revista casa palabras n° 7

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1 7 ¡Mi padre es un pintorsazo! Adiós a Gonzalo Samper La rebelión metafísica de Albert Camus Liset Lantigua, premio de novela Ernesto Sábato Feria del libro Cuba 2014 Ecuador, país invitado Poesía - Cuento - Cine Distribución gratuita

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Revista Cultural de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, enero 2014

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Page 1: Revista Casa Palabras N° 7

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7

¡Mi padre es un pintorsazo!

Adiós a Gonzalo Samper

La rebelión metafísicade Albert Camus

Liset Lantigua, premio de novela

Ernesto Sábato

Feria del libro Cuba 2014Ecuador, país invitado

Poesía - Cuento - Cine

Dis

trib

ució

n gr

atui

ta

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Nos propusimos afirmar el mensaje que el ÍCONO de la CCE trans-mite: la huella de la mano, un gráfico que se repite intensamente en las culturas andinas ancestrales, que contiene una espiral infinita en

lugar de líneas, que representa el tiempo, el trabajo, la creatividad, la sensibilidad, el amor, la ternura y, al mismo tiempo, nuestro paso

por el mundo; mi paso por el mundo.El día del la fiesta de la cultura, HECHO EN CASA, nos dieron

1.681 manos deseosas, creativas, luminosas, reflexivas, espontá-neas. Nos dieron 1.681 manos solidarias, dispuestas a la aventura

y al juego del arte; curiosas, ávidas de ilusión. Nos dieron 1.681 manos que querían volar al futuro, o hurgar su pasado... M U S E O S

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editorial

PresidenteRaúl Pérez Torres

VicepresidenteGabriel Cisneros Abedrabbo

DirectorPatricio Herrera Crespo

EditorPatricio Viteri Paredes

Colaboran en este número:Freddy Ayala Plazarte, Antonio Correa Losada, César Chávez Aguilar, Fernando Escobar Páez, Eduardo Galeano, Liset Lantigua, Javier Lara Santos, Genoveva Mora Toral, Cristina Patzou, Lupe Rumazo, Paulina Simon Torres, Silvia Stornaiolo, Rubén Darío Tinajero, Edwin Ulloa, Sara Vanegas Coveña.

Edición de textosKatya Artieda

DiseñoSantiago Ávila S.

PortadaCamarón que se duerme...Luigi Stornaiolo

Casa de la Cultura EcuatorianaBenjamín CarriónDirección de PublicacionesAv. Seis de Diciembre N16–224 y PatriaTelf.: 2 565808 Ext. 426gestion.publicaciones@casadelacultura.gob.ecwww.casadelacultura.gob.ecQuito–Ecuador.

casapalabrascce

@casapalabrascce

[email protected]

número siete • enero 2014

70 Años

«La Casa de la Cultura no es una creación arbi-traria. Hunde sus raíces profundas en la esencia de lo nacional», decía el Gran Señor de la Na-ción pequeña, y repetía: «la Casa de la Cultura

Ecuatoriana es la respuesta alegre, optimista, como de árbol joven, seguro del poder de sus ramas y de la fecundidad maravillosa de la tierra en que se halla plantado». Esa Casa va a cumplir sus pri-meros 70 años.

Y ha quedado demostrado, con la fiesta de la cultura HECHO EN CASA, del día sábado, que el lugar propicio, incluyente y libre, para llenarse de contenidos culturales y para multiplicar el pensa-miento del arte ecuatoriano, en todas sus manifestaciones, es la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Espacio nunca más democrático que en la hora actual de revolución y participación, que se ha lle-nado de las auténticas expresiones de nuestro pueblo: canto, danza, teatro, música, literatura, mesas redondas, títeres, cine, para todo público. Todos dejaron su huella, huella indeleble, de identidad y compromiso, que nos compromete a ser cada vez más creativos, más imaginativos, para estar a tono con los vientos que soplan en Nuestra América.

Casa incluyente, productora de esa nueva ideología que riega Ecuador y Nuestra América y que será capaz de movilizar el pen-samiento más profundo de la sociedad ecuatoriana.

Creo que esta Casa debe continuar siendo el espacio público del pensamiento libre, con sus tareas específicas de convertirse en un puente, en un espacio donde todas las manifestaciones de la creatividad humana se multipliquen y perfeccionen, encuentren su Casa, su ambiente natural, su primer hogar de aprendizaje y com-prensión para luego catapultarse y afinarse en el entramado social para elevar su nivel profesional y su nivel crítico enriquecido en la realidad social que en el Ecuador y el mundo es multicultural, diverso y contestatario.

Nuestra Casa es como debe ser la casa de todo el mundo: polé-mica, iconoclasta, cruzada por el amor, donde el viento de todos los pensamientos la agite y reverdezca. Donde el pensamiento de iz-quierda y de derecha diga su palabra, confronte, critique, reflexio-ne. El pensamiento es dinámico y en la contradicción se enriquece. La Casa de la Cultura, entonces, deberá ser un espacio de reflexión libre, de discusión y crítica permanente de los hechos culturales que se generan en el Ecuador, en nuestra América y el mundo.

Veinte mil personas estuvieron presentes este sábado 18 de ene-ro para participar de la fiesta de la Cultura HECHO EN CASA en la que colaboraron más de mil actores culturales.

Esta es la nueva Casa que presentamos al país, democrática, incluyente y solidaria, enriquecida por sus 70 años de historia.

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La última jugada, relato de Rubén Tinajero Ubidia, autor de cuentos y novelas.

3La rebelión y la libertad en el pensamiento de Albert Camus, en un artículo del escritor Patricio Viteri.

La escritora Silvia Stornaiolo nos narra la alucinante vida con su padre, Luigi Stornaiolo, uno de los grandes pintores de nuestro país.

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índice

El escritor y bibliotecario César Chávez Aguilar evalúa la narrativa de Alice Munro, Premio Nobel 2013.

8El príncipe, el más influyente ensayo político de Nicolás Maquiavelo, cumplió 500 años de haber sido escrito en la Florencia del Renacimiento. 27 42

Paulina Simons examina la asistencia de los espectadores a las salas de cine donde se proyectan largometrajes ecuatorianos y la difusión del cine nacional.

La novelista y ensayista Lupe Rumazo reseña un capítulo inédito de Abbadón el exterminador, la extraordinaria novela de Ernesto Sábato.

Reseña de la novela Me llamo Trece, de la narradora y poeta Liset Lantigua, ganadora del Premio Darío Guevara 2013 en literatura infantil.14 30 50

Homenaje a Ubaldo Gil, escritor y editor que nos dejó a fines del año pasado y cuya memoria está presente en el artículo de Patricio Herrera.

La escritora mexicana Elena Poniatowska

recibió el Premio Cervantes 2013. El

escritor Edwin Ulloa analiza la vida y obra

de la autora de La noche de Tlatelolco. 38

Patricio Herrera Cres-po analiza la participa-

ción de la CCE en la Feria Internacional del

Libro de La Habana, Cuba 2014, que tiene a Ecuador como invitado

de honor.6 Ensayo del poeta

Freddy Ayala Plazarte sobre ‘La escritura en

lo ausente’. 24

Tributo del poeta Javier Santos Lara a Doris Lessing, Premio Nobel 2007, fallecida en noviembre de 2013.

Homenaje de Genoveva Mora al gran actor de cine y televisión Gonzalo Samper.

La poesía de Aurora Estrada y Ayala en un análisis de la poeta y crítica literaria cuencana Sara Vanegas Coveña.

18 34

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El poeta y narrador Fernando Escobar Páez

reflexiona sobre la poesía del ecuatoriano

Juan José Rodinás (Rodríguez), ganador

de la IV edición del Festival de la Lira

(Cuenca 2013).

16Digamos que fue

un sueño, relato de Ubaldo Gil tomado de

su último libro Amor más allá de Madrid

(2013).

Celebramos los cien años de la publicación de la novela Por el ca-mino de Swan, primer

volumen de la saga En busca del tiempo perdi-

do, de Marcel Proust. 33 51

La periodista griega Cristina Patzou

entrevista a Elicura Chihuailaf, poeta

mapuche.

Prólogo del poeta Antonio Correa Losada para el libro Bandada. Antología de la

novísima poesía de Ecuador, presentado en la Embajada del

Ecuador en Bogotá en diciembre pasado. 28

Eduardo Galeano recuerda a Juan

Gelman, el gran poeta argentino fallecido

hace pocos días. 4810

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3

variaciones

Albert

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A cien años de su naci-miento, la vigencia mo-ral de Albert Camus no ha perdido su claridad y

fuerza, en un mundo que sigue des-preciando la vida humana, en unas sociedades donde todavía existen seres hambrientos, explotados, tor-turados, desaparecidos, olvidados en campos de concentración.

Luego de la Primera Guerra Mundial, la Europa cartesiana del Iluminismo se encontraba en ruinas y no existía más esa fe en el progre-so continuo de la civilización hacia la verdad y la libertad, la paz y la prosperidad. La Segunda Guerra Mundial trastornó toda la geopolí-tica mundial y aniquiló, de nuevo, las esperanzas en la humanidad y su razón.

Camus publicó El hombre re-belde* en 1951, un ensayo para in-tentar comprender su propio tiem-po y, a la vez, reivindicar la rebe-lión como una de las dimensiones esenciales del hombre.

El nacionalsocialismo alemán había demostrado que el nihilismo absoluto conducía a la destrucción del otro ser humano, sin ningún re-mordimiento. Y Camus discurre: «Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada tie-

* Las citas y parte de los textos provienen de la edición de Editorial Losada, Buenos Aires, 1978, traducción de Luis Echávarri.

ne importancia. Nada de pro ni de contra, el asesino no tiene ni deja de tener razón. Se pueden atizar los crematorios como puede uno dedi-carse al cuidado de los leprosos».

El absurdo, según Camus, es el mantenimiento de esa confronta-ción desesperada entre la interro-gación humana y el silencio del mundo. Pero, si no existe un sig-nificado para el universo y la vida, y se grita que no se cree en nada y todo es absurdo, ese grito es una primera evidencia, una rebelión: «La rebelión nace del espectáculo de la sinrazón ante una condición injusta e incomprensible». El es-clavo, en el instante que rechaza la orden humillante de su superior, re-chaza al mismo tiempo el estado de esclavo... La conciencia nace con la rebelión.

Si la historia del hombre es una lucha continua entre opresión y rebelión, la solidaridad entre los hombres se funda en esta última. Para ser, el hombre debe sublevar-se, y es a partir del movimiento de

rebelión que tiene conciencia del ser colectivo, de que esa aventura es de todos. Y esta rebelión es un lazo común que establece en todos los hombres el primer valor: yo me rebelo, luego nosotros somos.

El filósofo francés afirma: «La rebelión metafísica es el movi-miento por el cual un hombre se alza contra su situación y la crea-ción entera. La rebelión humana termina en revolución metafísica. Marcha del parecer al hacer, del petimetre al revolucionario. Una vez derribado el trono de Dios, el rebelde reconocerá que esa justicia, ese orden, esa unidad que buscaba inútilmente en su condición tiene ahora que crearlos con sus propias manos y con ello deberá justificar la caducidad divina». El hombre ya

La rebelión metafísica de Albert CamusPatricio Viteri Paredes

Si la historia del hombre es una lucha continua entre opresión

y rebelión, la solidaridad entre los hombres se funda en esta

última. Para ser, el hombre debe sublevarse, y es a partir del

movimiento de rebelión que tiene conciencia del ser colectivo, de que esa aventura es de todos.

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no acepta las perspectivas divinas, quiere respuestas humanas.

Para Sade, Dios es una divini-dad criminal que destruye al hom-bre y le niega, y el homicidio es un atributo divino; entonces, ¿por qué habría de ser virtuoso el hombre? Si Dios mata y niega al hombre, nada puede impedir que el hombre niegue y mate a sus semejantes. El «Dios ha muerto», de Nietzsche, no solo es una rebelión, sino una invectiva contra todo lo que aspira a reemplazar falsamente a la divi-nidad desaparecida.

La empresa esencial de la rebe-lión consiste en sustituir el reino de la gracia por el de la justicia. Si Dios ha muerto, es al hombre al que le corresponde encontrar el orden, la dirección y la moral, es

decir la salvación en la tierra. Se trata de un misticismo sin Dios, que aplaca e ilustra la sed de ab-soluto del rebelde. Con la negación de Dios no hay, por lo tanto, más que un infierno y pertenece a este mundo; contra él es contra el que hay que luchar.

La humanidad, alzada contra la condición de su creador, ha afir-mado la soledad del hombre, la vacuidad de toda moral. Pero to-dos, al mismo tiempo, han tratado de construir un reino puramente terrestre en el que reinará la regla elegida por ellos. Sade y los ro-mánticos, Karamazov o Nietzsche no han entrado en el mundo de la muerte sino porque querían la ver-dadera vida. «Todo rebelde, con el mismo movimiento que le alza contra el opresor, aboga en favor de la vida, se compromete a luchar contra la servidumbre, la mentira y el terror, y afirma, durante el tiem-po de un relámpago, que estos tres azotes hacen que reine el silencio entre los hombres, oscurecen a los unos para los otros, y le impiden que se encuentren en el único valor que puede salvarlos del nihilismo: la larga complicidad de los hom-bres en lucha con su destino».

Si la aniquilación de lo viejo es el engendro del porvenir, el indivi-duo no puede aceptar la historia tal como es. Debe destruir la realidad para afirmar lo que es, no colabo-rar con ella. Como bien dice Baku-nin: «La tempestad y la vida, eso es lo que necesitamos. Un mundo nuevo, sin leyes, y por consiguien-te libre», pues la voluntad de do-minio, la lucha nihilista por la do-minación y el poder no han hecho más que barrer la utopía marxista.

El sueño profético de Marx y las potentes anticipaciones de He-gel o de Nietzsche terminaron sus-citando, después de ser arrasada la ciudad de Dios, un Estado racional o irracional, pero en ambos casos

terrorista. Ya Koprotkin señalaba: «La palabra Estado es idéntica a la palabra guerra». El Estado bur-gués es el organismo de domina-ción de una clase sobre la otra. El Estado burgués se apoya en la po-licía y en el ejército porque es, ante todo, un instrumento de opresión.

«Desde hace veinte siglos no ha disminuido en el mundo la suma total del mal. Ninguna pa-rusía, ni divina ni revolucionaria, se ha cumplido. Todo sufrimiento implica una injusticia. La rebelión demuestra que es el movimien-to mismo de la vida y que no se puede negarla sin renunciar a vi-vir. Cada vez que resuena, su grito más puro hace que se levante un ser. Es, por lo tanto, amor y fe-cundidad, o no es nada», y Camus termina afirmando: «El arte y la rebelión no morirán sino con el úl-timo hombre».

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La conciencia política de México tiene nombre y apellido

Edwin Ulloa

Elena Poniatowska

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A la princesa Hélène Eli-zabeth Louise Amélie Paula Dolores Ponia-towska Amor, hija del

príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski, descendiente del general Poniatowski, sobrino del último rey de Polonia, Estanis-lao II Poniatowski, y de María de los Dolores (Paula) Amor de Ytur-be, no le gusta que le digan Eleni-ta. No por sus antecedentes nobi-liarios, sino por el diminutivo que, en México, tiene una connotación barrial y machista en el trato a las mujeres. Según ella, hay una fuer-te connotación proteccionista bar-nizada con un manierismo local en cuanto al poder disfrazado de no poder, pero, además, porque suena a ‘albondiguita’.

Mi bisabuela solía repetir: «Cuando quieran conocer a al-guien no escuchen lo que dice, miren lo que hace». Y eso es lo que admiro en Elena Poniatows-ka, la constante social en su obra, la ciudad de México desnuda, con su belleza única y los pro-blemas derivados de la inequi-dad y la acumulación del capital en unas cuantas manos, factores que desencadenaron las luchas sociales, y los claroscuros de la vida cotidiana que a esta testa-ruda mujer le permitieron rasgar la telaraña mental de la cultura ‘charra’ sobre el género femeni-no y, como suelen decir los na-rradores deportivos: estuvo «en el lugar de los hechos», durante la matanza de estudiantes ocu-rrida el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, que luego plasmaría en el libro La no-che de Tlatelolco (1971); las de-mandas del comandante Marcos y los indígenas chiapanecos; y la adhesión al pensamiento izquier-dista de Manuel López Obrador, en las elecciones presidenciales de 2006.

En esta, que es una de las ex-periencias de su vida y obra, la cercanía con Carlos Monsiváis fue determinante en el aprendizaje de cuán mordaz puede ser la política y cuánto de verticalidad se necesita para enfrentar la intolerancia dog-mática, el discurso conservador de las élites, la corrupción, la impron-ta homófoba y el legado autoritario de la revolución. El testimonio de su fidelidad al amigo y compañe-ro, lo plasmó en Sansimonsi, libro publicado luego de la muerte del cronista de México, en el que lle-gó a calificarlo de único, marginal, protestante en un país de católicos, pobre, hecho a su imagen y seme-janza…

La obra rearma una vida ejem-plar y la describe como «un gato que usaba grandes lentes de inte-lectual» y vivía en la calle San Si-món, Colonia Portales del Distrito Federal, lugar en el que Monsiváis murió antes de tiempo, en las fau-ces de la antropofagia política de su país.

La otra expresión de transpa-rencia y solidaridad que admiro se produjo con Álvaro Mutis, a quien encontró en el Palacio de Lecum-berri, lugar al que había ido a parar con sus huesos acusado de malver-sación de fondos en la petrolera Esso. «Yo iba a la cárcel a visitar a presos políticos», recordaba hace poco la escritora, y alguien la llamó por su nombre. Desde entonces no dejó de visitarlo todos los domin-gos. La estancia, en la que fue con-cebido Maqroll, el Gaviero, está descrita en El diario de Lecumbe-rri, publicado en 1960. El cruce epistolar con Elena Poniatows-ka ilustra, justamente, el período más intenso en la trayectoria del escritor colombiano.

