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de la mano ESÚS RENOVACIÓN CARISMATICA CATÓLICA DEL PERÚ

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Formación para crecimientos de la RCC.sdasdasdsadasdasdasdasddasdasddasasdasddasdasdasdasdasddasdasdsdasdadasddasdasdasdasdasdasdasdasdadadasdasdsdkmlkasdmamsdklasmdkaskdmasmdkamsdmaslkdmaksmdklasmdkamsdkmaskldmksamkamdlkas

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Page 1: Renovacion Carismatica - De La Mano Con Jesus (Cursos de Crecimiento 1 y 2)

de la mano E S Ú S

RENOVACIÓN CARISMATICA CATÓLICA DEL PERÚ

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CURSOS DE CRECIMIENTO 1 y 2

"DE LA MANO CON JESÚS"

RENOVACIÓN CARISMATICA CATÓLICA COORDINACIÓN NACIONAL DEL PERÚ

Lima-2001

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El presente material fue elaborado por el equipo de Primer Nivel de Formación de la Coordinación Nacional de la RCC del Perú.

Esta es una publicación de la Coordinación Nacional de la Renovación Carismática Católica del Perú

Av. Militar 1550, Lince (Lima 14) Telefax: 471-7006 E-Mail: [email protected]

Primera Edición: mayo de 1996 (3,000 ejemplares). Segunda Edición: junio de 1997 (3,000 ejemplares). Tercera Edición: julio de 1998 (5,000 ejemplares). Cuarta Edición: abril de 2001 (5,000 ejemplares).

PRESENTACIÓN

La vida en el Espíritu que inicia el cristiano cuando recibe a Cris­to en su corazón y decide vivir el Evangelio, no es de ninguna mane­ra estática, pues la meta aún no ha sido alcanzada (Flp 3,12 ss).

Cada creyente y con él, la Iglesia entera, está siempre en camino como pueblo elegido en su marcha fatigosa por el desierto, en la cual va sorteando toda clase de dificultades y peligros, va levantándose de las caídas propias de sus defectos y limitaciones, y experimentan­do igualmente el amor misericordioso de su Señor que le tiende la mano salvadora cuando más lo necesita.

Por ello, el cristiano debe estar debidamente preparado para po­der emprender con éxito esta nueva vida, conociendo los obstáculos que se le irán presentando a lo largo de este caminar, así como tam­bién los medios que el Señor le ofrece para poder salir victorioso, entendiendo sobre todo que si no está unido al Señor, nada podrá lograr. Y es un deber de todo evangelizador el formar conveniente­mente a aquellos hermanos a quienes antes presentó ante el Trono de Cristo y a los que animó a empezar con entusiasmo esta aventura de la salvación.

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El presente Curso DE LA MANO CON JESÚS, que conforma el Crecimiento I y II, está dirigido precisamente a estos hermanos que ya dieron ese paso necesario de la conversión, especialmente a quie­nes acaban de concluir el Seminario de Vida en el Espíritu; para lo cual hemos tomado como base el Curso "Los Primeros Pasos" de la Comunidad de San Juan Bautista de México, con las adaptaciones de acuerdo a nuestra realidad.

Recomendamos que se estimule que cada participante, si les es posible, cuente con su respectivo ejemplar del presente texto, a fin de que puedan seguir y profundizar mejor lo aquí aprendido.

Los temas presentados son prácticos, vivenciales y sumamente útiles para todo recién nacido en el Señor. Presenta situaciones y problemáticas concretas que son comunes en esta etapa, y subraya las actitudes y respuestas que debemos tener en cada caso. Nos des­cubre, igualmente, quiénes somos ante los ojos de Dios, el significa­do de nuestra condición de hijos suyos y lo que nos ofrece como Padre, ayudándonos a relacionarnos más eficazmente con Él.

Esperamos que este curso DE LA MANO CON JESÚS sea un aporte efectivo para que cada miembro de nuestros grupos de ora­ción logre un adecuado crecimiento, con las bases colocadas firme­mente sobre la roca (Cf. Mt 7, 24-29). Para ello, quienes se encar­guen de brindar este curso a sus hermanos, deberán poner todo su amor y esmero, enriqueciendo con el aporte de los carismas que el Señor le haya dado, lo que aquí les presentamos.

¡Que el Señor Jesús y María nuestra Madre los bendigan y los guíen en esta maravillosa tarea!

Renovación Carismática Católica Coordinación Nacional del Perú

Equipo del Primer Nivel de Formación

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CONSIDERACIONES IMPORTANTES QUE DEBEMOS CONOCER ANTES

DE INICIAR ESTE CURSO

EL OBJETIVO DEL CURSO ES:

Encaminar, a través de este curso, a quienes han recibido el Seminario de Vida en el Espíritu, a dar los primeros pasos en su nueva vida, renovando su experiencia de Dios mediante la práctica de estas enseñanzas, confirmando su fe y profundizando en la oración y en la lectura de la Palabra de Dios. Así mismo prepararles y prevenirles, utilizando los medios que Dios nos da, para enfrentar las dificultades que surgirán, especialmente al iniciar esta nueva vida.

ELEMENTOS QUE INTERVIENEN:

1. ORACIÓN.- Para estar siempre en un ambiente en el que se perciba la presencia del Señor, la oración debe tener un lugar importante durante todo el desarrollo del Curso, en los diferentes momentos de la reunión. Es importante que se continúe y profundice esta relación personal y comunitaria, con el Señor.

2. ENSEÑANZA.- Tiene que ser una exposición clara y sencilla, concretando la enseñanza a través de ejemplos y vivencias, que ayude a los participantes a profundizar su experiencia con el Señor y los anime a seguirlo.

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3. COMPARTIR.- Este momento es importante porque permitirá que el participante pueda expresar sus experiencias, aportar ideas o manifestar sus dudas respecto al tema expuesto. Igualmente promoverá la integración del pequeño grupo. Para ello se debe respetar la libertad y madurez de cada uno, evitando caer en imposición de ideas, o pretender dar un tema y no dejar que los demás participen.

4. TAREAS.- Además de la enseñanza teórica, cada semana los participantes tendrán un cuestionario, por medio del cual cada uno aplicará (con su esfuerzo) las enseñanzas recibidas. Se les inculcará el hábito de leer la Biblia (ya que tendrán que hacerlo antes o después de responderlo) y de esta manera estarán viviendo la clase durante la semana y asimilándola más profundamente, con lo cual podemos esperar que se obre un cambio en las personas que sean perseverantes. Además por medio de los cuestionarios podremos saber el grado de interés y entrega que cada uno demuestra por su crecimiento.

5. PASTOREO.-El equipo de pastores en este Curso, tienen un papel muy importante dentro en la vida de los recién nacidos ya que serán los encargados directos de la atención que éstos recibirán por que mucho de su futuro como hijos de Dios dependerá del cuidado que en este tiempo se tenga con ellos.

LOS PARTICIPANTES DEL CURSO

El presente Curso se deberá ofrecer a todos los hermanos que han concluido satisfactoriamente el Seminario de Vida en el Espíritu.

Cada participante se comprometerá a asistir a todas las reuniones, para lo cual firmará una Tarjeta de Compromiso (al momento de la inscripción). Con dos faltas, no le será permitido pasar al siguiente Curso de Crecimiento y tendrá que repetir el mismo.

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Además cuando se den otras circunstancias como falta de creci­miento personal, tardanzas, inmadurez, etc. y así lo juzgue necesario el pastor y el equipo, tendrá que repetir el curso.

Cada participante se comprometerá a:

- Desarrollar los cuestionarios y tareas prácticas.

- Orar cada día usando los textos propuestos.

- Tener una constante revisión de vida con su pastor

- Frecuentar los sacramentos.

- Meditar y aprender los textos bíblicos indicados en cada reunión.

LOS EQUIPOS DE SERVICIO

Cada Grupo de Oración, Coordinación Vicarial o Zonal, discerni­rá la realización del Curso "De la mano con Jesús", para lo cual elegirá al Encargado, con quien verá la conformación de los inte­grantes del Equipo.

Este equipo estará integrado por un grupo de carismáticos católi­cos que llevan una vida plena en el Espíritu, son de oración diaria, frecuentan los sacramentos y están dando testimonio de la acción de Dios en sus vidas.

Como integrantes del Equipo se considera:

1. ENCARGADO DEL CURSO.- Debe ser una persona con el don de enseñanza reconocido y madurez en su vida cristiana, a quien le corresponderá presidir el equipo y coordinar la planificación y ejecución de todos los servicios, así como su evaluación. Además le corresponde discernir, con todo el equipo, quienes serán los integrantes de los diferentes servicios; redactará el informe al finalizar el curso para entregar una copia al Área de Enseñanza de la Diócesis, a su Coordinador respectivo y al Responsable del grupo de oración al que pertenecen los participantes.

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2. SERVICIO DE PONENTES.- Quienes den los temas de Crecimiento I y II serán elegidos entre los hermanos de mejor capacidad y carisma para la enseñanza. Son convocados por el Encargado del Curso y propuestos al Coordinador respectivo y/o al Responsable de Enseñanza de la Diócesis.

Si el ponente viene de otra Diócesis (o también Vicaría o Zonas, si fuera necesario) se seguirá el mismo procedimiento establecido en los Lineamientos del Seminario de Vida en el Espíritu.

Los ponentes expondrán sus temas de acuerdo al presente material.

3. SERVICIO DE PASTORES.- Los pastores son convocados por el Encargado del Curso de Crecimiento en coordinación con los Responsables de los Grupos de Oración participantes y aprobados por el Coordinador respectivo.

Los pastores pueden ser los responsables, servidores, ex-responsables, ex-servidores y hermanos de asamblea que hayan recibido el S.V.E. que muestren un adecuado compromiso en su vida cristiana, madurez humana y equilibrio emocional. Deben ser hermanos que sean consientes de lo que significa ser pastores ya que pueden ser los canales por medio de los cuales Dios derramará su gracia sobre sus hijos.

El número de participantes a su cargo será de tres o cuatro personas.

Se les informará las obligaciones que adquieren al aceptar el pastoreo de Crecimiento y su compromiso de asistir a las reuniones del Equipo; las principales son:

A) Dentro de la Clase:

- Animar, orar, ser alegre, amable, solícito, etc. - Tomar la asistencia de los participantes a su cargo y llenar sus

fichas, viendo que estén completos todos sus datos.

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- En los pequeños grupos de compartir recoger los cuestionarios contestados y entregar los que ya se han calificado.

- Entregar los cuestionarios de la clase, aclarando dudas. - Ver que traigan su Biblia y cuaderno de apuntes. - Animar y aconsejar a los participantes a su cargo acerca de la

clase.

B) Fuera de clase: - Tener amor e interés por cada uno y demostrarlo. - Ponerse en contacto con los que faltaron y reponerles la clase. - Hablar con los que estén necesitando ayuda y enseñarles a salir

adelante según las enseñanzas del Señor. - Orar con ellos y ayunar. - Procurar que todos pongan en práctica la clase recibida. - Calificar sus cuestionarios y ponerles notas para cada uno.

C) Al finalizar el Curso: - Entregará al Encargado del Curso las fichas de evaluación de los

participantes a su cargo.

Asimismo, los pastores deberán conocer el contenido de cada tema, y repasarlo antes de cada reunión, para brindar un mejor servicio a los integrantes de su grupo, absolviendo sus consultas.

4. OTROS SERVICIOS.- Tales como: música, acogida, limpieza, ambientación, intercesión y otros que el equipo crea conveniente.

El Equipo debe procurarse un Asesor, el mismo que puede ser un sacerdote, religioso que esté de acuerdo con la espiritualidad caris-mática; o laico carismático, maduro en su vida cristiana y con expe­riencia. Quien prestará el servicio de consejería en los momentos necesarios.

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METODOLOGÍA 1. ANTES DEL CURSO

El Equipo se reunirá semanalmente para preparar este Curso e ir conociendo los temas, por lo menos un mes antes; coordinando todo lo necesario y orando, a fin de lograr la integración personal y comu­nitaria del Equipo.

Con la debida anticipación, se motivará la asistencia de los her­manos al Curso.

2. DURANTE EL CURSO

ESOUEMA DE CLASE

Reunión previa del Equipo

(Oración, arreglos, coordinación,

Cantos

Oración

Aplicación Práctica

Exposición del Tema

Compartir

Tareas

Oración y canto final

TOTAL

acogida)

30 min.

15 min.

10 min.

15 min.

45 min.

25 min.

05 min.

05 min.

2 Horas

• Reunión previa.- Los miembros del Equipo se reunirán previamente para orar, ambientar el salón, realizar las coordinaciones necesarias y prepararse para la acogida de los hermanos.

• Cantos.- La animación y los cantos, en el primer momento de cada reunión servirán para empezar con un momento de gozo y alegría, con cantos adecuados al tema del día.

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• Oración.- Nos dispondremos a presentarnos al Señor con un corazón abierto, en un espíritu de alabanza y abandono.

• Aplicación Práctica.- Se motivará a los hermanos, en este momento, a compartir los versículos bíblicos aprendidos, las experiencias vividas del tema anterior y las posibles interrogantes que puedan tener.

• Exposición del Tema.- Se realizará de acuerdo al auditorio, profundizando el contenido expuesto en este material y enriqueciéndolo con ejemplos y vivencias personales.

• Compartir.- Los participantes se reunirán en pequeños grupos, dirigidos por un pastor, donde compartirán sus experiencias respecto al tema expuesto, se reforzarán las ideas principales, se aclararán dudas y se recogerán los cuestionarios del tema anterior.

• Tareas.- Al final de cada reunión se entregarán los cuestionarios, en el mismo que estarán comprendidos las tareas y los textos para meditar y aprender durante la semana. Con este fin, sugerimos escribirlos en una ficha pequeña, la que se podrá llevar a todas partes para leerlo (trabajo, estudios, hogar, etc.).

• Oración final.- Acción de gracias por lo vivido en la reunión y presentación de la siguiente semana al Señor.

NOTA.- Todos los integrantes del equipo se reunirán semanal­mente para evaluar y hacer las coordinaciones respectivas para la siguiente reunión, en un día diferente al del curso.

3. DESPUÉS DEL CURSO

Se realizará una evaluación general en base al servicio realizado durante el curso.

El Encargado presentará el informe por escrito al Responsable de Enseñanza de la Diócesis, al Coordinador respectivo y al Responsa­ble del grupo de oración participante.

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CONTENIDO

El curso DE LA MANO CON JESÚS, está dividido en dos ci­clos: CRECIMIENTO I y CRECIMIENTO II.

Ia semana

2a semana

3a semana

4a semana

5a semana

6a semana

7a semana

8a semana

9a semana

10a semana

11a semana

CRECIMIENTO I

Introducción

Tema 1

Tema 2

Tema 3

Tema 4

CONVIVENCIA Y COMPARTIR

Tema 5

Tema 6

Tema 7

Tema 8

CONVIVENCIA Y COMPARTIR MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS

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(

Ia semana

2a semana

3a semana

4a semana

5a semana

6a semana

7a semana

8a semana

9a semana

10a semana

v

CRECIMIENTO II

Tema 1

Tema 2

Tema 3

Tema 4

CONVIVENCIA Y COMPARTIR

Tema 5

Tema 6

Tema 7

Tema 8

CONVIVENCIA Y COMPARTIR

MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS J

Las semanas correspondientes a CONVIVENCIA Y COMPAR­TIR, serán conducidas por el equipo de acuerdo a las reuniones que le anteceden; teniendo como objetivo principal el reflexionar sobre la importancia de vivir y poner en práctica lo que han escuchado (Mt 7, 21); y terminarán orando unos por otros. Así mismo se podrá considerar algunos momentos de reconciliación, sanación, o lo que el equipo discierna conveniente.

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1. Nuestra amiga la oración

TEMARIO CRECIMIENTO I

TEMA OBJETIVO Introducción Informar lo que el curso contiene y

llevarlos a hacer un compromiso con Dios. Mostrar la necesidad que todo cristiano tiene que orar para tener una relación con el Señor, y dar algunas orientaciones para realizar mejor nuestra oración. Mostrar los diferentes elementos y formas de orar. Tomar conciencia de que Dios es nuestro guía y enseñar a los participantes cómo ser dóciles a su llamado y distinguir cuándo Él es quien nos guía y nos pastorea. Alentar a los hermanos a seguir adelante, prevenirlos y animarlos a actuar en Fe. Mostrar cómo Dios les ayudará a perseverar en el camino. Ayudarlos a conocerse a sí mismos y a recibir la ayuda del Espíritu Santo. Mostrar algunas formas que Satanás usa para alejarnos de Dios y cuál debe ser nuestra actitud. Estar preparados y atentos para vivir trabajando según su voluntad a lo largo de nuestra vida, hasta el día de nuestro encuentro definitivo con Él.

2. Cómo hablar con nuestro Padre

3. Cómo seguir la voz de Dios

4. Problemas del comienzo

5. Cómo continuar en el camino emprendido

6. Comienza la lucha

7. La tentación

8. Velad y estad alertas

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CRECIMIENTO II

TEMA OBJETIVO

1. Hijos y herederos de sus riquezas

2. El hombre espiritual

3. Rompiendo ataduras

4. Amistad con Dios

Dar a conocer nuestros derechos y de­beres como hijos de Dios y los privi­legios que tenemos por vivir como tales.

Ayudarlos a tomar la decisión de preferir y seguir a Cristo, rechazando el pecado y lo que ofrece el mundo.

Romper las ataduras que limitan nuestra libertad como hijos de Dios.

Apreciar el valor de la confesión y la comunión para mantener la gracia de vivir en amistad con Dios.

5. Amistad con los hermanos Descubrir la necesidad de vivir en en la comunidad amistad con los hermanos, para

formar comunidad.

6. Cómo demostrar nuestro amor a los hermanos

Crecer en el amor a los hermanos, a través de demostraciones concretas.

7. Los enemigos de la comunidad

Reconocer las causas de división en una comunidad y evitarlas por medio del amor fraterno.

8. Testigos de Jesucristo Tomar conciencia de que todos hemos sido llamados por Cristo para ser sus testigos ante el mundo y mostrar cómo podemos dar nuestro testimonio de vida.

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INTRODUCCIÓN

Objetivo.- Informar lo que el Curso contiene y llevarlos a hacer un compromiso con Dios.

A.- En el Seminario de Vida en el Espíritu vieron: Que es necesario nacer de nuevo para ser auténticos hijos de Dios; Él cumplió sus promesas, les dio su Espíritu y los llama hijos (Jn 1, 12-13). Ya algunos han empezado a ver la obra de Dios en sus vidas, por medio de cambios muy profundos, pero aún falta mucho por caminar y por aprender de la vida Cristiana. Este curso te ayudará a conocerte a ti mismo y dar respuesta a preguntas como: ¿Soy capaz de reconocer mi actual situación espiritual? ¿Estoy cerca del Señor? ¿Me estoy alejando de Él? ¿Qué tan lleno estoy del Espíritu Santo? ¿Qué tanto ha transformado Jesús mi vida?

B.- La Nueva Vida.- Muchos de ustedes son aún niños espirituales (1 Co 3, 1-3), pero ya deben estar preguntándose cosas como: ¿Qué pasó con mi nueva vida? ¿Dónde está la abundancia de la cual me hablaron? Y otras cosas como éstas. Deben saber dos cosas:

1. Esta nueva vida ya es tuya (Cf. Jn 10, 10). Cristo la ganó para ti y sólo tienes que aceptarla.

2. Tienes que aprender a vivirla (Cf. Rm 6,4), dejándote guiar por el Espíritu del Señor.

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C - Plan de Dios para tu vida.- Dios tiene un plan perfecto para cada hijo suyo; debemos empezar por:

1. Conocer a Dios nuestro Padre, y tener confianza plena en Él, como nos lo enseñó Jesús.

2. Descubrir qué misión te ha encomendado el Señor (dentro de tu comunidad y de la Iglesia), según el Espíritu te lo de a conocer.

3. Contribuir a transformar el mundo que te rodea (Is 42,16), llevando la luz de Cristo (Mt 5, 14), con tu testimonio de vida.

Todo esto no lo lograrás solo, ni tampoco en un momento; el Espíritu Santo que desde ahora te guiará hasta la verdad completa, sabe cómo conducirte.

A ti te corresponde:

• Con una auténtica disciplina, esforzarte para lograrlo (Flp 3, 12-14; 1 C O 9 , 24).

• Aprender a portarte como hijo de Dios (Rm 8, 14). • Ser consciente de que tu compromiso con el Señor es muy serio:

"Dichoso el criado a quien su amo, cuando llega, lo encuentra cum­pliendo con su deber" (Le 12, 43).

D.- Método.- En este Curso hallarás los primeros pasos que debes dar; encontrarás criterios adecuados para aplicarlos en tu vida y tu comunidad. Para conseguir todo eso, tendrás en el Curso:

• Las enseñanzas, cuyos temas son (enumerarlos...). • Estudio diario de la Palabra de Dios. • Los cuestionarios (explicar...). • Compartir con los hermanos en la fe. • Oración personal y comunitaria.

Para ello deberás:

• Hacer un compromiso firme de asistir a todas las reuniones; • Resolver los cuestionarios; • Traer Biblia a las clases y utilizarla diariamente; • Traer un cuaderno para apuntes.

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CRECIMIENTO 1

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*

1 NUESTRA AMIGA LA ORACIÓN

OBJETIVO.- Mostrar la necesidad que todo cristiano tie­ne de orar para tener una relación con el Señor, y dar algunas orientaciones para realizar mejor nuestra oración.

En la semana pasada tuvimos una introducción al curso, en la que vimos que el Señor tiene un Plan para cada uno de nosotros, y que éste parte por conocerle y confiar en El. Y para confiar en el Señor tenemos que relacionarnos con Él, pues no podemos conocer ni amar a alguien con quien no tenemos relación ni trato alguno. La oración es el medio más directo por el cual vamos conociendo y descubrien­do a Dios y el Plan que Él tiene para cada uno de nosotros, y en la medida que más crezcamos en ella, más llenos estaremos del Espíri­tu del Señor que nos revela quién es Cristo y el sentido de sus pala­bras, porque nos da testimonio de Él (Cf. Jn 15, 26).

El padre Ignacio Larrañaga nos resalta que "cuanto más se ora, más deseos de orar tenemos", y nos recuerda el pensamiento de san Agustín, según el cual el hombre espiritual es como una saeta dispa­rada hacia un Universo (Dios), y que mientras más se va acercando hacia este Universo, más se siente atraído hacia él, como por una fuerza de gravedad, aumentando su velocidad. Mientras más ama­mos a Dios, más queremos amarle, y mientras más trato tenemos con Él, más deseos tenemos de tratarle.

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I. ¿QUÉ ES ORAR?

Es difícil elegir una definición única y perfecta. Cada uno puede definirla según su propia vivencia. La oración es la actividad más importante para quienes tienen una relación de amistad con Dios. Todo depende, entonces, del grado de cercanía que tengamos con ella. En el libro "Ora a tu Padre", de Jean Lafrance, encontramos algunos intentos de definiciones, según las cuales, ORAR:

- es, en primer lugar: saber, creer que tienes un nombre propio para Dios, que esto supone una llamada a una amistad única en la cual conviene que te abandones, y que da un sentido a tu vida.

- es vivir intensamente la presencia de Dios y no el pensarla o imaginarla.

- es, sencillamente, dejarte buscar y encontrar por Dios. - es aprender a dejarte amar y a dejarte realizar por Dios. - es enraizar profundamente en ti la conciencia de la presencia de

Cristo en tu corazón. - es experimentar en silencio a Jesús presente y vivo en ti. - es descubrir quién es Jesús para ti. - es permitir a Jesús que forme en ti un corazón pobre, liberado de

personas y cosas. - es ese abrazo amoroso de Dios que estrecha contra su corazón y

en sus brazos a su hijo al que ha vuelto a encontrar.

II. NECESITAMOS ORAR Como niños muy pequeños que somos, pues nuestra nueva vida

recién se está iniciando, necesitamos aprender a hablar con el Señor, a dialogar con Él, es decir, a orar.

• Mediante la oración nos comunicamos en Espíritu y en verdad con Dios:

"Dios es espíritu; por tanto, los que lo adoran deben adorarlo en Espíritu y en verdad" (Jn 4, 24).

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• La oración cambia las circunstancias adversas: "Les aseguro que si tuvieran fe, aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, le dirían a este cerro: 'Quítate de aquí y vete a otro lugar', y el cerro se quitaría. Nada les sería imposible " (Mt 17, 20).

• Jesús, nuestro hermano mayor (cf. Rm 8, 29), intercede al Padre por nosotros:

"Y lo que ustedes pidan en mi Nombre, lo haré yo, para que el Padre sea glorificado en su Hijo" (Jn 14,13).

• Nos lleva a conocer la voluntad de Dios:

"Tampoco nosotros hemos cesado de pedir a Dios por ustedes, que alcancen el pleno conocimiento de lo que él quiere " (Col 1, 9).

• Nos fortalece:

"Manténganse despiertos y oren, para que no caigan en tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil" (Mt 26, 41).

