tapatío 18 de diciembre

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PÁGINA 18-B Sábado 18 de diciembre de 2010 EL INFORMADOR [email protected] Fundadores Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director Carlos Álvarez del Castillo G. por: José Luis Meza Inda Una sabia y equilibrada mezcla del lenguaje plástico abstracto, con- formado por manchas líricas, diná- micos brochazos, expresivas salpica- duras, suculentas texturas y otros recursos del lenguaje informal; con el lenguaje figurativo, de formas na- turales reconocibles, en su mayoría insectos alados y algunos peces, to- dos ellos dibujados en su totalidad o de manera fragmentada, mediante fi- nos trazos de un preciosismo y deta- lle estructural sorprendentes, consti- tuyen lo substancial de la muestra integrada por una sesentena de obras que el pintor segoviano Luis Moro, ha puesto a la consideración del público tapatío en los salones del Museo de las Artes de la Universidad de Guada- lajara, ubicado en el edificio de la Rectoría, Avenida Vallarta y Díaz de León de esta ciudad. En sus aspectos conceptuales, al parecer el expositor, a través de estas obras, pretende ofrecer al especta- dor una silenciosa pero colorida lec- ción, ética y estética, sobre un asunto trascendental: la maravilla de la exis- tencia, proyectándola a través de ejemplos de la vida animal, específi- camente, entomológicos e ictiológi- cos; los cuales proyecta o hace fluir de indecisas y fluidas manchas de pigmento y materia, que son el meo- llo de sus lienzos, y que semejan en ocasiones, el impreciso sustrato ge- nerador de la naciente vida y de sus primitivas y frágiles creaturas; y en ocasiones, puede semejar asimismo, los obscuro fermentos de su descom- posición o residuos de su destruc- ción, pero que en cualquier caso su- gieren siempre un estado de permanente transformación, meta- morfosis, vitalidad. Quizá a alguien le podría parecer contemplando esta exposición, que sesenta y tantas variaciones sobre un mismo a tema, constituye un exceso formal o una idea pictórica obsesiva y asaz reiterada, y quizás tengan ra- zón; mas lo que nadie podrá poner en tela de juicio es que pese a ser un solo hilo el que hilvana toda la exposición, se trata de un autor de briosa imagi- nación y que en cada uno de sus lien- zos, aunque bordado sobre un mismo asunto y de semejantes apariencias, es esencialmente diferente en su con- cepción y resolución, tanto en sus in- gredientes abstractos como en los de la representación de lo real, y que en ellos, el muchacho de Segovia emplea en realidad una amplia variedad de re- cursos matéricos, diferentes acordes cromáticos, distintas combinaciones lumínicas y variedad de signos. Y por otra parte, y esto es substan- cial, lo que en esta exhibición se puede apreciar es que todas y cada una de es- tas obras han sido resueltas mediante el manejo y dominio de un extraordina- rio oficio técnico, constituyendo así una verdadera lección del sentido del equilibrio estructural y compositivo de sus elementos, de armonía de colores, de pulcritud de trazos, de manejo de re- cursos, todo lo cual da fe de que este es- pañol posee además de dotes naturales para el arte, la virtud de la sensibilidad, así como amplios conocimientos y ex- periencias en la materia, pese a su ju- ventud; esto es, que esta armado con las virtudes imprescindibles para cual- quier aspirante a artista, sea cual fuere el lenguaje plástico que adopte, para manifestarse como tal. Vale pues la pena visitar esta atra- yente y sugestiva exposición original de Luis Moro, que estará colocada en el mencionado Museo hasta el próxi- mo 15 de enero. Artes plásticas “Paraísos elementales” DE LUIS MORO • Una de las obras que se pueden ver en la muestra Paraísos elementales, del artista segoviano Luis Moro. La suerte que camina con una mujer por la Calzada por: David Izazaga “Le leo su suerte, ándele, hoy que es un buen día”, me dice una joven mujer morena, que se me acerca con más timi- dez que convicción. Le digo que no, que gracias, que en otra ocasión y ella se va muy conforme con mi primer negativa, sin haber escuchado siquiera lo de “en otra ocasión”. Porque si me hubiera es- cuchado y tuviera verdadera convicción de vendedora de secretos, de verdades que están ahí, flotando, y uno no