Elena cumplirá 82 años en mayo, luego de una fascinante ca-rrera periodística y literaria que empezó en 1954 con Lilus Kikus,

siguió en 1961 con Palabras cru-zadas, recopilación de algunas de sus mejores entrevistas; al final de la década del sesenta y comienzos del setenta, Hasta no verte, Jesús mío, y La noche de Tlatelolco, libros que ganaron los premios Mazatlán de Literatura, Nacional de Periodismo de México, Alfa-guara de Novela, Rómulo Galle-gos, Cuatlicue, Biblioteca Breve y el Cervantes 2013, entre muchos otros galardones.

En su obra está presente el país al que ama y fustiga con ironía y espanto. Ella está consciente de que cada amanecer es una odisea ante la narcoviolencia y la política del día a día, hechos que, asegura, tienen más fuerza que un libro.

croquis

Edwin Ulloa

Autor de los libros Polvo de Ángel, (Guayaquil, 2010); Sobre un tumba una rumba (Quito, 1992); Yo tenía un

vecindario de película meji-cana (Quito, 1981); Estudios

sobre Líderes de Opinión para ILDIS-CERG, 1999.

Consta en las antolo-gías Nuevos cuentistas del

Ecuador (Guayaquil, 1975); Bajo la carpa (Guayaquil, 1981); Área chica (Quito,

1982); Así en la tierra como en los sueños (Quito, 1991); Primera bienal del cuento

ecuatoriano ‘Pablo Palacio’ (Quito, 1991); Cuarenta

cuentos ecuatorianos (Gua-yaquil, 1997); Antología bá-sica del cuento ecuatoriano (Quito, 1998). Actualmente

ejerce la docencia universita-ria y el periodismo.

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¿Qué culpa tiene Nic-colò di Bernardo dei Machiavelli (Florencia, 1469-

1527) de haber nacido en una época esplendorosa, turbulenta, criminal y corrupta, y haber reflejado esto en su obra cumbre El príncipe?

La Italia de los siglos XV y XVI se encontraba balcanizada en pode-rosas ciudades-estado —Venecia, Milán, Florencia y Génova— que hacían imposible el patriótico sue-ño de unidad de Maquiavelo, pues todos trataban de impedir que cual-quier príncipe, elevándose sobre los demás, formase una sola mo-narquía. Época de ardides, embos-cadas y conspiraciones por parte de príncipes, papas, condotieros y mercaderes. Los escrúpulos eran la más grave imprudencia, pues si no se envenenaba o apuñalaba, se corría el riesgo de ser la próxima víctima.

En Florencia, el diplomático y escritor italiano estuvo a merced de los Médici, los Sforza y los Borgia (Rodrigo Borgia, que era el papa Alejandro VI, y su hijo César Bor-gia). Y sobre este papa, Fernando Vallejo escribe:

«Definitivamente prefiero un papa putañero como Alejandro VI, el papá de César y Lucrecia Borgia, y no un santurrón como Pío V.

»Mi papa preferido es Rodrigo de Borja y Borja (en italiano Bor-gia), alias Alejandro VI. Calumnia-

do como Nerón, vilipendiado hasta por los historiadores más serviles de la Puta, dicen que Alejandro VI fue el papa más malo. ¿Y cómo lo miden? ¿Por las amantes que se consiguió? ¿Por los hijos que en-gendró? ¿Por la protección que les dio? ¿Por los cardenales que sobor-nó? ¿Por las indulgencias que ven-dió? ¿Por las fiestas putañescas que dio?... Que quemó a Savonarola. ¡Y sí! Donde no lo hubiera quemado, este Calvino ayatola lo habría que-mado a él. ¿Que compró un cóncla-ve? ¡Cuántos de sus predecesores y sucesores no han comprado cón-

claves! ¡Los venden con todo y pa-loma! ¿Que vendió indulgencias? ¡Y qué tendero no vende! ¿Que se parrandeó hasta su último alien-to el pontificado? ¡Beatus Ule! ... Cardenal que no se vende, compra. ‘Alejandro vende las llaves, el altar y al mismo Cristo, y con todo dere-cho pues los compró’, iba diciendo el viento mientras barría a Roma. ‘¡Soy papa! ¡Soy papa!’, gritaba el cardenal Borgia más feliz que perro con hueso no bien lo eligieron, y se ayudaba a poner él mismo las galas pontificias apurándose para salir a bendecir al rebaño estúpido y a pa-rar el báculo. ¡Qué no hizo! ¡Cómo gozó! ... Con Vannoza de Catanei tuvo cuatro hijos: Giovanni, César, Lucrecia y Joffré. Con la hermosa Giulia Farnese, a la que le lleva-ba cuarenta años, due maschietti. Y varios desconocidos con varias desconocidas. A su primer Giovan-ni lo hizo duque de Gandía a los 16 años; a César lo hizo cardenal a los 18 años; a Lucrecia le arregló tres matrimonios principescos; y al her-mano de Giulia, Alejandro Farne-se, lo hizo cardenal a los 25 años, abriéndole así el camino para que luego a su vez fuera papa y papá: Pablo III, con cuatro hijos que le dieron nietos de los que nombró a dos, de 15 y 16 años, ¡cardenales!»

Aunque El príncipe fue escrito en 1513, el libro se publicó póstu-mamente en 1931 y estaba dedica-do a Lorenzo II de Médici. En una

a 500 años deMa quiavelo,Nicolás

«Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de

vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras,

que es difícil reconocerla...

Es central saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en el fingimiento».

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carta de 1521, Maquiavelo, refiriéndose a sí mismo y englobando a todos los políticos, dice: «Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla... Es central saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en el fingimiento».

Porque, para Niccolò, la política nada tiene que ver con la moral, la ética o la religión. El político (el príncipe) debe tomar el poder y mantenerse en él a cualquier pre-cio: «Si bien el príncipe debe persuadir al pueblo y convencerlo, también debe emplear la fuerza, porque cuando ya no le crean se le puede hacer creer por la fuerza».

«Divide para reinar» es otro de los afo-rismos maquiavélicos que los políticos aplican con deleite, porque «[El prínci-pe] necesita tener un ánimo dispuesto a moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la forma y, como ya dije anteriormente, a no alejarse del bien, si pue-de, pero a saber entrar en el mal si se ve obli-gado».

Resumiendo: Un hombre bueno, mo-ral y honrado no puede ser, según Maquiavelo, un buen político. (P.V.)

aniversario

Ma quiavelo,El príncipe

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Bandada, es el título del libro que

recoge la novísima poesía de Ecuador

a través de la voz de diez poetas

cuyas edades no pasan de los 35

años.La antología fue

preparada por el poeta colombo-

ecuatoriano Antonio Correa

Losada, y presentada en diciembre en la sede de la Embajada de

Ecuador en Bogotá por el embajador

Raúl Vallejo.

La rosa del desierto

Considero a la poesía como el en-cuentro de uno mismo con lo que es, con lo que llama y pregunta, con lo que asombra y perturba frente a la presencia continua de las cosas, lo que nos eleva en un canto de sensualidad y gozo y di-secciona el dolor para exorcizar-lo. La palabra adquiere un nuevo sentido en el hecho poético, entra a nuestra cabeza de seres tejidos entre la contradicción y el miedo —materia de la que estamos he-chos— como algo no dicho antes o por lo menos no percibido. A cada uno, su diáfana brusquedad nos conmueve en el ámbito de la intimidad formada con los ecos, escollos y tumultos de lo que nos rodea, que es el mundo.

La poesía es la íntima forma de afrontar la vida desde nuestro modo particular de hablar. Con frecuencia las palabras pasan de largo, no se quedan, pasan inad-vertidas como si nunca hubiesen existido, y en el sortilegio de lle-gar hasta nosotros radica su fuerza y continua permanencia.

Cuando el aire levanta la arena en un remolino oscuro, arrastrada por el vendaval rueda, tropieza, serpentea. Azotada por un silbido incontenible cae de nuevo en una espiral fugaz y gris. Todo queda en silencio y en el horizonte se disper-sa el chasquido con que se quiebra la columna dorsal de un zorro heri-do mientras bebe. ¿Es la cabeza de un ave o un caracol que explota? El corazón desolado del desierto se cubre con pétalos de piedra. La poesía es la rosa del desierto.

No es lo pétreo lo que perma-nece. Antes y ahora, es la fuerza del corazón que hace liviano, co-mún el esfuerzo y la sensibilidad de hombres y mujeres que nos precedieron, quienes mantienen en sus manos carbones encendi-dos para conservar el fuego: Jor-ge Carrera Andrade, César Dávi-la Andrade, Alfredo Gangotena. Precisión y delirio, amor, entre-ga, ruptura, para vincularnos a un mundo compartido con Vallejo, Baudelaire, Neruda, Huidobro, Lezama, Guillén. México, Orien-te. El surrealismo.

BandadaAntología de la Novísima Poesía de Ecuador

Antonio Correa Losada

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La intención última de esta an-tología es que la palabra en su di-versidad se acerque, para que sea tomada por la mirada curiosa y des-prevenida de los lectores, ante una escritura signada por la ansiedad y el desarraigo, la angustia, la con-tradicción que sufren individuos y épocas como la nuestra, marcada por el consumo y lo impersonal. El trabajo poético es persistencia y despojo. Entonces, el lenguaje nos enfrenta a un encuentro confuso y denso de atravesar, pero posible, si es cribado en nuestra cabeza y se torna maleable y clarificado por la amplitud de la palabra, esencia y patria de comunicación.

Esta antología de la novísima poesía ecuatoriana, parte de autores que no rebasan la edad definitoria de 35 años (donde todo se bifurca), realizada por alguien como yo, un colombiano en tránsito por Ecuador desde los años setenta hasta ahora, que conoció sobre manifiestos y publicaciones de rompimiento: los Nadaístas en Colombia, los Tzán-tzicos con Pucuna en Ecuador, El Techo de la Ballena en Venezuela, El Corno Emplumado en México, y entre esos ‘provoco-transforma-dores’, me encontré en Quito con Ulises Estrella, Rafael Larrea, Raúl Arias, Humberto Vinueza, compar-tí los procesos de La Bufanda del

Sol, con Raúl Pérez, Iván Égüez, Abdón Ubidia, Francisco Proaño, entre otros, que mantuvieron la decisión de vincular y vincularse a la vitalidad creativa de América Latina, con colaboradores como Lezama Lima y Julio Cortázar.

Luego vendrían las revistas lo-cales como Zafa Cucaracha, en Guayaquil, con Nieto Cadena, Fer-nando Artieda y otros jóvenes de entonces como Raúl Vallejo, Fer-nando Balseca, donde la expresión popular brillaba en su desenfado e impudor. Era el mundo apropiado por los hombres; aun así, emergían las voces femeninas de Violeta Luna y Sonia Manzano, donde la

biblioteca

Gabriela Vargas Aguirre(Guayaquil, 1984)

Anotación sobre la poesía no. 5

Se dice que al marchar el poeta hará temblar ellenguaje.Y ha de irse saltando su corazón.Como se hace en la orillas para no aplastar las olas.Entonces habrá alguien que se extienda y abracetodas las barcas.Y las disuelva en su lengua y alce la mano como una gran vela o una cometaque parta el universoque congele el tiempo y el infierno.Los poetas son el intento de lo imposible que resultael mar dicho en una letra.

Una mañana azulel poeta recogió el mar en una caracola.Y escribió y escribió las mareas.

María de los Ángeles Martínez Donoso

(Cuenca, 1980)

Erótico (subcielo)

Otra vez el deseo...qué difícil pelearcontra su fuerza,contra su ímpetu,sobre mi debilidad.El deseo que empuja,que envuelve,que nubla;que se clava en mitad de todo,en mitad de nada.Que quema,que contagia,y se expande.Y tú tan cerca,y tan dentro...ese latir de las venas,esa adrenalinaque exige un cuerpo;esa necesidad agobiante,estas desesperantes ganasde querer hacerlode una puta vez.Qué difícil pelearcontra el deseode matarte.

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falsa fragilidad mostraba su forta-leza y las palabras al despojarse de sus máscaras de simulación trans-formaban los hechos.

No he dudado en llamar a esta antología Bandada, tropel bulli-cioso de jóvenes cazadores, aves obstinadas, peces escurridizos que impulsan la novísima poesía en Ecuador. Aquí están diez poetas de diferentes partes del país: Qui-to, Ambato, Guayaquil, Riobamba, Chone, Alausí, Cuenca. Jóvenes la mayoría de ellos, con más de un li-bro publicado.

Grupo disperso en apariencia. Con visceralidad trenza un cable sólido de palabras para que no se rompa mellado por la apariencia y el escamoteo. No es la unión arbi-traria de signos que sólo eviden-cian vacuidad. En esta antología, el lector va encontrar una poesía cargada de sentido. Entre los poe-tas que integran la antología están: Pablo Flores, Javier Lara, Yuliana Marcillo, Ángeles Martínez, Carlos Luis Ortiz, Juan José Rodríguez, Gabriela Vargas, Andrés Villalba, Víctor Vimos, Santiago Vizcaíno.

Bandada. Antología de la no-vísima poesía de Ecuador es una «isla rodeada de palabras por todas partes», como dice Cassiano Ricar-do al hablar de poesía. Diez muje-res y hombres de 25 a 35 años, de diversas regiones del país, asumen con furia y alegría (palabras no an-tagónicas) su tiempo, para que se lea en voz alta su propio delta li-terario. Cada poeta se presenta con un número aproximado de páginas iguales. En esta breve y apretada muestra encontré que una de las formas preferidas es el poema ex-tenso, que como dice Octavio Paz está más cerca de contar, a diferen-cia del poema breve, que «no cuen-ta, canta».

Así, los escritores reunidos en esta antología poseen una clara in-tención de contar en su forma poé-

tica, y debo resaltar que las jóvenes poetas aquí seleccionadas —como antes no se había visto o escucha-do— hacen un excepcional solo en esta muestra: marcan, expanden y enriquecen el esplendor de una sinfonía, que define la presencia y transformación de la poesía actual en un país de alta tradición poética como Ecuador, que por desgracia muchos jóvenes ignoran, debido a las formas erráticas de la educación confesional y anacrónica para ha-cer conocer la literatura.

Escrituras poéticas como la de Carrera Andrade, Gangotena, Dá-vila Andrade se han constituido

desde el siglo pasado en las vo-ces más preclaras y significativas de la lengua española en nuestro continente. En las academias y otros sectores conservadores pri-mó el estereotipo para acceder o negar la palabra anticipadora, como en los tres grandes poetas contemporáneos, quienes fueron mirados desde el cristal opaco de la diplomacia, en Carrera Andra-de, el desdén por el uso de otra lengua fuera del español (como el francés), en Gangotena, y el alco-hol y la ebriedad, en Dávila An-drade. Para mí, estos conceptos, en vez de descalificar, me abrie-

Yuliana Marcillo(Chone 1987)

La soga

Y el martes cuando nos despidamos se detendránlas olasy al tercer día resucitaré en medio de animalesmugrienta y con tu sabor en mi bocaarrastraré mi cuerpo hasta esta tierrale diré a los amigos que no pasa nadaque los huesos son de adorno y que la carne siguefrescaregaré a tus niños para que crezcaninventaré que soy buena en la cocina te daré lo mejor y lo peor de la casalimpiaré mis líneas para que vayas sin huellasprocuraré peinarte de la misma forma como llegasella debe verte radiante y esponjosolleno de letras, vacío de poetasborraré mis colores de tus cuadrossacudiré las luciérnagas de la puertavestiré de alegría y te daré un adiós pausadono hay dos en uno ha dicho el reyentonces que sea uno y uno ordena la reinalo demás estorba

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ron las páginas de una poesía re-veladora de América Latina.

La tradición es el hecho que vertebra la sensibilidad para ser lo que somos y no una herencia es-tática. Aunque mirada con cierta insolencia, debemos reconocer lo que hicieron los que nos antece-dieron, no sólo porque constituye la clave de lo que somos sino de lo que seremos. Debemos enton-ces estar alertas para enriquecer el cambio en un proceso vivo. Este es el reto que se afronta como se-res creadores. De esta forma se establece un cordel de vasos co-municantes y es, en la poesía de

Alexis Naranjo, escueta, profun-da, interior, donde los jóvenes han encontrado vínculos de identidad insospechados.

En el 2007 aparece una obra tumultuosa y volcánica: La muer-te de Caín, de Ernesto Carrión (1977), que como punto de in-flexión marca un derrotero en la poesía que se escribe en nuestra región. Obra abierta y sorpresiva como una «caja de sentidos», dice en la contraportada del libro Juan José Rodríguez (poeta selecciona-do en esta muestra). Debo decir, entonces, que esta obra constituye el antecedente inmediato de una

poesía innovadora, un poeta que lleva la palabra a su más alto lí-mite, a la pregunta exacerbada: ¿dónde estamos nosotros en ese espacio ambivalente, necio y lu-minoso de la vida?

Gracias al entusiasmo y tesón de Raúl Vallejo, embajador de Ecuador en Colombia, y a Juan Martín Cueva, agregado Cultural, aquí está en Bandada el talento y la intuición, lo desbordado y con-tenido, lo refulgente y lo que es oscuro, en la expresión de los más recientes poetas de Ecuador, para los lectores de dos países herma-nos y el mundo.

lo demás no es más que una cubeta llena de sueñosque terminan quebrándose al amanecery tú seguirás escribiéndole cosas bellasy yo iré con lo mío hacia algún lado del mundo a ese sitio que entre camino y camino se me fue perdiendo de vista.

