la vida mientras tanto

Upload: revista-groenlandia-la-tierra-verde-de-hielo

Post on 07-Apr-2018

214 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    1/73

    1

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    2/73

    2

    La v i d a mi en t r a s t an t o , p o r A l f o n s o V i l a F r a n c s

    2 0 1 1 A l f o n s o V i l a F r a n c s

    T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .

    E d i t a d o d i g i t a l m e n t e p o r G r o e n l a n d i a c o n p e r m i s o d e s ua u t o r .

    D i r e c t o r a : A n a P a t r i c i a M o y a R o d r g u e zC o r r e c c i n : M a r a d e l C a r m e n M o r e n o \ A n a P a t r i c i a M o y aD i s e o : R e z g o R e i s ( P o r t a d a y C o n t r a p o r t a d a ) \ A n aP a t r i c i a M o y a

    Deps i to l e ga l : CO 979 2011

    C r d o b a , 2 0 1 1

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    3/73

    3

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    4/73

    4

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    5/735

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    6/736

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    7/73

    Como cada jueves, Sebastin contempl a su padre desde la viejacaseta del guardabarreras. Su mujer llevaba fuera varios meses y

    su ausencia se delataba en las arrugas de su uniforme, que habanproliferado en las perneras y las mangas con la misma impunidadcon que sus cabellos se enredaban en su cabeza y su barba seespesaba en sus mejillas. Lo vio moverse por el andn conimpaciencia. Lo vio parado frente a su oficina, con los ojos fijos enla vieja y sucia esfera del reloj de la estacin. Lo vio acercarse alcambio de agujas, con su reloj de bolsillo en la mano, mirndolodetenidamente, guardndolo con gesto contrariado en el bolsillo

    de la chaqueta y sacndolo con violencia para mirarlo con mayorfijeza an durante unos segundos para despus, con una rabiaapenas contenida, volver a hacerlo desparecer en su bolsillo. Elreloj funcionaba correctamente. Y el reloj de la estacin, a pesardel tiempo y la falta de cuidado, tambin funcionabacorrectamente. Era lo nico que funcionaba correctamente enaquella estacin, tal y como pens Sebastin mientras espiaba a supadre. Los relojes sirven para dar cuenta del naufragio, se dijo,

    para dejar constancia de cmo todo se hunde a su alrededorSebastin estaba impaciente. Y respir tan aliviado como supadre, cuando desde el fondo del valle, rompiendo la paz de latarde invernal, reson un primer pitido.

    El tren iba a llegar. Su padre se coloc la gorra y, con un gestoautomtico, se retoc los largos mechones, se palp el uniforme y

    se mir los zapatos. Todava faltaban unos minutos para que elmercancas de Federico, el ltimo tren del da, asomara su negrohocico por la boca de un oscuro tnel y, resoplando como uncaballo exhausto, cubriera los ltimos metros de la larga rampa alfinal de la cual encontrara como nica recompensa el desoladoandn y los mustios lamos de la estacin. Sebastin an tenatiempo. Poda, si quera, permanecer observando a su padre unrato ms. Aquel da lo haba visto en numerosos lugares y en las

    ms diversas posturas, pero era all, en el centro de un andn

    7

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    8/73

    solitario, con la mirada fija en los montes cercanos, cuando mspatente se haca su abandono, su derrota, su soledad. Bastaba unasimple mirada para ver que ese hombre ya no luchaba. Sebastinera joven, pero su juventud nunca haba estado reida con el donde la observacin. Desde pequeo haba sido un nio callado,pero no ausente. l no hablaba ni se haca notar, pero nada o casinada se escapaba de su atencin. Su padre poda conservar ciertoshbitos, poda mantener cierta dignidad en sus palabras, pero suaspecto no menta. Todo l, desde sus pies hasta su cabello,trasmita una sensacin de dejadez, una dejadez evidente en elaseo y el vestuario que en otros tiempos le hubiera procurado una

    amonestacin verbal, o quiz algo peor, por parte del inspector dezona, pero que en la actualidad, dado el abandono que sufra laestacin entera, era improbable que le causara perjuicio alguno.Quin iba a preocuparse se preguntaba Sebastin con irona por unas cuantas arrugas, cuando las paredes del vestbuloestaban llenas de desconchados y de manchas de humedad?Quin se fijara en un matojo de pelos hirsutos cuando una mareade hierbajos suba desde las traviesas hasta el andn amenazando

    con anegar los rieles, las traviesas, las palancas, las seales, todoese montn de hierros medio intiles y oxidados?

    Sabes murmur sin volverse, por un instante haba olvidadoque no estaba solo , a veces pienso que mi padre, en el fondo

    Un segundo pitido le hizo desviar la mirada. La brusca irrupcinde una locomotora, pitando, jadeando, lanzando gruesos jironesde humo negro, era algo que Sebastin nunca poda dejar deadmirar. Ya poda estar estudiando o haciendo alguna tediosatarea domstica o paseando por la vereda o leyendo una novela deaventuras de Julio Verne o buscando algn desdichado insectoque acabara sus das fosilizado en una oscura caja de zapatos: tanpronto como escuchaba el pitido de tren, giraba de inmediato lacabeza. Esas mquinas vetustas, grasientas, esos vagones

    austeros, incmodos, formaban parte de su vida. Haba crecidocon ellos y si un da desaparecan, si realmente desaparecan,

    8

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    9/73

    seguiran estando atados a l a travs del hilo de la memoria, tantenue y resistente como la seda de la araa. Una de esas mquinasle haba llevado a la ciudad un verano ya casi olvidado. Uno deesos trenes haba trado a Miriam. Uno de esos vagones se haballevado a su madre. Sebastin tena ms recuerdos referidos a esostrenes que a cualquier otra cosa. Algunos nios juegan en las eraso en los pastizales. Otros juegan en los patios o en los talleres.Sebastin jugaba en la estacin. Y respecto al futuro, a ese futuro

    brumoso y lejano que imaginan los nios, soaba, como no podade otro modo, con ser maquinista. Y su padre, que alentaba lossueos del nio, siempre aprovechaba cualquier oportunidad para

    subirlo a un tren (a pesar de las protestas de su madre), demanera que el tren era su manera natural de gastar el tiempo, deconocer los lugares que le rodeaban, de ver el mundo, el mundoque se extenda ms all de la sierra... El da que los perros noladraran, el da que los pjaros no levantaran el vuelo de pronto,el da que los ojos de los hombres dejaran de escrutar la lejana en

    busca de un furioso chorro de humo, el mundo, el mundo que lhaba conocido, habra dejado de existir.

    Y Sebastin lo saba. Lo saba como, quisiera o no, conoca qupreguntas, qu dudas, qu miedos le rondaban a su padre por lacabeza en cada instante. Lo saba del mismo modo que saba qupensaba mientras esperaba con impaciencia la llegada del tren, yqu le dira a Federico una vez se encontraran el uno frente alotro. Lo saba como saba que una vez que el ltimo vagn seperdiera entre los rboles, entre esa maraa espesa de troncos,

    ramas y hojas que cerraba el horizonte, su padre volvera a sutriste despacho, a continuar con su informe, ese informe redentory exacto que pensaba remitir al director de la compaa con laesperanza de que fuera ledo por ste. Sebastin conoca eseinforme de memoria. Su padre se lo haba mostrado en muchasocasiones. Adems, cada vez que iba con l al pueblo y algnaldeano le insinuaba, con ese tono entre resignado y cnico de losque estn acostumbrados a las desgracias, a perder lo poco que

    tienen, a que la Historia, la Historia con mayscula, la de loslibros, se escriba sin contar con ellos; que se fuera buscando otro

    9

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    10/73

    trabajo, ste le responda irritado que al ferrocarril le quedabamucha vida por delante; y siempre, siempre, acababamencionando alguno de los prrafos de su informe, unos prrafosdensos y sucios, rebosantes de datos esclarecedores, precisos,irrefutables. Por eso le resultaba tan fcil, mientras lo observabaen silencio desde la pequea ventana de la caseta delguardabarreras, imaginar hacia dnde desembocaban suspensamientos: el estrecho y hmedo tnel de Los Huesos, o elesbelto y ya herrumbroso puente metlico que salva el ro que danombre al valle, o uno de los muchos desmontes que cortantemerariamente la recia piel de la sierra, all haba volado la

    imaginacin de su padre; y all permaneca, atrapada por elmiedo, como cada da a estas horas.

    No siempre haba sido as, desde luego. Cuando l era nio lostrenes iban y venan a todas horas. Los pasajeros llenaban losandenes y vagones, y las vas y las locomotoras estaban enperfecto estado. Pero las cosas haban cambiado mucho desdeentonces. Hoy casi todo el mundo tena automvil, y, por si esto

    no fuera suficientemente grave, las fuertes lluvias de hace dosaos destruyeron la va por varios puntos. Entonces se hicieronlos arreglos indispensables, con la promesa de hacer unaremodelacin completa de la lnea en los prximos meses. Peroera mentira. Los accionistas no queran saber nada de nuevosgastos, se deca incluso (Sebastin en persona se lo habaescuchado decir a un compaero de escuela, hijo de un contablede la compaa) que estaban esperando que el puente o el tnel se

    vinieran abajo, para as tener una buena excusa para cerrar unferrocarril que haca una dcada que haba dejado de ser rentable.Era eso cierto? Era un rumor infundado? Lo creyese o no,Sebastin estaba al tanto de todo. No confesara sus temores pornada del mundo, pero no poda dejar de pensar en ellos. Todos losdas lo haca. Y aquel jueves no iba a ser una excepcin

    Miriam estaba all, como cada jueves. Haba llegado puntual y tancallada como siempre. Lo bueno de ella era que te puede

    10

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    11/73

    entender con mirarte a los ojos y lo malo de ella es que parece queno tiene el menor inters en ti, haba escrito Sebastin una nocheen su diario, en la poca en la que pens que escribir un diariosecreto le ayudara a entender mejor lo que pasaba. Ahora sudiario estaba guardado en el fondo de un arcn y Sebastin ya noesperaba entender nada. Continuaba amndola. Sus citas eranmontonas e inevitables y Sebastin las aceptaba como aceptabatodo lo dems: la soledad, el silencio, el temor Por qu lohaca? No lo saba. Poda dar muchas razones, pero ninguna era

    buena. Tal vez an esperaba que sucediera algo, algo unaespecie de milagro Tal vez

    Aquel jueves Sebastin estaba nervioso. Federico se habaretrasado ms de la cuenta. Y ahora tenan poco tiempo. PeroSebastin no se decida a empezar. Miraba a su padre ypermaneca inmvil, olvidndose por completo de ella. Y Miriamacab por impacientarse

    Vamos, que no tenemos todo el tiempo del mundo A quesperas? le recrimin.

