recibido: 2011-06-30 la utilización sepulcral de las ... · logía de cantabria (mupac), como la...

52
MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) nº 62 351-402 SAN SEBASTIÁN 2011 ISSN 1132-2217 Recibido: 2011-06-30 Aceptado: 2011-10-26 La utilización sepulcral de las cuevas en Época Visigoda: los casos de Las Penas, La Garma y el Portillo del Arenal (Cantabria) 1 The burial use of caves in Visigothic times: the cases of Las Penas, La Garma and El Portillo del Arenal (Cantabria) 1 RESUMEN El hallazgo de materiales de época visigoda en el interior de cuevas de la península Ibérica es conocido desde antiguo y ha sido interpretado de diferentes maneras. En este trabajo se analizan los tres ejemplos más significativos del registro arqueológico cántabro y se comparan con otros de Cantabria y del resto del territorio del Reino Visigodo para establecer una serie de características comunes. A partir de ellas se propone una nueva interpretación: el uso de algunas cuevas como lugares de enterramiento para las víctimas de alguna de las epidemias que asolaron la Pe- nínsula durante los siglos VII-VIII d. de C. También se esboza una línea de interpretación complementaria que relaciona esos enterramientos atí- picos con el miedo a los muertos y con prácticas necrofóbicas. ABSTRACT The finding of Visigothic age objects inside caves in the Iberian peninsula is known from old times and has been interpreted in different ways. In this paper, the three most significant examples from the Cantabrian archaeological register are compared with others from Cantabria and the rest of the territory of the Visigothic Kingdom, in order to establish some common characteristics. Based on them, a new interpretation is propo- sed: the use of some caves as burial sites for the victims of some of the epidemics which devastated the peninsula in 7th and 8th centuries. A com- plementary line of interpretation, which relates those unusual burials to fear of the dead and necrophobic practices, is also outlined. LABURPENA Iberiar penintsulako koben barruan Bisigodoen garaiko materialak aspaldidanik aurkitu dira eta hori modu desberdinetan interpretatu da. Lan honetan Kantaurialdeko erregistro arkeologikoaren hiru adibide esanguratsuenak aztertzen dira eta Kantabriako eta Bisigodoen Erre- sumako gainerako lurraldearekin konparatzen dira, ezaugarri komunak ezartzeko. Horietatik abiatuz interpretazio berri bat proposatzen da: Kristo ondorengo VII-VIII. mendeetan Penintsula suntsitu zuten epidemietakoren baten biktimak lurperatzeko erabili zirela hainbat koba. Beste interpretazio-ildo osagarri bat ere badago, lurperatze atipiko horiek hildakoekiko beldurrarekin eta praktika nekrofobikoekin erlazio- natzen dituena. PALABRAS CLAVES: Cavernas, enterramientos, epidemias, necrofobia, Hispania visigoda. KEY WORDS: Caverns, burials, epidemics, necrophobia, Visigothic Spain. GAKO-HITZAK: Haitzuloak, ehorzketak, izurriteak, nekrofobia, Hispania bisigodoa. (1) Proyecto Mauranus. Grupo Tetuán-Las Canteras, 1, 1ºB. 39004, Santander (Cantabria). [email protected] 1 Este artículo es una versión reducida y actualizada de un trabajo de investigación del Máster en Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Cantabria y el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, dirigido por Pablo Arias Cabal y presentado en 2008, titulado La utilización de las cuevas en Cantabria en época visigoda: los casos de Las Penas, La Garma y El Portillo del Arenal. José Ángel HIERRO GÁRATE (1) ballo, sobre las cuevas de Cudón y Los Hornucos de Suano, respectivamente. En el primero de los casos, el autor se limitaba a dar a conocer un lote de materiales procedente de una excavación in- controlada realizada por los descubridores de la cavidad (ALCALDE DEL RÍO, 1934). En el se- gundo, se publicaba la intervención arqueológica llevada a cabo en el vestíbulo de la cueva (CAR- BALLO, 1935). En ambas ocasiones se trataba de hallazgos no buscados y que llamaron poderosa- 1.- INTRODUCCIÓN: HISTORIA DE LAS INVESTI- GACIONES Aunque ya en el siglo XIX se habían producido algunos descubrimientos aislados, como el de la Mina “El Milagro” (DE BLAS, 2004), las primeras noticias acerca del hallazgo de materiales de época visigoda en cuevas del territorio de la Can- tabria romana se remontan a los años 30 del siglo XX, con la publicación casi simultánea de sendos artículos, firmados por H. Alcalde del Río y J. Car-

Upload: dotu

Post on 03-Dec-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) nº 62 351-402 SAN SEBASTIÁN 2011 ISSN 1132-2217

Recibido: 2011-06-30Aceptado: 2011-10-26

La utilización sepulcral de las cuevas enÉpoca Visigoda: los casos de Las Penas,

La Garma y el Portillo del Arenal (Cantabria)1

The burial use of caves in Visigothic times: the cases of Las Penas,La Garma and El Portillo del Arenal (Cantabria)1

RESUMEN

El hallazgo de materiales de época visigoda en el interior de cuevas de la península Ibérica es conocido desde antiguo y ha sido interpretadode diferentes maneras. En este trabajo se analizan los tres ejemplos más significativos del registro arqueológico cántabro y se comparan con otrosde Cantabria y del resto del territorio del Reino Visigodo para establecer una serie de características comunes. A partir de ellas se propone unanueva interpretación: el uso de algunas cuevas como lugares de enterramiento para las víctimas de alguna de las epidemias que asolaron la Pe-nínsula durante los siglos VII-VIII d. de C. También se esboza una línea de interpretación complementaria que relaciona esos enterramientos atí-picos con el miedo a los muertos y con prácticas necrofóbicas.

ABSTRACT

The finding of Visigothic age objects inside caves in the Iberian peninsula is known from old times and has been interpreted in different ways.In this paper, the three most significant examples from the Cantabrian archaeological register are compared with others from Cantabria and therest of the territory of the Visigothic Kingdom, in order to establish some common characteristics. Based on them, a new interpretation is propo-sed: the use of some caves as burial sites for the victims of some of the epidemics which devastated the peninsula in 7th and 8th centuries. A com-plementary line of interpretation, which relates those unusual burials to fear of the dead and necrophobic practices, is also outlined.

LABURPENA

Iberiar penintsulako koben barruan Bisigodoen garaiko materialak aspaldidanik aurkitu dira eta hori modu desberdinetan interpretatu da.Lan honetan Kantaurialdeko erregistro arkeologikoaren hiru adibide esanguratsuenak aztertzen dira eta Kantabriako eta Bisigodoen Erre-sumako gainerako lurraldearekin konparatzen dira, ezaugarri komunak ezartzeko. Horietatik abiatuz interpretazio berri bat proposatzen da:Kristo ondorengo VII-VIII. mendeetan Penintsula suntsitu zuten epidemietakoren baten biktimak lurperatzeko erabili zirela hainbat koba.Beste interpretazio-ildo osagarri bat ere badago, lurperatze atipiko horiek hildakoekiko beldurrarekin eta praktika nekrofobikoekin erlazio-natzen dituena.

PALABRAS CLAVES: Cavernas, enterramientos, epidemias, necrofobia, Hispania visigoda.KEY WORDS: Caverns, burials, epidemics, necrophobia, Visigothic Spain.GAKO-HITZAK: Haitzuloak, ehorzketak, izurriteak, nekrofobia, Hispania bisigodoa.

(1) Proyecto Mauranus. Grupo Tetuán-Las Canteras, 1, 1ºB. 39004, Santander (Cantabria). [email protected] Este artículo es una versión reducida y actualizada de un trabajo de investigación del Máster en Prehistoria y Arqueología de la Universidad deCantabria y el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, dirigido por Pablo Arias Cabal y presentado en 2008, tituladoLa utilización de las cuevas en Cantabria en época visigoda: los casos de Las Penas, La Garma y El Portillo del Arenal.

José Ángel HIERRO GÁRATE(1)

ballo, sobre las cuevas de Cudón y Los Hornucosde Suano, respectivamente. En el primero de loscasos, el autor se limitaba a dar a conocer un lotede materiales procedente de una excavación in-controlada realizada por los descubridores de lacavidad (ALCALDE DEL RÍO, 1934). En el se-gundo, se publicaba la intervención arqueológicallevada a cabo en el vestíbulo de la cueva (CAR-BALLO, 1935). En ambas ocasiones se trataba dehallazgos no buscados y que llamaron poderosa-

1.- INTRODUCCIÓN: HISTORIA DE LAS INVESTI-GACIONES

Aunque ya en el siglo XIX se habían producidoalgunos descubrimientos aislados, como el de laMina “El Milagro” (DE BLAS, 2004), las primerasnoticias acerca del hallazgo de materiales deépoca visigoda en cuevas del territorio de la Can-tabria romana se remontan a los años 30 del sigloXX, con la publicación casi simultánea de sendosartículos, firmados por H. Alcalde del Río y J. Car-

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 351

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

mente la atención de los dos prehistoriadores, porlo inesperado de su localización.

Desde esas primeras referencias y hasta losaños 50 se produce un hiato en la secuencia dehallazgos. Es en la segunda mitad de esa décadacuando, de nuevo en el marco de una investiga-ción relacionada con la Prehistoria, tiene lugar eldescubrimiento del contexto sepulcral de épocavisigoda de la cueva de El Juyo (MAZA, 1957), la-mentablemente desaparecido y que se interpretópoco después como evidencia de un sacrificio ri-tual de origen pagano (GONZÁLEZ ECHEGARAY,1966). Por esas mismas fechas, en Álava, se lo-calizan restos muy similares en la cueva de LosGoros (PALOL, 1957b). Tras un nuevo paréntesis,en los años 70 tiene lugar la excavación de laCueva Foradada, en Huesca, que proporciona elque ha sido hasta hace poco el mejor ejemplo co-nocido de uso sepulcral de una cavidad en el pe-ríodo que nos ocupa (BARANDIARÁN, 1973).

En los 20 años siguientes el número de ha-llazgos en Cantabria se multiplica, fruto de la in-tensa actividad de grupos como el C.A.E.A.P.2, laA.C.D.P.S.3 o el G.E.I.S/C-R4, que dan a conocerun importante número de cavidades con eviden-cias de utilización en época visigoda, entre las quedestacan El Portillo del Arenal, El Calero II, LaVenta del Cuco o La Pila. A éstas hay que sumaralgunos materiales procedentes de excavacionesdirigidas desde el Museo de Prehistoria y Arqueo-logía de Cantabria (MUPAC), como la del abrigode La Castañera (VAN DEN EYNDE, 1985).

El punto de inflexión en la sucesión de los ha-llazgos viene marcado por el descubrimiento dedos yacimientos: la Galería Inferior del Complejode La Garma, en 1995, con un contexto sepulcralvirtualmente intacto, localizado en una zona demuy difícil acceso (ARIAS CABAL et alii, 1999); yla cueva de Las Penas, en 2004, con un enterra-miento múltiple de época visigoda alterado por co-rrientes de agua pero sin rastro de intrusionesposteriores y acompañado de gran número de ob-jetos de todo tipo (SERNA et alii, 2005).

Aunque parte de los hallazgos procedentesde contextos subterráneos habían sido recogidos

en algunos artículos con anterioridad (ALONSOÁVILA, 1985; PÉREZ RODRÍGUEZ Y DE COS,1985), el primer intento de sistematización detodos los yacimientos cántabros en cueva cono-cidos hasta entonces tiene lugar a comienzos dela primera década del siglo XXI, con la publica-ción del artículo “Arqueología de la Tardoantigüe-dad en Cantabria: yacimientos y hallazgos encueva” (HIERRO, 2002). Esta pequeña puesta aldía del volumen de información disponible tuvo suorigen en un documento inédito redactado por elC.A.E.A.P.5, cuyos contenidos amplió y actualizó.Al mismo tiempo, dentro de un trabajo de siste-matización más amplio, se calibraron y pusieronen orden todas las dataciones absolutas existen-tes hasta ese momento y relacionadas con el usode las cuevas durante los siglos VII-VIII d. de C.(GUTIÉRREZ CUENCA, 2002). Posteriormente, R.BOHIGAS (2003) recogió la mayor parte de los ya-cimientos en una revisión de la arqueología deépoca tardoantigua y altomedieval del entorno dela bahía de Santander. Estas cuevas y abrigostambién han sido objeto de un estudio reciente, enel marco de un trabajo de puesta al día de toda laarqueología del período en Cantabria (FERNÁN-DEZ VEGA, 2006). Sin embargo, en la última obracolectiva sobre los antiguos cántabros, el artículodedicado a la Tardoantigüedad apenas se inte-resa por este tipo de yacimientos y sólo les dedicaun párrafo en el que son considerados como un“conjunto muy limitado y muy exiguo como mate-rial documental” (AJA, 2008: 223). Finalmente, unaparte de estas cavidades han sido recogidas enun trabajo sobre la arqueología tardoantigua y al-tomedieval de la zona del río Asón, en el que setambién se han dado a conocer nuevos yaci-mientos del mismo tipo (MUÑOZ et alii, 2009).

Desde los primeros hallazgos surgieron dos in-terpretaciones para la aparición de materiales de ti-pología hispanovisigoda en cuevas del norte de laPenínsula. Una, propuesta por ALCALDE DEL RÍO(1934), los relacionaba con posibles eremitorioscristianos. La manejada por CARBALLO (1935),por su parte, los consideraba reflejo del uso de lascavidades como lugares de habitación temporalen momentos de inestabilidad política y social, y

352 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

2 Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica3 Asociación Cántabra para la Defensa del Patrimonio Subterráneo4 Grupo de Exploraciones e Investigaciones Subterráneas Carballo-Raba5 El documento, que nos fue facilitado por E. MUÑOZ Y M. L. SERNA, se titula Algunas notas sobre la Arqueología Tardo-Antigua en Cantabria

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 352

los relacionaba con la invasión musulmana de 711.Una tercera, algo posterior, veía las cavernas comoescenarios de prácticas rituales -religiosas y fune-rarias- paganas (GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1966).Las tres se han mantenido vivas en las obras deinvestigadores posteriores que han tratado el tema.En lo que toca a las cavidades cántabras y sinánimo de ser exhaustivos, podemos encontrar al-gunos ejemplos de ello en los trabajos de A.ALONSO (1985), J. GONZÁLEZ ECHEGARAY(1998), E. CAMPUZANO (1999) o P. A. FERNÁN-DEZ VEGA (2006), en lo que respecta a la primerade ellas; de E. VAN DEN EYNDE (1985), F. PÉREZRODRÍGUEZ-ARAGÓN (19856; 1999; 2006) o J. J.GARCÍA GONZÁLEZ (1995) para la segunda; y, denuevo, J. GONZÁLEZ ECHEGARAY (1966), J.PEÑIL, C. FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, A. OCEJO y M.J. MÁRQUEZ (1986) o el propio C.A.E.A.P. en sutrabajo inédito con la tercera.

Recientemente, han comenzado a esbozarselo que parecen algunas nuevas interpretacionesde al menos parte del fenómeno. Por un lado, seha propuesto una nueva explicación para el usode las cuevas en este período, enmarcándolodentro de los profundos cambios sociales y eco-nómicos que sufre el occidente europeo a partirdel siglo V d. de C., una de cuyas manifestacio-nes sería la ocupación y explotación de espacioshasta entonces considerados como marginales(QUIRÓS Y ALONSO, 2007). Por otro, centrán-dose exclusivamente en el uso sepulcral de lascavidades y teniendo en cuenta los diferentestipos de objetos asociados a los cadáveres, se haplanteado la posibilidad de que nos encontremosante enterramientos privilegiados de unas elites lo-cales que intentan diferenciarse del resto de la po-blación mediante prácticas funerarias que sesalen de la norma (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ,2010: 70-73).

2. LOS CASOS DE LAS PENAS, LA GARMA Y ELPORTILLO DEL ARENAL

2.1. La Cueva de Las Penas

La Cueva de Las Penas -antes cueva de LosPerros 1- se ubica en la localidad de Mortera, enel municipio de Piélagos, a unos 700 m. en línearecta al Suroeste del centro urbano. El terreno que

la rodea se caracteriza por la presencia de nume-rosas uvalas y dolinas, así como de las laderas dela sierra de Tolío o de La Picota. Desde el puntode vista de la actividad humana, el paisaje domi-nante está formado por praderías de siega, apa-reciendo pequeñas manchas de vegetaciónarbustiva en zonas muy localizadas. En una deesas manchas de vegetación, en el fondo de unade las uvalas más marcadas, se abre su entrada.

La cavidad, a la que se accede por una en-trada de unos 60 cm. de altura por 1 m. de an-chura, tiene 210 m. de desarrollo explorable.Aunque la boca está prácticamente cegada porderrubios, parece que en su estado original al-canzaría unos 3 m. de anchura. Por ella se accedea una galería baja y muy descendente, de unos15 m. de longitud, desde cuyo final el trazado dela cueva se complica considerablemente y ad-quiere un carácter laberíntico, aunque puede dis-tinguirse una galería principal. Tiene un pisoinferior, que da a otra boca mucho más pequeñaque la principal. En la actualidad funciona comoun sumidero activo, especialmente en momentosde grandes precipitaciones, como durante la“gota fría” de 1983.

El yacimiento fue descubierto por miembrosdel G.E.I.S./C-R, en 2003 (CRESPO et alii, 2007) yobjeto de una intervención arqueológica, dirigidapor Ángeles Valle Gómez, en 2004 y 2005 (VALLEY SERNA, 2004).

Los materiales arqueológicos (SERNA et alii,2005) se localizaron al interior de la cavidad, alfinal de la galería principal y en un pequeño di-vertículo lateral situado en esa misma zona. Setrata de una parte de la cueva muy alejada de lasdos entradas y a la que no llega la luz del exterior.Además, para acceder a ella es necesario atrave-sar pasos angostos y salvar un desnivel relativa-mente importante, lo que hace que se puedadescartar que los restos hallados en esa zonahayan sido arrastrados por el agua desde el exte-rior. Hay que señalar que, en un punto en la que lagalería principal se estrecha y se localiza un pasoen escalón, a mitad de recorrido entre el lugar enel que aparecen los materiales arqueológicos y laentrada principal, se conservan los restos de unpequeño muro, armado a hueso con mampuestoscalizos, que impedía el paso al interior.

353LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

6 Junto a DE COS.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 353

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Los restos humanos, que se localizaban ex-clusivamente en esa zona interior, parecían habersido colocados directamente sobre el suelo,como sugiere la ausencia de fosas o zanjas ex-cavadas en él. Su estado de conservación erabueno, aunque se encontraban desplazados desu posición original por la acción del agua. Dehecho, únicamente se localizaron en conexiónanatómica parte de las extremidades inferiores deun individuo. A pesar de todo, el mapa de dis-persión resultante de su excavación permitiócomprobar cómo todos ellos habían sido deposi-tados en un espacio relativamente reducido, enlugar de haber sido repartidos por la compleja redde galerías de la cavidad.

Por su importancia cualitativa, los objetos deadorno personal constituyen uno de los aportes a lainvestigación más significativos de este yacimiento.No podemos olvidar que, lamentablemente, la ar-queología de época visigoda aún depende en granmedida del recurso al “fósil guía” y los mejoresejemplos de este tipo de items lo constituyen algu-nos objetos relacionados con la indumentaria; es-pecialmente las guarniciones de cinturón.

En la Cueva de Las Penas se han recuperadocinco guarniciones de cinturón completas y partede otra (Ibidem). Se trata de los típicos conjuntosformados por placas de tipo liriforme y hebillasarriñonadas o en forma de “D”. En todos los casosnos encontramos con materiales que se fechan,por su tipología, entre los años finales del siglo VIIy las primeras décadas del VIII d. de C.

En los broches nº 1, 2, 3 y 5, tanto las placascomo las hebillas son de bronce, conservándoselos hebijones únicamente en el primer y tercerejemplares. Las hebillas de estos dos últimos,además, están decoradas. Las cuatro placas, aunsiendo liriformes, pertenecen a diferentes subtiposdentro del Nivel V de la clasificación tipocronoló-gica de G. RIPOLL (1998) en el que se incluyen.Así, el nº 3, con numerosos paralelos en la Penín-sula, se correspondería con el Tipo C; el nº 2, conuna interesante decoración a base de prótomosde grifo esquematizados y dispuesta longitudinaly simétricamente, con el Tipo G; y el nº 5, con unostípicos umbos radiados, con el Tipo E. El nº 1, parael que no conocemos paralelos ni para su perfil nipara su división del registro decorativo en diezcuarteles en cada uno de los cuales se incluyeuna rosácea esquematizada, no encaja en nin-guno de los grupos propuestos. Sin embargo, losángulos apuntados hacia afuera de su parte cen-tral recuerdan a los de varias piezas pertenecien-tes a un mismo tipo y procedentes de San Juliánde Moraime (Muxía, Galicia) (CHAMOSO, 1976),Calatayud (Aragón) (ESCO, 1987), Tudején-San-choabarca (Fitero, Navarra) (MEDRANO, 2004) ySanta Marina (Valdeolea, Cantabria) (FERNÁN-DEZ VEGA et alii, 2010). Quizá se trate de unaevolución -regional, tardía o ambas cosas- de esosmodelos.

El broche nº 4 es un ejemplar excepcional,compuesto por una placa de hierro, de tipo liri-forme, con decoración damasquinada a base de

354 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Fig. 1. Planta y perfil de la Cueva de Las Penas. En rojo la zona sepulcral (a partir de SERNA et alii, 2005)

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 354

latón de gran calidad -y no de oro, como se pu-blicó en un principio7- y de hilos de plata. La de-coración del broche se puede dividir en dos

partes diferenciadas, ambas de indudable inspi-ración cristiana. En el extremo distal, inscrita en uncampo circular, se observa una cruz potenzada

355LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Fig. 2. Broches de cinturón dela Cueva de Las Penas (mon-taje de E. Gutiérrez Cuenca apartir de SERNA et alii, 2005).

7 A esta conclusión se ha llegado después de un reciente estudio metalográfico de la pieza en el MUPAC.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 355

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

con potenzas en forma de media luna. Esa cruzaparece representada de la misma forma en untejido copto tardoantiguo (DANIELOU, 1988: 396,fig. 5 y 6), mientras que las cruces inscritas en cír-culos son típicas de la decoración constructivahispanovisigoda, como puede observarse en losrelieves de la iglesia de San Pedro de La Nave8

(Zamora). En cuanto a la presencia de estas últi-mas en el extremo distal de placas de cinturón, seconocen ejemplos en el mundo peninsular, comoun ejemplar gallego de la colección de la Univer-sidad de Santiago de Compostela (RODRÍGUEZRESINO, 2005: 131-132) o los ejemplares nº 100 y101 de la colección procedente de la Bética estu-diada por G. RIPOLL (1998: 155, 332-334). En elterritorio de la antigua Cantabria contamos con unparalelo muy claro en una placa procedente deMonte Cildá y que se encuentra en manos de unparticular (RUIZ GUTIÉRREZ, 1993: 274 y lám.18). En el cuerpo central de la pieza se representauna figura animal –un cuadrúpedo, quizá un car-nero- enfrentada a un arboriforme. Este motivo, seha relacionado tanto con el episodio del sacrificiode Isaac (HIERRO et alii, 2006: 179) como con elagnus dei (DOHIJO, 2007: 147). Quizá, enlazandocon la segunda interpretación, pueda relacionarsecon el tema apocalíptico del cordero y con la es-catología milenarista presente en los últimos añosdel mundo hispanovisigodo9. Ambas interpreta-ciones parecen remitirnos, de manera inequívoca,al imaginario cristiano, formando un conjunto conla cruz del extremo distal. La presencia de anima-les enfrentados a motivos vegetales es relativa-mente frecuente en la iconografía de épocavisigoda, como puede comprobarse en los relie-ves de San Pedro de la Nave y de Quintanilla delas Viñas o en los broches de cinturón de la Yeclade Silos (GONZÁLEZ SALAS, 1945) y de SantaMaría de Hito (GUTIÉRREZ Y HIERRO, 2007a), sibien en todos estos casos estos animales apare-cen representados por parejas10. Con todo, el mo-delo último del ejemplar de Las Penas seencontraría en algunos broches bizantinos, comolos recogidos por EGER (2001: 344), con escenas

en las que aparecen cuadrúpedos afrontados aarboriformes o enredados en ellos. La orientacióndel ejemplar de Las Penas difiere de la habitual eneste tipo de piezas, ya que en él el animal mirahacia el extremo distal y no al proximal, como escorriente. Sólo conocemos una placa de cinturóncon una decoración dispuesta de forma similar:un broche bizantino del Sur de Italia (CORRADO,2007: 432 y 434, fig. 3 nº 8) con un ave mirando auna cruz inscrita en un círculo en su extremo dis-tal. La hebilla que acompaña a la placa es debronce, del mismo tipo que las que forman parejacon las placas liriformes de ese mismo metal. Estehecho atestigua una reparación del broche que,en un momento indeterminado, perdió su hebilla yhebijón originales, siendo sustituidos ambos porun juego de piezas de bronce. Aunque pudierapensarse que este comportamiento implicaría ne-cesariamente una desconexión física y/o culturalentre el portador del broche y el taller que creó lapieza o uno similar capaz de proporcionar un re-cambio adecuado, el hecho es que las reparacio-nes de partes de broches de cinturónhispanovisigodos en otro tipo de materiales sonrelativamente frecuentes11. El mejor paralelo for-mal que conocemos para esta pieza se localizaen el yacimiento malagueño de las Eras de Peña-rrubia (SERRANO Y ALIJO, 1992), aunque en esecaso su estado de conservación impida conocerla decoración de la placa.

356 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

8 Aunque algunos autores consideran esta iglesia, entre otras, como mozárabe, las dataciones absolutas obtenidas de las grapas de madera queunen los sillares la sitúan cronológicamente en época visigoda (ss. VII-VIII d. de C.) (ALONSO et alii, 2004: 219-220)9 Tema tratado con cierto detalle por GARCÍA MORENO (1998) 10 Sin embargo, en algunos ejemplares pertenecientes a un tipo de terminal de cinturón tardorromano típico de las islas Británicas -nail-cleanerstrap ends- sí que aparece un único animal enfrentado a un arboriforme (ECKARDT Y CRUMMY, 2006). Aunque son piezas de los siglos IV y Vd. de C., en alguna de ellas, como la 1242 de la fig. 7, podemos apreciar una composición idéntica a la de la placa de Las Penas, con la únicadiferencia de que, en aquel caso, el animal representado es un pavo real.

Fig. 3. Placa liriforme de hierro con decoración damasquinada de temacristiano de la Cueva de Las Penas (Fotografía: Serna y Valle).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 356

Además de los broches de cinturón, contamoscon otros elementos relacionados con la indumen-taria: dos pendientes, una cuenta de collar y restosde cuatro anillos, tres de bronce y uno de hierro. Unode los pendientes está formado por un hilo de plataen forma de gancho que se enrolla en su parte dis-tal para abrazar una pequeña cuenta de vidrioblanco. El segundo está realizado en bronce, es detipo amorcillado y conserva restos de un aro de hie-rro que iría abrazado a él por su parte central. Parael primero existen paralelos claros en contextos deépoca visigoda, como un ejemplar de la necrópolisalcalaína del Camino de los Afligidos (MÉNDEZ YRASCÓN, 1989); mientras que el otro responde aun modelo con origen en el mundo romano altoim-perial, aunque con paralelos conocidos en el sur dela Galia a comienzos del siglo VI d. de C., y se in-terpreta como de uso masculino (STUTZ, 2000: 36-37). La cuenta de collar, por su parte, es de tipogallonado y está fabricada en pasta vítrea de colorazul cobalto. Aunque se conocen casos de apari-ciones aisladas de cuentas en contextos sepulcra-les altomedievales (GARCÍA CAMINO, 2002: 109),lo habitual es que formen parte de collares com-puestos por un elevado número de ellas12.

Los anillos responden a tipos corrientes en elmundo tardoantiguo peninsular (REINHART, 1947;ESPINAR et alii., 1994). Hay tres ejemplares debronce: uno, cuyo estado no ha permitido sabersi portaba inscripción o decoración de algún tipo,con sello rectangular; otro filiforme sencillo y el úl-timo con evidencias de haber llevado soldado unchatón, probablemente y a partir de los paralelosconocidos, con algún tipo de engarce. El de hie-rro presenta un ensanchamiento central que lepone en relación con los de tipo sello.

Después de este repaso puede concluirse quetodos los elementos recuperados que guardan re-lación con el vestido y el atuendo personal, tantolas guarniciones de cinturón como el resto de ob-jetos de adorno, nos remiten a un contexto materialhispanovisigodo y a una cronología de finales del

siglo VII y el siglo VIII d. de C. No hay nada que sesalga de lo esperable para esa cronología y esemundo cultural. De hecho, no hay ninguna diferen-cia, desde el punto de vista de la cultura material,entre este conjunto de objetos y los encontrados encualquier otra parte de la Península bajo control delReino de Toledo o de sus epígonos13.

Otra categoría representada dentro del con-junto de materiales recuperados es la formada porarmas y/o instrumentos de uso cotidiano. El hechoconocido de que los enterramientos hispanovisi-godos se caractericen, precisamente, por la casitotal ausencia de este tipo de materiales comoparte de los ajuares funerarios concede a la co-lección de Las Penas una gran importancia.

