tintero de las musas 6

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año 1 • número 6 • septiembre 15 de 2012

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Esta es nuestra sexta entrega en cuatro meses. Hemos trabajado para nuestros queridos lectores, datos importantes de cultura, historia y filosofía. Nosotras, desde el centro de la capital del país y sus alrededores. Ya llegamos hasta la frontera sur de México y fuimos de viaje hasta parís. en este número, tenemos a seis grandes mujeres: Irma Fuentes, Kyra Galván, Graciela santana, Silvia Sáyago y yo. Pero también a Daniel Hiernaux.

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año 1 • número 6 • septiembre 15 de 2012

He amado hasta llegar a la locura;y eso a lo que llaman locura, para mí,es la única forma sensata de amar.

Francoise sagan Ilustración: Benito Nogueira

Directorio:eDitoraGilda Montaño Humphrey

pINuras de:Raul Anguiano, Javier Gómez Soto, Benito Nogueira Ruiz, y Pilar Rincón

dIseñoHelí López Sandoval

aMMpe delegación estado de México y Vicepresidencia Nacional

asociación Mundial de Mujeres periodistas y escritorasWorld association of Woman Journalist and Writers

association Mondiale de Femmes Journalistes et ecrivians

año 1 • número 6 • septiembre 15 de 2012

2 Editorial

6 Graciela Sanatana Benhumea HISTORIAS DE DIVAS

10 Daniel Hiernaux Las casas de Colette PRIVACIDAD, APERTURA Y SENTIDO DE LUGAR

14 Kyra Galván LA MUJER PEZ

16 Silvia Sáyago CHOCOLATES PARA EL ALMA

20 Gilda Montaño Humphrey Raúl Anguiano y sus mujeres

24 Irma Fuentes Todo comenzó por el teatro

26 EL PADRE NUESTRO QUE ORABA JESUCRISTO (TRADUCIDO DELARAMEO)

30 tres poemas

Ilustración: Benito Nogueira

2

Editorial

esta es nuestra sexta entrega en cua-tro meses. Hemos trabajado para

nuestros queridos lectores, datos im-portantes de cultura, historia y filosofía. Nosotras, desde el centro de la capital del país y sus alrededores. Ya llegamos hasta la frontera sur de México y fuimos de viaje hasta parís. en este número, tenemos a seis grandes mujeres: Irma Fuentes, Kyra Galván, Graciela santana, Silvia Sáyago y yo. Pero también a Da-niel Hiernaux.

Graciela Santana nos habla de su más reciente investigación, que más que esto, es un relato: Historia de di-vas. empieza su escrito así: en tiempos recientes la palabra diva o divo, se adju-dica a personajes ilustres. en “el Tinte-ro de las Musas” justo es recordar a las mujeres y hombres divinos de la histo-ria que, como seres humanos, estuvie-ron sujetos a las circunstancias de sus respectivos destinos y en ellos, al desa-rrollo de sus talentos y capacidades, mismos que llevaron hasta la excelsitud -por encima del deber, del honor o del dolor, ya como artistas, como intelec-tuales, políticos, científicos, filósofos- la vida”. aquí aparecen Ángela peralta, el ruiseñor mexicano y Josefa Murillo, la alondra del papaloapan.

Después Daniel Hiernaux nos habla de Colette. desde parís la investiga y nos sumerge en las casas en que la escritora vivió. “el apodo de ‘la Vaga-bunda’, dice, se lo mereció y, en un breve y excelso libro llamado “Tres, seis, nueve”, describe su peregrina-ción voluntaria de casa en casa. des-de la perspectiva de la geografía hu-mana -que es la mía-, me interesó

particularmente esta obra porque su autora muestra, lo que significa vivir en ciertos espacios y cómo se acomo-dó en cada uno, a lo largo de sus ochenta y un años de vida”. Colette nos enseña, en pocas páginas de una prosa exquisita, cómo vivió su vida de casa en casa.

Luego Kyra Galván nos regala un bello cuento. Ella poema toda, nos sumerge en el agua de la vida y nos dice cómo también en el interior de ésta, se puede encontrar a alguien que tiene alma y a la que le duele el amor: La mujer pez. “Ya no recuerdo si le pregunté a mi tía en dónde ha-bía conseguido tal portento, ni si-quiera si los adultos se percataron de su existencia. Tampoco tengo memo-ria si la volví a ver de nuevo o si su existencia sólo se ratificó en algún estrato de mis sueños, pero sí puedo evocar con perfecta claridad sus pe-queños dientes afilados de pez y su garganta verdosa y plateada, que vi-braba constatando vida, al cantar una canción lastimosa…”.

después otro cuento relevante: con base en dulzura y encanto, Silvia Sáya-go abre el alma para regalarnos una de sus cartas: ahora le escribe a Max: “Querido mío: Te podría regalar más chocolates para tu alma, pero tú no eres de mucha lectura y creo que estos son los sustanciales; sin embargo te re-servé algunos envueltos en papel dora-do. son especiales. están rellenos del amor que te tengo, que te tendré por siempre y que ahora te doy para que los disfrutes cuando estés triste y tengas necesidad de sentirte cobijado. Así es

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que cuando sientas que la vida te está robando arteramente tu infan-cia, cómete un chocolate relleno de risas y de encanto…”.

raúl anguiano no necesita pre-sentación. esta es una parte de la en-trevista que le hice hace algunos años. La publico por primera vez, con la conciencia de que él estará le-yéndola desde su lugar preferido: un estudio lleno de ángeles que le han de estar pasando sus pinceles y las tintas con las que pinta de nuevo el universo entero. De Raúl habrá para rato. este texto está dedicado a Brigi-ta, su eterna compañera.

Irma Fuentes nos relata una his-toria de vida, la de su muy querido maestro Uwe Frisch: “Lo adorába-mos… ésa es la verdad. No era un profesor cualquiera. desde la pri-mera clase nos había dejado claro a que íbamos en su hora… ‘Aquí no se enseña Geografía Física, aquí van a aprender a pensar y el que crea que no va a dar el ancho, que se vaya de una vez’… Lo único que aumentó fue la dificultad de cada uno de los siguientes trabajos en los que más que el recuento de hechos, tomaba en cuenta la interpretación y los co-mentarios y propuestas que hacía-mos. el último que dio fue “La críti-ca de la razón práctica”…

por último tres poemas de: Graciela, Kyra y Gilda. esperamos que les gusten, igual que nuestros trabajos.

Gilda Montaño Humphrey

Ilustración: raúl anguiano

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HISTORIAS DE DIVAS

Graciela Santana Benhumea

La palabra “diva” tiene origen en el latín diva=diosa. diva no es un acortamien-

to de divina sino por el contrario, divina es un derivado de diva. En francés la palabra está documentada desde el siglo XV de nuestra era. el sentido moderno de la pa-labra surgió en Italia con el significado de

“cantante de ópera o actriz muy famosa”. En tiempos recientes la palabra diva o divo, se adjudica a personajes ilustres. en el Tintero de las Musas” justo es recordar a las mujeres y hombres divinos de la His-toria que, como seres humanos estuvie-ron sujetos a las circunstancias de sus res-

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…tras un concierto en Milán, en un duelo de egos y excelentes voces, la italiana adelina patti exclamó “así se canta en Italia”; a lo que la mexicana, luego de hacer oír su incomparable flexibilidad de garganta y su correcta

escuela de canto expresó “así se canta en la Gloria”.

pectivos destinos y en ellos, al desarrollo de sus talentos y capacidades, mismos que llevaron hasta la excelsitud por enci-ma del deber, del honor o del dolor, ya como artistas, como intelectuales, políti-cos, científicos, filósofos, etc.

