pÀternidad responsable

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INTRODUCCIÓN I. Antecedentes de la paternidad responsable En los últimos decenios, en virtud de los cambios en la estructura y en la dinámica familiar, se han manifestado importantes cuestionamientos al modo tradicional de comprender y ejercer el rol de la paternidad. De una figura paterna centrada en la exclusividad de sus contribuciones económicas y el ejercicio vertical de la autoridad, se está transitando a una concepción de la paternidad que enfatiza las relaciones basadas en el afecto y en la cercanía que los hombres puedan establecer con sus hijos e hijas. Este tránsito, sin embargo, ocurre lentamente y enfrenta diversas resistencias culturales, psicológicas y sociales, que hasta ahora han dificultado su avance. Las transformaciones en la concepción de la paternidad se relacionan con distintos factores, entre los que cabe mencionar: a) los cambios en la dinámica sociodemográfica de la población y su relación con el tamaño y composición de las familias, b) las transformaciones en los papeles sociales de las mujeres, dentro y fuera de la familia; c) las tendencias hacia la individualización de los derechos, que originan nuevas demandas públicas y nuevos sujetos sociales, como en el caso de los derechos de las mujeres, de la infancia, de las personas de la “tercera edad” y de aquellos con habilidades diferentes, y d) los cambios en las formas de abordaje de la familia, que evidencian la necesidad de desarrollar nuevas definiciones normativas entre los sujetos, las familias y el Estado. En cuanto a los cambios demográficos, el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la fecundidad han

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Trabajo sobre paternidad responsable

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INTRODUCCIÓN

I. Antecedentes de la paternidad responsable

En los últimos decenios, en virtud de los cambios en la estructura y en la dinámica familiar, se han manifestado importantes cuestionamientos al modo tradicional de comprender y ejercer el rol de la paternidad. De una figura paterna centrada en la exclusividad de sus contribuciones económicas y el ejercicio vertical de la autoridad, se está transitando a una concepción de la paternidad que enfatiza las relaciones basadas en el afecto y en la cercanía que los hombres puedan establecer con sus hijos e hijas. Este tránsito, sin embargo, ocurre lentamente y enfrenta diversas resistencias culturales, psicológicas y sociales, que hasta ahora han dificultado su avance. Las transformaciones en la concepción de la paternidad se relacionan con distintos factores, entre los que cabe mencionar:

a) los cambios en la dinámica sociodemográfica de la población y su relación con el tamaño y composición de las familias,

b) las transformaciones en los papeles sociales de las mujeres, dentro y fuera de la familia;

c) las tendencias hacia la individualización de los derechos, que originan nuevas demandas públicas y nuevos sujetos sociales, como en el caso de los derechos de las mujeres, de la infancia, de las personas de la “tercera edad” y de aquellos con habilidades diferentes, y

d) los cambios en las formas de abordaje de la familia, que evidencian la necesidad de desarrollar nuevas definiciones normativas entre los sujetos, las familias y el Estado.

En cuanto a los cambios demográficos, el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la fecundidad han incrementado el tiempo de vida en pareja y reducido el tamaño de las familias, transformando la percepción sobre el número ideal de hijos(as) que se desean tener, así como el valor que éstos representan para los progenitores. Los cambios en los patrones de formación y disolución de las parejas, aunados a las transformaciones en los estilos de vida y en la sexualidad de las mujeres, así como a los intensos procesos de migración predominantemente masculina, han determinado que se multiplicaran las variantes de arreglos familiares y de pareja, sobre todo entre la población más joven, y en consecuencia han variado los contextos micro sociales en los que se ejerce la paternidad. Por otra parte, el incremento del nivel educativo de las mujeres y la mayor presencia de éstas en la fuerza laboral han modificado sus expectativas de vida y los términos de la organización doméstica privada, trastocando los límites tradicionales de la división del trabajo y las posiciones de autoridad y de poder

