la sra. de brault: una mística canadiense

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  • 7/25/2019 La Sra. de Brault: Una Mstica Canadiense

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    UNA MSTICA CANADIENSE

    VIDA EXTRAORDINARIA DELA SEORA DE BRAULT

    Traduccin delPbro. EDUARDO RADAELLI

    DECLARACIN DEL AUTOR

    Respetuosamente sometidos a los decretos de la Santa Sede, declaramos que sloatribuimos una fe puramente humana a todos los hechos extraordinarios relatados en estelibro, y no queremos en modo alguno prevenir el juicio de la Iglesia, nica a quien incumbeemitir juicio en materia de santidad.

    L. B.

    AL LECTOR:

    No slo en los monasterios y en los claustros se encuentran almas contemplativas ymsticas. Aquella cuya vida relatamos, mujer del mundo, esposa y madre de familia, fue, nocabe duda, una gran mstica.

    Viva absorta en Dios. Pero sus visiones, contemplaciones y xtasis no le impedan serperfectamente fiel a todos sus deberes de estado. Me entrego a mis ocupaciones, deca, peromi alma y mi corazn estn con Jess, en ese pequeo santuario que l mismo me haenseado a construir en mi interior.

    Esta vida es una trama de hechos maravillosos. No discutimos esos fenmenosextraordinarios: la ciencia no puede tener la pretensin de explicar lo sobrenatural, sino quedebe limitarse a la constatacin de los hechos. Relatamos sencillamente los hechos, tal cualnos han sido narrados por testigos numerosos, serios, sinceros y dignos de fe.

    No podra tratarse aqu de histeria o de alucinacin. El doctor L. D. Mignault, que conociy atendi a la seora de Brault, afirma que no haba en ella la menor seal de histeria. Seraeso, por lo dems, desconocer singularmente su carcter. No tena nada de alucinada. Dotadade firme buen sentido, espritu claro y slido, alma sencilla y recta, desconfiada de s mismay temiendo siempre la ilusin, de profunda humildad y absoluta obediencia, era incapaz dehipocresa, dolo y mentira.

    El autor, que la conoci ntimamente durante los ocho ltimos aos de su vida, fue amenudo testigo de cosas humanamente inexplicables. Pero lo que ms le impresionaba erasu amor a Dios y el espectculo de las virtudes que ella practicaba.

    Se llegar a conocer a esta mujer extraordinaria, sobre todo por la lectura de sus cartas,que forman la segunda parte de este volumen. Se describe a s misma cuando, por obediencia,refiere a su director las operaciones de Dios en su alma y sus luchas contra el demonio. En

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    dichas cartas se ver su gran humildad que se alimenta de abyeccin, su obediencia constantey perfecta, su paciencia y su valor en las pruebas y las persecuciones, su celo y su heroicacaridad para con el prjimo, su amor apasionado a Nuestro Seor.

    Ojal que este libro haga bien a los que lo lean y les inspire un gran amor a Dios.

    EL AUTOR

    TESTIMONIO DEL PBRO. FRANCISCO JAVIER LABERGE,PRROCO DE LA PUNTA CLARA

    La Punta Clara, 15 de agosto de 1910

    He sido director espiritual de la Seora de Brault durante veinticinco aos. Tengo laprofunda conviccin de que esta mujer no perdi nunca la inocencia bautismal.

    Am con pasin el sufrimiento. Practic la pobreza, la caridad y la obediencia en gradoheroico. Tuvo siempre una sumisin ciega y filial a todas las decisiones que yo crea deberdarle. La ms perfecta religiosa no podra tener ms entera obediencia.

    Los pobres que socorri, los enfermos que asisti, los muertos a quienes dio sepultura,son innumerables. Tena un celo extraordinario por la salvacin de las almas; hubiera dadosu vida por la conversin de un pecador. Nadie se separaba de ella sin haber recogido algunasde esas buenas palabras que saba repartir tan bien cuando se presentaba la ocasin.

    Su amor a la Sagrada Eucarista la retena horas enteras ante el Tabernculo, inmvil yabismada en Dios. Era para ella una delicia adornar la iglesia, sobre todo con ocasin de lascuarenta horas, prodigando su tiempo, su trabajo y su dinero. Su altar predilecto era el delSagrado Corazn.

    He sido testigo de los sufrimientos que en recompensa peda a Nuestro Seor. Pasabatodo el mes de noviembre y una gran parte del mes de diciembre en compaa de las almasdel Purgatorio, por las cuales oraba y expiaba; sufra terriblemente por ellas. Las llamabasus queridas amigas y quera que todos se interesaran en sacarlas de ese lugar. Los relatosntimos que ha dejado por escrito, respecto de un gran nmero de ellas, no dejan ningunaduda sobre la veracidad de sus revelaciones.

    Durante la cuaresma se entregaba completamente a Nuestro Seor para que reprodujeraen ella los sufrimientos de su divina Humanidad: el ayuno y las tentaciones en el desierto, laagona en el Huerto de los Olivos, los dolores del abandono, de la cruz a cuestas y de lacrucifixin, los horrores de la sed, etc. En la maana de Pascua, la encontraba yo en la iglesia,curada, sin ninguna huella de sus pasados sufrimientos, en cierto modo glorificada con elDivino Maestro.

    He sido testigo de los terribles vejmenes que el demonio se complaca en suscitarle paraapartarla del pensamiento de Dios y hacerle perder la paciencia, de la persecucin que tuvoque sufrir durante veinticinco aos de parte de una vecina, y esto sin proferir jams una

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    palabra de queja ni un deseo de venganza; por el contrario, tuvo siempre para con esta vecinala ms admirable caridad.

    He visto su abnegacin inalterable y sin lmites para con su marido enfermo y achacoso,y su ternura a toda prueba para con sus hijos. Era el modelo de las mujeres cristianas, de las

    esposas fieles y de las madres abnegadas.F. J. LABERGE

    Prroco de la Punta Clara

    TESTIMONIO DEL PBRO. CARLOS LECOQ, S. S.,SUPERIOR DEL SEMINARIO DE SAN

    SULPICIO DE MONTREAL

    An sin discutir el valor de las gracias supuestas y otros hechos maravillosos, puededecirse que el carcter que se desprende del conjunto de la vida y de los escritos de la Seorade Brault es el tipo clsico de la santa, sobre todo de los tiempos modernos: amor apasionadoa la Eucarista, paciencia heroica en medio de indecibles sufrimientos de toda clase, humildadque no descuida ningn deber por pequeo que sea, etc.

    CARLOS LECOQ, S. S.

    15 de marzo de 1920

    PRIMERA PARTE

    LA SEORA DE BRAULT

    Antes de casada: Mara Luisa RICHARD

    SU VIDA

    CAPTULO I

    SU FAMILIA

    La Seora de Brault naci en Montreal, el 15 de marzo de 1856, un sbado por la maana,al toque del ngelus. Al da siguiente, domingo de Ramos, fue bautizada en la iglesia deNuestra Seora, por el Pbro. Brguier Saint-Pierre, sacerdote de San Sulpicio. Fue padrinosu abuelo David Thomas, y madrina Luisa Lucier, amiga de la familia. Recibi el nombre deMara Luisa.

    Su padre, Jos Richard, era un excelente cristiano, conocido y apreciado por su rectitud,probidad y caridad para con los pobres.

    El primero de sus antepasados que lleg al Canad fue Guillermo Richard, nacido en1641, en Saint-Lger, en Saintonge. Formaba parte del clebre regimiento de Carignan-

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    Salires, enviado por Luis XIV para defender la colonia contra los Iroqueses (1667). Cuandoel regimiento regres a Francia, unos treinta oficiales y alrededor de cuatrocientos soldados,incitados por Colbert se quedaron en el pas y recibieron tierras en las orillas del ro Richelieu,que haban sido el principal teatro de sus hazaas.

    Guillermo Richard, apodado Lafleur, quiso continuar en el servicio militar, y fue sargentode la guarnicin de Montreal hasta 1675. Contrajo entonces matrimonio con Ins Tessier,hija de Urbano Tessier apodado Lavigne, uno de los primeros colonos de Montreal, muyestimado por Maisonneuve, y que se haba distinguido en varios hechos de armas. Fue aestablecerse en la Pointe-aux-Trembles, y fue uno de los fundadores de esta parroquia.

    La colonia estaba incesantemente expuesta a las sorpresas y ataques de los Iroqueses. El2 de julio de 1690, los habitantes de la Pointe-aux-Trembles, quedan estupefactos al saberque una partida de unos cien Iroqueses haban desembarcado en la punta de la isla.Inmediatamente Guillermo Richard, apodado Lafleur, capitn de milicia, reneapresuradamente veinticinco valientes, y a las rdenes de Colombet, sale al encuentro delenemigo en la Coule Grou. Los Iroqueses son batidos y derrotados; pero l fue muerto en elcombate con nueve de sus compaeros1.

    Guillermo Richard dejaba siete hijos de poca edad. Uno de ellos, Urbano, se casar conMargarita Fleuricour, sobrina de la Venerable Madre Margarita Bourgeoys.

    Margarita Bourgeoys, a quien se ha llamado con justicia la Madre de la Colonia, habafundado la Congregacin de Nuestra Seora. En 1670 retorn a Francia a fin de obtener delmonarca cdulas reales y buscar vocaciones para su instituto. Trajo consigo siete jvenes,tres de las cuales eran sobrinas suyas, Teresa, Margarita y Luisa Soumillard, hijas de suhermana Mara. Teresa y Margarita se hicieron Hermanas de la Congregacin de NuestraSeora. En cuanto a Luisa, permaneci en el mundo; se cas en primeras nupcias conFrancisco Fortn; luego, habiendo enviudado, con Juan Bautista Fleuricour. Margarita, hijade este matrimonio, fue la esposa de Urbano Richard.

    De este modo, Mara Luisa Richard ser sobrina bisnieta de Margarita Bourgeoys en sextageneracin2.

    Su madre, Mina Thomas, era una mujer distinguida, de espritu cultivado, de carcteramable y de virtud poco comn. Era hija de un protestante convertido, David Thomas, cuyopadre, oficial ingls, haba llegado al Canad cuando la guerra de 1812.

    David Thomas, habiendo enviudado cuando an era joven, pensaba en fundar un nuevohogar. Haba puesto sus ojos en una encantadora joven franco-canadiense, Susana Chef,apodada Vadeboncoeur. El primer antepasado de esta familia, Jos Chef, oriundo de Lorena,llegado al pas hacia 1655, antes del regimiento de Carignan, era tambin soldado. Cada

    1En este lugar ha sido erigido un monumento por la Comisin de Lugares y Monumentos histricos delCanad.2Genealoga de la familia Richard, por Jos Drouin.

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    soldado llevaba entonces un apodo: Vadeboncoeur, Jolicoeur, Brindamur,3etc. A menudoera un nombre de virtud: Labont, Laforce, Ladouceur,4etc., o tambin un nombre de flor:Lafleur, Larose, Laviolette,5etc. Todos estos nombres son comunes en el Canad.

    Thomas pidi a la joven Susana Vadeboncoeur en matrimonio; pero, como ferviente

    catlica, le declar que no se casara nunca con un protestante. David, desolado, confi supena a uno de sus amigos llamado Smith. ste, irlands catlico, le aconsej que estudiara lareligin y lo indujo a que fuera a ver a un sacerdote del seminario de San Sulpicio, el Pbro.Richards, que haba sido ministro protestante en Baltimore, y que haba ya convertido a unbuen nmero de sus correligionarios. Thomas sigui el consejo de su amigo. Encantado dela benvola y cordial acogida del sacerdote, estudi con celo las verdades de la religin, y alcabo de unas semanas abjur y se hizo catlico, con gran pena de su padre. Entonces se cascon la joven a quien amaba, y que haba sido la ocasin de su conversin. Esta conversinera sincera. David Thomas fue toda su vida riguroso observador de todos los deberescristianos. Cada domingo asista a todos los oficios de la iglesia, y consagraba el resto deltiempo a piadosas lecturas. Si le proponan un paseo o una partida de juego: Pues qu!decano es el da del seor? Dios no se ha reservado solamente el tiempo de los oficios,sino el da entero. Muri el 16 de septiembre de 1865, a la edad de 61 aos.

