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SOY EL NÚMERO CUATRO

LOS ARCHIVOS PERDIDOS #9

LA TRAICIÓN DE CINCO

PITTACUS LORE

SINOPSIS

Descubre la verdad detrás de la desconocida historia de Número Cinco

con los mogadorianos.

En esta séquela de Soy el Número Cuatro: Los Archivos Perdidos:

Legados de Cinco, encuentra a Número Cinco ingresando a las filas del

ejército mogadoriano. Los mogs lo han convencido de que serán los

victoriosos en su guerra por la Tierra, y Cinco decide que prefiere estar en el

lado ganador. Al darse cuenta que lo único que importa es su supervivencia,

Cinco se hace aliado de los enemigos jurados de Lorien y se compromete a

ayudar a los mogs a vencer a las personas que se suponía debía proteger.

¿Está muy lejos de la redención? Descubre cómo Cinco se convierte en uno

de los adversarios más peligrosos de Lorien y de la Tierra, y decide por ti

mismo.

CAPÍTULO

UNO

Traducido por Andrés_S

Había una vez un lugar hermoso, exuberante, lleno de vida y de recursos

naturales. Cierto pueblo vivió allí durante mucho tiempo, pero luego

vinieron otros que deseaban o necesitaban aquella tierra y todo lo que

contenía, así que la tomaron.

No hay nada de especial en esta historia. Abre cualquier libro de crónicas

de la Tierra (y probablemente de cada planeta) y verás una versión de la

misma historia desarrollándose de forma continua, como en un círculo, una

y otra vez. A veces la tierra se toma en nombre de la expansión de una mejor

forma de vida, o por el bien del pueblo nativo. De vez en cuando los

conquistadores se apoderan de ella basados en alguna razón intangible,

como un derecho o destino divino. Pero todas estas razones son falsas. El

meollo de cada conflicto es el poder y quién se queda con él. Esa es la razón

de por qué se libran las guerras y por qué se conquistan ciudades, países y

planetas. Aunque a mucha gente (especialmente a los seres humanos) les

guste fingir que conseguir el poder es sólo un beneficio añadido de la

supuesta razón del conflicto, el poder es lo único que todos buscan en

realidad.

Eso es algo genial sobre los mogadorianos; que en realidad no se

molestan en fingir. Ellos creen en el poder, lo adoran incluso. Ven su

potencial para crecer y servir a su causa. Así que cuando eres alguien como

yo, con habilidades extraordinarias, te conviertes en una de dos cosas para

los mogs: una ficha valiosa, o un enemigo que con el tiempo será destruido.

Personalmente, me gusta estar vivo.

Los mogs no fingen que tomaron mi planeta natal, Lorien, ―lo que

apenas recuerdo― por otro motivo, simplemente necesitaban sus recursos.

Es la misma razón por la que están en la Tierra; un planeta de este tamaño

servirá bien a los mogs durante décadas (quizá incluso siglos) antes de que

tengan que ir a buscar otro hogar. Y los seres humanos… Bueno, no es como

si ellos tuvieran algo especial. Son bastante débiles y a duras penas logran

mantener el planeta con vida tal como está. Un día cercano habrá una

invasión a gran escala y todos sus problemitas no significarán nada, porque

de repente se verán bajo el dominio de unos extraterrestres increíblemente

poderosos que les mostrarán cómo vivir y les darán un propósito a sus

vidas.

Y yo seré uno de sus nuevos gobernantes. Debido a que los mogs han

visto potencial en mí, me han prometido un lugar con el rango de oficial

comandante mog con Norteamérica como mi reino; mi patio de recreo

personal. Todo lo que tengo que hacer es luchar junto ellos y ayudarlos a

capturar a los otros garde restantes en la Tierra, luego puedo ayudar a la

garde a ver que no hay forma de que los lorienses vayan a derrotar a los

mogs. Supongo que los engañaros con las mismas historias que Rey, mi

cêpan, me contó cuando era pequeño: que los mogs eran nuestros enemigos.

Eso no es verdad, o al menos no tiene que serlo. No si nos unimos a ellos.

Después de sentarme por ahí, entrenar y esperar casi toda mi vida, se

siente bien tener por fin una verdadera misión, tener un propósito y no sólo

esconderme y esperar a que algo me pase. Eso me motiva a querer entrenar,

estudiar y mejorar, porque hacia lo que estoy trabajando ahora no es un

cuento de hadas como los que Rey me contaba durante la cena en aquella

isla, sino un futuro que puedo ver.

En las últimas semanas desde que he estado viviendo en un complejo

mog en algún lugar en medio de Virginia Occidental, he aprendido mucho

sobre las razones de por qué se libran y se ganan las guerras. De hecho, la

mayor parte de mis horas de «investigación» las paso en una sala de

interrogatorios que han convertido en un estudio para mí, donde aprendo

sobre batallas y conflictos famosos, o leo el Gran Libro, que es la historia de

los mogadorianos y de cómo su planeta se quedó pequeño frente a su

intelecto y habilidades, lo que los obligó a buscar otros mundos para

gobernar y guiar. Y de cómo los lorienses se negaron a compartir sus

recursos o a escuchar razones en cuanto a adoptar a los mogs como

gobernantes.

Es un libro escrito por Setrákus Ra, el líder imparable de los mogs, y,

bueno, digamos que si lo hubiera leído antes, habría tenido un punto de

vista mucho más claro de la lucha entre mogs y lorienses que el que tenía

cuando estaba escondido en la choza de una isla desierta. He comenzado a

preguntarme si todos mis recuerdos de cuando era muy joven y feliz en

Lorien se deben sólo a que era demasiado tonto y pequeño para saber lo que

de verdad estaba pasando. Quiero decir, cualquier civilización que pone su

última esperanza en un montón de niños pequeños a bordo de naves

espaciales tiene que estar un poco mal de la cabeza, ¿no es cierto?

Ethan me ayudó a ver estas cosas, me ha ayudado a comprender que

tengo una elección en esta guerra, a pesar de que los ancianos no querían

que la tuviera. Al principio fue extraño averiguar que mi mejor amigo estaba

trabajando para los mogs (y que técnicamente yo había estado bajo cuidado

mog casi un año sin saberlo), pero no puedo culpar a Ethan por mantener las

cosas en secreto al principio. Había tenido tan lavado el cerebro por aquellas

historias de mi cêpan de que la garde triunfaría sobre los ejércitos mog y

regresaríamos Lorien a su antigua gloria, que probablemente no habría

entrado en razón si hubiera sido honesto conmigo desde el principio. Ethan

es lo que algunos de los comandantes mog aquí han llamado un raro

ejemplo de un ser humano que tiene la inteligencia de ponerse del lado del

equipo ganador.

Aun así, es muy extraño estar aquí bajo tierra. Técnicamente soy un

invitado de honor de Setrákus Ra, pero todavía no he demostrado de lo que

soy capaz. Todo lo que ellos tienen es mi palabra de que ahora les soy leal,

pero las palabras no tienen mucho peso para los mogs. Ellos creen en la

acción y en los resultados. Por eso estudio, entreno y espero el día en que

llegue la oportunidad de demostrarles que estoy capacitado y listo para

guiar en su nombre. Sigo sus órdenes porque, a pesar de que algún día en el

futuro voy a ser inestimable para los mogs, ahora mismo sólo soy un

antiguo enemigo que vive bajo su techo.

Estoy enterrado en un libro sobre la fundación de América, en particular

la expansión de los imperios europeos a través de la región, cuando Ethan

entra en mi estudio, mostrando la amplia sonrisa que siempre lleva pegada a

la cara.

―Buenas tardes, Cinco ―saluda.

―Hola ―respondo, cerrando el libro delante de mí. La llegada de Ethan

significa que mi tiempo de estudio debe haber terminado. Por muchas ganas

que tenga de estar a cargo de Canadá y Estados Unidos, leer acerca de los

ciclos de guerras interminables en los que se embarcaron puede ser

monótono. Al menos una vez que los mogs asuman el control, la guerra será

una cosa del pasado, pues no habrá ejércitos capaces de hacerles frente.

―¿Que te pareció la lectura de hoy?

―Hubo una guerra biológica bastante brutal cuando Colón y los demás

exploradores llegaron por primera vez. ¿Mantas contaminadas con viruela?

Es algo bastante loco.

La sonrisa de Ethan no vacila.

―El comienzo de cada gran imperio está teñido con un poco de sangre

―dice―. ¿No dirías que valió la pena?

No respondo de inmediato. Los ojos de Ethan se desplazan casi

imperceptiblemente, pero lo noto. Acaba de mirar al espejo unidireccional al

otro extremo de mi escritorio. Es fácil ver lo que está haciendo; otros me

están observando. Aquí, en el complejo mog, siempre hay alguien

observando.

Me tenso un poco, pues todavía no estoy acostumbrado a estar bajo

vigilancia constante. Pero es necesario, como Ethan me ha explicado; de esa

forma los mogs saben que pueden confiar en mí. Obviamente, con eso sólo

me dan ganas de hacer comentarios que impresionen a quién esté viendo, o

que muestren lo inteligente que soy. Estoy mejorando en mantener el

cerebro enfocado en eso.

―Totalmente ―le digo.

Ethan asiente con mirada complacida.

―Por supuesto que vale la pena. Sigue leyendo ese libro mañana y

escribe algunos aspectos positivos sobre las tácticas conquistadoras.

―Cualquier cosa que nuestro Amado Líder requiera de mí ―respondo

casi como reflejo. Los primeros días que estuve aquí, lo oí tantas veces que

acabé adoptándolo. Probablemente lo diga diez veces al día sin siquiera

darme cuenta la mitad del tiempo.

―¿Leíste los pasajes asignados del Gran libro? ―pregunta Ethan.

―Por supuesto, esas son las mejores partes de las sesiones de estudio.

―Es completamente cierto. Los demás libros son aburridos y me hacen

entender de repente por qué los adolescentes como yo siempre están

quejándose de las tareas en aquellos programas de televisión que veía antes

de venir al complejo mog. Pero el Gran Libro es, bueno, genial. No sólo está

escrito de forma mucho más simple que los otros libros, sino que también

responde a muchas preguntas que he tenido durante toda mi vida. Como

por ejemplo, por qué los mogs fueron tras la Tierra a pesar de que aún

tenían Lorien, y por qué comenzaron la caza de los lorienses una vez que

llegaron aquí, a pesar de que quedábamos muy pocos. El libro explica que

los lorienses eran débiles pero astutos, y el credo mogadoriano reza que

dejar aunque sea un enemigo con vida, les da el poder de reclutar a otros y

multiplicarse, ganar poder y algún día rebelarse contra ti.

Además, es realmente sangriento y violento, lo que lo hace mucho más

divertido de leer. Puedo verlo reproduciéndose en mi cabeza como una de

las películas de acción que me encantaba ir a ver cuando todavía estaba en

Miami.

―¿Y sobre qué aprendiste hoy? ―pregunta Ethan.

―Sobre cuando Setrákus Ra luchó con valentía contra nuestros ancianos,

que trataron de engañarlo y envenenarlo, pero nuestro Amado Líder fue

valiente y los superó, de todos modos.

―¿Nuestros ancianos? ―pregunta Ethan, con una ligera preocupación en

el rostro.

Me corrijo.

―Me refiero a los ancianos lorienses. Eso hace que me emocione aún más

conocer a nuestro Amado Líder.

Todavía no he tenido el placer de conocer a Setrákus Ra en persona.

Aparentemente, alguien más arriba pensó que no era una buena idea darle

audiencia a un chico con superpoderes como yo, con el futuro gobernante

del sistema solar hasta que hubiera probado mi valor.

Ethan sonríe y saca algo de su bolsillo, lo arroja sobre la mesa, rebota con

pesadez unas cuantas veces y luego rueda. Lo detengo con mi legado

telequinético y lo levanto en el aire: es un rodamiento de acero casi tan

grande como una bola ping-pong.

―¿Qué es esto? ―le pregunto.

―Considéralo un regalo. Úsala con tu poder y ve cómo se siente.

Floto la esfera hasta la palma de mi mano. Con un poco de concentración,

mi cuerpo de pronto adquiere un brillo metálico. Tamborileo los dedos sobre

la mesa delante de mí y el sonido del choque de metal contra metal llena el

aire. Ethan llama a este legado externa; la capacidad de asumir la

propiedades de lo que toco. Es la más reciente de mis habilidades y la que

probablemente necesita más trabajo.

Me encojo de hombros mientras trueno un nudillo metálico.

―Siento como si estuviera hecho de acero, pero podría haber tocado la

mesa y conseguir el mismo efecto.

―Pero la mesa no va a ir contigo todo el tiempo, como deberá suceder

con esta esfera de acero de aquí en adelante. No quiero que te encuentres en

medio de una pelea con nada más que arena o papel para transformarte.

―Gracias. ―Sonrío. Definitivamente no es lo más llamativo o más caro

que Ethan y los mogs me han dado, pero puedo ver cómo podría ser de

utilidad. Me meto el rodamiento en el bolsillo, donde se asienta junto a una

bola de goma de color rojo que llevo conmigo desde hace mucho tiempo;

una baratija sacada de una máquina expendedora de juguetes de niño.

Ethan me lanza una hoja de papel enrollada. Empujo algunos libros del

camino y la extiendo delante de mí; es un mapa del hemisferio occidental.

―¿Para qué es esto? ―le pregunto.

―Sólo quería asegurarme de que teníamos registrada toda la información

correctamente. Para mantenimiento de registros y cosas por el estilo.

El mapa incluye una gruesa línea roja que zigzaguea por los Estados

Unidos hacia el Caribe. Hay fechas impresas a lo largo de las marcas.

―Es un mapa de todos los lugares en los que viví mientras crecía ―digo.

―Correcto. Sólo dale un vistazo cuando tengas la oportunidad. Me

inventé muchas de las fechas basándome en historias que me contaste.

―Pero, ¿de qué sirve toda esta información?

Ethan se encoge de hombros.

―Sólo en caso de que un garde te haya cogido la pista de alguna manera

o tratara de localizarte, entonces sabríamos dónde podría estar buscando.

Nos gustaría poner unos exploradores en aquellos lugares, por si acaso.

Asiento y le doy un vistazo al mapa. Es raro pensar en mí mismo tan

joven e indefenso, con Rey en todos aquellos lugares. Ethan se acerca por

detrás y mira por encima de mi hombro.

―¿Dónde fue que dijiste que tu guardián empezó a enfermarse? ―me

pregunta.

Señalo un lugar donde la línea se sumerge en Pensilvana.

―Por aquí en alguna parte. No estoy seguro de dónde exactamente.

Estábamos acampando en las montañas.

Ethan frunce el ceño.

―Algunos de los mejores hospitales del país se encuentran en esa área.

Ya sabes, si tu cêpan no te hubiera forzado a permanecer oculto en la isla

durante tanto tiempo, probablemente hubiera sobrevivido ―dice Ethan―.

Es una pena que fuera tan miope que no pudiera ver el futuro inevitable del

progreso mogadoriano.

―Él pensó que el clima cálido podría ayudarlo.

―Lo que probablemente necesitaba era una inyección de antibióticos.

―Ethan sacude la cabeza y cruza los brazos―. Estoy contento de que

hubieras podido salir de esa isla antes de que terminaras volviéndote loco y

hablando con los cerdos. Todavía no puedo creer que quisiera que alguien

tan poderoso e inteligente como tú terminara criando esos animales

cubiertos de porquería.

Me río un poco. En las últimas semanas le he contado a Ethan

básicamente todo lo que puedo recordar de mi vida. Sobre la choza, los

cerdos que criaba y cómo me entrené por mi cuenta para usar mi

telequinesis. Él y los mogs parecieron realmente impresionados por esa

parte, como si hubiera logrado convertirme en algo grande incluso cuando

todas las cartas de la baraja estaban en mi contra.

Cuando miro Miami en el mapa, en mi mente se proyectan los recuerdos

del tiempo que pasé allí antes de que Ethan me acogiera, cuando sólo era

como una rata callejera, un bueno para nada que desperdiciaba mis poderes

en cosas insignificantes como robar de bolsillos ajenos, totalmente ignorante

a la cantidad de autoridad que debería haber conseguido.

Había una chica, Emma, mi cómplice. Se volvió contra mí cuando vio lo

que yo era capaz de hacer, y temió mis habilidades en lugar de respetarlas.

Frunzo el ceño ante el recuerdo y el estómago se me revuelve un poco,

porque ha pasado un tiempo desde que pensé en ella. Hubo un momento en

que ella fue mi única amiga en el mundo, pero también me estaba

utilizando, ¿no es así? Yo tenía el verdadero talento y ella sólo se

aprovechaba de mi esfuerzo.

Alguien golpea la puerta, y luego entra un mog, uno de los mensajeros y

sirvientes nacido en tanque del complejo. Me enderezo en la silla, es un

reflejo. A pesar de que he estado aquí un par de semanas, aún no me

acostumbro a ver mogs todos los días; más que eso, nunca sé qué van a

pedirme cuando se presentan en la sala de interrogatorios que han

convertido en mi estudio, o cuando me localizan en mi dormitorio. Por lo

que sé, podrían decirme que he fracasado alguna prueba que ni siquiera

sabía que estaba cursando.

―No contestaba su radio ―le dice el mog a Ethan, claramente molesto.

Ethan apunta al pequeño auricular colgando de su cuello.

―Por supuesto que no ―replica―. Todos sus superiores saben que

nunca me pongo el auricular cuando estoy con nuestro invitado ―dice,

haciendo un gesto hacia mí―. Eso sería una descortesía.

―El Comandante Deltoch solicita su presencia en el ala de detención ―

dice el mog.

―Estaré allí en un momento ―asiente Ethan.

―Usted y el loriense.

Me tenso. ¿Qué es lo que quieren de mí en el ala de detención?

―¿Es así como se dirigieran a un invitado de honor en esta base?

―pregunta Ethan―. ¿Qué tal «señor»?

El mog parece un poco aprensivo, pero asiente con la cabeza hacia mí.

―Señor ―dice.

―Dile que se retire ―me dice Ethan.

―¿Qué? ―le pregunto.

―Vas a tener que acostumbrarse a dar órdenes en algún momento.

Miro al mog, que ahora tiene la molestia escriba en toda la cara. De

repente me siento torpe. Odio cuando Ethan hace esto; siempre está tratando

de hacer que alguien en la base me trate como su rey o algo así. Aunque

estaré guiándoles algún día en el futuro, aún soy material sin probar, y lo

último que quiero es que alguien albergue animosidades contra mí.

―Cinco ―advierte Ethan.

―Retírate ―le digo.

El mog vacila un momento.

Asumo que sus órdenes eran acompañarnos al otro lado del complejo.

Casi puedo verlo intentando averiguar quién supera a quién en su cabeza,

antes de que Ethan se aclare la garganta y en un instante, el sirviente se va.

―Órdenes contradictorias, me imagino ―comenta Ethan como si

pudiera leer mi mente.