• En la oración experimentamos el amor de Dios por su Espíritu:

"Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado" (Rm 5, 5).

III. ¿CÓMO DEBE SER NUESTRA ORACIÓN?

• Efl el Espíritu. Debemos dejar que sea el Espíritu quien ore en nosotros:

"Además el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad; porque no sabemos pedir de la manera que se debe. Pero el propio Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar" (Rm 8, 26).

• Con fe y confianza:

"Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo tendrán " (Me 11, 24).

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• Pidamos en el Nombre de Jesús: "Les aseguro que el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Hasta ahora, ustedes no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa " (Jn 16, 23b-24).

• En privado, íntimamente:

"Tú cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte tus secretos, y tu Padre, que ve los secretos, te premiará " (Mt 6, 6). Aunque la oración comunitaria es muy importante, no sustituye la oración privada.

• Sin egoísmo, con humildad:

"Y si piden algo, no lo consiguen porque piden con la mala intención de derrocharlo después en sus placeres" (St4, 3).

• En su voluntad con obediencia y sumisión:

"Por él estamos plenamente seguros: si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos escuchará. Sabemos que él nos atiende, cualquier cosa que le pidamos; por tanto sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido" (I Jn 5, 14-15).

• En todo momento y con alegría:

"Estén siempre alegres, oren sin cesar" (1 Ts 5, 16-17).

• Sin desanimarnos, para no caer en tentación, porque somos débiles:

"Manténganse despiertos y oren, para que no caigan en tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil" (Mt 26, 41).

IV. FORMAR BUENOS HÁBITOS DE ORACIÓN

Muchas personas usan un método propio o aprendido para orar, porque les sirve de pauta para iniciar o crecer en la práctica de la oración diaria. Con todo, aun cuando el método puede ser útil, hay que recordar que éste debe conducirnos a alabar, adorar y rendir un

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culto sincero a Dios, y de aprender lo que El nos quiere enseñar, que es lo más importante.

Una forma de iniciar nuestra oración es leyendo un texto bíblico. Esta introducción puede durar unos diez minutos. Tu oración propia te tomará otros diez minutos adicionales. Si te cuesta hacerlo, pro­ponte repetirlo día a día, y así irás mejorando semana a semana. Con el tiempo, seguramente desearás aumentar la oración y la lectura bí­blica a unos treinta minutos o más, aunque el desarrollo de estos hábitos generalmente demora cierto tiempo.

Las siguientes sugerencias podrán servirte en tu oración:

GUIA PARA LA ORACIÓN (Estos son algunos momentos que no deben faltar en tu oración, preferentemente, en las mañanas):

• Fija un tiempo exclusivo para la oración. Escoge la mejor hora de acuerdo a tus posibilidades.

• Busca un lugar determinado (dormitorio, sala, patio, etc.), libre de cualquier distracción (Mt 6, 6). Exige que se respeten tus momentos de oración, que son sagrados.

• Ponte en oración. Adopta una postura adecuada que te ayude a orar. Aquieta tu mente, ponte en la presencia del Señor; el Señor y tú, tú y el Señor.

• Examina tu conciencia y arrepiéntete de tus faltas (Mt 5,23-24; 6, 14-15; Sal 51, 1-5; 130,3-4).

• Alaba a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo): - Él es digno de toda alabanza (Sal 95; 150; Hb 13, 15; 1 P 2, 9). - Alaba en voz alta y con todo tu ser. - Habla con Dios.

• Hazle preguntas al Señor (Cf. Mt 7, 7-11). - Escucha al Señor con tu corazón y tu mente al tiempo que lees las Escrituras o que te arrodillas frente a Él.

- Reflexiona sobre su Palabra en base al texto con el que iniciaste tu oración.

- Detente a experimentar su presencia en silencio.

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• Intercede con fe y confianza. - Por el pan de cada día, por el mundo, la Iglesia, tus amigos, tu

familia y ti mismo. - Para que Dios te perdone (así como tú perdonas a los demás). - Para recibir fortaleza para el día y sus pruebas. - Para ser protegido del mal. - No pares hasta sentirte amado por el Señor.

Concluye tu oración encomendándote al Señor y dándole gracias por lo que te ha dicho y mostrado.

V. EXPRESIONES DE LA ORACIÓN

1. La Oración vocal.- Deriva de la "voz" = VOCARE = llamar. Dios habla al hombre por medio de su Palabra (el Verbo) que se encarna, toma cuerpo, en Jesús.

La Oración Vocal es indispensable: Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a rezar como Él lo hacía, es decir en intimidad, les enseñó el Padre nuestro que es una oración vocal.

La oración vocal es la mejor para las multitudes por ser exterior y plenamente humana.

Jesús hizo oración vocal: - Levantó la voz en público para orar al Padre (Mt 11, 25-26;

Me 14, 36ss). - Él rezaba los salmos y oraciones litúrgicas en la sinagoga y en

el Templo.

2. La Meditación.- Es una oración que busca profundizar nuestro conocimiento de Dios y de su voluntad.

Para ello hace falta ponerse en una actitud de oración y apertura a lo que el Señor nos quiera decir. Se suele hacer así:

- Se toma un libro (preferentemente, la Biblia), y se lee un poco. - Se abre otro libro, el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la

realidad. Se trata de buscar la verdad para que llegue la luz.

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- Si somos humildes podremos, al comparar ambos libros, discernir la voluntad de Dios y encontrar como Pablo la respuesta a esta interrogante: ¿qué quieres que haga? (Hch 22, 10).

Los métodos para hacer meditación son tantos como los "maestros espirituales". Podemos proponerte el siguiente:

C: CONOCIMIENTO Qué dice exactamente lo leído. Leerlo atentamente.

E: ENTENDIMIENTO Qué quiere decirnos el autor.

A: APLICACIÓN Cómo se aplica este mensaje a mi realidad.

V: VIVENCIA Qué significado tiene para mi vida personal. Qué me está pidiendo el Señor.

D: DECISIÓN Qué decisiones voy a tomar para vivir según lo sentido.

El método, cualquiera que sea, es sólo una guía. Lo importante es AVANZAR CON EL ESPÍRITU SANTO por el único camino de la oración: Cristo Jesús.

3. La Contemplación.- "La contemplación es tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama (Sta. Teresa de Ávila). Es "buscar al Amado " (Ct 1, 7).

En Ja Contemplación se puede meditar, pero la mirada está centrada en el Señor.

La Contemplación es la oración del hijo de Dios (pecador perdonado) que acoge el amor con que es amado y responde amando más.

Los casos más hermosos los encontramos en "La pecadora perdonada" (Le 7, 36-50) y "Zaqueo" (Le 19, 1-10).

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Quien contempla es consciente de que ese amor le viene del Espíritu Santo porque todo es gracia.

La Contemplación es el tiempo fuerte de la oración: En ella el Padre nos transforma (Ef 3, 16-19).

La Contemplación es mirada de fe fijada en Jesús: "yo lo miro y El me mira " decía el Cura de Ars que pasaba horas ante el sagrario. Es una comunicación de corazón a corazón que va más allá de las palabras y conceptos humanos. Así nosotros cuando estamos delante del Santísimo podemos relacionarnos de esta forma con Aquel que nos ama.

TAREA:

Haz una lista de amigos y parientes que aún no han conocido al Señor, por quienes vas a orar.

MEDITA Y APRENDE: Elige dos textos:

Me 11,24; Jn 14, 13; Jn 15, 7; Mt 21, 22

CITA LEMA:

" Estén despiertos y orando, , para que no caigan en tentación;

el espíritu es animoso pero la carne es débil."

Mateo 26, 41

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CUESTIONARIO N° 1 "Todo lo que en la ., crean que ya

lo han y lo " (Me 11, 24).

Según Le 18, 1-8, la oración tiene que ser:

a) eficaz b) poderosa c) perseverante

Rm 12, 12 Pablo nos invita a que oremos:

a) cuando estamos alegres b) constantemente c) cuando estemos solos

¿Quién guía nuestra oración? (Ef 6, 18).

a) el Espíritu b) la fe c) nuestro espíritu

¿Con cuál de las definiciones de oración que aparecen en el presente tema te sientes más identificado? ¿Por qué?

¿Por qué afirmamos que la oración nos fortalece?

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7. La oración caracteriza al hombre (Mt 26,41). a) despierto b) fuerte c) espiritual d) sin sueño

8. De las diversas expresiones de la oración que hemos visto, ¿cuál es la que te es más difícil realizar? ¿Por qué?.

9. ¿Con qué manera de expresar la oración te sientes más identificado? ¿Por qué?

10. Escribe, por orden de importancia las características que tener la oración:

- con fe:

debe

- alegre:

- perseverante:

- sincera:

- extensa:

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2 COMO HABLAR CON

NUESTRO PADRE

. ^̂

OBJETIVO.- Mostrar los diferentes elementos y formas de orar.

En el tema anterior vimos la importancia que tiene la oración en la vida de todo hijo de Dios. Compartimos de qué modo debemos realizarla y de qué modo podemos expresarnos al orar al Señor.

Vamos a comenzar el tema de hoy pensando cómo ha sido nuestra vida de oración desde nuestro bautismo en el Espíritu Santo. ¿Ha sido constante? ¿Te ha acercado más al Señor y te ha llenado de su presencia? ¿Tu oración ha sido fría o de mala gana, sólo por cumplir, o por temor de no agradar a Dios y sufrir las consecuencias? Medite­mos unos momentos acerca de esto, siendo sinceros con nosotros mismos, reconociendo las faltas que podemos haber tenido en esta vida de oración, para que así pueda el Señor actuar en nuestra debi­lidad.

Reflexionemos también si hemos tenido una oración fructífera, es decir, que haga aumentar en nosotros los frutos del Espíritu, nos evite caer en constantes faltas y nos mantenga en gozo y paz.

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I. EL REZO y LA ORACIÓN

Vamos a diferenciar estas dos formas de dirigirnos a Dios: REZO.- Es una repetición constante de fórmulas que nos ayudan

a dirigirnos a Dios, la mayoría de veces ya establecidas (fijas) e im­personales, que cuando se hacen en forma mecánica y sin calor, sin atención en lo que decimos y sin tratar de expresarnos al Señor a través de ellas, se convierten en un monólogo por parte nuestra.

ORACIÓN.- Es hablar espontánea y libremente con Dios, dialo­gando naturalmente con Él, como con el amigo a quien más ama­mos y respetamos, y con el que más confianza tenemos. Nuestra alma expresa y manifiesta la aspiración de nuestro ser. Hay una co­municación auténtica con el Señor y, esperando su respuesta, nos disponemos a escucharle.

No vamos a extendernos aquí sobre el REZO, conocido por to­dos, sino sobre la ORACIÓN:

La oración es el diálogo directo con Dios, y para que exista diálo­go, es necesario que haya dos personas que se comunican mutua­mente (de otro modo sería monólogo). A modo de ejemplo, podría­mos pensar que orar es como marcar un número de teléfono, con la seguridad de que el Señor nos responderá del otro lado.

"Llámame y te responderé; te mostraré cosas grandes y secretas que tú ignoras " (Jr 33, 3).

El Señor está siempre queriendo dialogar con nosotros, contestar cuando marcas el número y llamas, escucharnos y respondernos, que cada uno le escuche y le acepte, porque Él nos ama y se interesa por todo lo que necesitamos, nos ocurre y afecta. Y si esta comunicación es frecuente, podemos tener garantía de que Él y nosotros nos ire­mos conociendo más, iremos conociendo su voluntad y lo que Él quiere que le pidamos; es decir, pediremos en su voluntad, y así Dios nos escuchará y responderá siempre.

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II. ELEMENTOS DE LA ORACIÓN:

Una buena oración tiene elementos indispensables que ahora va­mos a explicar:

1. FE.- "Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de las cosas que no ve­mos [...] Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que le buscan " (Hb 11, 1.6). Debemos tener fe en que Dios está presente, realmente cerca y escuchándome y que es Él nuestra mejor recompensa. Si pedimos algo, no vacilar en que lo recibiremos pues la duda impide la respuesta (Cf. St 1, 6-8). Pidamos creyendo que ya hemos recibido lo que le pedimos al Señor (ver Me 11, 24).

2. COMPROMISO.- Esto implica una alianza de amor, una unión que no depende de nuestro estado de ánimo (Ejem.: "hoy no siento ganas de orar"; "hoy estoy con flojera"), ni tampoco de nues­tro tiempo libre (Ejem.: "Si me sobra un ratito me pondré a orar"; "hoy no tengo tiempo para orar, estoy ocupado"). Tampoco depende de nuestro trabajo, aunque sea para el Señor. Nuestro compromiso de oración no puede sustituirse con nada, ni con trabajo para el Señor, ni aún con la oración comunitaria. Es una cita personal, de amor, a la cual no debemos faltar y a la que El no faltará jamás. El amor es una decisión madura, que exige de nosotros sacrificio y en­trega (cf. Ef 6, 18).

En la Efusión del Espíritu Santo hemos asumido el compromiso con el Señor de estar con Él cada día; entonces, estos momentos tienen que ser sagrados, deben ser nuestros encuentros de amor con el Señor (como novios comprometidos y que se aman).

3. PERSEVERANCIA EN LO QUE SE PIDE.- No debemos desanimarnos cuando alguna petición que hacemos a Dios no es res­pondida de inmediato, Jesús tiene su tiempo y manera de hacerlo.

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Si perseveramos en nuestra petición y la acción de gracias por ella, seguros de que el Señor nos la concederá, hará que la respuesta se apresure (cf. St 5,17; Col 4, 2; Le 18, 1-8). No debemos esperar "ver para recién creer".

4. SIN BARRERAS.- Es decir, sin rencores, sin odios, sin resen­timientos o recelos hacia nuestro prójimo, presentando al Señor nues­tras fallas y pidiéndole nos ayude a quitarlas. Dios nos pide especial­mente que tomemos la iniciativa para reconciliarnos con nuestro prójimo, a quienes deberíamos perdonar o tal vez necesitamos de su perdón.

"Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que el Padre del Cielo, Padre de ustedes, les perdone también sus faltas" (Me 11, 25-26).

Ver también: Mt 6, 14-15; 5, 23ss.

5. HONRADEZ.-Siendo sinceros con nosotros mismos, sin que­rer disfrazar ante el Señor lo que somos espiritualmente, reconocien­do nuestra miseria y las veces que caemos ofendiéndolo. Él conoce nuestra pequenez y debilidad, nuestros motivos humanos aún en las cosas de Dios (deseosos de quedar bien, de que piensen bien de no­sotros), nuestra mezquindad para darle nuestro tiempo, nuestro dine­ro, nuestro amor, nuestros seres queridos, nuestra vida (1 Jn 3, 18-24; Rm 12,9).

6. CONCISA.- Sin palabreo ni rellenos, no buscando adornar nuestra oración para que parezca más espiritual o para que "suene bien", sino expresándole al Señor con claridad y con sencillez nues­tra necesidad, aceptando la posibilidad de que la respuesta divina sea mejor que lo que pedimos (cf. Ef 3,20). Cuando Jesús le preguntó al ciego qué quería, éste le contestó "Señor que vea"; y su oración clara y concisa tuvo inmediata respuesta de Jesús (Mt 6, 7).

III. FORMAS DE LA ORACIÓN 1. La oración de alabanza.- Es la forma de oración más desinte­

resada porque reconoce más directamente que Dios es Dios.

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Le canta a Dios por Él mismo, por lo que Él es -no por lo que hace-.

Los que hacen oración de alabanza participan en la bienaventu­ranza de los corazones puros que le cantan en la fe aún antes de verle en la gloria. Es la manera de orar que caracteriza a la Renovación Carismática, pues es cuando se alaba a Dios que su Espíritu se libera y manifiesta de forma maravillosa. La alabanza a Dios es además una oración que tiene mucho poder, y llena de gozo y de la presencia de Dios a quien la practica.

Cada vez que alabamos a Dios, también bendecimos su Nombre. Porque Dios nos bendice, el corazón del hombre puede bendecir tam­bién a Aquel que es la fuente de toda bendición (Ef 1, 3; 2 Co 1,3; 1 Pe 1,3-9).

2. La adoración.- Es la primera actitud que debe tener el hombre: reconocerse criatura ante su Creador. Esta forma de oración exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del Salvador que nos ha librado del mal.:

"Entremos, v adoremos prosternados de rodillas delante del Señor, que nos hizo: pues él es nuestro Dios, y nosotros el pue­blo que él cobija, el rebaño que guía su derecha " (Sal 95, 6-7).

Es la acción de humillar el espíritu ante "el Rey de la Gloria" (Sal 24,9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios "siempre mayor" (S. Agustín; Sal 62, 16).

La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable, nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.

3. La petición.- Es bueno recordar que, por nuestra condición de hijos del Padre, tenemos derecho a pedirle por nuestras necesidades. Jesús, quien vino a revelarnos al Padre y nos enseñó a relacionarnos con Él, nos invita continuamente a que le pidamos con confianza (verMt7, 7: Jn 16,23-24).

Al Señor le agrandan nuestras peticiones cuando son humildes y sinceras, pues ellas son una demostración de confianza filial en nuestro Padre.

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La petición brota de lo que San Pablo llamaba GEMIDO (Rm 8, 22-23.26).

La oración de petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene (Mt 6, 10.33; Le 11, 2.13). En nues­tras peticiones debe haber una jerarquía en lo que pedimos: primero, el Reino y segundo, lo que es necesario para acogerlo y para coope­rar con su venida.

Cristo, que ha asumido todo para rescatarlo todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en el Nombre de Jesús (Jn 14, 13).

4. Oración de perdón.- El primer motivo para hacer la oración de petición es el pedir perdón. La oración de pedir perdón a Dios es el comienzo de una oración justa y pura, que nos prepara a alabar mejor a Dios.

La humildad confiada, al pedir perdón nos devuelve la comunión con el Padre, el Hijo, su Espíritu y con las demás criaturas.

Por eso, tanto la Eucaristía como muchas veces la oración perso­nal comienza con la petición de perdón.

En ella, nos reconocemos como pecadores ante el Señor, y pedi­mos su misericordia y la gracia de darnos un corazón puro y firme (ver Sal 51, 12).

5. La intercesión.- Es la petición que hacemos en favor de otras personas o grupos humanos. Es orar en favor de los demás.

Esta forma de oración nos identifica con la oración de Jesús. Él es el único mediador, el único capaz de salvar a los que por Él llegan a Dios:

"Único es Dios, único también es el mediador entre Dios y los hombres. Cristo Jesús, verdadero hombre" (I Tim 2, 15).

Pero el mismo Pablo nos recomienda el interceder por los demás (ver 1 Tim 2, 1-3).

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El Espíritu Santo intercede por nosotros (Rm 8, 26-27). Interce­der es lo propio de un corazón que se ha conformado al corazón misericordioso de Dios. - En el Antiguo Testamento, podemos ver intercediendo a Abraham

(Gn 18, 23-33) y a Moisés (Ex 32, 30-35). - También Esteban pide por sus asesinos como lo había hecho Jesús

(Hch 7, 60). - Las primeras comunidades cristianas vivieron esta forma de

petición: - Pablo les hace pedir por su ministerio (Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1

Ts 5, 25). Él intercede por las comunidades (2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4).

- La intercesión de los cristianos no conoce fronteras (ver 1 Tm 2,1; Rm 12, 14; Rm 10, 1).

6. La Acción de Gracias.- Es característica de la oración de la Iglesia. Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias.

San Pablo comienza y termina muchas cartas dando gracias a Dios: 1 Ts5, 18; Col 4, 2.

La Eucaristía es la acción de gracias por excelencia. En ella, le decimos al Señor que es "justo y necesario" darle gracias.

TAREA: Separa un tiempo exclusivo para tu oración diaria y cada día practica las diferentes formas de oración.

MEDITA Y APRENDE:

Elegir dos de los siguientes textos:

St 5, 19-20; Mt 6, 7; St 1, 6-8; 1 Jn 3, 18-24

CITA LEMA:

"Oren en todo momento. Den gracias a Dios por todo, porque ésto es lo que él quiere como creyentes en Cristo Jesús." I 1 Tesalonicenses 5, 17-18 |

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CUESTIONARIO N° 2

Recapacita en tu vida de oración y proponte seriamente tener un tiempo dedicado al Señor. Sólo en esta forma podrás ver los frutos de la vida cristiana. 1.- ¿Qué diferencia hay entre el rezo y la oración?

REZO es

ORACIÓN es

2.- El primer requisito en la oración es: (Hb 11, 1 y 6)

3.- ¿Qué le pasa al hombre que duda? (St 1, 6-8) a) Le va a ir mal b) Se confunde c) No conseguirá nada

4.- ¿Debes orar solamente cuando tienes buen ánimo? (Col 4, 2)

5.- ¿Podrás pedir a Dios algo que tíi no estás dispuesto a dar?

(Rm 9, 15; Me 10,25) SI NO

6.- ¿Qué fue lo que Jesús preguntó al que le llamaba? (Me 10, 51)

¿Qué ? 7.- Cuando lo que pedimos algo conforme a su voluntad, sabemos

que ya loque le (1 Jn 5, 14-15).

8.- Los cantos y expresiones de amor forman parte de la oración de:

a) Confesión b) Alabanza c) Petición

9.- ¿En qué consiste la oración de intercesión? (1 Tm 2, 1-2).

a) Orar por fe.

b) Por los hombres y con los hombres.

c) Pedir por uno mismo.

10.- ¿Cuál es la oración que más conoces?

¿cuál es la que menos?

¿cuál quisieras experimentar?

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3 CÓMO SEGUIR LA VOZ DE DIOS

OBJETIVO.- Tomar conciencia de que Dios es nuestro guía y enseñar a los participantes cómo ser dóciles a su llamado y distinguir cuándo Él es quien nos guía y nos pastorea (Cf. Sal 23).

I. LA VOZ DE DIOS QUE PASA INADVERTIDA

En esta nueva vida con el Señor, que venimos experimentando, hemos visto que algo ha ido cambiando en nosotros. En algunos de ustedes, estos cambios son más evidentes que en otros, y esto es debido a la apertura que cada uno va teniendo para seguir la voz del Pastor. Jesús dijo: "Yo soy el Buen Pastor y mis ovejas conocen mi voz y me siguen" (Jn 10, 14).

Sin embargo, al hacer memoria y volver nuestra mirada hacia atrás, a partir de nuestro encuentro personal con Cristo, sin duda cada uno de nosotros va a encontrar que Dios Nuestro Señor ha ido dirigiendo nuestros pasos aún sin que en muchos casos nos hayamos dado cuenta. A esto podemos llamar la dirección inadvertida de Dios.

Esto sucede, porque el Señor ha ofrecido dirigimos, y lo veremos en el Salmo 37, 23: "El Señor dirige los pasos del hombre, y lo pone en el camino que a Él le agrada". En el Salmo 32, 8: "El Señor dice: Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré conse­jos, te enseñaré el camino que debes seguir".

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O en Romanos 8, 14: "En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios". Y lo más maravilloso de nues­tro Padre Celestial es que muchos de nosotros, siendo tercos, necios y reacios a seguir, el camino que Él quiere que recorramos, sin em­bargo su amor infinito siempre nos ayuda, como dice una de sus promesas en Isaías 41, 10: "No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa". ¡Gloria al Señor!.

Nuestra ceguera y necedad a menudo hacen que nos salgamos del camino y nos alejemos de Dios. En la Biblia, a este salirse del cami­no se le llama pecado; Jesús no quiere que fallemos, y cuando el Espíritu Santo viene en plenitud a nosotros, se convierte en nuestro Maestro, el cual nos va a ayudar a seguir el camino del Señor.

El Señor quiere que distingamos conscientemente su voz y para ello nos ha dejado sus instrucciones, las cuales veremos más adelante.

Vamos a ver ahora cuál es el modo de actuar del Señor. Así como un padre trata de guiar a su hijo por el mejor camino, Dios quiere guiarnos a través de un camino perfectamente trazado para nosotros.

II. DÓNDE COMENZAR

Jesús les enseñó a sus discípulos muchas cosas, a fin de preparar­los para la tarea que les iba a asignar; les enseñó a orar, a comprender las Escrituras y les prometió el Espíritu Santo que los guiaría a toda verdad.

"Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suce­der" (Jn 16, 13).

El Espíritu Santo guió a Pablo, como a los otros apóstoles, para que nos transmitieran el Plan de Dios. Como ejemplo, vemos en Rm 12,2 que debemos en primer lugar renovar nuestra mente para cono­cer la voluntad de Dios, y dejarnos conducir como hijos suyos:

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"No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto " (Rm 12, 2). Si permanecemos con los criterios del mundo y de nuestro hom­

bre viejo, no podremos distinguir la voz de Dios (Ef 4, 22).

Es importante saber que sí es posible conocer la voluntad de Dios, y por lo tanto dejarnos conducir por El, y que es necesario renunciar a toda otra forma de dirección, pues dice la Biblia en San­tiago 3, 13-18 que hay que distinguir la sabiduría de Dios y la terre­nal, carnal o diabólica. Colosenses 2, 8 nos dice que debemos renun­ciar expresamente a todo lo que no venga de Dios. Uno de los medios de que se vale Dios para guiarnos, es su Palabra:

"Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien " (2 Tm 3, 16-17).