El amor camina hambriento, fastidioso, inconformenada te calza, todo te sobratermino sudando como ladrón asustadoguardo los labios hasta la primaveray como aquí no hay primavera ¡que se mueran loslabios!Que se esfumen, que se pierdan, que salgan del cuerpoque no pertenezcanseré una rama humana sin miedo a caerse

como cuando era niña y habitaba en árbolesabajo me esperaban unos brazos como olor a fierronada importaba más que esouno creía que la vida se detendría y con ella elfuturonunca estuviste en los sueños frustrados ni en lasclases de guerrajamás consideraste retroceder las horastodo lo que tienes calza en tus piezasy te ves hermoso rodeado de tanta buena hierbatodas esas bocas y cuerpos siguiendo tus pasosaflojando tu mano mientras subes la vereda¿ves como todo viene hecho de par en par y en la misma fecha?No es tu culpa vida mía, es que entre palabra y palabrauno termina volviéndose soga.

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A veces la supervivencia se llena de hallazgos que revelan nuestro lu-gar en el mundo. Anto-

nio debe buscarse a sí mismo en una redacción de pocas páginas, y termina encontrando a sus seres queridos: una abuela que en otras vidas pudo ser princesa, enferme-ra y acróbata, y que en esta es una heroína a punto de volver a nacer. Su madre, atrapada en el vuelo de unos cisnes en una juventud inte-rrumpida; y su mejor amiga con los brazos abiertos al borde de un precipicio mientras él, Trece o An-tonio, se empeña en llegar a tiempo para decirle, ‘apenas’, que todo va a estar bien. Una novela para re-conciliarnos con la alegría desde la tristeza, y viceversa; pero pensada, al parecer, para hablarnos de las complejidades de la juventud en un mundo que pretende cerrar los ojos ante sus temas.

Una reseña de MellamotreceLiset Lantigua

Liset Lantigua

Nació en Cuba, pero también es ecuatoriana. Escribe poesía, cuento y novela. Es biblióloga, profesora de Lite-ratura y editora. Su obra ha recibido importantes reconocimientos nacionales e internacionales, como el Premio Nacional de Novela Darío Guevara Mayorga en dos ocasiones, por su libro Contigo en la luna (2009), y por su novela Me llamo Trece (2013), y Lista de Honor IBBY 2008 por Y si viene la guerra. Liset ha publicado para adul-tos los poemarios Bajo el célico gris (2002), Mi amada Istar (2004) y Como un navío en paz (2009). Para niños ha publicado, entre otros títulos, Ahora que somos invisibles (2011), Estas son mis manos (2012), El papá pintor (2012), Mi casa no es un naufragio (2012), Sofi, tu mirada (2013), y el álbum ilustrado Quiero ese beso (2013), en coautoría con Marco Chamorro.

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anaquel

Desde que tengo memoria del colegio me llamo Trece. Nada tiene que ver con que haya nacido un trece de marzo. Se trata más bien de una especie de dicha o desdicha que vino conmigo ese día, el de mi nacimiento. Dirán que es un enredo este asunto de la dicha y de la desdicha, como si las dos cosas pudieran ir juntas. Como si se pudiera ser —al mismo tiempo— pasado y futuro, azul y violeta, ar-mario y ventana (ver exámenes de ingreso a universidades, preguntas de opción múltiple); pero lo absurdo, lo más irracional de todo, es que sí se puede, y es lo que intentaré contar en este trabajo que la señorita Mery Vaca me ha obligado a escribir desde que me negué a res-ponder cuando tomaba lista (en el curso soy el número 13), porque la culpa de mi apodo la tiene ella y aunque con el tiempo lo he asimilado, me mo-lesta responder como si no tuviera otra imagen de mí mismo que ese ‘aquí’ sin vida. Quizá porque la vida de un número es tan nula como puede serlo el rito por el cual se sabe quién no vino a clases, aunque solo se trate de pasar un reporte, porque todos sabemos (y usted mejor que todos), que no les importamos. Prueba de ello es su propensión a llamarnos a algunos por ese orden correlativo, tan ‘respetuoso’, eso sí, porque nos trata de usted: “Usted, Uno, pase al frente”. Y el Uno pasa al frente con su fusil. Conmigo las cosas han sido como con muchos otros que no se llaman Trece, sino Tres, o Cinco, o Diez, o Uno; solo que no es lo mismo amplificar la voz en la biblioteca o en la cancha o en la cafetería (cualquier lugar es lo mismo) para llamar al 10 que para llamar al 13, por ejemplo, como ocurrió la pri-mera vez que ‘osó’ (como usted dice cuando informa nuestras ‘fechorías’) usar mi número y no mi nombre para darme una orden frente a todos. Ese día había llovido y estábamos amontonados cerca del comedor, bajo el te-chito del bar. Su voz caló la lluvia como un cuchillo de hielo, y hubo risas contenidas y carcajadas posteriores pero yo sentí ya, en ese instante, que el crimen no había sido perfecto: usted quedaba inscrita como la responsable de lo que estaba por venir. Porque ese Trece vibrante que le movió el copete no era el mismo 13 de la lista. Era yo en usted, yo en el mundo, era la parte visible de mí que usted había bautizado con la lluvia que caía y con su de-terminación a cuidar la higiene del plantel.

Fragmento de Me llamo trece

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Sospecho que Juan José Rodinás (acá Pequeño ultravioleta / Dollboy / Koan / Artekovski) es

una estructura viva que encon-tró al Ubik y que sus libros son equivalentes a los extraños ju-guetes que Ella Hyde de Run-citer enviaba a los pseudovivos para denunciar los peligros que se esconden tras el amable ros-tro criogenizado de un mundo al que creemos real. Usar esta ana-logía basada en Philip K. Dick puede ser antojadizo de mi parte (no me consta que Juan José lo haya leído, pero sé que en algún punto invisible de los mundos D-branas, un androide se ahorca con la supercuerda más cercana mientras sueña que canta al bon-sái de Rodinás).

Feo vicio de los neobarrosos este de la re-escritura, diálogos y experimentaciones dirán los poetas de la emoción, aquellos tontos alegres que viven —a ve-ces se reproducen, lo cual es la-mentable— y mueren en mundos unitarios donde la experiencia personal es hiper-configurada desde el mísero libro de texto con el que su profesor de secun-daria ‘les enseñó poesía’ y que a

su vez sirve para embrutecer a sus propios alumnos, felicitán-dose a sí mismos de no ser parte del otoño inhabitable que vive en ciertas cabezas, que como la de Rodinás & heterónimos se vuel-ven innombrables en su estado de antenirvana, y no hay farma-cología que pueda venir al resca-te cuando se vive en un páramo inverso por voluntad propia.

Esta breve muestra de la obra de Rodinás corre en reversa como una corrupción del dura-madre, aracnoides y piamadre que atraviesa a quienes se atre-ven a leer sus versos como si acariciaran algo orgánico. Esta-mos frente al espejo mental de alguien que se rapó las cejas a los 16 años como un rito exor-cizador de ausencias y venganza contra el mundo...; pudo haberse convertido en Patoso, el perso-naje de Full Metal Jacket, inter-pretado por Vincent D’Onofrio, pero prefirió no disparar(nos)(se) y leer al bonsái de su casa como la aplicación poética capaz de salvar sus mundos.

Rodinás en reversa mientras alimenta a su bonsái

Fernando Escobar Páez

Blues de las esferas (∞)

(sin título)

Las oraciones del trovador ciego querrían describir el punto de contacto entre el fruto y la brisa de mayo. Como en la tradición al-química, la manzana no es distinta al estanque donde nada un rodaballo que refleja en sus escamas la labia de la estrella, la charlatanería de los co-metas. Además, observo que la manzana tampoco es diferente a la piedra (in-mune a los relámpagos, a la risa de la doncella con fiebre), a la acequia man-sa donde el niño la arro-ja en este instante. Jacob Böhme explicaba, en un éxtasis místico, que la di-ferencia entre la oración y la locura es un puente de abejas. Alrededor de la manzana que todavía no he visto, las hormigas comen el ámbar que fluye del corazón de una mu-chacha, sueñan sus labios encarnados en la pulpa de un membrillo de oro. La manzana está, cómo no, en la cesta, invisible.

Fernando Escobar y Juan José Rodinás.

Primer Premio

Festival de la Lira 2013

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poesía

Los rastros (2006)

Habitación abierta

A César Dávila Andrade

Mi palabra es mi sombra.

Por eso,penetro el silencio:borde de voz, sin raíz y sin nombre.

Allí, empuño la luz,instrumento único para tocar lo ausente.

Palpo mi centro—piedra negra—y se abre como un frutoque sangra, eco tras eco,sobre un cauce de olvido.

(¿Oyes el líquido murmullo,palabra y sombra,que cruza esta página,que cesa de bogar y descansa,ya pozo, en tu centro?).

Afuera,la luz vuelve a su sitio:el cuerpo, el árbol, el silencio.

(Escucha.Un haz de luz resuena dentro.Apaga la sombra. Calla el mundo).

Juan José Rodinás

Ambato, 1979. Poeta y narrador. Ha sido traducido al inglés, alemán, portugués y francés. Colabora regularmente con varios medios impre-sos en las secciones de cultura y política. Ha publicado los poemarios Los ganadores y yo (Machete Rabioso Editores, Quito, Ecuador, 2006) y Escúpeme en la verga (Editorial Cartonerita Niña Bonita, Zaragoza, España, 2013), así como los libros de microrelatos Miss O’ginia (Doble Rostro Editores, Quito, Ecuador, 2011) y Miss 2.0 y otras parafilias normales (Editorial FOC, Barcelona, España, 2013). Textos suyos constan en varias antologías dentro y fuera del país.

Viaje a la mansedumbre (2009)

Territorio para un cuadro de Soutine

I ¿Qué piensa el hombre —sentado en el sillón—cuyo rostro se alargay se diluye en el dibujo agrestesobre un fondo tan rojo como el color de lo real?

(Así medita el hombresobre el color tan real de lo real).

II

De nuestro pensamiento lo ignoramos todo. Del pensamiento de aquel hombre —sentado en el sillón— sabemosde otro mundo, quizás de una Lituania de-masiado soñada,que sólo, alejados del lienzo, es evidente.

III

Lituania:Un lugar del mundo donde todoes de nieve. Un lugar simplepara que alguien juegue.

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Aurora Estrada y Aya-la (Pueblo Viejo, Los Ríos, 17 de noviembre de 1902 – Guayaquil,

12 de marzo de 1967) es, sin duda, uno de los nombres mayores de la poesía ecuatoriana.

Luchadora incansable, pro-motora y directora de revistas y suplementos literarios que se honraron con colaboraciones de distinguidos escritores de la época —Gabriela Mistral, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escu-dero, Carlos Sabat, Juana de Ibar-bourou, Alfonsina Storni, entre otros— fue, además, gran viaje-ra, socialista, maestra, feminista y pacifista.

Mas, grande y polémica, Au-rora (que dice de sí: «Soy fina y pequeñita». «Tengo el alma insu-misa/ y mis ojos sin lágrimas») sufrió la intriga y la maledicen-cia. En 1963, según nos lo relata su hija Isabel, «en un momento de incomprensión y de violencia, se le despojó de su cátedra y se le apartó del campo de su especia-lización, después de largos años de dinámica labor en los claus-tros universitarios». Era, a la sa-zón, docente en la Universidad de Guayaquil.

Publicó solo dos libros: Como el incienso (1925) y Tiniebla (1943), este último, con el subtí-tulo Veinte trenos y una canción de cuna, en evidente paralelismo con la conocida obra de Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El resto de su obra, diseminado en periódi-cos y revistas, o en borradores, nunca fue sistematizado y per-manece inédito.

Ejes temáticos de su obra

La obra de Aurora, con una ri-quísima intertextualidad, fruto de variadas y selectas lecturas, confluye, básicamente, en estos ejes centrales: amor, muerte, na-turaleza y poesía.

Amor y muerte

Su poesía amorosa se consideró ‘escandalosa’ en su tiempo, pues, empapada de un suave erotismo, revela una perfecta armonía entre lo carnal y lo místico. Así, en es-tos versos:

«Era como un joven dios dela selva fragante

este hombre hermoso y rudo que va por el sendero

en su carne morena se adivina pujante

de fuerza y de alegría un mágico veneno.

/.../ Yo, tan pálida y débil, sobre

el musgo tendida, he sentido al mirarlo una

eclosión de vida y mi anémica sangre

parece que va a ahogarme...».

(El hombre que pasa).

Mientras que el tema de la muer-te constituye todo un libro (Ti-niebla), escrito ante la desapari-ción de su madre: una colección de textos situados más allá de la desolación y el llanto. El primer treno inicia el largo poema con un poeniano, ‘Nunca más’, que nos arroja brutalmente a la situación definitiva, sin salida:

El alma insumisa Sara Vanegas Coveña

deAurora Estrada y Ayala

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«Ya nunca más sobre mi tiniebla su estrella dulce.

Nunca más en estos silencios su voz de brisa y de

jazmines. Nunca más el lazo tibio de

sus brazos ciñéndose a mi cuello ardiente».

En tanto que el vigésimo —y últi-mo— da paso a la asunción valien-te de la muerte:

«Hoy creo como nunca que estás ida para siempre,

porque ningún signo celeste me ha hecho sentirte cerca.¿O es que tornada en ángel

te ahuyenta la miseria de esta carne que hiciste de

tu sangre y espíritu?».

Y a la resignación, iluminada con la esperanza y el ruego de ser es-cuchada desde el más allá por la madre amante:

«Ese amor de locura, de idolatría y de éxtasis eterno,

en que te dabas, seno henchido de mieles, a mi

labio sediento¿podría permitirte ver mis

ojos con llantoy la frente que amaste,

perdida en la tiniebla?».

La naturaleza, las cosas

Aurora nos habla de la naturaleza en relación íntima con lo humano; de la identidad que descubre entre hombres, animales y cosas, revela incluso un cierto panteísmo en el que todo tiene alma, vida y canto. Así, en este texto de innegable evo-cación a Darío:

«Pienso que el árbol siente, que la piedra medita

y al tomar una rosa en lo que guardará

y que en los ecos vagos algo extraño se agita:

¿nunca has pensado, hermano, lo que allí

dormirá?».(Avatar).

O, en estas líneas:

«Y ríes de mis palabras y el surtidor sonoro

de tu garganta perla como una fuente de oro.

La casa en ruinas, blanca como una niña anciana,

mi sueño sin aurora, bien cobijara hermana».

(El poema de lacasa en ruinas).

La poesía

La poesía misma es, para Auro-ra, la llave mágica que le abre el mundo no solo de las cosas —rasgo propio del posmodernismo, movimiento al que se adscribe, fundamentalmente, su obra— sino también del hombre y del pasado de su antigua estirpe hu-mana, que le trae la memoria per-dida de los siglos y le ayuda a re-encontrarse consigo misma en el torrente del tiempo y del espacio.

Así, en el soneto ‘Yo tengo un poeta pálido’, en una suerte de personificación de la poesía, equivalente a un alter ego, nos dice:

«Él es quien da a mi rostro coloración de cera,

él quien pinta en mis ojos el cerco de la ojera

y me deja en los labios sabor de eternidad».

En otras ocasiones, la autora, en-tre visionaria y surrealista, nos habla de la voz que la habita des-de épocas inmemoriales. Escu-chémosla en estos versos:

«Era…Ya no sé dónde ni

cuándo…El polvo me ha borrado los

caminos/…/Pero en un punto arcano

de mi alma hay un henchido surco de

destinos guardando la memoria de

esa voz venida a mí en idas

lontananzas... Y que alguien de una raza

que partía me dijo en oración de

extraña lengua».(Es una lengua

dulce y perdida).

De esa «Lengua de oro y de miel/ perdida en los milenios», nos vuelve a hablar en otros textos, como en el siguiente:

«La noche trae a veces un olor a jazmines.

Y en él una palabra que se prende a mis sienes

/.../ Y otra vez la palabra,

centelleando en luceros, viene a mí desde el límite

que no alcanzan mis manos».

(Escuchando la noche).

La palabra, sí, la poesía como úl-tima morada —en el sentido que da a este término la Santa de Ávi-la —, redención para la pequeñez humana.

memoria

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pintorsazo!

Hay unas cuantas espe-culaciones, conjeturas, entrevistas y propo-siciones, todo inútil-

mente interesante, exageradamente caótico y un tanto farandulero; en todo caso, agradable, honroso di-gamos… esto de la fama de papá, un hombre que supera todo eso so-lamente con su sonrisa, la más tier-na que he visto.

Mi padre nació en 1956, año en que Estados Unidos decidió detonar un montón de bombas atómicas por las puras; Aretha Franklin edita su primer álbum

con tan solo 14 años; Buddy Holly presenta su primer senci-llo, Blue Days, Black Nights. Na-cen María Isabel Pantoja Martín, tonadillera española, y Alejandro Nava, pintor mexicano. Mueren Emil Nolde, pintor expresionista alemán, y Jackson Pollock, pin-tor estadounidense. Y como dato curioso, cinco misioneros pro-testantes de Estados Unidos fue-ron asesinados brutalmente por indígenas huaorani en Ecuador, los miembros de la tribu usaron lanzas para matar y descuartizar a los hombres…

¡Mi padreSilvia Stornaiolo

FLI: «en vez de pierna de palo, pincel», pensaba

mientras en el camino uno le gritaba:

«maestro, maestro», y sentía que sus manos se

convertían en brochas al saludar modestamente;

y no, el paisaje ya no era el mismo, la ciudad se

estaba convirtiendo en enemiga, no podía ser

de otra manera, pues tantos amigos habían

cambiado el color del ambiente, «mientras menos metes mano, menos la cagas», se

decía al sentirse cada vez más lejos del lienzo; la tela ahora será cobija o sábana, el arte se está

desvaneciendo, irónico, ya ni las montañas pueden, ni las calles dejan; tiene

ganas, hambre, ansiedad, el color de la carne no está

en un tubo, el olor de la carne es lo que tuvo; ahora la dialéctica de la ternura,

a desempolvar la pasión día a día, emprender la

voluptuosa y arrolladora fantasía de amar será el

sostén y el calzón de esta envergadura.