ÁngeLa PeraLta:eL rUiseÑor MeXicano

María de los Ángeles Manuela Tranquili-na Cirila efrena peralta Castera, “el rui-señor Mexicano”, nació en la ciudad de México el 16 de junio de 1845. De cuna humilde, con buena educación y voz ex-traordinaria, cantó, a los 8 años de edad, “La Cavatina”, de Donizetti y a los 15, después de estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, debutó públicamen-te con “el Trovador” de Giusseppe Verdi en el Teatro Nacional.

A pesar de su talento, nunca recibió apoyo alguno del gobierno. En 1861, su viaje a europa fue costeado por su padre y por un caballero llamado Santiago de la Vega. Fue en españa donde la adjetivaron como “el ruiseñor mexicano”. su gran triunfo en el Viejo Continente ocurrió en la noche del 13 de mayo de 1862, al inter-pretar “Lucía” en la scala de Milán. Luego, habría de recorrer los principales escena-rios europeos para terminar su gira en Nueva York y en La Habana.

se cuenta que tras un concierto en Mi-lán, en un duelo de egos y excelentes vo-ces, la italiana adelina patti exclamó “así se canta en Italia”; a lo que la mexicana, luego de hacer oír su incomparable flexi-bilidad de garganta y su correcta escuela de canto expresó “así se canta en la Glo-

ria”. además de cantante, peralta ejecuta-ba arpa y piano y era compositora.

retornó a México cuatro años después, en 1865, con apenas 20 años de edad. El 29 de enero de 1866, cantó ante Maximiliano y Carlota quienes le nombraron “Cantarina de Cámara del Imperio”. Ignacio Manuel alta-mirano escribió indignado que: “toda la frescura de los laureles que había traído de europa, se marchitan vergonzosamente, ante la aceptación de ese nombramiento de una corte bufa y oprobiosa”. Un año des-pués, Ángela interpretó en el puerto de Ve-racruz “I Puritani” de Bellini, a beneficio del fomento de la guerra contra el invasor. es-tos dos acontecimientos, aparentemente contradictorios, todavía encienden una po-lémica acerca de su franqueza patriótica.

Ángela peralta se casó con su primo hermano el literato eugenio Castera, quien causó a la diva una gran infelicidad a causa del padecimiento mental que sufría. en 1876, dicho mal se agudizó de tal manera, que la cantante se vio precisada a inte-rrumpir su gira por varios países de euro-pa, para recluir a su esposo en un hospital de parís en el que murió en marzo de ese mismo año. Más tarde, en 1879, Ángela vio declinar sus éxitos artísticos por las relacio-nes amorosas que mantuvo con su empre-sario Julián Montiel y duarte. La otrora “ruiseñor Mexicano” sufrió el rechazo y la indiferencia del público y, en consecuencia, sus temporadas fueron graves y rotundos fracasos, a grado tal que la eximia cantante enfermó de pena y agotamiento. un año después, en vano intentó el regreso a los foros. Ni su prodigiosa interpretación de la “aída” de Verdi, despertó mayor interés.

descansó durante tres años y más tar-de, en 1883, repuesta en lo posible de

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los golpes morales, artísticos y económicos que habían minado su salud y ánimo, la Pe-ralta reanudó sus giras. Lo hizo por el norte de la República, acompañada por 80 “artis-tas” italianos de dudosa categoría. El 22 de agosto de 1883, llegó a Mazatlán, Sinaloa, en donde fue recibida y homenajeada como a una gran heroína. Al día siguiente, el 23 de agosto, la compañía presentó la ópera de Verdi “El Trovador”, con el debut del tenor de fuerza Fausto Belloti ante un escaso público, pues corrían alarmantes rumores sobre la propagación del “níquel” o fiebre amarilla.

en los primeros días de la semana, la en-fermedad se había propagado por el puerto de manera alarmante. Para el 23 de agosto, extraña era la casa mazatleca donde no hu-biera afectados. La compañía tuvo que sus-pender sus funciones a causa de la devasta-dora enfermedad que en horas atacó a casi todos los artistas de la compañía, incluida la propia Peralta. Al amanecer del día 25, ha-bían fallecido el tenor Belloti, el director Chávez aparicio y varios artistas más. el mal se ensañó con ellos a tal grado, que de los 80 elementos que la integraban, sólo quedaron seis, entre ellos la soprano Zopilli y la con-tralto, señora Saborini. Ángela Peralta falleció a consecuencia de la fiebre amarilla el 30 de agosto de 1883, casándose en articulo mor-tis con su amante Julián Montiel y duarte. Tuvo una vida trágica como la mayoría de los personajes femeninos que interpretaba.

JoseFa MUriLLo:La aLonDra DeL PaPaLoaPan

Sobre la superficie calma del Río de las Mari-posas, entre arrullos de palmeras y cañavera-les, entre el olor de la zafra y las noches de

luna tropical, se escuchan aún los versos de Josefa Murillo Carlín, nacida en la antigua ca-sona de la Calle del Río No. 16 en San Cristó-bal de Tlacotalpan, Veracruz, el 20 de febrero de 1860. Su poesía es considerada como una de las más profundas logradas por la sensibi-lidad femenina de su tiempo.

Josefa fue la segunda hija del matrimonio formado por don Mariano Murillo y doña Ma-nuela Carlín, ambos descendientes de antiguos combatientes a favor de la causa independen-tista de México. sus hermanos fueron: Miguel, quien fue el hijo mayor, ana, María, Luz, Juan, Luis y Mariano. Josefa, pepa Murillo, como se le conocía familiarmente, tuvo la formación esco-lar elemental de la provincia. Según sus bió-grafos, estudió las primeras letras al lado de sus tías, doña Cruz y doña Laura, hermanas de su madre, quienes fueron maestras en una es-cuela local aunque Pepilla poco participaba en las clases, a causa de los frecuentes ataques de asma que la alejaban de la escuela.

su amor al conocimiento la impulsó al aprendizaje del inglés, el francés y el latín, idiomas que adquirió por cuenta propia en los libros de la biblioteca de su papá que era doctor. La habilidad de la joven para aprender idiomas era extraordinaria. Cuan-do llegaban los indígenas oaxaqueños y mixtecos al corte de caña, eran alojados por su padre en los corredores de su casa, en donde Josefa platicaba con ellos. De esa manera, aprendió la lengua zapoteca, que hablaba con fluidez.

desde muy pequeña dio muestras de un gran talento para versificar. sus primeras composiciones comenzaron a conocerse cuando tenía quince años y las firmaba con el seudónimo de “Xóchitl”. afín con los poe-tas de fines del siglo XIX, su poesía quedó ubicada en la corriente del romanticismo,

Cuando llegaban los indígenas oaxaqueños y mixtecos al corte de caña, eran alojados por su padre en los corredores de su casa, en donde Josefa platicaba con ellos. de esa manera, aprendió la lengua zapoteca,

que hablaba con fluidez.

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Ilustración: Javier Gómez soto

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Ilustración: Javier Gómez soto

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entre los grandes poetas mexicanos. Luis G. Urbina decía de ella que era “un ave que canta suavemente sus melodías”. salvador díaz Mirón la admiró y le reco-noció su inobjetable talento artístico. Di-cen algunos de sus biógrafos que el Pre-sidente Benito Juárez tuvo conocimiento y respeto por su obra.

María Isabel Ortigoza Capetillo nos dice en sus escritos sobre la Murillo, que el es-píritu emprendedor y audaz de Josefa le llevó a escribir una carta al presidente de la República, Benito Juárez García, para que la apoyara en la realización de estu-dios de ciencias y letras en la Ciudad de México, cuando tenía menos de diez años de edad. Descubierta la carta por sus tías, ésta fue destruida. No obstante, por su amor al estudio, aprendió casi todo el co-nocimiento de la época pues leía cuanto libro llegaba a sus manos.

