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1 1 UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COLOMBIA UNIVERSIDAD DEGLI STUDI DI SALERNO - ITALIA Maestría en Ciencia Política Tesis de Grado LA CONCEPCIÓN Y LA PRAXIS POLÍTICA DE SIMÓN BOLÍVAR, EN RELACION CON LA PAZ Y LA INTEGRACIÓN, COMO CONDICIÓN DE SOBERANÍA POLÍTICA Y JUSTICIA SOCIAL Realizado por: Jorge Humberto Vargas Gutiérrez E-mail: [email protected] Tutor Pablo Guadarrama González Doctor en Filosofía Bogotá, D.C., 7 de diciembre de 2016

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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COLOMBIA

UNIVERSIDAD DEGLI STUDI DI SALERNO - ITALIA

Maestría en Ciencia Política

Tesis de Grado

LA CONCEPCIÓN Y LA PRAXIS POLÍTICA DE SIMÓN BOLÍVAR, EN RELACION

CON LA PAZ Y LA INTEGRACIÓN, COMO CONDICIÓN DE SOBERANÍA POLÍTICA

Y JUSTICIA SOCIAL

Realizado por:

Jorge Humberto Vargas Gutiérrez

E-mail: [email protected]

Tutor

Pablo Guadarrama González

Doctor en Filosofía

Bogotá, D.C., 7 de diciembre de 2016

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Agradecimientos

Muy en particular, al amigo, maestro y, hombre de nobles causas: Pablo Guadarrama

González.

Todos mis agradecimientos, pues con su humanismo, sencillez y gran inteligencia me

ha dado el apoyo académico, moral y político por abordar, analizar y, concluir a buen

puerto con el presente trabajo.

Por supuesto, tendré en la cuenta sus lecciones por hacer de la ciencia política un

campo del conocimiento extenso al servicio de los hombres, las naciones y,

especialmente, para la democracia colombiana que nos enorgullece a través de su

institucionalidad, haber civilizado el conflicto armado y social y negociar la paz, con la

insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP).

A las directivas, docentes y personal administrativo de la Universidad Católica de

Colombia y, de Degli Studi Di Salerno – Italia, igualmente, mis agradecimientos y, muy

especial, al profesor Antonio Scocozza, hombre sencillo y comprometido

intelectualmente con sus discípulos de la maestría: aprendí de él, que el estudio

disciplinado y permanente forma buenos hombres.

Para mi pequeña hija, Valen que añoro sea grande en ideales y por servir a la

humanidad, mi esposa Rossana, apoyos incondicionales en la tarea de superarme y

comprender, que no puedo dejar de estudiar: ¡Gracias!

Finalmente, a Melva -mi madre- quien me dio el impulso moral y el amor por sacar

avante la Maestría; finalmente, concluí los estudios y, ella, ya no está entre nosotros

(e.p.d.).

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Introducción

La investigación se justifica dada su profunda relación temática y afinidad conceptual

con la cuestión de la ciencia política, pues recordemos que la maestría lleva implícita

su línea profesional en Paz e Integración.

Se aspira a un aporte positivo –y, no con ello, queda concluido el debate sobre la

temática- contrario sensu, abrir espacios académicos a la argumentación de nuevos

horizontes acerca del indeleble pensamiento bolivariano, el cual ha de conducir

necesariamente al ejercicio dialéctico, plural e inacabado de la ciencia política, como

disciplina humana y de pensamiento transformador de la realidad y el entorno político,

en el tema fundamental de la “guerra independentista” que permitió el necesario y

dialéctico proceso de posibilitar la vigencia real de las categorías de Paz e Integración

a partir de la perspectiva teórica y praxis política bolivariana.

Ahora bien, el marco conceptual se enmarca en el ejercicio del poder político

monárquico y absoluto español, por un lado, y la guerra de Independencia nacional y

popular americanas, por otro, en el contexto de un conflicto armado y político-social de

naturaleza emancipadora o “guerra anticolonial”.

La guerra y la paz, la desintegración e integración social, la dependencia e

independencia, la hegemonía y la antihegemonía, la soberanía (autonomía y

heteronomía), la democracia y el autoritarismo, o nociones, como dignidad nacional y

colonialismo, entre otras, comprendidas en términos políticos-ideológicos nos llevan a

concluir que la propia ciencia política no solo dimensiona el contenido de tales

conceptos desde su arista epistémica, axiológica, ontológica e incluso, desde la

filosofía política y el derecho público, sino también, nos ayuda a estudiar y resolver

sistemática y civilizadamente grandes conflictos que son inherentes al ser humano, en

medio de ideologías, dogmas y, corrientes políticas, entre otras y, en particular el que

guarda relación con la temática de este trabajo investigativo.

De ahí, que la tesis se componga de dos capítulos. El primero guarda relación temática

con la categoría de la guerra versus la paz y se compone, sintéticamente: 1. Naturaleza

ideológica y política de la guerra independentista. 2. La concepción de paz y su

legitimidad derivada de la guerra independentista. 3. De la guerra independentista a la

dinámica republicana y, 4. Justicia social y Derechos Humanos, en la perspectiva de la

paz bolivariana.

Por su parte, el segundo se integra, así: 1. Concepción de integración desde una

perspectiva independentista. 2. La alternativa integracionista como condición de

soberanía política y nacional. 3. El internacionalismo político de Bolívar frente al

Congreso Anfictiónico y, 4. El reto político de consolidar la educación y lucha social: la

participación de la subalternidad.

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De otro lado, en lo relativo con la cuestión del estado del arte, precisemos que, acerca

del pensamiento político, ideológico y militar bolivariano, existe una variada y compleja

bibliografía, con fechas en el tiempo pasado y presente. En el tema objeto de tesis: La

Concepción y la praxis política de Simón Bolívar, en relación con la Paz y la

Integración, como condición de Soberanía Política y Justicia Social, respecto de la

cuestión de la paz, en particular, se realizó un detallado análisis, a través de diversos

autores nacionales e internacionales, máxime que este tópico no aparece ampliamente

abordado en especial por los estudiosos de la ciencia política; reiteramos, la mayor

parte de los trabajos e investigaciones guardan relación temática con la política, la

ideología, el Estado republicano y, el aspecto militar, entre otras, por parte del

Libertador.

Aun así, nos sirven de material de apoyo, por ej. La Carta de Jamaica, el Discurso de

Angostura y el Congreso Anfictiónico de Panamá, entre otros, referentes de orden

teórico-ideológico. Pero no menos, el uso que para los fines de la praxis política

hacemos de El Diario de Bucaramanga, la vida privada y pública del Libertador

“reconstruida” de primera mano por su asesor Luis Perú de Lacroix o, la reconocida

obra: Bolívar del historiador, Indalecio Liévano Aguirre, principalmente; per se, ayudan

a sustentar la temática de la “historiografía” de la Independencia nacional.

Nos interesa, pues fundamentalmente la cuestión la guerra de Independencia nacional

en punto con justificar la Paz y la Integración desde la perspectiva bolivariana. Todo lo

cual se hace partiendo de textos y/o documentos en físico sino también consultando la

internet, para ahondar en el análisis especial de la paz. En este último caso, nos sirve

de referente Temístocles Salazar profesor de historia venezolana en lo relativo con la

paz antihegemónica.

De otra parte, en punto con la categoría de la Integración, sí es más amplio y diverso el

material de consulta, tanto en documentos físicos como referenciados a través de la

internet. Igualmente, hacemos uso principalmente de la Carta de Jamaica y novedades

académicas en tal orden, como por ej. la obra de los profesores colombianos, Medófilo

Medina y Giovanni Molano: Bolívar. Los tiempos de la Carta de Jamaica. La integración

latinoamericana.

A la sazón y, con el fin que el problema no quede estricto orden teórico nos valemos, -

reiteramos- de la historiografía política para entender y, darle mayor sustento a la

praxis política.

En lo que respecta con el problema científico a resolver y, la correspondiente hipótesis

tenemos:

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Problema de investigación

¿Las categorías de Paz e Integración, al constituirse en una de las premisas o

precondiciones de orden político-social, en el ideario de Bolívar de qué manera

favorecieron o no legitimar y validar la soberanía política y la justicia social ante el

oprobioso Imperio español?

Hipótesis

La guerra independentista de Bolívar no se contradecía y, menos, es excluyente en

términos epistémicos y políticos-ideológicos con la categoría de la Paz del Libertador.

El objeto de esta guerra era alcanzar la paz como condición política y estratégica de la

Independencia americana y, posibilitar gradualmente la creación de una Patria Grande,

resultado de la Integración y unidad de las naciones emancipadas.

Al respecto, se utilizaron principalmente, tres variables cualitativas e interdependientes,

como son: La guerra revolucionaria y de emancipación Nacional, Justificación de la

aparente antinomia guerra-paz y, Los Subalternos una categoría social y política por

rescatar. Al final, se hizo uso lógico y metódico de estos tres elementos, con los cuales

se logra validar la respectiva hipótesis y, se da la solución correspondiente al problema

científico planteado.

Digamos igualmente, que una de las razones significantes en el orden de los fines

politológicos de la Investigación, se relaciona con la vigencia presente del pensamiento

y la acción práctica del Libertador en lo relacionado con las categorías de la Paz y la

Integración no solo a nivel de Colombia sino latinoamericano.

Por tanto, el asunto de la guerra versus la Paz y la Integración, cobran relevancia

desde el punto de vista de la forma de Gobierno republicana y de la democracia no solo

representativa sino participativa, para los momentos actuales de los grandes problemas

sociales y políticos de nuestra América y, también, no podemos dejar de reconocer el

aporte valioso que desde el punto de vista del Derecho Internacional Público realizó el

Libertador en punto básico con los principios de no injerencia y autodeterminación de

los pueblos soberanos.

Y no es menos, que se aborda y analiza en términos políticos la cuestión de la guerra,

que por más perversa o violenta que resulte o, se afirme, según Clausewitz que “es la

continuación de la política por otros medios”1, desde la concepción de Bolívar, no deja

de tener alguna validez ideológica y, por lo mismo, algunas razones prácticas como

para pensar que sirvió de referente ideológico-político para hacer y conseguir en

términos de aceptabilidad social y cultural la Paz y la Integración. Por más que puedan

constituirse ambas en utopías soñadoras, a la final, fueron decisivas para comprender

1 Clausewitz, C. Von, Arte y ciencia de la guerra, editorial Grijalbo S.A., México D.F., 1972, contraportada.

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razonablemente la “abolición” del viejo orden colonial y, el paso, civilizado y moderno

de las nuevas repúblicas demoliberales.

Finalmente, precisemos que a partir paradójicamente de la guerra de Independencia

nacional pudo llevarse a la práctica socio-política los ideales de justicia social y respeto

de los Derechos del Hombre y del Ciudadano desde la perspectiva “abolicionista”

bolivariana de socavar la vieja y violenta política monárquica de la servidumbre y la

esclavitud.

Así las cosas, con desapego de cualquier concepción ideológica en extremo irracional

con los fines de la política, y sí desde una perspectiva en estricto orden humanista

como también reconociendo el valor de la república como institución política y estatal

que apareja un mínimo orden democrático, nos lleva, sin duda, a reivindicar para la

actualidad colombiana y latinoamericana la importancia de los nobles ideales de la Paz

y la Integración.

Se trata, pues de rescatar las máximas expuestas por los profesores Giuseppe

Cacciatore y Antonio Scocozza cuando acentúan la lógica y valor del pensamiento

bolivariano sobre las aristas indisolubles de su teoría político-filosófica del Estado

constitucional y lo práctico que resulta a la hora de adoptar la mejor decisión política en

procura de “conservar y defender” sus posturas democráticas y eliminar cualquier rasgo

de tiranía institucional:

“Por eso, cualquier aproximación a Bolívar que no tenga en cuenta la inseparable relación entre pensamiento filosófico-político, doctrina constitucional y acción práctico-revolucionaria está destinada a ser ideológicamente condicionada y, en el mejor de los casos, históricamente inadecuada”2.

Esperamos, así, de alguna manera contribuir con los espacios incondicionales de la crítica sana y, la contribución positiva en el plano socio-político a que estamos llamados los futuros politólogos.

¡Muchas gracias!

2 Cacciatore, Giuseppe y Scocozza, Antonio. El gran majadero de América. Simón Bolivar: Pensamiento político y constitucional. Universidad Católica de Colombia-Universitá Degli Studi di Salerno-Planeta. Bogotá. 2008. p.19

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Contenido Pág.

Introducción. ……………………………………………………………………………….... 3

Capítulo I

1. Naturaleza ideológica y política de la guerra independentista. …………………. 8

2. La concepción de paz y su legitimidad derivada de la guerra independentista20

3. De la guerra independentista a la dinámica republicana. ……………………….. 29

4. Justicia social y Derechos Humanos, en la perspectiva de la paz bolivariana..39

Capítulo II

1. Concepción de integración desde una perspectiva independentista. ………….48

2. La alternativa integracionista como condición de soberanía política

y nacional.……………………………………………………………………………………..52

3. El internacionalismo político de Bolívar frente al Congreso Anfictiónico. …....56

4. El reto político de consolidar la educación y lucha social: la participación de la

subalternidad. ………………………………………………………………………………..63

III. Medición y Validación de hipótesis. …………………………………………………78

Conclusiones. ………………………………………………………………………………..81

Bibliografía. …………………………………………………………………………………..85

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Capítulo I

1. Naturaleza ideológica y política de la guerra independentista

El colonialismo decimonónico, característico del Imperio español en suelo americano y

caribeño, tenía un trasfondo no solo ideológico sino principalmente político para

justificarse como instrumento fin, por medio de un gobierno absoluto y monárquico.

Este orden social, así como su institucionalidad político-burocrática y funcional

gravitaban en una especie de mando piramidal, en cuya cúspide aparecía la figura del

rey rigiendo desde la metrópoli a través de sus virreinatos y demás autoridades; todo

en extremo jerarquizado:

De ahí, que debajo de la figura principal del monarca, en orden descendente, el

Consejo de Indias, las audiencias de América, los virreyes, los cabildos y los tribunales

reales y una cadena de funcionarios políticos y fiscales que iban desde los capitanes

generales, los gobernadores y los corregidores, hasta los alcaldes, los escríbanos y los

alguaciles3.

Además, de tratarse de un régimen segregacionista tenía estrecho vínculo con la

Iglesia Católica como aparato hegemónico y representativo de cultura y doctrina oficial

del Estado, siendo a la vez maquinaria coercitiva bajo el uso de Tribunales de la Santa

Inquisición; era pues, lo propio y característico del Antiguo Régimen (Ancien régime).

“Todo lo cual, marcaba institucional y políticamente una clara sociedad divida entre

opresores y oprimidos, o igualmente, “ellos” y “nosotros”, una clase social “noble”

civilizada y, otra, “salvaje”, según la acentuada división que al respecto plantea el

Prócer Francisco José de Caldas a través de su Semanario del Nuevo Reyno de

Granada (num. 2, 10 de enero de 1808, pp. 10-11)”4.

La abolición material y, por tanto, el fin de esta estructura imperial, en términos de

autoridad o poder por dominación (Weber5) son las premisas que en mente del

Libertador buscaba articular a través de la teoría y la acción políticas, tendiente a la

consecución de su tesis emancipadora, para de esta manera lograr el reconocimiento y

avance progresivo de su movimiento independentista, cuyo objetivo central era

alcanzar la soberanía nacional y, la justicia social:

3 Jaramillo Uribe, Jaime, Manual de Historia de Colombia I, Instituto Colombiano de Cultura, I. La administración colonial, Bogotá, 1978, p. 351. 4 Todos los habitantes (cerca de tres millones incluso los bárbaros) de esta bella porción de la América se pueden dividir en salvajes, y en hombre civilizados. Los primeros son aquellas tribus errantes sin más artes que la caza y que la pesca, sin otras leyes que sus usos, que mantienen su independencia con su barbarie, y en quienes no se hallan otras virtudes que carecer de algunos vicios de los pueblos civilizados (…). Los segundos son los que unidos en sociedad viven bajo las leyes suaves y humanas del monarca español. Entre estos se distinguen tres razas de origen diferente el indio indígena del país, el europeo su conquistador, y el africano introducido después del descubrimiento del Nuevo Mundo. Citado por Mauricio Nieto Olarte. En: El gran libro del Bicentenario, editorial Planeta, Bogotá D.C. 2010. p. 42. 51.2.4. Max Weber y la dominación social. En: http://www.eumed.net/tesis-doctorales/2012/lsg/max_weber.html (Consultado, 25 de octubre de 2016).

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“¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana; vacilar es perdernos”6.

Pero, ¿cómo resolver de fondo la cuestión inherente de la Independencia mientras persistían unas condiciones de dominación a perpetuidad por el Imperio?

Para Bolívar este estado de cosas hacía imposible sino inviable, cualquier estrategia

fundadora y más o menos sólida, por garantizar el ejercicio político de la soberanía

nacional en manos del pueblo, que, -según, el Libertador- no es ilimitada tras la

sucesión del Estado monárquico a un Estado-nación y, simultáneamente, la

refundación social del principio de justicia, que apuntara a legitimar uno más o menos

distributivo (en términos de lo justo o correcto, según Aristóteles). La alternativa

ideológica y política era cambiar el viejo modelo tiránico y, hacer realidad las

condiciones de una revolución nacional-liberadora tendiente a transformar socialmente

un nuevo estado de cosas en circunstancias de legitimidad política, liberal y

republicana; eran pues, las máximas bolivarianas.

No menos, en interés del pueblo y para el pueblo y, baja la consigna del Libertador:

“(…) Debemos triunfar por el camino de la revolución y no por otro”7.

Es decir, la opción ideológica y política no era otra que, recurrir a los métodos de la

violencia, en el entendido de tratarse de un mecanismo legítimo sino propio del derecho

natural por medio de la guerra revolucionaria anticolonial e irregular. Bolívar había

jurado desde temprana edad, combatir por la liberación de Suramérica8. No era de

dudar, que este acto lo hace, pensando que la vía pacífica no tenía ningún sentido,

más por el conocimiento que tenía, especialmente, de la Revolución inglesa y francesa,

como así lo hace ver en su Discurso de Angostura.

Como dijera en su momento Marx la violencia es la partera de la historia; de ahí, que

eliminar el régimen monárquico a la fuerza, generó necesariamente en Bolívar un

proceso dialéctico de transformación en la antigua sociedad y, el Estado hispánicos

hacia un modelo estatal moderno y radicado en la Nación soberana9.

6 Fragmento del discurso ante la Sociedad Patriótica, 4 de julio de 1811. En: Liévano A, Indalecio, Bolívar, editorial La Oveja Negra, Medellín, 1971, p. 78. 7 Shulgovski, Anatoli, Bolívar y la guerra de liberación. Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, Ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 23. 8 Fue un acto propio, realizado en el Monte Sacro (1805). 9 Resulta acertado lo que al respecto plantea Foucault acerca del nacimiento del Estado moderno, especialmente y, lo que implica el ejercicio del poder y su funcionamiento: Cabe recordar aquí los principios que animan los análisis de Foucault respecto al poder: 1. No se trata de elaborar una teoría del poder que dé cuenta de ¿qué es el poder?, sino una analítica del poder que aborde su funcionamiento y los mecanismos a través de los cuales se ejerce, 2. El poder es una relación de fuerzas; 3 El poder no se

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A la sazón, circunstancias materiales y determinantes de orden histórico y político,

condujeron para que El Libertador no hallara otra alternativa que recurrir a la vía

armada; él mismo, precisaría que “fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de

nuestros sucesos”10 y, por tanto, la misma guerra, la consideraba como un acta de

ciudadanía. Luego, de alguna manera debía mediar una justificante ideológica y praxis

política para que el proceso revolucionario bolivariano tuviera sentido y, esto, como

bien lo aborda el profesor Pablo Guadarrama:

“Es evidente que las formas ideológicas prevalecientes en los inicios de las luchas

independentistas latinoamericanas a principios del siglo XIX, recién influidas por las

ideas de la ilustración y las revoluciones burguesas del XVII y el XVIII en Europa y

Norteamérica, lógicamente tendrían muy arraigadas las manifestaciones propias del

humanismo abstracto típico de ese tipo de transformaciones donde los sectores

populares se verían de algún modo representados por una pujante burguesía frente a

los poderes feudales”11.

La guerra de Independencia, aparejaba como sus grandes paradigmas, según Bolívar

derivado de las virtudes republicanas, tanto la justicia material consistente en la

supresión gradual de las profundas diferencias de clases y, por lo mismo, la libertad

absoluta de los esclavos; fueron constantes políticas y máximas aspiraciones de

cambios sociales, dando muestras de un humanismo impregnado de justicia social a

favor de aquellos12.

La dinámica y la confrontación en que se desarrollan las acciones de guerra

independentista y, simultáneamente, el efecto reaccionario español, hacia cada vez

que esta fuera calificada por el mismo Bolívar, no solo como justa (Ius ad bellum) en

torno al empleo o uso de la fuerza y legítima en términos del Derecho Internacional de

Gentes (Ius gentium o Jus gentium13), sino también en la visión política del Libertador,

posee, sino que se ejerce. 4. No se irradia desde un centro, sino que es difuso y reticular recubriendo todo el campo social y 5. El poder es productivo, es decir, no reprime, ni silencia, sino que hace hablar, el poder produce discursos (saberes) y prácticas, sujetos y corporalidades. http://astrolabio.phipages.com/storage/.instance_19324/astrolabio_vol11.2_art_03.pdf (Consultado, 15 de septiembre de 2016). 10 Shulgovski, Anatoli, Op. Cit. p. 23. 11 Guadarrama, Pablo, Pensamiento filosófico latinoamericano. Humanismo, método e historia, Colección de Sur a Sur dirigida por Francisco Gómez y Antonio Scocozza, Editorial Planeta Colombia S.A. Bogotá D.C. 2014, tomo I. p. 280. 12 Por principios éticos y naturales, como un convencido reformador social, El Libertador inicialmente, declara la manumisión de sus propios esclavos. Luego, en carta de 1816 dirigida al General Arismendi expresamente alude a la libertad general de los mismos y, para 1819 en su mensaje al Congreso de Angostura: “(…) yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”; Bolívar, S. Discurso de Angostura. En: Pensamiento Político de Simón Bolívar, biblioteca Bicentenario, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Bogotá, 2010, volumen 5 p. 78. 13 Era una constante en El Libertador, que la guerra revolucionaria se tornaba gradualmente justa, en términos políticos y jurídicos contra la monarquía absolutista española, a partir del Derecho Internacional de Gentes y, por medio de grandes publicistas, como Grocio y de Vattel, entre otros, lo cual no solo le daba un reconocimiento de legitimidad sino de humanismo a la declaratoria de su guerra irregular.

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al percibir que la lucha liberadora trascendía fuera de las fronteras locales, y ya no era

solo en términos militares contra España sino también en el orden sicológico y

mediático a través de sus amenazas, contra la potencia del Norte:

“Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si

todo el mundo la ofende”14.

Esa visión y uso de la guerra independentista comportaba, igualmente que tenía una

finalidad común: hacer de medio lícito y favorable para el logro final de un estado de

cosas en paz social y establemente e institucionalmente desde la perspectiva política

generar los espacios para consolidar un ambiente real de integración entre las nuevas

naciones.

Estas derivaciones necesarias de la confrontación ideológica y armada, como veremos

más adelante, nos ayudaran a darle sentido argumentativo y un entendimiento

razonable a la solución del presente trabajo.

Por ahora, pretendemos darle contexto y relevancia a la cuestión ideológica y política

sobre la que se sustentaba la guerra de liberación nacional, pues no se trató de

cualquier proceso emancipador, máxime cuando la confrontación de fuerzas en el

plano militar estricto sentido, no guardaba la misma proporción cuantitativa y cualitativa,

dado que, se trató de un conflicto entre beligerantes irregulares como sucedía, en el

caso de las fuerzas patriotas y, regulares en la situación del Estado monárquico

español. Mucho más, cuando el Imperio tuvo en práctica el no reconocimiento de

beligerantes al ejército patriota, salvo lo acontecido en los Tratados de Trujillo en el que

el Libertador fue reconocido como Presidente de la República.

También, en el marco de las ideas propias de la guerra independentista, cobra vigencia

permanente la concepción de un pensamiento moderno y amplio, ajeno de

dogmatismos, pero sí fundado en términos razonables y persuasivos con los ideales de

desalienación y emancipación del hombre americano en condiciones de dignidad e

integralidad15 y, libre de cualquier prejuicio de orden social o humano. Es lo propio del

carácter evolutivo y de formación continua en Bolívar.

Bolívar, contrario al desprestigio y la falsa opinión dada por el Imperio español acerca de su proyecto emancipador, con su formación de internacionalista público fue un promotor de este derecho: “En las guerras civiles es donde el derecho de gentes ha de ser más estricto y vigoroso”, según documento dirigido a sus Generales, Sucre, Briceño y Gabriel Pérez el 23 de noviembre de 1820. En: Arizmendi, P. Octavio y, Gómez, B. Carlos, Así pensaba Bolívar, Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogotá, 2000, p. 125. Acerca de lo puntual del derecho de Gentes, tendremos la oportunidad de ahondar en el presente trabajo. 14 Esto se extrae, justamente de un documento enviado por Bolívar a Bautista Irving agente de los

Estados Unidos de América, el 7 de octubre de 1818. En:

https://martinher85.wordpress.com/tag/libertador-simon-bolivar-al-sr-irvine/ (Consultado, 15 de

septiembre de 2016). 15 Esta tesis resulta validada, a partir de lo planteado por el profesor Guadarrama: “El espíritu de la

ilustración le esclareció (a Bolívar) la visión lo suficiente para emprender su labor emancipatoria imbuida

del más arraigado humanismo, pero despojado de la mayor posible indumentaria de idealizaciones

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Tanto que él, como buen estratega supo mezclar la política y la guerra como

fenómenos estrictamente sociales, y en lo que denomina Clausewitz al referirse a la

guerra: “es la continuación de la política por otros medios”16. Y dado que, su adversario

el Imperio español, era para ese momento una gran potencia mundial, con una vasta

fuerza ideológica, militar y, política.

Al predicarse igualmente, que tanto la política como la guerra resultan inseparables

para Bolívar por las razones sociales y coyunturales conocidas, pudiéramos

dimensionar siguiendo aquella máxima, y conforme su tesis justificante de la guerra,

principalmente, de acuerdo con el Derecho internacional de gentes, que esta encuentra

su legitimación fundamental a partir del mismo Derecho natural.

Por lo menos, esa postura del Libertador, vendría a tener su mayor sustento, según

Foucault que decía: “la política y la guerra son inseparables, que la política es la misma

guerra, sólo que llevada a cabo con otro tipo de armas (el derecho) y que las relaciones

de poder en el interior de una sociedad son aquellas que se han establecido en la

guerra y por la guerra. El derecho no haría otra cosa que legitimar una relación entre

vencedores y vencidos como resultado de la guerra”17.

Incluso, también fue favorable a los intereses de la causa de Independencia la

decadencia sucesiva en términos de legitimidad y consolidación política en lo que

respecta con la crisis institucional de la monarquía y, a favor, de la consolidación

paulatina de la República como imaginario del realismo político bolivariano:

“La Monarquía española habilitó en América los cimientos de una cultura republicana.

La revolución de independencia quiso convertir en forma de gobierno lo que no era sino

un ethos cívico. El concepto de república sufrió entonces numerosas amalgamas y

tensiones con conceptos que lo ayudaron a definirse en ruptura con todo referente

monárquico: Guerra, federación, nación, ciudadanía, opinión pública, democracia,

etc.”18.