Luigi (FLI) y Silvia Stornaiolo

un es

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Es el segundo hijo del doc-tor Bruno Stornaiolo y de la señora Ángela Pimentel. Él, doctor psicólogo clínico, se-xólogo, consultor de parejas y periodista, creador del test stornaioloalter10, que consiste en reinterpretar en positivo, y de la teoría del celofetichismo. Ella posiblemente la mujer más versátil del país: desde arreglar el cableado eléctrico hasta con-feccionar los mejores vestidos para barbie, cubrecamas de dos y tres plazas tejidos a mano, abrigos de piel y ajuares en-teros, pasteles de chocolate, fruta, vainilla, nuez, caramelo, cada uno más rico que otro, y después te preguntaba si se te antojaba una humita o una em-panadita de viento…

Tengo entendido que el afán pictórico nació con él, hubo epi-sodios que demostraron eso desde muy temprana edad, empezando por que resucitó a los dos años des-pués de una muerte momentánea, minutos en que perdió el conoci-miento, boqueó, viró los ojos y se fue, causando un terror terrible en mi abuela que, de rodillas, le reza-ba a la virgencita. Aparentemente había ingerido acetona. Sé que esos minutos él se fue arriba y vio lo que tenía que hacer acá abajo, así que decidió regresar.

Después de eso tuvo una ni-ñez tranquila, obviamente car-gada de los clásicos mimos y berrinches que aún mantienen la misma tonalidad.

A los 12 años comenzó a ha-cer caricaturas de los principales deportistas de Quito, que se publi-caban en diario Últimas Noticias; recibía cinco sucres por cada una.

En la adolescencia, el dibujo, el fútbol y la música fueron elemen-tos de gran importancia. Era un gran arquero: procuraba usar una capa para poder volar y atajar la

bola. Tocaba la guitarra en la ban-da del colegio Spellman. Sé que era muy tímido, me lo ha contado, siendo tan alhajito y talentoso, pro-bablemente pasaba por vanidoso o antipático pero no, pura vergüenza; ahora cuando conversamos me dice que era un joven sencillo pero que hoy, a estas alturas, finalmente ha descubierto el arte de la seducción.

Conoció a mi mami porque al-guien los presentó —tenía que pa-sar seguramente—, creo que fue un amor loco, bueno, eso me dicen los miles de retratos que encuentro de mi hermosa mamá: en papel, al óleo, sobre madera, tela, paste-les, carboncillo, acostada, senta-da, vestida, desnuda, disfrazada, embarazada, cantidades de ellos; supongo que así la enamoró, ella era muy libre, viajaba como si no hubiera que parar de hacerlo, no se estaba quieta, hasta que claro, aparece quien cuenta esta historia en el vientre de Nelly Witt, la bella azafata que tuvo que bajarle el rit-mo a su vida para convertirse en la señora Nelly de Stornaiolo, mujer valiente que luchó como ninguna por sacar adelante al pintor, puerta

a puerta los cuadros para vi-vir, trasnochadas en la misma pose para el retrato perfecto. A capa y espada la vi no solo ser la musa sino la heroína de la incipiente familia. Ha-bían decidido que sí se podía vivir del arte, quizás sería más duro pero más lindo, en cierto sentido supongo que fue así. Entonces compraron un terrenito en las ruinas de Rumicucho, lejos, muy lejos de la sociedad, no había más que árboles y tierra algunos kilómetros a la redonda, no teníamos agua, ni teléfono, ni luz al principio. Recuerdo una cabra y una viejita que la llevaba a casa para darnos la leche fresca. Tierno y trá-

gico, ¿verdad?, y mi papi pintaba como un salvaje y mi mami estaba ahí apoyándole con cuerpo y alma, eran felices, era yo la que no enten-día nada.

Recuerdo con inmensa nostal-gia (suspirando y cerrando los ojos) la hora de los deberes, sobre todo al principio del año cuando debía dibujar las carátulas de los cuader-nos, él las hacía, obviamente. En un cuaderno de historia dibujó a Simón Bolívar en un caballo segui-do por unos diez soldados con sus armas; mi mirada, atónita en esos momentos: ver cómo se deslizaba el lápiz Staedler HB 2 en la pági-na primera del cuaderno Norma de líneas, con tanta sencillez como si fuera fácil, encantador y mágico el movimiento de una mano que pa-recía Carla Fracci en el escenario. Y los colores... en ese momento, para mí, él estaba inventando los colores. Cómo quisiera tener ese cuaderno ahora.

Después de siete años de leche de cabra, de largas caminatas, mu-chas —‘mucha tres’, aquello que llamaba papá a un beso que nos dá-bamos bajo la luna llena mi mami,

paleta

Luigi Stornaiolo y Nelly Witt

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mi papi y yo—, la radio a pilas que entonaba un blues en el taller toda la noche de inspiración —taller cuya pared daba a la de mi cuarto y como él sabía que yo tenía miedo en las noches, usábamos una espe-cie de código de golpes en la pared: pum pum pum, él con una brocha; pum pum, yo con la cabeza de la muñeca y me quedaba tranquila—, fuimos a vivir a un edificio verde en una plaza donde también se en-cuentra la iglesia de Santa Clara de San Millán. Solíamos ir a misa los domingos, y comprábamos chupe-tes arcoíris, de esos que van cam-biando de color a medida que los vas chupando; nos encantaba po-nernos cada uno en la esquina de una cuadra y correr a abrazarnos en la mitad, para mí era uno de los momentos más emocionantes del día; para él, entiendo que una espe-cie de liberación, creo: pasaba en-cerrado en su taller pintando todo el día y esos ratos, que hacíamos como en las películas, en ‘cámara lenta’, debían representar algo así como una catarsis.

Poco tiempo fue el que pasamos en ese departamento, enseguida, gracias a mamá, fuimos a vivir a Australia, un tanto lejos, la verdad. Complicado resultó ese via-je, pero trajo muchas ven-tajas a nuestras vidas, de-jamos de ser tres, llegó An-gelita, gran ilusión a la vida de los ‘stornaiolowiltos’, el mejor regalo, una hermanita tipo muñeca.

Mi padre pintó muchí-simo, le dieron un trabajito en la corte, en la Corte Su-prema de Melbourne, debía retratar a los implicados en juicio, era majestuoso el asunto, solemne a morir: usaban una pelucas blan-cas con rulos, vestidos lar-gos estos señores de la ley, y se levantaban y sentaban

con bastante frecuencia, como en misa. Mi papi estaba ahí dibujan-do los gestos del acusado, del juez y del abogado, rapidito cambiaba de página con una agilidad única, no recuerdo cuánto le pagaban, pero enseguida desistió y volvió a la vida del tallercito, que siempre fue igual, ese territorio, dondequie-ra que fuera era exacto, olía igual, se veía igual y me daba siempre la impresión de estar en el lugar prohibido, creo que fue mi madre o el mismo Luigi que me hicieron desde siempre sentir que ese sitio no era para mí, quizá porque po-día dañar o romper algo, o porque podía causar la peor fatalidad de todas: distraer al artista, quitarle su inspiración. Ante estos dictáme-nes siempre fui muy prudente, y si espiaba por la rendija o por algún hueco en la ventana, veía desde le-jos, en esa clásica posición como que de cabeza gacha para un lado; podía entrar, claro, pero cuando me quería hacer un retrato, y era muy agradable estar ahí en ese pequeño mundo de colores, melodioso. Era fascinante advertir la llegada de la tela en blanco y a la mañana si-guiente ver un universo plasmado ahí, exacto, con las expresiones y

el manierismo atentando mi vul-nerable infancia, dándome las ra-zones tajantes de por qué hay tan-ta gente demás, y entender de una vez por todas que mi padre lo tenía todo muy claro.

Sí, quiso que yo pintara, y si in-tentó enseñarme algo a mí, no me gustaba; no, mejor dicho, no me salía, y esa frustración me sacaba de mis casillas, entonces íbamos a jugar tenis, a veces una tarde en-tera, en una cancha armada en la sala, con unas sogas en el medio que hacían de red; no tengo muy claro cómo nació este pasatiem-po pero era un gran ejercicio, si no me equivoco eran las tardes en que mamá salía a trabajar en un hospital y yo me quedaba en eso, en el intento fallido de dibujar, en el tenis que también terminaba en berrinche porque siempre me ga-naba, y finalmente el abrazo en el medio del medio que cerraba con broche de oro poco a poco la veloz infancia.

El regreso triunfal a Quito tuvo sus consecuencias, muchas de ellas positivas, como el taller en La Flo-resta, espacio donde cuadrazos como Espectáculos energumenes-cos de gente ebria en noche ple-

nilunada, Baile de amplio como de reconocido presti-gio en el medio, entre otros, fueron confeccionados.

La pintura de mi pa-dre, evidentemente está cabreada, hay un disgusto poderoso con la sociedad, y tiene toda la razón, el ser humano es una grose-ría, una menudencia, y en esta ciudad, ni se diga. Él no está cabreado, no tie-ne disgustos mayores, no pelea y se lleva muy bien con todos. Los dos me fas-cinan, a los dos contemplo con mucho respeto, me en-señó que existen esos dos Luigi y Ángela Stornaiolo

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mundos y que eventualmente hay que explotarlos.

La desnudez y la caricatura se conjugan y generan una mueca irónica que termina en asombro, en risa, en espanto, en compre-sión, o en todas. Provocar eso (sin querer hacerlo) es parte del talento de papá, los colores, la locura, la ternura, la habilidad, el círculo lú-brico del gran talento de papá.

Todo pasó muy rápido, me hice grande y madre al mismo tiempo, Tomasito, mi hijo, me recompen-só con su habilidad en el dibujo (y miles de otras cosas), cayendo yo triunfal ante aquella cabeza gacha y lanzada del lápiz frustrado de años antes, en los intentos de Lui-gi de enseñarme a dibujar.

Ahora hemos llegado a fun-dar una amistad eterna, un fuerte acolite, tenemos mucho en co-mún, y a la vez una cantidad de temas por discutir. Mi padre es

un hombre maravilloso, sensi-ble, humilde y cariñoso. Es muy inteligente, un gran conversador, algún día llegué a pensar que sa-bía demasiado, debe ser que ha tenido la suerte de estar en el

lugar correcto en el tiempo co-rrecto y de acertar cabalmente, de tener el tino adecuado. Me encanta que sea mi papá, lo amo con locura, y cabe recalcar: ¡es un pintorsazo! Eso de ley.

Luigi con su nieto Tomás Villalba Stornaiolo.

Caracteres de miseria en el quinto piso.

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... la muerte (he sugerido del

pensamiento, por la ausencia de

otros sentidos) no solo representa el estado ausente de un cuerpo, como

se lo entiende en un ámbito

sociocultural, sino, más bien, la muerte también puede ser

entendida como una teatralidad

que se manifiesta en la memoria o la

imaginación.

en lo ausente

Mientras uno adquie-re conciencia del mundo, más fuerte e innegable se hace

el hecho de pensar en lo que está ausente, recordar lo que parece muerto y haber muerto también en el pensamiento que no fue he-cho oralidad, escritura o fonema; si acaso la actividad del pensa-miento es dinámica, u otra forma, quizás, de ruido, en nuestra inte-rioridad, que se manifiesta por la misma carencia del silencio.

De cierta manera, pensar en un cuerpo ausente, como signo o ras-go de muerte, implicaría un acto sinérgico, por una parte es una instancia desde la cual se enuncia un hecho físico: reconocer que algo material ha desaparecido, mientras que, por otra, ese hecho ausente, o lo ‘que ya no está’, no solo debería ser tomado desde lo que se niega ante nuestros ojos, o a la mirada, sino en esa ausencia —llamada, en ocasiones, muerte del pensamiento— que se presen-ta con imágenes o evocaciones de lo lejano, y que surgen en medio de un angustioso encuentro con lo deshabitado.

Esto quiere decir que por nuestra subjetividad se interpe-lan dos formas de ‘muerte’: la una dada en lo físico, y la otra la que se elabora en nuestro pen-samiento; pensar que algo (¿de nosotros?) murió en el cuerpo

ausente, y que por esa experien-cia nos sentimos ausentes. Uno cree tener poder y estabilidad en el mundo mientras no hay algo que atente la sensibilidad o corporeidad, pero ¿cómo re-accionamos cuando nos suce-de lo contrario? ¿No será, más bien, el hecho de aceptar que han muerto ideas en lo ausente, acaso, en nuestro pensamiento antes que el cuerpo?

Desde esta perspectiva no muere, entonces, solo un cuer-

po, pero sí es posible decir que el pensamiento muere sobre lo que se enuncia ante los ojos como ausente, ya que, ante todo, hay una construcción, un senti-do de muerte, una conciencia de muerte, a partir de lo que se cree que no volverá, una muerte que, al fin y al cabo, se ha inscrito en las instituciones ideológicas como familia, religión, medios de comunicación. De hecho, lo que no retorna físicamente, o lo que se presenta como irrepeti-ble, es lo que marca el pensa-miento humano: la lejanía que se edifica luego de un instante, el alejamiento, no tanto de las cosas o de ciertos escenarios, sino por parte del pensamien-to: un pensamiento se aleja de otro pensamiento, y es como si dos líneas se dispersan luego de partir de un mismo punto, pues no se sabe si volverán a unirse, aunque hayan partido del mismo origen. Esa, precisamente, es la búsqueda del camino ausente, hemos partido de un origen para adquirir distintas formas de en-tender o nombrar a lo ausente, de intentar explicarnos en torno a lo que ‘ya no está’.

Así, el tiempo contribuye al distanciamiento de las cosas, de los lugares, y de nosotros mis-mos; en esos escenarios, es po-sible decir que nos hemos aleja-do de nuestro pensamiento en el

La escrituraHe nacido sujeto al discurso de la muerte

Freddy Ayala Plazarte

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cuerpo, hemos sido también cuerpos con pensamientos ausentes, aún no habita-dos por otras dimensiones de la conciencia. Por tanto, lo que se recuerda es parte ya de la lejanía, de lo que fue un sonido que solo hace ritmo en la memoria, y que, no obstante, es un rito para manifestar lo incorpórea que es la lejanía, con-vertida en imagen, evanescencia.

Un distanciamiento, si se quiere, lo suficiente para conseguir alejarnos con las cosas (pasadas) de nosotros, de lo que ya fuimos y no deberíamos volver a ser, cuando más bien ha sido nuestro propio pensamiento el que nos ha alejado de las cosas y de los instantes, las cosas estarán allí, acaso, inmóviles; ¿se han movido las cosas de nuestra interioridad, mas no en la exterioridad?

Distancia necesaria que hemos tomado para justificar un presente que, en cier-tas ocasiones, reclama mirar el pasado, por el mero hecho de que nos hayamos quedado en las imágenes y las evocaciones, como una forma de representar lo que como cuerpos ya no creemos posible hacer. Por eso, tenemos que repetirnos en lo evanescente, postergarnos al filme de nuestros propios cinemas de vida, para allí comprender que los pensamientos mueren, asumiendo que los instantes se fueron y que, a la vez, nos levantamos entre tantos pensamientos, y que mien-

palabra cruzada

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tras se van unas formas ante nuestros ojos, hay otras formas que se levantan en ese cajón de imágenes, y que, posiblemente, no alcancen a ser expresadas con las palabras, fueron tam-bién ausentes las palabras que no fueron escritas o repetidas en el instante, murieron más pensa-mientos, se volvieron imagina-rios por no haber sido recorda-dos con el lenguaje.

Sin duda, he nacido sujeto al discurso de la muerte, el hecho de tener que aceptar que los lu-gares no mueren, ni desaparecen, es el pensamiento el que mue-re y ahí mueren los lugares, los acontecimientos, las cosas o las personas. A partir de esto, me atrevo a decir que no debería-mos pensar en el recuerdo sino recordar que hubo pensamiento en el recuerdo, y por eso escri-bir se convierte en un acto de pensar en lo ausente, de recon-figurar desde un punto de vista metarreflexivo lo que se mues-tra como un saldo del pasado.

Disertar sobre la muerte del pensamiento en las cosas que nos rodean se convierte en una suer-te de relato entre el pensar ver-sus el pensar; paradójico puede plantearse esto, pero, sin embar-go, la única posibilidad es tam-bién mirar lo ausente con otros sentidos (lejanos a una mirada social), pues la mirada (social) ha generado muchas divisiones o clasificaciones que han frag-mentado identidades en la socie-dad. En este sentido, la escritura cumple con uno de esos desafíos que se han planteado en torno al pensar y retomar lo ausente, es en la escritura donde, finalmen-te, se alcanza una dimensión que trasciende el orden racional.

La escritura, por supuesto, es un acto de memoria y de imagi-

nación, donde se trata de poner a prueba las cualidades enigmá-ticas del pensamiento, empla-zamiento que se conjuga con otros sentidos: sonoros, percep-tivos, fonéticos, olfativos, ges-tuales, es decir, están ausentes los sentidos menos explorados, pero, si se toma en cuenta, son mucho más sensibles que lo bo-rroso de la mirada. No será que en el marco de la mirada privi-legiamos lo figurativo por sobre lo no-figurativo, en este último

punto es donde el pensamiento se ha ausentado, volver al orden sensible de otros sentidos, qui-zás es una manera de reconfigu-rar lo ausente.

