marins, jose - la comunidad eclesial de base (2)

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Page 1: Marins, Jose - La Comunidad Eclesial de Base (2)

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Page 2: Marins, Jose - La Comunidad Eclesial de Base (2)

LA COMUNIDAD ECLESIAL DE BASE

1» edición, Agosto 1969

2* edición, Noviembre 1969

Librería del Seminario Editorial BONUM Carrera 6^ Nos. 10-47/61 Maipú 859 Bogotá Buenos Aires

Page 3: Marins, Jose - La Comunidad Eclesial de Base (2)

Títu lo del original: A COMUNIDADE ECI.ESIAL DE BASE

¿Traducción: Dr. Domingo C. Quarracino

¡Diseño de la tapa: Elsa Mitsuko Inouye

© Copyright by Editorial BONUM - 1969 Maipú 859 - Buenos Aires - Argentina

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

(Con las debidas licencias

P R E S E N T A C I Ó N

En la mayor parte de los documentos de la Segunda Confe-renda Episcopal Latinoamericana de Medellin, aparece una nueva forma de acción pastoral, que repite en el siglo XX la presenta­ción del Mensaje a la manera de los primeros cristianos y de los misioneros que evangelizaron el continente americano: pequeños núcleos.

Este libro del P. Marins, basado en experiencias de la realidad brasilera, tiene sin embargo, además ele su valor testimonial, una llamativa afinidad, en sus conclusiones, con la situación pastoral de la Argentina y por eso será de enorme utilidad para todos los miembros del Pueblo de Dios que buscan soluciones a los com­plejos problemas de la Iglesia actual, que se encuentra con métodos y estructuras antiguas frente a hechos totalmente inéditos y cam­biantes.

Del mismo modo que a través de su historia Ella ensayó for­mas adaptables a la problemática del momento (vicariatos, bases misioneras, etc.) hoy descubre en la comunidad de base un extra­ordinario medio de eficacia evangélica, un verdadero "signo de los tiempos".

Su formación y consolidación no responde a normas ni es­quemas fijos sino más bien a un nuevo espíritu y una nueva men­talidad. La Comunidad Eclesial de Base está llamada a ser "célula inicial! de estructuración eclesial, foco de evangelización y factor primordial de promoción humana y desarrollo" (Documento de Medellin: Pastoral de conjunto, 10).

Creemos que la fundamentación que hace en este libro su autor, clara, profunda y concreta, es imprescindible para crear ese espíritu y esa mentalidad sin la cual las comunidades eclesiales de base no podrán ser verdaderamente "un signo de la presencia de Dios en el mundo" (Ad gentes, 15).

EL EDITOR.

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•*

PRIMERA PARTE

UNA IGLESIA ORIENTADA HACIA EL FUTURO

1. EN BUSCA DE ACCIÓN CONJUNTA Y PLANIFICADA

Monseñor Franz Hengsbach, obispo de la zona siderúrgica de ESSEN, en Alemania, presidente de "ADVENIAT", luego de re­correr el Brasil de Norte a Sur, estudiando nuestro esfuerzo pas-toral, dejaba, a su partida, la siguiente reflexión:

—"Encontré aquí una Iglesia orientada hacia el futuro, reali­zando, en todas partes, un gran trabajo de elevación social" (1).

Confirmando esta observación, decía recientemente un Arzo­bispo Africano:

—" [El Brasil está siendo, en el Continente Americano el "avant-premiere" de la respuesta pastoral de la Iglesia, a los problemas del Tercer Mundo!"

Y la conocida Revista internacional "Informations Catholiques Internationales" <?), dedicaba diversas columnas de comentario a lo que ella intitulaba "Un plan quinquenal ejemplar y prometedor, un realismo nuevo . . , plan doctrinariamente bien motivado y fun­damentado . . . " . •

Como éstas, nos han llegado innumerables declaraciones de peculiar valor/considerando de modo muy positivo y auspicioso, la acción pastoral que actualmente se desenvuelve en el Brasil. Lo que nos conforta de modo particular, es que las afirmaciones, surgen de personas eminentes y conocedoras de l a . problemática pastoral en nuestro siglo y en nuestro continente.

Al lado de lo que los otros dicen a nuestro respecto, ¿qué opinamos nosotros mismos del trabajo pastoral que se realiza,

(i) "Jornal do Brasil"- Río, M/3/67. !*) Informations Catholiques Internationales, Junio 1966 n. 265, pp. 79.

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siempre con mayor profundidad y autenticidad en casi todas par­ir» tic nuestro inmenso territorio? ¿Qué es lo que nosotros decimos <lc iKwoi ros mismos?

IJI renovación no nació milagrosamente en un instante privi­legiado de. caí isma celestial... "El movimiento de renovación de la Iglesia, en el Brasil, conducido ciertamente por la acción del Espí-iitu Santo, tuvo su origen en una serie de acontecimientos que, algunas veces aparentemente aislados, constituían, al menos implí-< ¡lamente, un conjunto orgánico. Este conjunto, sólo lentamente se fue esbozando, tomando forma, revelando su unidad intrínseca, hasta que el gran acontecimiento de la Iglesia Universal, el Con­cilio Vaticano II, vino a consagrarlo, a profundizarlo y a darle dimensiones enteramente nuevas. De ahí que, el Plan de Pastoral de Conjunto, retomando hoy todo ese movimiento, pretende ser, en el Brasil, uno de los grandes instrumentos de realización de las pers­pectivas conciliares" (3).

<»Y cuáles fueron los esfuerzos o acontecimientos que prepa­raron el actual Plan de Pastoral?

A nivel del episcopado podemos indicar:

• Intensificación de la corresponsabilidad episcopal, en pre­sencia de situaciones y problemas comunes y actuales.

• Apoyo y estímulo prestado por muchos obispos a la toma de conciencia y mayor participación de los laicos en la vida de la Iglesia.

• Actitud y acción decisiva de obispos y grupos de obispos en favor de la promoción del hombre y de las reformas socio­económicas.

A nivel de todo el pueblo de Dios, el Espíritu Santo trabajó igualmente despertando e impulsando movimientos de gran impor­tancia en la vida de la Iglesia del Brasil. Destacamos:

• Conferencia de los Religiosos del Brasil (CRB).

• Acción Católica Brasilera (ACB).

• Movimiento por un Mundo Mejor (MMM).

Destacamos de modo muy especial el Plan de Emergencia que alrededor de 1962 catalizó y sistematizó, por primera vez, los mo­vimientos de renovación pastoral.

p») Ctitiinvuru, Raimundo: Urna Iglesia em Renovado. Vcwes Ltda. Petrópolis, M7 .

M

Podemos afirmar hoy que sin el Concilio Vaticano II, nnrsn.. trabajo pastoral estaría bien atrasado, sea porque el Concilio ¡m pulsó toda la reflexión y acción pastoral en curso en el Hi añil, o también porque sin el Concilio tendríamos de parte de la Iglesia Universal, el apoyo a ciertas experiencias que hoy estamos reali­zando.

La idea subyacente a nuestra renovación pastoral estaba en la siguiente perspectiva: la profundización del propio misterio de la Iglesia en su conjunto. Antes de preocuparnos respecto de lo que la Iglesia debería hacer, queríamos saber lo que ella realmente es. No comenzaríamos esforzándonos para mejorar cosas, sino que ^queríamos partir de un replanteo sobre nuestra propia realidad profunda: ¿Qué somos nosotros?. Iglesia, ¿qué dices tú de ti misma? Y fue exactamente en esta línea que el. Vaticano II dio una res­puesta cabal y clara. Desde entonces nuestro planeamiento miró a la aplicación concreta del Concilio. Para llevarlo a las bases y res­ponder a los signos de los tiempos, la Iglesia del Brasil, partiendo de sus anteriores experiencias pastorales, organizó su PPC (Plan de Pastoral de Conjunto). Este es así un esfuerzo, dentro de un plazo limitado, para crear condiciones y medios, a fin de que aquí la Iglesia se renueve a imagen de la Iglesia representada por el Va­ticano II.

I 'La línea fundamental de nuestro PPC, se ubica exactamente en un cambio de actitucLyde una pastoral ya hecha, a un tipo de pastoral dinámica. .Una pastoral que se hace; de una pastoral que busca ciertas fórmulas, ciertas directrices bien delimitadas, a una acción pastoral que se interroga continuamente.

En esta perspectiva el punto esencial es que el Plan de Pas­toral busca llevarnos a una conciencia profunda de la situación en que nos encomiamos; y nos lleva a plantear la cuestión: ¿Hasta dónde estamos o no,, realizando el gran objetivo del designio divino? 5

Lo que nos interesa, por lo tanto, no es en sí la renovación de los laicos, ni de los religiosos, ni de los sacerdotes, ni de los obispos, ni de la catequesis o la l i turgia . . . es la renovación de toda^ la comunidad de la Iglesia. Es la Iglesia, en su conjunto, que se debe abrir al diálogo, para el servicio, y para la presencia frente a la comunidad humana. Entonces situamos la acción pas­toral dentro de un objetivo expresado sintéticamente que responde a la pregunta.

¿—Qué pretende la Iglesia, o la acción pastoral en el Brasil?

-LLEVAR A TODOS LOS HOMBRES A LA PLF.NA CO-MUNION DE VIDA CON EL PADRE Y ENTRE SI. EN JlíSU-

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CRISTO. EN EL DON DEL ESPÍRITU SANTO, POR LA MEDIACIÓN VISIBLE DE LA IGLESIA.

En este gran objetivo tenemos, prácticamente, resumido el misterio de la Iglesia, en todo su aspecto de comunión Trinitaria, comunicación de esta comunión a los hombjres, realización en Cristo, en el don del Espíritu. Santo y concreción en la Iglesia visible, tal cual existe hoy y anuncia la consagración en el Reino.

Tratamos de conducir y realizar el mismo objetivo explicitán-dolo en seis líneas de trabajo (también denominadas objetivos es­pecíficos).

Jbas líneas resumen todos los 16 documentos del Concilio Va­ticano II. Buscan realizar el ideal que el Concilio señaló. En úl­timo análisis, quieren viveheiar el propio Evangelio de Jesucristo, a través de un esfuerzo global que comprometa a todo el pueblo de Dios.

La primera linea del Plan habla de la unidad visible de la Iglesia. Aspira a realizar más plenamente la propia comunidad concreta, explicitar su unidad visible. En esta comunidad de Igle­sia, dos aspectos necesitan una continua renovación: sus diversos miembros (Obispos, presbíteros, diáconos, laicos y religiosos) y su estructura visible (comunidad de base, parroquia, diócesis, etc.).

Esta línea exige una serie de reflexiones:

• ¿Cómo concretar la comunidad eclesial, partiendo de las co­munidades de base hasta la Conferencia Nacional de los Obispos?

• ¿Cómo educar los diversos miembros del pueblo de Dios para la unidad visible, a partir de la vocación personal y del pa­pel que ocupan en el Cuerpo Místico?

• ¿Cómo renovar los seminarios y cursos de formación ecle­siástica y religiosa?

• ¿Qué nuevas fórmulas dar a la sustentación material de la comunidad cristiana?

• ¿Cuál es la pastoral que piden las comunidades especiales de migrantes, turistas, peregrinos, presidiarios, enfermos, mi­litares?

La segunda linea de trabajo aspira llevar a los hombres a la primera adhesión de fe explícita a Cristo, vivo en la Iglesia. Aspi-1.1 llevar a la "comunidad" a desenvolver toda su acción evange­lizado™ misionera. Gran parte de nuestro pueblo vive todavía una

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fe implícita (movida por causas naturales, convenciones sociales, deseo individual de salvación eterna). Se impone la necesidad de desarrollar una gran actividad para llevarlo a la conversión y a esta adhesión de fe explícita en Cristo e inserción en la comunidad concreta. Sin comunidades de base, vivas y actuantes, el trabajo misionero es muy difícil, pues el convertido debe ser insertado en una comunidad concreta de la Iglesia.

La tercera linea busca el crecimiento y la profundización de la vida teologal, a partir de la Palabra de Dios, a través de la catc­quesis y de la reflexión teológica. Hoy, en la catequesis, damos importancia menos a la renovación de los métodos pedagógicos y de contenido, que esencialmente, a la inserción progresiva del catequizando en una comunidad concreta de Iglesia.

La cuarta linea se refiere a la constitución de la comunidad litúrgica, especialmente eucarística. El esfuerzo de reflexión tiene centralizados aspectos de gran importancia: la asamblea litúrgica, la liturgia de iniciación, la liturgia de penitencia, del matrimonio . .«

La quinta linea es la de la acción ecuménica. La Iglesia reno­vada entra en diálogo con los hermanos separados, en toda la am­plitud de la acción ecuménica. Es la búsqueda del testimonio total de la unidad.

La sexta linea coloca a la Iglesia renovada en diálogo con todos los hombres. Procura ser el fermento en la construcción de la co­munidad humana. La Iglesia se compromete con la promoción humana {aspecto demográfico, socio-económico, político, aspecto cultural, opinión pública).

Lo que hallamos de más positivo es que en el Brasil comen­zamos a pensar, y no solamente a pensar, sino a realizar una pas­toral propia. Poco a poco llegamos a evitar ciertas dicotomías sur­gidas de la renovación pastoral de otros países . . . Por ejemplo, la dicotomía entre sacramentos y educación de la fe, entre pastoral de masa y pastoral de élites^ etc. Buscamos una nueva síntesis y una integración más amplia.¡No se trata de encontrar nuevas fórmulas pastorales 0 nuevos métodos que por sí mismos sean eficaces... Se trata de una nueva concepción de pastoral plenamente evangé­lica, totalmente comunitaria, seguramente teológica, inteligenh mente planeada, perseverantemente ejecutada.5

El espíritu que vivifica al PPC, es el de una pastoral planili cada y comunitaria, en concurrencia directa con lo que Ion d<><"

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im-ntON conciliares nos afirman y los Papas Juan XXIII y Paulo VI nos pidieron.

"Plugo con todo a Dios santificar y salvar a los hombres, no Miigul;u mente, sin ninguna conexión con los otros, sino consti­tuirlos ni un pueblo que Lo conociese en la verdad-y santamente I .o sirviese" (4).

En la obra pastoral no se puede andar a ciegas: el apóstol no es "alguien que corre incierto p se bate contra el aire" (5); evita hoy la conformidad y el peligro del empirismo. Una sabia plani­ficación puede ofrecer también a la Iglesia un medio eficaz y un in­centivo para el trabajo.

"Planear la acción de la Iglesia significa, pues, esforzarse por asegurar mejor una plena y adecuada cooperación humana a la realización del plan divino, en el respeto y la fidelidad total al designio del Padre, a la acción del Hijo, al don del Espíritu Santo y a la libre respuesta de los hombres" (6).

"Evitando el daño de los extremismos... es indispensable pro­ceder conjuntamente; aquí la uniformidad es fuerza y tornará a ser costumbre" (7).

2. EXPERIENCIAS Y ESFUERZOS TÍPICOS

A fines de 1966, un competente sacerdote-sociólogo extranjero, después de innumerables contactos con nuestra realidad pastoral, no escondía su entusiasmo por los resultados ya evidentes del PPC:

—"Le Brésil bouge".

Aquel hombre expresó exactamente lo que estamos sintiendo. Hay aquí un progresivo acuerdo de personas e instituciones para sus responsabilidades comunitarias. El esfuerzo de acción renova­dora entra por todas partes. Percíbese un enfriamiento de la fiebre de la piedra, para una actitud de interrogación:

—¿Qué rumbos va a tomar ía Iglesia? ¿Que llamados sentimos a través de los signos de los tiempos? ¿Cómo se realizará aquí y ahora, a través de nosotros el misterio de la Encarnación?

Se multiplican experiencias e iniciativas valientes y no rara­mente geniales. ¡Primavera de vida y esperanza! Es lo que ya anun­ciaba proféticamente el Papa Juan XXIII. Un hálito nuevo recorre esta tierra e inflama a los apóstoles. En los puntos más diversos

(•*) Lumen Gentium, 9. (B) I Cor 9, 26. («) I'lano de Pastoral de Conjunto (PPC). Ed. D. Bosco, pág. 36. (1\ Paulo VI, discurso en la audiencia del 23 de noviembre de 1965.

I'.!

del país tenemos la sorpresa agradable de encontrarnos "experien^ cias" adecuadas a nuestra realidad, a la hora e a que vivimos y al Mensaje del Señor.

Vamos a tomar al vivo algunos comentarios. No hay posibilidad' alguna de ser exhaustivos. Para cualquier parte del Brasil que se mire un agradable descubrimiento nos conforta: ¡Estamos tentando' rever nuestra evangelización! ¡Comenzamos un nuevo tipo de for­mación para presbíteros! ¡Vamos hacia una visión comunitaria de la parroquia a través de la formación de pequeñas comunidades! ¡Nuestra Curia Diocesana se ha transformado en un órgano más pastoral que burocrático! ¡Las religiosas cerraron un antiguo co­legio, ahora casi sin alumnas, para lanzarse directamente a la pas­toral diocesana y parroquial, encargándose de la preparación de líderes, responsabilizándose de comunidades sin vicarios residentes!

Una constante se afirma a lo largo de todo este vasto trabajo de renovación pastoral: nos dirigimos seguramente hacia comuni­dades eclesiales menores. Se siente que la experiencia cristiana precisa ser vivida por grupos de creyentes que lleguen a ser comu­nidad efectiva, experimental, activa y eficiente. Para expresar este nuevo camino pastoral, las denominamos COMUNIDADES ECLE­SIALES DE BASE. De esto hablaremos a lo largo del presente libro.

Pasemos a los comentarios y experiencias.

2.1. Ponte dos Carvalhos. La comunidad de los pobres

—"Llegué a Ponte dos Carvalhos, municipio del Cabo, Estado de Pernambuco, el 11 de febrero de 1962, tres meses después de mi ordenación. Encontré, entre los humildes, maestros de verdadera vida cristiana. ¡Deseo juntamente con ellos poseer el Reino!"

Quien así se expresa.es el Padre Geraldo Leite Bastos, primerb y actual vicario de Ponte dos Carvalhos.

La población, en el ejido urbano, es de 8.500 habitantes. En el resto del Distrito, 11.000. Tiene sus orígenes a mediados del' siglo pasado y se organizó como pequeña sociedad en 1873, cuando fue construida la Capilla en honor de N. S. del Buen Consejo, por el Misionero Capuchino Fray Cayetano de Messina Sobrinho.

Está ubicada en las márgenes del BR-101, distante 23 kilóme­tros de la ciudad de Recife, en la zona Sur litoraleña.

Desde hace diez años comenzó a crecer desorganizadamenw. debido a la búsqueda de trabajo, causada por la crisis azucarera

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y también a las aparentes facilidades de colocación con la implan­tación de nuevas industrias. Ahora, sólo el 10 % de la población es nativa; el resto emigró a los municipios vecinos.

Habiendo llegado en febrero de 1962 sin ninguna experiencia, la situación me pareció alarmante. Problemas de desempleo, de hambre, de habitación, por primera vez comenzaron a angustiarme.

La Iglesia Católica desacreditada, porque el Departamento Es­tatal Vial había indemnizado la antigua capilla y el pueblo se pre­guntaba en la calle; "¿Dónde está el dinero de la Iglesia?" Por otra parte progresaban las 16 iglesias evangélicas, los 4 "terreiros de xangó" (local donde se celebra culto fetichista afro-brasilero), los 5 salones espiritistas y, ¡de qué modo! . . .

Como consecuencia de la miseria, crecía la prostitución. Cuatro prostíbulos funcionaban diariamente y cerca de 510 mujeres, algu­nas casi criaturas, eran prostitutas fichadas.

No había asociación alguna, ni siquiera un equipo de fútbol organizado.

Las familias, mal constituidas, cambiaban de jefe con la misma facilidad con que éste cambiaba de empleo. Cada uno procuraba subsistir, sin importársele del otro.

La política partidaria sacaba provecho de la áituación. Fue precisamente por causa de un grupo político que se creó la pa­rroquia.

En un galpón de zinc iniciamos el funcionamiento de la pa­rroquia. La casa parroquial fue "instalada" en una barraca.

Rezábamos, programamos ceremonias litúrgicas y confesiones para hombres y . . . las quince mujeres que venían a la misa domi­nical eran siempre las mismas. Comenzamos a sentirnos fracasados. En la localidad existe un dicho popular: "En Ponte dos Carvalhos, todas las semanas se funda una sociedad y todas las semanas se funde otra".

Conversando con una lavandera, le hablaba de mis dificulta* des y ella respondió:

—"Padre, ¿usted está triste? ¡Todos aquí son pobres, pero un pobre ayuda a otro y todo se resuelve!"

Estas palabras cambiaron el derrotero de mi vida y de mi tra­bajo. Di comienzo, entonces, a un nuevo estilo de parroquia. Co­mencé reflexionando:

• El mayor error de la Iglesia, en este tiempo, es el triunfa-lismo. La Iglesia siempre quiso ser señora y dueña de las personas y de las cosas. Grandes colegios, universidades, con­venios, seminarios, catedrales, iglesias matrices, congresos,

M

gran número de bautizados, grandes primeras comuniones. Sólo a ella cabía el derecho de dar la última palabra en todo.

• Necesitaba tener el coraje de comenzar muchas cosas de nuevo, como si Jesucristo estuviese predicando e] Evangelio para cada uno de nosotros en el día de hoy. Tenía que confor­marme con ser sal en vez de ser mar; ser. luz en vez de in­cendio, ser fermento en vez de masa.

• Sólo un verdadero espíritu de pobreza, donde hacemos el intercambio de bienes —"un pobre ayuda a otro pobre"—, podrá ofrecer bases para una nueva edificación de la Iglesia. En vez de señores del mundo, deberemos comenzar a ser siervos de los siervos de Dios.

• Descubrí que una pastoral debe basarse en la propia reali-| dad local y aprovecharse de ella. Era, entonces, urgente des­

cubrir los valores cristianos latentes en el pueblo de Ponte ! dos Carvalhos.

• Pasé a no sobrevalorar la importancia del sacramento, cuan­do no estaba precedido por una conversión inicial. Yo estaba saturado de "hacer" sacramento, confiando solamente en "ex opera opérate", sin tener en cuenta la participación personal. Di entonces la prioridad a la Palabra de Dios, buscando observar constantemente cuál era la revelación que Dios nos anunciaba en cada hecho de la vida.

• El culto litúrgico pasó a ser vivo, entremezclado de repre­sentaciones y cánticos de la región. Alguien de afuera llegó a comentar: "¡El Padre de Ponte dos Carvalhos cambió a los creyentes: en aquella Iglesia todos tienen derecho a ha­blar y se tratan de hermanos entre sí!"

Religiosamente, la comunidad de Ponte dos Carvalhos, se di­vidía en dos grandes grupos: evangélicos y católicos. Los protestantes ya estaban evangelizados. Los católicos se situaban en tres grupos: indiferentes, cuando no abiertamente contrarios, eran, por lo me­nos, apáticos simpatizantes; aquellos que bautizaban sus hijos, asis­tían a fiestas y acompañaban las procesiones; los convertidos, un pequeño rebaño que realmente comenzaba a vivir el Evangelio. Estos grupos de convertidos se repetían en las demás pobladonrn de la Parroquia. Fue, por lo tanto, con esos grupos que formamos las comunidades de base.

i.'.

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Lo» convertidos, sin desligarse de su medio, comenzaron a vivir c \|i]l( ¡tulliente la fe en una nueva dimensión eclesial. El grupo de ¡

.ION convenidos no constituía, evidentemente, una sociedad más.) Eran hermanos que en la celebración de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, encontraban fuerzas para vivir la realidad de su medio. Km igualmente la ocasión para profundizar la fe y educación de los líderes. A estos grupos dimos el nombre de Comunidades de Base. Son a lo sumo unas d i e z . . .

El espíritu de comunidad se resume en tres líneas; alegría, pobreza y simplicidad. Llegamos a sistematizar ese contenido en un .código de cinco principios, sugeridos por el propio grupo:

1?) No estamos aquí para ser mejores que ninguno. '""

29) No estamos aquí para combatir a ninguno. -^

39) No estamos aquí para hacer mal a ninguno. ^'

49) Nosotros estamos aquí para amarnos como hermanos. \^~

59) Y servir a los otros, principalmente a aquellos que no es­tán aquí. L

Tales principios evitaban la cerrazón del grupo y los constantes rozamientos entre católicos y evangélicos y representantes de cultos afrobrasileros.

Alguien ya nos criticó porque algunos de los principios se ex­presan en forma negativa. Pero ésta es una forma de expresión ¡popular y representa realmente la concepción de nuestro pueblo. Muchas veces hablamos usando expresiones populares, pero dentro de categorías escolásticas. Esto, naturalmente, impide la comunica­ción por no haber adecuación entre nuestro pensamiento y el del pueblo.

El crecimiento de las comunidades exigió una cierta sistemati­zación que atendiese la preparación del laico para una colaboración más efectiva dentro de la Iglesia. La vivencia evangélica fue tra­ducida en oficios eclesiales constituyendo excelente oportunidad para entrenamiento de los laicos. Con el crecimiento del grupo hubo una descentralización de la figura del sacerdote y otras fun­ciones surgieron dentro del mismo grupo. Formóse un directorio. El presidente tiene la función de reunir a los demás, dirigir las reuniones y responsabilizarse por la formación de los nuevos her­manos. El secretario hará la reseña del grupo: inscripción de nuevos miembros, marcha del movimiento, sus dificultades, etc. Al teso-

ilfi

rero corresponde todo el movimiento financiero de la comunidad. Hay además un Consejo formado por 8 miembros (4 hombres y 4 mujeres), con función consultiva en el estudio y solución de las situaciones que se presenten. Reciben una misión especial para el ejercicio de oficios eclesiales dentro de la comunidad.

La principal reunión de la comunidad es la asamblea Euca-rística. En nuestra Eucaristía hay, realmente, esfuerzo por respetar a cada hermano. Todos pueden hablar. La reunión comienza con un pequeño grupo que estudia el Evangelio del día, aplicándolo a sus propias vidas. Tenemos después 15 minutos para ensayar cánticos. La Epístola de la Misa es leída y explicada por uno de los hermanos. El Evangelio es debatido con todos los de la asam­blea. El sacerdote es solamente el orientador de los debates. Siempre se centraliza la aplicación hacia la propia comunidad. En el Ofer­torio se pretende complementar las tres mesas: la de Dios, la del Ministro y la del pueblo. La primera ofrece al culto lo necesario: pan, vino, velas, flores, jabón y apresto para las toallas. A la mesa del sacerdote los fieles traen artículos alimenticios, ropa lavada y objetos de uso personal. El sacerdote no recibe retribución por ninguno de los sacramentos o celebración de la Misa. La mesa del pueblo, generalmente, busca solucionar, por lo menos temporaria­mente, un grave problema financiero de alguno de los habitantes locales, descubierto por uno de los hermanos de la comunidad. La ayuda fraterna es practicada de un modo muy discreto, como si diésemos un presente.

En los "Mementos", todos dicen en alta voz sus intenciones. Al "Padre Nuestro", todos levantan los brazos hacia el c i e lo . . . Al "Cordero de Dios", todos se abrazan fraternalmente. Al fin de la Misa, antes de la bendición, hay una oportunidad para que los hermanos den sus noticias: aniversarios, fallecimientos, visitas, au­sencias de la comunidad y presentación de personas que visitan la Iglesia por vez primera. Sin embargó, al descubrir que el sacra­mento es para convertidos, la administración de cualquier sacra­mento tiene cuño comunitario.

Los martes, la dirección de la comunidad se reúne, coordinada por su Presidente. Además de los estudios bíblicos, analizamos to­dos los problemas de la comunidad y hacemos revisión de vida. Así como se reúnen para la oración, reúnense para el trabajo en el movimiento social de la gran comunidad. •

Las grandes fiestas litúrgicas son vividas con gran alegría. Siempre hacemos en tales ocasiones, ágapes en común.

Los dos únicos movimientos de masa, ocurren en las fiestas «le Pascua y Navidad. Son usados como medio para impactar.

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j'.i vientes Sanio hacemos un gran encuentro penitencial, que yii w li.i (Olivenido en una tradición. Ofrecemos en esa oportunidad iiiiu intención de actualidad; paz mundial, unión de los cristianos, «Imiirrollo, paz social, etc. El último año el encuentro contó con la JIIesencia de cinco mil personas, entre ellas, el arzobispo, también <OII los pies descalzos, conjuntamente con la multitud.

Dos veces por año recibimos nuevos miembros para la comu­nidad, lisa recepción tiene un cierto carácter solemne y una liturgia propia. Va precedida de una preparación seria, hecha por el Presi­dente y los Consejeros. Generalmente aprovechamos la Cuaresma y el mes de noviembre, realizando una especie de catecumenado. El contenido de esa preparación es, esencialmente, estudio de la historia de la salvación y una toma de conciencia del hombre de­lante de su líder, Jesucristo Nuestro Señor. ,.

No nos preocupa tener una estructuración rígida para nuestro esfuerzo. Esperamos perfeccionarla en la medida que crece nuestra experiencia. No todo transcurre como quisiéramos, tenemos defi­ciencia de personal, ya sea en nuestra propia comunidad (falta de cultura, de recursos financieros) o bien de afuera para ayudarnos en la fundamentación teológica, etc.

Este trabajo es solamente una contribución a la Santa Iglesia de Dios. Necesitamos conocer otras experiencias para corregir nues­tras deficiencias: "¡un pobre ayuda a otro pobre y todo se resuelve!"

La comunidad eclesiaí de base no es reedición, en miniatura, de la actual estructura de la parroquia, pero implica toda una nueva concepción pastoral, realización ciertamente de conciencia eclesiaí, profundizada por el Vaticano II.

2.2. Día del Señor y Comunidad

Quien viene a Sobral por tierra tarda cerca de 5 horas, en caso de que haya partido de Fortaleza (Ceará). Sin embargo, cuando es el Padre Egiherto quien dirige el vehículo, la gente acorta el viaje de 5 a 3 horas. Fue mi caso.

Casi la mitad del trayecto se hace por asfalto, que es bueno y regular. La otra parte del viaje es por tierra, en medio de la polva­reda. Sol, calor, humedad. Montañas en el horizonte.

Puente largo. Arco de triunfo para la Virgen de Fátima. Es-unios en Sobral.

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Hace 50 años que es Diócesis. Muchas Iglesias. Casas religiosas. Clero propio, relativamente joven y numeroso.

Reencontré a P., ahora responsable de la coordinación pasto­ral. Me habló de la aplicación del PPC.

—El gran esfuerzo pastoral del momento es lo que llamamos: "Día del Señor", para creación de Comunidades de Base.

—En otras palabras . . .

—Tratamos de responder a la problemática religiosa de nuestro pueblo. El tiene fe, mas la expresión de esa fe es puramente sacra-mentalista, casi sin Cristo, y con actitudes profundamente indivi­dualistas. Buscamos, entonces, crear en cada localidad un grupo que viva su fe y sea comunidad cristiana auténtica. Tales grupos mantienen la fe como expresión religiosa del pueblo. Son comu­nidades con el sabor de las páginas de los Hechos de los Apóstoles, en la fuerza del Espíritu, un solo corazón y una sola alma.

—¿Por dónde comenzaron ustedes?

—Buscamos dirigentes de las comunidades. Estos reciben ins­trucciones por la radio a través de cursos intensivos periódicos. Todo lo que aprenden tiene un interés y una orientación práctica inmediata. Comenzamos con cursillos intensivos de no menos de cuatro días. El personal debe aprender la lección y ser capaz de transmitirla a los otros. Primero explicamos la necesidad de santi­ficar el día del Señor (abstenerse de trabajos en ese día y rezar). Damos un paso adelante: Cuando dos o más estuvieren unidos en nombre de Cristo, El estará en medio de ellos. Entonces la gente santifica el día del Señor. Tercer paso: el Brasil por su crecimiento demográfico, por su evangelización no terminada o superficial; dis­tancias, carencias de presbíteros, etc., necesita apóstoles laicos que sean creadores y sustentadores de comunidades cristianas autén­ticas (después la gente habla de que el laico tiene una misión específica e insustituible). Hacemos que los presentes conozcan me­jor a Jesucristo. Estudian en sus hechos y palabras. Aprenden a buscar todo en el Evangelio. Salen sabiendo encontrar cualquier cita en la Biblia. Reciben unas normas para utilizarlas los domin­gos, celebrando, con el pueblo, la Palabra. Seguimos en esas nor­mas, la misma disposición de la Liturgia de la Palabra, de la Misa correspondiente al domingo, así ellos están unidos más de cerca, en ese día, a la Iglesia Universal, a la Parroquia, al Vicario, que tal vez a esa misma hora, está diciendo idénticas palabras, en la misa de la Iglesia Matriz. Estos hombres son preparados para ser dirigentes de comunidades.

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—¿Cómo entienden?

—Les cuesta aceptar nuestro lenguaje. Es entonces cuando la HCiilc ve como estamos lejos de la mentalidad, de la cultura del pueblo. Kilos cuando hablan tocan realmente al p u e b l o . . . Ahora V¡i tenemos dirigentes en 113 localidades.

—Además de la celebración de la Palabra en el Día del Señor, ¿dónde encuentran tiempo para otras acciones apostólicas?

—Cómo consiguen tiempo, no sé decirlo. Uno de ellos, después del curso, salió por las chacras y poblaciones, orando y repitiendo lo que aprendiera. Después me pidió prestados los "slides". Escuchó la explicación de cada fotografía y ganó un m u n d o . . . Pasó de lugar en lugar exhibiendo las vistas y orando. Como en algunos sitios no había electricidad para su proyector, inventó una fuente de energía con luz de kerosene y así continuó el trabajo. Otro día, ese hombre supo por la radio que yo iría a una determinada ca­pilla; entonces apareció por allá porque deseaba esclarecerse sobre algunos puntos que no sabía explicar al pueblo.

—El pueblo no confunde los dirigentes con los creyentes

—En algunos casos existe tal peligro, pero usted debe saber que nuestra acción fue precedida por más de dos años de predica­ción sobre la Santa Biblia. La Radio Educadora facilitó el camino. Todos la oyen y se enteran del trabajo. Los vicarios están traba­jando en conjunto para dirgir este esfuerzo creador de comunidades pequeñas, vivas y practicantes. En las visitas que los vicarios hacen a las capillas del interior, dan autoridad a la acción de los dirigentes, que son los propios líderes naturales del lugar. Además de eso, mantenemos contacto constante a través de programas radiofónicos. En estos días estamos precisamente promoviendo un congreso de todos los dirigentes. Están aquí más de 120 personas. Rezamos y es­tudiamos. La multitud siente la necesidad de tales encuentros. Cuando saben por la radio que un nuevo grupo de dirigentes está siendo preparado, aparecen por aquí, por propia iniciativa "para conocer a nuestros futuros colegas", como dicen. También se visi­tan mutuamente en el trabajo.

—¿Sólo repiten lo que aprenden o ya están creando alguna cosa?

—Esa es una de las notas más interesantes. Ellos comienzan luego a aplicar por propia cuenta lo que van aprendiendo. Tengo algunos que se cotizaron para construir cajones de difuntos para los indigentes. Otros lo hicieron para la promoción del culto y decoro de la casa de Dios. La Evangelización y el culto están enca-minnndo todo para la verdadera comunidad de caridad.

Ü0

'[•' —¿Y hasta qué punto van?

—Estamos sintiendo la necesidad de profundización espiritual, teológica.. . Esta es la hora de mayor reflexión de nuestra parte. Cuento mucho, para esto, con el Padre U. Yo mismo voy a .con­ceder más tiempo a la reflexión y a la oración; veo que esto es indispensable para el apóstol.

El Padre X hablaba con entusiasmo. Su intensa capacidad no me era desconocida. Lo que más me admiraba era su testimonio personal, la coherencia entre lo que decía y hacía.

Vino a buscarme el P. Y. Tipo de sujeto que no ablanda el terreno. Entra directo en todor Su medio de locomoción es una bicicleta, modelo 1928, con varias piezas todavía aprovechables {no todas, evidentemente). Este apóstol, no tiene casi donde habitar. Se despojó de todo y vive en aquella situación de quien va para adelante, porque tiene un buen Padre que está en los cielos.

Hablamos también mucho de las Comunidades de Base, la Evangelización. Sentíamos que la Iglesia, en el Brasil, camina rá­pidamente y plantea cuestiones importantes para la pastoral que se debe transformar para responder al momento histórico en que estamos.

Ahora es de noche, y bien calurosa. Unos mosquitos grandes llamados muric^cas (pernilongo en el sur, carapaná en el norte) están apareciendo provocadores y amenazantes.

Cuando termine el día de mañana, alguien me llevará hasta Fortaleza. Aprendí mucho en Sobral. Apenas si fue una línea de ideas, pero es una experiencia concreta del Reino de Dios cre­ciendo en las personas, sin alarde, pero intensa e incesantemente.

2.3. Interior de Maranhao (8)

Llegué a Tutoya, en días de mayo de 1964. Pasé 14 días. Reuní al pueblo en un retiro popular, durante una semana, para poder tomar contacto directo con todos ellos. Así celebramos la Pascua.

En junio visité las casas y promoví lí Semana de la Bondad. Llegamos a movilizar toda la ciudad. La fuerza del bien es mayor que la del mal. Es bueno ser bueno, aunque nadie lo vea. La gente necesita creer en la fuerza contagiosa de la bondad.

Después de este contacto de casi un mes, volví de nuevo a San Luis. Fue en esta época que me vino la idea (llamado del Padre),

<8) Experiencia en Tutoya, arq. San Luis. Marahnao. P. Helio Maranhao.

21

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ile pedir al Pastor que me designara como responsable para eí Pueblo de Dios en Tutoya.

l-'ui nombrado el día 24 dé agosto, liturgia del apóstol Barto­lomé y tome posesión, celebrando por primera vez, después de este < ompí omiso pastoral, el día 30, en la liturgia de S. Rosa de Lima, la protectora de América Latina.

Comencé por oír y preguntar. Y a estudiar la realidad de la tierra y del pueblo confiado a mí pastoralmente. Procuré en las conversaciones, en las visitas, en las homilías, fijar la dominante del amor. Amor que es servicio., Amor que es gentileza. Amor que es sacrificio. Amor que no procura su interés. Amor que todo soporta, todo acepta, todo espera, todo cree (9). Amor que es mansedumbre y humildad de corazón (10). Amor que es cumplimiento de la ley y de los profetas (X1). El amor todo lo vence. No es vencido por nadie y no se compra ni se cambia por ninguna riqueza (12).

El retiro popular, la Semana de la Bondad, la constante del Amor, toda la Predicación de la Palabra de Dios fue bendecida muchísimo por el Señor, que acompañaba todo este inicial esfuerzo pastoral misionero, con sus milagros (1S). Hubo perdón entre ene­migos. Familias que no se trataban más, comenzaron a hablarse . . .

Comencé a dar los primeros pasos. Procuré informarme sobre los católicos niás practicantes. Recibí informaciones sobre unas veinte personas. Todos hombres. Todos casados. Hice una circular pidiendo que me ayudasen a pensar nuestros poblemas de la Igle­sia de Dios. En el pedido, insistí en que me devolviesen la circular, indicando cada uno, a su gusto, cinco nombres de hombres casados, católicos, que me pudiesen ayudar a pensar, a planear y a ejecutar los planes para la Iglesia de Dios, en Tutoya. Todos respondieron. Mencionaron aún más. Surgieron 126 nombres. Muchos repetidos. Invité a algunos de ellos para la selección. Vinieron y la hicieron conmigo. Se hizo una lista de los 25 más votados. Los 4 más vo­tados, por aceptación de ellos mismos, fueron designados como dirigentes del Consejo, que quedaría, de aquella fecha en adelante, constituido por 25 hijos de la Iglesia de Tutoya. La dirección es­taba constituida por un Presidente, un Vice, un Tesorero y un Secretario.

Todo, desde el comienzo se entregaba al pueblo, en una línea de gran confianza y de educación progresiva. La gente se educa pot.'.

(») I Cor. 13, 1-13. ('«) Mi. 1, 29. (") Ro. 13, 10. ('») «iMit. 8, 7. ('») Me. lfl, Ü0.

el amor, pues sólo él amor es capaz de confiar y de arriesgar. Quien desconfía no educa, porque no ama f14).

De la ciudad partí para los viajes pastorales. En cada lugar hice un ensayo de cánticos populares y pastorales. Una catequesis minuciosa ,de noche y otra de mañana, antes de la Misa. Después de la Misa, terminados los bautismos y los casamientos, una reunión especial con los hombres del lugar. En esta reunión los saludaba con mucha alegría y les pedía que juntos, unidos como hermanos, pudiésemos ayudar a la Iglesia de Tutoya a cumplir su misión de reunir a todos sus hijos. E iba sugiriendo: ¿Qué tal si ustedes aquí se uniesen en una gran fuerza al servicio de la Iglesia y de la po­blación, para procurar resolver nuestras dificultades? ¿Ustedes, acep­tan? Entonces vamos a elegir a los que van a formar aquí esta fuerza, esta unión, este Consejo de la Iglesia de D ios . . . Todo viaje pas­toral tiene esta meta.

Aproveché un encuentro en la sede de la parroquia, para reu­nir de una vez, todos los Consejos hasta entonces constituidos. Participaron de la reunión, 113 miembros de Consejos, venidos de las poblaciones del interior. Aprendieron nuevos cánticos y re­cibieron adoctrinamiento más profundo.

Pasaron meses. Cada vez que el Párroco de Tutoya iba a las Capillas del interior, reunía al Consejo local, oía sus dificultades, substituía a uno u otro miembro que hubiese abandonado o que hubiese renunciado.

Al final del año 65, invité a Doroty Ethel, responsable de la educación de los adultos, para que viniese a dar un curso bíblico en Tutoya. Conversamos. Combinamos. Dividimos las tareas y co­menzamos. Invitamos para un curso de 8 días, a personas de cada Consejo, escogidas por ellos, que tuviesen un poco de habilidad para ser en un futuro próximo, los encargados de los trabajos in­ternos de las capillas. Cada uno trajo una cantora. Eran 36 hom­bres (casi todos casados; apenas 5 muchachos); 13 muchachas y 7 señoras: 56 participantes. Comenzamos con una vigilia bíblica en torno de la palabra de Dios. El régimen de trabajo fue intenso. La idea central fue la Historia de la Salvación. Todos tenían la Biblia en sus manos. El encuentro terminó con un compromiso, que cada uno hizo con mucha alegría: —Aquí estoy, Señor; envíame para anunciar T u palabra. Con las manos extendidas sobre, la Biblia y todos en circulo alrededor de la mesa del compromiso. Cada uno recibió la Biblia, un manual de catequista y un libro de rá utico*.

(14)1 Jo. 4, 18.

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\liten de Semana Santa, por una carta circular, invité sólo a los |uc(li(¡uloies para un encuentro especial donde, juntos, prepa-i MI tamos el Nuevo Ritual para la Semana Santa, en nuestros pue­blo*. Pasamos dos días reunidos. Hicimos juntos una mañana de i re oimiento, dentro del compromiso y de la misión que cada uno-tiene ¡inte la Iglesia. Les expliqué el sentido de los Días Santos. Entregué a cada uno de ellos un pequeño ritual, los 4 volantes del (auto pastoral, una vela grande y un recipiente con agua bendita. Fue todo anotado, explicado, preguntado, discutido, ensayado. Vol­vieron para presidir la celebración de Semana Santa en las Iglesias, locales del interior de Tutoya. Y lo hicieron con toda preocupación pastoral. Exigí una relación de cada uno. Todos la mandaron. De­mos gracias a Dios porque El va confirmando la predicación de su palabra con verdaderos milagros (15).

Con la ayuda de los Consejos y de ios Predicadores Populares, se hizo el relevamiento religioso de todas las poblaciones. Se apro­vechó la oportunidad para llevar al pueblo a un compromiso con la iglesia local, en los siguientes términos:

1"?) Dar personalmente su nombre a la Iglesia, si tiene 14 años y si los padres también van a dar el nombre. Cuando los padres no lo hacen sólo aceptamos el compromiso de ma­yores de 18 años.

29) Frecuentar el,Encuentro Dominical (Dominical aquí se re­fiere al Señor y nunca al día de la semana).

39) Vivir honestamente su vida.

49) Colaborar mensualmente con la colecta de su Iglesia local..

No todas las familias aceptaron el compromiso. Hay reacción-aquí y allá. Algunos acuden a las parroquias vecinas, en ocasión de bautismos, etc. No entienden cómo vivir en una Iglesia que quiere ser comunión de santificados. La reacción de los menos dis­minuyó gracias al trabajo de los predicadores.

Renuncié a los aranceles. El párroco de Tutoya no tiene sa­lario fijo. Va viviendo. No se cobra nada en estas Iglesias que llamo vivas y actuantes (hoy son 18).

Los festejos en Tutoya fueron transformados en fiestas reli­giosas, donde la Palabra de Dios es anunciada con. mucha insis­tencia. Catando hay fiesta en el interior y el párroco no puede ir,.

\ -('O) Me. Ifi, «>.

24

para comenzar, envía dos predicadores populares para iniciarla. Leen la carta de presentación del párroco, visitan las familias, preparan los casamientos, anotan los bautismos, enseñan los cán­ticos y hacen la preparación, todas las noches. Cuando el párroco Jlega, el trabajo ya va bien adelantado.

En la preocupación y en la angustia, soñamos humildemente poder ayudar, a través de esta experiencia, a construir la Iglesia Santa de Dios. Que el Padre nos ayude a vivir en esta solicitud <:onstante de su Iglesia peregrina, acampada en medio de los hom­bres, camino de la Patria f16).

