una forma de vida.docx

26
UNA FORMA DE VIDA Amélie Nothomb Aquella mañana, recibí una carta distinta a todas las demás: Querida Amélie Nothomb: Soy soldado de segunda clase del ejército norteamericano, mi nombre es Melvin Mapple, pero puede llamarme Mel. Llevo más de seis años destinado en Bagdad, desde el principio de esta jodida guerra. Le escribo porque estoy sufriendo como un perro. Necesito un poco de comprensión y sé que usted me comprenderá. Respóndame. Espero que me escriba pronto. Melvin Mapple Bagdad, 18/12/2008 Primero pensé que se trataba de una broma. Aun suponiendo que existiera el tal Melvin Mapple, ¿tenía derecho a escribirme aquellas cosas?¿Acaso no existía una censura militar quenunca debería haber dejado pasar el “fucking” delante de “war”? Examiné el sobre. Si era falso, la ejecución resultaba admirable. Una máquina americana de sellar había realizado el franqueo, estampado con un sello iraquí. Pero lo que le daba más autenticidad era la caligrafía: esa letra americana básica, simple y estereotipada, que tantas veces había visto en el transcurso de mis estancias en los Estados Unidos. Y aquel tono directo, de una irrefutable legitimidad. Cuando dejé de dudar sobre la autenticidad de la misiva, me impactó la increíble dimensión de aquel mensaje: si bien no era nada sorprendente que un soldado norteamericano que vivía aquella guerra desde el principio y desde dentro estuviera sufriendo “como un perro”, sí resultaba alucinante que me lo contara a mí. ¿Cómo había oído hablar de mí? Cinco años antes, se habían traducido algunas de mis novelas al inglés y en los Estados Unidos habían gozado de una acogida más bien confidencial. Sin sorprenderme, ya había recibido otras cartas de militares belgas o franceses que casi siempre me pedían una fotografía dedicada. Pero un soldado de segunda clase del ejército norteamericano destinado en Irak, eso me superaba.

Upload: marianarearte

Post on 25-Sep-2015

219 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

UNA FORMA DE VIDAAmlie Nothomb

Aquella maana, recib una carta distinta a todas las dems:

Querida Amlie Nothomb:Soy soldado de segunda clase del ejrcito norteamericano, mi nombre es Melvin Mapple, pero puede llamarme Mel. Llevo ms de seis aos destinado en Bagdad, desde el principio de esta jodida guerra. Le escribo porque estoy sufriendo como un perro. Necesito un poco de comprensin y s que usted me comprender.Respndame. Espero que me escriba pronto. Melvin MappleBagdad, 18/12/2008

Primero pens que se trataba de una broma. Aun suponiendo que existiera el tal Melvin Mapple, tena derecho a escribirme aquellas cosas?Acaso no exista una censura militar quenunca debera haber dejado pasar el fucking delante de war?Examin el sobre. Si era falso, la ejecucin resultaba admirable. Una mquina americana de sellar haba realizado el franqueo, estampado con un sello iraqu. Pero lo que le daba ms autenticidad era la caligrafa: esa letra americana bsica, simple y estereotipada, que tantas veces haba visto en el transcurso de mis estancias en los Estados Unidos. Y aquel tono directo, de una irrefutable legitimidad.Cuando dej de dudar sobre la autenticidad de la misiva, me impact la increble dimensin de aquel mensaje: si bien no era nada sorprendente que un soldado norteamericano que viva aquella guerra desde el principio y desde dentro estuviera sufriendo como un perro, s resultaba alucinante que me lo contara a m.Cmo haba odo hablar de m? Cinco aos antes, se haban traducido algunas de mis novelas al ingls y en los Estados Unidos haban gozado de una acogida ms bien confidencial. Sin sorprenderme, ya haba recibido otras cartas de militares belgas o franceses que casi siempre me pedan una fotografa dedicada. Pero un soldado de segunda clase del ejrcito norteamericano destinado en Irak, eso me superaba.Saba quin era yo? Aparte de la direccin de mi editor, correctamente escrita en el sobre, nada dejaba entrever que as fuera. Necesito un poco de comprensin y s que usted me comprender Cmo poda saber que yo le comprendera? Suponiendo que hubiera ledo mis libros, acaso eran el ejemplo ms evidente de la comprensin y la compasin humanas? Puestos a convertirme en madrina de guerra, la eleccin de Melvin Mapple me dejaba perpleja.Por otro lado, me apetecan aquellas confidencias? Ya eran muchos los que me escriban para contarme sus penas con todo lujo de detalles. Mi capacidad para soportar el dolor ajeno se hallaba al lmite de su resistencia. Adems, el sufrimiento de un soldado norteamericano, eso tena que ocupar mucho sitio. Podra abarcar semejante volumen? No.Probablemente, Melvin Mapple necesitaba un psiclogo. Y es no era mi oficio. Ponerme a disposicin de sus confidencias sera hacerle un flaco favor, ya que se considerara liberado de la necesidad de terapia que seis aos de guerra haban tenido que engendrar.No responder nada me habra parecido un poco malvado. Opt por una solucin intermedia: le dediqu al soldado mis libros traducidos al ingls, los empaquet y los envi por correo. De ese modo me pareca haber hecho un gesto para aquel subalterno del ejrcito norteamericano y apacig mi conciencia.Ms tarde, pens que la ausencia de censura militar se explicaba, sin duda, por la reciente eleccin de Barack Obama como presidente; es cierto que no sera presidente en funciones hasta un mes ms tarde, pero aquella conmocin ya haba tenido sus efectos. Obama no haba dejado de manifestarse contra aquella guerra y de declarar que, en caso de victoria demcrata, ordenara el regreso de las tropas. Me imaginaba la vuelta inminente de Melvin Mapple a su Norteamrica natal: en mis fantasas, lo vea llegando a una graja confortable, rodeada de campos de maz, con sus padres recibindole con los brazos abiertos. Aquella idea acab de tranquilizarme. Como seguro que se habra llevado mis libros dedicados, indirectamente yo habra contribuido a la prctica de la lectura en la regin del Corn Belt.

An no habran transcurrido ni dos semanas cuando recib la respuesta del soldado de segunda:

Querida Amlie Nothomb:Gracias por sus novelas. Qu quiere que haga con ellas?Happy new year,Melvin MappleBagdad, 1/01/2009

Me pareci un poco envarado. Algo nerviosa, le escrib inmediatamente la siguiente carta:

Querido Melvin Mapple:No lo s. Quiz calzar un mueble o subir la altura de una silla. U ofrecrselos a un amigo que haya aprendido a leer.Gracias por sus deseos de ao nuevo. Los mismos para usted.Amlie NothombPars, 6/01/2009

Envi la nota revolvindome contra mi propia estupidez. Cmo habra podido esperar una reaccin distinta por parte de un militar?Respondi a vuelta de correo:

Querida Amlie Nothomb:Sorry, debo de haberme expresado mal. Lo que quise decir es que si le haba escrito era porque ya he ledo todos sus libros. No la habra molestado por algo as, y sa es la razn por la cual no le habl de ello: lo daba por sentado. Pero me alegra tener lo slibros repetidos y con sus dedicatorias. Podr prestrselos amis amigos. Siento haberla molestado.Sincerely,Melvin MappleBagdad, 14/01/2009