    De este feliz matrimonio naci una hija, Susana Malvina, apodada Mina. Esta deba serla madre de la Seora de Brault.

    Dotada de ricas cualidades de inteligencia y de corazn, formada por los ejemplos ylecciones de una excelente madre, Mina Thomas haba llegado a ser una joven perfecta,cuando contrajo matrimonio con Jos Richard, cuyo comercio en el mercado Bonsecours erafloreciente. La joven, aunque piadosa, era afecta a las relaciones del mundo, en el que por lodems brillaba por su encanto y su gracia; le gustaba usar alhajas y se ataviaba ricamente.Unos diez aos despus de su casamiento, Jos Richard observ que su mujer abandonabalos atavos; ya no llevaba puesta ninguna joya, y se vesta con sencillez y hasta pobremente.Un da le pregunt la razn de ese cambio: Esto te disgusta? le dijo ella. Y como elmarido respondiera negativamente, ella aadi: Pues bien, no hablaremos ms de esteasunto. Se revesta de cilicio y se entregaba a grandes austeridades. Al mismo tiempo iba enaumento su amor a los pobres. Todo el tiempo que le dejaba libre el cuidado de sus hijos, loconsagraba al alivio de los desdichados.

    Tuvo quince hijos6de los que vivieron doce. Adems adopt un huerfanito, al que educcomo a sus propios hijos. Mara Luisa era la segunda; pero se encontr a la cabeza de lanumerosa familia, a causa de la muerte de la madre, acaecida en edad temprana.

    La Seora de Richard fue una madre cuidadosa y abnegada, rodeando de la ms tiernaafeccin a sus hijos, e inspirndoles, desde temprano, sentimientos de piedad. Los reuna

    3Estos nombres significan: Anda de buena gana; Lindo corazn; Brizna de amor. (N. del .T)4Estos nombres significan: La bondad; La fuerza; La dulzura. (N. del T.)5Estos nombres significan: La flor; La rosa; La violeta. (N. del T.)6Lucila, Mara Luisa, Jos, Camilo, Estela, Euclides, Mara, Pacfico, David, Alfredo, Noem, Aquiles,Clementina, Armando, Ren.

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    cada da a su alrededor para rezar juntos. Se aplicaba a infundirles apego al hogar,hacindoles agradable la vida de familia.

    Tuvo siempre una solicitud particular para su pequea Mara Luisa. Comprendi, sinduda, de qu admirables cualidades haba la Providencia dotado a su hija. Quizs adivin que

    Dios tena designios sobre esa alma privilegiada: permite creerlo as una confidencia que hizoun da a una religiosa de la Misericordia.

    Le gustaba asociarla a sus obras de caridad. Haba instalado en su casa un amplio depsitode provisiones de todas clases. All afluan los pobres. Pero ella saba que no todos podan ira su casa a abastecerse. Por eso se encargaba ella misma de llevarles lo que necesitaban. Ibapor las calles, a pie, pobremente vestida, tratando siempre de aliviar la miseria. A veces estabatan cansada que se vea obligada a sentarse en algn umbral. Y a menudo se poda ver a lapequea Mara Luisa correteando junto a su madre. En el invierno tiraba del pequeo trineoque le serva para deslizarse por el hielo y que estaba cargado de provisiones; se senta felizy orgullosa de subir tambin ella a las buhardillas y de distribuir sus limosnas a los indigentes.Un fiel empleado de la casa, llamado Brunelle, que les llevaba lea o carbn a la madrugada,para que esas obras de caridad pasaran inadvertidas, ha referido a menudo con qu emociny alegra acogan esas pobres gentes a la Seora Richard y a su hija. Mujeres y nios lesbesaban las manos.

    Mara Luisa aprendi, pues, as desde su tierna edad a ser caritativa. Imitaba a su madre.No poda ver sufrir sin sentirse profundamente conmovida y sin procurar aliviar elsufrimiento. Experimentaba una alegra extrema en despojarse por los dems. Cuntas vecesdaba pauelos, su ropa blanca, sus botines a niitas que no tenan! Su padre, interiormentecontento, la regaaba dulcemente a veces; pero la nia era incorregible.

    La Seora de Richard muri a la edad de 59 aos, el 28 de abril de 1894, despus dedieciocho aos de dolorosa enfermedad. Durante esta larga prueba estaba siempre, a pesar desus sufrimientos, serena y sonriente, plena y santamente abandonada a la voluntad de Dios.Al morir confi varios de sus queridos pobres a su marido, que les asegur una pensinvitalicia.7

    CAPTULO II

    SUS PRIMEROS AOS. EN EL MONTE SANTA MARA, EN LA LARGA PUNTA,EN SAN LORENZO.

    A la edad de cinco aos Mara Luisa Richard fue inscripta como alumna en la AcademiaVisitacin, hoy Escuela Villa Mara, dirigida por las Hermanas de la Congregacin deNuestra Seora, y cercana a la casa paterna. Era muy disipada; se aplicaba sin embargo, yaprenda fcilmente. Se encari mucho con sus maestras y compaeras. Aunque era muypequeita, iba cada da, despus de la clase, a llevar a sus casas a las ms pequeas de suscondiscpulas.

    7Estos detalles y varios otros de los captulos siguientes han sido proporcionados al autor por el Seor JosRichard, padre de la Seora de Brault, fallecido el 10 de noviembre de 1916, a la edad de 86 aos.

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    No agradaba nada a sus padres el verla volver algo tarde a su casa, y por eso decidieron

    ponerle pupila.

    En 1863 la colocaron en el Monte Santa Mara, una de las mejores instituciones de la

    ciudad, dirigida igualmente por las Hermanas de la Congregacin de Nuestra Seora, quehan establecido hbitos de trabajo serio, de piedad y de distincin.

    Mara Luisa tena entonces siete aos. A pesar de su vivacidad, jovialidad y necesidad demovimiento, se entreg al estudio con ardor. Con su naturaleza viva y afectuosa, se encarimuy pronto con sus nuevas compaeras; se ingeniaba en darles gusto y hacerles pequeosservicios; participaba de sus penas; sufra cuando vea que las reprendan o castigaban: Seme parta el corazn, deca; hubiera querido estar en el lugar de ellas.

    Se distingua sobre todo por la piedad, el fervor, el tierno amor a Jess Sacramentado.Viendo a las buenas religiosas, despus de haber comulgado, piadosamente recogidas, derodillas, con el velo bajo y las manos juntas, envidiaba su felicidad. Un da se acerc a unade ellas, Sor del ngel Custodio, y se mantuvo acurrucada a su lado. Qu quierespequea?, le pregunt la religiosa. Madre, qu hacis? Hablo al Nio Jess. Y elNio Jess os habla tambin? S, me habla dentro del alma. Desde entonces arde endeseos de or hablar al Nio Jess dentro del alma. Durante el recreo de la noche va a lacapilla, se pone de rodillas en el lugar de Sor del ngel Custodio, se envuelve la cabeza conun pequeo chal para asemejarse ms a la religiosa, y se pone a rezar con todo su corazn,pidiendo al Nio Jess que le hable dentro del alma. Cuando son la campana estaba todavaall; y su maestra le llam la atencin por haberse dispensado as del recreo.

    En la noche siguiente vuelve de nuevo a la capilla. Esta vez, para estar ms segura de oral Nio Jess, va a arrodillarse junto al comulgatorio. Durante largo rato le repite su ardientedeseo; y le pareci or que le deca en el fondo del corazn: Seme fiel. A la hora deacostarse, no vindola con las otras alumnas, su maestra fue a buscarla a la capilla; la encontrapoyada en el comulgatorio, dormida, con la sonrisa en el rostro.

    Se senta constantemente atrada hacia el tabernculo. Su corazn ingenuo se abra alamor de Jess, como se abre al sol una flor. Su dicha era pasar a los pies del Maestro el mayortiempo posible; de tal manera que su maestra, conmovida al ver ese temprano amor a laEucarista, le permiti ir a la capilla con la frecuencia que deseaba y que el reglamento lepermita.

    Sin embargo, la salud de la nia inspiraba vivas inquietudes a los padres. Tena repetidasy abundantes hemorragias; a menudo al despertar, la almohada estaba llena de sangre. Elseor Richard pens en entregarla a los cuidados del doctor Jubinville, de la Larga Punta.

    Las Hermanas de la Providencia tenan entonces un pequeo pensionado en la LargaPunta. A ellas fue confiada Mara Luisa en 1866. Tena diez aos. Deba hacer en esa fechala primera comunin. Desde haca mucho tiempo suspiraba por ese gran da. Envidiaba ladicha de las personas que vea acercarse a la sagrada mesa. Devoraba con los ojos la pequeahostia blanca que brillaba en la custodia. Sus deseos de comulgar iban cada da en aumento;

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    no poda disimular sus arranques de fervor, y no cesaba de repetir a Jess su ardiente deseode recibirlo.

    Durante el retiro preparatorio de la primera comunin, tuvo todava una hemorragiabastante fuerte. Una noche haba tenido la imprudencia de levantarse sin hacer ruido y de

    acostarse en el piso. Sorprendida por su maestra, dijo: Quisiera hacer penitencia por lospecadores que afligen a Jess. La maestra le dijo que rogara por los pecadores, pero que seacostara en la cama; si era bien obediente dara gusto a Jess.

    Se preparaba con anglico fervor a la primera comunin. La vspera hizo una confesingeneral con el venerable prroco de la Larga Punta, el Pbro. Drapeau, quien despus dehaberla odo e interrogado, qued maravillado de las operaciones de la gracia en esecorazoncito inocente, en esa alma de cristal. Le recomend que conservara siempre muyhumilde y puro su corazn, a fin de que fuera un hermoso tabernculo para Jess; y la bendijocon emocin.

    La fiesta completamente ntima, de su primera comunin, fue de inefable dulzura para lania. All est, con su vestido blanco, ante el altar adornado de flores, con el alma envueltaen la armona de piadosos cnticos, con el corazn rebosando de amor. Se adelanta, recogida,con las manos juntas, hacia la sagrada mesa; recibe la sagrada hostia. De vuelta a su sitio, sesiente en posesin del Amado, de su Jess tan deseado. Est inundada de felicidad. No esesto el cielo?...

    Este primer encuentro con el Dios del tabernculo parece haber marcado su alma con unsello indeleble, y encendido en su corazn un fuego de amor que no se extinguir ms y quese convertir en santa y devoradora pasin.

    Mara Luisa qued slo un ao en el pequeo pensionado de la Punta Larga, que por lodems fue cerrado en 1871, despus de la muerte del Pbro. Drapeau. El 4 de septiembre de1867 entraba en el pensionado de Nuestra Seora de los ngeles, dirigido por las Hermanasde la Santa Cruz, en San Lorenzo. Le hubiera gustado volver al Monte Santa Mara, perocreyeron preferible para su salud ponerla en un colegio en el campo.

