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Jorge M NegociandoFelicidad.com
…agradezco los “No” y “Nunca más” que me acorralaron en este desafiante “Sí”…
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Prólogo
El descubrimiento del planeta Neptuno en 1846 fue una gran proeza del
intelecto humano. Casi invisible ante cualquier telescopio de la época,
hallarlo sin proponérselo habría requerido un milagroso golpe de suerte que
nuestro cerebro, luego de miles de años de evolución… jamás necesitó.
Curiosos y observadores, como usted y como yo, los estudiosos de entonces
dedujeron que si Urano describía un movimiento tan peculiar, únicamente
podía deberse al efecto de una enorme fuerza comparable con la suya, una
Misteriosa Influencia, desconocida hasta ese momento.
Así, impulsados por su naturaleza investigadora y armados con las fórmulas
de gravitación que Isaac Newton ya había propuesto, realizaron los cálculos,
fijaron numéricamente la posible ubicación de esa Misteriosa Influencia,
enfocaron ahí sus lentes, insistieron por algún tiempo… y finalmente…
¡descubrieron al nuevo planeta!
Empleando el conocimiento al alcance, una ilimitada imaginación y gran
perseverancia, Neptuno, fue encontrado por sus efectos…
Recientemente, sí, en nuestra propia generación, se ha podido volver a
sentir la misma alegría de aquellos descubridores.
El CERN, el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear, un inmenso
laboratorio que se extiende subterráneo decenas de kilómetros entre Francia
y Suiza, logró un hallazgo… ¡predicho matemáticamente hace 50 años!
…aunque sólo demostrable hasta ahora: la existencia del Bosón de Higgs, o
mejor conocida como: “La Partícula de Dios”.
Responsable del campo que define la inercia y por tanto de dar masa a las
otras partículas elementales, la entidad recién encontrada sirve también
como sustento a una teoría todavía más impresionante: La existencia no de
uno sólo… sino de Múltiples Universos…
“Universos Paralelos” similares al nuestro, extendiéndose a milímetros de
nosotros pero en dimensiones que quizá jamás podríamos imaginar y que
sin embargo, como Neptuno, ¡Nuestra inteligencia algún día encontrará!
Jorge M NegociandoFelicidad.com
…Napoleón decía que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso…
y a juzgar por sus relaciones amorosas, sabía de lo que hablaba.
Justo a un paso de los procesos mentales que dan origen a la majestuosidad
del conocimiento humano, se esconden, con disfraz de “mejores amigos”,
todos los defectos del pensamiento que quizá acaben por llevarnos a nuestra
propia extinción.
Ansiedad, depresión, egoísmo, codicia, postergación, sentimiento de vacío,
indolencia… y la mayoría de nuestros peores comportamientos son tan sólo
efectos de su “Misteriosa Influencia”.
Nuestra inteligencia ya descubrió a Neptuno por sus efectos. Es tiempo de
aceptar nuestros peores hábitos y entender que luego se transforman en
fallidas decisiones, muy lamentables actos, un costoso auto-sabotaje… Y
empezar a ubicarlos así, por sus efectos.
¿Una pequeña muestra de esa “Misteriosa Influencia”? ¿Por qué no?
…sólo pregunte a cualquier fumador amigo suyo sobre las razones por las
que no abandona su indefendible adicción… ¡y admire un cerebro humano
exhibiendo las más creativas pruebas de su existencia!
Jorge M
NegociandoFelicidad.com
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Prefacio
En octubre de 2011, al sur de China, una pequeña de sólo dos años fue
víctima de muchas desgracias en muy corto tiempo… Primero, de forma
irresponsable la dejaron caminar sola en un estrecho paso vehicular. Ahí, en
un dudoso descuido, fue arrollada por un auto que la abandonó a su suerte.
La primer persona en pasar, la vio malherida, se acercó, dudó un segundo…
¡la esquivó y siguió su camino! y así la segunda, la tercera, ¡la cuarta!...
¡Todos prefirieron ignorarla! …cada uno tendría una buena razón.
Largos minutos después, una camioneta, consciente y lentamente, pasó de
nuevo sobre ella sin la menor conciencia. Consciente en intencionalidad…
inconsciente de tan inhumano.
Ya muy débil, la pequeña recibió ayuda de la única persona que, ¡luego de
más de doce! …decidió aceptar la responsabilidad de ayudarla.
Pero murió... La tragedia sería mayor si también nosotros la ignoráramos.
Comprendiendo que aquellas personas eran tan reales, tan comunes y tan
parecidas a todos nosotros, mi abatimiento de esa noche ni siquiera pasó
por la desesperación sino que llegó directamente a la desesperanza. A mi
entender, la desesperanza es peor que la desesperación pues en esta última
aún se lucha, se intenta algo, se pone empeño hasta agotar la fuerza, el
tiempo o la fe, mientras que en la primera, sólo queda admitir que ya no hay
nada más por hacer. Muy diferentes, porque la desesperación incita a la
ansiedad, que aunque en sentido negativo, sigue siendo un tipo de aliento;
mientras que la desesperanza es la callada, fría e inmóvil derrota ante lo
irremediable, quizá sólo comparable en sensación con la muerte.
Mi pesar en esa noche llamó a recuerdos y sensaciones de noches parecidas
que como en cascada regresaban a mi memoria y que trajeron a mi mente…
algo más…
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Recordé, aunque más que un recuerdo, ¡tuve un déjà vu!; esa sacudida entre
vértigo y desconcierto que provoca lo que creemos ya vivido; que sentimos
perturbadoramente repetido… Me vi de nuevo en similares circunstancias,
con las mismas confusiones; semejante desequilibrio entre pensamiento y
emoción… y de repente, salidas de la nada, oí en mi cabeza palabras que sin
sentirlas mías me repetía insistentemente:
“¡Busca al Maestro de las Estrellas!”.
Justo ahí, en memorias simultáneas, recordé lo ya olvidado seis meses atrás;
lamentar la mañana en Brasil cuando un muchacho entró armado a una
escuela donde mató a quien su mente enferma escogió como objetivo hasta
que él mismo fue abatido por la policía.
Me vi de semejante ánimo, con igual desesperanza, en idéntica postración y
de pronto en medio de esa obscuridad, aquella noche, clara en mi mente,
¡también ubiqué la misma urgencia olvidada!:
“¡Busca al Maestro de las Estrellas!”.
En avalancha de recuerdos, como un déjà vu sobre otro, mi cabeza comenzó
a dar vueltas mientras llegaba aún más lejos… ¡Nueve años más lejos!...
Con un mismo pesar y abatimiento por la muerte de niños en México; casi
bebés bajo el vehículo de un trastornado mecánico que se convenció de no
tener más remedio que pasar por encima de quien “fría y malévolamente”…
obstaculizaba su camino...
Me recosté, apretando las sábanas queriendo soportar el mareo, el espanto
creció cuando caí en la cuenta de que también en ese episodio, en similares
circunstancias, escuché las mismas palabras que ahora se convertían en un
reclamo incesante:
“¡Busca al Maestro de las Estrellas!”.
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Sin poder perder el sentido, aun deseándolo, como si aquella orden no me
permitiera el desmayo, algo dentro de mi cabeza me convenció de que sólo
encontraría descanso hasta asegurarme de no olvidarlo por tercera vez.
Como pude me acerqué al buró, con las sienes y oídos a punto de reventar,
garabateé a ciegas el mensaje en el primer papel que encontré; el remolino
mental me regresó de golpe a la cama ¡y perdí el conocimiento!…
La mañana siguiente era como cualquier otra. Pensé levantarme y comenzar
mis actividades pendientes. Al tratar de alcanzar el reloj encontré un papel
con un mensaje… ¡Que había vuelto a olvidar!
Salté de la cama presintiendo cerca el malestar (¡el castigo!) de la noche
anterior y comencé a atender su exigencia. Hurgué entre los documentos
más viejos… ¡ahora ya en verdadera desesperación!
Lo encontré, sacudí las hojas amarillentas del inconcluso escrito a máquina
y a mano que no había vuelto a ver en mucho tiempo. Lo abrí, comencé a
leerlo, me asombró por desconocido, por desconocerlo, avanzaba como por
primera vez por las páginas de un texto que ya no recordaba…
Un relato que yo mismo había escrito ¡hace más de treinta años!…
“Capítulo 0”
Nota 3 (Ene 11, 1981) Revisar y ampliar este capítulo conforme se sepa más información. Decidir luego si entrará como “prefacio”, “prólogo” o como el “primero”. Considerar:
1) si es parte de la historia, 2) dejarlo sólo como anécdota o 3) simplemente olvidarme de todo el asunto…
Han sido ya algunas noches después de un día difícil.
Atestiguar que la muerte de John Lennon se llora en casi todo el mundo, es
más impactante que aquello de ser “más populares que Jesucristo”…
En millones de mentes aún resuena un “¿Por qué?” dicho en docenas de
idiomas, pero siempre proveniente del lenguaje universal de las emociones,
en este caso, es la tristeza… la mala sorpresa.
Atravesando por mi etapa de “escritor”, (de sólo dos meses para acá), había
estado dando vueltas a una historia acerca de un asesino serial: un psicópata
perverso que se divertía planeando y ejecutando sus elaborados crímenes.
Influido por estas ideas, quise ver el mismo patrón en el asesino de Lennon.
Como tantos, sigo de cerca el caso… Los medios así lo definen, como un
loco… “¡Mi lado malo me ganó!” titulan unos, otros dicen que se trata de
un fanático religioso. Todo un lunático…
Pero cuando la calva (y brillante (también por su forma de pensar)) cabeza
de Esquilo fue confundida con una roca por un ave miope que en su afán de
romper el caparazón de una tortuga… se la tiró encima, ¡todos perdimos
algunos años más del “Padre de la Tragedia Griega”!
…Una confusión, nos quita oportunidades.
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El asesino de Lennon tiene el aspecto de un hombre común. Bien consciente
de lo que hizo, no huyó y aunque al principio no comprendían lo que decía,
pasados los días ha sido consistente con su relato; se apega a una verdad que
por disparatada que nos parezca, es la verdad que él se crea… y él se cree.
No, confundirnos y darlo por un simple loco sería caer en un lugar cómodo,
más peligroso que obvio… y así perder la oportunidad de conocernos mejor.
Pero, ¿y qué pasaría si al final lo declaran como una persona “Normal”?
Aceptar al asesino como alguien “Normal” pero delirantemente desesperado
por resolver el laberinto social de “lo bueno y lo deseado”; un ser frustrado
por buscar sin conseguir un lugar reconocido dentro de la sociedad, uno que
basa sus conceptos de éxito y felicidad en lo que le han (¡le hemos!) dicho
que son: popularidad, riqueza, belleza, fuerza, violencia, poder político…
un producto de familia disfuncional sumergido en una comunidad ¡Aún más
disfuncional!… quizá sería más comprometedor para todos… Buscó el
valor que respetamos como auténtico ¿Podemos ahora reprocharle algo?
No perdamos la oportunidad de reflexionar sobre la parte de culpa que en
sociedad tenemos todos al convalidar esos “Falsos Valores y sus Falsas
Monedas de Cambio”… Habrá que esperar el veredicto y saber si al final lo
juzgan demente o se declara en pleno uso de sus facultades. Pero nunca
confundir sus fantasiosos argumentos con sus motivaciones reales.
Nota 2 (Ene 11, 1981): Esperar si es declarado: “con impedimento mental”. Buscar si en algún momento dice “escuchar voces” para justificar sus actos.
Habiéndose superado (nuevamente) la ficción por la realidad, tomé mi breve
manuscrito policiaco… y lo deposité en el cesto de la basura.
Con el pesar aún presente, en sintonía con millones de personas que así lo
sienten y ya sin una novela qué escribir, ayer fui a la cama preguntándome
nuevamente “¿Por qué?”… Ya de madrugada (desde una hora en que no
recuerdo haber despertado) me encontraba sentado frente a la máquina de
escribir, mecanografiando la siguiente historia…
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Capítulo 1 (El Maestro de las Estrellas)
El mío es un nombre extranjero con más consonantes que las necesarias y
francamente, que las pronunciables. Pero no, ésta no es la historia de mi
vida sino sólo las partes que podrían interesarte… justo como el hecho de
que soy un Investigador Clase “D”, la más alta y confidencial, dentro del
Centro de Investigación de Inteligencias del Espacio CIIE; una institución
científica que, a pesar de la discreción oficial, sí existe y está dedicada a…
justamente lo que estás pensando: Explorar vida inteligente en el universo.
Sin embargo y muy a diferencia de lo que te han acostumbrado a creer, el
despliegue tecnológico aquí no es el que proyectan en los cines. No hay
naves espaciales, ni hacemos viajes por las galaxias, ni realizamos misiones
interplanetarias. No. Realmente resultaría lento, impráctico, ostentoso y
sinceramente innecesario. La investigación aquí no es eso pero créeme que
es mucho más que eso…
Sólo imagina: un investigador entra a su cómodo Cuarto de Monitoreo, se
sienta y al reclinarse, se activa su esfera de recepción; varias pantallas y
controles aparecen ante él, rodeándolo, todo al alcance de su mano; incluso
esto no sería necesario pero se decidió mantener la metáfora de interacción
manual para dar la “sensación de manipular” que tanto le gusta al cerebro…
En segundos, la actividad intelectual de la especie que tiene asignada, se le
muestra en forma gráfica; puntos luminosos en un mapa representan a cada
individuo. Durante la investigación se puede seleccionar a uno al azar o
darle seguimiento a quienes se supongan más destacados; Una luz brillante
indica la presencia de un posible razonamiento importante, ya sea por su
trascendencia en el avance del conocimiento o por su alto impacto social.
Cuando así lo decide, el investigador enfoca un individuo en particular,
engancha su rastreo, lo ajusta, se sintoniza con él y de repente… ¡Comienza
a sentir sus sentidos! capta sus percepciones, hace propios sus recuerdos,
mira en las pantallas su imaginación y… ¡Escucha su Diálogo Interno!
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¡Es un adictivo video juego! una consola que cambia las micro-percusiones
del cerebro de ese individuo en vibraciones que viajan entre universos y ya
aquí, se convierten en las partituras que se interpretan en tu piano mental;
melodías llenas de emoción y reflexión; experiencia única que hace sentir,
¡Vivir! lo que ese individuo vive; comprenderlo a plenitud por el simple
hecho de, durante esos breves instantes, “SER” esa misma persona…
Conociendo nuestros propios patrones de raciocinio, Discr-o-Integración,
como los llamamos, hemos descubierto la forma de localizar esta capacidad,
en éste y en otros universos.
Einstein propuso desde 1914 la existencia del campo gravitacional. Luego
otros científicos lo calificarían como “poco importante”. Pero la posibilidad
real de escuchar otras inteligencias ha surgido gracias a que la fuerza de ese
campo de gravedad es la única capaz de traspasar múltiples universos, de
ser captada, enfocada, filtrada y con ello, permitirnos “leer” inteligencias.
Puede decirse que el “sencillo” trabajo del Investigador se basa en una
complicadísima ingeniería que les trae las señales inteligentes directamente
de donde se originan: el cerebro de cada individuo.
Y conozco bien esta tecnología porque no siempre fui un Investigador…
Comencé mi carrera en el CIIE siendo un simple ingeniero, como nos llama
el Director General; una profesión llena de retos técnicos que realmente me
daba felicidad y que, en vista de lo que hoy voy a hacer, ¡Ya no estoy tan
seguro de haber hecho lo correcto al cambiarla!
Fue recién terminados mis estudios que me enteré del proyecto del CIIE que
en ese entonces nacía. Como el perfil que buscaban tenía que ver más con
historia o sociología, solicité el puesto de ingeniero para estar cerca y así
buscar, con algo de tiempo y suerte, una oportunidad como investigador.
Pero aunque ahora lo soy, nunca me he considerado uno de ellos…
En el CIIE, entre un Ingeniero y un investigador las actividades (¡y persona-
lidades!) son completamente distintas. Sin afán de reclamo las resumiría así:
Un Ingeniero, echa mano a toda su técnica para realizar la ardua y callada
labor de dar al Investigador lo necesario para que consiga sus gratificantes,
populares y bien apreciados logros. Pero aclaro que mi motivación por la
investigación nunca tuvo que ver con la fama, con la ganancia o la gloria
del descubridor… No. Mi concepto ideal de investigación siempre fue la
interacción entre especies; otorgarles primero una enseñanza que les evite
caer en errores comunes, acelerar su avance y aspirar luego al crecimiento
mutuo, pero… el Director del CIIE y por ello los demás investigadores,
tenían la obstinada idea de “Nunca interferir con las especies estudiadas”…
idea que siempre me ha parecido un retrógrado desperdicio de tecnología.
El Director del CIIE y por ello, los demás investigadores, consideraban su
labor como un trabajo más y a sus especies asignadas como individuos de
laboratorio; tan sólo comparables con bacterias, algo más qué poner en el
objetivo de sus microscopios… y nunca como a seres semejantes.
Por esa cerrazón, los pocos prototipos de Transmisión de entonces eran
complicados, costosos e irrealizables. Todos ellos aferrados a la idea de
enviar pensamientos en imágenes; tremendo volumen de información que
ningún sistema trasladaría eficazmente.
Así, en mi ilusión por el nuevo puesto y después de años de conocer los
equipos y de desarrollar mis propias ideas sobre lo que el contacto entre
especies inteligentes debía ser, me consideraba, si no el mejor, al menos el
más entusiasta de todos los aspirantes a investigador… y tenía un plan:
Trabajé muy duro en una idea de mis tiempos de estudiante, un pequeño
transmisor que por barato y eficaz, seguro me ayudaría a obtener la plaza.
Era un concepto austero pero eficiente. Las mismas señales empalmadas en
el campo gravitacional, pero enviadas directamente al módulo cerebral
auditivo de la especie a contactar. En términos simples: un susurro dirigido
al cerebro, una intromisión al pensamiento, no en imágenes, sino sólo en
palabras que participaran directamente en ese Diálogo Interno que cada
individuo posee y que por íntimo y personal, ¡Sería miles de veces más
persuasivo que toda la imaginería que se le pudiera sugerir visualmente!
Luego de mucho trabajo, estudio y varias solicitudes fallidas, la espera
terminó y finalmente se presentó la oportunidad de incorporarme como
investigador… pero tenía que aprobar primero un riguroso examen público.
Y la fecha llegó…
Durante mi exposición, estaba yo ahí frente al Consejo Directivo; grupo de
mayores cuyo prestigio y capacidad nadie discutiría. Había también otros
aspirantes, investigadores, ingenieros y demás personal. A fin de ganar
confianza, comencé a hablar de mi experiencia en la ingeniería del Centro…
de a poco fui llevando la presentación a mi propuesta del nuevo transmisor;
¡Enumeré sus capacidades y cuantifiqué sus posibilidades! Noté que entre
los miembros del Consejo lentamente crecía el interés.
El Director General volteaba insistentemente hacia uno de sus asesores con
una mirada que interpreté como: “¡Ahí está nuestra solución!” aunque aún
no sabía cuál era su problema. Tan evidente era su entusiasmo que en ese
momento, creí ver una reacción de celos en ese Asesor.
Me escuchaban ya con atención y supe, ¡sentí! que era el momento de mis
argumentos sobre la nueva forma de investigación… y sin más preámbulo
se los presenté… Les hablé de mi motivación, tan ligada a mi ánimo de
ayudar, muy parecida a la vocación de enseñar… admito que quizá sonarían
como pensamientos infantiles, pero aún hoy sigo convencido de ellos…
“¡Ingenuo!” fue el menor de sus regaños.
“¡Qué arrogancia!” continuó otro la reprimenda…
“¡¿Te crees maestro?! ¡¿Crees que ‘divulgarás tu verdad’ más allá de las
estrellas?! Pues no estamos aquí para enseñar a nadie… ¡Y menos tú!”, dijo
lapidándome el más sarcástico…
Así uno y el siguiente.
Enmudecí; soporté inmóvil todas sus ironías… y las risas que provocaban
entre el público… especialmente entre los demás investigadores.
Se retiraron. La deliberación del resultado fue a puerta cerrada. Luego de
minutos que se hicieron sentir como siglos, el veredicto estaba listo…
Al final, el interés del Director del Consejo por mi prototipo de transmisor
me abrió el camino. Pero mi concepto personal sobre la interacción entre
especies, no se consideró adecuado, en particular a los ojos de ese Asesor,
quien condicionó mi asignación a un periodo forzoso de “reeducación”, el
reporte de una investigación histórica previa, una segunda evaluación para
confirmar mi aptitud como investigador y su estricta supervisión personal.
A medias pero conseguí el objetivo.
Fue así que, sintiéndome algo rechazado por mis antiguos colegas y poco
bienvenido por mis nuevos compañeros; aceptado por el Director pero muy
censurado por su Asesor, emprendí mi labor como el primer “Investigador
‘A’ (a prueba)” y a ser reconocido por mis amigos y mis “no tan amigos”
con el sobrenombre burlón de:
“El Maestro de las Estrellas”.
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Capítulo 2
Habían pasado ya algunos días desde mi asignación condicionada. Aunque
aún “a prueba”, era ya Investigador “A”; grado de “Analista”, el más bajo…
encargado no de un seguimiento “en vivo” sino de revisar registros añejos y
tratar de encontrar especies dignas de un seguimiento especial.
Ese minúsculo grado, la forma en que lo conseguí, la gran diferencia contra
lo que había imaginado… todo eso afectaba visiblemente mi ánimo y me
mostraba con un semblante bastante decaído.
En esa realidad adversa, mi voz interna me daba mil razones por las que no
debí siquiera aspirar al cambio… Que no era mi área, que aún no estaba
suficientemente preparado, que seguro iba a fracasar… Se callaba un rato
como para dejarme sentir el efecto del látigo y luego repetía violentamente
toda su letanía auto-flagelante.
Dejé pasar varios días sin asistir al CIIE hasta que el reglamento y mi propia
postergación no encontraron más pretexto para retrasar mi primera sesión…
me resigné y fui.
Ya en el edificio, un compañero se encargó de enterarme de que el título de
“El Maestro de las Estrellas” circulaba virulento. La predisposición me hizo
particularmente sensible a percibir cualquier comentario a media voz y a
escuchar risas a mis espaldas.
Me dirigí veloz a la Sala de Investigación, un lugar en el que había estado
infinidad de veces resolviendo problemas técnicos pero que ese día, a través
de mi inseguridad, lucía hostil, ajeno, incluso más grande.
“Por primera vez entro encorvado a un lugar que me ha visto tantas veces
salir erguido” me lamenté. Pero debo reconocer que al menos encontré en el
recibidor una cara conocida y amable… ya me acercaba a saludarla cuando
de repente muy sonriente me gritó…
“¡Así que usted es el famoso Maestro de las Estrellas!”… a todo pulmón.
Me pareció que se escuchó en todo el piso y luego… ¡Sólo fue acallada por
las carcajadas que generó!
Sorprendida primero y después avergonzada, la despachadora, amiga mía
desde hacía ya tiempo, intentó justificarse, comprendió que había caído en
la trampa que le había tendido algún investigador al convencerla de que ese
apodo me complacía. Me apené por la forma en que se disculpaba y resté
importancia a lo ocurrido. Pero en realidad… ¡No hubo peor manera de
comenzar mi primer día!
En su intento por reparar el daño y siendo ella la única persona autorizada,
me ofreció escoger el registro que yo quisiera. Cual fuera. La oferta hubiera
sido tentadora de haber tenido el mínimo criterio para poder elegir el mejor
de entre cientos de tubos todos iguales. “Si tuvieran un precio marcado
seguro elegiría el más caro” bromeé… pero sólo diferentes por un pequeño
número que llevaban inscrito, le dije que me daría exactamente igual.
Comprendiendo mi desánimo, insistió. Y tratando de alentarme me recordó
algunas de mis intervenciones técnicas y el buen tino que había tenido en
esas ocasiones: “¿Cuál quiere? ¡Adelante, pida el que sea!”.
Con más prisa por salir del consentimiento incómodo (y del rubor que me
producía) que ganas de condescender, hice un sencillo cálculo con mi fecha
de nacimiento y le pedí ese número de registro, tomé el tubo, me despedí
aceptando sus interminables disculpas y lo rápido que pude me encaminé al
Cuarto de Investigación que ella me asignó… y que se abría al fondo.
Llevando encima todas las miradas imaginarias y las risas mudas, apresuré
mi viaje por el pasillo… Llegué. Con un suspiro de alivio por estar solo,
coloqué el cilindro en la Consola de Investigación, reproduje el registro,
adelanté lo suficiente como para encontrar la primera luz significativa en un
mar de oscura “mediocridad”. Ya después de un rato encontré un destello
inusual, me detuve ahí, enfoqué al individuo y comencé a observarlo…
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La señal provenía de un primitivo ser sentado al centro de un grupo de otros
veinte. Tenían aspecto similar a nuestros antepasados de las cavernas; aún
cubiertos de pelo. Afiné el equipo y me sincronicé con él… ¡Al instante ya
sentía en mi cabeza sus pensamientos!… ¡y en segundos tomaron control de
mis sensaciones! ¡Comencé a sentir un vacío cada vez mayor en el pecho
que al bajar al estómago se hizo nausea! La presión de un peso imaginario
repartido por todo el cuerpo me sumió al sillón, para luego cargarse más en
mis hombros, entre mis cejas, sumía mis mejillas y jalaba hacia abajo las
comisuras de mis labios… ¡Sentía tanto sin saber qué sentía!
Puedo aún recordar mi respiración sofocada, dificultada ante la inesperada
sorpresa… a partir de ese momento respeté más el trabajo de investigación
que antes menospreciaba.
Como pude me concentré en la pantalla, reconocí la escena, era una hembra,
vivía yo su experiencia, peor, la sufría. Sentí un golpe de dolor pero no
físico, algo mucho más profundo y devastador… ¡La pena que sólo una
madre siente al tener en sus brazos al hijo muerto!
Primitiva aún, no tenía Diálogo Interno, sus pensamientos eran imágenes,
recuerdos que recorrían la vida del difunto ante sus ojos y en mis pantallas.
Traté de reponerme y comenzar a estudiarla. Reconocí su conclusión de
desolación, de total abatimiento, ninguna orden para mover un músculo,
sólo el reflejo del llanto… escuché los quejidos de la gente que alrededor se
condolía… sentí su ausencia, su deseo de no estar ahí… o en otro lado…
Lo recordaba de bebé, en su recuerdo volvía a acariciar su delgado cabello,
lo veía de niño, apenas gateando, luego los primeros pasos, cada etapa era el
reinicio del mismo pesar, revivir la misma angustia por su muerte, para
comprobar lo inevitable de su pérdida.
No podía resistirlo, ni ella ni yo, nos dañaba al regresar a momentos felices
para luego de vuelta ver ese cuerpo inerte, ¡No entendía por qué lo hacía!
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De repente ella imaginó la muerte que no presenció, se representó el ataque
del animal, su impotencia, sus ganas de haber llegado un minuto antes, de
entregarse ella, de salvar a su hijo por intercambio de vidas. No necesitaba
palabras; su imaginación era clara en intenciones.
Comenzó entonces a visualizar uno y otro escenario de todas las formas en
que pudo haberlo evitado, atormentándose; todas ellas terminando por la
contundente realidad del peso de ese cuerpo sin vida. Comprendí que cada
imagen que se proyectaba era un desesperado intento; una búsqueda por
dar sentido a lo que sabía no podía tenerlo. Pensé que caería en la tentación
del suicidio, terminar un sufrimiento interminable pero de repente…
¡Un gran brillo en mi pantalla! eligió un cambio drástico en su pensamiento:
comenzó por recordar cosas diferentes; tardes apacibles cuando disfrutaban
juntos, madre e hijo, riendo, jugando… comiendo algunas frutas…
Justo ahí, un destello mayor se produjo: ella recordó una ocasión precisa,
una tarde en que después de comer, enterraron juntos las semillas que les
quedaban, recordó que le enseñó a hacerlo en correspondencia, casi como
en ofrenda, cubriéndolas cariñosos con tierra en devoción y agradecimiento;
¡Le enseñaba gratitud al mundo por ofrecer esa comida! regresándole el
favor del alimento…
Un resplandor aún más brillante ocurrió cuando recordó que, días más tarde,
en aquel preciso lugar descubrieron pequeñas plantas; se las mostró a su
hijo como comprobación irrefutable de que la tierra tenía un compromiso de
alimentar a quien la cuidara.
Eran sus recuerdos y eran sus y mis conclusiones.
Pero un más grande fulgor apareció en su mente y en mi pantalla cuando
elaborando parte de su recuerdo lo unió a su gran imaginación y llegó a
concluir que ¡La tierra podía dar vida! volvió a la vida a una semilla muerta
¡Ella lo había visto!
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Dejó volar su imaginación viendo a su hijo renacer de la tierra… pero se
corrigió a sí misma no creyendo que pudiera ser así. Su razón fue que la
tierra no regresó a la semilla como fruta pero sí como planta. Era sólo un
cambio de pensamiento, el decidir tener una nueva percepción pero una
esperanza al fin; “El pretexto que necesitaba para sobrevivir” pensé.
Su ánimo cambió drásticamente, la inmovilidad se tornó ahora en acción
frenética. Vi en su pensamiento la conclusión de que enterrando a su hijo, la
tierra la premiaría, quizá con su vida, quizá volviéndolo planta, árbol, como
quiera que fuese, ¡pero tendría una nueva oportunidad!
Hizo a un lado a las plañideras y su llanto por imitación y buscó el mejor
lugar, ahora sentía un ánimo renovado… con delicadeza puso a un lado el
cuerpo y comenzó a cavar, lo más profundo y veloz que pudo. Las otras
hembras no entendían, aun así la ayudaban; la primera tumba de su historia
se construía. No para proteger un cuerpo, no para olvidarse de él; sino para
agradecer a la tierra la oportunidad que le había dado y pedirle una nueva.
Fui testigo: ella transitó de la terrible desolación a la ilusión. Logró calma al
dar un nuevo sentido a la pérdida, comenzó a encontrar una salida para su
dolor. Se creó una esperanza al asignar un nuevo significado a su realidad.
Revalorarla… Redimensionarla.
La imagen se fue de mi mente, no así las sensaciones; habían pasado los
cinco minutos de enlace que todo investigador dispone antes de comenzar el
riesgo de Personalización, que sólo se evita al apagar automáticamente las
pantallas, transcurrido ese lapso.
La lección fue también profunda para mí… El poder de su primitivo cerebro
la había hecho capaz de transformar su tristeza en esperanza; no sabía lo
que pasaría pero concluyó que en todo caso, creer en su nueva verdad era lo
mejor que podía hacer.
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Me maravillé al percibir cómo ese instrumento tan inherentemente falible
era en sí mismo su mejor defensa.
“Cuentan con la mayor capacidad de adaptación que la genética les regaló:
Cambiar la forma en que ven al problema es comenzar a resolverlo; alterar
la realidad alterando la manera en que la perciben. No en autoengaño, sino
como autocontrol.” Recuerdo como si de ayer ésta, mi primera nota.
Aquella sesión fue toda una lección para mí: recordatorio de humildad para
un “Maestro de las Estrellas” que pretendía enseñar y terminó agradeciendo
la enseñanza: Si el máximo dolor, la pérdida de un hijo, pudo convertirse en
resignación, esperanza y fuerza, mis problemas aquí parecían bien pocos.
Reflexioné en ellos, dejé de verlos como tragedias, los convertí ahora en
contratiempos, luego sólo en estímulo… y casi los agradecí.
Descansé largo rato antes de redactar mi primer reporte. Reviviendo mi
aprendizaje inicial. Realmente disfrutándolo…
Haciendo honor a lo aprendido, me expliqué que comenzar con registros
viejos de especies primitivas era lo mejor que podía hacer pues debería
entender su pensamiento antes de intentar contactarlos.
Mi ideal no cambiaba, sólo la forma en que me acercaba a él.
Consideré que el haber elegido al azar a esta especie fue demasiada suerte.
Cerré mi día con éxito, salí del lugar nuevamente erguido, ya sin oír risas,
sin importarme opiniones; sin atender más voces que las que por dentro me
impulsaban a regresar al día siguiente…
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Capítulo 3
Al llegar al edificio para mi segundo día como investigador fui interceptado
por el Asesor del Director, aquél con quien intercambiaba miradas en mi
exposición; “El Celoso”, recordé…
Se presentó e hizo algunas preguntas de cortesía. Luego de un rato, fue fácil
descubrir que su interés principal era el de comenzar a crear el prototipo de
transmisor que yo había propuesto. Comprendiendo mi posición ventajosa
en esa negociación, no iba a soltar los planos ni los detalles sin asegurar mi
asignación definitiva, quiero decir como Investigador “B”, ser un Biógrafo
“en directo” y no de archivos, ¡uno que monitorea a una especie “en vivo”!
Creyéndome astuto le interpuse pretextos técnicos que sabría no entendería
y postergué el inicio del trabajo. El no tener mucha idea de tecnología, no le
impidió adivinar mi propósito y contraatacar: Me preguntó cuándo estaría
dispuesto a presentar la segunda evaluación; él me aseguraba su apoyo y me
dejó claro que consideraba mi asignación como un hecho.
Asombrado por ese cambio radical y ahora atrapado, contesté que debía
investigar un poco más y realizar algunos reportes… pero que, si él insistía,
bien podría programar mi segunda evaluación para una semana más tarde.
Casi al despedirnos, inquieto aún por la presión (y confieso que con cierto
ánimo de revancha) le cuestioné la prisa de implementar un equipo que al
final, nadie permitiría usar. Regresó y colocándose más cerca de mí, como
quien intima para revelar un secreto me dijo a media voz: “Se debe manejar
esto con sumo cuidado… Quiero que sepas que después de tu presentación,
luego de que el público abandonó la sala, hubo allí un acalorado debate
sobre tus ideas. No son nuevas, lo sabes. Muchas veces se han discutido
pero ahora, ante una posibilidad real de contactar… con tu prototipo…
pues… parece que abriste mentes. No todas, ni sólo las mejores, es cierto,
pero es un comienzo al fin… mira… ¡dame armas y defenderé tu idea!”.
20
¡Gran sorpresa! Mala primera impresión… Entusiastas y ahora cómplices,
convenimos en todo. Se despidió dejándome con más presión de la que
comencé el día pero también con un ánimo renovado… ¡Estaba cada vez
más cerca de probar mis ideas!
Llegué más ansioso que nunca al Cuarto de Investigación, quería devorar
los registros de esa especie que ya comenzaba a ser Mi Preferida… La
noche anterior había pensado que para encontrar actividad importante debía
intentar un nuevo método: buscar un destello grande que disparara otros en
consecuencia. Así ubiqué uno. Con más precaución y respeto que el día
anterior, realicé el ritual de enfoque, pedí en silencio el favor de que no
fuera otra experiencia traumática y comencé a visualizarlo…
En la pantalla y en mi escenario mental, un primitivo hombre, contemplaba
algunas ramas encendidas. Hipnotizado por el baile de las llamas, recordaba
experiencias anteriores: todas las veces que de niño se quemó, los regaños
de su madre cada vez que rondaba pastos incendiados. Pero en esta ocasión,
él caminaba hacia la flama y seguía acercándose, cada vez más y más…
En él no había exaltación, sólo razonaba. Oía en el fondo cómo sus amigos
lo desalentaban, gritaban el peligro, ¡lo aullaban!, era un coro de malos
augurios que ensordecedor, no lo dejaban concentrar. Empezó a alterarse,
pero recordó haber visto animales acercarse para calentar sus patas, unos
hasta golpeaban las varas ardientes pero no se quemaban. Se enfocó. De
pronto, fijó su mirada fuera de aquella lumbre y como con esa misma luz,
dio un destello en mi pantalla: ¡El primitivo hombre diseñó un experimento!