La voluntad de Dios está revelada en la Biblia. Mientras más nos familiaricemos con ella, más vamos a entender su voluntad. Y es precisamente cuando descubrimos el plan de Dios para todos los hombres, que tenemos la luz necesaria para iluminar nuestro enten­dimiento y conocer la voluntad de Dios para nosotros: Ef 1, 9-10; 2, 5-6; 3, 16-19.

Vamos a señalar tres medios seguros que nos conducen por el camino de Dios, y son:

• EL ESPÍRITU SANTO EN NOSOTROS.

• LA PALABRA DE DIOS Y LA TRADICIÓN APOSTÓLICA, A LA LUZ DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.

• LAS CIRCUNSTANCIAS O SIGNOS DE LOS TIEMPOS.

La guía del Espíritu Santo es la principal forma de dirección del Señor, ya que nos va a dar el testimonio interior acerca de la volun lad de Dios, a veces por una palabra, una lectura, un deseo de hacci

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una u otra cosa con el Señor y por El. Su acción en nosotros se irá manifestando por medio de la PAZ DE DIOS. El Espíritu Santo de­jará impresiones profundas en nuestro espíritu cuando Dios quiere algo especial para nosotros. Pero sus inspiraciones nunca contrade­cirán la Palabra escrita de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. El nos guiará siempre de acuerdo con esta palabra (Cf. 1 Co 2, 11-12).

"Ynosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que entendamos las cosas que Dios en su bondad nos ha dado " (I Co 2, 12).

La Palabra de Dios es nuestra guía objetiva o externa, ya que Dios nunca dará una orden o señal que vaya en contra de lo que está escrito en la Biblia, siempre a la luz del Magisterio de la Iglesia, que nos interpreta las enseñanzas de ésta según el tiempo, la manera es­pecial de hablar, etc.

La autoridad de la Biblia está apoyada por el juramento de Dios sobre sí mismo. Jesús dice: "El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará " (Le 21, 33). La Biblia, pues, es una de las prin­cipales fuentes para guiar nuestras vidas.

Las circunstancias o signos de los tiempos. El Señor suele ha­blarnos a través de las circunstancias y los acontecimientos a nuestro alrededor, y que nosotros debemos tener la sabiduría necesaria para discernir qué nos quiere decir, pedir y mostrar Él a través de ellos, y hacia dónde nos quiere conducir con estos hechos. Este discerni­miento lo obtendremos como fruto de la oración y la intimidad con el Señor, revisando en oración lo que ocurre en nuestra vida, buscan­do descubrir lo que Dios nos quiere decir a través de los aconteci­mientos (Le 12,54-56).

No debemos, sin embargo, dejar que las circunstancias nos mane­jen, sino pedir siempre a Dios que nos ayude a confiar en que El va a actuar. El Señor nos dice en Proverbios 3, 5-7: "Confía de todo co­razón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará, por el camino recto. No te creas demasiado sabio; honra al Señor y apártate del mal".

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Tal vez nos preguntamos si esta forma de guía por las circunstan­cias no es demasiado natural, y si no debe ser más sensacional y sobrenatural. ¡NO! Dios es un Dios de orden y por lo tanto actúa en un orden natural, sin que esto quiera decir que no va a hacerlo en ocasiones de una manera sorprendente. Por ello debemos buscar la guía del Señor en cosas naturales y no esperar que se aparezca un ángel para poder obedecer.

Hay ocasiones en que estos medios no resultan suficientes y de­bemos acudir a un sacerdote para guía especial, pues ellos tienen entre sus carismas sacerdotales, el discernimiento de espíritus. En casos menos serios, un hermano maduro en el espíritu podrá ayudar­nos a distinguir la dirección del Señor para nosotros.

Tampoco podemos dejar de mencionar que generalmente es en la oración personal cuando se recibe dirección del Señor, ya que es allí cuando puede el Espíritu Santo hablarnos personalmente, es allí donde estamos en la actitud de oír su voz.

III. IMPEDIMENTOS PARA RECIBIR LA DIRECCIÓN DEL SEÑOR

Es necesario que analicemos los posibles impedimentos que hay para recibir la guía de Dios, y que procuremos apartarlos de nuestras vidas.

1- PECADO. El estado de pecado nos hace rechazar la amistad de Dios, lo que nos impide aceptar su dirección.

"El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente" (I Co 2, 14).

2- EGOÍSMO. Amor exagerado de sí mismo, que hace pensar sólo en el interés personal; el egoísmo es una imperfección del com/oit y de la inteligencia. Provoca el endurecimiento del corn/ón,

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3- DESOBEDIENCIA. Indica soberbia o autosuficiencia. Hay que obedecer de buena gana (Cf. Ef 2, 2).

4- HIPOCRESÍA. Tomar una decisión sin tener la más remota intención de seguir la voluntad de Dios (Cf. 1 P 2, 1; Mt 6, 2).

5- IMPACIENCIA. Falta de paciencia, olvidando que Dios tiene un tiempo para cada cosa en su plan perfecto.

6- ORGULLO. Opinión demasiado buena de sí mismo, que nos impide reconocer nuestras faltas. Por el orgullo nos atribuimos algo que no hemos adquirido por nuestro propio esfuerzo, por eso el orgullo es pecado. El orgulloso no quiere ni puede contar con la ayuda de Dios ni con su divina protección (1 P 5, 5b; Pr 11, 2).

"Pero Dios nos ayuda más con su bondad, pues la Escritura dice: Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes " (St 4, 6).

IV. DONES Y PRODIGIOS

Estamos bautizados en el Espíritu Santo, somos miembros acti­vos del Cuerpo de Cristo, y El va a repartir sus dones, conforme su voluntad y a través de estos dones también recibiremos dirección, por ejemplo a través de una palabra de profecía, visiones, discerni­miento, que son fruto de la oración. No debemos olvidar que el Se­ñor a veces obra de una manera extraordinaria, por medio de un sue­ño, o por un milagro, como una curación instantánea; pero recordemos que todo esto está sujeto a la voluntad del Señor y que lo que noso­tros debemos hacer es seguirlo a El, ir por su camino y buscar y seguir su voluntad, pidiéndole sus dones, pero tranquilos, buscándo­le a Él y no a sus dones.

San Pablo dijo somos colaboradores de Dios; no debemos traba­jar por nosotros mismos, diciendo que es por el Señor, debemos tra­bajar con, por y en el Señor. Recordemos 2 Co 5,20: "Somos emba­jadores de Cristo". Tenemos una misión que cumplir y lo haremos bien mientras seamos guiados por el Señor, siendo dóciles a su 11a-

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mado; distinguiendo su voluntad, recordando que siempre es conve­niente dejarnos guiar por otros hermanos maduros espiritualmente, como dice José María Escrivá en "Camino": "Conviene que conoz­cas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es la voluntad de Dios que la dirección de la nave, la lleve un maestro para que con su luz y cono­cimiento nos conduzca a puerto seguro ".

MEDITA Y APRENDE: Dos de los siguientes textos:

Jn 10, 14; St 3, 17; Salmo 37, 23; Le 21, 33

TAREA: Revisar nuestras vidas para darnos cuenta de cómo nos ha guiado el Señor y darle gracias.

CITA LEMA:

"Cuando venga el Espíritu de la verdad,

él los guiará a toda verdad. " Juan 16,13

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CUESTIONARIO N° 3

Contesta a cada una de las preguntas que a continuación se te hacen y marca la respuesta correcta. Localiza en tu Biblia las citas que se te dan y subraya cada una de ellas de preferencia en colores -según su tema- y apunta en tu libreta las citas que consideres impor­tantes y que más adelante quieras estudiar.

1. Lucas 6, 46, enseña que si llamas a Jesús tu Señor y lo recibes como tu salvador debieras: a) concurrir a la Iglesia en forma regular b) dar a los pobres c) hacer lo que Él diga

2. En 2 Samuel 22, 31, David dice que el camino de Dios es:

a) perfecto

b) áspero

c) fácil

3. En Juan 16, 13 la Biblia dice que "Y cuando ,

el , los introducirá a la

4. ¿Has leído Hechos 10. 44-48? Habla sobre

5. A veces, el cierra una puerta o hace imposible que obremos contrariando sus deseos (Hch 16, 6-10).

6. Si crees recibir una inspiración del Espíritu Santo, pero está en contra del Magisterio de la Iglesia, ¿qué harías?

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7. ¿Qué características tiene la sabiduría que viene de lo alto?

(St 3, 17-18)

8. ¿Te guiará Dios si se lo pides? (Sal 32, 8)

9. Si es Dios quien te guía, no ha de hacerlo contrariando la:

a) humildad

b)razón

c) Biblia

10. Al tratar de decidir lo que corresponde que hagas como creyente, respecto de ciertas cosas que no se mencionan especialmente en la Biblia, con frecuencia conviene que te preguntes lo siguiente:

a) 1 Corintios 10, 31 ( ) ¿Puedo hacerlo en el nombre

de Jesús?

b) Colosenses 3, 17 ( ) ¿no tiene nada de maldad?

c) 1 Tesalonicenses 5, 22 ( ) ¿será para gloria de Dios?

d) Romanos 14, 19 ( ) ¿es digno del Señor?

e) Colosenses 1,10 ( ) ¿será motivo de tropiezo para algún hermano?

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4 LOS PROBLEMAS DEL COMIENZO

* * OBJETIVO.- Alentar a los hermanos a seguir adelante, prevenirlos y animarlos a actuar en Fe.

Hace unas semanas, en la introducción al curso, vimos que es necesario saber que al nacer de nuevo, te has convertido en un re­cién nacido: "Yo, hermanos, no les pude hablar como a hombres espirituales, pues sienten como hombres carnales, y en Cristo son todavía niños " (1 Co 3, 1) y que tu preocupación inmediata debe ser la de crecer: "Ypor ser niños recién nacidos, busquen ansiosamen­te la leche espiritual no adulterada, que les permitirá crecer hasta que alcancen la salvación" (1 P 2, 2-3); tu actitud debe ser pues, como la de un niño, y no debes, por lo tanto, tratar de ser adulto espiritual, cuando aún no puedes serlo.

Es natural que como niño que eres, aún no puedas realizar gran­des cosas, y que más bien dependas totalmente de tu Padre Celestial, quien, como todo padre amoroso, te atenderá y te protegerá contra toda enfermedad espiritual.

LAS VACUNAS ESPIRITUALES

Como todo niño, estás expuesto a las enfermedades que entorpe­cen el crecimiento, pero Dios quiere que estés debidamente protegi­do, para que esas enfermedades no te hagan mal, y para eso tendrás

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que inmunizarte o vacunarte, y esto lo harás con la PALABRA DE DIOS, la ORACIÓN, los SACRAMENTOS, etc.

Vamos a revisar aquellas enfermedades espirituales que general­mente suelen presentarse al inicio de esta nueva vida; asimismo, te indicaremos la forma como podemos vencerlas:

1.- DUDA antídoto: Fe en la Palabra de Dios

El problema inmediato al cual te vas a enfrentar, será la enferme­dad de la DUDA, la cual puede ser muy peligrosa (aun mortal a tu espíritu) si no estás debidamente protegido. Confiemos en que la Palabra de Dios se cumple porque es veraz y poderosa (Gn 1, 3 ss; Nm 23, 19). Vamos a darte enseguida las principales dudas que ven­drán a tu mente, y verás cómo la Palabra de Dios va a contestar a ellas. LA VACUNA ES:

a) ¿Por qué debes confiar en Dios? "Tenemos, pues, promesa y juramento; dos cosas irrevocables, en las que Dios no puede mentir y que nos dan plena seguridad cuando dejamos todo para aferramos a nuestra esperanza " (Hb 6, 18) (ver también 1 Jn 5, 14).

b) ¿Por qué debes creer en Jesús como su Hijo? "Aceptamos el testimonio de los hombres, pero el testimonio de Dios es de mucho más valor, porque consiste en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, lleva este testimonio en su propio corazón; el que no cree en Dios, lo hace aparecer como mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo" (I Jn 5, 9-10).

c) ¿Por qué creer en las promesas de Dios a través de Jesús? "Y, por ser de Cristo, son la descendencia de Abraham; ustedes son los herederos en los que se cumplen las promesas de Dios " (Ga 3, 29) (ver también 2 Co 1, 20).

d) ¿Cómo es que soy hijo de Dios?

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"Pero a todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos de Dios: éstos son los que creen en su Nombre " (Jn 1, 12).

Si el 90% de nuestra vida confiamos en lo que nos dicen otras personas, ¿por qué no confiar en el Señor?.

Como ves, Dios te da la garantía de su protección y de que serás heredero de sus promesas (más de 4,700 promesas bíblicas) las cua­les están escritas en la Biblia. La fe y la confianza en su palabra, en su veracidad, podrán hacer que esas y otras dudas desaparezcan.

Ahora que lo sabes, eres hombre nuevo y debes crecer hasta co­nocerlo más y más. Puedes ya estar tranquilo, con la certeza de ser hijo de Dios y de que cuentas con su gran AMOR.

Cuando pases por estos momentos, recurre a su Palabra, que te va a animar en la fe y la confianza en el Señor.

2.- EL RENCOR antídoto: El perdón y la reconciliación

Es una enfermedad grave el rencor, porque origina otras enferme­dades, incluso orgánicas y psicosomáticas. Especialmente nos lleva a la apatía, nos evita tener amor por los hermanos, nos aleja de Dios, aleja de nosotros su perdón y hace inaceptables a Dios nuestras ora­ciones y ofrendas.

"Por eso, cuando presentes una ofrenda al altar, si recuerdas allí que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja ahí tu ofrenda ante el altar, anda a hacer primero las paces con tu hermano y entonces vuelve a presentarla " (Mt 5, 23-24).

Si has reconocido en tu corazón, que hay algún rencor por alguna persona o alguna situación, debes perdonarle sinceramente y buscar en el sacramento de la RECONCILIACIÓN una curación para que ese mal espiritual no te haga más daño.

"Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden " (Mt 6, 12).

Entre otros textos, consulta en tu Biblia los siguientes: Mt 18,21; Le 17, 3-4;Eclo28, 2-7.

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3.- LA APATÍA antídoto: La Eucaristía y la perseverancia

La apatía es una enfermedad que ataca generalmente a los nuevos cristianos, o a los cristianos con nuevo fervor. Puede venir esta pre­gunta a tu mente: ¿para qué vamos a trabajar y esforzarnos en cosas en las que nunca antes nos habíamos metido?, y ¿por qué animarnos a seguir adelante en nuestra vida cristiana?

Por medio de la comunidad el Señor va a hablarnos y animarnos a seguir adelante, a buscar el crecimiento y renovarnos en nuestro es­píritu a perseverar en la oración personal y comunitaria, y conocer­le cada vez más (ver Jn 6, 55-57; Rm 12, 12 versión Biblia de Jerusa-lén) como las primeras comunidades crist ianas: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. [...] Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común" (Hch 2, 42.44).

4.- SENTIRSE INCAPAZ O INDIGNO

antídoto: La oración

Es muy frecuente, pues si bien somos incapaces para hacer por nosotros mismos la obra de Dios, esto no debe ser pretexto ni excusa para negarnos a ser sus instrumentos.

Además, esta "enfermedad" puede ser muy peligrosa, pues el sen­tirse exageradamente incapaz o indigno puede esconder sentimien­tos de egoísmo, soberbia y falta de amor. Muchas veces, al sentirnos "indignos" disfrazamos una falsa humildad, que no es sino una re­beldía a hacer la voluntad de Dios.

La verdadera humildad es reconocer nuestras limitaciones y de­fectos así como reconocer y aceptar los dones y virtudes que el Se­ñor nos dio para ponerlos al servicio de los de los demás. Por eso nuestra confianza no debe estar en nosotros mismos, sino en Él, que es todopoderoso.

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Por la oración, por los sacramentos, por nuestra voluntad de ser­virle, por nuestra entrega incondicional a El, poseemos su fuerza y su poder, y por eso sin ningún miedo, podemos emprender cualquier obra del Señor que el Espíritu Santo nos inspire y a la cual la comu­nidad nos envíe (ver Rm 8,31; Hb 13, 6).

"Todo lo puedo en Aquél que me fortalece " (Flp 4, 13).

5.- FALTA DE FE

antídoto: Practicar la oración, la lectura de la Palabra y alimentarse con la Eucaristía

Podría creerse que la falta de fe es lo mismo que la duda, pero ahora, nos estamos refiriendo a esa fe que nos hace estar seguros de que Dios va a actuar en nosotros y por nosotros, no por nuestros méritos, sino porque Él así lo quiere y así lo prometió. Esta enferme­dad puede hacernos creer que nuestra fe, y no la misericordia de Dios, es la que hace las maravillas, y por ello, al no sentirnos con mucha fe, no oramos, o no nos atrevemos a ser instrumentos de Dios, sin estar convencidos de que, aún si fuera como un grano de mosta­za, podremos mover montañas:

"Jesús les dijo: Por qué tienen poca fe. Yo les digo que si tuvieran fe como un granito de mostaza, le dirían a este cerro quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería; nada les sería imposible" (Mt 17, 20).

"Tener fe es tener plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos [...] Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recom­pensa a los que lo buscan" (Hb 11, 1.6).

No nos preocupemos por "medir" nuestra fe. Creamos que Dios lo hará todo, porque Él no depende de nuestra poca fe.

Debemos estar seguros de que por medio de nosotros el Señor va a sanar enfermos, a enviar mensajes y hacer llegar la fe a otros.

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Manifestaciones de la fe.- La fe es un DON de Dios, y nos es dada en nuestro bautismo como semilla. Pero aquella fe que sabe lo que Dios quiere, es un FRUTO, producto de una vida de ejercicio de fe, que va haciendo que sea cada vez mayor hasta poder llegar a ser, en algunos, como la de Abraham, que basado en la promesa de Dios, no vaciló en sacrificar a su único hijo -en el cual debían realizarse todas sus promesas- seguro de que si Dios así lo mandaba, poderoso era El para realizarlas de otro modo.

Sin embargo, esta fe nunca sería suficiente para realizar milagros, si Dios no diera una fe como CARISMA (ver 1 Co 12, 9), por medio de la cual el hombre deja de fiarse en sí mismo, de las circunstancias normales, y se entrega confiado totalmente en el poder de Dios, ca­nsina que en ese momento le es dado y se manifiesta.

Podríamos hablar de otras enfermedades que pueden atacarnos, como son el egoísmo, la autosuficiencia, falsedad, irreligiosidad, vanagloria, sectarismo, autocompación, etc., pero Dios te dará la fuer­za para ayudarte a salir curado de ellas, con la ayuda de los pastores de tu grupo de oración.

TAREA: Narra alguna experiencia de problemas del comienzo y cuenta cómo lo superaste con la ayuda del Señor.

MEDITA Y APRENDE: Elige dos de entre estos textos:

1 P 2: 2-3; Hb 6, 17-18; Fil 4, 13; 1 Jn 4, 4

CITA LEMA:

"No te dejes vencer por lo malo, mas bien vence el mal a fuerza

de hacer el bien".

Romanos 12, 21

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CUESTIONARIO N° 4

Contesta cada una de las preguntas que a continuación se te ha­cen, y marca la respuesta correcta. Localiza en la Biblia las citas que se te dan y subraya cada una de ellas. Apunta en la libreta las citas que consideras importantes y que más adelante quieras aprender. Ora antes de empezar.

1.- ¿Vino Cristo a traer condenación? (Jn 10, 10 y Jn 3, 17).

SI NO

2.- ¿Qué debe hacer un cristiano para tener vida eterna? (Jn 5, 24).

3.- ¿Del poder de quién depende nuestra salvación? (1 P 1, 5).

4.- San Pablo en la primera carta a los Corintios 3, 1 y San Pedro en 1 P 2, 2-3; nos dicen que somos

y que debemos alimentarnos con la

5.- Tenemos que combatir las DUDAS por medio de la fe, que es:

(Hb 11,1)

6.- El rencor daña nuestra vida espiritual, Jesús nos enseñó que debemos perdonar a los que nos ofendan para recibir su Perdón en: a) El Credo

b) El Padre Nuestro

c) El acto de contrición

IS

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7.- Hebreos 6, 11-12 hace tres recomendaciones que combaten la apatía: Manifestar hasta el fin

No se vuelvan

Que imiten a

8.- Cuando nos sentimos incapaces o indignos, debemos recordar que (llena el espacio entre paréntesis):

a)Rm8, 31

b)Fi!4, 13

c)2Tm 1,7

( ) "Todo lo puedo en Aquél que me fortalece".

( ) "Porque Dios no nos dio su espíritu de timidez sino un espíritu de fortaleza".

( ) "Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?"

9.- Indica a qué clase de Fe se refiere cada una de las tres citas siguientes: Simiente, fruto o carisma.

Rm 12, 3

! C o l 2 , 9

Ga 5, 22

10.- ¿Por qué obedeció Abraham la orden de Dios? (Hb 11,8)

a) Por miedo

b) Por conveniencia

c) Por Fe

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5 CÓMO CONTINUAR EN EL

CAMINO EMPRENDIDO

OBJETIVO.- Mostrar cómo Dios les ayudará a perseverar en el camino.

I. DIOS TE AYUDARÁ SIEMPRE

En la reunión anterior vimos cómo es que las enfermedades espi­rituales pueden dañar o a veces matar una nueva vida espiritual y cómo puedes prevenir y vacunarte contra algunas de ellas usando la oración, la Palabra de Dios, los Sacramentos, etc.

Las enfermedades espirituales no serán tus únicas complicacio­nes, pero como le sucede a todos, vendrán otros problemas que son comunes, y todos hemos pasado por ellos algún día; por lo mismo, no pienses que eres el único que está pasando por todo esto: "Resís­tanle, firmes en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo sus hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas" (1 P 5, 9), y deberás aprender a aprovechar en todas esas pruebas la enseñanza que Dios te dará en cada una (Rm 5, 3). Será bueno para ti y te alen­tará el saber que Dios nunca te someterá a pruebas más grandes que tus fuerzas:

"Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea hu­manamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que

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no les dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden sopor­tar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportar­la" (1 Co 10, 13).

Dios es un Padre que conoce el tiempo que necesitas para apren­der, y que según tu grado de crecimiento espiritual, Él mismo te irá preparando para que puedas soportar las pruebas que vendrán.

II. ¿Y SI HAS VUELTO A PECAR?

Es natural que aún te halles lejos de la perfección. Eres todavía débil para caminar sin ayuda, pero Dios lo sabe y no te pide aún que lo hagas. Él comprende que no eres perfecto, y te perdona aunque caigas muchas veces (Cf. Sal 103,8-13). Si tú entiendes que necesi­tas de su ayuda y te arrepientes, pídele que te perdone.

Él que es un Padre rico en misericordia, nunca te abandonará y te perdonará.

"Estos son los que han pasado por la gran aflicción, los que han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero" (Ap 7, 14). Al igual que en la parábola del hijo pródigo, si te alejas del Pa­

dre y caes en el pecado, reconoce tu falta y pide con humildad per­dón al Padre (Cf. Le 15, 11 ss.); éste no sólo te perdonará sino que te recibirá con los brazos abiertos, y te vestirá con ropas nuevas y lim­pias (Cf Ap 3,4-5a; 19,7-8). Pero si no reconoces tu falta y no quie­res admitir tu culpa, achacándola a otros, entonces Él no podrá ayu­darte.

III. ¿QUÉ PUEDES HACER COMO NIÑO?

Así como un niñito al ver las responsabilidades que sus padres tienen se preguntará ¿Qué es lo que me toca a mí? ¿Qué puedo hacer yo? Tú estarás preguntándote lo mismo en esta nueva etapa de tu vida. Por lo pronto no es mucho lo que puedes hacer, pero según tu

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actual crecimiento espiritual, será suficiente para satisfacer tus nece­sidades inmediatas: llorar, alimentarte y descansar.

1.- LLORAR = orar, clamar a Dios, pedir, etc. El niño llora porque tiene alguna necesidad, es una manera de

llamar a sus padres, con esto podrás entender lo que significa para ti clamar a Dios, buscarle, pedirle ayuda: "Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras" (Jr 33, 3), pedir que supla tus necesidades, que alivie tu dolor, que sacie tu hambre, tu sed de conocer la verdad, que perdone tus miserias (Mt 7, 7-8), pidiéndole todo como hijo suyo (Rm 8, 15), pidiéndole en el Nombre de Jesús, su Hijo amado:

"... En verdad, les digo: todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo dará. Hasta ahora no han pedido nada invocando mi Nombre; pidan, y recibirán, y su gozo será completo" (Jn 16, 23-24).

2.- ALIMENTARTE = crecer, madurar espiritualmente. Es imprescindible que toda criatura se alimente, los niños recibi­

rán más y mejor alimento, según su edad porque están en crecimiento.