Como mujer sensible y romántica, Jo-sefa conoció el amor, real y trágicamen-te. Novia formal del joven tlacotalpeño Lorenzo de la puente y aguirre, la joven no pudo realizar el íntimo deseo de ca-sarse con su amado. el sueño más puro de su juventud se truncó para dejar en su espíritu lastimado una herida que jamás cerró por la fatalidad de la vida. ella, la novia enamorada, sufre la muerte de su amado ocurrida a causa de la “fiebre perniciosa” de la que ningún médico pudo salvarlo en la agonía que duró tres días. a partir de ese momento, su poesía se torna apasionada y triste. el dolor hace presa el alma de la poetisa que es-cribe al amor y al dolor. Canta al arroyo, a la arena de la playa y también a las es-trellas del universo, sin olvidar su patria y su fe cristiana pero en el trasfondo de

su obra subyacen la nostalgia y la melan-colía. su salud, de por sí frágil se ve afec-tada dramáticamente por la aparición de un mal hepático. el dr. León Malpica so-ler le recomendó reposo absoluto, res-tringiéndole las lecturas nocturnas por el perjuicio que hacían a sus bronquios los alumbrados con petróleo o leña.

se dice que ante la tragedia que este hecho representaba para la poeta, a escondidas compró cocuyos (variedad de luciérnagas) y los depositó en un frasco de cristal en cuya parte superior colocó un pedazo de tela para que res-pirasen dichos insectos a los que ali-mentaba con trocitos de caña de azú-car. Así leía y escribía románticamente “a la luz de los cocuyos”.

El amor inolvidable y su devoción a la naturaleza de su tierra son recreados en las imágenes de sus versos. su lírica sen-cilla y auténtica, nunca perdió su belleza y carácter estético. el recuerdo de Josefa Murillo ha trascendido el tiempo y el es-pacio de su tierra natal y su pueblo verná-culo y afable, Tlacotalpan, que le guarda a la diva un reconocimiento entrañable. Allí, se percibe su presencia en el am-biente y se le asocia al paisaje. Y aún pa-recen escucharse los emotivos versos de “La alondra del papaloapan” cuyos arru-llos se mecen entre el vaivén del agua del río de las Mariposas:

amor, dijo la rosa, es un perfume;amor es un murmullo, dijo el agua;amor es un suspiro, dijo el céfiro;amor dijo la luz, es una llama.¡Oh, cuánto habéis mentido!:¡Amor, es una lágrima!

…el espíritu emprendedor y audaz de Josefa le llevó a escribir una carta al presidente de la República, Benito Juárez García, para que la apoyara en la realización de estudios de ciencias y letras en la Ciudad de México, cuando tenía menos de diez años de edad. Descubierta

la carta por sus tías, ésta fue destruida.

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el tema del habitar no es frecuente-mente estudiado en las ciencias so-

ciales. esto se puede entender por el hecho de que la casa es el receptáculo de la intimidad más profunda de la per-sona. se suele, además, mantener la mayor discreción sobre el espacio de vida privado, salvo en casos cuando la persona usa la vivienda como forma de publicitarse, como suele ocurrir con ciertos miembros de la “farándula”. En esta ocasión, haré unos comentarios sobre la casa o más bien dicho las casas de una gran escritora francesa, Colette (1973-1954) la cual marcó muy clara-mente su posición con relación a la resi-dencia: “solo pueden hablar de mudan-za los sedentarios por elección, entre los cuales me cuento... […]… Cuando una vivienda dio todo de sí, la prudencia más simple aconseja dejarla. Mejor vol-ver a partir, lanzarse a la aventura de encontrar, por fin, el abrigo que no se puede agotar: todos los peligros son menores que el hecho de quedarse” (Colette, 2003 [1946]: 19). El apodo de “la Vagabunda” que le fue atribuido, bien se lo mereció y, en un breve y ex-celso libro llamado “Tres, seis, nueve”, describe su peregrinación voluntaria de casa en casa. desde la perspectiva de la geografía humana que es la mía, me in-teresó particularmente esta obra por-que su autora muestra, tripas por fuera, lo que significa vivir en ciertos espacios, y como se acomodó en cada uno a lo largo de sus ochenta y un años de vida. Colette nos enseña, en pocas páginas de una prosa exquisita, cómo vivió su vida de casa en casa; evidencia su senti-do del lugar más que su aprecio a las personas que no siempre recibía con

las casas de Colette:privacidad, apertura y sentido de lugar

Daniel Hiernaux

bien talante: era muy celosa de su priva-cidad y, aun en edad avanzada, no se mostraba sin antes un retoque de maqui-llaje. Otra obra “Le monde de Colette au palais royal” una colección de fotografías asociadas con fragmentos de sus obras y de comentarios de los recopiladores, lo-gra aun más despertar ese instinto de vo-yeur que todos tenemos un poco. Muy apreciada por sus amigos pero también por grandes fotógrafos como Brassaí, Kertesz, doisneau y Willy ronis, Colette es mostrada en el palacio real donde re-sidirá una primera vez en una vivienda “cajón” como la llama de 1926 a 1929, para establecerse en el piso de arriba, más amplio de 1938 a su fallecimiento en 1954, es decir 16 años, durante los cuales su movilidad se redujo enorme-mente por una fuerte artritis que la deja-ba en cama.

No comentaré sus residencias anterio-res, sino particularmente el palacio real que se volverá su nido urbano por mu-chos años. el palacio real fue construido en 1782 por Felipe de Orleans, primo de Luis XVI, para fines especulativas: tres la-dos del jardín de su propia residencia, frente a las Tuilleries, residencia oficial del soberano, fueron así construidos para albergar boutiques en los portales que rodean el jardín, con los tres pisos supe-riores rentados como viviendas. Cabe re-calcar que fue una operación inmobiliaria de gran envergadura, que no lograba aun saciar las necesidades pecuniarias del aristócrata para saciar su gusto desenfre-nado por las mujeres, el juego y su colec-ción de obras de arte. Luis XVI además lo mofaba de que se había vuelto tiendero, pero el primo completó el entorno del jardín con unas “Galerías de Madera” que

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Ilustración: Javier Gómez soto

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se volvieron en mayor punto de atracción del “Tout paris” así como de visitantes de los países vecinos. Las Galerias y el palacio se volvieron, en efecto, el lugar más escandalo-so de Paris por la afluencia de cantidades incontrolables de prostitutas, el intercambio homosexual, los ladrones de bolsas, agiotis-tas de la Bolsa cercana y demás. Los protes-tantes del Norte no podían creerlo al igual que los puritanos católicos del sur. una ver-dadera heterotopía en el sentido de Michel Foucault que perduró hasta 1830, cuando se acabó por abolir la prostitución y el Pala-cio real declinó su papel atractivo a favor de

otros espacios. También el Palacio Real fue un lugar icónico para el desarrollo de los co-mercios de lujo y un espacio público donde la burguesía podía circular, anticipando así lo que serán los pasajes cubiertos y las gale-rías parisinas, que alcanzaron una fuerte atracción durante la primera mitad del siglo XIX, hasta la aparición de las tiendas depar-tamentales. entre esta fecha y la actualidad, el Palacio sobrevivió, con siempre un tanto de actividades ilegales, en un medio social no muy definido entre restos de prostitución, negocios tradicionales, pero también como lugar de residencia de numerosos artistas

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por lo barato de los alquileres. Un vecino de Colette y querido amigo suyo no era nada menos que el dramaturgo Jean Cocteau. esto es lo que llevó a Colette a instalarse en 1926 en una primera vivienda del Palacio, su “cajón” como la llamaba, una especie de embudo estrecho y largo situado arriba de las tiendas, pero cuya ventana hacia el jar-dín central no era directa sino daba al por-tal: Obscuridad garantizada, y luz eléctrica prendida todo el día.