las ve o se niega a hacerlo, me habría inquirido por esa promesa de “en otra ocasión”. ¿En cuál?, me hubiera dicho y yo enton- ces quizá habría respondido con fecha y hora que habría anotado en mi agenda y vuelto entonces a aquella esquina a cum- plir mi promesa, para que ella pudiera entonces cumplir a la vez con la suya y mi suerte –buena o mala, no se sabe- fue- ra revelada. Pero no fue así y ya son las doce del día y ya llevo aquí, parado en esta esqui- na de la calle Industria y la Calzada In- dependencia, más de media hora espe- rando un trolebús que no sé si pasará. Porque así es, de repente me ha tocado ver que algún cable se desconchinfla y ya, se para todo, se detienen los trolebu- ses y uno puede estar esperando, iluso, a que pase, en algún punto de Hidalgo o República y nada, todos están parados sobre avenida Vallarta. ¿Cómo saber si es el caso o si allá, cuadras atrás, viene ya? Mientras me de- cido a esperar un poco más, observo a la mujer que quiso leerme mi suerte. Se mueve por toda la banqueta sobre la Cal- zada. Viste falda de mezclilla larga, hasta los talones y trae puestos unos zapatos negros de gamuza que apenas se aso- man. Tiene puesto un suéter rojo y el pelo largo le cae hasta media espalda. Es muy joven, no creo que tenga más de 25 años. Es morena y su nariz es grande y sus ojos pequeños. Aborda a todos los peatones que pa- san por aquí, no parece írsele uno, va por otro y por otro y cuando está abordando a uno, seguramente espera a que le digan no, porque tiene ya la vista puesta en el siguiente. No discrimina a nadie. Yo la observo y espero que, por simple estadís- tica, alguno le diga que sí, para ver cómo procede. Pero nada. De vez en cuando echo un ojo hacia la calle de Industria, pero nada se ve al fondo. Esta esquina es, como muchas de la ciudad, lugar de múltiples postes: hay cuatro, uno tras otro, como puestos para que uno llegue con su hamaca. El primero, que está pintado de verde, sos- tenía los cables del trolebús que algún día pasó sobre la Calzada, de manera que hoy es un triste tronco de concreto que embellece la esquina. El segundo es uno de madera que supongo que en algún momento le sirvió a la Comisión Federal de Electricidad y que hoy, al igual que el anterior, está ahí sólo por si al Ayuntamiento algún día se le ocurre celebrar aquí una feria y hacer palo en- cebado. El tercer poste sostiene los ca- bles del trolebús que estoy esperando. Por cierto, recuerdo que en alguna oca- sión que esperaba –también desespera- do- el trolebús en Circunvalación (que ya no pasa), un tipo me dijo que me fi- jara en los cables y que si se movían era señal de que el trolebús ya venía. Si en- tonces yo, chico de primaria, le creí, hoy que los he estado viendo moverse desde hace más de media hora sin que llegue, creo finalmente que aquella fue una broma. Una broma de la que no me reí ni hace 30 años ni hoy. El último poste es el de la luz. Pero si cuatro parecen poco, no hay que cami- nar ni media cuadra para encontrarse más. No lo haré. Mejor volteo de nuevo a ver a la chica que lee la suerte. Sigue en su tarea, no ceja, ni siquiera se nota un gesto de desgano en su rostro. ¿Alguien la estará vigilando? ¿Vendrá sola? La res- puesta viene pronto: no me había perca- tado del tipo que reparte volantes en la misma esquina y que parece ajeno a la mujer de rojo. Me dio un volante hace ra- to y yo ni lo leí, sólo me lo guardé en la bosa del pantalón. Eso hago siempre con los que me dan en la calle, luego los saco todos juntos y los leo, como si fueran una revista de anuncios. El volante, pequeñito, dice “Centro Astrológico. Tarot”. La “o” de la palabra Tarot está sustituida por un corazonci- to. Dice, además, que cualquiera que sea mi problema tiene solución. Haber- lo leído antes. Y allá viene el trolebús por fin y me doy cuenta que la mujer sí viene con el chico que entrega volantes y hasta les encuentro parecido ya, casi juraría que son hermanos. Ya subido en el trolebús observo de nuevo a la mujer. Necesita consejos para abordar más decididamente a la gente. Y yo quizás necesite saber sobre mi suerte. ¿Trabajará durante las vacaciones? EL INFORMADOR • ARCHIVO Fatiga crónica EL INFORMADOR • A. GARCÍA • Mientras se espera al trolebús, historias únicas se desarrollan en nuestro entorno.

