memorial adress - actividad giratiempo- carta hoqwarts / monologo -serah

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#GiratiempoEvanescensce #LaCartadeHoqwarts #FlojosEvanecensce ~Memorial Adress~ Las vacaciones de invierno finalmente habían llegado a Hogwarts por lo cual el colegio había cambiado su decoración por una de acuerdo a aquella festividad, así mismo, como todos los años, la mayoría de los estudiantes se dedicaban a empacar sus pertenencias para partir del colegio y pasar las festividades en compañía de sus familias, algo que siempre me ilusionaba por que podía pasar un tiempo con mis padres después de pasar casi medio año lejos de ellos. Por tal motivo cuando se anunció el fin las clases, empaque mis cosas, me despedí de mis compañeros que se quedaban dentro del castillo por diversas razones y me dirigí hacia la estación de King Cross junto a los demás, en donde el tren nos llevaría devuelta. El viaje trascurrió sin contratiempos así que llegamos a la estación en el tiempo justo, una vez ahí, baje del tren junto a mis pertenencias mientras que, con la mirada, buscaba a alguno de mis padres, localizando a mi padre a algunos metros frente de mí. Una enorme sonrisa floreció en mi rostro antes de que caminara arrastrando mi baúl hasta llegar hasta él y abrazarlo fuertemente. Solo intercambiamos unas cuantas palabras antes de que me ayudara con mis cosas y saliéramos fuera de la estación, asegurándonos que

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Entertainment & Humor


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#GiratiempoEvanescensce#LaCartadeHoqwarts#FlojosEvanecensce

~Memorial Adress~

Las vacaciones de invierno finalmente habían llegado a Hogwarts por lo cual el colegio había cambiado su decoración por una de acuerdo a aquella festividad, así mismo, como todos los años, la mayoría de los estudiantes se dedicaban a empacar sus pertenencias para partir del colegio y pasar las festividades en compañía de sus familias, algo que siempre me ilusionaba por que podía pasar un tiempo con mis padres después de pasar casi medio año lejos de ellos. Por tal motivo cuando se anunció el fin las clases, empaque mis cosas, me despedí de mis compañeros que se quedaban dentro del castillo por diversas razones y me dirigí hacia la estación de King Cross junto a los demás, en donde el tren nos llevaría devuelta.

El viaje trascurrió sin contratiempos así que llegamos a la estación en el tiempo justo, una vez ahí, baje del tren junto a mis pertenencias mientras que, con la mirada, buscaba a alguno de mis padres, localizando a mi padre a algunos metros frente de mí. Una enorme sonrisa floreció en mi rostro antes de que caminara arrastrando mi baúl hasta llegar hasta él y abrazarlo fuertemente.Solo intercambiamos unas cuantas palabras antes de que me ayudara con mis cosas y saliéramos fuera de la estación, asegurándonos que ningún Muggle nos viera salir por la entrada de King Cross, o mejor dicho, por la pared que conecta a dicho lugar.

El trayecto a casa fue tranquilo, mi padre me platicaba las cosas que habían preparado para celebrar la navidad, los miles de adornos que me madre se había encargado de comprar y colocar en casa, para que todos en nuestra comunidad observaran que tan festivos éramos, algo que me hizo reír al imaginármelo. No demoramos más que unas cuantas horas antes de divisar a lo lejos la comunidad en la que vivíamos, una que estaba llena de brujos y hechiceras, por lo cual la magia se respiraba en aquel lugar. Después de unos cuantos minutos más, mi padre se estaciono fuera de

nuestra casa en donde, al vernos, mi madre salió a recibirnos, recibiendo un fuerte abrazo de su parte.

Los días en aquel lugar pasaron lentamente, días en los que mis padres me contaban acerca de sus viajes, exploraciones, descubrimientos y algunas cosas más que estuvieron haciendo mientras yo estaba en el colegio, así mismo, yo les relataba todo lo sucedido ahí, las clases que tenía, mis disgustos, vergüenzas y logros, ganándonos horas de risa y diversión. La navidad llego de forma rauda, por lo cual, mi madre y yo nos encontrábamos caminando de un lado a otro dentro de la casa, ya que aquel día, varios integrantes de nuestra familia vendrían a celebrar la fecha junto a nosotros –incluidos mis abuelos maternos- así que las preparaciones –mesas, adornos, comida, bebidas, etc.- transcurrieron con algo de nerviosismo.

Cuando la hora llego, todos los invitados arribaron a nuestro hogar, saludos, besos en la mejilla, abrazos, fueron llegando de uno en uno conforme cruzaban la puerta del vestíbulo. La fiesta siguió su curso sin ningún tipo de inconveniente hasta que una de mis tías, se había rasgado parte de su vestido de manta y, como era tradición e nuestra familia, nadie usaba la magia en ese día que era para convivir, a menos que fuera un caso de vida o muerte, algo que nunca, hasta esta ocasión, ha sido necesario. Mi madre al percatarse de la situación me pidió que subiera a mi cuarto ya que ahí había dejado, dentro de mi armario, la caja donde tenía las agujas e hilos que usaba usualmente para coser o tejer. Asentí con una leve sonrisa antes de subir escaleras arriba con dirección a mi cuarto.