Sin embargo, a pesar de ello y de la mala calidad de la construcción hecha al vapor en cuatro años, Colette encontró un verdadero hogar en ese espacio. el alquiler modesto la convenció, pero también el he-cho de vivir en un edificio rodeando un parque urbano. Con paciencia y un enor-me afecto para su reducido espacio, tejió una suerte de nido protector en el cual sus escasos muebles lucían con un papel tapiz de motivos de flores y pájaros. La luz obli-gada, más que una carga, se volvió parte de su manera de trabajar. Una pequeña mesa adaptada le servía de escritorio que le permitía mantenerse en la cama, rodea-da de su gato, sus plumas, su cafetera y sus papeles, con algunos libros usados para redactar sus obras. Colette sostiene que más que encontrar la casa soñada, re-nunciaba a ella cada día; sin embargo, al mismo tiempo, construía pacientemente un espacio tan minúsculo que impresiona-ba sus visitas pero que se volvía suma-mente acogedor y lleno de afecto por su forma de construirlo con actos minúscu-

los, gestos cotidianos, cambios frecuentes de cosas y ubicaciones (tenía una pequeña colección de pisapapeles).

La insalubridad del “cajón” como lo llamaba la obligó a alejarse unos años del palacio real en espera de una vivien-da más espaciosa en el palacio real, so-bre la cual tenía una promesa de alquiler por un amigo. después de unos años en el hotel Claridge, donde ocupaba una ha-bitación en el piso más elevado, pudo fi-nalmente reconquistar su amado “pue-blo” como calificaba al Palacio Real y regresó para instalarse en él definitiva-mente en 1938, a un respiro de la segun-da guerra mundial. es en ese espacio, más amplio, que vivirá el final de su vida hasta 1954, cuando el 7 de agosto el jar-dín que tanto amaba se volvió por un momento el lugar donde se rindieron los honores nacionales (por primera vez en la historia francesa a una mujer) a ese escritora de gran talento recién fallecida.

Si bien quedan sus obras, la vivencia particular de esa mujer fuera de norma en el palacio real es una realidad íntima que nos es transmitida por las obras citadas tanto de su pluma como a través de las fo-tografías. Estas y sus otras obras que dejan trasparecer en ocasiones fragmentos de su vida en el palacio real, nos acercan a la espacialidad intima de una talentosa hu-manista que supo transformar un espacio ingrato en una joya de sensibilidad y afecto hacia la cotidianidad y su ámbito de reali-zación: la vivienda.

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Con paciencia y un enorme afecto para su reducido espacio, tejió una suerte de nido protector en el cual sus escasos muebles lucían con un papel tapiz de motivos de flores y pájaros. La luz obligada, más que una carga,

se volvió parte de su manera de trabajar.

referencias:

Colette (2003 [1946]), Trois… six… neuf…, parís :Buchet Chastel éditeur. Varios autores (2005), Le monde Colette au Palais-Royal, París : editions du patrimoine, Centre des Monuments Nationaux.

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la mujer pez

Kyra Galván

Cuando era pequeña, quizá tendría unos cinco o seis años, me gustaba

visitar la casa de una tía abuela ya mayor, que de vez en cuando nos invitaba a co-mer. La casa era una residencia vetusta en la colonia Santa María la Rivera, que había pasado ya sus mejores tiempos y que, como todas las casas viejas de herencia colonial en México, estaba construida alre-dedor de un patio, con su consabida fuen-te en el centro, que fungía como un acuo-so y maternal ombligo. Sobre la fuente estaban colocadas macetas con helechos, azucenas, mastuerzos y lirios, algunos ya en franca descomposición. Y sobre los ar-cos del patio colgaban grandes jaulas con pájaros de diversos colores. el patio era el lugar preferido de la mayoría de los chi-quillos, que incluía a mis primos que se quedaban jugando por horas a los quema-dos o a las traes.

Pero a mí, lo que me interesaba era lo que se encontraba al interior del pasillo de los arcos y que se llegaba franqueando unas destartaladas puertas de hoja, de ma-dera tallada. Las puertas tenían vidrios como ventanitas que dejaban pasar la luz, pero sobre los cuales se colocaban cortinas tejidas a gancho para otorgar privacidad. Eso de las cortinas a gancho me inquietaba mucho, se me hacía que venía de tiempos inmemoriales que mi imaginación no al-canzaba a comprender. Y me fascinaba la idea de ir caminando por un largo pasillo sin fin, dando vueltas en escuadra cubrien-do el área total de la casa y abriendo puerta tras puerta con la emoción de ir abriendo un gran número de cajas chinas.

Eso sí, algunas las encontraba cerradas con llave, pues eran las habitaciones priva-das de la familia y lo único que me queda-

ba por hacer era espiar con gran curiosi-dad a través de lo que los agujeritos de las cortinas dejaban ver, porque la entrada estaba estrictamente vedada a las visitas.

Toda la casa olía a perfume de violetas y a humedad de años. pero lo que a mí me fascinaba era que contenía una enor-me colección de objetos comprados en tierras lejanas y desconocidas. Lo que alentaba mi temprano deseo de recorrer el mundo. Y, cada vez que nos invitaban, yo exploraba esa morada con la pasión vehemente que tienen los niños por escu-driñar rincones e imaginar tesoros escon-didos en cada uno de ellos.

desperdigadas por encima de las repi-sas y las cómodas y las cajoneras, había plantas exóticas, violetas desparpajadas, helechos sustanciosos, sensitivas tímidas al tacto. A la sombra de estas benévolas plantas, se podían encontrar piedras-fósi-les, caracolas marinas, monedas chinas, tallas en madera, dragones pulidos en ónix, lupas montadas en plata churrigue-resca y arcángeles apolillados de rubios caireles blandiendo sus espadas más con gesto complaciente, que belicoso.

También había planchas antiguas cu-biertas de olvido y herrumbre, que suspi-raban por camisas blancas de algodón y lino y puños almidonados. Velas polvosas que producían destellos efímeros en esfe-ras de vidrio de colores que relucían en platones de cerámica azul y blanco y mar-cos art noveau con fotografías en sepia, reposando bajo la sombra de sofisticadas lámparas art deco con delicadas doncellas de bronce en su pedestal.

entre las muchas maravillas que descu-bría y redescubría en cada visita, una tarde cuando el sol entraba de lleno por los am-

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plios ventanales del salón principal y los adultos miraban entretenidos la corrida de toros por la televisión, me topé con un pe-queño acuario improvisado en un gran tazón de cristal color lavanda, que ahora que lo pienso, debió de ser Baccarat. Un extraño pez plano y pequeño flotaba en el agua casi sin moverse. en la panza plateada parecía tener dibujada una flor de colores estilo chino so-bre las escamas, pero lo más curioso de su aspecto era que parecía tener una pequeña cabeza humana coronando el cuerpo de pez. de lejos, parecía un adorno de cerámica, así que di por sentado que era un objeto mera-mente decorativo y no llamó más mi aten-ción. por supuesto que el conjunto del tazón, adornado con unas piedritas de río y un pe-queño helecho acuático y el único pez que lo habitaba, estaba en el tono y en el estilo ade-cuado de toda la casa. siempre admiré a mi tía Emma por su gusto abigarrado y eclécti-co. en aquella época, los “estilos” decorativos aún no se etiquetaban como hoy en día.

seguí investigando la casa y sus maravi-llas, hasta que después de comer - pues no recuerdo el menú, en aquélla época no me interesaba la comida en lo más mínimo- , los adultos se sentaron a beber los digestivos. El ánimo era festivo y haciendo uso de la tecno-logía de la época pusieron discos elepé y em-pezaron a cantar. era una canción de amor y celos, de nostalgia. pero cuán no sería mi sorpresa al notar, que el extraño pez que pa-recía un adorno de porcelana en el tazón co-lor lavanda, de pronto sacaba del agua su cabeza verdosa y comenzaba a cantar. Sí, a cantar. Y abría su boquita que tenía unos dientes muy finos y largos y entontaba la me-lodía de la canción. Su cabeza no era bella, en lo más mínimo. Más bien parecía un pe-queño monstruo de piel craquelada y esca-

mosa. No era, a ojos vistas, ni una sirena ni un canario, pero cantaba la canción que toca-ban en el disco, con un sentimiento que he-laba la sangre. No hablaba, porque traté de comunicarme con ella, si es que hablaba otro idioma aparte del castellano, que era la len-gua en la que cantaba con tanta melancolía. No me miraba siquiera ni parecía percatarse de mi presencia. era como si sólo la música la animara, le transmitiera vida a su cuerpo de porcelana china, de prodigio de feria.