    Miriam no sola exigir nada. Su trabajo consista en dejar hacer yno protestar. Sebastin no era inocente. Saba qu nombre recibanen el pueblo las mujeres como ella. Miriam era joven, erahermosa, pero entre ellos no podra existir otra cosa que eso, que

    lo que Sebastin obtena cada jueves durante diez minutos. Yaunque lo obtena gratis, sin pagar por ello, sin pagar en otra cosaque en reproches silenciosos y en breves arrebatos nocturnos,Sebastin no se consideraba mejor que los otros, los que spagaban, los que limpiaban su conciencia con unas suciasmonedas Haca meses que aquello suceda invariablemente, y entodo ese tiempo Sebastin nunca le haba preguntado a Miriampor qu segua visitndolo, ni se haba confesado a s mismo que

    tal vez l, en el fondo, en lo ms hondo de su ser, esperaba otracosa de ella. Y mejor que no lo hiciera Porque si esperaba algo,

    11

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    12/73

    estaba claro que aquello no iba a pasar O s? O Sebastinhaca mal permaneciendo en silencio? Los adultos actan, losnios suean, pensaba Sebastin. Pero cada da la realidad le ibademostrando que aquello no era as, que la vida no era un tejidouniforme y monocromtico, sino que tena pliegues inesperados,que tena manchas oscuras y extraas, que tena imprevistosabismos insalvables

    Como sus reproches. Como esas palabras que Sebastin acababade escuchar y que, sin saber por qu le irritaron profundamente,como el peor de los insultos. Y pese a todo, a pesar de su sorpresa

    y su irritacin, aquellas palabras, aquellas simples palabrastriviales y sensatas no pudieron rescatarlo del pozo de suspensamientos, de ese lugar hondo y lbrego donde su mente lohaba llevado en un momento y de donde tal vez pasaran horasantes de que pudiera salir

    Y horas era precisamente lo que no tenan. Porque mientras

    Sebastin estaba perdido en su inmenso espacio interior, eseespacio sin dolor ni deseo, y mientras Miriam esperaba en supequea y desapacible realidad, el mundo continuaba su curso, yel mundo, en aquella tarde de jueves, era ese tren, ese mercancasque haba aparecido una sombra alargada y fantasmal pordetrs de la caseta y que, tras un rugido agnico, se habadetenido en la destartalada estacin. Ese tren marcaba elcomienzo y el final de todo su amor condensado. De su amor o su

    deseo o su angustia, que Sebastin ya no saba qu era lo quesenta por ella, lo que senta por ella cuando era capaz de sentiralgo, pues aquella tarde, aquel jueves todo le parecaextraamente irreal, como si lo que estaba viendo, como si lo queestaba oyendo, no fuera algo que llegaba a sus ojos y a sus odosdesde la realidad misma sino que proviniera de otro lugar, de unmundo dentro de este mundo, de una realidad oculta debajo de larealidad inmediata, del mismo modo que una casa puede tener un

    stano y ese stano puede esconder otro stano, o tal vez de esa

    12

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    13/73

    misma realidad pero de otro tiempo, de un tiempo pasado o de untiempo futuro, de un tiempo que pareca el tiempo actual, que eraen todo igual al tiempo actual, pero que Sebastin no percibacomo el tiempo actual, sino como una imitacin, como unsimulacro, como una mentira.

    Acaso era todo una mentira? Una representacin? Una farsa?No. Sebastin saba que no. El problema no era el mundo: elproblema era l. Era l quien no era capaz de sumergirse en larealidad, era l quien estaba atrapado, inmovilizado por suspensamientos. Y mientras el tiempo pasaba y Miriam se

    desnudaba lentamente, ofrecindole la visin de sus pechospequeos y redondos, sus pechos curtidos y an esbeltos, con laleve esperanza de hacerle volver a la vida, como quien quieredespertar a un enfermo largo tiempo convaleciente

    Dnde estaba perdido Sebastin? Hasta dnde haba llegadopara que los recursos de Miriam resultaran totalmente

    contraproducentes? Sebastin la miraba sin verla. O la miraba sinquerer verla. Miriam ya no saba qu pensar. Ella lo conoca bien.Saba que deba concederle tiempo. Que deba esperar a que l sevenciera a s mismo. Que no deba por nada del mundoentrometerse en su combate a muerte. Aquello era una cosa entrel y su conciencia. Entre l y su rencor. Y ella no poda hacer otracosa que esperar

    Sebastin volvera en s. Despertara de su letargo corporal y laamara torpemente, dulcemente, tristemente. Y entonces podraolvidar. Olvidar las maldiciones y los escupitajos de Federico. Tanpronto como la chimenea dejaba de soltar humo, el curtidomaquinista sacaba de su ancho bolsillo su paquete de tabaco demascar. Sebastin observaba su rito con una incierta nostalgia.Desde nio haba visto escupir tabaco a ese hombre basto y

    carioso. Pero nunca se haba atrevido a pedirle. Ahora le venauna idea siniestra a la cabeza: pronto nadie mascar tabaco en la

    13

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    14/73

    estacin. Y Sebastin deseaba pedirle tabaco. Tampoco nadiecontar chistes malos, pensaba a continuacin. Y Sebastinrecordaba ahora a Toms, el fogonero, que siempre contaba unoschistes malsimos, tan malos que antes le enfadaban porquepensaba que trataba de tomarle el pelo y ahora le hacan sonrercon ternura, y con dolor... . Y quera olvidar Quera olvidar contodas sus fuerzas. Quera cerrar los ojos y que al abrirlos susrecuerdos hubiesen desaparecido. Quedarse con la mente vaca.Sin memoria. Olvidarlo todo. Olvidar los chistes sin gracia deToms. Olvidar las maldiciones y blasfemias de Federico. Olvidarque era jueves. Olvidar los delirios y el malhumor de su padre.

    Olvidar, sobretodo, aunque nunca hablara de ello, la huida de sumadre. Porque Sebastin saba, como todos en el pueblo, que sumadre no iba a volver. Nadie deca nada delante de su padre, niSebastin tampoco, pero todos saban que la seora Andrea sehaba ido para siempre. Y Sebastin, aunque odiaba a su madrepor eso, saba bien que no poda reprochrselo. Acaso no hara llo mismo en cuanto pudiera? Si su madre enviara una carta, unmensaje, una seal no se ira con ella sin pensarlo? Sebastin

    pensaba en eso muchas veces. Se imaginaba cmo sera vivir en laciudad. Ya tena edad suficiente para empezar a pensar qu querahacer con su vida. Pero aquel era un trabajo que siempre dejabapara otro da.

    Normalmente los jueves eran das extraos. Sebastin esperabaansioso la llegada de Miriam. Luego, cuando se meta en la camapor la noche, pensaba en lo que haba hecho y en lo que no habadicho, y se senta alegre, aliviado, triste y agotado, todo a la vez,y era una sensacin nueva, un indicio de que algo estabacambiando en su vida, aunque realmente no saba decir quesperaba de aquellos cambios.

    Aquel jueves era distinto. Sebastin no poda detener su mente.Sus pensamientos se sucedan sin control, como relmpagos

    simultneos rasgando la noche, como figuras negras avanzando en

    14

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    15/73

    una larga comitiva silenciosa Miraba las paredes, el techo, elsuelo Todos los jueves se encontraban all, a pocos metros de supadre, en la caseta abandonada y cochambrosa, llena deescombros y suciedad. Pero era como si nunca hasta ese dahubiera visto aquel sitio. Ese lugar que ahora le pareca tandesolado Vaya un sitio para un encuentro!, se deca para susadentros, vaya sitio para un beso, para una caricia! Luego, alnotar el fro contacto de los dedos de Miriam en su nuca, no sevolva para darle un pellizco, o para tocar su piel desnuda,indefensa, y fra, fra como la nieve, como el cristal en la nochedel invierno, como el ral blanquecino al amanecer. No se mova

    de su sitio, ni alargaba la mano, ni siquiera musitaba algunaexcusa Y Miriam estaba cada vez ms confundida, pensando quetal vez lo mejor sera marcharse y volver otro jueves. O tal veznunca

    Sin embargo, aunque Miriam no lo haba advertido, algo habacambiado en l. Ella segua insistiendo. Sus dedos fros sehundan bajo su camisa, le estremecan con su contacto glido, y

    Sebastin, an perdido en sus pensamientos, pensaba ahora enella. Pensaba en ella de otro modo, sin embargo. Pensaba en ellacomo nunca haba pensado que se pudiera pensar en ella. Ya noera su piel, su cuerpo, sus ojos, su risa, lo que le llamaba laatencin. Era lo que hacan, el hecho concreto, lo que ocurra entrel y ella, entre su cuerpo y el de ella, entre su corazn y el de ella,eso era lo que le interesaba ahora a Sebastin. Y lo dems leresultaba tan indiferente como el conocido paisaje del valle ocomo las palabras sin esperanza de sus compaeros de la escuela.Eso es crecer, se dijo de pronto. Eso es lo que se llama seradulto. Quitar la mscara a la realidad, y ver las cosas como son,nos guste o no, sin poder remediarlo Ahora miraba a sualrededor y todo eran preguntas, preguntas que nadie iba apronunciar en voz alta, preguntas que se acabaran pudriendocomo se pudren las hojas en el suelo, preguntas que se esconden

    como se esconde el anillo de aqulla a quien no pudimos amar.

    15

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    16/73

    Y mientras tanto Miriam esperaba, paciente, inmvil, hiertica.Un nuevo pitido retumb en el valle. El pitido asust a Sebastiny lo hizo volver a la realidad. El tren estaba a punto de partir.Sebastin comprendi de pronto lo que eso significaba y en esepreciso momento, Miriam aprovech para susurrarle al odo algoque Sebastin no quiso entender, pero que no pudo evitar or. Erasu consigna, la seal que sus manos estaban esperando. Se volvilentamente hacia ella y la mir. Miriam se separ la camisa y lesonri. Sebastin bajo sus ojos. Sus pechos desnudos comenzabana adquirir una tonalidad levemente morada: era la mano voraz delinvierno que se abalanzaba sobre ellos como el ms impaciente de

    sus amantes. Sin pensrselo, posedo por un sbito furor, laarrincon contra la pared, la rode entre sus brazos, la atrajo confuerza contra su cuerpo y la bes con rabia, con dolor, conangustia Y despus, separndose de pronto de ella,violentamente, sali de la caseta y ech a correr hacia las vas.

    Sebastin. Sebastin! grit Miriam.

    Y contempl horrorizada cmo su grito se perda bajo las enormesruedas de la mquina, cmo era ahogado por el estrpito delmetal y el vapor, por la pesada respiracin de la bestia, por suapetito insaciable

    16

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    17/73

    Cuando la cinta se rompi suavemente y los vecinos congregadosempezaron a aplaudir, Alvarado Fernndez pens que le habaganado la partida al cura. El pueblo por fin dispona de un

    cementerio civil. Un cementerio construido por y para los vecinos,un cementerio donde las familias podan enterrar a sus difuntossin el oprobio de tener que pagar de un modo abusivo por losnichos. Un cementerio donde

    (Como buen orador, Alvarado Fernndez prepar un grandiscurso para aquella tarde, y los vecinos no dejaron de aplaudiry luego se marcharon tranquilamente a sus casas.)

    Al final en el cementerio slo quedaron el alcalde y el nuevoenterrador. Se miraron un momento en silencio, y el alcalde,eufrico, exclam:

    Tu primo se va a quedar sin trabajo!

    El alcalde se refera al viejo enterrador, el que continuabatrabajando en el cementerio parroquial, que curiosamente eraprimo del enterrador del nuevo cementerio.

    Al alcalde le hubiera gustado que su empleado le diera la razn,pero el enterrador no respondi nada. Se limit a bajar al cabeza yencender un pitillo.

