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PRESENTACIONN adie sabe cuántos son los viajerosque llegaron a las costas uruguayasy dejaron sus apuntes sobre la viday el paisaje de estas regiones encartas, memorias, diarios, derrote­ros, informes,· crónicas o ensayos.

A partir del texto enigmático dela "Newen Zeitung ausz PresilligLandt", considerado el impreso másantiguo que se conoce sobre el Riode la Plata, seguido por los relatosde Francisco Antonio de Pigafetta,Francisco Albo, Luis Ramírez, Alon­so de Santa Cruz, Roger Barlow .JIPero Lopes de Souza que nos con­sagró una admirativa estampa delpaisaje montevideano, hay quienesafirman que, en el periodo que vadesde los tiempos del descubrimien­to hasta nuestros días, pueden re­gistrarse más de quinientas visío­nes distintas de este territorio ysus habitantes.

Esos testigos de nuestra realidadconstituyen riquisimos elementos deinformación para reconstruir nues­tra peripecia histórica en la épocahispano-luso-indígena, especialmen­te para conocer los. principalesacontecimientos en los siglos XVIy XVII, en cuyo periodo son, mu­chas veces, la única fuente docu­mental de determinados sucesos denuestra historia.

En etapas sucesivas, los viajerosde los siglos XVIII, XIX y XX,son particularmente valiosos, en sumayoria, para el estudio de la flo­ra y la fauna, rasgos fisiográficosy toponimia regionales, aspectosedilicios, urbanísticos y económi­cos, hechos sociales y politícos,usos y costumbres, evolución denuestros pueblos.

De la segunda mítad, y, másajustadamente, del tercer cuartodel síglo XVIIl, resaltan las des-

cripciones de integrantes de comí­siones cientificas demarcadoras delimítes con las posesiones lusitanasen América, que reconocieron mi­nuciosamente nuestras costas, pue­blos y campaña orientales. Hom­bres de acción y de relevantes do­tes intelectuales como FranciscoMillau, Félix de Azara, Andrés deOyarvide, José Maria Cabrer, Die­go de Alvear y Juan Francisco deAguirre, entre otros, escribieronvaliosos estudios geográficos, astro­nómicos, físicos, etnográficos y dehistoria natural. Aportan asimísmoimportantes informaciones los dia­rios de la expedición de las corbe­tas "Descubierta" y "Atrevida",comandada por el capitán Alejan­dro Malaspina -y su colaborador in­mediato José de Bustamante yGuerra.

Ante la vasta bibliografia exis­tente sobre viajeros llegados aMontevideo, en este trabajo de di­vulgación limitaremos sus evoca­ciones al siglo XIX. Hasta hacerelativamente pocos años estos tes­timonios permanecían en su mayo­ria en las bibliotecas de particula-

res, quienes con patriótico afán losfueron reuniendo pacientemente.Los montevideanos tuvieron opor­tunidad de observar, en la Exposi­ción del Libro Antiguo realiza.daen 1946, algunas de estas joyas bi­bliográficas que hoy alcanzan opu­lenta cotización en el mercado in­ternacional. Muchos de estos ins­trumentos de estudio y de interéspúblico no han sido todavía verti­dos de su idioma original al espa­ñol, por cuyo motivo la gran ma­yoria de nuestros compatriótas aúnignora su mensaje.

En la actualidad, en las Biblio­tecas Nacional, del Museo Históri­co Nacional y del Instituto de His­toria de la Facultad de Humanida­des puede el estudioso de nuestropasado tomar contacto con granparte de estas obras, que son pe­riódicamente consultadas, estudia­des puede el estudioso de nuestrovestigadores procedentes de Argen­tina, Brasil y Estados Unidos.

Importa destacar la obra divul­gadora, en nuestro medio, del Ins­tituto Histórico y Geográfico delUruguay, del ex Concejo Departa-

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mental de Montevideo y por su­puesto la contribución fundamentalde Horacio Arredondo. Desde otroenfoque, el prólogo de Ariosto Gon­zález a la Iconografia de Montevi­deo. Recién en 1965 el Dr. CarlosReal de Azúa, en su penetrante es­tudio "Viajeros y observadores ex­tranjeros del Uruguay", puso aldia un repertorio de visitantes delsiglo XX, del que se carecía. Cua­tro años después, en la introduc­ción a su selección de textos deviajeros del periodo 1850-1914, Ro­sanna Di Segni y Adela Pellegrinoaportaron observaciones de induda­ble interés sobre las fuentes esco­gidas para su trabajo sobre la for­mación urbana de Montevideo.

El inglés es la lengua dominantede los viajeros del siglo XIX, aun­que los hay también franceses, ita­lianos, alemanes, holandeses, bel­gas, suecos y suizos. Entre elloshay quienes han dedicado librosíntegros al Uruguay, como el ita­liano Giosué E. Bordoni, el belgaVan Bruyssel y el alemán OttoWonfch, que aún no han sido tra­ducidos al español.

Además de observadores de mer­cados o de quienes llegaron a esta­blecer contactos comerciales enAmérica del Sur, son autores deesta literatura testimonial, natu­ralistas, colonizadores, botánicos,periodistas, literatos, politicos, cien­tíficos, geógrafos, educacionistas,directores de orquesta, misioneros,diplomáticos, técnicos, mineralo­gistas, militares, jefes de escuadra,especuladores, pintores, cirujanos,ingenieros, publicistas, escritores,impenitentes viajeros y, por cierto,también exiliados.

La mayoría de sus libros fueronleídos con avidez y entusiasmo en

Europa. Algunos autores alcanza­ron el privilegio de reíterar su pri­mera edición ante el creciente in­terés de su obra; un libro como"Viajes por la América Meridio­nal ..¡." de Félix de Azara -uncaso excepcional- fUe dado a co­nocer no en el idioma original enque fue escrito, sino en versiónfrancesa. Lüego fue publicado enprensas de Alemania, Austria eItalia.

Algunas veces fueron importantefuente de información para gobier­nos que se interesaban por conocerla dinámica del escenario sudame­ricano y los hombres que lo habi­taban, a través de testimonios per­sonales directos. Seguramente tam­bién habrán inspirado y decididoel viaje de muchos inmigrantes quevislumbraron, a través de coloridosrelatos, el porvenir halagüeño delas regiones rioplatenses.

Anota con acierto S. Samuel Tri­filo que hoy, sentados cómodamen­te, podemos ver el mundo a travésde noticieros, traveloques, películasde largo metraje o en la pantallade televisión. Pero para el europeodel siglo diecinueve la literaturade viajes era sumamente importan­te y no pocas veces aquellos librosconstituian la única fuente de in­formación sobre estas tierras v suspueblos. -

Es cierto, como dijimos algunavez, que el cristal de colores deuna cultura refinada les impidió,en ocasiones, ver las potencias delprimitivismo social, la gravitaciónde las injustas apropiaciones eco­nómicas, el peso de una naturalezacasi virgen. Pero no es menos ver­dadero que descubrieron, por lafuerza de los contrastes, rasgos pe­culiares de la sociabilidad, del ser

y del existir de los pueblos tras­plantados y mestizados, que enri­quecen la visión de los historiado­res y proporcionan el color anec­dótico, el detalle imprevisto, laambientación precisa. Además tie­nen el encanto de la contempora­neidad respecto al fria dato cro­nológico, y el sabor que brinda lainformación de un testigo ocular,con todos los peligros de lo subje­tivo y todo el atractivo de lo tem­peramental.

La brevedad de la visita de quie­nes se dirigian a otros paises deAmérica del Sur como Argentina,Chile, Bolivia, Paraguay y Perú, ode los que llegaban a nuestros mue­lles en rápida recorrida del mundo,obviamente les impidió captar unaimagen cabal del Uruguay, y a ve­ces complementaron sus observacio­nes superficiales con las espigadasen libros de otros autores. En ge­neral, la errónea interpretación delos hechos -principalmente políti­cos-- se debe al hecho de aceptarcomo articulo de fe la opinión dequienes frecuentaban su trato. Fal­tó en otros la sensibilidad necesa­ria para apreciar los matices delos móviles que condujeron al pró­cer José Artigas a tomar alguna desus decisiones históricas. En cuantoa los aspectos religiosos, lógicamen­te privó la propia creencia del 'via­jera.

Deben tomarse asimismo con re­serva las afirmaciones de aquellosque pudieron sentirse resentidos porel trato recibido entre nosotros.aunque tanto John Mawe comoJullien Mellet, que fueron aprisio­nados, nos juzgan con objetividady desapasionamiento. La circuns­tancia de escribir tiempo despuésde los sucesos determinó a su vez

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QIW a1"'unos incurrieran en erroreshistóri~s. Deben ser corregidospor quienes tengan a su cargo laanotación de las versiones españo­las de los textos originales.

La mayoria de los visitantes de-.jaron descripciones de Montevideo.Sólo alrededor de una veintena deellos llegaron por la vía fluvial delUruguay hasta nuestros pueblos dellitoral oeste. Destacamos la visita,en 1815, del escocés Juan ParishRobertson al general Artigas, enPurificación, por habernos legadola divulgada semblanza del caudí­110. Los que arriban después de laGuerra Grande -los más- reite­ran sus impresiones sobre los sa­laderos, principalmente del Liebig'sfraybentino. Colonia ejerce tam­bién atracción sobre los viajeros,que la observan con mirada escu­driñadora y retrospectiva.

A nuestro juicio fue Auguste deSaint-Hilaire, que recorrió íntegra­mente nuestros litorales del Platay del Uruguay, el más brillanteobservador de nuestra vida rural.Pero también brindan relatos degran utilidad entre otros, ArsEmeIsabelle, Friedrich Sellow, W. R.Kennedy, Thomas Woodhine Hinch­liff, Augustus Peabody, L. H.Murray, E. R. Pearce Edgcumbe,atto Wonfch, L. B. Mackinnon, W.H. Hudson, Robert B. Cunninghame,Grahame, A. G. Hall, William Had­field, EugEme de Robiano y EnricoHillyer Giglioli.

En el siglo XIX, con excepciónde autores que relataron la inva­sión inglesa y los conocidos JullienMellet y Charles Darwin, pocosson los que visitan Maldonado.Son contados también los que des­criben nuestros pueblos mediterrá­neos.

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Sólo ha llegado a nuestro conoci­miento la impresión sobre Monte-.video de tres mujeres: Rose DeSaulces de Freycinet, a través desu Diario; Lina Beck-Bernard, queobservó el "aspecto oriental" deMontevideo desde la cubierta delbarco que la transportó al Plata,y Eva Canel, que describió los can­dombes de los negros de 1874.

No es de extrañar que en losrelatos de los viajeros se expongancon reiteración aquellos aspectosque han despertado su más vivointerés.

Los que llegan a Montevideo enel período hispánico, formulan ine­ludibles referencias del puerto, delas defensas de la ciudad, del Ce-.rro, del teatro, del mercado, delas chácaras, de la opulentaali­mentación de los habitantes, delabandono en que se encontraba lahigiene pública (abundancia de ra­tas en los primeros años del siglo,de perros, de desperdicios en lascalles, del mal estado del pavi­mento, del vestir lujoso de las mu­jeres y su afición por fumar y porla música (sólo un viajero, solda­do del regimiento 71 o de Glasgowdurante las invasiones inglesas, noelogia su belleza y las considerafeas), de la indolencia del hom­bre, su inclinación por el juego ysus frecuentes disputas, de su prin­cipal elemento de movilidad, el ca­ballo, de los huecos que servianpara apilar cueros, producto básicode las exportaciones, de la fertili­dad de las tierras de la región yde su brillante porvenir económico,de la celeridad con que se iba le­vantando la ciudad desde sus primi­tivas viviendas de cueros hasta lasde material, en su mayor parte depiedra y de ladrillo. En épocas pos-

teriores, además de los aspectos po­liticos comunes a todas las épocas,en la Cisplatina llamaba la aten­ción de los viajeros la excelentesituación geográfica de Montevideo,el viento pampero que reina fre­cuentemente, la disminución de supoblación en los primeros años, susfiestas y diversiones, las figurasdel general Lecor y del vicarioDárnaso Larrañaga, los arrabalesen ruinas; en los primeros tiemposdel Uruguay independiente, las ter­tulias, los saladeros y la caza decaballos salvajes, detalles del co­mercio de importación y de expor­tación; durante el Sitio de Monte­video, lógicamente sus principalesincidencias, su esfuerzo bélico, elcampamento del general ManuelOribe, la influencia extranjera, lavida social, el ambiente periodisticuy literario.

Los viajeros registran una reali­dad distinta después de la Guerra

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la ciudad murada de San Felipe de Montevideo, luego de haber sido .tomada por 105 ingleses.

Grande. Adela Pellegrino y Rosan­na Di Segni han señalado puntual­mente los principales aspectos ob­servados por casi todos los llega­dos en épocas posteriores: su si­tuación geográfica de privilegio, laimportancia del puerto, su carac­teristica de ciudad cosmopolita yen expansión, sus viviendas con mi­radores y patios interiores (algu­nos la comparan con Andalucia,otros con Cádiz en particular yhay quienes nos hablan de su as­pecto oriental), las alternativas denuestra política, el grado de desa­rrollo comercial, la vida social ycultural, las diversiones, las como­didades que ofrecen los ferroca­rriles, el telégrafo, los barcos devapor, las ventas de tierras a pla­zo, los barrios y su constante desa­rrollo, la quinta de Buschental,. lafulgurante época de Reus, la para­lización durante la llamada crisisdel noventa.

Carlos Real de Azúa, refiriéndo­se a los viajeros ingleses, señalaque todos sabian gustar tanto dellujo de un hotel de ciudad, de unaconversación inteligente o de unamesa bien servida como de la des­treza y elegancia de un jinete gau­cho, de un horizonte vacio o de unsoleado silencio campesino... Ha­bitantes del mundo de la máquina,el tiempo tenia un valor para ellos.Es con la ironia y no con la dia­triba que enfrentan la deliciosalentitud sudamericana.

Tampoco estaban expuestos ­agrega- al espejismo y magnifica­ción de la perspectiva aldeana. Sa­bian entonces reducir a su verda­dera medida nuestros próceres,nuestros estrategos, nuestras bata­llas, nuestras pasiones, nuestrasarengas, nuestras frases. Es poreso que el mundo en pantuflas quenos han dejado, aunque puede care­cer a veces de la inteligencia de

las proporciones es siempre másverdadero que el de la hagiografíanacionalista y partidaria.

Hechas estas advertencias, pode­rnos aproximarnos, por el sistemadel muestreo, a una selección depáginas escritas sobre Montevideopor algunos viajeros que llegarona sus doradas costas en el sigloXIX. Aun cuando conforman unavisión parcial y limitada, puedenbrindar la pauta de otros testimo­nios que omitimos.

Vienen por oleadas, eclipsándoseen las épocas de mayor actividadbélica o de decadencia económica.El lector advertirá de inmediatoel estilo nitido, sin literatura, yciertamente ameno y comunicativoque los individualiza y a la vezlos diferencia de las páginas deIsidoro de María, Antonio N. Pe­reira y Daniel Muñoz, nuestrosmás conspicuos memorialistas yevocadores de ese siglo.

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EN TIEMPOS DELINVASOR INGLES

Es sumamente caudaloso el mate­rial publicado por testigos ocularesy actores en los sucesos rioplaten­ses relacionados con las expedicio­nes militares británicas en los años1806 y 1807.

La mayoría de las obras sonanónimas; entre ellas se distingue,por su claridad expositiva y susabundantes observaciones sobre laciudad de Montevideo, "Notes onthe Viceroyalty of La Plata inSouth America ... ", libró publica­do en Londres en 1808.

Juan Parish Robertson nos hadejado esta emocionada remem­branza de su llegada al Río de laPlata en 1806, cuando sólo con­taba 14 años de edad. Fue difun­dida años después, en 1838, inte­grando las páginas de "Letters onParaguay".

EL BOMBARDEO Y ASALroA LA CIUDAD

"Pronto tomamos fondeaderofrente a Montevideo, entre cientosde barcos que se encontraban ennuestra misma condición. Oiamosel estampido del cañón y veíamoslas baterías que arrojaban balasy granadas mortíferas a las casasde los atemorizados habitantes.

"Montevideo es plaza fuerte yregularmente fortificada. En elpuerto se veían botes atareadosyendo de un barco a otro; se veíanbergantines de guerra navegandocerca de las murallas y bombar­deando la ciudadela; los cañoneseran dirígidos con certera punte­ría a la parte de la fortíficaciónelegida para abrir brecha; y elmortero descargaba en parábolamortífera sus bombas destructoras.

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"Miles de espectadores desdelos barcos escudriñaban, en ansie­dad afanosa, el efecto producidopor cada granada en la ciudad ypor cada bala en la brecha. Lasfrecuentes sálidas de las tropassitíadas y los rechazos que ínvaria­blemente sufrían, daban animadopero nervioso interés al espectáculo.

"Una mañana, por fín, antes delalba, el trozo de muralla en queestaba «la inminente brecha mor­tah, fue envuelto, como se vio des­de los buques, en una poderosaconflagración. El estampido del ca­ñón era incesante y la atmósferauna densa masa de humo impreg­nada de olor a pólvora. Percibía­mos, con auxilio de anteojos noc­turnos, y del fogonazo de los ca­ñones, que se desarrollaba una lu­cha a muerte en las murallas. Des­pués se produjo una pausa tremen­da, una tristeza profunda y solem­ne. La 'carniceria tocó a su fin; yluego la aurora nos dejó ver labandera británica desplegada y fla­meando orgullosa sobre los bastio­nes. Un grito triunfal simultáneose elevó de la flota entera; y mi-

les que habían estado ayer sus­pendidos entre la duda y el temorvolvieron a dar libertad ilimitad~a la perspectiva del feliz y prós­pero resultado de su empresa.

"Desembarcamos aquel dia paraencontrar que nuestras tropas es­taban en completa posesión de laplaza. i Qué espectáculo de desola­ción y miseria se presentaba a cadapaso ante nuestros ojos! La carni­cería habia sido terrible, en pro­porción al valor desplegado porlos españoles, y al valiente e irre­sistible empuje con que las masasfueron dominadas y los cañones si­lenciados por el inglés.

"Primero la compañia de grana­deros del N' 40, llevando el primerasalto, erró a la brecha y, con ex­cepción del capitán Gillies y unospocos hombres, fue aniquilada porlos cañones que la flanqueaban.Entonces siguió el bravo coronelVassal1 al frente del regimiento 38.Descubrió la brecha, la trepó, ymientras blandía su espada y ani­maba a sus hombres al ataque, re­cibió una bala en el corazón. Se·siguió un espantoso conflicto. La

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brecha estaba repetidamente barri­cada con pilas de sebo en cueros ycon cueros vacunos. Éstas, cuandodieron paso, echaron a nuestros sol­dados dentro de la ciudad dondeeran recibidos por los sitiados.Además, cuando marchaban las co­lumnas de refresco por afuera delas murallas, para reforzar a losque escalaban la brecha o estabansobre los bastiones, y cuando éstasseguían a los grupos que habíanentrado primero en la ciudad, lamortandad por ambos lados era te­rrible y sin interrupción. Montonesde heridos, muertos y moribundosse veían por doquier, y a cada pasoencontrábamos literas llevando pa­cientes a los dístintos hospitales eiglesias. Podíais ver aquí la her­mana infeliz buscando desesperadaa su hermano; y allí la viuda-aban­donada en busca del marido. Des­pués de cerciorarse de que no es­taban entre los vivos, procurabantributarles. con la solemnidad con­veniente, los últimos rezos reque­ridos por la muerte aquende latumba.