Una vez arriba, abrí la puerta de mi habitación, entrando segundos después con dirección a mi armario, el cual se encontraba a pocos metros de mí, con decisión abrí las puertas de este, comenzando a buscar dicha caja, localizándola en la parte alta de este pero, sin darme cuenta, esta tenía una caja encima de ella, por lo cual cayó al suelo provocando un ruido seco al estrellarse. Negué con un movimiento de mi cabeza al ver mi torpeza, dejando la caja de mi madre

en mi tocador, antes de colocarme en cuclillas y comenzar a recoger los objetos que habían estado dentro de aquella pesada caja.

Coloque cada objeto dentro de su caja, hasta que ciertas pertenecías llamaron mi atención, fotos viejas de mis padres cuando eran jóvenes, cartas, promociones, cosas que me hacía sonreír al verlas, sin embargo, una pequeña caja, que entraba perfectamente dentro de la más grande llamo mi mucho más mi atención, ya que esta no tenía nada escrito o algún grabado en ella, por lo cual, movida por mi curiosidad la abrí sin remedio, encontrándome algunas cosas que creí haber perdido.

- Pero si son…

Dentro estaban fotos de mis verdaderos padres, fotos en donde ambos sonreían felizmente mientras se movían dentro de la misma, unas fotos que fueron tomadas el día de su boda.

También habían fotos mías de pequeña, unas en solitario otras junto a mis padres adoptivos, pero una foto me hizo añorar el pasado una vez la tuve en mis manos, era una foto que mi padre nos había tomado a mi madre y a mí cuando había cumplido los 11 años y, en mis manos tenía la carta que me hacía alumna de Hogwarts.

- Vaya, pensé que esta foto se había perdido hace mucho y aquí estaba.

Sonreí felizmente, mientras que los recuerdos de aquel día regresaban lentamente a mi mente, haciendo que rememorara todo lo que había sucedido desde que me había enterado que era una bruja y el pasado oculto tras esa línea de sangre mágica que me circulaba por las venas.

o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o

La habitación se encontraba casi oscura, lo único que la iluminaba eran los leves rayos de la luna que se filtraban por mi ventana, mientras las cortinas se movían antes la fresca brisa que anunciaba la noche. Me encontraba acostada sobre mi pequeña cama, tenía entre mis manos un enorme peluche en forma de Delfín –un peluche algo grande para una niña de seis años de edad al cual abraza fuertemente, mientras por mis mejillas varias lágrimas se deslizaban acompañados de pequeños sollozos. Me había encerrado en mi habitación después de lo que había ocurrido en la sala de la casa aquella misma tarde.

Como todos los días regresaba a casa tras terminar las clases en la escuela que se encontraba cerca de casa –como la escuela no estaba lejos y todos en la comunidad nos conocíamos muchos niños regresaban solos a casa- entre con una enorme sonrisa en mi rostro, ya que había conseguido comprar una barra de chocolate después de haber ahorrado una semana entera para ello –mi padre no había aun aparecido en casa por su trabajo y era quien siempre me llevaba una que otra confitería aun cuando mama se negaba- solo para que, una vez mi madre me viera, me llamara a la sala, en donde se encontraba tejiendo una especie de bufanda –como todos los viernes que no trabajaba en la tienda de flores que tenía junto a una amiga de ella- y tras dejar su tejido en la mesta de alado comenzara a reñirme por no haber ordenado mi cuarto antes de ir al colegio, aquel sermón siempre era el mismo tarde tras tarde, según ella, ser ordenada implicaba fuerza de carácter y responsabilidad pero, ¿solo tenía seis años como podía pedirme tanto? Calificaciones, ayuda en tareas de casa –sacar la basura o alimentar a nuestro perro-, llegar a casa antes de tal hora.

Por alguna razón, aquella tarde, algo surgió dentro de mí, algo que nunca había sentido, una sensación de adrenalina, como un leve fuego que solo necesitaba una chispa para comenzar un gran incendio, las lágrimas comenzaban a hacerse presente, amenazando con escapar sin poder evitarlo. Mi madre continuaba riñéndome mientras que, muy dentro de mí algo estaba surgiendo, una sensación que necesitaba liberar, una fuerza que amenazaba con estallar si continuaba escuchando sus palabras. Trate de tapar mis odios con mis pequeñas manos sin embargo seguía escuchándola, no supe cómo o porque pero, solté un fuerte sollozo dejando salir las lágrimas mientras que cientos de cristales en la sala comenzaban a estallar, cuadros, floreros, figuras, todo se había reducido a mil pedazos, al igual que la pequeña mesa que estaba entre mi madre y yo, uno de los pedazos que había salido volando la había alcanzado en la muñeca, provocando que soltara un quejido de dolor, mientras que, por mi parte, el miedo comenzaba a invadirme, por lo cual solo había salido corriendo escaleras arriba para encerrarme en mi cuarto.

Y ahora estaba ahí, sobre mi cama hecha un pequeño ovillo, sollozando por lo ocurrido, tenía miedo que mi padre me regañara o incluso me castigara, aun cuando no sabía exactamente lo que había ocurrido en la sala. Escucho como alguien toca a mi puerta a lo cual no respondo, la voz suave de mi padre me llama antes de que el abra mi puerta y entre en ella, comienzo a sollozar con más fuerza antes de sentir una de sus manos acariciar mi cabeza a lo cual solo atino a levantar mi rostro bañado en lágrimas.

