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Textos de uso interno. No publicables Fundación CIDOB - Calle Elisabets, 12 - 08001 Barcelona, España - Tel. (+34) 93 302 6495 - Fax. (+34) 93 302 6495 - [email protected] Programa Dinámicas Interculturales Foro de Jóvenes Investigadores en Dinámicas Interculturales (FJIDI) Entre Augusto y Mecenas. Cambio y continuidad en las políticas culturales de la Generalitat de Catalunya (1980-2008). Nicolás Barbieri Muttis

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Programa Dinámicas Interculturales Foro de Jóvenes Investigadores en Dinámicas Interculturales (FJIDI) Entre Augusto y Mecenas. Cambio y continuidad en las políticas culturales de la Generalitat de Catalunya (1980-2008).

Nicolás Barbieri Muttis

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ENTRE AUGUSTO Y MECENAS. CAMBIO Y CONTINUIDAD EN LAS POLÍTICAS CULTURALES

DE LA GENERALITAT DE CATALUNYA (1980-2008)

Proyecto de investigación

Doctorado en Ciencia Política, Universitat Autónoma de Barcelona

Autor: Nicolás Barbieri Muttis

[email protected]

Director: Joan Subirats

Enero de 2009

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Entre Augusto y Mecenas. Cambio y continuidad en las políticas culturales de la Generalitat de Catalunya (1980-2008)

Culture is one of the two or three most complicated words in the English language (Raymond Williams)

Managing the irreconciliable is the standard fate of government

(Aaron Wildavsky) 1. Introducción a la problemática de estudio

Cuando en mayo de 2008 el Parlament de Catalunya aprobaba la Llei del Consell

Nacional de la Cultura i de les Arts probablemente estaba corroborando dos

fenómenos que se reflejan en nuestras citas iniciales. En primer lugar, que la cultura

(en sus diferentes acepciones) ha venido adquiriendo un rol tan complejo como

fundamental en el desarrollo y organización de la sociedad. Y por otro, que a pesar de

que las políticas públicas en ese campo también han cobrado una creciente

importancia (por lo menos en países occidentales de capitalismo avanzado), en

muchas ocasiones no han podido o sabido responder a los dilemas, frecuentemente

irreconciliables, que ese nuevo orden plantea.

Antes de volver sobre el caso concreto de Cataluña, resulta lógico preguntarse por el

interés que puede tener hoy el análisis de las políticas culturales para la investigación

en ciencias sociales. Si bien las políticas culturales son una herramienta mucho más

compleja que la idea de algunos artistas empleados por el rey en la corte, no es hasta

el siglo XX que organismos como la UNESCO se abocan a formular una definición de

cultura y controlar conceptualmente el espacio de la política cultural. La cultura se

identifica entonces con “el conjunto de las artes y las letras, los modus vivendi, los

derechos humanos fundamentales, los sistemas de valores y las creencias de una

sociedad o grupo social” (UNESCO 1982). Se acentúa así progresivamente el papel

de las políticas culturales, que se definen, por un lado, como un instrumento de

promoción de bienes y servicios culturales (cultura en sentido pragmático), y por el

otro, como herramienta que puede transformar las relaciones sociales, dar soporte a la

diversidad e incidir en la vida ciudadana (visión valorativa de la cultura).

Por su parte, los estudios sobre políticas culturales nacen en la década de 1970

ligados esencialmente a la economía cultural y a la necesidad de intelectualizar la

relación entre la política y la cultura de masas. A partir de entonces, los objetivos, las

prácticas y las herramientas que se utilizaban desde hacía tiempo en este campo

comienzan a estudiarse y definirse (Miller y Yúdice 2004). Como indican los trabajos

de diversos autores (Bianchini y Bloomfield, 2004; Negrier, 2003, 2005; Sánchez de la

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Barquera, 2008; Rius, 2003; Rodríguez Morató, 2005; Moulin, 1992; Garcia Canclini,

2001; Fumaroli, 1991; Wu, 2007), la política cultural ha sido analizada desde la

sociología, la antropología, la geografía regional e incluso la historia del arte. Se han

destacado los resultados no siempre positivos y las contradicciones inherentes a los

modelos de democratización de la cultura, democracia cultural o regeneración urbana.

Y también se han analizado las interacciones entre las políticas públicas culturales y el

campo artístico. A su vez, después de que se afirmara que las políticas culturales

resultaban la agenda faltante de los estudios culturales (McRobbie, 1996), algunos

investigadores adscritos a esta disciplina han comenzado a interesarse ya no sólo por

la prácticas culturales sino por las políticas públicas (Lewis y Miller, 2003). La

perspectiva histórica que adoptan incluye incluso el análisis tanto del policy making y

la implementación de las políticas como el de sus justificaciones y críticas (Scullion y

Garcia 2005).

Frente a este marco, surgen dos preguntas: En primer lugar, ¿qué es lo que ha

aportado y puede aportar la ciencia política al conocimiento del subsistema de políticas

culturales (y por ende de las relaciones entre estado, poder y cultura)? Y en segundo,

¿qué perspectiva identificamos como faltante en la agenda de investigación sobre las

políticas públicas y las políticas culturales?

Como respuesta a la primera pregunta cabe decir que la ciencia política, como

ciencia potencialmente transdisciplinaria, puede resultar un marco adecuado para el

análisis de las políticas culturales. Pero si bien la palabra cultura aparece, en alguna

de sus acepciones, como parte de algunos conceptos fundamentales para la ciencia

política (como por ejemplo, cultura política), son realmente pocos los trabajos de

investigación politológica, y aún menos en España, los que analizan el subsistema de

las políticas culturales (Negrier, 2003, Sánchez de la Barquera, 2008; Rubio Aróstegui,

2005; Rausell, 1999).

Para Von Beyme (1994; Sánchez de la Barquera, 2008), tras la II Guerra Mundial la

relación entre arte, cultura y política se hace menos evidente y la ciencia política cede

competencias sobre ese terreno, sobre todo a manos de la historia. Por su parte,

Wimmer (2004) observa que existe un notable predominio de la investigación científica

sobre las políticas culturales desarrollada desde una óptica económica o de cultural

mangement. Así, la comunidad científica, y particularmente la ciencia política, ha

descuidado el análisis de las implicaciones políticas que tienen las estrategias de las

políticas públicas culturales. El autor reconoce que esto puede deberse a que, en

comparación con otras políticas públicas, las políticas culturales se caracterizan por la

heterogeneidad en los dominios abarcados, en los instrumentos de intervención

utilizados, en las finalidades declaradas y en los criterios de evaluación utilizados.

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Pero, no obstante, Wimmer reclama que la dificultad en satisfacer unos estándares

académicos no debe comportar el empobrecimiento del análisis de las políticas

culturales o incluso la indiferencia por parte de la ciencia política.

En respuesta a la segunda pregunta, pocos estudios se han dedicado a analizar el

cambio y la continuidad en las políticas públicas (en concreto, las culturales) desde

una perspectiva histórica y basándose en factores tanto externos como internos al

subsistema. Entender el surgimiento de nuevas estrategias o la persistencia de

elementos tradicionales en las políticas públicas culturales requiere una aproximación

pluralista, que preste atención tanto a cambios exógenos (estructurales y estratégicos

que trascienden al ámbito de la cultura), como a otros endógenos, propios del sector

(Gray, 2007). Así, Negrier (2003) identifica, entre otros, dos elementos clave para el

análisis de las políticas culturales, hasta el momento descuidados. En primer lugar, las

variaciones sobre lo que se entiende y adopta como “cultura” por parte de los actores

públicos (ideas, discursos, marcos conceptuales que condicionan las políticas); y en

segundo, la manera en que se construye la legitimación de las políticas culturales

como espacio de políticas públicas (legitimidad de la intervención pública en sí

misma). En este sentido, para Scullion y Garcia (2005) un punto de inicio poco

explorado en el estudio de los sistemas y las estructuras de las políticas culturales es

el de repensar los marcos ideológicos en los que están envueltos la evolución de las

políticas culturales. Y no sólo atendiendo al rol formal del gobierno en la estructuración

de la política pública, sino también considerando las implicaciones de esa política para

las construcciones identitarias y el desarrollo de los modelos de gobernanza.

