primeros casos de poirot

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Primeros Primeros casos de casos de Poirot Poirot Agatha Christie Agatha Christie

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poirot de Agatha Christie

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  • PrimerosPrimeroscasos decasos dePoirotPoirot

    Agatha ChristieAgatha Christie

  • 2El caso del baile de la VictoriaEl caso del baile de la Victoria

  • 3Una pura casualidad impuls a mi amigo Hrcules Poirot, antiguo jefe de la Forcebelga, a ocuparse del caso Styles. Su xito le granje notoriedad y decidi dedicarse asolucionar los problemas que muchos crmenes plantean. Despus de que me hirieranen el Somme y de quedar intil para la carrera militar, me fui a vivir con l a su casade Londres. Y precisamente porque conozco al dedillo todos los asuntos que se traeentre manos, es lo que me ha sugerido el escoger unos cuantos, los de inters, y darlosa conocer. De momento me parece oportuno comenzar por el ms enmaraado, por elque ms intrig en su poca al gran pblico. Me refiero al llamado Caso del baile de laVictoria.

    Porque si bien no es el que demuestra mejor los mritos peculiares de Poirot, suscaractersticas sensacionales, las personas famosas que figuraron en l y la tremendapublicidad que le dio la Prensa, le prestan el relieve de una causa clebre y ademshace tiempo que estoy convencido de que debo dar a conocer al mundo la parte quetom Poirot en su solucin.

    Una hermosa maana de primavera me hallaba yo sentado en las habitaciones deldetective. Mi amigo, tan pulcro y atildado como de usual, se aplicaba delicadamente unnuevo cosmtico en su poblado bigote. Es caracterstica de su manera de ser unavanidad inofensiva, que casa muy bien con su amor por el orden y por el mtodo engeneral. Yo haba estado leyendo el Daily Newzusmonger, pero se haba cado al sueloy me encontraba sumido en sombras reflexiones, cuando la voz de mi amigo me llama la realidad.

    - En qu piensa, mon ami? - interrog.

    - En el asunto ese del baile - respond -. Es espantoso! Todos los peridicos hablande l - agregu dando un golpecito en la hoja que me quedaba en la mano.

    - S?

    Yo continu, acalorado:

    - Cunto ms se lee, ms misterioso parece! Quin mat a lord Cronshaw? Lamuerte de Coc Courtenay, aquella misma noche, fue pura coincidencia? Fueaccidental? Tom deliberadamente una doble dosis de cocana? Cmo averiguarlo?

    Me interrump para aadir, tras de una pausa dramtica:

    - He aqu las preguntas que me planteo.

    Pero con gran contrariedad ma, Poirot no demostr el menor inters, no me hizocaso y se mir al espejo, murmurando:

    - Decididamente esta nueva pomada es una maravilla!

    Al sorprender entonces una mirada ma se apresur a decir:

    - Bien, y qu responde usted?

    Pero antes de que pudiese contestar se abri la puerta y la patrona anunci alinspector Japp.

    se era un antiguo amigo y se le acogi con gran entusiasmo.

    - Ah! Pero si es el buen Japp! - exclam Poirot -. Qu buen viento le trae por aqu?

  • 4- Monsieur Poirot - repuso Japp tomando asiento y dirigindome una inclinacin decabeza -. Me han encargado de la solucin de un caso digno de usted y vengo a ver si leconviene echarme una mano.

    Poirot tena buena opinin de las cualidades del inspector, aunque deploraba sulamentable falta de mtodo. Yo, por mi parte, consideraba que el talento de dichoseor consista, sobre todo, en el arte sutil de solicitar favores bajo pretexto deprodigarlos.

    - Se trata de lo sucedido durante el baile de la Victoria - explic con acentopersuasivo -. Vamos, no me diga que no est intrigado, y desea contribuir a susolucin.

    Poirot me mir sonriendo.

    - Eso le interesa al amigo Hastings - contest -. Precisamente me estaba hablandodel caso. Verdad, mon ami?

    - Bueno, que nos ayude - concedi benvolo el inspector -. Y si llega usted adesentraar el misterio que lo rodea podr adjudicarse un tanto. Pero vamos a lo queimporta. Supongo que conocer ya los pormenores principales, no es eso?

    - Conozco nicamente lo que cuentan los peridicos... y ya sabemos que laimaginacin de los periodistas nos extrava muchas veces. Haga el favor de referirmela historia.

    Japp cruz cmodamente las piernas y habl as:

    - El martes pasado fue cuando se dio el baile de la Victoria en esta ciudad, comotodo el mundo sabe. Hoy se denomina gran baile a cualquiera de ellos, siempre quecueste unos chelines, pero ste a que me refiero se celebr en el Colossus Hall, y todoLondres, incluyendo a lord Cronshaw y sus amigos, tom parte en...

    - Su dossier? - dijo interrumpindole Poirot -. Quiero decir su bio... No, no! Cmole llaman ustedes? Su biografa.

    - El vizconde Cronshaw, quinto de este nombre, era rico, soltero, tena veinticincoaos y demostraba gran aficin por el mundo del teatro. Se comenta y dice que estabaprometido a una actriz, miss Courtenay, del teatro Albany, que era una damafascinadora a la que sus amistades conocan con el nombre de Coc.

    - Bien. Contine.

    - Seis personas eran las que componan el grupo capitaneado por lord Cronshaw: lmismo; su to, el Honorable Eustaquio Beltane; una linda viuda americana, mistressMallaby; Cristbal Davidson, joven actor; su mujer, y finalmente, miss CocCourtenay. El baile era de trajes, como ya sabe, y el grupo Cronshaw representaba losviejos personajes de la antigua Comedia Italiana.

    - Eso es. La commedia dellArte - murmur Poirot -. Ya s.

    - Estos vestidos se copiaron de los de un juego de figuras chinescas que formanparte de la coleccin de Eustaquio Beltane. Lord Cronshaw personificaba a Arlequn;Beltane a Polichinela; los Davidson eran respectivamente Pierrot y Pierrette; missCourtenay era, como es de suponer, Colombine. A primera hora de la noche sucedialgo que lo ech todo a perder. Lord Cronshaw se puso de un humor sombro, extrao,

  • 5y cuando el grupo se reuni ms adelante para cenar en un pequeo reservado, todosrepararon en que l y miss Courtenay haban reido y no se hablaban. Ella haballorado, era evidente, y estaba al borde de un ataque de nervios. De modo que la cenafue de lo ms enojosa y cuando todos se levantaron de la mesa, Coc se volvi aCristbal Davidson y le rog que la acompaara a casa porque ya estaba harta debaile. El joven actor titube, mir a lord Cronshaw y finalmente se la llev alreservado otra vez.

    Pero fueron vanos todos sus esfuerzos para asegurar una reconciliacin, por lo quetom un taxi y acompa a la ahora llorosa miss Courtenay a su domicilio. Lamuchacha estaba trastornadsima; sin embargo, no se confi a su acompaante.nicamente dijo repetidas veces: Cronshaw se acordar de m. Esta frase es la nicaprueba que poseemos de que pudiera no haber sido su muerte accidental. Sin embargo,es bien poca cosa, como ve, para que nos basemos en ella. Cuando Davidson consiguique se tranquilizase un poco era tarde para volver al Colossus Hall y marchdirectamente a su casa, donde, poco despus, lleg su mujer y le enter de la espantosatragedia acaecida despus de su marcha.

    Parece ser que a medida que adelantaba la fiesta iba ponindose lord Cronshawcada vez ms sombro. Se mantuvo separado del grupo y apenas se le vio en toda lanoche. A la una y treinta, antes del gran cotilln en que todo el mundo deba quitarsela careta, el capitn Digby, compaero de armas del lord, que conoca su disfraz, le viode pie en un palco contemplando la platea.

    - Hola, Cronsh! - le grit -. Baja de ah y s ms sociable. Pareces un mochuelo en larama. Ven conmigo y nos divertiremos.

    - Est bien. Esprame, de lo contrario nos separarla gente.

    Lord Cronshaw le volvi la espalda y sali del palco. El capitn Digby, a quienacompaaba la seorita Davidson, aguard. Pero el tiempo pasaba y lord Cronshaw noapareca.

    Finalmente, Digby se impacient.

    - Se creer ese chiflado que vamos a estarle aguardando toda la noche?

    En ese instante se incorpor a ellos mistress Mallaby.

    - Est hecho un hurn - coment la preciosa viuda.

    La bsqueda comenz sin gran xito hasta que a mistress Mallaby se le ocurri quepoda hallarse en el reservado donde haban cenado una hora antes. Se dirigieron ally qu espectculo se ofreci a sus ojos!

    Arlequn estaba en el reservado, cierto es, pero tendido en tierra y con un cuchillode mesa clavado en medio del corazn.

    Japp guard silencio. Poirot, intrigado, dijo con aire suficiente:

    - Une belle affaire! Y se tiene algn indicio de la identidad del autor de la hazaa?No, es imposible, desde luego.

    - Bien - continu el inspector -, ya conoce el resto. La tragedia fue doble. Al dasiguiente, los peridicos la anunciaron con grandes titulares. Brevemente, se deca enellos que se haba descubierto muerta en su cama a miss Courtenay, la popular actriz,

  • 6y que su muerte se deba, segn dictamen facultativo, a una doble dosis de cocana.Fue un accidente o un suicidio? Al tomar declaracin a la doncella, manifest que, enefecto, miss Courtenay era muy aficionada a aquella droga, de manera que su muertepudo ser casual, pero nosotros tenemos que admitir tambin la posibilidad de unsuicidio. Lo sensible es que la desaparicin de la actriz nos deja sin saber el motivo dela querella que sostuvieron los dos novios la noche del baile. A propsito: en losbolsillos de lord Cronshaw se ha encontrado una cajita de esmalte que ostenta lapalabra Coc en letras de diamantes. Est casi llena de cocana. Ha sido identificadapor la doncella de miss Courtenay como perteneciente a su seora. Dice que la llevabasiempre consigo, porque encerraba la dosis de cocana a que rpidamente se estabahabituando.

    - Era lord Cronshaw aficionado tambin a los estupefacientes?

    - No, por cierto. Tena sobre este punto ideas muy slidas.

    Poirot se qued pensativo.

    - Pero puesto que tena en su poder la cajita deba saber que miss Courtenay lostomaba. Qu sugestivo es esto, verdad, mi buen Japp?

    - S, claro - dijo titubeando el inspector.

    Yo sonre.

    - Bien, ya conoce los pormenores del caso.

    - Y han conseguido hacerse o no con alguna prueba?

    - Tengo una, una sola. Hela aqu.

    Japp se sac del bolsillo un pequeo objeto que entreg a Poirot. Era un pequeopompn de seda, color esmeralda, del que pendan varias hebras como si lo hubieranarrancado con violencia de su sitio.

    - Lo encontramos en la mano cerrada del muerto - explic.

    Poirot se lo devolvi sin comentarios. A continuacin pregunt:

    - Tena lord Cronshaw algn enemigo?

    - Ninguno conocido. Era un joven muy popular y apreciado.

    - Quin se beneficia de la muerte?

    - Su to, el honorable Eustaquio Beltane, que hereda su ttulo y propiedades. Tieneen contra uno o dos hechos sospechosos. Varias personas han declarado que oyeron unaltercado violento en el reservado y que Eustaquio Beltane era uno de los quedisputaban. El cuchillo con que se cometi el crimen se cogi de la mesa y el hechosugiere de que se llevase a cabo por efecto del calor de la disputa.

    - Qu responde a esto mster Beltane?

    - Declara que uno de los camareros estaba borracho y que l le propin unareprimenda, y que esto suceda a la una y no a la una y media de la madrugada. Ladeclaracin del capitn Digby determina la hora exacta, ya que slo transcurrierondiez minutos entre el momento en que habl con Cronshaw y el momento en quedescubri su cadver.