―¿Crees que lo meteremos en problemas?

El rostro de Ethan se vuelve serio.

―No debes preocuparte por ello. No olvides quién eres. Cuando lo mogs

tomen la Tierra, serás uno de sus oficiales. Un líder. Puede que seas nuevo

aquí, pero eres el poderoso Número Cinco. Muéstrales misericordia ahora y

no te respetarán cuando estés a cargo.

―Necesito una tabla para llevar la cuenta de los rangos en mi cabeza.

―Simplemente actúa siempre como si estuvieras en la cima de la cadena

alimenticia. Ahora ven conmigo ―dice Ethan, haciendo un gesto hacia la

puerta―. Vamos a ver lo que se propone el Comandante Deltoch con los

prisioneros esta tarde.

No me da tiempo para reaccionar, sólo voltea y se dirige hacia la puerta.

No puedo evitar mirar a la pared frente a mi escritorio, donde hay una

fotografía pegada con cinta adhesiva de un chico que luce unos pocos años

mayor que yo, de largo cabello castaño. Tiene el físico de un atleta, mucho

más en forma de lo que nunca he estado en mi vida. Parece petulante. Se le

ve trotando en la foto y parece inconsciente de que le toman la fotografía.

Todavía no lo he conocido, pero sé que está aquí en la base conmigo.

Encerrado. Han intentado torturarlo, pero en realidad no ha funcionado,

pues está protegido por magia, al igual que yo. Por aquel encantamiento que

pusieron sobre nosotros cuando éramos niños y que nos impide ser heridos

hasta que llegue nuestro número.

Él es Número Nueve.

Y los mogs quieren que lo mate. Suya es la sangre que debe ser

derramada para que yo avance.

Él es mi prueba de lealtad.

CAPÍTULO

DOS

Traducido por Andrés_S

Durante mucho tiempo, lo que más me aterraba era que me dejaran de lado,

solo en una isla en el Caribe. Que me dejaran atrás mientras los demás garde

unían fuerzas sin mí. Lo que no era exactamente útil cuando también temía

acercarme demasiado a las personas, por temor a que descubrieran mi

secreto: que no soy humano. Tuve una vida de verdad horrible a causa de

todo esto.

Hasta que conocí a Ethan, hasta que los mogs me acogieron. Ahora jamás

tengo temor de quedarme fuera, y definitivamente nunca me sentiré solo.

Sería imposible: debe haber miles de nosotros viviendo en la base de

Virginia Occidental.

El complejo que los mogs tienen aquí es quizá la estructura más increíble

en la Tierra, aunque pocos humanos podrán ver el interior alguna vez. Está

escondido en una montaña excavada, y es tan vasto y lleno de túneles y

cuevas, que dudo que alguien haya visto cada esquina del lugar. He pasado

mucho de mi tiempo libre flotando por los corredores y pasillos rocosos, y

creo que sólo he visto una vigésima parte.

Aquí casi todos son mogs ―soldados y sirvientes nacidos en tanque y

nacidos naturales al mando― pero hay un puñado de seres humanos. La

mayoría no está aquí por elección propia; Ethan es una excepción, como los

hombres y mujeres vestidos de trajes oscuros y prendas militares con los que

me cruzo en los pasillos en algunas ocasiones.

Además de otro loriense: Nueve.

Sigo a Ethan a través de la cavernosa sala principal, flotando a unos

metros por encima de él, porque volar es buena práctica y Ethan dice que les

recuerda a los demás que soy poderoso. La verdad, no me importa, porque

es más fácil que caminar. Pasamos a docenas, tal vez incluso centenares de

mogs mientras nos dirigimos hacia las celdas de detención. Ellos dejan de

caminar, se hacen a un lado mientras paso y me observan. Algunos asienten

en señal de respeto, sabiendo que algún día voy a ser una fuerza poderosa

en las filas mogadorianas. Otros me miran con escepticismo. Puedo sentir

sus ojos en mí mientras los sobrevuelo.

Lo único realmente molesto sobre la base es la materia verde e hirviente

que fluye por los pasillos y forma una piscina en la cámara principal. Es una

especie de fuente de energía para los mogs, según dijo Ethan, pero si la tocas

se come tu piel, como si fuera ácido (o al menos eso es lo que he oído. No he

sido tan tonto como para probar la teoría, en realidad). Sea lo que sea, huele

a azufre y a cocos podridos. Al atravesar la sala principal, el aroma es tan

espeso que pongo mala cara.

―¿Por qué crees que nos convocaron? ―le pregunto a Ethan.

Se encoge de hombros.

―Tal vez el Comandante Deltoch piensa que es hora de que tomes tu

lugar en el mando.

Como comandante, Deltoch es el mog de más alto rango en la base. Rinde

cuentas a un tal general Sutekh y a veces directamente a nuestro Amado

Líder. También se ha convertido en mi guardián de facto, la persona a la que

Ethan le informa y supongo quien está al otro lado del cristal unidireccional,

observándome en mi estudio la mitad del tiempo. Es un mog agresivo y

nacido natural (lo que, según me he enterado, es algo de lo que se debe estar

orgulloso por aquí) que se deleita en decirme que no luzco como un soldado.

Nunca me ha dicho explícitamente que tal vez estoy un poco pasado de

kilos, pero casi sin duda es lo que está pensando.

Siempre estoy un poco nervioso en torno a Deltoch. No puedo dejar de

querer impresionarlo cada vez que lo veo.

Por mi parte, el área de detención es el único lugar al que no me permiten

ir en la base. Sólo he visto las primeras celdas. Ethan dice que es porque no

quieren que le haga daño a Nueve todavía. Aún están tratando de ingeniarse

una manera de obligarlo a que suelte todo lo que sabe acerca de la garde (y

además, ya que su muerte será tan importante, debe ser algo ceremonioso).

Me pregunto cómo sería estar prisionero aquí como Nueve, y pasar todo el

día en una fría celda de piedra. Suena terrible, pero yo no tengo que

preocuparme por eso. Opté por unirme a los mogs y servir a su causa para

ascender y ser superior; estoy seguro de que los otros aquí tuvieron la

misma oportunidad y que simplemente la echaron por la borda. ¿Y para

qué? ¿Acaso los humanos aquí encarcelados pensaron de verdad que su

propia resistencia a los mogs haría alguna maldita diferencia a largo plazo?

¿Acaso creen que son algo más que una mota de polvo en lo que será el

vasto Imperio mogadoriano? Tal vez yo mismo lo pensé alguna vez, pero no

después de ver sus recursos y su fuerza con mis propios ojos.

Pasamos fila tras fila de celdas en el ala de detención; las entradas tienen

barrotes que pulsan con una especie de campo de energía azul. Muevo la

vista frenéticamente, tratando de captar un vistazo de Nueve, pero es en

vano. En el interior se encuentran los débiles e impenitentes enemigos de los

mogs; la mayoría son humanos que estuvieron demasiado cerca de

averiguar lo que estaba pasando en la Tierra y se negaron a dejar de

husmear, o también aquellos que desobedecieron órdenes. A los traidores se

les está enseñando una lección importante sobre no enfadar a sus superiores,

algo que no olvidarán cuando salgan al mundo después de que hayan

pagado su tiempo, que es lo que Ethan dice que le sucede a la mayoría que

comprende el error en el que estaban. Algunos son sujetos de prueba o

personas relacionadas de algún modo a la causa loriense; he oído que

incluso hay algunos anfitriones en cautiverio, aquellos cuyo trabajo consistía

en introducir a los lorienses a las costumbres humanas en la Tierra. No todos

fueron tan inteligentes como Ethan. Es difícil imaginar que él pudiera haber

estado en una de estas celdas si no hubiera previsto la victoria inevitable de

los mogs.

Deltoch se encuentra de pie en el centro del pasillo. Es por lo menos dos

cabezas más alto que yo, y tiene el físico de un luchador grecorromano

gigante, forrado en un ominoso uniforme negro. Su piel es pálida y su pelo

es de un reluciente color negro azabache sujetado en una apretada cola de

caballo; unos tatuajes oscuros se asoman por su línea del pelo, sobre ojos

parecidos a grandes canicas negras.

―Encantado de que hayas podido unirte a nosotros ―dice

monótonamente mientras me acerco. Mira a Ethan con algo de desprecio. A

pesar del papel de Ethan como mi reclutador y mentor, no creo que Deltoch

sea fan de tener una humano paseándose por su base con tanta autoridad.

―Lo que sea que nuestro amado líder requiera de mí ―le digo.

―Usualmente dedicamos nuestras tardes a expandir los poderes de

Cinco para el bien de Mogadore ―dice Ethan, lo que reconozco como su

manera de preguntar por qué se nos ha ordenado venir a este lado del

complejo.

Deltoch entorna un poco los ojos.

―Supongo que tienen que haber estado en medio de algo muy

importante para que les tomara tanto tiempo llegar aquí.

Empiezo a balbucear una respuesta, pero Ethan habla en mi nombre.

―Estaba leyendo del Gran Libro ―informa, sonriendo―. ¿Qué podría

ser más importante que las palabras de nuestro Amado Líder?

Deltoch sonríe de una manera que desnuda todos sus dientes grises de

tiburón, la que no es una expresión confortante, exactamente.

―Están aquí porque el omnisciente Setrákus Ra está ansioso de que Cinco

demuestre su lealtad a los mogadorianos.

―También anhelamos que tome su legítimo lugar como miembro de alto

rango en las fuerzas del Líder ―dice Ethan―, pero este asunto llevará su

tiempo, como estoy seguro…

―Cinco ―dice Deltoch, ignorando a Ethan, mientras da un paso a un

lado y señala con un dedo largo y grueso hacia una de las celdas―, ¿deseas

ver el poder del garde?

Ethan empieza a protestar, pero yo asiento.

―Sí, señor.

Doy un paso hasta el campo de fuerza azul para mirar. Hay un prisionero

en el interior, tendido sobre una losa de roca sucia que le sirve como cama.

El chico esta sin camisa y sus músculos brillan bajo una capa de sudor. Su

pelo largo y oscuro se extiende alrededor de su cabeza. Tiene los ojos

cerrados y sus labios se mueven ligeramente, como si meditara o dijera

algún tipo de oración.

Número Nueve.

―No habla cuando está consciente, pero sí habla en sueños a veces

―dice Deltoch―, así es como nos dimos cuenta de su número.

Algo dentro de mí se agita cuando miro a Nueve. No es piedad o

fraternidad, es algo inquietante, una especie de miedo. Cuando los mogs

recién me reclutaron, me dieron una carpeta con la foto de Nueve en su

interior. Esta va a ser mi víctima, la ofrenda de sangre que prueba mis

lealtades al progreso mogadoriano. El único problema es que nunca antes he

matado a nadie. La pasaba mal incluso cuando se suponía debía matar

animales allá en la isla con Rey. Y así, en el fondo me temo que cuando

llegue el momento y finalmente me ordenen acabar con la vida de Nueve, no

seré capaz de hacerlo.

Afortunadamente, cualquiera que sea la magia que los ancianos de

Lorien obraron en nosotros cuando éramos niños todavía está en operación,

porque no hay manera de que pueda matar a Nueve fuera de orden. Por lo

menos, no de una manera que los mogs o yo conozcamos. Si hay una

manera de romper el hechizo que nos protege, aquel conocimiento

probablemente murió con Rey o los ancianos, porque no tengo idea de cómo

romper el encantamiento.

―¿Qué piensas? ―pregunta Deltoch―. ¿Sientes el hambre de poder

elevándose en tu interior? ¿Estás listo para tomar el siguiente paso y

ascender en el poder entre nosotros?

El estómago se me contrae. Me trajeron aquí para matar a Nueve. Trago

con fuerza y trato de hacer tripas corazón.

Deltoch deja escapar una risita.

―Te ves pálido de repente, Cinco ―dice, en voz baja.

No respondo. No puedo quitar mis ojos de Nueve. Otro garde. Es la

primera vez que lo veo en persona en lugar de en la fotografía pegada en mi

estudio. Está más delgado ahora que en la imagen (un efecto secundario de

lo que han o no le dado de comer, supongo) pero aún tiene la complexión de

una escultura griega. De apariencia fuerte. Deltoch se ha dado cuenta de

esto, obviamente, porque es rápido en mencionarlo.

―Se las ha arreglado para permanecer en una forma increíblemente

formidable a pesar de ser un prisionero ―comenta, evitando mirar muy

deliberadamente mi figura menos que atlética—. Me han dicho que pasa la

mayor parte de sus momentos de vigilia ejercitándose en su celda.

Cambio de tema.

―¿Por qué no usa sus poderes para escapar? ―le pregunto.

―Ha tratado. Muchas veces ―Deltoch señala al escudo azul pulsante―,

pero hemos aprendido a mantenerlo bajo control.

―Tal vez esté a la espera del momento perfecto para atacar ―le digo.

Deltoch muestra los dientes.

―Ven conmigo ―me indica, luego se gira y se interna más profundo en

el ala de detención. Finalmente llegamos a unas celdas que parecen ser en

parte sala de interrogatorios y en parte laboratorio. Del techo cuelgan

cadenas; a un lado de la habitación hay camillas plateadas, y en el otro unas

cuantas mesas. La sala huele a lejía.

―¿Qué es este lugar? ―murmuro.

―Aquí es donde se decide el destino de muchos de nuestros prisioneros

―explica Deltoch―, donde escogen entregarse a los mogadorianos y

ofrecernos su inteligencia, o se condenan a una celda indefinidamente.

Echo un vistazo a Ethan, pero sus ojos están fijos en Deltoch. Por lo

general, Ethan sabe todo lo que está pasando en la base (o, al menos, cuando

se trata de mí), pero parece estar tan confundido como yo sobre el motivo

por el que estamos aquí.

―Muchos soldados valientes dieron su vida en esta habitación cuando

llegó Nueve, ya que pusieron a prueba la fuerza de la magia loriense que lo

protege ―dice Deltoch, mientras pasa el dedo por una bandeja de escalpelos

brillantes―. Esa fue la forma en que ellos se probaron fieles al Imperio

mogadoriano.

―¿Y usted estuvo de acuerdo con tal desperdicio de soldados? ―le

pregunto.

―No lo consideramos un desperdicio ―replica el comandante con un

matiz de ira en la voz―. El honor más alto es morir por la causa

mogadoriana. Además, el hechizo loriense no es algo que entendamos del

todo, y no estábamos seguros de si era posible debilitar el encantamiento al

punto de romperlo por completo; era una posibilidad que no podíamos

ignorar.

―Pero no pudieron deshacerse de él. ―Es más una afirmación que una

pregunta la que sale de mi boca.

―No. ―Deltoch frunce el ceño―. Sin importar lo mucho que lo

intentamos. Además, Nueve no dijo palabra, tan sólo se rio mientras algunos

de nuestros mejores hombres morían frente él. ―Su expresión cambia y se

vuelve casi agradable―. Pero su cêpan sí que habló.

―¿Qué? ―pregunta Ethan, aparentemente también esto es nuevo para él.

―Se trata de información confidencial ―dice Deltoch, encogiéndose de

hombros hacia Ethan.

―¿Y qué hay de su cêpan? ―le pregunto―. ¿Todavía lo tienen?

―Lo teníamos ―dice Deltoch―, pero Número Nueve lo asesinó.

Me quedo boquiabierto.

―¿Hizo qué?

―Su cêpan era inteligente. Aún estábamos tratando de negociar y darles

a Nueve y a su guardián la oportunidad de formar parte de nuestra causa. El

cêpan iba a negociar un acuerdo con nosotros y cuando Nueve lo descubrió,

asesinó al loriense a sangre fría.

Deltoch toma unos archivos de una de las mesas de laboratorio y me los

pasa.

―Velo por ti mismo ―me dice.

Abro la carpeta y me recibe una pila de fotografías de una cámara de

seguridad en la mismísima habitación en la que estoy ahora, sólo que en las

fotos hay dos figuras. Una parece un ser humano mayor que cuelga boca

abajo del techo con gruesas cadenas alrededor de los tobillos. Hay sangre

por todas partes. Nueve se encuentra al lado del hombre, con una daga en

las manos.

―La culpa es mía ―dice Deltoch―. Los dejé en esta sala y asumí que

Nueve tenía algún sentido de la lealtad. Obviamente, estaba equivocado. El

garde usó sus poderes para atravesar su campo de contención y atacó a los

valientes mogs que lo custodiaban. Nos tomó unos cuantos minutos antes de

que pudiéramos entrar a la habitación, pero eso fue todo lo que necesitó.

Voy pasando las fotos; son como una presentación de diapositivas.

Observo cómo Nueve se va acercando cada vez más a su cêpan, levantando

su arma hasta que finalmente entierra la hoja en el pecho de su guardián. En

las próximas imágenes, aparecen mogs y se lo llevan, pero el daño ya está

hecho. Nueve lucha contra su agarre, apretando los dientes, y luego se han

ido. En la última foto sólo está el cêpan, colgando boca abajo. Solo. Sin vida.

Mi memoria salta de nuevo a Rey, agonizando en nuestra pequeña choza

en la playa. Es cierto que la mayor parte del tiempo no nos llevábamos bien

y que probablemente también estaba un poco loco, pero no puedo

imaginarme haber sido capaz de matarlo. Fue quien me crio.

Siempre me enseñaron a pensar que los garde eran estas personas casi

santas, que teníamos que ser perfectos para que nuestro planeta tuviera una

oportunidad de ser resucitado. Que los lorienses eran una raza pacífica e

inherentemente buena, mientras que los mogs eran la encarnación del mal.

Ahora caigo en la cuenta de que eso no era más que propaganda loriense, y

probablemente no haya muchas diferencias entre lorienses y mogs, excepto

por el hecho de que los mogs no fingen ser lo que no lo son. Ethan siempre

dice que la historia es subjetiva y que la historia que conocía como cierta era

sólo el lado loriense de las cosas. Además, ahora que he sentido el poder que

viene con mis legados y cuán bien se siente tener gente que sepa apreciar el

potencial en mí, no puedo imaginar que Lorien fuera la utopía que Rey se

inventó.

―¿Me ha traído aquí para matarlo? ―le pregunto.

―Todavía no ―dice Deltoch―, no hasta que descubramos una manera

de deshacer este hechizo. No hay manera de saber qué pasaría si uno de los

otros garde tratara de infligirle muerte. No queremos perder nuestra arma

secreta: tú.

―Su activo más valioso ―le dice Ethan al mog.

―Exactamente ―dice Deltoch, gesticulando hacia las fotografías―, pero

cuando llegue el momento, ten cuidado. Está desquiciado. Apenas es una

forma de vida inteligente. Es sólo un animal; me imagino que no lo pensaría

dos veces antes de matarte si tuviera la oportunidad.

Vuelvo a mirar las fotografías. Un animal. Al observar la mirada

enloquecida en los ojos de Nueve mientras aúlla, con la sangre de su cêpan

en las manos, le creo.

