reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresion social - simone weil

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  • 7/25/2019 Reflexiones Sobre Las Causas de La Libertad y de La Opresion Social - Simone Weil

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    Este breve ensayo, casi perfecto, redactado por una jovencsima Simone

    Weil en 1934, no vio la luz hasta que Albert Camus lo incluy como pieza

    fundamental en la antologa Oppression et libertde 1955.

    Ensayo que comienza con una necesaria crtica al marxismo ortodoxo, queacumulaba un siglo de fracasos, y contina con un anlisis del por qu de

    esos fracasos, de la inevitabilidad de la injusticia social. A continuacin, se

    perfilan las caractersticas de una sociedad libre utpica para entresacar

    aquello que pudisemos aplicar a nuestro presente. Termina la autora con

    una sombra crtica a la sociedad de su tiempo donde el individuo ha sido

    absorbido y anulado por la colectividad.

    La crtica de Weil a los dogmas de la filosofa marxista de la historia es

    demoledora. Socialismo cientfico y capitalismo coinciden tristemente enugrselo todo al desarrollo de las fuerzas productivas, soando con fuentes

    de energa inagotables o robots que nos devuelvan el ocio del paraso

    perdido. La realidad es que esta confianza ciega en el progreso cientfico-

    tcnico es una herencia envenenada de los orgenes hegelianos del

    pensamiento de Marx. Su optimismo acrtico ha llevado al movimiento obrero

    a un fracaso tan profundo que obliga a replantearse si es posible cualquier

    tipo de cambio social mientras se mantenga un modo de produccin

    asentado en la deshumanizacin de la cadena de montaje. La utopa de la

    desaparicin de la propiedad privada no aliviar en nada la alienacin de los

    trabajadores porque el autntico yugo es la fbrica; as lo experimentar la

    propia Weil al incorporarse a la Renault durante un ao y terminar

    confesando que en tan poco tiempo la haban marcado de por vida con el

    sello de la esclavitud.

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    Simone Weil

    Reflexiones sobre las causas de la

    libertad y de la opresin social

    ePub r1.0

    RLull 23.12.15

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    Ttulo original:Reflexions sur les causes de la libert et de loppression socialeSimone Weil, 1934Traduccin: Carmen Revilla Guzmn

    Editor digital: RLullePub base r1.2

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    INTRODUCCIN

    SOBRE SIMONE WEIL Y SU ESCRITURA

    1. Los encuentros con Simone Weil

    Cincuenta aos despus de su muerte, ni la figura ni el pensamiento de SimoneWeil se han dejado, ni se dejan academizar; esto es, fijar, sistematizar, ni consagrar; ylo que sabemos de antemano es que nuestros encuentros con esa figura y esepensamiento suponen que cualquier asunto que se cribe o ventile en ellos quedartrastornado y desde luego enfrentado a su radicalidad. Es decir a la ultimidad delasunto en cuestin, pero tambin a la de esa figura y ese pensamiento que exigirn

    todo a quienes a ellos se acerquen: una figura frgil y un pensamiento dbil en elsentido de que no tiene complicidad alguna con ninguna clase de violencia o fuerzade autoridad o sistema, pedagoga o imposicin, paradigma o atadura. Es realmente elsusurro de una voz, y debemos decir que de una voz mstica, si ajustamos bien esteconcepto, despus de limpiarlo de todos los equvocos en que hoy ms que nunca sehunde, y entendemos que un mstico es alguien que no acepta los hechos de lanaturaleza y de la historia como el fondo de la realidad, y sospecha y cierne o arruinadel todo no slo toda externidad sino la realidad misma hasta apurarla y cernirla

    tambin, hasta llegar a lo real ltimo y sin excluir que esa realidad misma pueda noser.La combinacin en el pensamiento de Simone Weil de esta lucidez y radicalidad

    con sus contradicciones, que lo protegen de toda auctoritas o contundencia, tenanque suscitar, y siguen suscitando, al igual que su figura por otra parte, repulsiones yfascinaciones, miedos y retornos, una mezcla de temor y admiracin. Y nos quedantestimonios de ello en Simone de Beauvoir o en Trotsky, por ejemplo; o en la novela,El azul del cielo, de Georges Bataille, en el personaje que lleva el nombre de Lzaro;aunque este personaje es ms que personaje real de novela o proyeccin de larealidad, un tipo: el del luchador social del momento, de aspecto fsico y escorzopsicolgico o carcter desagradables, duros. Y all se dice esto: Me pregunt por unmomento si no sera el ser ms humano que jams haba visto, pero era tambin unratn inmundo el que se acercaba, y una descripcin as est demasiado retorizadapara ser retrato. Aunque, ciertamente, Simone Weil fue de hecho laminada en su almay en su cuerpo por el trabajo fsico, el olvido de s misma, y la determinacin dearruinar su feminidad hasta el punto que nos muestra, sin ir ms all, su espantosafotografa para el carnet de identidad de la fbrica Renault, en 1935. Pero quizs

    tambin engaosamente, porque ah no pueden transpirar, en esa cartulina, no slo laindudable distincin de sus modelos, sino tampoco esa especie de estado de graciafsico que se deriva de una cierta interioridad muy rica, ni el destello mismo de una

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    especie de ligereza e ingravidez juveniles del que tantos otros testigos nos hablan y elpoeta Jean Tortel, al dibujarla envuelta en su eterna pelerina, nos ha dejado en unverso:

    Cono en lana negra, absolutamente sin cuerpo.[1]

    Acaso es siquiera una escritora para nosotros? No tiene ese estatus, ni otroninguno. Se dice e se non vero ben trvaloque recientemente se pens, porun momento, en editar su obra en la coleccin La Pliade de la editorial Gallimard,pero que alguien advirti el despropsito, mostrando que Simone Weil no pertenecaal crculo estricto de los grandes escritores, pero que la escritura de stos podradecolorar mucho en su compaa, de manera que habra que situarla aparte.Fascinacin e incordio, entonces; y en verdad los encuentros con Simone Weil

    siempre exigen un aparte.Esta mujer no tuvo vida privada, ni pblica; no tuvo militancia poltica de dogma,

    ni de carnet; el gran nmero de sus escritos, y el grosor y la profundidad de losmismos, no le han otorgado ningn tipo de cachet intelectual, ni literario, y ningunaIglesia o confesin atea puede reclamar a quien defina el ms radical atesmo comounin con Dios en una infeliz y amorosa espera. Fue una joven profesora ligada a laaccin sindical La Virgen roja, la llamaron durante algn tiempo, pero tantoen ese momento como ms tarde, cuando estuvo comprometida en otras

    organizaciones polticas de izquierda, siempre se comport de manera atpica,indisciplinada, nada militante de ninguna dogmtica, sino como una instancia crtica.Su testarudez era digna de un mstico, su sentido de la libertad verdaderamenteintratable, y posea una suma sensibilidad para la desgracia ajena. Fumabaconstantemente, manteniendo con frecuencia parte encendida del cigarrillo en elhueco de la mano, y nunca alz voz, ni fue presa de la vehemencia. Cuando de niase peleaba con su hermano Andrs y la pelea poda llegar a ser muy dura ya lohaca en silencio, sin una sola queja; y luego, durante toda su vida, jams iba a ceder

    en una postura si la consideraba justa. Pero, tambin desde muy joven, parece haberalargado su esperanza hasta la conviccin de que la verdad y los hombres podan serprotegidos, si posean la lucidez de su situacin, y de que haba que entregarse hastala propia perdicin en las luchas histricas.

    stas son, as, imagen, obra y vida que desconciertan escribe Alessandro dalLago porque se apartan de la seguridad positiva o negativa de nuestro tiempo, delos renacimientos teolgicos o del nihilismo La desnudez de la escritura de SimoneWeil en sus ensayos y en sus cuadernos convierte al pensamiento en la inmediatatraduccin de las experiencias, indica algo que se ha hecho incomprensible, pero cuyaausencia advertimos: la concertacin de vida y obra, de expresin y lenguaje. Algo,no obstante, que como muestra su biografa slo puede manifestarse en las

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    experiencias-lmite.[2]En la lucidez y radicalidad de su mirada mstica, maestra detoda sospecha.

    2. La bibliografa

    Simone Weil nace en 1909, en Pars, en el seno de una familia burguesaacomodada, de origen judo: su padre es mdico psiquiatra.[3] El carcter de lapequea parece haberse definido muy pronto. A los tres aos haba divertido con lacontestacin de que no le gustaba el lujo cuando alguien le regal una sortija, pero yaa los cinco se mostr seriamente afectada por los sufrimientos de los soldados de laguerra de 1914 a 1918, y se privaba de caprichos y golosinas. Diramos que ya estabamarcado su destino.

    Senta una gran admiracin por el gran talento matemtico de su hermano, pero ala vez una inevitable envidia y desespero: Dese morir a causa de mis facultadesmentales, nos dice. Porque no era consciente de ellas; pero una buena burguesa, unda, escuchando a ambos hermanos una conversacin en el tranva, midi en seguidael talento extraordinario de aquellos muchachos: Yo me bajo, no hay quien losaguante, que al fin y al cabo es lo que comentara luego Simone de Beauvoir: Suinteligencia, su ascetismo me producan admiracin Yo no la poda integrar en miuniverso y me senta vagamente amenazada.

    En la Escuela Normal Superior, recibi una profunda influencia filosfica deAlain, que puede detectarse, desde luego, en sus primeros escritos filosficos y noser renegada nunca, orientando sin duda la decisin de Simone Weil por elcartesianismo. Y lea a Descartes y a Marx en clase para sus alumnos del Liceo dePuy, a la vez que tomaba parte en las luchas obreras y frecuentaba ambientespopulares, lo que lgicamente no estaba bien visto en la pequea ciudad, ni por partede las autoridades acadmicas, que acabaron amonestndola. La respuesta fue:Seor inspector, siempre he considerado que mi despido sera el remate adecuado ami carrera.