En primer lugar hay que mencionar la presen-cia de una pequeña hacha que, aunque en unprincipio fue publicada como una francisca, per-

357LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

11 Sirva como ejemplo un broche de placa rígida procedente de Cuevas de Amaya, en manos de un particular hasta hace unos meses y entre-gado por nosotros al Museo de Burgos en fecha reciente (GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO, 2008). En ese artículo se comenta el tema de las re-paraciones y reutilizaciones de piezas de este tipo y se dan algunos ejemplos. 12 Algunos ejemplos de la necrópolis de Carpio de Tajo en el estudio de MACZYNSKA (1992) sobre las cuentas de collar visigodas: 10 cuentasen la tumba 95, 5 en la 198, 35 en la 258, etc.13 Consideramos al Reino de Asturias como un epígono del Reino de Toledo, ya que sus orígenes políticos se encuentran en éste (BESGA, 2000).De hecho, aquél surge en una parte de una de sus provincias, de manos de la aristocracia hispanovisigoda local (DEL CASTILLO Y MONTENE-GRO, 1995). Otros posibles epígonos serían los pequeños “estados vasallos”, del califato Omeya primero y del Emirato de Córdoba después,como Tudmir o los territorios de los Banu Qasi. En todo caso y desde el punto de vista de la cultura material, en la zona objeto de nuestro trabajolas últimas décadas del Reino de Toledo y las primeras del de Asturias son completamente indistinguibles.

Fig. 4. Restos humanos, carbones y materiales metálicos hispanovisigodosdurante la excavación en la Cueva de Las Penas (Fotografía: Serna y Valle).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 357

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

tenece en realidad a la clase de las barbadas. Setrata de un útil de hierro, de pequeño tamaño, parael que se ha propuesto un uso estrictamente bé-lico, aunque no se puede descartar, debido a lapolivalencia de este tipo de objetos, una utilizaciónno exclusiva como herramienta (GARCÍA JIMÉ-NEZ Y VIVÓ, 2003: 171). Las hachas son un tipode arma que está muy presente en la panoplia delfinal de la Antigüedad y el comienzo de la EdadMedia, si bien parece demostrado que su uso seva reduciendo conforme avanza el período. Estaconclusión, que sí parece válida para el mundomerovingio, en el que el hacha arrojadiza o fran-cisca es muy representativa de los siglos V y VI d.de C., quizá no deba aplicarse con tanto rigor enel mundo hispanovisigodo, a tenor de los escasosdatos disponibles. Además del hacha tambiéncontamos con un regatón -posiblemente de lanza-de hierro que indicaría la presencia de otra arma.Una hoja de cuchillo de hierro, del Tipo 2 (Ibidem:165) y algunos posibles fragmentos de otras com-pletan el conjunto de objetos que pudieran ha-berse usado como armas, aunque sobre este tipode utensilios existe una gran indefinición acercade su carácter (ARDANAZ et alii, 1998).

También se han localizado en el yacimientoinstrumentos relacionados con el trabajo textil. Enla primera publicación se describían varias pe-queñas puntas de hierro, de enmangue tubular yrematadas en gancho, para las que se proponía,aunque de manera no concluyente, una posibleidentificación con puntas de dardo inutilizadas in-tencionalmente (SERNA et alii, 2005: 269). Por otraparte, se describían varios objetos de hueso he-miesféricos, conseguidos a partir de las cabezasseccionadas de fémures de bóvido y con una per-foración central, que se consideraron entoncescomo botones o colgantes (Ibidem: 268). Tambiénse mencionaba el hallazgo de dos fusayolas, unaconseguida a partir de un gran fragmento de ce-rámica -una teja o ladrillo- y otra de piedra con unapeculiar decoración incisa. Los dos primeros tiposde objetos han sido recientemente reinterpreta-dos, respectivamente, como garabatos o ganchosde huso y como fusayolas (GUTIÉRREZ CUENCAY HIERRO, 2010). Ambos formarían parte, juntocon las fusayolas de cerámica y piedra, de husosde hilar y/o husas para torcer hilo.

Para los fragmentos de pequeñas hojas cur-vas, que se inicialmente se interpretaron como pe-queñas hoces o podaderas (SERNA et alii, 2005:

269), y que presentan un filo por la parte exterior, seha propuesto un posible uso como cuchillos de te-jedora (GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO, 2010).

Una pareja de piezas singulares es la formadapor un briquet o encendedor de chispa y una pie-dra para encender fuego. El primero es un esla-bón de hierro de un tipo muy corriente en laAntigüedad Tardía, con paralelos muy cercanosen el mundo merovingio (DOHIJO, 2007: 147-151); mientras que la segunda consiste en unapieza de sílex negro de forma cuadrada y con re-toques en todos sus lados. Aunque las piezas pro-ceden de zonas distintas de la cavidad, ambas secorresponden con equipamientos típicos para en-cender fuego por fricción (ZURBUCHEN, 1998:70), por lo que consideramos que, o bien estuvie-ron asociadas en origen, o bien cada una de ellaspudo haberlo estado a materiales parecidos alque le hemos asignado como pareja y que no hansido localizados. En todo caso, la aparición deeste tipo de objetos no es infrecuente en contex-tos funerarios de esta cronología, aunque pareceser consecuencia de la práctica de la “inhumaciónvestida”, ya que estos conjuntos irían asociadosal cinturón (DOHIJO, 2007: 147-151), en lugar depoder interpretarse como ajuares por sí mismos.Tampoco conviene olvidar que el uso de piezasde sílex sueltas, a modo de filacteria, está atesti-guado en el mundo funerario tardoantiguo; enCantabria, por ejemplo, en la necrópolis de épocavisigoda de Santa María de Hito (GUTIÉRREZCUENCA Y HIERRO, 2007a).

Junto a todos esos objetos se localizaron res-tos de varios contenedores, entre los que desta-can al menos tres recipientes cerámicos de tipoolla, con “perfil en S”, de factura tosca y hechos atorneta. Se trata de una forma bastante común eneste tipo de contextos en cueva, como también loes la decoración a base de ondas incisas pre-sente en uno de los casos. Este tipo de piezas serecogen en los repertorios peninsulares de cerá-mica de época visigoda (HERNÁNDEZ VERA YBIENES, 2003: 314-318; VIGIL-ESCALERA, 2003:379-384) y encontramos paralelos cercanos encuevas próximas, como la del Portillo del Arenal(VALLE et alii, 1998).

Entre los contenedores destacan, por lo in-usual de su tipología, los restos de una sítula dehierro chapada en cobre al interior y al exterior. Setrata de un tipo de pequeño acetre que creemostotalmente inédito en contextos funerarios de

358 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 358

época visigoda y muy poco común en otros. Res-ponde a formas heredadas del mundo tardorro-mano y sus paralelos suelen tener un origenoriental y estar fabricados en bronce (ARCE,2005). Puede que nos encontremos ante un ob-jeto de cierto lujo, como atestigua el forrado encobre, y que pudiera estar decorado, aspecto quesólo una restauración podría aclarar.

Llama la atención, por su elevado número, lapresencia de herrajes metálicos de contenedoresde madera de tipo caldero y/o tonel. Los anchos ylos diámetros de las pletinas de hierro, en loscasos en los que han podido ser remontadas, in-dican que nos encontramos ante varios de esosrecipientes, de distintos tamaños. Si bien los cal-deros de madera con este tipo de herrajes son re-lativamente abundantes en contextos funerariosmerovingios y sajones14, resultan extraños en elmundo de las necrópolis hispanovisigodas. En laPenínsula, en un contexto caracterizado por la pre-sencia de materiales de tipo merovingio-aquitano,encontramos algunos ejemplos en la necrópolisalavesa de Aldaieta (AZKARATE, 1999: 117-120,183-186 Y 402-410). El caso de los toneles es aúnmás sorprendente, ya que no nos consta su apa-rición en yacimientos de este tipo.

También se recuperaron restos de lo que pa-recen ofrendas de alimentos, en dos zonas dife-rentes del yacimiento: un par de esqueletos degallina y un conjunto de granos de trigo. Los pri-meros, que se localizaban junto a los únicos res-tos humanos en conexión anatómica, estabantambién en conexión y pertenecen a un tipo deave antiguo, el Gallus gallus bankiva, de menor ta-maño que el actual (FOMBELLIDA, 2005). Elhecho de que las gallinas sean de ese tipo anti-guo reforzaría la idea de que fueron depositadasa la vez que los cadáveres y que su presencia allíno se debe a una intrusión posterior. Los granosde trigo se recuperaron en el divertículo lateral,asociados a una parte de los restos humanos, yestaban carbonizados.

Junto a todos los materiales anteriormente des-critos, se recogieron numerosos restos fragmenta-rios de objetos metálicos, casi en su totalidad dehierro, para los que ha sido imposible, hasta el mo-mento, realizar una identificación segura.

Se obtuvieron cuatro fechas de 14C AMS, to-madas del cuero adherido al reverso de una de lasplacas de cinturón, de dos fragmentos de huesode dos individuos distintos y de un grano de trigo,respectivamente. Todas ellas, una vez calibradas15,se sitúan con claridad en el período comprendidoentre el último cuarto del siglo VII y todo el VIII d. deC., coincidiendo en lo sustancial con las cronolo-gías relativas obtenidas a partir de las guarnicio-nes de cinturón. Aunque no se puede precisarmucho más la fecha exacta del depósito, sí es po-sible obtener algunas conclusiones fiables. En pri-mer lugar, cabe señalar la homogeneidad de lasfechas y el gran parecido existente entre todasellas, incluidos los picos de probabilidad, aunqueesta imagen pueda ser engañosa y derivar, sinmás, de la propia curva de calibración. Esta ca-racterística podría indicar, en nuestra opinión, la co-etaneidad de todo el depósito, que habría tenidosu origen en un lapso muy reducido de tiempo.Quizá, como ya se planteó en la primera publica-ción del yacimiento (SERNA et alii, 2005: 270), lafecha del trigo pudiera ser ligeramente posterior alas otras tres, aunque los dilatados márgenes deprobabilidad de todas ellas hacen que, por el mo-mento, seamos incapaces de poder sostenerlocon garantías.

Los estudios antropológicos y paleopatológicos(CARNICERO, 2006), por su parte, han sido clavespara conocer el tipo de población ante la que nosencontramos y comenzar a avanzar en la interpre-tación del yacimiento. Estos trabajos han determi-nado que el número de individuos depositados enla cueva es de trece. La característica principal delgrupo, en lo relativo a la edad, es su juventud: de lostrece, cinco son infantiles -incluyendo un feto de 30

359LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

14 Un excelente sitio en la red sobre este tema en: http://web.arch.ox.ac.uk/archives/asbuckets/index.php.15 Estas fechas han sido calibradas utilizando el programa CALIB © 1986-2010 M. Stuiver and P. Reimer, con la curva de calibración INTCAL´09.

YACIMIENTO MUESTRA R. LAB. DAT. BP CAL. AD 1σ CAL. AD 2σLas Penas Hueso 1 Poz-10412 1270 ± 30 688-727 (53,4 %) 664-782 (94,8 %)

737-771 (46,6 %) 789-812 (04,0 %)845-856 (01,1 %)

Las Penas Hueso 2 Poz-10414 1275 ± 30 684-725 (55,6 %) 662-781 (97,4 %)738-771 (44,4 %) 790-809 (02,6 %)

Las Penas Cuero Poz-7526 1265 ± 35 688-773 (100 %) 666-784 (86,2 %)786-827 (09,3 %)839-846 (04,5 %)

Las Penas Trigo Poz-10413 1250 ± 30 688-754 (75 %) 677-830 (91,7 %)758-779 (22 %) 836-868 (8,3 %)794-799 (2,9 %)

Tabla I: Dataciones absolutas de la Cueva de Las Penas (a partir deSERNA et alii, 2005).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 359

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

semanas de gestación- y ocho subadultos-adultos,todos menores de 25 años, salvo en un caso que sesituaría entre esa edad y los 35. En lo referente alsexo, sólo se ha determinado el de los subadultos-adultos, ofreciendo como resultado la presencia detres mujeres, cuatro varones y uno indeterminado.Gracias al análisis paleopatológico de los restos seha podido comprobar la inexistencia de huellas enlos restos óseos de patologías graves o de lesionestraumáticas que hubieran podido ser causa del fa-llecimiento.

Además, estos estudios han permitido cono-cer mejor las características del extraño compor-tamiento detectado en relación con las cabezas delos inhumados: los cráneos de todos los individuos,en un momento en el que ya estaban esqueletiza-dos y por tanto posterior al del depósito, fueronagrupados en el pequeño divertículo lateral delfondo de la galería principal, fracturados -sólo sehan recogido pequeños trozos de calota- y some-tidos a la acción del fuego.

2.2. La Galería Inferior del complejo de La Garma

La Zona Arqueológica de La Garma se ubicaen la localidad de Omoño, en el municipio de Ri-bamontán al Monte. Se trata de un conjunto de ca-vidades -una de ellas con un valor arqueológicoexcepcional- y de un castro de la Edad del Hierrolocalizados, respectivamente, en el subsuelo y la

360 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Fig. 5. Restos humanos en conexión anatómica durante la excavación en la Cueva de Las Penas (Fotografía: Serna y Valle).

Nº INDIVIDUO CATEGORÍA EDAD SEXO1 Feto 30 semanas (gest.) Indet..2 Infantil 18 +/- 6 meses Indet..3 Infantil I 3 +/- 0,5 años Indet..4 Infantil I 4 +/- 0,5 años Indet..5 Infantil II 8 +/- 2 años Indet..6 Subadulto-Adulto aprox. 20 años Varón7 Subadulto-Adulto 18-20 años ¿Varón?8 Subadulto-Adulto 18-20 años Varón9 Subadulto-Adulto 18-20 años Indet..

10 Subadulto-Adulto 18-20 años Varón11 Adulto 17-25 años Mujer12 Adulto 17-25 años Mujer13 Adulto 25-35 años Mujer

Tabla II: Edades y sexo de los inhumados en la Cueva de Las Penas (apartir de CARNICERO, 2006).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 360

cima de una colina de unos 180 m. de altitud. Elpaisaje es el típico del relieve calizo al que hacealusión el topónimo: un suelo de lapiaz muyabrupto y cubierto por encinar cantábrico. En lacima se han llevado a cabo repoblaciones de eu-caliptos que han afectado a la conservación delas estructuras del castro.

La parte subterránea del complejo arqueoló-gico está formada por nueve cuevas situadas enla misma colina. La parte principal es la formadapor La Garma A, la Galería Intermedia y la GaleríaInferior, tres cavidades distintas conectadas entresí por dos simas. El único acceso posible desde elexterior a la Galería Inferior, cuya boca quedó se-pultada por un derrumbamiento a finales del Pa-leolítico Superior, es desde la Galería Intermedia,a la que, a su vez, únicamente se puede llegardesde La Garma A.

El yacimiento de la Galería Inferior fue des-cubierto en 1995, por J. M. Ayllón y M. L. Serna,miembros del equipo de trabajo de la interven-ción arqueológica que, dirigida por P. Arias y R.Ontañón tenía lugar entonces en La Garma A(ARIAS CABAL et alii, 1999: 13). Desde enton-ces los trabajos en ese conjunto de cavidades

se han desarrollado de forma ininterrumpida, bajola dirección del primero de ellos.

Se localizaron restos de cinco individuos en doszonas distintas, aunque cercanas, de la Galería In-ferior16. El conjunto formado por los nº 3, 4 y 5 seencuentra al pie de la sima que, desde la Galería In-termedia, da acceso a ella, en la “Zona IV” de estaúltima. El cadáver nº 3 está solo, en un espaciojunto a la pared, en decúbito lateral derecho y conlas piernas ligeramente flexionadas. Los nº 4 y 5fueron depositados juntos, en una especie de hor-nacina natural, también en un lateral. Ambos esta-ban colocados en decúbito supino, aunque enposiciones inversas: cada uno con la cabeza a laaltura de los pies del otro. Varios metros hacia el in-terior, en una zona -“Zona V”- donde la galería seensancha están los restos de los individuos nº 1 y2, muy cerca el uno del otro aunque separados. Elprimero está inmediatamente delante de la entradaa una sala ciega, en posición de decúbito supino ycon los brazos extendidos en paralelo al cuerpo. Elsegundo se sitúa a un lado, junto a la pared, en de-cúbito lateral izquierdo y con los brazos y piernasflexionados. En los dos casos los cuerpos fueronacomodados entre estalagmitas precedentes.

361LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

16 Se trata de los únicos cadáveres presentes en la Galería Inferior, cuya superficie ha sido examinada minuciosamente dado el altísimo interéscientífico de los restos paleolíticos que alberga.

Fig. 6. Planta y perfil de la Galería Inferior de La Garma. En rojo las zonas sepulcrales (a partir de ARIAS et alii, en prensa).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 361

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Una de las características del conjunto de laGalería Inferior de La Garma, y que le diferencia delde Las Penas, es la casi total ausencia de materia-les asociados a los cadáveres. Únicamente algu-nos elementos relacionados con la indumentaria, alos que habría que añadir una pequeña hoja de cu-chillo, punzón u objeto similar situada cerca de lacadera del individuo nº 1. Al fondo de La Garma A,al borde de la sima que la comunica con la GaleríaIntermedia, también se localizó, en superficie y apa-rentemente asociada a algunos fragmentos cerá-micos, una pequeña cuenta de collar de bronce(MUÑOZ et alii, 1992). Se trataba de una pieza, detipo gallonado y con restos de un chapado doradomuy fino, de aparente cronología tardoantigua y re-lativamente común en contextos hispanovisigodos.Lamentablemente, aunque en su momento fue de-positada en el MUPAC, se encuentra en paraderodesconocido.

Asociado a alguno de los individuos nº 4 o nº 5,se localizó un broche de cinturón de hierro (ARIASCABAL et alii, en prensa), en muy mal estado deconservación. La pieza está completa y conservala placa, de tipo liriforme y formada por un cuerpoproximal rectangular y otro distal circular, la hebillay el hebijón. Los trabajos de restauración llevadosa cabo en el MUPAC han dejado al descubiertouna decoración damasquinada a base de latóndorado y plata. La técnica -forrado con plancha delatón dorado de alta calidad, recorte en la planchade las siluetas de los motivos y relleno de esos re-cortes mediante el embutido de hilos de plata- esla misma que se observa en el ejemplar de LasPenas y es característica de este tipo de produc-ciones peninsulares (PALOL, 1957a). En cuanto alos motivos decorativos, éstos consisten en sen-dos rosetones o ruedas, de 10 y 11 radios respec-tivamente, situados en los dos extremos de lapieza, el distal circular y la parte más cercana a la

hebilla del proximal rectangular; y una cruz griegaen el centro, dividiendo en cuatro cuadrantes, tam-bién decorados con formas geométricas, un pe-queño campo cuadrangular. Todo ello enmarcadopor varias orlas decoradas con líneas y puntos.Este mismo motivo, con dos círculos radiados flan-queando una cruz, está presente en una serie deplacas burgundio-merovingias, aunque en esoscasos dispuesto de forma vertical (BILLOIN et alii,2006: 243, fig. 12; SALIN, 1959: p. 301, fig. 108).Tanto la base del hebijón como el apéndice situadoen el extremo de la parte distal van decorados conel mismo motivo que los cuadrantes marcados porla cruz, motivo muy similar al presente en la deco-ración, también damasquinada, de dos brazaletesbizantinos procedentes de Egipto y conservadosen el Museo Benaki de Atenas (DRANDAKI, 2005:67-68). La hebilla, por su parte, presenta una de-coración a base de líneas doradas, al igual que su-cede con los resortes de la charnela, dondeparece imitar una bisagra. Se trata de una piezaque responde al mismo tipo y cronología que la deLas Penas y que también presenta un claro motivocristiano en su decoración.

Muy cerca de ella se han localizado lo que pa-recen ser varios remaches de cobre en muy malestado de conservación. Una primera interpreta-ción, a falta de un estudio más detallado, permiteidentificarlos como los apliques metálicos que de-corarían la correa de cuero del cinturón al que per-tenecería el broche.

Los cinco cuerpos han sido objeto de data-ciones absolutas mediante 14C AMS (ARIASCABAL Y ONTAÑÓN, 2008: 59-60) y han propor-cionado un conjunto de fechas que pueden ser di-vididas en tres grupos. El individuo nº 1 fuedepositado en un momento indeterminado delsiglo VII d. de C., mientras que la fecha obtenidadel nº 2 pudiera llegar a las primeras décadas delVIII d. de C., aunque está más centrada en el VII.Este solapamiento de las dos fechas en el siglo VIId. de C. nos hace plantear la posibilidad de queambos cuerpos fuesen inhumados en la GaleríaInferior de manera simultánea, en un momento deesa centuria. Los individuos 3 y 5, por su parte,han proporcionado fechas absolutas muy simila-res a las del conjunto de Las Penas, de entre fina-les del siglo VII y todo el VIII d. de C., aunquecentradas en éste; muy coherentes además conlas conseguidas a partir de carbones en la propiaGalería Inferior, como veremos a continuación. Por

362 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Fig. 7. Cuenta de collar de la cueva de La Garma A (Dibujo: M. L. Serna).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 362

363LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Fig. 8. Broche de cinturón con decoración damasquinada de tema cristiano de la Galería Inferior de La Garma (Dibujo: E. Gutiérrez Cuenca).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 363

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

su parte, el individuo nº 5 se ha fechado entre lossiglos IX y X d. de C., un momento mucho más tar-dío y que no encaja ni con el resto de fechas ab-solutas, ni con la cronología relativa de laguarnición de cinturón que se recuperó junto a él,ni con la datación proporcionada por el individuonº 4, con el que compartía espacio reducido enuna zona y posición que sugieren la simultaneidaddel depósito. La explicación más plausible paraesta extraña circunstancia, dejando a un lado unposible error de laboratorio, es que la datación sehaya visto afectada por las bruscas oscilacionesque se observan en la curva de calibración para elsiglo VIII d. de C. (ARIAS CABAL et alii, enprensa)17. Únicamente una nueva datación de losrestos de ese individuo podría aclararlo, aunqueconsideramos que los argumentos expuestos sonsuficientes como para descartar, de forma provi-sional, la validez de la fecha de los siglos IX-X d.de C. De no hacerlo así tendríamos que asumirque, dos siglos después del último depósito decadáveres, se volvió a utilizar la misma zona de lacavidad para el mismo fin y se colocó el nuevojunto a uno de los antiguos, ocupando completa-mente todo el espacio entre los dos, cosa difícil deadmitir con uno de ellos ya esqueletizado. A lo quehabría que añadir que, de pertenecer el brochede cinturón de hierro con decoración damasqui-nada al individuo nº 4, estaríamos ante una pruebade la perduración de la orfebrería y la moda en elvestir de época hispanovisigoda hasta el siglo Xd. de C., algo del todo imposible, al menos por loque conocemos sobre esa centuria a partir dedatos arqueológicos y artísticos.

Además de esas fechas obtenidas a partir dehuesos humanos, se cuenta con una amplia seriede dataciones por 14C AMS de restos de carbo-nes esparcidos por toda la Galería Inferior; y tam-bién una, del mismo material, de la GaleríaIntermedia (ARIAS CABAL Y ONTAÑÓN, 2008:59-60). Todas estas fechas se sitúan entre los si-glos VII y IX d. de C., aunque centradas mayorita-riamente en el VIII, por lo que concuerdanbásicamente con las de los restos humanos. Laúnica fecha discordante, muy anterior, se sitúaentre los siglos V y VI d. de C. y podría estar se-ñalando la reutilización de madera vieja. Por tanto,

consideramos muy probable que las actividadesque originaron esos restos antracológicos esténestrechamente relacionadas con el depósito delos cuerpos en la galería. Esos restos de carbóndiseminados por toda la cavidad, en los casos enlos que han podido ser identificados, pertenecena la especie corylus avellana18 (Ibidem). Se tratade fragmentos de varas de avellano que fueronquemadas. El porqué de estas quemas está pordescubrir, aunque la explicación en principio mássencilla consistiría en suponer un uso para ilumi-nar, a modo de teas o antorchas. En contra de estainterpretación podría sostenerse que el avellano,aunque arde con mucha facilidad y tiene una grancapacidad de iluminación, es una madera decombustión muy rápida, lo que dificulta en ex-tremo su uso como antorcha. De haberse utilizadopara esa función, hubiese sido necesario llevar a

364 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

17 Existe un caso similar en la necrópolis madrileña de Encadenado/El Soto (VIGIL-ESCALERA GUIRADO, 2009: 113-114).18 En la tabla de dataciones se han señalado con un asterisco las muestras de carbón que han sido identificadas como corylus avellana (ARIASCABAL Y ONTAÑÓN, 2008).

YACIMIENTO MUESTRA REF. LAB. DAT. BP CAL. AD 1σ CAL. AD 2σLa Garma Carbón 1* AA-78255 1263 +/- 35 685-775 (68,2 %) 660-870 (95,4 %)La Garma Carbón 2 AA-45563 1275 ± 31 680-725 (37,8 %) 660-810 (95,4 %)

735-775 (30,4 %)La Garma Carbón 3* AA-78254 1267 ± 35 685-775 (68,2 %) 660-830 (91,8 %)

840-870 (03,6 %)La Garma Carbón 4* AA-78253 1562 ± 46 430-550 (68,2 %) 400-600 (95,4 %)La Garma Carbón 5* AA-78252 1235 ± 35 690-759 (29,8 %) 680-890 (95,4 %)

760-820 (29,4 %)840-860 (09,0 %)

La Garma Carbón 6* AA-78251 1202 ± 38 770-880 (68,2 %) 680-750 (13,1 %)760-900 (79,1 %)920-950 (03,2 %)

La Garma Carbón 7* AA-78250 1293 ± 42 660-730 (43,5 %) 650-820 (93,8 %)740-770 (24,7 %) 840-860 (01,6 %)

La Garma Carbón 8 AA-45593 1282 ± 33 675-725 (40,3 %) 650-819 (95,4 %)740-770 (27,9 %)

La Garma Carbón 9 AA-20042 1281 ± 57 660-780 (68,2 %) 650-880 (95,4 %)La Garma Carbón 10 AA-45574 1279 ± 33 680-725 (39,5 %) 650-810 (95,4 %)

735-770 (28,7 %)La Garma Carbón 11 AA-45582 1266 ± 46 670-780 (68,2 %) 660-870 (95,4 %)La Garma Carbón 12 AA-20041 1220 ± 44 720-750 (09,5 %) 670-900 (95,4 %)

760-880 (58,7 %)La Garma Carbón 13* AA-78256 1321 ± 35 650-710 (51,8 %) 650-780 (95,4 %)

740-770 (16,4 %)La Garma Carbón 14 OxA-6890 1210 ± 40 720-740 (02,3 %) 680-900 (93,8 %)

770-890 (65,9 %) 920-940 (01,6 %)La Garma Hueso 1 AA-45589 1426 ± 59 575-660 (68,2 %) 430-490 (02,9 %)

530-700 (92,5 %)La Garma Hueso 2 AA-45590 1348 ± 36 640-690 (63,9 %) 610-730 (82,8 %)

750-760 (04,3 %) 740-770 (12,6 %)La Garma Hueso 3 AA-45591 1288 ± 42 670-780 (68,2 %) 650-830 (93,3 %)

840-860 (02,1 %)La Garma Hueso 5 AA-45592 1269 ± 56 660-780 (63,3 %) 650-890 (95,4 %)

790-810 (04,9 %)La Garma Hueso 4 OxA-7249 1115 ± 40 890-980 (68,2 %) 810-1020 (95,4 %)

Tabla III: Dataciones absolutas de las galerías Inferior e Intermedia de LaGarma (a partir de ARIAS CABAL y ONTAÑÓN, 2008).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 364

la cueva una enorme cantidad de ramas, mientrasque con otras maderas la cuestión se hubiese re-suelto con bastante menos esfuerzo.

El contexto sepulcral de época visigoda de LaGarma, por sus excepcionales condiciones deconservación, es el único que ha podido ser ob-jeto de un estudio antropológico de campo concierto detalle19. De los cinco individuos, sólo pudocertificarse el sexo -varón- en dos casos. Todosellos eran jóvenes menores de 20 años.