Finalmente, para estos autores es necesario reconocer el carácter interdisciplinar de la

investigación de políticas culturales, superando el debate entre ciencias sociales y

humanas. Así, se podrá continuar desarrollando, en el marco del análisis de políticas

públicas, un modelo de investigación de políticas culturales lo suficientemente

relevante, flexible y robusto como para representar una disciplina académica propia,

con preguntas y metodologías compartidas.

2. Objetivos y objeto de estudio

Identificado el interés de la problemática, esta investigación pretende analizar la

evolución de las políticas culturales de la Generalitat de Catalunya y contribuir al

conocimiento y la comprensión de los factores que condicionan el cambio y la

continuidad en las políticas públicas, especialmente en el ámbito de la cultura. Para

ello, hemos delimitado un caso (un período histórico y unos actores) a estudiar que

resulta social y científicamente relevante. Así, analizaremos la evolución de las

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políticas del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya1, desde su origen

en 1980 hasta la creación, en 2008, del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts, un

organismo público de carácter ejecutivo que obliga a reformar la propia estructura del

Departament. Prestaremos entonces especial atención a la formulación de las políticas

públicas por parte del gobierno de la Generalitat, pero sin descuidar el papel que en

ese proceso han podido tener otras administraciones públicas (a nivel local, estatal o

europeo) así como determinados actores de la sociedad civil. En este sentido, resulta

significativo dirigir la mirada con particular detenimiento al proceso de gestación del

Consell Nacional de la Cultura i de les Arts, que se ha presentado como uno de los

pilares del cambio y la evolución de las políticas públicas culturales. Dicho organismo

será, cuando finalmente se implemente la ley, el único en sus características en el sur

de Europa.

Dediquemos, entonces, unas líneas a presentar las particularidades históricas del

caso de estudio. A pesar la ausencia casi absoluta de estudios sobre la evolución de

las políticas culturales en Cataluña desde el regreso de la democracia, podemos

identificar algunos elementos útiles para nuestro análisis. Tanto la política cultural de

Cataluña (Bonet, 2001) como la de España (Rodríguez Morató, 2005) han intentado

sumarse de forma acelerada, en menos de treinta años, al modelo que siguieron

muchos países europeos tras la II Guerra Mundial y durante más de sesenta. Ese

proceso de expansión y complejización, cuyos elementos singulares y factores

condicionantes reseñamos en el marco teórico, se desarrolla en Cataluña bajo algunas

características singulares.

En primer lugar, tras una larga dictadura, se produce en España una transformación

de las estructuras políticas y administrativas del Estado, marcada por la transferencia

de ciertas competencias a las comunidades autónomas. Para el caso de la cultura,

Cataluña asume a partir de 1980 las funciones en áreas como patrimonio, museos,

bibliotecas y archivos, industrias culturales y artes escénicas (Cubeles y Fina, 1998).

Pero la legislación estatal y el propio sistema constitucional estipulan que las

competencias en cultura no pueden ser cedidas exclusivamente a un nivel de

gobierno, por lo que finalmente se establece la concurrencia entre el Estado y las

Comunidades Autónomas (Bonet 2001). Y como señala Rubio Aróstegui (2005) ni los

gobiernos socialistas ni los populares lograron articular de forma consistente una

política cultural del Estado en cooperación con las Comunidades Autónomas. Incluso,

1 Se nos podría objetar, con razón, que las políticas culturales de la Generalitat de Catalunya van más allá de las desarrolladas por el Departament de Cultura. Pero hemos decidido centrar el análisis en ese actor por dos motivos: en primer lugar, ya que se trata del máximo organismo institucional responsable de las políticas culturales; y en segundo, por una cuestión práctica: lamentablemente, la realidad suele ser mucho más compleja de lo que una investigación científica puede reflejar.

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con respecto a la política cultural exterior tanto Cataluña como el País Vasco han

creado organismos públicos para ese fin.

En segundo lugar, otro elemento que marca el inicio y posterior evolución de las

políticas culturales de la Generalitat de Catalunya es la significativa experiencia en

institucionalización de la cultura previa al régimen franquista. La acción cultural de la

Mancomunitat de Catalunya (1914-1925) y la de la Generalitat republicana, asociada a

ideales del movimiento noucentista, está considerada como la primera instancia de

una política cultural coordinada e integral en España y buena parte de Europa

(Cubeles y Fina, 1998). La cultura devino en ese momento preocupación central de la

política pública, la política cultural se identificó con el movimiento de educación popular

y algunos intelectuales colaboraron con las instituciones catalanas para conseguir la

normalización cultural y lingüística (Pongy 1991). Así, como sostiene Bonet (2001),

con el regreso de la democracia estas experiencias de gobierno del catalanismo

político se mitificaron y a su vez marcaron, apoyando un modelo de democratización

de la cultura, el inicio de las políticas culturales de la nueva Generalitat.

En tercer lugar, aunque en relación con estos antecedentes, otro de los factores

presentes en la evolución de esas políticas ha sido las diferentes ideas, problemas y

papeles que los actores políticos han venido otorgando a la cultura. La actuación del

gobierno de la Generalitat, marcada por la necesidad de reconocimiento de una

realidad nacional sin Estado, busca la especificad nacional en la lengua y la cultura

(Cubeles y Fina, 1998). La normalización conforma así la piedra de toque del discurso

del nacionalismo catalán en materia de política cultural. Pero también implica unas

características en lo que a políticas concretas se refiere. Opuestos a la concurrencia

de competencias, el gobierno de Convergencia i Unió desarrolla un programa

legislativo marcadamente intervencionista, donde la cultura contribuye a la

reconstrucción nacional de una Cataluña imaginada (Bonet, 2001). Frente a ello, los

gobiernos socialistas de muchos ayuntamientos adoptan y promueven una idea de la

cultura y un modelo institucional de política cultural diferente, lógicamente también

vinculado con sus intereses territoriales. La cultura se define como espacio cívico,

ciudadano, de integración y diversidad (cultural y lingüística), como elemento central

en la resocialización de las ciudades tras la dictadura. Este será sólo un primer paso

en la difuminación y expansión de lo que se entiende por cultura. Por su parte, el

modelo de política cultural buscará integrar el desarrollo de equipamientos culturales

públicos y, aunque con menos suerte, la participación de la sociedad civil y las

reivindicaciones sectoriales y profesionales. Se producen entonces tensiones entre los

dos modelos conceptuales e institucionales: la imposición de un concepto de cultura y

el dirigismo por parte de la Generalitat son dos de las principales reivindicaciones de

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los ayuntamientos socialistas (Mascarell, 2005). En definitiva, lo que los actores

políticos entienden y adoptan como cultura continuará expandiéndose y volviéndose

más complejo con el paso de los años, incorporando connotaciones de carácter

económico, político y social. Así, el cambio y continuidad en las políticas culturales de

la Generalitat estará determinado, en parte, por esos marcos conceptuales y las

interacciones producidas en su entorno.

Por último, en cuarto lugar, vale la pena destacar algunos elementos de la evolución

de las políticas culturales de la Generalitat vinculados con la manera en que se ha ido

construyendo (y deconstruyendo) la legitimidad de ese espacio de políticas e

instituciones públicas. De hecho, se trata de un punto estrechamente vinculado con lo

que hemos venido explicando hasta aquí. Como ha sucedido en la mayoría de países

occidentales desarrollados, las políticas culturales en Cataluña se han enfrentado a las

tensiones entre los reclamos tradicionales (vinculados con la promoción de una

identidad nacional, pero también con la financiación de los sectores de la cultura

tradicionalmente dependientes del estado) y los que han ido apareciendo a raíz de las

dinámicas sociales emergentes (instrumentalización económica y social de la cultura,

apelación a la calidad y a la excelencia, a la despolitización de la cultura, etc.).