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Tapatío 18 de diciembre

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Page 1: Tapatío 18 de diciembre

PÁGINA 18-B Sábado 18 de diciembre de 2010EL INFORMADOR

[email protected]

Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.

por: José Luis Meza Inda

Una sabia y equilibrada mezcladel lenguaje plástico abstracto, con-formado por manchas líricas, diná-micos brochazos, expresivas salpica-duras, suculentas texturas y otrosrecursos del lenguaje informal; conel lenguaje figurativo, de formas na-turales reconocibles, en su mayoríainsectos alados y algunos peces, to-dos ellos dibujados en su totalidad ode manera fragmentada, mediante fi-nos trazos de un preciosismo y deta-lle estructural sorprendentes, consti-tuyen lo substancial de la muestraintegrada por una sesentena de obrasque el pintor segoviano Luis Moro, hapuesto a la consideración del públicotapatío en los salones del Museo delas Artes de la Universidad de Guada-lajara, ubicado en el edificio de laRectoría, Avenida Vallarta y Díaz deLeón de esta ciudad.

En sus aspectos conceptuales, alparecer el expositor, a través de estasobras, pretende ofrecer al especta-dor una silenciosa pero colorida lec-ción, ética y estética, sobre un asuntotrascendental: la maravilla de la exis-tencia, proyectándola a través deejemplos de la vida animal, específi-camente, entomológicos e ictiológi-cos; los cuales proyecta o hace fluirde indecisas y fluidas manchas depigmento y materia, que son el meo-llo de sus lienzos, y que semejan enocasiones, el impreciso sustrato ge-nerador de la naciente vida y de susprimitivas y frágiles creaturas; y enocasiones, puede semejar asimismo,los obscuro fermentos de su descom-posición o residuos de su destruc-ción, pero que en cualquier caso su-gieren siempre un estado depermanente transformación, meta-morfosis, vitalidad.

Quizá a alguien le podría parecercontemplando esta exposición, quesesenta y tantas variaciones sobre unmismo a tema, constituye un excesoformal o una idea pictórica obsesivay asaz reiterada, y quizás tengan ra-zón; mas lo que nadie podrá poner entela de juicio es que pese a ser un solohilo el que hilvana toda la exposición,se trata de un autor de briosa imagi-nación y que en cada uno de sus lien-zos, aunque bordado sobre un mismoasunto y de semejantes apariencias,es esencialmente diferente en su con-cepción y resolución, tanto en sus in-gredientes abstractos como en los dela representación de lo real, y que enellos, el muchacho de Segovia empleaen realidad una amplia variedad de re-cursos matéricos, diferentes acordescromáticos, distintas combinacioneslumínicas y variedad de signos.

