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a erre Organo de su Venerable Orden Tercera y Cofradías. Dirección y Administración: PP. MERCEDARIOS Silva, 39.—Madrid (12) 24 DE MARZO DE 1927 -(> <> NÚM. 3 STJM.A...1:LIC) LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. Juan G. Castro.—LA PERFEC- CIÓN CRISTIANA, por Fr. Emilio Silva. PÁGINA MISIONAL NI » TAS RELI- GIOSAS, por Fr. Martín O. de Arriaga.—GABRIEL Y GALÁN, POETA CRIS- TIANO, por Fr. Ricardo Delgado.—jVIERNES DE DOLORES!, por Julia G. Herreros.—FAVORES DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS.—SUSCRIPCIÓN PARA EL ALTAR DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE.—NOTICIAS.—NECROLOGÍA. INDULGENCIAS. -" La Beata Mariana de Jesús. Promoción de su culto. Los madrileños profesaron siempre a su paisana la Beata Máriana de Jesús grande devoción; testimonio de ello son las actas de sus congregaciones, especialmente la de sacerdotes y, la de seglares naturales de Madrid, y las imá- genes que se veneran en muchas de sus iglesias; pero des- pués de la expulsión de los religiosos con la clausura pri- mero y después el derribo de la iglesia de Santa Bárbara, fué decayendo de día en día esta devoción hasta quedar reducida a la novena anual—cuando la hubo—y a la con- memoración litúrgica y fría de su festividad. Olvidada estaba casi del todo su vida, apenas había quien conociese algunos fragmentos de su preciosa autobiografía, y el sepulcro de su incorrupto cuerpo, aunque a la vista, rara vez se veía adornado y alumbrado, quedando ¡cosa extra- ña! hasta durante su novena encerrado dentro del recinto destinado a los músicos. El estado de su cuerpo, milagrosamente incorrupto, con una fermentación específica perfumada, la del bacilo butíri- co, incoada unas horas después de su muerte y perseve- rante durante tres siglos, sin destrucción de los tejidos orgánicos y sin deformación de la figura, divulgado por la prensa conmovió la opinión y excitó aun en los lugares más lejanos la devoción a la Beata. Contribuyeron a

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a erreOrgano de su Venerable

Orden Tercera y Cofradías.

Dirección y Administración:

PP. MERCEDARIOSSilva, 39.—Madrid (12)

24 DE MARZO DE 1927 -(> <> NÚM. 3

STJM.A...1:LIC)

LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. Juan G. Castro.—LA PERFEC-

CIÓN CRISTIANA, por Fr. Emilio Silva. — PÁGINA MISIONAL —NI» TAS RELI-

GIOSAS, por Fr. Martín O. de Arriaga.—GABRIEL Y GALÁN, POETA CRIS-

TIANO, por Fr. Ricardo Delgado.—jVIERNES DE DOLORES!, por JuliaG. Herreros.—FAVORES DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS.—SUSCRIPCIÓN

PARA EL ALTAR DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE.—NOTICIAS.—NECROLOGÍA.

INDULGENCIAS. -"

La Beata Mariana de Jesús.Promoción de su culto.

Los madrileños profesaron siempre a su paisana laBeata Máriana de Jesús grande devoción; testimonio de elloson las actas de sus congregaciones, especialmente la desacerdotes y, la de seglares naturales de Madrid, y las imá-genes que se veneran en muchas de sus iglesias; pero des-pués de la expulsión de los religiosos con la clausura pri-mero y después el derribo de la iglesia de Santa Bárbara,fué decayendo de día en día esta devoción hasta quedarreducida a la novena anual—cuando la hubo—y a la con-memoración litúrgica y fría de su festividad. Olvidadaestaba casi del todo su vida, apenas había quien conociesealgunos fragmentos de su preciosa autobiografía, y elsepulcro de su incorrupto cuerpo, aunque a la vista, raravez se veía adornado y alumbrado, quedando ¡cosa extra-ña! hasta durante su novena encerrado dentro del recintodestinado a los músicos.

El estado de su cuerpo, milagrosamente incorrupto, conuna fermentación específica perfumada, la del bacilo butíri-co, incoada unas horas después de su muerte y perseve-rante durante tres siglos, sin destrucción de los tejidosorgánicos y sin deformación de la figura, divulgado por laprensa conmovió la opinión y excitó aun en los lugaresmás lejanos la devoción a la Beata. Contribuyeron a

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aumentarla el conocimiento de la santa con la publicación desu vida y de su retráto, desechadas las malas copias, durasy tétricas, de los originales de V. Carducci, cuyo rostro,a pesar de la dureza de los rasgos y de falta de hermosura,refleja el remanso de paz de su espíritu y la radiante y jubi-losa alegría de su alma.

La Beata recompensó pródiga esta devoción con favo-res de orden espiritual inapreciables, que en algunas oca-siones se echaron de ver en conversiones de gente invete-rada en la dejación del cumplimiento de sus deberes reli-giosos y en el aumento notorio de fervor de algunasfamilias y congregaciones que la profesan devoción espe-cial, y con favores de orden temporal, por lo mismo másvisibles, de los que, tal vez los menos, van narrando en LAMERCED treinta y cinco.

Como las semillas llevadas por el viento germinan enpuntos distantes del centro de dispersión así la noticia, o laestampa, o la reliquia esparcidas por acá y acullá, fueronocasión de recurso a la Beata y de sus favores especiales,a veces con carácter de milagros: en Herencia, Santander,Ceuta, Vimianzo (Coruña), Sitges (Barcelona), Bérriz (Viz-caya), Valencia y hasta en Born Jesús del apartadísimoestado del Piauhy en el Brasil; cabe, con todo, la preferen-cia, por lo menos en número, a Madrid su patria.

Entre las curaciones hay algunas verdaderamente nota-bles: curación repentina de cólicos nefríticos sufridos du-rante quince años; cesación repentina de dolores y cóli-cos hepáticos; repentina cura, de una afección a la gar-ganta que iba a operarse, y curación completa de úlcera alestómago diagnosticada. Hay, además, entre otros casosdiversos, el de cambio repentino de viento con admiraciónde los vecinos al echar la reliquia de la Beata en un incendioque amenazaba consumir un pueblo y el cobro de crédi-tos que se juzgaban perdidos.

Prueba irrecusable del resurgimiento y aumento dedevoción son las velas que después de las fiestas centena-rias lucen continuamente ante su sepulcro, las muchas per-sonas que en las pocas horas que la iglesia está" abiertaentran con el solo fin de visitar a la Beata, la mayor concu-rrencia a la novena que se celebra todos los años, y prin-cipalmente, y este es un buen índice, el número de misasque se le ofrecen y dicen en su altar. Puede decirse queantes de las fiestas centenarias fuera de las misas de lanovena no se decían otras a la Beata durante todo el año;

en el de 1922 se dijeron dos, y el 1923 ni una sola y porestos años puede sacarse el cómputo de los demás. En elaño 1924, centenario de su muerte, en cuyo mes de diciem-bre se celebraron las fiestas, se dijeron a la Beata veinti-cuatro misas, que en el año siguiente suben a ciento cinco,y en el pasado de 1926 quedan en ochenta y tres. Casi latotalidad de estas misas son en acción de gracias o encumplimiento de promesas por favores recibidos.

Para conservar y aumentar esta devoción y acelerar lafecha de la canonización, la junta que trabajó con tanto entu-siasmo en la celebración de las fiestas centenarias podíaconstituirse en permanente y formar una Cofradía con eltítulo de la Beata Mariana de Jesús, si la Santa Sede acce-de a ello, o incorporada a una Archicofradía Primaria, queacogiese en su seno a todas las personas piadosas deMadrid, y que tuviese fuera de Madrid, especialmente en lasiglesias de la Merced, centros subalternos. Esta Cofradíapodía llamarse con razón Cultores de la Beata Mariana deJesús, pues este sería su fin. Los deberes principales seríancelebrar anualmente con la mayor solemnidad posible sunovena y fiesta, cada mes los diez y siete, pedir todos losdías a Nuestro Señor la pronta canonización, divulgar entrelos fieles su vida y los favores que dispensa a sus devotos.

«¡,No os extraña—decía don Federico Santamaría en susermón del triduo solemne de las fiestas centenarias—que alcabo de tres siglos, con una incorruptibilidad tan estupendade su cuerpo, con una vida de virtudes tan heroicas, conuna serie tan numerosa de hechos sobrenaturales en suvida, en su muerte y después de su muerte, todavía haya-mos gestionado sólo la coronación de sus sienes con losrayos de la beatificación y no hayamos puesto los medioseficaces para alcanzar su glorificación completa, su apoteo-sis con su canonización, con la proclamación de Su Santi-dad para que reciba culto universal en toda la Iglesia?

»Aquí teneis una prueba de nuestra inacción, de nuestroabandono, de nuestra falta de patriotismo. A buen seguroque, si Mariana de Jesús en vez de ser madrileña fuese pa-risién o londinense, aquellos pueblos abrasados por lallama del amor patrio, hubieran llevado su nombre a travésa todas las fronteras, hubieran recaudado las sumas nece-sarias para los gastos de los procesos de canonización yhubiesen desplegado toda su actividad, todo su celo paraglorificar a la santa mujer virgen que Dios glorificó con suscarismas celestiales.»

FR. JILIAN G. CASTRO

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Caridad:vínculo de la perfección.

La unión con Dios se verifica en nosotros por la guardade sus divinos preceptos, según aquello del mismo Jesu-cristo cualquiera que me ama observará mi doctrina ymi Padre le amará y vendremos a él y haremos mansióndentro de él (1). ¿Y quién mejor guarda los mandamientos,que el que sirve a Cristo, que es el camino y la verdad yla vida (2), el cual nos dejó ejemplo, como dice San Pedro,para que sigamos sus pisadas? (3).

Pero Jesús es dechado absoluto de toda perfección po-sible y nosotros somos incapaces de abarcar su vida deconjunto. ¿Existe entre las virtudes de Jesús alguna queencierre, por decirlo así, a todas las otras y sea como subase y su coronamiento?

Jesús busca siempre lo que es del agrado de su Padre.Yo, nos dice El mismo por San Juan, hago siempre lo quees de su agrado (4). Yo honro a mi Padre (5) porque nobusco mi voluntad, sino la de Aquel que me envió (6). Mialimento es hacer la voluntad de Aquel que me ha envia-do (7). Y dirigiéndose a nosotros nos advierte que no todoaquel que me dice: ¡oh Señor, Señor!, entrará en el reinode los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padrecelestial, ese es el que entrará en el reino de los cie-los (8).

Tenemos, según lo expuesto, que el proceder y la doctri-na de Jesús se dirigían constantemente al cumplimiento de lavoluntad de su Padre, como supremo fin de sus actos. Mascomo en la conformidad con la voluntad por amor de lamisma voluntad es en lo que formalmente consiste la esen-cia de la caridad, síguese que la vida de unión a Dios poramor o sea la caridad, es el verdadero vinculum perfectio-

(1) San luan, XIV, 23.(2) San Juan, XIV, 6.(3) I San Pedro II, 21.(4) San Juan VIII, 25.(5) Id. VIII, 49.(6) San Juan V, 30.(7) San Juan IV, 34,(8) San Mateo VII, 21.