    Mientras volva a su casa, Alvarado Fernndez pens en su padre.Adems de su nombre y su apellido, Alvarado Fernndez hijohaba heredado de su padre su ideologa poltica. Ahora poda porfin doblar los papeles del discurso y respirar satisfecho. Aquelcementerio haba costado mucho. Para sus conciudadanos tal vezsupusiera una sustancial mejora en su peculio, pero para l eramucho ms: era una cuestin de honor. En su cementerio, elcementerio del pueblo, todo el mundo tendra cabida. Los pobres

    suicidas no seran enterrados fuera, junto al muro, sin nicho, sinlpida, sin flores, slo con una sencilla cruz en el suelo, tal y

    17

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    18/73

    como los sucesivos curas haban obligado a hacer hasta ahora. Ylos fusilados en la guerra tendran un sitio de honor. (El alcaldepensaba hablar con sus familias. Se acabaron las humillaciones, les iba a decir. Mataron a vuestros hijos y maridos, y vosotros tuvisteisquesuplicar paraqueospermitieran enterrarlos. Peroahorase

    harjusticia , y al pensar esto el alcalde recordaba a su padre,que no muri en la guerra pero se pas quince aos en la crcel.)

    Le he ganado la partida le dijo el alcalde a su mujer. No le hequemado su iglesia, pero se acabaron sus abusos

    Y el alcalde pens de nuevo en su padre, que haba visto ardermuchas iglesias y pese a todo era un hombre pacfico, quepensaba que con las palabras se consegua ms que con laviolencia, y desde la crcel haba animado a su hijo a lo largo detoda su carrera poltica. Mipadre estara orgulloso de m, penssatisfecho. Aquel era un de los das ms importantes de su vida.

    Las cosas van a empezar a cambiar sentenci.

    Pasaron los aos. El pueblo olvid el nuevo cementerio. Lasviudas continuaban visitando a sus difuntos como siempre. Ycuando les llegaba la hora, pedan ser enterradas en el antiguocementerio, el de toda la vida, a poder ser al lado de sus esposos.Y continuaban pagando el precio que marcaba el cura.

    Alvarado Fernndez estaba desesperado.

    Cmo pueden pagar tanto por algo que pueden tener gratis? le preguntaba a su mujer.

    Lo cierto es que el cementerio civil estaba vaco. El alcalde habaofrecido trasladar sin coste alguno los restos de los difuntos delas familias que lo pidieran, pero nadie en el pueblo habaformulado jams peticin alguna. Ni siquiera las familias de los

    fusilados, a las que tanto se las haba humillado en el pasado,

    18

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    19/73

    haban querido desenterrar a sus muertos para trasladarlos alvistoso mausoleo que el alcalde haba construido para ellos.

    La situacin era tan grave que el alcalde se vio obligado adespedir al enterrador.

    El problema, seor alcalde, es que no est bendecido. Nadievendr a enterrarse hasta que el cura lo bendiga.

    De pronto, el nuevo enterrador, un hombre taciturno por logeneral, haba roto su silencio y le haba dado la solucin.

    Pero el alcalde no estaba dispuesto a hablar con el cura. Elenterrador le dio las buenas tardes y se despidi.

    El alcalde saba que aquel hombre taciturno pero valiente iba aponerse a trabajar con su primo. Al final el cura le estaba ganandola partida.

    Las cosas siguieron como estaban. Hasta que ocurri algoinesperado. El pobre alcalde se puso enfermo y se muri. Fuevisto y no visto, una enfermedad muy rpida, casi ni se enter deque se iba a morir.

    Pero no tan rpida como l quisiera.

    An le dio tiempo a ver entrar al cura por la puerta de la

    habitacin.

    Pero qu?

    Tena la boca seca. Intentaba hablar y las palabras le abrasaban lalengua. El cura se dispuso a iniciar el rito de la extremauncin. Elalcalde pidi un papel y logr garabatear una frase. Despus, porseas, logr que el papel llegara a las manos del cura.

    En el papel pona: Lareligineselopiodelpueblo.

    19

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    20/73

    El cura lo ley y sonri.

    El alcalde fue enterrado en el cementerio parroquial. Su mujerpag religiosamente el nicho.

    20

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    21/73

    La historia es cierta. Me la cont uno de los implicados. Me hizo

    jurar que guardara silencio hasta su muerte y eso he hecho.

    Sucedi hace mucho. En un prado de las montaas. Un padreviva con sus dos hijos. El padre era un buen padre, dentro de loposible. Una vez al mes bajaba al mercado. A veces estaba toda lanoche fuera. A veces no volva en uno o dos das. Si volva de malhumor, los nios saban qu tenan qu hacer y que no. Si volvacontento, lo mismo. A veces se emborrachaba. Pero slo lo justo.

    Una tarde apareci un cazador. La hija estaba sola. El hijo estaba

    en monte. El cazador saba que el padre haba ido al mercado.Viol a la nia. El hijo estaba volviendo de buscar lea. Llevabaun hacha. Al or los gritos ech a correr.

    El cazador acababa de levantarse. Se volvi y se ri. El nio tenamiedo. El hacha le pesaba en la mano. El cazador pens que lomejor sera matarlos a los dos. El nio estaba inmvil, frente a l.Tena miedo. Pero la nia no. La nia saba bien lo que tena quehacer. Mientras el cazador se burlaba del nio, la nia corri a lacuadra y cogi un cuchillo de esquilar. Saba dnde lo guardabasu padre. Luego se abalanz sobre el cazador por la espalda, contoda su rabia.

    Fue una acometida torpe. El cazador estaba malherido. La niavolvi a hundirle el cuchillo, pero el cazador an trataba deescapar. Entonces el nio reaccion. De una patada, alej laescopeta de la mano del cazador. Luego cogi una piedra.

    Durante un buen rato estuvieron llorando. Luego pensaron hacerlo que hacan cuando se mora un perro. Cavar un hoyo yenterrarlo a la sombra de un rbol. Pero la nia pens que elcazador no se mereca estar a la sombra de un rbol y loenterraron detrs del secadero, a la solana. Por costumbre

    marcaron el lugar con una piedra.

    21

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    22/73

    De madrugada el nio comprendi que lo de la piedra no era una buena idea. Se levant y fue hasta el secadero. Entonces vio quehaba alguien all. Era su padre. Aunque estaba clareando y supadre estaba inclinado, lo reconoci enseguida. Tambin el padre,al or crujir una rama, reconoci a su hijo de inmediato.

    Coge una pala y aydame fue todo lo que dijo.

    El padre y el nio llevaron el cuerpo del cazador a una cuevaprofunda y lo arrojaron al fondo.

    No se habl del asunto. Y la historia hubiera terminado ah si lania no hubiera descubierto poco despus que estaba embarazada.El padre pens que lo mejor sera que la hija no bajara al pueblopor un tiempo. Cuando lleg el momento del parto, ayud en loque pudo. No era un mal padre. Hizo lo que pudo, ya lo digo.Tambin el hermano pequeo hizo lo que pudo, que no eramucho. De hecho, bastante tena con aguantar el tipo. Haba vistoparir a los animales, pero aquello era otra cosa. Se qued tan

    impresionado que se prometi a s mismo que nunca se casarapara no hacer pasar a su mujer por semejante suplicio.

    El padre no perdi el tiempo, la nia (era una nia) naci sana. Elpadre la envolvi en unos trapos, la meti en un canasto y la lleval pueblo. All la dej a la puerta de un convento.

    Las monjas se hicieron cargo de la nia y luego, cuando creci, la

    enviaron a un orfanato en la ciudad. La nia tuvo suerte, fuepronto adoptada.

    La historia podra haber terminado all, pero no fue as. Ocurrialgo increble. Una de esas casualidades tan extraordinarias quetiene la vida.

    La familia de la capital decidi, muchos aos despus, pasar el

    verano en un pueblo de la sierra. La nia ya era una casi unaseorita, pero estaba un poco malcriada. Sali a pasear por los

    22

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    23/73

    campos, y pese a las advertencias de sus padres, se adentr en elbosque.

    Las tormentas de verano suelen ser repentinas. Y eso esprecisamente lo que sucedi. El cielo se llen de nubesamenazantes y, antes de que la nia pudiera reaccionar, cay unchaparrn terrible. Entonces la nia ech a correr, perodesorientada como estaba, se alej an ms del pueblo.

    La historia poda haber terminado ah, pero la nia tuvo suerte.Sin saber cmo, fue a parar a un claro del bosque y al final del

    claro encontr unas ruinas. No era gran cosa, una antigua cabaade pastores, pero era suficiente para resguardarse de la lluvia.La nia pens que la tormenta pasara pronto. Pero el tiempo,lejos de mejorar, empeor. Primero cay granizo (la nia mirabael granizo con una mezcla de terror y admiracin) y luego cay lanoche. Y con la noche llegaron los ruidos del bosque y el fro. Lania estaba completamente horrorizada. Y ms horrorizada sequed al escuchar una voz tras ella. Era un hombre. Un hombre

    joven. Un cazador.

    La historia poda haber terminado ah. Pero no era ese su destino.El cazador era un hombre apuesto, fornido. La nia ya era casiuna mujer. Una mujer muy hermosa. Se enamoraron a primeravista.

    La nia no conoca esa clase de amor, pero se entreg sin reparos.

    No pudo explicar su conducta. Tampoco quiso atenerse a razones(y mira que lo intentaron!) Y el joven cazador, que ya era unhombre hecho y derecho, al ver la tozudez de la muchacha, seenvalenton an ms. Al final no qued ms remedio quecasarlos.

    La historia poda haber acabado ah, pero no lo hizo. Una noche elcazador le habl de su padre. Su padre tambin haba sido

    cazador. Una tarde se fue al monte y nunca ms se le volvi a ver.En el pueblo contaban historias, pero l nunca las haba credo.

    23

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    24/73

    Eso fue lo nico que le dijo. Pero era suficiente. Poco despusunos espelelogos encontraron un cadver en una sima. Elcadver no pudo ser identificado.

    La historia no acab ah. Podra haberlo hecho (hubiera sido mejorpara todos), pero a la historia an le faltaban varias lneas porescribir.

    Y se escribieron. Se escribieron aos despus, cuando la felizpareja ya llevaba varios aos juntos y la felicidad inicial se habaconvertido en rutina, gritos y llantos de nios, tal y como suele

    suceder en estos casos.Pese a todo, hubiera sido dejar las cosas como estaban. Ya digo.Pero por desgracia no pudo ser.

    El cadver de la sima estaba ya olvidado. Ya nadie hablaba de len el pueblo. Pero el pueblo era un pueblo pequeo, donde todossaben lo que nadie dice. Donde todos esperan que alguien se

    decida a romper el silencio, aunque sea en su lecho de muerte.

    Esta historia me la confes un pastor. Parece increble pero escierta. El pastor saba lo que iba a pasar despus de su muerte, loque iba a empezar ya en el mismo entierro.

    24

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    25/73

    Se haba quedado encerrado en su propio cuarto. Era evidentepero no acababa de crerselo. Y eso que no era la primera vez. Esapuerta tena muy mala sombra. Varias veces haban hablado de

    cambiarla pero hasta ahora no lo haban hecho. A l no le gustabanada quedarse atrapado. Odiaba los ascensores y los sitiosestrechos y oscuros. Pero su dormitorio era espacioso y luminoso.De todas maneras la situacin no era nada agradable. Encerradoen su propio dormitorio Qu absurdo!