Así, la muerte (he sugerido del pensamiento, por la ausen-cia de otros sentidos) no solo re-presenta el estado ausente de un cuerpo, como se lo entiende en

un ámbito sociocultural, sino, más bien, la muerte también puede ser entendida como una teatralidad que se manifiesta en la memoria o la imaginación: alguien ha sido advertido de su muerte porque hubo quien soñó la noche anterior en su ausencia, a partir de ese suceso el que fue advertido, quizás, no tenga un día tranquilo.

Entonces, se puede decir que la escritura también es una advertencia ante lo imposi-ble, pues adquiere sentido en la medida en que se repiten las invocaciones, son más fuertes las muertes que se muestran en imágenes que las que fueron cuerpo, porque estarán repitién-dose en innumerables ocasio-nes, angustia más lo repetitivo, pero también permite tomar una postura reflexiva e inteligible. De esta manera, la escritura exi-ge al pensamiento construir una identificación a partir de lo que físicamente es irrepetible, la es-critura es la enunciación de lo que ha muerto (en el sujeto), es el paso necesario para activar el mundo de los sentidos, de los otros rostros que tiene el pensa-miento.

Con el pensamiento he muer-to tantas veces en el cuerpo, más muertos tengo en mi pensamien-to que aquellos a los que guardo luto, me habría mimetizado en lo ausente para entender que la escritura es un acto del pensar, de la prolongación de las imáge-nes que esperan ser escritas con más imágenes, necesaria poster-gación en el camino hecho por la lejanía. Aún creo que no he alcanzado la lejanía de la escri-tura, aún no he podido ausentar-me de la misma ausencia, para encontrar ese lejano camino de los sentidos.

Mientras uno

adquiere conciencia

del mundo, más

fuerte e innegable

se hace el hecho

de pensar en lo

que está ausente,

recordar lo que

parece muerto

y haber muerto

también en el

pensamiento que no

fue hecho oralidad,

escritura o fonema...

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En épocas en donde la pi-rotecnia verbal es aplau-dida y la farándula se ha apropiado de casi todos

los espacios, es reconfortante que una escritora como Alice Munro sea reconocida. Al leer sus relatos nos damos cuenta de que su sen-sibilidad es heredera de la gran tradición del cuento, cuya línea va de Maupassant a Carver, de He-mingway a Ribeyro. No podemos dejar de mencionar a Chéjov, con quien tantos la han comparado, pero más allá de la cercana simi-litud, la obra de la canadiense es una de las más sólidas de la época contemporánea.

Los méritos de su escritura se pueden ver desde las primeras lí-neas de sus largos relatos: la pro-fundización en las almas de sus personajes, la sobria descripción de sus caracteres, el saber dibujar a personas normales, con conflic-tos cotidianos y con ello conseguir un grado de emoción que nos hace recordar que la literatura puede lograr conmovernos con episodios de las vidas convencionales, de las vidas de nuestros vecinos y ami-gos, de nosotros mismos, como tan bien lo sabía el ya mencionado Chejov.

Sus relatos se desarrollan, pre-feriblemente, en ciudades peque-ñas, rurales, alejadas de la fanfarria y el bullicio de las grandes urbes; espacio éste favorito de los escri-

tores modernos. No creo que haya un afán de diferenciación en ella, pero sí una conciencia clara de que la contingencia narrativa puede darse donde sea. Mucha de la críti-ca nacida de la Academia condenó el espacio rural como posible. Con Munro se demuestra que no, y que cierto anhelado cosmopolitismo sólo es un pretexto para la falta de talento y de riesgo literario; nos re-cuerda que la literatura está en la reflexión de la condición humana, no dónde ésta se desarrolle. Como los grandes escritores, Alice Mun-ro apela a descifrar las grafías que nos constituyen, esas que pasan ig-noradas o son incomprensibles, y que el artista está en obligación de traducir.

Las mujeres son personajes per-manentes de sus cuentos, y sobre muchas de ellas hay una marca de violencia, de opresión; la crueldad no está ausente en sus vidas. En algunas de esas narraciones nos sorprende la manera de tratar esa

violencia. La distancia que logra Munro con sus personajes es puro equilibrio, un poco más allá y se-ría frialdad, un poco menos y sería cursilería. Lo que nos muestra en esa apelación a ese clima de vio-lencia, es que éste va ocupando cada vez más sitios, dejando pocos para la compasión, la solidaridad, el amor; sentimientos que aún son posibles, aunque a veces no sepa-mos reconocerlos.

nobel 2013

César Chávez Aguilar

Alice Munro, la herencia de narrar

César Chávez Aguilar(Tulcán, 1970). Estudió Dere-cho en la Universidad Central

del Ecuador. Cuentos y ensayos suyos han sido publicados en

revistas nacionales e internacio-nales como: Línea imaginaria,

Letras del Ecuador, Ourovouros, Encuentros (Revista Nacional de Cultura), Rocinante, Guaraguao, Kipus. Participó en el ‘Congre-so Internacional Pablo Palacio, Jorge Icaza y las vanguardias’

(Quito, 2006), y en el Encuentro Internacional ‘Quito Ciudad de Letras’ (2013). Ha realizado in-vestigaciones bibliográficas para

el Municipio de Guayaquil y para el Centro Cultural Benjamín Carrión de la ciudad Quito, del

cual es actualmente bibliotecario. En el 2012 publicó Herir la per-fección. Es coautor además del libro Solo ella se llama (2013), homenaje a Marilyn Monroe.

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Elicura Chihuailaf es el más famoso de los poetas indígenas mapuches de Chile.

Nacido en la indomable Araucanía, ‘exiliado’, como dice, por años

en las ciudades donde estudió, regresó a su tierra natal y se

convirtió en la voz de los mapuches.

¿Qué significa ahora ser mapu-che en Chile?

Hay una falta de comunicación y de comprensión entre el pueblo chileno y el pueblo mapuche, y cualquier progreso que se hubiera verificado, no es lo que esperába-

* (Tomado de http://verbiclara.word-press.com. Apareció originalmente en el periódico griego Libertad de prensa. Tra-ducción del griego de Jaime Svart)

mos. Fuimos un país con tierras muy vastas entre lo que hoy es Chile y Argentina. Vivimos siglos de resistencia contra el imperio es-pañol, que era tan poderoso enton-ces como ahora es el imperio ame-ricano. Doscientos años después continúa la ocupación de nuestras tierras por parte de Chile y Argenti-na. La historia chilena oficial indi-ca 1883 como el año de consolida-ción de la llamada Pacificación de la Araucanía, que no fue otra cosa que una intervención: una invasión con masacres, muertos, desapare-cidos, que redujo de manera dra-mática nuestras tierras y diezmó a nuestra población. Para mí, hay

dos períodos catalíticos en la histo-ria de esta relación entre Chile y el país de los mapuches. En 1883 se impone la ‘pacificación’ de los ma-puches y en 1973, año del golpe, entra en aplicación la ‘pacificación’ de los chilenos, con todo lo que re-vela relativamente a las relaciones históricas. En las noticias, en vez de pacificación, vemos una guerra no declarada contra los mapuches. Porque nosotros hoy representa-mos un obstáculo importante con-tra el capitalismo y el neoliberalis-mo. Mapuche significa ‘pueblo de la Tierra’: consideramos la Tierra como nuestra madre y todo lo in-herente a la naturaleza, desde las

El tiempo que sueña, que nos soñamos que nos sueña

La Palabra surge de la Naturaleza y retorna al inconmensurable Azul desde donde nos alegra y nos consuela. Cuando la Palabra cree / imagina interrogarse no es sino lo innombrado que la interroga para sacudirla para desempolvarla, para intentar devolverle su brillo original. ¿Para qué entonces el deseo de decirlo todo si, como en un tejido, el Ahora —en el tiempo circular— existe y se completa con las hebras del ayer y del mañana? Así nos dice el tiempo que sueña que nos sueña. Que soñamos.

Elicura Chihuailaf: ‘Somos guerreros por ternura’ Cristina Patzou

Periodista griega

Entrevista al poeta mapuche*

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piedras y los ríos hasta las plantas y los insectos, tiene el mismo va-lor que el nuestro. La Madre Tierra nos ofrece lo que necesitamos para vivir. ¿Qué hija y qué hijo no se le-vantaría para defenderla cuando la amenazan, la saquean, la arruinan?

¿Un obstáculo tan peligroso para que se les dé a vosotros la caracterización de ‘terroristas’?

En el planeta globaliza-do hay todas las oportunidades para consolidar el saqueo de la tierra de parte de empresas nacionales y multinacionales. Construyen represas inundando territorios enteros y lugares sagra-dos. Enormes industrias de la ma-dera imponen cultivos artificiales de abetos y eucaliptos que consu-men grandes cantidades de agua y desaparecen hierbas medicinales e insectos, arruinando el ecosistema. A nosotros, que nos oponemos a

la usurpación de nuestras tierras y al saqueo de la naturaleza, nos arrastran a juicios basados en la ‘ley antiterrorista’ que impuso el dictador Pinochet y hasta ahora no ha sido revocada. Hoy hay unos 32 presos políticos mapuches. Se trata de juicios falsos con ‘testimonios sin rostro’ —como los llamamos porque declaran encapuchados— y con ‘pruebas’ defectuosas, como revela el hecho de que al final mu-chos fueron liberados de las acusa-ciones. Ellos nos llaman ‘terroris-tas’ y yo digo que somos ‘guerreros por ternura’ porque nos levantamos defendiendo la Madre Tierra.

Dicen que los poetas son melan-cólicos y los militantes optimis-tas. Usted, como poeta militante, ¿cómo vislumbra el futuro de sus luchas?

Soy un ‘optimista escéptico’. Escéptico porque veo que el capita-

lismo toma formas nuevas, pero si-gue siendo capitalismo y en efecto soberano y salvaje, provocando los mismos dolores en todas partes del mundo. La situación que está vi-viendo mi pueblo, la tienen también otros pueblos en México, en India, Italia o Grecia, etc. En relación con mi optimismo, este aumenta en el grado en que hay posibilidad de encuentros como estos en diversos rincones del mundo, con la posibi-lidad de que los pueblos conversen dejando atrás obstáculos y murallas que levantan los estados. Porque los Estados se refugian en fronteras y banderas, pero nosotros sabemos que tienen dueños, que son pocos, pero cada vez más feroces. Cuando tengo la posibilidad de conversar con jóvenes, veo una voluntad de cambio y en particular, un regreso a la memoria y esto me hace muy optimista.

Se referió a similitudes entre lo que vive Grecia y su pueblo.

Tuve el privilegio de llegar a un país de una civilización admirable, que ha influido distintamente en la cultura occidental, en un momento extremamente difícil. Tenemos una relación enorme con Grecia, en el sentido en que seguimos creyendo en la razón y en la palabra como instrumentos fundamentales. No hemos perdido nuestra memoria. Con esta razón podemos tocar el espíritu de cada persona en cual-quier rincón del planeta y abrir un diálogo. Es la palabra que nos per-mite unirnos en los sueños que no se perdieron, sino se dejaron como herencia a las nuevas generaciones. En un momento difícil en el que las tragedias y los dramas aumentan, tenemos la posibilidad de cons-truir juntos un sueño más viable, perpetuo y estable de lo que hemos imaginado hasta ahora. Con esto, quiero decir al pueblo griego que no está solo. No estamos solos.

magnetófonoSueño azul (fragmento)

Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas. Los insectos cumplen su función. Nada está de más en este mundo. El universo es una dualidad: lo bueno no existe sin lo malo. La Tierra no pertenece a la gente. Mapuche significa Gente de la Tierra —me iban diciendo. En el otoño los esteros comenzaban a brillar. El espíritu del agua moviéndose sobre el lecho pedregoso, el agua emergiendo desde los ojos de la Tierra. Cada año corría yo a la montaña para asistir a la maravillosa ceremonia de la naturaleza. Luego llegaba el invierno a purificar la Tierra para el inicio de los nuevos sueños y sembrados. A veces los guairaos pasaban anunciándonos la enfermedad o la muerte. Sufría yo pensando que alguno de los mayores que amaba tendría que encaminarse hacia las orillas del Río de las Lágrimas a llamar al balsero de la muerte para ir a encontrarse con los antepasados y alegrarse en el País Azul. Una madrugada partió mi hermano Carlitos. Lloviznaba, era un día ceniciento. Salí a perderme en los bosques de la imaginación (en eso ando aún).

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El capítulo inédito deAbaddón el exterminador, de

Lupe Rumazo

En ‘Sobre la fealdad de Sartre’ hay un entrecruce fílmico de planos

de toda índole: de lo cotidiano,

de lo muy subterráneo, de lo

sobrenatural; un tránsito por esa

imbricación que se ofrece como

caospero que de

todas maneras algo genera: un

observatorio del Mal elevado a la

potencia de lo creador y de lo

divino.

Sábato

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‘Sobre la fealdad de Sar-tre’, capítulo inédito de Abaddón el extermina-dor, de Sábato, pieza

única en la hemerografía literaria americana, más que una primera versión de alguno o algunos de los otros textos del libro, es un camino nuevo que se bifurca y que si bien trata ciertos de los temas fundamen-tales de la novela ofrece sus propios aportes sustantivos.

Hay así una acentuación en el papel del intelectual visto desde la figura controvertida de Sartre; de la impasibilidad del escritor frente a la crueldad de la vida que de to-das maneras liquida y mata, aun al niño —tema ya develado por Dos-toievski y asumido con rechazo to-tal por Sartre en La náusea—; de la incomprensión del neófito o del a medias enterado de lo que significa ser un intelectual; de la culpabilidad intrínseca del propio literato. Es por esto que nombra al escritor mártir y testigo de su tiempo.

Nueva teodicea

Desde esta nueva captación del au-tor, que parte de algunos conceptos del existencialismo, arriba Sábato a la forja de una teodicea, propia del tiempo actual. Nace ya no directa-mente del libro sino del cine, que es ahora inagotable alimento del joven, más que la literatura o el saber mis-mo. La cinematografía convulsa, atropellada, violenta y que se nutre de un acervo mutante, vario, que va del neorrealismo italiano al siempre reiterado cine francés y, finalmen-te, al sueco, colma el paroxismo de la juventud. De esa visión se pasa al absurdo inventario de la polis, ejemplarizada en Buenos Aires y su guía telefónica, con personas prove-nientes de todas partes: judíos, pola-cos, alemanes, rusos, con apellidos alterados como si se hubiera produ-cido un cóctel humano. Todo esto

para mostrar una suerte de teodicea a la que daría el nombre de Losuar, exactamente como la sala cinemato-gráfica de ese nombre. Esa teodicea que habla directamente de Dios y de la trinidad —los tres cines: Losuar, Lorraine y Loire— y del mundo —«una sinfonía en la que él toca de oído»— y que es el resultado de un molestoso, se amplía en su con-cepción al incluir al universo. Mas aún éste no puede ser sino ‘una joda sideral’, voluminosa como el diario Clarín y de la cual a este planeta le ha tocado una sección, seguramente la más ‘mersa’, o sea la más vulgar de todas.

El Mal

Es así indudable que en las páginas inéditas se desarrollan puntos origi-nales, álgidos, tremendos: tal la ob-sesión de Dios y el mundo, esta vez vistos al trasluz de la cinematogra-fía, y el ser humano desdoblado en sus conflictos traumáticos, pasiona-les, como advierte el cineasta y Dios también indirectamente procreador de esas realidades. Se presenta así una acentuación del Mal desde la divinidad, esta vez carnal así sólo se la insinúe —es el ser que contempla y tolera todo— y en cambio sí se la comente ampliamente en torno a la naturaleza humana. La creación es vista, por otra parte, a través de los nombres, es decir, como una polu-ción que vive esta trágica realidad. La fealdad de Sartre sería la feal-dad de la vida y quizás algo peor: la fealdad de Dios.

¿Cómo lo recibo?

Así, de esa manera fragmentaria, en-capsulada en la enumeración, hice un resumen del capítulo inédito ‘So-bre la fealdad de Sartre’ que Sábato me regaló en la visita que le hiciera a su residencia en Santos Lugares en 1975, casi un año después de la

ausencia de mi madre, Inés Cobo de Rumazo. Describo esa escena en mi novela, tan agónica, Carta larga sin final. Mi peregrinación de entonces, pues ese sentido tuvo de encontrar alguna respuesta a tanto dolor, halló en efecto no sólo la consolidación de una amistad sino la recepción, de mi parte, de un capítulo invalorable que haría fijaciones justamente en la temática de la muerte, del Mal. Fue un regalo excepcional y para perdurar, en el que puso una dedi-catoria aun más especial. Escribió así: «A Lupe Rumazo, la primera versión de un capítulo de Abaddon. Con todo afecto y admiración. Er-nesto Sábato. S. Lugares, agosto de 1975».

¿Qué significa?

Ante un capítulo de naturaleza única, comparable a Mobile, de Michel Butor, en su desarrollo de múltiples aperturas, en su au-sencia de planteamiento, es fun-damental pensar, ya en términos estrictamente literarios, ¿qué sig-nifica ‘Sobre la fealdad de Sartre’?

Esa maqueta inacabada del capítulo de Sábato, esa combina-toria sin término o por lo menos parcialmente utilizada, ese pen-samiento que insiste y desiste en sus afirmaciones —tal la reunión de Sábato en casa de la Beba, mi-crocosmos de una realidad vital e intelectual—; esa continuidad destruida, pues Sábato opta por irse de ese núcleo que lo interro-ga y acosa, se corresponderían no sólo con la esencia de lo que significa un proyecto o un borra-dor de libro, sino que constituirían material importante para la crítica actual.