Abr los ojos como platos. Aquel to haba ledo todos mis libros y estableca un vnculo de causa-efecto entre esa evidencia y el hecho de escribirme. Aquello hizo que me sumergiera en un abismo de reflexin. Intentaba comprender en qu medida mis novelas podan haber incitado a aquel soldado a dirigirse a m. Por otro lado, me senta como ese personaje ridculamente satisfecho: el autor que descubre que alguien ha ledo todos sus libros. Que ese alguien fuera un soldado de segunda del ejrcito norteamericano me satisfizo todava ms. Me dio la impresin de ser una escritora universal. Experiment un grotesco arrebato de orgullo. Con la mejor disposicin, redact la siguiente epstola:

Querido Melvin Mapple:Lamento el malentendido. De verdad me halaga que haya ledo todos mis libros. Aprovecho para enviarle mi ltima novela traducida al ingls, Tokyo Fiance, que acaba de publicarse en los Estados Unidos. El ttulo no me entusiasma, suena demasiado a pelcula con Sandra Bullock, pero el editor me ha asegurado que Ni de Eva ni de Adn corra el riesgo de no encontrar una traduccin mejor. Del 1 al 14 de febrero visitar su hermoso pas y me ocupar de la promocin.Hoy Barack Obama se convierte en presidente de los Estados Unidos. Es un gran da. Imagino que pronto volver a casa y me alegro de que as sea.Cordialmente,Amlie NothombPars, 21/01/2009

Durante mi gira americana, no dej de repetir a quien quisiera escucharme que me carteaba con un soldado destinado a Bagdad que haba ledo todos mis libros. A los periodistas les caus una impresin favorable. El Philadelphia Daily Report titul su artculo: U.S. Army soldier reads Belgina writer Amlie Nothomb. No saba exctamente con qu clase de aureola me coronaba ese titular, pero su efecto pareca excelente.De regreso en Pars, me esperaba una montaa de cartas, entre las cuales dos procedentes de Irack:

Querida Amlie Nothomb:Gracias por Tokio FIance. No lo sienta, el ttulo est bien. Me encanta Sandra Bullock. Me apetece mucho leerlo. Adems, tendr tiempo para hacerlo: an tardaremos en regresar. El nuevo presidente ha dicho que la retirada de las tropas durar diecinueve meses. Y como fui de los primeros en llegar, ya ver como ser el ltimo en irme: es la historia de mi vida. Pero tiene usted razn, Barack Obama es el hombre que necesitbamos. Yo tambin le vot.Sincerely, Melvin MappleBagdad, 26/01/2009

Querida Amlie Nothomb:Tokio Fiance me ha encantado. Espero que Sandra Bullock acepte el papel, sera fantstico. Qu historia ms hermosa! Al final llor. No le preguntar si ocurri de verdad: resulta tan autntico.Qu tal le fue por Amrica?Sincerely, Melvin MappleBagdad, 7/02/2009

Le respond sin demora:

Querido Melvin Mapple:Estoy encantada de que le haya gustado mi libro. En su hermoso pas, todo transcurri de maravilla. Habl de usted en todas partes: le adjunto este artculo del Philadelphia Daily Report. Por desgracia, no pude precisar a los periodistas de dnde era. S muy poco de usted. Si le parece bien, cunteme ms cosas sobre usted.Cordialmente,Amlie NothombPars, 16/02/2009

Prefer no comentar nada sobre una hipottica pelcula con Sandra Bullock: haba sido una alusin irnica, no esperaba que la tomara en serio. Melvin Mapple podra sentirse decepcionado si descubra que aquella pelcula tena pocas posibilidades de hacerse. No hay que soliviantar a la Corn Belt.

Querida Amlie Nothomb:El artculo del Philadelphia Daily Report me ha hecho mucha ilusin. Se lo he enseado a los amigos, ahora todos quieren escribirle. Les he comentado que su gira americana haba terminado y que ya no merece la pena: lo nico que quieren es que hablen de ellos en los peridicos.Me pide que me presente. Tengo treinta y nueve aos: soy uno de los ms viejos de mi reemplazo. Entr tarde en el ejrcito porque ya no tena perspectiva de futuro. Me mora de hambre. Mis padres se conocieron en 1967, durante el famoso Summer of Love. Para ellos, mi alistamiento fue una vergenza. Les dije que, en Amrica, cuando te mueres de hambre no te queda otro remedio. Sin embargo, podras haberte venido a vivir con tus viejos, me contestaron. Me habra parecido vergonzoso instalarme en casa de mis padres, que van tirando como buenamente pueden en la periferia de Baltimore, donde regentean una gasolinera. All fue donde crec, no tengo ningunas ganas de volver. Baltimore slo est bien para el rock. Por desgracia, no tengo talento para eso.Antes de cumplir los treinta, tena ideales, sueos, e intent hacerlos realidad. Quera convertirme en el nuevo Kerouac, pero por ms que recorr la carretera bajo los efectos de la bencedrina, no escrib ni una sola lnea que mereciera la pena. Me di al alcohol para convertirme en el nuevo Bukowski y esta vez toqu fondo. Entonces comprend que no era escritor. Lo intent con la pintura: catastrfico. El dripping no es tan fcil como parece. Quise convertirme en actor, tampoco lo consegu. Viv en la calle. Estoy contento de haber vivido la experiencia de dormir en la calle. Aprend muchas cosas.Me alist en 1999. Les dije a mis padres que no exista ningn riesgo, que la ltima guerra era demasiado reciente. Mi teora era que la guerra del Golfo de 1991 haba calmado a mi pas por mucho tiempo. El ejrcito en tiempos de paz me pareca guay. Es cierto que ocurran cosas en la Europa del Este, en frica, Sadam Husein permaneca en Irak, pero no vea nada relevante dibujndose en el horizonte. Lo cual confirma que carezco de sentido poltico.Enseguida me di cuenta de que la vida militar slo tena ventajas. Los ejercicios, la disciplina, los gritos, los horarios nunca me gustaron. Pero as ya no era vagabundo. Eso era importante. Haba comprendido cules eran mis lmites: dormir pasando fro y miedo era uno de ellos. El otro el hambre.En el ejrcito se come. La comida es buena, abundante y gratuita. El da de mi reclutamiento pesaba 55 kilos y meda 1.80 m. Creo que no se dejaron engaar en lo que respecta al autntico motivo de mi reclutamiento. Soy consciente de que no soy ni mucho menos el nico que se convierte en soldado por esta razn.Sincerely,Melvin MappleBagdad, 21/02/2009

Me haba equivocado respecto al Corn Belt: la periferia de Blatimore era mucho ms dura.Baltimore, por algo el cineasta John Waters, el rey del Mal Gusto, situaba all todas sus pelculas. Es una ciudad con el aspecto de una periferia horrorosa. As que apenas me atreva a imaginar a qu deba de parecerse la periferia de Baltimore. El 11 de septiembre de 2001 el pobre Melvin Mapple deba de darse cuenta de su error. No, no era una poca de paz. Su hambre iba a costarle cara.