En lo único que puedo pensar es lo idiota que es al elegir de forma

voluntaria el asesinato y el aprisionamiento, en lugar de aceptar una

oportunidad como la que me han dado. Qué estúpido debe ser Nueve.

Y un día este animal encadenado será mi boleto a la cima de la cadena

alimenticia.

CAPÍTULO

TRES

Traducido por Leenz

Después de ver a Nueve en acción (al menos en fotos) Deltoch insiste en que

tome el resto de archivos que los mogs tienen sobre él, para que pueda

estudiarlo bien.

―Conoce a tu enemigo ―me dice.

Luego cancela mi entrenamiento con Ethan, por lo que me dirijo a mi

habitación al otro lado del complejo. El lugar que hicieron para mí en la

central mog no es tan espectacular como, digamos, la casa en la playa que

Ethan tenía en Miami, pero es muy cómodo. Ni siquiera hubiera sabido que

está casi un kilómetro al interior de la montaña, si no fuera porque todas las

paredes son de piedra alisadas. Tengo una cama enorme tamaño king, una

televisión inmensa y todo un arsenal de consolas y juegos de los que nunca

había oído; simuladores mogadorianos de guerra con gráficos por los que

cualquier consola de nueva generación mataría.

Los mogs lo dispusieron todo para mí porque Ethan les dijo lo mucho

que jugaba en mi tiempo libre en Florida. Aunque estos juegos no se parecen

en nada a los que he jugado antes; son una combinación extraña de misiones

militares y gubernamentales. Me tomó un tiempo dominarlos porque sólo

jugaba juegos donde te quitaban puntos cada vez que causabas daño

colateral o bajas civiles. Pero me estoy haciendo experto.

Sin embargo, con los archivos de Nueve en mano, ignoro todos los

aparatos electrónicos que los mogs me dieron y me voy directo a la cama.

Allí, extiendo los informes de Nueve.

Ethan me dijo que Nueve vivía lujosamente en Chicago, pero resultó que

todo eso eran especulaciones armadas en base a dichos de Nueve y de una

antigua novia suya que trabajó para los mogs durante un tiempo. No saben

con exactitud dónde está ese lugar en la ciudad.

Una de las cosas que venía incluida en los archivos era una transcripción

de una entrevista con el cêpan de Nueve, que los mogs me escribieron. Él

decía que Nueve vivía una vida de ensueño. Nunca le faltó nada, iba y venía

a su antojo y hacía lo que quería. Por un lado, no me sorprende que

terminara en una celda mog; por el otro, los celos por cómo creció

comparado a como yo viví, arden profundo en mi interior. En el informe

incluso hay citas del cêpan refiriéndose a que Nueve era un chico popular en

la escuela y que tenía chicas que lo perseguían adónde fuera, como un rey

miniatura en la secundaria. Mientras que yo sólo comía cocos y sudaba casi

hasta morir en el Caribe.

Al final de la entrevista se encuentra un breve párrafo en el que cêpan

describe el modo en que los ancianos decidieron lo de los números.

No fue al azar. Les dieron ese orden por una razón. Los ancianos

juzgaron quiénes eran más fuertes e inteligentes, aquellos con mayor

potencial, y los dejaron para el final. Los primeros no eran más que carne

de cañón. A sus cêpan les dieron instrucciones de mantenerlos ocultos sin

importar el costo para su bienestar, de forma que los números más altos

estuvieran a salvo. Después de todo, los garde no podrían morir si el orden

no se respetaba. Siempre me consideré afortunado de haber sido asignado al

número más alto. Nueve rara vez pensaba en los demás números, a no ser

que fuera desde un punto de vista táctico: siempre se asumió que si la

garde se reunía para luchar, Nueve sería quién los guiará.

Dejo de leer. La cabeza me palpita y con un rápido arrebato, lanzo los

archivos a través de la habitación con una onda telequinética. Abro el cofre

loriense que está en la mesa de noche. Mi objeto favorito, lo único que he

aprendido a usar, es una espada oculta en un guante. Uso mi poder para

hacer flotar el guante por el aire y extraer la navaja escondida, que pincha el

montón de papeles de la entrevista del cêpan y se clava en una de las

paredes de piedra de la habitación. Empiezo a rebuscar en mi cofre, lo que

por lo general me ayuda a enfocarme y calmarme, pero esta vez no es el

caso. Estoy muy tenso. Me lanzo sobre la cama y chasqueo los nudillos

mientras la ira burbujea en mi interior.

Así que eso es lo que Nueve piensa de nosotros… de mí. Que no valgo

nada. Que soy alguien a quien puede liderar un día. Bueno, te salió el tiro

por la culata, Nueve, porque ahora eres tú el que está escondido y yo soy la

persona con todo el poder. Soy quien va a controlarlos a todos.

En el transcurso de las semanas siguientes, continúo mi rutina diaria de

entrenamiento y aprendizaje de la cultura mogadoriana. Cada vez que veo

la foto de Nueve en mi estudio, me siento frustrado y enojado al recordar los

archivos, al recordar que él y su cêpan nos consideraban débiles a los

números menores. Intento canalizar toda esa ira en mi entrenamiento, como

cuando Ethan me lleva a una habitación vacía para entrenar mis legados.

Ethan deja una caja en la mesa de metal en medio de la habitación, mientras

yo uso mi telequinesis para enderezar las sillas y sacarlas del camino.

―Tu habilidad para mover cosas con la mente realmente ha progresado,

tanto en términos de fuerza como de acierto ―dice Ethan―. Los líderes

mogs y yo estamos muy impresionados.

―Gracias ―respondo, con una sonrisa―. Me he vuelto bastante bueno

moviendo rocas por los túneles.

―Cierto ―asiente―. Así que hoy quiero que nos enfoquemos en tu

externa. En particular, en la rapidez con la cual cambias de forma y en el

tiempo en que puedes mantenerlo.

Suena bastante fácil. He mejorado en tomar las características de lo que

toco. Meto las manos en mi bolsillo y mis dedos encuentran la bola roja de

goma. Mi piel se estrecha y mis dedos toman una forma alargada, el tipo de

dedos que las personas que nunca han visto un alienígena esperan ver en los

extraterrestres.

―Hagámoslo.

Ethan empieza a tirarme cosas de izquierda y derecha de la caja que trajo

consigo, apenas dándome tiempo para cambiar antes de que mi cuerpo

tenga que reiniciarse y transformarse de nuevo. Sostengo un libro de cuero y

mi piel se vuelve dura. Atrapo una piedra blanca y lisa, y me vuelvo una

estatua caminante.

―Excelente ―dice Ethan―. Pero ¿puedes hacerlo mientras vuelas?

Sin responder, floto en el aire y continúo cambiando mientras Ethan me

lanza más y más objetos. Estamos así por unos minutos más, y de repente,

empiezo a sentirme cansado; nunca antes había utilizado en exceso mis

legados. Pero no muestro mi debilidad. Pienso en el cêpan de Nueve que a

su vez pensaba que los números mayores eran mejores que yo. Desecho la

fatiga, aprieto los dientes e imagino a Nueve hincado ante mí, rogando.

Ethan me lanza algo pequeño y brillante que atrapo con telequinesis y

floto sobre mi mano.

―Sé la piedra, no la banda ―dice Ethan mientras la cosa viaja por el aire.

No lo entiendo hasta que veo que tengo un anillo en la mano.

―No hay problema ―replico, tocando la joya con la punta del meñique.

Mi piel se endurece y se vuelve brillante, pero las puntas de mis dedos son

totalmente claras. Vuelo sobre la mesa de acero, arrastro uno de mis dedos

por la superficie y grabo el número «5».

―Bien, esto podría ser útil ―comento.

―Seguro ―dice Ethan―. Si quieres ser el blanco de cada arma en un

campo de batalla. Tu piel es muy brillante, sería imposible estar de

incógnito. Pero mantén esa forma por ahora; veamos cuánto tiempo puedes

mantenerla.

Agito los brazos frente a mí y observó cómo la luz rebota en ellos,

lanzando reflejos por toda la habitación.

―Creo que conocí algunas personas en Miami que me hubieran cortado

en trocitos y vendido por muchos millones si me vieran ahora.

Entre más me concentro al tocar la piedra, más claro se vuelve mi cuerpo

y más dura se vuelve mi piel. Pero toma esfuerzo, y entre más me concentro,

más me palpita la cabeza, hasta que empiezo a sentir que pierdo el control

de mi cuerpo. Cuando desarrollé la habilidad de externa, tenía miedo de que

nunca pudiera volver a mi forma normal. De repente, me ataca el mismo

miedo y el pulso y la respiración se me elevan por los cielos.

Creo que debo lucir muy asustado, porque cuando Ethan dice «Cinco,

tranquilízate amigo», me lo dice con voz baja y calmada, y sólo suena así

cuando algo le preocupa.

Así que inhalo profundamente unas veces, cierro los ojos y dejo que el

anillo caiga al suelo mientras mis pies tocan el piso de piedra otra vez. Me

olvido del mundo por un momento y me concentro en cómo es mi cuerpo y

en cuánto quería tenerlo de regreso. Cuando abro los ojos de nuevo, mis

dedos son rosados y suaves. He regresado. Pero la cabeza me sigue

doliendo.

―Auch ―exclamo, y me llevo la mano a la sien derecha.

―¿Dolor de cabeza?

―Sí.

―Te daremos algunas aspirinas ―dice Ethan―. Pero oye, eso fue genial.

Desde ahora en adelante, empezaremos a enfocar nuestro entrenamiento en

esto.

Pienso en Nueve y en Deltoch, que cree que no parezco un soldado.

―Estoy bien ―insisto―. Puedo seguir.

―No quiero que te lastimes.

Ethan también debe pensar que soy débil.

―No soy un niño, Ethan ―le digo―. Soy un loriense con superpoderes y

el tipo que será el oficial a cargo de los mogs en este país. Si digo que puedo

seguir, es porque puedo.

Ethan luce un poco desconcertado, pero antes de que pueda decir algo, se

abre la puerta y entra el comandante Deltoch. Un destello de fastidio cruza

la cara de Ethan mientras se gira hacia su superior.

―Comandante ―saluda con una leve reverencia―. ¿A qué le debemos el

placer?

―Te necesitan, Ethan ―contesta el mog―. Repórtate en la central.

Ethan me hace un gesto.

―Ven Cinco. Deberías volver a tu habitación y descansar.

―El loriense se queda. Tengo una sorpresa para él.

Durante un momento, Ethan y Deltoch se miran desafiantes, pero

Deltoch debe haber ganado, porque Ethan sólo se encoge de hombros, me

lanza una mirada fugaz y se va, dejándome a solas con el comandante mog.

No me doy cuenta de lo acostumbrado que estoy a que Ethan esté siempre a

mi lado, hasta que no está.

Me pregunto si hoy es el día, si me llevarán a matar a Nueve.

―Cinco ―dice Deltoch por entre sus dientes oscuros y afilados―, ¿cómo

va tu entrenamiento?

―Va bien ―contesto, asintiendo con fervor, lo que sólo me empeora el

dolor de cabeza, pero lo ignoro―. Puedo mostrarle, si lo desea.

Parpadeo, y al momento las sillas salen volando desde debajo de la mesa,

ruedan por la habitación y luego vuelven a dónde estaban. Lo que sea que

Deltoch tenga preparado para mí, sé que necesito impresionarlo, mostrarle

que lo estoy haciendo bien y que estoy listo para el siguiente nivel.

Deltoch sonríe un poco, pero no parece impresionado.

―Un buen truco ―alaba―. Estoy seguro de que nuestros enemigos se

encogerán de miedo cuando vean nuestro gran ejército de sillas y mesas

sitiando sus ciudades.

―Puedo mover cualquier cosa ―digo, sintiéndome estúpido―. Algo

más grande. O un montón de espadas, o algo más.

―Lo que hoy tengo en mente para ti, es algo más interesante. Un

verdadero placer. Ven, sígueme.

Atravesamos el complejo en silencio. Yo vuelo, él camina. Nos dirigimos

a la entrada frontal, la cual conduce a una zona boscosa que sirve de valla

para aislarnos del resto del mundo. No tengo prohibido ir al exterior, pero

por precaución, necesito conseguir permisos, un rastreador y un montón de

papeleo si quiero pasar un día entero en la naturaleza, así que rara vez lo

hago. Además, soy más un chico de playa y aquí en Virginia Occidental hace

frío. Crecí en climas más cálidos.

La entrada al complejo tiene camuflaje y está bien vigilada. Los soldados

nos saludan cuando pasamos, luego nos encontramos caminando por el

bosque y no tengo idea de qué estamos haciendo. No puedo volar aquí, no

con todo las ramas (tendría que estar por encima de los árboles), por lo que

pronto me quedo sin aliento, cosa que intento ocultar respirando lo más

silenciosamente posible.

―¿Adónde vamos? ―pregunto, y unas nubes blancas escapan de mis

labios en el frío.

―Es una sorpresa.

Intento imaginar por qué Deltoch se tomaría la molestia de prepararme

algo. ¿Será algún plan para que me ejercite más, o me está guiando hacia el

bosque para enseñarme algún nuevo entrenamiento mogadoriano al aire

libre? ¿Me lleva con Nueve? Deslizo una mano dentro de mi bolsillo y rodeo

con los dedos la bola de metal, por si acaso.

Pero en cuanto llegamos al claro, lo que descubro no es ninguna de esas

opciones.

De pie bajo la luz de sol invernal, se encuentra la última persona que

esperaría ver.

Emma.

CAPÍTULO

CUATRO

Traducido por Lorico

Me toma un segundo comprender que Emma de verdad está ahí y no es un

tipo de holograma, androide, o algo, sino que de verdad es ella. Lo sé

porque los hologramas no dejan huellas en la tierra mientras cambian el

peso de una pierna a otra, y los androides no lloran.

Emma parece aterrorizada.

No puedo culparla, en realidad. Probablemente debería sentirse

aterrorizada.

Ha crecido un poco en el año o así desde que la vi por última vez, cuando

me golpeó con una tubería la noche de la metida de pata, la noche en que

Ethan me acogió. Cuando recorríamos las playas como ladrones de poca

monta, siempre llevaba el cabello negro recogido en una cola de caballo

corta, pero ahora lo lleva suelto alrededor de los hombros, y cuelga

desordenado hasta la mitad de su espalda. Lleva un pantalón de pijama rosa

y una camiseta sin mangas blanca, por lo que asumo que la secuestraron en

medio de la noche. Alguien pensó en darle un abrigo como los que usan los

mogs, y prácticamente se la traga.

No debe haber esperado verme, porque cuando salgo de los árboles y me

quedo a la vista, ella se congela y en su rostro aparece una mueca de

conmoción.

―¿C-Cody? ―tartamudea con labios temblorosos. No estoy seguro de si

está temblando por el frío o por algo más.

Ha pasado mucho tiempo desde que usé ese nombre, y me toma un

segundo recordarlo y comprender que se está dirigiendo a mí.

―Hola, Emma ―murmuro.

No sé qué decir o qué hacer, ni siquiera qué sentir. ¿Por qué sacaron a

esta chica de Florida y la trajeron a Virginia Occidental? Mi primer instinto

es acercarme a ella, pero tiene una mirada en los ojos que me detiene. La

reconozco como una mezcla de confusión y odio, la misma mirada que tenía

en Miami cuando me trató de fenómeno. Justo antes de que intentara

reventarme los sesos.

Me giro hacia Deltoch, que está emergiendo de los árboles. Cuando

Emma lo ve, se encoge un poco y retrocede unos pasos. Obviamente ha

tenido una mala experiencia con los mogs durante el día.

―Qué bien. Sí encontramos a la chica indicada ―dice Deltoch―. Te

sorprendería saber lo difícil que fue ubicarla. Después de esa desafortunada

noche en el almacén, ella y la mayoría de su familia prácticamente

desaparecieron.

―¿Qué está sucediendo? ―pregunto.

―Antes de que seas capaz de comenzar tu nueva vida como campeón de

la causa mogadoriana, tendrás que dejar todo tu pasado atrás.

No digo nada, sólo me giro hacia Emma y la miro fijamente. Ella aún

parece asustada, pero tiene las manos empuñadas a los costados. La conozco

lo bastante bien para adivinar que ahora mismo, está intentando averiguar

cómo escapar de esta situación. Es una luchadora. Demonios, la última vez

que la vi me provocó una contusión cerebral.

―¿Cómo sabe de ella siquiera? ―pregunto.

―Los informes que Ethan escribió sobre ti han sido increíblemente

meticulosos, incluso ahora ―dice Deltoch. Debo parecer sorprendido,

porque él suelta una risotada―. Ustedes dos pueden tener una relación

cercana, pero la razón de que Ethan te encontrara en primer lugar, es gracias

a la guía y entusiasmo de nuestro Amado Líder por reclutarte. Estarías

equivocado si pensaras por un solo momento que Ethan te dio un futuro y

no el todo poderoso Setrákus Ra. Ethan es tu amigo porque así se le ordenó.

Sé que Ethan trabaja para los mogs, pero supongo que nunca pensé que

les informaba sobre mí. Al menos no sobre cosas sin importancia, como con

quién me juntaba en Miami. Pero he leído los archivos que los mogs tienen

sobre Nueve, así que supongo que no debería estar sorprendido.

Aun así, de alguna forma me parece una traición a mi confianza, y deseo

que Ethan estuviera aquí para decirme que no es verdad. Sé que me mintió

cuando nos conocimos, pero eso fue por mi bien. Supongo que asumí que no

seguiría informando sobre mí ahora que estoy en la base.

La idea me molesta.

―Al final del día ―continúa Deltoch―, Ethan es sólo un humano. Esa es

su mayor debilidad. Los humanos no tienen nuestra disciplina o nuestro

sentido de lealtad. Te hará bien recordarlo. Los humanos están aquí para

servirnos, pero él te está conteniendo.

―¿Cómo?

―Él no cree que estés listo para convertirte en oficial.

Se me abre un poco la boca. ¿Ethan no cree en mí? Eso no puede ser

verdad.

―¿Por qué está aquí? ―pregunto, girándome hacia Emma. Sigo sin

comprender qué pasa.

―Por favor ―dice Emma―, sólo quiero ir a casa. No quiero estar aquí.

Les daré lo que quieran.

―Para que tengas un cierre y te enfoques por completo en tu futuro

como oficial de Mogadore ―contesta Deltoch con una sonrisa maliciosa―.

Ethan dijo que esta chica fue la única persona en el mundo con la que tuviste

un tipo de amistad.

―Supongo ―digo con calma. Cuando lo pone de esa forma, me hace

sonar como un perdedor total.

―En ese caso, ¿qué pasó?

Los recuerdos me inundan la cabeza. Un grupo de matones me atrapó en

un almacén durante un trabajo para Ethan. La única forma de salir de esa

fue usando mi telequinesis. Nunca la había usado en otras personas, y se

sintió muy bien estrellarlos contra estantes y paredes después de que ellos

me hubieran estado golpeando a mí. Pero Emma me vio; uno de los tipos era

su hermano, y ella se había vuelto contra mí en un instante.