Conscientes de que en la lite-ratura contemporánea, bien en el tratamiento, bien en la creación misma, se ha eliminado en buena parte el concepto de ‘desarrollo’

geografías

Page 34: Revista Casa Palabras N° 7

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—tan definitorio en el ‘buen’ rela-to de la retórica antigua— o con-cebido éste como una variación apenas sucesiva y otorgándole al capítulo inédito esa muy nueva condición de fragmentarismo y más que eso de productividad de lo que más tarde aparecerá en el libro Abbadón, queda sustentada la percepción de que estamos, lo haya querido o no Sábato, ante un texto, como lo definen Ducrot y Todorov, o sea ante un ‘poder ge-nerador’.

Es lo que encuentro en ‘Sobre la fealdad de Sartre’: un motor que se irradia y luego ya plenamente estructurado se pone a hablar en el volumen; una percepción vi-brante que no siempre es aceptada en integralidad por el propio Sá-bato y que no obstante ha permiti-do la creación posterior. Y es que todo procede de un núcleo —en este caso del familiar o del amis-toso—, suerte de mónada, que en cierto sentido ‘representa al uni-verso entero’, el de Sábato, puesto que en ella están Sartre, su obra y sus posturas; el ser del escritor y del intelectual; el Premio Nobel y sus interioridades; los personajes de Abaddón y de Sobre héroes y tumbas, que aun se rebelan contra el autor como en Niebla, de Una-muno; los escritores y sus obras; el mundo de la radio y de la pren-sa; el cosmos de la Iglesia católi-ca; las doctrinas; la angustia y el psicoanálisis; las nacionalidades; y sobre todo la nueva teodicea.

La civilización del espectáculo

Ya en 1994 Fernando Arrabal —mucho antes de que Vargas Llosa con su advertencia de la civili-zación del espectáculo se hiciera presente, pero veinte años des-pués de lo que Sábato para sí mis-mo escribiera— se refiere a «La

sociedad del espectáculo, pues todo lo sentido o vivido se aleja de nosotros con su representación (…). El espectáculo del infierno moderno descubre la relación so-cial entre los seres mediatizados por las imágenes que nos rodean (…). El infierno se ha vuelto mo-derno… es decir ¡modesto! He-mos alcanzado una igualdad de desgracia blanda en la cual se in-tegra lo espectacular».

En suma, que en los tres vi-dentes —Sábato, Arrabal, Vargas Llosa— hay una misma captación y en ‘Sobre la fealdad de Sartre’ un entrecruce fílmico de planos de toda índole: de lo cotidiano, de lo muy subterráneo, de lo sobre-natural; un tránsito por esa imbri-cación que se ofrece como caos pero que de todas maneras algo genera: un observatorio del Mal elevado a la potencia de lo crea-dor y de lo divino.

Es por esto que pienso que la gran inquisición de Sábato es fundamen-talmente lo moral. Y dentro de lo moral, indudablemente el Mal, con mayúscula y con nombre propio: Abaddón el exterminador y ‘Sobre la fealdad de Sartre’. Antes ya lo había tratado en El túnel y en Sobre héroes y tumbas. Y siempre dentro del terri-torio de lo desconocido, del misterio y del tiempo.

Y es que aquí, en ‘Sobre la feal-dad de Sartre’, es indudable que existe una memoria de una época —cómo se la vive, cómo se la en-tiende—; de una cultura —la visual y la literaria—; de una historia —la que se detiene en la tradición y la que ocupa alocadamente una mo-dernidad—; de las identidades que o bien se colectivizan, se diluyen o bien tratan de persistir con profundi-dad —las de Sartre y Sábato—; de las creencias, se las tenga o no y a las que he transcrito no literalmente sino como pide Todorov, ejemplar-mente. No como ‘buena lección’ o aprovechable discurso, sino como posibilidad interpretativa: «fundar la crítica de los usos de la memoria» ya no en una lectura literal, sino en una ejemplar, o sea justa, como pide el filósofo; y en ese sentido, siguiendo la pauta por él establecida, establecer yo una continuidad o circularidad de El túnel, a Sobre héroes y tumbas, luego a Abaddón el exterminador y, finalmente, a ‘Sobre la fealdad de Sartre’. Y de la vinculación de Sába-to con esos textos, lo quiera o no; con todos ellos, sin dejar ninguno; del ser suyo, en uno y otros, siempre admi-rablemente presente, así haya queri-do a uno de ellos olvidar. Y es que en todo caso, en acorde final de majes-tuosa sinfonía, «si su vida sucumbió ante la muerte, la memoria ha salido victoriosa en su combate contra la nada».

Tomado de diario El Nacional, Caracas, 8 de diciembre de 2013

‘Sobre la fealdad de Sartre’, capítulo inédito de Abaddón el exterminador, de Sábato, pieza única en la hemerografía literaria americana,

más que una primera versión de alguno o algunos de los otros textos del libro, es un camino

nuevo que se bifurca y que si bien trata

ciertos de los temas fundamentales de

la novela ofrece sus propios aportes

sustantivos.

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33

Marcel Proust: cien años después deEn busca del tiempo perdido

El 14 de noviembre de 1913, con su propio dinero, Marcel Proust publicó Por el camino de Swann, el primero de los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu), una desmesurada saga que se publi-có entre 1913 y 1927; en este último año se editó El tiempo recobrado, cinco

años después del fallecimiento del escritor.André Gide, que trabajaba para la editorial Gallimard, se arrepentiría toda su vida por haber rechazado el manuscrito del primer tomo; pero la casa editora

remediaría ese error publicando en 1919 A la sombra de las muchachas en flor, ganadora del premio Goncourt de ese mismo año.

Como señala Félix de Azúa, «el inmenso retablo se presentó al juicio de los lectores anteriores a la Primera Guerra con un fragmento que hacía imposible adivinar el conjunto. Su escala iba a ser desmesu-rada, más de tres mil páginas, y habría sido quimérico predecir que

aquellas inaugurales teselas se insertarían años más tarde en un mosaico gigantesco donde jugarían un papel esencial, pero im-predecible».

En Proust, es el lenguaje el que transustancia la memoria y la realidad. Y la memoria asombrosa va dictando el ritmo

del lenguaje proustiano para sumergirse en las profundi-dades y realizar una novela-mundo donde late siempre el pulso de su época. Su obra es monumental, compleja. Una síntesis de la memoria y el tiempo. Un esfuerzo incansable por burlar el olvido y la muerte y dejar una señal que le salve de la nada. Y se convirtió en un clásico.

La Recherche tiene una belleza literaria extraor-dinaria, una sutilidad psicológica deslumbrante,

una inteligencia inusitada. Es una catedral de palabras construida con los materiales de

los recuerdos, el tiempo y los sueños. Y como Proust mismo lo dice: «El úni-co viaje verdadero, la única fuente de la juventud, no será visitar tierras extrañas, sino poseer otros ojos, contemplar el universo con los ojos de otro, de cientos de otros, contemplar los cientos de univer-sos que cada uno de ellos mira, que cada uno de ellos es».

aniversario

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«Cuando se es una escritora pertene-ciente a la tradi-ción inglesa, una

debe ser consciente y sentirse agradecida de un patrimonio que significa no tener que luchar como mujer para ser publicada y

valorada. En Inglaterra las muje-res se han ganado la vida como escritoras desde hace siglos y, a veces, protestando con energía contra su destino. Mi agradeci-da conciencia de este patrimonio es la razón por la que suscribo la máxima de Virginia Woolf,

según la cual las escritoras serán libres cuando, sentadas a escri-bir, no piensen si escriben o no como mujeres». Esas son pala-bras de Doris Lessing, escritora inglesa nacida en Persia (actual Irán), narradora autobiográfica en la mayor parte de su obra, y

Doris Lessing: rebel girl hasta la muerteJavier Lara Santos

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sin embargo comprometida con la causa de la literatura más allá de supeditar su trabajo a la lucha política y el activismo, como lo hizo en la primera mitad del si-glo XX, cuando se unió al Par-tido Comunista para luego darse cuenta de la farsa y el abuso del régimen de Stalin, separándose de las filas militantes para dedi-carse exclusivamente a la litera-tura; si bien El cuaderno dora-do la llevó a la fama, tenía a su haber ya nueve libros publicados antes, entre novelas y poemas. Y ese sólo era el comienzo.

De manera parecida a la expe-riencia africana de Karen Blixen, nombre original de la escritora Isak Dinesen, Doris May Tayler, es decir, Doris Lessing (el ape-llido es por su segundo esposo) retrata las relaciones humanas con un rigor y un hilo fino que sólo se encuentra en los grandes y empedernidos lectores, pues la escritura, más que un acto de en-trega, es un acto de recepción y retribución con lo que se ha leído —un lector que escribe es mucho más idóneo que un escritor que lee, primero está el destino es-cogido e inexorable de formar-se como lector para poder tener una idea del mundo y luego, del mundo de la literatura—; como decía, las dos autoras coinciden en su obra africana, en sus re-laciones amorosas en el conti-nente, y en su huida para luego terminar en el primer mundo, en diferentes tareas pero nunca des-asociadas de las letras.

El cuaderno dorado es, sin duda, una lectura recomendable, y testimonio a manera de crónica de su generación, y de su con-dición como mujer dentro de la sociedad de la primera mitad del siglo XX. Anna Wulf, el perso-naje, es una escritora divorciada y militante comunista. Ella, en

su condición, busca una nueva manera de interpretar y a la vez renovar la realidad que la rodea. En definitiva, busca una salva-ción, como casi todos los per-sonajes de novelas memorables, con sus contrapartes, los que buscan la perdición; pienso aho-ra mismo en Geoffrey Firmin, el exconsul británico y alcohólico de Bajo el volcán, la novela de Lowry. Pero en este caso, Anna se dedica a escribir varios cua-dernos, los cuales son dedicados a un tiempo de su existencia, a manera de diarios pero regis-trando todo, reflexiones que van más allá de la mera contempla-ción intimista que caracteriza a los ‘diarios’ comunes que escri-biría cualquier chica joven. Sin embargo, y como suele suceder con los escritores comprometi-dos, comprometidos con la lite-ratura, me refiero, ella no logra poder verter todo el contenido ni la fuerza de éste en lo que redac-ta en esos cuadernos; no llegan, como ella pensaba, a tomar la forma de lo que ella realmente es y siente. Así decide comen-zar con la redacción de un cua-derno dorado, donde su meta es plasmar todos los cabos sueltos de su vida y sus circunstancias, a manera de registro totalizador, pero a la vez con la cercanía de un confidente. Y esto, la escrito-ra lo puede llevar con una maes-tría innata, de lo particular a lo universal, problemas de la hu-manidad en todos sus sentidos, como dice el escritor boliviano Fernando Molina: la novela «es una reflexión sobre las múltiples dimensiones (no muy sanas, en su mayoría) del compromiso po-lítico».

La vida de esta escritora, Pre-mio Nobel de literatura 2007 y que falleció en 2013, fue un via-je sin retorno y una lucha con-

tinua donde sus valores son sus propias acciones, como bien ella demostró desde que deci-dió que su vocación y su misión en el mundo era ser escritora y con esto, aportar a la universali-dad para que el mundo tenga un poco más de luz, con un sentido de parodia, también, en su obra; la intención de esta escritora es la de desentrañar los problemas primordiales de la humanidad y su interacción cuando la historia es la que está en proceso.

También se podría hablar de libros como ‘memorias’ que real-mente no llegan al nivel magis-tral de El cuaderno dorado, sin embargo, su obra, en conjunto (más de una treintena de novelas, difícil nombrarlas a todas acá) es un trabajo sostenido de compro-miso primero con la literatura en sí misma, y luego con lo que pueda derivar de ella, como la reflexión, y algunas veces la de-nuncia; sin duda, una gran mujer para un tiempo como el nuestro. Así, para el que sea un adepto de los buenos trabajos literarios, bienvenido al universo Lessing, y salud por su legado, por su me-moria, que no es la muerte como lo es el olvido, parafraseando a Borges.

nobel 2007

Javier Lara Santos

Quito 1978, ha publicado Del aca-bose antología imaginaria, (poe-sía) en el 2008, Tratados de ocio-logía (cuentos) en el 2009 (libro premio del Ministerio de Cultura); coordinó la antología de poesía ecuatoriana contemporánea Tickets de ida y vuelta en Arequipa, Perú, con Cascahuesos editores, Islísima que seremos es su segundo poema-rio, lanzado en la red. Actualmente ejerce como articulista de cultura en diario El Telégrafo.

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Un hombre con abrigo largo y mirada furtiva persigue a su

próxima víctima. Escon-de el arma en la cintura y trata de pasar inadvertido. Frente a él, una mujer, sin ninguna prisa, llega a la puerta principal del hotel, en el vestíbulo ella dobla

a la izquierda e ingresa al casino. El salón principal está lleno de luces. Una lámpara de cristal pende del techo.

Las máquinas tragamonedas suenan con alegres tintineos en un extremo, mientras que en el otro las ruletas giran con un ruido monótono.

La mujer acelera el paso, luego se detiene, parece dudar, pero de inmediato escoge la ruleta del centro, rodeada de pocas personas. Comienzan a apostar. El crupier, con una sonrisa fría, anuncia: «no va más», y la ruleta gira a gran velocidad.

El hombre con abrigo largo pasa cerca de ella, la mira y se dirige a la barra. Ordena un vaso con whis-ky y lo consume de un solo sorbo, pide otro y mira con atención hacia la ruleta del medio.

La mujer se distingue por su cabellera negra que cae sobre los hombros y una pequeña blusa blanca con escote bajo.

El hombre no pestañea, tiene la mirada fija en la mesa del centro.

La mujer cambia un fajo de billetes sobre la mesa de juego y apuesta todo al color rojo.

Una pequeña orquesta inicia unos tangos en sordina que nadie escucha.

El encargado del bar dice:—Ella está ganando mucho.—¿Quién es? —pregunta el hombre con abri-

go largo.—No conozco su nombre. A veces viene aquí.—No le creo —dice con animosidad—.¿Está sola?—Seguro. Y tiene mucha suerte.La gente se aglomera alrededor de la mesa.

Dos jóvenes atraviesan el salón hasta llegar al bar. Uno de ellos comenta:

—Nunca vi semejante racha. Diez veces ha ganado con su apuesta al rojo y solo tres ha per-dido.

—Me da mala espina —dice el otro—, está apostando a lo grande, debería parar o algo su-cederá.

última jugada

Rubén Darío Tinajero

La

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relato

Beben whisky de los vasos y rápidamente regresan a la mesa de juego. Se oye un barullo inusitado, la mujer apuesta todas las fichas acumuladas.

El crupier indica que no puede aceptar esa cantidad, la apuesta excede lo permitido.

El hombre con abrigo largo se ubica detrás de ella, casi sobre sus hombros y dice:

—¡Qué clase de casino es este! El crupier sorprendido responde:—Son las reglas del juego. Pediré autorización.Después de un instante de silencio, las dos miradas

se cruzan: la furtiva y rapaz del hombre con abrigo lar-go, la fría y tensa de la mujer con blusa blanca.

El crupier hace una consulta al supervisor y regresa.—Hagan sus apuestas, la mesa cubrirá hasta treinta

mil dólares. ¿Está decidida?Ella duda un momento y contesta:—Todo al rojo. El crupier hace girar la ruleta. Envía la bola por el

borde superior y se cruza de brazos.Ella se inclina sobre la mesa, los labios apenas se

separan, la luz refleja sus dientes esmaltados.Por la pendiente de la rueda, la pequeña bola

salta entre los cromados ribetes, el ruido es casi imperceptible.

Después de varios minutos, que parecen intermina-bles, la ruleta disminuye su marcha, hasta que se detiene por completo.

—Treinta y tres negro —dice el crupier sin interés. Recoge las fichas con el rastrillo y ordena en pequeños montones.

La bola de color blanco marfilado descansa en la ru-leta, el undécimo número a partir del doble cero.

Ella echa atrás la cabeza y tiene una sensación de alivio inexplicable.

El hombre con el abrigo largo asegura el arma y se retira con lentitud.

Afuera, la niebla rodea el lugar, apenas se puede re-conocer al hombre con abrigo largo, su cara parece una mancha negra, inescrutable.

Camina unos pasos hasta perderse en la oscuridad, después de un corto trecho encuentra unos arbustos y se oculta tras de ellos, para evitar que alguien le re-conozca.

Ella atraviesa el mismo sendero, solo escucha el repiquetear de sus tacos, cada vez con más intensi-dad, hasta que cruza la calle y llega a una casa de estilo rústico, rodeada de un jardín que emana un olor a geranios y jazmines. Abre la puerta principal e in-gresa. El segundo piso se ilumina de inmediato.

El hombre tras el arbusto observa la figura de ella a través de la ventana: espera algunos minutos, aten-to, con la mirada fija y abandona ese lugar. Su paso es resuelto, cruza la calle y llega a la casa de estilo rústi-co. Observa los alrededores, con movimientos lentos de su cabeza constata que no hay nadie. La calle está silenciosa y se respira un aire fresco, invernal. Tim-bra con resolución. Aguarda algunos minutos. Insiste otra vez. De pronto la puerta se abre.

—¡Ah, eres tú!El hombre ingresa en silencio, sin emitir ninguna

palabra y sigue por el mismo pasillo que ella recorre. Su figura es esbelta y delgada. Ahora está cubierta por una salida de cama, que muestra sus formas sen-suales.

—Te dije que apostaras según lo acordado. Todo al treinta y tres negro.