Dios nos da un alimento espiritual en su Palabra: la Biblia: "Y aunque los hizo sufrir y pasar hambre, después los alimentó con mana, comida que ni ustedes ni sus antepasados habían conocido, para hacerles saber que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de los labios del Señor" (Dt 8, 3), que nos hace crecer y madurar, y cuanto más la leamos y la practiquemos más fuertes sere­mos. También nos da el Pan de Vida, el mejor alimento para nucsli.i fe, es decir, nos da a su hijo Jesucristo en la EUCARISTÍA:

"Jesús les dijo: Yo Soy el Pan de Vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre, el que cree en mí nunca tendrá sed" (Jn (>, 1$).

Sin embargo, muchos no tienen ese hambre del pan de la l'iiliihm pues se han saciado de comidas insustanciales, de rumores, de i hh mes, de telenovelas, de frivolidades, etc., siendo como el niño ijur v

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llena el estómago con dulces que no le alimentan, y luego está inape­tente, aunque se halle en realidad desnutrido.

3.- DESCANSAR = Confiar, caminar en fe, creer, no angustiarse.

El descanso en el Señor es como la confianza que tiene un niño, que sabe que sus padres están pendientes de él, supliendo todas las necesidades que tenga en ese día. Es poder decir como el salmista, "en Dios sólo descansa el alma mía..." (Salmo 62, 2). Es tener la confianza de que Él cuidará de ti, como de un hijo amado. Por lo tanto no permitas que los afanes y las preocupaciones de este mundo te hagan dudar de Él. Más bien, depositándolos en Jesús: "Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes " (1 P 5,7), camina en la fe y en la confianza en Dios (Cf. Salmo 91,1-2). Creer que si Él te ha prometido protección, puedes descansar en sus promesas, pues las cumplirá. Tu fe irá creciendo, tanto más cuanto mejor vayas conociendo a tu Padre Dios, y te sentirás cada día más seguro de que no serás defraudado, poniendo tu confianza en que Dios es veraz y que cumple siempre sus promesas y su palabra.

IV. LOS BUENOS HÁBITOS CRISTIANOS

Todo padre quiere que su hijo esté preparado para enfrentarse a este mundo y tenga éxito en la vida. Así también, Dios quiere que seas un cristiano firme y que puedas vencer a los enemigos de este mundo. Por ello debes empezar por adiestrarte para ser un buen sol­dado de Cristo (Cf. 2 Tm 2, 3ss). Para ello debes practicar los buenos hábitos (ejem. la disciplina en el ejército y en el deporte).

Como todo niño, no naciste conociendo los buenos hábitos cris­tianos, tendrás que aprender a conocerlos y practicarlos y como a todo niño, estas normas no te gustarán mucho al principio, pero ya después comprenderás y agradecerás que te hayan enseñado a vivir como hijo de Dios.

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Algunos de esos hábitos cristianos son:

• La lectura bíblica diaria.

• La oración personal y comunitaria.

• Dar testimonio ante el mundo de tu transformación.

• Meditar y memorizar citas bíblicas.

• Frecuentar los Sacramentos.

• Obras concretas de amor a nuestro prójimo, así sean pequeñas.

Jesús nos dio ejemplo de obediencia al Padre, de comunicación con sus discípulos, de oración diaria, de humildad, etc.

Nuestra meta es alcanzar a tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cris­to" (Fil 2, 5).

TAREA: Procurar recibir la Eucaristía más de una vez en la semana.

MEDITA Y APRENDE: Elige dos de los siguientes textos:

1 Co 10, 13; Un 1,9; 1 P5, 7; St 1,22

CITA LEMA:

"Hagan lo que dice la Palabra, pues al ser solamente oyentes se engañarían a sí mismos."

Santiago 1,22

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CUESTIONARIO N° 5

Si en cada una de las preguntas siguientes, buscas la cita de la Biblia que corresponda, la meditas, podrás responder correctamente este cuestionario. Si encuentras algún problema, repasa tus apuntes de la clase o consulta con tu pastor.

1.- ¿Podrán separarte del amor de Cristo algún problema o dificultad? (Rm 8, 35-39)

SI NO

2.- ¿Habrá algunos problemas más grandes que tus fuerzas?

(1 Co 10, 13;Flp4, 13)

SI NO

3.- Según 1 Jn 1,9; ¿qué debes hacer si te has manchado de nuevo el alma?

y ¿qué haría Dios en ese caso?

4.- Si no reconoces que eres débil para pecar, seguirás cayendo porque quieres actuar con tus propias fuerzas, Si reconoces tu debilidad, habitará en ti (2 Co 12, 9).

5.- Pon lo que para ti, en tu vida actual con el Señor, equivale a lo que para un niño es llorar (cf. Mt 7, 7-8; Jr 33, 3)

6.- Dos formas de alimentar tu vida espiritual son:

Dt8, 3 ( )

Jn6, 35 ( )

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7.- Confiar, caminar en fe, no afanarse ni preocuparse, creer, es lo que significa para un cristiano DESCANSAR. Busca la correspondencia entre las siguientes citas y sentencias:

( ) "En Dios sólo descansa el alma mía" a) 1 P 5, 7

( ) "El que mora al amparo del Altísimo..." b) Sal 62, 2

( ) "Depositen en él todas sus preocupaciones,

pues Él cuida de ustedes". c) Sal 91, 1-2

8.- En Santiago 1,22 dice: "Hagan lo que

, pues al ser solamente

se a sí mismos".

9.- ¿En cuáles de los siguientes versículos se dice que eres hijo de Dios? Subráyalos

a) Romanos 15, 16 b) Efesios 2, 8-9 c) Juan 1,12

10.- ¿Cuál es nuestra meta, según Filipenses 3, 13-14?

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6 COMIENZA LA LUCHA

OBJETIVO.-Ayudarlos a conocerse a sí mismos, y a recibir la ayuda del Espíritu Santo.

En el tema anterior vimos cómo Dios siempre te ayudará, que las pruebas que tengas que pasar no serán más grandes que tus propias fuerzas; que tienes que confiar en Él tus preocupaciones; que si vol­viste a caer, y confiesas tu debilidad, Dios te perdonará; que además de la oración y el alimento espiritual, debes descansar en El, y debe haber un cambio en tu vida, practicando buenos hábitos que te lleven a vivir como verdadero hijo de Dios.

I. ¿QUÉ SUCEDE CONTIGO?

A menudo te vas a sorprender cuando te des cuenta de que tienes dificultad para vivir como Dios te lo pide, aunque tienes buenas in­tenciones y te esfuerzas por hacer sólo el bien, no logras hacerlo. San Pablo da la clave de lo que sucede, relatándonos lo que a él mismo le pasaba:

"Y ni siquiera entiendo lo que me pasa, porque no hago lo que quisiera, sino por el contrario, lo que detesto [...] Puedo querer el bien, pero no realizarlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rm 7, 15.19).

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Esto se debe principalmente a que, aunque es verdad que ya tiene nueva vida, esta vida es en el espíritu, pero aún actúa el pecado en tu cuerpo y en tu alma.

Se puede decir que el hombre está formado de cuerpo y alma. La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corpo­ral y espiritual (Cf. Cat. N° 362). La Biblia lo expresa con un len­guaje simbólico cuando dice que "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente " (Gn 2, 7). Por lo tanto, el ser humano en su totali­dad, es querido y amado por Dios.

CUERPO = materia

Es la materia que tenemos: sentidos, cabeza, extremidades, órga­nos, etc. El cuerpo participa de la dignidad de "la imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual y es toda la persona humana la que está llamada a ser el Templo del Espíritu (Cf. Cat., N° 364).

Si no somos conscientes de esta dignidad que tenemos, podemos utilizar el cuerpo como instmmento del pecado, y que se manifiesta en las necesidades, apetitos, deseos, impulsos, pasiones, como tam­bién vicios, manías, malas costumbres, etc.

"¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que Dios mismo puso en ustedes? Ustedes ya no se pertenecen a sí mismos; sabiendo que fueron comprados a un gran precio, procuren que sus cuerpos sirvan para la gloria de Dios " (1 Co 6, 19-20).

ALMA o ESPÍRITU = mente, voluntad, inteligencia, y ser interior

"La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente crea­da por Dios -no es "producida" por los padres- y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final" (Cat. N° 366).

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Así mismo, la Biblia habla indistintamente del alma o espíritu, que se refieren al mismo aspecto de la persona. "A veces se acos­tumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así san Pablo ruega que nuestro «ser entero, el espíritu, el alma y el cuerpo» sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (1 Tes 5,23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma. «Espíritu» significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural, y que su alma es capaz de ser elevada gratuitamente a la comunión con Dios" (Cat. N° 367).

Constituyen el alma nuestros pensamientos, conocimientos, emociones, la voluntad, etc. (Cf. Ef 4,22-23) y que, mal gobernados, pueden producir idolatrías, odios, celos, furores, ambiciones, desavenencias, envidias, etc.

El espíritu o ser interior (Cf. Rm 8, 16) es lo que nos identifica con Dios, que produce los frutos (Cf. Ga 5, 22) y donde mora el Espíritu Santo, que nos fortalece (Cf. Ef 3, 16), que nos guía (Cf. Rm 8, 14), que nos ayuda a orar (Cf. Rm 8, 26-27), nos enseña (Cf. 1 Co 2,12-13) y nos da el amor de Dios (Cf. Rm 5,5), que dará testimonio de que somos hijos de Dios.

El Espíritu Santo antes no tenía parte alguna en tu vida, ya que ésta se regía únicamente, por lo que tu cuerpo o tu alma decidían, aunque no fuera lo mejor. En realidad, tu cuerpo y tu alma son bue­nos ya que son fueron creados por Dios, y pueden ser mejores si están al servicio de Dios, y unidos al Espíritu Santo.

"Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, deforma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto " (Rm 12, 1-2).

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II. ¡AHORA EMPIEZA LA LUCHA! Al aceptar a Jesús como tu Salvador, y recibir la efusión en el

Espíritu Santo, ofreciste el lugar central de tu vida a Jesús y El le dio a tu espíritu VIDA, y fue en el espíritu, donde obtuviste nueva vida. Pero al suceder esto, fue sacado lo que había en el centro de tu vida, lo que tú pusiste, tu alma o tu cuerpo, como centro de ella.

Cuando recibiste el Espíritu Santo, obtuviste la paz, el gozo, la seguridad que Dios envió junto con su Espíritu a tu corazón:

"... pues el amor de Dios ya fue derramado en nuestros cora­zones por el Espíritu Santo que se nos dio " (Rm 5, 5). Y fue desde el fondo de tu corazón, que sentiste ansias por leer la

Palabra de Dios en la Biblia, ganas de orar como hijo suyo, de ala­barle, de convivir con tus hermanos y sobre todo DE SEGUIRLO; pero ten en cuenta, que en ese momento sometiste tu mente, tu vo­luntad, tus sentimientos, todo tu ser a Dios y Él pudo penetrar en tu espíritu (ser interior) y guiarte como Él quería y sabía era lo mejor para ti. Pero ahora la cosa ya no es tan fácil, porque aún cuando todavía tengas el deseo de hacerlo, tus malos pensamientos o tu cuerpo te lo impiden a cada instante, ya que el alma y el cuerpo no están acostumbrados a ser manejados por nadie y es lógico que se rebelen porque quieren gobernar tu vida.

En el Catecismo de la Iglesia, N° 2819, dice: los últimos tiempos en que estamos son de la efusión del Espíritu Santo, desde entonces, está entablado un combate decisivo entre "la carne" y el Espíritu.

El apóstol san Pablo dice que de la desobediencia del primer pe­cado procede la lucha que "la carne" sostiene contra "el espíritu" (Cf. Ga 5, 16-17.24; Ef 2,3).Así mismo en el Catecismo de la Iglesia Católica leemos "En el hombre, porque es un ser compuesto de es­píritu y cuerpo, existe cierta tención y se desarrolla una lucha de tendencias entre el "espíritu" y la "carne". Pero en realidad ésta lu­cha pertenece a la herencia del pecado. Forma parte de la experien­cia cotidiana del combate espiritual" (Cat. N° 2516).

A menudo encontramos que en la Biblia se menciona a la"carne". Pero, ¿qué es la carne?

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Podemos citar dos conceptos diferentes, pero que se presentan en la palabra de Dios :

1.- El primer concepto de carne es referido al cuerpo humano, creación buena de Dios. Así lo mencionan estas citas:

Es tanto la naturaleza humana -cuerpo y alma- que creó Dios y bendijo para que la pareja sea una sola carne (Cf. Gn 2, 24). En la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo Jesucristo, el Verbo hecho carne (Cf. Jn 1, 14).

Y más aún, Jesús dijo: "quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56).

2.-También, la palabra carne, en otros contextos es entendida como las malas inclinaciones del hombre, y es en este sentido que san Pablo hace esta referencia en Gálatas 5, 19-21: "Es fácil ver lo que viene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; culto a los ídolos y magia; odios, celos y violencias; furores, ambiciones, divisiones, sectarismo, desavenencias y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes". Y el evangelio de san Mateo 26, 41: "El espíritu es animoso, pero la carne es débil".

"Por tanto, hagan morir lo que les queda de vida «terrenal», es decir: inmoralidad, impurezas, pasión desordenada, malos deseos, y esa codicia con la que uno se hace esclavo de ídolos " (Col 3,5).

La CARNE son las obras del alma o del cuerpo, juntos o separa­dos, cuando estas obras se oponen al espíritu (Cf. Ga 5,16-21). Cuerpo no es lo mismo que carne, puesto que el odio, la idolatría, etc., no están en nuestro cuerpo, pero SÍ en nuestra carne.

III. ¿QUÉ DEBES HACER?

La Biblia dice que debes someter tanto a tu cuerpo como a tu alma a la dirección del Espíritu.

El dejarse conducir por el Espíritu Santo, produce vida y paz, pero el dejarse conducir por el hombre viejo produce la muerte.

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Porque el hombre viejo y egoísta que está en nosotros, siempre se rebela en contra de Dios, nunca ha obedecido la ley de Dios, y nunca podrá obedecerla. Por ello, en nuestra oración, al decir "no nos dejer caer en tentación", le pedimos a Dios que no nos deje tomar el cami­no que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate entre la "carne" y el "espíritu", que conseguiremos vencer con la gracia de Dios mediante: la virtud y el don de la castidad; la pureza de intención; la pureza de la mirada exterior e interior; y mediante la oración (Cf. Cat. N° 2520).

Lo importante está en que eres tú quien decides por quién te deja­rás conducir. Esta decisión NO la toma Dios, ya que El respeta nues­tra libertad, y ésta consiste en poder elegir, bajo nuestra responsabi­lidad, el camino que deseamos seguir en cada momento.

Sí quieres triunfar como cristiano, deberás tomar la decisión de dejarte conducir en cada momento, en cada situación o cir­cunstancia, por el Espíritu Santo, y doblegar asu autoridad tu cuer­po y tu alma, para que éstos, siendo instrumentos de Dios, puedan producir los frutos del Espíritu, o sea la transformación que hace el Señor del hombre viejo al hombre nuevo. Pero esta decisión debe ser consciente y definitiva, debe ser una renuncia total a las obras del mundo, para encontrar nuestra vocación cristiana (Cf. Rm 13,13-14).

TAREA: Hacer una lista de mis malos deseos buscando ejemplos en Ga 5, 16-21; Ef 4, 25-31 y Col 3, 5-9.

MEDITA Y APRENDE: Rm 8, 14; 8, 7-8; Ga 5, 25; Col 3, 5-9

CITA LEMA:

"Si vivimos por el Espíritu,

dejémonos conducir por el Espíritu."

Gálatas 5, 25

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COESTICNAFIO N2 6

Con cada pregunta te daremos una o varias citas que te darán la clave para la respuesta; así pues, busca cada cita y responde de acuerdo a la pregunta subrayando si es verdad o falsedad y llenando los espacios.

1.- ¿Puedes hacer todo el bien que quieras? (Rm 7, 14-25)

SI NO

2.- Debemos guardar nuestro_ nuestra sin mancha. (1 Ts 5, 23)

3.- Nuestra alma debe por la acción (Ef 3, 16; 4, 23)

4.- En Romanos 8,6 y 8 dice que no agradan a Dios los que siguen la

5.- Una vez que leas Gálatas 5, 19 enumera 5 obras de la carne:

a) d)

b) e)

c)

6.- ¿Debemos someter nuestros pensamientos a Dios? (2 Co 10,4.5^

SI NO

7.- Si sigues sembrando en la carne ¿DIOS te va a ayudar? (Ga6,7.o\

SI NO

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8.- Si se lo permites, el Espíritu Santo te:

a) Rm 8, 26-27 ( ) Te fortalecerá

b ) l Co2, 12 ( ) Te guiará

c) 1 Co 2, 13 ( ) Te ayudará orar

d) Rm 8, 15-18 ( ) Te enseñará

e) Ef 3, 16 ( ) Dará testimonio de que eres hijo de Dios

f) Rm 8, 14 ( ) Te mostrará lo que Dios te da.

9.- Colosenses 1,9 dice que debes encontrar la: ( )

a) Señal de Dios

b) Razón de tu comportamiento

c) Voluntad de Dios

10.- Si vivimos en el Espíritu debemos: (Gálatas 5, 25) ( )

a) Dejarnos conducir

b) Razón de tu comportamiento

c) Voluntad de Dios

11.- No al Espíritu Santo con el que fuisteis para el día de la

redención (Ef 4, 30).

12.- Enumera cuáles serán tus frutos si decides que el Espíritu guíe tu vida en adelante: Ga 5, 22.

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7 LA TENTACIÓN

OBJETIVO.- Mostrar algunas formas que Satanás usa para alejarnos de Dios y cuál debe ser tu actitud.

En la reunión anterior aprendimos a conocernos a nosotros mis­mos y a recibir la ayuda del Espíritu Santo, ahora vamos a descubrir quién es nuestro gran adversario: Satanás.

I. CÓMO SE PRESENTA LA TENTACIÓN

A. SUS CARETAS

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que Satanás, el maligno, es el ángel que se opone a Dios. Es aquel que se atraviesa en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo. Jesús lo llama "homicida desde el principio " (Jn 8,44), y el Apoca­lipsis, "el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9). Es aquel por me­dio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo, y por cuya definitiva derrota, la creación entera será liberada del pecado y de la muerte (cf. Cat. N° 391 ss).

Para nosotros es fácil constatar que Satanás "trata bien" a los no creyentes, que están alejados de Dios, y hacen lo que a él le place. Así, pues, con éstos no tiene problemas. En cambio, sí tiene proble­mas grandes cuando se trata de cristianos y más aún cuando son cristianos comprometidos. Por eso es necesario saber que Satanás es tu ENEMIGO PERSONAL.

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1.- Él trabaja mucho y está siempre activo, aunque nadie lo vea o piense que no existe. Mira a tu entorno: los diarios, las revistas y TV, etc.; el mundo entero ha caído en su poder (Cf. Ef 6, 12).

"Sabemos que pertenecemos a Dios, mientras el mundo entero está bajo el poder del Maligno " (1 Jn 5, 19).

2.- Él lucha contra Dios y trata de estropear su obra en el mundo (Le 4, 2; Hch 5, 3).

"Unos la reciben (la semilla) como a lo largo del camino: son aquellos que, en cuanto escuchan la Palabra, viene Satanás y saca esta palabra que llegó hasta ellos" (Me 4, 15).

3- Obstaculiza a los cristianos en su camino y se satisface en ello.

"Por eso hemos querido ir a ustedes y, en cuanto a mí, Pablo, lo quise varias veces, pero Satanás me lo impidió " (1 Ts 2, 18).

4- Se vale de sus debilidades y pecados para anularlos.

"Para cada uno la tentación viene de sus malos deseos que lo arrastran y seducen " (St 1, 14).

Su mejor estrategia es que nadie crea en él, y para eso utiliza caretas, trabaja en tinieblas, tiene una variedad de máscaras y disfra­ces de acuerdo con la ocasión. Sabe ocultar la realidad de las cosas con un velo de inocencia: "Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se distraza de ángel de luz" (2 Co 11, 14; ver también: Ap 12, 9; Rm 16, 17-18; Me 13, 22). Así pues, ten cuidado.

"Yo mismo los elegí a ustedes, los Doce. Y sin embargo, uno de ustedes es un diablo " (Jn 6, 70).

B. SU INFLUENCIA EN TU MENTE

El mal será disfrazado y presentado como algo usual y aceptable para que tus buenos sentimientos sean engañados: "Y ese es mi te­mor: la serpiente que sedujo a Eva con astucia podría también per­vertirles la mente para que dejen de ser sinceros con Cristo " (2 Co 11,3). Por ejemplo: Películas, chismes, mentiras, "amor libre", con-

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trol de la natalidad por medios artificiales, uso indiscriminado de preservativos con el pretexto de campañas de lucha contra el Sida, esoterismo, astrología, doctrinas falsas, etc.

Los malos deseos los "justificamos" por medio de razonamientos que Satanás nos dará, disfrazando lo malo como bueno, útil, lógico, o "porque otros lo hacen". Por ejemplo: la pereza, egoísmo, ambi­ciones, odios, desvergüenzas, vanidad, orgullo, etc.

Satanás puede influir en tu mente y emociones, enviándote cons­tantemente mensajes y sugerencias a la mente, aprovechando cada debilidad tuya, pero únicamente proponiendo, y depende de ti que la tentación tome forma de pecado, si es que caes en ella (Cf. St 1, 25).

Para ello, utiliza cada deseo tuyo, haciéndolo natural y aparente­mente lógico, para esclavizarte. Ejemplos: "Es natural que me pre­ocupe yo más por mi trabajo que por Dios "; "el sexo es algo natural y hermoso. Por lo tanto, puedo disfrutar de él libremente".

El Catecismo de la Iglesia enseña que "el hombre, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de su historia. Sucumbió a la tentación y cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha que­dado inclinado al mal y sujeto al error" (N° 1707).

El cristiano tibio, que no vive siguiendo las enseñanzas de Jesús y obedeciendo las mociones del Espíritu Santo, es un cristiano anula­do, que indiferente, se deja llevar por donde sople el viento y le sigue el juego a Satanás.

Uno de los errores más frecuentes en que incurren los cristianos, es pensar que el diablo no puede hacerles nada o que no existe, y con esto, no se dan cuenta de que están siendo anulados y de cómo él los tiene controlados.

Si el diablo quiso zarandear al mismo Pedro, el apóstol amigo de Jesús, ¿cómo no lo va a intentar con nosotros?: "Simón, mira </'«' Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como se luu r con el trigo" (Le 22, 31).

7'

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Satanás es un espíritu, no tiene figura (forma visible), pero nece­sita poder controlar tu mente para controlar las obras que haces, ha­ciéndote caer y alejándote de Dios.

Él controla a las personas, en proporción directa a la influencia que tiene sobre sus mentes.

Así que si tú ignoras su manera de actuar y él sí conoce tus deseos y debilidades, tiene toda la ventaja sobre ti.

II. ¿CUÁNDO HUYE SATANÁS?

1. DESENMASCARARLO

Cuando descubras que Satanás se está entrometiendo en tu vida y conozcas las tácticas que emplea apoyándose en tus debilidades, las que usará para engañarte, ¡DENUNCÍALO!.

" Y no tomen parte en las obras estériles de las tinieblas; al contrario, denuncíenlas. Es cierto que da vergüenza incluso decir lo que esa gente hace a escondidas, pero, en cuanto es denunciado por la luz, todo se aclara. Más aún, lo que fue aclarado llega a ser luz" (Ef5, 11-13).

La Palabra de Dios nos recuerda que debemos estar despiertos y vigilantes, porque nuestro adversario, el diablo, está al acecho, y en esa circunstancia es que se vuelve más peligroso (Cf. 1 Pe 5, 8).

Lo que más atemoriza a Satanás es verse descubierto, y saber que se le pondrá resistencia utilizando la autoridad y el Nombre de Jesu­cristo. Él es ya tu peor enemigo, por ello debes prepararte para la lucha. Ésta será una batalla espiritual por defender tu salvación y sólo mediante la ayuda del Espíritu Santo, Dios podrá prepararte es-piritualmente para enfrentarte a tu enemigo (Cf. Ef 6, 10-18).

Cualquier cristiano que quiere triunfar en su vida como tal, tendrá que saber enfrentarse a Satanás. Si no lo descubre, controlará su vida con sugestiones encubiertas. ¿Pero acaso no es Satanás un enemigo derrotado? Sí, lo es, mas sigue siendo un enemigo peligroso. Nuestro Señor lo derrotó, mas no podemos apropiarnos de esa victoria, a me­nos que resistamos a Satanás (Cf. Rm 16, 20).

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"Por eso, sométanse a Dios; resistan al diablo y huirá de uste­des" (St 4, 7). Cuando lo combatimos en el Nombre de Cristo, sólo entonces, es

cuando Satanás huye de nosotros.

2. ACTITUD FRENTE A LA TENTACIÓN

Debemos acudir a todas nuestras armas, la verdad, la justicia, la fe, la oración, la palabra de Dios, etc. (Cf. Ef 6, 11-18).

