monologo del mal

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´´…En realidad ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo, de modo que al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del rápido flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras, quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la llave, y ¡ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar hacia fuera a través de una hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que el hombre descansa sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su ignorancia y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del lomo de un tigre!...´´ F. Nietzsche. 1 El impulso. Dar la muerte es un acto en el que se evidencia el poder que un ser tiene sobre otro; el más fuerte, el mas inteligente y el más apto se impone al otro, se alimenta con su carne, y si es de su misma especie, también mata a sus hijos, mata o se apodera de sus hembras, se apodera o destruye su territorio. Esto es un invento de la naturaleza, más allá de lo justo o lo injusto, más allá de lo bueno y lo malo; un animal debe morir y otro matar. Siempre ha sido así y no puede ser de otra manera. Desde niño sentí el impulso de dar muerte a otros humanos; ellos representaban alguna clase de elemento antagónico, negativo, o perjudicial para mí, y esto era una razón, una 1 Nietzsche, Friedrich. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, pag 19 y 20.Tecnos S.A., Madrid, 1990.

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Es una reflexión acerca de la pregunta ¿por qué nos gusta matar?

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Page 1: Monologo Del Mal

´´…En realidad ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí

mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina

iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su

propio cuerpo, de modo que al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del

rápido flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras,

quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la

llave, y ¡ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar hacia fuera a través de una

hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que el hombre descansa

sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su

ignorancia y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del lomo de un tigre!...´´

F. Nietzsche.1

El impulso.

Dar la muerte es un acto en el que se evidencia el poder que un ser tiene sobre otro; el

más fuerte, el mas inteligente y el más apto se impone al otro, se alimenta con su carne,

y si es de su misma especie, también mata a sus hijos, mata o se apodera de sus

hembras, se apodera o destruye su territorio. Esto es un invento de la naturaleza, más

allá de lo justo o lo injusto, más allá de lo bueno y lo malo; un animal debe morir y otro

matar. Siempre ha sido así y no puede ser de otra manera.

Desde niño sentí el impulso de dar muerte a otros humanos; ellos representaban alguna

clase de elemento antagónico, negativo, o perjudicial para mí, y esto era una razón, una

justificación para pensar en darles muerte, o al menos eso creía. Pero ¿Por qué darles la

muerte habría de ser la opción lógica? ¿Acaso no había diversos cursos de acción

posibles? ¿O acaso tras esas razones y justificaciones buscadas y encontradas para hacer

algo no se hallaba realmente un simple deseo de hacer ese algo?

Algunas veces diseñé planes para dar muerte a algún enemigo, pero nunca se llevaron a

cabo. Sin embargo, e independientemente de las razones que pudieran justificarle, el

deseo de dar la muerte permanecía: dar la muerte a diferentes personas y de diferentes

formas. ``De diferentes formas´´ que frase tan simple pero importante, pues esas

palabras son más que un indicio de que seguro lo más importante no era consumar el

acto de dar la muerte, sino el proceso como tal, la forma de hacerlo, las formas de

1 Nietzsche, Friedrich. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, pag 19 y 20.Tecnos S.A., Madrid, 1990.

Page 2: Monologo Del Mal

someter a la víctima, observar sus reacciones, su impotencia, su sufrimiento, etc., que se

traducirían en cierto tipo de placer para el victimario.

Muchas especies de animales dan muerte a otros –de su misma especie y de otras

especies- con fines de supervivencia: para alimentarse con su carne, para reproducirse

con sus hembras, y para apoderarse de sus espacios o territorios, y a pesar de que el

animal humano2 hace estas mismas cosas por los mismos fines que los demás animales,

también las hace por algo que va más allá de lo que en principio podría considerarse una

cuestión de supervivencia: el animal humano realiza el acto sexual, no sólo para

reproducirse, sino para disfrutar el contacto de los cuerpos; el animal humano come no

sólo para alimentarse, sino también para disfrutar los sabores y el animal humano mata,

no sólo para eliminar a su enemigo, sino para disfrutar su sufrimiento.

Siendo las cosas así, las razones serían lo menos importante: cuando un humano deseara

matar a otro alguna excusa inventaría para hacerlo, pues detrás de todo habría un

impulso muy poderoso…

Volviendo a mi caso, a mis deseos de dar muerte a otros humanos, y después de pensar

un poco el asunto, la pregunta que resulta es: ¿Deseo de qué? No se trataba de eliminar

a un hombre del mundo por una u otra causa, porque como ya lo dije, esa era sólo una

opción entre muchas posibles e imaginables, sino que se trataba de un impulso cuyo

origen superaba mi comprensión, pero en el que aún así resultaba una particularidad

básica identificable, y ésta era la facilidad para asociar personas cuyas acciones me

resultaban perjudiciales a castigos y torturas que culminaban con la muerte… imaginar

ese tipo de cosas no es gran cosa, pues el mundo esta lleno de humanos que viven

produciendo sufrimiento, desgracia y muerte a otros.

