las favelas del mundo

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CIUDADES CIUDADES DUALES, GLOBALES Las ciudades de la era actual esconden detrás de los hoteles de lujo y de los rascacielos otra realidad. Miles de personas viven hacinadas en suburbios que carecen de alcantarillado y de suministros de luz y agua corriente. Desde Latinoamérica, hasta Asia y África, así es cómo vive la otra mitad del planeta. Rubén Serrano Martínez

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Una visita por las favelas de Kibera (Nairobi), Paraisópolis (São Paulo) y Annawadi (Bombay).

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CIUDADES

CIUDADESDUALES,

GLOBALES

Las ciudades de la era actual esconden detrásde los hoteles de lujo y de los rascacielos otrarealidad. Miles de personas viven hacinadas ensuburbios que carecen de alcantarillado y desuministros de luz y agua corriente. Desde

Latinoamérica, hasta Asia y África, así es cómovive la otra mitad del planeta.

Rubén Serrano Martínez

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Bombay

Nairobi

São Paulo

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l proceso de la globalización en elque todo el planeta anda inmersoha dado lugar a un fenómeno quealtera el orden mundial y que tieneunas consecuencias directas sobrelos ciudadanos: las ciudades dua-les. Estas ciudades se caracterizanpor albergar dos sistemas opuestosde vivir en sociedad y de contribuiral desarrollo económico del país.Por una parte, cuentan con grandescomplejos empresariales, con fuer-tes industrias y con hoteles de lujocuya actividad repercute en la eco-nomía mundial; son las llamadasciudades globales como Tokio,

Nueva York o Londres pero tam-bién Nairobi, São Paulo o Bombay.Por otra parte, cuentan con asenta-mientos de personas en la periferiaurbana que carecen de atención sa-nitaria, de suministro de gas, aguacorriente y electricidad, de alcan-tarillado y de sistemas de trans-porte público; son los llamadosslums, favelas o barrios margina-les.La superpoblación de las gran-

des ciudades, que tiene su origenen la llegada de personas de diver-sos puntos del país que buscan unaoportunidad laboral, ha propiciadoel levantamiento de estos barrioscon casas improvisadas donde sushabitantes tienen pocos, escasos onulos ingresos económicos. Los re-sidentes de estas zonas se dedicana labores y trabajos que, en mayoro menor medida, contribuyen a laeconomía de las ciudades globalesa las que pertenecen, ya sea traba-jando en el sector servicios o reco-lectando basura.En los slums predominan los

abusos llevados hasta sus últimasconsecuencias: alcoholismo, con-

sumo y tráfico de drogas, críme-nes, robos, violaciones y propaga-ción de enfermedades como el sidao la malaria. Los gobiernos locales,estatales y nacionales han dejadode lado a estos suburbios que con-centran a una gran densidad de po-blación. En lugar de invertir enservicios públicos o en políticassociales que fomenten la mejora deestos barrios y su integración totalen la ciudad global, los líderes po-líticos prefieren observarlos desdesus despachos de cristal.La corrupción generalizada de

las ciudades duales frena una dis-tribución equitativa de la riqueza ala vez que el sistema económico noparece dispuesto a incorporar a tra-bajadores pobres con condicionesde empleo decentes. A ello se lesuma que la imparable urbaniza-ción continúa multiplicando la po-blación y todos los problemas queaquejan a estas ciudades. Un viajepor tres asentamientos situados endiferentes puntos del planeta per-mite construir una imagen paradig-mática de lo que supone vivir enuna ciudad dual.

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CIUDADES DUALES, CIUDADES GLOBALES

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Acinco kilómetros al suroeste deNairobi (Kenia), se divisa unpaisaje de techos de zinc oxi-

dado y de casas improvisadas de barroy hierro. Se trata de Kibera, el suburbiomás grande de África en el que habitanentre medio millón y un millón de per-sonas, a falta de datos oficiales. La ‘zonaboscosa’ – eso significa Kibera en len-gua nubia – nace de la mano de Occi-dente y de uno de los grandes países conposesiones coloniales, Reino Unido. En1905 los colonizadores británicos per-mitieron a los sudaneses con ascenden-cia nubia que les prestaron servicio enel batallón King’s African Riffles asen-tarse en la zona ‘informalmente’. Másde un siglo después de esa improvisadasolución todavía se desconoce si la tierrapertenece al pueblo nubio, a los kikuyuo a los luo, todos ellos tribus de Kenia.(Huete, L., El País, 2013)Sin embargo, un hecho claro es que