"Un mero campo de batalla nopuede contener la mitad de los ho­rrores de una ciudad tomada porasalto. En este caso el dormitorioconyugal y el circulo de familiaestán igualmente expuestos a laviolencia; los parientes más cerca­nos, los amigos más queridos sonseparados por la espada de la muer­te en presencia unos de otros; mien_tras, para aumentar el horror delespectáculo, la lascivia, el pillajey la ebriedad adquieren dominiosin control en los corazones reciosde los vencedores. Tales espectácu­los, aunque no pudieron evitarsedel todo, fueron relativamente es­casos en la toma de Montevideo;

v esa minoración de las consecuen­~ias naturales que siguen a la to­ma de una ciudad por asalto, des­pués de obstinada resistencia, sedebió no menos a la admirable dis­ciplina de los soldados británicosque a la energía y filantropía deSir Samuel Auchmuty.

"En una o dos semanas habiandesaparecido los más prominentesestragos de la guerra, y un mesdespués del asalto, los habitantestenían tanta confianza en los inva­sores como era posible esperar dela alterada posición relativa en queambos se encontraban.

"Esta confianza relativa se atri­buyó principalmente al espíritu ygobierno equitativo del comandan­te en jefe. Permitió que las institu­ciones civiles del país permanecie­sen inalterables y se condujo conla más grande afabilidad para to­dos los habitantes.

"Éstos empezaron gradualmentea cambiarse reciprocas atencionescon los ingleses; y cuando yo consi­deraba no solamente la manera hos­til en que cayeron sobre ellos, sinola diferencia de religión que a me­nudo engendra pasiones más vio­lentas que la guerra misma, eraimposible escatimar a los españo­les el elogio por haber sacríficadoal decoro exterior los sentimientosenconados de orgullo humillado yesperanza desvanecida que debenhaber abrigado.

"De cómo los soldados, comer­ciantes y aventureros extranjerosde todas clases encontraron aloja­miento en la ciudad, no es fácildecir. Se acomodaron en todos losángulos y rincones; de manera quepronto tuvo más apariencia de co­lonia inglesa que de fundación es­pañola. El número de habitantes,

en tiempos de la captura, era alre­dedor de diez mil; cría mezcladade españoles, criollos y, proporcio­nalmente, numerosos negros y mu­latos, en su mayoria esclavos. Aesta población se agregaron des­pués de la toma de la ciudad unosseis mil súbditos ingleses, de losque cuatro mil eran militares, dosmil tratantes, comerciantes y aven­tureros y una banda sospechosa queescasamente revistaría aun en laúltima denominación."

Ya están enseñoreados de la pla­za fuerte de Montevideo, en el ve­rano de 1807, los ingleses coman­dados por Sir Samuel Auchmuty,que sustituyeran en el ataque a laciudad a "la expedición filibustera"de Sir Home Popham.

Dejemos que Robertson sueñecon la esperanza de que pronto lostesoros de las ciudades de la Amé­rica española y los rebaños y ga­nados de sus llanuras quedarían adisposición de sus compatriotas.

AQUEL MONTEVIDEODE 1807

Un Diario de la expedición delbrigadier Craufurd, llegada poste­riormente al Plata con destino a laconquista de Chile, proporciona unaminuciosa descripción de la ciudady de las plácidas y primitivas cos­tumbres de sus habitantes.

"La Ciudadela -dice su anóni­mo autor-, aunque fuese un pues­to de honor, resultó un cuartel sinimportancia: no había habitacionessino sótanos construidos a pruebade bomba, y los hombres no esta­ban provistos de nada más que deuna manta. De los oficiales habíacuatro, cinco y aun seis, en un solocuarto, y las aberturas de las pa-

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redes, que hacian el oficio de ven­tanas, no teniendo vidrios, nos de­jaban ya en la oscuridad, ya ex­puestos a las inclemencias deltiempo."

" ... La ciudad está erigida sobreuna lengua de tierra en uno de lospuntos de la bahía, y está construí­da como Buenos Aires; elevandolas construcciones en calles estre­chas con intersecciones de ángulosaltos y rectos; muchas de ellas es­tán pavimentadas en el medio (pe­ro muchas se mantienen empe­dradas), algunas aceras embaldo- •sadas aquí y allá; aquí la gente sepreserva por partes colocados aiguales distancias, de los asaltos ycrímenes, y de noche por buenasluces. No hay una sola calle queno tenga nombre del santoral, co­rrespondiendo en algo a las de Bue­nos Aires, y también las casas;muchas de ellas son excelentes. Es­tán numeradas como en Inglaterra,fuera de los característicos balco­nes, y de las ventanas del piso bajofuertemente avanzadas hacia el ex­terior; los sobretechos (-aleros) dana la ciudad una sombra aparente,necesidad exigida por -el clima, ydebido a los residuos arrojados ala calle es necesario vivir conuna entera ventilación manteniendoabiertas las ventanas; lo que si noseria sombrío y duro de soportar ...Las sillas, mesas, etc., son, por locomún, muy viejas y de formasanticuadas; pero se trata de unpueblo reacio a todo progreso, yles hace falta encontrar por sí mis­mos la ocasión. El gran patio, inte­rior en cualquier casa, de formacuadrangular, tiene muchos peque­ños depósitos o canteros en el cen­tro, y están adornados con vasos,con aromatizadores llenos de per-

fume, y rodeados por naranjos yviñas

"Lá ciudad está defendida haciael mar por fuertes baterías, provis­tas de hornos y las necesarias má­quinas para lanzar bombas, y porel pequeño fuerte de San Felipe.La bahía está también protegidapor el islote de Ratones, o isla deRatas, la cual tiene montados pe­sados cañones. La Ciudadela mirahacia el continente, está regular­mente fortificada, tiene bastionesen sus flancos, apoyados por unrebellín, y separada por úna zanjaprofunda. Está protegida del ladode la ciudad por un puente levadizoa prueba de bomba."

usos y COSTUMBRES DELOS HABITANTES.SU CULTURA

John Mawe, que dedicara su vidaal estudio de las ciencias naturales,especialmente de la mineralogía,llegó a Montevideo en viaje de ne­gocios en junio de 1805. Suponién­dolo espía, las autoridades españo­las lo confinaron en una estanciadel departamento de Lavalleja.Mawe, que cultivó amistad con elnaturalista Pbro. Dámaso AntonioLarrañaga, fue liberado durante lainvasión inglesa y acompañó la ex­pedición de Whitelocke a BuenosAires en 1807. Dice el autor, men­cionando algunos de los rasgos máscaracterísticos de los criollos: "Sonhumanos y bien dispuestos, cuandono actúan movidos por los prejui­cios políticos o religiosos. Sus hábi­tos de vida son muy parecidos alos de sus hermanos de la viejaEspaña y parecen de la misma no­table unión de dos cualidades opues­tas pero no incompatibles, la indo-

lencia y la templanza. Las damasson generalmente afables y atentas,sumamente aficionadas a ataviarse,muy limpias y aseadas en sus per­sonas. Adoptan en el hogar vesti­mentas inglesas pero cuando salenvisten de negro, siempre cubiertasde un largo velo o mantilla. Cuan­do van a misa invariablemente lohacen con vestidos de seda negra,ribeteados. Deleitan con su conver­sación, qUe se distingue por su vi­vacidad, y son muy corteses conlos extranjeros."

Amables recuerdos tiene parauna de las mujeres montevideanas-Maria de Parides- un soldadodel Regimiento 719 de Glasgow,quien después de la toma de la ciu­dad permanece en ésta durante sie­te meses. Precisamente en casa dedicha joven viuda -cuyo esposofue muerto en el primer ataquea la plaza- y de su anciano padre,fue alojado este autor anónimocuyo libro fue reeditado en el mis­mo año de su primera impresión:1819.

"Era de talla pequeña pero deelegante aspecto. Era muy moren&,como las demás mujeres del país;sus brillantes ojos eran negros co­mo el azabache y sus dientes blan­cos y parejos. Cuando se engala­naba llevaba su propio pelo -queera muy largo y de un negro lus­troso-- en trenzas que le caían alo largo de la espalda, a la usanzadel país. Su traje era sumamentesencillo: un negro velo cubría sucabeza y su mantilla se anudaba,de la manera más graciosa, debajodel mentón. Así era el atavío gene­ral de todas las mujeres: la únicadiferencia consistía en el color desus mantillas y de su calzado; éste

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Aselto de Montevideo por las fuerzas britónicas, a las dos de la madrugada del 3 de febrero de 1807.

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era frecuentemente de todos los co­lores y, a veces,el velo era' blanco."

Muy intensos deben de haben sidoJos sentimientos que le inspiraraMaria de Parides, o quizá Paredes,a este soldado inglés, pues es elúnico viajero en todo el siglo XIXque desestima, como ya dijimos, lareconocida belleza de las demás re­presentantes del sexo femenino:

"Las mujeres nativas era las me­nos graciosas que jamás hubierayo contemplado. Tienen anchasnarices, labios gruesos, y son demuy pequeña estatura. Su cabello,que es largo, negro y áspero altacto, lo llevan rizado y levantado~obre la frente'. dl' la manE'ra más

horrible, mientras cae por detrásde sus espaldas hasta más abajode la cintura. Cuando se engala­nan, entrelazan en él plumas yflores y se pasean en la plena os­tentación de su fealdad."

Agrega que su pollera era cortay angosta, "permitiendo ver bienlos tobillos; sólo un abanico pro­tege sus rostros de los ardores delsol; nunca salen sin ir acompaña­das por sus esclavas, y cuando vana misa, éstas llevan el libro y unaalfombrita para que su señora searrodille, pues no hay asientos enla iglesia".

" ...Rara vez están fuera de lavista de su madre antes del matri­monio y a menudo se las sacrificaa la avaricia, vejez y decrepitud;esto, naturalmente, las hace desearmás la sociedad de uno cuya almacongenie más con la suya, y si lle­garan a encontrarlo, la intriga, queE'~ parte de la composición de lamujer española, todas las invencio­lles del geen eved monster, no po­drian nada contra las estratagemasde una bella."

No podía faltar en sus comenta­rios el concepto que le merecen losmontevideanos, que deja así traza­do en su Diario:

"Los hombres son de corta esta­1ura, fornidos y de fuertes coyun­turas. Son valerosos, pero indolen­tl'S hasta el exceso. Los he vistogalopar aquí y allá sobre sus ca­I:R110S, casi en cueros, con espuelasde plata en SUs desnudos talones,y ~i acaso una raída manta sobresus espaldas. No tienen miedo aldolor; los he visto con heridas ho­rribles de mirar, aun cuando nuncaparecían preocuparse de ellas. Enlo que respecta a su indolencia, los¡Ji' visto permanecer extendidos du-

rante un dia entero, contemplandoel río, y a sus mujeres traerles susalimentos y si no estaban confor­mes con su cantidad, llegar hastaa golpearlas furiosamente. Éste esel único esfuerzo que síempre ha­cen con prontitud: descargar su fu­ror sobre sus mujeres. Prefieren lacarne a cualquier otro alimento, yla comen casí cruda y en cantidadque un europeo creería imposible.

"Pocas oportunidades tuve de verla mejor clase de pobladores espa­ñoles, pues todos ellos habían aban­donado la plaza antes de que noso­tros la tomásemos; aquellos quetuve oportunidad de conocer duran­te la ocupación eran de la clase máspobre, que solían visitar a Maríade Parides y a su padre, don San­tanos" [¿ o Santana?].

En cuanto a algunas costumbres,nos señala estos aspectos que losjóvenes de hoy deben considerarinsólitos:

"Conforme me familiaricé con elidioma, observé muchos rasgos decarácter singulares. Cuando Maríao el viejo Santanos bostezaban, ha­cían con la mayor premura la señalde la cruz sobre sus bocas, paraimpedir que el diablo se les metie­se dentro por sus gargantas. Si San­tanos estornudaba, María exclama­ba «¡Jesús!»; la respuesta de élera: «Muchas gracias». Cuando lla­man a una puerta, dicen : «AveMaría purísima),,, y al punto lesabren, pues piensan que nadie quellevase mala intención usaría estadevota frase. Cuando se encuen­tran con una mujer, dicen: «A suspies, señora», o «Beso los píes deusted),;; al separarse él dice: «Metengo a sus pies de usted)>, o «Bajode sus pies), y ella responde: «Besoa usted la mano, caballero». Cuan-

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Brecha localizada por el capitón inglés Renny. Fue herido de muertemientras la trepaba. En el asalto murieron también los te,nientes co­roneles Brownrig9 y Vassall.

do se despiden de cualquiera, dicen:"Vaya usted con Dios», o «con laVirgem. Cuando están de mal hu­mor, es en ellos frase común: «Va­ya usted con cien mil demonios>'.

" ... Poco tiempo antes de la eva­cuación del pais, muchas de lasfamilias volvieron a la ciudad, y elgeneral Gorver ofreció un baile a~us relaciones. que empezó con unminué dirigido por el dueño de la('asa. general Balbiani, a su pedido

especial, pues estaba notablementeorgulloso de su modo de bailar ... "Robertson nos cuenta sobre las ter­tulias de la época, reviviendo elpasado en sus recuerdos:

"Fui invitado a varias de estasreuniones vespertinas y encontrélasentretenimiento combinado de mú­sica, baile, café, naipe, risa y con­versación. Mientras las jóvenes vaLsaban y hacian la corte en mediodel salón. las mayores, sentadas en

fila sobre lo que se. llama estrado,eharlaban con todo el esprit y vi­\'acidad de la juventud. El estradoes una parte del piso levantado enel testero del salón, cubierto conestera fina en verano, y, en invier­no, con ricas y hermosas pieles.

"Los caballeros se agrupaban endistintas partes de la habitación;unos jugaban a los naipes, otros ha­blaban y otros bromeaban con lasdamas mientras los más jóvenes,alternativamente, se sentaban juntoal piano, admiraban al cantor obailaban en fantásticas puntas de)Jie con graciosisimas compañeras."\!fe pareCÍa encantador cada pasor figura y pirueta. Todas las da­mas que vi en Montevideo valsa­baH y se mO\ian en las intrincadasIiguras de la contradanza con gra­d;¡ inimitable, como resultado desol rUfa y refinamiento naturales.I,uego eran tan dadas a corregirla~ pequeñas faltas en español delus extranjeros sin reirse de ellos,qLle mostraban con el ejemplo almismo tiempo buenos sentimientosy buenas maneras."

Retornando al "Diario de la ex­pedición del brigadier general Crau­furd", nos advierte que "sus mo­dos son francos, y su pasión escomo la llama que ha estado pormucho tiempo oculta sólo esperan­do la oportunidad para estallar conmayor ardor; poseen buen humor,mucha vivacidad y pronta inteligen­cia". Agrega que "el sexo femeni­no es amante del baile y valsan deun modo exquisito; muchas sabenmúsica, y con frecuencia se oye alpasar el sonido del piano o los to­nos de la guitarra; pero sus ador­nos raras veces pasan de esto; yaun se diee que pocas saben escri­bir antes de casarse y son muy

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poco inclinadas a los libros y lec­turas; sólo hay aqui una librería[la de José Fernández CutiellosJy en ella ,habrá sólo 20 ó 30 vo­lúmenes",

LAS DIVERSIONES.LOS JUEGOS

No funcionaba la Casa de Come­dia, fundada en 1793, que segúnLauro Ayestarán constituyó, parael montevideano de entonces, ver­dadera pasión.

El autor que citamos nos diceque el Teatro estaba ocupado poralgunos comerciantes, como alma­cén y casa de almoneda, "Allí vi-acota- mercaderías de pacotilla,azúcar, cabezas de cerdo, etc." Lue_go consigna su descripción en estaslíneas:

"La casa era enteramente buena,pero sus dimensiones escasas; es­taba dividida en diversos puntos,al igual que los sitios de diversiónde esta ciudad; pienso que sea co­mo el Teatro de la Ópera y otrosmuchos teatros extranjeros; la ca­beza del apuntador aparece por unapuertecita abierta en el piso. Aquino hay galerias y los palcos bajosestán al ras del suelo. Presumo queen el área del patio, en la cual losasientos están divididos, los asien­tos de palco son sillones para ochopersonas, y que habrá un límitepara la admisión de asistentes, puessi esto no interesa tanto a los pro­pietarios, en cambio ha de impor­tar mucho a los espectadores, yconviene proteger a éstos de losempujones, apretones y pinchazos,según enseña la experiencia en lossalones de fiesta de Inglaterra,

"La techumbre está soportada porpilastras de grandes dimensiones.

las cuales, sin perjuicio de su agra­dable estructura, quitan la vista degran parte de la audiencia con laúnica ventaja de ofrecer un hermo­so conjunto."

Refiriéndose a otras diversionesy juegos escribe el observador in­glés:

"Constituyendo las corridas detoros la diversión favorita de losnativos, es superfluo decir que tam­bién hay aquí un Anfiteatro."

" ... Mi opinión respecto de la in­dolencia de las costumbres, la cualestá infiltrada en todas las catego­rías sociales, vióse plenamente con­firmada. Los hombres, envueltos ensus largos mantos o capas, dejanpasar el tiempo sin abandonar elcigarro de los labios, matando lashoras en el billar, en la caja y enotras parecidas díversíones.

"Por la noche es de rígor asístiral café, y así esos sitios se venatestados de gente, y los hay entodas direcciones. Allí se juega confuror toda la noche y los doblonescirculan en profusión.

"A través del juego se percibe suconducta liberal, pUes son leales enél. Algunos de mis paisanos intro­dujeron el cubilete de dados, ocasiónque sirvió para juntar a los parro­quianos, quienes adoptaron el sis­tema con entusiasmo, lo cual diopie a que fueran asaltados con avi­dez por la mayoría de los merca­deres, quienes habiendo dejado In­glaterra con fines de especulación,determinaron entonces quedarse pa­ra arriesgar su suerte al azar delos dados. Enormes provechos ob­tuvieron, llenando de dinero susbolsillos. sin que hubiera uno queno quedase satisfecho por haberel negocio colmado las exigenciasde grande y espléndido porcentaje."

EL COMERCIO,LAS PULPERIAS,LA ALlMENTACION

Nos sigue diciendo el autor: "Lastiendas, con la sola excepción deaquella de los Mercantes, son mi­serables, y contienen muy pocosarticulos que no sean ingleses. Lade los plateros o joyeros es bastan­te buena; fabricaba varias chuche­rías pero el arte era de lo más ma­lo, y además nuestra partida le qui­tó toda importancia y el mérito denuestras libras esterlinas. La avi­dez con que fue vendida aquellaplata, al paso que fue para los pla­teros una solución, les llevó a mez­clarla formando una liga como esfama que en su itinerario hícieronlos israelitas.

" ...Al pasar por las artesas decasi todas las calles de la ciudadllegan al olfato los perfumados va­pores del chocolate que salen de laspulperias centrales y en una de és­tas llaman y atraen los ojos de unamujer joven y bonita. en cuya casase juega también al billar.

"Hay dos casas que tienen bue­nas comodidades y tolerable comi­da hecha a la española, para losforasteros, y son: la de los TresReyes y la de las Cuatro Naciones.Los oficiales se aposentaron allí yme dicen que están satisfechos.

"Las clases inferiores del ejércitotenían casas de comida en abun-dancia. '.

"Cuando recibí licencia pude cer­ciorarme de que las casas de bebi­das son pocas: pero abundan loscafés, donde uno puede desayunar­se."