Lógicamente, las instituciones y las políticas han evolucionado a una velocidad

diferente. Así, como indica Bonet (2001), uno de los aspectos que más costó

consolidar en Cataluña fue el del apoyo público a las industrias culturales. O también

la revalorización del patrimonio y su utilización en la promoción territorial económica y

turística, políticas ampliamente difundidas en otros países. Incluso, para Ferran

Mascarell (ex regidor de cultura del Ajuntament de Barcelona y ex consejero de cultura

de la Generalitat de Catalunya), las políticas públicas se han vuelto cada vez menos

incisivas y necesarias, alejadas de las formas reales de producir, distribuir y consumir

cultura (2005:177). De esta manera, a partir de la década de 1990 se produce una

crisis presupuestaria y de legitimidad de las instituciones públicas (Bonet 2001), que

basan su actuación en un modelo intervencionista y a la vez dependendiente, cautivo,

de los profesionales del sector cultural (Cubeles y Fina, 1998; Fina 1999). En

definitiva, resulta lógico que en 1999 el programa electoral del Partit dels Socialistes

Catalans recogiera por primera vez la propuesta de creación del, por entonces,

Consell de la Cultura i de les Arts a la Generalitat de Catalunya. Pero no fue hasta el

año 2004, tras el cambio de la coalición de gobierno en la Generalitat después de 23

años, que la iniciativa comenzó a cristalizarse. Los documentos producidos por el

Comissionat per al Consell de la Cultura i de les Arts (creado por el gobierno con el

objetivo de diseñar a través de un proceso participativo la estructura y funcionamiento

del consejo) tienen un carácter testimonial significativo, ya que retratan la percepción

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que determinados actores tenían de las políticas culturales catalanas (Generalitat de

Catalunya, 2004):

- Se percibe que las estructuras institucionales resultan muchas veces caducas a

la hora de generar respuestas al conflicto social. Los agentes consultados por el

comisionado coinciden en la necesidad de crear un consejo frente a la

desconfianza en la capacidad para resolver viejos y nuevos retos de la política

cultural desde la administración pública tradicional.

- Algunos profesionales del sector cultural (agrupados en la Plataforma de la

cultura per a un consell de les arts) reclaman la creación de un arts council para

Cataluña que prácticamente sustituya en las funciones ejecutivas a la Conselleria

de Cultura de la Generalitat. Se expresa la idea de que las estructuras

administrativas no son un buen instrumento para hacer políticas culturales, y que

la política y la administración pública son enemigas de la cultura.

- Se trata, entonces, de una oportunidad para la administración pública. Por un

lado, debe ceder en favor de la sociedad civil en la extensión de la agencia de las

políticas culturales. Pero por el otro, es una oportunidad para encabezar la

construcción de una política cultural coherente, estable, que le permita reafirmar

su legitimidad y ampliar lo que se entiende como terreno propio de la acción

cultural.

En definitiva, presentadas sus particularices, consideramos que este caso permitirá

iluminar algunas parcelas dejadas de lado en el estudio del cambio y la continuidad en

las políticas públicas (ya no sólo las culturales), lo que lleva a un progreso en su

comprensión y explicación. Por eso, desde una aproximación plural, se evaluará el

papel de las ideas, los discursos y los marcos conceptuales, así como el de los

subsistemas de políticas, en la evolución de las políticas públicas.

Por otra parte, ante la falta de estudios sobre política cultural desde la perspectiva

del proceso de políticas, este caso permite combinar el análisis histórico en la

elaboración de políticas con el análisis de la política. Un estudio de ese tipo permitirá,

por un lado, comprender el orden interno del subsistema de la política cultural y la

dinámica de evolución de las políticas públicas, y por otro, entender mejor el papel

estratégico de la cultura (y la política cultural) para la administración pública. Sin que

este estudio pretenda, siendo realistas, analizar la implementación y evaluar los

resultados de las políticas, vale la pena destacar que entender la dirección y los

condicionamientos del cambio en las políticas es el primer paso hacia un análisis más

completo sobre sus consecuencias.

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3. Preguntas de investigación e hipótesis

En primer lugar, las preguntas de este estudio pretenden enfocar el proceso de

cambio y continuidad en las políticas públicas. Así, nos preguntamos, de forma

genérica: ¿Cuáles son los factores que condicionan el cambio y la continuidad en las

políticas públicas? ¿Cuál es el papel de las ideas y los discursos en la evolución de las

políticas públicas?

Pero al mismo tiempo, este estudio se interesa por el subsistema de políticas

públicas en materia de cultura, centrándose en el caso de las políticas culturales de la

Generalitat de Catalunya (1980-2008). Así, las preguntas principales que se plantea

este estudio son:

¿Qué elementos de las políticas culturales de la Generalitat (simbólicos, de estilo, y

sustantivos) han cambiado de forma significativa y cuáles se han mantenido estables

en el período analizado? ¿Cuál es el rol estratégico de la cultura (y de las políticas

culturales) para las administraciones públicas? ¿Cómo y cuándo las diferentes ideas

de cultura (lo que los actores institucionales que participan en la formulación de las

políticas entienden y promueven como tal) han condicionado al cambio o a la

continuidad significativa en las políticas? Y también, ¿cómo y cuándo las variaciones

en la legitimidad de la intervención gubernamental en el campo de la cultura han

condicionado al cambio o a la continuidad significativa en las políticas?

Una vez formuladas las preguntas, las hipótesis centrales de esta investigación son:

H1. El cambio y la continuidad significativa en las políticas culturales de la

Generalitat de Catalunya (entre 1980 y 2008) están condicionados por las diferentes

ideas y discursos sobre la cultura y por las variaciones en la legitimidad de la

intervención gubernamental en ese campo. Así, una perturbación significativa externa

al subsistema de políticas (como los cambios de la coalición de gobierno dominante en

todo el sistema) constituye una causa necesaria, pero no suficiente, para el cambio

significativo en las políticas públicas. Las ideas son catalizadoras (y a la vez un

prerrequisito) del cambio significativo en las políticas públicas.

H2. La creación del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts de Catalunya es un

cambio significativo en los instrumentos de intervención, objetivos y estrategias

adoptadas por el gobierno en el subsistema de las políticas culturales. Dicho cambio

está condicionado por el proceso de expansión en lo que los diferentes actores que

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participan en la formulación de las políticas entienden y promueven como cultura, y por

la necesidad de la administración pública de encontrar una nueva lógica de

intervención ante la progresiva pérdida de legitimidad en su actuación en el campo de

la cultura.

4. Variables de la investigación

Las variables que consideraremos en nuestra investigación, y los conceptos

asociados a ellas, buscan vincularse de forma directa con la pregunta que hemos

definido como principal en nuestro estudio y con las hipótesis correspondientes:

- Cambio y continuidad en las políticas públicas culturales (dependiente). Entendida como la variación o la persistencia de los instrumentos de intervención,

objetivos y estrategias adoptadas por el gobierno en el subsistema de las políticas

culturales. Se prestará especial atención a la presencia en nuestro caso de los

parámetros de evolución de las políticas culturales internacionales (especialmente

europeas) que señala la literatura académica: expansión, complejización,

instrumentalización, despolitización, desetatisation, caducidad y reemplazo de los

modelos tradicionales (anglosajón y europeo continental).

Los indicadores que utilizaremos para medir esta variable serán:

- Evolución de los recursos presupuestarios: generales del Departament de

Cultura, comparados con otros presupuestos de otras políticas sectoriales,

comparados según las diferentes administraciones públicas (Generalitat,

ayuntamientos, diputaciones), comparados por los sectores culturales a los

cuales se destinan (patrimonio, artes, lengua, etc.).

- Evolución de la estructura orgánica del Departament de Cultura y de los cambios

institucionales, incluidas las competencias asumidas.

- Contenido de las leyes aprobadas por el Parlament de Catalunya.

- Tipos de proyectos, planes, pactos o convenios donde interviene de forma

significativa el Departament de Cultura.