    Por estas fechas, Simone Weil ya tiene secuestrada su vida del todo en favor delos dems. Su madre se inquietaba por su salud: Lo que me preocupa escriba a sumarido es que esta chica va a matarse. Como es justo, hace cuestin de honor elque su trabajo de enseanza no se resienta de todo lo que hace fuera, y durante todaesta semana se ha acostado a una hora entre las doce y media de la noche y las dos dela maana. Si pudiera quedarse acostada una parte de la maana, no habra nada quedecir; pero se levanta entre las siete y siete y media. Y, unido esto al fro y a ladefectuosa organizacin de la casa, no va a resistir.[4] Y durante toda la vida de

    Simone Weil, todos los que la conocieron de cerca siempre pensaron lo mismo.Viaj a Alemania, volvi como profesora a otro Liceo de Auxerre en el que las

    cosas tambin terminaron mal. Estuvo en Barcelona y Valencia en 1934, con sus

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    padres y Aim Patri, y all tuvo contactos con miembros de la Federacin ComunistaIbrica: Maurn y Miratvilles, por ejemplo, que haban sido anarquistas; y estandoall, apareci en la revista La rvolution proltarienne su artculo Perspectives,que es una reflexin sobre el fracaso de la Revolucin sovitica que no habaliberado al proletariado, el movimiento obrero alemn y los movimientos obreros

    franceses mismos. En el artculo se dice que la ltima forma de opresin no es, comocrea Marx, la opresin capitalista, sino la opresin en nombre de la funcin y laorganizacin, y el artculo caus escndalo en la izquierda. Len Trotsky mismocontest en un folleto, afirmando que Simone Weil se refugiaba en viejas frmulasdel liberalismo caduco, y que a ella y a sus semejantes, les sern necesarios muchosaos para liberarse de los prejuicios pequeo-burgueses ms reaccionarios.

    Esas ideas de su trabajo, Perspectives, son las que cuajaran luego en su libroReflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin socialque el lector tiene

    en sus manos y al que ella llam su Testamento, porque signific realmente untournanten su vida. Lo redact inmediatamente antes de ingresar en la Renault paracompartir el trabajo obrero, y luego march a una granja para esposar tambin encuerpo y alma el otro trabajo del campo en una de sus variedades ms duras: lavendimia, siguiendo intransigentemente fiel a su ascetismo. Se negaba a probar elcremoso queso que se le ofreca: Lo apartaba cuenta la duea de la explotacin,madameBellevue y deca que no poda probarlo mientras en Indochina estuvieranpasando hambre los nios. Ms tarde hara la felicidad del hijo de su portera enPars: un pobre idiota con el que pasaba horas enteras jugando a las cartas; y nos hadejado sin duda alguna la pgina ms seria y profunda sobre estos seres humanos queella vea al nivel exacto de los genios, y ms cercanos a Platn de lo que jams pudoestarlo Aristteles. Estuvo en la guerra civil espaola, en el frente de Aragn, con losanarquistas. Se la destin a la cocina, y all el aceite hirviendo de una sartn volcadale caus una gran quemadura en una pierna, por lo que tuvo que ser evacuada. Perode sta su corta participacin en aquella contienda, adems de una singularsimafotografa en la que aparece con un fusil en bandolera y probablemente es el nicoicono de la historia en que un mstico lleva un arma lo que suscita reflexiones muy

    ltimas nos queda una formidable carta a Georges Bernanos, a propsito del granlibro de ste,Los grandes cementerios bajo la luna.

    Lo esencial escribi en esa carta, tras aludir a diversos hechos de brutalidad ycrueldad que la laceraron ntimamente y pusieron en cuestin hasta su alma es laactitud con respecto a la muerte. No he visto a nadie entre los espaoles, ni entre losfranceses, llegados para luchar o para pasear estos ltimos lo ms frecuentementeintelectuales grises e inofensivos, expresar, ni siquiera en la intimidad, repulsin,disgusto, o al menos desaprobacin de la sangre intilmente vertida;[5] y, como

    Bernanos habla del miedo, Simone Weil reconoce que, en efecto, est ah el miedo,pero que lo que se da esencialmente es un proceso de encanallamiento al que pocosseres humanos pueden escapar. Tengo el sentimiento explica de que, cuando las

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    autoridades temporales y espirituales han puesto a una categora de seres humanos almargen de aquellos cuya vida tiene un precio, no hay nada ms natural para elhombre que matar. Cuando se sabe que es posible matar sin arriesgar castigo, nicensura, se mata; o por lo menos se rodea de sonrisas de invitacin a hacerlo a losque matan. Si por casualidad se experimenta al principio un poco de disgusto, se lo

    silencia y en seguida se lo ahoga por miedo a aparecer falto de virilidad. Hay en elloun arrebato, una embriaguez a la que es imposible resistir sin una fuerza de alma queme veo obligada a pensar que es excepcional, puesto que no la he encontrado enninguna parte.[6]Y en ninguna parte tampoco encontraramos la pureza con que ellase haba enrolado en aquella contienda: a mil leguas de la poltica.

    En 1937 en Ass, en 1938 en la abada benedictina de Solesmes, y ms tarde enMarsella o en Pars no est claro, tuvo experiencias msticas, y asegur habersentido la presencia de Cristo, y de un modo especial en una de esas ocasiones de la

    que nos habla sobrecogedoramente. Con la misma absoluta seriedad con que escribeque hay gentes para las que todo lo que les acerca a Dios es bueno. Para m, esbueno todo lo que les aleja. Entre m y l, el espesor del universo y el de la cruz seinterpone.[7]O que de dos personas sin experiencia de Dios, aquel que le niega es

    quiz el que est ms cerca de l.[8]De manera que estamos muy lejos de un casode psicologa religiosa y, desde luego, de cualquier pietismo: estamos en laprofundidad de una existencia mstica, que hace de la negacin de Dios suexperiencia ms alta, y del sufrimiento la manifestacin de la presencia divina.

    EnLa gravedad y la gracia, hay pginas que parecen haber nacido de la nochetotal de Auschwitz y habitar all, y arruinan toda glosa ideolgica o banal respecto aeste asunto de la condicin mstica de Simone Weil que, al fin y al cabo, es la fuentede la lucidez y la profundidad y radicalidad de la que nos llegan su vida y su palabra.Se neg siempre a bautizarse por razones intelectuales y dogmticas, pero tambinporque le pareca que las Iglesias estaban corrompidas por el poder y la riqueza.Escribi: A veces me he dicho que me dejara bautizar en seguida, si en las puertasde las iglesias se anunciase que, para aquellos cuyos ingresos superan una cantidadmnima, estaba prohibida la entrada.[9]Y le pareci que la voluntad de Dios no esque entre ahora en la Iglesia y que no poda dejar de preguntarse si en estostiempos en que una gran parte de la humanidad est sumergida en el materialismo,Dios no quiere que haya hombres y mujeres entregados a l y a Cristo y que, noobstante, permanezcan fuera de la Iglesia.[10]O de manera ms contundente: Lapalabra de Dios es la palabra secreta. El que no ha odo esta palabra, incluso si seadhiere a todos los dogmas enseados por la Iglesia, no tiene contacto con la verdad.[11]

    Ciertamente, pues, tampoco para el catolicismo es recuperable, sin ms, Simone

    Weil; aunque ello se haya intentado, como se ha intentado su recuperacin por partede la izquierda poltica. Habra que falsear figura y pensamiento de Simone Weil paraestas recuperaciones, incluso extraordinariamente bien intencionadas como en el caso

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    del P. Perrin, el editor de los textos que hoy conforman A la espera de Dios, apropsito de cuya publicacin en Francia escriba cargado de razn Manuel Sacristn:Lo grave es el contenido de esas notas e introducciones de Perrin, pues ni una solarespeta ntegramente el pensamiento a que se refiere.[12] Mientras el cannigoCharles Moeller, que convoca en su libro Literatura del siglo XX y cristianismo, a

    Simone Weil como mrtir de la caridad, puesto que vivi entregando su vida alprjimo, quedaba desconcertado por su pensamiento hasta el punto de asegurar quehaba sido literalmente devorada por su inteligencia, y que de lo que escribi, quecon frecuencia se parece a una novela trgicamente inhumana, me atrevo a decir quecasi todo es lea seca, porque las intuiciones fundamentales son falsas. Temo mucho

    que no quede nada de ello.[13]Es decir, que Moeller hizo una previsin similar a lade Trotsky, desde el otro lado.

    Fue detenida dos veces por la Gestapo, pero sta tambin debi de quedar

    desconcertada. Acus a Simone Weil de colaboracionismo en la resistencia antinaziy en ella estaba en verdad, pero en seguida fue liberada por manifestartrastornos mentales y ser considerada inofensiva. El propio general De Gaulledijo: Est loca!, cuando ella le propuso ser arrojada en paracadas sobre la zonaocupada de Francia; aunque le encarg un libro de circunstancias: esto es, de teorapoltica, que seraLenracinement, un texto a situar ya entre los textos mayores de laliteratura llamada utpica, pero que los supera a todos porque es la prueba de fuegoy la destruccin de todo realismo poltico y de la practicidad ms eficaz y emprica,

    que sigue ah, naturalmente, pero ya desposedo por el anlisis de Simone Weil detoda respetabilidad intelectual incluso como realismo.En 1942, pudo llegar con sus padres hasta Argel donde pas un tiempo en un

    campo de concentracin. Luego fue a Nueva York y, ms tarde, a Londres, conintencin de retornar a Francia; pero su salud estaba muy quebrantada y, como seneg a alimentarse de mejor manera que lo que consentan a las gentes hacerlo conlas cartillas de racionamiento de la Francia ocupada, su estado se agrav, y tuvo queser internada en el Grosvenot Sanatorium, de Ahsford, en el condado de Kent, el 17de abril de 1943. Muri el 24 de agosto siguiente, y a su entierro acudieron ochopersonas. El forense emiti su dictamen: La fallecida se mat, al negarse a s mismasuficiente alimento cuando se hallaba con las facultades mentales trastornadas.

    Desconcertada tambin la ciencia, lgicamente.

    3. El pensamiento

    Ningn sistema de pensamiento hay en Simone Weil, y ninguna posibilidad hay

    tampoco de sistematizar sus pensares, como ya queda dicho; pero en sus escritosdeben enfatizarse unas cuantas categoras porque son como las reiteraciones otpicos de su visin del mundo. Por ejemplo, la verdad y su destino histrico, la

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    atroz eficacia de la violencia, la condicin de la desgracia y de aquellos a los quegolpea, y la belleza y su expresin a propsito de la cual nos ofrece una especie deteora esttica que afecta, naturalmente, a la palabra y a la escritura.

    Con estos tpicos mirar y tocar Simone Weil la realidad, y con ellosdesconstruir la especulacin filosfica, poltica, social o esttica, porque estos

    tpicos o categoras fundantes son totalmente ajenos a las construcciones culturalesestablecidas: el hecho central de la desgracia en primer lugar.