Tomó una rama seca, la acercó al extremo sin llamas de una de aquellas
antorchas, luego cauteloso la tocó, no quemaba, ni siquiera estaba caliente,
repitió el experimento un par de veces más, cada vez más cerca del fuego…
siempre con el mismo resultado. Sus experiencias se hicieron confianza, su
cálculo verificado redujo sus miedos, la ahora bien probada seguridad de su
conocimiento enmudeció a la gritería que sin argumentos válidos intentaba
disuadirlo… la convirtió en expectación…
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Armado de valor y de sus conclusiones, se decidió al fin; se acercó lento…
y de un solo movimiento alcanzó la antorcha, ¡se hizo de ella!, ¡todos eran
ahora un público silencioso y atento!
Al principio sintió calor pero su adrenalina le aseguró que era soportable.
Levantó entonces la llama, comprobó su pericia, su valor y sobre todo, sus
pronósticos… la sacudió con fuerza, ¡como demostrándole quien mandaba!
Las señales de su cerebro aceleraron su respiración y la mía, una sonrisa nos
iluminó el rostro, ¡el éxito llenó nuestros pulmones! aquello se convirtió en
celebración. Gritábamos levantando la antorcha en ese símbolo universal y
eterno de triunfo: ¡Con el brazo en todo lo alto!
Cuando después de los cinco minutos la pantalla se apagó, estaba yo parado
sobre el sillón, el brazo al aire y aullando la hazaña…
Agradecí que nadie estuviera presente y recuperé mi compostura. ¡Tenía
ahora evidencia más que la necesaria! tenía que mostrarla y solicitar mi
inmediata asignación, mi ascenso de nivel.
La conquista del fuego fue más la conquista de las viejas creencias que,
aunque bien grabadas en su mente y corazón, demostraron ser erróneas;
fue darse cuenta del error en donde había estado viviendo, ¡al que lo habían
acostumbrado a creer!, vencer miedos y confiar en los propios méritos, en
las experiencias propias y en las nuevas conclusiones que éstas produjeron.
¡Me sentía como aquel hombre! Sabía que vivía lo mismo. Sacó de un mar
de posibilidades aquellas que eran las más probables. Y tuvo éxito. Yo,
también elaboraría mis propios experimentos y confirmaría mis propias
hipótesis, demostraría el error en el que nos habían hecho creer.
Mi ánimo estaba a su máximo, la victoria ante los miedos, ante las viejas y
equivocadas creencias era justo lo que quería que pasara en la investigación
del CIIE. Y me creía capaz de lograrlo…
22
Comencé a redactar mi informe, era tan sencillo hablar bien de esa especie
de armonioso desarrollo mental y emocional, recomendar su seguimiento y
así ganar la asignación para observarlos ahora en vivo.
Me sentí confiado de poder defenderla ante el Director y ante el Consejo,
me comuniqué con el Asesor y le dije que ya estaba listo para mi segunda
evaluación.
Al oírme tan animado, tan seguro de lo que decía, me pidió mis informes lo
más pronto posible y prometió que aceleraría el proceso de reasignación;
dijo ya ver como un hecho que yo ascendiera.
Siempre recordaría la inspiración que ese día sentí. Siempre usaría ese
recuerdo para infundirme ánimo, valor, aún en momentos de indecisión… y
de miedo… como hoy.
Mis tambaleantes inicios se volvían ahora un paso firme. Casi de un día a
otro mi suerte y mi ánimo cambiaron por completo, pero por desgracia, no
sería la última vez…
23
Capítulo 4
A la mañana siguiente, luego de pasar la noche en vela para redactar mi
mejor informe, lo primero que hice fue enviarlo al Asesor. Más tarde llamé
a su oficina para saber qué opinaba. Algo molesto por mi insistencia me
pidió esperar… y que me relajara pues todo iría bien.
Desconcertado por su cambio de actitud, traté de entender lo demandante de
sus actividades y quitando importancia, me dirigí al Cuarto de Investigación
para hacer justo lo que me había pedido. Ya que no tenía por qué preparar
otro informe, pero había programado dos sesiones adicionales, decidí elegir
un punto brillante al azar y verlo por simple entretenimiento…
…la imagen no pudo ser mejor; una puesta de sol, en un hermoso paisaje
prehistórico, justo a la orilla de un río de caudal apacible… acompañaba a
una pareja de antiguos seres… Ella, a quien yo monitoreaba y él estaban
contentos, en calma, satisfechos luego de un día de recolección y alimento.
Sonrientes y serenos, decidieron hacerse algún espacio entre las inofensivas
rocas redondeadas y tumbarse en la arena, exhalando esos suspiros que
presagian un buen descanso…
Con la vista puesta en el cielo, en infantil contemplación, ella comenzó a
descubrir formas en las nubes… un perro, una manzana, ¡Esa parece la
cabeza de un búfalo!… de repente, apareció una formación más grande…
Cualquiera de nosotros reconocería la perfecta forma de una casa, con el
techo de dos aguas, ¡incluso chimenea!, detallada a grado tal que casi se
adivinaban su puerta y sus ventanas…
Para ella, acostumbrada a su cueva, esta confusa imagen era tan difícil de
relacionar con algo que conociera que entre aburrida y frustrada, decidió
entretenerse ahora con las piedras a su alcance; una chica, otra igual…
¡Hey!, ¡ésta parece la cabeza de un búfalo!
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Así, jugando, descubrió que las piedras pequeñas rebotaban con un sonido
parecido a un “tic” mientras las más grandes se estrellaban gritando un
grave “TOC”... Entre “tic” y “TOC” se dio cuenta que su pareja estaba a
punto de caer dormido…
Así, jugando, decidió lanzarle una piedrecilla acompañándola con su aguda
y traviesa voz de: “¡tic!”… sin respuesta, repitió la operación piedrita-voz
tres insistentes veces más: ¡tiic!... ¡¡tiiiiiiiiic!!... ¡¡¡tiiiiiii-iiiiiiiiic!!!…
El hombre, complaciente aunque poco atento al juego, tomó al azar una
piedra, ¡pero de mucho mayor tamaño! y se la lanzó regresándole su propia
versión y voz del “¡tic!”.
Apenas esquivando la espantosa “TOC”, ella, tan gráfica y airadamente
como le fue posible, lo despertó para mostrarle la enorme diferencia entre
una amorosa “tic” y ¡una brutal e insensible “TOC”!…
Regañado, el hombre no terminó nunca de expresar su arrepentimiento y
ambos volvieron a un tenso descanso… ahora de espaldas y cada quien por
su lado…
Luego de un largo minuto, olvidando su justificado enojo, juguetona, ella
tomó justo la misma “TOC” que causó el problema y se la lanzó imitándolo
con una tonta voz grave de burla: “¡tiiic!” ¡Y salió huyendo!
Sobándose todavía el golpe, él comprendió la broma y mejor aún, aquella
ingeniosa invitación a salir tras ella… divertido y adivinando el final, yo
apagué y los dejé perderse en su intimidad y en la exuberante prehistoria.
Sin quererlo, sin más participación que la de un mudo espectador, aún en la
simple vivencia cotidiana de “Mi Especie Favorita”, veía su desarrollo
armonioso entre la emoción y el intelecto… descubría e imaginaba sus
infinitas posibilidades…
25
Ellos no lo sabían y quizá ni les interesó, pero ese día iniciaron el largo
camino donde su imaginación los llevará a dar nombre a todo a su alcance,
a distinguir cada cosa y a compartir esos significados, luego a representar
esos sonidos con símbolos y crear así un incipiente lenguaje que más tarde
se convertirá en el más poderoso instrumento para transmitir su experiencia,
sus emociones y toda su cultura...
Y mucho mejor aún… casi sin quererlo, ese día también procrearon el
cimiento de su Diálogo Interno, el mayor salto evolutivo que les permitirá
llegar a comprenderse mejor ¡al poder hablar consigo mismos!
En ese momento concibieron el don de la palabra; que luego dará a luz más
representaciones: sus gritos a distancia, sus mensajes tamboriles que mucho
después y con igual intención, serán las señales telegráficas, las voces en
fonógrafos, las que luego viajen a través de cables y por el aire a teléfonos
rudimentarios, modernos, espaciales… Comenzaron ahí el largo camino que
los llevará un día a lanzar una sonda al infinito espacio con un mensaje…
un tímido pero esperanzado “tic” que busque ser escuchado, comprendido y
que finalmente, obtenga una respuesta, proveniente… de más allá de los
límites de su imaginación… y de su propio universo…
“¡Su Diálogo Interno será claro y poderoso!” Así anticipé esperanzado…
Terminé mi sesión, reflexioné largas horas, me hice mil ilusiones, al salir,
mi amiga la despachadora me entregó un mensaje. El Asesor me felicitaba,
me enviaba la asignación como Investigador “B” de “Mi Especie Favorita”
y me citaba al siguiente día para comenzar a trabajar sobre el transmisor.
No, hice memoria y definitivamente no: ¡No podía recordar un día más
perfecto que ése!
26
Capítulo 5
La cita con el Asesor, sobre el tema del transmisor, fue magnífica: Además
de Investigador, sería líder en las actividades de su planeación y de todo su
desarrollo. Yo no tenía duda de que funcionaría pues cuando estudiante,
había hecho un prototipo que, aunque rudimentario y a muy baja intensidad,
estaba bien probado: a pocos milímetros había transmitido con éxito mi voz
y “sembrado” pensamientos a mi hermano menor… que lejos de ser mi
“conejillo de indias”, como fui falsamente acusado por mi madre, era sólo:
mi asistente de laboratorio.
La asignación como Investigador “B” estaba asegurada, ahora sí tendría
acceso en vivo a la que ya nombraba públicamente “Mi Especie Favorita”…
Me preguntaba cuánto habrían avanzado en su actualidad.
No podía irme mejor. Me sentía feliz. Casi flotando en el aire; esa sensación
de satisfacción, calma alegre, de encontrar sin proponérmelo el lado bueno,
sí; algo muy cercano a lo que cualquiera definiría como Felicidad. Ya que
tenía programada una última sesión para analizar registros antiguos, quise
aprovecharla y acudí.
Ya dentro del Cuarto de Investigación, me tomé un buen tiempo, busqué la
serie de destellos más expandidos; quería ver el cambio más trascendente
en el pasado de “Mi Especie Favorita”… que seguramente tendría que ver
con algún avance en la técnica, la creación de los primeros lenguajes, la
conformación de comunidades más estructuradas, el mayor desarrollo de
sus sorprendentes capacidades mentales y emocionales… sea lo que fuera,
¡seguramente sería sorprendente!
Al revisar las grabaciones, encontré un grupo de intensos puntos luminosos
que se extendían por un corto periodo de su historia. Regresé un poco; como
eran casi todos iguales, enfoqué al azar uno de esos destellos y me sintonicé
con el individuo que lo producía…
27
Al instante entré en sincronía: me sentí tenso, ensanchando los hombros y el
pecho, mi entrecejo se frunció y mi cabeza se inclinó un poco hacia delante;
la mirada fija. Pude sentir como mis labios se abrían mostrando los dientes
apretados, ¡los colmillos!, arrugando la nariz y manteniendo una completa
rigidez expectante… ¡estaba yo al acecho!
Me concentré en la escena, por el nivel de adrenalina pensé que estaba en
medio de una cacería… lo era… pero mucho peor.
¡No podía creerlo! ¡Ese hombre y su grupo emboscaban a otros hombres!
En su cabeza y en mis pantallas se repetía su sencillo plan: sorprenderlos,
separarlos, matar a los rezagados, llevar a los demás a donde otro grupo
cómplice los esperaba… ¡Acabarlos!
Cada vez que repasaba la estrategia en su mente ¡Percibía ya un rupestre
Diálogo Interno! pero junto a él había un gusto malsano, saña ventajosa…
¡Una expectativa de ganancia basada en el daño a otros!
Comenzó la masacre, tan eficientemente cercana a lo calculado… luego su
euforia criminal… no pude resistirlo, ¡no tan impotente! Apagué. Casi de
inmediato enfoqué otro destello, pero… ¡Era una escena semejante!
Este otro líder se convencía de su superioridad, no numérica sino de raza, se
imaginaba, ¡Se decía a sí mismo diferente a los hombres que estaba a punto
de sacrificar!, puse atención, ¡lo era!, con la misma capacidad intelectual,
parecidos físicamente, pero realmente ¡eran especies diferentes! Una nueva
especie que no había detectado en las sesiones anteriores, pero que ahora se
hacía presente con toda su inteligente brutalidad… comenzó la matanza, tan
exitosa, yo sucumbí de nuevo, cambié de sintonía…
A cada ocasión que lo hacía, una y otra vez contemplaba esas carnicerías;
diferente motivo, pero siempre avalado por las mismas falsas justificaciones
formadas en las maliciosas mentes de sus líderes quienes no se detuvieron
sino hasta acabar por completo con la que fue “Mi Especie Favorita”…
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Avalaban su instinto con razones defectuosas, una reflexión enmascarada
como falsas amenazas, falsas afrentas, falsa superioridad, falsa competencia
o falso desabasto… ellos y yo percibíamos que los verdaderos motivos eran
codicias, envidias, rabias, miedos, desprecios y hasta gustos enfermos…
sólo que ellos se persuadían a sí mismos y en automático con “creativos
argumentos” que inventaban sin recato y se creaban el legítimo derecho,
para con cínica justicia… pasar de inmediato a los sangrientos hechos.
Todos ellos procedían igual; acallaban sus conciencias de manera diferente,
pero todos siendo cómplices de sus propias mentiras. Para todos ellos, el fin
justificaba los medios, las traiciones, las mentiras, la ferocidad, el gusto. Yo
los condenaba: “El disfrute del botín será su mejor tónico para olvidar”.
“Mi Especie Favorita” ni siquiera se resistía, simplemente no entendían.
Había tanto para todos, incluso podían haber emigrado si así lo hubieran
pedido. Pero ahora eran cazados, hombres, mujeres y niños por igual… y no
comprendían la razón… Caían casi sin defenderse.
Observé un último caso, me parece increíble que el pavor no me permitiera
apagar o cambiar la escena… un agresor perseguía a una familia; terminó
con el padre de un golpe a traición, arrojó a la madre al suelo, puso un pié
sobre ella, vi su intención de llevarla, pero miró a los hijos, los imaginó a
futuro, ya crecidos, ¡Vengándose de él por ese día! ¡No iba a permitirlo!
viéndolos como a fieros enemigos levantó una pesada piedra y fue contra
esos amenazantes y traicioneros monstruos… de tres y cuatro años de edad,
consciente y justificadamente los aplastó ¡una y otra vez!
Así transcurrieron los cinco minutos más largos de mi vida. Mi corazón
latía tan fuerte que hasta podía oírlo, recordé lo que había sentido cuando vi
a la madre y su hijo muerto. Pero ahora el duelo era mío, de sensaciones
auténticas; Mi Especie Favorita, exterminada…
No sé cuánto tiempo me quedé ahí, completamente mudo, con los ojos fijos
en ningún punto; en el pasado… Con el cerebro y el espíritu tan aturdidos.
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Repasé, de hecho, no podía dejar de ver en mi mente todos esos actos, y
reviví cada una de las decisiones que esas bestias tomaron. Analicé cada
conclusión, me asqueé de las defectuosas justificaciones que se inventaron y
que mañosamente avalaron en automático.
Inspeccioné los detalles de la grabación, la diferencia real entre especies era
tan sutil que los detectores jamás la registraron; para ellos, sólo seguían
monitoreando al mismo grupo.
Comprobé luego que el defecto en el pensamiento no tenía que ver con algo
fisiológico; era más un cambio en la conducta, una mejor “adaptación” de la
naturaleza (¡Que nunca ha sido sabia!) que les permitía obedecer lo que su
instinto sugiriera para preservarlos, lo que sus deseos exigieran, ejecutarlo y
justificarlo creativamente con cualquier salida fácil… con cualquiera…
Decenas de miles de años después, tus científicos describirían ese periodo
como la supremacía del Cromañón (Sapiens Sapiens) ante el Neanderthal…
¡El asesinato que tu propia especie ejecutó sobre Mi Especie Favorita!
Tus científicos opinarán que fue por superioridad en inteligencia, en fuerza,
en resistencia al ambiente, en capacidad de comunicación u organización.
¡Todos equivocados!; no sé si con esa misma equivocación cómplice que
sus antepasados asesinos les legaron. Tan conveniente… tan a la mano.
Yo fui testigo: “Mi Especie Favorita” murió por una brutal serie de burdos
argumentos que los cerebros Sapiens dieron por válidos sin serlo; esos
mismos Defectos del Diálogo Interno que en milenios nunca han podido
erradicar de su conducta y que quizá… ¡causen su propia extinción!…
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Capítulo 6
Es la noche del terrible día, pero me corrijo, siendo ya de madrugada… es
otro día: “Ayer fue ayer, pero hoy será completamente diferente”, aseguro
rencoroso.
En mi cuerpo, siento la peor combinación: cabeza caliente y sangre fría.
Decidido me levanto de una cama donde no he podido dormir y solo hasta
ahora actúo lo que planeé ya hace horas. Salgo de regreso a mi Cuarto de
Investigación, pero hago una escala antes: el Laboratorio del Transmisor; lo
activo, lo preparo deprisa y hago llegar el medidor a su máxima potencia...
Enciendo la consola, con la frialdad de quien está plenamente convencido
me coloco en el sillón. Es cómodo. Hay mucha oscuridad todavía… y la que
les vendrá. Busco a uno, lo sintonizo, me aseguro de que sea uno de esos
Sapiens asesinos. Tan pronto lo compruebo, enfoco… y disparo.
Al momento, ¡instantáneamente!, el primitivo comienza a retorcerse de
dolor, aprieta sus oídos y cae del vértigo; “¡Esto va por ellos!” pienso. Pero
no lo disfruto, simplemente lo sé necesario. No es la revancha la que me
complace… sino la justicia… no me detengo… y muere arrepentido.
Uno a uno van por tierra todos los culpables en una ejecución que mi buen
juicio decretó. “Ayer fue ayer y hoy es completamente diferente” Afirmo
justiciero.
De repente, ruidos en las sombras… ¡Una voz detrás de mí! es el Director
General que con sonrisa irónica susurra: “¡Qué fácil fue convertirte en uno
de nosotros!”…
Volteo disparado por la sorpresa, él ríe, pero ¡ya no es él!; aunque sí su
vestimenta y su voz, ahora que lo veo más claro ¡Es el primitivo hombre
asesino de niños! ¡Aún sostiene su roca ensangrentada!… ¡Justo por encima
de mi cabeza!... ¡Y la veo caer!
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…pesadilla recurrente de aquel tiempo que extrañamente ha vuelto con
fuerza en estas últimas noches; increíble en mis condiciones de hoy.
Pero en aquellos días y harto de la fatiga por el mal sueño, le resté potencia
con tres firmes razones: “La práctica”: El Cuarto de Investigación sirve sólo
para reproducir grabaciones; ¡Todos ellos murieron ya hace miles de años!
Luego “La técnica”: Cualquier transmisor, aún en su máxima potencia,
difícilmente llegaría a provocar la menor nausea. Y la última de ellas: “La
resignante”: No, no había forma de regresar a la bella realidad que ya me
estaba formando con Mi Especie Favorita…
La seguridad y el gran ánimo de hacía tan poco se habían convertido en un
mar de dudas. Odiaba sentirlas. La aversión hacia esa nueva especie asesina
se convirtió para mí en una obsesión. No dejaba de repasar lo sucedido; de
considerar las múltiples alternativas que pudo haber en cada caso… para
siempre regresar a la odiosa nueva realidad de ser Biógrafo de una especie
que repudiaba. Poco a poco, todo mi disgusto, mi negación, mi deseo de
venganza… el odio, fue degradándose a sí mismo… ¡hasta llegar a culpar a
aquellos que murieron sin siquiera defenderse!
Esa molestia me llevaba a juicios a extremo diferentes, que rebotaban en mi
cabeza sacudiéndola como un cubo de agua agitada. Visto desde ahora, creo
que esa insistente pesadilla me sirvió para reconocer algo que no quería:
Aquel malestar que sentía era provocado por mi propia visión egoísta de los
hechos; la pérdida de la oportunidad más grande para realizar mis sueños
me sumió en una agresiva actitud que lo mismo atacaba a unos que a otros.
Tanto a víctimas como a victimarios… Pero la sorpresa mayor llegó al
aceptar que mi amañada búsqueda por satisfacer mis deseos personales…
¡me igualaba a ellos! ¡Pensaba tan defectuosamente como los monstruos
que despreciaba!, “¡Qué fácil fue convertirte en uno de nosotros!” Recordé.
Así que me obligué a enfocarme, decidir y definir mis acciones, pero: ¿Qué
sería lo mejor?... En un esfuerzo por aclarar mis opciones, ya molesto hasta
conmigo, las resumí en sólo tres:
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1) No voy a perder mi asignación como Investigador B. ¡Nunca!
2) Por reglamento “debo” reportar esta especie violenta; dejar que los
investigadores militares se hagan cargo… ¡mientras yo me deshago
de ella para siempre!
3) Nadie está enterado: seguiré con la asignación actual pero estaré
alerta. Probaré todas mis teorías, ¡Total!… ¿Qué daño puedo hacer
ya? ¡Esta especie ya está echada a perder!
El disgusto, de tan evidente en la redacción de mis alternativas, me causó
gracia… Pero cuando la imagen del primitivo asesino y su piedra regresó,
me obligué a borrarla pronto: “¡Basta de ser como ellos! ¡Decídete ya!”.
Medité que tal vez apresuré mis conclusiones y no todos los miembros de
Mi Especie Favorita estuvieran muertos. Quizá hubo madres sobrevivientes
que heredaron mejores capacidades a sus hijos. Acaso no todo esté perdido.
Recordé a la madre que cambió su actitud ante la muerte de su hijo, me
serené y la honré al tratar de cambiar la mía.
“No todos los especímenes de la nueva raza son asesinos, ¡Quizá sólo los
líderes!” Justifiqué…
“¿Y qué… los otros asesinos no tenían cerebro para decidir por sí mismos?”
Argumentó en contra mi propio pensamiento.
“Bueno, ése en todo caso sería otro defecto: la indiferencia, falta de criterio,
de responsabilidad…“. Comenzaba a minimizar sus errores.
“¿Y los asesinos por omisión son menos culpables… no?” Refuté.
Peleaba así en mi interior cuando repentinamente me interrumpí con una
nueva idea:
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“¿Quién sería el mejor maestro?... ¿El de los mejores o el de los peores
alumnos?... ¿Cuál de los dos es más digno de mérito?... ¡¿Cuál querías ser
tú desde un principio?!”
Melodramática la voz, aunque llena de verdad. Quizá la retórica teatral era
su herramienta; agitar esa realidad justo frente a mis ojos y recordarme con
reproche mi ideal de ayudar.
“Se ayuda a quien más lo necesita”, me dejé ganar por esa voz que remató:
“haz lo bueno antes que lo legal”… me convencí aun sabiendo que sería
difícil. Pero pronto descubrí algo…
¡Sólo justificaba una decisión que mi instinto ya había tomado! ¡Seguía
comportándome justo como tanto criticaba en aquella especie asesina! ¡Mi
cerebro luchaba por encontrar los argumentos que avalaran lo que mi deseo
ya había decretado!... ¡En esencia era igual a ellos! ¡A Ustedes!
Me sorprendió lo fácil que era caer en esos errores… y sin darse cuenta. Me
relajé y lo pensé dos veces; esa forma de actuar no es necesariamente mala,
de hecho, es lógico que el instinto sea la primera reacción. Redimensioné:
“Lo malo no es escucharlo sino dejar que su voz sea la única que cuente”.
Sólo debía valorar la sugerencia del Instinto sin dejarlo dominar a la razón.
Luego de un momento traté de reconciliar el Sentimiento con la Lógica:
“Cuando Instinto y Pensamiento se armonicen en una conducta unificada, el
convencimiento será poderoso y la determinación inquebrantable”.
Ya convencido, creí que mi meta de interactuar con la especie estudiada no
había cambiado, sólo las condiciones eran las que parecían más adversas
que antes, pero: “Se ayuda a quien más lo necesita…”. Así que traté de
enfocarme y no cometer errores; no dejarme influir por la antipatía que me
despertaban. Debía ubicar a mi enemigo, no en el individuo, sino en su
forma de pensar; algo en lo que si podía influir…
34
Concluí que no odiaba a toda su especie, sino un comportamiento específico
en algunos. Supuse que si me concentraba en aquello que los diferenciaba,
aislaría el mal, lo dividiría y podría enfrentarlo…
“Su Instinto, inventor de conclusiones a partir de mínima evidencia, los dota
de una rápida reacción, pero los hace falibles en automático… pues se crean
la realidad más adecuada”… Lo supuse hasta deseable en una época tan
primitiva; así que tuve la esperanza de que esa conducta desapareciera al
madurar el Diálogo Interno. Pero debía estar alerta y lo registré:
Nota de Monitoreo (1): Un deseo obliga al cerebro Sapiens (¡y al mío!) a
justificar los actos necesarios para satisfacerlo; sean buenos o malos. Un
comportamiento quizá necesario tratándose de instintos fundamentales.
Pero el Instinto llega a manipular a los sentidos para doblegarlos ante su
deseo inicial, a veces erróneamente, siempre a conveniencia. Escuchan lo
que les es apropiado oír, ven lo que les viene bien ver. Con el tiempo y ante
su poca participación, la Reflexión se acostumbra a aceptar dócilmente y
en automático estas justificaciones infundadas, obligándose a fallar por
interés, a conveniencia… hacerlo y repetirlo así… una y otra vez.
Todavía impresionado por encontrar en mí lo que tanto aborrecía de otros y
por lo fácil que era fallar, redefiní mi meta, decidí buscar un método que les
permitiera estar alerta ante estas malas prácticas e implementar así una
mejor salida al comportamiento de mi defectuosa “Especie Asignada”…
pero debo aceptarlo… también al mío propio.
35
Capítulo 7
Ejercer mi papel de ingeniero en el proyecto del transmisor no representó
problema; me mostraba animado… muy a diferencia de mi primera sesión
“en vivo” como Investigador B… de una especie que ya no quería ni ver.
A pesar de todo acudí, entré al Cuarto de Monitoreo que me asignaron y
sólo descansé hasta quedar en privado. Un Cuarto de Monitoreo es un lugar
cómodo, muy parecido al de Investigación. Sin embargo, la actividad que se
realiza ahí es abismalmente diferente pues “en vivo”, las grabaciones ya no
se hacen en automático sino que dependen de la activación voluntaria del
investigador, lo cual demanda una atención dividida entre varias pantallas y
un buen criterio para juzgar la importancia de cada una. Los principiantes
temen perder momentos importantes, lo que genera una ansiedad adicional a
su ya de por sí gran responsabilidad… aunque a mí, temeroso por lo que
seguramente iba a encontrar, ese día no me cabía más ansiedad…
Antes de activar la consola me recuerdo implorando suerte; tantos otros días
repetiría la misma súplica que acabó en hábito; sirviéndome casi como
conjuro: “Sólo quiero ayudar, déjenme hacerlo… ¡Quieran ayudarse!”.
Repitiendo estas palabras encendí la consola y comencé el primer monitoreo
“en vivo” de la especie que me había causado ya tantos dolores de cabeza…
Me acomodé, amplié la pantalla que ahora mostraba un mapa más luminoso
y me enfoqué en la mayor concentración de destellos. Pensé un momento
acerca del mejor modo de conocer el mundo que se habían creado. Supuse
que debía silenciar la transmisión inteligente para sólo quedarme con la
percepción de los sentidos; de esta manera los sentiría como míos y me
permitirían apreciar mejor su realidad…
Para recorrer más terreno, ubiqué al sujeto de mayor movilidad… aunque
no generara un destello de inteligencia muy significativa. Lo que buscaba
era tener una idea más limpia por estar menos trabajada mentalmente y elegí
sólo a una persona común dentro de su época y circunstancias. Lo sintonicé
y activé la recepción…
36
Era un niño, un pastor que veía escapar a su pequeño rebaño, corría tras él
ladera arriba. Cuando al fin lo detuvo, inhaló profundamente, disfruté su
descanso y el purísimo aire. En ese instante se dio tiempo para admirar el
paisaje y dejarme admirarlo a mí también. La colina era áspera, muy rocosa,
el cielo intensamente azul, ¡el blanco de las nubes lastimaba la vista!; al
fondo, una cadena de imponentes montañas rodeaba la bahía… Giró su
cabeza hacia el mar, que era aún más azul e impresionante. Escuché las olas
romper entre las rocas, percibí el aroma de una naturaleza ya muy diferente
a la que había visto en las grabaciones, quedé fascinado por un momento…
El ruido de las cabras alejándose nos hizo salir de la contemplación y el
muchacho corrió tras ellas. Conforme llegaba a la cima se revelaba una
majestuosa construcción en columnas de mármol talladas artísticamente;
pesadas vigas sostenían un techo en dos aguas, adornos en perfectos relieves
se apreciaban por todos lados. Mientras se acercaba a la entrada pude ver
que dentro lucía una larga fila de estatuas de detallada perfección, todas
también en mármol; el lugar parecía un templo, el muchacho se aproximó
tímido, veía personas en atrayentes túnicas realizando una ceremonia; el eco
del recinto era místico, el ambiente transportaba, generaba ánimo reverente,
pero… ¡Nuevamente las cabras alejándose! y juntos corrimos tras ellas.
Se dirigió a una hondonada, en tanto llegaba pude escuchar diferentes voces
¡Un lenguaje ya fluido y estructurado! filas adaptadas en un semicírculo de
asientos-escalinatas formaban un foro al aire libre. ¡Se ejecutaba una obra!
había escenario, vestuario, máscaras, música, ¡hasta efectos especiales! y
seguramente un guion perfectamente escrito en ese lenguaje…
Pero siguió en su persecución y pasó junto a otro grupo que escuchaba con
atención a alguien de pie, “¡un Maestro!”, pensé. En sus tablillas fácilmente
reconocí geometría básica. Yo la identifiqué pero el muchacho no pudo…
¡y otra vez se le fueron las cabras!
Así transcurrieron los cinco minutos de mi primer monitoreo “en vivo”; con
una buena primera impresión… pero sólo fue la primera…
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El arte, la civilidad, la cultura y su enseñanza… evidencia prometedora de
que su especie había podido desarrollarse en armonía. Pero a esas alturas, la
experiencia me había hecho cauteloso, quizá poco optimista. Reactivé los
receptores de pensamiento inteligente y programé la consola para comenzar
a interpretar el lenguaje. Como tomaría un tiempo decidí echar un segundo
vistazo… Enfoqué ahora otro punto, noté demasiada actividad en el mar así
que me concentré en un tenue destello que cintilaba, me llamó por vacilante,
lo interpreté débil, “¿Quién será? ¿Pescador sin suerte? ¿Comerciante?...
¿Qué tanto habrá avanzado la conquista del mar?”… Lo sintonicé…
No había imagen, pensé por un momento que el individuo era ciego, pero
sentí la brisa en el rostro y deduje que sólo disfrutaba de la sensación con
los ojos cerrados. La disfruté yo también unos segundos. Fue hasta ver el
recuerdo de una mujer, niños, su conclusión de ternura y amor, que supe
que era un hombre y no los abría para poder recordarlos mejor…
Luego cambió de imagen, visualizó un anciano rodeado de mucha luz, se
veía poderoso, por su devoción, intuí que rezaba. Suspendió su imaginación,
respiró profundo, suspiró, no pensó más y lentamente abrió los ojos…
¡Docenas de bolas de fuego caían desde el cielo! Luego seguidas por cientos
de flechas… sentí su estremecimiento, comprendí el escenario de guerra,
pude sentir el metal de la empuñadura de su escudo, que levantó alto y se
protegió, vio morir compañeros; amigos y desconocidos, su estado mental
se degradó anestesiando su consciencia, escapando de la realidad, casi
sintiéndose como en un sueño, ¡en una pesadilla!… derrotándose al verse
incapaz de encontrar el menor sentido; empuño ahora la espada…
Contemplamos juntos la escena: decenas de barcos a punto de estrellarse
entre sí y comenzar el mutuo abordaje… Él vio a los primeros enemigos
descender, tomó la vida de dos de ellos, recuerdo mi misma mirada atónita
de antes, la misma incomprensión, cerré los ojos para no ser testigo, dejé
escapar un gemido acusando un “¡lo sabía!”…luego sentí una fría hoja de
metal traspasar mi costado, recordamos juntos la imagen de su familia… la
señal fue atenuándose lentamente hasta por último desaparecer.
¡Me impedí pensar!… ¡Me negué a sentir! Busqué la ecuanimidad del
médico que ve renacer en su paciente el mal que creía superado. Asumí la
responsabilidad compartida de luchar contra él. No podía perder tiempo.
La Consola me avisó que una primera fase de traducción estaba disponible.
Reencendí la pantalla, ya disponía de la ubicación de los dirigentes de esa
sociedad, busqué las luces más brillantes y las encontré… cómodamente
instaladas en un lujoso palacio…
Un tirano, rey o como quiera que se le llamara a ese tipo, escuchaba atento
los augurios de sus sacerdotes; sólo le llenaban el oído con promesas de
gloria, riqueza y poder, predichas en “señales divinas” leídas en estrellas
que siempre estuvieron en la misma posición, reveladas en sueños que sólo
conozco como paseos de una mente fatigada. Pero él los creyó todos,
¿Cómo desoír las promesas de gloria?... ¿de poder?, ¿de inmortalidad?, de
todo lo bueno que quieran decir acerca de nosotros aquellos que viven, y
bien, de esas maravillosas mentiras que en nuestros oídos suenan tan ciertas.
Luego entraron otros; reportes militares explicados en enormes maquetas
reducían a escala infantil las horrendas batallas; mostraban fuerza, poder,
predestinación… ¡pero en ninguna vi el sufrimiento de los combatientes!…
Mismos motivos, mismo autoengaño, ahora explicado más rápidamente en
palabras… igual de inconvincente ante el menor uso de inteligencia, pero,
¿A quién le importaba? La guerra iba a favor y él era más rico y poderoso.
La pantalla se apagó. En acto reflejo, sintiendo odio, lo confieso, enfoqué al
sacerdote que salía y me sintonicé con él… Sus conclusiones de felicidad
provocaban asco. No por su ignorancia sino por la completa indiferencia
ante el dolor de aquellos hombres, sólo era menos odiosa que su expectativa
de ganancia personal; pensaba en piedras preciosas, en los privilegios que el
rey le daría, se veía a sí mismo encumbrado, rodeado por mujeres, admirado
por los demás, envidiado por sus enemigos; favorablemente comparado con
todos… y se convencía que debía ser feliz por ello; ¡debía ser feliz sólo por
salir mejor librado de esa frívola comparación!
39
Disfrutaba una vida cimentada en la muerte de unos, en la credulidad de
otros y la apatía de la mayoría. Sediento de importancia a cualquier costo.