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nis, que decía San Pablo, y de que ya hablamos al prin-cipio.

El discípulo amado nos repite de mil modos en su pri-mera Epístola, que la perfecta caridad está en el cumpli-miento de la voluntad divina. Quien guarda sus manda-mientos en ese verdaderamente la caridad de Dios esperfecta (1); el que hace la voluntad de Dios permaneceeternamente (2); el amor de Dios :consiste en que guar-demos sus mandamientos (3). Y al final del capítulo ter-cero nos da la fórmula de la unión diciendo: el que guardesus mandamientos mora en Dios y Dios en él (4).

Esto nos da razón de por qué muchos maestros de lavida sobrenatural nos dicen simplemente, que la perfecciónconsiste en hacer la voluntad de Dios en todo.

Por otra parte, y esto es perentorio, ¿en qué se terminaprecisamente el divino querer? ¿Cuál es el maximum etprimum mandatum? Amarás al Señor Dios tuyo con todotu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas ycon toda tu mente y al prójimo como a II mismo (5). Enesto está contenida toda la Ley y los profetas. Tenemos,pues, que aunque distinguiéramos la conformidad con lavoluntad de Dios del amor hacia El, cómo lo uno exigenecesariamente lo otro, siempre en la práctica vendríamosa converger en un punto con San Pablo, plenitud° legisest dilectio (6), en que el cumplimiento de la ley es elamor.

La caridad, como hábito sobrenatural, produce en nos-otros la aptitud para los actos de amor, y esto es lo queverdaderamente realiza e intensifica nuestra unión a Dios.

«Muchos, dice el V. L. Scúpoli en su áureo libro Il com-batimento Spirituale, ponen la perfección de la vida cris-tiana en el rigor de la vida, en la mortificación de la carne,en los cilicios, en las disciplinas, en las largas vigilias, enlos ayunos, y en otras semejantes asperezas y fatigas cor-porales. Otros, particularmente mujeres, creen llegar a unalto grado cuando rezan muchas oraciones vocales, oyenmuchas misas, frecuentan las iglesias y la comunión. Otros,entre los cuales se hallan también religiosos, se persuaden

(1) I San Juan II, 5.(2) Id. II, 17.(5) Id. V, 3.(4) Id. III, 24.(5) San Lucas X, 25-26.(6) Rom. XIII, 10.

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que la perfección consiste en frecuentar el coro, ene! silen-cio, en la soledad y en cumplir sus estatutos. Así, los unoshacen consistir la perfección cristiana en éstos, los otros enaquellos o semejantes ejercicios; pero ciertamente no con-siste en eso la perfección, puesto que estas cosas son me-dios para adquirir la santidad o son fruto de la misma y nopuede de consiguiente decirse que en ellas esté la perfección cristiana y el verdadero espíritu».

«La vida espiritual no consiste en otra cosa que en elconocimiento de la bondad y grandeza de Dios y de nues-tra miseria e inclinación al mal, en el amor de Dios y odioa nosotros mismos; en la sujeción no sólo a El, sino poramor a El, a toda criatura; en la renúncia de todo propioquerer y resignación total en su divino agrado. Y principal-mente que todas estas cosas las queramos y hagamos pu-ramente por honra, gloria y agrado de Dios y porque Elasí quiere y merece ser amado y servido».

Muy parecidas a éstas, e indudablemente en ellas calca-das, son las conocidísimas frases que San Francisco deSales dedica a este asunto y esto mismo enseñan SantoTomás, San Juan Clímaco, Santa Angela de Foligno, SanJuan de la Cruz, Santa Teresa, Santa Teresita del NiñoJesús y pudiera decirse que todos los grandes maestros dela vida espiritual, aunque no lo decimos absolutamente,porque varios de ellos, por más que en teoría enseñen lomismo, luego, en la aplicación práctica de esta doctrina,divergen bastante y tienen a sus dirigidos enredados en uneterno ascetismo sin dejarles respirar libremente las aurasdulcísimas del amor, ignorando sin duda estos maestrosque nada existe más dignificante y eficaz para la prácticade los ejercicios ascéticos que el motivo del amor en aque-llas almas que sean capaces de sentirlo.

No todo lo que nos dice el V. Scúpoli es igualmenteesencial en la perfección; tengamos, sin embargo, comofuera de toda duda que el conocimiento de Dios y el cono-cimiento de nosotros mismos son las dos cosas que han dehacer de nosotros el hombre verdaderamente perfecto; sonlas piedras angulares del edificio espiritual, cualquiera deellas que falte, el edificio de nuestra santidad se viene aba-jo; ambos se completan mutuamente. Y, en efecto, dicen losfilósofos que de lo que no se conoce no hay deseo (ignotinulla cupido). ¿Cómo, pues, podrá un alma progresar en elamor de caridad hacia su Dios, que apenas si conoce de Elalgo más que su existencia? Es indudable. ¿Queremos

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amar mucho a Dios? Procuremos tener el mayor conoci-miento posible de su altísimo ser. Y no habernos de conten-tarnos con un ligero conocimiento así como quien dice porde fuera, no, ni tampoco nos contentemos con los librosaunque éstos sean utilísimos y aun imprescindibles, procu-remos y esforcémonos por adquirir las noticias que de Elnos da una consideración asidua y afectuosa de sus perfec-ciones.

El alma que considera la soberana grandeza de Dios,lo incomprensible e inefable de su altísimo Ser y pro-fundiza en este abismo insondable y considera por otraparte el abismo de su nada, su vileza y su pecado; el almaque ve a la misma Trinidad beatísima bajarse hasta sunada para trabar con ella amistad, declararla hija suya yunirla y transformarla en Sí y ve a su vez el cúmulo inmen-so de pecados e imperfecciones que en si encierra; el alma,en fin, que contempla al gran Dios que habita la luz inacce-sible, al Dios tres veces Santo, infinitamente distante de lacriatura e infinitamente satisfecho en su plenitud, inclinarsehacia ella, revestirse de su propia naturaleza, cargar sobreSí con los pecados del mundo y sufrir los dolores másacerbos y la pasión más inaudita por su salvación, poracercarle a Si y configurarle con su Ser y contempla elabismo sin fondo de su ingratitud, la poca correspondenciade su amor y la distancia infinita que a ambos los separa;cuanto más, en una palabra, un alma penetra en el dobleabismo de su nada y del Ser increado, tanto más es enEste transformada por amor y más vivamente realiza en lomás íntimo de sus entrañas el profundo misterio de la unión,la inefable fusión de ambos en un solo y puro acto deamor.

¡Oh Dios que te has complacido en llamarte Caridad (1).Eres verdaderamente todo caridad y nada hay en Tí, Señor,como Tú mismo dijiste a Santa Angela de Foligno, que nosea un abrasado acto de amor! ¿Qué nos dice si no, Señor,tu Hijo en quien habita la plenitud de la divinidad (2), en-carnado y tomando la forma de siervo; El, que es la mismabondad, escarnecido y vilipendiado; El que constituye lasdelicias de los bienaventurados sumido en el más profundodolor? ¡Oh Dios mío, Dios de toda consolación y bondad,prende en mi corazón algo de ese amor encendido y trans-

(1) 1 Juan IV, 16.(2) Coloss. 11, 9.

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formante que consuma con su ardor toda escoria de otro po-sible amor, que no sea el tuyo! ¡Dios Omnipotente, todobondad, todo mansedumbre y todo amor para los hombres,pues que eres la misma caridad y ésta, como dicen los filó-sofos, es de suyo comunicativa, derrámala sin medidasobre nosotros que después de todo a Tí ha de refluir, por-que si somos verdaderos hijos tuyos, a Ti, Señor, habre-mos de converger para formar la sublime unidad que anhe-laba el amorosísimo corazón de tu Hijo momentos antes deofrecer el tremendo sacrificio de la Cruz.

Pero, Señor, Tú no eres solamente la Caridad, eres ennosotros la causa y el objeto nuestro amor. Estando elalma justificada y elevada al orden sobrenatural, todossus actos son de este orden. ¡Qué sublime realidad!

Dulcísimo Jesús, Salvador y Redentor mío, Don sobera-no que el Padre nos ha hecho para que el que en Tí creano perezca, sino que logre la vida eterna (1). El amor decaridad fué, Señor, el móvil próximo de tus acciones; él Tetrajo a la tierra para vestir nuestra carne de pecado; él Tehizo abrazar la más absoluta pobreza y cargar sobre Tí elpeso de nuestras enfermedades, dolores y pecados (2); yél, en fin, Te llevó hasta la muerte y muerte de cruz. Nosea en vano, Señor, que Tú me hayas amado tanto y mehayas dado una prueba tan cruenta de tu amor; y puesdijiste que tu mandamiento era la .caridad, enciéndela,Señor, en mi pecho y haz que por la fuerza del amor aceptegustoso la cruz y abnegación propia que para ser tu discípulopreciso. Dame que Te ame, Señor, que con ello ordenarásen mí la caridad y en su consecuencia todas las virtudes.«No os me vais bien mío, Te diré bellamente con tu gransiervo Falconi, no huyais Señor, dexaos amar y vencer deuna tan vil criatura; esperad un poco no me volvais lasespaldas que me quiebra el corazón de verlas tan lastima-das por mi, sino abrid esos brazos pues los estendisteispara los clavos de la cruz».

¡Oh divino Espíritu Santo, Tú que eres el lazo inefableque eternamente une al Padre y al Hijo, Tú que eres padrede los pobres, dador liberal de celestiales dones, dulcehuésped de las almas y gran Consolador; alivia mi pobre-za, lléname de tus divinos dones y dame que en Tí solo meconsuele y en Ti solo descanse y sobre todo dame tu fruto

(1) San Juan III, 15.(2) 'Isai 1.111, 4. —I San Pedro II, 24.

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primero y excelso que es la caridad con la cual transforma-do no sea sino una cosa contigo y por Ti con las tres divi-nas Personas!

¡Oh María dulce, madre del amor hermoso, del temorde la ciencia y de la santa esperanza! (1). Muéstranos,Señora, a tu benditísimo hijo Jesús; y al modo que el divinoEsposo ordenó en Tí la caridad (2), ordénala Tú, oh Ma-dre, en nosotros para que con ella amemos a Tí y a Jesúspor tu medio en la medida de nuestras fuerzas.

Estaba Santa Angela de Foligno un día de cuaresmaseca y sin amor ninguno en apariencia. Rogó al Señor quele diese algo de Sí mismo porque ella no tenia nada. Se leabrieron los ojos del espíritu y vió el amor que iba a ella,«yo vi su principio, nos dice, pero no su fin, lo que estabaviendo tenía una prolongación sin límite». Era el amorsubstancial, era el mismo Dios, que se llama y es verdade-ramente caridad, y no se contenta con decirse a Sí mismocaridad. ¡Tan excelente es esta virtud que el mismo Dios laacepta por su nombre!