En este caso, al igual que sucediera en el deLas Penas, tampoco se han observado huellas delesiones traumáticas ni de patologías graves queles pudieran haber ocasionado la muerte. Y, comohemos visto que ocurría en el ejemplo anterior,todos los cráneos aparecieron completamentedisgregados, por lo que consideramos la posibili-dad de una destrucción selectiva e intencional deesa parte del esqueleto. Incluso en uno de loscasos, el nº 3, puede apreciarse la presencia deun bloque estalagmítico junto al cráneo que pudoser utilizado, a juzgar por su aspecto y colocación,para llevar a cabo esa macabra tarea. Otra posi-bilidad, mencionada en el informe antropológico,es que se utilizase simplemente como elementodelimitador del espacio en el que se colocó elcuerpo y que la destrucción de los cráneos se hu-biese producido por causas naturales. De ser co-rrecta nuestra interpretación, este comportamientohabría tenido lugar, al igual que el detectado enLas Penas, sobre los restos ya esqueletizados; portanto, pasado el tiempo necesario desde el mo-mento del depósito de los cuerpos para la des-composición de las partes blandas. A diferenciade lo sucedido en Las Penas, sin apenas restosen posición primaria y conexión anatómica, en LaGarma se han podido observar los lugares en losque fueron depositados todos los cadáveres del

conjunto y la forma en que se llevó a cabo ese tra-bajo: en espacios delimitados por el propio relievede la cavidad -entre estalagmitas, junto a la pared,en una hornacina natural- y sin seguir una pautaconcreta. Los hay en decúbito lateral izquierdo oderecho, en decúbito supino, con las piernas fle-xionadas, cruzadas, etc. Se observa en todos loscasos -excepto el del individuo nº 1- una marcadadiferencia con la forma normal de colocación delcadáver en sus contextos habituales; esto es, enlas necrópolis al uso de la misma cronología,donde la posición habitual es en decúbito supino,con las piernas estiradas y los brazos, bien estira-dos a ambos lados del cuerpo, bien cruzadossobre el pecho o la pelvis. Es muy significativo aeste respecto el conjunto formado por los indivi-duos nº 4 y 5, ya que es un ejemplo muy claro dela ausencia de alguna pauta en la manera de in-humar. Ambos cuerpos han sido colocados en unhueco, el segundo de ellos con la cabeza a la al-tura de los pies del primero, con un costado apo-yado sobre él y con las piernas cruzadas;configurando una imagen sobre plano muy similara las observadas en contextos pertenecientes asepulturas de catástrofe. O lo que es lo mismo, auna fosa común.

2.3. La Cueva del Portillo del Arenal

La cueva del Portillo del Arenal se localiza enel pueblo de Velo, en el municipio de Piélagos,muy cerca del límite de éste con el de Camargo.Está situada en la parte más alta de la ladera deuna colina, no muy lejos del núcleo habitado, aunos 200 m. del denominado “Portillo del Arenal”,del que ha tomado su nombre. El paisaje actualdel entorno del yacimiento es el de una repobla-ción de eucalipto, aunque con anterioridad debióser un encinar, a juzgar por las escasas manchasde ese arbolado aún existentes en la zona.

La boca de la cueva es de pequeño tamañoy da acceso a un reducido vestíbulo en rampadescendente, al final del cual hay una sima deunos 3 m. de profundidad. Al fondo de la sima,una pequeña plataforma llana conduce, hacia elNorte, a una sala -“sala sepulcral”- de unos 70 m.cuadrados y con el suelo repleto de grandes blo-

365LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

19 Los resultados de ese trabajo de campo han sido plasmados en un escrito inédito de F. ETXEBERRIA y L. HERRASTI, titulado “Informe relativoa los restos humanos de La Garma tras la inspección llevada a cabo en la cavidad”. Agradecemos a Pablo Arias que nos haya permitido la con-sulta y la utilización de dicho informe.

Nº INDIVIDUO CATEGORÍA EDAD SEXO1 Subadulto 18-20 años Varón2 Subadulto 18-20 años Varón3 Infantil aprox. 12 años Indet.4 Subadulto indet.. Indet.5 Subadulto menos de 14 años Indet.

Tabla IV: Edades y sexo de los inhumados en la Galería Inferior de LaGarma (a partir de ETXEBERRIA Y HERRASTI).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 365

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

ques calizos. El tramo final de esta sala está for-mado por una rampa ascendente. Desde la pla-taforma, pero en dirección sur y a través de otrarampa muy descendente, se accede a una gale-ría de 7 m. de longitud -“galería de los derrubios”-que desemboca en una pequeña salita elevada.Desde la zona de inicio de esa galería, un pasomuy estrecho y colgado da acceso a una galeríainferior -“galería de los caballos”- de mucha máslongitud y anchura (VALLE et alii, 1998). El yaci-miento fue descubierto por miembros delC.A.E.A.P y del G.E.I.S./C-R y objeto de una in-tervención arqueológica en 1995, bajo la direc-ción de E. MUÑOZ Y J. M. MORLOTE (2000).

Los materiales arqueológicos proceden de su-perficie y se hallaban dispersos entre los bloques

calizos que cubren el suelo de parte del yaci-miento. Se concentraban en varias zonas de la ca-vidad, significativamente en la “sala sepulcral” yen la “galería de los derrubios”, aunque no deforma exclusiva: también se recuperaron restos di-versos aunque en cantidad menor en la salita ele-vada situada al final de ésta y en la “galería de loscaballos”. Los restos humanos de varios indivi-duos se localizaban en esas dos zonas principa-les, principalmente en la “sala sepulcral”. Dehecho, los recuperados en la “galería de los de-rrubios” se interpretan como caídos desde allí, aligual que el resto de materiales que les acompa-ñaban (VALLE et alii, 1998: 40)

En la galería inferior, por su parte, se localiza-ron las osamentas completas de dos caballos depequeño tamaño en conexión anatómica. Ambosestaban tumbados de lado, uno en un laminadorde techo muy bajo y el otro en el centro de la gale-ría. La ausencia de estudios arqueozoológicos im-pide precisar el tipo de équido y si su talla se debea que se trataba de ejemplares jóvenes o a carac-terísticas raciales. Tampoco fue posible establecersu cronología en el momento de su descubri-miento, ya que las muestras enviadas a datar ca-recían de colágeno. Se ha planteado la posibilidadde relacionarlos con los probables enterramientosde ese momento del piso superior (HIERRO, 2002:117-118), en caso de que se confirmara una fechade época visigoda para ellos. Sin embargo, una in-tervención reciente en la cavidad ha permitido des-cartar completamente esa opción20.

Los materiales arqueológicos más significati-vos son los relacionados con la indumentaria: unaplaca de bronce de tipo liriforme perteneciente aun broche de cinturón; una contera o terminal deese mismo material; y otra placa, también de tipoliriforme, pero de hierro. Además, una hebilla cir-cular también de hierro podría tener un uso similar.

La placa liriforme de bronce pertenece al NivelV de RIPOLL (1998: 127-178) y se fecha entre fina-les del siglo VII y el VIII d. de C. Dentro de ese NivelV parece un derivado del Tipo A (Ibidem: 134), perocon algunas diferencias llamativas. La más impor-tante, su pequeño tamaño en relación a lo habitualpara este tipo de placas. A ello hay que sumar la

366 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Fig. 9. Boca de la Cueva del Portillo del Arenal (Fotografía: Gutiérrez Cuenca).

20 La actuación, denominada Proyecto Mauranus. Arqueología de la Tardoantigüedad en Cantabria. Toma de muestras de materiales arqueoló-gicos, codirigida por el firmante de este artículo y Enrique Gutiérrez Cuenca, ha tenido lugar en Otoño de 2010 y ha consistido en la datación por14C AMS de varias muestras de huesos humanos (y, en el caso del Portillo del Arenal, también de caballo) procedentes de algunas de las cavi-dades que se citan en el texto.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 366

ausencia de división central en el campo proximaly la esquematización de los dos pequeños floroneso umbos que lo decoran. Y todo realizado con unagran tosquedad técnica. Quizá estas peculiares ca-racterísticas puedan achacarse a que se trate deun tipo tardío, derivado de modelos de más cali-dad; aunque, dada la heterogeneidad de este tipode materiales y las múltiples variaciones conocidassobre una misma forma básica, conviene mantenercierta prudencia al respecto.

El terminal de cinturón, por su parte, es tipoló-gicamente similar a otros del mismo período,como los presentes en las colecciones del MAN(RIPOLL, 1986-87: 77; 1998: 161) o los proceden-tes del Cerro de la Almagra (Murcia) (GONZÁLEZFERNÁNDEZ et alii, 1994: 301 y 304; GONZÁLEZFERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ MATALLANA, 2007:173-176) o de la necrópolis foral de Tiermes(Soria) (DOHIJO, 2007: 143-144); aunque nohemos encontrado paralelos para su decoraciónincisa, a base de medias lunas concéntricas en-marcadas en una orla múltiple. Es muy probableque ambas piezas, placa y terminal, hayan for-mado parte de la misma guarnición de cinturón,cuya hebilla y hebijón, que completarían el con-junto, no han sido localizadas.

La placa de cinturón de hierro también es detipo liriforme, con un cuerpo central rectangular li-geramente estrangulado y el extremo distal semi-circular (VALLE et alii, 1998). Recientemente ha

sido objeto de una restauración en el MUPAC queha dejado al descubierto restos de una decora-ción damasquinada a base de plata y latón21.

Finalmente, la hebilla de hierro de forma cir-cular con restos del hebijón es una pieza a la quese atribuyó una cronología medieval, pero para laque existen paralelos muy cercanos, como partede cinturones, ya desde época tardorromana: losde tipo “Olmeda” (AURRECOECHEA, 2001: 172-176). En la necrópolis de tipo merovingio-aquitanode Sansol (Navarra), en un contexto de los siglosVII-VIII d. de C., se han recuperado algunos ejem-plares muy similares al de El Portillo del Arenal(CASTIELLA, 1991-92: 209), lo que atestiguaría laperduración en el tiempo de este tipo de hebillasy su uso durante esas fechas como elemento re-lacionado con el vestido.

En cuanto a los útiles y herramientas, se recu-peraron cuatro cuchillos de hierro de pequeño ta-maño, una paleta o atizador y tres pequeñaspuntas de enmangue tubular. Estos cuchillos, quese corresponden con los Tipos I y II de la clasifi-cación de GARCÍA JIMÉNEZ Y VIVÓ (2003: 165-166), no pueden ser considerados armas, por supequeño tamaño y fragilidad. No son extraños enlos contextos sepulcrales, no tanto por su carácterde ajuar sino por estar asociados a los cinturones,de los que irían suspendidos. La paleta es un ob-jeto para el que no encontramos paralelos cerca-nos, salvo quizá el atizador mencionado comoparte de un ocultamiento de época tardorromanaen Barajas (Madrid) (POZUELO Y VIGIL-ESCA-LERA, 2000: 284). En el caso de las pequeñaspuntas, aunque fueron publicadas como armas,el ejemplar en mejor estado conserva restos de unremate en gancho, lo que nos ha permitido identi-ficarlos como ganchos de huso (GUTIÉRREZCUENCA Y HIERRO, 2010). La presencia de estostres garabatos estaría indicando la existencia enel yacimiento de varios husos de hilar y/o husasde torcer hilo. La ausencia de fusayolas podría ex-plicarse porque quizá no fueran recuperadas du-rante la intervención arqueológica.

Además, hay restos de otros objetos metálicos,como clavos o punzones, una herradura de pe-queño tamaño, plaquitas de hierro, etc. Entre todosellos destaca un briquet o encendedor de chispa

367LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

21 Podrá encontrarse un estudio detallado de la pieza en un trabajo de Enrique Gutiérrez Cuenca y quien redacta estas líneas acerca del uso delas cuevas en Cantabria entre los siglos V-X d. de C. y que se encuentra muy avanzado en estos momentos.

Fig. 10. Broches de cinturón y terminal de correa de la cueva del Portillodel Arenal (montaje de E. Gutiérrez Cuenca a partir de VALLE et alii, 1998).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 367

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

de hierro, que fue interpretado en un principiocomo una posible hebilla (VALLE et alii, 1998). Aligual que en Las Penas, la aparición de esta piezase debe casi con toda probabilidad a la presenciade un enterramiento vestido, ya que los eslabonespara encender fuego, como ya se ha comentado,solían estar asociados a los cinturones.

También se localizaron tres punzones de teje-dor de hueso, dos de ellos colocados encima deuna pequeña hoguera que se dató entre los siglosVIII-IX d. de C. (GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO,2010), como veremos más abajo.

En cuanto a los recipientes, se recuperaron frag-mentos de varios contenedores cerámicos, la mayorparte de tipo olla. Una de éstas, “de perfil en S”, re-alizada a torneta y con una decoración incisa a basede meandros y dientes de lobo en el cuello, fue fe-chada por Termoluminiscencia entre los siglos II yVII d. de C. (VALLE et alii, 1998: 41). Sus caracterís-ticas formales así como el tipo de decoración laponen en relación con otras cerámicas tardoanti-guas conocidas en la península, significativamentecon las de algunos yacimientos asturianos que sevienen fechando en el siglo VI d. de C. (ENCINAS YGARCÍA CARRILLO, 1989: 134-135 Y 138), aunquela media estadística de su fecha de Termoluminis-cencia es de 421 d. de C. Lo temprano de estafecha en relación con la de los demás materialeshace que quizá pueda plantearse la posibilidad deque la cueva haya sido objeto de utilización durantedos momentos distintos de la Tardoantigüedad, unoen el siglo V y otro en el VII-VIII d. de C., aunque nohaya más materiales atribuibles a esa hipotética“fase antigua”, salvo quizá la hebilla circular. Junto aesa cerámica se localizaron varios restos de ollas si-milares, aunque sin decoración, la base de una ollapintada, de aspecto medieval y una jarrita casi com-pleta, con estriado grueso irregular y asa de cinta,que por su aspecto, podría ser un precedente detipos corrientes altomedievales. También hay queseñalar la existencia de restos de los herrajes metá-licos de al menos un recipiente de madera, de tipocaldero y similar a los detectados en Las Penas.

Se obtuvieron fechas absolutas de 14C AMS decuatro de los esqueletos de la sala sepulcral, re-

sultando todos ellos de al menos tres momentosdistintos de la Prehistoria Reciente22 (VALLE et alii,1998). También se dataron, mediante Termolumi-niscencia y 14C AMS y Termoluminiscencia, res-pectivamente, dos de las grandes orzas ovoidescon decoración plástica que se recuperaron casicompletas en el yacimiento. Sus cronologías tam-bién son prehistóricas y remiten a dos de los mo-mentos antes citados23 (Ibidem).

Finalmente, se obtuvieron sendas fechas cali-bradas de los siglos VIII-IX d. de C., procedentesde una acumulación de carbones y de una mues-tra de un panel parietal de “marcas negras”, da-tados mediante 14C AMS.

Lamentablemente, el estado de destrucción ydispersión de los restos humanos, debido a losfrecuentes desprendimientos de bloques deltecho y a la acción de algunos animales, no per-mitió un estudio antropológico detallado. Además,la concentración en una misma zona reducida dela cavidad de esqueletos de varios períodos his-tóricos imposibilitó la individualización de los res-tos que interesan a este trabajo y su estudio porseparado. En todo caso y teniendo en cuenta quetodos los restos fechados son de cronologías pre-históricas que quedan fuera de los objetivos deeste trabajo, únicamente comentaremos quesegún el estudio antropológico y paleopatológico24

en la cueva se identificó la presencia de un nú-mero mínimo de 11 individuos, tres de los cualeseran subadultos y los ocho restantes, adultos.

Como hemos podido comprobar, el caso deEl Portillo del Arenal es mucho más complejo quelos de Las Penas o La Garma. En esta cavidad sehan recuperado materiales arqueológicos de va-rios momentos muy diferentes, desde la Prehisto-ria hasta la Alta Edad Media. Incluso dentro de las

368 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

YACIMIENTO MUESTRA R. LAB. DAT. BP CAL. AD 1σ CAL. AD 2σPortillo Carbón 1 AA-29649 1230 ± 40 710-750 (18,4 %) 680-890 (95,4 %)

760-870 (49,8 %)Portillo Carbón 2 AA-20045 1195 ± 56 720-740 (5,8 %) 680-980 (95,4 %)

760-900 (59,9 %)920-940 (02,5 %)

Tabla V: Dataciones absolutas de la cueva del Portillo del Arenal (a par-tir de VALLE et alii, 1998).

22 Esas dataciones son: (AA-20043) 5743 ± 111 BP, (AA-20044) 4443 ± 104 BP, (AA-29647) 3560 ± 70 BP y (AA-29648) 3565 ± 55 BP 23 (AA-20048) 3694 ± 70 BP y (MAD-666) 4103 ± 297 BP, para la primera; (MAD-667) 5193 ± 405 BP para la segunda (VALLE et alii, 1998).24 Se trata de un trabajo inédito del médico del Laboratorio de Antropología Forense del Instituto Anatómico Forense de Madrid, J. L. PRIETO CA-RRERO, titulado “Estudio antropológico y paleopatológico de los restos humanos del yacimiento de la cueva del Portillo del Arenal”. Queremosagradecer a Emilio Muñoz Fernández que nos haya permitido el acceso a este documento.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 368

utilizaciones tardoantiguas de la cavidad quizá hu-biera que distinguir entre un momento más anti-guo, del siglo V d. de C. y otro de época visigoda,del VIII d. de C. La principal prueba del primerosería la olla “de perfil en S” con decoración incisa,siempre que no pueda llevarse al siglo VII d. deC.; mientras que para el segundo tendríamos lasguarniciones de cinturón y las fechas proporcio-nadas por los carbones y la “marca negra”. Algu-nos de los objetos recuperados, por su tipología,también pueden adscribirse a ese período histó-rico: los cuchillos, el encendedor de chispa, la ja-rrita estriada, etc. Otros presentan ciertaindefinición cronológica y podrían ser algo ante-riores, como la paleta o atizador o la hebilla circu-lar de hierro. Por tanto y teniendo en cuenta estosdatos, las conclusiones que podemos extraer delestudio de este yacimiento no tienen el mismopeso que las de los otros dos, aunque considera-mos que pueden servir como apoyo de aquéllasen determinados aspectos.

3. OTRAS CAVIDADES CON EVIDENCIAS DEUSO EN ÉPOCA VISIGODA

3.1. En el territorio de la Cantabria de época romana

Además de los tres casos ya tratados, la listade cavidades en las que se han recuperado ma-teriales de época visigoda en el territorio de la Can-tabria de época romana es relativamente amplia.En algunas de ellas los hallazgos se reducen a lapresencia de fragmentos cerámicos que se han re-lacionado con ese momento histórico a partir desu tipología, mientras que en otras los materialesde otro tipo, especialmente los relacionados con elatuendo y la vestimenta, son suficientemente elo-cuentes en cuanto a su cronología. También exis-ten algunos -pocos- casos en los que se hanobtenido fechas absolutas de los siglos VII-VIII d.de C. Respecto al carácter de los yacimientos, enalgunos de ellos ha podido establecerse con ciertafiabilidad la asociación de esos materiales a res-tos humanos, mientras en otros ésta es mucho másdudosa. En la mayor parte de los ejemplos, la par-quedad de la muestra impide hacer ningún tipo deprecisión al respecto.

Las cavidades en las que se han localizadomateriales del tipo de los mencionados en el pá-rrafo anterior y para los que no se ha propuestouna clara asociación a restos humanos son ElLinar (La Busta, Alfoz de Lloredo), La Venta del

Cuco (Ubiarco, Santillana del Mar), La Pila (Cu-chía, Miengo), Los Cirrios (Liencres, Piélagos), ElCalero II (Arce, Piélagos), el abrigo de La Casta-ñera y La Piedra (Obregón, Villaescusa), Los Zo-rros 1 y 2 (El Tanaguillo, Solórzano), Cueva 1289(Matienzo, Ruesga), La Covarona (Llueva, Voto),El Saúco (San Pantaleón de Aras, Voto) y El Merino(El Dueso, Santoña).

En el Museo de Prehistoria y Arqueología deCantabria se conservan dos punzones de tejedora,también conocidos como separadores o pin-bea-ters, procedentes de la cueva del Linar y que pudie-ran tener una cronología tardoantigua o altomedieval(GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO, 2010).

Al fondo del vestíbulo de la cueva de la Ventadel Cuco se localizó, en el cauce de un riachuelo,una hebilla de cinturón hispanovisigoda debronce, fechable entre finales del siglo VII y el VIIId. de C. Junto a ella se recuperaron algunos frag-mentos cerámicos, parte de la hoja de un cuchillode hierro y dos agujas del mismo material(MUÑOZ, 1996: 101-102).

En la cueva de La Pila se recogió, también en elvestíbulo y en superficie, una hebilla de bronce muysimilar a la de la Venta del Cuco y de la misma cro-nología. También se recuperaron algunos fragmen-tos cerámicos, entre ellos uno de una olla decoradacon un estriado grueso (Ibidem). La cavidad fuedestruida por las obras de una cantera.

En una zona indeterminada del interior de lacueva de Los Cirrios se encontraron un hacha dehierro de pequeño tamaño y aspecto tardoantiguo,una hoja de cuchillo y cerámicas de diversas cro-nologías, entre ellas algún ejemplar de vaso de ti-pología altomedieval (BOHIGAS et alii, 1984: 159;MUÑOZ, 1996: 102).

También en una zona interior de la cueva de ElCalero II se localizaron, en superficie, fragmentosde una olla “de perfil en S” de tipología tardoanti-gua. También se identificó una pequeña punta dehierro de enmangue tubular rematada en gancho,un gancho de huso (GUTIÉRREZ CUENCA Y HIE-RRO, 2010). Además, la datación de un depósitode carbones ofreció una fecha de los siglos VII-VIII d. de C., muy similar a las de Las Penas(MUÑOZ et alii, 2007: 51-58).

Durante la excavación arqueológica del yaci-miento de la Prehistoria Reciente que se localizaen el Abrigo de La Castañera, se recuperaron, enel nivel superficial, una gran hebilla de bronce his-

369LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 369

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

panovisigoda y algunos objetos de hierro muy de-teriorados (VAN DEN EYNDE, 1985).

En la cercana cueva de La Piedra se recogie-ron, en superficie, fragmentos de cerámica condecoración incisa a base de ondas paralelas yfragmentos de ollas lisas de tipología tardoantigua(BOHIGAS et alii, 1984: 159; SERNA et alii, 2001:139).

En las cuevas de Los Zorros 1 -o El Espino- yLos Zorros 2 se han localizado fragmentos de sen-das ollas “de perfil en S” con el borde vuelto, quese han interpretado como tardoantiguas (MUÑOZ,2009; MUÑOZ et alii, 2009.)

En el interior de la Cueva 1289, al pie de unapequeña chimenea, se localizó, formando partede un cono de derrubios procedente del exterior yjunto a restos de fauna y otras cerámicas, un frag-mento de olla con decoración incisa en el cuello abase de ondas enmarcadas en líneas paralelas yque podría datarse, a partir de paralelos formales,entre la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media(RUIZ COBO Y SMITH, 2003: 183).

En La Covarona (MUÑOZ, 2009; MUÑOZ etalii, 2009) se localizaron fragmentos de una olla“de perfil en S”, hecha a torneta y decorada me-diante un estriado irregular en la panza y una líneaondulada incisa en la parte superior de ésta. Susdescubridores la asignan una cronología tardoan-tigua por sus similitudes morfológicas con la ce-rámica procedente del yacimiento de San Andrésde Rasines, fechada por Termoluminiscencia enla Tardoantigüedad (1472 ± 109 BP) (MARCOS,2005).

En el interior de la cueva del Saúco -o El Chile-y aparentemente asociados a restos de hoguerasy carbones, se identificaron varios fragmentos deuna olla “de perfil en S”. La pieza presenta una de-coración formada por dos líneas paralelas en elcuello, conseguida mediante incisión bruñida(MUÑOZ et alii, 2009).

En el interior de la cueva del Merino (MUÑOZ,2009; MUÑOZ et alii, 2009) durante los trabajosde revisión del INVAC se recogió, en la primerasala de la izquierda, un fragmento de una olla "deperfil en S" con el labio biselado, muy similar a lasque se atribuyen a momentos tardoantiguos.

Finalmente, queremos incluir en esta parte dela lista el famoso hallazgo del desfiladero de LaHermida (La Hermida, Peñarrubia), consistente enun lote de tremisis y dos placas de cinturón his-panovisigodas, todo ello en paradero descono-cido en la actualidad. Aunque las circunstanciasconcretas de su localización no están muy claras,consta que tuvo lugar durante las obras llevadasa cabo en una cantera de las obras de la carre-tera, muy cerca de la localidad homónima (ESCA-GEDO, 1919: 88). La identificación del lugarconcreto, una ladera muy abrupta con grandescortados calizos, así como el tipo de materialesencontrados, nos permite proponer un posible ori-gen en cueva para el yacimiento.

En varias cavidades se ha mencionado la po-sibilidad de que los materiales de época visigodadocumentados en ellas se encontrasen asociadosa restos humanos. Esa asociación, que se citapara los casos de El Ñobre (Cudón, Miengo), ElCantal (San Bartolomé de los Montes, Voto), LaRaposa (Cubillo, Ramales de la Victoria) o CuevaPequeña (Carreña, Cabrales, Asturias), en oca-siones puede ser más aparente que real, tal ycomo ha quedado demostrado en una recienteactuación arqueológica25. En los últimos años, ma-teriales y yacimientos clásicos, como el jarrito dela Mina “El Milagro” (Bobia de Arriba, Onís, Astu-rias) y la cueva de Los Hornucos (Suano, Campoode Suso), han aumentado la nómina de esos po-sibles contextos sepulcrales en cueva.

En la cueva del Ñobre o de Carabias, en unagalería lateral de pequeño tamaño, se localizaronrestos humanos de varios individuos y algunosfragmentos cerámicos de aspecto tardoantiguo.En la base de una sima de hundimiento de unos 4m., al fondo de la sala principal, se recuperaronvarios fragmentos de una olla “de perfil en S” conlabio biselado26.

En el vestíbulo de la cueva del Cantal se reco-gieron fragmentos de una olla “de perfil en S” condecoración incisa a base de ondas enmarcadaspor líneas horizontales, en el extremo superior dela panza. Estas cerámicas aparecían junto a res-tos humanos (MORLOTE et alii, 1996: 241).

En la cueva de La Raposa, una pequeña ca-vidad de difícil acceso, se identificaron los restos

370 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

25 Vid. nota 1826 Comunicación personal de Emilio Muñoz

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 370

de una pequeña vasija de forma globular, hecha atorneta y de pastas groseras, que ha sido clasifi-cada como tardoantigua (GARCÍA GÓMEZ, 2008;MUÑOZ et alii, 2009). También se han observadorestos humanos en superficie.

Cueva Pequeña proporcionó una jarrita detipo oinochoe, supuestamente asociada a restoshumanos. Dentro de esa vasija se localizó, a suvez, una pequeña navaja de bronce con decora-ción a base de círculos concéntricos (PEÑIL etalii, 1986: 383) que parece remitir a un momentotardoantiguo (ILLARREGUI, 2006).

Recientemente se ha propuesto que el jarritolitúrgico procedente de la Mina “El Milagro”(ARIAS PÁRAMO, 2006: 168) formase parte, enorigen, de un enterramiento realizado en algunade las covachas que fueron destruidas en las la-bores mineras del s. XIX, (DE BLAS, 2004).

En esa misma línea, también se ha planteadola posibilidad de que los restos humanos locali-zados en una sala interior de la cueva de Los Hor-nucos estén relacionados con los materialesprocedentes del vestíbulo de la cavidad (FER-NÁNDEZ VEGA, 2006: 86). La cueva, excavadapor Jesús Carballo en la década de 1930, pro-porcionó un variado lote de objetos de épocastardorromana, visigoda y altomedieval: un en-mangue de asta decorado, un aplique, un mangode patena, una cucharilla, un cacillo, una placade cinturón liriforme y un fragmento de otra rígida,todo ello de bronce; algunos objetos de hierro -un serrucho, un formón, una punta de enmangueen tubo y dos grandes clavos- y restos de avella-nas y trigo carbonizados, así como una monedatardorromana (CARBALLO, 1934). Entre las cerá-micas destacan las de época visigoda, aunquetambién las hay tardorromanas y altomedievales(BOHIGAS Y RUIZ, 1989). Un fragmento de unagran vasija de almacenamiento con decoraciónpeinada ha sido datado recientemente medianteTermoluminiscencia, proporcionando una fechade entre los siglos VI y VIII d. de C. (1326 ± 93BP) (PEÑA, 2006: 184)

En los casos de las cuevas de Cudón (Cudón,Miengo), El Juyo (Igollo, Camargo), Riocueva(Hoznayo, Entrambasaguas) y la Cueva Larga delComplejo de La Horadada (Villaescusa de las To-rres, Pomar de Valdivia, Palencia), su carácter se-pulcral parece fuera de toda duda, aunque quizácon algún reparo en el primer caso.

Durante unas excavaciones incontroladas yllevadas a cabo por particulares en la década de1920, en la cueva de Cudón se hallaron numero-sos objetos de bronce y hierro de época visi-goda: un jarrito litúrgico, una placa de cinturónde tipo liriforme y una hebilla, ambas de finalesdel s. VII o principios del VIII d. de C., un frag-mento de patena, un osculatorio o pequeñarueca (GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO, 2010),una pequeña punta de enmangue tubular termi-nada en gancho y parte de una cucharilla, todode bronce; además, un conjunto de objetos dehierro, del que sólo nos ha quedado una fotogra-fía, compuesto por dos azuelas, dos hachas, dosazadas, algunos posibles briquets (encendedo-res de chispa) y un presunto bocado de caballo.Algunos de ellos, como el jarrito litúrgico, pare-cían estar claramente asociados a restos huma-nos, según el testimonio de su descubridor(ALCALDE DEL RÍO, 1934). Todos estos mate-riales se localizaron en la zona del actual vestí-bulo, junto a una gran boca que, en el momentode su depósito, estaba casi con toda seguridadcompletamente cegada. Prospecciones más re-cientes han localizado numerosos restos cerámi-cos repartidos por toda la cueva y que presentancronologías que van desde la Edad del Hierrohasta la Alta Edad Media. De cronología tardo-antigua destacan una olla fechada por Termolu-miniscencia entre los siglos V y VI d. de C.(1501± 97 BP) (PEÑA, 2006: 181), una pequeñaorza (Ibidem) y un fragmento de olla “de perfil enS” con decoración incisa a base de ondas (MOR-LOTE et alii, 1996: 228).