    Mucho cost al alma afectuosa y sensible de la nia separarse de sus queridos padres,dejar el nido tan dulce del hogar paterno, en donde estaba rodeada de atentos cuidados yclidas afecciones. Por su parte la Seora de Richard vio, no sin que se le oprimiera elcorazn, alejarse a su pequea Mara Luisa tan tiernamente amada, que debido a su gracia yalegra, era como una sonrisa, como un rayo de sol en la casa. Pero la niita fue valiente;ofreca su sacrificio a Jess; adems, la seguridad de que su padre y su madre iran a visitarlaa menudo, suaviz su pena. San Lorenzo no est lejos de Montreal.

    En las primeras semanas pasadas en el convento de San Lorenzo tuvo sin duda horaspenosas; pero con su buena voluntad y su buen carcter no tard en sobreponerse. Alltambin se encari pronto con sus maestras y compaeras. Se contrajo con ardor al deber.El estudio le gustaba; las clases le interesaban. Le agradaban sobre todo los ejercicios depiedad; el tiempo que pasaba en la capilla era para ella una alegra muy dulce; los momentosen que oraba delante del tabernculo le parecan siempre demasiado breves.

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    Su piedad era exuberante; pero no tena nada de triste ni de austera. Mara Luisa era viva

    y entusiasta. Esparca la alegra a su alrededor; le gustaba hacer travesuras para divertir a suscompaeras.

    Un da, despus de haberse hecho culpable de no s qu picarda, una de sus maestras,Sor Mara de San Miguel, le dijo que besara el suelo. Este castigo estaba entonces en uso enciertos conventos: Besar el suelo! exclama Mara Luisa. Oh, preferira besar a mibuena madre San Miguel!. Y de un salto se arrojaal cuello de la religiosa, asustada, aturdida,y la abraza con gran algazara de las presentes.

    Era muy querida por sus compaeras. Tena un corazn de oro, dir ms tarde una deellas ya religiosa. Amable y buena para con todas, se senta feliz cuando se le presentaba laocasin de agradar a alguien, de hacer un pequeo servicio; participaba de las alegras y penasde las dems. Si una de ellas era castigada, se ofreca para cumplir la penitencia impuesta.

    Era igualmente muy querida por sus maestras. La superiora, Madre Mara de SanBernardo, mujer inteligente y distinguida, senta por ella un inters muy particular. Reconocaen esta alegre nia un fondo muy serio, una naturaleza recta, franca, abierta, un alma delicada,noble y generosa; admiraba sus ricas cualidades de espritu y de corazn. Se hubiera dichoque tena en cierto modo la intuicin de las cosas maravillosas que deban sealar un da sudestino.

    Desde su ms tierna infancia Mara Luisa haba pensado siempre consagrarse a Dios. Talera su constante y ferviente deseo. Soaba con la vida religiosa, como otras, junto a ella,soaban con la mundana. Este pensamiento excitaba y mantena en ella el fervor.

    Confi sus deseos de perfeccin a una amiguita de su edad, Clementina, quien tambinquera darse a Dios. Aunque muy diferentes de carcter, dir ms tarde, ramos muy buenasamigas. Yo era disipada, traviesa, a menudo desobediente, mientras que mi compaera erajuiciosa, piadosa y dulce. A veces me reprochaba bondadosamente mi disipacin, dicindomeque yo apenaba a Dios y a la Santsima Virgen. Yo lloraba y me arrepenta; pero volva otravez a las andadas.

    Un da, en un momento de fervor, durante el retiro anual del pensionado, tuvo la idea deescribir una consagracin a la Santsima Virgen. Se la comunic a su compaera, quien quisoasociarse. El papel que escribi estaba concebido en los siguientes trminos: Mi buenaMadre, nos consagramos a vos, y os prometemos, Clementina y yo, hacernos religiosas.Obtenednos la gracia de no cometer nunca un solo pecado voluntario. Queremos ser de Jesspara siempre. Y como prueba de esta promesa, firmamos este papel con nuestra sangre. Enefecto, lo firm con su sangre. Pero Clementina vacilaba: Quizs sea cosa mala, dijo,firmarlo con sangre. Inmediatamente la pobre Mara Luisa fue presa de inquietud Sihubiera ofendido as al buen Dios sin saberlo!... Escribe a su confesor en Montreal, el PadreAntonio, y le enva el papel. El Padre Antonio, que la conoca desde la infancia, que saba suextrema delicadeza de conciencia, fue a verla, la tranquiliz, le dijo que Dios y la VirgenSantsima estaban contentos de sus buenas disposiciones, pero que a los doce aos no puedencontraerse tales compromisos. Hay que orar, dijo, y esperar que Dios manifieste su voluntad.

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    Unos aos ms tarde Clementina ingres en la Congregacin de las Religiosas de la Santa

    Cruz, pero muri durante su noviciado, a la edad de dieciocho aos, despus de haber tenidoel consuelo de hacer la profesin en su lecho de muerte.

    CAPTULO IIIEN LA CASA PATERNA. SU JOVIALIDAD. VISIN MISTERIOSA.

    Mara Luisa Richard tuvo que dejar el pensionado de San Lorenzo en 1871, a la edad dequince aos. No pudo terminar sus estudios: los reveses de salud, cada vez ms frecuentes,la obligaron a interrumpirlos, y ya no haba de continuarlos ms. Inteligente y aplicada altrabajo, haba obtenido varios primeros premios en sus clases; pero la enfermedad no le habapermitido rendir todo lo que hubiera podido. Su instruccin fue, pues, forzosamenteincompleta. Sin embargo estuvo esto admirablemente compensado por los dones naturalesde un espritu vivo y abierto, de un buen sentido prctico, y ms an por esa culturasobrenatural tan notable de la que nos darn tantas pruebas sus cartas.

    He aqu pues a la joven de vuelta a la casa paterna. Grande fue su alegra al encontrarsejunto a su buen pap tan abnegado, de su dulce y amada madre, de sus hermanitos yhermanitas, a quienes amaba tiernamente. Formaban todos una familia feliz y muy unida.

    Ay! La dicha de los padres se vea alterada por la inquietud: la salud vacilante de su hijales inspiraba siempre temores. En cuanto a ella, aceptaba la prueba. An ms: la aceptababastante alegremente, pues era siempre el mismo duendecillo travieso y lleno de picarda.Experimentaba a veces como una irresistible necesidad de rer, de divertirse, de hacerjugarretas. Y entonces, hay que confesarlo, no siempre era perfectamente dcil: A ver, MaraLuisa, deca su padre, no te hagas la chiquilla. Pero Mara Luisa continuaba; y pronto elpadre, desarmado, rea de buena gana como los dems.

    Nunca faltaban inventos a su imaginacin. Un da de lluvia haba obtenido, para todos losnios, permiso para ir a divertirse en el piso superior de la casa. Trepa, gil seguida por todala tropa de hermanitos y hermanitas. Van a divertirse!... Pero la diversin no tarda en hacersetan estrepitosa que la mam, intrigada, va a ver lo que sucede. Qu ve?... El departamentoest en el mayor desorden; los muebles han sido arrinconados; y en el espacio libre de lapieza, bajo la direccin de Mara Luisa, representaban una comedia.

    Adverta rpidamente las pequeas extravagancias, el aspecto cmico de las personas yde las cosas. Inmediatamente compona, con maravillosa facilidad, una cancioncita graciosa,en la que pona toda su inspiracin, y que cantaba en alguna tonada conocida. Las reglas dela prosodia y de la mtrica, que ignoraba por completo, no constituan para ella un granobstculo; pero se adverta siempre el rasgo justo, agudo y chistoso.

    Y sin embargo, a pesar de esa vivacidad de carcter, de esas exuberancias de su viva yrica naturaleza, era seria, ms seria de lo que generalmente lo es una joven de su edad. Eramuy piadosa. Lea mucho, y nicamente o casi nicamente, obras de espiritualidad. La viday las obras de Santa Teresa constituan sus delicias. Tena particular devocin a la santa de

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    vila; quera imitar sus virtudes; sobre todo envidiaba su amor a Jess. Lea igualmente, cosabastante rara para una nia tan joven, las obras ascticas de San Juan de la Cruz.

    Acariciaba siempre en su corazn su querido proyecto de la vida religiosa; y en los largosratos que iba a pasar delante del Santsimo Sacramento, repeta a Jess, al mismo tiempo que

    su amor, su gran deseo de consagrarse toda a l. Esperaba la hora de Dios.Probablemente en ese tiempo tuvo la primera visin del demonio, que deba atormentarla

    tan terriblemente durante largos aos, hasta el fin de su vida. Una maana iba, como decostumbre, temprano a la iglesia para or misa. De repente se percata de que la siguen decerca; al darse vuelta ve a un ser como nunca antes haba visto otro igual, que tena formahumana pero horrible. Queda espantada. Viendo a un hombre que abra su tienda, se precipitaadentro diciendo que la siguen y que tiene miedo. El hombre mira a la calle y no viendo anadie, la tranquiliza: No tengis ningn temor, dice; por lo dems voy a acompaaros. Seencamina nuevamente a la iglesia con l. Pero apenas l se separa, se muestra otra vez el serhorroroso, y la persigue, amenazndola, hasta la puerta de la sacrista. Ah estaba el PadreAntonio. Vindola trastornada, le pregunta la causa de su espanto. Ella le cuenta su aventuray el buen Padre le dice: Debe ser el demonio; pero no tengis miedo: nada puede con tra unalma en estado de gracia que lleva a Dios en su corazn.

    Ms o menos hacia la misma poca, ve un da por primera vez a un difunto. Ver muchosotros ms tarde! Lo vio en el vestbulo de la casa, a travs del vidrio de la puerta interior:Oh, abuelo Thomas!, exclama en tono natural, sin el menor sentimiento de miedo. Elabuelo Thomas haba muerto haca unos aos. Su madre la reprende: Hija, no hay quebromear con los muertos. Abri la puerta mencionada: no haba nadie. Pero os lo aseguro,mam, he visto a abuelo como os veo a vos; era l, lo he reconocido bien.

    CAPTULO IV

    EN EL CARMELO. SUEO PROFTICO.

    Sin embargo, la salud de la joven haba mejorado sensiblemente; haban cesado lashemorragias y retornado las fuerzas. Tena dieciocho aos cuando crey llegada la hora enque podra por fin consagrarse al Seor. El Padre Antonio la haba alentado siempre y suspadres conocan desde haca tiempo su deseo. Les pidi, pues, permiso para entrar alCarmelo, lo que al mismo tiempo era pedirles un gran sacrificio. Profundamente cristianos,no slo no pusieron ningn obstculo a su vocacin, sino que bendecan a Dios por habersedignado elegir a su querida hija para esposa de Jess.

    Obtuvo sin dificultad su entrada en el Carmelo (1874). Con qu felicidad ingres en esasanta casa! Su alma rebosa de agradecimiento y de amor. Se siente transportada de alegra yexterioriza a Jess su dicha. Todo le pareca amable en el Carmelo. Con verdadero ardor seaplic a cada uno de sus deberes de joven postulante; hubiera querido alcanzar de un golpela perfeccin. Las austeridades del claustro le parecan deliciosas; las abrazaba con santoentusiasmo, transformndolas en otros tantos actos de amor.

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    Ay! Esa felicidad fue corta. Su salud, que pareca suficientemente restablecida, no tarden decaer otra vez; pronto se produjeron nuevas hemorragias pulmonares. Qued decididoque no poda permanecer en el Carmelo. He ah, pues, deshecho su hermoso sueo! Esto leprodujo una profunda pena. No tuvo ms remedio que dejar ese asilo tan amado, en el quehaba pasado tan dulces horas que el amor divino haba llenado de perfumes y de sol. Se

    someti con un abandono total y perfecto que llen su alma de serenidad, de dulzura y depaz: Puesto que vos lo queris, Jess mo, hgase vuestra santa voluntad!. Regres pues,triste pero animosa, a la casa paterna. Apenas haca tres meses que la haba dejado parasiempre, pensaba.