Ahora, dada la naturaleza ideológica y política del proceso bolivariano, y tratándose de

una guerra liberadora, o guerra de guerrilla como veremos, su legitimidad suponía

gradualmente levantar y consolidar la revolución que se movía como péndulo entre las

estériles, que lejos de coadyuvar podrían entorpecer su misión. Y para evitar todo tipo de

hiperbolizaciones sobre las “bondades naturales” del hombre, Bolívar situaba su propia persona como

objeto permanente de reflexión autocrítica. A través de ese autoanálisis y de la valoración frecuente y

compartida de los hombres con los cuales era necesario desarrollar aquella epopeya, partía del mismo

presupuesto que inspiró a Martí posteriormente, al considerar imprescindible hacer la revolución con los

hombres tal como son y no como deberían ser”. En: Guadarrama, Pablo, Op. Cit. p. 246. 16 Op. Cit., p. 31. 17 Castro-Gómez, Santiago, Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Miche Focault, Siglo del Hombre editores, Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Sato Tomás, Bogotá, 2013, p. 124. 18 En Olano García, Hernán Alejandro. La Constitución de Bayona precursora del constitucionalismo Hispanoamericano. Ediciones Academia Colombia de Jurisprudencia Colección Portable, Bogotá D.C. 2014, p. 22.

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viejas estructuras coloniales y su necesaria sustitución, por una parte y, la expectativa

por consolidar un ambiente de paz estable y duradero basado en la justicia social, así

como, edificar estatalmente unas condiciones de madurez política y soberana, bajo un

marco de gobierno republicano, por otra.

Al hacer alusión al carácter revolucionario y auténtico del movimiento liberador, en

principio, implicaba siguiendo la tesis del profesor Pablo Guadarrama González

entender teleológicamente que, “la lucha por la independencia no podía, en modo

alguno, limitarse a un simple cambio en los protagonismos de las élites políticas de

dirección y de esto se percataron la mayor parte de los que impulsaron dicho proyecto

al considerar que debía ser un proceso revolucionario con los logros que estos pueden

alcanzar pero también con los peligros que siempre le acechan”19.

De otro lado, El Libertador concebía las razones y efectos del proceso revolucionario y,

especialmente, su carácter irreversible y, hasta cierto punto, inmanejable en algunas

circunstancias como sería en el aspecto de la libertad:

El impulso de esta revolución está dado, ya nadie lo puede contener y lo más que se

podrá conseguir es darle una buena dirección. El ejemplo de la libertad es seductor, y

el de la libertad doméstica es imperioso y arrebatador. Yo creo que sería muy útil

ilustrar la opinión de esos hombres alucinados por su propio interés y a quienes su

verdadero interés debe desengañar20.

“La revolución es un elemento que no se puede manejar. Es más indócil que el

viento”21.

Al fin de cuenta, la revolución como fenómeno social y dialéctico, puede considerarse

como la transformación violenta de un orden de cosas opresivo e injusto22. Pero, no es

menos que, como en el caso revolucionario bolivariano, este lleva imbuida la naturaleza

de una guerra civil con objetivos políticos claros y definidos en condiciones de ideales

de lucha, traduciéndose, sin duda, en aquellas “guerras de descolonización”, “(…)

desarrolladas con la intención de sustraer a un territorio de la soberanía ejercida sobre

el mismo por una metrópoli distante”23.

En aras de contar con una visión general acerca de la “guerra civil”, como un conflicto

cuyo ámbito o radio de operación, corresponde al desarrollado dentro de las fronteras

19 Guadarrama, Pablo, En Democracia y derechos humanos visión humanista desde América Latina, Penguin Random House Grupo Editorial, Bogotá D.C., 2016, tomo 1, p. 439. 20 Así lo exponía Bolívar al Vicepresidente Santander (mayo de 1820), en un momento en que el proceso revolucionario americano estaba ad portas de su consolidación final. En: Arizmendi Posada, Octavio y, Gómez Botero, Carlos. Así pensaba Bolívar. Las mejores frases del Libertador presentadas por temas. Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogotá 2000, p. 244. 21 Op. Cit. ibídem. 22 www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf (Consultado, 15 de

septiembre de 2016) 23 Waldmann y Reinares, citados en: Vargas, Alejo, “Las Fuerzas Armadas en el conflicto colombiano, antecedentes y perspectivas”, Intermedio Editores, 2002, Bogotá D.C., p. 62.

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internas de un Estado, resulta pertinente consultar sus características en la América

Latina a mediados del siglo XIX, a través del Diccionario para el pueblo de Juan

Espinosa (editado en 1855): “en las guerras civiles, políticas o religiosas, se enardecen

más que en las de nación a nación las pasiones iracundas del hombre24”.

Por la importancia de la noción de “guerra civil” –y muy, a pesar que no es el objeto

central del trabajo-, sí es conveniente, traer a colación que esta presenta una

jerarquización en punto con su calificación y legitimidad: rebelión, insurgencia y,

beligerancia. Esta última, incluso, sería la que da el status para definir la “guerra civil”

como una guerra internacional a la luz del Derecho de Gentes y, según, Castren

consultado por Posada Carbó.

De ahí, que el concepto de guerra civil, no deja de restar importancia y connotación

política, un tanto similar con el de “revolución”; en uno y otro caso, está la participación

de la masa popular. Bolívar incluso, reconoce la magnanimidad de la Revolución

Francesa sino también su decaimiento. Luego, la guerra civil y la revolución son dos

conceptos indistintos a la hora del levantamiento en armas, pero muy comunes para

caracterizar y darle sentido político al proceso de liberación colonial.

Muy a pesar de la validez categórica, de contenido sustancial y, legitimidad desde el

punto de vista teórico y praxis político relativo con la guerra revolucionaria

suramericana, Bolívar como su máximo inspirador, fue objeto de severo

cuestionamiento en tal sentido, incluso, por el presidente James Monroe:

“El conflicto no presenta el aspecto de una rebelión o insurrección, sino más bien el de

una guerra civil entre partidos o bandos cuyas fuerzas están equilibradas y son mirados

sin preferencia (…)”25.

No resultaba sorprendente que la potencia del norte, estuviera atenta a los

acontecimientos sucesivos y favorables del proceso independentista y, por obvias

razones ya los Estados Unidos de Norte América comenzaban las prácticas políticas

neocoloniales sobre las naciones suramericanas por medio de la conocida Doctrina

Monroe: América para los americanos. En cierta medida, para el Libertador habiéndose

quitado el yugo español, la amenaza latente estribaba a futuro en los planes

imperialistas de este país e Inglaterra, principalmente; así, en medio del júbilo

bolivariano por la realización del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 (tal como

tendremos la oportunidad de analizar), el país del norte no fue invitado, cuestión que sí

contrarió el propio Vicepresidente Santander. 24 En: ¿Guerra Civil? El lenguaje del conflicto en Colombia, Posada, Carbó, Eduardo, Alfaomega Colombiana S.A., Bogotá D.C. 2001, p. 1 s.s. Y, precisa: “La costumbre aplica el nombre de guerra civil a toda guerra entre miembros de una misma sociedad política (…) si la guerra es entre un cuerpo de ciudadanos de un lado y el soberano y quienes les son leales del otro, nada más se necesita para que la insurrección adquiera el título de guerra civil… sino que los insurgentes tengan una causa para levantarse en armas”, en Emmerich de Vattel, “Civil War”. 25 Mensaje presidencial al Congreso americano (diciembre de 1817). Bolívar: Pensamiento precursor del antimperialismo, Pividal, Francisco. Premio Casa de las Américas 1977 (Ensayo), La Habana, 1977, p. 12.

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Por algo sentenció Bolívar, en una célebre frase para la historia política de las ideas:

“Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar de miseria a la

América en nombre de la libertad”26.

Pero, ese no era el único desprestigio que hacía referencia expresa a cualquier ideario

o movimiento pro-Independencia, más cuando -dijimos- el proceso revolucionario

bolivariano tenía sustrato y raigambre políticas a partir de los fundamentos ideológicos

de la Revolución francesa y la Revolución haitiana, entre otros:

“La historia del mundo nos dice que las conmociones de los pueblos han venido todas

a someterse a un orden fuerte y establece. Ud. Vio esa revolución de Francia, la más

grande cosa que ha tenido la vida humana, ese coloso de las seductoras ilusiones,

pues todo esto cayó en el término de ocho años de experiencias dolorosas”27.

Tanto así, que en medio de la campaña mediática y de presión sicológica, a más de

violencia física sobre cualquier oponente en términos de la dominación española (como

en el caso sui géneris, de José Antonio Galán, líder de la Revolución Comunera), el

régimen monárquico, hizo eco de la prensa local a nivel del virreinato de la Nueva

Granada, para poner en tela de juicio la colosal obra humana y política derivada

justamente de la Revolución Francesa:

Según, Renán Silva para el Papel periódico la Revolución es, de principio a fin, un

acontecimiento lamentable cuyo producto natural es la anarquía. La desaparición del

soberano no puede tener otro significado que el de la desaparición de todo orden,

siendo una situación que ha colocado a millares de almas en las más grande miseria y

confusión. Se trata de un “pueblo-niño” culpable de un enceguecimiento temporal en

medio del cual ha pasado por la guillotina a su Rey, y ahora tiene que proceder,

confundido, “sin saber cuál es el padre de la patria, y a quién debe ocurrir para el

remedio de sus necesidades”28.

Este par de circunstancias políticas y, un tanto de orden históricas, es decir, la postura

estadounidense y la perspectiva de la Revolución francesa, a manera de digresiones,

nos sirven para darle mayor sustento e importancia al proceso de Independencia

nacional en cabeza del Libertador siendo su principal líder.

26 "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad". CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL CORONEL PATRICIO CAMPBELL, FECHADA EN GUAYAQUIL, 5 DE AGOSTO DE 1829 http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/buscador/spip.php?article3309 (Consultado, 2 de diciembre de 2016)

27 Arizmendi Posada, Octavio y, Gómez Botero, Carlos, Op. Cit. p. 244. 28 La nota corresponde al extracto del periódico oficial: El Papel periódico Tomo IV Número 130 con fecha 21 de febrero de 1794. En: Prensa y Revolución a finales del Siglo VVIII, contribución a un análisis de la formación de la ideología de Independencia Nacional, Silva, Renán, colección bibliográfica Banco de la República, Bogotá 1988, p. 132.

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De ahí, que fácilmente dicho proceso sí tenía un auténtico sentido y rumbo en teoría y

praxis políticas, pues estaba fundado sobre la base fundamental de una abierta guerra

de güerilla29, que corresponde en su exacta medida política e ideológica con la obra

bolivariana que tenía inmersa, por un lado, paradójicamente una clara y definida

concepción de paz como así demostraremos y, por otro, siendo esta máxima una de

las finalidades de un gobierno republicano, liberal y constitucional inspirado por el

Libertador. Esta cuestión, hace razonar que tanto la paz como la guerra, siendo en

principio categorías antagónicas como podría inferirse, para el proceso de construcción

política del “sistema de Gobierno más perfecto”30, a la final, no entran y, menos, están

en una aparente antinomia: hacer la guerra de liberación es la base para redimir un

orden de cosas tentativamente en paz y con cierta estabilidad política. Este aspecto

fundamental, puede hallarse, entre otros documentos, principalmente en el Decreto de

Guerra a Muerte.

Aspectos en la vida propia republicana, como el caudillismo, las pugnas internas de

orden ideológico y partidista, en especial, con su Vicepresidente Santander –afín a un

sistema político tradicional y de castas- derivado del viejo establecimiento español, per

se, fueron una constante a lo largo de la gran obra revolucionaria del Libertador y, que

en cierta medida malograron los cometidos políticos de unas condiciones sociales y

29 Sobre el tema, usamos el texto de Carl Schmitt intitulado “Teoría del Guerrillero” Observaciones al Concepto de lo Político, traducido de la primera edición de 1963 por Denes Martos. Es pertinente, desde el punto de la Ciencia Política distinguir que el alzamiento en armas por parte de Bolívar jamás fue reconocido por el Imperio español, como un acto noble y, menos, dársele la categoría política de “rebelde o insurgente”, justamente, su tesón y magnanimidad de Prócer desdicen la tesis española, al punto de reconocerse en las nuevas Repúblicas americanas, con el título de hombre de Gloria y Libertador. Su carácter y visión de guerrillero nos hace entender que en la práctica emuló el guerrillero de la guerra de guerrillas española, una vez se alza el pueblo (español) en 1808 contra Napoleón, al ser destituido el Rey Fernando VII. Por tanto, en referencia al texto citado, la lucha de liberación nacional emprendida por El Libertador tiene pleno encuadre teórico y praxis político, con la máxima: El guerrillero lucha de modo irregular, tanto que (Bolívar) planifica y ejecuta una forma de organización jerarquizada, políticamente estructurada en términos de ideas o teorías y, militarmente disciplinada y pluralizada pues a la cabeza estaba El Libertador y todo su Estado Mayor, aunado que en sus filas milita desde hombres humildes e intelectuales, hasta la élite criolla pasando por individuos de raza blanca, negra, mestiza, uniéndose, incluso, militares extranjeros, como Perú de Lacroix, y otros más. En síntesis, se trata de una organización que deriva de su tiempo moderno, incluso, que en medio de altibajos en pleno siglo XIX logra abanderar nuevos movimientos emancipadores, un caso, particular el de José Martí en su lucha por la liberación nacional de Cuba, frente al Imperio español y, las nuevas amenazas de la potencia del Norte. 30 El planteamiento bolivariano buscando fundar un nuevo orden sociopolítico y, con este una nueva institucionalidad revolucionaria ajena de cualquier gobierno déspota y arbitrario, se consigna, a partir del Discurso de Angostura de 1819, en momentos en que el proceso emancipador prácticamente se hallaba en su máxima cumbre: “El sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”. En: Pensamiento Político de Simón Bolívar. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Biblioteca Bicentenario volumen 5, Director de la Colección; Sierra, Mejía, Rubén, Bogotá D.C. 2010, p. 77.

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estatales en plena paz, pues, también era una de sus máximas: “la paz, mejor que la

guerra”31.

A la sazón, las categorías políticas de guerra y paz fueron una constante para equilibrar

y madurar cualitativamente el proceso revolucionario, pero también, sirvieron para

medir y rectificar las derrotas en términos militares y políticos.

Su concepción de paz, como veremos, originariamente, está sustentada en un marco

institucional y político, surgido en una identidad entre teoría y praxis políticas, que a la

final no es otra cosa que la traducción ideológica de una acertada razón de Estado32.

Muy a pesar, de la escasa cultura política imperante en el medio social, y en particular,

ex ante a la declaratoria oficial de Independencia, a partir de 1810 a nivel de las

colonias americanas, el auge y la corriente de esta, de ahí en adelante dieron vida en

forma paradoja a un mosaico de ideas políticas liberales y modernas, en señal de todo

un movimiento plural de manifestaciones en ese sentido: constituciones políticas,

centros de debate a nivel de órganos legislativos, declaraciones públicas a favor de la

democracia, el auge de la opinión pública y la prensa escrita, además, de la presencia

pública de un buen número de caudillos y, personajes reconocidos que, como Bolívar,

en palabras de su Maestro, Simón Rodríguez: “encabezó la guerra de independencia,

fundó la República y permaneció fiel a los ideales de libertad”33.

31 Arizmendi Posada, Octavio y, Gómez Botero, Carlos, Op. Cit. p. 208. 32Es pertinente, hacer uso del entendido de Razón de Estado, a partir, de su concepción por parte de Michel Foucault, en lo que significó en términos modernos, la “crisis” del Imperio español, es decir, en lo político, económico y militar, especialmente. De ahí, que las relaciones entre los Estados dejan de percibirse en términos de herencias dinásticas de territorios, para pasar a ser concebidas en términos de competencia: Ese paso de la rivalidad dinástica a la competencia de los Estados es sin duda una de las mutaciones más esenciales en la formas, tanto de lo que puede llamarse la vida política como en la historia de Occidente (…) La materia prima, el objeto y al mismo tiempo el principio de inteligibilidad de la razón política ya no sería el incremento de territorios, sino el crecimiento de las fuerzas del Estado. Castro-Gómez, Santiago, Op. Cit. p. 122 s.s. 33 biblioteca.clacso.edu.ar/Cuba/if-mctma/20110427093421/4.pdf (Consultado, 15 de septiembre de

2016). El 4 de abril de 1811 se expide la primera Constitución, denominada la Carta de Cundinamarca,

documento excepcional que recogió el querer de los miembros de la Junta Suprema creada luego del

grito de independencia del 20 de julio de 1810 de reclamar su ejercicio de la soberanía, deponer a las

autoridades y desconocer cualquiera, que no fuese la de Fernando VII, a quien juraron vasallaje y

ofrecieron asilo para gobernar desde Santa Fe, según, el académico Hernán Alejandro Olano G.

Además, se promulgó la Carta Política del Estado Tunja de 1811, entre otras. El surgimiento formal en

1811 y, a iniciativa de Bolívar de la Sociedad Patriótica: como centro de luces y de todos los intereses

revolucionarios. Asimismo, el cubano, Manuel del Socorro Rodríguez publica el primer periódico de la

Revolución de 1810 denominado La Constitución Feliz. En su único número (17 de agosto de 1810),

señala, entre otras cosas: descendió al abismo la horrenda esclavitud y bajó del cielo la dulce libertad;

amaneció la brillante aurora de la felicidad común y huyeron al ocaso… los negros espectros de la tiranía

y el despotismo. A iniciativa de El Libertador se formaliza el Decreto a Muerte contra españoles y

canarios (surgido en 1813) y, su Carta de Jamaica como documento público a manera de proclama y

referente político de guerra independentista; documentos que serán objeto de análisis en el presente

trabajo. Entre otros líderes pro independencia, encontramos, oportunamente, a Francisco Miranda y

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Por tanto, las categorías de Paz y, de Integración, al constituirse necesariamente en

procesos de desalienación y emancipación, para Bolívar representan en su conjunto

unas premisas que en últimas garantizaron en concreto la construcción política tanto de

la soberanía nacional y, la justicia social. La condición sine qua non para la Integración

residía en un estado de cosas en Paz y, a la vez, se tornaba restrictivo e inane tanto

desde el punto de vista teórico y praxis política desarrollar las categorías de la

soberanía y la justicia social, sin que de por medio la Paz y la Integración fueran una

realidad política inherentes con los ideales bolivarianos del republicanismo y liberalismo

político.

De ahí, resulta una paradoja reconocer que, la guerra de Independencia, aparejaba la

consecución material de unos fines sociales y políticos, como son la Paz y la

Integración de los Estados americanos. Era una concepción del pensamiento

humanista y demo-liberal bolivariano. Fueron de paso, la Paz y la Integración unas

causas constantes y con sentido altruista.

Digamos finalmente que, no es menos cierto que la guerra revolucionaria tuvo en

esencia un carácter ideológico y partidista en términos de una clara visión política, dado

que fue un lugar común el hecho que deponer el régimen colonial y, dar paso gradual a

uno republicano llevó implícito una permanente batalla de ideas tras legitimar, v. gr. que

el uso de las armas tenía un sentido más allá de la guerra por la guerra y, en la cual,

como dijimos, jugó papel preponderante las normas del Derecho Internacional de

Gentes34.

El propio Bolívar, bajo este sustento jurídico, predicaba que su guerra revolucionaria, la

hacía principalmente, por libertar a mi patria en un sentido altruista y de realismo

político, como también en estricto orden, revolucionario; y fue una cuestión, no fácil de

divulgar a través de proclamas y textos escritos (periódicos) no solo en el marco

espacial de la antigua América hispánica sino también al interior de la metrópoli35.

Era, pues, aquella reforma de la sociedad a iniciativa y dirección del Libertador y, que

nunca se había intentado según proféticas palabras del Maestro, Simón Rodríguez.

Antonio Nariño ambos firmes luchadores contra el absolutismo y, enemigos de los peligros del

federalismo. 34 En las guerras civiles es donde el derecho de gentes ha de ser más estricto y vigoroso, exponía

públicamente Bolívar a los Generales Sucre, Briceño y Gabriel Pérez, en documento de 23 de noviembre de 1820. En: Octavio Arizmendi Posada y, Carlos Gómez Botero, Op. Cit. p. 125. 35 El Decreto de Guerra a Muerte (1813), es según, nuestro concepto, quizá, la fuente ideológica primigenia y el núcleo político básico, para comprender el sentido emancipador de la guerra revolucionaria; fue la carta de navegación para que Bolívar ante el mundo de los imperios (incluido, el español, a quien va dirigido), hiciera conocer esa antítesis entre guerra emancipadora y tiranía y de contera, que aquella se justificaba “necesaria” pues, es la más primitiva y la más inexorable, en términos del derecho natural. Tanto que, Bolívar en el desarrollo estratégico de la confrontación armada, utiliza aquel documento para aclarar que la guerra no está dirigida exactamente contra la “Nación” española, pues su lucha es de paz a la nación española y guerra de exterminio a su gobierno actual.

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De otro lado, -dijimos- que los medios y métodos en que la metrópoli impone su política

violenta y de progresiva servidumbre sobre los pueblos americanos, más en la

coyuntura política próxima a la consolidación gradual del proceso independista (1810 y

años siguientes), hace que se torne en imperativo que el Libertador, desarrolle y ponga

en práctica su reconocido Decreto a Muerte.

Vale aclarar que cuando el Libertador presenta como alternativa política el uso legítimo

de la guerra no lo hace bajo el convencimiento invencible de ser un método ciego o, tal

vez, simplemente, vindicativo; no. Su guerra -dijimos- además de ser el acta de

ciudadanía de Venezuela, tiene por tanto un trasfondo que él mismo, señala como que

“la guerra es el compendio de todos los males, la tiranía es el compendio de todas las

guerras”36.

Una especie de razonamiento por analogía, muy bien construido desde el punto de

vista argumentativo y, principalmente a partir del discurso ideológico y político de

Bolívar.

Todo parece indicar que, de acuerdo con la evolución y degradación de la guerra por

parte del Imperio español, la reacción bolivariana no se hizo esperar y, por ende, se dio

una especie de Ley del Talión, como simple mecanismo de legítima defensa. No: más

que una cuestión de un aparente y arbitrario fuero interno u odio visceral contra

aquellas prácticas, la cuestión en términos políticos e ideológicos tiene un trasfondo

complejo, legítimo y, por tanto, necesario; (Bolívar) con su guerra a muerte, aspira en

efecto a sentenciar a los españoles como criminales ante el género humano (Cuevas

Cancino37). Y esto es producto, a juicio de El Libertador del desconocimiento

injustificado (por España) del derecho de Gentes (sobre el cual, dijimos, tiene asiento y

legitimidad la guerra de guerrillas bolivariana), lo que lleva implícito dos “crímenes”: que

han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones

y los tratados más solemnes (ídem).

Al respecto y, a pesar que no es tema del trabajo, es preciso indicar a manera

complementaria que, la “infracción” tanto a las capitulaciones como a los tratados,

guarda relación jurídica y hasta cierta forma política, con el episodio en el cual el prócer

Francisco de Miranda (1811) “capituló” de buena fe, en representación de la República

de Venezuela con el Imperio español y, este finalmente, lo engaña, y en definitiva, ser

entregado por Bolívar a la propia metrópoli.

36 Bolívar Internacionalista. Ensayo preliminar, Francisco Cuevas Cancino. En: Bolívar. Homenaje en el sesquicentenario de su fallecimiento. 1830-17 de diciembre-1980, Ediciones Tercer Mundo, Ediciones de las Américas Secretaría General Organización de los Estados Americanos, Bogotá, 1980, p. 20. 37 En consecuencia, y al regresar de Haití, en 1816, Bolívar proclamó inmediata y unilateralmente el fin de tan infausta guerra. “El derecho de la guerra (dijo) recobra todo su vigor… pues la guerra ha cambiado y con ella los motivos de odio”. En adelante, su política estribará en “cortar para siempre los abusos que introdujo la especie de guerra que nos vimos obligados a adoptar” en años anteriores, vencer a sus enemigos, no destruirlos, es desde entonces su apetencia (…). En: Cuevas, Cancino, Francisco, Op. Cit. p. 23.

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En Bolívar, todo hace pensar que existía una profunda y latente contradicción entre su

concepción teórica-normativa y, lo que desarrollaba en el ejercicio práctico de sus

acciones políticas y de liberación; no es así y, quizá es la perversa concepción

ideológica y política que se tiene acerca de este asunto, derivada especialmente, de la

animadversión por parte del gobierno estadounidense38, quien entre otras cosas, daba

apoyo militar al Imperio español en plena efervescencia del proceso emancipador.

La práctica de la guerra por parte del Libertador no solo tiene visos sui géneris a partir de su convencional ejercicio material y, conforme los lineamientos doctrinarios que hemos analizado, sino principalmente, cumplió a la final con su objetivo fundamental: hacer la revolución anticolonial y realizar una transformación social en la mentalidad de los pueblos y las naciones con tintes en principio, democráticos y republicanos. 2. La concepción de paz y su legitimidad derivada de la guerra independentista

Bolívar, en principio, con apego a los principios demoliberales y, en especial, con su

visión republicana de la sociedad y el Estado, su paradigma de una nueva Nación, es

firme en pensar y hacer realidad políticamente un estado de cosas en paz, en medio de

las vicisitudes del viejo sistema monárquico, cuestión que no resulta del todo fácil, ante

las diferencias y las confrontaciones ideológicas y caudillistas.

Aunado a lo anterior, desconfía en términos ideológicos y políticos, con el accionar

neocolonial de otras potencias extranjeras que en la realidad práctica apuntaban, sin

duda, a reemplazar la hegemonía española, como en el caso de los Estados Unidos de

Norte América y, la Gran Bretaña, entre otros.

En términos de conveniencia socio-política, la paz no era viable en el terreno práctico y

real, mientras persistiera el statu quo dominador español. Es al mismo tiempo, otra

máxima bolivariana, lo cual hace suponer que la guerra sigue siendo viable y legítima

en los términos conceptuales, explicados. Tanto que no se contradecía desde el punto

de vista teórico-práctico, al advertir con severidad: “Combatimos, pero siempre

38 Al respecto Bolívar, reprocha públicamente al delegado estadounidense Bautista Irving, a mediados de

1818, a través de comunicación epistolar, una vez las fuerzas patriotas retienen dos barcos de bandera

americana, intentando introducir armas a los realistas españoles en Venezuela, una vez estas se hallan

sitiadas: “(…) Dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres que por tres siglos han derramado

la mayor parte de la sangre americana (…) No son neutrales los que prestan armas y municiones de

boca y guerra a unas plazas sitiadas y legalmente bloqueadas”. Según, Waldo Frank la respuesta gringa

no se hizo esperar, calificando a Bolívar de “¡General charlatán y político truhán!” En:

https://issuu.com/willgo777/docs/escritos-anticolonistas-20-6-13-web (Consultado, 15 de septiembre de

2016).

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ofreciendo la paz”, palabras que dijo el Libertador en 181439, según, recopila el profesor

Temístocles Salazar.

De otra parte, el Libertador estratégicamente concebía que la guerra revolucionaria

irregular, posibilitaría que la paz estuviera condicionada a la cuestión de la guerra de

emancipación y, es un aspecto sustancial ya abordado. Se trataba en principio de una

paz sobre la base de la libertad y, ajena de cualquier rasgo de tiranía. Tanto que, si

para el Libertador su máximo sueño de gloria era el logro de la libertad, con mayor

razón lo podía catapultar haciendo de la paz igualmente un ideal privilegiado sobre el

que se inspiraba el reconocimiento a futuro de la República de Colombia, cuestión que

desde el punto de vista de la praxis política fue resaltada por Bolívar en el Diario de

Bucaramanga, documento aporte fundamental de la historiografía de la Independencia

nacional:

“Contesten, pues, a esto los que han criticado mi negociación y entrevista con el

general Morillo, y que no olviden que en las ofertas de paz que se hicieron hubo, sin

embargo, de parte de los negociadores colombianos, un sine qua non terminante por

principal base, es decir, el reconocimiento previo de la República; sine qua non que nos

dio dignidad y superioridad en la negociación”40.

Es un aspecto a destacar desde el punto de vista de la historiografía política de la

Independencia nacional; así vemos lo hace evidente el Diario de Bucaramanga (la vida

pública y privada de El Libertador), lo cual en cierta forma le da validez y la merecida

importancia a su praxis política en lo correspondiente con el asunto teórico de la “paz”.