    A. La desgracia

    El gran enigma de la vida humana no es el sufrimiento escribe SimoneWeil, es la desgracia. No tiene nada de extrao que los inocentes sean

    asesinados, torturados, expulsados de sus pases, reducidos a la miseria o a laesclavitud, encerrados en campos o en crceles, puesto que hay criminalespara llevar a cabo esas acciones. Y no es extrao tampoco que la enfermedadimponga grandes sufrimientos que paralizan la vida y hacen de ella unaimagen de la muerte, puesto que la naturaleza est sometida a un ciego juegode las necesidades mecnicas. Lo que es asombroso es que Dios hayaotorgado a la desgracia el poder de apoderarse del alma misma de losinocentes y dominarla como un dueo absoluto. En el mejor de los casos,

    aquel a quien marca la desgracia no conservar la mitad de su alma.[14]

    Es decir, que Simone Weil sita a la desgracia como un hecho umbilical, fundantey enigmtico, absolutamente singular y en relacin con el cual hace incluso unaapelacin teolgica que subraya la inexplicabilidad y la tremenda densidad delmismo; y extiende ante nosotros una como fenomenologa del desgraciado: Los quehan recibido uno de esos golpes dice, tras experimentar los cuales un ser sedebate en el suelo como un gusano medio aplastado, no tienen palabras para expresar

    lo que les sucede. Entre las gentes que encuentran, aquellos que, incluso habiendosufrido mucho, no han tenido un contacto con la desgracia propiamente dicha, notienen ninguna idea de lo que es. Es algo especfico, irreductible a cualquiera otracosa, como los sonidos de los que nadie puede dar idea a un sordomudo. Y los quehan sido mutilados por la desgracia no estn en situacin de socorrer a nadie y soncasi incapaces de desearlo. De manera que la compasin hacia los desgraciados esuna imposibilidad. Cuando verdaderamente se produce, es un milagro mssorprendente que el andar sobre las aguas, la curacin de los enfermos e incluso laresurreccin de un muerto.[15]

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    B. La verdad

    Ahora bien, en este mbito de la desgracia es en el que se produce, y el nico en

    el que puede producirse, para Simone Weil, el encuentro de la verdad y su expresin,porque hay una alianza natural dice entre la verdad y la desgracia, porque una yotra son suplicantes mudas, eternamente condenadas a permanecer sin voz entrenosotros;[16]y porque la experiencia de la nada, que hace el desgraciado, es lo que leconfigura como capaz de ver y decir la verdad. Es la situacin de extrema y totalhumillacin explica la que es tambin condicin del paso a la verdad. Es unamuerte del alma Escuchar a alguien es ponerse en su lugar mientras habla. Ponerseen lugar de un ser, cuya alma est mutilada por la desgracia, o en peligro inminente

    de estarlo, es aniquilar la propia alma. Es ms difcil que lo que sera el suicidio paraun nio encantado de vivir. As, los desgraciados no son escuchados. Estn en lasituacin en que se encontrara aquel a quien se hubiera cortado la lengua y que, porun momento, lo hubiera olvidado. Sus labios se mueven y ningn sonido llega a losodos. Ellos mismos quedan rpidamente afectados por la impotencia de utilizar ellenguaje ante la certeza de no ser odos,[17] y por esto es por lo que no hayesperanza para el vagabundo que est de pie ante el magistrado. Si a travs de susbalbuceos brota algo desgarrador que atraviesa el alma, no ser escuchado ni por elmagistrado, ni por los circunstantes. Es un grito mudo. Y los desgraciados entre ellosson casi siempre tambin sordos, los unos para los otros. Y cada desgraciado, bajo lapresin de la indiferencia general, trata, mediante la mentira o la inconsciencia, dehacerse sordo a s mismo.[18]

    Qu justicia entonces podra hacerse a esos desgraciados? Simone Weilresponde: El espritu de justicia y el espritu de verdad no son sino solamente uno,porque la desgracia y la verdad tienen necesidad, para ser odas, de la mismaatencin. El espritu de justicia y de verdad no es otra cosa que una cierta especie deatencin, que es la del puro amor.[19]Y no hay que olvidar nada de esto: este fondodel pensamiento de Simone Weil y el hondn del pozo de donde proceden suspalabras y sus juicios, cuando se la vea enjuiciando situaciones sociales o polticas; yno podr entenderse nada de su propio lenguaje, ni de su modo de entender laexpresin por la palabra y la escritura, si no se tiene en cuenta que ellas tambin como la belleza en el plano literario quedan conectadas a esa situacin fundante dela desgracia.

    C. Las palabras

    Tan horrible es la desgracia dice Simone Weil como solemnemente

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    hermosa es la exposicin verdadera de esa desgracia. Se puede ofrecer como ejemplo,incluso en los siglos recientes,Fedra, La escuela de las mujeres, Lear, los poemas deVilln; pero mejor las Tragedias de Esquilo y Sfocles, y mejor an La Ilada, elLibro de Job, algunos poemas populares y, mejor todava, las narraciones de la Pasinen los Evangelios. El relmpago de la belleza se ha extendido ah sobre la desgracia

    por la luz del espritu de justicia y de amor, el nico que permite a un pensamientohumano mirar y reproducir la desgracia del mundo tal cual es.[20] Y sucede estoporque cada vez que un fragmento de verdad inexpresable pasa a las palabras que,sin poder contener la verdad que las ha inspirado, tiene en ella una tan perfectacorrespondencia por su adaptacin, que suministran un soporte a todo espritudeseoso de encontrarla, todas las veces que sucede eso, un relmpago de belleza seextiende sobre las palabras.[21]

    Tal es la teora literaria de Simone Weil o, ms ampliamente, la teora de la

    expresin de la palabra que es verdadera y, por lo tanto, no poda dejar de formular lacuestin del lenguaje pblico o poltico en relacin con la condicin de la desgracia;y escribe: Poner en la boca de los desgraciados palabras que pertenecen a la reginmedia de los valores, tales como democracia, derecho de la persona, es hacerles unpresente que no es capaz de procurarles ningn bien y que les hace inevitablementemal Es suficiente, para estar seguro de que lo que se dice es lo que hay que decir,restringirse, cuando se trata de las aspiraciones de los desgraciados, a las palabras y alas frases que expresan siempre, por doquier y en toda circunstancia, nicamente el

    bien,[22]

    que quedar expresado solamente en palabras y nociones cuya morada seencuentra en el cielo, por encima del cielo, en el otro mundo: es decir, que noparticipan del montaje cultural establecido. Y ste es uno de los dos servicios que sepueden rendir con las palabras. El otro es encontrar palabras que expresen la verdadde la desgracia; que, a travs de las circunstancias exteriores, hagan sensible el gritolanzado en el silencio: Por qu me haces mal?.[23]

    A este respecto, sin embargo, Simone Weil dice que los desgraciados no debencontar para esto con los hombres de talento, las personalidades, las celebridades, niincluso con los hombres de genio en el sentido en que se emplea de ordinario lapalabra genio, cuyo uso se confunde con la palabra talento. No pueden contar msque con los genios de primer orden: el poeta de La Ilada, Esquilo, Sfocles,Shakespeare, tal como era cuando escribiLear, Racine, tal como era cuando escribiFedra. No muchos. Y luego Simone Weil sigue su discurso en una direccindesconcertante del todo para los valores del establishment, literarios, expresivos,cientficos, educativos y de la cultura entera, afirmando que hay otros hombres que,estando mal o mediocremente dotados por la naturaleza, parecen infinitamenteinferiores no solamente a Homero, Esquilo, Sfocles, Shakespeare, Racine, sino

    tambin a Virgilio, Corneille, Hugo, y que, sin embargo, viven en el reino de losbienes impersonales en el que estos ltimos no han penetrado.[24]Y Simone Weilnos seala entonces a lidiot de village: alguien que en medio de sus balbuceos es,

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    por el pensamiento, infinitamente superior a Aristteles; y, si un hada viniera aproponerle que cambiase su suerte por un destino anlogo al de Aristteles, lasabidura en su caso sera rehusar sin dudarlo. Pero no sabe nada. Nadie se lo dice.Todo el mundo le dice lo contrario. Hay que dar coraje a los idiotas, a las gentes sintalento, a las gentes de talento mediocre o apenas un poco sobre la media, que tienen

    genio. No hay que tener miedo de tornarlos orgullosos. El amor de la verdad estsiempre acompaado de humildad.[25]As que, en vez de animar la floracin detalentos, como se propona en 1789, hay que mimar y dar calor con un tierno respetoal crecimiento del genio; porque slo los hroes realmente puros, los santos y losgenios, pueden ser un socorro para los desgraciados Ni las personalidades, ni lospartidos dan audiencia jams ni a la verdad, ni al desgraciado.[26]

    He aqu una medida y piedra de toque radical de toda construccin cultural paradecidir si es realmente humana, aunque el resplandor que nace de esa hermandad

    entre Esquilo y el desgraciado o el idiot de villagenos aterre verdaderamente en suverdad profunda. Todos nuestros valores son arruinados y deshechos, y esto comocon un simple susurro que nos seala la mentira y la violencia que subyace en ellos.

    D. La violencia

    Lo especfico de la violencia es, a los ojos de Simone Weil, que siempre resultairreversible, es indominable y cosifica a los hombres y a lo humano, los rebaja alnivel de la materia inerte, que no es ms que pasividad, al igual que las fuerzas ciegasno son sino impulso. ste es el secreto ltimo de la guerra, La Iliada lo expresa,comparando a los guerreros al incendio, a la inundacin, al viento, a las bestiasferoces, a cualesquiera de las causas que provocan un desastre, o bien a los animalesasusados, a los rboles, al agua, a la arena, a todo lo que resulta movido por laviolencia de las fuerzas externas.[27]Y la violencia puede solidificarse, desde luego,y se solidifica, en construccin cultural.

