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ISBN 978-958-99726-5-6 Para todo lo que quieres vivir... Experiencias turísticas únicas Nemocón Zipaquirá y

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Page 1: Para todo lo que quieres vivir Zipaquirá y Nemocóncitur.gov.co/upload/publications/documentos/73...3 Zipaquirá: la grieta de la vida En la entrada nos esperaba Ricardo, nuestro

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Para todo lo que quieres vivir...

Experiencias turísticas únicas

NemocónZipaquirá

y

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En un grano de sal, un mundo

“(…) cada año la situación de la mina (de Zipaquirá) se vuelve más peligrosa. La gente se dedica a aquellos puntos en los que teme menos el desmoronamiento, y así estropea la mina. Cuánto más barata y más económica sería la explotación con pasos subterráneos, puesto que se construirían desde el mismo lugar (desde Zipaquirá) con galerías. La sal gema misma no necesitaría ningún o poco apuntalamiento, tan pura es en las profundidades inferiores... ”.(Viaje a Zipaquirá y a la laguna de Guatavita. 17 de julio de 1801. En: Biblioteca Banco de la República). Alexander Von Humboldt.

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“Son raíces, son pieles, son hojas, son animales, son símbolos muiscas, son minerales, son semillas, son personas… que van dejando la marca en sus

cascos. Cascos que pertenecen a ese hombre que se enfrenta a la roca para transformarla en el mundo de oscuridad”.

Poema al minero. Alberto Ferrero. Catedral de sal de Zipaquirá.

Observando una pizca de sal sobre la me-sa intuimos un mundo donde sobresalen la historia milenaria sobre la cultura de los indí-genas muiscas que habitaron en lo que hoy es el departamento de Cundinamarca; el suceso trágico de valerosos mártires zipaquireños que en el siglo XIX fueron fusilados bajo el poder de la corona española, y el testimonio de fe de humildes mineros que con su esfuerzo levan-

Observando una pizca de sal so-bre la mesa intuimos un mun-do donde sobresalen la historia milenaria sobre la cultura de los

indígenas muiscas que habitaron en lo que hoy es el departamento de Cundinamarca; el suceso trágico de valerosos mártires zipaqui-reños que en el siglo XIX fueron fusilados bajo el poder de la corona española, y el testimonio de fe de humildes mineros que con su esfuerzo

levantaron una catedral de sal Ñ en Zipaquirá y, además, una mina de sal en Nemocón…

Este mundo de la sal ha asombrado a mi-llones de visitantes del país y del extranjero; se encuentra a pocos minutos de Bogotá, en dos municipios que conservan los antiguos nombres que les dieron los pueblos indíge-nas, que convirtieron la sal en el centro de su vida económica, social y religiosa…

Este mundo tuvo su origen hace 145 mi-

llones de años, en un lago salado, el mar de Tetis, que cubría el vasto territorio de lo que hoy son los departamentos de Santander, Boyacá, Cundinamarca, Huila, Tolima y el piedemonte llanero. Fue cristalizándose has-ta formar cuatro grandes domos salinos, con forma de huevos de monumentales propor-ciones, ocultándose en las profundidades de la tierra y cubriéndose con la capa vegetal…

Para descubrir este mundo de la sal via-

jamos con Filiberto, el reportero gráfico, a Zipaquirá y Nemocón; exploramos las en-trañas de la tierra convertidos en mineros y sentimos de cerca la dimensión de la obra de valerosos hombres que encomiendan sus vidas a la ‘Madre Divina’; descubrimos el ingenio creador que dio vida a la nueva ca-tedral de sal de Zipaquirá; allí llenamos el al-ma de renovado sentido religioso, y experi-mentamos la magia de la mina de Nemocón.