    Poco tiempo despus de su salida del Carmelo, tuvo un sueo singular. Dejemos que ellamisma cuente ese sueo proftico.

    No s en qu estado me encontraba: tan real era para m ese sueo. Me pareca estar enla iglesia, cerca del altar de la Santsima Virgen, all en donde acostumbraba colocarme.Expona a la Santsima Virgen mis penas y pesares de no poder cumplir mi promesa (de serreligiosa), a causa de mi mala salud, y le rogaba me sanara. De repente vi que la Virgen semova y bajaba suavemente del lado mo. A mitad de camino se dio vuelta a la derecha yextendi los brazos hacia un grupo de religiosas que vi subir una en pos de otra junto a laSantsima Virgen. La Virgen les deca algunas palabras que yo no entenda. Las religiosaspasaban junto a m; mi compaera, fallecida unos das antes, fue la ltima en pasar; estabavestida de blanco8. Al verla junto a m, le dije: Feliz de ti que eres religiosa! Pide pues param esta gracia de Dios. No me contest y, como las dems, escuch las palabras de laSantsima Virgen, y desapareci. Yo haca esfuerzos para seguirla y acercarme a la SantsimaVirgen, cuando vi que la Virgen se volva hacia m y, empujndome suavemente hacia latierra, me dijo: Hija ma, mi Hijo tiene necesidad de ti en el mundo: no sers religiosa.Qued sorprendida, pero me resign inmediatamente a la voluntad de Dios.

    Eran ms o menos las cuatro de la maana, en verano. Hacia las cinco menos unosminutos me di cuenta de que estaba en la iglesia. Pero no recordaba cmo haba llegado hastaall tan temprano, y nadie en casa se haba percatado de mi salida; habr debido ir estandoan completamente dormida. No puedo explicar esto.

    Enseguida entr el Padre Antonio. En la iglesia no haba casi nadie. Al pasar a mi lado sesorprendi de verme all tan temprano, y me pregunt por qu haba ido tan de madrugada.Le respond: Hace mucho que estoy aqu. Y le cont todo lo que haba visto. El buen padreme hizo pasar a la sacrista, me interrog, y me dijo que agradeciera a Dios el favor queacababa de concederme al hacerme conocer su voluntad. Ahora, hija ma, decid a NuestroSeor y a la Santsima Virgen que queris cumplir la voluntad de Dios; y que si os quiere enel mundo, os quite el deseo de la vida religiosa, u os d la salud que ser seal de que osllama a la vocacin religiosa.

    Hice lo que me haba dicho el Padre Antonio, y mi salud se torn ms dbil an. Mecrean atacada de consuncin. El Padre Antonio me ha dicho siempre que Dios haba querido

    8Se trata de su compaera de San Lorenzo, Clementina, que haba ingresado en la Congragacin de lasHermanas de la Santa Cruz, y que haba muerto durante su noviciado.

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    consolarme de la pena que yo experimentaba por quedar en el mundo, al decirme que tenanecesidad de m.

    CAPTULO V

    EN EL MUNDO. CALIXTO BRAULT. SU CASAMIENTO.Mara Luisa se ve en adelante condenada a vivir en el mundo. Apenas lo conoce, y se da

    perfecta cuenta de que nunca lo amar. Las diversiones y los placeres mundanos no ejercenningn atractivo sobre ella. Conserva siempre su buen natural alegre, vivo, jovial, lo que nole impide ser muy seria. Emplea poco tiempo en ataviarse, pero a pesar de esto es siempreelegante y distinguida.

    No sale casi ms que para visitar a los pobres y sobre todo para visitar a su Jess en eltabernculo. En esos largos coloquios, en esas efusiones con el Maestro adorado, no se cansade expresarle su ardiente e insaciable amor, su deseo de amarlo cada vez ms, de hacerloamar, de salvar a las almas. Ruega por los pecadores, por las almas del Purgatorio.

    Le gusta la vida de familia, gozando de esta suave atmsfera de alegra y ternura. Susamistades del exterior sern raras y elegidas con prudencia. Rodea de atenciones delicadas asu madre y la ayuda en los quehaceres de la casa. Se ingenia en ser til y agradable. Se ocupade sus hermanos y hermanas, y como hermana mayor se considera en cierto modo como sumadrecita, trabajando para ellos y manejando con habilidad las agujas con que cose y teje.

    De vez en cuando maneja tambin el pincel; le agrada pintar miniaturas.

    Las veladas eran encantadoras en el hogar del Seor Richard. Mara Luisa sobre todo,pone animacin y alegra. Buena ejecutante, se sienta al piano y toca algunas de sus piezaspreferidas o bien canta, acompandose, alguna linda romanza o algn cntico. Descuella enla mmica y en la narracin de cuentos divertidos; pero es digno de notarse que tiene elconstante afn de no herir nunca la caridad para con el prjimo. Por lo dems, la virtuosamam no lo hubiera permitido.

    Una noche del mes de mayo de 1877, el Sr. Sncal, amigo del Sr. Richard, despus dehaberse entendido con ste, llev a la casa a un joven recomendable que haba reparado enla seorita Richard durante una visita de caridad hecha por sta a la casa en que l viva.Deseaba conocerla. Era un joven notario llamado Calixto Brault. El recibimiento fueobsequioso y cordial, y la velada transcurri agradable y alegre. El joven era de carctertmido y reservado; algo cohibido al principio, no tard en sentirse a gusto; fue amable;hablaba poco, pero bien y siempre oportunamente. En una palabra, fue del agrado de lospadres y tambin de la joven, de modo que lo invitaron a volver, y volvi a menudo, siempreemocionado y feliz.

    Tena ste dos hermanas religiosas, Sor Brault y Sor Santa Teresa, que eran Hermanas deCaridad del Hospital. Las dos llegarn a ser ms tarde superioras de su Comunidad. Fue averlas y les habl con entusiasmo de la seorita Richard, alabando sus cualidades y encantos;

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    sobre todo era buena, muy buena Oh, dijo, si consintiera en ser mi mujer, sera el hombrems feliz del mundo!.

    Las religiosas quisieron conocer a esta amiga de su hermano. La joven accedisencillamente a este deseo y fue a verlas. Encantadas de conocerla, le hablaron naturalmente

    de Calixto con elogio, de su bondad y de su afecto a los suyos; era un excelente joven; pasabapor ser el modelo de los jvenes de La Acadia.

    All efectivamente viva la familia Brault, buena familia de agricultores muy apreciadaen la regin. Como la mayor parte de las familias de ese pueblo, era de origen acadiano.Despus de la dispersin total de los apacibles acadianos por los ingleses en 1755, un buennmero de esas pobres gentes, arrojadas de sus hogares y tierras, haba conseguido ganar elvalle del San Lorenzo. Varios se haban establecido en ese rincn de la provincia de Quebec,y haban dado a su pueblo el nombre de La Acadia, en recuerdo de su tierra natal.

    Los padres, Narciso Brault y Mara Toupin, haban tenido catorce hijos, cinco de loscuales abrazaron la vida religiosa: dos hijas en el Hospital de Montreal; una tercera en laCongregacin de Nuestra Seora; un hijo, Jos, se hizo Jesuita; otro, Estanislao, fue oblatode Mara Inmaculada. Este ltimo, con ocasin del jubileo de su profesin religiosa, hablabade sus venerados padres en estos trminos: No puedo olvidar la larga progenie de misantepasados que me han trado, ya preparada, una noble herencia de religin, de tradicionescristianas y profunda piedad, depsito precioso, enriquecido de generacin en generacin,que me ha tocado en suerte, sin ningn mrito de mi parte. Y todo esto me ha llegado pormedio de mis padres, dignos y fieles depositarios de esas nobles tradiciones, que ellos se hanaplicado a transmitirme ntegramente.

    Calixto Brault se haba dedicado primeramente a la enseanza primaria. Despus de habercursado sus estudios en la Escuela Normal de Montreal, haba sido nombrado profesor enFarnham. Tomaba con ardor el adelanto de sus alumnos y ejerca sobre ellos un granascendiente: los quera y era querido por ellos; saba interesarlos, saba tambin hacerlostrabajar, siendo l mismo un trabajador encarnizado. No sala de su casa de pensin sino parair a su escuela o a la iglesia. Uno de sus ex alumnos, el seor Dartois, alcalde de Farnham,deca: El Sr. Brault es el mejor profesor que he conocido.

    Sin embargo slo haba enseado unos aos, pues decidi dejar la enseanza para hacersenotario. Haba pues regresado a Montreal para seguir los cursos de leyes y preparar sunotariado.

    Ya notario, haba tenido la suerte de encontrar a la joven que Dios le destinaba.Continuaba pues sus visitas a la casa del Sr. Richard con renovado placer, siendo sta casi sunica distraccin. Joven grave, serio, estudioso, fiel a todos sus deberes de buen cristiano, semantena alejado de los bulliciosos placeres de ciertos camaradas suyos. La vida que llevabaen Montreal apenas difera de la que llevaba en su pueblo natal, vida tranquila y laboriosa.Sin embargo no se decida a hacer sus declaraciones de amor a la joven a quien amaba. MaraLuisa estaba a la expectativa: en sus ojos lea su vacilacin y sus deseos. Con su naturalezaexuberante y decidida tom la iniciativa. Una noche, delante de los padres entretenidos, ella

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    misma ofreci resuelta y graciosa su mano al tmido pretendiente. En el colmo de sus anhelos,el buen muchacho no saba cmo expresar su felicidad.

    Las frecuentaciones, que muchos jvenes alargan indefinidamente, no duraron tres meses.

    El casamiento de Calixto Brault y Mara Luisa Richard fue celebrado el primero de agostode 1877, en la iglesia de Santa Brgida de Montreal, por el Reverendo Padre Brouet, oblatode Mara Inmaculada; los testigos fueron Jos Richard, padre de la esposa, e Isaas Rainville,amigo del esposo.

    Despus de la ceremonia y de los gapes familiares que siguieron, los nuevos desposadospartieron para Quebec y el santuario de Santa Ana de Baupr. Su viaje de bodas fue unaperegrinacin. Quisieron confiar su tierno amor y sus esperanzas a la Buena Madre SantaAna, la venerada patronada de los Canadienses Franceses, y pedirle que bendijera yprotegiera su porvenir.

    Comienza una vida nueva. Los nuevos esposos se sienten felices y bendicen a Dios porsu dicha.

    La Seora de Brault es ahora una mujer de mundo, distinguida y encantadora, perosiempre sencilla. Cuida de su posicin y de sus adornos que por condescendencia para consu marido quiere que sean ricos y de buen gusto, aunque siempre conformes con lasconveniencias cristianas. Se muestra esposa digna, tierna, atenta y abnegada. Se revelatambin competente duea de casa.

    El hogar del Sr. Brault, en la calle Amherst, estaba muy cerca del hogar del Sr. Richard,en la calle Dorchester. La proximidad de la casa paterna permita a la joven continuar unpoco la dulce vida familiar de antes de casada.

    El 1 de agosto de 1878, tuvo la dicha de ser madre de una nia que se llam Evangelina,nombre al que es afecto el pueblo acadiano. Se conoce el bello poema Evangelina deLongfellow. La dulce y conmovedora figura de Evangelina ha llegado a ser como lapersonificacin de la raza acadiana. La nia fue amada y mimada no slo por la madre, sinotambin por la buena abuela, Mina Richard.