Ya no recuerdo si le pregunté a mi tía en dónde había conseguido tal portento, ni si-quiera si los adultos se percataron de su existencia. Tampoco tengo memoria si la volví a ver de nuevo o si su existencia sólo se ratificó en algún estrato de mis sueños, pero sí puedo evocar con perfecta claridad sus pequeños dientes afilados de pez y su gar-ganta verdosa y plateada, que vibraba cons-tatando vida, al cantar una canción lastimo-sa de amor y de celos.

Ilustración: Javier Gómez soto

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chocolates para el alma

Silvia Sáyago

Ilustración: Benito Nogueira

año 1 • número 6 • septiembre 15 de 2012 17

Max:

Hoy te quiero dar un regalo: chocolates para el alma, para que te los comas cuando me haya ido; pero no en cualquier momento, sino expresamente

cuando necesites un apapacho; algo que te recuerde todas las riquezas que se te han dado: amor a raudales, tus chinos de los que estás orgulloso, tu imán con las “viejas”, tu gracia para caerle bien a la gente, tu capacidad de adapta-ción a los tiempos y circunstancias, tu talento para el deporte, tu independen-cia, bueno, hasta tu modo para no dejarte abatir por los problemas.

Fuiste el último amor de mi vida. Un amor que me endulzaba el alma no solo los fines de semana que te veía, sino aún cuando no estabas, porque muchas noches, con los ojos cerrados recreaba nuestros juegos y me dormía sonriendo.

Llegaste inesperadamente a mi vida descubriéndome otra forma de amar. Me resurgió el interés por volver a ver la vida a través de tus ojos curiosos.

—¡Mira, Vivi, mira!Decías si descubrías algo nuevo, como una mariposa en el jardín cuando

tomábamos baños de sol sentados en la mecedora.—¡Mira, Vivi, mira!decías al tiempo que me torcías el cuello para que no me durmiera y mi-

rara contigo en la tele, la película que ya habíamos visto por millonésima vez y que luego actuábamos revolcándonos en la cama.

¿Cómo era nuestra rutina de sábados y domingos en los primeros años?Llegabas haciendo una estremecedora voz de monstruo en tanto subías las

escaleras hasta mi recámara. era la señal para envolverme como tamal con las sábanas, al tiempo que gritaba: “ahí viene el monstruo, que no me coma”. Tú te aventabas sobre mi cuerpo y a tirones me despojabas de mi envoltura. En-tonces luchábamos cuerpo a cuerpo, con mordidas y rasguños, hasta que yo me daba por vencida o de plano me montaba sobre de ti y te neutralizaba.

¿Qué seguía? desayuno en la cama con películas y más películas y luego el juego del

doctor. Creo que todavía tengo enterradas en las nalgas las puntas de los lápices que me clavabas pretendiendo que eran jeringas con las que aliviarías mi fingida enfermedad. Por mi parte me encantaba morderte tus escasas pompas moradas cuando yo era la doctora.

A veces por la tarde íbamos al parque, a comprar un helado –siempre de vainilla para ti y de chocolate para mí-, regábamos el jardín, nos mecíamos en el columpio, siempre jugando.

para mí fue la mejor parte de nuestra historia. ser tu compañera de jue-gos, porque a través de la ludicidad, mi niña interna salía del closet en el que la olvidé cuando me dijeron que tenía que crecer y tomar la vida en serio, como si el juego y la risa no fueran cosas serias. así es que cuando sientas que la vida te está robando arteramente tu infancia, cómete un chocolate relleno de risas y juegos.

desayuno en la cama con películas y más películas y luego el juego del doctor. Creo que todavía tengo enterradas en las nalgas las puntas de los lápices que me clavabas pretendiendo que eran jeringas con las que aliviarías mi fingida enfermedad. Por mi parte me encantaba morderte tus escasas pompas moradas cuando yo era la doctora.

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Nunca hablaste mucho de aquello que te guardabas y que te provocaba pesadillas. Nunca entendí porque no podías verbalizar lo que te acongoja-ba el alma; pero como quería aliviarte un poco la carga, aprendí a darte muchos besos y caricias cuando tu dormir inquieto, tus gestos y tus ojos me decían: ¡alíviame!

Tú insondable alma es lo que más me preocupó siempre de ti. No porque pretendiera violar tu intimidad, sino porque sabía que algo te estaba pasan-do y de tu incapacidad para expresarlo. No sé si aprendiste a manejarlo, pero ¡créeme!, si algo alivia el sueño es no irse a la cama con los miedos y angus-tias reprimidos. Y es aquí donde te sugiero que tantas veces como sea ne-cesario, te comas un chocolate, pero esta vez relleno de valor y decisión para hablar de lo que te hizo daño y enfrentar al responsable, incluso si eres tu mismo. Seguramente te sabrá amargo y hasta querrás escupirlo, pero no lo hagas; es la medicina que te permitirá dormir plácidamente.

La vida ha sido muy generosa contigo, pero no estoy segura de si tu tienes conciencia cabal de tus verdaderos dones y no me refiero a si eres guapo o no, o si crees que solo tu verdad es lo único que existe. Creo que no te has permitido desarrollar el don de la curiosidad, de ver más allá de tu reducido entorno todo lo que la vida te puede ofrecer para ser un hom-bre sabio es decir, una buena persona, armonizada con la vida y por tanto feliz. Por eso te pido que cuando te gane la soberbia y prefieras seguir ignorando en lugar de aprender, te comas un chocolate de humildad que te permita reconocer todo lo que te queda por aprender.

Me admira tu capacidad para hacer dinero. No me queda duda que no tendrás problemas económicos, porque siempre encontrarás la manera de solventar tus necesidades; pero creo que tus riquezas serán más grandes cuando repartas un poco de lo que tienes a quienes te llenan de bendicio-nes de muchas formas. por ello en tu caja de chocolates te puse muchos rellenos de agradecimiento para que cada día te comas uno y recuerdes cada mañana, cuando abras tus ojos a la vida, dar gracias por el amanecer, por la vida, por tu salud, por tener a los seres que amas, por el techo y los ropas que te cubren y por los alimentos que te nutren. Después pide todo lo que necesites y lo que necesitan otros. No escatimes, esta es la mejor manera de ser generoso. dar es un gran placer.

Querido mío: Te podría regalar más chocolates para tu alma, pero tú no eres de mucha lectura y creo que estos son los sustanciales; sin embargo te reservé algunos envueltos en papel dorado. son especiales. están rellenos del amor que te tengo, que te tendré por siempre y que ahora te doy para que los disfrutes cuando estés triste y tengas necesidad de sentirte cobijado.

Siempre, Tía ViviCiudad de México, septiembre 2009

Tendríamos que comenzar por derrotar a la ignorancia y […], reducir la ambición desmedida de riquezas y de poder […] educar en el hogar ayudaría, consolidar su estructura de modo que el niño introyecte pronto, desde la casa, el marco de referencia del respeto a sí mismo, a la familia y

a la sociedad.