Cada vez más, con el paso de los años, se hacía evidente que para poder sobrevivir a la

hostilidad del mundo y por mi propio bien, debía imponerme a otros de mi propia

especie, debía imponerme a cualquier costo, empleando toda mi inteligencia, mi fuerza

y los recursos disponibles, pues de lo contrario estaría perdido, y en el mejor de los

casos mi destino sería el de un hombre al servicio y disposición de otro que sí hubiese

tenido el valor y la fuerza para dominarme.

Ahora bien, que unos animales den muerte a otros de su misma especie no es raro; en la

naturaleza muchos animales desde cachorros juegan a matar y a matarse y cuando se

desarrollan físicamente, de hecho lo hacen; sin embargo a diferencia de otros animales,

2 Animal Humano es un término que emplea NIETZSCHE, y mediante el cual evidencia que el hombre pertenece a la misma categoría de los demás animales de la naturaleza.

Page 3: Monologo Del Mal

los humanos en casi todas partes del planeta estamos regidos por sistemas de valores

morales3 que definen y regulan nuestros comportamientos, y en muchos de esos

sistemas el que un hombre dé muerte a otro puede ser considerado negativo, e incluso

puede ocasionarle un juicio y una condena, es decir, convertirse en víctima. Entonces

cada quien conoce sus deseos y también cuál puede ser el costo de satisfacerlos; yo he

deseado matar a otros hombres, pero sé que mi caso no tiene nada de extraordinario, se

que mi caso es el de casi todos los hombres; muchos deseamos matar a otros, la

diferencia es que unos lo hacen y otros no. ¿Cuál es el caso anómalo, el que sigue sus

impulsos o el que los reprime al acatar las normas, que, por demás, se fundamentan en

sistemas de valores que pueden considerarse arbitrarios4? Difícil saberlo, pero

finalmente todo depende de la situación, y con qué ojos la queramos mirar, pues basta

recordar que en la historia del animal humano abundan los asesinos y muchos de ellos

son considerados héroes, entonces no tiene sentido darle valor positivo o negativo, en

sentido moral, a un hecho que en sí mismo no es más que eso.

Ahora bien, los actos del animal están en gran medida determinados por su condición

biológica –que trasciende cualquier cuestión moral- a la cual son inherentes ciertas

necesidades -y requerimientos- que el animal debe satisfacer para sobrevivir y

3 Cuando empleo los términos lo bueno y lo malo me refiero más que a hechos particulares en sí, a las

ideas previas y generales según las cuales los individuos y las sociedades valoran los hechos. A ese respecto Kierkegaard realiza una definición según la cual es posible entender una idea general acerca de qué es La Moral: ```… Lo moral es como tal lo general, y bajo este título lo que es aplicable a todos; lo cual puede expresarse todavía desde otro punto de vista diciendo que es aplicable a cada instante. Descansa inmanentemente en sí mismo sin nada exterior que sea su τέλος, siendo ello mismo τέλος de todo lo que le es externo; y una vez que lo ha integrado no va más lejos. Tomando como ser inmediato, sensible y psíquico, el individuo es el individuo que tiene su τέλος en lo general; su tarea moral consiste en expresarse constantemente, en despojarse de su carácter individual para alcanzar la generalidad. KIERKEGAARD, SOREN. Temor y Temblor, Pág. 60. ED Losada, S.A. Buenos Aires.

4 Necesitamos una critica de los valores morales, y ante todo debe discutirse el valor de estos valores, y por eso es de toda necesidad conocer las condiciones y los medios ambientes en que nacieron, en que se desarrollaron y deformaron (La moral como consecuencia, mascara, hipocresía, enfermedad o equivocación, y también la moral como causa, remedio, estimulante, freno o veneno), conocimiento tal, que nunca tuvo semejante ni es posible que lo tenga. Era un verdadero postulado el valor de estos valores: atribulase al bien superior al valor del mal, al valor del progreso, de la utilidad, del desarrollo humano. Y ¿Por qué? ¿No podría ser verdad lo contrario? ¿No podría haber en el hombre <<bueno>> un síntoma de retroceso, un peligro una seducción, un veneno, un narcótico que diese vida a lo presente a expensas del porvenir? ¿Una vida más agradable, más inofensiva, pero también más mezquina, más baja? ¿De tal manera que fuese culpa de la moral el no haber llegado el tipo – hombre el más alto grado de poder y de esplendor? ¿Y de manera que entre todos los peligros fuese la moral el peligro por excelencia?... NIETZSCHE, FRIEDRICH. La Genealogía de la Moral, Pág. 12. ED. Emfasar, Bogota.