Llegó al templo, mientras caminaba agradecía a figuras en pedestales. Así
conocí al dios de la guerra, a la diosa de la abundancia, a la del amor, a la de
la suerte… y hubiera podido continuar indefinidamente ante la larga fila de
ídolos de piedra inerte que de lo único que servían era como peldaño a sus
propósitos personales. Pasó rápidamente por un cuarto de esclavas que lo
ayudaron a mudarse de ropa, aprovechó para coquetear y besar a algunas;
pocas, orgullosas de su posición envidiable… la mayoría, simplemente
resignadas al asco. En segundos cambió hipócrita a gesto solemne, salió por
una puerta a un salón, cientos de personas al verlo exclamaron alabanzas.
Cínicamente disfrutó su momento de gloria… no pude más y apagué.
¡Esa era la realidad de esta nueva especie! y no era una sorpresa; el mismo
comportamiento defectuoso que ya les conocía, sólo que ahora fortalecido
por un Diálogo Interno de mentiras más elaboradas. Pero no había tiempo
qué perder en lamentos, mi intervención era necesaria…
Me animaba el verme capaz de manejar los “contratiempos”; en principio
llamándolos así, ya no eran dramas sino “oportunidades de crecimiento”,
tratando de sistematizar lo aprendido pensé: “El justo dimensionamiento del
problema es en sí mismo el mejor inicio hacia su solución”.
Su belicosidad exacerbada se había convertido en insistencia en someter a
esclavitud, en hacer de la guerra su actividad más lucrativa, provocarla en
todo lugar, en todo momento, con cualquier pretexto. En el trasfondo, su
siempre presente culto al poder, su eterna necesidad por sentirse más…
¡todo los hacía prácticamente iguales a sus ancestros asesinos!
Aunque noté una motivación adicional: la proliferación de “dioses” y la
exaltación de héroes falsos, el espejismo de la gloria e inmortalidad a través
de la fama militar, las creencias vaticinadoras que lo mismo recurrían a
estrellas, piedras, fuego, cenizas, sueños… un mismo pensamiento mágico
en muy diferentes y convenientemente confusas presentaciones.
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Y descubrí que los argumentos que sustentaban este comportamiento eran
increíblemente burdos: Si creían que la tierra debería estar soportada por
algo, inventaban un gigante musculoso para el trabajo… si no les gustaba la
idea ¡fácil!... imaginaban cuatro elefantes cargándola; enormes elefantes…
y si ellos necesitaban apoyo, ¡No había problema! les ponían de piso una
inmensa tortuga… una bien grande. ¡Todo se rendía ante su inventiva!
¡Pues su convenenciera credulidad sustentaba cualquier mentira!
Sobre bases inciertas, seguían tradiciones de dioses, semidioses y héroes en
donde todo lo medianamente oculto al intelecto lo volvían divino: el rayo, la
lluvia, el mar, el sol… además todo era digno para representarlos: gatos,
lobos, figuras humanas, ¡seres que ni siquiera habían visto! hombres con
cabeza de chacal, caballos con alas, águilas-león… todo lo que su ingenua
imaginación les sugiriera y su dócil reflexión convalidara.
Descubrí también que esas mismas ideas distorsionadas servían luego para
separarlos y originar conflictos, siempre con trasfondos de lucha de poder.
No comprendí cómo esa gente capaz de logros culturales tan avanzados aún
creía necesitar interpretaciones mágicas de personas sin escrúpulos…
¿Sería por inseguridad?, ¿costumbre?, ¿miedo?, ¿pereza? cualquier nombre,
pero un mismo comportamiento defectuoso.
Mi primera teoría: Aquel defecto de su Instinto había evolucionado ya a una
Respuesta Espontánea; seguían dejándose llevar en automático, pero ahora
con reacciones más educadas o por lo menos así lo creían. Costumbre que
los convertía en armas letales, rápidas y eficaces, pero que condenaba a la
reflexión al simple papel de diseñador de planes. “¡La Reflexión reducida a
esclava inteligente del dictador Instinto!” concluí desoladamente sarcástico.
Su Autoengaño era ahora depurado: confiaban plenamente en esa Respuesta
Espontánea que al ser un poco más elaborada que el Instinto, creían un buen
sustento lógico, desplazando a la Reflexión; renombrando engañosamente a
esa conducta como “buen juicio”, “apego místico”, “derecho divino”,
“tradición incuestionable”…
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Recuerdo que hice algunas anotaciones iniciales:
Su Respuesta Espontánea es la evolución (degeneración) del Instinto.
El juicio no usado no sirve de nada y los condena a siempre creer, a
ser siempre los seguidores, siervos, esclavos, soldados, muertos...
Una “Reflexión” inútil, está encadenada siempre al miedo, al placer, al
conformismo, a la delegación de su propia responsabilidad. Así, una
Reflexión es más arma que herramienta. Poco sirve, peor aún, daña…
El Instinto evolucionó a una Respuesta Espontánea que no se preocupaba
tanto por alimento, protección o pareja sino por “otros nuevos valores” que
la sociedad creaba e imponía: Riqueza, belleza, fuerza bruta, poder político,
religioso… los entendía como medios de satisfacción, medidas de felicidad.
Indispensables para enaltecer un “Sentimiento de Importancia” que ahora se
colocaba en su lista de deseos como el “bien supremo” tan solo después de
la supervivencia y la reproducción… y a veces antes. La Reflexión sometida
al Instinto era el “don divino” que les había hecho poseedores y ya amos
únicos de la tierra; pero también la especie más autodestructiva del mundo.
Nota de Monitoreo (2): El error de su Instinto evolucionó a una Respuesta
Espontánea; es más poderoso con la complicidad del convincente Dialogo
Interno que maquilla la verdad a conveniencia pero tiende al Auto-engaño.
Me convencí de que la especie era inteligente y que sería fácil tirar sus
dogmas. Me quise convencer de que el mejor modo sería desarrollar en sus
mentes la necesidad de una razón lógica descubierta con un método de
creencias comprobables, no por la fe ciega sino por la repetitividad de sus
resultados. Ideé la estrategia: instruiría a los más sabios sobre la inexistencia
de dioses y les daría pautas para encontrar sus propias verdades. Algo me
convenció de que aún era buen tiempo para cambiar su forma de pensar.
Estaba decidido y no esperaría más: usaría mi viejo prototipo, pero ahora
reforzado con toda la potencia del nuevo laboratorio… Haría mi sueño
realidad: tenía un plan, siempre la mejor intención, tenía la oportunidad…
¡Nada podría fallar!
42
Capítulo 8
Durante los días que me tomó introducir en secreto las partes del prototipo,
me dediqué a analizar personas comunes, justo como las que asistían a los
cultos celebrados en aquellos templos. Mi conjetura más fuerte era que se
trataba de un apego irreflexivo; una actitud de cómoda dependencia, donde
la costumbre, por el sólo hecho de serlo, era aceptada como válida. Esa
suposición me convenció de que la ignorancia, fuera por falta de educación,
simple apatía o miedo inculcado, era el enemigo a vencer.
La educación era el mejor camino para acabar con esa actitud y sería aún
mejor si esa enseñanza revelara la falsedad de sus creencias religiosas.
“Tan pronto desarrollen la ciencia, acabará la era de los dioses” me repetía,
así que me propuse sugerir un Método Científico a la primera persona capaz
de entenderlo y divulgarlo… Y tenía que encontrarla pronto.
Un día llegué antes que nadie, activé el equipo y me enfoqué al punto más
brillante de todos; ¡No iba a escatimar en capacidad! Iba a ocupar lo mejor
de lo que pudiera disponer, la inteligencia más preclara de su época, ¡el
prohombre que los sacaría del subdesarrollo! y encontré a esa eminencia…
tumbado en la arena jugando con dos palitos…
El muchacho trataba de fijarlos y construir algo parecido a un compás o
tijeras, cuando lo logró, las jugó un rato; “¿En qué me puede servir esto?”
Se repetía curioso… dibujaba círculos, luego acercó algunas piedras y las
puso sobre los trazos, observó, comparó, se propuso ideas… ascendió por
una escalada de destellos: “¿Y si la pata fija estuviera en alto, como en una
torre? ¿Y si la otra apuntara a un barco lejano? ¿Y si luego sin cerrarla la
rotara a una distancia conocida en tierra?... Entonces… ¡Sabría con certeza
a qué distancia se encuentra el barco!”
Se levantó tan rápido que apenas lo noté, salió corriendo a contarlo y a
preparar los ensayos necesarios para comprobarlo, partió convencido de que
su teoría no fallaría. Inmediatamente retomó la pregunta inicial pero ahora
con un ánimo renovado: “¿En qué más me puede servir esto?...”
43
Supe que él tendría razón y que lo probaría… ¡justo como me probó a mí
que podría aprovechar mis enseñanzas! me apresuré para disponer todo y
regresar de noche a instalar secretamente mi viejo transmisor prototipo y
comenzar las “lecciones”, pues ¡yo también sabía que mi teoría no fallaría!
Nota de Monitoreo (3): Su hábito de preguntarse: “¿En qué me puede
servir esto?”Lo obliga a enfocarse en lo práctico. Fomentar en mí este
hábito y siempre tener presentes otras preguntas valiosas como: “¿En qué
No me puede servir esto?” o “¿En qué me perjudica a mí o a otros?”, sólo
con el firme propósito de mantenerse atento… para mantenerse consciente.
Una vez que tuve todo lo necesario, armé el prototipo y lo oculté bajo la
cabecera del asiento pues supuse que ahí quedaría disimulado. Decidí que
sería mejor investigar un poco más acerca de la vida de ese joven antes de
intentar el contacto pues de esta manera mis sugerencias inyectadas a su
Diálogo Interno le sonarían más suyas…
La gente con la que comúnmente hablaba lo nombraba Thales; era hijo de
familia adinerada de un pueblo llamado Mileto donde, por su educación, sus
comentarios y aportaciones a la comunidad, se había ganado cierto prestigio
de inteligente y buena persona. Por mi parte, muy pronto lo identifiqué
como uno de los primeros ingenieros del mundo; alguien que aplica lo que
sabe para resolver problemas, deseoso de mejorar a partir de conocimiento
puesto en práctica; un hombre de bien y en resumen… ¡Uno de los míos!
Descubrí que sus pasatiempos eran todos relacionados con la observación
de la naturaleza, de los mecanismos y de cualquier información que pudiera
convertir en algo útil. La curiosidad era su distintivo y los datos su pasión;
lo mismo atesoraba información astronómica que registros del clima…
Sus conclusiones eran simples pero profundamente inteligentes: En una
ocasión, midiendo que su sombra era justamente igual a su estatura, dedujo
que en esa misma hora del día la sombra de cualquier cosa sería igual a su
altura, probó con un remo y acertó; lo haría después con las altas pirámides
y ¡ganaría el reconocimiento de su mundo!…
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Admiré en Thales la principal virtud: su poderosa observación. La clara
Discriminación de la evidencia y la más pura y virtuosa Integración de
conclusiones; limpias de defectos, cuidadas de preferir el menor esfuerzo,
fuera de la tentación de ajustar resultados a lo que él esperaba encontrar…
sólo se permitía llegar a la más honesta y mejor de las hipótesis que su
razón pudiera producir. Observador de la naturaleza, descubrió sus secretos
simplemente poniendo atención, pero una atención crítica, bien informada.
Llegó la hora en que el transmisor estuvo listo. Presuroso fui a su encuentro
y lo ubiqué una noche, caminando lento, fascinado por el despejado cielo…
Admiraba las estrellas, reconocía ahí figuras, ajusté el transmisor, aceché la
mejor oportunidad para participar en su Diálogo Interno. Él pensaba… “Las
constelaciones ¿Realmente serán dibujos de los dioses? ¿No habrá una
mejor explicación que esa?...”. Me animé y sugerí: “¿Y si esas estrellas ni
siquiera estuvieran juntas? ¿Si fueran como pájaros volando, que vistos a la
distancia parecen cercanos pero no lo están?”… impaciente por la falta de
reacción, subí la potencia al tope y se lo repetí… de inmediato vi en su
imaginación las aves de las que yo le hablaba: ¡Estaba considerando mi
pregunta! ¡Me escuchaba! ¡Creía que mi voz era su propio Diálogo Interno!
¡La procesaba como suya! ¡El transmisor funcionaba! ¡Mi idea funcionaba!
Me creyó que las estrellas no estaban tan cerca unas de otras como para
dibujar una constelación, pero aun así defendió su idea: “Se puede decidir
creerlo así. Decidir creer que representan algo, esa por ejemplo una osa;
sólo creerlo con un fin práctico… orientarse en el mar por ejemplo…” Su
pragmatismo me convenció: además una osa no era un dios, veía en mis
pantallas la clara intención de su imaginación, el sentido práctico de la
metáfora… pero sentí adecuado seguir aleccionando: “Mientras apoye al
desarrollo, creerlo así, conviene. Pero siempre se debe recordar que todo
tiene una explicación lógica, ¡sin depender de Dios alguno!…”.
¡Sentí la buena recepción de esta conclusión!, él mismo la pensó por su
cuenta y la replanteó; le puso palabras que sentía más suyas, ¡el transmisor
era un éxito! él y yo estábamos iluminados, ¡ya brillábamos con luz propia!
¡Justo como esas estrellas! Pero de repente… ¡todo se volvió negro!
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La pantalla se oscureció. A pesar de que el transmisor generaba un calor
insoportable, tuve una sensación de humedad y de frío crispante; sumido en
nuestros pensamientos mientras caminaba, por mirar las estrellas: ¡Thales
cayó en un helado canal que ni él ni yo vimos! la vergüenza nos invadió y
se expresó al sonrojarnos. Dejamos de pensar en todo menos en salir de ahí
lo más pronto e inadvertidamente posible… pero fue inevitable… ya corrían
hacia él un par de sirvientes con los rostros entre asustados y burlones.
Se negó al principio pero apenado recibió la ayuda y las bromas de sus dos
rescatadores; la primera, atrevida, recomendó: “Debería buscar respuestas
en el cielo pero con los pies bien firmes en la tierra”, el otro sólo sonrió
como no queriendo ser visto…
“Espero que este incidente quede entre nosotros” les solicitó… ¡con la plena
conciencia de que su petición sería imposible de cumplir!
El fuerte calor del transmisor que percibía directo en mi nuca, comparado
contra la intensa sensación de frío proveniente del receptor, me constipó.
Callé. Se había perdido el encanto del momento; ambos estábamos camino a
un fuerte resfrío.
Nos dejé descansar por un tiempo, a mí el malestar me duró pocas horas
pero él pasó una muy mala semana. Cuando volví a contactarlo, ya contaba
la broma de que su caída había sido un “castigo divino” por estar pensando
en contra de los dioses.
Comprobé con gusto que a pesar del ridículo final, mi semilla germinó y a
partir de esa noche comenzó a buscar la explicación racional de todas las
cosas antes de permitir que cualquier mentira creativa, idea ociosa, reacción
heredada o ideología malintencionada, lo convenciera.
En esos días meditó acerca de la creación de hipótesis y su comprobación,
la necesidad de repetitividad como cimiento sólido de la verdad; para mí,
era el primer ataque real en contra del pensamiento mágico: Un muy buen
primer paso pero apenas el primero…
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Quería que se preparara más, que avanzara y divulgara. Seguí encaminando
su Diálogo Interno, pero sabía que no debía abrumarlo con información que
no pudiera asimilar; sembré y esperé pacientemente… y una tarde creí que
ya era capaz de entender teorías más avanzadas… al menos lo intentaría…
Lo encontré meditando mientras bebía y comía apaciblemente. Pensaba
sobre la composición de aquello que disfrutaba, ¿De dónde provenía?
¿Tendría todo un origen común? ¿Cuál sería?
Le transmití sugerencias sobre la existencia de “elementos básicos” que
todo lo forman; traté de adecuar mi discurso al limitado conocimiento de la
época… y consciente de que sólo era un momento de esparcimiento, decidí
persuadirlo de un origen único de todo, sólo para darle ideas, echar a andar
su imaginación, líneas de investigación para que siguiera y propagara…
Con su atención embelesada, iba a contarle sobre las partículas elementales,
lo convencía de que: “Hay un origen común y es…” ¡Pero el transmisor
falló! ¡Se quemó y hasta alcanzó a llevarse un mechón de mi cabello! Mi
gran discurso acerca de la física de partículas quedó a medias, pero no así su
pensamiento… ya meditando solo, por su cuenta, titubeó: “Hay un origen
común y es… ¡el agua!”. Al instante cuestioné: “¡¿El agua?!”... Bueno…
otra cosa hubiera sido mucho pedir para la época…
Lo cierto es que el hecho de buscar y encontrar una sustancia natural como
“Madre de todas” iba en contra de la mitología aceptada como único origen;
era ya un pensamiento rebelde, contra ideas erróneas… y completamente
contrario a los poderes establecidos.
Basado en su teoría del agua y aún con poca evidencia, concluyó que la
Tierra era un disco flotando en una mar infinita; idea poco certera, pero al
menos la vio como una explicación más racional, lejana al orden mítico. Me
pareció curioso su apego emocional al agua desde aquel chapuzón; mientras
que en mi caso, por el contrario… a partir de ese incidente ¡Comencé a
tener episodios de crónicos malestares!
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Aunque he de confesar que al principio sus conclusiones no me gustaban
del todo, al menos desechaban la idea de la divinidad como explicación
única. Me resigné a monitorearlo en silencio. Además, con mi transmisor
irremediablemente destruido… no me quedaba otra opción. Hoy, visto en
lejanía, creo que ese infortunio me permitió aprender y vivir más…
Pasó el tiempo y desarrolló su habilidad de Maestro. Un día, ya maduro,
enseñaba a jóvenes que buscaban encauzar su rebeldía a través de ideas más
firmemente fundadas sin entregarse a una vida de contemplación, sumisión
y pasividad religiosa. En eso, un grupo de sacerdotes iracundos se acercaron
a tratar de disolver la clase y de disuadir al Maestro. Pero cada una de sus
“verdades evidentes” fue refutada brillantemente por Thales, sin obtener de
ellos más respuesta que la obscuridad de sus dogmas, la necedad de sus
creencias incomprobables; terca cerrazón aferrada a caminar en círculos…
¡Como si la razón se ganara en una carrera de resistencia!
Harto, pensó que sólo un reto directo podría acabar con el entrampamiento:
“Demostrémosle entonces el uno al otro quien tiene la razón…” les dijo
pidiendo silencio y calma con sus palmas hacia ellos: “dejemos que sus
dioses o mi conocimiento hablen por sí mismos…”. Los sacerdotes, los
estudiantes, los entrometidos congregados y yo, nos quedamos todos en
silencio expectante… Yo sabía que cualquier dios quedaría mudo pero:
¿Cómo esperaba Thales que su conocimiento “hablara”?
“Una competencia…” continuó explicando: “tan simple como los juegos
que se practican entre pueblos” y aclaró: “Demos el plazo que quieran:
Ustedes pedirán a sus dioses un portento y yo les mostraré lo que el saber
me haya permitido lograr… y compararemos…”.
“¿Y cómo sabremos cuál es mejor?...” replicó el más necio: “¡No, no, no!
¡Seguiríamos discutiendo eternamente!” y amañó a su favor el desafío:
“Veámonos en un año entonces… presenta públicamente aquí tu portento…
¡que deberá ser maravilloso!… Nosotros pediremos a nuestros dioses para
que no lo consigas, si estás tan seguro de tu conocimiento, no tienes nada
qué temer ¿o sí?...”.
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Thales adivinó pronto la trampa pero a pesar de ello aceptó inmediatamente.
Irreflexivamente pensé yo… No podía ver nada en su mente, ni un plan, ni
un secreto guardado: ¡No tenía ni idea de cómo iba a encarar el desafío pero
aun así se apresuró a aceptarlo!
Lo admiré por su firmeza; ¡Creer así en su capacidad! Lo sigo admirando y
es ejemplo en mis momentos más inciertos… Pero en ese instante ¡lo único
que quería era reprocharle su arranque de valentía malentendida, perdonarlo
rápidamente y ayudarle a ganar a los dioses! ¡Pero ya no podía hacerlo!…
El sacerdote sentenció: “¡Será un año exacto desde hoy!, el tercer día de
Poseidón… de testigos los presentes… y tregua hasta entonces… ¡Disfruta
de tu último año de enseñanza!” señaló sarcástico y se fue convencido de su
éxito. Thales, impávido, lo vio alejarse, no podía demostrar incertidumbre
frente a sus alumnos… Era parte de la enseñanza.
De regreso en casa y a solas, revolvió desesperado sus notas, buscó algo,
¡cualquier cosa!… Encontró antiguos cálculos de eclipses solares, consagró
un mes entero en pronosticar el siguiente: ¡en once años!, ¡muy tarde!…
pero le dio otra idea: ¡sus apuntes del temporal! Estudió la información que
tenía sobre el clima y encontró un patrón entre temporadas frías y cálidas; si
era cierto, ese año sería el primero bueno después de ya varios muy malos.
Tenía algo pero lo creí insuficiente, además de muy inseguro: “¿Cuántos
meteorólogos acertados conoces?” Impotente, sólo le deseé suerte.
Para mi sorpresa, el sólo adivinar el clima no era lo que él tenía en mente;
Thales me dio cátedra sobre una observación puesta a trabajar y llegó a
conclusiones certeras, pero lo más asombroso fue la utilización que hizo de
ese conocimiento: Sabiendo que el buen clima traería una gran producción
de olivo, compró o rentó casi regaladas todas las prensas de la región. La
gente, yo incluido, pensaba que había enloquecido pues ¡la mayoría no se
había usado en años! Aun así, confiado, se hizo de todas ellas…
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Las faenas comenzaron, pasó la época de floración, las tareas eran pocas
pues el tiempo era benigno; fructificaron, maduraron… y llegó la cosecha…
¡La abundante recolección fue justo el milagro que la observación de Thales
predijo! Y como único poseedor de prensas de olivo ¡multiplicó por diez su
valor! El año se había cumplido, congregó en el mismo lugar a aquellos
sacerdotes, a alumnos y al pueblo entero; demostró su Portento ante quienes
lo odiaron, lo admiraron, lo envidiaron…
Siendo ya un hombre adinerado y sobre todo calculando el mejor efecto
mental, Thales vendió las máquinas al precio en que las había comprado
pues prefería incrementar su leyenda que hacerse de más comodidad; la
gente lo calificaba de erudito, sabio, ya genio y finalmente (tristemente)…
lo convirtieron en una especie de mago o semidiós…
Enfurecí: “¡Una magistral demostración del uso del conocimiento científico
para acabar justo donde habíamos comenzado!”…
Pero redimensionando todo, me obligué a recuperarme del disgusto, me
enfoqué al aprendizaje de esa lección: Él intuyó que el mero conocimiento
no tendría tanto éxito contra los dioses como oponerlos a algo tan o más
poderoso que ellos; encaró a esas falsas deidades con otra bastante más real
y por todos venerada: la riqueza económica.
No aprobé sus métodos pues confrontaban consigo misma a la miseria
humana y así nadie ganaba. Pero lo que más me desconsoló fue comprobar
la facilidad con que la gente regresaba dócilmente al pensamiento mágico,
pues no lo veían como al gran científico que era, sino como al nuevo gran
adivino a quien querían creer y a quién se debía reverenciar… venerar…
Nota de Monitoreo (4): En lo sucesivo, tener presente que el hombre
común, comúnmente irresponsable, siempre buscará el “camino de menor
esfuerzo”… aunque generalmente lo haga caminar en círculos.
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Nota de Monitoreo (5): Tener presente que en la naturaleza humana está
arraigada la “búsqueda de ganancia” y en ocasiones, las más, ésta puede
llevarlos a venderse a cualquier idea, sea buena o mala.
Nota de Monitoreo (6): Investigar en lo futuro acerca de esa necesidad de
reconocimiento que empuja al hombre a actos que lo prometan o supongan,
sean nobles o reprochables. (Pues, si Thales la tuvo…)
Otra gran enseñanza sobre el comportamiento humano me la ofreció diez
años después, cuando, con una de sus acostumbradas “presentaciones
dramáticas”, aprovechó su predicción del eclipse solar y atemorizando a
todos anunció que “el sol se apagaría de enojo por la cruel batalla que en
ese momento se libraba”… vaticinio que al cumplirse produjo tanto pánico
entre los generales de ambos bandos… ¡que desencadenó la más veloz,
equitativa y armoniosa negociación de paz de las que yo pueda recordar!
“Buenos resultados; soluciones discutibles…”, me recuerdo cuestionar.
Pasé mucho tiempo preguntándome sobre la validez de sus métodos, pero
también sobre la ingenuidad de mis expectativas. Lo cierto es que todas esas
conclusiones me llevaban a un escenario mucho más complicado de lo que
yo había querido convencerme antes; ahora no debía ser simplista:
La especie gobernada por el instinto obedecía a su vez cualquier expectativa
de ganancia y la percibía en diferentes formas: poder, fuerza bruta, belleza,
economía, influencia, placer, reconocimiento… supuse que las identificaban
como facilitadoras de su vida… pero para conseguir ganancia, se dejaban
caer cómodamente en trampas de su pasado primitivo: despersonalizarse,
comportarse en manada, llevarse por el miedo, ira, dependencia, sumisión,
delegar su responsabilidad, mostrar gran desinterés por lo importante a la
sombra de lo inminente y cotidiano…
Con mi prototipo destruido sólo tenía la esperanza de concluir el proyectado
en el CIIE que avanzaba rápidamente. Pero para empeorar mi horizonte,
eran las autorizaciones normativas las que iban demasiado lentas.
51
Nunca más pude hablar a Thales. Pasé el resto de su vida como un simple
espectador; a veces feliz, a veces en disgusto, justo como ante un programa
televisado. En el CIIE y para no despertar sospechas, reportaba sólo lo que
consideraba conveniente por inocuo. Para todos, la violenta especie de veloz
desarrollo tecnológico y voraz codicia material era sólo una muy tranquila
comunidad homogénea de crecimiento lento pero armonioso, justo como lo
fue la nuestra… y no había nada de qué preocuparse…
Aún recuerdo la ocasión cuando encontré a Thales ya de avanzada edad, su
destello era aún intenso y lo mismo su entusiasmo; sus fuerzas… habían
cedido al peso de los muchos años. Repasaba mentalmente su vida, como
casi todas las personas que se sienten tan cerca del fin y son afortunadas por
tener el tiempo de recordarse apaciblemente.
Reflexionamos juntos que a pesar del reconocimiento que siempre logró, el
pensamiento mágico era todavía muy fuerte y demasiado extendido. Se
reprochó su indiferencia a dejar el legado escrito de su saber; siempre lo
desdeñó a favor de la experiencia cara a cara pues como buen ser humano…
se creía eterno.
Pero ahora eso estaba de más.
Con todo, lo reconozco como el “Padre de la Ciencia” pues fue el primero
en proponer la creación de hipótesis, la experimentación, el comprobarlas
repetidamente… y fue también un gran ingeniero sin duda.
Había sufrido la muerte de “Mi Especie Favorita” pero desde ese momento
comenzaría a lamentar la de mis “Maestros”…
Siempre me ha sido duro asimilar lo inevitable: entre nuestros universos, el
tiempo y el espacio suceden de manera diferente…
Habían pasado casi cien años en el tiempo de la tierra, pero para mí, tan
solo la primera década como investigador… y no lo sabía entonces, pero
aún habría muchas pérdidas qué lamentar…
52
Capítulo 9
Pasé algunos días en duelo por la muerte de mi amigo, concluí que la mejor
forma de honrarlo era tratar de aprovechar al máximo el conocimiento, justo
como a él le preocupaba. Me había enseñado tanto sobre las motivaciones e
inteligencia del hombre que acabé por reconocerla más ágil que la nuestra,
aunque más débil también, pues aún ya maduros se permitían defectos que
nosotros jamás tuvimos… por lo menos no en ese grado.
En el CIIE, luego de interminables presentaciones, solicitudes y trámites, el
proyecto finalmente se autorizó: el primer transmisor era perfectamente
operativo y sólo se ajustaban detalles sobre la rastreabilidad del sujeto y la
afectación de su campo visual. Sí, la necia idea de transmitir imágenes ganó
y aunque tomó largo tiempo, ya estaba lista. Me preocupaban dos módulos
adicionales de los cuales no tenía control pues eran dirigidos personalmente
por el Asesor; sopesé mis alcances… los de él… y mejor no me inmiscuí.
Con el pretexto de estar informado de los avances, logré tener acceso al
transmisor desde mi Cuarto de Monitoreo. Mi plan alterno era contactar
nuevamente y en secreto a uno de ustedes.
Quería saber más acerca de la motivación del individuo; conocer su origen,
identificar en qué momento se decidía por un mal proceder, que incluso
llegaba a arrastrar a toda su especie. Pero quería encontrar a otro “Maestro”
y no me fue nada fácil. Confieso que me sentía frustrado…
Una mañana monitoreando la actividad, desesperado por la falta de suerte,
me sorprendió un destello inusual. Era muy raro por su intermitencia pero
también por la fuerte intensidad que alcanzaba. Provenía del lado oriente,
bastante lejos de lo que yo conocía. Quizá la enorme distancia y el no saber
qué encontraría allá ampliaron mi curiosidad y me dirigí a ese punto.
Sintonicé al personaje, me preparé para recibir su señal y comencé...
53
¡Al instante mi cuerpo disminuyó su ritmo!, sentí mi corazón más pausado,
mis músculos cayeron en una relajación que jamás había experimentado;
luego del breve asombro inicial… me llené de tranquilidad…
Observé la escena: un hombre de mediana edad, sentado bajo un árbol.
Repasaba algunos capítulos de su vida por lo que me permitió reconstruirla:
Nació príncipe, recordaba la vista de sus tierras desde su lujosa terraza,
músicos tocaban lentas melodías; bailarinas, bebida y comida apetitosa en
enormes mesas dispuestas sólo para él. Al fondo de sus recuerdos estaba
una mujer y un pequeño; su familia, supuse… Las imágenes eran claras y
recientes; una vida donde cualquier “privación” se remediaba simplemente
“ordenando a sus sirvientes traer más”.
Detecté algo que me incomodó: A pesar de todo lo que tenía, ese hombre
simplemente no era feliz… además del lujo, abastecimiento y comodidades,
estaba su bella familia y aun así, ¡todo lo que lo rodeaba le parecía poco!
“¡Bah! ¡Sólo otro hijo de rico que nunca se sentirá satisfecho!” me apresuré
a concluir. Pero con esa misma rapidez y con la experiencia previa de malas
primeras impresiones, le concedí una segunda oportunidad…
“Felicidad y Sufrimiento” Se repetía. “Enfermedad, Pobreza… Muerte”.
¡¿Pobreza?! Me pregunté sarcástico, ¡si se ve que jamás has trabajado! Pero
me obligué a seguir escuchando. Después de todo era un pensamiento que
quizá llegaría a algo más. Centraba su atención en sí mismo, su expectativa,
sus emociones, su definición de la felicidad y de la propia trascendencia…
Fui sabiendo más: Huérfano de madre desde muy niño, casado en boda
arreglada, luego padre de familia. Recordaba pero interrumpía insistente sus
recuerdos con imágenes de una anciana, un moribundo y un cadáver…
“Miedo a no poder comprar juventud, salud o vida ¡qué novedad! Bueno,
para un rico debe ser traumático con tanto dinero…” fustigué de inmediato.
Pensé en los miles que desearían su posición y no comprendí su actitud;
“¡Muchos sueñan con ser ricos para ser felices pero el rico no lo es!”
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Hoy, apenado, confieso que en ese momento pensé que se trataba de un
holgazán que aún teniendo la vida comprada, no tardaría en exigir más,
¡Más placeres!, ¡Más diversión! ¡Más! ¡Más! ¡Más!…
De repente, como contestándome, comenzó a cuestionarse seriamente:
“Gran parte del problema de la insatisfacción es la búsqueda misma del
placer; los monjes me enseñaron que el sufrimiento y privaciones son el
camino a la virtud y a la verdad, pero creo que es ilógico someter al cuerpo
a exigencias sin dotarlo de la fuerza suficiente para enfrentarlas… creo que
ante todo debería tratar de armonizar la necesidad real con el instinto…”
¡Quizá me había equivocado!, quizá podía aprender un poco más de él… y
de paso probar el nuevo transmisor. Encendí el enlace, calibré todos los
instrumentos, verifiqué y me dispuse a probarlo preguntando directamente:
“¿Por qué un hombre inteligente se deja llevar por su instinto?”
Esperé atento su respuesta pero… ¡Ni siquiera se inmutó! Repetí, aumenté
la intensidad de transmisión y repetí nuevamente… ¡Nada! Después de
tanto tiempo, de esperas, pruebas y mejoras ¡El nuevo transmisor no servía!
¡La costosa chatarra no funcionaba!
Seguí escuchándolo, activé el banco de potencia extendida y aproveché otra
pausa en su reflexión… pregunté casi gritando: “Si los hombres pueden
pensar tan bien como tú: ¿Por qué permiten que su Respuesta Espontánea
sea más fuerte que su Reflexión?”
Nada. Era desesperante ver que el esfuerzo de casi una década no servía, o
por lo menos no para esta especie. ¡Realmente frustrante!
Mi cólera se acumulaba; la mala primera impresión que ese hombre me
provocó se sumó a la falla sin motivo aparente. Desconecté los módulos
adicionales, subí al máximo la potencia de transmisión y le grité enfurecido:
“¿Porqué justifican crueles atrocidades, las ejecutan sin recato y ni aun así
son felices? ¿Por qué? ¡Contesta ya! ¡Contesta ya!”
55
Nada. Revisé todo nuevamente, no había nada mal, ni una alarma, nada
suelto, simplemente no funcionaba… me resigné y me decidí a sólo ser
espectador… una vez más. Escuchaba sus conclusiones sobre la felicidad y
el sufrimiento, me parecían interesantes y tenía ganas de cuestionarlas. Un
poco después, ya más calmado, recuerdo que me pregunté en voz alta:
“¿Acaso la propia búsqueda de felicidad los condena al sufrimiento?” dije.
“La búsqueda de felicidad nos condena al sufrimiento” contestó…
¡Me escuchaba! En un descuido había dejado encendido el transmisor y
escuchó mi pregunta; y quizá había escuchado todas las anteriores pero
deliberadamente las había ignorado… como fuera ¡Ya me escuchaba!
Me animé y ya me preparaba para enviarle mi lista de dudas cuando me
sorprendió con un mensaje claro y directo hacia mí:
“Te he escuchado ya… ¿Quieres respuestas? ¡Guarda silencio ahora!...
Hablas del instinto. El instinto no es malo en sí mismo; la naturaleza quiere
vida y nos apremia a sobrevivir y a reproducirnos. Para obligarnos, usa las
formas más convincentes a su alcance: el sufrimiento y el placer.
El miedo a la vejez, a la enfermedad y a la muerte, por un lado… por el
otro: el encanto de disfrutar a una pareja y de saberse amado por ella.
El Sufrimiento y el Placer son las fuerzas más importantes de la naturaleza
y desde siempre van dirigidas a la reacción más antigua, más inmediata,
más impensada… más persuasiva; el Instinto. Piensa en el instinto como un
ancla que tiras sin pensar pero que te encadenada con pesados eslabones de
deseo y obliga a tu pensamiento y acciones a girar en torno a él. Cuando
pienses en el instinto recuerda que lo malo no es obedecerlo sino nunca
cuestionarlo.
Preguntas: ¿Por qué se dejan llevar por el instinto?...
56
¿Y quién les ha enseñado lo contrario?, ¿Porqué habrían de desobedecer la
urgencia de evitar el peligro o de darse gusto?