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Ilustración: Javier Gómez soto

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Cuando decimos raúl anguiano, nos referimos a un ser humano que desde

que posee memoria, ha tenido un solo de-seo en la vida, y ese es el de pintar. ¿Qué? lo que le pongan enfrente. recuerda que desde que tiene uso de razón lo hace y así, sin más, la vida decidió darle todas las oportunidades.

raúl anguiano vive de y por su pintura. Hombre elegante y sencillo, a sus largos, larguísimos primeros ochenta y ocho años, solo tiene una consigna más en la vida, y esa es la de donar cada uno de sus cuadros, a lo que él imagina sea un impor-tante Museo-Taller en su país: el suyo. ar-tista plástico, se ha vuelto inmensamente

raúl anguianoy sus mujeres1

Gilda Montaño Humphrey

Ilustración: raúl anguiano

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cotizado. sus cuadros están actualmente expuestos en las más grandes y prestigia-das galerías del mundo. así, un país social demócrata puede tener su obra, como un capitalista: desde los euros, hasta américa Latina y por supuesto estados unidos, raúl anguiano tiene quien le compre y quien le paguen lo que él diga.

Como en su época se pintaba, así em-pezó él: a radiografiar los rostros de las mujeres de su país. se dio a la tarea de empezar por sus indígenas más cercanos: los Huicholes y los Lacandones. “La espi-na” es un ejemplo claro de ello.

pero luego siguió con el camino y realizó muchas travesías, para seguir pintando a la mujer mexicana. un día se fue volando a parís donde vivió una época y de allí al resto del mundo, con su famosa “Venus L’espuge”.

si algún deseo pidiera a la vida raúl Anguiano –uno más de todos los que le ha dado el creador del universo, además de talento, amor, reconocimiento y afecto de sus amigos–, sería el de contar con días de cuarenta y ocho horas, que por supuesto ocuparía enteras.

Este hombre, a sus escasos ochenta y ocho años, es un ejemplo para la juventud de este mundo. Este ser –que empieza diario sus tareas muy temprano en la ma-ñana y no las termina hasta las doce de las noche– lo único que hace, es pintar y pin-tar: ¿qué? murales, pastel, agua fuerte, cerámica, o lo que invente ese día. des-pués puede escuchar música o leer. “dia-rio aprendo algo”, dice.

el Maestro se considera feminista, por el gran apoyo que indiscutiblemente siem-pre tuvo de las mujeres que estuvieron junto a él, y que en la actualidad sigue te-niendo de su esposa Brigita.

Raúl Anguiano camina por los rumbos, con gran garbo y elegancia. Hombre alto, con el pelo totalmente blanco, lo único que pide a la vida, es trascendencia: que la gente conozca su obra. Así pues, tomando como ejemplo las tradiciones e identidad de los mexicanos, me he dado a la tarea, en un afán de divulgación del arte y la cul-tura, de hacer una historia de vida de este gran artista mexicano.

en virtud de todas las mujeres que ha pintado y de las poquísimas a las que ha amado, nos permitimos regalar a usted este texto: “raúl anguiano y sus Mujeres”.

Parte i

raúl anguiano está sentado en su sala. atrás de él hay una ventana y junto un grande cuadro de caballos. El está viendo la pintura que le hizo como regalo a Brigi-ta su esposa, y el amor de su vida, recién la conoció. pero junto, como queriendo parar la vida, está él retratado por él mis-mo, como quiere ser recordado. Como cuando no pasa el tiempo.

Este hombre, a sus escasos ochenta y ocho años, es un ejemplo para la juventud de este mundo. Este ser –que empieza diario sus tareas muy temprano en la mañana y no las termina hasta las doce de las noche– lo único que hace, es pintar y pintar: ¿qué? murales, pastel, agua fuerte, cerámica, o lo que invente ese día. después puede escuchar música o leer. “diario aprendo

algo”, dice.

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Necesitaría alguien ser verdaderamente el mejor crítico de arte del mundo, para dar un juicio sobre su pintura: el ya trascendió y se vende en las mejores galerías del mundo. Así que Christies, Sutheby’s, la rematan al mejor postor. Su obra tiene un valor, y ese es el que ha logrado adquirir a lo largo del tiempo. Anguiano ha logrado exhibirse en los mejores Museos y su pintura la tienen coleccionistas que realmente conocen arte.

A este hombre al que conozco desde siempre, no le queda tiempo. Y el que tiene, lo dedica única y exclusivamente a pintar. sus casi noventa años son dignos de escarbar. primero, es el último gran muralista que exis-te del siglo pasado, del milenio pasado y que vive horas y más horas de este. además con una sensatez, humildad y calidad de vida, fuera de serie.

Raúl es un hombre que se emociona cuan-do se acuerda que este día, 25 de septiembre, cumple años su hija Marina, a la que acompa-ñó muchos días a sus excursiones. a la que le pintó a sus Huicholes. Con la que también creció. salen lágrimas sin previo aviso. si algo se queda, si algo se escapa, es cosa del amor

y sus ventanas. Igual pasa con Pablo y con Carmen.

para él la vida se puede sintetizar en el nido de pájaros que está fuera de su casa en Los Ángeles. Ver crecer a los polluelos le recuerda el gran milagro de la vida. Y lo ex-presa y de nuevo los ojos se llenan de lágri-mas.

A este hombre, al que le hace falta mucho por hacer, no le queda mucho tiempo y él lo sabe. Se sienta a la orilla de la fuente y abs-trae lo más bello, para repartirlo y regalarlo en colores brillantes. Pero no puede estar muchas horas sentado platicando; la vida si-gue, y el tiene que pintar: ¿cuántas horas? No lo sabe. Las que necesite. “Con lo que ha es-tado pasando en el mundo, he pensado como conclusión, que en mi vida he llegado a hacer las cosas muy tarde. Qué bueno que a tiem-po escogí la carrera de pintor. Tengo que re-solver todo en esta vida”.

el Maestro no le tiene envidia a nadie. está muy por encima de todo eso que las perso-nas comunes y corrientes llaman odios. La vida le ha provisto de seres que le han amado y que ahora son parte de él mismo. está ro-deado de una luz intensísima que resuelve todo lo que está cerca, acurrucada en una maravillosa casa, llena de arte, belleza y amor.

Nunca ha dejado de estar acompañado por su eterna Brigita desde que se la encon-tró en el camino. “Pudo haber llegado diez años antes, o diez años después, pero llegó a tiempo”, como dijo Jaime Sabines. Mujer que renunció a todo y con el que ha vivido gran parte de su vida. Y por Tajín su perro casi hijo, que ama porque sabe que le va a llevar al más allá.

raúl anguiano es ni más ni menos raúl anguiano.

Raúl es un hombre que se emociona cuando se acuerda que este día, 25 de septiembre, cumple años su hija Marina, a la que acompañó muchos días a sus excursiones. a la que le pintó a sus Huicholes. Con la que también creció. Salen lágrimas sin previo aviso. si algo se queda, si algo se escapa, es cosa del amor y sus ventanas. Igual pasa con Pablo y con Carmen.

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TODO COMENZÓPOR EL TEATRO…

Irma Fuentes

en esa época, el tiempo alcanzaba para todo. Me levantaba a las seis de la ma-

ñana y a las seis y media ya había caminado las tres cuadras que me separaban de la es-quina en la que pasaría el camión que venía de Culhuacán. el frío de la mañana por esos rumbos, era epopéyico… despertaba al más pintado, incluso a mí que solamente había dormido cuatro horas. pero eso no importa-ba, en 20 minutos estaría yo en la Avenida del Taller descendiendo de ese vehículo para esperar el que, menos rápidamente me llevaría hasta la avenida reforma en donde el enorme edificio del seguro social devoraba empleados como desayuno.