    Simone Weil seala la naturaleza estructural de fuerza y violencia de la

    civilizacin romana, que arras culturas enteras y para siempre: entre ellas la culturaoccitana. La Roma vorax hominum es el paradigma de fuerza y violencia que ellaver reproducirse luego en el reinado de Luis XIV y, sobre todo, en el hitlerismo.Los romanos escribe han conquistado el mundo por la seriedad y la disciplina,la organizacin, la continuidad del modo de ver las cosas y de mtodo; por laconviccin de que ellos eran una raza superior y nacidos para mandar; por el empleomeditado, calculado, metdico, de la ms tremenda crueldad, de la perfidia fra, de lapropaganda ms hipcrita, utilizados a la vez o sucesivamente; por una resolucin

    inquebrantable de sacrificar siempre todo al prestigio, sin ser jams sensibles ni alpeligro, ni a la piedad, ni a ningn respeto humano; por el arte de descomponer bajoel terror el alma misma de sus adversarios, de adormecerlos durante la esperanza,

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    antes de domearlos por las armas; por un manejo, en fin, tan hbil de la ms groseramentira, que han engaado incluso a la prosperidad y nos siguen engaando. Quin

    no reconocer estas seales?[28]La inhumanidad era general en los espritus y en lascostumbres. En la literatura latina se encuentran pocas palabras que den un sonido dehumanidad, mientras se encuentran tantas en Homero, Esquilo, Sfocles y los

    prosistas griegos; se puede exceptuar un verso de Terencio, que era cartagins porotra parte, y algunos otros de Lucrecio y de Juvenal. Por el contrario, el piadosohroe del dulce Virgilio se representa, ms de una vez, matando a un enemigodesarmado, que implora la vida, y sin pronunciar las palabras que hacen admirable,incluso en una escena de esta clase, a La Ilada. Cuando no se dedican a glorificar lafuerza, a excepcin de Lucrecio y Juvenal, se ocupan sobre todo de cantar el placer yel amor, a veces de manera deliciosa, pero la bajeza sorprendente de la concepcindel amor en los elegiacos no deja de estar en relaciones estrechas, segn toda

    verosimitud, con la admiracin de la fuerza y contribuye a la impresin general debrutalidad.[29]

    Ah estn los orgenes y las races del hitlerismo, ciertamente, pero acaso noreencarnan todo eso tambin la cultura y la praxis social y poltica de la URSS, yacaso no la reencarna nuestra propia civilizacin occidental? Y pensaron en todoesto y en el propio entramado de esas civilizaciones de violencia los tericos yprcticos revolucionarios del siglo XX? Simone Weil nos muestra que se pagaron deideologa, y se dieron por satisfechos con ello. La aparicin de doctrinas

    revolucionarias, ansiosas de demostrar que la sociedad burguesa se haba convertidoen imposible dice, no trataron naturalmente nunca de definir el equilibrioeconmico a partir de condiciones que estaran dadas, y admitieron para el futuro,como evidente, que la revolucin en materia econmica aportara todas lassoluciones, suprimiendo todos los problemas. Ningn revolucionario trat nunca dedefinir seriamente las condiciones del equilibrio econmico en el rgimen especial

    que esperaba.[30] Y ahora sabemos muy bien que eso ha estado en la base de suinmenso fracaso; pero es que los revolucionarios haban pensado siquiera en elhombre, el capital ms preciado segn la frmula de Marx, de otro modo queinserto en un totum, que concluy siendo ineluctablemente el de la Roma voraxhominum?

    E. Una cierta idea del hombre

    Simone Weil parte de una consistencia fundamental del ser humano que, porserlo, genera en su mbito sociopoltico una serie de obligaciones para con el ser

    humano en cualquier tipo de civilizacin y cultura, y de organizacin sociopoltica yeconmica. Y Simone Weil comienza afirmando, a este propsito, que ese serhumano tiene unas necesidades bsicas e ineludibles: sagradas; y que su

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    satisfaccin no puede estar subordinada ni a la razn de Estado, ni a ningunaconsideracin de dinero, nacionalidad, raza, color, ni valor moral o de otra clase, ni aninguna otra condicin, cualquiera que sta sea. Slo tiene un lmite: el que marcanlas necesidades de todos los seres humanos, pero que slo es legtimo cuando esas

    necesidades de todos los seres humanos reciben la misma atencin.[31]Y explicita

    luego el mbito a este respecto, haciendo una minuciosa enunciacin: por ejemplo,el alma humana tiene necesidad de verdad y de libertad de expresin, lo quesignifica que todos tengan acceso a la cultura del espritu sin tener que sertransplantados, ni material, ni moralmente. Exige que no acte jams, en el plano delpensamiento, ninguna presin material o moral procedente de otra intencin que la dela preocupacin por la verdad, lo que implica la prohibicin absoluta de todapropaganda sin excepcin. Exige la proteccin contra el error y la mentira, lo queconvierte en falta punible toda falsedad material, evitable, afirmada pblicamente.

    Exige una proteccin de la salud pblica contra los venenos en el plano delpensamiento.[32] Y la inteligencia tiene necesidad, para actuarse, de poderexpresarse sin que ninguna autoridad la limite. Es por lo tanto necesario un mbito dela investigacin intelectual pura, que sea distinto pero accesible a todos, y en el que

    ninguna autoridad intervenga.[33]

    Por lo que atae a la propiedad personal, Simone Weil afirma que no vieneconstituida jams por la posesin de una suma de dinero, sino por la apropiacin deobjetos concretos, tales como la casa, campo, muebles, tiles, que el alma mira como

    una prolongacin de s misma y del cuerpo. La justicia exige que la propiedadpersonal as entendida sea inalienable, como libertad, y la existencia de una clasesocial definida por la falta de propiedad personal y colectiva es tan vergonzosa comola esclavitud.[34]

    El alma humana, en fin sigue diciendo Simone Weil tiene necesidad, porencima de todo, de estar enraizada en varios medios naturales, y de comunicar con eluniverso a travs de ellos; y la patria, los mundos definidos por la lengua, por lacultura, por un pasado histrico comn, la profesin, la localidad, son ejemplos demedios naturales, de manera que es criminal todo lo que tiene como consecuencia

    desarraigar a un ser humano u obstaculizar que eche races.[35]

    Tenemos que preguntarnos si estamos ante un pensamiento utpico de carcteridealista? Simone Weil misma cree que una cultura basada en este modo de entenderlas cosas necesitara en primer lugar ser aceptada, y luego un gran perodo de tiempopara ser encarnada; pero es que no se trata de esto: se trata de que, al examinarcualquier tipo de civilizacin o cultura, u organizacin sociopoltica y econmica ycomprobar que en ellas no se cumplen esas obligaciones para con el ser humano,comprobamos tambin que en ellas ese ser humano no puede subsistir como tal, y quetodas esas construcciones culturales slo subsisten como devoradoras y aplastadorasde seres humanos, de manera que as resulta claro que no estamos realmente ante unidealismo tico, sino ante un minimumrealista para una sociedad en la que el hombre

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    cuente. Y esto ser luego posible o no, pero las cosas deben ser llamadas por sunombre, y estas sociedades levantadas con burla o enteramente al margen de esasobligaciones para con el ser humano deben ser consideradas prehumanas, obrbaras sencillamente.

    El pensamiento de Simone Weil en torno a estos sus tpicos, o categoras

    fundantes desde los que mira la realidad, es obviamente mucho ms complejo que loque puede mostrar esta pequea antologa aqu ofrecida, pero quizs sus textossirvan, de manera propedutica al menos, para entender cul es el humus de dondebrotan lasReflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin social, inclusosi esos textos son a veces posteriores a la redaccin de ese librito: nos muestran elfondo de su pensamiento. Porque, adems, este libro de las Reflexiones sobre lascausas de la libertad y de la opresin socialse redacta en estado de crisis, por asdecirlo: en esa media vitao gran repecho de ella en que nada se reniega de lo anterior,

    pero se est trabajando en el interior por una nueva visin de las cosas.En el momento en que el libro se escribe, Simone Weil es todava una luchadorasocial, una militante de la justicia, que cree an que puede hacerlas cuentas con lainjusta sociedad en que vive, y cambiarla revolucionariamente; pero en el hondn desu pensamiento ya se ha asomado a una radicalidad mayor: la de repensar toda unacultura, una civilizacin, la condicin humana entera en su realidad histrica, y todolo que hay tras ella o en su seno y constituye el enigma de lo humano, pero tambinsu profunda consistencia. Y Simone Weil ya nunca podr ser entendida por quienesdesde cualquier mbito: poltico, social o religioso, pongamos por caso, tienen de larealidad y del hombre mismo una concepcin que no posee ese grosor yenraizamiento que en ella tiene: esa resonancia mstica, que quiere decir que est porencima o en otro plano de cosas que el instrumental y el de las categoras de manejo yconstruccin cultural de cualquier tipo en las que el hombre es objetivado.

    Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin social es, as, elanlisis del mundo que no marcha, de una civilizacin que hace crac y no veesperanza de historia delante de ella, del fracaso de una revolucin y hasta de lapuesta en cuarentena de la posibilidad de sta; pero tambin es el punto de partida de

    una actitud y una lucha, instaladas en un plano ms profundo, bajo una especie delema radical: Bien y mal. Realidad. Es bueno lo que ofrece ms realidad a los seresy a las cosas, malo lo que se la quita. Y lo primero de todo es la lucidez de lainteligencia.

    4. Las Reflexiones sobre las causas de la libertad y de laopresin social

    Cuando Simone Weil publica su artculo, Perspectives, en La rvolutionroltarienne, hay desde luego gentes en los ambientes revolucionarios y de

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    izquierda, que se percatan de la importancia del texto como esfuerzo de conocimientode la realidad histrica, pero son las menos. El texto choca naturalmente contra eldogmatismo, y Roger Hagnan, por ejemplo, publica en la misma revista un artculobajo el ttulo de No tanto pesimismo en el que dice: Simone Weil inspecciona elmundo visto desde lo alto, y muestra las numerosas razones de temor, nos da algunas

    para esperar, de las cuales la ms clara es la de comprender la fuerza que nos aplasta.Esto recuerda la historia de la caa pensante de Pascal. Simone Weil se resignaraen rigor al fracaso si supiera entender las causas. Esta alta resignacin intelectual,tiene algo que ver con nuestro sindicalismo revolucionario? El pesimismo lcido(?) de Simone Weil, no ablandar a los ms firmes? Simone Weil hubiera podidoaadir a sus numerosas razones de temor otra. Se trata del papel jugado en elmovimiento obrero por intelectuales aventureros que no tienen respeto de laorganizacin. Que los intelectuales aventureros de inspiracin generosa y vigor

    doctrinal dejen de meditar sobre la debilidad del proletariado. Que se aseguren,ms bien, de su propia ineptitud para dirigirlo.[36]

    Hoy estas palabras, como las de Trotsky que tambin comentarondespectivamente el artculo en cuestin de Simone Weil, nos suenan trgicamente ensu absoluta, e irresponsable y necia seguridad. Sesenta aos han mostrado a lo quehan conducido el espritu de organizacin y los optimismos dogmticos sobre lasiempre modesta lucidez mental y el saber, la capacidad de comprender lo que en elmundo ocurre y por qu ocurre. El ser dotado de razn puede convertir todo

    obstculo en materia de su trabajo, y sacar de ah partido, deca Marco Aurelio; ySimone Weil no en balde puso estas palabras como uno de los dos lemas delfrontispicio deReflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin social.