  • 7- Supongo que Beltane, que vesta un traje de Polichinela, deba llevar joroba y uncuello de volantes...

    - Ignoro los detalles exactos de los trajes de mscara - repuso Japp, dirigiendo unamirada de curiosidad -. De todos modos no veo que tengan nada que ver con el crimen.

    - No? - Poirot sonri con irona. No se haba movido del asiento, pero sus ojosdespedan una luz verde, que yo comenzaba a conocer bien -, verdad que haba unacortina en el reservado?

    - S, pero...

    - Queda detrs espacio suficiente para ocultar a un hombre?

    - S, en efecto, puede servir de escondite, pero cmo lo sabe, monsieur Poirot, si noha estado all?

    - No he estado, en efecto, mi buen Japp, pero mi imaginacin ha proporcionado a laescena esa cortina. Sin ella el drama no tena fundamento. Y hay que ser razonable.Pero, dgame: enviaron los amigos de Cronshaw a por un mdico o no?

    - Enseguida, claro est. Sin embargo, no haba nada que hacer. La muerte debi serinstantnea.

    Poirot hizo un movimiento de impaciencia.

    - S, s, comprendo. Y ese mdico, ha prestado ya declaracin en la investigacininiciada?

    - S.

    - Dijo algo acerca de algn sntoma poco corriente?

    Japp fij una mirada penetrante en el hombrecillo.

    - Ignoro adnde quiere ir a parar, pero el doctor explic que haba una tensin, unarigidez en los miembros del cadver que no poda ni acertaba a explicarse.

    - Aj! Aj! Mon Dieu! - exclam Poirot -. Esto da que pensar, no le parece?

    Yo vi que a Japp no le preocupaba lo ms mnimo.

    - Piensa tal vez en el veneno, monsieur? Para qu ha de envenenarse primero aun hombre al que se asesta despus una pualada?

    - Realmente sera ridculo - manifest Poirot.

    - Bueno, desea ver algo, monsieur? Le gustara examinar la habitacin donde sehall el cadver de lord Cronshaw?

    Poirot agit la mano.

    - No, nada de eso. Usted me ha referido ya lo nico que puede interesarme: el puntode vista de lord Cronshaw respecto de los estupefacientes.

    - De manera que no desea ver nada?

    - Una sola cosa.

    - Usted dir...

  • 8- El juego de las figuras de porcelana china que sirvieron para sacar copia de lostrajes de mscara.

    Japp le mir sorprendido.

    - La verdad es que tiene usted gracia! - exclam despus.

    - Puede hacerme ese favor?

    - Desde luego. Acompeme ahora mismo a Berkeley Square, si gusta. No creo quemster Beltane ponga reparos.

    Partimos en el acto en un taxi. El nuevo lord Cronshaw no estaba en casa, pero apeticin de Japp nos introdujeron en la habitacin china, donde se guardaban lasgemas de la coleccin. Japp mir unos instantes a su alrededor, titubeando.

    - No se me alcanza cmo va usted a encontrar lo que busca, monsieur - dijo.

    Pero Poirot haba tirado ya de una silla, colocada junto a la chimenea, y se suba aella de un salto, ms propio de un pjaro que de una persona. En un pequeo estante,colocadas encima del espejo, haba seis figuras de porcelana china. Poirot las examinatentamente, haciendo poqusimos comentarios mientras verificaba la operacin.

    - Les voil...! La antigua Comedia italiana. Tres parejas! Arlequn y Colombina;Pierrot y Pierrette, exquisitos con sus trajes verde y blanco. Polichinela y sucompaera vestidos de malva y amarillo. El traje de Polichinela es complicado. Llevafrunces, volantes, joroba, sombrero alto... S, de veras es muy complicado.

    Volvi a colocar en su sitio las figuritas y se baj de un salto.

    Japp no qued satisfecho, pero al parecer Poirot no tena intencin de explicarnosnada y el detective tuvo que conformarse. Cuando nos disponamos a salir de la salaentr en ella el dueo de la casa y Japp hizo las debidas presentaciones.

    El sexto vizconde Cronshaw era un hombre de unos cincuenta aos, de manerassuaves, con un rostro bello pero disoluto. Era un rou que adoptaba la lnguida actitudde un poseur. A m me inspir antipata. Sin embargo, nos acogi de una maneraamable y dijo que haba odo alabar la habilidad de Poirot. Al mismo tiempo se pusopor entero a nuestra disposicin.

    - S que la polica hace todo lo que puede - declar, pero temo que no llegue nunca asolucionarse el misterio que encierra la muerte de mi sobrino. Le rodean tambincircunstancias muy misteriosas.

    Poirot le miraba con atencin.

    - Sabe si tena enemigos?

    - Ninguno. Estoy bien seguro. - Tras de una pausa, Beltane interrog: Deseadirigirme alguna otra pregunta?

    - Una sola. - Poirot se haba puesto serio -. Se reprodujeron exactamente los trajesde mscara de estos figurines?

    - Hasta el menor detalle.

    - Gracias, milord. No necesito saber ms. Muy buenos das.

  • 9- Y ahora qu? - pregunt Japp en cuanto salimos a la calle -. Porque debo notificaralgo al Yard, como ya sabe usted.

    - Bien! No le detengo. Tambin yo tengo un poco de quehacer y despus...

    - Despus?

    - Quedar el caso completo.

    - Qu! Se da cuenta de lo que dice? Sabe ya quin mat a lord Cronshaw?

    - Parfaitement.

    - Quin fue? Eustaquio Beltane?

    - Ah, mon ami! Ya conoce mis debilidades. Deseo siempre tener todos los cabossueltos en la mano hasta el ltimo momento. Pero no tema. Lo revelar todo a sudebido tiempo. No deseo honores. El caso ser suyo a condicin de que me permitallegar al denouement a mi modo.

    - Si es que el denouement llega - observ Japp -. Entretanto, ya se sabe, ustedpiensa mostrarse tan hermtico como una ostra, no es eso? - Poirot sonri -. Bien,hasta la vista. Me voy al Yard.

    Baj la calle a paso largo y Poirot llam a un taxi.

    - Adnde vamos ahora? - le pregunt, presa de viva curiosidad.

    - A Chelsea para ver a los Davidson.

    - Qu opina del nuevo lord Cronshaw? pregunt mientras le daba las seas altaxista.

    - Qu dice mi buen amigo Hastings?

    - Que me inspira instintiva desconfianza.

    - Cree que es el hombre malo de los libros de cuentos, verdad?

    - Y usted no?

    - Yo creo que ha estado muy amable con nosotros - repuso Poirot sincomprometerse.

    - Porque tiene sus razones!

    Poirot me mir, mene la cabeza con tristeza y murmur algo que sonaba como sidijera: Qu falta de mtodo! .

    Los Davidson habitaban en el tercer piso de una manzana de casas - mansin. Senos dijo que mster Davidson haba salido pero que mistress Davidson estaba en casa,y se nos introdujo en una habitacin larga, de techo bajo, ornada de cortinajes, dealegres colores, estilo oriental. El aire, opresivo, estaba saturado del olor fuerte de losnardos. Mistress Davidson no nos hizo esperar. Era una mujercita menuda, rubia,cuya fragilidad hubiera parecido potica, de no ser por el brillo penetrante, calculador,de los ojos azules.

    Poirot le explic su relacin con el caso y ella movi tristemente la cabeza.

  • 10

    - Pobre Cronsh... y pobre Coc tambin! - exclam al mismo tiempo -. Nosotros, mimarido y yo, la queramos mucho y su muerte nos parece lamentable y espantosa.Qu es lo que desea saber? Debo volver a recordar aquella triste noche?

    - Crea, madame, que no abusar de sus sentimientos. Sobre todo porque ya elinspector Japp me ha contado lo ms imprescindible. Deseo ver, solamente, el vestidode mscara que llev usted al baile.

    Mistress Davidson pareci sorprenderse de la singular peticin y Poirot continudiciendo con acento tranquilizador:

    - Comprenda, madame, que trabajo de acuerdo con el sistema de mi pas. Nosotrostratamos siempre de reconstruir el crimen. Y como es probable que desee hacer unarepresentacin, esos vestidos tienen su importancia.

    Pero mistress Davidson pareca dudar todava de la palabra de Poirot.

    - Ya he odo decir eso, naturalmente - dijo -, pero ignoraba que usted fuera tanamante del detalle. Voy a por el vestido en seguida.

    Sali de la habitacin para regresar casi en el acto con un exquisito vestido de rasoverde y blanco. Poirot lo tom de sus manos, lo examin y se lo devolvi con un atentosaludo.

    - Merci, madame! Ya veo que ha tenido la desgracia de perder un pompn, aqu enel hombro.

    - S, me lo arrancaron bailando. Lo recog y se lo di al pobre lord Cronshaw para queme lo guardase.

    - Sucedi eso despus de la cena?

    - S.

    - Entonces, muy poco antes de desarrollarse la tragedia, quiz?

    Los plidos ojos de mistress Davidson expresaron leve alarma y replic vivamente:

    - Oh, no, mucho antes. Justo despus de cenar.

    - Entiendo. Bien, eso es todo. No queremos molestarla ms. Bonjour, madame.

    - Bueno - dije cuando salamos del edificio -. Ya est explicado el misterio delpompn verde.

    - Hum...

    - Oiga! Qu quiere decir con eso?

    - Se ha fijado, Hastings, en que he examinado el traje, verdad?

    - S.

    - Eh, bien, el pompn que faltaba no fue arrancado, como dijo esa seora, sino...cortado por unas tijeras porque todas las hebras son iguales.

    - Caramba! La cosa se complica...

    - Por el contrario - repuso con aire plcido Poirot -, se simplifica cada vez ms.

  • 11

    - Poirot! Se me est terminando la paciencia! - exclam -. Su costumbre deencontrar todo tan sencillo es un agravante.

    - Pero cuando me explico, diga, mon ami, no es cierto que resulta muy simple?

    - S, seor, y eso es lo que ms me irrita: que entonces se me figura que tambin yohubiera podido adivinar fcilmente.

    - Y lo adivinara, Hastings, si se tomase el trabajo de poner en orden sus ideas. Sinun mtodo...

    - S, s - me apresur a decir, interrumpindole, porque conoca demasiado bien laelocuencia que desplegaba, cuando trataba de su tema favorito -. Dgame: qu piensahacer ahora? Est dispuesto, de veras, a reconstruir el crimen?

    - Nada de eso. El drama ha concluido. nicamente me propongo aadirle... unaarlequinada!

  • 12

    Poirot seal el martes siguiente como da a propsito para la misteriosarepresentacin y he de confesar que sus preparativos me intrigaron de modoextraordinario. En un lado de la habitacin se coloc una pantalla; al otro un pesadocortinaje. Luego vino un obrero con un aparato para la luz y finalmente un grupo deactores que desaparecieron en el dormitorio de Poirot, destinado provisionalmente acuarto tocador. Japp se present poco despus de las ocho. Vena de visible mal humor.

    - La representacin es tan melodramtica como sus ideas - manifest -. Pero, en fin,no tiene nada de malo y, como el mismo Poirot dice, nos ahorrar infinitas molestias ycavilaciones. Yo mismo sigo el rastro, he prometido dejarle hacer las cosas a sumanera. Ah! Ya estn aqu esos seores.

    Lleg primero Su Seora acompaando a mistress Mallaby, a la que yo no conocaan. Era una linda morena y pareca estar nerviosa. Les siguieron los Davidson.Tambin vi a Chris Davidson por vez primera. Era un guapo mozo, esbelto y moreno,que posea los modales graciosos y desenvueltos del verdadero actor.

    Poirot dispuso que tomasen todos asiento delante de la pantalla, que estabailuminada por una luz brillante. Luego apag las luces y la habitacin qued, aexcepcin de la pantalla, totalmente sumida en tinieblas.