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habitualmente atribuidas al hombre (López, 2000). Uno delos aspectos derivados de este proceso es el “desdibujamiento” del rol de proveedor asignado socialmente a los hombres y los cuestionamientos a la autoridad masculina que se ostentaba tradicionalmente. Hombres y mujeres se debaten hoy entre la expectativa y la conciencia de construir nuevas relaciones de equidad y democracia intrafamiliar, en tanto que el ritmo con que se renuevan las prácticas y la organización de la vida cotidiana parece resistir el trastrocamiento que la globalización y los cambios culturales imponen por doquier. De esta manera, se incrementa la tensión derivada de un modelo normativo de familia y de relaciones de género que permanece anclado en las disposiciones institucionales que regulan la vida privada, frente a las cuales surge y se desarrollan nuevas expectativas y valores de equidad. Las transformaciones referidas sugieren que la paternidad se encuentra en el dédalo de un proceso de cambio que en su costado anómico apunta al relajamiento de las obligaciones de protección y seguridad económica que fueron el eje del consenso normativo de la tradición moderna en torno a la paternidad. En su costado constructivo, el tránsito apunta hacia un modelo que destaca, entre sus principales características, el incremento de las contribuciones de tiempo paterno al cuidado de los hijos(as), una mayor conciencia sobre el deseo por tener hijos y mayores expresiones de afecto y cercanía hacia éstos. En la implantación de este nuevo modelo, sin embargo, continúa siendo un obstáculo el logro de mayores niveles de equidad en la distribución de las responsabilidades domésticas entre padres y madres, y la remoción de la violencia como medio para resolver los conflictos dentro de la familia. Por efecto de este conjunto de transformaciones, la paternidad resulta hoy una realidad trastocada e inscrita en el desajuste de cambios, lo que obliga a revisar con urgencia las formas tradicionales de comprender la paternidad y de evaluar los términos de su responsabilidad. Desde los años ochenta se inicia la lenta transformación de las demandas sociales sobre la paternidad y la participación de los hombres en las familias, hacia concepciones más relacionadas con la equidad en las relaciones conyugales. En esta perspectiva se subraya el componente afectivo de cercanía de los hombres con los hijos(as) y se cuestionan los patrones de relación paterna basados en el ejercicio violento del poder y de la autoridad (UNFPA, 2000).En esta línea se define la paternidad como un compromiso directo que los progenitores establecen con sus hijos(as), independientemente del tipo de arreglo familiar existente con la madre. El objetivo de esta posición es resaltar la indisolubilidad del vínculo filial entre los hombres y los niños(as), así como flexibilizar el papel del padre y la madre en la crianza, colocando el bienestar de los menores como una meta que excede las contribuciones económicas y patrimoniales con las que tradicionalmente se ha evaluado la responsabilidad masculina. En términos de la medición, esta problemática plantea el desafío de evaluar la paternidad en el contexto de su singularidad, y al mismo tiempo generar información y datos que puedan captar, por una parte, la evaluación de

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los riesgos y las consecuencias no deseadas de la desintegración del viejo modelo; por la otra, dar seguimiento a los aspectos propositivos o constructivos que están surgiendo y que merecen la profundización de prácticas de paternidad alternativas y más democráticas

PATERNIDAD RESPONSABLE

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La determinación de los lugares atribuidos al padre o a la madre han sido imposiciones sociales y culturales que también fueron cambiando con el tiempo. Según las épocas existieron diferentes modelos de paternidad. Con el paso del tiempo la figura del padre fue perdiendo poder en beneficio no de las madres sino de sus hijos, a medida que el concepto de infancia fue cambiando.

ÉPOCA PREHISTÓRICA

En la época de los cazadores-recolectores el mecanismo de reproducción humana era desconocido por los seres humanos. El conocimiento de los animales en libertad no proporcionaba una fuente de conocimiento de este mecanismo. La sociedad era matrilineal y el sexo estaba vinculado exclusivamente al placer y libre de los controles sociales que luego sobrevienen. No existía la pareja heterosexual y las mujeres de racionaban con distintos hombres y mujeres.

Según Dupuis el descubrimiento de la paternidad ocurre hace 6 o 7 milenios (Neolítico) en las sociedades más adelantadas de la mano de la ganadería. Al colocar a los animales en cautiverio, se observó que, en ausencia de machos, las hembras no parían. Esto condujo a un lento proceso de adopción de distintos regímenes patrilineales. A los largo de dicho proceso se observan distintos grados de adscripción al patriarcado en función de otros elementos como la sedentarización, el abandono de la caza y la recolección por la agricultura y la ganadería, la noción de propiedad privada, la guerra, etc.

Muchas etnias actuales o recientemente extintas mantienen ideas sobre la paternidad vinculadas a tiempos paleolíticos.

ÉPOCA DE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA O DERECHO ROMANO

en la familia patriarcal, dominada por el varón, los hijos nacían en el hogar paterno y la descendencia era patrilineal: los hijos e hijas portaban el apellido paterno exclusivamente. El modelo por excelencia de padre patriarcal era el Pater familias romano que ostentaba el poder absoluto.1

La familia del Pater familias era un conjunto, una casa, un grupo que incluía a todas las personas libres que formaban el núcleo familiar, sin distinción de edad ni de que hubiesen o no contraído matrimonio, todos los parientes, descendientes, allegados, amigos, las mujeres entradas a la familia mediante el matrimonio y sus descendientes, a los

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adoptados y arrogados, a los domésticos, esclavos, esclavas y sus descendientes, el ganado, las tierras y todos los objetos de su casa.

la patria potestas o patria potestad era un privilegio del cual los esclavos estaban privados. El pater, o «protector», romano ejercía el derecho sobre todos los aspectos de la vida de sus descendientes, poseía el derecho a la vida y la muerte, podía enajenarlos «ius vendendi», abandonarlos o exponerlos «ius exponendi» o entregarlos en«noxa» a la víctima de delito por ellos cometido o «ius noxae dandi», y decidía todo lo referente a la educación de los niños.