3 . COMUNIDADES MENORES

El Plan de Pastoral de Conjunto ubica como primera pieza, dentro de la renovación pastoral, la creación y multiplicación de "comunidades de base", donde los cristianos no sean personas anóni­mas que apenas buscan un servicio o cumplen una obligación, sino que se sientan acogidas y responsables, y sean parte integrante de ellas, en comunión de vida con Cristo y con todos sus hermanos ( " ) .

Las diversas experiencias renovadoras de la estructura parro­quial tienen aplicación para comunidades menores. En la medida que se aplica concretamente el PPC, percíbese la exigencia de una renovación de estructuras y hasta eliminación de algunos esquemas que se tornaron obsoletos. Por largo tiempo la parroquia, ha sido la estructura fundamental en la acción pastoral; hoy ella no tiene más las condiciones que respondan a las necesidades que el Concilio planteó. Las parroquias no son actualmente comunidades vivas, misioneras, iniciadoras y educadoras de la fe. Cuando la parroquia comenzó a existir, desempeñaba esa tarea. No pudiendo el Obispo visitar todos los núcleos cristianos, sobre todo en los ambientes rurales, enviaba allá un presbítero, un diácono, que lo substituían. Eran, por lo tanto, comunidades vivas, más pequeñas que nuestras actuales parroquias^ donde los cristianos se sentían unidos entre sí, al presbítero, y, a través de él, al Obispo. Todos participaban de la Eucaristía. Los cristianos no se sentían bautizados anónimos. . . La evolución histórica, la latinización de la Iglesia, la comodidad de los presbíteros y obispos, todo contribuyó para hacer que la parro­quia adquiriese el aspecto que hoy presenta: inerte, esclerosada, individualista, congénitamente incapaz de llegar a todos los fieles y hacer de ellos una comunidad viva. Esto se torna mucho más verdadero en nuestro Brasil, donde sufrimos un mero trasplante

(16) He. 13, 14. (1T) PPC. p. 39.

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de c«tni< IUI.-IS europeas, sin disponer al mismo tiempo, del elemento Inmuno que de alguna manera pueda contrabalancear la rigidez del sistniu. En la gran mayoría de nuestras parroquias, tenemos (<>nuuud<KÍes que nunca fueron comunidades de fe, culto y caridad. Simplemente, por ser imposible, sea por carencia de sacerdotes, o por la mala formación de los mismos, sea a causa de la extensión territorial, de una concepción de Iglesia, que no da valor a los laicos; sea porque carecíamos de una noción más teológica de la comunidad eclesial. . . Sin duda el punto más negativo fue el con­cepto unilateral que tuvimos de Iglesia, restringido a los sacer­dotes, obispos y Papá. Los fieles, desde mucho tiempo atrás, no-desempeñaban más las funciones que por derecho les correspondía..

Objetivamente hablando, las actuales estructuras de la parro­quia no le permiten constituir una verdadera comunidad. . . son parroquias en las que están localizadas conglomerados humanos, con dispersión demográfica tremenda, como en las parroquias del norte del país, con 130 mil km2. O bien una alta concentración demográfica, como en Río y en San Pablo, parroquias con 80 a 100 mil habitantes, en un pequeño espacio territorial. Se puede entonces prever que el programa de hoy no será simplemente el de multiplicar las parroquias . . . montaríamos las mismas estruc­turas -erradas, desubicadas de la situación actual. Requiérese una actitud más renovadora.

Ante la ineficacia de las estructuras parroquiales, falta de sacer­dotes, urgencia de la situación brasilera, necesidad de valorizar al laico, volver al sentido inicial de comunidad cristiana, el PPC llama a un esfuerzo de creación de núcleos menores y actuantes, lla­mados Comunidades Eclesiales de Base. Estas serán auténticas, "iglesias" de santificados, verdaderas unidades pastorales, a través de un proceso de catecumenado renovado, único medio capaz de transformar el actual régimen de cristiandad, en una religión adulta por la fe, la esperanza y el amor.

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SEGUNDA PARTE

FUNDAMENTACION DE LA COMUNIDAD ECLESIAL DE BASE

1. CONSIDERACIÓN TEOLÓGICA

1.1. Comunión de vida con el Padre

"Cada persona, explícita o implícitamente se plantea el pro­blema de su propia existencia.

"¿Cuáles son los términos de este cuestionamiento? ¿Cuál es si» sentido concreto?

"En los grupos que sociológicamente se consideran más inte­grados en la institución visible de Iglesia, encontramos el choque entre dos actitudes y mentalidades, tal vez no muy claramente for­muladas. Por un lado, la mentalidad de un mundo estático, que evolucipna lentamente. Hombre "cosa", que es un ser frente a un Dios que es el Ser Supremo, o Ser Absoluto. Esta mentalidad estática, desencarnada es, al mismo tiempo, una mentalidad de ideas ya hechas, de verdades ya enteramente acabadas, fijadas en ciertas fórmulas y tradiciones históricas.

"Por otro lado, encontramos la mentalidad que busca una con­cepción de vida más dinámica, de un mundo que crece, que evo­luciona, que se desarrolla. Mentalidad más personalista: el hombre es alguien, que se relaciona con Dios, no como un Ser que está allá arriba, sino de Dios ser personal, que se comunica con el hombre, en un don de amor, en un don personal, para hacerlo participar de su Amor. En esta mentalidad, la salvación no es algo que se produce después o en la otra vida. Es algo que se produce ahora. No es algo que se realiza fuera de la condición humana. Es algo que se realiza dentro de la propia condición humana. El ser no es más objeto, cosa, para ser algo eminentemente personal.

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los propios objetos materiales, participan de la plenitud del ser cu la medida en que son concientizados, asumidos por el hombre en ti itiirrcanibío con los otros hombres. Dios no es aquel ser supremo, medio impersonal, medio vago, arriba, allá. Dios es fundamen-iiiliiienie Alguien personal, o ALGUIEN por excelencia, o Al­guien que es fundamento de todos los otros álguienes, o Alguien que nos conoció primero. Y porque nos conoció primero, nosotros somos alguien. Tomando conciencia de ese don, nosotros recípro­camente, nos donamos a Dios en esa misma comunicación de amor.

"Es necesaria una conversación continua, permanente, nunca acabada de nosotros mismos, para que realizemos este misterio en nuestra existencia. La persona es fundamentalmente relacionable. Ella se realiza en la relación con el Otro y en el otro. El mundo material no es solamente algo en sí; es fundamentalmente algo relacionable. Participa del ser en la medida en que es conocido y en que es asumido, en que participa de esa mediación entre los hombres y de ellos con Dios.

"La aceptación que los hombres hacen del don de Dios, su respuesta.. . todo se realiza dinámicamente, no siempre progre­sivamente. Es nuestra condición histórica. Estamos en la dimensión de la fe, que no es un acto puramente intelectual; sino global-mente es ese reconocimiento del hombre por el misterio que se realiza en su vida, y su respuesta al don que Dios le hizo. El hom­bre, delante del misterio de Dios, que se revela a él, acepta ese don y adhiere con toda su personalidad." (18).

¿Y quién es ese Dios?

Dios es una comunicación misteriosa al nivel de la vida, del amor y de la unidad. Las personas divinas son una misma natu­raleza. Tres personas perfectísimas y distintas son la comunidad más perfecta que se pueda imaginar. Todo es dado. Todo es reci­bido. Circulación eterna en el amor. Que Dios es uno sólo, lo pro­clamaron todas las religiones monoteístas. Sólo la Revelación cris­tiana vio claro que, aún siendo uno, Dios es esencialmente una comunidad de personas. Dios reveló que no es un Dios solitario.. . "el egoísmo infinito", como se dijera. Dios es efusión, éxtasis, co­munión, don absoluto. Tres personas. Una comunidad, un solo Dios y una sola naturaleza divina. La felicidad de Dios es comu­nitaria, no está en la felicidad individualista (18).

("<) Caramuru, Raimundo. Aula inaugural nos Institutos Pastorais, Río, 1967. (i») Marin», José. O Plano de Deus. Ed. Melhoramentos, 1964, p. 7.

U8

Nuestro Dios vivo no es un soberbio Júpiter, ni un solitini.» Alá. El Dios de nuestros padres es una Comunión eterna de lVi sonas (los "Tres Alü-uismos subsistentes", M. Zundel); un Dio;, comuntario, una pujanza infinita de sus Personalidades, una cii culación absoluta de sus bienes infinitos.

1.2. Y entre nosotros

Dios se comunica al hombre a través del hombre. Este es su designio de salvación. El misterio de comunión con el Padre se realiza en la propia comunicación entre los hombres. Todo amor humano auténtico es mediador de la comunicación y del amor de Dios para con los hombres. Cada vez que tomamos en presencia de otro una actitud de amor, ayudamos al otro a crearse, a desa­rrollarse, a ser alguien, a participar de la plenitud de aquel Alguien que es Absoluto. En la medida en que nos negamos a este amor, nos cerramos en nuestro egoísmo, indiferencia, rompemos la comu­nicación del don de Dios, degradamos la persona del otro, nos negamos a ayudar, al otro a ser más alguien y a participar más de la vida divina. Y negándonos a prestar esa mediación, nos perju­dicamos a nosotros mismos. El amor engendra el amor. Generando el amor, genera la persona, genera la plenitud del ser, participación del Ser Absoluto, Dios Persona.

El esfuerzo humano, siempre limitado es relativamente im­portante. Puede degenerar en egoísmo, indiferencia, aislamiento, oposición y abatimiento. Por el amor de otros que nos aman pri­mero y desinteresadamente, somos llamados a rever nuestra vida, despojándonos de nuestros vínculos negativos, asumiendo las con­quistas positivas de un Amor encarnado y lanzándonos, responsable y libremente, de inmediato, en una búsqueda de mayor liberación y más plena realización. El nuevo esfuerzo es, a su vez, igualmente limitado y restringido, exigiendo de nuestra parte una continua y permanente toma de impulso e iniciativa. Así construimos la historia, hasta el momento de nuestra muerte, momento decisivo y supremo en que asumimos la vida entera, para, en la libertad lograr su orientación definitiva. La muerte está llamada a ser el punto culminante de nuestra madurez, en busca de su realización total. Todo es, reasumido y entregado (Padre, en tus manos . . . ) .

En la condición humana, la relación con el "tú" humano y con el " T U " divino, sufre la ambigüedad del pecado, cuando, en vez de acoger el don de Quién nos amó primero, nos cerramos sobre nosotros mismos, negamos el Amor y nos colocamos en una actitud de Pecado. Así, el pecado, es fundamentalmente, rechazo al amor. El rechazo al amor humano es, implícitamente, rechazo al Amor

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divino. De la misma manera, al rechazar el Amor divino, que jamás llegamos-a acoger perfectamente, perjudicamos al amor humano, expresión e imagen creada del Amor increado.

La experiencia de nuestra limitación, la realidad de nuestras contingencias y de nuestro destino histórico nos llevan al descu­brimiento de Alguien que da sentido absoluto a la historia y a la vida humana.

Los momentos más maravillosos de la existencia, son aquellos én_que~Bióslios~hace encontrar otro Yo" qUe~noTT05~eT5" hostil;;que estáaBleftó ^pSiTlTósotiós yhac i a quien ños podemos" abrir: Que se transformare!}1TAC.Y e- ^ ° Y e - T u se transforma eiTKosotros. Ese Nosotros, entonces, forma una realidad que aconseja, conforta y enriquece a los dos amigos. Es expresiva la queja tantas veces

^ oída: "Ninguno me comprende". Nadie comprende sin amar. Cuan» *V do alguien dice: "No me comprendes", léase entre líneas: "No me

amas". El amor espiritual, la amistad, se realiza en esa compren­sión: en la admisión de un T ú en el propio Yo diciéndole: "La casa es suya". Esto recíprocamente. Y la vida gana en profundidad, calor y sentido (M).

El gran descubrimiento es el del otro y de Aquel que rfbs amó primero. "Amémonos unos a otros, porque el "amor viene de Dios y todo lo que ama ha nacido de Dios y conoce a D i o s . . . En esto consiste el amor no por haber nosotros amado a Dios, sino por habernos El amado primero y enviado a su Hijo para expiar nues­tros pecados" (21).

A partir de estos descubrimientos somos llevados a conocer, muy imperfectamente, al "Tú" divino, que nos amó primero y para quien somos requeridos a hacer entrega total de nosotros mismos. Así como al entregarnos nosotros, en una respuesta recíproca de Amor, a un "tú" humano, no perdemos nuestra personalidad, sino la enriquecemos, así también, al entregarnos al "Tú" divino, en una respuesta total de Amor, no declinamos nuestra dignidad humana, sino que, al contrario, la elevamos a la plenitud de su realización.

1.3. Por Jesucristo

Dios es Amor. El amor es vida, comunicación, expansión, do­nación, fecundidad. Dios que es sólo amor, se comunicó, se dio, se manifestó plenamente en su vida Trinitaria-Comunitaria. Por su

(30) Tepe, VaWredo. "O sentido da vida". Ed. Mensageiro da Fé, 1960, pág. 234. (SU) I Jo. 4, 7-10.

M)

libre voluntad, por un designio de amor, quiso tener, también, a alguien más que participase de su felicidad. En Cristo, Dios-conocido, aquella abundancia divina llegó hasta nosotros. Se alar­garon los espacios de la caridad divina y entramos también nosotros en la corriente vital, asociados y participantes de la Familia eterna. En él, el Señor resucitado y glorioso, ya está hecha la Comunión: los hombres y el Universo en El, se reconciliarán con la Fuente y con el Fin; y la Historia es apenas el plazo de explicitación y expansión de ese Misterio oculto en sus entrañas.

Dios se conoció y se quiso como infinitamente bueno y co­munitario transferido en criaturas que reflejando su gloria y be­lleza, serían felices. Dios decidió crear otros núcleos de felicidad, focos de amor eterno. El Señor hizo a los hombres participantes dé su comunión, por Cristo, en el don del Espíritu Santo. La Iglesia es mediación visible de esa comunión.

Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, asumió la condición humana para constituirse como expresión suprema del don de Dios á los hombres. Al mismo tiempo, siendo hombre-Dios, se convirtió en respuesta definitiva y plena de los hombres al don divino.

"Dios se comunica a los hombres a través de la mediación de otros hombres. El hombre fundamental, a través del cual Dios se comunica con nosotros es el Hombre-Dios. El vivió la condición humana y está, todavía hoy, felizmente glorioso en el cielo, solidario con nuestra condición humana, pues su humanidad participa hoy de esta vida celestial. Hombre como los otros hombres, comuni­cando a los hombres este don de amor de Dios, ayudando a los hombres a aceptar este don en su gratuidad, para responder recí­procamente, en una donación de sí mismos, es la misión funda­mental de Cristo. Y su redención no tiene otro sentido, "En pre­sencia de una humanidad incapaz de realizarse, incapaz de amarse, de comunicarse, incapaz de asumir el universo para integrarlo en la plenitud del ser, Cristo se encarnapara_jgdjmjjjaj__^ra__niogtrar como ella va a responder al don de amor del Padre. No sólo para mostrar, sino para realizar esta respuesta de la humanidad al don/ de amor del Padre."

En Cristo resucitado, los hombres pueden llegar a realizar la plenitud del amor. El universo entero asumido en Cristo podrá poco a p o c o , ser transformado en el servicio dé ese Amor. Cada hombre y lo mismo la humanidad entera podrá „li&pr_a_ia__per-fección en El, hasta su consumación final en el Reino, por la manifestación completa y total de Cristo glorificado. En efecto, el Cristo resucitado conserva y desenvuelve su solidaridad con tocios los hombres y, en ellos, con el universo. Cristo comunica efectiva-

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mente el don del Espíritu a toda la humanidad, para elevarla cada vez más a una auténtica relación de Amor con el Padre y con todos los hombres entre sí. En Cristo, por la acción del Es-, píritu Santo, el amor humano se transforma en participación de la Ipropia vida trinitaria. En la presente economía todo acto auténtico de Amor es fruto del Espíritu Santo, comunicado por Cristo, como don de amor del Padre. Es en el Espíritu que podemos amar a nuestros hermanos, y amándolos, amamos al propio Cristo res­pondiendo en El al don de Amor del Padre.

Cristo está presente hoy todavía en toda la humanidad. Don de hay una comunicación humana auténtica, donde hay un au­téntico acto de amor humano, ahí Cristo está presente, ahí Cristo se comunica. Somos alguna cosa porque Cristo nos conoce, porque Dios nos conoce en Cristo, Dios nos ama en Cristo, y Dios nos hace ser alguien. Estos misterios nosotros los vivimos hoy, en nuestra vida de cada día, en conjunto con los otros hombres y no aisladamente, no individualmente, aunque sí personalmente.

1.4. En el don del Espíritu Santo, autor de la unidad

Las acciones Trinitarias, son dinamismos de la misma Trini­dad, en cuanto se entrega a las criaturas, obrando en ellas. El Padre generando y entregando al Hijo. Padre e Hijo espirando y entregando al Espíritu Santo (22).

La función del Espíritu en la Iglesia y en los Sacramentos es interiorizar el misterio de Cristo, transformando comunidades e individuos, en Cuerpo Místico de Cristo, hasta una misteriosa plenitud.

Profundizando en nosotros el misterio de Cristo, el Espíritu .Santo viene a ser el constructor definitivo de unidad, de relación y de comunión entre todos los miembros del Pueblo de Dios. Los dones del Espíritu, son efusiones de esta presencia Trinitaria en los hombres y por eso mismo unen directa e indirectamente a la Trinidad. Los carismas, servicios, funciones, vocaciones, marcan de modo especial la entrega divina a la Iglesia. . .

Donde hay un auténtico acto de amor, ahí encontramos la acción del Espíritu. El egoísmo nos esclaviza, la cerrazón sobre nos­otros mismos nos suicida. El Espíritu nos ayuda a tomar conciencia

(2'¿) Roxo, Mons. Dr. Roberto Mascarenhas. Fé e Sacramento. Folhas mimeo-piafadas.

n

de nosotros, a comunicarnos con los otros y juntamente con ellos, asumir el Universo. Esta es la libertad de los hijos de Dios. En la medida en que crecemos en esa libertad la mediación exterior de las cosas visibles tórnase menos necesaria. En la parusía, la única mediación será la humanidad de Cristo, porque allá seremos ple­namente libres en el Espíritu, enteramente sumergidos en esa visión de unidad con el Padre, en Cristo, en el don del Espíritu.

La vida del cristiano, la vida del hombre -que busca auténti­camente la realización de ese misterio es una vida en busca de libertad; no del hombre que sólo se guía por normas exteriores, sino del hombre que se deja guiar por la acción del Espíritu. La acción exterior nos sirve para descubrir mejor qué es lo que el Espíritu comunica, como es que el Espíritu nos lleva a realizar esa comunicación con los hombres y con el Padre, por Cristo. Todo el universo gime, dice San Pablo, esperando esa libertad de los hijos de Dios. Todas esas crisis, todas esas tensiones que se procesan en el seno de la humanidad son, por un lado, el peso de la condición humana que la lleva hacia el egoísmo, hacia la cerrazón y hacia el pecado. Es por otro lado, la acción del Espíritu, que intenta vivificar a los hombres y conducirlos a la libertad plena de los hijos de Dios. El cristiano, en la medida en que lo es, es esencialmente alguien libre, alguien que no está amarrado a nada, alguien que se deja guiar enteramente por esta acción del Espíritu, que se manifiesta también en la vida entre los hombres.

"Desde el Padre, os enviaré el Espíritu", nos aseguró Jesús. Cristo Celestial nos envía el Espíritu de Santificación, que nos es dado. De acuerdo con una concepción neo-testamentaria, Cristo no puede darnos al Espíritu sino después de su ascención. Como Dios, la segunda persona de la Adorable Trinidad no es solamente el Hijo del Padre. Como Hijo, en unión con el Padre, es también principio del Espíritu Santo ("ex Patre Filioque.. .") - procede del Padre y del Hijo. ("A Patre, per Filium. .-."• - al Padre por el Hijo).

1.5. La Iglesia es mediadora de la unidad

La formación de la Iglesia incluye las tres Personas Divinas; porque el obrar divino, por su propia naturaleza, tiene dos notas fundamentales: es comunitario, porque es única la naturaleza por la cual las personas operan. Es trinitario, porque esta naturaleza única sólo opera en cuanto está personalizada por la paternidad, la filiación, la procedencia.

El Padre tiene un plan que ejecuta en el tiempo, a través de la acción del Hijo y del Espíritu Santo. Dios quiere comunicarse. Da su vida divina al mundo. Para esto funda un Reino. Elige un

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pueblo. I.a Iglesia es en Cristo señal e instrumento de unidad de lodo el género humano y de unión de los hombres entre sí y con Dios. 1.1 Padre predestinó al Hijo para que, naciendo del pueblo elegido según la carne, a todos redimiera por su muerte. A todos constituyese como hijos de Dios y a todos santificase, no sólo a cada uno en particular, sino como pueblo de Dios: Pueblo electo, sacerdocio real, gente santa; bajo una Cabeza única, abarcando' toda la historia humana (23). Esta Iglesia fue prefigurada desde el origen de la humanidad, preparada en la elección del pueblo he­breo y en la Alianza, y manifestada en los últimos tiempos. Dios quiere una salvación en comunidad. Pablo nos presenta este mis­terio, de modo estupendo en los Efesios:

—Nuestra vocación eterna en el pensamiento del Padre (?*)

"Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos. ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en El, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos irreprochables en su pre­sencia. En su amor, El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su volun­tad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido."

—Nuestra redención realizada por el Bien Amado (^)

"En El hemos sido redimidos por su sangre, y hemos recibido el perdón de lps pecados, de acuerdo a la riqueza de la gracia que Dios derramó sobre nosotros, con toda sabiduría y enten­dimiento. El nos hizo conocer el misterio de su voluntad, el designio misterioso que Dios estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo, y conforme al previo designio del que realiza todas las cosas de acuerdo a, su voluntad, hemos sido constituidos herederos y destinados de antemano en Cristo a serlos, que ya antes habíamos esperado en El, para alabanza de su gloria."

(•¿-i) Sohillebeeckx resume admirablemente esta tecaogía de Cristo. Ver "Cristo sacramento del encuentro con Dios". Ed. Prisma.

(24) Ef. I, 3-0. f») Ef. 1, 7-12.

—Nuestra vocación temporal asumida por el Espíritu (26)

"En El, ustedes, los que escucharon la Palabra.de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, han sido también marcados con un sello por el Espíritu Santo pro­metido. Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios ha adquirido para alabanza de su gloria." La Iglesia es la unidad visible de la comunidad reunida en

Cristo. La unión de los hombres en Cristo está hecha: de manera invisible por las ligazones espirituales que unen cada ser humano a Cristo; en forma visible, en la Iglesia que Cristo fundó, que prolonga su presencia y su persona aquí abajo. La Iglesia es una unidad en progresión. La primer atadura entre los fieles no es su amor mutuo, sino su amor a Cristo; la comunidad cristiana no es antropocéntrica sino teocéntrica. Por Cristo se ha ligado a todos los hombres. Dimensión vertical (ligazón con Dios), horizontal (con todos los hombres), profunda (ligazón con todos los hombres de todos los tiempos, los que ya nos precedieron y todos los hombres que también vivirán sobre la tierra, por Cristo en el don del Espíritu).

La Iglesia, comunidad visible de los discípulos de Cristo, es un sacramento privilegiado y auténtico de su presencia, en el co­razón de la humanidad, para realizar la comunicación del Espíritu, del amor de Dios a los hombres, y también, para llevar a los hom­bres, a responder, en el Espíritu, a la comunicación del Amor divino.

La Iglesia es la presencia privilegiada y decisiva del Cristo Glorificado. Es el Sacramento, esto es, señal e instrumento del Amor Trinitario comunicado a los hombres y vivido por ellos, y de ia'unidad de todo el género humano. La Iglesia es el sacramento de la unidad. "Es un pueblo reunido en la unidad del Padre, y del Hijo y el Espíritu Santo" (27). Es igualmente "el sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano" {^).

En otras palabras, el misterio de salvación realízase por la me­diación visible de la Iglesia. Cristo y el Espíritu Santo actúan en la humanidad toda, pero hay un sacramento, hay un signo sensible e instrumento de realización de ese misterio; es la institución vi­sible de la Iglesia, que continuando, prolongando y actualizando la humanidad de Cristo, explícita en términos sacramentales y fun-

(2») Ef. 1, .13-14. ( « ) L. Centium, 1 (••">) L. Gentiutn, 1.

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(I.wncnla ese misterio que, de alguna manera, se realiza en toda U humanidad. "La Iglesia es, esencialmente el sacramento de ese misterio. Sacramento decisivo. Sacramento indudable. Lo que á voces encontramos en muchos cristianos es que ellos se apegan so­lamente a los aspectos exteriores de ese sacramento, sin su vivencia profunda. Otros hacen de ese sacramento algo fijo, algo rígido, algo en sí, y no algo mediador de comunicación de Dios con los hombres, del misterio de salvación que se debe realizar en la vida de los hombres. Los cristianos bautizados, iniciados en ese misterio sacramental de la Iglesia, deben tener una actitud de profunda , humildad, apertura, servicio y amor. Nosotros, por un designio divino, llegamos a la conciencia y a la explicitación de nuestra vida, de nuestra existencia en Cristo en este misterio de salvación, en ese sacramento que es la Iglesia. Esto es un don especial. En­tonces nuestra actitud debe ser de apertura, comunicación, servició para cpn los otros hombres, en los cuales Cristo ya está actuando. Con todos los hombres debemos colocarnos frente al misterio de Cristo. Es Cristo que nos comunica el don del Padre. Si, por una parte, somos llamados a ser mediadores de esa comunicación, por otro lado, aún aquellos hombres que no están insertados en ese sacramento visible, tienen tal vez algo que comunicarnos de ese mismo misterio de Cristo. El Sacramento Iglesia será un poco más rico por la comunicación de esos hombres,- porque todo lo que ellos tienen de profundamente humano es un valor derivado del misterio de Cristo, que puede enriquecer a la Iglesia, que puede ser purificado, iluminado por la Iglesia visible.

Somos llamados, cada día, a rendir gracias a Dios; por otra parte, somos llamados a esta actitud de pobreza, de humildad en la fe, a esta apertura para recibir una comunicación del otro, para, juntamente con él, buscar la única verdad:. Dios, en Cristo, en el don del Espíritu Santo.

Esta actitud es fundamento del esfuerzo ecuménico —Cristo es uno, el Espíritu es uno. En la medida en que vivamos el miste­rio de Cristo y del Espíritu, llegamos a la unidad. Esta misma, debe ser una actitud misionera. Cristo es uno, el Espíritu Santo-es uno: en la medida en que con los otros hombres buscamos pro­fundizar auténticamente ese misterio de Cristo y del Espíritu lle­gamos a la unidad y a la realización del misterio salvífico.

El misterio de salvación se realiza peregrina y escatológica-mente. Ya está presente y en realización. Esto sin embargo no se verifica de modo gráfico y n í t i d o . . . surgen retrocesos, desvíos . . . Aparecen, de un lado, las ambigüedades de la condición de la vida humana, con el pecado, que la perturba y la desintegra; por otra parte, encontramos la propia limitación* en la realización de ese misterio. Lo mismo cuando ella se realiza auténticamente; lo misma

36

cuando los hombres, los cristianos, la Iglesia visible camina, crece en ese misterio, Ella, por la propia condición humana, lo realiza en formas concretas. Muchos aspectos de esas formas concretas son transitorios, pasajeros, salvo en aquel momento y en aquella situa­ción histórica en que es necesario que nos atengamos a actitudes profundas de conversión; para sabernos despojar en el momento exacto de lo que hubo de transitorio, de limitado, de contingente, de histórico, para sumergirnos en lo que tiene de más esencial; y lo expresamos en otras formas, en otras expresiones, por ser a su vez también contingentes. Por todo esto, la actitud más cohe­rente que debemos tener será de continua interrogación. Esto no es relativismo: Cristo es uno, el Espíritu es uno, la Iglesia de Cristo es única, y para nosotros Ella existe en la Iglesia Católica. Sin embargo como nuestra condición humana es tan limitada, Dios res­peta esa condición, y nos realizamos en el misterio (inteligencia, vivencia, explicitación, concretización), por aproximaciones suce­sivas. Así como el crecimiento del joven, del adolescente, del adulto, casi todos los días debe reveerse totalmente para profundizar en el proceso de maduración y arrojarse en el nuevo día, que para ellos se abre como una nueva aventura, igualmente el cristiano, acep­tando y viviendo la condición humana, debe despojarse de aquellas fórmulas que impiden o dificultan el crecimiento de lo que es esencial: la unidad de los hombres con el Padre, en Cristo, en el don del Espíritu, por la mediación visible de la Iglesia, en la con­dición concreta de la existencia humana de hoy

1.5.1. La Iglesia particular

La Iglesia universal se realiza existeheial y verdaderamente en la Iglesia particular o Diocesana, que es "una porción del pueblo de Dios confiada al Obispo para que la atienda en colaboración con el presbiterio, de tal modo que unido a su pastor y por él consa­grada en el Espíritu Santo, por el Evangelio y por la Eucaristía, constituya una Iglesia particular en la cual verdaderamente se realice y opere la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia de Cr i s to^ )" .

La Iglesia particulaf, comunidad fundamental de Iglesia, reali­zación de Iglesia universal, debe estar enteramente abierta para en­trar en comunión con las otras iglesias particulares. De esta comu­nión de las Iglesias particulares surge la gran riqueza de la Iglesia universal, católica y una. La Iglesia particular o diocesana, para la realización de sus objetivos, exige la participación y la comunión

(¡»9) Christus Doininus, 11

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«le todos sus miembros. Ello se obtiene principalmente por la parti­cipación de las iglesias locales {parroquias, comunidades de base), €|iic a su ve/, son llamadas a integrarse en la comunidad diocesana a iruvé» tic* organismos intermedios de participación (zona pastoral, (inia diocesana, secretariado diocesano de pastoral, etc.).

A) l'iirblo de Dios.

I .os fieles en comunidad con el Colegio Episcopal y con el Sumo Pontífice, son llamados a vivir la corresponsabilidad, bajo la acción del mismo Espíritu para la realización más plena de la misma Uni­dad. El Espíritu distribuye a cada uno dones diversos, para utilidad común. Dios quiso, sin embargo, santificar y salvar a los hombres no individualmente, sin ninguna conexión de los unos con los otros, sino constituyéndolos en un Pueblo, que El conociese en la verdad y santamente a El sirviese (80) .

"Fue Cristo quien instituyó esta nueva Alianza, esto es, el Nuevo Testamento en su sangre (31), llamando de entre los judíos y gen­tiles un pueblo que junto creciese para la Unidad, no según la carne, sino en el Espíritu, y fuese el nuevo Pueblo de Dios (3e)."

Los laicos son los fieles incorporados a Cristo por el Bautismo, constituidos en el Pueblo de Dios, hechos participantes del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo.

B) Colegio Episcopal (Conferencias Episcopales).

Por voluntad de Cristo, la Iglesia es comunidad visible, es orgá­nica y es jerárquica. En ella el Colegio Apostólico, teniendo a Pedro como Cabeza y el Colegio Episcopal, sucesor del Colegio Apostólico, teniendo al Papa como jefe y cabeza visible, constituye sacramento decisivo de su continuidad apostólica, de la autenticidad de su mi­sión, de la presencia infalible de Cristo y de la acción indefectible del Espíritu Santo. De esta manera, el Colegio Episcopal, con el Papa, constituyese, en Cristo, en el centro vital de comunión y reali­zación de la Unidad.

El Concilio nos presenta en una luz nueva el misterio de la comunión eclesial, profundizando sus consecuencias prácticas: Co­legio Episcopal, conferencias episcopales, sínodo de los Obispos, Presbíteros, Pueblo de Dios, comunidad religiosa•.'... hasta llevarnos entonces a las últimas consecuencias de la visión comunitaria de la

(80) Lumen Gentium, 24. (»1) I. Cor. II, 25. (aa) I.. Gentium, 24.

.HH

Iglesia. Aquí estaría la conclusión lógica de la realización tJe

pequeñas comunidades, también llamadas comunidades de base. ^

Del colegio Episcopal habla el Concilio:

"Así como, por disposición del Señor, Pedro y todos los ^ toles constituyen un Colegio Apostólico, paralelamente, el Roro^V, Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos sucesores ue los A p á s V les, están unido entre sí. Uno es constituido miembro del C u e ^ x

Episcopal por la consagración sacramental y por la comunión je*JS quica con la cabeza y los miembros del Colegio (33)." K

"En cuanto compuesto por muchos, este colegio expresa la ^ riedad y la universalidad del Pueblo de Dios; en cuanto unido b ^ un jefe, expresa la unidad del rebaño de Cristo (34)."

"En cuanto miembro del Colegio Episcopal y sucesor legítimo ^ los Apóstoles, cada uno, por institución y precepto de Cristo e ^ obligado a tener solicitud por la Iglesia universal (m)." *

La Conferencia Episcopal es la expresión concreta del afecto c

legial de los Obispos (3«), y deseada por el Concilio fT). Ella es "t Asamblea en la cual los prelados de una nación o territorio, ejerce? en conjunto, su oficio pastoral, con el fin de promover el roay^ bien que la Iglesia proporciona a los hombres, principalmente n ^ diante formas y métodos de apostolado adecuadamente acomodad^ a las circunstancias resultantes del tiempo (S8) ".

C) Presbiterio.

El Obispo con su Presbiterio constityúyese en el centró visibl» de la Unidad Diocesana. Los presbíteros son fundamentalmente coo, peradores del Obispo al servicio de toda la Diócesis. Así se exprés^ el propio Vaticano II:

"Los Presbíteros, solícitos cooperadores del Orden Episcopal forman, con el Obispo, un único Presbiterio. En cada comunidad local de fieles hacen presente, en cierto modo, al Obispo, cuyas funciones y solicitudes toman como suyas. En el lugar donde estii^ tornan visible la Iglesia universal y cooperan, efectivamente, en 1^ edificación de todo él Cuerpo de Cristo (39)."

(33) LjGentium,22. (34) L. Gentium, 22, B. (•35) L. Gentium, 23. (36) L. Gentium, 23. (3f) Ghristus Dominus, 37. (38) Christus Dominus, 38 A. (3») Ef. 4, 12.

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"Deben esforzarse para dedicar su empeño a la acción pastoral de todii l.t Diócesis y asimismo de la Iglesia universal (40). En virtud ile la (oinún ordenación sagrada y misional, todos los Presbíteros miiWi unidos entre sí por íntima fraternidad, que espontánea y li-lnemente se manifiesta en el mutuo auxilio, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en reuniones y comunión «le vida, trabajo y caridad (41)."

"Todos los Presbíteros, ya sean diocesanos ya religiosos, par­ticipan y ejercen con el Obispo, el único sacerdocio de Cristo y son, jK>r tanto, prudentes cooperadores del Orden episcopal. . . Por esto constituyen un solo presbiterio y una sola familia, cuyo padre es el Obispo («)."

Los presbíteros, establecidos en el Orden del presbiterado a través de la Ordenación, están ligados entre sí, por una íntima fra­ternidad sacramental; de modo especial, entonces, forman un solo Prebisterio en la diócesis a cuyo servicio están consagrados bajo la dirección de su Obispo. Por tanto, aunque se destinen a ta­reas diversas, desempeñan un único ministerio sacerdotal en favor de los hombres. Todos los Presbíteros son enviados a cooperar en la misma obra (**).

D) Religiosos.

La vida evangélica de fe, esperanza y caridad puede ser vivida en modalidades muy diversas, según el don del mismo Espíritu. Existen los que procuran vivir esta unión con el Padre, en Cristo, totalmente comprometidos con la construcción de la sociedad tem­poral, y con la imagen de este mundo. Otros, por vocación especial, don de Dios, viven el mismo Evangelio, en forma y expresiones de vida más próximas a lo definitivo, a lo escatológico, renunciando a valores auténticos, pero que son imagen y figura de los valores del Reino. Por todo esto' podemos entender la ligazón intrínseca entre el vínculo humano y la comunión de vida del Padre y entre sí. El vínculo humano, con sus diferentes modalidades históricas, constituye, uno de los puntos esenciales en la formulación y reno­vación de cualquier actividad pastoral y, consiguientemente, de la propia comunidad eclesial visible. Lo mismo vale para los re­ligiosos.

La vida religiosa coloca como uno de los puntos principales la

(«0) L. Oiu ium, 28. («>) I.. Gentium, 28. í « ) <:1uístii.i Dominas, 28. ••i) l'ifíhylcrorum OmliiMs, 8.

comunidad, y pide una vivencia de amistad auténtica y madura entre sus miembros, vinculados por un compromiso común, informados por la caridad que lleva a una profuhda "koinonia", penetrada por la pre­sencia de Cristo, fecunda en actitudes de servicio para con los hom­bres. La comunidad así entendida, se presenta como el signo prin­cipal de los valores evangélicos que la vida religiosa ofrece a la Iglesia y al mundo de hoy. "La comunidad, como verdadera familia, reu­nida en nombre de Dios, goza de su divina presencia por la caridad que el Espíritu Santo difunde en los corazones (44)."

La Iglesia cuando necesita recordar que es comunidad, y quiere ver como debería ser su vida comunitaria, mira hacia los religiosos, que son señal, testimonio de unidad en el amor.

Lo esencial de la situación del religioso consiste en una radica-lización de la vocación y existencia cristiana. La Iglesia es esencial­mente una comunidad de los que son escatológicamente salvos. En los religiosos (como análogamente en el celibato) por los votos, la índole escatológica de la Iglesia recibe una nueva dimensión de visibilidad. El religioso es verdaderamente —en un sentido radical-señal de lo que es la Iglesia. Interpreta de una manera visible (señal) lo que es una vocación más profunda de Iglesia como comu­

nidad escatológica.

1.5.2. Iglesia local y Comunidad Eclesial de Base

La Iglesia local debe realizar de modo efectivo, aunque flexible, el propio objetivo general de la Iglesia. Encuentra su plenitud en la integración de su Iglesia diocesana, este es por la comunión con él Obispo y su Presbiterio. Ser cristiano es entrar en comunión de vida con los hombres y con el Padre, por Cristo, en el don del Espíritu, por la mediación visible de la Iglesia. El converso debe entrar en una comunidad. Convertirse es formar parte de un pueblo santo. "Es el Espíritu Santo quien, llama a todos los hombres a Cristo,' por la semilla de la palabra y por la predicación del Evan­gelio. También despierta en los corazones el regalo de la fe. En el seno de la fuente bautismal genera para una vida nueva a los que creen en Cristo, reuniéndolos en un solo pueblo de Dios (4B)."

Expresión concreta, histórica, palpable del misterio de la Igle­sia es la comunidad local "comunidad de fe, esperanza, culto y cari­dad (4«), que subsiste muchas veces en formas pequeñas y pobres (47).

(**) Perfectae Caritatis, 15. (45) i ped. 2, 9. (4«) L. Gentiuin, 8. <«) L. Gentium, 26.

41

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Ya desde el comienzo debe organizarse una comunidad cris­tiana . . . (**).

Cuando andamos presurosos en dar forma comunitaria efectiva al Pueblo Sanio, tan difuso aún y oscuro, tal vez a causa de tanta masifú ación, estamos en lo íntimo, queriendo sólo fidelidad a la r.srm ia y a la vocación única de la Iglesia, comunión y mediación de unidad.

Teológicamente, la idea de comunión, comunidad, entra siem-pic que hablamos de cristianos, de salvación, de Dios.

Debemos preguntarnos ahora, si la situación sociológica y psico­lógica de los cristianos, las estructuras pastorales, están permitiendo que los bautizados se sientan, real y efectivamente, en comunidad, realizando aunque de modo imperfecto, la comunidad viva, exis-tencial.

Piénsase hoy, cada vez con mayor insistencia, en la posibilidad de dividirnos para la formación de pequeñas comunidades eclesia-les, en base a cualquier parroquia y grupos de cristianos.

De la fundamentación teológica pasaremos a las consideracio­nes socio-psicológica y pastoral.

2. CONSIDERACIÓN SOCIO-PSICOLOGICA

2.1. Comunidad

2.1.1. Qué es comunidad

Un hombre es un ser que vive en un tiempo y en un espacio concreto. Los que se encuentran en el mismo condicionamiento es­pacio-tiempo y en el actuar, están encuadrados en lo que llamaría­mos un área vivencial. En ella se multiplican las interacciones, interrelaciones, las comunicaciones, que se denominan relaciones de tipo primario. A través de ella, surgen entonces grupos humanos muy diversificados (sexo, edad, profesión) pero con intereses, obje­tivos y valores comunes; actitudes e ideas semejantes. Aumentando el grado de conciencia y participación de las personas, en esta vida en c o m ú n . . . ellas, progresivamente, se sienten responsables, unas de las otras, y a su modo contribuyen al desenvolvimiento del grupo. Tenemos entonces una comunidad.

En esta breve descripción de comunidad, hilvanamos diversos tópicos: área geográfica o funcional; diversificación de los grupos humanos, permitiendo y estimulando el desarrollo de comunidades;

(«*) Ad Gentes, 15.

42

personas que poseen conciencia de participación en ideas y valores comunes; relacionamiento mútilple (interacción intensa, contactos primarios y globales). ¿Cuáles son por lo tanto los elementos real­mente esenciales de una comunidad?

2.1.2. Elementos esenciales * «

A) Grupos humanos diferenciados que realizan papeles y "status" diversos.

Papel social es la manera como la persona actúa para ejercer su función. Para entender esto, ayuda a pensar sobre cómo es el papel que alguien ejerce en un teatro, en un c i n e . . . En la vida, cada persona también ejerce uno o varios papeles, pero no se trata de algo ficticio o pasajero, como en el teatro o en el cine. En la sociedad existen normas y expectativas en relación a la manera co­mo se espera que esas personas ejerzan su papel, lo que impide que haya desvíos ya sean positivos, ya negativos. Cuando alguien representa, en una pieza de teatro, el papel de soldado, de criminal, de héroe o de ebrio, debe esforzarse por imitar al soldado, al cri­minal, al ebrio, lo más exactamente posible. La diferencia que existe entre el papel del teatro y el papel social, es que Uno es ficticio, transitorio, y el otro real y permanente.

El papel social es la combinación y la interrelación de los diferentes modelos de comportamiento alrededor de una función social determinada. Tomemos por ejemplo, la función social del padre de familia. El ejercicio de esa función no es inventado por un padre de familia en particular. Ya existe un conjunto de esquemas y modelos de comportamiento que cada padre de familia tendrá que respetar, diferente .del conjunto de modelos de comportamiento de quien tiene la función social de ser hijo. El caso de aquel padre que no respetase, dentro de ciertos límites, esos modelos de compor­tamiento, habría de sentir una presión del ambiente, cuyas expec­tativas, en relación a su comportamiento fueran frustradas. Fenó­meno semejante se verifica con los expectadores de un teatro, cuando un actor no ejerce con fidelidad el papel que le corresponde.

Status social es la posición o lugar que Jos contemporáneos asignan objetivamente a alguien, en la estructura social del medio en que viven. Todas las personas, o categorías de personas, tienen su "status" propio. En el pasado, esa evaluación no consideraba tanto los valores reales de alguien, pero sí su sangre, su descendencia, su d ine ro . . . En nuestros días, tal evaluación es hecha según la profesión que los individuos ejercen.

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i:i maliiK *oti;d está en la base de lo que se llama la estratifi­que ion nodal, pues un conjunto de-personas con un mismo status «iHMliuiye una categoría de la pirámide social. El status de una

(M-iMin.t puede cambiar de acuerdo con los cambios sociales. Puede wliri diferencias entre la idea que la persona tiene de sí misma y

l.i idra que la sociedad se forma a su respecto.

!'.n resumen: el status social nos es dado por los otros (como rll<m nos clasifican). El papel depende más de nosotros mismos, (como lo vivimos), sin embargo tendrá un punto de referencia dado por la propia sociedad.

H) Grupos humanos diversificados en función de las necesidades bá­sicas del hombre.

Los grupos humanos actúan, se fijan y se diversifican por sus diversas necesidades. Los que mandan, por lo tanto, son los inte­reses. Entre las necesidades básicas del hombre podemos reunir las que se refieren a la subsistencia (economía), familia, cultura, religión (moral), diversiones, política (social).

C) Relación primaria dominando las relaciones del Grupo.

En las comunidades hay toda una gama de relaciones primarias y globales.

Relación primaria es aquélla que se hace a nivel de la persona toda. Los individuos pueden encontrarse dentro de una función, pero por ella, la personalidad entera entra en comunicación con el prójimo. En los grupos de relaciones primarias, el control social es espontáneo. Es una comunicación "cara a cara". En el medio rural y en el interior (ciudades pequeñas), en general, las relaciones son de tipo primario. La compra o venta de un objeto es oportu­nidad para relación íntima, conversaciones largas sobre la familia, .-salud, negocios, viajes, tiempo, etc. Todos se conocen y en t o d o . . . IPor el contacto con una persona se entra en comunicación con toda su familia.

Reíacionamiento secundario es aquel que se hace a nivel de las funciones de las personas. Los individuos se relacionan entonces, apenas sobre un ángulo determinado de su vida, en los demás sec­tores no se abren. Aumenta el área de "propiedad privada, ¡no entre!". Generalmente, las relaciones secundarias se verifican cuando las personas se prestan recíprocamente un servicio dentro de su fun­ción. Por ejemplo, el usó de un taxi. Mi reíacionamiento con el conductor no va más allá de su función. Normalmente no lo inte­rrogo sobre la familia, problemas de salud, economía, diversión,

etc. Ni me interesa saber si su nombre completo es Pedro Manuel de Silva o José Leito de Regó. Lo que me interesa es que me lleve al lugar indicado, no cobrando más de lo que corresponde.

D) La comunidad realizándose a nivel geográfico o funcional (me­dio-profesional).