    El 8 de marzo de 1880, Evangelina tuvo un hermanito, Narciso, cuya llegada fue saludadacon la misma alegra, y que comparti con su hermana las ternuras de los padres y de laabuela Mina.

    CAPTULO VI

    EN EL RIBAZO DEL LAGO.

    Sin embargo Calixto Brault, hijo del campo, que haba pasado sus primeros aos en mediode los frtiles campos de La Acadia, no haba sentido nunca inclinacin por la ciudad. Amenudo pensaba ir a vivir en algn pueblo. Por lo dems, haba sido nombrado inspector de

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    las escuelas rurales de los condados de Vaudreuil y de Soulanges; as es que le pareca naturalir a establecerse en uno de esos condados.

    A fines de abril de 1880 se present la ocasin de adquirir una pequea propiedad en elRibazo del Lago. Fue pues a instalarse en ese lindo pueblo, agradablemente situado a orillas

    del San Lorenzo, a poca distancia de los Rpidos de los Cedros, entre el ro y el canal deSoulanges, que hace posible la navegacin entre Montreal y los Grandes Lagos. Las callesde ese pueblo estn orladas de hermosos rboles, y la mayor parte de las casas se encuentrancomo agazapadas en los bosquecillos, en medio del follaje.

    Esa nueva morada fue del agrado de la Seora de Brault. Esta no tard en hacerse muypopular. Su afabilidad, su constante buen humor, su amable sencillez y, sobre todo, su grancaridad, le ganaron pronto todos los corazones.

    Las Hermanas de la Providencia de Montreal posean all una institucin que es al mismotiempo convento, hospicio, casa de hurfanas y escuela. Siempre haba agradado a la Seorade Brault el trato con las religiosas. Iba a verlas con frecuencia y en los ratos libres que ledejaba el cuidado de sus hijos se senta feliz en ayudarlas y serles til. Le gustaba adornar lacapilla y la iglesia parroquial.

    Haba en el convento de la Providencia un pequeo taller, al que, una vez por mes, ibana trabajar para los hurfanos y los pobres algunas damas caritativas. Con la Seora de Braultesta obra tom nuevo impulso. Las reuniones llegaron a ser semanales. A esas damas seunieron otras, estando todas animadas de noble emulacin. Las interesaba su amablecompaera con historias y chistes, y al mismo tiempo las edificaba con los pensamientossobrenaturales que de vez en cuando saba recordar con sencillez y con perfecto tacto ynaturalidad.

    En el Ribazo del Lago naci, el 17 de junio de 1881, su tercera hija, Claudia. La llamas en recuerdo de una amiga muy querida, antigua compaera del internado de San Lorenzo,que llevaba ese nombre; un da le haba dicho riendo que dara el nombre de Claudia a unade las hijas que Dios querra concederle. Claudia Brault ser una nia, luego una joven,delicada, muy dulce y muy buena; llegar a ser religiosa de la Congregacin de NuestraSeora, con el nombre de Sor Santa Teresa del Sagrado Corazn; pero estar casi siempreenferma y Dios la llevar pronto al Cielo, a la edad de veintinueve aos.

    La casa del notario estaba prxima a la del mdico, al doctor Gaspar Dauth.Frecuentemente pasaban agradables veladas, ya en casa de uno, ya en casa de otro. Pronto seestablecieron vnculos de amistad entre los dos hombres. Una amistad an ms grande yprofunda uni tambin a las dos mujeres.

    La carta siguiente que la Seora de Brault dirigir ms tarde a la Seora de Dauth,entonces enferma, da a comprender bien el carcter de la amistad que una a esas dos piadosasmujeres.

    La Punta Clara, 16 de agosto de 1903

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    Mi buena y querida amiga:

    He recibido con gran jbilo vuestra carta, y he dado gracias de todo corazn a nuestrobuen Jess por haberos conservado al afecto de vuestra buena familia y al de vuestra indignapero sincera amiga.

    Debis estar todava dbil y enferma; mas espero que Dios va a restableceros poco a poco.Tomad una buena dosis de resignacin por la maana al despertar, y renovadla durante elda, en los preciosos momentos en que la cruz, sea por medio del dolor, de la contradiccin,del hasto o de la tentacin, venga, conducida por el amor de Dios, a descansar en vuestroshombros.

    Oh! mi querida, mejor amiga, porque os amo y porque s que me amis, quiero abrirostodo mi pensamiento. Con el deseo de un bien mutuo, arrojemos una mirada al pasado;dirijamos luego nuestra vista al porvenir, hacia el cual deben tender ahora nuestrasesperanzas. Querida amiga, es una gracia muy grande la que nuestro buen Jess os concedede sufrir; pues cada dolorcito, fsico o moral, soportado por amor, disminuye nuestra deudapara con la justicia divina. No es verdad que nuestro Amado es misericordioso con todos?No quiere dejaros mucho tiempo en el Purgatorio despus de vuestra muerte. Tiene tantaprisa para hacernos gozar de su belleza, de su felicidad, que nos ofrece el poder satisfacer asu justicia con nuestros sufrimientos generosos. Ah! Es que su amor es igual a su justicia.Seamos, pues, almas de sacrificio!Desprendamos de la tierra nuestro corazn y dmosloa Dios: no le parece a l demasiado larga la eternidad para satisfacer su amor por nosotros.

    Dios os ha dado abundante bienestar terreno, querida amiga; pero la felicidad del Cieloque os espera debis comprarla con los sufrimientos que os enva Nuestro Seor. Abridampliamente vuestro corazn a la confianza; y si el enemigo, el envidioso, viene aatormentaros con sus mentiras, decidle que no tenis tiempo para escucharlo, y mandadlo depaseo a La Punta Clara, si queris. Quizs pase de largo; en todo caso, aqu no tendr ningnxito: es demasiado conocido.

    No estis triste, querida amiga. No tenis razn alguna para estarlo. Mirad siempre alCielo que el amor de nuestro Amado os ofrece, y corred con los brazos abiertos hacia lafelicidad sin lmites que os est preparada. Oh! tengo prisa por ir all, para ver a nuestroJess, para no ofenderlo ms ni saberlo ofendido.

    Oh! s, querida amiga, llevemos la cruz con amor, con alegra, y a pesar de nuestradebilidad, la llevaremos con mrito, por la gracia de Dios y con la ayuda de nuestra Madrecelestial. Oremos la una por la otra, pidamos sobre todo que nuestra voluntad se pierda en lade Dios; pidamos tambin una confianza sin lmites, como la ternura de Aquel a quienamamos.

    Con frecuencia pienso que vuestra alma temerosa est espantada por recuerdos einquietudes, y entonces, mi buena amiga, digo a nuestro querido Jess: Querido Jess, esms bien vuestra ruin amiga, la que debera estar inquieta, pero esta paz que no merezco yque vuestro amor me concede, derramadla sobre esas almas elegidas que purificis por mediodel sufrimiento interior, y hacedme sufrir en su lugar.

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    Oh, mi buena amiga, sabis cul es mi mayor sufrimiento? Es el de no sufrir! Amo

    tanto la cruz en la que veo al que amo! Y l nos ama tanto! Pensis, querida amiga, en esteamor de Jess por vos? Oh! pensad en l a menudo, siempre, y sentiris que vuestro coraznse abre para devolverle mejor su amor.

    Os indicar una prctica que, a mi juicio, me ha sido saludable. Antes de decir a NuestroSeor: Dios mo, os amo, digo siempre: Seor, cmo me amis! y detenindome uninstante, elevo los ojos hacia el Calvario y los vuelvo a bajar hacia el Tabernculo en el queJess est prisionero por nuestro amor, y entonces mi corazn se dilata tanto que dejara delatir si el mismo Jess no tuviera piedad de m. Oh! s, querida amiga, nada acrecientanuestro amor como el pensar en el de Nuestro Seor.

    Quisiera seguir escribindoos: es tan dulce abrir nuestras almas! Pero temo fatigaros.Seris razonable, verdad? y no haris nada que pueda disminuir vuestras fuerzas. Podismerecer y llevar dignamente la cruz, aceptando al mismo tiempo los cuidados y atencionesde vuestros buenos hijos. Ofreced vuestra intencin de cumplir con la voluntad de Dios, ysubiris al cielo casi sin daros cuenta.

    Buenos das, querida y buena amiga. Rogad por m, que me atrevo a dar consejos cuandotendra tanta necesidad de recibirlos; pero ya sabis que a menudo el pobre sabe dar mejorque el rico.

    A toda vuestra familia ofrezco mis afectos, y en cuanto a vos, mi buena amiga, creed enla humilde y sincera amistad de

    M. L. DE BRAULT

    CAPTULO VII

    EN LA PUNTA CLARA.

    La Seora de Brault no pas ms que dos aos en el Ribazo del Lago. El notario de laPunta Clara, Sr. Valois, haba muerto haca unos aos, y no haba sido reemplazado. Ungrupo de ciudadanos deseaba un escribano para su pueblo. El Sr. Brault, al saberlo, respondia su deseo. El pueblo de la Punta Clara era ms importante y ofreca ms ventajas que el delRibazo del Lago.

    Est situado en una punta que se adelanta sobre el Lago San Luis. En la extremidad deesta punta se encuentra otra, ms pequea, en forma de ala de pjaro, y que est unida con laprimera, por una estrecha lengua de tierra. En estapunta, claray linda, pequea pennsulacubierta de grandes rboles, se encuentra, al lado del viejo molino, el convento de lasHermanas de la Congregacin de Nuestra Seora.

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    Ese hermoso sitio haba atrado pronto la atencin de los misioneros del Seminario deSan Sulpicio de Montreal, que evangelizaban la regin. Fundaron la parroquia y construyeronla primera iglesia en 1713.9

    El nuevo notario de la Punta Clara se vio pronto rodeado de consideracin y estima. Lo

    mereca. De maneras reservadas, de paso lento y mesurado, grave en su porte y en supensamiento, era un hombre digno, modesto y distinguido; muy corts, an con los nios. Sulenguaje era siempre correcto y pulido. Tena gran seguridad de juicio; era de perfectarectitud, escrupulosa honestidad y bondad exquisita. No soportaba que delante de l sehablara mal del prjimo; y excusaba siempre a los ausentes. Le gustaba ser servicial cada vezque se le presentaba la ocasin. Cuando sus clientes eran pobres, haca gratuitamente losactos o los contratos que iban a pedirle.

    En cuanto a la Seora de Brault, estaba contenta dondequiera que la Providencia lallamaba a vivir. La Punta Clara fue particularmente de su agrado. Le encantaba contemplarese hermoso lago San Luis, adonde van a unir sus aguas dos grandes ros, el San Lorenzo yel Ottawa. Su alma haba estado siempre prendada de la belleza: los lagos, los ros, lasmontaas, los bosques, las flores, un vasto horizonte, una puesta de sol, un claro de luna, uncielo lleno de estrellas todo eso la arrobaba y elevaba su pensamiento hacia el Creador; enello vea un reflejo del esplendor divino. Por eso deca a menudo que con harta frecuencianos olvidamos de alabar a Dios y darle gracias por todas las bellezas que ha creado paranosotros y que ha sembrado a profusin en la naturaleza.

    Si Punta Clara le agrad, tambin ella agrad a los dems. De inmediato conquist laestima y respeto de todos y el afecto de muchos. No es que deseara o buscara la popularidad;ni siquiera pensaba en ello. Era sencillamente porque quera a todos, por simpata natural enprimer lugar, y adems y sobre todo por inteligencia sobrenatural. No le costaba ser buena,benvola, amable con todos aquellos con quienes se encontraba o con los que trataba. Habatomado la costumbre de ver siempre en los dems, almas rescatadas y divinizadas por Cristo,hermanos y hermanas en Jess. En ellos vea y amaba a Dios. Todo hombre, an el msmiserable, tiene en s algo divino. Ella lo saba y nunca lo olvidaba.