El patriarcado denegaba a las mujeres todo derecho emanado del

alumbramiento

El pater era quien autorizaba a las mujeres a amamantar o no a sus hijos. El niño solo era considerado hijo si era reconocido por el pater, no importaba si era fruto de una relación matrimonial o no. La relación entre biología y filiación no era muy estricta, que fuera el genitor biológico carecía de importancia pues lo que daba el padre era la filiación: sólo valía el reconocimiento paterno que se realizaba cuando el pater alzaba en brazos a su hijo. Si no lo hacía, aunque fuera un hijo de su esposa legítima no se lo consideraba padre del niño y su destino era el abandono y la muerte. Este alzamiento podía realizarlo con un niño que no fuera de su propia sangre, como en la «adopción», y los resultados eran los mismos. Podía declararlo heredero y amo de la casa a su muerte aunque tuviera otros hijos nacidos dentro del matrimonio.

El «pater familias» era el que decidía si un niño recién nacido iba a ser aceptado por la sociedad romana o no. Si el pater no había levantado en brazos, el bebé recién nacido iba a terminar expuesto en un santuario o en un basurero público para que muriera o para que se lo llevara cualquiera, generalmente un mercader de esclavos. En Grecia se exponía con mayor frecuencia a las niñas y en Roma a los nacidos con algún tipo de malformación o simplemente si el pater no deseaba más hijos, por ejemplo, por problemas de herencia.

ÉPOCA MEDIEVAL

el núcleo matrimonial -esposos e hijos- y un grupo de parientes lejanos, viudas, jóvenes

huérfanos, sobrinos y esclavos. Todos estos integrantes estaban bajo el dominio del varón -bien sea de forma natural o por la adopción- quien descendía de una estirpe, siendo su principal obligación la de proteger a sus miembros. El padre era el guardián de la pureza de sus hijas como máximo protector de su descendencia. Un ataque al pudor de la mujer,

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aún con su consentimiento, era una deshonra para su padre. La violación era considerada un atentado contra la autoridad patriarcal, la del padre y no contra el cuerpo de la mujer misma. El adulterio en las mujeres -toda relación sexual sin consentimiento del padre, aún siendo viudas o solteras- era castigado con la muerte. Sin embargo, los germánicos practicaban la poligamia y además de los varones nacían abundantes descendientes de las relaciones sexuales con las esclavas. Las madres no tenían una relación de ternura con sus hijos. La Iglesia prohibió la poligamia, declaró la indisolubilidad matrimonial (la ley burgundia y la ley romana autorizaban el divorcio) y prohibió el matrimonio entre primos muy frecuente en esa época, aunque recién en el siglo X los dictados eclesiásticos en defensa de la monogamia y en contra del divorcio comenzaron a surtir efecto.20

La paternidad ya no derivaba de la voluntad del varón sino de la voluntad de Dios. Sin abolir la paternidad adoptiva el cristianismo privilegia la paternidad biológica o de sangre, el padre toma posesión de su hijo sobre todo porque se semen marca su cuerpo y

porque le da un nombre u apellido.

Pero esta paternidad biológica solo tiene valor si se corresponde obligatoriamente con una función simbólica. Con el cristianismo sólo era declarado padre quien se sometía a la legitimidad sagrada del matrimonio. Los niños concebidos por fuera del matrimonio, aunque tuvieran lazo de sangre, comenzaron a ser considerados bastardos y no pertenecientes a ninguna familia.

Paternidad dependía de la clase social. El destino del niño dependía de su padre.

Los padres no solo tenían el poder de reconocer a sus hijos sino, lo más importante, el poder de no reconocerlos.

• El modelo aristocrático otorgaba gran importancia al linaje, el patrimonio, los títulos nobiliarios, los privilegios y el honor que se heredaban. El noble no se ocupaba de sus hijos sino que los confiaba a preceptores y educadores especializados y mantenía económicamente también a sus hijos bastardos.

• En el modelo campesino el patrimonio era el pequeño terruño, símbolo de libertad y dignidad. Los niños rara vez eran criados por su padre biológico. Engendraban muchos hijos y, a pesar de las campañas de la Iglesia, el infanticidio continuaba camuflado en accidentes.

• Con el surgimiento de la burguesía el modelo de paternidad en la ciudad era el de los artesanos, comerciantes y los profesionales liberales. En ese modelo lo que transmitía el padre era un oficio, una profesión, un saber, un talento. El padre trabajaba en casa y compartía algo de tiempo con sus hijos, pero

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le estaba vedado expresar sus sentimientos porque la ternura era vista como signo de vulnerabilidad o debilidad.