En El Juyo, en una pequeña sala situada muyal interior de la cavidad, se localizó un depósitode cadáveres en superficie, formado por unamujer adulta y tres niños. Asociadas a ellos se re-cuperaron varias cuentas de vidrio, pertenecien-tes a un collar, de época visigoda (MAZA, 1957:103; JANSSENS Y GONZÁLEZ ECHEGARAY,1959: 9-10). Esas cuentas de collar se encuen-tran actualmente perdidas. En el MUPAC, por suparte, se conservan restos de al menos una olla“de perfil en S”.

En una galería interior de la cueva de Rio-cueva -o Recueva- se recogieron en superficievarios fragmentos cerámicos, entre los que des-tacan los de una olla “de perfil en S” con deco-ración incisa a base de meandros y dientes delobo enmarcados por líneas horizontales. En el

371LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 371

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

mismo punto de la cueva se observaron en su-perficie restos humanos dispersos27 (MORLOTEet alii, 1996: 238).

Por último, en la Cueva Larga, en una sala rec-tangular localizada a unos 27 m. de la entrada, seexcavó un depósito sepulcral formado por los res-tos de varias decenas de individuos. Junto a éstosaparecieron fragmentos de una olla con decora-ción de uñadas, un mortero y otros fragmentos ce-rámicos. También se recuperó un lote deherramientas -formón, martillo, cincel, puntero y ar-golla- y algunos otros objetos, como dos anillos debronce y una hebilla rectangular de hierro. Ade-más, se recogieron restos de madera, uno de los

cuales proporcionó una fecha28 centrada en los si-glos VI-VII d. de C. (1440 ± 110 BP) (SANTONJAet alii, 1982). Existen referencias al hallazgo demateriales de esa misma cronología en una o va-rias cuevas indeterminadas que forman parte deese mismo complejo cárstico, como un jarrito li-túrgico (GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1966), mone-das visigodas (NUÑO GONZÁLEZ, 1999: 177,nota 18) y otros objetos29. Quizá algunos de ellosprocedan de la propia Cueva Larga, sometida avisitas y remociones incontroladas desde antes desu excavación -que no afectó a toda la superficiede la cavidad- y que nos consta que han conti-nuado con posterioridad.

372 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

27 Una muestra de hueso humano de esa cavidad ha sido fechada en un momento tardoantiguo durante el desarrollo del Proyecto Mauranus. Ar-queología de la Tardoantigüedad en Cantabria. Toma de muestras de materiales arqueológicos, desarrollado junto a Enrique Gutiérrez Cuencay cuyos resultados serán publicados proximamente.28 En la misma cavidad se obtuvo, del interior de una cubeta rellena de carbones, otra fecha: 1155 ± 85 BP (SANTONJA et alii, 1982), que, unavez calibrada, parece remitirnos a mediados del siglo IX d. de C.29 Según testimonios recogidos en la Montaña Palentina, un broche de cinturón y un hacha de combate, procedentes de un presunto enterramientoen una cueva del Complejo de La Horadada, permanecerían en manos de particulares.

Fig. 11. Localización de lascavidades cántabras men-cionadas en el texto.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 372

3.2. En el resto de la península Ibérica y en Septimania

La existencia de este tipo de yacimientos encueva no es exclusiva del territorio de la CantabriaRomana y ya desde antiguo son conocidos lugaressimilares a los que estamos estudiando aquí, re-partidos por gran parte de la geografía peninsulary el territorio de la antigua Septimania, en el surestefrancés. Nos encontramos, como en el caso cán-tabro, con diferentes grados de “calidad” de la in-formación que aportan: algunos han sidoexcavados, en otros sólo se han recogido materia-les de superficie, de otros conocemos únicamentemateriales descontextualizados. En todos loscasos conocidos las cronologías relativas que po-demos manejar, a partir de sus materiales ya queno abundan las dataciones absolutas, nos sitúanentre los siglos VII y VIII d. de C. Eso, que es evi-dente en algunos casos, puede incluso exten-derse, tras la revisión tipológica de algunas piezas,a yacimientos que habían sido tradicionalmente in-terpretados como algo anteriores en el tiempo,como en el caso de la Cueva del Tejón, en La Rioja.A continuación haremos un breve repaso de los ya-cimientos en cueva más importantes que hemospodido recopilar, insistiendo en algunos casos queconsideramos más representativos.

En las cavidades de Iruaxpe III (Aretxabaleta,Guipúzcoa), Los Husos I y II (Laguardia, Álava),Iritegi (Oñate, Guipúzcoa), Iturrieta (Mañaria, Viz-caya), Arrietabaso (Dima, Vizcaya), La Carrasca(Almazorre-Bárcabo, Huesca), El Asno (Los Rá-banos, Soria) y Les Bruixes (Rojals, Tarragona) losmateriales de época visigoda no aparecían aso-ciados a restos humanos. Tampoco parece quetuviera un carácter sepulcral la cueva indetermi-nada de la montaña leonesa que proporcionó pie-zas de ese tipo y cronología, ni el yacimiento de laGrotte de Montou (Corbère-les-Cabanes, Pyré-nées-Orientales).

En Iruaxpe III se localizó un importante yaci-miento de habitación, con restos faunísticos, car-pológicos, de instrumental y, sobre todo,cerámicos (LÓPEZ COLOM et alii, 1997). Tanto lastipologías cerámicas presentes como la datación,por 14C y a partir de una muestra de carbón, delúnico estrato identificado sitúan la utilización delcovacho en los siglos VI-VII d. de C. (1480 ± 80BP) (AZKARATE et alii, 2003).

En el caso de los abrigos alaveses de LosHusos I y II (QUIRÓS Y ALONSO, 2007), una serie

de intervenciones recientes ha comprobado su uti-lización como lugar de residencia. Esa ocupación,que comienza en época tardorromana, posible-mente llegue hasta mediados del siglo VI d. de C.en el caso del primero; y se prolongue hasta co-mienzos del VIII en el segundo. En ambas cavi-dades se han recuperado numerosos restoscerámicos, además de otros materiales, como cla-vos, vidrios, restos carpológicos y de fauna.

La excavación realizada en el vestíbulo de unade las tres bocas de la Cueva de Iritegi propor-cionó una estratigrafía de época histórica en laque por debajo de los niveles IV y V, de cronologíaaltomedieval, se recuperaron algunos materialesmetálicos: punta de flecha, abrazadera de bronce,etc. Ese nivel, el VI, se fechó por 14C en un mo-mento tardoantiguo centrado en el siglo VII d. deC. (1370 ± 80 BP) (URIBARRI, 1994)

De la Cueva de Iturrieta, cuya boca se encuen-tra sepultada en la actualidad bajo un cono de de-rrubios procedentes de una cantera cercana,procede un jarrito litúrgico de bronce hispanovisi-godo, sin que se conozcan las circunstancias desu hallazgo (ALMAGRO, 1942; VALDÉS, 1982).

En la superficie del Abrigo de Arrietabaso, alpie de un farallón calizo situado en un paraje demontaña, tuvo lugar el hallazgo de un broche decinturón de placa rígida, fechable en los siglos VIy VII d. de C. y de un tipo común tanto al mundohispanovisigodo como al merovingio (GARCÍACAMINO, 1998/99).

La Cueva de La Carrasca o de La Selva de Al-mazorre, una pequeña cavidad colgada de un fa-rallón calizo, fue objeto de una excavaciónarqueológica en la que se recuperaron, junto amateriales de la Edad del Bronce, cerámicas, vi-drios y elementos de adorno personal -anillos,agujas, etc.- que fueron considerados como deépoca visigoda (ESCÓ Y CALVO, 1984).

En la excavación llevada a cabo en la Cuevadel Asno, junto a numerosos restos de cronologíapre y protohistórica, se recuperó un lote de obje-tos metálicos de época visigoda, entre los quedestaca un fragmento de la base de un jarrito li-túrgico de bronce (EIROA, 1979; 1987). El restode materiales son de hierro y parecen correspon-derse con herramientas. Entre ellos destacan 4 ó5 fragmentos de un útil que fueron publicadoscomo partes de hachas, aunque en realidad secorresponden con trozos de lo que en otro yaci-

373LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 373

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

miento ha sido interpretado como un instrumentodestinado al trabajo de las pieles (SOLANÉS YALÓS, 2003).

La Cova de Les Bruixes es una pequeña simaen cuyo fondo se localizaron, en superficie y entrelas piedras del suelo, una serie de materiales deépoca visigoda: una punta de lanza, otra de fle-cha, numerosos fragmentos cerámicos y unaplaca liriforme de bronce, del Nivel V de Ripoll(MASSÓ Y CAPDEVILLA, 1999).

Los niveles superficiales de la Grotte de Mon-tou han proporcionado un interesante conjunto demateriales de época visigoda, que se interpretancomo restos de un hábitat de carácter indetermi-nado que se fecharía en las primeras décadas delsiglo VIII d. de C., gracias al hallazgo de sendasmonedas a nombre de Witiza y Akhila II. Hay cerá-micas, molinos, herramientas de hierro y elementosde adorno personal, entre los que destacan cincoguarniciones de cinturón. De ellas tres son debronce y de tipo liriforme; otra, del mismo tipo aun-que de hierro y con decoración damasquinada,muy similar a la de Los Goros; y la quinta, en formade U con los bordes dentados, también de hierroy con apliques de cobre (KOTARBA et alii, 2007:312-313). Es posible que esta última sea la queaparece citada en otra publicación como locali-zada en una zona muy interior del complejo cárs-tico que forma la cueva (V.V.A.A., 1995: 11)

Finalmente, en el interior de una cueva de laMontaña leonesa se encontró un lote de objetosde época visigoda formado por un broche de cin-turón “de forma arriñonada”, un jarrito de bronce,un caldero -¿una sítula?- del mismo metal y conasa de hierro y dos “aldabas” también de bronce(GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 1985: 246)

Para otro grupo de cavidades con materialeso contextos de los siglos V-VIII d. de C. sí se hasostenido un posible carácter sepulcral. En loscasos de La Mora (Somaén, Soria), Can Sant Vi-cenç (Sant Juliá de Ramis, Girona), el Aven de laBoucle (Corconne, Gard) o la Cueva del Tejón (Or-tigosa de Cameros, La Rioja), parece que existíauna asociación más o menos clara entre los ma-teriales de época visigoda y restos humanos. Enlos de las minas romanas de lapis specularis de“Los Morceguillos” (Alconchel de la Estrella,Cuenca) y “La Condenada” (Osa de la Vega,Cuenca), la antigua ciudad celtibérico-romana deContrebia Leucade (Aguilar de Río Alhama, La

Rioja) y las cuevas de Los Goros (Hueto Arriba,Álava) y Foradada (Sarsa de Surta, Huesca) todoindica que esa asociación, como veremos, estáfuera de toda duda.

En las escombreras de una intervención ar-queológica antigua, realizada en una sala interiorde la Cueva de La Mora -o de La Reina Mora-, selocalizó un magnífico pendiente de época visi-goda, formado por la unión de dos aros de oro dedistintos tamaños; uno de ellos con una cuenta depasta vítrea. La pieza apareció en esa terrera juntocon restos humanos y un hebijón de bronce per-teneciente a un broche de cinturón, por lo que BA-RANDIARÁN (1975: 27) supone un uso sepulcralde la cueva en ese momento.

En la Cova de Can Sant Vicenç, en el nivel su-perficial, se recuperó una placa de tipo liriformedel Nivel V de Ripoll, formando parte, supuesta-mente, del ajuar de una sepultura. Junto a ella selocalizaron partes de brazaletes de bronce, frag-mentos de hierro y restos cerámicos (PALOL,1950: 79-80). Todos los materiales, excepto laplaca, se han perdido.

En el vestíbulo del Aven de la Boucle, al que seaccede tras descender una sima de 6 m. de pro-fundidad, se localizó una placa de broche de cin-turón de tipo aquitano asociada a fragmentos decerámicas a torno y a huesos humanos, pertene-cientes a un individuo. La pieza era de hierro, conrestos de decoración damasquinada y 7 umbosde bronce repartidos por 3 de sus lados (ROUDIL,1982: 444; PROVOST et alii, 1999: 349)

De la Cueva del Tejón procede un broche decinturón de bronce, de placa rígida, con decora-ción calada y con la leyenda XRSSIT / TECUMX.Apareció asociado a restos humanos, cerámicastardoantiguas y algún objeto de hierro (GARÍN,1913). En la cueva, además, se han recogido ma-teriales prehistóricos (RODANÉS, 1997: 86-88).Aunque la placa ha sido sistemáticamente atri-buida al siglo V d. de C. por su pretendido ca-rácter paleocristiano, una revisión realizada porG. RIPOLL (1998: 98), que publica un paraleloprocedente de la Bética, la sitúa entre mediadosdel siglo VI y comienzos del VII d. de .C. Existeotra pieza muy similar, aunque con la placa arti-culada a una hebilla y sin la X final en el texto ca-lado, procedente de Amoeiro (Ourense) (ABOALY COBAS, 1999) y que ratificaría esa nueva cro-nología.

374 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 374

En el interior de la mina “Los Morceguillos” serecogieron, de forma incontrolada, monedas visi-godas, un broche de cinturón con decoración ca-lada fechado en el siglo VII d. de C. y restos dehuesos de animales. Todos estos materiales pareceque estaban asociados a un conjunto de inhuma-ciones localizadas en el interior de la cavidad30.

La cercana mina “La Condenada” es otra anti-gua explotación romana de lapis specularis, demás de 1 km. de desarrollo y en cuyo interior re-cientemente se han llevado a cabo una serie detrabajos arqueológicos. Fruto de esos trabajos fuela recuperación de un tesorillo de monedas hispa-novisigodas, compuesto por 15 tremises de oro.Se trata de acuñaciones de Leovigildo31, Ervigio,Witiza y Egica-Witiza, lo que nos indica su datacióntardía, ya de un momento indeterminado del sigloVIII d. de C. Las monedas se encontraban, en ori-gen, en el interior de una caja de madera oculta enuna galería del piso inferior de la explotación, cuyaboca había sido cegada con un muro de arcilla(BERNÁRDEZ Y GUISADO, 2003). Además de lasmonedas, en varias zonas de la mina se localiza-ron restos de inhumaciones de época visigoda. Al-gunas eran tumbas excavadas en el suelo ypresentaban signos de reutilización. Otras simple-mente un conjunto revuelto de restos humanos, deanimales y materiales -placa de cinturón liriforme,hebijón de base escutiforme, una concha, cuchi-llos, monedas tardorromanas, etc.-, en los que eraimposible establecer ninguna precisión estratigrá-fica. Finalmente, en una pequeña sala del segundopiso se excavaron los restos de tres o cuatro indi-viduos, mezclados y asociados a algunos elemen-tos de adorno -cuentas de ámbar- y una hoz32.

Los trabajos arqueológicos llevados a cabo enla antigua ciudad de épocas protohistórica y ro-mana de Contrebia Leucade (HERNÁNDEZ VERAet alii, 2007) han permitido identificar una conti-nuidad en el hábitat en el asentamiento hasta bienentrada la Alta Edad Media. Además de nivelesde habitación de época visigoda (HERNÁNDEZVERA et alii, 1996), se han documentado variosenterramientos individuales repartidos por el es-pacio intramuros, así como algunos paquetes de

restos humanos en posición secundaria. Sin em-bargo, el conjunto sepulcral más importante se lo-calizó en una cueva artificial que se correspondecon la parte excavada en la roca de una casa cel-tibérica. Esa estancia fue reutilizada en época vi-sigoda para acoger un enterramiento múltiple(HERNÁNDEZ VERA et alii, 2007) formado por unalto número de individuos, por lo que fue tapiadadejando únicamente un pequeño vano de accesoa una cota superior. Únicamente los dos cadáve-res más antiguos parecen haber sido colocadoscon cierto cuidado, mientras que el resto, y espe-cialmente los superiores, simplemente fueron arro-jados al interior desde la puerta. El broche decinturón de placa rígida que portaba el primer in-humado en la cavidad, así como una moneda deWitiza recuperada en la entrada, sirven para fe-char el conjunto en los siglos VII-VIII d. de C. (Ibi-dem). Podría tratarse, tal y como ha sidointerpretado por sus excavadores, de un panteónutilizado por un grupo familiar, del mismo tipo delos conocidos en Valencia en esos siglos (RIBERA,2005: 234-237; ALAPONT Y RIBERA, 2009: 65-66y 83-85). Sin embargo, la disposición que puedeobservarse en las fotografías de la publicación dealgunos de los cadáveres parece sugerir una uti-lización masiva y desordenada de la cavidad confines sepulcrales, quizá en un momento posterioral de su primer uso como lugar de enterramiento.

En una de las galerías inferiores de la Cuevade Los Goros, a la que se accede tras descenderdos simas de 8 y 19,7 m., respectivamente (G. E.“MANUEL IRADIER”, 1957), se recuperaron res-tos humanos pertenecientes a dos hombres, unamujer y un joven de entre 15 y 18 años. Asociadosa ellos, se localizaron varios objetos: un broche decinturón completo de hierro con decoración da-masquinada, un hacha de combate, un supuestocuchillo -en realidad, un gancho fragmentado- yun objeto formado por una plancha de formacurva que se interpretó como una podadera, tam-bién de hierro (PALOL, 1957b), aunque se trata enrealidad de un útil para el que se ha propuesto unuso relacionado con el trabajo de las pieles; idén-tico al que hemos identificado en El Asno (vid

375LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

30 Comunicación personal de Juan Carlos Guisado di Monti, Director de las actuaciones arqueológicas en la Mina “La Condenada”, a quien que-remos agradecer desde aquí su inestimable ayuda.31 La presencia de esa moneda tan antigua en un conjunto con acuñaciones que se fechan, en todos los casos, entre 680 y 710 d. de C. se debea su alto contenido en oro. Se trata de una conservación selectiva en un momento de crisis económica en el que la ley de las monedas es muybaja e incluso éstas cuentan con un alto porcentaje de aleación de plata (BERNÁRDEZ Y GUISADO, 2003: 1136-1137). 32 Vid. nota 28.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 375

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

supra). El broche es de tipo liriforme, su decora-ción damasquinada presenta motivos animales yse fecha entre finales del s. VII y el VIII d. de C.,mientras que el hacha ha sido relacionado recien-temente con un tipo característico de las necró-polis alavesas de Aldaieta y San Pelayo y sinparalelos conocidos en el continente33 (AZKA-RATE, 2004: 399-400).

La boca de la cavidad conocida como CuevaForadada se abre, casi colgada en mitad de ungran escarpe, sobre el cauce del río Vero. Da ac-ceso a una galería larga y estrecha por la que elpaso, en algunos tramos, ha de realizarse rep-tando. Presenta, en un pequeño ensanchamiento,restos de bloques de un muro que la cegaba com-pletamente y desemboca en una pequeña sala.En ese lugar se localizó el yacimiento, formado pornumerosos restos humanos, animales y materia-les diversos asociados a los primeros y que fueobjeto de una excavación arqueológica (BARAN-DIARÁN, 1973). Los restos humanos pertenecíana un elevado número de individuos -entre 18 y 36-de los cuales sólo uno superaba los 30 años deedad en el momento de su muerte: había un feto,2 ó 3 recién nacidos, 15 niños menores de 10 añosy un número indeterminado de juveniles y sub-adultos-adultos34. En cuanto a sexos, los dos es-taban representados aunque el porcentaje demujeres era algo superior, 49% frente a 39%. Nose publicaron datos acerca de posibles eviden-cias de enfermedades o muertes traumáticas.Entre los materiales arqueológicos, por su parte,destacaba, en primer lugar, un tremisis de Witizade la ceca de Gerunda, acuñado entre los años702 y 708-710. Junto a él, otra pieza significativaera un broche de cinturón con una placa de tipo li-riforme perteneciente al Nivel V de Ripoll y dentrode éste al Tipo E, y que se fecha entre finales delsiglo VII y el VIII d. de C. Junto a estas piezas, treschatones de anillos signatarios, cuatro anillos debronce, una fusayola de hueso, varias cuentas decollar de pasta vítrea, fragmentos de utensilios dehierro, entre ellos un cencerro y una podadera, ynumerosos fragmentos de recipientes de vidrio y

de cerámicas. Además, junto con los restos hu-manos y los materiales, y revueltos con ellos, serecuperaron numerosos huesos de animales. Aun-que muchos de ellos hayan podido llegar hastaesa sala por otros motivos que no tengan relacióncon el depósito, llama la atención la presencia deaves domésticas, como la gallina. Las interpreta-ciones del yacimiento han sido variadas y, ennuestra opinión, muy inconsistentes. Después debarajar una epidemia como causa del depósito,BARANDIARÁN (Ibidem: 46) prácticamente ladescarta y plantea la posibilidad de relacionar lamuerte del grupo con las incursiones musulma-nas. En ese contexto, éste estaría formado por re-fugiados y aquélla se podría haber producido porasfixia o por emparedamiento. Recientemente,PAZ (2004: 21) recoge esta hipótesis y la perfec-ciona, situando el suceso en el marco de la expe-dición de Abderramán I contra Cerretania en 781d. de C. e interpretando la cueva como parte deun primitivo castillo semirrupestre.

Llama la atención el hecho de que algunos deestos yacimientos se sitúen en las cercanías decentros urbanos muy activos en época visigoda,sedes episcopales en algunos casos, como Ta-rragona o Segobriga (ORLANDIS, 2003: 283). Ésteparece un buen argumento para descartar quepueda explicarse este uso de las cuevas comoalgo marginal, propio de zonas periféricas, o rela-cionado con gentes y territorios aún por cristiani-zar. Y si se vincula con la huida a las montañas degrupos cristianos motivada por la invasión musul-mana, habría que demostrar que ese movimientotambién se produjo en las zonas centrales de laPenínsula, que fue duradero y que tuvo lugar enparalelo a la continuidad en el hábitat de la mayorparte de los núcleos de población, que no pareceque dejasen de estar ocupados al menos hasta lasegunda mitad del s. VIII d. de C. (VIGIL-ESCA-LERA, 2007: 258-271). Y evidentemente, no pa-rece que pueda relacionarse en ningún caso conla fuga de los nobles de la derrotada facción ro-driguista, de quienes las fuentes afirman que hu-yeron a Francia o al norte peninsular35.

376 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

33 Existe un ejemplar de hacha muy parecido al de Los Goros y que podría incluirse dentro de esa misma tipología, procedente de Salas de LosInfantes. Una fotografía del arma podía verse en la antigua página web del Colectivo Arqueológico y Paleontológico de esa localidad, en cuyomuseo se encontraba expuesta hace unos años.34 Las cifras que se proporcionan para estas dos categorías parece que se solapan y su suma excede con mucho el total cuantificado entre 28 y30 individuos.35 Una recopilación de esas fuentes en BESGA (2000: 177-186).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 376

4. A LA BÚSQUEDA DE NUEVOS CRITERIOS DEIDENTIFICACIÓN DE CONTEXTOS SEPULCRA-LES EN CUEVA

4.1. Las Penas, La Garma y el Portillo del Arenal:características comunes

La principal de las características comunesque observamos es la de su carácter sepulcral.Esto, que es evidente en Las Penas y La Garma,no está aún acreditado en el Portillo del Arenal,por lo que, en ese caso concreto, nos limitaremosa plantearlo como hipótesis. En los dos primeroscasos la asociación entre restos humanos y ma-teriales es indudable. Además, ha sido confir-mada por las dataciones absolutas obtenidas dehuesos y otros elementos y las fechas relativasque proporciona el análisis tipocronológico de al-gunas piezas significativas. En el tercero consi-deramos que existen argumentos indirectos quepermiten sostener esa interpretación, como laexistencia de objetos relacionados con el atuendoy la vestimenta cuya presencia en la cavidad nopodemos explicar de otra manera. Las propiascaracterísticas topográficas de la cueva, con unaentrada en forma de sima y un suelo cubierto degrandes bloques calizos hacen imposible su usocomo lugar de habitación. Por el contrario y como

hemos comprobado en los otros dos ejemplos,los cadáveres depositados en el interior de cavi-dades en este momento cronológico y en estemarco geográfico van acompañados de elemen-tos de adorno personal; y, en uno de ellos, de ob-jetos de uso cotidiano. La solución más sencillapasaría por relacionar la presencia de las dosguarniciones de cinturón hipanovisigodas en elPortillo del Arenal con la presencia de al menosdos inhumaciones vestidas. Que todos los hue-sos humanos datados hasta ahora sean de cro-nología prehistórica puede deberse a una meracuestión de azar y al hecho constatado de que lamisma zona de la cueva ha tenido un uso funera-rio a lo largo de diferentes épocas, especialmentede la Prehistoria Reciente. Aunque se trata de unaduda que sólo podrá solventarse mediante la re-alización de dataciones absolutas a los individuosque faltan por fechar, creemos que las razonesque acabamos de exponer nos permiten plantear,a modo de hipótesis, un uso sepulcral de la cuevaen época visigoda.

Otra similitud evidente entre los tres yacimien-tos es que los contextos arqueológicos se locali-zan en zonas difícil acceso desde el exterior. Estacaracterística, que alcanza su máxima expresión

377LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Fig. 12. Localización de las cavidades peninsulares no cántabras yde Septimania mencionadas en el texto.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 377

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

queológicos fueron depositados, en origen, endos zonas muy cercanas al pie de la sima, espe-cialmente en una sala de suelo descendente y cu-bierta de bloques localizada al noroeste, la “salasepulcral”. Los materiales de época visigoda mássignificativos, las placas y el terminal de cinturón,se recuperaron hacia el fondo de esta sala por loque, de formar parte de la vestimenta de algunoscadáveres, éstos debieron ser depositados en esamisma zona. Los tres punzones de tejedora dehueso se localizaron algo segregados del resto delos materiales, en la boca de la pequeña salita ele-vada situada al Sur de la “Galería de los Derru-bios”. Tal vez el hecho de que los presuntosenterradores tardoantiguos se encontrasen con unsuelo repleto de restos humanos no lejos de la ver-tical de la sima de acceso a la cavidad pudo lle-varles a dejar allí los cuerpos, en lugar deprogresar más hacia el interior de la cueva. Entodo caso, si el objetivo hubiese sido alejar los ca-dáveres del exterior, en esta ocasión también sehabría cumplido con creces.

Llama poderosamente la atención el hecho deque, en los dos casos en que se han podido iden-tificar restos humanos de época visigoda, las eda-des representadas en la muestra sean todas muybajas. Los inhumados en Las Penas no sobrepa-san, en ningún caso, los 35 años de edad. Hayun feto; 4 individuos infantiles, de entre año ymedio y 8 años; 5 subadultos menores de 20; y 3adultos jóvenes, dos menores de 25 y otro de al-rededor de 30 (CARNICERO, 2006: 298-299). Encuanto a sexos, en aquellos casos en los que hapodido estimarse, la proporción de mujeres y va-rones está equilibrada. Finalmente, conviene vol-ver a insistir en que se trata de un grupo que nopresenta traumas ni evidencias de enfermedadesdegenerativas. En La Garma, por su parte, se re-pite la juventud de los individuos, con cuatro sub-adultos menores de 20 años y uno infantil, deunos 12 (ARIAS CABAL Y ONTAÑÓN, 2008: 50-51). En cuanto al sexo, sólo se ha podido deter-minar en dos ocasiones, resultando ser varones.Por otra parte y al igual que en el ejemplo anterior,no se han documentado huellas de lesiones trau-máticas graves ni de enfermedades. El caso delPortillo del Arenal es mucho más complicado por-que, como hemos visto, no sabemos cuáles delos restos humanos están asociados a los mate-riales hispanovisigodos y, por tanto, se sitúan cro-nológicamente dentro del período que estamos

378 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

en La Garma, no sólo hace que la explicacióncomo lugares de hábitat deba descartarse com-pletamente, sino que, además, puede estar pro-porcionando alguna información acerca de losporqués de la elección de esos lugares concre-tos. Como vimos, la cueva de Las Penas tiene unaentrada principal muy baja y estrecha -aunque pa-rece que era bastante más ancha en origen- y unaprimera galería de acceso en rampa muy des-cendente y por la que hay que pasar arrastrán-dose. Además, presenta un importante desnivel, amodo de escalón de unos 2 m. de altura, que sedebe superar antes de llegar a la zona de la ga-lería principal en la que se localiza el yacimiento.Aquélla se sitúa al final de dicha galería, ocupandoprácticamente toda su superficie, tanto la centralcomo los recovecos y divertículos laterales. La dis-tancia desde la boca hasta el lugar más cercanoa ella en el que se depositaron algunos de loscuerpos -el extremo Sureste de la zona sepulcral-es de unos 40 m.