- Objetivos y estrategias declaradas por los responsables políticos.

- Ideas y discursos sobre la cultura (independiente). Se trata de las variaciones en

lo que se entiende, adopta y promueve como cultura por parte de los actores que

participan en la formulación de las políticas. Siguiendo a Radaelli y Schmidt (2004),

entendemos por discurso tanto las ideas políticas que contienen elementos cognitivos

y normativos en defensa de un programa político, como los procesos de interacción de

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la formulación de políticas que sirven para generar y expandir esas ideas.

Analizaremos con especial interés la adopción y promoción de las diferentes visiones

de la cultura a lo largo del tiempo: liberal, humanística y eurocéntrica; espacio cívico

de resocialización, integración y diversidad; especificidad nacional y espacio de

experiencia y diálogo individual con la identidad; producto e instrumento de promoción

económica. Finalmente, se considerará la expansión indiscriminada en el uso del

término y el intento de los poderes públicos de actualizar la definición de cultura con la

que operan. Para medir estas variables se analizarán la evolución de las

manifestaciones y posicionamientos de los actores señalados en torno a las

concepciones de cultura reseñadas.

- Legitimidad de la intervención gubernamental en el campo de la cultura (independiente). Entendida como el proceso en que se construye la legitimidad de las

políticas culturales como espacio de políticas públicas. Se analizarán momentos donde

la inadecuación entre las instituciones públicas (con sus reglas: normas, hábitos,

valores) y otros elementos de la realidad social (reivindicaciones de grupos, formas de

producción y administración de la cultura) resultan significativas. Se medirá la

evolución en el tiempo de las justificaciones y críticas en torno al papel del gobierno en

la promoción y financiación de la cultura: promotor de la libre creación artística y

garante de la separación entre el campo de la cultura y el de la política; redistribuidor

(promotor de la oferta cultural) y protector del patrimonio; promotor de espacios de

participación y expresión social comunitaria (desde minorías sociales hasta

construcciones nacionales); instancia central coordinadora de las políticas culturales

locales; favorecedor de las actuaciones del mercado (industria cultural); promotor de la

excelencia y la calidad en la creación cultural. Como indicadores complementarios,

para poder resaltar la posible inadecuación entre las instituciones y la realidad del

campo cultural, se tendrá en cuenta la evolución del sector de la industria cultural y el

nivel de organización de la sociedad civil a través de entidades de tercer sector.

- Cambio en la coalición de gobierno (independiente). Cambio en el partido político

(o la coalición de partidos) que asume el gobierno. Se trata de una modificación en

una condición externa al subsistema de políticas culturales.

Presentadas las variables, vale la pena aclarar que en una investigación de este tipo

puede existir un cierto grado de causalidad circular entre ellas. Si bien consideramos

que las categorías de variables dependiente e independiente están debidamente

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justificadas, debemos cuidarnos de reducir y empobrecer el análisis de una realidad

suficientemente compleja.

Operacionalización de las variables:

Variable Tipo de variable Concepto Indicadores

Cambio y continuidad en las políticas públicas culturales

Dependiente

Variación o persistencia de instrumentos de intervención, objetivos y estrategias

-Evolución de los recursos presupuestarios. -Evolución de la estructura orgánica del Departament de Cultura. -Contenido de las leyes aprobadas. -Tipo de proyectos, planes, pactos o convenios desarrollados. -Evolución de los objetivos y estrategias declaradas.

Ideas y discursos sobre la cultura

Independiente

Variaciones en lo que se entiende, adopta y promueve como cultura

-Evolución de los posicionamientos y la interacción de los actores señalados en torno a las diferentes concepciones de cultura

Legitimidad de la intervención gubernamental

Independiente

Proceso de construcción de la legitimidad de las políticas culturales como espacio de políticas públicas

-Evolución de las justificaciones y críticas en torno al papel del gobierno en la promoción y financiación de la cultura. -Grado de estructuración y de participación en la formulación de las políticas de los agentes del sector cultural: representantes de la industria cultural, organizaciones de tercer sector, otras administraciones públicas (Ministerio de Cultura de España, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona, Comisión Europea).

Cambio en la coalición de gobierno Independiente

Modificación de condición externa al subsistema

-Cambio de partido o coalición de partidos que asume el gobierno del sistema

5. Marco teórico

El siguiente marco teórico tiene como objetivo central establecer un diálogo crítico

con el objeto de estudio, la problemática, las variables, las preguntas de investigación

y las hipótesis de nuestro trabajo. Por lo tanto, no se propone presentar de forma

exhaustiva el estado de la cuestión en la materia sino identificar y ordenar los

elementos teóricos del conjunto de la literatura científica que resulten de utilidad para

nuestra investigación.

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En primer lugar, como advierten Schmidt y Radaelli (2004), ensayar una explicación

y comprensión del cambio en las políticas públicas requiere una aproximación

pluralista que considere una amplia variedad de factores. Así, para entender el papel

que juegan las ideas, los discursos y los marcos de referencia en el cambio y la

continuidad de las políticas públicas (uno de nuestros objetivos científicos)

construiremos una aproximación que los vincula con el resto de factores implicados

(reglas institucionales e intereses).

En segundo lugar, presentaremos de qué manera las diferentes ideas y discursos

sobre la cultura han ido jugando un papel fundamental en la evolución de las políticas

culturales y su subsistema (sobre todo en países occidentales de capitalismo

avanzado). Partimos de la convicción de que la idea de cultura evoluciona a través de

las actuaciones de los individuos y de las instituciones. Por eso, otro de los factores

centrales en nuestro análisis del cambio será la manera en que se ha venido

construyendo la legitimidad de la política pública y de la actuación gubernamental en

materia cultural.

I) CAMBIO Y CONTINUIDAD EN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

a) Utilidad de las perspectivas clásicas

Los modelos paradigmáticos dominantes en la ciencia política contemporánea han

identificado diferentes factores condicionantes en la lógica del cambio en las políticas

públicas. Cambios en las preferencias e intereses individuales, cambios en las reglas

institucionales y, tal vez de manera más reciente, cambios en los marcos ideacionales,

conceptuales y en las prácticas discursivas institucionalizadas.

Volveremos en el apartado siguiente sobre este último vuelco en la interpretación de

los procesos de cambio, pero identifiquemos ahora qué elementos puede aportar la

aproximación neoinstitucionalista a nuestro estudio. El neo institucionalismo normativo

(escuela sociológica) entiende las reglas institucionales como normas sociales, valores

culturales, ritos, hábitos, que limitan las capacidades cognitivas de los actores, definen

los roles de los miembros de una organización y garantizan la legitimidad social de las

instituciones (Subirats et alt., 2008). Las instituciones condicionan a los individuos y el

cambio institucional viene dado por las reglas institucionales que influencian la visión

que del mundo tienen los actores. Tras el cambio institucional, los actores adoptan un

nuevo cuadro de referencia entre varios posibles. March y Olsen (1989) subrayan que

los cambios institucionales traducen en primer lugar procesos de adaptación y de

aprendizaje. Debido los efectos estructurantes de las reglas institucionales vigentes,

se debe esperar que se den modificaciones incrementales. La exploración proactiva de

instituciones alternativas resulta menos frecuente que las modificaciones marginales.

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Por su parte, el neoinstitucionalismo histórico (perspectiva estructuralista), entiende

las reglas institucionales como reflejo de las relaciones de poder entre los actores,

procedimientos (in)formales, normas jurídicas propias del sistema político. Así, se

predefine el acceso a la arena de toma de decisiones. En cuanto al cambio o la

continuidad de las políticas, las reglas institucionales tienen un efecto estabilizador, a

pesar de que en determinados momentos algunos escenarios institucionales ofrecen

oportunidades de cambio. (Hall 1986; Hall y Taylor, 1996; Subirats et alt. 2008).