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Un nostálgico viaje

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Partimos desde la capital colombiana, en el tren de la sabana. Ingresamos al vagón, sentimos el olor a carbón y el humo salien-do por la cámara del maquinista, escucha-mos emocionados el pito que nos avisaba el comienzo del viaje. Un tenue sacudón y el crujido de los rieles nos indicaron el inicio de este nostálgico viaje que nos permitió de-gustar la belleza de los paisajes de la sabana, una fabulosa antesala de la colina donde se encuentra Zipaquirá, la montaña de sal….

Nuestro vecino de viaje, un anciano con un elegante sombrero de fieltro, nos contó que el territorio que presenciábamos per-tenecía al antiguo cacicazgo de Bacatá, do-

minio del zipa… Estas palabras fueron una invitación a un relato histórico con el que comenzaría nuestro recorrido.

El sabio y espontáneo guía nos aseguró que la abundante riqueza salina hizo que el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada, quien tenía como objetivo princi-pal llegar a Perú, cambiara sus planes y fun-dara la ciudad capital de Colombia.

Llegamos a Zipaquirá y, al bajarnos, el an-ciano nos invitó a recorrer su ciudad; gusto-samente aceptamos y nos llevó directamen-te a la Plaza de los Comuneros, donde nos narró la gesta de estos precursores de la In-dependencia y la ejecución de seis mártires

zipaquireños por orden de Pablo Morillo, el 3 de agosto de 1816.

Con sus relatos nos parecía escuchar los cascos de los caballos en la época de la Co-lonia, y nuestra imaginación volaba mien-tras nos acercábamos a la calle quinta con carrera octava, allí imponente y majestuoso, estaba ubicado el Palacio de Salinas de Zi-paquirá, uno de los edificios más bellos del país que encierra y muestra la importancia política y económica de la jerarquía de la sal en la sociedad, en este hoy, nos dijo el ancia-no, funciona la Alcaldía municipal.

El venerable guía nos reservaba una última sorpresa. Nos condujo al antiguo Liceo Na-

cional de Varones, donde fue compañero de estudios del Nobel Gabriel García Márquez. Fue muy emocionante conocer esta respeta-ble institución donde el gran escritor se gra-duó de bachiller y aprendió todo lo que sabía en la vida, como reconoció siempre.

El hombre sabio nos acompañó hasta el ‘complejo turístico’ donde se encuentra ubicada la entrada a la nueva catedral de sal. Nos despedimos de él con gratitud y antes de ingresar visitamos el monumento a los mineros, el campanario y las fuentes de agua… elementos clave de esta obra re-conocida como ‘la primera maravilla de Colombia’.

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Zipaquirá: la grieta de la vida En la entrada nos esperaba Ricardo, nuestro

guía, quien nos contó que la antigua catedral de sal estuvo abierta desde 1951 hasta 1991. Luego, se construyó la nueva con el diseño del arqui-tecto Roswell Garavito y el trabajo de 127 mi-neros. Nos explicó que conoceríamos la ‘grieta’ de la vida: un elemento conceptual que realza el cisma de la religión, la separación entre los elementos duales de la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, el Dios creador y el hombre.

Lentamente fuimos dejando atrás la luz del sol y nos acercamos a la profunda oscuridad de la montaña. Sentíamos frío e incertidumbre por lo que nos esperaba más abajo.

La vista se iba acostumbrando a las penum-bras y se empezaba a sentir el olor salino de la roca. Mientras tanto las lámparas alumbraban el imponente túnel sostenido por vigas metálicas y, más al fondo, por ‘puertas alemanas’, un siste-ma de construcción recomendado por el natura-lista alemán Alexander von Humboldt en 1801.

Nos acercamos a tocar los troncos y nos sor-prendimos porque parecían de hierro. Al notar nuestro asombro, Ricardo nos contó que la sal absorbe la humedad de los troncos y los petrifica.