Y por otra parte, y esto es substan-cial, lo que en esta exhibición se puedeapreciar es que todas y cada una de es-tas obras han sido resueltas medianteel manejo y dominio de un extraordina-rio oficio técnico, constituyendo asíuna verdadera lección del sentido delequilibrio estructural y compositivo desus elementos, de armonía de colores,de pulcritud de trazos, de manejo de re-cursos, todo lo cual da fe de que este es-pañol posee además de dotes naturalespara el arte, la virtud de la sensibilidad,así como amplios conocimientos y ex-periencias en la materia, pese a su ju-ventud; esto es, que esta armado con lasvirtudes imprescindibles para cual-quier aspirante a artista, sea cual fuereel lenguaje plástico que adopte, paramanifestarse como tal.

Vale pues la pena visitar esta atra-yente y sugestiva exposición originalde Luis Moro, que estará colocada enel mencionado Museo hasta el próxi-mo 15 de enero.

Artes plásticas

“Paraísoselementales”D E L U I S M O R O

• Una de las obras que se pueden ver en la muestra Paraísos elementales, del artista segoviano Luis Moro.

La suerte quecamina con una

mujer por la Calzadapor: David Izazaga

“Le leo su suerte, ándele, hoy que esun buen día”, me dice una joven mujermorena, que se me acerca con más timi-dez que convicción. Le digo que no, quegracias, que en otra ocasión y ella se vamuy conforme con mi primer negativa,sin haber escuchado siquiera lo de “enotra ocasión”. Porque si me hubiera es-cuchado y tuviera verdadera convicciónde vendedora de secretos, de verdadesque están ahí, flotando, y uno no las ve ose niega a hacerlo, me habría inquiridopor esa promesa de “en otra ocasión”.¿En cuál?, me hubiera dicho y yo enton-ces quizá habría respondido con fecha yhora que habría anotado en mi agenda yvuelto entonces a aquella esquina a cum-plir mi promesa, para que ella pudieraentonces cumplir a la vez con la suya ymi suerte –buena o mala, no se sabe- fue-ra revelada.

Pero no fue así y ya son las doce deldía y ya llevo aquí, parado en esta esqui-na de la calle Industria y la Calzada In-dependencia, más de media hora espe-rando un trolebús que no sé si pasará.Porque así es, de repente me ha tocadover que algún cable se desconchinfla yya, se para todo, se detienen los trolebu-ses y uno puede estar esperando, iluso, aque pase, en algún punto de Hidalgo oRepública y nada, todos están paradossobre avenida Vallarta.

¿Cómo saber si es el caso o si allá,cuadras atrás, viene ya? Mientras me de-cido a esperar un poco más, observo a lamujer que quiso leerme mi suerte. Semueve por toda la banqueta sobre la Cal-zada. Viste falda de mezclilla larga, hastalos talones y trae puestos unos zapatos

negros de gamuza que apenas se aso-man. Tiene puesto un suéter rojo y el pelolargo le cae hasta media espalda. Es muyjoven, no creo que tenga más de 25 años.Es morena y su nariz es grande y sus ojospequeños.

Aborda a todos los peatones que pa-san por aquí, no parece írsele uno, va porotro y por otro y cuando está abordandoa uno, seguramente espera a que le diganno, porque tiene ya la vista puesta en elsiguiente. No discrimina a nadie. Yo laobservo y espero que, por simple estadís-tica, alguno le diga que sí, para ver cómoprocede. Pero nada.

De vez en cuando echo un ojo haciala calle de Industria, pero nada se ve alfondo. Esta esquina es, como muchasde la ciudad, lugar de múltiples postes:hay cuatro, uno tras otro, como puestospara que uno llegue con su hamaca. Elprimero, que está pintado de verde, sos-tenía los cables del trolebús que algúndía pasó sobre la Calzada, de maneraque hoy es un triste tronco de concretoque embellece la esquina. El segundoes uno de madera que supongo que enalgún momento le sirvió a la ComisiónFederal de Electricidad y que hoy, aligual que el anterior, está ahí sólo por sial Ayuntamiento algún día se le ocurrecelebrar aquí una feria y hacer palo en-cebado. El tercer poste sostiene los ca-bles del trolebús que estoy esperando.Por cierto, recuerdo que en alguna oca-sión que esperaba –también desespera-do- el trolebús en Circunvalación (queya no pasa), un tipo me dijo que me fi-jara en los cables y que si se movían eraseñal de que el trolebús ya venía. Si en-tonces yo, chico de primaria, le creí, hoyque los he estado viendo moverse desde