No es menos cierto que, Bolívar no confluye a precisar o dar con exactitud una

definición más o menos literal respecto de la cuestión de la paz. Sin embargo, a partir

de unas categorías suyas de carácter ético, humano, ideológico y político, e incluso,

discursivo, podemos aproximarnos a una concepción amplia y rica en este tema, bajo

el entendido que resulta ser una paz con sentido descriptivo y plural, no menos,

unívoca y sistemática frente a una realidad social bastante compleja y crítica en la que

se busca que aquella por lo menos, sea una alternativa política en lo que hace,

principalmente, con la vigencia política de los Principios de soberanía nacional y justicia

social.

39 El historiador Temístocles Salazar: “La paz fue un objetivo político de Simón Bolívar”. En: http://prensa.ula.ve/2014/09/30/el-historiador-temistocles-salazar-la-paz-fue-un-objetivo-politico-de simon-bolivar (Consultado, 28/02/2016)

40 Es decir, desde el punto de vista de la teoría y la práctica políticas de la República, Bolívar condicionaba de cierta manera, su existencia con la lucha por la paz, al punto que de resultar esta negociada con el Imperio español, como así sucedió, siempre la República tendría prioridad y, así lo advirtió en lo que se denominó la paz concertada con el General Morillo (1820). De Lacroix, Luis Perú, Diario de Bucaramanga, vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar, Editorial Bedout S.A., Medellín, 1974, p. 111.

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En este orden, la paz se traduce en términos generales con la visión de un gran

proyecto transformador, cierto lugar común y esperanzador de una utopía a lograr con

el paso del tiempo:

“La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es

precioso en el mundo41”.

Agreguemos también que, fue el mismo Bolívar quien se autoproclama un pazómano y,

así se lo hacía saber al Vicepresidente Santander en términos públicos42.

En el tema de la paz, Francisco de Paula Santander no fue el más cercano y fiel

seguidor; sus diferencias con el Libertador se acentuaban en la medida en que aquél,

era amigo de conservar cierto statu quo y privilegios de castas de acuerdo con el uso y

costumbre monárquicos españoles. Un punto, desfavorable en términos ideológicos y

políticos con el macro proyecto de desalineación y emancipación bolivarianos. No

obstante, merece reconocerse que, Santander participó directamente en muchas

batallas pro Independencia.

Una visión así de paz, no era concebible en estos términos para Bolívar mientras

subsistiera cualquier rasgo político de despotismo y dependencia políticas, pues, según

el profesor Salazar, el General concebía, en principio, una paz antihegemónica, aquella

que pusiera a las nuevas repúblicas emergentes y libres del yugo español, ajenas,

incluso, de cualquier otra forma de dominación en relación directa con otros imperios

principalmente, estadounidense, inglés, francés y alemán:

“¿Por qué anti-hegemónica la paz? –interroga- “porque lograr la paz en América significaba enfrentar la hegemonía de las grandes potencias europeas de entonces. No luchaba por una paz subalterna para poner a la América emergente como nueva colonia de los imperios europeos hegemónicos (el inglés, el francés y el alemán), sino por una paz lograda por las armas pero consensuada (como decía Bolívar, ‘ansiada’) para alcanzar la plena hegemonía republicana en estas tierras”43.

Asimismo, precisemos en punto con reforzar la tesis bolivariana:

Bolívar llegó a decir que él era “un hijo de la guerra”. Sin embargo, advirtió el historiador, "la paz dominaba su espíritu, la paz había adquirido un objetivo político más angustioso que la guerra. Bolívar creyó en la paz y la buscó como objetivo político a través de la guerra como instrumento político"44.

41 En Documento dirigido al Vicepresidente Santander, 30 de octubre de 1823. En: Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 207. 42 Resulta apropiado traer a colación: Yo siempre tengo una idea confortativa de paz y reconocimiento, como Ud. lo sabe, y aun se ha reído a mi costa de mi pazomanía. Documento dirigido al Vicepresidente Santander, 29 de abril de 1823. Ibídem. 43 Salazar, Temístocles, Ibídem. 44 Temístocles Salazar, Ibídem.

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Ahora bien, en punto fundamental con un entendimiento apropiado y no restrictivo que

nos lleve gradualmente a la comprensión en cuanto que, originalmente, en El

Libertador surgió y, pudo concretarse un ideario original de paz, a manera de máxima

aspiración de transformación social y revolucionaria, y por tanto, de consolidación

política y paulatina de la República, debemos partir, a manera de referente ideológico y

político del análisis y contexto de las viejas estructuras monárquicas españolas;

paradójicamente, la monarquía tiene su propia concepción de paz Hispánica como así

veremos más adelante.

Por tanto, en el ideario de Bolívar se consolida y proyecta una exacta “Teoría de la

Paz”, que abarca no solo el ámbito nacional sino internacional, pues su ideal de guerra

independentista y de unidad continental latinoamericana, implicaba necesariamente

que las naciones guardaran cierta ligazón a partir de un modelo de pax bolivariana

tendiente a romper en definitiva la estructura férrea del Antiguo Régimen (Ancien

régime), caracterizado, -dijimos- por la opresión y la guerra imperial.

Es decir, para el Libertador la paz implicaba necesariamente rechazar a cualquier

forma de dominación y/o explotación colonial y neocolonial. Se trataba, ni más ni

menos, de hacer realidad la guerra independentista en su máxima expresión ideológica

y política.

No es para menos, que una concepción de paz en la forma sustentada y, en un marco

institucional y político novedoso, surge de una identidad necesaria entre teoría y praxis

políticas, cuya derivación no es otra que el resultado dinámico entre las tesis

ideológicas-revolucionarias y el proceso de desalienación y emancipación, al que

aspiraba el proyecto bolivariano.

Sencillo, el nuevo orden constitucional y jurídico derivado necesariamente del

advenimiento del Estado republicano debía realizar un proceso natural de destrucción

más no de extinción voluntaria (en este caso, difícil de afianzar o pensar que se hiciera

por la propia España, motu proprio dada su naturaleza hegemónica y colonial), en

relación con el antiguo orden institucional y político propios del régimen absolutista; una

especie de símil entre lo que planteara Engels tras la caída del sistema estatal burgués

y el paso, de la revolución proletaria. La visión bolivariana no era simplemente, la de

mutar las viejas instituciones coloniales y, remover su administración política; la

cuestión iba más lejos: especialmente, darle la adecuada educación y participación a la

masa popular, tendientes a crear condiciones políticas favorables en procura de las

riendas que debían adoptar para el logro permanente de la soberanía nacional y, de

contera, abrir espacios para consolidar la vigencia de la justicia social y los derechos

humanos, entre otros asuntos de naturaleza humana, en punto con los ideales de la

Revolución americana y, francesa y demás antecedentes de orden fundamental y

sociopolítico.

La crisis del Estado español, derivada principalmente, por la invasión de sus fronteras

por parte de Napoleón Bonaparte exacerbó aquellas cuestiones y, no era para menos,

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25

simultáneamente que deviniera la crisis de la pax Hispánica, al interior de una sociedad

exclusiva y excluyente y, en la cual la mayoría de sus habitantes estaba sometida a un

estado inveterado y despectivo de ignorancia política y cultural, todo esto, por

supuesto, desde la visión y el ejercicio práctico del régimen de servidumbre impuesto

violentamente por el poder imperial.

Luego, su estabilidad política estaba fundada en buena medida y, a manera de prenda

de garantía a condición de la paz reinante al interior de sus propios dominios o

colonias. Era la propia paz del Imperio español, que veía venir su autodestrucción, a la

que se sumaba factores exógenos de orden social y político derivados de la propia

lucha independentista.

Aquella tesis radical por parte de Bolívar, sin duda, planteada y, lograda en términos de

su proceso revolucionario y transformador, resulta diciente a partir de una unidad

teórica y práctica en la cual va inmersa su estrategia sociopolítica de paz:

Simón Bolívar perteneció a esta tendencia revolucionaria-reformadora de la revolución

anticolonial. Hace tiempo se hicieron clásicas las palabras de Bolívar: “Nuestro partido

está tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos. Debemos triunfar por el

camino de la revolución y no por otro” 45.

En tal sentido, esta postura ideológica y de la praxis política bolivariana, guarda

contexto con lo planteado por el profesor, Guadarrama González, en tanto que: “La

tarea emancipadora de los próceres de la independencia y en especial de Bolívar no se

limitó a derrumbar los poderes políticos que subyugaban al hombre latinoamericano,

sino también otras fuerzas alienantes como la ignorancia que han enajenado al hombre

cuando este no posee los instrumentos adecuados para emanciparse de ellas”46.

Así, pues, el concepto bolivariano de paz no deja de ser coyunturalmente un

complemento para el logro de un proyecto político por medio del uso legítimo de la

violencia: la guerra independentista, se torna en un imperativo inexorable para un fin

pacifista. De ahí, que resulte oportuno equiparar esta estrategia de lucha liberadora,

con lo que Bertolt Brecht señalara con cierto tino: la guerra no excluye la paz.47

De ahí, al institucionalizarse política y jurídicamente la categoría de la paz, esta traduce

en términos de lo político y la política de Bolívar, más que una acertada razón de

Estado una política pública en vigencia del nuevo sistema republicano:

“Jamás será degradante ofrecer la paz bajo los principios consignados en la

declaratoria de la República de Venezuela, que debe ser la base de toda negociación,

45 Shulgovski, Anatoli, Op. Cit. p. 23. 46 Guadarrama, González, Pablo, Democracia y derechos humanos, visión humanista desde la América Latina, Penguin Random Grupo Editorial, Bogotá D.C., 2016, tomo I p. 449. 47 La guerra no excluye la paz. La guerra tiene sus momentos apacibles. Satisface todas las necesidades del hombre, comprendidas las pacíficas. Estamos organizados así, si no la guerra sería inviable. Frase del célebre dramaturgo y pensador alemán, Bertolt Brecht (1898-1956).

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primero, porque así está ordenado como ley de la república, y segundo, porque así lo

prescribe la naturaleza y la salvación de Colombia”48.

Agreguemos que, el Libertador en medio de su gran proyecto emancipador, tenía en

mente y, fue una de sus constantes en términos ideológicos y praxis políticos, poner en

ejercicio lo que denominó: la quimera de la perfección social.

La paz como postulado político no solo, per se, fue una de aquellas quimeras que hubo

de lograr –tanto que suscribió con España, el famoso Tratado de Trujillo de 1820-, sino

también le dio su propia identidad al tema de la paz una vez redefine la cuestión de la

razón de Estado, al perder en definitiva España, su poder hegemónico sobre sus

antiguas colonias americanas.

Al respecto, y tomando el curso de la historiografía de la Independencia, resaltemos lo

que en ejercicio de la praxis política fue corroborado como un hecho con cierto

contenido estratégico por el propio Libertador, en lo que se conoce como el Diario de

Bucaramanga:

Es pues, oportuno y, haciendo uso del recurso a las fuentes originales, traer a colación

una joya bibliográfica, quizá la más apegada a la reconstrucción de las cosas, en este

caso, reiteramos, El Diario de Bucaramanga relativo con la Vida pública y privada del

Libertador Simón Bolívar.

Es de suma importancia para la cuestión analizada, extraer aspectos “transcritos” por el

General, Luis Perú de Lacroix como empleado de Estado Mayor de Bolívar y con quien

habla, en primera persona:

“Entre las varias cosas que me contó S. E. las más notables son éstas: “Qué mal

han comprendido y juzgado algunas personas aquella célebre entrevista!, dijo el

Libertador; unos no han visto por mi parte ninguna mira política, ningún medio

diplomático, y sólo la han atribuido a mi amor propio, al orgullo y a la intención de

hacer la paz a cualquier precio y condiciones que impusiera España. ¡Qué

tontos o qué malvados son todos ellos! Jamás, al contrario, durante todo el curso

de mi vida pública, he desplegado más política, más ardid diplomático que en

aquella importante ocasión, y en esto puedo decirlo sin vanidad, creo que ganaba

también al general Morillo, así como lo había vencido en casi todas mis

operaciones militares.

Fuí a aquella entrevista con una superioridad en todo sobre el general español;

fui, además, armado de cabeza a píes; con mi política y mi diplomacia bien

cubiertas con una grande apariencia de franqueza, de buena fe, de confianza y de

amistad, pues es bien sabido que nada de esto podía tener yo para con el conde

de Cartagena, y que tampoco ninguno de aquellos sentimientos pudo inspirarme

48 Corresponde con una comunicación hecha por El Libertador, al General Soublette, el 19 de junio de 1802, fecha en la cual Bolívar ocupa el cargo de Presidente de Colombia. Octavio Arizmendi Posada, y Carlos Gómez Botero, Op. Cit. p. 207.

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en una entrevista de algunas horas. Apariencias de todo esto fue lo que hubo,

porque son de estilo y de convención tácita entre los diplomáticos; pero ni Morillo

ni yo fuimos engañados sobre aquellas demostraciones; sólo los imbéciles lo

fueron y lo están todavía.

El armisticio de seis meses que se celebró entonces y que tanto se ha

criticado, no fue para mí sino un pretexto para hacer ver al mundo que ya

Colombia trataba como de potencia a potencia con España; un pretexto

también para el importante tratado de regulación de la guerra que se firmó tal,

casi, como lo había redactado yo mismo; tratado santo, humano y político que

ponía fin a aquella horrible carnicería de matar a los vencidos, de no hacer

prisioneros de guerra, barbarie española que los patriotas se había visto en el

caso de adoptar en represalia, barbarie feroz que hacia retroceder la civilización,

que hacía del suelo colombiano un campo de caníbales y lo empapaba con

sangre inocente que hacía estremecer a toda la humanidad. Por otra parte, aquel

armisticio era provecho a la República y fatal a los españoles; su ejército no podía

aumentar sino disminuir durante dicha suspensión; el mío, por el contrario

aumentaba y tomaba mejor organización (…)”49.

Así, pues, digamos finalmente, que no hubo una aparente contradicción material del

pensamiento bolivariano, en relación con los Tratados: Bolívar –insistía-: Yo temo más

la paz que la guerra50; finalmente, tales Tratados de una u otra manera, desde el punto

de vista de su incidencia política, sirvieron para consolidar en definitiva la

Independencia y, dar paso, así fuera sobre un piso agrietado en términos de la nueva

realidad social y política, a repensar en la validez o no de aquella Pax Bolivariana.

Con todo, no era menos esperarse, el triunfo estratégico y político-militar por parte de

El Libertador, frente a los aludidos Tratados y, en especial, constituyéndose en un

acontecimiento histórico que catapultó, en definitiva, la Independencia americana frente

al Imperio Español.

En síntesis, podemos concretar la concepción de paz y su praxis política, en este

orden:

1. Para Bolívar, su proyecto, por un lado, equivalía a una máxima categoría de

Política Pública y, por otro, siendo un objetivo público, no era menos suponer

que, para alcanzarse como política institucional y republicana, había la

necesidad de justificar la guerra revolucionaria sino también que esta fuera

ganada en términos de unidad nacional y por supuesto, de estrategia político-

militar al Imperio español.

49 De LaCroix, Luis Perú. Diario de Bucaramanga, editorial Bedout S.A. décima edición, 1974, Medellín, p. 109 s.s. 50 Ludwig, Emil, Bolívar El caballero de la Gloria y de la Libertad. Editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1942, p. 212.

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Al final, para el Libertador la categoría de la paz era también una opción política de la

guerra revolucionaria y emancipadora, y de ahí, presupuesto ineludible para garantizar

paulatinamente el ejercicio teórico-práctico de los Principios de soberanía política y,

justicia social.

2. Resulta en extremo, una cuestión obvia de razonar, sin un avance mínimo de la

política de paz, los Principios de soberanía política y, la justicia social, se

tornarían proyectos inviables y poco alcanzables, pues la condición sine qua non

de aquella, no solo era que la guerra fuera el instrumento justificado por Bolívar

a través del Jus Gentium como ya se vio y también la alternativa política, para

consolidar en la práctica un estado de cosas soberano y con justicia.

No en vano, (Bolívar), planteaba a su Vicepresidente Santander: la paz, mejor que la

guerra. El Libertador, siempre fue consecuente con las dimensiones negativas,

devastadoras y, sangrientas de la guerra civil contra la monarquía española; tanto que

para 1813, en pleno escenario de insurrección patriota –con clara visión de buen

estratega y jefe revolucionario- planteaba estas contingencias:

“Bien sabéis, ciudadano general, que la guerra civil es la más devastadora y

sangrienta, y la que se trata, si por desgracia se verificase, traería males incalculables y

comprometería el honor y la seguridad de nuestro país”51.

Lo anterior, tiene su inferencia en la medida en que mientras estuviera vigente el poder

monárquico en condiciones ideológicas y absolutistas, de modo contrario, en El

Libertador existía mayor justificación para sustentar y declarar la opción de una paz

alcanzada a través de la guerra revolucionaria y de naturaleza “antihegemónica” frente

a los poderes monárquicos vigentes; por lo menos, no había otra alternativa desde el

punto de vista de su estrategia político-militar.

A la sazón, se tornó en un lugar común propio del proceso independentista que, la

categoría de paz, es para el Libertador, sinónimo de paradigma estructural del nuevo

poder político constitucional fundado sobre las bases de las teorías liberales y

republicanas. Además, a través de la teoría y la praxis política resulta razonable que se

tornara en un fin, con contenido metapolítico y, buscando así, consolidar la alternativa

estatal de los Principios de soberanía y justicia social.

3. De ahí, era entendible que la concepción de paz por parte de Bolívar resultaba

ser necesaria y políticamente un macro proyecto, fundado teórica y

políticamente sobre la base de la guerra de liberación y, en términos de refundar

tanto lo político como la política del Imperio español sobre sus antiguas colonias

en la América meridional, por más de tres siglos continuos.

51Así se lo hacía saber a su cercano colaborador y miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador, General Santiago Mariño, en comunicación de 18 de noviembre de 1813. Octavio Arizmendi Posada, y Carlos Gómez Botero, Op. Cit. p. 125.

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Para el Libertador la categoría de la paz, no era un fin en sí mismo, se trataba de un

medio que diera lugar a la abolición del despotismo español y, abriera de inmediato las

condiciones para la constitución de un gobierno legítimo, justo y liberal del cual se

carecía producto principalmente de la anarquía, como lo bien lo señala en la propia

Carta de Jamaica.

Es cierto que, en este famoso documento de 1815 Bolívar, igualmente, hace un

diagnóstico acerca de la urgencia de conseguir la paz, lo cual era inherente con sus

ideales políticos por alcanzar la institución de la república, pues, los Americanos,

ansiosos de paz (…) preferirán las Repúblicas a los Reinos.

La tesis bolivariana de la paz, deviene de una vasta, compleja y rica formación en

términos antropocéntricos, dialécticos, filosóficos, jurídicos y, políticos; tanto que,

Bolívar no solo se nutre intelectualmente, de sus primeros maestros, Simón Rodríguez

y Andrés Bello, especialmente, sino también de los grandes pensadores clásicos y

modernos, Aristóteles, Rousseau, Montesquieu, Kant y Constant, entre, muchos

grandes publicista y pensadores.

4. Nos parece acertado señalar, que en la percepción y uso de la categoría de la

“Paz” (e igualmente, como veremos, respecto de la Integración bolivariana), en

buena medida tiene un sustrato kantiano, a partir de la filosofía Política de este

gran pensador. Bolívar y Kant como buenos hombres de esencia “humanista y

liberal”, tienen unos aspectos en común: la paz e integración de las Naciones

sobre una concepción ciudadana y moral nobles en un Estado Republicano.

Tanto que, para nuestro trabajo, la concepción de “paz” en Bolívar, guarda relación

ideológica y filosófica con la conspicua e inmortal obra: La Paz Perpetua (o eterna) del

propio Kant: “Ante el reto de la guerra Kant propone la necesidad de una liga de

naciones para promover la paz estable”52.

En suma, digamos, cómo a partir de la noción, uso y tradición del pensamiento político

bolivariano, esa máxima categoría de la paz, per se, se constituye en una realidad

epistémica esencial para fundar no solo el modelo de gobierno republicano en la

antigua América Hispánica y, especialmente, en el gran proyecto de unión colombiana

(Ecuador, Nueva Granada, Venezuela, entre otros), sino también que la concepción

ideológica y praxis política de la categoría de la paz, por parte de el Libertador, se

constituyó en una originaria teoría ex ante y ex post a la vigencia de la monarquía

española y su poder político en América del Sur, por ende, en una contribución a la

moderna Ciencia Política, como demostraremos en su momento.

Concluyamos, pues, que la Soberanía Política y la Justicia Social, como categorías a

refundar por Bolívar a partir del viejo modelo monárquico español, adquieren

favorablemente su legitimidad y validez con base en el fundamento teórico y praxis-

52 Rodrigo Ocampo. Cuadernos de filosofía política No. 2 Kant: Política, ciudadanía y progreso moral. Universidad del Valle, Facultad de Humanidades, Santiago de Cali, 2005, p. 9.

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dinámico de un concepto de Paz hecho a semejanza de los idearios republicanos y

liberales del Libertador, pues, reiteramos, aquella paz tiene un carácter

“antihegemónico”.

5. De otra parte, al tiempo que la libertad como derecho político y civil, declarado

ideológica y fundamentalmente a través de la Revolución francesa, en contravía

de los marcos absolutos del Antiguo Régimen (Ancien régime), paradójicamente,

en la América Hispana, resultaba inconcebible e inviable desde una perspectiva

político-jurídica de justicia social y, principalmente, decantada (la libertad como

derecho natural), a partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del

Ciudadano, puesto que, la inmensa población de las colonias americanas,

siguiendo el sustrato de la Carta de Jamaica: “estábamos en un grado todavía

más debajo de la servidumbre, y, por lo mismo con más dificultades para

elevarnos al goce de la libertad”53.

Por tanto, la Paz como categoría derivada del proceso emancipador socio-cultural, per

se, fue una cuestión determinante y, conclusiva en términos ideológicos y políticos,

para asegurar la vigencia del nuevo orden social Republicano y, posibilitar unas

condiciones mínimas desde la perspectiva soberana y popular, tendiente con la

“abolición” de los valores coloniales de la Pax Hispánica y hacia la construcción

político-institucional de una cultura demoliberal con la impronta original de una Pax

Bolivariana.

3. De la guerra independentista a la dinámica Republicana

El pensamiento bolivariano en buena parte, se refuerza ideológicamente con los aires

de progreso y, transformación sociopolítica imbuidos a partir del fenómeno de la

Ilustración y paralelo, con el ideario republicano; principalmente (Bolívar), podemos

afirmar tratarse de un discípulo de las conquistas de libertad, igualdad y, fraternidad

inspiradas en los acontecimientos históricos y revolucionarios de 1789; como tampoco,

desconoció los sucesos y repercusiones independistas surgidas, a partir de la

Revolución americana de 1776 y, de paso, un antecedente histórico y mayúsculo, como

resultó la gran crisis moderna del sistema político absolutista, fragmentado,

inicialmente, por medio de la Revolución inglesa del siglo XVII. Sin echar de menos el

impacto que a él, produjo los acontecimientos derivados de la Revolución haitiana de

fines del siglo XVIII; proceso con el cual tiene cierto contacto con uno de sus

principales líderes.

El presidente de esta nación, Alejandro Pétion condicionó su apoyo a la causa

emancipadora si Bolívar en su gran proyecto militar y político hacia viable eliminar

cualquier forma de esclavitud y, en particular, respecto de las comunidades negras. No

era para menos esperar, una respuesta negativa; el Libertador no podía concebir una

53 Medina, Medófilo y, Molano, Cruz, Giovanni, Bolívar Los tiempos de la Carta de Jamaica. La integración latinoamericana. Ediciones Aurora, Bogotá D.C. 2016, p. 77.

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nueva nación y, menos, una forma de gobierno republicano en las cuales sobreviviera

el estigma de la servidumbre y, las formas contrarias al derecho natural de la libertad y

la igualdad.

Ahora, si la concepción política-filosófica e ilustrada de la modernidad, repetimos, tiene

asidero en el imaginario y la práctica política de Bolívar, así, de manera simultánea e

ideológica cobró vigencia la acción teórica y la acción política en su planteamiento

discursivo republicano; por tanto, detengámonos al análisis de sus principales fuentes y

principios de orden filosófico-conceptual y, político:

El Libertador hacía referencia expresa de su espíritu y formación republicana, de una

manera sintética:

“Estoy resuelto a dar ejemplo de un gran republicanismo para que este mismo acto

sirva a otros de precepto”54.

Esta máxima, surgía en un momento coyuntural de madurez política e institucional de

la nueva Nación americana, tras la conformación constitucional de la Gran Colombia,

en pleno auge del proceso revolucionario y de consolidación independentista; es decir,

años atrás debió, no dudamos, venir madurando y perfeccionando este modelo de vida

institucional y sociopolítica; tesis, que resulta creíble como pasamos a demostrar.

En efecto, la Carta de Jamaica como documento fidedigno desde el punto de vista

histórico y político, siendo en palabras del profesor Medófilo Medina una especie de

observatorio central, de la vida latinoamericana en curso hacia el proceso de

Independencia nacional y; a nuestro entender, el reflejo diacrónico de la realidad del

Nuevo Mundo, ex ante y ex post del proceso colonizador y de dominio español, en el

cual se proscribe cualquier intento por perpetuar a futuro un modelo de gobierno

monárquico; la alternativa bajo una concepción ideológica liberal, no es otra que un

gobierno constitucional inspirado en la tradición republicana moderna (por ej. el de la

Unión americana o el Inglés, entre otros), que a juicio de Bolívar no resulta siendo el

más perfecto, pero sí, el más conveniente y útil, en cuanto estricto sentido, cumple con

el objeto de todo buen gobierno55:

54 En comunicación hecha a José María del Castillo, 16 de septiembre de 1821. En: Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 242. 55 El Libertador en su Discurso de Angostura, enfatiza en tono vehemente: El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Sin embargo, siguiendo a Jaime Urueña Cervera: Hay que decir que esa frase no es fruto del genio bolivariano; la creatividad de Bolívar se manifiesta más bien en el proyecto de aplicar ese principio a su solución constitucional para Venezuela. En realidad, esa famosa máxima aparecía ya en varias constituciones de los siglos XVIII y XIX y había sido pronunciada por primera vez por John Adams en 1776. En Bolívar Republicano Fundamentos ideológicos e históricos de su pensamiento político. Ediciones Aurora, Bogotá D.C. 2004, p. 25-26. Las cursivas fuera de texto.

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El Libertador en su Discurso de Angostura, enfatiza en tono vehemente: El sistema de

gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor

suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política56.

Por tanto, La Carta de Jamaica, es categórica en advertir:

Mr. de Pradt ha divido sabiamente a la América en quince o diez y siete Estados,

independientes entre sí, gobernados por otros tantos Monarcas. Estoy de acuerdo en

cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diez y siete Naciones: en

cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es menos útil; así, no soy de la

opinión de la Monarquías Americanas. He aquí mis razones. El interés bien entendido de

una República, se suscribe en la esfera de su conservación, prosperidades y Gloria. No

ejerciendo la libertad el imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo

excita a los Republicanos a extender los términos de su Nación, en detrimento de sus

propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una Constitución

liberal.

Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan, venciéndolos, a menos que los

reduzcan a Colonias, Conquistas o Aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y

ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas

republicanos: y, aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus

Ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso, en sí mismo o por sus dependencias,

al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los

principios que deben conservarla, y ocurre por último el despotismo. El distintivo de las

pequeñas Repúblicas, es la permanencia; el de las grandes, es varío, pero siempre se

inclina al Imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las

segundas, sólo Roma, se mantuvo algunos siglos; pero fue, porque era República la

Capital y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por Leyes e instituciones

diferentes.

Concluye, al sentenciar severa y críticamente las perversidades políticas del régimen

imperial y, de contera, exalta el espíritu ennoblecedor y de bienestar común, en que

está fundado institucional y políticamente el sistema de gobierno republicano:

Muy contraria es la política de un Rey cuya inclinación constante se dirige al aumento de

sus posesiones, Riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad crece con estas

adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios vasallos, que temen

en él un poder tan formidable, cuanto es su Imperio, que se conserva por medio de la

guerra y de las conquistas. Por estas razones, pienso que los Americanos, ansiosos de

paz, Ciencias, Artes, Comercio y Agricultura, preferirán las Repúblicas a los Reinos; y me

parece que estos deseos se conforman con las miras de la Europa57.