    Pero ella poda ser difcilmente comprendida por sus mismos compaeros delucha social. En primer lugar, por la densidad de pensamiento y la enunciacin de unapalabra y una mirada sobre el hombre y el mundo, que no tienen nada que ver con la

    latitude, o la ideologizacin, o la simpleza con que en sus lectores y oyentes podanentenderlas; y es en este tiempo, por cierto, cuando se le ruega a Simone Weil queexponga solamente una idea por conferencia, lo que nos recuerda dramticamente la

    recomendacin que, segn nos cuenta Paul Odman, le hizo un da la muy burguesa ymundana Harpers Magazine a l mismo: la de una idea por pgina, porque susbienestantes lectores no podran tolerar mayores dosis, ni pensar por su cuenta. Pero,en segundo lugar o al mismo tiempo, estaba el dogmatismo, la sacralidad de losprincipios revolucionarios y de su clero dirigente, de la organizacin o cuerposalvfico. Y, cuando Simone Weil se entrevista con Leon Trotsky, en julio de 1933, lasvoces que se oyen desde la habitacin en que ambos discuten son las de Trotsky, quedefiende all todo eso: la seguridad dogmtica y la organizacin salvadora, la

    sacralidad de la revolucin y su carcter ineluctable de triunfo.A Simone Weil le haba divertido que Trotsky, en el folleto de contestacin a su

    artculo Perspectives y refirindose a ella, hubiera hablado de liberalismo vulgar y

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    de exaltacin anrquica barata, o de los ms reaccionarios prejuiciospequeoburgueses, pero Simone Weil hace este terrible comentario tras laentrevista: En el fondo, L. D. (Trotsky) y Lenin han jugado un papel anlogo al delos grandes capitalistas, cuando el capitalismo era todava progresista, al precio del

    aplastamiento de millones de vidas humanas.[37] Lo que es un factum, y en

    Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin social, Simone Weiltambin hablar sustancialmente de hechos, y del hombre.

    Por estas mismas fechas, el carcter mismo de la Weil se ha endulzado. Continaluchando contra la injusticia dice S. Ptrement pero casi sin irritarse. Se estvolviendo cada vez ms y ms grave, tranquila, y dulce.[38]Su confianza en la luchapoltica y sindical se ha roto, ha escrito su Testamento en lasReflexiones sobre lascausas de la libertad y de la opresin social, y va a enrolarse en un trabajo fabril encadena para entregar su cuerpo y su alma a la fatiga y la deshumanizacin que

    destruyen tantas vidas, y tambin destruirn un poco ms la suya.Lo primero que hay que decir, en cualquier caso, de este texto de Reflexiones

    sobre las causas de la libertad y de la opresin sociales que es un texto tranquilo, yno carece tampoco de significado a este respecto el hecho de que, junto a las palabrasde Marco Aurelio arriba citadas, figuren estas otras como indicativas del espritu dellibro, pertenecientes a Spinoza y que resumen la obra y el talante de ste: En lo queconcierne a las cosas humanas, no rer, ni llorar, no indignarse, sino comprender.

    El filsofo de Amsterdam haba desmontado pieza a pieza, tranquila e

    implacablemente, todo el montaje del poder poltico, y sealado su funcionamiento,en su Tractatus theologico-politicus, incluso al precio de despojar de toda esperanza asu propio pueblo, y Simone Weil desarticular aqu, en estas Reflexiones, laconstruccin y el montaje del sistema produccin-opresin capitalista, y la culturadeshumanizada que ha instalado; pero tambin desmontar y desarticular laintocable maquinaria del pensamiento marxista, cernindolo con su crtica, yliquidar sin piedad las esperanzas de tipo naifo dogmtico de la revolucin. Asque es lgico que ambos Spinoza y Simone Weil levantaran las iras de laorganizacin: la sinagoga en el primer caso, y los partidos, sindicatos y gruposrevolucionarios en el segundo, y el repudio de sus fieles. Pero organizaciones ydogmticos pasaron, y esas pginas estn ah.

    Ledas estasReflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin social, alos sesenta aos de haber sido publicadas, lo que maravilla ciertamente es su frescor.La situacin en que nuestra civilizacin se encuentra es solamente la agravacin ysolidificacin del cuadro trazado en esas pginas en las que, precisamente porque sonuna mirada sobre la realidad histrica total, no slo se anuncia la liquidacin de lasesperanzas revolucionarias, sino de las mismas promesas emancipatorias de la

    Ilustracin, y el triunfo de un positivismo cuasiontolgico, porque, incluso en losmbitos revolucionarios o sus herederos, de la negacin de los hechos en obsequio dela ortodoxia se ha pasado a la aceptacin igualmente dogmtica de que sean los

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    hechos brutos los que dictaminen y decidan la verdad y el bien, y marquen el mbitode lo posible. La historia todo lo habra hecho bien, y slo quedara una cosa porhacer: desposar el triunfo del sistema de la Roma vorax hominum en su versindefinitiva, porque esa historia habra acabado con ese triunfo, habra llegado a suplenitud, y ya no habra un futuro distinto posible.

    El acabamiento del marxismo real en el deshonor de una historia de horror,estupidez y muerte lleva ahora, incluso a quienes aseguraban su militancia contra laopresin social, a auparse al carro de ese realismo de los facta y a condonar, porlo tanto, o renegar si llega el caso, todo un pasado de sufrimiento, y a renunciar acualquier clase de futuro distinto. Porque el futuro no se ve ya con miedo, comoSimone Weil deca, sino como inexistente de otro modo que como la consolidacindel presente, cada vez ms slida y perfecta.

    Las Reflexiones son una meditacin crtica sobre tres temas, despus de haber

    trazado en sus primeras pginas un panorama de la situacin de la cultura y sufuncionamiento: una crtica del marxismo en algunos de sus esenciales presupuestosy anlisis tericos, un cuadro terico de una sociedad libre, y un diseo o pintura dela vida social contempornea. La mirada radical de Simone Weil entra ah como unescalpelo, y el lector de hoy de este texto no precisa mediaciones de ningn tipo paramedir su extraordinaria lucidez. Le es suficiente saber lo que sabe como sucedidodesde que este texto fue escrito, y con mirar en derredor suyo, tomar su propia vidaen sus manos.

    Jams el individuo escribe ah Simone Weil ha estado tan completamenteentregado a una colectividad ciega, y jams los hombres han sido ms incapaces nosolamente de someter sus acciones a sus pensamientos, sino simplemente de pensar.Los trminos de opresores y oprimidos, la nocin de clase, todo esto est bien cercade perder su significacin: tan evidente es la impotencia y la angustia de todos loshombres ante la mquina social, convertida en una mquina de triturar los corazones,aplastar los espritus, una mquina de fabricacin de la inconsciencia, de la estupidez,de la corrupcin, de la abulia, y sobre todo del vrtigo. [39]Un vrtigo que se genera,dice ella, en la monstruosa desproporcin entre el hombre y el mundo con que se

    enfrenta; pero quizs ya se ha dado un paso ms en esta hora, y ya no hay vrtigoporque no hay yo que sea sujeto de ese vrtigo. ste es el instante de la liquidacinde ese yo, y de una liquidacin cmplice y complaciente en aras de la felicidad,porque, efectivamente, la mquina de la fabricacin de inconsciencia ha funcionado ysigue funcionando a la perfeccin, haciendo abrir a todo el ganado humano la bocadel mismo modo y segn las reglas de la mayora, que es el signo de la civilizacinbablica o construccin de una Gran Torre de tecnologa punta para el rey Nimrod dequien derivarn las consignas para el pensar, el sentir y el mover los labios al unsono

    dentro de la mayor ortodoxia que vieron los siglos.Todo aquello que construye un yo humano: desde los enraizamientos naturales,

    de que habla Simone Weil, hasta su lenta y difcil construccin cultural con el saber,

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    el arte, la escritura, el pensamiento, y pasando por el recuerdo y la memoria que sonel propio territorio y raz de ese yo humano, todo queda radiado de esta civilizacinbablica. Es decir, todo lo que constituye la propia consistencia humana, que nopuede darse sin ese yo as construido culturalmente: algo muy distinto a lo que losgrandes imbciles o los grandes canallas llaman despectivamente Humanidades y

    piensan que es un adorno o guinda de la tarta de una existencia confortable,restringida a unas lites, pero que se sabe muy bien que se roba a los ms dbiles y alos desgraciados, que Simone Weil quera ver sentados junto a Esquilo.

    LasReflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresin sociales un textode anlisis social y poltico, pero, como en los mbitos polticos se advirti enseguida, es un discurso sobre la cultura humana entera, que lgicamente, aunque esoconstituyera un reproche para esos mbitos, es lo que le salvaba de ser un mero textoinstrumental y de circunstancias, fechado y muerto. Pero si hay en l un marchamo,

    un nfasis, un centro sobre el que todo el discurso gravita, se es el de la reafirmacinde la primaca del pensar y de la inteligencia, la construccin de un yo que trate dever y entender, incluso si es la ruina o es la nada lo que en el fondo de la realidad seencuentra. Y sta es la actitud mstica del conocimiento: Ni esto, ni esto, ni esto, niesotro, ni esotro, ni esotro, deca Juan de la Cruz, y quien se acerque a Simone Weil,que no es menos radical sino todo lo contrario, ha de estar dispuesto a esa aventura.

    En la ltima lnea de estas Reflexionesse lee: Aunque una serie de reflexionesas orientadas tuviera que quedar sin influencia sobre la evolucin ulterior de laorganizacin social, no perdera por eso su valor; los destinos futuros de lahumanidad no son el nico objeto que merece consideracin. Slo los fanticospueden dejar de valorar su propia existencia, si no sirve a una existencia colectiva;reaccionar ante la sumisin del individuo a la colectividad implica que se comiencepor rehusar la subordinacin del propio destino al curso de la historia. Paradeterminarse a semejante esfuerzo de anlisis crtico es suficiente comprobar quepermitira, a quien lo emprendiese, escapar al contagio de la locura y del vrtigocolectivo, reanudando por su cuenta, por encima del dolo social, el pacto original del

    espritu con el universo.[40]

    Es decir, siendo un yo de hombre.

    JOS JIMNEZ LOZANO

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    REFLEXIONES SOBRE LAS CAUSASDE LA LIBERTAD Y DE LA OPRESIN SOCIAL

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    En lo que concierne a las cosas humanas,ni rer, ni llorar, ni indignarse,

    sino comprender.