- Serah cariño.- Lo siento –Hable levantándome un poco para quedar frente a mi padre- no sé qué ocurrió,

lastime a mama.- No tienes la culpa pequeña.- Si la tengo y no sé porque – dejando escapar un sollozo.- Serah, lo que ocurrió en la sala es algo normal dentro de nuestra familia.- ¿Normal?- Así es –aseguro limpiando las lágrimas caídas- Dime, ¿lo que paso en la sala ya te había

ocurrido antes cariño?- Pues, algunas veces rompía pequeñas cosas pero... No sabía cómo decirte, tenía miedo.- Entiendo, escucha… Todos esos sucesos han sucedido por una simple razón pequeña, la

magia vive en ti.- ¿Magia? ¿Como la de los magos del circo?- No, es algo más que simple fantasía, me refiero a magia verdadera.- …- Somos brujos Serah.- ¿brujos? –Abriendo mis ojos a su máxima expresión- ¿Cómo los que salen en las películas

con varita y gorros?- Exacto pequeña – soltó una pequeña risa mientras me despeinaba el cabello.- Entonces… ¿Soy una bruja de verdad?- Así es, de hecho todos en la familia lo somos, a excepción de algunas personas que aun

cuando son familiares de brujos no pueden usar la magia.- ¿Mama es bruja?- Técnicamente debería serlo pero, ella no logro utilizar la magia, pero la conoce y sabe

cómo debe emplearse.- ¿Está enojada? –pregunte con algo de temor evitando su mirada.- No, no lo está.- Pero la lastime.- Sí, eso fue a causa de tu magia, aun eres muy pequeña para controlarla pero eso con

estudio y práctica podrás mantenerla bajo control –mirándome con cariño- ella está bien, use un hechizo para sanar la herida.

- ¿Se puede hacer eso?- Por supuesto, ahora hay que bajar hay algunas cosas que mama y yo queremos hablar

contigo.- ¿Me van a regañar?- ¿Por usar tu magia? No, era normal que en algún punto se manifestara, ahora vamos

mama está esperando.

Asentí ante sus palabras levantándome de la cama para segundos después sentir como me alzaba entre sus brazos y me abrazara fuertemente, camino hacia la puerta de la habitación hasta salir de esta y cerrar la puerta tras él. Baja con cuidados los escalones ya que me llevaba cargando, una vez llegamos a la sala donde mi madre estaba esperándonos, se dirigió al sofá que estaba frente a ella, en donde me dejo sentada mientras el, se colocaba a lado de mi madre, sintiendo la mirada de ambos sobre mí.

Con suaves palabras se dedicaron a decirme el pasado de nuestra familia, su progreso, su poder, la voluntad que los hacia únicos, una familia que no distinguía entre Muggles –personas sin magia- Squib –personas que aunque eran hijos de brujos no podían hacer uso de ella- o los sangre pura. Se dedicaron a contarme lo que un brujo o hechicera debía saber, al menos lo básico ya apropiado para la edad que tenía.

- ¿Hogwarts?- Ese es el nombre del colegio al que todos los niños de gran Bretaña que poseen cualidades

mágicas asisten, para aprender a manejar su poder.- ¿Algún día iré a ese colegio?- Quizás, cuando cumplas los diez años, si te llega una carta firmada por el director del

colegio, así será.

También se dedicaron a contarme la verdad sobre mi nacimiento “eres adoptada” había escuchado decir a mi madre, quien comenzó a derramar lágrimas de tristeza al relatarme todo lo que había ocurrido el día que mis verdaderos padres habían muerto, Sabia que no me estaba contando todo ya que en ocasiones se reprimía así misma, omitía algunos nombres o se ponía un poco nerviosa. Sonreí un poco, si no me contaban algo era porque creían que aún no tenía edad para escuchar todo lo que realmente había sucedido.

- Sé que estas enojada conmigo Serah, yo tuve en parte culpa de lo sucedido pero…- No te odio –afirme con una sonrisa.- ¿Qué no… que?- No puedo juzgarte por algo que ocurrió antes de que pudiera recordar, son cosas de

adultos.- Serah…- Eres mi mama, quizás no lleve tu sangre, pero eres quien me crio y me riñe cada que me

equivoco –sonrojándome un poco- te quiero mucho.- A veces olvido de quien es hija –susurro mi padre.

- ¿Papa?- Tu verdadera madre también era así, no juzgaba a nadie sin importar su pasado, además

de ser muy madura para la edad que tenía, desde pequeña Alexia siempre fue muy despierta en ese sentido… Y ahora que te veo hablar de esa forma, no queda duda alguna que eres su hija.

- ¿Eso es bueno?- Lo es –aseguro con una sonrisa mientras me levantaba del sofá y corría para abrazarlo

fuertemente.

El tiempo pasó raudamente, desde que había descubierto que era una bruja y la magia corría por mis venas al igual que la mayoría de mi familia. Los años habían servido para que mi padre me enseñara en sus tiempos libres la historia de nuestra familia, la historia de la magia misma, practicara pequeños encantamientos dentro de casa –como mover un objeto- diferenciar hiervas y especies básicas, conocer personajes históricos que aportaron grandes conocimientos al mundo mágico, las leyes que el ministerio –lugar que regulaba el mundo mágico- había decretado para proteger nuestro mundo, conocimientos que me fueron entregados con el correr de aquellos pocos años así como experiencias algo bochornosas respecto a la magia que recorría la comunidad.