La comunidad puede realizarse en un área geográfica definida. Por ejemplo, la comunidad de personas del mismo barrio o del mis­mo edificio. Cuanto menor sea la posesión económica de los indi­viduos o de las familias, mayor la vinculación entre los vecinos, por necesidad y comprensión, provocado por las carencias comunes. Los encuentros, pueden en tal caso, tener el sentido de mutua ayuda o de relaciones en la línea de afectividades (ocasión de enfermedad, muerte, desastres...). Cuando la propiedad se torna más particular, gracias a pequeñas casas, con j a r d í n . . . el individualismo es muy perceptible. En los medios pobres, las familias se avecinan más que en los medios aburguesados, donde las personas se pueden ignorar, viviendo aún en el mismo piso del edificio. Lo íntimo, la reserva, la distancia, la separación de las personas, en un gran edificio, es una defensa natural, una búsqueda de in t imidad. . .

2.2. Vinculación

La comunidad es, pues, un agrupamiento humano que tiene algo en común capaz de crear sentimiento de nosotros. Ese algo común puede ser el vínculo de sangre, la afinidad (edad, carácter, gusto deportivo, cultural . . . ) la profesión, el lugar geográfico, el medio ambiente . . .

El elemento nuclear de la comunidad, su punto de partida es el amor-vinculación. Es progresivo.

Existen comunidades que nacen del encuentro en torno de un interés común:

grupos de diversión, deporte; grupos de acción educativa, social, política; grupos que tienen una preocupación religiosa, profundización espiri tual . . . ; grupos con preocupación caritativa o asistencial.

EsoS grupos son comunidades, cuando los encuentros son ver­daderamente personales, esto es, cuando cada uno no está sola­mente yuxtapuesto al otro, no se preocupa con el solo papel a desem­peñar, no se relaciona al otro solamente por el objetivo común, sino que se siente responsable por el todo; asume su parte, en rela­ción a la de los otros; se preocupa de los que forman parle del grupo, en cuanto personas humanas con nombre e historia; cambia

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opiíiíouc» y reflexiona con ellos sobre los problemas relativos al grupo, a mi función y al bien común; llega a actitudes de mutuo iiiriitionamictito sobre lo que cada uno debe hacer para la plena comunión con los demás.

Así, por ejemplo, un equipo de fútbol, cuyos miembros pro­curasen un perfeccionamiento técnico para el grupo, favorecerán un clima de amistad, interés por la vida de los componentes aún fuera de los encuentros deportivos, mantendrán una preocupación por permanecer abiertos a los otros (evitando intrigas. . .) y se interrogarán igualmente sobre los problemas generales de los pasa­tiempos, pensarán en los que no los t i enen . . . tal equipo consti­tuirá ciertamente una buena comunidad.

Vinculación es, en palabras más simples, experiencia de comu­nicación, donación, amor.

La vinculación auténtica de amor despierta y desenvuelve la personalidad humana, que es esencialmente conciencia de sí y donación-vinculación con los otros.

En la medida en que se sienta alguien, distinto de la madre y amado por ella, la criatura toma conciencia de sí, y da el primer paso para estructurar su personalidad. Es una percepción de amor de un otro, de un "tú", que le permite tomar conciencia de sí y hacer la experiencia de ser alguien. Esta vinculación sólo alcanza su plenitud cuando la criatura, poco a poco, es capaz de acoger el don de Amor y retribuirlo recíprocamente. En cuanto ella resiste ese don de Amor, percibiéndose distinta y cerrándose sobre sí misma, no con­sigue madurar su personalidad. Igualmente, en cuanto sé deja ab­sorber por el don materno, sin capacidad para afirmarse como al­guien, y retribuir con su don personal la comunicación que le hace la madre, la criatura se estanca en su desarrollo y no consigue es­tructurar más maduramente su personalidad. La vinculación de Amor, como acogida al don personal del otro», y respuesta con el don recíproco de sí mismo, constituye el rasgo esencial de la perso­nalidad humana. Es a partir de esta experiencia que la criatura profundiza en su yo, en relación a un "tú" que ha amado primero. El descubrimiento del padre agranda esta experiencia, dándole una dimensión triangular del amor, despertando la conciencia del "noso­tros" y desarrollando la dimensión sexual del amor y de toda la vinculación humana. A- partir del grupo familiar la criatura está llamada a agrandar progresivamente ésta su experiencia, con un descubrimiento de otros "tú", con los cuales deberá intensificar su relación. Al mismo tiempo desarrolla la conciencia de "nosotros", ampliación y profundización de la relación "yo-tú". A medida que la personalidad madura, estas vinculaciones son llamadas a exten­

derse a otras personas, otros grupos, tendiendo a alcanzar la huma­nidad entera, sin perder su dimensión fundamental.

El amor es vivido por alguien encarnado en un cuerpo místico, cjue se prolonga en cierta manera en el Universo material.

El amor experimenta todo el condicionamiento biológico, como también el condicionamiento del ambiente físico en que está llamado a vivir. A medida que se toma conciencia de sí mismo y se establece la relación de Amor para con el otro, uno es llevado a penetrar en el Universo en que vive. Surgen entonces los estímu­los para conocer mejor ese universo, transformarlo, asumir lo . . . Aparecen entonces las contingencias y limitaciones... las cuasi im­posibilidades de asumir y humanizar integralmente el Universo. Cada nuevo descubrimiento abre más vastos horizontes, aumentando la conciencia de la grandeza humana, pero también de sus limita­ciones. Acontece también, que, a veces, el esfuerzo empleado para asumir, transformar y mejorar el mundo, en lugar de llevar a una promoción humana, conduce a una transformación deshumana y degradante del propio Universo, destruyendo el amor y la propia dignidad humana. Resulta asi, cualquier trabajo realizado fuera de la justicia, de la verdad y del verdadero respeto al hombre.

El amor se realiza en la comunicación de personas biológicas, concretas. Todo el mundo material es mediador de esa comunica­ción. El pecado impide la comunicación: hecho de materia, no es la mediación, sino el obstáculo.

2.3. Comunidad y vinculación a nivel de la civilización rural brasilera

La comunidad puede realizarse a nivel rural o urbano, terri­torial o funcional. En cada situación la vinculación es diferente.

La civilización rural- se caracteriza por una evolución lenta. Puede acontecer el caso, como en el Brasil, en que se encuentran poblaciones contemporáneas viviendo un siglo bien distinto (mun­do rural paulista, norte del Paraná, Nordeste, Amazonas, Río Gran­de del S u r . . . Es lo que Toynbee llama las contemporaneidades no coetáneas).

Históricamente la sociedad rural brasilera se estructuró con ba­ses en una economía de subsistencia y fundamentada en grandes propiedades. La finalidad principal era la exportación. La fuerza utilizada al principio fue el esclavo, después el asalariado (casi siem­pre en condiciones bajísimas de vida) (49).

(*0) Caramuru, Raimundo, op. á t .

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Lo que mas nos interesa por eso es la vinculación a nivel de la dvili/;i<iún rural. Podemos enumerar algunas características de la situación brasilera.

2.3.1. Vinculación de dependencia

La mayoría de la población rural brasilera vivió en una rela­ción de dependencia, frente a los grandes propietarios o a los grupos políticos y económicos que dominaban el mercado. Esta relación de dependencia alcanzó su punto máximo en la esclavitud del indio y del hombre africano. Las poblaciones indígenas desaparecerán en­tonces casi totalmente. Los africanos, felizmente iniciados en la vida de los blancos, en su religión, se encerrarán internamente y, a des­pecho de todos los esfuerzos del grupo esclavizador, conservarán su patrimonio cultural-religioso, desafiando cualquier proceso de inte­gración por la fuerza.

La vinculación de dependencia fue causa y efecto de una es­tructura social rígida, con poca movilidad, poca posibilidad de as­censión y participación corresponsable.

2.3.2. Vinculación definida por el territorio

La civilización rural es fundamentalmente de la tierra. Esta se impone en todo tipo de vinculación de la vida humana.

La lluvia, la sequía, la recolección, marcan el calendario. Son los asuntos permanentes de las conversaciones. Influencian la vida en todos sus aspectos.

La mentalidad gira en torno de la tierra. Se vive en función de ella: en una civilización en que la pequeña comunidad es prácti­camente todo. Las actividades familiares, económicas, sociales, polí­ticas y culturales se resumen en aquella comunidad. Todo el mundo se conoce, todo el mundo vive allí, se recrea, hace política, desen­vuelve actividades económicas y culturales. El mundo es aquel mun­dillo rural, en que los hombres viven.

En el caso brasilero, solamente los puertos, por causa del con­tacto con el resto del mundo, mantuvieran poblaciones más abiertas y en comunicación con otras civilizaciones (principalmente euro­peas). La mayoría de nuestras poblaciones viven aisladas en peque­ñas sociedades locales (Casa Grande, el poblado, la villa), fuerte­mente ligados al territorio y cerrados en sus vinculaciones.

2.3.3. Actitud pasiva marcando las relaciones

Gran parte de la población rural dependiente, se tornó pasiva y también fatalista. Aceptando su incapacidad de modificar la si-

4K

tuación, el hombre rural se conformaba con su posición inicial, con su estilo de vida, con sus escasas posibilidades económicas y vivía en considerable alienación política (política de los coroneles, de elector de "cabestro").

El tipo de civilización rural está marcada por una cierta rigidez en las estructuras de las relaciones. Así por ejemplo, la familia pa­triarcal, también dominante en el mundo rural, establece y fija la posición de cada uno: abuelo, padre, nieto y parientes. Los papeles sociales evolucionan muy p o c o . . . la tendencia a la pasividad es acen­tuada. Quien desempeña un papel social, tiende a permanecer en él por el resto de su vida.

2.4. Comunidad y vinculación a nivel de la civilización urbana

El hombre vive en comunidad tribal, clan, sociedad patriarcal, ciudad, gran ciudad, nac ión . . .

Durante muchos siglos, la dimensión de vida humana estaba casi toda encuadrada en una sociedad de tipo familiar-patriarcal. Én el Brasil, de modo particular, vivimos casi hasta ahora en una sociedad rural. Caminamos hoy, aceleradamente, hacia una civiliza­ción urbana. En esta nueva sociedad, la tradicional vivencia comu­nitaria desaparece. El fenómeno urbanístico es una verdadera revo­lución social. Las mudanzas provocadas por ella son semejantes a las causadas por la invasión de los Bárbaros, en el siglo IV, que forzaron considerables éxodos de poblaciones, desintegraron los me­dios de cultura, concentraron masas populares en determinados si­tios, originando, consecuentemente un nuevo tipo de estructura y vida social.

2.4.1. Características

La civilización urbana aparece con diversas características:

• La disociación entre los lugares de actividad —trabajo, resi­dencia, diversiones, cultura, familia ...— desintegrando terri-torialmente la persona, hace del hombre urbano un perpetuo nómade dentro de su ciudad.

"• Ruptura con la dimensión geográfica, no así respecto a sus relaciones e intereses. El hombre urbano se traslada según lo que le interesa. Procura encontrarse no con el más próximo, sino con aquel que ya se relacionó. Proximidad no quiere decir comunión. Puede reunirse en el otro lado de la ciudad con personas que comulgan con sus ideas y tal vez desconozca a su propio vecino.

ÁQ

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• Cambio del ritmo de vida. Este pasa a ser determinado por ION I¡K lores económico, cultural y recreativo.

• (lambíos estructurales y funcionales en la familia. De estruc-t ura patriarcal, se pasa a familia nuclear. En ésta —los padres, los esposos, los hijos tienen sus papeles, pero sus vinculaciones son muy distintas de la vinculación de la familia patriarcal. Así, por ejemplo, se reconoce en la crianza de los adolescentes que no son sólo objeto de la educación, sino sujeto. Deben participar activamente en su proceso educativo. Deben ser activos. Esto no se reconoce en una sociedad de estructu­ras fijas, como en el caso de la familia patriarcal. Y qué decir de la situación y papel de la mujer en la vida u r b a n a . . . actitudes de la juven tud . . .

• Cambios de estructuras sociales —de cultura sacral, pirami­dal, integrada, hacia una cultura pluralista.

• Cambios de relaciones sociales —de primarias a secundarias.

• Socialización de la vida.

• Aproximación y asimilación progresiva de los sexos.

2.4.2. Consecuencias

Los procesos descriptos en el fenómeno urbano, llevan a varias consecuencias, como:

• Masificación del ser humano, colocándolo en el anonimato constante, haciéndolo número y no persona; llamándolo por su función, ño por su nombre; violentándolo en su libertad por la propaganda, medios audio-visuales...

• Secularización de la vida, desmitización de lo que de acci­dental y espúreo había en el sentimiento religioso; sustitución de' lo trascendente, por las promesas y realizaciones de la técnica; intensiva .y extensiva preocupación por la eficien­cia, dominio de las diversiones... todo llena la vida; y" el ritmo acelerado de la existencia invade los dominios huma­nos . . . hasta para recrearse el hombre tiene a p u r o . . . no descarga las tensiones, sino que se carga de otras, aun cuando se recrea.

• Contactos superficiales, sin vivencias profundas. Son nume­rosísimos los encuentros, siempre rápidos, discontinuos, super-

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ficiales. Las amistades profundas, los contactos fecundos exi­gen tiempo para oír, considerar, madura r . . .

Para huir de esa desintegración, el hombre urbano siente ne­cesidad de encontrarse en grupos menores, en los cuales puede sentir que vale algo, pueda ser llamado por su propio nombre, pueda re­cibir y dar algo propio, personal, pueda, en fin, sentirse insustituible —amando y siendo amado, conociendo y siendo conocido. Siente necesidad de huir del ritmo acelerado de la vida, de la violencia de la propaganda, de todo lo que, lentamente coloca a las personas en situación de masa, anonimato. La ciudad establece las relaciones de las personas, pero no a nivel de conocimiento personal y con­tacto profundo, sino en nivel secundario, según las funciones desem­peñadas. Nada relaciona toda su vida con todas las personas, como acontecía en una sociedad cerrada, rural y patriarcal. Son numero­sos los encuentros funcionales y pocos los contactos profundos (50).

El hombre sometido a tantas presiones, busca, aún inconcien­temente, una evasión: fines de semana, cine, "aventuras", tóxicos, sensaciones fuertes (sexo, alcohol.. .) , sin hablar de los casos extre­mos de suicidio. La orientación más positiva de esa fuga es la bús­queda de grupos menores, comunidades humanas de interés común —de ahí los clubes, las asociaciones de actividades diversas, los gru­pos recreativos, benéficos, culturales, políticos, etcétera.

2.4.3. Las relaciones en ios diferentes grupos urbanos

A) Pequeñas ciudades.

Las villas o pequeñas ciudades comienzan a introducir modifi­caciones en el tipo de vinculación típicamente rural. Tales agru-pamientos se forman como consecuencia del comercio, que atiende a toda un área circunvecina, con actividades artesanales, algunas veces pequeñas industrias. Encontramos una gran diversidad de ti­pos: ciudades surgidas en entroncamiéntos ferroviarios o carreteros; pequeños puertos marítimos o fluviales, sin grandes expresiones, ciudades formadas por masas asalariadas, en las que residen, movién­dose diariamente para trabajar en las grandes estancias y propie­dades rura les . . . Algunas son de formación reciente y presentan un cierto dinamismo. Otras, más antiguas, mantienen características tradicionales, conservadoras. Predominan las relaciones primarias;

(50) María do Carino Brant de Carvalho, Regional sul 1. Folhas mimpografadat.

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lodo» HC conocen; cada uno ocupa una posición definida y en el grupo realiza todas sus aspiraciones inmediatas. El poder econó­mico, el nivel social y cultural es aquí, normalmente más desarro­llado que en las poblaciones agrícolas. La mentalidad urbana, prin-< ¡pálmente en sus aspectos superficiales, penetra más fácilmente.

• B) Ciudades medianas.

Existen ciudades medianas que, por estar muy próximas de los grandes centros, principalmente de las grandes ciudades, se trans­forman en satélites de las metrópolis. Pueden, en esta condición, ejercer un papel de intermediarias entre los grandes centros y las pequeñas ciudades con área rural circunvecina, pueden también ser ciudades "dormitorios" porque la gran población activa, se traslada diariamente a la metrópoli (trabajo, estudio, comercio) y vuelve a la noche para el r eposo . . .

Existen otras ciudades medias que están en áreas extensas, muy distantes de los grandes centros urbanos y son el punto de conver­gencia de los poblados y zona rural adyacente.

A pesar de la diversidad que las ciudades medias manifiestan, podemos observar en las mismas los-primeros trazos de una autén­tica vida urbana. Las relaciones entre las personas pasan al tipo de relación secundaria, diversificándose conforme a los diversos centros de interés y a las diversas funciones y actividades sociales. Presentan un ritmo más intenso de desarrollo, con mejores patrones econó­micos, culturales, con mejores posibilidades de ascenso y con con­siderable diversificación de funciones, de los de la zona rural. Tales ciudades, tórnanse centro de decisión y polos de desenvolvimiento para toda un área bajo su influencia.

C) Grandes ciudades.

En Brasil, las grandes ciudades son generalmente capitales de los Estados más desarrollados, con mayor potencial demográfico o sobre puertos importantes. Conocerán todas, en los dos últimos de­cenios, un vertiginoso crecimiento demográfico, provocado princi­palmente por el firme dislocámieñto de poblaciones rurales, que formarán su periferia, (frecuentemente en condiciones infra-huma-nas). Estas poblaciones marginadas conservan, durante mucho tiem­po, su mentalidad rural, como también el tipo de relaciones que tenían en el interior. Sólo poco a poco van asimilando el estilo urbano. Las clases medias, gozando de un tipo de vida más elevado, desenvuelven, a su nivel, un estilo de vida a imitación de los

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grupos dirigentes. Estos pierden la actitud de apertura para el "otro" o sentido de solidaridad en los momentos difíciles, sentido éste muy frecuente en las relaciones rurales y también en las clases trabajadoras y en las clases medias de las grandes ciudades. Los grupos dirigentes asumen actitudes de auto-suficiencia, cerrán­dose, muchas veces, en grupos impenetrables.

En las grandes ciudades, el factor territorial y también el factor de vecindad no determinan más, predominantemente, el relacio-namiento entre las personas. Este pasa a ser realizado a partir de las relaciones profesionales, relaciones recreativas y otros centros de interés. En el caso brasilero,. las relaciones familiares, a pesar de la transformación por la que pasa la institución familiar, parecen conservar, aún, gran influencia en el relacionamiento humano, también en las grandes ciudades.

Las relaciones de vecindad sufren profundas transformaciones. El hombre urbano desenvuelve la mayor parte de sus actividades fuera de su residencia y a partir de ellas cultiva una serie de nuevos y a la vez profundos intercambios. Para él, la casa, la residencia, es el lugar donde realiza las actividades que más requieren intimi­dad: alimentación, reposo, o convivencia con los familiares, re­flexión y estudio, etc. En estos momentos, el hombre prefiere un cierto aislamiento físico de sus vecinos y amigos, para poder de­senvolver la intimidad que necesita. Tal hecho no impide que las relaciones dé vecindad puedan ser alimentadas por la prestación •dé ciertos servicios mutuos.

ü ) Áreas metropolitanas.

En las grandes ciudades, aparece, de modo alarmante, la así llamada civilización de masa. El hombre metropolitano corre el riesgo de ser aplastado por el ritmo de vida trepidante y brutal.

Está llamado a desarrollar su relación personal en diversos» niveles:

• l a relación "yo-tú", vivida í n la intimidad de la familia, o con los amigos más íntimos, de mayor confianza. Es la que asume mayor profundidad y mayor sello personal.

* la relación desarrollada por la participación en los di venios grupos, (formados de acuerdo con las actividades y teñiros de interés) cuya interacción puede llevar a una autcnriui par­ticipación comunitaria, desarrollando y ampliando la vincu­lación personal.

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• el dr las relaciones a nivel de masa, que desarrollan más ampliamente el sentido de solidaridad. Los medios de comu­nicación dinamizan, al extremo, este nivel.

De modo diverso, estos tres niveles son vividos por todos los-hombres En el medio rural, no obstante, y en las pequeñas y medianas ciudades, se realizan de modo más restringido.

La metrópoli exige del hombre, mayor maduración, mayor afir­mación de su personalidad, actitud de decisión y participación en comunidades menores, intermedias, para que pueda integrarse en-el conjunto y dar unidad a su propio ser.

E) ¿ireas industrializadas.

En las áreas industrializadas encontramos, bajo muchos as­pectos, las mentalidades y el tipo de vinculación urbano. Hay, generalmente, una o dos grandes empresas económicas que deter­minan, con su estructura, las relaciones de los que ahí residen. Igualmente los que no trabajan en la empresa, directa o indirecta­mente viven en función de ella. En éstas predominan la mentalidad técnica, el proceso de racionalización, las relaciones son fijadas y determinadas de acuerdo con su funcionamiento. Existen empresas que intentan suscitar participación más responsable y menos me-canicista. Se observa, no obstante, que la estructura, aun en su dinamismo, provoca una cierta rigidez, que dificulta la afirínaciór» y expresión de las personas. La vida y la relación de los hombres, que viven en estas áreas, sufren el fuerte impacto de la estructura empresaria. En algunos casos, al lado de los que participan de la empresa industrial, permanecen poblaciones marginadas, incapaces e imposibilitadas de asimilar el progresó técnico y participar del desarrollo realizado por la industrialización (61).

3. CONSIDERACIÓN PASTORAL

Teológicamente, el cristianismo, la Iglesia, Dios mismo, nos hablan de comunidad, relación, comunión y amor. Sociológicamen­te, profundizamos lo que es la comunidad, sus elementos esenciales, sentido de las relaciones primarias en la civilización rural y urba­nística. Hablamos de las estructuras en las cuales el hombre con­temporáneo se encuentra. Por éstas y aquéllas el hombre de hoy necesita vivir en comunidades menores, para huir de la masifica-

(r>:) Caramuru, ap. cit.

ción del conjunto, de los ímpetus despersonalizantes de la técnica y de la propaganda, de la socialización progresiva en todas las for­mas de vida y trabajo.

Sociología, teología, nos hablan de la importancia de las co­munidades, para responder al anhelo de personalización y comu­nión que los hombres sienten.

¿Cuáles son las consecuencias pastorales?

3.1. Nueva situación

Los cristianos, hombres de hoy, están insertados en su siglo. Viven en un mundo ultra-técnico. Piensan con carácter de astro­náutica, cibernética, criobiología, viajan a 10.000 metros de altu­ra, con una velocidad de mil kilómetros horarios. . . están llegando a la luna, para después seguir en dirección a los demás astros y satélites. Sufren la acción de la propaganda científica (sub-Jiminar), leen sobre psicología profunda, discuten a propósito del carbono 14, invernación, alta cirugía del cerebro, trasplante de órganos. . . y deben mantener una convivencia eclesial, un lengua­je, un estilo de relaciones ya superados. Solamente los escribanos aún conservan el estilo y el método de ciertas curias eclesiásticas, registrando en manuscritos, todo el trabajo, rubricando hoja por hoja, trasmitiendo los avisos y órdenes en un estilo floreado y pom­poso. . . En una de las comisiones conciliares, específicas, la que trataba de las relaciones entre Iglesia y mundo contemporáneo, el grupo encargado de elaborar los textos provisorios de la Consti­tución "Gaudium et Spes", discutía con vigor los temas de actua­lidad, pero no encontraba palabras latinas adecuadas a los nuevos inventos y máquinas modernas, Entonces un Arzobispo brasilero .sugirió a sus colegas, en un clima de sincera revisión, las incohe­rencias a que fácilmente nos acostumbramos y nosotros mismos, después, nos apercibimos del ridículo —"aquí, por ejemplo, esta­mos tratando los problemas de un mundo supersónico, en una sala ornamentada al gusto del siglo xvi, vestidos como hombres medioevales, hablando una lengua que ya murió hace siglos... ¿Saldrá de aquí una orientación para nuestro mundo? ¿Quién creerá?

Estamos conviviendo con la época de los cerebros electrónicos, en el contexto de guerrear con radar, cohetes inter-continentales, utilizando ya la energía termo-nuclear. Por otra parte, un conjunto <le estructuras eclesiales internas donde se emplea lenguaje, modo, experiencia de tres siglos a t r á s . . . Hay entonces un vacío exis-tencial entre las realidades de la vida concreta y los esquemas jurídicos, organizadores de nuestra vida religiosa... Ese vado provoca tensiones, amarguras. Pide valientes actitudes renovadora».

El hombre de hoy, piensa históricamente. La historia no es

nr.

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III;U < ioiiolog(:i, anales, narración de hechos pasados, fechados con (decisión. I'.s, sí, conciencia de ligazón y condicionamiento de los lic( lio», conciencia de Su condicionamiento genético en medio de una totalidad que es la Historia. En esa historia el hombre moderno es particularmente sensible a la vida social. El hombre contemporá­neo sitúa los acontecimientos, el estado de las cosas, se sitúa a sí mismo a la luz de las experiencias o de la conciencia que adquirió. En esas condiciones se torna sensible especialmente a las faltas y a las responsabilidades. Así instruidos por el pasado, por la concien­cia de las oportunidades dejadas de lado y de los ligazones histó­ricos de gran alcance, avalamos el peso y las consecuencias de los "signos de los tiempos".

Además nuestro tiempo se interesa menos por los pecados mo­rales de los hombres de Iglesia, que por las omisiones y faltas con relación a las exigencias de los tiempos. Tales caracteres de exigencia de renovación tienen raíz en la inadecuación de un gran número de cosa eclesiásticas. Entonces, muchas estructuras de Iglesia, no están más adaptadas y corren el riesgo de ser ineficaces. El mundo ahora, grandemente crítico y ateo, no nos permite más ciertas mediocridades, ciertas insuficiencias que un velo de prestigio y res­peto cubría en otros tiempos. El mundo no está más sellado por la Iglesia según su espíritu, sus finalidades, ni culturalmente el mundo acepta la influencia eclesiástica, en cuanto eclesiástica. Solo cuenta el valor personal, la competencia en la vida pública. Este mundo, por otra parte, no es tan armónico, ni homogéneo con la cultura católica, con los símbolos, con los modos de expresión de la Iglesia. Es puramente profano, secular, laico; es científico y técni­co. Y además, más y más utilitarista, hipersensual, violento. Es, en gran parte, ateo, no porque haya demostrado la inexistencia de. Dios, sino porque él se construyó fuera de la perspectiva de Dios y de su culto. En los últimos siglos hubo también, una terrible crítica sobre las actitudes y cosas sagradas. Además, la filosofía del siglo xvm, las ciencias históricas del siglo xrx, el marxismo de los siglos xix y xx.

El mundo moderno es anti-formal, anti-bürocrático. En una palabra se ha simplificado. Se ha llegado hoy a una sinceridad y transparencia casi totales. El hombre contemporáneo es apasionado por la sinceridad —su arte refleja esta exigencia hasta la agresivi­dad, la extravagancia—. Exige gestos verdaderos, palabras simples y verdaderas, señales visibles.

El hombre se halla totalmente empeñado en vivir de modo, global su naturaleza. En el siglo xnese enfatizó la dimensión indivi­dual del hombre; así la Revolución Francesa, el capitalismo, Freud, el individualismo, el racionalismo, son para nosotros movimientos y sistematización de esa dimensión individual. En los principios del siglo xx y, principalmente después de las grandes guerras, los nombres pasaron (por la fuerza de las circunstancias también políticas) a los

5f>

grandes descubrimientos de nuestro siglo: la experiencia de las grandes asociaciones (Sociedad de las Naciones, después GNU, UNESCO, Comunidad de los Pueblos Árabes, Mercado Común Europeo.. . ) , y la experiencia de vida comunitaria. Se preconiza hoy, en varios círculos, el establecimiento de una comunidad uni­versal, por el concurso inclusive de los poderosos medios de co­municación y de transporte, por la necesidad de restringir al máxi-ano las fronteras de cada país.

"El empeño de vivir globalmente la naturaleza humana da un paso al frente por la necesidad que tenemos hoy, de sentirnos insertados en alguna experiencia comunitaria" f2).

El mundo contemporáneo es esencialmente dinámico, con trans­formaciones rápidas y continuas, sin volver jamás al ritmo lento de la civilización rural y del período neolítico. Esta situación exige hombres cada vez más maduros, señores de la situación, capaces de orientarla, conducirla igualmente, en el ritmo ultra-rápido de su evolución. El piloto que conduce el avión supersónico puede tener, en su velocidad inimaginable, la misma seguridad del peón que lleva su carro por las calles de la ciudad. Los psicólogos sociales consideran que, él clima de transformaciones rápidas no va a pasar, sino que tiende a ser una situación permanente de la comunidad. No se trata de una crisis momentánea, para volver de nuevo a una civilización de evolución len ta . . . parece que la marcha de la humanidad ha de ser continuamente una civilización de trans­formaciones rápidas. Ahora, tal civilización va a exigir personas capaces de captar rápidamente las nuevas situaciones y tomar deci­siones nuevas, con gran agilidad. Personas inmaduras, no serán capaces de esto. Igualmente cuando se adaptan a una nueva situa­ción, corren el riesgo de tomar una actitud superficial, cambiando apenas las nomenclaturas, pero continuando con el esquema mental anterior.

En la Situación psico-social que comienza a surgir, se afirman las personas, capaces de aprehender rápidamente el momento exis-tencial y tomar decisiones adultas en un pequeño espacio de tiem-to. Los pilotos de los aviones supersónicos no precisan conocer sus máquinas hasta los últimos detalles técnicos. Les basta saber cómo funcionan, y cómo hacer para ponerlas en marcha. Por otra parte necesitan ser hombres con capacidad ultra-rápida de decisión. En tales aparatos, un segundo puede significar todo —salvación o perdición. Deben entonces capacitarse para, en un momento captar la situación y dominarla. Para conseguir hombres de este calibre, después del análisis de sus temperamentos, es importante, que po-

(f>2) María do Carmo, ap. cit.

M

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M'IUI Millin.i universal, vasta y profunda, prospectiva, sentido pro-|tirulo «le historia y de las personas, capacidad de prestar atención, ilÍMlngiu, siiiiciizar... Sólo hombres con tales cualidades son capa-ir* de esta toma genial del momento histórico y pueden asumir tinciones rápidas con seguridad. De esta templanza deberán surgir lo» hombres líderes de nuestro siglo.

Las personas son muy diferentes. Algunas encuentran su segu­ndad en situaciones sociales de evolución lenta, apoyándose en estructuras'que poco o casi nada se modifican. Así se presenta una sociedad rural. Crea relaciones basadas en principios, normas y estructuras estáticas. En tales situaciones, la actitud normal es la de resistir los cambios, y conservar la posición adquirida. Así se está seguro. Los cambios incluyen la posibilidad de perder los punto* de apoyo. Las personas se tornan inseguras y, como reacción, agre­den, o toman actitudes fatalistas, dimisionarias y amargadas.

El mundo contemporáneo evoluciona rápidamente. Las trans­formaciones se operan de modo vertiginoso y provocan, en la ma­yoría de las personas, una actitud profunda de inseguridad, exi­giendo un nuevo tipo de vinculación, una nueva actitud más madura.

Entre los que aceptan los cambios y encaran las transformacio­nes en curso, de moflo realista, surgen posiciones bien diferentes.

—Algunos aceptan y asumen las transformaciones, con la ex­pectativa de, en un breve período de tiempo, volver a una situación estable, basada en estructuras y relaciones que nunca más se modifi­quen. Esperan, por lo tanto, que el período de cambio pase. El cuadro de vida podrá estirarse, pero volverá a fijarse.

—Otros no comprenden el sentido profundo de los cambios, se detienen en aspectos secundarios y superficiales, no consiguen asu­mir las transformaciones. Permanecen en una constante volubilidad, incapaces de encontrar la seguridad, fruto de madurez.

—Existen, en fin, los que comprenden el sentido de la acelera­ción histórica del mundo y procuran asumirla en conjunto, con madurez y realismo.

3.2. Consecuencias pastorales

Las transformaciones rápidas están formando, poca a poco, una mentalidad y exigiendo estructuras más dinámicas, también en la Iglesia. Esto, evidentemente, trae dificultades de relación entre las personas, entre los miembros del Pueblo de Dios. Hay por un lado, una situación de estructuras semi-estáticas, de evolución lenta; por

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otro lado, la necesidad de estructuras más dinámicas, más flexibles, que puedan responder a las nuevas situaciones.

Después de la relación entre los miembros del Pueblo de Dios, podemos identificar otro aspecto que es la relación de la comunidad eclesial con la comunidad humana. En un período en que estas dos comunidades casi se identificaban se podía llegar a un cierto equili­brio a pesar de deficiencias y limitaciones. Hoy, la propia concien­cia del cristiano lleva, no a una separación sino, al menos a una distinción. En términos escolásticos, una distinción inadecuada, en­tre la comunidad eclesial y la comunidad humana. Los hombres son los mismos, pero las dos comunidades, normalmente, no se identifican en ese caso tan simplemente.

El sistema de cristiandad, de casi, identificación de las ideas políticas y eclesiales, contribuyó fuertemente a la estructuración de las comunidades de Iglesia, en el Brasil. Los tipos de relación que encontramos en la sociedad profana, influenciaron la relación en el interior de la comunidad eclesial. Los templos se tornaron, en muchos casos, centros de vida religiosa y también social, casi como símbolo expresivo del tipo de sociedad cristiana y de simbiosis entre la Iglesia y la sociedad humana. Las "hermandades" son una manifestación clara de esta casi identificación entre objetivos ecle­siales y objetivos sociales profanos. Las diferencias entre Herman­dades, que congregaban grupos dirigentes y Hermandades de negros, eran la expresión y proyección de las diferencias sociales existentes. Así, los diversos aspectos de la comunidad eclesial fueron marcados por esos trazos de la sociedad rural. El ministerio jerárquico (obis­pos y presbíteros), la vinculación entre los diversos miembros del pueblo de Dios, los bienes temporales de la Iglesia, las relaciones entre Iglesia y Estado, la posición social del clero, fueron moldeados bajo la influencia de ese contexto. El programa "extender la Fe y el Imperio" expresa, con mucha elocuencia, los objetivos que orientaron la estructuración de la comunidad eclesial en los prime­ros siglos de la historia brasilera. Tampoco podemos olvidarnos que el Brasil fue evangelizado por misioneros ibéricos, en el período de la contra-reforma católica... Los reinos habían hecho opciones religiosas (protestantes o católicos) y con base en el programa reli­gioso, hacían guerras, agrandaban sus conquistas territoriales, de­finiendo las estructuras de la sociedad.

Principalmente después de la separación entre Iglesia y Estado, comenzada en el alborear de nuestra República, se dio el primer paso para la modificación de las relaciones entre las diversas clases sociales y entre la sociedad civil y la Iglesia. La referida separación trajo ventajas innegables para el desenvolvimiento de la vida cris­tiana. A pesar de todo, no obstante, la Iglesia conservó gran parte

í>0

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«le l.i hciciiii.i «le estas situaciones pasadas. A partir de 1930, con rl piixcio de urbanización e industrialización, se manifestó d\. innilii clciiivo, la autonomía de lo profano. De hecho, más o menos viT l!(.1(), comienza un crecimiento rápido de los grandes centros • HIMIKM, <jiic desde entonces, de diez en diez años aumentaban su poblix ion. Hay un desarrollo industrial en las regiones centro-sur. (•t¡tndes propietarios rurales, juntamente con grupos emigrantes de < ;I|),K i<l;i(l empresarial y grupos extranjeros, provocarán, en pocos tiei cilios, un surgimiento industrial, vigoroso y dinámico. Tal hecho ¡i i rajo a los centros urbanos, considerable masa de población rural (pie pasó a vegetar en las periferias de las grandes ciudades. Estas, a su vez, crearán condiciones para cambios profundos en el tipo de relación peculiar de la sociedad rural y en el proceso de concienti-/ación de las masas. Los medios de comunicación social, el fenóme­no de Brasilia, haciendo surgir una civilización en la meseta central, en un esfuerzo nacional de integración, las tentativas actuales de colonización de las fronteras y de la extensa área amazónica, son otros tantos factores capaces, a mediano plazo, de arrancar de su aislamiento poblaciones rurales, creando en ellas rasgos de menta» lidad urbana.

3.2.1. Necesidad de revisión

Parece que la Iglesia ha tenido dificultades en adaptarse ade­cuadamente a los llamados de los tiempos. Ha conservado, en las ciudades, las mismas estructuras pastorales que utilizó en. las regio­nes rurales del interior. Se mantiene, con pequeñas alteraciones, una línea pastoral eficiente para el siglo pasado. Se repiten hasta hoy, con modificaciones accidentales, las experiencias que fueron victo­riosas.. . ¡en la Edad Medial

El tipo de actividad pastoral tradicional, estaba basada en relaciones que ya no existían o en vías de desaparición. La parro­quia urbana, por ejemplo, fue pensada casi como una simple re­edición de la parroquia rural. Ambas, no siempre percibirán clara­mente, las transformaciones de la sociedad profana. Han habido dis­torsiones en la conciencia pastoral, con respecto a los ministerios de la Iglesia, especialmente del ministerio episcopal, con respecto a la concepción de diócesis, y de las relaciones de Iglesia con las sociedades y comunidades humanas. Al mismo tiempo, una concep. áán insuficiente de estos aspectos del ministerio eclesial, acentúa. rá las distorsiones pastorales en una causación circular acumulativa Así, muchos hasta hoy, consideran la diócesis como una instancia administrativa superior, suma de las parroquias que la integran La imagen del obispo, como cabeza visible que significa y realiza

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la unidad de la diócesis y del presbiterio, no es suficientemente común, predominando en muchos fieles y presbíteros, la imagen del obispo administrador, fiscal eclesiástico de lo espiritual. Hay igual­mente, una imagen del presbítero como ministro aislado, más que de integrante del prebisterio, corresponsable, con el obispo, por el conjunto de la diócesis.

Las tensiones entre parroquia e instituciones católicas (colegios, hospitales, obras y movimientos de promoción humana, etc.), entre parroquia y movimientos y asociaciones de laicos, son otros aspectos de la insatisfacción e inadecuación de la presente estructura ecle­siástica.

Además, la vida cristiana del Pueblo de Dios, en nuestro país, está marcada por una "ruptura entre religión y vida y, para muchos, el cristianismo se transformó en un ritualismo casi vacío, sin con­tacto vital con el ministerio de Cristo, sin inserción en las comuni­dades de Iglesia". Es difícil, en la práctica, salirse de una Iglesia donde prevalecen el juridicismo, los adornos y ecos vacíos de un triunfalismo folklórico; de una Iglesia "sin pecado" (¡éste sólo existe en el mundo. . . ! ) . "Todos fuimos generados, nacidos y educados más o menos dentro de esta estructura. Hubo errores históricos que deben ser reconocidos en la vida de la Iglesia. Métodos existirán, fundamentados en puntos accidentales del Mensaje... tal vez poco respetuosos de la dignidad humana, de la libertad y del diálogo. No se trata de responsabilizar a alguien por eso, sino de reconocer honestamente nuestras limitaciones (M).

"Este catolicismo que tiene natural peso numérico en el seno de la comunidad católica del mundo, revela, no obstante, aspectos negativos que denotan debilidad y falta de hombres y de medios. Se podría hablar de un estado de debilidad orgánica que manifies­ta urgente necesidad de revigorizar y reanimar la vida católica, a fin de hacerla más sustanciosa en los principios doctrinarios y en la práctica. Dícese que la fe de nuestro pueblo debe realizar además una plena madurez de desarrollo"^4).

Son características de esta cristiandad:

• preocupación pastoral por los movimientos de masa, preva-lencia de la cantidad sobre la calidad, de lo accidental sobre lo esencial, de la historia ("tradición") sobre el presente y las perspectivas del futuro.

(53) Projecto de roteiro elaborado para o 2" encontró Regional de Liturgia' Nordeste 1. Oeiras, 6 al 10/7/66.

«**) paulo VI, discurso del 24/11/65.

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• teología (IcsciK amada que nada tiene que ver con la pastoral. Teólogos que piensan ser simplemente teóricos.. .

• codificación de todos los gestos de la Iglesia, en una pastoral lijada en normas jurídicas, donde su dinámica quedó amor-tajada por las numerosísimas y particularísimas normas.. .

• atavismo de la fe que es recibida como herencia de los padres y no más como opción personal. "No se salva, con todo, aquel que, no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia «con el cuerpo», pero no «con el corazón»" (55).

• dominación de la Cristiandad por el prestigio de la Igles.ia, a través de compromisos temporales y muchas veces políticos. El ideal de las naciones, así llamadas católicas, era de exten­der la fe y el imperio . . . luchábase por el "trono y el altar".

• primacía del sacramentalismo sobre la fe. Preocupación sacra-mentalizante, fruto de un proceso erróneo de evangelización que desconoció por completo o en otro caso desvalorizó (o subvalorizó) el catecumenado.

• prepotencia del clero por el "clericalismo". El sacerdocio es, muchas veces, buscado por las familias "de bien" como una preservación de los privilegios y no como una consagración al servicio.

• tradiciones y costumbres sobreviven a costa de un clima ar­tificialmente sustentado por la propia Iglesia para poder mantenerse dentro de un mundo en transición y no más de tradiciones. No se puede confundir fe con costumbres bue­nas y piadosas.

• instituciones que son creadas y mantenidas. La preocupación de construir casas parroquiales, asistencíales e iglesias, exi­giendo inmensa dedicación, pero no raramente, dificultando el trabajo de construir la Iglesia. La etapa pasa a ser meta. O lo que era medio, pasa a ser considerado como objetivo.

• privilegio del mundo de los niños a los cuales la Iglesia de­dica toda su catcquesis, en perjuicio del mundo de los adul­tos. Jamás las criaturas soportarán el impacto de las transi­ciones del mundo de hoy, sin la protección por parte de los adultos.

(NJ) iLumcn Gcntium, 14.

<¡2

• polarización de la parroquia, como institución que se siente "dueña" de todo, bástase a sí misma, cerrada a todo y a todos.

• pastoral de preservación de sí y de los suyos, por el miedo al mundo y por la fuga que es una defensa.

• presencia del dinero en torno del altar, de las cosas y de los ministros de la Iglesia, como un cinturón de intereses y de mercantilismo eclesiástico, más o menos velado.

3.2.2. Secularización y clericalismo

Presenciamos ahora, el así llamado "proceso de secularización". Entendido en términos puramente sociológicos, tal proceso es ape­nas un hecho de que, muchas cosas hasta cierto tiempo tenidas como sagradas, pasan a no ser más sagradas, o a no tener más, para muchos hombres, el sentido sagrado.

La relación de dependencia, la actitud pasiva y fatalista, des­figurarán el auténtico sentido de la fe y de confianza en la Provi­dencia divina. El contacto inmediato con la naturaleza y la depen­dencia del hombre rural de las fuerzas del cosmos, como también su aislamiento propiciaron el surgimiento de formas trágicas y su­persticiosas de religiosidad popular. La influencia de la cultura y de las religiones africanas, la inautenticidad de la frecuentemente supuesta conversión de las poblaciones africanas e indígenas con­tribuirán también, en muchas áreas, para el incentivo de una reli­gión cósmica, fatalista, expresada en prácticas suspersticiosas. Una interpretación limitada e insuficiente del Concilio Tridentino* creó un tipo de acción pastoral con predominancia de la administración de los sacramentos, dejando en segundo plano el aspecto de educa­ción de la fe. Después de eso, la fe no poco abundante, fue reducida casi exclusivamente a la adhesión cultural, sin perjuicio de su as­pecto de adhesión personal a Cristo e iniciación viva en la comu­nidad eclesial. El catecismo insistía más en la memorización de verdades abstractas que en una efectiva y vital iniciación cristiana. La acción pastoral no conseguía alimentar a los fieles con el Pan de la Palabra de Dios. La formación moral perdió mucho de su conte­nido evangélico, del verdadero sentido de la ley al servicio de la libertad del Espíritu, presentándose apenas como código de pre­ceptos y prohibiciones, ligado a convencionalismos sociales y a una concepción estrecha del juicio divino y de la vida eterna. Esta pas­toral se fundamentaba en las estructuras de la sociedad y en el papel que ésta era llamada a desempeñar en la educación de la fe, a través de las actitudes, de los principios y de los valores recono­cidos y preconizados. La vida cristiana se contagió en esa sociedad

ÜS

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y asumió una relación de dependencia pasiva, de convencionalismo social, de fatalismo religioso. Los devocionarios que plasmaron la piedad del pueblo cristiano expresan elocuentemente todo ese tipo de cristianismo, confiriéndole aspectos bastante sentimentalistas.

La rigidez jurídica de la práctica sacramental, conjugada con las deficiencias de la fe contribuirán para que muchos fieles den a los sacramentos un carácter algo mágico. El pueblo más simple, que no conseguía aprehender una fe casi exclusivamente intelectua-lista, tampoco se encontraba en una práctica sacramental rígidamen­te jurídica, y procuró expresar su fe vital más profunda en las prác­ticas denominadas comúnmente de religiosidad popular. Tal reli­giosidad, por falta de una auténtica educación de la fe, sufrió desvíos, acabando por instituir prácticas supersticiosas y expresio­nes deficientes de la fe. Creóse así, una doble expresión de la vida eclesial:

• la vida eclesial, manifestación de la fe y piedad popular, con sus deficiencias y desvíos supersticiosos, incapaz de encontrar explicación plena en las estructuras oficiales y jurídicas de la comunidad eclesial, y ser por ella purificada y asumida.

• la vida eclesial de los grupos más intelectualizados, en con­diciones de vivir su fe, alimentándola y celebrándola en los cuadros jurídicos y rígidos de la estructura eclesiástica.