    Sipor lomenos alguien pudiera abrirme, pens, resignado. Peroestaba solo. Su mujer acababa de irse al trabajo. Ella haba pasado

    por delante de esa puerta haca menos de cinco minutos. Y l yaestaba despierto, pero no se haba levantado para despedirla.Aquello haba sido un error. Una persona que se levanta demadrugada para ir al trabajo se merece que, al menos, alguien ledespida con un beso en la mejilla y un par de frases amables. Y lllevaba tiempo sin ser considerado con ella. Claro que ellatambin llevaba tiempo sin ser considerada con l Tengo quepensar en algo, se dijo. No era momento de reproches. Su mujertardara diez horas en volver a casa. Tena que pensar en algo Yrpido

    De pronto tuvo una intuicin. O ms que una intuicin, unacorazonada l sola dejar su telfono en el despacho. Peroalgunas noches lo olvidaba en el bolsillo de su pantaln. Fuecorriendo a la silla, cogi el pantaln y palp en el bolsillo Y

    bingo! Ah estaba! Nunca haba pensado que su mala memoriaiba a serle tan til El telfono estaba apagado. Cuando loencendi toda su alegra se esfum casi por completo: el indicadorde la batera parpadeaba peligrosamente. Mientras lo mirabafijamente, record que la tarde anterior haba pensado que tenaque recargar la batera. Pero evidentemente no lo haba hecho: sumala memoria haba vuelto a hacer de las suyas Su malamemoria y su costumbre, su mala costumbre, de dejarlo todo para

    luego. Yate

    lo

    haba

    dicho, dira su mujer cuando lo supiera. Ya

    25

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    26/73

    te lo haba dicho. S. Lo de siempre. Pero esta vez l estabadispuesto a darle la razn.

    Pese a todo intent hacer una llamada. Ella contest al momento.

    Qu pasa? Estoy conduciendo. Perdn dijo l . Pero es que estoy encerrado. Puedes venir aabrirme? Ahora voy. respondi secamente su mujer. Y colg.

    Un segundo despus la pantalla se qued en negro. Ya no podra

    hacer ms llamadas. Ahora todo dependa de ella. Como no podahacer otra cosa, volvi a meterse en la cama. No durmi. Al cabode unos pocos minutos, oy el ruido de la puerta principal. Sumujer entr en la casa y sus pasos se perdieron por el pasillo.Esper junto a la puerta. La casa estaba en silencio. Pas unminuto. Un minuto que a l le pareci un siglo. Volvi a escucharsus pasos. Pero el sonido le lleg como un murmullo. Ella nohaba subido la escalera. Estaba en algn lugar de la planta baja.

    Porqu

    no

    viene

    asacarme

    de

    aqu?, se pregunt desconcertado.No quera gritar. No quera ponerse nervioso. Ella deba de estar

    de mal humor. Aquello le poda hacer llegar con retraso al trabajo.Si gritaba o se pona nervioso ella se iba a enojar an ms.

    Intentaba buscar una respuesta a su tardanza, pero lo cierto esque no tena ni idea de qu estaba haciendo su mujer. Entoncesvolvi a escuchar sus pasos por tercera vez. Pero tampoco esta

    vez ella subi la escalera. En lugar de eso, sali de casa. Semarch. l no poda creer que aquello fuera real, pero lo cierto esque haba escuchado claramente cmo se cerraba la puerta de lacalle.

    Se asom a la ventana. Desde all no poda ver su coche, pero sescuchar el motor. Aquello no tena ningn sentido. Si era una

    broma, haba dejado de tener la menor gracia.

    26

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    27/73

    El patio trasero estaba oscuro y silencioso. La casa de enfrentetena todas las luces apagadas. Grit el nombre de su mujer.Esper unos segundos y volvi a gritar. Si no me escucha mimujer, tal vez lo hagan mis vecinos, pens. Nunca haba tenidomucha relacin con sus vecinos, y ahora empezaba a lamentarlo.Entonces record que no haba escuchado el ruido del motor delcoche de su mujer. Pero era evidente que su mujer haba venidoen coche No entenda nada. Dnde estaba ella? Haca variosminutos que haba escuchado cerrarse la puerta. Y a qu habavenido? l haba dado por sentado que ella pensaba sacarlo de lahabitacin. No era la primera vez que lo haca. Era fcil. Bastaba

    con introducir un gancho del pelo, o algo parecido. S. Era fcil,desde el lado de fuera de la puerta Pero y si. Tena queintentarlo. Si las patadas no funcionaban, tena que probar otrasolucin, cualquier posible solucin. Empez a rebuscar por loscajones. Entonces escuch el motor. El motor del coche de sumujer, no tuvo la menor duda. Se acerc corriendo a la ventana ygrit su nombre con todas sus fuerzas. Fue intil: el coche se alejvelozmente sin cruzar su ngulo de visin. Lo escuch pero no lo

    vio. Talvez

    no

    era

    ella , se dijo. A fin de cuentas su mujer no erala nica que trabajaba temprano. Pero saba bien que era ella. Y si

    no era tampoco importaba mucho. Le hubiese gritado al conductorde todos modos. Estaba tan ansioso por salir de esa malditahabitacin que gritara a cualquiera que pasase por debajo de suventana. Gritara como un loco. Gritara con todas su fuerzas.Para tranquilizarse, pens que ms pronto o ms tarde alguienpasara por all. Lasituacin esridcula, peronograve, se dijo.

    Sin saber qu hacer, se alej de la ventana y se qued parado junto a la cama deshecha. Mir su ropa esparcida por el suelo. Yempez a recogerla. Estaba intentando mantener la calma cuandocomprendi que algo suceda. Algo terrible. Algo incomprensible.Primero fue el olor, un olor extrao, un olor como a quemado,como si algo se estuviera quemando cerca de l. Y casi enseguida,el ruido, un ruido muy suave, casi un rumor, un ruido como de

    ramas partindose, como un chasquido Lo primero que se lepas por la cabeza fue pensar en una hoguera. En la planta baja

    27

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    28/73

    haba una chimenea. Siestuviramos en invierno murmur paras. Pero estbamos en junio y ni l ni su mujer haban encendidoun fuego aquella noche. Volvi a la ventana. Mir hacia delante.Luego hacia abajo. Instintivamente, dobl su cuerpo todo lo quepudo y trat de mirar hacia su propio saln. La ventana de sudormitorio no tena rejas. No las necesitaba porque no daba al

    jardn sino al barranco. Tampoco el ventanal del saln tena rejas.Mientras agachaba la cabeza y doblaba la espalda, tratando de verqu pasaba en la planta baja, pens en saltar desde su ventana, oen bajar desde ella hasta la ventana del saln. Era un pensamientoestpido, pues saba perfectamente que ninguna de las dos

    opciones eran factibles. De hecho, aunque tena dos posibilidades,las dos se anulaban mutuamente. Poda fcilmente salir por suventana porque sta no tena rejas, pero como el ventanal delsaln tampoco tena rejas, no dispona de ningn lugar dondeagarrarse. As que intentar bajar ordenadamente desde su ventanao saltar a lo loco desde ella equivala a lo mismo: estrellarsecontra una de las enormes piedras del fondo del barranco.

    Empez a sentirse mareado. Se incorpor un momento y volvi aasomarse, sacando su cabeza y su pecho hasta muy cerca de lacintura y mirando fijamente hacia el fondo oscuro del barranco,donde un leve resplandor iluminaba tenuemente los cantospuntiagudos donde se hara trizas su cuerpo si continuabaarquendose de ese modo. Pero qu poda hacer? El resplandorera cada vez ms visible. De dnde sala? Y ese ruidoinsoportable, ese crepitar absurdo, ese chasquido constante

    viniendo no se saba bien de dnde Todo le llevaba otra vez apensar en la chimenea. A imaginarse su mujer leyendoplcidamente un libro al lado de la chimenea encendida.

    Me estoy volviendo loco?, se preguntaba. Y no era para menos.Llevaban dos meses viviendo en esa casa. An no habanencendido la chimenea ni una sola vez, ni siquiera paracomprobar que el humo suba por donde deba. Las tuberas de

    los baos, la pintura de las paredes, los desages del tejado, lapuerta del dormitorio Para ser una casa recin terminada,

    28

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    29/73

    haban tenido un montn de problemas. Pero la chimenea no lahaban probado, ni siquiera por curiosidad. La imagen de sumujer leyendo junto al fuego era totalmente inventada, unproducto de su imaginacin. Y sin embargo no poda quitrsela dela cabeza. Haban hecho tantos planes Haban hablado de tenerun hijo, o dos, o tres. Y un perro, o dos, o tres. Y por supuesto queno sera todo fcil, que habra momentos malos, como tambinahora los tenan, pero l estaba decidido a cambiar, y dejara de

    beber y buscara un buen trabajo. Y seran felices. Con sus hijos,su dinero, sus perros. Hasta ella lo deca: Seremos felices, muyfelices, le murmuraba al odo cuando estaban en la cama, por la

    maana o por la noche, y acababan de besarse o iban a empezar ahacerlo. Y l le contestaba que s, que tena razn. Aunque luegoella se iba a trabajar y l se quedaba solo. Se haban imaginadotantas veces cmo sera su vida dentro de diez, de veinte, detreinta aos, que casi pareca que ya la hubiesen vivido.

    Y ahora estaba encerrado en su propio cuarto. Y haba habladocon su mujer y ella se haba dado media vuelta y haba entrado en

    la casa. Y

    Volvi a gritar desde la ventana. No esperaba ninguna respuesta yno repiti su grito. Su mujer estaba ya muy lejos, pero si alguienle oy gritar su nombre, l nunca lo supo. Un crujido repentino lehizo bajar los ojos. No pudo averiguar de dnde provena. Alz lavista y dirigi su atencin hacia la casa de enfrente. Por unmomento le pareci distinguir una silueta oscura detrs de una

    ventana, pero de pronto record que haca das que no descubra alos nios jugando en el barranco. Los vecinos tenan dos nios,que se entretenan tirando piedras a las pequeas charcas delfondo, y bajaban por la estrecha senda a pesar de los gritos de sumadre que no entenda por qu sus hijos tenan que ir a jugarprecisamente ah, con el esplndido prado que tenan en la partedelantera de su casa. Y si los nios no estaban, entonces suspadres tampoco deban de estar. Tal vez se haban marchado de

    vacaciones. O tal vez se haban mudado. Ahora era imposiblesaberlo. Debhabersidomsamigable, se dijo. Su mujer siempre

    29

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    30/73

    quera invitarles a cenar y l se negaba. Lo record y se sinti soloy desdichado.

    Un penacho de humo ascendi hasta su altura. Suba muydespacio y era negro y espeso. Alarg la mano y la agittorpemente. Empezaba a amanecer. En la negrura del firmamento

    brillaban dbilmente las estrellas. Cerr la ventana y fue hasta lapuerta. La toc. Estaba caliente. Baj la vista y sonri tontamenteal comprobar que el humo empezaba a colarse en la habitacin.Aquel humo explicaba muchas cosas. Volvi a su cama. Cogi elcuaderno que haba dejado en su mesita de noche. Lo abri. Cogi

    su bolgrafo. Escribi una frase. Una simple frase. Pens en sumujer. Pens que l no tena ninguna capacidad para odiar. Cerrel cuaderno. Lo deposit con cuidado en la mesita. Se meti en lacama. Alarg la mano hasta el interruptor y apag la luz. Despusse cubri bien con la sbana.