Querido Melvin Mapple: Gracias por su carta, muy interesante. Me ha encantado, tengo la impresin de conocerle mejor. No dude en contarme ms cosas, o bien otros aspectos de su vida, lo que le apetezca.Cordialmente,Amlie NothombPars, 26/02/2009

Querida Amlie Nothomb:En el ejrcito se gana un poco de dinero. Con mi salario he comprado libros. Por casualidad, le el primero de los suyos traducido al ingls, The Stranger Next Door. Me enganch. Luego me hice con todas sus novelas. Resulta difcil de explicar, pero sus libros me hablan.Cuando me conozca mejor, lo entender. Mi salud se deteriora, estoy muy cansado.Sinceramente,Melvin MappleBagdad, 2/03/2009

Aquella breve nota me hundi en un estado de inquietud. Pensaba que no le faltaban razones para sentirse enfermo en Irak: el uso militar de sustancias txicas, el estrs, incluso algunas heridas en combate. Por otra parte, ya le haba pedido que me contara ms cosas sobre l, tampoco se trataba de suplicarle. Se lo haba impedido su estado de salud? Me pareca apreciar otro tipo de reticencia. No saba qu actitud adoptar, as que no respond. No fue una buena idea. Recib una nueva carta:Querida Amlie Nothomb:Estoy un poco mejor y he reunido las fuerzas suficientes para escribirle. Le cuento: sufro un mal cada vez ms corriente entre las tropas norteamericanas destinadas en Irak. Desde principios de la intervencin, en marzo de 2003, el nmero de enfermos se ha duplicado y la proporcin no deja de aumentar. Bajo la administracin Bush, ocultbamos nuestra patologa, considerada degradante para la imagen del ejrcito norteamericano. Con la llegada de Obama, los peridicos empezaron a hablar de nosotros, pero con la boca pequea. Probablemente imaginar una enfermedad venrea, pero se equivoca.Soy obeso. No de nacimiento. De nio y de adolescente, era normal. De adulto, no tard en adelgazar a causa de la pobreza. Me alist en 1999 y desde entonces he engordado muy deprisa, pero no de un modo impactante: slo era un esqueleto hambriento al que por fin se le proporcionaba la posibilidad de comer. En un ao, alcanc el que debera haber sido mi peso normal de soldado musculoso: 80 kilos. Hasta que empez la guerra, me mantuve as sin esforzarme. En marzo de 2003 form parte del primer contingente enviado a Irak. Sobre el terreno, los problemas empezaron de inmediato. Viv mis primeros combates de verdad, con disparos de mortero, cuerpos que explotan a tu lado y hombres que t mismo matas. Descubr el horror. Hay gente a la que se le va el apetito, pero a la mayora, entre los que me cuento, les sucede lo contrario. Regresas del combate en estado de shock, asombrado de seguir vivo, horrorizado, y lo primero que haces despus de cambiarte los pantalones (nunca dejas de manchrtelos) es abalanzarte sobre la comida. Para ser exactos, empiezas con una cerveza la cerveza, otra cosa de gordos-. Te tomas una o dos latas y pasas a algo ms consistente. Las hamburguesas, las patatas fritas, las peanut butter and jelly sndwiches, el Apple pie, los brownies, los helados, todo est a nuestra disposicin a voluntad. As que lo tomamos a voluntad. Es increble lo que puedes llegar a zamparte. Es de locos. Algo no funciona dentro de nosotros. No puede decirse que nos guste comer as, es ms fuerte que nosotros, podramos comer hasta reventar, quiz sea eso lo que buscamos. Al principio algunos vomitaban. Yo lo intent, pero no pude. Me habra gustado. Sufrimos tanto, tenemos el vientre a punto de explotar. Juras que no volvers a empezar, resulta demasiado doloroso. Al da siguiente tienes que volver al combate, participas en horrores peores que los de la vspera, nunca te acostumbras, sufres clicos monstruosos sin dejar de disparar y de correr, desearas que la pesadilla terminara. Los que regresan son slo vaco. As que vuelves a la cerveza y a la comida y, paulatinamente, el estmago se va haciendo tan grande que dejas de sentir dolor. Los que vomitaban dejan de vomitar. Engordamos como cerdos. Cada semana, tenemos que pedir ropa de una talla mayor. No nos gusta, pero nadie es capaz de revertir esta tendencia. Y adems, se no es nuestro cuerpo. Todo le ocurre al cuerpo de otro. Toda esa comida la echamos dentro de la barriga de un desconocido. La prueba es que cada vez nos produce menos efecto. Y eso nos permite engullir todava ms. Lo que experimentamos no es placer sin oun alivio terrible. S lo que es placer, y no es eso. El placer es algo grande. Por ejemplo, hacer el amor. No volver a experimentarlo. En primer lugar, porque nadie querr hacer el amor conmigo. En segundo lugar, porque no soy capaz. Cmo mover, por poco que sea, un cuerpo de 180 kilos? Se da usted cuenta? Desde que estoy en Irak he engordado 100 kilos. 17 kilos por ao. Y no he terminado. Todava me quedan dieciocho meses: tiempo suficiente para engordar 30 kilos ms. Eso suponiendo que cuando vuelva a mi pas, deje de engordar. Como tantos otros soldados norteamericanos, soy un bulmico incapaz de vomitar. En estas condiciones, adelgazar es la ltima cosa imaginable.100 kilos es el peso de una persona enorme. Desde que estoy en Bagdad, he aumentado el equivalente a una persona enorme. Ya que esta persona ha nacido estando yo aqu, la llamo Sherezade. S que no es muy respetuoso para la autntica Sherezade, que debi ser una criatura esbelta. Sin embargo, prefiero identificarla con una persona en lugar de con dos, y con una mujer en lugar de con un hombre, sin duda porque soy heterosexual. Adems, Sherezade me sienta bien. Me habla durante noches enteras. Sabe que y ano estoy en condiciones de hacer el amor, as que sustituye ese acto con hermosas historias que me seducen. Le confiar un secreto: si soporto mi obesidad es gracias a Sherezade. No hace falta que le cuente lo que me ocurrira si mis compaeros supieran que le he puesto a mi grasa un nombre de mujer. Pero usted, lo s, no me juzgar. Hay unos cuantos obesos en sus libros y nunca los presenta como gente sin dignidad. Y en sus libros se inventan leyendas extraas para seguir viviendo. Igual que Sherezade.Siento que es ella la que le escribe esta carta, y yo no puedo detenerla. Nunca haba contado nada tan largo en mi vida, lo que demuestra que no soy uyo quien lo hace. Mi obesidad me horroriza, pero quiero a Sherezade. De noche, cuando el peso oprime mi pecho, pienso que no soy yo sin ouna hermosa mujer tumbada sobre mi cuerpo. Cuando me meto de lleno en esa ficcin, escucho su voz dulce y femenina susurrndome cosas maravillosas al odo. Entonces mis enormes brazos abrazan con fuerza esa carne y la conviccin es tan potente que, en lugar de sentir mi propia grasa, acaricio la suavidad de una enamorada. Crame, en momentos as soy feliz. Ms an: somos felices, ella y yo, como slo los amantes pueden serlo.S que no me protege de nada: morir de obesidad es posible, y ya que voy a seguir engordando, ocurrir cuando menos lo espere. Pero si Sherezade me quiere hasta el final, morir feliz. Ya est Sherezade y yo desebamos contarle todo eso. Sinceramente,Melvin MappleBagdad, 5/03/2009

Querido Melvin Mapple:Gracias por su asombrosa misiva, que acabo de leer y releer con estupor y admiracin. Lo que me cuenta me impresiona. Cuanto ms pienso en ello, ms escandalizada, anonadada y deslumbrada me siento. Puedo rogarles, a Sherezade y a usted, que vuelvan a contarme una y otra vez esa historia? Nunca haba ledo nada parecido.Cordialmente,Amlie NothombPars, 10/03/2009