56 En: Pensamiento Político de Simón Bolívar. Op. Cit. p. 77. 57 Medina, Medófilo y, Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. 86.

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Bolívar con su vasta capacidad inteligible y de por medio, recurriendo a cierta

perspicacia ideológica y política en su análisis y ponderación del sistema monárquico y

absoluto, sienta un juicio de valoración final, a favor de la república, y sin exagerar que

sea el modelo más acorde con la perfección ideal de una sociedad moderna, sí

pondera entre la Republica y la Monarquía un punto medio que lejos de sus extremos

ideológicos conducen simultáneamente –según, su cálculo de estratega político-

ideológico- al abuso del poder y, con esto, se puede caer precipitada y erróneamente

en la anarquía o tiranía:

No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser

demasiado perfecto, y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros:

por igual razón rehúso la monarquía mixta de la Aristocracia y democracia que tanta

fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las

Repúblicas y Monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en Anarquías

demagógicas o en Tiranías monócratas, busquemos un medio entre extremos opuestos

que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor58.

A pesar que, Bolívar, trata de buscar la mejor clase de gobierno, incluso, al referirse no

solo a la democracia republicana, la Monarquía y, la Aristocracia, yendo justamente por

convicción política a la búsqueda gradual de un gobierno democrático; no es menos

cierto que, en el análisis y ponderación que hace en términos de conveniencia social y

política y, por consiguiente, en un orden moral, Santo Tomás de Aquino resulta

recomendando que la mejor forma de gobierno es la monárquica por ser la más natural

y más acorde a la paz, pero muy a pesar que el monarca no es el más perfecto desde

el punto de vista de sus atribuciones personales y políticas, resulta, recomendando,

aquella que resulta de la combinación y moderación de las tres59 mediante el ejercicio

de una constitución política mixta.

Finalmente, digamos que para Bolívar no es menos déspota, un gobierno demócrata

absoluto como el monárquico absolutista. Además, fue siempre de la idea acerca de la

inviabilidad de la monarquía al interior de la América hispana.

58 Ibídem, p. 86. 59 Suma Teológica I – II c. 105 art. 1 – 5. “La mejor Constitución en una ciudad o nación es aquella en

que uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que algunos

participen de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos puedan ser

elegidos y todos toman parte de la elección. Tal es la buena constitución política en la que se juntan la

monarquía –por cuanto es uno el que preside a toda la nación-, la aristocracia –porque son muchos los

que participan en el ejercicio del poder- y la democracia, que es el poder del pueblo, por cuanto estos

que ejercen el poder pueden ser elegidos del pueblo y es el pueblo quien los elige”. En:

biblioteca.campusdominicano.org/1.pdf (Consultado, 15 de septiembre de 2016).

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Agreguemos de manera analógica: de la guerra resulta la paz y, de esta, deviene la

república; por tanto, de la guerra y la paz surge necesariamente la república.

De otra parte, a pesar, de su férrea defensa a favor de un régimen constitucional y

político republicano, Bolívar recurre por razones praxis políticas a institucionalizar un

gobierno provisorio de corte dictatorial, una vez formaliza la Constitución de Bolivia

(1826), tras la consolidación de la joven república y, en lo que se denomina “República

Bolívar”.

A nuestro juicio, ese comportamiento público y, de cierta manera inherente con su

profundo optimismo por la república, siguiendo a Indalecio Liévano Aguirre era propio

de las circunstancias y/o coyunturas un tanto anárquicas y desestabilizadoras por las

que atravesaba políticamente el nuevo Estado, a consecuencia de los variados

caudillismos y, la propia guerra interna por el poder político; tanto que Bolívar no se

autoproclama tal, o se atribuye motu proprio esa facultad; ella generó por conveniencia

política y previa autorización del respectivo Congreso de la República. Por tanto, no

desconoció a esta autoridad estatal. Luego, jamás puede calificarse prima facie, al

Libertador como un auténtico contradictor entre su concepción moderna de Estado

republicano y, su praxis política por elevarla constantemente.

La cuestión tiene visos propios con la defensa del republicanismo, y para nada con un

contenido netamente personalísimo.

En principio y, con el ánimo de juzgar un tanto de manera objetiva e imparcial con este

delicado asunto, echemos un vistazo a lo reconstruido a partir de la historiografía

política de la Independencia Nacional y, en singular, con lo narrado por Luis Perú de

Lacroix en su conspicua obra acerca de la vida pública y privada del Libertador,

intitulada El Diario de Bucaramanga. De alguna manera, refleja la praxis política

narrada de primera mano:

Muchas veces he oído al Libertador usar de este mismo lenguaje. S.E. ha reconocido, en

algunas ocasiones, la utilidad de la Dictadura en Colombia pero no por eso la quiere. La

juzgó necesaria, y aún indispensable cuando un enemigo poderoso y cruel ocupaba la

mayor parte del territorio, y cuando para independizarlo era preciso desplegar toda la

fuerza y los recursos de que era capaz el país, y cuando para reunirlos y ponerlos en

acción era menester la unidad, el vigor, la presteza y el poder; pero conseguida la

independencia, libre el suelo colombiano de enemigos exteriores, no quiere el Libertador

que los ciudadanos sean regidos por un gobierno dictatorial, sino por un Poder Ejecutivo

constitucional. En muchas ocasiones, S.E. ha manifestado con muy buena fe aquella

opinión, y varios ejemplos ilustres, tanto en Colombia como en el Perú, apoyan el hecho,

el modo de pensar y las miras del Libertador en este asunto. La historia no desmentirá a

S.E. sino que, antes bien, comprobará lo que acabo de decir60.

60 Op. Cit. p. 172. Subraya nuestra.

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De alguna manera, lo anterior, refleja la praxis política narrada de primera mano.

La República en la antigua Roma es una fiel reproducción desde el punto de vista

histórico y político de la imposición pro tempore de la “dictadura”, a manera de

autoridad suprema para sortear situaciones internas difíciles, especialmente, la guerra,

pero contando siempre con el aval del Senado.

Muchas han sido las posturas ideológicas, frente a tal fin: unas en el sentido de

“impulsar la revolución y hacerla tangible”, según Salcedo Bastardo. También, “en

interés de la realización de reformas sociales”, de acuerdo con Liévano Aguirre.

Incluso, que frente a los poderes extraordinarios, los mismos “no lo separaron del

pueblo sino que, por el contrario lo acercaron a él. Y finalmente, “Bolívar utilizó los

plenos poderes dictatoriales para realizar transformaciones sociales en beneficio del

pueblo trabajador”, concluye, el cubano Alberto Prieto61.

Por lo menos, el Libertador en la singular situación conocida, no se autoproclamó como

dictador y, tampoco, como el caso de Napoleón Bonaparte asumió rasgos de

emperador o de tirano político-militar, en una forma más o menos directa y abierta y

con una clara función estatal, interna como externa.

Además, esta postura de Jefe de Estado queda sin sustento, a partir de las siguientes

cuestiones pragmáticas, definidas previamente por Bolívar:

El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es el gobierno. (26.XI.1816)

El destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva sus

armas contra los ciudadanos!, así se lee en el Proyecto de Constitución para Bolivia

(25.V.1826)62.

Incluso, los rasgos monárquicos de estas ideas se explican, probablemente, por el

hecho de que ante la debilidad de las jóvenes repúblicas y la aplicación no efectiva de

los principios democráticos, Bolívar llegó a la conclusión de que los países

latinoamericanos deberían aplicar algunos principios monárquicos nuevamente para

ser gobernables. Por eso no es correcto calificar la partida de estas ideas bolivarianas

como reaccionarias, a pesar de que crearon el peligro del nacimiento de regímenes

muy semejantes a una monarquía constitucional en vez de repúblicas democráticas63.

61 Shulgovski, Anatoli, Op. Cit. p. 85. 62 Kossok, Mandred, Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 257. 63 Weingart, Sonia, Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 294.

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De otro lado, siendo Antonio Nariño condiscípulo del mismo huracán revolucionario

bolivariano, no es menos suponer que, reivindique en principio, la voluntad popular por

medio del ejercicio de la democracia, soportada sobre la base de una Constitución64.

El Libertador en el mismo orden teórico y práctico revolucionarios que el del Prócer,

Nariño, está convencido que los pueblos americanos consoliden a manera de

paradigma constitucional, un modelo político jurídico que recoja las realidades de

América y, por tanto, sea la alternativa para reemplazar la vieja monarquía española

por medio de la democracia y, cuya vigencia real este regida a través del ejercicio del

poder político; fundada en la experiencia humana de los siglos y la razón moral de la

política. Además, regirse este sistema en constante equilibrio de sus organismos

funcionales, en principio, por medio de la división de poderes (en latín, trías política):

ejecutivo, legislativo y, judicial65, incluyendo un nuevo poder: el moral; este cuarto

poder Bolívar lo concebía en función de realizar la educación de los niños y del

cumplimiento de las reglas morales.

Con todo, se trata, en principio, pues, de la idea de los controles ideada por

Montesquieu y, en referencia directa al artículo 16 de la Declaración Francesa de

Derechos de 1789, al fijar que una comunidad sin división de poderes carece de

Constitución; se trató de evitar la concentración del poder en una sola persona y, así

garantizar la libertad de los ciudadanos.

Más allá de toda concepción política constitucional, en procura de la garantía de la

forma de gobierno Republicana, en Bolívar se afianza y consolida el sustrato ideológico

del Republicanismo, cuyo origen fundacional surge a partir del modelo liberal y político

inglés66:

64 El Pensador de América, como se conoce a Nariño, piensa en una Constitución que convoque las voluntades autónomas de la comunidad y extienda el bien común a los ciudadanos, bajo el imperio de la ley, la práctica de la justicia, la igualdad de derechos y oportunidades, quitando los privilegios, estableciendo la facultad de elegir y ser elegido, respetando los intereses comunes y seleccionando a los mejores dirigentes para preservar la salud del Estado, la prosperidad del pueblo y evitar al traficante del poder político que busca adquirir dominio, prestigio y riquezas. En José María Obando Garrido, Antonio Nariño Pensador de América La identidad de ser americano. Uniediciones Grupo Editorial Ibáñez, Bogotá D.C. 2012, p. 123. 65 Bolívar subrayó la necesidad de una división rigurosa entre ellos: “Nada es tan contrario a la armonía entre los Poderes como su mezcla”. En: Wingart, Sonia, Op. Cit. p. 288. 66 a. Liberalismo político inglés A mediados del siglo XVIII Inglaterra era ya el país capitalista más avanzado de Europa y del mundo. Con un gran capital acumulado, se aprestaba a obtener y consolidar su preeminencia industrial sobre el resto del planeta. En el campo de la producción fue el escenario donde se dio comienzo a la revolución industrial, que abriría enormes posibilidades de expansión al reinado del capitalismo industrial. En una primera fase las ideas liberales, tanto de contenido político como las de naturaleza económica, coincidirán en fortalecer una visión individualista de la sociedad y el principio de división mundial del trabajo entre países productores de materia primas y países manufactureros. El estado tiene como misión garantizar la seguridad de las libertades individuales, en especial las de contenido económico, y abstenerse de intervenir en el campo de las relaciones económicas: es el Estado gendarme, guardián de un régimen económico de laissez faire, laissez passer. Todo ello en inevitable consonancia con los

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El liberalismo protagonizó la gran contienda ideológica del siglo XIX, aquella que en nombre de la república y la libertad le llevó a combatir a los partidarios de la monarquía y el despotismo. Una consecuencia de este conflicto fue la victoria definitiva del principio democrático sobre el teocrático. En el caso de Inglaterra, donde la monarquía no es materia litigiosa porque desde finales del siglo XVII nadie discute su sometimiento a la Constitución y al Parlamento, las ideas liberales chocarán con los grupos conservadores de la sociedad y con su representación en las cámaras legislativas. El siglo XIX se desenvuelve en medio de una pugna entre dos posiciones liberales opuestas: por una parte están los liberales conservadores, no democráticos, que lucharon denodadamente contra cualquier forma de ampliación del derecho de voto, que en su opinión debía mantenerse como un privilegio de los propietarios. Por la otra están los liberales radicales, quienes dedicarán sus esfuerzos a la ampliación gradual de los derechos políticos, hasta llegar al sufragio universal. (Las dos alas del liberalismo europeo, las más conservadora y la más radical, están bien representadas, respectivamente, por los dos mayores escritores liberales del siglo pasado, Alexis de Tocqueville y John Stuart Mill)67.

No puede dejarse mencionar, que las dos vertientes principales del liberalismo en términos políticos, provienen, por un lado, de Inglaterra y, por otro, de Francia en pleno auge de los siglos XVIII y XIX respectivamente. Aquél, sistemático, cerebral y pragmático, derivado del enorme proceso industrial (inglés) y su papel hegemónico mundial, incluso, como potencia imperial y colonizadora. Este, derivado sistemática e ideológicamente de la Revolución francesa basado en unos principios románticos y emotivos y, tendiente a realizar aquellas máximas de Iibertad, igualdad, y fraternidad, una vez cae de manera violenta el feudalismo y absolutismo, como instituciones del Antiguo Régimen (Anciem régime). Así, pues, está lejos de pensarse y por ende, concluirse con cierto grado de certeza política que el pensamiento bolivariano está inmerso en una concepción “conservadora”: “A su turno, y este es el tema central del presente Ensayo “Conservatismo y revolución en el pensamiento latinoamericano tradicional”, el llamado Conservatismo desde sus orígenes históricos no representa una doctrina cuyo componente primordial sea el contenido de unas normas e instituciones sino la manera o método como éstas surgen

intereses económicos de la opulenta burguesía capitalista inglesa y con las necesidades de expansión del Imperio Británico. Tan solo en una segunda etapa, que está claramente delimitada por el advenimiento de las doctrinas de John Stuart Mill, el liberalismo se encontrará con el principio democrático y se identificará con la doctrina de la democracia representativa, la extensión del derecho del sufragio a sectores más amplios de la población y finalmente el sufragio universal. Augusto Hernández Becerra, Las ideas políticas en la historia. Universidad Externado de Colombia, Bogotá D.C. 2008, p. 276. 67 Hernández, Op. Cit. p. 275.

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a la realidad. (…) En términos modernos ello equivale a plantear las relaciones que existen entre las ideas y su aplicación práctica, o sea la unidad de teoría y praxis. Esta posición crítica característica del pensamiento Conservador surge en el siglo XVIII como reacción frente a las doctrinas y teorías revolucionarias que pretenden elaborar todo un esquema o modelo social partiendo de principios puramente racionales para los cuales pretende una validez universal”68. Es llamativo que los valores de la Independencia Nacional y, en especial, los relativos

con el pensamiento original bolivariano han sido objeto de uso por discursos

ideológicos y políticos, justamente con unos fines no muy claros, pero, sí tendenciosos;

en el caso de Bolívar haciéndose pasar por todo un visionario y luchador preclaro

“conservador”. Sin embargo, es pertinente persistir en que no es así y, ello podemos

aclarar desde la perspectiva de la historiografía política colombiana:

“Curiosamente los conservadores tan cercanos al espíritu español tomaron a los

prohombres de la independencia de España, prácticamente antiespañoles, como

sus modelos en el proceso de configuración de su propio panteón de héroes. El

conservatismo colombiano al tiempo que contribuía a la heroización de los

hombres de la independencia mantenía una fuerte dependencia del mundo y de la

cultura española. He aquí una aparente contradicción. De algo había que

agarrarse! Había pasado el holocausto de las guerras civiles, no estaba bien

recordarlas siquiera, menos repetirlas. Corrían los años del republicanismo, los

del primer centenario de la Independencia. Era necesario inventarse la patria,

meter a las nuevas generaciones en la maravilla de la invención, construir un

imaginario de la independencia que le permitiera a la república conservadora

permanecer legítima para continuar la dominación desde la síntesis liberal-

conservadora como fórmula de salvación. (…)

“Las fuentes del discurso conservador sobre Simón Bolívar

La fuente del discurso conservador sobre Bolívar y sobre la independencia venía

de la Iglesia, quien sabe desde cuándo! De allá sonaban los clarines de la

heroificación. En estos doctos maestros del sacerdocio tenían los derechistas los

arranques de la imitación. La provincia estaba llena de ellos, eran los maestros de

los niños y los consejeros de los adultos. La vida toda del poblado pasaba por

ellos y de ellos dependía. Era como si Colombia viviese su propia edad media: las

campanas sonaban para todo, lo mismo para el bautizo que para la muerte, era el

monopolio de la cultura, era la cultura bajo su dominio, era casi la cultura toda.

(…)

68 Laserna, Mario, Bolívar Un euro-americano frente a la Ilustración. Ediciones Tercer Mundo, Bogotá 1986, ps. 16-17 (sic).

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Así decía el padre Jordán (de Bolívar), quien no se detuvo en su santificación,

pero en la heroización que de él hizo estuvo presente la parábola divina de la

cristiandad. Dios, creador de pueblos y señor de los ejércitos, había suscitado a

Bolívar.

Evidentemente no se necesitaba a Bolívar como santo, que bien pudiera haberse

fabricado, veamos:

Oración al Libertador. Por falangista

Padre y Libertador! (…)”69.

Con todo, resulta cuestionable que el Libertador un prohombre “anticolonial” resulte en

cierta manera bajo la égida ideológica conservadora. Por lo menos, desde una

perspectiva un tanto liberal y política, hay cierta dinámica y coherencia entre su

discurso teórico y la acción práctica, así sean muchos los epítetos que digan lo

contrario o pongan en tela de juicio su colosal: la antigua América Hispana que hasta

entrado el siglo XIX y en medio de la ola europea modernista todavía conservaba el

lastre de tener el título de colonia ultramar de la vieja casta borbónica española, dio el

giro sorpresivo y revolucionario para constituir a obra y semejanza de Bolívar junto con

la emergente masa popular a quien (él) denomina, la subalternidad70, los primeros

Estados-Naciones fundados ideológica y políticamente sobre el modelo institucional y

de gobierno republicano.

Esta Institución política, es obra desarrollada originalmente, para la América por el

mismo Libertador. No era, en últimas, como bien lo afirmaba, el fruto para una

democracia perfecta; no es menos cierto que, Simón Bolívar creaba una institución: el

Presidente. La América Latina y no solamente los países bolivarianos la han

conservado y es, acaso, la institución fundamental del Derecho Público

Latinoamericano71.

Finalmente, precisemos que, la vigencia del republicanismo al interior de las nuevas

naciones, es parte fundamental de la misma guerra independentista que, como dijimos,

posibilitó la perspectiva de crear los espacios para configurar institucional y socialmente

69 Independencia: Historia Diversa. Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, 50 años del Departamento de Historia 1962-2012, Tovar, Zambrano, Bernardo Editor. Bogotá D.C. 2012, ps. 524, 526-527 (sic). 70 Los subalternos en el bicentenario de la Independencia (…) Y como lo refiere el mismo título, nuestro enfoque es subalterno, esto es, el centro de gravedad del análisis histórico-político es la praxis política de los grupos y las clases subalternas, aquellos que son el núcleo fundamental de un orden democrático fundado en la participación común (…) El Libertador, Simón Bolívar, desarrolló acciones insurgentes y constitucionales en defensa de la subalternidad: negros, indígenas, campesinos y plebeyos. Colección Gerardo Molina, Grupo de Investigación y Participación, Juan Carlos García Lozano, editor, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2013, N. 29, contraportada. 71 Vásquez, Carrizosa, Alfredo, El poder presidencial en Colombia, Enrique Dobry, Editor, Sociedad Ediciones Internacionales SRL, Bogotá 1979, p. 25.

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el ideal de paz bolivariano, en particular, y también derivada de la propia guerra de

liberación nacional, pudo devenir necesaria y políticamente el macro proyecto de la

unidad y la integración de las repúblicas.

4. Justicia social y Derechos Humanos, en la perspectiva de la paz bolivariana

Como ha quedado demostrado que, de la derivación lógica y política de la guerra

independentista se dieron las manifestaciones bolivarianas para concretar en el plano

de la praxis política el ideario de paz, también resulta apropiado desde una perspectiva

de desalienación y emancipación, afirmar que, la cuestión conexa en términos de la

realidad americana frente a la justicia social y los derechos humanos, es fruto positivo

y ampliamente favorable con el imaginario bolivariano de la paz.

El interés bolivariano por la clase popular y, más desfavorecida a nivel de la escala

social, tiene una doble connotación en términos del proceso independentista; por un

lado, siendo el grueso de la población local a los que denomina el Libertador como la

subalternidad: negros, indígenas, campesinos, plebeyos, pardos etc., se constituían en

el elemento esencial del ejército patriota, y por tanto según su premisas de campaña,

el ejército es el pueblo, tanto que, en el imaginario bolivariano, ese mismo ejército

sería el motor para lograr los cometidos institucionales y últimos de su política de paz,

derivada precisamente de su guerra independentista:

Yo no estoy animado del espíritu de conquista. Trato de conservar el ejército, porque

sin él no podré obtener una paz honrosa y duradera72

Y, por otro, en aras de acrecentar los niveles de equidad y justicia colectiva, se

tornaba meritorio sobre esa misma subalternidad imponer el fomento de la educación,

pues Bolívar buscaba, por un lado, llegar en máximo grado a las capas sociales más

desfavorecidas y, por otro, crear conciencia y espacios tendientes a promover una

política de igualdad en el plano material y racial y, por tanto, crear paulatinamente los

marcos de una efectiva justicia sobre la base de un nuevo orden Institucional y

democrático.

Con cierta ironía y realidad, el historiador Bernardo Tovar Zambrano ayuda

comprender esta cuestión, pues el ideario bolivariano de “vencer o morir”, concentró

aquella máxima derivada de la propia masa social, es decir, pasar de ser vasallos

fieles a ciudadanos insurgentes: el paradigma73.

Así, la extracción social de la masa popular, su activa participación en el movimiento

de Independencia y, por tanto, su permanente educación, a la final, llevarían a una

ecuación política única: la conquista de la justicia social y, la reivindicación permanente

de los Derechos Humanos. Ha sido, pues, lo propio y más pertinente de los grandes

movimientos emancipadores en la historia de la humanidad; ello lo atestigua, la propia

72 Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 82. 73 Tovar, Zambrano, Bernardo, Op. Cit., p. 230.

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Revolución francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad como sus máximas conquistas

sociales y humanas.

Por tanto, la vigencia material de la igualdad civil y política entre las distintas capas

que componían el complejo tejido social de la América Hispánica y, de contera, la

abolición plena de la esclavitud, en punto con el ideario demoliberal, correspondían en

principio, con la mayúscula plataforma ideológica y de lucha político revolucionaria en

cabeza del Libertador.

El, conocía con sumo grado que, la nueva sociedad inspirada en los clásicos principios

liberales, suponía y hacía exigible de manera imperativa aquellos ideales provenientes

del derecho natural:

“Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está

sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los

hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos

deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos y todos no

lo son; todos deben poseer talentos y todos no los poseen (…)”74.

De ahí, se extrae que la igualdad material no tiene una cobertura absoluta y, por tanto,

socialmente, va a coexistir cierto grado de desigualdad por razones físicas y morales;

algo así, como que la igualdad política, surge de una máxima: iguales ante iguales, en

términos aristotélicos. Pero, no es menos que, el Libertador era de la convicción

ideológica y política que las leyes republicanas, habrían de corregir gradualmente

estas diferencias:

“De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad

más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente

reconocido, no es lo menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a

los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes

corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la

educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia,

propiamente llamada política y social”75.

La consolidación del Estado-Nación que el mismo Libertador puso en ejecución,

permitió en principio, la diversidad y la tolerancia sociales, en punto con proscribir

gradualmente cualquier acción estatal preconcebida bajo las formas impropias de la

explotación, la segregación y, peor, el lastre despótico de la servidumbre:

“Es una inspiración eminentemente benéfica la reunión de todas las clases en un

Estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie.

74 Discurso de Angostura. En Pensamiento Político de Simón Bolívar, Op. Cit. p. 77. 75 Ibídem. Subrayado nuestro.

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42

Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡Cuántos celos,

rivalidades, y odios se han evitado!”76.

Todo esto a juicio del Libertador supondría la vigencia más o menos real de un sistema

de gobierno más perfecto, el cual produciría mayor suma de felicidad posible, mayor

suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política, como bien lo advierte

y, busca hacerlo realidad en su Discurso de Angostura.

Son tres postulados fundamentales: el derecho a la felicidad, a la seguridad y, a unas

condiciones institucionales mínimas, para hacer posible la realización espiritual y

política del hombre común americano, frente a la nueva realidad social y republicana.

Por tanto, podemos afirmar que, el pensamiento bolivariano ante esos grandes

desafíos no tenía otra alternativa de orden ideológico y político que persistir en

imprimirle legitimidad a la guerra independentista tras la conquista final, de aquellas

transformaciones sociales y culturales. Era, pues, a la final una guerra de

Independencia fundamentada sobre y para la base social.

Haciendo reivindicación de las nuevas leyes políticas y sociales, ajenas de cualquier

dogma o concepción monárquica, Bolívar era consciente que sus Principios de justicia

social estaban inmersos bajo una concepción eminentemente humanista y, por tanto,

el principio tiránico de la exclusión social no tendría asidero al interior de las nuevas

instituciones políticas y jurídicas por él concebidas, como era, principalmente, el

sistema de gobierno republicano y democrático.

Ya vimos, Bolívar en medio de su creciente madurez y formación política y, por tanto,

como buen intelectual y caudillo formado en las finuras de la retórica (bajo la usanza

aristotélica de tratarse del arte del buen decir o dar buenas razones), plantea una tesis

radical y, sin duda, revolucionaria: ya estamos hartos de leyes y, especial, las dictadas

por el Imperio español.

La práctica consuetudinaria y normal, en ejercicio de una institucionalidad y, un sistema

político fundado en la tiranía y el despotismo, y que por tanto, necesariamente,

mantenía grandes diferencias desde el punto de vista de la Naturaleza, nacidas

precisamente a partir de un orden colonial y de servidumbre; la desigualdad social, era

por tanto, su máxima expresión ideológica, en medio de una sociedad bien

fragmentada, entre ibéricos y americanos, indígenas y otras identidades locales,

mientras que, restrictivamente, la igualdad y la equidad sociales, se equiparaban a

reconocer a una sociedad exclusiva y excluyente desde el punto de vista práctico del

propio poder. Luego, su estabilidad política estaba fundamentada y, con todo era

prenda de garantía bajo la condición sine qua non de la pax reinante al interior de sus

propios dominios o colonias.

76 Ibídem

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El equilibrio constante entre la fuerza de la desigualdad e igualdad, en exacto sentido

reflejan la continuidad de la institución colonial: su hegemonía política, como razón de

Estado.

De ahí, que no sea una especie de utopía que la metrópolis tenga su propia impronta:

la Pax Hispánica (paz española), sinónimo de la política exterior del Imperio español,

en procura permanente por mantener su statu quo.

Sin embargo, para el Libertador aquella paz española que no era otra cosa que el

reflejo de los “valores españoles”, debía contraponerle su propia Pax Bolivariana. Tal

vez, una de las máximas políticas en que se inspira, incluso, con un sentido ético-

humano, es proyectar en el tiempo y espacio, -reiteramos- la vigencia real y normal de

una igualdad legal y política que apunte más allá de un auténtico principio de justicia y,

debilite paulatinamente el viejo sistema imperial:

“Habiendo ya cumplido con la justicia, con la humanidad, cumplamos ahora con la

política, con la sociedad, allanando las dificultades que opone un sistema tan sencillo y

natural, más débil que el menor tropiezo lo trastorna, lo arruina”77.