En definitiva, ¿Qué elementos de estas perspectivas nos resultan útiles para nuestro

estudio? En primer lugar, es fundamental tener presente que diferentes teorías

coinciden en señalar como factores del cambio los impactos externos a un sistema. En

este sentido, una de las conclusiones más consensuadas es que las instituciones

estatales han debido reconfigurarse y transformarse para reubicarse en un mundo

globalizado. Así, el análisis se centra en describir la interacción entre estados-nación,

instituciones supranacionales, infra nacionales, y conacionales, gobiernos locales y

regionales, entidades de tercer sector más o menos institucionalizadas y otros

componentes de la sociedad civil. (Hooghe y Marks, 2001; Loughlin, 2007; Garcia

Canclini, 2001; Gray, 2007; Scullion y Garcia, 2005). Por su parte, Randeria (2003)

considera que la liberalización de la economía significó una disminución de las

responsabilidades del estado pero no una disminución de su aparato. Esta capacidad

de adaptación da lugar a nuevas posibilidades de negociación entre entidades supra y

transnacionales, pero también a los reclamos de la sociedad civil.

En segundo lugar, un enfoque alternativo a la explicación del cambio y continuidad

institucional ilumina el papel de las demandas sociales y las barreras estructurales

(Subirats et alt., 2008). El elemento clave en este sentido es la inadecuación entre una

institución (con sus reglas) y otros elementos de la realidad social, tanto a nivel de sus

resultados como en lo que respecta a su legitimidad. Este desfase se origina en el

hecho de que las estructuras políticas y las dinámicas sociales no evolucionan

necesariamente con la misma velocidad. Así, se explican los cambios institucionales

principalmente a través de la no satisfacción de (nuevas) reivindicaciones hechas por

determinados grupos sociales. Como hemos explicado, podemos leer parte de la

evolución de las políticas culturales de la Generalitat de Cataluña desde esta

perspectiva.

Ahora bien, es fundamental también para nuestro estudio comprender el papel que

los investigadores neoinstitucionalistas han venido otorgando a las ideas. Las

instituciones no sólo pueden facilitar que determinados grupos consigan sus objetivos

y transformen las políticas, sino que pueden también bloquear y limitar los intentos de

otros colectivos. En este proceso, las ideas (presentes en las estructuras

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institucionales y sus prácticas) tienen un papel fundamental. El cambio o la resistencia

en las preferencias de los grupos, especialmente a lo largo del tiempo, depende en

parte de ellas (Fischer, 2003). Sin embargo, algunos autores (Blyth, 1997) han

señalado que este redescubrimiento de la afinidad entre las categorías de idea e

institución no es más que una reacción a las limitaciones del neoinstitucionalismo. Las

ideas aparecerían así como simples adendas a las instituciones, cuando en realidad, si

lo que se pretende es comprender su papel, deberían estudiarse como catalizadoras

(y a la vez prerrequisito) del cambio significativo en las políticas públicas.

b) El papel de las ideas

Para nuestro estudio, nos interesa recuperar un conjunto de autores que,

reconociendo la heterogeneidad de sus perspectivas, coinciden en iluminar el papel de

las ideas y los marcos de referencia para el cambio y la continuidad en las políticas

públicas. Además, preocupados por el desarrollo de la democracia y el rol del

gobierno, relativizan el papel del análisis y la racionalidad estricta en la formulación de

las políticas. Así, finalmente, recuperan la centralidad del poder político en el public

policy making.

Buena parte de la obra de Lindblom (1991) busca comprender el conflicto existente

entre el análisis y la política en el proceso de formulación de políticas públicas. Así,

destaca que el análisis podría eliminar la necesidad de la política sólo si se pudieran

definir analíticamente los problemas de la sociedad. Pero, un problema social es una

situación compleja, la definición de los problemas sociales sucede en un contexto

político, introduce elementos morales, y las disputas sobre qué problemas afrontar

necesitan también un acuerdo político (Dery 1984). Por eso, la definición del problema

tiene implicaciones ya no sólo de forma segmentada y aislada, sino en el marco de

todo el proceso de políticas y en el cambio o la continuidad de las mismas. En este

sentido, Stone (2002) opone al modelo de la rational decision lo que ella describe

como situación propia o modelo de la polis. En la polis, los decisores parten de ideas,

creencias sobre posibles relaciones causales en los problemas. Los actores políticos

luchan, muchas veces utilizando el lenguaje como herramienta, por centrar la atención

en una perspectiva particular de las causas del problema. Así, lo que determina la

naturaleza del cambio y la innovación de las políticas es el propio ejercicio del poder

político (Gregory, 1998; Stone, 2002).

La preocupación por el papel del gobierno y el rol de las ideas en la democracia está

presente también en autores como Robert Reich (1988). Una idea pública es aquella

que, aceptada por los policymakers y el público en general, estructura la política

pública al respecto (por ejemplo, la idea de que el alcoholismo es una enfermedad y

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no un defecto moral). Los responsables de elaborar las políticas no son para Reich

meros técnicos neutrales. Y es por eso que el analista de políticas públicas debe

prestar atención a la manera en que se definen y revisan las ideas y valores que

estructuran ese proceso.

En este sentido, Zahariadis (2007), en su análisis del Multiple Streams Framework

de Kingdon, subraya que la acción colectiva se explica más allá de la suma de los

esfuerzos individuales. Depende, más que nada, de la combinación de factores

estructurales (e institucionales) y procesos cognitivos y emocionales altamente

dependientes del contexto. El modelo de las ventanas de políticas de Kingdon tiene en

el tiempo uno de sus núcleos, de manera que la clave para entender el cambio y la

continuidad en las políticas está en analizar quién presta atención a qué y en qué

momento. Pero Zahariadis (2007) revisa las críticas y aportaciones más importantes a

dicho modelo, muchas de las cuales giran en torno a si realmente la naturaleza del

cambio en las políticas es incremental (True, Jones y Baumgartner, 2007; y Sabatier y

Jenkins-Smith, 1993). Estas miradas nos resultan de utilidad para nuestro estudio, ya

que entrega elementos para entender mejor el cambio y la continuidad en las políticas

públicas, lo vincula estrechamente con el papel de los subsistemas de políticas y

continúa otorgando un papel central a las ideas y los marcos de significación como

factores explicativos.

En primer lugar, True, Jones y Baumgartner (2007) reconocen que los procesos de

políticas están generalmente guiados por una lógica de estabilidad e incrementalismo,

pero que ocasionalmente también se producen desviaciones de gran escala sobre lo

que viene sucediendo en el pasado. La clave para ambos tipos de cambio está en la

interacción entre un subsistema político y el comportamiento en la toma de decisiones.

Como un ciclo, cuando la imagen del problema es redefinida y nuevas dimensiones del

debate adquieren preponderancia, nuevos actores (antes al margen) se sienten

autorizados para intervenir.

En segundo lugar, el Advocacy Coalition Framework (ACF) presenta una serie de

elementos conceptuales y metodológicos que pueden ser de utilidad para nuestro

estudio:

- Centra la atención, a partir del concepto de coalición promotora (advocacy coalition),

en el análisis en los subsistemas de políticas concretos (Sabatier y Weible, 2007).

Se trata de personas de diferentes posiciones (públicas y privadas) que comparten

un sistema de creencias particulares (valores, relaciones causales, percepciones del

problema, instrumentos de intervención política) y que buscan manipular las reglas,

los presupuestos y al personal de las instituciones gubernamentales a fin de

alcanzar las metas políticas a tiempo (Sabatier y Jenkins-Smith, 1993).

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- Está diseñado para analizar el proceso de policy making en complejos sistemas de

gobernanza multinivel donde existe la presencia de diversos actores (Bukowski

2007). Analiza los procesos de interacción a lo largo del tiempo.