    - Seoras, caballeros, permtanme unas palabras de explicacin. Por la pantalla vana pasar por turno seis figuras que les son familiares: Pierrot y su Pierrette;Polichinela, el bufn, y la elegante Polichinela; la bella Colombina, coqueta yseductora, y Arlequn, el invisible para los hombres.

    Y tras estas palabras de introduccin comenz la comedia. Cada una de las figurasmencionadas por Poirot surgieron en la pantalla, permanecieron en ella un momentoen pose y desaparecieron. Cuando se encendieron las luces son un suspiro general dealivio. Todos los presentes estaban nerviosos, temerosos, sabe Dios de qu. Si elcriminal estaba en medio de nosotros y Poirot esperaba que confesase a la solapresencia de una figura familiar, la estratagema haba ya fracasado evidentemente,puesto que no se produjo. Sin embargo, no se descompuso, sino que avanz un paso,con el rostro animado.

    - Ahora, seoras y seores - dijo -, dganme, uno por uno, qu es lo que han visto.Quiere empezar, milord?

    Este caballero qued perplejo.

    - Perdn, no le comprendo - dijo.

    - Dgame nada ms qu es lo que ha visto.

    - Ah, pues... he visto pasar por la pantalla a seis personas vestidas como lospersonajes de la vieja Comedia italiana, o sea, como la otra noche.

    - No pensemos en la otra noche, milord - le advirti Poirot -. Slo quiero saber lo queha visto. Madame, est de acuerdo con lord Cronshaw?

    Se diriga a mistress Mallaby.

    - S, naturalmente.

    - Cree haber visto seis figuras que representan a los personajes de la Comediaitaliana?

  • 13

    - S, seor.

    - Y usted, monsieur Davidson?

    - S.

    - Y madame?

    - S.

    - Hastings? Japp? S? Estn ustedes completamente de acuerdo?

    Poirot nos mir uno a uno; tena el rostro plido y los ojos verdes tan claros como losde un gato.

    - Pues debo decir que se equivocan todos ustedes! - exclam -. Sus ojos mienten...como mintieron la otra noche en el baile de la Victoria. Ver las cosas con los propiosojos, como vulgarmente se dice, no es ver la verdad. Hay que ver con los ojos delentendimiento; hay que servirse de las pequeas clulas grises. Sepan, pues, que lomismo esta noche que la noche del baile vieron slo cinco figuras, no seis! Mirenustedes!

    Volvieron a apagarse las luces. Y una figura se dibuj en la pantalla: Pierrot!

    - Quin es? Pierrot, no es eso? - pregunt Poirot con acento severo.

    - S - gritamos todos a la vez.

    - Miren otra vez!

    Con un rpido movimiento el actor se despoj del vestido suelto de Pierrot y en sulugar apareci, resplandeciente, Arlequn!

    - Maldito sea! Maldito sea! - exclam la voz de Davidson -. Cmo lo ha adivinado?

    A continuacin son el clic! de las esposas y la voz serena, oficial, de Japp, quedeca:

    - Le detengo, Cristbal Davidson, por el asesinato del vizconde Cronshaw. Todo loque pueda decir se utilizar como acusacin en contra.

  • 14

    Un cuarto de hora despus cenbamos. Poirot, con el rostro resplandeciente, semultiplicaba, hospitalario, responda de buena gana a nuestras mltiples y continuaspreguntas.

    - Todo ha sido muy simple. Las circunstancias en que se hall el pompn verdesugera, al punto, que haba sido arrancado del vestido de mscara del asesino. Yoalej a Pierrette del pensamiento, ya que se necesita de una fuerza considerable paraclavar un cuchillo de mesa en el pecho de un hombre, y me fij en Pierrot. Pero stehaba salido del baile dos horas antes de verificarse el crimen. De manera que si noregres al baile para matar a lord Cronshaw pudo matarle antes de marchar. Era estoposible? Quin haba visto a lord Cronshaw despus de la hora de la cena? Slomistress Beltane cuyo testimonio, lo sospecho, fue falso; una mentira deliberada paraexplicar la desaparicin del pompn, que, naturalmente, quit de su traje de mscarapara reemplazar el que su marido perdi. A Arlequn se le vio a la una y media en unpalco. Tambin sta fue una representacin. Yo pens primero en mster Davidsoncomo presunto culpable. Pero era imposible, dado lo complicado de su traje, quehubiera doblado los papeles de Arlequn y de Polichinela. Por otra parte, siendo msterDavidson un joven de la misma edad y estatura que la vctima, as como un actorprofesional, la cosa no poda ser ms simple.

    No obstante me preocupaba el mdico. Porque ningn mdico profesional puededejar de darse cuenta de que existe una diferencia entre una persona que slo hacediez minutos que ha muerto y la que lleva difunta dos horas. Eh bien! El doctor sehaba dado cuenta! Slo que como al colocarle delante del cadver no se le preguntCunto hace que ha muerto?, sino que, por el contrario, se le comunic que estabacon vida diez minutos antes, guard silencio. Pero en la investigacin habl de larigidez anormal de los miembros del cadver, que no se explicaba!

    Todo concordaba, pues, con mi teora. Hela aqu: Davidson mat a Cronshawinmediatamente despus de la cena, o sea, despus de volver con l, como recordarnustedes, al comedor. A continuacin acompa a miss Courtenay a casa, dejndola a lapuerta del piso en vez de entrar para tratar de calmarla como declar, y volviendo aescape al Colossus, pero no ya vestido de Pierrot, sino de Arlequn, simpletransformacin que efectu en menos de lo que se tarda en contarlo.

    El actual lord Cronshaw mir perplejo al detective.

    - Si fue as - dijo -, Davidson debi ir al baile dispuesto a matar a mi sobrino. Porqu? Nos falta descubrir el motivo y yo no acierto a adivinarlo.

    - Ah! Aqu tenemos la segunda tragedia, la de miss Courtenay. Existe un puntosencillo de referencia que hemos pasado por alto. Miss Courtenay muri despus detomar una doble dosis de cocana... pero la habitual estaba en la cajita que se encontrsobre el cuerpo de lord Cronshaw. De dnde sac entonces la droga que la mat?nicamente una persona pudo proporcionrsela: Davidson. Y el hecho lo explica todo.Su amistad con los Davidson, su peticin a Cristbal de que la acompaase a casa.Lord Cronshaw era enemigo acrrimo, casi fantico, de los estupefacientes. Por ello aldescubrir que su novia tomaba cocana sospech que era Davidson quien se laproporcionaba. El actor lo neg, pero lord Cronshaw sonsac a miss Courtenay en elbaile y le arranc la verdad. Poda perdonar a la desventurada muchacha, pero noduden ustedes que no hubiera tenido piedad del hombre que tena como medio de vidael trfico de los estupefacientes. Si llegaba a descubrirse esto era inminente su ruina y

  • 15

    por ello acudi al Colossus dispuesto a procurarse, a cualquier precio, el silencio delord Cronshaw.

    - Entonces fue casual la muerte de Coc?

    - Sospecho que fue un accidente que provoc hbilmente el mismo Davidson. Ellaestaba furiosa con el lord, ante todo por sus reproches, despus por haberle quitado lacajita de cocana. Davidson le proporcion ms y probablemente le sugerira quetomase una dosis mayor como desafo al viejo Cronsh.

    - Cmo descubri usted que haba en el comedor una cortina? - pregunt yo.

    - Toma! Mon ami! Si no puede ser ms fcil... Recuerde que los camareros entrarony salieron de l sin ver nada sospechoso. De esto se deduca que el cadver no estabaentonces tendido en el suelo. Tena forzosamente que estar oculto en cualquier parte ypor ello se me ocurri que deba ser detrs de una cortina. Davidson arrastr elcadver hasta all y ms adelante, despus de llamar la atencin en el palco, lo sac yabandon definitivamente el baile. Este paso fue uno de los ms hbiles que dio. Esmuy listo!

    Pero en los ojos verdes de Poirot le lo que no osaba expresar:

    No tan listo, sin embargo, como Hrcules Poirot!

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    La aventura de la cocineraLa aventura de la cocinera

  • 17

    En la poca en que comparta mi habitacin con Hrcules Poirot contraje el hbitode leerle, en voz alta, los epgrafes del Daily Blare, diario de la maana.

    Este peridico saba sacar siempre un gran partido de los sucesos del da para crearsensacin. A sus pginas asomaban a la luz pblica, robos y asesinatos. Y los grandescaracteres de sus ttulos heran la vista ya desde la primera pgina.

    He aqu varios ejemplos:

    Empleado de una casa de Banca que huye con unas acciones negociables cuyo valores de cincuenta mil libras.Marido que mete la cabeza en un horno de gas paraescapar a la msera vida de familia. Mecangrafa desaparecida. Era una hermosamuchacha de veinte aos. Dnde se halla Edna Field?.

    - Vea, Poirot. Aqu tiene dnde escoger. Qu prefiere: un huidizo empleado deBanca, un suicidio misterioso o una muchacha desaparecida?

    Pero mi amigo, que estaba de buen humor, movi la cabeza.

    - No me atrae ninguno de esos casos, mon ami - dijo -. Hoy me inclino por unaexistencia sosegada. Slo la solucin de un problema interesante me movera alevantarme de este silln. Tengo que atender a asuntos particulares ms importantes.

    - Como, por ejemplo...?

    - Mi guardarropa. Me ha cado una mancha, una sola, Hastings, en el traje nuevo yme preocupa. Luego tengo que dejar en poder de Keatings el abrigo de invierno. Y meparece que voy a recortarme el bigote antes de aplicarle la pomada.

    - Bueno, ah tiene un cliente - dije despus de asomarme a mirar por la ventana -.Creo que no va a poder poner en obra tan fantstico programa. Ya suena el timbre.

    - Pues si no se trata de un caso excepcional - repuso Poirot con visible dignidad -que no piense ni por asomo que voy a encargarme de l.

    Poco despus irrumpi en nuestro santa sanctrum una seora robusta, de rostrocolorado, que jadeaba a causa de su rpida ascensin por la escalera.

    - Es usted Hrcules Poirot? - pregunt dejndose caer en una silla.

    - S, madame. Soy Hrcules Poirot.

    - Hum! Qu poco se parece usted al retrato que me haban hecho... - repuso larecin llegada mirndole con cierto desdn -. Ha pagado el artculo encomistico enque se habla de su talento, o lo escribi el periodista por su cuenta y riesgo?

    - Madame! - dijo incorporndose a medias mi amigo.

    - Usted perdone, pero ya sabe lo que son los peridicos de hoy en da. Comienzausted a leer un bello artculo titulado: Lo que dice la novia a la amiga fea, y al finaldescubre que se trata del anuncio de una perfumera que desea despachardeterminada marca de champ. Todo es bluf. Pero no se ofenda, eh?, que voy al grano.Deseo que busque a mi cocinera, que ha desaparecido.

    Poirot tena la lengua expedita, mas en esta ocasin no acert a hacer uso de ella ymiraba a la visitante, desconcertado. Yo me volv para disimular una sonrisa.

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    - No s por qu se entretiene hoy la gente en meter ideas extravagantes en lacabeza de los sirvientes - sigui diciendo la seora -. Les ilusionan con el seuelo de lamecanografa y qu s yo ms. Pero como digo: basta de estratagemas. Me gustarasaber de qu pueden quejarse mis criados que no slo tienen permiso para salir entresemana, sino tambin los domingos alternos y festivos, que no tienen que lavar nitomar margarina porque no la hay en casa. Yo uso siempre mantequilla superior.

    - Temo que comete una equivocacin, madame. Yo no dirijo ninguna investigacinencaminada a averiguar las condiciones actuales del servicio domstico. Soy detectiveparticular.