Page 4: Monologo Del Mal

reproducirse; la satisfacción de dichas necesidades genera un placer5, digamos,

primitivo y ese placer primitivo es un medio del que la naturaleza se vale para que los

animales, antes que todo, se ocupen de hacer lo necesario para seguir viviendo y

reproduciéndose.

De seguro que en un mundo hostil algo muy útil es eliminar a los competidores;

entonces no hay por qué sorprenderse si los hombres se dan muerte entre sí, y a pesar de

que las sociedades definen principios que pretenden determinar su comportamiento y

sistemas de valores según los cuales, en términos generales, no es aceptable que un

hombre dé muerte a otro, día a día, desde el inicio de los tiempos y hasta el presente,

este ser, inevitablemente, debe responder a las necesidades y requerimientos propios de

su naturaleza animal que le implican competir con otros, dominar a otros o ser

dominado… dar muerte a otros o morir como víctima de otros.

En ese sentido, los hombres confundidos por la moral, han recurrido al invento de

innumerables justificaciones y excusas para poder obedecer a su naturaleza. Hacen de

su mundo el escenario de una feroz competencia; los enemigos y los antagonistas

abundan, así como los asesinatos y los pretextos para asesinar… sin embargo para el

animal humano matar no es suficiente. ¿Qué hay en la naturaleza del hombre que le

impide conformarse sólo con esto? ¿Qué lo motiva, no sólo a matar, sino también a

torturar y producir dolor físico a otros? ¿Acaso ha llevado a un extremo y deformado su

naturaleza y la ha puesto en función de fines que van más allá de la satisfacción de lo

necesario? El hombre hace una fiesta del sufrimiento ajeno, de la tortura ajena.

Desde la óptica de la moral del mundo occidental no será visto con buenos ojos el que

un hombre torture y dé muerte a otro justificándose únicamente en la satisfacción de un

deseo; sin embargo después de encontrar una razón, una justificación, entonces el

hombre sí es libre para torturar y matar y en efecto, aprovecha cada oportunidad que se

presenta para hacerlo justificadamente. Y claro, al que se puede torturar y matar

legítimamente es al el enemigo, una figura antagónica (ya sea por sus ideas por sus

acciones o e incluso por su apariencia) a quien es posible torturar e incluso matar

justificadamente, es decir, con la aprobación general; sin embargo muchos hombres no

5 Definir un concepto de placer plantea muchas dificultades y la principal de ellas radica en pretender

hacer universal una idea –lo placentero- que puede ser entendida de formas diversas por los individuos. Debido a lo anterior propongo limitar la idea de placer a la satisfacción de ciertas necesidades, tomando en cuenta la idea aristotélica según la cual lo necesario es aquello que sólo puede ser de una manera y no de otra; así entonces entenderemos, por ejemplo, la alimentación como condición Necesaria para la vida, y la satisfacción de esa necesidad se traduce en lo placentero.

Page 5: Monologo Del Mal

intentan justificarse ante sus sociedades ni buscan su aprobación para torturar y matar;

lo hacen porque siguen un impulso, porque es lo que desean hacer y eso lo justifica

todo.

El acto de torturar y dar la muerte está representado en la literatura, el cine, la pintura y

en diversas formas de expresión; hace parte de todos los periodos de la historia del ser

humano y está estrechamente ligado a su existencia, a tal punto que cualquiera, por más

que diga lo contrario, puede llegar a aprobar y disfrutar la tortura y muerte ajenas, pues

ese placer es el que produce, por ejemplo, el torturar y matar al enemigo…

Es tal la importancia de torturar y matar para el ser humano que a lo largo de diferentes

periodos de la historia ha concebido, diseñado y producido máquinas y otros

dispositivos para estos fines. Pero más que instrumentos para torturar y matar son

medios para hacer posible que los verdugos y quienes presencian el espectáculo

perciban -mediante sus sentidos- los detalles del sufrimiento y muerte ajenos. Por esto

muchas de esas invenciones están concebidas para matar sin prisa, haciendo énfasis en

la producción de mucho dolor y sufrimiento… si la cuestión se redujera sólo a matar

los procedimientos –aunque en algunos casos sí lo son- serían rápidos y eficaces y lo

que la historia nos muestra que normalmente es todo lo contrario6

En apartes de su genealogía de la moral Nietzsche se refiere al origen de los castigos,

sus posibles causas y fines; en un aparte de esos pensamientos resalto: ´´ ¿Cómo el

hacer sufrir puede ser una reparación? Es verdad que repugna a la delicadeza, o más

bien a la hipocresía de los animales domésticos (léase: los hombres modernos; léase:

nosotros mismos), el represéntate vivamente hasta qué punto la crueldad era el goce

favorito de la humanidad primitiva y entraba como ingrediente en casi todos sus

placeres y por otra parte cuán inocente y cándida parecía esta necesidad de crueldad,

esta maldad desinteresada (o como dice Spinoza, simpatía malevolens), y cómo parece