Pero, distingamos: Una es la caridad substancial que noes otra que el mismo Dios y a la cual llaman los teólogospor su relación con nuestra santidad, gracia increada; yotra es la caridad, hábito sobrenatural, infundido en nues-tras almas por la acción del Espíritu Santo, pues es su pri-mer fruto, llamada también gracia habitual creada. La pri-mera es la Trinidad Santísima viviendo misteriosamente ennuestras almas y uniéndose a ellas de un modo íntimoésta produce la gracia creada en el alma, llenándola ine-fablemente con sus comunicaciones y transformando suspotencias dotándolas de hábitos sobrenaturales o virtudesde las que la primera fundamento y condición de las demáses la caridad.

Pues bien. La caridad como virtud creada es la que, aunsiendo producida por Dios, que es esencialmente operativo,por su mansión en nuestras almas, produce en ellas elhábito de la caridad; hábito que, por nuestra cooperaciónnos hace prorrumpir en actos sobrenaturales.

Dijimos que por la caridad permanece Dios con nos-otros, y Dios a su vez nos regala con los preciosos donesy frutos del Espíritu Santo y todo 'un nobilísimo cortejo devirtudes teologales y morales, puesto que a la verdaderacaridad la acompañan todas.

(1) Ecell. XXIV, 24.(2) Cant. 11, 4.

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En efecto, la caridad posee: la fe, luz divina que noshace conocer el ser de Dios y de su Cristo sin lo cual noexiste vida eterna (1) ni amor, porque sin fe imposible esagradar a Dios (2); la esperanza, que mostrándonos la bon-dad de Dios para con nosotros, a El nos une por una filialconfianza y nos santifica, como dice San Juan (3), no pu-diendo coexistir con el pecado, pues éste nos aparta del úl-timo fin. Las virtudes cardinales: la prudencia, que es, se-gún el Sabio (4), la ciencia de los santos, sin la cual nopodríamos conservar la caridad: la justicia, que nos inclinaa dar al prójimo lo que le pertenece y a Dios el culto quele es debido, es ésta como se comprende, condición esen-cial de la caridad; la fortaleza, con la que superamos losobstáculos que para alcanzar y conservar la caridad senos ofrecen; la templanza agota todo exceso de la sensua-lidad que es el mayor enemigo del amor desinteresado aDios. Así pudiéramos ir discurriendo por cada una de lasvirtudes morales que, según dijimos, se cifran todas en lacaridad.

Pero dejemos la palabra a San Pablo que en una páginaardiente llena de lírica efusión, donde se desborda su granalma de Apóstol de las gentes, nos pinta con imborrabletrazo los caracteres de la primera de todas las virtudes (5):

«Yo voy a mostraros un camino más excelente (que loscarismas y dones de que había hablado). Aun 'cuando yohablara las lenguas todas de los hombres y el lenguaje delos ángeles, si no tuviere caridad, vengo a ser como unmetal que suena o campana que retifie. Y aun cuando tuvie-ra el don de profecía y penetrase todos los misterios y po-seyese todas las ciencias, y tuviera toda la fe posible, demanera que trasladase de una a otra parte los montes noteniendo caridad, nada soy. Aunque yo distribuyese todosmis bienes para sustento de los pobres y entregara micuerpo a las llamas, si la caridad me falta, todo lo dicho nome sirve de nada. La caridad es sufrida, es dulce y bien-hechora. La caridad no tiene envidia, no obra precipitada ytemerariamente, no se ensorbebece, no es ambiciosa, nobusca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huel-ga de la injusticia, complácese, sí, en la verdad. A todo se

(1) San Juan XVII, 23.(2) flebr. XI, 6.(5) 1 Juan III, 3.(4) Prov. IX, 10.(5) 1 Cori. XII 51. XIII, 18, 13.

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acomoda, todo lo espera y lo soporta todo. La caridadnunca fenece; mientras que 'zlas profecías se terminarán ycesarán las lenguas y se acabará la ciencia. Ahora perma-necen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad;pero de las tres la caridad es la más excelente de todas».

FR. E. SiLvA

PAGINA MISIONALEcos del extremo Oriente.

DE BERRIZ A WUHI:1

Diario de la R. M. MartaBegoña Doehoa.

Es sábado. ¡Quién me diera poder asistir a la Misa deNuestra Santísima Madre! Pero ya que tanto no es posible,tengo por lo menos la satisfacción de oir Misa de la Virgen,si no cantada, dicha con amor de hijo y fervor verdaderopor nuestro improvisado capellán. No vemos un grano detierra; nos faltan aún dos días para llegar a Colombo, don-de (D. m.) desembarcaremos para pisar por algunas ' horastierra firme. ¡Qué lejos hemos dejado ya la que nos viónacer!... Por la noche nos dan un espectáculo gratuito unamultitud innumerable de pececillos que hacen bullir el aguaalrededor de nuestro barco, y la iluminan con lindísima fos-forescencia.'

* * *10. Tercer domingo que pasamos en la mar. Hoy parece

mayor aún la asistencia a la Santa Misa que el domingopasado; el altar lo han colocado en un ángulo del bar deprimera; hoy también cantan durante el Santo Sacrificio:« Nous voulons Dieu c'est notre Pére; Nous voulons Dieue'est notre roi», repiten durante el Introito, etc., hasta elOfertorio, alternando con varias estrofas, con un fervor tangrande que parece como si aquel grupo de creyentes quisie-ra condensar en sí toda la fe del pueblo francés al que repre-sentan. A continuación del Ofertorio cantan la oración «D(5-minus conservet eum» etc., 'por el Romano Pontífice; el

Poyo, enero de 1927.

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«Adorate suplex » es entonado después de la elevación; y alfin, una plegaria a la Virgen llamándola Reina de Francia.¡Cómo contrasta este acto con el baile celebrado pocos díasantes en el mismo sitio! Pero Jesús, víctima sagrada, seofrece al Padre Eterno en satisfacción de aquellos desórde-nes y de los del mundo entero. Hacia las tres y media de latarde comenzamos a ver en lontananza la isla de Minico; esuna isla de reducida , extensión, enteramente llana; por laparte del O. se presenta su costa casi en línea recta; se hallacubierta de vegetación, como un pequeño oasis en el inmen-so desierto de este mar de Omán. En el centro de la costa sealza un faro; esto parece indicio de que alguien la habitaaunque no se descubre vivienda humana.

* * *

11. —Fiesta de la Virgen de Begoña. Soy víctima de unabroma de mis carísimas compañeras de viaje, que fingen untelegrama llegado de Bérriz felicitándome el día, y yo, cán-dida, me lo creo; nos reímos mucho y participan de nuestrahilaridad nuestros compañeros de viaje. Por la mañana tem-prano observamos que el barco cambia de rumbo; retroce-demos hacia Djibuti. Qué* ocurrirá? Dicen que vamos hu-yendo de una tormenta; viramos en redondo. ¡Virgen deBegoña, Patrona de los navegantes, ruega por nosotros!Todo ha pasado, aunque nuestras cabezas y estómagossufren las consecuencias de la huida. Mañana llegaremosa Colombo y (D. m.) pisaremos tierra firme. Parece que hacecuatro meses que empezamos nuestro viaje; esta vida de lacabina al puente y del puente a la cabina resulta demasiadomonótona; pensamos que es un medio de llegar al fin que esla China, y nos resignamos; pero suspirando por el día enque nos veremos en nuestra casita.

* * *

12.--1Viva la Pilaiica!, y felicidades a las Pilares. A lastres de la mariana llegamos a Colombo, cuyo puerto, bieniluminado, presenta un bonito aspecto. A las siete y medianos metemos en el gasolino de las «Messageries » que nosconduce felizmente a la ciudad. Razón tienen en llamarlala Perla de las Indias, pues verdaderamente es una perla,mejor dicho, una esmeralda por su magnífica vegetaciónque deleita y encanta: árboles frondosísimos, esbeltas pal-

meras, flores de vivos y variados matices recrean nuestravista que desde hace siete días apenas ha visto otra cosaque mar y cielo. ¡Qué alegres saltamos a tierra! Al bajar,varios indios nos hacen serias de que son cristianos y quie-ren cruces. No tenemos sino una y algunas medallas; se lasdamos, pero no hay para todos. Los católicos, al vernos,enserian ufanos la medallaque llevan al cuello, y uno,al pasar nosotras junto a él,empieza a rezar en latín elAve-Maria. ¡Lástima quedejamos en el camarote lasestampas del Sagrado Co-razón y de la Santísima Vir-gen! ¡Qué contentos hubie-ran quedado estos indioscon una bonita estampa!Las que nos sigan, acuér-dense de no salir del barcosin ellas.

El tranvía Borella noslleva hasta la residencia delos Reverendos PadresOblatos que nos recibencon suma amabilidad; aquítenemos el consuelo deestar unos minutos junto aun Sagrario; desde Marse-lla nos habíamos visto pri-vadas de esos instantes decielo. Otro consuelo y muygrande para nosotras, y seguramente para todos los amantesde las almas, es ver en el Seminario menor, dirigido por di-chos Padres, sesenta jovencitos que se preparan al sacerdo-cio. Un R. P. de blanco vestido y luenga barba, que le da unaspecto venerabilísimo, nos acompaña un rato hasta poner-nos en el camino que conduce a la casa de las ReverendasMadres Franciscanas de María, o 'sea el Hospital General,llamado también Misión de S. Pierre. En el camino tenemosuna grata sorpresa. Se adelanta a nosotras un R. P. Oblato,

Piauhy.-EI P. Mariano Ferrer con un jacaréno de los mayores, que constituye un granpeligro para los que atraviesan los panta-

nos y ríos de aquella región.

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y con acento marcadamente francés, pregunta si entre lasMadres Misioneras hay una llamada María Aurora Chopitea.Extrañadas todas y encantada ella, nuestra sencilla H. Au-rora de verse reconocida nada menos que en Colombo, lapresentamos al Padre y éste la entrega una preciosa cartade su hermano Carmelita el R, P. Fr. Juan Manuel, misio-nero en Verápoli, en la que se lamenta de no haber sabido atiempo nuestra llegada a Colombo, adonde hubiera venidoa saludarnos y despedir a su hermana. Es una carta apostó-lica, fervorosísima, que nos colma de consuelos. Transcriboun párrafo por que sé lo que en Bérriz gozarán con él: .Misparabienes a tí y lo mismo a tus afortunadas hermanas com-pañeras, que contigo van a la China. ¡Hermoso ejemplo paralas religiosas de España! Creo que no será infructuoso y quevuestro sacrificio valdrá mucho delante de Dios para la sal-vación de la China. Sois privilegiadas de Dios, como primi-cias en esa empresa asombrosa... así que, hermana mía yhermanas mías en Cristo, debéis animaros mucho para hacertodo lo que Dios os pida, aunque sea derramar la sangre porEl». Termina la carta ofreciendo a Dios con toda su alma elsacrificio de no poder ver a su querida hermana y la despidehasta el cielo. Ya ven que no se descuida el Señor y nosmanda alientos a todas horas. Y continúo describiendo lavisita a las HH. Misioneras Franciscanas.