―Me llamó fenómeno ―digo, observando a Emma en el claro del

bosque―. Me preguntó si estaba poseído cuando vio lo que puedo hacer.

―Por favor ―dice Emma. Lo único que hace es sacudir la cabeza y mirar

frenéticamente hacia la línea de árboles. Estaba sola cuando llegamos, pero

supongo que hay soldados mogs en el bosque a nuestro alrededor, para

asegurarse de que no escape.

―¿Se mofó de tus habilidades? ―pregunta Deltoch―. ¿Aunque eran

amigos?

―Éramos más que amigos ―digo, dando un paso hacia ella―. Éramos

compañeros.

―Los humanos te temerán cuando te desveles como su líder. Puedes

utilizar ese miedo y convertirlo en respeto. Algunos se acobardarán y se

esconderán, o intentarán derrotarte, pero los inteligentes se inclinarán a tus

pies. No puedes dudar cuando se trate de tomar acción. Tienes que saber

cuándo mostrar piedad y cuándo ser despiadado.

¿Despiadado? Me empiezan a sudar las palmas cuando empiezo a

comprender para qué me trajo Deltoch aquí.

―¿Para qué la trajeron aquí? ―pregunto otra vez.

―Se asustó con sólo una muestra de tu poder. Se enfrentó a ti, te faltó el

respeto. ¿Por qué no le muestras lo que es el verdadero poder?

Miro a Emma. Está temblado y tiene los ojos enfocados en mí, y los dedos

le tiemblan. La Emma que recuerdo de la playa, antes de que las cosas se

arruinaran entre nosotros, era genial, confiada, y mi compañera en el crimen.

Había querido que pensara que era como ella. Pero ahora la veo por lo que

es de verdad: una niña asustada que no tiene idea de lo que está pasando en

el mundo a su alrededor. Una hormiga patética e ingenua. Humana.

Una parte de mí siempre ha sentido furia por lo que me dijo y me hizo en

el almacén, pero no sé si merece que la lastime por eso.

No sé si puedo herirla, con lo patética que se ve.

―No vale la pena ―digo, mientras me vuelvo a Deltoch y comienzo a

caminar hacia él.

―¡Por favor! ―grita Emma. Debe estar asustada de lo que pasará una

vez que el único rostro familiar aquí desaparezca―. Déjenme ir a casa. ¡No

quiero tener nada que ver con ustedes monstruos!

Monstruos.

Algo en mí se rompe.

Me vuelvo rápidamente hacia ella, estirando mi brazo derecho. Ella jadea

cuando se eleva del suelo. Mi telequinesis está envuelta alrededor de su

cuerpo y la aprieta con fuerza. A medida que levanto mi mano, más se eleva.

Yo también me elevo, hasta que estoy flotando a sólo unos metros frente

a ella. Debemos estar a unos nueve metros en el aire.

Me mira con los ojos muy abiertos, y sigue jadeando, aunque ni siquiera

la estoy apretando tanto. Apenas puedo oírla por sobre sus jadeos y la

repetición de la palabra «monstruos» en mi cabeza.

―Si quieres tratarme de monstruo, puedo ser un monstruo ―le digo.

―No. ―Sacude la cabeza.

―Podría aplastarte con un solo pensamiento ―susurro, y la mirada de

horror en su rostro hace que la sangre me corra por las venas y me palpiten

los oídos. Esa parte de mí que se ha enconado con furia y quiere venganza

por cómo me dio la espalda, se siente tan satisfecha que apenas puedo

respirar. No sólo por ella, sino por todas las veces que me he sentido débil, o

perdido, o por las veces que pensé que los lorienses se habían olvidado de

mí o me habían abandonado. Todo eso me recorre el cuerpo y me impulsa.

Sé que se supone que Nueve debe ser mi primera matanza simbólica,

pero tal vez Deltoch me ha traído aquí para ver si de verdad tengo lo que se

necesita. Tal vez debería apretarla un poco más fuerte con mi legado, o

dejarla caer con fuerza al suelo.

Pero entonces otra voz se une a nuestra fiestecita e interrumpe mis

pensamientos.

―Cinco ―dice Ethan―, bájala. ―Se gira hacia Deltoch y habla en un

susurro furioso que oigo de todas formas―. Nadie me dijo de esto. ¿Qué

demonios sucede aquí?

―Estoy observando el futuro de la causa mogadoriana ―replica Deltoch.

―Cinco, vuelve al suelo.

―Tú no estás a cargo aquí ―dice Deltoch con voz tranquila, pero

retumbante. Veo que las aletas de su nariz se dilatan un poco―. No te

interpongas en el camino mientras nos demuestra que es capaz de tomar

decisiones difíciles.

―No está listo para esto ―dice Ethan.

Deltoch se gira hacia mí con una sonrisa que dice «Te lo dije».

―Sí lo estoy ―grito.

―No sé qué estás…

―No le hables como si tuvieras idea de lo que es, o de lo que es capaz

―advierte Deltoch, y luego añade una única palabra condenatoria―:

humano.

Y por primera vez desde que conocí a Deltoch, estoy de su lado. Ethan es

mi amigo, pero nunca ha estado en mi lugar. Él es el que me dice que tengo

que descansar cuando sé que puedo seguir entrenando y presionarme más.

Él es el que me dice que actúe como si estuviera en lo alto de la cadena

alimenticia y luego intenta decirme qué hacer.

Ethan me mira, sin aliento.

―¿De verdad quieres que tu primera muerte sea la de esta chica inútil

cuando podría ser Nueve?

Dirijo la mirada a Emma, cuyas lágrimas le descienden por el rostro. Me

está observando, a la espera de mi decisión. Puedo ver la súplica en sus ojos,

y aunque no quiero hacerlo, sólo puedo pensar en los buenos tiempos que

pasamos en Miami. Sé que no es la única conteniendo el aliento, que

Deltoch, Ethan y los mogs a nuestro alrededor están observando para ver

cómo actúo. Y de súbito siento que hay tanta presión en mi cerebro que

podría explotar, porque no sé qué se supone que debo hacer. No puedo

decepcionar a los mogs, no puedo mostrar debilidad. Deltoch obviamente me

trajo aquí para que matara a esta chica. A menos que haya otra forma…

―¿Tu hermano sigue siendo un aspirante a gánster en Miami? ―le

pregunto a Emma.

Ella parece confundida.

―¡Contéstame! ―le grito, más por la frustración de la situación que por

su silencio.

―S-sí ―contesta―. Los demás nos fuimos después de lo que pasó, pero

él se quedó.

Ambos descendemos al suelo. Cuando sus pies tocan tierra, la libero de

mi agarre telequinético. Ella cae al suelo. Le doy la espalda y camino hacia

Ethan y Deltoch.

―Su hermano podría sernos de utilidad ―les digo―. Era un aficionado

cuando yo estaba en Miami, pero puede haber ganado algo de influencia…

conexiones que podemos explotar. Deberíamos usar a Emma para sacarle

cualquier información que pudiera ser valiosa para rastrear a los garde, tal

cual estamos usando los recursos del FBI. Tal vez no aparecerá nada, pero

definitivamente ella no nos sirve de nada si está muerta.

―Cinco… ―empieza a decir Ethan.

―He leído libro tras libro sobre cómo se combaten las guerras. La

información puede ser tan poderosa como los ejércitos. Deberías llevarla al

ala de detención, Ethan. Después de todo, ella te conoce. Eres parte de la

razón de que ella esté aquí. ―Ethan no dice nada, pero sé que está

apretando la mandíbula. No está acostumbrado a que le hable así, pero no

puedo evitarlo. La adrenalina me recorre sin control. Al hacerme cargo, me

siento como un líder.

―Si necesitas saber qué pasó antes de que salieras aquí, para tus informes

―le digo, dando énfasis en la última palabra―, estaré feliz de ayudarte.

Ethan me observa por unos segundos como si estuviera intentando

averiguar de dónde viene todo esto. Luego le dirige una mirada llena de

resentimiento a Deltoch, coge a Emma de un brazo y la arrastra por el

bosque.

Ella no opone mucha resistencia.

―Una sabia decisión ―dice Deltoch.

―¿Era esto un tipo de prueba? ―pregunto.

―Todo en la vida es una prueba. Tú entre todas las personas deberías

saberlo.

―¿Aprobé? ―pregunto.

Los labios de Deltoch se estiran en una amplia sonrisa.

―Con honores.

CAPÍTULO

CINCO

Traducido por Lorico

Pasan unas cuantas semanas, y entonces todo pasa muy rápido.

Los mogs rastrean a un garde en un lugar llamado Paraíso, en Ohio, pero

termina habiendo dos garde allí. Al menos, eso es lo que dicen los

sobrevivientes de la batalla; no es que queden muchos mogs después de que

intentaran aprehender a los dos lorienses combatientes. De lo que pueden

reunir los comandantes, uno de ellos era Número Seis, quien fue prisionera

de los mogs, pero se las arregló para escapar antes de que me trajeran a

bordo. Prácticamente todas nuestras fuerzas son reasignadas a rastrear a los

dos garde alrededor del país, ignorando cosas menos apremiantes, como mis

lecciones de historia.

También sucede algo imposible: resulto herido.

Cuatro sigue vivo, lo sé porque no tengo una cicatriz nueva en el tobillo,

pero cuando uno de los soldados mogs con el que estoy entrenando me

golpea en el brazo con una espada, me corta. La sangre de verdad me corre

por el hombro, y el soldado permanece completamente ileso.

El hechizo loriense ha sido roto.

Soy vulnerable.

Es algo extraño que de repente sea capaz de morir o de resultar herido,

saber que no hay otro número interponiéndose entre la nada y yo. Es algo

aterrorizante al principio, pero sólo me recuerda que he tomado la decisión

correcta. No me puedo imaginar enfrentarme a los ejércitos mogs sin un

hechizo que me proteja.

Los garde no tienen ninguna oportunidad si no se convencen de su

idiotez.

Ethan enloquece por mi repentina mortalidad, y le exige a Deltoch que

detenga cualquier entrenamiento que involucre combate. Dice que aún no

estoy listo para trabajo de campo… por supuesto. Pero Deltoch concuerda lo

suficiente para dejar en espera mi entrenamiento de combate. En cambio, me

vuelvo útil registrando Internet en busca de algo que pueda ser de ayuda.

Así es como me tropiezo con un sitio web llamado Alienígenas Anónimos, y si

bien está lleno de un montón de cosas que parecen una completa mentira,

también tiene artículos de lo que sucedió en Paraíso. Parece que las entradas

fueron escritas por alguien que sabe sobre la garde y los mogs, alguien que

podría tener una idea de dónde están Seis y el otro garde que huyó después

de la batalla. Así que, utilizando un poco de persuasión, me las arreglo para

volverme cercano con algunos editores y contribuyentes del blog. Me

conocen como FLYBOY.

Hay un idiota que se hace llamar JOLLYROGER182, que afirma haber

estado involucrado en la batalla de Ohio. Al principio se muestra renuente a

hablar sobre ello, pero cuando le cuento una historia inventada de haber

visto a unos tipos de ojos negros y tatuajes en la cabeza persiguiendo a un

adolescente de aspecto triste que terminó volando por los aires, él me

empieza a hacer un montón de preguntas, preguntas que sólo contestaré una

vez que él me diga lo que sabe.

Así que me cuenta. Me dice que su ex compañero era uno de la garde, un

chico llamado John Smith. Pero, lo más importante, es que el pueblerino

idiota me dice algo más: John es el Número Cuatro.

Cuando le doy esta noticia a Ethan, él me dice que está seguro de que los

mogs ya tienen a alguien vigilando el blog y que probablemente no debería

relacionarme tanto con los editores, en caso de que accidentalmente revele

algo. Le digo que eso es ridículo y que no sabe lo buen mentiroso que soy, y

nos ponemos a discutir, discusión que termina cuando voy en persona a

decirle a Deltoch lo que he descubierto. Juro que es la primera vez que he

visto que el mog parece contento conmigo. Después de eso, empiezo a ver

más y más a los mogs y menos a Ethan. Creo que tal vez está celoso de mí,

aunque en realidad sólo me estoy comportando como él siempre me dijo que

debía actuar: como si fuera un pez gordo aquí.

Más que nada lo veo cuando me informa sobre cómo van las cosas con la

búsqueda de la garde que están haciendo los mogs, o durante las comidas.

Deltoch se hace cargo de mi entrenamiento.

Rastreamos a Cuatro y a Seis por el país, desde Ohio a Tennessee, y luego

a Florida. De alguna forma, siempre se mantienen un paso por delante de

nuestras fuerzas, o terminan liquidando a nuestros exploradores. Pero

nuestro gran golpe llega cuando Cuatro da un movimiento estúpido.

Regresa a Paraíso, donde obviamente los mogs siguen husmeando.

Y ahora está bajo nuestra custodia.

Medio esperaba que Cuatro fuera alguien fácil de hacer entrar en razón,

pero basado en lo que me dicen los mogs y JOLLYROGER182, parece que es

un total idiota. Quiero decir, debes serlo si regresas al lugar donde los mogs

te encontraron, para comenzar. Me sorprende que su marca no se haya

quemado en mi tobillo meses atrás. Puede que aún escuche razones. Si es

así, tal vez Setrákus Ra pueda darle Europa, África o algún lugar así para

gobernar.

Pero hay una persona que definitivamente no tendrá su propio

continente. Las cosas se están moviendo rápido aquí en el complejo,

incluyendo mi ascenso como comandante de las fuerzas mogs.

El hechizo loriense está roto, ya no tengo que preocuparme de que una

magia extraña me hiera si intento lastimar a otro garde.

El tiempo de Nueve se agotó, y nuestro Amado Líder, Setrákus Ra,

vendrá personalmente a supervisarme cuando lo ejecute. La idea de por fin

ocupar mi lugar legítimo como un líder dentro de las fuerzas mogs oscurece

prácticamente toda duda que pueda tener sobre Nueve. Cuando llegue el

momento, sólo tendré que recordar los archivos que los mogs tenían sobre él

y lograré cumplir mi cometido.

Ahora puedo sangrar, eso significa que Nueve también puede sangrar.

Mi momento ha llegado.

La mañana de mi ascenso, me llaman a uno de los laboratorios científicos

de los mogs. Aparentemente quieren mi ayuda con un gran descubrimiento,

y si bien me siento halagado, ya tengo un montón en mente gracias a lo que

sucederá esta noche cuando arrastren encadenado a Nueve al gran salón, y

yo ocupe mi lugar como comandante de las fuerzas mogadorianas.

No ayuda que me dejen esperando en el laboratorio. Mientras el tiempo

avanza, me aburro y busco un bloc de notas y un lápiz.

Comienzo a dibujar.

Desde que he estado en la base mog, no he tenido oportunidad de dibujar

historias o algo más como solía hacer en la arena de las playas. Pero ahora,

en los laboratorios, recuerdo lo mucho que solía hacerlo.

Dibujo a Nueve. Está atado al suelo por pesadas cadenas, unidas a su vez

a un collar metálico alrededor del cuello. Está frágil y débil. Yo, por otro

lado, parezco un superhéroe, flotando sobre él. Nueve es tan insignificante

que ni siquiera me ensucio las manos con él. En cambio, tengo un monstruo,

una especie de perro de ataque que se hará cargo de él. La bestia es algo

nunca antes visto en ningún planeta (probablemente). Tiene tres cabezas

como de lagarto y un cuerpo peludo, con garras afiladas como navajas. Y

alas. Es la bestia más genial que puedo imaginar. Tiene todas las fauces

abiertas, y de sus dientes puntiagudos gotea saliva venenosa. Sus brazos

retorcidos…

―Cinco ―dice alguien a mi espalda.

Me giro. Estaba tan ensimismado en mi dibujo que ni siquiera había

notado que uno de los mogs científicos se había acercado. Usa una bata de

laboratorio negra y guantes de goma blancos. En sus manos hay algo que

reconozco. Casi salto del taburete, porque por un segundo creo que alguien

ha estado en mi habitación y sacó mi cofre loriense, pero entonces me doy

cuenta de que no es mío. El símbolo brillante en el cofre no me pertenece.

―Recuperamos este cofre de uno de los lorienses en Ohio ―dice el

científico, depositándolo con cuidado en una mesa de laboratorio―.

Pensamos que tal vez usted podría ser capaz de abrirlo.

―¿Qué te hace pensar que puedo hacerlo? ―pregunto.

El científico se encoge de hombros.

―Creemos que este cofre le pertenece a Número Cuatro. Esperamos que

los números de mayor rango puedan tener acceso ilimitado a los cofres de

aquellos por debajo de ellos.

Pienso en el archivo de Nueve y en la creencia de que él es el más

poderoso entre nosotros debido a su número, y aprieto los puños. Sé que no

he avanzado mucho en mis averiguaciones del uso de las cosas en mi propio

cofre, pero la idea de que él sea capaz de rebuscar entre mis cosas hace que

se me acelere el pulso.

―Está bien ―digo―. Déjame intentarlo.

Hago todo lo que se me ocurre, pero el cofre no reacciona a mi toque.

Hago palanca con telequinesis hasta que me da jaqueca. Por último, uso mi

externa para convertirme en metal y aporrear un costado de esta maldita

cosa.

El científico no parece emocionado con esta parte.

―Si le parece, señor ―dice, tratando de interponerse con mucho respeto

entre mi cuerpo de metal súper fuerte y el cofre―, tal vez deberíamos dar

por terminada la sesión. Mantendremos el cofre bajo estricta vigilancia hasta

la ceremonia de esta noche, y luego puede intentarlo otra vez, más tarde.

Dejo que mi cuerpo vuelva a su estado normal.

―Claro ―contesto―. ¿Eso es todo?

El científico asiente. Estoy a punto de salir del laboratorio cuando él

habla de nuevo.

―¿Señor? Olvidó su dibujo.

Me doy la vuelta; está sosteniendo mis garabatos, mi historia de una

página. De repente me siento estúpido por haberlo dibujado.

―Quédatelo ―le digo―. Después de hoy ya no necesitaré cosas

infantiles.

―Hmmm. ―Observa mi bloc―. Tal vez esto pueda servir de inspiración

en mi trabajo.

Me encojo de hombros y me voy.

Ethan me encuentra en el pasillo. Estoy un poco sorprendido de verlo y

me pregunto por cuánto tiempo ha estado esperando afuera.

―¿Qué haces?

―Sólo intentaba ayudar un poco a los científicos ―respondo―. ¿Qué

estás haciendo aquí?

Me pone en las manos una pila de ropa cuidadosamente doblada.

―Quería ser quién te diera esto ―me dice.

―¿Qué es? ―pregunto.

―Tu uniforme ceremonial ―replica―. Lo que usarás esta noche cuando

asciendas a tu nueva posición. ―Señala mis vaqueros y mi camiseta―. De

ahora en adelante deberías comenzar a llevar el uniforme de oficial

mogadoriano. Les recordará de tu rango a todos los que te vean.