    30

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    31/73

    Por entonces yo viva como un proscrito. Viva en la ciudad peronunca pasaba de la esquina de mi calle. Si sala de casa, era slopara comprar lo indispensable. Procuraba hacerlo a primera hora

    de la maana o de la tarde, justo cuando acababan de abrir lastiendas. Slo necesitaba tres cosas: comida, bebida y pelculas.Tena un videoclub y un supermercado a muy pocos metros. Noera un gran videoclub. No era un lugar donde pudieras encontrarlas pelculas que t deseabas ver, sino un lugar donde tenas queir sin ningn deseo en concreto, dispuesto a coger cualquier

    basura que estuviera disponible. Pero yo tampoco necesitaba otracosa. Lo bueno de las pelculas malas es que entretienen tanto

    como las buenas. Incluso muchas veces son ms adecuadas, puesno exigen ningn esfuerzo mental por tu parte. Respecto alsupermercado no haba nada que decir. Era un supermercadocomo todos. Un lugar siniestro, un lugar donde era extrao nosentir deseos de suicidarse. Yo intentaba apurar las botellas decerveza y de Martini, y me serva unas minsculas raciones dearroz precocinado slo para no tener que volver all hasta lasemana siguiente. Comprar una vez por semana. Esa era mi meta.Pero si tena que bajar, pese a todo, entonces procurabaaprovechar para pasar por el videoclub, de manera que pudierahacerlo todo de una vez. Primero iba al videoclub, que estaba casien la esquina, y luego volva rpidamente sobre mis pasos y nome detena en el supermercado ms que lo indispensable. Siempreechaba un ltimo vistazo a la calle. Y cuando mi vista se perda enlos ltimos edificios, me repeta que no tena ningn motivo parair ms lejos. Me lo repeta entonces y me lo repeta por las nochesantes de dormir, que era sin duda el peor momento del da. Yentonces me permita el lujo de mirar por la ventana, pero slopara repetirme que ah fuera no slo me esperaban problemas.

    Cuando quera compaa llamaba a un amigo, y ste me enviaba aalguna mujer. Mi amigo, la nica persona que conoca miparadero, era muy discreto. Aunque le haba preguntado varias

    veces por m, jams me haba traicionado. Por lo dems, los quepreguntaban por m, no pensaban que yo pudiera estar all, tan

    31

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    32/73

    cerca de ellos, en su misma ciudad. Yo haba dejado planeadometiculosamente mi fuga. Todo el mundo daba por hecho que yoestara en algn pas remoto. O estara muerto y sepultado enalguna cueva profunda. En cualquier parte menos en esta malditaciudad. Pero yo no haba salido de la ciudad ms que para cogerun tren. Y ese tren me haba trado de vuelta dos das despus.Eso haba ocurrido haca cuatro meses. Desde entonces yo estabamuerto para todo el mundo. Y tambin estaba muerto para mmismo.

    Tena muchas ganas de sexo. Aunque me masturbaba

    constantemente, mi pene pareca nunca tener suficiente. Tenaalgunas revistas pornogrficas. Y haba visto varias veces laspocas pelculas del videoclub. Muchas tardes me tumbaba en lacama y me pona a recordar experiencias que haba vivido. Otrasveces dejaba que mi imaginacin volara a su antojo.

    En aquel apartamento haca calor. Yo tena las persianas bajadaspor el da, pero aquello no era suficiente para explicar el calor que

    haca ah dentro. Para soportar el calor, iba desnudo por la casa.Slo me vesta para salir a la calle, pero eso no pasaba ms que unda o dos a la semana, y durante muy poco tiempo. Cuando venaalguna puta yo la reciba desnudo. Y pasaba todo el rato desnudo.Al principio ellas se quedaban un poco sorprendidas. Como

    buenas putas no dejaban traslucir su sorpresa o su miedo. Miamigo les haba dado algunas instrucciones. Cmo tenan quellamar al timbre, cmo tenan que ir vestidas, qu deban decir y

    qu no podan mencionar bajo ningn concepto, cuestiones muy bsicas y fciles de entender. Supongo que todo aquello lespreparaba para el espectculo de encontrarse con un hombredesnudo, con barba, sucio, sudoroso, de aspecto en general muydescuidado y con una mirada muy tosca, muy poco amigable. Esdecir: el tpico to que parece que tiene malas pulgas. Y aunque yono tena malas pulgas, aunque yo en el fondo era un idiota

    blandengue y cobarde, sa era exactamente la impresin que

    quera dar.

    32

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    33/73

    Cuando estaba solo siempre tena la radio encendida. Y cuandovena la puta me olvidaba de apagarla. Escuchaba una emisoraque nicamente programaba msica clsica. Yo la pona a unvolumen alto porque saba que por el da todos mis vecinosestaban trabajando. Algunas putas se asustaban al escuchar elrquiem de Mozart y yo me rea y suba el volumen. Pero eranmuy profesionales y no estaban dispuestas a perder un cliente a laprimera. Para eso, para salir corriendo, an tena que ser muchoms despiadado. An tena que actuar de un modo ms siniestro.Y yo nunca llegaba a tanto, yo me conformaba con algunos juegosperversos sin importancia, nada extraordinario.

    El problema de las putas es que tenan muy poca imaginacin.Hacan lo que les peda pero de un modo tan mecnico quelograban que yo perdiera todo el inters. Por eso haba decididoprescindir de ellas. Por eso haba llamado a mi amigo para buscarotra solucin.

    El dinero no era problema y mi amigo lo saba. An tena mucho.

    Por lo menos para varios aos. Pero tena que confiar en l. Yo noquera salir de esta calle, o de este barrio en el peor de los casos.As que todo el trabajo de bsqueda y de contacto lo tena quehacer l.

    Me pidi una semana de tiempo. Discutimos sobre el dinero queiba a darle para posibles gastos y llegamos a un acuerdo. Luegome sent a esperar.

    Una semana y tres das despus recib un sobre con unas fotos.Debajo de las fotos venan algunas indicaciones. Estudi las fotosdurante un rato. Despus llam a mi amigo.

    Empec por pedirle que se pusiera en contacto con una chica quese llamaba o se haca llamar Jenny. Mi amigo la habaencontrado en una revista especializada de contactos ntimos. Yo

    recelaba de ese tipo de revistas, pero la foto tena algointeresante, algo que me creaba curiosidad.

    33

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    34/73

    Mi amigo la llam y le explic cmo deba encontrarme.Repentinamente tuve un temor inexplicable. Un sinfn depensamientos absurdos asalt mi mente y me paraliz porcompleto. Fue una momento horrible. Una inesperadareminiscencia, una inoportuna reflotacin de mis viejosfantasmas. Como ya no poda anular la cita decid que lo mejorsera esperar fuera, en la calle, o en el portal, oculto en el pequeohueco de debajo de la escalera. No quera que ella descubrieracmo viva. Yo nunca lavaba mi apartamento y aquello no mehaba provocado ninguna incomodidad hasta ahora que ya eratarde. Con las putas no me preocupaba nunca de cambiar las

    sbanas, o de quitar las manchas del suelo, ni por supuesto, defregar los platos. Pero el apartamento no era lo nico quenecesitaba una limpieza profunda. Tampoco yo me habapreparado especialmente para la ocasin. No me haba duchado,no me haba afeitado, no me haba arreglado el pelo, no me habavestido Haba hecho lo que haca siempre: despreocuparme porcompleto de mi aspecto. Y de pronto comprend que no vena unaputa, que aquella mujer no estaba obligada a callar y a obedecer.

    O por lo menos no estaba obligada a hacerlo de una manera tandescarnada como una puta. Fue como retroceder en el tiempo, yalo he dicho, como si justo cuando fuera a saltar de un avinrecordara que no llevaba el paracadas puesto. Yo era muy torpepara las citas. Y llevaba mucho tiempo sin tratar con nadie. Slohablaba con las putas y muy espordicamente con el encargadodel videoclub o con la cajera del supermercado, y eranconversaciones muy breves, de una o dos frases. Aquellas

    conversaciones no servan. Desesperado, intent llamar a miamigo. Nadie contest.

    Me vest con lo primero que encontr y sal al rellano. Baj ensilencio y a oscuras la escalera y me acomod en mi pequeoescondite. Eran las diez menos cinco de la noche, ella deba llegara las diez en punto. Esper y esper. De pronto se encendi la luz.Un vecino bajaba a tirar la basura. Luego alguien entr. Llevaba

    llave as que evidentemente no poda ser ella. Slo entonces, alescuchar cmo la cerradura ceda y la puerta se desplazaba

    34

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    35/73

    ruidosamente, record un detalle crucial: ella no tena llave delrellano, ni del rellano ni de mi apartamento. As que yo no tenanada que hacer all. Aquello era una estupidez, una estupidezdescomunal. Qu haca yo esperando a alguien que jams iba apoder entrar por sus propios medios? Ella llamara al timbre yesperara en la calle. Y ah terminara la historia.

    Cmo no haba cado antes en la cuenta? Haba estado tanpreocupado que me haba olvidado de lo ms bsico. Pero porsuerte an poda solucionar la situacin. Y sin pensrmelo sal ala calle y me resguard en el portal contiguo. Desde all tena

    buena vista. Poda vigilar casi toda la calle. Poda verla acercarsey ver cmo reaccionaba cuando nadie respondiera a su llamada.Insistira? Se cansara pronto de esperar? Si ella se iba yo ladejara marchar. Pero si se sentaba en el portal a esperar a que yodiera seales de vida, entonces yo aparecera de pronto, comosurgido de entre las sombras, y la llevara a mi cama.

    Qu hace una mujer que llega ms de media hora tarde a una

    cita? Para empezar debera llegar con prisa, corriendo ocaminando rpido, con la respiracin entrecortada, con unaexpresin de preocupacin en el rostro S. Eso es lo que deberahacer Verdad? Pues Jenny, la tal Jenny llego andandotranquilamente, tan tranquilamente que no repar en ella hastaque se par delante de mi portal.

    Yo slo haba visto una foto de ella. Una foto que no mostraba

    ms que una pequea parte de su cuerpo: su cara. Aquello mehaba proporcionado una serie de argumentos ciertamente muyambiguos pero que a m me haban sobrado. Uno suele fantasearcon lo que no conoce. Jenny, si ese era su nombre, tena un rostromuy agradable, un rostro armonioso, fino, con una piel sinmanchas, supuestamente lisa y suave, una piel joven queenmarcaban unos ojos dciles, alegres, cariosos. S. Esas eran lascualidades que yo cre ver a la luz de su fotografa. No tena

    realmente ningn argumento de peso, ya lo he dicho.Simplemente me estaba dejando llevar por mi deseo. Por ese

    35

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    36/73

    deseo tan primitivo de los hombres necios: encontrar a una mujerque no sea una potencial enemiga. Pero tan pronto como la vicomprend cul equivocado estaba. Jenny, la tal Jenny, estabalejos de ser una joven inocente, sumisa, inexperta, que aceptabaese tipo de encuentros con la resignacin de quien sabe que nopuede aspirar a algo mejor. Su rostro no era un rostro duro,decidido, arrogante. En eso la foto no menta. Tena un rostrodelicado, suave, un rostro sobre el que uno senta deseos de posarla mano. Pero el resto Su cuerpo, sus brazos, sus piernas, suespalda, sus hombros, su vientre, sus caderas Todo lo quequedaba por debajo de su delicada barbilla era feo, burdo,

    grotesco, desgarbado, desproporcionado. Aquello era como una broma de la naturaleza. A esos ojos no podan corresponder esaspiernas toscas y largas, o esos brazos gruesos y amenazantes,pens, pero as era, no haba la menor duda. Delante del portalhaba una farola y yo pude verla bien. Era descomunal. Ese es elprimer adjetivo que me vino a la cabeza. No es que fuera gorda, oalta, o tuviera el culo grande. Toda ella era enorme, toda ellapareca salir de su vestido, escapar por las mangas de su vestido.

    Todo su cuerpo era una exageracin. Hasta sus pechos erandescomunales. Y s, ya s que a algunos les gustan esa clase demujeres. A algunos les van las mujeres gigantes y a otros les vanlas mujeres enanas, y me parece muy bien, pero a m no me van nilas unas ni las otras.