Precisamente, la médula que oponía cualquier tipo de diversidad u heterogeneidad de

orden social, -según- Bolívar era la vigencia de un “sistema tan sencillo y natural” como

el propio español, incluso, fácil de trastornarse o arruinarse, dada su crítica involución y

asfixiante legitimidad pues, era normal que cedía paso a paso con el accionar militar y

político-ideológico proveniente del evolucionar definitivo de la Independencia78. De ahí,

no dudamos, la seguridad discursiva por parte del Libertador al aseverar: La diversidad

de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delicado para

manejar esta sociedad heterogénea (…)79.

La madurez de índole política e institucional, posibilitaba un nuevo estado de cosas, en

relación con los temas puntuales de la justicia social y, la vigencia de un orden de

reconocimiento y respeto por los Derechos Humanos o en el mejor sentido jurídico de

la época; Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Además, el pensamiento

bolivariano refleja, en particular, una concepción política y filosófica de su momento: la

razón, cuya luz está proyectada y caracterizada en la llamada modernidad, cuyo orden

está formado, en principio, por hombres libres e iguales entre sí.

¿Cómo comprender desde un ángulo de sentido común y estricta transformación

sociopolítica bolivarianos que la vigencia real de la justicia social y la promoción de los

Derechos Humanos al interior de las nuevas repúblicas, no tendrían operancia a partir

de un nuevo orden de cosas y, especialmente, en un medio sociopolítico más o menos

en paz?

77 Ibídem. 78 El Discurso de Angostura, prácticamente dio origen a la conformación de la Gran República de Colombia y, el nacimiento previo de la Ley Fundamental de Colombia (1819). 79 https://books.google.com.co/books?isbn=9588789168 (Consultado, 15 de septiembre de 2016).

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Recordemos que, el movimiento de la Ilustración se afianzó en el ideario de la igualdad,

la libertad, el progreso y la civilización. Harto, hemos planteado que estos no fueron

ajenos como tampoco desconocidos en vigencia del pensamiento y la acción política

del Libertador.

No resiste, pues ninguna justificación de naturaleza política y, social, como tampoco

moral, pretender (en Bolívar) que persista en las nuevas repúblicas, aquellos “valores

españoles”; de ahí la lógica que, se plantea como válida y legítima a manera de

alternativa es la de crear y consolidar unas mínimas condiciones de un nuevo orden

cuya estructura funcional e ideológica supere, principalmente, el antiguo modelo

inspirado en un poder tiránico: se trata de alternar y hacer viable a nivel institucional y

sociopolítico, la Pax Bolivariana:

“La Pax Bolivariana mantiene el pluralismo pero fortalece el poder de la comunidad

para garantizar a los débiles una debida participación en los beneficios colectivos. No

cree Bolívar, que la suma de egoísmos personales produce el bien colectivo; ni que el

ideal social sea una diaria lucha por establecer quién puede más. En otras palabras, no

acepta el mito moderno de la sociedad unidimensional de que las desigualdades deben

expresarse en una escala de méritos o de perfecciones, en una métrica de mérito, de la

belleza, de la disciplina o de la inteligencia. El problema es complejo y para nuestro

propósito basta con señalar que él forma la base y justificación del modelo social

bolivariano. Y que, además, no proviene del racionalismo de la Ilustración sino de un

intento de admitir la realidad como es, pero sin aplicarle valoración puritana como

ocurrió en la América del Norte”80.

Ahora bien, para los fines de sustentar la tesis alternativa de una Pax Bolivariana, es

pertinente, siguiendo a Mario Laserna conocer sus dimensiones de orden político,

ideológico y, praxis dinámica:

“Para reemplazar el desaparecido orden de la Pax Hispánica, Bolívar parte de cinco

premisas: 1. Carácter polirracial de América y desigualdades entre las razas, producto

de la naturaleza. 2. Grandes Recursos Naturales de América susceptibles de ser

puestos al servicio de sus habitantes y de la Humanidad entera. En esto la influencia de

Alexander von Humboldt tuvo gran peso. 3. Los seres humanos son educables si se

respetan sus inclinaciones y talentos naturales. El hecho de haber podido formar un

ejército con criollos, indios, mestizos, mulatos, negros y unos voluntarios europeos,

capaz de derrotar a veteranas y disciplinadas tropas españolas, le enseñó el valor de la

educación y la organización con disciplina y liderazgo. Esta experiencia, como es

lógico, la traslada a sus proyectos de la nueva Sociedad y el nuevo Estado. (…) 4. Esa

nueva sociedad se inspiraba en valores e ideas humanistas tanto de la Cultura Antigua

como de la Europa actual las cuales aún no se habían convertido en realidad, pues el

sentido de Imperio y Poder, desde los antiguos hasta Napoleón, obedecía a un

propósito de dominio y sujeción y no de Libertad y Dignidad del Hombre. Empero,

80 Laserna, Mario, Op. Cit. p. 60.

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“Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas

las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de la Libertad; más porque

son los Pueblos más bien que los Gobiernos los que arrastran tras sí la Tiranía… si

vuestra elección no está presidida por el gobierno tutelar de Venezuela que debe

inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de Gobierno que vais a adoptar

para la felicidad del Pueblo, si no acertáis, repito, la Esclavitud será el término de

nuestra transformación”, amonesta en Angostura”81.

Digamos, finalmente que, la concepción de Pax Bolivariana lleva implícito, por un lado,

en términos sociológicos un harto contenido de humanismo social y, por otro, la

derivación lógica y mediata de esta tesis, gravita en el fundamento de una realidad

necesaria y existencial: Bolívar, teoriza y, persigue un accionar práctico de paz, en una

dimensión antropocéntrica, es decir, en función y fin del hombre concreto, levanta este

noble proyecto que no es otro que su búsqueda permanente de justicia y, la vigencia y

respeto de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

No dudamos, que para el Libertador la creación e historia de su Pax Bolivariana la

definen los hombres y, su conciencia bajo los axiomas de Libertad y Dignidad Humana;

necesariamente, los dictados del arbitrario y tiránico poder español, debían ceder y, por

tanto, dar paso a un nuevo orden de cosas en el que la dialéctica central no es otra

que, la acción práctica y política desde una perspectiva de poder político y estatal

reales.

Podemos, agregar, que el ejercicio político por realizar socialmente la Pax Bolivariana,

en principio, a través de una pluralidad de fuerzas nacionales, es la traducción

elemental del principio de autogobierno participación directa del pueblo por consolidar

un gobierno democrático y, dejar atrás la fuerza de una autoridad extranjera.

Tanto que, Bolívar en su Discurso de Angostura plantea una alternativa para el pueblo:

se consigue su felicidad a través de su emancipación frente al Imperio español o, se

persiste en su esclavitud permanente; algo así, como una especie de racionalidad de la

acción de la que alude Erich Fromm82. Esto es lo que precisa Laserna como condición

sine qua non para el surgimiento de una nueva estructura política y social:

81 Ibídem. 82 Bolívar capta esta cuestión coyuntural, más que un asunto de conciencia en medio de una sociedad

difusa y carente en su mayoría de cierta cultura política, como una piedra angular para justificar aún más su lucha frontal y revolucionaria contra la metrópolis, en el sentido de concebir la esclavitud como un acto irracional y tiránico, más cuando la Revolución Francesa se inspiró en los Principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, siendo un antecedente político y revolucionario del proceso bolivariano. Al respecto, digamos: El problema de la racionalidad de la acción –anticipado por sociólogos y filósofos- se presentó dramáticamente después de la primera guerra mundial con el surgimiento de tendencias que negaban las aspiraciones más arraigadas en la conciencia del hombre occidental. Esta explosión de irracionalidad cuyas expresiones han abarcado todos los aspectos de la cultura, se ha manifestado en el campo político como negación de la libertad. La cita, corresponde al clásico texto: El Miedo a la Libertad Fromm, Erich, en su Prefacio a la edición Castellana, editorial Paidós, Buenos Aires, pág. 15.

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El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad

posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política83.

Ahora, siguiendo este estado de cosas y, especial, la redifinición ideológica y política

de aquella paz hispánica Bolívar se anticipaba a la concurrencia futura de unas

condiciones, tal vez, anárquicas y desestabilizadoras para la nueva república, en el

sentido de resolverse de fondo y en términos estructurales la cuestión relativa con la

desigualdad material y, con mayor razón, la esclavitud. No era para menos, que el

Libertador en medio de su brillante inteligencia y perspicacia a la hora de adoptar sus

ideas, cuestionara para el año 1826:

“¿Quién contendrá a las clases oprimidas? La esclavitud romperá el fuego: cada color

querrá el dominio”84.

Por ende, en el tema puntual y crítico de los Derechos Humanos, respecto de la

libertad humana como derecho fundamental, cobra en Bolívar su mayor interés y

preocupación, pues, la sopesó sobre la base política de su práctica real y garantizada

institucionalmente como virtud natural de los hombres, y que debía ser mantenida por

la vía Republicana, como máxima “virtud”. De modo contrario, estas cuestiones propias

de la libertad humana y social son por naturaleza de la esencia de un orden político

tiránico85.

Digamos finalmente, que hay dos asuntos que desde el punto de vista de la

historiografía política de la Independencia Nacional y, por tanto, siendo el resultado

lógico de las políticas bolivarianas de emancipación nos ayudan a dar mejores

elementos de juicio, respecto del asunto objeto de análisis y, principalmente, con la

cuestión de la justicia social en el plano de la praxis política, así:

De una parte: “A fines de diciembre 1814 y después de azarosa navegación en

aquellos mares, vigilados constantemente por las naves españolas, Bolívar llegó a Los

Cayos de San Luis en Haití. Allí gobernaba entonces Alejandro Pétion, bajo cuya

influencia la antigua colonia francesa del Caribe había recobrado su libertad, proscrito

la esclavitud y erigido la República.

Gracias a la eficaz ayuda de antiguo amigo suyo, no bien llegó a Puerto Príncipe pudo

Bolívar entrevistarse con su mandatario, cuya benevolencia se ganó desde el primero

momento. (…)

En los días siguientes, las entrevistas se repitieron y Bolívar y Petión descubrieron en

ellas los muchos intereses comunes que vinculaban a sus respectivas causas. El

presidente comunicó al Libertador sus temores en el posible arraigo de los poderes

83 Una máxima bolivariana, cuya exposición corresponde exactamente al Discurso de Angostura (1819). En: Pensamiento Político de Simón Bolívar. Op. Cit. p. 77. 84 Bolívar, Simón, “Carta de Bolívar a Páez, 4 de agosto de 1826”, en Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas (1808-1826), editorial Ariel, Barcelona, 1980, p. 34. 85 Para Bolívar: “(…) la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y que donde éstas reinan es impotente la tiranía”. En: Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 170.

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metropolitanos de Europa en América y le expresó su interés por ayudar a los

venezolanos” y granadinos, siempre que la empresa de la emancipación se tradujera

en el término de la esclavitud de los negros en el Nuevo Mundo”86.

Fueron varios los actos y/o manifestaciones públicas e institucionales, por parte de

Bolívar para cumplir con este compromiso humanista:

No se puede ser libre y esclavo a la vez, sino violando a la vez las leyes naturales, las

leyes políticas y las leyes civiles87.

Yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi

vida y la vida de la república88.

Abolida la esclavitud en Venezuela, todos los hombres que antes eran esclavos se

presentarán al servicio para defender su libertad89.

Por otra, el Libertador expidió el Decreto del 5 de julio de 1820 el cual consagraba en

su artículo primero: “Se devolverán a los naturales, como propietarios legítimos, todas

las tierras que formaban los resguardos según títulos, cualquiera que sea el que

aleguen para poseerla los actuales tenedores”. Un año después, con la Ley del II de

octubre se ordena la repartición de los resguardos en pleno dominio a los indígenas90.

Estos hechos, sin duda, pueden confirmar la tesis bolivariana de reivindicarse en la

praxis política acerca de la importancia política e ideológica en lo que respecta con los

Principios de Justicia Social y Libertad humana, que están imbuidos en el amplio

dossier de los Derechos del Hombre y del Ciudadano o más modernamente, Derechos

Humanos o Fundamentales.

En este orden y, en punto con la metodología impresa para la demostración del

respectivo problema científico, por medio de la hipótesis planteada, es pertinente hacer

un par de reflexiones con el fin de ir convalidando progresiva y discursivamente “lo que

debe sustentarse” en términos cualitativos y, por razón del presente Capítulo:

De un lado, existe coherencia ideológica-política entre la teoría y la acción práctica

bolivariana en lo referente con la guerra independentista, su fundamentación

axiológica, su dinámica socio-humana y, finalmente, sus resultados praxis políticos tras

la conquista de un orden republicano y, por ende, la consecución material de la

Independencia Nacional de cinco Repúblicas. Es decir, la guerra en la perspectiva de

este fin fundamental e institucional, comienza a cobrar no solo validez sino legitimidad,

incluso, vimos cómo a partir del Derecho Natural y, por tanto de las Normas públicas

internacionales del Derecho de Gentes (Jus gentium) adquiere una finalidad política

“justa”.

86 Liévano, Aguirre, Indalecio, Op. Cit. P. 163 s.s. 87 Arizmendi, Posada, Octavio y, Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 83. 88 Ibídem. 89 Ibídem, p. 85. 90 Tovar, Zambrano, Bernardo. Op. Cit. p. 482.

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A la sazón, Bolívar en estricto sentido pudo calificar su lucha inicial de “anticolonial”

contra el sistema Imperial español y, posteriormente, con el avance sucesivo y

favorable de las cosas, enfila la propia guerra liberadora hacia el contexto de las

nuevas luchas ideológicas y políticas con efectos prácticos “neocoloniales”, surgidas a

partir justamente de la derrota político-militar del establecimiento español siguiendo la

tesis independentista del Libertador y, que dan paso hegemónico y simultáneo a

nuevos Imperios como el norteamericano y el inglés, especialmente.

Por otro lado, Bolívar siguiendo esa visión y uso legítimos de la “guerra” concibe y

desarrolla que más allá de su fin socio-político de naturaleza republicana y soberana, la

misma tenía una finalidad común: hacer de medio lícito y favorable para el logro final

de un estado de cosas en “Paz” socialmente e, institucionalmente desde la perspectiva

ideológica y política generar espacios en procura de consolidar y mantener tanto la

Integración y Unidad de las naciones suramericanas, como auténtica expresión de los

fines para los cuales se justificó e implementó la guerra de Independencia nacional.

Así las cosas, y en desarrollo de cada uno de los títulos que componen el presente

Capítulo pudimos demostrar la relación lógica, conceptual y práctica que existe

indisolublemente entre la teleología de la “guerra” anticolonial y, la finalidad republicana

de la “paz” concebida, igualmente, desde una arista política “antihegemónica”. Esta

categoría política es de la esencia ideológica y militar de la guerra en la medida en que

por medio de la Paz fue posible consolidar un orden social más o menos en

condiciones de justicia social y reivindicación de los Derechos del Hombre y del

Ciudadano.

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Capítulo II

1. Concepción de Integración desde una perspectiva independentista

La guerra independentista, tal como hemos analizado, es resultado causal desde la

perspectiva ideológica y, política bolivariana, con los fines de una concepción de paz.

Pero, no es menos, que la cuestión institucional de la integración también, corresponde

en su exacta medida con la derivación propia de esa guerra emancipadora o liberadora.

José Carlos Mariátegui con tino había dicho que a Bolívar no solo le tocó hacer la

revolución, inicialmente, sino que, su paso siguiente sería buscar la integración; el

Libertador gozó de un pensamiento propio91.

La grandeza e intensidad del accionar político y militar por parte del Libertador, suponía

desde sus primeros momentos de lucha tener claro no solo la soberanía política sino la

unidad e integración de la América Hispana, un asunto con cierto aroma utópico más

no imposible de realizar pues como veremos en términos de su ideario político y

original Bolívar fue incisivo y permanente frente a estos postulados por medio de un

variado número de escritos, proclamas y discursos de orden privado y público.

Nos parece pertinente, echar mano especialmente de la Carta de Jamaica, por un lado,

y lo acontecido por medio del Congreso Anfictiónico de Panamá, por otro, para dar luz

a nuestro análisis respecto al tema, sin que esto sea óbice para abordar así sea

tangencialmente el mismo, todo desde una visión de contexto y, claro, de objetividad.

América (tomada desde la dimensión geopolítica que viene desde México hasta el sur

del continente, exactamente, la Patagonia), es para El Libertador, sencillamente, el

ideal para construir institucional y soberanamente lo que él ha denominado la Patria

Grande.

Y no es que tal visión futura, surja de un simple abordaje populista o, quizá de extirpe

caudillista; no. El estudio juicioso y ponderado hecho por Bolívar en relación con la

historia antigua y clásica e, incluso, moderna lo llevan a poner sus ojos e inteligencia en

cuatro naciones: Atenas, Roma, Inglaterra y, los Estados Unidos de América al punto

que exalta el papel de estas, en los destinos políticos de la humanidad y, en particular,

el aporte sustancial a los principios de la República y, la democracia:

“(…) son estas cuatro naciones las que más honran la raza humana por sus virtudes,

su libertad y su gloria”92.

91 En: https://www.aporrea.org/ideologia/a12502.html (Consultada: 3 de diciembre de 2016) 92 Corresponde con una nota remitida por Bolívar al director del periódico The Royal Gazette, el 28 de septiembre de 1815. En. Arizmendi, Posada Octavio y, Gómez, Botero Carlos. Op. Cit. p. 153.

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El documento, por excelencia, se reitera, para ir moldeando una concepción más o

menos exacta acerca de la Integración latinoamericana no es otro que, la Carta de

Jamaica (1815). La unión política e institucional de estos pueblos que pudiera llevar el

adjetivo de “sagrada” por su enorme importancia en los destinos nacionales, no está

definida en toda su exacta dimensión ideológica, política, ontológica o social. Se trata

pues de la tentativa de una nueva sociedad de Naciones que necesariamente, no

puede descartar una unidad en lo militar, dado el panorama coyuntural que viven los

pueblos americanos ante la amenaza neocolonial e imperialista.

Aun así, no deja de restar su significado frente a los destinos de las futuras naciones

americanas, desde una perspectiva práctica.

Al referirse de esta manera, corresponde en su exacta medida “a la caracterización

territorial que Bolívar hace de nuestro continente en la Carta de Jamaica y

comparándolo con la actualidad, rescatando información que Europa tenía sobre

nuestro continente en tiempos de Bolívar entendiendo también el territorio continental

políticamente hablando en términos temporales, ubicando en el escenario a los

intereses imperiales a partir de lo que significaba la monarquía y la colonia en el

territorio caracterizando a los pueblos del continente desde Bolívar y sus riquezas para

dar apertura a la idea de Patria Grande y reflexionando sobre la implicación de lo militar

en el proyecto político es que se realiza esta caracterización de la unidad bolivariana en

términos territoriales”93.

A la sazón, una descripción temática en la forma dicha, condensa, principalmente,

nociones como el territorio focalizado y dividido en los antiguos virreinatos94 que hacían

parte de los pueblos latinoamericanos, a manera de colonias y, sometidos al régimen

de servidumbre y opresión por parte del Imperio español.

Además, en el imaginario bolivariano visto, fácilmente podemos inferir un conjunto

adicional de ideas y/o nociones de naturaleza ideológica y política, v. gr. la monarquía,

93 Silva, Shameel, Thair, La idea de unidad continental en el pensamiento político de Simón Bolívar: Unidad bolivariana como proceso marco del cambio de época continental. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Departamento de Ciencia Política. Tesis de Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos, Bogotá 2015, p. 25. 94 El Virreinato de Nueva Granada, llamado también Virreinato de Santa Fe o Virreinato del Nuevo Reino de Granada, fue una división administrativa territorial establecida por la Corona española como resultado de su dominio en América. Creado por primera vez mediante Cédula Real por Felipe V en 1717 suspendido siete años después por problemas financieros, el virreinato fue restaurado en 1739, fecha desde la cual permaneció con diversas modificaciones en sus límites hasta 1810, cuando la revolución independentista lo sepultó en ruptura con el Imperio español. Reconquistado en 1815, fue nuevamente restaurado hasta 1819 cuando la Batalla de Boyacá selló su definitiva independencia. El Virreinato comprendió las Reales Audiencias de Santa Fe de Bogotá, Panamá, y Quito y parte del posterior territorio de la Capitanía General de Venezuela. Puesto en términos actuales, formaron parte del Virreinato las Repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, además de regiones del norte del Perú y Brasil, el oeste de Guyana y la costa Mosquitia de Nicaragua (…). En: 1810 Ni revolución ni Nación, Atehortúa, Cruz, Adolfo León, La Carreta Editores E.U. Bogotá 2010, p. 19.

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la colonia, la población local y las implicaciones y demás resultados de tipo militar

respecto del proceso político integracionista.

Por consiguiente, estos factores fundamentales y, otros (no menos influyentes, como la

educación y/o conciencia por parte de la subalternidad), acrecentaron la necesidad de

adoptar, principalmente, una vez consumada en definitiva y progresivamente, la

Independencia nacional de las varias Repúblicas suramericanas, el ideal de Integración

y unidad político-militar.

Lo que se percibe del torrente imaginario y de ideas sociológicas y políticas al respecto,

es que la razón de orden meta-político, para poder concretar y, por tanto, desarrollar en

la vida institucional americana la máxima de la unidad e integración, gravitaba sobre la

garantía de generarse en el orden social y político interno, unas condiciones mínimas

de emancipación e Independencia; aquella es el resultado lógico-causal de

desalienación en vía de realizarse materialmente esta, pues, la “emancipación” es más

o menos un proceso de realización del individuo en plena libertad, tendiente a su

desarrollo integral en sociedad y, como parte fundamental de los objetivos de la guerra

independentista bolivariana, en procura de un mundo distinto95.

La clave, pues, para dimensionar los alcances que desde el punto de vista práctico

generaría el proceso en cuestión, surgió, se reitera, con base en el proceso ideológico

y político de la Independencia. Sin embargo, Bolívar no se conformaba con arribar

simplemente a este macro propósito y, menos, concebía que el statu quo español de

buenas a primeras, se resignara o en el mejor de los casos aceptara tal asunto. La

experiencia del proceso bolivariano de liberación y/o emancipación, con posterioridad a

la primera década del siglo XIX dio la razón al mismo Libertador: la reconquista

española, a cargo del General Pablo Morillo no se hizo esperar y, menos, sus bárbaros

actos contra el movimiento patriota, sus dirigentes, militantes y población en general.

Por algo, las sabias palabras bolivarianas:

“Ud me dice que debemos cuidar de preferencia nuestra casa antes que la ajena; esto

no me parece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena sino muy propia”96.

Esta tesis, no desdice la política imperial externa, dado que, la monarquía española

desde comienzos del siglo XIX tenía la experiencia social que en sus colonias

suramericanas acrecentaban su dinámica colectiva y política por hacer efectivo el

movimiento independentista -ya venía de verse, la Rebelión de los Comuneros bajo la

guía y acción del Prócer, José Antonio Galán y otros acontecimientos insurreccionales-

y, con mayor fuerza, cuando los ideales de unidad e integración latinoamericanos

95 Véase: Pablo Guadarrama G. Op. Cit. p. 436. 96 Corresponde con lo expresado por El Libertador a su Vicepresidente Santander (29 de septiembre de 1822). Arizmendi, Posada Octavio y, Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 153.

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venían aparejados con tal movimiento, incluso, desde fines del siglo XVIII a iniciativa y

obra del Prócer Francisco Miranda.

No era posible, pensar en un proceso activo de unidad e integración americanos,

retomados por Bolívar en la medida en que tuviera vida ideológica y política la colonia;

de modo contrario, aquel asunto justamente vino a tener un alto grado de madurez y

aceptación a nivel institucional y jurídico, al comenzar a decaer el período colonial. Y

esto resulta favorable a los intereses no solo de la futura República de Colombia sino

del movimiento unitario e integracionista en su conjunto, pues las ideas de la

Independencia y, con ella, de justicia social y reivindicación de los Derechos Humanos,

especialmente, la libertad humana adquiere ribetes de tratarse finalísticamente de unas

novedosas políticas públicas y constitucionales del nuevo orden social y político en el

plano externo.

Con todo, la lucha política y constante por la gesta emancipadora era presupuesto

categórico y necesario para apuntar a la realización progresiva de la unidad y la

integración.

Por supuesto, que la mirada europea y norteamericana no fueron ajenas con el proceso

materia de análisis; principalmente, Inglaterra y los Estados Unidos de América que

echaban los cimientos pre-capitalistas del nuevo orden imperialista moderno y, veían

de alguna manera menguados sus intereses económicos y políticos en la medida de

ver que las nuevas repúblicas suramericanas no solo lograban en términos

institucionales sino políticos sus respectivos procesos de Independencia nacional y, de

paso, surgía con fuerza la idea bolivariana de hacer posible un bloque continental

imbuido en lo que el propio Bolívar denominaría, la Patria Grande que, como veremos

en adelante, no solo contenía unos objetivos claros de naturaleza comunitaria,

económica, política e ideológica, pero no menos, de identidad y nacionalidad estricto

orden americanas, e incluso, de cooperación militar y pacífico, sino lo más relevante

desde el punto de vista del moderno Derecho Internacional Público, las bases futuras

de las actuales organizaciones multilaterales y, a manera de claro ejemplo, la UNASUR

y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) muy a pesar, de la

temporalidad y utópica realización de aquel gran proyecto latinoamericano.

Al fin de cuentas, esta mayúscula obra a imagen del Libertador vendría a constituirse

en un aporte a la modernidad y, en especial, a la soberanía y autonomía políticas de

las naciones americanas desde una perspectiva antihegemónica y pacífica siguiendo

los Principios del derecho público de los cuales hace uso el propio Bolívar tal como

veremos.

Pero, sin olvidarnos que tal proyección continental fue decisiva a la hora de hacer y,

concretar la guerra revolucionaria a la cabeza de Bolívar; de modo contrario, siquiera

pudiera hablarse tangencialmente de emancipación como tampoco de Independencia.

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Bolívar en tal sentido, era un simple visionario con cualidades propias de político, militar, estadista e internacionalista, no un profeta, pues recordemos cómo el profesor Medófilo Medina reconoce por razón de la construcción y mantenimiento de un proyecto en cuestión y, en singular sobre su insigne creador: “(…) Pero Bolívar era un genial político y militar, no un profeta”97. Digamos, finalmente, a guisa de conclusión que, el Libertador acuñó en nuestro sentir y desde la arista política internacional, el término de la integración y la unión “postcolonial” con un sentido auténtico y netamente “americano” pero no menos, “autónomo” en el ámbito espacial latinoamericano, lo cual generó que en la perspectiva contemporánea surjan otras categorías ideológicas y políticas, a partir de ese referente bolivariano: como la integración regional latinoamericana indica un período “postliberal” que abandona la economía y subraya la acción política, para otros investigadores es “post-hegemónico” frente a la prepotencia estadounidense98, entre otras.

2. La alternativa integracionista como condición de soberanía política y nacional

Se torna imperativo establecer el nexo causal existente entre lo significó el proceso

militar e independentista bolivariano y, su resultado sui géneris en la cuestión de la

“unión sagrada”. El Libertador, por un lado, buscaba de acuerdo con la Carta de

Jamaica la creación en la América hispana de un plexo de repúblicas liberales y

constitucionales y a futuro no muy lejano (dependiendo del curso más o menos

favorable del movimiento de liberación), llevar a cabo la conformación de Colombia

integrada y, unida a través de las diferentes naciones suramericanas.

Desde su inicio, las guerras de emancipación fueron concebidas como una empresa de

liberación continental para luego, una vez ganada la independencia, crear el sustrato

institucional de la “unión sagrada” que se había manifestado durante esas mismas

guerras. En otras palabras, la idea de unión regional fue un elemento constitutivo de los

procesos de independencia99.

El Nuevo Mundo en visión integral de Bolívar requiere proyectarse favorablemente en

el aspecto de su Independencia continental, la consecución de aspiraciones comunes,

como vendría a constituirse la lucha y reconocimiento permanente de la soberanía

política de las repúblicas y, con ahínco lograr aquella quimera sociopolítica de una

Patria Grande que siguiendo a Shameel Thair Silva es donde está el potencial de la

unidad bolivariana100.