Esper la siguiente misiva de Melvin en un estado febril. No dejaban de asaltarmeImgenes increbles: vea sucesivamente a iraques despedazados, explosiones que me fracturaban el crneo, despus a soldados norteamericanos atiborrndose de manera traumatizante hasta reproducir en su vientre las explosiones del frente. Vea la gordura ganando terreno, las posiciones perdidas una tras otras, a medida que el aumento de talla resultaba indispensable, un frente de grasa que avanzaba sobre el mapa. El ejrcito de los Estados Unidos formaba una entidad que se hinchaba, como una larva gigantesca que absorba sustancias confusas, quiz a sus vctimas iraques. Entre las unidades militares est el cuerpo y puede que lo que yo vea tambin lo fuera, suponiendo que pueda aplicarse semejante palabra a tal eflorescencia de grasa. En ingls, corpse significa cadver. En francs, slo es una variante de la palabra cuerpo. Un cuerpo obeso est vivo? La nica prueba de que no est muerto es que sigue engordando. sa es la lgica de la obesidad.Luego vea a alguien que bien pudiera haber sido Melvin Mapple y que, estando acostado, se ahogaba en plena noche. Calculaba que de los 100 kilos que haba ganado, los situados sobre el pecho deban de representar la mitad: 50 kilos para Sherezade se me antojaba un peso verosmil, y eso me llevaba a creer en la existencia de la amante tumbada sobre su corazn. Y tambin a ver el idilio, la conversacin ntima, el amor brotando all donde menos se lo espera. En seis aos de guerra, haban superado las 1001 noches.Quien quiere hacer de ngel hace de bestia, lo sabemos desde Pascal. Melvin Mapple aportaba su propia versin: quien quiere hacer de bestia hace de ngel. Cierto es que en su relato no todo era angelismo, ni mucho menos. Pero la potencia de la visin que permita a mi comunicante sobrevivir a lo intolerable slo poda provocar respeto.En el Saln del Libro de Pars, entre las personas que se acercaron a pedirme una dedicatoria, haba una joven obesa. La carta de Melvin me haba contaminado hasta tal extremo que la seorita me pareci endeble, enroscada en el abrazo a un Romeo anexionado a su cuerpo.