Consciencia; tu respuesta está en el grado de consciencia… Hay arañas que
al salir de sus huevos comen viva a su madre… su instinto exige alimento
por supervivencia y su grado de consciencia no les permite horrorizarse de
su propio comportamiento. Hay ranas que cuidan y alimentan a sus hijos
desde larvas; suben y bajan altísimos árboles para asegurar su subsistencia y
llegan a hacerlo hasta desfallecer… su instinto les exige dar protección y su
grado de consciencia les permite el sacrificio de su vida…
En el hombre, el instinto exigirá pero sólo el grado de consciencia permite
discriminar lo bueno de lo malo. Dejarse llevar por el instinto es elección;
sea por falta de conocimiento, por irresponsabilidad o por costumbre. Si
comemos a nuestra madre o morimos por nuestros hijos, es un acto que
elegimos… ser villano o mártir depende del grado de consciencia.
El instinto no es malo; sólo pretenderá alejar al sufrimiento y acercar al
placer… es su única función. Lo malo es no cuestionarlo…
Una urgencia parecida a lo que llamamos “buscar felicidad”. Una búsqueda
que no es mala en sí misma; lo malo siempre será la irresponsabilidad en
no definir personalmente esa felicidad y en la forma cómo la pretendemos.
Preguntas: ¿Por qué permiten que su respuesta espontánea sea más fuerte
que su reflexión?
¿Y quién les ha enseñado lo contrario?, ¿porqué habrían de desobedecer la
urgencia de evitar el peligro o de obtener placer… en las formas en que lo
han hecho tanto que ya consideran como correctas?
La Respuesta Espontánea es una reacción aprendida, diferente del Instinto
pues, aún con mínima Reflexión, es un razonamiento que se acepta como
válido; más apropiado, al menos se toma como lo convenientemente más
común, lo peligrosamente visto como normal.
57
Nadie debería creer en algo simplemente porque lo ha escuchado, porque se
habla de ello o muchos lo rumoran… Nadie debería creerlo aun estando
escrito en libros sagrados ni por la autoridad de maestros o de viejos. Nadie
debería actuar por mera tradición simplemente por haber pasado entre las
generaciones… Nadie debería, pero es Respuesta Espontánea, aprendida
desde que no tenían criterio… y será única verdad mientras no lo tengan…
¿Quién les enseña que sólo después de observar y analizar, si uno encuentra
que algo es acorde a su razón y beneficia a todos… podrá aceptarse?¿Quién
aconseja no creer nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan
hacerlo? ¿Quién aconseja creerlo sólo después de someterlo al dictamen de
la razón y a la voz de la conciencia?
Creemos que nuestra Respuesta Espontánea está libre de defectos, nos
creemos puros, bien intencionados, prudentes… pero es más sabio el que se
piensa ignorante, sólo porque se da la oportunidad de estar alerta y de
seguir aprendiendo…
Luego se pone peor: más fuerte que la urgencia de sobrevivir y reproducirse
está una que hemos creado, que no es natural pero que se pega a nosotros
casi desde el nacimiento… la urgencia al bienestar… Pero lo entendemos
mal, lo malinterpretamos en forma de excesos, de lujuria, holgazanería, de
comportamientos que aparentemente ofrecen bienestar pero que terminan
revelándose indignos, inútiles y hasta dañinos…
Preguntas: ¿Por qué después de todo son infelices?
Porque así como no han sido responsables de su propio instinto, siempre
son irresponsables de su definición de felicidad, de lo que creen bueno para
ellos y para todos, porque los unos regalan su definición de felicidad a lo
que los otros dicen… y todos quedan siempre insatisfechos. No es secreto:
quien no busca dentro de sí, no encontrará la felicidad afuera. Sencillo de
entender y profundamente difícil de aplicar…
¿Acaso la propia búsqueda de felicidad los condena al sufrimiento?
58
La vida también es sufrir. Sufrimos porque deseamos cosas temporales;
ilusiones que nos formamos en la mente, realidades que nos creamos o
dejamos que alguien más cree para nosotros. Los deseos se crean. Nos los
creamos o los crean para nosotros. Por pequeño que sea un deseo, siempre
nos mantiene atados. Requerimos del deseo para mantenernos motivados
pero es nuestra responsabilidad cuestionarlo constantemente. Si hemos de
deshacernos del sufrimiento debemos entonces entender al deseo, hacerlo
nuestro al vigilar su correcta intensidad y su digno origen…”
Guardó silencio una vez más, descansaba, se relajaba después de hablarme
tanto y tan animadamente, incluso lo sentía como si se defendiera; sabía que
mi voz era ajena a la suya, pero no su origen; así que ya no le hablé… Traté
de probar la nueva transmisión que disponía, la de las imágenes, proyecté en
su cerebro el origen del universo, la composición de todas las cosas, tocaba
para él música suave para permitir su descanso… y quedó embelesado.
Repentinamente interrumpió su receso y me dijo:
“Conozco tu siguiente pregunta… y también entreveo una lejana intención
de restar mérito a mi esfuerzo por conseguir mi propia iluminación; aunque
no sé si esté más en tu ánimo o en las incertidumbres de mi pensamiento
interrumpido a medio camino. No lo sé… así que antes de que la formules,
contesto: ¿Cómo puede el hombre vencer su comportamiento destructivo?
Necesita despertar. Todos los caminos de la bondad llevan a la iluminación
y a ese despertar. Así, lo primero y más duro es asumir la responsabilidad.
La propia iluminación depende de descubrimientos propios y comienza
descubriendo el error en lo que nos es personal y cotidiano.
Muchas fuerzas nos prefieren dormidos, ajenos, en un sueño que nosotros
creemos realidad y que a ellos les conviene perpetuar.
El más insensato, si reconoce su insensatez comienza a ser sabio. Así que:
El casi imposible primer paso es aceptar la posibilidad de vivir en error.
59
Una aceptación personal; Nadie puede enseñar a otro un camino que aquél
no crea necesario recorrer. Ha de aceptarlo primero, entenderlo después y
finalmente actuar. Su mente lo sabe sencillo pero lo hará complicado… ha
aprendido que así le conviene creerlo. ¿Es difícil aceptar que no es más rico
quien más tiene, sino quien menos necesita? Verdad sencilla… pero:
¿Cuántos príncipes has conocido que decidan convertirse en pobres?
Tu respuesta es sencillamente imposible: Más grande que cualquier batalla
es la conquista de uno mismo. El ‘Qué hacer’ es claro… me interrumpiste
mientras pensaba el ‘Cómo’… pero avancemos un poco juntos…
…buscar la felicidad sólo puede traer una de dos consecuencias: la primera
es conseguir aquello que nos hemos o nos han impuesto como ‘felicidad’ y
quizá descubrir que no lo era… o la segunda: no conseguirla nunca y creer
por siempre que por eso somos infelices. La sensación de insatisfacción
nace del hecho de esperar demasiado o creerse merecedor de mucho…
¿Debemos entonces alejar todo deseo? Un deseo es un desequilibrio que
busca ser reparado; sin pretender restaurar el equilibrio no avanzaríamos:
así que ve al desequilibrio como oportunidad de crecer pero pon atención
pues es también un riesgo de denigrarse… Uno mismo hace su mal, uno
mismo lo sufre; uno mismo se aparta del mal, uno mismo se purifica…
Pureza e impureza son cosas de uno mismo, sólo una decisión personal. Es
necesario vigilar el deseo pero más aún la manera de satisfacerlo; El hombre
es quien forma sus realidades y es él quien debe reformarlas.
Toma por ejemplo las posesiones materiales que dan la falsa idea de poder;
vistas como mejor oportunidad de supervivencia o garantía de reproducción
exitosa, es fácil de confundirlas con placer y disparar el instinto. Yo me
recuerdo siendo rico, me sentía de mayor atractivo que ahora que no lo soy.
Riqueza, supremacía, arrogancia son disfraces de un poder que suponemos
garantizar el bienestar, esa es la realidad que se crea el hombre y la mujer…
es por eso que son tan respetadas y tan buscadas… aunque no lo merezcan.
El mundo exterior es únicamente una manifestación de la mente vista así
por su costumbre de seleccionar y de razonar incuestionadamente.
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El hombre es quien se forma sus realidades y es él quien debe reformarlas...
lo que somos descansa en lo que pensamos. El pensamiento es lo que debe
oponerse al sufrimiento y al placer. Y no temerles. El hombre con miedo,
busca refugio en montes, en bosques sagrados o en templos. Sin embargo,
esos refugios no sirven, donde vaya, sus pasiones y penas lo encuentran.
Sólo el sabio permanece imperturbable ante el sufrimiento y el placer.
Por eso ha de vivirse en vigilia… Del mismo modo en que se custodia la
frontera, debe guardarse uno a sí mismo. No dejar de vigilar; la oscuridad
vence a la luz y así las pasiones no penetran en una mente ordenada. La
vigilancia es el camino a la inmortalidad. Quién se vigila no muere. La
negligencia es el sendero de la muerte. Los negligentes son como si ya
estuvieran muertos. Viven muertos, por no ser dueños de sí.
Controlamos el deseo si vigilamos nuestra correcta percepción de las cosas
y no nos conformamos con la percepción que nos han heredado. También
controlamos el deseo cuando vigilamos nuestra correcta intención y las
acciones que tomamos para satisfacerlo; es muy importante vigilar la forma
en que ganamos nuestra subsistencia. Y controlamos ese deseo cuando
vigilamos que nuestro esfuerzo sea el mejor sin importar éxito o fracaso, ya
que no siempre depende de nosotros.
Controlamos el deseo a través del enfoque: la atención que prestamos. Arma
poderosa: la atención, es un sinónimo de ‘consciencia’ pero más fácil de
manejar; vigila tu atención y vigilarás tu consciencia.
La respuesta que buscas está en la vigilancia del comportamiento visto
desde sus crudas expresiones: mentales, habladas, corporales…
Pero para terminar y para que me dejes seguir en paz con mi meditación, he
de decir que también veo claramente la que da origen a todas tus insistentes
preguntas:
¿Por qué le es tan dable al hombre inventarse un “Dios” que realmente no
necesita?
61
El instinto cumple con la exigencia de sobrevivir y reproducirse. Desde
bebés está presente, se manifiesta ya en la ternura que despierta el sólo
hecho de verlos. Luego aprenden que el lamento, a través del llanto, es una
herramienta poderosa para satisfacer ese instinto. Más tarde, cuando el mero
sollozo se vuelve lento, comienza el grito y el reclamo. Lamento y Reclamo
son las principales armas del instinto. Nadie nos enseña otras y no creemos
necesario aprender más. Pero cuando ya no hay padres con quien lamentarse
o a quien reclamar, otra figura paterna se vuelve necesaria… ¿Quién mejor
que un dios a quien suplicar fortuna o reclamar por nuestros infortunios?
Lamento y Reclamo, están siempre presentes en los peores defectos; sólo
tienes que buscarlos, poner atención, vigilancia, grado de consciencia… y
siempre ahí estarán… sirviéndonos aún en nuestra contra…
¿Cómo quieres llamar ahora al arma contra todos los dioses? ¿Aceptación?,
¿Consciencia?, ¿Responsabilidad?, ¿Vigilancia?... Como quiera que lo
hagas te anticipo que nunca será efectiva a menos de que la persona misma
la vea necesaria; si no reconoce su propia carencia y no se compromete a
usarla, nunca servirá de nada. Pero… ¿Quién querría deshacerse de sus
defectos cuando los piensa tan valiosos aliados?
El hombre tiene que vencerse a sí mismo antes de vencer a los dioses… Es
claro tu deseo de ir contra todo dios… clara e ingenua tu ambición de ir
contra los defectos del hombre… pero quizá por eso será más tenaz… ten
ánimo y valor, mucha paciencia; persevera pues ni siquiera un Dios puede
cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo…"
Calló. No puedo describir con palabras cómo me sentía; decir que desnudo,
reverente, descubierto, agradecido… quizá es lo más cercano. El hombre, a
quien de inicio di por un vago, había respondido mis preguntas más allá de
mis expectativas. No pude más que quedar en silencio y seguir aprendiendo.
Presencié horas de su reflexión, que para él eran días enteros de esfuerzo
con apenas lo mínimo para sustentarlo. Cuando terminó, poseía toda una
concepción sobre lo que llamaba: “Iluminación”…
62
Sin embargo y para mi gran sorpresa, detecté en su ánimo que se sentía
incapaz de transmitirla con palabras y prefirió no intentarlo…
¡Yo no podía permitirlo! eran conclusiones brillantes de una mente brillante
y no debían detenerse ahí. Pasados unos días decidí hablarle, aunque ahora
en un tono más amable; yo estaba ansioso de que comenzara a divulgar sus
ideas… en esta nueva ocasión, su mente me interpretó como otra persona,
ya no como ese intruso molesto que lo importunaba sino como un ente que
ahora suplicaba. Y no fue fácil convencerlo: él argumentaba que nunca
nadie podía enseñar a otro la propia responsabilidad de ser mejor para él y
para los demás. Sugerí que no se trataba de llevarlos a un destino sino solo
ponerlos en camino hacia su propia “iluminación”… Luego de largo rato,
reacio pero convencido sentenció: “Habrá entonces un requisito previo e
indispensable: mostrar esa responsabilidad al reconocer que habían estado
equivocados, dejar lo anterior y abrazar lo nuevo”.
Así comenzó un largo camino de enseñanza no de dogmas sino de guías
para la búsqueda personal de la verdad, para el bien de todos; sin venderla
al rico o escatimarla al pobre, sin negarla a mujeres o dejarla inaccesible a
los niños… Era la búsqueda de un mejor estado mental antes que religioso.
Cierto, hubo seguidores que imprimieron alguna dosis de misticismo a sus
enseñanzas pero… se mantuvo a nivel tolerable. Incluso me vi involucrado.
En su adaptación del relato que el Maestro les hacía de “La voz iracunda”
que primero trató de desconcentrarlo e impedir que llegara a la verdad y
luego de otro ser, ahora de “toda bondad” que lo convenció de divulgarla al
mundo: ¡Sus discípulos hicieron de mis cambios de humor toda una historia
de “dioses y demonios”!
Así transcurrió el tiempo de vida de mi Maestro Siddhartha, el Buda. Un
iluminado hombre con virtudes y defectos que trató de hacer un poco mejor
su mundo… y en gran parte lo consiguió.
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Nota de Monitoreo (7): El Instinto obliga a satisfacer demandas básicas:
sobrevivir y reproducirnos. Nos hace percibirlas en formas más complejas:
ya sintiéndonos seguros tornará la “Supervivencia” en “Bienestar” y le
dará múltiples interpretaciones… no todas dignas.
Nota de Monitoreo (8): De gran responsabilidad es vigilar la definición de
“felicidad” y a lo que nos referimos con “tener éxito” al buscarla.
Nota de Monitoreo (9): El Instinto incuestionado rebaja nuestro grado de
consciencia y nos denigra por su satisfacción a toda costa. El Sufrimiento y
el Placer son sus principales puyas.
Nota de Monitoreo (10):“La más grande batalla es contra uno mismo. Es
más sabio quien se cree ignorante pues vigila no estar equivocado”.
Nota de Monitoreo (11): Vigila tu atención y vigilarás tu consciencia. No
dejes que el Lamento y el Reclamo se adueñen de tus decisiones.
Ya de edad avanzada, como intuyendo cerca su final, comenzó a despedirse
de sus personas cercanas. Meditaba largas horas sobre su vida y en rígido
juicio llegó a momentos de severa autocrítica…
Se juzgaba por no haber sido un mejor padre, por no haberse sentido capaz
de escribir y legar sus experiencias, por muchos otros errores cometidos…
Comprendí que a pesar de su gran consciencia y control, resentía, como
todo humano, pensar en su partida. Quise mandarle palabras de alivio, me
conecté, no sé de donde me vino la inspiración y le dije con aprecio:
“Fuiste un buen padre; heredaste un mejor mundo del que encontraste…
Fuiste buen maestro; escribiste profundo en el corazón de tus discípulos…
Todos tus errores te hicieron humano y así un gran ejemplo para siempre…
Ahora prepara tu merecido descanso querido amigo”… Y me quedé con el
Maestro hasta su final…
64
Capítulo 10
Luego de la muerte del Maestro Siddhartha pasé largo tiempo apoyando a
sus seguidores. Hubo quienes se apegaron férreamente a sus doctrinas,
aunque otros, como buenos Sapiens, decidieron incorporar nuevas y viejas
creencias. De cualquier manera, la influencia que tuvo en este lado del
mundo me hacía sentir animado, capaz… con un fuerte deseo de regresar a
la región más conflictiva y comenzar el cambio… Pero tenía entonces que
encontrar al mejor emisario para el mensaje.
Enfoqué de nuevo esa área, como tantas veces ubiqué a la persona más
brillante, pedí ayuda, calibré los instrumentos y me dirigí a ella.
Al sintonizarlo, detecté de inmediato su duelo por un ser querido muerto.
Inconfundible a través del vacío, la tensión en el rostro, el abatimiento… No
había duda. Fundido con el mío y habiéndolo sentido ya tantas veces, el
reconocerlo me fue Respuesta Espontánea.
…con los ojos aún húmedos, estaba sentado frente a un rollo en blanco
donde pretendía volcar su ánimo y su reconocimiento al amigo fallecido.
Con vehemencia se justificaba a sí mismo el hecho de no haber asistido a la
ejecución pública donde el Maestro murió y se convencía de que no era así
como quería recordarlo. Me interesó su historia.
En ese momento, en su recuerdo y en mis pantallas apareció el relato que le
hicieron quienes sí la presenciaron: Después de una sentencia amañada
desde la acusación misma y luego trucada a lo largo de todo el juicio, se le
condenó a morir por envenenamiento. El acusado, con el rostro impávido,
volvió a declararse inocente y expuso que tratar de dar claridad a las mentes
juveniles o de motivarlos a encontrar sus propias explicaciones más allá de
mitos y dioses no era ofensa al pueblo sino todo un servicio por el cual sería
más justo ser retribuido… así, habiendo desatado los malos ánimos de los
asistentes, bebió la dosis; lapidado por los más airados reclamos de sus
enardecidos enemigos. En minutos todo había terminado.
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Reconocí la situación: Desde los tiempos de Thales, la búsqueda de una
justificación racional de las creencias se había conservado viva, pero el
poder de los líderes religiosos era todavía bastante como para decidir sobre
la vida o muerte de cualquiera; en especial de quienes se interpusieran entre
la divinidad y los copiosos favores materiales que a ellos les generaba.
Sentí que la sangre me subió de golpe al rostro. Aunque molesto y herido,
acepté que ya lo sabía; mi voz interna me repitió que para eso estaba yo ahí,
que no debía perder el tiempo y disponerme ya a ayudar.
Arístocles, que así se llamaba el doliente alumno, comenzó su apología por
un predecible: “Sócrates fue un gran hombre…” pero así de imaginable fue
su reacción al descartarlo de inmediato. Su Maestro, ¡su amigo! ameritaba
mucho más que vanos halagos.
Dejó de lado los utensilios y buscando inspiración se reclinó mirando al
cielo. Recordó entonces la última plática que sostuvieron: Era la mañana del
día de la ejecución, una breve entrevista. Sócrates había pasado mala noche;
en vela, como toda noche anterior a una muerte segura…
“Anoche dialogué conmigo mismo…” le dijo el maestro; “Me evaluaba…
reproché el mal padre que siempre fui… Titubeé al pensar si realmente hice
mal al cuestionar la existencia de los dioses… Juzgué mi pereza al no seguir
tu consejo y escribir lo que enseñaba… lo lamento tanto…”. Hizo un
ademán para silenciar a su amigo que se apresuraba a justificarlo y continuó
con su relato: “…repentinamente me conforté yo mismo, bueno, era mi
voz… pero en tono diferente… muy dulce… uno que no me conocía; algo
entre sueño y recuerdo… y me decía:
Fuiste un buen padre; heredaste un mejor mundo del que encontraste…
Fuiste buen maestro; escribiste profundo en el corazón de tus discípulos…
Todos tus errores te hicieron humano y así un gran ejemplo para siempre”.
¡La sorpresa abrió mis ojos y mi boca como nunca antes! ¡Eran las mismas
palabras que yo había dicho a Buda!
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Mismo razonamiento, igual manera en que yo me había despedido muchos
años antes de mi amigo del oriente. Pero… ¡¿Cómo era eso posible?! ¡No
tenía sentido ni lógica alguna!... y el máximo asombro llegó al oírle decir:
“…Ahora prepara tu merecido descanso querido amigo”.
No tenía una buena pero me daba mil explicaciones: ¿Coincidencia?, ¿Ecos
gravitacionales?, ¿Conclusiones bondadosas que se generan espontáneas en
inteligencias similares en situaciones semejantes?
Quedé desconcertado; durante mucho no tuve explicación. De a poco dejé
de buscarla pues me interesaba cada vez más en esos personajes: Sócrates el
Maestro asesinado y Arístocles su alumno doliente.
El joven de 29 años, había sido el mejor de sus discípulos, incluso en contra
de los deseos de sus padres que querían verlo como negociante o estadista.
Arístocles, aun sabiéndose sin culpa por no asistir a la ejecución, sentía una
obligación: “No pude evitar su muerte Maestro… ¡Pero seguro evitaré su
olvido!” Y quería hacerlo de la mejor manera… pero no sabía cómo…
Quise ayudarlo, modificar su percepción y mejorar su actitud; ya preparaba
todo cuando de pronto… ¡Me sorprendió un destello! ¡Generaba ideas!
Descubrió por instinto la técnica… ¡Por su cuenta! Su ánimo cambió. Las
imágenes de su pensamiento se traslapaban, pensaba atropelladamente.
Luego entró en acción: en una lista de rápidos garabatos trató de delinear
los temas principales de la filosofía de su Maestro. Mientras él avanzaba, yo
no podía distinguir entre las ideas suyas y las de aquél.
Para mí fortuna, fue toda una cátedra sobre el pensamiento de quien ya
comenzaba a revelarse como un ser excepcional. Presté atención para no
perder detalle, pronto descubrí que la sorpresa por la coincidencia inicial…
no sería la última…
“Teoría de Formas” decía el primer encabezado. Esbozó brevemente; era
una de sus teorías más complejas y tenía que ver con la existencia de un
“Universo ideal de formas perfectas”.
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Sócrates pensaba que los objetos de su mundo eran únicamente “sombras”;
copias imperfectas o inacabadas que asemejaban a esas formas ideales. Para
él, el mundo material no existía sino que era sólo una imagen similar de ese
universo ideal. Para mí, viviendo en un universo “ideal por comparación” y
con la firme intención de que el suyo lo imitara… su teoría me pareció
curiosamente cercana a la realidad. En realidad demasiado cercana.
Con la finalidad de sólo bosquejar sin entrar en detalles, Arístocles escribió
en otro lugar de su mapa de ideas una de las más intrigantes conjeturas de
su Maestro y la intituló: “La Teoría del Recuerdo”. Consistía en que el
hombre no “adquiere” el conocimiento sino simplemente lo “recuerda”;
algo interior, en el momento oportuno le trae de vuelta ese “conocimiento”.
Supuse que de alguna manera se refería al uso intensivo del Diálogo Interno
y que las deducciones que hacemos, él las veía como “recuerdos” pues se
basan en un conocimiento previo y por ello, provenientes de la memoria.
“No puede haber conocimiento totalmente nuevo, sino relacionado con
recuerdos anteriores” compuse la frase, pero concluí: “Si es así, la calidad
del nuevo conocimiento dependerá de la calidad del viejo”.
Luego recordó una de las últimas teorías. En desacuerdo, repasó en mente
una charla donde Sócrates alegaba que a veces el conocimiento proviene de
“una inspiración divina”; salida de la nada aparece una idea nueva que
soluciona un problema viejo. La parte divina no nos complació ni a él ni a
mí y la descartó.
Eran todas nociones atrayentes… pero sin duda las que más despertaron mi
interés fueron las relacionadas con un método de descubrimiento personal.
Su búsqueda de la verdad y el despertar de la consciencia lo hizo un ser
semejante a Siddhartha: “Inteligencias bien enfocadas, transitan el mismo
camino”, pensé.
Entre esos encabezados, destacaban también dos frases, concisas y llenas de
sentido: “Conócete a ti mismo” decía la primera. La segunda recordaba con
qué frecuencia el Maestro exhortaba al alumno: “Habla… para conocerte”.
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En una simple relación de verbos iguales y con mi experiencia en el oriente,
deduje la tercera conclusión lógica: “Quien vigila cómo habla y pone toda
la atención en su expresión, es consciente y llega a conocerse a sí mismo,
mejor aún… ¡a ser dueño de sí mismo!”. A gran distancia de lugares y
tiempos… pero tan cercana la conclusión. Sí, esas frases no eran solo una
recomendación sino ¡incluían ya un método!: ¡la manera en que Sócrates
pretendía vigilarse y controlar al instinto!
En su búsqueda a través de la expresión personal, él consideraba prioritaria
la corrección de importantes definiciones, como “Bondad” o “Felicidad” y
se avocó a desarrollar un método que asegurara las mejores conclusiones…
Un cuestionamiento directo a los argumentos hasta comprobar su verdad.
En ese método, era vital la participación en un diálogo donde ambas partes
acordaban llegar a la más depurada conclusión. Pero Sócrates entendía que
la principal batalla se debía librar de manera personal, en cada Diálogo
Interno donde lo importante era evaluar, cuestionar y hacer coincidir los
deseos, sembrados por el Instinto, con las ideas provenientes del intelecto,
logrando así la mejor verdad producida por la Reflexión.
El método pretendía buscar el error, el falso razonamiento, evitar que la
Respuesta Espontánea arrastrara a la Reflexión por el simple hecho de dar
por ciertas y en automático, verdades que no lo eran. Un método sencillo:
someter a interrogatorio cada razonamiento no era más que poner atención.
Evidentemente nunca eran las mismas preguntas sino se confeccionaban de
acuerdo al argumento. Pero el objetivo final era invariable: buscar en la
expresión la manera en que el instinto pretende satisfacerse; juzgar su
búsqueda en términos de honestidad, bondad, dignidad y virtud; limpiar el
deseo con reflexión y asegurar la satisfacción con íntegro comportamiento.
¡Todo esto descubierto por sí mismo a través de vigilar su Diálogo Interno!
Él comprendía que la vocación del Instinto es resolver el problema, aún a
pesar de la bondad, verdad o dignidad de su solución. Alcanzar satisfacción
sin importar costos. Veía al Método como la luz que permitía distinguir las
respuestas auténticas de las que sólo lo parecían; para mí, era su particular
forma de “vigilar”, “estar alerta”, “aumentar el grado de consciencia”.
69
“Debemos combatir al ‘sofista’ que habla en nuestro cerebro” decía y lo
definía como un mentiroso que hace parecer verdad los peores engaños; Esa
reacción automática fallida que siempre está más preocupada por vencer
que convencer; la Respuesta Espontánea y su razonamiento amañado que
en afán protector prefiere mentir antes que exponernos a la frustración.
Me pareció algo nuevo respecto a lo que había aprendido en oriente. No era
el poder de una férrea concentración y aislamiento físico sino un activo
método de interrogantes estratégicas repetidas hasta llegar a la verdad y
reforzadas con una honesta intención de no fallar. Recordé entonces las
preguntas que Siddhartha me formulaba y las respuestas que despertaban en
mí, no en palabras sino en sensaciones; el fuerte registro en mi memoria por
el sólo hecho de provocar intensa emoción…
Nota de Monitoreo (12): El cuestionar activamente el comportamiento
propio nos permite evaluar la influencia del Instinto, lo correcto de nuestra
Respuesta Espontánea, nuestra definición de “Felicidad” y la manera en
que la pretendemos… Aumentar nuestro grado de consciencia.
Nota de Monitoreo (13): Ya que insistir en el Lamento y el Reclamo como
medios de satisfacción es causa frecuente de problemas, enfocar nuestra
Atención (Consciencia) a este comportamiento, nos permite monitorear si
la expresión los contiene para, en su caso, corregirla. Madurarla…
Me entusiasmaba el disponer de cada vez más conocimiento y mejor aún, de
técnicas específicas para ponerlo a trabajar… Y seguí monitoreándolo.
Dedicó un buen número de años en recopilar y escribir todas las teorías y
enseñanzas de su maestro… pero con el tiempo se hizo notorio que en su
Diálogo Interno sostenía duras batallas entre escribir exactamente lo dicho
por Sócrates o aportar sus propias ideas. Él no lo admitía pero yo detectaba
su necesidad personal de trascender; esa búsqueda natural del “Sentimiento
de Importancia” que tanto los perturba como especie… Y que en Arístocles
llegó al grado de paralizarlo, de detenerse, de ya no querer escribir más…
Sentí que ese era mi llamado para actuar…
70
Sopesé el relativo bajo costo de dejar precisa la autoría de las ideas contra el
mucho beneficio de divulgarlas o la gran tragedia de ni siquiera hacerlo.
Cierto, no había mucho qué pensar.
Encendí y ajusté el transmisor, sin tener muy clara la forma en que iba a
convencerlo, una “Inspiración Divina” iluminó mi buena intención y me
propuse a persuadirlo inyectándole la idea:
“Nunca es malo pretender destacar; lo malo es hacerlo sin convencimiento
ni responsabilidad de nuestros actos”, le dije un par de veces…
No sé de donde salió el consejo pero sin duda tocó su emoción y su razón.
Era el pequeño pretexto que necesitaba para armonizar internamente el
reclamo del Instinto con el juicio de su Reflexión.
De inmediato comenzó a darse ideas de cómo hacerlo: Como cualquier
virtuoso aficionado de la escritura, fue primero un apasionado de la lectura.
Recordó su narración favorita; una mítica batalla ocurrida en un lejano lugar
llamado “Troya”… Le dio una idea: las enseñanzas de Sócrates serían
mejor recibidas si fuesen dramatizadas: tratar de generar primero fuerte
emoción y desencadenar luego el razonamiento. Se entusiasmó con el plan.
A mí me recordó a Thales y sus teatrales métodos de divulgación…
Sentirse así de convencido, ya sin lucha entre su emoción y su razón, le dio
fuerza renovada; y yo, inspirado, continué interviniendo en su Diálogo
Interno: “En mucho, el Maestro y yo estábamos siempre de acuerdo… Él
quería que los jóvenes tuvieran la oportunidad de decidir por sí mismos... Si
estuviera aquí lo aprobaría” y luego puse en su cerebro la mejor de mis
sugerencias: “Escribiré siempre en boca de Sócrates, será el protagonista de
mis historias, lo divulgaré sin reparar en la exactitud de sus palabras sino
en la de sus ideas e intenciones; les imprimiré dramatismo, más emoción,
reflexión… ¡así aumentaré su efecto!” Después de unas horas terminamos
en mutuo acuerdo… ¡y en camino hacia una fructífera producción escrita!
71
¿“Nunca es malo pretender destacar; lo malo es hacerlo sin convencimiento
ni responsabilidad de nuestros actos”? ¡¿De dónde vino eso?! Ni siquiera
estaba seguro de que fuera cierto… reflexionando, algo me recordó que el
instinto jamás podría eliminarse, pero siendo un comportamiento natural
tampoco debe ser visto como un enemigo; “el Instinto es simplemente una
fuerza que debemos bien encauzar”…
Su capacidad para escribir, despertar sentimiento tanto como pensamiento,
me hacía dudar si quizá Arístocles era mejor filósofo que su Maestro. Con
el tiempo, su estilo fue personalizándose y lo que al principio fue un apego
irrestricto a la verdad histórica se volvió en cuentos y personajes de fábula.
Lo comprendí… Ansiaba reconocimiento por sus propias ideas y talentos…
y realmente lo merecía. El objetivo de divulgación no solo permaneció
intacto, sino que se enriquecía, así que me pareció lo correcto también a mí.
Poco a poco sus propias teorías fueron ganando terreno en sus escritos.
Aunque eran “menos aterrizadas” valían mucho… me identificaba con él
por su idealismo. Pero cuando creí que ese soñador necesitaba un toque de
realidad, le sugerí ofrecer una enseñanza más organizada y estructurada…
y aceptó. Fiel a su estilo, llevó la idea a más de lo que inicialmente propuse
y concibió toda una institución…
Doce años después de conocerlo, fundó el primer centro educativo formal
de la historia; su “Academia”. Aunque iba veladamente contra la religión,
su objetivo principal era ofrecer un lugar abierto a quien aportara a un mejor
gobierno. Ese era su sueño…
Desde joven, lo apodaban “Platón” por corpulento. Pero a consecuencia de
ese pensamiento idealista y en esa interminable cascada de metáfora sobre
metáfora en la que se desenvuelve el hombre, muchos años después lo visto
como “platónico” se refiere justamente a lo ideal, a lo que es “demasiado
bello para ser verdad”, la simple ilusión de un sueño que años más tarde, en
su propia vida… Platón tristemente comprobaría…
72
Capítulo 11
Una de las teorías más idealistas, diría yo que hasta ingenua, que Platón
enseñaba en su Academia, la llamaba: “El Rey Filósofo”. Era sólo su firme
creencia de que un monarca educado y guiado atinadamente tendría un
juicio equilibrado y una mayor capacidad de control que garantizarían el
éxito y la felicidad suya y la de su pueblo. Largamente razonada, sentía que
comprobarla era sólo cuestión de tiempo… y llegó su oportunidad.
Debido a su buen nombre, de un reino vecino recibió la solicitud de fungir
como asesor del nuevo soberano. Resuelto, empacó sus teorías e ilusiones y
se puso en camino. Creía, como muchos, tener el plan perfecto: utilizar el
método de su Maestro para confrontar cualquier decisión del Rey hasta
llevarla al grado más puro de razonamiento y de beneficio común.
“Más grande que cualquier batalla es la conquista de uno mismo” recordé
en mi mente a Siddhartha. Y al preguntarme otra vez: “¿Cuántos príncipes
has conocido que decidan convertirse en pobres?” cerró toda oportunidad a
cualquiera de mis cándidas réplicas.
“La consciencia de uno no está fuera de su propio Diálogo Interno y no
estará en ningún maestro por más preparado que se sienta…” pensé… Y
no le auguraba mucho éxito a Platón. Luego de hipócritas días de supuesto
acuerdo, los insistentes cuestionamientos de Arístocles fueron dejando de
parecer valiosos a aquel Rey y su deseo de superioridad le sugirió que tanta
oposición sólo podía esconder una traición. Y de eso acusó al Maestro. Más
frustrado que temeroso, tuvo que asumir su primer fracaso y salir huyendo.
Platón creyó fácil poder convertirse en la consciencia de otro, pero la vida
de Rey es demasiado abundante como para ser frugal, demasiado placentera
como para ser de asceta; con demasiado poder como para auto-limitarse…
Fue la aplicación intrusa de un método que debe ser sólo íntimo y personal.
Pero no aceptó haber errado, su método era infalible, e inventó mil excusas.
73
Y volvió a intentarlo. El mismo resultado hizo del fracaso frustración y de
ahí desencanto. Yo sabía que el error estaba en la aplicación y no en el
método, así que traté de convencerlo y replantear su pensamiento…
Conecté y dije: “Un Rey Filósofo, para serlo, debe andar su propio camino
de aprendizaje, someterse a su cuestionamiento personal… seguirlo hasta
descubrir sus propias respuestas. De no ser así, un consejo no solicitado se
convierte en peor ofensa, grave amenaza, artera agresión, ¡alta traición!”.
Iba a decirle tantas cosas… citar a Siddhartha, recordarle a Sócrates… mas
de repente ¡sentí un vértigo que me hizo callar! nunca lo había sentido así,
me asusté, ¡el malestar no sólo seguía sino que crecía! no sé cómo pero
apagué la transmisión… y al reclinarme… caí desmayado.