Esta doble expresión, estaba íntimamente ligada a la sociedad temporal. Una orientación, con resabios maniqueos, encuadraba la vida cristiana en el concepto sociológico de lo sagrado y casi identi­ficaba la vida profana con el pecado o le confería un cierto acento despreciativo. Hubo entonces, una frecuente tendencia a sacralizar las estructuras de la sociedad humana, en el sentido sociológico, sin reconocer la autonomía relativa de lo profano. En reacción a tal tendencia, surgirán, en los grupos dirigentes y en las carnadas populares, movimientos de tipo laicista. Por parte de los grupos dirigentes, se tentó realizar una autonomía de lo profano (política, economía, técnica, educación, ciencia, a r t e . . . ) desvinculándolo de cualquier influencia evangélica y relegando a la Iglesia los aspectos de lo sagrado sociológico. En las clases populares, se desarrollarán las religiosidades de tipo sentimental, muchas veces desligadas del ministerio jerárquico.

Los ministros jerárquicos (obispos y presbíteros) en esta socie­dad de tipo sacra!, asumirán para los fieles, un carácter sagrado, no en sentido sacramental, sino en sentido sociológico. La simbio­sis Iglesia-Estado llevaba muchas veces a obispos y presbíteros a to­mar posiciones políticas. El Estado tuvo ingerencias en las cuestio-

dt

nes internas de Iglesia. Son, sin embargo, elocuentes los ejemplos de actitudes evangélicas valientes tomadas por muchos ministros jerárquicos, en defensa de las poblaciones negras e indígenas y de la. opresión de. la Iglesia por los poderes públicos.

3.2.3. Marginalización de la Iglesia como comunidad visible

La eventual marginalización de la Iglesia como comunidad visible es otra consecuencia de la transformación de la sociedad. Co­mo decían los laicistas, la Iglesia se limita a lo sagrado sociológico o no tiene el coraje de despojarse de los aspectos que encarna en el tipo de sociedad en decadencia, para, profundizando su fuerza evangélica, entablar el diálogo con las nuevas generaciones, con una nueva mentalidad, con un mundo técnico y urbano en gesta­ción. En algunas áreas brasileras, principalmente urbanas, esta marginalización ya es un hecho. La Iglesia, o más específicamente, su estructura visible, especialmente jerárquica, goza de gran presti­gio, pero ninguna o casi ninguna influencia ejerce en los movi­mientos que orientan el curso de la historia y marcan el desarro­llo nacional. La sociedad, al menos implícitamente, pide a la Igle­sia visible que, en fidelidad a su misión, a Cristo, al Espíritu Santo que en ella opera, emprenda una profunda renovación, capaz de marcar un nuevo tipo de presencia, como fermento en el Brasil nuevo, que se construye.

Las actitudes de diálogo, de servicio, de afirmación evangélica de su misión específica y auténtica, de acogida a los valores que se desarrollan en la sociedad profana, de comunicación, constitu­yen exigencias del nuevo tipo de hombres moldeados por la socie­dad urbana, y de la nueva mentalidad que ya penetra en las áreas rurales y en las capas populares

3.3. La "Nueva" imagen eclesial

El Concilio Vaticano II nos dio una nueva misión de Iglesia, integrada en el misterio total, salida de las manos del Padre "por libérrimo y arcano designio", siendo prefigurada desde el origen del mundo "fue admirablemente preparada en la historia del. pueblo de Israel y en la antigua Alianza. Fue fundada en los últimos tiempos. Fue manifestada por la efusión del Espíritu"(5(i). Para rea­lizar este plan maravilloso del Padre fue la Encarnación del Hijo, en unión con el cual todos seremos salvos, pues Él "es la Luz del

(">«) Lumen Gentium, 2.

r.r»

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mundo, drl cual procedemos, por quién vivimos y hacia quién Iriidriiio»" C").

l'jia unión con Cristo no es solamente individual, sino comu­nitaria (RB) trátase de un nuevo pueblo peregrino, elegido por el «mor divino, rescatado por la sangre del Redentor, insertado en la historia de los hombres. Dentro de esta historia, con todas sus limitaciones y desánimos; con su dinámica y su fuerza deberá el Pueblo de Dios, caminar hacia la Jerusalem celestial.

El Concilio exige, pues, una toma de conciencia del misterio de la Iglesia.

Está en la hora dé dar al mundo el testimonio de una Iglesia verdaderamente auténtica, sacramento de Cristo, actuante aún hoy, al servicio de los hombres, pero sobre todo de los pobres, pues "la pobreza marcó la misión del Mesías, como aún debe marcar los pasos de su Iglesia" (59). A ejemplo de su fundador la Iglesia tiene que vivir y realizarse en la línea de servicio (m), y no del triunfalismo. Ella no es más la Madre de todas las instituciones,, tampoco la dueña del mundo. Vive al lado de otras instituciones que Ella no puede desconocer. "La Iglesia trabaja de tal modo que todo lo que dé bueno se encuentra sembrado en el corazón y en la mente de los hombres, en los ritos y cultura de los pueblos, no sólo no desaparezca, sino sea elevado y consumado, para la gloria de Dios y felicidad de los hombres" (61).

Es misión de la Iglesia formar para la fe, por la Evangelización. "Pastores y fieles que forman el pueblo Santo de Dios deben empe­ñarse en traducir, en un real esfuerzo de colegialidad y comunión fraterna, las exigencias de Evangelización hechas por las necesida­des angustiantes del mundo de hoy (ea). Entonces debe ser una Iglesia Misionera, acogedora y abierta a todos los que aún están dis­tantes (63), pues no somos los portadores de Una salvación que viene de afuera para los hombres que están fuera, todavía somos los servi­dores de una realidad de la gracia que todos los hombres poseen en germen, al alcance de la mano y del corazón y que es bastante vigorosa para crecer, florecer y fructificar, cuando es iluminada por la Palabra de la que somos mensajeros y regada por los sacramen­tos de los cuales somos distribuidores (64). Iglesia peregrina, inquie-

' <6r) ib. 5. (88) ¡fe. 9. (W) Mt. 11, 4-6 e Js. 35, 5-6. (»0) j n . 13, 14-17. {««) CTC. p. 62. (««) Paulo VI, discurso del 24/11/65. (•») Jn. 10, 16. (<M) CatSo, B. A Igreja sem fronteiras, pág. 14, Ed. í>uas Cidades.

66

ta, vigilante, afincada en medio de los hombres (*) , buscando los ca­minos de Dios en los caminos humanos, a * través de todos los signos de los tiempos (fi6), dentro del mundo, en marcha, como señal de eternidad en esta pobre tierra («").

Iglesia de laicos. Testigo fiel de vida, de presencia, de palabra y de acción de todos los laicos, consagrados para llevar en sí mismos y por sí mismos, la señal de Dios en la consagración del mundo. Los laicos son el Pueblo de Dios. El común de los santos en la Iglesia santa de Dios, es ser laico. Si los laicos retroceden, la Igle­sia retrocederá. Si los laicos asumieran las tareas temporales, como su misión propia, el muntlo sentirá la presencia viva del Señor por el testimonio alegre, constante y valiente, de sus miembros califica­dos, pues ellos arrastrarán a la Iglesia dentro del mundo, en la construcción de la historia, como servidores de Dios y de los hom­bres, por amor a los hombres, contemplados, recibidos y amados como hermanos, en el Señor (M).

* Con esta visión de Iglesia y la nueva visión del apostolado, de

valorización del bautismo de los laicos, con la consiguiente inser­ción de éstos en las realidades del mundo terreno, la figura del Padre también cambió profundamente. Miembros de un pueblo peregrino y pecador, fueron los padres escogidos por Dios para servir a este mismo pueblo (e9), que deben participar de las vici­situdes, de las amarguras, de las miserias del mundo que los en­vuelve, y ejercer su ministerio de profetas y sacerdotes, sin dejarse absorber o aniquilar. Que esto sea difícil, en los grandes cambios que se operan hoy en el mundo, ninguno lo ignora. De ahí se deduce que los presbíteros deban estar imbuidos del espíritu de Cristo; serán equilibrados, maduros, capaces de soportar las pre­siones que de todos lados los asaltan, sin derivar hacia extremismos de soledad o futuristas; humanistas o angelistas. Si el equilibrio intelectual, moral y psicológico siempre fue uno de los valores más apreciados, cuanto más en la hora presente se torna indispsnsable para el presbítero y.para todo apóstol. Especialmente el Obispo y el Presbítero deben ser hoy hombres compenetrados del Espíritu de Dios: sacerdotes y profetas; -personas que sepan dialogar, inserta­dos en la comunidad eclesial, que sepan sentir las pulsaciones del pueblo, sean sensibles a Jos gritos por la justicia, y a su hambre por la auténtica palabra de Dios; sean hombres con los hombres, sin

'<<*) Jn. 1, 14. <»«) He. 13, 14. <6T) Ja. 13, 34-35. <«s) Presbyterorum Otdinis, 1, 2. <8») ib. „

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nivélame o amalgamarse a ninguna clase, para poder ser continua­mente los apóstoles del Mensaje evangélico, con toda libertad, sin («Miipiomisos serviles. Este diálogo franco y personal, con el hom­bre, cu caria situación, sabrán hacerlo respetuosamente, acogiendo todo lo que de bueno y, positivo hay en cada actitud .auténtica­mente humana.

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i

TERCERA PARTE

Q U E H A C E R

1. QUE SON LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE (CEB)

Partiendo de las situaciones anteriores, de las fundamentaciones psico-sociológica y pastoral, podemos llegar ahora a uña definición descriptiya de la Comunidad Eclesial de Base, siguiendo el propio itinerario sugerido por el título.

1.1. Comunidad

La CEB está compuesta por grupos de personas (familias) con "status" y roles diferenciados. Se desenvuelve entre sus miembros una intensa vinculación, capaz de crear el sentimiento de pertenen­cia, del "nosotros". Es imprescindible que exista espíritu de soli­daridad. Donde ésta ya exista con anterioridad en el grupo, de ahí se parte para la creación de la CEB; o no existiendo tal espíritu, el primer esfuerzo es intentar crear en el grupo, en las personas, ese clima, que significa comunicación directa entre los individuos y familias, interés común, posibilidad de recibir y de dar, amar y ser amado, conocer y ser personalmente conocido en la profundidad del propio ser.

Cuando hablamos de comunidad, incluímos fundamentalmen­te, la idea de Relaciones primarias, conforme explicitamos a pro­pósito de la íundamentación socio-psicológica. En la CEB la.s personas deben mantener entre sí una relación personal, no sola, mente a nivel de función. La CEB no es esencialmente un territo­rio delimitado, con un responsable, sino es un tipo de relacione» entre las personas. Si el número de participantes en la comunidad es tan numeroso que las personas no consiguen establecer y mainc-

(»«(

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ner cnlic si una relación primaria, el grupo deberá ser dividido y «ub-divülido.

Uno de los secretos del éxito de nuestras hermandades "evan­gélicas", en su avance misionero en América Latina, ha estado fundamentalmente en una línea de trabajo que mira hacia peque­ños grupos, creando entre ellas relaciones primarias; no apuntando a grandes construcciones; sino identificando líderes, agrupando per­sonas alrededor de intereses comunes, dándoles un sentido de co­munión en la fe, en el amor.

Cierto pastor protestante, dialogando con nosotros, nos decía: —"Los evangélicos hacemos lo contrario de vosotros los cató­

licos. Nosotros comenzamos mirando personas determinadas. Lle­gando a los amigos de los amigos. . . después congregamos a los que se adherirán, en simples locales de reunión —una casa de familia, una sala alquilada, un garage. . . asimismo el canto en una plaza pública—. Más tarde construiremos una pequeña Iglesia. Por regla general no pensamos en grandes templos. Tal vez edifiquemos un monumento de ámbito nacional, para las concentraciones excepcio­nales. En lo común de la acción apostólica preferimos subdividir las comunidades... Cuando las personas no se conocen más perso­nalmente, se debilita entre ellas el vínculo de fe y la perseverancia es más difícil. . . Ustedes, católicos, comienzan comprando o consi­guiendo un respetable terreno. Lanzan un proyecto monumental de iglesia que va a ser construida durante años y años, con sacrificio de las comunidades, de la evangelización y de la profundización de la fe entre los fieles. No queremqs dar consejos a nuestros herma­nos católicos, pero a nuestro modo de ver, es un método desastroso. Se levantan iglesias y no se construyen personas, comunidades vivas y actuantes. Se consiguen donaciones, pero se predica poco el VER­BO". (En el texto original juego de palabras: Conseguem-se verbas, mas pregase pouco o VERBO.)

Si la Iglesia es una comunidad de los que responden al llamado de Dios y viven, por lo tanto, la misma fe y la gracia, sus miembros están unidos por lazos sobrenaturales. Están en comunión de amor con Dios y con los hombres, por Jesucristo y por don del Espíritu Divino. Nada más natural, que los miembros de esa Iglesia se conoz­can y se amen personalmente. Cuando dos personas se encuentran en una fiesta de aniversario, el hecho de haber comido, bebido jun­tas, hace que, al día siguiente, al encontrarse en la calle, crucen amables saludos.. . ¿Y las personas que comulgan la misma fe y el mismo pan eucarístico, no tendrían razones suficientes para saludar­se en la calle, para profundizar entre sí sólidas relaciones de amistad? ¿Es esto posible entre mil individuos que frecuentan dominicalmen-te la parroquia en el mismo horario de misa? ¿Cómo amar a todos

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los hombres? Si rechazar el amor de los hombres es implícitamente rechazar el amor divino y vice-versa, ¿cómo se educa, prácticamente, la gente para esto? .

1.2. Eclesial

La etiqueta religiosa o la apostólica no bastan para constituir una comunidad eclesial de base. Así por ejemplo, una asamblea litúrgica donde todos se ignorasen y rezasen individualmente (lo que puede ser interiormente, no obstante los cantos comunes) no sería una comunidad. Un grupo de devoción donde cada cual viene a tomar aquello de lo que tiene necesidad... el círculo bíblico don* de cada uno viene a instruirse a sí mismo, sin nada m á s . . . los catequistas que cuidan bien a su pequeño grupo de criaturas, pero sin relación con los otros catequistas, sin interesarse por el trabajo de ellos, tampoco por sus personas, si no hay ayuda mutua para ver los problemas de formación de las criaturas. . . los presbíteros que actúan aisladamente, encontrándose apenas para reuniones formales de clero, sin una unidad afectiva y efectiva de corazón y de acción verdaderamente común. . .

La comunidad de base exige un nivel de comunión más intenso que el simple interés en función de objetivos comunes. Exige rela­ciones personales y progreso en el conocimiento humano mutuo y en la revisión de vida del grupo en función de su compromiso apos­tólico y de su misión.

Cuando la comunidad de base es eclesial, se entiende entonces la exigencia de que cada participante camine en comunión de vida con el Padre, por Cristo, en el don del Espíritu. Lazos sobre­naturales y lazos humanos fuertes. La CEB exige lazos y reparto de dones. No agota toda la riqueza de vida comunitaria de la Iglesia, porque es sólo a nivel diocesano (en el misterio del Obispo) que la vida comunitaria encuentra su plenitud. La parroquia y la CEB no concentran toda la vida eclesial. En la CEB está reeditada, en miniatura, la actual estructura parroquial, pero en una nueva con­cepción de la pastoral. No se trata de una descentralización de la acción pastoral, sino en ciertos aspectos es una nueva mentalidad puesta en acción. La CEB es una realidad viva. Supone adhesión de fe, vida de gracia y lazos humanos. Una parroquia, hoy, no tiene posibilidades para ser una sola comunidad (¿10 mil personas?...). Deberá entonces ser una suma de varias comunidades, en clima de "comunicantes".. .

La CEB es natural, cuando corresponde a un agrupamiento ocasionado por la vida profana; cristianos a los que las necesidades de la vida, el barrio o el medio, o los centros de interés común los hacen encontrarse habitualmente, y que un día comienzan a in­terrogarse juntos sobre su comportamiento cristiano, la presencia de

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la Iglesia que ellas representan en su medio y la misión que de esto se desprende.

Pueden surgir auténticas CEB provenientes de agrupamientos ocasionales, motivados por la aproximación de un interés religioso común —compromiso y acción apostólica, profundización de la fe, vivencia litúrgica. (De aquí surgen las CEB por opción).

De la palabra COMUNIDAD, componente del título CEB, concluimos la necesidad de que haya entre las personas, relaciones de tipo primario. Del adjetivo ECLESIAL concluimos que la CEB, justamente por ser de Iglesia:

—tiene los objetivos generales y específicos de la propia Iglesia.

—es educadora hacia la fe y es misionera.

—está unida por el servicio del Ministerio Jerárquico. .

Comunidad cristiana es un grupo de personas que, teniendo la misma fe, se esfuerzan y se ayudan para vivir el Evangelio. Esta comunidad tanto puede realizarse en macro-estructura (diócesis, parroquia) como en micro-estructura (comunidades de base). Es pues un grupo de cristianos que, por propia iniciativa, o por orien­tación de otros, coordinados por el servicio de la Jerarquía (pres­bítero, obispo) comienzan a vivir en nivel intenso de Iglesia, reali­zando en la práctica la unión visible (entre sí y con los demás cristianos), la acción misionera, la profundización de la fe, la ex­presión cultural; y se comprometen con la realidad para transfor­marla con el fermento del Evangelio.

1.2.1. Objetivo general - o de Iglesia

La comunidad eclesial de base tiene como objetivo fundamental el mismo de la acción de "la Iglesia. Ella procura llevar a los hom­bres a la realización del designio divino. En otras palabras, busca (dentro de sus peculiares limitaciones) —"llevar a los hombres a la plena comunión de vida con el Padre y entre sí, en Jesucristo, en el don del Espíritu, por la mediación visible de la Iglesia".

Un estudio más profundo, puede mostrar las diversas implican­cias y concretizaciones de ese objetivo. Así, por ejemplo, en cualquier realidad o estructura se puede preguntar:

1̂ ) ¿hasta dónde los- hombres que viven en esta situación reali­zan el objetivo del designio divino? —comunión entre sí, con el Padre, en el Hijo y en el Espíritu.

2<?) en esta determinada situación, ¿cuáles son los puntos de apoyo que conducen al objetivo y cuáles las dificultades que

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de e l l o alejan? —No basta tener una fotografía de la situa­ción, en este momento, es preciso también descubrir las tendencias, las perspectivas dinámicas de la realidad.

3<?) Lo que se está haciendo, ¿hasta dónde lleva a realizar el objetivo?

4<?) Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer?

La comunión de los hombres entre sí y con el Padre, es ,1a unión de los hombres en el Padre. La comunión con el Padre, • incluye la comunión con los hombres, compromiso con la huma­nidad tqda, responsabilidad por la suerte de los hombres. Lucha por la promoción del hombre todo en todos los hombres. El cris­tiano debe estar totalmente insertado, embarcado en la comunidad de los hombres de tal modo que, lo que les afecta, afecta a los cristianos también. Buscando la promoción de los hombres, el cris­tiano se promueve. Liberándolos, libérase a sí mismo. Amándolos, crece en Cristo. Tales actitudes cristianas suponen fe, (escuchar el Mensaje y profundizarlo, uniéndose a Cristo) y se expresan en el culto (traspaso total de la persona, en Cristo. Expresión de comu­nión con Dios y con los hombres, por Cristo). La CEB es entonces una comunidad de fe, culto y amor, Y aquí, ya estamos penetrando en los objetivos espaeíficos de acción de la Iglesia.

1.2.2. Objetivos específicos

Los objetivos específicos de acción eclesial son el propio objeti­vo general, visto ahora en ciertos detalles, en ciertos aspectos que se revisten de excepcional importancia para la acción pastoral.

Para que los hombres lleguen a la comunión con el Padre, entre sí, en Cristo y en el Espíritu Santo, por la mediación de la Iglesia, es preciso:

A) Que los individuos sean hombres. Primer aspecto de la comu­nión de los hombres con el Padre, es su promoción humana, realizada por ellos, en Cristo. Los hombres se promueven en la medida en que:

—toman conciencia de su dignidad, conocen y transforman el Universo de un modo personalizante;

—viven siempre más, una plena solida^daxí?^0atéii%aad con todos los hombres; / í/Avl- ¿-*ͧL \<\

—participan, responsablemente, en la cñ-{fet^cjfe^imp¿iinir ¡i su vida y al destino de la comunidad^ a ^a^gj^iperficpcccn.

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Aquí se incluyen la situación demográfica, social, económica y cultural — Es él punto 6, del Plan de Pastoral de Conjunto.

B) Segundo objetivo específico es llevar a los hombres a una prime­ra adhesión explícita de fe en Cristo vivo en la Iglesia. Por la fe tenemos conocimiento de que Cristo glorificado se tornó el principio de Salvación para todos los hombres y les dio la posi­bilidad de participar en el misterio de su Resurrección. Les comunica incesantemente el Espíritu Santo. A partir de este mis­terio y frente a él, ningún hombre puede conservarse neutro o indiferente. Todo acto humano que significa una toma de con­ciencia de la dignidad del hombre, un estrechamiento de solida­ridad con los otros hombres, un esfuerzo de participación res­ponsable y sincera en la orientación de su vida y de la sociedad, ya es una participación en el Misterio de Cristo Resucitado, un acto realizado bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por otra parte, todo lo que es anti-humano, significa un rechazo al Mis­terio de Cristo, a la acción del Espíritu, significa Pecado.

La Iglesia tiene como misión esencial revelar a los hombres este Misterio, ya presente en sus vidas, y llevarlos a una adhesión personal de fe en Cristo, integrándolos cada vez más plenamente «n la comunidad edesial. En situación de pecado, anti-comu-mión, de degradación» humana, su misión es revelar a los hom­bres el juicio de Dio»; llevándolos a que se conviertan y tomen conciencia en Cristo, del sentido pleno de sus vidas. Esta con­versión significa, para ellos, aceptación del Misterio de Cristo, que les es comunicado, respuesta de Amor al mismo Cristo y, en Cristo, a todos los hombres, e inserción en la comunidad visible de la Iglesia. La Iglesia realiza esta misión, por su testimonio, por su palabra y por su vida. Quién ya se comprometió con el objetivo anterior (Letra A - punto 6 del PPC), implícitamente ya está en esta adhesión a Cristo. Pero es preciso que todo se explicite. Debe reconocerse que Cristo es el sentido de todo esfuerzo hecho para promover al hombre, y que sólo en Cristo se puede llegar a la plena realización humana.

El misterio de Cristo es uno solo. Uno solo es el Espíritu. Una sola es la misión de la Iglesia. Diversas, no obstante, pueden ser las situaciones misioneras. La Iglesia en el Brasil, en su conjunto, es responsable por las siguientes situaciones misioneras:

—situación misionera de los pueblos y regiones no evangeliza­dos y de las jóvenes Iglesias existentes en otros pueblos;

—situación misionera, de nuestros Obispados, que son jóvenes Iglesias en formación;

—situación misionera existente en nuestras diócesis y arquidió-cesis, donde muchos grupos humanos deben todavía ser evan­gelizados. - (Punto 2 del PPC).

C) Tercer objetivo es el crecimiento o profundización de la vida teologal. Habiendo descubierto explícitamente el Misterio de Cristo y a Él adherido, el hombre debe, a lo largo de su vida, profundizar, crecer en esta vida teologal. Es el punto 3 del PPC - llevar al Pueblo de Dios a una más auténtica iniciación cris­tiana y profundización de la vida teologal, a través de la Palabra y del testimonio de la comunidad.

La iniciación cristiana no es tan sólo un rito, sino que corres­ponde a un dinamismo de la fe, por el cual el Evangelio se in­serta más plenamente en la comunidad de Iglesia y en ella se

vuelve miembro responsable, por los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación "y de la Primera Comunión. Esta iniciación exige, pues, una educación para la Fe correspondiente, que se va a prolongar desde ahí a lo largo de la vida, hasta la muerte

—es la profundización de la vida teologal, bajo el impulso del Espíritu Santo.

La palabra de Dios, la vida y el testimonio en la comunidad son elementos esenciales de la iniciación y de la profundización de la vida teologal.

D) Cuarto objetivo sería celebrar el misterio de Cristo, en la litur­gia. En el sentido más global, incluimos aquí las celebraciones

oficiales (Eucaristía y demás sacramentos; sacramentales, oficio divino, Día del Señor, año litúrgico) y las celebraciones no ofi­ciales, en qué el pueblo de Dios es llamado a expresar su fe y su vivencia del Misterio salvífico (celebraciones de la Palabra de un modo general, celebraciones familiares, celebraciones en grupo, celebraciones populares, etc.). Las expresiones artísticas, especialmente musical, arquitectónica, plástica, dramáticar, etc., sorí llamadas a integrar la celebración litúrgica. (Punto 4 del PPC).

E) Quinto objetivo serla la renovación y dinamización de la propia Iglesia en su misterio de comunidad, estrechando su unidad visible. (Punto I del PPC).

En Cristo la Iglesia es el sacramento de comunión de los hom­bres con el Padre y entre sí, en el don del Espíritu Santo. Sacra­mento de esta comunión, la Iglesia se constituye comunidad visi­ble, íntimamente relacionada a la comunidad humana, pero guardando características propias, estructuras internas peculia­res. Esta comunidad del pueblo de Dios es una comunidad de miembros diversificados, orgánica y jerárquicamente estructura­da. Todos ellos, no obstante, -de acuerdo con su situación, con sus carismas, con su función, son llamados a construir la coniu-

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nielad eclesial. Están incluidos aquí: presbíteros, religiosos, lai­cos, seminarios, vocaciones, estructura parroquial, diocesana, re­gional, nacional.

F) Sexto objetivo miraría llevar a la comunidad eclesial católica a una auténtica vinculación ecuménica con las Iglesias y denomi­naciones cristianas no católicas. (Pu«to 5 del PPC).

El ecumenismo procura llevar a las diversas Iglesias y denomi­naciones cristianas a un esfuerzo de renovación y mayor fidelidad a Cristo y al Espíritu Santo. Como hay un solo Cristo y un solo Espíritu, en la medida en que las Iglesias les sean fieles, llegarán a la unidad cómo y cuándo Dios quiera. Este esfuerzo de fidelidad incluye el diálogo con las otras Iglesias y denomina­ciones; diálogo, no obstante, que no significa concesión o aco­modación, sino testimonio y esfuerzo de fidelidad.

La CEB deberá ayudar a una comunidad de hombres a realizar el objetivo general, integrando poco a poco, en una síntesis unitaria, los seis aspectos de los objetivos específicos.

Cristo y el Espíritu Santo ya están trabajando, entre los hom­bres. Estos, muchas veces, rechazan el don del Padre, recusan el A m o r . . . están, no obstante, los que ya acogerán o están acogiendo a Cristo. La comunidad debe tornar explícito aquello que ya está implícito. Debe integrar en la gran síntesis de amor los elementos de salvación que ya se encuentran divulgados en los hombres y en las estructuras. Esto es también educación para la Fe.

1.2.3. Educación para la Fe

La Iglesia necesita cuestionarse hoy sobre el nivel de educación para la Fe que los bautizados alcanzarán. •* ' . '

Israel fue prevalentemente una religión. La Iglesia es antes que nada una Fe (70). Acontece, entonces, que dentro de la Iglesia, una gran clase social se detiene todavía en edades pasadas de la Histo­ria de la Salvación (Historia — porque es entrega o venida lenta y progresiva del Hijo y del Espíritu.SaZvación: porque es entrega de la vida divina en el Hijo y en el Espíritu). Quieren, entonces, no al Dios de las maravillas, sino a las maravillas de Dios. Parece que seria error intentar una adaptación del misterio cristiano a esas clases. ¿Qué hace la Iglesia Apostólica en su esfuerzo pastoral? Se preocupa en ser Iglesia catequizadora para ofrecer después los sa­cramentos. De ahí la importancia que dio al catecumenado. La

(fu)'Mons. Roxo, op. cit.

Iglesia del siglo XX se adaptó a las disponibilidades y capacidades de ofrecer los sacramentos, pero se tornó menos capaz y disponible para evangelizar o catequizar. Acontece, entonces, que las modifi­caciones de la técnica, etc. piden hoy, un punto final en el infan­tilismo religioso de los laicos cristianos, piden una clara distinción entre religiosidad y fe, entre costumbres y revelación. El fenómejio de sodabilizarión exige de la pastoral un funcionamiento nuevo de la comunidad como instrumento de evangelización cristiana. De este modo la pastoral sacramentaría se renovará en el contexto de una renovación de la pastoral de conjunto.

¿Qué estamos encontrando en la vida práctica? ¿No ha habido una desproporción entre la búsqueda de los sacramentos y vivencia de la Fe? ¿Qué nos diría la realidad sobre éste? ¿Qué nos dice la teología? ¿Qué conclusiones se deducen?:

• los sacramentos pertenecen a los que acogieron el misterio de Cristo y el hecho de su Iglesia. Son expresión de una Fe y medios de profundizarla vivencialmente. Abordar el miste­rio de los sacramentos en tratados distintos y separados es quebrar la armonía de un misterio global, pues los sacra­mentos marcan aspectos distintos de una presencia única de Cristo, de una actuación única de su Espíritu en su Iglesia. La presencia'de salvación en los sacramentos es la presencia misionera de Cristo en el Espíritu Santo.

• los sacramentos son la comunión y el poder de un misterio aceptado anteriormente a través de la Palabra catequética, kerigmática. Los sacramentos fueron primero, anunciados, instituidos y ofrecidos por Cristo a través de su Palabra y de sus gestos; después, en Pentecostés fueron inaugurados co­mo acontecimientos presentes y actuantes de la Iglesia. (A$í, la proclamación -o preconización es el ofrecimiento, por la Palabra y por el gesto de la Iglesia, del hecho salvador que se interioriza en el sacramento que el cristiano va a recibir).

• los sacramentos son signos transfigurativos que proyectan aquéllo mismo que está significado en los signos, en el mis­terio y en la gloria del Cristo pascual. Los sacramentos res­ponden a anhelos profundos del hombre y a todos los deseo* legítimos que pueda tener. La eucaristía, por ejemplo, es repuesta para el instinto de% conservación (Resucitará en el último d í a ) . . . para el instinto gregario — "porque hay un solo padre, formamos un cuerpo místico" (T3). Así el (¡mío. kirios (Ephápax o acontecimiento definitivo), no es un Mi

{ « ) I Cor, 10, 17.

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rista que pasa por la historia, sino alguien que asume toda la realidad humana (T2).

• los sacramentos como tales son provisorios en la Iglesia; tesarán en su presencia y su ministerio cuando se consuma la Iglesia.

Partiendo de tales principios, ¿qué nos dice una considera­ción sobre nuestra realidad eclesial?

Encontramos cristianos que fueron bautizados, muchos así mis­mo confirmados y que participan de la eucaristía. Están ritualmente insertados en la Iglesia visible, pero no tienen conciencia explícita de las consecuencias de esta iniciación sacramental y de sus rela­ciones con la vida profana. Están los que entienden vivir las dimen­siones de su fe traduciéndola apenas en prácticas religiosas, desli­gadas de su vida profana. Algunos que procuran realizar lo más ple­namente posible su vida familiar, profesional, recreativa, política, cultural, etc., haciéndolo sin embargo sin relación alguna con la dimensión eclesial del cristianismo. Estas no son cosas que tengan algo que ver con la vida religiosa. En estos íntegros hombres exis­ten ya los que descreen de la Iglesia visible. Poquísimos los que viven lúcidamente su cristianismo, su compromiso con el misterio de salvación y lo expresan concretamente en la vida profana y eclesial, realizando el verdadero equilibrio y procurando renovar las estructuras de la Iglesia y sus relaciones con la comunidad humana.

En esta situación, las CEB están llamadas a ser, antes que nada, instrumentos de auténtica educación de la fe, partiendo del nivel de vida teologal de las personas y de los grupos. No' se puede vivir como cristiano individualmente, sin dimensión de Iglesia, sin una asamblea litúrgica que es comunidad de fe y de amor. Cada uno tiene necesidad de los otros para encontrar a Cristo, progresar en el Evangelio. La Iglesia no es suma de individuos, sí es una comunidad. Principalmente lew que aún no llegaron a una' explicitación de la fe, necesitan ser ayudados en la conservación y después en la explicitación de esa misma fe, insertados en una co­munidad eclesial visible. La fe, de hecho, no puede ser vivida so­lamente de modo intelectual y aisladamente. Se vive y se profundiza la fe en una comunidad de Iglesia, alimentada por la Palabra de Dios, por el testimonio de la comunidad, por los sacramentos de la fe, bajo una coordinación y orientación del ministerio jerárquico.

La CEB está llamada a ser un instrumento privilegiado en este esfuerzo de educación para la fe, aprovechando y dinamizan-ilo los movimientos existentes y los a ser creados. Completándolos.

(V¿) MOIM. Roxo, ib.

En la medida en que se realiza la educación para la fe. y a causa de ella, la persona se alista en la promoción humana, «le acuerdo con sus posibilidades, simultáneamente profundizando en el conocimiento religioso; participa más activamente en la ce­lebración del misterio de Cristo (Palabra, Sacramentos de inicia­ción, Eucaristía). Se supone una acción kerigmática, catequética, didascálica. y mistagógica.

Hace mucho tiempo desapareció el catecumenado institucio­nal. Nos preguntamos ahora, si esta CEB ¿no vendrá a llenar tal vació en nuestra acción evangelizadora?

Profundicemos la problemática ligada a la educación para la fe(™).

A) Teología de la evangelización.

La teología de la Palabra se renovó gracias al desarrollo re­ciente de la teología Bíblica y fue consagrada por la constitución ""Dei Verbum". Dios funda a su reino entre los hombres por la fuerza de su Palabra: Cristo es la Palabra encarnada. La misión del Hijo en esto se resume: se hace hombre para hablar, ser la pa­labra de Dios. Por ella Dios suscita a su reino entre los hombres, alcanzándolos en lo más profundo del ser: como anuncio de su •destino verdadero y definitivo. Evangelización quiere decir trans­misión de la Palabra de Dios para suscitar la fe y la conversión.

El kerigma es esencialmente el anuncio de Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador — Evangelizar es hablar de Cristo resucitado, vi­viendo para siempre, actuante en nuestra existencia. El kerigma envuelve el Mensaje de Cristo y los hechos contados por los Evan­gelios. Cristo está vinculado a la Iglesia y se trasmite por Ella. En la Iglesia, Cristo realiza su plenitud. Evangelizar es anunciar el misterio de Cristo total, el designio de Dios, sobre los hombres. El misterio de Cristo es la historia de nuestra salvación. El kerigma «s anuncio destinado a mover la libertad humana, la conciencia de nuestra existencia, a obtener ese cambio radical de actitud de •vida que se llama fe, esto está unido a la inteligencia más profun­da y a la resolución de transformar en Cristo la totalidad de la actuación personal y social.

La evangelización parte de los valores vividos positivamente. N o constituye una novedad total. Los hombres están viviendo algo •de la vida de Cristo. Los propios valores humanos ya proceden de Cristo y hablan de El. Puede también acontecer que la persona evan­gelizada sea, en verdad, más santa y perfecta en caridad que aquella

<«) Comblin, José. Seminario sobre Evangelizado. B. Horizonte. 12/3/M.

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que la evangeliza. Según esta dimensión, la Evangelización consiste en dar a conocer Aquello que los hombres tal vez ya conocen, sin SÍIIKT SU nombre, y en dar la plenitud de los medios de la gracia. Revelar el Dios que adoran sin saber. Explicitar lo que ya está explícito. La Evangelización puede también partir de las aspira-i iones no satisfechas, mostrando en Cristo aquello que trae la sa­tisfacción de la inteligencia y de la vida, la realidad nueva que todos procuran y ninguno descubre en la tierra.

A pesar de estar en acuerdo profundo con lo que tiene de más auténticamente humano, el kerigma no se presenta exclusivamen­te en la forma exterior de un acuerdo, tampoco de una explicita-ción de los valores vividos por los hombres, tampoco de una res­puesta a sus deseos. Contempla una fase de negación: es un llama­do a la conversión de la inteligencia y de la voluntad. Mudanza radical en dos sentidos: negación del error y del pecado y consi­guiente apertura a la plenitud del Evangelio.

Ninguna evangelización es posible sin una comunión de vida y de pensamiento con los hombres que se pretende evangelizar. Esta comunión incluye comprensión profunda y reconocimiento de los valores vividos por esos hombres, participación leal y sincera en la vida y promoción de esos valores, sin los que no se puede instituir el diálogo. Importa pues, a los evangelizadores, el esfuerzo de buscar el lenguaje* del diálogo, las entradas, los, temas más acce­sibles, la creación de las disposiciones favorables a la recepción del Mensaje: apertura mental, lealtad para con toda especie de verdad.

De acuerdo con la economía divina los signos acompañan la palabra. Cristo viene al encuentro de lq¡s hombres y manifiesta la realidad de su presencia por la actividad de la Iglesia, por los signos de la Iglesia. Esos signos son esencialmente las obras de ca­ridad, actitud de servicio, comunión entre los hermanos. La Igle­sia tiene la capacidad de dar signos del advenimiento de un mun­do nuevo de justicia y de paz. No recibió tampoco la promesa, tampoco la capacidad de crear en esta tierra el reino de justicia y de paz. La evangelización pide la fe, dando sólo signos que prefigu­ran el reino. Los hombres son llamados a aceptar un Salvador que según los caminos comunes del mundo, fracasó. Anunció, pero murió sin haber modificado nada visiblemente en el mundo. Así también sucede con la Iglesia.

La religión popular presenta marcas de sincretismo entre el cristianismo y varias formas de paganismo, que reflejan la vincula­ción espontánea del pueblo, con Dios (resultantes de las influen­cias del ambiente natural, de la conciencia individual o colectiva y de la historia). Será una de las tareas de los evangelizadores es­tablecer el diálogo con los hombres sin prescindir de la religiosidad natural y determinar los límites de tolerancia y de denuncia de

Mil

la integración, o rechazo de los elementos y motivaciones encon­trados.

Los hombres están situados en un contexto social y psicoló­gico determinado. Si la evangelización no engrana dentro de la situación del hombre concreto, el Mensaje no llega al hombre (no bastan la buena voluntad o la santidad personal del evangelizador).

La fe y la vida religiosa del individuo pasan por los períodos de evolución psicológica. El proceso normal hace pasar a la per­sona, de la fe infantil, a la fe adulta. Entonces percibe la trascen­dencia de Dios, desmitiza el mundo, toma una actitud de oblación para con Dios y los hombres, hace la síntesis entre el arhor de Dios y el amor del prójimo. Cuando, sin embargo, las personas perma­necen fijas en actitudes y representaciones de fe infantil, son inaccesibles a un mensaje completo. La evangelización exige un proceso de madurez humana. Es difícil la "comunión", cuando los conflictos psicológicos de los destinatarios no son resueltos.

B) Contenido de la evangelización.

Algunas personas adhieren a la fe porque encuentran en ella un remedio a la inseguridad moral e intelectual. De allí el éxito de una predicación que ofrece en Cristo, el apoyo dé la vida mo­ral e intelectual, el centro de equilibrio. En la clase obrera, el pueblo acoge más fácilmente un Dios que promete justicia y pazy

o sea: la seguridad económica perdida; en cuanto al medio rural se nota que la adhesión a la fe, frecuentemente, se inspira mucho, en el deseo de encontrar protección contra las fuerzas físicas de la naturaleza.

En la Revelación Bíbjica, el Mensaje del Antiguo Testamento y el Mensaje de Cristo, fueron también en el mismo estilo. ̂ Se pregunta entonces, si no es indispensable insertar primero el mensaje de Dios dentro de las preocupaciones temporales de los hombres, para después purificar progresivamente la fe, por una evangeliza­ción más profunda. Esto es, hacer como Jesús, tomar los hombres, tal como son —religiosamente infantiles, egocéntricos— para des­pués, a unos pocos, llevarlos a una fe adulta.

Hay una receptividad muy grande, una . apertura al mensaje directamente cristocéntrica. Una predicación en ésta línea tiene plenp éxito. Cristo eminentemente personal y presente en la vida de los discípulos. Muchos entendidos, encuentran hoy, que la pre­dicación de las sectas protestantes ha tenido gran éxito, principal­mente por su predicación de Cristo.

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I.I hombre moderno, trabajado por el ateísmo, es más recep­tivo al Dios inmanente que al Dios trascendente. Del mismo modo el hombre moderno acepta un mensaje antropológico. La Evange­liza» ¡(in ha de mostrarle el mensaje que llama al hombre para la propia vocación humana — la tarea de construir el hombre nuevo. El anuncio de Cristo y la historia de la salvación, como historia objetiva, no puede quedar puramente implícito. La evangelización debe destacar, antes que nada, la novedad de Cristo* en relación a la conciencia moderna.

C) Los destinatarios.

La religión tradicional consistió más en una actitud de pasi­vidad que de actividad. Poco contenido doctrinal. Actos religiosos, cuyo sentido es más vivido que explicitado — procesiones, pere­grinaciones, velas, novenas . . . El canaf de Ja religión popular es esencialmente la familia y en ella la mujer (papel que le es reser­vado incondicionalmente por la sociedad).

El Brasil está pasando por las transformaciones provocadas por la industrialización y por la urbanización — nueva visión del trabajo, disminución de las relaciones sociales primarias, nuevas formas de comunicación. La Iglesia aparece distante de la sociedad nueva, ausente del mundo de la técnica, de la clase obrera y no tiene el lenguaje de los nuevos canales de difusión.

Surge en el hombre contemporáneo la tendencia hacia el ateís­mo. Fuerte impresión de vacío espiritual y búsqueda de mensajes nuevos. De allí la gran sensibilidad a los fenómenos espirituales, sobre todo entre los "técnicos" (espiritismo, esoterismo, astrología, hipnotismo, etc.).

EL mensaje evangélico es una respuesta a los problemas del hombre rural: nacimiento, casamiento, convivencia con los vecinos, muerte. El mensaje de confianza en Dios Padre debe sustituir la angustia, el temor de Dios terrible. La evangelización será también estímulo y exhortación para que la vida rural se modernice. Promo­verá reformas económicas y sociales, capaces de levantar el nivel de vida (centros sociales, escuelas, obras de asistencia, cooperativas, sindicatos, distribución de tierras, etc.). En la promoción humana, en la revolución mental que el hombre rural asume, se realizará también una transformación del concepto que él tiene de Cristo. Verá un Salvador más dinámico, más presente en su vida, más Hermano.

La evangelización deberá presentar la realidad efectiva del misterio pascual de Cristo como fuerza capaz de transformar el

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presente, la vida del obrero, y encaminarlo para la salvación ya actual a través de Cristo vivo. Cristo convida a la comunión no sólo humana, también humano-divina, en la Iglesia. La evangeli­zación será un esfuerzo real de transformación del sentido del tra­bajo. A través de la realidad, del sentido efectivo de la solidaridad humana y del trabajo, los operarios serán concientizados sobre los derechos inalienables de la persona humana. Son derechos que Dios concede por gracia y aparecen como los grandes criterios del juicio final — habitación, vestido, alimento, libertad. El operario con­quista estos derechos por el trabajo. Esta deberá ser entonces una obra mesiánica: algo que suscita la comunión de amor, construye la felicidad en la tierra. La evangelización debe cóncientizar para una responsabilidad personal y colectiva, mostrar como la clase obrera tiene una misión en la construcción del reino.de Dios. Hay un mesianismo evangélico de pobreza inherente a la vocación y mi­sión del proletariado que construye la marcha de la historia y debe ser orientado por la fuerza dinámica del Evangelio.

D) Los obstáculos

La carencia de comunión de la Iglesia con el mundo, la falta de identificación con la comunidad humana son los obstáculos fundamentales a la evangelización. Esta situación se refleja en va­rios aspectos:

El lenguaje usado por la Iglesia para dirigirse al mundo peca, frecuentemente, por la falta de autenticidad. Responde a experien­cias religiosas de otros tiempos, no expresa más lo que se siente hoy y hace vivir en un clima de imperceptible mentira. La lengua carece de cordialidad, no comulga con la mentalidad de la época, carece de realismo, presentando las cosas desde un punto de vista ideal y normativo.

El ritual de los sacramentos está descompasado frente a las exigencias profundas del alma religiosa contemporánea. Para el hombre moderno, el contacto con lo absoluto se realiza en silencio, de manera estática. El ritual se torna estático y desadaptado. El arte religioso está también muy vinculado a lo académico, usando estilos o formas — que nada más significan y sólo sirven para aislar el cristianismo. Las imágenes religiosas, estereotipadas, sin ser nin­guna expresión artística. Las devociones, casi supersticiosas, dan una idea deformada de cristianismo.

La mentalidad disciplinar y juridicista que prevalece en mu­chos, desde la Edad Media, transforma para ellos, el cristianismo, en un código de obligaciones intelectuales, morales y disciplina­rias.

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1.a estructura de la parroquia aisla al sacerdote, lo convierte, • •ii un personaje convencional, reputado ocioso sin inserción en la »iila de los hombres. En muchas escuelas católicas, el sistema obso­leto, basado en una religión de pura obediencia, constituye tam­bién un obstáculo al mensaje cristiano.

Estas instituciones pueden constituir un contra-testimonio, o envolver a las fuerzas vivas de la iglesia, en una red de actividades que no les deja libertad o tiempo, o la preocupación de evangelizar.

Los medios de comunicación social que la Iglesia del Brasil posee, ¿son realmente evangelizadoras? ¿No la han obligado a com­prometerse con intereses comerciales o que no coinciden con la prospectiva evangélica? ¿Los semanarios, revistas, y publicaciones católicas han transmitido una idea de Iglesia según el Vaticano II? ¿Ayudan a la educación para la fe? ¿No propagan sólo devociones y contribuyen a una fisonomía ridicula de la religiosidad? ¿Los medios de comunicación social, poseídos por la Iglesia, o por ella utilizados, no han dado la idea de que los católicos, son un mundo aparte? (lo que es suficiente para alejar al gran público).