John Mawe, a su vez, nos ofre­ce el siguíente comentarío: "Losviveres sonaqui baratos y muy

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Otra versaon gráfic:a del asalto de Montevideo. Autor del grabado original: Edward Orme (dibujo deGeorge Robinson J.

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litAN/A

PLANODE LAS OPERACIONESDEL EJERCITO INGI..ES

EII UIiS lIUIDIE_S /lE

abundantes. La carne de vaca enparticular es muy abundante y ha­ce excelente sopa. Las mejores par­tes de la carne pueden considerarsepasables, aunque no son muy tier­nas. El cerdo no es comestible. Estal la abundancia de carne que enla ciudad y sus proximidades hastados millas a la redonda, se da elespectáculo de huesos y restos acada paso, que sirven de alimentoa bandadas de gaviotas, y que enverano crian miles de moscas, conlas consiguientes molestias de loshabitantes que se ven obligados, enla mesa, a tener continuamente unoo dos sirvientes empleados en es­pantar con plumas a estos intrusosde los platos."

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RATAS Y BASURASEl ambiente aún rudo y primitivo

de principios del siglo XIX se si­gue reflejando en estas observacio­nes del relato del Diario de la ex­pedición del brigadier generalCraufurd:

"Lo que más me disgustaba eranlas basuras que se echan por losportales de la calle y que apestaninsoportablemente a pesar de quelas arrojan en bolsas hechas decuero de buey, y algunas veces,

muy pocas, sobre el tejado de unapieza destinada a carnear los ani­males y a depositar la carne delconsumo. Como consecuencia deesto existe una enorme cantidad deperros ordinarios, por 10 que sedestina una habitación especial don­de se les mata, mientras otros si­guen a los convoyes en busca dedesperdicios, o bien se asilan en­tres los escombros de~gún edifi­cio o en la pampa, dotl'de su ape­tito los hace temibles. Y sin em­bargo, ningún país como éste más

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Plano de las operacionesdel ejército inglés,publicado por Roberts.

apropiado para el aseo y la pulcri­tud, en calles, casas y habitaciones.He recorrido los muros de la ciudady he visto a los esclavos que hacianla guardia con sus trajes caracte­rísticos, mientras otros lavaban laropa en e.qtanques. Estos esclavosse cuhrian con vestidos de variosculores, azul, amarillo y encarnado;ilparentaban alegria, y la escenaera ..l..11Ímada."

Ciertamente el cuadro que pre­senta Robertson, al escribir con

franqueza sobre el mismo asunto,también es elocuente:

"El único descuento que tengoque hacer a la manera deliciosa enque ahora pasaba mis noches, erala necesidad de volver a casa porcalles estrechas, tan. infestadas deratas voraces que algunas veces erapeligroso hacerles frente. No habiamás higiene pública en la ciudadque la producida por los aguacerosque, a intervalos, sacaban de lascalles los montones de basura. Al­rededor de las sobras de carroña,legumbres y frutas podridas, queen grandes masas se acumulabanallí, las ratas absolutamente pulu­laban en legiones. Si intentaba pa­sar cerca de esos bandidos formi­dables o interrumpir sus comidasu orgias, hacian rechinar sus dien­tes como lobos nocturnos. Tan le­jos estaban de correr asustadas asus numerosas madrigueras que sedaban vuelta, lanzaban un grito decuervo y se precipitaban contramis piernas de modo que me hela­ba la sa.l1gre. Entre ellas y yo ocu­rrieron muchas riñas peligrosas; yaunque algunas veces me abri ca­mino hacia mi casa a bastonazos,otras me vi forzado a huir por al­guna caprichosa y estrecha sendao calles, dejando a las ratas dueñasy señoras del campo,"

"DESGRACIAS DE LANATURALEZA HUMANA"

Otra caracteristica de las clasesmás humildes de la población se­ñala el citado Diario anónimo: lade ajustar sus frecuentes divergen­cias con resultados muchas vecestrágicos.

"Las clases pobres suelen diriIn.il"por sus propios medios sus coIlS-

tantes disensiones y su último re­curso es el estilete corvo, para locual se ponen de acuerdo paraaguardar a la victima, pero a me­nudo ambos contendientes vari alsacrificio de un modo rápido e in­tempestivo, fieros de venganza.

"He visto cuerpos con la cabezacasi separada del tronco, y nume­rosas heridas en varias partes delmismo, demasiado horribles paraser descritas; un espectáculo deesta clase, en Inglaterra, hubieraatraído a una porción de especta­dores, pero aquí pasan sin llamarla atención o se habla de ellos comode un tópico natural del dia; delradiante sol, de la nube que pasa.No pude nunca saber si el que per­petraba tan horribles hechos erallevado a la justicia o si hacianaveriguaciones para saber quiénera."

Con criticp. mordaz, apunta: "ElCampo Santo es una gran plazallena de sepulturas, donde las cla­ses pobres duermen el sueño de superegrinación. Los hijos de las cla­ses acomodadas descansan en·. laiglesia y tienen apartado un sitioespecial para ellos, cuya distanciadel altar es convenida mediante es­tipendios; y suponen que el estadode sus almas en el Purgatorio deo'pende de la situacion que ocupanen el templo."

EXTRAMUROSA pesar de la fertilidad del suelo,

a juicio de Mawe,que de paso equi­voca algún topónimo, las quintasde los montevideanos no -parecentener, en la época, la misma,.pro­porción que la quei surgege lalee­tura de las sagaces "Ob§ervacionessobre agricultura!' de nuestro en-

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El Cnel. Otorgllés al entrar en Montevideo con Sil división, en 1815,para aSlImir el 1er.'GobiernoPatrio de la plaza..

tusiasta 'agricultor Pbro. José Ma­nuel Pérez Castellano, quizá por­que muchos de sus propietarios seencontraban aprisionados en losnavios ingleses anclados en labahía.

"Los alrededores de Montevideose ven agradablemente diversüica-

dos por pequeñas colinas en suavependiente y por extensos valles re­gados por hermosos riachuelos; peroel aspecto que ofrecen raramentese ve animado por los cultivos. Po­cos cercados Se ven, excepto losjardines de los principales comer­ciantes. El inismo defecto se ob-

serva hacia el noroeste de la ciu­dad, donde predominan similaresvariedades de colinas, valles yaguadas, y sólo falta la belleza delescenario boscoso para completarel paisaje. Varios árboles, por su­puesto, crecen a las orillas del Ria­chuelo [el Miguelete, seguramente),cuyas maderas se utilizan para la'construcción de chozas y como com_bustible. Hay un agradable río aunas' diez leguas de Montevideo,llamado el Louza [Santa Lucia),cuyas orillas parecen invitar a laplantación de los agricultores, ydeben de producir abundantes ma­deras, por cierto. Debe destacarseque la casí absoluta falta de esteartículo, ocasiona aquí grandes gas­tos e inconvenientes: la maderapara trabajos mecánicos es suma­mente escasa y las planchas sontan caras que apenas se ven conpisos de madera."

EL ORIGEN DE ALGUNASFORTUNAS

El mismo Mawe escribe larga'"mente sobre los procedimientosaplicados por muchos montevidea­nos para enriquecerse antes y des­pués de la rendición inglesa:

"El comercio principal de Mon­tevide·) consiste en cueros, sebo ytasajo; los dos primeros son expor­tados a Europa y el último es en­liado a las Indias Occidentales, es­pecialmente a La Habana. A vecesse embarca también cobre en brutode Chile en trozos cuadrados,asícomo una hierba llamada Mate delParaguay, cuya infusión es una be­bida tan común en estas partescomo el té en Inglaterra.

"Los habitantes no estaban en laopulencia antes de que los ingleses

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tomaran la ciudad, pero luego deldesastre de los últimos en BuenosAires y las pérdidas de nuestroscomerciantes aventureros, motiva­das por malos cálculos e impru­dentes especulaciones, aquéllos seenriquecieron considerablemente.Las grandes perspectivas imagina­das en Inglaterra, antes de la expe-

-dición al Plata, de inmensos bene­ficios en el comercio rioplatense,terminaron, por lo general, en rui­na; muy pocos especuladores, porcierto, escaparon sin pérdidas con­siderables. Muchas mercaderias fue­ron confiscadas, luego de los plei­tos consiguientes; otras, que ha­bían sído depositadas a la esperade alguna decisión, pudieron serrestituidas tras la pérdida de la mi­tad. Sucedió con frecuencia quemercaderías detenidas en las adua­nas o en las tiendas y almacenesprivados fueron abiertas y grandescantidades sustraídas. Parece razo­nable hacer recaer las sospechas enlos consignatarios, que aun con po­cos cargamentos podían enríquecer­se rápidamente. No contentos conlos beneficios de su comisión, notenían escrúpulos en aprovecharsede las ventajas que les daba la po­sesión de las mercaderias consig­nadas, y en favorecer SUs propiosintereses a expensas de su corres­pondiente. El temor de un procesolegal no podía ser sino un débilobstáculo para detenerlo, en virtudde que ante la justicia española,como ante las otras, un nativo yun foráneo raramente están en piede igualdad. Otras circunstanciashan concurrido a enriquecer a loshabitantes de Montevideo. Un he­cho que he podido verificar es quelas exportaciones inglesas de mer­caderíaascendíeron a la suma de

Lo~ c.abildantes de Monteviáeopresentan su saludo al ejército dela Provincia Oriental Autónoma.

un millón y medio de esterlinas, delas cuales solamente una pequeñaporción fue reembarcada al Cabode Buena Esperanza y a las IndíasOccídentales, cuando se devolvió laplaza a los españoles. El resto fueen su mayor parte sacrificado a

cualquier precio que los españolesquisieran dar. Sus ganancias se ele­varon en la proporción de nuestraspérdidas, y los especuladores ga­naron considerablemente. Los po­seedores de mercaderias inglesaslas vendieron con un benefício delcincuenta por ciento, inmedíata­mente después de la evacuación dela plaza."

EL FIN DE UNA AVENTURAIMPERIALISTA

Finalmente, las cartas de Robert­son nos ofrecen un vívido e intensorelato de los últimos días de losingleses en Montevideo, luego de lacapitulación en Buenos Aires:

"«Ponga», dijo ÁlZaga, alcalde deprimer voto, que tomaba parte enla redacción de los términos de lacapítulación, «ponga que evacuarátambién Montevideo». «¡Oh!» dijoel virrey Liníers, «eso está fuerade cuestión y echará a perder todoel asunto». «Pongámosle», replicóel resuelto e influyente ciUdadano:«si se objeta, podremos retirarlo».Fue puesto y no fue objetado.

"El descamado Whitelocke asintióa todo, y pocos días después con­templamos para nuestro desaliento,en Montevideo, los transportes ybarcos de guerra que, un mes antes,habían transportado nuestrq magní­fico ejército para triunfos tenidospor seguros, volviendo con aquelejército derrotado y su general irre_parablemente en desgracia. Los hos_pítales se volvieron a llenar de en­fermos, heridos y moribundos. Tresmil valientes camaradas habíanatestiguado con la muerte su indo­mable valor en las calles de Bue­nos Aires; y todavía el generalWhitelocke, único causante de la

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imperdonable catástrofe, se pavo­neaba en la azotea de la Casa deGobierno, o cabalgaba por las ca­lles de Montevideo, único indife­rente, al parecer, en medio de lavergüenza y desgracia que habíaacarreado a las armas británicas.

"De verlo en el momento en queestaba por entregar la plaza al ge­neral Elio, lo supondríais, por suaire, un Wellington o un Wolf. Eraimposible, por ninguna demostra­ción externa, imaginar que teníaconciencia de la aterradora y cri­minal pérdida de vidas que su es­tupidez brutal habia traido sobresus valientes compañeros de armas,o de la derrota que su incapacidadsupina había causado a un ejércitoque, mejor dirigido, habría con­quistado y conservado la mitad delnuevo mundo. Con la máxima indi­ferencia nos vio abandonar un sue­lo que, a no ser por su tonteria ylocura, hubiera sido nuestro parageneraciones todavía no nacidas.

"Lo que era de admirar más, eneste terrible revés, fUe la conductamodesta, en verdad, la deferenciaaumentada de los españoles hacialos íngleses. Nunca aludían a laderrota de Whitelocke y cuando ha­blaban de nuestra partida era siem­pre con expresión del pesar con queestaban a punto de perder tantosamigos personales. No puedo menosde creer que tal conducta era muydemostrativa de cortesía y buenossentimientos; sumamente magnáni­ma en un pueblo vencedor de susrecientes invasores.

"Vagué por la ciudad hasta elúltimo momento y luego, con elcorazón acongojado, me despedí deM. Godefroy y su famUia. La des­pedida fue más la de un hijo consu padre y madre, y de un hermano

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con sus hermanas, que del extran­jero y enemigo con gente cuyo co­nocimiento no habia disfrutado másde cinco meses.

"También tuve la mortificaciónde ver la bandera española fla­meando en la ciudadela y en laCasa de Gobierno. Elío y su estadomayor ya habían recibido las llavesde la plaza; los últimos tunantesingleses se apuraron para tomarlos botes; y en pocos dias la flotaentera de doscientos cuarenta bar­cos zarpó del Río de la Plata"

A su vez, Alejandro Gillespie,que actuara en la invasión inglesa,primero como combatiente y luegocomo comisario de prisioneros es­pañoles, durante la ocupación bri­tánica de Buenos Aires, refiere asísus últimos instantes en Montevi­deo:

" ... Unos, pocos de nosotros vol­vimos a tierra antes de llegar eldía 7 de setiembre, para compraralgunos viveres en la plaza del mer­cado, pues la bandera británica ibaa ser reemplazada por la españolaesa tarde, en la ciudadela y lasmurallas. -

"El populacho estaba inclinado ainsolentarse, y solamente se mante­nía dentro de los límites por lapresencia de nuestros soldados quemarcharon a sus botes respectivosdesde la mañana hasta después demediodia, pero sin música, pues nopodia producir cadencia ni en suspasos, ni en sus corazones."

" ...Montevideo fue abandonadoantes de las dos de la tarde el 7 desetiembre; las tropas españolas en­traron a las tres, en medio de acla­maciones populares, y la noche seseñaló por grandes regocijos, quepodíamos presenciar desde nuestrofondeadero, así como por fuegos

artificiales en la ciudadela, FuerteSan José y las líneas de la guar­nición."

La evocación de su regreso a laGran Bretaña, arranca estas con­movidas expresiones -al nostálgicoRobertson:

"Entonces miraba la gran flotacuyos barcos me rodeaban; veiaaquella flota llevando un ejércitodescorazonado y derrotado; veía acientos de comerciantes y especula­dores que volvian a Inglaterra, em­pobrecidos o arruinados, de camposdonde habían esperado recoger ver­daderas cosechas áureas; y, acer­cándome a mi tierra, encontrabamis esperanzas que creía, pocas ybreves semanas antes tan brillan­tes, ahora nubladas y oscurecidas."

El fracaso inglés, que sin dudaalguna dio confianza en el propiovalimiento a los españoles y criollosdel Rio de la Plata, trajo entre susconsecuencias la actitud de rebel­dia de Montevideo ante ciertas ac­titudes virreinales, entre otras, lade no haber querido canjear losingleses que fueron cautivados enla reconquista de Buenos Aires porsetecientos prisioneros de la tropay la milicia, que conjuntamentecon el gobernador Pascual RuizHuidobro y oficiales de alta gra­duación fueron llevados a los na­víos de guerra británicos surtosen la bahía de Montevideo, luegodel asalto a la ciudad. Como se re­cordará, se condujeron posteríor­mente a Inglaterra a muchos deellos, entre otros, al propio gober­nador.

Esta situación, en la que en elorden económico tanto incidían lasantiguas rivalidades portuarias yla acción del Consulado bonaerensepor impedir el auge de Montevideo,

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Chácaras de los vecinos montevideanos en 1813. Fragmento del plano del Presb. Bartolo~.DoroteoMuñoz. Copio por C. Natiello.

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como lo ha subrayado Pablo Blan­co Acevedo, culminó en el plano po­lítico el 21 de setiembre de 1808,al crear dicha ciudad su propiaJunta, a raiz de los sucesos napo­leónicos. A pesar de su corta dUra­ción, importa destacar que el rom­pimiento con el gobierno de Bue­nos Aires fue el precursor de losmovimientos independentistas deesta parte de América.

EN MAL MOMENTOLLEGAN LOS FRANCESES

Precisamente en 1808 fue enviadopor Napoleón en misión diplomá­tica al Plata, en el bergantin "LeConsolateur", el Marqués de Sasse-

nay, quien en épocas anterioreshabia entablado relaciones amisto­sas en Buenos Aires con Santiagode Liniers, en la época virrey in­terino.

Con él llegó Jullíen Mellet, queluego volcaría sus observaciones ensu libro "Voyages dans l'AmeriqueMeridional" , impreso en París en1824. Pero días antes de su llegadaa Montevideo, una goleta venidadesde Cádiz fue portadora de lanoticia de que las tropas francesasse habían apoderado de la capitalde España, y que el rey y su fami­lia estaban prisioneros en Francia.

"Tan pronto como el pueblo supode este acontecimiento -dice Me­llet-, cayó sobre nosotros y nos

escupió en la cara prodigándonoslos epítetos más injuriosos. Yo nosé hasta dónde habría llevado suvenganza y su furor, si el gober­nador don Francisco-Xavier Elíono se hubiera hecho el deber deprevenir las contingencias seguidasque podía ocasionar este suceso im­previsto. De tal manera, sea paralibrarnos del peligro con que nosamenazaba un populacho irritado yávido de sangre de una cuarentenade desgraciados franceses a los quemiraba como traidores, sea parallenar los deberes que su cargo leimponía, él nos hizo arrestar y tra­tar como prisioneros de guerra."

Este viajero francés, después decinco meses y medio de un cauti­verio no muy estricto, pues comoél lo señala tenía la libertad de sa­lir tres veces por semana seguidopor un guardia, desertó de la ciu­dadela, para dirigirse a Buenos Ai­res. Esas circunstancias le dieronoportunidad de dejarnos sus impre­siones directas sobre Montevideo yespecialmente sobre dos "aldeas","situadas en una campaña tan rien­te como fértil": La Aguada, desdedonde se transportaba s¡.z agua "de­liciosa" a Montevideo, y el Miguele­te, que estaba rodeado de plantíosque producían "toda especie de fru­tas, tales como manzanas, peras, ci­ruelas, duraznos, naranjas, limonesy melones en abundancia, todos deun gusto delicioso". Es la aldea másencantadora que yo haya visto ­agrega M~Ilet- tanto por su agra­dable posición, como por su felizfecundídad. Ella goza, por así de­cirlo, de una primavera continua.