hace más de media hora sin que llegue,creo finalmente que aquella fue unabroma. Una broma de la que no me reíni hace 30 años ni hoy.

El último poste es el de la luz. Perosi cuatro parecen poco, no hay que cami-nar ni media cuadra para encontrarsemás. No lo haré. Mejor volteo de nuevoa ver a la chica que lee la suerte. Sigue ensu tarea, no ceja, ni siquiera se nota ungesto de desgano en su rostro. ¿Alguienla estará vigilando? ¿Vendrá sola? La res-

puesta viene pronto: no me había perca-tado del tipo que reparte volantes en lamisma esquina y que parece ajeno a lamujer de rojo. Me dio un volante hace ra-to y yo ni lo leí, sólo me lo guardé en labosa del pantalón. Eso hago siempre conlos que me dan en la calle, luego los sacotodos juntos y los leo, como si fueran unarevista de anuncios.

El volante, pequeñito, dice “CentroAstrológico. Tarot”. La “o” de la palabraTarot está sustituida por un corazonci-

to. Dice, además, que cualquiera quesea mi problema tiene solución. Haber-lo leído antes. Y allá viene el trolebúspor fin y me doy cuenta que la mujer síviene con el chico que entrega volantesy hasta les encuentro parecido ya, casijuraría que son hermanos.

Ya subido en el trolebús observo denuevo a la mujer. Necesita consejos paraabordar más decididamente a la gente. Yyo quizás necesite saber sobre mi suerte.¿Trabajará durante las vacaciones?

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• Mientras se espera al trolebús, historias únicas se desarrollan en nuestro entorno.

Page 2: Tapatío 18 de diciembre

• Karina Gidi (Nawal o “La mujer que canta”) nos lleva –junto con todo el elenco de Incendios– hasta lomás profundo de nuestras propias fortalezas, en medio de la luz y la oscuridad.

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Sábado 18 de diciembre de 2010 PÁGINA 19-BEL INFORMADOR

TAPATÍO

por: Juan Palomar

El frío se demora en el jardín hasta bien en-trada la mañana. Todo se reconcentra, espera,mientras el Sol hace su trabajo. La altura de laestación entrega una de sus instantáneas: dostrazos de la luz sobre el muro rojo, habitante casitodo el año de las sombras. Los rayos hacen ful-gurar su piel y revelan una textura ahora desco-nocida. Las distancias de los pájaros se acuerdancon sus trabajos. La chuparrosa consiente laproximidad de quien la mira; de otra forma ja-más podría ocuparse de su sustento. Cosa muydistinta pasa con los gorriones, celosos de su ám-bito, rápidamente fugitivos. Una teoría de lími-tes y vuelos construye, invisiblemente, el jardín.

**Foto. La niña en el aire. Descansa su breve

cuerpo sobre una lámina de vidrio. De vidrioson los muros que se extienden hacia el vértigo.El fondo es una ciudad norteamericana cual-quiera: edificios anónimos en su gritería, callesneblinosas, cruceros a varios niveles, los auto-móviles que roen incesantemente el paisaje.Ningún peatón, desde estas alturas, es visible.Contra la cuadrícula despiadada de la usura ur-bana, contra el cielo cerrado y hostil, contra elincierto horizonte de un campo ya retaceado ysucio se acurruca la niña. Flota en el cristal in-genuamente suspendido en el aire helado.Piensa quizá en otra parte, en un muro de pie-dra, una vereda de tierra, una lumbre mansa.