El Concilio afirma que Ja evangelización es la primera tarea del presbítero. Todavía se reconoce que esta tarea no está siendo cumplida. Se apuntan las siguientes razones:

• la formación sacerdotal preparó al clero para una sacramen-talización y administración, no para la evangelización; la teología que estudió, insistía en los sacramentos y en la dis­ciplina eclesiástica más que en la formación para la fe. Hacía de la doctrina una cuestión de disciplina intelectual más que de diálogo con los hombres. La formación espiritual de inspiración monástica preparaba al sacerdote para vivir se­parado de los hombres. • *

• parte del clero se siente aplastado por las estructuras, aban­donado a sí mismo sin remedio, aislado, incomunicado tanto de los superiores como de los hombres y condenado a repe­tir los mismos- gestos hasta el fin de la vida. De ahí desilu­sión, frustración, amargura, lo que finalmente le hace de­sistir. El clero no evangeliza porque no sabe y está desani­mado además para aprender. Un grupo más joven y entu­siasta por la teología conciliar, quiere caminar en un esfuerza total de evangelización, pero encuentra costumbres, estruc­turas, condicionamientos y clima contrarios a sus ansias. De ahí hostilidades, desentendimientos, y actitud final de amar­gura, o de andar por propia cuenta, desligado del conjunto del presbiterio.

Hay una gran esperanza con el surgimiento de los Institutos pastorales, con Ja multiplicación de semanas de estudio para el clero, becas para cursos en el extranjero, etc.

Las Ordenes y Congregaciones activas fueron fundadas, en su mayoría, para asumir misiones de evangelización. Con el correr deí tiempo, Jas actividades previstas por los fundadores e inscriptas en las Constituciones se institucionalizaron, se formalizaron y de­jaron de corresponder a las necesidades de evangelización. Pasaron entonces a seguir tradiciones propias, por fidelidad formal más que real a su vocación.

Se impone una revisión de las obras y actividades tradicio­nales de las Congregaciones, para ver si son realmente las más urgentes para la evangelización del Brasil, si no se alejan los re­ligiosos de los verdaderos problemas. Verificar, por ejemplo, si la actuación en las escuelas, en los hospitales, en las obras asistencia-Íes constituyen realmente una transmisión viva del Mensaje, un llamado a la adhesión a Cristo, señal auténtica y comprensible de la venida de Dios al mundo.

En el Brasil, salvo -en pocos grupos de familias cristianas re­novadas, la familia es el principal agente responsable de la difu­sión de una religión infantil. Las mujeres entregan a las criatu­ras todas las supersticiones que más tarde tienden a provocar fija­ciones infantiles, y después no dejan pasarlos de la religión infan­til a la fe adulta. En las niñas la familia cuida la transmisión de la religiosidad tradicional; en los niños, forma un conformismo social. Más tarde la religión recibida en la familia se torna, a ve­ces, en el gran obstáculo de la evangelización.

Muchos laicos no fueron aún despertados para su misión evangelizadora. Pretextan que para el laico ser buen cristiano basta cumplir los deberes en la vida temporal, y aceptar pasiva­mente lo que la Iglesia manda, lo que dice respecto a la vida re­ligiosa. Otras veces, les parece que el apostolado de los laicos está reservado a los que forman parte de los movimientos especializa­dos, sin pensar que el laico cristiano, como tal, tiene u n a vocación de evangelizados Les falta la preparación conveniente, la motiva­ción, y, muchas veces, una conciencia clara de la realidad del cris­tianismo. Quién no recibe siquiera una iniciación cristiana explí­cita y adulta, nunca llegará a desempeñar una función apostólica.

E) Comunicación.

Es necesario un cambio previo de. actitud por parte de los cristianos en general y del clero en particular, para con los hom­bres que pretenden evangelizar. Es preciso sustituir una actitud de dominación y superioridad, por vina actitud de: humildad dis-

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HH-sia rio solamente a enseñar, sino también a aprender de los mininos —confianza para no condenar a priori como mal lo que

r» de ellos— servicio sincero y leal.

Toda comunicación es una relación mensaje-respuesta. Ahora, la aparición de la respuesta depende de la sensibilidad del sistema de referencia del interlocutor al mensaje. Si el mensaje no fuera enunciado para alcanzar ese sistema de referencia, el contacto no se hace. Parece que el mensaje cristiano tiende, en Brasil, a enun­ciarse en el sistema de referencia de la clase media. De ahí el, pro­blema frente a los demás grupos sociales.

Los individuos reaccionan de acuerdo con la reacción de su grupo al mensaje: procura determinar primero si el mensaje se presenta en nombre de un grupo aliado o enemigo de su propio-grupo; la reacción va a depender en gran parte de aquella locali-zación. Si la Iglesia pasa por enemiga de tal grupo social, la co­municación será mucho más difícil con los miembros de ese grupo.

Entre los signos concretos, que la Iglesia debe dar de si mis­ma, lo más importante es la caridad — amor y unión entre los propias cristianos que evangelizan, y, particularmente, por la unió» entre el clero y los laicos.

Ha habido una falta de simpatía para con la técnica y su uso en la evangelización. Apuntan los sociólogos que la comunicación por los "medios masivos" tiene mayor valor informativo y de re­fuerzo de actitudes e ideas. Esas comunicaciones colectivas son mucho más eficaces cuando son transmitidas a través de un líder. Los líderes de opinión se caracterizan por estos aspectos: perso­nifican intereses específicos; ocupan posiciones propicias de alta competencia; son individuos accesibles, extrovertidos y que poseen muchas relaciones personales; tienen acceso a informaciones re­levantes provenientes de fuera de su círculo inmediato. La prepa­ración de los líderes para un papel evangelizador y su utilización adecuada, constituyen problemas tratados hasta ahora de manera muy empírica.

La comunicación personal, según los sociólogos, parece ser la m á s eficiente como medio de persuación o de cambio de actitud y de valores. Ahora, es el caso de la conversión. Las sectas y los espiritistas desarrollarán mucho el apostolado por contacto per­sonal, usando los métodos que recomienda la ciencia de relaciones humanas en el ambiente urbano. Adoptarán la técnica de la aproxi­mación de las personas y de la persuación. Sólo eso bastaría para explicar el sorprendente éxito.

Parece que para los católicos, un gran problema del aposto­lado urbano es la falta de aceptación de las condiciones del mundo moderno, con sus reglas de comunicación entre los hombres. Nos* quejamos porque no llegamos a los hombres, pero río utilizamos los medios adecuados para este fin, según las leyes sociológicas.

Desde los siglos XVI-XVII, el medio tradicional, por excelencia, 4e evangelización fueron las "misiones". En la sociedad tradicio­nal, y en todos los grupos que mantienen aún cierta ligazón con la Iglesia, las "misiones" pueden ser un medio muy eficiente de provocar conversaciones y evangelizar a los propios cristianos. Sus temarios y los métodos comienzan a ser reformulados.

Como hombre y cristiano, el presbítero ejerce una función evangelizadora análoga a la de los laicos, de acuerdo con los ca-rismas que recibió y su personalidad. Tiene, no obstante, una misión específica, en cuanto presbítero. Como presidente de la comunidad, debe llamar, despertar, estimular y orientar las voca­ciones apostólicas de los laicos. Como participante del sacerdocio episcopal, es también el primer responsable para el apostolado: le compete lanzar y procurar caminos nuevos. Es la persona que coordina y unifica las iniciativas de los laicos y, finalmente, cer­tifica, como representante del obispo, las misiones de los laicos, verificando su inserción en la verdadera tradición cristiana. El planeamiento de la evangelización es, por eso mismo, una tarea de la- jerarquía. No sería conveniente planear, sin consultar a los propios interesados, aquellos que tendrán que aplicar el pla­neamiento. Acontece entonces, que muchos laicos se quejan, hoy, de las intromisiones del clero en el campo que es de ellos, del sistema de vigilancia y control con que los sacerdotes limitan sus actividades, de la falta de libertad con que son tratados.

Los religiosos de las congregaciones activas tienen un papel privilegiado en la evangelización; muchas veces es su vocación específica. Pero no siempre las obras que ejercen de hecho cons­tituyen una evangelización eficiente. Muchos proponen que los religiosos vuelvan a considerar cuáles son las necesidades urgentes de la evangelización de hoy, y sacrifiquen actividades tradiciona­les, que otrora rendirían mucho y hoy rinden poco, para dedicarse a aquéllas que los tiempos nuevos sugieren.

Cada cristiano está investido de una misión evangelizadora. No es ayuda prestada a los sacerdotes, o sumisión a los programas trazados por ellos. Es un carisma propio, una misión especial del Espíritu. No son los laicos simples servidores de los sacerdotes; al contrario, los sacerdotes son servidores de la misión de los laicos; no existen inconvenientes para ayudar esa misión. El plan de los presbíteros deberá ser hecho de acuerdo con las experiencias del laicado.

1.2.4. La CEB fundamentada en el ministerio jerárquico

Los obispos son los sucesores de los Apóstoles, poseedores de l a consagración, esto es, del sacerdocio realizado plenamente, y

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• Ir l.i misión de Cristo. Fue para desempeñar bien esta misión uní-vri'nitl que Cristo dotó a sus Apóstoles y a los Obispos que los Mirt'tlcit. i\el Sacramento del Episcopado, la plenitud del Orden. I'rio un hecho es innegable: antes de escoger a sus sucesores (los ()l)ispos) los Apóstoles escogerán auxiliares (los Hechos hablan, por ejemplo, de los Diáconos) (74); y lo mismo harán los Obispos, su­cesores de los Apóstoles (7f>).

"Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo (T6), hizo participantes dé su consagración y de su misión a los Obispos, a ir aves de los Apóstoles, de quien son sucesores, los cuales legíti­mamente entregarán la obligación de su ministerio, en varios gra­dos, a individuos diversos en la Iglesia. Así, el ministerio eclesial, de institución divina, es ejercido en órdenes diversas por aquello* que desde la antigüedad son llamados Obispos, Presbíteros y Diá­conos (77).

Los presbíteros participan en segundo grado, del sacramento del Orden. Y de ese sacramento derivan sus obligaciones. Así como la misión de los Obispos fue ligada al sacramento-episcopado como a su fuente inmediata, así la misión de los presbíteros se origina de ese mismo sacramento "en segundo grado". Del mismo modo que, por el sacramento, los Obispos actúan "en la persona de Cristo", esto es, como miembros de Cristo, los presbíteros, "por la unción del Espíritu Santo son r ma"rqid»s. con*ún carácter especial y ^así configurados con Cristo*í¡acerd0te, para poder obrar eii lá pérscBfta de Cristo Cabeza (78).

El Concilio no pide la inserción inmediata del presbítero en el mundo. Esta constituye la misión específica del laico. El Con­cilio pide la inserción del Presbítero en la comunidad de los fieles, pues es en ella y para ella que desempeña su ministerio, ahí debe estar la presencia y actuación de Cristo jefe de la comunidad. Mil santos reunidos tendrán la presencia de Cristo hermano, amigo, santificádor.. . pero no tendrán la presencia de Cristo jefe de la comunidad, si entre ellos no existe el ejercicio ministerial de un presbítero, de un obispo o al menos de un diácono. Es pues la presencia ministerial del presbítero que da a la CEB su sello de ser comunidad de Iglesia.

Tal vez el futuro dirá si la Iglesia deberá dar un nuevo paso —tener al frente de la CEB un presbítero fijo, así mismo que para ello deba llamar a hombres casados, que al igual que la Iglesia Oriental, recibirán no sólo el Diaconado permanente, sino el pro-

(t*) Lumen Gentium, 20. (7t>) Presbyterorum Ordinis, 2. (7«) Jn. 10, 36. (T7) L. Centiu'm, 38, (TH) ,p. Ordinis, 2.

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pió presbiterado. El hecho concreto de hoy es el de presbíteros que deberán asumir diversas comunidades cristianas de base y dar­les una presencia periódica, dejando un coordinador, que en su nombre, con "misión canónica" del Obispo, sea el punto de en­cuentro de la comunidad.

La CEB está llamada a estructurarse a partir del diálogo, de la participación efectiva de sus miembros y del esfuerzo comunitario. El ministerio jerárquico deberá ejercer su autoridad en una actitud de servicio, de coordinación educativa, -iariiándose siempre más efectivamente en sacramento de unidad entre los fieles. Los datos de la psicología dinámica y de la psicología social nos muestran cómo los liderazgos, son llamados hoy, a ejercerse colegialmente. En el nivel eclesial, ese hecho retoma y profundiza el carácter cole­giado de los ministerios, principalmente del ministerio jerárquico y lo mismo la corresponsabilidad de los fieles, miembros de la co­munidad de la. Iglesia. La colegialidad episcopal, teniendo al Papa como Cabeza visible es uno de los elementos eclesiológicos más evidenciados por el Vaticano II. El presbítero, a su vez, está lla­mado a ejercer su ministerio cómo cooperador del Colegio Epis­copal. Integrando, la mayoría de las veces, el presbiterio diocesano, teniendo al obispo como Cabeza y Jefe visible, el presbítero des­envuelve su actividad pastoral, no aisladamente, sino correspon-sable con el presbiterio y el obispo, para la comunidad diocesana.

La CEB, presidida por el presbítero, deberá proporcionar, a su vez, una descentralización de las tareas ministeriales, acentuan-do y profundizando lo que es específico del presbítero y posibili­tando a los fienes asumir más concretamente su corresponsabilidad eclesial. •

La CEB sé realiza por la mediación de la jerarquía. Exige la presencia de aquellos que Cristo colocó como fundamento de la comunidad cristiana. "Quién a vosotros oye, a mí me oye . . . A quién perdonaran los pecados . . . cuando Pedro bautiza es Cristo quién bautiza. . . ". No es pues, la CEB, una sociedad que se reúne por sí misma y elige sus- dirigentes, como un club de fútbol, sino que es una sociedad ligada a aquel equipo que Cristo formó, un equipo apostólico, el colegio apostólico (colegio de los obispos). Esto se hace a través de un representante del ministerio jerárquico. La CEB es, por lo tanto, esencialmente, una comunidad jerár­quica.

1.2.5. La CEB es misionera

Las CEB no son "ghetos", jardincitos bien cerrados, que deben ser defendidos de las tempestades e intemperies. . . Son, como toda la Iglesia, un estandarte levantado, un fermento. , . Pueden acoger

80

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(trígonas .HIM no evangelizadas totalmente. Los recién llegados, en <oiiia< lo con los que ya experimentan la vida de comunidad, ten­dían oportunidad de crecer en su fe y descubrir la totalidad del inclinal<\ Cada miembro de la CEB siente necesidad de transmitir »II Ir. Ksia (liando no es comunicada, se marchita. La mejor manera ilr defender y hacer progresar la propia fe, es dársela a otros.

Podrán surgir, antes de la constitución de una CEB propia-11 ir n ce di di a, grupos misioneros, que parten de una preocupación de diálogo, de promoción humana, etc. Unos pocos podrán llegar a ser CEB, pof cuanto son "estación misionera", "grupos de es-ludio" o cosa semejante.

En la CEB participan, en su mayoría, los que ya viven una fe explícita y fueron debidamente iniciados en la comunidad ecíe-sial. Una CEB puede asumir la responsabilidad de un grupo de estudios (¿estación misionera?), o podrá admitir entre sus miembros algunos individuos no iniciados aún. Para estos recién convertidos, o simpatizantes se puede pensar en una celebración litúrgica más adaptada, no necesariamente la celebración eucarística.

1.3. Base

Hablamos de comunidad eclesial de base. Explicamos los tér­minos: comunidad y eclesial. Nos queda por explicar lo que en­tendemos por "de base".

Queremos significar simplemente la menor expresión de Iglesia comunidad. Lá mayor expresión de Iglesia comunidad, es la Iglesiai universal. Otra expresión es la de Iglesia particular: la diócesis. La parroquia ha sido la expresión común y más importante de la vida pastoral. Hoy descubrimos que la Iglesia local se realiza más verdaderamente, en la CEB. Esto es, en la base puede y debe existir una expresión comunitaria, local, de la Iglesia. Como está bien en la base (menor expresión), la llamamos Comunidad Eclesial "de base". f

Estos grupos pueden diversificarse según las afinidades, los centros de interés, las edades (adolescentes, jóvenes, adultos), las diversidades de profesión y de condición social (jefe de familia, domésticas, etc.). En cualquier hipótesis, no obstante, los grupos deben sentirse interligados y comprometidos en una cierta corres­ponsabilidad.

Los diversos grupos de base, se reunirán para asumir y cele­brar, en común, el Misterio de Cristo, también la máxima expre­sión de comunión y unidad —la celebración eucarística.

En esta perspectiva, se estructura la CEB y se desenvuelven los diversos ministerios, en las diversas etapas, de acuerdo con las

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exigencias y necesidades. En ellas podrá situarse también, el minis­terio diaconal, no como algo impuesto, sino como fruto de la fe y exigencia de esa misma comunidad. El presbítero siempre la-pre­side y coordina, como miembro del presbiterio, corresponsable con el Obispo. Suscita el diálogo, dinamiza y anima a los fieles, para que asuman sus responsabilidades.

2. LA CEB Y LA PARROQUIA

2.1. ¿Parroquia en declinación?

La parroquia se constituyó, y para muchos se constituye aún lioy, en la institución más importante de la acción pastoral. Ahora acontece que, como entidad sociológica, ya dejó de existir, porque no podemos concebir un grupo social comunitario con más de seis mil personas, como son las parroquias medias del Brasil. Teológi­camen te hablando, la parroquia no es una creación de Jesucristo, tampoco del apóstol Pablo. Ella es producto de la historia. Nada tiene de inmutable, salvo su finalidad general. Es por tanto justo •que sus funciones puedan ser diferentes, según las circunstancias •de los tiempos.

Acontece además que la parroquia quedó prendida a un tipo de sociedad que ya desapareció en los centros urbanos y que co­mienza a desaparecer en las áreas rurales. Tal hecho tiene, como consecuencia, la progresiva marginalización de la parroquia, tornán­dola incapaz de ser fermento, en una sociedad en transformación rá­pida, con otros tipos de relaciones humanas. En las áreas de evolu­ción lenta, donde aún no se iniciaron estas transformaciones, la actual estructura de la parroquia puede aún obtener resultados in­mediatos, pero insustentables a medio y a largo plazo. En la gran ciudad, también, la parroquia tradicional es inadecuada para reunir los bautizados en torno de la palabra, del altar y llevarlos a la viven­cia de la caridad. Su instrumental religioso, que tradicionalmente ayudaba en la evangelización, está superado y es ineficiente. Surge la tensión entre la tendencia territorial de la parroquia y las necesi­dades de los movimientos misioneros que quieren afianzar el fer­mento evangélico en los diversos medios sociológicos ultra-parro­quiales. Termina habiendo dicotomía y ruptura entre acción mi­sionera y "administración" parroquial. Las relaciones de la parro­quia con la comunidad humana son también foco de tensión e insatisfacción. En muchas áreas rurales del Brasil, estas relaciones significaron casi simbiosis y la institución parroquial, como también el párroco, ocupaban una posición social de gran influencia. El proceso de desarrollo y la concientización por ella provocada, no permiten además que la parroquia y sociedad humana sean soli­darias. En las áreas urbanas se percibe la transformación de este

91

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"status" y, sobre todo en las metrópolis, la parroquia permanece en Mliiüdón de inseguridad, sin rumbos, perdida en el coloso ur­bano, «.'litando la reedición de la parroquia rural ó cerrándose sobre sí misma (pequeñas conmemoraciones, devociones...).

1.a evolución de la sociedad profana comienza a exigir trans-loitiiaíión en las relaciones entre los diversos miembros del pueblo de Dios; en el tipo de presencia de la Iglesia, junto a la comunidad luimaua; en los aspectos visibles de la propia comunidad eclesial (edificios, vestimenta, manifestaciones externas, etc.). Este desafío de los tiempos es un llamado para que la comunidad eclesial se i»-vea. en profundidad, despojándose de los aspectos transitorios,

.huios de una sociedad que pasó, profundizando en sus raíces evan­gélicas, para encontrar nuevas formas de expresión, en el nuevo tipo de sociedad que se estructura.

La humanidad entró en una época de cambios que constitu-•yen una situación normal y la adaptación a los cambios, un valor fundamental. Los progresos técnicos son constantes y se influyen recíprocamente. Los hombres pueden ahora escoger con mayor fa­cilidad los grupos a los cuales quieren pertenecer. . .

Al mismo tiempo que se reconoce el valor de la institución parroquial (para el pasado), se ve ahora la necesidad de renovarla institucionalmente para que responda, de modo eficiente y vital a los desafíos d e l momento.

2.2. La parroquia y su historia

Los primeros cristianos eran casi todos de nacionalidad judía,, acostumbrados al Templo y a la Sinagoga. Los apóstoles predicaron en las sinagogas (™). Al poco tiempo, sin embargo, la comunidad cristiana se separó de la sinagoga y asumió características propias., Así, la comunidad cristiana se presentaba como una familia. Jesu-; cristo era el hermano mayor y al mismo tiempo el vínculo que unía a .los que cumplían la voluntad de Dios. Las relaciones entre los cristianos eran esencialmente relaciones de amor y comunión. Procuraban tener todo en común (80). Está comunidad cristiana po­día recibir en su seno tocia clase de hombres —pobres, enfermos, pecadores. Eran personas débiles én cuanto a su naturaleza, pero colocaban todo lo que tenían al servicio de los otros. Los miembros de esta comunidad eran llamados por Dios, a través de Jesucristo, por el don del Espíritu Santo. Constituían un Pueblo Santo que peregrinaba hacia la Patria. Este sentido de peregrinación tiene,

i'l') Croco, SJ. La paroisse, Ed. du Cerf., pág. 17. ,«<<) A i . 2, 12 .

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en toda la Biblia, gran importancia. El rito exílico, por excelencia, entre los judíos, es la peregrinación a Jerusalén. Cristo mismo, pe­regrina dos veces solemnemente a Jerusalén: cuando fue presentado en el Templo y en el Domingo de Ramos. San Pedro va entonces a aconsejar a los primeros cristianos: "Vivid con temor todo ei tiempo de vuestra peregrinación" (81).

Las comunidades cristianas, o Iglesias, eran dirigidos por los apóstoles. En tierras de paganos (diáspora, como San Pedro decía en su primer carta), surgirán, a través de la oración e imposición de las manos, los epíscopos, presbíteros y diáconos. Los que dirigen las iglesias aparecen entonces, en la Biblia, con el nornbre de an­cianos (presbíteros) o de vigías (epíscopos). Son nombres utilizados indistintamente. Todos los presbíteros formaban un colegio, llama­do presbiterio: De modo parecido al consejo de los ancianos en las diásporas. El colegio era presidido por un epíscopo. En las comunidades cristianas recién creados, los apóstoles nombraban jefes: —un Timoteo en Efeso, un Tito en Creta—, Eran obispos, y sus ciudades, con los territorios adyacentes, constituían diócesis. La diócesis era el único territorio pastoral, sin división orgánica. 'Lo mismo en las graneles ciudades como Efeso, existiendo un co­

legio de presbíteros alrededor del obispo, eran asistentes del obispo y no tenían territorio particular para el ejercicio del ministerio" (sa).

Dos tipos de comunidades cristianas se caracterizarán luego:

— las paulinas: Iglesias que San Pablo fundó en las grandes ciudades, ramificadas después por las regiones rurales circunveci­nas (M). Estas pequeñas comunidades son acéfalas, no obstante pre­sididas por un presbítero u. obispo. La unidad, en última instancia, está dada por el Apóstol. Solamente en la proximidad del martirio de San Pablo, estas comunidades pasan a ser asumidas por los su­cesores de los apóstoles.

— las Jónicas: Iglesias con organización monárquica y seden­taria. Tales Iglesias se reducen a los precisos límites de una ciudad. Son presididas por un epíscopo, que concentra en su persona los poderes de la sucesión apostólica. Está rodeada de un colegio de presbíteros y diáconos (M).

Dos marcos importantes servirán de punto de apoyo a las primeras comunidades cristianas: la sinagoga y la institución de

(Si) I Ped. 1. 17. (82) Rahncr, Hugo'. La paroisse. Du Cerf. París. 1981. p. 18.

(«3) 2 Coi-. H. At. 18, 10. («**) Horistan, Cassiano, A paróquia comunidad*: Eucarística, pág. 47. Madrid, 1961.

9S

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la familia (•">). Los primeros cristianos se consideraban el Pueblo <lr Dio» «Id Nuevo Testamento, heredero legítimo de las promesas del Pueblo del Antiguo Testamento, ya ahora cumplidas en Cristo y |)o»rhhis como realidades por la fe, esperanza y caridad. Estos uintianos se reunían en el templo, en el pórtico de Salomón. Po­demos acompañar a San Pablo, anunciando la Buena Nueva en las sinagogas israelitas de la Diáspora. Progresivamente, no obs­tante, la comunidad cristiana se diferenció de la sinagoga, asumió características propias, retomando, sin embargo, ciertos aspectos, principalmente organizativos, de las sinagogas. Con la oposición de gran parte del pueblo israelita,' de reconocer a Jesús de Naza-retli como el Mesías, el Cristo, la ruptura entre sinagoga y comu­nidad eclesial fue lentamente consumándose. La Iglesia, apoyán­dose inicialmente en la sinagoga, tomó en cuenta el tipo de relación humana e igualmente el vínculo de salvación ya presente en el pue­blo israelita. En la Diáspora, las afinidades étnicas y culturales, representadas en las comunidades judaicas, facilitaron el nuclea-miento de las comunidades cristianas. La actividad y «prédica de los Apóstoles tomaban también en cuenta el Ministerio de Salva­ción ya presente en las comunidades israelitas. El pueblo judío, pueblo elegido, con quien Dios hiciera su alianza, vivía ardiente­mente en la expectativa del Salvador prometido por Dios para realizar la Alianza plena y definitiva. Partiendo de este contexto mesiánico, los apóstoles presentaban y anunciaban a Cristo Jesús, Muerto y Resucitado, constituido por Dios como Señor y consu­mador de la Alianza, exigiendo de todos los hombres la conversión de los pecados, la aceptación en la fe, esperanza y amor de este Misterio, la participación plena en la Alianza definitiva a ser vi­vida en la comunidad eclesial, Pueblo de Dios en el Nuevo Tes­tamento.

El segundo marco de apoyo a la actividad apostólica fue la institución de la familia. La familia de entonces era nítidamente patriarcal, integrando no solamente a los esposos e hijos, sino a toda la vasta parentela, estableciendo entre todos sus miembros una jerarquía de posición y funciones, gozando el jefe de una au­toridad determinante del vínculo humano entre los distintos miem­bros. Cuando el jefe de la familia se convertía al cristianismo y aceptaba la Buena Nueva de Cristo Resucitado, en general era toda la familia que se convertía igualmente y era iniciada, por el bautismo, por el don del Espíritu, y por la Eucaristía, en la comu­nidad eclesial. Así vemos a Pedro convirtiendo y bautizando al centurión Cornelio y a toda su familia, después de constatar la comunicación del Espíritu, manifestada en el milagro de las len­guas y en la glorificación de Dios (86). En sus múltiples actividades

(i«) Caraimiru, Raimundo, op. cit. («8) At. JO, 1-48.

94

y viajes apostólicos, encontramos a Pablo reuniéndose frecuente­mente en casas de familia para anunciar el Pan de la Palabra, celebrar y partir el Pan Eucaristico. Es, pues, a partir del vinculo familiar que los Apóstoles establecerán y desarrollarán la comuni­dad eclesial. A pesar de sus deficiencias, la familia representaba un verdadero vínculo humano, a partir del cual se fundaba en la fe la relación con el Padre, en Cristo, en el don del Espíritu y la caridad fraterna.

Las comunidades primitivas excederán el cuadro familiar, fe­lizmente en él fundamentadas, para organizarse en comunidades más amplias, con su consejo de presbíteros, con su obispo residente, representante y sucesor de los Apóstoles, con sus diáconos y sus diversos ministerios y carismas. Todos ellos estaban al servicio del bien común y de la unidad por realizarse, y también de la misión entre los gentiles, para anunciar la Buena Nueva, y hacerlos dis­cípulos.

El Imperio Romano, a pesar de su ambigüedad, intrínseca*, dio al mundo de aquel tiempo unidad política, una red de comunica­ciones y posibilidades de intercambio cultural, creando así, facili­dades para el anuncio y desarrollo de las comunidades eclesiales.

En Roma, fueron dedicadas algunas casas particulares, como lugares de culto y residencia de los presbíteros con el clero menor. De aquí surgirán las iglesias titulares, al principio conservando el nombre del dueño de casa y más tarde bajo la protección de un mártir o santo. Fue a la altura del siglo tercero que se afirmaron estas iglesias domiciliares. Los presbíteros vendrán para celebrar allí y luego regresarán junto al Obispo. Aunque es rápida la visita, se mantiene explícita ligazón con el obispo, pues una partícula de la Eucaristía llamada "fermento" es llevada por los acólitos del lugar de culto episcopal a las iglesias titulares, justamente en el momento en que el presbítero oficiante da la" "Pax Domini", como símbolo real de comunión o de unidad en Cristo y con el Obispo. El acento pastoral de esta época recae más sobre la palabra y la fe, menos sobre los sacramentos. A fines del siglo m y principios del iv, a los presbíteros se los hace vivir en las regiones rurales más distantes del obispo. La administración de los bienes y la recon­ciliación solemne continuaban perteneciendo exclusivamente al obis­po. El origen de las Iglesias rurales como una organización perma­nente comenzó en las Galias, hacia el fin del siglo iv. La evolución se detuvo con la crisis arriana hasta la muerte de Constantino (año 361). Poco después recobró nuevo impulso. En estas iglesias se celebraba ya el culto, mas solamente la Iglesia episcopal tenia

or>

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bautiM< no, Ciñiendo eí número de fieles, los obispos concederán .1 «n» mu crdotcs rurales determinados privilegios (administración de liiriim, baiiiistorio, etc.).

Desde el siglo v y vi se crearán en Francia y en España, muchas ifilraias míales, llamadas parroquias. Tendrán un sacerdote propio. Así lúe creciendo velozmente el sistema parroquial, especialmente entre los pueblos germanos, cuya civilización fue típicamente rural, (áiando las tribus germanas invadieron el Imperio Romano, los desórdenes que siguieron causaron la destrucción cíe muchas de las antiguas parroquias.

El bautismo de Clocloveo provocó la cristianización de esas tribus, la de los Francos en primer lugar. Muchas iglesias fueron luego reconstruidas. Los reyes, nobles, los ricos señores querían te­ner en sus tierras iglesias, capillas y oratorios —iglesias personales, que el rey o el señor que las había construido, las consideraba como de su propiedad. Ellas no estaban en tierras episcopales. El '•'ager ecclesiae" y el propietario pretendía disponer de ellas a su gusto; podía venderlas o darlas, cambiarlas o transmitirlas por he­rencia, usar de las "ent radas . . . . " ; muchos señores construirán igle­sias en sus tierras a fin de tener por ellas una nueva fuente de rentas. El sacerdote encargado de esas iglesias no era enviado por los obispos. Escogíase un clérigo cualquiera, a veces un simple siervo era presentado al objspo a fin de recibir la ordenación. El señor podía sacarlo y nombrar a otro para el cargo, como hacía con cualquiera de sus servidores (8r).

Tratando de prevenir tan desagradable situación, los obispos pasan a construir iglesias en sus propios territorios y prohiben las misas en los oratorios privados, en días de precepto y de fiesta.

.A poco la Iglesia pasa a ser la gran propiedad del clero, y el ministerio sacerdotal es un beneficio económico nada despre­ciable.

En el siglo xv, a pesar de las apariencias, falta religiosidad (8fi). Los ejercicios populares de piedad, son abundantísimos. Está au­sente de esto la verdadera oración litúrgica. La misa pasa a ser considerada como ejercicio particular dé piedad. Los sacramentos, frecuentemente, asumen el aspecto de magia. Los santos ocupan lugar central y sus reliquias tienen siempre efectos maravillosos. Como no era tan fácil encontrar reliquias, se procuran otros "re­cordatorios" de los santos y mártires —entre éstos, también se cata­logan cosas y objetos más o menos verídicos. • En un tiempo de fe

( " ) Croco, op. cit. p . 17. (Hxy Horisian. op. cit. pág. 59.

%

ríes internas de Iglesia. Son, sin embargo, elocuentes los ejemplos de actitudes evangélicas valientes tomadas por muchos ministros jerárquicos, en defensa de las poblaciones negras e indígenas y de la. opresión de la Iglesia por los poderes públicos.

3.2.3. Marginalización de la Iglesia como comunidad visible

La eventual marginalización de la Iglesia como comunidad visible es otra consecuencia de la transformación de la sociedad. Co­mo decían los laicistas, la Iglesia se limita a lo sagrado sociológico o no tiene el coraje de despojarse de los aspectos que encarna en el tipo de sociedad en decadencia, para, profundizando su fuerza evangélica, entablar el diálogo con las nuevas generaciones, con una nueva mentalidad, con un mundo técnico y urbano en gesta­ción. En algunas áreas brasileras, principalmente urbanas, esta marginalización ya es un hecho. La Iglesia, o más específicamente, su estructura visible, especialmente jerárquica, goza de gran presti­gio, pero ninguna o casi ninguna influencia ejerce en los movi­mientos que orientan el curso de la historia y marcan el desarro­llo nacional. La sociedad, al menos implícitamente, pide a la Igle­sia visible que, en fidelidad a su misión, a Cristo, al Espíritu Santo que en ella opera, emprenda una profunda renovación, capaz de marcar un nuevo tipo de presencia, coiiio fermento en el Brasil nuevo, que se construye.

Las actitudes de diálogo, de servicio, de afirmación evangélica de su misión específica y auténtica, de acogida a los valores que se desarrollan en la sociedad profana, de comunicación, constitu­yen exigencias del nuevo tipo de hombres moldeados por la socie­dad urbana, y de la nueva mentalidad que ya penetra en las áreas rurales y en las capas populares

3.3. La "Nueva" imagen eclesial

El Concilio Vaticano 11 nos dio una nueva misión de Iglesia, integrada en el misterio total, salida de las manos del Padre "por libérrimo y arcano designio", siendo prefigurada desde el origen del mundo "fue admirablemente preparada en la historia del pueblo de Israel y en la antigua Alianza. Fue fundada en los últimos tiempos. Fue manifestada por la efusión del Espíritu"(r,(!). Para rea­lizar este plan maravilloso del Padre fue la Encarnación del Hijo, en unión con el cual todos seremos salvos, pues Él "es la Luz del

(r',f) Lumen Gentiura, 2.

r.r>

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iiuiiidd, ilrl i ii.il procedemos, por quién vivimos y hacia quién triidrmofi" (*'').

l'.Nia unión con Cristo no es solamente individual, sino comu-iui.iii.1 (nH) trátase de un nuevo pueblo peregrino, elegido por el iiinoi divino, rescatado por la sangre del Redentor, insertado en la historia de los hombres. Dentro de esta historia, con todas sus limitaciones y desánimos; con su dinámica y su fuerza deberá el Pueblo de Dios, caminar hacia la Jerusalem celestial.

El Concilio exige, pues, una toma de conciencia del misterio de la Iglesia.

Está en la hora dé dar al mundo el testimonio de una Iglesia verdaderamente auténtica, sacramento de Cristo, actuante aún hoy, al servicio de los hombres, pero sobre todo de los pobres, pues "la pobreza marcó la misión del Mesías, como aún debe marcar los pasos de su Iglesia" (59). A ejemplo de su fundador la Iglesia tiene que vivir y realizarse en la línea de servicio (*°), y no del triunfalismo. Ella no es más la Madre de todas las instituciones, tampoco la dueña del mundo. Vive al lado de otras instituciones que Ella no puede desconocer. "La Iglesia trabaja de tal modo que todo lo que dé bueno se encuentra sembrado en el corazón y en la mente de los hombres, en los ritos y cultura de los pueblos, no sólo no desaparezca, sino sea elevado y consumado, para la gloria de Dios y.felicidad de los hombres" (fll).

Es misión de la Iglesia formar para la fe, por la Evangelización. "Pastores y fieles que forman el pueblo Santo de Dios deben empe­ñarse en traducir, en un real esfuerzo de colegialidad y comunión fraterna, las exigencias de Evangelización hechas por las necesida­des angustiantes del mundo de hoy (e3). Entonces debe ser una Iglesia Misionera, acogedora y abierta a todos los que aún están dis­tantes (63), pues no somos los portadores de una salvación que viene de afuera para los hombres que están fuera, todavía somos los servi­dores de una realidad de la gracia que todos los hombres poseen en germen, al alcance de la mano y del corazón y que es bastante vigorosa para crecer, florecer y fructificar, truando es iluminada por la Palabra de la que somos mensajeros y regada por los sacramen­tos de los cuales somos distribuidores (84). Iglesia peregrina, inquie-

(«T) ib. S. (88) ib. 9. (W) Mt. 11, 4-6 e Is. 35, 5-6. . («0) j n . 13, 14-17. (•i) PPC. p. 62. («») Paulo VI, discurso del 24/11/65. (•») Jn. 10, 16. (««) CatSo, B. A Igreja sem fronteiras, pág. 14, Ed. Duas Cidades.

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ta, vigilante, afincada en medio de los hombres (*) , buscando los ca­minos de Dios en los caminos humanos, a" través de todos los signos de los tiempos (G6), dentro del mundo, en marcha, como señal de eternidad en esta pobre tierra (6T).

Iglesia de laicos. Testigo fiel de vida, de presencia, de palabra y de acción de todos los laicos, consagrados para llevar en sí mismos y por sí mismos, la señal de Dios en la consagración del mundo. Los laicos son el Pueblo de Dios. El común de los santos en la Iglesia santa de Dios, es ser laico. Si los laicos retroceden, la Igle­sia retrocederá. Si los laicos asumieran las tareas temporales, como su misión propia, el mundo sentirá la presencia viva del Señor por el testimonio alegre, constante y valiente, de sus miembros califica­dos, pues ellos arrastrarán a la Iglesia dentro del mundo, en la construcción de la historia, como servidores de Dios y de los hom­bres, por amor a los hombres, contemplados, recibidos y amados como hermanos, en el Señor (98).

Con esta visión de Iglesia y la nueva visión del apostolado, de valorización del bautismo de los laicos, con la consiguiente inser­ción de éstos en las realidades del mundo terreno, la figura del Padre también cambió profundamente. Miembros de un pueblo peregrino y pecador, fueron los padres escogidos por Dios para servir a este mismo pueblo (69), que deben participar de las vici­situdes, de las amarguras, de las miserias del mundo que los en­vuelve, y ejercer su ministerio de profetas y sacerdotes, sin dejarse absorber o aniquilar. Que esto sea difícil, en los grandes cambios que se operan hoy en el mundo, ninguno lo ignora. De ahí se deduce que los presbíteros deban estar imbuidos del espíritu de Cristo; serán equilibrados, maduros, capaces de soportar las pre­siones que de todos lados los asaltan, sin derivar hacia extremismos de soledad o futuristas; humanistas o angelistas. Si el equilibrio intelectual, moral y psicológico siempre fue uno de los valores más apreciados, cuanto más en la hora presente se torna indispensable para el presbítero y para todo apóstol. Especialmente el Obispo y el Presbítero deben ser hoy hombres compenetrados del Espíritu de Dios: sacerdotes y profetas; personas que sepan dialogar, inserta­dos en la comunidad eclesial, que sepan sentir las pulsaciones del pueblo, sean sensibles a los gritos por la justicia, y a su hambre por la auténtica palabra de Dios; sean hombres con los hombres, sin

(65) J„. 1, 14. (66) He. 13, 14. (67) Jn. 13, 34-35-{•68) Presbyterorum Ordinis, 1, 2. <8») ib.

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nivclai.se o amalgamarse a ninguna clase, para poder ser continua-nicnic los apóstoles del Mensaje evangélico, con toda libertad, sin rompí omisos serviles. Este diálogo franco y personal, con el nom­ine, en (¡ida situación, sabrán hacerlo respetuosamente, acogiendo iodo lo que de bueno y, positivo hay en cada actitud. auténtica-ineiiic humana

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TERCERA PARTE

Q U E H A C E R

1. QUE SON LAS COMUNIDADES ECLES1ALES DE BASE (CEB)

Partiendo de las situaciones anteriores, de las fundamentaciones psico-sociológica y pastoral, podemos llegar ahora a uña deíinición descriptiya de la Comunidad Eclesial de Base, siguiendo el propio itinerario sugerido por el título.

1.1. Comunidad

La CEB está compuesta por grupos de personas (familias) con "status" y roles diferenciados. Se desenvuelve entre sus miembros una intensa vinculación, capaz de crear el sentimiento de pertenen­cia, del "nosotros". Es imprescindible que exista espíritu de soli­daridad. Dónde ésta ya exista con anterioridad en el grupo, de ahí se parte para la creación de la CEB; o no existiendo tal espíritu,

"el primer esfuerzo es intentar crear en el grupo, en las personas, ese clima, que significa comunicación directa entre los individuos y familias, interés común, posibilidad de recibir y de dar, amar y ser amado, conocer y ser personalmente conocido en la profundidad del propio ser.

Cuando hablamos de comunidad, incluímos fundamentalmen­te, la idea de Relaciones primarias, conforme explicitamos a pro­pósito de la fundamentación socio-psicológica. En la CEB las personas deben mantener entre sí una relación personal, no sola­mente a nivel de función. La CEB no es esencialmente un territo­rio delimitado, con un responsable, sino es un tipo de relaciones entre las personas. Si el número de participantes en la comunidad es tan numeroso que las personas no consiguen establecer y mantc-

fií)

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ner cutre sí una relación primaria, el grupo deberá ser dividido y sub-dividido.

Uno tic los secretos del éxito de nuestras hermandades "evan-golioia", en su avance misionero en América Latina, ha estado fiiiiilamc-malmcnte en una línea de trabajo que mira hacia peque­ños KI tipos, creando entre ellas relaciones primarias; no apuntando H grandes construcciones; sino identificando líderes, agrupando per­sonas alrededor de intereses comunes, dándoles un sentido de co­munión en la fe, en el amor.

Cierto pastor protestante, dialogando con nosotros, nos decía: —"Los evangélicos hacemos lo contrario de vosotros los cató­

licos. Nosotros comenzamos mirando personas determinadas. Lle­gando a los amigos de los amigos. . . después congregamos a los que se adherirán, en simples locales de reunión —una casa de familia, una sala alquilada, un garage. . . asimismo el canto en una plaza pública—. Más tarde construiremos Una pequeña Iglesia. Por regla general no pensamos en grandes templos. Tal vez edifiquemos un monumento de ámbito nacional, para las concentraciones excepcio­nales. En lo común de la acción apostólica preferimos subdividir las comunidades... Cuando las personas no se conocen más perso­nalmente, se debilita entre ellas el vínculo de fe y la perseverancia es más difícil. . . Ustedes, católicos, comienzan comprando o consi­guiendo un respetable terreno. Lanzan un proyecto monumental de iglesia que va a ser construida durante años y años, con sacrificio de las comunidades, de la evangelización y de la profundización de la fe entre los fieles. No queremos dar consejos a nuestros herma­nos católicos, pero a nuestro modo dé ver, es un método desastroso. Se levantan iglesias y no se construyen personas, comunidades vivas y actuantes. Se consiguen donaciones, pero se predica poco el VER­BO". (En el texto original juego de palabras: Conseguem-se verbas, mas prega-se pouco o VERBO.)

Si la Iglesia es una comunidad de los que responden al llamado de Dios y viven, por lo tanto, la misma fe y la gracia, sus miembros están unidos por lazos sobrenaturales. Están en comunión de amor con Dios y con los hombres, por Jesucristo y por don del Espíritu Divino. Nada más natural, que los miembros de esa Iglesia se conoz­can y se amen personalmente. Cuando dos personas se encuentran en una fiesta de aniversario, el hecho de haber comido, bebido jun­tas, hace que, al día siguiente, al encontrarse en la calle, crucen amables saludos.. . ¿Y las personas que comulgan la misma fe y el mismo pan eucarístico, no tendrían razones suficientes para saludar­se en la calle, para profundizar entre sí sólidas relaciones de amistad? ¿Es esto posible entre mil individuos que frecuentan dominicalmen-te la parroquia en el mismo horario de misa? ¿Cómo amar a todos

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los hombres? Si rechazar el amor de los hombres es implícitamente rechazar el amor divino y vice-versa, ¿cómo se educa, prácticamente, la gente para esto?

1.2. Eclesial

La etiqueta religiosa o la apostólica no bastan para constituir una comunidad eclesial de base. Así por ejemplo, una asamblea litúrgica donde todos se ignorasen y rezasen individualmente (lo que puede ser interiormente, no obstante los cantos comunes) no sería una comunidad. Un grupo de devoción donde cada cual viene a tomar aquello de lo que tiene necesidad... el círculo bíblico don* de cada uno viene a instruirse a sí mismo, sin nada m á s . . . los catequistas que cuidan bien a su pequeño grupo de criaturas, pero sin relación con los otros catequistas, sin interesarse por el trabajo de ellos, tampoco por sus personas, si no hay ayuda mutua para ver los problemas de formación de las criaturas.. . los presbíteros que actúan aisladamente, encontrándose apenas para reuniones formales de clero, sin una unidad afectiva y efectiva de corazón y de acción verdaderamente común. . .

La comunidad de base exige un nivel de comunión más intenso que el simple interés en función de objetivos comunes. Exige rela­ciones personales y progreso en el conocimiento humano mutuo y en la revisión de vida del grupo en función de su compromiso apos­tólico y de su misión.