En medio de preciosos jardines se levanta la casita deestas buenas religiosas, modelo de pulcritud y de buen gus-to, donde somos recibidas con cariño y se nos dispensa lamás amable y obsequiosa hospitalidad; jamás olvidaremoslas atenciones de que nos rodean aquellas buenas madres.Aquí también nos es dado estar un ratito cerca de Jesús Sa-cramentado, expuesto en la pequeña pero lindísima capilladonde recibe adoración diaria de las monjitas blancas, ytambién del corto número de afortunados negros que, conlos ojos de la fe, ven a su Dios en la Hostia consagrada. Y¡con qué fervor lo adoran! Vemos a uno ya entrado en añospostrarse hasta poner la frente en tierra. Si los adoradoresde Mahoma hacen esto mismo en público sin respetos huma-nos ¿no se merece mucho más nuestro Salvador amorosí-simo?

Visitamos los pabellones de los enfermos; son muchos,

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muy ventilados, perdidos entre la exuberante vegetación deaquel hermoso parque. Ochocientos enfermos reciben allílos maternales cuidados de las MM. Franciscanas, a los quehay que añadir doscientos que acuden diariamente del pue-blo para curaciones menores. ¡Qué cuadros más penosos sepresentan a nuestros ojos!

Después de una suculenta comida aderezada con el cari-ño de nuestras simpáticas hcspederas y el buen humor que

Descensáo.—Una calle de este nuevo poblado con hermoso paisaje.

reina entre las doce comensales, pues las seis monjitas de laProvidencia participan con nosotras de todos los aconteci-mientos de este día, unas en automóvil, otras en coche yotras en puspús, nos trasladamos acompañadas de la Reve-renda Madre Superiora de S. Pierre a la casa de San Anto-nio, dirigida por las mismas RR. Madres Franciscanas. Aquívemos varias negritas que aprenden labores femeninas; esde ver cómo aquellas manos bronceadas manejan los boli-llos haciendo lindos encajes con mucha agilidad, y son deadmirar sus preciosos bordados blancos como la nieve. Al-gunas trabajan ornamentos y cosas sagradas; son las cris-

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tianas: pero la gran mayoría son paganas todavía. ¡QuieraDios que todas, todas sean pronto ovejitas del redil de Cris-to! Entre las MM. Franciscanas encontramos cuatro espa-ñolas. ¡Cuánto gozamos hablando con ellas en nuestro idio-ma nativo que, siempre hermoso, nos parece ahora másbello todavía. Una de estas religiosas es catalana, la otraaragonesa y dos vascongadas , de Guernica y Rentería res-pectivamente. Son las cuatro y hay que pensar en la vuelta.Tomamos el tranvía (eléctrico), y después de hacer variascompras en un comercio montado a la europea, cuyo dueñonos enseñó el rosario para indicarnos que es católico, el ga-solino nos lleva de nuevo al «Chambord » . Salimos de Colom-bo a las ocho de la noche, dicen que llegaremos a Singaporeel 18 a las seis de la mañana.

La llegada a Wuhú.

5 de noviembre.—Por fin pisamos lit tierra de Wuhú a lasnueve dadas de la noche. Nuestro corazón está lleno dealegría. Entre la muchedumbre de curiosos que nos miracon extrañeza, se adelanta un hombre que me entrega unramo de preciosos crisantemos que una señora francesa,Madame la Baronne Cartier, ofrecía a las MM. Misionerasen nombre de las cristianas de Wuhú. Creo que besé aque-llas flores para mí las más hermosas que he visto en mi vida.Montamos inmediatamente en sendos puse-puse, y atravesa-mos primero anchos caminos y luego otros estrechos y des-cuidados. El cielo lucía toda su nocturna magnificencia. Nocreo haber sentido nunca lo que sentí aquella noche... Era elDomingo de Ramos; quizá por aquel mismo camino...

Después de un cuarto de hora de marcha, próximamente,llegamos a nuestra casita. ¡Cuánto la habíamos deseado du-rante el viaje, cansadas del continuo roce con el mundo ysuspirando por nuestro amado retiro! Pero no era la pobrecasita de Nazaret que nos habíamos imaginado, sino unbonito edificio, muy capaz, bien ventilado y con arreglo alas mejores condiciones que la salud requiere en el extrema-do clima de Wuhü. Aquí vemos la mano amorosa del Padrecelestial que tan bien cuida de los suyos, y. de otro Padre,el Iltmo. Sr. Obispo de esta región, que con paternal provi-dencia nos ha preparado esta morada. En nuestras habita-ciones encontramos los muebles necesarios, y entre ellos

encontramos la indispensable cama con mosquitero y peigú,especie de edredón que se arrolla en torno del cuerpo, y sedobla por los pies. Vamos a dormir en China y a la china.

6. Como era de suponer, no hemos dormido demasiado.El R. P. Muguiro nos prohibió ayer salir de casa antes deque él viniese a buscarnos; viene por nosotras a las siete dela mañana para que asistamos a la Misa de los cristianos,que hoy es solemne. Luciendo nuestros blancos hábitos de

Descensäo.—Lugar hermoso, secadero de carnes del nuevo poblado, núcleo de futuraciudad, fundado por el P. Mariano Ferrer, para recoger la gente diseminada en la selva

y facilitar su evangelización y asistencia espiritual.

gala, es decir, con capa, nos dirigimos a la iglesia. Apenasaparecemos en la plazuela de la Catedral, comienza el tiro-teo de los petardos, obligados en toda fiesta china. La facha-da del templo está adornada con telas rojas y flores. En laescalinata de la entrada principal nos esperan los cristianosen filas; en el centro hay seis monaguillos vestidos tambiénde rojo; uno de ellos sostiene un estandarte en el que se leeen letras doradas sobre fondo encarnado: «Bien venidas».Al vernos se oye un «¡vivan las Misioneras!» Después ymientras entramos en el templo cantan el jes-ú coronavirginum» que nos arrancó más de una lágrima de•emoción.

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En los dos primeros bancos del lado del Evangelio está elsitio destinado para nosotras; tenemos cojines chinos paraarrodillarnos, y veletes rojos bordados que señalan nuestropuesto. La iglesia está toda engalanada con grandes tirasllenas de caracteres chinos, flores, y hasta faroles a la vene-ciana. El Ilmo. Sr. Obispo celebra la Santa Misa y nos dis-tribuye la Sagrada Comunión; primero la recibimos, llenasde inusitada emoción, nosotras seis, y luego sigue una largafila de cristianos, que se colocan al lado derecho de la ba-randa del comulgatorio, y de cristianas que ocupan el ladoizquierdo; la comunión dura como un cuarto de hora. Du-rante la Misa canta el pueblo sus oraciones, y los niños,acompañados del armonium, varios salmos que alternan conaquéllas. Terminada la Misa, expone su ilustrísima el Santí-simo Sacramento y Jesús nos bendice a todos desde el tronode su amor.

Salimos de la iglesia escoltadas de todos los cristianosque repiten el «Jesu corona virginum», que jamás ha sonadotan dulcemente en nuestros oídos. Somos quizá las primerasvírgenes consagradas a Jesús solemnemente, que pisamosaquella santa casa, y aun es probable la tierra de Wuhfi.

7. Hoy, por la mañana, se repite en cierto modo la fiestade ayer. Acudimos a la Catedral a las siete y media, horaen que empiezan los cristianos su oración de la mañana;sigue a ésta la recitación de parte del catecismo y un ser-moncito que les hace el R. P. Muguiro y precede a la Misa.No entendemos jota; pero la edificación pide que no dejemosde asistir a los actos que los cristianos celebran en común,y, no olvidando que somos misioneras, predicamos con elejemplo ya que no podemos hacerlo de otro modo.

Por la tarde, después de asistir a la bendición en la Cate-dral, vamos a casa de las Presentandinas que nos obsequiancon una pequeña velada en la que las niñas representaronuna bonita comediä, escrita exclusivamente para nosotras,al fin de la cual nos regalaron cuatro lindos tarros de porce-lana, con flores artificiales de seda, y cuatro cojines traba-jados por las mismas niñas. Agradecemos el obsequio quecon tanto cariño nos hacen, y después de que un fotógrafochino nos retrata rodeadas de una corona de chinos y chini-tas, regresamos a nuestro Sen-mu-yuen seguidas de una

rriuchedumbre que no se cansa de mirarnos. ¡Dios sea ben-dito! Si en vez de este puriadito de cristianos, viéramos atoda la China postrada a sus pies divinos!... Mucho rabia elinfierno, quizá no esté lejos el día de la victoria.

S. M. B.

Sobresaltos en China.¿Eran balas, petardos o

gallinas?Sabido es de todo el mundo que la guerra civil en China

ha tomado proporciones alarmantes e inesperadas. Por laPrensa, por las revistas de misiones y por cartas particula-res recibidas de amigos nuestros misioneros, íbamos infor-mándonos de los disturbios, revueltas y tropelías cometidasen uno y otro punto ya por los rojos ya por los estudiantesnacionalistas. Alarmadas por estas noticias, pusimos el mespasado un cablegrama a W-uhú y a las cuarenta y ochohoras teníamos aquí la respuesta que no podía ser más tran-quilizadora. Sin embargo, la prensa hablaba de disturbios enWuhú y por eso temíamos que algo se nos ocultase. Por fin,en cartas recibidas de nuestras Madres a última hora, sabe-mos la realidad del suceso ocurrido allí el día 3 de enero ytextualmente copiamos lo que sigue:

Anoche, a la hora del examen, sentimos un fuerte tiroteo.Al principio creímos se trataba de alguna algarabía de lasmuchas que arma ésta para celebrar la entrada de la últimaluna de su año, pero pronto nos convencimos de que eranverdaderos tiros los que sonaban como a medio kilómetro dedistancia.

La M. Expectación, que no quería convencerse de queaquello no era una fiesta, se fue a dormir tranquilamente;nosotras quedamos en vela por lo que pudiera ocurrir.

Las descargas iban haciéndose cada vez más cerradas ycontinuas, todas a corta distancia; pero algunos tiros suel-tos muy junto a nuestra casa, como que el Padre Echaniz,al venir a celebrar la Santa Misa, ha encontrado el cadáverde un hombre en el corto camino que hay entre su residenciay la nuestra.

La revolución ha sido causada por los mismos soldadosque están de guarnición, los cuales se han sublevado porque

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les pagan tarde y mal y tienen quejas del rancho. Por estacausa se dieron al saqueo y mientras unos hacían fuegopara amedrentar a la gente, otros se dedicaban a forzarcomercios, derribar puertas y robar cuanto hallaban. Diceque se han apoderado de dos millones de piastras y que aúnles han dado sesenta mil piastras más para sosegarles.

¡Qué bien vendría aquí un Primo de Rivera que en vez dedarles piastras hiciera entrar en cintura a esta gente!

