la stasi o la obsesión por saber

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En que o F www. .com DOMINGO 21 de diciembre de 2014 18 FERNANDO-ALONSO RAMÍREZ* LA PATRIA | MANIZALES L a cifra impre- siona. La Poli- cía Secreta de Alemania llegó a tener en 1989, al final de su existencia, 180.000 funcionarios, y sólo 90 mil figuraban como trabajadores oficialmente. Esto significa que uno de cada 100 alemanes de la República Democrática (RDA) trabajaba para el Ministerio de la Seguridad del Estado. Era espía. El lugar ocupado por la Stasi en la vieja Alemania oriental es un conjunto de LECCIONES DE ALEMANIA La Stasi o la obsesión por saber En 180.000 bolsas se encuentra el papel picado, que esperan recuperar como documentos, gracias a un software que funciona desde hace cinco años para ello. Fotos y reproducciones | Fernando-Alonso Ramírez | LA PATRIA Fichas debidamente clasificadas en las que cualquier ciu- dadano puede consultar sobre sus archivos. Prisión de la Stasi, en otra zona de Berlín, de la que apenas se vino a saber que existía un mes después de la caída del Muro Fue el aparato de la policía secreta del régimen comunista. Recopiló millones de expedientes durante su existencia. Aún no se conoce todo su alcance. Memoria. edificios de 15 mil metros cuadrados, en el sector de Lichtenberg (Berlín), a donde nadie distinto a sus funcionarios podía entrar. Sólo se ingresó allí después de la caída del Muro en no- viembre de 1989. La Stasi se creó en 1950, cinco años después de terminada la Segunda Guerra Mundial y once antes de la construcción del Muro. Sólo tuvo tres directores, dos en los pri- meros siete años, y uno en los siguientes 32. Co- menzó como un aparato desordenado y pequeño, pero crecía al ritmo del descontento de los ciuda- danos. Cada protesta era un empujón para la Policía Secreta, hasta llegar a ser la máquina de intromisión en la vida de los alemanes de ese lado del Muro, ex- plica Margret Steffen, del Departamento de Comu- nicación del comisionado Federal para la Documen- tación de la Stasi de la an- tigua RDA. Los expedientes halla- dos en este lugar, después de 1989, suman en línea recta 111 kilómetros, -la distancia entre Manizales y Armenia es de 105 km- correspondientes a los 7 millones de fichas que se acumularon y miles de audios y grabaciones, sin contar los que pudieron ser destruidos entre el 9 de noviembre de 1989, cuando cayó el Muro, y el 15 de enero siguiente cuando miles de ciudada- nos ocuparon las sedes de la Stasi e impidieron que se siguieran destruyendo los archivos. Fue tal la urgencia por desaparecer los documen- tos que todas las máqui- nas trituradoras de papel se dañaron en los primeros días y los empleados siguie- ron haciéndolo a mano. Lo que puso en alerta a los ciu- dadanos fue el olor a papel quemado, cuenta Steffen. Estos son los que aún hoy se intentan recuperar: 180.000 bolsas con unas 33 millones de páginas. Valor civil La Stasi tenía redes en cada departamento y a todas sus sedes llegaron representantes del pueblo durante esos días de lo que ha sido llamado la revolu- ción pacífica y la reunifica- ción, gracias a la caída de la segunda dictadura de los últimos 100 años en Ale- mania. La primera fue go- bernada por los nazis entre 1934 y 1945, la segunda en la RDA, entre 1945 y 1989, señala Michael Parak, de la Fundación contra el Ol- vido y por la Democracia. Rescate de la memoria En 1992, no sin polémi- ca, se aprobó una Ley que le permite a todo ciudada- no alemán averiguar por su expediente, si lo había en la Stasi. Es como si us- ted pudiera ir hoy a una oficina del gobierno a ave- riguar si fue espiado por el DAS. No es una situación fácil. Cientos de interesa- dos se han encontrado de frente con la verdad. Quién los espiaba: un amigo, un familiar, el propio padre. En Alemania, las leyes de acceso sólo permiten que se pueda hacer públi- co un documento reserva- do 30 años después, pero se hizo la excepción con la Stasi, aunque hubo voces, incluidas las del Gobierno de la República Federal, que no querían que se co- nociera toda la verdad, pues también había sido espiado y abrir todo el ar- chivo era dejar la posibili- dad de que sus ciudadanos se enteraran de cosas que incluso en la democracia no estaban bien hechas. Al fi- nal la norma se aprobó por amplia mayoría. El lugar lo visitan al mes unas 5 mil personas que quieren saber sobre su expediente. Al comienzo este número era el triple. El museo La Stasi se creó para perpetuar el poder del partido obteniendo infor- mación de sus ciudadanos y de otros países. “Lo importante es saber que en la estructura del Estado -comunista-, el par- tido tenía el poder. El Esta- do era sólo un instrumen- to para ejercer tal poder”, describe Jörg Driesselman, quien orienta el Museo de la Stasi, lugar que se puede visitar, lo que no pasa con los edificios que albergan los documentos. Driesselman nació en la RDA. Era un adolescente cuando se dio la revolu- ción del 68 y por eso, como alemán joven, quería es- cuchar a Jimmi Hendrix, usar cabello largo y probar lo que probaban los de su edad al otro lado del Muro. Eso le costó la persecu- ción, ser detenido en 1975 en una cárcel de la Stasi y condenado a cuatro años y tres meses, aunque un año y tres meses después fue comprado como preso político por la Repúbli- ca Federal de Alemania, cuenta. En 25 años estas transacciones permitieron la libertad de 35 mil perso- nas y el pago a la RDA de 2 mil millones de marcos alemanes. “A esos jóvenes de en- tonces la dictadura nos declaró como enemigos y siempre digo que si alguien te ofrece una enemistad, acéptala”, bromea Dire- selmann. Vender detenidos a la RFA fue uno de los mayo- res generadores de divisas para la RDA, dice Jorge Luis García Vásquez, exi- lado cubano, que es guía en Hohenschönhausen, una cárcel de la Stasi, de cuya existencia solo se supo un mes después de la caída del Muro. Era un lugar para los presos políticos, es decir para todo aquel que pensa- ra diferente. García estuvo detenido allí cinco días porque sien- do funcionario del gobierno cubano adelantaba conver- saciones para desertar, se- gún cuenta. Sin embargo la Stasi lo detuvo y lo deportó a Cuba. Luego conoció su expediente y pudo ver que en tan poco tiempo sumó 400 páginas y confirmó que sí fue un amigo el que lo delató. Lo que más lo im- presionó fue la precisión de los datos sobre su paso por Alemania, relata. Acumuladores Para dar una idea de la PASA A LA PÁGINA 19