No obstante, esta perspectiva de orden ideológico e institucional no resultaba fácil de

realizar en el imaginario de sustituir la antigua forma de Gobierno monárquica por la de

la Republica, pues digamos que el proceso de Integración y unidad regional se

97 Op. Cit. p. 42 98 Ibídem, ps. 60-61. 99 Ibídem, p. 48 100 Op. Cit. p. 59.

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constituía en uno de los referentes para condicionar la vigencia y garantía práctica de la

soberanía política y nacional. La bandera integracionista gravitaba, en torno, con el

ideal anti hegemónico de no guardar las nacientes repúblicas ninguna dependencia

estatal con las emergentes potencias neocoloniales, en este caso, los Estados Unidos

de Norte América e Inglaterra, entre otras, pues era ya un tremendo revés la

experiencia con la metrópoli española. Esta política de ninguna manera tiene un

trasfondo expansionista y, menos, dominador en la esfera geoestratégica

suramericana; simplemente, buscaba el respeto y el trato como naciones civilizadas

frente a las modernas normas del Derecho Internacional Público acuñadas por Hugo

Grocio y otros grandes publicistas.

De ahí, puede considerarse la Carta de Jamaica como la brújula cuyo destino, principal,

es afirmar la intención autónoma y política de las futuras naciones suramericanas; este

principio, para Bolívar debe ser garantizado de manera particular a través de lo que

denomina la Liga de las Naciones de América del Sur.

Aquí, conviene resaltar que siendo Bolívar un internacionalista especial, estuvo atento

a tener coincidencia entre su pensamiento y la acción práctica, en lo relativo con esa

puntual cuestión. Además, no se puede desconocer que la categoría de la paz en

condiciones antihegemónicas como fue analizada, también incidió favorablemente

desde el punto de vista de consolidar las mínimas condiciones para la realización real

de unos Estado soberanos y libres, pues en el Libertador existía claridad ideológica y

política en el sentido de ser independientes no solo de los grandes imperios europeos,

incluido, el español, sino también el norteamericano e inglés, por más de admirar sus

formas de organización políticos-institucionales.

De lo anterior, surge que no podía existir ninguna razón integracionista, como tampoco

de unidad, mientras su proyecto marco de consolidar repúblicas liberales y

constitucionales no respetaran el Principio de no intervención; es decir, este vendría a

ser el requisito sine qua non de la principal política exterior bolivariana, sin desconocer

otras, como la solución pacífica de las diferencias internacionales.

Veamos, en términos precisos cómo tal máxima pública de una u otra manera incidió

en la praxis política de las emergentes repúblicas y, en singular, con el fundamento y

respeto del Principio de soberanía política y nacional:

El artículo 6º del Tratado Adicional al de Unión, Liga y Confederación Perpetua, del 6

de julio de 1822, celebrado entre Colombia y Perú, reconoció implícitamente el

Principio de no Intervención en estos términos: “Este pacto de Unión, Liga y

Confederación Perpetua no interrumpirá en manera alguna el ejercicio de la soberanía

nacional de cada una de las partes contratantes, así por lo que mira a sus leyes y al

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establecimiento y forma de sus gobiernos respectivos, como con respecto a sus

relaciones con las demás naciones extranjeras”101.

En este orden, reconociendo la categoría internacionalista de Bolívar y, siguiendo los

postulados del Principio, en mención, cabe señalar que la figura jurídica internacional

del Principio de “autodeterminación” de los pueblos es consustancial con el de no

“intervención”. Es decir, la propia suerte de los pueblos suramericanos estaba sellada

ni más ni menos en el paradigma republicano, no había otra alternativa, que vendría a

ser la “autodeterminación” fundada, por obvias razones, en la conquista nacional de la

Independencia. Y por consecuencia, tal paradigma estaba garantizado en la premisa

jurídica e internacional de no intervenir potencias extranjeras en el fuero interno y

constitucional de cada nación libre.

Uno y otro Principio implicaban la vigencia y apego al derecho público internacional y,

no era un asunto fácil de manejar, máxime el temprano nacimiento de las nuevas

Repúblicas. Aun así, el Libertador supo guardar prudencia y tacto en este sentido,

como lo veremos.

Ahora bien, en punto con darle mayor refuerzo a la tesis bolivariana, bajo el entendido

que la no intervención se constituyó en una práctica positiva y regulada

constitucionalmente al interior de las repúblicas, lo cual en cierta medida contrarresta

aquella corriente reaccionaria que cataloga al Libertador como un caudillo casi similar a

Napoleón Bonaparte en términos hegemonistas y dictatoriales, podemos traer a

manera de argumento de autoridad:

Con justicia puede reclamar Bolívar, en nuestra América, la paternidad -en el plano de

las ideas- del principio de no intervención. Sus conceptos básicos se pueden resumir

en estas palabras suyas respecto a este tema:

“La legitimidad de un gobierno deben examinarla sus súbditos y no los extranjeros. Yo

no sé los títulos que tenga ningún extraño para pedir los títulos de nacimiento de

ningún gobierno”102.

Por otro lado, para el momento exacto en que el Libertador redacta su opúsculo relativo

a la Carta de Jamaica (1815), las potencias monárquicas, incluyendo la española,

Rusia, Prusia y Austria buscaban blindarse en términos de asegurar una paz

interregional y, por ende, se pone en marcha los acuerdos de la Santa Alianza103 en

101 Ruda, José María, Bolívar y el derecho internacional (ensayo). Bolívar. Homenaje en el sesquicentenario de su fallecimiento. 1830 -17 de diciembre- 1980, primera edición, ediciones de las Américas Secretaría General Organización de los Estados Americanos y Tercer Mundo, autores varios. Bogotá D.C. 1980 p. 33. 102 Ibídem, (según, el autor, la cita es retomada de Enrique Finot, Bolívar pacifista). 103 Su firma acontece en París, el 26 de septiembre de 1815, una vez es derrotado Napoleón Bonaparte; fue signado por las viejas monarquías de Austria, Rusia y Prusia y, principalmente, bajo una concepción cristiana, se plantean como estrategia política en sus relaciones internacionales, los principios de justicia, caridad y, paz. Es pues, lo contrario con los ideales demoliberales, máxime cuando la firme intención de

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punto con darle vigencia real al Antiguo Régimen (Ancien régime) y, la práctica

inveterada de los gobiernos monárquicos y absolutistas. Es un desafío, prácticamente,

al statu quo la reacción en tal sentido.

Aun así, Bolívar dimensiona las cosas y se proyecta en el tiempo, porque finalmente,

su constante ideario de lucha emancipadora, radica justamente en proscribir algún

rasgo del viejo régimen. No es menos, que lo complejo y difícil de un macro proyecto

anfictiónico llevaba inmerso un sinnúmero de adversidades, entre otras, los intereses

geopolíticos extranjeros a manos de los Estados Unidos de Norte América que a pesar

de haber reconocido la soberanía política de buena parte de las repúblicas

suramericanas, estaba en plan de hacer efectivo su gran política de la Doctrina Monroe

(1823): América para los americanos y, con cierto sabor hegemónico continental y libre

de cualquier política colonial europea.

Con todo, el paradigma fundamental integracionista y, por tanto, unitario tras una

efectiva confederación, radicaba sobre la necesaria base política de asegurar

indefectiblemente la Independencia y de manera simultánea, la soberanía políticas, en

tanto, el resultado de la lógica institucional y republicana fuera favorable, pues,

siguiendo a Indalecio Liévano Aguirre el pensamiento bolivariano apuntaba a “una

América unida en una gran confederación de naciones libres y guiada por aspiraciones

internacionales comunes”104.

Asimismo, es pertinente precisar que el pensamiento bolivariano reconocía que la

soberanía política se delegaba exclusivamente en el pueblo, como ente real y libre de

dominación extranjera, y bajo cuya tutela estaban regidos los destinos de la República;

tanto que, (la soberanía) como la justicia son categorías complementarias en términos

políticos: La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su base y la

utilidad perfecta le pone término105.

Siendo La soberanía popular, el sustrato ideológico y político del republicanismo:

“Un gobierno Republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser

la Soberanía del Pueblo: la división de los poderes, la Libertad civil, la proscripción de

la Esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”106.

Esta concepción acerca de la categoría de la soberanía política, nos sirve de referente

para dimensionarla en su justa dimensión, en lo que respecta con el proceso de

integración y de unidad latinoamericana, pues parecería que aquella categoría desde la

arista bolivariana perdiera legitimidad sino principalmente validez en términos

republicanos, pero, al final es simple apariencia. Este juicio resulta del todo razonable,

estas potencias no era otra que, restablecer el Gobierno monárquico y absolutista español, a la cabeza de Fernando VII, como así sucedió. 104 Op. Cit. p. 157. 105 En referencia al Vicepresidente Santander, en documento de 31 de diciembre de 1822. Arizmendi Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 258. 106 Discurso de Angostura. En Pensamiento Político de Simón Bolívar, Op. Cit. p. 78.

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en la medida de suponer a partir de la liga suramericana que, tal vez, la idea de Bolívar

era formalizar política e institucionalmente todo un superestado o Estado único

derivado de su idea de solidaridad suramericana, fuese éste república o monarquía.

En este contexto, aclaremos que, se trató fue de lograr toda una comunidad de

naciones sobre la base del respeto y autonomía interna y, especialmente, conservar la

respectiva soberanía política de cada Nación, como tal. Era, por supuesto, reconocer la

dignidad de esa misma Nación.

La “Confederación de naciones” sería desde el punto de vista de la acción práctica y

política, la masa en general, y cada nación individualmente soberana vendría a

representar la suma de unidades territoriales y políticas.

“La intención de Bolívar era formar una verdadera Liga Americana, sociedad de

naciones hermanas, sociedad cuya fuerza federada se opondría a la santa Alianza.

Bolívar aspiraba a una unión voluntaria en América a diferencia de la unión impuesta

coercitivamente por la Santa Alianza a naciones pequeñas e indefensas”107.

Sí resulta, finalmente, correcto predicar que la alternativa de la integración y la unidad

de los pueblos por medio de una Liga Americana guarda estrecha y permanente

relación temática e institucional con los fines bolivarianos de la soberanía política y

nacional. No olvidemos que, así Bolívar lo demuestra por medio del Tratado adicional

de Unión, Liga y Confederación Perpetua celebrado entre Colombia y Perú (1822), en

la forma indicada.

3. El internacionalismo político de Bolívar frente al Congreso Anfictiónico

Antes de abordar en contexto las dimensiones e implicaciones de orden ideológico,

político y, práctico republicano en lo concerniente con la proyección y realización del

Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), a iniciativa y, dirección del Libertador,

conozcamos un tanto las calidades extraordinarias y grandes virtudes suyas, en lo que

concierne con la postura reconocida de internacionalista.

Resaltemos, por un parte, cómo en un ejercicio ponderado y serio, por demás con

desapego de cualquier dogma que la obra humana de Bolívar, fue el producto de su

ejercicio permanente entre la teoría y la acción políticas.

Además, en los asuntos de naturaleza internacional, es de resaltarse sus dotes de

estadista y gran político:

El Libertador, puede considerarse como un gran internacionalista, incluso, dijimos

acerca de su esencial aporte al Derecho Internacional Público en América,

107 Masur, Gerhard, Simón Bolívar. Biblioteca Bolivariana para el tercero milenio y Fundación para la Investigación y la Cultura FICA, Bogotá 2008, p. 505.

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especialmente, en lo concerniente con los Principios de no intervención y,

autodeterminación soberana de los pueblos.

Resulta acertado desde la óptica de la praxis política y, en singular, con apego a la

historiografía política del proceso independentista detenernos en Luis Perú De Lacroix

para de primera mano entender la dimensión auténtica del internacionalista, -según-

Bolívar para el desempeño mejor en la arena de la diplomacia y en su intención de

servicio a la República:

El jesuitismo, la hipocresía, la mala fe, el arte del engaño y de la mentira, que se llaman

vicios en la sociedad, son cualidades en política, y el mejor diplomático, el mejor hombre

de Estado es aquél que mejor saber ocultarlos y hacer uso de ellos, y la civilización, lejos

de extirpar estos males, no hace sino refinarlos más y más. La filosofía nos hace ver

todas aquellas verdades, nos hace gemir sobre tal depravación, pero también nos

consuela108.

Todas esas cualidades adversas a los intereses públicos, muy bien lo reconoce el

Libertador de una u otra manera debieron incidir para que su ambicioso y meritorio

proyecto de Unión no pudiera concretarse en la forma preconcebida por él; justamente,

el General Francisco de Paula Santander a pesar de lo reacio y entendible por parte de

Bolívar de no invitar a participar a los Estados Unidos de Norte América en el desarrollo

práctico del Congreso Anfictiónico de Panamá asumió motu proprio conducta diferente,

muy a pesar que el arribo al evento del delegado americano fue tardío. No en vano la

historiografía nacional, incluso, pone a Santander en el plano del panamericanismo

auspiciado y, promovido por la propia potencia del Norte y, al Estadista y General

Bolívar como el inspirador y abanderado del americanismo moderno; es pues, lo que

revela Liévano Aguirre:

Nuevamente, hagamos uso de la historiografía política independentista y

emancipadora, en lo que hace relación sustancial con el tema ideológico, en singular,

con la posición del Vicepresidente Santander:

El vicepresidente de Colombia, general Santander, hostil a toda organización de

proyecciones americanas -capaz de contrapesar las fuerzas regionales empeñadas en

acelerar el proceso de multiplicación de nacionalidades en América- en la imposibilidad

de oponerse abiertamente a la reunión del Congreso de Panamá, optó entonces por

convertir el Congreso no en la agrupación de aquellos países americanos que tenían una

misma posición democrática ante lo propósitos imperialistas de la Europa absolutista y

del mundo anglosajón, sino en una reunión de todos los países del hemisferio,

cualesquiera fueran sus inclinaciones políticas y sus intereses comerciales.

Que la multiplicidad de las tendencias encontradas que actuarían en el Congreso evitaría

la formación de una confederación política con poder para absorber a las vacilantes

108 Op. Cit. p. 131.

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nacionalidades americanas y serviría para destacar la importancia de los factores

regionalista en el Nuevo Mundo, fueron las razones que indujeron a Santander a poner en

marcha esta política, que constituye el verdadero antecedente del panamericanismo -

cuyo ingenioso iniciador fue Santander109 y no Bolívar-, política que aspiraba a propiciar

en América, a la sombra de la doctrina de Monroe, el triunfo de aquellas tendencias que

buscaban transformar las antiguas divisiones administrativas de la Colonia en estados

soberanos e independientes y evitar la formación, en las regiones centrales del

continente, de una gran confederación capaz de oponer adecuado contrapeso a las

formidables agrupaciones territoriales y humanas que comenzaban a formarse en los

extremos Norte y Sur del hemisferio110.

Vimos cómo el ideal bolivariano de la Integración y la unión ayudaron a consolidar y

asegurar en buena medida los niveles de autonomía y/o soberanía política al interior de

las nuevas naciones. De ahí, que frente a este aporte conviene analizar sus principales

bases y, en singular, el papel de reconocimiento internacional generado desde la

perspectiva de un mundo moderno y civilizado, como era la visión del Libertador.

No sin antes, lanzar un comprensible interrogante en punto con lo fundamental del

asunto: ¿para qué sirvió en términos definitivos del movimiento independentista la

convocatoria y realización de un evento de tal naturaleza política?

Precisemos que, Bolívar partiendo de la tesis de ser un político y Jefe de Estado con

alto nivel formativo en términos intelectuales, humanistas y militares comprendía

claramente, que el papel de los nuevos Estados suramericanos no podía imbuirse

simplemente en el marco ideológico y político republicano al interior de sus propias

fronteras. Es decir, que el ejercicio de lo político y su política simultáneamente no

debían quedar y, menos, desarrollarse en lo local, pues las amenazas a sus intereses

soberanos e institucionales eran latentes y bien complejas a causa del

intervencionismo monárquico e imperial, especialmente, europeo, y en un momento

coyuntural favorable para Bolívar de consolidar a comienzos de la segunda década del

siglo XIX las condiciones definitivas del movimiento de Independencia y libertad.

Recordemos, por el lado europeo las antiguas monarquías (incluida, la española,

francesa, inglesa, prusiana, etc.) no vacilaban en poner los ojos sobre las nuevas

Naciones soberanas por intermedio del bloqueo internacional de la Santa Alianza y, por

109 En estos términos el Vicepresidente Santander explicaba al Libertador la invitación a los Estados Unidos de Norte América al Congreso Anfictiónico de Panamá: Con respecto a los Estados Unidos -escribía- he creído conveniente invitarlos a la augusta Asamblea de Panamá en la firme convicción de que nuestros íntimos aliados no dejarán de ver con satisfacción el tomar parte en las deliberaciones con el interés que corresponde a unos amigos tan sinceros como ilustrados. Las instrucciones que con este motivo se han impartido a nuestro enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Washington, de que le acompaño copia, os impondrán extensamente de los principios que me han estimulado a tomar esta resolución. En: Liévano, Aguirre, Indalecio, Los Grandes Conflictos de Nuestra Historia, Intermedio Editores S.A.S. Bogotá 2015, T. 2. p. 634-635. 110 Liévano, Aguirre, Indalecio, Bolívar, p. 345-346.

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la parte del imperio norteamericano, se hacía sentir la reconocida Doctrina Monroe

(1823) y, todo su proyecto hegemónico y político dirigido hacia el sur de su frontera.

Al respecto, el pensamiento y la acción práctica bolivariana, en cierta manera

aleccionaban:

Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque en ella se cruzan intereses

inmensos, esparcidos en todo el mundo111.

Así, todo movimiento insurreccional o de índole social con ribetes “subversivos” que

pusiera en entredicho el statu quo imperial desde el punto de vista de su política

externa colonial o neocolonial, debía ser contrarrestado, hasta con el uso de la fuerza y

las armas.

De ahí, no era extraño que el Libertador fuera inteligente y, prevenido en este sentido;

la coyuntura ideológica y política del movimiento independentista y de liberación, era

bien sui géneris y delicada, pues no era fácil pensar en una plena lucha sobre la base

del sustrato popular en la medida de su arraigo y casi conformidad que se tenía de la

estructura monárquica y, su política violenta y de sometimiento; todo lo cual, sin duda,

generó algún miedo a la libertad haciendo parangón con el título de la obra de Erich

Fromm. En el aspecto modal de la conciencia y la lucha social, tendremos la

oportunidad de hacer el análisis correspondiente.

Bolívar era el más indicado para sortear estos aspectos, para él podrían tener alguna

incidencia negativa en el ascenso de su estrategia político-militar. La amenaza de la

Monarquía cualquiera fuera el Estado de su origen, no era por tanto, virtual sino real y,

era prioridad en Bolívar mostrar al mundo la capacidad y disposición de las nuevas

naciones de materializar un bloque de integración y unión, en contra de la injerencia

imperial y neocolonial; se trataba así, de crear condiciones objetivas de seguridad

política y solidaridad. De esta manera, el Libertador comenzaba a moldear la política

exterior de las nuevas repúblicas; no en vano, Gerhard Masur es enfático en reconocer:

“(…) podemos decir con toda propiedad que la política exterior sudamericana nació en

1826 y que su padre fue Simón Bolívar”112.

Pero, no menos, que siendo –reiteramos- el Libertador el internacionalista por vocación

y por tanto, un convencido pacifista, por antonomasia, buscaba en el marco del

Derecho Internacional Público moderno, afianzar no solo las relaciones públicas de las

nuevas naciones, sino principalmente, buscar cierto “equilibrio” de soberanía,

Independencia e identidad políticas frente al viejo mundo y la propia potencia del norte,

bajo el entendido de las transformaciones sociales, culturales, económicas y hasta de

111 Ibídem, p. 341. 112 Op. Cit. p. 502.

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una revolución étnica –en palabras, de Waldo Frank- para hacer ver al mundo en

general que la práctica inveterada de los viejos imperios de dividir a unos pueblos entre

periferia o metrópolis versus colonias, no resultaba lo más correcto en términos

políticos de la modernidad y el avance de la civilización.

En síntesis, el colosal proyecto bolivariano, en últimas convocando a la anfictiónica no

era otra cosa que la vigencia del republicanismo y liberalismo políticos; se trataba, de

una “segunda” revolución en marcha e imparable dado su estricto sentido ideológico,

metódico y, fundamentalmente, práctico, pues ni más ni menos apuntalaba a una

auténtica lucha de clases desde la perspectiva marxista: entre oprimidos y opresores,

la batalla entre los pueblos y los tronos113.

Bolívar con este comportamiento no dejaba abierta la posibilidad de tratarse de un

hombre de ideales conservadores o simplemente, un conformista de cambiar a partir de

la vieja estructura monárquica a sus dirigentes políticos o los conductores de la

institucionalidad; no.

El mérito como caudillo y líder auténtico revolucionario, radicaba en su vertical

coincidencia entre teoría y praxis políticas; Bolívar sabía dimensionar la combinación

entre la res pública y la política como ejercicios legítimos de los gobiernos

democráticos.

Igualmente, por medio de su Liga confederal aspiraba a que las cuestiones de la guerra

y la paz no fueran tema político indiferente y ponerse en discusión pública, en una

especie de “congreso abierto y democrático”; una mezcla entre utopía o realidad, pero,

con una gran dosis de realismo político, tal como venimos analizando. Al fin de

cuentas, todos estos asuntos hacían parte de la estructura y finalidad de la anfictiónica

y, de la necesidad urgente de concretarla en una coyuntura internacional suramericana bien

compleja por el tema neocolonial al que se enfrentaba.

Tanto que para ahondar en las razones de peso que lo llevan a tomar la política

internacional como ejercicio del poder político soberano, podemos consultar

necesariamente, la historiografía política y, a través de Luis Perú De La Croix conocer

de primera fuente:

(…) pero los hombres que dicen conocer la política, que se dicen hombres de Estado,

deben preverlo todo, deben saber obrar como tales, y probar con resultados que

efectivamente lo son, tales como se creen114.

De ahí, era un lugar común no ajeno al gran proyecto integracionista y unitario

bolivariano, cuestiones como:

113 Ibídem, p. 349. 114 Op. Cit. p. 34.

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“Por eso la Santa Alianza, a inspiración suya y de su aliado en esta política, el Zar de

Rusia, proclamó abiertamente -con la sola oposición de Inglaterra- el principio de

intervención, mediante el cual las potencias coaligadas se declaraban obligadas a

actuar, por las armas cuando fuera necesario, contra cualquier Estado donde triunfara

una insurrección contra el orden social, o ayudar a cualquier gobierno que padeciera

dentro de su territorio de un movimiento subversivo de tal índole. En desarrollo de esta

política, en el Congreso de Verona se ordenó a Francia restablecer, por medio de las

armas, el absolutismo de Fernando VII en España, y en aquellos días las cancillerías

europeas discutían ya la intervención militar francoespañola en América para

restablecer la autoridad de la monarquía en sus posiciones de Ultramar”115.

Es decir, la discusión en el plano teórico y praxis político que surgía a última hora en el

pensamiento democrático y liberal por parte del Libertador, se hallaba en la disyuntiva

de ceder ante la presión de las viejas y pesadas estructuras de poder monárquico o, de

modo contrario, hacer valer aún a costa de persistir en el uso legítimo del movimiento

armado e independentista, la vigencia de lo que él mismo llamó la paz americana y, de

contera, del sistema de gobierno republicano, máximas de su política liberadora e

internacional.

Bolívar jugó las cartas por esta última alternativa de índole ideológica-política y,

también de naturaleza militar, pues seguía convencido como buen estratega que

incluso, la consolidación y realización de la Unión de las Naciones americanas del sur,

tendrían el respaldo de un gran ejército latinoamericano. Era tal la fuerza y el espíritu

de una hegemonía política del proyecto de la Gran Colombia en América que incluso,

puso en entredicho la fuerza monárquica española y, en cierta forma logró “equilibrar”

las relaciones internacionales con sus antiguas colonias, dado el poder y auge de la

insurrección bolivariana, al punto que, la campaña española de la reconquista o

“pacificación” a manos del General Pablo Morillo había sido desastrosa en términos

militares y políticos, habiendo prescindido de persistir y marchar a su natal España.

Eran pues, los días finales de la Batalla de Ayacucho.

Al respecto, la historiografía política reconoce tal referente:

Eran los días en que el embajador de Francia en Madrid, M. Moustier, se dirigía al

ministro francés de Relaciones Exteriores, barón de Damas, en los siguientes términos:

“La consternación reina ya en todos los puertos con motivo de las hostilidades contra la

Regencia de Argelia y los perjuicios que causan los corsarios colombianos. En estos

puertos, más que en las ciudades del interior, gana prosélitos el sentimiento de que si

bajo semejantes disposiciones se presenta en las costas de España una escuadra

insurrecta americana, sería imposible contener el desbordamiento revolucionario”116.

115 Ibídem, ps. 342-343. 116 Ibídem, p. 350 (sic).

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Ahora bien, a pesar del fracaso de la anfictiónica en términos de una futura política

internacional en la forma prevista y proyectada por Bolívar quien se constituyó en el

mayor artífice117 y, no menos, la persistente injerencia imperial de Estados Unidos de

Norte América con su agresiva Doctrina Monroe, conviene resaltar dos aspectos

sociopolíticos que en cierta manera son rescatables desde el punto de vista de la

consolidación definitiva de la soberanía política y la justicia nacionales:

Por una parte, la guerra independentista y emancipadora, por tanto, el resultado

ideológico y político derivado de la misma, es decir, la paz y la integración legítimos en

términos de la República constitucional y liberal, permitieron que a través del Congreso

Anfictiónico de Panamá la causa de la soberanía y autonomía políticas principalmente,

tuviera reconocimiento sino legitimidad a la luz del Derecho Internacional Público:

La liga debía disponer de sus propios órganos institucionales, de carácter

supranacional, cuyas atribuciones políticas y grado de autonomía con respecto a las

partes fueran suficientes para que su evolución, en el transcurso del tiempo, se

efectuara en el sentido de ensanchar paulatinamente esa soberanía supranacional y no

de mantener, inmovilizadas, las soberanías locales de los Estados miembros. (…)

“Nuestras Repúblicas -le diría Bolívar a Unanue- se ligarán de tal que no parezcan en la calidad de naciones sino de hermanas, unidad por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que entonces obedecían a una sola tiranía y que ahora van a abrazar la misma libertad, con leyes diferentes y aun gobiernos diversos, pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia”118. La historiografía política, conocida, por lo menos, revela el nexo causal entre teoría y praxis política en el ideario bolivariano de hacer de la soberanía y la autonomía políticas la fuente institucional de los nuevos Estados-naciones tras la vigencia de la forma de gobierno republicano y liberal.

De otra parte, la misma historiografía política nos ayuda a comprender la unidad

conceptual y de acción práctica, derivada del propio pensamiento bolivariano de

integración y unión respecto de una cuestión sociopolítica que no fue ajena a este. Se

117 (…) la unidad hispanoamericana en el contexto de nuestra lucha por la independencia en las primeras décadas del siglo XIX. Francisco Miranda, protolíder no solo de la independencia sino también de la unidad hispanoamericana con su proyecto de Unión Colombiana en el siglo XVIII, Bolívar y San Martín, los Libertadores de Suramérica, así como José Cecilio del Valle, Mariano Moreno, Bernardo Monteagudo y Juan Bautista Alberdi, entre los líderes independentistas más representativos expresan este camino de unidad que no se llegó a cumplir alcanzada la independencia política de España. Son el testimonio de un proyecto inconcluso y de una aspiración cuyo más grande esfuerzo fue sin lugar a dudas el impulsado por Bolívar con el Congreso de Panamá en 1826 (Rojas, s.f., págs.. 4-5). En: Silva, Shamel, Thair Op. Cit. p. 61. 118 Los Grandes Conflictos de Nuestra Historia, Op. Cit. p. 604-605.

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trata de la abolición de la esclavitud y, por demás, a futuro, la prevalencia de un civis

hispanoamericanus o en palabras de Liévano Aguirre el “gran nacionalismo

hispanoamericano” en lo que Bolívar denominó: Nuestra patria es América.

