martínez, jorge amós - afinadito soy yo

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Facultad de Historia Dr. Jorge Amós Martínez UMSNH 1 Afinadito soy yo... La enseñanza no formal de la música tradicional de la Tierra Caliente Dr. Jorge Amós Martínez Ayala Facultad de HistoriaUMSNH Resumen: El presente texto nos muestra la manera en que se enseñaba a los niños y jóvenes la música tradicional de la Tierra Caliente, al mediar el siglo XX; para ello se usaron los testimonios de varios músicos de la región. La sistematización es una formalización del autor, aunque no se puede dejar de lado que en hubo ciertas prácticas formales, técnicas y vocabularios que permitían a los aprendices iniciarse en la música. Palabras clave: música tradicional, Tierra Caliente, enseñanza. En la Tierra Caliente la enseñanza formal de la música se dio, desde la época colonial hasta entrado el siglo XX, a través de las capillas musicales de las parroquias, bajo la dirección de un organista. En la región hubo buenos grupos ejecutantes de la música religiosa occidental. 1 Tiene esta cabecera [Zirándaro] y algunos sujetos, sus iglesias formadas y bien adornadas y servidas de cantores y ministriles, trompetas, chirimías y flautas; lo cual los naturales hacen sin costa ninguna sino por su curiosidad y condición natural, que es hacer lo que hacen otros pueblos aunque sean poblados de mucha cantidad de gente y monasterios, aunque sean pueblos chicos como este lo es. 2 En esos años de fines del siglo XVI, Ajuchitlán, una parroquia de la Tierra Caliente, también tenía su capilla musical: Tiene Ajuchitlán su capilla de indios músicos como la tienen todas las iglesias de este obispado, que es la madre de las chirimías, trompetas, flautas, campanas y órganos. 3 Doctor en Antropología Social por el CIESAS DF, profesor de tiempo completo en la Facultad de Historia de la UMSNH, Investigador Nacional Nivel I. Ha publicado diversos artículos sobre historia de la música tradicional de la Tierra Caliente. 1 Martínez Ayala, Jorge Amós, ¡Guache cocho! La construcción social del prejuicio sobre los terracalenteños del Balsas, Morelia, UMSNH/ CONACULTA, 2008, p. 96. 2 Coria, Hernando de, “Relación de Zirándaro y Guayameo (1579)”, en Ochoa, Álvaro y Gerardo Sánchez, Relaciones y memorias de la Provincia de Michoacán (1579-1581), Morelia, UMSNH/ H. Ayuntamiento de Morelia, 1989, p. 139. 3 Ortega y Valdivia, Andrés de, “Provincia de Michoacán con su sierra y comarca de Tierra Caliente (1639)”, en Ochoa Serrano, Álvaro y Cayetano Reyes, Resplandor de la Tierra Caliente michoacana, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004, p. 58.

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 Afinadito soy yo... La enseñanza no formal de la música tradicional de la Tierra 

Caliente  

Dr. Jorge Amós Martínez Ayala Facultad de Historia‐UMSNH• 

  

Resumen:  El presente texto nos muestra la manera en que se enseñaba a los niños y jóvenes la música tradicional de la Tierra Caliente, al mediar el siglo XX; para ello se usaron los testimonios de varios músicos de la región.    La  sistematización  es  una  formalización  del  autor,  aunque  no  se puede  dejar  de  lado  que  en  hubo  ciertas  prácticas  formales,  técnicas  y vocabularios que permitían a los aprendices iniciarse en la música.  Palabras clave: música tradicional, Tierra Caliente, enseñanza. 