    Haba admirablemente comprendido ese gran deber del amor fraterno, con tantainsistencia recomendado, ordenado por Jess que haba hecho de l un precepto,praeceptummeum10; y se aplicaba a observarlo, con todo su corazn, y siempre.

    CAPTULO VIII

    ESPOSA Y MADRE.

    La Seora de Brault quera mucho a los nios. Se senta instintivamente atrada por elencanto de su ingenuidad e inocencia. Se detena con gusto para conversar con ellos. Comosiempre haba conservado su espontnea alegra de nia, saba entretenerlos, y se entretena

    9La Punta Clara est a 15 millas (24 kilmetros) de Montreal.10Evangelio segn San Juan, cap. XV, v. 12.

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    con ellos; pero no dejaba nunca de hablarles del buen Jess y de la Santsima Virgen, nuestrabuena mam que est en el Cielo, cuyo amor les inspiraba.

    Ya madre de tres encantadores nios, Evangelina, Narciso y Claudia, el Cielo va aenviarle otros ocho que los piadosos padres recibirn felices y agradecidos: Geraldina, en

    1883; Ricardo, en 1884 (no vivi ms que diez meses); Calixta, en 1886; Francisco de Ass,en 1887; Olier, en 1890; Juana, en 1891; Gonzaga Rosario, en 1893; Clara Gertrudis, en1895. Esta ltima muri a la edad de dos aos y medio.

    La principal solicitud de esta madre cristiana fue la de educar a sus hijos en elconocimiento y el amor de Dios. Apenas pudieron balbucear, les ense a rezar. Ella fue suprimera maestra de catecismo. Incumbe sobre todo a la madre el cuidado y la responsabilidadde la educacin de los hijos. Pero la Seora de Brault fue eficazmente secundada en estaimportante ocupacin por su marido, que haba sido y era todava un excelente maestro deescuela cristiano.

    Los nios crecieron en una atmsfera de piedad y de amor mutuo. El padre y la madreeran para ellos una enseanza viva. Su autoridad, suave y firme, era respetada; la obediencia,fcil y pronta. Los nios, llenos de afecto y de respeto por sus padres, haban sidoacostumbrados a tener tambin atenciones unos con otros: pues la madre se aplicaba acombatir en ellos el egosmo y les enseaba a olvidarse de s mismos por los dems, asoportarse y a amarse mutuamente.

    Esta familia formaba una hermosa pequea comunidad de almas. Dios era amado yservido en la casa; semejaba un santuario; sin notarlo, se impregnaba uno all de espritusobrenatural.

    Oraban en comn. Un da uno de los nios apoyaba los codos negligentemente durante laoracin: Hijo mo, le dijo el padre, te olvidas de que estamos hablando con Dios. Hay quemantenerse con correccin y respeto en su presencia.11

    Los domingos, al volver de la misa mayor, la madre exiga a los hijos que le hicieran unresumen del sermn que acababan de or.

    La Seora de Brault, que enseaba a sus hijos a amar y venerar a su padre, estaba ellamisma animada de respetuosa y atenta ternura para con su marido. A menudo era su contentoy apoyo. Comparta sus pensamientos, afanes, alegras y penas. Sin embargo eran muydiferentes de carcter. Todo lo que ella tena de activa, lo tena l de lento, extremadamentelento.

    Siendo inspector de escuelas rurales, se vea frecuentemente obligado a hacer jiras deinspeccin. Cuando llegaba el momento de partir, iban a avisarle que el coche estabapreparado: Est bien, deca, voy enseguida. Media hora, una hora ms tarde, no estabanan terminados los ltimos pequeos preparativos. Y en las escuelas las visitas eran largas.

    11Nunca he olvidado, dice Narciso Brault, esta leccin de mi padre. Todava me vuelve a la mente cada vezque me pongo a rezar.

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    Y en los exmenes que tomaba, pona el mismo cuidado minucioso que en todas las demscosas.

    Un da quiso ir a ver a su hijo Narciso, entonces alumno en el Colegio de los PadreOblatos, en Ottawa. Tres veces fue a la estacin. Como sala demasiado tarde y marchaba

    con extrema lentitud, al llegar a la estacin, el tren haba ya salido. Sin desconcertarse enabsoluto, regresaba a su casa, tranquilamente, sin perder nada de su tranquilidad ni de suimperturbable serenidad. Su mujer no dej de bromearlo. El buen hombre sonri, pero no poreso dej de seguir perdiendo el tiempo.

    Est permitido pensar que la Seora de Brault, que era viva como un pjaro y que todo lohaca con asombrosa rapidez, debi hacer innumerables menudos actos de paciencia yabnegacin ante la exasperante lentitud de su marido. Pero nunca se oy un reproche o unaqueja. Nada alteraba la buena inteligencia cordial y afectuosa que una a los dos esposos. Loshijos estn todos de acuerdo en decir que entre sus padres no haba nunca dejado de reinar laarmona ms perfecta.

    El Sr. Brault haba sido atacado de neumona. Se llam al doctor Mignault. Ahora bien,refiere ste, su mujer le prodig sus inteligentes cuidados con infatigable afecto; adems dabapruebas de un tacto y una destreza que rara vez se encuentra an en las mejores enfermerasde profesin.

    Ms tarde sobre todo, fue verdaderamente admirable, cuando su pobre marido quedparaltico y achacoso, rodendole constantemente de cuidados, atenciones delicadas yternura. Lo dejaba solo lo menos posible. Despus de una ausencia de algunos das, escribaal autor: Heme aqu de vuelta Mi marido est bastante bien. Cuando estuve instalada conl en la galera, durante tres o cuatro horas por lo menos, a fin de entretenerlo, le record mipedido de mano, y, colocando nuestras sillas a modo de confidente, le hice revivir las horastan puras y dulces de nuestra juventud. Pobre querido marido, se ha aburrido de su vieja loca.Me deca: He rogado para que tuvieras un buen viaje.

    Hasta el fin de su vida ser la esposa tierna, atenta y abnegada.

    No era menos prdiga de afecto y de abnegacin para con sus hijos. No era severa; sinembargo no los mimaba. Quera darles una educacin seria, inspirndoles un ideal cristiano.

    A las hijas, vestidas elegantemente, pero con sencillez, las pona en guardia contra lavanidad y las mundanalidades. No llevaban ni joyas ni puntillas. Ignoraron siempre losplaceres del baile. Sus lecturas eran vigiladas y controladas. Lo mismo para los muchachos.Los segua, juntamente con su padre, en los estudios. Quera hacer de ellos jvenes serios einstruidos para que fueran ms tarde hombres y cristianos.

    Les haca agradable la estada en la casa. Favoreca la unin, la alegra, la confianza consu buena sonrisa, su buen humor, y tambin con su habilidad en el arte culinario. Ella nocoma casi nada; pero quera, para su marido y sus hijos, que la comida fuera buena. Sedivertan en familia. Jugaban a las cartas, a las damas, a diversos juegos de sociedad, amenudo inventados por ella. Narraba cuentos alegres, o bien se sentaba al piano y entonaba

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    canciones divertidas y canciones de Botrel. Por su parte, el padre, que cantaba en la iglesialos domingos, se haca or tambin por la noche en la casa: cantaba las viejas cancionespopulares cuyo estribillo todos los hijos entonaban a coro. La msica era, de este modo, unaexcelente distraccin; y juntos pasaban momentos encantadores. Nadie pensaba en esassalidas de noche, en que tantos jvenes van a buscar, fuera del hogar, distracciones y

    diversiones que no siempre carecen de peligro.Tenan tambin sus fiestas de familia. El da aniversario del nacimiento de cada uno de

    los hijos, era un da de asueto y de alegra. La Seora de Brault se diverta con ellos; hastasaltaba a la cuerda con sus hijitas. Les preparaba siempre alguna agradable sorpresa. Despushaba banquete, concierto, y, a la cada de la noche, durante los hermosos das de verano,iluminacin: los rboles que rodeaban la casa se cargaban de faroles venecianos.

    Cuando lleg la fiesta de Evangelina, que acababa de casarse con el doctor Lesage,alcalde de la Punta Clara, quiso rendir a la alcaldesa honores particulares. Le compuso unacancin de circunstancias; despus, adoptando un aspecto muy serio, le ley un cumplido enel que, en trminos pomposos y solemnes, daba a la Seora Alcaldesa los plcemes msconcurrentes. Los nios fueron luego autorizados a hacer, en honor de su hermana mayor,una algazara en la que se utiliz toda la batera de cocina.

    Pero haba fiestas de carcter ms serio. La fiesta preferida era la de Navidad. En esadeliciosa velada que preceda a la misa de medianoche, la Seora de Brault se sentaba alpiano y tocaba canciones de Navidad; luego, reuniendo a sus hijos en derredor suyo leshablaba del gran misterio y preparaba su corazn para recibir al Nio Jess que iba a venir.La familia parta, muy contenta, para la misa de gallo. A la vuelta tena lugar la cena deNochebuena, luego saqueaban el rbol de Navidad, pequeo pino preparado en un rincn delsaln y enteramente cargado de bonitas chucheras.

    Esos recuerdos se graban en la memoria de los nios y no se borran ms.

    La Seora de Brault y su marido queran formar a sus hijos en la prctica de las virtudescristianas. Insistan particularmente en el deber de la justicia y en el de la caridad: Tenedmucho cuidado, hijos mos, deca el padre, en no hacer nunca el menor dao al prjimo.Respetad el bien ajeno; no os apropiis jams de lo que no os pertenece, aunque no tuvierams valor que el valor de un alfiler Sed serviciales con el prjimo en la medida quepodis Haced el bien a los dems y despus olvidadlo; pero no olvidis nunca el bien quese os hace. Y la madre, por su parte, les deca a menudo: Sed buenos, sobre todo paralos desdichados, para todos los que sufren. Acordaos siempre de que todos somos hermanosen Jesucristo.

    Por lo dems, los nios eran cada da testigos de los actos de bondad de su madre, de susgenerosas limosnas. Saban que iba a pasar das y noches junto a los enfermos y moribundos.

    A menudo se presentaban en la casa pobres mendigos. Los acoga siempre con muchaafabilidad y consideracin, aadiendo buenas y alentadoras palabras a sus ddivas.Recordaba a sus hijos que hay que considerar a esos desheredados como a representantes delmismo Jess. Les enseaba no slo el amor, sino tambin el respeto al pobre.

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    Si el mendigo tena en su bolso un pedazo de pan, se lo peda a cambio de las provisiones

    de que lo colmaba; enseguida lo comparta con sus hijos, diciendo: El pan del pobre essagrado, es como pan bendito. Era muy poco apetitoso, deca uno de los hijos al autor, perovencamos nuestra repugnancia para dar gusto a mam. Sin embargo dos o tres de ellos no

    podan resolverse a comer de ese pan, a veces duro y enmohecido. Oh! no os obligo acomerlo, deca la madre.

    Un da, cuenta Gonzaga, un mendigo vino a pedir limosna. Quedamos sorprendidos dela hermosura y dignidad de ese hombre harapiento. Como siempre, mam lo recibibondadosamente; le rog que se sentara, le lav los pies y le sirvi una buena comida. Elhombre tena un aspecto de distincin poco comn; estbamos llenos de admiracin y derespeto hacia l. Dio gracias a mam, nos salud cortsmente y sali por la puerta del costado.Enseguida Calixta y yo nos acercamos a la ventana para seguirlo con la vista; lo vimos bajarlas pocas gradas que estn al pie de la puerta; luego desapareci de repente. Estbamos muysorprendidos. Ante nuestro asombro, mam se content con sonrer y decirnos: Hijos mos,seamos buenos con los pobres.