Querida Amlie Nothomb:Su reaccin me conmueve. No obstante, espero que no exagere el lirismo de mi situacin. Sabe, aunque Obama sea presidente, la guerra no ha terminado. Slo habra terminado si el otro bando as lo creyera. Mientras permanezcamos aqu, estaremos en peligro. Es cierto que ya no se producen los asaltos atroces que me llevaron a ser bulmico. Pero la ms insignificante de las salidas nos convierte en blancos y an hay muertos en nuestras filas. Y es que aqu no nos quieren y sin duda tienen sus motivos.Los obesos como yo siempre estn en primera lnea. No hace falta que le diga por qu, salta a la vista: un obeso constituye el mejor escudo humano. All donde un cuerpo normal protege a un solo individuo, el mo protege a dos o tres. Ms an cuando nuestra presencia desempea un papel de pararrayos: los iraques pasan tanta hambre que nuestra obesidad constituye una provocacin, nosotros somos los primeros a quienes desean borrar del mapa.Estoy convencido de que los mandos norteamericanos comparten este deseo. Es otra de las razones por las cuales los obesos pueden estar seguros de que se quedarn aqu hasta el ltimo da anunciado por Obama: para multiplicar las posibilidades de que nos asesinen. Despus de cada conflicto, hemos visto regresar a los Estados Unidos soldados aquejados de patologas abominables que han creado mala conciencia al pas entero. Pero la rareza de sus males era tal que la poblacin poda cargarlos en la cuenta de lo que, en la guerra, supera el entendimiento humano.La obesidad, en cambio, no es rara en los Estados Unidos, slo es ridcula. Aunque se trate de una enfermedad, raramente es percibida como tal por la gente comn, que sigue hablando de nosotros como si gozramos de buena salud. El ejrcito de los USA puede aceptarlo todo menos lo grotesco. Ha sufrido usted? Pues nadie lo dira! o Aparte de comer, qu es lo que ha hecho en Irak? son las reflexiones que recogeremos a nuestro regreso. Tendremos autnticos problemas con la opinin pblica. Es indispensable que el ejrcito norteamericano transmita una imagen viril de fuerza dura y valenta. Sin embargo, la obesidad que nos entorpece con pecho sy nalgas enormes le confiere una imagen femenina de flojera y cobarda.Los cabos han intentado ponernos a dieta. Imposible: nuestra gula puede llevarnos a hacer cualquier cosa. La comida es una droga igual que cualquier otra y resulta ms fcil traficar con dnuts que con coca. Durante el periodo de prohibicin alimentaria que nos impusieron, engordamos an ms que en tiempos normales. Levantaron el embargo sobre la comida y nuestro aumento de peso recuper su velocidad de crucero.Hablemos de la droga: una guerra moderna no puede soportarse sin estupefacientes. En Vietnam, los nuestros disponan del opio, que, digan lo que digan, provoca una dependencia muy inferior a la que hoy mantengo con los bocadillos de pastrami. Cuando los chicos de los aos sesenta-setenta regresaron a casa, ninguno volvi a caer en el opio, una sustancia difcil de conseguir en los USA. Cuando regresemos nosotros, cmo nos privarn de la comida basura que tendremos al alcance de la mano? El alto mando habra hecho bien en distribuirnos opio: a estas alturas no seramos obesos. De todas las drogas, la comida es la ms nociva y la ms adictiva.Dicen que hay que comer para vivir. Nosotros, en cambio, comemos para morir. Es el nico suicidio que tenemos a mano. Somos tan enormes que apenas parecemos humanos; sin embargo, los ms humanos entre nosotros son los que han cado en la bulimia. Hay muchachos que han tolerado la monstruosidad de esta guerra sin caer en ninguna forma de patologa. No les admiro. No es valenta, es falta de sensibilidad por su parte.En Irak no haba armas de destruccin masiva. Suponiendo que hubiera habido dudas al respecto, hoy ya no las hay. As pues, este conflicto ha sido una injusticia escandalosa. No intento justificarme. Aunque sea menos culpable que George W. Bush y su camarilla, sigo siendo culpable. He participado en este horror, he matado soldados, he matado civiles. He volado viviendas en las que haba mujeres y nios, que murieron por mi culpa.A veces pienso que Sherezade es una de esas iraques a las que, sin ver, he masacrado. Literalmente, llevo encima el peso de mi crimen. Y puedo darme por satisfecho, Sherezade tendra buenas razones para odiarme. Sin embargo, de noche puedo sentir que me ama. A saber por qu: odio mi grasa y sta me tortura durante todo el da. Vivir con esta carga es un suplicio, mis vctimas me atormentan. Y, no obstante, Sherezade tambin forma parte de esa masa de carne y, cuando cesan los tiroteos, me da amor. Sabe que, probablemente, soy su asesino? Se lo he susurrado en respuesta a algunas de sus declaraciones. No pareci que eso la molestara. El amor es un misterio.Detesto mi presencia en Bagdad. Sin embargo, no tengo demasiadas ganas de regresar a Baltimore. No le he contado a nadie que he engordado 100 kilos, me horroriza la reaccin que puedan tener. Soy incapaz de ponerme a dieta. No quiero perder a Sherezade. Adelgazar supondra matarla por segunda vez. Si m i castigo por esta crimen de guerra es llevar a mi vctima en forma de gordura, lo acepto. En primer lugar, porque es de justicia, en segundo lugar, porque aunque resulta difcil de explicar, me siento feliz por ello. Y no se trata de masoquismo, no soy de sos.En Norteamrica, en mis tiempos de delgadez, tuve bastantes historias con mujeres. Se mostraron generosas conmigo, no me puedo quejar. A veces, incluso llegu a enamorarme. Como todo el mundo sabe, hacer el amor con la persona que amas constituye el colmo de la felicidad terrenal. Pues bien, lo que estoy viviendo con Sherezade es superior. Se debe a que comparte mi intimidad del modo ms concreto posible? O es simplemente porque se trata de ella?Si mi existencia se compusiera slo de noches, sera el hombre ms feliz del mundo. Pero tambin estn los das, que me aplastan en sentido literal. Hay que ir transportando este cuerpo: todo lo que se diga sobre el calvario del obeso es poco. Los esclavos que levantaron las pirmides no iban tan cargados como yo, que no puedo abandonar mi carga ni un solo instante. Echo muchsimo de menos la simple satisfaccin de caminar a paso ligero sin sentirme aplastado. Siento ganas de gritarle a la gente normal que aprovechen este increble privilegio, del que no parecen ser conscientes: dar brincos, moverse despreocupadamente, disfrutar del baile de los desplazamientos ms irrelevantes. Y pensar que hay quien se queja de tener que recorrer una distancia de diez minutos hasta la parada del metro!Pero lo peor es el desprecio. Lo que me salva es que aqu no soy el nico obeso. La solidaridad de los dems impide que me hunda. Sufrir las miradas, las reflexiones, las novatadas, es el colmo del sufrimiento. No s cmo me comportaba antes con las bolas de sebo con las que me cruzaba: tambin era un cabrn con ellos? Siempre con aquella buena conciencia de pensar que, al fin y al cabo, si el gordo es gordo es porque l se lo ha buscado, uno no es gordo porque s, as que, venga, tenemos derecho a hacrselo pagar, no es inocente.Es verdad, no soy inocente. Ni moral ni fsicamente. He cometido crmenes de guerra, he comido como un monstruo. No obstante, entre los que aqu se permiten juzgarme, ninguno vale ms que yo. Nuestras filas estn compuestas por asesinos de mi misma calaa. Que no hayan engordado demuestra que sus infamias no pesan sobre su conciencia. Son peores que yo.Cuando mis compaeros y yo nos atracamos sin medida, los soldados delgados nos gritan: Joder, chicos, dejadlo ya! Dais asco, veros comer as da ganas de vomitar! No decimos nada, pero luego lo comentamos entre nosotros: son ellos los que nos dan asco comiendo como si nada, masacrando civiles sin que se modifique su modo de vida, sin manifestar el ms mnimo trauma. Algunos defienden diciendo que quiz sufren un mal secreto. Cmo un mal secreto iba a poder expiar unos crmenes tan poco secretos! Nosotros, por lo menos, hacemos ostentacin de nuestra culpabilidad. Nuestros remordimientos no son discretos. Acaso no es una muestra de gran consideracin con aquellos a los que tan gravemente hemos ofendido?Somos los primeros en aborrecer la apelacin de gordos, y entre nosotros nos llamamos los saboteadores. Nuestra obesidad constituye un fantstico y espectacular acto de sabotaje. Al ejrcito le costamos caros. Nuestra comida es barata, pero la consumimos en cantidades tan espeluznantes que la factura debe ser considerable. Menos mal que paga el Estado. En determinado momento, a consecuencia de una queja de la intendencia, los mandos intentaron hacer pagar a los que repetan. Tuvieron la mala suerte de intentarlo no con un buen muchacho sino con nuestro colega Bozo, el gordo malo por excelencia. La cara que puso Bozo cuando el guardin le entreg la factura! No me crea si no quiere, Bozo se la hizo tragar. Y cuando se la hubo tragado, Bozo grit: Puedes estar contento. Si vuelves a hacerlo, te comer a ti.Nunca ms volvi a hablarse del tema.Tambin salimos caros en vestuario: cada mes tenemos que cambiar de uniforme porque no cabemos en l. No podemos abrocharnos ni los pantalones ni la camisa. Al parecer, el ejrcito ha tenido que crear una nueva talla especial para nosotros XXXXL. Eso nos llena de orgullo. Espero que acaben lanzando la XXXXXL, ya que no tenemos ninguna intencin de detenernos en nuestra feliz trayectoria. Entre nosotros, si fueran menos estpidos, nos fabricaran ropa de lycra. Se lo he comentado al responsable de vestuario y esto fue lo que me respondi: La lycra est en las antpodas del espritu militar. Hace falta ropa rgida, con materiales no extensibles. Lo elstico es enemigo del ejrcito. Yo crea que estbamos en guerra con Irak y descubro que estamos en guerra contra el ltex.Tambin costamos caros en materia de salud. Cuando eres obeso, siempre tienes algn problema fsico. La mayora de nosotros sufre del corazn: debemos tomar medicamentos para el corazn. Tambin para la tensin arterial. Lo peor fue cuando quisieron operarnos. Menuda historia! Iban a hacer venir de los Estados Unidos a un prestigioso cirujano especializado en la colocacin de anillos gstricos: te comprimen el estmago con una especie de anillo y dejas de tener hambre. Pero no pueden ponerte este invento sin tu consentimiento y nadie estuvo de acuerdo. Queremos tener hambre! La comida es nuestra droga, nuestra vlvula de escape, no deseamos perderla. La cara que puso el cirujano al ver que no haba ningn candidato! Entonces los cabos localizaron al eslabn ms dbil, un tal Iggy, visiblemente ms acomplejado que nosotros al respecto a su sobrepeso. Empezaron a minarle la moral mostrndole viejas fotos suyas: Eras guapo Iggy, cuando eras flaco! Qu dir tu novia cuando regreses? No querr saber nada de ti! Iggy no resisti, le operaron. Funcion, empez a adelgazar como un loco. Slo que el famoso cirujano, herido por el escaso xito obtenido, regres a Florida. Poco despus, el anillo gstrico se jodi, se desplaz, e Iggy tuvo que someterse a una operacin de urgencia. Los cirujanos militares la cagaron y el pobre infeliz falleci. Parece que era inevitable, que a menos que lo operara un especialista no poda salir bien. Hubiera sido necesario hacer regresar al cirujano de Florida, pero no habra llegado a tiempo. Total, que la familia de Iggy demand al ejrcito norteamericano y gan con gran facilidad. El Estado tuvo que indemnizar a los padres de Iggy con una suma colosal.As que tambin les salimos caros en gastos judiciales. La historia de Iggy dio ideas a mucha gente. Despus de todo, somos obesos por culpa de George W. Bush. De regreso en casa, me consta que ms de uno se convertir en demandante. No ser mi caso. No quiero tener nada que ver con esa gente. Son unos criminales: en nombre de la mentira, mandaron a la muerte a miles de inocentes y han destrozado la vida de los que sobrevivirn.Me gustara hacerles ms dao todava. Por desgracia, pertenezco a una especie bastante inofensiva. Comiendo es como mejor saboteo el sistema. El problema es la dimensin kamikaze de mis actos: me destruyo ms a m mismo que a mi objetivo.Aunque estoy bastante orgulloso de mi ltima victoria: ya no quepo en los carros de combate.La puerta es demasiado estrecha para m. Mejor, siempre me ha horrorizado estar dentro de esos cacharros que producen claustrofobia y donde no ests tan protegido como se cree. Ya ve la extensin de mi carta. No puedo creer que haya escrito tanto. Lo necesitaba. Espero que no est harta de m. Sinceramente, Melvin MappleBagdad, 17/03/2009