El juicio favorable para la regióndel Miguelete reflejaba los dias depaz que vivía Montevideo a la lle­gada de MeIlet, que nos deja este

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Soldados paulistas vistos en la puerta de una pulpería de Montevideo,en 1817. Acuarela pintada por E.E. Vidal.

comentario optimista sobre su co­mercio y los oficios de más porve­nir en su ámbito:

"Es una de las mejores comarcasque existen y yo oso adelantarme[al decir] que un hombre activo ylaborioso, cualquiera que sea el gé­nero de comercio que él abrace,puede en poco tiempo llegar a unestado de opulencia: en mi opiniónlos relojeros, los armeros, los eba­nistas, los sombrereros, los curti­dores, los panaderos, los confiteros,los cerveceros, los tallistas, los za­pateros, los toneleros y los teje­dores, son aquellos que no tarda­rán aquí en prosperar. Además elcomercio de cueros no es menosconsiderable que aquel que se hacesobre las mulas de los portuguesesbrasileños, que los llevan a cam­bio de café, de tafia y de otrasproducciones del Brasil, que pasande verdad por contrabando, perocuya ganancia es muy considera­ble; en una palabra, es el comercioel que enriquece esta ciudad; ver­daderamente los habitantes tienencapacidad para los negocios y unaactividad no igualada en esta parte.Es una lástima que el orgullo queellos tienen sea la base de su ca­rácter; es muy raro encontrar enla clase baja un hombre bastantecalmo que no salga con su puñalpara agujerear si puede a su adver­sario por la más ligera contrarie·dad.

"Las mujeres en general son en­cantadoras; hablan el castellanocon mucho gusto y corrección; perolo que más inflUye en su atractivoes la inclinación irresistible que tie.nen por toda suerte de bebidas ypor el tabaco; han contraído en talgrado el hábito que no lo abando­nan más que en la tumba."

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EVOCACIONES DELA EPOCA

LUSOBRASILEÑA

L a lucha que desde 1811 se soste­nia entre el medio rural y la ciu­dad, culminó con el triunfo de larevolución popular artiguista: Peroen esta época de la Patria Vieja,en la que el gobierno del prócer,radicado en Purificación, debióabocarse al estudio y solución dearduos problemas politicos y so­cioeconómicos, Montevideo estuvoprácticamente ausente de las des­cripciones de los viajeros. Reapa­recerán después de' que el invasorportugués hace su entrada bajo pa­lio en la ciudad, por el antiguoPortón de San Pedro.

Tiempos sombríos de nuestra his­toria, en los que la oficialidad lusi­tana no provoca resistencia en lasclases dominantes de Montevideo,especialmente entre los represen­tantes del comercio portuario, losque al pacificarse el pais acrecen­tarán rápidamente su patrimonio.A muchos de los otrora florecien­tes hacendados la revolución los haempobrecido, pero otros se veránfavorecidos por las suertes de cam­po otorgadas por Lecor.

En este período los viajeros en­juician generalmente con dureza alos patriotas y con lenidad el ré­gimen de Lecor. Época en la quealgunos influyentes personajes, co­mo lo advierte Mario Falcao Espal­ter, son protagonistas de una tramaoscura en torno de la obra del fa­nal de la isla de Flores, cuya con­firmación documental hemos teni­do en nuestras manos.

En' 1820 Montevideo recupera supoder y lo proyecta sobre todo elterritorio nacional. Lo restringirácinco años después la cruzada li­bertadora, que levanta nuevamentela campaña. Luego de la paz de1828 y del desalojo de las tropas

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imperiales, Montevideo recobrarásu hegemonia.

Un inglés y un estadounidensenos han dejado sus impresiones so­bre la ciudad de 1817. El primerode ellos, Emeric Essex Vidal, acua­relista londinense que cultivaraamistad con Pedro Trápani, uno delos organizadores de la cruzada la­vallejista, pintó temas en el Uru­guay, Brasil y la Argentina de altovalor documental, complementadosen ocasiones con comentarios des­criptivos.

Se expresa en los siguientes tér­minos acerca de las caracteristicasfisicas de Montevideo: " ... La ciu­dad ofrece una hermosa aparienciadesde la bahia, por estar construidaen una pendiente, y las casas en­tremezcladas con árboles y jardi­nes Pocas de las casas tienen másde un piso; son de piedra y ladrilloy tienen techos chatos, sin chime­neas, pues el fuego se enciende ge­neralmente en el patio o en una co­cina separada, trayéndose a las ha­bitaciones en braseros especiales,cuando el tiempo es frio o húmedo.

Las calles son anchas y se cruzan,unas con otras, en ángulos rectos,pero están sin pavimentar."

y agrega este cuadro que reflejael deterioro de la región: " .... Lasrevoluciones politicas que han con­vulsionado a casi toda la Américaespañola, llevaron a Montevideo ala ruina.

"La ciudad misma ha decaido, ya pesar de que los portugueses, queen los últimos tiempos se habianposesionado de ella, han realizadoalgunos adelantos, aun asi, y comoel perturbado estado del pais hapuesto fin a todo comercio, los me­dios para llevar a cabo cualquierplan, con esos propósitos, son extre­madamente limitados. Antes habiaun suburbio muy extendido, conmuchas casas quintas elegantes per­tenecientes a los comerciantes es­pañoles de la ciudad, pero ha sidotan comoletamente asolado durantelas guerras de la independencia,que todo lo que ahora queda de loque en un tiempo albergaba a unapoblación de seis mil almas, son al­gunos muros rotos y parte de una

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capilla. Antes de esta lucha habíacatorce mil habitantes dentro desus muros; este número se ha re­ducido ahora a cinco mil."

E. M. Brackenridge, que viajó aAmérica del Sur por orden del go­bierno estadounidense en 1817 y1818 en la fragata "Congress", coin­cide en dejarnos una opinión desfa­vorable sobre la situación de Mon­tevideo durante su visita en el añocitado en primer término, pero aña­de otras interesantes observaciones.

RASGOS FISICOS DE LECOR"De conformidad -dice Bracken­

ridge-, nos dirigimos al alojamien­to del general portugués, que ocupauna de las grandes y mejores casasde la ciudad. Entrámos en un es­pacioso patio con corredores en¡ con­torno por entre una guardia de sol­dados negros, con caras lustrosasy grasosas, y vestidos con un uni­forme vistoso. En estos países seprefieren los negros para guardiasy centinelas cerca de las personasde los oficiales de distinción. Des­pués de atravesar varios departa­mentos, pasando centinelas y conoficiales de servicio mostrándonostoda la pompa y parada de la ins­talación de un gran jefe militar,entramos ,en una habitación dondese-nos invitó amablemente a tomarasiento. Apenas habíamos tenidotiempo de recobrarnos de las im­presiones producidas por esta, paranosotros, inusual escena, cuando elmismo general hizo su aparición,que nos dejó muy sorprendidos. Es'de figura notablemente hermosa,alto y erguido, con natural dignidadde maneras, sin afectación. Su edades de más de cincuenta y cincoaños, su tez demasiado rubia para

un portugués; en efecto, despuéssupimos que es de ascendencia fla­menca. La reputación de este ofi­cial no contradice la impresión fa­vorable que su aspecto imparte. Sufama es la de un soldado valiente yhombre fino y afable. Según todoslos informes, sin embargo, no debeexclusivamente a estas buenas cua­lidades su elevación desde un rangoinferior en la vida."

"ESTRAGO Y DESOLACION"" ... Por todas partes -escribe

el observador norteamericano-- sepresentaban trazos de la rapidísimadecadencia de esta ciudad última­mente populosa y floreciente. Lascasas, en su mayor parte desmoro­nándose o desocupadas, callejas en­teras deshabitadas, excepto loscuarteles. En las calles más fre­cuentadas eran pocos los que seveían que no fueran soldados, oacaso una mujer solitaria vestidade negro, escabulléndose hacia al­guna capilla para rezar el rosario.Parecia que alli se hacían pocoso ningún negocio en ninguna par­te, ni aun en las pulperias o tien­das. La ciudad realmente pareciaque hubiere experimentado la visitade una plaga. Durante la mayorparte de nuestro paseo, al comienzode la siesta (a eso de la una deldía), el silencío de la ciudad podíaatribuirse en algo a esta circuns­tancia. Vimos numerosas personas

-del pueblo bajo acostadas de espal­das, atravesadas en las veredas dellado de la sombra de las casas, conun poncho extendido debajo; nosveíamos obligados a hacer un rQdeopues no deseábamos pasar por en­cima de ellos por la misma clasede aprensión que sentiríamos. ~nte ,

un mastín bravo o perro de presa."" ... Esta gente de quien se estabahablando, parecía tener una mezclaconsiderable de sangre indígena, ajuzgar por su tez y su lacio cabellonegro, casi tan basto como crinde caballo.

"La ciudad todavia retiene todaslas señales de haber sido antes flo­reciente. Las calles son trazadas acordel y mucho más espaciosas quelas de Río, así como menos sucias,aunque poca o ninguna atención seles presta; los edificios en generalson también construidos con mejorgusto. Las calles están pavimenta­das, pero las aceras son angostasy pasables .. , El rápido crecimientode este lugar debe atribuirse a lacircunstancia de tener mucho me­jor puerto que Buenos Aires, sipuede decirse que este último lugartenga puerto. El puerto de Monte­video, en efecto, es el único del ríoque merezca tal nombre. Esta ciu­dad se convirtió en emporio de loque se llama Banda Oriental, vastacomarca situada entre el rio Uru­guay al oeste, los dominios portu­gueses al norte, el océano por eleste y el Río de la Plata al sur,con el mismo número de millas quelos estados de Mississippi y Ala­bama. . .. Las principales expocta­ciones de esta ciudad y provinciaconsisten en i;:Ueros, tasajos, sebo,etc., en monto muy considerable."

" ... La ocupación de esta ciudadpor el general Lecor, con la divi­sión principal de cinco mil hom­bres, que desde erttonces ha sidoreforzada, puede considerarse comoel golpe final. En ocho años la po­blación se ha reducido por lo me­nos en dos tercios, muchos de losprincipales habitantes se han ido,la propiedad -hasta un monto in-

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menso-- en los encantadores subur­bios, que contenían mayor pobla­ción que la ciudad, ha sido destrui­da, y el valor del remanente, re­ducido a una simple bagatela. Enrealidad no hay más que una guar­níción con algunos pocos habitan­tes hambrientos que son vejados yhostilizados por los militares. Medijeron que no obstante esta mise­ria, hay aquí un teatro, y que lastardes se pasan en bailes y danzas,quizá por falta de otras preocupa­ciones: actos exteriores que nosiempre son indicio cierto de cora­zón. Cuando consideramos la estag­nación de los negocios, la deprecia­ción de la propiedad y la deficien­cia de las provisiones, fácilmentepodemos conjeturar lo que debe deser la condición de un pueblo. Pocaduda hay de que si este lugar hubie­ra permanecido agregado a BuenosAires, los portugueses no lo ha­brían molestado; pero la revueltade Artigas y su sistema desorgani­zador, les dio una oportunidad de­masiado propicia para hacerse due­ños del territorio que habían codi­ciado durante más de siglo y me­dio."

LOS ALREDEDORES DEMONTEVIDEO

..... Por la mañana traspusimosuna de las puertas, para dar unvistazo al país [a la zona] de ex­tramuros y dentro de las líneasportuguesas que se extienden, entorno, unas tres millas... Prontonos encontramos rodeados de rui­nas, con un aspecto mucho mástriste que las de la ciudad. Casitoda la extensión que he mencio­nado antes estuvo cubierta conagradables moradas y jardines ane-

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xos muy bien cultivados: ahora esuna escena de desolación. El te­rreno apenas muestra huellas delos sitios donde se alzaron, o delos jardines, exceptuando aquí yallá los fragmentos de setos de tu­nas con que antes habían estadocercados. Los árboles frutales y deadorno habían sido cortados paraleña, o quizá por entretenimiento.En la superficie de esta extensa yfértil llanura, que pocos años hacontenia tanta población como laciudad, actualmente no hay másque una decena de familias quealojan soldados, y unas pocas cons­trucciones deshabitadas y destrui­das. Éste es el resultado de losmalhadados medios que han redu­cido la población de esta ciudad ysuburbios de treinta mil a poco másde siete. Por esto puede formarseidea del estrago hecho. Cabalgandoa lo largo de la bahía hallamos,sin embargo, sobre la ciudad, unlindo jardín que había escapado alnaufragio común. Nos apeamos yfuimos recibidos con hospitalidadpor el dueño, que nos llevó por susterrenos y nos mostró sus frutalesy legumbres. Desde este lugar esque Lecor se provee. Las frutas,duraznos, uvas, higos, naranjas,manzanas, etc., son extraordinaria­mente finas. En este clima encan­tador, con excepción de algunasfrutas tropicales, las que son másapreciadas maduran perfectamenteal aire libre. En efecto, creo queel clima no es superado por nín­guno del mundo, ni aun pare! deItalia o sur de Francia. No se ex­perimenta ni calor sofocante en ve­rano, ni el soplo helado del invier­no. El aire es tan puro que casi nopuede decirse que produzca putre­facción; notamos las osamentas de

la ciudad se va proyectandohacia afuera de su puerta exterior(año 1836).

varios anímales que parecían ha­berse secado, en vez de descompo­nerse. Se dice que las heridas enla carne humana se curan con difi­cultad por la misma causa.

Dejando este lugar continuamosnuestra cabalgata en otro rumbo:el aire fresco y tónico. El terrenogradualmente se eleva al alejarsede la ciudad. Me recordaba la mag­nífica ubicación de nuestra capital,la ciudad de Washington. Pero nadaocasionaba tanta sorpresa como laasombrosa fertilidad del suelo. Esuna tierra ligera, rica, negra, su­perior aun a nuestros mejores le­chos de río; y éste es su carácter

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general en todo el país. Algodón,caña de azúcar, maíz y toda clasede granos, serían igualmente adap­tables a este suelo y clima, dondeel pastoreo ha sido hasta ahoracasi el empleo exclusivo y que re­sulta imposible para un país popu­loso. Esta sola província puede con­tener tanta población como Franciay, sin embargo, el número de ha­bitantes nunca excedió de sesentao setenta mil. Notamos, mientrasadelantábamos por llanuras o coli­nas, grandes cantidades de cardo,que se corta, seca y ata en manojospara combustible, a consecuencia dela escasez de leña. Las osamentasde caballos, ovejas, etcétera, se uti­lizan con el mismo fin, particular­mente en la quema de ladrillos. Estoes lo que ha dado lugar a la le­yenda de que arrojan los animalesvivos a las llamas, con el fin dealimentar sus fogones. Muchos delos cuentos extravagantes relatadospor los viajeros no han tenido me­jor origen."

LOS GAUCHOS DEOTORGUES

" ... En llegando al terreno altocerca {le las líneas, el panorama eraverdaderamente deleitoso. [ ... ]Mientras mirábamos con mezclade pena y placer este espectáculo,súbitamente nuestra atención fueatraída por la {letonación de va­rios fusiles, y por la aparición dealgunos jinetes que galopaban adistancia de media milla allendelas líneas. Pronto se les reconociócomo una partida de gauchos, nom­bre que se da a la gente campesinaen general y por el que aqui sonconocidos los partidarios de Arti­gas, por estar casi todos los gau-

chos de su lado. La partida trata­ba de arrear algunos caballos por­tugueses, y ejecutaron esto conasombrosa destreza; primero hicie­ron galopar a los caballos que in­tentaban arrear, y luego parecíandarle la dirección que deseaban,cabalgando a veces de un lado uotro, o arreándolos por delante.Los caballos que montaban estoscentauros parecían manejados máspor la inclinación del cuerpo quepor la mano del jinete; tan exce­lente es su manera de cabalgar.Esta escena, según se nos informa,se repetía casi todas las mañanas;y parecía por parte de los gauchosmás bien un asunto de diversiónque de provecho, pues los caballosson tan abundantes y baratos quelos mejores pueden conseguirse porpoco dinero, y el propietario a vecessuelta un caballo para librarse delgasto y molestia de mantenerlo. Lapérdida de los caballos, sin embar­go, se sentirá probablemente porlos portugueses, qUe están confina­dos en un espacio reducido, que di­fícilmente suministra suficiente pas_taje para mantener los que tienen.Los observábamos atareadamenteempeñados en recoger su ganadopor estar bajo la protección de lastropas acantonadas, a intervalos alo largo de la línea A pocos den­tas de yardas de nosotros, apare­ció un cuerpo de cuarenta o cin­cuenta en un reducto, que no ha­cían otra cosa que mirar las haza­ñas de los gauchos. Nadie los per­siguió; se hicíeron varios tiros lar­gos con esperanzas de espantarlos;tal es la clase de sitio que se llevaadelante, por 10 que casi se consi­deraría una fuerza invisible. Esuna' especie de anomalía en la his­toria militar. Todos los estacíona-

dos aquí con tal fin, se supone noson más de trescientos hombres, almando de un jefe llamado Otor­gués, apareciendo y desapareciendocomo lobos de la llanura, y llenan­do su propósito con tanta eficaciacomo si su número subiera a cincomil."

A esta vivida y admirativa es­tampa de los jinetes prodigiosos delcoronel Fernando Otorgués, cabeagregar este elocuente retrato delcaudillo artiguista escrito por elmarino estadounidense George Frac.ker, a quien visitara en un ranchosituado en las cercanías de Toledo,donde se le había brindado hospi­talaria acogida luego de su naufra­gio en nuestras costas en setiem­bre de 1817:

"El amable general volvió a vi­sitarme aquella noche, acompañadopor varios soldados y al retirarse,ante nuestra ansíosa súplica, dejóa tres de guardia, bien armados,para que nos defendieran. Este ofi­cial militar, cuyo nombre era Ortu­gués, parecía uno de nuestros cha­careros, exceptuando ~ formidableespada en vaina de hierro. Su ves­timenta se componía de una cha­queta de tosco azul.. sobre la quellevaba el poncho Q capa cuadrada,"breeches" de terciopelo pardo yaltas botas; parecía un hombre be­névolo y bien intencionado; pero deninguna manera capaz de ma.T!daruna horda de merodeadores vaga­bundos, a quíenes estaba organí­zando en un ejército para la defen­sa del país, contra las incursionesde los portugueses."

MONTEVIDEO EN 1821Alexander Caldc1eugh, otro esta­

dounidense, que llega a Montevi-

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deo en febrero de 1821 en VIaJe aBuenos Aires, descubre su aspectocomo sigue. De paso nos dice queen la época tenia unos diez milhabitantes, comprendida la escasapoblación negra.

"Tiene buena edificación; las ca­sas son de azotea y muchas estánconstruidas con piedra y ladrillococido. Las ventanas ostentan re­jas de hierro, muy fuertes. Las ca­lles han sido empedradas última­mente por las tropas portuguesasa expensas de los vecinos. Habiaen las calles un ambiente de deso­lación que no está de acuerdo conel grado de prosperidad alcanzadopor Montevideo. El aspecto de lacatedral es poco importante; sehallaba repleta de señoras, vestidastodas de negro según la moda dela ciudad, y era dificil permanecerindiferente a sus encantos y atrac­tivos personales, sobre todo paraquien venía del Brasil. Estaban ha­ciendo sus oraciones, arrodilladassobre alfombras pequeñas traidasex profeso por sus sirvientes. Estoera ya una prueba de que habia-

. mas llegado a una dudad más lim­pía, porque la costumbre de la al­fombra no ha sido introducida to­davía en el país del norte; tam­bién resultaba una novedad el nú­mero de mujeres bien vestidas quese veían en las calles. .

"Concurri al teatro por la noche;un oficial del gobierno me presentóa las bellezas más celebradas, quese mostraron conmigo muy finasy amables hasta obligarme -deacuerdo con la costumbre -a co­mer más dulces y confituras de loque hubiera deseado... El teatroera pequeño, mal arreglado y losactores -como era de suponer­no de lo mejor."

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Detalle de la iglesia Matriz y sus aledaños en 1836. Dibujo deBarthélemy Lauvergne.

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Menciona Caldcleugh que el sue­lo de Montevideo era fértil y pro­ducía trigo excelente, frijoles, maíz,melones y frutas europeas en abun­dancia, como manzanas y duraznos.