    SPINOZA

    El ser dotado de razn puede hacer de cualquier obstculomateria de su trabajo, y sacar partido de ello.

    MARCO AURELIO

    La poca actual es de aquellas en las que todo lo que normalmente parece constituiruna razn para vivir se desvanece, en las que se debe cuestionar todo de nuevo, sopena de hundirse en el desconcierto o en la inconsciencia. Que el triunfo demovimientos autoritarios y nacionalistas arruine por todas partes la esperanza que lasbuenas personas haban puesto en la democracia y en el pacifismo es slo un aspectodel mal que sufrimos; ste es mucho ms profundo y est ms extendido. Podemosplantearnos si existe un mbito de la vida pblica o privada en el que la fuente deactividad y de esperanza no est envenenada por las condiciones en las que vivimos.

    El trabajo ya no se realiza con la orgullosa conciencia de ser til, sino con elsentimiento humillante y angustioso de poseer, slo por el hecho de disfrutar,sencillamente, de un puesto de trabajo, un privilegio concedido por un pasajero favorde la suerte, privilegio del que estn excluidos muchos seres humanos. Losempresarios han perdido la ingenua creencia en un progreso econmico ilimitado queles haca imaginar que tenan una misin. Parece que el progreso tcnico haquebrado, ya que, en lugar de bienestar, lo nico que ha aportado a las masas es lamiseria fsica y moral en la que las vemos debatirse; por lo dems, las innovaciones

    tcnicas ya no se aceptan prcticamente en ninguna parte, salvo en la industria deguerra. En cuanto al progreso cientfico, no se ve con facilidad para qu puede servirapilar an ms conocimientos sobre un cmulo ya demasiado vasto como para que loabarque el pensamiento de los especialistas; la experiencia muestra que nuestrosantepasados se engaaron al creer en la difusin de las luces, porque no es posibledivulgar a las masas sino una miserable caricatura de la cultura cientfica moderna,caricatura que, lejos de formar su juicio, las habita a la credulidad. Incluso el artesufre el contragolpe del desconcierto general que, en parte, le priva de su pblico y,

    por ello, perjudica la inspiracin. La vida familiar, en fin, no es sino ansiedad desdeel momento en que la sociedad se ha cerrado para los jvenes. La generacin, cuyavida es nicamente espera febril del futuro, vegeta, en todo el mundo, con la

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    conciencia de no tener ningn futuro, de que no hay lugar para ella en nuestrouniverso. Por lo dems, aunque este mal es ms agudo para los jvenes, es hoycomn a toda la humanidad. Vivimos una poca privada de futuro. La espera de loque vendr ya no es esperanza, sino angustia.

    Hay, sin embargo, desde 1789, una palabra mgica que contiene todos los futuros

    imaginables y nunca est tan cargada de esperanza como en las situacionesdesesperadas; es la palabra revolucin. De un tiempo a esta parte se pronuncia amenudo. Deberamos estar, al parecer, en pleno perodo revolucionario; pero, dehecho, todo pasa como si el movimiento revolucionario decayera con el rgimen queaspira a destruir. Desde hace ms de un siglo, cada generacin de revolucionarios haesperado alternativamente la proximidad de una revolucin; hoy, esta esperanza haperdido todo lo que poda servirle de soporte. Ni en el rgimen nacido de laRevolucin de Octubre, ni en las dos Internacionales, ni en los partidos socialistas o

    comunistas independientes, ni en los sindicatos, ni en las organizaciones anarquistas,ni en las pequeas agrupaciones de jvenes que desde hace un tiempo han surgido entan gran nmero, puede encontrarse algo que sea tan vigoroso, sano o puro; hacetiempo que la clase obrera no ha dado ningn signo de aquella espontaneidad con laque contaba Rosa Luxemburg y que, por otra parte, jams se ha manifestado sinopara ser inmediatamente ahogada en sangre; a la clase media no le seduce larevolucin salvo cuando la evocan, con fines demaggicos, aprendices de dictador.Se repite a menudo que la situacin es objetivamente revolucionaria, que slo falta elfactor subjetivo; como si la carencia total de la fuerza que, slo ella, podratransformar la situacin no fuese un carcter objetivo de la situacin actual, cuyasraces hay que buscarlas en la estructura de nuestra sociedad! Por ello, el primerdeber que nos impone el presente es el de tener suficiente valor intelectual como parapreguntarnos si el trmino revolucin es algo ms que una palabra, si tiene uncontenido preciso, si no es, sencillamente, una de las numerosas mentiras suscitadaspor el desarrollo del rgimen capitalista y que la crisis actual nos hace el favor dedisipar. La cuestin parece impa, debido a los seres nobles y puros que hansacrificado todo, incluida su vida, a esta palabra. Pero slo los sacerdotes pueden

    pretender que el valor de una idea se mida por la cantidad de sangre que ha hechoderramar. Quin sabe si los revolucionarios no han vertido su sangre tan vanamentecomo los griegos y troyanos del poeta, que, embaucados por una falsa apariencia, sebatieron durante diez aos en torno a la sombra de Helena?

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    Crtica del marxismo

    Hasta ahora, todos los que han experimentado la necesidad de apuntalar sussentimientos revolucionarios con concepciones rigurosas han encontrado o han credoencontrar estas concepciones en Marx. Se sabe definitivamente que Marx, gracias asu teora general de la historia y a su anlisis de la sociedad burguesa, demostr lanecesidad inevitable de una prxima transformacin en la que la opresin que noshace sufrir el rgimen capitalista sera abolida; persuadidos de ello, se evita incluso,en general, examinar ms de cerca la demostracin. El socialismo cientfico hallegado a convertirse en dogma, exactamente como sucede con los resultadosobtenidos por la ciencia moderna, resultados en los que todos piensan que debencreer sin plantearse nunca el cuestionamiento del mtodo. Respecto a Marx, si seintenta asimilar verdaderamente su demostracin, en seguida se percibe que comporta

    muchas ms dificultades de las que la propaganda del socialismo cientfico dejasuponer.

    En realidad, Marx da cuenta admirablemente del mecanismo de la opresincapitalista, pero lo hace sin mostrar apenas cmo este mecanismo podra dejar defuncionar. De ordinario, no se considera de esta opresin sino el aspecto econmico,es decir, la extorsin de la plusvala; desde este punto de vista, ciertamente, es fcilexplicar a las masas que esta extorsin est ligada a la competencia, sta a lapropiedad privada, y que el da en el que la propiedad devenga colectiva todo ir

    bien. Sin embargo, incluso en los lmites de este razonamiento, aparentementesimple, ante un examen atento surgen mil dificultades. Porque Marx ha mostrado quela verdadera razn de la explotacin de los trabajadores no es el deseo que loscapitalistas pudieran tener de disfrutar y consumir, sino la necesidad de ampliar, conla mayor rapidez posible, la empresa, con el fin de hacerla ms poderosa que suscompetidoras. Pero no slo la empresa, sino cualquier colectividad de trabajo, seacual sea, necesita restringir al mximo el consumo de sus miembros para consagrar elmayor tiempo posible a forjarse armas contra las colectividades rivales, de tal manera

    que, mientras sobre la superficie del globo haya lucha por el poder y mientras elfactor decisivo de la victoria sea la produccin industrial, los obreros sernexplotados. Verdaderamente Marx supona, por otra parte sin probarlo, que cualquiertipo de lucha por el poder desaparecera el da en que el socialismo se estableciese entodos los pases industrializados; la nica desgracia,[1] como el propio Marxreconoci, es que la revolucin no puede hacerse en todas partes a la vez; cuando serealiza en un pas no suprime, sino que, por el contrario, acenta all la necesidad deexplotar y oprimir a los trabajadores, por el miedo a ser ms dbil que las otrasnaciones. La historia de la Revolucin rusa constituye una dolorosa ilustracin deesto.

    Si se consideran otros aspectos de la opresin capitalista, aparecen otras

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    dificultades, ms temibles an, o, mejor dicho, la misma dificultad a una luz mscruda. La fuerza para explotar y oprimir a los obreros que posee la burguesa resideen los fundamentos mismos de nuestra vida social y no puede ser aniquilada porninguna transformacin poltica y jurdica. Esta fuerza es, ante todo y esencialmente,el rgimen de produccin moderno, es decir, la gran industria. A este respecto

    abundan en Marx vigorosas expresiones relativas al sometimiento del trabajo vivo altrabajo muerto, la inversin de la relacin entre el objeto y el sujeto, lasubordinacin del trabajador a las condiciones materiales de trabajo. En la fbricaescribe enEl Capital existe un mecanismo independiente de los trabajadores quelos incorpora como engranajes vivos La separacin entre las fuerzas espiritualesque intervienen en la produccin y el trabajo manual, y la transformacin de lasprimeras en poder[2]del capital sobre el trabajo, encuentran su culminacin en la granindustria fundada sobre el maquinismo. La minucia de la suerte individual del pen

    desaparece como una nada ante la ciencia, las formidables fuerzas naturales y eltrabajo colectivo que son incorporados en el conjunto de las mquinas y constituyencon ellas el poder del patrn. Por tanto, la total subordinacin del obrero a laempresa y a quienes la dirigen reposa en la estructura de la fbrica y no en el rgimende propiedad. As, la separacin entre las fuerzas espirituales que intervienen en laproduccin y el trabajo manual o, segn otra expresin, la degradante divisin deltrabajo en trabajo manual y trabajo intelectual es la base misma de nuestra cultura,que es una cultura de especialistas. La ciencia es un monopolio, no por una mala

    organizacin de la instruccin pblica, sino por su misma naturaleza; los profanosslo tienen acceso a los resultados, no a los mtodos, es decir, slo pueden creer, noasimilar. El socialismo cientfico ha quedado como monopolio de algunos y,desgraciadamente, los intelectuales tienen los mismos privilegios en el movimientoobrero y en la sociedad burguesa. Esto es as incluso en el plano poltico. Marx habapercibido con claridad que la opresin estatal descansa sobre la existencia de aparatosde gobierno, permanentes y distintos de la poblacin, esto es, el aparato burocrtico,militar y policial; pero estos aparatos permanentes son el efecto inevitable de ladistincin radical que, de hecho, existe entre las funciones de direccin y las de

    ejecucin. Tambin en este punto, el movimiento obrero reproduce plenamente losvicios de la sociedad burguesa. En todos los planos choca con el mismo obstculo.Toda nuestra civilizacin est fundada sobre la especializacin, que implica lasumisin de los que ejecutan a los que coordinan; sobre esta base slo se puedeorganizar y perfeccionar la opresin, no aliviarla. La sociedad capitalista est lejos dehaber elaborado en su seno las condiciones de un rgimen de libertad y de igualdad,porque la instauracin de un rgimen as supone una transformacin previa de laproduccin y de la cultura.