Fue así como mi cumpleaños número once llego sin poder detenerlo, atrás había quedado la pequeña niña de seis años que descubrió por accidente los poderes que tenía, la pequeña que descubrió que era una bruja como muchas otras, atrás había quedado el pasado Muggle con el cual había crecido para dar paso a un futuro prometedor como hechicera.Aquella mañana me había levantado como siempre, gracias a los destellos del sol que se filtraba por la ventana, me levante con algo de más optimismo que en días anteriores, metiéndome en el baño para darme una ducha, saliendo minutos después para cambiarme y bajar a desayunar a lado de mis padres. Si bien mi verdadero cumpleaños era el trece de mayo, que fue el día en que nací, había decidido que mi cumpleaños, al menos el que celebraríamos en la familia, era el veinte de julio, ya que ese mismo día, pero hace once años mis padres oficialmente me habían adoptado como su hija.

Mi madre se encontraba en la cocina preparando el desayuno como todas las mañanas, mi padre, por su parte, se encontraba sentado al frente del pequeño comedor que se encontraba junto a la barra, entre sus manos sostenía “el profeta” el periódico que la mayoría de los brujos y hechiceras del mundo mágico leían, aunque mi madre y yo concordábamos en que su contenido dejaba mucho que desear, sobre todo por los reportajes tan despectivos y humillantes que tenían algunas veces hacia ciertas personajes. Me plante enfrente de ellos con una enorme sonrisa, haciendo que regresaran a verme con algo de curiosidad.

- Buenos días papa, mama.- Buenos días Cariño –me saludo mi madre regresando a su labor con los alimentos.- ¿Saben que día es hoy?- Es Domingo cielo –contesto mi padre devolviendo su vista hacia el periódico.- No me refería a eso papa –cruzándome de brazos mientras hacia un mohín – me refiero a

la fecha.- Cierto, Amor ¿Qué se celebraba hoy? –pregunto mi padre.- Creo que san patricio o algo así, una fiesta Muggle.- ¿En serio? Que fiestas más extrañas se inventan los Muggles.

- ¿San patricio? –pregunte con algo de sorpresa al ver como lo habían olvidado - ¿En serio olvidaron que día es hoy?

- San patricio –dijeron al unísono.- No es san patricio, ¡ES MI CUMPLEAÑOS!- ¿Tu cumpleaños? Es cierto como lo había olvidado – agrego mi madre con sorpresa.- Pensé que era mañana – acompaño mi padre.- …. –entrecerré mis ojos al escucharlos hablar.- Vamos cariño sabes que jamás olvidaríamos que es tu cumpleaños – hablo mi padre

levantándose de su asiento para abrazarme fuertemente – Feliz cumpleaños mi pequeña Zanahoria.

- Gracias papa –dije dejando de lado mi enfado para corresponder el abrazo.- Sabes que nunca olvidaríamos algo así Serah –escuche la voz de mi madre antes de que

me abrazara de igual manera – Por eso –volteando a ver a mi padre quien saco su varita y con un leve movimiento apareció un hermoso pastel, postres y bebidas en la mesa, además de cambiar toda la decoración de la cocina.

- Es hermoso papa –asegure fascinada con los miles de globos y serpentinas que adornaban el lugar.

- Bien, comamos antes de que la comida se enfrié.

La mesa estaba repleta de alimentos y postres, algo que a mi madre no le agradaba, ya que ella prefería que comiéramos sanamente –verduras y frutas- pero por ser mi cumpleaños había consentido que probáramos algo de azúcar. Ella había preparado mi postre favorito crepas rellenas de nutella, Queso con zarzamoras o caramelo, acompañadas de una bola de helado de vainilla y una malteada sabor fresa. Estaba por probar un poco de mi crepa cuando la voz de mi padre me llamo antes de que siquiera pudiera saborear el caramelo derretido.

- -Serah.

- ¿Si papa?- Hoy cumples once años.- Lo sé.- Así que te daré mi regalo de cumpleaños –dijo extendiéndome una pequeña cajita de

adobe.- ¿Qué es?- Ábrela.

Con curiosidad abrí la cajita que me había sido regalada, cuando pude ver al fin lo que contenía no pude evitar abrir mis ojos a su máxima expresión, dentro estaba un hermoso collar de plateado, su forma era como un pequeño planeta con pequeñas ondulaciones que descendían entre si. Con una sonrisa en mi rostro abrace a mi padre que solo correspondió el gesto antes de acariciar mi cabeza con una de sus manos.

- Gracias, es hermoso papa.- Sera un recuerdo de mama y yo, cuando entres a Hogwarts.- ¿De verdad crees que entre? Hasta ahora no he recibido ninguna carta.- La recibirás, eres una bruja Serah, Dumbledore jamás se equivoca al escoger a sus

alumnos, todo llega en su momento justo, no antes no después.- De acuerdo.

Contemple por unos segundos el collar antes de cerrar la cajita nuevamente y tomar el tenedor para comenzar a desayunar junto a mi padre pero, nuevamente, antes de que pudiera probar la crepa, una lechuza de color blanco atravesó la ventana que se encontraba a unos cuantos metros detrás de nosotros, para quedarse muy quita sobre la barra de la mesa.

- ¿Qué es? –pregunte, ya que no era una sorpresa ver a una que otra lechuza entrar y salir de casa con mensajería.

- No lo sé –contesto mi padre levantándose para tomar la carta que tenía en su pata, a lo cual, la lechuza una vez dejado su encargo salió nuevamente por la ventana por la cual había entrado.

- ¿Qué dice papa? –observándolo con preocupación al ver su rostro serio leer la carta.- Creo – hablo volteando a verme con una sonrisa – que deberías leerla tu – caminando

nuevamente hasta su anterior asiento y entregármela.