En el mismo año -a fines deoctubre-- llega un notable obser­vador de nuestra campaña: el natu­ralista francés Agustín FrancíscoCésar de Prouvensal, más conocidopor Auguste de Saint-Hilaire.

Visita al general Lecor, al pres­bítero Dámaso Larrañaga -"unhombre de unos cincuenta años, derostro largo pero lleno, con narizdesmesuradamente prolongada; unasonrisa muy agradable y unos ojosque anuncían la espirítualidad"-,a Nicolás Herrera, que le presentaa las señoras Oribe, a Juan Mar­tín de Pueyrredón, radicado en laépoca en Montevideo. De MiguelBarreiro nos dice que era "un hom­bre pequeño, muy delgado, de unostreinta y cinco años; SUs cabellosnegros' y espesos, son naturalmenteondulados; su rostro es pequeño ypuntiagudo; su tez de extrema pa­lidez; sus ojos negros y ardiente­mente hundidos en su cabeza; seexpresa fogosamente y con vivaci­dad, demostrando instrucción y es­piritualidad".

Concurre a un baile en el Cabil­do, luego a un espectáculo teatralen la Casa de Comedias, visita losalrededores y el hospital civil, ynos informa que "desde que losportugueseS' están en Montevideo,se ha formado -dentro del hospi­tal- un establecimiento para losniños expósitos". Le atrae la aten­ción la biblioteca pública, situadaen una de las salas del Fuerte,edificio cuya construcción habíasido comenzada en tiempos de ladominación hispánica. En él tam-

bién se encontraban "las cajas pú­blicas y el tribunal de apelaciones,creado por el gobierno portugués".

Anota Saint-Hilaire: "La salaque encíerra la biblioteca es pe­queña pero ornada con gusto. Lacantidad de libros no se eleva amás de dos mil y varias obras estánincompletas por robos que se hancometido en distintas épocas, du­rante los desórdenes que este paísha sufrido. La biblioteca ha sidoformada después de la revolucióny los sueldos del bibliotecario fue­ron asegurados por un legado. Enestos momentos está i::errada; peropronto será abierta al público."

Observa que las murallas estánen mal estado y son a su juiciobastante insignificantes. "Del ladode tierra, están flanqueadas por laciudadela y [ ... ] del lado del rio,son poco elevadas y están defendi­das por baterías." Advierte la ex­trema suciedad de las calles, quenunca son barridas, y percibe quelas aceras que las bordean son es­casamente elevadas y separadas delmedio de la calle "por bornes demadera que se han reemplazado-en algunos lugares- por viejaspiezas de cañón".

y prosigue: "Las casas no po­seen jardín, pero i::ada una tieneen su patio algunos parrales, ro­sales u otros arbustos" [ ... J. "Lagente se apasiona por las flores yson pocos los que no las cultivan-en macetas o en cajas- sobre eltecho de sus casas."

"La mayoria de los habitantesson comerciantes y se observa unagran cantidad de tiendas sumamen­te provistas; los articulos de con­sumo son baratos, pero la mano deobra extremadamente cara. Todaslas mañanas. se lleva a cabo un

mercado de legumbres y flores de­lante de la ciudadela, y los hom­bres blancos no tienen ningún es­crúpulo en proveer alli" [ ... ]. "Lapresencia de la división portuguesaen Montevideo anima, accidental­mente, al comercio; pero luego dela destrucción del ganado, comoresultado de la guerra, las expor­taciones -que eran ínmensas- handisminuido bastante. La adminis­tración portuguesa ha tomado lasabia medida de prohibir la fabri­cación de i::arnes secas, a fin dedejar al ganado tiempo de multi­plicarse y, mientras que otras veceséste entraba en la ciudad anual­mente -para ser enviado en' se­guida al e,,-terior- en cantidadesde hasta un millón quinientos milcueros (sin hablar de los que pa­saban de contrabando), ahora sóloentran unos dieciocho a veinte mil,que es el monto del consumo delpaís."

Por supuesto, no deja de consig­nar sus impresiones sobre las mu­jeres montevideanas: "Lejos de en­cerrarse en el interior de sus casas,reciben visitas, se visten con gustoy limpieza y salen a la calle ycompran en las tiendas. Tienen,por lo general, la piel fina, bellosojos, rasgos delicados y son bienblancas. Su primer tratamiento esbastante frío, no se levantan pararecibir a los hombres y se conten­tan con hacer una ligera inclina­ción de cabeza; demuestran pocavivacidad pero poseen un excelentetono; i::onversan con mucho placer;parecen animadas por el deseo deagradar y, sin embargo, no .de­muestran ninguna afectación. Nosreunimos en varias casas para con­versar y baílar. Pocas de ellas sonmúsicas, pero casi todas saben to-

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Desembarcadero al fondo de la actual calle Treinta y Tres (1838).

car en el piano valses y contra­danzas y no se hacen rogar parahacerse oir. No se observa, entrelas mujeres de distinta clase, laenorme distancia que existe entrenosotros. Las mujeres de todos losrangos poseen dulzura y agrada­bIes. modales. Hay en Montevideomuchas mujeres públicas, pero ja­más abordan a un transeúnte, comopasa en las grandes ciudades euro­peas."

Evidentemente, los montevidea­nos le impresionan menos; "Están

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-nos dice Saint-Hilaire-, en sumayoria, bien vestidos; son serios,bastante menos afectuosos que losbrasileños y tienen una cortesiamás fria; empero, sus modales tie­nen -en cierto modo- más noble­za y distinción.

" ...Los ·pobres son raros. Estaclase, desgraciada y envilecida, ala cual damos nosotros el nombrede populacho, no existe; por debajode los artesanos, que en su mayoríaganan mucho y viven en la abun­dancia, no existen más que escla-

vos. Éstos son generalmente mejortratados, alimentados y vestidosque los del Brasil, y poseen, tam­bién, un porte de libertad y desatisfacción que no tienen estosúltimos."

y mientras el visitante francésrecorre las calles polvorientas delMontevideo de la Cisplatina, sor­prendido matiza sus sagaces obser­vaciones con esta nota de color lo­cal; "La leche se vende en formaasaz peculiar. Niños a caballo latransportan por la ciudad -en ba-

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tellas de cerámica~ atadas a los ex­tremos de un cuero, cuya mitad estáapoyada sobre su montura, y lapregonan a los compradores con elmismisimo tono con que nuestrosdeshollinadores de chimeneas ofre­cen sus servicios al público."

LA VOZ DE UNROMANTICO MARINO

Un teniente de la Marina RealInglesa -L. Boutcher Halloran­llega en cinco oportunidades a

Montevideo durante los años 1823y 1824.

Dinámico, cordial, extroverti­do, poeta, inflamable y pio (todoa un mismo tiempo), como lo cali­fica Carlos Real de Azúa, conside­ra dicho prologuista de la versiónespañola de su obra, que llega enun momento de excepcional impor­tancia, dado que se iniciaba en élla consolidación del Imperio delBrasil, se preparaba el reconoci­miento diplomático de las. nuevasrepúblicas y se incubaba.la ÍJ:'Imi­nente lucha por las márgenes delPlata.

Con los fragmentos que transcri­biremos, el lector, seguramente, nopodrá aquilatar la originalidad deeste viajero que penetró el ritmomontevideano de la época. Los he­mos elegido porque explican otrosmatices de las características esen­ciales de la ciudad.

Según Boutcher Halloran: "Losartículos más costosos entre los queusan las damas Videanas son losabanicos y los zapatos - un surti­do permanente de los primeros esnecesario para el uso constante deestos hechiceros auxiliares de laconversación; y se enorgullecen enespecial de la belleza de SUs pies;los zapatos son invariablemente deseda o raso, tan livianos, finos yestrechos como sea posible.

"Hay pocas mujeres más gracio­sas en un carruaje que las españo­las; esto tal vez sea debido, enparte, a que no usan corsés rígidos.'Me han dicho que consideran sufi­ciente, para sostenerse, un ligerocorsé sin ballenas. Algunos cordo­nes ajustados y cinturas alargadasle quítan toda elegancia a la partemás atrayente. de la creación.

"-¿ y qué me dice usted de lasgorras? -Oh, yo le hago la gue­rra a todos y cada uno -gorros,bonetes y turbantes-o Admiro elvelo, la mantilla, etc. Con excep­ción de dos personas, no he vistoaquí una sola cabeza cubierta, elcabello aparece simplemente riza­do o partido a la Madona con unao dos flores entrelazadas (en ge­neral naturales)."

Nos revela el autor, seguidamen­te, un evocador recuerdo de la gra­cia femenina: "La costumbre derecibír una flor de las bellas ma­nos de las jóvenes, cuando se lasencuentra o se las visíta, es muycomún aquí; y la más delicada ga­lanteria que Ud. puede tener es lade conservarla y mostrarla en su.próxima visita."

y agrega: "Remontar cometasparece ser casi la úníca diversiónde niños y niñas, en esta tierra. LasAzoteas son buenos lugares de re­creo para ellos, y un paseo agra­dable para sus padres: se las vellenas todas las tardes cuando sereúne la familia y sus visitas, go­zando del aire fresco. El techo detodas las casas llamado la Azotea.es plano, rodeado de una barandabaja; muchas tienen una torre cua­drada por encima de todo; no seve chimenea alguna."

Los esclavos son mencionados eneste comentario que documenta da­tos de ínterés sobre su fiesta tra­dicional del 6 de enero, que tam­bién describirá d'Orbigny:

"En este día, los esclavos y losnegros libres eligen anualmente unrey, que, de paso, hace las vecesde un magistrado inferior en todassus disputas insignificantes: en estaocasión hay una especie de satur­nal, habíéndoles prestado sus amos

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y empleadores rícos trajes, unifor­mes, espadas, etc. (pues en ese mo­mento están todos armados)."

-"¡Ah! ¿es buena politica entre­garles armas ?"."1.os esclavos sonescasos en Montevideo, y son trata­dos bondadosamente; en verdadmás bien parecen humildes amigosy sirvientes confidenciales; no pue­de haber peligro alguno. -Creoque el otro dia Ud. hablaba, conno pequeña indignación, del trata­miento cruel que soportaban losesclavos. -Eso era de los brasile­ños y otras naciones, no de los Vi­deanos; pues en ninguna parte sontratados con más suavidad y bon­dad que aqui. El rey electo vestiahoy un llamativo uniforme _-azuly oro con dos charreteras, etc.- ysu corte estaba igualmente guapa.La reina y las damas de honor es­taban ataviadas con elegancia yguSto, habiéndoles permitido Susamas que usasen sus adornos."

El desembarcadero es otro. de loscentros de interés en las descrip­ciones de Boutcher Hallaran: "Esuno de los mejores que conozco. Secompone de un inmenso entarimadoo plataforma, construida sobre pi­lares macizos, dentro del agua; es­tá rodeada por una barandilla ybancos (gran parte está techadacomo refugio contra la lluvia) yde noche está iluminada con lám­paras de vidrio. Poleas y grúas es­tán colocadas en varios lugares,para la comodidad de cargar ydescargar barcos; y hay tres subi­das por otros tantos tramos de es­calera. El total de esta útil cons­trucción está conservado en buenestado, y bien pintado: se descien­den desde la plataforma unos po­cos escalones hacia el muelle o

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desembarcadero, defendido hacia ellado del río por algún éañón olvi­dado; dejándolos atrás, según creo,a los Aduaneros y en parte a laGuardia Nacional: otro Cuartel deGuardia (un cobertizo miserable ysücio) aparece enfrente; si dejáisal tal un poco hacia la izquierda,estaréis andando por la calle prin­cipal arriba, «Calle San Felipe»[actual Misiones]."

De regreso de. un viaje al PoloSur, adonde fuera en misión de ex­ploración y en procura de pielesde foca, llega al puerto de Monte­video, el 3 de abril de 1824, el in­glés James Weddell, en tiempos enque dominan la ciudad los impe­riales brasileños.

Observa que "muchas de las ca­lles están tan deshechas que resul­tan intransitables" y nos dice que"todo el conjunto, en este entonces,expone la ruina acumulada de unaserie de años agitados por con­tiendas domésticas y ajenas, casiperpetuas".

Los comerciantes ingleses forma­ban un grupo de importancia y úl­timamente habia sido nombrado uncónsul brítánico para velar por susintereses. El autor participa de unbanquete con el que celebrabananualmente el cumpleaños del reyJorge IV, el que fue amenizado poruna banda portuguesa. Era nota­ble -dice Weddell- cómo un viejoespañol frotaba uno con otro dosplatos de postre, a. cada chocar devasos, y luego los arrojaba sobresu espalda.

Refiriéndose a las exportacionesde la plaza, comenta el viajero:"Consisten principalmente en caba­llos, novillos, cueros y cuernos. Es-

tos animales han disminuido consi­derablemente durante los últimosquince años, o sea desde la épocaen que nuestras tropas tomaronposesión de la plaza, y por consi­guiente aumentaron de precio. Memostraron un montón de huesos decaballos que cuando fueron muer­tos, hace quince años, más o me­nos, los trajeron al matadero pordos chelines cada uno. Un buencaballo cuesta ahora dos libras es-

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Carr~ta accidentada en las afueras de Montevideo (años 30 del siglo XIX).

terlinas. No hay duda de que losnovillos todavia abundan en el in­terior, pero en la vecindad de laciudad escasean. En este momentoun novillo bien gordo cuesta cercade dieciocho pesos, y hace una do­cena de años se le mataba sólopor su cuero y sebo. Las verdurasestán a precios exorbitantes y todolo demás que produce el campo haaumentado su precio en igual pro­porción."

LA MISION MUZIRecuerdos numerosos y amenos

dedica a Montevideo José Sallusti,secretario de la Misión Muzi a es­tas regiones de América del Sur,en la cual venía· el entonces canó­nigo Mastai Ferreti, luego SumoPontífice Pío IX. Corresponden es­pecialmente a su permanencia des­de diciembre de 1824 a febrerode 1825.

Entre otras prolijas observacio­nes, describe así el atuendo de loscapitulares: "Cuando el Cabildo deMontevideo ejerce en cuerpo fun­ciones públicas, cada uno de susmiembros va vestido con traje cortode paño negro muy fino, y con unagran faja encarnada atravesada alpecho, con hebillas de oro en elcinturón y en los zapatos, sombre­ro de militar con bordados unifor­mes, y en la mano la insignia del

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El fuerte, levantado en la actual plaza Zabala. fue residencia de losgobernadores españoles. Acuarela de Vincent.

mando, que es una larga caña deIndia, negra y muy flexible, quesimboliza la justicia, administradapor el Cabildo. Le precede siempreun ordenanza, de gran parada,.elque dan el nombre de Portero[Pregonero( ? );), porque lleva la vozdel Cabildo. Lleva delante de sí untrompetero y a los lados dos ma­ceros vestidos de ríco manto talarde terciopelo encarnado, con bor­dados y grandes flecos de sedaroja, que les caen de varías partescon elegante dístríbución. Un som­brero . redondo del mismo tercio­pelo, con flecos de seda roja, pendedel brazo izquierdo, y sostienen conla mano derecha la insignia delCabildo, que consiste en una ricaasta de plata, coronada por ungracioso grupo del mismo metal,formado por una flor, en cuyo cen­tro se ve una torre: con esta ins­cripción: Muy fiel y Reconquista­dora."

Otra referencia dedica al comer­cio de pieles de jaguares, "muchosde los cuales son tan grandes comoel cuero de un buey": "Aquellosvalientes aldeanos -dice Sallusti­cuando van a la caza de esta fierase arman de fusil y de un macizogarrote; y como el tigre es muydébil de lomo, si en lugar de caeral disparo, ataca al cazador, éstele descarga sobre la espina dorsal,hasta matarlo, y, una vez extraíday disecada la piel, la venden hastaen cuatro o cinco pesos."

Recuerda también ciertos díasdel año en los cuales se reúnenlos negros de Montevideo para ce­lebrar sus fiestas: "Los del Congocelebran su fiesta en el día de San·Benito Moro, en el cual eligen unjefe, a quien dan el título de Rey;y todos en aquel año le obedecencon mucho respeto. Lo mismo ha­cen los de Bengala, en el día dedi­cado a San Baltasar, uno de los

tres Santos Reyes Magos. Perso­nas también de mucha considera­ción y respeto entre los negros deMontevideo son los compadres y losque les sirven de testigos en susmatrimonios; y en todas las dife­rencias que nacen entre los cón­yuges se acude ordinariamente auno de los dos padrinos, y él consu autoridad y prudencia, los arre­gla amigablemente, sin que ningunose oponga a sus decisiones."

"Dignas de citarse -agrega elsecretario de la Misión Muzi- meparecen otras dos costumbres quehe notado en Montevideo. La pri­mera es que cuando quiere hacerseun funeral solemne al cadáver dealgún noble o de alguna persona deestima en la ciudad, se toma suataúd desde el medio de la iglesia,y acompañado del clero, se da conél una vuelta por el interior deésta, depositándolo tantas veces entierra, cuantas ordena el que pre­side, hasta llegar al sitio de dondefue tomado. En cada estación seinciensa y se cantan las acostum­bradas preces litúrgicas. Cuantasson las estaciones que se hacen,otros tantos son los estipendios, demedio escudo cada uno, que se pa­gan a cada asistente, y un escudopor la misa."

Un almuerzo en la hermosa quin­ta que sobre el Miguelete poseiaFrancisco Juarucó, con motivo decelebrarse allí el cumpleaños delVicario Apostólico Larrañaga, pon­drá en aprietos a los viajeros antelas intencionadas interpretacionesde artistas italianos de Montevideoy otros traídos de Buenos Aires,incluso una bailarina francesa, quecompartían la mesa ricamente pre­parada, los generosos licores y losexquisitos vinos europeos.

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Llegada del Gral. Fructuoso Rivera a Montevideo en 1838. El edificioembanderado es la Casol de Comedias.

En 1825 llega un apresurado in­glés, el capitán Andrews, coman­dante del ''Windham'', que obser­va murallas arruinadas, calles aban­donadas, habitaciones sucias y de­terioradas Y una población tara­ceada con toda variedad de colo­res, "desde el negro azabache almestizo y de allí al pálido tintecriollo". La fugacidad del viaje nole impide admirar en nuestras mu­jeres, con palabras de Byron, sus"ojos negros de profeta".

Otro inglés, J. A. B. Beaumont,que arriba en 1826, descubre quea pesar de la ruina y desolaciónen la que se encuentra Montevideo,el bloqueo' de Buenos Aires le hadado cierta vida. "El número depresos llevados a la ciudad -nosdice- y los pasajeros y tripula­ciones alojados en ella, contribu­yen mucho al movimiento de la ca­pital yle aportan beneficios. Peroen este beneficio local -agrega­no participa la campaña: las estan­cias están en ruinas porque los ga­nados han sido arreados lejos porlos propietarios o les han sido arre­batados a estos últimos por losejércitos enemigos" (léase, por lospatriotas) .

Beaumont incluirá en sU obra es­ta breve alusión a la excelente si­tuación geográfica que tiene Mon­tevideo para el comercio:

"Es punto céntrico para reunirlos productos de la provincia y pa­ra exportarlos desde alli,así comopara distribuir las mercaderias im­portadas de vuelta. Es también su­perior a Buenos Aires como puertointermedio para el transporte demercaderias desde los barcos másgrandes que llegan de otros paísesdistantes, a los ba.rcos más peque­ños que pueden navegar por el Pa-

raná y el Uruguay, porque el canalde aguas profundas va sobre lacosta norte del río de la Plata, ysiguiendo este canal se evita el pe­ligro de la navegación por aguas

.poco profundas hasta Buenos Ai­res."