Entré al pasillo en donde estaba el che-cador y el vigilante me miró admonitorio, le echó una ojeada a la tarjeta y me la entregó. La metí en el aparato y apreté la palanquita,

el sonido que hacía al marcarla parecía el de una guillotina y no el de una impresora, pero era la señal de que podía seguir mi ca-mino. de pasada devolví ese tarjetón que era el origen de mis desmañanadas.

Estaba a punto de abrir mi escritorio y sacar los legajos que había guardado la tarde anterior, cuando llegó el esmirriado pero bigotudo sujeto que siempre encon-traba la forma de llamarme la atención.

—aquí, la entrada es a las ocho de la mañana, no a las siete y media…

Si el primer día me había sorprendido su reclamo, para entonces, después de dos o tres meses de escucharlo, ya no me hacía mella… Sin embargo, tratando de sonar amable, repetí mi cantaleta…

—Señor Galán –el apellido volvió a ha-cerme sonreír, era la negación de lo que el

Ilustración: raúl anguiano

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hombrecito era-, disculpe, pero vivo hasta Tlalpan y Taxqueña y si salgo diez minutos después llego aquí media hora tarde. prefie-ro llegar temprano…

—Pero está prohibido –insistió con su vo-cesita que quería ser autoritaria y resultaba chillona–. La hora de llegada es a las ocho…

—No puedo quedarme en la calle esperan-do a que suene la hora. entro al edificio por-que eso es lo correcto –comenzaba a deses-perarme–. Además, puedo adelantar trabajo…

—Está prohibido –repitió como un robot–. Le advierto que si algo se pierde en la ofici-na, la haremos responsable de ello… Está usted advertida…

—¡Oiga…! –en un parpadeo de mi parte, había desaparecido después de hacer una advertencia tan absurda-. Si esto lo hiciera yo en un banco o en un negocio, me premiarían por mi puntualidad y entusiasmo –dije en voz bastante alta, aunque no esperaba ser oída por él. en ese momento vi entrar a mi amiga Mildred y a otras personas que iban colocán-dose tras sus respectivos escritorios.

—¿Qué pasó mi amiga –preguntó ella con burla-, ¿otra vez coqueteando con el Galán?

Nos reímos con ganas. después me contó que le había ido bien en la Facultad –de Dere-cho-, con un trabajo sobre legislación laboral. La felicité y comencé a contarle cómo me ha-bía ido en la Preparatoria. En eso vimos entrar a su jefe y ella tomó sus libros y su bolsa y fue a alcanzarlo en la oficinita de junto. pero de pasada me recordó que nos veríamos como a las doce para comer algo por ahí.

La mañana se fue demasiado pronto y a las tres, después de guardar apresurada-mente nuestras cosas, ambas salimos co-rriendo para llegar, ella a Ciudad universita-ria y yo a una casa de la Cultura de la sep en donde daba una charla sobre teatro y des-

pués a Coapa. La casa me quedaba de paso pero no tenía tiempo para esperar los camio-nes y llegar a la primera clase que era a las cinco. Las clases terminaban cerca de las diez de la noche y entre la caminata hasta el camión y el recorrido de éste, llegaba a mi casa pasadas las 10 y media.

Tenía prisa por llegar, no tanto por el can-sancio como por el hecho de que si llegaba a ella después que mi hermano Manolo que an-daba en las mismas prisas, éste me dejaría la menor parte de la cena. así es que me urgía llegar. A las once y media tomaba mis libros y los cuadernos y repasaba mis notas, hacía apuntes y avanzaba con algún trabajo, de for-ma que alrededor de la una y media o dos de la mañana, apenas iba a acostarme. A las seis del día siguiente, reanudaría mi rutina.

La “FacULtaD De coaPa”

Para no dormirme en los camiones, repasaba los apuntes. a veces, cuando se hacía tarde to-maba un pesero que me ahorraba unos diez minutos hasta avenida del Taller, pero de ahí en adelante, sólo quedaba el camión. En él, no siempre encontraba asiento y para distraerme, pensaba en mis cosas. Por ejemplo en las cla-ses del día anterior en la preparatoria…

Había llegado temprano, casi cinco minu-tos antes que el primer maestro. Tenía cuatro materias importantes ese día y un trabajo que entregar. al terminar la clase, Homero y Ben-jamín, mis compañeros de siempre, querían saber cómo lo había enfocado, pero ya apa-recía en el marco de la puerta la cabeza de uwe Frisch.

Lo adorábamos… ésa es la verdad. Nos volvimos a mirarlo con afecto… Hacía su parsimoniosa entrada y del labio inferior,

La mañana se fue demasiado pronto y a las tres, después de guardar apresuradamente nuestras cosas, ambas salimos corriendo para llegar, ella a Ciudad universitaria y yo a una casa de la Cultura de la SEP en donde daba una charla sobre

teatro y después a Coapa.

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como siempre, colgaba su eterna sonrisa de sorna…

—¡Antes que otra cosa… quiero ver sobre el escritorio el trabajo que les dejé sobre la invasión alemana a Finlandia…!

No era un profesor cualquiera. desde la primera clase nos había dejado claro a que íbamos en su hora…

—¡a ver… levanten la mano los que ten-gan interés en aprender Geografía Física…!

Todos ondeamos nuestra mano sobre la cabeza. Nos parecía una pregunta retórica. Ésa era, precisamente, la materia él daba, según el programa..

—¿Todos vienen a aprender Geografía Fí-sica? –insistió-. Un rotundo sí le respondió…

—entonces, todos se me van… -sorpresa general-. aquí no se enseña Geografía Física, aquí van a aprender a pensar y el que crea que no va a dar el ancho, que se vaya de una vez… -el silencio inundó el salón de clase. Una mano comenzó a levantarse, titubeante, en las últimas filas … -No hizo caso-.

—Sí, tendrán que saber Geografía Física, pero por su cuenta… respuesta dada. ano-ten… Consíganse el libro de… Cada mes es-tudiarán a fondo, por orden, dos capítulos… El examen será sobre esos temas… ¡Guay, del que no sepa…! Aquí lo que haremos será un ejercicio intelectual…Flojos, absténgan-se… -recorrió con mirada cínica el salón…-, ¿nadie se va…? ¡Muy bien…! Comencemos… En 1914, asesinaron en Serbia al archiduque Francisco Fernando D’Este, heredero del tro-no austrohúgaro y resultó ser uno de los de-tonantes de la primera Guerra Mundial…

escucharlo era como ver una película. su narración era tan vívida que nos mantenía en vilo toda la hora. Finalmente, nos explicó qué aspectos debía cubrir el trabajo en el que de-beríamos analizar las implicaciones que ese hecho tendría en el futuro del mundo y aportar

el mayor número de datos tomados de libros o periódicos de la época, para enriquecer el de-bate…Tendríamos doce días para entregarlo…

salimos de esa clase, como lo haríamos en las siguientes, fascinados y… angustia-dos. ¿A qué hora conseguiríamos todo eso? No nos importó. Lo único que sabíamos, que sabía yo, por lo menos, era que no nos de-cepcionaba, al contrario. Había valido la pena enfrentar a la dirección de la escuela, para lograr su asignación a nuestro grupo. renci-llas de otro mentor habían provocado que se le suspendiera y sus grupos pasaran a otros maestros. Cuando nos enteramos, sin cono-cerlo siquiera, nos declaramos en huelga y exigimos su retorno.

El director, hombre talentoso pero acos-tumbrado a tratar con la furia adolescente, ofreció un cambio, amenazó con suspender-nos, pero nada nos hizo desistir y pienso que habrá temido el problema que traería castigar a tantos, sin llamar la atención de la dirección General. así, que dos días después, a la hora de clase, apareció Frisch con aire victorioso.