ÉPOCA MODERNA

El padre decidía los matrimonios, exigía respeto y obediencia y podía enviar a sus hijos varones a prisión y a las mujeres al convento si lo desobedecían. Para Jean Bodin la familia debía perpetuar la soberanía del padre.

En el siglo XVII el niño comenzó a entrar en contacto con la vida afectiva del padre pero los manuales de instrucción infantil recomendaban los castigos corporales frecuentes como modo de dominar la voluntad de los niños, para evitar la insubordinación y sus malas inclinaciones.

En la concepción de autoridad paterna sostenida por Thomas Hobbes el poder del padre no es natural sino construido y lo ejerce a la manera de un pequeño rey en su casa.

El sistema de la patria Potestad comenzó a ser cuestionado recién en el llamado Siglo de las Luces, siglo XVIII, cuando aparecieron las primeras leyes que se oponían al despotismo brutal del padre a partir del asesinato durante la Revolución francesa del soberano-padre que esclavizaba a sus hijos desde hacía mil trescientos años.16 Decía el código:

“La voz imperiosa de la Razón se ha hecho oír, ya no hay patria potestad, establecer los derechos por coerción es engañar a la naturaleza”.

La Revolución francesa asesinó simbólicamente al padre al decapitar al Rey- Padre Luis XVI y promulgó leyes que limitaron el poder de los padres varones. La subordinación de los hijos ya

no era ilimitada.

La Revolución francesa abolió las diferencias de clase y proclamó la igualdad de los hombres. Aparecieron los primeros movimientos feministas. En algunos países europeos la Iglesia se separó del estado. La abolición de la monarquía autoritaria o monarquía absoluta dio lugar a una nueva forma de organización patriarcal. Apareció la noción de sentimiento o amor paternal y maternal.

A partir de las modificaciones en las concepciones de la infancia, el padre comenzó a tomar contacto con sus hijos de otra manera. El nacimiento de la pediatría redujo los castigos físicos y la mortalidad infantil. El control, sobre los hijos se volvió más mental e intrusivo que físico. Los niños comenzaron a ser criados por sus padres y amamantados

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por sus madres y los castigos físicos comenzaron a ser reemplazados por el confinamiento o el encierro a oscuras o la negación de los alimentos.

Después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano el padre pasó a ser un padre sometido a la ley y respetuoso de los derechos adquiridos. El matrimonio dejó de ser un pacto indisoluble garantizado por la presencia divina y se convirtió en un contrato libremente consentido entre un varón y una mujer. Apareció por primera vez la idea de que los niños tienen derecho a tener una familia, sean nacidos o no dentro del matrimonio.

En Francia, muchos reaccionaron contra la revolución buscando restaurar el buen orden político real del Padre Rey.

En El contrato

social Jean-Jacques Rousseau decía que la familia era el primer modelo de las sociedades políticas, el jefe era la imagen del padre, el pueblo era la imagen de los hijos.

Honoré de Balzac dijo que al cortarle la cabeza al rey Luis XVI de Francia la Revolución francesa decapitó a todos los padres de familia. Apareció en la sociedad una preocupación por la pérdida de los valores tradicionales. Se hacían caricaturas irrespetuosas de Luis XVI. Ya no se temía ni se respetaba al padre. La familia se hallaba en peligro y se temía por su disolución.

En el siglo XIX, con la restauración de la monarquía francesa por Napoleón se intentó restaurar la autoridad del padre y el poder paterno.

Hegel describía a la familia como una de las estructuras básicas de la sociedad que descansa sobre la institución del matrimonio monogámico que une por consentimiento a un varón y una mujer: el marido se enfrenta al mundo externo o sobre sí mismo y la mujer, convertida en madre, goza de una auténtica libertad dentro del seno del hogar. En un momento en que la figura de la madre y la maternidad tomaban jerarquía aparecía la idea de que el padre debía separar a la madre de su hijo para permitir su independencia.

Johann Jakob Bachofen, cualquier movimiento de emancipación de las mujeres constituía una amenaza para el porvenir del género humano.

Lewis Henry Morgan creían en la existencia de un matriarcado anterior que podría retornar, estaban preocupados por el porvenir de la familia y la

decadencia de la autoridad paterna.

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Karl Marx La paternidad es un concepto que también define al fundador de una disciplina o sistema.

Émile Durkheim definía la familia moderna limitada al padre, la madre y los hijos, familia nuclear producto de la contracción de la familia de la antigua organización patriarcal.