Él la empuja sobre la cama, desenfunda el arma. Y un sonido ensordecedor retumba ese instante.

Rubén Tinajero Ubidia

Médico internista y exprofesor universitario, realizó estudios de posgrado en Noruega e

Italia y ha publicado varios trabajos científi-cos en revistas nacionales y extranjeras. Ade-más, ha incursionado en literatura y ha publi-cado el libro de cuentos El vacío y la novela

Barniz de sueños.

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38 Ecu

ador

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39

La 23 Feria Internacio-nal del Libro Cuba 2014 (FIL) se realizará en La Habana del 13 al 23 de

febrero. El país invitado de honor es Ecuador y la diversidad de cul-turas que lo conforman.

La Feria estará dedicada a la es-critora Nersys Felipe Herrera, Pre-mio Nacional de Literatura 2011, y al historiador Rolando Rodríguez García, Premio Nacional de Cien-cias Sociales, 2008. También se rendirá homenaje al 200 Aniversa-rio del Natalicio de la gran escri-tora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda.

La sede principal será la Forta-leza de San Carlos de la Cabaña, edificación del siglo XVIII que se levanta en la Bahía de La Habana, frente al centro histórico de la capi-tal, declarado por la Unesco Patri-monio de la Humanidad en 1982. También funcionarán otras sedes de la feria en instituciones cultura-les del municipio Plaza de la Re-volución, en el centro de la capital cubana.

Una vez concluido el evento en La Habana, la FIL se extenderá a todas las provincias del país y será clausurada el 9 de marzo en Santiago de Cuba.

Por su repercusión pública, la Feria Internacional del Libro es considerada el evento cultural más importante que se realiza en Cuba y cuenta con una masiva afluencia de lectores. Convoca a numerosos profesionales de la industria del li-bro y a importantes personalidades de los ámbitos literario, artístico y académico, tanto cubanos como extranjeros; despliega, además, un vasto programa de actividades que enriquece la variada muestra edi-torial que se expone y comerciali-za en sus espacios.

Una importante presencia ten-drá Ecuador en esta feria interna-E

cuad

or feria en la

Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, La Habana, Cuba.

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cional, en la que montará un stand con las publicaciones de las editoriales naciona-les, especialmente la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que aportará con alrededor de 100 títulos.

Acompañará una delega-ción de intelectuales que de-sarrollará una amplia agenda con conferencias, lecturas, paneles, talleres sobre histo-ria, poesía, novela, cuento, ensayo, ciencias sociales, lite-ratura infantil, edición e ilus-tración de libros, etc.

El Presidente Constitu-cional de la República, Ra-fael Correa Delgado, abrirá el programa ecuatoriano con la conferencia ‘El buen vivir en el Ecuador’ y la presenta-ción de su libro Ecuador: de Banana Republic a la No Re-pública, editado por Casa de las Américas.

Asimismo se estudiará la obra de Pablo Palacio, César Dávila Andrade, Humberto Salvador, Jorge Icaza, Bolívar Echeverría, Justino Cornejo, Benjamín Carrión, Nelson Estupiñán Bass, junto a la obra de escritores actuales, nuevos narradores y poetas ecuatorianos y escritores de literatura infantil.

Entre los intelectuales que conforman la delegación oficial están: Abdón Ubidia, Andrés Cadena, Jorge Dávila Vásquez, Luis Carlos Mussó, Alfredo Noriega, Iván Oñate, Raúl Serrano, Javier Vásconez, Antonio Preciado, Raúl Valle-jo, María Fernanda Espinosa, Leonor Bravo. (P.H.C.)

Pablo Palacio

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Páginas escogidas

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A cada hombre hará un guiño la amargura final

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Poesía escogida

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Ecuador, mi país, esmeralda del mund

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Ensayos

casa

El trópico esun fusionador

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Benjamín Carrión

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La Casa de la Cultura Ecuatoriana y Casa de las Américas de Cuba unieron esfuerzos para

tener una importante presencia en la Feria del Libro, basándose en un convenio marco suscrito por las dos instituciones.

Colaboramos en la coordina-ción para la publicación de libros impresos en Cuba como: Ecua-dor: de Banana Republic a la No República, de Rafael Correa Delgado; Escritos históricos de Eloy Alfaro (editado por Casa de las Américas); La madriguera, de Abdón Ubidia; Leonor, de Miguel Donoso Pareja; Los últimos hijos del bolero, de Raúl Pérez Torres; Páginas escogidas de Pablo Pala-cio; Poesía Escogida de Jorge Carrera Andrade; Ensayos de Benjamín Carrión (editados por Casa de las Américas).

Igualmente imprimimos los libros para la colección Te-rraNostra de la CCE: Pujato, de Gabriel Cortiñas (Argenti-na) y Domingos sin Dios, de Luiz Ruffato (Brasil), los dos Premio Casa de las Américas

2013; Teatro en las fronteras, de Arístides Vargas con el que co-menzamos nuestra colección de este género .

Se presentarán también nues-tras ediciones de Eloy Alfaro y Cuba en el siglo IXX, de Germán Rodas y Saberes y tecnologías ancestrales, de María Eugenia Paz y Miño, que es el primer vo-lumen de nuestra colección Ya-chana (saberes).

La delegación de la CCE es-tará presidida por su presidente Raúl Pérez Torres, quien pre-sentará su libro Los últimos hi-jos del bolero, conformará un panel sobre Pablo Palacio, otro sobre Saberes y tecnologías an-cestrales, y adelantará convenios

culturales y de comunicación. La delegación tendrá una activa par-ticipación en las presentaciones y talleres, así como en la planifica-ción de las actividades editoriales que se llevarán a cabo el presente año, en que la Casa de la Cultura cumple 70 años.

Igualmente se ha entregado al Ministerio de Cultura alrede-dor de 100 títulos que formarán parte del stand del Ecuador; se destacan los libros Joaquín Pin-to Álbum particular, Pablo Pa-lacio Obras completas (editados por la CCE) y las colecciones Casa Nueva, TerraNostra, La Casa de los Niños, Esenciales, Palabra Actual, Yachana y la re-vista Casapalabras.

Casa de la Cultura y Casa de Las Américas, en la feria del libro

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Desde hace algún tiem-po se habla de un cine ecuatoriano nuevo, jo-ven, de una naciente

industria, de un ‘boom’ que vive la pequeña cinematografía nacio-nal. Desde la aparición en 2006 del Consejo de Cine, ente rector de las políticas cinematográficas del país, el fomento a la producción audio-visual ha permitido que se incre-menten de manera relevante las pe-lículas ecuatorianas que podemos ver al año. Si en 2006, antes de la existencia de una Ley de fomento al cine, se estrenó únicamente Qué tan lejos, ya en los siguientes años el número de cintas que se estrena-ron comercialmente se duplicó, tri-

plicó y ahora, para 2014 se esperan aproximadamente 15 estrenos de largometrajes ecuatorianos en sa-las de cine. Eso implica más de una película al mes que de algún modo buscará ansiosamente ser vista por la mayor cantidad de espectadores posibles y mantenerse en cartelera al menos dos semanas.

¿Cómo funcionan las cifras, más o menos, en los cines comer-ciales del Ecuador? Hace poco diario El Telégrafo nos ilustraba con una comparación abismal y considero que incluso fuera de lu-gar, pero para hacernos una idea, una película como la hollywodense Iron Man 3 logró alrededor de 800 mil espectadores en el Ecuador. Al

lado de esta monumental cifra, la película ecuatoriana más taquillera de 2013, que fue Mejor no hablar (de ciertas cosas), de Javier An-drade, tuvo 53 mil espectadores, después de esta cinta, el documen-tal La muerte de Jaime Roldós, de Manolo Sarmiento y Lisandra Ri-vera, con alrededor de 50 mil, cifra importante si tomamos en cuenta que además de ser un documental —usualmente un género bastante menos taquillero— los empre-sarios de Supercines, la cadena más grande del país, decidió no exhibirla.

Hacia el final de 2013, el direc-tor del Consejo de Cine, Juan Mar-tín Cueva, hizo un balance bastante

Paulina Simon Torres

De películas ecuatorianas,cifras y espectadores

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realista: a pesar de que entre 2012 y 2013 se duplicó la cantidad de es-trenos ecuatorianos, el público solo creció en un 5% y casi ninguna pe-lícula recuperó su inversión.

No cabe, entonces, hablar de un ‘boom’ del cine nacional basán-donos solamente en la cantidad de estrenos. Hay una serie de factores que hace falta considerar. El cine como arte, pero también como ne-gocio, necesita ser sustentable, lo-grar cubrir sus costos y principal-mente ser visto. Si los espectadores no están interesados en ver lo que se produce en el Ecuador, nos ale-jamos mucho del ideal de formar una industria cinematográfica.

Fortalecer todo el proceso, des-de el inicio: el fomento a la pro-ducción, la capacidad de difusión y exhibición, la formación y el cre-

cimiento de públicos es tarea com-pleja, pero que debe solventarse a la vez como parte de la misma ne-cesidad. Tenemos películas, pero no suficientes salas, ni suficientes personas que quieran verlas.

Para este año, posiblemente una de las cuestiones más posi-tivas es que el cine ecuatoriano se diversificará en cuanto a gé-neros y temáticas, tendremos en cartelera estrenos de películas de acción, romance, historias fa-miliares, ciencia ficción, dramas introspectivos, etc. Quizá esta va-riedad sea otro factor que invite al público a asistir a las salas de cine con más entusiasmo, ven-ciendo los prejuicios, un poco tri-llados, pero generales, de que el cine nacional es solo de temática social o de violencia.

En 2014 empieza a difundir-se la producción nacional con un buen augurio: la película Feriado, ópera prima de Diego Araujo, que se ha convertido en la primera cin-ta ecuatoriana que se presentará en competencia en un festival de cine de élite, como es la Berlinale, en Alemania.

Hablamos de cantidad de pe-lículas, cantidad de espectadores, cantidad de salas y sería bueno, en este momento que vive el país, em-pezar a sentirnos también motiva-dos por la calidad de las películas, la calidad del público al que, desde la gestión cultural, queremos for-mar y alimentar, y la calidad de los espacios de exhibición que, cómo dice la película de Miguel Alvear, deberían estar en otros lugares Más allá del mall.

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44 Fotos: Iván Mejía

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Hecho en Casa reunió amiles de familias quiteñas

Alrededor de 20.000 persona y 1.000 artistas se reunieron en todas las instalaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana para disfrutar de Hecho en Casa, la fiesta de la cultura que se realizó el sábado 18 de enero.

La fiesta empezó con una ceremonia ancestral realizada por el taita yachak Alberto Taxo y otros reconocidos sabios andinos. En los diferentes escenarios de la CCE se llevaron a cabo las actuaciones de los grupos de danza como el Ballet Jacchigua, Ballet Urbano y Contemporáneo BEC, talleres y escuelas de baile. En el Teatro Prometeo actuaron el Teatro Ensayo, Contraelviento, El Cronopio, Perros Callejeros, Zero no Zero, y muchos otros grupos dramáticos. El rock y las culturas urbanas se concentraron en el Ágora. La feria del libro se realizó en el vestíbulo de la Casona. Además, hubo actividades para niños, música coral y de cámara, cine, danza afroecuatoriana, música nacional, conversatorios, diálogo con los yachaks, talleres de pintura, sanaciones, lectura de cuentos infantiles, trueque, gastronomía, feria de artesanías, etc.

Se rindió homenaje al Dr. Augusto Barrera, alcalde de Quito, por su amplio apoyo a la cultura.

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Título: Saberes y tec-nologías ancestralesAutora: María Euge-nia Paz y MiñoGénero: EnsayoEditorial: CCEColección: Yachana (Saberes)Año: 2013Páginas: 74

Un estudio histórico-bibliográfico en el que constan concep-tualizaciones, princi-pios filosóficos y ter-minologías necesarios para comprender de mejor manera cómo se debe abordar el diálogo intercultural. Aborda ocho temá-ticas relacionadas con los saberes y tecnologías ancestra-

les: tecnología lítica, agricultura, técnicas textiles, cerámica y alfarería, metalurgia y minería, construcción, ingeniería y arqui-tectura, matemáticas, astronomía y otras ciencias, y medicina. El método utilizado indaga desde puntos de vista descolonizan-tes, en los cuales se vuelve fundamental el concepto filosófico del kawsay, como principio de totalidad.

Título: Ecos, voces y sonidosAutora: Fabiola Ca-rrera AlemánGénero: Literatura infantilEditorial: CCEColección: Casa de los NiñosAño: 2013Páginas: 74

«Este es un peque-ño y llamativo libro que, a través de la poesía infantil, reco-ge las ondas sonoras, murmullos, señales y vocablos que emiten algunos de los ele-mentos que confor-man nuestro fantásti-co y alucinante uni-verso, comenzando, como es obvio, por el particular y exclu-sivo lenguaje de los seres vivos: el hom-bre y los animalitos, hasta llegar a descri-bir los ruidos que, cual ecos, susurros o gemidos, emiten las turbulentas olas del mar, las ventiscas y las pacíficas y cris-talinas aguas de los ríos».

Título: La ciudad de los muertosAutor: Andrés Guar-nizoGénero: PoesíaEditorial: CCEAño: 2013Páginas: 248

«Desde que el sim-bolismo abrió sus alas, ciertos versos, desafiando conven-cionalismos, han buscado refugio en las regiones oscuras de la mente humana. También es ahí don-de radica la belleza. Así pues, entonces, he plasmado en estas páginas las ruinas de mi propia ciudad, plagada siempre de figuras y estética dis-torsionadas. He aquí la letra que no busca salir de su propio mundo, la poesía que no busca ser enten-dida por nadie, más que por sí misma, los versos que vivi-rán cuando lo demás haya muerto».

PublicacionesCasade la

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Título: Antología poéticaAutora: Mariana Cristina GarcíaGénero: PoesíaEditorial: CCEColección: PoesíaAño: 2013Páginas: 100

En esta entrega constan poemas que podrían traducir su personalidad lírica y sus vivencias afec-tivas, sus recuerdos, sus creencias, sus desacuerdos políticos y sus momentos de dolor y de gozo infi-nito. Se percibe una variedad de recursos telúricos, de elemen-tos silvestres y natu-rales que enriquecen la estructura misma de esas unidades poéticas.

Su obra ha recibido el influjo de grandes poetas ecuatorianos, tal vez un Gonzalo Escudero, un Carrera Andrade, un César Dávila. Y aparte de

ello también heredó la rebeldía social y denuncia de los van-guardistas de los años setenta.

Violeta Luna

Título: Muerte a la romántica sociedadAutores: José Solór-zano, Jairo Mendoza y David ArévaloGénero: Antología poética y fotográficaEditorial: CCEAño: 2013Páginas: 260

Esta antología rever-dece el arte por medio de la fotografía y la poesía vistas desde tres perspectivas dis-tintas. La primera, una visión socialista plasmada por José Solórzano, un hombre cuyo sentir se ve refle-jado en sus letras. La segunda, narrada por Jairo Mendoza, quien manifiesta una belleza gótica en sus versos. Por último, David Arévalo florece el ro-

manticismo a través de la perfección de la mujer. Juntos logran transportar al lector hasta sus vivencias más íntimas, llenas de sentimiento, pasión, fervor e idolatría.

Título: El Coca, un sueño con alma ribe-reñaAutor: Carlos Sanmi-guelGénero: HistoriaEditorial: CCE – Nú-cleo de OrellanaAño: 2013Páginas: 108

Esta obra es un ho-menaje a la ciudad de El Coca, una uto-pía impensada hace más de seis décadas. Se intenta sintetizar toda esta gesta y es un justo homenaje a esos primeros po-bladores, aquellos que cimentaron el nacimiento, forjaron su crecimiento y sus-tentaron el desarrollo; lucharon contra todo tipo de adversidades e inclemencias de la

naturaleza y aun por la defensa de los pue-blos originarios.

Título: Manantial del almaAutora: Zonnia Ta-coamánGénero: TeatroEditorial: CCE – Nú-cleo de OrellanaAño: 2013Páginas: 120

Este libro contiene seis piezas teatrales: Amor y perdón, Los sueños de mamá, Vi-vir o morir, Jesús en el camino, Casos y cosas de mi pueblo, y Un siervo de Dios. La autora es licen-ciada en Ciencias de la Educación y ha trabajado más de 33 años al servicio de la comunidad de Fran-cisco de Orellana; ha escrito innumerables obras teatrales, al-gunas de las cuales obtuvieron premios institucionales.

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Se busca: los niños de su país no aprenden su nom-bre en las escuelas.Los diarios de su país no

hablan de él.Jamás apareció su rostro en la

televisión. Ningún presidente de su país lo ha mencionado nunca en un discurso, ni tampoco un minis-tro ni un diputado, ni un concejal de municipio. No ha recibido nin-gún premio oficial. Nunca fue con-denado. La Academia Argentina de Letras no ha presentado su can-didatura al Nobel, ni al Cervantes, ni a nada. Jamás ha sido visto en recepciones, vernissages, lanza-mientos, inauguraciones, homena-jes, ni en otros acontecimientos de la vida cultural. Nunca figuró en la lista de bestsellers.

En ningún aeropuerto fue re-cibido en el salón reservado a las very important persons. Ningún embajador de su país se ha ocupado de él, como no sea para anunciarlo.

Es el mejor de los poetas argen-tinos, y una de las más altas voces de la poesía en lengua castellana.

Se llama Juan Gelman. Está prófu-go de la justicia.

El proceso y sus pretextos

El jueves 12 de marzo, la jefa-tura de Policía informó oficial-mente que Juan Gelman ha sido procesado por violación del artí-culo 210 del Código Penal, que castiga la asociación ilícita.