Lo que recuerdo después fue el traslado al hospital. Eventos encadenados:
una revisión, el tratamiento, los rostros confundidos de quienes no saben a
qué se enfrentan. Me inquietaba la poca información que me daban. Fui
obligado a muchos días de descanso y espera impaciente por los resultados
de los análisis… Nada concluyente, nadie tenía una explicación concreta.
Ya fuera, ¡un mes más tarde! y no del todo recuperado decidí distraer mi
atención en el trabajo y regresé a Platón.
Decepcionado, ¡había decidido ya no divulgar el método! al menos no sin
serlo solicitado primero. Ya que el descubrimiento tenía que ser personal,
decidió que no escribiría nada más al respecto. Se asombró de que enseñarlo
como una “Doctrina No Escrita” le daba un aire secreto que lo hacía lucir
más valioso… y así era más eficaz; veía mayor apego de sus practicantes al
creerse de los pocos afortunados. De esta manera se convenció de que era
más importante la transmisión oral y mejor aún, a través de su ejemplo: él
era muestra viva de que uno mismo podía contra los pensamientos más
autocomplacientes. Y comprometía a sus alumnos haciéndolos aceptar que
ahora ya disponían de un método contra el error y que de reincidir en él,
sólo se volverían sus cómplices. Para mí, aunque correcto, su técnica era de
muy lenta divulgación…
74
Mi cansancio, la amenaza de un mal desconocido, la certidumbre de que
nadie puede imponer la búsqueda de la verdad a otro… no sé qué fue pero
me convencí de no intervenir más… y buscar al siguiente Maestro…
Desde hacía tiempo había programado el seguimiento de los alumnos más
destacados de la Academia y me interesé por uno que enseñaba a un joven
príncipe; “¡Vaya! ¡Con qué facilidad se relacionan con estos personajes y
de qué poco les sirve!” me oí criticar antes de regañarme y continuar.
Aristóteles, que así se llamaba el destacado discípulo, no quería repetir los
fracasos del maestro y trató de ser más realista y práctico en su enseñanza.
Pero su joven príncipe aprendiz tenía sus propias pretensiones y se creía
más astuto: “Maestro, ¿Cómo diría usted que acabarían todas las guerras?”
preguntó un día tendiéndole una trampa.
Adivinando la intención, Aristóteles le respondió: “El día en que haya un
único Dios y un único Rey…” pero con esa misma prisa aclaró: “Si, un
buen Rey Filósofo sabe que las diferencias provocan la guerra; diferente
cultura, religión, idioma… por lo que mientras más gente comparta las
mismas ideas, menos diferencias habrán… un único y buen Rey filósofo
terminaría con todas las guerras…”. Y no perdió oportunidad para seguir
enseñándole: “Recuerda que el Rey filósofo está educado para distinguir la
verdad del error y la necesidad imperiosa de los insulsos caprichos. Si ha de
imperar un solo Dios deberá ser por convencimiento y no por imposición, si
ha de regir un único Rey Filósofo será en reconocimiento de su virtud, su
capacidad superior y no por temor al filo de su espada.” Sentenció tajante.
Pero el ensueño de “un único Rey” era todo el pretexto que ese joven
príncipe necesitaba para dar rienda suelta a sus deseos de gloria. Lo escuché
repetirse frenéticamente en su interior: “En el cielo no caben dos soles y en
la tierra no cabe más que un único Rey…” pero antes de terminar la frase,
su cerebro desvaneció rápida y convincentemente la palabra “filósofo” y
cada una de las responsabilidades que el término pretendía atribuirle…
Aristóteles, el mundo y yo, no adivinamos hasta donde llegaría su avidez…
75
Nota de Monitoreo (14): El Instinto, utilizando al deseo como arma, obliga
al cerebro a minimizar y hasta negar todos los “obstáculos” que impidan
su satisfacción, no importando que estos sólo busquen honradez, dignidad o
bondad. Vigilar los engaños que nos creamos y que luego nos creemos a
conveniencia, guardará nuestro mejor comportamiento.
El ambicioso joven se sentía el único heredero al trono. Pero un inoportuno
distanciamiento entre sus padres, el segundo matrimonio del Monarca y la
llegada de un incómodo hermano eran demasiadas amenazas a sus planes…
así que muy a su pesar… no vio otra alternativa que eliminar los obstáculos
y comenzar a hacer alianzas secretas, a conspirar, a traicionar y a asesinar…
Ya proclamado Rey, sin la menor tardanza ni piedad aplastó las muchas
pero débiles rebeliones de aquellos que veían en su sucesión e inexperiencia
la mejor oportunidad para deshacerse de un yugo de décadas.
Feroz y no conforme con la matanza de los líderes insurrectos, quiso dar
escarmiento y realzar su mando; de los pueblos levantados, ordenó muerte a
todo hombre en capacidad militar, hubiera peleado o no, la venta como
esclavos de todas las mujeres y niños… y la destrucción total del lugar.
La falta de dominio de su instinto lo condujo a infames carnicerías que
legitimaron su poder y le dieron ilusión suficiente como para emprender una
guerra de conquista que justificó en mil formas, todas ellas indefendibles:
“Guerra de venganza por lo ocurrido siglos antes”, “Expansión de su cultura
y civilización”, “Destino glorioso”… lo cierto era que en su cabeza sólo
había imágenes de saña y de fama. Y así borró ciudades enteras. Pocas se
sometían sin usar la fuerza; sólo por el paralizante terror a su reputación.
Pero las que osaban defenderse eran ejecutadas con la triple condena de
muerte, esclavitud y destrucción. Incontables veces traté de disuadirlo:
“Sólo un Magno conquistador perdonaría la vida a sus débiles enemigos”…
“Respetar a mujeres y niños sería un gesto Magnánimo que la historia no
olvidaría”… desesperado, llegué a sugerirle que: “Si asesino a todos;
¿Quién hablará de mi Magnitud después?”…
76
Pero no escuchaba, ebrio de poder, se creía más que hombre… en su mente,
era ya un Dios. Mi súplica nunca sirvió. Lo único que si descubrí fue que
cada transmisión, por breve que fuera, inducía un episodio de mi extraño
mal. Renuente, reduje mis contactos al mínimo; sólo lo indispensable como
para no sentirme tan culpable de no actuar ante cada masacre…
Pronto tuve la que creí una buena idea y decidí hacer un último intento con
ese asesino: Le hablaría a través de alguien más. Elegí a un general amigo
suyo a quien veía como padre y por quien sentía un gran respeto. En una
madrugada lo contacté, descansaba luego de una batalla ganada apenas. No
supo si yo era un sueño, recuerdo o delirio; le transmitía una falsa vivencia
de él y de un anciano que su mente decidió ver como su padre. Horas más
tarde, antes del banquete de la victoria, ya sermoneaba al conquistador…
“¡Alejandro!” lo detuvo: “antes de celebrar, quisiera recitarte algo que mi
padre me decía…” y lo apartó paternalmente hacia un salón vacío… “Hijo,
yo sé que superar límites es necesario para crecer… de hecho, es crecer, es
naturaleza humana que un desequilibrio nos haga luchar por remediarlo… y
mucho tiene que ver con el proceso de maduración.
Pero cuando jóvenes, impetuosos como tú, todos decimos: ‘Sé lo que hago,
lo puedo controlar, ¡Está en mis manos!’, mas, si lo piensas bien, esa es la
respuesta que el adicto da espontáneo ante lo que le hace daño. ¡Inmadura y
falsa suposición que nos convence hasta de lo peor y permite al instinto
siempre vencer a la razón! …Y el peligro más grande es que todos somos
capaces de percibir ese error en los demás pero nunca lo aceptaremos en
nosotros mismos…
Como muchos otros temas importantes, aceptar los límites depende de la
manera en que los veamos… ¡y es que los límites van siendo diferentes
cosas conforme crecemos! Durante la niñez debemos entenderlos como un
cómodo y seguro cascarón donde nuestros padres desean cuidarnos. Luego,
ya de jóvenes, ¡todos los vemos como estorbos al crecimiento! asfixiantes
mimos, ¡frustrantes cargas! sólo barreras para realizar nuestros queridos y
ambiciosos sueños…
77
Sin tener un buen criterio, en descuido, cualquier padre cae en la trampa de
convertirse en celador o verdugo antes que guía o maestro… Otros más, en
cambio, traducirán mal su imposición y serán laxos con sus hijos, en una
falsa creencia de así expresar mejor su amor y sólo provocándoles el grave
daño de nunca aprender a dominarse a sí mismos…
Es por eso que cuando somos adultos, es nuestra responsabilidad definir lo
que son esos límites… y luego respetarlos.
Creo que todos debemos ver a los límites como valiosos en tanto nos alertan
sobre la seguridad y la salud. Creo que debemos entenderlos en términos de
causa y efecto, acto y consecuencia… ¡Vigilancia propia! Creo debemos
pensar en cada límite como nuestra postura ante lo bueno y lo malo. Creo
que debemos ver a los límites como escudo ante lo inaceptable y armadura
ante lo ilógico, lo perverso o lo indigno.
En lo personal, pienso en los límites como una herramienta y no como un
yugo; más parecidos al cincel que al grillete… un esfuerzo que esculpe,
murallas que guardan nuestras fronteras, dan contorno a una personalidad,
la determinan, dan firmeza a los principios, perfilan y destacan nuestros
ideales… No, para una vida madura como la que sé que tú quieres llevar,
los límites no son cadenas, nunca lo serán, son tan solo la manera más clara
y eficaz de presentarnos ante nosotros mismos y ante el mundo… ¡siendo
quien somos, en elevada promesa y compromiso de quien queremos ser y en
clara muestra al mundo de lo que nunca seremos!”…
Parecía que aquellas palabras habían tocado al conquistador, las agradeció y
luego se quedó en silencio, meditándolas. Pidió a su respetado amigo un
momento de soledad y dijo que luego lo alcanzaría en la fiesta…
En tanto, en el ánimo de sus ejércitos ya no estaba el seguir combatiendo;
los soldados lo exigían a sus superiores y estos a sus generales; todos habían
pasado días sin saber cómo pedírselo al rey. Aprovecharían la ocasión para,
entre muchos, tocar el tema, detener el avance y regresar a casa.
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La celebración, como era ya costumbre, comenzó y transcurrió entre la
narración de la heroica carnicería, las alabanzas e hipocresías mutuas, júbilo
generalizado y todo tipo de excesos…
Horas más tarde, con el espíritu más ebrio que su propio cuerpo, con el
ánimo previamente enardecido por el sermón no solicitado y ahora ¡peor
aún! con las poco dignas súplicas de sus generales que ya no querían seguir
ganando más mundo para él, aprovechó como excusa el comentario que
alguien hacía sobre el reinado de su padre comparado con el suyo, dejó de
aparentar buen carácter y explotó…
Golpeó la mesa e hizo a todos callar, se levantó, caminó entre ellos y casi en
sollozos balbuceó… “No soy mi padre… Y no he llegado a mi límite, si me
detengo ¡no es por sus súplicas!… es simplemente porque ya no hay nada
valioso qué conquistar… Detendré el avance… ¡Regresemos entonces!”
Odiando el júbilo de sus hombres, resoplando ira, sorpresivamente tomó la
lanza de un guardia y en un arrebato la lanzó violento atravesando por la
mitad a su mejor amigo… pero inoportuno consejero…
“No he llegado a mi límite” lo oí repetir frustrado… y luego rompió a llorar.
Ni el mejor amigo, ni su Maestro Aristóteles, ni yo como fallida consciencia
¡Nadie lo detuvo!
Mis fracasos, la culpa que me creaban y el más frecuente e intenso malestar
me acababan… Días después él cayó enfermo, luego de corta agonía murió.
Alguien, no enemigo, había dispuesto de su “ejemplar” rey conquistador.
Pude averiguar quién, pero aún hoy no encuentro un buen porqué…
Casi tres meses después recibí el reporte médico de mi condición: “No hay
evidencia infecciosa; ni virus ni bacterias. No hay degeneración de tejido
aunque la funcionalidad de varios órganos se ha afectado…” ¡Nada otra
vez! Impaciente seguí leyendo y por fin descubrí algo diferente:
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“La química sanguínea presenta una notable alteración, pero los múltiples
exámenes practicados y todo el acervo de conocimiento actual no permiten
explicarla ni prever cura en un corto y quizá ni en mediano plazo. Hasta
ahora, todo tratamiento de control se ha revelado inútil”.
Sin estar seguro de la causa, sabía que no debía exponerme a transmitir más;
aunque también eso me afectaba.
Dejé pasar tiempo, permitiendo a la esperanza crecer… Tanto la mía como
la de ustedes.
Pero no resistí esa separación y un día en que me sentía con fe y fuerza
entré a mi Cuarto de Monitoreo, ubiqué el mejor brillo, como de costumbre
supliqué suerte, me acerqué con miedo y comencé a monitorearlo…
Un hombre, tumbado en la arena, dibujaba.
En su mente visualizaba al mundo como una gran esfera y en ese supuesto,
dedujo que los rayos del sol, de tan grande, la bañarían en líneas paralelas.
Se hizo un esquema en la arena para representar esa realidad. Mientras lo
hacía, vimos en sus recuerdos un día en que al asomarse a un profundo pozo
su cabeza eclipsaba totalmente al sol en el zenit… dedujo entonces que a
esa hora, ese día, los rayos tenían necesariamente que ir directo al centro de
la tierra. Ahora, justo un año después, lejos del pozo pero a una distancia
bien conocida por él, medía la sombra que una edificación proyectaba…
Me intrigó su entusiasmo, su ansiedad expectante, las inquietas ideas que no
dejaban de fluir en su cabeza… traté de anticipar lo que pretendía, ¡Y lo
descubrí!… pero en realidad no estaba seguro de que lo lograría…
Luego de más trazos, de aplicar la geometría y álgebra básicas en la época,
hizo operaciones, las revisó, se asombró de su descubrimiento, de todas las
implicaciones que éste tenía, confió en sus predicciones y finalmente supo
que justo ese día…
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¡Había calculado con gran precisión el diámetro de la Tierra!
El razonamiento de Eratóstenes fue impecable, pero aún hoy pienso que…
¡la más clara revelación de ese día la tuve yo!:
La solución que siempre busqué no tenía nada que ver con ayudarles a
“Pensar bien”, ¡Nunca fue así! ¡Nunca lo necesitaron! Supe que: El intelecto
no protegería al hombre de su autodestrucción; incluso peor, la propiciaba.
Si bien basada en palabras, su iluminación y salvación no dependían sólo
del Diálogo Interno; “Aunque se sirve de ellas para expresarse, no son de la
misma naturaleza” deduje inspirado…
Y recordé a Siddhartha recomendarme: “Todos los caminos de la bondad
llevan a la iluminación”.
¡No!... ¡Todo este tiempo había estado equivocado!; lo importante nunca
había sido aprender a “Pensar bien” sino aprender a… “Sentir bien”…
81
Capítulo 12
Un día desperté sin saber dónde. De nuevo una habitación de hospital; las
múltiples sondas, el cerco de aparatos, yo atado a ellos; a sus luces y a sus
sonidos, ya comunes, como la figura que al fondo hablaba con los doctores.
Cuando uno no conoce al Asesor lo da por una persona fría quizá hasta
descortés. Pero después de tantos malos momentos de salud compartidos, ya
lo veía como un amigo que se preocupaba sinceramente por mí.
“Gran susto nos volviste a dar…” dijo acercándose, “¿Cómo estás?”.
“Desearía saberlo… realmente lo desearía” respondí con dificultad. “¿Algo
nuevo?” le pregunté con la mirada de quien espera un milagro.
“Seré sincero… este episodio fue severo… los daños se combinaron… un
órgano falla y arrastra a otros… el verdadero milagro es que sigas aquí”…
Lo que siguió ya no lo escuché, quedé impactado; creí que mi expectativa
de vida era ya más una sentencia de muerte. El resto de mi estancia repasé
mis actos, reviví mis errores, lamenté las alternativas distintas que tuve y no
tomé. Como todos reclamé: “Si tuviera más tiempo”…
Ya de alta, como era habitual, mi amigo el Asesor, me acompañó de regreso
a casa. En el camino aproveché para hablarle del pendiente que más me
preocupaba…
“¡No insistas!” se anticipó: “¡No vas a estar cerca de ese transmisor!”. Pero
sin poder asegurar que esa hubiera sido la causa de mis males, en franco
abuso de la amistad que habíamos forjado y bajo el chantaje emotivo que la
petición de un casi moribundo siempre impone, me abrió una vez más las
puertas del Cuarto de Monitoreo… A condición de no tocar el transmisor.
Accedí aun sabiendo que no cumpliría. Estaba convencido de que en ese
momento, sólo eso y la fe podrían mantenerme con vida…
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Días más tarde estaba de vuelta. El recibimiento de quienes hacía tanto me
fustigaron con aquello de “El Maestro de las Estrellas” esta vez fue lleno de
respeto y gran consideración. Luego del buen momento, me refugié, como
siempre, en mi Cuarto de Monitoreo. Me hizo sentir sano.
Me di un rato para dejar al equipo reencontrarse con mis memorias; suspiré,
pedí bendición, encendí y busqué… Una bella luz me recordó a la que
había visto en el oriente. Quise creerla tan buena, me aseguré optimista que
sí lo sería… y empecé a seguirla…
Era hombre, caminaba hacia un grupo reunido en un río. Su determinación,
su firmeza, pero ante todo la bondad de sus conclusiones me asombró, me
provocó reverencia; toda mi atención en silencio respetuoso…
Iba al encuentro de su primo. Recordaba lo mucho que había hablado con él
y descubrir juntos lo importante de su responsabilidad… ahora la aceptaba.
Iba a ser bautizado. Para él, ese acto representaba su compromiso público;
simbolizaba renacer a una vida mejor; una vista como el destino al que así
se consagraba… El bautizo también le significaba limpieza; arrepentimiento
por errores pasados y más aún: su promesa de no repetirlos en lo futuro.
Todo un nuevo comienzo. Un símbolo, sí, pero no por ello menos realidad;
era su proceso personal, nunca literal, de muerte de una vida pasada y la
resurrección a una mejor; mientras más consciente de ella y su deber.
Tenía su propio concepto de “Salvación”; independiente del “Saber” y del
“Tener”; a él sólo le importaba el “Ser”. Su idea de “Gloria”: un mejor
lugar, “Un mejor universo”, sólo alcanzable con un digno esfuerzo en vida.
“Ideas sencillas pero de alto compromiso para Sentir bien” traté de resumir.
No era príncipe ni de basta instrucción como mis primeros Maestros. Pero
era especial. Encauzaba su Necesidad de Importancia a ser bueno y útil. Se
veía ayudando, dando digno ejemplo, aun siendo visto por todos como tan
poco. No le preocupaba “Pensar bien”, pues sabía que sólo le bastaba con
“Sentir bien” y actuar poniendo muestra y en congruencia con esa bondad.
83
Era creyente, pero el dios en que él creía era diferente a todos los anteriores.
Su concepto de “Dios” ya no era ese blanco fácil de Lamentos y Reclamos
sino simplemente el destinatario de la dedicatoria de todos sus esfuerzos;
reducido sólo a una motivación para mejorar, un ser supremo al que se le
honra dando y ya nunca más pidiendo; al menos no otra cosa que no fuera
la sabiduría, el valor y la fuerza para lograr por uno mismo su cometido.
No vi peligro en esa postura; ya era menos drástico en razón de mi delicada
realidad, por lo que acepté la figura de un “Dios pasivo”, en tanto actuara
como fuente de inspiración personal y no como pretexto de malos actos.
Luego de esa ceremonia, comenzó su peregrinaje y su enseñanza. A su
paso, todos eran invitados a oír el mensaje pero a nadie se imponía creer…
Poseía un talento natural para sacudir conciencias. Intuyendo la importancia
de despertar las mejores emociones en su audiencia, el Maestro contaba
historias; instruía siempre a base de parábolas, estimulaba el sentimiento y
lo enfrentaba directo contra el peor instinto. “Confronta una emoción buena
contra otra mala” reconocí esa buena estrategia, “No es necesario sacar la
oscuridad sino sólo dejar entrar la luz…”. Lo cierto es que sus palabras
llevaban a elevar la consciencia emotiva de quienes escuchaban y los hacía
encontrar en su bondad el ejemplo y el aliento de imitarlo.
Me asombraba la simpleza de sus razonamientos, aunque ya sabía que la
verdad no tendría por qué ser complicada. Creí que lo realmente complicado
era reconocer el error en que se había vivido hasta entonces, poder dejar el
pasado para seguirlo e imitar su ejemplo… y así, resucitar en consciencia.
Su método se resumía sencillamente: Cada uno debe primero aprender a
amarse a sí mismo para luego en esa misma forma poder amar a los demás.
Pero el significado de “amarse” no debía malentenderse a conveniencia o
dejarse corromper y para evitarlo, al final de cada reunión invitaba a los
presentes a orar junto a él, pronunciando así sus compromisos:
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“¡Padre! Tu nombre es hálito inspirador, ¡Que sepamos cómo honrarlo!
¡Que veas tu voluntad vuelta verdad a través de la nuestra! ¡Que nos
hagamos dignamente del pan de hoy! Que perdones nuestras faltas en tanto
demos sincero perdón a quien nos falte. Que no caigamos ante mezquinos
deseos y sepamos librarnos de lo que nos aparte de tu buen propósito…”.
Yo veía en esas palabras un emotivo compromiso de vigilancia personal;
empeño de fácil comprensión y apego; sin depender ya de meditaciones o
de un largo cuestionamiento sino, sólo deseando ser bueno… y hacerlo a
voluntad, querer ser útil, dar el ejemplo, ser mejor sólo por … “Sentir bien”.
Muchas personas moralmente enfermas sanaban con sólo oírlo. A fuerza de
ser sincero diré que yo fui uno de los que recobró su ánimo al escucharlo.
No sé cómo ni por qué, pero comenzó a haber en mi cuerpo, recuperación.
Me sentía mejor, cada vez más fuerte, de moral creciente; creía que el
ejemplo de ese hombre era la diferencia…
Pero entre sus seguidores, presos de su añeja forma de pensar, comenzaban
a correr rumores exagerados sobre su poder de sanación. Veían ahí magia.
Cientos llegaban a diario sólo para verlo realizar prodigios.
A uno de sus allegados le sorprendió tanto su fama que calculó la fortuna
que podrían hacer. Ambicioso, se encargó de acrecentar más su leyenda y
proclamaba incluso milagros que nunca ocurrieron. El paso de boca en boca
hizo el resto. En el colmo de su codicia pensó que la mejor publicidad sería
promoverlo como verdadero “Hijo de Dios” y así lo pregonaba. Jesús, el
Maestro, lo reprendió y explicó que siendo todos hijos de un mismo Dios, él
prefería ser llamado: “Hijo del Hombre”, pues así, dando prueba de su
humanidad impondría un mayor compromiso de llevar una vida ejemplar:
Pues si un hombre simple podía, todos podíamos y debíamos hacerlo…
Pero el ambicioso discípulo no se contuvo y protestó cínicamente: “De
sobra sabías de mis virtudes con los negocios… y que no sé de otras…
¡¿por qué entonces me escogiste para seguirte?!”.
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“Cumplirás tu labor… ” Contestó el Maestro: “…cuento con tus virtudes”.
Jesús era sólo un hombre pero realmente un hombre milagroso; sus actos
eran maravillas de bondad, humildad, hermandad. El perfecto ejemplo de
alguien que domina sus deseos, templando el Instinto y cualquier Respuesta
Espontánea. Milagroso, por ser un humano y tan sólo un humano, pero
capaz de controlar sus propios defectos… bueno, casi siempre…
Un día, muy animado, acudió a un templo. Al llegar, notó que ahí dentro se
solapaba el comercio, la prostitución y el vicio. De inmediato sentí su gran
indignación. Su rostro se tensó y fijó su mirada… su respiración se agitó.
No toleró ver ahí los verdaderos dioses que esa gente adoraba. Su razón se
nubló, me dolió la mano por la fuerza con la que tomó una vara y se lanzó
contra quienes hacían del lugar un nido de víboras. Sus discípulos, temiendo
a los soldados, lo sacaron y escondieron. El acto provocó la ira de muchos,
pero también la vergüenza en otros que poco a poco limpiaron el santuario.
Más tarde, se sentía arrepentido por no contener su arrebato pero más aún,
desesperanzado por el cinismo e hipocresía que había presenciado.
Mientras su renombre e influencia crecían, las fuerzas que siempre han
existido comenzaron a verlo como una amenaza: el poder político temió que
encabezara un levantamiento; el económico, que alterara el orden de las
jerarquías; el religioso, vio mermadas su credibilidad y sus ganancias y el
moral, se sintió desenmascarado ante la firmeza de sus creencias. Así, fue
fácil confabularse cuando tantos y tan poderosos se ven afectados… y el
plan para eliminarlo fue fraguándose…
Horas antes de su detención, el Maestro meditaba a solas en un huerto.
Sentado y triste. Sabía bien lo que le esperaba, era consciente de que esos
poderes establecidos no permitirían sus enseñanzas de bondad e igualdad,
de sustitución de sus valores torcidos por los que él proponía, de llevar a los
últimos a ser los primeros y los primeros a ser los últimos… Acostumbrados
a sus envidiables posiciones… eso jamás les convendría.
86
Yo también lo sabía, había visto antes la historia de acusación de sedición,
de herejía, un juicio trucado… la inmediata pena de muerte, una ejecución
pública ejemplar… para que nunca se repitiese.
¡Quería hablarle, avisarle a tiempo para que huyera! ¡La impotencia me
sumió en la desesperación y finalmente en la desesperanza!
Justo en ese momento, él reflejó su rostro en una serena fuente. Mirándose a
sí mismo casi creí que lo hacía con la intención de ver ahí mis ojos.
“Calma” se dijo, “El sacrificio es necesario para resucitar la consciencia del
hombre; una sacudida a su vergüenza que moverá al mundo…”
¡Creí que me había oído! Como si en ese estado de desaliento compartido
no necesitáramos transmisión y estuviésemos conectados mentalmente…
así quise entenderlo.
Lo traicionaron y lo prendieron.
Más tarde, al ver la criminal apatía de Pilatos que aun no encontrándolo
culpable lo entregó a sus verdugos, supuse el final y por primera vez entendí
a Platón pues yo tampoco pude quedarme a presenciar, tan impotente, su
despiadada lapidación y muerte…
Luego de su sacrificio, sus seguidores se encargaron de aumentar su gloria y
divulgar su ejemplo. Se contaban por miles y el número seguía creciendo.
Por ello, para los poderes establecidos, aún después de muerto, el gran
peligro que les representaba Jesús, el Maestro… continuaba más vivo que
nunca…
87
Capítulo 13
Concentrado en mi esperanzadora mejoría y en las enseñanzas de Jesús, no
había dimensionado el crecimiento del poderoso imperio militar gobernante
en aquel tiempo; sus genios estrategas, sus dementes soberanos…
Sus reyes, llamados ahora “Emperadores”, detentaban un poder absoluto
que los hacía sentir casi dioses… eso ya lo había visto… la transgresión de
límites a que esos gobernantes llegaban, nunca antes. La caída moral, la
perversión y decadencia de valores, el cinismo y la perpetua insatisfacción
se evidenciaban una y otra vez.
El Emperador en turno siempre tenía la razón; ni siquiera se molestaba en
tenerla pues todo se confabulaba para que esto sucediera. En medio de esa
farsa, su concepto de “Felicidad” se fundió fácilmente al de “Placer” dando
rienda suelta a los más bestiales instintos. El entretenimiento, la adicción, el
desenfreno sexual, adulación. ¡Todas las promesas comúnmente aceptadas
de esa supuesta “felicidad”! pero nada de ello la proporcionaba. Primero
pretendían comprarla con sus conocidas y falsas monedas de cambio: el
poder, la belleza y la fuerza, pero aún éstas fueron devaluándose intentando
ahora poseer lo inalcanzable, lo moralmente prohibido, lo anti-natural. Todo
valía con el pretexto de traer consigo la escurridiza felicidad.
Me era del todo incomprensible: ¡Parecía que su condena era sentir una
eterna necesidad! ¡Siempre había una nueva! Quien tenía ya mil mujeres
deseaba ahora la de su amigo, a su madre o a su hermana; quien las había
poseído ya a ellas, ahora deseaba como pareja a sus propios ganados. Quien
se sentía aburrido sacrificaba vidas animales y luego hasta humanas por el
simple hecho de poder hacerlo; daban rango de funcionario a mascotas,
obligaban a sus súbditos a ver en ellos cualidades y talentos e incluso hasta
apreciar sus ridículas manifestaciones artísticas…
Y al final, lo más aberrante, lo más indignante de todo, era que… aun así
¡tampoco eran felices!
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“¿Quién en ejercicio de todo ese poder sería capaz de cuestionarse el placer,
su origen o su intensidad?” me preguntaba aunque sabiendo de antemano la
respuesta. De sobra conocían las doctrinas legadas por seres como Sócrates,
Siddhartha o Jesús, pero les estorbaban.
“¿Conocerse para auto-regularse? ¡¿Debe un Dios auto-regularse?! Pero,
¿cómo llegar a anhelar algo, honesta y dignamente, cuando sólo se tiene que
exigir para tenerlo?” todo resultaba incomprensible, repugnante, pero de
repente, una voz sugería en mi interior: “Quizá cada uno de nosotros tenga
que preguntarse si controla al pequeño emperador que lleva dentro…”
Hacía tanto que no tomaba notas pero ésta la vi muy importante…
Nota de Monitoreo (15): En su eterna búsqueda por esa “felicidad” se
convencen (o peor aún, se dejan convencer) sobre sus definiciones más
irracionales. Así, en descuido, en un crecimiento silvestre desde que nace,
el ser humano, incluso los todopoderosos… siempre serán esclavos de su
propia definición de conceptos como el fracaso y el éxito; la tristeza y la
felicidad… y finalmente, como condena o profecía: de lo bueno y lo malo…
Disparada por mi mal ánimo, mi salud comenzó a decaer tan acelerada y
lamentablemente como la moral y consciencia de todas esas personas. La
mejoría pasajera había cedido a una realidad que me pesaba cada día más.
Como en relevo, uno a uno mis órganos fallaban remitiéndome sin escape a
un hospital que se convirtió en segundo hogar y luego hizo de mi hogar, el
segundo.
La necesidad de transfusiones sanguíneas pronto cambió a trasplantes. El
abatimiento moral por la decadencia que contemplaba agudizó también la
enfermedad física pero sobre todo algo que no me dejaba descansar, que me
dolía… el pesar de un deber no cumplido.
89
El final de mis fuerzas por vivir llegó un día cuando me enteré del plan
maestro maquinado desde el imperio para acabar con el ejemplo de Jesús:
Viendo su fuerza imparable, un astuto emperador decidió unirse al enemigo,
¡pero mejor aún! ¡Secuestrarlo!, “ser” su única representación en la tierra,
ser su voz y mejor intérprete… y fundó así su propia iglesia romana, que
erigió como única fiel eliminando sanguinario, y con todo derecho divino,
toda competencia discrepante. Ya que había sido imposible cancelar su
enseñanza, decidieron entonces usurpar su ejemplo creando una institución
en su nombre y controlar desde ahí la fe, el dinero y el poder…
El concepto y uso de dios regresó al Lamento y al Reclamo, a herramienta
de control por docilidad, por yugo moral… justo a donde pertenecía.
En mi recaída, necesitaba creer que aún habría esperanza, necesitaba saber
que no todo había sido en vano. Ya con mucha dificultad acudí al CIIE…
pero en ese último monitoreo que pude realizar, recibí la noticia que sería
para mí como el tiro de gracia… Otro de esos emperadores, ya convertido a
la nueva fe, a las enseñanzas trucadas que Jesús nunca legó y con ella como
mejor pretexto y arma… ordenó cerrar la Academia de Platón acusándola
de infiel, tomando ahora el control del saber y su enseñanza…
¡Todo mi esfuerzo había sido inútil! con el mismo pretexto y fingida buena
intención ¡se usurpaba ahora también a la educación! ¡El pensamiento
defectuoso se deshacía de un golpe de sus principales enemigos! ¡No sólo
se limpiaba el camino de obstáculos sino que se dictaba el suyo propio y lo
decretaba como único bueno y hasta obligatorio!
Desahuciado física y moralmente, sentí que la peor muerte ocurre luego de
una vida desperdiciada. En mi mundo de gran tecnología, de una avanzada
medicina y larga esperanza de vida… yo moría joven… e inútilmente.
La sensación de vértigo de esos días era insoportable, el torbellino en mi
cerebro me hacía sentir que vivía en una irrealidad, en sueño… en pesadilla.
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Se detenía un breve momento, como para recordar sentirme normal, para
luego mandarme de vuelta a la cama… centrifugando mi ánimo.
Mis reproches y culpas giraban en torno a ese mareo; conmigo al centro, las
mil cosas que no hice, aún pudiendo, apuntaban sus filos hacia mí…
Recuerdo que en mis frágiles minutos de tranquilidad reflexionaba que la
tragedia de la vida era su misma definición defectuosa… desde siempre nos
acostumbran a contarla en tiempo, luego aprendemos a medirla en periodos
de estudio, de trabajo, de jornadas remunerables, luego a diluirla en placeres
efímeros, regalarla en entretenimientos insulsos y mundanos…
Descubrí que su principal enemigo era precisamente la cotidianidad, el
pensar que el mañana estará ahí de nuevo, que siempre estará para nosotros,
esperar plazos, dejarla pasar esperando a que llegue en mejores tiempos…
Supuse que medir la vida en tiempo era ya comenzar a perderla lentamente,
sin notarlo; una pequeña muerte a la vez y no de golpe era todo el secreto.
Esa era la forma en que la inteligencia se dejaba engañar por el instinto, por
el deseo… justo como el fumador acaba con su propia salud y con la de
quien lo rodea así, lentamente, cigarro a cigarro, y se justifica rápido al
pensar que gana calma, estatus, atractivo, aceptación… cualquier pretexto
válido que dure desde sacarlo de la cajetilla hasta encenderlo… uno a uno.
No sé si el remolino que sentía o la frustración, pero algo trajo de vuelta las
palabas de mis Maestros, la exigencia de aplicar el conocimiento y no sólo
almacenarlo, el recordatorio de que el despertar es personal y jamás podrá
exigirse… aprender a amarme y formar una mejor realidad amando así a los
demás…
No. Descubrí que la vida no era cuestión de longevidad sino de objetivo.
Y no, aún no estaba muerto y no moriría mientras tuviera la fuerza para
seguir intentándolo…
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En esa lamentable situación anímica recibí la última visita del Asesor. A
pesar de mi delicado estado, él parecía de semblante animado, tanto que
reconozco que al principio lo juzgué mal…
Acusador, le dije: “¡Qué bueno es ver que al menos a alguien le va bien!”.
Él me interrumpió mostrando su palma pidiéndome paciencia y me aclaró...
“Traigo noticias… del CIIE. Noticias que, espero, te hagan sentir mejor…”
se tropezaba tanto con las palabras que me convenció que realmente sería
algo importante y continuó: “…por lo que has pasado, quizá no estés en
contacto con los recientes avances tecnológicos… bueno en otro tiempo lo
hubieras estado… y hasta hubieras sido parte de ellos” ¡se enredaba ahora
con las ideas! Y al ver mi gesto impaciente prosiguió casi protegiéndose…
“Fui nombrado responsable del nuevo Centro de Proceso Neuro-Artificial…
Serán unas modernas instalaciones donde se dará seguimiento a las mismas
investigaciones pero cuya particularidad es… su tecnología híbrida basada
en inteligencia artificial… y cerebros vivos… provenientes de donadores…”
iba bajando la voz pero aumentando su atención en mi respuesta facial.