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Una historia de cómo la Stasi dominó la información y el derecho a saber en la Alemania comunista.

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www. .comDOMINGO 21 de diciembre de 2014

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Fernando-alonso ramírez*LA PATRIA | MAnIzALes

La cifra impre-siona. La Poli-cía Secreta de Alemania llegó a tener en 1989,

al final de su existencia, 180.000 funcionarios, y sólo 90 mil figuraban como trabajadores oficialmente. Esto significa que uno de cada 100 alemanes de la República Democrática (RDA) trabajaba para el Ministerio de la Seguridad del Estado. Era espía.

El lugar ocupado por la Stasi en la vieja Alemania oriental es un conjunto de

Lecciones de ALemAniA

La Stasi ola obsesiónpor saber En 180.000 bolsas se encuentra el papel picado, que esperan recuperar como documentos, gracias a un

software que funciona desde hace cinco años para ello.

Fotos y reproducciones | Fernando-Alonso Ramírez | LA PATRIA

Fichas debidamente clasificadas en las que cualquier ciu-dadano puede consultar sobre sus archivos.

Prisión de la Stasi, en otra zona de Berlín, de la que apenas se vino a saber que existía un mes después de la caída del Muro

Fue el aparato de la policía secreta del régimen comunista. Recopiló millones de

expedientes durante su existencia. Aún no se conoce todo su alcance. Memoria.

edificios de 15 mil metros cuadrados, en el sector de Lichtenberg (Berlín), a donde nadie distinto a sus funcionarios podía entrar. Sólo se ingresó allí después de la caída del Muro en no-viembre de 1989.