dos de los cuatro millones de la pobla-ción de Nairobi vive en condiciones de

vida precarias como subsistir con cienchelines al día (0,8 euros), escasas pen-siones (solo el 10% de los ancianos lasrecibe), embarazos adolescentes, lavuelta de la tuberculosis y la amenazade la enfermedad que más vidas secobra en Kenia, el sida. El entramado de calles y callejones

sin numeración ni indicaciones, queconforman las trece zonas en las que sedivide Kibera, se ha erigido sobre unaparadoja: el suelo es de titularidad pú-blica – pertenece al Gobierno – pero lascasas son privadas y sus propietarios lasalquilan al resto de habitantes. Así, unahabitación de ocho o nueve metros cua-drados aloja a una familia entera a cam-bio de mil chelines (8,20 euros) o dosmil chelines (20 euros) al mes. Eso sintener en cuenta las camas calientes quehacen imposible saber cuántas personasllegan a dormir en un colchón. El gran problema de este barrio mar-

ginal es el agua. Dos veces por semanamujeres y niños con envases en lasmanos hacen cola frente a los tanquesde agua que hay en algunas calles y es-

Vista aérea de Paraisópolis con los rascacielos de São Paulo al fondo . Alexandre Meneghini / AP

KIBERA

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peran a que la cañería se abra. Según in-formó en un reportaje a El País (2013)el director en Kenia de la cadena deradio británica Capital FM, MichaelMumo, algunas mafias distribuyen entrelos ciudadanos de Kibera envases de 20litros de agua a cambio de tres chelines(0,02 euros). Desde la ONG Youth Lindi denun-

cian que en este suburbio solo puedendisfrutar dos días a la semana del aguaporque en Nairobi escasea; cuando, noobstante, la capital keniana goza de pis-cinas en sus hoteles y en algunas casasparticulares (Huete, L., El País, 2013).La opción de protestar para tener un su-ministro regular haría que a los kibere-ños el agua les costase dinero; un riesgoque muchos vecinos no se pueden per-mitir.Tanto la revista Forbes como el dia-

rio The Economist han apuntado la ca-pacidad de emprendimiento que hay enKibera, donde han nacido varios perió-dicos, radios y hasta una escuela decine, y el reduccionismo que suponeconcebir el slum como miseria. En re-lación a este punto el planteamiento delgobierno keniano no puede ser másilustrativo: en 2013 solo un 2,5% delpresupuesto nacional iba a parar a unfondo para estos barrios bajos mientras

que en 2009 el bloque de pisos RailaState, con el que se pretendía reasentara los kibereños, fracasó y ocuparon lasviviendas los que no debían.Kibera no se podría entender sin la

actividad que las ONG, asociaciones,empresas y científicos realizan en ellugar, que según recogió El País en2013, rondan las 10.000. Entre ellas des-taca la labor humanitaria que realiza elCentro de Control de las Enfermedadesy Prevención (CDC) de Estados Unidos,que en 2011 atendió a 4.000 niños conVIH, y que ofrece anticonceptivos, tra-tamientos para Enfermedades de Trans-misión Sexual (ETS), información a losadolescentes y asistencia 24 horas paralos abusos.

Los servicios de organizacionescomo Médicos Sin Fronteras (MSF) setornan esenciales en una región dondela esperanza de vida cae en picado a par-tir de los 50 años, el aborto es ilegal perose practica y el sida infecta a una de cadacinco personas (alrededor de 20.000).Cada día 500 pacientes acuden al centrode salud de esta ONG para seguir su tra-tamiento contra la neumonía u otras en-fermedades respiratorias, que son lasque mas afectan a los kibereños (MSF,eldiario.es, 2014).Tanto las malas condiciones de hi-

giene y saneamiento como la escasez deaseos públicos – en Kibera solo hay 50y además están subvencionados por en-tidades internacionales – son las culpa-bles de las enfermedades que seproducen en este suburbio. La ONGKounkey Design Initiative ha instaladosiete puntos de aseo en Kibera pero usar-los tiene un precio: tres chelines (0,03euros), al igual que ducharse (cinco che-lines) y lavar la ropa o llevarse agua (treschelines). Los 0,80 euros diarios haceque para algunos ciudadanos ir al bañosea un lujo y, consecuentemente, decidanvalerse de los llamados flying toiletso la-vabos voladores; bolsas donde los veci-nos hacen sus necesidades y que despuéslas lanzan por la ventana.