¡La idea me crispó, era inoportuna, desleal, insultante!... Pero… me di más
tiempo… y con calma… la reflexioné…
Notando mi desconcierto, el Asesor pretendió no haber sugerido lo que
sugirió y quiso desviar la atención hacia él mismo: “A mí me parece una
excelente oportunidad… Yo ya estoy inscrito… la imagino como una nueva
definición de eternidad… imagínala tú así… vivir haciendo siempre lo que
te gusta…”. Hablaba pero en ese momento yo ya no lo oía; mentalmente…
estaba redefiniendo mi vida… o en lo que ésta se transformaría.
Así, justo dos días antes de la fecha oficial de mi fallecimiento, quien tanto
me había ayudado para cambiar de vida… me estaba ayudando ahora… a
cambiar mi muerte…
92
Capítulo 14
Repentinamente la puerta de la sala de juntas se abrió y el Asesor entró, me
saludó con una gran sonrisa y se sentó al otro lado de la mesa.
“¡Te ves bien!” dijo festivo, como quien no se ha visto hace mucho.
“Quisiera decir lo mismo pero usted se ve algo cansado…” le contesté
invitándolo a bromear. Aunque era cierto. Su rostro me parecía más delgado
y su semblante en general… digamos… más maduro.
“Los años dejan huella” se limitó a decir y pasó al tema más importante.
“Quisiera hablar acerca de tu nueva responsabilidad en la Institución”.
“¿Acaso seré reasignado? ¡¿Es por la enfermedad?! ¡¿Por qué?!” pregunté
ansioso, ya le exigía respuestas agitando la mano, pero justo en ese instante,
¡Mis dedos desaparecieron por un segundo! ¡Mi asombro me dejó mudo!
Hundido en el sillón. Él supo que tenía que intervenir y trató de calmarme:
“Tranquilízate ahora… Dime lo último que recuerdes…”
Aún desconcertado, intenté serenarme, tenía claramente en la memoria esa
tarde; me visitaba en el hospital, me hablaba sobre la nueva tecnología; de
los cerebros de donadores integrados todos a una computadora, trabajando a
la par. Que comentamos sobre su desarrollo, vimos todas sus posibilidades,
que era para mí como una segunda oportunidad y no dude luego en firmar la
aceptación y la solicitud como donador…
…pero lo que hasta ese momento no recordaba fue que ese mismo día, por
la noche, había sufrido un ataque… después otro… y luego… luego ya no
recordaba nada más.
“Pues… ¡Bienvenido de vuelta al CIIE amigo!” me dijo afectivo, intuyendo
el final del viaje mental que había hecho desde el día de mi muerte hasta
llegar a ese preciso momento.
93
“No entiendo” traté de sonar razonable: “se suponía que recuperarían mi
cerebro pero aquí está mi cuerpo completo…”, sin tardanza me interrumpió:
“No te confundas. Este que ves no eres tú, es sólo una representación, la
metáfora de un cuerpo que nos permite interactuar de manera más natural…
Sólo se recuperó tu cerebro. Y nada más”.
Recordaba todo lo que habíamos platicado esa tarde; pero ahora lo estaba
viviendo… tenía que adaptarme pronto a esas nuevas circunstancias… y
“esa tarde” realmente había sido un poco más…
“¿Cuánto tiempo pasó?” Pregunté para pisar terreno firme. “Cuarenta años”
dijo tajante. ¡Cuarenta años! ¡Había estado ausente por tanto tiempo y para
mí había sido sólo el sueño de una noche! ¡Cuarenta años! ¡Siglos para la
especie que monitoreaba! La confusión, la revelación, la nueva realidad de
golpe, era tanta que sentí náusea, aturdimiento… y él lo notó en mi imagen.
“Tu malestar es comprensible… tu enfermedad te provocaba vértigo y era
tu mente la que lo ordenaba… pero debes entender que es sólo un reflejo de
tu cerebro. Sólo está ahí. Materialmente no hay forma que puedas sentir
náuseas pues, bueno… ya no tienes lo que se necesita… Mi representación,
ésta que ves y tu representación, son sólo eso, abstracciones de nosotros
mismos. No somos carne y hueso. Solo es la manera en la que tu cerebro
interpreta nuestro contacto. Para ti, estamos en una sala; en realidad yo te
veo y oigo a través de monitores…
Has pasado por mucho y no quiero fatigarte. Tienes cosas por hacer: recibir
instrucción, certificar que puedes retomar tu investigación… pero no te
preocupes, te reservé a tu especie y a pesar del Director seguirás con tu
misma asignación… Te quería en su equipo pero yo te defendí… larga
historia… Descansa ahora y ¡bienvenido otra vez!...
¡Ah! ¡Casi lo olvido! te pido un favor pers… ¡No, mejor tómalo como una
orden!: Esta vez ¡Apégate a las reglas!”. Asentí con sorpresa, ¡Algo sabía!
Fue a la puerta y al cerrar, todo oscureció.
94
Acostumbrarme a mi nueva condición tomó algún tiempo. Aún imperfecto,
como todo nuevo sistema, mi consciencia “despertaba” y “dormía” por
tramos específicos de entrenamiento y pruebas. Recuperar en cada ocasión
la consciencia de esa utilización no era gratificante.
La “enseñanza” ocupaba un burdo método donde la memoria sólo era un
gran almacén de datos y procedimientos. Así, los demás cerebros donados y
yo éramos criticados por obtener las peores calificaciones. Tal era el fracaso
que el proyecto entero se puso en duda… y por ello, solicité una reunión de
emergencia con los miembros del Consejo.
Si el Director era ya déspota con el grupo de ingenieros “vivos”, ser ahora
el cerebro de uno declarado legalmente muerto desde hacía décadas, era
poco menos que hablar desde el inframundo. Pero mi posición me daba una
visión “desde dentro” del problema, así que decidí que el rechazo no me
intimidaría y comencé mi exposición…
“Aprender, es modificar la conducta” comencé, “…eso lo sabemos todos.
Aprender es la llave para cambiar nuestra situación presente y aspirar a una
mejor en el futuro… luego de hacer útil el conocimiento. Pero quisiera que
nos ubiquemos en esa parte de la aspiración de ser mejor. La mera promesa
de mejora trae consigo la idea de progreso y prosperidad. En ese sentido,
‘una Expectativa de Ganancia’ es la Motivación que todo alumno requiere
para Aprender. El problema con la enseñanza aquí es precisamente una
ausencia total de esa motivación; no la hay, por mínima que ésta sea…”
Observé marcada impaciencia en sus rostros y decidí ir al grano…
“Dennos la oportunidad de realmente asistir a esas clases, pero justo como
lo hacemos en esta junta… creer y sentir que estamos ahí, suponer que
participamos, que nos excita el intervenir, pues aprendemos al sentirnos
premiados por los aciertos y avergonzados de los errores, que luego nos
relajamos también, que bromeamos quizá, ¡Eso es! sentir que aprendemos,
emocionarnos para registrarlo más fuerte en la memoria, lograr así más
enlaces cerebrales y hacer cada dato más nuestro…
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…un recuerdo total; infinitamente más y nuevas conexiones neuronales que
nos permitan hacer nuestro ese conocimiento y sentirnos mejores por ello…
y terminar realmente siendo mejores…”
Los cambios fueron concedidos… pero en calidad de “última oportunidad”
antes de ser todos desconectados. No sé si fue por la motivación de mejorar
o por la amenaza de desaparecer pero conseguimos el mejor promedio… y
solicitamos otras modificaciones; pequeños grandes cambios. Hasta ese
momento comprendí lo importante que son esos ritos cotidianos: ganarle al
despertador por la mañana, estirarse, sentir la tibieza del agua en la ducha…
el desayuno. “Bien poca felicidad para quien la da por segura” pensé. Pero
ninguno de ellos se autorizó; por ser un costo inútil, no había qué gastar en
“algo” así. “Nadie sabe lo que tiene hasta…” ¡sería bueno que reaccionar
ante esa verdad fuera tan fácil como recordarla!
En esa “vida” faltaban los imponderables y todos los emotivos procesos
naturales… no sé… cansarse, descansar; descubrir la primera arruga, la
primera cana… dar el último beso del día. Pero al menos era mejor que la
vida de máquina de antes… al menos, era aún una vida.
Así viviendo, comprobé que los sentidos y sensaciones están todos en el
cerebro. Sin ojos, podía ver y sin oídos, escuchar. Sentía calor o frío. Había
mucho qué mejorar; supuse que insistiría en incluir los rituales de ir a la
cama en lugar de sólo apagar… verse al espejo al encenderse. Como fuera,
lo cierto es que aún en esas condiciones… me sentía vivo. Comprendí en
carne viva, bueno, en cerebro vivo, que la idea de ubicar al amor y a los
sentimientos en el corazón es sólo una alegoría de lo que la mente siente.
Me di cuenta de que lo que llaman alma no es otra cosa que la memoria de
uno y su capacidad para recordar, recrear e imaginar ideas y realidades
nuevas… y a su manera. Proceso que mientras funcione seguirá dando vida;
no importando si la mitad de lo que creemos ser, es artificial… si aun así, es
más humano que muchos de los cuerpos-vivos que se ufanan de serlo y se
comportan como máquinas. Reconociendo su valor, ahora que podía, me
realizaba copias de mis recuerdos y mi memoria completa aunque también
jugaba a borrar falsas ideas y momentos bochornosos.
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Reflexioné sobre el verdadero alimento; respetaba los nutrientes físicos que
nos proveían pero creí que el mejor era el conocimiento y su propósito…
redescubrí que la vida no era cuestión de longevidad sino de objetivo, vivía
y tenía por qué vivir, y no, no era sólo un híbrido de alambre y sesos… era
más; no “algo” sino “alguien”, era… ¡El Maestro de las Estrellas!
Luego del entrenamiento y, sobre todo, habiendo armonizado mi mente real
y mi cuerpo virtual, llegó el día de volver a contactar a mi especie asignada.
Mucho debían haber cambiado en todo ese tiempo pero a pesar de estar
ansioso, no quería sobresaltos y decidí enterarme de su realidad primero a
través de personas comunes. Volví al viejo método. Elegí entre los destellos
intermedios, por no decir, entre los poco brillantes.
Sintonicé a un monarca, leía interesado algo que interpreté como “Manual
para Gobernar”. Conforme avanzábamos juntos en la lectura su gusto y mi
asombro crecían. A mi juicio, el autor era un hombre de experiencia en el
comportamiento humano pero no puedo negar que su estilo crudo, hasta
brutal, iba provocando mi repulsión… Maquiavélico, lo llamarían hoy.
El tratado versaba sobre la forma en que El Príncipe debía ejercer su poder.
Más que ilustrar sobre su naturaleza y prevenir errores, fomentaba el más
indecente abuso de la miseria humana, ahora en forma de las más cínicas
recomendaciones. “Manual del hombre, sus defectos… y cómo salir lo más
beneficiado de ello” renombré el título siendo sarcástico y acusador.
En esas páginas se aconsejaba a un futuro rey que antes de ser amado era
siempre preferible ser temido… recomendaba una sana hipocresía entre el
amor y el odio. Grotesco, advertía que nunca debían tocarse los bienes de
otro poderoso so pena de arriesgarse a perder el trono… mencionaba que las
ofensas contra los padres de ese poderoso o ¡incluso hasta darles muerte!
serían más rápidamente olvidadas que el hecho de atacar sus bienes… ¡El
voraz culto al dinero ya sin inútiles máscaras! ¡Se sistematizaba la maldad!
se daba estructura a la tradición de infamia, ¡la vileza y la codicia trataban
ahora de hacerse pasar por aguda inteligencia!
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¡¿Qué había sido de las historias ejemplares que yo conocí?! ¡Nulo avance
desde entonces!... es más: ¡franco retroceso!
Aún incrédulo, traté de convencerme de que ese ejemplo no era lo común de
la época; busqué a los herederos de las enseñanzas de Platón o las doctrinas
de Jesús… y los encontré a todos en un mismo lugar…
La evolución de la institución creada por antiguos emperadores dominaba la
consciencia en su forma de religión y de conocimiento. Amplias bóvedas
mantenían resguardados bajo llave y polvo todos los escritos de Platón,
Aristóteles e infinidad de letras muertas más. Los pocos afortunados a su
alcance, las estudiaban con la santa encomienda de conciliarlas con los
dogmas más convenientes. Por su parte, la creencia en dios era calificada y
sancionada escrupulosamente por estrictas reglas y los peores jueces que
repartían castigos que Jesús jamás solicitó… ni imaginó. La eliminación de
enemigos era infinitamente más brutal que antes; ahora sólo bastaba con
acusarlos de herejía, procesarlos y ejecutarlos de la manera más ejemplar
posible; mediante la tortura más agradable a los ojos de su dios… ¡sólo eso
quedaba de los mejores esfuerzos!
Entre la gente común, corría un rumor insistente: la existencia de un Nuevo
Mundo, un lugar de ciudades de oro, fuentes de vida eterna y de felicidad
inagotable. Todo al alcance y medida de su voracidad. Investigué un poco
esos lugares, encontré que habitaban hombres de menor desarrollo técnico y
cultural; “Seguro tendrán un destino similar a Mi Especie Preferida…”
reflexioné… y no me equivoqué. La masacre tomó mil formas: esclavitud,
esclavitud disfrazada, contagio de enfermedad, de religión, retraso moral…
“¿Alguna vez convivirán en armonía dos culturas de diferente desarrollo?”
me oí pensar ociosamente…
Sin embargo también había gente buena, honesta e inquieta; era gente que
quería que las cosas mejoraran. Creí que el panorama no era tan diferente a
la locura que había dejado unos siglos atrás y fiel a mi necedad me decidí a
pensar que aún era tiempo de ayudar… Creí saber cómo.
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Me enfoqué en esas mentes, todas coincidían en recuperar los métodos
clásicos de búsqueda de la verdad y conciliarlos con la real doctrina de
Jesús, no esa que se enseñaba. Pocos pero capaces, intentaban dar vida
nueva a los conceptos más importantes del legado de Sócrates, Platón y
Aristóteles; al menos de aquellos que disponían. Sentí mi deber ayudarlos
en ese Renacimiento, iluminarlos en sus conclusiones… yo ya tenía ese
camino andado… Innovador, decidí probar la nueva función de transmisión
en paralelo que consistía en el envío simultáneo de mensajes personales
grabados con anticipación. Decidí que los mejores temas tendrían que ver
con ciencia, arte, verdadera fe; pero reservaría el método para el apropiado.
Lo preparé todo y lo envié… jamás preví la efervescencia que desataría.
Decidí entonces enfocarme y buscar el mejor mensajero para el Método,
pasó mucho tiempo, desesperé, pero entonces… encontré a René.
Cuando lo hallé, estaba sentado frente a una mesa cercana a una chimenea.
Dudaba si estaba sentado frente a una mesa cercana a una chimenea…
Sí… así de extraño me pareció a mí también…
¡Sus ideas eran vertiginosas! Se preguntaba y respondía antes de acabar su
propia pregunta. ¡Oía varias voces en su mente! Un ser humano inquieto,
bondadoso, disperso y desconfiado pero sin duda, ejemplar. Me pareció una
señal el que el nombre de desCartes fuera René, “Renacido”; así justo me
sentía yo y justo eso quería de la consciencia humana: un Renacimiento
después de nuestra casi muerte de muchos siglos.
Monitoreé sus pensamientos y se cuestionaba: “¿Y si todo lo que veo o sé
no fuera cierto? ¿Si las verdades, buenamente heredadas por mis padres,
fueran erróneas o parcialmente incorrectas?”. Yo sabía que esa reflexión era
el virtuoso inicio del razonamiento que lo llevaría a la vigilancia personal, a
validar cada verdad que hasta ahora entendía como innegable; y justo al
comienzo del Método que todos aquellos buenos hombres desarrollaron.
Ajusté el transmisor, preparé mi propio Discurso sobre el Método y me
propuse a contactarlo. Iba a hablarle del instinto, de la atención, del “sentir
bien” pero quizá por mi nueva condición, poco corpórea…
99
…le comenté primero lo importante de la mente en comparación con el
cuerpo, de su distinta función y diferente sustancia. Que el conocimiento la
alimentaba pero que basado en memorias y creencias incuestionadas se
corría el riesgo de que sus conclusiones fueran tan o más defectuosas que
sus dogmas…
Me escuchaba atento pero me interrumpía mucho, ¡hablar con él era como
caminar con el agua hasta la cintura! Le sugerí regresar a Sócrates y a
Platón, andar el camino que otros habían pensado, aprovechar esa ventaja.
Cuando por fin logré mantener quieta su atención, cuando finalmente acalló
al coro que escuchaba en su cabeza, creí que era tiempo de profundizar…
Me inspiré: “En la mente, hay voces que nos obligan a fallar, que provienen
de las necesidades más básicas e instintivas, que sugerirán satisfacción
inmediata por el camino de menor esfuerzo, nunca están comprometidas
con un bienestar real y a largo plazo. Son voces que engañan al pretender
ser las mejores aliadas pero nos conducen al peor auto sabotaje, lamentos y
reclamos que no podemos acallar pero que debemos vigilar”…
Estaba listo para darle la lección completa del Lamento y el Reclamo, su
vigilancia y toma de consciencia… pero en ese momento, oí algo más en su
cabeza… algo que no era ni él ni yo…
“¿Y si los que piensas no fueran tus pensamientos? ¿Y si fueran inducidos
por alguien más?... ¿Alguien como un Genio Maligno que te obligara a
creer que lo son?” le repetía insistente la voz ajena. desCartes creyó oírse a
sí mismo, le puso atención… y comenzó a dudar más aún.
¡Yo sabía que no era él! ¡No era su voz! Algo más estaba pasando, ¿otra
transmisión?... pero ¿Cómo? ¿De dónde?... ¡¿Quién?!
Escuché abrir la puerta intempestivamente, dos guardias entraron al Cuarto
de Monitoreo. Yo sabía que todo era una representación abstracta y que
ocurría sólo en mi cerebro… pero admito que su maltrato psicológico fue
bastante convincente… y hasta lo sentí físico.
100
Se identificaron como Investigadores “C”; los temidos “Centinelas” que
más que científicos son paramilitares. Oprimí con sigilo el botón de mi
última transmisión en paralelo, pero de inmediato tomaron el control de mi
equipo, me ordenaron mantenerme quieto y reportaron el arresto.
Minutos después aparecí en la Sala de Juntas, ésa donde había platicado
antes con el Asesor, ahora convertida en cuarto de interrogatorio… Estaba
frente al Director del CIIE; me indagaba furioso. Toda mi actividad había
sido descubierta y no tenía ni explicación ni escapatoria. Ahora a merced
del juicio de la peor persona que pudiera decidir nada sobre mi destino.
Mi mirada de auxilio no era respondida por un Asesor quien, aunque no
paraba de inventar explicaciones, sabía que mi futuro era incierto. Pero el
Director, exasperado, lo silenció gritando: “Ya te equivocaste una vez y no
habrá otra… ¡Quiero a ese cerebro! ¡Borrarás su memoria y lo entregarás
mañana mismo!” y salió con aspaviento, el Asesor me miró molesto… pero
luego triste, miró al piso… inhaló profundamente como retomando ánimo,
levantó la vista y fue tras el Director… al cerrar la puerta… todo se apagó.
101
Capítulo 15
Al iluminarse la sala de juntas, me encontré incómodamente esposado. No
bien había entrado el Asesor cuando le lancé: “¡¿Es necesaria esta farsa?!”
“¿Ahora te pones pesado?” refutó con lógica lapidaria… merecido regaño
que cambió mi actitud. Traté de desviar el tema: “¿Alguien me denun...”
“¡Centinelas! ¿Recuerdas?” gritó; “tienen acceso al Cuarto de Monitoreo.
Vieron tu transmisión, la reportaron al Director… ahora dice que él mismo
corregirá los daños que causaste…” ya no lo oía… ¿me descubrieron?... y
lo interrumpí: “¡Nunca antes me descu…!” pero a medio camino corregí:
“¡Nunca antes me hubieran descubierto! ¡Yo tenía acceso directo!”
“¡Lo tenías en el mundo real!” rugió enfadado. “En esta metáfora eres parte
de un todo, estás conectado a todo y todo está conectado a ti ¿comprendes?”
y presionado por la prisa cambió a un tono confidencial… “No me dieron
mucho tiempo y necesito que sepas: El Director siempre te quiso… no a
ti… desde tu muerte quiso tu cerebro… para un equipo que personalmente
está formando y para ello necesita borrar tu memoria… Ésta es tu primera
falla, pediré apoyo para evitarlo; la vez anterior le gané por formalidades
pero ahora… lo verá como desafío directo… tu cerebro o su confianza pero
perderé en cualquier caso… Hasta entonces estarás apagado”.
Exploté indignado: “¡¿Realmente quiere borrar mi memoria?! ¡Sería como
matarme!”. Pero me interrumpió, creo que ya justamente desesperado por
mi necedad: “¡¿Crees que les importa?! ¡Tú ya estás muerto!”… noté que se
arrepintió de lo dicho justo un segundo después de haberlo gritado…
Se obligó a la calma, respiró profundo y más empático terminó hablándome
resignado: “Ahora sólo nos queda esperar… esperemos lo mejor”… No vi
mucha convicción ni confianza en sus palabras, pero ya no pregunté nada,
sabía que estaba de más; se dirigió a la puerta, al cerrarla, la luz y la poca
ilusión de resolver mi problema se apagaron.
102
La siguiente vez que fui “encendido” la puerta de la sala de juntas estaba
abierta, pero nadie entraba. Después de largos minutos decidí ir a echar un
vistazo al corredor… era justo como lo recordaba y al fondo, la luz de mi
Cuarto de Monitoreo, abierto de par en par, me invitaba a pasar.
Sabía que era una prueba… pero no podía dejar pasar la oportunidad.
“Sólo veré sin transmitir… ¡nadie puede acusarme por ello!” Ideé. A medio
camino escuché en mi mente: “¡Centinelas! Tienen acceso al Cuarto de
Monitoreo…” regresé unos pasos… e hice una escala en el Laboratorio de
Transmisión… donde no lo tienen. Al salir, fui directo a monitorear.
Como lo supuse, la Consola estaba enfocada justo en la persona que ellos
querían que yo viera; en la pantalla pude ver que era hombre y que pilotaba
un avión.
“¡Vaya que si han avanzado rápido!” me dije. El piloto militar recordaba los
momentos más duros de la guerra que vivía… “¡Aún siguen en guerras!”.
Sus recuerdos me aterraron: El adelanto de las armas las tenía ya en tierra,
aire, sobre y bajo el océano. “¿Cuánto tiempo habrá pasado? ¡Es imposible
este avance!”… en la pantalla, él continuaba con su relato mental… Vi con
tristeza los campos de exterminio de unos y otros, muerte ya sistematizada,
el conflicto golpeando gran parte del mundo, millones de muertos y más de
afectados. Él lamentaba sus pérdidas más cercanas, más personales… le
daban valor ahora. A mí, enterarme de toda esa realidad me dolía…
Sus compañeros en el avión hablaban de un niño pero estaban nerviosos, no
indecisos, sí tensos, me confundí, no entendía el contexto de su plática,
rápido conmuté a otro que leía papeles encima de un gran aparato… quería
enterarme…
Luego de ver el protocolo, los detalles, el tamaño del monstruo y todas sus
características intuí de inmediato su contenido ¡El niño de que hablaban era
un arma nuclear!
103
¡Tenían ya una bomba de fisión e iban a usarla! ¡No era posible! Vi la fecha
escrita en esos papeles… ¡No era posible! ¡Hacía tan poco aún peleaban a
caballo, lanza y espada! ¡¿Cómo pasó?! Pero me obligué a tranquilizar, no
había tiempo qué perder, no sabía cómo pero tenía que impedirlo… de lo
único que estaba seguro era del costo que pagaría por intentarlo… Al
encender el transmisor supe que estaba firmando la sentencia de mi segunda
muerte…
Los contacté uno por uno, algunos no sabían las dimensiones de su misión,
otros, bien conscientes a detalle. Uno a uno fui transmitiendo mi mensaje;
uno a uno me demostraron lo bien aleccionados que estaban…
Se repetían irreflexivos: “Esta es la única forma de terminar la guerra”,
“Morirían aún más de no lanzarla”, “Fue hecha para usarse, ninguna prueba
sin daño asustará al enemigo”, “Son ellos o nosotros”, “Es nuestro deber
patriótico”, “Es lo correcto”, “Es una misión más”… todo les servía para
convencerse pero en realidad nada los convencía, cumplían en automático la
orden que se les había dado. Así trasladaban su responsabilidad y culpa.
Hice cálculos en sus cabezas, sumé las decenas de miles de muertes, el daño
posterior y los muchos años que duraría… Proyecté rostros de mujeres y
niños; los relacioné con su familia. Les recordé todas las enseñanzas de sus
padres, de su religión, sus propias convicciones ¡su legítima posibilidad de
negarse por razones de consciencia! pero nada de eso sirvió… ¡Nada!
Desesperado, transmití simultáneamente a todos en ese avión, ¡creí ver que
uno de ellos estaba a punto de convencerse!… ¡pero en ese preciso instante
me retiraron de los controles! Un par de Centinelas, apagaron mi módulo de
representación corporal y así me inmovilizaron por completo, inerte pero
consciente de todo, me alejaban ya de la consola. El Director, complacido,
entraba junto con el Asesor, que llevado a fuerza, fue su testigo mudo: “¿Lo
ves?” Sonrió triunfante el Director, “No estaba equivocado, ¡Es un cerebro
rebelde que jamás entenderá! ¡Cuánto más daño pudo haber provocado!...
¡Qué a tiempo lo descubrimos! ¿No crees?”.
104
Al adivinar mi destino, por primera vez vi al Asesor perder el control y me
gritó: “¡Él ya había perdido! ¡Tu caso estaba resuelto! ¡Ibas a regresar sin
problemas! ¡Te diste cuenta de la trampa y caíste!… ¡¿Por qué caíste?!”
En la pantalla se percibía ya el inmenso hongo de humo radiactivo visto
desde la ventanilla del bombardero. Nuevamente había fallado, no había
podido evitar miles de muertes y tampoco evitaría otra vez la mía… Igual
de devastado, dije al Director: “Felicidades, fue una buena trampa; jamás
habría podido evitarla…”. Resignado, traté de tranquilizar a mi amigo: “Lo
siento, pero sabes que tú y yo no sabemos dejar de intentar…” en su mirada
abatida sólo se reflejaba mi propia tristeza… y fui de nuevo a la oscuridad.
Lo malo de “vivir” en estas condiciones es que cuando a uno lo “duermen”,
puede dormir por minutos, por horas, por días o décadas… lamentablemente
el tiempo sólo se sabrá si es que llega otro despertar… Cuando las luces se
encendieron nuevamente, tardé unos segundos en recordar lo que había
pasado: el odioso Director, mi desconsolado amigo, la transmisión, la gran
amenaza nuclear… las miles de muertes…
Después de vivir tantos duelos, sé perfectamente cómo es cada despertar: La
noche anterior, el dolor nos acompaña hasta muy tarde, cuando el sueño lo
vence, sale de nosotros mientras estamos dormidos pero no se va, se queda
ahí, espera paciente a nuestro lado; al día siguiente, después de despertar, se
apiada un poco y nos regala unos cuantos segundos… y creemos que todo
está bien. Pero cuando recuperamos la consciencia, repite su inconmovible
labor de vaciar el alma. El recordar mi dolor la drenó de un golpe por la
tragedia de tantos… y la que me esperaba.
Sintiendo ese pesado ánimo en mi pecho y estómago virtuales, la puerta se
abrió y apareció el Asesor. Iba a saludarlo pero cortó mi intención… “¡No!,
supongo que intentarás saludarme, pero no lo hagas…” Quedé sorprendido
pero inmediatamente se explicó…
105
“Ésta no es una interacción en vivo, no la autorizaron. Lo único que me han
permitido es darte una grabación. Pero será confidencial, tú sabes que nadie
la puede intervenir. Así que en tanto oprimas el botón, ahí frente a ti, la
transmisión iniciará e irá dirigida sólo a tu cerebro… pero tú lo sabes
bien… esta tecnología es algo que también hay que agradecerte”.
(En ese momento recordé cómo había desarrollado ese sistema: cuando el
nuevo transmisor fallaba, él mismo me lo reportaba con un mensaje a mi
Diálogo Interno; así que el decir, “ya lo sabía”, dejó de ser sólo una postura
arrogante de quien presume “intuir” los problemas y se convirtió en el acuse
de recibo del reporte de una falla, un método que no dejaba de tener su
arrogancia técnica pero que funcionó tan bien que pronto se popularizó
entre el personal del CIIE que lo usaba con frecuencia para el envío de sus
mensajes confidenciales… dirigidos sólo al cerebro indicado).
Sin saber qué noticias iba a recibir, respiré profundamente, oprimí el botón,
cerré los ojos y comencé a escuchar en mi mente su mensaje…
Capítulo 16
“Amigo mío, hubiera querido hablarte y verte en persona, pero en realidad
eso ya nunca podría haber pasado. Sólo quiero que no pienses que soy como
Platón o como Pedro; que no te acompañaría en el peor momento…”
Me desconcertó; ¿Los conocía? Pero no me dio más tiempo pues proseguía:
“Sé que el efecto de Personalización sólo da cinco minutos para transmitir
mi mensaje, así que seré conciso, te pido concentración… y calma con lo
que te enteraré… Y creo que precisamente ése, es buen lugar por donde
empezar: el efecto de Personalización…
Esa secuela que sufre quien escucha una transmisión gravitacional directa al
cerebro más allá del tiempo límite y que lo expone a asumir la personalidad
de quien transmite; su cultura, sus creencias, incluso se ha documentado que
hasta sus ideales y valores… convertirse en quien transmite.
No abundaré en algo que tú sabes bien, sólo recordemos también que para
algunos universos es más fácil escuchar que ser escuchados. En el caso de
tu especie por ejemplo, nosotros podemos oírlos casi sin aparatos, pero
transmitirles... bueno, tú conoces mejor que nadie los contratiempos...
Sin embargo, el contratiempo que tú no conocías, por ser ingeniero y no
médico, es la afectación que un transmisor no aislado genera en la sangre
del investigador. ¡Yo tampoco lo sabía! sólo mucho después. Si el proyecto
tardó tanto no fue por las autorizaciones sino por el desarrollo secreto de ese
segundo módulo a mi cargo, el aislante… Lo lamento. Tengo la obligación
moral de confesarte que como muchos científicos que han visto afectada su
salud a causa de su labor, la tuya comenzó a decaer cuando decidiste usar tu
transmisor, sin aislante y con toda la potencia del nuevo laboratorio… justo
para contactar a Thales… ¡Perdóname! No lo supe y no pude detenerte,
¡Nunca hubiera podido!... en ese momento ignoraba tanto tus actividades
como sus posibles efectos.”
107
La revelación fue como balde de agua fría, quedé mudo y vertiginosamente
recordé clara la sensación que sentí cuando Thales cayó al canal; el calor
que producía el aparato hasta finalmente quemarse… El malestar que sufrí y
que atribuí a esa caída era ya el inicio del mal que me llevaría a la muerte…
El impacto me había hecho perder algunas palabras del mensaje, así que
recompuse mi actitud, fui firme y me obligué a prestar atención…
“…para ti y para mí, que creemos en el sentir bien, la Personalización no
representaba ninguna tentación, no íbamos a convertir a nadie en nosotros,
quisiéramos poder usarla así y cambiar un poco la historia, pero justo por
ese sentir bien, sólo intentamos convencerlos de buscar mejores caminos y
resolver sus propios problemas… y oíste bien: ambos lo hemos intentado.
¿Recuerdas que facilité tu ingreso como Investigador? fui el primero en
reconocer tu motivación, sabía que intentarías utilizar el nuevo transmisor y
hasta propuse que tuvieras acceso directo. Pero descubrí lo de tu prototipo
mucho después, cuando investigando tu enfermedad revisé tus registros. Ya
con el módulo de rastreo funcionando, supervisé tu actividad y conocí tu
interacción con Siddhartha, así, espiándote, me enteré de tu actividad y
supuse el daño que te habrías causado. Sabiéndolo irreversible traté luego
de honrar tu esfuerzo y ayudarte… pero no sabía cómo hacerlo. Contacté a
Sócrates siendo él apenas un joven y le di el conocimiento que tú ya tenías.
Le enseñé lo que pude. Estuve con él hasta el fin ¡Me despedí de él igual
que lo hiciste tú en el oriente!... las mismas palabras… traté de encontrar la
ocasión para confesártelo… ya no la hubo…”
Recordé a Sócrates ¡Esa era la explicación! El Asesor había influido en sus
teorías, él era esa inspiración divina, ¡la voz del recuerdo que luego se hacía
nuevo conocimiento! él era el origen de las formas, del universo perfecto…
Cada momento lo valoraba más. Pero no podía distraerme:
“Se acaba el tiempo y es mi deber hablarte de lo qué vendrá… Siempre he
compartido tu ideal pero también supe desde el primer momento que tu
transmisor era el arma que el Director tanto buscaba”.
108
Al instante recordé sus miradas, ¡Ése era su interés! ¡Convertir en arma mi
transmisor! pero… ¡Eso era imposible!, el asesor continuaba…
“Ahora te pido modificar tu intelecto y pensar como un militar… No, te
conozco, no dije reducirlo, dije pensar diferente, pensar pero como soldado.
Los investigadores militares, preocupados siempre por la guerra, no sé si
para prevenirla o para fomentarla pero siempre pensando en ella, consideran
que una especie violenta nos es potencialmente peligrosa. Este argumento
tiene su lógica y la historia lo avala. Todas las veces en que se han topado
dos culturas de diferente nivel intelectual o técnico, sale perdiendo la menos
avanzada... y no siempre es la peor”. Recordé a Mi Especie Favorita…
“No, no lo tomes a la ligera, es un razonamiento válido, tú lo has visto…
¿Qué hubiera pasado si por casualidad los indígenas de América hubieran
llegado antes a Europa? Sí, sólo se hubieran adelantado sus tragedias.
El problema con tu especie asignada es que debido a la diferente escala
Espacio-Tiempo entre nuestros universos, se desarrollan más rápidamente
…no mejor. Nosotros hemos estado aquí desde muchísimo antes pero sus
generaciones traen gente cada vez más capaz… y más mortífera. Al paso de
nuestros largos años, nosotros aprendemos a controlar los instintos aún
siendo niños… el Sapiens no; de hecho, ellos casi nunca lo logran.
Cuando el Director tomó tu investigación del Sapiens descubrió justo lo que
quería descubrir: una especie hostil, y yo diría mejor: su primera víctima.
No creas que es sencillo desenmascararlo ante el Consejo, él ha sabido
sembrar el miedo en sus mentes y le bastó con plantear bien el escenario:
Nuestro destino, la vida, la casualidad, la naturaleza o un genio maligno
nos han encerrado en una habitación. Justo en medio hay un vidrio que nos
impide llegar a la otra mitad del cuarto, la única influencia sobre ese lugar,
es un botón a nuestro alcance que puede extraer el oxígeno de esa parte.