    - Ya lo s - repuso nuestra visitante -. Ya he dicho que deseo que busque a micocinera, que sali de casa el mircoles pasado, sin decir una palabra, y que no haregresado.

    - Lo siento, madame, pero yo no trato de esta clase de asuntos. Le deseo muy buenosdas.

    La visitante lanz un resoplido de indignacin.

    - S, buen amigo? Conque es usted orgulloso, verdad? Conque slo trata desecretos de Estado y de las joyas de las condesas? Pues permtame que le diga que unasirvienta tiene tanta importancia como una tiara para una mujer de mi posicin. Notodas podemos ser seoras elegantes, de coche, cargadas de brillantes y perlas. Unabuena cocinera es una buena cocinera, pero cuando se la pierde representa tanto parauna como las perlas para cualquier dama de la aristocracia.

    La dignidad de Poirot libr batalla con su sentido del humor; finalmente volvi asentarse y se ech a rer.

    - Tiene razn, madame; era yo el equivocado: sus observaciones son justas einteligentes. Este caso constituir para m una novedad, porque an no haba andadoa la caza de una domstica desaparecida. ste es, precisamente, el problema deimportancia nacional que yo le peda a la suerte cuando lleg usted. En avant! Diceusted que la cocinera sali el mircoles de su casa y que todava no ha vuelto a ella. Yel mircoles fue anteayer...

    - S, era su da de salida.

    - Pues, probablemente, madame, habr sufrido un accidente. Ha preguntado ya enlos hospitales?

    - Pensaba hacerlo ayer, pero esta maana me ha mandado a pedir el bal, sinponerme cuatro lneas siquiera! Si hubiera estado yo en la casa le aseguro que no lahubiera dejado marchar as. Pero haba ido a la carnicera.

    - Quiere darme sus seas?

    - Se llama Elisa Dunn y es de edad madura, gruesa, de cabello negro canoso y deaspecto respetable.

    - Haban reido ustedes antes?

    - No, seor. Y esto es lo raro del caso.

    - Cuntos criados tiene, madame?

  • 19

    - Dos. Annie, la doncella, es una buena muchacha. Es olvidadiza y tiene la cabezaalgo a pjaros, pero es buena sirvienta siempre que se est encima de ella.

    - Se avenan ella y la cocinera?

    - En general s, aunque tenan sus altercados de vez en cuando.

    - Y la doncella no puede arrojar alguna luz sobre el misterio?

    - Dice que no, pero ya conoce usted a los sirvientes, se tapan unos a otros.

    - Bien, bien, ya veremos esto. Dnde reside, madame?

    - En Clapham; Albert Road, nmero 88.

    - Bien, madame, le deseo muy buenos das y cuente con verme en su residencia en elcurso del da.

    Luego mistress Todd, que as se llamaba la nueva clienta, se despidi de nosotros.

    Poirot me mir con cierta rudeza.

    - Bien, bien. Hastings, ste es un caso nuevo. La desaparicin de una cocinera!Seguramente que el inspector Japp no habr odo jams cosa parecida!

    A continuacin calent una plancha y con ella quit, con ayuda de un trozo de papelde estraza, la mancha de grasa del nuevo traje gris. Dejando con sentimiento para otroda el arreglo de los bigotes marchamos en direccin a Clapham.

    Prince Albert Road demostr ser una calle de pocas casas, todas exactamenteiguales, con ventanas ornadas de cortinas de encajes y llamadores de brillante latn enlas puertas.

    Al pulsar el timbre del nmero 88 nos abri la puerta una bonita doncella, vestidapulcramente. Mistress Todd sali al vestbulo para saludarnos.

    - No se vaya, Annie - exclam -. Este caballero es detective y desea dirigirle a ustedalgunas preguntas.

    El rostro de Annie revel la alarma y una excitacin agradable.

    - Gracias, madame - dijo Poirot haciendo una pequea reverencia -. Me gustarainterrogar a su doncella ahora y sin testigos.

    Nos introdujeron en un saloncito, y cuando se fue mistress Todd, a disgusto,comenz Poirot el interrogatorio.

    - Voyons, mademoiselle Annie, todo cuanto nos explique revestir la mayorimportancia. Slo usted puede arrojar alguna luz sobre nuestro caso y sin su ayuda noharemos nada.

    La alarma se desvaneci del semblante de la doncella y la agradable excitacin sehizo ms patente.

    - Est seguro, seor, de que dir todo lo que s.

    - Muy bien - dijo Poirot con el rostro resplandeciente -. Ante todo, qu opina usted?Porque posee una inteligencia notable. Se ve en seguida! Cul es su explicacin de ladesaparicin de Elisa?

    Animada de esta manera, Annie se dej llevar de una verbosidad abundante.

  • 20

    - Se trata de los esclavistas blancos, seor. Lo he dicho siempre. La cocinera mepona siempre en guardia contra ellos. Por caballeros que te parezcan - me deca -, noolfatees ningn perfume ni comas ningn dulce de los que te ofrezcan. Estas fueronsus palabras. Y ahora se han apoderado de ella, estoy segura. Han debido llevrsela aTurqua o a uno de esos lejanos lugares de Oriente donde, segn se dice, gustan de lasmujeres entradas en carnes.

    - Pero en tal caso, y es admirable su idea, hubiera mandado a buscar el bal?

    - Bien, no lo s, seor. Pero supongo que aun en aquellos lugares exticos,necesitar ropa.

    - Quin vino a buscar el bal? Un hombre?

    - Carter Peterson, seor.

    - Lo cerr usted?

    - No, seor. Ya estaba cerrado y atado.

    - Ah! Es interesante. Eso demuestra que cuando sali el mircoles de casa estabaya decidida a no volver a ella. Se da cuenta de esto, no?

    - S, seor - Annie pareci sorprenderse -. No haba cado en ello. Pero aun as puedetratarse de los esclavistas, no cree? - agreg con tristeza.

    - Claro! - dijo gravemente Poirot -. Duermen ustedes en una misma habitacin?

    - No, seor. En distintas habitaciones.

    - Le haba dicho Elisa si estaba descontenta de su puesto actual? Se sentanfelices las dos aqu?

    - La casa es buena - replic Annie titubeando -. Ella nunca habl de que pensaradejarla.

    - Hable con franqueza. No se lo dir a la seora - dijo Poirot con acento afectuoso.

    - Bien, la seora es algo difcil, naturalmente. Pero la comida es buena. Yabundante. Se come caliente a la hora de la cena, hay buenos entremeses y se nos damucha carne de cerdo. Yo estoy segura de que aunque hubiera querido cambiar decasa, Elisa no se hubiera marchado as. Hubiera dado un mes de tiempo a la seora;sobre todo porque de lo contrario no hubiera cobrado el salario.

    - Y el trabajo es muy duro?

    - Bueno, la seora es muy meticulosa y anda buscando siempre polvo por todos losrincones. Adems hay que cuidar del alojado, del husped, como a s mismo se llama.Pero nicamente desayuna y cena en casa, como el amo. Los dos pasan el da en laCity.

    - Le es simptico el amo?

    - S, es bueno, muy callado y algo picajoso.

    - Recuerda, por casualidad, lo ltimo que dijo Elisa antes de salir de casa?

    - S, lo recuerdo. Dijo: Esta noche cenaremos una loncha de jamn con patatasfritas. Y luego, melocotn en conserva. Se mora por los melocotones.

  • 21

    - Sala regularmente los mircoles?

    - S, ella los mircoles y yo los jueves.

    Poirot dirigi todava a Annie varias preguntas y luego se dio por satisfecho. Anniese march y entr mistress Todd con el rostro iluminado por la curiosidad. Estaba algoresentida, estoy seguro, de que la hubiramos hecho salir de la habitacin durantenuestra conversacin con Annie. Poirot se cuid, no obstante, de aplacarla con tacto.

    - Es difcil - explic - que una mujer de inteligencia tan excepcional como la suya,madame, soporte con paciencia el procedimiento que nosotros, pobres detectives,tenemos que emplear. Porque tener la paciencia con la estupidez es difcil para laspersonas de entendimiento vivo.

    Habiendo sido disipado el resentimiento que mistress Todd pudiera albergar, hizorecaer la conversacin sobre el marido y obtuvo la informacin de que trabajaba parauna firma de la City y de que no llegara hasta las seis a casa.

    - Este asunto debe traerle preocupado e inquieto, no es as?

    - Oh, l no se preocupa por nada - declar mistress Todd -. Bien, bien, toma otra,querida. Esto es todo lo que dijo. Es tan tranquilo que en ocasiones me saca de quicio:Es una ingrata. Vale ms que nos desembaracemos de ella.

    - Hay otras personas en la casa, mistress Todd?

    - Se refiere a mster Simpson, el realquilado? Pues tampoco se preocupa de nadamientras se le d de desayunar y de cenar.

    - Cul es su profesin, madame?

    - Trabaja en un Banco.

    Mistress Todd mencion el nombre y yo me sobresalt recordando la lectura delDaily Blare.

    - Es joven?

    - Tiene veintiocho aos. Es muy simptico.

    - Me gustara poder hablar con l y tambin con su marido, si no tieneninconveniente. Volver por la tarde. Entretanto, le aconsejo que descanse, madame.Parece fatigada.

    Poirot murmur unas palabras de simpata y nos despedimos de la buena seora.

    - Es una coincidencia curiosa - observ -, pero Davis, el empleado fugitivo, trabajabaen la misma casa de Banca que Simpson. Qu le parece, existiralguna relacin entrelas dos personas?

    Poirot sonri.

    - Coloquemos en un extremo al empleado poco escrupuloso y en el otro a la cocineradesaparecida. Es difcil hallar relacin entre ambas personas a menos que si Davisvisitaba a Simpson se hubiera enamorado de la cocinera y la convenciera de que leacompaase en su huida.

    Yo re, pero Poirot conserv la seriedad.

  • 22

    - Pudo escoger peor. Recuerde, Hastings, que cuando se va camino del destierro,una buena cocinera puede proporcionar ms consuelo que una cara bonita. - Hizo unapausa momentnea y luego continu: - ste es un caso de los ms curiosos, lleno dehechos contradictorios. Me interesa, s, me interesa extraordinariamente.

    Por la tarde volvimos a la calle Prince Albert, nmero 88, y entrevistamos a Todd ya Simpson. Era el primero un melanclico caballero, de unos cuarenta aos.

    - Ah, s, s, Elisa! Era una buena cocinera, mujer muy econmica. A m me gusta laeconoma.

    - Alcanza a comprender por qu les dej a ustedes de manera tan repentina?

    - Ver: los criados son as - repuso con un aire vago -. Mi mujer se disgusta por todo.Le agota la preocupacin constante. Y el problema es muy sencillo en realidad. Yo ledigo: Busca otra, querida. Busca otra cocinera. De qu sirve llorar por la lechederramada?

    Mster Simpson se mostr igualmente vago. Era un joven taciturno, poco llamativo,que usaba gafas.

    - Era una mujer madura. S, la conoca. La otra es Annie, muchacha simptica yservicial.

    - Sabe si se llevaban bien?

    Mster Simpson lo supona. No poda asegurarlo.

    - Bueno, no hemos obtenido ninguna noticia interesante, mon ami - me dijo Poirotcuando salimos de la casa despus de volver a escuchar de labios de mistress Todd laexplicacin, ampliada, de lo ocurrido, que conocamos desde por la maana.

    - Est decepcionado porque esperaba saber algo nuevo? - dije.

    - Hombre, siempre existe una posibilidad, naturalmente - repuso Poirot -. Perotampoco lo cre probable.

    Al da siguiente recibi una carta que ley, rojo de indignacin, y me entregdespus.

    Mistress Todd - deca - lamenta tener que prescindir de los servicios de monsieurPoirot, ya que despus de hablar con su marido se da cuenta de lo innecesario que esllamar a un detective para la solucin de un problema de ndole domstica. MistressTodd le incluye una guinea como retribucin a su consulta...