    Mientras yo trataba de hacerme una idea exacta de susproporciones, mientras yo trataba de imaginar lo que sera sentir

    sus pesados brazos rodendome, ella sac un pequeo papel deun bolsillo, comprob que estaba en la direccin adecuada, volvia llamar al timbre, esper unos minutos mientras se retocaba loslabios, esos labios tan delicados y tan tristes, con la ayuda de unespejo diminuto que haba sacado parsimoniosamente de su bolso,llam de nuevo al timbre y una vez ms volvi a desplegar elpapel para comprobar la direccin antes de darse por vencida.

    Entonces empez a irse. Digo empez porque de repente ocurrialgo imprevisto. Un vecino apareci por la puerta. Era el seor

    36

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    37/73

    mayor del cuarto que iba a sacar a pasear a ese perro canijo y feoque siempre me despertaba con sus ladridos. El perro pas por sulado sin molestarse en olfatearla, pero el vecino le lanz unamirada inquisitiva. Yo lo vi todo muy bien. Jenny, la tal Jenny,aguant su mirada y retuvo la puerta antes de que llegara acerrarse. Entonces desapareci de mi vista.

    Aquello empezaba a no gustarme nada. Qu iba a hacer ahora?Esperar un rato ms. El vecino llev al perro a unos rbolescercanos y volvi rpidamente a su casa. Mis vecinos eran, en elfondo, como yo: no les gustaba la calle. Pero mientras yo

    procuraba hacer el menor ruido posible ellos procuraban hacertodo lo contrario. Cuando estaban en sus casas, se gritaban todolo que podan, con la intencin de conseguir que todo el mundoestuviera al tanto de sus intimidades. Gracias a eso yo habalogrado averiguar una ingente cantidad de detalles insignificantesque me mantenan distrado. Claro que tambin resultaba molestoalgunas veces, como cuando escuchaba el llanto desconsolado dealgn nio, pero eso se solucionaba subiendo el volumen de la

    msica.

    Esper unos diez minutos. Pensaba que Jenny, la tal Jenny, iba avolver a aparecer por el portal, pero eso no pas. Al final decidentrar como quien no quiere la cosa. A fin de cuentas ella slotena de m una foto antigua, una foto en la que mi aspecto eramuy distinto al actual. Si pasaba por su lado sin ponermenervioso ella no sospechara nada. Entr al portal y me llev una

    desagradable sorpresa: estaba oscuro y vaco. La gigantesca mujerno estaba all. Y si no estaba all entonces slo poda estar en otrositio: en mi rellano, frente a mi puerta. Aquello era peor de lo queesperaba.

    Como no poda hacer otra cosa, me arm de valor y me decid asubir. No saba bien lo que iba a pasar. Se me ocurrieron algunasexcusas. Nada del otro mundo. Tambin pens que por probar no

    se perda nada. Sal del ascensor conteniendo el aliento y me llevotra desagradable sorpresa: el rellano estaba oscuro y vaco,

    37

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    38/73

    exactamente tan vaco y oscuro como antes haba estado el portal.La tal Jenny haba desaparecido. Se la haba tragado la tierra.

    Sin comprender lo que suceda, fui a mi dormitorio y me desvest.Entonces decid que lo mejor sera ver la televisin un rato. Mesent en el sof y entonces advert algo extrao: el silencio. Elcomedor estaba en silencio. Eso era muy raro. No porque yo notuviera ni la radio ni la televisin encendida sino porque el vecinotampoco tena la televisin encendida, su televisin, esa televisinque yo escuchaba a travs de la fina pared. El vecino siempretena encendida la televisin a estas horas. Y hoy estaba en casa.

    Yo mismo lo haba escuchado entrar haca un rato. Entonces, porqu no estaba viendo la televisin?

    La respuesta lleg aproximadamente unos veinte minutosdespus. Lleg en forma de murmullo, de leve vaivn de olas, deprogresiva cadencia corporal. Fue un gemido, un nico gemidotenue, lo que me puso en guardia. Pero as como las gotas delluvia se convierten en recia tormenta, ese sencillo y hurfano

    gemido se trasform en unos pocos minutos en un concierto deruidos, jadeos, chirridos, gruidos, voces extraas y hasta risas,algo absolutamente incomprensible, inexplicable, atroz, unapesadilla delirante que pareca provenir de algn lugar recnditoy misterioso, y que, ante mi estupor, fue ganando en intensidad ynitidez hasta cesar de pronto, inesperadamente.

    Aquello me desconcert totalmente. Yo hubiera preferido pensar

    que estaba loco a aceptar lo que estaba sucediendo. Lo que estabasucediendo a dos metros de m, al otro lado del fino tabique queseparaba nuestros dormitorios. Mi dormitorio y el de mi vecino,tan parecidos en todo, en sus dimensiones, en su decoracin y enel carcter de sus inquilinos. Mi vecino, bien lo saba yo, era unser tan aburrido, soso y solitario como yo. En los cuatro mesesque yo llevaba all jams le haba visto u odo con ninguna mujer.Pero adems, algo me deca, sin que pudiera comprobarlo de

    ningn modo, que esa mujer que ahora estaba en su cama,compartiendo sus sbanas y dejando en ellas su olor, su saliva,

    38

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    39/73

    sus efluvios indecentes, no poda ser otra que Jenny, la misma Jenny que haba desaparecido misteriosamente en el oscuroportal, la misma Jenny que haba equivocado sus pasos y que, sinque yo supiera cmo, haba acabado regalando o alquilando sus

    burdos encantos a un hombre que no era yo ni tena el menorderecho a apoderarse o a tomar accidentalmente algo que no leperteneca. Aquello no era lo previsto. El universo y todas susleyes lgicas haban vuelto a fallarme. Y qu poda hacer yoahora?

    Lleno de curiosidad y de nerviosismo, sal al balcn e intent ver

    a travs de sus cortinas. No vi nada. Luego volv a la pared delcomedor y pegu mi oreja, pero tampoco escuch nada. Intentolvidarme del asunto y pens que lo mejor sera ponerme apreparar la cena o encender la televisin. Qu estarn haciendoahora?, me preguntaba, ahora que ya no tienen nada que hacerEntonces escuch un ruido muy familiar, era la puerta de mivecino que se abra y se cerraba. Corr haca mi puerta, mir porla mirilla y, horrorizado, pude ver como una sombra gigante

    desapareca por la escalera.

    Pese a todo no me desanim. Tarde en recuperarme, eso s.Durante un da no pude quitarme de la cabeza lo que habasucedido. Me preguntaba hasta dnde llegaba mi responsabilidady hasta dnde poda llegar el azar cuando decida intervenir enlos asuntos humanos. Slo haba una manera de averiguarlo.

    Busqu el sobre. Saqu la foto de Jenny. Tir las dems al suelo.Todas quedaron del revs, excepto una. Era una mujer de unoscuarenta aos. Me pareci un ama de casa desesperada, la clasede cita que yo hubiera descartado a la primera Llam a miamigo y le ped que se pusiera en contacto con ella.

    Pero no la enves a la puerta ocho sino a la siete. Y no la envesa las diez de la noche sino a las tres de la tarde le dije.

    Luego me sent a esperar.

    39

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    40/73

    Vendi todo lo que tena y se march a Buenos Aires. Otro pas yotro continente. Una ciudad inmensa y desconocida, con unnombre hermoso, sin recuerdos. No quera empezar una nueva

    vida. No quera empezar o terminar nada. Aquel era un lugar depaso. No quiso trabajar, porque trabajar supona ver siempre lasmismas caras. No quiso tener relaciones estables. Cada dos o tresmeses sala de caza. No le resultaba difcil encontrar un hombrede su agrado. Era joven y hermosa y vesta con descaro. Solaoperar siempre del mismo modo. Dejaba que fueran ellos quienesse le acercaran, se mostraba cariosa y disponible. Conoca biencundo haba llegado el momento de sugerirles que buscaran un

    taxi, y ellos, sus vctimas, se mostraban encantados decomplacerla. Nunca los besaba hasta llegar a su apartamento.Entonces cerraba la puerta con llave y se quitaba la ropa. Pasabanun da, dos, tres Hacan el amor a todas horas. No salan de lacama si no era absolutamente imprescindible. Al principio ellosestaban encantados. Ella satisfaca todos sus deseos, averiguabacules eran sus fantasas ms vergonzosas y se esmeraba encumplirlas. Saba ser sumisa y osada. Saba cmo hacer que ellosolvidaran hasta su propio nombre. Dejaban de ir a trabajar.Dejaban de pensar en sus esposas e hijos. Se convertan en simplesengranajes. Los reduca a un punto ubicado en el centro de sucuerpo.

    Los das pasaban y el sexo se volva ptreo. A medida que susfuerzas les fallaban, ellos empezaban a inquietarse. Entonces les

    hablaba. Les deca que esa era su casa, cuando en realidad era unapartamento recin alquilado. Les daba un nombre falso y untelfono falso. Les contaba que estaba haciendo un estudio para launiversidad, o que era la hija secreta de un millonario, o inclusoque era una ladrona buscada por la polica de medio mundo. Lesdeca cualquier cosa que se le ocurriera en ese momento y ellos locrean. Luego les permita un leve descanso, antes de volver a lacarga. Ella saba dosificar su angustia. Para ella eran libros

    abiertos. Ellos mismos le haban abierto las puertas, le habanmostrado sus entradas secretas.

    40

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    41/73

    Poco a poco iban agotando sus ltimos cartuchos. La habitacinola a avalancha. El miedo levantaba su bandera de derrota sobreel marasmo de las sbanas y entonces ella, con un gestoperfectamente planificado, se mostraba ofendida y les arrojaba lasllaves de la puerta. Aquel era el momento de la verdad. Duranteunos segundos respiraba excitada, esperando algo que lesorprendiera, una seal que no llegaba porque indefectiblementeellos, los hombres diferentes cuyas vidas haba sorbidolentamente, se daban la vuelta y le pedan perdn. Y ella losconsolaba, ella siempre los consolaba con hermosas palabras deamor. Desde luego que todo era mentira. Todo lo que sala de su

    boca era una gran mentira. Pero hasta la mentira ms inverosmilnecesita un pedazo de verdad para sustentarse. Por eso cerrabalos ojos. Y se deca para s misma: inventario, sern,ganchillo, impuesto, apostlico, mecanografa ocualquier palabra fea que se le ocurriera en ese momento. Todopara no pensar en ellos, todo para no pensar en sus caricias. Ni enel efecto de sus caricias sobre su piel. Entonces beba. O fumaba.O se haca la dormida. Cualquier cosa menos dejar que ellos

    pensaran que tenan algn poder sobre ella, aunque fuera unpoder fugaz, momentneo, como una gota de agua que golpea latierra reseca, como las huellas de unos pies sobre la arenahmeda. Ellos podan estar ah, podan ser masas pesadas derocas que se desplazaban sobre su superficie, podan dejar unrastro leve, la presin de sus dedos cuando los tena arriba odebajo, el rictus de dolor que precede al desplome, pero nopodan penetrar ms all de su piel de hielo, de su caparazn fro

    y compacto. O eso pretenda. Porque siempre haba que recurrir amtodos drsticos. Haba que hablar con palabras sangrientas.Haba que morder y araar para escapar por una claraboyaestrecha. Y haba que tomar un tren o un autobs. El que fuera. Elprimer tren o el primer autobs que saliera de la estacin. Yrpido. Haba que hacerlo rpido. Sin palabras ni notas dedespedida. Sin motivo aparente. Sin molestarse ni en hacer lamaleta.