La tome con curiosidad, ya que no era usual que mi padre me dejara ver la correspondencia si esta iba dirigida personalmente hacia él. Trague con dificultad mientras tomaba la carta, cuando observe el dibujo del sello, no pude evitar que el corazón comenzara a latirme fuertemente, los nervios comenzaron a recorrerme el cuerpo conforme leía cada palabra escrita en aquel papel.

- No puede ser, no puede ser –dije con emoción.- Serah, cariño… ¿Qué es? –pregunto mi madre.- Mama, fui…- ¿Fuiste que cosa?- Fui… ¡ACEPTADA EN HOGWARTS! – volteando la carta para que pudiera ver el sello

distintivo del colegio sobre el inicio de la misma.- ¡Felicidades cariño! –hablo mi madre abrazándome segundos después con la misma

emoción que ahora me embargaba.- No puedo creerlo papa, me aceptaron, voy a ir a Hogwarts pero –leyendo la cantidad de

libros y objetos que me solicitaban llevar – son muchas cosas, además de que deben valer mucho.

- No te preocupes por ello, eres nuestra hija además de que son tus estudios.

Sonreí felizmente mientras abrazaba la carta fuertemente contra mi pecho, al fin uno de mis sueños desde que supe lo que era se estaba realizando, por fin podría ir al colegio de Hogwarts, podría aprender todo lo que la magia podía ofrecerme, podría conocer al mago del que tanto hablaba mi padre, Albus Dumbledore, el director del colegio y el más grande hechicero de todos los tiempos. El día trascurrió calmadamente, entre miles de preguntas, consejos y anécdotas por parte de mi padre de cuando había sido estudiante del colegio. Era de conocimiento público, al menos dentro de la comunidad mágica, que mi madre adoptiva era un Squib, una persona que no tenía poderes mágicos, por lo cual ella se había dedicado a tener una vida algo más mundana, ser una simple Muggle en ese sentido, por lo cual, no nos extrañó ni a mi padre ni a mí, que quisiera que nos tomáramos una foto con una simpe cámara fotográfica, en donde pudieran tener un recuerdo de cuando mi carta había llegado y lo feliz que fui en ese momento.

La emoción por haber recibido mi carta después de esperarla por tantos años no cabía dentro de mí, no hubo día que no estuviera impaciente por ir al callejón Diagon y comprar todo lo que necesitaría para cumplir con mis cursos en el colegio. Lamentablemente tenía que esperar a que mi padre tuviera su próximo día libre –ya que mi cumpleaños callo justamente ese día- sintiendo, como los nervios me carcomían y los días pasaban lentamente.Cuando al fin el día llego, después de esperar una semana que me supo a eternidad por lo lento que transcurrió, mi padre y yo emprendimos el viaje a la calle Charing Cross Road, en donde se encontraba la única entrada hacia aquel Callejón, el famoso “Caldero Chorreante”. Fueron unas cuantas horas de viaje en las que me la pase dormitando por lo temprano que habíamos salido de casa, solo volví a saber de mi cuando mi padre me llamo, advirtiéndome que ya estábamos frente al lugar. Estaciono el auto a unos cuantos metros de ahí, para, una vez que bajamos de el, camináramos con paso firme hacia la puerta del local.

Las personas que se encontraban ahí nos dedicaron una furtiva mirada cuando entramos, antes de volver su atención a sus asuntos, mi padre camino hacia la barra en donde el encargado y el, cruzaron unas cuantas palabras antes de que escuchara su voz llamándome para que los siguiera por un largo pasillo, hasta que nos detuvimos frente a una enorme pared hecha de ladrillos. Estaba por preguntarle que esperábamos pero mi pregunta quedo en silencio cuando se acercó a la pared y apretó unos cuantos ladrillos en la pared, la cual comenzó a moverse, hasta dejar una enorme grieta en ella para que pudiéramos atravesarla.

Salí de mi asombro, moviendo mi cabeza un poco, comenzando a seguir a mi padre quien ya estaba unos cuantos pasos delante de mí.

- ¿Tienes la lista? – Me pregunto.- ¿He? –Conteste aun sin salir del asombro que me era estar en aquel callejón.- La lista Serah.- Ha, si –abriendo la bolsa que llevaba colgada de lado – Aquí esta –pasándosela para que la

viera.- Primero comenzaremos por la túnica –susurro antes de sonreírme y proseguir con nuestro

camino.

Caminamos unos cuantos metros antes de que mi padre me indicara cual era el establecimiento que buscábamos “Madam Malkin, Túnicas para todas las ocasiones” leí para mis adentros mientras el pequeño letrero se balanceaba levemente en el aire. Al abrir la puerta una débil campanita nos anunció, volviendo a sonar una vez la cerramos tras nosotros. Una mujer sonriente y regordeta vestida con una túnica color malva nos dio la bienvenida, mi padre intercambio unas cuantas palabras antes de regresar a verme y hacerme un ademan para que me acercara. La señora –una bruja- me pidió que subiera en un pequeño banco frente a un enorme espejo en donde procedió a tomarme medidas y a pedirme que me probara cada túnica que me era dada. Pasaron alrededor de treinta minutos cuando al fin salimos del local ya que, si algo había tomado como habito por parte de mi madre, era no salir hasta que lo que yo viera en el espejo me gustara y me hiciera sentir bien conmigo misma, para colmo de mi padre que casi se duerme en el asiento en el que estaba esperándome.

