tintero la historia: ¿absolución o condena? · único paréntesis— me obliga a indicar que...

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RESEÑAS Y NOTAS | 101 El reciente deceso de Fidel Castro puso en movimiento a una infinidad de plumas. Menudearon declaraciones muy doctas, analíticas, hasta mensajes de Twitter abe- rrantes. Todo mundo manifestó su dere- cho a opinar y en algunos casos se hicie- ron aportaciones dignas de ser tomadas en cuenta. Algunos opinantes buscaron un justo medio adecuado y muchas veces die- ron con él. Sin embargo, lo que privó fue lo extremo. Y si eso ocurrió apenas dada la noticia del fallecimiento del líder cubano, es de esperar un gran número de reflexio- nes mayores que serán vertidas en libros de Historia y ensayo. (Un primer —y no sé si único paréntesis— me obliga a indicar que utilizo la mayúscula para denotar que me refiero a la disciplina histórica o historia es- crita y no al puro acontecer). Las otras dos palabras que encabezan este escrito provie- nen del propio Fidel Castro con el título de su folleto La Historia me absolverá, lo que le fue negado por otro personaje de enorme respeto, Mario Vargas Llosa, desde su trin- chera móvil, en este caso, la FIL de Guada- lajara. El comandante Castro se da a sí mis- mo la absolución, mientras que el autor de Conversación en La Catedral lo condena. Como a los dos les guardo mucho respeto, a este tenor, me permito decirles, desde mi humilde condición, que están equivoca- dos. La misión de la Historia no es absol- ver ni condenar, es comprender y explicar. Ciertamente, los medios de comunica- ción masiva buscan precisamente las expre- siones más maniqueas posibles y lo logran. Por ejemplo, Trump y Obama se manifes- taron como lo que cada uno es y aquí en- tra en vigor mi propio maniqueísmo para calificarlos subrepticiamente. El problema radica en que la misión de la Historia que se escribe y se piensa no es un tribunal que dicte sentencia frente a lo alegado por un fiscal y un defensor, ya que cada uno manifiesta sus intereses para ape- lar a la culpabilidad o la inocencia de su acusado o defendido. El historiador debe ir más allá de todo eso y, en todo caso, si atiende a lo expresado hace mucho tiem- po por el británico Frederic Maitland: “Lo importante no es lo que pasó, sino lo que se dijo o pensó acerca de lo que pasó”, con- siderar las dos opiniones extremas, ya que ambas fueron pensadas y escritas y tienen tal fuerza que no es posible sustraerse a ellas. La absolución y la condena se de- ben a cosas que efectivamente sucedieron y que forman parte de la fenomenología de Castro y la Revolución cubana. Y aquí traigo a colación el aforismo del pensa- dor colombiano Nicolás Gómez Dávila, rescatado por Jesús Silva-Herzog Márquez: “Un destino burocrático espera a los revo- lucionarios como el mar a los ríos”. Esto es, negar que Castro fue revolucionario es ignorar algo que ostensiblemente sucedió, así como negar que fue un dictador que privó de todo tipo de libertades a Cuba, es lo mismo. Ese es el problema que en- frentan los historiadores que se ocupan de una figura como la de Fidel Castro o de personajes semejantes. Algunos, para for- tuna, pintan su propio color desde el prin- cipio, digamos Mussolini, Hitler, Stalin y Franco. En ellos la condena puede ser uná- nime, no obstante la cual se les puede expli- car con base en un buen entendimiento de las circunstancias que los llevaron adonde quisieron llegar. El caso de Castro es más complejo, como lo es el de muchas otras figuras latinoamericanas o tercermundis- tas que indudablemente hicieron algo en favor de los suyos y que, al no retirarse a tiempo, incurrieron en dictaduras concul- cadoras de todo tipo de derechos básicos. No ignoro por una parte muchas páginas de Guillermo Cabrera Infante, como tam- poco los laudes que cantara Alejo Carpen- tier. Dos grandes escritores en pro y en con- tra de Fidel. El asunto debe ir más allá y ese más allá es la historia del mundo en la segunda mitad del siglo XX que terminó por llevar a Cuba a un marxismo-leninis- mo en el que ya se había comenzado a descreer en la propia URSS, que segura- mente hizo falta para consolidar un régi- men independiente de unos Estados Uni- dos que apenas se libraban del macartismo. La historia muchas veces es absurda, pero así es y no se puede cambiar porque ya ocurrió. Con el socialismo a la cubana se lograron grandes avances en salud y edu- cación, lo cual no ocurre en los capitalis- mos subdesarrollados de otras partes de América Latina, a la vez que los cubanos vivieron grandes carencias y que, al igual que en la URSS, nunca dejó de haber privi- legiados, por lo cual la igualdad socialista nunca llegó a plenitud. Figura compleja, sin duda Fidel Cas- tro fue el gran latinoamericano del siglo XX. La Historia lo explicará. Tintero La Historia: ¿absolución o condena? Álvaro Matute Para E. T. Fidel Castro