La Stasi se creó en 1950, cinco años después de terminada la Segunda Guerra Mundial y once antes de la construcción del Muro. Sólo tuvo tres directores, dos en los pri-meros siete años, y uno en los siguientes 32. Co-menzó como un aparato desordenado y pequeño, pero crecía al ritmo del

descontento de los ciuda-danos. Cada protesta era un empujón para la Policía Secreta, hasta llegar a ser la máquina de intromisión en la vida de los alemanes de ese lado del Muro, ex-plica Margret Steffen, del Departamento de Comu-nicación del comisionado Federal para la Documen-tación de la Stasi de la an-tigua RDA.

Los expedientes halla-dos en este lugar, después de 1989, suman en línea recta 111 kilómetros, -la distancia entre Manizales y Armenia es de 105 km- correspondientes a los 7 millones de fichas que se acumularon y miles de audios y grabaciones, sin contar los que pudieron ser destruidos entre el 9 de noviembre de 1989, cuando cayó el Muro, y el 15 de enero siguiente cuando miles de ciudada-nos ocuparon las sedes de la Stasi e impidieron que se siguieran destruyendo los archivos.

Fue tal la urgencia por desaparecer los documen-tos que todas las máqui-nas trituradoras de papel se dañaron en los primeros días y los empleados siguie-ron haciéndolo a mano. Lo que puso en alerta a los ciu-dadanos fue el olor a papel quemado, cuenta Steffen. Estos son los que aún hoy se intentan recuperar: 180.000 bolsas con unas 33 millones de páginas.

Valor civilLa Stasi tenía redes en

cada departamento y a todas sus sedes llegaron representantes del pueblo durante esos días de lo que ha sido llamado la revolu-ción pacífica y la reunifica-ción, gracias a la caída de la segunda dictadura de los

últimos 100 años en Ale-mania. La primera fue go-bernada por los nazis entre 1934 y 1945, la segunda en la RDA, entre 1945 y 1989, señala Michael Parak, de la Fundación contra el Ol-vido y por la Democracia.

Rescate de la memoria

En 1992, no sin polémi-ca, se aprobó una Ley que le permite a todo ciudada-no alemán averiguar por su expediente, si lo había en la Stasi. Es como si us-ted pudiera ir hoy a una oficina del gobierno a ave-riguar si fue espiado por el DAS. No es una situación fácil. Cientos de interesa-dos se han encontrado de frente con la verdad. Quién los espiaba: un amigo, un familiar, el propio padre.

En Alemania, las leyes de acceso sólo permiten que se pueda hacer públi-co un documento reserva-do 30 años después, pero se hizo la excepción con la Stasi, aunque hubo voces, incluidas las del Gobierno de la República Federal, que no querían que se co-nociera toda la verdad, pues también había sido espiado y abrir todo el ar-chivo era dejar la posibili-dad de que sus ciudadanos se enteraran de cosas que incluso en la democracia no estaban bien hechas. Al fi-nal la norma se aprobó por amplia mayoría.

El lugar lo visitan al mes unas 5 mil personas que quieren saber sobre su expediente. Al comienzo este número era el triple.

El museoLa Stasi se creó para

perpetuar el poder del partido obteniendo infor-mación de sus ciudadanos y de otros países.

“Lo importante es saber que en la estructura del Estado -comunista-, el par-tido tenía el poder. El Esta-do era sólo un instrumen-to para ejercer tal poder”, describe Jörg Driesselman, quien orienta el Museo de la Stasi, lugar que se puede visitar, lo que no pasa con los edificios que albergan los documentos.

Driesselman nació en la RDA. Era un adolescente cuando se dio la revolu-ción del 68 y por eso, como alemán joven, quería es-cuchar a Jimmi Hendrix, usar cabello largo y probar lo que probaban los de su edad al otro lado del Muro. Eso le costó la persecu-ción, ser detenido en 1975 en una cárcel de la Stasi y condenado a cuatro años y tres meses, aunque un año y tres meses después fue comprado como preso político por la Repúbli-ca Federal de Alemania, cuenta. En 25 años estas transacciones permitieron la libertad de 35 mil perso-nas y el pago a la RDA de 2 mil millones de marcos alemanes.