―No será necesario ―le digo―. Después de esta noche, todos sabrán

que soy superior, sin importar lo que use.

Ethan me da una pequeña sonrisa de suficiencia y asiente, pero hay una

tristeza en su expresión que no puedo comprender. Tal vez es porque no

tiene su amplia sonrisa de siempre pegada al rostro.

―Quería disculparme por lo de Emma ―dice Ethan lentamente―. Sé

que debería haberlo hecho antes, pero luego todo se volvió una locura.

Nunca debería haber cuestionado si estás listo o no para esto. Obviamente lo

estás.

―Gracias ―le digo.

Se me acerca más.

―No debieron haberla traído aquí ―susurra.

―Bueno, al menos está viva.

―¿Eso es lo que te dijeron? ―pregunta, con el ceño fruncido.

―Deltoch dijo que la enviaron a una base más cerca de Florida ―le

explico. La mente me va a toda velocidad. Ethan lo hace sonar como que ella

no está en Florida en realidad, pero ¿dónde estaría? No debería preocuparme

por Emma, pero lo hago. Y si los mogs me están mintiendo sobre ella,

entonces… pero Ethan sonríe y me apacigua.

―Estoy seguro de que está ahí, entonces ―me dice―. Yo no he oído

nada.

Comenzamos la larga caminata de regreso a mi lado del complejo, y

aunque intento olvidarme de Emma, en un rincón de mi mente me siguen

molestando pensamientos sobre ella. Considero si debería preguntarle a

Deltoch por ella. No, obviamente no puedo. Mostraría debilidad.

Pero me olvido de Emma cuando entramos a la cavernosa cámara

principal y veo figuras que nunca antes había visto en la base: mujeres mogs,

con largos vestidos de púrpuras y rojos profundos. Sus cabezas y rostros

están intensamente tatuados. La mayoría usa brillantes trenzas negras o

colas de caballo que sobresalen de sus cabezas rapadas. A diferencia de los

soldados que estoy acostumbrado a ver, son más delgadas y de movimientos

algo serpenteantes; sus brazos largos ondean a sus costados cuando

caminan.

También hay otros a los que nunca había visto, sólo unos cuantos.

Mogadorianos de aspecto joven, más o menos de mi edad, si tuviera que

adivinar. Están vestidos con uniformes en apariencia costosos, no muy

diferentes a los que usan los comandantes mogadorianos.

―Niños nacidos de forma natural ―me explica Ethan, al notar dónde

tengo la vista―. Y varias mujeres de familias de alto rango. Han venido a

verte ocupar tu lugar entre los oficiales.

Sonrío de oreja a oreja, no puedo evitarlo. Se siente tan increíble que

todas estas personas estén aquí por mí, para animarme.

Me doy cuenta de que Cinco es un nombre algo extraño para el más

reciente líder mogadoriano. Es tan… loriense. Me pregunto si debería volver

a utilizar uno de los otros nombres que tuve en el pasado. Bolt. ¿Tal vez

Cody? Sé que Cody no suena muy mogadoriano, pero fui él por mucho

tiempo. Era él cuando Ethan me conoció.

Mientras rodeamos la esquina del pasillo en el que está mi estudio, una

pregunta que nunca antes se me había ocurrido me viene a la mente.

―¿Cómo supiste que era el Número Cinco? ―pregunto.

―¿Qué quieres decir? ―Ethan frunce el ceño.

―Cuando te encontré en tu oficina, hablando con el comandante Deltoch,

antes de que supiera qué estaba pasando, ustedes dos se refirieron a mí

como Número Cinco. Pero, ¿cómo sabían que ese era yo? Sólo había dos

muertos, y los mogs sólo habían capturado a Seis y a Nueve.

Ethan me mira como si fuera la pregunta más estúpida que podría

formular.

―Cuando llegaste a la casa de la playa, solías dibujar en la arena todo el

tiempo ―dice con esa voz tranquila y suave―. Imágenes, historias y

símbolos extraños. Las olas siempre los borraban, pero pude ver algunos

desde la casa.

Por supuesto. Probablemente siempre me estuvo vigilando.

―El único símbolo que pude comprender era el del número cinco.

Me siento estúpido. Con cuánta facilidad me vendí. Me había hecho el

hábito de dibujar en la arena cuando estaba en la isla con Rey, pero siempre

había observado mientras el agua destruía lo que había creado. Creía que

había sido tan cuidadoso, tan astuto.

Así que no sabían qué número era hasta que me reclutaron.

Debo verme infeliz, porque Ethan me posa una mano en el hombro.

―¿Está todo bien, Cinco?

Me encojo de hombros.

―Supongo que quiero saber si los mogs se sintieron decepcionados de

que fuera un número bajo y no, no sé, el Número Ocho.

Ethan arruga el rostro.

―Cinco, te queríamos por ti, sin importar qué número fueras. Vi tu

potencial en cuanto nos conocimos en la playa. Vi tus ansias de todo esto en

tus ojos.

Sonrío un poco.

―Gracias, Ethan.

―¿Esto es por Nueve? ¿Te preocupa que no estés listo para dar el

siguiente paso?

Un par de soldados mogadorianos pasan corriendo junto a nosotros.

Debe haber un incendio que deben apagar, algún prisionero que necesita

que le enseñen una lección, o un comandante de alto rango en necesidad de

un séquito.

―Por supuesto que estoy listo ―le digo.

―Cinco, escúchame. Tienes que hacer esto. Tienes que hacer lo que sea

que te pidan los mogs, mientras signifique que te asciendan a los niveles

más altos de sus filas en la Tierra. No estás haciendo esto sólo por ti, ¿sabes?

Cuento contigo para que me dejes vivir en la casa de la playa otra vez, una

vez que estés gobernando el planeta.

―Deberías seguir tus propias reglas ―le digo con una sonrisa

petulante―. Cuando discutiste con Deltoch…

―Fue estúpido. ―Esboza esa sonrisa de oreja a oreja.

―Vamos, entonces ―le digo―. Estoy listo para terminar con esto.

Más mogs nos pasan corriendo, y de súbito, los pasillos están abarrotados

de soldados. Algunos están gritando, pero no puedo entender lo que dicen,

pues el ruido que hace eco en las paredes y pisos de piedra convierte todo

sonido en un rugido.

―¿Qué demonios pasa? ―grita Ethan.

Y entonces se produce una explosión en algún lugar dentro de la base, y

todo se vuelve una locura.

CAPÍTULO

SEIS

Traducido por Salilakab

Al final del túnel, una pared de fuego bloquea el paso e instintivamente la

empujo con mi telequinesis para evitar que las llamas nos envuelvan a mí, a

Ethan y a los mogs que corren por el pasillo. O bien tengo éxito o el fuego de

todas formas no nos iba a alcanzar, pero cualquiera sea el caso,

permanecemos ilesos.

No puede decirse lo mismo de las personas en el pasillo contiguo.

¿Se rebelaron los prisioneros? ¿Se estrelló en la montaña la nave de

nuestro Amado Líder? ¿O sólo un tipo horrible de accidente?

El sonido de disparos desde algún lugar distante en el complejo descarta

las últimas dos posibilidades.

Estamos bajo ataque.

―Deberíamos buscar protección ―dice Ethan―. Podemos adentrarnos

más en la montaña.

Hago una pausa. Mi ceremonia ha sido arruinada; todo por lo que he

trabajado se fue a la mierda por lo que sea que está pasando en el complejo

ahora mismo.

No dejaré que pase. Esta es mi oportunidad de mostrarle a los mogs de lo

que estoy hecho, que de verdad soy digno de dirigirlos. A la mierda con

matar a un solo garde; liquidaré con una onda telequinética a cualquier

ejército que nos esté atacando. Puede que Setrákus Ra incluso me vea en

acción. Demonios, puede que sea capaz de luchar a su lado.

―No ―le grito a Ethan por sobre el ruido de armas, gritos y botas

golpeando el suelo―. Yo lucharé. Tú busca protección.

Ethan empieza a protestar, pero lanzo mi uniforme ceremonial al suelo y

corro por el corredor, metiendo una mano en mi bolsillo derecho para tocar

el rodamiento de acero. Mi piel adquiere un brillo metálico y mis pasos se

vuelven más pesados; podría volar, pero no quiero ser un blanco flotante

para quien quiera que haya logrado infiltrarse en la base.

Avanzo unos pasos en el corredor siguiente, cuando una ola de aire

caliente me golpea, cargado de olor a quemado. Es difícil ver con todo el

humo y la ceniza, pero entonces comprendo de dónde vienen el humo y la

ceniza.

Los mogs en este pasillo deben haber sido completamente aniquilados.

Quienquiera que nos esté atacando, no lo está haciendo al azar, sino que

obviamente está intentando infringir el máximo daño posible.

Sigo los gritos y disparos trotando por los túneles, pero la combinación

de mi forma metálica y mi costumbre de volar a todos lados hace que mi

ritmo sea bastante lento. Para cuando llego a la vasta sala principal, es fácil

ver la ruta que han escogido los intrusos; hay pilas sobre pilas de cenizas

desparramadas por el gran salón. En el lugar reina el caos absoluto: los

heridos gritan pidiendo ayuda y las bestias monstruosas que han escapado

de sus corrales pisotean a soldados mogs que fueron tomados por sorpresa.

Me detengo para intentar averiguar en qué dirección fueron los atacantes,

cuando me doy cuenta de que hay una forma más fácil para seguir huellas

en la ceniza: hay un montón de pikens corriendo, volando y arrastrándose

hacia un lado del complejo, persiguiendo algo, así que los sigo en dirección a

las celdas de detención.

Celdas de detención. ¿Es un intento de rescate?

Corro el riesgo y vuelo por el corredor que dirige a las celdas. Creo que

escucho a alguien gritando mi nombre a mis espaldas, pero cuando miro

atrás, sólo veo una masa de plumas cuando unas criaturas como aves pasan

aleteando a mi lado.

Así que continúo, y ahí, girando en una esquina al final del pasillo de

detención, se encuentra Nueve, seguido de alguien que he visto con

anterioridad; alguien a quien reconozco por los informes de los mogs sobre

los incidentes en Paraíso.

Número Cuatro.

Los dos garde desaparecen de la vista y se escucha el retumbar de rocas

al caer y agrietarse. Aprieto los puños a los costados. Claro que lo jodieron

todo. Pasé años, años, en una isla desierta sin ni siquiera un saludo por parte

de los otros lorienses, pero vengo al único lugar del que los lorienses

deberían mantenerse alejados, la base militar de sus enemigos jurados, y me

encuentro con dos de ellos.

Una parte de mí se pregunta si saben que estoy aquí, si saben lo que hoy

significaba para mí, y si lo arruinaron a propósito, como una última broma

al patético Número Cinco, el que todos creyeron se iba a pudrir en una playa

desierta.

Un pelotón de mogs llega a lo alto de las escaleras a mi derecha. Me

pasan corriendo mientras yo vuelo por el pasillo, pero el camino por el que

desaparecieron Nueve y Cuatro ahora está bloqueado, luego de haber

colapsado sin duda gracias a los legados de Cuatro o de Nueve.

Pienso a toda velocidad para intentar recordar otra vía en que se conecten

los túneles, y hacia dónde podríamos dirigirlos. A mi espalda se reagrupa

una docena o más de mogs de todo el complejo. Escucho sus conversaciones

mientras intento idear el paso siguiente. Se las han arreglado para capturar a

uno de los intrusos. Es un humano, un adolescente. Los informes dicen que

además de Cuatro, no hay otro asaltante, sin contar a Nueve.

Los prisioneros.

Me giro hacia los mogs e inmediatamente empiezo a ladrar órdenes. Es

mi oportunidad de brillar.

―Ustedes tres ―les digo, gesticulando hacia un grupo de soldados―.

Verifiquen si escapó algún otro prisionero. El resto, vengan conmigo. Les

cortaremos el paso a los intrusos.

Hay duda en sus rostros.

―Miren a su alrededor ―continúo―. Estamos bajo ataque, y soy la única

persona cercana a comandante a la vista. Si no se mueven inmediatamente,

tendrán que responder por su traición ante nuestro Amado Líder cuando

llegue.

Todos asienten a la vez, varios me dan el saludo militar.

Ethan se acerca desde el corredor. Está sin aliento, pero parece

complacido con lo que estoy haciendo. Cuando los mogs se mueven, me

lanza un auricular comunicador y me señala otro que tiene en la oreja.

―En caso de que nos separemos ―me dice.

―Creí que ibas a buscar protección.

―Nah. ―Sacude la cabeza―. Quiero ver si todo ese entrenamiento valió

la pena.

Sonrío y salgo disparado por el aire sobre las cabezas de los soldados

mogs.

―¡Por aquí! ―grito―. ¡No podemos dejar que esos bastaros lorienses

escapen!

Unos cuantos túneles por los que pasamos han colapsado parcialmente

debido a lo que sea que estén haciendo Nueve y Cuatro, pero no importa.

Muevo rocas de allá para acá y vuelo por los túneles. Los mogs se esfuerzan

por mantener el ritmo, pero me muevo demasiado rápido para ellos. Salgo

disparado de corredor a corredor, mientras mi mente intenta

desesperadamente recordar cómo se conectan estos pasajes del tiempo que

pasé explorando, hasta que llego a una bifurcación en los túneles que no

recuerdo. El tiempo es esencial. Si voy a detener a Cuatro y Nueve, tengo

que tomar acción.

Pero no sé adónde ir.

Mis tropas me alcanzan, y divido sus filas por la mitad con una mano,

mientras floto frente a ellos.

―La mitad diríjanse en esa dirección; la otra mitad, síganme, tan rápido

como puedan. No pueden llevarnos mucha ventaja.

Esta vez no vacilan, sólo avanzan. Ethan sigue al otro grupo, y le da unos

toquecitos a su auricular otra vez. Sé que me avisará si encuentran algo en el

otro lado.

Y, por supuesto, eso es lo que pasa unos minutos más tarde.

―Los hemos visto ―la voz de Ethan chisporrotea en mi oído―. Se

dirigen a una pasarela. Intentaremos derribarlos.

―Mierda ―murmuro. Detengo a los mogs que me siguieron. Nos

devolvemos con rapidez y nos adentramos en el otro túnel. El sonido de

disparos de armas mogs rebota en las paredes del corredor. Estamos por

llegar a la pasarela, cuando oigo al oído que Ethan suelta un grito que nunca

antes le había escuchado: un grito primitivo y lleno de dolor.

Acelero hasta que creo alcanzar velocidades supersónicas. Cuando salgo

volando a la caverna de la pasarela, es un manicomio. La mitad del grupo

que envié fue reducida a cenizas. A la otra mitad le faltan miembros o

resultaron heridos por la lava verde y ácida que se acumula bajo la pasarela.

Nueve y Cuatro deben haber utilizado sus poderes para, de alguna forma,

convertirla en un arma.

Me siento estúpido por no haberme dado cuenta de las poderosas

capacidades ofensivas que podría tener la lava, combinada con mi

telequinesis.

Pero me olvido de todo eso cuando veo a Ethan; está mirando su mano

derecha o más bien, el lugar donde debería estar su mano derecha. Ahora no

es más que un tocón, quemado y cauterizado por el flujo de lava verde.

Alza la vista con un ojo muy abierto y lleno de desesperación. El otro está

oculto por un humeante parche de porquería verde. Entonces su ojo bueno

queda en blanco, sus piernas ceden y comienza a caer en picada hacia el lago

de lodo verde de abajo.

―¡No! ―grito, y antes de saber lo que estoy haciendo, salgo volando

hacia él y lo atrapo justo antes de que golpee la superficie burbujeante del

lago verde.

Vuelvo flotando a la pasarela con el cuerpo de Ethan en los brazos. Por lo

menos aún respira; tal vez está en shock. Los mogs de mi grupo me miran,

esperando órdenes.

―¿Qué hacen ahí parados? ―grito―. Atrápenlos.

Y salen corriendo por la pasarela hacia los túneles, a la siga de Cuatro y

de Nueve. Debería ir con ellos, pero no puedo dejar a Ethan así.

Vuelo por los túneles hacia la dirección por la que llegamos, hacia el

pasillo central, donde hay un laboratorio médico que probablemente ya está

atestado de mogs heridos.

Es en el gran salón que lo veo. Es alto, probablemente mide más de dos

metros; es difícil decir con exactitud, desde donde floto por sobre él. Los

mogs supervivientes se alejan de él y hacen reverencias. Tiene el cabello

corto y negro y la piel pálida. Algo en su rostro me recuerda a una gárgola;

tal vez es el tinte grisáceo de su piel, o sus dientes afilados detrás de labios

fruncidos en un gruñido. Tiene una gruesa cicatriz púrpura. Tres pendientes

le brillan en el pecho.

―Nuestro Amado Líder ―susurro.

Él gira la cabeza y sus ojos me taladran. Levanta una mano. Se produce

un chisporroteo azul en mi visión, y de repente estoy cayendo rápidamente.

Mis legados no funcionan. Todo lo que puedo hacer es sostener a Ethan e

intentar posicionarlo para llevarme la peor parte de la caída.

Oigo que mi cabeza rebota en el piso de piedra un segundo antes de que

todo se vaya a negro.

CAPÍTULO

SIETE

Traducido por Salilakab

Despierto en mi habitación, con la ropa sucia del ataque aún puesta. Estoy

ensangrentado, pero no sé de quién es la sangre. Por un segundo pienso que

tal vez lo soñé todo, pero un toque a un bulto adolorido en mi nuca prueba

lo contrario. Miro al reloj. Es pasado el mediodía, pero no tengo idea de si he

estado inconsciente por horas o por días. Me toma unos segundos ordenar

mis pensamientos y darme cuenta de dos cosas: no sé qué le pasó a Ethan, y

Setrákus Ra está aquí. Antes de que pueda comenzar a encontrarle sentido a

todo esto, un explorador mog entra a mi habitación.

―Nuestro Amado Líder lo verá ahora ―dice. Me pregunto cómo supo

que estaba despierto, pero obviamente debe haber cámaras en mi habitación.

Los mogs siempre están vigilando.

―Ethan ―digo. Me duele la cabeza al hablar, y del bulto en mi cráneo

irradian ondas de dolor.

―Nuestro Amado Líder le explicará todo ―dice el mog―. Pero no lo

haría esperar si fuera usted. Está en la central de mando.

De súbito recuerdo cómo me hice la herida en la nuca. Salgo volando de

la cama y floto en el aire, mientras limpio con telequinesis lo alto de un

tocador en mi habitación.

Bueno, al menos mis poderes están de vuelta. Pero, ¿qué me hizo nuestro

Amado Líder para que cayera? No pierdo más tiempo y vuelo a toda

velocidad por los pasillos hacia la habitación en la que espera Setrákus Ra.