Una Presentandina heroica.

A las pobres vírgenes Presentadinas que viven a 20 me-tros de nuestra casa, les rompieron la puerta a culatazos y apatadas, entraron los soldados hasta su habitación, y apun-tándolas con sus fusiles, las obligaron a entregar cuantotenían de algún valor: cien piastras, dos relojes de plata ylas cadenas que ellas usan sobre el uniforme.

La Presentandina que nos da clase de chino y que vale unPotosí, tan pronto como salieron los soldados, se echó a lacalle a las dos de la mañana sin reparar en el grave peligroque corría su vida, para avisarnos que no temiéramos nada.Daba voces a nuestra puerta llamando a la señorita Changque vive con nosotras; pero como la prudencia requería queno abriésemos puertas ni ventanas, nos hicimos las suecasy ella se retiró.

Al volver a su casa le salieron al paso varios soldadospidiéndole dinero. Ella, muy valiente, les dijo que como notenía nada podían registrarla, y en vista de su serenidad ladejaron en paz.

Esta mañana a las diez y media se ha presentado aquí elSr. Obispo con su Secretario R. P. Huarte para tranquili-zarnos y saber cómo habíamos pasado la noche. Que lo digala M. Expectación que ha dormido beatíficamente arrulladapor los tiros que ella creía petardos.

Va hoy se ha restablecido el orden, pero a pesar de ellola gente huye despavorida a Shanghai. Las Presentandinasque debían embarcarse para hacer allí los ejercicios, hantenido que volverse a Wuhú porque es tal la aglomeraciónde gente que huye que no hay sitio en los barcos. Bueno, ten-gan en cuenta que los chinos tienen mucho de lo que ahíllamamos gallinas y se asustan por poco. ¡Cuidado con imi-

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tarles Vuestras Reverencias asustándose por lo que lescuento, pues si me entero, me vuelvo muda y manca paraotra ocasión!

Estamos en China, hermanas, y hay que darse cuenta deque vivimos preparadas a todo y sabemos que nos amparauna Providencia amorosísima. Con que, a no asustarse; yaverán como a la postre, en vez de caer nosotras en manosde esta pobre gente, caen ellos en las nuestras, es decir, enlas de Dios, que misericordiosamente les aguarda para abra-zarlos...(De «Angeles de las Misiones], preciosa revista de las MM. Merceda-

rias de Birriz.)

NOTAS RELIGIOSASEn el parque de Cousiños, Santiago de Chile, se cele-

bró a fines del año último la sugestiva ceremonia de la con-sagración del pueblo chileno a la Virgen del Carmen, lacapitana de las fuerzas nacionales. El vasto parque se llenópor completo y más grande que fuera. No asistió el presi-dente, sino el Gobierno y representaciones nutridas de lafuerza terrestre, naval y aérea. Unas mil voces cantaron enla misa mayor, celebrada por el Nuncio y Delegado Apos-tólico Luis Mazzella. En medio de un silencio solemne subióel representante del Papa las gradas del altar para procedera la coronación, mientras que los vivas entusiastas a laVirgen Santísima, los acentos del himno nacional y el zum-bido de los aeronaves que revoloteaban sobre la muche-dumbre, daban realce singular al acto. Chile parece ser conMéjico uno de los puntos más escogidos para la propagan-da bolchevique en la América española y salta a la vista laconveniencia de estas manifestaciones. Toda idea grandenecesita, para que fructifique, del calor de la emoción. Laemoción, es vapor que impulsa e ingiere en la vida de lospueblos las grandezas que contiene la idea.

La persecución religiosa de Guatemala ha cesado porfin con el triunfo de los católicos. Tiene Guatemala alredo-dor de dos millones trescientos habitantes y todos aparecencomo católicos. Por el decreto de 29 de mayo del año pa-sado ponía en vigor el general Orellana una legislaciónpersecutoria de la Iglesia, cortada por el patrón de sus ve-

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einos, los mejicanos. El malestar apenas ha durado seismeses; en diciembre último, el general Chacón, cuatro díasdespués de su ascensión al Poder, desterraba la obra sec-taria y los sacerdotes expulsados volvieron triunfantes asus puestos.

En un país de tan escasas comunicaciones como Méjicose puede expedir por el mundo comunicados los más fan-tásticos sin temor a rectificación inmediata. El Gobiernomejicano se aprovecha de esta circunstancia para engañara los muchos tontos que hay en el mundo. Pese a todas lashabilidades informativas, la verdad es que hay una verda-dera guerra civil, no de bandas sueltas, sino de núcleosregulares, cada vez más disciplinados y mandados por ge-nerales del ejército. Por lo menos, once estados están enarmas en los momentos que escribo. Las tropas del Go-bierno son impotentes para establecer su dominio y es sig-nificativa la gran dificultad que experimenta la leva de lossoldados. La misma capital de la república está amena-zada de un asalto. Cuando el Gobierno mejicano insis-te mucho en algo desfavorable para los católicos, porejemplo la derrota de los yanquis o dei general Galle-gos, es señal de que se trata de sorprender la buena fe delmundo.

Nunca se ha dado en la historia el caso de que una so-ciedad religiosa más o menos sinceramente, haya dejado deserio por solos medios violentos. Hasta cosas de menosimportancia, la tienen mayor cuando las echamos de menos.Pues poned aquí la herencia más cara del hombre, le su-pongo cristiano, y con esto hay bastante para admirar laprofunda sabiduría de Calles y compañía.

Es mucho más delicada la confusión que se ha obser-vado y aun se observa en parte de los católicos franceses.Tenemos a la Acción francesa, fórmula de acción políticadonde tomaban parte católicos y acatólicos; pero estehecho de suyo temporal, llevaba un peligro manifiesto laperversión intelectual y moral de esos católicos; pues elmaestro de la Acción francesa es un pagano, aunque hayademostrado la bondad de su entendimiento en varias con-clusiones políticas que vienen a justificar esa metafísica queél desprecia. Y el Papa, como Maestro Supremo de la Igle-sia, como Soberano espiritual, desde un punto de vistaexclusivamente espiritual, ha condenado como mala laAcción francesa. Es muy sencillo esto, pero para el queno siente la punzada venenosa de la pasión. La misma

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efervescencia de muchos ha demostrado a posleriori lagran necesidad del remedio.

Hoy se puede decir que el peligro ha desaparecido gra-cias al vigor con que ha reaccionado la conciencia de loscatólicos de Francia.

Ha muerto el santo anciano Juan María Laffont, elguardián de la Gruta de Lourdes por espacio de cincuentaaños.

«Jardinero de la Virgen lo llamó un día Huysmans alverle cómo cuidaba los agabanzos y rosas de su jardín.Tenía ochenta y nueve años. Lo tengo a la vista tocado conla boina vasca en una fotografía.

Los peregrinos han de notar mucho la falta de aquellanobilísima figura que inspiraba tanta devoción en todas suscosas por sencillas que pareciesen: en recoger la cera caí- .da, arreglar y disponer las velas; cuando sus labios se mo-vían en oración su rostro reflejaba la devoción más encen-dida y arrastraba a todos a imitarle. La gracia singular querecibió de la Virgen puede explicar su consagración a Ella.No hablo de las gracias invisibles, sino de la visible, quetuvo al contemplar a Bernardita en una de las apariciones,la décima. Estaba la muchacha en éxtasis, oyendo a Nues-tra Señora, y Juan María se acercó con cuidado para ver aBernardita. «Estaba blanca, dice, tan blanca, que casi sen-tía horror de lo que estaba haciendo. No era la blancura dela muerte; eStaba blanca como los ángeles ante Dios».

Vió a Bernardita de rodillas la empinada roca; más bienle pareció que era llevada por serafines. Juan María estabafuera de sí, la intensidad de la contemplación aquella ha-'p iale, además, casi cegado. Una vez que la muchedumbrecuriosa se había ausentado, trepó al lugar donde al parecerse había mostrado la Virgen; pero una vez en él creyó quesu presencia era una profanación, y con temblor de alma ycuerpo se bajó. La familia de los Laffont tenía muchas re-laciones con los Subirons, hasta relaciones comerciales.En aquella sazón solía en unión de su madre llevar su gra-no al molino de los Subirons. Su única queja, pocos díasantes de morir, eran estas sugestivas palabras: «Esto seacabó, pues no puedo ni aun orar muy bien». Media centu-ria de devoción tan tierna y heroica, ¡que gloria no le val-drá ahora!»

En el catolicismo de España se está produciendo elfenómeno más interesante de este siglo: la creación de laJuventud Católica, nombre viejo, pero símbolo de realidad

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nueva. Es una legión de jóvenes que juntan a una grancultura católica la emoción que ella inspira. El ímpetu lodefinía San Agustín diciendo que era apetito de trabajo. Heahí una de sus características. Si somos cristianos verda-deros hemos de abarcar la vida toda y sobrenaturalizarlaen todos sus aspectos: en la enseñanza, en la legislación,en las rutinas seculares, en las costumbres.

La enorme diferenciación que lleva consigo el desarrollode la vida, multiplica cada vez más los medios hostiles opor lo menos indiferentes a la influencia del sacerdote.

Ahora se ha encontrado el medio de llegar a todas par-tes; son esos jóvenes de prestigio en las ciencias, las letras,mundo mercantil y elegante.

CONCLUSIONEl caso de Maurras, el maestro de la Acción francesa,

es típico para comprender el mal moderno por excelencia.Creo práctico tocar este punto para evitar posibles escán-dalos pusillorum Es la paradoja de hombres muy doctos,que escriben libros de subido interés científico, y que a lavez sufren una limitación lamentabilísima en lo que consti-tuye lo elemental de la vida intelectual. Hombres de cienciaque no comprenden la enorme fuerza de esta sencilla pro-posición: Yo, antes que existiera, no podía a la vez existir.Todas las adiciones del mundo no modifican lo más mínimola transcendencia de esta afirmación. Es el indestructibleprincipio de contradicción, cuya fórmula precisa la pusoaquel verdadero representante de la inteligencia humana,Aristóteles, en estas palabras: «La potencia no puede exis-tir antes del acto». ¿Cómo se explica, pues, esa contradic-ción de hombres meritorios en una o varias ciencias par-ticulares y a la vez esa debilidad prodigiosa de entendi-miento que los impide elevarse al Creador de las cosas?

En gran parte obedece al error de método. Fuera delcampo católico se ha impuesto generalmente el método po-sitivista de investigación que sólo toma cuenta de lo que sesuma, resta, multiplica y divide en las diversas actividadeshumanas.

Claro que la historia de la humanidad protesta contraatropello tan cruel, pues que hay muchas verdades tan evi-dentes como las que más y que no se prestan a combina-ciones de más o menos, a promedios y cálculos ineptos.

Por otra parte es cierto también que no se puede llegara semejante estupidez sin haber pecado contra la luz.

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La especialidad es muy conveniente; pero no hay desa-tino que no pueda soltar un especialista, si está falto de unabuena preparación general y filosófica. ¿Cuál es el remedio?