El general Miller -uno de losmuchos oficiales ingleses que lu­charon a las órdenes de los liber­tadores de los países americanos-,que en 1826 desembarcara en Mon­tevideo, advierte con sagacidad que"la política del general Lecor, pro­moviendo el matrimonio en sus tro­pas, había producido un efecto ab-

solutamente opuesto al que se pro­puso, pues las mujeres que son na­turales del país, catequizaron bienpronto a sus maridos, los cuales,tanto oficiales como simples solda­dos, se hicieron un objeto de des­confianza para el gobierno de Ríode Janeiro, el cual hasta manifestóuna cierta falta de confianza haciael general Lecor, que es hombre ex­celente, y a quien habrían removi­do si el emperador hubiese podidohallar un sucesor de igual talentoy merecimientos."

En 1827, cuando llega su conna­cional Roberto Gibson, en pleno

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Un aguatero y lavanderas en los alrededores de La Aguada. Fragmentode una litografía de D'Hastrel l1840 l.

bloqueo a Buenos Aires, se encuen­tran en la bahía de Montevideo"cuatro o cinco fragatas" británi­cas. Camina por sus calles, desier­tas en horas de la siesta, y refiereque la catedral es un edificio cons­truido de ladrillos y que sus torres,situadas una a cada extremo delfrente del edificio, "están cubier­tas en la parte superior, con piezasele barro cocido, china o porcelanalabrada o de .yo no sé qué, de máso menos pie y medio cuadrado".

ALCIDES D'ORBIGNYDESCRIBE EL CAMPAMENTODE LOS PATRIOTAS

Basta de viajeros presurosos quesólo advierten la epidermis de los

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hechos ciudadanos. Llega en 1827 aMontevideo el naturalista francésAlcides Dessalines d'Orbigny, enmisión oficial del Museo de París,para estudiar la fauna y la florade los países de la cuenca del Plata.Atraviesa llanuras "en las que nadalimíta la mirada" y tras una horade andar en carreta llega al cam­pamento patriota.

Emociona la lectura del retratoque nos dejara de aquel ejércitocampesino, sufrido, fuerte y glo­rioso, al cual debemos principal­mente nuestra tan preciada liber­tad, para bien de los uruguayosque fueron, de los que vívimos enesta hora fugitiva y de los aúnincreados:

"Para hacerse una idea de estecampamento, es preciso' concebíruna reunión de gentes vestidas entodas las formas posibles, acosta­das todas al aire libre. i Cuánto ad­miré entonces la simplicidad de esosvalientes, consagrados a la defensade su patria! Nunca tuvieron pan;carne, por todo alimento; expuestosdia por día '·al fuego de un sol ar­diente y sin otro lecho, de noche,que el cuero (recado) que oficiade montura durante el día y queextienden en el suelo por la noche,sirviéndoles el cuerpo de la propiamontura de cabecera y su ponchode cobertor. Nunca pueden desves­tirse. Cae el rocío sin impedir queesos bravos militares, hasta ayerpacíficos pastores, descansen espe­rando el dia, que pasan vigilandosus fronteras y combatiendo a losusurpadores de su tierra. Apenasun galón en la gorra distingue alos oficiales de los soldados rasos.La vestimenta de los soldados gau­chos consiste en un calzón blancoo calzoncillo, unchiripá de colorazUl o rojo escarlata, pieza de telaque les envuelve la cíntura y laspiernas; un poncho azul orlado derojo, que pliegan sobre sus hom­bros, lo que presenta un contrastede colores bastante subido. Por cal­zado gastan botas de potro, es de­cir botas hechas con cuero peladosin curtir, de la pata de un caballo,y cuyo codo forma el talón. Se to­can con un sombrerito en formaidie pan de azúcar, cubierto 'Casísiempre por un pañuelo de coloratado a la cabeza de manera queflote sobre sus hombros y los re­fresque mientras galopan. Comoarmas tienen un sable, una carabi­na y 'a veces pistolas; pero todosestán munidos del terrible lazo del

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que más de una vez tendré ocasiónde hablar, asi como de las no menospeligrosas bolas. No existe algomás elegante que un gaucho al ga­lope, alzado el poncho,con la ter­cerola apoyada en el muslo y enactitud oblicua."

El dibujante y pintor de Cham­béry, Carlos Enrique Pellegrini,que vivió en 1828 en Montevideodurante unos seis meses, dirá encarta dirigida a su madre el 28 deabril de ese año que la ciudad tienede quince a veinte mil habitantes,entre los cuales un diez por cientoeran franceses.

"Por las veredas mal enlosadas--le escribe-- pasean las damas al

atardecer, visitando los negocios delos europeos, que aquí como 'alláse esmeran en la brillante presen­tación de sus vid:rieras. No hay¡.quizá, lugar tan preocupado por ellujo en el vestir de las mujerescomo esta ciudad de América. Todolo sacrifican al engalanamíento desus personas y muchas que duer­men en un mal lecho y apenas tie­nen qué comer, salen' más elegan­temente vestidas que una dama derango.

"Pero, en cambio, ¡qué pobreza,qué desnudez en el interior de suscasas! Cuatro muros blanqueadoscon habitaciones de un solo píso,un techo de tirantes groseramente

cortados, sobre el que reposa unasuperficie de ladrillos llamada te­rraza; el pavimento también deladrillos, unas sillas de maderaconfeccionaqas en Estados Unidos,una mesa, un lecho, en los murosni papeles pintados, ni cuadros.Rara vez una alfombra ... Mosquí­tos, ratas, hormigas."

Recién llegado de Paris, Pellegrí­ni, que según SUs palabras disponiade SUs pinceles para abrir todaslas puertas montevideanas "hacia"las más bellas mujeres sobre todo",no se adaptaba, indudablemente,con sus 28 años y su titulo de in­geniero, a la sencillez de sus vi­viendas.

Persp,ectiva del Oeste 'de la ciudad (año 1848). Autor: Besnes e Irigoyen.

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Detalle de la acuarela de Besnes e Irigoyen "Vista del muelle viejoy bóvedas" laño 1848).

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A mediados de 1828 tomabapuerto en Montevideo la corbetaChanticleer. El principal objeto desu viaje era descubrir la verdaderaforma de la tierra mediante unaserie de experimentos con péndulo.En ella llegó el cirujano; inglésN. H. B. Webster, que luego recogióen un libro sus recuerdos de lalarga travesía.

Webster comenta que las callestienen solamente una lámpara decuando en cuando; que el comer­ciante que está interesado en losnegocios marítímos tiene su mira­dor, una especie de torre de obser­vación, donde con su largavista ob­serva el distante horizonte haciael este, ansioso por el esperadoarribo de algún velero; que lostenderos son españoles; que en elmercado se venden gran cantidadde caracoles que Se utilizan parahacer sopa; que la ópera, cuyasfunciones se efectúan los domingosy jueves, es el único entretenimien­to público, .excepto en la temporadaveraniega, cuando las carreras decaballos atraen a un público entu­siasta; que en las intrincadas evo­lucíones de un "minuet" no es rarover a una niña de ocho años, conla gravedad e importancia de unaadulta; qUe pese a la abundanciade vacas se importa manteca ir­landesa; que tan pronto se tras­ponen las murallas de la ciudad, sepresenta la mísma escena de re­pugnante suciedad que apuntancasi todos los viajeros.

Aún los ímperiales brasileños sondueños .de Montevideo, pero el l'de mayo de 1829 el gobierno patriohará su entrada en la ciudad porel viejo Camino Real, hoy avenidaAgradada, recibiendo el fervorosohomenaje popular.

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El mercado, observado desde el mirador de Juan M. Pérez (Sarandí y plaza Independencia actuales).

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EN LOS PRIMEROSTIEMPOS DEL URUGUAY

INDEPENDIENTE

En momentos en que el generalFructuoso Rivera asciende a laprimera presidencia de la I Repú­blica, veinte años de guerra 'habianreducido al máximo los recursoseconómicos del pais.

El antagonismo que distanciabaa los hombres de Montevideo y dela campaña también se hacía visi­ble entre quienes habian sido. en elámbito de la ciudad, aportliguesa­dos, abrasilerados o portl:ñistas.Las clases dirigentes --doctoJ:es, co­merciantes, grandes hacendados-­cuando no repudiaban abiertamenteel sistema artiguista lo sepultabanen un total olvido, actitud que pos­tergó por largos años el juicio defi­nitivo de la historia.

No obstante este esencial cambiopolitico en la vida nacional, Se su­cederían los choques entre los cau­dillos que habian posibilitado nues­tra vida independiente -Lavallejay Rivera- y luego la dilatada ydevastadora lucha por el derechode dominio del país entre nuestrosdos primeros presidentes -Riveray Oribe- con la asistencia y, porsupuesto, poderosa influencia dealiados extranjeros,

Cabe recordar el juicio de Eduar­do Acevedo, en sus "Anales". refi­riéndose al primer conflicto: "Siem­pre, invariablemente, el mismo mó­vil de predominio personal, Cadauno de los dos grandes caudillosprocuraba poner el pie encima delotro, Rivera a titulo de su mayorvolumen político y militar durantelas campañas de Artigas; Lavalle­ja por su Cruzada de los Treintay Tres en momentos en que Riveratodavia continuaba adherido a ladominación portuguesa. Del país enque ambos habian sacrificado todocuanto tenían y todo cuanto valían

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y por cuya ventura volverian a sa­crificarse una y cien veces, porqueeran grandes patriotas; del pais seolvidaban en absoluto frente alproblema de cuál de ellos dos ocu­paria la Presidencia y tendria sub­yugado al otro."

NUESTRAS FESTIVIDADESVISTAS POR UN SUECO

Con el sueco Carlos EduardoBladh retomamos la voz de los via­jeros. Es tipica su descripción delas bulliciosas celebraciones aue serealizaban en carnaval y durantelas fiestas mayas, en las que se con­memoraba, durante tres dias, elcomienzo del movimiento revolucio­nario bonaerense de 1810:

"Los dias 25, 26 y 27 de Mayose festejan anualmente con varia­das diversiones, Entre otras pudever [1831] una especie de calesita.instalada en la plaza mayor de laciudad. Un grupo de jóvenes debuenas familias se habian disfra­zado de gauchos y andaban a ca­ballo a toda carrera con las lanzas

en pOSlClOn de a la carga, en unapista cercada, a los efectos de en­sartar con las lanzas la sortija col­gada en hilera al través de la pista.Estaban presentes jueces compe­tentes, quienes entregaban los pre­mios a los ganadores, mientras quegrupos de espectadores vestidos conropas coloridas y llamativas, llena­ban el aire con algarabía. A pocadistancia se veía un joven gauchomontando un caballo chúcaro quehacia toda clase de saltos a loscostados y hacia arriba [corcoveas]a los efectos de librarse del jinete,pero éste estaba como clavado enel lomo del bagual sin tener reca­do alguno. Otra diversión que mellamó mucho la atención era la en­trada de un toro salvaje, tambiénjineteado por un gaucho. El torohacia lo indecible en sus piruetaspara líbrarse del jinete, a veces ti­rándose al suelo con fuertes bra­midos, en cuyo momento el jinetemomentáneamente dejaba el toro,para en seguida montarlo cuandoéste se levantaba.

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"El carnaval se festejaba aquí enla mísma forma que en BuenosAires, con bailes de disfraz, juegosde agua y arrojando huevos, etc.Especialmente se tiraban huevoscontra las casas en las cuales vi­vían muchas mujeres. Éstas se re­fugiaban en las azoteas, pero allíestaban de nuevo expuestas a losataques de los vecinos, porqueenormes pilas de huevos llenadoscon agua habían sido acumuladosen las azoteas; siempre había sufi­cientes hombres y jóvenes, quienescon gran fuerza tiraban las bombi­tas traidoras. En estal? fiestas par­ticipaban todas las clases socialesen los entretenimientos públicos;se Ve en estos momentos en lascalles y en las plazas una multitudde gente mejor y peor, gauchós,negros e indios.

"Los negros, de los cuales unagran parte son libres, el resto es­clavos, son especialmente dados alos placeres. En un lugar abierto,afuera de la parte sur de la mura­lla, se les ve todos los domingosde tarde en grupos, según cadanación, cantando sus canciones ybailando sus bailes tipicos."

Escapando apenas a un temporaldel sudoeste, arriba nuevamente aMontevideo, el 12 de octubre de1834, Juan Parish Robertson. Lanavegación del Plata seguia siendoarriesgada y se perdian muchos bar­cos a causa del pampero y de losfrecuentes cambios de situación delos bancos de arena. De ahí el nom­bre que le daban los españoles alrio: "el infierno de los marineros."

Atento observador de la realidad,registra asi la situación de la ciu­dad a su llegada, con claras y dis­cretas expresiones:

"Al presente, las causas políticas,así como otras, le dan superioridada la Banda Oriental, cuyo comercioaumenta diariamente, mientras elde Buenos Aires declina. Bajo lamediación de Inglaterra, el territo­rio de la Banda Oriental forma unEstado integral. Brasil y BuenosAires fueron a la guerra y agota­ron mutuamente sus recursos, conla esperanza de redondear sus te­rritorios anexándose estas llanuras.Por lo tanto, Inglaterra se ha he­cho, en cierta medida, guardianade la independencia de Montevideo;bajo los mismos auspicios, los limi­tes de los dos Estados quedan porser ajustados, de acuerdo con lostérminos de un convenio hecho en­tre ellos al finalizar la guerra. Laciudad está protegida todavía, aleste, por sus fortificaciones; perode acuerdo con el tratado brasileño,éstas deben ser destruidas."

EL PROGRESO EDILICIOSE ACELERA

Montevideo va cambiando rapl­damente en su aspecto edilicio, pro­yectándose -fuera de las murallasque se empezaron a abatir en1829- en la Ciudad Nueva, deli­neada entre las calles Ciudadela yEjido por el coronel de ingenierosJosé Maria Reyes.

Robertson presenta este esperan­zado cuadro: "La cantidad de edi­ficios nuevos y las masas de ladri­llos y argamasa que obstruyen eltránsito por las calles, son eviden­cias seguras del mejoramiento yensanche progresivos de la ciudad;mientras que el estancamiento totalde todas estas obras en BuenosAires presenta un contraste impre­sionante, en nada favorable a las

perspectivas de esta última ciudad."En poco tiempo, las casas de

ladrillos, pequeñas y bajas de Mon­tevideo, serán suplantadas por edi­ficios espaciosos y elevados, de gus­to europeo, que ya se están cons­truyendo por el lugar."

Muy poca gente caminaba por lascalles cuando las recorre Robert­son. Casi todos eran jinetes querealizaban compras, vestidos conponchos rojos y multicolores, de loscuales nos brinda este retrato:"Usan espuelas extraordinariamen­te pesadas que resuenan contra elsuelo cuando caminan y, en lugarde botas, introducen sus piernas enpieles de patas de caballo estira­das, las que llegan hasta un parde anchos pantalones bajo la ro­dilla: esto deja el pie casi desnudo.Sus estribos son de madera o bron­ce, de forma triangular, y tan chi­cos que, en lugar de admitir todoel pie, son enganchados en los de­dos grandes -operación penosa pa­ra cualquiera-, excepto para ungaucho. Cuando desmontan, arro­jan las riendas sobre el pescuezodel caballo, el que no Se mueve desu sitio hasta que el jinete vuelvea saltar sobre su lomo."

El impenitente viajero italianoGaetano Osculati no demuestra elinterés de Robertson por los gau­chos, a su paso por las mismas ca­lles, a mediados de 1834, pero da­mos fe de que dirigió su atenciónhacia el interior de las moradas.

De su relato extraemos este co­mentario. hecho al referirse a lascasas, "siempre abiertas de par enpar, porque las opulentas familias(... ) gustan hacer ostentación de suslujosos mobiliarios." "Los transeún­tes pueden por tanto ver a cadapaso, desde la calle, las más ricas

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-c

Revista de la guarmclon de Montevideo por el ¡ comandante en jefeCésar Díaz, el 19 de agosto de 1851.

doncellas recostadas perezosamentesobre el sofá. con el abanico y conla guitarra en la mano, o con elcigarrillo en los labios, con floresen sus trenzas y en poco recatadoatavio, muy poco celosas de losbrazos o del seno, siempre risue­ñas, alegres y amorosas."

A fines de 1834 llega en el barcode S. IVI. "North Star" otro obser­vador inglés, P. Campbell Scarlett,quien destaca que el mayor comer­cio de exportación. en trueque demercaderias de Glasgow y Man­chester, son los cueros. Un conna­cional, comerciante de Montevideo,a via de ejemplo, habia obtenidolicencia del gobierno para matar

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3.000 caballos para aprovechar sucuero.

"El modo de cazarlos, según meha informado -dice Campbell Scar­lett-. es extremadamente cruel.Los cazadores los persiguen conmachetes afilados y los desjarretanen el mismo instante en que sonenlazados. Sin pararse para evitar-

les sufrimientos, con un rápido gol­pe mortal, continúan su abomina­ble deporte durante varios dias, yluego regresan a desollar las víc­timas, que han sufrido una existen­cia penosa, o se han desangradolentamente hasta morir en el lugarque cayeron."

Agrega estos conceptos, que rei-

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Vista desde el Cerro, captada a 'mediados del siglo XIX por Dulin.Litografía de Sabatier.

teran, en su mayoría, los visitantes:"Como los habitantes de la Bandano tienen manufacturas ni agricul­tura que atender, no hay gente másociosa, excepto las que tienen laocupación de embarcar cueros y

sebo en Montevideo." Seguidamen­te escríbe: "Exceptuando barcos decabotaje de pequeña carga, el co­mercio de este rio se lleva a caboen bodegas extranjeras, invariable­mente."

SE SUCEDEN LOSMOVIMIENTOSANARQUICOS

Gobernaba eÍ general ManuelOribe en momentos de la llegadade Campbell Scarlett, que opinaasi de los aspectos politicos: "Enesta República, un partido ambi­cioso sucede rápidamente a otroen el timón de los asuntos públicos,y, como en todos los estados del

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Típica ~scena de mediados del siglo XIX en las azoteas montevideanas.

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Nuevo Mundo, la conspiraclOn ylas revueltas son atributos eternosdel republicanismo. Asi la implan­tación de cualquier medida buenay permanente es detenida en suscomienzos, y la única probabilidadde que un partido nuevo alcanceel poder, se presenta cuando lagente, injuriada por muchos abu­sos del mismo, no le aguanta pormás tiempo.

"En Montevideo hay un presiden­te que es un mero instrumento delgeneral más popular que reciente­mente ayudó a echar el gobiernoanterior y que, como Rosas en Bue­nos Aires, probablemente será pre­sidente él mismo en cuanto se leantoje."

Los movimientos anárquicos loshabia iniciado Rivera en 1826. enla época que Lavalleja ejercia elcargo de Gobernador y CapitánGeneral de la Provincia, actitudque reiteró en visperas de los co­micios de 1830. Lavalleja a su vezhabia depuesto a la Junta de Re­presentantes y al Gobernador De-.legado Joaquin Suárez y se habiaerigido en dictador en 1827. Se al­zará en armas en 1832 y 1834,durante la primera presidencia deRivera, quien movilizará sus parti­darios en 1836 y 1837, sublevándosecontra Oribe. Auscultando sin dudala opinión pública o la del cónsulinglés Samuel Hood, a fines <le1834, Campbell Scarlett intuia lossucesos sobrevinientes que culmina­rian con la renuncia del 2- Presi­dente Constitucional.