Mis pensamientos están teñidos de preocupación. ¿Qué pasó en la base,

exactamente? ¿Nueve y Cuatro se las arreglaron para escapar? ¿Cómo está

Ethan? Y ¿qué pasa con mi puesto en las filas mogadorianas?

Medio espero que el complejo esté sumido en luto y depresión por todas

las pérdidas que sufrimos, porque por lo menos deben haber sido cientos.

Pero es como si nada hubiera cambiado, además de las paredes

carbonizadas y los marcos de puertas destruidos en algunos pasillos. Al

menos mi lado del complejo no parece haber sufrido derrumbamientos,

aunque no sé cuál fue el precio que pagó el resto del lugar luego de que

Cuatro y Nueve lo arrasaran.

Los mogs cumplen sus trabajos obedientemente, y cuando paso, asienten

en mi dirección o me saludan al estilo militar. Algunos se encuentran

arreglando las cosas dañadas durante el asalto; otros limpian las cenizas

apiladas en el piso o en los rincones. Barren a sus muertos.

Dos soldados se hacen a un lado cuando me aproximo a la central de

mando de la base. Irrumpo por las puertas y, por un momento, todos en el

interior se congelan. Hay varios comandantes, todos de pie frente a tableros

digitales en los que se visualizan mapas tridimensionales. Alrededor de la

habitación se exhiben noticias, grabaciones de seguridad y varios otros

videos e imágenes en pantallas enormes. Unos cuantos humanos vestidos

con trajes oscuros se encargan de las consolas, y señalan archivos que

muestran en las pantallas. Comparan fotografías de Cuatro y Nueve

escapando, con unas cuantas imágenes cándidas de gente en restaurantes y

gasolineras.

Y al centro de todo se encuentra la persona más poderosa de la galaxia:

Setrákus Ra, nuestro Amado Líder y el gobernante mogadoriano que guiará

a su pueblo a la continua prosperidad. Apoya el peso en un bastón dorado

con un orbe negro en el mango. Su sola presencia física es impactante, pero

tiene algo más que me intimida. Cuando me mira, es como si evaluara cada

una de mis fallas y me juzgara antes de que yo haya dicho una palabra

siquiera. Me gustaría saber cuál es su veredicto.

Hago una reverencia; no sé qué más hacer.

―Es un honor, mi Amado Líder ―digo.

Él simplemente me observa. Todo el mundo permanece en silencio y

todos los ojos están posados en él, mientras todos se preguntan cuál será su

respuesta.

―Dejen la habitación ―vocifera y, antes de darme cuenta, sólo

quedamos los dos y el ligero zumbido de los computadores y los aparatos

electrónicos.

Hace un gesto hacia una silla grande en el centro de la habitación (el tipo

de silla reservada para la persona a cargo), mientras camina hacia una de las

terminales de computadores.

―Asiento ―me dice.

Me siento, porque sus órdenes son las únicas que importan. De alguna

forma me las arreglo para no hacer miles de preguntas mientras espero a

que hable. Se toma su tiempo estudiando un monitor con la foto de Cuatro.

―Se siente bien, ¿verdad? ―pregunta al fin.

―¿Qué? ―No sé de qué está hablando. Todo lo que siento es un dolor

palpitante en la cabeza y una persistente confusión en la mente.

Se gira hacia mí y sonríe, enseñando sus dientes puntiagudos. Hace un

gesto con la mano y mi silla gira un poco, da una vuelta de 360 grados hasta

que estoy de cara a él.

―Estar en la silla de poder. Te sienta bien, te ves cómodo.

Lo miro fijamente mientras pasan los segundos, intentando asimilar lo

que me acaba de decir. Nuestro Amado Líder piensa que parezco cómodo

con el poder.

―Gracias ―me las arreglo para decir al final.

Hay tantas preguntas pululando por mi cerebro que ni siquiera sé qué

preguntar primero.

¿Cómo se las arreglaron los garde para atacarnos? ¿Dónde está Ethan?

¿Qué significa esto para mi futuro? Así que intento formular una pregunta

que las abarque todas.

―¿Qué pasó?

Setrákus Ra hace una pausa momentánea y se permite una pequeña

mueca antes de lanzarse a explicar.

―Número Cuatro ―dice, y su voz es un murmullo bajo―. Tal parece

que él y un humano conspirador lograron escabullirse en este complejo.

Nuestra mejor conjetura, después de revisar las grabaciones de seguridad, es

que utilizaron un legado para hacerse invisibles durante su infiltración.

Robaron unos cuantos objetos que teníamos almacenadas, mataron a varios

pikens en el proceso, y luego procedieron a masacrar a incontables soldados

mogadorianos (exploradores y otros en entrenamiento), mientras

atravesaban el complejo hacia las celdas de detención. Mataron sin

discreción. Muchos de nuestros invitados fueron asesinados.

Trago con fuerza al pensar en todas las mujeres elegantes y los mogs de

aspecto joven que había visto al pasar por el salón principal, antes de que

todo se convirtiera en una locura. Estaban en el complejo por la ceremonia.

Yo era la razón de que estuvieran aquí.

―Creo que es ahí que te encontraste con los garde, ¿estoy en lo correcto?

¿Mientras los prisioneros escapaban?

Asiento.

―Dirigí a un pequeño grupo de mogs. Intentamos detenerlos.

―Y ¿qué pasó entonces?

―Los túneles estaban bloqueados, así que los perseguí por una ruta

alternativa. En cierto momento nos tuvimos que separar, y el grupo que yo

no lideraba los encontró. Para cuando llegué ahí, la mayoría del grupo había

sido aniquilado.

―¿Y? ―pregunta Setrákus Ra.

―Ethan seguía vivo. Cayó. Lo cogí y lo traje de vuelta al salón principal.

Donde lo vi a usted, y usted… ―Sacudo la cabeza y me llevo una mano a la

nuca―. Caí. ¿Qué me pasó? ¿Qué pasó con Ethan?

―Tus legados son dones que pueden ser arrebatados por aquellos con el

poder para hacerlo. En el caos los bloqueé para que no los utilizaras, pues no

estábamos seguros de qué estaba pasando.

―¿Puede anular mis habilidades? ―pregunto. Parece imposible; perder

mis poderes es una pesadilla que nunca me había imaginado.

―Está dentro de mis habilidades ―replica Setrákus Ra―. Pocas cosas no

son parte de mis habilidades.

Sin mis legados soy tan normal como un humano, aunque no sea de la

Tierra.

¿Los garde saben sobre esto? ¿Lo sabía Rey? ¿O era algún tipo de broma

cósmica que todos debíamos averiguar mientras nos patean el trasero? Casi

me río al pensar en los garde confiados de sus superpoderes, cuando

descubran que su enemigo puede quitarles sus habilidades sólo con mover

una mano.

―¿Y Ethan? ―pregunto otra vez.

Setrákus Ra comienza a pasearse por la habitación. Mi silla gira, de forma

que siempre estoy de cara a él. Debe estar utilizando algún tipo de habilidad

telequinética para darla vuelta. Me pregunto qué otros poderes puede

dominar nuestro Amado Líder. ¿Hay límites para lo que puede hacer? Ha

conquistado planetas. Mis legados, si bien son poderosos, probablemente no

son nada comparados con el alcance de sus talentos.

Se pasea a ritmo lento. Permanezco en silencio. Por fin, se detiene frente a

un computador, presiona unos cuantos botones y el rostro de Ethan aparece

en una de las pantallas. Setrákus Ra se gira hacia mí, frunciendo el ceño.

―Ethan sigue vivo ―me dice, y me inunda una oleada de alivio.

―Qué bien ―exclamo.

―¿Sí? ―pregunta Setrákus Ra―. Dos de los garde escaparon, pero Ethan

vive. Perdimos valiosos activos y nuestros enemigos ganaron un arma

poderosa en Nueve. No lo considero una victoria, ¿y tú?

Hago una pausa. No he procesado nada de lo que ha pasado, o cuáles

podrían ser las repercusiones de mis actos. Fundamentalmente, sé que elegí

de forma incorrecta cuando salvé a Ethan… he estado rodeado de mogs el

tiempo suficiente para comprenderlo. Pero esta es la primera vez que he

tenido que pensar qué tan importante es el puesto de Ethan para los mogs.

Sacudo la cabeza.

―Lo siento, lo sé. Hice algo tonto. Podría haber sido capaz de capturar a

Cuatro y Nueve si hubiera dejado a Ethan atrás.

―Entonces ¿por qué no lo hiciste?

Si ni siquiera he tenido tiempo de considerarlo, difícilmente puedo darle

una respuesta convincente a Setrákus Ra.

―No lo sé. Quiero decir, Ethan siempre ha estado ahí para mí.

―Ethan hace lo que le dicen ―replica Setrákus Ra, inclinándose en su

bastón―. Siento que tengas que oírlo de esta forma, pero toda la amabilidad

y las enseñanzas de Ethan hacia ti, provienen de mí. Seguía órdenes como

mi representante cuando yo no podía estar ahí para ti. ¿Lo entiendes?

Asiento y él continúa.

―A pesar de ser prisionero en esta base, la verdadera identidad de

Nueve sólo era conocida por unos pocos. La mayoría sólo oficiales y unos

cuantos de nuestros mejores científicos.

―Entonces ¿cómo pudo saber la garde que Nueve estaba aquí?

―pregunto.

―No lo sabemos ―contesta él. Entrecierra los ojos un poco, y su rostro

luce adusto―. La respuesta más obvia sería que alguien dentro del complejo

les dijo. Alguien que tuviera acceso a ese tipo de información confidencial.

Comienzo a sacudir la cabeza de inmediato. Sé a dónde va esto.

―No fui yo ―le digo y las palabras se desbordan de mis labios―. Nunca

lo haría. Sé que técnicamente soy uno de los lorienses, pero nunca he tenido

ningún tipo de comunicación con ninguno de los otros. ¡He estado

intentando ayudar a rastrearlos! Revisen mi habitación. Revisen todas las

grabaciones de seguridad y los aparatos electrónicos que tengo. No hay

forma de que supiera siquiera cómo contactar con ellos, mucho menos…

―Relájate, Cinco ―me dice, y su voz no deja espacio para discutir o

argumentar―. No estoy sugiriendo que fueras tú.

Pone énfasis en la última palabra y me sostiene la mirada.

―Usted piensa que fue Ethan.

―Los humanos son una raza complicada.

―Puedo preguntarle ―sugiero―. Me lo dirá. ¿Dónde está?

―¿De verdad sería honesto contigo? ―pregunta nuestro Amado Líder―.

Los mogadorianos siempre hemos sido directos contigo, Cinco; pero Ethan

te engañó durante un año. Queríamos admitirte de inmediato, pero él nos

convenció de que no estabas listo, que no eras lo bastante inteligente para

entrar en razón. Hemos querido que juegues un papel más activo en nuestra

conquista de este planeta, pero él siempre ha dicho que necesitas más

tiempo.

Mis pensamientos vuelven al momento en que tenía a Emma flotando en

el aire y Ethan dijo «No está listo».

Sacudo la cabeza otra vez.

―Pero hemos visto las grabaciones de seguridad del ataque

―continúa―. He visto lo bien que puedes liderar. Sé que estás listo para

avanzar. Creo que es tiempo de que seas asignado a una misión, ¿qué te

parece?

―Sí ―contesto sin vacilación―. ¿Qué puedo hacer por usted?

―¿Sabes de los krauls que viven en las jaulas de aquí, verdad?

―pregunta Setrákus Ra―. O más bien que vivían. Muchos de ellos murieron

en el ataque, y otros aún deambulan por los túneles de este complejo.

―Lo sé.

―Cuando un kraul está herido, ¿sabes lo que le pasa?

Sacudo la cabeza. Nunca he pensado mucho en las criaturitas asquerosas,

sólo para asegurarme de estar lejos de ellas. Los túneles que llevan a sus

jaulas huelen horrible.

―Es devorado por el resto de su manada. Es un simple instinto evolutivo

que ha ayudado a mantener la especie con vida con el paso de los años.

Muchas criaturas terrícolas hacen lo mismo, literal y metafóricamente. Un

animal herido en la manada es un punto vulnerable, un defecto en la

armadura. Y es aún más cierto cuando se trata de especies más

evolucionadas, aquellas que pueden pensar y actuar con inteligencia;

aquellas que poseen información que puede ser utilizada cuando son

débiles.

Intento convencerme de que no está por proponer lo que creo que va a

proponer, pero no puedo. Mi cêpan puede haberme criado para ser un

mentiroso, pero no soy tan bueno.

―¿Va a matar a Ethan, verdad? ―susurro, y luego de formular la

pregunta, de inmediato deseo deshacerlo, como si por pronunciar las

palabras le hubiera puesto la idea en la cabeza, aunque sé que no es el caso.

―Yo no ―dice Setrákus Ra―. Tú lo harás.

Dejo de respirar mientras intento lidiar con lo que acaba de decir. Aprieto

con fuerza el reposabrazos de la silla metálica, y me vuelvo de frío acero; mi

externa actúa descontrolada.

No dura mucho. Setrákus Ra agita una mano hacia mí y de repente,

vuelvo a ser de carne normal.

Su poder es aterrorizante.

―Debes demostrar tu lealtad hacia los mogadorianos con una ofrenda de

sangre. Lo has sabido desde tu primer día entre nosotros. No ha cambiado.

Me siento enfermo, pero intento apaciguar mi estómago lo mejor que

puedo en base a pura fuerza de voluntad. Lo último que necesito es mostrar

debilidad frente a él.

―Quieres ascender en el poder, ¿verdad, Cinco? ―pregunta.

―Por supuesto que quiero ―respondo.

Y es verdad. He llegado muy lejos, no puedo volver a esconderme. Y

ahora que he visto la extensión de las fuerzas mogadorianas, sé que no hay

forma de que la garde tenga una oportunidad contra ellos. Nueve y Cuatro

pueden haber arrasado con varios soldados aquí, pero eso no es nada. Es

una mota del poder de los mogs.

―Has estado estudiando el Gran Libro ―dice mi Amado Líder―. ¿Qué

dice sobre los sospechosos de traición?

―Que deben ser destruidos ―contesto reflexivamente. Intento

retractarme―. Pero no creo que él lo haya hecho.

―¿Puedes decirlo con un ciento por ciento de certeza? ¿Apostarías tu

vida en ello?

Y comprendo que no lo sé por seguro.

―No ―murmuro.

―Ethan es un problema para ti. Es una debilidad que los garde pueden

explotar, y lo harán. No te equivoques. ¿Prefieres que muera noblemente de

tu mano, o que caiga en las garras de los garde? Quién sabe qué le podrían

hacer, ya has visto lo animal que es Nueve. ¿De verdad le deseas ese destino

a Ethan?

―No, por supuesto que no ―contesto.

Mi cabeza es un absoluto lío mientras trato de procesar todo lo que está

diciendo Setrákus Ra. Todo tiene sentido. Cada razón está respaldada por lo

que he estado estudiando, lo que Ethan ha estado enseñándome.

Pero desearía que hubiera otra forma.

Levanto la mirada hacia él. Me devuelve la mirada con esos ojos

juzgadores, como si supiera que una gran parte de mí no quiere herir a

Ethan, mi único amigo. Pero claro, ni siquiera sé si es mi amigo. Tal vez sólo

estaba siguiendo órdenes. Y si tuvo algo que ver con el ataque…

―¿Sabes lo que planeaba hacer en la ceremonia antes de que los garde

asolaran tantas de nuestras fuerzas? ―pregunta Setrákus Ra.

―Iba a hacerme oficial ―respondo.

―Es una manera de decir. ―Estira los labios un poco cuando ve que me

confunde―. Deltoch te ofreció Norteamérica, tu amada Canadá, cuando

tomaste la decisión de entrar en razón y unirte a nosotros. Pero he leído los

informes sobre ti. Te he visto crecer desde lejos. Cuando este planeta caiga,

quiero contar contigo para que gobiernes bajo mi supervisión. Iba a

nombrarte mi mano derecha, Cinco. Mi discípulo.

―¿Quiere que gobierne junto a usted? ―pregunto. La cabeza me da

vueltas.

―En el momento en que completes esta misión, te convertirás en la

segunda persona más poderosa de este planeta. No hay necesidad de

ceremonia, sólo de acción. ―Se acerca más a mí, llega hasta el respaldo de la

silla y me apoya una mano en el hombro―. Ethan es una carga, Cinco.

Debemos lidiar con él si vas a ascender.

Y eso es todo, en realidad. Tengo potencial infinito. Quiero gobernar

junto a nuestro Amado Líder. Por fin podré volver a Canadá, que me gustó

tanto cuando era pequeño; sólo que esta vez no tendré que estar asustado.

Yo seré a quien todos amen y respeten. O teman. Pero para que sea una

realidad, tengo que hacer una cosa. Una cosita.

Tengo que hacerlo.

―Estoy de acuerdo, mi Amado Líder ―digo, pero al fondo de mi mente,

me estoy preguntando si puedo encontrar otra salida, como pasó con Emma.

Sólo necesito algo de tiempo para pensar.

Setrákus Ra sonríe.

―Tienes cuarenta y ocho horas ―me informa―. Debido a que no

estábamos seguros de sus lealtades, lo trasladamos de vuelta a la casa segura

mogadoriana en Miami. Deberías saber dónde está; viviste ahí por un año.

Tenemos ojos en el lugar. No deberías encontrar resistencia exterior. Si no

puedes matarlo, no eres más que otro kraul herido.

No es difícil comprender lo que está insinuando. Fallo en hacer esto, y yo

soy el problema. Terminaré en una celda como Nueve, o peor. De todas

formas matarán a Ethan, probablemente frente a mí. O lo prolongarán por

largo tiempo, desangrándolo lentamente para mostrarme lo equivocadas

que fueron mis acciones.

Pero no soy débil. Yo no soy el problema. Soy potencial y poder infinitos.

Soy el futuro gobernante de este desolado planeta.

Y a pesar de lo mucho que le debo a Ethan, nuestro Amado Líder ha

tomado una decisión. Ethan ya no tiene un lugar aquí. Lo mejor que puedo

hacer por él es asegurarme de que su muerte sea rápida e indolora.

―Te prepararé una nave ―me dice Setrákus Ra. Vuelve al frente de mi

silla y me ofrece su mano. La acepto, y él me pone de pie.

―No hay problema ―le digo―. Puedo llegar ahí por mis medios.

CAPÍTULO

OCHO

Traducido por Klevi

Entre Virginia Occidental y mi destino en Miami hay casi dos mil

kilómetros. Podría ir en avión o en nave ―de hecho, no puedo esperar para

ver qué tipo de naves de guerra y transporte tienen los mogadorianos que

yo no haya visto― pero elijo ir solo. Elijo volar hasta allí por mis medios, en

parte porque sé que volar tal distancia será un buen entrenamiento, y en

parte porque necesito aclarar la mente y enfocarme en la tarea que debo

realizar, y sé que no seré capaz de hacerlo si hay otras personas a mí

alrededor.