No las humanidades; pues aunque las humanidades pro-ducen esa armonía serena en nuestras actividades, esaarmonía es muy humana y no lleva a Dios. El remedio estáen las palabras que hace poco dirigía el Santo Padre a ladelegación de los estudiantes universitarios de Italia: «Ha-ceis muy bien, dice el Papa, en estudiar el tomismo en susrelaciones con la cultura moderna. Una parte del tomismoes, por decirlo así, una especie de evangelio natural, unfundamento incomparable para todas las cuestiones cientí-ficas, porque la nota característica del tomismo es la de serante todo objetivo, afirmar lo que existe, lo que se ve, severifica, se deduce y remontar a lo que no se ve. Por consi-guiente, el valor doctrinal del tomismo durará tanto comoel valor mismo de las cosas. Por esta razón la Iglesia hadado siempre tanta importancia a las doctrinas tomistas.Los jóvenes universitarios deben de estudiarlas en sus rela-ciones con las doctrinas modernas. Si no se las conocebien las unas o las otras, pudiera uno creer que se contra-dicen ambas; mientras que si se las conoce bien se veque se armonizan. Cuando se trata de la ciencia y de la fe,todos han podido ver que las pretendidas dificultades sereducían a esto: a tomar por ciencia lo que no lo es, y atomar por fe lo que no lo es tampoco. Es una cuestión deignorancia, no de ciencia... Es un verdadero gozo del espí-ritu, y espíritu aún el más moderno, el que se experimentacuando se pone de frente las doctrinas tomistas de materiay forma con las investigaciones sobre la composición íntimade los cuerpos».

FR. MARTIN O. DE ARRIAGA

Gabriel y Galán, poeta cristiano.Gabriel y Galán es uno de los poetas castellanos más

estupendos que ha producido la lira castellana de estos últi-mos tiempos; es todo un poeta noble, sincero, delicado, queha , penetrado en las reconditeces de la vida intima de loscampesinos de su tierra; es «el nuevo cantor de la vida delcampo, de las virtudes del apacible hogar, de la influencia ymérito de la madre cristiana». Sin duda alguna, Gabriel y

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Galán está a la altura de San Juan de la Cruz, de Fr. Luisde León y de Santa Teresa de Jesús.

Para estudiar la psicología de este genio habría que tras-ladarse al suelo que lo vió nacer, a las montañas de Santan-der, paisaje que sirvió de escenario a sus mejores produc-ciones. Por eso, «en los campos castellanos áridos y monó-tonos para los que no saben ver su belleza, nos muestraGalán mundos enteros de poesía». Si queremos conocerlo entoda su plenitud, conocer algo de la sublimidad de su espíritudolorido, por bueno y amoroso, tendremos que acudir a lalectura de sus cartas, que reunió, en un libro, su íntimoamigo Francisco Sivilales. Emoción profunda, tragediahonda, es la que se desprende de la lectura de aquellas doscartas, que pudiéramos calificar como dos inmensos quejidosque brotan de las profundidades del alma del poeta, escritasdespués de perder a su buena madre, la primera, y al falle-cer su amoroso padre, la segunda. En ellas se ve no sólo sualma, sino que también su corazón herido, flagelado por ladesgracia de la irreparable pérdida de los dos seres másqueridos y amados de su gran corazón. Gabriel y Galánbusca la resignación cristiana, como un eficaz y poderososedativo, y ella viene a amortiguar su espíritu herido por eldolor.

José María Gabriel y Galán es el sublime cantor de losextensos campos de Castilla, el intérprete admirable delalma de aquellas gentes sencillas y-amorosas que, «plegadasa la gleba, nacen y mueren con el corazón más puro que elagua de las fuentes y con la conciencia más alba que elvellón del corde illo recién nacido en la majada». Los asun-tos que el cristiano poeta elige para sus estupendas produc-ciones son sencillos, con la sublime sencillez de la vida delcampo; brotan de las extensas llanuras castellanas, cubier-tas de flores y de doradas mieses, de los verdosos montestapizados del verde follaje, de los umbríos robles y de lasdesparramadas encinas; de la vida de los abnegados labrie-gos, orgullosos de la felicidad que sienten en el seno delcristiano hogar en la intimidad con la compañera de su co-razón y con las dulces ternuras de sus hijos; de las tristezas,de la fuerte melancolía que siente el mozo aguerrido antelos desdenes de la enamorada de su corazón; de las durasfaenas del campo, de la azarosa vida del labriego, que pasasus días tras del arado roturando la ingrata tierra, donde,más tarde, se cubrirá de doradas espigas; de las inefablesaspiraciones, de los constantes anhelos, que el alma sientepor lo Infinito.

Una de las preciosas producciones que ha salido de sulímpida lira, es «El Embargo » , en que describe en típicolenguaje de aquellos campesinos, una desgarradora escena.Es un labrador que acaba de perder a la dulce compañera

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de su vida, después de haber gastado toda su pequeña for-tuna «en comías pa ella... y en boticas que no sirvieron...»cuando se presenta, inesperadamente, el juez con los acree-dores, para llevar a cabo el embargo. El sencillo labrador,el amante esposo, en versos que desgarran el alma y partenel-corazón, invita al juez a que proceda en justicia, y con laentereza, con la noble franqueza castellana, le dice:

Seriol jues, pasi usté más alantiy que entrin tós esus.No le dé a usté ansia,no le dé a usté mieu...

Si venís antiyel a afligila,sos tumbu a la puerta. ¡Pero ya s'a muertu!Embargal, embargal los avías.

Y así continúa el desgraciado campesino, manifestandoqúe ya nada le importa en la vida, muerta la que era suvida y su amor; no le importa que le embarguen todo, elpico, las herramientas de la labranza; no importa que lodejen en la miseria, pero que no le toquen al lecho en quefalleció la dulce dueña de su corazón, la compañera de sushoras plenas de amor, con quien compartió el pan sabrosoy el sueño tranquilo.

«Pero a vel, seriol jues: cuidiaitusi alguno de esos

es osau ße tocali a esa camaeúdi ella s'a muertu;la camita endi yo la he querfucuando dambus estábamos gütnus;la camita endi yo la he cuidiau,la camita endi estuvo su cuerpu

cuatru mesis vivuy una noche muertu!...

¡Sehol jues: que nengunu sea osaude tocali a esa cama ni un pelu,

porque aquí lo jincudelanti usté mesmu!

El poeta ha puesto en estos versos toda la belleza, todala naturalidad, toda la emoción de un exquisito espíritu,fiel expresión del apasionado de aquellas sencillas gentes.

Gabriel y Galán se revela con indiscutibles condiciones,como un soberano poeta eglógico, de riquísima vena en ElAma, que fué el primer triunfo, obteniendo el primer premioen los juegos Florales celebrados el 15 de septiembre de1901 en Salamanca. Canta un himno al santo y cristianohogar, buscando para reina del mismo a una mujer quefuese como su amorosa madre:

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y busqué una mujer como mi madreentre las hijas de mi hidalga:tierra.

Al encontrarla, habla de sus dulces y arraigados amores:Compartían mis únicos amores

la amante compañera,la patria idolatrada,la casa solariega,con la heredada historia,con la heredada hacienda.¡Qué buena era la esposay qué feraz mi tierra!

En inefable transporte de inmenso júbilo, con una senci-llez sublime, la describe en frases palpitantes de calor, devida:

Una sencilla labradora, hutnildehija de obscura castellana aldea;una mujer trabajadora, honrada,cristiana, amable, cariñosa y seria,trocó mi casa en adorable idilioque no pudo soñar ningún poeta.

Al perder a la dulce compañera, pierde con ella toda lapaz de su alma, y la honda pena despedaza su corazón. Latranquilidad, la felicidad, la dicha, huyeron de aquel suavenido:

¡La vida en la alqueríase tiñó para siempre de tristeza!

Ante tan rudo golpe, ante tan desgarrante pena, Galánbusca la resignación cristiana en la Religión.

Y rezamos, reunidos, el Rosario,sin decirnos por quién... pero es por ella.—«¡El ama era una santa!...»me dicen todos cuando me hablan de ella.«¡Santa, santa!»—me ha dichoel viejo señor cura de la aldea.

En Los Dos Soles, canta la paz lugareña de los solarescastellanos, plenos de amor familiar

' de sanas costumbres,

todo un hermoso poema, palpitante de vida, luz, poesía yamor.

La bella, la admirable composición Amor, fue premiada,fuera de concurso, en unos Juegos Florales, celebrados enBuenos Aires en 1902. En ella muestra su autor un gransentimiento de solidaridad social, como un lírico apóstol dela fraternidad humana, de aquella fraternidad que nos enserióCristo, porque «el sentido de la fraternidad, de la solidari-

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dad, no está en las leyes, sino en nuestras conciencias...»‹Las sangrientas revoluciones, dice, son casi siempre esté-riles sacrificios hechos a una quimera».

Las creencias religiosas tan reciamente arraigadas en elcorazón de Gabriel y Galán, aprendidas en dulce regazo desu santa madre, ejercieron una poderosa influencia en elespíritu del insigne poeta. Sus estupendas producciones reli-giosas son algo sublime, una indiscutible joya literaria.Pero donde el genio del excelso poeta alcanzó las altas cum-bres de la maravillosa inspiración fué en El Cristo de Veleiz-quez, cantado también por Fray Candil en su inmortalsoneto, con la diferencia que Fray Candil dice que fué eldolor lo que inspiró a Velázquez su incomparable obra pic-tórica, y Gabriel y Ghlán afirma que, al conjuro del amor,nació tan bella, sublime y acabada obra:

¡Lo amaba, lo amaba!¡No fué solo milagro del genio!

No se puede soñar sin amores,no se puede crear sin su fuego,no se puede sentir sin sus dardos;no se puede vibrar sin sus ecos

volar sin sus alas,vivir sin su aliento...

Sigue el genial poeta describiendo cómo surge en lamente de Velázquez su obra inmortal.

El sublime vidente dormíadel Amor y del Arte los sueños

¡los sueños divinosque duermen los genios!

Y el amor, el imán de las almasle acercó la visión del Cordero,la visión del dulcísimo Mártir

clavado en el leño,con su frente de Dios dolorida,con sus ojos de Dios entreabiertos,con sus labios de Dios amargados, s

con su boca de Dios sin aliento¡muerto por los hombres!¡por amarlos muerto!

Entonces es cuando el excelso bardo se remonta a lo másalto de su prodigiosa inspiración; hace palpitar en sus frasesauras celestiales; el poeta cumbre siente en estos momentossublimes «aquella comunicación divina y celeste», de quenos habla Fray Luis de León. Después que el artista ante ellienzo

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Invocó a la Divina Bellezadonde beben belleza los genios,

los justos, los santos,los limpios, los buenos...

hace temblar el lienzo, donde va apareciendo la agonizantefigura del Divino Crucificado al soplo angélico

Y al conjuro bajaron los ángeles,y al artista inspirando asistieronsu paleta cargaron de sombras

y luces del cielo,alzaron el trípode,tendieron el lienzo, I'

y arrancándose plumas de rasode las alas, pinceles le hicieron.