El siguiente local que visitamos fue “La librería de Flourish y Blott” en donde compraríamos los libros que la lista me solicitaba, tomando la lista que mi padre me había dado para observarla por unos segundos:

El Libro Reglamentario de Hechizos Miranda Goshawk Una Historia de la Magia, Bathilda Bagshot

Teoría Mágica, Adalbert Waffling

Guía de Transformaciones para principiantes, Emeric Switch

Mil Hierbas y hongos mágicos, Phyllida Spore

Filtros y Pociones Mágicas, Arsenius Jigger

Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos , Newt Scamander

Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentim Trimble

Leí nuevamente para cerciorarme que ningún libro me hacía falta, ya que no quería que cuando estuviéramos en el auto me diera cuenta que faltaba algún ejemplar y tuviéramos que regresar, el tiempo era algo que tanto mi padre y yo atesorábamos mucho.

Los siguientes locales fueron para comprar los demás objetos que necesitaba, “la tienda de calderos” donde compramos un caldero de peltre del número 2, según mi padre era un buen caldero y las pociones básicas siempre resultaban exitosas, siempre y cuando pusiera atención en

ello. “Tienda de pergaminos, plumas y tinta” en donde conseguimos, como su nombre en el letrero indicaba, los pergaminos, las plumas y la tinta para los apuntes en clase, algo que, exprese a mi padre, era pasado de moda teniendo la plumas con tinta y cuaderno, a lo que mi padre solo atino a reír y acariciar mi cabello ante la broma. “Tienda de trastos” el lugar donde conseguimos la balanza y el telescopio que me eran solicitados en la lista.

Los últimos lugares que visitamos fueron las tiendas en donde conseguiría la que se convertiría en mi varita durante todos mis estudios o por lo menos era lo que esperaba y el animal que se convertiría en mi mascota.

La “Tienda de varitas de Ollivander” era un lugar algo silencioso, ningún ruido se escuchaba salvo el de la campanita que sonaba al entrar y salir del local, caminamos un poco hasta el centro del lugar antes de que el encargado Garrick Ollivander, hiciera acto de presencia y nos diera la bienvenida con aquel porte que tenia o al menos el que yo había escuchado por parte de mis padres. Con una débil sonrisa me acerque a él una vez me llamo a su lado, saco un pequeño artículo que, por lo que yo intuía era un metro con el cual comenzó a medirme haciendo con aquello que le dedicara una mirada de curiosidad a mi padre que solo me sonrió. Segundos después de terminar el Sr. Ollivander se alejó por un estrecho pasillo antes de regresar con unas cuantas cajitas de madera y dejarlas en la mesa junta él, dentro de cada cajita había una varita, cada una tenía un aspecto diferente -color, forma, largo- las cuales me fue pasando una a una, con las cuales me pedía que agitara logrando que cada vez algo sucediera a nuestro alrededor, vario vidrios explotaban u objetos salían volando, hasta que, después de aproximadamente veinte minutos me entrego con algo de curiosidad en sus ojos una extraña varita al menos para el por la forma en cómo veía, sacudiendo mi cabeza para alejar los nervios agite la varita como me pedía y cerré mis ojos, esperando que algo pasara pero lo único que sentí fue un leve cosquilleo recorrerme el cuerpo.

- Nada mal –dijo – hecha con Madera de cedro con una pluma de fénix en su interior, algo que, si me permites decir la hace una varita bastante independiente además de poseer una gran flexibilidad para los conjuros.

- ¿Independiente?

- Si, al tener una pluma de fénix en su interior, quiere decir que el mago o la hechicera que se volverá su usuario debe ganarse su lealtad, a muchos les toma años a otros desde el momento en que la toman en sus manos la obtienen ya que la varita y la bruja, en este caso, se complementaron perfectamente.

- ¿Y cómo sé que me será fiel?

- Solo eso, puedes saberlo tu pequeña.

Con aquella duda flotando en mi mente nos dirigimos hacia “Emporio de la Lechuza” ya que, desde que supe de mi herencia mágica, decidí que el animal que se volvería mi mascota una vez entrara en Hogwarts sería una lechuza, ya que eran seres tranquilos y leales, además de ser muy inteligentes –con algunas excepciones-. Cuando entramos miles de ojos nos dieron la bienvenida, observe cada lechuza que en el lugar se encontraba, algunas más pequeñas, otras algo ruidosas alulaban buscando llamar mi atención o simplemente se quedaban en su sitio mirándome fijamente. Mi padre platicaba con el encargado mientras continuaba mi búsqueda hasta que, mis ojos se encontraron con los de una lechuza blanca o mejor dicho un Buho Nival

cuyos ojos dorados no se apartaban de los míos, sonreí acercándome para observarla mejor y en aquel instante lo decidí.

- ¿Qué nombre le pondrás? –pregunto mi padre cerrando la puerta del local tras de sí una vez estuvimos fuera de él.

- No lo he pensado –dije alzando la jaula en la que mi lechuza se encontraba - Creo que le pondré Mog.

- ¿Mog?

- Si, es lindo, corto y fácil de recordar.

- A veces me pregunto de donde te inventas esos nombres pequeña.

Al terminar todas las compras de los trajes y objetos que me pedían, decidimos regresar a casa, en donde, tendría que esperar con los nervios a que el primero de septiembre arribara. El verano paso demasiado lento para mi gusto, ya que ver la túnica, los libros y a mi nueva mascota, hacían que los nervios no se apagaran, sino, que continuaran a todas horas pero, cuando finalmente el día llego un leve pánico se apodero de mí, no había pensado en ello porque estaba más preocupada en tener todo listo que olvide por completo el sombrero seleccionador ¿Y si me mandaba a la casa de los Slytherin? Según tenía entendido todos los magos tenebrosos había salido de ahí. Solo pude contener aquel pánico cuando mi padre, abrazándome fuertemente, logro tranquilizarme con sus sabias y suaves palabras de aliento.