    Al contrario, agrega Gonzaga, poco despus se present otro mendigo. Ese era feo y sucioy tena una cara repugnante. Mam lo recibi tan amablemente como a los dems; le lav lospies y le dio de comer y de beber. Pero l, en vez de agradecerle, le dirigi injurias. Ella,asombrada, guardaba silencio. Estbamos indignados. El mendigo nos arroj una miradaperversa, y sali amenazndonos con su bastn. Me he preguntado si no era el diablo.

    CAPTULO IX

    SU AMOR A DIOS.

    La Seora de Brault haba tenido siempre una gran piedad. Cada maana haca sumeditacin, asista con fervor a misa y reciba la sagrada comunin; durante el da, sindescuidar nunca ninguno de sus deberes de estado, pasaba a menudo largas horas delante delSantsimo Sacramento, de rodillas, inmvil como una estatua, con los ojos fijosardientemente en el tabernculo. Esta piedad no estaba al margen de su vida; era su vidamisma. Pensaba, viva segn Dios.

    Un da del ao 1885 se realiz en ella una verdadera transformacin. Fue, deca, el dade mi conversin. Por supuesto, no hay que tomar esta palabra en el sentido que se le dahabitualmente. Fue ms bien una especie de irrupcin impetuosa de la vida sobrenatural enesta alma ardiente y profunda, como una toma de posesin divina. En adelante, vivir,habitual y sencillamente, en pleno orden sobrenatural, gozando de comunicacionescelestiales. Su amor tan tierno a Nuestro Seor se transformar cada vez ms en una pasindevoradora.

    A partir de ese da se despoj de todos sus atavos. Vendi sus alhajas y entreg el preciode las mismas a Monseor Clut, vicario apostlico de Athabaska-Machen-zie. No llevarms que un simple vestido negro, como una pobre; pronto no saldr ya sino envuelta con unalarga manta y con el rostro cubierto por espeso velo negro.

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    Amar a Dios, es toda su vida. Para darse cuenta hay que leer, sobre todo, las cartas que

    por obediencia escribi a su director espiritual.12Se encontrarn numerosas pruebas de suprofunda humildad, de su obediencia entera y absoluta, de su extraordinario amor alsufrimiento.

    Hablar de Dios, or hablar de Dios, es una necesidad espontnea de su alma. Estanecesidad se haca a veces tan intensa que no poda callarse.

    Escuchemos algunos de sus acentos, extrados de cartas dirigidas a un sacerdote amigo.

    Quisiera que cada latido de mi corazn fuera un acto de amor La pasin de mi Jessme enloquece; al abrazar mi crucifijo siento que un amor apasionado me devora y me tortura.

    Cunto amo a mi querido y buen Jess!... l sabe cunto sufre de amor su humilde sierva,cmo estn llenos de su recuerdo mi pensamiento y mis deseos. Conoce tambin mi profundamiseria, mi pobreza, mi debilidad y mi grande ignorancia. Pero, no es su ternura la que hapuesto en mi corazn esa necesidad de amor que lo devora? No es su misericordia la que laacrecienta?

    Quiero amar a mi Dios con un amor que le sea agradable, que le d gloria. Dara mi vidapara poder procurar el ms pequeo grado de gloria a mi Dios.

    Ah! el amor de mi Amado es un ocano en el que se sumerge mi alma para encontrar suvida. Es un amor que cautiva todas mis facultades; y aunque soy muy ignorante, lo saboreosin poder saciar mi sed de amor.

    Este amor que mi Amado me hace sentir tan impetuosamente, este amor ardiente pone enm deseos que se vuelven necesidades; y en mi pobreza y en mi nada, no encontrando cosaalguna con que responder al llamamiento tan legtimo de mi alma, despus de haberreconocido mi indignidad levanto los ojos hacia mi Dios, objeto de mi feliz sufrimiento y lemanifiesto esa inmensa necesidad que no puedo ni callar ni alimentar

    Para ser santo hay que ser humilde, hay que saborear las humillaciones y de ellas nutrirse.Quisiera ser humilde para dar gusto a Aquel a quien amo; quisiera adornar mi alma con todaslas virtudes Oh, lo amo tanto, lo amo tanto, que lloro al escribir sobre l! Por qu eseamor hace correr mis lgrimas, siendo as que constituye toda mi felicidad?

    Qu misterio es esa hoguera de amor que Jess se digna poner en un corazn tan pobrecomo el mo! Cuntas veces corro por el jardn, lejos del mundo, para manifestar a gritoseste amor devorador!... Entonces envidio a los sacerdotes, los cuales pueden subir a losplpitos y manifestar a gritos su fuego a las muchedumbres Si fuera sacerdote hablarasiempre de Cristo que sufre, le encontrara amigos de su sublime pasin; tratara de iniciar alas almas en las prcticas de la mortificacin, de acostumbrarlas a encontrar la felicidad enlas enfermedades, y de mostrarles los dolores como besos de amor que nos da nuestro querido

    12Vase la segunda parte de este libro.

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    Salvador. Ah! es preciso decirlo, el amor al bienestar domina en el mundo, y la cruz de Jessqueda olvidada en el Calvario.

    Mi alma tena sed de or hablar de l. Y yo no poda ya retener en mi corazn eseexcedente que no puede ser recogido ms que por corazones vidos del mismo amor. Sufra

    de la necesidad de desahogarme, as como mi Amado sufre de la necesidad de amor.Oh, si pudiera amarlo lo bastante como para sufrir, y sufrir lo bastante como para merecer

    amarlo ms!

    A veces me sorprendo creyendo que el dolor interior no tiene nada que ensearme, ycuando escucho mis deseos, tan grandes, que el amor de mi Amado nutre en mi inflamadocorazn, oigo una voz que me dice: Todava no has sufrido, no has hecho ms que mojarlos labios en el borde del cliz que quiero hacerte beber hasta la hez. Cuando miro a miJess crucificado, cuando veo su corazn atravesado por tantas flechas, siento ardientenecesidad de sufrir yo tambin, y, al abrazar las llagas de mi Salvador, encuentro la felicidady la paz.

    Cunto amo a mi querido y buen Jess! Cunto amo su cruz, sus humillaciones, laspenas que me da! Cunto amo todo lo que l ama, todo lo que l quiere! Que sean alegras,lgrimas o angustias, no importa! Dios mo, entre vuestro divino corazn y el de vuestracriatura hay un abismo, pero es un abismo de amor y de misericordia.

    Nada me causa tanto placer como trabajar en hacer bendecir y en hacer amar a nuestrobueno, amable, querido y dulce Jess Quisiera tener todos los corazones para drselos.

    Si pudiramos amarlo lo bastante como para que olvide que hay corazones sin amor!Entreguemos nuestros corazones y nuestros cuerpos a su voluntad santa Que todas lasfibras de nuestro corazn sean vnculos que nos aten a la voluntad de Dios. Que todosnuestros suspiros sean actos de amor que ahoguen los gritos y las blasfemias. Seamos escudospara proteger a nuestro querido y buen Jess.

    Seamos santos amables para atraer a las almas temerosas, santos mortificados paraedificar a los justos, santos llenos de amor de Dios para enfervorizar a las almas que van pornuestro camino.

    Seamos santos que en la tierra arden con el fuego de amor que los consumir en laeternidad.

    Inmolemos todo lo que queda de nosotros: protestemos de nuestro deseo de ser almasconsoladoras y reparadoras. Demos nuestro pobre corazn al Corazn de Jess tratado tanframente. Ammoslo por amor a l, que nos ama tanto; y bebamos con nuestros labioscastamente apasionados todas las lgrimas que nuestras ingratitudes y las de todos lospecadores han puesto en su divino rostro. S, amemos a nuestro Jess, no otra cosa que l,todo en l, todo por l.

    Ah! cunto lo amo! cunto lo amo! Quisiera decirlo siempre y en todas partes!

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    CAPTULO X

    SU CARIDAD CON LOS POBRES Y LOS ENFERMOS

    Este amor de Dios, de que estaba tan admirablemente llena el alma de la Seora de Brault,explica su extraordinaria caridad. En el prjimo amaba a Dios. Amar a Dios, amar al prjimo:estos dos mandamientos no forman sino uno.

    Olvidndose de s misma, slo pensaba en hacer bien a los dems. Su corazn sensible ybueno no poda ver sufrir sin sentirse como desgarrado por la pena. Hubiera querido poderaliviar todas las miserias, tomar sobre s todos los sufrimientos.

    Los pobres conocan bien el camino de la casa. Ella los reciba siempre con bondad yalegra. Siendo an muy nia haba aprendido de su madre a dar limosna. Al igual que sumadre, tena en el stano un depsito de provisiones de toda clase para los que iban a pedirlimosna. Habitualmente enviaba a Geraldina o a Calixta en busca de esas provisiones cuandolas necesitaba. Daba con largueza. Ahora bien, ms de una vez aconteci que todo habaquedado agotado, y la joven volva diciendo: Mam, no hay ms provisiones. No hasmirado bien, hija ma; anda a ver otra vez. La joven volva y, con gran sorpresa, encontrabanuevamente provisiones. Y sin embargo, deca un da Calixta al autor, yo haba mirado portodos lados, y estoy bien segura de que no quedaba ya ms nada. O bien la Seora de Braultiba en persona y regresaba con las manos llenas.

    En el mes de mayo de 1900 estall un gran incendio en la Punta Clara y asol una partedel pueblo; quedaron reducidas a cenizas unas treinta casas. Numerosos eran los que habanperdido todo y se encontraban sin recursos. La Seora de Brault fue su Providencia. Llena desimpata y de conmiseracin, se mostr de una caridad exuberante. Hizo colocar una granmesa en la que serva cada da numerosas comidas. Durante tres semanas distribuy, sin verdisminuir sus provisiones, pan, leche, manteca, patatas, etc. A todos esos desdichados diriga,al mismo tiempo, palabras de aliento y de confianza.

    Durante el invierno iban a pedirle carbn varios indigentes. He notado, dijo un da sumarido, que no nos queda mucho carbn; temo que nos falte.No, no, le dijo ella, qudatetranquilo, no nos faltar. Y continu dando generosamente. El carbn no disminuy; el Sr.Brault, sorprendido, lo hizo notar a sus hijos. La provisin dur hasta la buena estacin.

    Daba igualmente ropa blanca y vestidos. Una de sus hijas se admiraba de la cantidad degnero que compraba su madre. La Seora de Brault se senta muy feliz al confeccionar consus manos, vestidos para los pobres. Sin embargo ella misma iba vestida bastantemiserablemente. Su vestido, gastado, remendado una y mil veces, no era renovado, diceClaudia, sino a instancias de sus hijas. Llevaba el mismo sencillo sombrero en toda estacin.Pues si amaba a los pobres, amaba tambin a la pobreza, virtud evanglica tan grata a NuestroSeor.

    Iba a ver a sus queridos pobres en sus casas; y an a veces, para darles gusto, se sentabaa su mesa y comparta alegremente su modesta comida.

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    Cuando estaban enfermos, pues la pobreza y la enfermedad son dos compaeras que a

    menudo van juntas, les llevaba lo que necesitaban o lo que juzgaba que les era necesario.

    Tuvo siempre una singular abnegacin para con los enfermos. Los visitaba, consolaba,

    animaba y cuidaba con maternal bondad, y tambin con amable sencillez y buen humorcomunicativo y confortador. Si la enfermedad era grave, los cuidaba de noche. Cuntasnoches pas a la cabecera de los enfermos! Saba hablarles muy bien de Dios, ensearles aaceptar su santa voluntad, a santificar sus sufrimientos, a prepararse a morir santamente.