Durante el siglo XIX declinó el poder divino del padre, el centro de gravedad dentro de la familia se desplazó y apareció la figura de la madre y la maternidad. Se incitaba a las madres a amamantar a sus hijos y a no dejarlos con nodrizas. La familia como célula básica de la sociedad comenzaba a tomar conciencia de sus deberes de amor y educación en torno a los niños. El matrimonio burgués se asociaba al amor romántico, al sentimiento amoroso entre los cónyugues y hacia sus hijos y aparecía en la época victoriana la prohibición del placer sexual fuera del matrimonio no solo para la mujer sino también para el varón. El padre doméstico sucedió al héroe guerrero de la época feudal. El padre convirtió el poder que había perdido en el escenario de las batallas y la caballería a la vida económica y privada.

Se redujo el número de hijos. Este padre ya no reconocía a sus hijos extra-matrimoniales dejándolos en la miseria junto a sus madres solteras, desresponsabilizándose de su paternidad. El padre lo era siempre de los hijos nacidos dentro del matrimonio y si no estaba casado con la madre del niño no lo era a menos que él expresamente lo consintiera.

Thomas Alva

Edison, La paternidad es un concepto que sirve también para describir a un inventor.

ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

El Papa Benedicto XVI confirmó que para la Iglesia la paternidad no se define por la biología:

"San José manifiesta de manera sorprendente, que es padre sin haber ejercitado una paternidad carnal. No es el padre biológico de Jesús, del cual solo Dios es Padre, y sin embargo ejercita una paternidad plena y entera. Ser padre es por encima de todo ser servidor de la vida y del crecimiento. San José ha dado prueba, en este sentido, de una gran dedicación. Por Cristo ha conocido la persecución, el exilio y la pobreza que de ellas deriva. Ha debido establecerse en un lugar distinto al de su ciudad. Su sola recompensa fue la de estar con Cristo"31

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En el siglo XXI las nuevas técnicas reproductivas de reproducción asistida trajeron grandes cambios en los modelos de familia y de paternidad al hacer una nueva diferenciación entre los orígenes genéticos y la gestación.

El padre genético dejó de ser incierto a partir de los adelantos de la genética a fines del siglo XX, cuando los análisis permitieron confirmar la paternidad genética. Entonces se confirmó la separación radical entre la nominación y el engendramiento. La paternidad se escindió entre un productor de semen y la función nominativa por el otro. Se diferenciaron el padre genético, el padre biológico, el padre social, el genitor y la función paterna.

El padre genético puede ser el donante anónimo de esperma

pero el padre del bebé, el que designa la ley, el que ejercerá la paternidad será el esposo de la mujer que haya concebido de esa manera. Esto abrió nuevas posibilidades: las parejas homosexuales, tanto varones como mujeres, accedieron a estos métodos para tener descendencia. También las mujeres solteras, homo y heterosexuales comenzaron a inseminarse artificialmente. Ser madre soltera o hijo de madre soltera dejó de ser un estigma o una vergüenza. Las familias monoparentales existieron siempre pero en el siglo XXI se reivindican con plenos derechos.

En el siglo XXI nos encontramos con familias pluriparentales, multiparentales, co-parentales, biparentales, monoparentales, homoparentales, etc.

PATRIA POTESTAD

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¿QUÉ SON SUS HIJOS PARA USTED?

Ciertamente el ser padre o madre no es tarea fácil. Es tarea difícil, requiere trabajo y muchas veces produce frustración. Pero puede ser extremadamente remuneradora. Y los buenos resultados que se obtienen sobrepasan por mucho a los problemas que se presentan mientras tal tarea se efectúa. Muchos padres piensan así.

Por supuesto, hay puntos de vista diferentes. No todos los padres ven su papel con gozo. Para algunos, los hijos quizás representen la pérdida de cierto grado de retiro o libertad, puesto que éstos quizás hayan interrumpido la marcha hacia alguna meta que ya se hubieran trazado los cónyuges. Otros padres quizás no hayan estado emocionalmente preparados para los papeles complejos de la paternidad y la maternidad. Otros más quizás se hayan resentido por los sacrificios que requiere el desempeño de sus papeles. Pero sea cual fuere la razón, tal manera de ver las cosas es lamentable. Especialmente puesto que esas actitudes negativas sin lugar a dudas afectan la manera en que estos padres ven a sus hijos y tratan con ellos. Hasta hay padres que se refieren a sus propios hijos como “mocosos” o “diablos.” No sorprende, entonces, que resulte difícil tratar con algunos niños. No se sienten deseados ni queridos, y de varias maneras buscan devolver mal por el mal que reciben.

Aspectos positivos de ser padre o madre

Pero, ¿qué hay acerca de los padres que sí aman y aprecian a sus hijos? ¿Podemos aprender algo de ellos? ¿Puede el punto de vista que ellos tienen de sus hijos darnos algún discernimiento que nos ayude a examinar nuestros propios sentimientos? Ciertamente que sí. El sentimiento positivo de ellos para con sus hijos se hace evidente por el fruto que llevan: hijos que responden amorosa y obedientemente a la educación y cuidado que reciben, y que se desarrollan en adultos responsables y amorosos. Entonces éstos, a su vez, con el tiempo pasan a sus propios hijos los principios y la excelente educación que han recibido como jóvenes. Y, ¿no es eso lo que significa el ser padres?