**México. La mano del frío dejó al descubier-

to una ventana por donde aparecen los volca-nes. La ciudad igual se afana, se empecina enrevolverse, embiste el día en millares y millaresde frentes. El parque México sufre reparacio-nes, parte de la pérgola está en reconstrucción;dos alegres hileras de bicicletas en renta susti-tuyen a unos cuantos coches, los perros olfa-tean despreocupados. La calle de Amsterdamprosigue su interminable, elíptica cavilación.De un edificio con fachada de plástico opaco,que impide ver la arboleda, algunos vecinoshan comenzado a retirar pedazos.

**Exposición en la casa Iteso-Clavigero. Se

llama Rostros y oficios en el México independien-te. Los buenos oficios –a su vez– de Gutierre Ace-ves entregan una muestra que se las arregla paraser brillante y discreta. Una serie de piezas dedistintas procedencias y manufacturas, desdelas alfarerías de San Pedro Tlaquepaque a las deViejo París, ilustran a los personajes que encar-naron una parte de la identidad de un país enciernes. Mención aparte para las fotografías deJosé María Lupercio que se incluyen. Tipos ta-patíos de finales del siglo antepasado. Tres tahú-res se juegan la suerte sentados a la puerta de unjacal de bajareque. Una pistola descansa sobrela tierra que sirve de tapete. Un niño, en el segun-do plano, escruta la mirada del jugador: quiénsabe lo que entonces la apuesta importó. Cuatro

o cinco imágenes preciosas que relatan con ina-sible precisión el talante de una ciudad, de sugente. El discurso de la exposición ilustra, in-quieta suavemente, abre nuevas luces. Como lasde la casa de don Efraín González Luna: lucesnuevas en las viejas, sabias ventanas.

**Del luminoso discurso de Mario Vargas

Llosa al recibir el Premio Nobel: “Igual que es-cribir, leer es protestar contra las insuficienciasde la vida”.

**Por Lafayette-Chapultepec a la altura de don-

de empieza Libertad, banqueta poniente, frente auna casa contigua a la “Joseluisa” del Fondo, fue-ron talados dos árboles sanos e indispensables.Las plantas del camellón lucen secas y en vías dedesaparición. Las banquetas siguen siendo cadavez más invadidas por los coches. ¿Qué pasa?

**Andrés Sánchez Robayna, desde Las Pal-

mas de Gran Canaria, escribe en sus Diarios: “La configuración que el deseo da al espa-

cio (Starobinski). ¿No es, en efecto, el espaciouna forma del deseo? ¿No nos contiene comouna parte de él, pero suscitada o despertada ennosotros? Amamos el espacio (más aún el espa-cio desnudo) como si éste nos contuviese ente-ramente. El poeta griego veía en cada loma, encada palmo de tierra pedregosa un escenario deantigua celebración. Y, sin embargo, nuestrodesnudo espacio insular se abre a la historia ya la celebración con plena virginidad. Espacioinaugural. Y esa condición no sólo no nos haceamarlo menos, sino, paradójicamente, acasomás aún. ¿No vi en Fuerteventura los muralesdesconchados de la ermita, en un paraje deso-lado, como si de un rito se tratase, un gesto re-ligioso de antigua adoración?

Deseo del espacio o redescubrimiento dellugar. Late en él la vieja sangre sabida o imagi-nada (en el sentido más riguroso: vuelta imagen).

Y vamos hacia él como nos enseñó el ada-gio griego: Tierra seca: el alma más sabia y lamejor. Su misma desnudez es al fin su secreto.Las palabras no se acercan al lugar para revelarese secreto, sino para hacer sentir o hacer latiren ellas el misterio de la desnudez, mezcladocon el deseo mismo. Y la palabra puede enseñarasí al conocimiento una verdad de la tierra. Talvez se entrega entonces el lugar en su enteraverdad, y entonces las palabras son una encar-nación. Escribir con la tierra, encarnar el lugar.La tierra del deseo”.