 En  la Tierra Caliente  la enseñanza  formal de  la música se dio, desde  la época colonial hasta entrado el siglo XX, a través de las capillas musicales de las parroquias, bajo la dirección de un organista. En la región hubo buenos grupos ejecutantes de la música religiosa occidental.1  

Tiene  esta  cabecera  [Zirándaro]  y  algunos  sujetos,  sus  iglesias formadas  y  bien  adornadas  y  servidas  de  cantores  y  ministriles, trompetas,  chirimías  y  flautas;  lo  cual  los  naturales  hacen  sin  costa ninguna sino por su curiosidad y condición natural, que es hacer lo que hacen  otros  pueblos  aunque  sean  poblados  de  mucha  cantidad  de gente y monasterios, aunque sean pueblos chicos como este lo es.2 

 En esos años de fines del siglo XVI, Ajuchitlán, una parroquia de la Tierra Caliente, también tenía su capilla musical:  

Tiene Ajuchitlán su capilla de indios músicos como la tienen todas las iglesias de este obispado, que es la madre de las chirimías, trompetas, flautas, campanas y órganos.3 

• Doctor en Antropología Social por el CIESAS DF, profesor de tiempo completo en la Facultad de Historia de la UMSNH, Investigador Nacional Nivel I. Ha publicado diversos artículos sobre historia de la música tradicional de la Tierra Caliente. 1 Martínez Ayala, Jorge Amós, ¡Guache cocho! La construcción social del prejuicio sobre los terracalenteños del Balsas, Morelia, UMSNH/ CONACULTA, 2008, p. 96. 2 Coria, Hernando de, “Relación de Zirándaro y Guayameo (1579)”, en Ochoa, Álvaro y Gerardo Sánchez, Relaciones y memorias de la Provincia de Michoacán (1579-1581), Morelia, UMSNH/ H. Ayuntamiento de Morelia, 1989, p. 139. 3 Ortega y Valdivia, Andrés de, “Provincia de Michoacán con su sierra y comarca de Tierra Caliente (1639)”, en Ochoa Serrano, Álvaro y Cayetano Reyes, Resplandor de la Tierra Caliente michoacana, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004, p. 58.

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 Aunque  en  las  disposiciones  canónicas  se  les  prohibía  a  los  músicos  litúrgicos 

participar  en  fandangos  y  festejos  profanos  siempre  lo  hicieron,  desde  el  siglo XVI  con  el organista mulato hasta el XX con don José Corona.4        La tradición religiosa escolarizada  influye escuetamente en el ámbito profano a través de prácticas como la “escoleta”: la reunión de músicos con el fin de ensayar y montar nuevo repertorio,  así  como  enseñar  a  los  aprendices;  salvo  en  las orquestas que  tuvieron un gran desarrollo hasta los años 30 del siglo XX, la música que se toca es de tradición oral, e incluso excelentes músicos de orquesta no  sabían notación musical,  como  Isaías Salmerón, un  caso bien  conocido,  o  como  don  Jesús  Bedolla  “Chuche  la  Botella”,  sastre  y  guitarrero  de Huetamo.5 Ahí se transmitía el conocimiento a través de un sociolecto mas o menos definido por  los  músicos,  conceptos  como  musicales  como  “medir”  (estar  en  compás)  como “atravesarse”  (perder  el  ritmo  o  el  compás)  se  refieren  a  la  práctica musical;  otros  como “calientito”  (con  brío),  “aguevonao”  (con  desgano),  “ladino”  (agudo),    “obligao” (imprescindible) se  refieren a  la estética sonora de  la Tierra Caliente; ésta es  tan  importante que les hace ‐preferir los instrumentos fabricados localmente por “ebanistas” (nombre local de los lauderos tradicionales) que aquellos que vienen de Paracho o Guadalajara, usados por los mariachis.    El interés por la música normalmente inicia en la infancia, varios músicos hablan de la fabricación  de  violines  de  carrizo  y  guitarras  de  hoja  de  lata;  para  después  comprar  de múltiples  maneras  un  instrumento  viejo,  o  incluso  robarlo.  Algunos  músicos  incluso fabricaron  sus  propios  instrumentos  sobre  todo  guitarras  de  golpe,  tamboritas  y  arpas;  el violín generalmente fue comprado a los “paracheños”, aunque don Esteban Ceja fabrica arcos de maderas duras con cerdas de caballo. Algunos músicos decidieron mejor especializarse en la  fabricación  de  instrumentos,  como  don  Fernando Mendoza,  de Coalcomán,  o  don  Luis Becerril de la Huacana (+).   La enseñanza de la música y el baile comienza en la infancia, generalmente en el ámbito familiar.  La mayoría  de  los músicos  aprendieron  “robándole”  el  violín  o  la  guitarra  a  los parientes mayores para  iniciarse en  la práctica musical; otros  recibieron una educación mas estructurada  mediante  “clases”  y  con  la  reprimenda  corporal  ante  los  errores;  doña Crescenciana Borja Espino  recordaba  como  recibía  “varazos”  con  el  arco del violín  cuando cometía algún error por parte de su tío, don Juan Borja, quien intentaba enseñar a su sobrina invidente un oficio para que se mantuviera si llegaban a faltarle sus padres.6   En  casos  contados  los niños asistieron a  clases pagadas  con un músico, al que  luego acompañaron como aprendices durante algún tiempo. Don Crescencio Ríos Vázquez, nacido en Tuxpan, Jalisco, aprendió a los doce años con don Brígido Dañesta, un violinista invidente a quien  su madre pagaba un peso de plata y  la  comida, durante el  tiempo que  conoció  los 