Cuando te das cuenta de que Satanás está tentándote, no dudes, sigue este plan:

• Cita un versículo de las escrituras (Mt 4, 10). • Mantente firme, sólo la autoridad de Cristo lo vence (Flp 2, 10). • Resiste la tentación, hasta que te sea quitada (St 4, 7). • Huye de todo motivo de tentación o pecado (1 Tm 6, 9-11). • Prepárate a ser tentado (1 P 5,8) teniendo citas bíblicas de acuerdo

a tus debilidades. • La Palabra de Dios, la oración (sobre todo el Padrenuestro), la

mortificación, la Eucaristía, la Reconciliación, son medios para resistir al enemigo (Cf. Hb 4, 12; Ef 6,17-18).

• Ten cuidado de Satanás, no lo subestimes (Recuerda: no hagas exorcismos, no juegues a la guija, ni creas en horóscopos, astrología y toda práctica de ocultismo).

• El Enemigo no resiste la alabanza a Dios ni la humildad.

Dios no nos manda la tentación, pero la permite para que en ella seamos purificados (Cf. St 1, 13-14; 1 P 1,6), para encontrar a sus hijos verdaderos, espirituales, obedientes, que sabrán soportar las pruebas, y que saldrán victoriosos de ellas. Las tentaciones pueden ser importantes para el crecimiento de nuestra fe, si es que son supe­radas (Cf. St 1, 12).

Debemos recordar constantemente que: "El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna Gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os restable­cerá, afianzará, robustecerá y os consolidará" (I P 5, 10).

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TAREA: Renunciar por escrito a todas las causas de pecado en sus vidas. Ejem.: vicios, malos hábitos, espiritismo, etc..

MEDITA Y APRENDE:

Ef 6, 10-18; 5, 8-13

CITA LEMA:

"Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo

y él huirá de vosotros". Santiago 4, 7

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CUESTIONARIO N° 7 Usa cada una de las citas que tienes que utilizar para contestar

cada pregunta, como el medio para grabar en tu mente la Palabra de DIOS: úsala también como instrumento contra tu enemigo Perso­nal; recuerda que tu meta en transformar tu mente para llegar a la forma de pensar que tuvo Cristo. Ora antes de responder tus preguntas diarias.

1.- ¿Quién controla la obra de este mundo? (1 Jn 5, 19)

2.- Satanás se vale de tus para anularte y hacerte pecar. (St 1, 14).

3.-¿Por qué medio controla Satanás la vida del Cristiano? ( )

(2 Co 11, 3)

a) Por su mente b) Por su corazón c) Por su entrega

4.- A Satanás se le conoce también como:

a) 1 P 5, 8 ( ) DIOS DE ESTE MUNDO

b) 2 Co 4, 4 ( ) TENTADOR

c) Jn 8, 44 ( ) ÁNGEL DE LUZ

d) 1 Ts 3, 5 ( ) ADVERSARIO

e) 2 Co 11, 14 ( ) MENTIROSO

5.- Deben a Dios y el diablo . (St 4, 7).

6.- ¿Qué debes hacer una vez que descubras la acción de Satanás en tu vida? (Ef 5, 11-13)

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7.- ¿Dios tienta al hombre para pecar? (St 1, 13)

8.-Jesús hizo frente a la tentación con (Mt. 4, 6-10) ( )

a) una sonrisa b) una cita de la Biblia c) deseo de no caer

9.- ¿Quién te dará la victoria sobre la tentación? (1 Co 15, 57).

10.- ¿Por qué debemos alegrarnos de ser probados? (1 P 1, 6-7; Rm 5, 3-4)

11.- Por último, cita cinco debilidades tuyas y busca los versículos que te servirán como defensa en las tentaciones que el diablo te ponga. Por ejemplo: MENTIRAS: Ef 4, 25 "Por esto no mintáis más,

sino digan la verdad a su prójimo"

DEBILIDAD: VERSÍCULO:

D

2)

3)

4)

5)

80

8 VELAD Y ESTAD ALERTAS

e «

OBJETIVO.- Estar preparados y atentos para vivir trabajando según su voluntad a lo largo de nuestra vida, hasta el día de nuestro encuentro definitivo con Él.

En el presente tema compartiremos sobre la importancia de estar velando y alertas, viviendo en espera constante del día de nuestro encuentro definitivo con el Señor.

Pero esta espera no implica pasividad, pues muy por el contrario, el Señor nos mandó estar activos mientras se instaura su Reino en la tierra: "La cosecha es grande y son pocos los obreros" (Mt 9, 37). Él nos envió a las naciones, llevando su mensaje de salvación (Me 16, 15; Mt 28, 19a). Pero también nos advierte: "¡Miren! Yo los en­vío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues astutos como serpientes [...] Tengan cuidado... " (Mt 10, 16ss.).

I. ESTAD "VIGILANTES"

Si hemos observado, de un tiempo a esta parte, en todas las fábri­cas, bancos y muchas tiendas comerciales encontramos puestos de seguridad, con uno o dos hombres uniformados y armados, listos y atentos a cualquier imprevisto que pueda surgir en contra del lugar que es de su responsabilidad cuidar. La actitud de estos hombres es de estar vigilantes, atentos, mirando al rededor, en espera.

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Así es la actitud de muchos hombres que desde siempre estuvie­ron alertas y vigilantes en el tiempo, esperando la venida del salva­dor prometido; actitud característica de los profetas, que velaron en espera del Señor, como centinelas (Cf. Ez 3, 16-21).

Como la actitud de San Juan Bautista, que pasó toda su vida ve­lando, orientándola en espera del Mesías prometido. Su actitud fue concreta y activa: de ir preparando el camino al Señor (Jn 1, 30-31), en espera de Aquel que tenía que venir.

Él era como el amigo del novio que espera su llegada, y se alegra aún con sólo oírlo (Jn 3,27-29). Todas sus palabras de exhortación al pueblo, están en relación con la conversión a Cristo: "Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor; ábranle un camino recto... " (Le 3, 4b).

Su vida, sin embargo, no fue sencilla. Su espera no fue fácil, sino llena de sufrimientos y pruebas, al punto de no llegar a ver el cumpli­miento de sus deseos porque antes sufrió el martirio y la muerte. Pero su entrega no fue en vano, puesto que llegó a cumplir la misión que se le había encomendado, de preparar los caminos del Señor; inclusive de formar a dos de sus discípulos que finalmente siguieron al Mesías, Jesús (Jn 1, 37-40). Podemos finalmente concluir en que Juan Bautista tuvo una vida en constante vigilancia, activa, militan­te, y su espera no fue inútil.

En nuestro tiempo vemos cómo hombres y mujeres comprometi­dos con la misión de proclamar el mensaje de salvación a la humani­dad, de muy diversas maneras , lo transmiten a través de palabras y obras, como por ejemplo la labor de la Madre Teresa de Calcuta, comprometida con los más pobres, necesitados y abandonados de la sociedad; el servicio de Evangelización del Papa Juan Pablo II, lle­gando hasta los lugares más apartados y necesitados de una palabra de vida; el servicio de sacerdotes, religiosos y laicos comprometi­dos, quienes a través de sus diferentes movimientos y apostolados, trabajan en activa espera, confiando en que las promesas del Señor se cumplirán:

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"Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios " (Mt 5, 9).

II. ¡VELAD, PUES! (Mt 25, 13).

Este es el llamado de Jesús, que se convierte para todos y cada uno de nosotros como en un mandato imperativo. Nuestra vida no se realiza plenamente aquí, mas esperamos su plena manifestación en la vida eterna. Sin embargo, tenemos que estar atentos y despier­tos, porque: "El Señor viene como un ladrón, del modo menos espe­rado" (Mt 24, 43-44), y tenemos que velar con afán y confianza de ver aquel a quien esperamos.

La Palabra de Dios nos señala dos formas de velar:

• como la vigilancia del amo de casa que tiene miedo del ladrón;

• o la vigilancia alegre de la espera del novio, con la seguridad de que lo que vivimos en el presente no es más que una pequeña parte de la plenitud de vida que tendremos al lado del Señor.

La vigilancia del cristiano es una espera confiada y segura de que verá llegar a quien espera. Es también la vigilancia ante la eternidad y la plenitud de vida que el Señor nos promete.

Es una invitación que se extiende a toda nuestra vida, por tanto, es también una invitación constante a vigilar para que el aceite que el Señor ha derramado sobre cada uno de nosotros no se extinga, muy por el contrario, que se mantenga encendido como una lámpa­ra. Espera que previene el aceite para el camino, como la actitud previsora de las vírgenes (Mt 25, 1-12). Perseverantes en la espera, porque las pruebas y dificultades pueden tentarnos a perder la espe­ranza.

Como cristianos no debemos aceptar ningún tipo de temor, por el contrario debemos confiar y tener la seguridad de que el Señor cum­plirá cada una de sus promesas.

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III. CÓMO ESTAR LISTOS Y PREVENIDOS

El Señor no sólo nos acompaña siempre, sino que también nos ha dado los recursos necesarios para poder permanecer atentos a sus inspiraciones.

• Él nos ha dotado de dones y carismas, talentos que debemos ponerlos al servicio de los demás (Mt 25, 14-30), los mismos que no tendrían razón de ser si no se administran bien y con amor (1 P 4,8-10).

• Al mismo tiempo, nos invita a estar protegidos con las armas espirituales del cristiano: "Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo [...] Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el día malo y, después de haberse preparado bien, mantenerse firmes" (Ef 6, 10.13).

• Además, también tenemos la seguridad de que Dios está con nosotros y en nosotros (Jn 14,20; Sal 46); nuestra fe nos da poder para que como hijos nacidos de Dios, podamos vencer al amo de este mundo (1 Jn 5,4-5; 4,4), y esta valentía nos viene de la victoria ya obtenida por Cristo: "En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33b).

Por eso, no debemos temer, porque en el amor no existe el temor (1 Jn 4, 18). Jesús insiste en la vigilancia, siempre en relación a Él, a su venida, al último día y al "hoy". El Esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: "dice de ti mi corazón: busca su rostro" (Sal 27, 8).

• Acudamos confiadamente y sin desanimarnos al Señor a través de la oración, y seremos atendidos en nuestras necesidades:

"No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo de Dios" (Ef6, 18).

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En la oración, el discípulo espera atento a Aquel que "es y que viene", en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria. En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación (Cf. Le 22, 40.46).

• La lectura inspirada y asidua de la Palabra de Dios, nos permite adquirir la "ciencia suprema de Cristo" (Flp 3,8). Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye el sustento y vigor de la Iglesia y de cada creyente, su alimento del alma, fuente límpida y permanente de vida espiritual. Conociendo las promesas del Señor, nuestra fe tendrá el mejor sustento.

IV. iVEN SEÑOR!

Para esta constante venida de Jesús, de Dios a nosotros, debemos estar alertas y vigilantes, como las vírgenes, prudentes, con el aceite del amor siempre prendido.

No debemos desaprovechar ninguna ocasión de llamarlo, de acep­tarlo, de abrirle de par en par las puertas de nuestro corazón. ¡VEN! Esta es la palabra del amor, la palabra de los que estamos en el des­tierro y anhelamos la patria eterna. Y si estamos constantemente aten­tos a recibir en todo instante a Jesús, estaremos listos para recibirlo si en cualquier momento viene a nosotros en esa segunda venida en Cuerpo y Alma glorioso (Cf. Hch 1,10-11).

Ya vimos en la Parábola de las Vírgenes (Cf. Mt 25, 1), cómo Jesús mismo nos indica que debemos ESTAR SIEMPRE DESPIER­TOS para esperarlo, en la siguiente parábola, la de los Talentos (Mt 25, 14), nos enseña a permanecer TRABAJANDO y DESARRO­LLANDO los talentos que Dios nos ha dado. En la parábola del Jui­cio Final (Mt 25, 31) nos aclara entre quiénes debemos trabajar, es decir que lo que hagamos a nuestro prójimo es como hacérselo a Él mismo, y lo que dejemos de hacer al hermano es dejárselo de hacer a Él.

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Comprendamos, según lo anterior, que nuestra actitud de espera del Señor debe estar llena de estas tres enseñanzas:

1- ESTAR DESPIERTOS.

2- TRABAJANDO PARA EL SEÑOR.

3- EN FAVOR DE NUESTRO PRÓJIMO. Al terminar este tema, que queden grabados en nosotros estas pa­

labras: "EL ESPÍRITU Y LA NOVIA (la Iglesia esposa de Cristo, o bien nuestras almas, esposas de Cristo) DICEN ¡ VEN! Y el que oiga, diga ¡VEN! y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reci­ba gratuitamente agua de Vida " (Ap 22, 17). Acerquémonos a Cris­to, recibamos esa agua de vida que nos ofrece gratuitamente, y lla­mémosle siempre. Maran Atha, el Señor viene.

¡VEN SEÑOR JESÚS!.

MEDITA Y APRENDE: Dos de los siguientes textos:

Mt 5, 9; Mt 25, 13; 1 Jn 5, 4-5; Ef, 6, 18.

TAREA: Según el carisma que hallas recibido, decide servir en un aposto­lado concreto.

CITA LEMA:

"No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre,

guiados por el espíritu. manténganse alerta, sin desanimarse,

y oren por todo el pueblo de Dios "

Efesios6,18

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CRECIMIENTO 2

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1 HIJOS Y HEREDEROS

DE SUS RIQUEZAS

OBJETIVO.- Dar a conocer nuestros derechos y deberes como consecuencia de nuestra condición de ser hijos de Dios.

En el Curso anterior, hemos compartido con Jesús la alegría de reconocernos hijos de un mismo Padre, con quien hemos conversa­do, aprendiendo a escuchar su voz; quien nos ha tomado de la mano acompañándonos a caminar a través de las tentaciones y enseñándo­nos a estar vigilantes para vencerlas (Cf. Mt 6, 13). Hemos decidido dejar de vivir bajo nuestros propios deseos para someter nuestra vida a Dios, para que en nosotros rija la ley del Espíritu que nos conduce a la vida (Rm 8, 2.12-13).

Si optamos por dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, esto equivale a reconocernos como hijos y herederos de la más noble familia: "Pues todos aquellos a los que guía el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios" (Rm 8, 14).

I. CONOCER Y AMAR A DIOS

El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, empieza con estas hermosas palabras, que aquí reproducimos: "Dios, infinitamente Per-

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fecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bien­aventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dis­persó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiem­pos. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaven­turada" (Cat. N° 1).

Todo hombre, de cualquier edad, sexo, raza, nación y condición social, tiene la vocación propia-es decir, el llamado- a ser hijo adop­tivo de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, y a convertirse por ello, en heredero de su vida bienaventurada, a esa gloria y gozo incalculable que Él comparte generosamente con todos los que creen en Cristo Jesús.

¿Puede haber una vocación más grande y hermosa? ¿Hemos com­prendido verdaderamente lo que significa ser herederos de las rique­zas de nuestro Padre Celestial?

El Señor, el «Rey de toda la tierra» (Sal 47, 8), nos comunica su realeza y nos convierte en su pueblo: "Ustedes, al contrario, son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios eligió para que fuera suyo y proclamara sus maravillas. [...] Ustedes antes no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios" (1 Pe 2, 9-10).

Debemos ser conscientes de esta extraordinaria dignidad que to­dos tenemos gracias a nuestro bautismo, y conocer nuestra trascen­dencia como hijos adoptivos de Dios.

No podemos reducir, por tanto, nuestra dignidad humana, sola­mente a reconocer nuestros derechos humanos y legales. El Vaticano II ha recordado al hombre de hoy "que ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terres­tre" (Const. pastoral Gaudium et spes -GS-, 18).

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La palabra de Dios nos dice: "A todos los que lo recibieron -al Verbo-, les concedió ser hijos de Dios" (Jn 1, 12). No somos, por ello, "cualquier cosa", no te dejes engañar. Somos nada menos que hijos de Dios, amigos de Cristo, quien así nos llamó (Cf. Jn 15, 14s), y quiere vivir en permanente amistad y unión con nosotros: "La ra­zón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hom­bre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva. Y sólo puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero en su Creador" (GS, 19).

II. TU DIMENSIÓN TRASCENDENTE

Todos los hombres tenemos que desarrollarnos en dos planos: el terrenal -o inmanente- y el trascendente. El plano terrenal se ocupa de nuestras aspiraciones temporales: la vida social, económica, la­boral, artística, etc., y las necesidades propias de la vida diaria: ali­mentación, vestido, etc. Estos esfuerzos pueden ser positivos, siempre y cuando el hombre no se dedique únicamente a la realización de este plano terrenal, pues cuando ello ocurre, se cae en el secularis-mo, que lo separa y opone con respecto a Dios, porque concibe la construcción de su destino como responsabilidad exclusiva del hom­bre mismo, y por lo tanto, considera que ya no necesita recurrir a Dios.

Nuestra dimensión trascendente quiere decir que, por nuestra con­dición de hijos adoptivos de Dios, estamos llamados a unirnos con Dios y a disfrutar eternamente de su Reino, que no es de este mundo. El Señor es la Verdad y el Sumo Bien, hacia el cual deben estar orien­tados, finalmente, nuestros esfuerzos de realización humana y cris­tiana. Estamos en el mundo, pero no le pertenecemos.

Tenemos que ocuparnos de las cosas terrenales, de progresar en la vida, en el trabajo, de alcanzar el bienestar, pero sin olvidar por ello que el Señor tiene un plan para nosotros, y eso significa que tenemos una misión que cumplir en este mundo, y que el Señor nos encomendó.

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Negar nuestro valor trascendente, es quedarnos en lo finito y te­rrenal, y desprenderse neciamente de todos aquellos derechos y pri­vilegios que como hijos adoptivos hemos heredado de nuestro Padre.

Vamos a conocer, entonces cuáles son esos derechos, deberes y cuál es esa gran herencia.

"Que él se digne, según la riqueza de su Gloria, fortalecer en ustedes, por su Espíritu, el hombre interior. Que Cristo habite en sus corazones por la fe. Que estén enraizados y cimentados en el amor. Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, en una pala­bra, que conozcan este más allá del conocimiento que es el amor de Cristo. Y, en fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios. A Dios, que demuestra su poder en nosotros y que puede rea­lizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos, a él la glo­ria, en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén. " (Ef3, 16-21).

III. TUS DERECHOS Y DEBERES COMO HIJO

Por ser hijo de Dios tienes determinados derechos:

• Vivir en unión con el Padre (Cf. Rm 8, 15).

• Vivir como hijo de Dios (Cf. 1 Jn 3, 9-10).

• Ser perdonado y salvado, como el hijo pródigo (Cf. Le 15, 1 Iss).

• Ser guiado y conducido por el Espíritu (Cf. Rm 8, 14).

• Ser heredero de las riquezas y promesas de Dios (Cf. Rm 8, 17; Ga 3, 29).

• Ser familia y pueblo de Dios (Cf. 1 P 2, 9).

Pero al mismo tiempo estos derechos hacen que tengamos debe­res hacia nuestro Padre:

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• Obedecer sus mandamientos (Cf. Jn 14, 15; Dt 26, 18). • Permanecer unido a Él para dar fruto (Cf. Jn 15, 5). • Creer en Jesucristo y amarnos unos a otros (Cf. 1 Jn 3, 23). • Vivir como vivió Jesús (Cf. 1 Jn 2,6). • Reconocerlo delante de los hombres (Cf. Le 12, 8-9) • Honrar a Dios (Cf. Jn 5, 23). • Servir a Dios y los demás (Cf. Mt 20, 26-28). • Comunicarse con Dios en la oración (Cf. Ef 6, 18; 1 Tm 2, 8). • Evangelizaren todo momento (Cf. Me 16, 15).

Bien, ahora sabemos cuáles son los deberes y derechos que tene­mos por ser hijos de Dios, pero, ¿qué hacer?, ¿ cómo hacer? para gozar de nuestros derechos y asumir nuestros deberes sin que estos sean una carga.

¿Qué debemos hacer para "hacernos como uno de estos peque­ños" y "entrar (gozar) en el reino de Dios" y para "tomar nuestra cruz y seguirle"! Lo dijimos al comienzo: dejándonos conducir por el Espíritu de Dios.

Este dejarnos conducir significa que busquemos momentos cla­ros y precisos de oración, en la que nuestro Padre nos habla amisto­samente, reafirmando nuestros derechos, haciéndonos crecer a la altura de Jesús, y nos invita a morir a nosotros mismos para que sea "El quien viva"; es en esta oración que "ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí..." y en la comunión que tendremos, también la pureza y el gozo, "el querer y sentir", seguirle, asumien­do nuestra cruz.

En suma, los derechos y deberes no sólo es algo que debemos saber, sino más bien una relación que debemos "vivir". Una relación que se inicia en Él y que quiere: "... mira que estoy a la puerta y llamo..." pero en la que nosotros somos la otra parte necesaria: "... si alguno oye mi voz, me escucha, me quiere escuchar, abre la puerta, ...yo entraré en él...; a su conciencia, a su intelecto, lo seduciré y cenaré con él, ...seré su alimento y... el comienzo, haciéndonos uno".

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IV. ¿CUÁL ES TU HERENCIA?

Por el bautismo somos hijos adoptivos de Dios, y como tales, también herederos de todas y cada una de sus promesas (cf. Rm 8, 17), que para ti ha provisto el Padre. Algunas son:

• Vida eterna (1 Jn 2, 25) • Vida en abundancia y satisfacción material necesaria (Cf. Jn 10,

10; Mt 6, 25-33) • Protección divina (Cf. Is 45, 2-3). • Nos colmará de honores (Cf. Sal 91, 15). • Nos devolverá la prosperidad (Cf. 2 Cro 7, 14). • Estará con nosotros (Cf. Mt 28, 20). • Cumplirá todas sus promesas (Cf. 2 Co 1, 19-20; 1 Co 1,8-9). • Realizarnos plenamente como cristianos, como hombre y mujer

(Cf.Ef4, 13). La forma de lograr el cumplimiento de las promesas es solicitán­

dolas y haciéndolas nuestras. Dios ha dado a sus hijos esa fortuna que son las promesas depositadas en su Palabra. Nosotros, al acoger­las, estamos invitados a cumplir primero con los requisitos que la promesa tiene como condición.

Por ejemplo: Jn 1, 12

Condición: "A todos los que lo recibieron". Promesa: "Dioles potestad de ser hijos de Dios ".

Todas las promesas de Dios, sólo se cumplirán en nuestra propia vida si las esperamos con Fe. Debemos hacerlas nuestras, poniendo nuestra Fe en acción.

Ejem.: Si queremos hacer un piso, sabemos que necesitamos de cemento, arena y agua. Estos elementos de nada sirven si el albañil no se decide a unirlos y a darle forma. Así las promesas de Dios, son los elementos que Él nos da para que alcancemos sus promesas.

La mejor forma de ir tomando posesión de nuestros bienes celes­tiales será poniendo en equilibrio nuestra ORACIÓN y la LECTU­RA BIBLIA.

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Recuerda esto:

• La lectura bíblica sin oración, puede ser frialdad, estudio, aridez.

• La oración sin lectura bíblica puede ser sentimentalismo.

TAREA:

Trata de descubrir cuál es el plan que el Señor tiene para ti en los próximos meses y para tu vida, y ponió por escrito.

MEDITA Y MEMORIZA:

Elige dos textos:

Me 11, 24; Jn 14, 13; Jn 15, 7; Mt 21, 22

CITA LEMA:

"Ustedes, al contrario, son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios eligió para que fuera suyo

y proclamara sus maravillas."

(1 P 2, 9-10).

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CUESTIONARIO N° 1

Responde a cada una de la preguntas, conforme a lo que el versí­culo te diga. No olvides subrayar tu Biblia, ni orar antes de respon­der a este cuestionario.

1.- ¿De quién somos coherederos? (Rm 8, 17)

2.- ¿Cuáles son los requisitos para que nuestra oración sea escuchada? (1 Jn 3, 22-23)

3.- ¿Por qué Dios no contesta algunas peticiones? (St 4, 3).

4.- ¿Qué requisito menciona St 1,6 indispensables para cuando pidas?

a) Que ayunes b) Que te humilles c) Que no dudes

5.- ¿Con qué intención se hace la oración en los pasajes siguientes?

Mateo 26, 41:

Mateo 7, 7:

6.- ¿Quién te ayuda cuando no sabes expresar tus pensamientos o deseos a Dios? (Rm 8, 26)

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7.- Hasta ahora no han invocando. pidan, y , y su gozo será (Jnl6,24).

8.- Algunas de las cosas por las cuáles deberías orar son:

a) St 1, 5

b)Hch4,31

c)Ef3, 16

d) 1 P 5,7

e) Jn 6, 45

f) Col 1, 9

) Fortaleza.

) Que el Señor te enseñe.

) Valentía para testificar.

) Pedir sabiduría.

) Conocimiento de su Voluntad.

) Confiarle tus preocupaciones.

10.- Rm 8, 17 Dice que ya eres:

11.- ¿Dios dice que va a darte todo lo que necesitas?

SI NO

12.- Una de las promesas de Dios para ti es (1 Jn 2, 25):

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2 EL HOMBRE ESPIRITUAL

> >

OBJETIVO.- Ayudarlos a tomar la decisión de preferir y seguir a Cristo, rechazando el pecado y lo que ofrece el mundo.