De repente vemos ahí a un malicioso niño que enciende una vela… luego el
mantel… le gritamos el peligro pero no atiende ¡ahora prende las cortinas!
…se acerca al tanque de gas… ¡la explosión acabará con él y con nosotros!
¿Ven ustedes otra salida… que apretar ese botón?
109
No te admires… hasta ahora no he dicho nada que no hayas presenciado.
Así que la postura del Director del Consejo es sencilla de entender aunque
difícil de asimilar: No quiere que seamos los próximos Neandertales del
Homo Sapiens… y se deshará de ellos… con el efecto de personalización.
Todos lo apoyan unánimes… Puro y simple instinto de supervivencia… ¿Lo
recuerdas?…” y el Asesor hizo una pausa para esperar mi reflexión…
Eran palabras perfectamente comprensibles pero intenciones abominables…
Cierto, su falta de control los hace como niños en desarrollo pero… ¿Quién
mataría a un niño por miedo a que de grande lo asesine a él?... recordé la
piedra ensangrentada y ya no vi tan clara la respuesta. El mensaje seguía…
“Su rápido desarrollo y su incontenible violencia dan la razón al Consejo.
Tiene todo el apoyo de gobierno y sociedad, lo ven heroico. Aún yo mismo
dudo si es lo correcto. Medítalo tú, esa especie pasó muy pronto del arsenal
rústico al nuclear. Y no dudo que fue con un poco de ayuda por parte del
propio Director; una táctica militar añeja: primero se crea artificialmente un
agravio y así se legitima luego la agresión…
Su desarrollo es veloz y el multiverso ya está a la vuelta de su esquina.
Dentro de muy poco escucharnos les será fácil, pronto sabrán dónde buscar.
Lo han hecho y lo harán, lo hemos visto repetidamente, así encontraron al
planeta Neptuno ¿Recuerdas?
Y cuando sean ellos los que transmitan a voluntad, ¿Qué especie resultará
perdiendo?... Tú sabes lo incontrolable que es su instinto. El Director lo
conoce desde hace ya mucho, por eso se aferró a la transmisión de imágenes
¡Nunca quiso hablarles! ¡Su Diálogo Interno no le importa!
Sabe que su imaginación disparará sus bajos instintos, que éstos mismos los
conducirán a las peores decisiones y acciones… y finalmente logrará que se
acaben entre ellos.
110
Es cierto. El ser humano es un niño caprichoso que pronto tendrá un arma
capaz de destruirnos a todos. ¿Debemos esperar sentados a que la fatalidad
toque a nuestra puerta?
Justo como con la bomba sobre Hiroshima yo tampoco estoy de acuerdo; tú
y yo tuvimos que haber encontrado una solución antes de que los militares
ejecuten la suya… aceptemos que ni tú ni yo pudimos”
Sus palabras me parecían ya lejanas. Las razones, aunque eran sólidas, no
lograban convencerme de la necesidad de la artera agresión que pretendía el
Director. Aún no podía adivinar cómo pretendía utilizar mi transmisor en
contra de ellos… de ustedes.
Repuse mi atención en el mensaje que casi concluía…
“Hicimos lo que creímos justo y bueno pero no alcanzó… y hoy, hoy tu
cerebro pasará a integrar esa fuerza de destrucción, mientras que yo… sé
que me pedirías matarlo antes de que eso pueda pasar, sé que yo nunca
podría… y por eso hoy… he renunciado; motivos de consciencia, como tú
los has llamado…”
Vinieron palabras de despedida que ya no pude escuchar.
Entre tantas verdades me pesaban más tres: Ahora estaba completamente
solo, mi transmisor se convertiría en el arma y yo, mi cerebro, sería el
verdugo…
Cuando se apagara de nuevo la luz, sería para mí la última.
111
Capítulo 17
El día de hoy desperté temprano como siempre. Rápidamente entré a la
ducha y me afeité. Luego me ceñí el uniforme de gran gala y me perfumé.
La mañana era soleada y perfecta para mi Ceremonia de Graduación.
Ser investido como Investigador D, “La Casta de los Destructores”, es un
orgullo; el más alto rango de investigación militar; un premio que coronaba
mi larga carrera en el insigne oficio de las armas. Esa distinción, los demás
honores que había conseguido por un promedio de excelencia en tácticas de
infiltración y mi perfecto estado físico en general eran la cereza en un pastel
que había venido cocinando desde mis primeras ilusiones marciales de la
infancia.
Ya en el convite, las esmeradas edecanes no podían dejar de admirar mis
imponentes blasones… yo no las culpaba. Pero lamentablemente, cuando
uno sabe hacerse indispensable, el deber llama y hace durar poco el gusto;
recibí una llamada de mi Maestro, el Director del CIIE.
“Lamento no haber estado en tu graduación y también interrumpir tu fiesta
pero es urgente tu presencia en la Sala de Guerra ¡Tengo aquí una situación
delicada, hijo mío!” oí al Señor que en persona así me distinguía.
“De inmediato Señor… ya en camino”, contesté por demás solícito.
Al verlo me explicó a detalle: Un novato escuadrón dirigía el ataque contra
una especie agresiva. Yo sabía que siguiendo mis instrucciones y mis planes
ya habían influido y encendido varios conflictos importantes aunque sin
acercarse siquiera al riesgo de extinción… Pero esta vez era diferente: Dos
ideologías antagónicas, de basto poder nuclear, en medio de la peor crisis
¡Y a punto de aniquilarse!… el escenario era perfecto ¡sólo había que darles
un “último empujón”!... y esos principiantes no podían…
“De inmediato Señor… ya en camino” Le dije con mi gran seguridad.
112
Al llegar al Cuarto de Monitoreo tomé el control. Con el esmero que lo
hubiera hecho el propio Director me hice de las últimas noticias…
Un menor-rango me notificó servil: “La flota del conglomerado azul, el más
nuclearmente potente, bloquea el paso del enemigo rojo que, so pretexto de
legítima defensa, pretende instalar misiles en un país-isla aliado; Cuba”.
“¿Y cuánto les falta por llegar?” dije con mi serena y gruesa voz de mando.
Él, entrecortado y sumiso masculló: “Ya están aquí… en tensa calma”.
“¿Qué se les transmite? ¡Dígalo ya! ¡No me informe en partes!” rugí feroz.
Me entregó la lista de las “agresivas sugerencias” que se les ordenaba. No lo
recuerdo bien ahora, era algo como: “¡Aprieta ese botón!, ¡Hazlo ahora!,
¡Ya, ya, ya!” y estupideces así.
Sentí mi cara enrojecer, de una sola inhalación expandí mi bien trabajado
plexo solar y empujado por toda la razón y buen juicio les increpé:
“¡¿Acaso están en una boda?!¡¿Acaso animan a los novios a besarse?!...
¡Sargento! Quiero todo D disponible transmitiendo a cada comandante de
cada nave; cada submarino o avión… ¡Que no quedé un solo pestilente
sapiens capaz de iniciar la masacre sin recibir nuestra orden! ¡Bombardeen
sus débiles mentecitas con todo lo que tengamos! ¡Seamos estratégicos!:
ahora piensan en su familia, capturen esas imágenes y devuélvanselas en
forma insultante: ¡Quiero ver a sus mujeres abusadas y sus hijos torturados!
¡Enemigos lujuriosos! ¡Quiero ver comandantes codiciando gloria! ¡Quiero
ver inútiles descansando o hasta comiendo sobre el botón de fuego!… Están
ahí potencias y países débiles; quiero ver a resentidos provocando el pleito
entre los grandes y grandes aprovechando la ocasión de terminar de aplastar
a los más pequeños, ¡Quiero que se despedacen entre ellos y que así todos
canten mi victoria! ¡Quiero verlo y quiero verlo ya!”.
113
¡El novato personal a mi mando se vio contagiado ante tan gallarda arenga y
regresaron a trabajar con denuedo! Por un instante me sentí excedido…
pero no, estaba bien… Me juzgué eficaz, perspicaz, vivaz, mordaz, locuaz y
además… bello… ¡Casi sentía en mi pecho una condecoración asegurada
por mi aplastante triunfo!
Al anticipar mentalmente el discurso de gratitud que les daría por el premio
que seguro recibiría, fui interrumpido por lo que supuse el recuento de mi
más apabullante éxito. “El informe, señor… malas noticias” dijo el gusano.
Iba ya a aplastarlo pero justo ahí llegó arrastrándose otro de ellos y me puso
a la radio: “El Director, Señor… es urgente…”
Sin darme siquiera tiempo al saludo ¡su injusto reclamo me abrumó!:
“¡¿Qué demonios pasó?! ¡Uno tenía la pistola en la cabeza del otro y ahora
cenan juntos! ¡En un minuto eran nuestros y al otro firman ya acuerdos!
¡Quiero tu estúpido informe de inmediato!”…
¿Tu estúpido informe? me armé de valor, dominé toda mi frustración y la
convertí en un arma poderosa; sí, no pudiendo quedarme callado me decidí
por la respuesta más vigorosa, más inteligente, más estratégica, justo la que
sabía más le dolería y así se la lancé sin restricciones afectivas ni temores:
“De inmediato Señor… ya en camino”…
Salí del Cuarto de Monitoreo jurándoles que estaban todos acabados, no
bien atravesé el umbral cuando escuché una voz en mi cabeza:
“¡Busca al Maestro de las Estrellas!”
“¡¿Y ahora qué?!” me detuve, “¡¿Quién tiene ánimos de bromear en este
momento?!” caminé un paso pero justo ahí escuché nuevamente la voz en
mi interior:
“¡Busca al Maestro de las Estrellas!”
114
¡Era mi voz! ¡Esta vez presté atención y era mi propia voz! mientras pasaba
el tiempo el mensaje se hacía más frecuente; cada vez más convencido de
que era yo y cada vez me sentía más intrigado… y más aturdido.
“¡¿Y quién diablos es el Maestro de las Estrellas?!” la transmisión ya me
hartaba. La busqué en todo Cuarto de Monitoreo, como “D” tenía acceso.
Pero nada.
Tuve una idea; fui a mi computadora y tecleé: “%Maestro%Estrellas%” y
pedí buscar en todos lados… ubicó una carpeta en una computadora del
Laboratorio de Transmisión…
“¿Será un ingeniero?” los ingenieros son una subespecie que considero mal
necesario, pero mal al fin… ¡y tienen acceso al transmisor! Fui; como pude
franqueé la entrada ¡Faltaba más, tengo rango! computadoras, restos de
comida, desorden… “¡Subespecie!” pensé; ingresé a esa máquina y ubiqué
esa carpeta, al instante me pidió salvoconducto: “Introduzca su clave o
responda la pregunta confidencial:”…
“Maestro de las Estrellas” escribí instintivo. Pero nada. Mil combinaciones
como esa y nada; saqué mi arma… pero recordé la opción de “…o responda
la pregunta confidencial” y la pedí de inmediato:
“¿Cuál es el nombre de su especie NO preferida?” Brilló en la pantalla…
¡Malditos Ingenieros! ¡¿Pocos saben las preferencias de la demás gente y
ahora me piden saber lo que no les gusta?! … “ingenieros” escribí muy
simpático e ingenioso.
¡Pero nada!
Quité el seguro de mi arma… ¡Un último intento antes de disparar! …pero
sospeché algo y escribí: “Sapiens Sapiens”… ¡y recibí la bienvenida!
115
En la carpeta había un archivo de video-seguridad con el nombre: “Sólo
para El Maestro de las Estrellas” y una Secuencia de Transmisión. Corrí la
primera grabación. ¡Era yo en la pantalla!, me contaba mi historia olvidada,
mi memoria borrada, me daba datos ¡sabía señas y cicatrices!...
…Y me pedía sólo creer en mis ojos; ¡Era yo hace meses en ese mismo
laboratorio grabando ese mensaje! Siguió una secuencia programada de las
cámaras de vigilancia, iba a un Cuarto de Monitoreo, luego yo transmitía
intentando evitar la explosión de la primera bomba atómica, era detenido;
luego la risa burlona del Director General, ése, a quien ahora creía mi
Maestro… ¡Se expresaba tan insolente de mí!…
Ahí yo me instruía a hacer el cambio de recuerdos con la Secuencia de
Transmisión. Recibirla hasta que la personalización me trajera de regreso a
mí mismo …¡¿Qué?! ¡¿Y convertirme en qué?! …pero recordé también el
inmerecido regaño que acababa de recibir y quise probar… Y si por algo
salía mal, me escribí todo lo que había pasado ese día y cómo regresar a mi
osada vida militar; no me decidía… pero recordé con rencor al Director e
impetuoso, como siempre he sido, ¡oprimí el botón!…
Después de casi una hora de escuchar mi mensaje, ya no había dudas, la
Personalización me había vuelto a ser mí mismo. Busqué en los demás
archivos y encontré otras copias de mi memoria, solo que había unas con
más y otras con menos recuerdos… “quería borrarlos… ¡Gran terapia!”
pensé. Regresaron muchas vivencias pero creo que otras se perdieron; de
cuando en cuando, las conexiones neuronales aprovechan un olor o sabor;
cualquier pretexto para reencontrarse unas con otras y traer ayeres perdidos.
Todavía rondan en mi memoria falsas experiencias militares, pero de tan
absurdas y exageradas son fácilmente reconocibles, inocuas y algunas hasta
divertidas. Ahora quizá me causa gracia, pero juro que en ese momento…
me sentía sucio.
¡Y regresé!...
Buscando al Maestro de las Estrellas me encontré a mí mismo.
116
Pero debía regresar pronto a la realidad; la historia en el papel que aún
sostenía en mis manos indicaba que el Director estaba impaciente por un
informe. Mi instinto de supervivencia me convenció de que era necesario
seguir haciéndole creer que era su “Destructor preferido”, fingiéndome
militar, aunque así, cualquier contacto ilícito sería alta traición y castigada
terminalmente… “Bueno, ¿Cuántas veces más?”
Me reuní con él. Inventé explicaciones y me atuve a sus reprimendas. Le
dije que no todo estaba perdido. Quise hacer tiempo y se lo solicité para
elaborar un Plan de Exterminio… pero él me sorprendió: “¿Otro?, ¡El que
ya planeaste es magnífico!... mi error fue que no lo ejecutaras tú desde el
principio ¡Un error que no cometeré otra vez! está bien hijo mío, después de
todo confío en ti, tienes unos días… y después quiero ver el plan de ataque
más generalizado, más diversificado, más incisivo a esa miseria humana…
¡anda!, ¡vete ya! ¡Ve a divertirte!” Dijo en tono paternal despachándome.
“De inmediato… señor… en camino” Actué exagerado y salí deprisa…
“¡¿Hijo mío?!”. En el corredor reaccioné: ¡Hice un Plan de Exterminio!,
¡Mi otro “yo” lo hizo!... y sin serlo, me he sentido culpable desde que lo leí.
Pero no tenía tiempo para la culpabilidad, yo haría un nuevo plan y esta vez
no fallaría… Ya solo y más tranquilo, reflexioné sobre mi situación: “Esta
vez estuvo muy cerca, ¿Cuántas veces más podré rescatarme a mí mismo?,
¿o cuántas neuronas artificiales más se necesitarán para ser ya del todo leal
al Director?”. No tenía muchas opciones, había probado tanto y tantas veces
fallado. Lo único que sabía era que tenía que seguir intentando… Me calmé
para pensar claramente y actuar mejor. Puse mi atención en el informe que
aún como militar había recibido de mis subordinados y lo leí…
¡A un paso de la muerte se habían detenido! El ataque fue vil y virulento;
¡Más crudo y convincente que su propia imaginación y lo habían superado!
Cada instinto fue excitado tratando de incitar miedo, ira, codicia, envidia,
odio, asco, saña… sus motivaciones más persuasivas. Un insidioso ataque
para disparar el arma más incontrolable y letal; sus bajos instintos… y no
sirvió de nada… Ante un momento crucial de su existencia, finalmente:
¡Aprendieron a controlarlos!
117
Busqué el porqué; pero no se me ocurría nada. “Por menos de eso los he
visto masacrarse pírricamente”.
Justo ahí la voz del Asesor iluminó mi camino: “Puro y simple instinto de
supervivencia… ¿Lo recuerdas?”. ¡El primero! ¡El instinto original! ¡La
supervivencia! Pero no una personal, ni siquiera de pueblo o país, sino: ¡La
supervivencia de la especie!
Ninguno de todos esos hombres se permitió fallar… en mi memoria oí a
Siddhartha decir: “La atención, es un sinónimo de consciencia pero más
fácil de manejar; vigila tu atención y vigilarás tu consciencia”.
¡Deben regresar a la función inicial de su instinto! no tratar de controlarlo
sino depurarlo, poner atención, reconocer y neutralizar las malas ideas de
satisfacción; ¡Armonizar el Pensar bien con el Sentir bien!
Había encontrado una pieza más en mi solución.
Pero tenía poco tiempo y quizá solo una oportunidad para transmitir. El
“Gran Inquisidor” me esperaba. Reflexioné que, involuntariamente, ya
había sacrificado mi vida dos veces, pero ésta… lo haría bien consciente.
No dudé, empecé a planear el que quizá sea mi último intento… y seguro…
la que será mi última muerte.
118
Capítulo 18
Luego de dos semanas tenía algún avance en el contenido de mi última
transmisión pero me preocupaba más en tres cosas: cómo garantizar mayor
divulgación de mi mensaje, dónde encontrar al correcto mensajero y cómo
transmitirlo todo sin interrupción. Decidí enfocarme por separado en cada
cosa; dividir el problema y llegar a las mejores alternativas.
Primero medité que el éxito en la divulgación del mensaje dependería de su
credibilidad; entonces decidí que incluiría información que pudiera ser
comprobada. “¡Que la confronten en su propia historia!” datos, teorías,
métodos de búsqueda… incluso mis anécdotas… En fin, fueran hechos
verificables o episodios a interpretación, debían ser muy claros y lo más
importante: debían convocar y provocar una reacción personal.
Pero la tarea no me resultó nada fácil. Estaba seguro que un mensaje directo
despertaría sospechas en éste y en tu universo y sería visto como un ataque
contra los poderes establecidos de éste y de tu universo; fracasando al final
aquí y allá… “No. Tiene que verse inofensivo, quizá hasta ingenuo”. Pero
si bien no debía ser abierto, tampoco podía quedar tan oculto como para
nunca ser reconocido… Gran tarea: “El mensaje debe ser nítido y a la vez
poder ocultarse a sí mismo: Claro para aquellos que así lo perciban pero
tomado con indiferencia por quienes nunca harán el cambio o quizá hasta
lo combatan” por mucho que me repetía la condición, no veía salida.
“El mensaje debe penetrar en la consciencia de quien lo crea, ayudarlo,
mostrarle caminos… y demostrarse como verdadero sólo a aquellos que
entiendan su importancia, para que lo divulguen y lo hagan crecer…”. Esos
requisitos me parecían bien pensados e indispensables, pero nada fáciles de
conseguir… estando en mi caso… ¿Tú cómo lo harías?
Ante ese bloqueo de ideas, decidí enfocarme entonces en hallar al correcto
mensajero, ¿A quién le daría el mensaje?
119
Un líder: religioso, moral, político o militar no era la mejor opción. “Sería
muy evidente y lo atacarían desde aquí y allá”. Además, ya había intentado
con líderes y con todos había fallado…
Tampoco podía simplemente meterlo en una botella o repartirlo a todo el
mundo. Pensé en diferentes opciones: quizá un sueño transmitido a muchos
simultáneamente… teatral, espeluznante. ¡Buscar las mentes más brillantes
y…! repetido, fallido y en muchas ocasiones hasta su sentencia de muerte.
¡En los Medios de Comunicación! “¡Claro! ¿Más Ciencia Ficción en un
ambiente saturado de ella?...” ¡¿Cómo?! ¡¿Cómo entonces?!
De repente, algo me dijo: “Es tiempo que la gente buena despierte”. El
mensaje debe partir de uno y así a más, fluir entre los buenos; crecer por sí
solo hasta que madure; “Un aumento en el Grado de Consciencia personal,
que sea digno de imitar y que desencadene una mayor Consciencia Social”.
No, el mensajero no era lo importante, lo valioso era la divulgación del
mensaje. Así que el único requisito que decidí pedir al receptor fue creer en
el mensaje, pues de no ser así nunca lo defendería ni lo divulgaría. Así que
el recipiente debía ser alguien afín a la idea, con ánimo de cambio, de
aprendizaje y de enseñanza. Alguien, si no del mismo tamaño, si de iguales
sueños que Siddhartha, Sócrates o Descartes; Uno que aceptándose falible
fuera responsable de cuestionar todo y encontrar sus propias respuestas…
sin dejar de intentar hasta hallarlas.
Además, ese requisito aminoraba un conflicto y mi anticipada culpa por
ello: Al nunca haber hecho transmisiones más allá de los cinco minutos de
seguridad, desconozco el límite que un hombre soportará antes de comenzar
a Personalizarse… Pero consciente de que no puedo correr el riesgo de
dividir el paquete y perder algo importante, transmitirlo en un solo evento
es mi única alternativa. Así que con una persona de ideas afines, en caso de
presentarse el efecto… al menos será lo más parecido a sí mismo… me
convencí y pasé mucho tiempo y esfuerzo buscándola…
120
Días después, frustrado por no haber resuelto la cuestión de la divulgación
ni haber encontrado aún un buen mensajero, decidí enfocarme al problema
de transmitir sin interrupción. Desde mi arresto, las transmisiones eran
estrictamente vigiladas por los Centinelas que, bajo el mando exclusivo del
Director, tenían orden de cancelar cualquier intento no autorizado por él. Y
ni siquiera el “Yo militar” que reconocían como su hijo podía hacerlo.
Nada me venía a la mente, pero de pronto me iluminé ¡Tengo un mundo de
inspiración a mi alcance! Decidí buscar a las mentes creativas del momento,
echar un vistazo a sus pensamientos, para darme ideas. Con mi rango, no
requería permiso para monitorear así que una mañana fui a mi Cuarto de
siempre y busqué destellos de ingenio…
Enfoqué a un científico, realidad era un gran equipo de ellos, con sorpresa
me di cuenta de que ¡ya buscaban la partícula del campo gravitacional!
¡Están por buen camino y pronto la encontrarán! justo como lo previó el
Asesor… ¡ya los veía muy cerca de tocar a nuestra puerta! Así que era un
motivo más para darme prisa…
Enfoqué entonces gente dedicada a la creatividad. Encontré un escritor, por
lo que vi en su mente, era famoso, contaba sus futuras ganancias, pero
siempre ubicaba sus temas en hechicería, en ocultismo; “los ganchos que
siempre están vigentes”, pensaba. Busqué y enfoqué a otro; su gran tema:
“Lobos y Vampiros”… A otro más, con sólo tétricas historias de tétricos
personajes en tétricos escenarios… lo juzgué deprimente y hasta suicida.
Otros engañaban a la gente con ideas egoístas de un falso progreso personal
que siempre veían como material; individualismo que sólo los aislaba, que
los denigraba e iba en contra de la armonía social. Me asombró cómo su
único afán de lucro atacaba sistemático cada noble creencia y cada honesto
comportamiento; justo contra los valores que dieron origen a la sociedad:
el amor a la vida, el honrar la palabra empeñada, la ayuda desinteresada, la
responsabilidad personal, el bien común…
…Mi Plan de Exterminio está teniendo éxito. “¡¿Por qué éste sí?!” reclamé.
Ya casi derrotado, como nunca creí sentirme… encontré al último…
121
Era ya de madrugada, un muchacho estaba en su cama pero no dormía,
escuchaba música mientras inventaba una historia, sus múltiples opciones
no le conducían a nada, puse atención, diseñaba notas sobre las criminales
acciones de un asesino… Con fastidio me dije: “¡Vaya tema novedoso!” iba
ya a cambiar al siguiente cuando lo sanguinario de esa imaginación me
recordó mi pesadilla del primitivo asesino, su piedra teñida de rojo… y lo
relacioné con todos ustedes… pero luego, con todos nosotros… medité un
momento y… ¡la idea que estaba buscando me encontró a mí!…
En ese momento se escuchó en su radio la noticia de un asesinato real. Al
enterarse del nombre de la víctima, entristeció mucho. Llamó mi atención
su sincera conmoción y su insistente: “¡¿Por qué?!” Ya daban el recuento a
detalle; un demente, decían. Él lo tomó con reserva: “¡Siempre dicen eso!
¡Qué fácil es evadir la responsabilidad y llamarlo demente! ¡Minimizarlo
para no sentir culpa social!” me impacté… se cuestionaba tan parecido
que… ¡Seguramente pronto llegaría a conclusiones similares a las de mis
Maestros!... y así buscando ideas: ¡encontré también al mensajero!
Me entusiasmé con la idea: mi Diálogo Interno me convencía elaborando
más y más el plan; yo temía que una vez descubierta mi traición, buscarían
al receptor y lo anularían, pero… si él ya hubiera “escrito” mi mensaje
¡Nunca podrían tocarlo! ¡Nadie desde aquí podría detenerlo!…
“¡Es perfecto! Uno capaz de transmitirlo sin despertar sospechas… Y justo
como Platón hizo con Sócrates: ¡Él escribirá mi mensaje!... No ha escrito
nada aún, así que no lo diluirá compitiendo con otras obras; quienes lo lean
y lo entiendan podrán verificar todos los datos en la historia ¡Y sabrán que
es verdad! lo usarán y divulgarán; quienes no, sólo lo darán por ficción y lo
olvidarán sin atacarlo… ¡Será el escondite ideal!”.
Encontrando algo cuando buscaba otra cosa, tenía el camuflaje perfecto
para el mensaje, una buena estrategia para su divulgación, al mensajero
adecuado y un ingenioso plan de envío, pero… ¡Apenas una noche para
prepararlo todo!
122
Capítulo 19
Ser ingeniero en un mundo virtual es lo más cercano a ser un dios.
Ayer concerté la cita con el Director. Le prometí una gran sorpresa y la
tendrá. Pero le advertí que era indispensable que nos viéramos a solas pues
lo que voy a enseñarle, aunque seguro le gustará, quizá no sea tan legal
como el Consejo supiera entender… Le pedí que dispusiera de tres horas y
se asegurara que nadie nos interrumpiera. Buen padre, como es conmigo,
accedió sin preguntas… ayer programé lo necesario para esa cita y todavía
con tiempo borré las memorias de mi falso pasado militar pues no quiero
basura en mí cabeza al momento de morir. Como hubo algún tiempo más…
también me hice algunos preparativos personales. “Mañana será mi día”
me aseguré y fui a dormir…
Hoy desperté antes que el reloj sonara, sonreí al ganarle, me estiré como un
gato feliz y tomé la más tibia, larga y tranquila ducha. Ya frente al espejo…
lamenté mi primera arruga, pero lo cierto es que combinaba perfecto con
esa primera cana que se asomaba. Desayuné ligero y delicioso. Eché el
último vistazo al hogar, lo respiré profundo, me despedí de esa vida y ya
camino a la puerta… di mi último beso…
El mío sigue siendo uno de esos nombres extranjeros con más consonantes
que las necesarias y sinceramente, que las pronunciables. Pero no es el
nombre de una máquina híbrida.
Llegué temprano al CIIE, lo recorrí por última vez, fui al Laboratorio de
Transmisión; juro que sólo quería despedirme del equipo, pero mi Instinto
de Supervivencia ganó y me convenció de usar la misma treta que me salvó
ya una vez: “Encuéntrame de nuevo viejo amigo… ¡por si acaso!…” y fui a
reprogramar mi mensaje de búsqueda. Sé que no habrá problema, seguirá
siendo indetectable pues está dirigido para ubicarme sólo a mí, sólo a mi
cerebro, bueno… si es que estuviera aún con vida.
123
Así que hoy es mi gran día… y espero que el tuyo también. Si tengo éxito
en las próximas horas, algún día de tu 1981, tú podrás leer estas líneas…
Hace cuarenta y nueve minutos llegó el Director, lo saludé afectuoso pues
aún se cree mi padre ¡Espero que valores mi sacrificio! Le informé de un
nuevo sistema que hice desarrollar en secreto. “El programa es muy sim-
ple…”, le dije, “…un ataque insistente en un pequeño lugar en particular del
cerebro, tan sensible que llega a dañarse físicamente, a alterar a tal grado la
débil mente Sapiens que despierta una fuerte sensación de persecución, de
agresividad crispante, gran explosividad personal y llega al odio social: y
termina siempre en asesinato o en suicidio”.
Le advertí que aunque ya funciona, el Consejo tardaría años en aprobarlo.
Lo instigué, le mostré lo cerca que están ya ustedes de encontrarnos; no tuve
que recordarle su altísimo nivel de agresividad y amenaza.
Y le dije que escogí a los treinta líderes más importantes de entre todos
ustedes y que de desquiciarse simultáneamente no faltaría quien comenzara
a tirar misiles. Le dije que era uno de esos planes que siempre requiere
autorización del Consejo pero que en vista de su rápido desarrollo y nuestro
lento sistema burocrático, para cuando se otorgue, quizá no haya mucho
universo qué defender. No habría tiempo para sus lentitudes moralistas…
Lo convencí de su papel histórico. Heroico. La importancia de las proezas;
hechos de voluntad que, aún sin ser del todo legales, son admirados por la
sociedad y nunca olvidados por la historia. “Será un héroe” y sólo él podía
serlo, sólo él tiene los códigos para hacerlo realidad…
“Será la decisión de un héroe”, le aseguré. Y se convenció pues así es como
él ya se ve a sí mismo.
Pero le advertí: “Al ser una transmisión algo inusual despertará sospechas
entre los Centinelas quienes le llamarán insistentes para validar o anularla”
Yo sé que sólo él tiene ese privilegio pero también sé que no lo utilizaría
sin concluir su gloriosa hazaña…
124
Con la inspiración de mi añeja pesadilla, mi sueño exterminador, le diseñé
imágenes tan reales que las da ahora por buenas, aunque no lo son tanto,
pero le devuelvo así la trampa virtual en la que me ha encerrado: él piensa
que sigo creyendo vivir en su mundo real pero para que yo lo crea, él tiene
que aparentar que lo ve todo como yo lo veo. Simulación sobre simulación
y al final, el militar que me cambió de enemigo a hijo, pasará de ser su
implacable verdugo a su posible salvador… ironías sólo posibles en las
realidades virtuales.
Bien convencido autorizó la transmisión y mientras se divierte en contactar
y liquidar a quien cree su enemigo, yo casi he transmitido todo mi mensaje.
Ha habido algunas señales de alarma, pero ninguna podrá interrumpir la
transmisión. Él no lo autorizará.
Para cuando haya aniquilado a esos treinta líderes artificiales, habrá pasado
el tiempo suficiente como para haber transmitido todo.
Los Centinelas tendrán evidencia para sustentar su traición: Ya sea la de
revelar planes secretos o la de actuar sin permiso del Consejo. De cualquier
manera perderá. Confío en que cuando esos Investigadores C encuentren al
responsable, no lo harán en este mundo virtual sino en su mundo real donde
la traición es muy penada, donde las sanciones se aplican… donde los
crímenes se pagan y donde el maltrato que por años han padecido a manos
del Director, tendrá una oportunidad de acabar…
Redacté lo mejor que pude mi mensaje, te advierto que no soy escritor,
espero que no te pierdas al criticar la forma y que mejor le dediques más
tiempo a preguntarte por el fondo. Relee esto por favor…
El Plan de Exterminio simplemente lo anexé. Lo transmití intacto. No quise
alterarlo. No quise tocarlo pues es así como ya lo conocen los Destructores
y modificarlo les daría ventaja a ellos. Me disculpo por lo que ahí digo…
pero más vale que lo aceptes como real y actúes en consecuencia.
125
Sigo aquí en el Cuarto de Monitoreo detrás del Director, así, viéndolo tan
contento por destruir a su mayor enemigo, revivo la pesadilla que inspiró mi
trampa… ahora asumiendo otro papel… y pensando en el Asesor quiero
acercarme para, en revancha compartida, utilizar aquellas mismas palabras
de burla: “¡Qué fácil fue convertirte en uno de nosotros!”…
“¡Es una trampa señor!”…
¡Un grito en altavoz atraviesa la puerta!... y la desesperada voz le repite:
“¡Ha caído en una trampa!”.
126
Capítulo 20
(El Mensaje del Maestro de las Estrellas)
Considera este mensaje como un testamento que dejo sólo para ti…
Sí, me dirijo a ti: quien seas que ahora lo coloca frente a sus ojos y lo lee,
pues créeme, tu cerebro tratará de engañarte con mil buenas razones pero…
no es casualidad que lo estés leyendo.
No puedo escribir aquí tu nombre pues sería sólo un acto de magia, es decir,
un engaño… creo que a estas alturas sabes que estoy en contra de todo eso.
Si acaso aún pudiera, quizá ahora me escuches pronunciarlo en tu mente…
Muchos creerán que lo piensan por sí mismos; pero otros, los correctos
destinatarios de este legado, escucharán mejor…
Durante siglos los he visto intentar en vano ser más divinos que animales;
fantaseando que lo primero es tan bueno y juzgando a lo segundo por malo;
entregándose a un comportamiento vacilante entre la saña y la virtud cuyos
extremos bien saben hacer coincidir, aunque torcidos, como una banda de
eterna confusión donde lo uno termina irremediablemente siendo lo otro.
Paradójicos, su carencia radica en su misma riqueza de recursos, pues su
lúcido Instinto llega a creerse tan infalible que se piensa ya sabio y hasta
clarividente, mientras que su consentida Reflexión siente que puede dormir
en el cálido regazo de cómodas justificaciones. Incapaces de armonizarlos,
Instinto y Reflexión han guiado su historia por absurdos caminos, según la
conveniencia inmediata, la moda pasajera o las verdades infundidas desde
hace tanto que ya nadie recuerda siquiera por qué lo son. Justo así, los más
grandes de la creación terminan siempre por cometer las bajas atrocidades
que ningún otro animal intentaría contra nadie… menos contra sí mismos.
A ti, de entre todos, mi mensaje, como botella en el mar, te ha buscado
hasta encontrarte. Tu tarea requiere voluntad pero si lo piensas bien, es la
misma fuerza que te ha hecho seguir leyendo hasta ahora. Comenzaré a
legarte mis mejores valores; no dudes que eres su legítimo heredero…
127
Desde antes que puedas recordar, te han hecho pensar que tu cerebro es un
don divino y portento de capacidad ilimitada. Nada más falso. Por esto, el
primer valor que te heredo es la Consciencia: Tu cerebro es un portento que
lucha desesperadamente por vencer sus propias limitaciones, sin embargo,
en ocasiones falla; en las peores… lo hace a propósito. Relee, recuérdate y
acéptalo. Y no temas estar equivocado, teme negarlo o ser indiferente a
conveniencia... El éxito perpetuo no existe y si piensas que lo tienes, es sólo
una mentira más de las que tú mismo te creas y luego te crees… Recuerda;
la ruta más corta a la verdad comienza por aceptar la posibilidad de estar
equivocado. Así estuve yo por mucho tiempo… hasta ahora lo reconozco.
Desde niño, te hicieron creer que “aprender” es almacenar datos, fechas,
procedimientos o dogmas. Falso… y peligroso. Por eso el segundo valor
que te dejo es una Meta: “Aprender a aprender bien”: “Aprender para ser”
y nunca más para almacenar. “Aprender para dar” y no para exigir. Pues
“Aprender” es el único medio para hacerte una mejor persona y con ello,
hacerte de una mejor sociedad; crear una mejor realidad para ti y para todos.