PLANIFICACION FAMILIAR

Es un privilegio y una obligación que tiene la pareja, y ella exclusivamente, de decidir con amor el número de hijos que

desea tener, decidir a la vez cuando tener estos hijos, siempre que el motivo para planificarlos no sea egoísta y que la decisión sea revisable de cada tanto.

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PATERNIDAD RESPONSABLE

La paternidad es el asumir ser padre o madre. Éste debe ser un proceso consciente y responsable, lo que implica velar por el desarrollo integral de los hijos: proporcionarles el cuidado de la salud, formación, educación y afecto, de modo que los hijos se integren a la sociedad como adultos sanos.

Es una actitud de compromiso profundo asumido por la pareja, referida a su capacidad de transmitir la vida a otro ser y de entender que el desarrollo del hijo es una tarea común del padre y de la madre.

La paternidad no se limita a la función biológica de transmisión de la vida. Es una expresión del amor entre un hombre y una mujer, la cristalización del amor de pareja, sostenido en su profunda unión.

La Paternidad Responsable (PR) es una realidad de constante actualidad y su trascendencia es tal, que nuestra constitución la menciona. A nivel mundial, la ONU y la iglesia católica se han ocupado del tema por haber estado dedicado el año 1994 a la familia.

Intentar una definición de PR es encontrarse con opiniones cuya diferencia radica en la profundidad de la materia, pues algunos utilizan parcialmente el concepto para justificar sus objetivos institucionales. El presente artículo profundiza en la esencia del tema y su autor, siendo médico cristiano, expresa su convicción y experiencia

adquirida en el país y en el extranjero, sobre Salud Reproductiva.

Que las gestaciones sean planificadas para que ocurran en el momento deseado por la pareja. Decisión que debe partir de la pareja, previo conocimiento y educación de la misma (labor no siempre sencilla), para evitar imposiciones que pueden incluso ser de orden político.

Que los padres tengan conciencia que el procrear un ser humano implica no sólo un compromiso y deber reciproco entre la pareja, sino también ante el hijo, la familia y la sociedad. No sólo es la decisión de dos para sí; sino que afectará a la totalidad de la familia, influirá en forma acertada o no en la sociedad, ya que la familia no es una isla en la sociedad, sino que es la célula básica de la sociedad.

Que los padres no deben procurar solamente brindar adecuada vivienda, alimentación, educación, salud y vestimenta a sus hijos, sino, además, tienen la responsabilidad de brindarles amor, amistad, tiempo y protección. Esto último representa el aspecto más importante de la PR, sobre todo en nuestro país, donde la mayoría de la población vive en

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la pobreza y todo su tiempo esta orientado a conseguir recursos económicos para alimentación, vivienda, educación...; "no hay tiempo" para estar con los hijos y, por lo tanto, no hay oportunidad de brindarles amor, amistad y protección. Al final, son hijos de nadie. En Salud Reproductiva decimos: Padres Saludables, hijos saludables". Resulta difícil aplicar esta afirmación, cuando no hay

salud sicológica, social y espiritual.

En resumen, PR es "dar vida en plenitud"; tener los hijos deseados, para transmitirles vida "en plenitud". Es decir, que los padres (y no otros familiares o personas) enseñen a sus hijos, día a día, no sólo con palabras, sino con el ejemplo, a ser verdaderas personas humanas; esto exige una preparación mínima adecuada.

LA FAMILIA es la unidad básica de la sociedad humana, y núcleo fundamental de la vida afectiva y moral de las personas.

Veamos algunas características del amor conyugal:

Derechos del niño

Las Naciones Unidas, preocupadas del bienestar de la humanidad, formularon en 1924 la Declaración de los Derechos del Niño. Esta declaración que consta de 10 principios fue validada en el Año Internacional del Niño, que se celebró en 1979.

Principio 1: El niño disfrutará de todos los derechos formulados en esta declaración.

Principio 2: El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espíritual y socialmente en forma saludable.

Principio 3: El niño tendrá derecho desde su nacimiento a un nombre y un nacionalidad.

Principio 4: El niño deberá gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud. Con este fin se le debe procurar atención prenatal y postnatal a su madre. El niño tendrá derecho disfrutar de alimentación, vivienda, recreación y servicios médicos adecuados.

Principio 5: El

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niño física, mental o socialmente impedido debe recibir el tratamiento, educación y los cuidados especiales que requiera su caso particular.

Principio 6: El niño necesita amor y comprensión para un desarrollo pleno y arnonioso de su personalidad. Debe crecer bajo el amparo de sus padres siempre que sea posible. La sociedad y las autoridades deberán cuidar a los niños sin familia o que carezcan de los medios adecuados de subsistencia.