    - Aj! - exclam mi amigo lleno de clera -. Ser posible que crean que van adesembarazarse de m, Hrcules Poirot, con tanta facilidad? Como favor, un granfavor, consent en investigar ese asunto tan miserable y mezquino y me despiden,comme a? Aqu anda, o mucho me engao, la mano de mster Todd. Pero no y milveces no! Gastar veinte, treinta guineas, si fuere preciso, hasta llegar al fondo de lacuestin.

    - S. Pero, cmo?

    Poirot se calm un poco.

    - Dacord - contest -; pondremos un anuncio en los peridicos. Un anuncio que diga,sobre poco ms o menos... s, eso es: Si Elisa Dunn quiere molestarse en darnos su

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    direccin le comunicaremos algo que le interesa mucho. Insrtelo en los peridicos demayor circulacin, Hastings. Entretanto, verificar algunas pesquisas. Vaya, vaya, nohay tiempo que perder!

    No volv a verle hasta la tarde, en que se dign referirme en un corto espacio detiempo lo que haba estado haciendo.

    - He hecho averiguaciones en la casa donde trabaja mster Todd. Tiene buencarcter y no falt al trabajo el mircoles por la tarde. Tanto mejor para l. El martes,Simpson cay enfermo y no fue al Banco, pero s estuvo tambin el mircoles por latarde. Era amigo de Davis, pero no muy amigo. De modo que no hay novedades por eselado. Confiemos en el anuncio.

    ste apareci en los principales peridicos de la ciudad. Las rdenes de Poirot eranque siguiera apareciendo por espacio de una semana. Su ansiedad en este caso, tanpoco interesante, de la desaparicin de una cocinera, era extraordinaria, pero me dicuenta de que consideraba cuestin de honor perseverar hasta obtener el xito. En estapoca se le ofreci la solucin de otros casos, ms atrayentes, pero se neg a encargarsede ellos. Todas las maanas abra precipitadamente la correspondencia y luego dejabalas cartas con un suspiro. Pero nuestra paciencia obtuvo su recompensa al fin. Elmircoles que sucedi a la visita de mistress Todd la patrona nos anunci a unavisitante que deca llamarse Elisa Dunn.

    - En fin! - exclam Poirot -. Dgale que suba. En seguida. Inmediatamente.

    Al verse as incitada, la patrona sali a escape y poco despus reapareci seguida demiss Dunn. Nuestra mujer era tal y como nos la haban descrito: alta, vigorosa,enteramente respetable.

    - He ledo su anuncio, y por si existe alguna dificultad vengo a decirles lo queignoran; que ya he cobrado la herencia.

    Poirot, que la observaba con atencin, tir de una silla y se la ofreci con un saludo.

    - Su ama, mistress Todd - explic -, se senta inquieta. Tema que hubiera sidovctima de un accidente realmente serio.

    Elisa Dunn pareci sorprenderse mucho.

    - Entonces, no ha recibido mi carta? - interrog.

    - No. - Poirot hizo una pausa y luego dijo con acento persuasivo: - Ea, cuntenos loocurrido.

    Y Elisa, que no necesitaba que se la incitase a ello, inici al punto una largaexplicacin.

    - Al volver el mircoles por la tarde a casa, y cuando casi me hallaba delante de lapuerta, me sali al paso un caballero. Miss Elisa Dunn, estoy en lo cierto?,pregunt. S, seor, respond. Acabo de preguntar por usted en el nmero 88 y mehan dicho que no tardara en llegar. Miss Dunn, he venido de Australia, dispuesto adar con su paradero. Cul era el apellido de soltera de su madre?Jane Ermott.Precisamente. Bien, pues, aun cuando usted lo ignore, miss Dunn, su abuela tenauna amiga muy querida que se llamaba Elisa Leech. Esta muchacha se expatri, sefue a Australia, y all contrajo matrimonio con un hombre acaudalado. Sus dos hijos

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    murieron en la infancia y ella hered la propiedad de su marido. Ha muerto hace unosmeses y le deja a usted en herencia una casa y una considerable cantidad de dinero.

    La noticia me impresion tanto que hubieran podido derribarme con una pluma -prosigui miss Dunn -. Adems, de momento, aquel hombre me inspir recelos, de loque se dio cuenta, porque dijo sonriendo: Veo que es prudente, y hace bien en ponerseen guardia, pero mire mis credenciales. Me entreg una carta y una tarjeta de losseores Hurts y Crotchet, notarios de Melbourne. l era mster Crotchet. La difuntale impone dos condiciones para que pueda percibir la herencia (era algo excntrica,comprende?). Primero debe tomar posesin de su casa de Cumberland maana amedioda; luego, clusula menos importante, no debe prestar servicios domsticos. Yoqued consternada. Pero, mster Crotchet, soy cocinera, dije. No se lo han dicho encasa? Caramba, caramba! No tena la menor idea de semejante cosa. Cre que eraaya o seorita de compaa. Es muy sensible, muy sensible, desde luego.

    Quiere decir que deber renunciar a esta fortuna?, pregunt con la ansiedad quepueden ustedes suponer. Mster Crotchet se par a reflexionarlo un instante. MissDunn - dijo despus -, siempre existe un medio de burlar la Ley, y nosotros, loshombres de leyes, lo sabemos. Lo mejor es que haya usted salido a primera hora de latarde de la casa en que sirve. Pero y mi mes?, interrogu. Mi querida miss Dunn -repuso el abogado con una sonrisa -. Usted puede libremente dejar a su ama sirenuncia al pago de sus servicios. Ella comprender en vista de las circunstancias.Aqu lo esencial es el tiempo. Es imperativo que tome usted el tren de las once y cincoen Kings Cross para dirigirse al norte. Yo le adelantar diez libras para que puedatomar el billete y para que pueda enviar unas lneas desde la estacin a su seora. Selas llevar yo mismo y le explicar el caso.

    Naturalmente me avine a ello y una hora despus me hallaba en el tren tanaturdida que no saba dnde tena la cabeza. Cuando llegu a Carlisle empec a pensarque haba sido vctima de una de esas jugarretas de que nos hablan los peridicos.Pero las seas que se me haban dado eran, en efecto, de unos abogados que mepusieron en posesin de la herencia, es decir, de una casita preciosa y de una renta detrescientas libras anuales. Como dichos abogados saban poqusimos detalles, selimitaron a darme a leer la carta de un caballero de Londres en que se les ordenabaque me pusieran en posesin de la casa y de ciento cincuenta libras para los primerosseis meses. Mster Crotchet me envi la ropa, pero no recib la respuesta de mistressTodd. Yo supuse que deba estar enojada y que envidiaba mi racha de buena suerte. Sequed con mi bal y me envi la ropa en paquetes. Pero si no le entregaron mi carta esmuy natural que est resentida.

    Poirot haba escuchado con atencin tan larga historia y movi la cabeza, como siestuviese satisfecho.

    - Gracias, mademoiselle. En este asunto ha habido, como dice muy bien, unapequea confusin. Permtame que le recompense la molestia. - Poirot le puso un sobrecerrado en la mano -. Piensa volver a Cumberland en seguida? Una palabrita al odo:No se olvide de guisar. Siempre es til tener algo con qu contar cuando van mal lascosas.

    - Esa mujer es crdula - murmur Poirot cuando parti la visitante -, pero no mscrdula que las personas de su clase. - Su rostro adopt una expresin grave -. Vamos,

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    Hastings, no hay tiempo que perder. Llame un taxi mientras estribo unas lneas aJapp.

    Cuando volv con el taxi encontr a Poirot esperndome.

    - Adnde vamos? - pregunt con viva curiosidad.

    - Primero a despachar esta carta por medio de un mensajero.

    Una vez hecho esto, Poirot dio unas seas al taxista.

    - Calle Prince Albert, nmero 88, Clapham.

    - Conque, nos dirigimos all?

    - Mais oui. Aunque si he de serle franco temo que lleguemos tarde. Nuestro pjarohabr volado, Hastings.

    - Quin es nuestro pjaro?

    - El desvado mster Simpson - replic Poirot, sonriendo.

    - Qu! - exclam.

    - Vamos, Hastings, no diga que no lo ve claro ahora.

    - Supongo que se ha tratado de alejar a la cocinera - observ, algo picado -. Pero porqu? Por qu deseaba Simpson alejarla de la casa? Es que saba algo?

    - Nada.

    - Entonces...?

    - Deseaba algo que tena ella.

    - Dinero? El legado de Australia?

    - No, amigo mo. Algo totalmente distinto. - Poirot hizo una pausa y dijogravemente: - Un baulito deteriorado.

    Yo le mir de soslayo. La respuesta me pareci tan absurda que sospech por unmomento que trataba de burlarse de m. Pero estaba perfectamente grave y serio.

    - Pero digo yo - exclam - que, de querer uno, poda adquirirlo.

    - No necesitaba uno nuevo. Deseaba uno usado.

    - Poirot, esto pasa de la raya - exclam -. No me tome el pelo!

    El detective me mir.

    - Hastings, usted carece de la inteligencia y de la habilidad de mster Simpson -repuso -. Vea cmo se desarrollaron los acontecimientos: el mircoles por la tarde,sirvindose de una estratagema, Simpson aleja de casa a la cocinera. Lo mismo unapostal impresa que el papel timbrado son fciles de adquirir y adems se desprendecon gusto de ciento cincuenta libras, as como de un ao de alquiler de la finca deCumberland, para asegurar el xito de sus planes. Miss Dunn no le reconoce: elsombrero, la barba, el leve acento extranjero, la confunden y desorientan por completo.Y as se da fin al mircoles... si pasamos por alto el hecho trivial, en apariencia: el dehaberse apoderado Simpson de cincuenta mil libras en acciones.

    - Simpson! Pero si fue Davis!

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    - Djeme proseguir, Hastings. Simpson sabe que el robo se descubrira el jueves porla tarde y no va el jueves al Banco, se queda en la calle a esperar a Davis, que debesalir a la hora de comer. Es posible que se hable del robo que ha cometido y queprometa a Davis la devolucin de las acciones. Sea como sea, logra que el muchacho leacompae a Clapham. La casa est vaca porque la doncella ha salido, ya que es su dalibre, y mistress Todd est en la subasta. De modo que cuando, ms adelante, sedescubra el robo y se eche a Davis de menos, se le acusar de haber sustrado lasacciones! Mster Simpson se sentir para entonces seguro y podr volver al trabajo a lamaana siguiente como empleado fiel a quien todos conocen.

    - Pero y Davis?

    Poirot hizo un gesto expresivo y mene la cabeza.

    - As, a sangre fra, parece increble. Sin embargo, no le encuentro al hecho otraexplicacin, mon ami. La nica dificultad con que tropieza siempre el animal es la dedesembarazarse de su vctima. Pero Simpson lo ha planeado de antemano. A m mellam la atencin el hecho siguiente: ya recordar que cuando Elisa sali de casa,pensaba volver a ella por la noche, de aqu su observacin acerca de los melocotones enconserva. Sin embargo, su bal estaba cerrado y atado cuando fueron a buscarlo.Simpson fue quien pidi a Carter Peterson que pasara el viernes, de modo que fueSimpson quien at el bal el jueves por la tarde. Quin iba a sospechar de un hechotan natural y corriente? Una sirvienta que se despide de la casa en que sirve manda apor su bal, que ya est cerrado, y con una etiqueta que lleva probablemente las seasde una estacin cercana. El sbado por la tarde, Simpson, con su disfraz de colonoaustraliano, reclama el bal, le pone un nuevo rtulo y lo manda a un sitio dondepermanecer hasta que manden por l. As cuando las autoridades, recelosas, ordenenque sea abierto, a quin se culpar del crimen cometido? A un colonial barbudo que lofactur desde una estacin vecina a la de Londres y por consiguiente que no tendr lamenor relacin con el nmero 88 de la calle Prince Albert de Clapham.