    41

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    42/73

    Entonces ella miraba el paisaje y escuchaba las conversaciones desus compaeros de viaje. Y sonrea si le decan algo. Y tal vezhasta pensaba en el cuerpo que an deba esperarla en una camafra, el cuerpo al que ella no haba querido poner nombre y queahora estaba destinado a confundirse en su memoria como seconfunden las conchas que uno ha ido recogiendo en todas lasplayas en las que algunas vez estuvo, como se confunden lospeces que una vez sacamos del agua para luego volver a soltar. Ycuando crea que estaba lo suficientemente lejos, bajaba del tren odel autobs y buscaba un hotel o un hostal o cualquier lugardonde nadie le hiciera demasiadas preguntas. Pero al final volva

    a Buenos Aires. Siempre volva a aquella ciudad. Despus de untiempo viajando sin dormir nunca ms de dos noches en la mismacama, volva a alquilar algn apartamento en un barrio tranquiloy discreto. All trataba de retrasar lo inevitable. Dejaba pasaralgunos das actuando, vistiendo y hablando como una turista. Ypor las noches frecuentaba prostitutas, buscando en cuerposfemeninos el sosiego que no encontraba en los cuerpos de loshombres con los que se acostaba, pero a los que siempre volva,

    como volva siempre a la misma ciudad. Estaba atrapada.Atrapada entre calles desconocidas y rostros desconocidos. Fuesea donde fuese, besase a quien besase, siempre regresaba a lamisma ciudad, al mismo cuerpo.

    Hasta que una noche se rindi. Por puro agotamiento, como bienhaba supuesto que acabara pasando. Pero no se dej caer en unasucia acera. No termin sus das en un triste arrabal. Con sultimo aliento, consigui llegar al aeropuerto y subirse a unavin. No supo de dnde haba sacado fuerzas: estaba ms muertaque viva. Y pese a todo tuvo ciertos momentos de lucidez a lolargo del vuelo. Ciertos momentos tan breves como oportunos.Vamos a servir la cena, escuchaba que le decan. Y ella intentabasonrer y colaborar en la medida de lo posible, que no era mucho.Abrchense los cinturones ordenaban por megafona. Y ella abra

    los ojos, mova dificultosamente las manos y lograba, cuando ya

    42

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    43/73

    la azafata se acercaba a comprobar que todo estaba bien,abrocharse el cinturn por s misma.

    Una suave marea de cuerpos la empuj hacia la salida. Ella nohizo nada. Se dej llevar y al momento estaba fuera delaeropuerto. El da era radiante. Mir al cielo y comprendi quehaba estado equivocada. Pero, qu importaba eso ahora? Hizoun gesto ambiguo y un taxi se par a su lado. Le pidi al taxistaque la llevara al cementerio. El taxista se sorprendi pero noquiso preguntar nada. Por no preguntar, ni siquiera le pregunt siquera que le esperase. Se limit a dejarla en la acera, cobrar la

    carrera y marcharse a toda velocidad.

    A partir de ah todo fue ms fcil. Ni siquiera fue necesarioesperar que la puerta se abriera. Estaba as bien. Cerrada eracomo tena que estar. Empez a andar lentamente hacia la ciudad.Cruz los solares y las vas del tren y lleg a las primeras fincas.Desde all la tapia del cementerio pareca el muro de una pequea

    fbrica abandonada, y los cipreses se confundan con los choposdel ro que estaban detrs. Continu caminado. Pensaba en todolo que haba hecho en el ltimo ao. Pensaba en Buenos Aires. Ypensaba en su novio. Por primera vez desde haca un ao pensabaen l de un modo abierto, franco, sincero. Y era fcil, era tan fcilcomo seguir caminado mientras volva la cabeza de tanto entanto. Las primeras calles se extendan frente a ella. Se par unmomento. El cementerio ya era un simple borrn en el horizonte.

    Pens en Buenos Aires, en las camas, los cuerpos, las palabrassucias como las sbanas que la envolvan en aquellos cuartoshmedos y oscuros en los que, ahora, bajo el sol radiante de suciudad, no entenda cmo haba podido vivir. S, tena muchascosas que explicarle. Y l tena muchas cosas que perdonarle. Peroya no importaba.

    43

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    44/73

    Ibin Sarik Ifquat tena veinte aos, era musulmn y estaba en elparo. Aquel da haba tomado un autobs en su desolado barrio

    natal del Este de Jerusaln para visitar a una ta que viva en elotro extremo de la ciudad. La ta, casada con un rico comerciante,le haba dado dos bolsas con ropa vieja, la ropa con la que l y sushermanos iban a vestir durante todo el invierno. Despus habavuelto a tomar el autobs, pero como el trayecto era largo tenaprevisto bajar a mitad de camino para rezar la segunda de lasoraciones diarias.

    Llevaba unos diez minutos en el autobs cuando subi unmuchacho judo que, extraamente, no tuvo ningn reparo enocupar el asiento contiguo. Por eso, porque la mayora de losotros pasajeros se haban sentado lo ms lejos de l que podan,no pudo evitar sonrerle tmidamente. El muchacho, que norespondi a su sonrisa, se llamaba Aaron Goolman Fulmer, yaunque su familia proceda de Alemania, haba nacido en

    Jerusaln hacia veintin aos. Hasta dos meses atrs haba sidoun estudiante de Derecho, uno de los mejores de su clase, pero lamuerte de su padre, haca exactamente dos meses, le habaobligado a dejar sus estudios y ponerse a trabajar.

    Aaron saba bien cmo pensaban los judos, para ellos cualquiermusulmn que llevara un paquete, una mochila, una maleta o algosemejante era automticamente visto como un posible terrorista.Antes de sentarse al lado del muchacho, haba echado un rpidovistazo hacia el fondo del autobs y haba podido ver las caras desorpresa de los otros pasajeros. Todos estaban intranquilos ytodos se esforzaban por disimular su miedo. Y l no era unaexcepcin. No. l tambin estaba nervioso, y mascaba chicle yocultaba sus manos en los bolsillos mientras retena entre suspiernas su pequea mochila.

    44

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    45/73

    El autobs se detuvo junto a una mezquita e Ibin se levantprecipitadamente. Aaron se sobresalt cuando le pidi que ledejase pasar. Cogi con fuerza su mochila, la aferr a su pecho ydobl las piernas hacia el pasillo. Ibin avanz con dificultad.Hubiese preferido que su compaero se levantara y le dejarapasar sin tanto esfuerzo, pero no protest. Saba que todo elautobs estaba pendiente de l, que todas las miradas se clavaranen su espalda al bajar las escaleras, que todos, hasta el muchacho

    judo que se haba sentado a su lado, respiraran aliviados cuandol se marchara, as que era mejor no hacer ni decir nada quepudiera ser interpretado, aunque fuera vagamente, como una

    provocacin o una amenaza. Estaban justo en el lugar donde hacaseis das un autobs haba saltado por los aires. Y todos temanque no fuera el ltimo.

    La puerta del autobs se cerr e Ibin y Aaron se observaronfijamente. Era la primera vez que lo hacan. En la casi media horaque haban estado uno al lado del otro nicamente se habanmirado de reojo. Aaron se baj en la parada siguiente. Retrocedi

    andando hasta la anterior parada. Entr en la misma mezquitadonde haba entrado su compaero de viaje. No se vieron. Lamezquita estaba llena de hombres musulmanes de todas lasedades. Dej su mochila entre la multitud y desapareci. Ibinacababa de terminar sus abluciones cuando estall la bomba.

    45

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    46/73

    La llam por telfono.

    Le dijo: Soy su escritor preferido, voy apasar unpar de das en suciudadymegustara verla.

    Ella no poda crerselo, pero an as se cit con el desconocido ensu propia casa. Colg y esper, durante horas, durante das, cadavez ms segura de que se trataba de una broma pesada de alguienque conoca sus gustos literarios.

    Hasta que un buen da son el timbre y ella comprendi de

    inmediato que era verdad, que no poda ser ms que l, su escritorpreferido, en persona, y abri sin ni siquiera escrutar a travs dela mirilla, olvidndose de su habitual prudencia.

    Lo encontr un poco ms viejo que en las fotos, pero no menosatractivo. Se sonrieron instintivamente. l la salud cortsmente yella le rog que la siguiera al interior de la casa.

    Se sorprende? pregunt cuando se hubo sentado.

    Como ella no respondi nada (cmo iba a hacerlo, si todava secrea soando?), l, su escritor preferido, autor de cuatro novelasy un libro de relatos cortos (todos ellos colocados en un lugar bienvisible, esperando la ocasin de ser tocados por sus manos y

    bautizados por su pluma), le explic, lleno de humildad, que con

    los cientos de cartas que le haba hecho llegar no poda sino sentiruna ms que razonable curiosidad por conocerla.

    Sorprendida? balbuce finalmente . Lo que estoy esmaravillada. Por favor, no diga eso! exclam l.

    Y por qu no voy a decirlo, si es la pura verdad?, pens ella.

    Pero call. No quera incomodarle. Aunque era absolutamentecierto. Ninguna palabra llega a definir por completo un

    46

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    47/73

    sentimiento. La palabra amor , por ejemplo, es una palabra grande,poderosa. Pero el sentimiento que nombra es mucho ms grande ypoderoso. Sin embargo, hay palabras que se acercan decididas a lanebulosa de sensaciones que nos invaden, que la traspasan con su

    bistur certero y sin pudor alguno nos dan una idea bastantefidedigna de cul es su composicin, su grado de densidad, sufuerza. Loqueestoy esmaravillada, haba dicho. No sorprendida,ni asustada, ni perpleja: maravillada, esa era la palabra que msse ajustaba a lo que senta, que mejor defina el estado deexcitacin en el que se encontraba. Por eso, como no poda ser deotro modo, se desvivi para que l se sintiera lo ms cmodo

    posible durante aquella tarde excepcional.Al principio fue un poco violento. Ella no era mujer de muchaspalabras, y tena tanto miedo a comportarse de modo inadecuadoque era incapaz de hacer nada. Debo darle ahora sus libros paraque me los firme, o mejor espero hasta el ltimo momento?, leofrezco una cerveza, o mejor vino?, se preguntaba, y ningunarespuesta le pareca buena. Luego fueron cogindose confianza y

    la conversacin se anim. Cuando se dieron cuenta ya era casi denoche. Entonces l se levant, le devolvi los libros dedicados ydijo, con voz cordial pero firme:

    Lo siento, me tengo que marchar. Ha sido un placer conocerla. Lo entiendo. Usted debe de ser un hombre muy ocupado y noquiero retenerle por ms tiempo contest ella, visiblementeresignada.

    Ya haba abierto la puerta y haba llamado al ascensor cuando sehizo evidente que, pese a sus palabras, ninguno de los dos tenamucha prisa por despedirse. El ascensor lleg. Ella comprob quel pareca reacio a meterse en esa caja de muertos chirriante ysombra e hizo un par de comentarios al respecto. Acababa decomprender que deba hacer cuanto fuera por retener a esehombre que era lo mejor que le haba pasado en su vida, que

    deba decir algo serio, algo sincero, algo que le obligara acomprometerse de algn modo. Le cost, por supuesto. Los

    47

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    48/73

    segundos quemaban y l no colaboraba en absoluto. Su sentido dela caballerosidad o del decoro o lo que fuera le impeda tomar lainiciativa. Pero lo hizo. Sac a la luz todo el atrevimiento quehaba guardado en su interior durante aos y le pregunt sipensaba volver a verla. Fingiendo un cierto desconcierto, laccedi a un segundo encuentro. A fin de cuentas no conoca anadie en la ciudad, le dijo, y quin mejor para servirle de gua quesu mayor admiradora.