-

En la reunión pasada, nos hemos sentido motivados a gozar de la herencia que nuestro Padre celestial nos da, y que esto es posible si optamos por vivir como Jesús, es decir, como un hombre espiritual.

I. EL HOMBRE CARNAL Y ESPIRITUAL

En este tema veremos que hay dos clases de hombres, según se dejen conducir por la carne o por el espíritu.

Así como en el botón de una rosa no se nota su belleza hasta que los sépalos se abren y se deja ver el interior, así mismo el hombre carnal tiene que irse despojando poco a poco de sí mismo, de su Yo, de sus egoísmos, de sus pasiones, etc., para que entonces se vaya descubriendo en él al hombre espiritual, hecho a la imagen y seme­janza de Dios.

"Al contrario, uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo atraen y lo seducen" (St 1, 14).

En la parábola del sembrador, se nos habla de cuatro tipos de oyen­tes; tres de ellos mueren (son carnales) y sólo uno sobrevive porque oye y hace fructificar la palabra (Cf. Le 8,11-15).

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La semilla tiene que morir y ser enterrada para así tener nueva vida y dar fruto abundante (Jn 12, 24-25). Igualmente, el hombre espiritual es aquél que ha muerto a sus deseos, a sí mismo, a sus planes, a su mundo. Sin mirar lo que dejó, lo que queda atrás, sigue a Cristo (Cf. Le 9, 62). Esto significa un proceso, muchas veces do­loroso, lleno de sacrificios y privaciones, como ya hemos visto, pues se trata de una lucha espiritual, principalmente para ir muriendo a nuestro yo. Sin embargo, todo este esfuerzo recibirá la mejor recom­pensa, que es la de alcanzar la plena libertad, pues el hombre espiri­tual es el hombre verdaderamente libre.

Jesús vino a traernos un nuevo mensaje de verdad, de vida, mas no quiere que sus enseñanzas sean algo agregado a nuestra vida. El nos pone una alternativa: estar con Él o estar contra Él.

"El que no está conmigo, está contra mi, y el que no recoge conmigo, desparrama " (Mt 12, 30).

II. SEGUIR AL SEÑOR Por consiguiente, todo aquel que quiere seguir al Señor, debe pen­

sar si está dispuesto a seguirlo hasta el fin, y de una manera total y radical.

Seguir al Señor significa:

• Reconocer a Jesús como tu Señor y seguirlo, pues sus ovejas reconocen su voz y le siguen (Cf. Jn 10,4 y 14).

• Entregar al Señor todo cuanto amas y aprecias (relaciones familiares, proyectos, apegos, etc.), con actitud de desprendimiento (Cf. Mt 19, 27-28; Le 18,22).

• Buscar por sobre todo la voluntad de Dios aceptando el plan de Dios en tu vida (Ef 3, 16-19; Ef 5, 17).

• Prepararte para defender tu fe y actuar como verdadero cristiano (Cf. Jn 10, 18-25).

• Cambiar tu modo de vivir, dejando lo malo que antes hacías, para llegar a tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús (Cf. Flp2,5-l l ;Rm 12, 2).

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• Aceptar que tendrás que reconocer a Jesús delante de los hombres aunque te insulten por su causa (Cf. Mt 10, 32). Estar dispuesto a morir por su causa (Cf. Le 9, 23-24).

• Aceptar todas las pruebas como discípulo fiel y obediente (Cf. 2 Co6,4-10; 1 P 1,6-7).

• Andar en la luz (Cf. Jn 8, 12; 1 Ts 5, 5) y ser luz (Cf. Mt 5, 14).

Seguirlo es amarlo más que a nada ni a nadie, con todo tu cora­zón, con toda tu mente y con todo tu cuerpo, guardando sus manda­mientos (Me 12, 29; Dt 6,4-6). Es tener oídos y escucharle: es decir a su llamado, o a todo lo que te pida: "Sí, Señor", como María, y muriendo a ti mismo, resucitar para Cristo y dar el fruto abundante que Él espera de ti.

"Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que vayan y produzcan fruto, y ese fruto permanezca" (Jn 15, 16).

III. LIBRES, ¿PARA QUÉ?

Cuando vivías en el pecado no eras libre, sino que estabas en una situación de servidumbre y de esclavitud de ese pecado y del modo de vida que se había convertido en tu atadura.

"Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud " (Ga 5, 1).

Y si Cristo nos liberó, ¿te has preguntado para qué?. Si hoy tienes las manos libres, es a fin de usarlas para servir. El servicio, y no lu servidumbre, es la característica del hombre espiritual, que ha sido liberado por Cristo: "Libraré a mi pueblo del yugo de la esclavitud. y no volverá a ser esclavo de extranjeros. Y me servirá a mí, w< Señor y Dios" (h 30, 8-9).

El "secreto" es estar dispuesto adejarte conducir. Esto sip.niln ,i dejarte guiar por el Espíritu del Señor dando tus propios pasos (Ir i> confiando en el Señor.

i

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El Señor es el Pastor y sus ovejas reconocen su voz y lo siguen (Cf. Salmo 23, 1-4; Jn 10,4-5).

Esta es la vida del hombre espiritual; es la vida de un hijo obe­diente, amante, que ha logrado por su comunión diaria con DIOS ganar un lugar especial en su amor y para el cual Dios ha prometido una corona de vida (Cf. St 1, 12). Es el hombre que logra vencer el mal a base de hacer el bien (Cf. Rm 12, 21). En su vida ya no siente atracción por las cosas del mundo como antes, pues sus objetivos y valores son más firmes (Cf. 2 Co 4, 16. 18).

No se trata de una vida pasiva y fácil sino que debe ejercitar su libre voluntad, elegir, decidir entre el bien y ei mal, negarse a la tentación, buscar constantemente mejorar su vida espiritual y ase­mejarse cada día más a Cristo. Porque su condición es de ser libre y sólo los que son liberados por Cristo tienen la posibilidad de decidir, de escoger, de aceptar y rechazar, porque ahora son ellos mismos, son los que el Señor quería que sean, han dejado de ser esclavos (cf. Jn 8, 36), ahora se han encontrado a sí mismos y se esfuerzan por cumplir el plan de Dios en sus vidas.

Intentar hacer esto por nuestros propios medios, equivale al es­fuerzo inútil tratar de empujar un tren, pero en el momento en que aceptas dejarte conducir del Espíritu Santo, decir "SÍ" equivale a permitir al maquinista que ponga en marcha al tren.

IV TOMA TU DECISIÓN

La libertad es difícil lograrla y luego mantenerla, pues tienes que tomar tus propias decisiones y responsabilizarte de ti mismo. Mu­chos por ello prefieren permanecer en la esclavitud del pecado o la servidumbre a los ídolos. Otros, viven la experiencia de la liberación para luego "suspirar por las ollas de Egipto" (Cf. Ex 16, 2-3). Sin embargo ser libre es siempre la mejor decisión. Ser libre es ser tú mismo.

Esta libertad, que cuesta esfuerzo lograr, no significa obtener una independencia absoluta con respecto a los demás, incluyendo a Dios

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mismo. Siempre necesitaremos del Señor, pues sin El, nada pode­mos hacer (Cf. Jn 15, 5). Su ayuda y la de nuestros hermanos es muy importante para alcanzar nuestra salvación.

Ahora que eres consciente de esto, ¿estás dispuesto a seguir al Señor y decir "SÍ", a ser un hombre espiritual? Si es así, has tomado la decisión más acertada de tu vida.

Haz tu compromiso con el Señor esta misma noche. • Entrégate y ofrece toda tu vida al Señor.

• Promete que lo obedecerás y lo amarás.

TAREA:

Escribe tu testimonio para la Gloria de Dios (hazlo como si estu­vieras escribiendo para tratar de convertir a alguien que no cree).

MEDITA Y APRENDE: Elige dos de las siguientes lecturas:

1 Co 2, 14-15; Jn 8, 12; Rm 12, 21; 1 Jn 2, 3-6

CITA LEMA:

"Cristo nos liberó para que fuéramos realmente libres. Por eso, manténganse firmes y no se sometan

de nuevo al yugo de la esclavitud". Gálatas 5, 1

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CUESTIONARIO N° 2

En la forma que ya antes has resuelto tus cuestionarios, busca la cita adecuada, y escoge la respuesta correcta. Recuerda que debes orar antes de empezar a resolverlo; trata de responder sólo tres pre­guntas al día, para que puedas entenderlas.

1.- ¿Es necesario declararte Cristiano?

SI NO

2.- ¿Qué fue lo que el maestro de la ley dijo a Jesús? (Mt 8, 19)

3.- ¿Qué fue lo que hizo que el joven rico desistiera de seguir a Jesús? (Mt 19, 21-22). ( )

a) su enfermedad b) su riqueza c) su vanidad

4.- En Juan 8,12 dice: "El que me sigue no en , sino que tendrá "

5.- ¿A quiénes se refiere Jesús, cuando habla de los "muertos"? (Mt 8, 22).

6.- En la parábola del sembrador se hace mención a cuatro tipos de oyentes; menciona cuáles son: (Mt 13,18)

a)

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b)

d)

7.- La semilla, para dar fruto, tiene que (Jn 12,24-26).

8.- ¿Qué debe hacer el que quiera seguir a Cristo? (Me 8,34) Explica.

9.- ¿Qué es lo que al mundo le extrañará de ti? (1 P 4, 4) ( )

a) que seas cristiano b) que no mientas c) que no lo sigas

10.- Dios ve dos tipos de hombres:

a) Carnal ( ) Rm 8,8

b) Espiritual ( ) 1 Co 2, 15

11.- En Mateo 6, 24 dice que no puedes al mismo tiempo a Dios y a las .

12.- A causa de creer en Jesús te odiarán pero el que

HASTA EL FIN se (Mt 10, 22).

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3 ROMPIENDO ATADURAS

OBJETIVO.- Romper las ataduras que limitan nuestra libertad como hijos de Dios.

Muchos que ya han iniciado su nueva vida en el espíritu encuen­tran posteriormente dificultades para manifestar su fe libremente, para orar, para avanzar y seguir a Cristo. No les es posible navegar mar adentro cuando se lo pide el Señor, pues su barca se halla enca­denada al muelle.

Esto produce en nosotros una sensación -que es real, por cierto-de falta de libertad. Pero si "Cristo nos liberó para que seamos real­mente libres" (Ga 5, 1), nada debe impedir que podamos disfrutar plenamente de esa libertad que Cristo nos alcanzó en la cruz.

Hoy vamos a compartir acerca de estas ataduras y en la necesidad de romperlas, si es que éstas aparecen en nuestra vida.

I. LOS APEGOS

Cuando Jesús nos enseña que "la vida vale más que la comida, \ el cuerpo más que la ropa" (Le 12, 23), nos está advirtiendo qm debemos dar a todo su real valor y lugar, "pues allí donde esté /<< riqueza de ustedes, allí estará también su corazón" (Le 12, 34).

Lamentablemente, muchas veces nos aferramos tanto » las COM>

materiales, a un proyecto, a un trabajo, a un ser querido, u inin ilu

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sión, que sin darnos cuenta nos creamos una atadura afectiva entre nuestro corazón y aquello a los cual nos aferramos.

No es malo tener bienes, éxito o personas a las cuales queremos. El problema es la atadura que nos hacemos hacia aquello. Eso es lo que denominamos apegos, y nosotros debemos cuidarnos de no te­nerlos, en la medida que éstos nos impiden ser verdaderamente li­bres y hacer la voluntad del Señor. Fue el apego del joven rico por sus bienes materiales lo que le impidió seguir a Cristo (Cf. Le 18, 18-24).

Estos apegos, si llegan a crecer en nosotros, son la raíz de muchos pecados, como lo señala el Catecismo de nuestra Iglesia en su defi­nición de pecado: "El pecado es una falta contra la razón, la ver­dad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bie­nes" (CfA.N° \M9).

II. LAS ATADURAS MENTALES

La mayoría de las ataduras que nosotros mismos nos colocamos ejercen su acción sobre nuestra mente, pues existen en la medida en que están presentes en nuestra mente.

En ella se generan ataduras muy diversas, tales como obsesiones, prejuicios, culpabilidad, inferioridad, excesiva o insuficiente autoes­tima, temores y fobias, inseguridad, inmadurez emocional, el temor por el qué dirán los otros. Incluso, la misma ignorancia llega a ser una forma de atadura.

Estas ataduras, sin embargo, no sólo afectan a la persona como individuo. También transtornan la moral social. Es el caso del racis­mo, el machismo, la alienación, corrupción pública, injusticia so­cial, menosprecio por el que menos tiene y otras estructuras de pecado.

La palabra de Dios nos enseña por ello que en necesario que reno­vemos nuestra mente y nuestro comportamiento.

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A. RENOVAR NUESTRA MENTE

"No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto" (Rm 12, 2).

La renovación de nuestra mente -nuestra manera de pensar-, im­plica reorientar hacia Cristo (transformar):

- Nuestros valores: Es la importancia valorativa que le damos a cada cosa en nuestra vida. Es a qué le damos el primer lugar. Por ejem­plo, para los que son del mundo, lo primero es el divertirse, el poseer riquezas, ser reconocido por todos, las comodidades, el lujo, la fama, el individualismo, el poder. Para un cristiano, en cambio, primero está Cristo, la vida, el amor, la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la humildad, la comunidad.

- Nuestros principios: Son reglas aprendidas o fruto de nuestro ra­zonamiento. Pueden ser positivos o negativos. Por ejemplo: "Lo que no quieras para ti, no se lo hagas a los demás" (positivo), "primero yo, y después los demás" (negativo). Cristo mismo nos propone cambiar nuestros principios: "Ustedes han oído que antes se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal" (Mt 5, 38-39).

- Nuestros criterios: Son los conceptos según los cuales vemos o juzgamos las cosas, y que guían nuestro discernimiento. Por ejem­plo, antes valorábamos a alguien porque era popular, por tener una determinada posición social, por su belleza física, etc. Ahora valo­ramos a los demás por lo que son, y no por lo que hacen o tienen.

"Ustedes deben renovarse en su mente y en su espíritu, y revestirse de la nueva naturaleza, creada según la voluntad de Dios y que se muestra en una vida recta y pura, basada en la verdad" (Ef4, 23-24).

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El objetivo de renovar nuestra mente es morir a nosotros mismos, hasta tener los mismos sentimientos de Cristo (Cf. Flp 2, 1-2) y po­der llegar a decir, como Pablo: "ya no son yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20).

B. RENOVAR NUESTRO COMPORTAMIENTO

"Esa bondad de Dios nos enseña a dejar la maldad y los deseos mundanos, y a llevar en este mundo una vida de buen juicio, rectitud y devoción a Dios " (Tit 2, 12).

Renovar nuestro comportamiento es hacer visible nuestra trans­formación en Cristo: "Ustedes, como hijos amados de Dios, procu­ren ser como él" (Ef 5, 1). Si el Señor transformó lo que somos, también deberá transformar lo que hacemos. Por ello, nos corres­ponde renovar nuestros gustos, hábitos, actividades, planes, ambi­ciones y el uso de nuestro tiempo libre, teniendo siempre a Cristo como centro y cabeza de todo.

Tenemos que cortar con todo lo que nos lleva a pecar, pues un pecado arrastra a otro, siempre peor, como lo afirma nuestro Cate­cismo: "El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones desvia­das que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal" (Cat. N° 1865).

El objetivo de renovar nuestro comportamiento es "vivir como vivió Jesucristo" (1 Jn 2, 6), es decir, vivir el evangelio, vivir la santidad.

III. LAS ATADURAS PERSONALES

En ocasiones, podemos tener apegos exagerados hacia determi­nadas personas. Este apego es nocivo para ambos, pues ninguno puede ser verdaderamente libre. Estas ataduras personales se pueden mani­festar en:

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- Las influencias negativas: Hay ciertas personas que no nos convie­ne frecuentar demasiado porque pueden apagar nuestra vida de fe, si es que no nos mantenemos vigilantes (Cf. 1 Co 5,9-13; 1 Ts 5, 5-11; Flp 3, 17-21).

Esto no quiere decir apartarse de quienes son del mundo, sino cuidarnos de no asumir sus valores, principios y criterios, que no son cristianos.

- Las dependencias: Ocurre también que en ocasiones nos aferramos tanto a una persona, que no podemos vivir sin ella, creando así una atadura para ambos. Un caso es \asobreprotección. Ofrezcamos al Señor nuestros familiares y seres queridos, y pongamos en sus manos toda relación afectiva, para que Él la conduzca por un cauce siempre sano y esa relación sea una bendición para la vida de ambos.

El Señor nos hizo libres para amar: "Dios los ha comprado a ustedes a gran precio; no permitan que otros hombres los hagan esclavos" (1 Co 7, 23). Sólo el que es libre puede amar de verdad, porque el amor es darse a los demás y recibir su afecto: "Ustedes, hermanos, fueron llamados a ser libres. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor" (Ga 5, 13). El amor, y no el apego, es el perfecto lazo de unión (Cf. Col 3, 14).

El objetivo de romper las ataduras personales es amarnos libre e incondicionalmente, como Cristo nos ha amado (Cf. Jn 13, 34).

IV. LAS ATADURAS MATERIALES

Las cosas del mundo también pueden ser capaces de ahogar la semilla que el Señor sembró en nosotros: "La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan, pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres, de modo que no dan fruto" (Le 8, 14).

Estas ataduras materiales pueden ser:

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- El deseo de poder y ser más que los demás. - El amor al dinero. - Un excesivo apego por el trabajo ("el trabajo es lo primero"). - El afán por las comodidades (el "confort"). - Caer en el consumismo. - El apego desmedido por la televisión.

La mejor forma de romper con estas ataduras y demostrar al Se­ñor que hemos puesto en sus manos todas las cosas materiales, es dando nuestro diezmo. Este diezmo (la décima parte de lo que reci­bimos) pertenece al Señor, y al no dárselo, se lo estamos robando (cf. Mal 3, 8-12). El Señor nos promete grandes bendiciones si entrega­mos con alegría este diezmo que le corresponde por derecho propio (cf. Hch 20, 35; 2 Co 9, 7).

El objetivo de romper con nuestras ataduras materiales es usar los medios que nos ofrece el Señor sin permitir que ellos nos dominen a nosotros: "Porque la vida es más importante que el alimento, y el cuerpo más que el vestido" (Le 12, 23).

V. LAS ATADURAS ESPIRITUALES Espiritualmente también podemos crearnos ataduras. Éstas son

las que nos impiden relacionarnos normal y eficazmente con el Se­ñor. Las más frecuentes son:

- La soberbia: "Porque el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado" (Le 14, 11).

- El odio y el resentimiento: "Si alguien te demanda y vas con él a presentarte a la autoridad, procura llegar a un acuerdo mientras aún estés a tiempo, para que no te lleve ante el juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias, y los guardias te meterán a la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo " (Le 12, 58-59).

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- La vanidad y el orgullo: "El más grande entre ustedes debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido" (Mt23, ¡1-12).

- Acudir a prácticas de ocultismo: "Que nadie de ustedes ofrezca en sacrificio a su hijo hacién­dolo pasar por el fuego, ni practique la adivinación, ni preten­da predecir el futuro, ni se dedique a la hechicería ni a los encantamientos, ni consulte a los adivinos y a los que invocan a los espíritus, ni consulte a los muertos. Porque al Señor le repugnan los que hacen estas cosas" (Dt 18, 10-12).

Es muy importante que sepamos que las ataduras más poderosas y difíciles de romper son precisamente las ocasionadas por la prácti­ca del ocultismo en cualquiera de sus formas. Esto atenta directa­mente contra nuestra fe y es una invitación abierta al Maligno a que ejerza una opresión sobre nuestra vida.

El objetivo de romper con las ataduras espirituales es adorar al Señor "en espíritu y en verdad" (Jn 4, 23).

MEDITA Y APRENDE:

Jn8, 31-36; 2 Co 3, 15-18

TAREA:

Haz un examen de conciencia, identifica las posibles ataduras que tienes y rompe con todas ellas en el Nombre de Jesús.

CITA LEMA:

"Yno os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente,

deforma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto."

Romanos 12, 2

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CUESTIONARIO N° 3 1.- Los apegos nos atan:

a) al Señor b) a la Iglesia c) a este mundo

2.- La verdad nos hará (Jn 8, 32).

a) verdaderos b) libres c) sabios d) perfectos

3.- ¿Quién nos hace libres? (Jn 8, 36)

a) la razón b) el Hijo c) el poder d) tu mejor amigo

4.- El amor nos libera de . (1 Jn 4, 18)

a) el odio b) la enfermedad c) el temor d) la mala suerte

5) Para conocer la voluntad de Dios, debemos renovar: a) nuestras amistades b) nuestra mente c) nuestra religión

6) "Es necesario que crezca, y que yo " (Jn 3, 30).

7.- "Ahora no vivo , sino que vive en mí." (Ga 2, 20).

8.- Una amistad dominante, se convierte con el tiempo en una atadura:

a) personal b) material c) espiritual d) mental

9.- No estar dispuesto a dar el diezmo, es signo de un apego a:

a) las diversiones b) las amistades c) las cosas materiales

10.- ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de las prácticas del ocul­tismo (adivinación, brujería, astrología, cartomancia, etc.)

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4 LA AMISTAD CON DIOS

OBJETIVO.-Apreciar el valor de la confesión y la comunión para mantener la gracia de vivir en amistad con Dios.

. . .—__

I. LA GRACIA DE DIOS

Antes de nuestra conversión caíamos muy a menudo en pecado, que nos volvió indiferentes, pues éramos ESCLAVOS DEL PECA­DO. Cuando Cristo vino a nuestras vidas, nos limpió de toda maldad y nos liberó del dominio del pecado (Cf. Rm 8, 1-2) dando nueva vida a nuestro espíritu por medio de la gracia (Cf. Rm 6, 14).

Una de las manifestaciones de que estamos siendo dirigidos por el Espíritu Santo, es que nuestra conciencia se vuelve sensitiva para percibir lo que es de Dios, lo que le agrada, y lo que se opone a Él. Por eso algunas cosas que hacíamos antes sin que nos parecieran malas, ahora, a la luz del Espíritu, entendemos o somos alertados por nuestra conciencia de que no son buenas. Esto es a lo que podemos llamar la gracia de Dios: es la presencia de Dios en nosotros cuando nos mantenemos en comunión con El, es la participación en la vidu de la Trinidad, entrar en la vida de Dios.

Es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para respomlri • > llamado: "La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nox li de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra ubmi /•

I !

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sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divini-zadora, recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación" (Cat. N° 1999).

Al recibir la Efusión del Espíritu Santo, la gracia de Dios aumen­ta en nosotros y se hacen evidentes los frutos del Espíritu Santo en nosotros.

Para estar en permanente amistad con nuestro Padre, debemos mantener y cuidar nuestro estado de gracia .

Estar en amistad con Dios es abandonar nuestro temor servil (no pecar por temor al castigo de Dios) para adquirir un temor filial, que es no querer pecar para no fallarle a quien amamos y sabemos que tanto nos ama. Por ello, ¿apreciamos verdaderamente lo que es vivir en gracia de Dios?

II. LAS DESVIACIONES

Cuando somos dirigidos por el Espíritu Santo es cuando vamos por el mejor camino, pero hay varias formas de desviarse y equivo­car ese camino.

Cuando Dios nos da una orden o una inspiración en nuestra vida (ya sea por una enseñanza, la Biblia, o una palabra directa), y nos negamos a obedecerla, estamos interrumpiendo el canal de la gracia, diciendo no a Dios y rompiendo así nuestra relación de amistad con Él (Cf. St 4, 17), quedando de nuevo sometidos únicamente a la ley (Cf. St 2, 10-11). Otra forma de caer es cediendo a las tentaciones que Satanás pone en el camino, y de nuevo rompemos por nuestra voluntad el canal de la gracia de Dios (Cf. St 1, 15).

A veces cometemos algunas pequeñas faltas, que sin privarnos de la gracia ni conducirnos a la muerte (Cf. 1 Jn 5, 16-17), no permiten que avancemos, son como topes o baches en el camino de Dios, y nos producen tibieza. Se trata de los pecados llamados veniales, cuyas manifestaciones son:

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• Disminuir o evitar nuestros deberes como cristianos. • Hacer de mala gana las cosas referentes a Dios. • Pensar sólo en nosotros mismos y en nuestra comodidad. • Perder nuestro tiempo y tener conversaciones ociosas y vanas. • No hacer el esfuerzo por evitar cometer otros pecados. • Obrar por motivos meramente humanos.

En cualquiera de estos casos, no seremos forzados a volver al camino correcto, Dios nos permitirá hacer nuestra voluntad hasta que nos demos cuenta de que no podemos solos. Dios nos ama, y dejará que suframos las consecuencias de nuestra propia rebeldía a fin de que decidamos por nosotros mismos NO PECAR MÁS, no ir por otras sendas, en contra de su voluntad (Cf. Hb 12, 5-11).