    Los pronsticos de Poirot resultaron ciertos. Simpson haba salido de la casa de losTodd dos das antes, pero no escapara a las consecuencias de su crimen. Con la ayudade la telegrafa sin hilos fue descubierto, camino de Amrica, en el Olimpia.

    Un bal de metal que ostentaba el nombre de mster Henry Wintergreen atrajo laatencin de los empleados de la estacin de Glasgow y al ser abierto se hall en suinterior el cadver del infortunado Davis.

    El taln de una guinea que mistress Todd regal a Poirot no se cobr jams. Poirotle puso un marco y lo colg de la pared de nuestro saln.

    - Me servir de recuerdo, Hastings - dijo -. No desprecie nunca lo trivial, lo menosdigno. Repare que en un extremo est una domstica desaparecida... y en el otro uncriminal de sangre fra. Para m, ste ha sido el ms interesante de los casos en quehe intervenido!

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    El misterio de CornwallEl misterio de Cornwall

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    - Mistress Pengelley - anunci nuestra patrona. Y se retir discretamente.

    Por regla general personas de toda ndole acuden a visitar a Poirot, pero, en miopinin, la mujer que se detuvo, nerviosa, junto a la puerta manoseando la boa deplumas, era de las ms vulgares. Representaba unos cincuenta aos, era delgada, derostro marchito, vesta un traje sastre y sobre los cabellos grises se haba puesto unsombrero que no la favoreca. En una capital de provincia pasamos todos los das pordelante de muchas mistress Pengelley.

    Poirot, que se dio cuenta de su visible confusin, la acogi con agrado, avanzandounos pasos.

    - Madame, sintese, por favor. Mi colega, el capitn Hastings.

    La seora tom asiento murmurando:

    - Es usted monsieur Poirot, el detective?

    - S, seora. A su disposicin.

    La visitante suspir, se retorci las manos, se puso colorada.

    - Puedo servirle en algo, madame?

    - S, seor... Creo... Me pareci que...

    - Contine, madame, por favor.

    Mistress Pengelley se domin mediante un esfuerzo de voluntad al verse animadapor mi amigo.

    - El caso es, monsieur Poirot... que no quisiera tener nada que ver con la polica.No, no pienso acudir a ella por nada del mundo! Pero al mismo tiempo... me tienepreocupada. Sin embargo, no s si debo...

    Mistress Pengelley call bruscamente.

    - Yo no tengo nada que ver con la polica - le asegur Poirot -. Mis investigacionesson estrictamente particulares.

    Mistress Pengelley se aferr a la palabra.

    - Particularmente, eso es. Es lo que deseo. No quiero habladuras, ni comentarios, nisueltos en los peridicos. Porque cuando la Prensa desbarra, las pobres familias ya novuelven a levantar la cabeza. Adems de que no estoy segura... Se trata de una idea,una idea terrible que se me ha ocurrido y que no me deja en paz. - Hizo una pausapara cobrar aliento y luego sigui diciendo: - No quisiera juzgar mal al pobre Edward...mas suceden cosas tan terribles hoy da.

    - Permtame... Edward es su marido?

    - S.

    - Qu es lo que sospecha?

    - No quisiera tener que decirlo, monsieur Poirot, pero como todos los das sucedencosas parecidas y los desgraciados ni siquiera sospechan...

    Yo comenzaba a desesperar de que la pobre seora se decidiera a hablar claro, perola paciencia de Poirot era inagotable.

  • 29

    - Explquese sin temor, madame. Ver cmo se alegra cuando le demostremos quesus recelos carecen de fundamento.

    - Es muy cierto. Adems de que cualquier cosa ser mejor que esta espantosaincertidumbre. Monsieur Poirot, temo que... me estn envenenando!

    - Qu le induce a creerlo?

    Una vez superada la reticencia de mistress Pengelley se meti en una intrincadaserie de explicaciones ms propias para los odos de un mdico, que para los nuestrosde ndole policaca.

    - Conque dolor y malestar despus de las comidas, no es eso? - dijo Poirot pensativo-. La ha visitado un mdico, madame? Qu dice?

    - Dice que tengo una gastritis aguda. Pero he reparado en su inquietud, en superplejidad. Cambia continuamente de medicamentos, pero ninguno me sienta bien.

    - Le ha hablado de... sus temores?

    - No, monsieur Poirot. No quiero que se divulgue la noticia. Quiz sea realmenteuna gastritis lo que padezco. De todas maneras es raro que en cuanto se va Edward decasa todos los fines de semana, vuelva a sentirme bien. Incluso Freda, mi sobrina, seha fijado en ello. Luego hay lo de la botella del veneno para las malas hierbas, casivaca, a pesar de que asegura el jardinero que no se utiliza.

    Mistress Pengelley mir con expresin suplicante a Poirot que sonri paratranquilizarla, mientras tomaba papel y lpiz.

    - Vamos a ser prcticos, madame - dijo -. Dnde residen ustedes?

    - En Polgarwith, pequea ciudad de Cornwall.

    - Hace tiempo que habitan en esa ciudad?

    - Catorce aos.

    - Usted y su marido son los nicos habitantes de la casa? Tienen ustedes hijos?

    - No.

    - Pero, s una sobrina?

    - S, Freda Stanton, hija de la nica hermana de Edward. Ha vivido con nosotrospor espacio de ocho aos, o sea hasta la semana pasada.

    - Oh! Qu pas en esa semana?

    - Pues la verdad es que no s qu le pas a Freda. Se mostraba ruda, impertinente,cambiaba con frecuencia de humor hasta que un da, despus de uno de sus desahogos,sali de casa y alquil habitaciones en otra calle de la poblacin. Desde entonces no hevuelto a verla. Vale ms esperar a que recupere el sentido comn, como dice msterRadnor.

    - Quin es mster Radnor?

    Parte del embarazo inicial de mistress Pengelley reapareci.

    - Oh, pues, es un amigo. Un muchacho muy agradable.

    - Existe alguna clase de relacin entre l y su sobrina?

  • 30

    - En absoluto - dijo mistress Pengelley con marcado nfasis.

    Poirot pas a un terreno ms positivo.

    - Estn usted y su marido en buena posicin?

    - S, gozamos de una posicin bastante buena.

    - El capital es suyo o de l?

    - Es todo de Edward. Yo no poseo nada mo.

    - Para ser prcticos, madame, comprndalo, tenemos que ser brutales. Tenemosque buscar un motivo, porque no creo que su marido la est envenenando solo pourpasser le temps! Sabe si tiene alguna razn para desear quitarla a usted de en medio?

    - Oh, una arpa de cabellos rubios! - dijo mistress Pengelley dejndose llevar de unarrebato de clera -. Mi marido es dentista, monsieur Poirot, y como ayudanta dice queno hay nada como una muchacha despierta, de cabello rizado y delantal blanco paraatraer a la clientela. Y a pesar de que jura lo contrario, yo s que la acompaa muchasveces.

    - Quin pidi la botella del veneno, madame?

    - Mi marido... har cosa de un ao.

    - Tiene su sobrina dinero propio?

    - Una renta de unas cincuenta libras al ao sobre poco ms o menos. Si yo se lopermitiera, volvera con gusto a gobernarle la casa a Edward.

    - Entonces, usted ha pensado en dejarle?

    - Yo no pretendo dejarle para que se salga con la suya. Las mujeres ya no somosesclavas ni toleramos que se nos ponga el pie encima, monsieur Poirot.

    - La felicito por ese espritu independiente, madame; pero seamos prcticos. Piensavolver hoy a Polgarwith?

    - S, vine aqu de excursin. El tren sali de all a las seis de la maana y volver alas cinco de la tarde.

    - Bien! De momento no tengo mayor cosa que hacer. Puedo dedicarme a estepequeo affaire. Maana llegaremos a Polgarwith. Diremos que aqu, el amigoHastings, es un pariente lejano, el hijo de un primo segundo, le parece bien? Y que yosoy un amigo algo excntrico. Entretanto coma nicamente lo que preparen sus manoso se haga bajo su direccin. Tiene una doncella de confianza?

    - S. Jessie es buena chica, estoy segura.

    - Entonces, hasta maana, madame. Valor.

    Poirot acompa a la seora hasta la puerta y volvi pensativo a instalarse en susilln. Sin embargo, su absorcin no era tan profunda que no reparara en dos plumitasarrancadas de la boa de plumas de mistress Pengelley por la agitada seora. Las cogicon cuidado y las ech a la papelera.

    - Bueno, Hastings - me pregunt -. Qu deduce de lo que acaba de escuchar?

    - Hum! Nada bueno - respond.

  • 31

    - S, si lo que sospecha la seora es cierto. Pero, lo es? Hoy en da ningn maridopuede pedir as como as una botella de matahierbas. Si su mujer padece de gastritis yadems posee un temperamento histrico, la carne estar en el asador.

    - As cree usted que slo se trata de eso?

    - Ah, voil... No lo s, Hastings. Pero el caso me interesa enormemente aunque enverdad no es nuevo. De aqu que haya hablado del histerismo aun cuando mistressPengelley no me parece muy histrica. S, o mucho me engao o tenemos aqu undrama intenso y muy humano. Dgame, Hastings, cules son a su manera de ver lossentimientos que su marido inspira a la buena seora?

    - La fidelidad en lucha con el miedo - suger.

    - S, de ordinario una mujer acusar a todo el mundo... menos... a su marido. Seaferrar a su fe en l contra viento y marea.

    - Pero la otra vendr a complicar las cosas...

    - S, bajo el acicate de los celos, el amor puede transformarse en odio. Pero el odio lamovera a acudir a la polica, no a m. Querra armar un escndalo y que todo elmundo se enterara. No, no, utilicemos las clulas grises. Por qu ha venido abuscarme? Para que le demuestre que sus sospechas son infundadas o para que lasconfirme? Ah, tenemos aqu el factor desconocido, algo que no comprendo. Es nuestramistress Pengelley una actriz estupenda? No, era sincera, jurara que era sincera y porello me interesa. Haga el favor de mirar en la Gua de Ferrocarriles el horario de lostres.

    El que ms nos convena era el de la 1:50 que llegaba a Polgarwith poco despus delas 2. El viaje se verific sin obstculos y sal de una agradable siestecilla para bajar alandn de una pequea y oscura estacin. Nos dirigimos con nuestras maletas al DuchyHotel y, despus de tomar una cena ligera, mi amigo sugiri que furamos a hacer unavisita a mi supuesta prima.

    La casa de los Pengelley se hallaba algo distante de la carretera y tena delante unjardn de un estilo pasado de moda. La brisa nos trajo el perfume de diversas flores.Pareca imposible asociar ideas de violencia a aquel encanto tan propio de pasadaspocas. Poirot llam al timbre y luego con los nudillos, pero nadie contest a sullamada. Entonces volvi a pulsar el timbre. Despus de una corta pausa, nos abriuna doncella desmelenada, con los ojos colorados, que resollaba con fuerza.

    - Deseamos ver a mistress Pengelley - explic Poirot -. Podemos pasar?

    La doncella se nos qued mirando fijamente. Con una franqueza poco usual replicluego:

    - Entonces, no saben la novedad? Mistress Pengelley ha fallecido. Hace mediahora, poco ms o menos, que ha dejado de existir.

    Nosotros la miramos, aturdidos.

    - De qu ha muerto? - pregunt despus.

    - No lo s. Pero les aseguro que si no fuera porque no quiero dejar a mi pobre seorasola, hara la maleta y saldra de aqu esta misma noche. Claro que no puedo dejarla,porque no tiene a nadie que la vele. No soy la que debe hablar, pero todo el mundo lo

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    sabe. La noticia corre por toda la ciudad. Si mster Radnor no escribe al secretario delHome Office, otro lo har. El mdico dir lo que quiera. Yo he visto con estos ojos quese ha de comer la tierra, cmo coga el seor de su estante la botella matahierbas. Alver que yo le miraba dio un salto, pero la seora tena la sopa, ya hecha, encima de lamesa. Le aseguro que mientras permanezca en esta casa no probar bocado ni bebidade ninguna clase aunque me muera de hambre.