El caso de La Garma es mucho más ilustra-dor de esa búsqueda de zonas inaccesibles enlas que depositar los cadáveres. Para llegar a laGalería Inferior, que es en la que se sitúan las doszonas de inhumación, hay que atravesar LaGarma A, descender una sima de 7 m. hasta lle-gar a la Galería Intermedia, recorrerla y descen-der otra de 13 m. de profundidad. Allí, al pie deese pozo se localiza el conjunto más reciente delos dos, formado por los individuos nº 3, 4 y 5.Unos 30 m. más adelante, progresando en di-rección norte, se llega a la sala en la que se ha-llan los restos de los individuos nº 1 y 2,posiblemente algo más antiguos que los anterio-res. La distancia con el exterior es enorme, tantolineal como en términos de desnivel, lo que per-mite hacernos una idea de la importancia quetuvo que tener para quienes depositaron allí loscuerpos alejar éstos del mundo de los vivos elmáximo posible.

En el caso del Portillo del Arenal nos encon-tramos de nuevo con alguna diferencia porque, sibien es cierto que se trata de una cueva de ac-ceso complicado y poco practicable, hay quedestacar el hecho de que los restos humanos nose encuentran en una zona muy alejada de laboca. Ésta es de muy reducidas dimensiones y daacceso, casi inmediatamente, a una sima de hun-dimiento de unos 3 m. de profundidad. Tanto losrestos humanos como los demás materiales ar-

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 378

estudiando. De hecho, ni siquiera sabemos contotal seguridad que existan esos restos aunquemanejamos la hipótesis de que es así. Por tanto,y hasta que no tengamos alguna seguridad, nopodremos utilizar los datos antropológicos de esteyacimiento, aunque, a la vista de las edades delas muestras de las otras dos cavidades, resultetentador relacionar los materiales tardoantiguoscon los tres individuos subadultos presentes enla cueva.

En los tres casos estudiados se documenta lapresencia de elementos relacionados con la ves-timenta y el adorno personal, significativamentede guarniciones de cinturón de estilo hispanovi-sigodo. Estas guarniciones, formadas por placasde tipo liriforme, hebillas articuladas a la placamediante un pasador y sus correspondientes he-bijones, aparecen asociadas a los muertos. En re-alidad, esa asociación sólo es evidente en el casode La Garma, donde el broche de hierro con de-coración damasquinada acompañaba, con todaseguridad, a uno de los dos individuos numera-dos como 4 y 5. Los restos de posibles apliqueso remaches de cinturón que aparecieron muycerca de él también pueden incluirse dentro deesta categoría. En el caso de Las Penas la rela-ción no es tan clara en principio, ya que los ma-teriales se encuentran revueltos y desplazados desus posiciones de origen por efecto de las co-rrientes de agua (VALLE Y SERNA, 2004: 51-54).Aun así, la presencia de ese tipo de objetos, conesa cronología tan determinada y coincidente conla de los restos humanos, sólo puede explicarsecomo parte de la vestimenta de los inhumados.Además, la única función de los broches de cin-turón es la de abrochar -y decorar- ese tipo deprendas, por lo que puede excluirse cualquierotro uso que pudiera explicar su presencia en uncontexto como el que tenemos en esa cueva. Allí,las guarniciones completas o semicompletas soncinco, cuatro de bronce y una de hierro con de-coración damasquinada. También se recuperóuna hebilla suelta, lo que indica la presencia de almenos otra placa no recuperada. Los pendientes,los anillos y la cuenta de collar vendrían a com-pletar el conjunto de elementos de adorno perso-nal. Es evidente la diferencia cuantitativa con elejemplo anterior y que convierte en excepcionaleste caso concreto: la ratio broche-cuerpo, seisfrente a trece, es de casi uno por cada dos. Por suparte, los materiales de este tipo localizados en

El Portillo del Arenal son las dos placas liriformesy la lengüeta o terminal. O lo que es lo mismo: almenos dos guarniciones distintas, dado que laplaca de bronce y la contera muy probablementeformaran parte de un mismo cinturón. La hebillacircular de hierro puede haber funcionado tantocomo un elemento asociado a un cincho como acualquier otro tipo de correaje.

La presencia de materiales de ese tipo y conese uso concreto es una muestra inequívoca deque nos encontramos ante inhumaciones vesti-das. Aunque se trata de algo muy extendido du-rante la Tardoantigüedad, hay que señalar que lacostumbre de enterrar vestidos a los difuntos seva perdiendo paulatinamente, en medio de lo queparece un proceso gradual de cambio cultural yde estandarización dirigida de los ritos funerarios,de manos de las autoridades eclesiásticas (EF-FROS, 1997). Los objetos de adorno personal quedurante esos siglos acompañaban a los muertos,interpretados, más que como indicadores étnicos,como marcadores de estatus, de género o decualquier otro tipo (CURTA, 2007), van desapare-ciendo; al igual que ocurre, en los contextos en losque funcionaban como ajuares, con las armas ycon los utensilios de todo tipo, aunque estos noparecen haber sido demasiado habituales. Ycomo sucede también con las ofrendas y viáticos.Ese cambio, que también afectará a los lugaresde enterramiento, culminará a lo largo del siglo VIIId. de C. y su muestra más evidente serán las tum-bas vacías, únicamente ocupadas por el cadáverenvuelto en un sudario. Los materiales de prestigioo identificación serán sustituidos por la propia ubi-cación topográfica de la sepultura dentro de loscementerios y por su mayor o menor cercanía alas “zonas nobles” de los mismos, generalmenterelacionadas con los ábsides de las iglesias queahora les presiden y ordenan. Y con las reliquiasde santos conservadas en ellos (EFFROS, 1997:5). En las fechas que manejamos para la utiliza-ción sepulcral de estas cavidades, el siglo VIII d.de C., este proceso estaba en una fase muy avan-zada pero no concluida.

De hecho, aunque tradicionalmente se consi-dera que tanto los broches de cinturón liriformescomo la práctica de la inhumación vestida desapa-recen casi repentinamente tras la invasión musul-mana, eso no es exacto. Ambos perduran a lo largode la octava centuria hasta su completa desapa-rición, probablemente hacia el final de ésta o co-

379LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 379

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

mienzos de la siguiente36. En el período que nosocupa se sigue practicando ese tipo de costum-bre funeraria, aunque ya de forma minoritaria. Loscontextos sepulcrales que se fechan, por tipolo-gías de broches, entre finales del s. VII y comien-zos del VIII d. de C., muestran una ratio deguarniciones de cinturón por cuerpo muy escasa.Ejemplos como el de la necrópolis de El Ruedo(Almedinilla, Córdoba) (CARMONA, 1998; MUÑIZ,2000) son clarificadores: de un total de 326 tum-bas únicamente se recuperaron elementos rela-cionados con cinturones en 9. De éstos, sólo 2broches, con placas liriformes, se fechan en el pe-ríodo que estamos estudiando, remitiendo todoslos demás a momentos anteriores (MUÑIZ YBRAVO, 2000).

Los broches con decoración damasquinadade Las Penas y La Garma merecen un comentarioaparte, ya que presentan unos motivos de claro ori-gen cristiano: las cruces de las dos placas y, muyprobablemente, la escena con animal de la pri-mera. Esto debería ser motivo suficiente para des-terrar cualquier tentación de recurrir al paganismode sus portadores, aunque, en nuestra opinión, lascreencias religiosas de los grupos inhumados enesas cuevas no son tan relevantes como podríapensarse en un primer momento. La presencia deiconografía cristiana en las guarniciones de cintu-rón es relativamente frecuente a finales del siglo VIIy durante el VIII d. de C., en los broches que for-man el Nivel V de Ripoll. Además, para esas fe-chas, el Cristianismo, con todas las peculiaridadesque se quiera, es la única religión presente en estazona de la Península. Por tanto, ese tipo de mate-riales no son extraños ni resulta complicada su in-terpretación. Sí lo es el contexto en el queaparecen, porque enterrar a sus muertos en unacueva no es lo que se esperaría de una poblacióncristiana típica. Más adelante trataremos de ofre-cer una explicación a esta aparente contradicción.

Junto a esos materiales relacionados con elatuendo personal, otra característica importantees la presencia de otros elementos, del tipo de losque suelen ser clasificados como ajuares y ofren-das funerarias. Hay que puntualizar que los bro-ches y otros objetos de adorno también seincluyen en la primera de esas dos categorías,aunque nosotros los hayamos separado para ha-

blar de la inhumación vestida. Las armas, herra-mientas y útiles de uso cotidiano están represen-tados en Las Penas y, en menor medida, en elPortillo del Arenal. En el primer caso se trata de unconjunto de materiales de todo tipo que destacapor sus elevadas cantidad y significatividad:hacha, posible regatón de lanza, briquet, husos,cuchillos, acetre, cerámicas, calderos, barriles,etc. A los que habría que sumar la presencia delos granos de cereal y de las dos gallinas. En elPortillo del Arenal, la lista es más reducida, aun-que también hay cuchillos, un briquet, husos ypunzones de tejedora, una paleta o atizador, ce-rámicas y calderos. En La Garma, por el contra-rio, el único objeto que podría incluirse en estascategorías es la posible pequeña hoja de cuchilloasociada al individuo nº 1. La presencia de reci-pientes cerámicos en el interior de las sepulturases muy habitual en el mundo funerario hispanovi-sigodo (MORÍN Y BARROSO, 2005: 209), no asíla de armas (AZKARATE, 1993: 169) o herramien-tas. Los primeros suelen ser de tipo jarra, aunquetambién se conocen algunos casos de pequeñasollas. En cuanto a las armas y a los útiles, su apa-rición en tumbas peninsulares de este período escasi anecdótica. Además, la cantidad de ejem-plos, ya de por sí baja, va disminuyendo paulati-namente, de la mano de la inhumación vestida,hasta desaparecer. Para los momentos finales dels. VII y el VIII d. de C. este tipo de materiales ya noaparecen en contextos funerarios. Sin embargo,en época tardorromana las dos categorías -máslos objetos de adorno- están muy bien represen-tadas, especialmente en ambientes rurales (ABÁ-SOLO et alii, 1984: 167-173; ABÁSOLO et alii,1997: 129 Y 136-142). En las grandes necrópolisasociadas a las villae de finales del siglo IV y delV d. de C. son relativamente abundantes los ente-rramientos vestidos y acompañados de armas -para uso bélico o venatorio- y herramientas, asícomo las ofrendas de comida y bebida. Para al-gunas de esas herramientas, localizadas en tum-bas femeninas, se ha propuesto un muy probableuso como parte del trabajo textil. Es por eso que,ante la abundancia de objetos de uso personal yde ofrendas asociados a los restos humanos deLas Penas, se interpretase en un primer momentoque nos encontrábamos ante un ritual funerario de

380 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

36 El mejor análisis de esta situación que hemos encontrado es el referido al papel de los “fósiles directores” en el yacimiento arqueológico tar-doantiguo y altomedieval de El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) (GUTIÉRREZ LLORET et alii, 2003: 162 Y 163).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 380

tradición romana (SERNA et alii, 2005). La identifi-cación de útiles relacionados con el trabajo textilvino a reforzar esa idea. Sin embargo y aunqueconsideramos que la herencia romana en Canta-bria era mucho mayor en ese momento históricode lo que tradicionalmente se ha supuesto, en-contrar la conexión entre ambos mundos, sal-vando un vacío arqueológico de tres siglos, esmás que complicado. Al igual que ocurre, de ma-nera paralela, con el mundo merovingio y la pre-sencia de armas; otra posible influencia tambiénargumentada (Ibidem). En este caso, al igual queen el anterior, la relación es más que posible, dadala proximidad geográfica. E incluso contamos convarios ejemplos materiales de ella, como un pe-queño broche de cinturón de placa rígida de la ne-crópolis de El Castillete (PÉREZ RODRÍGUEZ YDE COS, 1985) y otro de Herrera de Pisuerga(MARTÍNEZ SANTA OLALLA, 1933: 18-19, lám.30), aunque creemos que en el caso que nosocupa no existe esa relación. De hecho, estamosconvencidos de que la presencia de este tipo deobjetos, asociados a restos humanos y en con-textos subterráneos, no tiene tanto que ver con al-guna influencia cultural concreta como condeterminados hechos puntuales.

Sin duda, la principal característica común deestos tres yacimientos y la que ha permitido esta-blecer una relación entre ellos ha sido la cronolo-gía: todos son de la misma época. O, si seprefiere, las tres cavidades han sido utilizadas du-rante un mismo momento histórico. Paralelamente,sus materiales nos remiten, a partir de su análisistipológico, a un mismo mundo cultural. En todoslos casos, como vimos, existen dataciones abso-lutas que nos sitúan en los siglos VII y VIII d. deC., coincidentes con las cronologías relativas quenos proporcionan algunos materiales. El mejorejemplo, ya citado, es de los broches de cinturóncon placa de tipo liriforme, pertenecientes al NivelV de la cronotipología de RIPOLL (1998: 132 y ss.)y que se fechan entre la segunda mitad del sigloVII y el VIII d. de C. Por tanto, está perfectamenteacreditado el uso sepulcral de estas cavidades enuno o varios momentos de los siglos VII y VIII d.de C., con las necesarias reservas en el caso delPortillo del Arenal. En La Garma podría haber dosmomentos de utilización mientras que en LasPenas parece que sólo hay uno.

Desde el punto de vista de la cultura material,los tres yacimientos se inscriben plenamente y sin

ningún género de dudas en el mundo hispanovi-sigodo. Todos los objetos de adorno personal re-cuperados en las tres cuevas entran dentro de lastipologías manejadas para esas fechas en esemarco político y cultural. No hay piezas que res-pondan a otro tipo de tradiciones, como podría serla merovingia. Además y en lo que toca a las cos-tumbres funerarias, ya se ha comentado que des-cartamos la primera interpretación que lasrelacionaba con aquélla. Únicamente hemos po-dido establecer similitudes muy marcadas entrelas fusayolas recuperadas en Las Penas y mode-los muy corrientes en el mundo británico de la An-tigüedad Tardía y la Alta Edad Media (GUTIÉRREZCUENCA Y HIERRO, 2010). La búsqueda de pa-ralelos en la Península apenas ha ofrecido resul-tados -un único ejemplar en Conimbriga- aunque,antes de plantear la existencia de algún tipo de re-lación entre estas piezas y las de origen atlántico,preferimos mostrarnos cautos: quizá se deba úni-camente a que ese tipo de objetos, fabricados enhueso, han pasado desapercibidos hasta ahoraen las excavaciones peninsulares.

Resumiendo lo visto hasta este punto, pareceque nos encontramos ante yacimientos sepulcra-les que comparten una serie de características: sulocalización en cuevas o en zonas de éstas de di-fícil acceso y/o alejadas del exterior; la presenciaen ellos de inhumaciones vestidas y en ocasionesacompañadas de objetos de diverso tipo, comoarmas o herramientas; en los casos en los que laedad ha podido ser determinada, la “juventud” delos muertos depositados en su interior; y una cro-nología claramente centrada entre mediados delsiglo VII y el VIII d. de C. Creemos que estos ras-gos están definiendo claramente un modelo de ya-cimiento, por lo que trataremos de identificarlos enalgunas de las otras cavidades de las que hemoshablado anteriormente.

4.2. ¿Comparten esas características los demásyacimientos cántabros en cueva?

En cuanto a las demás cuevas de Cantabria,en primer lugar es necesario hacer una selección.Ésta estará basada en el tipo de argumento quese ha manejado para ofrecer una cronología tar-doantigua de los diferentes yacimientos, princi-palmente paralelos tipológicos de materiales.Consideramos que el recurso al “fósil guía”, aúncon todos los problemas que conlleva, es obli-

381LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 381

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

gado en aquellos casos en los que se trate de ma-teriales para los que existan series tipocronológi-cas fiables. Sería el caso de las guarniciones decinturón hispanovisigodas, sobre todo; pero tam-bién de algunos otros elementos relacionados conel atuendo, de algunas armas o de determinadostipos cerámicos. Lamentablemente, en el caso deCantabria carecemos de estudios acerca de estosúltimos, por lo que, aún pudiendo apoyarnos enparalelos de otras zonas de la Península mejor es-tudiadas, optaremos por prescindir de aquellosyacimientos en los que únicamente tengamos res-tos de este tipo. Por el contrario, sí que conside-raremos aquellos que tengan fechas absolutascentradas en época visigoda. Por tanto, descar-taremos las cuevas de El Ñobre, La Piedra, LosZorros 1 y 2, Cueva 1289, La Covarona, El Saúco,El Cantal, La Raposa y El Merino. El hallazgo de LaHermida tampoco se tratará en este apartado, yaque, aunque hemos propuesto su carácter “encueva” aún no estamos en condiciones de poderasegurarlo. Ni lo harán el hallazgo del jarrito de lamina “El Milagro” o el de la cueva indeterminadadel complejo de La Horadada. Ni la cueva de ElLinar, ya que, de momento, no podemos estable-cer una cronología segura para sus punzones detejedora, porque su uso perdura en el tiempohasta la plena Edad Media. Finalmente, Riocuevatambién se queda fuera en este momento, porqueestá siendo objeto de un estudio específico cuyosresultados se publicarán más adelante.

Vamos a tratar de establecer cuáles de lasprincipales características comunes que hemosobservado en Las Penas, La Garma y el Portillodel Arenal pueden identificarse en estas otras ca-vidades para las que está acreditado un uso, aúnpor determinar, en la Tardoantigüedad. Se trata deun primer acercamiento, obligadamente breve,que únicamente pretende sentar unas bases fir-mes sobre las que puedan apoyarse trabajos pos-teriores de mayor envergadura.

El primer punto a dilucidar es la cronología delos hallazgos, si pueden fecharse entre los siglosVII y VIII d. de C. Contamos con fechas absolutascalibradas que nos llevan a esas centurias en cua-tro casos: Cueva Larga, El Calero II, Cudón ySuano. Por otra parte, tenemos las cronologías re-lativas derivadas del análisis tipológico de una

serie de objetos. Conocemos partes de guarni-ciones de cinturón de época visigoda fechadasentre finales del VII y el VIII d. de C. en La Venta delCuco, La Pila, Cudón, el abrigo de La Castañera yLos Hornucos. Además, tanto la navaja de CuevaPequeña (ILLARREGUI, 2006) como el hacha deLos Cirrios (HIERRO, 2002: 115-116) parecen res-ponder a modelos tardoantiguos, aunque su cro-nología exacta sea difícil de precisar. De El Juyoúnicamente conocemos la referencia a un collarde “época visigótica” (JANSSENS Y GONZÁLEZECHEGARAY, 1959: 9-10), que suponemos for-mado por las típicas cuentas de ámbar y pasta devidrio y entre las que destacarían las formas ga-llonadas37. Aceptaremos la cita, aunque seña-lando la necesidad de manejarla con la debidaprudencia. Finalmente, cabe destacar la presen-cia en la cueva de El Calero II de un gancho dehuso idéntico a los recuperados en Las Penas, fe-chados en el siglo VIII d. de C. (GUTIÉRREZ YHIERRO, 2010).

La asociación de esos materiales a restos hu-manos es otro de los aspectos importantes a tra-tar. Esa relación es citada en los casos de CuevaPequeña, Cudón, El Juyo y Cueva Larga, endonde está fuera de toda duda. El caso de Cudóntambién parece claro, a tenor de lo descrito por sudescubridor -y expoliador- a ALCALDE DEL RÍO(1934: 153); al igual que el de El Juyo. SobreCueva Pequeña carecemos de datos para juzgarel nivel de credibilidad de la cita, por lo que no latendremos en cuenta. En el caso de Los Cirrios, elhacha y algunas cerámicas que pudieran ser co-etáneas proceden del interior de la cueva, de unazona en la que se observan en superficie abun-dantes restos humanos de cronología descono-cida, por lo que tampoco será considerado. Algosimilar ocurre con el Abrigo de La Castañera,donde los restos humanos han sido atribuidos amomentos de la Prehistoria Reciente (RINCÓN,1985). El caso de Los Hornucos es particular, yaque aunque los materiales se recuperaron en lazona del vestíbulo, al interior de la cueva habíagran cantidad de restos humanos que han sidotradicionalmente considerados como pertene-cientes a la Edad del Bronce, aunque reciente-mente se ha propuesto la posibilidad de otorgarlesuna cronología tardoantigua (FERNÁNDEZ VEGA,

382 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

37 Impresión reforzada por el comentario personal de D. Joaquín González Echegaray, quien nos ratificó el carácter “visigodo” de las cuentasque formaban el collar.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 382

2006: 86). De todas formas, salvo en contextos ce-rrados o semicerrados, del tipo de Las Penas o LaGarma, la asociación entre restos humanos y de-terminados materiales ha de hacerse con cui-dado. Aun pudiendo existir argumentos indirectosde cierto peso que lleven a sospechar esa vincu-lación, como hemos sostenido en el caso del Por-tillo del Arenal, únicamente la obtención de fechasabsolutas de los huesos que sean coherentes conlas cronologías de los objetos permitiría realizarafirmaciones categóricas. Dicho esto, queremosinsistir en que la aparición de elementos relacio-nados con la vestimenta, en este caso guarnicio-nes de cinturón hispanovisigodas, en el interior decuevas y abrigos ha de ser explicada. En nuestraopinión y considerando todos los paralelos cono-cidos y tratados en este trabajo, la mejor y másconvincente explicación es aquélla que los rela-ciona con el depósito de cadáveres en las cavi-dades. Y no hay que olvidar que la no presenciaen superficie de restos humanos tampoco des-carta su existencia.

Finalmente y para terminar este apartado, ana-lizaremos la localización espacial de los hallazgos,tanto en lo que atañe a las propias cuevas comoa su situación en el interior de las cavidades. EnCudón, los materiales hispanovisigodos y los res-tos humanos asociados a ellos se localizaban enel vestíbulo (ACALDE DEL RÍO, 1934: 154) de la

boca principal. Esta ubicación puede parecer di-sonante con lo que hemos estado viendo hastaahora, pero no lo es en absoluto si se tiene encuenta que, en el momento de los depósitos, esaentrada estaba completamente cegada. Para ac-ceder al interior de la cavidad, y específicamentea esa zona concreta, había que descender unapequeña sima que comunica con el exterior y, unavez dentro, otro paso estrecho y descendente. Portanto, llegar a la zona sepulcral era, en origen,bastante difícil. En El Juyo los restos humanos selocalizaron en una pequeña sala situada muy al in-terior de la cueva (JANSSENS Y GONZÁLEZECHEGARAY, 1959: 10). La Cueva Larga, por suspropias características -casi colgada de una delas paredes del Cañón de La Horadada- es bas-tante inaccesible; además, el conjunto sepulcralse localizaba en una sala interior, a casi 30 metrosde la boca (SANTONJA et alii, 1982). En Los Ci-rrios y El Calero II, aunque las cuevas son de fácilentrada y recorrido, los materiales de cronologíatardoantigua se hallaron muy al interior. De CuevaPequeña carecemos de datos. Por su parte, LaPila, Venta del Cuco y el abrigo de La Castañerano presentan ninguna dificultad de acceso. Ade-más, en los dos primeros ejemplos, las hebillas serecuperaron en los respectivos vestíbulos, por loque no parece que en ninguno de estos tres ejem-plos se cumpla la pauta de la búsqueda de luga-

383LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Fig. 13. Guarniciones de cinturón procedentes de cuevas del territorio de la Cantabria de época romana (Hierro y Gutiérrez Cuenca).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 383

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

res inaccesibles. De cualquier forma, sólo estudiosmás detallados de cada caso concreto podránpermitir precisar esta afirmación.

Llegados a este punto podemos decir, deforma provisional, que tras la revisión de cadacaso concreto del total de los considerados, en lamayor parte de ellos se identifican algunas de lasque hemos señalado como características bási-cas de este tipo de yacimientos sepulcrales encueva. Sin embargo, únicamente en tres de ellas,Cueva Larga, Cudón y el Juyo, el número de esascoincidencias es lo suficientemente amplio comopara poder plantear su relación con el modelomencionado en el apartado anterior. No se puededescartar, dado el estado de nuestros conoci-mientos, que esta circunstancia pueda repetirseen otras de las cuevas mencionadas, aunque tododependerá de la realización de nuevos trabajosen y sobre ellas.

4.3. ¿Y las del resto de la Península y Septimania?

De todos los yacimientos peninsulares y deSeptimania de los que se ha tratado en un apar-tado anterior, hay varios en los que las coinciden-cias con los tres casos a partir de los que hemosconstruido el modelo son evidentes. Se trata de lamina “La Condenada” y las cuevas de Los Gorosy Cueva Foradada.

En el primer caso parece que nos encontra-mos ante un yacimiento sepulcral de muy com-pleja interpretación y en el que existen evidenciasde utilización de diverso tipo. Por un lado, en elpiso superior se localizarían tumbas al uso, inclusocon signos de reutilización que probarían un usoprolongado del lugar como necrópolis. De otraparte, en un piso inferior se documentó un con-junto que recuerda, con los pocos datos disponi-bles, a los tres casos cántabros que hemos vistocon anterioridad: varios cuerpos, sin aparenteorden, en una pequeña sala apartada y de másdifícil acceso, con herramientas, etc. A lo que ha-bría que sumar el ocultamiento monetario, ya enla zona más inaccesible del complejo. Tampococonviene olvidar la posibilidad, adelantada por eldirector de la intervención, de que los enterra-mientos pertenezcan a varias épocas distintas.

Los Goros, tal y como ya interpretó PALOL(1957b: 82-83), es un contexto sepulcral muy claro,aunque él lo considerara fruto de una población vi-sigoda pasajera. Nosotros, que no compartimos

esa última opinión, añadiremos que presenta casitodas las características que venimos señalando:la existencia de inhumaciones vestidas, la presen-cia de armas y herramientas, la cronología de los si-glos VII-VIII d. de C. y la ubicación en una zona demuy difícil acceso desde el exterior. Lamentable-mente lo desconocemos casi todo acerca del con-texto del hallazgo, más allá de la asociación entrelos restos humanos y los materiales, por lo que seríaconveniente llevar a cabo algún tipo de trabajocomplementario en la cavidad.

Las similitudes del yacimiento arqueológico dela Cueva Foradada con los tres que dan título aeste trabajo, especialmente con el de Las Penas,son más que evidentes. Resulta asombroso com-probar cómo el uno es casi un calco del otro, conmuy pequeñas variantes. En ambas, cavidadesde difícil acceso las dos, se comprueba la utiliza-ción, en el siglo VIII d. de C., de una zona alejadade la boca como lugar de enterramiento múltiple.En los dos casos, la galería de acceso a la zonafuneraria, estrecha y baja en ocasiones y por laque hay que reptar en algunos tramos, presentaevidencias de haber sido bloqueada intencional-mente mediante la construcción de un muro abase de bloques calizos colocados a hueso. Lasedades de los muertos depositados en las doscuevas son coincidentes, incluyendo una granproporción de individuos infantiles e incluso fetos.En ambas se constata la existencia de inhuma-ciones vestidas y con los cadáveres acompaña-dos de numerosos objetos de todo tipo: útilesvariados, recipientes, etc. Incluso se repite la apa-rición, quizá casual, de determinado tipo de faunaasociado a las inhumaciones. Como principal di-ferencia podría esgrimirse que el grupo de LasPenas fue depositado con mayor número de ob-jetos, de todo tipo, que el de Cueva Foradada,aunque conviene tener en cuenta que existen in-dicios de que este último yacimiento había sidoparcialmente saqueado (BARANDIARÁN, 1973:10, 18 Y 39). Aparte de que el oscense presentaun número de individuos más alto, en todo lodemás las características de ambos lugares sonplenamente coincidentes.

La presencia de enterramientos que puedenfecharse en los siglos VII-VIII d. de C., en zonasinteriores y/o de difícil acceso, también es seguraen los casos del Aven de la Boucle, la mina “LosMorceguillos”, y las cuevas de El Tejón, Can SantVicenç y, posiblemente, La Mora.

384 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 384

El caso de Contrebia Leucade, como ya vimos,es particular, ya que se trata de un pequeño hipo-geo artificial de época celtibérica, reutilizado comocámara funeraria en los siglos VII-VIII d. de C. y quese localiza muy cerca de una zona de hábitat. Encuanto a la Grotte de Montou, Les Bruixes, El Asno,Arrietabaso e Iturrieta, carecemos de datos paraestablecer el tipo de utilización de cada cavidad,aunque en principio no se menciona la presenciade restos humanos en ellas y en algunos casos,como en la primera, se haya propuesto una inter-pretación como lugar de hábitat.

Por su parte, los ejemplos de Iruaxpe III, LosHusos I y II e Iritegi, con un más que evidente ca-rácter habitacional y fechas absolutas calibradasque sitúan su utilización en la Tardoantigüedad,son magníficos ejemplos de que las cavidades,en este período histórico como en cualquier otro,han podido ser objeto de diferentes usos. Por eso,cualquier modelo interpretativo que se planteedebe partir de esa premisa y, sobre todo, estudiarcada caso concreto y comprobar cuáles son suscaracterísticas particulares y cómo pueden rela-cionarse con las de los demás.