En Kibera solopueden disfrutar

del aguacorriente dos

días a lasemana,

mientras queNairobi cuentacon piscinasprivadas

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Al sur del corazón de SãoPaulo y al lado del Palaciode los Bandeirantes, sede

del Gobierno estatal, y del estadiode fútbol de Morumbi se encuentrauna de las favelas más pobladas deBrasil y la segunda más poblada deSão Paulo, Paraisópolis. Sus 80.000habitantes según el censo de 2006 –ahora sé calcula que pueden llegar a100.000 – viven en lo que la crea-dora de Favela Issues y FavelaChic, la colombiana Adriana Nava-rro, llama “una ciudad dentro de laciudad” ya que está integrada dentrodel “tejido urbano formal”, algo in-usual en São Paulo ya que la mayo-ría de sus favelas se encuentran enlas periferias.En esta comunidad se superpo-

nen unas a otras estructuras de hastacuatro pisos que forman 17.730 ho-gares, de los que solo uno de cada

cinco tiene acceso a aguas residualesy el 60% de los cuales goza de elec-tricidad gracias a “gatos” (Veja SãoPaulo, 2010). Aparte de eso, la com-plicada topografía de este barriohace que las casas se erijan en cues-tas que, cuando llueve, son arrastra-das colina abajo por la fuerza de lalluvia.En las tierras de Paraisópolis, que

abarcan 800.000 metros cuadrados,lo que equivale a 97 campos de fút-bol, se concentra un número elevadode personas: mientras que en estebarrio marginal viven 1.000 habitan-tes por hectárea, en Morumbi, unode los barrios con mayor capacidadeconómica de São Paulo, viventreinta habitantes por hectárea. Las dificultades no terminan para

los habitantes de este suburbio yaque Paraisópolis se construyó sobreun terreno privado con delimitacio-nes y subdivisiones. Esta favela for-maba parte en 1921 de Morumbi,

PARAISÓPOLIS

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sin embargo la zona se dividió en2.200 parcelas cuya liquidación nose aplicó plenamente y muchos delos que compraron terrenos nuncallegaron a instalarse. Toda una invi-tación a la ocupación de los terre-nos. A pesar de que el gobierno de

São Paulo se resista a fomentar po-líticas de vivienda efectivas y de quelos habitantes de la ciudad no quie-ran toparse con los habitantes deesta favela, los vecinos de Parisópo-lis contribuyen notablemente en laeconomía de la ciudad brasileña. El78% de la población activa de estafavela trabaja en Morumbi de cama-reros, niñeras o empleadas domésti-cas; es decir, es la mano de obra quepermite que el barrio funcione día adía.Los residentes de este suburbio

consideran que las medidas quehasta ahora ha tomado el gobiernode São Paulo para mejorar sus con-diciones de vida no dejan de ser par-ches ya que no atacan los problemasdesde la raíz. Su postura viene ava-lada por el diagnóstico de los exper-tos dado que para la creadora deFavela Issues “el ejecutivo local hautilizado Paraisópolis como una es-trategia de marketing de cara a ojosinternacionales”. Los datos pueden ayudar a com-

prender esta posición. El anteriorpresidente brasileño, Luiz Inácio daSilva, puso en marcha el Plan BolsaFamilia, que consiste en la entregade entre 60 y 120 reales (18 y 36euros) a familias que viven en situa-ción de extrema pobreza para quelos hijos puedan asistir a la escuela