“A esos jóvenes de en-tonces la dictadura nos declaró como enemigos y

siempre digo que si alguien te ofrece una enemistad, acéptala”, bromea Dire-selmann.

Vender detenidos a la RFA fue uno de los mayo-res generadores de divisas para la RDA, dice Jorge Luis García Vásquez, exi-lado cubano, que es guía en Hohenschönhausen, una cárcel de la Stasi, de cuya existencia solo se supo un mes después de la caída del Muro. Era un lugar para los presos políticos, es decir para todo aquel que pensa-ra diferente.

García estuvo detenido allí cinco días porque sien-do funcionario del gobierno cubano adelantaba conver-saciones para desertar, se-gún cuenta. Sin embargo la Stasi lo detuvo y lo deportó a Cuba. Luego conoció su expediente y pudo ver que en tan poco tiempo sumó 400 páginas y confirmó que sí fue un amigo el que lo delató. Lo que más lo im-presionó fue la precisión de los datos sobre su paso por Alemania, relata.

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El museoEl museo de la Stasi se encuentra en el corazón del complejo de edificios que sirvieron de albergue al Ministerio para la Seguridad del Estado de la RDA. Se encuentra cerrado por una nueva exhibición, pero reabrirá sus puertas al público el 15 de enero del próximo año. Allí podrán ver, entre otras, la oficina original del director por 32 años de la entidad, Erich Mielke. Más información en www.stasimuseum.de

Millo-nes de archivos apenas en proceso de clasi-ficación, después de 25 años.

El museo de la Stasi, único lugar que puede ser visitado por cualquier ciudadano en el complejo.

Jörg Drieselmann, activista de derechos humanos y director del museo de la Stasi.

capacidad de espionaje de la Stasi. Se conocen datos como que en 1986 sólo en uno de los 15 distritos de la RDA se realizaron 180 mil de lo que ellos llamaban verificaciones, es decir, informes de seguimiento a personas. Esto es como un millón y medio al año solo ahí.

Cuando en 1987 en Praga, Gorbachov enterró la doctrina Breshnev, les permitió a los países bajo tutela de la URSS gober-narse a sí mismos. Una catástrofe para el Parti-do, relata Drieselmann. Por ese motivo esos bu-rócratas no tenían nada qué ofrecer. Lo único que les quedaba era abrir las

fronteras, agrega.El museo existe porque

los ciudadanos se movieron hacia allá y empezaron a construirlo para tener un lugar para el debate entre los mismos ciudadanos, no entre los políticos, plantea categórico, quien se lamen-ta de que la mayoría de res-ponsables de los excesos en la RDA solo recibieron im-punidad.

En es t o c oi nc ide Michael Parak, miembro de la Fundación contra el Olvido y por la Democra-cia, para quién la mayoría de los crímenes cometidos por este DAS comunista siguen impunes. De hecho se acaba de abrir una polé-mica en Alemania porque por primera vez desde la caída del Muro, antiguos

líderes socialistas obtie-nen el poder: ganaron la mayoría en el estado de Turingia hace apenas dos semanas. La expec-tativa está puesta sobre si aprendieron la lección, dice Parak.

El congresista Tom Koenings, del Partido Ver-de que hizo alianza con la izquierda para ganar ese Estado, cree que no hay posibilidad de que el co-munismo o el socialismo pretenda virar hacia el to-talitarismo en un país que ha aprendido lecciones en ese sentido.

Persiste el reclamo de ciudadanos en Alemania sobre la necesidad de que se investiguen todos los crímenes del régimen co-munista. Annelen Micus, de la organización Centro Europeo por los Derechos Humanos y Constitucio-nales (ECCHR), que se encarga de acompañar a ONG latinoamericanas y de otras partes para que no haya impunidad en sus países, reconoce que no han hecho esa tarea en el suyo.

Alemania tiene un ca-mino importante reco-rrido en la reconciliación, pero falta aún mucho más por caminar. En lo que coinciden todos los entre-vistados es en que siempre habrá más posibilidades de lograrlo y de encontrar la verdad entre más lejos se esté del momento en que

viene de la página 18

ocurrieron los hechos.

El periodista viajó a Alemania invitado por la

DW Akademie.