    Slo es comprensible que Marx y sus discpulos hayan podido creer en laposibilidad de una democracia efectiva sobre la base de la civilizacin actual si setoma en cuenta su teora del desarrollo de las fuerzas de produccin. Es sabido que,

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    para Marx, este desarrollo constituye, en ltimo trmino, el verdadero motor de lahistoria y es casi ilimitado. Cada rgimen social, cada clase dominante tiene comotarea, como misin histrica, conducir las fuerzas productivas a un grado cadavez ms elevado, hasta el momento en que el marco social detenga su ulteriorprogreso; entonces las fuerzas productivas se sublevan, quebrantan ese marco social y

    una nueva clase se hace con el poder. La constatacin de que el rgimen capitalistaaplasta a millones de hombres slo permite condenarlo moralmente; lo que constituyela condena histrica del rgimen es el hecho de que, despus de haber hecho posibleel progreso, ahora lo obstaculiza. La tarea de las revoluciones consiste esencialmenteen la emancipacin no de los hombres, sino de las fuerzas productivas. En realidad,est claro que, una vez que stas han alcanzado un desarrollo suficiente como paraque la produccin pueda realizarse con poco esfuerzo, las tareas coinciden; Marxsupona que ste es el caso en nuestra poca. Esta suposicin le permiti la

    conciliacin, indispensable para su tranquilidad moral, entre sus aspiracionesidealistas y su concepcin materialista de la historia. A su juicio, la tcnica actual,una vez liberada de las formas capitalistas de la economa, puede dar a los hombres elocio suficiente que les permita desarrollar armoniosamente sus facultades y que, porconsiguiente, haga desaparecer, en cierta medida, la especializacin degradante que elcapitalismo establece; sobre todo, el ulterior desarrollo de la tcnica debera aligerarprogresivamente el peso de la necesidad material y, como consecuencia inmediata, elde la coaccin social, hasta que la humanidad alcanzase finalmente un estadoparadisaco, propiamente hablando, en el que la ms abundante produccin costaraun esfuerzo insignificante, en el que se levantara la antigua maldicin del trabajo,sencillamente, un estado en el que encontrar de nuevo la felicidad de Adn y Evaantes del pecado. A partir de esta concepcin es fcilmente comprensible la posicinde los bolcheviques y por qu todos, incluido Trotsky, tratan las ideas democrticascon un soberano desprecio. Se han encontrado impotentes para realizar la democraciaobrera prevista por Marx; pero no se inquietan por tan poca cosa, convencidos comoestn de que, por una parte, toda tentativa de accin que no consista en desarrollar lasfuerzas productivas est de antemano abocada al fracaso y, por otra, de que el

    progreso de las fuerzas productivas hace avanzar a la humanidad por la va de laliberacin, incluso al precio de una opresin provisional. Con semejante seguridadmoral, no es extrao que hayan asombrado al mundo por su fuerza. Sin embargo, esraro que las creencias reconfortantes sean, a la vez, razonables. Antes incluso deexaminar la concepcin marxista de las fuerzas de produccin, llama la atencin elcarcter mitolgico que presenta en toda la literatura socialista, en la que se admitecomo postulado. Marx no explica nunca por qu las fuerzas de produccin tenderana desarrollarse; al admitir sin prueba esta misteriosa tendencia se aproxima no a

    Darwin, como quera creer, sino a Lamarck, que fundaba, igualmente, todo su sistemabiolgico en una inexplicable tendencia de los seres vivos a la adaptacin. Es ms,por qu, cuando las instituciones sociales se oponen al desarrollo de las fuerzas de

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    produccin, la victoria habra de pertenecer de antemano a stas antes que a aqullas?Sin duda, Marx no supone que los hombres transformen conscientemente su estadosocial para mejorar su situacin econmica; sabe muy bien que, hasta hoy, lastransformaciones sociales jams han ido acompaadas de una conciencia clara de sualcance real; admite pues, implcitamente, que las fuerzas de produccin poseen una

    virtud secreta que les permite superar los obstculos. En fin, por qu propone sindemostracin, y como verdad evidente, que las fuerzas de produccin sonsusceptibles de un desarrollo ilimitado? Esta doctrina, en la que reposa por completola concepcin marxista de la revolucin, est absolutamente desprovista de carctercientfico. Para comprenderla hay que recordar los orgenes hegelianos delpensamiento marxista. Hegel crea en un espritu oculto en el universo y que lahistoria del mundo es, simplemente, la historia de este espritu del mundo que, comotodo lo que es espiritual, tiende indefinidamente a la perfeccin. Marx pretendi

    volver a poner en pie la dialctica hegeliana a la que acusaba de estar patasarriba; sustituy el espritu por la materia como motor de la historia; pero, por unaparadoja extraordinaria, a partir de esta rectificacin concibi la historia atribuyendoa la materia lo que es la esencia misma del espritu: una perpetua aspiracin a lomejor. Coincida as, por otra parte, con la corriente general del pensamientocapitalista: transferir el principio del progreso del espritu a las cosas es dar expresinfilosfica a aquella inversin de la relacin entre sujeto y objeto en la que Marxvea la esencia misma del capitalismo. El auge de la gran industria ha hecho de lasfuerzas de produccin la divinidad de un tipo de religin cuya influencia sufri Marx,a su pesar, al elaborar su concepcin de la historia. El trmino religin puedesorprender cuando se trata de Marx; pero creer que nuestra voluntad converge conuna misteriosa voluntad que actuara en el mundo y nos ayudara a vencer es pensarreligiosamente, es creer en la Providencia. Por otra parte, el mismo vocabulario deMarx lo testifica, ya que contiene expresiones casi msticas, tales como la misinhistrica del proletariado. Esta religin de las fuerzas de produccin, en cuyonombre generaciones de empresarios han aplastado a las masas trabajadoras sin elmenor remordimiento, constituye igualmente un factor de opresin en el seno del

    movimiento socialista; todas las religiones hacen del hombre un simple instrumentode la Providencia; tambin el socialismo pone a los hombres al servicio del progresohistrico, es decir, del progreso de la produccin. Por eso, sea cual sea el ultrajeinfligido a la memoria de Marx por el culto que le dedican los opresores de la Rusiamoderna, no le es del todo inmerecido. Marx, es verdad, jams tuvo otro mvil queuna generosa aspiracin a la libertad y a la igualdad; pero esta aspiracin, separada dela religin materialista con la que se confunda en su espritu, perteneca ya a lo queMarx llamaba, desdeosamente, socialismo utpico. Si la obra de Marx no contuviese

    ninguna otra cosa de valor, podra ser olvidada sin inconvenientes, a excepcin de losanlisis econmicos.

    Pero ste no es el caso; aparte de este hegelianismo al revs, en Marx hay otra

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    concepcin, a saber, un materialismo que no tiene ya nada de religioso y constituyeno una doctrina, sino un mtodo de conocimiento y de accin. No es raro encontraren muchos grandes espritus dos concepciones distintas, e incluso incompatibles, quese confunden favoreciendo la inevitable imprecisin del lenguaje; absortos en laelaboracin de ideas nuevas, les falta tiempo para examinar crticamente lo que han

    encontrado. La gran idea de Marx es que en la sociedad, igual que en la naturaleza,todo se efecta por transformaciones materiales. Los hombres hacen su propiahistoria, pero en condiciones determinadas. Desear no es nada, hay que conocer lascondiciones materiales que determinan nuestras posibilidades de accin; en el mbitosocial, estas condiciones estn definidas por la manera en la que el hombre obedece ala necesidad material atendiendo a sus propias necesidades,[3] dicho de otro modo,por el modo de produccin. Una mejora metdica de la organizacin social supone unestudio previo y profundo del modo de produccin para intentar saber, por una parte,

    qu se puede esperar en un futuro prximo y remoto desde el punto de vista delrendimiento, por otra, qu formas de organizacin social y de cultura le soncompatibles, y, finalmente, cmo puede l mismo ser transformado. Slo seresirresponsables pueden desatender un estudio as y, sin embargo, pretender regentar lasociedad; por desgracia, esto es lo que pasa en todas partes, tanto en los mediosrevolucionarios como en los dirigentes. El mtodo materialista, este instrumento queMarx nos ha legado, es un instrumento virgen; ningn marxista, comenzando por elpropio Marx, se ha servido realmente de l. La nica idea verdaderamente valiosa en

    su obra es tambin la nica que ha sido completamente desatendida. No es extraoque los movimientos sociales surgidos de Marx hayan quebrado.La primera cuestin a plantear es la del rendimiento del trabajo. Hay razones

    para suponer que la tcnica moderna, en su actual nivel, sea capaz, en un hipotticoreparto equitativo, de asegurar a todos suficiente bienestar y ocio como para que lascondiciones modernas de trabajo dejen de dificultar el desarrollo del individuo?Respecto al tema parece haber muchas ilusiones, sabiamente mantenidas por lademagogia. No son los beneficios lo que hay que calcular; bajo cualquier rgimen,los beneficios que se reinvierten en la produccin, en general, se sustraen a los

    trabajadores. Habra que poder sumar todos los trabajos de los que fuese posibleprescindir con vistas a una transformacin del rgimen de propiedad. Inclusoentonces la cuestin no quedara resuelta; hay que tener en cuenta qu trabajosimplicara la reorganizacin completa del aparato de produccin, una reorganizacinnecesaria para que la produccin se adapte a su nuevo fin, a saber, el bienestar de lasmasas; no hay que olvidar que la fabricacin de armamento no se abandonara hastaque el rgimen capitalista no quedase plenamente destruido; sobre todo, hay queprever que la destruccin del beneficio individual, eliminando algunas formas de

    despilfarro, suscitara necesariamente otras. Es imposible, evidentemente, establecerclculos precisos; pero stos no son indispensables para percibir que la supresin dela propiedad privada estara lejos de impedir que el trabajo en las minas y en las

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    fbricas contine pesando como una esclavitud sobre aquellos que estn sometidos al.