Todo el camino a la estación de King Cross estuve abrazada a mi madre dentro del auto, ya que aunque no lo dijera, mis sentimientos estaban por traicionarme, no los vería nuevamente hasta que las clases terminasen –navidad y verano- teniendo como medio de comunicación solo las cartas por medio de lechuzas. Cuando llegamos no pude evitar soltar un suspiro y bajar del auto para seguir a mis padres y atravesar la estación llena de Muggles, teniendo que esperar a que estuviéramos lejos de miradas curiosas y pudiéramos atravesar por el pasaje que daba al andén 9 ¾, en donde, muchos niños y niñas que, al igual que yo se despedían de su familia para después subir al Expresso de Hogwarts.

Mi padre se encargó de que mis pertenecías subieran al tren mientras mi madre me abrazaba fuertemente y un par de lágrimas recorrieran sus mejillas. Una despedida siempre era difícil y más, cuando tienes que irte lejos de tu familia por tus estudios. Le dedique una débil sonrisa antes de asegurarle que estaría bien y prometí escribir tanto como me fuera posible. El tren anuncio su partida por lo cual debía despedirme de ellos, abrace a ambos fuertemente para después girarme y caminar hacia la entrada del tren. Cuando ubique un asiento libre abrí la pequeña ventana por donde volví a despedirme de ellos. El tren comenzó a moverse lentamente antes de tomar algo más de velocidad y desaparecer.

Todo el trayecto fue tranquilo, pero eso no lograba calmar mis nervios, tampoco lo hacían los miles de dulces y demás confiterías que había comprado en el carrito. Mi mente viajaba por miles de lugares, mi hogar, mi familia, mis amigos Muggles que había dejado, pero sobre todo pensaba en el colegio, en el lugar que pronto conocería en persona además de saber que tendría que quedar en alguna de las cuatro casas que convivían en ese lugar, solo rogaba internamente que no me tocara Slytherin. El sonido del tren anunciando que pronto llegaría fue lo que logro

despertarme, aunque no recordaba exactamente a qué hora exactamente había caído en profundo sueño, atribuyéndoselo a los nervios que aún seguía teniendo. Cerré con cuidado las puertas de mi cubículo para proceder a cambiarme y colocarme la túnica, tal como mi padre me había indicado que debía hacer antes de arribar a Hogsmeade.

Cuando el tren se detuvo y estuve junto a los demás niños fuera de él, una grabe voz nos llamó a lo lejos, era un hombre alto, muy alto en mi opinión, con una enorme barba color azabache que le cubría gran parte de la cara “¿Un gigante?” pensé por un segundo, para recordarme que no era posible ya que ellos Vivian a miles de kilómetros de Hogwarts además de medir muchos metros más que él. Nos acercamos a él, escuchando atentamente las indicaciones que nos daba, debíamos cruzar el enorme lago que rodeaba el castillo para llegar a él, frente a nosotros había pequeños barcos de color blanco, los cuales nos seria de transporte.

El traslado fue lento y a la vez algo aterrador, ya que en las profundidades había un enorme monstruo que, según mi padre, no era peligroso, si caías del barco te sacaba de él, pero aquello no le quitaba lo aterrador en ningún sentido. Mis ojos se abrieron a su máxima expresión cuando divise el enorme castillo frente a nosotros, era más grande de lo que me había imaginado, un imponente castillo que se alzaba en medio del lago, que daba la impresión que había estado por miles de años, perdurando atreves de la misma historia. Los pequeños barcos se detuvieron una vez que estuvimos en las orillas del lugar, uno a uno comenzamos a barja de ellos, siguiendo al enorme hombre, cuyo nombre, no recordaba, aun cuando mi padre me había mencionado cada uno de los nombres de los profesores, encargados y ayudantes que ahí laboraban. Nos detuvimos frente a unas pequeñas escaleras, en donde una mujer alta, vestida con una enorme túnica color verde y un sombrero del mismo color -cuyo nombre correspondía a la profesora Mcgonagall- nos dedicaba una mirada seria y algo fría.

—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deben ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, sus casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasaran el tiempo libre en la sala común de la casa.»Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que les toque.

Cuando hubo terminado el pequeño discurso, giro para comenzar a caminar hacia el interior del castillo a lo cual, procedimos a seguir. El lugar era incluso más fascinante de lo que me imaginación pudo haber soñado. Cuadros y pinturas que hablaban y se movían, armaduras que saludaban solemnemente a la profesora al pasar a su lado, antorchas iluminando el lugar. Una leve sonrisa apareció en mi rostro mientras cada rincón que divisaba me llenaba de fascinación. Después de unos minutos la profesora se detuvo frente a unas enormes puertas, girándose para mirarnos nuevamente, indicándonos que aquel lugar era el gran comedor en donde las demás casas ya estaban esperándonos.