En 1838 los franceses hicieronalianza con Rivera contra Rosas.Una de sus consecuencias fue ellargo bloqueo a que fue sometidaBuenos Aires. El comercio se cen­tralizó en Montevideo y la ciudad

En lo zona de lo Aguado. Fragmento de una acuarela de José A.Héquet (década de los años 60 del siglo XIXI.

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adquirió un vigoroso impulso conel incremento del potencial huma­no. Tendrá unos 50.000 habitantesal producirse en 1843 la invasióndel ejército argentino comandadopor Oribe.

EL ALUD COSMOPOLITA"Hay pocos lugares en el mun­

do -escribe el viajero inglés W.WhittIe, que llegara al Uruguay el13 de junio de 1842-, diría nin­guno de su tamaño, donde la comu­nidad se forme de tan diferentesnaciones. Aqui se pueden encontrarespañoles, brasileños, italianos,franceses, ingleses, portugueses,hamburgueses, suecos, prusianos ya veces rusos; también americanosy sardos." Las circunstancias poli­ticas rioplatenses habían decidídoesta densa corriente de inmigrantesque desplazaban, con su laboriosi­dad, al habitante autóctono de laciudad, pero que al afincarse enella y formar su hogar, luego con­tribuyeron á su rápido progreso.

Refiriéndose a los vascos, muynumerosos por cierto, díce VlhittIe

"Se supone que son cerca de diezmil. Ellos traen y retienen consigosus costumbres y forman un pequeñomundo. Tienen sus propios lugaresde esparcimiento, como los billa­res, cafés, salones de baile, etc., yen domingos y feriados los jóvenesde Montevideo concurren a jugara la pelota vasca, cuando tienendeseos de jolgorio.

"Muchas de las mujeres son ex­tremadamente bonitas y muy viva­ces. Generalmente hablan tantofrancés' como español, puesto quesu región de origen está entre am­bos países; pero ninguno de losdos con acento puro, como puedeimaginarse. Tienen varias buenas

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bandas de mUSlca y realmente noconozco gente que parezca diver­tirse tanto como ellos. Muchos sehan hecho bastante ricos en pocosaños, debido a la gran demandade casas, construidas por ellos enla parte alta de la ciudad. Cons­tituyen una clase inteligente, mo­derada e industriosa. Superior enmuchos aspectos a nosotros, aun­que, ciertamente, muy lejos delmaquinismo; pero eso debemos es­perar [que lo logren.]"

La mayoria de las calles mon­tevideanas seguían teniendo en laépoca un solo piso, pero en la zonacomercial había edificios de dos yde tres, cuyos patios estaban, engeneral, rodeados de galerias.

Dichos patios estaban comúnmen­te pavimentados de mármol, encuadrados o rombos blancos y ne­gros. Plantas con flores, naranjos,a veces en jarrones de mármol, yfiguras colocadas aquí y allá ledaban a las residencias, una her­mosa y amena apariencia.

El presidente Rivera, qUe se en­contraba en campaña, hizo su en­trada a la ciudad el 20 de juliode 1842, escoltado por un cuerpode guardia formado por caballeríade soldados guaraníes. El adverti­do Whittle describe así la escena:"Es un hombre de aspecto impre­sionante, de cutis oscuro y queaparenta cincuenta años de edad.Estaba vestido con uniforme degeneral, con profusión de encajesdorados y charreteras de oro; lastropas presentaron armas cuandopasó."

Una serie de bailes y entreteni­mientos se programaron a su lle­gada. El embajador británico vinode Buenos Aires para ratificar untratado de comercio y navegación

con nuestro gobierno. y en su ho­nor los comerciantes ingleses die­ron una gran cena y baile a losqUe asistió el presidente. Con suaguda vista observa WhittIe: "Elbaile tuvo lugar en la mansión másgrande de la ciudad. Todos los«patios» fueron cubiertos y las pa­redes adornadas con colgaduras es­triadas. Los diferentes salones pre­sentaban un aspecto soberbio; todolo qUe pudiese agradar a los ojosy agregar belleza a la escena, sehabía escogido sin reparar en elgasto. En el baile se debían veralgunas de las más bellas mujeresde Sud América, y no eran pocas;estaban todas espléndidamente ves­tidas, y parecian disfrutar muchísi­mo. Los franceses, sardos y unospocos brasileños, contribuyeron ala alegría de la noche.,. Esta te­nida nunca se habia dado en estaparte del mundo y no será fácil deolvidar. Costó a las casas británi­cas más de mil libras,"

Al comienzo de enero de 1843,había 113 embarcaciones en elpuerto de Montevideo, excluyendolos buques de guerra, y 43 en Bue­nos Aires. Pero durante el últimoperíodo de la residencia de Whittleen el país -partió de regreso a supatria el 2 de diciembre de dichoaño-- su comercio estaba en un es­tado deplorable y no se vendíanmercaderías. Ante el asedio delejército de Oribe, no tuvo otra al­ternativa WhittIe que abandonar laciudad. "Espero que antes de mu­cho -nos dirá al partir- amane­cerán días más brillantes, cuandoen vez de cortarse el cuello unos aotros, la gente vuelva su atencióna promover las artes de la paz, elcomercio y la civilización,"

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Matanza de ganado. Dibujo de D. Maillard, según un croquis.

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TESTIMONIOSDEL SITIO

En horas de la tarde del 16 defebrero de 1843, el ejército de Oribedesplegaba sus banderas' y anun­ciaba con una salva de veintiúncañonazos su llegada al Cerrito,iniciando así el llamado Sitio Gran­de de Montevideo.

"El día era hermoso", nos diceIsidoro de María en sus Anales."Los puntos más dominantes de laciudad, como la plaza Cagancha,estaban llenos de gente, con la vis­ta fija en el Cerrito."

Dos años después Inglaterra,·aliada a Francia, decidió abrir porla fuerza la navegación' del río

. Paraná, para auxiliar a la· provin­cia de Corrientes que había hechoalianza con la provincia indepen­diente del Paraguay contra Rosas.El suceso dio lugar a que Oribeconfinara en Durazno a los fran­ceses e ingleses radicados en elinterior uruguayo, especialmente enlas costas del Plata y del Uruguay.

Uno de dichos prisioneros, Ben­jamín Poucel, establecido en laconfluencia del arroyo Pichinangocon el Rosario, con establecimientodedicado preferentemente a la ex­plotación de lanares merinos, nosrelata así, 18 años después, el si­guiente diálogo sostenido con elgeneral Manuel Oribe en oportu­nidad de una entrevista que le con­cediera en su cuartel general, adon­de acudiera para interceder por losdetenidos en Durazno.

" ... «He aquí, dijo [Oribe], nues­tro criador de merinos que me pre­dica agricu1tura e inmigración, j co­mo si nosotros los orientales nofuéramos capaces de hacer bastan­tes niños para poblar nuestropaís!»

"Yo no vi en esta salida más queuna ocurrencia, y respondí en el

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mismo tono: «Cierto, general, uste­des los harán, pero con la diferen­cia de que una buena inmigracióndará al país en diez años, un nú­mero de agricultores que los orien­tales no podrán fabricar en cienaños, y mientras tanto el país de­sierto continuará sufriendo los ma­les que 10 agobian.»

"Varios de los asistentes, desco­nocidos para mi, parecieron cho­cados por mi respuesta, y sin dudaOribe lo percibió, porque replicó entono brusco: <<¡Tanto mejor! esta­remos más a gusto.»

"Evidentemente esta respuestaera de circunstancia, y en efecto,ella concitó la aprobación unánimede todos ...

"Yo no me desconcerté y repli­qué sin vacilar: «No es menos cier­to que hasta que esas doce millanzas (mostrando el campamento)no se cambien en otros tantos ara­dos, la pa,tria de Su Excelencia nohabrá entr1iQ.o en las vias del pro­greso social.»

"Oribe me interrumpió brusca­mente, y dirigiéJ1...dose a sus visitan-

tes, dijo: «Uds. no conocen al se­ñor Pouce!. Él tiene la manía delarado.»"

En agosto de 1846, al ser libe­rado, se dirige a Montevideo y amediados del año siguiente partehacia Europa. Levantado el sitio,regresa al Uruguay a trabajar ensu establecimiento coloniense. Desu estada en Montevideo nos hadejado, entre otras, esta sabrosapintura de ambiente.

LA VIDA SOCIAL DE LACIUDAD

"En un país donde las diversio­nes públicas son casi nulas, le ha­cia falta al carácter afable y con­versador de los habitantes del Pla­ta, una idiosincrasia que compen­sara la ausencia de estas distrac­ciones. De ahí ha nacido una cos­tumbre desconockia-en -el norte deEuropa, pero trasmitida por la pe­nínsula española a su antigua co­lonia. Esta clase de divertimientosse llama la tertulia. Las ~hay dedistintas clases: la tertulia de baile.

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que representa nuestra velada dan­zante o el baile, es la grande; latertulia de canto, nuestra veladamusical; la tertulia de los hombres,que se reúnen periódicamente, cada24 horas, en el mismo lugar, parahacer la partida de naipes -sobrela misma mesa, ésta muy simple-;pero la que lo es menos, es la ter­tulia de fundación, o sea de fami­lia, la verdadera tertulia hispano­americana. Ahi los intimos de lacasa, parientes o extraños a la fa­milia, se reúnen cada noche por elplacer de estar reunidos. Las da­mas rodean la mesa de trabajo,las personas jóvenes alternan entrela labor, la lectura o la música, ylos hombres -si no están en lamesa de juego-- mariposean entrelas dos mesas o alrededor del pia­no. A las diez se trae el té que esservido por la señora de la casao una de sus hijas, indistintamente.Ésta es ayudada en este trajin poruno de sus galantes convidados;luego se separan, poco a poco, sal­vo que un impulso repentino noarrastre los jóvenes al salón, parabailar un galop o ejecutar unasvueltas de valse, para' disponer elcuerpo al descanso. Así es cómo sepasa la tertulia cotidiana.

Fuera de la tertulia como tal,o más bien otra fase de esta mis­ma tertulia familiar, consiste enpasar la velada delante de lasventanas -'-generalmente enreja­das-, pero abiertas en toda sUamplitud y sin luz en el salón. Esla tertulia que hay que llamar decotorrear, o sea de conversar. char­lar, de la palabra cotorra (perru­che). He aquí un fuego graneado depropósitos, un caos de ideas super­puestas, en fin, una verdadera es­caramuza (guerrilla) de palabras

que se entrechocan a las carcaja­das repetidas de una risa que seeleva, a veces, a proporciones ho­méricas. Los entreactos de ese vo­devil, entre el patio y la calle, sontan numerosos como variados; pero10 más frecuente es un impulsorepentino que arrastra a los asis­tentes al patio, para recoger -€nel claro de luna- los ramilletesde flores, de los cuales las damasson pródigas para con los caballe­ros. Si la concurrencia es nume­rosa, varias damas de la casa serlóparten la galante faena, pero,cuando se encuentra un recién ve­nido o una persona de categoria,es generalmente la dama de casala que ejerce la galanteria del ra­mo, entregándole el primero alpersonaje ... "

"Así se pasa una noche de vera­no -agrega Poucel"':- tan bellaen esos países, a menos que los ar­dores del dia no hayan dado eldeseo de pasar la velada en elagua, pues es un placer muy co­rriente el baño nocturno en lascostas del río. A los asistentes seles ruega acompañar a las damas;se va al baño con el paseo."

UNA VOLUNTAD DESUPERVIVENCIA

Aunque, contestando a los pane­giristas de Rosas, el general Mel­chor Pacheco sostenía en Pai:ís queen nuestras guerras se moria comoen todas las guerras, éste es el co­mentario que le sugiere al generalTomás Iriarte en sus Memorias elSitio de Montevideo, a los treintameses de iniciado:

-" ... Aunque parezca incomprensi­ble, los agresores han estado a ladiligencia, y los bloqueados los que

se han presentado casi siempreprovocándolos; esto es verdadera­mente un mérito, y no es nuestroánimo defraudar de él a los defen­sores; pero téngase presente queen treinta meses de asedio el ejér­cito enemigo ni una sola vez haintentado un ataque formal; es de­cir que jamás nos ha puesto aprueba; sin que por esto preten­damos establecer que comprendién­dolo nos habría vencido, bien quehemos abundado en explicacionespara probar el riesgo que' había­mos corrido; ·no por falta de valor,que por el contrario ha sido bienprobado, sino por incuria y por lainexactitud y abandono Con quecasi siempre se ha hecho el servicio.... Convengamos, pues, que pon­derar tanto la resistencia de Mon­tevideo es exagerar y desfigurarlos hechos, salir de la esfera de larealidad, y vestirse de una pompapostiza, qUE;!rerse rodear de unaaureola de gloria más radiante quela que verdaderamente se ha ad­quirido. Porque es cierto, Monte­video ha adquirido gloria; peroésta únicamente consiste, no en lasangre que se ha derramado a purapérdida, puesto que no ha tenidopor objeto rechazar un solo ataquesino satisfacer, la mayor parte delas veces, el capricho y la cruelvanidad personal de los jefes queestaban obligados a economizarla;la gloria que Montevideo ha adqui­rido consiste esencialmente en laconstancia, en el tesÓn con quesiempre han estac;lo sus defensoresdispuestos a morir antes que aban­donar el puesto, si los enemigosintentasen forzarlo, consiste en lasprivaciones que con resignación hansufrido, en la lealtad con que sehan mantenido firmes cuando nin-

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Escena de los salones ciudadanos de Montevideo. Fragmento de un óleo de Pedro Figari.

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guna esperanza tenian de salvarse,cuando no había uno solo que nocalculase que a la larga los enemi­gos tríunfarían."

Allí, dentro de las murallas de"la Nueva Troya", como la llamaraDUmas, convívieron en las redac­ciones de los diarios y en los pues­tos de lucha los poetas proscríptosde la Argentina. Hombres comoFlorencia Varela, el joven artílleroBartolomé Mitre, Esteban Echeve­lTia, Juan María Gutiérrez, JuanCruz Varela, José Rivera Indarte,Hilaría Ascasubi, Luis L. Domin­guez, José María Cantilo y JuanThompson, y otros que no fueronpoetas pero sí grandes figuras desu tiempo, como López, Alberdi,Sarmiento.

Precisamente a Domingo Faus­tino Sarmiento corresponden estaspenetrantes impresiones: " ... Sor­prende esta unidad de las dos rí-

beras, de manera de hacer sospe­char que su independencia respec­tiva es una <:reación bastarda i con­traria a la naturaleza de las cosas.Un ejército arjentino sitiaba laplaza a las órdenes de un montevi­deano; i la plaza había improvisa­do i sostenido su resistencia a lasórdenes de un jeneral arjentino.La prensa del Cerrito redactábanlamontevideanos i la de Montevideolos arjentinos; i en ambos ejércitosi en ambos partidos, sangre i vic­timas de una i otra playa, <:onfun­dian sus charcos o sus ayes en lalucha que fomenta el rio que losune en lugar de dividirlos."

Agrega este juicio que vale lapena recordar: "No son ni arjen­tinos ni uruguayos los habitantesde Montevideo, son los europeosque han tomado posesión de unapunta de tierra del suelo ameri­cano. Cuando se ha dicho que los

estranjeros sostenian el sitio deMontevideo, deCían la verdad, cuan­do han negado derranlar su san­gre en Montevideo, Como en su pa­tria, por sostener sus intereses, suspreocupaciones de espírítu i su par­tido, se ha pretendido una de lasmaldades mas flagrantes, aunquetenga el apoyo de la concienciade todos los americanos. Sé que lavieja ojeríza española animada ennuestros corazones, i fortificadapor el orgullo provincial de esta­dos improvisados, se irrita i exas­pera a la idea solo de dar a losestranjeros en nuestro suelo todala latitud de acción que no tene­mos nosotros; pero hace ya tiempoque el guante está echado entreella i yó, i cuando el curso de unavida entera no lograra mas quemellarla un poco, me daría porbien pagado de los desagrados quepuede acarrearme. La historia toda

Ei teatro de Solís y lo Pasivo laño 18561. Dibujo de H. Bertet.

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Perspectiva tomada desde el campamento de la igle sia del Reducto}en 1884. Fragmento. de una litogre­fia de A. Godel.

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Lo calle del 18 de Julio, un lejano día de feria de 1885.

entera de estos bloqueos i de estasintervenciones europeas en el Riode la Plata, que traen exasperadoslos ánimos españoles-americanospor todas partes, la leo escrita so­bre el rio mismo, en las calles j

alrededores de Montevideo. Cubrenla bahía sin número de bajeles es­tranjeros; navegan las aguas delPlata, los jenoveses como patronesi tripulación del cabotaje; sin ellosno existiria el buque que ellos hancreado, marinan i cargan; hacenel servicio de changadores, robus­tos vascos i gallegos; las boticasi droguerias tiénenlas los italianos;franceses son por la mayor partelos comerciantes de detalle. Parísha mandado sus representantes enmodistas, tapiceros, doradores i pe­luqueros, que hacen servidumbreartistica de los pueblos civilizados;ingleses dominan en el comercio deconsignación i almacenes; alema­nes, ingleses i franceses, en las ar­tes manuales; los vascos con susanchas espaldas i sus nervios defierro, esplotan por millares lascanteras de piedra, los españolesocupan en el mercado la plaza derevendedores de comestibles, a fal­ta de una industria que no traencomo los otros pueblos en su ba­gaje de emigrados; los italianoscultivan la tierra bajo el fuego delas baterías, fuera de las murallas,en una zona de hortaliza surcadatodo el día por las balas de ambosejércitos; los canarios, en fin, si­guiendo la costa, se han estendidoen torno de Montevideo en unafranja de muchas leguas, i culti­"van cereales, planta exótica no ha­ce diez años en aquellas praderasen que pacianga!1ados hasta lasgoteras de la ciudad. Todos lOEidiomas viven, todos los trajes se

perpetúan, haciendo buena alianzala roja boina vasca, con el chiripá.Descendiendo a las estremidades dela población, escuchando los chí­cuelas que juegan en las calles, seoyen idiomas estraños, a veces elvascuence que es antiguo fenicio, aveces el dialecto jenoves que noes el italiano. Hé aqui el orijen dela guerra del Plata tan porfiada!"Estos hechos de 1843 daba' el pa­dron estos curiosos resultados:

Habitantes de la ciudadOrieIi'taies-------- --m3iAmericanos 3.170Europeos 15.252Africanos (libres) 1.344

Mucha parte de los vecinos nacidosen la ciudad, habían emigrado hu­yendo de los horrores del sitio;pero otro tanto habían hecho losinmigrados, puesto que desde 1835

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la mujer uruguaya luce su elegancia en esta salida de misa de 1887.

a 1842, habian introducídose 33.136de ellos. La ausencia de los prime­ros no altera en manera ningunalas proporciones, tanto mas que setuvo en cuenta a los ausentes altomar razon de sus familias. Tene­mos, pues, que Montevideo, nurne­ricamente hablando, se compone deestas proporciones, de las cualesdos i medio son arjentinos, 11 mon­tevideanos, 15 europeos."

Esta perspectiva de la situaciónde Montevideo corresponde a laestada de Sarmiento en la ciu­dad desde el 14 de diciembre de1845 al 25 de enero de 1846.

