senti-do vertical, asintiendo. Felix Tello era unprofesional surgido de la clase media. Apartir de cierto punto en su carrera, hab1aempezado a alternar casi exclusivamentecon dos franjas sociales muy apartadasentre S1: los extraordinariamente ricos que

compraban unidades en sus sofisticadosedificios, y los pobnsimos albafiiles quelos construIan. Hab1a descubierto que am-bas clases se parec1an en muchas cosas, y

muy especialmente en su completa ausen-cia de delicadeza cuando se trataba del di-nero. En ese aspecto elan calcos exactos.Los muy pobres, y los muy ricos, encuen-tran natural tratar de sacar un maximo

de provecho de quien tienen adelante.

Ese escrupulo de la clase media, que el

, reconocia tan bien porque era el sura, de, dejar un margen entre el maxima que po-

dia obtenerse y 10 que se exigia, ese "col-

ch6n" de cortesia fantasmal, ellos no 10

conocian. Pero en absoluto. Ni se les ocu-

tria. De tanto alternar con unos y otros,

y siendo un hombre inteligente y adapta-

ble, si es que las dos casas no significan 10

mismo, habia aprendido a manejarse con

aceptable eficacia. Le sacaba partido a la

perfecta trampa que se habian tendido

ellos entre sf. £1, For su parte, una vez ase-

gurada su mas que decorosa subsistencia,

10 unico que pretendia era vivir en paz. Lo

linico que Ie sorprendia, cuando les decia

con cara de estupido sus glandes verda-

des mutuas, era la sincera perplejidad que

los embargaba. Era como en su novela

favorita, L:4ssommoir, cuando la heroina,

Gervaise, deja de amortizar su deuda con

los Goujet: "Desde el mes siguiente, no

les pag6 un centavo", y al poco tiempo

incluso empieza a cobrarles el trabajo

que les hace. iQue rudo golFe para ellec-

tor burgues! ~C6mo es posible que esa

mujer buena, honesta, trabajadora, no pa-

gue 10 que debe? ~Ah sf? ~ Y For que iba a

pagar, si no tenia otra obligaci6n que la

moral? Pero ~y la delicadeza? No, eso no im-

portaba en,lo mas minima, puesto que era

Fabre y tenia un marido borracho y todo

10 demas. iQue genio, Zola! (Pero con

esta expresi6n, que Tello pronunciaba in-

teriormente uniendo las mafiaS y alzan-

do los ojos al cicio, con una expresi6n de

"ni a mi se me hubiera ocurrido", con-

fesaba sin quererlo que el era cincuenta

mil veces mas burgues que los que se es-

candalizaban con la conducta de la bonita

planchadora coja.)Los matrimonios que habian compra-

do estos pisos, salvo el mas joven y el mas

viejo, elan segundos matrimonios de los

c6nyuges, 0 sea los definitivos. POT ese

motivo habian adquirido moradas c6mo-

das y agradables, para instalarse For alios;

era el estilo de Tello, el matiz de realismo

pueril y familiar. El hueD negocio, For

otra parte. (!)