Las enormes puertas se abrieron de par en par mientras nosotros seguíamos con paso lento a la profesora Mcgonagall, hasta que la inmensa fila en la que me encontraba se detuvo nada más llegar al frente, en donde miles de ojos nos observaban fijamente –Alumnos y profesores-. La profesora acerco un pequeño banco frente a la enorme fila y coloco encima un sombrero viejo con alunas des costuras el cual, reconocí como el sombrero seleccionador. El sombrero comenzó a hablar o más específicamente a cantar una tonada, algo que me había dicho mi padre, era que cada año el sombrero entonaba una canción distinta, a lo que mi mente pudo captar como “pasa todo el año escribiendo dicha canción”

Cuando su voz se apagó la profesora nos indicó lo que sucedería a continuación, seriamos llamados uno a uno, para sentarnos en aquel banco en donde colocarían el sombrero en nuestra cabezas y el decidiría en que casa debíamos estar dependiendo que cualidades tuviéramos. Los nombres de cada uno fueron nombrados lentamente, cada niño o niño pasaba al frente, se quedaba unos minutos con el sombrero seleccionador sobres sus cabezas para segundos después levantarse de su asiento y caminar hacia la casa que le había sido asignada o en este caso, la mesa de la casa que ocuparía.

Con cada niño o niña que iba pasando, los nervios o la tensión se hacían evidentes en mi persona, aunque exteriormente no lo demostraba por dentro no podía evitar pensar en los diferentes escenarios que pudieran ocurrir si quedaba en cada casa, pero sobre todo en el Slytherin, si llegaba a quedar ahí ¿sería una bruja tenebrosa? Mi padre me había dicho que aunque la mayoría de los brujas que habían estado ahí fueron brujos tenebrosos, no todos fueron así, la casa no hacia al brujo si no las acciones que este tomaba forjaba su destino, si el mío era quedar ahí, haría que el pensamiento errado que se tenía de ella cambiara.

- Serah Kylie Lockhart – la fuerte y potente voz de la profesora Mcgonagall se había dejado escuchar por el gran comedor-

- “Aquí vamos” pensé antes de comenzar a caminar hacia el frente.

Mis pasos eran lo único que se escuchaba en el lugar, ya que todos permanecían en silencio por los hechos que ocurrían. Me detuve cuando estuve frente al banco y a lado de la profesora quien me indico que me sentara. Apreté fuertemente el asiento de madera con mis manos una vez estuve sobre él. Cerré mis ojos fuertemente cuando el sombrero estuvo sobre mi cabeza, solté un suspiro cargado de nervios.

- Interesante… La mente que tienes –aseguro el sombrero sobre mi cabeza- Tienes el valor para afrontar cualquier obstáculo cualidad de los Gyrffindor, eres leal y tienes un corazón noble Hufflepuff sería una casa excelente para ti –siguió hablando mientras los nervios me carcomían por dentro- Eres astuta y sueles romper las reglas solo cuando crees que no hay otra alternativa Slytherin podría ser tu casa pero…-dejo de hablar por unos segundos antes de retomar su leve discurso- También eres inteligente, curiosa además de no depender de nadie solo cuando se lo requiere ¿en qué casa te pondré con todas esas cualidades?

- No importa –susurre levemente- colócame en donde creas que debo estar no por las cualidades que tenga… Solo colócame en donde crees que yo pertenezco y yo haré lo necesario para que sea así.

- Si eso es lo que piensas –contesto guardando silencio por unos segundos antes de decir su respuesta- ¡RAVENCLAW!

Un peso de mis hombros se esfumo cuando escuche el nombre de la casa a la que pertenecería, la profesora Mcgonagall me quito el sombrero antes de sonreír levemente y dirigir su vista hacia la enorme lista que aún tenía entre sus manos. Con una sonrisa en mi rostro me dirigí con paso firme a la mesa que correspondía a mi casa, los abrazos de algunos me sorprendieron al saludarme, todos me recibían con unas suaves sonrisas en su rostro, por alguna extraña razón, aquella decisión me hacía feliz, no sabía el motivo pero algo en mi interior me decía que mi lugar era en aquella casa, quizás aún no sabía por me sentía así pero, tenía muchos años para descubrirlo.

Cuando el recibimiento por parte de mis nuevos compañeros termino, logre sentarme en un lugar vacío en la mesa. Una vez me acomode dirigí mi vista hacia el frente, más específicamente al sombrero que ahora estaba sobre la cabeza de un chico con lentes, quizás no sabía los motivos por los cuales el sombrero me había colocado en RavenClaw pero, por extraño que resultara, me sentía en casa.

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- Serah ¿ya encontraste la caja de los hilo?

La voz proveniente de mi madre en la planta baja hizo que aquella nebulosa que me había atrapado se esfumara rápidamente, aquellas memorias de mis primeros días como bruja siempre lograban transportarme a eso momentos, como si estuviera ahí, rememorándolos día tras día como una vieja película que no te cansas de ver.

- Si, ahora bajo –conteste terminando de meter todo en la caja nuevamente.

Me levante con cuidado, ya que la caja aun con el tamaño que poseía era algo pesada y no quería que su contenido nuevamente se desperdigara por el suelo, la coloque encima del tocador, más tarde cuando la fiesta terminara la volvería a dejar en su antiguo lugar. Con una sonrisa deje la cajita en donde estaban mis fotografías fuera de la más grande, ya que aquellos recuerdo no debían estar escondidos, al menos no para mí.

Tome la caja de los hilos entre mis manos antes de dirigirme a la puerta de mi habitación, tomando el pomo de la misma antes de girarme un poco y regresar a ver las cajas sobre el mueble, con una última sonrisa Salir de la habitación cerrando la puerta tras de mí, mientras mis memorias pasadas tomaban la misma dirección de siempre… Hacia mi corazón y mente.