Este último año, en agosto, seencuentra en Montevideo el tenien-

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te Lauchlan Bellíngham Mackin­non, que en 1848 relatara, en unlibro publicado en Londres, aspec­tos de la llamada intervención ar­mada de Inglaterra y Francia enel Rio de la Plata.

"En este periodo --dice Mackín­non-, la ciudad de Montevideo sehallaba en un estado de discordiay de caos que superaba todo loimaginable. Los altos funcionariosde los dos paises más poderososdel mundo eran, de facto, los go­bernl;l.ntes de la ciudad, porque losgobernantes nominales dependianenteramente de ellos. Y, en con­secuencia, las autoridades localesestaban dispuestas a expedir pro-

clamas y 'a hacer leyes o no hacer­las, a hipotecar rentas, o llevar acabo cualquier resolución que lefuera ordenada por los dichos go­biernos.

"Los habitantes de la ciudad es­taban divididos en diversos bandos.Primero estaban los exportadores,cUYos negocios en algodón, lana,quincalla, etcétera, permanecían eS­tancados por las acciones de gue­rra. Este bando condenaba la gue­rra en alta voz como inútil por elningún efecto que producia y como¡'uinosa para ellos; también se la­mentaban de que, por la confian­za puesta en la intervención armada

Vendedor de pescado. El dibujode Miguel J. Bosch documento unaescena cotidiana en los callesmontevideanas hada 1887.

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La Aduana, La Bolsa, la· sociedad "La Lira" y el teatro Politeama(Colonia y Paraguay actuales), en 1890.

de Inglaterra, habían amplíado elcrédito al extremo, y por ese mo­tivo perdían grandes sumas de di­nero. Después venían los abaste­cedores de los buques. Éstos gana­ban dínero por la extensa circula­ción de la moneda de John Bully estaban cobrando a precios muyexcesivos todo lo necesario parala provisión de los buques inglesesy sus tripulaciones ... " "Los nati­vos de la ciudad -agrega el oficialbritánico- eran pocos y todos erantenderos y dependientes de casasinglesas, cuyas opiniones nadie te­nia en cuenta. El resto de la po­blación estaba formada por vascos,por italíanos y negros líbertos."

A mediados de 1853, el artistainglés Robert Elwes, que durantedos años viaja alrededor del mundorealízando un recorrido total de36.000 millas, llega a Montevideoy en su líbro publícado poco tiem­po después en Londres reitera con­ceptos de otros viajeros: "El pue­blo necesita un gobierno establepara ser el más rico del mundo.No hay limite para el número devacunos, caballos, etc., que puedenproducir; pero no hay ninguna se­guridad para que alguien inviertadin~ro en tal pais." Elwes abando­na pronto Montevideo pues ambosejércitos convertian su permanen­cia alli, según sus propias palabra~.

"en cualquier cosa menos en agra­dable". "Los de afuera -nos diee­disparan si ven a alguien cerca delas lineas, y los de adentro tienenla costumbre de enlazar a la gentey robarla, si uno se aGerca aldesembarcadero por la noche."

Robert Elwes nos dejará este jui­cio tajante y realísta: "Montevi­deo no sólo está sufriendo la deso­lación de un largo asedio, sino que

se ha convertido en una especie derefugio para los vagabundos des­contentos de todos los países deEuropa. Ingleses, franceses, italía­nos, alemanes, vascos, van allí cornomercenarios, se llaman a sí mismospatriotas, y consideran que están

luchando por la libertad del país.Las naves de guerra también vana proteger el lugar; los francesesdesembarcan sus tropas, los ingle­ses, sus marinos, pero apenas sa­ben por qué están luchando, o aquién están apoyando."

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DESPUES DE LAGUERRA GRANDE

y como todo tiene. su tiempo, laGuerra Grande dio paso a la anhe­lada paz, el 8 de octubre de 185l.Con ella se iniciaba una etapa degravitación fecunda en el desarro­llo de Montevideo y, por supuesto,de todo el pais.

Se abre asi a la curiosidad denubes de viajeros, lo que ha dadoen llamarse el Uruguay moderno.Llegan asi, a Montevideo, en loque resta del siglo, para citar al­gunos nombres, ingleses como C. B.Mansfield, William Hadfield, Wood­bine T. Hinchliff, W. Parker Snow,Thomas J. Hutchinson, H. C. RossJohnson, T. H. Murray, Richard F.Burton, G. Morand y W. R. Ken­nedy; alemanes como Paul WilheimWurtemberg, Otto Grashoff y Her­mann Burmeister; el estadouniden­se Frank Vincent; el sueco C.Skogman, los italianos Dr. PaoloMantegazza y Angelo Scalabrini;los franceses Edmon Cotteau, Eu­gene de Robiano, Edouard Montet.Comte de Saint-Foix, Ernest Mi­chel, Charles d'Ursel y TheodoreChild; los españoles Manuel Llo­rente Vázquez, Fernando Villamily Fernando Resasco; el argentinoSantiago Estrada; el paraguayoJuan Vicente Ramírez y quien nosrelata desde Buenos Aires las reu­niones de los jóvenes montevideanosdel 1870, el nostálgico Manuel Mu­ñoz y Maines.

El corto espacio de que dispone­mos y la rica concurrencia de visi­tantes que arriba a nuestras costas.nos impide continuar las preceden­tes transcripciones que iluminan elperiodo en que aquel Montevideoencerrado en la peninsula pierdesu pasado tradicional ante la ince­sante llegada de inmigrantes, ex­tendiéndose de manera incontenible

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RETRATO DE GIROVisité al presidente de la Re·

pública, don Giró, quien me re·cibió en su aposento oficial dela Casa de Gobierno [ ... ]. Eraun salón bastante amplio, llenode escudos de lr[ontevideo. En lasala contigua se hallaba el gabi.nete del jefe de gobierno. Elpresidente es un bello ancianode noble porte, distinguido ca·ballero en toda su persona, hom·bre amigable y sencillo y suma·mente prudente en su razona·miento [ ... ]. El presidente mepidió que recorriera la Repúbli.ca, ofreciéndome su asistencia ytoda clase de recomendaciones.Este anciano señor me conmovió,al llegar caminando con la mástorrentosa lluvia a la casa de go·bierno, ya que no vive en el cenotro ni posee medio de locomo·ción.

Duque PAUL FRIEDRICH IVII.HELMVON IVURTTEMBERG.

al fuerte impulso de una florecien­"te economía.

Época ésta de la segunda mitaddel siglo XIX, de promotores in­fatigables del ahorro y de la pe·queña propiedad como FranciscoPiria, de las "alucinantes" opera­ciones económicas de Samuel Lafo­ne, de Irineo Evangelista de Souzay de Emilio Reus.

Tiempos en los que la clase altamontevideana levanta sus suntuo­sas residencias que embellecen elPrado, el Paso del Molino y Ata­hualpa, mientras se suceden, por laconquista del poder politico, moti­nes, revoluciones, levantamientos e,incluso, muertes violentas de presi­dentes.

Ya en nuestro siglo, a partir delcese de nuestras guerras civiles, seinicia una nueva etapa politica queemprende reformas sociales que in­novan fundamentalmente la estruc­tura jurídica del país.

Florecen las artes y la arquitec­tura: poetas, literatos, educadores,estadistas, políticos, científicos, na­cidos en Montevideo. proyectan sus

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Detalle de la Casa de Góbierno y su cuerpo de guardia (año 1891)

obras y realizaciones en el mundoamericano.

De los 268.334 habitantes que sele asigna a la ciudad en 1900, pasaa tener 435.000 (en números redon­dos) en 1926 Y 1.154.465 en 1963.Se redescubren sus maravillosasplayas sobre el Río de la Plata,cuyas costas son modificadas aprincipios del siglo por las obrasdel puerto y años después por laRambla Sur.

Montevideo -que salva, incorpo­rándolos a la comunidad, jardinesmagníficos y parques privados quefueron gala de la pasada centu­ria-, adquiere prestigio internacio­nal como ciudad balnearia. Y, des­de luego, sigue intensificándose lallegada de viajeros calificados quedifunden puntualmente sus obser­vaciones en libros, diarios o revis­tas; entre ellos, "El Tigre" Geor­ges Clemenceau, Anatole France, elpríncipe Louis de Orleáns-Bragan­ce, José Vasconcelos, José MariaPemán, Waldo Frank ...

Quizá algún dia se pueda ofre­cer, en un libro, una compilaciónde textos de viajeros de diferenteslenguas y de todos los tiempos. Unlibro de imagen múltiple y no par­cial y fragmentada como la que he­mos ofrecido. Un libro tan sorpren­dente como curioso e insólito, conalgunas inexactitudes y desenfo­ques, claro está, pero siempre apa­sionante, en el que junto a los re­latos de los piratas que llegarona nuestras costas, leeriamos el tex­to valioso de Murray, la crónicarimada de Martin del Barco Cen­tenera, el belicoso testimonio deManuel Llorente Vázquez y la prosaaguda y punzante de TheodoreChild.

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"EL DIA DE LOS CUCHILLOS LARGOS"

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Los partidos políticos del país hanestado divididos durante mucho tiem·po en dos facciones, los blancos ylos colorados. El partido Blanco ha·bía '-¡;ramado una conspiración den·tro y fuera de la ciudad para expul·sar a los Coloradoes [sic], y colocara SIL propio representante, estándoseI'ntonces por elegir un nueL'O presi.dente. Una semana antes de mi arri·bo habían llegado secretamente ru·mores de este tipo, al Gobierno, ycomo Flores, el presidente, los ha·bía desechado por no creerlos, suhijo Eduardo decidió 'tomar el fuertepara proteger a su padre del partidoenemigo. Es a esto a lo que me re­fiero al mencionar la apariencia ex­citada de la ciudad en mi primerdesembarco.

El plan de los conspiradores fuerade la ciudad (encabezados por Berro,un presidente anterior, cuando losBlancoes [sic] estllvieron' en el po,del') era asesinar a Flores y tomarel Gobierno. Su intento comenzó pri.mero tirando cohetes como señal,fuera de la ciudad y asesinando atodos los comandos colorados en lazona inmediata. El partido blancoluego procedió a tomar el cabildo,en el lado de la Plaza. Parte de laguarnición del fuerte estaba comopuesta por soldados paraguayos; yhabían sido sobornados por los Blan·cos para que se levantaran y se lesunieran. Pero el gobierno, habiendooído esto, los había trasladado aotro lugar la noche anterior. Cuandoel gobernador Flores, que estabaen el fuerte, se enteró que el cabildohabía sido tomado, partió solo en sucarruaje hacia allí. 'Se habían empla-

zado tres grupos de asesinos merce·narios distribuidos en cada uno delos tres caminos por los que Floresdebía aproximarse al cabildo, comoimaginaron que él 'haría. Una de lasemboscadas era una casa sin termi·nar por la que yo había pasado cincominutos antes. Y cuando Flores seacercó, los conspiradores se precipi.taran afuera, dispararon contra elcochero y los caballos, y lo apuña.learon hasta matarlo en su carruaje.

Berro, el líder de los Blancos, fuecon una docena de sus partidarioshacia el 'fuerte para tomarlo, espe·randa que los soldados paraguayosque estaban allí desertaran inmedia·tamente y se le unieran. Mató a dosde los soldados que se le opusieronpero pronto fue dominado con susacompañantes, aunque algunos deéstos lograron escapar en un botehacia algún velero en el puerto. Elhijo de Flores, Eduardo, que eramuy joven, se enfrentó a Berro enel fuerte; no pudo soportar queéste se excusara diciendo que "siél no se hubiere adelantado, los desu propio partido 'lo habrían asesina·do", ni permitió que divulgara quié·nes eran sus aliados. Entonces, pri.mero abrazó a Berro, que era un estu·pendo hombre canoso de mirada apa·cible, . y que había sido su primeramigo; luego, retrocediendo, sacó surevolver y lo mató. Muy en 'el estilode la tragedia española.

El presidente Flores era muy ama·do por sus soldados' y respetado porel pueblo. La noticia' de su muerteenfureció a la guarnición del fuerte,que inmediatamente marchó hacia elcabildo para tomarlo [. .. J.

Cuando las -tropas llegaron a laplaza, dispararon -andanadas sobre lamultitud para dispersarla. La catedralestaba a un costado y el cabildo enel otro. Durante toda una semana alos partidarios blancos de 'la ciudadse los sacó de sus casas y se los cazóy asesinó en las calles por todas par·tes, tal era la furia de 'la soldadesca,hasta que apareció una proclama púoblica prohibiendo la matanza y arde·nando que el partido culpable fuesejuzgado justa y legalmente. Veintecadáveres yacian en la prisión e iTi.sospechables inocentes sufrieron. Unpequeño ejército de los blancos fuecompletamente destrozado fuera dela ciudad. Todos los comerciantesingleses cerraron sus casas y el ca·mercio estaba completamente parali.zado. Todos se armaban con un re·vólver. .A nadie se le permitia estaren la calle después de las ocho de lanoche. No se veia nada en ella sinolos serenos --como nuestro "viejoCharlies"- con linternas y un esto·que, gritando las horas de la noche.Veintinueve de los ciudadanos prin.cipales -uno de ellos hermano delgeneral Flores- permanecieron en elcabildo toda la noche para guardar·lo, y por la maña/l(l fueron encontra·dos todos muertos por el cólera. Asi,con crímenes al por mayor y con ¡elcólera rugiendo por. todas partes,[Montevideo] resultaba una variantemuy desagradable respecto de In·glaterra.

Rev. T. H. MURRAY.(Traducción del ingléspor Hortensia Campanella)

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1 8 6 8 - 6 9: R,I Ñ A S Y P EL EA S

Fragmento del boceto paro elcuadro titulado "La muerte delGeneral Venancio Flores" por JuanManuel Blanes.

La riña de gallos es todavía fa·varita de algunas clases, especial·mente entre los caballeros de lal'ieja escuela, el militar r el clérigo.Todos van annados, con un cuchi­llo por lo menos, más a menudocon un revólver. Al local lo lla­man acá Reñidero de Gallos; enCorrientes, Circo de los Gallos;en Lima, Coliseo, r en otras. par·tes Arañadal de Gallos. General­mente es un anfiteatro de maderaprecariamente construido, con treso cuatro hileras de bancos levan­tándose en tomo de un redondelcubierto de aserrin. Tiene la formade una bañera de quince pies dediámetro, con paredes de dieciséispulgadas de alto levantadas obli·cua o perpendicularmente, de lata,madera o esterilla. Las dos filasmás bajas están en su mayoría re­servadas, lo que demuestra que sonprivadas. Las que 'están a nivel delpiso son a la vez "boxes" que con­tienen, cada uno, el ave entrenada;a los gallos que no se utilizan enel. momento se los ata por unapata, desperdigados por el local,que resuena con su belicoso caca·reo. Son pequeños, comparados conlos de sangre inglesa; su alimentohabitual es trigo y carne cocida, y.'on entrenados con baños y masa·jes y ocasionales encuentros depráctica. Los argentínos en estamateria están muy por detrás de10'< españoles, y los 'l1Joslems dela India están una centuria másavanzados que ambos: pueden en·

trenar un gallo para atacar a unhombre o a un perro. El espolónno es tan artificial como el nues­tro o el de los hindúes; es de me·tal y ahuecado para que ajuste so­bre el arma natural, cuya curva­tura imita. Se demuestra escasahabilidad en la elección del án­gulo y las aves, en vez de ser al­zadas, simplemente son arrojadasal pozo. El entretenimiento es muylento y a menudo pasan horas an­tes de que se -concerte una buenapelea. Como regla para los extra­ños: "apostar al Colorado", o galloro jo; y si hubiera dos, apostar almás rojo.

El ,pugilismo [el aUlor se refierea peleas por las que se intercam·biaban apuestas], expulsado delViejo Mundo, parece llamado a en­contrar un hogar en el Nuevo. Re­cientemente una pelea por $ 2.000de cada lado tuvo lugar en elCerro entre un individuo de Man­chester y un "Americano". Muchosnativos la presenciaron con gran"engoument"; por las referenciasestaban preparados para encontrarel espectáculo más brutal de loque es, y quedaron encantados consu juego limpio. Antes de que yodejara el Plata se habia \concertadootra pelea entre el Profesor Coxy Mr. Jack Turner; la apuesta erade 200 libras y el campo neutral.

Capitán RICHARD F. HURTON(Versión española porHortensia CampaneUa)

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EL GENERALMAXIMO SANTOSEN EL TEATRO SOLlS

Por la noche fui a la ópera, ungran edificio con un atrio y unpar de alas ovales de un efectoimpresionante, que ocupa en con·junto toda una manzana [ ... ].

Voldendo a la ópera, era unasuperficial pieza de Offenbach,cantada por una compañía espa·ñola, acompañada por una or­questa de treinta instrumentos.Lamento no poder alabar a nin­gún ejecutante ~'ocal o instru­mental. Cuando salía me llamóla atención un curioso palco ce·rrado por celosías. Me informa­ron que estaba reservado parael uso de personas de duelo, quedesearían tal vez oír una óperasin ser vistas en tal función, es·tanda en esas condiciones. Es unacostumbre de la que me parecepuede llegar a abw;arse. Mien­tras estaba parado en la puertapara ver pasar a la "crema" meseñalaron al general Santos, en·tonces presidente de la Repúbli.ca -un hombre muy pequeño,delgado, con una cara despejada,inteligente, vestido con sencillasropa civiles, y seguido por unenorme negro correctamente uni.formado-. Me dijeron que el ge·neral probablemente estaba acom­pañado por media docena deguardaespaldas, pues el fantasmadel asesinato siempre planea so·bre las repúblicas de Américadel Sur.

FRANK VINCENT.(Versión española porHortensia Campanella j

El Prado Oriental, cita de familias que llegaban junto al estrépito deltranvía, a su mundo de paz '( 1895) .

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Otros artículos ydocumentales enrevistas:

MARCHA - Señoras y Misioneros,Prostitutas y Convictos Inglesesen Montevideo colonial. [Anóni.mo], Año XVIII, N' 844, Mon­tevideo, 21 de diciembre de 1956.

REVISTA HISTÓRICA:Diario de la expedición del bri­gadi'er general Craufurd, por unoficial de la misma. Publicadopor el Dr. José Salgado, tomos I,II, V, VI, VIII y IX, Montevideo.Pernetty, Abate de Descrip­ción de Montevideo durante lagobernación del Mariscal don

José Joaquin de. Viana (1763­1764). Noticia preliminar y tra­ducción por Pablo Blanco Ace­vedo, t. VI, Ng 16, Montevídeo,4' trimestre de 1912.Relato de un naufragio en elRío de la Plata en 1817. Noticiapreliminar por Juan E. Pivel De­voto, t. XXXIX, Nros. 115-117.Montevideo, 1968.Fragmento del Diario de viajede don Francisco de Paula Mar­tínez y Sáez en la expediciónespañola al Pacifico realizada en1862. Noticia preliminar por JuanE. Pivel Devoto, t. XL, Nros. 118­120. Montevideo, 1969.

REVISTA NACIONAL:Una fugitiva visión de Montevideoen 1857 [por Lina Beck-BernardJ.Año n, N' 17, Montevideo, ma­yo de 1939.Una visión de Montevideo en1867 [por Santiago Estrada).Año II, N' 19. Montevideo, ju­lio de 1939.

Las ilustraciones: que integran estevolumen fueron obtenidas directa­mente de los originales o copiasque se encuentran en los MuseosHistóricos Nacional y Municipal yen la BiblioteGO Nacional.

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