5. INTERPRETACIÓN

5.1. Enterramientos atípicos y epidemias

Durante los siglos que median entre la Anti-güedad y la alta Edad Media, a finales de la Anti-güedad Tardía, el mundo de las costumbresfunerarias ofrece, a primera vista, una imagen bas-tante homogénea. Parece claro que la práctica ex-clusiva es la inhumación, que se caracteriza porser “vestida” y tiene lugar en necrópolis ubicadasalrededor de templos cristianos (CERRILLO, 1989:95-96). Pero bajo esa aparente imagen de unifor-midad y estandarización, un análisis más detenidonos da una visión completamente distinta: en elcorto período de tiempo en el que nos estamosmoviendo -igual que para los dos siglos anteriores-la variabilidad en este aspecto es enorme. Existennecrópolis en el interior de las ciudades, alrededorde iglesias y basílicas. Las hay en sus inmediacio-nes pero extramuros, junto a los martyria, alojandolos conocidos como enterramientos ad sanctos. Ytambién existen espacios cementeriales, en el ám-bito rural, sin ninguna relación con edificios deculto ni reliquias (AZKARATE, 2002: 123-124). Dehecho, este tipo de necrópolis es la más abun-dante en este período y en ella es en la que mejor

se puede observarse el proceso de cambio en elque se hallan inmersas hacia el siglo VIII d. de C.Además, la arqueología ha detectado la existenciade enterramientos extraños y fuera de todo orde-namiento funerario, ya desde el siglo VI d. de C. enadelante: se trata de inhumaciones aisladas, enfosos, silos o vertederos, tanto en ciudades comoen el campo y para las que no se ha encontrado,de momento, una explicación convincente (Ibidem:128). La heterogeneidad se extiende a todos losaspectos relacionados con la muerte y su trata-miento social. Se conocen todo tipo de contene-dores funerarios: tumbas de fosa simple, de fosacon murete, de lajas, con o sin ataúd, con o sin pa-rihuelas, etc. (CERRILLO, 1989: 98-99). En algu-nos casos hay inhumación vestida, en otros no;existen ejemplos de ajuares de todo tipo y en todaslas cantidades imaginables; a veces los muertosvan acompañados de viáticos y ofrendas (CAR-MONA, 1998: 45-46), otras no; en algunas sepul-turas se rastrea la presencia de filacterias, debanquetes fúnebres, de “fuegos rituales” (MORÍNY BARROSO, 2005: 209); otras prefiguran la queserá la tónica de la Alta Edad Media y no contienennada más que el cadáver, despojado de todo ele-mento material. En definitiva, nos encontramosante un mundo mucho más complejo de lo que pu-diera parecer y que necesita de mucha precaucióna la hora de ser sometido a cualquier intento de in-terpretación global. Esta heterogeneidad, estaaparente falta de orden en los usos funerarios es in-terpretada por algunos autores (EFFROS, 1997)como la evidencia del desinterés mostrado por lasautoridades eclesiásticas en regularlo. Y el paula-tino proceso de homogeneización que se detectaya desde el siglo VII d. de C. y que alcanzará sucenit en el VIII d. de C. sería la muestra más evi-dente de que la Iglesia decidió tomar el control deuna parcela relacionada con el mundo de las cre-encias en la que seguía aún muy viva la herenciadel mundo romano y germánico, con su carga deelementos de origen pagano (Ibidem). En este pro-ceso, al igual que ocurre en el mundo merovingio,aquélla pudo ir de la mano de las elites rurales, loque quedaría reflejado en las pequeñas iglesiaspropias que servirían para enterrar a sus fundado-res una vez muertos (EFFROS, 2003: 211 y ss.). Esen este marco de formas variadas, y en ocasionesaparentemente contradictorias, en el que se ha si-tuado recientemente alguno de los enterramientosen cuevas que hemos visto con anterioridad (AZ-KARATE, 2004: 400).

385LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 385

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

En cuanto al ritual funerario, de nuevo la teoríaparece no corresponderse al cien por cien con lodetectado en el registro arqueológico. Tras lamuerte, según las normas hispanovisigodas, se la-vaba el cadáver, se vestía según correspondiera,se le trasladaba a la iglesia y de allí al cementerio,donde se procedía a la inhumación. Tanto lasofrendas de alimentos como el encendido de fue-gos fúnebres estaban expresamente prohibidos(MORÍN Y BARROSO, 2005: 209-210). Como yahemos adelantado, es bastante habitual recuperarobjetos en el interior de las tumbas, significativa-mente y en relación con estas prohibiciones ecle-siásticas, contenedores cerámicos relacionadoscon los viáticos u ofrendas de alimentos de tradi-ción romana38. En todo caso y pese a las numero-sas excepciones, de detalle más que de fondo, laspartes principales del ritual se cumplían.

En Cantabria contamos con algunos ejemplosde necrópolis de época visigoda, datadas en lossiglos VII y VIII d. de C. Al margen de las del Casti-llete (Reinosa) (PÉREZ RODRÍGUEZ Y DE COS,1985) y de El Corral de Los Moros39, de las que úni-camente conocemos algunos de sus materialesmetálicos y, en el primer caso, una breve descrip-ción de los tipos de tumbas, hay tres ejemplos decementerios con fechas absolutas calibradas deese período: Santa María de Hito, El Conventón, enRebolledo, y Santa María de Retortillo (GUTIÉRREZCUENCA, 2002). Las características comunes deestas necrópolis han sido recientemente señaladas(GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO, 2007a), por loque no insistiremos demasiado en ello. Simple-mente nos centraremos en un par de aspectos que

consideramos muy significativos para el tema queestamos tratando, ambos relacionados con esaevolución de las costumbres funerarias a lo largodel siglo VIII d. de C. Las tres necrópolis se asien-tan en origen sobre ruinas de grandes edificios ro-manos, pudiéndose establecer una fechafundacional40 de alrededor del siglo VI d. de C.Todas ellas están en uso durante el siglo VII d. deC., momento que se caracteriza, al igual que el an-terior, por la presencia de tumbas de fosa simple ocon murete y/o el uso de ataúdes de madera; yquizá también de sarcófagos. Además, se constataen ellas la práctica de la inhumación vestida. Haciafinales de esa centuria, o en un momento indeter-minado de la siguiente, se detectan elementos queindican que se está produciendo un cambio: apa-recen las tumbas de lajas41 y se rarifican los objetosde atuendo hasta su completa desaparición. Y todoello a la sombra de la construcción de un edificioreligioso, una pequeña iglesia, que se ha conver-tido en la figura ordenadora del espacio cemente-rial. A partir de ese momento, las tumbas de lajas ylos sarcófagos, que serán los tipos de contenedo-res exclusivos, se orientarán siguiendo las líneasmarcadas por el nuevo edificio de culto; y se aban-donará progresivamente la inhumación vestida.Estas necrópolis continuarán en uso, sin aparentesolución de continuidad, hasta los siglos centralesde la Edad Media.

La conclusión que obtenemos de ese breve re-paso es obvia: el mundo funerario de los siglos VIIy VIII d. de C. en Cantabria se caracteriza por laexistencia de necrópolis similares a las del resto dela Península y en las que, en esos momentos, están

386 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

38 La presencia de viáticos se ha documentado arqueológicamente en la necrópolis tardorromana de Paredes (Siero, Asturias). El análisis de al-gunos recipientes cerámicos ha permitido identificar varios alimentos como parte de su contenido: grasas animales, salazones, legumbres y unaespecie de gachas compuestas por cereales, leche, huevo y miel, que se corresponden con el pulmentum, un alimento muy típico de época ro-mana. También se han identificado restos de perfumes, compuestos por grasas animales, hematites, plomo y carbonato cálcico, en el interior derecipientes de vidrio (REQUEJO, 2007: 108).39 Se trata de un yacimiento situado en la Península de La Lastra, en el Pantano del Ebro, y que ha sido puesto al descubierto por actuacionesclandestinas. Aunque se habla de numerosos objetos de adorno personal de tipo hispanovisigodo, sólo se conoce, a través de una fotografía,una placa de broche de cinturón de tipo liriforme. Agradecemos a Javier Marcos Martínez que nos informase acerca de la existencia de este ya-cimiento y nos permitiese el acceso a un informe técnico redactado por él y en el que se incluye una fotocopia de esa fotografía.40 Una datación por 14C de una tumba del nivel fundacional de la necrópolis de Santa María de Retortillo ha proporcionado una fecha absoluta de1540 ± 30 BP (IGLESIAS Y CEPEDA, 2008: 203). Dicha fecha, calibrada a 2σ, se sitúa entre 430 y 600 d. de C. Las fechas absolutas más anti-guas de que se dispone para las necrópolis de Santa María de Hito y El Conventón de Rebolledo son del siglo VII d. de C., aunque es probableque ambas tengan un origen algo anterior. Dado que las tres responden a un mismo modelo y que los parecidos entre ellas son más que casuales,consideramos que quizá se pueda extrapolar la fecha fundacional de la de Retortillo a las otras dos. En todo caso, las tres presentan niveles deutilización tardoantiguos.41 La tumba de lajas para la que se cuenta con una datación absoluta más antigua en Cantabria se excavó en el atrio de la iglesia de Santa Maríade Hito. La fecha obtenida de los restos humanos recuperados de su interior es de 1320±50 BP (GUTIÉRREZ CUENCA, 2002: 91), centrada acomienzos del siglo VIII d. de C. Tanto la fecha como la cercanía a la iglesia son datos muy importantes para comprender el inicio de esos cam-bios, pues no podemos olvidar que, bajo la actual iglesia de fábrica románica, es muy probable que se oculten los restos de otra anterior (GU-TIÉRREZ CUENCA Y HIERRO, 2007a: 108) a la que estaría asociada la tumba de lajas.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 386

teniendo lugar una serie de cambios de cierta en-vergadura. La imagen arqueológica que nos ofre-cen estos cementerios en estas fechas concretases la de unos cadáveres inhumados mirando aleste, en decúbito supino y carentes de casi ningúnacompañamiento: algún anillo, alguna filacteria, unbroche; como reminiscencias del período anteriory tendiendo a la desaparición. Colocados en tum-bas, que pueden ser de fosa, con o sin murete,pero que van desapareciendo frente al tipo queserá exclusivo a partir de ese momento: la de lajas.Tumbas que, según se avanza en ese proceso decambio, se colocan de manera ordenada, for-mando líneas y calles. Una imagen, insistimos, muysimilar a la de las necrópolis coetáneas del restodel territorio peninsular y que no tiene nada que vercon la que hemos analizado en el caso de las cue-vas objeto de este estudio y que hace que surja laprimera gran pregunta. ¿Por qué, en un mismomarco cronológico, geográfico y cultural se dancomportamientos funerarios radicalmente distin-tos? Resulta evidente, en este caso, cuál es el or-dinario, habitual y reglado, y cuál no. Y que losenterramientos en cuevas responden a un tipo quese sale de la norma. Frente a la necrópolis cercanaal lugar de hábitat, en terreno despejado y accesi-ble a la comunidad, tenemos zonas interiores delas cuevas, de difícil acceso e incluso, en ocasio-nes, tapiadas. Frente a las tumbas de lajas o lossarcófagos, orientadas con la cabecera al oeste y

con los cadáveres dispuestos en decúbito supino,nos encontramos con amontonamientos de cuer-pos en zonas reducidas, sin respetar una orienta-ción determinada y en todo tipo de posturas.Frente a la inhumación con sudario, otra exagera-damente “vestida”. Frente a la ausencia casi totalde objetos en las tumbas o a su gran escasez, unaenorme presencia de materiales de todo tipo, sig-nificativamente de los relacionados con el día a díay las labores cotidianas. En conclusión, frente a laimagen de la “normalidad”, otra muy distinta: la delo excepcional.

Un elemento que puede resultar determinantea la hora de enfrentarnos al estudio de esas “ex-cepciones” es la edad de los inhumados y sucomparación con los datos que conocemos paralas necrópolis ordinarias de esa misma época ysimilares. Existen algunos ejemplos de cemente-rios en uso en los siglos VII y VIII d. de C. que re-sultan muy clarificadores al respecto. En elyacimiento de los siglos VI y VII d. de C. del Ca-mino de los Afligidos (Alcalá de Henares, Madrid)hay un buen número -en torno al 30%- de indivi-duos, maduros y seniles sin discriminar, mayoresde 40 años (MÉNDEZ Y RASCÓN, 1989: 114-118).En la necrópolis de Santa María de Hito (Valde-rredible, Cantabria), con un período de utilizaciónininterrumpida entre los siglos VII y XII d. de C.,de los 426 casos analizados, 314 se incluyen enlas categorías de adultos, maduros y seniles (GA-

387LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Fig. 14. Disposición de los cuerpos depositados en la Galería Inferior de La Garma (montaje a partir de ETXEBERRIA y HERRASTI).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 387

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

LERA et alii, 1994: 73-90). Estos dos últimos ran-gos de edad suponen un 15% del total. Por suparte, el cementerio de los siglos VII a XI d. de C.del Conventón de Rebolledo, en Valdeolea (Can-tabria), presenta 18 casos de adultos madurossobre un total de 46 estudiados (VEGA DE LATORRE, 2002: 365-394).

Para los yacimientos que estamos analizando,en los casos en los que ha sido posible estimar laedad de los fallecidos la proporción de los gruposrepresentados no se corresponde con lo espera-ble en condiciones normales; en cementerios uti-lizados por una población durante un período máso menos prolongado de tiempo. En las cuevas, lamedia de edad es muy joven. Sólo en CuevaLarga se ha constatado la presencia de algún in-dividuo mayor de 35 años y, aún así, el cuadro pa-leodemográfico obtenido se aleja sensiblementede la norma: únicamente el 11% del total superalos 30 años, mientras que el 89% restante esmenor. Además, el grupo de edad comprendidoentre los 10 y los 20 años supone un 39% del total(SANTONJA et alii, 1982: 348).

En Las Penas y La Garma, así como en CuevaForadada, todos los inhumados son menores deesa edad. Y ése es un dato que creemos que nopuede ser casual. En los casos en los que se tratade grupos grandes, el porcentaje de niños es bas-tante alto, incluso para los estándares de la época.Otro tanto sucede con el de juveniles. Es ciertoque en otros períodos históricos y en diferentesculturas se conocen ejemplos de tratamientos di-ferenciados para los muertos en edad infantil(UCKO, 1969: 270-271; SOREN, 2003: 205). In-cluso no hace mucho se ha excavado una pe-queña necrópolis tardoantigua en Madrid en laque sólo hay enterrados niños (MORÍN et alii,2005). Pero, hasta la fecha, no conocemos ningúnprecedente de la existencia de un ritual funerarioparticular para toda la población menor de 35años. A la vista de estos datos creemos que nohay que buscar la explicación en tradiciones atá-vicas o en las culturas propias de territorios o pue-blos concretos42, sino en otra parte.

Lo inusual de los grupos de edad representa-dos en la muestra, junto a lo inaccesible de la cá-mara sepulcral, hizo que BARANDIARÁN (1973:

46-47) se plantease, como primera hipótesis paraexplicar el origen del conjunto de Cueva Fora-dada, la acción de una epidemia. Pero él mismopuso una importante objeción que le impidió, porlo que parece, llevar esa idea más allá y tratar dedesarrollarla. Ese “pero” -junto con la mayor pro-porción de mujeres que de hombres, real pero es-tadísticamente irrelevante- era el hecho de que nohubiese adultos ni ancianos en la muestra, ya queen circunstancias normales una epidemia hu-biese afectado a todo el grupo por igual, cau-sando muertes en todos los rangos de edad.Dada su extrañeza, planteó a continuación la hi-pótesis de la muerte por emparedamiento o asfixiaa manos de los invasores musulmanes, que es laque, sorprendentemente, parece haber tenidomayor aceptación hasta ahora. Creemos que esteilustre prehistoriador y arqueólogo estuvo muycerca de dar con una solución válida al enigma,pero no lo consiguió porque no tuvo en cuenta unimportante detalle acerca de algunas epidemias.Determinadas enfermedades infecciosas agudas,que dan lugar a brotes epidémicos, inmunizan aquienes las sufren y sobreviven. La acción de unaepidemia de este tipo explicaría perfectamenteque todos los muertos de un yacimiento del tipode los que estamos viendo se sitúen por debajode una determinada edad, ya que ésta se corres-pondería con el número de años transcurridosdesde el último azote de la plaga. Los que no mu-rieron entonces estarían a salvo de la enfermedadya que habrían sido inmunizados de por vida,mientras que todas sus víctimas habrían nacidoen el intervalo de tiempo transcurrido entre brotesepidémicos. De ahí sus edades.

A partir de estos datos queremos plantear unanueva interpretación de al menos una parte de loscontextos sepulcrales en cueva conocidos en laPenínsula Ibérica en época visigoda: se trataría deenterramientos atípicos motivados por la acciónde una o varias enfermedades epidémicas, mor-tales y muy contagiosas. No es la primera vez quese sostiene esta explicación para algún caso con-creto, como Cueva Larga (SANTONJA et alii,1982) o Las Penas (HIERRO et alii, 2006; CARNI-CERO, 2006; GUTIÉRREZ CUENCA Y HIERRO,2007b: 132), aunque sin desarrollarla ni tratar deextenderla a un conjunto amplio de yacimientos.

388 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

42 De tratarse de algún tipo de particularismo cultural habría que explicar por qué su reflejo material es idéntico en zonas tan alejadas de la Pe-nínsula -y con una historia tan diferente- como la costa de Cantabria y el Prepirineo oscense, por señalar sólo los ejemplos más claros.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 388

Existe incluso un precedente en el yacimiento fu-nerario -presuntamente de época tardorromana-de la cueva vizcaína de Ereñuko Arizti, que fue in-terpretado, a partir de ciertas marcas observadasen los restos óseos, como un “cementerio” selec-tivo para leprosos o muertos por ergotismo43 (APE-LLÁNIZ, 1974).

Aunque por una cuestión de comodidad en laescritura nos refiramos constantemente a “épocavisigoda”, llama la atención el hecho de que la in-mensa mayoría de estos testimonios funerariosnos remitan a un marco cronológico muy preciso:el que coincide con el período de fabricación yuso de las guarniciones de cinturón del Nivel V deRipoll; es decir, la segunda mitad del s. VII y la pri-mera del VIII d. de C., quizá prolongándolo hastael final de esta última centuria44. Tenemos, portanto, un período histórico bastante definido en elque ubicar este tipo de utilizaciones de las cue-vas. No parece que haya existido antes ni quehaya tenido continuidad después. El caso de Can-tabria es muy ilustrativo al respecto: no hay evi-dencias de inhumaciones de cronologíatardorromana ni altomedieval en cuevas. Si se tra-tase de una costumbre atávica, los restos se con-tarían por decenas y, sin embargo, no existeconstancia de ninguno. Hay usos acreditados delas cuevas en la Alta Edad Media, pero no son se-pulcrales45. Y en cuanto al entorno inmediato, aun-que se ha señalado la existencia de varioscontextos funerarios en cueva de época tardorro-mana en el País Vasco atlántico y Asturias, consi-deramos que, en el estado actual de lasinvestigaciones y a falta de dataciones absolutasde los restos humanos, ésta puede ser puesta enduda. En los casos vascos de Goikolau (BASASFAURE, 1987) y Ereñuko Arizti (APELLÁNIZ, 1973y 1975), donde no se cuenta con fechas radiocar-

bónicas, la asociación entre materiales tardorro-manos y restos humanos podría ser sólo aparente,como ha podido documentarse recientemente enun yacimiento similar y localizado en el mismo te-rritorio46. En el yacimiento asturiano de la cueva deL´Alborá (ADÁN et alii 2009) sí que se cuenta conuna datación absoluta, aunque no procede de unamuestra de hueso humano sino de carbones re-cuperados en el mismo nivel que éstos, lo que nopermite establecer de forma rotunda un uso fune-rario de la cavidad en los siglos IV-V d. de C. Portanto, creemos poder afirmar que la utilización decavidades como lugares de enterramiento múlti-ple en época histórica responde a hechos pun-tuales y limitados a períodos de tiemporelativamente cortos, que no parece que hayan dellevarse más allá de un siglo, al menos en el casoque nos ocupa. Esta característica casa perfecta-mente con la acción de una o varias epidemias.Identificar esas enfermedades que pudieron darlugar al fenómeno que estudiamos no es tareafácil, aunque contamos con dos buenas opciones:la viruela y la peste bubónica.

Su virulencia y elevada facilidad para el con-tagio, sus altas tasas de mortalidad, sobre todo in-fantil, y su carácter estigmatizador convierten a laviruela en un candidato casi perfecto. No sepuede olvidar que es uno de los grandes ejem-plos de enfermedad que inmuniza de por vida aquien sobrevive a ella. Algunas citas del siglo si-guiente a la llegada de la enfermedad a Américade manos europeas nos dan una imagen de losgrupos de edad afectados que es idéntica a laque hemos observado en Las Penas o Cueva Fo-radada. Por ejemplo, en las Relaciones Universa-les de Botero Benes, de 1603, se afirma sobre unbrote de la enfermedad en Quito: “Luego al añosiguiente [de un terremoto, en Quito] tras estos

389LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

43 Aunque es muy probable que los muertos de esa cavidad sean en realidad de la Prehistoria Reciente y que su asociación a los restos tardo-rromanos sólo sea aparente, y se haya descartado cualquier relación entre las lesiones observadas en los huesos -producidas por el agua unavez esqueletizados los restos- y la causa de su fallecimiento (ETXEBERRIA, 1990: 228), creemos obligado mencionar esa primera propuesta deinterpretación de las cuevas como lugares de enterramiento selectivo para enfermos contagiosos.44 Resulta tentador intentar relacionar el enterramiento múltiple de Cueva Larga, que ha proporcionado una fecha centrada en el siglo VI d. de C.,con la “Peste de Justiniano”, que azotó Europa y el Mediterráneo a mediados de esa centuria, pero hay que tener en cuenta que la datación hasido obtenida de un fragmento de madera y, por tanto, puede estar indicándonos el momento del corte de ésta y no el de su último uso.45 Existe una excepción a esta afirmación, aunque ya plenomedieval. Se trata de los restos de dos niños, localizados en la cueva de El Calero II(Arce, Piélagos) y que habían sido objeto de un extraño tratamiento postmortem: los restos, ya esqueletizados, habían sido introducidos, enépoca indeterminada, en una grieta estrecha de la pared. Uno de los cuerpos fue datado mediante 14C AMS y ofreció una fecha de 760 ± 55 BP(MUÑOZ Y MORLOTE, 2000: 265), centrada a mediados del siglo XIII d. de C. Para esta fecha, de la que no existen paralelos en la bibliografíaconsultada, no hemos encontrado ninguna explicación satisfactoria. 46 Se trata de la cueva de Arlanpe, con restos humanos prehistóricos y materiales tardorromanos compartiendo espacio y unidades estratigráfi-cas. Las intervenciones en esta cavidad, cuyo uso en época tardorromana es objeto de un trabajo que será publicado en breve, han sido dirigi-das por Joseba Ríos Garaizar.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 389

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

males sobrevino el contagio de las viruelas quehizo espantosa carnicería en niños, y mancebosde edad hasta de treinta años, porque a los ma-yores los tocó en muy pocos: murieron más muje-res que hombres, y fue cosa maravillosa, que notocó esta enfermedad a ninguno de los que erannacidos en España” (GARCÍA CÁCERES, 2003:45). Además, se supone que es reintroducida enEuropa -fue la “Peste de los Antoninos” o “de Ga-leno” de los siglos II y III d. de C. (CUNHA YCUNHA, 2008: 10-13)- por los árabes, cuyas con-quistas territoriales de los siglos VII y VIII d. de C.están jalonadas por brotes de esta enfermedad(HOPKINS, 2002). Hay incluso autores que citan,a partir de fuentes andalusíes, una gran epidemiade viruela como coadyuvante de la despoblacióndel Valle del Duero en las décadas centrales delsiglo VIII d. de C. (MARTÍNEZ DÍEZ, 2005: 94).

Sin embargo, creemos que el mejor candidatoes la peste bubónica. Los azotes de esta enfer-medad durante la Antigüedad Tardía son recu-rrentes desde su primitiva erupción a mediadosdel siglo VI d. de C. (LITTLE, 2007). Es la cono-cida como “Peste de Justiniano” y sus últimos bro-tes conocidos se documentan hacia el año 750 d.de C. (FUENTES HINOJO, 1992). Aunque en prin-cipio no suele describirse como una enfermedadque inmunice a quien la sobrevive, existen ejem-plos en las fuentes medievales inglesas que de-muestran que los rebrotes de la enfermedadafectan principalmente a los nacidos en el lapsotranscurrido entre sus visitas (LITTLE, 2007:18).Son descripciones de las reapariciones que si-guieron a la gran epidemia de mediados del sigloXIV d. de C., la “Peste Negra”, pero creemos queson perfectamente válidas para ser aplicadas ennuestro caso. En ellas se especifica cómo los re-brotes de 1361, 1369 y 1390, además de otro ocu-rrido entre las dos últimas fechas, afectaronespecialmente a niños y jóvenes47. La peste bu-bónica es una enfermedad muy conocida en elmundo hispanovisigodo (ORLANDIS, 2003: 114,194-195; COLLINS, 2005: 110; KULIKOWSKI,2007) y sus efectos están documentados en lasfuentes, tanto anteriores como inmediatamenteposteriores a la conquista árabo-bereber. Se con-

servan homilías de la época, específicas sobre laenfermedad, que son la prueba más palpable delterror que suscitaba. Las crónicas musulmanas,más tardías, que narran los hechos de la con-quista también aluden a ella de forma habitual(FUENTES HINOJO, 1992). Sus efectos fueron tancatastróficos en la península Ibérica entre los si-glos VI-VIII d. de C. que algunos autores han lle-gado a ver en ellos la causa de algunos cambiosocurridos en las costumbres funerarias en ese pe-ríodo (KULIKOWSKI, 2007: 158-160). Nuestra hi-pótesis plantea algo similar, aunque surge delanálisis de otro tipo de casos.

La búsqueda de sitios inaccesibles donde de-positar a los muertos está estrechamente relacio-nada con lo que acabamos de comentar. El tipo demuerte parece condicionar el lugar de enterra-miento. En lugar de seguir el comportamiento típico,se seleccionan cuevas colgadas en farallones ca-lizos, o de boca pequeña, con pasos estrechos yagaterados por los que hay que reptar. Se des-cienden simas de varios metros de profundidad yse inhuma en lugares muy interiores y apartados.Este alejamiento consciente y premeditado de loscadáveres respecto de las zonas de hábitat y tra-bajo, del mundo en el que los vivos desarrollan susactividades cotidianas, también es perfectamentelógico en caso de muertes epidémicas. Lo que cre-emos que se busca con estas prácticas, con estasubicaciones enrevesadas, es alejar un foco de con-tagio, acabar con la enfermedad llevándosela lejos,a un sitio de donde no pueda salir. Los muertosestán contaminados y el miedo a que esa contami-nación se extienda o se reproduzca de nuevopuede explicar por qué se les niega el enterra-miento en el cementerio, en la necrópolis situadajunto al poblado. Pero ese cambio de condición, di-gamos “social”, de los muertos de esa manera tam-poco les priva de su pertenencia al grupo. Suscadáveres no son arrojados a pozos, sino deposi-tados en el suelo de las cavidades. Este hechoqueda patente en el caso de La Garma, donde ladiferencia entre hacer lo que se hizo con los cuer-pos o arrojarlos desde el borde de alguna de lassimas es de varias horas de trabajo. Los encarga-dos de realizar todo el proceso -recogida, trans-

390 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

47 “In 1361 a general mortality oppressed the people. It was called the second pestilence and both rich and poor died, but especially young pe-ople and children”. “In 1369 there was a third pestilence in England (…) and was particularly fatal to children”. “The fourth pestilence arrived inYork and was particularly fatal to children”. “In 1390 a great plague ravaged the country. It specially attacked adolescents and boys”. Citados enLITTLE (2007: 18).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 390

porte y depósito de los cuerpos- serían personasque ya habían sufrido la enfermedad y que, portanto, eran inmunes a ella. Un ejemplo de carácteretnográfico, muy significativo a este respecto, lo en-contramos entre los Birom de Nigeria (SASOON,1964). En este pueblo, que inhuma a sus muertosen fosas localizadas en espacios cementeriales aluso dentro de su cultura y siguiendo unos patronesdeterminados, los fallecidos por viruela recibían untratamiento especial. Eran depositados en el inte-rior de cuevas profundas, lejos de los lugares dehábitat de la comunidad y donde no pudiesen lle-gar los carroñeros; tarea de la que se encargabanpersonas que hubiesen sobrevivido a la enferme-dad, para evitar el contagio48.