4Martínez Ayala, Idem., Ochoa, Álvaro y Martín Sánchez, Repertorio michoacano (1889-1926), Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004. 5 Don Jesús Bedolla (+), guitarrero, Huetamo. 6 Doña Crescenciana Borja Espino, violinista (+), El Chocolate, Turicato.

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primeros acordes de la guitarra de golpe, después lo guió como lazarillo varios años, tocando con el en fiestas, en las calles y las cantinas de los pueblos de la región.7   La  práctica musical  inicia  con  la  “afinación”,  varios músicos  como  don  Esteban  “El güero” Ceja  consideran afinar  como  el  inicio y  la base de un buen músico.8 Las estrategias para memorizar los intervalos tonales de la afinación incluyen las freses mnemotécnicas; don Ricardo Gutiérrez Villa recuerda dos, uno para el arpa y otro para  la guitarra de golpe o  la vihuela: “Afinadito  soy yo”, es  la  frase para el acorde en primera con  los cuatro dedos con afinación  en  sol mayor  para  la mano  izquierda;  o  bien:  “En  Parícutín”  para  recordar  los intervalos de 5ª y 4ª de las cuerdas de la guitarra de golpe.9  

En general  se  aprende primero  los  tonos de  los  sones mas  “fáciles” y  luego  los mas complicados:  se  inicia  con Sol,  sigue Do,  luego Re y al  final  los que  son menoreados; pero también la dificultad en los ritmos: inicia con los sones derechos con acentos coincidentes y los sones  “atravesados”  aquellos  en  que  no  coinciden  plenamente  los  acentos  de  armonías  y melodías; lo que implica mánicos y bajos mas complejos. 

Las  frases  musicales  de  algunos  sones  tienen  similitudes,  don  Ricardo  Gutiérrez, violinista, dice que “unos sones salen de otros”. También usan homofonías, evocan el  ladrar de la perra, el piar del pollo, el canto del gallo, del huaco, el rebuzno, el grito del cuinique, etc.  

Otras  frases mnemotécnicas  son  utilizadas  para  recordar  las  células  rítmicas para  el zapateo: “sapo rotete” para el paso básico el gusto en el Balsas, con un adorno conservado por doña Azucena Galván  “pobre  iguanita”;  para  el  son  de  Churumuco  y Huacana  “sopa  de pato”, parecido al “poquita manteca” de Arteaga.10 A partir de ahí cada individuo recrea los pasos de su familia y les pone su propia creatividad.   La enseñanza  se  realiza  con  la práctica musical, el maestro arrastra al aprendiz a  las cantinas  y  fandangos,  a  los  doce  o  trece  años  se  enfrentan  con  los  fantasmas  del músico tradicional: el alcohol, la prostitución, la pobreza y la violencia. Don Carlos Limas recuerda la primera  vez  que  fue  a  tocar  a  un  fandango  en  La Huacana,  iba  vestido  de  blanco  con  su guitarra chachalaca, empezó la machetera y un hombre moribundo se intentó sostener de él, cayó muerto a sus pies embarrándole de sangre.11 La violencia sufrida o ejercida esta presente en la región y la fiesta, el fandango, no escapa a ella.   El músico tradicional recibe un repertorio de su familia o de su maestro; sin embargo, también aprende de otras maneras. “Roba” la música de “oreja”, sin “comprarla” o pagar por ella ni pedirla “regalada” al músico que la ejecuta, se convierte entonces en músico “zorrero”, un músico que ejecuta repertorio ajeno.12 