    De modo que, la tarde siguiente, quedaron citados en esecongreso de escritores al que l haba sido invitado por las

    autoridades locales. Ella se mezcl entre el pblico vestida con untraje prestado (no es que no tuviera ropa elegante, no, ropa no eralo que le faltaba, pero despus de rebuscar y rebuscar en susarmarios, no haba encontrado nada adecuado para la ocasin,pues todos sus conjuntos le parecan o demasiado ostentosos odemasiado frvolos) y l sali a la tarima con actitud desenvuelta,aparentemente inmune a los aplausos y vestido con mayor esmeroque de costumbre (aunque esto no se supo entonces). De tanto en

    tanto, mientras contestaba a las preguntas del pblico y a lasafirmaciones de otros escritores presentes en la tertulia connaturalidad, diriga la mirada hacia el semicrculo de butacas,como buscando a alguien que sin duda tena que estar ah,oyndolo y prestando mucha atencin una atencindesmesurada a todo cuanto dijera. Y estaba. Avanzado ya eldebate, por fin encontr sus ojos mezclados entre el pblico,mirndose durante unos segundos, los suficientes para

    reconocerse y saludarse por encima de las otras miradas.

    Poco despus de la tertulia, l se las apa para acercarse hastaella y anunciarle que si tena un poco de paciencia podradeshacerse de los periodistas e ir a cenar con ella.

    En aquel momento ella ya empezaba a albergar ciertas esperanzas.Aunque por supuesto, an no era capaz de reconocerlo ni ante s

    misma ni mucho menos ante l. Sin embargo aquella noche no

    48

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    49/73

    pas nada de eso que se supone que debe pasar cuando dospersonas se atraen por el motivo que sea. Pese a todo fue unanoche deliciosa, una noche slo comparable con las noches de sulejana pubertad, cuando la vida le mostr por vez primera todo suesplendor y cualquier cosa cualquier viaje, cualquier aventura pareca posible. Estuvieron cenando en un restaurante elegido alazar. Y luego bajaron la calle que rodea la catedral y l se quedmuy sorprendido con las dos grandes columnas del prtico y dijoque como mnimo tenan que medir dos metros de dimetro y noexageraba y digo que esto era mucho ms bonito de lo que limaginaba. Y as fue como acordaron que al da siguiente ella lo

    llevara a la colina donde est la estatua que sale en todos loslibros de viajes, porque desde all se ve una vista muy completade la ciudad.

    Era la tercera vez que se vean. Su participacin en el congresohaba concluido. Pronto tendra que marcharse. Ahora que ya sehaba acostumbrado a tenerlo cerca, a contarle todo eso que en lascartas slo mencionaba, por pudor, de soslayo; la certeza de la

    pronta separacin la haca estremecerse de angustia y, como unresorte diablico, la lanzaba hacia el pasado en un intento devaciarse del todo, de confesarle lo que nadie saba, de abrir losstanos de la memoria y convocar a todos sus fantasmas para quel, su escritor preferido, una de las personas que ms admiraba enel mundo, que tanto haba, involuntariamente o no, ayudado aencauzar su vida, viera cmo los iba desenmascarando uno a uno,cmo los venca de una vez por todas.

    As fue como, en el parque, entre caminos de grava y rbolescentenarios, le habl por primera vez de eso que la habaatormentado durante tanto tiempo: su primera experiencia, brutaly dolorosa, cuando todava era casi una nia. Le habl de cmoun aciago da de agosto su primo se las haba ingeniado parahacer que se metiera en su cama, en lugar de pasar las sofocanteshoras de la sobremesa no durmiendo porque haca tiempo que no

    necesitaban dormir por las tardes, pero s hablando, tendidossobre la cama sin deshacer, cada uno en la suya. De cmo se las

    49

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    50/73

    haba ingeniado para bajar la persiana y hacer que se metiera conl bajo la sbana. De cmo sus palabras dulces y sus sutilesinsinuaciones la llevaron a quedarse en paos menores, asabiendas de que sus padres podan abrir en cualquier momentola puerta y descubrirlos. Y cmo ella, cndidamente, pens quecon eso tendra bastante, con manosearla un poco y poder mirar asus compaeros a la cara, como un hombre que sabe lo que esseducir a una mujer y ha visto y tocado todo eso que vuelve locosa los chavales recin estrenados en las cosas de la vida. Pero no, lno iba a tener bastante con eso. Y ella tambin tena parte deculpa. Haba descubierto el poder que tena sobre los hombres y

    haba jugado con ellos. Tambin, pensaba, haba pagado por ello.Y haba pagado su culpa con intereses Sus padres nunca seenteraron del asunto. Su primo se visti tranquilamente y se fue.Ni siquiera se molest en amenazarla porque saba que ella no ibaa contar nada a nadie. Y si lo haca tampoco haba nada quetemer, porque sera su palabra contra la suya. Ella sufri loindecible imaginndose que estaba embarazada, pero tuvo suerte,

    al menos en eso. Pero poco despus empez a temer a su primo.Le entr un miedo atroz, tan atroz como intil, porque l novolvi a fijarse en ella desde aquel da. Y pese a todo cada vez quelo vea se quedaba paralizada, sin poder reaccionar. Y luegocomenz a actuar de manera extraa, cogiendo fuertes berrinchespor ridiculeces, negndose a salir de casa durante semanasenteras, poniendo excusas inverosmiles para eludir susobligaciones ms elementales. Y acab por llegar a eso: a las

    tijeras en las manos y el manicomio, a los pensamientos borradosa golpe de drogas y electricidad, a los das de sombra y tristeza,esa tristeza infinita de los que se extravan en s mismos.

    Todo esto le cont ella de camino a la cima, mientras l escuchabay asenta con la cabeza. Por qu no la interrumpi ni una solavez? Por qu no le pidi que dejase de recordar sucesos tandolorosos? Lo cierto es que l tena mucho que decir. Podra

    haberle dicho que llevaba odas muchas historias como la suya,

    50

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    51/73

    muchas historias tristes y acaso lamentables, pero intensas yreales, sobretodo eso, reales; no como sus historias que por muyredondas que le salieran no dejaban de ser una mentira, unahermosa mentira. Podra aadir incluso que estaba harto, harto detodo, de lo que escriba, de su imagen de escritor de moda, detener que inventarse un montn de mentiras para vivir... Y queempezaba a querer ser un don nadie, a disfrutar viendoprogramas estpidos en la televisin y pasrselo bien bebiendocerveza con los amigos sin tener que decir nada inteligente niesforzarse por mantener una conversacin elevada. Y, finalmente,podra concluir hablando de su soledad, de su matrimonio roto,

    de su incapacidad para retener a los seres que amaba. Pero, cmoiba a decirle eso? No, no poda decirlo. No poda decirlo porqueah estaba ella, para quien l era una especie de hroe, alguienfuera de lo comn, que se sentira terriblemente defraudada siconociera la clase de pensamientos que le pasaban por la cabeza.Sin duda ella espera de m algo ms que comprensin, pensaba.Espera claridad para sumente, consejo para su vida, cosas que yono

    ssipodrdarle.

    Sin embargo estaba profundamente equivocado. Ella no querams que su compaa. E incluso estaba dispuesta a darle unamuestra de agradecimiento por haberse dignado a visitarla, por sudeseo de conocerla. Una muestra de agradecimiento al tiempo queuna peticin de ternura, esa ternura hacia las mujeres queprodigaba en sus novelas.

    Faltaban unos metros para terminar la ascensin. El camino sehaba vuelto estrecho y empinado. De pronto se puso a llover.Primero una gota gruesa y sucia, luego unas cuantas ms, cadavez ms juntas, hasta que por fin el cielo se abri en un aguacerofurioso. Inesperadamente, ella empez a saltar y a rerse, alzandolas manos y dejando que la lluvia empapara sus ropas. Y l sequed desconcertado, sin saber qu hacer. Pero entonces ella

    empez a gritar y a cantar, a tararear una cancin extraa,

    51

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    52/73

    incomprensible, y l lo vio claro, lo vio tan claro que no pudoentender cmo no lo haba visto antes, desde el primer momento.Y sin poder evitarlo, sonri y se puso a rer. Y se acerc a ella, sinimportarle que la lluvia lo empapara a l tambin. Y pens que enel fondo no eran tan distintitos, ni l ni ella ni nadie, que todoslos hombres y las mujeres del mundo sienten alguna vez el deseoirrefrenable de ponerse a saltar bajo la lluvia. Y que no haba nadade malo en eso. Como tampoco haba nada malo en su sbitodeseo de besarla, porque aquella mujer estaba dispuesta a dejarseamar ah mismo, sobre la hierba mojada, porque aquella mujerhaba resuelto enamorarse de l desde la primera vez que lo vio,

    desde que supo que iba a visitarla, o incluso desde antes, desdeque ley la primera de sus novelas y pens que aquel hombre erala nica persona en el mundo que poda entenderla. Y eso era algoque nadie podra cambiar

    Ni siquiera l.

    52

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    53/73

    Todoestopodra noestarsucediendo.

    Abri los ojos. Segua ah. De pie, en la ms completa oscuridad,

    agazapado en las entraas del armario, entre la pared y los trajesde su padre.

    Las piernas le temblaban. Apenas poda moverse. Cunto tiempotendra que permanecer all? Cuntos minutos? Cuntas horas?

    Si aguzaba el odo, escuchaba lo que suceda en el dormitorio.An estaban en la cama. Rean y geman. Despus el silencio

    impona su ley. Al rato volvan las voces. Una, la de la mujer,sonaba alta y difana. Especialmente cuando rea. Esa risa erainconfundible. Esa risa era la risa de su madre. En cambio, la otravoz, la del hombre, le resultaba enigmtica. Era una voz familiar.Tena algo que le recordaba la voz de su padre. Pero no era supadre. No poda ser su padre.

    (Recordaba las nubes, densas, oscuras. Recordaba los rboles,altos, largos. Recordaba las preguntas, las doloras preguntas quenadie responda, que se guardaba dentro porque el silencio seimpona como una soga, porque el silencio lo llenaba todo y nodejaba espacio para las palabras, el silencio que paraba en seco lasnubes, el silencio que mantena erguidos los esculidos troncos delos rboles. No, realmente no poda ser su padre.)

    Intent ponerse en cuclillas. Y sinti un dolor agudo en losmuslos. Volvi a levantarse y sus rodillas le crujieron. Lahabitacin continuaba en silencio. Pero l saba que estaban ah.En la cama. Qu hacan ah? Lo mismo que en las pelculas?Besarse y todo eso?

    Entonces escuch el chirrido de unos muelles. Y la voz masculinadijo:

    Es tarde. Me tengo que ir.

    53

  • 8/4/2019 La Vida Mientras Tanto

    54/73

    Y su madre, la voz suave y acogedora de su madre, contest:

    Te acompao a la puerta.

    Esper unos minutos antes de salir del armario. Se asomentonces por la ventana. Desde all vio a su madre en laexplanada. Estaba inmvil, con una mano levantada. Lleg adistinguir la silueta del coche que despeda, mientras cruzaba laverja y doblaba hacia la carretera. Era un coche blanco y pequeo.

    Un coche q