    - Dnde vive el mdico que visit a la seora?

    - Es el doctor Adams. Vive ah, a la vuelta de la esquina, en la High Street. Es lasegunda casa.

    Poirot le volvi bruscamente la espalda. Estaba muy plido.

    - La muchacha no quera abrir la boca, pero ha hablado de ms - observ secamente.

    - He sido un imbcil, Hastings, un criminal. Me alabo de mi inteligencia y he dejadoperder una vida humana, una vida que vino a m para que la salvara. Pero, la verdad,no se me ocurri pensar que sucedera esto tan pronto. Que el buen Dios me perdone!Pero la historia de mistress Pengelley me pareci falsa... Bueno, ah est la casa deldoctor. Veremos lo que nos dice.

    El doctor Adams era el tpico mdico de aldea, de mejillas sonrosadas. Nos recibicortsmente, pero a la sola insinuacin de lo que all nos llevaba se puso muy colorado.

    - Es una tontera! Es una tontera! - exclam -. Yo he llevado el caso y s muy bienque mistress Pengelley padeca una gastritis, una gastritis, pura y sencillamente. Enesta ciudad se murmuraba mucho, existe un grupo de viejas que, cuando se renen,inventan slo Dios sabe qu infundios. Claro, leen peridicos o revistas truculentas yluego suponen que en Polgarwith se envenena tambin a la gente. En cuanto ven unabotella de matahierbas se les dispara la imaginacin. Conozco a fondo a EdwardPengelley y s que es incapaz de matar a una rata. Quieren ustedes decirme para quiba a envenenar a su mujer? Realmente no veo el motivo.

    - Lo ignoramos. Pero existen hechos que usted desconoce - manifest Poirot.

    Muy brevemente le explic a continuacin los hechos ms relevantes de la visita demistress Pengelley. El doctor Adams se qued atnito. Los ojos se le saltaban de lasrbitas.

    - Dios nos asista! - exclam -. Esa pobre mujer estaba loca. Por qu no se confi am? No era lo ms natural?

    - Quiz temi que se riera usted de sus temores.

    - Nada de eso. Yo tengo unas ideas amplias.

    Poirot sonri. El mdico estaba ms trastornado de lo que quera confesar. Cuandosalimos de su casa, Poirot se ech a rer.

    - Es tan testarudo como una mula - observ -. Ha dicho gastritis y gastritis tieneque ser. Sin embargo, no est tranquilo.

    - Qu vamos a hacer ahora?

    - Volver al hotel y pasar una mala noche en sus lechos provincianos, mon ami. Nohay nada tan temible como una habitacin econmica en Inglaterra!

  • 33

    - Y maana...?

    - Rien a faire. Volvamos en el primer tren a la ciudad y esperemos.

    - Eso es muy cmodo. Y si no pasase nada?

    - Pasar, se lo prometo. Nuestro buen doctor har su certificado, pero las malaslenguas no callarn. Y digo a usted que no hablarn sin motivo.

    Nuestro tren sala a las once de la maana siguiente. Antes de dirigirnos a laestacin, sin embargo, Poirot expres el deseo de ver a miss Freda Stanton, la sobrinade la que nos haba hablado la difunta. No nos cost trabajo dar con la casa. Lahallamos en compaa de un joven alto, moreno, a quien con cierta confusin nospresent bajo el nombre de mster Jacob Radnor.

    Miss Freda Stanton era una muchacha muy bonita y tena el tipo propio deCornwall, de ojos y cabellos oscuros y rosadas mejillas. Aquellas negras pupilasbrillaban a veces con un fuego que hubiera sido temerario provocar.

    - Pobre ta! - dijo cuando despus de presentarnos Poirot le explic el motivo denuestra presencia all -. Es muy lamentable lo ocurrido! Toda la maana me digo queojal hubiera sido ms amable y ms paciente con ella.

    - Bastante paciencia tuviste, Freda - interrumpi mster Radnor.

    - S, Jacob, pero tengo el genio vivo, lo s. Despus de todo la ta se pona un pocotonta solamente. Yo deb rerme de su tontera y no darle importancia. Figrese que sele meti en la cabeza que el to la estaba envenenando porque se pona peor cada vezque l le daba la comida. Claro, se pona peor a fuerza de pensar en aquello.

    - Cul fue la causa de su desavenencia con usted, mademoiselle?

    Miss Stanton titube y mir a Radnor. El caballero fue rpido en coger al vuelo lainsinuacin.

    - Freda, me marcho - dijo -. Ya te ver por la tarde. Adis, caballeros! Se diriganustedes seguramente a la estacin?

    Poirot replic que as era, en efecto, y Radnor se march.

    - Estn ustedes prometidos, verdad? - pregunt Poirot con sonrisa taimada.

    Freda Stanton se ruboriz.

    - Esto era lo que en realidad disgustaba a la ta - confes.

    - No aprobaba su eleccin?

    - Oh, no es que no la aprobara. Es que... - la muchacha call de pronto.

    - Diga - dijo animndola Poirot.

    - Ha muerto y no quisiera empaar su memoria, pero, como si no se lo digo no sehar cargo de lo ocurrido... La ta estaba prendada de Jacob.

    - De veras?

    - S; no es absurdo? Pasaba de los cincuenta y l no ha cumplido los treinta, peroas es. Por ello cuando dije que vena por m se port muy mal. En un principio se nega creerlo y estuvo tan ruda y tan insultante que no tiene nada de extrao que me

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    dejara llevar de un arrebato. Habl con Jacob y convinimos que lo mejor era que yo memarchara hasta que se le pasara la tontera. Pobre ta! Su estado era muy particular.

    - As parece. Gracias, mademoiselle, por su bondad al aclarar las cosas.

    Me sorprendi ver a Radnor que nos esperaba pacientemente en la calle.

    - Adivino lo que Freda les ha contado - dijo -; fue un hecho muy embarazoso param, como ya comprendern, y no necesito decir que yo no tuve la culpa de todo loocurrido. Primero imagin que la pobre seora se mostraba amable para ayudar aFreda, pero... su actitud era absurda y extraordinariamente desagradable.

    - Cundo piensan contraer matrimonio usted y miss Stanton?

    - Pronto, confo en ello. Ahora, monsieur Poirot, voy a serle franco. S algo ms de loque sabe mi prometida. Ella cree que su to es inocente. Yo no estoy tan seguro. Pero ledir una cosa: que pienso mantener la boca cerrada. Los perros duermen, que sigandurmiendo! No deseo ver juzgado y condenado al to de mi mujer.

    - Aunque nadie lo confiesa somos egostas, mster Radnor. Haga lo que usted guste,pero tambin yo voy a serle franco: creo que no servir de nada.

    - Por qu no?

    Poirot levant un dedo. Era da de mercado y cuando pasamos por delante de lomos dentro un murmullo continuo.

    - La voz del pueblo, mster Radnor... Ah, corramos, no sea que perdamos el tren.

    - Muy interesante, verdad, Hastings? - dijo Poirot al salir el tren, silbando, de laestacin.

    Haba sacado un peine de bolsillo, luego un espejo microscpico, y se peinaba concuidado el bigote, cuya simetra haba alterado nuestra carrera.

    - Veo que a usted se lo parece - respond -. Para m es srdido y desagradable y nisiquiera encierra ningn misterio.

    - Convengo en que el caso no tiene nada de misterio.

    - Cree usted en lo que esa muchacha nos ha contado del enamoramientoextraordinario de su ta? No ser un cuento? Porque mistress Pengelley me pareciuna mujer muy simptica y respetable.

    - No veo en ello nada de extraordinario, al contrario, es muy vulgar. Si lee losperidicos con atencin se dar cuenta de que no es infrecuente que una mujer decenteque ha vivido al lado de su marido por espacio de veinte aos y que tiene tambin unafamilia, los abandona para unir su vida a la de un hombre muchsimo ms joven.Usted admira a les femmes, Hastings; se postra de hinojos ante las que son hermosasy tiene el buen gusto de mirarlas con la sonrisa en los labios; pero psicolgicamente lasdesconoce por completo. En el otoo de la vida de una mujer es justamente cuandollega siempre para ella el mal momento, un momento de locura, en que anhela viviruna novela, una aventura, antes de que sea demasiado tarde. Y lo mismo sucede a larespetable esposa de un dentista de provincia.

    - As, usted opina...?

    - Que todo hombre hbil puede aprovecharse de dicho momento.

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    - Yo no me atrevera a llamar hbil a Pengelley - murmur -. Toda la poblacinmurmura de l. Sin embargo, creo que tiene usted razn. Radnor y el doctor, las dosnicas personas que saben algo, desean acallar esos rumores. l ha conseguido esto,desde luego. Me hubiera gustado conocerle.

    - Pues puede salirse con la suya. Vuelva en el prximo tren y dgale que le dueleuna muela.

    Yo le dirig una mirada penetrante.

    - Quisiera saber por qu juzga tan interesante el caso.

    - Despert mi inters una observacin suya, Hastings. Despus de entrevistar a ladoncella dijo usted que haba hablado demasiado a pesar de no querer abrir la boca.

    - Lo que me extraa es que no haya usted querido ver a mster Pengelley.

    - Mon ami, le concedo tres meses de tiempo. Luego le veremos todo lo que guste... enel juicio.

    Yo cre esta vez que Poirot iba desencaminado porque transcurri el tiempo sin quesupiramos nada de nuestra casa de Cornwall. Otros asuntos requirieron entretantonuestra atencin y comenzaba a olvidar la tragedia Pengelley cuando me la record unprrafo del peridico en el que se comunicaba al pblico que el secretario de HomeOffice haba dado orden de que se inhumase el cadver de mistress Pengelley.

    Poco despus el misterio de Cornwall, como se le denominaba, era el tpico detodos los peridicos. Por lo visto la murmuracin no ces nunca del todo en Polgarwithy cuando el viudo Pengelley anunci su compromiso oficial con miss Marks, suayudante, las lenguas se movieron con inaudita vivacidad. Finalmente, se envi unapeticin al secretario del Home Office y se exhum el cadver; se descubrieron en susvsceras grandes cantidades de arsnico; se detuvo y acus a mster Pengelley de lamuerte de su mujer.

    Poirot y yo asistimos a la investigacin preliminar. Las declaraciones fueron muynumerosas. El doctor Adams admiti que los sntomas del envenenamiento porarsnico pueden confundirse fcilmente con los sntomas de una gastritis; el perito delHome prest declaracin; Jossie, la doncella, dej escapar por su boca una avalanchade informes incoherentes, muchos de los cuales se rechazaron, pero algunos otrosconfirmaron la culpabilidad del preso. Jacob Radnor declar que el da de la muerte demistress Pengelley, al llegar l inesperadamente a la casa sorprendi a msterPengelley en el acto de colocar la botella de veneno en un estante y que el plato de sopade mistress Pengelley se hallaba sobre una mesa vecina. Luego se llam a miss Marks,la rubia ayudante, que llorando, presa de un ataque de histerismo, manifest quemster Pengelley haba prometido que se casara con ella en el caso de que le sucedieraalgo a su mujer. Pengelley se reserv la defensa y qued pendiente de la llamada ajuicio.

    Jacob Radnor volvi con nosotros a nuestro departamento.

    - Ya ve, seor mo, cmo tena yo razn - dijo Poirot -. La voz del pueblo ha sonado...con firmeza. No le ha servido en absoluto de nada pretender ocultar lo ocurrido.

    - S, tiene razn - suspir Radnor -. Qu opina? Cmo saldr de sta msterPengelley?