7 Martínez Ayala, Jorge Amós y Esther Gaspar Isabeles, “Por el Camino Real de Colima”, en Ochoa Serrano, Álvaro (editor), De occidente es el mariache y de México..., Zamora, El Colegio de Michoacán/ Secretaría de Cultura de Jalisco, 2001, p. 89. 8 Don Esteban Ceja, violinista, 80, oriundo de Arteaga, trabaja en la Costa. 9 Don Ricardo Gutiérrez Villa, violinista, 80 años, oriundo de San Diego Curucupaseo, residente en Apatzingán, Michoacán. 10 Doña Azucena Galván, bailadora, 80 años, Huetamo; Don Jesús Rosas, bailador y vihuelero, 80 años, Zicuirán; Dolores Cuevas Capí, bailadora, 70 años, Arteaga. 11 Don Carlos Limas, 80 años, guitarrero, San Ignacio, La Huacana. 12 Don Leandro Corona Bedolla, vilinista de Zicuirán, La Huacana, muerto a los 103 años en 2010. Coincide con lo que don Calvo dice, en Luengas, Ruben, Yaa, ntaa, chilena... La otra chilena, México, CDI, 2010, 2 CD/ 2 cuadernillos.

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  Desde hace mas de medio siglo los músicos aprenden de lo que oyen en los tocadiscos, la radio, las sinfonolas e incluso desde hace 30 años usan las grabadoras para “robar música” de otros ejecutantes. Don Ricardo Gutiérrez escuchaba de  joven  las canciones y  los sones de mariachis en las sinfonolas, de ahí tomaba el repertorio nuevo que le solicitaba su audiencia. Don  Beto  Pineda,  oriundo  de  Las  Parotas  en  el municipio  de Huetamo,  llegó  adulto  a  la ciudad de Apatzingán, necesitado de trabajar y desconociendo los géneros y repertorios de su nueva residencia, utilizó una grabadora de casetes para ir a grabar a las cantinas a los músicos de  El Manguito,  luego  en  su  casa  comenzó  a  aprender  en  su  violín  el  son  del  Plan  de Apatzingán.13   En general las artes tradicionales tienen un orden en su aprendizaje: inicia con el bailar y el percutir, luego con la ejecución de la armonía y termina con la melodía. Un músico bueno es aquel que conoce el espectro aunque se especializa en una de ellas; “elige” o enfrenta un “destino”, como bailador, como músico o como “ebanista” (laudero).   El  orden  del  aprendizaje  también  inicia  una  especialización  entre: músicos  para  las danzas y funciones religiosas sin paga, generalmente vinculados a prácticas religiosas con los rezanderos, no “profesionales”; y los músicos para el fandango, “profesionales”.   En  general  el  músico  bueno  esta  expuesto  a  la  envidia  y  el  “mal  de  ojo”,  recibe influencia negativa de los músicos que escuchan y con la “mirada pesada” no lo dejan afinar, o le rompen las cuerdas; usar un cascabel de víbora o un listón rojo en el instrumento puede ayudarlos,  también evitar que alguna persona se coloque a sus espaldas. Cuando el músico tiene enfrentamientos con otros músicos debe revisar su instrumento para evitar que le arrojen dentro de él tierra de panteón o un alacrán, elementos que pueden darle temperatura, dejarlo afónico e  incluso matarlo. La defensa del músico está en el coyote, poner una cuerda de su intestino o de su piel finaliza una fiesta con una pelea, permitiéndole descansar o incluso huir cuando es retenido a la fuerza por los borrachos.14   En Tierra Caliente la destreza o habilidad musical se explica no sólo por la herencia o pertenencia  a  una  familia  de  buenos músicos,  también  por  los  pactos  con  “El  amigo”,  el diablo, que permite adquirir no sólo reputación de buen músico, sino realizar algunas artes maravillosas,  como  hacer  que  el  arpa  toque  sola  o  que  el  violín  despedazado  se  vuelva  a reconstituir.15   No  todos  los músicos  tradicionales están dispuestos a enseñar, el repertorio, obtenido mediante  la  compra,  la  herencia  familiar  o  el  trabajo  como  aprendiz  con  un maestro,  es considerado  un  bien  personal;  pero  además  la  envidia  es  un  sentimiento  común  entre  los artistas tradicionales, razón por la cual las agrupaciones que duran mucho tiempo integradas con los mismos compañeros son excepciones, la movilidad del músico y el tocar con distintos compañeros es lo mas característico. Si bien la envidia está presente, no hay individualismo ni 