**De las indelebles imágenes: Moulinsart re-

visitado. Siguen regresando, desde hace tanto,Tintín y el Capitan Haddock al castillo tranqui-lo. El parque, alrededor, respira a su paso. Vuel-ta de los años a los parajes de diciembre. Cantosinfantiles, parpadear de velas, vísperas alboro-tadas. Sombras de los que fueron, vislumbresde lo que viene. Moulinsart dura, y espera.

[email protected]

DIARIO de un espectador Entre las piernas

Un regalo extraordinariopor: Aimeé Muñiz

No hay otra palabra para describir el trabajo es-cénico que actualmente se encuentra en el TeatroExperimental de Jalisco (TEJ), más que “EX-TRAORDINARIO”, con todas sus letras o municio-nes, como diría Nawal, ese ser de luz que nos hacevibrar en todo momento durante dos horas… ¡Ohpor Dios! ¿En verdad son 140 minutos? ¿Entoncesen qué segundo explotó mi corazón mientras estabasentada en la tercera fila, mirando fijamente a esainmensa mesa sobre el escenario, en el mismo lugaren que me encontraba yo?

No lo sé… pero todavía hoy, después de tres días,no he podido recuperarme del efecto que Incendioscau-só en mí. Aún resuenan en mi mente las palabras de lospersonajes que se movieron sobre aquél escenario deluces y oscuridad, en medio de ese torbellino de fuegoque me hizo vibrar y explotar, aunque probablementenadie lo notó o como quizá a muchos les sucedió.

Mientras mis ojos y oídos se desplazaban de unlado a otro del escenario, escuchando y observandoel ir y venir en emociones de aquellos personajes. Unaparte de mí se detuvo a pensar y cuestionar: “¿Quépasa dentro de estos actores? ¿Cómo sobreviven enescena? ¿Cómo salen del teatro cuando acaba la fun-ción? ¿Cómo es que esta gente nos hace reventar yseguir ahí, como si nada? ¿Cómo viven hoy despuésde semejante incendio?”.

Preguntas y más preguntas que culminan en unarepetición casi inconsciente de los diálogos que ahíse dicen; imágenes en movimiento que me llevan de

nueva cuenta al foro del TEJ para ver, con una her-mosa iluminación y música, una historia que me llevade un tiempo a otro sin más sobresalto que el del pro-pio relato y el de mi corazón que palpita sin parar,mientras las lágrimas salen irremediablemente y seeriza toda mi piel.

Es en obras como ésta que uno puede decir sinempacho: “¡Wow y recontra wow!”. E inmediatamen-te agradezco, en los mismos términos (de sorpresa yalegría total), a Cultura UDG por darnos la oportuni-dad de ver esta obra a cargo de Tapioca Inn, magní-ficamente dirigida por Hugo Arrevillaga, y majestuo-samente interpretada por Karina Gidi, Pedro Mira,Rebeca Trejo, Jorge León, Alejandra Chacón, JavierOliván, Concepción Márquez y Guillermo Villegas.

Obviamente ni siquiera voy a decir de qué trataIncendios, obra del dramaturgo Wajdi Mouawad,porque no tiene caso narrar con palabras escritas, al-go que se tiene que vivir y sentir en carne propia.

Aunque si en verdad debo explicar qué es esto,basta con afirmar tajante que se trata del mejor regaloque se pueden dar, la gran oportunidad de echar unvistazo hacia adentro de nuestras propias fortalezasy emerger ardiente, porque en medio del drama quenos revienta, hay un “algo”, no sé qué, que nos liberade nuestra cadenas.

Gracias por la mejor obra que he visto en 2010…una estupenda forma de cerrar el año.

• Incendios / Teatro Experimental de Jalisco /Hoy (20:00 horas) y mañana (18:00 horas) / Boletosen taquilla, 100 pesos.

[email protected]