No suelen entusiasmarme las cartas largas. En general, suelen ser las menos interesantes. Llevo ms de diecisis aos recibiendo tanto correo que, sin querer, he desarrollado una teora instintiva y experimental sobre el arte epistolar. As, he observado que las mejores cartas nunca superan los dos folios tamao din A4 por ambas caras (insisto en lo de ambas caras: el amor por los bosques obliga a la opistografa. Los que se niegan a practicarla en nombre de una vieja norma de educacin demuestran tener extraas prioridades). No se trata de nada absurdo, imaginar que tienes ms cosas que contar es una falta de respeto y la ausencia de consideracin no te har ms interesante. Ya lo dijo Madame de Svign: Perdonadme, no tengo tiempo para ser breve. De hecho, es un psimo ejemplo para ilustrar mi teora: sus misivas siempre resultan apasionantes.De un modo muy distinto a Madame de Svign, Melvin Mapple me ofreca un nuevo contraejemplo. Sus cartas me cautivaban hasta tal punto que ni siquiera me parecan largas. Se notaba que haban sido escritas bajo el influjo de la ms absoluta necesidad: no existe una musa mejor. No poda hacer nada ms que responder de inmediato, contrariamente a mi costumbre.

Querido Melvin Mapple:Gracias por sus cartas, que me parecen cada vez ms interesantes. No se preocupes por si me harto o no: nunca me escribir lo suficiente para saciar mi inters.En efecto, su bulimia, igual que la de sus comparsas, es un acto de sabotaje. Le felicito por ello. Habamos odo eslganes como: Haz el amor, no la guerra. El suyo, en cambio, es: Haz comilonas, no la guerra! Resulta infinitamente loable. Pero soy consciente del peligro que corre y, en la medida de lo posible, le ruego que se cuide.Cordialmente, Amlie NothombPars, 24/03/2009

Querida Amlie Nothomb:Su carta me llega en el momento adecuado. MI moral no puede estar ms baja. Ayer nos enzarzamos en una discusin con los delegados del contingente. Fue durante la cena. Nosotros, los obesos, solemos juntarnos para comer: eso nos permite atracarnos sin complejos, entre nosotros y no tener que soportar miradas y comentarios desagradables. Cuando uno de los nuestros se excede atracndose ms de la cuenta, le felicitamos con un comentario elogioso de cosecha propia: Thats the spirit man! Esta frase activa nuestra hilaridad, a saber por qu.Anoche, sin duda debido a la falta de combates de estos ltimos tiempos, los otros se sentaron alrededor de nuestra mesa con la intencin de provocarnos:-Qu tal bolas de sebo, cmo os va?Como empzaban con suavidad, no nos preocupamos, y respondimos con las banalidades habituales.-Cmo os apaais para comer as siendo ya tan enormes? Con vuestras reservas, no deberais tener hambre.-Tenemos que alimentar nuestros kilos dijo Plumpy.-A m me repugna veros comer as lanz uno de los atontados.-Pues no mires respond.-S, pero cmo lo hago? Monopolizis todo el campo visual. Ya nos gustara contemplar algo distinto, pero siempre hay un gordinfln que nos lo impide.Nos remos.-Os parece gracioso?-S. Hacis bromas, as que nos remos.-No ser robar la comida del ejrcito lo que os divierte?-No robamos. Ya ves: comemos delante de todos, sin escondernos.-S. Pero eso no quita que sea un robo. Cada uno de vosotros devora diez veces nuestra racin.-Nadie os impide comer ms.-No nos apetece comer ms.-Y cul es el problema entonces?-Robis al ejrcito. Y por lo tanto robis a Amrica.-Amrica est perfectamente.-En nuestro pas hay mucha gente que se muere de hambre.-No es culpa nuestra.-Qu sabris vosotros? Es por culpa de ladrones y aprovechados de vuestra calaa por lo que hay tantos pobres en nuestro pas.-No. Es por culpa de ladrones mucho mejor situados.-As que admits que sois unos ladrones.-No hemos dicho eso.La cosa no tard en degenerar.Bozo fue el primero en levantarse para darle a uno de los delgaduchos. Intent impedrselo:-No te das cuenta de que eso es lo que est buscando?-Pues lo va a encontrar!-No lo hagas! Volvern a meterte en el agujero.-Nadie me meter all dentro.-Tendrn que ensanchar la puerta del agujero grit el chiquitn.Entonces ya no pude contener a Bozo. La pelea estall. A priori, los gordos tienen ventaja, es evidente. Nuestra masa asusta a cualquiera. Nuestro taln de Aquiles son las cadas. Si nos caemos, nos cuesta levantarnos. Los otros se haban dado cuenta de ello. De repente, se lanzaban a nuestros tobillos, intentaban ponernos la zancadilla o rodaban por el suelo como botellas bajo nuestros pies. Plumpy se cay: se abalanzaron sobre l como si fueran piojos. Un cocinero entr con un plato de chile con carne. Un to le arranc la cazuela de las manos y, rindose derram el chile hirviendo sobre la cabeza de Plumpy: Tienes hambre? Pues come! El pobre grit. El cocinero avis a los mandos, que llegaron para encararse con nosotros. La cosa se calm pero el pobre Plumpy tiene quemaduras de segundo grado en el rostro. Los muy cabrones!Hubo sanciones. Pero no slo contra los delgados! Durante la especie de juicio que tuvo lugar, por ms que aseguramos que haba sido una provocacin, no sirvi com atenuante. Un to incluso protest diciendo que ramos una provocacin ambulante por nuestras dimensiones, y la autoridad no respondi. Pudimos notar que estaban de acuerdo.Bozo obtuvo el mismo veredicto que el que desfigur a Plumpy: tres das de arresto. Protest:-As que tengo que dejar que me insulten?-No hay que atacar fsicamente al adversario.-Pues eso es lo que haca l!-Juega usted con las palabras.Lo que nadie dijo durante el juicio, pero que todos pudimos sentir, es hasta qu punto nos odian. Mientras los apuestos y elegantes pueden despertar simpata, los obesos son odiosos, es as. Hay que admitir que no somos guapos. Nos he observado con atencin: lo peor no son los cuerpos sino los rostros. La obesidad te da una expresin repelente, a la vez cansada, lagrimosa, contrariada y estpida. Mal asunto para gustar.Despus de aquella parodia de juicio, nuestra moral estaba por los suelos. Mientras tombamos un batido en la cafetera para reponernos, el cocinero que haba trado el chile se acerc a hablar con nosotros. Comparta nuestra indignacin, pensaba en Plumpy. Para una vez que un delgado estaba de nuestra parte, le abr mi corazn. Le dije que si comamos tanto era para rebelarnos, era una respuesta violenta a la violencia que padecamos.-No resultara ms hbil hacer lo contrario? sugiri-Qu quieres decir? pregunt.-Una huelga de hambre marcara an ms los nimos y os ganarais la estima de todos.Intercambiamos miradas de consternacin.-Sabes con quin ests hablando? le dije.-Cualquiera puede hacer huelga de hambre respondi aquella alma de cntaro.-En primer lugar, no creo que cualquiera pueda hacerlo. Pero nosotros an menos. En nosotros slo ves hombres con enormes reservas. La verdad es que somos los peores yonquis del mundo. En dosis altas, la comida es una droga ms dura que la herona. Atiborrndonos tenemos el chute asegurado, sensaciones increbles y pensamientos indescriptibles. Para nosotros, una huelga de hambre equivaldra a una gravsima desintoxicacin, como esos adictos a la herona a los que hay que encerrar. Y el calabozo no sera suficiente. Slo habra un modo de impedirnos comer: la camisa de fuerza. Pero no creo que existan camisas de fuerza de nuestra talla.-Gandhi, l -empez el cocinero.-No sigas. Sabes cuntas probabilidades hay de que Bozo se convierta en Gandhi? Ninguna. Y mis colegas y yo, igual. Exigir que nos convirtamos en santos resulta repugnante. Tampoco creo que tu vayas a convertirte en santo, entonces por qu esperas que nosotros s lo hagamos?-No lo s, busco una solucin para vosotros.-Y, como siempre, la gente como t slo piensa que podremos conseguirlo superndonos a nosotros mismos. Parece que para los obesos slo exista eso. Sin embargo, la obesidad es una enfermedad. Cuando alguien tiene cncer, nadie es lo suficientemente desaprensivo para sugerirle que lo supere por s mismo. S, lo s, no se puede comparar. Si pesamos 180 kilos, es culpa nuestra. No haber comido como cerdos. El canceroso es una vctima, nosotros, no. Nos lo hemos buscado, por haber pecado. Entonces uno debe redimirse con un acto de santidad, a versi de ese modo alcanza la expiacin.-No es lo que quera decir.-Pero lo dices igual.-Mierda, estoy de vuestro lado, tos.-Lo s. Eso tambin es terrible, ni siquiera nuestros amigos nos comprenden. La obesidad no es una experiencia que pueda comunicarse.Fue entonces cuando pens en usted. Quiz se tratara de una ilusin debido a la correspondencia: tengo la impresin de que me comprende. S que, aunque muy distintos a los mos, usted tambin ha sufrido problemas alimentarios. O quiz sea porque usted es escritora. Uno imagina, tal vez ingenuamente, que los novelistas pueden acceder al alma de la gente, a experiencias que no han vivido. Es algo que ya me impact leyendo A sangre fra de Truman Capote: la impresin de que el autor conoca ntimamente a cada personaje, incluso a los secundarios. Me gustara que usted me conociera as. Sin duda se trata de un deseo absurdo, vinculado al desprecio del que soy objeto y sufro. Necesito un ser humano qu4 est al margen de todo esto y que al mismo tiempo sea cercano: un escritor es eso, verdad?Me dir que hay otros escritores y que adems el ingls no es su primera lengua. Lo s. Pero es usted la que me inspira eso, no puedo evitarlo. Mentalmente, pas revista a todos los novelistas vivos. Claro, haba ledo un artculo en el que usted contaba que responda todas las cartas que reciba, lo cual no es frecuente. Sin embargo, le juro que sa no fue la razn. Es como si, con usted, todo fuera posible. Resulta difcil explicarlo.No se preocupe, no la tomo por un psiclogo. No son psiclogos lo que nos falta aqu. He probado con varios. Les hablas durante tres cuartos de hora en el ms profundo de los silencios y luego te recetan Prozac. Me niego a tragarme eso. No tengo nada contra los psiclogos. Slo que los del ejrcito norteamericano no me convencen. Lo que espero de usted es otra cosa.Deseo existir para usted. Es pretencioso? No lo s. Si lo es, lo siento. Es lo ms autntico que puedo decirle: deseo existir para usted.Sinceramente,Melvin MappleBagdad, 31/03/2009