Con fervor recorrimos el deambulatorio ñ o ‘14 estaciones del vía crucis’ de Jesús hacia la crucifixión. Cada una está en una pequeña capilla independiente e iluminada, que revela un significado especial para los creyentes. La primera, por ejemplo, muestra la palabra INRI tallada en la roca. Sobre la superficie de cada le-tra se ven penetrantes trazos que lo fragmentan, y que representan los azotes que recibió Cristo antes de su muerte. Una mujer, de rodillas, inició una oración que nos conmovió profundamente.

Así como las grandes basílicas esta también ‘se eleva hacia las alturas’, conectando el cielo con la tierra, por medio de una cúpula iluminada con una luz tenue de color azul; nuestros ojos miraron hacia arriba, como presenciando ‘el cielo’ mien-tras nuestro cuerpo giraba 360 grados lentamen-

te para detallarla con cuidado. Luego continua-mos, y más allá llegamos a la sacristía y después al coro, ubicado en un balcón y custodiado por la escultura de un ángel en posición de tocar una trompeta, tallada en roca arenisca, por el italiano Ludovico Consorti para la antigua catedral.

Mientras observábamos la belleza de este ‘enviado de los cielos’, nuestra mirada se dirigió rápidamente hacia un resplandeciente lugar en el que se detallaba, enorme, majestuosa y bri-llante, una cruz. Realmente cobraba vida, pare-cía como si quisiera salirse de la pared de la ro-ca. Alumbraba fuertemente la nave central, o la cámara de la vida, de casi 20 metros de alto, 80 de largo y 17 de ancho; estábamos maravillados con su deslumbrante imponencia y también con el trabajo de los mineros.

Pasamos a la cámara del nacimiento y al baptisterio ä. El primero revelaba un pesebre es-culpido por Consorti en roca arenisca, nos mostra-ba la creación, el inicio de la grieta de la vida, y des-

pués el baptisterio: una pila bautismal elaborada completamente en sal por el maestro José Vicente Pinto, la cual fue traída de la primera catedral.

Descubrimos detrás de la pila bautismal una ‘cascada salada’, que se había adherido a la su-perficie de la roca. Es una representación del río Jordán, donde fue bautizado Jesús. Allí el agua filtrada a través de la roca se había evaporado con el pasar de los años, dando vida a formacio-nes de sal, causando la impresión de que fue-sen gigantes copos de algodón que emergían y caían al suelo. Un espectáculo de la sal creadora de la vida que nos dejó sin palabras mientras la admirábamos. Nos acercamos a tocarla y senti-mos su fuerte textura, estaba solidificada…

Este recorrido por ‘la grieta de la vida’ se convir-tió en una experiencia vital de reconocimiento de nosotros mismos y de meditación, una oportuni-dad de reencontrarse con la presencia del Altísimo en las entrañas de la tierra… Un milagro de la sal.

La Virgen del Rosario de Guasá (que significa sal), la madre de Dios a la que encomiendan su vida los mineros en Zipaquirá antes de realizar su trabajo en las profundidades de la tierra, una milagrosa

mujer que sale cada mes de octubre en hombros de los mineros, en festividades, para recorrer las calles zipaquireñas en procesión, siendo llevada hacia la Catedral Diocesana de Zipaquirá, en un festival en el

que banderas y festones blancos y azules ‘desfilan’ por el municipio.

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La resurrecciónAl salir de la cámara del nacimiento llega-

mos a la de la muerte y de la resurrección ë. Ricardo, nuestro guía, nos mostró que en el suelo estaba ubicada una construcción en mármol, formada por dos lajas, una desco-rrida de la otra, que revelaba la resurrección, la apertura del sepulcro… Fue un momento inolvidable ¡que nos tocó las fibras más pro-fundas del corazón! Más adelante nos esperaba una obra esculpi-da en piedra por el maestro zipaquireño Mi-guel Sopó, bautizada ‘Descendimiento’, de 6 toneladas de peso y 2,25 metros de altura.