- Otorga importancia no sólo a los factores cognitivos (rol de las ideas y de los

sistemas de creencias de las elites), sino también a factores estructurales (socio-

económicos, institucionales) en el cambio y la continuidad de las políticas públicas

(Sabatier y Weible, 2007). El cambio viene dado, entonces, tanto por un proceso de

modificación del problema a resolver como por las fusiones de los sistemas de

creencias (Schlager 2007). Pero para que el cambio sea significativo es necesario

también una modificación en alguna de las condiciones externas al subsistema

(condiciones socio-económicas, cambios en las coaliciones de gobierno de todo el

sistema, etc.).

c) Una perspectiva integradora: ideas, discursos y marcos conceptuales

Finalmente, uno de los esfuerzos más importantes por integrar diferentes

perspectivas en el estudio del cambio y la continuidad en las políticas públicas es el

que han desarrollado Radaelli y Schmidt (2004). Lo que denominan “institucionalismo

discursivo” rescata el discurso (factor todavía descuidado en la investigación) como

una puerta más para el cambio, ya que puede alterar y modificar las percepciones del

problema, las preferencias de los actores y las capacidades institucionales. Por eso la

definición del discurso es de base ideacional, pero también presta atención a

elementos interactivos: Discourse represents both the policy ideas that speak to the soundness and appropriateness of policy programmes and the interactive processes of policy formulation and communication that serve to generate and disseminate those policy ideas. (Radaelli y Schmidt, 2004:13)

¿Y qué criterios se pueden utilizar para identificar el poder del discurso y las ideas

en el cambio de las políticas? Por un lado, el discurso puede contener elementos

cognitivos que demuestren la relevancia y coherencia de un programa político, siendo

significativas las interacciones en su favor. Además, esas ideas pueden comportar

elementos normativos que cuadren con los valores vigentes o emergentes en las

políticas. Por ejemplo, uno de los terrenos identificados por los autores donde se

generan procesos de este tipo es en el vínculo entre discurso e identidad colectiva

(Radaelli y Schmidt, 2004). Pero incluso, las ideas más asentadas pueden ejercer

influencia impidiendo el cambio de políticas, bloqueando a las ideas y valores

emergentes y reforzando los intereses vigentes. Por eso, siguiendo el modelo de

autores como Kuhn y Hall, Radaelli y Schmidt proponen analizar el grado y el tipo de

cambio que el discurso puede ayudar a generar en un paradigma político. Un primer

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orden implicaría únicamente el reemplazo de los instrumentos políticos; un segundo, el

de los objetivos; y el tercero, un cambio donde el core del paradigma es reemplazado.

En definitiva, el enfoque teórico de nuestro estudio pretende contribuir a la

comprensión del proceso de cambio y continuidad en las políticas públicas, para lo que

rescatamos, junto con la mayoría de autores citados, un aspecto muchas veces dejado

de lado por los estudios político científicos. La pregunta no es si las ideas o el discurso

importan sino cuándo son importantes para el cambio, en relación a otros factores,

reconceptualizando intereses y redefiniendo instituciones. Nuestra perspectiva alude al

poder de las ideas, el discurso y sus marcos en el estudio del poder y reconoce que

generalmente la evolución de las políticas es diferente a la de las palabras asociadas a

ellas. Porque en definitiva, como comenta Radaelli, no son las ideas las que deberán

ser implementadas, sino las políticas (Subirats y Gomà, 2002).

II) CAMBIO Y CONTINUIDAD EN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS CULTURALES

1) Cultura ilustrada y democratización de la cultura

En Europa, los modelos clásicos de políticas culturales estuvieron representados,

hasta hace pocos años, por Francia (y buena parte de la Europa continental) e

Inglaterra (como referencia en el mundo anglosajón). A pesar de las diferencias,

ambos modelos han seguido una evolución similar hasta nuestros días. Tras la II

Guerra Mundial, la política cultural y el contrato entre actores públicos y privados

fueron de carácter eminentemente nacional. El Estado cultural francés (con André

Malraux como ministro) impulsó la cultura como idea suprema de la modernidad. Por

su parte, el modelo anglosajón de política cultural promovió también un sistema

nacional de cultura regado con dinero público. Pero en este caso, las agencias como

el Arts Council of Great Britain eran las que administraban los recursos surgidos del

contrato cultural: grandes exenciones fiscales, filantropía y colaboraciones de

fundaciones privadas. Mientras el mundo anglosajón opta por intentar financiar este

proceso a partir de los incentivos fiscales en un sistema basado en el principio del

arm’s lenght (distancia que busca impedir la injerencia gubernamental en la gestión del

apoyo a las artes y la cultura), el modelo continental europeo encabezado por Francia

se vuelca a la intervención directa de la administración.

En esta primera etapa, el concepto de cultura que estructuraba (y en parte lo

continúa haciendo) las políticas públicas fue de carácter eurocéntrico, liberal y

humanístico. Se creía en el derecho y la potencialidad de todos los individuos (y de la

sociedad) de beneficiarse de la cultura (Belfiore, 2004; Bonet, 2001). Este concepto

ilustrado de cultura se asocia a la idea de civilización (y a la alta cultura), a la

realización del espíritu humano más allá de la nacionalidad, recuperando así algunos

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elementos de la voz latina cultus. De esta manera, el principio de democratización de

la cultura guía y legitima la mayoría de políticas culturales europeas de los estados de

bienestar tras la II Guerra Mundial. La intervención gubernamental se centra en el

fomento de la libre creación artística (tras las experiencias totalizantes de la guerra) y

la oferta cultural de calidad (infraestructuras públicas, etc.) y la protección del

patrimonio (Bonet, 2001). Es en este período donde podemos identificar uno de los

dilemas clave en la evolución de las políticas culturales (y de buena parte de las

políticas públicas): la necesidad de congeniar el fomento de la excelencia y la

democratización. Prueba de ello es el lema que inspiraba el inicio del Arts Council of

Great Britain en 1946: “lo mejor para la mayoría” (Wu, 2007).

Por su parte, autores como Michael Wimmer (2004) consideran que es en este

período donde países como Austria institucionalizan el mito de la nación cultural y el

regeneracionismo cultural, donde la cultura y la política se presentan como campos

completamente separados. El verdadero arte, se dice, es políticamente independiente;

y las instituciones deben asegurar que la cultura quede limpia de toda carga política.

2) La primera expansión: la democracia cultural

Pronto, este primer concepto de cultura comienza a convivir con otro mucho más

amplio. Diferentes voces abogan por la redefinición del arte y la cultura como espacio

de experiencia, de subjetivación, de diálogo individual con los elementos estables de la

identidad (Wu, 2007; Belfiore, 2004). Se incorpora la idea de las culturas (en plural),

definida tiempo antes por el filósofo alemán Johann Herder y la corriente historicista.

Así, las culturas no representan logros individuales sino una identidad colectiva

(Martínez, 2007). Además, se popularizan los conceptos de base antropológica y

sociológica de la cultura. En definitiva, se critica la idea restringida de cultura y se

revaloran sus manifestaciones calificadas como populares y masivas, al mismo tiempo

que se intenta en algunos casos superar esas dicotomías.

Esta repolitización de la cultura impone una serie de retos a la acción de los poderes

públicos y a su legitimidad, hasta ahora basada en el paradigma redistributivo del

Estado de bienestar. Proliferan las reivindicaciones artísticas, identitarias,

comunitarias, territoriales, etc., basadas en este nuevo concepto de cultura. Es en este

contexto donde se incorpora, sin que se reemplace el modelo vigente, la acción

gubernamental en fomento de la democracia cultural. Así, la política cultural pública

comenzó a promover espacios de participación y expresión social comunitaria,

prestando especial atención a los grupos más desfavorecidos en cuanto a las

capacidades necesarias para la propia promoción cultural. Se renegocia cuál es el

espacio de lo público y el de lo privado en política cultural (Wu, 2007). Al mismo

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tiempo, comienza a forjarse la idea de que las administraciones locales están en

iguales o mejores condiciones para emprender las tareas de promoción de la cultura

que las instancias centrales (Sánchez de la Barquera, 2008). Esto implica que los

diferentes niveles y agentes de la cultura comienzan a verse legitimados para

demandar la cesión de competencias y un esfuerzo de coordinación a las

administraciones centrales.