    Pero, si la tcnica en su estado actual no basta para liberar a los trabajadores, almenos se puede esperar razonablemente que est destinada a un desarrollo ilimitado,que implicara un crecimiento ilimitado del rendimiento del trabajo? Esto es lo que

    todo el mundo, tanto capitalistas como socialistas, admite sin el menor estudio previode la cuestin; basta que el rendimiento del esfuerzo humano haya crecido de manerainaudita desde hace tres siglos para esperar que este crecimiento prosiga al mismoritmo. Nuestra cultura, que se dice cientfica, nos ha proporcionado el funesto hbitode generalizar, de extrapolar arbitrariamente en lugar de estudiar las condiciones deun fenmeno y los lmites que implican; y Marx, cuyo mtodo dialctico deberapreservar de tal error, cay como los dems en este punto. El problema es capital ydeterminante respecto a todas nuestras perspectivas; hay que formularlo con la mayor

    precisin. A tal efecto importa saber, en primer lugar, en qu consiste el progresotcnico, qu factores intervienen en l, y examinar independientemente cada uno;porque, bajo el nombre de progreso tcnico, se confunden procedimientoscompletamente diferentes y que ofrecen diferentes posibilidades de desarrollo. Elprimer procedimiento que se ofrece al hombre para producir ms con un menoresfuerzo es la utilizacin de fuentes naturales de energa; es verdad que, en unsentido, no es posible asignar un lmite preciso al provecho proporcionado por esteprocedimiento, porque se ignora qu nuevas energas podrn un da ser utilizadas;pero esto no significa que, en esta va, pueda haber perspectivas de progresoindefinido, ni que el progreso est, en general, asegurado. Porque la naturaleza no nosda esta energa en ninguna de las formas en las que se presenta: fuerza animal, hulla,petrleo; hay que arrancrsela y transformarla mediante el trabajo para adaptarla anuestros propios fines. Ahora bien, este trabajo no disminuye con el tiempo; en laactualidad sucede, precisamente, lo contrario, ya que la extraccin de la hulla y elpetrleo es, progresiva y automticamente, menos eficaz y ms costosa. Es ms, losyacimientos actualmente conocidos estn destinados a agotarse en poco tiempo. Sepueden encontrar nuevos yacimientos, pero ser costosa la bsqueda, la instalacin de

    nuevas explotaciones, de las que, sin duda, algunas fracasarn; adems, no sabemos,en general, cuntos yacimientos desconocidos existen, y, en todo caso, el nmero noser ilimitado. Tambin se puede y, algn da, por supuesto, se deber encontrarfuentes de energa nuevas; pero nada garantiza que su utilizacin vaya a exigir menostrabajo que la utilizacin de la hulla o de los aceites pesados; lo contrario esigualmente posible. En rigor, puede incluso suceder que la utilizacin de una fuentede energa natural cueste mayor trabajo que el esfuerzo humano que se intentareemplazar. En este terreno, el azar decide; porque reflexionar metdicamente y

    dedicar tiempo no asegura el descubrimiento de una fuente de energa nueva yfcilmente accesible o de un procedimiento econmico de transformacin de unafuente de energa conocida. En este tema, es fcil engaarse porque es habitual

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    considerar el desarrollo de la ciencia desde fuera y en bloque, sin darse cuenta de quesi ciertos resultados cientficos dependen nicamente del uso que el experto hace desu razn, otros estn condicionados por hallazgos afortunados. Esto es lo que sucederespecto a la utilizacin de las fuerzas de la naturaleza. Ciertamente, toda fuente deenerga es, con seguridad, transformable; pero el experto no est ms seguro de

    encontrar algo econmicamente ventajoso, en el curso de sus investigaciones, de loque pueda estarlo el explorador de alcanzar un territorio frtil. De esto se puedeencontrar un ejemplo instructivo en las famosas experiencias relativas a la energatrmica del mar, en torno a las cuales se ha organizado tanto alboroto, y tanvanamente. Por tanto, desde el momento en el que el azar entra en juego, la nocin deprogreso continuo deja de ser aplicable. As, esperar que el desarrollo de la cienciavaya a acarrear un da, de forma automtica, el descubrimiento de una fuente deenerga utilizable inmediatamente para todas las necesidades humanas, es soar. No

    se puede demostrar que sea imposible; en realidad, tambin es posible que un buenda una sbita transformacin del orden astronmico conceda a una vasta extensindel globo el clima maravilloso que permite, segn se dice, a algunas tribus primitivasvivir sin trabajar; pero las posibilidades de este tipo nunca se deben tener en cuenta.En general, no sera razonable pretender determinar desde ahora lo que el futuroreserva al gnero humano en este mbito.

    Por otra parte, slo existe un recurso que permita disminuir el cmulo de esfuerzohumano, a saber, lo que se puede llamar, utilizando una expresin moderna, la

    racionalizacin del trabajo. Es posible distinguir aqu dos aspectos, uno relativo a larelacin entre esfuerzos simultneos, otro a la relacin entre esfuerzos sucesivos; enlos dos casos el progreso consiste en aumentar el rendimiento de los esfuerzos por laforma de combinarlos. Est claro que en este mbito no se puede ignorar, en rigor, elazar y el que la nocin de progreso tiene aqu un sentido; el problema consiste ensaber si este progreso es ilimitado y, en caso contrario, si estamos an lejos del lmite.En lo que respecta a lo que podemos llamar racionalizacin del trabajo, son factoresde ahorro la concentracin, la divisin y la coordinacin del trabajo. La

    concentracin del trabajo implica la disminucin de todo tipo de gastos generales,como los relativos al local, al transporte y, a veces, a la maquinaria. La divisin deltrabajo tiene efectos mucho ms sorprendentes: unas veces, permite obtener unaconsiderable rapidez en la ejecucin de obras que trabajadores aislados podrantambin realizar, pero mucho ms lentamente, ya que cada uno debera hacer por sucuenta el esfuerzo de coordinacin que la organizacin del trabajo permite que unsolo hombre asuma por todos (el clebre anlisis de Adam Smith respecto a lafabricacin de alfileres proporciona un ejemplo de esto); otras, y esto es lo ms

    importante, la divisin y la coordinacin del esfuerzo posibilita obras colosales quesobrepasaran infinitamente las posibilidades de un hombre solo. Hay que tenertambin en cuenta el ahorro que supone, en lo referente al transporte de energa y

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    materias primas, la especializacin por regiones, y, sin duda, tambin otros ahorrosque sera demasiado largo investigar. En todo caso, cuando se echa una ojeada sobreel rgimen actual de produccin, parece bastante claro no slo que estos factores deahorro comportan un lmite, ms all del cual se convierten en factores de gasto, sinotambin que este lmite se ha alcanzado y se ha sobrepasado. Ya desde hace aos la

    ampliacin de las empresas viene acompaada no de una disminucin, sino de unaumento de los gastos generales; el funcionamiento de la empresa, que se hacomplicado demasiado como para permitir un control eficaz, deja un margen cadavez mayor al despilfarro y suscita una ampliacin acelerada y, por supuesto, en ciertamedida parasitaria del personal dedicado a la coordinacin de las diversas partes de laempresa. La ampliacin de los intercambios que, en su momento, jug un formidablepapel como factor de progreso econmico, causa ms gastos de los que evita, porquela mercanca queda mucho tiempo improductiva, porque el personal dedicado a los

    intercambios se incrementa a un ritmo acelerado y porque el transporte consume unaenerga cada vez mayor en funcin de las innovaciones destinadas a aumentar lavelocidad, innovaciones necesariamente cada vez ms costosas y menos eficaces amedida que se reemplazan. As, a todos los efectos, el progreso se transforma hoy,matemticamente, en regresin.

    El progreso debido a la coordinacin de esfuerzos en el tiempo es, sin duda, elfactor ms importante de progreso tcnico; pero es tambin el ms difcil de analizar.Despus de Marx, es habitual designarlo hablando de la sustitucin del trabajo vivopor el trabajo muerto, frmula de una temible imprecisin, en cuanto que evoca laimagen de una evolucin continua hacia una etapa de la tcnica en la que, si se puedehablar as, todos los trabajos por hacer estaran ya hechos. Esta imagen es tanquimrica como la de una fuente natural de energa que fuese tan inmediatamenteaccesible al hombre como su propia fuerza vital. La sustitucin de la que se trata,simplemente, pone, en el lugar de los movimientos que permitiran obtenerdirectamente algunos resultados, otros movimientos que producen este mismoresultado indirectamente, gracias a la disposicin asignada a las cosas inertes; estosupone, siempre, confiar a la materia lo que parece ser el papel del esfuerzo humano,

    pero utilizando la resistencia, la solidez, la dureza que poseen algunos materiales enlugar de la energa que proporcionan algunos fenmenos naturales. En uno y otrocaso, las propiedades de la materia ciega e indiferente slo pueden adaptarse a losfines humanos mediante el trabajo; en ambos casos la razn impide admitir deantemano que este trabajo de adaptacin deba, necesariamente, ser inferior alesfuerzo que habran de proporcionar los hombres para alcanzar directamente lafinalidad que se proponen. Pero mientras que la utilizacin de fuentes naturales deenerga depende, en buena medida, de hallazgos imprevisibles, la utilizacin de

    materiales inertes y resistentes se efecta, en lneas generales, segn una progresincontinua que es posible abarcar y prolongar una vez advertido el principio. Laprimera etapa, tan antigua como la humanidad, consiste en confiar a objetos situados

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    en lugares convenientes todo el esfuerzo de resistencia, con el fin de impedirdeterminados movimientos por parte de determinadas cosas. La segunda etapa defineel maquinismo, propiamente dicho; ste lleg a ser posible cuando se advirti que sepoda no slo utilizar la materia inerte para asegurar la inmovilidad donde eranecesaria, sino incluso encargarla de conservar las relaciones permanentes de los

    movimientos entre s, relaciones que, hasta entonces, el pensamiento tena queestablecer en cada ocasin. A tal fin es necesario, y suficiente, poder inscribir estasrelaciones, transponindolas, en las formas impresas en la materia slida. De estemodo, uno de los primeros progresos que abri la va del maquinismo fue el queconsista en dispensar al tejedor de adaptar al diseo del tejido la eleccin de los hilospor extraer, mediante un cartn perforado que corresponda al diseo. Si, en losdiversos tipos de trabajo, slo han podido obtenerse transposiciones de este ordenpoco a poco y gracias a invenciones, aparentemente debidas a la inspiracin o al azar,

    se debe a que el trabajo manual combina los elementos permanentes que contiene,disimulndolos, muy a menudo, bajo una apariencia de variedad; por eso el trabajo demanufactura debi preceder a la gran industria. La tercera y ltima etapa correspondea la tcnica automtica que no ha hecho sino comenzar a aparecer; su principio resideen la posibilidad de confiar a la mquina no slo un