Además, he estado viviendo en la base con miles de personas desde hace

meses, siempre bajo escrutinio. Me vendría bien un poco de tiempo a solas.

Setrákus Ra accede a dejarme salir sin ningún tipo de ayuda; ni siquiera

me obliga a llevar un dispositivo de rastreo o un comunicador, sólo me

desea suerte y le ordena a uno de los científicos que me dé un traje de

material ligero, que se adapta a mí como una segunda piel. Lo llevo bajo la

ropa para combatir el aire frío de las alturas.

No estoy seguro de qué es exactamente lo que va a ocurrir después, así

que guardo mi cofre loriense en una bolsa de lona y me la cuelgo a la

espalda. No quiero dejarlo atrás.

Y entonces me pongo en camino.

Me quedo por encima de las nubes para que nadie pueda verme desde la

tierra, y para que no haya insectos estrellándose constantemente contra mi

rostro. Veo un par de aviones de vez en cuando, pero simplemente cambio

de dirección y pongo algo de distancia entre nosotros. Por lo demás, soy sólo

yo y el cielo… y mis pensamientos.

Tengo casi dos mil kilómetros para convencerme de matar a Ethan.

Porque, a pesar de la fachada de cuando me ofrecí para compensar a mi

Amado Líder, gran parte de mí aún necesita persuasión.

La conversación con Setrákus Ra se repite una y otra vez en mi cabeza,

mientras trato de recordarme constantemente que ir a Miami es lo que tengo

que hacer, que no puedo dar un desvío a la derecha y dirigirme hacia el

Medio Oeste o a Canadá.

Quiero ser la mano derecha de nuestro líder. Quiero gobernar. No quiero

volver a esconderme, donde nunca me he sentido seguro y donde no puedo

alardear de mi poder, sobre todo ahora que el hechizo parece estar roto.

Soy mortal. Pueden herirme y puedo morir. Aunque quisiera traicionar a

los mogadorianos, de ninguna forma me dejarían vivir.

La ruta que tomo hacia Miami está cerca del sendero de los Apalaches

que recorrí con Rey cuando yo era tan sólo un niño, cuando su tos empezó a

empeorar y recorrimos Estados Unidos hasta llegar a las islas. Es probable

que no me hubiera percatado si Ethan no me hubiera mostrado hace poco un

mapa de ese viaje.

Pero cuando era un niño en esos senderos, avanzábamos con lentitud, y

temía todo el tiempo que en cualquier momento pudieran aparecer los

mogadorianos para secuestrarme. Es casi divertido verlo desde donde estoy

ahora, volando a súper velocidad y no de los mogadorianos, sino por ellos.

Por primera vez en lo que parecen semanas, pienso en Rey en serio. Esa

parte de mi vida ya parece tan distante y alejada, como si hubiera sido un

sueño extraño del que repentinamente desperté un día. Me pregunto qué

diría si supiera lo que estoy haciendo. No es que Rey no fuera un asesino.

Pienso en todo los animales que masacró para que pudiéramos comer y

sobrevivir cuando vivíamos en la isla, o incluso en las serpientes que

decapitaba sólo para asegurarse de que no nos atacaran. Y me doy cuenta,

por primera vez, de que Rey mató otras cosas también. Gente.

Mogadorianos. Cuando los mogs nos encontraron en Canadá ―cuando me

escondí en un árbol, aterrorizado de que el coco del que Rey siempre

hablaba hubiera venido a llevarme―, él los mató. Los convirtió en ceniza

justo frente a mí y yo nunca había pensado que fuera algo malo, porque él

siempre me había dicho que eran malvados. Los mató sin pensarlo dos

veces, porque pensó que eran una amenaza.

Es parecido a lo que estoy haciendo, ¿verdad? Tal vez Rey hubiera

entendido completamente la misión en la que estoy.

Me pregunto si habría entrado en razón si no se hubiera enfermado, si se

habría sentado a hablar con los mogs en vez de seguir a ciegas las órdenes

lorienses de destruirlos.

Me detengo en algún lugar cerca de Georgia para descansar y recargar

energías con un par de hamburguesas. Los mogs me dieron un fajo gordo de

billetes para que lo utilizara en caso de que necesitara refugio por la noche,

pero la adrenalina me recorre las venas, así que vuelvo al cielo.

Tengo que concentrarme.

¿Cómo voy a hacer siquiera lo que tengo que hacer?

Supongo que lo más fácil sería usar telequinesis. Simplemente podría

quebrarle el cuello a Ethan en cuanto lo viera. Ni siquiera tendríamos que

hablar, nunca lo vendría venir.

O podría lanzarlo al cielo y luego al mar. O podría usar mi externa y

convertirme en una espada caminante. Comprendo que esto podría resultar

de un millón de formas diferentes, pues existen un millón de formas

diferentes para matar, y me pregunto cómo se supone que decidiré un final

perfecto que sea humano, indoloro y honorable. ¿Cómo podré hacerlo?

Me pregunto si Ethan de verdad estuvo involucrado en el ataque a la

base. No quiero creer que es posible, pero podría serlo y supongo que eso es

todo lo que importa. Esa pequeña fracción de duda es del tipo que debe ser

eliminada, al igual que los enemigos de Mogadore, tal como dice en el Gran

Libro.

No es como si fuera mi decisión. Setrákus Ra ha decidido el destino de

Ethan. Va a morir sin importar si yo lo mato o no. Si no lo hago yo, entonces

¿quién? ¿Lo encerrarán en una celda por un tiempo? ¿Lo torturarán? No

quiero que pase por eso.

Estoy haciendo lo correcto.

Es casi medianoche cuando llego a la casa de la playa, y a este punto

estoy completamente agotado.

El lugar es tan agradable como recuerdo. ¿Hace cuánto tiempo lo vi por

primera vez? ¿Un año y medio? ¿Dos años? Supongo que no mantuve un

registro del tiempo cuando estuve aquí. Pero volver a ver la casa por

primera vez en meses me produce un vuelco en el estómago. Es una

sensación extraña, una a la que no estoy acostumbrado.

Es como volver a casa.

Floto en el aire sobre el portón frontal y me digo que no es muy tarde,

puedo darme la vuelta e irme. Pero, aún mientras lo estoy pensando, mis

pies tocan el suelo, mi dedo presionan el timbre y otra voz en mi cabeza dice

«Esta es la única forma y cuando esté hecho, tú mandarás en este lugar».

Una sirvienta abre la puerta, una criada que no recuerdo, pero ella debe

reconocerme porque jadea cuando me ve, y luego desaparece en el interior

de la casa. Se oye una conmoción en la sala de estar, y entonces Ethan sale

arrastrando los pies.

Ha cambiado tanto en el pequeño lapso de tiempo desde que lo vi por

última vez. Le amputaron el brazo derecho sobre el codo, y lo tiene envuelto

en algodón blanco. Tiene un vendaje en el lado derecho de la cara y del otro

lado, una mancha oscura amenaza con sangrar. Sabía que su ojo estaba mal,

pero parece que la lava verde le corroyó la mitad de la cara. Cuando me ve y

trata de sonreír, termina haciendo una mueca e imagino las heridas más

grotescas imaginables bajo toda esa gasa y algodón.

«Hazlo ―pienso―. Ahora es el momento. Termina con esto, termina

ahora mismo».

Pero él habla, y no puedo hacerlo.

―Sé que no queda mucho que mirar ―me dice.

―Sólo me alegro de que estés vivo ―le digo, y mientras las palabras

salen de mis labios, sé lo ridículas que son, pero no puedo detenerlas. Es

como si mi mente estuviera funcionando en piloto automático, y me hiciera

decir cosas que diría una persona normal. Sólo estoy fingiendo. Sólo estoy

mintiendo.

―Estaba preocupado… No recuerdo mucho de lo que pasó. Cuando

desperté, estaba en un helicóptero mog. Me trataron con algo que

contrarrestó lo que sea que me hiciera la cosa verde, pero… ―Levanta lo

que queda de su brazo derecho―. Con lo avanzada que es su medicina, el

daño ya estaba hecho. Aunque me dijeron que estabas bien, que tú me

salvaste de caer al lago verde.

Asiento.

―Pero los atacantes escaparon, ¿verdad? ―pregunta.

―Sí, escaparon.

Ethan se ríe un poco y sacude la cabeza, aunque yo no creo que esto

tenga algo de gracioso. Luego su rostro se vuelve serio por un segundo.

―Es una lástima ―dice, con la voz más sombría que le haya escuchado

alguna vez.

Simplemente asiento. Él entrecierra su ojo bueno mientras me estudia.

―Tienes tripas de bicho en los hombros, y tienes el cabello todo revuelto.

Dime que no volaste solo hasta aquí.

―Fue buen entrenamiento ―comento.

―Jesús. ¿Quién te obligó a hacerlo?

―Nadie, yo lo sugerí.

Ethan asiente un poco.

―Has superado a todos tus maestros ―dice en voz baja.

―Estamos a punto de comenzar la siguiente etapa de mi misión ―le

cuento―. El fin del juego está por comenzar. Tengo unas cuarenta y ocho

horas antes de que tenga que volver. Bueno, menos que eso ahora. Tengo

poco más de un día.

Las palabras siguen derramándose, porque una parte de mí quiere parar.

Tal vez porque sé que tan pronto termine mi misión, todo sucederá muy

rápido. Y a pesar de lo preparado que estoy para asumir mi lugar junto a

nuestro Amado Líder, quiero saborear mis últimas horas en la tranquilidad

antes de la tormenta.

O tal vez, y probablemente, es porque Ethan de verdad es mi debilidad.

Además, verlo aquí en la casa en la que me acogió y entrenó es demasiado, y

no puedo pasar por lo que debo hacer. No aún.

―Te ves cansado. ―Ethan sonríe lo mejor que puede con el vendaje―.

Tu antigua habitación está vacía. ¿Qué te parece si nos ponemos al día

durante el desayuno? Estoy seguro de que han pasado muchas cosas desde

el ataque. Te quedarás aquí, ¿verdad?

―Sí ―contesto―. Por una noche, nada más. Sólo vine a despedirme.

CAPÍTULO

NUEVE

Traducido por Yann Mardy Bum

Aunque estoy abrumado por la nostalgia de estar en mi antigua habitación,

quedo inconsciente en cuanto mi cabeza toca la almohada, todavía

completamente vestido. A pesar de que soy muy bueno volando, quedé sin

nada de energía. Sin embargo, no entro en un sueño reparador ni profundo.

Me despierto varias veces durante el transcurso de la noche con un sudor

frío, hasta que finalmente, la última vez que me despierto, digo al diablo y

me levanto.

Está oscuro afuera, pero hay un atisbo de luz desde la playa. En el

armario de la habitación encuentro un montón de mi antigua ropa. Me

cambio y me pongo una sudadera clara con capucha que me queda

demasiado grande. No quiero despertar a nadie más ―especialmente a

Ethan, con quien tendría que conversar― así que abro la ventana de la

habitación y salgo. Llevo mi cofre conmigo y floto por la orilla del mar. En

realidad, sólo necesito una de las cosas, pero catalogar el contenido del cofre

siempre me ayuda cuando necesito concentrarme. En la playa, me saco las

zapatillas y me remango los bordes del pantalón. Del océano viene un

mínimo de aire frío. La arena se siente fría entre mis dedos cuando entierro

los pies.

Ha pasado mucho tiempo desde que tuve los pies en la arena.

El sol naciente se siente diferente en Florida que en Virginia Occidental.

Tal vez es porque he pasado mucho tiempo a cubierto y últimamente no lo

he sentido sobre la piel. Dejo el cofre a mi lado en la playa, lo abro y

revuelvo sus contenidos. Encuentro lo que buscaba y luego paso los dedos

sobre el resto de objetos, hasta que saco el archivo sobre Nueve que Deltoch

me dio hace un tiempo. Las notas están hechas jirones y se caen a pedazos,

después de haberlas doblado y desdoblado una y otra vez.

Las leo para recordarme que si bien los mogs me reconocen por lo que

soy, la garde no. Que mi futuro es de gobernante, no de sirviente de un

montón de viejos lorienses muertos que me enviaron a la Tierra en una

misión imposible.

Leo las páginas para darme valor, para que mi sangre siga bombeando y

para que mi furia sea abrasadora. Para estar listo para lo que voy a hacer. Lo

que tengo que hacer. Sólo una cosa y el mundo será mío, todo el poder que

podría desear.

En algún lugar a mi izquierda, las gaviotas graznan.

Gran parte de mi vida quise escapar de una isla desierta. Quería entrar a

la acción, estar en el ojo del huracán, en ciudades y en batallas. Pero ahora,

aquí sentado, deseo por un momento poder desaparecer y convertirme

nuevamente en una mancha anónima en el mapa; no para siempre, sólo por

un día o dos. Por mucho que odiaba esa isla, al menos había paz al no tener

a nadie alrededor ni nada qué hacer.

Pero entonces aparece Ethan y el momento pasa.

―Buenos días ―me saluda.

―Hola ―respondo, tirando de las mangas de mi sudadera hasta taparme

los dedos―. Te despertaste temprano.

―Quería ver el amanecer ―me dice, mirando hacia el océano―. No he

visto uno en mucho tiempo. Es más hermoso de lo que recuerdo.

El vendaje de su rostro parece nuevo, y la manga derecha de su camisa

blanca está enrollada hasta el codo.

Nota mi mirada y se enoje de hombros.

El viento aumenta y se lleva los papeles que tenía en la mano. Pego un

salto y corro tras ellas por instinto, hasta que me concentro en las páginas

dispersas y las traigo nuevamente hacia mis dedos por medio de

telequinesis. Aun cuando tengo todas las páginas en mi mano, sigo dándole

la espalda a Ethan.

Pienso en todas las cosas que ha hecho por mí todo el año. No puedo

evitarlo, a pesar de ser el último lugar al que quiero que vaya mi mente. Me

ayudó a entender mis legados, me entrenó, me alimentó.

Actuó como el cêpan que siempre quise tener. Como un amigo.

Pero claro, esas eran sus órdenes.

Escucho un clic, y cuando me doy vuelta, mi cofre está cerrado. Ethan se

encuentra frente a él.

―No querrás que le entre arena a esas importantes reliquias lorienses.

Asiento.

Sonríe tanto como puede; su sonrisa de siempre.

Me pregunto por un momento si hay otra manera de salir de esta. Tal vez

podría entregarle el cuerpo de otra persona a los mogs y fingir que es Ethan.

Pero ellos lo sabrían, ¿o no? Sin duda me están vigilando. Además, ¿de

dónde podría conseguir el cuerpo de otra persona?

Tengo que pensar en mi futuro. Pensar en lo que pasará si no cumplo.

―¿Cómo te sientes? ―pregunta―. ¿Emocionado de salir del complejo

por un tiempo? Estás en el umbral de una nueva vida.

―Sí ―digo, tratando de impregnar mi voz con algo de sentimiento―. No

puedo esperar.

No digo nada por un rato. Me percato de que no me ha preguntado qué

voy a hacer ahora que Nueve ha escapado y que mi derecho de acceso ha

desaparecido, o cómo van a contraatacar los mogs. Ni siquiera me ha

preguntado sobre el ataque al complejo, o si conocí a Setrákus Ra.

―¿Tienes hambre? ―pregunta.

―No en realidad.

Vuelvo a pensar en la primera vez que hablamos a solas, frente a una

enorme mesa de comida. Me llené con platos elaborados mientras él me

hablaba de lo bien que estaba haciendo mi trabajo como ladrón de poca

monta. Me dijo que le recordaba a su hermano, que también fue un ladrón

callejero, pero que no había sobrevivido. Sin embargo, a diferencia de su

hermano, yo tenía potencial y habilidades increíbles. Y me sentí mal por

Ethan, pero también me sentí muy bien por mí, por nosotros, como si

tuviéramos un vínculo inherente. Así que en esa misma conversación,

cuando me llamó «el futuro», lo escuché.

Me doy cuenta de que toda la historia sobre su pasado probablemente era

una mentira.

―¿Qué le paso a tu hermano? ―le pregunto.

―¿Qué hermano? ―Ethan parece desconcertado.

Y eso es todo lo que necesito oír. Todo lo que necesito es un recuerdo de

todas las formas en las que me ha manipulado, como dijo Setrákus Ra. Me

contó mentiras desde el principio para ganarse mi confianza y utilizarme.

Cada palabra que me haya dicho alguna vez debe ser examinada y

verificada con hechos.

Ethan no es mi amigo. Es sólo un humano que quería estar del lado

bueno del poder. Es mi debilidad, lo que tiene que ser extirpado de mi ser.

El enemigo insignificante que debe ser sofocado para que no pueda infectar.

Veo que Ethan trata de conectar los puntos mentalmente y, de repente, en

su rostro se forma una sonrisa triste.

―Oh ―dice. Y eso es todo.

Me acerco a él, y mis pies se hunden en la arena a medida que avanzo.

Me sonríe, pero no es la sonrisa estampada que tiene por lo general; de

alguna manera, esta es más auténtica.

Cuando estoy apenas a unos centímetros de él, extiende los brazos.

―Vas a ser tan buen líder ―me dice―. Estoy tan orgulloso de ti, Cinco.

Lo abrazo. Sus brazos me rodean y me da una palmadita en la espalda.

Deja escapar un suspiro largo y lento y comienza a decir algo. Lo

interrumpo antes de que lo haga. No puedo soportar oírlo decir otra cosa.

―Ethan, de verdad lo siento, pero es lo mejor.

Siento que su cuerpo se tensa cuando la espada sale de la funda en mi

antebrazo, entra por su espalda y se desliza entre las costillas; un golpe de

suerte. Luego, la espada se retrae nuevamente a la manga de mi sudadera.

Termina en un instante.

Me alejo de él. Está congelado, probablemente en shock. Una mancha de

un color rojo profundo florece en todo el lado derecho de su pecho, donde la

punta de la espada debe haber salido por la piel. La sangre gotea por mi

brazo desde la funda escondida y corre por mi mano derecha antes de caer a

la arena.

―Se terminó ―murmuro, más para mí que para Ethan. Probablemente

no le está prestando demasiada atención a lo que tengo que decir. Su ojo

sano se llena de lágrimas, pero no sé si son por mí o por sí mismo. Parpadea

una vez y luego cae a la arena con un ruido sordo. Desearía que fuera un

mog, así al menos su cuerpo se convertiría en cenizas y desaparecería.

Pero esto será lo último que deseo. Desde ahora, todo lo que quiera, lo

tendré. Lo tomaré. Porque les ofrecí a los mogadorianos un sacrificio, y

ahora los voy a gobernar. Y también a los humanos.

Esto era necesario. Tenía que hacerse.

Esto es lo que pienso mientras camino hacia el océano a lavarme la

sangre de Ethan de las manos.

En algún lugar escucho un helicóptero acercándose. Obviamente, los

mogs han estado observando todos mis movimientos.