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Page 1: Tintero La Historia: ¿absolución o condena? · único paréntesis— me obliga a indicar que utilizo la mayúscula para denotar que me refiero a la disciplina histórica o historia

RESEÑASY NOTAS | 101

El reciente deceso de Fidel Castro puso enmovimiento a una infinidad de plumas.Menudearon declaraciones muy doctas,analíticas, hasta mensajes de Twitter abe-rrantes. Todo mundo manifestó su dere-cho a opinar y en algunos casos se hicie-ron aportaciones dignas de ser tomadasen cuenta. Algunos opinantes buscaron unjusto medio adecuado y muchas veces die -ron con él. Sin embargo, lo que privó fuelo extremo. Y si eso ocurrió apenas dada lanoticia del fallecimiento del líder cubano,es de esperar un gran número de reflexio-nes mayores que serán vertidas en libros deHistoria y ensayo. (Un primer —y no sé siúnico paréntesis— me obliga a indicar queutilizo la mayúscula para denotar que merefiero a la disciplina histórica o historia es -crita y no al puro acontecer). Las otras dospalabras que encabezan este escrito provie -nen del propio Fidel Castro con el título desu folleto La Historia me absolverá, lo que lefue negado por otro personaje de enormerespeto, Mario Vargas Llosa, desde su trin -chera móvil, en este caso, la FIL de Guada -lajara. El comandante Castro se da a sí mis -mo la absolución, mientras que el autor deConversación en La Catedral lo condena.Como a los dos les guardo mucho respeto,a este tenor, me permito decirles, desde mihumilde condición, que están equivoca-dos. La misión de la Historia no es absol-ver ni condenar, es comprender y explicar.

Ciertamente, los medios de comunica -ción masiva buscan precisamente las ex pre -siones más maniqueas posibles y lo logran.Por ejemplo, Trump y Obama se manifes -taron como lo que cada uno es y aquí en -tra en vigor mi propio maniqueísmo paracalificarlos subrepticiamente.

El problema radica en que la misión dela Historia que se escribe y se piensa no es

un tribunal que dicte sentencia frente a loalegado por un fiscal y un defensor, ya quecada uno manifiesta sus intereses para ape -lar a la culpabilidad o la inocencia de suacusado o defendido. El historiador debeir más allá de todo eso y, en todo caso, siatiende a lo expresado hace mucho tiem-po por el británico Frederic Maitland: “Loimportante no es lo que pasó, sino lo quese dijo o pensó acerca de lo que pa só”, con -siderar las dos opiniones extremas, ya queambas fueron pensadas y escritas y tienental fuerza que no es posible sustraerse aellas. La absolución y la condena se de -ben a cosas que efectivamente sucedierony que forman parte de la fenomenologíade Castro y la Revolución cubana. Y aquítraigo a colación el aforismo del pen sa -dor colombiano Nicolás Gómez Dávila,rescatado por Jesús Silva-Herzog Márquez:“Un destino burocrático espera a los revo -lucionarios como el mar a los ríos”. Estoes, negar que Castro fue revolucionario esignorar algo que ostensiblemente sucedió,así como negar que fue un dic tador queprivó de todo tipo de libertades a Cuba,es lo mismo. Ese es el problema que en -frentan los historiadores que se ocupan

de una figura como la de Fidel Castro o depersonajes semejantes. Algunos, para for -tuna, pintan su propio color desde el prin -cipio, digamos Mussolini, Hi tler, Stalin yFranco. En ellos la condena puede ser uná -nime, no obstante la cual se les puede ex pli -car con base en un buen entendimiento delas circunstancias que los llevaron adondequisieron llegar. El ca so de Castro es máscomplejo, como lo es el de muchas otrasfiguras latinoamericanas o tercermundis-tas que indudablemen te hicieron algo enfavor de los suyos y que, al no retirarse atiempo, incurrieron en dic taduras concul -cadoras de todo tipo de de rechos básicos.No ignoro por una parte muchas páginasde Guillermo Cabrera In fante, como tam -poco los laudes que cantara Alejo Carpen -tier. Dos grandes escrito res en pro y en con -tra de Fidel. El asunto debe ir más allá yese más allá es la historia del mundo en lasegunda mitad del si glo XX que terminópor llevar a Cuba a un marxismo-leninis-mo en el que ya se había comenzado adescreer en la propia URSS, que segura-mente hizo falta para consolidar un régi-men independiente de unos Es tados Uni -dos que apenas se libraban del macartismo.La historia muchas veces es absurda, peroasí es y no se puede cambiar porque yaocurrió. Con el socialismo a la cubana selograron grandes avances en sa lud y edu-cación, lo cual no ocurre en los capitalis-mos subdesarrollados de otras par tes deAmérica Latina, a la vez que los cu banosvivieron grandes carencias y que, al igualque en la URSS, nunca dejó de ha ber privi-legiados, por lo cual la igualdad socialistanunca llegó a plenitud.

Figura compleja, sin duda Fidel Cas-tro fue el gran latinoamericano del sigloXX. La Historia lo explicará.

TinteroLa Historia: ¿absolución o condena?

Álvaro Matute

Para E. T.

Fidel Castro