Principio 7: El niño tendrá derecho a recibir educación.

Principio 8: El niño deberá ser el primero que reciba protección y socorro en todas las circunstancias.

Principio 9: El niño deberá ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación.

Principio 10: El niño deberá ser protegido contra todas las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión y amistad entre los pueblos, paz y fraternidad, con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitud al servicio de sus semejantes.

PAUTAS DE CRIANZA

La comunicación asertiva como arma útil

Haz que tus mensajes sean claros para tu hijo o hija.

Asegúrate de que el niño pone atención cuando le estás hablando: agáchate o siéntate a su lado para quedarte al nivel de sus ojos y mírale directamente. Puedes pedirle que repita lo que le has explicado.

Habla con voz firme, tranquila y clara. Intenta no levantar la voz ni amenazar, esto le pondrá nervioso y desviará su

atención de lo que estás diciendo. No sirve de nada establecer luchas de poder. Las frases “aquí mando yo“, “porque lo digo yo” o “se hace lo que yo diga, y punto”, no son eficaces y educan desde la imposición y lo que realmente transmiten es: “tengo la razón porque tengo poder sobre ti, no porque tenga argumentos o buenas razones”. Si al niño o niña le explicas antes de que incumpla la norma la razón por la que debe respetarla y por qué se le sancionará si no lo hace, lo entenderá. Aunque no le guste, será más fácil que lo acepte.

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Intenta evitar el uso de expresiones negativas. Cambia el “no toques eso” o “no hagas eso” por “toma, juega con esto otro” o “¿por qué no haces esta otra cosa?”. Ofrece alternativas, no todo puede estar prohibido.

Procura que tu expresión facial sea acorde con el estado que quieres expresar. Si estás orgullosa, sonríele. Si tienes que sancionarle, pon expresión facial seria pero no de enfado, ni amenazante (manos en la cintura, cara del mal genio, subir los ojos en gesto de desesperación). Entenderá que le estás diciendo algo importante, pero no se pondrá a la defensiva.

Practica la escucha activa. Muestra todos los días interés por tu hijo o hija. Dedícale un tiempo, deja de hacer lo que tengas entre manos para escucharle. Mírale a los ojos. Antes de castigar o regañarle, pregunta qué ocurrió y escucha con atención. Déjale hablar y explicarse. Puedes preguntar de distintas maneras lo que has entendido para asegurarte de que no ha habido

un malentendido en la comunicación. ¡Respetar el turno de palabra es fundamental!

Evita los reproches. Frases como “me pones de los nervios, no te soporto”,“trabajo todo el día, me sacrifico por ti y me lo pagas de esta manera” crean malestar y no producen el efecto deseado: no le ayuda a ponerse en tu lugar, solo a sentirse rechazado y culpable.Tú eres el que controla tus emociones, no el niño o la niña. Es mejor decir “me enfada o me disgusta mucho que hagas esto”, “no entiendo por qué te portas así, explícamelo”.

No pongas sanciones o intervengas en un conflicto cuando estés cansado o furioso. Puede llevar a tomar decisiones erróneas y poco efectivas. Si te sientes desbordado, sal de la habitación, cuenta desde 30 para atrás, practica la respiración abdominal, trata de calmarte. Después, con las ideas más claras, habla con tu hijo o hija y expresa tu malestar. Nunca amenaces con pegarle, ridiculizarle o le humilles delante de otras personas.

Reconoce sus valores y actitudes positivas. Felicítale por sus méritos y logros, sobre todo por aquellos que le cuestan más, aunque el progreso sea pequeño. Explica exactamente por qué estás feliz por su comportamiento: “has sido muy amable con tu hermano, le has ayudado a recoger la mesa sin que te lo pidiese, estoy muy contento” o “has sido muy generoso compartiendo tus juguetes con ese niño, eso me gusta”.

Si te das cuenta de que has cometido un error, discúlpate. Es el mejor ejemplo para que tus hijos e hijas asuman

que equivocarse y reconocer los propios errores es muestra de franqueza y valentía, y no de debilidad.

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Demuestra el afecto abiertamente. Dedica tiempo a hablar con él o ella sobre los asuntos que le preocupan y le hacen feliz, sus amigos o el colegio. Demuestra orgullo con abrazos, besos, gestos cariñosos y cómplices. Tu hijo o hija necesita que el afecto se demuestre abiertamente, no da por hecho que le quieres. Si es pequeño, juega con él o ella. Usa tu sentido del humor, pero jamás te burles de sus miedos o les quites importancia.