Gabriel y Galán, en un arrebato de religioso entusiasmoy soberanamente inspirado del maravilloso lienzo pictóricode Velázquez, exclama:

De rodillas cayeron los ángeles,y en el aire solemnes cayeron

todas las tristezas,todos los silencios...¡Y el genio del Arte

se posó sobre el borde del lienzo!Con fiebre en la frente,con fuego en el pecho...

El poeta quiere hacer ver que no era una pintura, erauna hermosa realidad el lienzo.

No eran tintas que copian inertes,eran vivos dolientes tormentos,eran sangre caliente del Mártir,eran huellas de crimen de réprobos,eran voces justicia clamando,y suspiros clemencia pidiendo...¡era el drama del mundo deicida

y el grito del Cielo!...

Estudiando al poeta en su vida y en sus obras se ve queel ambiente campesino ejerció en él una influencia decisiva.Por eso dice: «Haber nacido y vivido entre los humildes, fuésu bienaventuranza...» No sé si habrá otro poeta que hayaprofundizado mejor el alma muda, silenciosa, de las gentesdel campo.

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No en vano dijo un día José María Gabriel y Galán:«De luz y de sombra soy...» (1)

FR. R. DELGADO CAPEANS, O. de Al.

(1) Tomado de una conferencia dada por el autor en octubre de 1925en La Paz (Bolivia) sobre «Los poetas cristianos españoles de estos últimostiempos».

¡VIERNES DE .DOLORES!Lolín se echó hacia atrás en su silla de alto respaldo y

tendiendo ambas manos a sus padres, colocados el uno asu izquierda y la otra a su derecha, les miró con inefablecariño, con ese cariño, lleno de confianza, de las almaspuras.

Acababan de almorzar; un criado irreprochable en suaspecto, quitaba las migas del mantel con un corvo cepillode plata repujada: otro criado, no menos correcto, prepara-ba en una pequeña mesita el servicio de café.

Lohn tenía diecisiete años; había crecido mucho y era talvez demasiado delgada para su alta estatura, pero su esbeltafigura de líneas rectas se amoldaba perfectamente a lamoda actual (sabido es que hasta la naturaleza tiene queajustarse a los gustos de esa tiránica y veleidosa reina). Elcuello de la joven era largo, su cabeza pequeña, sus brazosfinos, sus manos admirables y sus cabellos de un rubiopálido y brillantes como madejas de seda, armonizaban amaravilla con sus ojos azules y diáfanos, como un lago quereflejara el cielo.

Sus padres, los condes de Campoverde, adoraban enella; hacía poco, muy poco (en la pasada Navidad), que lallevaran a su lado, después de tenerla ocho años interna enfas Lirsulinas; de modo que era el primer año que en el díade su santo Lolín estaba con sus padres. Aquel día, desdeque abriera sus hermosos ojos, no hacía la joven más querecibir presentes: mil chucherías de los amigos de la casa,postales y bombones de sus antiguas compañeras, floresde la servidumbre y un hermosísimo canastillo de rosasblancas acompañado de una tarjeta que hizo subir el rubora la pura frente de Lolín.

Y bajo su servilleta había encontrado un hermoso estu-che conteniendo una medalla de nácar orlada de brillantesy perlas con cadena finísima de platino, regalo de su madre,

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y un bolsillo de malla de oro, con un billete de quinientaspesetas, regalo de su padre.

Lolin estaba encantada de la vida, que tan sonrienteaparecía ante sus ojos; su madre la contemplaba enterneci-da; su padre, con verdadero orgullo, admiraba su dulceperfil de belleza clásica.

—Vamos a ver, ¿dónde quieres que te lleve esta tarde?—dijo el conde mientras azucaraba su café—. Hoy es tu díay mandas por lo tanto.

—Sí, sí; dí tú dónde quieres ir—apoyó cariñosamente lacondesa—. ¿A qué teatro? ¿Al Palacio del Hielo?...

Lolín no tuvo tiempo de contestar; el criado apareció enla puerta, portador de un objeto cuidadosamente emba-lado.

—¿Otro regalo?—exclamó gozosa Lohn.—¿Quién lo ha traído?—preguntó cuidadosamente la

condesa.—11n muchacho; ahí fuera espera.—El conde sacó una moneda del bolsillo, que s entregó

al criado, mientras Lolín desenvolvía el paquete.—Oh!—gritó con admiración, al ver aparecer una pre-

ciosa imagen de Nuestra Señora de los Dolores—. ¡Miradqué preciosa!

Y sacando de un sobre la tarjeta que contenía:—Es de la Madre Preservación—dijo—. ¡Qué buena, al

acordarse de mí!—Sí que es amable—dijo la condesa.—Es una preciosa escultura—añadió el conde.Lolín contemplaba embelesada el regalo. Besó con filial

ternura las manos cruzadas de la imagen y colocándolaante sí en la mesa:

—Con el dinero que me has regalado, papá—dijo-mandaré hacerla un altarcito y la colocaré en mi cuarto.¡Oh, qué buena, qué buena la Madre Preservación!

—Y bien, hija mía; aún no has dicho dónde quieres ir—interrumpió su padre.

Lolín miró sonriendo.—Hace poco dudaba dónde ir--dijo—. Pero el presente

de la buena Madre me ha hecho comprender que no debodudar; hoy es mi día, pero es Viernes de Dolores; ¿verdadque no es día de ir al teatro ni al Palacio del Hielo?

El conde hizo un gesto intraducible, pero la condesa,conmovida, besó a su hija diciendo:

—Tienes razón, ángel mío; el mundo nos arrastra y

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hace olvidar todas esas cosas; no, no es hoy día de ir alteatro.

—¿Verdad, mamá? Ya iremos para Pascua; pero ahora,si tú quisieras...

—¿Qué?—preguntó la dama, ansiosa de complacer aaquella hija tan buena.

- -Si papá quisiera...—continuó ésta mimosamente.—Vamos a ver—dijo el conde con aire de sumisión.—Empezaríamos mañana los Ejercicios Espirituales.

Terminan el Miércoles Santo.—¿Ejercicios?—dijo con un mohín de hastío la conde-

sa, mientras su marido tocaba una marcha sobre la mesa.—¿Y por qué no, mamá? Yo he oído decir que una vez

al año es muy conveniente hacerlos.La condesa miró a su hija abriendo mucho los ojos,

como si le hablara un idioma extraño.—¡Pero, hijita! —exclatnó—. Yo en mi vida he hecho

ejercicios y no creo que eso sea necesario para ser buena.—Por lo menos, para ser mejor—repuso sonriendo

Lolín.Pero su padre la interrumpió con cierta impaciencia.—Mira, hija mía; ya has salido del colegio y tienes que

dejar a un lado esas costumbres monjiles... Cuando cedí aque tu madre te llevara a ese Colegio, no faltó quien medijera que corría el peligro de hacer de tí una beata... y esono entra ni en mis planes ni en los de tu madre, que quere-mos que seas una mujer distinguida, ¿comprendes?

—Sí, papá—dijo Lohn bajando los ojos algo intimidadaante aquella arenga paterna—. Yo haré lo que querais.

—Eso es propósito de una buena hija y mucho máslaudable que esa moda de los ejercicios; anda, ves a vestir-te, pues vendrán tus amiguitas y luego iremos a algún sitiodonde os divertais; no es cosa de meterte a celebrar tusdías en una iglesia.

II

—La señora condesa pregunta si está ya la señorita; queel auto espera hace tiempo.

--También mi madre -es pelma--contestó de mal humorla joven, que ante el espejo dibujaba con un lápiz rojo elarco de sus labios—. Ya me ha llamado cuatro veces; dileque cuando esté, bajaré; que si no quiere esperar, se mar-che.., no faltará quien me lleve.

La doncella salió sin replicar, y Lolín, pues era ella

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misma quien con tan poco respeto hablaba de su madre,continuó su tocado sin apresurarse lo más mínimo.

Han pasado tres años desde que la conocimos; en estetiempo la joven ha sufrido una metamorfosis completa; laniña dulce y tímida se ha convertido en una joven des-envuelta y provocativa; sus mejillas pintadas, sus ojos som-breados como los de una cómica y su traje excesivamenteatrevido, hubieran causado profunda pena a la buena MadrePreservación, si hubiera podido verla.

Pero hacía más de dos años que Lolín no visitaba elColegio; tal vez por ahorrar a las santas religiosas el dis-gusto de ver aquel cambio.

Un nuevo golpecito dado a la puerta la arrancó otroademán de impaciencia.

—No me dejarán en paz—exclamó.—Es que ha venido la señorita Lucita y espera en el

saloncito.—¿Lucita? Pues ya le dije que esta tarde salía... En fin,

ya bajo. ¿Y mi madre?—Se marchó; dice que volverá el auto por la señorita.—1Qué prisas!... En fin, así iré más ancha.Y dirigiendo una última mirada al espejo, Lolín bajó

rápidamente al saloncito del piso bajo, donde esperaba suamiga.

Esta era una hermosa joven elegantemente vestida, perode aspecto modesto y lleno de dulzura.

—¿Cómo, no vienes mañana?— preguntó Lohn abrazán-dola y sentándose a su lado en un pequeño sofá.

—No se me olvida que son tus días—respondió Lucitasonriendo—, pero como mañana entro de Ejercicios... nohe querido dejar de venir a abrazarte, traerte este pequeñorecuerdo y decirte que mañana pediré mucho por tí.

Y sacando un estuchito del bolsillo, se lo entregó a suamiga.

Ante la pura y cariñosa mirada de su antigua compañe-ra de colegio, Lolín sintió una turbación singular que au-mentó al oir la palabra Ejercicios; para disimular abrió lacajita, diciendo:

--A ver, a ver tu regalito.Era un pequeño rosario de oro.—Lo llevé a Roma en mi peregrinación y está bendito por

SÜ Santidad—dijo Lucita sin separar los ojos de su amiga.—Te lo agradezco mucho—dijo ésta fríamente—. Tú

eres muy buena... mejor que yo.

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Lucita hizo un gesto encantador.—Para tratar de serlo empiezo mis Ejercicios —dijo.Y con cierto temor añadió:—Tú... ¿ya no los haces?Lolín hizo un gesto traducible.—No, querida—respondió—; para eso es preciso llevar

otra clase de vida... más... recogida. Tú lo harás por mí.--Por lo menos pediré mucho por tí. ¿Te acuerdas

cuánto nos queríamos en el colegio?—¿Me quieres ahora menos, por ventura?—Te quiero aún más si es posible; pero estamos menos

unidas—dijo Lucita con tristeza.—Porque tú quieres. Nada hay que nos separe; nuestra

esfera social es la misma, la misma nuestra edad, las mis-mas nuestras amistades.

—No todas...—Porque tú no quieres—repitió Lolín—. Te he presen-

tado a todas mis amigas y ahora que llega el caso, te diréque algunas se han quejado de tu desvío.