Pero esta evolución, que tiene algunos rasgos comunes para todas las políticas

culturales occidentales, también presenta particularidades en el cambio y la

continuidad del subsistema según el país que se analice. Así, casos como el de Italia

son representativos de la resistencia al cambio en la idea de cultura y del papel de las

políticas culturales, de extensa tradición en la preservación del patrimonio (Belfiore,

2004). O también el de España, donde se ha señalado como una de las causas

principales del continuismo en las políticas públicas culturales la existencia de una

concepción de fondo que deslegitimaba la acción pública del Estado en materia de

cultura (Rubio Aróstegui, 2005).

3) La segunda expansión: instrumentalización económica y social.

Con los diversos conceptos de cultura conviviendo, en los años 1980 surgen nuevos

retos para el subsistema de las políticas culturales, que ninguno de los modelos

vigentes puede resolver. La idea de cultura continuará expandiéndose y volviéndose

más compleja y maleable, al mismo tiempo que el subsistema de las políticas

culturales.

Por un lado, para algunos críticos con el papel del Estado cultural francés (Fumaroli,

1991), la cultura representaba un dogma y un mito (una nueva religión de estado) que

repercutía sobre el mantenimiento del status quo en el sistema político. La idea de que

la libertad, la identidad nacional y la universalidad de la ciudadanía se conseguirían a

través de las artes escondía para el autor una estética oculta del Estado. Así, en

Francia sobre todo, se alzaron voces en contra de lo que se consideraba una

tendencia, culturalmente perversa, de institucionalización política (Negrier 2003).

Por su parte, la legitimidad de las políticas públicas culturales pierde aún más

espacio en Inglaterra y Estados Unidos (Wu, 2007). La idea de cultura como derecho

fundamental, que necesita ser garantizado por el servicio público, pierde terreno con

un Estado de bienestar debilitado (Wimmer, 2004). El arte y la cultura no son

diferentes, sino un producto más que compite por el tiempo, interés y dinero del

consumidor, y que por lo tanto deben demostrar su utilidad social y económica (más

allá de lo propiamente artístico y cultural). Las instituciones públicas ven entonces

modificado su papel (las políticas culturales públicas deben generar sus propios

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fondos) y la relación público-privado sufre una reconfiguración significativa. Incluso

Raymond Williams (1979: 159) ya describe esta tendencia al calificar el proceso social

de las “organizaciones no gubernamentales cuasi autónomas” (por ejemplo, el caso

del England Arts Council) como la administración del consenso por cooptación.

A su vez, mientras las posturas social demócratas en Europa insisten en la

percepción de la política cultural como instrumento de cohesión social, comienza a

legitimarse el concepto de industrias culturales, donde la intervención del Estado está

limitada al soporte a las actuaciones del mercado (Wimmer, 2004; Bonet, 2001).

Finalmente, para algunos autores como Gray (2007), los cambios económicos,

sociales y políticos de fines de 1970 y principios de 1980 llevan a lo que denomina

mercaderización (commodification) de las políticas públicas, y así a la

instrumentalización de la cultura. Frente al poco peso estructural de las políticas

culturales (comparado con otras políticas públicas), sobre todo a nivel local, los

agentes culturales reciben demandas para legitimar sus actuaciones con argumentos

de tipo económico (aportación al desarrollo, regeneración territorial, etc.) y social

(fomento de la cohesión, de la vitalidad de la sociedad civil, etc.).

4) La tercera expansión: elasticidad y nuevas lógicas de intervención

La cultura ha evolucionado hasta transformarse en un terreno elástico,

omnipresente, un espacio desde el cual se puede intervenir en toda la esfera social y

política. Diversos autores coinciden en que la estructura del subsistema de la política

cultural continúa dependiendo, de forma más o menos significativa, de lo que se

entienda y cuente como cultura (Belfiore, 2004; Stanbridge, 2002; Craik, 2003; Scullion

y Garcia, 2005) y de la legitimidad de los poderes públicos para intervenir en esa

esfera (Miller y Yudice, 2004; Fina, 2007; Negrier, 2003; Rodríguez Morató, 2005).

La expansión casi indiscriminada del concepto de cultura se combina con la pérdida

de referentes en el juicio estético (Fina, 2007). Los poderes públicos intentan

actualizar la definición de cultura superando las viejas dicotomías (alta cultura, cultura

de masas, etc.), cerrando brechas entre los conceptos más estrictos y los más amplios

(Belfiore, 2004; Sánchez de la Barquera, 2008). En este proceso, la apelación a la

excelencia y a la calidad como lo que realmente importa cobra forma como discurso

paradigmático, tanto en los poderes públicos como en otros agentes culturales.

En primer lugar, para algunos (Belfiore, 2004; Craik, 2003), esto permite al gobierno

intervenir de forma legítima en todos esos aspectos incluidos en la nueva definición de

cultura (desde el diseño hasta las fiestas, desde las artes plásticas a las TIC, y un

largo etcétera). Así, el Ministerio de Cultura francés ha extendido sus competencias en

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esos ámbitos, basándose en los límites de lo “profesional” y la “calidad”, límites que se

han confirmado sin discusión (Negrier, 2005).

Para otros, el discurso de la excelencia y la calidad en la cultura expresa un rechazo

al giro instrumental económico de las políticas culturales, lo que enseña el

mantenimiento de una concepción paternalista del estado que invoca (y continúa

financiando) la noción de alta cultura (Stanbridge, 2002).

Y en tercer lugar, algunas posturas vinculan ese discurso con la intención de muchos

actores de despolitizar el campo de la cultura, no sólo en el sentido de reducir la

injerencia partidista en la financiación de la cultura, sino también de vaciar de debate

público e ideológico y eludir las implicaciones en la gestión del conflicto social que

puedan tener las políticas culturales (Wimmer, 2004). Así, la legitimidad de la acción

pública nuevamente puede ser puesta en duda. En este sentido, también con respecto

al caso francés, Negrier (2005) se pregunta si el Ministerio, que ha rechazado la

herencia socio-cultural que contribuyó a crearlo en los años 50, puede contentarse con

una visión abstracta y desde lo alto de la excelencia sectorial.

En definitiva, planteado este escenario, el dilema central de las políticas públicas

culturales es hoy el de encontrar una nueva lógica para la intervención gubernamental

(Craik, 2003). Para algunos, las viejas formas de políticas culturales nacionales ceden

terreno a un nuevo paradigma surgido en el ámbito local (Cherbo y Wyszomirski, 2000;

Rodríguez Morató, 2005), que en realidad es la suma de muchos de los aspectos ya

señalados (adopción de una perspectiva sistémica de la cultura, expansión del campo

de intervención de la política culturales, intento de gobierno multinivel de la cultura,

etc.). Sin embargo, las tensiones y resistencias continúan ejerciendo influencia sobre

el orden de las políticas públicas. Y los reclamos no sólo provienen de los sectores

tradicionalmente vinculados con el financiamiento gubernamental de la cultura (artes

escénicas y visuales, música, etc.), sino sobre todo de quienes defienden la idea de

cultura vinculada a las identidades nacionales. Así, los gobiernos buscan un doble

impacto: el desarrollo autónomo de la industria cultural, pero con un rol especial del

estado en la protección de las tradiciones culturales de una nación (Craik, 2003).

Incluso, para Miller y Yúdice (2004), la política cultural se enfrenta al dilema de la

conciliación de lo económico y lo noble, de lo que defiende el mercado y de lo que

supuestamente defiende el estado. Pero ese dilema se deriva en realidad, para los

autores, de la continuidad en la necesidad de la construcción nacional que recae sobre

el Estado. Ahora bien, en un mundo calificado como supranacional, el Estado espera

que la identidad colectiva se fundamente en la ciudadanía (como participación política)

y a la vez en la soberanía individual.