6 Ver sufrir, alegra; hacer sufrir. Alegra mas todavía – he aquí una antigua verdad humana, demasiado

humana, a la cual quizá suscribirían los monos, porque, en efecto, se dice que con la invención de ciertas bizarras crueldades anuncian ya el hombre y preludian su venida. Sin crueldad no hay goce, he aquí lo que nos enseña las más antigua y larga historia del hombre – el castigo es una fiesta. NIETZSCHE, FRIEDRICH. La Genealogía de la Moral, Pág. 50. ED. Emfasar, Bogota.

Page 6: Monologo Del Mal

ser atributo normal del hombre, y por tanto, algo a que la conciencia puede

orgullosamente responder sí.7´´….

Esos primeros deseos de matar que sentí son algo ya relativamente lejano en el tiempo;

encontré modos de justificarlos, pero esas justificaciones sólo eran el disfraz que hacía

que el impulso que en realidad los generaba –mi naturaleza humana- pareciese otra

cosa, pero al final de cuentas se trataba de impulsos, que como los de muchos hombres,

fueron controlados por la moral.

Aún sigo deseando ocasionalmente, visualizando, e incluso planeando, dar la muerte a

otros hombres que según mi punto de vista lo merecen, sigo deseando dar la muerte a

hombres a los que considero enemigos y de quienes sólo puedo esperar perjuicios, pero

la diferencia es que ahora es claro que esas justificaciones son sólo el disfraz que toma

la excusa, que a su vez es sólo la respuesta desesperada al llamado del impulso…

Desee matar a otros hombres –¿y quien no?- y tal como muchos otros, desde luego bajo

el efecto de influencias morales controlé y hasta ignoré ese deseo, ese impulso; y ese

control es necesario para poder conformar sociedades en las que todos no se maten entre

sí cuando crean tener cualquier razón para hacerlo, y más aún, cuando en realidad

muchos sí lo hacen, pues dar la muerte parece ser para los hombres una ilusoria solución

universal para los problemas.

El impulso humano por matar a otros se manifiesta de diversas formas, a veces se torna

difuso y difícil de ver, pero al final termina manifestándose, tal como puede hacerlo

algún rasgo genético que pretenda eliminarse, ocultarse o al menos disimularse, pero

que siempre se hace evidente de nuevo, porque en realidad nunca ha desaparecido, pues

esto no es posible. Un caso que puede ilustrar esta idea es el de las morales, que intentan

prescribir el comportamiento de los humanos juzgándolos según sus acciones, teniendo

como referente cánones de lo negativo y de lo positivo (lo bueno y lo malo, según lo

general). En ese sentido muchas morales valoran negativamente el que un hombre de

muerte a otro y de hecho, el hombre que lo hace puede ser juzgado y sometido a

castigos por tal razón. Entonces esos sistemas de valores inhiben –o al menos intentan

hacerlo- el impulso humano de dar la muerte, expresando, de alguna manera, Eso no se

debe hacer; sin embargo, y es esto lo que parece paradójico, esos mismos sistemas que

valoran negativamente el que un hombre torture y mate a otro, determinan situaciones y

7 NIETZSCHE, FRIEDRICH. La Genealogía de la Moral, Pág. 49. ED. Emfasar, Bogota.

Page 7: Monologo Del Mal

contextos en los que sí resulta legítimo hacerlo. Entonces esos sistemas, configurados

por hombres que llevan dentro de sí el impulso de matar son herederos de ese legado

primitivo y al igual que quienes las concibieron, son portadoras de ese espíritu asesino;

según sus leyes, diversas sociedades han torturado y dado muerte legítimamente a

incontables seres humanos… entonces lo paradójico es que en contextos y situaciones

específicas las morales aprueban y realizan acciones - como torturar y dar la muerte-

que en otros contextos y situaciones ellas mismas podrían valorar negativamente y

reprobar; y esto para nada resulta coherente o lógico, y justamente ese es punto central

del asunto, y es que si el ser humano se ha dado a la tarea de formular sistemas de

valores a partir de los cuales juzgar cuestiones como el que un hombre de la muerte a

otro, es porque busca dar respuestas a algo que trasciende los alcances de cualquier

sistema moral, y esto es su propia naturaleza, de la cual no puede dar cuenta ninguna

artificiosa construcción humana; aún así el hombre, influenciado por esa suerte de

conciencia moral, intenta disimular rasgos de su naturaleza, lo que resulta inútil y claro,

a la hora de la formulación de sus marcos jurídicos, por ejemplo, llega a dejar margen -a

la manera de un derecho reservado- para poder seguir justificándose el torturar y matar a

otros hombres y cuando un estado, una iglesia o cualquier ente que representa el poder

tortura y mata ´´justificadamente´´ a aquel que por una u otra razón se ha hecho

acreedor de tal castigo, es también la sociedad la que en virtud de la moral ha juzgado,

condenado, torturado y matado, teniendo la plena conciencia de haberlo hecho

justificadamente.