Retomamos ‘la grieta de la vida’ y llegamos a la nave central ¤, el altar principal; allí se en-contraba la gran cruz de 16 metros de altura,

iluminada por una luz irreal que llegaba a los co-razones de muchos feligreses, quienes se arrodi-llaron para hacer sus plegarias al hijo de Dios... Hacia la mitad de la nave observamos el medallón de la creación, trabajado comple-tamente en mármol por Carlos Rodríguez y Hugo García; inspirado en la obra que está en la Capilla Sixtina, en Roma, que representa al hombre como la máxima expresión de la creación de Dios… Esta escultura nos mostra-ba nuevamente la grieta como el simbolismo dual de la separación y de la unión con Dios. A su alrededor cuatro columnas monolíti-cas, los pilares representativos de la Iglesia católica, los cuatro evangelistas: adelante Juan y Lucas, atrás Marcos y Mateo.

Visitamos la capilla de la Virgen del Ro-sario de Guasá £, repleta de feligreses. En el altar reposa su imagen, y detrás de ella peque-ñas perforaciones rinden un homenaje a esos 127 mineros que trabajaron en la construcción de la nueva catedral de sal. Mineros que cada día agradecen a esta noble madre por resguar-dar su vida como un milagro, después de sus labores en la oscuridad. Una tarea en la que la luz de la espiritualidad es la que más brilla.Mientras veíamos su dulce rostro, una pareja de esposos se arrodillaron ante ella agradeciendo por la vida de su hijo que había sido salvado de la enfermedad. Sus lágrimas nos permitieron enten-der el fervor de los zipaquireños por esta virgen que llena de bendiciones a sus fieles devotos.

Otras imágenes milagrosas para los católicos hacen parte de esta capilla, como el Divino Niño, el Señor de los Milagros de Buga, la Virgen de Lima, la Virgen de Argentina, Nuestra Señora Aparecida de Brasil, entre otras, a las que cientos de creyentes oran en su paso por la catedral. Con el alma extasiada por las imágenes de la vi-da, la muerte y la resurrección, estábamos listos para pasar de espectadores y convertirnos en los mineros protagonistas de esta maravilla del país, y del mundo, que surgió de un grano de sal.

Solicitamos a la mina que nos dejara ingre-sar para descubrir sus entrañas, porque, como nos contó Ricardo, ella ‘es celosa’ y hay que pedirle permiso para avanzar… Así nos aven-turamos hacia la Ruta del Minero ¥…

Virgen del Carmen, devoción de los mineros de Nemocón.

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Arte efímero escrito por las olas del Pacífico.

Aprendices de minero

“La sal que hacen del agua (…) la cuecen en vasos de barro, aposta tienen hechos para esto, que llaman ellos gachas, y no sirve más de una sola vez, porque se quedan pegadas a la sal que no puede despejarse sin quebrarla”. Fray Pedro Simón.

En la entrada de la Ruta del Minero nos es-peraba Manuel Forero, un minero experi-mentado vestido con traje de labor, botas y una lámpara, quien nos entregó una dota-ción similar. Nos habló acerca del orgullo que representa para él y para los suyos la catedral de sal de Zipaquirá y sobre sus casi 30 años de experiencia en la minería, una labor que ha realizado, junto a sus compa-ñeros, con gallardía al extraer cada grano de sal para el mantenimiento de su familia. Así, con este relato de tenacidad, ingresa-mos como aprendices de mineros a explo-rar en la oscuridad. En esta zona las luces de la catedral quedan atrás, además de las grandes naves y cámaras. Este sitio es dife-rente. Solo nos proporciona iluminación la lámpara minera puesta en nuestros cascos. Asimismo, los socavones se hacen más pe-queños, se respira suficiente oxígeno, pero mezclado con el olor más fuerte a sal. Poco a poco nuestras sombras se hacen más visi-bles y el silencio empieza a primar, lo que nos recuerda que estamos solos, que nos encontramos directamente con la mina… Comprendimos la importancia de encomen-darnos a la Virgen del Rosario de Guasá.