—Adivino cuales.—Si, las americanitas. Son muchachas distinguidísimas.--No lo dudo, Lolín; pero sus gustos son completamen-

te distintos de los míos. ¿Qué quieres? Tal vez consistiráen que soy rara... pero me encuentro mal entre esa clasede jovencitas que hablan de todo, que lo comentan todo...perdóname; ya te he dicho que soy rara.

—¿Rara tú? No por cierto; eras la más alegre del cole-gio; pero dejemos eso. ¿De modo que mañana me veré pri-vada de tu compañía?

—Te acompañarán mis oraciones—dijo Lucita levan-tándose y besando a su amiga—. Te dejo, pues veo quevas a salir.

—Si quieres que te deje en algún sitio, el auto viene abuscarme—dijo Lolin correspondiendo a las caricias de suamiga.

Lucita titubeó un momento.—Te hará mala obra dejarme en las Esclavas—dijo

al fin.—Encantada. Yo voy al barrio.Las dos jóvenes salieron juntas y minutos después el

elegante auto de Lolín se detenía en el convento citado.Lucita se apeó, diciendo con un tono de súplica dul-

císima:—¿No entras?

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Lolín consultó su reloj.—Se me haría tarde—dijo—. Me espera mamá.Y besando a Lucita fué a sentarse junto al chaufeur,

empuñando ella misma el volante.

III

Al día siguiente se disponía Lucita a salir para sus ejer-cicios, cuando su doncella la entregó una cartita que aca-baba de llevar un lacayo.

Una minúscula corona condal cerraba el sobre; la jovenla abrió apresuradamente y no pudo reprimir un grito alleer las primeras líneas.

Decían así:«Querida niña: Lolín está muy grave y te llama; deja,

por Dios, cuanto tengas que hacer y ven. Yo estoy medioloça de dolor; por poco me quedo ayer sin hija. Ven, Luci-ta, ven cuanto antes.

Te abraza tu desgraciada amiga,

María Paz de Campo verde».

—¿Pero, qué ha sucedido?—preguntó la joven al lacayoque esperaba su respuesta.

—Un accidente de automóvil, señorita. Al dejar la seño-rita ayer en las Esclavas, tomó la señorita Lolín el volantey al volver la esquina de la Castellana chocó con otro auto,quedando el nuestro medio destrozado y la señorita muymal herida.

Lucita juntó sus manos consternada.- -¡ Es horrible, horrible! —exclamó—. Voy, voy co-

rriendo.Y llamando un taxis que pasaba, se hizo conducir a

casa de su pobre amiga.Esta estaba en su lecho, toda cubierta de vendajes;

al ver a Lucita, gimió:—¡Qué día de mi santo!, ¿verdad? ¡Ah, sufro horrible-

mente; creo que voy a morir!• Y tomando la mano de Lucita, añadió a su oído con

acento de terror:—Morir... ¡y en pecado!

eso no será asir—dijo ésta estremeciéndose—.Si Dios te llama, es preciso que te reconcilies con El. Espreciso que le recibas, Lohn de mi alma. ¿Dónde están tuspadres?

La enferma cerró los ojos haciendo un gesto de des-

aliento. Lucita corrió en busca de los condes; la condesasollozaba en su gabinete, rodeada de amigas; el conde sehabía encerrado solo en sus habitaciones.

—Nuestra hija no nos ama—dijo la desgraciada seño-ra—. Dice que la molesta nuestra presencia.

—Será efecto de la fiebre—dijo dulcemente Lucita—. Espreciso que Lolin reciba al Señor. ¿Me autoriza, condesa,para que llame por teléfono al Padre D.?

—¿Recibir al Señor? ¡Luego mi hija se muere!—Dios sobre todo, condesa; pero si muere, es preciso

que su alma se salve.La condesa bajó la cabeza confundida. Tal vez en el

fondo de su conciencia se alzaba un espectro amenazador.Lucita creyó ver en aquel movimiento la autorización pediday corrió al teléfono.

Media hora después el ministro de Dios absolvía a laPobre Lolín de sus pecados, y la joven bañada en lágrimasabrazaba a sus acongojados padres, diciendo:

—Perdonadme cuanto os he ofendido; si Dios me con-cede la vida, seré otra en adelante.

—Perdónanos más bien tú, pobre hija mía—dijo la con-desa besando la frente sudorosa de Lolín.

Y ésta cerró los ojos dulcemente murmurando:—Os perdono.

IVPero Lolín no murió.Estuvo más de tres meses enferma; durante este tiempo,

Lucita no se apartó de su lado y cuando la pobre enfermapudo levantarse era la sombra de si misma.

Pero si su cuerpo conservaba las huellas del accidentesufrido, en cambio su espíritu renacía a nueva vida. LaVirgencita Dolorosa que años atrás la regalara la buenaMadre Preservación, había sido sacada de nuevo a luz yocupaba el sitio preferente de la alcoba de Lolín.

Y cuando poco a poco fué recobrando su lozanía, volvióa ser la joven dulce y modesta que conocimos al principiode esta historia, pero ya sus padres no se oponían a susprácticas religiosas; una triste experiencia les había enseña-do que no está el peligro para el cariño filial en éstas, sinomás bien al contrario, las máximas mundanas son las quearrastran las almas juveniles lejos de los cauces de la ter-nura y el respeto filial, pues sólo la religiosidad es la ver-dadera base de la paz del hogar.

J. GARCIA-HERREROS

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Favores de 18 Beata mariana de Mes.35.—La niña Clarita Anguita cayó en cama víctima de

bronconeumonia e infección intestinal, en los primeros díasdel mes de diciembre de 1926. El día 10 del mismo mes sefué agravando teniendo un estado febril constante, oscilan-te entre 38 y 40 grados. El día 12 el médico calificó su esta-do de pronóstico reservado. El día 14 se le declaró unapulmonía que le interesaba todo el pulmón izquierdo y cali-ficamos su estado de grave, teniendo que recurrir a las in-yecciones de aceite alcanforado y bronconeumoseno.

Al notificar al Colegio las causas que impedían a la niñaasistir a las clases, nos fué entregada una hojita, con laefigie de la Beata Mariana de Jesús y adherida a la citadahojita una partícula de lana de la almohada que la BeataMariana de Jesús ha tenido durante un siglo en la caja don-de se guarda su cuerpo incorrupto. Con esta reliquia sehizo un escapulario que le fué colocado inmediatamente ala niña y lo ha tenido puesto hasta su total curación. Al po-nerla la reliquia, sintió la niña una mejoría repentina, ¡unverdadero milagro de la Beata Mariana de Jesús!; a los dosdías se levantó, siguiendo la mejoría hasta su total restable-cimiento. Para agradecer el milagro a la Beata Mariana deJesús se dijo una misa en agradecimiento por éste y otrosmuchos favores que nos concede Dios por su intercesión.

Francisco _Anguila y Petisa Montero, padres de laniña.

SLISCRIPCIONpara el altar de Ntra. Sma. Madre de la Merced,

en la Buena Dicha.Pesetas.

Cantidad recaudada. 952,60C. S., cofrade de la Merced 25,00Una devota 10,00Un cofrade 15,00Por favores recibidos 0,50

TOTAL 983,10

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NOTICIAS.MADRID

Buena Dicha.—Novena solemne a San José, en quepredicó muy elocuentemente el Reverendísimo Padre Inocen-cio López, y se cantaron delicadas composiciones delPadre Miguélez.

Viajeros.—Tuvimos el gusto de tener entre nosotros alreverendo padre Martín López, de paso para Barcelona,donde el 28 del pasado febrero embarcó para Puerto Rico,adonde va en calidad de misionero. Esperamos que NuestroSeñor bendecirá copiosamente su labor.

—El 28 de febrero partió para Valencia el muy reveren-do padre Ricardo Delgado.

—Está de nuevo en esta provincia, con residencia enSarria, el muy reverendo padre Ramón Serratosa, Provin-cial dimisionario de Valencia.

—Destinado a Herencia, pasó por ésta el joven religiosoreverendo fray Julio González.

HERENCIALos días de Carnaval fueron señalados por la concu-

rrencia de gente piadosa que acudió a nuestra iglesia paradesagraviar al Santísimo Sacramento expuesto durantetodo el día. Por la tarde hubo sermón del padre TomásEscánez, que lo hizo muy bien. El primer domingo de Cua-resma hubo también ejercicio de desagravio.

Los siete domingos de San José concurridisimos e in-numerables Comuniones; ejercicio solemne por la tarde,exposición y sermón por el padre Comendador, con laelocuencia y unción de costumbre, y motete.

El día 11 comenzó la solemne novena, coincidiendo conlos ejercicios espirituales de las Asociaciones vinculadasen el Convento. Dirigió los ejercicios el padre Comenda-dor, con gran maestría, y tuvo también el sermón de latarde. Todos los días misa cantada, y, por la tarde, ejerci-cio, exposición y motetes por las señoritas cantoras, queejecutaron un programa selecto con la perfección y delica-deza que saben. El día de la fiesta pronunció el reverendopadre Tomás Escánez un elocuente panegírico. Todos losdías de Cuaresma se hace el Vía-crucis en esta iglesia, ylos viernes y Domingos, solemne con cánticos de penitencia.

El día 10, Jueves Eucarístico de los niños, se acercarona la Sagrada mesa doscientos treinta.

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NECROLOGIAEl día 13 de febrero falleció en Herencia el culto y pia-

doso presbítero don Pedro Juan Iznaola Montón, conforta-do con los Santos Sacramentos.

—El 14 del mismo mes entregó su alma a Dios, habien-do recibido los auxilios espirituales, la virtuosa terciaria dequince años Mariana González Cañadas.

—La piadosísima y distinguida terciaria doña MercedesMontes, entregó su alma a Dios, confortada con los SantosSacramentos, el día 4 de marzo. Nos mereció particularaprecio, por sus virtudes y liberalidad.

Reiteramos nuestro sentido pésame a las familias res-pectivas.

—En Sarda, el 1. 0 de febrero, a los diecinueve años deedad, don Alejandro Gómez Rodríguez, después de recibirlos Santos Sacramentos.

A su padre don Antonio Gómez Requejo y distinguidafamilia nuestro pésame.

Indul gencias de la Merced 011 01 mes de abril.Día 8.—Los Dolores de Nuestra Señora.—Absolución

general.Día 14.—Jueves Santo.—Absolución general.Día 17. - Domingo de Pascua.--Beata Mariana de Jesús.

Indulgencia plenaria, dos veces por ser doble el motivola Pascua y la Beata Mariana, para los terciarios quevisiten nuestras iglesias, o donde esté establecida la Ter-cera Orden, o en su defecto, la parroquial. Absolucióngeneral.

25. IV sábado. Indulgencia plenaria para los fieles queasistan a la misa de Nuestra Santísima Madre, a la misasustitutiva, de comunión general.

Día 27.—San Pedro Armengol, mártir mercedario. -Indulgencia plenaria para los fieles que visiten nuestrasiglesias, y siendo terciarios pueden visitar la de la Terce-ra Orden o en su defecto la parroquial. Absolución ge-neral.

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.