En el trasfondo, toda la puesta en escena no es más que la respuesta a un impulso

primitivo que tiene origen en la propia naturaleza humana; ahora bien, esto puede tener

una función esencial y es que satisface y calma en alguna medida ese deseo e impulso

reprimido de matar latente en casi todos, y probablemente de esa forma reduce su

tendencia a salir de control: un estado, una iglesia o un ente que monopoliza el poder

me representa y ha encontrado razones -excusas, en realidad- para dar la muerte a

hombres que desde su perspectiva merecen tal castigo; ese ente, cuyas normas acato, ha

castigado ha muchos hombres dándoles la muerte y yo nunca he estado en contra de

eso; de hecho muchas veces he aprobado esos castigos e incluso he tenido la sensación

de ser uno de quienes lo imparten. Si un hombre es enemigo de mi estado, de mi iglesia

o de aquello de lo que hago parte entonces también debe ser mi enemigo, y en ese

sentido, si me produce placer torturarlo y darle muerte es comprensible y es justificado;

es el placer que produce castigar y matar a alguien justificadamente, el placer de matar

Page 8: Monologo Del Mal

con la excusa correcta y qué mejor excusa que una idea de justicia… ésta es otra de las

formas del disfraz que se pone el impulso de dar la muerte, y que no conformándonos

con eso, los humanos hemos deformado en tortura y producción de dolor y sufrimiento.

Y bien, esto nos pone frente a nuevas preguntas: ¿A quien se puede torturar y matar

justificadamente? ¿Qué hace del enemigo un enemigo? ¿Cuál es el origen de la tortura y

cuál es su trasfondo?

Los dueños del poder han torturado matado justificadamente a quienes los amenazan,

sea porque tienen diferentes creencias, diferentes apariencias, diferentes formas de ver

el mundo, etc. las excusas no han sido pocas: en ese sentido han matado brujas, herejes,

negros, blancos, etc; ahora bien; ¿Qué pasa cuando un hombre o un grupo de hombres

decide torturar y matar por cuenta propia, sin buscar excusas que sean aprobadas por

una sociedad y sus fundamentos morales? Por ejemplo, en los estados unidos cuatro

hombres habitualmente secuestran mujeres, las amarran en una cama para luego, con un

afilado cuchillo, extirparle los senos y dejarlas morir; en Europa una organización se

dedica a secuestrar humanos que luego son vendidos a hombres que, en una edificación

adecuada para tal fin, los someten a diversos tipos de torturas hasta producirles la

muerte… ellos no han sido puestos en el lugar del castigado a causa de sus actos, o no o

al menos porque éstos representaran algún tipo de amenaza para su sociedad, para algún

individuo en particular o algún tipo de ofensa para su moral, sino que fueron escogidos

según el azar y/o el criterio de quien decidió torturarlos y/o matarlos; el verdugo no

tenía una justificación aprobada socialmente, sólo tenía una justificación válida para él

mismo, por lo tanto sus actos eventualmente lo podrían llevar a un juicio, una condena y

un castigo de parte de los miembros de su sociedad; sin embargo él no necesitó

justificar sus actos ante nadie porque era lo que deseaba hacer o le parecía bueno y esto

le producía algún tipo de satisfacción, pues de lo contrario no lo hubiese hecho.

Entonces en este caso no se trata de tortura y asesinato legítimos y aprobadas por un

grupo social contra un enemigo; se trata de torturas y muertes dadas por motivaciones

diversas y particulares, propias del verdugo, un ser que puede ser considerado por los

demás miembros de su sociedad un desadaptado, un enfermo mental, pero que

finalmente no es más que alguien que se deja llevar por su naturaleza humana sin

preocuparse de que sus actos sean o no aprobados socialmente.

Curiosamente hombres así representan un riesgo para el orden de sus sociedades y es a

ellos –entre otros- a quienes dichas sociedades torturan y matan legítima y

justificadamente.

Page 9: Monologo Del Mal

Hasta ahora me he referido a algunos tipos de motivaciones y/o justificaciones humanas

para torturar y matar: una de ellas, la legítima y aprobada socialmente y que es

sustentada en conceptos tales como enemigo; la otra no se sustenta en ningún tipo de

aprobación o convención social; se trata de hombres que lo hacen por sus propias

razones o por sus propios impulsos, y como ya dije, en todos los casos el trasfondo es el

mismo, el impulso de torturar y matar que disfrazado o no por excusas, termina

ocasionando resultados similares.