En ese instante nuestros pasos eran cortos y cuidadosos, lo cual nos permitía vigilar que no fuéramos a tropezar. Basados en lo que veíamos, Manuel nos explicaba sobre el tipo de minería utilizada, la cual fue tecnificada y mejorada, él la llama ‘geométrica’, porque para la catedral se realizó con la medición adecuada del terreno y las indicaciones necesarias para saber cuántas toneladas por socavón se podían sacar sin poner en riesgo la seguridad. Estos hábiles hombres utilizaron martillos neumáticos con brocas de hasta 2,20 me-tros de largo, perforando la roca hasta el fondo, en jornadas de cuatro horas diarias. Con dificultad tomamos en nuestras manos una de estas herramientas y pudimos com-probar que son de un peso considerable, cada una llega a los 20 o 22 kilos… Solo así se comprende la gesta heroica de los mine-ros… Uno perforando y otro que dinamita… En un instante del recorrido nos pidieron activar una carga de explosivos simulada. En el momento en el que ocurrió la explo-sión sentimos cómo la montaña vibraba al recibir el impacto; el sonido era realmente devastador, uno que eriza todo el cuerpo y que facilita entender el riesgo y la entrega

de los mineros en su quehacer. Más adelante llegamos a un lugar conocido como la línea de la vida, allí todas las lámpa-ras mineras fueron apagadas y empezamos a recorrer el lugar en tinieblas, siguiendo una manila que había sido adherida a la ‘pa-red’ de la mina… El temor hacía que desis-tiéramos, pero pensando en los mineros nos llenamos de valor y continuamos adelante, avanzando muy lentamente. Al principio, y como un reflejo, nuestros ojos trataban de buscar algún punto de luz que pudiera ayu-darnos a caminar, pero luego aceptamos la oscuridad y nos dejamos guiar por nuestras manos que seguían obedientes el curso del camino a través de la manila. Manuel, en su amplia experiencia, nos con-tó que en muchas ocasiones los mineros pueden quedarse a oscuras también, pero por más tiempo del que nosotros experi-mentábamos; incluso, la gran mayoría de las veces se encuentran en un socavón que tiene túneles a los lados, adelante y atrás, ellos saben que ahí están esos espacios, los conocen y por eso tratan de movilizarse has-ta hallar el camino, pero si no fuera por su experiencia estarían atrapados hasta encon-

trar alguna fuente de luz.Para nosotros fueron los cinco minutos más largos de todo el trayecto, nos dejaron com-probar que trabajar en penumbras no es na-da fácil para el ser humano acostumbrado a la luz; con toda seguridad se requiere de mucho coraje para trabajar con la gallardía que tienen los mineros.Dejamos atrás las entrañas de la tierra y as-cendimos lentamente hacia la superficie; allí nos encontramos nuevamente con el monu-mento del minero, realizado en bronce, pero esta vez detallé con más cuidado su postura: una que empuña con fuerza una pica que rompe la roca estrepitosamente, y que guar-da la valentía y la fortaleza de estos hombres. Estábamos exhaustos y nos dirigimos a uno de los restaurantes del municipio para al-morzar un plato de la región: la gallina criolla zipaquireña. Mientras caminábamos los ar-tesanos nos mostraron sus bellas esculturas realizadas con la roca de sal, unas mostraban imágenes religiosas y otras un homenaje a los hábiles hombres que dieron vida a la catedral.Al final del día nos fuimos a descansar al hotel, recordando con creciente emoción esta expe-riencia única en torno al mundo de sal…

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Nemocón: un abismo multicolorDejamos Zipaquirá y nos aventuramos durante 35 minutos por carretera hacia Nemocón, en Cundinamarca, cuyo nombre en muisca signi-fica ‘lamento de león o rugido de guerrero’, un lugar considerado como sagrado en el pasado, cuando los zipas caminaban hasta allí para ha-cer sus rituales de alabanza.