Cuando la comunidad de base es eclesial, se entiende entonces la exigencia de que cada participante camine en comunión de vida con el Padre, por Cristo, en el don del Espíritu. Lazos sobre­naturales y lazos humanos fuertes. La CEB exige lazos y reparto de dones. No agota toda la riqueza de vida comunitaria de la Iglesia, porque es sólo a nivel diocesano (en el misterio del Obispo) que la vida comunitaria encuentra su plenitud. La parroquia y la CEB no concentran toda la vida eclesial. En la CEB está reeditada, en miniatura, la actual estructura parroquial, pero en una nueva con­cepción de la pastoral. No se trata de una descentralización de la acción pastoral, sino en ciertos aspectos es una nueva mentalidad puesta en acción. La CEB es una realidad viva. Supone adhesión de fe, vida de gracia y lazos humanos. Una parroquia, hoy, no tiene posibilidades para ser una sola comunidad (¿10 mil personas?...). Deberá entonces ser una suma de varias comunidades, en clima de "comunicantes".. .

La CEB es natural, cuando corresponde a un agrupamiento ocasionado por la vida profana; cristianos a los que las necesidades de la vida, el barrio o el medio, o los centros de interés común los hacen encontrarse habitualmente, y que un día comienzan a in­terrogarse juntos sobre su comportamiento cristiano, la presencia de

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la Iglmiii «|iir ellas representan en su medio y la misión que de esto se ilcNpiriHlc.

I'iirilrn surgir auténticas CEB. provenientes de agrupamientos H< iiHioimlcs, motivados por la aproximación de un interés religioso lomini —compromiso y acción apostólica, profundización de la fe, vivciuia litúrgica. (De aquí surgen las CEB por opción).

De la palabra COMUNIDAD, componente del título CEB, concluimos la necesidad de que haya entre las personas, relaciones de tipo primario. Del adjetivo ECLESIAL concluimos que la CEB, justamente por ser de Iglesia:

—tiene los objetivos generales y específicos de la propia Iglesia.

—es educadora hacia la fe y es misionera.

—está unida por el servicio del Ministerio Jerárquico.

Comunidad cristiana es un grupo de personas que, teniendo la misma fe, se esfuerzan y se ayudan para vivir el Evangelio. Esta comunidad tanto puede realizarse en macro-estructura (diócesis, parroquia) como en micro-estructura (comunidades de base). Es pues un grupo de cristianos que, por propia iniciativa, o por orien­tación de otros, coordinados por el servicio de la Jerarquía (pres­bítero, obispo) comienzan a vivir en nivel intenso de Iglesia, reali­zando en la práctica la unión visible (entre sí y con los demás cristianos), la acción misionera, la profundización de la fe, la ex­presión cultural; y se comprometen con la realidad para transfor­marla con el fermento del Evangelio.

1.2.1. Objetivo general • o de Iglesia

La comunidad eclesial de base tiene como objetivo fundamental el mismo de la acción de "la Iglesia. Ella procura llevar a los hom­bres a la realización del designio divino. En otras palabras, busca (dentro de sus peculiares limitaciones) —"llevar a los hombres a la plena comunión de vida con el Padre y entre sí, en Jesucristo, en el don del Espíritu, por la mediación visible de la Iglesia".

Un estudio más profundo, puede mostrar las diversas implican­cias y concretizaciones de ese objetivo. Así, por ejemplo, en cualquier realidad o estructura se puede preguntar:

1?) ¿hasta dónde lo» hombres que viven en esta situación reali­zan el objetivo del designio divino? —comunión entre sí, con el Padre, en el Hijo y en el Espíritu.

2r>) en esta determinada situación, ¿cuáles son los puntos de apoyo que conducen al objetivo y cuáles las dificultades que

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de él lo alejan? —No basta tener una fotografía de la situa­ción, en este momento, es preciso también descubrir las tendencias, las perspectivas dinámicas de la realidad.

3?) Lo que se está haciendo, ¿hasta dónde lleva a realizar el objetivo?

4<?) Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer?

La comunión de los hombres entre sí y con el Padre, es la unión de los hombres en el Padre. La comunión con el Padre, incluye la comunión con los hombres, compromiso con la huma­nidad toda, responsabilidad por la suerte de los hombres. Lucha por la promoción del hombre todo en todos los hombres. El cris­tiano debe estar totalmente insertado, embarcado en la comunidad de los hombres de tal modo que, lo que les afecta, afecta a los cristianos también. Buscando la promoción de los hombres, el cris­tiano se promueve. Liberándolos, libérase a sí mismo. Amándolos,, crece en Cristo. Tales actitudes cristianas suponen fe, (escuchar el Mensaje y profundizarlo, uniéndose a Cristo) y se expresan en el culto (traspaso total de la persona, en Cristo. Expresión de comu­nión con Dios y con los hombres, por Cristo). La CEB es entonces una comunidad de fe, culto y amor, Y aquí, ya estamos penetrando en los objetivos espaeíficos de acción dé la Iglesia.

/ 1.2.2. Objetivos específicos

Los objetivos específicos de acción eclesial son el propio objeti­vo general, visto ahora en ciertos detalles, en ciertos aspectos que se revisten de excepcional importancia para la acción pastoral.

Para que los hombres lleguen a la comunión con el Padre, entre sí, en Cristo y en el Espíritu Santo, por la mediación de la Iglesia, es preciso:

A) Que los individuos sean hombres. Primer aspecto de la comu­nión de los hombres con el Padre, es su promoción humana, realizada por ellos, en Cristo. Los hombres se promueven en la medida en que:

—toman conciencia de su dignidad, conocen y transforman el Universo de un modo personalizante;

—viven siempre más, una plena solidaridad y fraternidad con todos los hombres;

—participan, responsablemente, en la orientación a imprimir a su vida y al destino de la comunidad a la que pertenecen.

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Aipií »e incluyen la situación demográfica, social, económica y tullmal — Es el punto 6, del Plan de Pastoral de Conjunto.

11) Sr^titulo objetivo específico es llevar a los hombres a una prime-ru adhesión-'explícita de fe en Cristo vivo en la Iglesia. Por la fe tenemos conocimiento de que Cristo glorificado se tornó el principio de Salvación para todos los hombres y les dio la posi­bilidad de participar en el misterio de su Resurrección. Les comunica incesantemente el'Espíritu Santo. A partir de este mis­terio y frente a él, ningún hombre puede conservarse neutro o indiferente. Todo acto humano que significa una toma de con­ciencia de la dignidad del hombre, un estrechamiento de solida­ridad con los otros hombres, un esfuerzo de participación res­ponsable y sincera en la orientación de su vida y de la sociedad, ya es una participación en el Misterio de Cristo Resucitado, un acto realizado bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por otra parte, todo lo que es anti-humano, significa un rechazo al Mis­terio de Cristo, a la acción del Espíritu, significa Pecado.

La Iglesia tiene como misión esencial revelar a los hombres este Misterio, ya presente en sus vidas, y llevarlos a una adhesión personal de fe en Cristo, integrándolos cada vez más plenamente «n la comunidad, eclesial. En situación de pecado, anti-comu-mión, de degradaci¡#» humana, su misión es revelar a los hom­bres el juicio de Dios, llevándolos a que se conviertan y tomen conciencia en Cristo, del sentido pleno de sus vidas. Esta con­versión significa, para ellos, aceptación del Misterio de Cristo, que les es comunicado, respuesta de Amor al mismo Cristo y, en Cristo, a todos los hombres, e inserción en la comunidad visible de la Iglesia. La Iglesia realiza esta misión, por su testimonio, por su palabra y por su vida. Quién ya se comprometió con el obietivo anterior (Letra A - punto 6 del PPC), implícitamente ya está, en esta adhesión a Cristo. Pero es preciso que todo se explicite. Debe reconocerse que Cristo es el sentido de todo esfuerzo hecho para promover a i hombre, y que sólo en Cristo se puede llegar a la plena realización humana.

El misterio de Cristo es uno solo. Uno solo es el Espíritu. Una sola es la misión de la Iglesia. Diversas, no obstante, pueden ser las situaciones misioneras. La Iglesia en el Brasil, en su conjunto, es responsable por las siguientes situaciones misioneras:

-situación misionera de los pueblos y regiones no evangeliza­dos y de las jóvenes Iglesias existentes en otros pueblos;

—situación misionera, de nuestros Obispados, que son jóvenes Iglesias en formación;

—situación misionera existente en nuestras diócesis y arquidió-cesis, donde muchos grupos humanos deben todavía ser evan­

gelizados. - (Punto 2 del PPC).

C) Tercer objetivo es el crecimiento o profundización de la vida teologal. Habiendo descubierto explícitamente el Misterio de Cristo y a Él adherido, el hombre debe, a lo largo de su vida, profundizar, crecer en esta vida teologal. Es el punto 3 del PPC - llevar al Pueblo de Dios a una más auténtica iniciación cris­tiana y profundización de la vida teologal, a través de la Palabra y del testimonio de la comunidad.

La iniciación cristiana no es tan sólo un rito, sino que corres­ponde a un dinamismo de la fe, por el cual el Evangelio sé in­serta más plenamente en la comunidad de Iglesia y en ella se

vuelve miembro responsable, por los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación "y de la Primera Comunión. Esta iniciación exige, pues, una educación para la Fe correspondiente, que se va a prolongar desde ahí a lo largo de la vida, hasta la muerte

—es la profundización de la vida teologal, bajo el impulso del Espíritu Santo.

La palabra de Dios, la vida y el testimonio en la comunidad son elementos esenciales de la iniciación y de la profundización de la vida teologal.

D) Cuarto objetivo sería celebrar el misterio de Cristo, en la litur­gia. En el sentido más global, incluimos aquí las celebraciones

oficiales (Eucaristía y demás sacramentos, sacramentales, oficio divino, Día del Señor, año litúrgico) y las celebraciones no ofi­ciales, en que el pueblo de Dios es llamado a expresar su fe y su vivencia del Misterio salvífico (celebraciones de la Palabra de un modo general, celebraciones familiares, celebraciones en grupo, celebraciones populares, etc.). Las expresiones artísticas, especialmente musical, arquitectónica, plástica, dramática; etc., son llamadas a integrar la celebración litúrgica. (Punto 4 del PPC).

E) Quinto objetivo sería la renovación y dinamización de la propia Iglesia en su misterio de comunidad, estrechando su unidad visible. (Punto 1 del PPC).

En Cristo la Iglesia es el sacramento de comunión de los hom­bres con el Padre y entre si, en el don del Espíritu Santo. Sacra­mento de esta comunión, la Iglesia se constituye comunidad visi­ble, íntimamente relacionada a la comunidad humana, pero guardando características propias, estructuras internas peculia­res. Esta comunidad del pueblo de Dios es una comunidad de miembros diversificados, orgánica y jerárquicamente estructura­da. Todos ellos, no obstante, -de acuerdo con su situación, con sus carismas, con su función, son llamados a construir la comu-

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uliliid tdcsial. Están incluidos aquí: presbíteros, religiosos, lai-I I» ! seminarios, vocaciones, estructura parroquial, diocesana, re­gional, nacional.

I) Sexto objetivo miraría llevar a la comunidad eclesial católica a una auténtica vinculación ecuménica con las Iglesias y denomi­naciones cristianas no católicas. {Punto 5 del PPC).

El ecumenismo procura llevar a las diversas Iglesias y denomi­naciones cristianas a un esfuerzo de renovación y mayor fidelidad a Cristo y al Espíritu Santo. Como hay un solo Cristo y un solo Espíritu, en la medida en que las Iglesias les sean fieles, llegarán a la unidad cómo y cuándo Dios quiera. Este esfuerzo de fidelidad incluye el diálogo con las otras Iglesias y denomina­ciones; diálogo, no obstante, que no significa concesión o aco­modación, sino testimonio y esfuerzo de fidelidad.

La CEB deberá ayudar a una comunidad de hombres a realizar el objetivo general, integrando poco a poco, en una síntesis unitaria, los seis aspectos de los objetivos específicos.

Cristo y el Espíritu Santo ya están trabajando, entre los hom­bres. Estos, muchas veces, rechazan el don del Padre, recusan el A m o r . . . están, no obstante, los que ya acogerán o están acogiendo a Cristo. La comunidad debe tornar explícito aquello que ya está implícito. Debe integrar en la gran síntesis de amor los elementos de salvación que ya se encuentran divulgados en los hombres y en las estructuras. Esto es también educación para la Fe.

1.2.3. Educación para la Fe

La Iglesia necesita cuestionarse hoy sobre el nivel de educación para la Fe que los bautizados alcanzarán.

Israel fue prevalentemente una religión. La Iglesia es antes que nada una Fe (7Ó). Acontece, entonces, que dentro de la Iglesia, una gran clase social se detiene todavía en edades pasadas de la Histo­ria de la Salvación (Historia — porque es entrega o venida lenta y progresiva del Hijo y del Espíritu.SaZi/acídn: porque es entrega de la vida divina en el Hijo y en el Espíritu). Quieren, entonces, no al Dios de las maravillas, sino a las maravillas de Dios. Parece que sería error intentar una adaptación del misterio cristiano a esas clases. ¿Qué hace la Iglesia Apostólica en su esfuerzo pastoral? Se preocupa en ser Iglesia catequizadora para ofrecer después los sa­cramentos. De ahí la importancia que dio al catecumenado. La

(Í0)¡ Mons. Roxo, op. cit.

Iglesia del siglo XX se adaptó a las disponibilidades y capacidades de ofrecer los sacramentos, pero se tornó menos capaz y disponible para evangelizar o catequizar. Acontece, entonces, que las modifi­caciones de Ja técnica, etc. piden hoy, un punto final en el infan­tilismo religioso de los laicos cristianos, piden una clara distinción entre religiosidad y fe, entre costumbres y revelación. El fenómeno de socíahili¿ación exige de la pastoral un funcionamiento nuevo de la comunidad como instrumento de evangelización cristiana. De este modo la pastoral sacramentaría se renovará en el contexto de una renovación de la pastoral de conjunto.

¿Qué estamos encontrando en la vida práctica? ¿No ha habido una desproporción entre la búsqueda de los sacramentos y vivencia de la Fe? ¿Qué nos diría la realidad sobre éste? ¿Qué nos dice la teología? ¿Qué conclusiones se' deducen?:

• los sacramentos pertenecen a los que acogieron el misterio de Cristo y el hecho de su Iglesia. Son expresión de una Fe y medios de profundizarla vivencialmente. Abordar el miste­rio de los sacramentos en tratados distintos y separados es quebrar la armonía de un misterio global, pues los sacra­mentos marcan aspectos distintos de una presencia única de Cristo, de una actuación única de su Espíritu en su Iglesia. La presencia de salvación en los sacramentos es la presencia misionera de Cristo en el Espíritu Santo.

• los sacramentos son la comunión y el poder de un misterio aceptado anteriormente a través de la Palabra catequética, kerigmática. Los sacramentos fueron primero, anunciados, instituidos y ofrecidos por Cristo a través de su Palabra y de sus gestos; después, en Pentecostés fueron inaugurados co­mo acontecimientos presentes y actuantes de la Iglesia. (A^í, la proclamación o preconización es el ofrecimiento, por la Palabra y por el gesto de la Iglesia, del hecho salvador que se interioriza en el sacramento que el cristiano va a recibir).

• los sacramentos son signos transfigurativos que proyectan aquéllo mismo que está significado en los signos, en el mis­terio y en la gloria del Cristo pascual. Los sacramentos res­ponden a anhelos profundos del hombre y a todos los deseos legítimos que pueda tener. La eucaristía, por ejemplo, es repuesta para el instinto de conservación (Resucitará en el último d í a ) . . . para el instinto gregario —' "porque hay un solo padre, formamos un cuerpo místico" ( n ) . Así el Cristo, kirios (Ephápax o acontecimiento definitivo), no es un tu-

(n) I Cor, 10, 17.

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tinta que pasa por la historia, sino alguien que asume toda la realidad humana (72).

• lo» sacramentos como tales son provisorios en la Iglesia; resarán en su presencia y su ministerio cuando se consuma la Iglesia.

Partiendo de tales principios, ¿qué nos dice una considera­ción sobre nuestra realidad eclesial?

Encontramos cristianos que fueron bautizados, muchos así mis­mo confirmados y que participan de la eucaristía. Están ritualmente insertados en la Iglesia visible, pero no tienen conciencia explícita de las consecuencias de esta iniciación sacramental y de sus rela­ciones con la vida profana. Están los que entienden vivir las dimen­siones de su fe traduciéndola apenas en prácticas religiosas, desli­gadas de su vida profana. Algunos que procuran realizar lo más ple­namente posible su vida familiar, profesional, recreativa, política, cultural, etc., haciéndolo sin embargo sin relación alguna con la dimensión eclesial del cristianismo. Estas no son cosas que tengan algo que ver con la vida religiosa. En estos íntegros hombres exis­ten ya los que descreen de la Iglesia visible. Poquísimos los que viven lúcidamente su cristianismo, su compromiso con el misterio de salvación y lo expresan concretamente en la vida profana y eclesial, realizando el verdadero equilibrio y procurando renovar las estructuras de la Iglesia y sus relaciones con la comunidad humana.

En esta situación, las CEB están llamadas a ser, antes que nada, instrumentos de auténtica educación de la fe, partiendo del nivel de vida teologal de las personas y de los grupos. No' se puede vivir como cristiano individualmente, sin dimensión de Iglesia, sin una asamblea litúrgica que es comunidad de fe y de amor. Cada uno tiene necesidad de los otros para encontrar a Cristo, progresar en el Evangelio. La Iglesia no es suma de individuos, sí es una comunidad. Principalmente los que aún no llegaron a una' explicitación de la fe, necesitan ser ayudados en la conservación y después en la explicitación de esa misma fe, insertados en una co­munidad eclesial visible. La fe, de hecho, no puede ser vivida so­lamente de modo intelectual y aisladamente. Se vive y se profundiza la fe en una comunidad de Iglesia, alimentada por la Palabra de Dios, por el testimonio de la comunidad, por los sacramentos de la fe, bajo una coordinación y orientación del ministerio jerárquico.

La CEB está llamada a ser un instrumento privilegiado en este esfuerzo de educación para la fe, aprovechando y dinamizan-do los movimientos existentes y los a ser creados. Completándolos.

(Ta) MOÍM. ROKO, ib.

En la medida en que se realiza la educación para la fe» y a causa de ella, la persona se alista en la promoción humana, •de acuerdo con sus posibilidades, simultáneamente profundizando en el conocimiento religioso; participa más activamente en la ce­lebración del misterio de Cristo (Palabra, Sacramentos de inicia­ción, Eucaristía). Se supone una acción kerigmática, cateqúética, didascálica, y mistagógica.

Hace mucho tiempo desapareció el catecumenado institucio­nal. Nos preguntamos ahora, si esta CEB ¿no vendrá a llenar tal vacío en nuestra acción evangelizadora?

Profundicemos la problemática ligada a la educación para la fe C»).

A) Teología de la evangelización.

La teología de la Palabra se renovó gracias al desarrollo re­ciente de la teología Bíblica y fue consagrada por la constitución ""Dei Verbum". Dios funda a su reino entre los homhres por la fuerza de su Palabra: Cristo es la Palabra encarnada. La misión del Hijo en esto se resume: se hace hombre para hablar, ser la pa­labra de Dios. Por ella Dios suscita a su reino entre los hombres, alcanzándolos en lo más profundo del ser: como anuncio de su •destino verdadero y definitivo. Evangelización quiere decir trans­misión de la Palabra de Dios para suscitar la fe y la conversión.

El kerigma es esencialmente el anuncio de Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador — Evangelizar es hablar de Cristo resucitado, vi­viendo para siempre, actuante en nuestra existencia. El kerigma envuelve el Mensaje de Cristo y los hechos contados por los Evan­gelios. Cristo está vinculado a la Iglesia y se trasmite por Ella. En la Iglesia, Cristo realiza su plenitud. Evangelizar es anunciar él misterio de Cristo total, el designio de Dios, sobre los hombres. El misterio de Cristo es la historia de nuestra salvación. El kerigma «s anuncio destinado a mover la libertad humana, la conciencia de nuestra existencia, a obtener ese cambio radical de actitud de vida que se llama fe, esto está unido a la inteligencia más profun­da y a la resolución de transformar en Cristo la totalidad de la actuación personal y social.

La evangelización parte de los valores vividos positivamente. N o constituye una novedad total. Los hombres están viviendo algo de la vida de Cristo. Los propios valores humanos ya proceden de Cristo y hablan de El. Puede también acontecer que la persona evan­gelizada sea, en verdad, más santa y perfecta en caridad que aquella

<T3) Comblin, José. Seminario sobre Evangelizado. B. Horizonte. 12/2/66.

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|iir Iit cvnu«rli/a. Según esta dimensión, la Evangelización consiste 'i tlttr w <ono<er Aquello que los hombres tal vez ya conocen, sin Itri mi nombre, y en dar la plenitud de los medios de la gracia. ivrlm el Dios que adoran sin saber. Explicitar lo que ya está > plinto. 1.a Evangelización puede también partir de las aspira-iinint no satisfechas, mostrando en Cristo aquello que trae la sa-

IISÍ.IK ion de la inteligencia y de la vida, la realidad nueva que lodos procuran y ninguno descubre en la tierra.

A pesar de estar en acuerdo profundo con lo que tiene de más .iiilénticamente humano, el kerigma no se presenta exclusivamen-le en la forma exterior de un acuerdo, tampoco de Una explicita-(ion de los valores vividos por los hombres, tampoco de una res­puesta a sus deseos. Contempla una fase de negación: es un llama­do a la conversión de la inteligencia y de la voluntad. Mudanza radical en dos sentidos: negación del error y del pecado y consi­guiente apertura a la plenitud del Evangelio.

Ninguna evangelización es posible sin una comunión de vida y de pensamiento con los hombres que se pretende evangelizar. Esta comunión incluye comprensión profunda y reconocimiento de los valores vividos por esos hombres, participación leal y sincera en la vida y promoción de esos valores, sin los que no se puede instituir el chálogo. Importa pues, a los evangelizadores, el esfuerzo de buscar el lenguaje* del diálogo,, las entradas, los.temas más acce­sibles, la creación de las disposiciones favorables a la recepción del Mensaje: apertura mental, lealtad para con toda especie de verdad.

De acuerdo con la economía divina los signos acompañan la palabra. Cristo viene al encuentro de lcf hombres y manifiesta la realidad de su presencia por la actividad de la Iglesia, por los signos de la Iglesia. Esos signos son esencialmente las obras de ca­ridad, actitud de servicio, comunión entre los hermanos. La Igle­sia tiene la capacidad de dar signos del advenimiento de un mun­do nuevo de justicia y de paz. No recibió tampoco la promesa, tampoco la capacidad de crear en esta tierra el reino de justicia y de paz. La evangelización pide la fe, dando sólo signos que prefigu­ran el reino. Los hombres son llamados a aceptar un Salvador que según los caminos comunes del mundo, fracasó. Anunció, pero murió sin haber modificado nada visiblemente en el mundo. Así también sucede con la Iglesia.

La religión popular presenta marcas de sincretismo entre el cristianismo y varias formas de paganismo, que reflejan la vincula­ción espontánea del pueblo, con Dios (resultantes de las influen­cias del ambiente natural, de la conciencia individual o colectiva y de la historia). Será una de las tareas de los evangelizadores es­tablecer el diálogo con los hombres sin prescindir de la religiosidad natural y determinar los límites de tolerancia y de denuncia de

H(l

\

la integración o rechazo de los elementos y motivaciones encon­trados.

Los hombres están situados en un contexto social y psicoló­gico determinado. Si la evangelización no engrana dentro de la situación del hombre concreto, el Mensaje no llega al hombre (no bastan la buena voluntad o la santidad personal del evangelizador).

La fe y la vida religiosa del individuo pasan por los períodos de evolución psicológica. El proceso normal hace pasar a la per­sona, de la fe infantil, a la fe adulta. Entonces percibe la trascen­dencia de Dios, desmitiza el mundo, toma una actitud de oblación para con Dios y los hombres, hace la síntesis entre el ariior de Dios y el amor del prójimo. Cuando, sin embargo, las personas perma­necen fijas en actitudes y representaciones de fe infantil, son inaccesibles a un mensaje completo. La evangelización exige un proceso de madurez humana. Es difícil la "comunión", cuando los conflictos psicológicos de los destinatarios no son resueltos.

B) Contenido de la evangelización.

Algunas personas adhieren a la fe porque encuentran en ella un remedio a la inseguridad moral e intelectual. De allí el éxito de una predicación que ofrece en Cristo, el apoyo de la vida mo­ral e intelectual, el centro de equilibrio. En la clase obrera, el pueblo acoge más fácilmente un Dios que promete justicia y paz, o sea: la seguridad económica perdida; en cuanto al medio rural se nota que la adhesión a la fe, frecuentemente, se inspira mucho, en el deseo de encontrar protección contra las fuerzas físicas de la naturaleza.

En la Revelación Bíbjica, el Mensaje del Antiguo Testamento y el Mensaje de Cristo, fueron también en el mismo estilo.^ Se pregunta entonces, si no es indispensable insertar primero el mensaje de Dios dentro de las preocupaciones temporales de los hombres, para después purificar progresivamente la fe, por una evangeliza­ción más profunda. Esto es, hacer como Jesús, tomar los hombres, tal como son —religiosamente infantiles, egocéntricos— para des­pués, a unos pocos, llevarlos a una fe adulta.

Hay una receptividad muy grande, una . apertura al mensaje directamente cristocéntrica. Una predicación en ésta línea tiene plenp éxito. Cristo eminentemente personal y presente en la vida de los discípulos. Muchos entendidos, encuentran hoy, que la pre­dicación de las sectas protestantes ha tenido gran éxito, principal­mente por su predicación de Cristo.

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tí.I Ilumine moderno, trabajado por el ateísmo, es más recep-'VII «I Dliw inmanente que al Dios trascendente. Del mismo modo i liniiibir inoderno acepta un mensaje antropológico. La Evange-

II/IUIIMI ha de mostrarle el mensaje que llama al hombre para la

Inopia vocación humana — la tarea de construir el hombre nuevo. I iinunrio de Cristo y la historia de la salvación, como historia

objetiva, no puede quedar puramente implícito. La evangelización «Urbe destacar, antes que nada, la novedad de Cristo, en relación a la conciencia moderna.

C) Los destinatarios.

La religión tradicional consistió más eh una actitud de pasi­vidad ' que de actividad. Poco contenido doctrinal. Actos religiosos, cuyo sentido es más vivido que expjici tado — procesiones, pere­grinaciones, velas, novenas . . . El canaf de la religión popular es esencialmente la familia y en ella la mujer (papel que le es reser­vado incondicionalmente por la sociedad).

El Brasil está pasando por las transformaciones provocadas por la industrialización y por la urbanización — nueva visión del trabajo, disminución de las relaciones sociales primarias, nuevas formas de comunicación. La Iglesia aparece distante de la sociedad nueva, ausente del mundo de la técnica, de la clase obrera y no tiene el lenguaje de los nuevos canales de difusión.

Surge en el hombre contemporáneo la tendencia hacia el ateís­mo. Fuerte impresión de varío espiritual y búsqueda de mensajes nuevos. De allí la gran sensibilidad a los fenómenos espirituales, sobre todo entre los "técnicos" (espiritismo, esoterismo, astrología, hipnotismo, etc.).

El mensaje evangélico es una respuesta a los problemas del hombre rural: nacimiento, casamiento, convivencia con los vecinos, muerte. El mensaje de confianza en Dios Padre debe sustituir la angustia, el temor de Dios terrible. La evangelización será también estímulo y exhortación para que la vida rural se modernice. Promo­verá reformas económicas y sociales, capaces de levantar el nivel de vida (centros sociales, escuelas, obras de asistencia, cooperativas, sindicatos, distribución de tierras, etc.). En la promoción humana, en la revolución mental que el hombre rural asume, se realizará , también una transformación del concepto que él tiene de Cristo. Verá un Salvador más dinámico, más presente en su vida, más Hermano.

La evangelización deberá presentar la realidad efectiva del misterio pascual de Cristo como fuerza capaz de transformar el

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presente, la vida del obrero, y encaminarlo para la salvación ya actual a través de Cristo vivo. Cristo convida a la comunión no sólo humana, también humano-divina, en la Iglesia. La evangeli­zación será un esfuerzo real de transformación del sentido del tra­bajo. A través de la realidad, del sentido efectivo de la solidaridad humana y del trabajo, los operarios serán concientizados sobre los derechos inalienables de la persona humana. Son derechos que Dios concede por gracia y aparecen como los grandes criterios del juicio final — habitación, vestido, alimento, libertad. El operario con­quista estos derechos por el trabajo. Esta deberá ser entonces una obra mesiánica: algo que suscita la comunión de amor, construye la felicidad en la tierra. La evangelización debe concientizar para una responsabilidad personal y colectiva, mostrar como la clase obrera tiene una misión en lá construcción del reinp.de Dios. Hay un mesianismo evangélico de pobreza inherente a la vocación y mi­sión del proletariado que construye la marcha de la historia y debe ser orientado por la fuerza dinámica del Evangelio.

D) Los obstáculos

La carencia de comunión de la Iglesia con el mundo, la falta de identificación con la comunidad humana son los obstáculos fundamentales a la evangelización. Esta situación se refleja en va­rios aspectos:

El lenguaje jasado por la Iglesia para dirigirse al mundo peca, frecuentemente, por la falta de autenticidad. Responde a experien­cias religiosas de otros tiempos, no expresa más lo que se siente hoy y hace vivir en un clima de imperceptible mentira. La lengua carece de cordialidad, no comulga con la mentalidad de la época, carece de realismo, presentando las cosas desde un punto de vista ideal y normativo.

El ritual de los sacramentos está descompasado frente a las exigencias profundas del alma religiosa contemporánea. Para el hombre moderno, el contacto con lo absoluto se realiza en silencio, de manera estática. El ritual se torna estático y desadaptado. El arte religioso está también muy vinculado a lo académico, usando estilos o formas — que nada más significan y sólo sirven para aislar el cristianismo. Las imágenes religiosas, estereotipadas, sin ser nin­guna expresión artística. Las devociones, casi supersticiosas, dan una idea deformada de cristianismo.

La mentalidad disciplinar y juridicista que prevalece en mu­chos, desde la Edad Media, transforma para ellos, el cristianismo, en un código de obligaciones intelectuales, morales y disciplina­rias.

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I ,M rutiiictiifii de la parroquia aisla al sacerdote, lo convierte, PI un personaje convencional, reputado ocioso sin inserción en la KIII ilr los hombres. En muchas escuelas católicas, el sistema obso-

[••lo, basado en una religión de pura obediencia, constituye tam-i > i c* 11 un obstáculo al mensaje cristiano.

Estas instituciones pueden constituir un contra-testimonio, o envolver a las fuerzas vivas de la Iglesia', en una red de actividades que no les deja libertad o tiempo, o la preocupación de evangelizar.

Los medios de comunicación social que la Iglesia del Brasil posee, ¿son realmente evangelizadoras? ¿No la han obligado a com­prometerse con intereses comerciales o que no coinciden con la prospectiva evangélica? ¿Los semanarios, revistas, y publicaciones católicas han transmitido una idea de Iglesia según el Vaticano II? ¿Ayudan a la educación para la fe? ¿No propagan sólo devociones y contribuyen a una fisonomía ridicula de la religiosidad? ¿Los medios de comunicación social, poseídos por la Iglesia, o por ella utilizados, no han dado la idea de que los católicos, son un mundo aparte? (lo que es suficiente para alejar al gran público).

El Concilio afirma que la evangelización es la primera tarea del presbítero. Todavía se reconoce que esta tarea no está siendo cumplida. Se apuntan las siguientes razones:

• la formación sacerdotal preparó al clero para una sacramen-talización y administración, no para la evangelización; la teología que estudió, insistía en los sacramentos y en la dis­ciplina eclesiástica más que en la formación para la fe. Hacía de la doctrina una cuestión de disciplina intelectual más que de diálogo con los hombres. La formación espiritual de inspiración monástica preparaba al sacerdote para vivir se­parado de los hombres. • *

• parte del clero se siente aplastado por las estructuras, aban­donado a sí mismo sin remedio, aislado, incomunicado tanto de los superiores como de los hombres y condenado a repe­tir los mismos- gestos hasta el fin de la vida. De ahí desilu­sión, frustración, amargura, lo que finalmente le hace de­sistir. El clero no evangeliza porque no sabe y está desani­mado además para aprender. Un grupo más joven y entu­siasta por la teología conciliar, quiere caminar en un esfuerza total de evangelización, pero encuentra costumbres, estruc­turas, condicionamientos y clima contrarios a sus ansias. De ahí hostilidades, desentendimientos, y actitud final de amar-gisa, o de andar por propia cuenta, desligado del conjunto del presbiterio.

Hay una gran esperanza con el surgimiento de los Institutos pastorales, con la "multiplicación de semanas de estudio para el clero, becas para cursos en el extranjero, etc.

Las Ordenes y Congregaciones activas fueron fundadas, en su mayoría, para asumir misiones de evangelización. Con ti correr del tiempo, las actividades previstas por los fundadores e inscriptas en las Constituciones se institucionalizaron, se formalizaron y de­jaron de corresponder a las necesidades de evangelización. Pasaron entonces a seguir tradiciones propias, por fidelidad formal más que real a su vocación.

Se impone una revisión de las obras y actividades tradicio­nales de las Congregaciones, para ver si son realmente las más urgentes para la evangelización del Brasil, si no se alejan los re­ligiosos de los verdaderos problemas. Verificar, por ejemplo, si la actuación en las escuelas, en los hospitales, en las obras asistencia-Íes constituyen realmente una transmisión viva del Mensaje, un llamado a la adhesión a Cristo, señal auténtica y comprensible de la venida de Dios al mundo.

En el Brasil, salvo -en pocos grupos de familias cristianas re­novadas, la familia es el principal agente responsable de la difu­sión de una religión infantil. Las mujeres entregan a las criatu­ras todas las supersticiones que más tarde tienden a provocar fija­ciones infantiles, y después no dejan pasarlos de la religión infan­til a la fe adulta. En las niñas la familia cuida la transmisión de la religiosidad tradicional; en los niños, forma un conformismo Social. Más tarde la religión recibida en la familia se torna, a ve­ces, en el gran obstáculo de la evangelización.

Muchos laicos no fueron aún despertados para su misión evangelizadora. Pretextan que para el laico ser buen cristiano basta cumplir los deberes en la vida temporal, y aceptar pasiva­mente lo que la Iglesia manda, lo que dice respecto a la vida re­ligiosa. Otras veces, les parece que el apostolado de los laicos está reservado a los que forman parte de los movimientos especializa­dos, sin pensar que el laico cristiano, como tal, tiene una vocación de evangelízador. Les falta la preparación conveniente, la motiva­ción, y, muchas veces, una conciencia clara de la realidad del cris­tianismo. Quién no recibe siquiera una iniciación cristiana explí­cita y adulta, nunca llegará a desempeñar una función apostólica.

E) Comunicación.

Es necesario un cambio previo de. actitud por parte de los cristianos en general y del clero en particular, para con los hom­bres que pretenden evangelizar. Es preciso sustituir una actitud de dominación y superioridad, por una actitud de: humildad dis-

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mr»i« no solamente a enseñar, sino también a aprender de los-•omine» —confianza para no condenar a príori como mal lo que

r» de ellos— servicio sincero y leal.

Toda comunicación es una relación mensaje-respuesta. Ahora, l.i aparición de la respuesta depende de la sensibilidad del sistema de referencia del interlocutor al mensaje. Si el mensaje no fuera en iniciado para alcanzar ese sistema de referencia, el contacto no se hace. Parece que el mensaje cristiano tiende, en Brasil, a enun­ciarse en el sistema de referencia de la clase media. De ahí el, pro­blema frente a los demás grupos sociales.

Los individuos reaccionan de acuerdo con la reacción de su grupo al mensaje: procura determinar primero si el mensaje se presenta en nombre de un grupo aliado o enemigo de su propio-grupo; la reacción va a depender en gran parte de aquella locali-zación. Si la Iglesia pasa por enemiga de tal grupo social, la co­municación será mucho más difícil con los miembros de ese grupo.

Entre los signos concretos, que la Iglesia debe dar de sí mis­ma, lo más importante es la caridad — amor y unión entre los propios cristianos que evangelizan, y, particularmente, por la unión entre el clero y los laicos.

Ha habido una falta de simpatía para con la técnica y su uso en la evangellzación. Apuntan los sociólogos que la comunicación por los "medios masivos" tiene mayor valor informativo y de re­fuerzo de actitudes e ideas. Esas comunicaciones colectivas son mucho más eficaces cuando son transmitidas a través de un líder. Los líderes de opinión se caracterizan por estos aspectos: perso­nifican intereses específicos; ocupan posiciones propicias de alta competencia; son individuos accesibles, extrovertidos y que poseen muchas relaciones personales; tienen acceso a informaciones re­levantes provenientes de fuera de su círculo inmediato. La prepa­ración de los líderes para un papel evangelizador y su utilización adecuada, constituyen problemas tratados hasta ahora de manera muy empírica.

La comunicación personal, según los sociólogos, parece ser la más eficiente como medio de persuación o de cambio de actitud y de valores. Ahora, es el caso de la conversión. Las sectas y Jos espiritistas desarrollarán mucho el apostolado por contacto per­sonal, usando los métodos que recomienda la ciencia de relaciones humanas en el ambiente urbano. Adoptarán la técnica de la aproxi­mación de las personas y de la persuación. Sólo eso bastaría para explicar el sorprendente éxito.

Parece que para los católicos, un gran problema del aposto­lado urbano es la falta de aceptación de las condiciones del mundo moderno, con sus reglas de comunicación entre los hombres. Nos* quejamos porque no llegamos a los hombres, pero rto utilizamos los medios adecuados para este fin, según las leyes sociológicas.

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Desde los siglos XVI-XVII, el medio tradicional, por excelencia, de evangelización fueron las "misiones". En la sociedad tradicio­nal, y en todos los grupos que mantienen aún cierta ligazón con la Iglesia, las "misiones" pueden ser un medio muy eficiente de provocar conversaciones y evangelizar a los propios cristianos. Sus temarios y los métodos comienzan a ser reformulados.

Como hombre y cristiano, el presbítero ejerce una función evangelizadora análoga a la de los laicos, de acuerdo con los ca-rismas que recibió y su personalidad. Tiene, no obstante, una misión específica, en cuanto presbítero. Como presidente de la comunidad, debe llamar, despertar, estimular y orientar las voca­ciones apostólicas de los laicos. Como participante del sacerdocio episcopal, es también el primer responsable para el apostolado: le compete lanzar y procurar caminos nuevos. Es la persona que coordina y unifica las iniciativas de los laicos y, finalmente, cer­tifica, como representante del obispo, las misiones de los laicos, verificando su inserción en la verdadera tradición cristiana. El planeamiento de la evangelización es, por eso mismo, una tarea de la- jerarquía. No sería conveniente planear, sin consultar a los propios interesados, aquellos que tendrán que aplicar el pla­neamiento. Acontece entonces, que muchos laicos se quejan, hoy, de las intromisiones del clero en el campo que es de ellos, del sistema de vigilancia y control con que los sacerdotes limitan sus actividades, de la falta de libertad con que son tratados.

Los religiosos de las congregaciones activas tienen un papel privilegiado en la evangelización; muchas veces es su vocación específica. Pero no siempre las obras que ejercen de hecho cons­tituyen una evangelización eficiente. Muchos proponen que los religiosos vuelvan a considerar cuáles son las necesidades urgentes de la evangelización de hoy, y sacrifiquen actividades tradiciona­les, que otrora rendirían mucho y hoy rinden poco, para dedicarse a aquéllas que los tiempos nuevos sugieren.

Cada cristiano está investido de una misión evangelizadora. N o es ayuda prestada a los sacerdotes, o sumisión a los programas trazados por ellos. Es un carisma propio, una misión especial del Espíritu. No son los laicos simples servidores de los sacerdotes; al contrario, los sacerdotes son servidores de la misión de los laicos; no existen inconvenientes para ayudar esa misión. El plan de los presbíteros deberá ser hecho de acuerdo con las experiencias del laicado.

1.2.4. La CEB fundamentada en el ministerio jerárquico

Los obispos son los sucesores de los Apóstoles, poseedores de la consagración, esto es, del sacerdocio realizado plenamente, y

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In lu IIIMÓII de Cristo. Fue para desempeñar bien esta misión uní-<t'i»«l que Cristo dotó a sus Apóstoles y a los Obispos que los ni nlcn, del Sacramento del Episcopado, la plenitud del Orden

i Vi 11 un liecho es innegable: antes de escoger a sus sucesores (los

obispos) los Apóstoles escogerán auxiliares (los Hechos hablan, p 0 r

|rmplo, de los Diáconos) (74); y ló mismo harán los Obispos, su-• ••sores de los Apóstoles (7íí).

"Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo ('«), hizo participantes de su consagración y de su misión a los Obispos, a través de los Apóstoles, de quien son sucesores, los cuales legíti. mámente entregarán la obligación de su ministerio, en varios gra­dos, a individuos diversos en la Iglesia. Así, el ministerio eclesial de institución divina, es ejercido en órdenes diversas por aquello^ que desde la antigüedad son llamados Obispos, Presbíteros y Diá­conos (").

Los presbíteros participan en segundo grado, del sacramento del Orden. Y de ese sacramento derivan sus obligaciones. Así como la misión de los Obispos fue ligada al sacramento-episcopado como a su fuente inmediata, así la misión de los presbíteros se origina de ese mismo sacramento "en segundo grado". Del mismo modo que, por el sacramento, los Obispos actúan "en la persona de Cristo", esto es, como miembros de Cristo, los presbíteros, "por la unción del Espíritu Santo son , marqiífos. con*un carácter especial y ..así configurados con Cristo*Sacerdote, para poder obrar eil lá persdfta de Cristo Cabeza (78).

El Concilio no pide la inserción inmediata del presbítero en el mundo. Esta constituye la misión específica del laico. El Con­cilio pide la inserción del Presbítero en la comunidad de los fieles, pues es en ella y para ella que desempeña su ministerio, ahí debe estar la presencia y actuación de Cristo jefe de la comunidad. Mil santos reunidos tendrán la presencia de Cristo hermano, amigo, santificádor... pero no tendrán la presencia de Cristo jefe de la comunidad, si entre ellos no existe el ejercicio ministerial de un presbítero, de un obispo o al menos de ifh diácono. Es pues la presencia ministerial del presbítero que da a la CEB su sello de ser comunidad de Iglesia.

Tal vez el futuro dirá si la Iglesia deberá dar un nuevo paso —tener al frente de la CEB un presbítero fijó, así mismo que para ello deba llamar a hombres casados, que al igual que la Iglesia Oriental, recibirán no sólo el Diaconado permanente, sino el pro-

(«') Lumen Gentium, 20. (7F>) Presbyterorum Ordinis, 2. (Til) fu. 10, 36. ( " ) L. O n t i u m , 3$, (Tu) P. Ordinis, 2.

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pió presbiterado. El hecho concreto de hoy es el de presbíteros que deberán asumir diversas comunidades cristianas de base y dar­les una presencia periódica, dejando un coordinador, que en su nombre, con "misión canónica" del Obispo, sea el punto de en­cuentro de la comunidad.

La CEB está llamada a estructurarse a partir del diálogo, de la participación efectiva de sus miembros y del esfuerzo comunitario. El ministerio jerárquico deberá ejercer su autoridad en una actitud de servicio, de coordinación educativa, -tomándose siempre más efectivamente en sacramento de unidad entre los fieles. Los datos de la psicología dinámica y de la psicología social nos muestran cómo los Iiderazgos, son llamados hoy, a ejercerse eolegialmente. En el nivel eclesial, ese hecho retoma y profundiza el carácter cole­giado de los ministerios, principalmente del ministerio jerárquico y lo mismo la corresponsabilidad de los fieles, miembros de la co­munidad de la_ Iglesia. La colegialidad episcopal, teniendo al Papa como Cabeza visible es uno de los elementos eclesiológicos más evidenciados por el Vaticano II. El presbítero, a su vez, está lla­mado a ejercer su ministerio cómo cooperador del Colegio Epis­copal. Integrando, la mayoría de las veces, el presbiterio diocesano, teniendo al obispo como Cabeza y Jefe visible, el presbítero des­envuelve su actividad pastoral, no aisladamente, sino correspon-sable con el presbiterio y el obispo, para la comunidad diocesana.

La CEB, presidida por el presbítero, deberá proporcionar, a su vez, una descentralización de las tareas ministeriales, acentuan­do y profundizando lo que es específico del presbítero y posibili­tando a los tienes asumir más concretamente su corresponsabilidad •eclesial.

La CEB sé realiza por la mediación dé la jerarquía. Exige la presencia de aquellos que Cristo colocó como fundamento de la comunidad cristiana. "Quién a vosotros oye, a mi me o y e . . . A quién perdonaran los pecados . . . cuando Pedro bautiza es Cristo quién bautiza . . . ". No es pues, la CEB, una sociedad que se reúne por sí misma y elige sus- dirigentes, como un club de fútbol, sino que es una sociedad ligada a aquel equipo que Cristo formó, un equipo apostólico, el colegio apostólico (colegio de los obispos). Esto se hace a través de un representante del ministerio jerárquico. La CEB es, por lo tanto, esencialmente, una comunidad jerár­quica.

1.2.5. La CEB es misionera

Las CEB no son "ghetos", jardincitos bien cerrados, que deben ser defendidos de las tempestades e intemperies. . . Son, como toda la Iglesia, un estandarte levantado, un fermento. . . Pueden acoger

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p<'M<»MtM .mu no evangelizadas totalmente. Los recién llegados, en nMilmlii i OH los que ya experimentan la vida de comunidad, ten-liilii n|iiiinulidad de crecer en su fe y descubrir la totalidad del

niriuNjc. (.'¡ida miembro de la CEB siente necesidad de transmitir MI Ir. lima cuando no es comunicada, se marchita. La mejor manera ilc (Irlrnder y hacer progresar la propia fe, es dársela a otros.