Continuando con la línea historiográfica, agreguemos:

“Él (Bolívar) aspiraba a que los Estados signatarios se comprometieran a conservar y

defender en sus respectivos territorios las instituciones democráticas y republicanas -

cuyas fórmulas concretas, desde luego, no tenían por qué ser idénticas a las ideadas

por las plutocracias protestantes anglosajonas-, y a abolir en Hispanoamérica la

esclavitud de los negros, como a desligarse totalmente de la trata internacional de

esclavos”119.

Al respecto, y tras la conquista bolivariana que a futuro se hizo realidad, es decir, la

proscripción de la esclavitud a nivel de Colombia, el Libertador fue enfático con los

delegados colombianos al Congreso al ordenar en sus instrucciones:

“6ª La abolición del tráfico de esclavos de África y declarar a los perpetradores de tan

horrible comercio incursos en el crimen de piratería convencional”120.

Con todo, la anfictiónica más que una cuestión de raigambre ideológica y política

inmersa en una esperanzadora utopía, cuyo mérito trasciende hacia el ejercicio y

evolución gradual de la política externa colombiana en ejercicio de su soberanía

nacional y, que por supuesto dejó su legado a nivel democrático y republicano a las

futuras Naciones suramericanas, no puede pasar por alto, como un acontecimiento hito

de dignidad frente a los grandes imperios europeos y anglosajones en la marcha contra

el colonialismo y neocolonialismo modernos; esa era la visión futura de Bolívar.

Con todo, la guerra independentista garantizó que el Libertador ante la Anfictiónica

fuera capaz en términos políticos y militares de “desafiar” a las grandes naciones

europeas y, en especial a la estadounidense, pues en carta dirigida a Santander desde

Arequipa expresa su inconformidad con la invitación enviada a Estados Unidos para

asistir al Congreso de Panamá121.

4. El reto político de consolidar la educación y lucha social: la participación de

la subalternidad

Hemos visto cómo las categorías de la Paz y, la Integración fueron una constante en la

dinámica del gran proyecto militar y político del Libertador. Incluso, cómo estas fluyen

dentro de una lógica que le da reconocimiento y categoría a la propia guerra

119 Ibídem, p. 610. 120 Bolívar, Op. Cit. 351. 121 Medina, Medófilo y Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. p. 51.

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independentista, pues sin la mediación ideológica y práctica del conflicto en términos

emancipadores, no habría lugar al menos de manera indicaría a hacer referencia a la

abolición institucional y política del statu quo monárquico y, tampoco, a comprender

constitucional y racionalmente las dimensiones de un nuevo orden de cosas, inspirado

a partir de la realización político-institucional del gobierno republicano y liberal creado

por Bolívar.

En este orden y, dada la estrecha relación temática, de unidad conceptual y,

fundamentalmente de acción práctica por razón de los fines del presente trabajo,

resulta pertinente y oportuno abordar cuestiones como la educación, la lucha social y,

la participación de la llamada “subalternidad” para los fines ideológicos y políticos del

problema aquí planteado.

Se constituyen y, así se ha evidenciado como lugares comunes propios en el

Libertador, cuestiones, tales como:

De la solidaridad del continente;

De la necesidad de constituir grandes naciones, y no “gobiernitos” como él decía;

El destino democrático de estos pueblos;

Las normas del Derecho Internacional Americano que proclamó y en parte impuso

(asociación defensiva, arbitraje, uti possidetis122, fuerza al servicio de la paz, etc.);

La necesidad de gobiernos “tutelares”, no nihilistas ni absolutistas, no dictatoríos

ni anárquicos; su apoyo a la religión como fuerza social indeclinable;

Su claro sentido de las categorías de grandeza… perennemente actualizan su

nombre, y su espíritu mantienen en la cumbre123.

Todos estos aspectos en la evolución y perspectiva pre-independentista y, pos

independentista tienen validez y, sentido sociopolítico, pues a la final, fueron parte no

solo del imaginario sino del realismo políticos bolivarianos. Son asuntos que de una u

otra forma han sido justipreciados desde una perspectiva crítica e imparcial a lo largo

del trabajo.

Pero, no es menos que, en el caso concreto de las manifestaciones inherentes con la

educación, la lucha social y, la participación subalterna, per se, fueron manifestaciones

que coadyuvaron de una u otra manera a consolidar la conciencia social sino también

la legitimidad y necesidad políticas de la guerra en procura real de la soberanía política

122 En latín, "como poseéis". Se dice del principio jurídico, según el cual frente a una situación jurídica

dada se mantiene la situación (posesión) actual de los bienes hasta que recaiga resolución definitiva en

el conflicto. (Fuente: GARRONE, José A., Diccionario Jurídico, Tomo IV, Ed. LexisNexis, Buenos Aires,

2005, p. 738). http://www.significadolegal.com/2011/11/que-significa-uti-possidetis.html (Consultado, 2 de

noviembre de 2016) 123 Bolívar y la Cultura Iberoamericana. López de Mesa, Luis, edición conmemorativa del Centenario del nacimiento del profesor Luis López de Mesa, ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1984 p. 68.

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y la justicia social, pues estas categorías a la final son realizables por Bolívar mediando

entre otras condiciones, las variables sine qua non de la paz y la integración.

A la sazón, aspectos socioculturales y también de amplia difusión ideológica, como la

educación, la lucha y, la participación de la masa popular fueron el motor y la fuerza

insustituibles para concretar y finiquitar la guerra independentista y de liberación

Nacional. Es decir, de cierta manera la acción humana determinó y dio el respaldo

adecuado a la causa independentista, de modo contrario, se constituiría en simple

utopía o, tal vez, en meras tentativas, en lo que podemos denominar la cadena de

equivalencia, pues, como afirma Ernesto Laclau: “(…) en la emergencia del pueblo, no

hay nada de automático y siempre, entre otras posibilidades, puede fracasar en sus

objetivos”124.

Al fin de cuentas, lo que Bolívar busca es fomentar la necesidad de la unión pues de

modo contrario es perpetuar la esclavitud y la servidumbre frente a la ignominia y el

poder monárquico; tanto que fue un asunto de interés público y de constante

proselitismo suyo:

Nuestra división, y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud. Según lo predica

en el Manifiesto de Cartagena.

De tal suerte, que la ideología política del Libertador tenía para los fines expuestos

llevar a la práctica social y cultural, la educación, la lucha y, la participación popular

desde una visión democrática; la carencia de estos elementos -dijimos- sería letra

muerta y simple efecto persuasivo, dando cada vez más “legitimidad” al establecimiento

español.

Aclarando que el abordaje profundo de estas tres premisas requiere otros estadios de

análisis y amplio contexto discursivo, pretendemos, sin embargo, para la finalidad del

trabajo darle cierta consideración y valor puntuales a cada una bajo el entendido de

tratarse de elementos bolivarianos, acordes con su propia teoría de liberación, como a

continuación pasamos a explicitar.

1. La Educación

Llama la atención al respecto, que Bolívar en procura de garantizar espacios continuos

y permanentes de justicia social, y por demás, de conciencia colectiva, trató de inculcar

una particular educación integral, cuya naturaleza gravitaba en el supuesto que:

124 El populismo abortado: los significantes vacíos en el gobierno del General Gustavo Rojas Pinillas (Ensayo). Duque, Guillermo, Andrés. En: Revista, Trans-pasando Fronteras, Num. 4, Centro de Estudios Interdisciplinarios, Jurídicos, Sociales y Humanistas (CIES), facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Icesi, Cali 2013, p. 71.

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Renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte,

sino que quiere ser virtuoso125.

Y, simultáneamente, predica la necesidad pública e institucional de hacer viable la

educación moral (que guarda relación ideal con el Poder Moral, como complemento de

los tres poderes del Estado republicano), pues:

Meditando sobre el modo efectivo de “regenerar” el carácter y las costumbres que la

guerra y la tiranía nos han dejado, me he sentido con la audacia de inventar un poder,

sacado del fondo de la obscura antigüedad y de aquellas olvidadas leyes que

mantuvieron algún tiempo la virtud entre los griegos y los romanos126.

Este gran interés por educar las masas, tenía un grave antecedente social y cultural,

dado que, era un tema inveterado la carencia material de instrucción general mínimas,

tal como lo revela la historiografía política independentista a través del historiador y

político Nacional, José Manuel Restrepo127, partícipe del movimiento de Independencia

colombiano y, cercano colaborador del Libertador a quien, en especial, sirvió en su

gobierno como Ministro del Interior:

“La masa general de los Granadinos y Venezolanos estuvo sumida en la más

profunda “ignorancia” cerca de tres siglos, ó en todo el tiempo que los Españoles

dominaron estos países. Los Indios, los esclavos, los labradores y artesanos, es

decir los cuatro quintos de la población no aprendían á leer porque eran raras las

escuelas primarias, que solo se encontraban en algunas villas y ciudades

populosas. Acaso el gobierno español en todo el tiempo de su dominación no dotó

a una escuela de las rentas reales, pues aunque lo hizo de los bienes de los

jesuitas, estos habían sido fundaciones de los mismos pueblos. Las escuelas

primarias que existían fueron dotadas de los propios de los cabildos ó de

fundaciones que hacían los particulares para la educación de sus compatriotas.

No sabiendo leer ni escribir la masa de la población, sus conocimientos religiosos

se reducían al breve catecismo de Astete ó de Ripalda, que los padres enseñaban

á sus hijos, ó los curas a sus feligreses, y á las prácticas del culto esterior que

veian hacer desde niños.

125 Corresponde a un extracto del Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819. En: Así pensaba Bolívar, Op. Cit. 80. 126 Ibídem. 127 Constituyéndose la obra de Restrepo un testimonio histórico de primera mano, siguiendo lo reconstruido por De Lacroix, Luis Perú, en su Diario de Bucaramanga veamos cuál es el valor de aquel autor en lo relativo con la cuestión de la historiografía política del proceso independentista y su influencia ideológica para los fines del presente trabajo: “Restrepo, dijo S.E., es rico en pormenores históricos; posee una abundante colección de detalles, y no hace gracia de ninguno de ellos; los sucesos principales los refiere todos con exactitud cronológica, pero hay algunos errores de concepto y aún de la hecho en varios de sus relatos, particularmente cuando habla de operaciones militares o hace descripciones de batallas y campañas. Su estilo, sin ser propiamente el que conviene a la Historia, es animado y sostenido a veces, otras cae en lo difuso y fastidioso; pero su obra, en conjunto, constituye los anales históricos y cronológicos de Colombia”. Op. Cit. ps. 127-128.

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La moral estaba reducida á las máximas que oían predicar á sus curas en los

sermones parroquiales, y por tanto debían ser muy limitadas.

Los hijos de los propietarios más acomodados de los mercaderes, comerciantes y

empleados en el gobierno y administración de las rentas recibian mejor

educacion; pero estos mismos solo aprendian á leer, escribir y contar. Algunos

seguian tambien sus estudios en los colegios, y conforme á sus inclinaciones

adoptaban una de las carreras, las únicas que se presentaban en esta parte de la

América para los estudiantes, ó se hacian clérigos ó abogados”128.

A este penoso y, complicado panorama se exponía el Libertador en aras de la

promoción y masificación de la educación popular. Y más oprobioso resultaba que, la

“doctrina” católica-apostólica-romana, era “única y esclusiva” según, Restrepo. La

prédica oficial del establecimiento y, de paso, la “educación” de las élites criollas, pues:

“El arzobispo de Santafé don Jaime Martinez Compañon, español europeo, fue

uno de los que bajo un esterior de santidad influyó en que se adoptara esta

bárbara medida. En las juntas que hubo para arreglar los estudios sostuvo

tenazmente “que los criollos no debian aprender otra cosa que la doctrina cristiana

para que permanecieran sumisos.” Este solo rasgo le hace digno de la execracion

de los Americanos del sur”129.

El Tribunal de la Santa Inquisición, jugó su partida crucial en el retroceso o involución

del sistema educativo al interior de la colonia:

Después de la política mezquina del gobierno español que no permitia se

enseñaran cosas útiles, nada era tan opuesto á la difusion de las luces en la

Nueva-Granada y Venezuela como el tribunal de la inquisición. Este impedia que

entraran libros capaces de ilustrar á los pueblos sobre sus derechos y de disipar

la ignorancia y el fanatismo”130.

Esta situación sui géneris de incertidumbre, respecto de la educación y la ilustración, es

el fiel reflejo planteado por el Libertador precisamente al interior de la Carta de

Jamaica:

“La posición de los moradores del hemisferio Americano, ha sido, por siglos puramente

pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más

debajo de la servidumbre, y, por lo mismo con más dificultades para elevarnos al goce de

la libertad. (…)

128 Historia de la Revolución de la República Colombia, Editorial: Imprenta Nacional, Biblioteca de la

Presidencia de Colombia; Paris: Lib. Americana, 1927, Tomo Primero, ps. 79-80-81. Comillas fuera de

texto y omisión ortográfica de tildes propias de este.

En,http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/historia-de-la-revolucion-de-la-republica-de-colombia-

restrepo (Consultado, 20 de noviembre de 2016). 129 Ibídem, p. 85. 130 Ibídem, ps. 88-89.

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Los Americanos en el sistema Español, que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que

nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y

cuando más el de simples consumidores”131.

Esa condición especial de “siervos” tal como la describe Bolívar en cierta medida

coincide etimológicamente con el estado de “ignorancia” de las clases populares, en lo

concerniente con ideología política de la “independencia” y la “libertad”, pilares y

fundamentos conceptuales, filosóficos y, políticos del proceso de desalienación y/o

emancipación:

“Los cuatro quintos de la poblacion se componian de hombres ignorantes que no

sabian leer, ó que cuando mucho leian el ejercicio cotidiano : absolutamente

ignoraban el significado de las voces independencia y libertad , creyendo como

artículo de fe que la autoridad de los reyes venia del cielo, segun lo oían predicar

á sus curas todos los domingos, y teniendo al rey de España por un semidios á

quien debian obedecer só pena de pecado mortal (…)”132.

En términos generales, la masa en su mayoría, en medio del creciente estado de

ignorancia y ninguna educación, además, de su natural e irrestricta “obediencia” al

sistema colonial, no estaba preparada para la “revolución”. Bolívar hizo pública una

máxima, prácticamente en procura de la salud “moral” de la República:

Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción (…) el trabajo y

el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más

difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices133.

Por tanto, para Bolívar la educación social era fundamental para pensar en el futuro de

la América; era pues, un problema de orden sociopolítico e incluso, de identidad

cultural:

Sabía (Bolívar) que sin educación no era posible emprender el camino del progreso y

que no era posible el bienestar material y espiritual de las masas latinoamericanas;

estaba consciente de que la educación, en última instancia, era tanto un problema

político como económico134.

Finalicemos, por una parte, el Libertador a través de su Discurso de Angostura planteó

a manera de Principios y por tanto, Políticas Públicas, cuatro cualidades para fortalecer

el proceso revolucionario y, de contera, la República liberal, donde tengan su imperio la

felicidad, la paz y la justicia135 como bien se plantea en aquél Discurso:

Educación, unidad interna, fortalecimiento de la milicia y estabilidad política para

romper definitivamente los grilletes de los pueblos otrora oprimidos por el yugo español. 131 Medina, Medófilo y Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. p. 77-78. 132 Restrepo, José Manuel, Op. Cit. p. 119. 133 Benítez, José A., La Educación. Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 321. 134 Ibídem. 135 En: Pensamiento Político de Simón Bolívar, Op. Cit. p. 87

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En esas cuatro aristas se concentra el pensamiento del Libertador, Simón Bolívar,

sintetizado en el Discurso de Angostura (…)136.

De otra parte:

Bolívar firmó alrededor de cuarenta decretos de esa naturaleza en su extensa obra

dedica a la educación, en su pensamiento la escuela debía ser un verdadero centro de

formación de hombres trabajadores y patriotas. Uno de esos decretos organiza el

sistema educativo en la recién creada república de Bolivia.

Dice: “Que el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo. Que esta

educación debe ser uniforme y general. Que los establecimientos de este género

deben ponerse de acuerdo con las leyes del Estado. Que la salud de una república

depende de la moral que por la educación adquieran los ciudadanos en su infancia”137.

Bolívar jamás perdió su noble mérito de hombre y líder de causas altruistas, en

especial, con la cuestión de la dignidad humana, sin duda, inherente con la educación

del nuevo hombre americano; es su lucha constante para romper con un curso ciego de

cosas dominantes, y la vigencia plena de: “El pensamiento moderno es un pensamiento

de emancipación, pero también de dominio”, como bien precisa Luis Villoro138.

Dijimos, que las categorías políticas de la paz y, la integración fueron una constante en

la guerra independentista, tal como expusimos. Con mayor razón la política pública y

moral de la educación social en mayor o menor intensidad fue decisiva para consolidar

aquellas gestas nacionales. El Libertador contó con unos grandes y valiosos maestros:

Simón Rodríguez y, Andrés Bello el llamado “libertador intelectual de América”, entre

otros.

Bien, recuerda al respecto el profesor López de Mesa las palabras de el Libertador en

su Discurso de Angostura:

“Tenemos que hacer hombres antes que leyes”139.

2. La lucha social y popular: la subalternidad

A partir de la vigencia moderna de los principios ilustrativos y, de contera, los

republicanos, a ultranza reprimidos por el sistema colonial español -como dijimos-,

Bolívar concibe la fundación institucional y político-jurídica de un Estado de Derecho

erigido sobre una concepción, en principio, antropocéntrica y liberal; como buen criollo

de pensamiento ilustrado, no era ajeno y menos indiferente con aquellos principios y

valores de esencia humanista. Era, pues, la búsqueda constante del gobierno más

favorecedor posible en términos de la mayor felicidad posible.

136 En: Agencia Venezolana de Noticias: m.avn.info.ve por Sánchez, Marianny, viernes Febrero 2013 – 08:40 AM. (Consultado, 20 de noviembre de 2016). 137 Benítez, José A., Op. Cit. p. 322. 138 El Pensamiento Moderno. Filosofía del Renacimiento, editorial Fondo de Cultura Económica, México D.F. 2011, p. 120. 139 Op. Cit. p. 46.

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Alcanzar este gran proceso social, implicaba, servirse de la guerra revolucionaria de

Independencia y, por tanto, legitimarla –como así lo planteó- como instrumento político

tendiente a la consecución de unos máximos fines institucionales e ideológicos: la Paz

y, la Integración.

Es parte de su abierta proclama de lucha contra la opresión milenaria, por parte del Imperio español sobre sus colonias del Nuevo Mundo. El tema de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y su impacto jurídico sobre la novísima institucionalidad republicana, recordemos, no era desconocido en Bolívar pues su traducción y circulación en la Nueva Granada fue valiosa obra de otro gran Prócer, Antonio Nariño a quien también se debe reivindicar el inicio de la gesta emancipadora, a fines del siglo XVIII:

“(…) Ya todos los seres que piensan han aprendido cuáles son los derechos del hombre y cuáles sus deberes; en qué consiste la excelencia de los gobiernos y en qué consisten sus vicios. Todos saben apreciar el valor intrínseco de las teorías especulativas de los filósofos y legisladores modernos”140.

Por tanto, la Ilustración como fenómeno revolucionario derivado fundamentalmente de

la razón y del Derecho Natural y, contrapuesto al poder político y religioso absolutista

vigente en varios Estados europeos, constituye en cierta manera, la base teórica del

republicanismo como ejercicio democrático y alterno de gobierno, sobre el que

descansa la tridivisión de poderes, el principio de soberanía popular y, el

reconocimiento expreso por la justicia social; sin duda, constituyen la base política de la

revolución bolivariana, en una especie de realismo político o hasta, por qué no, la

aspiración a un desafío utópico pero no imposible en las condiciones de un Imperio

español en constante crisis, especialmente en el plano económico y, político ideológico;

Inglaterra (a fines del siglo XVIII), por un lado, se constituye en primera potencia

económica y capitalista mundial, rivaliza por conquistar y monopolizar las colonias de

ultramar Hispánicas y por otro, para 1808 se produce la destitución violenta del rey

Fernando VII a manos de Napoleón Bonaparte acontecimiento que, tarda, incluso,

varios años con el ejercicio del poder político a manos de Luis Bonaparte.

A la sazón, y sin que para nada, en Bolívar dejen de existir otros sustentos y/o razones

de orden político e ideológico para tales fines revolucionarios, incluyendo, de carácter

sociocultural, que puedan servir igualmente de referentes en la construcción teórica y

práctica de su gran proceso emancipador, hemos puesto de presente que a través de

su máximo documento, La Carta de Jamaica, sintetiza cuestiones que en el plano

pragmático y en curso de su permanente lucha revolucionaria se ven reflejadas, como

el caso de la dignidad de los pueblos americanos, la opresión imperial, la justicia, la

soberanía estatal y, principalmente, la libertad e independencia nacionales. Principios,

135 Simón Bolívar: Discurso de Angostura. En: Pensamiento político de Simón Bolívar. Op. Cit. p. 80.

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que de una u otra manera Bolívar comienzan hacer sus banderas de lucha ideológica y

política en los albores de la campaña emancipadora y de Independencia,

principalmente, a través de la llamada Sociedad Patriótica pues, siguiendo la

historiografía política de Liévano Aguirre el Libertador reunido ante el Congreso

venezolano (2 de marzo 1811), se pone en ejercicio de su praxis política:

“Embriagado por su propia exaltación revolucionaria, se puso en píe en medio del tumulto

que caracterizaba esa noche el debate en la Sociedad Patriótica y con voz firme

demandó la palabra (…):

“No es que haya dos congresos -dijo con voz sonora que dominó los murmullos del salón-

¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que

queremos es que esa unión sea efectiva para animarnos a la gloriosa empresa de

nuestra libertad. Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue

mengua, hoy es traición”. (…)

¿Trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía?

“La Sociedad Patriótica respeta como debe -dijo- al Congreso de la Nación; pero el

Congreso debe oír a la Sociedad Patriótica, centro de luces y de todos los intereses

revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana.

Vacilar es sucumbir. Propongo que una comisión del seno de este cuerpo lleve al

soberano Congreso estos sentimientos”.

La propuesta de Bolívar fue acogida con entusiasmo y la Sociedad Patriótica

acordó remitir al Congreso una exposición en tal sentido. Entregada ésta, el

Congreso pidió su concepto al Poder Ejecutivo y al recibirlo favorable el 4 de julio,

después de encendido debate sobre las facultades de sus miembros para hacer la

“declaración de independencia”, ella se efectuó el 7 de julio de 1811 en Acta

famosa, redactada por Roscio e Isnardi”141.

Se trata en últimas de reivindicar unos conceptos naturales que guardan

correspondencia con los principios políticos y valores jurídicos universales derivados de

la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamados oficialmente

a través de la Revolución francesa de 1789 que sella buena parte del viejo régimen

feudal y absolutista.

Recordemos que, una de la más inveterada y arraigada práctica de la institucionalidad

colonial era precisamente, su tenacidad y ferocidad por conservar el statu quo y, ello se

demuestra a partir de los primeros brotes independentistas en Suramérica desde

comienzos del siglo XIX. El ejercicio de su violencia física, moral-religiosa y, política era

la regla.

141 En: Bolívar. Op. Cit. ps. 77-78.

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La lucha social inspirada por Bolívar, giró pues, en torno a dignificar la base social y, de

esta manera ganar la mayor parte en afinidad y apoyo popular a su proyecto

emancipador.

La heteronomía, desde una perspectiva americana y político-nacional y, en contraste,

una inveterada alienación, subyugación y la más vil práctica de servidumbre, en

ejercicio del poder y autoridad por dominación (como política colonial, según Max

Weber) en manos de la metrópoli española, habían llevado en un tono elocuente y

discursivo a sentenciarse ideológicamente, en la propia Carta de Jamaica142:

“La posición de los moradores del hemisferio Americano, ha sido, por siglos puramente

pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más

debajo de la servidumbre, y, por lo mismo con más dificultades para elevarnos al goce

de la libertad. Permítame V. estas consideraciones para aclarar la cuestión. Los

Estados son esclavos, por la naturaleza de su constitución, por el abuso de ella: luego,

un pueblo es esclavo, cuando el gobierno, por su esencia, o por sus vicios holla y

usurpa los derechos del Ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos

que la América, no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la Tiranía

Activa o dominante”143.

De ahí, la lucha social y política bolivariana fue enmarcada de manera fundamental, en

“proscribir” cualquier manifestación de servidumbre y explotación del hombre por el

hombre. Además, las acentuadas diferencias de clases, no hacían fácil que tal asunto

se llevara a la práctica; máxime las pugnas y conflictos internos, entre sectores criollos

y políticos conservadores y, progresistas o reformadores (corriente esta, auspiciada por

el propio Bolívar).

Tampoco podemos soslayar la incidencia que en términos de la acción teórica y la

praxis política influyó sobre la personalidad y el carácter emancipador del Libertador, en

relación con la Revolución haitiana (1791-1804); después de la Revolución americana

es el segundo acontecimiento sociopolítico en el continente acaecido en el siglo XVIII,

convirtiendo a la pequeña isla de Haití en la primera república negra en independizarse

de la metrópolis francesa y, a la vez, traduciéndose en el referente ideológico y

142 En medio de la originalidad política de este valioso documento; el diagnóstico y la solución integral de las condiciones sociopolíticas coyunturales del Nuevo Mundo frente al Imperio hispano, nos lleva a traer a manera de argumento de autoridad: (…) este formidable documento político que, escrito por un pobre desterrado, sin medios ninguno para obrar ni casi para subsistir, describe con sin igual profundidad los problemas políticos del Nuevo Mundo (…) Su visión de una América unida en una gran confederación de naciones libres y guiadas por aspiraciones internacionales comunes, apunta en esta carta de Bolívar por primera vez, y ante ella el lector no sabe qué admirar más: si la grandeza del propósito o el contraste entre la magnitud del ideal soñado y las modestas y adversas condiciones en que se debatía quien tuvo el valor intelectual y moral de concebirlo. En Liévano, Aguirre, Indalecio. Ibídem p. 157. 143 Medina, Medófilo y Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. p. 77.

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revolucionario anticolonial y antiesclavista144 que marcará cada vez, la fuerte línea de

lucha bolivariana frente al colonialismo y la tiranía.

Tanto que, uno de los compromisos de Bolívar con el presidente haitiano, Alejandro

Pétion quien facilita apoyo político y militar al proceso independentista nacional, es

hacer efectiva la libertad de los esclavos de raza negra145, implicando, pues redimir su

condición de sujetos de derechos, a partir, de la vigencia de un nuevo orden social y

político, en la perspectiva conocida.

Estos procesos reales con alto contenido político e ideológico, sirvieron al Libertador

como axiomas y experiencias dialécticas en procura de consolidar su fin metapolítico:

la Emancipación e Independencia de América. Se tornaba necesario y, por ende,

inexcusable la presencia activa y permanente de las masas populares a efectos de

hacer viable estos fines. Pero, no era menos que a pesar de la acentuada crítica social

del Libertador en el tema de la esclavitud de los negros y, la servidumbre en cabeza de

los indios, plantear de buenas a primeras la eliminación de estas prácticas coloniales,

no resultaba un proceso sencillo y de corta duración, pues de por medio persistía una

fuerte aristocracia y un acrecentado feudalismo que procuraba la vigencia del

establecimiento monárquico.

144 El Libertador –ya reseñamos- fue un luchador denodado por legalizar la abolición de la esclavitud

especialmente de raza negra; fue una política pública de Estado incluso, reconocida desde el punto de

vista de la normatividad positiva al interior de la Carta Política de 1821 o Constitución de Cúcuta o de la

Gran Colombia. El derecho fundamental de la libertad, en Bolívar tuvo eco desde lo teórico a la acción

práctica.