En medio de viviendas de estilo colonial nos esperaba Orlando Arias, un experto guía que desde que era un niño conduce a los visitantes a través de las minas de Nemocón Ñ.Nos comentó que haríamos dos paradas impor-tantes, de riqueza cultural, antes de conocer la mina. Primero nos invitó a un restaurante reco-nocido del municipio: íbamos a probar el plato del minero, aquella preparación que llevaban las mujeres a las minas para sus esposos, una costumbre que hacía de ese momento uno com-pletamente familiar, que se disfrutaba en las en-trañas de la tierra, en una ‘ciudad subterránea’.Este plato se prepara aprovechando los gran-des calderos donde hierve intensamente la sal-muera dejando que el agua, por evaporación, se separe de la sal. La morcilla, longaniza, lomo de res y costillas de cerdo se sumergen durante pocos minutos en esta, se sacan y se ponen so-bre una plancha para su cocción. Al momento de servirlos se acompañan de plátano maduro, guacamole y yuca ‘chorriada’, en una salsa a base de salmuera… ¡Exquisito!Salimos del restaurante y en nuestro camino en-contramos un almacén en el que se confeccionan bellas prendas de vestir, usando un arte casi mile-nario, el del macramé, o del anudado. Orlando nos comentó que en la Colonia fue utilizado por las mujeres elegantes, que lo portaban en pañolones, convirtiéndose hoy en una usanza de las bisabue-las que ha vuelto a conocerse.Avanzamos por las calles en las que, cada mes de julio, se celebran las festividades en honor a la Virgen del Carmen, patrona de los mineros de Nemocón a quien sus devotos llenan de cánticos y oraciones, mientras caminan hacia la mina o a la gruta donde se encuentra su imagen.

Al llegar a la mina visitamos el Museo de Historia Natural ¥, adecuado en el recinto don-de en el siglo XIX los mineros fabricaban sus he-rramientas y tenían el taller de metalmecánica para la explotación de la mina. Son cerca de 500 años de historia y 300 de explotación minera.Minutos después ya teníamos puesto el casco y llevábamos la lámpara minera… Nos adentra-mos en la ‘ciudad subterránea’, a más de 80 me-tros de profundidad. La sal purificaba nuestros pulmones proporcionándonos la energía que necesitábamos para el trayecto. Como es tradi-ción, pedimos permiso a la madre tierra y nos encomendamos a la protección, como lo hacían

los mineros de este municipio, a la Virgen del Carmen; así comenzamos a caminar hacia una experiencia que nos llevaría a un gran ‘abismo’ de sorpresas, un lugar que nos dejaría maravi-llados de la habilidad minera. Descendimos lentamente los primeros 60 me-tros, haciendo pausas para que nuestro cuer-po se acostumbrara a las condiciones internas que ofrecía la montaña.Nos adentramos en la oscuridad, y en las pro-fundidades observamos la estructura de los so-cavones realizada a partir del conocimiento del sabio Humboldt. Llegamos al túnel Santa Bár-bara, uno de los últimos niveles en explotación, donde Orlando nos pidió cerrar los ojos y dejar que nuestros pies nos guiaran hacia el fondo del túnel. En ese momento nuevamente las pe-numbras nos generaban ansiedad por descubrir lo que habría del otro lado. Caminamos durante unos pocos minutos y cuando terminamos de atravesarlo abrimos los ojos y fue allí donde este lugar realizó un sortilegio sobre nosotros.Efectivamente, los comentarios acerca de que este lugar era mágico y colorido eran completa-mente ciertos, porque a nuestros pies teníamos ‘un precipicio’ que nos atemorizaba, pero que nos fascinaba simultáneamente con todas las to-nalidades que nos dejaba percibir. Allí la ilumina-ción del lugar, mezclada con la ‘vida’ de la mina, sin duda supera los límites de la imaginación…