Podrán surgir, antes de la constitución de una CEB propia­mente dicha, grupos misioneros, que parten de una preocupación ilc diálogo, de promoción humana, etc. Unos pocos podrán llegar ;i ser CEB, por cuanto son "estación misionera", "grupos de es­tudio'' o cosa semejante.

En la CEB participan, en su mayoría, los que ya viven una fe explícita y fueron debidamente iniciados en la comunidad ecíe-sial. Una CEB puede asumir la responsabilidad de un grupo de estudios (¿estación misionera?), o podrá admitir entre sus miembros algunos individuos no iniciados aún. Para estos recién convertidos o simpatizantes se puede pensar en una celebración litúrgica más adaptada, no necesariamente la celebración eucarística.

1.3. Base

Hablamos de comunidad eclesial de base. Explicamos los tér­minos: comunidad y eclesial. Nos queda por explicar lo que en­tendemos por "de base".

Queremos significar simplemente la menor expresión de Iglesia comunidad. La mayor expresión de Iglesia comunidad, es la Iglesia universal. Otra expresión es la de Iglesia particular: la diócesis. La parroquia ha sido la expresión común y más importante de la vida pastoral. Hoy descubrimos que la Iglesia local se realiza más verdaderamente, en la CEB. Esto es, en la base puede y debe existir una expresión comunitaria, local, de la Iglesia. Como está bien en la base (menor expresión), la llamamos Comunidad Eclesial "de base".

Estos grupos pueden diversificarse según las afinidades, los centros de interés, las edades (adolescentes, jóvenes, adultos), las diversidades de profesión y de condición social (jefe de familia, domésticas, etc.). En cualquier hipótesis, no obstante, los grupos deben sentirse interügados y comprometidos en una cierta corrés-ponsabilidad.

Los diversos grupos de base, se reunirán para asumir y cele­brar, en común, el Misterio de Cristo, también la máxima expre­sión de comunión y unidad —la celebración eucarística.

En esta perspectiva, se estructura la CEB y se desenvuelven los diversos ministerios, en las diversas etapas, de acuerdo con las

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exigencias y necesidades. En ellas podrá situarse también, el minis­terio diaconal, no como algo impuesto, sino como fruto de la fe y exigencia de esa misma comunidad. El presbítero siempre la-pre­side y coordina, como miembro del presbiterio, corresponsable con el Obispo. Suscita el diálogo, dinamiza y anima a los fieles, para que asuman sus responsabilidades.

2. LA CEB Y LA PARROQUIA

2.1. ¿Parroquia en declinación?

La parroquia se constituyó, y para muchos se constituye aún hoy, en la institución más importante de la acción pastoral. Ahora acontece que, como entidad sociológica, ya dejó de existir, porque no podemos concebir un grupo social comunitario con más de seis mil personas, como son las parroquias medias del Brasil. Teológi­camente hablando, la parroquia no es una creación de Jesucristo, tampoco del apóstol Pablo. Ella es producto de la historia. Nada tiene de inmutable, salvo su finalidad general. Es por tanto justo •que sus funciones puedan ser diferentes, según las circunstancias •de los tiempos.

Acontece además que la parroquia quedó prendida a un tipo •de sociedad que ya desapareció en los centros urbanos y que co­mienza a "desaparecer en las áreas rurales. Tal hecho tiene, como consecuencia, la progresiva marginalización de la parroquia, tornán­dola incapaz de ser fermento, en una sociedad en transformación rá­pida, con otros tipos de relaciones humanas. En las áreas de evolu­ción lenta, donde aún no se iniciaron estas transformaciones, la actual estructura de la parroquia puede aún obtener resultados in­mediatos, pero insustentables a medio y a largo plazo. En la gran ciudad, también, la parroquia tradicional es inadecuada para reunir los bautizados en torno de la palabra, del altar y llevarlos a la viven­cia de la caridad. Su instrumental religioso, que tradicionalmente ayudaba en la evangelización, está superado y es ineficiente. Surge la tensión entre la tendencia territorial de la parroquia y las necesi­dades de los movimientos misioneros que quieren afianzar el fer­mento evangélico en los diversos medios sociológicos ultra-parro­quiales. Termina habiendo dicotomía y ruptura entre acción mi­sionera y "administración" parroquial. Las relaciones de la parro­quia con la comunidad humana son también foco de tensión e insatisfacción. En muchas áreas rurales del Brasil, estas relaciones significaron casi simbiosis y la institución parroquial, como también el párroco, ocupaban una posición social de gran influencia. El proceso de desarrollo y la concientización por ella provocada, no permiten además que la parroquia y sociedad humana sean soli­darias. En las áreas urbanas se percibe la transformación de este

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"status" y, sobre todo en las metrópolis, la parroquia permanece en situación de inseguridad, sin rumbos, perdida en el coloso ur­bano, tentando la reedición de la parroquia rural ó cerrándose sobre sí misma (pequeñas conmemoraciones, devociones..'.).

La evolución de la sociedad profana comienza a exigir trans­formación en las relaciones entre los diversos miembros del pueblo de Dios; en el tipo de presencia de la Iglesia, junto a la comunidad humana; en los aspectos visibles de la propia comunidad eclesial (edificios, vestimenta, manifestaciones externas, etc.). Este desafío de los tiempos es un llamado para que la comunidad eclesial se revea en profundidad, despojándose de los aspectos transitorios,

. frutos de una sociedad que pasó, profundizando en sus raíces evan­gélicas, para encontrar nuevas formas de expresión, en el nuevo tipo de sociedad que se estructura.

La humanidad entró en una época de cambios que constitu-'yen una situación normal y la adaptación a los cambios, un valor fundamental. Los progresos técnicos son constantes y se influyen recíprocamente. Los hombres pueden ahora escoger con mayor fa­cilidad los grupos a los cuales quieren pertenecer. . .

Al mismo tiempo que se reconoce el valor de la institución parroquial (para el pasado), se ve ahora la necesidad de renovarla institucionalmente para que responda, de modo eficiente y vital a los desafíos del momento.

2.2. La parroquia y su historia

Los primeros cristianos eran casi todos de nacionalidad judía, acostumbrados al Templo y a la Sinagoga. Los apóstoles predicaron en las sinagogas (™). Al poco tiempo, sin embargo, la comunidad cristiana se separó de la sinagoga y asumió características propias. . Así, la comunidad cristiana se presentaba como una familia. Jesu­cristo era el hermano mayor y al mismo tiempo el vínculo que unía a Jos que cumplían la voluntad de Dios. Las relaciones entre los cristianos eran esencialmente relaciones de amor y comunión. Procuraban tener todo en común (80). Esta comunidad cristiana po­día recibir en su seno toda clase de hombres —pobres, enfermos, pecadores. Eran personas débiles én cuanto a su naturaleza, pero colocaban todo lo que tenían al servicio de los otros. Los miembros de esta comunidad eran llamados por Dios, a través de Jesucristo, por el don del Espíritu Santo. Constituían un Pueblo Santo que peregrinaba hacia la Patria. Este sentido de peregrinación tiene,

(79) Cíoce, SJ. La paroisse, Ed. du Cerf., pág. 17. (SO) At. 2, 42.

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en toda la Biblia, gran importancia. El rito exílico, por excelencia, entre los judíos, es la peregrinación a jerusalén. Cristo mismo, pe­regrina dos veces solemnemente a Jerusalén: cuando fue presentado en el Templo y en el'Dommgo de Ramos. San Pedro va entonces a aconsejar a los primeros cristianos: "Vivid con temor todo el tiempo ele vuestra peregrinación" (8I).

Las comunidades cristianas, o iglesias, eran dirigidos por los apóstoles. En tierras de paganos (diáspora, como San Pedro decía en su primer carta), surgirán, a través de la oración e imposición de las manos, los epíscopos, presbíteros y diáconos. Los que dirigen las iglesias aparecen entonces, en la Biblia, con el nombre de an­cianos (presbíteros) o de vigías (epíscopos). Son nombres utilizados indistintamente. Todos los presbíteros formaban un colegio, llama­do presbiterio. De modo parecido al consejo de los ancianos en las diásporas. El colegio era presidido por un epíscopo. En las comunidades cristianas recién creados, los apóstoles nombraban jefes: —un Timoteo en Eícso, un Tilo en Creta—. Eran obispos, y sus ciudades, con los territorios adyacentes, constituían diócesis. La diócesis era el único territorio pastoral, sin división orgánica. "Lo mismo en las grandes ciudades como Efeso, existiendo un co­legio de presbíteros alrededor del obispo, eran asistentes del obispo y no tenían territorio particular para el ejercicio del ministerio" (sa).

Dos tipos de Comunidades cristianas se caracterizarán' luego:

— las paulinas: Iglesias que San Pablo fundó en las grandes ciudades, ramificadas después por las legiones rurales circunveci­nas (*3). Estas pequeñas comunidades son acéfalas, no obstante pre­sididas por un presbítero u. obispo. La unidad, en última instancia, está dada por el Apóstol. Solamente en la proximidad del martirio de San Pablo, estas comunidades pasan a ser asumidas por los su­cesores de los apóstoles.

— las jónicas: Iglesias con organización monárquica y seden­taria. Tales Iglesias se reducen a los precisos límites de una ciudad. Son presididas por un epíscopo, que concentra en su persona los poderes de la sucesión apostólica. Está rodeada de un colegio de presbíteros y diáconos (84).

Dos marcos importantes servirán de punto de apoyo a las primeras comunidades cristianas: la sinagoga y la institución de

(Si) I Pctl. 1, 17. (82) Rahncr, Hugo'. La paroisse. Du Cerf. París. 1961. p. 18. (*3) 2 Cor. 11. At. 18, 10. (Sí)- Floristan, Cassiano, A iparóíiuia comunidade Eucarística, pág. 47. Madrid, l'Jtíl.

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la familia (8a). Los primeros cristianos se consideraban el Pueblo de Dios del Nuevo Testamento, heredero legítimo de las promesas del Pueblo del Antiguo Testamento, ya ahora cumplidas en Cristo y poseídas como realidades por la fe, esperanza y caridad. Estos cristianos se reunían en el templo, en el pórtico de Salomón. Po­demos acompañar a San Pablo, anunciando la Buena Nueva en las sinagogas israelitas de la Diáspora. Progresivamente, no obs­tante, la comunidad cristiana se diferenció de la sinagoga, asumió características propias, retomando, sin embargo, ciertos aspectos, principalmente organizativos, de las sinagogas. Con la oposición de gran parte del pueblo israelita, de reconocer a Jesús de Naza-reth como el Mesías, el Cristo, la ruptura entre sinagoga y comu­nidad eclesial fue lentamente consumándose. La Iglesia, apoyán­dose inicialmente en la sinagoga, tomó en cuenta el tipo de relación humana e igualmente el vínculo de salvación ya presente en el pue­blo israelita. En la Diáspora, las afinidades étnicas y culturales, representadas en las comunidades judaicas, facilitaron el nuclea-miento de las comunidades cristianas. La actividad y iprédica de los Apóstoles tomaban también en cuenta el Ministerio de Salva­ción ya presente en las comunidades israelitas. El pueblo judío, pueblo elegido, con quien Dios hiciera su alianza, vivía ardiente­mente en la expectativa del Salvador prometido por Dios para realizar la Alianza plena y definitiva. Partiendo de este contexto mesiánico, los apóstoles presentaban y anunciaban a Cristo Jesús, Muerto y Resucitado, constituido por Dios como Señor y consu­mador de la Alianza, exigiendo de todos los hombres la conversión de los pecados, la aceptación en la fe, esperanza y amor de este Misterio, la participación plena en la Alianza definitiva a ser vi­vida en la comunidad eclesial, Pueblo de Dios en el Nuevo Tes­tamento.

El segundo marco de apoyo a la actividad apostólica fue la institución de la familia. La familia de entonces era nítidamente patriarcal, integrando no solamente a los esposos e hijos, sino a toda la vasta parentela, estableciendo entre todos sus miembros una jerarquía de posición y funciones, gozando el jefe de una au­toridad determinante del vínculo humano entre los distintos miem­bros. Cuando el jefe de la familia se convertía al cristianismo y aceptaba la Buena Nueva de Cristo Resucitado, en general era toda la familia que se convertía igualmente y era iniciada, por el bautismo, por el don del Espíritu, y por la Eucaristía, en la comu­nidad eclesial. Así vemos a Pedro convirtiendo y bautizando al centurión Cómelio y a toda su familia, después de constatar la comunicación del Espíritu, manifestada en el milagro de las len­guas y en la glorificación de Dios (86). En sus múltiples actividades

(85) Caxaimrru, Raimundo, op. cit. (86) At. 10, 1-48.

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y viajes apostólicos, encontramos a Pablo reuniéndose frecuente­mente en casas de familia para anunciar el Pan de la Palabra, celebrar y partir el Pan Eucarístico. Es, pues, a partir del vínculo familiar que los Apóstoles establecerán y desarrollarán la comuni­dad eclesial. A pesar de sus deficiencias, la familia representaba un verdadero vínculo humano, a partir del cual se fundaba en la fe la relación con el Padre, en Cristo, en el don del Espíritu y la caridad fraterna.

Las comunidades primitivas excederán el cuadro familiar, fe­lizmente en él fundamentadas, para organizarse en comunidades más amplias, con su consejo de presbíteros, con su obispo residente, representante y sucesor de los Apóstoles, con sus diáconos y sus diversos ministerios y carismas. Todos ellos estaban al servicio del bien común y de la unidad por realizarse, y también de la misión entre los gentiles, para anunciar la Buena Nueva, y hacerlos dis­cípulos.

El Imperio Romano, a pesar de su ambigüedad, intrínseca*, dio al mundo de aquel tiempo unidad política, una red de comunica­ciones y posibilidades de intercambio cultural, creando así, facili­dades para el anuncio y desarrollo de las comunidades eclesiales.

En Roma, fueron dedicadas algunas casas particulares, como lugares de culto y residencia de los presbíteros con el clero menor. De aquí surgirán las iglesias titulares, al principio conservando el nombre del dueño de casa y más tarde bajo la protección de un mártir o santo. Fue a la altura del siglo tercero que se afirmaron estas iglesias domiciliares. Los presbíteros vendrán para celebrar allí y luego regresarán junto al Obispo. Aunque es rápida la visita, se mantiene explícita ligazón con el obispo, pues una partícula de la Eucaristía llamada "fermento" es llevada por los acólitos del lugar de culto episcopal a las iglesias titulares, justamente en el momento en que el presbítero oficiante da la" "Pax Domini", como símbolo real de comunión o de unidad en Cristo y con el Obispo. El acento pastoral de esta época recae más sobre la palabra y la fe, menos sobre los sacramentos. A fines del siglo m y principios del iv, a los presbíteros se los hace vivir en las regiones rurales más distantes del obispo. La administración de los bienes y la recon­ciliación solemne continuaban perteneciendo exclusivamente al obis­po. El origen de las Iglesias rurales como una organización perma­nente comenzó en las Galias, hacia el fin del siglo iv. La evolución se detuvo con la crisis arriana hasta la muerte de Constantino (año 361). Poco después recobró nuevo impulso. En estas iglesias se celebraba ya el culto, mas solamente la Iglesia episcopal tenía

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fpbamisterio. Creciendo eí número de fieles, los obispos concederán a sus sacerdotes rurales determinados privilegios (administración de bienes, bautisterio, etc.).

Desde el siglo v y vi se crearán en Francia y en España, muchas iglesias rurales, llamadas parroquias. Tendrán un sacerdote propio. Así fue creciendo velozmente el sistema parroquial, especialmente entre los pueblos germanos, cuya civilización fue típicamente rural. Cuando las tribus germanas invadieron el Imperio Romano, los desórdenes que siguieron quisaron la destrucción de muchas de las antiguas parroquias.

El bautismo de Clodoveo provocó la cristianización de esas tribus, la de los Francos en primer lugar. Muchas iglesias fueron luego reconstruidas. Los reyes, nobles, los ricos señores querían te­ner en sus tierras iglesias, capillas y oratorios —iglesias personales, que el rey o el señor que las había construido, las consideraba como de su propiedad. Ellas no estaban en tierras episcopales. El '•'ager ecclesiae" y el propietario pretendía disponer de ellas a su gusto; podía venderlas o darlas, cambiarlas o transmitirlas por he­rencia, usar de las "entradas . . . . " ; muchos señores construirán igle­sias en sus tierras a fin ele tener por ellas una nueva fuente de rentas. El sacerdote encargado de esas iglesias no era enviado por los obispos. Escogíase un clérigo cualquiera, a veces un simple siervo era presentado al obispo a fin de recibir la ordenación. El señor podía sacarlo y nombrar a otro para el cargo, como hacía con cualquiera de sus servidores (K7).

Tratando de prevenir tan desagradable situación, los obispos pasan a construir iglesias en sus propios territorios y prohiben las misas en los oratorios privados, en días de precepto y de fiesta.

.A poco la Iglesia pasa a ser la gran propiedad del clero, y el ministerio sacerdotal es un beneficio económico nada despre­ciable.

En el siglo xv, a pesar de las apariencias, falta religiosidad (8S). Los ejercicios populares de piedad, son abundantísimos. Está au­sente de esto la verdadera oración litúrgica. La misa pasa a ser considerada como ejercicio particular dé piedad. Los sacramentos, frecuentemente, asumen el aspecto de magia. Los santos ocupan lugar central y sus reliquias tienen siempre efectos maravillosos. Como no era tan fácil encontrar reliquias, se procuran otros "re­cordatorios" de los santos y mártires —entre éstos, también se cata­logan cosas y objetos más o menos verídicos.' En un tiempo de fe

(87) Croce, op. cit. p. 17. (88) Floristan. op. cit. pág. 59.

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natural, el estudio de los sacramentos y de su eficacia "ex opere operato" ocupa lugar central en la teología. Se rezaba bastante, pero el" contenido de la oración se distanciaba del kerigma primi­tivo. No faltaron la mística religiosa, ni la oración personal; sin embargo, frecuentemente, tuvieron un acento bastante subjetivo, quizá por influencias nominalistas. No se puede negar, entonces, que fue, subjetivamente, una religiosidad seria y valiente. El cuadro general es de un mundo católico con una vida eclesiástica riquísima. Mucho clero y abundantes conventos. La Iglesia es la que rige indis­cutiblemente la vida, en todos los sectores, tanto públicos como privados. ¿Quién no recuerda el Pontificado de un Eugenio III? Acontece entonces una catástrofe . . . La vida había cambiado desde hacía mucho tiempo, pero dentro de la Iglesia los hombres tar­daban en percibir los nuevos pasos. La vida era católica según las apariencias, pero en realidad el pensamiento ya estaba distante de ella. Los artistas pintaban cuadros bíblicos, pero encarnando personajes del tiempo, agitando problemas de la politiquería local (89).

Desde el siglo xm, por causa de un creciente descontento ra­dical contra el clericalismo, por motivos de inseguridad teológica para Ja acción pastoral, por causa de una religiosidad de super­ficie, se fue gestando una profunda rebelión contra la Iglesia, que avanzó siglo a siglo hasta hacer eclosión con el protestantismo. Pero, dentro de la Iglesia, frecuentemente las preocupaciones es­taban en otros campos; párrocos y religiosos discutían para saber

¡ a quién correspondían los beneficios parroquiales . . .

La reforma protestante no consiguió lo que quería y en vez de reformar la Iglesia, lo que hizo fue dividirla. La reforma católica, explicitada en el Tridentino, no consiguió su propósito de unir a la Iglesia dividida, pero logró purificar sus propias estructuras. Este concilio codificó, a propósito de la comunidad, los siguientes puntos:

• El obispo es el pastor de su diócesis. Debe residir en ella. Predicar. Visitar las comunidades parroquiales.

• El párroco tiene el deber de residencia. Debe predicar, edu­car religiosamente a la juventud.

> La parroquia debe tener límites (si fuera necesario tendrá también coadjutores).

(88) Lorte, J. Wie-'kam es zur Reformadon. liníi«delji, 1950. p. 7í, aputl Flo­ristan, p. 59.

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• Las relaciones entre clero parroquial y religioso deben ser buenas» Los religiosos pueden ayudar mucho en el aposto­lado y especialmente en la formación del clero diocesano.

Al final del siglo xvii comienza la devoción al Corazón de Je­sús, en Francia. En Italia la práctica del mes de María. Ambas sorí extendidas oficialmente por toda la Iglesia, en 1765 y 1815 respec­tivamente.

En los siglos xvm y xix, la reforma Tridentina no prosiguió. Surge el fenómeno de "aufklarung". Se secularizan los dominios culturales, que en otros tiempos fueron patrimonio casi exclusivo de la Iglesia, pero el interés de los eclesiásticos se centralizó más en lo cultural que en el campo religioso. La liturgia pasa a ser considerada como servidora de la enseñanza, la cual tiene una fuerte tendencia moralizadora. La- presencia de Cristo en. la Eucaristía atrae mucho más la atención que la misa como sacrificio y sacra­mento. Domina la moral sobre la fe, con un sello no pocas veces racionalista. El apostolado se clericaliza. Primacía de lo jurídico sobre lo espiritual.

El siglo xix es campo del esfuerzo neo-escolástico. Aparece una tendencia más sistemática de lo histórico y bíblico. Implícitamente se identifica la escolástica con el Evangelio y el catecismo de este tiempo no es otra cosa que un resumen de teología escolástica, sirr historia de la salvación, sin gran profundización bíblica y sin ex-¡ilicítación litúrgica. La situación de la parroquia en el siglo xix-se caracteriza, por una parte, por la influencia absolutista del Estado (los límites parroquiales fueron determinados por decretos estata­les o imperiales), por otra, por los cambios sociológicos, provocados por la técnica (industrialización, Urbanización, máquina a vapor, caminos.. .).

Cassiano Floristan pinta un cuadro bastante negativo^0).

"Los sacramentos, después de los mandamientos aprendidos en el catecismo, eran simples medios de mantener una vida moral. La oración dominical se había diluido en mil oraciones, con un agudo sentido de negocio espiritual. La Biblia, un libro desconocido, peligroso e ininteligible. El año litúrgico fue sepultado por el año-solar, lleno de triduos, novenas y semanas. Mantiénese, interesada­mente, la vida cristiana, en una Jínea de administración sacramen­tal y s3ac*&mentalista. Los sacramentos eran administrados pero no celebrados. La rúbrica litúrgica precedía al espíritu de oración. En la pastoral el beneficio atraía más que el servicio. En la predi­cación la moral se sobreponía al dogma. En la cura de almas, el

(»«) Floristan, op. eit., pág. 66-67.

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derecho superó a la teología pastoral. La historia de la salvación fue suplantada por la especulación metafísica. La rutina pasiva sustituyó a la participación activa en la celebración de los mis­terios del Señor.

Dentro de la misma ciudad existen varios templos, con sus cultos, sus costumbres peculiares. Todos estos templos organizan funciones atrayentes, con luces y armonías. Elocuencia de flores, pero sin l i turgia . . . Las parroquias cobijan muchas cofradías, cul­tos, costumbres part iculares. . . , tienen sus devotos, sus fiestas, su santo especial, sus ritos propios".

2.3. La parroquia rural

Habiendo considerado, en síntesis, el desarrollo histórico de la "comunidad" parroquial, vamos a enfocar de modo especial, la pa­rroquia rural y urbana (91).

Consideremos una típica parroquia rural. Los habitantes se dedican a la agricultura según los métodos tradicionales. Están relativamente separados del resto del país y viven en una situación anterior al desarrollo masivo de la técnica. (Este tipo de parroquia tiende a desaparecer en sus características más puras).

2.3.1. Características

A) El primer signo distintivo es que esta parroquia se sitúa dentro de una comunidad local, cuyos límites coinciden con los suyos. Esto es, parroquia y comunidad local son sinónimos.

La aldea tradicional constituye una comunidad. En sus límites territoriales se desenvuelven la casi totalidad de las actividades de sus miembros —actividades políticas, recreativas, educativas, religiosas y económicas. El predominio de la economía de sub­sistencia sobre la economía de mercado. Hay una diversifica­ción mayor de las necesidades que en la ciudad industrial, donde los comerciantes sustituyen a los artesanos. El contacto exterior es realizado por un grupo de responsables. Las reglas del juego social, la cultura, son definidas sobre todo en términos de cos­tumbre, de creación local. La solidaridad es intensa y se mani-

(*i) Pin, Emite. De la paroisse rurale á la paroisse urbaine, Action Populaire. Avril 1965, pág. 401 «s.

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IUSI.I |)oi un apego conciente a algunas de sus formas que ll.iiiwnios espíritu provinciano.

II) l.n segundo lugar es una comunidad muy cercana.

I .os adultos pertenecen a un grupo sin intermediario, pero son personal y directamente conocidos por los otros y se sienten responsables delante de ellos. La aldea tradicional es un grupo primario. El sentido de solidaridad no es .el resultado de un razonamiento sino de una intuición, donde puede percibirse la totalidad y la singularidad de los otros individuos. Esta visión intuitiva refuerza el control social espontáneo/ pues cada uno conoce y es conocido por los otros. Refuerza también el control social ejercido por las autoridades civiles, políticas y religiosas.

C) En la aldea tradicional la autoridad de los presbíteros sobre­pasa largamente su papel estrictamente religioso:

• Porque dispone de un nivel superior de instrucción.

• Porque es uno de los pocos que no se guía por las normas, de costumbre local.

• Porque sus conocimientos universales le permiten resolver los problemas nuevos no previstos; e intervenir junto a las autoridades civiles.

• Porque, a menudo, las otras autoridades refuerzan su posi­ción, dándole un peso de privilegio.

• Porque aun los que no tienen sentimiento religioso ya re­currirán a su intercesión.

• Porque es el único que tiene derecho a lo.."sagrado".

• Porque en muchas aldeas existe "un anti-clericalismo latente disimulado no obstante con grandes apariencias externas de respeto. Tal anti-clericalismo se manifestará claramente cuan­do aparezcan otras autoridades y otros canales de interven­ción (sindicatos, partidos políticos, etc.) que se coloquen a disposición de los habitantes.

D) Para explicar la íntima unión entre el pueblo y la parroquia, que hace que exista una sola comunidad local y sacral, es nece­sario recurrir a cierta característica de pueblo tradicional: el ambiente natural (el hombre y la naturaleza). El individuo recibe una cultura, que a su vez transmite. Esa cultura tradicional, no consiste sin enjbargo en un conocimiento científico universal que da al individuo la capacidad de calcular

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y descubrir algo nuevo. Consiste, en verdad, en una experiencia ya comprobada por el pasado, sin reflexión científica: se trata de modos de hacer, no de leyes, que colocan a los hombres de­lante de un misterio, a merced de fuerzas no controladas. Los sociólogos de la religión ven en éso un aspecto especial de la religión campesina tradicional. Algunos subrayan así la estrecha conexión entre el "status" mental y sociológico del campesino y

'•' la preponderancia de creencias y de prácticas mágicas en su vida.

2.3.2. Motivaciones

Las motivaciones. de la práctica religiosa son cosmológicas. El hombre rural, ante las calamidades, asume actitudes de de­

pendencia de esas fuerzas cosmológicas. Esa dependencia orienta la cultura del grupo a buscar ritos propiciatorios. La comunidad local es sacral y tiene íntima correlación con esos ritos religiosos. La religión en la comunidad ruraji tiene una función cosmológica y una función social. El-cristianismo se impone (y no es asimilado por las personas) o es aceptado en cuanto él mismo asimila tales ritos. La religión, en la comunidad rural, tiene poca penetración profética.' Los campesinos tienen poca inclinación hacia una reli­gión testimonial; tienen dificultades en aceptar cambios, prefieren mantener las reglas ya comprobadas por los antepasados. La reli­gión tenderá a institucionalizarse y por lo tanto llegarán a prevale­cer los aspectos fijos y estables. La. doctrina religiosa tiende a iden­tificarse con la ética ert vigor. Todas las pequeñas organizaciones religiosas ejercen una función de control social.

Así pues, la parroquia rural tiene sus límites en la comunidad local. Refleja la marca de esta comunidad en tres puntos:

• Etica naturalista. .

• Autoridad del vicario (de hecho) y reconocida, la parroquia se torna valor integrador de la comunidad.

•Intereses cosmológicos-religiosos.

2.3.3. Aspectos actuales

Pocas parroquias rurales de hoy reproducen perfectamente to­dos los aspectos enunciados. El carácter autárquico disminuye por todas partes. La agricultura tradicional es sustituida por una agri­cultura industrial. El párroco no es más el único intelectual del lugar. Otras personas y organizaciones ofrecen soluciones y protec­ción al individuo. La "parroquia rural, continúa aún siendo una comunidad local de tipo primario.

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Las estructuras sociales que hasta el presente se ofrecían como vehículos para transmitir los valores religiosos, están ahora en plena transformación o en camino de desaparecer. Así la familia patriarcal, los pequeños grupos y toda la estructura rural, eran los vehículos de valores culturales y religiosos y transmitían la "re­ligión" a pesar de la falta de sacerdotes. La situación ahora es distinta. Pasemos entonces a considerar la parroquia urbana.

2.4. La parroquia urbana

La parroquia es una estructura que corresponde a. las fases de desarrollo social. Se estructuró en una época en que la sociedad urbana era una comunidad largamente integrada, jerarquizada y en la cual la parroquia formaba parte de un conjunto de institu» dones sociales que constituían los cuadros de la existencia normal de los ciudadanos. Las transformaciones subsiguientes a la revolu­ción industrial cambiaron profundamente los datos básicos de la sociedad urbana- La organización social debería adaptarse al nuevo género de vida industrial. Las clases sociales tradicionales que for­maban la "municipalidad" y traducían bastante fielmente los rasgos de la población urbana, fueron sustituidas por la masa de los inmi­grantes, más o menos desarraigados, atraídos por la oferta de trabajo abundante- La presión de esas nuevas poblaciones poco a poco aplastó las antiguas estructuras sobre las cuales descansaba la orga­nización de las ciudades. La parroquia debía adaptarse al nuevo género de vida urbana. De la antigua situación "comunitaria", característica de las ciudades pre-industriáles y de la zona rural, la parroquia estaba obligada a pasar a una organización social, capaz de encuadrar la nueva sociedad urbana (*2).

2.4.1. Aspectos de la parroquia urbana

— Las unidades administrativas parroquiales que corresponden a las divisiones de las grandes ciudades (barrio) no son comunidades locales, sin embargo serán unidades de cercanía.

— La ciudad debe ser considerada como unidad básica de pas* toral. Así, las familias que habitan el mismo barrio tienen intere-ses comunes entre sí e intereses fuertes con relación al resto de la ciudad; además, las actividades de los individuos se desarrollan en sitios geográficos diferentes. El denomírfador común geográfico es la ciudad y no el barrio. Los diversos servicios no son localizados

(»2) Le Bras, G. Etudes de sociologie Reiigieuse, Tome I. Sociplogie de la pratique religeuse dans les campagncs fran^aises, p. 313.

102

en términos de barrio, sino en términos de conglomerado urbano. La unidad de vecindad conserva apenas el solo interés común para algunas actividades: comercio cotidiano, escuela pr imar ia . . . tales intereses comunes son insuficientes para constituir una comunidad local. El interés del individuo abarca toda la ciudad, sus servicios y organizaciones están dispersos por todo el territorio.

— Los territorios parroquiales en el interior de u i t ciudad no corresponden, a comunidades locales. Los cristianos se sienten cada vez más en diáspora en el seno de la gran multitud de bautizados o no creyentes... Imposible responder a todas las necesidades so­ciales de los ciudadanos, imposible competir con los profesionales de las diversiones. El factor territorial perdió su influencia. La ac­ción religiosa debe tener por fin las funciones de la vida social. Una pastoral puramente territorial es nítidamente insuficiente. La unión pastoral debe realizarse en conjunción de intereses más que por la fuerza de un territorio parroquial definido.

— La comunidad urbana, mucho más vasta que la rural, no reúne directamente individuos y familias, pero sí organizaciones y asociaciones que se interponen entre ellas y la comunidad local:

• Las relaciones humanas son impersonales y funcionales, en­trelazadas por una serie de roles especializados (especiali/a-ción y racionalización).

• Las personas en la aldea tradicional son como un todo indi­visible: todas las actividades de un individuo (esposo, padre> operar io . . . ) son asumidas por una sola persona.

• En la ciudad industrial, las actividades de un individuo son distribuidas en relaciones múltiples con diversas asociaciones, en distintos territorios.

• La parroquia tiende a tornarse un organismo especializado y su especialización es nítidamente religiosa:

"Se reduce a los ritos religiosos semanales, anuales y fami­liares (algunas veces en la vida —bautismo, casamiento, fu­nerales). , • . "No interfiere directamente en otras actividades. "Las autoridades religiosas controlan únicamente las activi­dades religiosas. "Por una parte la parroquia quiere ser una gran familia, por otro lado existe la fuga de los parroquianos hacia aso­ciaciones y organizaciones fuera del territorio parroquial. "En el interior de la parroquia existen asociaciones que son mediadoras para la participación del fiel en la parroquia: la especialización urbana provoca la especialización parro­quial".

IOS

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• I.H tupt'í ialización urbana trae consigo un proceso de desa-uitluniión y racionalización.

Ih'sacralizaciórt:

— El individuo se halla inmediatamente en contacto no con una (oimmülud global, sino con asociaciones u organismos con finali­dades distintas (política, económica, recreativa,, educativa, etc.) que pueden crear dificultades en el plano religioso.

— Todas las organizaciones y asociaciones que no tienen fina­lidad religiosa tienden a eliminar la etiqueta confesional.

— Las organizaciones religiosas tienden a eliminar los factores de división de sus miembros, evitando la política, economía, etc.

— El resultado del proceso es la división en compartimientos de la vida pública y privada.

2.4.2. Racionalización de la actividad urbana

• La actividad no es guiada por la tradición, sino calculada racionalmente.

• La ciencia y la técnica toman el lugar de la experiencia secular.

• El contacto con el misterio natural disminuye, no se recurre tanto a las fuerzas sobrenaturales.

• Permanecen aún algunos actos religiosos en ciertos momentos de la vida (bautismo solemne, primera comunión, matri-moni», funerales).

• La religión sufre la concurrencia de otros mecanismos regu­ladores especialmente medios de evasión (espectáculos, tu­rismo, deportes.. .) .

• Esta racionalización y concurrencia hace que el individuo recurra menos a la religión y cuando recurre procura las formas religiosas más funcionales (del punto dé vista de seguridad psicológica y de terapéutica mental) que aquellas ofrecidas por la parroquia.

• La magia explícita de las supersticiones toma el lugar de la magia implícita de la religión agraria.

• La parroquia se torna tríenos necesaria para la existencia, porque es "menos útil".

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• • La especialización, la desacralización, la racionalización de la vida urbana, la aparición de mecanismos de evasión, hacen que la parroquia no sea más la agencia central socio-cultural de la vida de los hombres. La parroquia no es más una agencia de control social; el lazo entre ésta y la comunidad local desaparece. Se torna la parroquia, una agencia parti­cular dentro de la comunidad local.

• El presbítero no tiene más el monopolio del saber, perma­nece con relativa ascendencia en el dominio religioso y moral. Dependerá, también aquí, de los sentimientos religiosos de los ciudadanos.

En resumen: hay divorcio entre parroquia urbana y comunidad local. El territorio sobre el cual jurídicamente está erigida la pa­rroquia, no es una comunidad, ni sirve de base para esto. La pa­rroquia no llega a ser grupo primario. La vida religiosa se torna especializada. Su intensidad tiende a disminuir por causa de la laicización y de la racionalización de la actividad urbana. La pa­rroquia no reúne más a todos los habitantes de la comunidad local, ni todas las actividades de los fieles.. . Cesa de ser necesaria para las personas. ¡La parroquia urbana no es más una comunidad!

2.5. Esfuerzos dé renovación

Ante las transformaciones de la parroquia, los responsables de la pastoral han tenido actitudes diversas:

• Unos aceptan pasivamente, contentándose con distribuir el •servicio religioso a quienes lo piden, otros, tal vez más rea­listas, sé contentan con crear algunas asociaciones especiali­zadas para las necesidades definidas de categorías especiales de parroquianos. En un gran esfuerzo por salvar la parro­quia, se intenta crear nuevos tipos parroquiales, que po­demos a "grosso modo" catalogar de la siguiente manera:

.... En las ciudades, especialmente metrópolis, se encuentran tipos diferentes de regiones parroquiales, que podríamos caracterizar así:

r~Zona comercial y administrativa

Comprende las parroquias situadas en el "centro" rodeadas por negocios, escritorios y bancos. Esas manzanas superpobladas durante

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H llwiMili» "horario comercial", reciben todos los tipos de personas i|iir> |nuilII. No es zona residencial. Los lugares de culto son bus-IMIIIM (OIIIO lugar de oración ocasional, recepción de sacramentos. |< II OUIM'ÓD de la misa dominical, aquí aparecen- personas de todos liw puntos de 4a ciudad. Algunas de estas iglesias de zona comercial y administrativa, se especializan en un santo "milagroso" o en grandes ceremonias y son bastante buscadas para casamientos, certi­ficados, pascuas, misas de 7*? día.

— Zona de aculturación y transición

Locales vecinos a las estaciones de ómnibus y ferroviarias donde se instalan provisoriamente los recién llegados a la ciudad. Hoteles con cuartos pobres. Pensiones. Zona de prostitución. Alto índice de criminalidad. Muchos "casos" sociales. Zona sub-proletaria.

La parroquia en esta localidad es buscada para obras de "ca­ridad". . . se dedica a servicios sociales y ofrece local para visi­tantes que buscan por algunos momentos, oportunidades de culto y oración.

— Zonas, residenciales (barrios)

Zonas comerciales bastante importantes. Sectores de residen­cias ricas u obreras, conforme al tipo de barrio. Pequeña o nula la comunicación entre los habitantes* En los fines de semana, los gru­pos más prósperos se mueven hacia clubes, playas, etc. La parro­quia consigue la presencia de un determinado número de familias. Intenta mantener el estilo de la antigua parroquia rural, organi­zando asociaciones, cultos y cuadros tradicionales (93).

— Zona periférica *

' Ciudades satélites. Zona externa a la ciudad, caracterizada por la movilidad. Límites inestables. Medios de comunicación difíciles. Región mal equipada desde el punto de vista comercial, social, cultural y religioso. Habitantes generalmente obreros en las gran­des industrias. Muchos casados jóvenes y criaturas, pocos ancianos.

(83) Pheol, E„ citado por Denis Szalbo en La paroisse dans la structure écolo-gique de la ville, pág. 22. Casterman, nota que el grado de intensidad

de las relaciones de vecindad es una relación inversa al status social de los. habitantes: cuanto más próximos a los medios populares, más estrechas, las nutridas relaciones entre los vecinos. Tal hecho es confir­mado por los estudios de M. Quoist sobre Roúen: La ville et 1'homme, Les Ed. Ouvriéres. Economie et Humanisme, Paris, 1952.

I Ofi

Regiones dormitorios, pues la gente adulta, viaja diariamente hacia la ciudad, volviendo tarde en la noche, apenas para dormir.

El fenómeno de urbanización tornó artificial los límites de las parroquias. Las sedes.de las nuevas iglesias no siempre fueron esco­gidas según los criterios de. la» circulación y atracción de la vida u rbana . . . Para cristianizar la ciudad, la parroquia ya. no es más suficiente...

2.5.1. Renovación conservando la estructura

Intentando salvar la estructura tradicional, aparecerán diver­sos tipos de parroquia.

A) Parroquia estación de servicio

Las personas aparecen para reabastecerse espiritualmente. Más o menos un "surtidor de nafta espiritual". Ninguno se siente co­munidad. Se confiesan "asistentes" a mi sa . . . y parten para el mun­do, después se rehacerán de lo sagrado. En el mundo ejercen una acción apostólica aislada.

Se intenta, como renovación, mejorar la liturgia (misa con cantos, buena predicación, explicación de los sacramentos....). Bue­na acogida, etc.

B) Parroquia familia grande ,

El vicario, con sus colaboradores inmediatos intenta realizar todos los servicios sociales para la comunidad —cine parroquial, salas de esparcimiento, restaurante, servicios sociales „asistenciales— de manera que en la parroquia se encuentre todo lo que es. nece­sario para la vida social y las personas no precisen ir a otros lu­gares para ello. Se intenta crear una familia más o menos patriar­c a l . . . clan, t r i b u . . . Se corre él riesgo de ser un gheto, en medio de la gran ciudad En la mejor de las hipótesis será una próspera secta, bien organizada. Otros intentan defender a los cristianos en autén­ticos invernaderos, en lugar de darles la conciencia de ser fermento que no se defienda de la masa, sino que en ella tenga su rnedio propio de acción.

C) Parroquia como club espiritual

Aquí las personas se encuentran confortablemente en una aso­ciación religiosa y devota, muchas veces como fin en sí misma, creando una relación de amistad y entretenimiento entre las per-

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nonti». I,o misino en grupos que estudiarán el Concilio, puede aca-IIIII kiriiilo un pequeño círculo esotérico, dé iniciados, que se com-|iluten rn el propio progreso espiritual y cultural. Buen predicador, lodo .srgt'm el último pensamiento conciliar, pero sin el espíritu jm.vioiicrb, abierto, de un concilio qae habla de iglesia fermento, l u z . . .

2.5.2. Renovación para una nueva concepción

Trátase de crear nuevas formas de expresión pastoral, buscar nuevas respuestas para las exigencias de la nueva civilización. No existen fórmulas de eficiencia comprobada, de efecto automático y de aplicación inmediata. No basta una renovación de la catequesis, de la liturgia, en fin, mejorar cosas y métodos, sin cuestionar la propia estructura parroquial. No basta mejorar lo que se hacía antes, sino que es preciso poner en jaque el esquema. Es preciso reflexionar y crear. ¿Por qué entre los apóstoles es tan difícil el hábito de reflexionar? (¿miedo de escandalizar?, ¿falta de tiempo por estar ocupado por mil cosas?, ¿falta de clima?, ¿falta de liber­tad?). Para un huevo tipo de acción eclesial, de"be partirse de una reflexión sobre la realidad, sobre la teología.

Yamos hacia un nuevo tipo de acción pastoral que mire a pequeños grupos. Consérvese la parroquia jurídica, si fuera el caso, pero dentro de ella es preciso identificar comunidades humanas ya existentes y transformarlas en verdaderas comunidades cristianas. En otros casos, por la acción de la palabra y del testimonio de ca­ridad, suscitar comunidades de cristianos que hasta ese momento vivían prácticamente en diáspora. Aquí se habla de comunidad ecle­sial de base. No es una mera descentralización y mihiaturizáción de la parroquia actual, pero sí tentar una nueva concepción de la co­munidad eclesial, que se fundamenté en las relaciones primarias de las personas, sea educadora para la fe, viva los propios objetivos . generales y específicos de la Iglesia, lleve a los hombres a la plena realización del designio divino en sus vidas.

Por una parte evítese el sociologismo, que consiste en pensar que sólo es posible una comunidad de base donde ya existe comu­nidad humana establecida. Por otro lado, el eclesialismo, que con­siste en intentar construir comunidades de Iglesia sin tomar en cuenta el tipo de relaciones humanas existentes entre las personas.

La célula de la Iglesia no es la Parroquia, ni será la CEB, sino

3ue es la familia. Luego, la pastoral tendrá sumo cuidado en no ividrr el hogar. Es normal, entonces, que esposa, marido e hijos

formen parte de la misma comunidad. Este principio va a crear grandes problemas para la formación de comunidades ambientales donde existe hasta ahora mucha separación de los sexos.

3. FUNCIONAMIENTO DE LA CEB

3.1. Por dónde comenzar

El primer paso a darse, para que se pueda crear una CEB, es el de preparar a los presbíteros, lo cual, en la práctica, significa proporcionarles una profundización en la teología de la Iglesia, en la concepción de lo que es el misterio de la salvación, en el cuestionamiento de la realidad y de las respuestas pastorales que la Iglesia ha dado al momento actual; ilustrarlos en cuanto al sig­nificado teológico, socio-psicológico y pastoral de la CEB.

Preparar las mentalidades y las personas es un paso inicial in­dispensable. Realmente, muchos pastores necesitan un "volver a las fuentes" radical en el modo de pensar y obrar, para que puedan adaptar sus categorías mentales y sus aptitudes pastorales, a la realidad de los signos de los tiempos y a las exigencias del misterio de la Iglesia.

También los fieles deben ser preparados para una nueva pas­toral. Aplicar una fórmula milagrosa, si ella existiese, seríaN cómodo. Construir la Iglesia de Cristo exige actitud madura de quien vive los problemas, se compromete con el Evangelio y busca soluciones adecuadas, a través de estudios serios y experiencias válidas.

Muchos son los pasos a ser dados para la creación de CEB: formación de mentalidad, preparación del ambiente, "metáñoia". Se incluye, evidentemente, un cambio de vida en las personas y comunidades. En sus vidas y en las estructuras. En efecto, la "nue­va" concepción, debe corresponder a una adaptación de las estruc­turas eclesiásticas, para que éstas, en la práctica, no contradigan lo que fue elaborado por la reflexión teológica y pastoral. Acontece, a veces, que tenemos en la pastoral, personas lastimadas —por un lado están convencidas que necesitan caminar en determinada direc­ción, por otra parte, las estructuras vigentes, exigen también ca­minar en sentido opuesto. . .

La actitud pedagógica debe también ser considerada. La CEB implica no sólo conceptos nuevos, sino actitudes nuevas para una vivencia concreta y comunitaria del misterio de la Iglesia, enten­dida como comunión de vida con Dios y entre los hombres, por Jesucristo, en el don del Espíritu.