CAPÍTULO

DIEZ Traducido por PauEchelon

Soy el Número Cinco: la mano derecha de Setrákus Ra.

El comandante Deltoch está en el helicóptero que aterriza junto a la casa en

la playa. Tiene su habitual ceño fruncido, pero me da el saludo militar

cuando me acerco, algo que nunca había hecho. Técnicamente soy su

superior ahora que he completado la misión. Debería estar emocionado,

pero en vez de eso, sólo me siento un poco entumecido. Probablemente es lo

mejor; nadie obedece a un superior sonriente.

Me pregunto si mi expresión se parece a la de Deltoch. Me pregunto si

también tuvo que demostrar su valor en el pasado con el fin de convertirse

en comandante.

Tomamos el helicóptero hacia una base en los Everglades que los mogs

instalaron para que la use como me parezca, hasta que decida dónde quiero

que se encuentre mi central de mando. Deltoch me dice que a nuestro

Amado Líder le hubiera gustado estar con nosotros en persona, pero que

está ocupado interrogando al humano que capturaron durante la infiltración

de Cuatro en la base, en caso de que le puedan sacar información

importante. Después de felicitarme por mi ascenso, Deltoch me entrega el

uniforme de oficial mogadoriano.

Ahora oficialmente soy uno de ellos.

En el transcurso de las siguientes semanas, divido mi tiempo entre

sesiones informativas sobre la Expansión Mogadoriana y en visitar bases

mogadorianas en otras partes del país, en Sudamérica y en Centroamérica.

Deltoch me acompaña; parece que va a ser mi sombra por un tiempo,

mientras me enseña cómo se controlan y manejan las filas mogs. Me está

enseñando el oficio.

En cada base me presentan como el oficial de más alto rango en el

Imperio mogadoriano, superado sólo por nuestro Amado Líder. Estoy de pie

en el escenario en frente de miles de tropas que me dan el saludo militar y

gritan mi nombre, preparados para luchar por mí, para defenderme o para

morir por mí si es eso lo que les pido.

Apenas puedo escuchar mis pensamientos sobre todos los vítores. Yo

tengo el poder ahora. Pronto, el mundo entero me conocerá como su

superior.

Y los garde también me conocerán.

La verdad, ya no tengo momentos de descanso, y cuando los tengo,

normalmente los dedico a repasar los mismos hechos que ya están

arraigados en mi cerebro: puedo ser el discípulo oficial de Setrákus Ra, pero

eso sólo significa que quiero impresionarlo aún más. Además, mantenerme

ocupado leyendo archivos de la garde e informes de bases de todo el mundo

significa que mi mente está tan absorta con estrategias y tácticas, que no

tengo tiempo para pensar en Ethan, o lo que le pasó a su cuerpo, o la marca

de sangre que apareció en el frente de su camisa después de alejarme de él

en la playa.

No puedo permitirme pensar en él. No puedo tener ninguna debilidad.

Es seguro que Seis y Cuatro han estado trabajando juntos. Así que

cuando nuestras fuerzas en España informan de que Seis los atacó y tomó a

otro posible garde bajo su protección, tenemos que asumir que es Siete u

Ocho. Eso sólo nos deja a un garde con paradero desconocido, aunque es del

todo posible que Cuatro y los otros ya lo (o la) hayan encontrado y se las

hayan arreglado para mantenerlo oculto de nosotros. No me sorprende que

se hayan unido. Siempre fue uno de mis miedos: que estuvieran trabajando

en equipo, sin mí. Me pregunto si fueron al Caribe por fin y si encontraron

mi pequeña choza.

No importa. Ya no tengo miedos.

No es hasta que algo sucede en una de nuestras bases en el suroeste que

Setrákus Ra me revela su plan.

Es el momento de encontrarme con mis compañeros lorienses. Voy a

infiltrarme en sus filas y aprenderé sus secretos. Después dividiré el grupo

para que cuando los mogs aparezcan, estén debilitados y los tomen por

sorpresa. Aquellos que sean inteligentes se unirán a nosotros y vivirán en el

paraíso. Aquellos lo bastante tontos como para darle la espalda a la razón,

morirán. Divide y vencerás. Una estrategia simple y eterna como se

demuestra en los libros de guerra que he estudiado.

La única parte del plan que nuestro Amado Líder no ha terminado, es

cómo podría dividir a los garde. Pero yo pensé en un buen plan: mi cofre.

Guarda artículos poderosos, aunque aún no he descubierto cómo usar la

mayoría de los objetos. Nuestros cofres son importantes para el futuro de

Lorien, por lo que si digo que el mío está en otro lugar y lleno de todo tipo

de artículos útiles, que tuve que ocultarlo o arriesgarme a que me lo

quitaran, podría conseguir que algunos garde me escolten en una misión

para recuperarlo.

Tal vez puedo conseguir que Nueve venga conmigo y mostrarle que no

soy más débil que él en ninguna forma.

Y así es como me encuentro flotando sobre la densa vegetación y las

aguas espumosas de los Everglades a altas horas de la noche, buscando el

perfecto lugar aislado para esconder mi cofre y traer a la garde. Lo bastante

lejos como para que no descubran la base mogadoriana, pero lo bastante

cerca para que pueda pedir refuerzos si es necesario. Si hacen oídos sordos

cuando intente hacerles entrar en razón.

Me tomo mi tiempo y me aseguro de que encuentro un lugar que pueda

localizar fácilmente, así que dejo a mi nuevo equipo de seguridad y a las

tropas mogs de repuesto atrás. Voy solo a enterrar mi cofre.

Después de dar vueltas en la oscuridad durante una hora o así, desciendo

en una islita fangosa escondida, pero con fácil acceso en bote. Un árbol

gigantesco crece en el centro. Las nudosas raíces de la planta aparecen en

varios lugares de la isla y en las aguas poco profundas a su alrededor. Es un

poco escalofriante y totalmente fácil de localizar desde el aire.

Me gusta.

Aterrizo y me estiro un poco antes de ponerme a trabajar. Veo

movimiento por el rabillo del ojo. Me doy la vuelta y extiendo una mano,

listo para atacar con telequinesis a quienquiera que deambule cerca de mí,

pero sólo es un caimán a la deriva, con la cabeza medio sumergida en el

agua, mirándome con sus ojos negros; soy el intruso.

Se me ocurre que este cofre puede necesitar un guardián mientras no

estoy. Me pregunto si puedo enviar a un piken para mantenerlo a salvo.

Demonios, he escuchado que los científicos mogadorianos de otras bases

han estado experimentando con animales terrícolas y lorienses. Tal vez

puedan crear algún centinela completamente nuevo para el lugar. Quizá

incluso pueda diseñar a mi propia criatura.

Con unos cuantos golpes telequinéticos poderosos, cavo un gran agujero

en el suave lodo de la isla. Abro mi cofre para darle un último vistazo y hago

un inventario mental. Mantengo la espada conmigo, en mi brazo, donde

siento que pertenece. Es un peligro oculto completamente indetectable desde

la superficie.

Y entonces lo veo. Algo extraño y pequeño escondido bajo los otros

objetos del cofre. Un trozo de papel color crema con mi nombre, doblado en

un pequeño rectángulo. Reconozco la letra inmediatamente.

Ethan.

El hecho de que haya algo en mi cofre que yo no puse allí no tiene

sentido. No hay manera de que Ethan haya podido dejarlo ahí. La única vez

que pudo haberlo hecho…

En la playa. El día que lo maté. Con todos los recorridos por bases y

sesiones informativas, no he revisado los objetos de mi cofre desde que todo

pasó.

Trato de organizar lo que esto significa. Las palabras de Ethan resuenan

en mi cabeza. «Siempre están vigilando». Debió querer asegurarse de que

fuera la única persona que viera lo que sea que está en esta nota.

Otra cosa me aguijonea la mente. Ethan me había visto revisar mi cofre

un montón de veces, me había ayudado a catalogar su contenido. De seguro

se había dado cuenta de que faltaba la vaina de muñeca el día que lo maté.

Que yo la llevaba puesta.

Me da un vuelco el estómago.

Desdoblo la nota y la leo.

Cinco:

Cuando leas esto, probablemente estaré muerto… muy posible por tu mano.

Asumiendo que eso es cierto, no me avergonzaré diciéndote que no te

sientas molesto por ello. Estaba viviendo con tiempo prestado entre los

mogs, de todos modos. Seguramente has visto qué les pasa a aquellos que

pierden su utilidad. Y seamos sinceros, yo ya no estaba en plena forma. Al

menos al matarme has demostrado tu lealtad, así que no te harán a un lado

muy pronto. (Por favor, no pienses en mí como un mártir. Si hubiera

habido alguna oportunidad de poder escapar de los mogs para siempre, la

habría tomado.)

No siempre he sido un mentor perfecto para ti, pero te voy a dejar una

última lección: no permitas que otros piensen por ti. Sé que probablemente

suene raro viniendo de mí, pero ahora no tengo nada que perder. Debes

cuestionarte todo lo que te digan los mogs, cuestiónate todo lo que te he

dicho. Todo lo que los mogs te han dicho o dado sirve a un propósito: el de

mantenerte luchando por ellos. ¿Los archivos de Nueve, por ejemplo?

Estaría dispuesto a apostar casi todo a que esas notas venían de alguien

como Deltoch y no del cêpan de Nueve.

El mejor tipo de prisionero es el que no sabe que está en prisión.

Recuerda que eres poderoso y que tus habilidades sólo están al servicio

de un amo: tú. Hice todo lo que pude para aguantar en este mundo. Espero

que tú también lo hagas, pero que tengas más éxito que yo. La

supervivencia lo es todo, Cinco. Nunca pongas a nadie por sobre ti, ni

siquiera a Setrákus Ra.

Haz todo lo posible para seguir con vida, y no lamentes nada.

Tu amigo,

Ethan.

P.D. Tuvimos una buena racha, ¿no?

Respiro con pesadez; siento como si hubiera un agujero en mi pecho que

no debería estar ahí.

Ethan lo sabía. Sabía que iba a matarlo, y dejó que pasara.

Maté a mi único amigo.

Lo maldigo, porque me reclutó, se hizo amigo mío, me hizo preocuparme

por él y después dejó que lo matara. Porque ya no está aquí para guiarme y

probablemente no tenía nada que ver con el ataque a la base si se sacrificó

por mi ascenso. Y porque si tan solo me hubiera dicho que sabía lo que

pasaba cuando aparecí en la casa de la playa, podríamos haber pensado en

algo más.

Me pregunto si tenía razón al decir que no estaba preparado para todo

esto cuando estábamos en el claro del bosque con Emma. Por un momento,

me pregunto si estoy listo para mi nuevo puesto como la mano derecha de

Setrákus Ra.

Pero no hay otra manera. Mi mejor oportunidad de supervivenci es con

los mogs. Ethan lo sabía, y yo también lo sé. No hay manera de que la garde

pueda luchar contra ellos. Un puñado de adolescentes contra un ejército…

sólo un tonto elegiría estar de su lado. Y para mantenerme en gracia con los

mogs, tuve que matar a Ethan.

La supervivencia del más apto.

Entonces, ¿por qué siento como si tuviera el pecho en un tornillo de

banco?

La espada en mi brazo de repente se siente pesada y constrictiva. Me

arranco la vaina y la tiro en el cofre, después lo tiro todo al suelo. Me guardo

la nota de Ethan en el bolsillo. Luego uso mi telequinesis para cubrirlo todo,

llenando de arena el agujero. El acto se siente tan familiar, y después me

percato de que ya he enterrado cosas con mi legado. Cuando estaba en la isla

y Rey murió, cavé y cubrí el suelo igual que ahora. Y entonces pienso en el

último consejo de Rey: «Haz lo que sea para sobrevivir».

Es extraño lo similares que son sus palabras a las de Ethan. Claro, Rey

probablemente quería decir que tenía que sobrevivir por Lorien, pero el

principio básico es el mismo.

Me pregunto cómo me metí en esta situación con dos guardianes

muertos. Me sigo diciendo una cosa: «esto no es mi culpa». Sólo estaba

haciendo lo que Ethan hubiera querido, sobrevivir agradando a los mogs. Si

es de alguien, es su culpa.

No, no de Ethan. Esto es la culpa de Nueve. Y de Cuatro. Si no hubieran

aparecido, podría haber llevado a cabo la ejecución de Nueve como estaba

planeado, y nada de esto habría pasado. Nueve estaría muerto, Ethan estaría

vivo y Setrákus Ra me estaría coronando como su mano derecha porque

habría matado a uno de los lorienses. Pero los garde me arruinaron la

oportunidad, y ahora todo se fue a la mierda.

La imagen de Nueve que tenía en mi estudio está tan grabada en mi

mente que puedo visualizarla claramente, incluso mientras estoy sudando

sobre un agujero recién tapado en medio de los Everglades. Centro en él la

cólera que burbujea en mi interior. Va a pagar por lo que me ha obligado a

hacer. De alguna manera. De algún modo. Con suerte, los otros garde

entrarán en razón, pero él no. Y eso está bien conmigo.

Lo veré muerto.

Busco en mi bolsillo y saco el rodamiento de metal que Ethan me dio

para practicar. Un regalo. Está frío al tacto, y me concentro en él, intentando

apagar mi cerebro tanto como pueda, intentando pensar en cualquier otra

cosa excepto en que he asesinado quizás a la única persona que de verdad

estaba cuidando de mí. A medida que mi cuerpo adquiere las propiedades

del rodamiento, me empiezo a calmar un poco. Mi piel se vuelve dura. Soy

intocable. Hay algo cómodo en convertirse en acero, en algo frío e

irrompible.

No tengo tiempo para sumirme en la tristeza. No tengo tiempo para la

compasión o el arrepentimiento. Al día siguiente, nuestro plan entra en

acción.

Empieza con un campo de maíz.

Vuelo por sobre él y con mis poderes telequinéticos, aplano el maíz en

forma de mi símbolo loriense, el que está grabado en mi cofre. Vacío dos

latas gigantes de gasolina en la vegetación aplanada. El maíz está húmedo

por una tormenta reciente, pero es perfecto; sólo significa que mi símbolo

arderá solo por un tiempo antes de que se encienda el resto de la cosecha

húmeda.

Echo un vistazo a mí alrededor. Está oscuro. No hay nadie aquí excepto

yo, el maíz y las granjas que informarán del fuego tan pronto lo encienda.

Deslizo la mano en el bolsillo interior de mi uniforme negro de mog y saco

la carta que Ethan me dejó, junto con las notas dobladas sobre Nueve. No

puedo aferrarme a la carta.

Independientemente de su contenido, llevar por ahí una nota que Ethan

me dejó sería un signo de debilidad, y se supone que no tengo debilidades.

Soy estúpido por no deshacerme de ella en los Everglades. Además, la única

forma de honrar a Ethan es estar a la altura de sus palabras. Así que uso mis

poderes telequinéticos para meter los papeles en el maíz empapado de

gasolina.

Una parte de mí sin duda está triste porque Ethan se ha ido, aunque sé

que sin él alrededor, no tengo a nadie por el que preocuparme. Y me

prometo a mí mismo que no voy a dejar que alguien más se convierta en una

debilidad, como lo fue él. No dejaré que nadie se acerque demasiado a mí.

¿Por qué tener amigos cuando puedo tener tropas? No necesito a nadie.

No tengo miedo.

De otro bolsillo, saco un lujoso encendedor de metal. Chispea y cae a

través del aire, y aterriza junto a las notas que he dejado atrás. De pronto,

estoy flotando sobre un testamento de mi grandeza. El símbolo será

imposible de perder.

Salgo volando a toda velocidad por el aire y alcanzo una nave que flota

muy por encima de las nubes, a unos pocos kilómetros de distancia. Es de

un blanco lechoso y perfectamente redonda. Un pequeño pasadizo se abre a

un lado mientras me acerco: mi punto de entrada.

Dentro de la nave, me permito relajarme un poco. Hago crujir los

nudillos y las muñecas. Pienso en mi espada oculta, enterrada con mi cofre

en los Everglades. Fui estúpido por ponerme tan sentimental ayer, un idiota.

Pero no cometeré ese error de nuevo, a menos que quiera acabar muerto. A

partir de ahora, nada importa excepto mantenerme vivo, y eso significa

hacer felices a los mogs.

Se escucha el retumbar de los truenos desde afuera cuando entro al

puente de mando de la nave. Setrákus Ra está delante de una gran ventana,

flanqueado por dos ordenadores que se actualizan una y otra vez con cosas

escritas en alfabeto mog. Estoy aprendiendo la lengua, pero todavía no soy

lo bastante bueno para leer algo de las pantallas. Los ojos de nuestro Amado

Líder están fijos en el símbolo ardiente que desaparece en la distancia,

mientras la nave vuela a toda velocidad por el cielo.

―Este es el comienzo del fin de la garde ―me dice en voz baja y firme,

sin un atisbo de duda.

Tomo mi lugar a su lado derecho.

―¿Te preocupa? ―me pregunta―. ¿Que no seas capaz de mezclarte

entre ellos?

―No ―contesto honestamente―. Puedo ser un mentiroso excelente

cuando lo necesito. Será sencillo. Simplemente no les diré nada que sea

cierto. Será como un juego al que solía jugar cuando era muy pequeño, antes

de que los mogadorianos me salvaran.

―No tengo ninguna duda de que harás un excelente trabajo de agente

doble.

Sonríe y me pone una mano en mi hombro.

―¿Van a tener la misma oportunidad que yo, no? ―pregunto―. Puedo

intentar hacerme una idea de quién puede tener la inteligencia para unirse a

nosotros.

―Por supuesto. Eres mi mano derecha, Cinco, pero he previsto que otro

de ellos será mi izquierda. Tú me ayudarás a que ella entre en razón.

¿Ella?

―¿Qué pasa con Nueve? ―pregunto.

Setrákus Ra sonríe.

―Te lo dejaré cuando llegue el momento.

Una sonrisa se extiende por mi rostro. Me pregunto qué está haciendo la

garde es este momento exacto, qué está haciendo Nueve. ¿Están intentando

averiguar qué planean los mogs para después? ¿Se habrán dado cuenta ya

de cuán poderosos son sus enemigos?

«¿Están buscándome, compañeros lorienses?»

Me vuelvo hacia mi líder y asiento.

―Estoy listo para conocer al resto de los de mi especie.

SOBRE EL

AUTOR

Pittacus Lore es el más importante de los ancianos que

alguna vez gobernaron el planeta Lorien. Ha estado en

la Tierra durante los últimos doce años, preparándose

para la guerra que decidirá el futuro de este planeta.

Su paradero es un misterio.

AGRADECIMIENTOS

Traductora a cargo

Pamee

Traductores

Andrés_S

Leenz

Lorico

Salilakab

Klevi

Yann Mardy Bum

PauEchelon

Corrección final y diseño

Pamee

Agradecimientos especiales a Rodrigo de Los Legados de Lorien en

Facebook, por ayudar en la lectura final.