Como hemos visto, el animal humano es muy creativo a la hora de concebir excusas

para torturar y dar muerte a otros. Ahora me referiré a otro caso: se trata generalmente

de un evento sangriento en el cual la víctima no representa la figura de enemigo, pero

que aún así recibe una muerte aprobada y legítima según los principios y valores de la

sociedad en la que se enmarca. Se trata de la muerte dada en sacrificios rituales en

culturas de todo el planeta. En este caso me referiré a un ejemplo posible entre muchos

otros: el sacrificio ritual en culturas indígenas de la América precolombina8: un joven,

por ejemplo, es brutalmente asesinado como ofrenda a un ente –un dios, un espíritu,

etc.- que supera los alcances epistemológicos de esa cultura, para que éste proporcione

algo o para que los libere de algo que está fuera de su control, como la lluvia u otro

fenómeno natural; los miembros de esa sociedad aprueban el sacrificio y en el ritual se

convierte en fiesta, una celebración de esa ofrenda que supuestamente producirá algún

efecto deseado…

De nuevo estamos frente al caso de humanos que, según su sistema de valores y

creencias –según lo general- actúan justificadamente.

Pero ¿Cómo puede ser posible que alguien crea que el hecho de dar la muerte a un

humano pueda generar un algún efecto o influir de alguna manera sobre un fenómeno

natural? ¿Cómo esa asociación, esa relación de supuestas causas y efectos puede

imaginarse coherente como para que un grupo de humanos apruebe y haga legítimo el

sacrificio, es decir, la tortura y el asesinato? Una respuesta posible es ´´por la Fe´´9. La

8 En el sacrificio de adultos, existe una imagen pintada sobre una vasija en que se ve el  sacrificio ritual de un prisionero atado a un cadalso y un grotesco personaje que le saca las entrañas con una lanza, mientras los músicos tocan tambores y trompetas —«una de las escenas más terribles del arte maya». Stuart, David (2003). «La ideología del sacrificio entre los mayas». Arqueología mexicana XI, 63:  pp. 24-29

9 El hombre de fe es aquel que cree que lo imposible es posible y esto en virtud del absurdo. La anterior es la manera en que interpreto la idea que a respecto de la fe plantea Soren Kierkegaard en Temor y Temblor. A continuación cito el aparte que he tomado como referencia de dicho libro para concebir mi idea acerca de la fe: `` … El absurdo no pertenece a las diferencias comprendidas en el cuadro propio de la razón. No es idéntico a lo inverosímil, a lo inesperado, a lo imprevisto. Desde el momento en que el caballero se resigna se convence de la imposibilidad según el humano alcance; tal es el resultado del examen racional que tiene la energía de hacer. En cambio desde el punto de vista de lo infinito la

Page 10: Monologo Del Mal

fe es la vía rápida e infalible a la resolución de cualquier interrogante y mediante ella es

posible justificar lo absurdo y lo incoherente, y el hombre de fe puede considerar

razonable y hasta lógico lo absurdo e incoherente; ¿Qué puede hacer que sea distinto

quemar a una mujer para que la abandone el demonio o extraerle el corazón a otra para

que un dios traiga el final de las lluvias?

Todas son incoherencias que no se pueden justificar en la ignorancia, en la fe o en la

simple idea de que todas las culturas tienen una visión diferente del mundo, pues no

debe ser casualidad que frecuentemente esas incoherencias conduzcan a lo mismo, no

debe ser casualidad que comúnmente esas incoherencias conduzcan a que unos torturen

y maten a otros.

Aún así hay que recordar que como todas las culturas humanas se diferencian y tienen

diferentes concepciones del mundo, de los fenómenos, de los sucesos, de la muerte, etc,

se podría creer que no es posible ubicar en la misma categoría eventos tales como un

sacrificio ritual indígena en América precolombina y una quema de brujas en la Europa

medieval; sin embargo, y a pesar de tratarse de un ejemplo que toma como referencia

dos culturas aparentemente muy distintas, hay algo que los pone en común, y es que en

ambos casos se trata de rituales en los que los humanos pretenden establecer relaciones

con entes al margen de su comprensión epistemológica, y en ese sentido, pretenden

establecer relaciones basadas en actos de fe, es decir, concebibles sólo en virtud del

absurdo.