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Frente a este dilema, la solución planteada por diferentes políticas culturales ha sido

la de la desetatisation (Craik, 2003), es decir, la minimización de la intervención directa

del gobierno y la adopción de estrategias como la privatización o autonomización:

agencias independientes, subcontrataciones, reformas institucionales basadas en el

principio de arm’s lenght, etc. Palabras como partenariado, cooperación o

corresponsabilidad se vuelven claves. De esta manera, los modelos clásicos de

políticas culturales (el europeo continental y el anglosajón) comienzan a resultar

caducos e inadecuados para resolver estos dilemas, por lo que sus límites se

desdibujan dando paso a nuevas configuraciones institucionales como las que hasta

aquí hemos presentado (Fina, 2005; Negrier, 2003).

6) Estrategia de investigación

En los apartados precedentes hemos dado cuenta de las características del caso y

la perspectiva de análisis escogida, de manera que nos ha permitido justificar esta

investigación como un estudio social y científicamente pertinente y relevante. Como se

ha señalado, este estudio de caso tiene como unidad de análisis las políticas

culturales de la Generalitat de Catalunya en el período 1980-2008. Presentamos a

continuación el tipo de caso de estudio, siguiendo la literatura específica en la materia

(Coller, 2005).

En lo que refiere a su alcance y su naturaleza, se trata de un caso genérico, con un

carácter tanto ejemplar (ilustra acerca de algunas de las características de la evolución

de las políticas públicas culturales presentes en otros casos, fundamentalmente en

países occidentales de capitalismo avanzado), como instrumental, ya que busca

contribuir al conocimiento de un fenómeno como el cambio y la continuidad en las

políticas públicas (que cuenta hoy con un conjunto de proposiciones sobre su

funcionamiento). Finalmente, algunas de las características del caso que hemos

presentado con anterioridad (singularidad de las políticas, como por ejemplo la

creación de un organismo como el Consell Nacional de la Cultura i de les Arts en el sur

de Europa), lo transforman en un caso excepcional, o al menos peculiar.

Respecto al tipo de acontecimiento que enfoca el estudio, se trata de un caso

histórico y contemporáneo al mismo tiempo, ya que está dedicado al análisis de un

objeto social, las políticas públicas, en un período determinado (casi treinta años) que

desemboca en la actualidad.

Si pensamos en su utilización, este caso presenta una primera fase de análisis

exploratorio o descriptivo, donde se busca conocer mejor la realidad y las dimensiones

relevantes del objeto de estudio, en este caso la evolución de las políticas culturales

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de la Generalitat en ese período. Pero de forma principal, se trata de un estudio que

centra su esfuerzo en inferir conclusiones sobre los condicionantes principales del

cambio y la continuidad en las políticas públicas, con un interés específico en las

políticas culturales.

Todas estas características hacen de éste un estudio de caso único, pero que

incluye una estrategia de comparación diacrónica, no ya porque se estudie las

diferentes fases de una política determinada, sino porque estudiamos la evolución de

las políticas en un período considerable de tiempo.

Finalmente, especificamos de seguido las diferentes etapas que componen el plan

de actuación de este estudio, las unidades de observación, las técnicas de

investigación que se utilizarán y las fuentes que se consultarán.

Como señala Coller (2005:19), lo habitual va siendo que la separación estricta entre

las perspectivas de análisis cualitativistas y cuantitativistas se integren en un modelo

de pluralismo metodológico. Así, este estudio presenta una primer etapa (iniciada con

la elaboración de este documento proyecto), que incluye una revisión bibliográfica,

selección de fuentes de información y sistematización de datos claves sobre el

contexto teórico y empírico. El objetivo de esta etapa es asegurar un buen diseño de la

investigación, con un anclaje teórico sólido, que evite la falta de rigor y la aleatoriedad

en la recopilación de materiales. A continuación, se realizará el trabajo de campo,

recogiendo el material principalmente a partir de indicadores cualitativos,

complementados con otros de tipo cuantitativo.

En este sentido, en relación a la primera hipótesis (condicionantes del cambio y la

continuidad), consideramos que es necesario utilizar principalmente el análisis de

contenido de documentos (históricos) producidos por la propia administración:

normativa, informes oficiales, planes o pactos estratégicos, estadísticas sobre la

evolución presupuestaria. De esta manera, podremos identificar la evolución de los

productos de las políticas públicas y de una institución como el Departament de

Cultura de la Generalitat (dos principales unidades de observación). A su vez, para

poder valorar, en relación a estos elementos, el papel de las ideas y los discursos que

sobre la cultura han tenido los actores principales (tercera unidad de observación), se

analizarán, además de los documentos señalados, el contenido de las sesiones de la

comisión de política cultural del Parlament de Catalunya. Así, para la comprobación o

rechazo de la primera hipótesis, los documentos serán tratados como información de

primera clase. Sin embargo, con el objetivo de completar y comprobar la información

sesgada o no disponible a través de los documentos, se realizarán entrevistas semi

estructuradas a determinados actores políticos, protagonistas principales, como

antiguos ocupantes de cargos del Departament de Cultura y también ex responsables

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de la política cultural de ayuntamientos gobernados por el Partit dels Socialistes de

Catalunya. Este tipo de entrevistas permitirán diferenciar entre preguntas que buscan

recoger la opinión de los protagonistas y las que pretenden conseguir información

sobre algún acontecimiento o dato concreto.

Ahora bien, en relación a la segunda hipótesis, que centra la atención en la creación

del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts de Catalunya, se incoporarán como

fuentes, además de lo señalado, la documentación producida por el Comissionat per al

Consell de la Cultura i de les Arts, que incluye opiniones de los actores consultados en

el proceso participativo, documentos de debate, pre-proyectos, etc. Y, en este caso, se

realizarán también entrevistas semi estructuradas a actores protagonistas principales

del proceso: miembros del comisionado, responsables del Departament de Cultura, e

integrantes de la Plataforma de la cultura per a un consell de les arts. Así, utilizando

entonces la documentación también como material de segundo orden, y comprobando

las informaciones recibidas (de informantes o documentos) con varias fuentes, se

podrá utilizar una estrategia de triangulación que asegure el rigor en el análisis y en la

elaboración de las conclusiones.

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7) Propuesta de índice

I. INTRODUCCIÓN

1. Presentación de la problemática y los objetivos de la investigación

2. La construcción del caso: interés científico y social

3. Consideraciones metodológicas

II. REVISIÓN TEÓRICA 1. Cambio y continuidad en las políticas públicas

1.1. Utilidad de las perspectivas teóricas clásicas

1.2. El papel de las ideas

1.3. Una perspectiva integradora: ideas, discursos y marcos conceptuales

2. Cambio y continuidad en las políticas públicas culturales: evolución histórica

2.1. Cultura ilustrada y democratización de la cultura

2.2. La primera expansión: la democracia cultural

2.3. La segunda expansión: instrumentalización económica y social

2.4. La tercera expansión: elasticidad y nuevas lógicas de intervención

III. SÍNTESIS Y ANÁLISIS: la evolución de las políticas culturales de la Generalitat de

Catalunya (1980-2008) 1. Antecedentes históricos en la institucionalización de la cultura

2. 1980-1992: la normalización de la cultura y la reconstrucción nacional. Democratización y

democracia.

2.1. El Departament de Cultura: instrumentos de intervención, objetivos y estrategias

adoptadas.

2.2. Ideas y discursos sobre la cultura

2.3. Legitimidad de la intervención gubernamental

3. 1992-2003: expansión y complejización. Instrumentalización económica y social.

3.1. El Departament de Cultura: instrumentos de intervención, objetivos y estrategias

adoptadas.

3.2. Ideas y discursos sobre la cultura

3.3. Legitimidad de la intervención gubernamental

4. 2003-2008: la genealogía del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts. Nuevas formas

de intervención

4.1. El Departament de Cultura: instrumentos de intervención, objetivos y estrategias

adoptadas.

4.2. Ideas y discursos sobre la cultura

4.3. Legitimidad de la intervención gubernamental

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IV. CONCLUSIONES 1. Cambio y continuidad en las políticas públicas: el papel de las ideas y los discursos

2. La evolución de las políticas públicas culturales: ¿qué idea de cultura para qué

políticas?

3. La legitimidad de la acción gubernamental en cultura: ¿una nueva lógica de

intervención?

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