Orlando esperó paciente a que nuestros ojos trataran de explicar lo que veíamos, y luego nos contó que lo que habíamos presenciado era el en-canto de la cámara de los tanques saturadores ñ, lugares en los que se arrojaba la roca para la ex-tracción de la salmuera y la producción de la sal, pero que años más adelante las aguas de un lago subterráneo, conformadas por solución salina hipertónica, es decir completamente saturadas de sal, habían llegado hasta allí convirtiéndolas en un espejo gigante, con perfecta refracción, que hacían que el lugar resplandeciera…Dejamos ese gran ‘abismo’, ese gigante espejo de colores, para pasar por una cámara adecua-da recientemente en la que reposa una réplica de la cápsula Fénix, un recordatorio de que esta mina fue elegida como escenario del rodaje de la película ‘Los 33’, basada en la historia real de los mineros chilenos que permanecieron atrapados durante 72 días en una mina de oro y cobre, en el desierto de Atacama. Nos explicó Orlando que, en el caso de esta mi-na, sus pilares anchos y gruesos le dan una con-dición de un altísimo grado de sismorresistencia, al haber mayor casco salino en esas profundida-des y por la forma de arco de su estructura. Inclu-so los expertos han llegado a la conclusión de que la mina de Nemocón es una de las más seguras

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Negro como el diablo/ Caliente como el infierno/ Puro como un ángel/ Dulce

como el amor. Talleyrand (1754-1838).

• Cada uno de los recorridos, tanto en Zipaquirá como en Nemocón, dura dos horas aproximadamente. Planee un día completo para disfrutarlo sin afanes.• Las comparaciones no deben ha-cerse en el caso de la catedral de sal de Zipaquirá y la mina de Nemocón, cada una de estas es diferente y alberga sor-presas inimaginables.• La ruta del minero, en la catedral,

es independiente al recorrido regular y tiene un costo adicional. Vale la pena realizarlo y es totalmente seguro. Si de-sea más información sobre la catedral de sal de Zipaquirá, ingrese a: www.catedraldesal.gov.co• Recuerde que la catedral de sal fue construida bajo una premisa religiosa; es una catedral y merece el respeto que pide cualquier templo religioso.

• En su aventura hacia el municipio de Nemocón no olvide visitar los mu-seos de Historia Natural y de la Sal. Para más información sobre la mina de sal de Nemocón ingrese a: www.minadesalnemocon.com• No deje de probar el plato del mi-nero, en estos dos municipios existen varios restaurantes donde lo ofrecen.

Para vivir mejor esta experiencia…

del mundo, y por eso está abierta al público.Conocimos las ‘nubes salinas de algodón’ ä

que se adhieren a las ‘paredes’ en forma de cas-cada, y que afloran, crecen y bajan hasta cubrir por completo el lugar. Apreciamos los increí-bles estalagmas (estalactitas, estalagmitas y es-talagnatos); cerramos los ojos y escuchamos el río salado subterráneo ‘invisible’, uno que gota a gota le da vida a estas formaciones y les per-mite crecer de uno a tres centímetros por año.

Más adelante observamos un enorme cristal de sal (halita) en forma de corazón ¿. Orlan-do nos contó que hasta ahora, geológicamente hablando, es el más grande del mundo que se haya expuesto. Fue encontrado en la década de los sesenta, y después el minero Miguel Sán-chez le dio forma de corazón, uno que palpita en las entrañas de la tierra. Este es el tesoro de la mina, pesa casi 1.600 kilos, tiene 1,10 metros de alto, 1,20 de ancho, más de 25 centímetros de

espesor. Es translúcido: una gran gema.Sin duda, como dice Orlando: “En la mina de sal de Nemocón, el corazón de Colombia palpita desde las entrañas de la tierra para el mundo”.

Con el corazón henchido de amor por nues-tro país, arribamos a la cámara de la capilla ¤, en la que la Virgen del Carmen flota sobre una esfera tallada en roca de sal de 1.300 kilos… ¡Así nos sentíamos nosotros!