Melvin estaba lejos de ser el primero en sentir la necesidad de existir para m y de creer que conmigo todo era posible. Sin embargo, resultaba raro decirlo tan simple y llanamente.Cuando me hacen declaraciones de este tipo, no s muy bien qu efecto me producen: una mezcla de emocin e inquietud. Para comparar esas palabras con un regalo: es como regalar un perro. El animal te emociona, pero al mismo tiempo piensas que vas a tener que ocuparte de l y que no habas pedido nada parecido. Pero el perro sigue ah, con sus ojitos de perro bueno, piensas que no tiene la culpa, que ya le dars las sobras de las comidas, que ser fcil. Trgico error, inevitable, sin embargo.No estoy comparando a Melvin Mapple con un perro, pero s esa especie de declaracin. Hay frases-perro. Y son traicioneras.

Querido Melvin Mapple:Su carta me conmueve. No dude que usted existe para m. A sangre fra es una obra maestra. Seguro que no tengo el poder de Truman Capote, pero s tengo la impresin de conocerlo.La hisotria de la pelea y de sus consecuencias es terrible e injusta. Creo comprender lo que siente. Le exigen una grandes de la que los dems seran incapaces, como si tuviera que hacerse perdoar su obesidad. Dgale a Plumpy que pienso en l.No s si conmigo todo es posible, no consigo entender qu puede significar. S s que para m usted existe.Cordialmente,Amlie NothombPars, 6/04/2009

Mientras enviaba la carta, pens que la prudencia nunca haba sido mi fuerte.