y para poder pagar las vacunas. Alplan se le suma la metamorfosis ur-bana por la que está atravesando Pa-raisópolis desde 2007: los gobiernosmunicipal, estatal y federal invirtie-ron entre 2006 y 2008 una suma de16 millones de euros, cifra que si-guió aumentando en 2010, para in-tegrar al barrio en São Paulo.Construcción de viviendas sociales,apartamentos, un muro de conten-ción de 120 metros, una escalera queconecta la favela con la ciudad, pa-vimentación de las calles, instala-ción de alumbrado público yservicio de agua potable son algunosde los objetivos de estas propuestasque todavía siguen en marcha. (VejaSão Paulo, 2010; Ámbito finan-ciero, 2010).No obstante, para los vecinos no

es suficiente. José Batista, uno delos líderes sociales de Paraisópolis,apela a que los gobiernos deberíaninvertir más en transporte públicopara conectarlos con la ciudad y asípoder encontrar trabajo (The Guar-dian, 2008). Su opinión sigue las lí-neas del discurso del presidente dela Unión de Vecinos y Comerciantesde la favela, Gilson Rodigues, quedenuncia que la falta de oportunida-des que se respira en el barrio sedebe a las pocas inversiones en edu-cación, salud, deporte y vivienda(Nova Paraisópolis, 2011). Comoresultado de la ausencia de estos ser-vicios estatales, el Primer Comandode la Capital (PCC), una organiza-ción de narcotráfico que controla lafavela, ha fundado escuelas y haproporcionado atención sanitaria afamilias de varias áreas de Paraisó-polis.Los asaltos a casas, los robos, los

crímenes y, sobre todo, el tráfico decocaína, crack y marihuana han cen-trado la atención de las autoridadespolíticas del país desde la revueltade 2007 en la que se vio involucradoel PCC y en la que fallecieron 115personas. A pesar de las intencionespuestas por velar por la seguridad delos vecinos, la Operación Paraisópo-lis que el Gobierno central de Brasilllevó a cabo en la favela durante2009 evidenció abusos por parte dela policía (Nova Paraisópolis, 2011)y una acción desmesurada, segúnlos líderes sociales de este barrio, enla que perros, caballos, vehículos,patrullas de policía y hasta un heli-cóptero rastreaban el laberínticomapa de Paraisópolis.

“Las reformasque São Paulo

ha llevado a caboen Paraisópolisresponden a unaestrategia demarketing decara a ojos

internacionales”

PÁGINAS ANTERIORES. Un riachuelo, calles sin asfaltar y casas de zinc y latón forman Kibera. Oliver EdwardsPÁGINA ANTERIOR. Un muro separa la zona lujosa de São Paulo con las chabolas de Paraisópolis. Tuca VieiraPÁGINA SIGUIENTE. Un niño se sienta sobre una alcantarilla abierta en Kibera. Wikipedia Commons / Trocaire

PÁGINAS SIGUIENTES. Una familia de Annawadi recoge basura cerca de un tanque de agua. Michal Huniewicz

En 2009, mientrasuna banda denarcotráfico

controlaba el slumy proporcionabaservicios básicos,

los vecinosdenunciaron

abusos policiales

Adriana Navarro, creadora deFavela Issues

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La joya de la corona de la eco-nomía india se llama Bombay.Su puerto moviliza dos tercios

del comercio marítimo del país y suárea metropolitana concentra alrededorde 20 millones de personas. Además,allí se encuentra la bolsa de valores ylos estudios de Bollywood. La otracara de esta capital económica muestrala extendida pobreza, el desempleo yla falta de servicios de sanidad públicay de educación que sufren entre un60% y un 70% de los habitantes deBombay que viven hacinados enslums.Tras buscar en internet ‘Annawadi’

las referencias que se obtienen son mí-nimas. Sin embargo, Katherine Boo,periodista norteamericana y ganadoradel premio Pulitzer Katherine, se deci-dió a acabar con la nula huella digitaly el silencio informativo y casi existen-cial que caracteriza a este asentamientode Bombay. La publicación de su libroUn maravilloso porvenir (Aguilar,2012) ha expuesto a los ojos delmundo Annawadi, una favela de 3.000

personas y 335 cabañas situada sobreterrenos que pertenecen al aeropuertode la ciudad.Este suburbio nació en 1991