No es suficiente la consideración teológica en la elaboración de

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un ulijHlvo pastoral considerado ideal. Es necesario también con-*iil<nii «•! nivel en que se encuentran las personas y medir sus ca-p,M iilmlca tic aceptación y asimilación. Así, muchos fracasos pasto iiilit non motivados por esfuerzos anti-pedagógicos, queriendo im-iMnirr ¡i personas y grupos, estructuras de fe y esquemas eclesiales iiiiHpaces de ser asimilados por ellos y asumidos, sin larga y ade­mada iniciación. Eso acontece, por ejemplo, cuando se quiere crear y desarrollar las CEB, sin tomar en cuenta la vida y el tipo de relaciones existentes entre los hombres. Como ya dijimos, en la presente economía de la Redención, el relacionamiento humano no es, de modo alguno, indiferente al Misterio de Cristo Resu­citado. La actitud del hombre para con su semejante es, al menos implícitamente, una cierta negativa o una cierta acogida de Cristo, que se comunica en esta misma relación. Para la acción pastoral es importante, analizar las relaciones entre los hombres, a la luz de la fe. Existen situaciones y actitudes que, a la luz del Evangelio signi­fican acogida o negación al amor de Dios y al amor del prójimo. En muchas relaciones humanas podemos encontrar, aunque imper­fectas, señales de la acción del Espíritu Santo y la realización del misterio salvífico. En otras vamos a verificar el pecado, la negación al Amor e, implícitamente, al Misterio de Cristo Resucitado. La pa­labra de Dios, vivida en la fe, por la Iglesia y garantizada en su autenticidad por el magisterio jerárquico, nos orienta en el aná­lisis y en la apreciación teologal de la situación.

Asi, en nuestro caso, podemos verificar que muchos brasileros manifiestan una cierta actitud dé apertura para con el prójimo. Actitud de acogida, esfuerzo <j§ Comprensión, solidaridad, en mo­mentos decisivos y en horas difíciles. Estos valores son semillas del Evangelio a ser explicitadas. Por eso, al iniciarnos en una comu­nidad eclesial de base, cuándo pretendemos lanzar cualquier tipo de acción pastoral es indispensable que procuremos conocer, más amplia y profundamente, cómo se relacionan en la Fe, los hombres con quienes deseamos entablar el diálogo."Si la relación entre los hombres fuera negativa, el primer trabajo pastoral será convertirlo en una relación positiva de amor recíproco. Cuando la misma ya es positiva se debe aprovechar y desarrollarla hasta realizar plena­mente lds objetivos de la vida humana {plena comunión de vida con el Padre, entre s i . . . , etc.).

Entonces, en la práctica:

• Se efectúa el coiiocimiento de la» comunidades humanas me­nores, del territorio en cuestión. Se especifican, así mismo de modo elemental, las reales necesidades, posibilidades y aspi­raciones de los grupos. Se identifican los líderes naturales. Hay que estar alerta, como ya se ha dicho, contra el riesgo del sociologismo que sólo acreditaría la posibilidad de hacer una

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comunidad de Iglesia donde ya hay una comunidad humana bien relacionada. El Evangelio es capaz de convertir a los hombres y colocarlos en nivel de comunión, aunque ante­riormente no hayan tenido entre sí, tal experiencia. Los cristianos que están en diáspora, tendrán la oportunidad de ser comunidad, por el encuentro con la Palabra, por la co­munión de caridad y por la asamblea litúrgica, aunque entre ellos no hayan tenido oportunidad de un encuentro humano anterior. Aunque la vinculación de los hombres sea nega­tiva, una acción psicológica podrá, poco a poco hacer surgir entre ellos una relación positiva.

Se puede comenzar de muchas maneras una CEB. En varios lugares, los caminos han sido diversos. Nunca habrá una fórmula fija. Cada grupo realiza su experiencia. Cada iglesia tiene que vivir la aventura de la gracia, con todos los riesgos que le son propios. La Iglesia de Corinto nunca será la Iglesia de Efeso. Cada uno comienza por donde puede, teniendo en vista una sana fundamen-tación. Lo importante es mantener claro el objetivo, adonde se quiere llegar. Los comienzos limitados y precarios irán siendo per­feccionados e integrados con el trabajo posterior. Lo importante es partir del nivel de comunión (con Dios y entre sí) que el grupo y las personas ya adquirieron. Desde aquí se inicia y progresiva­mente se estructura la CEB.

La Iglesia primitiva, por ejemplo, se basó mucho en las rela­ciones humanas preexistentes. Las comunidades eclesiales primiti­vas partieron de las relaciones entre los miembros de la sinagoga judaica, aprovechándose también de las relaciones ya dominantes en los diversos grupos familiares (ej.: conversión de Cornelio).

En un pueblo, én un vecindario, en una pequeña fábrica o en un pequeño club recreativo encontramos muchas veces buenas ba­ses para la vivencia comunitaria. Mas esta convivencia natural está bajo constante amenaza de caer en manos de un líder dictador, de desintegrarse en feudos y entonces ofrecer los sinsabores típicos de la convivencia cerrada: control implacable sobre la vida ajena, dis­minución de la libertad de cada individuo y violación de la inti­midad familiar. La inserción de cristianos bien formados puede llevar estas comunidades a la plenitud de la armonía. La inserción en la comunidad pluralista no debe impedir la vivencia de la ca­ridad sobrenatural entre los propios cristianos conscientes.

El término "Comunidad de Base" tiene su origen en la acción social donde ya tiene varios años de uso. En la literatura de la ONU, por ejemplo, la formación de pequeñas comunidades (Community

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l)rvrlo|»mi'iii) so presenta como la principal alternativa contra el IHürnitilikiiio. Y realmente, en el esfuerzo de ciertas clases o de ciertos piirliloN |MI.I salir de la miseria, ninguna acción "de arriba" puede iiikliluii el esfuerzo solidario de los propios pobres.

Y nada adelanta sensibilizar al proletario sobre su dignidad iiiiin.in.i y sus derechos de hombre; al contrario, si no llega a agru-|i.irsc* para reflexionar y obrar en común, terminará en la amar-í'.nra y en- la desesperación.

La Iglesia tiene la responsabilidad de que todo hombre llegue .1 ocupar un lugar digno en la sociedad. Ahora, para muchos fac-(ores de desarrollo (industrialización, por ejemplo). Ella no dispone ile recursos y es mejor que no disponga. Pero, para la formación de comunidades, Ella tiene enormes posibilidades y no puede negar este servicio a la humanidad.

La comunidad a promocionar exigirá siempre una cierta homo­geneidad social.y uña parroquia heterogénea tendrá que tener ne­cesariamente varias comunidades. Es el caso concreto de las grandes ciudades, pues hoy, sobre todo en el medio urbano y principalmente en el área metropolitana, la vinculación urbana asume característi­cas bien distintas, desarrollándose sobre todo las relaciones de tipo secundario. Verificamos que el factor territorial y vecindad, pierden mucho de su influencia. Concomitantemente .otros factores asumen papel decisivo. Aquí los individuos están siempre más cerca física­mente (en un ómnibus, .en una estación, ert una casa de depar­tamentos . . . ) , pero buscando cuidar distancias psicológicas. Es seguridad contra los desgastes socio-psicológicos. Así, se pueden comunicar, superficialmente con los vecinos y mantener relaciones profundas con personas que viven en otros barrios o en otras manzanas.

Es preciso tomar á los hombres donde ellos se encuentran. No sólo en el nivel de comunión en que viven, sino en la con­ciencia que tengan de esa comunión. San. Pablo, por ejemplo, to­maba muy en serio este punto, aunque en varios lados hubiera fracasado. Para cada grupo, centralizaba el mensaje cristiano de una manera y presentaba ciertos argumentos y ciertas motivaciones más adecuadas para las personas presentes. No siempre acertaba, pero ahí está justamente toda la problemática del Evangelio, que no obliga a las personas, sino simplemente apela a una adhesión libre, en vista del misterio fundamental del amor. Para San Pablo la Iglesia es un instrumento por el cual el Cristo invisible toma con­tacta visible con el mundo de los hombres. La escatología es la primera en el orden de los fines y de la intención; la encarnación debe ser la primera en el orden de los medios y de la ejecución.

Cuando se encuentra un grupo "alejado", es necesario ayudarlo a rehacer su relación con Dios, que ño existe o que fue quebrada.

112

Sólo después se encaminará hacia una mayor profundización de la vida teologal en la comunidad de Iglesia. Existen grupos que ya viven en un clima de comunidad eucarística. Se puede entonces, partiendo de allí, completar lagunas, que acaso hayan permanecido. Cuando un grupo aún no acepta una celebración eucarística, pero gustaría por ejemplo, de una reflexión a la luz del Evangelio, se parte de esa posibilidad. Lo importante no es por dónde se co­mienza, sino adonde se quiere llegar. Los participantes del grupo, al principio, no precisan tener una conciencia clara de todo el panorama, pero el pastor, el presbítero debe poseer una visión de conjunto y estar seguro de lo que quiere y adonde va. La motiva­ción concreta puede ser la más variada posible, desde una charla informal, hasta una misa, una celebración eucarística, triduo, curso intensivo que pueda tornarse ya vivencia comunitaria, y otras mo­tivaciones que realmente puedan ayudar al grupo a desarrollar sus relaciones cristianas entre sí y comulgar más con Dios, por Cristo, en el don del Espíritu. Un grupo que trabajó en el centro de Río de Janeiro, relataba:

—"Partimos de la acción litúrgica. Misa celebrada en los de­partamentos los sábados por la tarde. Participación del grupo más ligado al medio humano natural. Procuramos aprovechar las ho­milías para dar el sentido de la comunidad naciente. Al lado de las celebraciones litúrgicas, hubo reuniones quincenales (al princi­pio), después semanales, para profundización doctrinal. Evangelio y Concilio. Tentativa de una encuesta entre los participantes sobre el nivel del vínculo humano y comunitario existente en el grupo natural. La acción litúrgica fue aceptada como una etapa, por el grupo natural. La renovación tiene por fin hacer de la comunidad de base una comunidad de vida evangélica vinculada a lo cotidiano, para ser en la comunidad humana natural, una comunidad de ser­vicio y signo de Iglesia. Aquí se sitúa el testimonio fundamental. Sólo así la acción litúrgica pasará a ser expresión de vida, fuente y signo pleno de la Iglesia. No se trata de llevar a todos, inme­diatamente, a participar, por simple presencia o comodidad, de la acción litúrgica. En ésta, se crea apenas la relación humana básica para profundizar los contactos. La Eucaristía constituye fundamen­talmente la comunidad reunida como señal objetiva de salvación para el mundo. La asamblea eucarística debe estar unida más es­trechamente con todas las asambleas eucarísticas y particularmente las que están presididas por los sucesores de los apóstoles.

—En Maranháo (parroquia de Tutoya)— "parece ser más con­veniente comenzar la experiencia de comunidad eclesial de base en un poblado del interior. El ambiente es más homogéneo, el per­sonal es menos numeroso, la dimensión humana más sentida, el centro de interés más fuerte. En caso, sin embargo, de comenzar

1 1 *

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por la ciudad o sede de la parroquia, sería aconsejable comenzar la comunidad de base en un barrio o en un área limitada, donde ya existiese una cierta comunidad natural. No comenzar por lo social, sino por lo humano y evangélico, pues nada es más del hombre y del Evangelio que el hambre y sed de Dios que es Jus­ticia, Verdad, Libertad y Amor.

—Donde hubiera movimientos especializados, por ejemplo, don­de Ja JAC, la legión de María, etc., estuvieran funcionando, podrán ciertamente, ser el camino de iniciación de la CEB, pues ya son ellas la presencia testimonial de la Iglesia que se debe transformar en una comunidad de base unida, abierta y acogedora. Hay quien piensa en comunidad de base de estudiantes, obreros, etc.

Un grupo que hizo la experiencia en un gran centro concluía:

"Las personas y grupos van poco a poco madurando, compren­diendo, acreditando una experiencia y asumiendo gradualmente las responsabilidades. Hay una conciencia siempre mayor de que de­pende de todos y de cada uno de los miembros la existencia y cre­cimiento de la propia comunidad. Las reuniones se tiende a.es­tructurarlas en base a hechos vividos, reflexionados a la luz de prin­cipios doctrinarios. Esfuerzo creciente en el descubrimiento práctico de los hechos que envuelven a la comunidad humana natural en su ambiente. De allí la apertura y conversión para los aconteci­mientos humanos del ambiente. De éste brotarán los signos a ser reflexionados a la luz del Evangelio.

La CEB irá decisivamente hacia una vivencia cristiana funda­mental, a título de servicio a la comunidad humana. Es vivencia enraizada en la vida cotidiana y presente en las actividades de sus miembros. Se tiende a una vivencia personal y comunitaria de la fe. La perfección y salvación son vistas como una adquisición común y personalizante. Así se crean condiciones para llevar a cada uno a procurar su posición específica en el servicio de la comunidad eclesial y su posición frente a la comunidad humana. De ese modo surgirán vocaciones específicas como plenitud de la vocación fun­damental.

3.2. Tipos dé CEB

De modo general se reconocen tres clases de CEB: la geográ­fica, la ambiental (medio o profesión) y la de elección. Tales tipos pueden coexistir simultáneamente o no, en un mismo lugar. Asi en una misma parroquia jurídica (10.000 habitantes) surgen:

• Grupos urbanos reunidos por causa de Cristo, con el hábito de profundizar en la Palabra de Dios, con expresiones cul-

114

tuales (¿celebración eucarística?), motivación para una viven­cia de la caridad,

• Capillas del interior (rurales) en igual nivel.

• Barrios o manzanas ya integrados en una vivencia comunita­ria anterior.

• Poblaciones o estancias que se transforman en verdaderas comunidades de base.

•Pequeños distritos, villas, con igual vivencia.

A) Comunidades con base geográfica (del mismo barrio, del mismo edificio, del mismo lugar, de la misma estancia, del mismo dis­trito).

B) Comunidades del medio o profesión (ambiental): reúne perso­nas del mismo medio social y de la misma profesión, no importa el lugar (estudiantes, obreros, técnicos, choferes.. • )• Estas co­munidades pueden tener ulterior división, según sean de medios obreros, subdesarrollados o de medios aburguesados o semi-bur-gueses (94).

C) Comunidades de elección, con personas reunidas por un centro de interés común, religioso y apostólico, venidas de los lugares más diversos.

3.3. Organización

Ya surgieron en el Brasil diversas experiencias de organización de las incipientes CEB; Del camino recorrido y de las perspectivas que ellas permiten trazar, podemos apuntar algunas observaciones.

3.3.1. El presbítero responsable

El presbítero debe reflexionar largamente sobre lo que es una CEB (no fórmula milagrosa, no reedición en miniatura de la es­tructura par roquia l . . . ) cuáles son sus objetivos, sus me tas . . . ilu­minando sus reflexiones con la teología y fundamentándolas én la realidad. Visitar alguna experiencia adecuada, juzgándola. El testi­monio de reflexión del sacerdote es muy importante. La reforma radical de la mentalidad y de la vida de los presbíteros es exigencia, básica para el éxito de las. CEB. Debe ser el animador, el amigo que confía en los laicos, reconociendo la misión que les es especí­fica. Debe tener el corazón del verdadero "pobre1" del Evangelio, acogedor, paciente. Saber esperar. Saber sufrir retrocesos y vacíos.

(**) Elisabeth Moreaux, notas para aprendizaje.

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Estar dispuesto a comenzar cada día como Dios comenzó su obra creadora. Su acción va a ser la explicitación y la profundización de lo que él sinceramente vive en su experiencia vital de cristiano. El presbítero acompañará todos los paso» del trabajo, como quien está al servicio del Pueblo de Dios, como quien es testigo y no "dueño". Procurará ser educador para la fe, constructor de la co­munidad (95). Tendrá preocupación, pastoral de hacer crecer al grupo en ciencia, sabiduría y gracia (9e), en una línea de conver­sión, verdadera opción a la Persona del Señor Jesús. Es por la fe madurada y por la gracia vivida en el riesgo de la esperanza y en la aventura de los hermanos que esta conversión se testimonia con­cretamente (97). Debe distribuir responsabilidades, llevar el grupo a planificar con todos los elementos y para todos. Así se formará para la vida, en la vida y por la vida. Esta formación progresiva, hecha a través de todos los medios debe llevar a cada uno: sacer­dote, dirigentes, miembros de las comunidades, a sumergir toda su vida con todos sus problemas en el Evangelio.

El sacerdote sustentará las comunidades, además, a través de visitas personales y por medio de cartas, circulares, etc. Continua­mente debe confirmar en la fe a su hermanos.

3.3.2. Los líderes naturales

Quien comienza debe observar mucho la realidad para descu­brir en ella los líderes naturales. Identificado y motivado, primero, él servirá de cabeza de puente para abrir los caminos de la CEB en gestación. El descubrimiento primero de ese líder, elemento cla­ve, debe ser completado por el correspondiente trabajo de concien-tización para el ideal de la CEB, su finalidad, etc. Todo el grupo será posteriormente motivado por él, entonces vale la pena emplear mucho tiempo para orientarlo, resolver sus dificultades, acompa­ñándolo en la acción y los fracasos.

Como características fundamentales dé la formación del líder (y después, de los demás, a través de él), colocamos:

• La necesidad de la metanoia, esto es, conversión personal a Cristo y a los hermanos. Se comienza por concientizarlo al respecto de la propia dignidad de persona humana. Es impor­tante jugarlo luego en la acción en favor de la propia comu­nidad. Formación por la acción. Pasará oportunamente por cursos, para profundizar sus conocimientos doctrinarios. Debe sentir que tiene valor y puede demostrarlo en la acción. No debe quedar separado de la vida. Los cursos que frecuentará,

(05) Presbyterorum Orclinis. (»«) Le. 2, 52. <»7) Jn. 4, 2!-2?.

i i e

serán muy prácticos, constando de clases, círculos de estudia, prácticas, discusiones, y los participantes deberán procurar llevar a la práctica lo que van aprendiendo. Debe sentirse sujeto y no sólo objeto del apostolado.

El presbítero debe intentar hacer un equipo real con los lí­deres, analizando con ellos la realidad y los llamados de Dios.

• Podemos ampliar el concepto estricto de líder (aquel que con­duce) para decir que todos pueden ser líderes, en aquello que saben hacer, en aquello que se comprometen. Si el cristia* nismo es vida de unión, comunicación de dones, de servicios mutuos, cualquier tipo de persona puede comprometerse, asumir, siendo "líder" (sociológico, psicológico...) o no. Los presbíteros deben tratar de conseguir los líderes natu­rales y potenciar otros elementos aprovechables para un compromiso personal y total. Si el vicario se quedara mirando solamente algunos líderes de' gran valor, el riesgo concreto sería que solamente algunos se responsabilizarían. Por esto, en ciertos lugares, se tentó, en el comienzo de la CEB una vida de actividades realmente en conjunto (estudio, medi­tación, reflexión, trabajos) en que los individuos asumían las responsabilidades por turno (en la medida de las posi­bilidades y de las cualidades He cada uno). Hubo revisión de la propia actuación y oportunidad de capacitación para todos los interesados, surgiendo de allí varios "comprome­tidos" que tuvieran los liderazgos a su real servicio.

"Para unir a los hombres entre sí y con Dios, se debe, en primer lugar, valorizar cada individuo. El corazón dé la Iglesia no se hace sentir en el actual mar del anonimato. Así la CEB, a través de su coordinador, consejo, etc., debe hacer todo para que cada persona se sienta amada. Recordar los nombres de las personas, consolar a los que pierden familiares, alegrarse con los que están alegres, fes­tejar aniversarios, recibir a los nuevos miembros, fomentar encuen­tros profundos de espiritualidad, aprender, por lo menos algunos rudimentos de dinámica de grupo";

"Una comunidad que pretende iniciar la CEB, tiene que dar alta prioridad a la formación de laicos. Recursos financieros, que podrían ser usados para construcciones, deberán ser canalizados para la financiación de cursos permanentes".

Las CEB no van a nacer por generación espontánea: deberán ser iniciadas, orientadas e incentivadas .por alguien, un animador. El vicario puede asumir este papel en dos o tres comunidades. ¿Y en las demás? Deberá, probablemente,.preparar a alguien, que con misión canónica, coordine la CEB. Si fuera un matrimonio, en lu-

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gai <le un individuo la coordinación se beneficiaría por las riquezas lamo de l.t ¡>crsonalidad femenina conío de la masculina, además rl iii.iliiinoiuo ya tiene en sí un núcleo de comunión. Se habla mu­llí» <l<" liderazgo especializado y también colegiado. La CEB puede v i dirigida j>or un consejo acéfalo, o, si hubiera un presidente, él .será electo por un tiempo limitado.

Existen varias posibilidades para que las personas se encuen-11 en en la comunidad de Base, así por ejemplo:

r-Cada cristiano puede buscar en el ambiente de su vida "coti­diana y profesional a los que son cristianos y que se encaminarían con él para formar una CEB.

— Otros pueden trabajar para transformar los pequeños grupos religiosos y apostólicos en verdaderas comunidades de cristianos, o formarlos alrededor de un centro de interés común (religioso, apos­tólico y aun cul tural) . . . Se puede también reunir cristianos de buena voluntad que no tienen intereses humanos comunes, ni ac­ción religiosa común, pero que desean reunirse para profundizar en la fe, vivir el culto y la caridad.

— Cada uno puede trabajar en su medio cotidiano o profesional, para que se formen comunidades naturales. En ellas trabajará para que las personas progresen en la fe. Poco a poco esas comunidades naturales se transformarán en CEB.

Los elementos a ser reunidos -deben ser adultos, principalmente hombres. Las criaturas estarán en torno a las familias.

"La criatura, dice el P. Helio Maranháo, tiene todavía mucho tiempo por delante. De la infancia a la edad adulta se olvida de las enseñanzas del sacerdote o de la religiosa, si no tiene el apoyo de .la familia. En cuanto a la mujer ella es fácilmente llevada a las cosas de Iglesia. Los hombres tienen mayor influencia. Motivados los hombres, principalmente los más jóvenes, ellos asumirán los com­promisos con mayor buena voluntad, idealismo y perseverancia".

La comunidad de base puede ser un grupo pequeño, pero que tiende a lograr otros elementos del medio. Deberá, concientemente, realizar su inserción en la comunidad mayor. ,

"¿Cuántas personas por CEB? Por una parte no podemos dis­gregar barrios integrados, ni excluir católicos simpatizantes o indi­ferentes; por otra parte, grupos de más de veinte difícilmente lle­gan a una profunda comunión. Será inevitable, entonces, que la CEB funcione'con varios niveles de intensidad. De esta manera, idealizamos en cada comunidad un grupo de profunda vida comu­nitaria y apostólica. Este núcleo opera ert un círculo más amplio, de personas en vías de conversión: la comunidad catecumenal. Y, finalmente, en forma más abierta, incluirá protestantes y no cristianos, en una palabra, todas las personas de aquella comunidad natural que acepten nuestra amistad. Peligro —es que el grupo

«clesial aspire a ser el centro de toda la actividad de aquella co­munidad profana. Si fuera así, caemos en una nueva forma de clericalismo. Además, en una comunidad sana, hay varios centros de interés, como sociedades da barrio, asociaciones deportivas, agru­paciones políticas y gremios culturales. Los cristianos pueden estar presentes en todas ellas, sin por ello querer conquistarlas.

3.3.3. Consejo de la CEB

El Consejo de la CEB (se puede dar otro nombre) no tiene número fijo. No conviene que sean muchas personas (tal vez al comienzo un matrimonio). Debe estar constituido por personas adultas, casadas, elegidas por el grupo. En una de las experiencias se observó lo siguiente: la elección por todo el pueblo para los miembros del consejo, no ha dado buen resultado. El pueblo además no está capacitado para esto. Lo mejor es que el sacerdote observe la realidad, que tome él mismo los informes y descubra uno para comenzar. Este primero anotará a otro y así en adelante . . . en el futuro, más preparado el grupo, se puede penSar en elección.

El grupo original, a medida que sea esclarecido y orientado, y que progrese en el trabajo y en la experiencia de la CEB, eligirá los dirigentes principales (responsable, coordinador, presidente . . . , el nombre más bonito que haya). El presidente sería el responsable mayor. El tesorero (mejor otro nombre), responsable del dinero -que la CEB junte —diezmos, donaciones, etc. El secretario (¿relator?) tendría funciones semejantes a Marcos y Lucas, en las comunidades fundadas y acompañadas por Pedro y Pablo. Es el encargado de la correspondencia recibida, de las anotaciones, de las pequeñas in­formaciones, del libro de vida de la Iglesia local y el responsable de la capilla (en el caso rural o cuando la CEB esté ligada a una capilla).

Podrán existir, progresivamente, equipos de servicios diversos ¡(entretenimientos, éspiritual-litúrgico, cultural, enfermos. . . ) .

Evidentemente el consejo debe ser asistido, acompañado, ani­mado, apoyado, sustentado y alimentado doctrinariameiue por el sacerdote, a través de los contactos personales, encuentros de re­flexión, semanas de estudio, personas enviadas y otros medios que parezcan viables y útiles.

3.3.4. Reuniones

La CEB deberá reunirse periódicamente (semanal o quincenal­mente) conforme a sus posibilidades y necesidades para:

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• l'.ni unido y reflexión espiritual (meditación comunitaria . . . ) ' .

• Iluminación de la fe (debates, clases. . . ) .

• Celebración litúrgica (¿misa?).

• Planeamiento de la acción de fermento en el medio (estudio de la situación, consideración de los objetivos, decisiones, planes de acción, acompañamiento de la acción, revisión y nuevos planes).

Mediante la profundización doctrinal especializada —grupos básicos diversificados al nivel de cada uno— pasar de una comunión de caridad común al nivel de acción sacramental. La liturgia de la Palabra, la Celebración será en común. La profundización en los grupos especializados deberá hacerse sin interrupción. La comunión debe crecer no tanto en cantidad, sino en intensidad de testimo­nio, significado por el servicio y la vinculación creciente.

3.3.5. Compromisos

En algunas experiencias se ha llevado a los integrantes de la CEB, a compromisos. Se argumenta con el testimonio de la Iglesia primitiva.

— En los Hechos de los Apóstoles (98) verificamos que las co­munidades de base existentes exigían cuatro compromisos a .los que oían la Palabra y se bautizaban:

• Perseverar en la doctrina de los Apóstoles.

• En las reuniones en común.

• En la comunión del Señor Jesús. *

• En las oraciones.

La Iglesia de las catacumbas, conforme al testimonio de Justino Mártir, sólo admitía como "competente" o "iluminado" a aquel que:

• Se bautizaba en nombre del Señor Jesús.

• Conocía la doctrina del Señor Tesús. , ' . • • - . . -

• Vivía en el amor que el Señor Jesús enseñó (9S).

<»8) At. 2, 41^7. (»») I Apología 61-63-67.

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Una experiencia brasilera (10°) propone a los que pretenden ingresar en la CEB:

• Dar personalmente el nombre a la Iglesia (CEB), esto por­que todos son bautizados. No dejar de bautizar (porque es­tamos muy preocupados con la pastoral del bautismo y muchos presbíteros no bautizan si los padres y padrinos no han reali­zado una preparación adecuada). Ni negar el bautismo de los que ya fueron un día bautizados (caso de los que fueron bautizados en sectas protestantes que realizan bautismos vá­lidos. . . ) .

• Participar, los domingos y días santos, no estando ausente, ni enfermo ni si está lloviendo, del Encuentro del Señor o día del Señor (la reunión es más un encuentro que un día).

• Vivir honestamente, pues el primer paso debe ser dado en la, línea de la santidad verdadera. La honestidad es ya un co­mienzo de santidad.

• Colaborar mensualmente con la Iglesia local, de acuerdo con lo que fue acordado con el Consejo local. Aquí se comenzó con 100 cruzeros cada uno, a partir de los 14 años.

3.4. Relaciones de la CEB con la Parroquia

Iniciado el trabajo de creación y funcionamiento de la CEB, no significa que se debe acabar con todo lo que se hacía en el centro parroquial. Pedagógicamente, en el período inicial, es útil por una parte continuar con el movimiento del centro, intentando renovarlo lo más posible dentro de una perspectiva litúrgica, eate-quética, bíblica, misionera, etc., pero tentando paralelamente hacer surgir en el territorio parroquial, la CEB, dentro de una nueva perspectiva pastoral. No es prudente acabar con lo que existe, sería actitud inmadura. Concomitan teniente hacer surgir una Iglesia que se adapte mejor, que se pueda relacionar más eficientemente con el mundo de hdy, con la situación de hoy, con la sed de Dios que tienen los hombres de hoy.

La iniciación e integración y compromiso en la comunidad de ba^fcdepende casi siempre, de la opción personal de cada uno, en vista de sus afinidades, de su relación y de su decisión de vivir en las diversas dimensiones de su fe.

.Es el conjunto de las CEB que hará que la asamblea litúrgica Sea más verdaderamente centrada en Cristo. Así varias CEB pueden reunirse para la celebración común de la Eucaristía y para otros tipos de fiestas y celebraciones.

(loo) Meruoca, 21-25 de" noviembre de 1966. Tutoya, arq. S. Luis Maranháo.

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I,a* CEU deben estar íntimamente relacionadas con la comu­nidad ni.iyoi, cu la cual se encuentran insertadas. Después,, teniendo tomo I mu ion primordial obrar como fermento en el medio (área de la dial forman parte) es sintiendo las necesidades de ese medio y ICÜ|)(MKIÍCIK1O a ellas, que se harán presente, como miembros HUII'IKÍIOH, comprometidos en el sentido de transformación de la realidad socio-económica-cultural de la región.

I .os coordinadores de la CEB de una determinada parroquia debelan ser integrantes del Consejo parroquial. Esto para asegurar una visión objetiva de la comunidad mayor, con acción que res­ponda de hecho a sus necesidades y aspiraciones, así como asegurar la interrelación entre las varias CEB. Se sugiere que todos los inte­grantes de las comunidades de Base se reúnan semestralmente para reflexiones más profundas sobre sus experiencias y evaluación de las exigencias del medio. La central, como célula madre, preparará asesorías para los demás grupos de base que irán surgiendo y podrá así mismo suplir deficiencias provenientes de las CEB. Para ciertos grupos humanos (universitarios, etc.), esta coordinación puede ser ejercida no al nivel de la parroquia actual, sino al nivel de la zona pastoral y también de la diócesis. Sobre todo en las grandes ciudades es necesario tener conciencia de que los miembros de una comu­nidad de base existente en el territorio de una parroquia, a veces, pertenecen jurídicamente, a otras parroquias. (Esperamos que esta norma jurídica sea profundamente modificada en la reforma del Código de Derecho Canónico).

Es muy conveniente que, en ciertas oportunidades, las CEB, coordinadas por una misma central, se encuentren y puedan cele­brar, en conjunto, su fe, el misterio de Cristo (misas, fiestas, etc.). Es una de las maneras de realizar esta inter-comunión. Igualmente puede acontecer que una CEB coordinada por una central, se reúna, en ciertas oportunidades, con CEB coordinadas por otra central, para celebraciones comunes.

Los cristianos no pueden contentarse con pertenecer a esas CEB, deben también ser coheien tes de pertenecer al mundo y a las diversas comunidades humanas para el bien común en las cua­les ellos tienen él deber de colaborar. Por otro lado, si las CEB fueran auténticas,, llevarán a sus miembros a asumir sus responsa­bilidades de hombres y cristianos.

A pesar de su importancia, la CEB tiene sus limitaciones y riesgos. Ella no es propiamente una parroquia en miniatura, pero se presenta como una concepción radicalmente renovada de parro­quia, para responder a las nuevas exigencias y desafíos del mundo contemporáneo y a la conciencia más viva de la Iglesia, explicitada por el Vaticano II. Uno de los riesgos que la pueden desvirtuar, es el de encerrarse sobre sí misma, sea en relación a la comunidad humana, sea en relación al conjunto de la Iglesia, lo que seria, en

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ambos casos, una negación de su principio fundamental. La CEB debe educar a sus miembros para la intercomunicación con otras comunidades de base, y abrirse hacia la comunidad diocesana.

El hombre contemporáneo necesita desarrollar • su vinculación humana a nivel de contacto personal, de participación en grupo y de solidaridad con la masa. Consecuentemente, la educación para la fe en la vida eclesial de una CEB debe ser completada por'vi­vencias de fe y celebraciones a nivel de masa, sea al nivel de una parroquia, sea al nivel de zona pastoral, sea a nivel del gran con­junto urbano. Sobre todo en. este último caso, los medios de comu­nicación de masa asumen una gran importancia, como medios de comunicación evangélica. El movimiento de masa puede completar y profundizar^ en ciertos aspectos, la educación realizada en la CEB; sin'ésta, sin embargo, el movimiento de masa perdería gran parte de su eficacia y no tendría condiciones para asegurar los frutos resultantes de su acción específica.

3.5. La CEB y ios religiosos

La vida religiosa es importante para que la Iglesia manifieste más vivamente su dimensión escatológica y, consecuentemente, la plenitud del Misterio de Cristo Resucitado. La participación de religiosos, presbíteros o no y de religiosas en esta comunidades, les confiere una mayor plenitud de Iglesia. Al mismo tiempo, es para los religiosos una oportunidad de manifestar su testimonio espe­cífico e integrarse en la Comunidad eclesial, comunicándoles sus carismas propios y enriqueciéndose con los carjsmas de esta misma comunidad. Nada impide que las comunidades religiosas, princi­palmente si son numerosas, constituyan CEB específicas, en todas sus dimensiones —CEB que ayuden a los religiosos a vivir los seis objetivos de acción eclesial, de acuerdo con sus carismas específicos. En estos casos, sin embargo, estas comunidades religiosas deben estar abiertas a todas las CEB, a la Iglesia diocesana, para que, así, puedan vivir más plenamente en la comunión de la Iglesia Universal y dina-mizar sus carismas propios.

La CEB dentro de una concepción flexible y dinámica es capaz de realizar en las distintas situaciones, las dimensiones totales de la vocación de cada hombre. Deben constituir un tipo de vinculación dinámica. Sus estructuras están al servicio de los objetivos funda­mentales de acción de la Iglesia, en la situación concreta en que se encuentran los hombres. La explicitación y profundización viven-cial de sus objetivos, deben ser realizados a la luz de la Palabra de Dios, vivida por toda la comunidad y garantizada por la autoridad del magisterio jerárquico.

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I-sin fiiiu ion de la palabra de Dios, de la comunidad eclesial y del iiiii^isiciio, será realizada en un diálogo constante y maduro.

I.ii Cl H debe educar para la inter-comúnión. No puede estar dc»IÍK¡idíi de la vida. Educa las personas para que se enganchen en ln vida. Si (áisto es el centro de la vida de la CEB, la educación pin.i una fe auténtica llevará necesariamente a la encarnación en el mundo (se completa después por el misterio de la muerte y resu­rten ion). La CEB, prqfundamente cristiana tiende a tornarse pro­fundamente humana, por exigencia intrínseca del propio misterio tic Cristo.

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CONCLUSIÓN

1. Un mundo nuevo

Vivimos un período especial en la historia de la humanidad. Descubrimos la dimensión cósmica de la vida. Entramos en cambios acelerados. Despunta un nuevo tipo de hombre —el de la técnica, el de la civilización de masa y urbanística. Todo el mundo fermenta, la humanidad entera camina. ¿Para dónde? ¿Este progreso se hace con el hombre, contra él o a pesar de él?

Lo aceptemos o no,#la historia contemporánea nos coloca de­lante de hechos, que no podríamos siquiera suponer, en el contexto de civilización en que nacemos y nos educamos.

Este mundo que nace, que sube, que va adelantando, y que por un camino irreversible proseguirá aún, está en la búsqueda de una unidad universal, de una fraternidad cósmica. Busca unidad y equilibrio entre pensamiento y vida, progreso y persona humana-Dentro del individuo tal equilibrio se adquiere en la medida en que, a través de tentativas sucesivas, procura ser consecuente con lo que tiene de mejor y de más íntimo en sí mismo. ¿Cómo realizar, entonces, tal unidad en la civilización universal, planetaria que está surgiendo? ¿Cómo realizarla entre los hombres? La técnica-está disgregando subrepticiamente, el sentido religioso del hombre, está disgregando al hombre en su ser íntimo. Divorciándolo de su medio, de su famil ia . . . hace de él un anónimo en la vida de cada día. El individuo, para poder resistir a esa majificación, tiene que formar en sí una personalidad, tender continuamente a suprimir las emo­ciones, apelar a lo racional y a lo objetivo. . .

2. Nuestras estructuras y el diálogo

Y frente a todo eso ¿cómo se ubica la Iglesia? Las estructuras cristianas tradicionales recelan y sienten que reposan actualmente sobre aguas estancadas. En la confrontación inmensa que se pre-

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p.u.i. Iicnir .1 una civilización que se aproxima y nos rebalsará, ya en ole acia* sucesivas, sumergiéndonos, ya en mareas crecientes,, inva-clic'ncloiicw subteiráneamente, ¿qué debemos hacer? ¿Nos interesa ulniplcinciitc mantener la cabeza a flor de las aguas y mañana per-<lci completamente el pie? ¿No sería más inteligente tomar la fuerza clcí la coi líente, para en ella navegar sin compromiso con las señales que antes habíamos colocado en las tierras ahora inundadas?

Si queremos dialogar con el mundo es necesario que el mundo nos comprenda. Pero, para que el mundo nos comprenda es nece­sario que nosotros, en primer lugar, lo comprendamos. Se torna entonces evidente que debemos partir de las nobles aspiraciones de los hombres de nuestro tiempo, de sus angustias, de sus sufrimientos y no de consideraciones qué nos son familiares solamente a nosotros.

Delante de este mundo, que solicita nuestra colaboración, ¿qué responderemos? ¿Hasta qué punto debemos correr el riesgo de dis­gregación interna y descrédito externo, sólo para mantener fórmulas, experiencias y estructuras hasta ayer preciosas, hoy tal vez superadas y peligrosamente entórpecedoras del crecimiento del Evangelio en la vida del hombre contemporáneo?

Aceptar el estancamiento o las mediocres adaptaciones que nos confortan á corto plazo, puede ser el camino más rápido y eficaz para ún suicidio pastoral.

3. Interrogante

En el Concilio Vaticano II, la Iglesia intentó esbozar su retrato de cuerpo entero. Antes de evaluar su acción,' procuró conocerse, preguntarse a sí misma lo.que Ella era. Después pasó valientemente a la revisión de sus actividades.

Si la Iglesia es un pueblo, una comunidad mediadora de la comunión de los hombres entre sí y con el Padre (por Jesucristo, en el don del Espíritu Santo), ¿hasta qué punto ella está consi­guiendo este ideal, hoy y aquí en el Brasil? ¿Sus estructuras internas, su actitud constante en la presente hora, han sido coherentes con su ser comunitario? ¿Cómo los cristianos pueden vivir psicológica y pastoralmente la "comunión de vida entre sí", si nuestras parro­quias abarcan diez a veinte mil personas, reunidas en asambleas litúrgicas de millares de anónimos, recíprocamente ignorándose en las mismas mesas eucarísticas y en la experiencia maravillosa de la vida cotidiana?

4. La Comunidad Eclesial de Base (CEB)

Progresivamente se siente, en todas partes, inquietud por el estado general de estancamiento, por el desnivel entre los llamados*

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del Reino de Dios y los esfuerzos concretos de los apóstoles.. . Cada día más numerosas surgirán voces apelando por una renova­ción pastoral que no sea búsqueda de fórmulas milagrosas y de métodos eficientes.

Lo que se definió como búsqueda esencial, como objetivo ur­gente fue la necesidad de una nueva concepción de la pastoral. Esta debe ser más Trinitaria, más eclesiológica, más Cristocéntrica, más global y observadora de los signos de los tiempos y dé los signos de los hombres. r

Los esfuerzos sucesivos y cada vez más lúcidos, elaboran un camino nuevo, más coherente con la realidad cristiana de comunidad. Se trata de la así llamada —Comunidad Eclesial de Base. Como toda la Iglesia, ella no es algo acabado, sino una comunidad que peregrina dinámicamente. Día a día se encuentra, se renueva, des­cubre nuevos horizontes para su realización. Crece. Flaquea. Re-cómienza. Vive:

5. ¡Hacia adelante!

En el presente libro procuramos reunir lo que hay sobre el asunto, en el momento actual, dentro de la gran experiencia pasto­ral que la Iglesia realiza en el Brasil, a través del Plan de Pastoral de Conjunto (PPC). Utilizamos mucho las excelentes conferencias del Padre Raimundo Caramurú de Barros y dos textos de la Semana Nacional de Reflexión sobre Comunidades Eclesiales de Base, reali­zada en Río, en junio de 1967.

Escribiendo las últimas frases de este libro, nos reconforta la conciencia de que en breve, muy en breve, todo lo que elaboramos exhaustivamente, sé estará revisando, aumentando, purificando y superando. . . porque la Iglesia n o - p a r a . . . El Espíritu, está exci­tándola continuamente y, con Cristo renueva todas las cosas. Es la vida en toda su pujanza y belleza ¿Quién la podrá detener?

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Í N D I C E

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PRESENTACIÓN

PRIMERA PARTE

UNA IGLESIA ORIENTADA HACIA EL FUTURO

1. En busca de acción conjunta y planificada . . . . . . 7

2. Experiencias y esfuerzos típicos 12 2.1. Ponte dos arvalhos. La comunidad de los pobres 13 2.2. Día del Señor y Comunidad 18 2.3. Interior de Maranhao . 21

3. Comunidades menores • • - 25

SEGUNDA PARTE

FUNDAMENTACION DE LA COMUNIDAD ECLESIAL DE BASE

1. Consideración teológica 27

1.1. Comunión de vida con el Padre 27 1.2. Y entre nosotros 29 1.3. Por Jesucristo . . 30 1.4. En el don del Espíritu Santo, autor de la unidad 32 1.5. La Iglesia es mediadora de la unidad 33

1.5.1. La Iglesia particular 37

A) Pueblo de Dios 38 B) Colegio Episcopal (Conferencias Episco­

pales) 38 C) Presbiterio 39 D) Religiosos 40

1.5.2. Iglesia local y Comunidad Eclesial de Base 41

2. Consideración socio-psicológica 4 2 2.1. Comunidad , 42

2.1.1: Qué es Comunidad 42

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2.1.2. Elementos esenciales 43

A) Grupos'humanos diferenciados que rea­lizan papeles y "status" diversos . . . 43

B) Grupos humanos diversificados en fun­ción de las necesidades básicas del hombre 44

C) Vinculación primaria dominando las re­laciones del Grupo 44

D) La Comunidad realizándose a nivel geo­gráfico o funcional (medio-profesional) 45

2.2. Vinculación 45 2.3. Comunidad y vinculación a nivel de la civilización

mral brasilera 47 2.3.1. Vinculación de dependencia 48 2.3.2. Vinculación definida por el territorio 48 2.2.3. Actitud pasiva marcando las relaciones . . 48

2.4. Comunidad y vinculación a nivel de la civilización urbana 49 2.4.1. Características 49 2.4.2. Consecuencias 50 2.4.3. Las relaciones en los diferentes grupos

urbanos 51

A) Pequeñas ciudades 51 B) Ciudades medianas 52 C) Grandes ciudades ' . . . . ' 52 D) Áreas metropolitanas 53 E) Áreas industrializadas 54

3. Consideración pastoral 54

3.1 . Nueva situación 55 3.2. Consecuencias pastorales 58

3.2.1. Necesidad de revisión 60 3.2.2. Secularización y clericalismo 63 3.2.3. Marginalización de la Iglesia como comu­

nidad visible . ' . . . . - . . . * 65 3.3. La "Nueva" iglesia eclesial 65

TERCERA PARTE

QUE HACER

1. Qué son las comunidades eclesiales de base (CEB) . . 69 1.1. Comunidad 69 1.2. Eclesial . 71

1.2.1. Objetivo general de la Iglesia 72 1.2.2. Objetivos específicos . .* 73 1.2.3. Educación para la Fe 76

A) Teología de la evangelización 79

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B) Contenido de ia evangelización 81 C) Los destinatarios 82 D) Los obstáculos 83 E) Comunicación 85

1.2.4. La CEB fundamentada en el ministerio je­rárquico 87

1.2.5. La CEB es misionera 89 1.3. Base 90

2. La CEB y la parroquia 91 2.1 . ¿Parroquia en declinación? 91 2.2. La parroquia y su historia 92 2.3. La parroquia rurai 99

2.3.1. Características 99 2.3.2. Motivaciones 101 2.3.3. Aspectos actuales 101

2.4. La parroquia urbana 102 2.4.1. Aspectos de la parroquia urbana 102 2.4.2. Racionalización de la actividad urbana . . 104

2.5. Esfuerzos de renovación 105 2.5.1. Renovación conservando la estructura . . . 107

A) Parroquia estación de servicio 107 B) Parroquia familia grande 107 C) Parroquia como club espiritual 107

2.5.2. Renovación para una nueva concepción . . 108

• . Funcionamiento de la CEB 109 3.1 . Por dónde comenzar 109 3.2. Tipos de CEB 114 3.3. Organización 115

3.3.1. El presbítero responsable 115 3.3.2. Los líderes naturales 116 3.3.3. Consejo de la CEB 119 3.3.4. Reuniones 119 3.3.5. Compromisos 120

3.4. Relaciones de la CEB con la Parroquia 121 3.5. CEB y los religiosos 123

CONCLUSIÓN

1. Un mundo nuevo 125

2. Nuestras estructuras y el diálogo . 125

3. Interrogante 126

4. La comunidad Eclesial de Base (CEB) 126

5. ¡Hacia adelante! 127