Ahora bien, a la hora de observar el caso del sacrificio humano en América

precolombina es necesario tener en cuenta detalles que podrían generar una ilusión que

consiste en que, a pesar de que claramente se trata de un escenario de tortura y

asesinato, podría poseer características que lo diferencian de otros escenarios destinados

a esos mismos fines… la más notable es que el sacrificado no es necesariamente

considerado un enemigo, sino incluso a veces una suerte de elegido para experimentar el

honor del sacrificio, y en ese sentido el mismo sacrificado puede llegar a estar de

acuerdo con su propia tortura y muerte en el contexto ritual; sin embargo esto no

representa una diferencia importante y tampoco cambia las cosas, pues siendo así, el

posibilidad subsiste en medio de la resignación; mas esta posesión es al mismo tiempo una renuncia, no siendo sin embargo por eso un absurdo para la razón; porque ésta conserva su derecho a sostener que la cosa es y continua siendo imposible en el mundo finito donde es soberana. El caballero de la fe también tiene plena conciencia de esta imposibilidad; lo único capaz de salvarlo es el absurdo, lo que concibe por la fe. Por lo tanto reconoce la imposibilidad, pero al mismo tiempo cree en lo absurdo, porque si supone que posee la fe sin reconocer la imposibilidad, de todo corazón y con toda la pasión de su alma, se engaña a sí mismo y su testimonio es absolutamente inaceptable, ya que no ha alcanzado la resignación infinita…´´ KIERKEGAARD, SOREN. Temor y Temblor, Pág. 51-52. ED Losada, S.A. Buenos Aires.

Page 11: Monologo Del Mal

sacrificado no está más que asumiendo y adhiriéndose a la idea generalizada de los

demás miembros de su sociedad, según la cual su sacrificio – su tortura y asesinato- son

algo legitimo y valorado como algo <<bueno>>. En ese sentido el sacrificado, al estar

de acuerdo con su sacrificio, no hace otra cosa que el mismo acto de fe que los demás.

Por otro lado, en el caso de una bruja o un hereje quemado en la hoguera -quien es

considerado una amenaza, un enemigo de ciertos valores y/o creencias de su sociedad-

puede suceder algo similar; la supuesta bruja o hereje puede llegar a estar de acuerdo

con su muerte, pues puede creer que en realidad ésa es la única forma para liberarse de

las llamas eternas del infierno, entonces realmente puede adherirse a esa idea

generalizada que hace de su asesinato algo legitimo y positivo y esto no es otra cosa que

un acto de fe.

La justicia y el bien general son algunos de los pretextos utilizados para matar, pero más

allá de cualquier excusa, el trasfondo de esto debe ser buscado en la naturaleza del

animal humano, que lo lleva a una feroz competencia, en la que el ganador obtiene los

recursos necesarios para la supervivencia y también el dominio sobre otros que de lo

contrario, y sin pensarlo, lo dominarían y/o matarían … lo necesario y útil que puede ser

para un animal humano dar muerte a otros resulta evidente; es algo que lo supera, es el

impulso más primitivo por preservarse a sí mismo. Y a pesar de esto es un impulso que

la moral reprime y nos pide ignorar; la moral nos pide lo imposible.

Quema de brujas, sacrificios rituales, hombres que compran a otros para torturarlos y

matarlos… todas estas formas de torturar y matar son grotescas y no tienen por qué ser

ubicadas en categorías diferentes, pues sin importar los tipos de excusas utilizadas el

resultado es el mismo: producción de sufrimiento y muerte.

Lo que aparece frente a mis ojos es una maraña de excusas para matar, pues de ninguna

manera hay relación entre torturar y matar y el fin supuestamente buscado y esperado de

tales actos… de hecho el único que muestra cierto grado de coherencia es el que tortura

y mata sin buscar excusas aprobadas socialmente, pues lo hace porque es lo que desea y

a veces con eso le basta.

La inocultable tendencia del animal humano a producir sufrimiento y muerte a otros es

motivada por una naturaleza que precede y trasciende cualquier moral y su fuerza e

influencia es tal que resulta determinante en diversas dimensiones de la vida humana;

cada ser se vale de lo que dispone para lograr lo que sus impulsos le dictan y el animal

humano ha usado su creatividad, ha invertido tiempo e ilimitados recursos para la

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concepción diseño y producción de métodos y dispositivos destinados a producir

sufrimiento y muerte; también ha sido muy ingenioso a la hora de configurar y recrear

contextos que sirven como escenarios para la realización de tales puestas en escena: la

doncella de hierro, dispositivo de tortura antropomorfo en el que se introduce un

humano que es perforado por puntas de metal afiladas que son dispuestas

cuidadosamente para no afectar los órganos vitales del torturado y así garantizarle

varios días de dolor y agonía hasta que al fin muere desangrado; el empalamiento: se

clava una estaca de madera a la víctima por la parte baja del estómago, que atraviesa su

cuerpo hasta salir por el lado derecho del tórax –esto es importante para no afectar el

corazón- . Luego la estaca se entierra con el desgraciado izado en el extremo superior,

lo que le garantiza varios días de sufrimiento hasta que llegue el momento de su muerte;

la hoguera: el hombre es atado a unos maderos y rodeado por otros que posteriormente

son encendidos; los verdugos que mejor dominaban esta técnica eran cuidadosos de

ubicar la madera y las llamas apartadas cierta distancia de la víctima, pues si éstas

quedaban demasiado próximas, el hombre moriría rápidamente asfixiado, y esto no era

deseable, pues lo que se buscaba es que el calor consumiera lentamente el cuerpo,

mientras aún permanecía con vida.