    El 13 de enero de 1905, a las dos de la maana, escriba al autor: Debair a haceros unacorta visita en estos das; pero me retiene una pobre enferma q quiere que est a su lado.Mientras ella descansa yo os escribo. Rogad por ella. La muerte, que pronto la abrazar, laespanta. Procuro hacerle amar esta querida muerte que, para el cristiano, es la puerta del cielo,la amiga que lo introduce ante el Maestro misericordioso, y que da a su corazn el coraznde su Amado, para saciar su hambre de amor y de felicidad. Si no fuera por temor de despertara mi pobre enferma, qu dicha tendra en hablar de la muerte, en decir cunto la amo, cundulce y amable la encuentro, pues ella sola es la que puede satisfacer mi nico deseo: poseera mi Amado, estrecharlo siempre contra mi corazn, no causarle nunca pena! Estepensamiento, que medito al lado de una moribunda, en medio de la noche, hace que me sientacomo ebria de felicidad. Sola con mi querida enferma, puedo satisfacer la necesidad de mialma de contemplar en espritu las amabilidades de la muerte. Ah, si pudiera, con la graciade Dios, verter en el alma de mi querida enferma toda la confianza, todo el amor que miAmado ha puesto en mi corazn a esta grande y noble amiga que es la muerte!....

    Y cuando sus enfermos moran, ella misma con sus manos los enterraba, a veces en suspropias sbanas. Puede decirse que todos los pobres que moran en la Punta Clara eranenterrados por ella. Tena una provisin de sbanas para este fin.

    No se contentaba con visitar los enfermos del pueblo. Cuando poda, pues a menudoestaba tambin ella enferma, iba adems a visitar a los enfermos pobres de los hospitales,especialmente en el Hospital de Montreal y en el hospital de los Incurables. Esta obra demisericordia le era grata.

    Una joven mujer de la Punta Clara estaba gravemente atacada de una enfermedadincurable. Haba perdido su marido y viva sola con sus hijitos, en una extrema pobreza. LaSeora de Brault, dolorosamente conmovida por esta espantosa miseria, iba a pasar en la casade esa pobre la mayor parte de sus das. Se levantaba muy temprano, pona todo en orden ensu propia casa y se iba a la de la enferma. All estaba en todo, haca los trabajos del hogar, seocupaba de los nios y cuidaba a la joven mujer con ternura de madre. La cuid durantevarias noches y la asisti hasta el fin. Despus de haberla preparado a recibir piadosamentelos ltimos sacramentos, recogi su ltimo suspiro. Luego se ocup de colocar a los nios.

    En una casa del pueblo, la fiebre tifoidea causaba estragos; todos los miembros de lafamilia estaban atacados. Se alejaban de esa pobre gente por temor al contagio. La Seora deBrault fue a ver a esta afligida familia, llevndole, junto con su simpata, los ms solcitoscuidados. No titube en lavar la ropa, cosa que nadie haba querido hacer. Pas la mayor

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    parte del tiempo en esta casa; y no sali de all sino despus de la curacin de estosdesdichados.

    Le sealaron el caso de un pobre joven, U. B., minado por la consuncin. Tan slo tenalos tristes cuidados de su madre, una anciana de mal carcter, desagradable, a quien la

    ignorancia y la miseria haban llevado al ltimo grado de la desmoralizacin. La Seora deBrault empez por establecer la limpieza y el orden en derredor del infortunado. Lo cuid yalent lo mejor que pudo. Lo prepar a la confesin y a la comunin, como saba hacerlo,con todo su celo de apstol; y el sacerdote llev a ese pobre hombre los auxilios de la religin.Sigui visitndolo y cuidndolo diariamente, a pesar de las recriminaciones de la vieja, queun da lleg hasta pegarle con el bastn. Nada la desanim; hasta el fin prodig al pobre jovenlos tiernos y maternales cuidados de que haba estado siempre privado.

    Ejerca su caridad en toda forma.

    Desde haca poco tiempo viva en la Punta Clara un tal G., llegado de Inglaterra. Era unhombre taciturno, taimado y brutal. Maltrataba a su mujer, una joven francesa, delicada ydulce. Un da intent asesinarla; quiso degollarla con una navaja. Acudiendo a los gritos dela vctima, unos vecinos se precipitan en su auxilio y consiguen sujetar al facineroso; lo llevanal puesto de polica en donde lo esposan.

    Avisada, la Seora de Brault corre al lado de la mujer, la cual haba sido cruelmenteherida en el brazo con la hoja de la navaja al querer proteger a su hijito que tena apretadocontra su pecho, y la venda del mejor modo posible hasta tanto llegara el mdico. Sepreparaban a llevar al hombre a Montreal. Ella obtuvo del jefe de polica permiso para subiren el coche que deba conducir al miserable a la prisin, y durante el trayecto no ces deesforzarse por inspirarle sentimientos cristianos. Despus volvi junto a la pobre herida,procurando consolarle y animarla, y la condujo al Hospital de Montreal. Siempre siguiinteresndose por ella y su hijo.

    De todas partes solicitaban mi ayuda, dir un da a una de sus amigas religiosas, SorSanta M Cuando se trataba de prestar servicio al prjimo, me pona contenta y volaba alldonde juzgaba que haba que hacer algn bien.

    Sin duda alguna, esta bella y sobrenatural caridad de la Seora de Brault deba conmoverel corazn de Dios.

    Ella misma contar a una ntima amiga, Sor San L., el hecho siguiente:

    Un domingo de verano, se haba quedado sola en casa durante la misa mayor. Orabaunindose al sacerdote que celebrara en la iglesia. Se presenta un mendigo. Ella lo recibe consolicitud y bondad. Notando que llevaba el calzado lleno de polvo se lo limpi; le lav lospies y le puso medias nuevas; luego le dio de comer y de beber. El pobre sonrea yresplandeca de felicidad. Al levantarse le dio las gracias e implor las bendiciones del cielosobre ella y sobre la casa; luego desapareci sbitamente. Como los discpulos quereconocieron al Salvador bajo los rasgos del viajero de Emas, no dud que este mendigo

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    fuera su Jess, vestido de pobre. Conmovida hasta las lgrimas, se pone de rodillas y le cantasu alegra, su agradecimiento y su amor.

    CAPTULO XI

    SU CELO POR LA SALVACIN DE LAS ALMASEn todas sus relaciones con el prjimo, la Seora de Brault pensaba ante todo en las almas,

    en las almas rescatadas por la sangre de Jess y destinadas a la felicidad del cielo, en lasalmas tan amadas por Dios y creadas para amarlo. La salvacin de las almas era su constantepensamiento, su ambicin suprema.

    Salvar almas! Parece que tal era la principal misin que le haba reservado Dios al dejarlaen el mundo. Ah! deca, no lamento no haber entrado en el claustro en el que desde miinfancia, haba esperado y deseado morir. Pues en el claustro, Dios es conocido, amado ybendecido; pero en el mundo Oh, qu pena causa el Esposo de las almas! S, doy graciasa Nuestro Seor por haberme dejado en el mundo donde mi corazn se muere de dolor alverlo tan maltratado. Por lo menos, en el mundo puedo amarlo y manifestarle mi amor enmedio de esa muchedumbre que lo odia y lo hace llorar Pobre Jess ignorado! Pobremundo ignorante! Cuntas veces a la vista de mi impotencia corren abundantemente mislgrimas! S que soy muy indigna y no valgo para nada. Pero no es verdad que reparar mispropias injusticias defendiendo a mi Jess contra la injusticia del mundo? No es verdad quepor hacer de mi propio cuerpo una muralla para cubrir a mi Amado y sustraerlo a los insultosdel mundo me acontece recibir con harta frecuencia la baba del calumniador y la injuria delhombre sin educacin, y en fin todas esas cosas que hacen que se estremezca mi amor propioy mi sensibilidad natural?

    S, a menudo lloro en secreto. He recibido la injuria cuando quise ser buena y til, sea aenfermos, sea a pobres. Pero si lloro, no es a causa de la ingratitud recibida; sta, por elcontrario, hace que me sienta demasiado feliz. Por lo dems es posible que cometa algunastorpezas que me acarreen tal ingratitud. Pero lloro para suplicar a mi buen Jess que perdonea esos pobres ciegos que no conocen las delicadezas de la caridad cristiana.

    Comprendo por qu no es comprendida en el mundo la dulce caridad. Porque paracomprenderla hay que conocer a Dios: conocindolo, lo amamos; amndolo, lo servimos.Oh caridad! Oh amor! Si os comprendiramos, si quisiramos comprenderos! Pero nosservimos de nuestra facultad de amar para alimentar nuestros sentidos, para alimentar nuestroamor propio; y el amor de Dios queda sacrificado

    Cmo quisiera, por mi amor generoso, merecer que mi Amado Salvador se digne asociarmis pequeos mritos y humildes plegarias a sus sublimes expiaciones! Oh! De buena ganaconsentira en sufrir todas las humillaciones ms abyectas para dar una sola alma a mi queridoAmado. Cmo sufro de mi impotencia! Por qu tengo tan grandes deseos, cuando midebilidad es tambin tan grande? Cmo me abrasa el amor de Dios! Qu martirio causa ami corazn esta hoguera que me consume interiormente y sin embargo tan suavemente!Cunto amo a mi querido y buen Jess! Cmo quiero hacerlo amar!...

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    Quiero amar y hacer amar a Jess! Vivo de estos deseos, y de buena gana dara veinteaos de mi vida para procurar tan slo un acto ms de amor a Aquel a quien amo hasta eldolor.

    Quisiera sembrar el amor de Dios en el mundo. Ah! Por qu tengo tan grandes deseos

    unidos a tanta ignorancia, a tanta indignidad? Si mi pobre amor pudiera colmar miimpotencia!...

    Quisiera ser capaz de decir las bellezas, las dulzuras, los encantos irresistibles del Amadode nuestras almas. Quisiera poder desgarrar el velo que oculta al pecador el amor infinito delcorazn al cual hiere.

    A veces digo a mi Jess: oh mi buen Salvador, mostraos un poco a esos pobres ingratosque os ofenden. Quizs si os vieran tan hermoso, tan dulce, tan herido por sus ingratitudes,os amaran y se doleran de sus pecados.

    La Seora de Brault posea el secreto de encontrar las almas que necesitaban serconvertidas. Con mucha frecuencia las encontraba de una manera del todo providencial; amenudo tambin, Nuestro Seor se las haca conocer. Siempre haba algunas en cuyaconversin trabajaba.

    Peda a sus amigos que orasen para obtener tal o cual conversin.

    Orad, deca, por las queridas almas que Jess pone en cierto modo en mis brazos a finde ganarlas para l Os recomiendo a una pobre alma que est aqu en mi camino. Esnecesario que la Santsima Virgen ponga en mis labios las palabras capaces de conquistar aesta pobre extraviada Orad para que pueda trabajar eficazmente en la salvacin de lasalmas. Dios acaba de colocar en mi camino a una familia tristemente desunida. La madre escatlica de nacimiento. He recibido una carta del marido. Quisiera hacerle creer en Dios.Orad: slo la oracin puede suplir mi ignorancia. La Santsima Virgen no me rehusar suayuda. Se la pido con tanta amorosa confianza!

    No se contentaba con rezar por las almas que quera convertir; sufra tambin por ellas,se flagelaba y se impona rudas penitencias.

    Siento la necesidad siempre creciente de reparar, amar, consolar y satisf