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    - Como se ha reservado la defensa, es muy posible tambin que se haya reservadoalgn triunfo en la manga, como dicen ustedes, los ingleses. Quiere subir un momentocon nosotros?

    Radnor acept la invitacin. Yo ped a la patrona dos vasos de whisky con soda yuna taza de chocolate.

    - Naturalmente - segua diciendo Poirot - que tengo ya experiencia en esta clase deasuntos. Por ello slo veo una salida para nuestro hombre.

    - Cul?

    - La de que firme usted este papel.

    Y con la agilidad de un conspirador, mi amigo se sac del bolsillo una hoja de papelcubierta de caracteres de escritura.

    - Qu es eso?

    - La confesin escrita de que fue usted el que asesin a mistress Pengelley.

    Hubo un momento de silencio y despus Radnor ri.

    - Usted est loco!

    - No, no, amigo mo, no lo estoy. Usted vino aqu; usted inici un pequeo negocio;usted estaba falto de dinero. Mster Pengelley es hombre acaudalado; usted conoci asu sobrina y le cay en gracia. Por ello pens desembarazarse del to y de la ta; luegomiss Stanton heredara, puesto que era su nica pariente. Qu hbilmente lo planetodo! Usted hizo el amor a la pobre mujer, entrada en aos, fea, vulgar, hasta que laconvirti en una esclava. Usted implant en su espritu dudas relativas a su marido.Primero descubri que la engaaba, luego bajo su inspiracin, que trataba deenvenenarla. Usted haca frecuentes visitas a la casa y por ello tuvo ocasin de ponerveneno en sus alimentos. Pero cuid de no hacer esto nunca cuando el marido estabaausente. Como era mujer, mistress Pengelley no supo reservarse sus sospechas, sinoque habl de ellas a su sobrina; y sta, no cabe dudarlo, a algunos amigos. La soladificultad que se le ofreca a usted era mantener relaciones por separado con las dosmujeres y aun esto no era tan fcil como a primera vista pareca. Usted explic a la taque, para no despertar las sospechas del marido tena que hacerle el amor a la sobrina.Y la seorita no tard en convencerse de que no poda considerar en serio a su ta comouna rival.

    Pero, sin decir nada, mistress Pengelley decidi entonces venir a consultarme. Sipoda asegurarme, sin lugar a duda, de que su marido pretenda envenenarla, estaramuy justificado que le abandonara y que uniera su vida a la de usted... que es lo queimaginaba que usted quera. Pero a usted no le convena eso. Tampoco quera que undetective le vigilara. Estaba usted en casa de los Pengelley cuando el marido le llevun plato de sopa a su mujer e introdujo en l la dosis fatal. El resto es bien simple.Usted deseaba, aparentemente, acallar toda sospecha, pero las fomentaba en secreto.No contaba con Hrcules Poirot, mi inteligente y joven amigo!

    Radnor estaba mortalmente plido. Sin embargo, trat todava de aparentarserenidad para imponerse a la situacin.

    - Es usted muy ingenioso e interesante - coment -. Por qu me cuenta todo eso?

  • 37

    - Porque represento a mistress Pengelley, no a la Ley. Y en bien de ella voy a darleuna ocasin de escapar. Firme este papel y le conceder veinticuatro horas de tiempoantes de ponerlo en manos de la polica.

    Radnor titubeaba.

    - Usted no puede demostrar nada.

    - Lo cree as? Recuerde que soy Hrcules Poirot. Mire, monsieur, por la ventana.Ve en la calle dos hombres aposentados? Pues tienen orden de no perderle de vista.

    Radnor se acerc a la ventana y descorri un visillo. Enseguida retrocedi,profiriendo un juramento.

    - Lo ve, monsieur? Firme, aproveche la ocasin.

    - Pero, qu garanta puede darme de que...?

    - Mantendr mi promesa? La palabra de Hrcules Poirot. Firma? Bueno.Hastings, descorra a medias ese visillo. Es la seal de que debe dejarse marchar amster Radnor sin molestarle.

    Radnor se apresur a salir, mascullando juramentos, con el rostro blanco. Poirotinclin la cabeza.

    - Es un cobarde! Lo saba.

    - Se me figura - dije furioso -, que su actuacin ha sido criminal. Usted predicasiempre que no hay que dejarse llevar de los sentimientos. Sin embargo, deja huir a uncriminal peligroso por puro sentimentalismo.

    - No, por pura necesidad - repuso Poirot -. No ve, amigo mo, que no poseo ningunaprueba de su culpabilidad? Quiere que me coloque ante doce obtusos naturales deCornwall para contarles lo que he averiguado? Se reiran de m. No he podido hacerms de lo que acaba de ver: atemorizar a ese hombre y arrancarle una confesin. Esosdesocupados de la calle me han sido muy tiles. Vuelva a correr el visillo, quiere,Hastings? Ya no necesitamos tenerlo descorrido. Formaba parte de la mise en scene.

    Bien, bien, hagamos ahora honor a nuestra palabra. Dije veinticuatro horas, no eseso? Tanto peor para mster Pengelley. No merece otra cosa, porque la verdad es queengaaba a su mujer. Y yo soy paladn de la vida de familia, como ya sabe. Bien,veinticuatro, y despus? Tengo gran fe en Scotland Yard. Le cogern, mon ami, lecogern!

  • 38

    Las aventuras de Johnnie Waverly

  • 39

    - Tiene que comprender los sentimientos de una madre - repiti la seora Waverly,quiz por sexta vez y mirando suplicante a Poirot.

    Nuestro pequeo amigo, siempre comprensivo ante una madre apurada, trat detranquilizarla con un gesto.

    - Pues claro, claro; la comprendo perfectamente. Confe en Pap Poirot.

    - La polica... - comenz a decir el seor Waverly.

    Su esposa despreci la interrupcin.

    - Yo no quiero saber nada ms de la polica. Confiamos en ellos, y mira lo que haocurrido! Pero he odo hablar tanto del seor Poirot y de las cosas tan maravillosas queha realizado, que presiento que l tal vez pueda ayudarnos. Los sentimientos de unamadre...

    Poirot, con un gesto elocuente, apresurse a evitar otra repeticin. La emocin de laseora Waverly era autntica, y contrastaba con su carcter duro y spero. Cuandosupo que era la hija de un importante fabricante de aceros de Birmingham que sehaba abierto camino en la actual posicin, comprendi que haba heredado muchas delas cualidades paternas.

    El seor Waverly era un hombre grandote y jovial. De pie y con las piernas muyseparadas tena todo el aspecto de un campesino hacendado.

    - Supongo que est enterado de todo, verdad, seor Poirot?

    La pregunta era casi superflua. Durante varios das los peridicos publicaronamplias informaciones acerca del sensacional rapto del pequeo Johnnie Waverly, detres aos de edad y heredero de Marcus Waverly, Waverly Court, Surrey, una de lasfamilias ms antiguas de Inglaterra.

    - Desde luego, conozco los detalles ms importantes, pero le ruego que vuelva acontarme toda la historia, monsieur, y sin olvidarse de nada, por favor.

    - Bien. Creo que el principio de todo esto fue la carta annima que recib hace diezdas... (qu desagradables son los annimos!) y que no tena ni pies ni cabeza. El queescriba me exiga la entrega de veinticinco mil libras, veinticinco mil libras seorPoirot. Me amenazaba con raptar a Johnnie en caso contrario. Naturalmente, arroj elannimo al cesto de los papeles. Cinco das despus recib otra carta por el estilo: Sino paga, su hijo ser secuestrado el veintinueve. Eso fue el veintisiete. Ada estabamuy alarmada, pero yo no quise tomar en serio el asunto. Maldita sea!, estamos enInglaterra. Nadie va por ah raptando nios para conseguir un rescate.

    - Desde luego, no es muy corriente - repuso Poirot -. Contine, monsieur.

    - Bien. Ada no me dejaba en paz... de modo que, aunque considerndolo unatontera, puse el caso en manos de Scotland Yard. No parecieron tomarlo muy en serio,inclinndose a pensar como yo, que deba tratarse de una broma. El da veintiochorecib la tercera carta. No ha pagado. Su hijo ser raptado maana a las doce delmedioda. Y su rescate le costar cincuenta mil libras. Volv a Scotland Yard. Esta vezparecieron algo ms impresionados. Se inclinaban a pensar que aquellas cartas fueronescritas por un luntico, y que era probable que a la hora sealada hubiera algnintento de secuestro. Me aseguraron que tomaran todas las precauciones para

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    evitarlo. El inspector McNeil con las fuerzas convenientes iran a Waverly a lamaana siguiente para cuidar de ello.

    Volv a casa mucho ms tranquilo. No obstante, di orden de que no dejaran entrara ningn extrao, y de que nadie saliera sin mi consentimiento. Transcurri la tardesin novedad, ms a la maana siguiente mi esposa se encontraba seriamente enferma.Asustado, envi a buscar al doctor Darkens. Al parecer, los sntomas que apreci lesumieron en un mar de confusiones y pude comprender lo que pasaba por su mente.Me asegur que la enferma no corra peligro, pero que tardara uno o dos das enrestablecerse. Al volver a mi habitacin tuve la sorpresa de encontrar una notaprendida en mi almohada escrita con la misma letra que las otras y conteniendo slotres palabras: A las doce.

    Confieso, seor Poirot, que en aquellos momentos lo vi todo rojo. Alguien que vivaen mi propia casa tena que ver en ello. Reun a todos los criados y les puse de vuelta ymedia. Nunca se acusan unos a otros; fue la seora Collins, dama de compaa de miesposa, quien me inform de que haba visto a la niera de Johnnie salir de casa aprimeras horas de la maana. La atosigu a preguntas y confes. Haba dejado al niocon otra de las doncellas para ir a ver a... un hombre. As van las cosas! Neg haberprendido la nota en mi almohada... Es posible que dijera la verdad; no lo s. Me dicuenta de que no poda correr el riesgo de que la propia niera formara parte delcomplot. Uno de los criados estaba complicado en l. Al fin, perdido el dominio de misnervios, los desped a todos, incluyendo a la nurse. Les di una hora para recoger suscosas y salir de la casa.

    El rostro, ya de por s encarnado del seor Waverly, se puso dos veces ms rojo alrecordar su pasado arrebato.

    - No fue algo imprudente, monsieur? - sugiri Poirot -. Porque de ese modo pudousted ayudar a sus enemigos con toda efectividad.

    - No se me ocurri - dijo el seor Waverly mirando con fijeza al detective -. Miintencin era que se fueran todos. Telegrafi a Londres para que enviaran nuevoservicio aquella misma tarde. Entretanto, slo haba dos personas en la casa enquienes poder confiar: la secretaria de mi esposa, miss Collins, y Tredwell, elmayordomo, que ha estado conmigo desde que yo era nio.

    - Y esa seorita Collins, cunto tiempo lleva con ustedes?

    - Slo un ao - repuso la seora Waverly -. Es una secretaria incomparable ytambin ha resultado un ama de llaves muy eficiente.

    - Y la niera?

    - La tenemos desde hace seis meses. Present inmejorable referencia. De todasformas, nunca me agrad a pesar de que Johnnie la adoraba.

    - Sin embargo, creo que cuando ocurri la catstrofe ya se haba marchado. SeorWaverly, quiere tener la bondad de continuar?

    El seor Waverly apresurse a obedecer.

    - El inspector McNeil lleg a eso de las diez y media. Entonces los criados ya sehaban marchado, y se declar muy satisfecho con los arreglos hechos. Haba dejadovarios hombres apostados en el parque, guardando todas las entradas que pudieran

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    llevar hasta la casa y me asegur que si todo aquello era una burla cogera almisterioso corresponsal.

    Fui a buscar a Johnnie y con el inspector nos refugiamos en una habitacin quellamamos la Cmara del Consej