cuando un grupo de constructores deTamil Nadu, uno de los 28 estados dela república de India, decidió quedarseen la zona y levantar un asentamientocerca de un pantano, después de arre-glar una pista de aterrizaje del aero-puerto de Bombay. Debido a que lapoblación en Annawadi no paraba decrecer el gobierno local decidió facili-tar conexiones de agua y electricidad ala vez que World Vision, una asocia-ción cristiana estadounidense, instalababaños públicos (The Times of India,2012).Aparte de que no son oficialmente

pobres para el gobierno indio, de todoslos vecinos de Annawadi solo seis te-nían un contrato laboral puesto que elresto, según cálculos de Boo, trabajabaen la economía sumergida. En su ma-yoría se dedican a recoger, seleccionary vender la basura que procede de loshoteles de lujo, del aeropuerto interna-cional, de cloacas o de contenedores ytambién materiales de obras y almace-

ANNAWADI

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nes cercanos a su territorio. Pero estetrabajo solo es apto para hombres. Lasmujeres se dedican a limpiar y cocinarmientras los pequeños del hogar se en-cargan de rastrear agua y medicinapara sus abuelos después de pasar lamañana en la escuela. La lumpenización, término acu-

ñado por Karl Marx que designa el es-trato social que vive en condicionesprecarias y que está formado por obre-ros ocasionales, vagabundos o delin-cuentes, que ahoga a este slum derivaen un alto consumo de alcohol y dro-gas y en una mortandad caracterizadapor el suicidio de mujeres jóvenes que,incapaces de soportar sus limitadas op-ciones de futuro, ingieren veneno o sequeman a lo bonzo. Por su parte, losancianos están casi ausentes en Anna-wadi ya que, al no poder trabajar y alno poder ser atendidos por los otrosmiembros de la familia, se ven empu-jados a regresar a su tierra de proceden-cia y a sumergirse en la inanición (NewLeft Review, 2012). En su libro Boo relata el mayor

deseo de los habitantes de este asenta-miento: seguir viviendo en Annawadi;un deseo que, sin embargo, se ve ame-nazado por las máquinas excavadoras.El aeropuerto de Bombay ha sido pri-vatizado y la empresa que ha adquirido

los derechos del terreno, el grupo indioGVK, planea arrasar treinta asenta-mientos de la ciudad, entre ellos Anna-wadi, para levantar una nueva terminal.La periodista americana señala en Unmaravilloso porvenir que el estado deMaharashtra, al que pertenece Bom-bay, se ha comprometido a realojar alos habitantes de estos suburbios quepueden probar su residencia desde2000. El problema de esta medida ra-dica en que dos tercios de los ciudada-nos de las favelas no han vivido en suscabañas el tiempo necesario para poderacogerse a esta propuesta.Annawadi respira ascenso social y

económico, cuenta Boo en su libro; unascenso que se puede alcanzar por doscaminos diferentes: el trabajo duro y el

caciquismo. La veterana periodistapresenta este dualismo por medio dedos personajes: Abdul Husain, unjoven que hace salir de la miseria a sufamilia gracias a su labor como clasi-ficador de basura, hecho que despiertarecelos entre sus vecinos; y Asha, unamadre que prospera vendiendo sucuerpo a cambio de favores y colabo-rando con la policía y los corruptos ca-ciques locales, cuyas prácticas pasanpor apropiarse de presupuestos estata-les destinados a la creación de escuelasen el barrio. Ambos se valen de dosmodelos contrapuestos para ascendera la clase media y devenir la nueva pe-queña burguesía. (New Left Review,2012)El trabajo de Boo ha permitido que

Annawadi deje de ser un slum invisibley amenazado constantemente por lapolicía y por la corrupción política, quese encargaba de inculpar a ciudadanosen crímenes que no habían cometido.A pesar de que desde entonces toda laviolencia y extorsión encubierta queejerce el poder sobre los ciudadanoshaya salido a la luz, los habitantes deAnnawadi no confían en que su situa-ción cambie para bien. Como señala enla obra de Boo uno de los personajes:“Todo lo que nos rodea son rosas y no-sotros somos la mierda de en medio”.

Dos caminosdiferentes

conducen hastael ascenso socialen Annawadi:

trabajar duro enla recolecta de

basura ycooperar con loscaciques locales

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KIBERA

BIBLIOGRAFÍA

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ANNAWADI

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