Ahora bien, éstos son algunos métodos para producir muerte y sufrimiento que fueron

empleados en la Europa de la edad media, y algunos también en América del sur. Algo

que los pone en común es que eran promovidos por los entes del poder oficial en las

sociedades en las cuales tenían lugar; de hecho el empalamiento y la hoguera eran

espectáculos públicos a los que la gente común asistía. En todos los casos se trataba de

muerte a figuras que representaban algún tipo de amenaza a los valores establecidos y

que en ese sentido eran enemigos a quienes se podía torturar y matar justificadamente, y

por eso mismo se trataba de torturas y muertes aprobadas por casi todos los que hacían

parte de esas sociedades, las cuales, a su vez – y tal como sucede hoy- invertían buena

parte de sus recursos en seguir adelante con la concepción, diseño y construcción de

nuevos métodos y dispositivos para tales fines. Se trata de humanos actuando de

acuerdo a sus creencias y valores. En otras palabras, tenían buenas razones para aprobar

y disfrutar esas torturas y muertes, pues ¿cómo no hacer tales cosas al enemigo que les

amenaza, sea una bruja o un invasor extranjero?

Desde la antigüedad el hombre ha hecho todo a su alcance para eliminar al enemigo y

ha invertido todos los recursos posibles en el diseño y construcción de métodos y

dispositivos para torturarlo y matarlo ejemplarmente. Esta idea no ha cambiado; por

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supuesto que los dispositivos varían de acuerdo a los desarrollos de la tecnología y por

supuesto, los criterios que definen al enemigo, a quien se puede torturar y matar

justificadamente, son definidos por los intereses y las ideas de los entes que buscan y/o

preservan el poder.

De regreso al inicio, de regreso a la pregunta por mi propio impulso de matar -pregunta

que ha originado esta reflexión- diré que hoy, al igual que en otros tiempos, no

encuentro nada qué cuestionarle, pues de hacerlo no sería la cuestión al impulso de un

individuo en particular y ni siquiera al del hombre en tanto especie, sino una cuestión a

la naturaleza misma, es decir, un sin sentido. Por el contrario, parece evidente que ese

impulso -que es un precedente de la acción- es necesario para que el hombre sea capaz

de vencer a su rival o a su predador y logre preservar la vida; en ese sentido se trata de

un impulso necesario para asegurar su propia existencia; sin embargo mi reflexión en

este momento no pretende plantear ninguna conclusión; por ahora sólo diré que lo que

he encontrado, incluso en lo que me he afirmado, es en un sentido hacia el cual orientar

mi pensamiento y en cuya dirección desarrollaré muchos de los interrogantes

relacionados con la cuestión de dar la muerte y el impulso humano por matar; también

haré frente a otra pregunta que ha surgido y cuyo universo resulta oscuro y difuso: se

trata de la pregunta por la tortura y por el gusto humano por torturar: ¿Más allá de lo

aparente y superfluo, cuál es su finalidad? ¿De dónde proviene? Una posible orientación

a la respuesta ya la ha mostrado Nietzsche cuando dice: ´´…Sin crueldad no hay goce,

he aquí lo que nos enseña las más antigua y larga historia del hombre – el castigo es

una fiesta…´´ 10

Es posible que la búsqueda de respuesta a la pregunta por la tortura se oriente en el

mismo sentido de la pregunta por el placer…

Hasta ahora mi trabajo ha sido formular algunas preguntas: ¿Se puede torturar y matar

justificadamente? ¿A quién podemos torturar y matar justificadamente? ¿Qué hace del

enemigo El Enemigo? ¿De qué manera y en qué sentido matar y torturar pueden ser

experiencias estéticas? ¿Cómo casi todos los humanos somos participes del acto de dar

la muerte? ¿Cómo casi todos los humanos disfrutamos de la tortura y la muerte ajenas?

A partir de aquí incursionaré en algunos de estos interrogantes; de seguro mis respuestas

no serán verdades absolutas, pero si al final logro iluminar un poco tan oscuro camino

mi trabajo estará cumplido.

10 NIETZSCHE, FRIEDRICH. La Genealogía de la Moral, Pág. 50. ED. Emfasar, Bogota.