13 Don Beto Pineda, violinista (+) de Las Parotas, Huetamo. 14 Hernández Vaca, Víctor, ¡Que suenen pero que duren! Historia de la laudería de la cuenca del Tepalcatepec, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2008. La mayoría de las historias las cuenta don Isidoro Morfin, guitarrero, oriundo de Aguililla, afincado en Apatzingán. 15 Don Rafael Ramírez Torres, violinista (+), nacido en Turicato y residente en Huetamo.

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se  alienta,  el  músico  toca  en  “conjunto”  con  otros  a  quienes  escucha,  lo  hace  para  los bailadores a quienes sigue.    Desde  los  años  30,  pero  sobre  todo  a  partir  de  las  acciones  de  las  Comisiones  de Desarrollo  de  la  Cuenca  del  Balsas  y  del  Tepalcatepec  se  instituyeron  “concursos”  que exacerbaron la tendencia cultural hacia la competencia entre músicos; con ellos se crearon las representaciones deseables del “músico premiado” en  concursos, o aquel que  fue  llevado a México a tocar en Bellas Artes. Los folkloristas que intentaban dar a conocer una tradición, o favorecer  a  los músicos,  no  se  percataron  que  fragmentaban  las  solidaridades  generando “envidia”  y  enfrentaban  a  los  preservadores  de  la  tradición.  La  “necesidad  de reconocimiento”  alentada  en  los músicos  por  la  llegada de  los  folcloristas  también  trajo  el desinterés por enseñar a los músicos ya formados (aunque fueran sus compañeros) y menos a los aprendices, una de las condiciones que favoreció el decaimiento de las artes tradicionales de la Tierra Caliente.    El modelo construido hasta aquí intenta sistematizar las diversas formas de enseñanza tradicional, que nos ha sido comunicada en charlas informales durante casi 10 años de estar en contacto con los preservadores de las artes de la Tierra Caliente; labor que ha coincidido con 7 campamentos de verano “Música para guachitos” en la que un grupo de amigos intentamos aproximar  a niños y  jóvenes de  la  región  con  su  tradición  en  contextos distintos  a  los que tradicionalmente se usaron para enseñar las artes tradicionales. Sistematizar las experiencias, buenas y malas, de los músicos tradicionales durante su formación, nos ayudará a entender la relación que establecen con su práctica mas como patrimonio, un “destino”, y menos como un trabajo; el recelo para enseñar y la dureza con que lo hacen los pocos que están dispuestos a formar  aprendices;  la  “envidia”  como  un  sentimiento  cultural  que  intenta  preservar,  pero ahoga  a  la  tradición.  Entender  su  formación  como músicos  nos  permite  alentar  elementos culturales  presentes  en  el  fandango  y  en  la  vida  comunitaria,  como  la  solidaridad  y  la ejecución  en  conjunto,  en  los  niños  y  jóvenes  que  se  acercan  de  una manera  distinta  a  su tradición; en tanto que evitar la violencia, la envidia y el recelo podrá fortalecer la transmisión de  las artes  tradicionales, mantener al “destino” como un eje central y “seguirlo” como una elección deseable.