Los padres son los primeros y los mejores puericultores de sus hijos; son ellos quienes poseen las herramientas que les permiten orientar y establecer las pautas de crianza para sus propios hijos. La tarea de los profesionales puericultores es la de orientar y acompañar inteligentemente a los padres, para que ellos realicen en forma efectiva y afectiva su labor, pero es el niño el propio gestor del desarrollo de sus potencialidades.

La crianza es un proceso secuencial que los padres inician desde su formación como hijos en sus propias familias. Es un proceso aparentemente natural, por lo que se cree que por el hecho de hacerse padres desde lo biológico se está preparado para afrontar con éxito el ejercicio de la paternidad. Pero, los avances tecnológicos y los rápidos cambios sociales dificultan el desarrollo de este proceso en forma armónica y natural, por lo cual es necesario que los padres se preparen para desarrollar

eficazmente su tarea.

Las pautas de crianza no son recetas que están proporcionalmente establecidas; son acuerdos que conciertan los padres que preparan y planean la llegada de sus hijos, con quienes se comprometen con responsabilidad a acompañar y a generar espacios que potencien el desarrollo humano de sus hijos.

Las pautas de crianza son aprendidas por los padres de sus propios padres y son transmitidas de generación en generación, algunas veces sin modificaciones. Este proceso que se inicia durante la socialización del niño en el núcleo familiar, social y

cultural, lo asimilan por medio del juego de roles, con el que se apropian de las pautas con las que sus padres los orientan, las asumen e incorporan, para más tarde, al ser padres, implementarlas con sus hijos.

Es así como se pueden transferir comportamientos que se creen adecuados, porque a los padres les fueron efectivos, pero es necesario tener en cuenta que cada hijo es único y como tal va a responder a la crianza que se le ofrece. Además, las influencias

externas y las demandas del contexto son diferentes para cada grupo familiar.

Diferencias en las pautas de crianza

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Si se tiene en cuenta que la pareja de padres está conformada por dos personas que vienen de grupos familiares diferentes, se puede entender la necesidad de llegar a acuerdos, que partan de la negociación y que faciliten a los padres el establecimiento de los lineamientos con los que acompañarán a los hijos durante su desarrollo. De

hecho, desde sus hogares han recibido orientaciones diversas, con vivencias y modelos de padres también diferentes, a pesar de que compartan ambientes socioculturales similares.

Importancia del trabajo en equipo

El proceso de crianza justifica un trabajo en equipo, en el que los padres, como una unidad, elaboren los guiones de crianza y éstos sean fruto de la reflexión y del crecimiento de ellos como padres, para que con responsabilidad, firmeza, afectividad e inteligencia acompañen a sus hijos durante su desarrollo.

Apoyo mutuo

En el proceso de crianza es necesario el apoyo, que no sólo es tarea de los padres entre sí, sino que también es significativo el que reciben de otros sistemas del entorno en el que se desarrollan. Las familias que cuentan con redes de apoyo fuertes generan más posibilidades en el proceso de crianza de sus hijos.

El apoyo de los padres debe ser incondicional y si entre ellos hay diferencias, éstas se deben discutir en espacios en los que los hijos no participen. Es importante el respeto del uno por el otro ante los hijos. El desautorizar o criticar al otro ante el hijo no le quita valor en la relación padre-hijo, pero, sí debilita el necesario trabajo en equipo de los padres.

Jerarquía en la relación padres-hijos

Es significativa la relación padres-hijos en la que los primeros ocupen una posición superior, que permita, de un lado, ofrecer seguridad a los hijos, elemento que es básico para el desarrollo con autonomía, y del otro,

facilite la relación afectiva que también contribuye a que el hijo dé pasos seguros en su desarrollo y adquiera los elementos que en el futuro le ayudarán a relacionarse como adulto maduro. Esta diferencia de jerarquía varía de acuerdo con la edad de los hijos, pues en la medida en que crezcan, demandarán la participación en las diferentes actividades que se efectúan en la familia.

Ejercicio de la autoridad

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Como afirma el filósofo español Fernando Savater, la autoridad que los padres ejercen sobre sus hijos debe ser firme y afectiva para que genere espacios de confianza y de autonomía; estos dos elementos son los ejes que contribuyen al desarrollo de una personalidad sana, lo que a su vez, facilita el desarrollo de seres humanos autónomos e independientes. El ejercicio de la autoridad por parte de los padres exige unidad de criterios al respecto. En este ejercicio es significativa la concordancia entre el ejemplo y la palabra. Son los padres los que con sus comportamientos refrendan las orientaciones que ofrecen a sus hijos en lo que se refiere a valores, creencias, pautas relacionales y en general a todos los elementos que favorecen una convivencia social que parta del respeto y la tolerancia con los otros ciudadanos. La autoridad de los padres es una relación diferenciada, en la que ellos no son simplemente amigos de sus hijos, sino que desde una posición jerárquica superior los dirigen y los acompañan con afectividad, firmeza y seguridad.