III. LA RECONCILIACIÓN

La forma de restablecer la amistad con Dios, es el arrepentimien­to y la confesión de nuestra falta. Esto es acercarnos al sacramento de la Reconciliación, que es denominado por nuestro Catecismo como sacramento de curación (N° 1421).

La gracia divina se nos comunica muy especialmente por los sa­cramentos, pero el seguir los ritos exteriores sin un compromiso in­terior, no nos comunica la vida divina. La confesión tendrá valor en relación al arrepentimiento que tengamos de haber pecado, la since­ridad es el punto clave. Al confesar nuestro pecado, renunciamos a él y a volver a hacerlo. Tenemos que acostumbrarnos a decir NO al pecado.

No te presentes al sacerdote a confesar aquel pecado si no estás dispuesto a abandonarlo, pues no sólo te engañas a ti mismo, sino que ofendes a Dios por la falta de sinceridad de tu confesión. Aún cuando te falten fuerzas, por la gracia de la confesión recibes la fuer­za de Dios necesaria para resistir.

Esta frase del Catecismo resume el efecto causado por este sacra­mento: "Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a

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la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad" (N° 1468). Su gran efecto es, pues, la reconciliación con Dios. Igualmente, re­concilia al penitente con la Iglesia, pues es restablecido en la comu­nión de los santos.

Hay algunas faltas de las que además tendrás que reparar el daño provocado. La confesión es el medio de comprometerte ante Dios a renunciar a tus pecados y a tratar de llevar una vida santa. Mien­tras mayor sea el tiempo que te mantengas en gracia, tu vida estará más próxima a la perfección cristiana.

IV. LA COMUNIÓN El sacramento de la Eucaristía también es llamado Comunión por­

que por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (Cf. Jn 6; 1 Co 10, 16-17).

Es este, precisamente, el primer efecto que podemos mencionar de recibir con frecuencia la comunión: acrecentar nuestra unión (amis­tad) con Cristo. El comulgar nos permite lograr esa unión íntima con Cristo Jesús. Nos hace uno con Jesús. Nos unimos a Aquel que nos llamó amigos (Cf. Jn 15, 15) porque hicimos lo que El nos dio a conocer y nos pidió: "El que come mi cuerpo y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a él" (Jn 6, 56).

La comunión con la Carne de Cristo resucitado, además, conser­va, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el bautismo.

Otro efecto muy importante de la comunión es que nos separa del pecado. La eucaristía, al mismo tiempo que nos une a Cristo, nos purifica (perdona) los pecados veniales cometidos y nos preserva de pecados graves futuros.

La comunión además fortalece la unidad de la Iglesia. La eucaris­tía hace la Iglesia. El comulgar renueva, fortifica y profundiza nues­tra incorporación a la Iglesia.

La gracia de Dios nos convierte en sus amigos, porque hemos acogido la palabra de Jesús. Por ello, nos corresponde mantener esta

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relación en términos de amor y de amistad franca y sincera, sin te­mor ni dudas, pues "no hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos" (Jn 15, 13), y Cristo, nuestro amigo, dio la suya por nosotros.

Los amigos buscan siempre estar unidos, no separarse nunca, pues la separación causa tristeza. Si perdemos la gracia de Dios, nos sentiremos tristes y trataremos lo antes posible de restablecer nues­tra relación de amistad con Jesús, y así volver a disfrutar de ella, pues ahora valoramos más esa amistad.

MEDITA Y APRENDE: Eligiendo dos de los siguientes textos:

Jn 6, 53-56; Jn 15, 7.13-15; Ef 2, 4-5

TAREA:

Recibe la comunión durante la semana como signo de tu unión y amistad con Cristo. Reconcilíate con Él si tienes necesidad de hacerlo.

CITA LEMA:

"Ya no les diré servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón.

Les digo: amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. "

Juan 15, 15

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CUESTIONARIO N° 4

1. Dios nos dice que no nos hagamos del pecado. (Rm 6, 6; Jn 8, 34).

2. "Pues ustedes no están bajo la sino bajo la " (Rm 6, 14).

3. Esto significa que debemos al pecado (Rm6, 11-13; Col 3, 3).

4. "El que oculta sus faltas no , el que las

y se de ellas

alcanzará el " (Pr 28, 13).

5. El que peca es porque (1 Jn 3, 6) ( )

a) No lo ha conocido b) No se acuerda c) Es malo

6. Si conocemos su voluntad y pecamos, nos hacemos rebeldes. ¿Cuál es la condición para que Él nos perdone? (1 Jn 1,9).

7. Juan 6, 35 dice que Jesús es: ( )

a) El Mesias b) El Pan de Vida c) La Luz

8. ¿Qué ocurre si no recibo el Cuerpo de Cristo? (Jn 6,53)

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9. Si tomamos indignamente el Cuerpo de Cristo, estamos

(1 Co 11,27-29), por no reconocer el Cuerpo

de Cristo.

10. "El que come mi carne y bebe mi sangre en

mí, y en " (Jn 6, 56).

11. El rito exterior sin interior no nos da vida.

a) Pecado b) Compromiso c) Celo

12. ¿Qué peligro hay en las comuniones por rutina?

13. ¿Vale realmente ante DIOS una confesión sin un deseo firme de renuncia al pecado confesado?

SI NO

14. ¿Puedes en la Comunión ser perdonado y limpiado de tus faltas?

SI NO

¿De cuáles?

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1 s», >

5 VIVIR COMO HERMANOS

EN LA COMUNIDAD

OBJETIVO.- Descubrir la necesidad de vivir en amistad con los hermanos, para formar comunidad.

. .

En la clase pasada comprendimos lo que es la gracia, las formas de acrecentarla por la confesión y la comunión y cómo ésta se pierde o disminuye. Hoy veremos la importancia de la amistad, que es la expresión más pura y elevada del amor, en nuestra vida de relación con los demás.

La amistad es una necesidad básica en toda vida humana, pero sobretodo es el ámbito más adecuado y eficaz para favorecer la for­mación de nuestra personalidad.

Jesús, entregando su vida por todos los hombres, nos ha dado In medida de la verdadera amistad, y desde entonces entregar la vid» por los que uno ama, es gesto y certera actitud de auténtica amisliul

"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 15).

Si realmente nos hemos convertido al Señor al recibir el Don ili«l Espíritu, sentimos la necesidad de vivir en amistad con nuestro»» h« • manos en la fe, caminar junto con ellos hacia el Señor y compai i M i • que Él va haciendo en cada uno.

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Un ejemplo de esto nos lo dio la primera comunidad cristiana en la que: "Todos eran asiduos a la comunión fraterna, a la oración, a la enseñanza de los apóstoles y a la fracción del pan''' (He 2, 42).

I. TU PRIMERA COMUNIDAD: TU HOGAR

La familia es el primer círculo que te rodea, es tu "primer mun­do". Es allí donde tenemos que comenzar a responder al Señor. Es ese el primer mundo que hay que transformar. Por ello, podemos decir que nuestro hogar, nuestra familia es la primera comunidad donde debemos expresar nuestro amor a Dios a través de los miem­bros de ella, compartiendo juntos: oración, actividades, trabajos, ale­grías y tristezas, anhelos e ideales.

Esta disposición a permanecer unidos y colaborando entre sí, debe estar aún más presente en los momentos difíciles, en los cuales nues­tra familia necesita más de nuestra ayuda. San Pablo nos dice en la primera carta a Timoteo 5, 8: "Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel".

La familia cristiana es una comunidad que debe estar cimentada en Cristo, porque fue Él quien la fundó sobre la base del sacramento del matrimonio (cf. Ma 19, 4-6) y como "pequeña iglesia" está lla­mada, a semejanza de la "gran Iglesia", a ser signo de unidad para el mundo.

¿Puedo decir que mi familia es una auténtica comunidad cristia­na?. ¿El amor de Cristo reina en las relaciones entre los miembros de mi familia?.

II. LA COMUNIDAD

Sabemos que hemos sido elegidos y adoptados en Jesucristo con toda la Iglesia, esta elección y adopción significan que le pertenece­mos eternamente, y que un día la comunidad que formamos sobre la tierra será una comunidad eterna junto a Él.

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En presencia de un hermano debemos saber que nuestro destino es estar unidos con él en Jesucristo por toda la eternidad. Por eso comunidad cristiana significa comunidad en y por Jesucristo. Sobre este principio descansan todas las enseñanzas y reglas de la Biblia referidas a la vida comunitaria de los cristianos.

"En lo referente al amor fraternal, no necesitan que les escri­ba, ya que Dios mismo les enseñó a amarse unos a otros [...] pero los invito a progresar algo " (1 Ts 4, 9-10).

Dios mismo se encarga de instruirnos en el amor fraterno; todo cuanto nosotros podamos añadir a esto no será sino recordar la ins­trucción divina y exhortar a perseverar en ella.

Cuando Dios nos reveló a Jesucristo como hermano, comenzó al mismo tiempo a instruirnos en el amor fraternal. Su misericordia nos ha enseñado a ser misericordiosos, su perdón a perdonar a nuestros hermanos. Debemos actuar con nuestros hermanos como Dios lo hace con nosotros, considerando que recibir significa al mismo tiempo dar, y dar cuanto se haya recibido de la misericordia y del amor de Dios: "Por tanto, sean atentos unos con otros, como Cristo los aco­gió para gloria de Dios" (Rm 15, 7).

A partir de ahí y llamados por Dios a vivir con otros cristianos, podemos comprender qué significa tener hermanos. San Pablo llama a los suyos de Filipos: "Hermanos en el Señor" (Flp 1, 14). Sólo mediante Jesucristo nos es posible ser hermanos unos de otros.

Yo soy hermano de mi prójimo gracias a lo que Jesucristo hizo por mí; mi prójimo se ha convertido en mi hermano gracias a lo que Jesucristo hizo por él.

Todo esto es de una gran trascendencia porque significa que mi hermano, en la comunidad, no es tanto un hombre piadoso necesiin do de fraternidad, sino un hombre que Jesucristo ha salvado, a qui- •• ha perdonado los pecados y ha llamado como a mi, a la fe y la vi. i • eterna.

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III. NECESIDAD DE LA COMUNIDAD

Jesucristo nos ofrece la salvación a través de su Iglesia, y es vi­viendo en comunidad como lograremos alcanzarla, no aisladamente.

Para testificar con el fuego que necesitamos, sólo podremos ha­cerlo si permanecemos unidos, como cuando muchos carbones en­cendidos, que al estar unidos, el fuego de uno alimenta al otro para así formar una gran llama, pero si se los separa, se irán enfriando irremediablemente hasta apagarse.

La propia naturaleza del hombre lo motiva a relacionarse con otros hombres. Dios nos ha creado únicos, pero a la vez necesitados unos de otros. Él quiere que seamos uno como lo es con el Hijo y el Espí­ritu Santo, una sola familia, una comunidad, la cual se enriquece mutuamente.

Nosotros tenemos que descubrir la necesidad de vivir en comuni­dad, encontrando en ella la ayuda necesaria para vivir como verda­deros cristianos.

IV. VIVIR COMO HERMANOS

La amistad que debe unirnos con los hermanos formará para no­sotros un "nuevo mundo", al cual podemos considerar que es Dios mismo quien nos integra. En este mundo de nuevos hermanos, todos oraremos unos por otros, nos ayudaremos (Rm 15, 5), nos aconseja­remos, permitiremos la corrección fraterna. Unidos nos sentiremos seguros, así como las ovejas lo están mientras están unidas y el pas­tor puede guiarlas; en el momento en que una se aleja, se expone a los ataques del lobo (Cf. 1 Ts 5, 11-14; Mt 18, 12-14).

Entre nuevos hermanos, tenemos que saber que no hay gente per­fecta, todos vamos progresando juntos, creciendo juntos en el Señor. Hay muchos errores en cada uno, pero Dios muestra paciencia y amor por los que caen, y nosotros debemos estar dispuestos a perdonar y comprender también los errores y deficiencias que CON SEGURI­DAD iremos encontrando (Cf. Rm 15,7). Aún los más antiguos de la

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comunidad, los mismos pastores, tienen problemas, errores y defec­tos que Dios irá limando con nuestra ayuda, la cual debemos brin­darles con amor, y así todos iremos comprendiendo juntos la voz de Dios.

Nos amamos y nos necesitamos unos a otros, por eso debemos aprender a amarnos con el amor del Padre, no producido por senti­mientos humanos, por la mayor o menor santidad de unos y otros, sino por nuestra entrega y unión con Dios. Este amor entre los her­manos es la mejor señal de que una comunidad va por buen ca­mino (Cf. Col 3, 14-15) e incluye la responsabilidad de servir a los demás.

Será importante por ello que exista verdadera amistad entre los miembros de la comunidad, sin diferencias entre servidores y asam­bleístas. Debe haber confianza mutua, sinceridad y no dar lugar a la división. Así, cuando un integrante de la comunidad tenga algún pro­blema, merece ser acogido con amor y comprensión.

En algunas ocasiones, cometemos el error de decirles: "Dejemos los problemas afuera, que aquí venimos a alabar al Señor". Esto no es recomendable, porque precisamente muchos de nuestros herma nos buscan al Señor en sus momentos difíciles. Este es más bien el momento oportuno para ayudarles a que entreguen esos problemas y dificultades al Señor. Si hacemos esto, cuando algún hermano nece­site ayuda, éste confiará primero en sus hermanos del grupo de oru-ción en vez de alguien de afuera, como muchas veces ocurre.

Por ello es de mucha importancia que los hermanos de la comí lin­dad no sólo compartan reuniones de trabajo o servicio, sino que tiiin bien tengan otros momentos de integración, confraternidad, diitli »>•• • distracción, momentos informales donde puedan conocciNc m porque no se puede amar a quien no se tiene oportunidad de i un y estos encuentros informales pueden ayudar mucho.

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V. TU LUGAR EN EL CUERPO DE CRISTO

Como en todo cuerpo, no todos pueden ser ojo, ni todos cabeza, ni todos pies (1 Co 12, 12ss). En la Comunidad, el Señor muestra su plan para cada uno y va confirmando por medio de los hermanos lo que desea de nosotros. Por eso debemos estar dispuestos a que el Señor, por medio de su Espíritu, nos vaya guiando hasta adquirir con nuestra obediencia y sumisión a Él y a los hermanos, el lugar que Él mismo nos ha señalado en su Cuerpo desde toda la eternidad y que tal vez no sea el que a nosotros nos guste más, sino aquel en el que podamos dar mayor fruto de acuerdo a los dones y capacidades que Dios nos ha dado.

MEDITA Y APRENDE: Eligiendo dos de los textos siguientes:

Hch 2, 42; 1 Jn 2, 10; Col 3, 14-15; Flp 2, 2-3

TAREA:

Ofrecerse a trabajar en algún servicio de tu grupo de oración.

CITA LEMA:

"Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en mí, y Yo en Ti.

Sean también uno en nosotros: • así el mundo creerá que tú me has enviado."

Juan 17, 21

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CUESTIONARIO N° 5 1. Tu primera comunidad será en tu...( 1 Tm 5, 8) ( )

a) tu escuela b) tu hogar c) tu grupo de oración

2. ¿Cuál es la meta de estar juntos? (Ef 4, 12-13)

3. ¿Cómo se formó la primera comunidad? (Hch 2,42-27)

4. ¿Por qué causa es difícil que crezcan espiritualmente los creyentes de hoy?

5. 1 Co 12, 12 dice que tiene muchon miembros y todos forman un

6. En Hb 10, 24-25 encuentra tres normas que puedas aplicar en lu propia vida.

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7. Busca en 1 Co 12, 4-11 y enumera 5 carismas que se mencionan:

8. ¿Qué exhortación hace San Pablo a los creyentes en 1 Ts 5, 11-12?

9. 1 P 2, 12 dice: "Lleven una en medio de los que no conocen a Dios; esos mismos que a ustedes los calumnian y los tratan de malhechores, notarán y darán gloria a Dios en el día que los visite".

10. ¿Por qué razón crees que es necesario amar a otros hermanos? (1 Jn4, 11.20).

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6 CÓMO DEMOSTRAR NUESTRO AMOR

A LOS HERMANOS

, , OBJETIVO.- Crecer en el amor a los hermanos, a través de demostraciones concretas.

En el tema anterior vimos la importancia que es ser amigo, espe­cialmente de nuestros hermanos en la fe. La fuerza que motiva a esta amistad es el amor; es conocida esta frase: "nadie da lo que no tie­ne", entonces, recordemos que "el amor de Dios ha sido derramado en nosotros por el Espíritu Santo que Cristo nos ha dado" (Rm 5, 5), compartamos este amor, dejemos que fluya hacia los demás como ríos de agua viva, pues en nosotros está la fuente de donde brota agua fresca.

I. LLAMADOS A AMAR

"Dios ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios que es amor" (Cat. N° 1604).

No podemos conformarnos con amar a nuestros hermanos en el fondo del corazón o sólo con palabras (Cf. 1 Jn 3, 16). Tenemos que demostrarles nuestro amor, para que ellos estén convencido de que

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los amamos, y así puedan acudir a nosotros por cualquier necesidad, con toda confianza, como acudirían a un hermano gemelo, a un pa­dre, a su mejor amigo o más, todavía a un verdadero cristiano.

Una de las formas de demostrar a nuestros hermanos el amor, es sirviéndolos. Pero para servir mejor a los hermanos, tomando nues­tro lugar en el Cuerpo de Cristo, tenemos antes que: orar, convertir­nos y unirnos con Dios.

II. DECIDÁMONOS A AMAR

El amor parte de una decisión, pero es aún más que eso. Tampoco es un mero sentimiento. Debemos empezar por decidirnos a amar. Amar a mi hermano/a tal como es, aceptando la realidad, amarlo/a con sus virtudes y limitaciones, aunque me vaya mal con él o aunque me rechace con sus actitudes, aunque no sienta aceptación o acerca­miento he decidido amar a mi hermano con un amor cariñoso, cáli­do, e incondicional como el amor de Cristo (Cf. Rm 12,9-10; 15, 1), pero sin exageraciones humanas. Tenemos que saber diferenciar el amor ágape, eros y filo.

Él nos ama tal como somos, nos respeta y nunca nos manipula ni nos fuerza. Cuando no amamos a nuestros hermanos, hacemos lo contrario de lo que hizo Cristo, que nos amó hasta EL FIN (Cf. 1 Jn 4, 20). Las obras de la carne se oponen siempre al amor, con iras, rencillas, divisiones, discusiones, envidias, etc. (Cf. Ga 5, 19-21; Ef 4, 25-32).

III. DEMOSTRACIONES DE AMOR Jesús tiene que sanar nuestras relaciones en la Comunidad (Cf.

Rm 14, 1-5). Un mal muy grande, es discutir sobre asuntos sin im­portancia y ser chismosos. Si vemos que alguien hizo algo malo, debemos llamarlo a solas, reprenderlo con amor y así lo ganamos; pero si en lugar de eso lo contamos a otros, tal vez agradándolo, lo volvemos "chisme", y se pierde al hermano (Cf. Mt 18, 15; 1 Ts 5, 12-17).

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Para amar a nuestro hermano y demostrárselo, tenemos que ACO­GER, PERDONAR Y DAR.

A) ACOGER.- Es decir, que todo el que se acerque a nosotros, lo recibamos con cariño, amabilidad y sonrisa (Cf. Rm 15, 7). No im­poniéndole mi manera de pensar, mis criterios, mis puntos de vista o mi forma de actuar, sino respetando la manera de ser de mi hermano, y estar abierto a lo que el Señor me pueda mostrar a través de él.

Acoger al hermano es hacerlo sentir parte de mi comunidad y de mi propia vida.

B) PERDONAR.- Las injurias, ofensas y faltas de atención del hermano. Pero para perdonar, tenemos que aprender a amar (Cf. Col 3, 12b; 1 Ts3, 12).

Debemos considerar nuestra vida como una escuela en la cual aprendemos a amar. Es por el amor que damos por lo que seremos juzgados; y no por las apariencias de lo mucho que hagamos o deje­mos de hacer. Las ofensas que nos hacen los demás no son nada en comparación con nuestras ofensas a Dios. Y mientras Dios perdona todo, nosotros muchas veces nos rehusamos a perdonar.

Como leemos en Mateo 18, 23-35, Dios no hace valer sus dere­chos, sino que actúa como nuestro Padre; así nosotros, ya que somos sus hijos, aprendamos de Él que es manso y humilde de corazón (Cf. Mt 5, 43-48; 11, 29), y perdonemos setenta veces siete (Cf. Mt 18, 22), es decir, perdonar siempre. El perdón llega a su consumación cuando llega la auténtica reconciliación de las partes en conflicto.

No busquemos, como dice San Francisco en su oración, ser com­prendidos sino comprender, ser amados sino amar, porque dando es como recibimos y perdonando es como el Señor nos perdona.

C) DAR.- Dar no quiere decir únicamente dar a los demás dinero o cosas que nos sobran. Dar consiste en darse uno mismo, con todo nuestro tiempo, dones, carismas y todo lo que el Señor nos dio, sin esperar nada a cambio, y con sencillez (Rm 12, 8; Mt 6, 2-4).

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Los apóstoles, Pedro y Juan, un día vieron a un tullido y le dijeron que no tenían ni oro ni plata, pero que lo que tenían se lo daban, y en el nombre de Jesús hicieron que el tullido caminara (Cf. Hch 3, 1-8).

El Señor nos enseña a DAR, no lo que nosotros pensamos que debemos dar, sino lo que necesita verdaderamente el hermano. Tene­mos que estar atentos para ver qué necesita y dárselo. Por ello la forma en que des algo, tu tiempo o un servicio es tan importante como lo que estás dando, por el mucho o poco amor con que lo ha­gas. Si damos algo demostrando fastidio, impaciencia o que estamos regalando aigo "nuestro", podemos herir a la otra persona. En cam­bio cuando demos, hagámoslo con sinceridad, humildad, alegría, haciendo sentir a la persona que le estamos dando algo que le perte­nece (Cf. Hch 20, 35; 2 Co 9, 7).

A veces somos tan "grandes", es decir, tan poco niños, que no sabemos demostrar nuestro cariño. En ocasiones el hermano necesi­ta un apretón de manos, o que le digamos "te quiero, hermano" o que le demos un beso, y no somos capaces de hacerlo. Pidámoslo al Se­ñor que nos quite las inhibiciones y que sepamos darnos en amor, aunque se burlen de nosotros, aunque no lo agradezcan, como El nos enseñó a dar todo, hasta la vida (Cf. St 2, 14-17).

Esto no quiere decir que nos volvamos una Comunidad demasia­do demostrativa, pero sí una Comunidad unida, fraternal, cálida, de la que todos puedan decir: "Vean cómo se aman". No sólo por los gestos exteriores, sino por los actos de amor que se demuestren (ayuda mutua, apoyo en los momentos difíciles escucharlos, compartir te­mores y ansiedades, etc.),

"No permitas jamás que alguien venga a ti y se aleje sin ser mejor y más feliz. Conviértete en la expresión de la bondad de Dios; bondad sobre tu rostro, que asome por tus ojos; bondad en tu sonrisa y en tu saludo. Ofrece a los niños, a los pobres, a los que sufren, una sonrisa de gozo. Dales no solo tus cuidados, también el corazón" (Madre Teresa de Calcuta).

134

Que nadie quede triste después de habernos tratado, que haya siem­pre un reflejo del Señor en nosotros, y para esto tenemos que llenar­nos de El, y antes de ir a hablar de Dios a los hermanos, tenemos que hablar de los hermanos a Dios, es decir, orar por ellos, por todos, especialmente por aquellos que han hecho algo que no nos ha gusta­do, aunque sea contra nosotros.

Que nuestro testimonio, en esta Comunidad, sea nuestra pacien­cia, perdón, alegría y actitud cristiana, es decir, actitud de amor hacia todos.

MEDITA Y APRENDE: Dos de los siguientes textos:

1 Jn3, 16-18; Rm 15, 1-2; Ga4, 32; Jn 13,34

TAREA: Reflexiona y trata de aplicar a tu vida las palabras de la Madre Teresa aquí citadas.

CITA LEMA:

"Sobre todo revístanse de amor, que es el perfecto lazo de unión ".

Colosenses 3, 14

13S

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CUESTIONARIO N° 6

1. En 1 Jn 3,16, aprendemos que conoceremos lo que es el amor, en que .

Así, también nosotros

2. Una forma de demostrar nuestro amor a nuestros hermanos es (St2, 14-16).

3. Si no hemos amado a nuestros hermanos hasta ahora, ¿qué debemos hacer?:

a)Hch3,19: y ,

para que .

b) Rm 15,7: "Por tanto sean unos con otros, como los acogió para

de Dios".

4. Según Gálatas 5, 19-22, ¿cuáles son las obras de la carne que se oponen al amor?

136

5. ¿Qué debes hacer si ves alguna falta en tu hermano? (Mt 18, 15).

6. 1 Tesalonicenses 5, 12-14 nos enseña a:

a) Mostrarnos agradecidos con .

b) Tenerse aprecio, cariño y .

c) Reprender a .

d) Animar a .

e) Sostener a .