Respecto a las inhumaciones vestidas y a lapresencia de objetos de todo tipo asociados a losmuertos, es necesario hacer algunas considera-ciones. Por lo que toca a los elementos de adornopersonal y relacionados con el atuendo, enten-demos que su presencia es debida a esa prácticade la inhumación vestida de la que tanto hemoshablado a lo largo de este trabajo. Pero no se tratade algo ritual, sino de un comportamiento mera-mente práctico. A los muertos de esta manera nose les aplica el ritual “canónico” que hemos citadoantes. No se les lava, se les expone en la iglesiay se les entierra en el cementerio anexo. Creemosque estos cadáveres se inhuman en las cuevastal y como fallecen; es decir, vestidos y con lo quellevasen encima. De ahí la exagerada presenciade guarniciones de cinturón en relación con lanorma habitual del momento en las necrópolis or-dinarias. Esos broches estarían tan contaminadoscomo sus portadores o las ropas que sujetaban.Ya no serían ajuares, ni elementos del vestido.Ahora tendrían la consideración de fómites, deobjetos contaminantes que pueden transmitir laenfermedad, ya que han estado en contacto conella49. Al igual que ocurriría con otro tipo de útiles

y enseres relacionados con las actividades coti-dianas. El ejemplo más evidente de este tipo decomportamiento estaría, de ser correcta nuestrainterpretación, en Las Penas. Todos los materialesasociados a los cadáveres recuperados en el ya-cimiento, si exceptuamos los relacionados con elvestido50, son de uso diario. Se trata de los típicoselementos que habría en cualquier casa de laépoca: herramientas, útiles de hilado y tejido, cal-deros, ollas, barriles, etc. Incluso el trigo y las ga-llinas podrían entrar en esa categoría. Notendrían, por tanto, nada que ver con tradicionesfunerarias tardorromanas o merovingias, ni conreminiscencias paganas, ni con el conservadu-rismo cultural del mundo rural. Sería una formade deshacerse de materiales contaminados, tal ycomo se hace en determinadas culturas ante elazote de determinadas enfermedades muy con-tagiosas51.

5.2. Algunos breves apuntes sobre posibles prác-ticas necrofóbicas y “revenantismo”

Los muertos en brotes epidémicos del tipo delos propuestos son considerados como casos par-ticulares en la forma de entender el fin de la vidaen las sociedades antiguas. Al igual que ocurríacon otros fallecidos en circunstancias excepcio-nales, se consideraba que los muertos por deter-minadas enfermedades contagiosas habíantenido una “mala muerte” (ALFAYÉ, 2007: 187).Una muerte prematura, no prevista para su edado estado físico y, por lo tanto, susceptible de no irseguida de un descanso eterno. Esa circunstan-cia, junto con otras relacionadas con otros aspec-tos de la vida y/o la muerte de los difuntos(TSALIKI, 2008: 2-8), generaba en los miembrosvivos de la comunidad un enorme terror colectivoante la posibilidad de que éstos no encontrasenreposo en su tumba y se convirtiesen en “reve-

391LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

48 “Anybody who dies of smallpox is sewn into a mat and put into a cave by people who have already had smallpox and survived. A deep cave isselected so that dogs and wild animals will have difficulty in reaching the corpse.” (SASOON, 1964: nota 7).49 La noción de contagio es antigua en las sociedades humanas. Encontramos un buen ejemplo en el mundo islámico en el siglo VII d. de C.: apartede tener esa noción de contagio -`adwá- se sabe que determinadas enfermedades, cuyo mejor ejemplo es la viruela, se contagian de personaa persona y se toman medidas para evitar su propagación. Incluso existe una palabra específica -qurhân- para designar a aquellas personas quenunca han estado en contacto con una enfermedad de ese tipo y que, por tanto, no están inmunizadas frente a ellas (CONRAD, 1994: 85-86).50 Incluso estos, las guarniciones de cinturón, podrían entrar en esa categoría de objetos de uso cotidiano. De no ser correcta nuestra interpre-tación acerca de la peculiaridad de estas inhumaciones vestidas, quizá podría pensarse en que son depositadas en las cuevas junto con los cuer-pos debido a esa condición de fómites que acabamos de proponer para ellas.51 En muchas ocasiones las enfermedades contagiosas y su transmisión se relacionan con los fantasmas y los espíritus de los muertos. Es en ese con-texto en el que se procede a la destrucción de los objetos personales de los fallecidos; o a su enterramiento junto con los cadáveres (DURHAM, 1933).Un ejemplo clásico lo encontramos entre los Yoruba de Nigeria, entre quienes las pertenencias personales de los fallecidos por viruela, contamina-das, son entregadas a unos clérigos especiales consagrados a la diosa de esa enfermedad, Shopona, para su tratamiento (OLADELE, 1957: 270).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 391

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

392 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

nants” o “retornados”. Ese miedo a los muertos -onecrofobia (Ibidem: 2)- podría explicar tanto algu-nas de las propias características de los lugareselegidos para el depósito de los cadáveres, comoel tratamiento post-mortem de los cráneos en LasPenas y La Garma; así como otras actividades de-tectadas arqueológicamente en alguno de esosyacimientos y para las que se carecía de una ex-plicación convincente.

Hemos visto que el hecho de buscar cuevasde difícil acceso y/o elegir zonas muy interiores delas mismas podría explicarse por el simple miedoal contagio de la enfermedad que acabó con losindividuos enterrados en ellas. Sin embargo y deforma complementaria, quizá pueda proponerseque esa elección, además, estaría condicionadapor el deseo de evitar en todo lo posible que losmuertos perturbasen a los vivos. Interponer una ovarias barreras físicas entre ambos podría garan-tizar cierta tranquilidad a los segundos, sobre todoteniendo en cuenta que el “retornado” medievales un ente plenamente corpóreo (KEYWORTH,2007: 27), con todas las limitaciones de movi-miento que eso implica. La existencia de murosque sellan las zonas de uso funerario podría tam-bién interpretarse de esta manera: como pasos in-franqueables para los muertos y que aseguren lapaz a los vivos; con la misma finalidad que lo na-rrado en algunas fuentes de época romana y me-dieval, cuando hablan de colocar grandes piedrassobre las tumbas (ALFAYÉ, 2007: 191).

La mutilación o destrucción parcial de los ca-dáveres es una de las formas atestiguadas deacabar con un "revenant". Existen innumerablesejemplos en las fuentes escritas sobre el fenó-meno, datados en las edades Media, Moderna yContemporánea; desde las Islas Británicas hastaRusia, pasando por Alemania o los Balcanes

Fig. 15. Broche de cinturón con decoración damasquinada de tema cris-tiano de la Galería Inferior de La Garma (fotografía).

(BARBER, 1988). Incluso puede rastrearse suexistencia en algunos yacimientos arqueológicos,probablemente ya desde época romana (KEY-WORTH, 2007; ALFAYÉ, 2007; TAYLOR, 2008).Concretamente, la decapitación es el tipo de mu-tilación que aparece como más efectivo, aunquetambién hay ejemplos de destrucciones del crá-neo mediante golpes con piedras u objetos confilo, generalmente las propias palas con las quese desenterraban los cadáveres (BARBER, 1988;SIMPSON, 2003: 393). Además, el uso del fuegopara quemar los restos, completos o parciales, delos muertos problemáticos también resulta bas-tante habitual. Por tanto, si la destrucción de lascabezas y la quema de partes de los cadáveresson prácticas necrofóbicas atestiguadas en Eu-ropa al menos desde la Edad Media, si no antes,creemos que quizá los tratamientos post-mortemde los cadáveres detectados en Las Penas y enLa Garma puedan responder a los mismos finesprofilácticos. Quienes volvieron a descender a laGalería Inferior de la segunda de las cavidades ci-tadas y de forma sistemática aplastaron los crá-neos de los muertos depositados en ella, si escorrecta nuestra interpretación, quizá lo hicieroncon la intención de que éstos no abandonasen sulugar de reposo para molestar a los miembrosvivos de la comunidad; y para, en el peor de loscasos, matarlos mediante la propagación de la en-fermedad que había acabado con ellos. Y otrotanto podría sostenerse para quienes agruparonen un rincón los cráneos de los enterrados en LasPenas, los golpearon hasta fragmentarlos com-pletamente y después los quemaron.

Conviene recordar que la asociación entre epi-demias y “revenantismo”, que está perfectamentedocumentada tanto en fuentes medievales ingle-sas (KEYWORTH, 2006; GILCHRIST, 2008: 150-151) como en el folklore centroeuropeo ybalcánico (BARBER, 1988), es muy clara. En al-gunos casos, la acción de una enfermedad con-tagiosa y mortal es explicada como consecuenciade los actos de quien fue su primera víctima. Éste,ya como “retornado”, propagaría la enfermedadentre los vivos durante sus visitas nocturnas, aca-bando poco a poco con la población. La únicaforma de terminar con el contagio consistiría endestruir su cadáver. Además, también existencitas a "revenants" que desatan pestilencias y pro-pagan enfermedades por donde pasan (CA-CIOLA, 1996: 21)

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 392

Finalmente, puede que otra práctica de tiponecrofóbico se oculte tras la presencia de granosde trigo carbonizados junto a algunos de los ca-dáveres de Las Penas, concretamente en la zonaen la que se llevó a cabo la destrucción y quemade los cráneos. Aunque en un principio se inter-pretó como una ofrenda de comida o viático queformase parte de los ajuares funerarios de los in-humados (SERNA et alii, 2005), la consulta de al-gunas fuentes escritas medievales nos permiteahora plantear aquí otra posible explicación: quese trate de un ritual -de origen pagano pero quepervive en el mundo cristiano occidental hastabien entrada la Edad Media- consistente en laquema de grano en el lugar donde repose un ca-dáver, con el fin de garantizar la seguridad y elbienestar de los vivos. Las citas de algunos peni-

tenciales medievales, como el anglosajón de fina-les del siglo VII d. de C. atribuido a un arzobispode Canterbury llamado Theodore, son suficiente-mente elocuentes52 al respecto.

6. CONCLUSIÓN

Creemos que con este trabajo hemos dado unprimer paso necesario en la investigación sobre lautilización sepulcral de las cuevas en época visi-goda. Hemos analizado los tres ejemplos más sig-nificativos del registro arqueológico cántabro y loshemos comparado entre sí para obtener algunascaracterísticas comunes. La comparación conotros yacimientos similares, tanto del mismo en-torno geográfico como de otras zonas de la pe-nínsula Ibérica y del sureste de Francia, nos ha

393LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

Fig. 16. Vista general y detalle del cráneo del individuo nº 3 de la Galería Inferior de La Garma (montaje a partir de ETXEBERRIA y HERRASTI).

52 “He who causes grains to be burned where a man has died, for the health of the living and of the house, shall do penance for five years” (GILCH-RIST, 2008: 145).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 393

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

permitido comprobar cómo esas características -un uso como lugar de enterramiento, en zonas in-teriores de difícil acceso, con presencia deinhumaciones vestidas y en un marco cronológicocomprendido entre los siglos VII-VIII d. de C.- soncompartidas por varios de ellos, conformando loque parece un modelo concreto. Y a partir del aná-lisis de esas pautas hemos planteado una hipótesisque explicaría su origen y el porqué de esos parti-cularismos compartidos. Ese comportamiento, rea-lizar esos enterramientos atípicos y que se salen dela norma establecida, sería una respuesta de laspoblaciones de época visigoda ante el azote deuna o varias epidemias, como las atestiguadas porlas fuentes escritas durante esos siglos. Respuestaquizá condicionada, además de por el miedo alcontagio, por la necrofobia: por el temor a los falle-cidos en circunstancias excepcionales.

Creemos que esta interpretación permite ex-plicar de forma aceptable algunos de los casos co-

nocidos de este tipo de uso de las cuevas, inde-pendientemente de su localización. Al no estar su-peditada a determinados acontecimientos políticoso a situaciones socioculturales propias de unmarco geográfico determinado, puede aplicarseen cualquier zona de la Península; e incluso fuerade ella. En ese sentido, existen algunos buenosejemplos cuyo primer análisis revela una coinci-dencia llamativa con los casos hispánicos. El másclaro sería el yacimiento tardorromano de la cuevade Wookey Hole (Somerset, Inglaterra) (HAWKESet alii, 1978), que comparte la mayor parte de lascaracterísticas que hemos establecido como pro-pias de las cuevas utilizadas con fines sepulcralesen la península Ibérica en época visigoda: locali-zación de los cadáveres en una zona muy alejadade la boca de la cavidad, presencia de inhuma-ciones vestidas acompañadas de objetos de dife-rente tipo, y ausencia de individuos mayores de 35años y de huellas de traumas en los restos óseos

394 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Fig. 17. Granos de trigo carbonizados junto a restos humanos durante la excavación en la Cueva de Las Penas (Fotografía: Serna y Valle).

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 394

que pudieran haber ocasionado las muertes. O lascuevas del sur de Irlanda de Dunmore Cave(DOWD et alii, 2007) y Cloghermore Cave (CON-NOLLY et alii, 2005), con al menos dos fases deutilización como lugar de enterramiento múltiplecada una, en los siglos IX-X d. de C. la primera y enlos siglos VII-VIII y IX-X d. de C. en el caso de lasegunda. Un último ejemplo, atribuido a la II Edaddel Hierro aunque sin fechas absolutas que lo cer-tifiquen, sería la cueva de Tredjoloungo (DOUVEZ,2000), en la cara norte de los Pirineos, con un clarouso sepulcral y la presencia exclusiva, una vezmás, de individuos en edad infantil y juvenil.

En todo caso, se trata de una primera aproxi-mación a un fenómeno que sabemos complejo yde difícil lectura y somos conscientes de que,como ya hemos dicho con anterioridad (HIERRO,2002), no todos los casos documentados de usode las cuevas en ese momento han de respondera las mismas causas. Tratar de verificar la hipóte-sis planteada aquí53, así como analizar en detallealgunos de los temas relacionados con ella, será elobjetivo de próximos trabajos de investigación.

7. AGRADECIMIENTOS

A Pablo Arias Cabal, director del trabajo de in-vestigación que ha dado lugar a este artículo, porsu inestimable apoyo desde el principio, sus con-sejos y su paciencia. A Enrique Gutiérrez Cuenca,por sus sugerencias siempre dignas de considera-ción, por su ayuda con algunos temas especial-mente complejos y por estar siempre ahí. A CarmenDíez Herrera, quien me aguantó durante años enun programa de Doctorado del que este trabajo es,en parte, hijo. A Juan Antonio Quirós Castillo, poranimarme a publicarlo. A Juan Carlos Guisado diMonti y Marion A. Dowd, por su amabilidad e im-pagable colaboración. A Rafael Bolado del Castillo,Alberto Gómez Castanedo, Araceli González Váz-quez, Borja Gómez-Bedia Fernández, Emilio MuñozFernández, Eva María Pereda Rosales, MarianoLuis Serna Gancedo y Ángeles Valle Gómez. A misabuelos, Paco y María, que fallecieron mientras estetrabajo se gestaba y desarrollaba. A mis padres yhermana y, sobre todo y sobre todos, a Amaya.

8. BIBLIOGRAFÍA

ABÁSOLO, J. A.; CORTÉS, J.; PÉREZ, F. y VIGHI, A.

1984 Excavaciones en el yacimiento de La Morterona (Sal-daña, Palencia), Palencia.

ABÁSOLO, J. A.; CORTÉS, J. y PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, F.

1997 La necrópolis Norte de la Olmeda (Pedrosa de la Vega,Palencia), Palencia

ABOAL FERNÁNDEZ, R. y COBAS FERNÁNDEZ, I.

1999 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 10: Sondeosen el Yacimiento Romano-Medieval de As Pereiras, TAPA13, Santiago de Compostela

ADAN, G. E., GARCÍA, A., GARCÍA, R., IBÁÑEZ, C., RODRÍGUEZ,L., RODRÍGUEZ, A., GONZÁLEZ, M., ÁLVAREZ-LAO, J., ARBIZU,M., CARRETERO, J. M., ÁLVAREZ, D., PALACIOS, J. Y CID, R. M.

2009 Entrellusa, Perlora Carreño: evidencias paleolíticas, de en-terramientos tardoantiguos y hábitat medieval, Excava-ciones arqueológicas en Asturias 2003-2006, pp. 235-243,Oviedo

AJA SÁNCHEZ, J. R.

2008 Cantabria en la Antigüedad Tardía en AJA SÁNCHEZ, J.R., CISNEROS CUNCHILLOS, M. y RAMÍREZ SÁDABA,J. L. (Coord.) Los Cántabros en la Antigüedad: la Historiafrente al Mito, Santander, pp. 191-227

ALCALDE DEL RÍO, H.

1934 Varios objetos de los primeros tiempos del cristianismoen la Península, Anuario del Cuerpo de Archiveros, Bi-bliotecarios y Arqueólogos. Homenaje a Mélida, I, Ma-drid, pp.149-160.

ALFAYÉ, S.

2007 Sit tibi terra gravis: magical-religious practices againstrestless dead in the Ancient World, en MARCO, F., PINA,F. y REMESAL, J. (Eds.) “Formae mortis”: el tránsito dela vida a la muerte en las sociedades antiguas, Barce-lona, pp. 181-215

ALLAPONT MARTÍN, L. y RIBERA i LACOMBA, A.

2009 Topografía y jerarquía funeraria en la Valencia Tardo-Anti-gua, en LÓPEZ QUIROGA, A. y MARTÍNEZ TEJERA, A.M. (Coord.) Morir en el Mediterráneo medieval. Actas delIII Congreso Internacional de Arqueología, Arte e Historiade la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media peninsular,BAR International Series S2001, Oxford

ALMAGRO BASCH, M.

1942 Otro jarrito de ritual visigodo, Ampurias 4, Barcelona, pp.227-228.

395LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

53 Por una parte, mediante la realización de análisis de paleomicrobiología sobre restos óseos procedentes de algunas de las cavidades con uso se-pulcral comprobado en los siglos VII-VIII d. de C. Por otro, con la localización y estudio arqueológico de alguno de los lugares de hábitat directamenteasociado a los individuos inhumados en ellas. Los primeros están en marcha, aunque aún en su fase inicial, en el momento de redactar estas líneas.Para los segundos, que contribuirían de forma determinante a ratificar -o no- la excepcionalidad de los enterramientos en cuevas con la existencia -ono- junto a ellos de cementerios “exteriores” al uso, habrá que esperar más.

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 395

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

ALONSO ÁVILA, A.

1985 Indigenismo y visigotismo en la actual región cantábrica,Altamira 45, Santander, pp. 67-92

ALONSO MATTHÍAS, F., RODRÍGUEZ TROBAJO, E. y RUBINOSPÉREZ, A.

2004 Datación de madera constructiva en San Pedro de laNave (Zamora) y su interdatación con San Juan de Baños(Palencia), en CABALLERO ZOREDA, L. (Ed.) La iglesiade San Pedro de la Nave, Zamora, pp. 209-237

APELLÁNIZ, J. M.

1973 Corpus de materiales de las culturas prehistóricas concerámica de la población de las cavernas del País Vascomeridional, Munibe-Suplemento 1, San Sebastián

1974 Los problemas de las cuevas sepulcrales de EreñukoArizti, Arenaza y Albiztey en Vizcaya, Dos Estudios sobrePrehistoria del País Vasco, Bilbao, pp. 113-155

1975 El Grupo de Santimamiñe durante la Prehistoria con ce-rámica, Munibe. Antropologia-Arkeologia 27, pp. 1-136

ARCE, J.

2005 Un grupo de sítulas decoradas de la Antigüedad Tardía:función, cronología, significado, Antiquité Tardive 13,Paris, pp. 141-158

ARDANAZ, F; RASCÓN, S.; SÁNCHEZ, A.

1998 Armas y guerra en el mundo visigodo en Arqueología, Pa-leontología y Etnografía 4, Los Visigodos y su mundo, Ma-drid, pp. 411-449

ARIAS CABAL, P.; GONZÁLEZ SAINZ, C.; MOURE ROMANILLO,A. y ONTAÑÓN PEREDO, R.

1999 La Garma: Un descenso al pasado, Santander.

ARIAS CABAL, P. y ONTAÑÓN PEREDO, P.

2008 Zona Arqueológica de La Garma (Omoño, Ribamontán alMonte). Campañas 2000-2003 en ONTAÑÓN PEREDO,R. (Coord.) Actuaciones Arqueológicas en Cantabria2000-2003, Santander, pp. 43-55

ARIAS CABAL, P., ONTAÑÓN PEREDO, R., GUTIÉRREZCUENCA, E., HIERRO GÁRATE, J. A. y PEREDA ROSALES, E.

(en prensa)El broche de cinturón de tipo visigodo de la Galería Infe-rior de La Garma, en ARIZAGA BOLUMBURO, B., MA-RIÑO VEIRAS, D., DÍEZ HERRERA, C., PEÑA BOCOS, E.,SOLÓRZANO TELECHEA, J. A., GUIJARRO GONZÁLEZ,S. y AÑÍBARRO RODRÍGUEZ, J. (Coord.) Mundos me-dievales: espacios, sociedades y poder. Homenaje al pro-fesor José Ángel García de Cortazar, Santander

ARIAS PÁRAMO, L.

2006 Jarrito litúrgico de la Mina Milagro en FERNÁNDEZ VEGA,P. (Coord.) Apocalipsis. El ciclo histórico de Beato de Lié-bana, Catálogo de la Exposición, Santander, p. 168

AURRECOECHEA FERNÁNDEZ, J.

2001 Los cinturones romanos en la Hispania del Bajo Imperio,Montagnac

AZKARATE GARAI-OLAUN, A.

1993 Francos, aquitanos y vascones. Testimonios arqueológi-cos al sur de los Pirineos, Archivo Español de Arqueolo-gía 66, Madrid, pp. 149-176

1999 Necrópolis tardoantigua de Aldaieta. Volumen I. Memoriade la excavación e inventario de los hallazgos. Vitoria

2002 De la Tardoantigüedad al Medievo cristiano. Una miradaa los estudios arqueológicos sobre el mundo funerario enVAQUERIZO, D. (Ed.) Espacio y usos funerarios en el Oc-cidente Romano, Córdoba, pp. 115-140

(2004) ¿Reihengräberfelder al sur de los Pirineos occidentales?,Antigüedad y Cristianismo XXI, Murcia, pp. 389-416

AZKARATE, A., NÚÑEZ, J. y SOLAUN, J. L.

2003 Materiales y contextos cerámicos de los siglos VI al X enel País Vasco en CABALLERO, L., MATEOS, P. y RE-TUERCES, M. (Eds.) Cerámicas tardorromanas y altome-dievales en la Península Ibérica. Ruptura y continuidad,Anejos de AEspA XXVIII, Madrid, pp. 321-370

BARANDIARÁN, I.

1973 Restos visigodos en la cueva Foradada (Sarsa de Surta,Huesca), Estudios de Edad Media de la Corona de Ara-gón, IX, Zaragoza, pp. 9-48

1975 Revisión estratigráfica de la cueva de La Mora (Somaén,Soria). 1968, Noticiario Arqueológico Hispánico. Prehis-toria, 3, Madrid, pp. 9-71

BARBER, P.

1988 Vampires, Burial and Death. Folklore and reality, New York

BASAS FAURE, C.

1987 Excavaciones de Goikolau. Campaña 1980-81. La ne-crópolis, Cuadernos de Sección. Antropología-Etnografía.Eusko Ikaskuntza 4, pp. 71-124

BERNÁRDEZ GÓMEZ, M. J. y GUISADO DI MONTI, J. C.

2005 El tesorillo de trientes hispanovisigodos de la mina ro-mana de lapis specularis “La Condenada” en Osa de laVega (Cuenca), en ALFARO, C., MARCOS, C. Y OTERO,P. (Eds.) Actas del XIII Congreso Internacional de Nu-mismática (Madrid 2003), Madrid, pp. 1135-1142.

BESGA MARROQUÍN, A.

2000 Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, Oviedo

BILLOIN, D., GAILLARD DE SÉMAINVILLE, H. y MOULHERAT, C.

2006 La nécropole du haut Moyen Âge de Largillay-MarsonnaySur le Marteret (Jura), Revue archéologique de l'Est, 55,Dijon, pp. 225-256

BOHIGAS ROLDÁN, R.

2003 La arqueología de la Tardoantigüedad a la Alta EdadMedia en las riberas de la Bahía de Santander en FER-NÁNDEZ IBÁÑEZ, C. y RUIZ COBO, J. (Eds.) La Ar-queología de la Bahía de Santander, Tomo III, Santander,pp. 703-777.

BOHIGAS ROLDÁN, R.; MUÑOZ FERNÁNDEZ, E.; PEÑIL MÍNGUEZ, J.

1984 Las ocupaciones recientes en las cuevas, Boletín Cánta-bro de Espeleología, 4, Santander, pp.140-159.

396 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 396

BOHIGAS ROLDÁN, R. Y RUIZ GUTIÉRREZ, A.

1989 Las cerámicas visigodas de poblado en Cantabria y Palen-cia, Boletín de Arqueología Medieval, 3, Madrid, pp. 31-51.

CACIOLA, N.

1996 Wraiths, revenants and ritual in Medieval Culture, Past &Present 152, pp. 3-45

CAEAP

(inédito) Algunas notas sobre la arqueología tardoantigua en Cantabria.

CAMPUZANO RUIZ, E.

1999 El mundo visigodo. Las primeras manifestaciones cris-tianas en Cantabria, en IGLESIAS GIL, J. M. y MUÑIZCASTRO, J. A. (Eds.): Regio Cantabrorum, Santander,pp. 351-358.

CARBALLO, J.

1935 La caverna de Suano (Reinosa), Altamira 3, Santander,pp.233-252.

CARMONA BERENGUER, S.

1998 Mundo funerario rural en la Andalucía tardoantigua y deépoca visigoda. La necrópolis de El Ruedo (Almedinilla,Córdoba), Córdoba

CARNICERO CÁCERES, S.

2006 Estudio antropológico del yacimiento arqueológico Cuevade Las Penas (Mortera, Piélagos, Cantabria), Sautuola XII,Santander, pp. 295-300.

CASTIELLA RODRÍGUEZ, A.

1991-92 Consideraciones sobre el poblado y necrópolis de Sansol(Muru-Astrain, Navarra). Campaña 1988, Trabajos de Ar-queología Navarra 10, Pamplona, pp. 225-286

CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES, E.

1989 El mundo funerario y religioso en época visigoda, Actasdel III Congreso de Arqueología Medieval Española,Oviedo, pp. 89-110

CHAMOSO LAMAS, M.

1976 Excavaciones arqueológicas en San Julián de Moraime(Mugía – La Coruña), Noticiario Arqueológico Hispánico,Arqueología, 4, Madrid, p. 335-350.

COLLINS, R.

2005 La España visigoda, 409-711, Historia de España, IV, Bar-celona

CONNOLLY, M., COYNE, F. y LYNCH, L. G.

2005 Underworld: death and burial in Cloghermore Cave, Co.Kerry, Dublín

CONRAD, L.I.

1994 Epidemic disease in formal and popular thought in earlyIslamic society, en RANGER, T. y SLACK, P. (Eds.) Epide-mics and ideas. Essays on the historical perception ofpestilence, Cambridge, pp. 77-99.

CORRADO, M.

2007 La colomba e il leone. Fortuna e persistenza di alcune im-magini del bestiario altomedievale nelle fibbie da cinturadalla Calabria bizantina, en FRANKOVICH, R. y VALENTI,M. (Dir.) IV Congresso Nazionale di Archeologia Medie-vale, Siena, pp. 431-435

CRESPO LASTRA, V., MUÑOZ FERNÁNDEZ, E., GÓMEZ AROZA-MENA, J., BERMEJO CASTRILLO, A. y GONZÁLEZ LUQUE, C.

2007 Catálogo de cavidades del municipio de Piélagos. Ac-tuaciones espeleológicas 1986-2003, en CRESPO LAS-TRA, V. (Coord.) Catálogo de cavidades del municipio dePiélagos. Actuaciones espeleológicas 1986-2003, San-tander, pp. 163-215

CUNHA, C. E. y CUNHA, B. A.

2008 Great Plagues of the Past and Remaining Questions, enRAOULT, D. y DRANCOURT, M. (Eds.) Paleomicrobiology.Past Human Infections, pp. 1-21

CURTA, F.

2007 Some remarks on ethnicity in medieval archaeology, EarlyMedieval Europe 15, Oxford-Malden, pp. 159-185

DANIELOU, J.

1988 Para que se cumpla la escritura. El cristianismo comosecta judía, en TOYNBEE, A. (Dir.): El Crisol del Cristia-nismo, Historia de las Civilizaciones 4, Madrid, p. 379-403

DE BLAS CORTINA, M. A.

2004 El jarro litúrgico de tipo visigodo de “Galacieso” y la minade cobre de El milagro, en BENITO RUANO, E. (Coord.)Sulcum sevit: estudios en homenaje a Eloy Benito Ruano,Vol. 1, Oviedo, pp. 49-67.

DEL CASTILLO, A. y MONTENEGRO, J.

1995 De nuevo sobre Don Pelayo y los orígenes de la Recon-quista, Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Anti-gua, t. 8, pp. 507-520

DOHIJO, E.

2007 La necrópolis hispanovisigoda del área foral de Termes,Pyrenae 38, vol. 1, Barcelona, pp. 129-162

DOUVEZ, C.

2000 La grotte sépulcrale de Tredjoloungo, Commune d´Aven-tignan (Hautes Pyrénées), Archeologie del Pyrénées Oc-cidentales et des Landes 19, Montréjeau, pp. 183-191

DOWD, M. A., LYNCH, L. G. Y McCARTHY, M.

2007 Recent archaeological discoveries in Dunmore Cave,County Kilkenny: further questions regarding Viking acti-vity at the site, Old Kilkenny Review 59, pp. 7-17

DRANDAKI, A.