“El comienzo del fin de la esclavitud

Otra institución que cambió con la independencia fue la esclavitud. Y aquí hago eco de los que dicen que

en realidad cambió mucho. Es cierto que no fue abolida de manera tajante e inmediata. (…)

Por un lado estaban los que, como Simón Bolívar, creían que una república era incompatible con la

esclavitud, porque el ejemplo de la libertad era demasiado atractivo y privar a un solo grupo de este

derecho llevaría inevitablemente a un conflicto, una guerra o la anarquía. El caso de Haití era siempre el

referente para esta situación. Por otro lado, se presentó un gran cambio en el imaginario político. Nadie,

a partir de la independencia, podía defender la esclavitud como un sistema moral. La Constitución de

1821 logró una solución de compromiso entre las posiciones de quienes querían mantener la esclavitud y

de quienes querían abolirla, que fue la “libertad de vientres”, es decir la libertad de todos los hijos de

esclavos nacidos a partir de ese momento. Es cierto que los que nacían no podía gozar de su libertad

inmediatamente –tenían que esperar hasta cumplir dieciocho años-, pero se trataba, sin duda, de una

importante concesión. Hubo algunos que pidieron al Congreso Constituyente que no se les diera libertad

sino hasta cuando cumplieran cincuenta años de edad, pero esa propuesta no prosperó”. En: Lasso,

Marixa, El gran libro del Bicentenario, (autores varios) Juan Carlos Torres, compilador, Editorial Planeta

Colombiana S.A. Bogotá 2010, p. 277. 145 (…) El Libertador a fines de 1814 visita la República de Haití, contactando a su presidente: las entrevistas se repitieron y Bolívar y Pétion descubrieron en ellas los muchos intereses comunes que vinculaban a sus respectivas causas. El presidente comunicó al Libertador sus temores en el posible arraigo de los poderes metropolitanos de Europa en América y le expresó su interés por ayudar a los venezolanos y granadinos, siempre que la empresa de la emancipación se tradujera en el término de la esclavitud de los negros en el Nuevo Mundo. Liévano, A., Op. Cit. ps. 163-164.

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Para Bolívar la cuestión de la libertad se traducía, en nuestro criterio, por un lado, en un

fin social y, por otro, en un medio político de la guerra independentista. Tanto que, para

él se constituye un imperativo categórico, incluso, recurrir a la violencia legitimada en

principio, a partir, del Derecho Natural, para conseguir y conquistar la acción práctica

de la libertad. Era una cuestión de lógica, ante la no excepcional violencia

“reaccionaria” y desmedida por parte del statu quo español y toda la superestructura de

poder tanto político-militar y religioso, impartido este a través de los atroces Tribunales

de la Inquisición.

Asimismo, las pugnas y enfrentamientos en términos ideológicos y políticos fueron una

constante, e incluso, las insurrecciones, no se hicieron esperar, dado que en el

imaginario sociopolítico influían a manera de antecedente, los sucesos de la

Revolución de los Comuneros, la Declaración de los Derechos del Hombre y del

Ciudadano cuya vigencia cobró fuerza institucional a partir de la Revolución francesa y,

también, como dijimos favoreció el triunfo de la primera revolución étnica en la América

en el caso de Haití como ex colonia francesa, a fines de XVIII.

Eran, sin duda, desafíos para el Libertador y la clase criolla a la que pertenecía en

procura de cierta estabilidad social y, por ende, la unificación de la mayoría de la

población alrededor de sus intereses que no eran otros que la de garantizarse su

igualdad y libertad, y por tanto, su reconocimiento desde el punto de vista del ideario

liberal y republicano.

Es decir, la lucha social y la participación popular en los destinos de la Nueva nación o

Nuevo Régimen, eran sinónimos de profundas diferencias de clases y colores:

La igualdad, la libertad, y la independencia -decía a sus soldados- son nuestra divisa.

¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes? ¿Nuestras armas

no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de clases y colores no

ha sido abolida para siempre?146

La crisis de la representatividad política en condiciones democráticas y de igualdad fue

un asunto que preocupó a Bolívar. Luego, su interés frente a esta complejo y delicado

asunto para la consolidación y destino de la República no era otro que, enfocar su

pensamiento para hacer efectiva la praxis política de los grupos y las clases

subalternas en el contexto de su participación común. La fragmentación caudillista-

ideológica desde el punto de vista político-militar, no fue lo mejor, a pesar de darle el

Libertador un trato tolerante, pero a veces severo dado su temor al anarquismo y de

paso, eventuales posturas tiránicas. De ahí, supo tener el referente social derivado de

la rebelión comunera (1781) que halló eco popular en el variado tejido colectivo; era

146 Benítez, José A., Op. Cit. p. 316.

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algo de lo que debía de aprenderse en la percepción del Libertador a pesar de la

perversa y violenta represión dada a sus miembros por la metrópolis europea.

“Simón Bolívar, desarrolló acciones insurgentes y constitucionales en defensa de la

subalternidad: negros, indígenas, campesinos y plebeyos”147. Se trataba de un nuevo

mundo por nacer derivado de los graves desequilibrios socioeconómicos, políticos y

culturales, otrora consolidados perversamente por el antiguo orden colonial y

monárquico y, cuya herencia dejaba a la república.

“Clases dirigentes débiles, económica y políticamente; masas turbulentas de mestizos,

indios, negros y “pardos” que odiaban a los blancos y ambicionaban sus propiedades y

privilegios tradicionales; profundas diferencias entre la psicología del habitante del llano

y el de la altiplanicie, y falta de la riqueza económica necesaria para buscar, en el

reparto más adecuado de ella, el aplazamiento de la guerra de clases y colores que

parecía destinada a consumir en corto tiempo la gran oportunidad de organizar en

América grandes estados nacionales, tales eran las circunstancias que reducían a las

comunidades americanas a situación semejante a la del mundo occidental en los

tiempos de la decadencia del imperio romano”148.

En tales circunstancias lo más fácil y perjudicial para la “salud” institucional y política de

la futura República, era un Estado de caos, anarquía e involución y, la creación de una

serie de naciones u organizaciones estatales de manera independiente y a cargo de

diferentes caudillos:

“Al desprenderse la América de la monarquía española -escribía Bolívar- se ha

encontrado semejante al imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa

en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación

independiente conforme a su situación o sus intereses, pero con la diferencia que

aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aún

conservamos los vestigios de lo que fue en otros tiempos”149.

Con todo, siguiendo el ideario y la acción práctica bolivariana la cuestión de su lucha

social y la participación popular a través de la subalternidad, no buscaban otra cosa

diferente a través de la guerra de Independencia y emancipación, hacer realidad

institucionalmente la soberanía popular y la igualdad política de las mayorías:

En Angostura, justamente, Bolívar es categórico en tal sentido:

147 Véase, Los subalternos en el bicentenario de la Independencia. Colección Gerardo Molina. Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación. Juan Carlos García Lozano, Editor. Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá. Facultad de Derecho Ciencias Políticas y Sociales, Instituto Unidad de Investigaciones “Gerardo Molina”-Unijus. Bogotá 2013 No. 29, contraportada. 148 Liévano. Op. Cit. p. 203. 149 Ibídem.

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“Un gobierno republicano -diría a los legisladores- ha sido y debe ser el de Venezuela;

sus bases deben ser la soberanía del pueblo; la división de los poderes; la libertad civil,

la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios.

Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los

hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”150.

Pero, no es menos que, la masa popular directa e indirectamente coadyuvó por medio

de la guerra independentista a crear y solidificar las condiciones necesarias y vitales

para conseguir unas condiciones favorables de paz e integración.

Nuevamente y, recurriendo a la historiografía política de Liévano Aguirre precisemos

que el Libertador aún de lo complejo y tortuoso de lograr la transición de un régimen

déspota y monárquico como el español a un régimen republicano y liberal (sobre la

base de su autoridad y legitimidad), supo no solo entender a través de su ideología

política la enorme capacidad de las mayorías sociales sino su potente participación en

los destinos de la Nueva nación en pos de su estabilidad política y constitucional:

Bolívar tenía la convicción intima, y en esto la historia americana no le desmentirá, de

que los odios de raza desencadenados por la guerra de la independencia

determinarían, al finalizar la contienda, el principio de sangrientas guerras civiles.

Quería, por lo mismo, bajo las normas de una perfecta igualdad política para todas las

razas, la organización de un ejecutivo con facultades suficientes para dominar la

magnitud de aquellos conflictos. “Fijemos nuestra atención -agregó- sobre esta

diferencia, y hallaremos que el equilibrio de los poderes debe distribuirse de dos

modos. En las repúblicas el Ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira

contra él, en tanto que en las monarquías el más fuerte debe ser el legislador, porque

todo conspira en favor del monarca”151.

Con todo, podemos inferir que Bolívar logró realizar una perfecta ecuación social:

Supo contener lo incontenible. Ante la inconformidad y la explotación general derivadas

del propio sistema colonial le dio el manejo ideológico y político pertinentes en términos

de una guerra independentista y “anticolonial”: canalizar la subalternidad y, no permitir

su desborde o anarquía. La demostración más clara y perfecta se encuentra en el

progresivo avance por emancipar a esos mismos subalternos.

Agreguemos, respecto de la solución metodológica del problema objeto de la presente

investigación científica y, en punto con la validación de la respectiva hipótesis, tal como

hicimos en el capítulo anterior que, en principio, esta se halla sustentada y, por tanto,

en definitiva nos ayuda a resolver las causas y condiciones que produjeron aquel

fenómeno socio-político.

150 Ibídem, p. 203 (sic). 151 Ibídem, p. 206.

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De ahí, la categoría republicana de la Integración y la unidad de las naciones

suramericanas es la derivación sine qua non de la evolución y la dinámica propias de la

“guerra” independentista. Sin la materialización y resultados finales de esta, resultaría

improbable conseguir unos resultados futuros -aun de calificarse de una política

institucional utópica- la Integración y la unidad de los pueblos y naciones ubicados

geopolíticamente en la América del Sur.

La guerra de liberación nacional, fue ideada y desarrollada por Bolívar principalmente,

a partir de su obra cumbre: La Carta de Jamaica. Esta plantea en términos

epistemológicos y políticos que el régimen de opresión y servidumbre colonial no solo

resulta Contra naturam sino que es la práctica inveterada más contraria con la

“civilización” y modernidad de los pueblos del Nuevo Mundo.

Así, pues no era posible concebir y, menos pensar en la realización plena de la

Integración y unidad de los pueblos independizados por la acción práctica bolivariana,

mientras persistiera y tuviera vida política-institucional la Colonia, como régimen político

y estatal. Ese proceso integracionista y unitario comenzó a tener vida y consistencia

ideológica y política, incluso, militar entre otros fundamentos, cuando la “colonia” es

desmontada paulatina y profundamente con el accionar político-militar y las batallas de

ideas exteriorizadas por el Libertador mediando el uso de la fuerza y el apoyo de la

llamada “subalternidad”, es decir, la masa popular compuesta de negros, indios,

mulatos, pardos y, claro, los “criollos” de los que hacía parte en la escala social, el

mismo Bolívar.

Es decir, la guerra independentista, podemos concretar, inicialmente, llevó a cabo el

proceso político-militar y socio-cultural de la “revolución” emancipadora y, luego, dio

paso necesario al cometido estatal de la “Integración y la Unidad” de las nuevas

naciones americanas. Entonces, la intención clara de la “anfictiónica” nació y hasta

cierto punto tuvo vida política e ideológica, a partir, de Bolívar justificar y legitimar tal

como analizamos, la propia naturaleza de su “guerra”.

De otra parte, los fundamentos ideológicos y nacionalistas derivados de la misma

guerra, hacían suponer una auténtica y real dimensión de tipo “americano”. Por tanto,

no era concebible y, menos, aceptable que la Integración y la unidad tuviera visos o

posturas ideológicas-políticas promovidas a semejanza por ej. del “Panamericanismo”

promovido por los Estados Unidos de Norte América por medio de su política exterior

de la Doctrina Monroe. De ahí, es comprensible que la guerra independentista en

términos “ideológicos” y también, con la posibilidad de consolidar un gran ejército

americano, trascendiera de lo puramente “nacional” al plano “internacional” y,

permitiera con una auténtica política pública Republicana constituir lo que el Libertador

llamó la sagrada Patria Grande.

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III. Medición y validación de hipótesis

Desde la perspectiva politológica la guerra de Independencia nacional, como fenómeno

social, cultural e incluso, ideológico-militar, tuvo un efecto causal no solo transformador

desde el punto de vista del cambio de estructura institucional y política, sino

principalmente, sirvió de medio para posibilitar y conseguir gradualmente las categorías

de la Paz y, la Integración. De ahí, la guerra no excluye dialécticamente la paz y,

menos la Integración.

Es entonces que, la única hipótesis planteada parte de la premisa que a través de la

“guerra independentista” fue posible fáctica y políticamente que por medio de esta

acción humana y trasformadora bajo la dirección del Libertador se consiguiera la Paz y

la Integración las cuales se constituyeron en una de las “precondiciones” para darle

legitimidad y validez a los Principios de soberanía política y justicia social; caso en el

cual se articula o adecua con la solución del problema planteado.

Así, pues, la demostración de esa hipótesis, tiene sustento a partir de las siguientes

cuestiones y, por tanto, con sujeción metodológica en tres especiales variables

relacionadas entre sí a partir del fenómeno investigativo:

1. La guerra revolucionaria y de Emancipación Nacional

La dinámica social del colonialismo en América a partir de la fuerte estructura de poder

absoluto y monárquico por parte del Imperio español, en una cuestión inveterada y

permanente durante muchos años y “justificada” por una especie de política de dominio

por autoridad, no permitió su involución en términos institucionales y políticos y, menos,

su declive motu proprio ante la existencia material de algún fenómeno endógeno que

hiciera pensar, tal vez, en una crisis o la desaparición estatal del propio sistema; ni aún,

con la destitución del mismo rey, por parte de Napoleón Bonaparte el statu quo perdió

vigencia, pues su lucha interna contra este adversario logró fortalecerlo.

De ahí, Simón Bolívar y demás dirigentes del proceso independentista no tuvieron otra

alternativa para “abolir” el viejo sistema imperial, que allanarse a las vicisitudes y

contingencias de la guerra revolucionaria y emancipadora con un trasfondo teórico-

práctico “anticolonial”. La vía pacífica y, menos, la del diálogo por buscar algunos

cambios de orden socio-cultural y, político o morigerar en cierta medida la práctica de

“servidumbre” a la que estaba sometida la inmensa población de las antiguas colonias

hispánicas, no dieron resultado, como tampoco algún efecto persuasivo. Por el

contrario, el establecimiento español en un efecto propio de la física natural,

desencadena una fuerza de reacción violenta y, sofoca a manera de solución cualquier

intento de renovación o alternativa de cambio. No es sino, echar un vistazo a la manera

agresiva como se contuvo institucional y militarmente la Rebelión Comunera, por poner

un claro ejemplo nacional.

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En este orden, la guerra independentista adquiere visos de necesidad y legitimidad en

términos del Derecho Natural y del Derecho de Gentes (Jus Gentium). Bolívar, por

tanto, tiene la justificante para declarar y culminar su alzamiento armado y, por ende,

darle aval ideológico y político al proceso de Independencia nacional.

Ahora bien, tanto las categorías de la Paz y, la Integración, son una constante en el

Libertador y, requieren necesariamente para su consecución material y real de un

estado de cosas a nivel institucional y político muy distintas a lo que representa

estatalmente la colonia; es un imperativo abolir los viejos “valores” Hispánicos

traducidos en la Paz Hispánica y de dar paso inmediato a una paz de orden

republicana, liberal y constitucional, fundada sobre el presupuesto político de ser

“antihegemónica” y, simultáneamente que esta premisa sirva para que en condiciones

soberanas los nuevos Estados-nación erijan y construyan la integración bolivariana

sobre la base político-ideológico de una Comunidad de naciones.

Todo lo anterior, fue posible con fundamento teórico y práctico, a partir, de la guerra

independentista y de liberación.

2. Justificación de la aparente antinomia guerra-paz

Partiendo de la premisa que la guerra independentista es válida para unos fines de

transformación social, con más razón se puede inferir que no es contraria con los

objetivos políticos de la paz, es pues, la máxima bolivariana: la guerra no excluye la

paz. Incluso, culminado el proceso de Independencia y emancipación y habiendo

ciertas condiciones de paz interior, fue viable en condiciones político-sociales que el

Libertador desplegara su política estatal de integración.

Además, la guerra tenía un claro tinte político e institucional: fundar la República. Y

esta implicaba necesariamente reorganizar unas sociedades y unas naciones con

cierta seguridad y paz y, abrirse paso, en la visión bolivariana frente al mundo siendo

Estados libres y bajo condiciones propias del derecho público internacional, es decir, la

“autodeterminación” y no intervención fundamentos políticos-jurídicos para la

realización plena de la integración.

3. Los subalternos una categoría social y política por rescatar

Para hacer y dar los resultados logrados a través de la guerra independentista, que no

eran otros distintos que la consecución final de la Paz y, la Integración, muy a pesar de

ser grandes proyectos esperanzadores en el plano local e internacional y de cierta

manera cumplieron unos cometidos estatales e institucionales en términos del proyecto

emancipador, el Libertador suplió las fuerzas patriotas recurriendo a la masa popular, a

quien denominó la subalternidad, cuyo sustrato se componía de indios, negros,

mestizos, pardos, blancos, campesinos y plebe en general. Eran pues, según sus

palabras: el pueblo es el ejército.

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A la sazón, la guerra de Independencia liderada por Bolívar y un buen grupo de

“criollos” e intelectuales de origen americano y europeo, no podía iniciarse y, menos,

definirse en términos político-militares sin la necesaria presencia de la masa popular.

La inmensa mayoría de la población americana sometida al imperio de la servidumbre

y, la esclavitud coloniales fueron determinantes a la hora de justificarse una guerra con

fines teleológicas “anticoloniales”; no solo desde el punto de vista de su papel pasivo o

nulo al interior del medio social sino principalmente su interés ideológico y político

activo.

Por tanto, sin pueblo, no se justificaba la lucha emancipadora bolivariana. Y por ende,

no habría unas condiciones mínimas en Paz e Integración, como así ocurrió en la

perspectiva teórica y práctica del Libertador.

En los tres casos planteados, las variables, per se, guardan una estrecha relación

interdependiente, cualitativa y material con los fenómenos sociales y políticos de la paz

y la integración de las naciones emancipadas. Y todas permiten inferir que tienen un

elemento común y distintivo de naturaleza ideológica y política: la guerra

independentista.

De tal suerte, siendo estas variables herramientas metodológicas para los fines del

problema planteado, y en especial, al facilitar la demostración de la respectiva hipótesis

conocida no hay otra opción que entrar a validarla para la resolución científica e

inteligible de los fines perseguidos.

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4. Conclusiones generales

1. La presente investigación presenta un contenido especial y temático bien particular:

el ejercicio dinámico y cualificador de la guerra independentista a imagen del Libertador

Simón Bolívar.

Entre otros aspectos de fondo, tratando de desmitificar la creencia un tanto

generalizada no solo por la historiografía sino también por la ciencia política en el

entendido a veces invencible que, al hablar de la guerra en Bolívar es sinónimo

simplemente del desarrollo o la práctica de la política por otro medio lícito o ilícito

dependiendo de su justificación y/o necesidad o, incluso, de los intereses de todo orden

que se quieran presentar.

De ahí, para abordar en términos contextuales si es o no razonable darle sentido

común y, de contera, legitimar la guerra, es requisito sine qua non y obligado abordar

tal como se hizo, cuestiones de suma importancia desde la óptica de la politología

como resultan ser las categorías de la Paz y la Integración en y desde la visión del

Libertador, pues de modo contrario, podríamos caer en ciertos dogmas o ideas fáciles

de hacernos incurrir en la falsa creencia de tratarse de una guerra por la simple guerra.

Y más grave, poner a Bolívar en el imaginario de un héroe villano y, simplemente, el

guerrerista ansioso y abierto al mundo con ansías de desbordarse por el poder político.

Este no es el Libertador que se analiza en el presente trabajo y, menos emular.

2. Por tanto, desde nuestra perspectiva con clara señal de objetividad y, desapego a

posturas extremas en el orden ideológico y político asumimos la defensa del ideario

bolivariano a partir de una visión íntegramente constructiva y de aporte a la realidad

nacional e internacional, principalmente, cuando concluimos que la guerra

independentista tuvo y sigue teniendo un trasfondo político valioso en punto con la

vigencia y consolidación permanente de los ideales republicanos, liberales y

constitucionales. Tanto que a partir de nuestra investigación concluimos de igual

manera que paradójicamente en Bolívar la paz y la integración de las Naciones creadas

por él, son el resultado necesario de la guerra independentista.

3. De ahí, que siendo la Paz y, la Integración un par de categorías ideológicas y

políticas en el marco institucional y democrático, incluso, justificadas desde la óptica

teórica-argumentativa y pasando, por la acción práctica moderna, época en las que se

justipreció el contenido axiológico y humanista de aquellas categorías sociopolíticas,

hoy día en el mundo contemporáneo y crítico que atestiguamos, principalmente, desde

la perspectiva institucional y política sujeta a persistir en la desvaloración de la persona

humana a nombre de aparentes buenos fines de tipo cultural, social, económico y claro,

político, v. gr. los extremos a ultranza del consumismo y el neoliberalismo (o en el

mejor uso correcto de la acepción, los neoconservadurismos en auge) en términos

económicos y de políticas estatales o, la implosión o cierta crisis de los ideales de la

democracia y, por tanto, el auge de los populismos, a nivel principalmente, de América

Latina (pasando, claro está por los mismos Estados Unidos de Norte América), obligan

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constrictivamente, a que hagamos uso y poder de los Principios de la Paz y, la

Integración, como mecanismos alternativos y políticos de convivencia civilizada y,

búsqueda de alternativas mejores de bienestar para nuestras sociedades.

La Paz y, la Integración como aportes válidos a partir del ideario y la acción políticas

bolivarianas se constituyen en el imaginario actual del Derecho Internacional Público

como los máximos aportes que hizo el Bolívar estadista e internacionalista. Una y otra

categorías están imbuidas de unas máximas de realismo político: autodeterminación de

los pueblos, soberanía política y, principalmente, la vigencia de la Justicia Social y, el

respeto y promoción de los Derechos Humanos con independencia de cuál sea o no el

ideario político vigente.

4. Tanta la trascendencia política e ideológica de la Paz y, la Integración que a través

del proceso metodológico de investigación, logramos que en procura de demostrar la

única hipótesis planteada y sustentada, es decir, que la guerra independentista fue el

referente ideológico y político insustituible para arribar a la solución satisfactoria del

problema científico, pero, con la claridad que detrás de esta postura epistemológica,

pudimos hacer uso preciso y racional de tres variables comunes e interdependientes

que ayudan a darle mayor aporte argumentativo a los fines perseguidos: la guerra

emancipadora o de desalienación en términos humanistas, la convergencia teórica y

práctica entre la guerra independentista y uno de sus fines colectivos, como es la paz

social. Por tanto, no hallamos ninguna antinomia o contradicción sustancial pues,

digamos que, la categoría de la paz es consustancial a los fines de la guerra

emancipadora.

5. A partir de la vigencia real y práctica de las categorías de la Paz y, la Integración

entendidas desde una lógica y una razonabilidad estricto sensu democráticas e

inherentes con unas auténticas razones de Estado o, incluso, tanto como Políticas

Públicas estatales como resulta en el caso colombiano, justamente, a partir del nuevo

constitucionalismo de 1991 con la Carta Política, en su Preámbulo y Principios

Fundamentales152, no en vano precisamente del ideario y el pensamiento bolivariano, la

conformación y paulatino progreso de entidades jurídicas y políticas de orden

internacional como la UNASUR y la CELAC independiente cuál sea su base ideológica

y política, pues, incluso, como en el caso de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de

Nuestra América (ALBA), surgió justamente de las posiciones democráticas y liberales

del propio Bolívar.

Sin duda, la intención de nuestro trabajo es promocionar desde la posición académica

la vigencia y aparición de nuevas formas de integración a nivel latinoamericano, como

muestra no solo de su espíritu pacífico sino la vocación política del respeto en la unidad

152 Véase, por un lado, la cuestión relativa con el impulso de la integración de la comunidad latinoamericana y, por otro, los artículos 1º y s.s. en la cuestión del Estado Social del Derecho y, el reconocimiento y respeto de la dignidad humana y, la paz como derecho y obligación de orden constitucionales.

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continental, contra las posturas cada vez más recientes del neocapitalismo depredador

y asfixiante en términos de la dignidad humana y la vida misma.

6. No es absurdo señalar que el actual proceso de paz negociada entre el Gobierno del

Presidente Juan Manuel Santos y, la insurgencia de las Fuerzas Armadas

Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), son el resultado de la vigencia del ideario y

la acción política bolivariana, en las precisas cuestiones de la Paz y, la Integración. Un

conflicto armado por más de cinco décadas sin cesar, cuyo testimonio hace inferir a

partir de la guerra política y social, a la final, las partes hacen consensos sobre los

aspectos fundamentales de la paz y, de contera, la posibilidad social que tanto las

fuerzas regulares y el Estado y comunidad en general, como la misma subversión

armada logren -como es lo proyectado- consolidar un estado de cosas en integración y

convivencia.

Este gran paso en la vida política y democrática colombiana, por supuesto, servirá de

referente político e institucional, para que a futuro las lecciones de la guerra

independentista y bolivariana, sirvan a la solución de nuevos y complicados conflictos

que no a dudarlo han de presentarse a nivel del continente americano, ante la creciente

andanada de políticas estatales que agravan y hacen más difíciles las condiciones

mínimas de justicia social y vigencia de los Derechos Humanos, por ej. la creciente y

descomunal ola de actos de corrupción política y políticas impositivas contrarias con el

bienestar general.

7. En este orden, al final del Capítulo I cuyo ámbito de análisis corresponde con la

categoría política de la Paz y, el Capítulo II relativo con el proceso ideológico de la

“Integración” en su respectivo orden, logramos ayudar a convalidar la respectiva

hipótesis, cuestión que por supuesto en términos metodológicos logra ser demostrada y

permite, resolver de fondo el fenómeno investigado por intermedio del acápite “III

Medición y Validación de Hipótesis”.

En relación con la categoría política de “Paz” y su unidad conceptual y política con la

guerra, expusimos discursivamente:

Pudimos demostrar la relación lógica, conceptual y práctica que existe indisolublemente

entre la teleología de la “guerra” anticolonial y, la finalidad republicana de la “Paz”

concebida, igualmente, desde una arista política “antihegemónica”. Esta categoría

política es de la esencia ideológica y militar de la guerra en la medida en que por medio

de la Paz fue posible consolidar un orden social más o menos en condiciones de

justicia social y reivindicación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

De ahí, que no resulte en una probable antinomia teorizar y poner en práctica conjunta

los fines socio-políticos de la guerra, en la forma demostrada y, la consecución final de

la política pública de la “Paz” bolivarianos, pues es un binomio inseparable y causalista;

es decir, para El Libertador la “Paz” estaba condicionada del evolucionar y triunfo final

de la “guerra” y, eso fue justamente lo que aconteció según, convalidamos, incluso, a

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partir de la praxis política expuesta a través de la “historiografía” política de la

Independencia nacional.

Precisemos, además, que por el lado de la política de “Integración” se expusieron entre

otras razones:

De otra parte, los fundamentos ideológicos y nacionalistas derivados de la misma

guerra, hacían suponer una auténtica y real dimensión de tipo “americano”. Por tanto,

no era concebible y, menos, aceptable que la Integración y la Unidad tuviera visos o

posturas ideológicas-políticas promovidas a semejanza por ej. del “Panamericanismo”

promovido por los Estados Unidos de Norte América por medio de su política exterior

de la Doctrina Monroe. De ahí, es comprensible que la guerra independentista en

términos “ideológicos” y también, con la posibilidad de consolidar un gran ejército

americano, trascendiera de lo puramente “nacional” al plano “internacional” y,

permitiera con una auténtica política pública Republicana constituir lo que el Libertador

llamó la sagrada Patria Grande.

Sin embargo, no logró su consolidación plena y definitiva. Pero, sí demostró la

“anfictiónica” que la guerra independentista en mayor medida decidió la suerte

“internacional” de las nuevas naciones desde la perspectiva del Derecho Internacional

Público del cual fue un gran conocedor y gestor el propio Libertador.

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