0 Tener paciencia .

7. "Como el Señor nos perdonó, a su vez, .

Haciendo todo , todas las cosas concurrirán

a y alcanzarán (Col

3, 13a-15).

8. ¿Qué le dieron Pedro y Juan al tullido?

9. Cita 6 cosas que puede necesitar nuestro hermano y que tú puedas darle:

1)

2)

3)

4)

5)

6)

1:»

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10. ¿Cuál es el MANDAMIENTO NUEVO de Jesús? (Jn 13, 34)

11. ¿En qué conocerán que somos discípulos de Jesús? (Jn 13, 34-35).

138

7 LOS ENEMIGOS DE LA COMUNIDAD

OBJETIVO.- Reconocer las causas de división en una comunidad y evitarlas por medio del amor fraterno.

Viviendo en comunidad, manifestándose la amistad, Ja unión y el amor a nuestros hermanos en la fe, es como Dios puede guiarnos, y como mejor podemos servirle dando testimonio al mundo de su amor.

Pero también sabemos que nuestro enemigo, Satanás, no se que­da indiferente donde la obra del Espíritu Santo está teniendo algún fruto, por lo que además tratará por todos los medios de entorpecerla o destruirla, y su mejor estrategia es la división. Jesús ha dicho: "Todo reino dividido en dos bandos está perdido, y toda ciudad o familia dividida no podrá subsistir" (Mt 12, 25).

Si Satanás logra la división interna en nuestra comunidad, ésta se destruye sola, lo que no será muy difícil de lograr si consideramos que se vale de nuestras debilidades humanas, como son: hablar a lu ligera, juzgar, dejarnos llevar por los chismes y murmuraciones, etc.

Debemos pues, ser conscientes y reconocer cuáles son esos ins­trumentos de división que utiliza nuestro adversario, para no colubo rar con sus planes destructivos por ignorancia, y contribuir u lu división de nuestra comunidad.

130

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I. INSTRUMENTOS DE DIVISIÓN

Revisemos cuáles son algunos de éstos instrumentos de división, y recapacitemos en la forma en que se presentan, y el daño que nos hacen:

A. LAS CRITICAS NEGATIVAS

Hay críticas que son útiles o constructivas cuando ayudan al her­mano a ser cada vez mejor, y son hechas con amor (cf. Ef 4,29). Sin embargo, en vez de apreciar las cualidades de nuestros hermanos nos detenemos a fijarnos en las personas como seres humanos, ha­ciendo resaltar sus debilidades, defectos o errores.

Tengamos en cuenta que hay quienes nunca están conformes con lo que hacen los demás, y si trabajamos por el Señor, las críticas de todas maneras vendrán. La siguiente historia nos servirá de ejemplo:

Dicen que un hombre pasó por un pueblo con su hijo pequeño y su asno. Llevaba al niño sobre el animal y los que lo vieron, dijeron: "¡Qué tonto! El muchacho está joven; ¿por qué no se sube él al asno y que el muchacho camine?". Lo oyó el hombre y bajó al niño y se subió al asno. Al verlo, dijeron otros: "¡Qué tonto! Cómo va él mon­tado y el pobre niño cansándose. ¿Por qué no aprovechan y se mon­tan los dos sobre el asno?". Lo hizo así el hombre y la próxima crítica fue: "¡Qué barbaridad! ¡Pobre animal! ¡Cómo vajadeando!". Enton­ces, se bajaron y llevó jalando al animal. Entonces dijeron otros: "¡Qué tonto! Cómo lleva al animal sin carga..."

Frecuentemente las críticas negativas se hacen en secreto, dando origen a las MURMURACIONES, lo que no sólo causa daño a quie­nes las escuchan, sino también a la persona criticada, quien no se entera -al menos directamente- de la causa o motivo de esa crítica. Esto no le permitirá corregir su error -o lo hará demasiado tarde-, además de que habremos ya predispuesto en su contra a aquellas personas que nos han oído, y que posiblemente nunca tengan la opor­tunidad de conocer la verdad dé lo ocurrido.

140

Debemos rechazar de nuestra comunidad las críticas y murmura­ciones, ya que éstas son como el cemento que construyen las paredes que nos dividen; destruyen las relaciones entre hermanos, y una buena forma de no permitir que esto suceda es evitando hacernos cómplices ya sea escuchándolos o propiciándolos; más bien, si un hermano ha cometido alguna falta (contra ti, contra otro, o con la comunidad) debemos orar pidiendo a Dios amor, y acercarnos a ha­blar con él o ella a solas (Mt 18, 15-17).

Cristo dice: "anda a hablar con él a solas", no a tus vecinos o a tus amigos ajenos al problema. Procuremos por todos los medios ganar al hermano por el AMOR y no perderlo por la crítica y las murmura­ciones.

B. LAS MENTIRAS y FALSOS TESTIMONIOS

A través de las mentiras, las exageraciones, las adulteraciones, etc., se reciben daños muy grandes en una comunidad, ya que dege­neran en difamaciones y falsos testimonios (Za 8, 16-17).

El exagerar una verdad, puede ser tan perjudicial como el mentir, sobre todo cuando esto causa un daño directo a algún hermano.

Santiago 3,2 nos dice que si controlamos nuestra lengua seremos capaces de controlarnos totalmente y en 3, 5-10 de cómo pecamos con la lengua y de cómo ésta, aún siendo tan pequeña, puede hacer mucho daño; por lo tanto, si conocemos el daño que podemos hacer hablando de más, hablando mal, o mintiendo, no nos prestemos a la división que por nuestra boca podemos originar y más bien tratemos de que nuestra vida sea LUZ, y esta luz consiste en caminar en toda verdad (1 Jn 2, 9-11) y en amor a los hermanos aunque en ocasiones nos sea muy difícil (nunca imposible). Estamos llamados a hablar y actuar siempre con la verdad.

"Por eso, no más mentiras; que todos digan la verdad a su prójimo, ya que todos somos parte del mismo cuerpo " (Ef 4, 25).

141

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C. EL JUZGAR A LOS DEMÁS

El juicio que nos lleva a condenar a alguien puede encerrar sober­bia, envidia o falta de amor, pues muchas veces nos sentimos supe­riores a los demás. También la mayoría de veces basamos nuestros juicios en prejuicios por que desde un primer momento no nos cae bien o por no conocer suficientemente su forma de ser o actual del hermano, nos negamos a recibir cualquier gracia que Dios nos man­da a través de él, sin encontrarle nada bueno y viendo solamente todo lo malo. Tengamos en cuenta que Dios nos juzgará con la mis­ma severidad con que nosotros juzguemos al hermano (Mt 7, 1-5; Rm 14, 10-13.2, 1; St 4, 11-12).

Aceptemos a nuestros hermanos COMO SON, es decir, valoran­do lo positivo y negativo que hay en ellos, pensando que lo negativo el Señor lo cambiará y mejorará, así como actúa en nosotros y tam­bién nos transforma. De esta manera abriremos el canal del amor de Cristo y pondremos en nuestro corazón la seguridad de que nuestro hermano está transformándose por el poder de Dios.

D. EL RENCOR

El rencor o los resentimientos, son causas, en ocasiones, de que nuestras asambleas o reuniones de oración se sientan frias y áridas, ya que si alguno de nosotros guarda un pequeño rencor o resenti­miento hacia algún hermano, nuestra ofrenda de alabanza no puede ser sincera y limpia, porque el Cuerpo está dañado en varios de sus miembros.

En otras ocasiones nos quedamos esperando que, aún y cuando nosotros tengamos la culpa, sea nuestro hermano quien venga pri­mero a pedirnos perdón, y recurrimos al orgullo propio olvidando que Dios tomó la iniciativa de perdonarnos, mucho antes de que se lo pidamos. Recordemos que al rezar el "Padre Nuestro" nos com­prometemos a perdonar, para que Él nos perdone (Mt 6, 12).

Otra causa del rencor es que a veces hemos perdonado de palabra, pero en nuestra mente seguimos recordando las causas de la ofensa. Una forma de no guardar rencor, es mantenernos en comunión con la

142

fuente del perdón y del amor, Dios Padre, y estar dispuestos, con firme voluntad, a perdonar a todos los que nos ofendan o lastimen, sin poner condiciones o límites a ese perdón, y al perdonar: OLVI­DAR, como Dios olvida nuestros pecados y no nos lo recrimina (Mt 18,21-22).

E. NO DARNOS A LOS HERMANOS

No sacrificarnos por nuestros hermanos, no servirles, no intere­sarse por ellos, no prestarles ayuda o ser ayudados, aislarnos en pe­queños grupos, todo esto, en la vida de comunidad, representa división, ya que la comunidad funciona como un cuerpo en el que todos los miembros son necesarios, donde todos tienen un servicio especial y se ayudan unos a otros. Si alguno no presta servicio, no por ello el cuerpo deja de funcionar, pues los demás miembros ten­drán que hacer un esfuerzo mayor para suplir la falta de ese miembro (Cf. Rm 12, 5), pero no debemos esperar que esto suceda.

Estamos llamados a ser uno, como el Padre y Jesús son uno (Jn 17, 21) esto significa que debemos complementarnos unos a otros, sintiendo lo que vive el otro (Cf. 1 Co 12, 26); y esto sólo se logrará por medio del Amor de Dios derramándose en los corazones de to­dos sus hijos para que como hermanos no vivamos para nosotros mismos sino para los demás.

Ahora estamos prevenidos para evitar, a tiempo, todo aquello que cause división dentro de nuestra comunidad. Como cuando padece­mos un cáncer, que si se detecta a tiempo y se trata, ya no tendrá peligro, pero si se ignora o no se ataca es mortal.

Así pues, los JUICIOS, CRÍTICAS, CHISMES, MURMURA­CIONES, etc., considerémoslos como armas de destrucción y divi­sión muy peligrosas. Con nuestro ejemplo, debemos mostrar a los hermanos cuál es la mejor forma de desechar estos daños, siempre por medio del amor. Disponiéndonos al perdón y aceptando al Im mano COMO ES, experimentaremos la perfecta unión en Cristo

i43

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SI SUPRIMIMOS MEDIANTE LOGRAREMOS

DIVISIONES

JUICIOS

CRÍTICAS

MENTIRAS

RENCORES

EGOÍSMOS

ETC.

AMOR

PERDÓN

UNION EN CRISTO

FRUTOS DEL ESPÍRITU

PAZ

TESTIMONIO DE VIDA

GOZO

SERVICIO

SACRIFICIO

ETC.

MEDITA Y APRENDE: Escoge dos textos:

Rm 2, 1; 1 Jn 4, 20-21; Za 8, 16-17

TAREA: Proponernos no ser instrumento de división durante esta semana.

CITA LEMA:

"No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes."

Mateo 7, 1

144

CUESTIONARIO N° 7

1. ¿Qué dice Mateo 12, 25 ss., que le pasa a un Reino, ciudad o Comunidad, o familia divididos?

2. Las armas que utiliza Satanás para conseguir la división de una Comunidad son: (busca la cita que corresponda a cada una)

Críticas

Peleas

Juzgar

Mentiras

Rivalidades

a) 2 Tm 2, 23-24

b) Flp 2, 3

c)Rm 14, 10

d) Col 3, 9

e) Rm 2, 1

3. Cuando vemos que un hermano peca, según Mateo 18, 15-17, debemos primero, .

Si no escucha .

Si no hace caso _ _ .

Si ni a la comunidad hace caso

4. San Pablo, en su carta a los Efesios 4, 25, nos dice:

"Por eso, no más : que todos digan a su , ya que

todos somos

5. Si alguno dice "amo a Dios" y aborrece a su hermano, es mi:

(Un 4, 20) ( )

a) Inadaptado b) Mentiroso c) Pacano

UN

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6. Completa las siguientes sentencias: (Mt 7, 1-5)

"No juzguen y

"Con la medida con que midan .

"Sácate primero la viga que tienes en el ojo.

7. Señala en qué lugar de la Biblia están las siguientes frases:

"Nosotros debemos dar la vida por los hermanos" ( )

a ) l P 4 , 10 b) Un 3, 16 c) St 5, 19

"Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas" ( ) a )Ga6 ,2 b) Hb 13, 16-17 c)Ef4, 15-16

"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga "tengo fe" si no tiene obras?"

a) 2 Tm 4, 5 b) 2 Co 6, 3 c) St 2,14

8. Debemos desechar de nuestra vida:

y haciéndolo, lograremos.

146

8 TESTIGOS DE JESUCRISTO

' • \

OBJETIVO.- Tomar conciencia de que todos hemos sido llamados por Cristo para ser sus testigos ante el mundo y mostrar cómo podemos dar nuestro testimonio de vida.

* . •

Es bueno recordar que el efecto del sacramento de la Confirma­ción es la efusión del Espíritu Santo, tal como sucedió a los apósto­les el día de Pentecostés y que nosotros actualizamos en nuestro Seminario de Vida en el Espíritu, porque esto nos confiere creci­miento y profundidad a la gracia bautismal y nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras, como verdaderos testigos de Jesucristo (Cf. Cat. N° 1303).

Para ello, el Señor te pide le des lo mejor de tu tiempo para orar y para compartir tu testimonio con los que aún no lo conocen.

I. NUESTRA MISIÓN COMO CRISTIANOS

El final del Evangelio de san Lucas nos muestra cómo Jesús, an­tes de ascender a la gloria del Padre, dio claras instrucciones a sus apóstoles sobre lo que a partir de ese momento les correspondería hacer, diciéndoles: "Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día. En su nombre, y comenzando desde Jerusa-

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lén, hay que anunciar a todas las naciones que vuelvan a Dios, para que sus pecados les sean perdonados. Ustedes son testigos de estas cosas. Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió " (Le 24, 45-49).

Pero estas palabras estaban lejos de tratarse de una simple reco­mendación; era un mandato, una orden clara, precisa e imposterga­ble, que se ha extendido a todos los creyentes: "Id por el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación" (Me 16, 15).

Esta orden no fue dada únicamente a los que serían parte del cle­ro; es decir, los Obispos, sacerdotes y diáconos, sino a todos los cre­yentes, a todos los que hemos sido testigos de la obra del Señor en nuestra propia vida. Y esa proclamación o anuncio no consistía en repetir un discurso, sino en ir "a las gentes de todas las naciones, para hacerlos discípulos de Cristo" (Mt 28, 19).

Si bien todos hemos sido llamados a diferentes ministerios o apos­tolados, según nuestro carisma, todos por igual tenemos la misión urgente de proclamar la palabra del Señor, la Buena Nueva de que Jesús está vivo. "Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni sincretis­mo, ni acomodos [...] Es la Verdad. Merece que el apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y que, si es necesario, le consagre su propia vida" (P. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi 5).

Jesús mismo no renunció a esta misión, la cual asumió como un verdadero compromiso: "porque para esto he sido enviado" (Le 4, 43). El mundo de hoy necesita del mensaje de Cristo. Para ello basta con ver a nuestro alrededor.

¿Asumirás tu misión de apóstol enviado de Cristo?

II. LA IMPORTANCIA DEL TESTIMONIO

El Papa Pablo VI señaló con acierto que "la Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio" (E.N. 21). Este testimonio tan importante se hace, no con palabras, sino con

148

obras. A través de este testimonio de vida "silencioso" pero que refleja nítidamente con los hechos lo que es la verdadera caridad y fraternidad cristiana, haremos que quienes nos observan se planteen interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esta manera? ¿Por qué se aman tanto?. Así cumpliremos lo que el Señor nos pidió: "Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos" (Jn 13, 35) lo cual se extiende al ámbito de la familia, así como en el trabajo, el vecindario, etc.

Así pues, cualquiera, aún cuando no se sienta capaz ni perfecto, pero que esté viviendo como Jesús le indica y esté transformándose a la imagen de su Creador, estará testificando de Jesús por su com­portamiento, siendo como el buen olor de Cristo (Cf. 2 Co 2, 14-17).

El Papa Pablo VI subrayó la importancia de este testimonio de vida, señalando que la Iglesia necesita de testigos más aún que de maestros: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio " {Evangelii nuntiandi, 41).

III. SOMOS MENSAJEROS

Sin embargo, hasta el más hermoso testimonio será insuficiente si no es acompañado en algún momento por ese anuncio o proclama­ción del mensaje de Cristo. El testimonio de vida tiene que ser pro­clamado por la palabra de vida, es decir, por la predicación del evangelio.

Un testigo es aquel que ha vivido la experiencia personal de haber conocido a Cristo, de experimentar su inmenso amor y lo da a cono­cer a otros.

El testigo se basa, ya no en lo que ha leído o le han contado, sino en su propia e irrepetible experiencia. Así lo dice el apóstol san Juan cuando inicia su primera carta: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos. Lo que hemos mirado y nuestras manos hanpalpado acerca del Verbo que es Vida. La vida se dio a conocer, la hemos visto y somos testigos, y lesanun-

14!»

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ciamos la Vida Eterna. Estaba con el Padre, y se nos apareció" (1 Jn 1,1-2).

Y quien ha tenido esta experiencia auténtica de conocer a Cristo y transformar su vida, no puede quedarse callado: "Nosotros no pode­mos dejar de decir lo que hemos visto y oído ", respondieron Pedro y Juan a las autoridades judías que les conminaron a callar (Cf. Hch 4,20).

¿Y cuándo debemos empezar a ser testigos de Jesucristo? Hay muchos que dicen "¡no soy digno!", "se necesita experiencia", "ten­go miedo", "¿qué les voy a decir si no estoy preparado?". Piensa al respecto que si tú has tenido la experiencia de conocer a Cristo, sí tienes algo muy importante, valioso y precioso que contar: tu testi­monio. Por lo tanto, alguien que se ha convertido al Señor no tiene por qué permanecer callado.

Los primeros testigos del Señor tampoco eran hombres perfectos ni muy instruidos en materia religiosa. Tenían miedo, algunos duda­ban y hasta habían negado a Cristo, como Pedro. Pero el día de Pen­tecostés predicaron con el poder del Espíritu y se convirtieron tres mil personas. Y es que sólo podrás ser un buen testigo del Señor si te llenas del poder del Espíritu Santo, como Jesús lo anunció: "Sino que van a recibir una fuerza, la del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los límites de la tierra " (Hch 1, 8).

Es el Señor quien te hará "pescador de hombres" (Mt 4, 19).

IV, ¿QUÉ DEBEMOS HACER?

El Catecismo de la Iglesia nos dice que "toda la Iglesia es apostó­lica en cuanto que ella es enviada al mundo entero; todos los miem­bros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras tienen parte en este envío. La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado" (N° 863).

Así pues, somos enviados, mensajeros de Cristo; esa es nuestra vocación, anunciar que el Reino de Dios ha llegado, que Jesús es

150

el Señor (Cf. Rm 10, 9). Y si queremos ser testigos del Señor, debe­mos cuidar muy especialmente nuestra vida de oración, ya que es a través de ella que esperamos las instrucciones del Señor, y que Él nos guiará a las personas que ya ha llamado (Cf. Hch 8, 29.39; 13, 2.4; 16,6; 10, 19-20; 11, 12.28; 20, 22-23; 21, 4.11; 22, 21).

Pablo nos hace esta pregunta: "¿cómo invocarían al Señor sin antes haber creído en él? Y¿ cómo creer en él sin haber escuchado ? Y¿cómo escucharán si no hay quién predique?" (Rm 10, 14). Pablo nos enseña que la fe nace de la predicación y lo que se proclama es la palabra de Cristo. Así pues, debemos disponernos a ser mensajeros de Cristo (Cf. 2 Co 5, 20); pero debemos recordar que la fecundidad de nuestra misión de ser testigos o predicadores de Cristo depende de nuestra unión vital con Jesucristo.

Cuando Moisés dijo: "Señor, te suplico que tengas presente que yo nunca he tenido facilidad para hablar, ni aún después de que tú me hablas, pues no encuentro las palabras para expresarme ", esta­ba reconociendo que humanamente no era capaz de llevar ningún mensaje, puesto que no tenía facilidad de palabra, pero Dios le res­pondió, "¿Quién ha dado boca al hombre? ¿No soy yo?, anda, ya que Yo estaré en tu boca y te diré lo que has de hablar", dándonos a entender que el Señor no necesitará nuestras habilidades para poder obrar a través de nuestra boca (Cf. Ex 4, 10) y también en Jeremías 1, 6-9 vemos que el Señor nos utiliza como somos. Sabiendo esto, confiemos en que será Él, quien nos dé las palabras indispensables para cada persona.

¿Cuántas personas pasan a diario frente a nosotros? y ¡podemos ser un instrumento para que se acerquen a Dios! Tú ya eres un testi­go de Jesús si lo has recibido en tu corazón, y Él te ha Bautizado en el Espíritu Santo. Piensa entonces, que si bien no sabes mucho, sa­bes lo suficiente como para que otro pueda llegar a donde tú has llegado, y debes saber que:

a) El CENTRO del testimonio es Cristo, no nosotros (Cf. 2 Co 4, 5). b) EL REQUISITO para ser testigo, es tenerlo a Él en nosotros (Cf.

151

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1 Jn 5, 11-12), y haber vivido lo que se cuenta.

c) EL PROPÓSITO del testimonio es llevar a los incrédulos a encontrarse con Cristo personalmente para que ellos tengan su propio testimonio que contar (Cf. Jn 4, 29. 41-42).

V. PARA DAR UN TESTIMONIO PERSONAL

Estas son algunas pautas que te servirán para poder dar apropia­damente tu testimonio de vida en una reunión o asamblea.

1. Asume la actitud humilde y servicial de Cristo.

2. Prepárate en la oración. Pide a Dios que te conceda su unción y que dé su gracia a aquéllos que te escuchen. Búscalo para que te dé la sabiduría de saber exactamente qué decir.

3. Organiza tus ideas en un breve esquema. Respeta el tiempo que se te concedió.

4. Sé natural, breve y fácil de entender. Evita los detalles innecesarios que puedan apartar la atención del mensaje principal.

5. Da a tu testimonio un comienzo, un desarrollo y un final.

6. Presta atención a las palabras que empleas. Evita frases como: "Sólo hace un año que recibí la salvación", o "Ahora que he vuelto a nacer mi vida es maravillosa".

7. Al hablar de tu experiencia, ten cuidado de no ofender a los demás, hablando de sus pecados o de los defectos de su carácter.

8. Pon toda tu buena voluntad en dar tu testimonio. Dios espera más en tu DISPONIBILIDAD que en tu HABILIDAD.

9. Sé valiente. Reconoce a Jesús ante los hombres para que él te reconozca ante su Padre del cielo.

10. Recuerda siempre el ABC de un testimonio fructífero:

¡Sé Auténtico;

Sé Breve;

Céntrate en Cristo!

152

TAREA: Busca personas con quienes puedas compartir tu testimonio per­sonal con Cristo.

MEDITA Y APRENDE: Los consejos de cómo dar tu testimonio.

CITA LEMA:

"Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación»."

Marcos 16, 15

153

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ÍNDICE

Presentación 3

Consideraciones importantes 5

CRECIMIENTO 1 19

TEMA 1: Nuestra amiga la oración 21

TEMA 2: Cómo hablar con nuestro Padre 31

TEMA 3: Cómo seguir la voz de Dios 39

TEMA 4: Problemas del comienzo 49

TEMA 5: Cómo continuar el camino emprendido 57

TEMA 6: Comienza la lucha 65

TEMA 7: La tentación 73

TEMA 8: Velad y estad alertas 81

Crecimiento II 87

TEMA 1: Hijos y herederos de sus riquezas 89

TEMA 2: El hombre espiritual 99

TEMA 3: Rompiendo ataduras 107

TEMA 4: Amistad con Dios 115

TEMA 5: Vivir como hermanos en la comunidad 123

TEMA 6: Cómo demostrar nuestro amor a los hermanos .... 131

TEMA 7: Los enemigos de la comunidad 139

TEMA 8: Testigos de Jesucristo 147

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BIBLIOGRAFÍA

- CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Coeditores Litúrgicos, Madrid 1992.

- COMUNIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA: Crecimientos 1 y 2. Primeros pasos, México 1975.

- EQUIPO DE PROMOCIÓN DE COMUND. CRISTIANAS, Choluteca, Honduras: Curso bíblico Luz. en mi camino, Cuarta edición, Lima 1979.

- J AR AMILLO, Diego: Cómo dar testimonio, C. C. Minuto de Dios, Bogotá.

- JARAMILLO, Diego: Escuela de oración, C. C. Minuto de Dios, Bogotá.

- JARAMILLO, Diego: Escuela de perdón, C. C. Minuto de Dios, Bogotá.

- JUAN PABLO II: Exhortación apostólica Christifideles laici, Vaticano 1988.

- LAFRANCE, Jean: Ora a tu Padre. Guía para una experiencia de oración de diez, días, Narcea, Sexta Edición, Madrid 1991.

- MARTINI, Card. Carlos María: El predicador ante el espejo, Paulinas, Bogotá 1989.

- TALAVERA, Mons. Carlos: Crecimiento, Paulinas, Santiago 1978.

- URIBE JARAMILLO, Mons. Alfonso: Comunidad de amor, C. C. Minuto de Dios, Bogotá 1985.