La causa lleva el número 5148. Desde mediados de 1985, hay orden de captura. El 10 de febrero de 1986, el reo fue decla-rado en rebeldía.

A fines del año pasado, la ley de Punto Final legalizó los crí-menes de la dictadura argentina. Después los mejores jueces, que no se han achicado ante la pre-potencia militar, han llevado la dignidad del poder civil mucho más allá de los límites previs-tos por el gobierno. Pero otros jueces, en cambio, siguen fieles a los generales a quienes antes servían. Miguel Guillermo Pons,

uno de los jueces nombrados por la dictadura, de intensa actua-ción durante el terror, es el que ha procesado a Juan. Poco antes, los asesinos del hijo y de la nue-ra de Juan habían sido legalmen-te amnistiados, como otros miles de verdugos de uniforme.

El juez Pons funda su actitud en la conferencia de prensa que lanzó al Movimiento Peronista Montonero, en Roma, en ene-ro de 1977. Esta conferencia de prensa, ofrecida, entre otros, por Juan Gelman, tuvo lugar en ple-na dictadura y en ejercicio de un legítimo derecho de rebelión. Un par de años después de la con-ferencia, Juan rompió con los montoneros y fue públicamente maldito por Mario Firmenich y otros enamorados del poder y de la muerte, que en pleno delirio militarista terminaron parecién-dose al enemigo que combatían.

En realidad, el movimiento montonero ha sido el pretexto preferido para justificar una de las mas sistemáticas matanzas de

Mayo, 1930 - enero, 2014:

Juan Gelman, poeta maldito*

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Eduardo Galeano

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la historia latinoamericana; pero ni los errores ni los horrores de los montoneros, ni de todos los guerrilleros del mundo, pueden servir para explicar medio siglo de barbaridades militares. Desde 1930, las fuerzas armadas argen-tinas vienen usurpando la sobe-ranía popular, y en tantos años han podido hacerse célebres por su tendencia a derrocar presi-dentes, matar obreros y firmar rendiciones.

Una broma para Le Monde

La verdad es que Juan tiene la culpa de ser civil, lo que ya re-sulta grave, y para peor, poeta, y por si fuera poco, poeta que canta a los libres y a los retoba-dos, y para completarla: uno de los más activos denunciantes de la dictadura militar. Él fue quien consiguió, a mediados del 76, las firmas de las grandes figuras políticas europeas para un mani-fiesto que se publicó en Le Mon-de, y que fue la primera expre-sión importante de repudio a la dictadura en el plano internacio-nal. La publicación provocó una violenta urticaria a los generales, y a unos cuantos intelectuales y políticos que por entonces los acompañaban con entusiasmo.

Por testimonio de los ra-ros sobrevivientes, se sabe que desde entonces la foto de Juan se exhibía en las paredes de los cuarteles que sirvieron de cam-pos de exterminio. Él era uno de los más malos entre los malos ar-gentinos que desprestigiaban a la patria en el exterior. Cuando el manifiesto se publicó, un oficial de la marina, El tigre Acosta, anunció a gritos que iba a volar con una buena bomba la sede de Le Monde en París. No le autori-zaron el viaje.

La incesante pesadilla

De todos los que hace 15 años for-mamos en Buenos Aires el viejo equipo de la revista Crisis, a Juan le tocó lo peor. Peor que la muer-te; lo fueron a buscar a la casa, y como no lo encontraron, se lleva-ron al hijo y a la compañera del hijo, que estaba embarazada. Se los llevaron en lugar de él, y los desaparecieron. Técnica de las desapariciones; arte del crimen sin cadáver. La ley que absuelve a la gran mayoría de quienes apli-caron, en escala jamás vista este siniestro instrumento de la guerra sucia, aclara en su artículo sexto, que la amnistía «no comprende las acciones civiles», Juan ya no podría llevar adelante ningún pro-ceso legal contra los asesinos de su hijo y de su nuera, aunque al-guna vez llegara a identificarlos y pudiera reunir las pruebas. En cambio, podría entablarles jui-cios porque durante el secuestro le rompieron el baño de su casa.

El odio y sus causas

Los poderosos y los impostores, los de ayer y los de hoy odian a Juan.

Lo odian porque se niega a aceptar la amnesia oficial. Juan tie-ne ojos en la nuca, y a mucha honra. Él bien sabe lo que debiéramos sa-ber todos los que hemos nacido en estas tierras: que es necesario tener ojos en la nuca, además de tenerlos en la cara, para no volver a caer en las trampas de siempre y para no volver a tropezar con las piedras mil veces tropezadas. Ignorando el pasado, nunca seremos capaces de parar esta trágica calesita que es la historia latinoamericana.

También lo odian porque no es posible leerlo impunemente. Este poeta matrero, ajeno al éxito, ene-migo de la publicidad, encarna la herencia de dignidad de una litera-

tura que supo dar a José Hernández y a Julio Cortázar, y que también ha dado a algunos que aplaudieron a los generales, o callaron sus crí-menes, y que hoy, arrastrando larga cola de paja, se sienten acusados por la dignidad ajena.

Por todo esto lo odian quie-nes lo odian; pero, sobre todo, lo odian porque los poemas de Juan cometen el imperdonable crimen de casar a la justicia con la belleza. Juan celebra esa unión peligrosa y la voluntad de belleza abrazándose y haciéndose el amor, y por eso ge-nera malestar. Está fuera de onda. Está fuera de la realidad. Ahora es el tiempo de los neutrales. Elegir se considera de mal gusto; se cultiva la equidistancia con helado cinis-mo. El oficio de escribir se consi-dera decoroso cuando se avergüen-zan de toda emoción y se arrepien-ten de toda pasión. El miedo, mie-do de vivir, miedo de darse, miedo de jugarse y perder, se disfraza de realismo. Hombre jugado, hombre quemado. Realistas son los que de-sisten; marcianos los que resisten.

Pero ocurre que este marciano es el gran poeta de Buenos Aires. A esa ciudad, la ciudad donde nació, le cantó como nadie, ahora ella se parece a la palabra nunca. *Artículo publicado en Letras del Ecua-

dor No. 170, marzo, 1988.

homenaje

Juan Gelman, poeta argentino, falleció en Ciudad de México el 14 de enero de 2014, tras vivir en el exilio luego de iniciada la dictadura argentina. La Casa de la Cultura Ecuatoriana Benja-mín Carrión, que lo recibió en abril del año pasado, rinde tri-buto a su prolífica labor de poe-ta, que lo situó entre los grandes de la literatura argentina y de América Latina, por su incansa-ble bregar contra la violencia y la iniquidad humana marcadas por la dictadura argentina en las décadas del setenta y ochenta.

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Patricio Herrera Crespo

El fin de año se vistió de luto con el fallecimiento

de Ubaldo Gil Flores (Manta mayo, 1965 – Guayaquil, diciembre, 2013), como se vistió de luto la literatura, los editores y, principal-mente, los editores uni-versitarios.

Hace pocas sema-nas estuvo en la Direc-ción de Publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, hablamos de las Ferias del Libro de Bogotá, Guadalajara y Quito a las que asistió, hablamos de nuestra participación en la Feria de Cuba para febrero de este año, conversamos de libros, de las últi-mas publicaciones de Mar Abier-to y de la CCE, de la importancia del editor y de que hay que salvar ese gran obstáculo que tienen los libros ecuatorianos: la comerciali-zación. Me contó de sus planes con un proyecto de publicación masiva con diario El Telégrafo, del trabajo realizado con REUPE, la Red de Editoriales Universitarias y Poli-técnicas del Ecuador, de la cual fue su mentor y es, así en presente, su presidente.

Yo lo conocí en julio de 2010, cuando fui invitado por la Univer-sidad Eloy Alfaro de Manabí y su editorial Mar Abierto a un semina-

rio de edición de libros y revistas en el que participamos los editores de las universidades del Ecuador; precisamente en este evento se creó REUPE. Entonces comenzamos a soñar en una gran red de comercia-lización de los libros editados por los centros de educación superior.

Ubaldo hablaba con pasión, con la misma pasión que puso siempre en sus proyectos. Tenía la prepara-ción y experiencia suficiente para hacerlo. Estudió Literatura, Co-municación y Filología, en Manta, Madrid y Málaga. Escritor, perio-dista y catedrático universitario, fue miembro fundador del grupo de teatro ‘La Trinchera’, se espe-cializó en crítica teatral. Por más de 25 años escribió sobre temas cultu-rales y políticos en diario El Mer-curio de Manta. Publicó sus con-ferencias sobre semiótica, folklor,

cine y teatro en la revista-libro Cy-beralfaro de la Universidad Eloy Alfaro de Manabí. Fue fundador y director por 13 años de la editorial Mar Abierto.

En nuestro último diálogo me obsequió su último libro Amor más allá de Madrid. Miguel Donoso Pareja dice sobre él: «Esta calidad es el resultado de un desarrollo serio y sin apresuramientos, de la conciencia de que no basta tener condiciones y la vocación sino que es necesario ‘adquirir la dificultad’, es decir, el oficio. Esta conjunción la logró el autor a partir de su ta-lento —sin el cual todo habría sido inútil—, trabajo, rigor, disciplina, estudio y autocrítica».

El hombre y su voz se apaga-ron con la última ola que lo llevó a su mar abierto. Nos queda su palabra.

Ubaldo Gil navega en su mar abierto

réquiem

Cristian López, Gabriel Cisneros Abedrabbo y Ubaldo Gil Flores.

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Durante el recorrido del taxi no hubo palabras, ni siquiera tenían sen-tido las canciones tro-

picales de la radio, la pareja iba hundida en sus cavilaciones. El taxista preguntó de nuevo por la dirección pero no obtuvo respues-ta y dio por entendido que debía seguir. Dejar atrás calles y casas y seguir, a dónde...

Al llegar cerca de un acantilado el taxista oyó o creyó oír que le de-cían que subiera una pequeña cuesta y lo hizo.

Desde el taxi podían observar la brillantez multicolor del mar, por un lado la oscuridad se aleja-ba, por otro se acercaba paulatina-mente el día.

La pareja se alejó del taxi hacia unos matorrales. Antes de caminar el hombre le había dicho al taxista:

«No se preocupe, le pagaré lo que sea. Espéreme un momento».

Se sentaron a pocos centímetros del acantilado y como había ocurri-do en parte de la noche las palabras estaban enquistadas en el alma de ellos como muelas de profundas raíces. Solo el sentimiento se ma-nifestaba con las miradas. El mar, testigo cauteloso, los envolvía con su rocío y se llevaba los pormenores del instante.

—¿Era necesario que lo hicie-ras? —preguntó ella y fue como si le preguntara a un rostro escondi-do detrás de la claridad que seguía

alumbrándolo todo. Agregó—: Lo complicaste todo. Se nos murió el amor, peor ahora con ese crimen.

El hombre tenía empañados los ojos y quiso decirle: «has estado jugando con él y conmigo, pero el mayor culpable he sido yo, me dejé arrastrar por los placeres de la car-ne». En cambio murmuró:

—En otros tiempos la gente mo-ría de amor sin necesidad de tocarse. En el nuestro el cuerpo es un objeto que deambula sin sentido.

La mujer expuso una leve son-risa y habló con un sarcasmo im-pasible:

—Tú y tus intelectualidades. No puedes vivir porque quieres expli-carlo todo. Por qué no te cortas el pajarito y buscas la santidad.

Ambos recordaron que este tema y otros eran abordados, meses atrás, cuando se amaban clandestinamen-te. Él, encerrado en la contabilidad de una fábrica, ansioso siempre de llegar al fin de semana y olvidar el trajín del trabajo para entregarse a la furia de un amor donde creía olvidar los años, ser joven por primera vez,

y sobre todo, descubrir zonas eró-genas de las que no había tenido la menor idea.

Ella, mucho más joven, cansada y hastiada en una unión que no res-pondía a sus inquietudes de lectora y a una sensualidad enriquecida por la danza, el modelaje y el vestir tropi-cal. Y no había satisfecho los gustos que se cumplieron con el contador.

Ahora estaban ahí, rendidos por el peso de la noche y por la angus-tia de una huida en la que ella había sido testigo de los balazos. Episo-dio para el que tenía un nombre: secuestro.

Por eso el hombre que en mu-chas horas había escudriñado el alma de ella le dijo, en el instante fatal de su decisión:

—Diremos que fue un sueño.—Pero de qué hablas tú. Qué

sueño ni qué ocho cuartos, hay un muerto, hay un muerto.

La mujer al ver la pistola y el rostro fiero del hombre quiso reac-cionar con violencia pero los dispa-ros sonaron como dos mensajeros de una separación y unión definiti-vas. El taxista que se había quedado dormido reaccionó ante las detona-ciones, se acercó al matorral y vio el cuerpo de ella inerte y el del hombre tirado en el acantilado.

«Diré que fue un sueño», se dijo, y se alejó rápidamente del lugar.

Tomado del libro Amor más allá de Madrid.

Ubaldo Gil Flores

Digamosquefueun sueño

Ahora estaban ahí, rendidos por el

peso de la noche y por la angustia de una huida en la que ella había

sido testigo de los balazos. Episodio para el que tenía

un nombre: secuestro.

relato

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No sé si la gente nace predestinada, pero sí que en un momento dado de la vida se plas-

man sueños, deseos y obsesiones. Gonzalo parece que siempre tuvo en su plan, o en su inconsciente, un deseo profundo de ser único. Esa particularidad de vida la encon-tró en la posibilidad de ser ‘otro’, de vestirse día a día con una piel distinta en la que ponía parte de su existencia.

Su inicio en las tablas ocurrió en su infancia, y en nuestro país lo conocimos en la pantalla chica con Ángel de piedra o Dulce tor-mento… «Hace como veinticinco años era el galán de TV, mi pareja en Dejémonos de vainas; y desde entonces cumplido y consecuente con su oficio de actor», recuerda Cristina Rodas. Más adelante lo vimos en Sé que vienen a matar-me, en Kandela, entre otras.

Muchos de sus colegas, entre ellos Viviana Cordero quien diri-gió a Gonzalo en algunas obras, la primera, La gorda, descubren a «una persona sumamente puntual, bastante humilde (en el buen sen-tido), alguien que se deja dirigir. Cuando lo conozco, este actor que siempre estaba media hora antes de un ensayo con toda la disposi-ción para actuar, me impresiona mucho. Abierto a la posibilidad, al riesgo, tanto que aceptó estar en una obra por encargo, de la que sacó poca paga pero encontró dos personajes, uno del empresario y el del ‘viejito Juan’, que luego se convertirá en un proyecto para un monólogo, que por varios impre-vistos se fue posponiendo, y Gon-zalo decía: ‘no hay problema tene-

mos la vida por delante’; lo iróni-co fue que este monólogo hablaba de un hombre que en su lecho de muerte empieza una revisión de su vida». Y más irónico aún, que ya no la pudo hacer. Sucedió que fue la primera vez que Gonzalo falla-ba a un ensayo. Llamó a Viviana, que se había convertido en su gran colaboradora, y le comunicó que no podía cumplir con el ensayo ni con la presentación de su película porque acababa de enterarse del diagnóstico: un tumor en el cere-bro, al que por momentos sintió que podía ganarle la batalla; sin embargo, cuando la enfermedad lo doblegó, supo también que era el momento de aceptar la derrota, en-tonces pidió a Viviana que quería ser velado en un teatro, por eso su gente lo despidió en la sala Jorge Icaza de la CCE, donde Raúl Pé-rez, su presidente, abrió las puer-tas para el homenaje a este hombre que amaba el teatro.

Todos sus compañeros lo re-cuerdan como un trabajador incan-sable, obsesionado con el cumpli-miento de su oficio; amante de la puntualidad y la pulcritud a la hora de asumir un rol en la escena. «En ocasiones inentendible pero com-prensivamente exquisito», señalan sus amigas, cosa que no siempre se lo entendía, porque a veces «él exigía de la producción ciertos de-talles que le parecían necesarios para su personaje. Sus horas de ensayo no tenían descanso», dice Viviana Cordero. Sensible con su arte, era capaz de reclamar al pú-blico si un indeseable celular inte-rrumpía la escena; no aceptaba el incumplimiento o el retraso duran-te un proceso de puesta de trabajo.

Todos quienes trabajaron junto a él coinciden y tienen presente su terquedad por preparar cada detalle de su utilería y por su entrega.

Vehemente cuando necesitaba algo para construir el personaje, in-vertía mucho tiempo en investigar, de acuerdo al trabajo que estaba realizando.

Hombre de inmensa sensibili-dad, complejo como la vida misma. Sorprendió a sus amigos y seguido-res con una frontalidad a la que no estamos acostumbrados, porque la mayoría de personas nos movemos de manera políticamente correcta, incluso en el campo de la amistad; es decir, constantemente estamos agradeciendo la atención, el favor, pero casi nunca reclamamos fi-delidad al amigo, y él lo hizo. En momentos de dolor recordó a sus panas que se habían comprometido en pequeñas cosas para aliviar su apremio; dando muestra clara de que la amistad y el amor requieren de compromisos tangibles.

Samper trajinó largo en el es-cenario; fue figura de televisión; tuvo su época como personaje en algunas obras de Peky Andino: La neurosis sexual de nuestros padres, Hasta nunca clase media, Mi radio lo mató. Cerró el telón con Amo-res.com personificando a Lola, que como tantos otros personajes salió a las tablas gracias a la vida que le dio Samper.

Gonzalo Samper, el hombre que amaba el teatroGenoveva Mora Toral

tributo

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34 artistas

Salas Kingman y Guayasamín (Casona)Febrero, 5 al 28 de 2014

Arte iberoamericano contemporáneo

M U S E O S