Y para llegar a esa meta, el tercer valor que te proporciono son los Caminos
del Método, los que están mencionados en esta historia… que es tu historia;
conócela tú, que no te la (re)invente nadie a su conveniencia: Aprende de
ella, no la olvides, revívela; haz crecer tu Grado de Consciencia.
Y para conseguirlo, el cuarto valor que te transfiero es el más necesario de
todos, ¡Toda una joya!: la Responsabilidad… que siempre debió ser tuya.
Me libero de una vida equivocada por creerme un dios que no existe, pensar
que te ayudo al no dejar que te ayudes tú. Si no quieres la responsabilidad,
¡no te preocupes! tu cerebro ya encontrará cómo deshacerse de ella; te dirá
que hoy no hay tiempo, que quieres pero que será después, que no hay caso,
que alguien más lo hará por ti, que ésta es otra mentira, ¡basura!, que tu
juventud no te permitirá entenderlo aún o que ya eres demasiado viejo para
cambiar, que las obligaciones de la vida diaria son más apremiantes,
________________, ___________________, ____________________...
128
…pero si acaso dejas que un Defecto del Diálogo Interno como estos te
(con)venza, por favor añádelo y regala mi mensaje al siguiente mensajero.
…aunque piensa dos veces antes de hacerlo, pues el quinto valor que aquí te
llevas es el Apremio; la gran motivación del cambio y de la Supervivencia.
Un Plan de Exterminio que te amenaza a ti y los amenaza a todos ustedes,
que convierte a todos en tu amenaza, a ti en la de ellos y peor aún… a ti
mismo en tu propia amenaza. Una redacción que involuntariamente escribí
y que aún sin culpa, me pesa igual en el alma. Aunque tampoco te engañes;
ese mismo camino lo hubieran seguido por sí mismos de cualquier manera.
Te confieso que al redactar el mensaje me recordé y me di cuenta de que,
sin saberlo, sin aceptarlo, todos somos víctima de esos defectos de que
ahora te prevengo. Trata de aceptarlo… No, el problema no es tenerlos sino
solaparlos, la meta no es destruirlos sino neutralizarlos. Al final, será la
intención con la que hacemos las cosas lo que haga la diferencia. Busca en
ella conciliar el “Pensar bien” con el “Sentir bien”. Vigílate…
Vigila tu atención, vigila tu intención, utiliza mis notas de monitoreo y
hazlas tuyas; haz tu propia versión y tu propio Auto Monitoreo. Escribe tus
experiencias, reescribe tus acciones y descubre ahí las consecuencias de
esos defectos; vistos por segunda vez, ya con una atención bien informada,
serán claros. Registra tus descubrimientos y descubre más de ti al hacerlo.
Lee, investiga, confronta, escribe, llega a tus propias conclusiones… y
divúlgalas; toma las mejores decisiones. Armoniza deseos y pensamientos;
el instinto y la reflexión. Redefine entre el éxito y el fracaso, tu felicidad, sé
feliz y compártelo a todos. Y lo más importante… nunca dejes de intentar.
Que encuentres y ayudes a otros a encontrar las mejores soluciones. Anda
por el camino de Grandes Maestros pero siempre busca tu propio método y
no pares hasta encontrar que la búsqueda es más importante que el hallazgo.
Sólo he querido ayudarte… ahora hazlo por ti mismo… hazlo para todos.
129
Plan de Reducción de Amenaza,
Caso: Homo Sapiens ¿Sapiens?
Acondicionamiento Mental Exterminador
Señor Director del CIIE, Miembros del Consejo,
Cuerpo de Investigadores Militares, patriotas amigos,
Nuestro pasado histórico, una especializada instrucción militar y el más
elemental sentido común nos enseñan que en toda confrontación siempre es
de capital importancia conocer a fondo al enemigo. Saber el alcance de su
barbarie, de sus irracionales motivaciones y sus más bajos instintos, será
primordial en el enfrentamiento y contará a favor de nuestro esmero por
reducir la amenaza que nos representan.
Convencidos como estamos de lo inevitable de nuestra intervención y en el
interés y entendido común de cumplir esta misión piadosa y prontamente,
resumo aquí una serie de características aprovechables, mismas que he
descubierto a lo largo de una detallada investigación y que en maniobras
bien planeadas y ejecutadas, nos conseguirán el noble objetivo.
Finalmente y muy consciente del pesar que estas necesarias acciones nos
imponen, exhorto a mis compañeros Destructores a observar siempre el
mayor apego y discreción; hasta el cumplimiento total de nuestro empeño.
Siempre recuerden que a quienes enfrentamos no son y no serán nuestros
semejantes; sino una especie de desigual desarrollo emocional e intelectual,
que cual sea el caso, ineludiblemente se destruiría a sí misma; pero que por
su acelerado desarrollo tecnológico puede arrastrarnos junto con ellos en esa
loca carrera suicida; si es que les permitimos llegar más lejos.
Señor Director del CIIE, Consejo, Investigadores, patriotas amigos:
¡Que la razón, el sentimiento y la mejor voluntad sigan ayudándonos como
hasta ahora!
130
Planeación de actos de defensa
Fundamentos de la conducta del Homo Sapiens Sapiens
La vida del Homo Sapiens Sapiens puede resumirse como su propia historia
por Satisfacer Necesidades. Suena sencillo, pero no lo es, pues para ello
tiene que aprender a Negociar Satisfacción y esa es su principal ignorancia.
Desde que nace, su satisfacción depende completamente del cuidado de
otros. Incapaz de solicitarla cuando es bebé, le basta su sola presencia para
hacer que una “persona normal” encienda una natural protección y satisfaga
sus necesidades. Dos mitades de un mismo Instinto de Supervivencia. A
medida que crece, aprende que su satisfacción llega más rápido si llora, si
exhibe una conducta que luego relacionará con el Lamento. Bajo la presión
de una mayor urgencia, gritará y elevará el lamento a un nivel más activo y
eficaz; el Reclamo. Estando al cuidado de padres cuya instrucción sobre la
paternidad se reduce al Consejo de sus igualmente mal instruidos padres, el
Lamento y el Reclamo se convierten en la peor y única forma de Negociar
Satisfacción, que se deforma cada vez más, de generación en generación.
Así, el chantaje sentimental, la falsa incapacidad, la dependencia, el abuso,
el servilismo, la postergación… pero también la corrupción, la adicción, la
criminalidad, la crueldad, la indiferencia, la banalidad, la ansiedad y la
depresión… y una gran cantidad de los peores comportamientos humanos
son perfectamente explicables si se les considera versiones más elaboradas
de ese Lamento y Reclamo original.
Pero el momento crucial de la Negociación por Satisfacción llega con el
desarrollo de su Diálogo Interno pues junto a él crece una serie de Defectos
que con supuesto afán protector, atacan todo el proceso de la satisfacción:
la percepción del desequilibrio, de la necesidad, la elección del satisfactor,
la negociación y su resultado ¡Justo los lugares donde debemos intervenir!
Les pediría abrir sus mentes desde este momento, ser creativos, entender los
principios generales pero llevarlos a casos concretos, acciones automáticas
del día a día. Afilar sus armas y fomentar en la especie un comportamiento
auto-saboteador cotidiano, que lo mismo acabe con uno que con todos…
131
Planeación de actos de defensa
Puntos de intervención a recordar
La brevísima infancia y juventud del Sapiens Sapiens le limitan el tiempo
de desarrollo emocional y lo obligan prácticamente a llegar aún niño a su
edad reproductiva y “adulta”. Derivado de su esquema de aprendizaje, casi
con nula instrucción al respecto, los defectos infantiles con que desarrolla
su Negociación por Lamento y Reclamo simplemente se transforman a
versiones más elaboradas del mismo espíritu manipulador. Sepamos los
principios; diseñemos ahí la defensa. Es en los orígenes y procesos de esta
conducta donde nuestra intervención debe tornar al hombre en la peor arma
contra su propia sociedad al comenzar por ser la peor arma contra sí mismo.
a) Como todas las demás especies de la tierra, el hombre dispara sus
comportamientos a partir de una sensación de desequilibrio: Cuando
tiene hambre, buscará alimento, Sintiéndose en peligro huirá; de no
poder, se enfrentará a la amenaza.
b) Cada emoción que experimenta es el resultado, positivo o negativo, de
su evaluación de ese desequilibrio; pero más importante aún: es su
primer intento por restablecerlo. Así, el miedo o la ira ya lo preparan
para huir o pelear; la alegría lo prepara al placer o la tristeza al dolor.
c) Para no depender de su voluntad o de su inteligencia, la naturaleza lo
dota de un instinto que pretende conservar a la especie a través de su
supervivencia y reproducción, que siempre responde en automático a
urgencias intensas como el miedo, sufrimiento, placer…
d) Con el propósito de acelerar su respuesta ante el desequilibrio, el
hombre, aprende por repetición, reacciones que luego, por habituales,
creerá válidas: El Instinto impulsa una reacción más elaborada pero
igual de rápida y falible para conformar así su Respuesta Espontánea.
e) Generalmente, los sentidos son los encargados de detectar la evidencia
del desequilibrio. Cuando una Respuesta Espontánea se ha arraigado,
incluso los sentidos pasarán a un segundo plano y se predispondrá a
escuchar lo que no ha oído, a observar lo que no ha visto y a entender
lo que le conviene entender. En general, falsas evidencias que luego le
servirán en su amañado intento por negociar satisfacción.
132
f) En este proceso de Restablecer el Equilibrio, el humano aprende bien
pronto que Lamento y Reclamo son sus mejores aliados; tan eficaces
que los usará toda la vida. Búsquenlos bien, pues ahí siempre estarán.
g) En ningún caso, Lamento y Reclamo serán una negociación honesta o
digna pues nunca terminan en satisfacción mutua. ¡Foméntenlos!
h) La inconformidad, el resentimiento, la sensación de abuso, de vacío,
todas las relaciones enfermizas, el auto-sabotaje y los más negativos
ánimos finales, vienen de negociar con infantiles Lamento y Reclamo.
i) Si: Los peores Estados de Ánimo provienen de una mala negociación;
una satisfacción forzada a través del Lamento y el Reclamo. Por lo
que fomentarlos incrementará la presión en sus vidas y en la de todos.
j) A medida que la expresión oral aparece, se convierte en la principal
herramienta de negociación. Pero sin evolucionar, Lamento y Reclamo
prevalecen y sólo se transforman en versiones orales, más efectivas.
k) Toda expresión impensada que busca satisfacción es una Respuesta
Espontánea, no tan inmadura como el Instinto inicial, pero es siempre
dirigida en gran medida por él. Y por tanto siempre propensa a fallar.
l) Respuestas Espontáneas, tan frecuentemente presentes en su expresión
oral que son heredadas en forma de verdades absolutas; prejuicios.
Conocimiento sin sustento pero de amplia aceptación y respeto por
parte de quien las considera verdad y las aplica en automático.
m) Así, las falsas justificaciones y todas las preconcepciones con las que
pretenden resolver un desequilibrio, son Respuestas Espontáneas que
creen bien pensadas y por ello, de sólidos fundamentos. Y aunque una
mínima atención reflexiva las vencería, casi nunca permiten que pase.
n) En realidad, la mayor parte de este conocimiento queda incuestionado.
El comportamiento irreflexivo es el más común en el Sapiens Sapiens
y es el que ha causado muerte y sufrimiento de millones; víctimas de
sus muchos y creativos efectos. Deberá seguir así y cada vez peor.
o) Aunque la expresión oral los dote de un Diálogo Interno poderoso, la
Reflexión casi siempre termina en un segundo plano y es casi siempre
controlada por el Instinto y la Respuesta Espontánea; Una Reflexión
relegada por el Instinto y la Respuesta Espontánea se convierte en su
esclavo inteligente, que servil, sólo es útil para producir argumentos
que justifican las peores acciones, siempre dictadas por esos amos.
133
p) Las decisiones automáticas, sean Instintivas o Espontáneas, impiden
que el razonamiento tome una decisión más acorde con el individuo y
con su sociedad, condenándolo a obedecer la urgencia de satisfacción
inmediata y justificarla por cualquier medio. En nuestro desempeño,
es importante recordar que el instinto jamás está comprometido con la
sociedad ni con las consecuencias a largo plazo del mismo individuo.
q) Otra característica explotable del Homo Sapiens Sapiens es el proceso
de Conversión del Desequilibrio a una Necesidad concreta. El hombre
tiene que convertir el desequilibrio que siente en satisfactor específico
si es que quiere resolverlo; su gran problema es que no siempre tiene
el mejor criterio y falla. Con frecuencia, se deja imponer el satisfactor
sin siquiera evaluarlo personalmente. Sugieran satisfactores suicidas.
r) Cuando el Sapiens Sapiens cubre las necesidades básicas de alimento,
salud y reproducción no puede escapar a su naturaleza y transforma
esas urgencias en necesidades diferentes; motivaciones implantadas
donde cree o se deja imponer la promesa de satisfacción. La mayoría
de los productos que le venden explotan esa conducta irreflexiva.
s) Por su propensión a actuar en manada, es muy fácil dejarse convencer
de necesidades que no siente o de satisfactores que no restablecerán
su equilibrio. Así, permite de nuevo que su Reflexión sea secuestrada
por el Instinto y éste por el comportamiento automático generalizado.
No olvidar: La Conversión del Desequilibrio a Necesidad concreta es
una de las principales debilidades del ser humano. Inventemos los
peores desequilibrios y luego sugiramos sus peores satisfactores.
t) Así, los amuletos se convierten en protección, la acumulación material
se traduce en garantía de vida, el poder económico, político, un auto,
un aroma, una credencial, prometerán más y mejores oportunidades
reproductivas. Y aún más peligroso; la comparación favorable contra
los demás, aún en las peores escalas, los hará “Ser felices”. Y ésta, es
otra de nuestras grandes oportunidades para enfrentarlos entre sí.
u) Competir, “Ser más”, lo entienden como una promesa de felicidad;
una motivación que sin estar clara, los obliga a las peores conductas:
Para “vivir más y gozar más”, hay que “Ser más” y ahí todo vale: “Ser
más cínicos”, “más crueles”, “más criminales”. Explotemos su eterna
condena de querer encontrar sentido y querer significar más; ser más.
134
v) Esta motivación por restablecer desequilibrios es una característica
fundamental en el hombre pues es la que le ha dado la ventaja en su
rápido desarrollo tecnológico pero es su mayor condena en cuanto a su
pobre desarrollo emocional. El Sapiens Sapiens fatalmente “Necesita”
aún sin saber qué necesita. Y así necesita que alguien le diga lo que
necesita y luego hará lo imposible, lo que sea, por lograrlo. Hagamos
que mate y hasta se mate por cualquier cosa, al sembrar en su instinto
necesidades irreales y ante ellas incluso busque satisfactores suicidas.
w) Mejor aún; al conseguir el satisfactor que pretendía pero no obtener
con ello el equilibrio que buscaba, lo fingirá. El miedo al ridículo, su
mínima capacidad de aprovechar el fracaso, el pavor a la pérdida de
vida que entiende al haber estado equivocado, lo obligarán a mentirse
a sí mismo y no aceptar nunca sus errores. Otra de las debilidades del
Sapiens Sapiens es que se engaña para sentirse satisfecho sin sentirlo.
Se engañará creyendo que puede engañar a los demás y a sí mismo.
Sólo aumenta la presión de inconformidad que quizá luego lo estalle…
x) Así, nuestro mejor aliado es su hábito de nunca aceptar sus errores.
Los pueden ver con toda claridad en los demás, nunca fallan, pero en
sí mismos siempre serán invisibles. Su punto ciego. Su peor defecto es
considerarse infalibles, su gran desventaja es el hábito de su Diálogo
Interno a siempre concederse la razón y su eficiencia para lograrlo.
Así, justificarán lo más indefendible y lapidarán lo más encomiable.
Una descabellada razón, si les conviene, los convencerá de matar por
ella y luego cometerán suicidio si lo consideran satisfactorio.
y) Estas son las características que deben usarse en cada ofensiva; que las
sientan propias; son expertos en hacer buenas las peores ideas, seamos
creativos para destruirlos y les aseguro que hasta lo harán con gusto.
z) Aprovechemos este conocimiento para atacar su Instinto e intervenir
en su percepción, engañando a sus sentidos; su Respuesta Espontánea.
Intervenir en la evaluación de sus Desequilibrios, atacar su Conversión
de la Necesidad, minimizar su Reflexión, anularla. Obligarlos siempre
a negociar con la emoción por delante; con el Lamento y el Reclamo.
Atacar también la Evaluación de sus resultados para que nunca sean
felices, que vivan siempre inconformes, siempre agraviados, siempre
bélicos, hasta que se vuelvan siempre asesinos y siempre suicidas.
135
Arenga:
Señor Director, Consejo, compañeros Investigadores, patriotas amigos,
La nuestra es una especie plena de consciencia y de mejores intenciones. No
es secreto que entre nosotros haya aún voces que supongan la posibilidad de
una coexistencia pacífica y mutuamente benéfica. Nuestra nobleza es de ese
tamaño. Pero aún mayor es nuestra inteligencia; capacidad previsora que
fundamenta todas nuestras decisiones en hechos y no en anhelos, pruebas
concretas y no en ilusiones ópticas. Hoy sabemos lo que debe hacerse y
aceptamos, con dolor pero con responsabilidad, nuestro papel histórico.
Hasta hoy, sólo hemos usado estrategias convencionales, hemos educado a
sus líderes y creado un desarrollo bélico cada vez más destructivo; lo hemos
puesto en manos inconscientes. Pero nuestro tiempo se agota y amerita una
táctica más agresiva, más generalizada; una que garantice la seguridad y la
supervivencia de la mejor especie, que siempre será la nuestra.
Recién desarrollamos una nueva tecnología; ataque simultáneo que permite
influir y crear no algunas sino millones de poderosas y efectivas armas
contra el Sapiens Sapiens: sus propias decisiones impensadas.
No, no somos malvados. Éste no es un perverso plan ideado por siniestras
mentes sino simplemente el fomentar un comportamiento que les es en sí
mismo natural y exclusivo. Diríamos que nuestra intervención sólo será
adelantar sus inesquivables tragedias. Pero estemos bien conscientes de
que su presencia no tendría por qué importarnos si no estuvieran tan cerca
de nosotros, si no tuvieran ese arraigado instinto asesino tan natural y tan
probado. Si no fueran un peligro inminente. Si no fuera porque no queremos
convertirnos en sus próximas víctimas.
A todos aquellos bienintencionados los invito a pensar de esta manera; los
exhorto a aprender más sobre este imperfecto y peligroso comportamiento.
A sopesar el riesgo. A mis compañeros, los conmino a dirigir cualquier
ataque directo a sus Defectos del Diálogo Interno, pues por mala idea que la
piensen… el Sapiens Sapiens sabrá convertirla en “una buena decisión”…
136
Y para conseguir nuestro objetivo, Señor Director, Consejo, compañeros
Investigadores, patriotas amigos, el gran secreto es que no hay secreto, la
gran culpa es sólo culpa de ellos. Pues simplemente los haremos insistir en
su propio comportamiento defectuoso; solo seguir convirtiendo al hombre
en el peor enemigo del hombre y animarlos y espolearlos juntos hasta el
borde de su propia destrucción al buscar con decisión:
Que con el pretexto de romper límites se esclavicen a sus excesos. Que
buscando diversión terminen siempre deprimidos. Que buscando felicidad
encuentren adicciones, que buscando motivación sólo encuentren ansiedad.
Que caigan en la desesperanza y en el desamparo. Que vean fatal el destino
de todos y los llame al suicidio material y funcional; individual y colectivo.
Que vean justicia o intervención divina en donde sólo hay casualidad, causa
y consecuencia. Que sigan ciegos a sus defectos. Que no vean escape y se
evadan a un mundo alterno de irresponsabilidad, de fantasía, de amigos
superficiales, de relaciones desechables, de hijos de noche, carreras fútiles y
de éxito virtual. Que recluidos en sí mismos, se crean conectados al mundo.
Que no hagan absolutamente nada. Que no vean el caso en intentar. Que
posterguen, que nunca quieran lo digno e ignoren lo correcto, hasta que no
sepan distinguirlo ya más, hasta que lo perciban como todo lo contrario.
Que continúen preguntándose eternamente esos ¿Por qué? que siempre han
disimulado tan bien su propia cobardía, su desinterés y su irresponsabilidad.
Que busquen felicidad pero que no sepan dónde. Que la midan siempre por
comparación, pero que siempre usen las peores escalas y unidades para
medirla. Que pocos tengan mucho y muchos casi nada. Que los que tengan
no encuentren satisfacción en ello y los demás pierdan su vida por obtener
lo que esos pocos tienen. Que se finjan felicidad, que escondan su carencia
y la hagan crecer como en olla de presión hasta que un día estallen contra
uno, contra muchos y contra sí mismos. Que el rico ambicione belleza y el
bello, fuerza bruta y que todos juntos siempre desprecien a la inteligencia y
encumbren a la estupidez. Que el abuso, la corrupción o el crimen ahora se
conviertan en la nueva inteligencia y que la inteligencia real se repudie vista
ya como lentitud, debilidad o mediocridad.
137
Que busquen lucro y beneficio personal, por encima de todo, de todos, que
midan cada una de sus acciones en dinero y nunca más en bien común. Que
acaben con su mundo si la ganancia es buena. Que aún conociéndose bien
no aprovechen ese conocimiento para mejorar como individuos ni como
sociedad, sino para tomar ventaja del más débil, del más ignorante, del
indiferente.
Que se desenmascaren, que todo buen sentimiento ya les estorbe y que los
desprecien y se burlen de ellos. Que buscando bienes se permitan dar y
recibir males. Que ansiando reconocimiento sólo encuentren desprecio e
indiferencia. Que de tan vacía su vida sólo crean poder llenarla adorando a
la muerte. Que pretendan mejorar perdiéndose en laberintos de creencias y
de fes y que aún descubriendo el error prefieran encubrirlo, solaparlo o
justificarlo antes de saber perdido todo el tiempo invertido. Que lo siniestro
se haga lo bueno y lo bueno sea rebajado a insulso e inútil. Que la ofensa y
el desprecio se vuelvan cómicos y que el respeto y la consideración se vean
arcaicos y estúpidos. Que dejen de pensar en el otro, que simplemente lo
consideren una molestia. Que nunca más se conduelan del dolor ajeno, que
lo vean aburrido e inadecuado, que les cause disgusto, hasta que se olviden
completamente de los demás y de sí mismos.
Que se convenzan de estar tan lejos o de ser tan débiles que piensen que no
pueden mover un dedo por nadie. Que vean primero por ellos y nunca por
los demás. Que avalen falsos valores, falsas metas y falsas maneras de ser
feliz, que luchen por todos ellos, que los divulguen, que los convaliden, que
los codicien, que mueran y maten por ellos.
Que no entiendan, que ni les importe, que todo y siempre sea un matar y
morir. Que sientan orgullo, dignidad y hasta honor por ello. Que se resistan
al cambio y se aferren a lo malo por conocido, que sigan prefiriendo al
instinto, que hasta la peor idea la vean benéfica y noble. Que el orgullo
encuentre mil formas de protegerse y que en cada una vayan destruyéndose
a sí mismos. Que todos luchen por ser únicos e irrepetibles pero que sigan
comportándose en manada imitando la ignorancia y admirando siempre la
peor indolencia.
138
Que buscando salud intoxiquen su cuerpo. Que persiguiendo belleza la
definan inalcanzable y luego se maten de hambre por ella. Que el que más
tenga desee más y que lo consiga quitándole lo poco que tienen tantos. Que
sientan la presión de lo digan de ellos, que hagan lo que los demás hagan
aún cuando ninguno sepa el porqué y todos se dirijan al vacío… físico,
mental y espiritual. Que hallen ofensa en el comportamiento inconsciente de
los demás pero que nunca la vean en el suyo, que deseen venganza y que
entiendan la venganza de los demás como una incomprensible agresión ante
su pureza de intenciones. Que juzguen sin dejarse juzgar.
Que no despierten, que crean estar despertando al entregarse a nuevas ideas
y creencias que sólo los lleven a profundizar el mismo sueño y a la misma
destrucción. Que buscando iluminación se hagan de afirmaciones cada vez
más oscuras. Que buscando progreso social transiten sólo por caminos de
degradación y retroceso personal. Que aún descubriendo la falsedad de las
instituciones en que por siglos han creído sólo se dirijan mansamente a crear
y creer en otras tan o más falsas que aquellas. Que todos sean capaces de
identificar y repudiar los defectos de las demás mentes a su alrededor pero
que encuentren contundentes justificaciones para continuar comportándose
ellos mismos tan defectuosamente.
Que no despierten a la consciencia, que no despierten a la responsabilidad,
que no despierten al sacrificio, que no despierten a su realidad hasta que ya
no despierten a ninguna realidad… hasta que ya no despierten nunca más…
¡Que nosotros seamos creativos y caritativos al usar este conocimiento
para destruirlos lo más pronta y compasivamente posible!… por el bien de
ellos y de nosotros.
139
“Capítulo 21 (¿Capítulo Final?)”
Nota 1 (Ene 11, 81): Hace un rato abrí los ojos, era ya de mañana, me había quedado dormido sobre el escritorio; quise estirarme pero ¡No pude moverme! Vi claramente la máquina de escribir, la lámpara aún encendida, el caos de hojas que había escrito ¡Estaba consciente de todo! ¡Pero no podía mover un solo dedo!… Me forcé a calmar, lentamente fui saliendo de ese espantoso letargo natural de eternos segundos que quizá todos sufriremos alguna vez… Ya bien despierto, recordé lo que soñé: algo relacionado con la historia; un sueño que creí a causa de dedicarle tanto esfuerzo y por tanto tiempo; para no olvidarlo lo escribí aquí… (Decidir si éste entra como capítulo 21, último, epílogo… o modificar el fin de la historia).
Todo empieza cuando estoy encerrado en un lugar que en mi mente ya veo
como el “Cuarto de Monitoreo”, (en mi propia versión claro) Me veo tras un
sillón. Un corpulento hombre ya entrado en años (mi versión del Director),
juega deleitado en pantallas con puntos luminosos, parecidos a las consolas
de video juegos de hace algunos años… En ese momento, ¡un insistente
grito en altavoz se hace escuchar del otro lado de la puerta!: “¡Una trampa
Señor! ¡Ha caído en una trampa!”…
¡No me lo explico! ¡Han detectado mi truco! ¡¿Pero cómo?! No lo sé pero
tengo que continuar transmitiendo… ¡y transmitir lo más posible!
El Director sigue feliz matando lucecitas, hasta que un doloroso zumbido
intermitente roba su atención; escucha la voz de la puerta: “¡Abra Señor!
¡Es una trampa! ¡Cancele la transmisión! ¡No sabe qué está enviando!”.
El Director salta del sillón, respira aceleradamente, jadea, sus ojos se abren
pero de repente interrumpe su gesto de asombro para entrecerrarlos, para
enfocar los míos, busca algo ¡y ya no lo encuentra! ¡Ahora me ve incrédulo!
¡Ya no existe en mí la mirada cómplice y servil del que creía su hijo!
Se lanza a abrir la puerta y dejar pasar a los Centinelas que ya invaden en
jauría: “¡¿Qué pasa?!” les gruñe: “¡¿De qué trampa hablan?!”.
140
Señalándome para que dos Centinelas me inmovilicen de inmediato, el líder
del equipo responde: “Detectamos la transmisión Señor. Y tratamos de
contactarlo para verificar pero nunca nos respondió. Como era usted en
persona y los códigos que usó eran los correctos, aunque no sabíamos qué
enviaba… pensamos que todo estaba bien…”
El entrecejo del Director ahora se hace el de una fiera rabiosa: “¡Pues todo
está bien! ¡Soy el Director del CIIE y puedo transmitir!...”
“Hay algo más Señor, algo que no sabe…” le interrumpe el soldado: “…en
sus pantallas aparecían más de veinticinco individuos diferentes pero el
identificador personal nunca cambió: Usted estaba transmitiendo a un solo
cerebro y creía contactar a muchos; de hecho, Usted nunca transmitió…
sino él… un mensaje personalizado… no sabemos el contenido”.
El Director reflexiona; lentamente comprende, furioso fija su mirada en mí,
desata todo su odio y ruge sus instrucciones: “¡Localicen al destinatario!
¡Averigüen el contenido! ¡Valoren el daño! ¡Hagan que lo olvide todo! ¡O
que lo ignore todo! ¡Anúlenlo de cualquier forma!… ¡Vayan ya! Quiero que
me informen en el momento en que lo hayan localizado… ¡Vayan ya, ya!...”
Amenazante ahora se dirige hacia mí y señalándome con odio les exige: “¡Y
aplasten de una vez a este maldito cerebro!”
Ya inmovilizado sólo contemplo la escena, totalmente inerte, inerme… ¡la
impotencia se hace ansiedad al ver aproximarse a los Destructores!... pero,
de repente, un hombre (mi versión del Asesor) entra deprisa y advierte:
“¡No sin un juicio Señor! ¡No sin un dictamen del Consejo! no es legal…
Por su bien… Debe tener cuidado… podría verse involucrado usted Señor:
se debe manejar esto con sumo cuidado”.
Y no perdiendo tiempo les ordena a los soldados:
“¡Por ahora sólo desconéctenlo!”…
Justo ahí acaba el sueño y desperté sin poder moverme.
141
“Epílogo”
Nota 4 (Oct, 18, 11): La historia, tal como fue escrita hace más de treinta años, quedó hasta este encabezado. Quizá tenía contemplada alguna idea en específico… no lo recuerdo ahora. Quise conservarlo así por si acaso algún día “una voz” la trae de vuelta a mi memoria y pueda entonces terminarlo. Por el momento… lo ocupo para algunas reflexiones finales.
Del bosquejo del “Capítulo 0” tampoco tengo pista clara en mi memoria
aunque evidentemente fue escrito luego de todos los demás. De los días
posteriores, me queda sólo un impreciso recuerdo: mi seguimiento del caso
Lennon, el inicio de una etapa escolar especialmente difícil que incluso me
llevó a reprobar por primera y única vez en la vida, luego una cadena de
problemas familiares, alguna juvenil relación amorosa malograda...
A más de treinta años y confesándome siempre escéptico de muchas cosas,
sólo tengo conjeturas sobre mi olvido de tanto tiempo…
Quizá las obligaciones me absorbieron, quizá hubo otras actividades que me
parecieron más interesantes, quizá mi entrada a la madurez o mi salida de la
inmadurez… quizá todo o nada en especial… Lo cierto es que el evento
entero de su escritura desapareció por completo de mi memoria… “Muchos
acontecimientos que postergaron lo importante enterrándolo bajo el manto
de lo cotidiano”, pienso con frecuencia.
Como “escéptico de muchas cosas”, esa fue la historia que me repetí tantas
veces desde el episodio que me hizo reencontrar el manuscrito; me fabriqué
un recuento mental que me fue más cómodo creer… que me impuso menos
responsabilidad… hasta que un día, uno común, uno de tantos tan lleno de
violencia sin sentido, como esos a que nos hemos acostumbrado a ver en los
últimos años, pude percibir claramente las consecuencias de ese Plan de
Exterminio teniendo éxito… y me cuestioné con más culpa que curiosidad:
¿Y si me decidiera a creer? ¿Si decidiera formarme una realidad y aceptar
la historia completa?...
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¿Si desde hoy decidiera creer que fui realmente receptor del mensaje y que
soy responsable de transmitirlo a otros?...
De inicio cuestionaría toda la historia; investigaría los hechos comprobables
y llegaría a conclusiones mejor informadas sobre la veracidad o falsedad de
lo ahí descrito; que me permitiera la suficiente certidumbre… Escéptico,
como siempre, acepté y lo hice…
Encontré que Buda sí mencionó haber escuchado voces mientras meditaba.
Que Sócrates sí desarrolló todas esas teorías y en algún momento pensó que
el conocimiento venía por inspiración divina, que fue un padre desobligado
y que nunca se preocupó por escribir nada. Supe también que hay referencia
a esas “Doctrinas no Escritas” de Platón y me consterné al comprobar que
Alejandro Magno realmente asesinó a su amigo mentor… Incluso Descartes
mencionó al Genio Maligno que pretende confundirnos…
Pero ¿Cómo explicaría entonces el insistente mensaje que me lo recordó
todo? ¿O el fuerte castigo que sentí al recordarlo? ¿Acaso El Maestro de las
Estrellas consiguió seguir con vida? ¿Su amigo el Asesor quedó al frente de
su ideal… imitando a Platón? ¿El efecto de Personalización habrá influido
en mí al grado de, en estados mentales específicos, sentir sus malestares y
escuchar un mensaje, nunca dirigido al mío, sino a su cerebro?
Los caminos de posibilidades que se abren, si decido creer, son infinitos…
Pero creo que lo más importante es lo que suceda si tú decides creer… Si
decides ser uno de los herederos de ese mensaje y no restarle o negarle
relevancia. Si asumes la responsabilidad de tu búsqueda y de tu mejora
individual… Si aceptas no relegarla al segundo plano de lo trivial o sólo
ocultarla tras la bruma de lo cotidiano o lo automático…
Sin embargo y aun habiendo escrito este relato yo mismo, te pido que tú…
No creas en él…
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Te pido que la próxima vez que escuches noticias que exhiban la miseria
humana… no creas que ésta provenga de la Misteriosa Influencia de seres
más allá de nuestro universo. Te pido que la próxima vez que sepas sobre
sacerdotes pedófilos, funcionarios corruptos, traficantes, adictos o padres
que lastiman o asesinan a sus propios hijos… no busques explicaciones en
el cielo ni atribuyas culpas más lejos que nuestra propia tierra. Te pido que
la próxima vez que te enteres de millonarios que se sienten tristes porque les
hace falta “más”, de artistas al borde de la cárcel, del hospital o del panteón
porque nada llena sus “vacías vidas” o de la vigésima operación estética de
quienes pretenden verse mejor sin preocuparse nunca por ser mejores… no
concluyas que un Plan de Exterminio está rindiendo frutos y que nadie,
menos tú, podrá evitarlo. Te pido que la próxima vez que descubras en ti
mismo una expresión de Lamento y Reclamo no creas que alguien más
tenga la culpa. No creas que la responsabilidad de tus problemas está lejos
de tus propias manos.
Lo más importante es lo que suceda si tú decides creer que eres parte de tu
propia solución y así, de la solución de todos… y que te decidas a actuar, a
buscar tu método personal y a convencerte de que la manera más efectiva
para combatir cualquiera de los problemas que te afectan a ti y a toda la
humanidad siempre comenzará en la trinchera de tu Diálogo Interno...
…el asesino de John Lennon fue declarado en pleno uso de sus facultades
mentales. La “Partícula de Dios” fue encontrada en julio de 2012 y ahora la
investigación del multiverso continúa. La incomprensible y pésima realidad
que estamos viviendo hoy, la conoces de sobra…
Decidas creer o no, el final de esta historia también lo estás escribiendo tú.
¿Cuáles son las líneas que aportarás al desenlace?
Sea que se parezcan más a las de Platón o a las de Pilatos…
La responsabilidad… siempre debió ser tuya.
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Nota Final (Oct 18, 12): Me decidí a creer. Para evitar olvidarlo o postergarlo nuevamente y tener siempre presente la necesidad de constante vigilancia (AutoMonitoreo como ahora lo llamo), escribí en una cinta que siempre llevo en la muñeca, el mensaje…
…que adivinaste:
Jorge M NegociandoFelicidad.com
¡Busca al Maestro de las Estrellas!