Eso había ocurrido en primer año ya, en segundo, nadie le disputó su lugar. La lista continuó sin bajas y lo único que aumentó fue la dificultad de cada uno xde los siguientes trabajos en los que más que el recuento de hechos tomaba en cuenta la interpretación y los comentarios y propuestas que hacíamos. el último que nos pidió fue el análisis de “La Hora 25” de Virgil Gheorgiu… Habíamos ya repasado a lo largo de dos años, temas tan diferentes como la vida de Wagner, las bata-llas napoleónicas, las guerras que siguieron a la II Mundial… y recibido, cuando alcanzába-mos el 10, algún libro de regalo.

el último que me dio fue “La crítica de la razón práctica”. Lo miré sorprendida, el de la Razón Pura analizaba el ámbito de la Filo-sofía ética y moral pero el segundo era más

El director, hombre talentoso pero acostumbrado a tratar con la furia adolescente, ofreció un cambio, amenazó con suspendernos, pero nada nos hizo desistir y pienso que habrá temido el problema que traería castigar a tantos,

sin llamar la atención de la dirección General.

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complejo, si eso es posible en ese autor y había influido grandemente en la ciencia de la éwwpoca.

pero él era maliciosamente consciente del “paquete” que disfrazaba de “premio”, tanto que escribió:

“a mi alumna especial: podrá con él; después, tírelo a la cabeza del primer ton-to que quiera acercársele…”

Uwe Frisch era un hombre único. A sus menos de 30 años se había doctorado en Geografía, licenciado en economía y en Composición Musical y tenía ya varias composiciones conocidas incluso, creo, una sinfonía. Cuando volví a verlo estando yo ya en el periodismo, era un consultor sobresaliente del Banco de México. Comí con él algunas veces y me sorprendió en-contrarlo un si es no es triste. pero com-probé que seguía siendo mi ídolo y, para él, la “alumna especial” de siempre.

No muchos meses después, viajé con la estupenda periodista que es Isabel Za-morano, por trabajo a Chetumal. De ahí iríamos a Cancún por carretera. Hablába-mos como siempre de todo y de nada y, cuando nos acercábamos a la única curva que había por ahí, casi histérica ella le gri-tó al chofer que desacelerara, que bajara la velocidad a 20 por hora. Traté de cal-marla, pero no cedió.

—¡Es la curva…! –dijo llena de pánico-. ¡No hace ni tres semanas pedro Joaquín y yo estuvimos a punto de matarnos ahí…! -Coldwell entonces gobernador de la enti-dad-, ¡es muy peligrosa…!

el chofer desaceleró al máximo y cuan-do Isabel dejó de llorar dijo algo terrible…

—No exagero, Irma… es sumamente peligrosa, una semana antes se mataron ahí, en ese lugar unos expertos del Banxi-co… Yo acababa de hablar con ellos y uno

güerito, que se llamaba Uwe Frisch, me había preguntado por tí…

No dije nada. Me sentía como suspen-dida en el tiempo o hundida en uno de esos cenotes de fondo insondable que abundan en la Península o arrastrada por corrientes desconocidas que me lanzaban al fondo de la tierra.

—Esta vida es una ilusión –había dicho él durante una de nuestras discusiones-, no nos encontramos aquí usted y yo por casua-lidad, venimos de tiempos sin memoria y volveremos a vernos en los siguientes…

El auto seguía adelante a buena veloci-dad. Isabel hablaba de algo que ni siquie-ra intenté comprender. ¿Cuándo, dónde reencontraré al geógrafo que me ayudó a trazar rutas de pensamiento…?

Ilustración: raúl anguiano

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el padre nuestroque oraba jesucristo

(traducido del arameo)Ilu

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padre-Madre, respiración de la Vida ¡Fuente del soni-do, Acción sin palabras, Creador del Cosmos!

Haz brillar tu luz dentro de nosotros, entre nosotros y fuera de nosotros, para que podamos hacerla útil.

ayúdanos a seguir nuestro camino respirando tan sólo el sentimiento que emana de Ti.

Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el Tuyo, para que caminemos como reyes y reinas con todas las otras criaturas.

Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz, así como en todas las formas, en toda existencia indivi-dual, así como en todas las comunidades.

Haznos sentir el alma de la Tierra dentro de nosotros, pues de esta forma, sentiremos la Sabiduría que existe en todo.

No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos engañen, y nos libere de todo aquello que impide nuestro crecimiento.

No nos dejes caer en el olvido de que Tú eres el poder y la Gloria del mundo, la Canción que se renueva de tiem-po en tiempo y que todo lo embellece.

Que Tu amor esté sólo donde crecen nuestras acciones. ¡Qué así sea!

No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos engañen, y nos libere de todo aquello que impide nuestro crecimiento.

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tres poemas

Ilustración: Javier Gómez soto

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eL JarDÍn De Mi soMBra

Mi sombra pasea por los jardines cuyas palmas semejan abanicos en el pasto

recoge huellas de pisadas varias y se adentraen el pasado de la luna

mientras los tréboles y las verbenas le revelan el misterio de las horas idas.

Mi sombra recoge pétales solferinos y azul ultramarde las altas jacarandas y bugambilias que revolotean como mariposas tornasoles sobre sus propias sombrasporque mi sombra es pintora capaz de plasmaren la página blanca de la arena los colores de la armonía.

Mi sombra juega en su jardín como una prima bailarinaque reta al solse duerme en la tierra y retrata a las estrellascon la lente prodigiosa de un arte que le hace filosofar y reteneren su propia silueta la poesía y los colores de la Vida.

gracieLa santana BenhUMea

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La MuerTe de Lo MasCuLINo

en mi papel de hija menorla soledad cristalizóen los ritos cotidianos de mi niñez. A mí, a la que olvidaban en todo momento,le llegó la muerte de lo masculino,como un vendaval que rompe el palo mayor de los barcos, que doblega el cuello áspero de las palmeras:a mí, que nunca pensé que me hiciera falta.Y me quedé huérfana de hombres.sin varones que protegieran el futuro de solemnes acontecimientoso los nombres de familia o las propiedades. desprovista de Historia.Me quedé rota y a la mitad,con las fábulas truncasy enfurecida por mucho tiempo.Me quedé con esta pequeñez en el almade mujer crecida.Me quedé femenina, absolutamente femenina.

Kyra gaLvÁn

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aMor Te aMo

amorte amo

Me siento a la orillade la fuentey espero tu regreso

Te pongo en la palmade mi manoy cierroaprieto fuertementehasta absorbertu amoren las entrañas

Mezclo brillo con aguay fuerza suspendidaque en el airese jacta de estar viva

amorte amo

estremezco cadacélula vivay reaparezco ante míla soledad

momento instantáneoy perfectoen el que expongoa la vidala definición del tiempo

amorte amo

Brinco todaalrededor de un idealesperanza edificadahace tiempopensadaamadaahora vivida

amorQuédate un instantede este tiempo amorporque te amo.

giLDa MontaÑo

Ilustración: Benito Norgueira

Ilustración: Benito Nogueira

Todo aquí reside en lavar el otro lado de la estufay recordar a la abuela rosacruzsu baraja española su afición a Lobsang Rampay su arte adivinatorioen esta casa llena de noche y sal de ajo.

aquí estoypara limpiar el piso los sábados por la mañanay olvidarme del amanecer.

No hemos hablado de las apariciones rutinarias del solcuando a las mujeres todo se nos hace añicosporque el sol se nos hundey nadie nos enseña a gritarporque somos el naufragiode nuestro único cuerpo lleno de viday de ignorancia por vivirla.

Kyra gaLvÁn