Querida Amlie Nothomb:Perdone, fui torpe en mi ltima carta. Debi de parecerle extrao leer que con usted todo era posible. No lo dije en un sentido irrespetuoso. Nunca he sido muy hbil a la hora de expresar mis sentimientos, y eso ya me ha causado problemas en el pasado. Gracias por escribir que existo para usted, es muy importante para m. Lo cierto es que aqu tengo una vida de mierda. Si existo para usted, es como si tuviera una vida en otra parte: la que tengo en su pensamiento. No es que desee que me imagine: no s qu forma adquiere su pensamiento respecto a m. Soy un dato ms dentro de su cerebro: no quepo entero en lo que encarno en Bagdad. Eso me consuela.Su carta est fechada el 6 de Abril. En el New York Times de la vspera, le su editorial sobre la visita del presidente Obama en su pas: resulta divertido que, para representar a Francia, la eligieran a usted, que es belga. Ver su firma en ese peridico me impresion. Se lo ense a mis colegas y dijeron: Es la mujer con quien te carteas? Me sent orgulloso. Su artculo me gusta. Lo uqe ha escrito sobre el presidente Sarkozy tiene gracia.El 7 de abril, los soldados ingleses empezaron a marcharse. No los conocamos. Eso no impide que nos siente como una patada en el estmago ver que el asunto se resuelve tan deprisa para ellos. Vale que nosotros los americanos somos ms. Pero Qu hacemos aqu? A veces pienso que si he engorado tanto en Irak ha sido para tener algo que hacer. Lo que escribo puede parecer cnico, s que hemos hecho cosas en este pas: hemos matado a mucha gente, destruido cantidad de infraestructuras, etc. Yo he participado, conservo recuerdos horribles. Soy culpable, no quiero escurrir el bulto. Y, sin embargo, no tengo la sensacin de haber sido yo. Tengo la conciencia, la vergenza, la nocin, todo lo que usted quiera, pero no la sensacin.Qu proporciona la sensacin de haber llevado a cabo un acto? A los veinticinco aos, cuando dorm a la intemperie, constru una especie de cabaa en un bosque, en Pensilvania. Era mi realizacin, me senta unido a aquella cabaa. Me siento igual de unido a mi grasa. Quiz la grasa es el medio que he encontrado para dejar constancia sobre mi cuerpo del mal que he hecho y que no siento. Es complicado.Resumiendo, es obesidad se convirti en mi obra. Sigo trabajando en ella con ardor. Devoro como un poseso. A veces pienso que si las cosas funcionan con usted es porque no me ha visto nunca y sobre todo porque nunca me ha visto engullir.Cuando estaba vivo, Iggy contaba que si haba engordado tanto era para levantar una muralla entre l y el mundo. Para l, deba de ser verdad. La prueba es que cuando la muralla hubo desaparecido, falleci. Todos tenemos teoras distintas sobre nuestra grasa. Bozo dice que la suya es mala y que por eso quiere acumular la mayor cantidad posible. Entiendo lo que quiere decir. Fastidiamos a los dems infligindoles el espectculo de nuestra obesidad, es tan simple como eso. Plumpy cree que sus dimensiones le sirven para volver a ser beb. Quiz sea sa la sensacin que tiene. Nadie se atreve a decirle que nunca se ha visto un beb tan repugnante.Para m, es algo diferente. Cuando escribo que se trata de mi obra no es una ocurrencia. En eso puede comprenderme. Usted tiene una obra: una obra, no sabemos qu es eso. Le dedicamos lo esencial y, sin embargo, sigue siendo un misterio para nosotros. Aqu termina la comparacin. Su obra es algo apreciado, puede y tiene motivos para sentirse orgullosa de ella. Pero aunque la ma no tenga nada de artstico, s tiene sentido. Por supuesto que se trata de algo involuntario, no existe ninguna premeditacin, incluso puedo decir que he creado a mi pesar. Y, no obstante, cuando devoro como un poseso, puede ocurrir que experimente un entusiasmo que, me imagino, es el de la creacin.Cuando me peso, siento miedo y vergenza porque s que la cifra, ya de por s espeluznante, habr empeorado. Sin embargo, cada vez que aparece el nuevo veredicto, cada vez que supero un umbral ponderal an impensable, me siento consternado, s, pero tambin impresionado: he sido capaz de hacerlo. Eso significa que mi expansin no tiene lmite. No hay motivo para que se detenga. Hasta dnde podra subir? Digo subir por la cifra, aunque el verbo no es el ms adecuado. Hincharme debe ser el verbo correcto. Mi volumen es cada vez mayor, como si se hubiera producido un big bang interior cuando llegu a Irak.A veces, despus de comer, cuando me desplomo sobre una silla (han tenido que encargarlas de acero reforzado), me sumerjo durante unos instantes en mis pensamientos y me repito: Ahora debo de estar engordando. Mi panza empieza el trabajo. Resulta fascinante imaginar la transmutacin de los alimentos en ese tejido adiposo. Menuda mquina es el cuerpo. Lamento no sentir el momento en que los lpidos se constituyen, sera interesante.He intentado comentarlo con los amigos, me han respondido que resultaba obsceno. Si tanto os repugna engordar, dejad de hacerlo, les dije. No empieces t tambin!, respondieron. Claro que no, prosegu, pero ya no podemos elegir, por qu no engordar con una alegre curiosidad? Es una experiencia, no? Me miraron como si estuviera loco.Usted puede comprenderme mejor que ellos, aunque usted cree a propsito, con orgullo, en una especie de trance mental, aunque usted se relea con una pasin que difcilmente podra yo sentir mirando mi tripa, usted tiene, lo s, ese sentimiento constante de que su obra la supera. Lo mismo me ocurre a m, mi obra me supera.Cuando reno el coraje suficiente para mirarme al espejo, me obliga superar el horror que me inspira ese reflejo y a pensar: Soy yo. Soy al mismo tiempo lo que soy y lo que hago. Nadie ms que yo puede presumir de un logro semejante. Pero de verdad he hecho todo esto solo? No es posibleSegn las ltimas noticias, lleva escritos 65 manuscritos. Sus libros no son gruesos, es cierto. Eso no impide que cuando contempla sus 65 obras pueda pensar, igual que yo, que resulta incerble que haya podido producir todo esto usted sola. Y ms sabiendo que no ha terminado, que va a continuar escribiendo.Espero que no me tome por un chiflado ni por un grosero.Sinceramente,Melvin MappleBadad, 11/04/2009

Confieso que me conmovi lo que escribi sobre mi artculo en el New York Times. Vanitas vanitatum sed omnia vanitas. Por lo dems, aunque entenda su reflexin, la idea de que equiparara a mis hijos de tinta con su montn de grasa me produca un ligero malestar. Lo que queda de orgullo en m quiso replicar que escriba en la ascesis y en el hambre, que tena que rascar hasta lo ms hondo de mis fuerzas para acometer ese acto supremo, y que engordar, incluso en unas proporciones tan espectaculares, deba de causar mucho menos sufrimiento.Pero responder en unos trminos tan poco amables estaba fuera de lugar. Prefera tomrmelo al pie de la letra:

Querido Melvin Mapple:En efecto, estoy escribiendo mi manuscrito nmero 66 y me ha impresionado la pertinencia de su comparacin. Al leerle, pens en esa vanguardia del arte contemporneo llamada body art.Conoc a un joven estudiante de arte que, como trabajo de fin de curso, decidi convertir la anorexia que estaba padeciendo en una obra: arte fotografi pacientemente su proceso de adelgazamiento ante el espejo de su cuarto de bao, anot las cifras de los pesajes en permanente disminucin, las confront con los cabellos cados que fue recogiendo, tom nota de las fechas de la interrupcin de su menstruacin, etc. Su memorando, que prescinda de cualquier comentario, se presentaba bajo la forma de un compendio titulado: Mi anorexia y slo inclua fotografas, fechas, cifras de pesajes, puados de cabellos, hasta el final, que en su caso no fue la muerte sin o la pgina 100, ya que el trabajo deba tener ese nmero de pginas. Slo le quedaron las fuerzas necesarias para exponer el trabajo ante sus profesores, que le concedieron la nota ms alta. Luego ingres en una clnica. En estos momentos se encuentra mucho mejor y no descarto la posibilidad de que su empresa estudiantil haya contribuido a ello con creces. Las anorxicas necesitan que su mal no sea condenado sino constatado. La joven encontr un modo muy ingenioso de hacerlo, resolviendo de paso el problema siempre espinoso del memorando.Mutatis mutandis, usted podra emularla. Ignoro si hasta la fecha ha ido fotografiando su aumento de peso, pero nunca es tarde para empezar. Anote las cifras y todos los sntomas fsicos y mentales de su evolucin. Seguro que conserva fotografas de tiempos de delgadez, que situar al principio del cuaderno. Seguir engordando, con lo cual podr tomar instantneas cada vez ms impresionantes. Procure localizar las partes de su cuerpo privilegiadas por la acumulacin de grasa. Ya puestos, tampoco desatienda las zonas ms desfavorecidas, como los pies, que probablemente se le habrn hinchado menos que la tripa o los brazos, pero cuya talla tambin habr aumentado.Ya ve. Melvin, tiene usted razn: su obesidad es su obra. Est usted en la onda de la modernidad artstica. Hay que intervenir desde ahora mismo, ya que lo ms apasionante de su iniciativa es tanto el proceso como el resultado. Para que los mandamases del body art le reconozcan como uno de los suyos, quiz tambin debera ir anotando todo lo que come. En el caso de la joven anorxica, el captulo era ms simple: cada da, nada. En el suyo, la cosa corre el riesgo de resultar fastidiosa. No se desanime. Piense en la obra, que es para el artista la nica razn de existir.Cordialmente,Amlie NothombPars, 21/04/2009