2005 Copper alloy jewellery at the Benaki Museum: 4th to 7thcentury, Antiquité Tardive 13, Turnhout, pp. 65-76.

DURHAM, M. E.

1933 Whence Comes the Dread of Ghosts and Evil Spirits?, Fol-klore, vol. 44, nº 2, pp. 151-175

397LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 397

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

ECKARDT, E. y CRUMMY, N.

2006 Roman or native bodies in Britain: the evidence of lateroman nail-cleaner strap-ends, Oxford Journal of Ar-chaeology 25 (1), Oxford, p. 83-103

EFFROS, B.

1997 Beyond cemetery walls: early medieval funerary topo-graphy and Christian salvation, Early Medieval Europe 6,Oxford-Malden, pp. 1-23

2003 Merovingian Mortuary Archaeology and the Making of theEarly Middle Ages, Berkeley-Los Angeles-London

EGER, C.

2001 Gürtelschnallen des 6. bis 8. Jahrhunderts aus der Samm-lung des Studium Biblicum Franciscanum, Liber Annuus51, pp. 337-350

EIROA, J. J.

1979 La cueva del Asno. Los Rábanos (Soria). Campañas1976-1977, Madrid.

1987 Restos de un jarrito visigodo en tierras de Soria, Home-naje al Profesor Juan Torres Fontes, I, Murcia, pp.413-418.

ENCINAS, M. y GARCÍA CARRILLO, A.

1989 Aportaciones al conocimiento de la transición del mundoromano al medieval en Asturias: las cerámicas de Muriasde Beloño y de Paraxuga, Actas del I Congreso de Ar-queología Medieval Española, II, Zaragoza, pp.131-139

ESCAGEDO SALMÓN, M.

1919 Crónica de la Provincia de Santander, Tomo I, Santander

ESCO SAMPÉRIZ, C.

1987 Restos de época visigoda procedentes de Calatayud (Za-ragoza) en VVAA Homenaje a D. Federico Balaguer Sán-chez, Huesca, p. 633-645.

ESCO SAMPÉRIZ, C. y CALVO CIRIA, M. J.

1984 Cueva de la Carrasca (Almazorre-Bárcabo, Huesca), Ar-queología Aragonesa 1984, pp. 105-107

ESPINAR MORENO, M., QUESADA GÓMEZ, J. J. y AMEZCUAPRETEL, J.

1994 Medina Elvira 4. Anillos romanos y visigodos de la necró-polis de Marugán y alrededores, Cuadernos de Arte de laUniversidad de Granada, nº 15, pp.149-164

ETXEBERRIA, F.

1990 Los estudios de Paleopatología en el País Vasco, Munibe42, San Sebastián, pp. 221-227

ETXEBERRIA, F. y HERRASTI, L.

(Inédito) Informe relativo a los restos humanos de La Garma tras lainspección llevada a cabo en la cavidad

FERNÁNDEZ VEGA, P. A.

2006 De `Los Cántabros´ al final de Cantabria: arqueología ensiglos oscuros, en FERNÁNDEZ VEGA, P. (Coord.): Apo-calipsis. El ciclo histórico de Beato de Liébana, Catálogode la Exposición, Santander, pp. 71-89

FERNÁNDEZ VEGA, P. A., BOLADO DEL CASTILLO, R. y HIERROGÁRATE, J. A.

2010 Una nueva placa liriforme procedente del yacimiento ar-queológico de Santa Marina (Valdeolea, Cantabria),Kobie 14, Bilbao, pp. 125-139.

FOMBELLIDA, I.

2005 Nota relativa a la identificación de restos óseos de avesaparecidos en el yacimiento sepulcral visigodo de LasPenas (Mortera, Piélagos), Sautuola XI, Santander, p. 278

FUENTES HINOJO, P.

1992 Las grandes epidemias de la temprana Edad Media y suproyección sobre la Península Ibérica, En La España Me-dieval 15, pp. 9-30

GALERA, V.; GARRALDA, M. D.; MORENO, J. M. y VANDERME-ERSCH, B.

1994 La población cántabra de Santa María de Hito. Pers-pectivas paleodemográficas de la Edad Media en Es-paña, Revista Española de Antropología Biológica 15,Madrid, pp.73-90

GARCÍA CÁCERES, U.

2003 La implantación de la viruela en Los Andes. La historia deun holocausto, Revista Peruana de Medicina Experimen-tal y Salud Pública 20 (1), pp. 41-50

GARCÍA CAMINO, I.

1998/99 Documentos para el estudio de la Tardo Antigüedad enBizkaia: el broche de cinturón de Arrietabaso (Dima),Kobie XXV, Bilbao, pp. 183-196

GARCÍA CAMINO, I.

2002 Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI-XII. Laconfiguración de la sociedad feudal, Bilbao

GARCÍA GÓMEZ, P.

2008 La Antigüedad, en RUIZ COBO, J. y MUÑOZ FERNÁN-DEZ, E. (Coord.) Entre La Marina y La Montaña. Arqueo-logía del Medio Asón (Cantabria, España), BARInternacional Series 1.799, Oxford, pp. 156-165

GARCÍA GONZÁLEZ, J. J.

1995 Incorporación de la Cantabria romana al estado visigodo,Cuadernos Burgaleses de Historia Medieval 2, Burgos,pp. 167-230

GARCÍA JIMÉNEZ, G. y VIVÓ I CODINA, D.

2003 Sant Julià de Ramis y Puig Rom: dos ejemplos de yaci-mientos con armamento y equipamiento militar visigodo enel Noreste peninsular, Gladius XXIII, Madrid, pp. 161-190.

GARCÍA MORENO, L. A.

1998 Expectativas milenaristas y escatológicas en la EspañaTardoantigua, en Arqueología, Paleontología y Etnografía4, Los Visigodos y su mundo, Madrid, pp. 248-258

398 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 398

GARÍN Y MODET, J.

1913 Hebilla epigráfica cristiana del s. V hallada en Ortigosade Cameros (Logroño), Boletín de la Real Academia de laHistoria, LXIII, Madrid, pp. 105-106

GILCHRIST, R.

2008 Magic for the Dead? The Archaeology of Magic in LaterMedieval Burials, Medieval Archeology 59, pp. 119-159

GONZÁLEZ ECHEGARAY, J.

1966 Los Cántabros, Madrid.

1998 Cantabria en la transición al Medievo: los siglos oscuros,IV-IX, Santander

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, R.; RICO SÁNCHEZ, M. T.; FERNÁN-DEZ MATALLANA, F.; CRESPO ROS, M. y AMANTE SÁNCHEZ, M.

1994 Placas de cinturón y jarro votivo visigodo del cerro de LaAlmagra (Mula, Murcia), Antigüedad y Cristianismo XI,Murcia, pp. 295-305

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, R. y FERNÁNDEZ MATALLANA, F.

2007 Nuevas placas de cinturón procedentes de la ciudad vi-sigoda del Cerro de la Almagra (Mula, Murcia) Mastia 6,Murcia, pp. 165-179

GONZÁLEZ SALAS, S.

1945 El castro de Yecla en Santo Domingo de Silos (Burgos),Ministerio de Educación Nacional, Madrid.

GRUPO ESPELEOLÓGICO “MANUEL IRADIER”

1957 La Cueva de Los Goros (Hueto arriba-Álava), Boletín dela Institución Sancho el Sabio, 1-2, I, Vitoria, pp.65-72.

GUTIÉRREZ CUENCA, E.

2002 Dataciones absolutas para la Arqueología de época his-tórica en Cantabria, Nivel Cero 10, Santander, 89-111

GUTIÉRREZ CUENCA, E. y HIERRO GÁRATE, J. A.

2007a Nuevas perspectivas para la reconstrucción histórica deltránsito entre la Antigüedad y la Alta Edad Media en Can-tabria: la necrópolis de Santa María de Hito, Nivel Cero11, Santander, pp. 97-116

2007b El uso de las cuevas de Piélagos entre la época romanay la Edad Media, en CRESPO LASTRA, V. (Coord.): Catá-logo de cavidades del municipio de Piélagos. Actuacio-nes espeleológicas 1986-2003, Santander, pp. 127-137

2008 Un broche de cinturón hispanovisigodo procedente deCuevas de Amaya (Burgos), Sautuola 14, Santander, pp.269-274

2010 Instrumentos relacionados con la actividad textil de épocatardoantigua y altomedieval en Cantabria, Munibe 61, SanSebastián, pp. 261-288

GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, J. A.

1985 Poblamiento antiguo y medieval en la Montaña central le-onesa, León

2010 Arqueología tardoantigua en Asturias. Una perspectivade la organización territorial y del poder en los orígenesdel Reino de Asturias, en RUIZ DE LA PEÑA SOLAR, J. I.y CAMINO MAYOR, J. (Coord.) La Carisa y La Mesa.Causas políticas y militares del origen del Reino de Astu-rias, Oviedo, pp. 52-83

GUTIÉRREZ LLORET, S., GAMO PARRAS, B. y AMORÓS RUIZ, V.

2003 Los contextos cerámicos altomedievales del Tolmo de Mi-nateda y la cerámica altomedieval en el sudeste de la Pe-nínsula Ibérica” en CABALLERO, L., MATEOS, P. y-RETUERCES, M. (Eds.) Cerámicas tardorromanas y al-tomedievales en la Península Ibérica. Ruptura y continui-dad, Anejos de AEspA XXVIII, Madrid, pp. 119-168

HAWKES, C.J, ROGERS, J. M. y TRATMAN, E. K.

1978 Romano-British cemetery in the fourth chamber of WookeyHole Cave, Somerset, Proceedings of The University ofBristol Spelaeological Society 15 (1), pp. 23-52

HERNÁNDEZ VERA, J. A., GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, F. J. y MAR-TÍNEZ TORRECILLA, J. M.

1996 Contrebia Leukade. Materiales metálicos de la última ocu-pación, Estrato 7, Logroño, p. 25-31

HERNÁNDEZ VERA, J. A. y BIENES CALVO, J. J.

2003 Cerámicas hispano-visigodas y de tradición en el vallemedio del Ebro, en CABALLERO, L., MATEOS, P. y RE-TUERCES, M. (Eds.) Cerámicas tardorromanas y altome-dievales en la Península Ibérica. Ruptura y continuidad,Anejos de AEspA XXVIII, Madrid, pp. 307-319

HERNÁNDEZ VERA, J.A., NÚÑEZ MARCÉN, J. y MARTÍNEZ TO-RRECILLA, J.M.

2007 Contrebia-Leucade, guía arqueológica, Gobierno de LaRioja, Logroño

HIERRO GÁRATE, J. A.

2002 Arqueología de la Tardoantigüedad en Cantabria: yaci-mientos y hallazgos en cueva, Nivel Cero 10, Santander,pp. 113-128.

HIERRO GÁRATE, J. A., SERNA GANCEDO, M. L. y VALLEGÓMEZ, M. A.

2006 Broche de cinturón con decoración damasquinada, enFERNÁNDEZ VEGA, P. (Coord.): Apocalipsis. El ciclo his-tórico de Beato de Liébana, Catálogo de la Exposición,Santander, p. 179

HOPKINS, D. R.

2002 The Greatest Killer. Smallpox in History, Chicago-London

IGLESIAS GIL, J. M. y CEPEDA OCAMPO, J. J.

2008 Excavaciones arqueológicas en Iuliobriga (Retortillo,Campoo de Enmedio), en ONTAÑÓN PEREDO, R.(Coord.) Actuaciones Arqueológicas en Cantabria 2000-2003, Santander, pp. 197-205

ILLARREGUI GÓMEZ, E.

2006 Oinochoe altomedieval y Puñal, en FERNÁNDEZ VEGA, P.(Coord.) Apocalipsis. El ciclo histórico de Beato de Lié-bana, Catálogo de la Exposición, Santander, pp. 188 y 189.

399LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 399

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

JANSSENS, J. Y GONZÁLEZ ECHEGARAY, J.

1959 Memoria de las excavaciones en la Cueva del Juyo(1955- 56), Santander.

KEYWORTH, G.D.

2006 Was the vampire of the Eighteenth Century a unique typeof undead-corpse?, Folklore 117, 3, pp. 241-260

2007 Troublesome Corpses. Vampires & Revenants From An-tiquity to the Present, Southend-on-Sea

KOTARBA, J., CASTELLVI, G. y MAZIÈRE, F.

2007 Carte Archeologique de la Gaule, 66: Les PyrénéesOrientales, Paris.

KULIKOWSKI, M.

2007 Plague in Spanish Late Antiquity, en LITTLE, L. K. (Ed.):Plague and the end of Antiquity. The Pandemic of 541-750, Cambridge, pp. 150-17

LITTLE, L. K.

2007 Life and Afterlife of the First Plague Pandemic, en LITTLE,L. K. (Ed.): Plague and the end of Antiquity. The Pandemicof 541-750, Cambridge, pp. 3-31

LÓPEZ COLOM, M. M.; GEREÑU URZELAI, M.; URTEAGA ARTI-GAS, M. M.

1997 El territorio guipuzcoano. Análisis de los elementos roma-nos, Isturitz 8, San Sebastián, pp.151-173

MACZYNSKA, M.

1992 Westgotische Perlen. Funde vom Graberfeld Carpio deTajo und aus den Sammlungen in Barcelona und Nürn-berg, Madrider Mitteilungen 33, Mainz, pp.145-183

MARCOS MARTÍNEZ, J.

2005 Tardoantigüedad en Rasines (Cantabria), Sautuola XI,Santander, pp. 279-291

MARTÍNEZ DÍEZ, G.

2005 El Condado de Castilla (711-1038). La Historia frente a laleyenda, vol. I, Valladolid

MARTÍNEZ SANTA-OLALLA, J.

1933 Excavaciones en la necrópolis visigoda de Herrera de Pi-suerga (Palencia), Memoria de la Junta Superior de Ex-cavaciones y Antigüedades 125, Madrid

MASSÓ CARBALLIDO, J. y CAPDEVILLA VALLERDÚ, R.

1999 Sobre una placa de sivella visigòtica trobada a Rojals,Aplecs de Treball 17, Montblanc, pp. 5-8

MAZA SOLANO, T.

1957 Manifestaciones de la economía montañesa desde elsiglo IV al XVIII, Aportación al estudio de la historia eco-nómica de La Montaña, Santander.

MEDRANO MARQUÉS, M.

2004 El yacimiento visigodo y musulmán de Tudején-Sanchoa-barca (Fitero, Navarra), Saldvie 4, Zaragoza, p. 261-302.

MÉNDEZ MADARIAGA, A. y RASCÓN MARQUÉS, S.

1989 Los visigodos en Alcalá de Henares, Cuadernos del Jun-cal 1, Alcalá de Henares

MORÍN DE PABLOS, J. y BARROSO CABRERA, R.

2005 El mundo funerario de época visigoda en la Comunidad deMadrid, en Actas de las I Jornadas de Patrimonio Arqueo-lógico en la Comunidad de Madrid, Madrid, pp. 183-213.

MORÍN DE PABLOS, J.; ESCOLÁ MARTÍNEZ, M.; AGUSTÍ GAR-CÍA, E.; NICOLÁS CHECA, M. E. y BARROSO CABRERA, R.

2005 La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia, enMORÍN DE PABLOS, J. y AGUSTÍ GARCÍA, E. (Coord.) ElCerro de La Gavia: el Madrid que encontraron los roma-nos, Madrid, pp. 215-232

MORLOTE, J. M.; MUÑOZ, E.; SERNA, A.; VALLE, A.

1996 Las cuevas sepulcrales de la Edad del Hierro en Canta-bria, La arqueología de los Cántabros. Actas de la I Reu-nión sobre la Edad del Hierro en Cantabria, Santander,pp. 195-279.

MUÑIZ JAÉN, I.

2000 La necrópolis tardorromana y de época visigoda de ElRuedo (Almedinilla, Córdoba): Una reflexión crítica, An-tiqvitas 11-12, Priego de Córdoba, pp. 175-188

MUÑIZ JAÉN, I. y BRAVO CARRASCO, A.

2000 La toréutica en la necrópolis tardorromana y de época vi-sigoda de El Ruedo (Almedinilla-Córdoba), Antiqvitas 11-12, Priego de Córdoba, pp. 189-198

MUÑOZ FERNÁNDEZ, E.

1996 Los yacimientos de las cuevas de Cantabria, Boletín Cán-tabro de Espeleología, 12, Santander, pp.91-104.

2009 De la Protohistoria a la Tardoantigüedad, en RUIZ COBO,J. y MUÑOZ FERNÁNDEZ, E. (Coord.) La Prehistoria delBajo Asón: registro arqueológico e interpretación cultu-ral, BAR internacional Series, Oxford, pp. 129-137.

MUÑOZ FERNÁNDEZ, E.; SERNA GANCEDO, M. y GÓMEZ ARO-ZAMENA, J.

1992 Los materiales arqueológicos relacionables con las zonasde decoración en cavidades con conjuntos parietales Es-quemático-abstractos en Cantabria, Actas del VI con-greso español de espeleología, La Coruña, pp. 309-322.

MUÑOZ FERNÁNDEZ, E. y MORLOTE EXPÓSITO, J. M.

2000 Documentación arqueológica de la cueva del Calero II yla sima del Portillo del Arenal, en Piélagos, en ONTAÑÓNPEREDO, R. (Coord.) Actuaciones Arqueológicas enCantabria 1984-1999, Santander, pp.262-266.

MUÑOZ FERNÁNDEZ, E., GÓMEZ AROZAMENA, J., MORLOTEEXPÓSITO, J. M., CRESPO LASTRA, V., BERMEJO CASTRILLO,A., SAN MIGUEL LLAMOSAS, C. y GONZÁLEZ LUQUE, C.

2007 La arqueología de las cuevas del municipio de Piélagos,en CRESPO LASTRA, V. (Coord.) Catálogo de cavidadesdel municipio de Piélagos. Actuaciones espeleológicas1986-2003, Santander, pp. 33-63.

400 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 400

MUÑOZ FERNÁNDEZ, E., RUIZ COBO, J. y GARCÍA GÓMEZ, P.

2009 Arqueología de la tardoantigüedad y del alto medievo enel valle del Asón, Sautuola XV, Santander, pp. 365-408

NUÑO GONZÁLEZ, J.

1999 Asentamientos encastillados de época romana en el AltoPisuerga, en IGLESIAS GIL, J. M. y MUÑIZ CASTRO, J. A.(Eds.) Regio Cantabrorum, Santander, pp.167-177.

OLADELE, A. A.

1957 Preventive Medicine and Superstition in Nigeria, Africa:Journal of the International African Institute, Vol. 27, Nº 3,pp. 268-274

ORLANDIS, J.

2003 Historia del reino visigodo español, Madrid

PALOL SALELLAS, P.

1950 Fíbulas y broches de cinturón de época visigoda en Ca-taluña, Archivo Español de Arqueología XIII, Madrid, pp.73-98

PALOL, P.

1957a Bronces con decoración damasquinada en época visi-goda, Actas del V Congreso Nacional de Arqueología,Zaragoza, pp. 292-305

1957b Los objetos visigodos de la Cueva de Los Goros (HuetoArriba-Álava), Boletín de la Institución Sancho el Sabio, 1-2, I, Vitoria, pp.73-84.

PAZ PERALTA, J. A.

2004 Contribución a la historia de la numismática de época visi-goda e hispanovisigoda: el contexto histórico-arqueológicode los hallazgos en Aragón, Bolskan 21, Huesca, pp. 11-25

PEÑA SUÁREZ, R.

2006 Perfil de olla y orza y Perfil de orza, en FERNÁNDEZ VEGA,P. (Coord.) Apocalipsis. El ciclo histórico de Beato de Lié-bana, Catálogo de la Exposición, Santander, p. 181 y 184.

PEÑIL, J.; FERNÁNDEZ, C.; OCEJO, A.; MÁRQUEZ, M. J.

1986 Presentación de los materiales cerámicos procedentesde algunos yacimientos medievales inéditos de Canta-bria, Actas del I Congreso de Arqueología Medieval Es-pañola, Zaragoza, pp.363-383.

PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, F.

1999 Un broche de cinturón damasquinado de época visigodaprocedente de Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palen-cia), Sautuola VI, Santander, pp. 453-456

2006 Aros de hebillas de broches de cinturón, en FERNÁNDEZVEGA, P. (Coord.) Apocalipsis. El ciclo histórico de Beatode Liébana, Catálogo de la Exposición, Santander, p. 177.

PÉREZ RODRÍGUEZ, F. y DE COS SECO, M. A.

1985 Los restos visigodos de El Castillete (Reinosa, Cantabria),Altamira IV, Santander, pp.311- 327.

POZUELO, D. y VIGIL-ESCALERA, A.

2000 La ocultación de un ajuar doméstico a inicios del siglo VdC en El Rasillo (Barajas, Madrid). Algunas posibilida-des de análisis e investigación, Bolskan 20, Huesca, pp.277-285

PRIETO CARRERO, J. L.

(Inédito) Estudio antropológico y paleopatológico de los restos hu-manos del yacimiento de la cueva del Portillo del Arenal

PROVOST, M. et alii

1999 Carte Archeologique de la Gaule. 30/2, Le Gard, París

QUIRÓS CASTILLO, J. A. y ALONSO MARTÍN, A.

2007 Las ocupaciones rupestres en el fin de la Antigüedad. Losmateriales cerámicos de Los Husos (Laguardia, Álava),Veleia 24-25, pp. 1123-1142

REINHART, W.

1947 Los anillos hispano-visigodos, Archivo Español de Ar-queología 20, Madrid, pp. 167-178.

REQUEJO PAGÉS, O.

2007 Hallazgos romanos en la zona central de Asturias: necró-polis de Paredes y hornos de Cayés, en FERNÁNDEZ-TRESGUERRES, J. (Coord.) Astures y romanos: nuevasperspectivas, Oviedo, pp. 95-131

RIBERA i LACOMBA, A.

2005 Origen i desenvolupament del nucli episcopal de Valén-cia, en GURT, J. M. y RIBERA, A. (Eds.) Les ciutats Tar-doantigues d´Hispania: cristianització y topografía, VIReunió d´Arqueologia Cristiana Hispànica, Barcelona, pp.207-243

RINCÓN VILA, R.

1985 Las culturas del metal, en GARCÍA GUINEA, M. A. (1985):Historia de Cantabria: Prehistoria, Edades Antigua yMedia, Santander, pp. 113-209

RIPOLL LÓPEZ, G.

1986 Bronces romanos, visigodos y medievales en el MAN, Bo-letín del Museo Arqueológico Nacional IV, nº 1, Madrid,pp. 71-86.

1998 Toréutica de la Bética (siglos VI y VII D.C.), Barcelona

RODANÉS VIVENTE, J. M.

1997 Las cuevas sepulcrales en la Rioja. Estudio histórico-ar-queológico, Munibe 49, San Sebastián, pp. 77-93

RODRÍGUEZ RESINO, A.

2005 Do Imperio Romano á Alta Idade Media. Arqueoloxía daTardoantigüidade en Galicia (séculos V-VIII), Noia

ROUDIL, J. L.

1982 Languedoc-Roussillon, Gallia préhistorie 25-2, pp. 437-468.

401LA UTILIZACIÓN SEPULCRAL DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA: LOS CASOS DE LAS PENAS,LA GARMA Y EL PORTILLO DEL ARENAL (CANTABRIA)

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 401

Munibe Antropologia-Arkeologia 62, 2011pp.351-402

S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San SebastiánISSN 1132-2217

RUIZ COBO, J. Y SMITH, P.

2003 La Cueva de Cofresnedo en el Valle de Matienzo. Actua-ciones arqueológicas 1996-2001, Santander.

RUIZ GUTIÉRREZ, A.

1993 Estudio Histórico-Arqueológico de Monte Cildá (Aguilar deCampoo, Palencia) [Edición en microforma], Santander.

SALIN, E.

1959 La Civilisation Merovingienne, Quatrième Partie. Les Cro-yances, París

SANTONJA GÓMEZ, M.; SANTONJA ALONSO, M.; ALCALDECRESPO, G.

1982 Aspectos de la ocupación humana antigua del cañón dela Horadada (Palencia), Publicaciones de la Institución“Tello Téllez de Meneses”47, Palencia, pp.337-392.

SASOON, H.

1964 A burial among the Birom, Man 64, (Jan. - Feb., 1964),London, pp. 8-11

SERNA, M. L.; VALLE, A.; OBREGÓN, F.; TOCA, M. A. y GONZÁLEZ, C.

2001 Las cuevas del valle de Villaescusa, Santander.

SERNA GANCEDO, M. L., VALLE GÓMEZ, A. y HIERRO GÁRATE, J. A.

2005 Broches de cinturón hispanovisigodos y otros materialestardoantiguos de la cueva de Las Penas (Mortera, Piéla-gos), Sautuola XI, Santander, p. 247-277.

SERRANO RAMOS, E. y ALIJO HIDALGO, F.

1992 Una necrópolis de época hispano-visigoda en las eras dePeñarrubia (Málaga), en Actas del III Congreso de Ar-queología Medieval Española, Oviedo, 27 Marzo-1 Abril1989. II. Comunicaciones, Oviedo, pp. 110-120

SIMPSON, J.

2003 Repentant Soul or Walking Corpse? Debatable Appari-tions in Medieval England, Folklore 1, 14, pp. 389-402

SOLANÉS POTRONY, E. y ALÓS TREPAT, C.

2003 Interpretació de l´aixovar de la necròpolis hispanovisi-goda de Palous (Camarasa, la Noguera): apunts sobrel´adobat de pells a l´antiguitat tardana, Revista d´Ar-queologia de Ponent 13, pp. 345-349

SOREN, D.

2003 Can Archaeologists Excavate Evidence of Malaria?, WorldArchaeology, vol. 35, nº 2, Archaeology of Epidemic andInfectious Disease , pp. 193-209

STUTZ, F.

2000 L’inhumation habillée à l’époque mérovingienne au Sudde la Loire, Mémoires de la Société Archéologique duMidi de la France LX, pp. 33-47

TAYLOR, A.

2008 Aspects of Deviant Burial in Roman Britain” en MURPHY,E. M. (Ed.) Deviant Burial in the Archeological Record, Ox-ford, pp. 91-114

TSALIKI, A.

2008 Unusual Burials and Necrophobia: An Insight into the Bu-rial Archaeology of Fear, en MURPHY, E. M. (Ed.) DeviantBurial in the Archeological Record, Oxford, pp. 1-16

UCKO, P. J.

1969 Ethnography and Archaeological Interpretation of FuneraryRemains, World Archaeology, vol. 1, nº 2, pp. 262-280.

URIBARRI, E.

1994 Dataciones de época histórica en el yacimiento en Cuevade Iritegui (Oñate, Gipuzkoa), Munibe (Antropologia-Ar-keologia) 42, San Sebastián, pp.147-152.

V.V.A.A.

1995 Bulletin du l´Association Archéologique des Pyrénées-Orientales (AAPO) 1995.

VALDÉS, L. G.

1982 El jarro hispanovisigodo de Mañaria (Vizcaya), Acta His-torica et Archaeologica Mediaevalia, 3, Barcelona,pp.145-154.

VALLE, M. A.; MORLOTE, J M.; SERNA, A. y MUÑOZ, E.

1998 La cueva del Portillo del Arenal (Velo, Piélagos, Canta-bria). El contexto arqueológico de las manifestaciones es-quemático-abstractas, en V.V.A.A., En el final de laPrehistoria. Ocho estudios sobre Protohistoria de Canta-bria, Santander, pp.33-80.

VALLE GÓMEZ, A. y SERNA GANCEDO, M. L.

2004 El yacimiento arqueológico de la cueva de Las Penas oLos Perros I (Mortera, Piélagos). Un avance a su estudio,V.V.A.A., Guía patrimonial de La Picota, pp. 49-86.

VAN DEN EYNDE, E.

1985 El tránsito a la Edad Media, en GARCÍA GUINEA, M. A.(Dir.) Historia de Cantabria: Prehistoria, Edades Antigua yMedia, Santander, pp. 277-286

VEGA DE LA TORRE, F.

2002 Necrópolis altomedieval de Camesa-Rebolledo. Paleo-patología (Campañas 1984-85), Sautuola VIII, Santander,pp.365-394

VIGIL-ESCALERA GUIRADO, A.

2003 Cerámicas tardorromanas y altomedievales de Madrid,en CABALLERO, L., MATEOS, P. y RETUERCES, M. (Eds.)Cerámicas tardorromanas y altomedievales en la Penín-sula Ibérica. Ruptura y continuidad, Anejos de AEspAXXVIII, Madrid, pp. 371-387.

2007 Granjas y aldeas altomedievales al Norte de Toledo (450-800 D.C.), Archivo Español de Arqueología 80, Madrid,pp. 239-284

2009 Sepulturas, huertos y radiocarbono (siglos VIII-XIII d.C.).El proceso de islamización en el medio rural del centropeninsular y otras cuestiones, Studia histórica. Historiamedieval 27, Salamanca, pp. 97-118

ZURBUCHEN, M.

1998 Prähistorisches Feuermachen, Helvetia Archaeologica29/1998, 114, Zurich, pp. 65-72.

402 JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

arqueo62art20.qxp:Maquetación 1 18/1/12 12:33 Página 402