Otras sorpresas nos esperaban: la cámara en la que, recostado en un árbol, está representado el ter-cer zipa de Bacatá, el cacique Nemequene £, que gobernó a los muiscas entre 1490 a 1514, y que hizo que su comunidad viviera tranquila bajo ri-gurosos códigos de convivencia, el “Código de Nemequene”. Cuenta la leyenda que el cacique en ese árbol tuvo un sueño en el que aparecían sucesos extraños, en el que bestias de dos cabe-zas y señores con barbas blancas, armaduras, espadas y lanzas atacaban a su pueblo haciendo

saqueos con los que traían la muerte y la desola-ción… Preocupado, reunió a los guerreros y les ordenó esconder todos sus tesoros en el cerro del Santuario. Después, en una noche y a la luz de la diosa Chía, realizaron, con flautas y tam-bores, un ritual para quitar del alcance de los invasores el tesoro del pueblo. Años después el sueño se hizo realidad: llegaron los conquista-dores y vencieron a su pueblo…Con esta trágica historia y la mente inundada de la belleza de esta mina volvimos lentamente a la superficie, y Orlando como epílogo de esta aven-tura nos llevó a conocer la manera tradicional en la que se extrae la sal en unos calderos alimenta-dos con carbón, que bullían vigorosamente a una temperatura de 800 grados centígrados. Uno de los hombres que estaba al frente del trabajo nos permitió acercarnos a uno de los calderos ya apa-gados para que con pala pudiésemos sacar la sal y ponerla sobre los canastos para que empezara

a secarse. En ese momento, ¡comprendimos la importancia del grano de sal en nuestras vidas!Al despedirnos de Nemocón y de Orlando, re-cordamos todas las vivencias de ese día. Sin duda alguna, una experiencia en la que com-prendimos que todos somos mineros de alguna manera, venimos de la tierra y volvemos a ella… Hacemos parte de su simiente, la que también está integrada por el cloruro de sodio, la sal de la vida… Una aventura que nos une al tesoro de nuestras montañas colombianas…Definitivamente, esta es una experiencia en la que las minas de sal y los pueblos, su historia y su cultura enmarcan una gran aventura que permite acercarnos a un mundo donde brota la sal creadora; sal que se posa sobre los labios de la gente y produce su sonrisa, la sal de la vida...¡Zipaquirá y Nemocón, una experiencia inolvi-dable que todo colombiano debe vivir!

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Copyright 2013. Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular.

Bogotá

Nave de laMuerte y la

Resurrección

NaveCentral

Mina de Sal

Saturadores

Cascadade sal

Corazón de Sal

Cámara dela capilla Cacique

Nemequene

Museo

Bogotá

Catedral de Sal

Deambulatorio

Nave delNacimiento

y el Baptisterio

Nave de la Virgen del

Rosario

Ruta delMinero

1

1

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7

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3 6

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1

1

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Paisaje Cultural Cafetero

Zipaquirá Nemocón

Océano Pacífico

Bogotá

Fiestas y otras celebraciones

Julio: fiesta de la Virgen del Carmen en Nemocón.Agosto: en Zipaquirá, conmemoración del aniversario del sacrificio de los mártires zipaquireños.Octubre: fiesta de la Virgen del Rosario de Guasá, en Zipaquirá.Septiembre: festival de danzas en Nemocón.

Altitud: Zipaquirá 2.652 msnm; Nemocón 2.585 msnmUbicación: Zipaquirá a 55 kilómetros de Bogotá, aproximadamente; Nemocón está a 68 kilómetros de la capital colombiana.Temperatura promedio: Zipaquirá a 18°C; Nemocón 14°CMunicipios cercanos: Cogua, Gachancipá, Sopó, Cajicá, Tabio, Subachoque Tausa y Suesca.Indicativo telefónico: (57- 1)Hoteles: tanto Zipaquirá como Nemocón tienen una oferta interesante de hotelería.Gastronomía: el plato del minero, la gallina criolla asada, las almojábanas y el chicharrón de cuajada con salmuera.